FRANCISCO HINOJOSA
OJOS DE PAPEL ROBANDO
CARLOS VELÁZQUEZ
NICK CAVE EN CONFERENCIA DESDE EL INFIERNO
NAIEF YEHYA
LA FORMA DEL AGUA
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[ S u p l e m e n t o d e La Razón ]
NICANOR PARRA O LA MUERTE IMAGINARIA ROBERTO ALIFANO
PARRA Y DENIZ
UN PISTOLETAZO EN EL CRÁNEO DE LA POESÍA JOSÉ HOMERO
JORGE IBARGÜENGOITIA
NUEVE DÉCADAS
Nicanor Parra > Ilustración de Norberto Carrasco > La Razón > A partir de un retrato en www.24horas.cl
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ANA GARCÍA BERGUA TANYA HUNTINGTON
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El escritor argentino Roberto Alifano, a quien damos la bienvenida en las páginas de El Cultural, nos comparte su recuerdo de Nicanor Parra, “este enorme poeta que era el centro de la poesía de Chile y, por ende, de buena parte de nuestro idioma”, fallecido el pasado mes de enero a la edad de 103 años —una figura magnética y fascinante: un “mito”. Alifano, a su vez un distinguido poeta, conocido también por las colaboraciones, los testimonios y libros que surgieron de su maravillosa amistad con Jorge Luis Borges, detalla aquí su aprecio de otra figura sin fronteras en la literatura del siglo XX.
N IC A NOR PA R R A O L A M U ERT E I M AGI NA R I A R O B E RT O A L I FA N O
U
n diario que abro por internet me anunció la muerte de Nicanor Parra. Confieso que la noticia me pareció ilusoria como si se anunciara la muerte del “hombre imaginario”, el personaje antihéroe de su famoso poema (Sombras imaginarias / vienen por el camino imaginario / entonando canciones imaginarias / a la muerte del sol imaginario...). Sabía que tenía 103 años y que son demasiados para cualquier cuerpo de mortal, pero este titán de la poesía contemporánea parecía inmortal. Me costó aceptar que le había llegado la hora “de irse con los más”, como decían los griegos para nombrar el acto de morirse. Sin embargo, claro, hay que resignarse, en algún momento el tren se detiene en esa estación terminal. Recordé, cuando siendo yo un muchacho, lo conocí casualmente en la Plaza de Armas de Santiago de Chile una tórrida tarde; fue allá por 1968 o 1969. Leía poemas rodeado de estudiantes. Recordé otro encuentro en su casa de Las Cruces, hacia mediados de los años noventa, en que se despidió de mí, un par de días antes de una riesgosa operación de próstata. “Quizá esta sea la última vez que nos demos un abrazo, Roberto —casi se disculpó—. Ya me queda poco tiempo para pisar sobre el planeta”. Sin embargo, salió airoso del aquel trance y siguió viviendo y nos
seguimos viendo en este mundo no sé cuántas veces más para estrecharnos en abrazos y conversar muchísimas botellas de vino. Una de ellas de alto precio en un restaurante de Isla Negra, donde en medio del almuerzo me pidió que le sirviera otra copa: “Es la primera vez que bebo un vino tan caro —y agregó con una sonrisa pícara—. También es muy probable que sea la última”. Nos acompañaban en la mesa el doctor Norberto Silvetti Paz, Alejandro Guillermo Roemmers y Hebe, su madre. Ya por aquellos tiempos Nica era un mito de Chile, un maestro socarrón, alegre, dicharachero, irónicamente sentencioso. Entrañable. Recordé que una de las últimas veces que nos vimos fue en la casa de su vecino, el generoso empresario y editor Reinaldo Sapag. En ese hogar amable, a orillas del Océano Pacífico, saboreando pisco-sour y riquísimos mariscos pasamos un mediodía memorable con Nicanor como centro de la reunión. Poco antes lo habíamos visitado con los escritores Miguel de Loyola y Antonio Avaria, en un día negro para la memoria de “Pablito”, como él lo llamaba a Neruda, a quien criticó y también elevó a su máximo pedestal recitando de memoria buena parte de los Veinte poemas... “Lo máximo que se ha escrito en poesía amatoria”, afirmó contundente. Qué decir que no se haya dicho de este
enorme poeta que era el centro de la poesía de Chile y, por ende, de buena parte de nuestro idioma. Vivió una vida espléndida, como quiso, llena de belleza, de ingenio, de maravillosas evocaciones, rodeado de amigos y discípulos, del reconocimiento que merecía y le brindamos sus agradecidos discípulos. En este misterioso universo de la creación estética, son muy pocos los que abren un camino, y es asombroso cómo Nicanor Parra, buceando en el difícil hondo mar por el que navegaron sus compatriotas Neruda y Huidobro, encontró el tono justo para escribir con su voz haciendo de su poesía una suerte de demorada conversación. Ese ha sido uno de sus hallazgos, quizá por eso caló tan hondo en el decir popular y entre los estudiosos. Muchos contemporáneos suyos mezclaron las cosas más crudas intentando dar a sus versos un tono similar y fueron cayendo en una confusión inconcebible, pero el único que lo hizo de un modo concebible fue este talentoso artífice de la antipoesía; este indagador y lector infatigable de mundos tan opuestos como Shakespeare y el surrealismo, la copla del guaso y la picardía del roto, García Lorca y el Siglo de Oro. Nicanor tenía algo de mago, de prestidigitador de las palabras. Era ese poeta inmenso, que muy cada tanto, muy cada tanto,
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aparece en el universo de las letras; el artífice que supo transmutar las piedras y las aguas logrando una aproximación al decir popular. Y de los clásicos. Por otro lado él mismo era un clásico. ¿Qué duda cabe? Un clásico de las formas y a la vez de la ruptura. Podría objetarse, con actitud profesoral, que la palabra escrita difiere, por el diverso modo que nos llega y la recibimos, de la palabra oral; sin embargo, eso no interfirió en su mensaje poético que dio siempre con la entonación que conviene a los sentidos y produce emoción, encanto en su lectura y es música para el oído. Era un clásico y sólo basta traer a cuento esos versos inmortales de su poema “No hay olvido”, escrito en preciosos y precisos endecasílabos, que han quedado en la memoria de tantos, y me enorgullece evocarlos cada vez que tengo oportunidad de hacerlo:
Nicanor Parra.
Juro que no recuerdo ni su nombre, mas moriré llamándola María, no por simple capricho de poeta: por su aspecto de plaza de [provincia. ¡Tiempos aquellos!, yo un [espantapájaros, ella una joven pálida y sombría. Al volver una tarde del Liceo supe de la su muerte inmerecida, nueva que me causó tal desengaño que derramé una lágrima al oírla. Una lágrima, sí, ¡quién lo creyera!, y eso que soy persona de energía... Traigo también a estas líneas la querencia de Nicanor por la métrica del octosílabo, tan afín a los clásicos españoles como a los payadores y criollos del sur de Chile. Golpean en mi memoria sus versos expresados de manera puramente popular cuando nos invita a celebrar una botella de buen tinto chileno, como corresponde en tales ocasiones: Nervioso, pero sin duelo a toda la concurrencia por la mala voz suplico perdón y condescendencia. Con mi cara de ataúd y mis mariposas viejas yo también me hago presente en esta solemne fiesta. ¿Hay algo, pregunto yo más noble que una botella de vino bien conversado entre dos almas gemelas?... ¡Tantas botellas de brindis y conversaciones con el maestro...! Voy a otras vivencias en su compañía. Durante los complejos años de Unidad Popular, a principio de 1970, cuando yo viví en
ROBERTO ALIFANO (General Pinto, Buenos Aires, 1943) es poeta, narrador, ensayista y periodista. Desde 1974 hasta 1985 trabajó con Jorge Luis Borges. Entre sus libros de poesía están: Alifano poesías (2004), El guardián de la luna (2005) y Cantos al amor maravilloso (2006). Entre su narrativa: El humor de Borges (1996) y Tirar manteca al techo (2009).
“NICANOR “ PARRA, EL FERVOROSO GLADIADOR DE LA ANTIPOESÍA, ANTIHÉROE“‘‘“NI MUY LISTO NI TONTO DE REMATE’, COMO DICE EN SU EPITAFIO, ERA EL HOMBRE MENOS DISPUESTO, FILOSÓFICAMENTE, A MORIR.”
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Chile, con Nicanor y Enrique Lihn, formamos un trío inseparable que recorrió muchas tabernas de los alrededores de Santiago. El escritor Albino Gómez era el agregado cultural de la Argentina y el amigo que nos invitaba a los cócteles. Nica era devoto del Martín Fierro (“Una de mis Biblias”, repetía), nunca faltaba a esas reuniones de confraternidad entre ambos países. Yo era muy joven, Enrique me llevaba unos pocos años y Nicanor era nuestro guía. De su mano conocí a la enorme Violeta y a Roberto, dos de sus más talentosos hermanos, unidos en la cueca. Nuestro mentor irradiaba vida y nos contagiaba su entusiasmo. Por eso creo que no estamos hechos para la muerte, y nuestro Nicanor Parra, el fervoroso gladiador de la antipoesía, antihéroe “ni muy listo ni tonto de remate”, como dice en su epitafio, era el hombre menos dispuesto, filosóficamente, a morir. No porque se rebelase estérilmente contra la idea de la muerte, sino porque morir le parecía un absurdo, un algo impudoroso. Me atrevería a afirmar que era un filósofo que nunca hizo de la muerte una filosofía, como tantos pretenciosos poetas de nuestra lengua. Provocador, matón literario si se quiere, más bien la veía como la negación, la definitiva refutación de la idea misma de filosofía. Quizá por eso la tomaba en broma y la aceptaba, no sin ironía, como una prueba más de la locura cósmica. En cierto modo, no le faltaba razón: la muerte es el fruto, la consecuencia natural de la vida y, así, sólo de esta manera, no es un accidente; aunque, sin embargo, es el gran accidente, el único accidente al que debemos someternos. Pero, por qué ser tan solemnes ante ese hecho irreversible que no respeta ni a lindas ni a feos. Por qué no usar la ironía para enfrentarnos a ella. Y dice Nicanor en su “Discurso fúnebre”: ... Hay una gran comedia funeraria. Dícese que el cadáver es sagrado, pero todos se burlan de los muertos. ¡Con qué objeto los ponen en hileras como si fueran latas de sardinas! En resumen, señoras y señores, sólo yo me conduelo de los muertos. Yo me olvido del arte y de la ciencia por visitar sus chozas miserables. Los pequeños ratones me sonríen porque soy el amigo de los [muertos.
Estoy viejo, no sé lo que me pasa. ¿Por qué sueño clavado en la cruz? Han caído los últimos telones. Yo me paso la mano por la nuca y me voy a charlar con los espíritus. Humor negro y alta poesía. A este entusiasta de la vida y bromista de la muerte, la última vez que conversamos, le pregunté en qué estaba en ese momento. “Elaborando mi teoría sobre el socialismo ecológico”, me respondió. Nicanor tuvo siempre esos arranques u obsesiones; cada tanto le daba por algún tema y lo investigaba a fondo hasta agotarlo. Es lo que hizo con Shakespeare, Cervantes, Martín Fierro, Macedonio Fernández o la física cuántica; en aquel momento le había dado por la ecología, o por el “socialismo ecológico”, para decirlo con sus palabras. “Así es —prosiguió de manera enfática—; estoy convencido de que entramos en esa etapa. Es la fórmula filosófica y política del momento. ¿Cómo se llega a ella? Bueno, desde luego, aceptando primero el dogma del Apocalipsis; el barco se está hundiendo, por consiguiente, hay que hacer algo a corto plazo para no ahogarnos en el naufragio.” “Por lo que veo estás convencido de esa teoría —acepté—. ¿Por qué no me la explicas?” Nicanor cerró los puños y luego abrió sus manos como si yo fuera una multitud que lo aclamaba en un teatro londinense. Parecía Laurence Olivier interpretando a Hamlet. Como buen histrión, la mímica que acompañaba sus palabras solía ser siempre impecable. Quedé convencido. Y acaso también el Papa, que acaba de estar en Chile y el socialismo ecológico que pregona parece formulado por don Nica. En fin, nuestro admirado y glorioso poeta ha pasado por este mundo dejando una huella imborrable. En estos días, me informa un amigo, el fotógrafo Martín Huerta (alguien que dedicó buena parte de su vida a retratarlo) está realizando una exposición en Isla Negra. La inauguró hace un par de semanas. Nicanor había comprometido su presencia, pero sus demasiados pesados años no se lo permitieron. Los familiares que estuvieron a su lado en el último instante dicen que se durmió entonando la canción “Guantanamera”. Cosas propias del artífice de la antipoesía, original, por supuesto, muy original, siempre y en todo. Como nos tenía acostumbrados y no podía ser de otra manera.
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Con el antecedente —para Nicanor Parra— de Marcel Duchamp, dos sensibilidades afines, disruptivas, desconfiadas ante las convenciones poéticas vigentes en su tiempo —y transmitidas por generaciones— coinciden no sólo en la diferencia radical de su propuesta sino también en la atención y elaboración que les provoca una imagen icónica y terrible de los años sesenta. Entre Parra y Gerardo Deniz, las confluencias de su encuentro en el tiempo articulan el recorrido de este ensayo.
Nicanor Parra y Gerardo Deniz
U N PISTOLETA ZO EN EL CR Á N EO DE L A POESÍ A JOSÉ HOMERO
¿Hacia dónde apunta esa subversión? A la frontera entre la imagen y el lenguaje. En esas aduanas se encuentran Marcel Duchamp, el gran viajero fronterizo, quien incorporó el lenguaje a la posible o irónica semántica de sus piezas, y Nicanor Parra, quien siguiendo la ruta neurótica del conejo blanco del antipoema dio con los artefactos, suerte de ready mades lingüísticos. La correspondencia se ha establecido: Duchamp es un artista propenso a la enunciación y a las reverberaciones que hay en un nombre. Parra es un poeta cuya incursión dentro del territorio minado de la plástica se da a través de los juegos de lenguaje, ahí donde la representación de la realidad termina tambaleándose.
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caso el artista más trascendental del siglo XX por las repercusiones de su obra y su pensamiento sea Marcel Duchamp. Auténtico libertario, además de privilegiar el concepto detrás de una obra deslinda a ésta de la manufactura. Aunque en el Renacimiento el tronco milenario se había ramificado en arte y artesanía, continuaba latente el nudo de la destreza. Duchamp no teme la tala. En adelante el aprecio estético no será intrínseco ni al tiempo invertido ni a la calidad de su resolución, conceptos que diríamos burgueses y dimanados de una ética del trabajo: valioso por el tiempo invertido, valioso por su condición única, sino a un bien evanescente: la propuesta estética. A devolver al arte su carácter ideal, su aprecio más por lo que provoca que por su resolución, Duchamp es el venero de todo el arte moderno y contemporáneo. El ready made es el artilugio convertido en arte facto: un hecho de arte antes que un objeto. Saludada como un acontecimiento, la obra de Nicanor Parra ha sufrido de una reducción: tomársele como un episodio más de esa suerte de gigantomaquia promovida por Harold Bloom de la “angustia de las influencias”. No fue ajeno Parra a ese malentendido y contribuyó, con sus declaraciones beligerantes, a situar su radical poética bajo la sombra de Pablo Neruda al señalar que era una reacción, comprobando aquello que la vieja muerte en Samarcanda anunciaba: cuando uno escapa de algo llega más rápido a su encuentro. Lo cierto es que en la antipoesía se encuentra la semilla de lo que se convertirá en una deriva plástica. La subversión del poeta es contra el predominio de la metáfora pero también contra la imagen. Su propuesta más que el acercamiento entre campos distintos, busca la aparición de un fenómeno inédito, como inédita fue en su momento la aparición de la free image o imagen libre, sobre la que se columpiaron y efectuaron monas piruetas nuestros vanguardistas.
Aquiles y la tortuga. “Trabajo práctico” de Nicanor Parra.
Tras la publicación en 1969 de su primera suma poética, Obra gruesa, Parra comenzó a considerar los objetos como mecanismos situacionistas, como prefiero entender su estrategia. No es dadaísta, tampoco arte instalación, sino una resignificación a la usanza de Duchamp. Y también algo más. Bien advirtió esa condición aberrante al describirlos en una entrevista con Mario Benedetti como “polémicos y problemáticos”; por ello los excluyó de esa primera compilación. Ajolotes estéticos, a medio camino de la pieza pero más allá del lenguaje, su antecedente son los Quebrantahuesos, periódicos murales compuestos de collages que incluían leyendas —rótulos, lemas, breves historias— con imágenes —grabados, fotografías. Palabra e imagen confluyen como unidad aunque sin buscar un efecto de extrañeza, a la manera del surrealismo. Azar objetivo mezclado con los anuncios. La belleza (posible) de la publicidad. Arte urbano que no se atreve a decir su nombre. Si en sus antipoemas había recurrido al lenguaje sintético de la propaganda, a eslóganes y lugares comunes, en sus piezas visuales partirá igualmente del habla petrificada; lo que un día fue tropo se convierte en tropa. Las primeras entregas se publican en la revista venezolana Imagen presentados como poemas visuales. Los títulos de las tarjetas postales que se incluyen en Artefactos (1972) son indicativas de esta ironía y feroz dualidad. Mientras Duchamp coloca un urinario y le denomina fuente —vocablo que en rigor admite esa acepción—, Parra casa la imagen de tres calaveras y las bautiza remitiendo al viaje de Colón que concluyó con el encuentro de América. Si Duchamp ceba sus piezas con el adobo del lenguaje, Parra al conjuntar expresiones tópicas, como La sagrada familia, y colocarla bajo un retrato
de la pareja presidencial argentina Menem y Cristina Bolocco, crea una nueva realidad. No se traslada un objeto a un nuevo espacio para resignificarlo. Son las palabras y las frases las que potencian su significado cuando se les confiere una representación.
Imposible no asociar la revuelta metafísica de Parra con Gerardo Deniz, al menos para un lector mexicano. Como Parra, Deniz rechazará la idea de la poesía como revelación y en su labor temprana exhibirá la condición matérica del poema. Más tarde ahondará en su tentativa y mostrará los engranes mecánicos del pájaro de la poesía para demostrar su condición artificial. Distintivo de su estilo es la conversión de las metáforas en literalizaciones y de las literalidades en metáforas. Comedia de disfraces, su mundo participa así de la cita, la paráfrasis, la prosopopeya y una intertextualidad feroz que sólo termina por decepcionar al lector, en el sentido de que coger las referencias no implica domeñar las insinuaciones. Si Parra nos había enseñado a dudar de la poesía, Deniz nos hizo desconfiar por completo de todo. Duda siempre: hay que pesar tus faltas, adolescente torpe; [difícil archipiélago de estigmas estivales, [fruta verde que derribó el granizo sobre la hierba nueva; creado en tu axila, piñón en tu sexo, largas manos para cubrirte el vientre mientras [en tu piel duran los caminos rojizos de ir vestida; y tu menstruo es modesto. Cuando el viento [cede y la ciudad como un tifus muy logrado
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[establece en todas sus buenas obras ese halo urinario del cemento [reciente; cuando retorna como un cometa [puntual la confianza de aún no haber dicho nada, el mundo —al menos éste— se [vuelve una tela de juicio, y el Ser la hipóstasis de un verbo auxiliar, la [Historia tan discutible como el penúltimo [empalado sobre el Bósforo, y la Poesía un mercado de sustancias pegajosas. (“Antistrofa”, 1970: 54-55).
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Sin embargo, aun cuando el poeta ecuatoriano Fernando Escobar Páez escribió el ensayo “Gerardo Deniz: antipoesía entre aminoácidos” y José de la Colina se preguntó, igualmente tras su muerte, si era “antipoeta”, lo cierto es que Deniz más que antipoeta es un contrapoeta; su voz procede de un universo ajeno al lírico. Parra se sitúa aún dentro del lenguaje y de lo que pudiéramos llamar círculos concéntricos de la experiencia estética. Deniz por el contrario, emprende una exploración que linda con el teatro, la comedia, el tratado, hasta devenir en una suerte de viñetas sobre la cotidianidad. Sí, hay puntos en común, sobre todo en las ya expuestas zonas de confluencia que instauran los equívocos del lenguaje. Hay inclusive un elemento inquietantemente parecido. De acuerdo con Parra sus artefactos están más cerca de los grafitos de un baño público o de los afiches pop (sí, los posters, voz que ya nadie usa) que del poema. Deniz denomina a ciertos poemas, preferentemente breves aunque no es exigencia, “Letritus”, palabra valija que compendia letrinas y detritus. En esta serie predomina la razón: toma frases, sean del lenguaje cotidiano o de sus lecturas, y las somete a un análisis corrosivo. El resultado es que exhiben las estupideces que a menudo se presentan como hondas reflexiones. Enemigo del lugar común y de la impostación, Deniz fue también el niño del cuento del traje nuevo del emperador. Dos ejemplos de esta vena socrática de demostrar los embelecos. “Ideólogos” exhibe la venalidad de cierto pensamiento de izquierda, que más que afincarse en una defensa de los valores humanos, se cimenta sobre una teoría más allá de las circunstancias:
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“LA “ FOTOGRAFÍA DE EDDIE ADAMS, DIFUNDIDA EL PRIMERO DE FEBRERO DE 1968, SE CONVIRTIÓ EN ICONO DE LA CONVULSA DÉCADA DE LOS SESENTA. E INUSITADAMENTE PROVOCA EL SURGIMIENTO DEL SEUDÓNIMO GERARDO DENIZ.” Los he visto conteniendo la sonrisa [a duras penas, queriéndola disfrazar de amarga [ironía, pero era que la matanza les [encantaba por convenir a su teoría. Otro ejemplo está en Quadras ao gosto probabilístico, en este caso del nonsense, tan caro a la poesía inglesa, tan raro en la huerta hispana: En lo alto del surtidor hay gotas que saltan más. Esperando lo bastante, una, subiendo, se irá.
Ejecución en Saigón, 1968.
Es clara la consanguinidad con los artefactos de Parra; pensemos en “La izquierda y la derecha unidas / jamás serán vencidas” o “De boca cerrada / no salen moscas”. Como ha contado Javier Pinedo en “Cortometrajes, cortocircuitos y algunos (anti) recuerdos literarios en la obra (y la vida) de Nicanor Parra”, el chileno se encontraba obsesionado con las paradojas, en especial con las denominadas aporías de Zenón de Elea. Ejemplo fehaciente de esta intriga es uno de los denominados “trabajos prácticos” que muestra a un antiguo tocadiscos que gira sin avanzar. El título: “Aquiles y la tortuga”. Más allá de un bizantino ejercicio de lectura comparada señalando la comunidad de estrategias, la coincidencia de que ambos provinieran de disciplinas ajenas al arte —Parra ingeniero, Deniz químico—, los recursos comunes de la ironía, el sarcasmo y la desconfianza ante valores establecidos de la poesía, la filosofía o la política, no parecía que pudiera llegar muy lejos en mi empeño por describir zonas de confluencia entre los dos poetas. En una conversación de 1970 con Leónidas Morales, Parra evoca su colaboración en Quebrantahuesos —los otros editores fueron Alejandro Jodorowsky y Enrique Lihn— y ávido de reconocimiento los proclama como collage pop. Añade en seguida que en ese entonces —1970— trabaja en algo semejante. Ha tomado las tarjetas de Navidad y mucho antes otras imágenes y las ha intervenido colocándoles letreros que discrepan del contenido. Esta línea ha culminado últimamente en mí en lo que podría llamarse “las tarjetas de Pascua”, que ideé el año pasado y que voy a exhibir este año de regreso a Chile. Para Pascua voy a tener que hacer mis “tarjetas”. Son a base de recortes. Se junta toda esa literatura de Pascua y Año Nuevo que se produce en cantidades industriales: tarjetas convencionales, avisos que se publican en los diarios.
Mientras, antes se han ido recortando durante el año las imágenes, las láminas referentes, pongamos por caso, a la guerra de Vietnam, al genocidio, a Biafra. Es un collage específico y muy nítido, que consiste en hacer chocar una frase, un texto bastante ridículo y convencional, por ejemplo: “Nuestros más sinceros deseos de felicidad para usted y los suyos”. Y encima de este texto, supongamos, esa fotografía que se hizo clásica el año pasado, de una autoridad survietnamita que está disparando a boca de jarro una pistola a un muchacho norvietnamita que ha caído prisionero. Al leer la anécdota recordé que Gerardo Deniz, un seudónimo, nació en 1968. No surgió con la publicación de Adrede (1970), sino como una reacción. La imagen de un jefe policiaco disparándole a un rebelde del vietcong conmovió por esos días al mundo. La fotografía de Eddie Adams, difundida el primero de febrero de 1968, se convirtió en icono de la convulsa década de los sesenta. E inusitadamente provoca el surgimiento del seudónimo Gerardo Deniz en 1968 y despierta la astucia plástica de Parra en 1970. Lo ha contado Fernando Fernández. Tras encontrarla en las páginas de la revista Siempre!, Deniz decidió enviar una pequeña carta a la dirección. Publicada el 21 de febrero de 1968, manifestaba: Sr. Director: la fotografía que trajeron anteayer todos los periódicos, de un noble jefe guerrero metiéndole una bala en la cabeza a un vietcong, me ha entusiasmado. La he intercalado en mi libro de horas. Después de tanta pornografía que estraga el alma, da gusto contemplar una escena que reafirma nuestra confianza en los valores inmutables del espíritu. Atentamente: Gerardo Deniz. San Antonio 36-6. México, D. F. “Alguien en la revista”, añade Fernández, “estuvo a la altura del asunto: entendió el tono y las intenciones de la carta al grado de que la publicó bajo una cabeza que dice: ‘Edificante’”. Así, antes que se difundieran los artefactos, el recién nacido Deniz y un anónimo redactor los inventaron. Tras ganar el premio Pulitzer por dicha instantánea, Adams comentó que “las fotografías son la más poderosa arma en el mundo.” Más allá de que el impacto de la obra fuera decisiva para la comprensión del horror de la guerra de Vietnam, lo curioso es que terminaría siendo también detonante para el devenir de la poesía más radical de la lengua española; ahí donde finalmente al dar la vuelta se encuentran Nicanor Parra y Gerardo Deniz.
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Publicamos en ésta y la siguiente página dos textos que fueron leídos durante las celebraciones recientes en memoria de Jorge Ibargüengoitia (1928-1983), un escritor insólito ante la solemnidad tradicional de la literatura con almidones o mayúsculas. Sus antiguos lectores aún disfrutan la ironía, el sarcasmo, la empatía, el ingenio y la felicidad de sus retratos —personajes, usos, lastres de la sociedad mexicana—; y los nuevos lo descubren porque su excepcionalidad lo mantiene vigente en librerías.
L A CU LPA DE LEER A I BA RGÜ ENG OI T I A ANA GARCÍA BERGUA
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uando Julio Scherer invitó a Jorge Ibargüengoitia a escribir un artículo semanal sobre cualquier cosa que le interesara, el escritor pensó que duraría como un mes. “Cuatro artículos —creía yo— bastaban para poner todo lo que yo tenía que decir.” En total escribió más de seiscientos artículos, donde quedó plasmado no sólo lo mucho que tenía que decir, sino una muy particular manera de ver las barbaridades que acontecían en el país, desde los que se llaman “grandes acontecimientos” hasta las minucias de la vida cotidiana de cualquier coyoacanense que se respete. Así, desde 1969, Jorge Ibargüengoitia publicó en Excélsior y más tarde en Vuelta más de seiscientas columnas que abarcaban temas políticos como los discursos del presidente Echeverría (“No entendí nada”, decía su mamá cuando los escuchaba) o incluso el halconazo de 1971, sobre cuyos perpetradores físicos, por decirles de alguna manera, pues el autor intelectual despachaba en Los Pinos y no se le podía tocar, hace un análisis detallado para concluir que son tan perniciosos que no se les puede incorporar a ningún cuerpo de seguridad. “Al llegar a este punto del razonamiento [...] se me ocurre que la solución más viable consiste en dotarlos de becas y mandarlos a estudiar arte, en una isla del Mar Egeo.” Con ese talante ácido y claridoso trataba los grandes problemas nacionales, por ejemplo la Conquista —los españoles, decía, “no sólo nos conquistaron, sino que, además, nos dejaron irreconocibles”—, o el sempiterno cáncer de la mordida, sobre la que afirmaba después de un sesudo análisis: “Hemos llegado a la tercera conclusión: la única solución de la mordida es cancelar las leyes y disolver las autoridades”. También trataba el tema clásico de la identidad del mexicano con frases, de tan contundentes, maravillosas y aterradoras. Por ejemplo, después de hablar de nuestro variado paisaje y sus encantos, matizaba: “Nomás que tiene defectos. El principal de ellos es estar poblado por mexicanos, muchos de los cuales son acomplejados, metiches, avorazados, desconsiderados e intolerantes. Ah, y muy habladores”. Claro que no siempre era tan crítico, pues en otra crónica afirmaba: “Pero lo que me interesa subrayar es la dignidad y compostura con que el mexicano mete la pata”. Así, con una flema envidiable, Ibargüengoitia hacía trizas nuestra buena educación y compostura: “Nuestra incapacidad para actuar en forma comunal se pone de manifiesto cuando cantamos”.
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HACE POCO me encontraba yo indagando sobre el golpe militar de 1973 en Chile. El Excélsior de aquel año estaba repleto de artículos explicativos, sesudos editoriales, dolorosas explicaciones y, de repente, en plena página editorial, aparecía una crónica de Jorge Ibargüengoitia sobre el pleito que había sostenido con una señora cuya hija extrajo de su compra una charola de apetitosos chamorritos para añadirlos a la bolsa de la madre. El texto desarrollaba una serie de combates pugilísticos imaginarios con la señora y sus posibles consecuencias en las que, alternadamente uno u otra perdían los dientes. Me quedé pensando en qué pensarían los lectores de aquella época de esas crónicas que no perdonaban a nadie. En tiempos del absolutismo priista debían de ser una liberación y en la del relativismo priista también lo son. Ibargüengoitia hablaba de todo, por ejemplo de la mujer. Decía: “Hojear un catálogo de bellezas pasadas de moda o de otra parte del mundo es, por lo general, tan estimulante como ver fotografías de presidentes municipales”; o “La gran mayoría de las mujeres no son consideradas objetos sexuales más que a ratos”. Y no se le escapaban ni la gastronomía ni la decoración de interiores. Sobre las lámparas horrendas que la gente hacía con cualquier botella, contaba del afán decorativo que llevó a un sargento a fabricar una lámpara con una granada de mortero y sus funestas consecuencias. Procedía a analizar todo lo que, de una u otra manera, funcionara mal, pues era ingeniero, y este análisis pormenorizado lo llevaba a unos absurdos geniales, como cuando al
considerar el problema del tránsito y de los que instalaban en las bocinas de sus cláxones la canción mixteca, terminaba proponiendo que en vez de claxon era más práctico instalar una ametralladora. En otros temas era claridoso de tan certero, sobre todo en lo que se refería a la historia patria y la paradoja chestertoniana no lo abandonaba, como cuando, pensando en la guerrilla que secuestra al suegro del presidente piensa en El hombre que fue jueves. Las crónicas de Ibargüengoitia retratan el México de los años setenta sin piedad. Desde los títulos anuncian el sesgo de la mirada inmune a la cursilería, el patriotismo y la estupidez. Son títulos de enciclopedia juvenil o de novela policiaca: “Historia de las grandes fortunas”, “Misterios de la vida diaria”, “Homenaje al comercio”, “Vidas de gángsters”, y lo que les sigue es una suculenta, deliciosa carnicería. Las entrevistas que le hacen a uno sobre Ibargüengoitia suelen comenzar con la pregunta de por qué hay que leerlo, como si pidieran al entrevistado argumentos para admirar al gran guanajuatense sin resquemores. Y quienes respondemos a las preguntas sobre Ibargüengoitia parecemos nutriólogos asegurando a los lectores que ese platillo delicioso no sólo no engorda, sino que realmente alimenta, o que ese jarabe que nos hace ver visiones es muy curativo. ¿Pero cómo me estoy divirtiendo tanto?, se pregunta uno a la mitad de la lectura, ¿no será que me haga mal, que me enferme o peor aún, me tilden de superficial? Esto sucede especialmente con las crónicas de Ibargüengoitia. Uno tiene que explicar al entrevistador que el gran escritor guanajuatense era colérico, cáustico, crítico y otro montón de esdrújulas para que no se vaya a pensar que si uno se encierra a leerlas no es sino por su gran interés sociológico y cultural. En realidad, leemos a Ibargüengoitia por la felicidad que nos proporciona su mala leche, que es inversamente proporcional a la depresión que este país tiende a provocar en sus habitantes, si lo consideramos con seriedad. ANA GARCÍA BERGUA (Ciudad de México, 1960) es autora de libros de relatos y crónicas. En 2013 recibió el premio Sor Juana Inés de la Cruz por La bomba de San José y en 2016 el Premio Nacional de Narrativa Colima por La tormenta hindú. Desde hace más de veinte años publica cuentos, artículos y crónicas literarias en revistas y suplementos culturales. Su novela más reciente es Fuego 20 ( 2017).
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A partir de una foto en > catalejomx.com
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O te chin gas o te jodes
LOS CU EN TOS DE I BA RGÜ ENG OI T I A TANYA HUNTINGTON
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obrecita de la Comedia: ¿cuántos siglos lleva siendo denostada por artistas y críticos convencionales, que persiguen desaforadamente a su hermana melliza, la Tragedia? A pesar de la defensa que hace Platón de ella —y aquí cito la contraportada de La ley de Herodes— como una “mezcla de placer y dolor”, el género predilecto de Aristófanes encuentra su Waterloo antes de que se acaba el banquete, cuando el dramaturgo de Las ranas es silenciado para privilegiar puntos de vista más solemnes sobre el Eros. Generaciones posteriores de letrados han logrado transformar incluso algo tan hilarante como su descripción de aquella especie de fruta andrógina rodante que se parte en dos para crear los sexos masculino y femenino —dando así inicio a nuestro impulso de buscar a la media naranja perdida— en algo tan de flojerísima como es el amor platónico.
A PESAR DE SER EL GÉNERO que menos triunfa, tanto en los premios Nobel como en los Óscares, la Comedia lleva el consuelo de ser el más subversivo. En novelas como Los pasos de López, Los relámpagos de agosto, Las muertas o Maten al león, la sátira clava la garra con una crítica despiadada que derrumba los mitos identitarios nacionales y hasta regionales. Por otro lado, los cuentos de Ibargüengoitia, cuyo protagonista es invariablemente una versión nada halagadora de él mismo, son recuentos de los daños. Recuentos que autorretratan una letanía de fracasos: el desertor de la ingeniería resulta además ser un pésimo don Juan, un guionista cinematográfico fallido, un malinchista irredento, un editor insolvente, un dueño de propiedades inexistentes, un católico caduco y el peor de todos los scouts.
HASTA LA FECHA, a pesar de personajes icónicos para la fundación de nuestras letras tales como Alonso Quijano o Pedro Sarmiento, la Comedia se trata como si fuera un género menor o, peor aún, vulgar. Y sin embargo, ahora trae una sonrisa dibujada en los labios porque rendimos homenaje a uno de sus paladines más valientes: Jorge Ibargüengoitia.
EN CUANTO A LOS TEMAS y las imágenes que se destacan en La ley de Herodes, sin duda para el gran horror de la parentela guanajuatense, incluyen sin limitarse, a: las úlceras en el recto, las erecciones, el adulterio, la náusea, la caca, la caca en forma de diarrea, la orina —vertida en la cama, o en una muestra médica, o en público—, los basureros que hacen las veces de excusados públicos o “lecho de parejas pobres o urgidas”, las patas metidas, las nalgas tocadas, los suéteres que no quedan, los pesos prestados que jamás se vuelven a ver o se malgastan. Dentro de esta grotesca cotidianeidad, cualquier dilema personal es digno de desembocar en una situación imposible: ¡puro fiasco!
POR AZARES DEL DESTINO, Ibargüengoitia nació hace noventa años bajo la identidad equivocada, como si fuera él mismo el protagonista de una comedia de errores: dentro del seno de una familia repleta de mujeres cuya gran esperanza consistía en que él fuera ingeniero, para así reestablecer las fortunas de una estirpe venida a menos por falta de testosterona. ¿Cómo iban a saber que aquel hijo pródigo se dedicaría no a construir la nueva identidad mexicana con sus magnas obras negras, sino a deconstruirla con esas mismas? Y a diferencia de los demás titanes de la literatura latinoamericana, lo haría sin delirios de grandeza, armado únicamente con algo poco visto dentro del gremio: un sentido agudo de autocrítica, expresado como una burla continua e inmisericorde de sí mismo.
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EL AUTOR APENAS FICCIONALIZADO no es inmune al ridículo de ser un Ibargüengoitia que se pone impermeable por falta de bata, que siempre trae alpargatas y cuyas peluqueadas quedan fatales. Lleva la mano en la cara para evitar ser reconocido mientras le va no mal, sino “requetemal”. Este personaje no gris, sino lo que le sigue, beige, debe, sin embargo, proseguir en una misión literaria que consiste en recordarnos, por ejemplo, que las estatuas
de la Alameda son pornográficas (y sí, qué onda con ese Beethoven...). ¿QUÉ ESTÁ AL FONDO de esos fracasos tan nimios, que se salvan de ser trágicos? En un momento revelador, el autor nos confirma su sospecha de que todo lo que contiene la palabra libertad es “un organismo antialgo” —lo cual incluye, sin duda, la literatura. A cambio de tantos defectos, le tocó a Ibargüengoitia el superpoder de estar a prueba de las ideologías: confrontado con las opciones dicotómicas de la Guerra Fría, concluye que ambas llevan al infierno. El proceso de anagnórisis de La ley de Herodes le ha revelado que ni los autores marxistas van a cambiar al mundo, ni sus contrapartes capitalistas van a convertirse en unos magnates de las letras. Si como personaje, Ibargüengoitia se dedica a buscar migajas en lugar de elegir un rumbo dentro de ese jardín de senderos bifurcantes, es porque bajo La ley de Herodes da lo mismo: o nos chingamos o nos jodemos. Está tan condenado a perder como cualquier personaje de Rulfo, con la diferencia de que conserva minuciosamente el registro de su propio papel deplorable en el desenlace de cada fiasco. Por eso, en lugar de un solo fallo trágico, posee una sobreabundancia de fallos cómicos. LA TRAGEDIA le ganó a la Comedia una vez más cuando segó la vida de Ibargüengoitia demasiado temprano, destruyendo de paso el manuscrito que llevaba consigo en el vuelo 11 de Avianca, más todos los otros libros que el futuro Ibargüengoitia nos hubiera concedido, sin duda. Propongo que no se la perdonemos. Que la Tragedia se muera: viva la Comedia. TANYA HUNTINGTON (EUA, 1969) es escritora, artista plástica y teatrera. Ha publicado los libros Return / El regreso (2009), Martín Luis Guzmán: Entre el águila y la serpiente (2015), A Dozen Sonnets for Different Lovers / Docena de sonetos para amantes distintos (2015). Su obra plástica ha sido exhibida tanto en EUA como en México.
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Luego de la trágica muerte de Jorge Ibargüengoitia, en noviembre de 1983, Guillermo Sheridan reunió, en Autopsias rápidas (Editorial Vuelta, 1988), una primera compilación de sus artículos periodísticos; y siguieron varias más, que se añadieron con toda naturalidad a los títulos que Ibargüengoitia publicó en vida y al conjunto de su obra. De ese volumen provienen estos dardos sobre los avatares del escritor y su propio oficio de escribir.
El Cultural SÁBADO 20.06.2015
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L a et er n id a d c om ie n z a u n s áb a do
J O R G E I B AA GRUGAÜSE N G O I T I A I ON C L A V O U N A L I E DB ER EJ UYN U
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Por
Atrapado en la red
LUIS G. URBINA
las dificulta- a costumbre ritual de las sades de la creación no son tan gradas abluciones no fue, de UN ESPACIO de las chistosas. Pocas cosas hay seguro, característica razas primitivas que poblaDEDICADO tan aburridas como escribir ron nuestra Mesa Central. AL RESCATE un libro que no sale. El indio de los alrededores de México, Se da uno cuenta de que elcon libro no DEtantos RAREZAS haber tenido por siglos vida sale porque se mete con gran fluidez a esY RELIQUIAS lacustre, no toma el baño como una coticribir divagaciones. Por ejemplo, descridiana necesidad ni gusta de entrar con el LITERARIAS be uno minuciosamente una fiesta agua en en la íntimas relaciones para buscar que no sabe qué va a pasar. Es una fiesta en ella el bienestar, el placer, la salud. Tampoco al aire libre, cae un aguacero, la gente salede los conquistadores puede decirse que fuesen adoradores de la linen desbandada y se va corriendo por una que pule el cuerpo y alegra el espíritu. calle ancha, procurando evitarfalos eucaque, entre nuestras fiestas poliptos, porque tienen la virtudDe deaquí atraer pulares, sólo una esté consagrada a los los rayos, y se guarece en el portal de una encantos y dulzuras de la purificación iglesia... ¿y luego? El escritor ordena las corporal. La bíblica leyenda del Bautishojas en las que escribió esto ytalas mete sirvió de pretexto a los sacerdotes en un folder que dice “reserva”.cristianos para obligar a la oscura y peO bien, escribe una escena con diálorezosa multitud, en un día del año, a la go: hay dos personajes en un café y entra limpieza. un tercero. Las albercas populares suelen estar henchidas de bañadores, y alrededores “—Hola, ¿qué tal? de las termas baratas, improvísanse las —Muy bien, ¿y tú? —Muy bien también, ¿y tú? animadas verbenas, donde el pulque, en malolientes fermentaciones, hace la —También muy bien.” El escritor se queda un ratitocompetencia contem- al agua con un éxito, aunque previsto, extraordinario. plando la hoja, después, insatisfecho, En los pueblos del Norte se celebra la rompe. Mete en la máquinalauna hojade San Juan con fogatas en las noche en blanco, la mira un rato, después dice: y canciones bucólicas llenas campiñas “tengo que planear esto muyde bien”, se e inocente regocijo. arcaico acuesta en el couch a planear la escena Entre y nosotros, la mañanita de San se queda profundamente dormido. Juan, pura, limpia, sonrosada, tibia, es
dos shakesperianos, si era el ruiseñor el que cantaba todavía bajo las frondas del granado. UN ESPACIO Por AMÉRICA Las noches de junio son brillantes, DEDICADO fastuosas, derrochadoras de astros y reZEPEDA CABIEDES AL RESCATE flejos, semidoradas. La luna brilla como @MeriZepeda DE RAREZAS una gran moneda flamante. El aire está Y RELIQUIAS tejido de hilos áureos y estambres arLITERARIAS génteos, como las telas de los brocados. Las rosas respiran, soñolientas de voluptuosidad, en la penumbra de esmeralda Desde hace dos años, los mexicanos de los jardines, y las violetas, ocultas Linda L. Franco y Antonio Machina han entre las picas diminutas y lustrosas del desarrollado una firma de ropa inteligencésped, cierran unciosamente sus ojos te llamada Machina. Radicados en San de alemana enferma. Francisco, han explorado nuevas relaEl día y la noche de San Juan simbociones entre el hombre y la tecnología, lizan y resumen estas divinas hermosumediante la creación de ropa con funras del cielo y de la tierra; pero lo mismo conviene decir: “Para serte franco, yo no de 62, o en cinco semanas de julio y ciones que superan por mucho los usos con el sol subiendo hacia el cenit, que quería aentrar pero unos Son los primeros mexiagosto de 63, pero entre y otro tirón el Oriente, convencionales. conuno la luna escalando esta en el concurso, amigos se empeñaron en mandar midesarrollar nohay quince meses de estancamiento canos en este tipo de gadgets famosa mañanita, ayesta célebre noche, vela.”la[...] desorientación debido a la mente re-más lindo, y su prenda más conocida se llama Midi les faltaría el adorno gracia Yomás nunca estos contórica y rencorosa del narrador. el Controller Jacket. Aunque su diseño está más amable, Puse si careciesen de su rica he podido seguir para hombres —en especial joya: el agua. sejos. Cuando me avisan queplaneado gané un prepunto final pocos días antes de hacer las parade aquellos agua deUnidos junio es fresca, mio transpadel tamaño del que acabo ganarque trabajan en desarrollos maletas para irme a losElEstados tecnológicos—, rente, radiosa. tornasolada como [Premio desi Novela México] doy brincos de por sus características de a dar clases. Esta precipitación se Es nota impermeabilidad, comodidad y la forma enfaltan ella hubiesen diluido elgusto, iris. Escuando como estoy a solas bailo una danen la novela, en la que varios eleunisex de la prenda, la demanda por parte un fluido de diamante. sombra, ya la de las espadas que bailan mentos que yo hubiera querido poner. Y enzalaparecida de mujeres, músicos y bailarines ha sido plenitud de luz, posee rumores musilos escoceses y cuando me encuentro a mi Falta, por ejemplo, unenviaje en un armón extensa. Con el controlador Midi, el usuacales, aterciopelados y cristalinos, como mujer en el pasillo de la casa,rio nos abrazade mano, movido por cuatro generales, puede escuchar sus movimientos trade violines a la sordina. y gritamos a coro: ¡somos ricos! en sonido, al ser estos captados en un paisaje desértico.¡Oh, [...]agua, Otra laguna ducidos bendita agua,mos consagrada es la noche que pasan generalesprofeta: en por los sensores integrados en la chamaporlos el sacrificado la poesía te ha Cuernavaca. a escribir el libro rra y traducidos por cualquier computacantado constantemente; la piedad y el LAS NOCHES Si volviera ashermana; novelas son o pretenden lite- una conexión de Wi-Fi. tendría una escena en la que apareciedora ser mediante misticismo te han llamadolsu DE JUNIO SON amplios Con laperconexión de Wi-Fi, la chamaen elenmisterioso Oriente eres una Es diviratura. decir, algo más o menos ran corredores penumbra y es compatible con cualquier aparato nidad; eres recreo espejeante y soñador manente. Los artículos en rra cambio son generales correteando mujeres despaBRILLANTES, y con ayuda de los sensores ojos, fue y arrullo cántico para lo contrario; su virtudinteligente principal es voridas. Pero esto ypara otrasloscosas lo y todo el usuario tendrá control sobre sus apalos oídos! Y no sólo produces la ser alegría FASTUOSAS, la de oportunos; están escritos conque no fue. a unalas distancia de cuarenta metros. en las almas sencillas y entra losreloj, cuerpos en un intento de ratos capturar DERROCHADORAS sanos, sino que también te compadeEl gadget cuenta con un sistema impercircunstancias peculiares de un determeable avanzado; así, los audífonos que ces de los adoloridos, no sólo limpias y SDE in ASTROS ser novela perfecta, Estas ruinas que momento. El que escribe, como como todo el equipo de tiene integrados, confortas los cuerpos, sinominado que alientas ves tiene pasajes queyconsidero entre lo yo, artículos dos días de cada semana sensores, son a prueba de imprevistos. alivias los espíritus. Y REFLEJOS, mejor que he escrito, como por queremos ejemplo, acordar y otros El futuroes llega y nos coloca a unos paNo nos hoytres de o cuatro escribe novela, la relación amorosa entre Paco y Sarita,y bramas como tirador que hace disparos altersos del cyborg. cuando te enfureces y teun agitas SEMIDORADAS. el paseo por los cerrosen que dan alrededor uno a una liebre que pasa corriendo inmensas convulsionesnos de histérica; LA la LUNA BRILLA de cuando, en el mar, colérica, de ciudad el marido y el amante, “la eres reina a veinte metros, y el otro a un clavo que delacuando eres aliada del viento cóm-metros. Desgraciadamente noche blanca” en que tertulia descuestá aydiez COMO UNA plice del rayo, de cuandono eres fuerzade acertar una vez sino cada bre que Sarita no lleva ropa interior, y el se trata ciega y brutal impulso, de cuando GRAN MONEDA letrero luminoso que se enciende todas vez que desse dispara. Es evidente que el tiy aniquilas. Eres asombrosa, eres las noches a la mismatruyes hora en el techo de rador está en peligro de quedarse bizco FLAMANTE. EL poderosa, eres gloriosa. una iglesia, dice, “venid pecadores, venid o de errar todos los tiros o de que pasen Pero eres también mansa y buena. Y aAIRE pedir perdón” y marca los amantes las dos ESTÁ TEJIDO así para es como atavías la verbena y lacosas. mael tiempo justo de despedirse para que Es decir, reduciendo la metáfora a térñanita de San Juan, y como, a semejanza DElos HILOS ÁUREOSel marido. no encuentre minos reales, del milagroso y paradisíaco Jordán que de quedarse escribiendo novelas periodísticas y artículos novelados. lava las culpas, cariñosa y compasiva, reY ESTAMBRES que es mi cibes y abrazas en las albercasDespués públicasde decir lo difícil www.revistacodigo.com/perfil-machinacuerpos que confesar que no lARGÉNTEOS, ondres . Aconsejanestos los tristes expertos quede la multitud, tarea, debo me desesmoda-tecnologica-moda-mexicana-disenosólo de acaba año ende año, a tu misericuando le avisan a uno que ga-graciaspera. Después de todo, la mayoría de los interactivo-midi-jacket COMO LAS cordia, se lavan el polvo delproblemas camino. se resuelven con paciencia y nar un premio literario, debe conservar www.machina.cc/#menuMachina
pagos fue escrita en cinco semanas, pero es mentira. Lo que aparece en el libro fue, en efecto, escrito o en el Viernes Santo
había entrado en ese concurso”. Si no alcanzó uno premio en efectivo, sino nomás mención honorífica
Moda mexicana: La chamarra inteligente
Foto > Especial
n carne propia
la que celebra en campos y ciudades, y se recibe con dianas de pájaros e himnos de amor la y de juventud. la semana anterior a una conferencia Y es que paso como quien va a salir disparado en en este mes de junio las noches y las mañanas tienen una belleza un cohete a la Luna, diciendo “ya nomás dulce y suave, distinta de las otras; de la faltan tres días... ya nomás faltan dos... ya de abril, infantil y risueña; de la de octunomás falta una hora...”. bre, otoñal y melancólica; de la de eneAl llegar el día fatal, generalmente digoy aterida. La naturaleza no se ro, blanca a mi familia: “hoy tengo que preparar sienteuna niña como en mayo, ni fecunda y conferencia, así que por favor vigorosa no hagancomo en agosto, ni envejecida ruido”. Me paso la mañana sentado en una y débil como en diciembre. Se siente en plena pubertad, en plena ascensión. Y es silla, tomando el sol, con esperanzas de que, algucomo dijo el poeta, sobre los camque los rayos infrarrojos me traigan pos invadidos por la ola ardiente, estalla na idea, cosa que nunca ha ocurrido. Desla luz y se deshace en flores. pués subo a mi habitación y hago unos El alba de junio no tiene brumas de garabatos en una hojita de papel tamaño encaje ni lontananzas de nieve; es azul, esquela. Cuando bostezo, bajo a comer. azul, con un tenue vaho de plata en los Después de la comida digo: “ahora sí tencielos, que flota sobre la cima de las go que concentrarme”. Para lograr esto me como si fuese humo perfumontañas, quito la ropa y me acuesto en lamado cama. A y desprendido de enormes pebelos diez minutos de reflexión me duermo teros de lapizlázuli. El alba de junio es profundamente. Cuando despierto eslagecomo prolongación de la noche, y si sucediese que conforme avanza la neralmente hora de arreglarme yno vestirme aurora se van ahogando las estrellas en para ir y dar la conferencia. el piélago del zafiro, como margaritas que se hunden poco a poco en una clara la TELAS DE LOSy contestar: “¡Qué cabeza la serenidad cierta habilidad. ¿Quién es el pesimista originalmente y luminosa corriente, se preguntarían He dicho con frecuencia que Los relámmía! Ya hasta se me había olvidadoPublicado que que me asegure que no voywww.youtube.com/ a poder mawatch?t=322&v=BPwlpauUKMk en El Mundo, junio 17 de 1906. los madrugadores, como los enamora- BROCADOS.
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tar la liebre y dar en el clavo?
—Selección: Delia Juárez G.
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Un autor de origen rumano y una novela desde varias perspectivas.
E . O. Chirovici
M A N USCR I TO PER DIDO Y M EMOR I A A LT ER A DA HÉCTOR IVÁN GONZÁLEZ
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e un tiempo a la fecha, llegar a ser un escritor de renombre (contrato con una editorial grande incluido) ha ganado simpatía en los temas televisivos, cinematográficos y literarios. Claramente la figura del novelista exitoso ha ganado interés en el público. Desde Finding Forrester, (Gus Van Sant, 2000), The Ghost Writer (Polanski, 2010), Genius, la historia de Tom Wolfe (Michael Grandage, 2016) o The Words (Brian Klugman y Lee Sternthal, 2012), hasta series como The Affair (creadores Hagai Levi y Sarah Treem), las productoras han puesto atención en el mundo editorial, en su importancia y prácticas sociales. Esto ha hecho que el público se sienta cada vez más próximo a la lógica del personaje que busca el éxito como autor por medio de un libro que lo propulse y le resuelva la vida con un jugoso cheque. La situación es un poco más halagüeña que hacer fortuna a la antigua porque el resultado se da gracias al talento, la sensibilidad y la creatividad personal, y no a las triquiñuelas, fraudes o desfalcos que podría tener alguien que sólo se llena los bolsillos de dinero. En El último lector, Piglia compara la figura del autor con la del detective privado. Es posible que tenga razón y cada vez más el detective privado deje de ser el héroe de nuestro tiempo y empiece a ser desplazado por un escritor que esté a punto de ser publicado por una editorial trasnacional. La ilusión de ver su rostro en las paradas del autobús o siendo entrevistados en la televisión parece sublimar a algunos jóvenes de Occidente prácticamente hasta la erotización. Dentro de esta lógica, aparece El libro de los espejos, de E. O. Chirovici (Transilvania, Rumania, 1964) quien propone una novela desde varias perspectivas: las de Peter Katz (editor literario), John Keller (periodista) y Roy Freeman (policía jubilado). Todo surge a partir del manuscrito de “El libro de los espejos” (el libro dentro del libro), obra de Richard Flynn, antiguo estudiante de literatura con ambiciones literarias, quien una noche, por una extraña razón, ha recuperado el tiempo perdido de una época en que amaba a una chica en 1987. Una discusión, un detalle o una reminiscencia lo han llevado a recordar cabalmente lo ocurrido en esos días respecto a un crimen muy sonado en el momento. A la manera de Manuscrito encontrado en Zaragoza, de Jan Potocki, o La náusea, de Jean-Paul Sartre, entre otras obras,
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alguien comparte “El libro de los espejos” para que el editor pueda dictaminarlo de primera mano y contratarlo para su publicación. Lo que se encuentra el editor Katz parece ser una campus-novel (novela donde se trata una historia que sucede en el ambiente universitario o académico) que retrata la relación de Laura Baines, el profesor Joseph Wieder y el propio Flynn. Sin embargo, la historia sólo es un adelanto que deja en suspenso al editor, por lo cual Katz tiene que buscar a Flynn para averiguar el desenlace de la historia. La cuestión es que no sabe si el resto del manuscrito aún existe, si alguna vez existió o si lo podrá conocer, por lo cual —ante la falta de datos concretos—, Katz le solicita al ex policía John Keller que investigue todo lo relacionado con el asunto, con los personajes, si son reales y si realmente hubo un crimen que los relaciona de manera desafortunada. Keller, quien ha leído el adelanto de la novela, trabaja en reconstruir los hechos y descubre la verdadera historia que subyace bajo lo escrito por Flynn. Quizá esto sea uno de los mayores aciertos de Chirovici, pues hay una suerte de acumulación de información que permite al lector llevar a cabo su propia investigación, ya que tendrá la versión primera de Katz, el manuscrito y podrá observar por encima del hombro de Keller. Hubo un asesinato, posteriormente uno de los implicados murió de muerte natural y, lo mejor de todo, no podemos estar seguros de que la versión
que se nos ha dado en primera instancia es absolutamente verdadera. Los hechos se nos presentan uno tras otro, personajes derrotados y terapias psiquiátricas alternativas, como la hipnosis, empiezan a hacer acto de presencia a la par que los anhelos literarios naufragan antes de darse a la mar. Por su parte, el hecho de que Flynn haya manipulado sus propios recuerdos también está latente, porque más que mentir, ha recordado lo que de algún modo le conviene. En este sentido, hay una influencia de buenas películas sobre la memoria y su forma de manipularse, pienso en Memento (Christopher Nolan, 2000) o Eterno resplandor de una mente sin recuerdos (Michel Gondry, 2004) en las cuales se arguye que podemos defender o alterar nuestros recuerdos ante las adversidades del olvido. Y que somos capaces de crear recuerdos de cosas que nunca vivimos. De hecho, este es el punto de partida del propio E. O. Chirovici, quien cuenta que de niño lo llevaron a un sepelio donde habían introducido un balón en el ataúd. Para él la imagen había quedado en su memoria de manera indeleble, sin embargo, de adulto, sus mayores le dijeron que no pudo haber visto eso porque no lo habían llevado a esa ceremonia. De tal suerte, Chirovici se obsesionó de una manera profunda con la manera en que la memoria atrae o suelta detalles hacia ella misma, y que incluso puede crear recuerdos con ayuda de la imaginación. Por su parte El libro de los espejos, al ser construida como una historia literario-policiaca, también implica un logro al plantear numerosas tramas internas, versiones y contraversiones, así como una cantidad de personajes fascinantes. Como tal retoma el simultaneísmo narrativo de obras como Puertas del paraíso, de Jerzy Adrzejewski, donde los personajes se contradicen entre sí al narrar los diferentes hechos de una extraña cruzada realizada por niños. En su momento, Flynn señala que deseaba ser un autor a la manera de Don DeLillo, Cormack McCarthy o Philip Roth; lo mismo homenajea a Faulkner, con lo cual exhibe cuáles son los zapatos que busca llenar. Al ver la magnitud y la precisión de la construcción de la trama, uno se da cuenta de que El libro de los espejos ya tiene un lugar en la lista de la gran novela norteamericana. E. O. Chirovici: El libro de los espejos, traducción de Laura Salas Rodríguez, Literatura Random House, México, 2017.
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10 LA N OTA NEGRA
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Por
FRANCISCO HINOJOSA
O J O S D E PA P E L R O B A N D O
@panchohinojosah
MR. DAVIDMORE EN SU BLOG AFIRMA QUE EL TÍTULO MÁS REPETIDO, HABLANDO DE LIBROS, ES EL ÁNGEL CAÍDO.
La Canción # 6
Autor. El Artículo 14 dice que “No son objeto de la protección como derecho de autor a que se refiere esta Ley”: fracción V: “Los nombres y títulos o frases aisladas”. Sipi: no existe plagio alguno. Es más: estoy casi seguro de que ni Aridjis, Contreras y Blanco Aguinaga hubieran leído el libro de La China como para querer hacerle un homenaje y mucho menos un “robo a mansalva”. El Fondo de Cultura Económica tiene en su catálogo dos títulos iguales de autores diferentes: Breve historia de los Estados Unidos. Y existe al menos otro idéntico publicado por Alianza Editorial. Busco en las librerías virtuales algunos libros con el mismo nombre: Crímenes de Alberto Barrera (Anagrama), Ferdinand Von Schirach (Salamandra) y Alma Flor Ada (Altea). Jorge Ibargüengoitia hubiera caído en doble plagio: Dos crímenes. Mr. Davidmore en su blog afirma que el título más repetido, hablando de libros, es El ángel caído. Exhibe las carátulas de nueve de ellos, uno de los cuales escrito por Harold Bloom. Si le quitamos el artículo, hay dos más. Y si lo ponemos en plural, otros dos. En cuanto a títulos de canciones, Daniela Alberte documenta uno que se repite siete veces: I Want You (Bob Dylan, Tom Waits, Kings of Lion, Kelly Clarkson, Marvin Gaye, Savage Garden, Kiss). Sin duda encontraremos películas, obras de teatro, coreografías y piezas de artes plásticas que comparten el nom-
Por ROGELIO GARZA @rogeliogarzap
Cigarretes After Sex y 1000mods LO MÁS SUAVE y lo más duro del rock actual sonó en vivo en foros de la Ciudad de México. Dos grupos en su mejor momento fueron los extremos que se tocaron: los melosos ambientales Cigarettes After Sex en el Frontón México y los ultra porreros 1000mods en el Foro Indie Rocks. 1. Fue demasiada la tentación cuando me invitaron de a grapa al concierto de Cigarretes After Sex, el cuarteto del compositor, cantante y guitarrista oriundo de Texas, Greg Gonzalez. Su primer álbum apareció apenas en 2017, tienen un EP y algunos sencillos, pero la fila para entrar le daba vuelta y media a la manzana. Relleno total y un furor femenino sensacional. Con imágenes melancólicas que brillaban al fondo, tocaron su repertorio de quince canciones etéreas, pop lento y dulce con un filo dramático, oscuro, entre Chris Isaak, This Mortal Coil y Mazzy Star. Sentí que tocaron una canción de hora y
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media, un arrullo lineal, monótono y meloso. El bajo y la batería no variaron, el teclado sólo creó una atmósfera somnífera para la voz andrógina de Gonzalez y sus pinceladas melódicas de guitarra. Música ambiental, sumergida en el estado de ánimo después del sexo al que apelan. 2. El stoner o rock macizo que desciende de Black Sabbath, Blue Cheer y Hakwind, con sus tonos bajos de guitarras gordas distorsionadas, nos colocó frente a la monstruosidad sónica de 1000mods. Abrieron Johnny Nasty Boots y las estupendas L. A. Witch, antes de echar a andar la flota de amplificadores Orange a todo volumen. El cuarteto griego salió a tocar sus bloques de sonido voladores, piezas de grandes dimensiones, largas y espesas, lentas y veloces, con subidones y caídas estrepitosas de riffs engrasados. El material de sus tres discos para oídos de artillero: Super Van Vacation (2011),
bre y no tienen nada que ver entre sí. En cuanto a las “frases aisladas” tengo una experiencia personal. A principios de los ochentas el Taller Martín Pescador publicó mi primer libro: Tres poemas. La imprenta de prensa plana se encontraba en casa de Juan Pascoe, uno de los más reconocidos impresores y editores en México. Él era entonces también el violinista del grupo Mono Blanco, entre cuyos integrantes estaba Arcadio Hidalgo, que por cierto esta semana habría cumplido 115 años, y el no menos grande Güero Vega. El trovador, poeta y jaranero Arcadio aprendió a leer tarde, hacia sus ochenta años. Y lo hizo con algunos de los libros que se imprimían en el taller. Un verso mío le gustó para componer su propia versión de La guacamaya: “de amores y extrañamientos” (se encuentra en youtube cantada por Gilberto Gutiérrez). Lo presumo a la primera oportunidad y lo siento como una medalla preciada, nunca como un robo o un plagio. Las ideas tampoco están protegidas por la mencionada ley. Si a alguien se le ocurre una buena para realizar una película y la cuenta en la cantina, bien puede ser escuchada por alguien que decida hacerla guión y llevarla a la pantalla. Puede reclamar lo que quiera pero desde el punto de vista legal no hay nada que alegar. Que conste que están advertidos. C
Foto > www.tono.tv
H
ace ya algunos años María Luisa Mendoza, La China, acusó de plagiaria a la fotógrafa Patricia Aridjis por ponerle de título a su libro Ojos de papel volando (Conaculta, 2011), mismo nombre que tiene una colección de cuentos de su autoría (Joaquín Mortiz, 1985), y también igual al que utilizó el fotógrafo Carlos Contreras de Oteyza en un libro (CNCA/Secretaría de Cultura de Jalisco, 1999) y Carlos Blanco Aguinaga en una novela (Grijalbo, 1984). La frase proviene de la canción popular El son de la negra. La China, escritora y ex diputada, se indignó por lo que consideraba un plagio, y publicó el último día del 2011 en Excélsior la nota “Me roban un título pero no la dignidad”. Cuenta que estaba descansando en el mar cuando recibió un telefonazo que le anunciaba que “mi preciosísimo libro Ojos de papel volando me ha sido sustraído en robo a mansalva”, y afirma que tanto los abogados de la Editorial Porrúa, que editó una segunda edición de la obra, como los de la SOGEM, pondrán “su maquinaria a mi favor”. Salieron también a defenderla y a acusar a la fotógrafa de plagio René Avilés Fabila y Vilma Fuentes. Ella, la fotógrafa: plagiaria y ladrona. El Conaculta, como editor: ignorante y cómplice. Sin embargo, La China, Avilés, Vilma y los supuestos abogados que llevarían a tribunales el “plagio” al parecer no consultaron la Ley Federal de Derechos de
Vultures (2014) y Repeated Exposure To (2016). Sonaron canciones incandescentes en el cráter de un volcán eléctrico: “Above 179”, “The Son”, “Claws”, “Groundhog Day”, “Low”, “On A Stone”, “Vultures” y “Road To Burn”. Se alzaban como dinosaurios metálicos que corrían con enormes pisadas. Y el personal expuesto, vapuleado, arriesgando los tímpanos en la estampida musical encabezada por el bajo y la voz de Dani G. Cada maquinación era una espiral guitarrera que retumbaba y mantenía la tensión explosiva en los acordes de poder. Cerraron con “Vidage”, tributo a “Fortunate Son” de los Creedence que galopó en un torbellino de óxido. Ya nos íbamos con el zumbido entre los oídos cuando reaparecieron para rematar con “Super Van Vacation” y un solo de pedales a mano que sacó chispas espaciales. Psicodelia y ciencia ficción a su máxima potencia, a 1000mods de intensidad.
1000mods en el Foro Indie Rocks.
EL BAJO Y LA BATERÍA NO VARIARON, EL TECLADO SÓLO CREÓ UNA ATMÓSFERA SOMNÍFERA PARA LA VOZ ANDRÓGINA DE GONZALEZ.
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N I C K C AV E E N C O N F E R E N C I A D E S D E E L I N F I E R N O
EL CORRIDO DEL ETERNO RETORNO
11 Por
CARLOS VELÁZQUEZ
@charfornication
I.
EL BLUES DE LA BOLSA PARA EL MAREO.
En 20,000 días en la Tierra, el documental sobre su carrera, Nick Cave esboza en parte en qué consiste su proceso creativo. Es un godínez de la palabra. Apenas despierta se instala en su oficina mental a teclear. El resto de su tiempo lo dedica a mirar televisión. No presume de ser un gran lector, o de beber y drogarse (antes lo hacía). Su principal labor por estos días, consiste en escribir. Escribir para Cave significa narrar y componer canciones. No entabla una diferencia entre un género y otro. Incluso escribe las canciones en una máquina de escribir (una técnica que perfeccionaría Bob Dylan) o en el teclado de una computadora. Ajeno al romanticismo que significa escribir canciones a mano y cercano a la profesionalización, en La canción de la bolsa para el mareo (Sexto Piso, 2015), Cave revela una metodología extra de composición. Como si se tratara de un vicio secreto, Cave garabatea en las bolsas para vómito de los aviones. Textos que fueron reunidos en La canción de la bolsa para el mareo. Un antidiario de viaje en el que Cave registra lo que le pasa por la cabeza en esos vacíos de tiempo que ocurren cuando se encuentra de gira. Además de un mapa sentimental del líder de The Bad Seeds, un dietario de atrocidades y un libro de confesiones nihilistas, en La canción de la bolsa para el mareo el lector presenciará de primera mano el proceso creativo de Cave. Quien haya visto 20,000 días en la Tierra sabrá cómo las rolas de The Bad Seeds se van construyendo en el estudio.
LA MUERTE DE BUNNY MONROE ES UN PUÑETAZO DE CARNE QUE SE ALOJA EN EL ESTÓMAGO Y QUE ES BASTANTE COMPLICADO DE DIGERIR.
El sino del escorpión
Cómo la improvisación juega un papel determinante en la asociación delictuosa entre Warren Ellis y Nick Cave. Pues parte de ese proceso comienza en una bolsa para el vómito. El hábito de escribir en servilletas era un oficio de poetas, Cave lo salpica de posmodernismo y atesora joyas en las bolsas para el vómito y lo primero que evocan estas páginas es El libro del anhelo de Leonard Cohen, el padre sentimental de Nick. Como si el mundo fuera un monasterio zen, Cave indaga en sí y construye un libro inclasificable pero portentoso. No son poemas, no son canciones, no son aforismos. Es pura filosofía Cave. Un concentrado. El asiento que se forma en el fondo del extractor de jugos. Un bagazo que uno se traga con azoro. II. LA MUERTE DE UN VENDEDOR DE PUERTA EN PUERTA.
Tomando como modelo Muerte de un viajante de Arthur Miller, Cave ideó su segunda novela, La muerte de Bunny Munroe (Malpaso, 2018). El argumento es sencillo. Bunny vende cosméticos de puerta en puerta. A base de infidelidades orilla a su esposa al suicidio. A Bunny no le queda más remedio que criar a su hijo solo, un chico que nació con una malformación congénita. Le falta uno de los párpados. Por lo que tiene que usar lentes de sol todo el tiempo. Mientras Bunny se va por los pueblos a cogerse a sus clientas potenciales, su hijo se queda en el asiento del copiloto a hablar con el fantasma de su madre muerta. Así arranca la que es sin duda una de las novelas más ponzoñosas que
se han escrito en lo que va del siglo XXI. En su primera novela, Y el asno vio al ángel, por si quedaban dudas, Cave demostró que era un moralista a la altura de Johnny Cash, con un conocimiento de La Biblia y de textos antiguos escalofriantes. Que éste no era el tipo que vivía como paria en Alemania. De dónde saca este conocimiento que a cualquiera de nosotros nos llevaría varias vidas atesorar. Y el asno vio al ángel es una novela que como toda obra primeriza tiene sus tropiezos. Pero a Cave le bastó emprender un segundo proyecto para dar con la perfección. Sin lo farragoso, sin lo enredado, sin la intención de replicar el efecto de Walk on the Wild Side de Nelson Algreen, La muerte de Bunny Monroe es un puñetazo de carne que se aloja en el estómago y que es bastante complicado de digerir. Mientras Bunny se precipita en su infierno personal, un sujeto disfrazado de diablo aterroriza la provincia. Y antes de que el encuentro entre ambos se produzca, Bunny sube al escenario. Sí, un escenario donde oficia de comediante de su propia miseria. Por eso las comparaciones con el show de Benny Hill. En uno de los finales más logrados de la narrativa de ésta o cualquier era. Un final que tiene algo de David Lynch, pero que se sobrepone a la referencia y se convierte en un gesto absolutamente original. De todas las formas de concluir una novela, Cave, como si tuviera veinte novelas en el camino, eligió el más disparatado pero funcional de los desenlaces. Exhibir los despojos desde un escenario que podría ser de stand up o de un video clip o una obra de teatro. O un monólogo desde el infierno. C
Por ALEJANDRO DE LA GARZA @Aladelagarza
La crisis de la prensa mexicana SABIOS DE ORIENTE, filósofos de occidente y dioses huicholes nativos iluminan al escorpión con una verdad espiritual: el quid de la existencia se encuentra en saber retener y saber soltar. Este conflicto de no saber soltar parece agobiar desde hace tiempo a la prensa mexicana, incapaz de abandonar el viejo modelo dependiente y subvencionado por el Estado bajo el cual funciona desde hace más de medio siglo, observa el alacrán desde la viga del techo. Varios problemas y de índole diversa agobian a los periódicos en México: desde el desconcierto y retraso en su proceso de digitalización y transición hacia la ciberinformación, hasta la intención judicial de regular la publicidad gubernamental en la prensa, pasando además por el álgido tema de las fake news y la avanzada irrefrenable de los dos titanes de internet, Google y Facebook, en la difusión de información independiente, sin verificar o proveniente de los
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mismos diarios pero sin retribuirlos económicamente (tal como exigen ahora las agencias de prensa de la Unión Europea mientras otros periódicos optan por abandonar Facebook ante los cambios de algoritmos, la irresponsabilidad, inconsistencia y opacidad de la empresa). Hace apenas veinte años (1997-98), recuerda el arácnido, el presidente Zedillo decidió modificar de fondo la relación económica del gobierno con la prensa. Prohibió entonces el pago de viáticos, transporte y gastos de toda índole a los reporteros de las distintas fuentes por parte del Estado. Aquellas sí eran giras, le cuentan al artrópodo, todo a cuenta del Ogro dadivoso y de los gobiernos estatales y las secretarías o funcionarios involucrados en los actos a “cubrir”: vengan jets oficiales, hoteles de lujo, comidas pantagruélicas, bebidas a pasto y, de postre, ¡dulce de chayote! “Pa’que se entretengan”, decían los jefes de prensa.
Sobre todo a los periódicos y a los medios radiofónicos les costó trabajo acostumbrarse a financiar a sus reporteros, ya de por sí mal pagados. Pero aún hoy, en la discusión para regular la publicidad gubernamental en la prensa, hasta la combativa organización Artículo 19 pide la continuación de esta práctica perversa. Sobre el asunto, el escorpión coincide con el planteamiento de su admirado amigo Raúl Trejo Delabre: “La propuesta de grupos ciudadanos tiene una cuestionable debilidad al sostener que la publicidad oficial no debe desaparecer. ¿Y por qué no? Esos grupos apuestan a perpetuar negocios mediáticos subvencionados. Televisoras y grandes diarios estarán de fiesta”. El venenoso entiende bien el conflicto que surge de no saber soltar, pues se resiste a abandonar el “punto y coma”, signo del cual se anuncia su inminente desaparición. C
A LOS PERIÓDICOS Y A LOS MEDIOS RADIOFÓNICOS LES COSTÓ TRABAJO ACOSTUMBRARSE A FINANCIAR A SUS REPORTEROS.
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MONSTRUOS ACUÁTICOS Y SOCIEDADES MONSTRUOSAS LA FORMA DEL AGUA, DE GUILLERMO DEL TORO FILO LUMINOSO
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n 1954 Jack Arnold filmó una de las cintas de horror de serie B más populares de la historia: The Creature of the Black Lagoon (El monstruo de La laguna Negra). Este filme de culto que fue lanzado en 3D, cuando esa tecnología estaba moribunda, tuvo dos secuelas: Revenge of the Creature (Arnold, 1955) y The Creature Walk Among Us (Sherwood, 1956). Más tarde se convirtió en objeto de estudio académico y pieza fundamental de los estudios feministas del cine popular. Kay (Julie Adams), la protagonista, es una mujer independiente, brillante, atractiva y segura de sí misma. En todo momento se enfatiza su condición de igualdad con respecto a los demás científicos que viajan en la expedición al Amazonas, tras el descubrimiento de una mano fosilizada con dedos palmeados, para buscar más evidencias de una especie de homínido anfibio. La cinta tenía semejanzas con King Kong (Cooper y Shoedsack, 1933), al establecer que el monstruo desea eróticamente a una mujer y está dispuesto a tomarla. Esta criatura de la Guerra Fría, a diferencia de otros engendros cinematográficos de la era, no es producto de la negligencia o ambición humana, sino un extraño sobreviviente de la evolución. Más que una alegoría política, la criatura representaba una forma de resistencia en contra de la modernidad, representada por Kay y su novio, el ictiólogo, David (Richard Carlson), ambos intelectuales liberales que no creen en el matrimonio ni en tradiciones ni en supersticiones. La trilogía trata del encuentro entre dos mundos pero se enfoca en el deseo tortuoso y perverso que provoca la mujer en el hombre con branquias (Gill Man). En las primeras dos cintas el monstruo, que en esencia es un depredador sexual (lo cual tiene una poderosa resonancia en la era del #MeToo), sucumbe a su desesperada fascinación por las mujeres terrestres. La obsesión de Guillermo del Toro con este ser acuático es antigua y se materializó en Abe, el ictio sapiens de Hellboy (Del Toro, 2004). Finalmente su pasión engendró La forma del agua, una ambiciosa fantasía romántica que tiene lugar en 1963. Elisa (Sally Hawkins), es una mujer muda que trabaja con su amiga, la afroamericana Zelda (Octavia Spencer), en la limpieza del Centro de Investigación Aeroespacial Occam, en Baltimore. El vecino y confidente de Elisa es Giles
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Por
NAIEF YEHYA
(Richard Jenkins), un dibujante comercial freelance y gay. Este reparto cubre casi todas las bases de las minorías que eran y son objeto de discriminación: discapacitados, homosexuales, negros y quizá latinos, dado que Elisa Espósito bien podría ser huérfana de republicanos españoles. No por nada la cinta sucede un año antes de la promulgación de la ley de derechos civiles en Estados Unidos. Elisa y Zelda ven la llegada al Centro del hombre acuático dentro de un tanque. La criatura amazónica es un secreto de Estado que resguarda el jefe de seguridad, Richard Strickland (Michael Shannon), un hombre violento, católico y racista que descarga su frustración torturando a la criatura y acosando sexualmente a sus empleadas. Elisa queda fascinada con el anfibio y le ofrece su compasión, huevos duros y música en la hora del lunch. Eventualmente surge un romance y deseo interespecies, una pasión transgresora y liberadora. Como dice Del Toro: “El agua es como el amor, no tiene forma. Toma la forma de lo que habita”. En vez de hacer un filme de horror, Del Toro optó por una fábula sentimental y un mosaico cultural de una era sórdida de represión social y paranoia, en la que sus protagonistas se refugian en la música y el cine. Si bien el cineasta retoma el interés de Arnold de presentar personajes femeninos fuertes, cambia la naturaleza del monstruo para convertirlo en un ser sensible y una víctima sudamericana más del complejo militar industrial estadunidense. Elisa, quien se masturba en la tina llena de agua, es a la vez melancólica y determinada. Podemos imaginarla como alguien que no tiene nada que perder y que está dispuesta a seguir su sueño inspirado por el cine hollywoodense al luchar por un anfibio que puede curar heridas y hacer crecer el cabello con el tacto, pero también es capaz de violencia, como arrancarle un dedo a su torturador, en una castración simbólica. Visualmente el trabajo del cinematógrafo Dan Lausten es un deleite steampunkiano, especialmente al crear imágenes como aquella del departamento inundado que evoca al trabajo de Damien Hirst. El diseño de producción es muy afortunado y esmerado, al punto del fanatismo, en la ambientación y los detalles, que va de la paleta de colores, inclinada hacia una multi tonalidad del verde, a la elección de clips televisi-
LA RIQUEZA Y LA DEBILIDAD DE LA CINTA RADICA EN SU FUSIÓN DE GÉNEROS: DEL HORROR AL DRAMA AMOROSO Y DEL THRILLER A LA REFLEXIÓN SOCIAL. ”
vos y fílmicos que ponen en contexto y contraste la tensión social y los deseos escapistas, representados por el exotismo de Carmen Miranda y por los filmes musicales hollywoodenses de los años cuarenta. Las actuaciones de Hawkins y Jenkins como dos solitarios marginados es notable y en buena medida rescatan una cinta que se va hundiendo en contradicciones a partir de la segunda mitad. El romance entre el ser acuático y Elisa se desarrolla en medio de una intriga internacional. El gobierno estadunidense, representado por Strickland, quiere matar y disecar al anfibio y espías rusos desean robárselo. La riqueza y la debilidad de la cinta radica en su fusión de géneros: del horror al drama amoroso y del thriller a la reflexión social. No es que los géneros no se puedan mezclar, pero Del Toro se sitúa en una laguna entre la realidad y la fantasía, y ambas parecen perder la coherencia al permitirse licencias en cada uno de sus géneros, debilitando la credibilidad de la trama. El escape en el carro de la lavandería, el departamento convertido en pecera y la matanza de agentes, son algunos de los clichés que hacen tambalear a la narrativa. En la cinta de Arnold, Kay era una feminista valiente e inteligente que al final debía ser rescatada de las garras palmípedas de la criatura. Aquí Elisa, una feminista rebelde y poco convencional, termina rescatando a la criatura de una sociedad monstruosa y racista para la que ambos son desechables. De esta manera el filme ofrece un mensaje desesperanzado y apropiado para nuestro tiempo.
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