Sensacional de Box Cubano: Kid Chocolate, Ultiminio Ramos y Mantequilla Nápoles

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FRANCISCO HINOJOSA

TEORÍAS CONSPIRANOICAS

CARLOS VELÁZQUEZ FESTIVALITIS

N Ú M . 1 2 8

S Á B A D O

NAIEF YEHYA COCO

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El Cultural [ S u p l e m e n t o d e La Raz Razón zón ]

KID CHOCOLATE ULTIMINIO RAMOS MANTEQUILLA NÁPOLES Invitado especial

JAKE LA MOTTA

MARY CARMEN SÁNCHEZ AMBRIZ •

ALEJANDRO TOLEDO

Philip Glass

ENTRE EL SONIDO Y LA FURIA ANTONIO SABORIT Arte digital > Staff > La Razón

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Figura legendaria del boxeo cubano que gozó sus años de gloria en Estados Unidos, durante la década de los treinta del siglo XX, Kid Chocolate (1910-1988) rompió récords de asistencia y de honorarios, alcanzó el rango de un ídolo y cultivó la imagen de un dandy, a la vez que atrajo la atención de escritores y celebridades que admiraron el punch, más la velocidad y destreza de su estilo. En la compañía de Ultiminio Ramos y Mantequilla Nápoles, este número de El Cultural reúne a tres leyendas del ring, con los recursos de la investigación, la escritura, y desde luego la pasión por un deporte cuyos orígenes son parte de la cultura occidental.

Kid Chocolate

EL A RTE DE DA NZ A R SOBR E EL RING MARY CARMEN SÁNCHEZ AMBRIZ

E

n su infancia le decían Yiyi, luego pasó a ser Kid Chocolate, Chocolate, Chócolo o, simplemente, el Rey. Acaso con la misma contundencia que Flaubert decía que él era Madame Bovary, el campeón mundial de pesos pluma y monarca de los ligeros, aseguraba: “El boxeo soy yo”. Cuenta Guillermo Cabrera Infante que el pugilista bailaba sobre el cuadrilátero, lo compara con Nijinski e incluso dice que su Toulouse-Lautrec fue ese fotógrafo anónimo que lo capturó al vuelo. Eligio Sardiñas Montalvo, mejor conocido como Kid Chocolate, una leyenda del boxeo en Cuba, se retiró en 1938 con un récord de 135 victorias, 9 derrotas y 6 decisiones nulas. Muhammad Ali llevaba a la práctica su filosofía del boxeo que señala: “Flota como una mariposa y pica como una abeja”, mientras que Chocolate danzaba, era veloz con los pies. Un día Chócolo, haciendo gala de su dosis de sinceridad extrema, le dijo a Sugar Ray Robinson, vencedor de Jake LaMota y verdugo de Gavilán: “Después de mí tú eres el mejor boxeador del mundo, libra por libra” —describe Eliseo Alberto que los dos intercambiaron risotadas como si fueran jabs.

LA MULATA DE OJOS VERDES Para Joyce Carol Oates no hay deporte más físico, más directo que el boxeo:

Gran parte del atractivo del boxeo deriva de su imitación de una especie de amor erótico en el que un hombre se impone al otro en una exhibición de fuerza y voluntad superiores —anota en su ensayo Del boxeo. Muchas mujeres suspiraban por Kid Chocolate, su comitiva de admiradoras se refería al doble campeón mundial de peso pluma ligero como El Bombón Cubano e igualmente le decían El Dandy del Ring porque se demoraba más en elegir qué corbata iba a usar que al enfrentar a alguno de sus oponentes. Desconocía la premura al peinarse, en él todo debía estar impecable. “Tus guantes / puestos en la punta de tu cuerpo de ardilla, / y el punch de tu sonrisa”, dicen unos versos que escribió Nicolás Guillén inspirado en Kid Chocolate, en su poema “Pequeña oda a un negro boxeador cubano”. No sólo llevaba la cuenta de sus peleas, también de las mujeres a las que condujo al box spring —ciento once para ser exactos. Mas no siempre se entretuvo en romances que duraban menos de doce rounds: su verdadero amor fue su primera novia, una joven mulata de grandes ojos verdes que le advirtió que si seguía empecinado con dedicarse al boxeo, lo dejaría. Y lo cumplió. El abandono de la chica caló hondo en el corazón del combatiente, una verdadera derrota que debió sobrellevar durante años. La historia de ese fracaso se la narró a Eliseo Alberto y a Gerardo Chijona, durante la filmación del documental Kid Chocolate (1989). Unos años antes

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de su muerte, el Instituto Cubano del Arte y la Industria Cinematográficas (ICAIC) aprobaron que se realizara ese proyecto dirigido por Chijona, con guión de Eliseo Alberto. En la habitación del ex campeón había una fotografía de la joven que amó. Eliseo Alberto preguntó por su nombre, porque le llamó la atención que acercara sus labios a la foto y le estampara un beso. Se entera que se llama Caridad, a lo que Lichi responde: “Fe, Esperanza...” Es probable que todas esas virtudes haya tenido el gran peleador, menos a Caridad, la mulata de sus sueños. Su interlocutor desea saber si volvió a verla y le responde:

“A DIFERENCIA DE OTROS PELEADORES QUE SUELEN CAMBIAR DE MÁNAGER POR PROBLEMAS DE COMPATIBILIDAD O INTERESES MONETARIOS, ELIGIO Y PINCHO LOGRARON FORJAR UNA DUPLA INSEPARABLE, EN DONDE PREVALECIÓ LA DISCIPLINA, LA ENTREGA Y LA CONFIANZA.”

Hace poco nos encontramos, después de 55 años. En la guagua. La ruta 22, que llega a La Lisa. Estaba igualita. Un poco más gorda, pero linda cantidad. De tranca. La reconocí enseguida. Iba en el fondo. Atrás. Ella también me reconoció. Cruzamos miradas entre las nucas de los pasajeros, a pedazos: la nariz, la oreja, la clavícula, su risita. Avancé como pude. Permiso. Permiso. Gracias. Muy amable. Ya la tenía a tiro, cuando se bajó en la siguiente parada. Yo me quedé arriba, sujeto al tubo. Encaramado. Me miró desde la acera. Qué ojos. Verdes, verdes. El corazón me latía. La puerta se cerró. Seguí abordo. Por la puerta del fondo, la miré y miré y miré hasta que se puso chiquita al final de la calle, enanita. Al carajo y la vela. Lo que pasó, pasó —escribe Eliseo Alberto en su crónica “126 libras de Chocolate”, incluida en el libro Dos cubalibres.

LOS PRIMEROS JABS La vida de este gran peleador de Cuba tal vez podría relatarse como si fuera

Kid Chocolate.

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un corrido. Luchó con perseverancia por su gloria, la fama no le llegó por azar. Eligio Sardiñas Montalvo nació el 28 de octubre de 1910 en el popular barrio del Cerro, ubicado en La Habana Vieja, en la calle Santa Catalina número 6, entre Piñera y Lombillo. En algunas enciclopedias del boxeo se menciona que nació el 6 de enero de 1917, pero se trata de la fecha en que se registró su nacimiento en el juzgado municipal de San Isidro. Tuvo cuatro hermanos, dos varones y dos mujeres. Su padre era albañil, se llamaba Salomé Sardiñas. De niño le gustaba jugar béisbol y a la pelota vasca. Casi no tuvo oportunidad de asistir a la escuela, apenas aprendió a leer y escribir. Su padre murió cuando él tenía cinco años, entonces su madre, junto con dos de sus hermanas, tuvo que dedicarse a lavar y planchar ajeno. A sus escasos siete años entró a trabajar como voceador del periódico La Noche, el diario de mayor circulación en aquel entonces; además se ganaba un dinero extra como lustrador de calzado. A Yiyi le llamaba la atención el boxeo. Veía los carteles de la Arena Colón, ubicada en Zulueta casi esquina con Dragones. Tuvo mucho influencia en él la pelea entre Johnson vs. Willard por el título mundial de los pesos completos. De dicho enfrentamiento se ha mencionado con insistencia que en realidad fue una gran farsa, ocurrida el 5 de octubre de 1915 en el hipódromo Oriental Park, en Marianao, donde el negro Johnson se tirarse a la lona por 35 vio obligado a tir Debido a que “los racismil dólares. Debi tas del norte no le perdonaban a Jack la grandeza entre entr las cuerdas ni los mujeres blancas”, anotan amores con muje Elio Menéndez y Víctor Joaquín en El boxeo soy yo. Kid Chocolate, publicado en La Habana en 1981 por la editorial Orbe, la más completa biografía del campeón. Una vez el el hijo del dueño del perriódico, Miguel Hernández, organizó una competencia de boxeo entre los vendedores de periódico. Yiyi se entusiasmó en participar, pero como no se lo perco mitieron por su corta m edad, se enojó muchísimo y empezó a aventarles piedras externar su rabia lanzando y a externa improperios a los organizadores obstante, al cronista del evento. No o deportivo de La Noche, Luis Felipe quien le decían Pincho Gutiérrez, a quie

Gutiérrez, le llamó la atención su actitud y aceptó que ingresara al día siguiente porque había un chico que, con sus escasos treinta kilos, también quería medirse en el cuadrilátero. Yiyi demostró que poseía habilidad para boxear y derrotó a su primer contrincante, Kid Wititio. Luego venció también a Kid Viejita, un pequeño de tez blanca. A causa de su edad, Eligio se vio obligado a hacer una pausa en los inicios de su carrera. Esto también se debió a que un diario matutino, que era la competencia de La Noche, publicó por esa época un reportaje sobre los peligros que se corren si se permite que niños menores de doce años practiquen el boxeo. De los once a los catorce años, Yiyi comenzó a ir a gimnasios y a veces dormía abajo del ring en la Arena Colón.

NACE UNA LEYENDA El 22 de octubre de 1921, en el Nuevo Frontón de La Habana, Kid Chocolate se enfrentó a Johnny Cruz, en ese entonces un peso mosca en su apogeo, que acababa de ganar el campeonato metropolitano de Nueva York. Pincho Gutiérrez nunca se imaginó que Chócolo derrotaría a su otro pupilo. Dicen que la madre que Yiyi no dejaba de llorar al ver cómo le entregaban a su hijo, dólar a dólar, todo el dinero que se llevó esa noche, suma que ella jamás hubiera podido reunir. Así comenzó a forjarse la leyenda del hombre que analizaba meticulosamente los movimientos de sus oponentes y danzaba sobre el ring. Tras derrotar a Cruz, Pincho Gutiérrez, el hombre que confió en Kid Chocolate y le dio la oportunidad de subirse a un cuadrilátero, se convirtió en su mánager, y no se separó de él hasta el último de sus combates. A diferencia de otros peleadores que suelen cambiar de mánager por problemas de compatibilidad o intereses monetarios, Eligio y Pincho lograron forjar una dupla inseparable, en donde prevaleció la disciplina, la entrega y la confianza. El nombre de Chocolate se le ocurrió a Pincho. En un combate lo anunciaron como Eligio Sardiñas, el campeón de los voceadores de periódico en La Habana. Y ese epíteto, pasado el tiempo, ya no le venía bien. Necesitaba otro apelativo: “Te anunciaré con un buen nombre muchacho, a partir de ahora serás Kid Chocolate”, exclamó entusiasta su apoderado. ¿Qué era lo que llamaba la atención de esta joven promesa del boxeo cubano? ¿Por qué muchos lo veían como una revelación en el cuadrilátero?

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Contaba con varios elementos a su favor que lo hacían sobresalir: aprendía de los grandes boxeadores, era muy rápido, dominaba un extraordinario juego de piernas y, sobre todo, poseía un certero golpe de izquierda. Este último atributo en realidad era consecuencia de un defecto físico que supo manejar a su favor: su brazo izquierdo era más corto que el derecho, “por eso mis contrincantes nunca supieron medirme”, le confesó a Eliseo Alberto. Pocos sabían que tenía un brazo más corto que otro, excepto Pincho Gutiérrez, Jess Losada —su entrenador—, un comentarista deportivo y, por supuesto, el sastre que le confeccionaba los trajes, a quien Pincho le hizo jurar que nunca revelaría el secreto. Otra de sus características que nunca se divulgó en la prensa es que era hipocondriaco, no podía viajar sin una maleta en la que portaba los medicamentos necesarios para todas las enfermedades reales y las que ni el personaje de Molière imaginó.

VENCIÓ SIN SUSTO La mayor parte de la carrera de Chocolate se desarrolló en Estados Unidos. Se convirtió en una figura de fama mundial. Sin duda, uno de los combates más memorables fue cuando peleó contra Al Singer, el llamado Rey de los Judíos, el 29 de agosto de 1929, en el Polo Grounds de Nueva York. Justo al año de su debut en Estados Unidos, la presencia de Chócolo batió un récord de taquilla, más de 66 mil personas asistieron. ¿Quién es? ¿De dónde ha salido este negro esbelto, simpático, de rostro agradable, mirada pícara y frases ocurrentes, tan certeras como sus golpes, púgil que en poco tiempo ha conquistado al público neoyorquino? —dan cuenta Menéndez y Ortega en la biografía sobre Kid Chocolate. A Singer lo apoyaban sus hermanos de raza, una parte muy importante de la población en Nueva York. Los banqueros financiaron su vida boxística y hubo un comerciante que se jugaba su negocio cada vez que boxeaba. En esa pelea contra el cubano había mucha tensión. Conviene recordar que el racismo estaba latente en estos encuentros deportivos: en ese entonces, si un boxeador de tez blanca perdía contra un negro, parecía como si lo hubieran derrotado por partida doble. Se encontraban reunidos periodistas, mujeres hermosas y gente de Hollywood. Desde el primer round,

“A SINGER LO APOYABAN SUS HERMANOS DE RAZA, UNA PARTE MUY IMPORTANTE DE LA POBLACIÓN EN NUEVA YORK. LOS BANQUEROS FINANCIARON SU VIDA BOXÍSTICA.”

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Chócolo empezó a bailar alrededor de su oponente y conectó un ligero unodos. Singer intentó responder, pero Kid Chocolate evadió el golpe y pudo colocar un fuerte golpe de izquierda directa casi en la cara de Singer. La estrategia del cubano en apariencia no cambiaba; no obstante, con la manera que tenía de moverse arriba del ring resultaba impredecible no sólo para Singer sino para cualquiera de sus contrincantes. En el sexto round, tras uno, dos, tres golpes que logró conectar Singer, Chocolate atacó el ojo herido de Singer y empezó a sangrar. Durante el noveno round la pelea continuó reñida, destacó la habilidad del cubano para escapar de la derecha o izquierda del judío. En el doceavo round, Singer intentó dar un golpe definitorio en Chócolo y éste último hizo que el rostro de su rival volviera a sangrar. La campana sonó y ambos regresaron a sus respectivas esquinas con las manos arriba en señal de triunfo. En el Polo Grounds, invadido por una densa nube de humo de cigarrillos, se escuchaban gritos en español, en inglés y el ruido de las máquinas de escribir de los reporteros. Chocolate ganó por decisión. Al día siguiente los titulares en la prensa cubana destacaron el triunfo de su peleador: “Nos llena de legítimo orgullo”. “Chocolate venció sin susto”. El director de la revista Ring, Nat Fleischer, escribió: He visto boxear a Chocolate, es un boxeador excepcionalmente maravilloso, que supera al famoso George Dixon, pega duro con ambas manos, es rápido y posee un gran juego de piernas. Kid Chocolate se llevó una bolsa de 50 mil dólares, en ese entonces la mayor cantidad ganada por un peso pluma en la historia.

EL SUICIDIO DE BLACK BILL Eladio Valdés, Black Bill, era un boxeador cubano que también manejaba Pincho, campeón mundial peso mosca. Kid Chocolate lo respetaba, lo veía como a su maestro, con el tiempo se volvieron amigos. Por otra parte, Bill era un virtuoso para bailar Charleston y es probable que Chocolate también sintiera admiración por esa faceta. Chócolo le narró a Eliseo Alberto un

pacto que no pudo cumplir con Black Bill. Eso ocurrió horas antes de un enfrentamiento de Bill con Midgest Wolgast. Kid Chocolate acompañó a su camarada a la peluquería y ahí se dio cuenta que sólo veía con el ojo izquierdo. Bill le pidió que no lo delatara para que el combate no se cancelara de último momento y así él pudiera pagar una serie de deudas y gastos, y además porque su esposa esperaba a su primogénito. Pero en la noche, durante la pelea, Chocolate fue testigo de cómo su amigo sucumbía ante las embestidas de su rival. Fueron instantes de angustia, pues con el ojo sano tampoco podía ayudarse, dado que le goteaba sangre del párpado y estaba, prácticamente, a ciegas. Los golpes de Wolgast castigaban severamente a su amigo, cuando Chocolate no aguantó más y se atrevió a gritarle a su mánager: “¡Carajo, Pincho, el viejo está tuerto!” Aquella revelación llegó tarde: para ese momento Black Bill estaba hecho polvo. Y Wolgast ya lo había derrumbado con un golpe de izquierda. Esa noche ocurrió una doble tragedia: la mujer de Bill perdió al hijo que llevaba en el vientre y quedó viuda. El cubano no soportó el dolor de la derrota y decidió darse un balazo en la entrepierna. “Pobre Black. Tuvo cojones para volárselos. De cuajo”, rememoraba Chocolate en una de varias conversaciones que sostuvo con Eliseo Alberto.

EN PARÍS CON GARDEL Después de que Kid Chocolate y su mánager elevaron el monto de los ingresos que cobraban se aficionaron a los juguetes caros, como el Cadillac descapotable color platino de 16 cilindros que adquirió el campeón y del que, como si se tratara de un trofeo de sus mejores días en el cuadrilátero, nunca se deshizo. En esos días de gloria conoció a muchas celebridades de Hollywood y de América Latina. Por aquellos años, acostumbraba vestir de blanco y con un sombrero Panamá, sabía mover la cintura como un buen bailarín de rumba, era carismático, seductor. A Carlos Gardel lo vio por primera vez en París. Ramón Castillo, boxeador y aventurero, los presentó. Chócolo recuerda al argentino como un hombre sencillo, enamorado, gracioso, sentimental a más no poder y generoso. A ambos los hermanaba que habían conocido la pobreza en su niñez: Gardel en el mercado de abasto y Chocolate como vendedor de periódicos. Coincidió que a Gardel le gustaba el boxeo, por eso se hizo amigo de él y porque resultó ser un excelente guía en los bajos fondos. Los dos recorrieron casas de citas, aunque las prostitutas francesas no eran totalmente del agrado de Chocolate. En 1934 volvieron a reunirse, esta vez en Nueva York; ahí Chócolo fue el anfitrión del Zorzal Criollo en su paso por los prostíbulos de Harlem. Quería que el argentino lo visitara en La Habana

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para poder llevarlo a la casa de Marina, uno de sus sitios predilectos, localizado en el barrio Colón. Chocolate sembró en Gardel la inquietud de ir a Cuba y la posibilidad se le presentó en una gira que iba a realizar por el Caribe y Sudamérica. No obstante, la agenda cambió y el recorrido que debió comenzar en Cuba inició en Puerto Rico, luego continuó por Venezuela y Colombia. Nadie imaginó que Colombia sería el último país que visitaría Gardel y que ese viaje a Cuba sólo quedaría en una promesa. El 24 de junio de 1935, en Medellín, tuvo lugar el accidente aéreo donde perdió la vida junto con Alfredo Le Pera —su guitarrista— y Guillermo Barbieri —su secretario—. El avión en el que iban se desvió y chocó con otro en la pista del aeropuerto, ambas naves se incendiaron. El origen del accidente no se aclaró, tanto la empresa aeronáutica colombiana como la alemana se atribuían la responsabilidad una a la otra. Aunque el entonces presidente de Colombia, Alfonso López Pumarejo, culpaba a la compañía alemana, la causa del accidente se atribuyó a las características de la pista y a un fuerte viento que provino del sudeste.

“ERA HIPOCONDRIACO, NO PODÍA VIAJAR SIN UNA MALETA EN LA QUE PORTABA LOS MEDICAMENTOS NECESARIOS PARA TODAS LAS ENFERMEDADES REALES Y LAS QUE NI EL PERSONAJE DE MOLIÈRE IMAGINÓ.” EL ÚLTIMO ROUND Cortázar no veía al boxeo como una disciplina de violencia, sino como dos destinos que se juegan el uno contra el otro. Estéticamente lo hipnotizaba, sobre todo por los movimientos de Sugar Ray Robinson, del que aprendió a catar a los boxeadores con talento. Para el cronopio mayor, un buen agarrón de boxeo podía ser tan hermoso como la metáfora más noble. La última pelea de Chocolate fue el 17 de diciembre de 1938 con Nicky Jerone. Resultó una confrontación patética entre un pobre Jerone, que pretendió dar el máximo sin tener con qué hacerlo, y un gran estilista que intentaba hacer un esfuerzo pidiéndole al cuerpo lo imposible. Chocolate ya no era el mismo. El rostro de Chocolate mostraba una expresión sombría. Luego de su mal desempeño frente a Jerone, Pincho Gutiérrez fue muy enfático y le dijo:

LA DERROTA CONTRA CANZONERI

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Tú sabes Chocolate que lo que has hecho anoche en el ring es deprimente para tu historia. Eso, en el orden moral y en el material, en el orden práctico, tiene que afectarnos a dos; tú sabes también que continuar peleando de ese modo, recibiendo semejante castigo, sin poder defenderte, irremediablemente ha de significar que algún día andes como las ruinas que en tan grande proporción produce el ring... Loco, paralítico, en la miseria, hecho una burla y una lástima...

Tony Canzoneri deposita en la lona a Kid Chocolate. 1933.

Fuente > Especial

Los días de esplendor que vivió Chocolate lo señalan como el cubano más taquillero. En trece enfrentamientos obtuvo una bolsa de 243 mil 800 dólares. Sostuvo 297 peleas, de las cuales perdió diez. Una de esas derrotas tuvo lugar durante un desastroso viaje a Europa, donde por primera vez fue noqueado. Esto ocurrió en noviembre de 1933 frente a Tony, su némesis. Canzoneri y Chocolate tenían 23 años; el primero pesaba 134 libras, mientras que el segundo pesaba 128. Canzoneri medía cinco pies y cinco pulgadas, el cubano cinco pies y seis y media pulgadas. En general, las medidas eran muy similares, con excepción de los bíceps. El de Canzoneri medía trece y media pulgadas, y el de Kid Chocolate once y tres cuartos. El cubano había sostenido un primer duelo con el italoamericano, un combate cerrado que le dejó una huella de inconformidad en el momento que declararon ganador a Canzoneri. Desde ese instante, el cubano le dijo a Pincho que pidiera la revancha, pues Kid Chocolate siempre tuvo la idea de que en realidad él había triunfado en ese primer encuentro. Pronto se verían las caras de nueva cuenta. Para sorpresa de sus seguidores, en el segundo enfrentamiento, a los pocos minutos del arranque, con una manera descomunal de golpear, Canzoneri mandó a la lona a Chócolo. Luego de ese combate, la salud del peleador cubano comenzó a debilitarse. Estaba enfermo de sífilis. Ya no volvió a ser el de antes, aun así propició una recaudación de diez mil pesos en el estadio de La Tropical, en La Habana, cuando derrotó a Fillo Echeverría, en 1938.

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Kid Chocolate guardó silencio y entonces vino una especie de golpe contundente, similar a un cruzado en la mandíbula, de parte de su mánager: “Retírate del boxeo para siempre”. En su libro, Elio Menéndez y Víctor Joaquín Ortega recuerdan que la misma voz que desde la esquina del cuadrilátero alentaba al campeón, ahora le decía que parara de una vez. Y así lo hizo. Como la situación económica de Kid no era buena, Pincho se dio a

la tarea de organizarle una serie de homenajes para que no quedara en bancarrota. Rememoran Menéndez y Ortega que en cierta ocasión varios jóvenes lo reconocieron y le dijeron con cierta burla que por qué ya no regalaba dinero y joyas como antes, que ya se le había acabado su mina de oro y se notaba que no tenía ni para pagar unos tragos. Muchos de los que se llaman ricos —respondió— hicieron su fortuna a costa del dolor y del llanto ajeno. Yo, que no amasé fortunas con el sufrimiento de nadie, sino con mi esfuerzo y mi sudor, me sentí dichoso proporcionando felicidad a los demás. Apuró el trago y volvió a la carga: Ahí tienes la diferencia entre un rico pobre y un pobre rico. Yo, que con mi dinero repartí alegrías, me siento millonario y duermo a pierna suelta, porque todavía disfruto del más grande de todos los tesoros: el calor de mi gente. El hombre insistió en disculparse, pero Chocolate no se lo permitió: A quien te diga que Chocolate vive en la miseria, dile que es mentira. Que aun sin un centavo, Chocolate sigue siendo rico.

MÁS TROMPADAS DA EL HAMBRE Cabrera Infante relata que cuando Chocolate decidió empezar su carrera boxística, le hicieron el siguiente comentario: “El boxeo es un deporte de golpes dar y tomar”. A lo que Chócolo respondió de inmediato: “Más trompadas da el hambre y todas en el estómago”. Kid Chocolate falleció en la misma ciudad donde creció, el 8 de agosto de 1988, a los 77 años. Decía Pincho Gutiérrez que Chocolate peleaba de puntitas y con una asombrosa movilidad. Aunque no se trataba de un poderoso pegador de un solo golpe, su especialidad consistía en ser un contra-golpeador: el jab o recto de izquierda era su preferido. Sus fintas, movimientos de cintura, pases laterales y las inclinaciones de sus hombros no tenían comparación. Lo que él ejecutaba se podía comparar con clases magistrales de boxeo moderno, con gran velocidad y astucia. Quizá, como refiere Guillermo Cabrera Infante, murió peleando con su sombra que era él mismo.

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Otra leyenda del boxeo, el indomable Jake La Motta —que inspiró la gran película de Martin Scorsese, Toro Salvaje—, falleció el pasado mes de septiembre, sólo unos días más tarde que esa gran figura del boxeo cubano, Ultiminio Ramos, quien forjó su propia leyenda en México. En este país también realizó su carrera otro púgil cubano de calibre excepcional, un esteta del boxeo: Mantequilla Nápoles. Dedicamos estas páginas a su paso glorioso por el cuadrilátero.

R ÉQU IEM POR DOS GR A NDES PELE A DOR ES ALEJANDRO TOLEDO Foto > Especial

PRIMER COMBATE

E

ntre la bruma del sismo (bis) del martes 19 de septiembre, alcanzó uno a enterarse de la muerte en Miami, el miércoles 20, de Giacobbe La Motta (1922-2017), conocido en el cuadrilátero como Jake LaMotta, el Toro Salvaje (Raging Bull) de la película de Martin Scorsese... Por esa cinta, uno imagina (como un instante fijo en el tiempo) al peleador en un cuadrilátero rodeado de bruma preparándose para el gran combate, aún con la bata atigrada, en una danza sin fin de pequeños saltos y movimientos de cadera y brazos, captada por el flash de cámaras invisibles, a la que acompaña el intermezzo de la Cavalleria Rusticana de Pietro Mascagni. Esa postal cinematográfica, en la apertura del filme, atrapa los momentos previos a la pelea en la que La Motta enfrentaría al campeón de los pesos medios, el francés Marcel Cerdan, en Detroit, el 16 de junio de 1949, para arrebatarle la corona por nocaut técnico en el décimo asalto. Ese día (Bloomsday para los lectores de James Joyce), fue el de mayor brillo en la carrera del Toro del Bronx: su ascenso a la eternidad de los campeones. Para llegar a ello tuvo que enfrentar a muchos peleadores; sobre todo, se vio obligado a pactar con la mafia neoyorquina y aceptar subir al ring, en un combate previo, con la consigna de dejarse vencer. Esas eran las reglas del juego, que intentó eludir en sus comienzos mas terminó por aceptar, aunque lo hizo de un modo tan burdo que le significó una suspensión por parte de la comisión de boxeo local; y meses más tarde, milagrosamente, esto le abrió la posibilidad de contender, al fin, por el cetro mundial. Joyce Carol Oates lo ubica entre los boxeadores camorreros (como Rocky Graziano o Ray Mancini), dispuestos a recibir terribles castigos, propiciando la lesión, afirma, como un medio para mitigar la culpa, en un intercambio, al estilo Dostoievski, de bienestar físico por tranquilidad espiritual: El boxeo va más de ser golpeado que

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El declive lo marca, claro, aquella sexta pelea contra Sugar Ray Robinson, el 14 de febrero de 1951 en Chicago, cuando pierde el cinturón, en lo que se conoció como la Masacre del Día de San Valentín. Presumía La Motta que, no obstante el castigo recibido esa noche, nunca besó la lona.

SEGUNDO COMBATE

de golpear, del mismo modo en que va más de sentir dolor, cuando no devastadora parálisis psicológica, que de ganar. Se ve con claridad, por las trágicas trayectorias de una enorme cantidad de boxeadores, que en el cuadrilátero prefieren el dolor físico a la ausencia de dolor, que es condición ideal de la vida ordinaria. Si no se puede golpear, por lo menos se puede ser golpeado, y saber que se está vivo. La escritora estadunidense recuerda un episodio en la vida de LaMotta no retomado por Scorsese: durante más de una década creyó haber matado a un hombre en un asalto. La culpa por ese incidente lo lleva al ring, “sintiéndose culpable y queriendo ser castigado”. Cita Oates esto que dijo LaMotta en una entrevista: Habría luchado con cualquiera. No me importaba quién fuera. Hasta quise pelear con Joe Louis [campeón de los pesos pesados]. Sencillamente no me importaba... Pero eso me hizo ganar. Me dio una agresividad que mis adversarios no habían visto nunca. Me pegaban, pero a mí no me importaba ser golpeado. Y al enterarse de que su víctima no había muerto en aquel asalto, cito de nuevo a Oates, “su gusto por el boxeo se desvaneció, y fue entonces cuando su trayectoria inició su abrupta pendiente de descenso”.

Ultiminio Ramos contra Davey Moore en la noche fatídica. Marzo de 1963.

También en septiembre, aunque antes del sismo, el día 3, murió en la Ciudad de México Ultiminio Sugar Ramos (1941-2017). Lo encontré varias veces, en mi época de cronista deportivo, en reuniones organizadas por el Consejo Mundial de Boxeo. Se acercaba muy serio y preguntaba: —¿Sabes qué es lo que pasa? —No, Ultiminio, ¿qué es lo que pasa? —Lo que no se atora, eso es lo que pasa. Moreno, alegre, acaso esa blanca sonrisa ocultaba sus duelos pugilísticos. Uso la palabra “duelo” no como sinónimo de batalla sino en su carácter luctuoso. Dos rivales, dos muertes. Una, al comienzo de su carrera, aún en Cuba, el 8 de noviembre de 1958, cuando peleó contra José Tigre Blanco. Y otra en Los Ángeles, el 21 de marzo de 1963, en su búsqueda del cinturón pluma al enfrentar a Davey More. De esta última hay muchos detalles. Fue, ahora sí, una batalla cruenta, de matar o morir, literalmente. Fernando Medina Ruiz la recrea en su libro Muerte en el ring (1993). Las marcas de ambos peleadores eran impresionantes. Ultiminio contabilizaba 30 nocauts en 43 peleas; meses antes venció en París al nigeriano Rafiu King, quien fue su escalón para enfrentar a Davey Moore. Éste había conquistado el cetro pluma en 1959 y llevaba 18 victorias consecutivas... La función debió realizarse el sábado 16, pero se suspendió por lluvia. Los dos primeros asaltos acaso fueron para Moore. A partir del tercero, el dominio fue para Ultiminio. En el sexto hubo una breve reacción de Moore, que se cobró caro el cubanomexicano, con golpes al hígado, al plexo solar, al rostro... El octavo ya fue

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una masacre; lo mismo que el noveno. Pero Moore no se entregaba; siguió respondiendo. Incluso lo hizo en el décimo, que fue el asalto final... Leo en Muerte en el ring:

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“ULTIMINIO HABLÓ CON LA ESPOSA DE SU RIVAL, GERALDINE, QUIEN LE DIJO, COMO PERDONÁNDOLO: ‘DEDÍQUESE POR COMPLETO A SU CARRERA Y OLVÍDESE DE ESTO. HA SIDO UN GOLPE DEL DESTINO Y NADA MÁS’.”

Fortísima izquierda de Ultiminio hizo a Moore dar con una rodilla en la lona. Se paró pronto... demasiado aprisa... y fue recibido con una ráfaga de ametralladora, de golpes incontables, arrasantes, que lo enviaron otra vez a oler brea. Se alzó a los tres segundos y oyó la cuenta de protección. Estaba groggy, sonámbulo, y de pie, aunque danzaba como peonza: soldado romano o roca imbatible... El otro no cesó de zarandearlo, de hundirle la faca en los costados, de machacar el rostro, hasta hacerlo buscar el refugio de las cuerdas. Lo siguió para apuntillarlo. Lo apaleó sin misericordia...

al réferi: “Es una matanza. Davey está sufriendo demasiado”. Lo peor vino después, en el vestidor, donde comunicó a su mánager que le dolía la cabeza... para enseguida desmayarse. Lo llevaron al hospital. Entró en coma. Mientras agonizaba, el gobernador de California dijo que propondría la abolición total del pugilismo en ese estado; el papa Juan XXIII fue de la misma opinión, aunque no sólo en California. Ultiminio se comportó como un caballero. Fue al hospital, a saber del estado de salud de Moore; habló con la esposa de su rival, Geraldine, quien le dijo, como perdonándolo: “Dedíquese por completo a su carrera y olvídese de esto. Ha sido un golpe del destino y nada más”.

Cuando sonó la campana, Ramos lo tenía contra las cuerdas. Como pudo, Moore llegó a su esquina. Su manejador, Willie Ketchum, tiró la toalla. Dijo

El martes 26 de marzo, en la madrugada (2:20 hora de Los Ángeles, 4:20 hora de México), ocurrió el deceso. Según el parte médico, fue el choque contra una cuerda inferior lo que lo hirió de muerte, aunque hubo golpes al mentón que contribuyeron al desenlace. Luego de ese combate la carrera de Ultiminio declinó... Se entretuvo unos años en la música, pues, como buen cubano, la traía por dentro. Como un consuelo, quizá. —¿Sabes qué es lo que pasa? —preguntaba a quien se acercaba a saludarlo. —No, Ultiminio, ¿qué es lo que pasa? —Lo que no se atora, eso es lo que pasa. C

Mantequilla Nápoles

Los vestigios de una leyenda M A RY C A R M E N S Á N C H E Z A M B R I Z

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uenta Julio Cortázar que, con un libro bajo el brazo, entraba a las diferentes funciones de boxeo. En París no perdió la oportunidad de ver la pelea de Carlos Monzón vs. Mantequilla Nápoles, en una carpa improvisada por Alain Delon, y sus recuerdos giraban en una espiral por todo lo que había leído cuando era niño. En Alguien que anda por ahí (1977), el narrador argentino incluye el relato “La noche de Mantequilla”, donde describe el ajetreo de los aficionados mexicanos por apoyar a Nápoles contra la solidaridad irreverente de los argentinos por Monzón. En ese texto Cortázar realizó un ajedrez de un cuento político y gangsteril que trascendió a la sorpresa cuando muchos se enteraron que fue testigo de esa noche triste de Mantequilla Nápoles y la lluvia de sombreros de charro que lo acompañaron. La pelea, pactada a doce rounds, terminó antes de comenzar el séptimo asalto. La esquina de Mantequilla Nápoles lanzó la toalla para evitarle más castigo de los puños de Monzón. De Mantequilla Nápoles decían que sus movimientos sobre la lona se parecían a los de una pantera negra. José Ángel Nápoles Colombat, boxeador cubano naturalizado mexicano, asombraba por la elegancia y precisión que imponía a cada golpe, certero, contundente. Era un habilidoso en el llamado arte de la defensa y el ataque; se calcula que este grande del boxeo, ex campeón de peso welter, sostuvo más de quinientas peleas a lo largo de su vida. Hace cuatro años, por iniciativa de la Compañía de Teatro Línea de Sombra, fue remodelado el gimnasio donde Mantequilla Nápoles entrenaba jóvenes en Ciudad Juárez, Chihuahua. A partir de ese momento, a sus 73 años, la leyenda

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Mantequilla Nápoles ante Carlos Monzón, febrero de 1974.

del pugilismo cobró vida de nueva cuenta y volvería a guiar a las nuevas generaciones. La idea de darle un aire distinto al gimnasio fue porque estaba en completo abandono. De forma paralela a las labores de reconstrucción, la compañía de teatro se propuso contar su experiencia a partir este proyecto que se llamó Baños Roma, el nombre del gimnasio. Como las ciudades invisibles de Italo Calvino, Ciudad Juárez es casi una metrópoli imaginaria, cuya historia más que palparse se adivina por una serie de conjeturas. Aquí había esto, colocaron algo de este lado, cerró tal sitio, ya no existe ese restaurante. El paisaje agreste se enfatiza con los perros sin dueño que deambulan de un sitio a otro. Ciudad Juárez duele en la conciencia de sus ciudadanos, acaso como otras ciudades del país que viven inmersas en la inseguridad y el narcotráfico. Jorge Vargas, director de Teatro Línea de Sombra y su equipo encontraron los Baños Roma en total abandono. Figuraba todavía la colección de veladoras que el boxeador cubanomexicano acostumbraba encender antes de un combate para encomendarse a la Virgen de Guadalupe; además de las credenciales olvidadas

de algunos jóvenes que quisieron seguir los pasos de Mantequilla en el cuadrilátero, pero también había polvo y olvido, los vestigios de una leyenda. Como otras personas que quieren conocer a Mantequilla, pensó que sólo querían entrevistarlo, tomarse fotos con él y ver sus cinturones de varios campeonatos. Pero le sorprendió que la gente de teatro en realidad quería reactivar su gimnasio y que volviera a ser asesor de nuevos rostros. Tanto para el director de escena como para los actores fue muy revelador descubrir historias alrededor de Mantequilla y saber, por ejemplo, que perteneció a una agrupación de música guapachosa, realizó un par de fotonovelas y participó en la película El Santo y Mantequilla Nápoles contra La Llorona (1974), dirigida por Miguel M. Delgado. El 14 de marzo de 2013 se reinauguró el gimnasio Baños Roma, así como un memorial dedicado al ídolo, espacio que fomenta el deporte y la cultura local; en ese año se presentó la obra de teatro Baños Roma en varias ciudades del país. Cuando peleaba el boxeador de origen cubano, los campeonatos mundiales eran de quince rounds, hoy son de doce. José Ángel Mantequilla Nápoles tiene ahora casi 80 años, vive con su esposa Bertha y cada que su memoria se lo permite habla del pasado o permanece en un estado de completa lasitud. Le han diagnosticado demencia senil, enfisema pulmonar, diabetes y Parkinson. En las últimas semanas, el estado de salud del ex campeón de peso welter se ha deteriorado. Mantequilla Nápoles, como otros grandes del cuadrilátero, sabe del silencio de un cuerpo que lucha por transformar sus pensamientos en palabras. C

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El 30 de noviembre se presentó Palabras sin música (Malpaso, 2017), el libro del “compositor de vanguardia más popular de nuestro tiempo”, Philip Glass, con la participación de Antonio Saborit —quien nos comparte su lectura. Luego, en los primeros días de diciembre, Glass ofreció en la Ciudad de México dos conciertos inspirados en la tradición wixárika, acompañado por músicos de esa etnia del norte y el occidente mexicano. El testimonio que publicamos sobre su trato y colaboración con David Bowie confirma su increíble versatilidad y múltiples registros.

Philip Glass

ENTR E EL SONIDO Y L A FU R I A ANTONIO SABORIT

L

a escritura de un libro de vida es capaz de añadir su propia pátina a las que el oficio del tiempo se haya encargado de agregar en el perfil de un artista extraordinario. Tal cosa le sucede a Philip Glass con Palabras sin música, cuyas páginas devuelven, en cambio de la cruda bitácora puntual de una larga y productiva existencia, el itinerario del viaje interminable de su propio crecimiento espiritual. Al inicio del relato hay una serie de imágenes provenientes de la infancia de Glass en la ciudad de Baltimore, en el seno de una familia judía no practicante, hablante de yiddish y hebreo, con raíces rusas y letonas, inscrito en una preparatoria pública, City College, en la que cursó un programa cuyo énfasis estaba en las matemáticas y el lenguaje. Apenas sugiere haber estado alguna vez en el Maryland Chess Club, no obstante que su padre le enseñó a jugar ajedrez mental, pero sí apunta que tanto la música de Bartók, Shostakovich y Stravinsky como la de numerosos intérpretes de R & B se oían en casa mucho antes de ingresar al College de la Universidad de Chicago en 1952. Glass tenía entonces quince años y “el lenguaje, la belleza y el misterio” del mundo de la música se le empezaban a imponer. En adelante el relato entabla un peloteo permanente entre personas, temas y espacios en el camino seguido por Glass en su afán por cultivar y entender de primera mano lo que él llama aquí el “linaje de la cultura”, y que no es otra cosa sino la ardua elaboración de las formas del conocimiento. Palabras sin música registra asimismo cuánto cambió el ámbito del estudio, la escritura y la ejecución a lo largo de la vida profesional de Glass. Desde luego interesa, tratándose del testimonio del compositor de vanguardia más popular de nuestro tiempo, o bien nada más por venir de un músico de avanzada, como se solía decir en el tiempo en el que daba inicio su carrera. Se puede entender así que en Palabras sin música la persona y figura públicas no ocupen mucha de la atención de Glass, y que en cambio haya preferido dejar en sus páginas la constancia de su propio viaje.

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ENTRE LOS APUNTES que Glass ofrece del actual estado de la cuestión para un compositor destaca la permanencia de Europa en el proceso formativo de todo aprendiz de músico, así como la desaparición, y eso por causas de estricta fuerza mayor, del tránsito por el estudio de Nadia Boulanger. Glass fue de los últimos en transitar por la llamada Boulangerie para hacerse de técnicas y herramientas, mismas que la señora prodigó en numerosas generaciones de músicos vigesémicos, de los cuales sólo nombraré a otros dos, Astor Piazzola y Mario Lavista. Nadia Boulanger supo arreglárselas para morigerar el ego de sus discípulos y acercarlos al cobijo de la disciplina, y no fueron pocos. Glass cita en el libro una observación genial de Virgil Thomson según la cual así como en todas las pequeñas ciudades de Estados Unidos hay una farmacia también hay en ella un alumno de Nadia Boulanger. Del inicio de la carrera de Glass a esta hora, para no abandonar el espacio de la formación musical, perdió todo viso de normalidad el que estudiantes y compositores se permitieran conocer tan sólo el canon de la música occidental y en cambio apareció como una suerte de necesidad la realización de incursiones por los terrenos de lo que a mediados del siglo XX se conocía como etnomusicología. Glass hizo a un lado la obligación de integrar la partitura completa de una pieza amplia y ambiciosa, al resolver para sí que la suma de las partes de cada intérprete construyera el territorio todo

de la pieza. De ahí que Glass hiciera crecer el valor de la música proveniente del lado oculto de la escritura, o aun el de la música resuelta en la ausencia de cualquier tipo de escritura, como pudo empezar a apreciar (y a aprender) en el trabajo y trato con Ravi Shankar. Palabras sin música ofrece asimismo un conjunto de postales que fechan e iluminan el viaje de Glass. Una de ellas, sin duda entre las de mayor interés, remite al otoño de 1965, al término de sus estudios musicales en la Juilliard School. Entonces, viviendo en París y metido en el estudio de Nadia Boulanger, Glass se convirtió en el compositor de una pequeña compañía teatral independiente, integrada por JoAnne Akalaitis, Fred Neumann, el editor de la revista Réalités, David Warrilow, y él mismo. Lo primero en lo que la compañía empezó a trabajar fue una pieza de Samuel Beckett, Comedia, y la solución que Glass encontró para la música de esta obra fue el punto de partida de cuanto empezó a componer desde entonces, al grado de afirmar en el recuento de Palabras sin música que es “un compositor de música para teatro”. “Eso es lo que hago en realidad, y lo que he hecho”, escribe Glass en Palabras sin música. Y a fin de dejar atrás el episodio Beckett añade: Eso no quiere decir que eso [música para teatro] sea lo único que he hecho. He escrito conciertos, sinfonías y muchas otras cosas. No hay más que observar la historia de la música: los grandes cambios se dan en el teatro de la ópera. Sucedió con Monteverdi, con su primera ópera, L’Orfeo, estrenada en 1607. Sucedió con Mozart en el siglo XVIII, con Wagner en el siglo XIX y con Stravinsky al inicio del siglo XX. El teatro coloca repentinamente al compositor en una relación inusitada con su trabajo. Mientras sólo escribes sinfonías, o cuartetos, puedes respaldarte en la historia de la música y en lo que conoces del lenguaje musical para continuar más o menos del mismo modo. Una vez que se ingresa al mundo del teatro y se

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integran todos sus elementos —el movimiento, la imagen, el texto y la música— es que se pueden dar cosas inesperadas. El compositor se encuentra ahí sin ninguna preparación —en una situación en la que no sabe qué hacer. Si no sabes qué hacer, existe entonces la posibilidad de que hagas algo nuevo. Mientras sepas lo que haces, no sucederá nada muy interesante. Nadia Boulanger y Ravi Shankar puntearon las vigilias creativas de Glass durante sus años parisinos en los novecientos sesenta, al grado de que desde entonces son una presencia real en su trabajo. Y tan ve en ellos dos maneras diferentes de acercarse al mismo abismo que Glass los identifica como dos influencias encontradas.

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“NADIA BOULANGER Y RAVI SHANKAR PUNTEARON LAS VIGILIAS CREATIVAS DE GLASS DURANTE SUS AÑOS PARISINOS EN LOS NOVECIENTOS SESENTA, AL GRADO DE QUE DESDE ENTONCES SON UNA PRESENCIA REAL EN SU TRABAJO .” MÚSICA SIN PALABRAS es el ejercicio de una relectura vital profunda emparejado felizmente con un registro escrito nítido, claro y directo. En sus páginas Glass obvió los retratos a cambio de bocetar las situaciones y atmósferas necesarias para dar cuenta de su propia peregrinación entre el sonido y la furia de las últimas décadas del siglo XX y las primeras

del XX. La vida, en sus innumerables vueltas por el mundo, lo colocó ante los temas que debía abordar ya fuera para el escenario o la pantalla o el estudio, sin buscarlos, a la manera de las moralidades medievales. Sus páginas remiten al viaje de una vida, y a la vez son parte del mismo viaje de Glass por el territorio sonoro de su creación. C

Philip Glass sobre David Bowie

El soberano de sí mismo IMOGEN TILDEN

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Él y Brian lograron una asombrosa sociedad sinfonía, basada en Lodger, y la idea no ha desonocí a David Bowie cuando yo estaba a la mitad de mis treintas y él en creativa. Nunca supe, de hecho, quién hacía aparecido por completo. sus primeros veintes, un chico que qué cosa. Ambos eran muy talentosos en su La ejecución de Heroes en Glastonbury fue salió de la escuela de arte para trans- capacidad de escribir música lírica. Aunque me idea del [director de orquesta] Charles Haformarse de ser un pintor a ser un compositor. confiaron que nunca trabajaban juntos, al mis- zlewood. Lamento mucho no haber estado Éramos vecinos en Nueva York. Había lapsos mo tiempo. Trabajaban en el mismo estudio, presente. Es una de esas locuras de los horaen que nos frecuentábamos mucho y otros que pero uno estaba durante las horas diurnas y el rios —quisiera estar en dos lugares al mismo no —yo nunca sabía con exactitud en dónde otro en las nocturnas. Ni siquiera sé qué tan- tiempo. No obstante, confieso que no soy estaba o dónde iba a estar y algunas veces de- to se conocían—de hecho, nunca los vi juntos. un espectador muy afecto a los festivales. Mi jamos de vernos por años, aunque siempre es- Siempre había mucho misterio sobre lo que tendencia es que termino por considerar las tábamos en contacto y platicábamos de cómo ocurría en torno a David. Nunca se podía saber interpretaciones desde el otro punto de vista, iban las cosas. Tenía un talento enorme y era en qué estaba. Nadie le decía qué hacer y él ha- al otro lado del escenario. A veces ni siquiera muy interesante como persona y como mú- cía lo que quería. miro al frente de los teatros o las salas. De cualA unos días de su muerte hubo presentacio- quier modo, llueva o brille el sol, será un aconsico. Tuvimos tanto una relación de amistad como de trabajo. Realizamos varios conciertos nes de mis sinfonías, entre muchos otros tribu- tecimiento. Uno magnífico. Es todo un honor y proyectos en conjunto, y desde luego, escribí tos. De hecho, me sorprendió que hubiera tan que esta sea la primera música clásica estelar dos sinfonías basadas en su trabajo: la número pocas versiones orquestadas de las composi- en Glastonbury. Las fronteras de la música se uno (la sinfonía Low) en 1992, y la número cua- ciones de David —dado que fue un compositor desvanecen en nuestros días. He trabajado con tan admirado y talentoso. Sin embargo, soy al toda clase de gente, de Bowie a Ravi Shankar, tro (Heroes) en 1996. A David le gustó la idea de que yo hicie- parecer la única persona que ha escrito sinfo- Paul Simon, con juglares de África occidental, ra las sinfonías. Y quedó muy complacido nías basadas en su obra. y todo lo que he hecho ha expandido siempre Desde luego, las dos primeras sinfonías mi propio lenguaje musical y ha sido siempre con ellas, al igual que Brian Eno. Incluso se tomaron fotos para aparecer conmigo en la fueron planeadas como parte de una trilogía, interesante y disfrutable. En la actualidad no portada de la primera edición del álbum de al igual que los álbumes de Berlín de Bowie y es necesario haber pasado por el conservatorio Eno.* Hace años platicamos de hacer la tercera para ser un compositor. Ni siquiera hace falta la sinfonía Low. De esas dos obras, David prefeser capaz de leer o escribir múría la número cuatro, Heroes, porsica. Las cosas se sienten de que la consideraba más original. modo muy abierto y lo prePero yo estaba en desacuerdo: fiero así. pensaba que la número uno era En realidad no tengo idea la más original. Poco después de qué hubiera hecho David de su composición, David coBowie respecto al tributo de menzó a usar la sinfonía Heroes Glastonbury. Quizá asistiría para acompañar su aparición en sin decirte siquiera que lo haalgunos conciertos. Y, más sorría, o bien podía disfrutarlo a prendente aún, es que circula la distancia, sin presentarse. una versión en la cual él añadió Nunca sabías con David. Era a la grabación sinfónica su voz el soberano de sí mismo. C cantando Heroes. En alguno de sus archivos debe estar esa graThe Guardian, bación de Bowie cantando su junio 25, 2016. propia versión sobre mi sinfonía. Traducción: Max Colunga Sería maravilloso encontrarla. NOTA Creo que no podría definir mi canción o mi álbum favorito de * La Trilogía de Berlín: Low (1977), Heroes (1977) y Lodger (1979). Bowie. ¿Changes? No sé. Como a Fuente > davidbowie.com (N. del T.) cualquier otro, me gustan los hits. Philip Glass y David Bowie.

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10 LA N OTA NEGRA

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Por

FRANCISCO HINOJOSA

TEORÍAS CONSPIR ANOICAS

@panchohinojosah

H

ay personas, grupos o sociedades secretas que creen y tratan de comprobar que el Holocausto no existió y el Diario de Ana Frank es apócrifo, que el hombre nunca llegó a la Luna y todo fue un montaje televisivo, que la Tierra es plana (The Flat Earth Society), que William Shakespeare nunca escribió nada y sólo prestó su nombre, que el virus del SIDA fue creado en Estados Unidos para favorecer a las compañías farmacéuticas, que el asesino de Kennedy no fue solamente Oswald y que en el de Colosio hubo un segundo tirador, que Paul McCartney murió y el que ahora canta es un reemplazo, que el hundimiento del Titanic fue premeditado, que el 11-S y el colapso de las torres gemelas de Nueva York fueron tramados por la administración estadunidense para declararle la guerra al terrorismo, que los terremotos de Chile y Haití fueron manipulados, que Elvis Presley y Jim Morrison siguen vivos, que Marcial Maciel está en el cielo y que sus abusos fueron inventados por víctimas que en realidad lo trataron de seducir. Otro ejemplo: Mister Twitter Donald Trump & his bad hombres conspiranoicos creen que el cambio climático es un fraude y que el calentamiento global fue inventado por los chinos para dañar a la industria de su país: “América

La Canción # 6

LA ASOCIACIÓN SSP (SÍ SE PUDO) AFIRMA QUE EN REALIDAD LA SELECCIÓN MEXICANA GANÓ EL CAMPEONATO MUNDIAL DE FUTBOL DE BRASIL (2-1 CONTRA EL PAÍS SEDE).

PRImero”, reza su lema de campaña, lástima que no se refiriera al equipo de futbol, ya que al menos tendría un poquito de razón. Para David Robert Grimes, investigador de la Universidad de Oxford, se requeriría que guardaran el secreto alrededor de 450 mil personas de distintas instituciones científicas en el mundo. Y con lo chismosa que es la gente estaría complicado ocultar tal engaño. En México ya empiezan a formarse grupos, a veces con una gran cantidad de miembros de élite, que creen, por ejemplo, que el PRI es el partido del pueblo, incorruptible e incorrupto, con sobrada honestidad y vocación de servicio, que Peña Nieto se casó con La Gaviota por amor y por un gran flechazo, nunca con fines electorales, ¡por favor!, y que su casa blanca fue comprada con el arduo trabajo en Televisa de la primera dama. Aseguran, además, que Fidel Velázquez no ha muerto del todo y que lo tienen congelado para revivirlo en el momento en el que más lo necesite nuestra nación. Otro grupo tiene la convicción de que la prohibición de los animales en los circos hizo que el Partido Verde se apoderara de ellos, ya sea para disecar sus cabezas y exhibirlas en sus hogares como trofeos de caza o bien para consumo gourmet exótico. Aseguran también que quieren acabar con las

corridas de toros sólo porque no les gusta que se diga en los noticieros que un matador recibió una “cogida” de un animal de lidia. La asociación SSP (Sí Se Pudo) afirma que en realidad la selección mexicana ganó el campeonato mundial de futbol de Brasil (2-1 contra el país sede). Con el uso de alta tecnología de nueva generación, se proyectaron sobre las canchas brasileñas partidos inventados por corporativos alemanes que hicieron fuertes apuestas en el casino Caliente. Ganaron cuatrocientos pesos. El Chicharito habló con la prensa extranjera para exponer el fraude: la Organización Mundial de la Salud lo amenazó con enviarlo a un manicomio. La copa fue confiscada por la FIFA para que nuestro país no tuviera la evidenCIA de su triunfo. Se sigue investigando si ganamos otros mundiales. Bueno, pues eso dicen o creen o piensan o aseguran o inventan los conspiranoicos: da lo mismo: la Tierra no es plana, es una oblea; a Elvis se le acabó la voz, por eso ya no canta; Hitler era tan patriota que fue una buena persona; los atentados del 11-S fueron un gran show de Hollywood, Cantinflas era un agente infiltrado de la CIA, el Chavo del Ocho era del Nueve, las peras son en realidad guayabas, Plutón no es un planeta y así te sigues.

Por ROGELIO GARZA @rogeliogarzap

El blues de Charles Manson “LA CULPA de todo la tuvieron los Beatles”, decía mi abuela. Lo que sí tuvieron fueron seguidores desquiciados y obsesionados con su música. Como Chapman, que mató a John Lennon en 1980. Y Charles Manson, el asesino psicodélico que se piró con “Helter Skelter”, quien murió en noviembre a los ochenta y tres años, dejando tras de sí muerte, horror y una carrera musical frustrada. En 1968, por medio de dos seguidoras, Manson hizo amistad con el baterista de los Beach Boys, Dennis Wilson. En seguida toda la familia se mudó a la casa de Wilson, cuando Manson lo convenció de hacerle un disco con Brian, Carl y el productor Terry Melcher. Diez canciones sin publicar porque al final Charlie los amenazó de muerte. Terminaron a golpes. Pero en el disco 20/20 de los Beach Boys se grabó su “Cease to Exist”, titulada “Never Learn Not To Love”. En 1969 ocurrieron los siete asesinatos ordenados por el orate. En los setenta, Los Ramones fueron

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censurados por “Glad To See You Go”: Y en un momento de pasión / Tomar la gloria como Charles Manson. Durante los ochenta, Henry Rollins y Greg Ginn del grupo Black Flag emprendieron la búsqueda del mal en la naturaleza humana y mantuvieron relación postal con él, luego de que Rollins le enviara su poemario 20 -11.11.34 RISE-, veinte poemas y la fecha de nacimiento de Manson. Claro, hicieron un disco en SST, la disquera de Ginn. Le enviaron a la cárcel la grabadora y las cintas más finas que encontraron, comprometiéndose a pagar las regalías. “Yo no vendo el viento que sopla a través de mí”, les dijo, antes de clavarse la grabadora y las cintas. Envió de regreso cassettes viejos y con eso lograron terminar Completion, seis canciones de country, folk y monólogos anti Dylan sobre cómo le robaron la guitarra a Hank Williams para dársela “al judío Zimmerman” y pervertir el curso de la música. Al final Charlie los amenazó de muerte e intervinieron la CIA

y el FBI. Pero con este método del cassette entre rejas, Manson grabó una veintena de discos para cristalizar su sueño de ser un rockstar. Atorado en un malviaje desde la cuna hasta la tumba, fue el lado más oscuro de la psicodelia y el asesino favorito de los medios, una referencia inevitable en el universo del rock. Sonic Youth grabó la canción “Death Valley 69” sobre su caso. En los noventa, el rockero Brian Hugh Warner se hizo del nombre artístico Marilyn Manson y grabó su canción “Sick City”. En The Spaghetti Incident?, Guns & Roses incluyó el track oculto “Look At Your Name Girl”. Y Brian Jonestown Massacre, siempre en estos ajos, hizo una versión eterna de su blues “Arkansas Revisited”, que empieza así: Voy de regreso a Arkansas / Tengo que matar a mi ma y a mi pa / Porque hicieron mi vida tan triste / Corro tan rápido, todo el día y toda la noche / Ellos torturan mi alma de formas malignas…

ATORADO EN UN MALVIAJE DESDE LA CUNA HASTA LA TUMBA, FUE EL LADO MÁS OSCURO DE LA PSICODELIA.

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EL CORRIDO DEL ETERNO RETORNO

F E S T I VA L I T I S

Por

CARLOS VELÁZQUEZ

@charfornication

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urante 2017 México sufrió el fenómeno de la festivalitis. Al Vive Latino, Corona Capital, Nrml, etc., se anexaron nuevos festivales. Algunos creados al vapor y otros de plano improvisados al ahí se va. Esto, sumado a la oferta con la que fue asediada la comunidad rockera, arrojó uno de los años con más propuestas de conciertos en nuestro país. Aunque esto parece positivo, no fue así. Varios eventos se cancelaron. El Aurora, que tenía en el line up a Spiritualized, Thurstoon Moore y Tortoise, a desarrollarse en el Pepsi Center, fue uno de ellos. Los organizadores ni siquiera tuvieron la delicadeza de enviar un comunicado. Queen’s of the Stone Age fueron otros que habían anunciado en su página una visita a México y también se esfumaron sin avisar. En Guadalajara el festival de blues, que apenas iba por su segunda edición y tendría a Los Lobos como banda estelar, se cayó también. Los motivos son varios: el sismo, la poca venta de boletos en algunos casos y la excesiva oferta que sobrepasó los bolsillos de los espectadores. La fiebre por los festivales se debió a la ruptura entre Occisa (Ocesa) y Live Nation. Antes estas dos compañías se repartían un porcentaje de los conciertos en México. Pero desde que concluyeron su sociedad, Ocesa sólo realiza la operación, la producción y pone el inmueble. Obvio no corre riesgos de pérdida si el artista no vende boletos. Este cambio ha impactado sustancialmente en sus ganancias. Ya que Live Nation son los que manejan a los mejores artistas en el orbe. Entonces los que

hemos salido perdiendo somos los aficionados a la música. El precio de las entradas se ha elevado escandalosamente. Por ejemplo, por primera vez en la historia era más barato un boleto de U2 en Estados Unidos que en México. Y por primera vez también, una de las dos fechas de U2 reportó pérdidas en nuestro país. Con los megaconciertos siempre existe la posibilidad de que el boletaje no se agote, pero esto jamás le había ocurrido a una banda como U2 en suelo azteca. ¿Recuerdan la bronca entre Ocesa y el Hell & Heaven en 2014 que llevó a la cancelación del festival? Gracias a Live Nation, Ocesa tenía un control fascista sobre lo que se presentaba o no en México. Pero ahora, no sólo el Hell & Heaven, sino casi cualquiera es libre de contratar los servicios de Live Nation. Eso ha desatado la festivalitis y la concertitis. Y los precios de las entradas. Este año Red Hot Chili Peppers cobraron en pista más de dos mil pesos en sus fechas en el Palacio de los Deportes. Y en la segunda tocaron sólo una hora veinte minutos. Los dos fueron sold out. Algunos empresarios están conscientes del paraíso que es nuestro territorio y llegan a hincharse los bolsillos. Por otro lado están los problemas que se derivan de los conciertos espontáneos. Es decir, de gente que no tiene experiencia en el campo o que de plano por ahorrarse unos pesos realiza el evento en donde se le hinche. Tal es el caso del Ceremonia, que se pospuso por la obcecación de sus organizadores de realizarlo en un sitio improcedente. Aquí debemos reconocer que actuaron de forma adecuada al no seguir

ALGUNOS EMPRESARIOS ESTÁN CONSCIENTES DEL PARAÍSO QUE ES NUESTRO TERRITORIO Y LLEGAN A HINCHARSE LOS BOLSILLOS.

El sino del escorpión

adelante con el evento. Pero problemas de este tipo van a seguir ocurriendo porque los conciertos necesitan llevarse a cabo en un recinto adecuado. Ya no estamos en los tiempos de Avándaro. Otro caso es el Plaza Condesa, que se vio afectado por el sismo. Continúa en funcionamiento, sin embargo, la misma gente que acude a los shows ha manifestado su desconfianza en cuanto a la salud del edificio. Ojalá no ocurra una tragedia. En los últimos años, en parte porque todos quieren una rebanada del pastel, y en parte por el divorcio Ocesa-Live Nation, los conciertos masivos de rock han dejado de pertenecer sólo a la CDMX. Monterrey y Guadalajara han comenzado a pelear el mercado. Al Pal Norte, El Roxy, etc., se ha sumado la expansión del Corona Capital a Guanatos. Que ya este año anunció su line up. Tristísimo, por cierto, con los Killers como cabeza de cartel. El fenómeno de la festivalitis está fuera de control. No les importa repetir bandas hasta el infinito con tal de vender una entrada. 2018 es un año que pinta igual. Los precios de las entradas al Hell & Heaven en su tercera fase sobrepasan los 4 mil pesos. Es una ridiculez. Desafortunadamente el público se ve orillado, con tal de ver a sus artistas favoritos, a pagar lo que pidan. No quiero sonar fatalista, pero estamos en manos de puro tiburón. Atrás han quedado los tiempos en que asistir a los conciertos era posible para el bolsillo del mexicano promedio. Hoy parece un lujo absurdo. El panorama de los conciertos en México en el presente es pan con lo mismo, pero cada vez más costoso. C

Por ALEJANDRO DE LA GARZA @Aladelagarza

La guerra inminente y las redes 3.0 DESDE SU CICATRIZ en lo alto del muro, el alacrán observa los preparativos para el inicio de las hostilidades en redes sociales: la guerra inminente. Los contrincantes afinan sus estrategias de contrainformación, desinformación, noticias falsas, chantajes y amenazas mientras reclutan ejércitos de “bots” (programa informático de tareas automáticas y repetitivas a través de internet) y de “troles” (quien publica mensajes provocadores, irrelevantes o fuera de tema en una comunidad en línea). Las redes sociales han sido campo de batalla político-electoral durante la última década en México. El arácnido recuerda las elecciones presidenciales de 2012 y las elecciones a gobernadores y alcaldes de los últimos seis años, donde proliferaron las amenazas y la difamación. Pero el panorama se torna más complejo ante las elecciones de 2018, las mayores y más costosas en la historia moderna del país, y donde estarán

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en juego tres mil puestos de elección popular. No se necesita ser doctor en prospectiva para prever, además de la inevitable batalla mediática con sus miles de spots, la guerra inminente en redes sociales, donde se concentrará lo más “florido” de las campañas político-electorales: mentiras, hipocresía, acusaciones, difamación, falsedades y mentadas. Cuando el alacrán se preguntaba cómo trascender de las redes sociales a la realidad y transformar el griterío y los escándalos cibernéticos en acción política con influencia en los poderes públicos y sus políticas, los asuntos electorales o los partidos políticos, cayó en sus manos el texto De las redes sociales a las redes (tecno)políticas: redes de tercera generación para la democracia del siglo XXI, de los españoles Antonio CallejaLópez, Arnau Monterde y Xabier Barandiaran (https://horizontal.mx). El artrópodo sintetiza: En los años

noventa surgieron las redes informacionales 1.0, la world wide web, modelo de primera generación con alcance de masas, un “capitalismo informacional”. En la segunda mitad de la primera década del siglo nuevo proliferaron las redes digitales 2.0, de segunda generación, las redes sociales del “capitalismo de datos”. Ahora se proponen las redes (tecno) políticas 3.0, “refractarias a las diversas formas del capitalismo de datos y orientadas por principios como autonomía tecno-política y social, autocomunicación libre y democracia radical. [...] Un modelo para la transformación política en un periodo de crisis de la representación y la hegemonía neoliberal, hacia una democracia real y en red”. El escorpión promete, como regalo navideño, ampliar la información sobre este sueño de la acción política real, autónoma y democrática, surgida de las redes. C

EL ALACRÁN OBSERVA LOS PREPARATIVOS PARA EL INICIO DE LAS HOSTILIDADES EN REDES SOCIALES: LA GUERRA INMINENTE.

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E l Cultural S Á B A D O 1 6 . 1 2 . 2 0 1 7

COCO

DE LEE UNKRICH Y ADRIÁN MOLINA FILO LUMINOSO

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iguel Rivera, a los 12 años está enamorado de la música y sueña con ser como su héroe, Ernesto de la Cruz, el cantante y actor ranchero más famoso que ha dado México, una especie de Pedro Infante fusionado con Jorge Negrete, carismático y aparentemente encantador que murió joven, aplastado trágicamente en un escenario por una irónica campana gigante. Sin embargo, la música es un tabú para la familia Rivera. Aparentemente el tatarabuelo de la familia abandonó a su esposa, Mamá Imelda, e hija, Coco, a su suerte para entregarse de manera egoísta a la música y nunca regresó. El despecho llevó a la Mamá Imelda a prohibir toda expresión musical en el seno familiar y la obligó a buscar un medio de subsistencia que encontró en la fabricación de zapatos. Toda su descendencia forma parte de la empresa, en un modesto pero pujante taller familiar en el pueblo de Santa Cecilia (que es la patrona de la música). La obsesión musical de Miguel lo lleva a confrontar a su abuela, la matriarca en turno de una familia en el que las mujeres son las figuras dominantes. El día de los muertos Miguel quiere participar en un concurso musical en la plaza pero al ser descubierto su abuela le rompe la guitarra. El niño desafía entonces a la autoridad y decide tomar prestada la guitarra que decora la cripta funeraria de Ernesto de la Cruz. Esta transgresión abre un pasaje a ultratumba que lleva a Miguel y al xoloescuincle Dante a un enfebrecido Mictlán, en donde el niño tiene la oportunidad de conocer a sus antepasados así como a su héroe, para de esa manera resolver el misterio que ha marcado a su familia. Coco, de Lee Unkrich y Adrián Molina es una vistosa, emotiva y por momentos ágil celebración fílmica del día de los muertos, de la cultura y la música popular mexicana. Desde Toy Story, en 1995, las películas de Pixar han sido un fabuloso muestrario de las sorprendentes posibilidades técnicas de la animación digital, así como el resultado de guiones inteligentes y de un cuidado obsesivo por los detalles, y por saturar cada secuencia con referencias y homenajes a la historia del cine. La fórmula disneyana sin duda es exitosa, no obstante es rígida e inevitablemente incluye: el despertar a una revelación triste (que desde tiempos de Bambi, 1942, a menudo involucra la muerte de un personaje), alguna mascota esperpéntica y la celebración de la amistad y/o la familia. Las cintas de Pixar ofrecen

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Por

NAIEF YEHYA

lecciones morales a costa de catarsis emocionales, pero Coco, más que ningún otro filme de este estudio se vale del humor negro. En los anteriores filmes Pixar ha explorado una variedad de universos extraños: el cajón de los juguetes, el fondo del océano, los rincones de la conciencia, el clóset de los miedos primigenios y el futuro posthumano. De cualquier modo parece un atrevimiento que en su decimonoveno filme se hayan aventurado en un viaje a un Mictlán vertiginoso, colorido y civilizado, en el que la lucha de clases no ha sido resuelta, las celebridades gozan de fama y las mejores fiestas siguen teniendo discriminatorias listas de invitados. Coco se centra en los esfuerzos de Miguel de cumplir su sueño de volverse músico pero esto significa un descubrimiento de sus orígenes. La ambición personal de éxito y reconocimiento e incluso la construcción de la identidad se vuelven antagónicos a la unidad familiar, la cual se extiende hasta el más allá, especialmente en una cultura como la mexicana donde los valores familiares tienen un inmenso poder sobre el sujeto. Al romper la guitarra la abuela trata de anular el incipiente germen del individualismo. Molina y su coguionista Matthew Aldrich han creado un mundo que retoma el folclor y la imaginería de la tradición del día de muertos, desde las calaveras de azúcar, el papel picado, las imágenes de José Guadalupe Posada y las ofrendas hasta el obsesivo maquillaje facial que evoca a la muerte Catrina del mural Sueño de una tarde dominical en la Alameda central, de Diego Rivera (que comparte el apellido de la familia de Miguel), pasando por el absurdo (y próximamente asimilable) desfile del día de los muertos de la película de James Bond, Spectre (Sam Mendes, 2015), con ecos de El libro de la vida (Jorge R. Gutiérrez, 2014) y un brillante homenaje a Los esqueletos bailarines de Walt Disney (1929). Es evidente que los realizadores tenían muy claro que no se entregarían al exotismo turístico ni a los placeres facilones cosméticos, sin embargo recurrieron de manera deliberada a jugar con clichés sobreexplotados: en primer lugar Frida Kahlo, como un hilarante leitmotif obsesivamente omnipresente, así como los infaltables luchadores enmascarados. El mundo de los vivos y el de los muertos se conectan durante el día de los muertos mediante un puente de pétalos de cempasúchil. Y el

LOS REALIZADORES RECURRIERON DE MANERA DELIBERADA A JUGAR CON CLICHÉS SOBREEXPLOTADOS: EN PRIMER LUGAR FRIDA KAHLO, ASÍ COMO LOS INFALTABLES LUCHADORES ENMASCARADOS.”

color de esa flor es el tono dominante del mundo subterráneo, donde destaca la estridencia visual, la fosforescencia kitsch y una paleta de colores encendidos y chillones. La cinta ha sido creada con un ambicioso sentido de la composición, con abundantes planos amplios en los que suceden muchas cosas simultáneamente; con un prodigioso mosaico de neón alucinante en el que se combinan elementos prehispánicos, coloniales y contemporáneos; un caleidoscopio en ácido de alusiones al cine mexicano de la “edad de oro” y a la estética del cine musical de Busby Berkeley. Esta obra se estrena casi al mismo tiempo que el sorprendente documental Brimstone and Glory, de Viktor Jakovleski, un endemoniado paseo por la fiesta pirotécnica de San Juan de Dios en Tultepec. Coco es un homenaje a la memoria de los muertos, a la ilusión de que al recordarlos permanecerán cerca y su espíritu no desaparecerá. Es una celebración de lo luctuoso donde la consolación toma un carácter esperpéntico y carnavalesco. Lo curioso es que el recuerdo de los vivos se traduce en éxito y riquezas en el inframundo, así como en una energía “vital”, mientras que el olvido es literalmente la miseria. No ser recordado representa una segunda muerte, ser enviado a un más allá del más allá. Pasar de un mundo al otro es como atravesar una frontera con trámites burocráticos y agentes migratorios que se encargan de revisar documentos de identificación, que en este caso son las fotos de las ofrendas. Sólo quienes son recordados por los vivos pueden pasar legalmente. En tiempos de Trump, no se puede ignorar que este tránsito refleja el de millones de mexicanos que buscan en el otro lado una forma de subsistencia. El paso de los muertos al mundo de los vivos también evoca a los miles de migrantes ilegales que pierden la vida en la peligrosa travesía de México a Estados Unidos. Sin duda, Coco tiene elementos sensibleros, es una cinta estratégicamente complaciente, formulaica y su historia es quizás más enredada de lo necesario, pero también es un filme oportuno y un espectáculo frenético de una riqueza visual extraordinaria que no da tregua al espectador pero va mucho más allá del entretenimiento frívolo y de la idea cursi de “poner en alto la cultura mexicana”, para ofrecer una obra rica, compleja y personal. C

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