El teatro de la mente

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ALAIN DERBEZ

¿DÓNDE LA NUMANCIA?

CARLOS VELÁZQUEZ

ESCRIBIR EN COMPU AJENA

ESGRIMA

GUSTAVO ARRÓNIZ

El Cultural N Ú M . 1 3 7

S Á B A D O

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[ S u p l e m e n t o d e La Razón ]

EL TEATRO DE LA MENTE BRUNO ESTAÑOL

NEUROCIENCIA: EMOCIONES Y ALGORITMOS FERNANDA PÉREZ GAY J.

Arte digital > Staff > La Razón > A partir de una foto en biblioguias.uam.es

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En su nuevo libro, El teatro de la mente —de próxima publicación bajo el sello Cal y arena— el escritor y neurólogo Bruno Estañol regresa al tema de la mente y la creatividad en la literatura. En su prólogo afirma que los escritores “a veces parecen normales pero todos narran su propia e intransferible locura”, y concentra este libro en “la escritura de lo extraño”, con más de veinte autores y obras que se distinguen por su condición excéntrica, heterodoxa, donde conviven lo siniestro, lo inminente y lo inquietante. Adelantamos tres casos de este elenco singular.

EL T E ATRO DE L A M EN T E BRUNO ESTAÑOL

AMBROSE BIERCE, LEXICÓGRAFO DEL DIABLO Camino, s. Faja de tierra que permite ir de donde uno está cansado a donde es inútil ir.

AMBROSE BIERCE:

S

El Diccionario del Diablo

i Ambrose Bierce no hubiera existido nuestro mundo sería mucho más pobre y desde luego menos divertido y sangriento. Hay individuos que nacen sin miedo a los temores fundamentales: la soledad, la enfermedad, la vejez, la invalidez, la oscuridad, la muerte. Pueden ver la vida sin ilusiones, como Nietzsche y Schopenhauer y reconocen, se burlan y desprecian estas ilusiones en sus semejantes. Son maestros sobre todo en el arte de no engañarse a sí mismos. Son burlones, despiadados, sobre todo con ellos mismos. No aspiran a ser otros, como Pessoa, porque consideran que los demás son igualmente desdichados y despreciables. Son sujetos irritables e implacables. Son burlones, primero de sí mismos y después de todos. No buscan reconocimientos ni mucho menos aprobación. No son melancólicos ni quieren ser más que los demás. Habitan lo que los otros llaman humor negro. Para ellos es el único humor. Son seres

valientes y despiadados consigo mismos y con los demás. Demócrito fue llamado el filósofo burlón. Epicuro habló contra el miedo que acucia a todos los hombres y dio su asombrosa receta llamada el Tetrafarmakon. Ambrose Bierce es acaso el más grande de este tipo de escritores. Bierce, nacido en el siglo XIX en San Francisco, California, es nuestro contemporáneo; fue maestro y dilapidador del humor negro y ha sido acaso el hombre más libre que ha existido, como lo demuestra sin fisuras su libro El Diccionario del Diablo. Fue un autor implacable y sin duda es improbable que su pretendida incursión a las tropas de Pancho Villa, cuando ya era un anciano, haya sido una impostura o su última boutade. El Diccionario del Diablo supera en su humor negro, o su desprecio a lo humano, incluso a Alfred Jarry. En su cuento “Algo pasó sobre el Río del Búho”, Bierce trata el tema del hombre que en el momento de morir logra recuperar su gran proyecto de vida. Es dudoso que haya tenido un gran proyecto de vida o incluso un gran proyecto literario fuera de su Diccionario. Borges, a su vez, recupera esta idea en el cuento “El milagro secreto”. El antecedente más directo de El Diccionario del Diablo es el Diccionario de lugares comunes de Flaubert. Flaubert es más ingenioso que Bierce, pero no lo supera en su humor negro. Algunos ejemplos de Flaubert en su Diccionario de lugares comunes:

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Criollo. Vive en una hamaca. Diploma. Señal de sabiduría. No demuestra nada. Extraño. Debe aplicarse a cada momento. ¡Qué extraño! Hipótesis. Con frecuencia peligrosa, siempre arriesgada. Introducción. Palabra obscena. Priapismo. Culto de la antigüedad.

Anormal, adj. Que no responde a la norma. En cuestiones de pensamiento y conducta ser independiente es ser anormal y ser anormal es ser detestado. En consecuencia el autor aconseja parecerse más al Hombre Medio que a uno mismo. Quien lo consiga obtendrá la paz, la perspectiva de la muerte y la esperanza del infierno. Léase el incipit del cuento “Mi crimen favorito” para degustar la despiadada prosa de Bierce: Habiendo asesinado a mi madre bajo circunstancias singularmente atroces, fui arrestado y llevado a juicio; el cual duró siete años. El fiscal dijo que era uno de los crímenes más horribles de que hubiese tenido noticia. Mi abogado respondió. Si usted estuviese familiarizado con los detalles del anterior asesinato, perpetrado por mi cliente, usted discerniría en esta última ofensa, algo de ternura y consideración filial por los sentimientos de la víctima. Y el final: De todas formas, no puedo evitar pensar que en relación a la atrocidad artística, el asesinato de mi tío William, ha sido muy pocas veces superado.

MAUPASSANT, RELATOR DE SU PROPIA LOCURA Where neither joy nor love, but fierced desire. JOHN MILTON: Paradise Lost

“¿Él?” y “Él Horla” son los dos cuentos que Maupassant escribió en primera persona sobre el doble. Se ha dicho que Maupassant escribió estos cuentos cuando la sífilis había afectado su cerebro ya que poco después tuvo que ser internado en un sanitarium con un cuadro de demencia irreversible. No obstante, los dos cuentos transmiten el horror que siente el autor narrador al encontrar al doble. Tienen una estructura en forma de diario cuidadosamente elaborada y el lenguaje preciso, inmediato y sin adornos de Maupassant: es el mismo que utilizó antes de su locura. Gustave Flaubert fue el maestro y el protector de Guy de Maupassant. Se ha pensado que Flaubert pudo haber sido su padre. No obstante, Maupassant fue un escritor muy distinto de Flaubert. El estilo de Maupassant ha sido modelo para muchos cuentistas. La

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Fotos > Especial

Del Diccionario del diablo de Ambrose Bierce:

Ambrose Bierce.

estructura y el lenguaje del cuento moderno debe mucho a Guy de Maupassant. En estos dos cuentos el doble se revela como punitivo y persecutorio. ¿Fue “El Horla” un delirio de Maupassant, hombre con el cerebro afectado por la sífilis, o una creación de Maupassant narrador, o ambas cosas? ¿Fue realmente Maupassant el narrador de su propia locura? La mayoría de los narradores no están cuerdos: narran su propia e intransferible locura. Pero en Maupassant esta locura narrada es llevada a un extremo que sólo comparte con Gérard de Nerval en Aurelia. ¿Estaba cuerdo Guy de Maupassant cuando escribió estos cuentos? La maestría del relato así lo hace creer, pero no así su contenido. Este es uno de los más importantes problemas en la escritura de ficción. ¿Cuánto corresponde al inconsciente? ¿Cuánto a la inteligencia y el oficio? ¿Cómo se encuentran la inteligencia y el oficio con esa verdad secreta y oscura que todos llevamos dentro? Este secreto se lo llevó a la tumba. Como nos lo vamos a llevar todos.

DE QUINCEY: EN LA PUERTA DE MACBETH Desde mis días infantiles siempre he sentido una gran perplejidad por una escena de Macbeth. Fue ésta: los golpes en el portón de la casa de Macbeth después del asesinato de Duncan; ha producido en mí sentimientos y un efecto que nunca me he podido explicar. El efecto es que provoca al asesino un horror peculiar y de una gran profundidad; obstinadamente traté con mis sentidos de comprender este sentimiento; desde hace muchos años nunca pude ver por qué se debería producir tal efecto... THOMAS DE QUINCEY: “Knocking at the gate in Macbeth”, Essays.

La inminencia del castigo, real o imaginario, es el sentimiento que Macbeth siente al escuchar los inesperados aldabonazos en su puerta cuando está hablando con Lady Macbeth, inmediatamente después del asesinato del rey Duncan. De Quincey se identifica con el héroe trágico y siente esa

Guy de Maupassant.

Thomas de Quincey.

“¿ESTABA “ CUERDO MAUPASSANT CUANDO ESCRIBIÓ ESTOS CUENTOS? LA MAESTRÍA DEL RELATO ASÍ LO HACE CREER, PERO NO ASÍ SU CONTENIDO. ESTE ES UNO DE LOS MÁS IMPORTANTES PROBLEMAS EN LA ESCRITURA DE FICCIÓN.” inminencia, pero no la puede expresar. La explicación geométrica de la perspectiva en una calle es relativamente pobre, pero contrasta con el intenso sentimiento de perplejidad. El poeta secular que fue Shakespeare pudo identificarse con los personajes más extraños y ajenos a la mente humana común. Recordamos la frase de Hamlet: El hombre es la quintaesencia del polvo o la terrible frase de Macbeth: La vida es un cuento narrado por un idiota, lleno de sonido y de furia y que no tiene ningún sentido. Los personajes más enigmáticos de la literatura: Hamlet, Raskolnikov, Bartleby, Macbeth, permanecen más allá de nuestra comprensión. Schopenhauer se preguntó: ¿Es la meditación de Hamlet la meditación de un criminal? ¿Quién fue Macbeth? Fue un personaje histórico. Shakespeare escribió la tragedia para ser representada ante el rey James, traductor de la Biblia. Fue la tragedia más corta que escribió y también la más intensa. El Libro de Job, El corazón de las tinieblas y Macbeth se encuentran entre los libros más intensos que se han escrito. ¿Fue Macbeth un psicópata? ¿Fue un psicópata casado con una psicópata? La pareja psicopática. El psicópata carece de empatía y de remordimiento. ¿Quién fue Thomas de Quincey? Extraordinario ensayista, erudito de una infinita curiosidad y uno de los grandes estilistas de la lengua inglesa. No sólo fue un comedor de opio inglés y autor de uno de los libros más sorprendentes para espantar al burgués: El asesinato como una de las bellas artes. “Knocking at the Gate in Macbeth” es uno de sus ensayos más cortos y más reconocidos. No descifra la inminencia sino sólo la hace notar.

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En la neurociencia actual hay voces confiadas en que los recursos tecnológicos del siglo XXI pueden traducir las emociones en fórmulas computacionales y soluciones matemáticas. Este recuento cuestiona esa presunción desde la experiencia cotidiana: la amistad de un artista canadiense con antecedentes psiquiátricos y en situación de calle. No es tan sencillo asegurar que las mediciones de la actividad cerebral puedan explicar del todo los laberintos de la mente humana.

N EU ROCIENCI A EMOCION ES Y A LG OR I T MOS FERNANDA PÉREZ GAY J.

A

los callejones y yo interrumpía mis jornadas solitarias en el laboratorio para encontrarnos y embarcarnos en largas conversaciones, a veces interesantes y a veces disparatadas.

Para Karl

principios de 2015 escuché al matemático y neurocientífico Stanislas Dehaene, profesor del Colegio de Francia, decir que las emociones, al igual que el resto de las funciones del Sistema Nervioso Central, no eran en el fondo más que computaciones, que habríamos de poder describir algún día en términos matemáticos. Desde la inexperiencia de mis primeros años de maestría en neurociencias, abrumada por la enormidad de lo desconocido que era el funcionamiento del cerebro para mí, no pude dejar de decepcionarme por la frialdad de su definición. Me dije que no podría nunca confiar en quien afirme con esa autosuficiencia que las emociones son el simple resultado de una encrucijada de algoritmos. Cuando se lo conté a mi amigo Karl Fontaine, miró al vacío por unos minutos con esos ojos cuyas pupilas parecían salirse de su rostro. Después estalló en su boca una risa desencajada y me dijo: “No lo escuches. Esos profesores tuyos son los mismos que quieren encontrar poesía en las cenizas del cerebro de Dante”. Me gustó su respuesta. Para ese entonces llevábamos un año de bizarra amistad, en que, una vez cada semana o cada dos, él interrumpía su atareada y mal vista vida de homeless que fumaba crack en

EN EL PRIMER CAPÍTULO de El cerebro

de Broca, Carl Sagan reflexiona frente a un estante lleno de frascos con cerebros en el Museo del Hombre, en París. Era la colección de cerebros iniciada por Paul Broca, antropólogo, neurólogo y cirujano, hoy famoso por el descubrimiento de la primer área cerebral asociada a una función mental: el área motora del lenguaje. En los años previos a su muerte, Broca estaba dedicado casi por completo a un estudio minucioso de la anatomía cerebral. Coleccionó y estudió cráneos y cerebros de personajes notables, intelectuales, asesinos seriales, y realizó meticulosas mediciones y análisis de estos especímenes, como parte de su impetuosa búsqueda de respuestas a las numerosas preguntas sobre la naturaleza humana que planteó tanto desde la antropología como desde la neurología. En 1880 Broca murió, irónicamente, de una hemorragia cerebral como aquellas que le otorgaron algunas de las piezas de su colección. Su cerebro —por designio suyo— fue puesto en un frasco con formol en el mismo estante en que reposaba su colección de cientos de masas encefálicas flotantes. Broca fue un hombre adelantado a su época cuyo legado es mucho más amplio que el descubrimiento del área del lenguaje. Entre sus numerosas aportaciones, nombró “lóbulo límbico” a esa parte de la corteza cerebral que hoy asociamos al procesamiento emocional y donde se encontraría, para científicos con la visión de Stanislas Dehaene, parte importante de los algorítmicos patrones de actividad neuronal que dan origen a las emociones y que, de acuerdo con él, tendremos algún día completamente descifrados.

Karl Fontaine, Sin título. Óleo sobre tela.

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CUANDO CONOCÍ A KARL FONTAINE, luego de cederme lugar en el autobús me dijo que lo trataban en el hospital Douglas por bipolaridad. Me preguntó si yo estudiaba algún tema relacionado con la enfermedad mental y me dijo que, si tenía quince minutos, podía compartirme

algo que me iba a interesar. Durante el resto del trayecto en el autobús lo escuché hablar sobre psicoanálisis y esquizofrenia. Me habló sobre la paradoja que representa que al enfermo mental se le encierre y se le aísle, condenándolo a ser víctima de su “turbulenta voz interior”. Me habló de forma caótica pero extraordinariamente lúcida sobre Antonin Artaud, Philippe Sollers y Giacommo Casanova, entre otros temas que ya no recuerdo. Me dijo que era pintor, que había estado internado doce veces en el psiquiátrico y ahora vivía en la calle, pero si me interesaba ver su obra me podía dar el teléfono de su enfermero. El día que le llamé, presa de la curiosidad, nos encontramos y me llevó a un consultorio en el pabellón central del hospital que estaba desocupado; sólo había decenas de sus cuadros al óleo, algunos de gran tamaño, además de cuadernos llenos de dibujos al carboncillo y rollos de cartulina con dibujos al pastel. Después de que me regalara un par de dibujos al carboncillo, me dio un grueso marcador rojo y me dijo: “Ten. Para que llenes tus muros blancos de pequeños puntos rojos”. No seguí su consejo, pero usé el marcador para copiar uno de los carboncillos que me había regalado sobre el cristal de la ventana de mi cuarto. Era la silueta de una mujer, cuyos trazos rojos iluminados por la luz de la mañana que entraba a mi departamento me recordaron cada día, durante los dos años que viví allí, que la soledad era un pequeño precio a pagar por la libertad de elegir mi propio camino. Karl siguió hablándome por teléfono, a veces casi obsesivamente, cuatro o cinco veces al día. Nos hicimos amigos cercanos, y fue entonces que me reveló que su diagnóstico era en realidad esquizofrenia, aunque a mí eso ya me quedaba bastante claro, y me contó entre muchas otras cosas que la Virgen María y un ejército de niñas pequeñas le increpaban constantemente cuando no estaba exaltado por los efectos del crack. La mayoría de los cuadros que me mostró Karl en aquel consultorio abandonado se perdieron en sus múltiples peregrinajes de albergue en albergue o en sus escapadas al mundo underground de los drogadictos sin hogar que se reúnen en Montreal afuera del metro Berri-UQAM, en la calle

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Sainte-Catherine. Por suerte, en 2014, una estudiante de cine a la que Karl se acercó en el metro, como se acercó a mí unos meses antes, le ayudó a montar una exposición donde le compré tres óleos que conservo en las paredes de mi casa.

EN SU VISITA al rincón de los cerebros del Museo del Hombre, Sagan sostuvo entre sus manos el frasco que contenía el cerebro de Broca. Analizando cada detalle, se detuvo en el lóbulo límbico y en el área del lenguaje, cuyo nombre y cuya localización habían surgido de la actividad eléctrica de ese amasijo de células que ahora observaba. Mientras sus ojos recorrían el área de Broca del cerebro de Broca, Sagan se preguntaba: ¿Había algún remanente de ese hombre que fue Paul Broca allí, en esa masa de tejido conservada en formol? ¿Guardaba ese espécimen biológico alguna configuración neuronal para el recuerdo del momento histórico en que Broca discutió y demostró frente a sus colegas médicos el origen de la afasia? Paul Broca se hizo las mismas preguntas frente a los cerebros de distintas personalidades. Sagan revisa algunos de los artículos de Broca del periodo que dedicó a la neuroanatomía. Entre ellos, me sorprendió encontrar un trabajo titulado “Sobre el cráneo de Dante Aligheri”: cuando Karl me hizo el comentario sobre profesores buscando poesía en las cenizas del cerebro de Dante, pensé que lo decía al azar, como tantas asociaciones increíbles modeladas en su mente dispersa, llena de metáforas y dichos excéntricos, pero extrañamente precisos. Ignoraba que algún neurólogo hubiera estudiado a Dante Aligheri desde una perspectiva anatómica, y mucho menos hubiera imaginado que fue Paul Broca quien llevó a cabo la empresa. Karl Fontaine acertó al elegir el ejemplo del cerebro de Dante, pero se equivocaba en una cosa. Paul Broca era un científico serio y meticuloso, además de un antropólogo culto y humanista. A diferencia de los frenólogos, vergonzosos antecedentes pseudocientíficos de la craneometría, Broca jamás hubiera intentado explicar la poesía o el genio a través de un conjunto de huesos. Remitiéndome al texto en cuestión, pude comprobar que Broca se limitó a medir y describir la superficie ósea de los diferentes huesos que componían el cráneo incompleto de Dante Alighieri. Si acaso, agregó al final el siguiente párrafo, en el que intentaba interpretar sus hallazgos físicos, y concluyó con una disculpa por tal atrevimiento:

Por lo demás, queda demostrado que la superioridad de la inteligencia de un hombre no puede asociarse al volumen de su cerebro, sino más bien a la prominencia de algunas partes de este órgano, como ejemplifica Dante, dado que la mitad anterior de su encéfalo era notablemente más voluminosa que la posterior, y que sabemos que los lóbulos anteriores son asiento de las más nobles facultades intelectuales. Esto sin tener en cuenta la profundidad de las circunvoluciones cerebrales, que, en Dante, deben haber sido numerosas y profundas. Pero no quiero ocuparme de esta parte de la fisiología del cerebro, pues ella es meramente conjetural, y he incluso de pedirles que me disculpen si osé acaso hacer alusión.1 Por otro lado y como bien notó Sagan aquel día en el museo, la obsesiva misión de coleccionar y medir cerebros y cráneos respondía a la frenética esperanza de que la cuantificación llevara al entendimiento. Ciento treinta años después de la muerte de Broca, sabemos que la cuantificación por sí misma no podrá darnos todas las respuestas. Sin embargo, los científicos nos aferramos a ella para poder tener una base sólida desde la cual elucubrar nuestras interpretaciones. Las técnicas que utilizamos en Neurociencia Cognitiva, campo en el que Stanislas Dehaene es pionero por sus revelaciones sobre las bases cerebrales del cálculo y la lectura, siguen siendo una versión sofisticada del estudio neuroanatómico que realizaban Broca y sus contemporáneos. Toda proporción guardada, el día de hoy tenemos el conocimiento y la tecnología que nos permiten estudiar personas vivas realizando tareas para cuantificar su actividad cerebral en tiempo real. Los computacionalistas, aquellos neurocientíficos y pensadores que creen que la actividad de nuestro cerebro es equivalente al de una máquina, afirman que todo podrá entenderse un día en términos de inputs, operaciones mentales y outputs, del mismo modo en que entendemos el funcionamiento de las computadoras. Para ellos, las cuantificaciones de la actividad cerebral nos abrirán la puerta para probar modelos exitosos que expliquen todas aquellas cosas que un ser humano puede hacer: moverse, hablar, analizar una frase, hacer una suma o una resta, memorizar, evocar la información memorizada, etcétera. Más allá de eso, cuando nuestro conocimiento de estas operaciones cognitivas

“NO “ ME ATREVO A PRONUNCIARME CONTRA LA IDEA DE QUE LA COMPUTACIÓN LO EXPLICARÁ TODO. SÉ QUE, HASTA HOY, NO EXISTE NADA CERCANO A UN ALGORITMO O UN MODELO MATEMÁTICO QUE EXPLIQUE NI SIQUIERA LA ALEGRÍA MÁS ELEMENTAL.”

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Karl Fontaine, Across the river and into the trees. Óleo sobre tela.

esté suficientemente avanzado, los mismos algoritmos que nos hayan explicado cada una de estas funciones podrán explicar sin mayor dificultad incluso nuestros estados emocionales más exaltados e incomprensibles.

EN JULIO DE 2016, mi amigo Karl pintó en el muro del albergue de rehabilitación donde vivía un mural hecho con marcadores de color azul, rojo, amarillo y negro. Estaba compuesto de varios dibujos como los que él solía hacer, con figuras enteras de un solo trazo, sin levantar el lápiz del papel o, en este caso, el marcador del muro. En el centro estaba él, tocando la guitarra con un sombrero. A cada lado, una paloma azul. Entre ellas, un corazón atravesado por una estrella. Después caminó hacia la ventana y dio un salto hacia el vacío. A UNOS MESES de terminar mi doc-

torado, sigo siendo una novata en el mundo de la neurociencia. Aunque he leído sobre la base cerebral de las emociones, las conozco, como la mayoría de la gente, principalmente porque las he experimentado. No me atrevo todavía a pronunciarme en contra de la idea de que la computación lo explicará todo más pronto que tarde. Sé que, hasta hoy, no existe nada cercano a un algoritmo o un modelo matemático que explique ni siquiera la alegría más elemental. Si Dehaene tiene razón, entonces algún día tendremos un modelo computacional que descifre en una serie de operaciones los intensos torbellinos neuronales del lóbulo límbico de Karl. Podremos entonces escribir un programa informático que, al ser aplicado, dote a la máquina en turno de la capacidad de reproducir y vivir estados afectivos extremos. Tal vez ese programa contenga varias líneas de código que cifren el estallido doloroso o la momentánea revelación en el cerebro de Karl que lo impulsaron a abandonar de un salto su vida de paria arrojándose por una ventana. En ese caso, es probable que en esas mismas líneas esté cifrado el misterio del desasosiego que me sobrecoge todavía cuando pienso en la pérdida de ese desconocido de uñas largas y sucias, ojos expresivos y límpidos que conocí en el metro y que llegó a ser uno de mis seres más queridos en Montreal.

Nota 1 “Sur le crâne de Dante”, publicación original en la revista Bulletins de la Société d’Anthropologie, París, 1866. Traducción de FPGJ.

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En un recorrido que comprende más de dos mil años de historia, con estaciones que surcan siglos y continentes en la literatura y la pintura, sin excluir las cantinas y la actualidad, este ensayo indaga en torno a un acontecimiento y un lugar de España —La Numancia— convertido en leyenda, mito colectivo cuya vigencia comprende hoy, también, el atractivo turístico. Un trayecto complejo, cuyos hallazgos y asociaciones retribuyen la lectura desde un extenso abanico de referencias.

¿DÓN DE L A N U M A NCI A? (DOS R ESPU ESTA S) ALAIN DERBEZ

a Numancia está al centro oriente de la Ciudad de México, por los populares rumbos de Iztacalco: se trata de una cantina donde suculento se sirve, dicen los expertos, un buen plato de birria para acompañar el trago y paliar con ello el agüite y la resaca.
Hasta hace poco en la misma capital, bastante más al norte, la porfiriana colonia San Rafael contaba con otro abrevadero etílico llamado originalmente La Numantina que luego cambió a La Nueva Numantina y en estos días ha optado por ser, sin más historias, La Mula Necia.
 Al sur de América, en la calle Don Bosco de San Isidro, provincia bonaerense, existe una parrilla olorosa a chimichurri, carbón y chinchulines denominada La Numancia (y apuntemos con afán de zarandear la argentina curiosidad de quien pesquisa datos que boyas devengan para acotar océanos: a cincuenta kilómetros de ahí, en la misma demarcación, languidece, con defenestrados trenes y un lujoso club de golf, una gentrificada Villa Numancia al sudoeste de Guernica, ciudad ubicada en el partido de General Perón: Numancia... Guernica... Perón... ¡Qué simbólica reunión de nombres en la pampa húmeda para tan poco espacio acá!) A la vera contraria del Río de la Plata, en Montevideo, una panadería-confitería, existente desde hace más de un siglo, ofrece, además de bollos, pollos rostizados y almuerzos, tinto y mate amargo al estilo uruguayo: La Numancia.
Más allá del Atlántico y sin mar, está Arcos de Jalón, villa de Soria, comunidad autónoma de Castilla y León. Ahí, en un ámbito geográfico que podía sonar más lógico a quien lógica busca con la navaja de Occam, hallamos sobre la calle dedicada al poeta Gerardo Diego,1 otro mesón: La Numancia. (En Arcos de Jalón, anoto ahora con el mismo envite del dar detalle, nació el padre de Sergio del Molino, autor del libro La España vacía y con quien más adelante volveremos).2 
En la suposición de que, con el libar y el yantar, el tema les cause prurito, ¿sabrán los parroquianos el por qué de tales apelativos: Numancia, Numantina? ¿Lo preguntarán al camarero de aquel pub que en la hispana Zamora se

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Foto > Especial

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Miguel de Cervantes Saavedra.

llama La Numancia, quien, tras citar las especialidades del día, declamará la primera cuarteta de un soneto del poeta que —lo apuntamos— tantas veces ocupa el callejero: Era en Numancia, al tiempo que [declina
 la tarde del agosto augusto y lento Numancia del silencio y de la ruina alma de libertad, trono del viento. y al terminar explícito les disipe la duda? :3 —Numancia es... ¿Rematará el patrono, entre postre y digestivos, quizás dando lectura a un capítulo de La vuelta al mundo en la Numancia, esa trigésima octava novela integrante de los Episodios nacionales que el cronista canario Benito Pérez Galdós (1843-1920), puntilloso maestro del realismo, escribiera en el XIX?: Vista por fuera la fragata, subió Diego a bordo (...) y se sintió llamado por voz del cielo a encerrar su vida en aquel que le pareció santuario de hierro, no menos grandioso que los de piedra. La Numancia, que así se llamaba el barco, venía de los astilleros de Tolón, nueva, flamante como un juguete construido por los dioses. Entusiasmado ante tanta belleza, pensó por un momento Ansúrez que su patria había recibido de la divinidad aquel obsequio y que éste no era obra de los hombres.4 ¿O se verá el comensal curioso orillado a diferir su consulta —si no hay internet dispuesto para el teléfono inteligente— al deseable tumbaburros doméstico probablemente arrumbado en algún

sitio junto a los directorios de sección amarilla? ¿Qué significa “numantino” y qué Numancia más allá del gentilicio y del nombre propio? ¿Qué representa y qué representó Numancia y qué lo numantino y por qué alguien —animado quizás por la misma liberalidad bautista con la que se dejaba saber, en el 1982 de la guerra argentino-británica, que existía un lugar denominado Las Malvinas cuya anunciada especialidad eran las “carnes asadas” o también una tortería de Mixcoac, contigua al Colegio Madrid original, que en la avenida Extremadura de los setenta se llamaba Dos de Octubre, o esa tienda de instrumentos para hacer música que hoy tunde a decibeles a quien pasa por enfrente en la céntrica y chilanga calle de Bolívar llamada Holocausto— decidiría denominar así, La Numancia, a un negocio donde el placer del guzgo es, con la satisfacción del sediento, la divisa y el fin? (Me pregunto ahora si hay alguna cantina en el mundo que se llame como la villa vasca alevosamente bombardeada en abril del 37 por la aviación alemana; me levanto, lo indago y me respondo: sí, al norte de Grecia existe una ciudad macedonia llamada Xánthi, y ahí un pub, con copia de la pintura de Picasso incluida, tiene por nombre Guernica). Abre María Moliner la página 530 de su Diccionario de uso del español con esta entrada: numantino,-a. De Numancia, antigua ciudad de la España prerromana y romana, célebre por su defensa contra los romanos. Después de haber resistido contra varios cónsules y antes que rendirse sin condiciones a Publio Cornelio Escipión, sus habitantes incendiaron la ciudad. (V. Héroe.) La primera edición de este vademécum, publicado en Madrid por Gredos, es de 1967 y formaba parte de la Biblioteca Románico Hispánica que fundó el poeta y filólogo Dámaso Alonso. Habrá tal vez un lector atento que haga cuentas y que se habrá fijado que Roma y sus derivados aparecieron tres veces como si todos los confusos caminos a ello condujeran en detrimento de la elegancia de lo definido: “prerromana”, “romana”, “romanos”, y que “románico” está junto a lo “hispánico” en la colección dirigida

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por el también miembro de la Generación del 27 (que, como Gerardo Diego, permaneció a sus anchas en España luego del 39). Habrá quien, comedido, atienda la instrucción y busque ya, en la página 34 del mismo tomo, la entrada de “héroe”: ¿héroe acaso “numantino”? Pero habrá igualmente otro lector, otra lectora, que considere que la consulta de un tema de historia y de mito en la obra de la lexicóloga zaragozana sirve de bastante poco, y que otra fuente bibliográfica menos ambigua hay que desempolvar para hallar respuesta: ¿Qué es lo numantino? ¿Qué fue Numancia? ¿Qué ha sido? ¿Quién fue ese Publio Cornelio? ¿Por qué extravagante motivo alguien, en tan distintos y distantes puntos del planeta, querría poner semejante gracia a un establecimiento gastronómico y/o de libación, considerando que en el capítulo de la historia que le inspira aparecen cotidianamente las palabras “resistencia”, “incendio”, “sacrificio”, y donde pensar entonces en voces como “escabechina”, “aniquilación” y “matanza” para nombre de fonda no luciría como algo tan descabellado? ¿Acaso la página 1472 de una vieja edición del Pequeño Larousse, de 1967 (el mismo año que el Moliner), dispense al averiguador más pormenores?: Numancia, c. de la antigua España cerca de Soria, destruida por Escipión Emiliano después de un sitio memorable en 133 a. de J.C. Sus habitantes prefirieron perecer en las llamas antes que rendirse. Y una línea más, algo trunca, hay justo abajo en la esquina de la hoja:
“Numancia, comedia de Cervantes (hacia 1595)”... Así queda sin punto ni otro signo ortográfico adosado el paréntesis y nada más al respecto. Ocupémonos nosotros un momento de Miguel de Cervantes y de su “comedia”. Recordemos para ello un 19 de septiembre que no tenga que ver con terremotos. Era 1580 y ese día un fraile trinitario de nombre Juan Gil, pagados los quinientos ducados que exigían por el rescate del futuro autor de El Quijote, obtuvo su liberación. Habían transcurrido once años desde que Cervantes huyera de España hacia Italia por andar navajeando a un tal Antonio; nueve habían pasado desde que un turco arcabuzazo otoñal le diera un apodo y le quitara el movimiento de la mano izquierda en la batalla naval de Lepanto, y cinco de que comenzara su cautiverio en Argel. Ahora, luego de algunas escalas, volvía a un Madrid donde corralas o teatros al aire libre más o menos funcionaban. Si esto hay y se requiere dinero para pagar las deudas contraídas, teatro —pensó

Cervantes— he de escribir. Era 1583. Consultemos a Martín de Riquer (19142013) filólogo, medievalista, autor del libro Para leer a Cervantes y además conde: Fiel a una fijación que sintió desde niño, Cervantes cultivó con entusiasmo el teatro, y entre 1583 y 1587, residiendo en Madrid, escribió y representó varias obras, tal vez más de veinte, muchas de las cuales se han perdido y entre las conservadas merece especialísima atención la tragedia intitulada La Numancia, que es una obra maestra de la escena española [...] hábil síntesis de los datos que sobre este heroico hecho han consagrado los historiadores clásicos, leyendas de carácter tradicional (como en la escena final, en la cual el último superviviente de la ciudad, un muchacho, se suicida tirándose desde una torre cuando entran los romanos) y abstracciones o figuras morales (España, el Duero, la Guerra, la Fama). Ello da a la tragedia una intensidad y un gran valor emotivo y patriótico (es de notar que su representación enardeció el espíritu de los sitiados en Zaragoza por los ejércitos de Napoleón”.5 Recordemos las líneas finales de El cerco de Numancia al que hace referencia Riquer. Es el romano Cipión quien habla: ¡Oh! ¡Nunca vi tan memorable hazaña! / ¡Niño de anciano y valeroso pecho, / Que, no sólo a Numancia, mas a España / Has adquirido gloria en este hecho / Con tal vida y virtud heroica, extraña, / Queda muerto y perdido mi derecho! / ¡Tú con esta caída levantaste / Tu fama, y mis victorias derribaste! / Que fuera viva y en su ser Numancia, / Sólo porque vivieras me holgara; / que tú solo me has llevado la ganancia / desta larga contienda, ilustre y rara. / ¡Lleva, pues, niño, lleva la ganancia / y la gloria que el cielo te prepara, / por haber, derribándote, vencido / al que, subiendo, queda más caído! Andrés Trapiello (1953), ensayista, novelista, poeta y leonés aporta una guinda más para este guiso: De La Numancia, que trata de la resistencia de los numantinos en el sitio que pusieron los romanos a su amurallado pueblo, se ha cantado su grandiosidad. Será uno de los temas recurrentes de Cervantes: la rebeldía de los débiles frente a los fuertes. La Numancia ha tenido más fortuna debido a su argumento patriótico y se ha utilizado, adaptada casi siempre, cuando la oportunidad

“DE “ LA NUMANCIA , QUE TRATA “RTDFCBV “ TFGNVB RTDFGNCVB RTDFGNCV DE LA RESISTENCIA DE LOS NUMANTINOS DRTFGNCV DRTFGCNVB RTNFGBV EN EL SITIO QUE PUSIERON LOS ROMANOS TYFGMBN TYFGHVNB TYFGVMNB “TYGJHNB “ A SU AMURALLADO PUEBLO, SE HATYFGNVB CANTADO E TYGNVB DTYGNVB DTYGNVB SU GRANDIOSIDAD. SERÁ UNO DRTYFGJNV TYFGNVB TYFJGNTYJGNBVB DE LOS TEMAS RECURRENTES DE CERVANTES.”

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Martí Alsina: El último día de Numancia. Óleo sobre tela, 1858. Museo del Prado.

de la actualidad parecía convertirla en una bandera, lo que me hace sospechar que buena parte de su éxito se debe a razones que no alcanzan ni al teatro ni a la poesía... Pero volvamos a La Numancia de los brebajes y los platillos. Imaginemos la decoración de cualquiera de los refectorios mencionados si es que no nos es posible visitarlos por ahora para interrogar directamente al hostelero. ¿Sería prudente que alguna de las paredes luciera en pleno comedor una copia al tamaño de El último día de Numancia, óleo pintado a mediados del siglo XIX por el maestro barcelonés Ramón Martí Alsina (1826-1894)? ¿Qué mirará el feligrés, los comensales que hacen tiempo en lo que arriban con la botanas, los aperitivos? Describamos, siguiendo al historiador del arte José Luis Díez García, el original que puede hallarse en alguna sala del madrileño Museo del Prado: El cuadro representa el momento en que, tras sufrir un largo y angustioso sitio por las tropas romanas de Escipión el año 133 a. C. los habitantes de Numancia decidieron quemar su ciudad y acabar con sus vidas antes de caer en manos del invasor. Así un tumultuoso grupo de ciudadanos numantinos se agolpa junto a las murallas de la ciudad en llamas, ante la visión de las tropas de Roma, que se advierten al fondo, apostadas ante su campamento fortificado. El texto preparado por el doctor de la Universidad Complutense (quien fue encargado, por cierto, de trasladar el Guernica de Picasso al Museo Reina Sofía) continúa dando detalles que el embebido bebedor que los detecta a ojo de buen cubero va distrayendo al de por sí ya diferido brindis: A pesar de los evidentes descuidos de ejecución, justificables tanto por la inexperiencia del pintor en composiciones de tal envergadura como por la fogosidad propia de su estilo, el cuadro supone una extraordinaria modernidad para su tiempo, inmerso todavía el género en el más estricto purismo académico tardorromántico. En efecto, sorprende la osadía de su precoz realismo en la valentía de su técnica, deshecha y temperamental, a base de gruesas pinceladas de fuerte empaste, con un tratamiento eminentemente pictórico de la materia, insistida en alguna de las figuras cuyas carnaciones

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están tratadas con la voluptuosidad característica del estilo maduro del pintor, y en su innegable dominio de las grandes máquinas compositivas, verdaderamente apabullante en el amontonamiento efectista de las figuras que integran la escena, hábilmente dispuestas para remarcar la sensación de huida desaforada. De igual modo, Martí Alsina pretende hacer gala de su dominio de la anatomía humana, como se aprecia en el joven de larga cabellera y torso musculoso que pisotea en un ademán algo exagerado las insignias y estandartes de los romanos. También asoma un clasicismo subyacente en el diseño de algunas figuras, como el rostro en escorzo de la mujer muerta en primer término, que recuerda de inmediato un busto antiguo, o la matrona cubierta con la túnica del extremo derecho, concebida con un aplomo monumental y grave que evoca igualmente ejemplos de la estatuaria clásica...6

Alejo Vera y Estaca: El último día de Numancia. Óleo sobre tela, 1881. Museo del Prado.

—Arriba, abajo, aal centro y pa’ dentro. —Que esto que lo otro... ¡Salud! Imaginemos, formulado el brindis y apurado el primer trago, que más allá otra pintura cuelga en la pared del establecimiento y capta la atención del concurrente. Es ésta una reproducción de otro cuadro con el mismo título y el autor, nacido en la castellana Guadalajara, es Alejo Vera y Estaca (1834-1923). El original de El último día de Numancia también estaba en el Museo del Prado pero ahora puede contemplarse en la Diputación de Soria: Un soldado muerto está en el primer plano, atrás una mujer bebe lo que podemos inferir es un trago de veneno, el hombre a su lado prefiere no mirarla, en el suelo un herido entre moribundos la señala y de la muralla el humo del incendio se apodera contrastando en sus grises con la luminosidad que el pintor plasma. —¿Y para comer qué ordenan los señores?... Si una ficticia pulquería fuera la adornada con los cuadros de Alejo o de Ramón, tal vez se llamaría “Las nuevas viejas glorias numantinas”. Ubiquemos el imaginado establecimiento en la calle de Numancia de la sureña y más o menos nueva colonia Lomas de la Estrella en Culhuacán, o en la vieja colonia Álamos donde el nombre de las calles viene de la península: Isabel la Católica, Soria, Fernando, Alfonso XIII, Castilla, Andalucía, Toledo, Asturias, Galicia, Navarra, Cuenca, Coruña y Aragón. ¿Existirá un callejón de Numancia? ¿Sagunto? ¿Segeda tal vez o un andador de Celtiberia? 7 —¿De qué estamos hablando?
 —Numancia. —Ah sí, al Barcelona le tocó más canijo porque va contra el Celta. En cambio

“LO “ ‘NUMANTINO’ DEVIENE SINÓNIMO DEL ACTO DE ‘MORIR POR LA PATRIA’. ALGO ‘MUY ESPAÑOL’, DONDE SI EL PRESENTE LUCE DESASTROSO EL PASADO DE GLORIA LO JUSTIFICA TODO.”

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el Real Madrid la tiene fácil: el Numancia es de segunda división y creo que B. —Pero en la Copa del Rey se ponen perros. Acuérdate del Alcorcón en el 2009. Nomás cuatro goles se llevaron los merengues ¡y ni las manos metieron!...

II En Soria, no en la Zamora del pub en la Plaza Cristo Rey,8 es que está La Numancia si por Numancia entendemos los restos arqueológicos celtíberos y romanos en el Cerro de la Muela de la altiplanicie castellano-leonesa del Garray, localizados entre 1905 y 1912 por un arqueólogo alemán e hispanista llamado Adolf Schulten (1870-1960).9 Schulten identificó siete campamentos romanos mientras que arqueólogos españoles, que entre 1906 y 1923 10 entraron al quite por no estar muy bien visto que un germano hiciera tan nacionalista tarea en esos días de imperio español alicaído, escarbaban ocho hectáreas donde registraron tres ciudades superpuestas: dos romanas y una celtíbera. Durante la guerra y luego, en la dictadura franquista, a pesar del manoseado mito numantino, el sordo abandono de la zona sólo se romperá por el pastar de ovejas y el ululante correr de la ventisca.11 Setenta años después, en 1993, arqueólogos dirigidos por Alfredo Jimeno localizan el panteón celtíbero12 y en el 2015 el doctor Jimeno enarbola todos los argumentos para que la UNESCO considere al yacimiento numantino como “Patrimonio Inmaterial de la Humanidad”.13 Ya en las postrimerías del siglo XV, Antonio de Nebrija (1441-1522), el autor humanista de la primera gramática española y de la Muestra de las antigüedades de España (libro publicado en Burgos hacia 1499, antes de que dedicara “lo que de vida le quedaba a las letras sagradas”14), ubicaba Numancia ahí donde en el 134 a. C. llegó Escipión el Africano para, luego de aislarla con una muralla, proceder en el 133, a su muy romano estilo, a devastarla para que otros la tornaran “inmortal”. En 1788 Juan de Loperráez Corvalán, clérigo e historiador, autor de la Descripción histórica del obispado de Osma, localiza el emplazamiento cabal de La Numancia y dibuja un mapa para que quince años más tarde se echen a andar las excavaciones en el lugar, dirigidas por el historiador con afanes de lingüista Juan Bautista Erro. El también político vasco, ministro carlista, nacido en Andoaín, Guipúzcoa, muerto en Bayona y autor del Alfabeto de la lengua primitiva de España y explicación de sus más antiguos monumentos de inscripciones

y medallas (Madrid, 1806), buscaba hallar inscripciones que permitieran comprobar la relación entre el idioma hablado por él y algunos de sus paisanos y el de los antiguos numantinos.15 De Numancia dieron cuenta y la cantaron y cantan autores de épocas, haceres, pensamientos y lugares distintos. Un directorio largo llenaríamos con sus nombres: Alberti, Apiano, Azorín, Bécquer, Cervantes, Cicerón, Diódoro, Estrabón, Gerardo Diego, Gaya Nuño, Goethe, Graco, Juvenal, Machado, Ambrosio de Morales, Florián de Ocampo, Plutarco, Polibio, Ptolomeo, Rojas Zorrilla, Sánchez Dragó, Séneca, Shelley, Tiberio y con ellos, y más, varios anónimos. Ya arriba vimos como Martín de Riquer recordaba a los enardecidos de la Zaragoza sitiada por las tropas napoleónicas. De esa época (1808) es esta anónima canción marcial: España de la guerra / Tremola su pendón / Contra el poder infame /
Del gran Napoleón. / Sus crímenes oíd, / Escuchad la traición
/ Con que a la faz del mundo / Se ha cubierto de horror / [...] Perecerán las glorias / de toda su Nación / Al denodado impulso / Del esfuerzo español.
/ Y él mismo entre pesares, / Angustias y aflicción / Será víctima triste
/ De su ciega ambición.
 / Recuerdos de Sagunto 
/ Exciten nuestro ardor, / Y qual ella perezca / Todo buen español.
/ A Numancia imitad,
/ Renuévese su horror,
/ Y antes que ser esclavos / Muramos con honor.16 Coplas anónimas contra Napoleón donde Numancia será citada circulaban por las calles de España: Escucha Napoleón, / Si como fiel aliado, / Tus tropas has enviado, / Hallarás en la nación / Amistad y buena unión; / Si otro objeto te guió / Numancia no se rindió / Numantinos hallarás
/ En España reinarás
/ Pero sobre españoles, no. Numancia será identificada como resistencia, heroísmo, sacrificio, libertad y esas características irán definiendo “lo español”, la identidad a ser manejada por tirios y troyanos en distintos momentos de la historia.
Lo “numantino” será tema en las historias decimonónicas, del mismo modo que un as de la baraja en los días en que el imperio se desmoronaba con la pérdida de los últimos territorios en América y en Asia. Lo “numantino” deviene sinónimo del acto de “morir por la patria”. Algo “muy español”, donde si el presente luce desastroso el pasado de gloria lo justifica

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todo. Así pasa con Alfonso XIII y la dictadura de Primo de Rivera. Se retira el apoyo para continuar la exploración de las ruinas pero eso no obsta para que en la zona se inaugure un monumento que recuerde con fasto el sacrificio. Al llegar la República la mística del sacrificio se atempera y se adelgaza el empleo de la palabra “patriotismo” al hablar de lo “numantino” pero no desaparece.
Recordemos el libro que el profesor Rafael Altamira publicó en 1933: Manual de historia de España que —según advierte en el prólogo a la primera edición madrileña— está pensado “para el gran público, ese público general de no especialistas y de ciudadanos que desean, y necesitan, una cultura elemental de Historia de España y no pueden disponer de mucho tiempo para adquirirla”17. En este volumen que el autor reeditará trece años después en su exilio argentino, se puede leer sobre Numancia en tres apartados: “La guerra de Numancia”, “Cómo guerreaban los celtíberos” y “Toma y destrucción de Numancia”. Del primero cito: El solo nombre de Numancia llegó a inspirar terror a los soldados de Roma, quienes repetidamente se negaron a tomar parte en esta guerra. He aquí cómo pinta un historiador contemporáneo de aquellos sucesos ese terror de los romanos: Súpose en Roma (año 151 a. C.) por Quinto Fulvio, un general, y los soldados que a sus órdenes sirvieron en España [...] que los celtíberos eran invencibles [...] Tales noticias produjeron en la juventud consternación tan grande, que los más ancianos declaraban no haber visto nunca en Roma cosa semejante. En fin, la aversión por el viaje a España (sic) creció hasta el punto de que, mientras en otras ocasiones se encontraban más tribunos de los necesarios, ninguno solicitó entonces ese cargo [...] lo más deplorable fue que la juventud romana, a pesar de ser citada, no quiso hacerse inscribir para el servicio militar, y para evitar el alistamiento valióse de pretextos que ni el honor permite examinar, ni la vergüenza explicar. La multitud de los culpados hacía imposible el castigo. El historiador que habla de “España”, avalado quizás por la idea de que es un “manual”, no cita su fuente en ese primer apartado. En el segundo continúa citando al informador anónimo: Ese mismo historiador añade que a la guerra con los celtíberos le dieron los romanos el nombre de “guerra de fuego” y que era de muy distinto género que las de los germanos y los asiáticos. Éstas terminan habitualmente con una sola batalla, rara vez con dos, y casi todas ellas se deciden al primer choque y por el ataque de todas las tropas.
Es evidente —continúa Altamira— que en este párrafo el historiador se refiere particularmente a la guerra de guerrillas, tan característica del modo español de pelear y tan fatigosa y azarante para los ejércitos acostumbrados a los combates en formación y en grandes masas, como lo era el romano.18 En el tercer apartado aparece Escipión:

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... el general que le hacía falta. Sitiada por él rigurosamente (año 134 a. de J. C.); faltos de alimentos y de agua los numantinos; desamparados por las tribus vecinas que, menos heroicas, temieron colocarse frente al citado general, vieron aquéllos que era imposible continuar la lucha. Aun entonces, lejos de rendirse incendiaron la ciudad y decidieron pelear hasta morir o suicidarse antes que caer vivos en poder del enemigo. Escipión sólo pudo apoderarse de un montón de ruinas y cadáveres. Recientemente esas ruinas han sido descubiertas y han revelado muchos datos interesantes de las costumbres y de las artes de los numantinos, como luego veremos.19 Altamira analiza la manera de guerrear de los numantinos con “sus combates parciales tan característicos del modo español de pelear: las guerrillas”. Tocará sí “el valor y el heroísmo” pero propone un mayor rigor que permitirá continuar con la investigación que arroja “datos interesantes” sobre “costumbres y artes de los numantinos”. No sucederá igual tras el levantamiento de los nacionalistas en 1936.
Martín de Riquer, quien se refirió a la numantina pieza de Cervantes al hablar de la guerra contra los invasores napoleónicos, por supuesto no menciona lo acaecido en el Madrid del 1937, cuando el ya citado Rafael Alberti junto con su compañera María Teresa León (1903-1988), directora, actriz y poeta, también integrante de la Generación del 27, presentaron su propia adaptación de El cerco de Numancia cervantino en el Teatro de la Zarzuela: Alto, sereno y espacioso cielo / que, con tus influencias, enriqueces / la parte que es mayor de este mi suelo
/ y sobre muchos otros le engrandeces, / muévete a compasión mi amargo duelo // y, pues al afligido favoreces, / favoréceme a mí en ansia tamaña,
/ que soy la sola y desdichada España. El adjetivo “numantino” bautizará lo mismo a grupos del bando republicano (el Batallón de Numancia) que de los fascistas (el Tercio de Requetés Numantinos). Concluida la guerra e instaurada la dictadura de Franco no es difícil intuir que “lo numantino” se convertirá en sustento de esa España grande y única pretendida. Con ella de la mano vendrán el Cid y don Quijote y, por supuesto, Santiago el Apóstol. Cualquier distorsión histórica parecía válida al poder para lograr sus fines. Lo “numantino” era ya no sólo patriótico sino hasta “católico”, aunque los numantinos de ello no tuvieran noción. Si Numancia había decidido morir era para que España se tornara inmortal y con el Caudillo como guía —clamaban los corifeos— España lo sería. Numancia era una lección que había que aprender y estar preparado para repetir, rezaban. Pensarlo de otro modo resultaba intolerable. El militar gallego manco y tuerto José Millán Astray, que respondió a Unamuno su frase de “Muera la inteligencia, viva la muerte” será en el franquismo “lo numantino” exacerbado. ¿Y qué es Numancia hoy, qué significa?

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Fuente > Turespaña

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Yacimiento arqueológico de Numancia.

Pienso en la revista de viajes que cité y en cómo España se torna por doquier espectacular parque temático. Numancia se concibe entonces como polo turístico: como atractivo para vivir la historia en una noche con toda su intensidad y salir airoso de la experiencia, ávido de experimentar la siguiente en otra parte, los próximos días de asueto. Si en la realidad —y de ello habla muy claro Sergio del Molino— existe la España vacía, la ficción del consumo propone como alternativa “la España vacua”. ¿Qué es La Numancia hoy en este rápido menú de comida rápida? Un letrero más en un nuevo local será colgado: “¡Que viva lo español que España ahí viene y por un bajo costo te entretiene!” El tema da para más, para mucho más y en él continuaré. Notas Gerardo Diego Cendoya (1896-1987), escritor santanderino, fue uno de los mayores representantes de la Generación del 27. Luego de apoyar a los golpistas del 18 de julio permaneció en la España franquista concluida la Guerra Civil. Varias calles con su nombre hay en Madrid, Vitoria-Gasteiz, Sevilla, Cuenca y, por supuesto, Santander y Arcos de Jalón. 2 “Nací en Madrid. Por parte materna soy madrileño de cuarta generación, algo muy raro en una ciudad de aluvión. Mi padre, sin embargo, es de Arcos de Jalón, un pueblo de Soria. Por razones que nunca he comprendido bien, mis padres hicieron el camino inverso al de todo el país [...] Cuenta mi madre que aquello era tan extraño, unos forasteros de Madrid instalándose en el pueblo del cual se marchaban los jóvenes precisamente a Madrid, que la mudanza fue un espectáculo que congregó a todos los vecinos. Hacía mucho tiempo que no veían a una pareja con un niño pequeño llegar a esa villa, por lo demás hermosa y de calles medievales, pero donde los inviernos pasan entre nieves y nieblas y con termómetros que no suben de cero grados [...] El pueblo había sido un enclave militar en tiempos del imperio romano, y antes un castro ibérico, por lo que era y es un tesoro arqueológico.” En Sergio de Molino, La España vacía (Viaje por un país que nunca fue), Turner, Madrid, 2016, p. 34. Me pregunto: ¿Habrá comido alguna vez Sergio del Molino en La Numancia? ¿Se habrá hospedado en el hostal homónimo? 3 “Revelación”, soneto de Gerardo Diego, fue publicado en 1941 en el libro Alondra de verdad (Escorial). ¿Cuántos bardos de diferentes siglos, creencias, ideologías han cantado a Numancia? Queda abierto el tema y en tanto cito un fragmento del también miembro de la Generación del 27, Rafael Alberti (1902-1999): “Adivino, querida España el día en que pasados muchos siglos, lleguen cómplices del terror y la agonía, los malos españoles que te entreguen a otro 1

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romano de ambición sombría”, tomado de una versión que el poeta comunista —que al exilio argentino fuera en 1940— hizo de La Numancia de Cervantes. 4 Construida en astilleros franceses que cobraron por ello la exorbitante cantidad de ocho millones de pesetas de entonces, la fragata llamada “Invencible” (como en 1588 motejada fue por los ingleses “Invencible” la Armada de Felipe II que zozobró en su intento por derrocar a Isabel I) tuvo su botadura el 19 de noviembre de 1863. ¿Quién decidió bautizar al barco con el nombre de La Numancia y por qué? La nave cruzó velozmente el Atlántico para, salvado el Cabo de Hornos, participar en la guerra del Pacífico contra Chile y Perú. Ahí va dirigida por el almirante Casto Méndez Núñez, quien sustituyó en el mando al muerto por propia mano José Pareja y quien pasaría a la nómina de autores de frases célebres con aquella de “La reina, el Gobierno, el país y yo preferimos más tener honra sin barcos que barcos sin honra”; ahí va y bombardea con escándalo el puerto peruano de El Callao. De ello da cuenta Pérez Galdós en su novela reeditada en Madrid en 2010 por Alianza Editorial: “Disparó La Numancia sus primeros tiros, colocándolos en la batería que llevaba el nombre de Santa Rosa. Contestó sin tardanza el Perú. Tronaron luego las demás fragatas, conforme iban llegando frente a las baterías, y bien pronto el humo denso envolvió la tragedia y un estruendo pavoroso arrojó de los aires todo el silencio de la naturaleza. El tiempo era absolutamente olvidado”.
La “Invencible” no participaría en la guerra hispano-estadunidense (1898) por estar en reparaciones y finalmente, en 1916, dispuesta su baja del servicio, fue vendida a unos astilleros de Bilbao. Hacia allá iba La Numancia remolcada cuando se hundió frente a las costas de Portugal. Antes me hundo sola —pareció decir con ello la numantina embarcación— que acabar como chatarra en manos de quién sabe quién. 5 De Riquer, Martín, Para leer a Cervantes, El Acantilado, Barcelona, 2003, pp. 60 y 90. 6 Catálogo para la exposición, “La pintura de Historia del siglo XIX en España”, Consorcio para la Organización de “Madrid capital europea de la cultura”, Madrid, 1992, pp. 184-187. 7 Arriba advertí que volveríamos con Sergio del Molino y su libro La España vacía a propósito de Celtiberia. Recupero algunos párrafos de las páginas 50 y 51: “Un grupo de profesores de la universidad de Zaragoza [...] Se inspiran en los trabajos de Mariano Iñiguez Ortiz, un antropólogo de comienzos del siglo XX que sostenía que los mitos y los ritos de las poblaciones celtíberas anteriores a la dominación romana se habían conservado en los montes de esas provincias (Guadalajara, Cuenca, Teruel, Soria, La Rioja, Burgos y el interior de Castellón y Valencia) que corresponden con lo que se llama la Cordillera Ibérica [...] Celtiberia sería una nevera o un congelador que conserva el pasado porque nunca ha tenido presente ni futuro [...] Los promotores de Celtiberia, liderados por el catedrático de prehistoria Francisco Burillo Mozota, invocan un pasado mítico, la ciudad perdida de Segeda. Según sus estudios, basados en hallazgos arqueoógicos y fuentes históricas romanas, fue la ciudad más grande de la España prerromana, mayor que Sagunto y que Numancia, aunque muchísimo menos conocida, y protagonizó uno de los episodios más importantes de la guerra de Hispania. Al parecer, se levantó cerca de la actual Calatayud, entre los pueblos de Mara y Belmonte de Gracián, y tuvo influencia sobre un amplísimo territorio que comprende casi todo el de las provincias citadas.” ¿Por qué el énfasis sobre Numancia —pregunto— y darle a Segeda, en la historia y el mito, un papel secundario y accesorio: la ciudad que decidió fortificarse, lo que hizo que los romanos lo tomaran como una provocación, obligando a que sus habitantes fueran a refugiarse tras los muros de Numancia? ¿Qué fue de esa Segeda descubierta por un alemán siglos después de ese año 153 antes de Cristo, y por qué Numancia devino mito y Segeda se olvidó o casi se olvidó hasta ahora? 8 En los casi ochos siglos que duró el dominio musulmán en la península, Numancia y su ubicación se fueron diluyendo de tal forma que en el siglo X los reyes de León aseguran que los cimientos zamoranos se encuentran enclavados sobre la mítica ciudad, a 300 kilómetros de Soria. La historia documentada y la arqueología desmentirían tal aserto entrado el siglo XVI, aunque todavía hasta el siglo XIX los zamoranos querían continuar con el debate. 9 Impreso por primera vez en la “ciudad de Méjico” en 1948, el libro Las nacionalidades españolas de Luis Carretero y Jiménez reza en la página 328: “Dice Bosch-Gimpera que las notas comunes a todos los iberos y aun a todos los pueblos primitivos de España parecen haber sido: el espíritu de independencia y de oposición a dominios forasteros, el orgullo, el sentido de la hospitalidad, el ser asequibles al trato benévolo y resisten-

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Foto > Especial

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Caballo de Numancia. tes al altanero, la ingenuidad y la credulidad, a la vez que la indolencia y la inconstancia para empresas largas, la división con tendencias a la anarquía [...] Estos rasgos coinciden —continúa Carretero— con los que Schulten, el investigador alemán que vivió muchos años en Soria para estudiar las ruinas de Numancia y la cultura de los celtíberos, señaló como característicos de este pueblo: el orgullo, la terquedad y la indolencia, y también la caballerosidad, la fidelidad y la hospitalidad. Después de decir que el castellano —refiriéndose al de la Castilla serrana, la de las viejas comunidades— es sobre todo un celtíbero, Schulten describe el orgullo celtibérico como estimación de sí mismo, en el sentido de que quien se respeta a sí mismo respeta a los demás.” Anselmo Carretero y Jiménez, Las nacionalidades españolas, Hyspamérica Ediciones, México, 1977, 3a. edición, p. 328. 10 En septiembre de 1923, tras un golpe militar, comienza la dictadura de Miguel Primo de Rivera quien decide —entre las muchas cosas que decidió en contubernio con el rey Alfonso XIII—retirar el apoyo económico a las excavaciones arqueológicas. 11 Escribe el narrador e historiador del arte Juan Antonio Gaya Nuño (1913-1976): “Numancia está marcada por un sino tan desdichado, por tan perpetua desgracia, que, siendo tema de sublimidad cierta para poetas, no los ha tenido, y, en cambio, es cebo y bocado de arqueólogos. Arqueólogos sin tasa la miden, palpan y auscultan, como harían unos cuantos cirujanos con un bello cuerpo de mujer, preocupados por su dolencia, pero sin ojos para todo lo que tuvo de hermosa [...] Allí, a sólo siete kilómetros de Soria [...] Las mañanas blanquean la escarcha sobre los pobrísimos pedruscos. Hiela todas las noches, y estos pedruscos de triste mampostería van explotando, como bombas dejadas por los romanos, con una espoleta retardada en veinte siglos, para que la ruina sea absoluta, para que ni guijarros queden en Numancia. Las tristes ruinas de Numancia se están pulverizando, disueltas por granizos, lluvias y heladas. Alguna vez sale un sol pálido, que se apresura a ponerse, dejando relumbrar un poco, a lo lejos, los campamentos romanos, que odiaban mis heroicos tatarabuelos.” Juan Antonio Gaya Nuño, El santero de san Saturio, Espasa-Calpe, Madrid, 1965, cap. V. 12 Y continúa en ese capítulo V de su novela el autor Gaya Nuño (quien, por cierto, fue condenado por la dictadura franquista a veinte años de prisión por enlistarse, luego de ser fusilado su padre por las tropas del golpista general Mola, en el batallón Numancia republicano): “El calorcillo, bajo el cerro, indica la prisa con que se pudrirían los cadáveres de los defensores, antes de que los llevasen a la necrópolis que hoy permanece oculta sin ultrajar. Y que así sea por muchos años [...] De todos modos, dentro de cuarenta años no quedará ninguna piedra de Numancia, y la curiosidad satisfecha no bastará a resarcirnos de la pérdida. Se nos habrá perdido esta ciudad sagrada del individualismo, la libertad y la pobreza celtibérica. No quiero decir mucho más sobre Numancia, porque es monumento tan singularmente lleno de dolor, que no puede ser descrito. Ha de ser visitado, y allá cada uno con su sensibilidad y su conciencia histórica. Pensad que la guerra, sitio y ruina de Troya, dieron lugar a varias obras maestras de la épica universal, todo porque una tal Elena, casada y disoluta, fue seducida. En Numancia no actuó ninguna Elena. Los jerarcas de Troya, Priamo, Héctor y Eneas, estaban emparentados con los dioses, mientras que los numantinos no tenían ningún pariente divino y continuamos sin tenerlo. Y así es como para los vencidos no hay jamás consideración ni honores en la historia.” 13 El 22 de septiembre de 2017 se anuncia en una revista de viajes llamada Condé Nast Traveler que en el artículo siguiente se invertirán tan sólo siete minutos de lectura. Advertido esto al posible como apresurado lector, presumible hombre de su tiempo, viene entonces la cabeza: “Diez mo-

tivos por los que Numancia merece ser Patrimonio de la Humanidad”. Reza el cuerpo: “Ahora que se cumplen 2150 años de la épica caída de esta ciudad celtíbera a manos del ejército romano, es hora de reivindicar un yacimiento que es muchísimo más que un mero hallazgo arqueológico (SIC por las cursivas). Entre atractivas fotografías del lugar y anuncios de otras revistas como Vogue, prosigue el texto: “Por mucho que, al día de hoy, Numancia no esté en la lista tentativa de la UNESCO, pocos lugares en España tienen más razones para ser Patrimonio de la Humanidad que éste. Y más si se valoran los esfuerzos que, en los últimos años, está realizando el Foro Soria 21 con el fin de que se reconozca a nivel regional, nacional e internacional la importancia de este sitio tanto en la historia de España como en la de Occidente. Puede que a ojos ‘instagrammers’ el vasto Cerro de la Muela no tenga esa fotogenia que muchas veces eclipsa el valor real de los lugares. Sin embargo, es testigo y poso de una de las historias bélicas más asombrosas de la Antigüedad. Un hecho que no debería de pasar por alto la UNESCO ya que creó este título con el fin de preservar y reivindicar aquellos bienes de importancia cultural única [...] Y, aunque sus restos arqueológicos no sean los mejor conservados, el mero hecho de ser una de las más grandes urbes de esta época ya supone un hito a tener en cuenta [...] Las dolorosas y humillantes derrotas que iban sufriendo las legiones obligaron al Senado a llamar a filas a Publio Cornelio Escipión Emiliano, nieto del general que derrotó a Aníbal y flamante conquistador de la ciudad de Cartago. Un dato que demuestra que Numancia había pasado de ser una anécdota en el mapa a ser un auténtico quebradero de cabeza; Roma convirtió la victoria de sus huestes en algo épico, ensalzando al enemigo como si se tratara de seres sobrehumanos. El éxtasis llegó con el consiguiente desfile de Escipión por las calles de Roma presumiendo de su victoria y con cincuenta sobrevivientes numantinos como testigos de todo. Rápido los principales cronistas romanos de la época tiraron de epítetos e hipérboles con las que hacer justicia a su contrincante y elevar a mito su ferocidad [...] Poco a poco, la gran urbe y sus restos desparecieron. Tanto que incluso a mediados del siglo XIX se pensaba que la original Numancia se encontraba en Zamora. Sin embargo Eduardo Saavedra encontró en 1860 los primeros indicios de unas ruinas que, más adelante, se confirmaron y desvelaron como la legendaria Numancia; el hallazgo atrajo a los mejores arqueólogos en una época en la que el viejo continente estaba azotado por una fiebre por lo Antiguo [...] Varias maquetas y réplicas muestran cómo era la vida de los desconocidos celtíberos, el sitio de los romanos y la vida tras la conquista. A través de un recorrido de doce puntos se profundiza en los principales hallazgos arqueológicos y antropológicos de una manera entendible y universal [...] Además de la relevancia histórica y turística, Numancia cuenta con una tercera pata fundamental: la cultural. La primera evidencia es la lingüística, con el topónimo numantino convertido en un adjetivo que la RAE define de ese modo: Que resiste con tenacidad hasta el límite, a menudo en condiciones precarias. Es decir, espartanos pero a la española. La épica pasó, en 1945, de lo militar a lo futbolístico, con la fundación del Numancia de Soria, principal equipo de la ciudad que tomó su nombre y su espíritu (los partidos invernales en Los Pajaritos son sólo para valientes) del viejo asentamiento celtíbero; como ha quedado patente, no es sólo un yacimiento. Es el recuerdo de una resistencia que se ha elevado a leyenda y que ha inspirado a políticos, arqueólogos y artistas de diferentes épocas. Un lugar cuyo magnetismo trasciende a la historia y que hace que, para la UNESCO, tenga que ser algo más que un bien cultural o inmaterial. Quizás sea el momento de crear una nueva etiqueta en la que ambas se fusionen o que reconozca que un lugar se puede convertir, también, en una herramienta de memoria y conciliación”. 14 Marcel Bataillon, Erasmo y España (Estudios sobre la historia espiritual del siglo XVI), FCE, México, 1982, p. 26. 15 Escribe Fernando Sánchez Dragó en su Gárgoris y Habidis. Una historia mágica de España (Planeta, Barcelona, 2001, p. 106): “¿Fue el vascuence, en el que se ha visto una de las setenta y dos lenguas matrices de la dispersión, común denominador de los dialectos peninsulares? El gran Humboldt lo afirma a rajatabla: ‘Dos puntos me parecen perfectamente establecidos [...] Los antiguos iberos son la cepa de los vascos actuales [...] El vascuence fue la lengua de los primitivos habitantes de España, tanto de los autóctonos como de quienes llegaron a ella en época anterior a cualquier testimonio histórico’”. 16 Sabino Delgado (ed.), Guerra de la independencia (proclamas, bandos y combatientes), Editora Nacional, Madrid, 1979, pp. 370-373. 17 Rafael Altamira, Manual de Historia de España, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1946, 2a. ed. 18 Op. cit., pp. 69-70. 19 Idem, p. 70.

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EL CORRIDO DEL ETERNO RETORNO

ESCRIBIR EN COMPU A JENA

11 Por

CARLOS VELÁZQUEZ

@charfornication

U

na maldición pende sobre mi yo escritor. Más de la mitad de mi obra la he pergeñado en computadoras ajenas. Mi primer libro, Cuco Sánchez Blues, lo tecleé en una máquina de escribir herencia de una tía de mi compa don Jilo. En mi casa no existían libros, hasta que yo comencé a ingresarlos. Y por supuesto un artefacto para mecanografiar era un elemento de la ciencia ficción para mi familia. Atestiguar el milagro de la máquina de escribir por primera vez fue para mí como debió ser descubrir el fuego para el Neandertal. Tiempo después sería mí. Me la obsequiaron. Es el mejor regalo que me han hecho en mi vida. En ella amalgamé el Cuco Sánchez Blues y una serie de semipoemas que me llegaron en oleadas durante todo un mes. Redactaba tres al día apenas despertaba. Tiré la mayoría. Me quedé con cuarenta páginas que se perdieron y hace un tiempo recuperé de un disquet de computadora. De las hojas de máquina trasladé Cuco Sánchez Blues a un archivo Word en cafés internet. La Biblia Vaquera la comencé en la misma máquina de escribir. Y la terminé en una Mac de escritorio con forma de güevo propiedad de la madre de mi hija. Con uno de los cuentos del libro gané un premio. Pero en lugar de comprar una computadora invertí en un iPod. Todavía no me asumía como escritor. Sin embargo, mi siguiente título ya se estaba cocinando. Por esa época me separé de la madre de mi hija. Me quedé sin Mac y fui timado.

UN DÍA EL DISCO DURO DE LA MAC SE DESPEDORRÓ. Y NO PRESERVO UN TRAUMA, NO SÉ POR QUÉ, ME ATERRA MÁS PERDER LOS AUDÍFONOS.

El sino del escorpión

Me quedó una PC más jodida que un Datsun modelo 89 a cambio de la discografía completa de Sonic Youth en CD. En esa carcacha inicié lo que sería La marrana negra de la literatura rosa. Uno de los disgustos más grandes de mi vida me lo patrocinó el dinosaurio ese. No guardó el final de un cuento. Traté de escribirlo muchas veces después pero nunca quedó igual. Entonces conocí al Koronel Curtz. Me casé con ella por su laptop. Ahí terminé La marrana negra de la literatura rosa. Recuerdo las peleas interminables que teníamos porque mi ex esposa le cambiaba la contraseña a cada rato. Me secuestraba mi obra. Y eso me producía un profundo dolor. Decir que la literatura es un oficio ingrato es verdad, pero me ha recompensado. Tardaría casi diez años en comprarme una compu con el fruto de mi trabajo literario. Me separé del Coronel Kurtz y me volví a quedar sin computadora. Yo ya era el autor de dos libros que no habían pasado del todo de noche y sin embargo me encontraba en un callejón sin salida, sin herramienta de trabajo y con una hija que mantener. No me quedó más remedio que trabajar como godínez. Y tanto mis columnas como algo de ficción lo escribía en la compu de mi oficina. Tiempo después y con sacrificios por fin me compré una Mac. No me arriesgaría a perder otra vez archivos en una lap. Mi MacBook Pro fue huésped de El karma de vivir al norte y de La efeba salvaje. Todo el tiempo que escribí con computadoras prestadas o en la máquina de escribir o en

cafés internet me sentí como si planchara ropa ajena. Y sin embargo, ahí estaba yo en todas esas páginas. Nunca he entendido la vocación. Para mí la literatura fue un accidente. Que luego se disfrazó de vocación. Y ahora no puedo escapar de ella. Ni lo deseo. Pensé que había escapado de esa tara. Que también asocio con la persona que siempre anda chocando con los muebles o con mi facilidad para perder vuelos. Pero me volvió a ocurrir. A mis casi cuarenta años, y con mis pies ya bien plantados en las letras, un día el disco duro de la Mac se despedorró. Y no preservo un trauma, no sé por qué, me aterra más perder los audífonos. Y regresé al principio. La segunda parte de la redacción de El pericazo sarniento la revisé en una compu prestada. Una lap top. Hacía tanto tiempo que no tecleaba en una que fue todo un reto. Y en el proceso el miedo a que me hiciera una mala jugada no me abandonó. No sin cierto fatalismo me atacó la incertidumbre de que no puedo escapar de mi destino. ¿Será que en veinte años esté escribiendo en el aparato de alguien más? No me preocupa. Y aunque a veces me he sentido como un turista, que está de paso por una ciudad y se larga, eso ha sido para mí hasta ahora el oficio de la literatura. Robar cosas de un sitio y moverme. Lo digo sin romanticismo. Cuando era niño no tuvimos casa propia. Viví con mi abuelo, luego en casa de un tío y al final la casa donde transcurrió mi adolescencia era un préstamo. Eso ha definido mi manera de estar en el mundo. Y en la página.

Por ALEJANDRO DE LA GARZA @Aladelagarza

“Nada altera el desastre” (va al alza) HASTA su conectado nido al fondo de la grieta en el muro, llega al escorpión el ánimo Pacheco (de José Emilio, se entiende): “Nada altera el desastre: llena el mundo / la caudal pesadumbre de la sangre”, lee el arácnido en el verso del poeta de la desesperanza. Y no es para menos ante la circunstancia del país, en medio de un proceso político-electoral oneroso y primario, donde como última novedad la lista de candidatos a diputaciones plurinominales sólo reitera fueros y privilegios para delincuentes de toda ralea y partido. En el año 2000, ilusionado por Fox como buena parte del país, Enrique Krauze escribió: “La ‘dictadura perfecta’ —como la llamó Vargas Llosa— murió, sin llantos ni obituarios, el 2 de julio de 2000”. Dos sexenios después, en 2012, y ante el triunfo de Peña Nieto, matiza en el diario español El País: “La ‘dictadura perfecta’ quedó en el pasado. Lo que vivimos ahora es algo más prosaico

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y normal: una democracia en construcción. Y nuestras acciones, pronto se verá, irán al alza”. Curioso aceptar, finalmente, la tesis de la dictadura perfecta sólo para despedirse de ella y tras haberla negado por una década. ¿Al alza?, se pregunta el alacrán, mal habituado a los sismos y al desvío de los recursos para la reconstrucción: al alza la violencia policiaco-criminal (ir a Veracruz es un viaje al secuestro, la desaparición y la fosa clandestina, tal como en Guerrero, Coahuila, Nayarit o Colima); al alza los feminicidios (esta semana una enfermera militar, una funcionaria de alcaldía del estado de Guanajuato, una joven trabajadora de Mundo E perdida en Ecatepec); al alza como nunca la corrupción (casas blancas, socavones, estafas maestras, empresas fantasma, OHL, Odebrecht, desvíos multimillonarios a las campañas electorales, compra de “intelectuales” financiados con dineros públicos);

al alza la impunidad (de criminales, homicidas, funcionarios públicos menores, secretarios de estado, gobernadores); al alza los beneficios para las élites del país. Al alza el desastre. Pero como ésta es una columna cultural, el venenoso opta mejor por celebrar los más de 24 millones de pesos donados en 2017 (sin transparencia y autorizados por Hacienda) para la biblioteca privada con acceso público del Centro Fox, según reportó el portal sinembargo.mx Vicente Fox, tan probado lector de “Borgues” que le concedió el Nobel, y Marta Sahagún, reconocida admiradora de “la escritora Rabinagrand Tagora”, al parecer tienen la mejor biblioteca privada-pública del país, a la cual, colige el artrópodo, asisten con regularidad los habitantes de San Cristóbal, Guanajuato. Al alza también los ansiolíticos en el nido del escorpión. C

MÁS DE 24 MILLONES DE PESOS SE DONARON EN 2017 PARA LA BIBLIOTECA PRIVADA CON ACCESO PÚBLICO DEL CENTRO FOX.

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GUSTAVO ARRÓNIZ UN GALERISTA EN BUSCA DE UN CREADOR Cada cierto tiempo el arte y sus espacios se renuevan. Las miradas cambian y los jóvenes comienzan a trazar las nuevas rutas del arte contemporáneo. Gustavo Arróniz, especialista en comercio internacional y director de la galería Arróniz Arte Contemporáneo, ha decidido marcar un nuevo rumbo en el arte contemporáneo y apostar por artistas nunca

expuestos en México. Desde sus inicios, este espacio de la colonia Roma (Tabasco, 198) —reconocido con el Premio Ciudad de México por su valiosa iniciativa— se ha dedicado a promover a las nuevas generaciones del arte mexicano y latinoamericano, y es una de las pocas galerías mexicanas que asiste a ferias en Colombia, Chile, Argentina, entre

otros países. Gustavo Arróniz, un promotor del arte en busca de artistas, como él prefiere llamarse, nos habla de esa exploración incansable entre los creadores de América Latina y sobre el comercio del arte y las galerías en nuestro país que, según afirma, conforman “el mejor momento de la producción y oferta del arte contemporáneo.”

Por

ESGRIMA

¿Qué significa ser galerista en la Ciudad de México? Tener un espacio expositivo abierto al público es una manera de aportar a la cultura de la zona, de la ciudad, del país y a nivel internacional. Una de las principales labores que tenemos es promover la creación de obra de diversos artistas y después damos paso a la venta de todo aquello que se exhibe, con la idea de que los artistas sigan creciendo y que el espacio siga funcionando. Añadiría que la creación de cultura con un esquema de gestión comercial a largo plazo es un reto enorme. ¿Cómo defines la competencia y el movimiento del arte contemporáneo que se desarrolla en la Ciudad de México? Este es el mejor momento de la producción y oferta de arte contemporáneo y galerías. Después del terremoto las galerías volteamos a vernos como un gremio, como un grupo, y entendimos que, aunque la competencia es fuerte, también puede ser colaborativa, y que juntos hacemos que el arte contemporáneo mexicano se entienda como un todo, lo que le da mucha fuerza. Este es un punto a favor de todos que nos hace fuertes ante la mirada extranjera. Incluso se nos ha comparado con el centro creativo que en su momento fue Berlín, pero que ahora es la Ciudad de México. ¿Cómo es posible diferenciarse entre tanta oferta? Desde un principio la galería Arróniz Arte Contemporáneo tuvo muy clara su línea, lo que ha querido abarcar, y eso nos hace diferentes. Hemos apoyado a distintos artistas, ahora apoyamos a creadores de entre 32 y 42 años cuyo interés tiene que ver con la idea del espacio exterior, interior y arquitectónico. Además de eso, la galería miró hacia afuera y se comenzaron a hacer series internacionales para que nuestros artistas tuvieran mayor exhibición y de ahí surgieran proyectos que apoyaran sus carreras en diferentes países. Tenemos un programa en el que exhiben artistas que nunca han expuesto en México y con el nuevo espacio de la

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ALICIA QUIÑÓNES

galería vamos a poder impulsar proyectos en el exterior. Esto nos hace distintos. ¿Qué buscas en un artista para que pueda estar en una galería? Tiene que ver con la generación, con sus intereses estéticos en relación al espacio, a la música y la creación simétrica; esas líneas nos dan una guía para seleccionar a los artistas que llegan a nuestro espacio.

EN UN PAÍS COMO EL NUESTRO, TODAVÍA QUEDA MUCHO POR HACER EN CUESTIONES COMO LA EDUCACIÓN DEL PÚBLICO: CÓMO MIRAR, CÓMO APRECIAR Y CÓMO ADQUIRIR EL TRABAJO.”

¿Cómo se incopora a un nuevo artista en el mercado? Es una labor compleja, hay que trabajar el doble o más. Hay que invertir más tiempo con los coleccionistas, explicarles el valor de estos artistas y de nuestra apuesta. Hemos llevado a nuestros clientes de la mano de nuestras apuestas estéticas. Gran parte de nuestro trabajo consiste en crear un lazo de confianza entre nuestros clientes y la galería. ¿Cómo se crea una tradición en una galería, qué tanto trabajo implica? Me considero más un promotor cultural que un galerista, porque la base de mi quehacer es promover al artista y su trabajo. En un país como el nuestro, todavía queda mucho por hacer en cuestiones como la educación del público: cómo mirar, cómo apreciar y cómo adquirir el trabajo. Pero después también tenemos que hacer un fuerte trabajo entre el artista y curadores, galeristas, etcétera, donde se busca que el artista llegue a otras galerías, museos y centros culturales. La intención es que nuestro trabajo sea publicado en libros de importancia internacional, y que finalmente sea adquirido no solamente por particulares sino por instituciones. Todo eso hace que la obra adquiera un valor. Es un trabajo que implica darle todo el respaldo a un artista. La definición más simple para nuestra labor es que hacemos todo aquello que el artista no puede hacer más allá de su obra.

Arte digital > Staff > La Razón

¿Qué se expone ahora en la galería? Desde 2012 hemos creado una muestra en la sala principal y otra en la sala de proyectos. Esto decidimos continuarlo en nuestro nuevo espacio, que también está en la colonia Roma, y agregamos otro espacio para exposición en la terraza. Actualmente tenemos el trabajo de Moris, un joven artista mexicano, de los más importantes a nivel internacional y de la galería, con el proyecto “Cuatro patas bien dos pies mal”, con el que construyó una caja dentro del espacio: es una obra que invadió nuestra galería. Y, por otro lado, tenemos a una artista oriunda de Toronto con su primera exposición en México, Roula Partheniou, con quien hemos abierto la posibilidad de traer artistas de Canadá a México. ¿Dirías que vende bien el arte mexicano? Sí, vende bien porque estamos en un buen momento. El arte mexicano tiene una muy buena carta de presentación. De hecho, muchos creadores están llegando a México para producir, en principio, porque la marca del arte mexicano tiene un buen nivel.

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