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Un accionar patológico
Faltan pocas horas para que el oficialismo protagonice en la Cámara de Diputados un nuevo show de prepotencia, griteríos y falsas victimizaciones con el fin de intentar distraer la atención de la debacle de un gobierno patológico.
Será un circo de amplia proyección mediática. El peronismo de todas las épocas supo siempre entrenar muy bien a sus radicalizados actores, especialmente cuando se siente amenazado electoralmente. En esta oportunidad, al temor a que las urnas le den la espalda se le suma el pavor de algunos de sus más "conspicuos" miembros de ir a la cárcel por haber cometido flagrantes actos de corrupción.
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Es en ese contexto que debe entenderse la execrable arremetida contra la Corte Suprema de Justicia de la Nación, liderada por el Presidente, junto con algunos obsecuentes gobernadores y legisladores, muchos de ellos interesados también en que no los alcance el brazo de la Justicia, acostumbrados como están a manejarse como señores feudales, de espaldas a las leyes y al Estado de Derecho. Es una arremetida burda, pero peligrosa. Burda porque el Presidente no está habilitado constitucionalmente para iniciarle juicio político a la Corte. Sin embargo, en el decreto de convocatoria a sesiones extraordinarias incluyó, además del tratamiento de ese tema, la ampliación del número de sus integrantes -otra tan improcedente como caprichosa exigencia que el oficialismo ya había empezado a dar curso en el Senado- y una nueva conformación del Consejo de la Magistratura bajo amenaza de que si no se consigue por ley, se haría por decreto, como en su momento llegó a amenazar el impresentable ministro de Justicia, Martín Soria, aunque luego intentara suavizar semejante despropósito.
¿Por qué, además de descabellada, esta afrenta es sumamente peligrosa?
Porque así comenzó la debacle institucional venezolana con Hugo Chávez, seguida por su discípulo, el dictador Nicolás Maduro. Porque no es casual que Pedro Castillo haya protagonizado un autogolpe en Perú, cerrando el Congreso. Sus fanáticos y violentos seguidores no parecen haber comprendido la gravedad de la situación. Tras la destitución y detención de Castillo, han puesto en llamas a Perú provocando muertes, desmanes y exigiendo que se lo reponga en el cargo. El propio Lula da Silva viene de superar una enorme afrenta a la democracia brasileña por parte de los miembros más recalcitrantes del bolsonarismo. Basta con-