CARLOS VELÁZQUEZ GLORY DAYS
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ESGRIMA
DIEGO ENRIQUE OSORNO
S Á B A D O
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El Cultural [ S u p l e m e n t o d e La Razón ]
CIUDAD
INTERMINABLE VALENTE QUINTANA Y SU ALTER EGO J. M. SERVÍN
UN PASEO POR LOS TIANGUIS ADRIÁN ROMÁN EDUARDO H. G .
Entrevista con Gady Zabicky
19/S: POSTRAUMA Y ESTRÉS ARI VOLOVICH
Fuente > creepypasta.wikia.com
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Figura legendaria del detective adaptado al ambiente de la Ciudad de México durante la primera mitad del siglo XX, más tarde un personaje que se desplaza de la vida policiaca y delincuencial a los dominios de la ficción y el cine, el rastro de Valente Quintana es el tema de estas páginas. Conoció y alternó como ninguno con los diversos estratos que formaban la sociedad capitalina, desde las altas esferas del poder político, económico y militar, hasta los arrabales, los bajos fondos y “los vericuetos de la noche”. Un entorno de novela negra, en efecto, donde prospera el atropello de la legalidad, la corrupción y la tortura como un modus vivendi. Una ciudad casi desvanecida que sin embargo permanece en algunas de sus claves fundamentales.
Valente Quintana
EL ALTER EGO DE FILIBERTO GA RCÍ A J.M. SERVÍN
L
I
a única figura verosímil del detective en México se le debe a Valente Quintana, nacido en Matamoros, Tamaulipas, en 1890. Es personaje del policiaco real y no de la ficción. Valentín Herrera, el policía investigador de Ensayo de un crimen, de Rodolfo Usigli, y Filiberto García, el célebre matón con ínfulas detectivescas de El complot mongol, de Rafael Bernal, están inspirados en Quintana, a quien a finales de la década de 1920, a instancias de Emilio Portes Gil, se le encomienda investigar casos como el de José de León Toral y Concepción de la Llata, la Madre Conchita, perpetradores del asesinato del presidente Obregón. Quintana se hace pasar como preso en la cárcel de Belem para que lo encierren en la misma celda que Toral. Ahí lo interroga, descubre su verdadera identidad y sus vínculos con la monja que ordenó el magnicidio. Según el diario El Ilustrado, Quintana mandó a prisión a alrededor de cien mil
criminales. Sin nada que certifique ese dato todo parece indicar fue otro servicio más de la prensa en favor del régimen y la “lucha contra el crimen”. El primer caso resuelto por Quintana fue cuando muy joven fue acusado de ladrón mientras trabajaba en una tienda de abarrotes en Brownsville, Texas, y él se encargó de desenmascarar a un compañero suyo. Poco después se matriculó con honores en la Detectives School of America y regresó a México luego de rechazar un cargo como inspector que le exigía renunciar a la nacionalidad mexicana. En 1917 ingresó a la Inspección General de Policía como gendarme y rápidamente ascendió como auxiliar, agente de segunda, de primera, jefe de grupo, comandante de agentes y jefe de las Comisiones de Seguridad. Durante ese tiempo fue tejiendo una eficaz red de informantes callejeros. Investigaba desde robos de autos hasta secuestros y sabía muy bien mirar hacia otra parte cuando sus pesquisas lo llevaban con los altos funcionarios de gobierno o con personajes de la alta sociedad mexicana.
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En su obra Muertos de papel, Vicente Francisco Torres destaca como uno de los mayores logros de Rafael Bernal en su novela canónica El complot mongol, extrapolar a través de su personaje Filiberto García, los valores de la aristocracia militar postrevolucionaria mediante un logrado lenguaje coloquial y una aguda crítica al sistema político, representado por el PRI. Es casi seguro que Bernal estaba al tanto de las andanzas de Valente Quintana, y luego de varios intentos fallidos creó un personaje paradigmático en el policiaco mexicano. Como coincidencia, el área de investigación de Valente Quintana y de Filiberto García era el Primer Cuadro de la Ciudad de México. La novela triunfa entre los lectores porque introduce un componente nuevo en un género menospreciado hasta entonces por las élites literarias mexicanas: la denuncia con sentido del humor y tintes nacionalistas. El matón García representa a la clase militar revolucionaria que comienza a construir un poder político y una idiosincrasia a partir de la corrupción. Antes de El complot mongol, la literatura policial mexicana era un remedo de la gringa, sobre todo. Hoy en día, abunda el policiaco mexicano que es un remedo del logro de Bernal. Valente Quintana atravesó toda una era de la delincuencia capitalina que cubre más de cuarenta años de cambios a la medida de la personalidad rocambolesca del detective, donde los bajos fondos construirían cercos ante la hostilidad del poder político. Como pocos policías Quintana trató con homosexuales, lesbianas, “linajudos”, travestidos, prostitutas, padrotes, ludópatas, bohemios, delincuentes de poca monta y criminales de postín, estafadores, toxicómanos y traficantes. En 1920 se inaugura el Salón México. Para finales de esa década Agustín Lara era el compositor prostibulario consentido del pueblo pese a que su música es prohibida en las escuelas. Hay represión sexual en lo diurno pero en los vericuetos de la noche la capital del país es libertina y divertida. Cuando a inicios de la década de los cuarenta el país comienza su acelerada transformación de lo rural a lo urbano, ya había tomado mucha fuerza la vida nocturna capitalina. No existía el concepto de “cabaret” que poco después sería explotado ad nauseaum por el cine mexicano, pero sí se había conformado un espacio urbano repleto de burdeles y zonas prostibularias en el perímetro de lo que hoy conocemos como Centro Histórico y sus alrededores. Curiosamente Quintana nunca estuvo a cargo de casos célebres como el de la Miss México María Teresa Landa,
que vaciara un revolver en el cuerpo de su marido en 1928; la investigación y captura en 1942 de Gregorio Goyo Cárdenas Hernández, el asesino serial de mujeres más célebre del país; de los crímenes cometidos en la colonia Roma como los de La Ogresa Felicitas Sánchez Aguillón, abortera de damas de sociedad e infanticida, detenida en 1941 en la colonia Buenos Aires; el asesinato de Joan Vollmer por su marido William S. Burroughs en 1951; o la detención en 1957 del Matacuras José Valentín Vázquez Manrique, Pancho Valentino, quien asesinó a sangre fría al padre Juan Fullana en una parroquia, entre otros muchos casos de nota roja que sacudieron a la Ciudad de México durante casi cinco décadas.
III El papel de Quintana como detective de la recién conformada Policía Secreta del Distrito Federal corresponde más al perfil de un personaje de melodrama negro del cine mexicano. Engolado, vestido a la moda y de sombrero, sabía fabricar culpables cuando la ocasión lo requería. Su personalidad histriónica lo llevó a batirse en duelos a balazos para salvar el honor de un pulquero o a disfrazarse de leñador, vagabundo u homosexual callejero para investigar delitos. En alguna ocasión recibió en su domicilio 87 periódicos del emporio de William Randolph Hearst, que había publicado la biografía del detective mexicano tras su éxito al atrapar a Clara Phillips, quien luego de asesinar a su amante a martillazos huye para la capital mexicana y al saberse perseguida, se esconde en Honduras y Guatemala, donde es detenida por órdenes de Quintana que le seguía la pista de cerca. En 1925 Quintana pasó dos cortas estancias en la cárcel de Belén, la primera tras haber sido acusado de mandar matar a Teodoro Camarena, jefe de una banda de asaltantes a quien Quintana había mandado a la cárcel cuatro años antes, y la otra cuando le confiscaron más de mil sombreros panameños que había introducido de contrabando al país. Luego de estos incidentes, renunció a su cargo y se dedicó a la fabricación de refrescos. Sin embargo, gracias a los servicios prestados al gobierno de México, Quintana fue exonerado. En enero de 1929 regresó al servicio de la mano del presidente Portes Gil que lo nombra Inspector General de Policía y le da luz verde para formar el Escuadrón Selecto para la vigilancia del Primer Cuadro. A la postre, ese escuadrón se convertiría en el temible Servicio Secreto. En ese momento la palabra “detective” adquiere un uso semántico de entretenimiento literario y con el paso del tiempo resulta improbable
“SU PERSONALIDAD HISTRIÓNICA LO LLEVÓ A BATIRSE EN DUELOS A BALAZOS PARA SALVAR EL HONOR DE UN PULQUERO O A DISFRAZARSE DE LEÑADOR, VAGABUNDO U HOMOSEXUAL CALLEJERO PARA INVESTIGAR DELITOS.”
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Foto > Especial
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Valente Quintana.
en la realidad mexicana, donde los crímenes casi nunca se esclarecen. Queda en su lugar la palabra “agente”, con su connotación siniestra e intimidante. El prestigio del agente no tan secreto crece a la par de una campaña de criminalización hacia los pobres de parte del poder oficial. Sin embargo, Quintana fue vinculado a casos de corrupción, empleó presos bajo libertad condicional para distintas comisiones al margen de la ley, tuvo en la nómina de la policía a empleados de su fábrica de refrescos, la fotógrafa Tina Modotti fue investigada e interrogada por él como sospechosa de complicidad en el atentado contra el periodista y revolucionario cubano Julio A. Mella, atacado a balazos en la Ciudad de México la noche del 10 de enero de 1929, en la esquina de Abraham González y Morelos. Modotti iba del brazo de Mella al momento de la ejecución y al igual que el cubano era integrante del Partido Comunista Mexicano, pero de un bando contrario. Quintana ejerció el cargo con eficacia y al igual que el resto de sus subordinados de la policía de la capital del país, hizo de la tortura y los encierros prolongados prácticas comunes en las mazmorras de un viejo edificio detrás de la Lotería Nacional, donde solían llevar a delincuentes menores pero también a los enemigos del sistema para darles su “calentadita”. Los espacios de acción del temible Servicio Secreto eran boticas, mercados, hospitales, ahí donde los toxicómanos buscaban su dosis; mercados, cantinas, piqueras, casas de citas, calles como la de San Bartolomé de las Casas, el callejón de San Camilito, Cuauhtemotzin (hoy Fray Servando), las Vizcaínas, la colonia Guerrero, la Merced, la calle del Órgano o Dolores en el Primer Cuadro de la ciudad eran algunos de los muchos escenarios ideales para una policía dedicada a intimidar a la plebe descarriada. En algún momento Goyo Cárdenas Hernández y Valente Quintana se habrían cruzado en la misma zona de depredación,
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uno como el monstruo que rondaba cabarets y zonas prostibularias y el otro representando a la ley; Cárdenas Hernández brilla hasta hoy con el fulgor del mal que todas las sociedades necesitan para considerarse modernas. Su contraparte se fue apagando hasta convertirse en un pálido destello de la aplicación de la ley.
IV Con Quintana como ejemplo, los demás agentes, sin ninguna preparación profesional y reclutados muchos de ellos entre personas humildes que ya habían aceptado servir de soplones a la policía, comenzaron a disfrazarse para hacer labores de investigación. El complot mongol, escenificado en el Barrio Chino en la calle de Dolores y las andanzas de Quintana se entreveran y de paso exhiben los prejuicios raciales del México moderno. Pinches chinos, pinche complot mongol. En aquellos años Quintana funda un bufete de investigaciones en San Juan de Letrán: “Academia de Detectives” digna del Londres de Sherlock Holmes y no de la Ciudad de México, donde el hampa y la policía son uno mismo. A sus egresados les obsequiaba una gorra y una pipa como las del genial personaje de Conan Doyle. Hasta el inicio de la década de los cincuenta, el agente secreto estaba en boca de todo mundo cuando un delito quedaba sin resolver: “Si Quintana hubiera estado ahí”, repetía el populacho pese a que de ahí venían siempre los principales sospechosos y detenidos del sagaz personaje. Para entonces, la vida nocturna metropolitana cobra un auge contradictorio que se mueve entre el libertinaje y la represión. La nota roja periodística y la vida nocturna comienzan su época de oro, la noche se asocia con la maldad y sirve de oportunidad para moralizar a la sociedad. La “higiene social” se aplica en los antros, los salones de baile, los centros nocturnos y demás giros negros. La propaganda del miedo se disputa un lugar con el rumor de que en esta ciudad todo se vale y todo se puede mientras haya para pagarlo. La legión beat se golpeaba los antebrazos para pincharse los excesos que sobre todo la capital del país les ofrecía a precios de risa. El “tarzán”, el “cinturita” y el “pachuco” son protagonistas de un universo arrabalero y
cinematográfico donde la “sicalíptica”, la cabaretera y el “tongolelismo” sirven de ejemplo para condenar la sexualidad sin fines reproductivos y fuera del matrimonio. Quintana baila, bebe, canta y disfruta de la sensualidad de los bajos fondos disfrazado de plebe, travestido como uno más. Así coerciona, intimida, investiga, apresa y construye su reputación como el gran policía del melodrama capitalino que la nota roja elevaría a niveles de epopeya. En 1952 entra en el escenario de la ciudad Ernesto P. Uruchurtu, el regente de hierro elegido por Adolfo Ruiz Cortines. Uruchurtu es un Damocles de la vida nocturna capitalina y las libertades civiles que en Quintana encuentra su espada. En 1953 se filman dos películas basadas en las aventuras del agente secreto: El misterio del carro express y El mensaje de la muerte, ambas dirigidas por Zacarías Gómez Urquiza. Sin embargo, el capitán de la Dirección Federal de Seguridad, Fernando Gutiérrez Barrios, torturador de Ernesto Guevara y Fidel Castro en 1956, nunca tomó en cuenta los servicios prestados por Quintana al gobierno mexicano. Para Uruchurtu todo era prohibición y destrucción para purificar a una sociedad que sólo buscaba divertirse, liberarse. De paso cerró miles de fuentes de empleo. En su cruzada moralizadora derribó teatros de revista como el Tívoli, clausuró definitivamente cabarets, aplicó la censura a los cómicos de carpa como Palillo y mandó cerrar los populosos caldos Indianilla, en la calle del mismo nombre en la colonia Doctores. Uruchurtu gobernó la capital hasta 1966, tres años antes del retiro de la vida pública del ejemplar agente de la policía. Quintana es encumbrado en las primeras décadas del siglo XX por una sociedad abiertamente intolerante y cada vez más represora, donde la conjunción de la opinión pública y la visión oficial construyen una idea de lo proscrito y justifican acciones represivas contra el peladaje construyendo una noción del miedo en torno a la noche, los seres marginales y sus espacios de entretenimiento y circulación. Además de sus memorias, inconseguibles, hay cartas, denuncias y opiniones de la prensa, así como un nutrido informe que cubre buena parte de la trayectoria de Quintana al frente de las comisiones de seguridad.
“QUINTANA ES ENCUMBRADO EN LAS PRIMERAS DÉCADAS DEL SIGLO XX POR UNA SOCIEDAD ABIERTAMENTE INTOLERANTE Y CADA VEZ MÁS REPRESORA.” V
Fuente > www.lsd6.com.mx
Filiberto García en versión ilustrada de El complot mongol.
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Uno de los pocos casos que Quintana no pudo resolver fue el de Carlos Balmori, millonario excéntrico español dedicado a las exportaciones, dueño de un ostentoso palacete coyoacanense con zoológico, quien además era majadero y prepotente. Quintana conoció a Balmori en una de las fiestas conocidas como “balmoreos” en el domicilio de Balmori; éste le comunicó que una mujer disfrazada de hombre le robaba grandes cantidades de dinero en una de sus fábricas y que estaba seguro de que la muy pérfida estaba presente aquella noche con el propósito de burlarse del anfitrión, por lo que en ese momento contrata a Quintana para que indague entre los invitados y desenmascare a la impostora. El detective había llegado a los “balmoreos” con una sólida reputación como jefe de la policía capitalina; entre sus logros estaba, por ejemplo, el haber descubierto el acceso secreto al convento de Santa Mónica, en Puebla, durante la persecución religiosa. De la mano del hermano del presidente Portes Gil, Francisco, en aquel entonces director de la Beneficencia Pública, había planeado una “balmoreada” para el presidente, que no llegó a realizarse debido a una cruda prolongada y feroz de la popular y extravagante Conchita Jurado. Quintana aceptó con la creencia de que había llegado una oportunidad sencilla de ganarse un dineral por sus servicios, pero después de un rato de fantochadas y ademanes a la Sherlock para impresionar a los invitados/sospechosos, rojo de coraje y desconcertado por no encontrar a la supuesta maleante, se dio por vencido. El experto en disfraces había caído en una burda representación del cuento “La urraca ladrona”. Las bromas y las carcajadas no se hicieron esperar, pues conforme el millonario Balmori regañaba al detective por su ineficiencia, se despojaba de sus ropas y barbas hasta descubrirse como una anciana de voz tipluda. Se trataba de Concepción Jurado, mitómana, excéntrica, travestida y desparpajada mujer nacida en la capital en 1865. Llevaba años haciéndose pasar por Carlos Balmori. Como su personaje, “Conchita”, que no tenía un peso, llegó a codearse con las élites de la época; para esto contaba con un buen número de amigotes que participaban en sus montajes actuando como secretarios, lacayos, doctores o empresarios a sus órdenes que insultaba a más no poder en los elaborados sainetes llamados “balmoreos”, donde engañaba a los vanidosos como el famoso detective; eran un entretenimiento que a finales de los años veinte reunía a personajes como el dibujante Ernesto García Cabral, quien también fue víctima de una “balmoreada” y luego participaría como alcahuete de Conchita. El crack financiero
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y la Gran Depresión estadunidense de 1929 habían afectado a México con una fuerte depresión económica, de ahí que las “balmoreadas” se convirtieran en un desahogo elitista. Mientras tanto, Quintana era el encargado de mantener a raya a la plebe que en todo momento parecía amenazar la tranquilidad de la burguesía capitalina. Su prestigio estaba cimentado en la codicia y corrupción con la que chacoteaban las tertulias. En alguna ocasión Quintana tuvo la oportunidad de desquitarse del ridículo al que lo expuso Concepción Jurado/Carlos Balmori. Contrató
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“QUINTANA ERA EL ENCARGADO DE MANTENER A RAYA A LA PLEBE QUE EN TODO MOMENTO PARECÍA AMENAZAR LA TRANQUILIDAD DE LA BURGUESÍA CAPITALINA.” a un actor profesional y a un “palero” para que fingieran un sangriento asesinato en una de las “balmoreadas”. Esto sacó de quicio a Jurado, que recibió el susto de su vida. Desde entonces, dejaron de invitar al detective a esas reuniones convertidas en espacios de permisividad y desinhibición sexual. Poco antes de morir en 1969, mismo año en que se publicó por primera vez El complot mongol, Quintana se dedicó de tiempo completo a la fabricación de aguas minerales. Quizá a él le debemos el “tehuacanazo”, tan popular como práctica de tortura entre las policías mexicanas. C La película de Zacarías Gómez Urquiza basada en Valente Quintana.
REFERENCIAS Cano, Gabriela. “Noches púrpuras”, revista Nexos, enero, 2012. http://www.nexos.com.mx/?p=14648. De Mauleón, Héctor, El tiempo repentino. Crónicas de la Ciudad de México en el siglo XX, Cal y Arena, México, 2015.
González Rodríguez, Sergio, Los bajos fondos, Cal y Arena, México, 1990. Muñoz, Ignacio, Memorias de Valente Quintana. La banda de los Argentinos. Las mil y una noches de don Carlos Balmori, Editorial Jus, México, 1961. Pérez Monfort, Ricardo, Tolerancia y prohibición. Aproximaciones a la historia social y cultural de las drogas en México 1840-1940, Debate, México, 2016. Piccato, Pablo, “La era dorada de la novela policiaca”, revista Nexos, febrero, 2014. Piccato, Pablo, Ciudad de sospechosos: Crimen en la Ciudad de México 100-1931, CIESAS-Publicaciones de La Casa Chata, México, 2010. Pulido Esteva, Diego, “Los negocios de la policía en la Ciudad de México durante la posrevolución”, Trahumante. Revista Americana de Historia Social, número 6, julio-diciembre 2015, pp. 9-32. http:/ www.redalyc.org/pdf/4556/455644906002.pdf Pulido Llano, Gabriela, El mapa “rojo” del pecado, miedo y vida nocturna en la Ciudad de México, 1940-1950, INAH, México, 2016. Torres, Vicente Francisco, Muertos de papel, un paseo por la narrativa policial mexicana, Conaculta, México, 2003.
En este pasaje aparece Filiberto García, el personaje inspirado en las andanzas de Valente Quintana, en su papel de protagonista de El complot mongol, novela pionera del género negro y policiaco naturalizado en el entorno de la Ciudad de México —incluido el Barrio Chino de la calle de Dolores—, con su peculiar galería de personajes de la Revolución institucionalizada.
EL PERSONA JE EN ACCIÓN RAFAEL BERNAL
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a noche empezaba a invadir de grises sucios las calles de Luis Moya, y el tráfico, como siempre a esas horas, era insoportable. Resolvió ir a pie. El Coronel lo había citado a las siete. Tenía tiempo. Anduvo hasta la avenida Juárez y torció a la izquierda, hacia el Caballito. Podía ir despacio. Tenía tiempo. Toda la pinche vida he tenido tiempo. Matar no es un trabajo que ocupa mucho tiempo, sobre todo desde que le estamos haciendo a la mucha ley y al mucho orden y al mucho gobierno. En la Revolución era otra cosa, pero entonces yo era muchacho. Asistente de mi general Marchena, uno de tantos generales, segundón. Un abogadito de Saltillo dijo que era un general pesetero, pero el abogadito ya está muerto. No me gustan esos chistes. Bien está un cuento colorado, pero en lo que va a los chistes, hay que saber respetar, hay que saber respetar a Filiberto García y a sus generales. ¡Pinches chistes! Sus conocidos sabían que no le gustaban los chistes. Sus mujeres lo aprendían muy pronto. Sólo el Licenciado, cuando estaba borracho, se atrevía a decirle cosas en broma. Es que a ese pinche Licenciado como que ya no le importa morirse. Cuando tiraron la bomba atómica en Japón me preguntó muy serio, allí frente a todos: “De profesional a profesional, ¿qué opina usted del presidente Truman?” Casi nadie se rió en la cantina. Cuando yo estoy allí casi nadie se ríe, y cuando juego al dominó tan sólo se oye el ruido de las fichas que golpean el mármol de la mesa. Así hay que jugar al dominó, así hay que hacer las cosas entre hombres. Por eso me gustan los chinos de la calle de Dolores. Juegan su pocarito y no hablan ni andan con chistes. Y eso que tal vez Pedro Li y Juan Po no saben quién soy. Para ellos soy el honolable señol García. ¡Pinches chales! A veces parece que no saben nada de lo que pasa, pero luego resulta como que lo saben todo. Y uno allí haciéndole al importante con ellos y ellos viéndole la cara de maje, pero eso sí, muy discretitos. Y yo como que les sé sus negocios y sus movidas. Como lo de la jugadita y
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como lo del opio. Pero no digo nada. Si los chinos quieren fumar opio, que lo fumen. Y si los muchachos quieren mariguana, no es cosa mía. Eso le dije al Coronel cuando me mandó a Tijuana a buscar a unos cuates que pasaban mariguana a Estados Unidos. Eran mexicanos unos y gringos los otros, y dos de ellos se alcanzaron a morir. Pero hay otros que siguen pasando la mariguana y los gringos la siguen fumando, digan lo que digan sus leyes. Y los policías del otro lado presumen mucho del respeto a la Ley y yo digo que la Ley es una de esas cosas que está allí para los pendejos. Tal vez los gringos son pendejos. Porque con la Ley no se va a ninguna parte. Allí está el Licenciado, gorreando las copas en la cantina y es aguzado para la Ley. “Si caes, él te saca de cualquier lío.” Pero yo no caigo. Una vez caí, pero allí aprendí. Para andar matando gente hay que tener órdenes de matar. Y una vez me salí del huacal y maté sin órdenes. Tenía razón para matarla, pero no tenía órdenes. Y tuve que pedir las de arriba y comprometerme a muchas cosas para que me perdonaran. Pero aprendí. Eso fue en tiempos de mi general Obregón y tenía yo veinte años. Y ora tengo sesenta y tengo mis centavos, no muchos, pero los bastantes para los vicios. ¡Pinche experiencia! Y ¡pinches leyes! Y ahora todo se hace con la ley. De mucho licenciado para acá y licenciado para allá. Y yo ya no cuento. Quítese viejo pendejo. ¿En qué universidad estudió? ¿A qué promoción pertenece? No, para hacer esto se necesita tener título. Antes se necesitaban huevos y ora se necesita título. Y se necesita estar bien parado con el grupo y andar de cobero. Sin todo eso la experiencia vale una pura y dos con sal. Nosotros estamos edificando México, y los viejos para el hoyo. Usted para esto no sirve. Usted sólo sirve para hacer muertos, muertos pinches, de segunda. Y mientras, México progresa. C * De Rafael Bernal: El complot mongol, Joaquín Mortiz, México, 2013.
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En la fuerza explosiva de la sobrepoblación, en la informalidad y el subempleo, en las formas insospechadas que ejerce una inmensa multitud —se cuenta por millones— en busca de la supervivencia, tal vez ningún ejemplo resulta más elocuente que el laberíntico bullicio de los tianguis capitalinos, donde se ofrece todo lo imaginable y es visible la radical transformación de los mercados que acompañaron desde sus orígenes a la historia de la ciudad, hasta llegar, entre rasgos apocalípticos, a este paisaje de la actualidad.
EL CHILA NGO Y LA CH ÁCH A R A EN TR ES TIEMPOS ADRIÁN ROMÁN SANTA MARTHA A ACATITLA
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a mañana es candentee desde que es oscura. Porque el tianguis comienza antes de que el sol salga. Con mercancía rcancía calientita que se reparte a la luz de unas cuantas lámparas y en la clandestinidad de una calle bien conocida. nocida. Mercancía recién robada. El incesante cesante y vasto tianguis de cada miércoles oles comienza a abrirse. Todo lo que existe xiste en el universo se encuentra en este te lugar. No falta nada, Dios podría pasar ar lista y todos los objetos dirían: presente. nte. Kilómetros de mercancía,, calles convertidas en un mercado que ue vende lo que sea. Llena se encuentra entra la avenida Amador Salazar. Algunos lgunos comerciantes tienden lonas gigantes igantes que taparán a los marchantes del sol o la lluvia. Otros venden a pelo, sin in nada que los proteja a ellos ni a su merca. Soportarán el voluble humor del cielo. el cielo Cuando el sol sale las cosas ya han cambiado, se nota el mismo movimiento incesante de un pocillo de agua hirviente, pequeñas burbujas en plena acción. Desde antes de llegar al tianguis ya escuchas la voz del merolico más famoso de los mercados chilangos. Esa voz gangosa que anuncia remedios contra todo y los describe con una gracia de enumerador del mundo: —Ya no trabaja el páncreas, ya no genera insulina, pa’ que me entienda. Y si un páncreas ya no genera insulina, estamos en el abismo. En la calle. —Hay gente que tiene la presión muy alta, por eso anda conque se marea, se cansa, y entre muchas cosas ya no se acuerda de nada. Tiene lagunas mentales, por la diabetes, por el azúcar... El tianguis, al menos éste, podría funcionar como una vindicación del hombre moderno. Un escritorio para su estudio, teléfonos, faxes, fonógrafos, aparatos de radiotelefonía, cinematógrafos, iPhones, linternas mágicas, pantallas gigantes, Blue-rays, módems. Es un mercado apoyado en dos báculos, la ilegalidad y la disciplina de no faltar cada ocho días.
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—¡Levántele, levántele, a ver qué le gusta, a ver qué le queda! Para quien camina por estos laberintos el viaje puede resultar inútil. Aquí se encuentran Mahoma y la montaña. Montañas de ropa. Sobre Avenida Zaragoza lo único que se alcanza a apreciar es la costra de la herida, la superficie del mercado. Tablones sobre bases de fierro que sirven de aparadores. Señoras que avientan ropa hacia todos lados, que miran, valoran, aprecian una prenda y se la prueban por encimita. Prendas de marcas reconocidas a precios accesibles. O si es para el niño calculan a ojo de buen cubero si le quedará o no, pero la miran una y otra vez, y quién sabe qué pasa por su cabeza, parvadas de dudas antes de decidirse a pellizcarle algo al presupuesto diario. Aparadores improvisados de tallas únicas. La voz del sabio médico sigue sonando, como si fuera la mismísima voz del mercado. —Haga de cuenta que le están dando una nueva transplantación de vida. Haga de cuenta que le está dando más vida a su cuerpo, ¿por qué? ¿Qué me dice de un diabético? Usted sabe
que ya no tiene fuerza, que ya no tiene energías, ya no trabaja igual, ya no camina, ya no corre, ya no está bien, en una palabra. Mahoma moderno profetiza en medio de la vendimia. El aire huele a mofle y a aceite quemado, donde se fríen las papas y las milanesas que van adentro de las cemitas. Y en el aire también es donde revientan las ofertas en forma de pregón. —Un mantelito, una batita. ¿Cómo qué le damos, qué buscaba? Lo que le agrade, lo que le guste. Tenis nuevos de marcas reconocidas. Este es un lugar que los basquetbolistas de los años noventa visitábamos para surtirnos de tenis. Lo tenían todo: tallas grandes, buenos precios y mercancía nueva y original. Aquí caían modelos de los tenis más recientes, modelos que ya no topabas en otro lado, supongo que sigue siendo igual. Hay ropa Adidas muy fashion, a precios accesibles y nueva. —¡Cuatro pilas por cien pesos, cuatro pilas más chingonas que la Duracell! Hay tepache, tacos de carnitas y tripa, ensaladas, cocteles de fruta, quesadillas, pescados fritos, mariscos, que
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son cocinados en un carro de súper, en ollas cochambrosas que seguro compraron aquí, porque venden sartenes, cacerolas, cafeteras, ollas, y todo lo necesario para armar tu cocina con trastes rescatados de la basura, trastes con historias de quién sabe cuántas hambres insaciables que ayudaron a combatir. —Tacos de canasta de a diez, ¡siete tacos por diez pesos! La única vez que lo recorrí puesto por puesto fue con mi amigo Luis. Tardamos ocho horas. Luis venía en busca de antigüedades baratas. Aquí a veces se pueden encontrar cosas invaluables por cinco pesos. Piezas de marfil, porcelana y algunos amigos joyeros me han contado que es normal encontrar oro. Así de generosos son la basura y el conocimiento. Mi amigo Luis venía porque tenía el firme propósito de hacer el Museo del Mundo. Juntaba piezas representativas de cada continente y las guardaba en sus respectivas cajas de cartón. —De a veinte, Güerita. ¿A poco no le quedó? Muchos jugueteros de los tianguis de Cuauhtémoc, del Rock Show y otros donde se reúnen coleccionistas, vienen regularmente a buscar joyas. Eso ha provocado que los precios suban de forma exagerada, ya nadie deja ganancias. Todos quieren vender como expertos, aunque se encuentran cosas baratas de repente. Hay que tener ojo. —¡Tres vendas, diez pesitos, tres vendas en diez! Estos mercados son la encarnación del esfuerzo que hace el consumo por alcanzarnos a todos. La música es otra voz que no se deja de escuchar a lo largo del viaje —Adiós amor / me voy de ti / y esta vez para siempre / Me iré sin marcha atrás porque sería fatal. El tianguis del Salado, el de los miércoles, el de Acatitla, el de Santa Martha o Santa Chancla, existe antes de las unidades habitacionales que lo rodean, antes de la plaza comercial y mucho antes que el Faro de Oriente. Desde esos tiempos casi bíblicos en donde sólo había polvo, desde que la Avenida Zaragoza no estaba pavimentada y casi sólo la transitaban chimecos. —¡De a diez el quita-pelusas, diez pesooooos! Hay condiciones sociales, económicas e históricas que nos obligan a ser un pueblo que sobrevive vendiendo. No importa si lo que vendes son zapatos viejos que quizá ya no aguantan otra puesta, o ya ni par tienen. —Barato, te lo dejo en ochenta. —¿Qué te doy, amigo? La arquitectura de los tianguis es un tanto anarquista. Cada puestero decide el orden de su mercancía, aunque la mayoría de los lugares ya están otorgados por la tradición de cada semana, porque puede ser Navidad o fin de año, o el mismo Apocalipsis y el tianguis aquí estará. También hay una cantidad considerable de puestos que no tienen lugar fijo. Quizá sean más de diez mil puestos los que arman este laberinto mutable. —¡Ahí está el amaranto, barra grande, barra gigante de amaranto de a cinco, de a cinco!
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“LOS PASILLOS SIGUEN EL RUMBO DE UN RÍO QUE CONFORME AVANZA SE DESBORDA. UN MERCADO AMBULANTE TIENDE SIEMPRE A CRECER.” Si quieres venir a vender algo, hay que llegar temprano y buscar lugar cerca de la puerta del estacionamiento del centro comercial. Los de la fruta saben con quién es el bisne. —Nomás sin arrebatarse, señito. Los pasillos siguen el rumbo de un río que conforme avanza se desborda. Un mercado ambulante tiende siempre a crecer. Siempre hay alguien que recurre al comercio informal como salvación. —¿Los luchadores de a cómo?
ROCK SHOW, EL HAMBRE Y LA NOSTALGIA Es un tianguis que se encuentra a un costado del Centro Cultural José Martí. A las siete de la mañana comienzan a tenderse las primeras lonas. Es un espacio que se abrió para que los freaks que leían cómics y estaban clavados en los videojuegos encontraran a sus semejantes. Si eso era posible. Y lo ha sido. Hay un tianguis interior. Que fue el primero, tiene foro, baños y un costo. Y hay otro extramuros. Que no pidió permiso, que la necesidad trajo hasta acá, con todo y sus integrantes. Que cada vez son más. Este tianguis comenzó como un Libroclub, pero como sucede en todos los Libroclubes, no se paraba ni una mosca. Entonces la misión del club de lectura fueron los cómics. Y comenzó la desbandada. Todos los nerds tuvieron un espacio. Luego comenzaron las figuras de acción y otros artículos de primera necesidad para un coleccionista. Hoy, la demanda de productos y el subempleo han provocado que el tianguis se desparrame más allá de los muros que lo contuvieron hasta hace poco. Ahora se extiende en las afueras de la salida del Metro Hidalgo. Algunos con puestos tubulares, la mayoría de ellos con lonas. Muchos de los vendedores se rifan un viaje desde esos territorios que son parte del Estado de México. Chalco, Ecatepec, Nezahualcóyotl, Tláhuac. Muchos otros son coleccionistas que provienen de una clase más acomodada. Aquí encuentras todo lo que tiene que ver con juguetes, figuras de acción, armas, vehículos, cómics, máscaras. Lo más perseguidos son los bootlegs. Pero hay personajes vintage que tienen hordas de fanes. James Bond, El Hombre Biónico, El Santo, Batman, Han Solo, Goku, y un chingo de personajes circulan todos los fines de semana de mano en mano. Mujeres de setenta años que caminan parsimoniosas detrás de sus hijos que le piden a cada tanto que saque
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más billetes del pecho, hombres de cuarenta años que se niegan a renunciar a su infancia. Algunos son visitantes frecuentes o vendedores. Algunos de los vendedores no son coleccionistas, sino responsables padres de familia que han encontrado un modo de sobrevivir completamente de este negocio. Lo que no es fácil, primero hay que aprender a reconocer los juguetes, de qué colección son, de esa colección cuál es la pieza más rara, cuántas versiones hay, si los jugueteros mexicanos hicieron su versión para los niños pobres. Y saber luego reconocer los materiales que corresponden a esa época, distinguir los que son reproducciones recientes, y por lo tanto sin valor. Las reproducciones de Star Wars de los años ochenta, de goma, que se hicieron a partir de los moldes originales, por ejemplo, son correteadas como una mujer desnuda en una cárcel. Los coleccionistas también viven de la cháchara.
DOS DE ABRIL Es acaso el tianguis más pequeño de esta ciudad. Sólo abarca el espacio de un callejón, el de la Cerrada 2 de abril. Se forman tres o cuatro líneas de puestos. Entre Avenida Hidalgo y Santa Veracruz. A las diez de la mañana se extienden las primeras mantas. Entre un teatro, el Blanquita, y la iglesia de la Santa Veracruz, se vende de todo. Todo lo que se puede, porque luego no se puede mucho. Playeras viejas, encendedores inservibles, cajas de cerillos a medio usar, playeras sudadas de la selección nacional, discos compactos que ya nadie escucha y quién sabe cuál será su futuro. El paisaje de este tianguis es adornado recurrentemente por teporochos y homeless. Huele a mota casi todo el día. A mota y a suadero. Hay piezas prehispánicas, llenas de moho y tierra. Hay botas de alpinismo usadas, chamarras para subir montañas frías, pedacería de telefonía móvil, juguetes desangelados y cochambrosos que ya no sirven para nada. Hay pocos libros, pero también hay pinturas y grabados. Kanan es descendiente de libaneses. Es famoso entre los chachareros. Su puesto está más pegado a Santa Veracruz. La voz de Kanan es rasposa, su piel está curtida de tanto andar en mercados ambulantes. Conoce materiales sólo de mirarlos, conoce perfectamente el origen de las piezas. A los objetos más raros les encuentra lógica, luego de escudriñarlos un rato con su mirada profunda. “Es lo mejor que tengo ahorita.” Me dice al mostrarme un encendedor Cartier. “Estoy pidiendo ochocientos pesos, pero ya lo que salga es bueno.” Kanan es un alma sensible que gusta de la poesía y aprecia la estética de los objetos. Es un heredero directo de aquellos españoles transas que vendían en el baratillo y nos dejaron la costumbre de comprar lo usado y darle oportunidad de otra vida, quién sabe si más digna. C
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Al norte de la ciudad, el tianguis de la colonia San Felipe de Jesús se extiende unos ocho kilómetros y es acaso el más grande de América Latina, punto de atracción semanal para alrededor de medio millón de visitantes. Ubicada en “la tercera zona territorial más peligrosa de la ciudad”, esta colonia también conocida como La San Fe se reconoce, además, como la cuna del punk en su versión chilanga.
ESTR IDENCI A EN SA N FELIPE EDUARDO H. G.
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primera vista parece un escenario postapocalíptico. Ciberpunk. La orilla de la gran urbe se diluye en una postal de manteca y óxido. Hay carnitas, quesadillas, tlacoyos, mariscos, micheladas, extrañas chácharas (un semáforo de avenida o maquinaria industrial pesada), ropa usada avant-garde, pintura, tazas de baño, piratería y un sinfín de fayuca kitsch. He llegado al tianguis de la colonia San Felipe de Jesús al nororiente de la Ciudad de México. A La San Fe, capital de la estridencia. Cada semana, La San Fe es el tianguis predilecto de alrededor de medio millón de feligreses. Se dice que es el más grande de América Latina. Ocupa una tripa de casi ocho kilómetros entre la avenida Villa de Ayala y calles aledañas. El Big Bang de este universo ocurrió un domingo de 1962, cuando un pequeño grupo de colonos instaló sus chácharas. El puesterío ganaría su lugar en el Olimpo tianguero de la Ciudad de México: Tepito, Santa Cruz Meyehualco, El Salado, Las Torres y La Lagunilla. La San Fe es un espejo de la vida chilanga: permisividad, paradoja, desmadre, disparates y ritos advenedizos. Camino sobre Ejido, enfilo hacia el sur, a Cuah-témoc, donde comienza “la paca”. “¡Páseeeleee damita, caballerooo! ¡Ropa de hombre a 20, de mujer a 10, levántaaaaleee genteee! ¡Qué espera para meterle la mano señoraaa! ¡Métale la mano señoraaaaa! ¡Métale la mano señoraaaaa!”. Cúmulos de brasieres, shorts, suéteres, playeras XXXL, chamarras y pantalones son manoseados, ajenos a las recomendaciones de salubridad sobre esta redituable práctica tianguera. Según el IMSS, entrar en contacto con la ropa de paca antes de lavarla con jabón y agua, o de envolverla en bolsas de plástico por algunos días, puede provocar tiña, sarna, dermatitis de contacto y gonorrea. La ropa de paca puede contener ácaros, piojos, algún tipo de químico o bacterias, debido a su procedencia: tiraderos, asilos, morgues y (llega a ocurrir) panteones. Estas recomendaciones en La San Fe valen madre. En la paca puedes conectar ropa chida para todo tipo de estilos. Con Héctor Lavoe de fondo se arremolinan mujeres cuarentonas, señoras con niño de brazo, treintones panzones y jóvenes
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con brillantes sonrisas. Preguntan por las piezas colgadas con gancho en cadenas de plástico. Lo mejorcito arriba; lo más barato abajo, revuelto en jaulas. Ahora bajo sobre 20 de Noviembre. Huele a marihuana y a manteca de cerdo para fritanga. Unos cholos rapados y tatuados hasta el tuétano atienden adelante. Escuchan a Kid Frost y beben caguamas como bebés sus biberones. Son ñeros, rufianes en su aspecto, pero asumen su papel y atienden con parsimonia. Llego a Morelos, donde Shar Pei tiene su puesto. Usa lentes de fondo de botella, rebasa los 110 kilogramos de peso, usa la barba crecida y estudia Sistemas. Parece maloso cadenero de bar, pero es afable. Su familia es de estirpe tianguista. Vende tenis importados en La San Fe y en otros mercados del Estado de México. Shar Pei me dice que la mayoría de los tianguistas de La San Fe están afiliados a dos grupos liderados por el PRI y el PRD: “La misma caca”. También me cuenta que hace un par de años, el cártel de La Familia Michoacana, con gran poder en el Estado de México, intentó penetrar en La San Fe para ejercer su maquinaria de extorsión. “Los de La Familia pasaban por cada puesto y te grababan. Luego regresaban y te pedían cierta cantidad por caja que abrieras de tenis, de ropa”. Pero algo en las altas y medianas cúpulas lo impidió. En Independencia La San Fe se convierte en un mercado de frutas, verduras y enseres domésticos menores. Un local que dice “Papelería” opera como tiendita. Afuera hay varias mesas de metal cuadradas, de esas de pulquería o cervecería. Diesel destapa, prepara y sirve a ocho cuarentones que juegan dominó. Es ingeniero, tiene 28 años y los fines de semana ayuda en la tienda familiar. Me cuenta que la permisividad en el tianguis sobre la venta de alcohol tiene sus temporadas. “Hace unos meses mataron a un chico acá atrás, a tiros”. Las autoridades encendieron las alarmas y se prohibió la venta de alcohol. Luego el río de embriaguez volvió a su cauce. San Felipe de Jesús, junto con las colonias Providencia, Casas Alemán, 25 de Julio, Campestre y La Esmeralda pertenecen a la tercera zona territorial más peligrosa de la ciudad (GAM-5), de acuerdo con un informe de la Procuraduría local. Pero el domingo la lógica de
l colonia la l i se supedita dit a llas normas d dell tianguis. El asalto no es común y en general uno se puede meter a los recovecos dangerous. Es el caso de Gran Canal y su serpiente de cuartuchos y bodegas de lámina que se apilan como muéganos. Ahí uno puede conseguir todo tipo de herramientas, nuevas y usadas, electrodomésticos y chácharas. En Gran Canal compré mi primera lavadora cuando me junté por primera vez. En otra ocasión compré un tanque de gas y he estado a punto de mercar una Vespa oldie y un asador de carnes importado. Los especialistas en música punk afirman que en México el género brotó en La San Fe, con grupos como Polo Pepo y Sociedad Corrupta, Rebel’d y Síndrome del Punk. La historia le da a la colonia cierto aire de misticismo. En 1988 el seminal grupo Polo Pepo y Sociedad Corrupta grabaron el disco San Felipe es Punk. Incluye el himno “San Felipe de Jesús”, que dice: “En una orilla del norte hay una gran tradición / donde el tiempo se detiene a ritmo de rock y punk / Es en esa San Felipe / donde nació el movimiento punk / abanderados aún por el Polo Pepo / San Felipe es punk y sus alrededores / San Felipe es punk y sus alrededores”. “En el inmenso tianguis que es la ciudad —escribió Carlos Monsiváis en Los rituales del caos—, el Chopo es un territorio donde la solemnidad toma forma de lo que, fuera, aún se considera provocación”. Pienso que lo mismo ocurre con La San Fe, donde, siguiendo a Monsiváis, “algo de la contracultura clásica permanece, la de quienes no se enteran del sueño de la modernidad”. El sol comienza a caer en el poniente y yo emprendo la retirada por la 306. Me pierdo entre el barullo. San Felipe se guarda para regresar en ochos días, cuando, de nueva cuenta, a primera vista parecerá un escenario postapocalíptico. C
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El psiquiatra Gady Zabicky aborda en esta entrevista una de las secuelas más notorias del terremoto de septiembre pasado: el estrés postraumático y sus variantes. Cada paciente lo padece a su manera, con sus recursos y experiencias particulares, pero la fuerza ancestral de los instintos contradice las facultades intelectuales y determina un desequilibrio en nuestra manera de afrontar los eventos traumáticos: el desfase de una respuesta cavernícola ante una situación contemporánea.
GA DY Z A BICK Y SOBR E EL ESTR ÉS AGU DO ARI VOLOVICH
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poco más de un mes del sismo conmemorativo, del simulacro de Gobierno que le siguió y de la conmovedora reacción ciudadana que ahora parece un rumor extraído de la mitología nórdica, lo único que se sostiene de pie son los residuos del desasosiego que siguen aquejando la psique de esta ruina filistea que les escribe. Por lo que decidí llamarle a Gady Zabicky —el Golden Boy de la adictología egresado de la Universidad Rockefeller de Nueva York, y una de las voces más frescas de la psiquiatría en México— con el objetivo de agendar una consulta disfrazada de entrevista. “Que de algo sirva el estatus de periodista”, me digo a modo de consuelo a la vez que mi yema busca la zeta. Alcanzo a apreciar en el fondo una versión en marimba de Smells Like Teen Spirit mientras espero a Gady en un Vips, y la alegoría sonora me resulta por demás ofensiva. Para mi fortuna el buen doctor llega antes de sumergirme de lleno en una espiral descendente hacia los pormenores del sacrilegio nostálgico del tiempo. Nos enfrascamos en el obligado intercambio de experiencias vividas durante la rabieta de esa infanticida natural mal denominada madre antes de retomar la seriedad protocolaria que exigen las consultas encubiertas. Zabicky ordena un café y yo aclaro la garganta: Mucho se hablaba tras el sismo del estrés postraumático para referirse al padecimiento colectivo, cuando en realidad se trataba de estrés agudo. ¿Podrías esclarecer las diferencias entre estos dos padecimientos?
El estrés agudo y el estrés postraumático son dos puntos en una misma línea, diferenciados en el tiempo. Entonces, la reacción que tenemos frente a una situación de este tipo, que los estadunidenses llaman un life changing event, una situación límite, es el trastorno por estrés agudo, que también se denomina “reacción de ajuste” y puede manifestarse de distintas formas en los seres humanos. Algunos tendemos a notarnos deprimidos, abatidos, tristes después de lo ocurrido; otros desarrollan síntomas psicóticos, hay quienes disparan su consumo de alcohol, y en un muy alto porcentaje, el estrés agudo tiende a desaparecer por sí solo. Es en ese punto en donde la ayuda psicológica cobra mayor importancia, para lograr la abrasión, la catarsis, la resolución de los problemas activos en ese momento, el duelo, en caso de que haya llegado a eso. Pero hay un grupo pequeño de pacientes que desarrollan lo que llamamos Trastorno
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por Estrés Postraumático, donde el criterio de diferenciación —insisto— es el tiempo. Estas personas presentan pesadillas recurrentes, síntomas semejantes a los de un ataque de pánico al exponerse a detonadores que les recuerdan esta situación, el piso en que vivían, al escuchar una alarma, o bien al observar un video del evento. Esta condición que los estadunidenses llaman the arousal significa una activación autonómica, donde el sujeto puede tener pesadillas, en algunos casos muy extremos, frente a detonadores que se asemejan al evento traumático, y pueden actuar como si en realidad éste ocurriera nuevamente. Desde un soldado que desenfunda una pistola y la acciona en un McDonald’s, o alguien que sale disparado de un restaurante porque pasó un camión y se movió mínimamente una lámpara, hasta mujeres que reaccionen con ataques de pánico al pasar por el lugar en donde fueron agredidas sexualmente. ¿Cuáles son los síntomas más visibles del estrés agudo?
Pesadillas, incapacidad para dormir, estados de disforia (que es el término técnico para referirse al malhumor), pensamientos recurrentes (lo que denominamos ideas fijas) con respecto al evento en cuestión, y el criterio que siempre aparece en la clasificación es malestar clínicamente significativo que deteriora nuestra capacidad para funcionar… si ése fuera el caso te diría que todos los chilangos tuvimos trastorno por estrés agudo, pero no lo es, porque a los dos o tres
días la mayoría estábamos trepados en el Metro y haciendo nuestros quehaceres; sacados de onda, seguro, pero sin presentar malestares clínicamente significativos. ¿Cuáles son las manifestaciones físicas que dispara el?
En el sentido físico de la pregunta, hay toda una parte de síntomas que se activan normalmente con el sistema que domina el nervio vago; por eso les llamamos síntomas vagales o neurovegetativos o autonómicos, que se desatan en esta condición de “pelea o huida” que viene de nuestra parte instintiva, y que se manifiestan con sudoración en las manos o en las plantas de los pies, temblores, boca seca, taquicardia, opresión en el pecho, falta de aire, adormecimiento en extremidades, náuseas, mareo, vértigo, colitis, zumbido de oídos, o un estado al que llamamos estado de desrealización, en el que la gente experimenta momentos en los que piensa o siente que está en una película. Una paciente me decía: “Siento que lo único que existe en esos momentos es mi mirada, no existe mi cuerpo físico”. ¿Hay quienes son más susceptibles de padecer del estrés agudo?
Por supuesto, porque mira, ésta es una situación interesante para la epistemología en la psiquiatría, dado que por una parte tienes una condición que se presenta sine quan non (que sin ella no existe), se necesita de manera sine quan non un evento traumático. Pero aún así, probablemente uno pensaría, si requiere de un evento externo de esta magnitud entonces podemos restar el factor genético, pero no es el caso, porque todos nos sometemos al mismo evento traumático y no tenemos una respuesta cerebral igual, nuestra pauta de respuesta es distinta, y eso ya tiene que ver con diferencias inherentes al sujeto, tanto psicológicas como de constitución biológica, tanto de otros factores como su desarrollo y contactos sociales, escolares, experiencias previas de vida. Pero sí hay cerebros que tienen una tendencia a responder de cierta manera. Una vez más, a esto súmale el aprendizaje. ¿Qué quiero decir con esto? Imagínate una familia en donde la madre que perdió a dos de sus hermanos en el temblor del 85 responde frente a un evento sísmico con un cuadro conversivo como es el ejemplo de la ceguera parcial, o la inmovilidad de una de sus extremidades. A este fenómeno le llamamos globo histérico, es un síntoma típico de la gente que experimenta pánico
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o que padece de mucha ansiedad, el típico “siento que tengo algo en la garganta y no puedo tragar”. Es un síntoma físico que se queda atrapado de alguna manera en el cuerpo de la gente. Entonces la hija de esta señora, por una parte hereda el cerebro de su madre, que es un cerebro híper reactor: un cerebro que tiene una respuesta distinta. Por ejemplo, está comprobado que este tipo de cerebros son más hipnotizables, son más sugestionables, son más sicosomatizadores. Y aparte de que la niña heredó este cerebro con la referida proclividad, la vio hacer cuadros conversivos; aprendió que éstos forman parte de las respuestas emocionales. Entonces surge otra vez esta disyuntiva eterna de la psiquiatría-psicología de naturaleza vs. crianza, y ésa es la manera perfecta de entender este fenómeno, de cómo interactúa la expresión de nuestros genes con el influjo de los fenómenos medioambientales, los determinantes medioambientales, sociológicos, gadgeteros, educacionales y religiosos. Piensa una vez más en este paradigma, la niña crece como una pistola cargada en la recámara, y depende del medio ambiente que vaya a dispararse el arma. Imagínate que esta niña que heredó el cerebro de su madre es dada en adopción y crece en una familia donde todos hacen yoga y toman té a las cinco; probablemente no desarrolle un cerebro donde esta híperreactividad vaya a expresarse. Eso sí, es más susceptible que los demás. Pareciera que nuestros cerebros acarrean un rezago evolutivo.
Hasta hace seis meses, pensábamos que el origen del homo habilis se remontaba a unos 150 mil años aproximadamente. Los últimos hallazgos demostraron que su origen data de hace 300 mil años, prácticamente el doble de tiempo. Entonces volvamos 300 mil años en el tiempo, remontémonos al momento en que aun vivíamos en las cavernas, cuando aun éramos una horda. La expectativa de vida del ser humano era de 25 años y el mundo era un lugar extremadamente hostil y peligroso y la subsistencia era una lucha diaria. Entonces, desde que los animales son seres multicelulares, desarrollaron mecanismos para pelear y para huir, es algo básico, y esto está mediado por la parte más profunda de nuestros cerebros que es el hipotálamo, donde se encuentra nuestra zona instintiva. Llamémosle a esto “instintos primarios”. En los exámenes de neurofisiología uno se acuerda de esta zona como la zona de la C: la de comer, cagar, coger, combatir y correr. Todos los seres humanos, los animales, los mamíferos y los reptiles contamos con esta parte instintiva. Cuando la evolución encuentra algo que funciona le va construyendo encima, no se deshace de ello, como la pirámide de Cholula. Supongamos que este homo habilis representa el pináculo de esta evolución, lo que nos diferencia de un cocodrilo o un tiburón, para mencionar especies arcaicas que siguen funcionando con cerebros súper primitivos, es la corteza cerebral, que es donde radica lo contrario a los instintos. Sobre todo los lóbulos frontales de esta corteza cerebral representan el intelecto: son Mozart, la física cuántica, la astronomía. Entonces vivimos en una constante condición de freno y acelerador. ¿El cerebro reptiliano tiene alguna relevancia en nuestro estilo de vida actual?
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“UNA CIUDADANÍA QUE SABE QUE PUEDE REACCIONAR A UN EVENTO ESPECÍFICO COMO UN TEMBLOR, PROBABLEMENTE PRESENTE UNA MENOR VULNERABILIDAD PSICOLÓGICA.”
Piensa en los síntomas que te mencionaba anteriormente. Cuando yo estaba viviendo en las cavernas y tenía que defenderme del tigre dientes de sable, o tenía que cazar al pinche venado a como diera lugar, mi organismo tenía una reacción primaria de animal, de tiburón. El corazón late más rápidamente para llenarte de sangre; te pones pálido porque los músculos acaparan esa sangre, se te dilatan las pupilas, estás tembloroso y tenso porque tienes que actuar como un resorte; se paraliza el intestino o defecas porque en ese momento la función intestinal pasa a un cuarto plano; salivas o se te seca la boca porque tienes que estar listo para morder durante el ataque; respiras más rápidamente porque tu cuerpo necesita oxigenarse para poder combatir mejor. Ahora bien, en estos 300 mil años, que son un eructo en términos evolutivos, nuestra sociedad cambió por completo. En ese sentido, cuando tu jefe te grita, o entra un sujeto armado al restaurante donde estás o tiembla, tu respuesta es idéntica a la de ese cavernícola, pero en este contexto es totalmente disfuncional, y de ahí vienen todos los trastornos de ansiedad: los ataques de pánico, la ansiedad generalizada, el estrés postraumático, etcétera. Es un problema meramente evolutivo. ¿Se puede hacer algo para prevenir el estrés agudo?
No sólo no se puede prevenir, sino que es complicado investigar al respecto. Porque tienes una variable dependiente no contingente, lo que significa que se necesita de una circunstancia que lo detone porque sin ella no sabes que existe. Como si me presentaras un experimento que es increíblemente bueno pero que tiene que llevarse a cabo en condiciones de cero gravedad, entonces tendrías que estar en una estación espacial y pues eso no es de fácil acceso. Sólo podemos hacer estudios de cohorte. Probablemente una ciudadanía muy consciente y entrenada para ese riesgo sí puede estar psicológicamente prevenida. Una ciudadanía que sabe que puede reaccionar a un evento específico como un temblor, probablemente presente una menor vulnerabilidad psicológica. Supongo que curarlo implica taparlo con ansiolíticos.
No, de hecho no. Sería lo que haríamos los psiquiatras, pero yo no creo que ese sea el camino, sino todo lo contrario. Me llamó mucho la atención porque oí varias historias
comunes en ese sentido, supe de los niños que se encontraban al borde de la locura por la semana que pasaron sin clases dibujando edificios derrumbados con lenguas de fuego. Una de las mamás se asustó y tomó una actitud evasiva, quería que su hijo dibujara unicornios o arcoíris. La tendencia es al revés, el niño está expresando de esa manera sus emociones y está hablando de su memoria con el fin de resolver. Esta es un área en la que yo te digo humildemente como psiquiatra que no tenemos medicamentos; sí tenemos ansiolíticos, que usualmente no son el camino para resolver nada que no sea de manera temporal. El Rivotril, el Valium, el Tafil no son tratamiento de primera elección casi para ningún padecimiento. Esta es un área en la que la psicoterapéutica juega un papel determinante. Normalmente lo que haría un terapeuta cognitivo conductual sería llevar al paciente al lugar que más miedo le da, como el último piso de la Torre Latinoamericana, por ejemplo. ¿Y si les toca un temblor?
¡Ja! Entonces sería una terapia doblemente efectiva. Hablando en serio, en muchos casos la terapia cognitivo conductual es indispensable. No importa qué tan bien mediques al paciente, las obsesiones son enfermedades muy persistentes. ¿Estos eventos suelen disparar el alza en el consumo de estupefacientes?
No lo sabremos sino hasta la próxima Encuesta Nacional de Adicciones. Yo creo que sí debe de haber algún cambio, no sé bien cómo se manifieste, porque uno suele llevarse sorpresas en esas mediciones. Por ejemplo, si te vas ahora a Irak o a Siria, que son países en una guerra de alta intensidad —contemplando que el sistema de salud está arruinado y el registro se complica—, los índices de psicopatología, al menos de tipo neurótico, bajan a cero. Las prioridades son buscar comida, agua y esconderse de los morteros. Cuando termine la guerra seguramente la población estará hecha pedazos, pero los que sobreviven normalmente se tornan muy resilientes durante el conflicto. OOO
Gady se levanta para ir al baño y a mí me invade la tentación de hurgar su mochila en búsqueda de un ansiolítico de última generación. “Un Rivotril me vendría mejor que cincuenta visitas a la Torre Latinoamericana”, murmuro a regañadientes tras desistir de mis instintos de supervivencia reptilianos. Me asaltan algunas reminiscencias visuales de la inusitada solidaridad vivida en las calles de la ciudad que se ven mermadas por la desazón que dejó tras de sí la predecible inoperancia del GDF. En cuanto vuelva Zabicky le voy a pedir dramamine para paliar el vértigo que resiento a causa de la ausencia del Estado. C
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EL CORRIDO DEL ETERNO RETORNO
GLO RY DAYS
11 Por
CARLOS VELÁZQUEZ
@charfornication
M
ás que una biografía, Born to Run (Random House, 2016) es una novela. Se trata de uno de los libros con más garra y más corazón que ha aterrizado en las mesas de novedades en los últimos cinco años. En Trópico de Cáncer, Henry Miller confiesa que luchaba por convertirse en el Dostoyevski norteamericano. Una obsesión que también mordió a otros narradores, como Norman Mailer. Pero tal obsesión no sería cristalizada por un literato, sino por un músico: Bruce Springsteen. El barro, el frío y la alienación de Nueva Jersey elevados a niveles dostoyevskianos. Tales dimensiones sitúan las memorias de The Boss un peldaño debajo de lo mejor de la novelística rusa. Siempre que pienses que la vida te ha maltratado puedes recurrir a Born to Run. Pocas existencias tan duras como la de Springsteen. No sólo es la historia de la lucha de un pilar de la cultura contemporánea para salir a la luz, es el relato de un hombre que en la cima del estrellato está en el desamparo económico y espiritual y cómo consigue reponerse a su circunstancia. Cuando un libro te inspira, te orilla a pensar en tu propia vida, te incita a analizar los movimientos que has realizado a lo largo del camino, deja de ser una biografía, una novela, deja de ser literatura. Se convierte en una Biblia. En un documento que va a descansar en tu buró por los años que te restan de vida. Born to Run tiene ese poder. “En un sprint de tres días, setenta y dos horas trabajando en tres estudios simultá neamente [...] logramos terminar el disco
SPRINGSTEEN CONFIESA QUE SE ESTÁ HACIENDO PEDAZOS EN TODO MOMENTO. Y EL REGADERO DE CARNE Y HUESOS QUE PROVOCA.
El sino del escorpión
que nos pondría en el mapa el mismo día del inicio de la gira de Born to Run. Está claro que no es así como se hacen las cosas. El disco debe estar listo antes de que salgas a la carretera y debe publicarse al comenzar la gira, pero tuvimos que acabarlo a marchas forzadas”. Así desmenuza Springsteen cada uno de los acontecimientos ocurridos a lo largo de su trayectoria. La batalla incesante, no se detiene un segundo, de un hombre que no encuentra su lugar y al mismo tiempo llena el vacío de una legión de seres que se alimentan del significado de sus canciones. Existe un común denominador que signa al artista, el conflicto con el padre, del que Springsteen no escapa. Este tipo de relación problemática siempre engendra algún tipo de genio. Bruce es el ejemplo. Pero a diferencia de lo que ocurre en la mayoría de estos casos, Springsteen no busca un padre sustituto, se convierte en su propio padre. Y en el de otros. Y se hace cargo de una de las maquinarias más explosivas de la historia de la música. La E Street Band. Esta es la historia de Bruce, sí, pero también la de su banda. Y de lo complicado que es ser un frontman. Sin Johnny los Ramones quizá jamás habrían sobrevivido más allá de su primer disco. Esto genera una angustia especial. Y de esa angustia están llenas las páginas de Born to Run. De la huida personal que siempre termina por volverse una huida colectiva. En el rock se comparten tanto las heridas como las medallas. Durante más de quinientas páginas el músico escarba en su interior con el afán de no guardarse nada, ni lo peor de sí mismo.
Eso es lo que hace inmenso a este libro, además de contener un pedazo de la historia del rock, la honestidad brutal con la que Springsteen relata su vida y todo lo que siente. Este relato demoledor pone de manifiesto su gran estatura. No sólo es el mejor escritor de canciones después de Dylan y Cohen, es el mejor narrador de su generación. Estremecedor hasta la médula, Born to Run pone fin al silencio sobre Springsteen en nuestro idioma. Pocos libros que hayan retratado su figura han sido traducidos, Desayuno con John Lennon de Robert Hilburn es uno de ellos y el reportaje de David Remnick incluido en Reportero. Born to Run es el relato de primera mano que pone fin a todas las especulaciones reunidas en dichas aproximaciones. Más allá de las interpretaciones del crítico, Springsteen confiesa que se está haciendo pedazos en todo momento. Y el regadero de carne y huesos que provoca. El lugar que ocupa en la historia de la cultura es insobornable. Para muestra, A Letter Home, disco de Neil Young, homenaje a lo mejor de la tradición que incluye una versión de “My Hometown” junto a covers de Dylan, Woody Guthrie y Hank Williams. Qué memoria tan prodigiosa la de Springsteen para recordar sus días de gloria. Y para no olvidar cada descalabro. Born to Run es una novela, la madre de todas las biografías y al mismo tiempo un hermoso manual de supervivencia. Porque como dice en “Something in the Night”: “Nada se olvida ni se perdona cuando son tus últimos días aquí”. C
Por ALEJANDRO DE LA GARZA @Aladelagarza
“No pago para que me peguen” DESDE EL FONDO de su cicatriz en el muro, el alacrán se disculpa por el abuso de titular su sino de esta semana con la cita reveladora del presidente José López Portillo, referida a la discrecionalidad con la cual los gobiernos priistas (y de todo signo) otorgan o retiran los recursos destinados a la publicidad oficial según la disposición de los medios de comunicación a apoyar sus políticas. El escorpión recuerda también el eficaz instrumento utilizado por el gobierno mexicano entre los años sesenta y ochenta para controlar o negociar con la prensa: el papel. En efecto, la compañía gubernamental PIPSA (Productora e Importadora de papel, S. A.), era el poderoso monopolio encargado de otorgar o suspender la distribución de papel a los diarios. Tras aquellos años locos de crisis y devaluaciones constantes, el sistema evolucionó hacia procedimientos menos directos;
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no obstante, la distribución de la publicidad gubernamental sigue siendo una forma innegable de control, pero además representa un alto porcentaje de los ingresos económicos de los medios de comunicación, muchos de los cuales no subsistirían sin ella. Los reportes vigentes comprueban lo anterior, pues el gobierno de Enrique Peña gastó de 2013 a 2016 un total de 34 mil millones de pesos en publicidad, y también se ha probado cierto favoritismo: recursos para un periódico local de aquí, un canal de televisión de allá, alguna revista cultural de renombre más acá o, incluso, algún ínfimo pasquín de rumores y chismes políticos. El rastrero no quiere aguarles la fiesta, pero al parecer, la era digital ha ido cambiando esta tendencia, pues en internet la publicidad gubernamental y privada sigue una lógica distinta y, encima, es mucho más barata. Así lo reportó en sus conclusiones el III Congreso de Editores de la CELAC-UE
(Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños y la Unión Europea), realizado en Bogotá los días 24 y 25 de octubre. Ahí se reunieron a debatir los cincuenta máximos responsables de los diarios, radios y televisiones que representan a los medios de mayor influencia en los distintos países de Europa y América Latina. Curiosamente, el arácnido no encontró información de los asistentes mexicanos, si los hubo. Uno de los datos más reveladores dados a conocer ahí, puntualiza en un veinte por ciento el porcentaje de recursos de la inversión publicitaria global destinado hoy a Google y Facebook, lo cual continúa apuntalando la tendencia general, resumida en una frase de las conclusiones de la reunión: “En la era digital, reinventarse o sucumbir”, aunque los intelectuales conservadores y perezosos sigan maldiciendo a internet y las redes sociales (¡vade retro Satanás!).C
LA DISTRIBUCIÓN DE LA PUBLICIDAD GUBERNAMENTAL SIGUE SIENDO UNA FORMA INNEGABLE DE CONTROL
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DIEGO ENRIQUE OSORNO “EL PODER YA NO BUSCA INTELECTUALES” Escritor y reportero, Diego Enrique Osorno (Monterrey, 1980) ha dado voz a quienes representan los contrastes que surcan nuestro país: a los de abajo y a quienes el poder es su condición de vida. Es autor de El cártel de Sinaloa (2009), La guerra de Los Zetas (2012) y Contra Estados Unidos (2014), entre otros libros. El más reciente es Slim. Biografía política del mexicano más rico del mundo. En cine ha realizado proyectos como El Alcalde y es escritor para la agencia
Bengala, dedicada a la creación y desarrollo de historias para cine y televisión. En este rubro, su trabajo más reciente es La muñeca tetona, un documental que realizó con Alexandro Aldrete como una exploración del poder y los intelectuales, a partir de una fotografía de 1987 donde se aprecia a Carlos Salinas de Gortari en compañía de Iván Restrepo, Benjamín Wong Castañeda, Elena Poniatowska, Margo Su, Carlos Monsiváis, Miguel Ángel Granados Chapa, Héctor Aguilar Camín, Gabriel García Márquez y León García Soler.
Por
ESGRIMA
¿Cómo encontraste la historia de este documental? Vi la foto en Twitter hace años, creo que en 2012, y era usada principalmente para criticar a Elena Poniatowska. Me llamó la atención la imagen porque está Carlos Salinas de Gortari con los representantes de la cultura, de la literatura o el periodismo de la década de 1980 —aunque faltan Octavio Paz y Gabriel Zaid—. Luego vi la muñeca, que me pareció muy graciosa y grotesca,aunque sólo la registré como una curiosidad. Después me enteré de que la fotografía la había tomado Pedro Valtierra, y me sorprendí aún más, pues a Pedro lo conocemos sobre todo por sus fotos en Centroamérica o por retratar a las mujeres zapatistas enfrentando al ejército, y saber que esa foto era de él me generó una curiosidad cada vez mayor, sobre todo al pensar qué había pasado el día de la foto: si fue una borrachera, una comida o una cena, o si fue una conspiración... Digamos que la fotografía me empezó a hablar o a incentivar la imaginación. En ese momento escribía mi libro de Slim, y había hecho el documental sobre Mauricio Fernández, un alcalde del norte del país que está muy ligado a los empresarios. El tema del poder lo he trabajado mucho y con la curiosidad que me despertó la fotografía y los hallazgos que encontraba, la idea o las dudas se convirtieron en algo más formal. He trabajado mucho en contar historias de pobreza, en dar voz a víctimas de la violencia o a grupos sociales, pero también he querido abarcar ese otro lado, mirar a las figuras de poder. Y la foto en cuestión es una imagen del poder, primero que nada, por la presencia de Salinas; es interesante el impacto que provoca verlo rodeado de gente muy brillante. ¿Qué legado hay detrás de esa foto? En esas reuniones se creó el aparato cultural que hoy tenemos: el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, el Conaculta, Canal 22, la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH). Ahí se crearon estas instituciones y programas que hoy son una bendición o un lastre, depende cómo se mire; algunos piensan que se ha institucionalizado el proceso creativo, pero yo no me meto a discutir ninguna de estas dos cosas sino a mostrar que en esa comida se creó todo. Carlos Monsiváis logró que se creara Canal 22, Gabriel García Márquez el Instituto Mexicano de la Cinematografía; Octavio Paz y Aguilar Camín crearon el Conaculta; Iván
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L A FOTO EN CUESTIÓN ES UNA IMAGEN DEL P ODER, PRIMERO QUE NADA, P OR L A PRESENCIA DE SALINAS; ES INTERESANTE EL IMPACTO QUE PROVOCA VERL O RODEADO DE GENTE MUY BRILL ANTE. ”
ALICIA QUIÑONES
La foto de Pedro Valtierra que es punto de partida del documental.
Restrepo y León García Soler la CNDH. Para mí es fascinante entender que estas instituciones tan presentes en nuestra vida actual tuvieron una génesis así, en una reunión en apariencia informal. ¿Cuál es el punto de encuentro entre los intelectuales de ese momento y los de hoy, sobre todo en su relación con el poder? Ahora es difícil imaginar una fotografía del actual presidente con intelectuales. Para empezar, este presidente no puede decir los nombres de tres libros que ha leído, ahí hay una dificultad para imaginar una relación similar a la de antaño; en esa época, el PRI no tenía contrapeso electoral y ganaba cada elección. Lo que buscaba un presidente al llegar al poder era legitimidad, y hacía una especie de recorrido por ciertos sectores, con los obreros o en el mundo del petróleo, en el caso de Salinas, con La Quina. El mundo cultural e intelectual era un paso obligado. Ahora la figura del intelectual me parece que está obsoleta o se ha transformado, ahora más bien hay opinólogos. Esto se plantea en el documental: hay gente muy influyente en redes sociales, en Twitter y Facebook, y la figura del intelectual ya no existe. Ya no tenemos a un Octavio Paz ni a esas grandes figuras, a estos tlatoanis de la cultura. Ahora hay más complejidad pero también más horizontalidad. ¿Los usuarios de las redes sociales han tomado o intentan tomar el lugar de los intelectuales? No toman el lugar de los intelectuales sino que me parece que el poder es más pragmático y menos intelectual. Vemos estos fenómenos que ocurren, por ejemplo, con el gobernador de Nuevo León, El Bronco, un antiintelectual
por definición. Ahora tenemos esta naturaleza política, donde lo intelectual es despreciado. Ahora lo que se busca es gente que ayude a construir una opinión pero en el ámbito más fácil y básico, no como lo podría desarrollar un intelectual interesado en la verdad. Ahora, más bien, el poder busca opinólogos para que repitan alguna idea como ecos amaestrados. Que se convierten en verdad... En verdad histórica, incluso. ¿Cuál fue la historia detrás de la imagen que más te atrajo? La historia de la muñeca. El documental está planteado como una invitación al espectador para averiguar qué hace esa muñeca ahí. Es el planteamiento documental que obviamente es un juego para hacer más interesante la discusión entre intelectuales y poder. La muñeca es un pretexto, yo no sabía qué hacía ahí, hasta que grabé el documental y fue muy sorprendente saber la historia de la muñeca que no puedo revelar: sería mi propio spoiler. Otra historia interesante es la relación entre Salinas y García Márquez. Para hablar del autor entrevisté a Jaime Abelló, director de la Fundación García Márquez, y así logré establecer que esa era una relación de amistad profunda. Salinas tiene una primera edición de Cien años de soledad dedicada por García Márquez cuando era un escritor desconocido, y Salinas la presume. La relación avanza cuando Salinas es secretario de Programación y Presupuesto, y luego crece aún más porque Gabo se vuelve el mediador del gobierno mexicano con Estados Unidos y Cuba. Y aún más cuando Salinas es denostado: el Gabo, premio Nobel, mantiene su amistad y apoyo. Y está esa controversia: si García Márquez necesitaba a Salinas o al revés.
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