CARLOS VELÁZQUEZ
L A S O C I ED A D C R A C K E R I Z A D A
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JESÚS RAMÍREZ-BERMÚDEZ
L A C R UZ A D A D E LO S N I Ñ O S M I G R A N T E S
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El Cultural [S up l e m e nto d e L La aR Razón a zón ]
POSVERDAD
EL IMPERIO
DE LA MENTIRA EL OCASO DE LA VERDAD EN LA ERA DE TRUMP P OR NAIEF YEHYA
DE LA CREDULIDAD A LA PSICOSIS COMPARTIDA P OR ARI VOLOVICH
LA NUEVA EDAD DE LAS TINIEBLAS
P OR GER ARD O DE L A CRUZ
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En una sorpresa mayor de la historia política de Estados Unidos, contra la voluntad mayoritaria de sus votantes —a raíz de un sistema electoral cuya distorsión hizo posible la victoria del candidato que perdió en las urnas por más de dos millones de votos—, Donald Trump consumó ayer su inaudita ascensión al poder.
Rechazado por una mayoría de estadunidenses inconformes, Trump asume el poder bajo el signo de la discordia y del escándalo. Luego de una campaña de odio y mentira sin freno que ha degradado los principios de la ética y la convivencia civilizada, sus objetivos manifiestos comprometen el futuro de la humanidad entera.
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os diccionarios Oxford eligieron Posttruth (o posverdad) como la palabra internacional del año, la cual definen como algo que “se relaciona o que denota circunstancias en las que los datos objetivos son menos influyentes para determinar la opinión pública que los llamados a las emociones y las creencias personales”. Para volverse popular un concepto como éste necesitaba de un candidato como Donald Trump y de una campaña presidencial tan procaz, deshonesta y contenciosa como la que culminó el pasado mes de noviembre en Estados Unidos y que arrastró al país por el fango político durante dieciocho meses. La cantidad y la desfachatez de las mentiras que Trump, y en menor grado Hillary Clinton, repetían ante sus seguidores y los medios no tienen precedente. En particular el bombardeo de acusaciones y noticias falsas en contra de Clinton no se limitaba a lo que el candidato declaraba en eventos públicos, entrevistas y especialmente en su cuenta de Twitter, sino que también se desató una vorágine mediática de procedencia dudosa en el ciberespacio. Es probable que Trump ni siquiera hubiera planeado esta estrategia ni imaginado su
éxito, sino que simplemente se había dejado llevar por su mitomanía compulsiva y su egolatría patológica, pero de cualquier forma sus arrebatos dieron lugar a una campaña de desinformación que contaba con que algunas de estas presuntas revelaciones lograrían volverse virales y trending topics y así engañar y provocar a las masas. La intención era desestabilizar a la maquinaria de comunicación de la candidata demócrata y de paso apropiarse de los ciclos informativos, con lo que obligaban al rival a pasar gran cantidad de su tiempo a la defensiva, negando escándalos, desmintiendo falsificaciones y denunciando absurdos. El hecho de que llamemos a ésta la era de la posverdad no implica que antes hubiéramos vivido en una era de honestidad y decencia política, pero se refiere a que en el clima político imperante un individuo es capaz de mentir sin el menor pudor, sin importarle que existan incontables pruebas fácilmente accesibles que demuestran la falsedad de sus afirmaciones, y aún así no perder ni un solo seguidor. Trump conquistó la presidencia al capitalizar el descontento y frustración social con promesas de volver a un pasado glorioso y de hacer “buenos en vez de
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malos negocios”. Su plataforma es de una simpleza apabullante ya que se limita a denunciar y satanizar supuestos enemigos internos y externos en lugar de proponer soluciones, más allá de su muy repetido “solamente yo puedo hacerlo”. Con este mensaje logró cautivar a millones de ciudadanos frustrados por el deterioro de la economía, que ven a los inmigrantes como parásitos y amenazas, a las élites como depredadoras, a la prensa como una herramienta de los poderosos y a los intelectuales como cobardes y traidores. A lo largo de dieciocho meses, Trump y su séquito se dedicaron a diseminar acusaciones, insultos, difamaciones y distorsiones. Lo que inicialmente parecía una distracción se volvió un poderoso movimiento reaccionario y populista que logró conquistar el voto electoral, aunque no el voto popular. Su triunfo se debió a que además de ganar todos los estados tradicionalmente republicanos y los oscilantes, logró convertir a varios estados demócratas, en particular a los del cinturón del óxido en el noreste del país: Pensilvania, Wisconsin y Michigan.
PROPAGANDA La mentira es tan vieja como la suciedad. El simple hecho de que no seamos capaces de leer la mente de nuestros semejantes puede imaginarse como un mecanismo evolutivo para permitirnos ocultar la verdad con el fin de avanzar y sobrevivir en un mundo con recursos escasos. La mentira es indisociable de nuestra naturaleza y por milenios se ha tratado de combatir con la religión, la ley y la moral. La prensa moderna nace con el ideal de ser un portavoz de la verdad, un medio neutral, con la ambición de ofrecer perspectivas balanceadas, legítimas y desinteresadas de la realidad, de dar herramientas de juicio y evaluación, de convertir a la población en una masa crítica y abierta, capaz de decidir de manera inteligente cursos de acción en su beneficio. Se nos ha repetido hasta el cansancio que una prensa libre es indispensable para la democracia. Sin embargo hay una contradicción esencial y fulminante: censurar la mentira y la propaganda en una sociedad abierta es una forma de limitar la libertad de expresión. La propaganda moderna nace con Edward Bernays, un sobrino de Sigmund Freud, a quien se atribuye entre otras cosas el haber logrado que se considerara chic que las mujeres fumaran en público, que los estadunidenses desayunaran huevos con
“HAY UN SECTOR AMPLIO DE LA POBLACIÓN QUE HA RENUNCIADO A CUALQUIER ILUSIÓN DE ENTENDER LA VERDAD Y ACEPTA LAS VERSIONES DE SUS ÍDOLOS MEDIÁTICOS SIN LA MENOR TENTACIÓN CRÍTICA.”
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tocino y que el plátano fuera imaginado como un súper alimento con propiedades casi mágicas. El trabajo de Bernays consistía en tratar de despojar al público de la capacidad crítica y el escepticismo al apelar a sus emociones y prejuicios. Este rabioso anticomunista trabajó para numerosas corporaciones, entre ellas la United Fruit a la que ayudó a crear las condiciones psicológicas en el pueblo guatemalteco que tuvieron como resultado el golpe de Estado en contra de Jacobo Arbenz en 1954. Bernays empleó la psicología para manipular poblaciones, así como transformar a los consumidores y al electorado en una masa maleable. Su método echaba mano de la estadística y del conocimiento del funcionamiento del cerebro, además de que sistematizaba el uso de información falsa, incompleta y descontextualizada. La propaganda moderna usualmente no se valía de mentiras obvias ni exageraciones ridiculizables. Sin embargo, en estos tiempos eso parece haber cambiado, debido a que hay un sector amplio de la población que ha renunciado a cualquier ilusión de entender la verdad y acepta las versiones de sus ídolos mediáticos sin la menor tentación crítica. Esto se puede deber a un fracaso de las ideologías, a una sensación de abandono por parte de los políticos establecidos, a un desencanto con los ideales de la modernidad y a un desplome de los valores occidentales. Basta considerar el #pizzagate, una historia en la que se acusaba a Hillary Clinton, a su jefe de campaña John Podesta y a otros demócratas de organizar una red de tráfico sexual de menores. Ahora la elaboración de propaganda no opera de arriba hacia abajo, o más bien no lo hace únicamente de esa manera sino que también lo hace de abajo hacia arriba, así como en todas direcciones. La maquinaria desinformativa de Trump cuenta con sitios populares entre la derecha como Breitbart News (cuyo presidente Stephen Bannon es ahora uno de los principales asesores de Trump), Infowars y otros más que no cuentan con periodistas profesionales ni respetan un código ético mínimo,
sino que son arietes propagandísticos que se presentan como medios independientes, alternativos, radicales e imparciales. Sin embargo, se dedican a diseminar propaganda sin pudor y no se preocupan por ofrecer ninguna ilusión de balance. Este tipo de propaganda es extremadamente corrosiva y siniestra, más resbalosa y engañosa que la propaganda tradicional manufacturada por los regímenes, en gran medida debido a que no hay una entidad a la que se pueda responsabilizar por sus tergiversaciones y abusos ni por el daño que pueden provocar. Estos sitios tienen un gran impacto en la era de las redes sociales en que la gente comparte compulsivamente artículos que por una u otra causa le llaman la atención, muy rara vez verificando la información y en ocasiones sin siquiera leer más allá del título. Esto no es raro en tiempos de Trump, quien en numerosas ocasiones ha justificado sus estrambóticas opiniones diciendo que las leyó en internet.
PRENSA NUEVA Y NO TAN NUEVA Desde el inicio de su campaña, Trump estableció una relación de antagonía y dependencia con los medios masivos, a los que atacaba por ser supuestamente injustos con su campaña y prejuiciados contra su persona, aunque sin falta los medios le dedicaban un tiempo desproporcionado en comparación con sus rivales y críticos. El entonces candidato no perdía oportunidad en sus mítines de azuzar a sus seguidores para que hostigaran, acosaran y quizás atacaran a los periodistas que cubrían sus eventos. La intensidad de los ataques y la virulencia de sus seguidores fue en aumento hacia el final de la campaña y una vez electo siguió con su campaña antiprensa, con la clara intención de crear una atmósfera de terror entre los informadores y sentar las bases de lo que sería su relación con los medios en cuanto llegara a la Casa Blanca. Esta relación tiene como eje a Twitter, un canal directo e instantáneo con sus seguidores mediante el cual puede
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tener reacciones y respuestas inmediatas y donde no necesita pruebas para lanzar sus alegatos, certezas, rabietas y condenas. Así Trump se creó un espacio sin filtros para sus opiniones espontáneas que puede distorsionar eficientemente la realidad. Esto para muchos de sus seguidores es sinónimo de honestidad y de “decir las cosas como son”, cuando en realidad sus exabruptos son cada día más comprometedores y tóxicos. Durante la contienda electoral, a medida que Trump conquistaba espacios y sobrevivía a un escándalo tras otro, ganando seguidores a pesar de que se expusiera su ignorancia, su misoginia y sus comentarios racistas, muchos afirmaban que Trump era un verdadero genio de la manipulación mediática. La realidad es que los medios masivos se entregaron eufóricos al juego de Trump ya que intuyeron que sería muy bueno para sus ratings. Una vez que entendieron lo que habían hecho al regalarle miles de millones de dólares en cobertura gratuita, trataron de dar marcha atrás y mostrarse críticos. Pero a esas alturas era demasiado tarde y lo que lograron fue poner en evidencia los prejuicios que Trump aseguraba que tenían. Como castigo, Trump ya insinúa que desalojará a la prensa crítica de la Casa Blanca. Hasta hace algunos años, el concepto de ciudadano reportero era sinónimo de una sociedad civil comprometida, de individuos que tomaban la iniciativa de investigar por sí mismos para poner en entredicho la veracidad de los medios informativos profesionales y de los comunicados oficiales. Así deseaban presionar a las instituciones (tanto gubernamentales como privadas) para obligarlas a comportarse con honestidad y cumplir con sus responsabilidades. En la etapa anterior a internet estos investigadores rara vez tenían plataformas donde hacer públicos sus descubrimientos, pero desde que el ciberespacio se volvió un medio popular se abrieron posibilidades sin precedentes para la libertad de
expresión; asimismo, desaparecieron viejas jerarquías y se crearon miles de nuevos canales de comunicación de gran alcance. De esta forma la información disidente podía evadir los mecanismos tradicionales del control mediático y la censura. Sin embargo, esta gran utopía se pervirtió con el abuso de las herramientas de comunicación. Muy pronto aparecieron oleadas de improvisados periodistas, divulgadores, informadores y personalidades dedicadas a las teorías conspiratorias como Alex Jones y Roger Stone, así como seudo documentalistas al estilo del fraudulento James O’Keefe, quienes cuando no están pregonando hipótesis absurdas y delirantes emplean tácticas para emboscar opositores (mediante noticias completamente inventadas, distorsiones de la realidad, entrevistas editadas y filmaciones comprometedoras clandestinas) para escandalizar al público y manipularlo. La campaña de Trump tiene vínculos con algunos de estos desinformadores incluso subvencionándolos y es claro que su complicidad en el éxito les ganará un lugar privilegiado en la maquinaria propagandística del régimen entrante.
correos privados, algunos de ellos con información confidencial y conversaciones privadas. De acuerdo con los servicios de inteligencia, la información fue filtrada a la organización de Julian Assange por hackers rusos vinculados con el Kremlin. Aunque hasta el momento no se han ofrecido pruebas contundentes que incriminen a Rusia, es muy reveladora la actitud de Trump, quien ha negado que exista dicha conexión y en cambio ha denunciado a los servicios de espionaje de su país por querer poner en duda su elección. Los cuestionamientos a la relación entre Trump y Putin no terminaron con la elección, sino que se han complicado debido a que el primero ha puesto a los senadores y representantes republicanos en la difícil posición de tener que justificar las palabras de su líder sin sonar entreguistas o pusilánimes. La extraña relación entre Trump y Putin al parecer comenzó cuando a Putin se le preguntó su opinión sobre Trump y él respondió que lo consideraba una persona “muy colorida” —yarkiy, lo cual también puede traducirse como “de colores brillantes”—, pero Trump sólo quiso escuchar que era una persona brillante. A partir de entonces comenzó a insistir que él buscaba una mejor relación con Rusia y elogió en muchas ocasiones a Putin como un líder fuerte con el que podría trabajar. Asimismo, prometía no intervenir más en los asuntos de Rusia con sus vecinos y quizás incluso dejar la OTAN. Una vez derrotada Hillary Clinton, estas aperturas, así como el presunto hackeo de las cuentas de correo demócratas fueron aprovechadas por seguidores de Clinton, quienes vieron en ellas una posibilidad de cuestionar la autenticidad de la elección. El problema es que aun si los responsables de ese hackeo fueron rusos, su conexión con el Kremlin no ha sido demostrada. Los documentos presentados como evidencias no van más allá de conjeturas, especulaciones y comentarios cobijados en mala sintaxis que abre espacios a la ambigüedad. Resulta ominoso el hecho de que desde antes de tomar el poder Trump ha lanzado una guerra contra las agencias de espionaje. Los encargados de
ESPIONAJE, TRAICIÓN Y RUSIA Durante la campaña apareció de modo constante el tema de que Trump tenía una relación demasiado cercana con Vladimir Putin. El candidato que hablaba de “volver a la grandeza” y de poner “América primero” mostró una extraña fascinación por el autócrata ruso al que en numerosas ocasiones comparó favorablemente con Obama. En su conferencia de prensa del 27 de julio de 2016, Trump invitó a los rusos a hackear el correo de Hillary para encontrar los 30 mil correos que supuestamente borró para eliminar evidencias comprometedoras de una presunta diversidad de delitos. Al fin su petición fue respondida: WikiLeaks hizo públicos numerosos
“LA EXTRAÑA RELACIÓN ENTRE TRUMP Y PUTIN AL PARECER COMENZÓ CUANDO A PUTIN SE LE PREGUNTÓ SU OPINIÓN SOBRE TRUMP Y ÉL RESPONDIÓ QUE LO CONSIDERABA UNA PERSONA ‘MUY COLORIDA’.’’
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descubrir la verdad entre las mentiras y la propaganda extranjera, así como las amenazas domésticas, han sido puestos en tela de juicio e incluso despreciados. Estas agencias explotan las medias verdades y la mentira en su beneficio, pero ser acusadas de ineficiencia en un foro público por el próximo presidente de Estados Unidos es una señal inconfundible de que vivimos en la era de la posverdad. A manera de amenaza poco velada, Trump anunció que vendrían cambios radicales en la CIA y la NSA. A los espías no les gusta ser objeto de críticas y amenazas del propio presidente al cual van a servir, y sin duda tienen los recursos y habilidades para contraatacar. Desde hace meses, un dossier creado por el ex agente británico y diplomático Christopher Steele, y pagado por algún enemigo de Trump, ha estado en manos de políticos y numerosos medios —como Mother Jones—, y tanto Obama como el propio Trump fueron informados de su existencia. Misteriosamente el documento fue filtrado a varias agencias noticiosas, incluyendo el sitio BuzzFeed, que decidió hacerlo público. Al parecer contiene errores, imprecisiones y otras señales que han hecho a los expertos dudar de su legitimidad. El texto habla de que el Kremlin llevaba meses “cultivando” a Trump para más adelante poderlo “explotar” y chantajear; menciona deudas, contratos y compromisos financieros, pero el punto candente es que se refiere a un video sexual de Trump filmado en un hotel de Moscú en el que se muestra al próximo presidente con prostitutas rusas llevando a cabo un acto escatológico: una golden shower o lluvia de orines, sobre una cama en la que habían dormido Barack y Michelle Obama. Esta práctica fetichista parece muy factible para un personaje como Trump, por tanto la historia adquirió una magnitud enorme. Se trata de un acto erótico de dominio y sometimiento que no involucra obligatoriamente una erección y tiene una evocación al oro (ese metal
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“EL ‘LÍDER DEL MUNDO LIBRE’ HA DEMOSTRADO SU OBSESIÓN POR IMPONER SU PERSPECTIVA ESTRECHA, SU INTOLERANCIA POR LA DISIDENCIA Y SU COMPULSIÓN POR VENGARSE DE QUIENES PERCIBE COMO SUS ENEMIGOS.” que fascina a Trump) tan sólo por el color de los orines. Si en buena medida la pornografía depende de la eyaculación como imagen validadora del orgasmo así como de la masculinidad, aquí el disparo espermático es sustituido por el chorro de orines o lluvia dorada, la cual ofrece una ilusión de prodigalidad a través de un torrente abundante que irriga y humilla a la vez. La vulgaridad ostentosa de Trump no podía haber encontrado una mejor metáfora. La mayoría de las agencias se abstuvieron de publicar las revelaciones que al parecer fueron sincronizadas para coincidir con la primera conferencia de prensa de Trump desde julio. BuzzFeed publicó el artículo señalando que las acusaciones no habían sido verificadas, que contenían errores evidentes y que al hacerlo trataban de mitigar los crecientes rumores. CNN no las publicó pero las mencionó y eso bastó para causar la ira de Trump, quien durante su primera conferencia de prensa le negó la palabra a un reportero de esa organización a la que acusó de propagar falsas noticias. Paradójicamente, Trump se apropió así del término que en gran medida ha sido acuñado para denunciar la forma en que él y sus seguidores han transformado las noticias. Cualquier político en una situación semejante hubiera evitado hablar del tema, se hubiera negado a reconocer siquiera un documento que se ofrecía sin pruebas y programado para causar máximo daño en un momento de clave de la
transición. Sin embargo, Trump hizo justo lo contrario: dedicó una buena parte de su conferencia de prensa a denunciar a los medios y a las agencias de espionaje. Con esto desvió la atención del asunto que debía dominar ese evento: las explicaciones de cómo pensaba impedir los conflictos de interés entre sus empresas y la presidencia. Trump se presentó a su conferencia a un lado de una mesa cubierta de folders llenos de papeles, los cuales aseguró que eran tan sólo unos cuantos de los muchos documentos relacionados a los trámites para disociarse de sus muchísimas empresas. En esencia, lo que ofreció fue dejar sus negocios a sus hijos y aseguró que ellos no hablarían con él de esos temas. Una solución ridícula e inaceptable. Curiosamente, no se permitió a la prensa acercarse a los folders, los cuales no estaban marcados ni numerados ni tenían notas visibles y al parecer tan sólo contenían papeles en blanco. Se podría pensar que el reporte de inteligencia fue usado como una cortina de humo para ocultar el verdadero escándalo que es el hecho de que Trump estará violando las leyes éticas más elementales desde su primer minuto en la presidencia.
¿SERÁ POSIBLE REGRESAR A LA VERDAD? Si las mentiras llevaron a Trump a la Casa Blanca, es predecible que seguirá echando mano de ellas, junto con su poderosa cuenta de Twitter. Como es evidente, llegó al poder debido a que vivimos en una era de la posverdad, resultado de varias décadas en que la ficción ha conquistado terreno sobre la realidad. No se puede tener ilusión alguna de que Trump cambiará su actitud, que se volverá “presidencial” y aprenderá mágicamente a respetar la verdad. El “líder del mundo libre” ha demostrado su obsesión por imponer su perspectiva estrecha, su intolerancia por la disidencia y su compulsión por vengarse de quienes percibe como sus enemigos. Trump es una prueba imponente para la democracia. Veremos si el sistema puede sobrevivir a un déspota mediático que se ha rodeado de reaccionarios con la intención expresa de desmantelar los logros de la sociedad civil. Trump promete hacer a “América grandiosa otra vez” y lo más importante es preguntarnos: ¿cómo haremos para volver a un tiempo en que la verdad vuelva a ser reconocida como el criterio de juicio fundamental de todo quehacer humano? C
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Esta entrevista, donde conviven la crónica y el desasosiego causados por el triunfo electoral de Trump, interroga la ansiedad, el estrés y la psicosis que ha generado este acontecimiento —y que también afectan a más de la mitad de los estadunidenses—, así como el perfil psicológico del nuevo presidente del país del norte, cuyo diagnóstico resulta —por decir lo menos— digno de toda desconfianza.
DE L A C R E DU L I DA D A L A P S I C O S I S C O M PA R T I D A Entrevista con el doctor Francisco Javier Mesa Ríos ARI VOLOVICH
9 DE NOVIEMBRE 05:45 Lo primero que me viene a la mente al despegar los párpados es la sospecha de que el poodle de la vecina del tres goza de una salud sexual nula mientras barajo las maneras de lograr sofocar sus ladridos sin ser presentado ante los tribunales de YouTube; como tampoco viéndome obligado a incurrir en la zoofilia. Lo segundo que sale a flote es esa frágil seguridad de que el status quo del orden mundial sobrevivió intacto bajo el predecible sello de los Clinton y del establishment de la política estadunidense. La conmoción disloca mi mandíbula al exponer mis retinas a los titulares. Me quedo largo rato frente a la pantalla con la ilusión de que el resultado cambie con cada abrir y cerrar de ojos; con la esperanza de que lo que estoy leyendo se debe a una fisura corneal desatendida y no gracias a otra faena catastrófica de la democracia. Conforme imagino un mundo liderado por la batuta dorada de Trump (no pienso aburrirlos con calificativos gastados para describir a ese Homo floresiensis vestido de macaco inconexo; a esa bancarrota seudohumana del calibre de Hitler y Mussolini y que habita ya la Casa Blanca, en gran medida gracias a la cobertura de los medios de comunicación —consagrados a ordeñar el rating—, al obsoleto sistema electoral estadunidense, a la postura antisistema del electorado, a la injerencia rusa en las elecciones estadunidenses y a un discurso que cabe en menos de dos tweets, entre un sinfín de factores que no excluyen la infinita estupidez humana; como tampoco quiero atosigarlos con la bien sabida amenaza que representa el referido neofascista para México y para el mundo entero), me asaltan presagios apocalípticos cada vez más nítidos. Experimento cuatro de las cinco primeras etapas del duelo ideadas por la doctora Elisabeth Kübler-Ross mientras espero que el café se disuelva en el agua. No tengo la más mínima intención ni mucho menos la capacidad de conciliar la aceptación. La sola idea
de que los próximos cuatro (a ocho) años estaremos sometidos al capricho de un septuagenario capaz de borrar a Chihuahua del mapa con un solo poke no lo permite. 08:15 El cielo obstruido, la llovizna y el frío se antojan más como una premonición que una simple manifestación atmosférica. Mi desasosiego se ve multiplicado una vez que afianzo ambos pies sobre la calle. Cabezas gachas, quijadas tiesas y miradas aturdidas surcan mi campo visual mientras me integro al flujo de transeúntes que desemboca en la estación del Metrobús. Observo a través del cristal los pocos hilos de luz que perforan las nubes y que apenas permiten distinguir los tristes contornos de carne y hueso, del gris profundo que tiñe al paisaje citadino. De no ser por la tipografía de los rótulos y los espectaculares que pululan a los costados de Insurgentes, juraría que estoy recorriendo alguna avenida principal de Piongyang. “¿Qué más da? Nuestros gobernantes son astillas del mismo palo”, musito a modo de consuelo sin conseguir el efecto deseado. 14:15 Heme de vuelta en casa, pero la aceptación sigue brillando por su ausencia. Los lamentos del embutido neurótico del tres logran sustraerme
del documento Word que permanece en blanco. Vuelvo a sopesar las cualidades curativas de la zoofilia. 14:30 Se me ocurre llamarle a mi amigo Francisco Javier Mesa Ríos, psiquiatra y psicoterapeuta, docente en la Facultad de Medicina de la UNAM y médico en el Hospital Psiquiátrico Fray Bernardino Álvarez, para agendar una entrevista con el objetivo de despejar algunas dudas en torno a la psicosis colectiva y al perfil psicológico de quien ahora funge como el líder del “mundo libre”, entre otras cuestiones.
7 DE DICIEMBRE 18:06 “No me salgas con esas mamadas, Manuel. ¿Sientes culpa o miedo?”, oigo a la vecina del ocho reprocharle a su media naranja mientras me alisto para la entrevista. 18:15 Me encuentro con Javier y echo a andar la grabadora. ¿Has notado un aumento en los casos de ansiedad a raíz de la victoria de Trump, ya sea en tu consulta privada o en el Fray Bernardino?
En México aún no se han registrado casos de ansiedad desde que anunciaron los resultados electorales, creo
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que es demasiado temprano para saberlo. Aunque en Estados Unidos sí se ha visto un alza significativa en lo que se refiere al estrés y la ansiedad secundaria relacionada directamente con la victoria de Trump y de lo que depara el 2017. Ya existe un registro de personas con desbordamiento emocional. (Según una encuesta llevada a cabo por la Asociación Americana de Psicología, 52 por ciento de los estadunidenses padecen de estrés y ansiedad a raíz de las elecciones presidenciales). ¿Podríamos decir que el triunfo electoral de Trump es fruto de una psicosis colectiva?
Más o menos. Técnicamente hablando, la psicosis colectiva se refiere a un grupo de dos o más individuos —generalmente en espacios compartidos o quienes están expuestos a situaciones similares— que comparten una idea delirante o un tipo de pensamiento aberrante o anormal y que manifiestan síntomas psicológicos similares detonados por una razón específica. Por ejemplo: la madre que llega a casa y les dice a sus hijos que se encuentra poseída y los hijos empiezan a creerlo y a vivenciar la idea delirante impuesta por la madre. A eso se refiere la psicosis compartida, a una persona de mayor poder en ese sistema jerárquico que transmitió una idea asimilada por los más sumisos y obedientes de ese micro sistema, que no dudan de lo que les dice la madre y asumen su psicosis. ¿Y si lo pasamos al ámbito político?
Tendré que hacer la comparación entre los espacios menores y los macro espacios. En los espacios menores era más fácil medir la psicosis colectiva ya que los síntomas de las personas eran muy similares y fáciles de comparar. Para ello tenemos el ejemplo clásico de las denominadas tarantelas medievales, cuando llegaba alguien medio poseído y entonces todos de pronto manifestaban los mismos síntomas, ya que lo veían, lo vivenciaban, y sus contextos culturales les permitían compartir esos síntomas. En el macro sistema, personas en distintos lugares muestran síntomas o maneras de confrontar el fenómeno de un modo distinto. No son lo mismo, pero igual la gente sufre de malestar, ansiedad, preocupación y miedo. Recordemos que en los fenómenos políticos las emociones son compartidas por multitudes. Entonces, si tienes a un líder mesiánico estilo Donald Trump, Hitler, etcétera, lo que va a suceder es que las personas se van a quedar empapadas de su energía emocional y van a vibrar con ella hasta creerse el producto que les están vendiendo. No se categoriza propiamente como una psicosis colectiva, pero los procesos son similares ya que la gente no razona, no hace juicios, no discierne, no piensa por sí misma y cree lo que dice un determinado grupo crítico; por lo que podría parecerse a un fenómeno psicótico compartido. Insisto, la función es similar, salvo que no se trata de una idea delirante ya que tiene fundamentos reales.
¿Crees que la Asociación Americana de Psiquiatría (APA, por sus siglas en inglés) debería de alertar al público cuando un presidenciable muestra síntomas claros de trastornos mentales?
Un año previo al 8 de noviembre —el día de la elección—, uno de los dilemas de los psiquiatras estadunidenses era si estaban autorizados a emitir juicios clínicos de la salud mental de Trump. Esto nos remite a la Regla Goldwater. (El doctor Mesa Ríos se refiere a una ley impulsada por la propia APA en 1973, a propósito de un incidente que comprometió al candidato republicano a la presidencia de 1964, Barry Goldwater: la revista Fact hizo una encuesta a unos 12 mil psiquiatras para establecer si el susodicho estaba en su sano juicio para asumir la presidencia; 1,189 de las 2,417 respuestas dictaminaron que no era apto para el cargo. Goldwater terminó por perder las elecciones y demandó a la revista. La APA decretó que era poco ético emitir diagnósticos sin el consentimiento de un individuo y sin evaluarlo personalmente, además de sembrar desconfianza en la psiquiatría). ¿Cuál sería tu diagnóstico clínico del presidente Trump?
Hay quienes a pesar de la Regla Goldwater han emitido sus diagnósticos, los cuales son muy cercanos al mío. En mi opinión Donald Trump padece un trastorno de la personalidad. Básicamente es un trastorno narcisista de la personalidad. El narcisismo es necesario en los seres humanos, pero en ocasiones se vuelve patológico, e incluso hay quienes lo clasifican como narcisismo maligno. Ese Yo en contra de todo tan característico de Trump ya empieza a rayar en esta clase de narcisismo. También hay quienes lo han diagnosticado como un psicópata. La psicopatía tiene tanto grados funcionales como disfuncionales. Un ejemplo de los psicópatas funcionales son los empresarios, las personas poco afectivas, poco vinculadas emocionalmente, pero que son trabajadoras, ganan dinero y obtienen resultados. Donald Trump ha sido clasificado con esa psicopatía funcional. Así que está entre el narcisismo maligno y la psicopatía funcional: ése sería mi diagnóstico. ¿Internarías a alguien con los síntomas de Trump?
Sólo internamos a un individuo cuando sus actos, conductas o pensamientos ponen en riesgo su vida o la vida de los demás. En consecuencia tendríamos que preguntarnos qué de lo que ha hecho Trump pone en riesgo la vida de los demás. Y sí, sin duda alguna pone en riesgo la vida de millones de personas a través de los mecanismos regulatorios a su disposición; sin embargo, éste no es un criterio de hospitalización. Por ejemplo, si yo tengo un paciente con una idea delirante o una alucinación auditiva que le está diciendo que mate a todo aquel que vista una chamarra de cuero, entonces tendría que internarlo hasta que se le quiten los síntomas psicóticos. La diferencia radica en que Trump, como no es un psicótico, va a echar a andar una serie
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“UN AÑO PREVIO AL 8 DE NOVIEMBRE —EL DÍA DE LA ELECCIÓN—, UNO DE LOS DILEMAS DE LOS PSIQUIATRAS ESTADUNIDENSES ERA SI ESTABAN AUTORIZADOS A EMITIR JUICIOS CLÍNICOS DE LA SALUD MENTAL DE TRUMP.” de mecanismos regulatorios que sean afines a sus objetivos. Nuestra preocupación es que dichos mecanismos le obedezcan y cumplan sus caprichos. Si alguien va de acuerdo con las leyes y el orden impuesto por la mayoría, no se le puede calificar de psicótico aunque esté loco. Va otro ejemplo para esclarecer las diferencias entre una persona psicótica y una psicopática. En los trastornos bipolares hay una fase conocida como “manía” en la que la dopamina inunda el cerebro. Durante la fase maniaca las personas suelen tener ideas delirantes que se denominan “megalómanas”. En estas ideas delirantes, megalómanas, las personas se piensan más de lo que son. A diferencia de éstos, los psicópatas son personas que presumen sobre lo construido. Claro que exageran y sobrevaloran sus logros, pero también pueden sustentarlos con hechos. 20:02 “Vaya que esa ameba fosforescente lo puede sustentar. Logró transportarnos a la Alemania de 1931”, pienso después de despedir a Javier y me recargo sobre el mostrador de una Farmacia Similares. El boticario me barre con la mirada para luego ofrecerme un catálogo de cremas antiarrugas. Pregunto si tiene opiáceos genéricos y ante la negativa me retiro de mala gana para retomar mi camino de vuelta a casa. “En un mundo en el que la locura parece ser la norma, el sentido común debería ser catalogado como un síndrome de abstinencia”, me convenzo y acerco mis fosas nasales a las axilas para constatar que huelo a una ruina filistea. 20:20 “Reír o llorar, ésa es la cuestión”, concluyo en la ducha e inmediatamente me veo doblegado por una risa que comunica más nerviosismo que bienestar anímico. Pienso en las futuras visitas conyugales de Putin a la Casa Blanca y los desenlaces apocalípticos de dicha unión en un futuro escalofriantemente cercano; en que estamos ante un momento histórico, lamentablemente. Experimento una saudade bronca por Bernie Sanders y su legado hipotético a la vez que tallo mis partes nobles con shampoo. Imagino el Medio Oriente como una cuenca humeante; a un México sumido en una depresión irreversible. La ventana del baño no logra opacar del todo los chillidos del caniche casto que se unen al alud de fantasías catastróficas concentradas en mi nuca. Me encuentro lejos de conciliar la tranquilidad que sigue a la aceptación; no obstante, recuerdo que el sentido del humor es lo último que se pierde y me aferro a esa máxima inmaculada. Los poodles ladran, pero la caravana avanza. C
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Desde un país donde conviven la historia y civilización de Oriente y Occidente, el escritor Ahmet Ümit habla sobre su narrativa, la literatura actual y la compleja situación de Turquía; también de las divisiones que producen la política, la religión, la raza, y las conciliaciones que propicia el arte, en un mundo amenazado por “una crisis espiritual” y “un eclipse de la razón”.
L A N U E VA E D A D DE LAS TINIEBLAS Ahmet Ümit en diez estampas GERARDO DE LA CRUZ T R A DUC C IÓN R A FA E L C A R PI N T E RO ORT E GA EN CONTEXTO
Fuente > www.muhsinakgun.com
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acido en 1960 en la ciudad de Gaziantep, al sureste de Turquía, Ahmet Ümit conforma, junto con Ahmet Hamdi Tanpinar, Yaşar Kemal, Orhan Pamuk y Elif Şafak, el universo de la literatura turca contemporánea disponible en el mercado de libros en nuestro idioma, una oferta editorial iniciada en España a mediados de los años noventa y que se ha ampliado en la última década, gracias al Nobel concedido a Pamuk en 2009. La turca es una literatura relativamente joven para el resto del mundo, marcada por diversos procesos políticos: la reforma lingüística llevada a cabo por Mustafa Kemal tras la disolución del imperio otomano y la instauración de la república nacionalista; el conflicto histórico de integración geopolítica y los múltiples enfrentamientos de carácter étnico; la consolidación de su propio sistema, que aún se debate entre la secularización de sus instituciones y el islamismo político, entre la representación democrática y el autoritarismo militar; y no menos importante, es una literatura que debe enfrentarse a un Estado que legitima la censura. En este contexto represivo, sin renunciar a la crítica, un ex miembro del Partido Comunista, un activista político formado en Moscú, ha logrado convertirse en uno de los escritores más populares y leídos dentro y fuera de Turquía. Ahmet Ümit ha sabido evadir las restricciones del sistema valiéndose de la ficción histórica, del thriller y la novela negra, para tocar fibras sensibles de la identidad turca, como en el caso de La tumba negra (Umbriel, 2010), o para exponer de soslayo las cicatrices de un gobierno donde la corrupción es la norma, como en su mayor éxito comercial, Réquiem por Estambul (Ediciones B, 2016), traducidas por Rafael Carpintero Ortega, el más oficioso promotor de la literatura turca al español. A lo largo de estas diez estampas leemos a un autor plenamente consciente del lugar que ocupa como escritor en su
país. Contra cualquier clase de prejuicio sobre el género detectivesco y la etiqueta de best seller, la materia prima de su literatura no reside en la solución de un misterio irresoluble, ni en las motivaciones del criminal, ni en la naturaleza del alma: el centro de su narrativa es la memoria histórica. Al cabo, ¿quién mejor que un detective para husmear en las contradicciones del pasado?, ¿quién mejor que un policía para perseguir los conflictos históricos y arrojar luces sobre la oscuridad que se cierne en una realidad violenta? Enseguida las respuestas generosas de Ümit a un cuestionario sobre su vida, su obra y la situación de Turquía en diversos órdenes.
1. CRECER EN ANATOLIA Yo crecí en una cultura pluralista, fruto de siglos de convivencia, una ciudad rica desde el punto de vista histórico —Gaziantep— y un entorno en el que convivían distintas religiones y lenguas. Por aquel entonces no existía la brecha actual entre la ciudad y el campo. O sea, pasé mi infancia corriendo por las calles estrechas e históricas de esa vieja ciudad y al mismo tiempo en contacto con la naturaleza.
Pero mi infancia duró poco tiempo. En 1971, cuando sólo tenía once años, se produjo el segundo golpe de Estado militar en el país. Los militares ejecutaron injustamente a jóvenes izquierdistas. Y esa injusticia provocó que sintiera simpatía hacia las ideas de izquierda. Tres años después, cuando el golpe se desintegraba, me había convertido en un militante de izquierda. Tenía catorce años. Fueron días difíciles, la muerte andaba por todas partes. El país vivía una especie de guerra civil. A mí me apuñalaron una vez y otras dos veces sufrí palizas mortales, una de fascistas civiles y otra de la policía. De todas formas, podía considerarme afortunado porque muchos compañeros fueron asesinados por oscuras organizaciones. Durante el nuevo golpe militar de 1980, cientos de compañeros sufrieron torturas y pasaron largos años en prisión. Fue por entonces que vine a Estambul y me uní a la resistencia contra la dictadura militar. Con un poco de suerte, un poco de casualidad y mucho cuidado, evité que me atraparan. Fue una época en que eran comunes el heroísmo, las traiciones, las cobardías. Uno comprende mejor el sentido de la vida humana en días difíciles como aquéllos.
2. DE IZQUIERDA A BEST SELLER Puedo decir que mi interés por la literatura empezó antes de aprender a leer, con las historias que me contaba mi madre. Ella era una magnífica narradora de cuentos, probablemente heredé de ella mi habilidad para escribir. Y una vez que aprendí a leer no podía soltar los libros. En los años del bachillerato conocí las obras de Cervantes, Tolstoi, Dickens, Dostoievski, Steinbeck, Goethe... Aquellas novelas me hacían emprender un viaje al mundo desde la pequeña ciudad de Anatolia en que vivía. No me pasaba por la cabeza, no tenía el objetivo de ser escritor. Pero ocurrió un milagro. Después del golpe del 12 de septiembre de 1980 andábamos pegando carteles por las calles, un asunto en extremo peligroso. Ocurrió que detuvieron a uno
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de nuestros compañeros. El partido me pidió un informe sobre la detención y yo, en lugar de un informe, escribí una historia. Y ese primer relato mío se publicó en la revista marxista Problemas de la paz y del socialismo, que entonces se editaba en cuarenta lenguas. Ese acontecimiento inesperado me animó a convertirme en escritor. Al principio escribía relatos didácticos en los que predominaba la faceta política, pero luego me concentré en lo literario. El tiempo que pasé en Moscú me demostró que la literatura era mucho más valiosa y permanente que la política. Pero lo más importante era la extraordinaria sensación que me provocaba la escritura. Todos los sentimientos que puede percibir un ser humano, a veces tristeza, a veces alegría, a veces furia, a veces cariño: eso era lo mejor de ser escritor. Salir de tu propia vida y viajar a otras. Puedo afirmar que la literatura es para mí la forma de vida con más sentido que existe.
3. LA NOVELA NEGRA Como activista de izquierda viví palmo a palmo con el peligro en momentos difíciles en mi país. Durante la dictadura comprendí que para que la policía no me detuviera estaba obligado a pensar como ellos. Esa vida llena de suspense me condujo a escribir novelas policiacas. En mis años juveniles, en los que cada día aparecía un peligro nuevo, nuevas tensiones, nuevos riesgos, me convertí en una especie de adicto a la adrenalina. Y cuando empecé a escribir relatos, eso apareció en mi literatura. Escribía relatos de crímenes sin darme cuenta. No fui consciente de ello hasta que un amigo me llamó la atención: “Ahmet, tú lo que escribes es policiaco”. Cuando lo comprendí, empecé a leer sobre el género. Y quise crear mi propio mundo literario. En realidad, era simple: partiendo de la cultura del crimen de mi país, contar historias humanas universales. Ante un asesinato, todos mostramos nuestros verdaderos sentimientos: cobardía, valor, compasión, crueldad, inteligencia, estupidez, es decir, todo lo que es humano. Por eso el asesinato, pienso, es el eje sobre el cual giran la mayoría de las obras maestras de Shakespeare y Dostoievski. Yo no escribo novelas en el sentido más clásico, de las que se construyen básicamente sobre la pregunta: “¿quién es el asesino?”. Yo pregunto: “¿por qué el asesino ha matado?”. Dejo la respuesta al lector y mientras tanto intento enfrentarlo a su propia alma. A todo lo que tiene de malo y débil, de vulgar y de sublime en su espíritu. Es decir, prefiero interrogarme sobre la existencia de esa criatura a la que llamamos ser humano. A una literatura que proporciona respuestas le falta algo; yo prefiero formular preguntas y nunca dar respuestas. No soy un religioso, un político, ni puedo decirle a nadie cómo vivir su vida; pero puedo formular preguntas acerca de cómo vivirla.
4. EL NOBEL Y LA LITERATURA TURCA Orhan Pamuk es un autor que me gusta, algunas de sus obras me encantan y, sin duda, que recibiera el Premio Nobel es
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“A UNA LITERATURA QUE PROPORCIONA RESPUESTAS LE FALTA ALGO; YO PREFIERO FORMULAR PREGUNTAS. NO SOY UN RELIGIOSO, UN POLÍTICO, NI PUEDO DECIRLE A NADIE CÓMO VIVIR SU VIDA; PERO PUEDO FORMULAR PREGUNTAS ACERCA DE CÓMO VIVIRLA.” algo que llena de orgullo. Pero el premio no provocó grandes diferencias en la literatura turca. Es decir, no ha estallado una furia de jóvenes autores que intenten escribir como Pamuk. De hecho, en nuestro país existe una tradición literaria muy enraizada, que se extiende hasta las epopeyas, cuentos y narraciones orales de hace miles de años. Nuestra literatura es muy dinámica, por la existencia de un gran número de escritores jóvenes y está en boga, a pesar de todo. Lo más gratificante es que se producen obras en una escala que va desde lo policiaco a la ciencia ficción, de la novela filosófica a los relatos históricos. Tenemos autores con mucho talento, de todas las edades, no sólo jóvenes. Leer sus obras verdaderamente me inspira: İhsan Oktay Anar, Murat Uyurkulak, Ayfer Tunç, Hakan Günday, Murat Menteş, Emrah Serbes, Mario Levi, Selim İleri. Son autores extraordinarios. Me considero afortunado de vivir en la misma época que ellos.
5. ESTAMBUL Y LA HUMANIDAD Las tierras de Turquía han atestiguado la existencia de ciudades, monumentos y vidas humanas que han puesto los cimientos de la civilización de nuestros días. El Imperio Romano de Oriente gobernó sobre estas tierras. Aquí se vivieron grandes tragedias tanto durante el paganismo como durante el cristianismo. Aquí sucedieron muchos acontecimientos importantes que forman parte de la memoria colectiva de la humanidad. Lo importante es saber contemplar toda esta riqueza histórica y cultural librándonos de los límites impuestos por enfoques religiosos, raciales o sexistas. Al fin y al cabo, tampoco tiene tanta importancia si vivimos en México o en Estambul. Todos somos miembros de esa problemática especie llamada humana. Si un escritor puede reflejar esa humanidad de forma realista y efectiva, no tiene demasiada importancia la ciudad en que vive.
6. ORIENTE VS. OCCIDENTE Turquía es tanto Oriente como Occidente. Hay que verlo más como una ventaja que como una contradicción. No obstante, como tantos lugares en el mundo, en mi país también ha ocurrido cierto separatismo cultural. Se ha tomado partido por Occidente o por Oriente. Eso ha dañado mucho el pluralismo, pero la cultura es un todo, como la humanidad. De no haber sido por el judaísmo, no existiría el cristianismo, y de no ser por el cristianismo no existiría el islam. De la misma forma, sin el Imperio hitita no habría existido el romano; y sin el romano, no habrían existido la dinastía otomana ni la de los Habsburgo.
A los políticos y los religiosos les gusta hacer pedazos la cultura y apropiarse de lo que apoya su forma de pensar y sus creencias; en cambio, los escritores prefieren comprender la cultura en su totalidad. Porque esa cultura ha sido creada por los seres humanos, y los seres humanos son el material básico de los escritores. Es imposible entender y describir al hombre sin comprender lo que ha creado: religiones, creencias, ideologías, arte, ciudades. Por eso los escritores necesitan tener una perspectiva amplia. La política, la religión, la raza, dividen la cultura; el arte une a los hombres y sus culturas.
7. LA CREACIÓN DE UN PERSONAJE Le preguntaron a Flaubert quién es Madame Bovary, y él respondió: “Madame Bovary soy yo”. Tanto en Réquiem por Estambul como en mis otros libros, yo soy todos los personajes. Desde luego, al crear mis personajes observo a los demás, pero sobre todo miro el pozo oscuro de mi alma y enseguida extraigo los tipos. En el caso del inspector jefe Nevzat, protagonista de Réquiem por Estambul, lo creé inspirándome en un policía progresista asesinado en 1979 por los fascistas. En realidad, Nevzat es una propuesta que le hago a las organizaciones policiales, de nuestro país y del mundo, de cómo debería ser un buen policía. Es una especie de sabio sobre el crimen. A pesar de ser un gran detective, cada vez que captura a los asesinos lo posee la tristeza porque comprende que es imposible prevenir el crimen simplemente atrapando a los criminales uno por uno. Sabe que el crimen tiene facetas económicas, sociales, psicológicas y que está relacionado con la tradición. Sabe que no se podrá reducir el número de delitos sin un país más justo, sin una sociedad más rica, sin una educación más humanista. Nevzat no es un superhéroe, a pesar de sus habilidades ni siquiera pudo impedir que su esposa y su hija fueran asesinadas. Pero es uno de los nuestros, una buena persona con sus fallas y sus defectos. Mejor dicho, trata de seguir siendo una buena persona. Porque eso es difícil en un mundo tan desastroso como el nuestro. Nevzat ha tenido mucho éxito tanto en Turquía como fuera. En nuestro país tiene cientos de miles de admiradores. No aparece en todas mis obras, pero creo que las novelas donde aparece son las más populares.
8. EL ALMA DE LAS CIUDADES Nuestras ciudades son como nuestras madres. Lo que nos hace ser como somos se oculta en el interior de las
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ciudades; pero, así como ignoramos el valor de nuestras madres, en la mayor parte de los casos desconocemos lo que valen nuestras ciudades. No son sólo casas, plazas, calles y monumentos: tienen un alma, una atmósfera espiritual infinita, formada por las memorias comunes de quienes han vivido allí a lo largo de siglos. En realidad, lo que llamamos cultura no es sino esta atmósfera. Si quieres entender a la humanidad, tienes que comprender el espíritu de Estambul, México, París, Nueva York, Pekín, Moscú, Río de Janeiro, Madrid, Londres, El Cairo, Jerusalén, Roma. Describir la ciudad es una de las mejores maneras de describir a las personas. Si la ciudad en la que vivimos está sucia, descuidada, si la saquean, si le roban el alma, sin duda será igual la situación de sus habitantes. Eso que llamamos toma de conciencia empieza por conocer nuestras ciudades y continúa por protegerlas. Pero lo que protegemos no son las ciudades, sino nuestra propia alma, nuestra propia vida. Por eso escribí Réquiem por Estambul, para describir la relación entre la gente y la ciudad. Sin duda, la misma relación existe entre la Ciudad de México y sus habitantes. En esa ciudad están la casa en que nacimos y la tumba en que yaceremos para siempre, y lo más importante: ahí pasaremos nuestra vida, nuestro espíritu encontrará sentido con las memorias que viven allí.
“ASÍ COMO IGNORAMOS EL VALOR DE NUESTRAS MADRES, EN LA MAYOR PARTE DE LOS CASOS DESCONOCEMOS LO QUE VALEN NUESTRAS CIUDADES. NO SON SÓLO CASAS, PLAZAS, CALLES Y MONUMENTOS: TIENEN UN ALMA.” dromedario. En su lugar, debe funcionar el proceso natural. El pueblo, poco contento con la situación actual, debe cambiar el gobierno por medios democráticos, por difícil que resulte. Hay que enfrentar las actuaciones antidemocráticas del gobierno actual y la tendencia del régimen al totalitarismo con medios pacíficos y la desobediencia civil. Quizá lleve mucho tiempo, pero así nos aseguraremos de que el pueblo adquiera una conciencia democrática y se dé cuenta de su fuerza. No debemos olvidar que los pueblos son como los individuos, aprenden mejor mediante la experiencia. Y nunca olvidan lo que han aprendido por propia experiencia cuando se lo han ganado a pulso. Pienso que Turquía se parece mucho a los países latinoamericanos. No me refiero únicamente al subdesarrollo económico, ni a la fragilidad de nuestras democracias. Creo que nuestras culturas son muy similares, aunque haya entre nosotros miles de kilómetros de distancia. La misma cálida sonrisa, la misma pobreza, la misma rabia, la misma alegría de vivir, la misma pasión.
9. DEMORACIA Y LATINOAMÉRICA Como una gran mayoría de mis compatriotas, no estoy satisfecho con la actuación del gobierno. Pero la alternativa no puede ser una dictadura militar. Pretender que un golpe de Estado traiga la democracia es más difícil que saltar una zanja con un
Las Claves
10. EL ECLIPSE DE LA RAZÓN Aunque soy básicamente un optimista, partidario de ver siempre el vaso
medio lleno, lo que estamos viviendo en los últimos años no sólo en mi país, sino en el Oriente Medio y en el mundo entero, me impulsa a la desesperanza. Esa monstruosidad llamada ISIS, el asesinar despiadadamente en nombre de la religión, demuestra la crisis espiritual en que se encuentra la humanidad. El racismo en aumento en Europa Occidental y en Estados Unidos es una indicación de que despierta el mal que acecha en el corazón humano. En mi país, me provocan una profunda inquietud los constantes enfrentamientos y las divisiones de base religiosa y racial. Vivimos una especie de eclipse de la razón. Veo que se derrumba la tolerancia cultural, el único camino que tenemos para vivir en paz en este planeta. El hombre está preparando su fin con sus propias manos. Una especie de locura se apodera poco a poco de la Tierra. No veo esperanza para mi país ni para el mundo en un futuro próximo. Los líderes creen que hacen historia, pero en realidad la historia se traza un rumbo independiente, influido por múltiples hechos y factores. Estoy convencido de que al final se encontrará un camino más razonable para mi país y para la humanidad: si la humanidad consiguió vencer al fascismo, logrará salir de la oscura actualidad en la que hemos caído. C
Por CARLOS O LI VA R ES B A RÓ
EL SAXOFONISTA tenor Ben Webster (Kansas City, 1909-Ámsterdam, 1973) tenía un carácter impulsivo y caprichoso que iba acrecentándose con la cantidad de copas de whisky que se bebía. Integrante de la tercia de oro de instrumentistas del swing: los “tres grandes” (big three) saxofonistas tenores, junto con Coleman Hawkins (19041969) —su principal influencia— y Lester Young (1909-1959), su profesor. Aprendió violín en la infancia; con su instructor de piano, Pete Johnson, descubre el blues. “Entendí el sentido de la música afroestadunidense, su esencia, la exploré en todas sus manifestaciones: decidí quedarme ahí”, expresó Webster en los años treinta. Budd Johnson lo inicia en el saxofón que perfecciona en la Young Family Band, donde recibe lecciones de improvisación y elementos de armonía bajo las instrucciones de Lester Young. Su tránsito por las orquestas de Fletcher Henderson, Benny Carter, Cab Calloway y Teddy Wilson, entre otras, será sustancial en su fogueo como saxofo-
nista. Sus duetos con Art Tatum, imperecederos. Periodo crucial en su carrera, cuando se integra a la orquesta de Duke Ellington en 1940: se convierte en el primer saxofonista de la sección brass. Importantes sus ideas en las orquestaciones de muchas de las obras clásicas de Ellington en esos años: “Cotton Tail”, “Conga Brava” y “All Too Soon”. Suscribe su recitación: estilo impetuoso superpuesto a una arenga delicada, dulce y tierna con apelación frecuente al vibrato. Tres años de esplendores en la Big Band del “Duque del Jazz”. Madurez absoluta de un instrumentista trascendente de la música estadunidense. Forma sus propios ensambles. Colaboraciones con Stuff Smith, John Kirby, Raymond Scott, Billie Holiday, Ella Fitzgerald y Carmen McRae. Años sesenta-setenta: radica en Europa, que lo recibe con fervor hasta su muerte el 20 de septiembre de 1973 en la capital de los Países Bajos, Ámsterdam. For Lovers. Ben Webster: compilación de temas ejecutados por el saxofonista tenor de Kansas City entre los años cincuenta
y sesenta del siglo pasado. Lo acompañan en esta aventura Gerry Mulligan (sax barítono); Oscar Peterson, Hank Jones, Teddy Wilson y Billy Strayhorn (piano); Ray Brown, Milt Hinton, Leroy Vinnegar (contrabajo); Jo Jones (batería), Herb Ellis (guitarra) / El tiempo es a fin de cuentas una sucesión de pausas. Escuchar los silbos del sax tenor de Webster: asentir instantes abrasadores que se dilatan sobre un pliego de coordenadas untado de fogosidades expresionistas. Ejemplo de ingenio en “When I Fall in Love” (Young/Heyman): el piano dialoga con la guitarra para que entre cristalino y parlero el soplido de Webster: a uno se le dibuja una mantilla grana en el pecho: hay que llorar frente a semejante salterio de absoluta rogativa instrumental. / Y así se van encadenando los prodigios: “My Funny Valentine”, “Love Is Here To Say”, “Stardust”, “Tell Me When”, “Over the Rainbow”. La balada jazzística resucitada en el tempo de Ben Webster, en su elocuencia. C
FOR LOVERS
Artista: Ben Webster Género: Balada Jazz Disquera: Universal Music (Verve), 2005.
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LA SOCIEDAD CRACKERIZADA
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EL CORRIDO DEL ETERNO RETORNO
Por
CARLOS VELÁZQUEZ
@charfornication
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ientras que la generación de los escritores nacidos en los ochenta no termina de afianzarse, la de los nacidos en los noventas acaba de imponer a su primera gran figura: Luciano Concheiro. Quien con Contra el tiempo (finalista del Premio Anagrama de Ensayo 2016) acaba de asestar un golpe más fuerte que todos los logros juntos de los nacidos en la década anterior a él. Lo que supone una gran esperanza para nuestra literatura. En una época en la que se publica demasiado pero escasean los autores de calidad, Concheiro sobresale porque ante la pereza mental que nos rodea, él alumbra el panorama con su pensamiento. Se dice que la literatura es una carrera de resistencia, pues ya Concheiro lleva la delantera. No importa que detrás vengamos algunos con más tiempo dedicado al oficio. Porque lo que Contra el tiempo sostiene, entre otros tópicos, es que de aquí en adelante la manera en que vivimos ya ha sido superada. En todos los sentidos, pero sobre todo el literario. Algunos se quedarán en el pasado y muy pocos podrán encajar en la nueva era. Suena duro, pero se ha rebasado la manera en la que comprendemos el aparato literario. Resulta interesante que el primer producto sólido de la generación nacida en los años noventa no es una novela, sino un ensayo que ofrece una lectura del tiempo tal y como la propuso Kerouac en la versión cruda de On the road. Kerouac es el primer escritor acelerado de
EL LIBRO DE CONCHEIRO NOS RECUERDA QUE LAS ASPIRACIONES DEL ARTE NO HAN CAMBIADO: CUESTIONAR ES UNA DE SUS FUNCIONES PRIMORDIALES.
El sino del escorpión
la historia. Por la utilización que hizo de la benzedrina como herramienta escritural y porque escupió la versión original de la novela en un scroll. Ya a finales de los cuarenta, Kerouac tenía la concepción temporal a la que se refiere Concheiro: “una página web de scroll infinito (es decir, como funcionan Facebook, Instagram y Twitter)”. Todo pertenece ahora a los terrenos de la neomemoria. El tiempo es una maldición. Y el culpable de que las sociedades occidentales se vuelquen sobre prácticas orientales para contrarrestarlo. Pero no existe escapatoria. Para una cultura netamente capitalista, la búsqueda del zen es improcedente. Y este mismo afán forma parte del fenómeno del aceleramiento. Meditar, hacer yoga, etcétera, producen la ilusión de que existe una alternativa a la esclavitud capitalista. Pero es un espejismo. Apenas se introdujeron estas disciplinas, si así podemos llamarlas, en nuestro entorno el sistema las mercantilizó. La industria vegana es un ejemplo. Alimentarte con productos artesanales pretende combatir el proceso de aceleramiento, retardar la muerte, pero el costo excesivo de este modo de vida no hace otra cosa que nutrir al capitalismo. Contra el tiempo es una obra sólida creada por un autor precoz. Con sólo 24 años, Concheiro ha conseguido algo extraordinario. La buena literatura propone problemas. Contra el tiempo plantea una problemática. En un panorama como el de la literatura mexicana, en el que cada vez más la mcnovela y la falta de rigor son la oferta editorial, el libro de Concheiro
nos recuerda que las aspiraciones del arte no han cambiado: cuestionar es una de sus funciones primordiales. La experiencia estética per se no debe estar exenta de cuestionamientos. El culto a la velocidad, del que nos advertía Paul Virilio, se ha apoderado de nuestro pensamiento. Al problema que plantea Contra el tiempo, Concheiro propone una solución. La contemplación del instante. Es posible escapar al tiempo y a la aceleración, no definitivamente, pero sí evadirse a través del instante. Y para ejemplificarlo recurre a unas fotografías del artista Gabriel Orozco. Pero más que la pausa que se intelectualiza, la manera más eficaz de ponerse en contacto con el instante o hacerse consciente de él tal vez sea a través del orgasmo. Inconscientemente anhelamos escapar a la velocidad. Cuando una persona confiesa que desea un orgasmo de dos horas no es por la prolongación del placer, es por la evasión del tiempo que esto supone. El cansancio metafísico que nos aqueja sólo es liberado a través de la cristalización del instante. En la sociedad acelerada en la que vivimos cada vez es más difícil experimentar el orgasmo. Y esa bisagra (el instante) que propone Concheiro como respiro, es cada vez más difícil de alcanzar. Y la necesidad que tenemos de él se convierte en un ruido ontológico. Que el mismo aceleramiento nos impide distinguir. Contra el tiempo trata sobre la angustia anticipatoria que ejerce sobre nosotros el aceleramiento. Establece que somos una sociedad que vive permanentemente bajo los efectos del crack. C
Por ALEJANDRO DE LA GARZA @Aladelagarza
Esta visible oscuridad EL REINO DE LA OSCURIDAD se ha iniciado en tierras del norte, por lo cual el alacrán hace meditación vipassana al fondo de su cuarteadura en lo alto del muro. Visualiza la película The Manchurian Candidate (1962), basada en un thriller político de Richard Condon (1915-1996), cuyo personaje llega a la presidencia de Estados Unidos con la misión de provocar el caos, tras haber sido apresado durante la guerra de Corea y sometido entonces a un radical lavado de cerebro. El horno no está para teleras, piensa el rastrero, cuando por fin termina el ruidoso conquián entre los parroquianos de los mentideros culturales de las colonias medias de la capital, y luego de bastos y oros, copas y espadas, los ganadores fueron los estridentes funcionarios del sector cultural. “Con estos nombramientos de hombres y
mujeres comprometidas (la Secretaría de Cultura) responde a las expectativas culturales y artísticas de México”, dijo la flamante titular del organismo con retórica digna de los setenta (cuando se afilió al PRI). Y así, quienes días antes desesperaban por su ascenso, hoy sonríen. En este innegable continuismo, el venenoso inquiere: ¿Se podrá hacer algo por la cultura en un sexenio en ocaso desde el descubrimiento de sus traspiés inmobiliarios? ¿Hay voluntad de transformación en quienes han formado parte conservadora del sector cultural desde hace dos décadas, y ahora, además, carecen de presupuesto? ¿La normatividad, el papeleo, la burocracia, el reparto de recursos y demás parafernalia técnica dejan espacio a la imaginación o sólo a la mera administración oficinesca?
La destilación de su narcótico vuelve pesimista al venenoso; no obstante, hace una modesta proposición a nuestros capos culturales: si logran detener el dispendio de los recursos destinados a la cultura en los estados de la República, aunque hagan sólo eso, se avanzará. Ejemplo de esta irracionalidad es la secretaria de Cultura de Oaxaca —de añejo apellido priista—, Ana Vásquez Colmenares, quien ante la falta de recursos no redujo salarios ni revisó dispendios, sino que prefirió despedir a 39 músicos de la sinfónica del estado. El rastrero no se retira sin lamentar también los despidos arbitrarios en la escuela de escritores de la SOGEM; entre otros, el de Eusebio Ruvalcaba, quien parece mejorar poco a poco en el hospital del Seguro Social donde fue intervenido por un derrame cerebral. Lo dicho: la oscuridad y el invierno están aquí. C
ANA VÁSQUEZ COLMENARES NO REDUJO SALARIOS NI REVISÓ DISPENDIOS, SINO QUE PREFIRIÓ DESPEDIR A 39 MÚSICOS DE LA SINFÓNICA DEL ESTADO.
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LA CRUZADA DE LOS NIÑOS MIGRANTES REDES NEURALES
Por
JESÚS RAMÍREZBERMÚDEZ
Foto > ESPECIAL
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iete mil niños cruzaron Europa. ¿Salieron del Reino de Flandes? Iban en busca de Tierra Santa, aunque nunca alcanzaron su destino: el tráfico de esclavos y la violencia del mar aniquilaron su misión sagrada. Este acontecimiento, legendario o histórico, fue capturado por Marcel Schwob en su noveleta La cruzada de los niños. Mediante pequeños testimonios ficticios, el autor recrea una escena trágica medieval. Los niños recibieron advertencias de que no podrían cruzar el mar en su camino a Jerusalén, según relata en la novela el Papa Inocencio III , pero respondieron que el mar habría de separarse para darles el paso. Algo de esa fe ciega se requiere hoy, cada vez que un menor de edad avanza desde el Triángulo del Norte de Centroamérica hacia Estados Unidos. Los peligros de esta nueva cruzada son formidables. Eso pensé cuando leí Los niños perdidos: Un ensayo en cuarenta preguntas, de Valeria Luiselli (Sexto Piso, 2016). Tras demostrar su eficacia narrativa en Los ingrávidos y La historia de mis dientes, Luiselli regresa a la ruta de Papeles falsos, un ensayo sobre la extranjería. En el invierno de 2008 leí por primera vez un fragmento de ese libro. Se titulaba “Bosquejos de un paraíso en obras”, aunque hoy aparece en la versión impresa solamente como “Paraíso en obras”. Me sorprendió en su momento la libertad reflexiva y la sutil autonomía poética de la autora, tan difícil de agotar en la primera lectura. Papeles falsos conducía al lector a un horizonte melancólico, donde las fronteras nacionales mostraban su relatividad. Ocho años después, me enfrento a un ensayo que parece haber sacrificado la tristeza lúdica de Papeles falsos, para dedicarse a lo que Emiliano Monge llama “el holocausto del siglo XXI ”: la migración. Valeria no se deja seducir por la tentación de un abordaje sistemático, de gran envergadura. Aborda de manera puntual el problema de los niños y adolescentes que viajan desde Centroamérica hacia Estados Unidos. Se detiene en las peculiaridades de un proceso legal, capaz de integrar a los migrantes en la comunidad estadunidense, o de expulsarlos con argumentos jurídicos. Mientras gestionaba documentos para legalizar su estancia permanente en Estados Unidos, Valeria trabajó como traductora de entrevistas realizadas a niños migrantes, mediante una guía de cuarenta preguntas: el esqueleto temático del libro. La migración ha generado novelas mexicanas memorables, como Las tierras arrasadas, de Monge (Random House Mondadori, 2015), y trabajos penetrantes de imaginación crítica, como Árboles de largo invierno:
Un ensayo sobre la humillación, de L. M. Oliveira (Almadía, 2016), un ensayo que combina la agilidad narrativa y la reflexión filosófica mediante una estructura flexible, atractiva para quienes crecimos bajo el canon de Las mil y una noches: me refiero a los relatos que conducen a otros relatos, a los cuentos adentro del cuento. Entre los aciertos de Árboles de largo invierno, no olvido mencionar un sendero bibliográfico inusual: sin abusar del Santo Catecismo Filosófico de Foucault, Lacan, Žižek, Derrida, Bordieu, Deleuze (autores a los que admiro apasionadamente, pero con quienes vale la pena hacer el compromiso de no convertirlos en letanías o fetiches), el autor elabora un camino teórico propio, en un tema que pertenece por derecho vergonzoso a la tradición latinoamericana: la humillación. Oliveira relata la fortuna de tres migrantes hondureños, quienes buscan a la Bestia, el tren que podría llevarlos a la frontera norte de México. Las mujeres toman anticonceptivos para prevenir embarazos tras las inevitables violaciones sufridas en este trayecto. El autor investiga la psicología social de los violadores, así como el asco moral de una bailarina erótica argentina, secuestrada en un casino cercano a la frontera con Guatemala, y construye personajes convincentes, con talento de novelista, pero no se detiene en la fascinación por las anécdotas: las escenas de violencia interpersonal (y trasnacional) son recursos para analizar el fenómeno de la humillación, que podría entenderse como la elaboración forzada de una jerarquía donde la dignidad no es igualitaria: se encuentra blindada en los estratos superiores de la pirámide sociobiológica mediante privilegios económicos y legales, pero puede nulificarse en los estratos
¿CÓMO SUBVERTIR NUESTROS AIRES DE SUPERIORIDAD? ¿PODEMOS GESTIONAR LA DIGNIDAD IGUALITARIA EN CASA, EN NUESTRO TERRITORIO?”
inferiores. Cuando esto sucede, “el otro no es nadie, de esa cosificación nace una capacidad de dañar sin límite: el otro es como la madera, puedo hacerme una mesa con él y no pasa nada”. El asunto de la humillación es explorado en un clásico reciente: La fila india, de Antonio Ortuño (Océano, 2013), una novela sobre la violencia xenofóbica en el sur de México. Un albergue en el pueblo de Santa Rita es el blanco de ataques criminales generados por la extrema cosificación de los migrantes, quienes son reducidos a una biomasa en disputa entre grupos que trafican con personas. Con precisión estilística y una polifonía convincente, Ortuño plantea la doble moral de un país que denuncia la violencia racista sufrida por mexicanos en Estados Unidos, pero que tiene tiempo de ocultar la xenofobia ejercida contra centroamericanos en la frontera sur. La trama muestra otra forma encubierta de corrupción jerárquica: el personaje central de la novela es Irma, una trabajadora social, quien se muda a Santa Rita para asistir a los migrantes. Ella pretende ejercitar allí una vida cotidiana con su hija, pero debe negociar con su ex esposo los conflictos habituales de la guardia y custodia, la pensión alimenticia, y otras formas de encono residual tras el divorcio. El padre de la niña se considera un intelectual inconformista, cuya dignidad le impide rebajarse a pactar con el sistema económico mexicano. Se comporta con aires de superioridad frente a Irma, por ser funcionaria de gobierno. En los hechos, ejerce cómodamente el privilegio de abandonar con impunidad sus responsabilidades paternas. Aunque estos dobleces de la relación humana son un tema secundario de la trama, registran la corrupción interpersonal que es una causa (y a la vez un efecto) de la injusticia observada en el plano geopolítico y comunitario. ¿Cómo subvertir nuestros aires de superioridad? ¿Podemos gestionar la dignidad igualitaria en casa, en nuestro territorio? Valeria Luiselli narra en Los niños perdidos la dificultad de sus alumnos universitarios estadunidenses para apropiarse del asunto de la migración infantil y juvenil. La tendencia habitual es rechazar el problema como si fuera un objeto mental alienígena, es decir, como una intrusión desde lo ajeno hacia la confortable esfera de lo propio. Pero las cuarenta preguntas del ensayo muestran que los altos costos de la intercomprensión pueden tener repercusiones inesperadas en la filosofía de la praxis: el final imprevisto afuera del libro es un desenlace literario infrecuente y legítimo.