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FRANCISCO HINOJOSA MUROS Y MURALLAS

CARLOS VELÁZQUEZ

MASTERCHEF DE MI PROPIA DESGRACIA

N Ú M . 8 5

S Á B A D O

ESGRIMA

FRANCESCA DALLA BENNETA

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El Cultural [ S u p l e m e n t o d e La Razón ]

HARRY GRAF KESSLER EL VIAJERO QUE VINO DEL FRÍO

HÉCTOR ORESTES AGUILAR

APUNTES SOBRE MÉXICO UNA FUERZA CREADORA HARRY GRAF KESSLER CARTOGRAFÍA NARRATIVA DE UN PAÍS EN PEDAZOS 5

Harry Graf Kessler por Edvard Munch. Óleo sobre tela (detalle), 1906.

MIEDO SANDRA LORENZANO


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Dentro del marco del año dual México-Alemania, la editorial Herder lanzará en breve la primera edición en español de Apuntes sobre México, libro de viajes del prolífico intelectual alemán Harry Graf Kessler —publicado por primera vez en su idioma al final del siglo XIX—, sin duda un referente para la imagen y percepción del país en Europa. El texto que publicamos proviene del prólogo a este volumen, y añadimos enseguida una muestra de algunos pasajes de Kessler a través de su experiencia mexicana.

Harr y Graf Kessler

EL V I A J ERO QUE V INO DEL FR ÍO HÉCTOR ORESTES AGUILAR para Rafael Segovia Canosa

R

esulta sumamente vergonzoso que la incomparable biografía intelectual, la trayectoria y el legado de Harry Graf Kessler (París, 1868Lyon, 1937) sean prácticamente desconocidos para los lectores en español. Gran protagonista de la historia cultural europea moderna, Kessler cubrió gran cantidad de ámbitos por medio de su prolífica y multifacética acción pública, desplegada a lo largo de los años definitivos para el tránsito del siglo XIX al XX y, en lo respectivo a Alemania, el periodo entre el establecimiento del imperio guillermino hasta los oscuros días previos a la dictadura nacionalsocialista. Una muy buena parte de la portentosa historia de vida de Kessler ha quedado registrada en sus diarios, reunidos en nueve monumentales volúmenes con un promedio de mil páginas cada uno, más dos CD-ROM con diversos materiales complementarios, desde fotografías hasta reproducciones de artículos periodísticos. En virtud de esa exhaustiva cantidad de registros de primera mano sobre la vida del autor, la media docena de biografías asequibles en nuestros días de nuestro personaje —en alemán e inglés— en buena medida se han visto obligadas a realizar laboriosos ejercicios de

sinopsis de ese gran magma autorreferencial. Intentar en unas cuantas líneas una semblanza justa de Kessler es una osadía sin sentido para los propósitos de esta aproximación. Es imprescindible hacerlo patente: estamos ante uno de los impulsores más destacados de la alta cultura moderna y ante un escritor no sólo torrencial sino dotado de una pluma privilegiada. En primer término, Kessler fue un aristócrata (Graf significa Conde en alemán) interesado e involucrado en el desarrollo de un campo llamado de forma habitual por los contemporáneos “gestión cultural”. Acaso esto lo motivó para realizar estudios de economía (Nationalökonomie), jurisprudencia e historia del arte, mosaico de materias muy comunes en los antecedentes académicos de quienes, en la actualidad, se dedican a la dirección o administración de empresas culturales. Kessler dividió sus pasiones entre el viaje, la escritura, la diplomacia, el mecenazgo cultural y la vida en sociedad, principalmente. Poseedor de una moral estética muy refinada, estaba dotado con una gran sensibilidad tanto para la ciencia como para las artes, la empresa y la política. No es un azar su lúcida y entrañable biografía

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“EN SU CUADERNO DE APUNTES SE PERCIBE UN INSISTENTE ÁNIMO DE COMPARACIÓN ENTRE EL MUNDO CIVILIZADO (EUROPA DEL NORTE) Y LOS HABITANTES DE UN NUEVO MUNDO EN MUY PRECARIAS VÍAS DE DESARROLLO.” de Walther Rathenau, el intelectual, filósofo y político quien, como último canciller de la República de Weimar —si hemos de creer además a Stefan Zweig, quien escribió sobre él en El legado de Europa— encarnó en grado máximo la genialidad. Jörg Meier, estudioso de Kessler en su faceta de bibliófilo, editor y autor, ha señalado cómo el Conde se vio beneficiado desde su infancia con el trato cotidiano ante una cantidad inusitada de personalidades del ámbito internacional, quienes formaban parte de su entorno familiar, integrado por influyentes banqueros de París. De tal modo, tuvo contacto siempre con empresarios, industriales, aristócratas y diplomáticos. Una educación europea —primero en una entidad educativa parisina, luego en Ascot, Gran Bretaña, y después en el Johanneum de Hamburgo, en Alemania— lo dotaron asimismo con un fluidísimo don de lenguas, un natural cosmopolitismo y, sobre todo, con una curiosidad intelectual fuera de serie. Acaso por ello, después de haber realizado estudios de jurisprudencia, también cursó historia del arte y otras materias humanísticas, entre ellas psicología, en Leipzig, con el célebre Wilhelm Wundt. No resulta sorprendente, en absoluto, contar entre sus interlocutores y colaboradores más cercanos a escritores excepcionales como Hugo von Hofmannsthal, Gerhart Hauptmann, Rainer Maria Rilke y Richard Dehmel; artistas referenciales como Henry van de Velde, Edvard Munch y Auguste Rodin; compositores como Richard Strauss y un director de teatro de la talla de Max Reinhardt. En los diarios citados al principio de este texto no puede encontrarse una justificación clara ni un plan detallado del viaje emprendido por Kessler a México a partir de la segunda semana de noviembre de 1896. Alexander Ritter encontró con gran puntería una carta al Barón Eberhard von Bodenhausen del 9 de octubre de aquel mismo año, fechada en Southampton, donde Kessler contaba, ya de camino a Norteamérica, su intención de permanecer cuatro semanas en la región. No llegaron hasta nosotros mayores testimonios escritos respecto a las motivaciones o intereses específicos de Kessler sobre México, pero el propio Ritter baraja una serie de posibilidades: la influencia de libros y descripciones de viaje por las Américas, con mucha repercusión por aquellos días en Europa; la moda del exotismo del fin de siglo; y conocer el lugar de los hechos del malhadado capítulo del Imperio de Maximiliano cuentan entre las principales motivaciones posibles de Kessler para internarse en nuestro país. Amén de otras de orden

más probable, como el deseo de conocer a Teobert Maler, el explorador y fotógrafo de la península de Yucatán y de la prodigiosa arquitectura maya, cuyos trabajos de registro etnográfico y visual del año 1895 habían causado gran impresión al Conde. El México a donde arribaba Kessler observaba cómo, de nueva cuenta, con sesenta y seis años, muchos para la época, Porfirio Díaz asumiría la Presidencia de la República casi de manera automática después de unas elecciones donde había derrotado a su único contrincante, Nicolás Zúñiga y Miranda, por una diferencia de sólo 17 mil 146 votos. Con una pequeña salvedad: el candidato opositor había sumado cero sufragios. Aquél era el México donde los tranvías de mulitas acababan de ser sustituidos por los vagones más modernos, impulsados por energía eléctrica, y en el cual el cinematógrafo no tenía más de tres meses de haber sido presentado por primera ocasión ante la sociedad capitalina en el sótano de la droguería “Plateros”. Para los efectos de la incursión de Kessler, lo más importante residía en el hecho de ser un país dotado con una red ferrocarrilera de alcance muy estimable, condición para realizar itinerarios antaño impensados.

LOS APUNTES SOBRE MÉXICO, LIBRO DE UN ENSAYISTA VIAJERO Kessler viajó a México provisto de una estimable cantidad de referencias acartonadas, prejuicios y convencionalismos de todo orden, expresados en su cuaderno de apuntes sobre todo en el sentido contrastivo, pues en ellos se percibe un insistente ánimo de comparación entre el mundo civilizado (Europa del norte) y los habitantes de un nuevo mundo en muy precarias vías de desarrollo. De forma muy explícita, el 23 de noviembre de 1896 anota: Lo que resulta de interés aquí es el hombre tropical y la sociedad humana tropical: la psicología del individuo y del conjunto del pueblo en un país cálido; en relación con la cultura, interesa también la opuesta correlación de mutuos cambios y adaptaciones entre un pueblo y una civilización ajena, impuesta a él en todos sus elementos; y, por último, el problema racial, el mestizaje. A más de un lector los Apuntes sobre México le irritarán y parecerán aun insultantes. Como se apuntó, Kessler había sido alumno, así fuese de forma fugaz, de Wilhelm Wundt (1832-

1920), uno de los grandes científicos alemanes del siglo XIX dedicados a la experimentación psicológica, fundador además de una tendencia muy útil después para los propósitos expansionistas de los imperios coloniales europeos: la Völkerpsychologie o psicología de los pueblos, también entendida como la psicología del desarrollo de la humanidad, una perspectiva completamente determinista, jerarquizadora y racista, entendiendo aquí este término como algo basado en la fisionomía de una comunidad humana, como la de un grupo étnico específico. Wundt fue un eslabón —con seguridad el más experimental— en la larga cadena de pensadores, filósofos y creadores vinculantes del pensamiento romántico alemán y sus visiones del mundo a través de imagotipos folclóricos o folclorizantes

Harry Graf Kessler por Edvard Munch. Óleo sobre tela, 1906.


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con las investigaciones dedicadas a establecer el carácter nacional de los pueblos, sus estereotipos principales e idiosincrasia. Para Kessler, el arsenal conceptual, la aparatosa sistematicidad y la solemnidad académica de Wundt fueron una mina de oro. Si seguimos a Egbert Klautke, quien ha documentado la historia de la Völkerpsychologie en Alemania, Kessler fue uno de los intelectuales más renombrados del cambio de siglo en ser seducidos por los escritos de Wundt fuera del ámbito estrictamente médico y quien aprovechó con versatilidad las enseñanzas de su maestro. Por una parte, nuestro autor empleó terminología wundtiana en sus escritos sobre la interpretación y el goce estéticos con el fin de aparentar mayor calado científico. Por otra, el Conde introdujo nociones de la psicología de los pueblos en sus escritos de viaje e incluso en sus ensayos de corte político y diplomático sobre Estados y naciones. Debido al notorio esmero de los Apuntes, me atrevo a calificarlos como estupendo ejemplo de los “ensayos itinerantes”, llamados así tanto por la academia como por la industria editorial y periodística italiana: escritos de viaje con la soltura y espontaneidad de la pieza narrativa de circunstancias aunada a la densidad de un texto reflexivo más allá de la simple descripción testimonial. Desde sus líneas iniciales, los Apuntes sobre México dan cuenta de su empaque ensayístico. La primera constatación de Kessler en este libro es la de vivir en un mundo ya “homogeneizado”, donde la experiencia de viaje implicaba aún la posibilidad de cambio. Nuestro autor, además, había vivido intensamente la condición europea a través de su instrucción formal, y en virtud de las relaciones públicas de su familia y de las suyas propias tenía contacto incesante con una gran cantidad de cosmopolitas muy parecidos a él. El trasladarse a la otrora Nueva España le permitió dar un gran salto sobre sus hasta entonces acotadas experiencias de viaje y lo impulsó a escribir algo más allá de una mera bitácora cotidiana.

EL GIDE ALEMÁN El Conde tenía grandes facultades como escritor y estos Apuntes las muestran en toda su extensión. Esta fue su obra más conocida, leída y comentada en vida, y no es gratuito. A la primera edición de 1898 le siguieron otras de 1903, 1921, 1929, 1962, 1964, 1988 y la edición del centenario, de 1998, aún en circulación en la serie de libros de bolsillo de la editorial Insel, de Frankfurt. De tal modo, se

estableció como referencia para los germano hablantes al menos durante tres generaciones. Sin exagerar, puede suponérsele como uno de los diez libros sobre México escritos en alemán más leídos o consultados a principios del siglo pasado y uno de los más bellamente impresos. El plan de la obra no es demasiado complejo. Observa una estructura cronológica y la distribución de su texto no fue, de manera alguna, premeditada ni repartida con calculado equilibrio: sus siete capítulos son de muy distinta longitud y sutileza; a excepción de dos de ellos no llevan intertítulos ni obedecen a un sistema de análisis temático preciso o acotado. Kessler no era Humboldt; tampoco Antonin Artaud. Sus intenciones no eran elaborar un reporte científico ni una poetización de sus experiencias, por más alucinantes o inspiradoras de suyo. Intenta cifrar todo aquello registrado a lo largo de su trayecto, sí, pero de una manera muy distinta a la ejercida por su contemporáneo Franz Hessel (1880-1941), gran maestro de la escritura itinerante de la literatura moderna y quien dotó a la prosa ensayística alemana de una capacidad descriptiva inusual mediante la reconstrucción escrita de los desplazamientos físicos, fuesen estos triviales paseos breves o periplos más prolongados. Kessler lo que sabía escribir, y excelentemente bien, como muy pocos en cualquier lengua, eran diarios. Compite y en algunos momentos iguala, e incluso supera, a diaristas clásicos como André Gide o Paul Léautaud. Sus impresiones mexicanas son las de un muy agudo observador e intérprete de lo cotidiano con un oficio mayor para componer seductores bosquejos narrativos. Analizados desde la perspectiva de los géneros literarios, sus registros participan en buena parte de la naturaleza de la crónica, sin duda, y para mayor fortuna de sus lectoras y lectores actuales, este libro está impregnado por un sostenido aliento épico. Las referencias culturales de Kessler compatibilizan de manera inusual con ello. Su mirada era la de un experto historiador del arte. En el sexto capítulo de sus Apuntes, “A través de las cordilleras occidentales”, viaja en carruaje de la mano y con los ojos del pintor flamenco Jan Brueghel El Viejo y del dibujante y grabador del Barroco Jacques Callot, por ejemplo. El prestigio vitalicio de los Apuntes sobre México para los lectores en alemán proviene, me atrevo a suponerlo, de sus dos capítulos más extensos, el II y el IV. Sobre todo, de este último, titulado sin más “Yucatán”, donde se consigna uno de los episodios más emocionantes y menos documentados

“KESSLER LO QUE SABÍA ESCRIBIR, Y EXCELENTEMENTE BIEN, COMO MUY POCOS EN CUALQUIER LENGUA, ERAN DIARIOS. COMPITE Y EN ALGUNOS MOMENTOS IGUALA, E INCLUSO SUPERA, A DIARISTAS CLÁSICOS COMO ANDRÉ GIDE O PAUL LÉAUTAUD.”

de la historia cultural mexicana de fines del siglo XIX, el encuentro entre Kessler y Teobert Maler, un veterano de la Intervención Francesa nacido en Roma de padres alemanes, quien había adquirido la nacionalidad austriaca y era 26 años mayor al aristócrata. Maler había estudiado arquitectura e ingeniería en Karlsruhe; inopinadamente se enroló como voluntario en la expedición monarquista y a los 22 años era ya cadete en la Primera Compañía de Exploradores del kaiserlich mexikanischen Korps [ejército imperial mexicano]. Después del malhadado fin del efímero Imperio de Maximiliano permaneció en México durante trece años, pues ya desde su fugaz vida de soldado se había interesado por las culturas originales mexicanas. Entre 1886 y 1894, a través de varias expediciones, dibujó, fotografió y describió más de cien sitios arqueológicos de la parte norte de la península de Yucatán, convirtiéndose así en uno de los principales investigadores de campo de la cultura maya de todos los tiempos y en el gran pionero de la fotografía antropológica de nuestras culturas indígenas. Para mayor interés de Kessler, Maler también llevaba un diario, base de su breve monografía Impresiones de viaje a las ruinas de Cobá y Chichen Itzá, publicado póstumamente en español sólo hasta 1932. Todos sus registros fotográficos, prácticamente sin excepción, eran y siguen siendo sobrecogedores y estimulantes. Yucatán fue una experiencia decisiva para Kessler. Sin remedio, debió de confrontar, uno a uno, sus prejuicios sobre México con la realidad. A pesar de seguir sosteniendo juicios y calificativos eurocentristas en sus anotaciones, es perceptible un cambio de


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LA IMAGEN DE MÉXICO EN ALEMANIA / LA MIRADA ALEMANA SOBRE MÉXICO

El Templo de las Inscripciones, Yucatán, 1893. Foto: Teobert Maler.

perspectiva a partir de su llegada a Mérida el 26 de noviembre de 1896. Para empezar, le sorprendió hallarse ante tal diversidad cultural. Los habitantes de la península eran, de esa forma lo enuncia, de raza blanca, “distinta a la mexicana”; y al entrar en contacto con los lujos y privilegios de la Casta Divina, no le quedó sino aceptar, aun a regañadientes, que, comparado con el lujo de la alta sociedad meridana, el estilo de vida de los europeos del norte, al menos en ciertos aspectos de la vida cotidiana tan esenciales como la vivienda, fuera de una “estrechez pequeñoburguesa”. Uxmal, Chichen Itzá, las cuevas de Loltún y Labná, descritas por la pluma de Kessler, siguen siendo tan fascinantes ahora como hace 120 años. El viajero alemán quedó pasmado —quién no— ante la soberbia arquitectura de los mayas. Se sorprende por el orden vertical de Uxmal y sus pirámides, “colosales” para él, desprovistas en su proyección y disposición de un plano horizontal, orientadas hacia lo alto; se rinde ante la imposibilidad de describir cada uno de esos magníficos templos y edificios, pues, admite, cada esbozo sonaría a un cuento de hadas. En Kabah, ante el templo de Kukulcán, no puede sino rendirse a la evidencia de encontrarse frente a una obra maestra del arte, una visión

cautivadora, como “un relato de Poe o un Capricho de Goya”. ¿Puede reprochársele a Kessler no haberse desprendido por completo de sus escrúpulos tal y como lo consiguió Teobert Maler? Imposible. Como lo demuestra en las postreras páginas de los Apuntes, llegaba a México no sólo con reticencias culturales sino también con cierto impulso de revancha. No lo alentaba ninguna misión antropológica ni de orden social propiamente dicha. Su inmersión en la alteridad dista muchísimo de una cierta conversión —así fuese temporal—, como en el caso de su anfitrión austriaco. Tampoco tenía la intención de convertirse en un experto acerca de México o de la experiencia de la mexicanidad ni ambicionó contribuir con sus escritos a una teoría del éxota, a la manera, digamos, de un Victor Segalen. El viajero alemán no abandonó sus anteojeras ideológicas porque en su ánimo no estaba cavar muy adentro del México profundo sino confirmar la presencia de ciertos elementos para corroborar sus monomanías. “Los mayas de hoy son psicológicamente incapaces de mantener una actividad guiada por una fuerza de voluntad regular y constante”, dice sin reparos, por ejemplo, para justificar la pervivencia del estado de semiesclavitud presenciado en Yucatán.

“KESSLER TAMPOCO TENÍA LA INTENCIÓN DE CONVERTIRSE EN UN EXPERTO ACERCA DE MÉXICO O DE LA EXPERIENCIA DE LA MEXICANIDAD NI AMBICIONÓ CONTRIBUIR CON SUS ESCRITOS A UNA TEORÍA DEL ÉXOTA.”

El proyecto de traducir al español los Apuntes sobre México y presentarlos a los lectores de nuestro país era, para quien esto escribe, una ambición postergada desde hace bastante tiempo. A fines de los años noventa, durante el proceso de revisión de mi ensayo “Hugo von Hofmannsthal: la escritura sin sombra” (editado por la Universidad Veracruzana en La escritura sin sombra, de 2002), Kessler se me reveló ya no sólo como uno de los colaboradores cercanos del poeta austriaco —con quien escribió a cuatro manos el libreto del ballet Josephs Legende, de Richard Strauss— sino como uno de los intelectuales europeos emblemáticos de la era moderna. La lectura de sus impresiones vividas en su viaje americano dejaba en claro, asimismo, su gran aporte para la difusión y recepción de la imagen de México en el ámbito cultural alemán de principios de siglo XX . La necesidad de contar con una traducción de esta obra se convirtió en un desafío complicado, pues ni siquiera el corpus del propio Hofmannsthal es moneda corriente en español y no era previsible una coyuntura favorecedora del rescate de un libro por otra parte proclive a ofender o enfadar a ciertos editores y lectores mexicanos. Enmarcar esta edición de los Apuntes sobre México dentro de las actividades del año dual Alemania-México 20162017 permite felizmente a una editorial del prestigio de Herder México y a un traductor de primera línea como José Aníbal Campos presentar por primera vez en español una pieza imagológica tan notable como la de Harry Kessler. Al cursar estas páginas los lectores tendrán por supuesto la oportunidad de constatar las escasas o abundantes transformaciones de ciertos rasgos de la vida nacional desde el Porfiriato. Gozar por fin de la prosa de nuestro autor en español es, además, un privilegio y un placer. Por más racistas y limitados que puedan parecernos a los mexicanos y a los alemanes de hoy algunos de sus dichos, fueron contadas las inteligencias como la suya durante la República de Weimar. No resulta extraño que los nazis se hayan ensañado con él y, durante los días siniestros del Tercer Reich, le confiscaran todos sus bienes, incluyendo su extraordinaria colección de arte y su exquisita biblioteca. Tenemos entre manos un inmejorable ejemplo de las miradas cruzadas entre Alemania y México, pues de estas anotaciones de viaje también puede aprenderse mucho de cuánto y cómo ha cambiado la visión germana de los otros y de sí mismos en el vértigo del siglo pasado. Asómense los lectores a los Apuntes sobre México imaginando la emoción compartida de un intelectual europeo moderno llegando por primera vez a estas tierras y la de un país en construcción revelándose a la mirada compleja, sofisticada y culta, de quien como muy pocos pudo atisbar sus luces, sombras e intersticios al filo de un cambio de época.


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Desde su espacio narrativo preferido, el diario, el autor alemán da cuenta de su trayecto y encuentro con el país llamado México en el ocaso del siglo XIX. No sólo la ciudad capital sino su provincia, pequeñas ciudades y poblaciones, en el despliegue de una sociedad y naturaleza que parecen gestarse ante sus ojos, un país que se debate entre sus atavismos y su construcción en marcha.

A PUNTES SOBR E MÉXICO U NA FU ER Z A CR E A DOR A HARRY GR AF KESSLER T R ADU C C I Ó N DEL AL EMÁN JOSÉ ANÍ BAL C AMP OS En el mar, 12 de octubre de 1896

Fuente > www.mexicomaxico.org

Una violenta noche de tormenta. Durante horas, sobre mi cabeza, el fragor del agua rompiendo sobre cubierta y, en medio de todo ello, los pasos presurosos, las voces, el chocar de las cadenas. Las olas golpean con furia los costados del barco. Los ruidos de la noche, los crujidos, el barullo, los pisotones y las quejas, los temblores y lamentos se funden en una creciente maraña, como en los delirios de la fiebre. Nada es más fantástico que esa lucha que el barco, obra del hombre, libra contra el mar en medio de los aullidos de las tinieblas. México, noviembre de 1896

[...] Al principio el ojo percibe de la ciudad sólo la violencia de los colores y de la luz tropical en la claridad de las alturas. A su lado desaparece la monotonía del mapa urbano, regulado todavía por los funcionarios del virrey español en el soso estilo de las cuadrículas; y también la fealdad norteamericana de los postes de telégrafo en las aceras y en los carriles del tranvía; un medio que aquí no sólo garantiza el transporte de personas, sino que ha empezado a trasladar cadáveres en vagones especiales pintados de negro, todo a precio muy barato. Las multitudes lo inundan todo de colorido; el claro encalado de las casas —en colores rosa o azul claro—, en torno a las cuales la luz vibra constantemente; los lejanos glaciares con sus nieves de brillo a veces imponente, otras veces de color opaco, y encima el cielo, cuyo tono y cuya profundidad cambian de forma continua, todo ello crea un movimiento de colores y reflejos que mantiene al ojo ocupado como en un juego permanente.

Canal de la Viga, Santa Anita, en 1900, autor desconocido.

“EN EL CANAL DE LA VIGA LAS CHINAMPAS SE QUEDAN EN LAS AFUERAS, EN LA LAGUNA QUE, EN TIEMPOS DE CORTÉS, CONVERTÍA A LA CIUDAD EN UNA ISLA.”

Tal poderío de la luz casi podría suplantar la propia arquitectura de los edificios, que se dividen a sí mismos gracias al contraste cromático entre sus partes superiores e inferiores. Abajo las negras sombras, sobre las que incide muy poco la luz indirecta, colindan con una intensa claridad; arriba, gracias al modo en que los reflejos y la claridad difusa se incrementan con la altura, se diluyen en un colorido transparente. De ahí que los tonos vayan elevándose de un modo cada vez más impreciso y tenue, como un elemento casi inmaterial que reposa sobre otro sólido y compacto. La acentuación de la estructura constructiva, una preocupación central de los arquitectos en los opacos días de las latitudes del norte, donde ningún otro elemento podría poner de manifiesto el elemento estructural, queda en un segundo plano en relación con el aspecto artístico, a fin de acentuar el juego natural de tal abundancia de luz. [...] México, 13 de noviembre de 1896

Esta mañana hemos ido al mercado de flores del Canal de la Viga. Aquí atraca la gente del campo que trae a la ciudad sus hortalizas y flores a través de los canales; los jardines flotantes

que abastecen a México de flores, las chinampas, se quedan en las afueras, en la laguna que, en tiempos de Cortés, convertía a la ciudad en una isla, pero que ahora ha sido desecada en su mayor parte. Hasta La Viga se llega en unas góndolas provistas de techos que protegen del sol. Una avenida de sauces discurre a lo largo del canal; más allá se encuentran los verdes prados y las dentadas siluetas de la cordillera. El agua cubre las orillas hasta el borde de los taludes, la cruzan antiguos y bajos puentes de piedra en los que aún quedan vestigios de escudos españoles; en el momento de cruzarlos, es preciso plegar los techos protectores, y el viajero ha de tenderse a lo largo para no chocar contra ellos. Los platanares que rodean las chozas de los nativos arrojan su sombra sobre el espejo del agua en los poblados que se yerguen junto al camino. Las chinampas eran originalmente balsas móviles cubiertas con tierra: la huerta y el jardín enteros viajaban por las mañanas hasta los mercados; ahora permanecen bien ancladas en el fondo de la laguna. Un laberinto de estrechos canales que se entrecruzan va separando las pequeñas parcelas pantanosas. En cada pedazo de tierra, en pequeños


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“ARROJA CIERTA LUZ, SOBRE EL LUGAR QUE OCUPA EL GÓTICO EN MÉXICO, EL HECHO DE QUE ESE ESTILO SE HAYA MANTENIDO EN LOS ALTARES MAYORES PRECISAMENTE EN LAS ZONAS DEL CAMPO.” canteros, se cultiva todo tipo de plantas coloridas; junto al agua crecen, en estado silvestre, las violetas, los iris y las amapolas rojas. El amor por las flores es en México casi tan grande como en Japón; hasta los pobres adornan sus recámaras con flores y arrojan florecillas a sus santos patronos. Por eso quizás, las chinampas se han convertido en parte en el destino de las excursiones del pueblo bajo de México. En el poblado de Santa Anita atracan los convoyes de barcas. El lugar consiste en su mayor parte de puestos de pulque y cabañas abiertas hechas de bambú, situadas bajo palmeras y nopales. Aquí, durante el día, se juega a la pelota y se bebe pulque, la bebida nacional: espesa y algo insípida. Por las tardes, cuando oscurece, en cambio, las barcas, adornadas con lámparas de papel, se reúnen por docenas y bajan por el canal de regreso a la ciudad. En las góndolas, los hombres cantan con voz suave y grave; las muchachas, con claras coronas de flores en el pelo, se inclinan sobre la borda y dejan que sus manos se deslicen entre las tibias olas. México, 22 de noviembre de 1897

Por la tarde acudí por última vez al desfile del Paseo, acompañando a C. en su Tilbury. Los coches son impecables, los cocheros y los aperos, como en Roma o Madrid, perfecta imitación londinense, con caballos rápidos y pomposos. T., el cuñado del presidente, tiene un Mailcoach que podría lucirse incluso en Inglaterra. El Jockey Club de la calle San Francisco se encuentra en el antiguo palacio de la familia Cortés; por fuera está totalmente forrado de coloridos azulejos de mayólica; la escalinata es una joya de elegancia y jovial distinción; arriba, las habitaciones están decoradas al estilo de un club inglés, con el comedor revestido de caoba oscura y salones para leer y jugar, con sillones de cuero bajos y profundos. Me he hecho miembro por el tiempo que dure mi estancia. Es muy frecuentado a última hora de la tarde: terratenientes, grandes empresarios, políticos, todos de esmoquin, fumando y jugando altas sumas; todo a la manera meridional, que es algo más que amable. Apenas puede creerse que estos hombres que viajan en Mailcoach y juegan a las cartas francesas puedan ser gobernados de acuerdo con los principios de los Malatesta y los Borgia. C. me asegura que precisamente ellos, esas clases altas de sangre blanca o mestiza, son los que integran la clase política que hace imprescindible la “Ley Fuga”. Atenquique, 29 de diciembre de 1896

Aquí en el campo no son sólo las

normativas arquitectónicas del gótico las que determinan el organismo de los edificios, sino que hasta hoy han sido también las formas góticas las que impregnan su sello a la ornamentación. En Sayula, donde hemos almorzado hoy, toda la ciudad es gótica, desde las arcadas modernas de la Plaza Mayor —erigidas en un estilo local ingenuo, con arcos de medio punto—, hasta la imponente y antigua iglesia de los Franciscanos, la llamada Iglesia de la Tercera Orden, la cual, rodeada de palmeras, arroja su sombra sobre la ciudad con sus formas oscuras y cerradas. Existe incluso una farmacia de puro estilo gótico, y hasta una antigua hostería gótica, mucho más pintoresca, con establos para mulos, y cuyos arcos ojivales quedan ocultos del todo bajo los geranios florecidos. En la iglesia de los Franciscanos sólo hay un pórtico barroco que, a decir verdad, no es demasiado grande. Su interior se compone de una sola nave con sencillos pilares góticos. Fuera se elevan los pesados contrafuertes, voluminosos como los de una fortaleza, los cuales surgen directamente del suelo y llegan hasta la cornisa del tejado, formando a ambos lados de la iglesia una especie de arcada gigantesca, como si las naves laterales fuesen desplazadas hacia afuera. Aquí, como en el templo principal del lugar, y como en Zapopan, Zacoalco o San Pedro, o como en casi todas las poblaciones del campo, el altar mayor es gótico. Arroja cierta luz, sobre el lugar que ocupa el gótico en México, el hecho de que ese estilo se haya mantenido en los altares mayores precisamente en las zonas del campo. El gótico fue el elemento popular de cuya mezcla con el barroco, importado por los círculos oficiales, surgió el estilo churrigueresco de las iglesias urbanas mexicanas. Sayula, 2 de enero de 1897

Hoy ha llegado hasta el pie del cono volcánico un joven indio de piel insólitamente oscura montado en un flaco caballo blanco; se nos acercó y nos pidió que le diéramos permiso para unirse a nosotros, ya que su criado regresaría a casa a la altura del siguiente pueblo. Viene de seis días de marcha a través de la montaña y cabalga hasta Guadalajara para asistir a la Universidad. Como se trata de un estudiante de franco talante, he pasado el día desempacando el contenido

Primera edición alemana de Notizen über Mexico. Berlín, F. Fontane & Co., 1898.

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de su intelecto y tomando notas. De los autores españoles sólo conoce a Castelar y los varios volúmenes de su liberal revisión de la historia universal. Tiene el Don Quijote en una de las estanterías de libros de su casa, pero no lo ha leído. No conoce a ningún inglés. De los alemanes, por el contrario, conoce la historia de la guerra de Moltke, que le parece demasiado árida, y las Mentiras de Nordau. Se quedó atónito al saber que en nuestro país las obras de Nordau no se consideran gran literatura. Ha oído hablar de Don Carlos, de Kant y Hegel, y también de la segunda parte de Fausto. Pero sus verdaderos maestros son los franceses que daban el tono en Francia hace cinco o diez años: Renan y su Vida de Jesús, Victor Hugo y sus dramas, Alejandro Dumas hijo, cuya posición hacia el matrimonio el joven admira, y Zola, del que le gusta su animadversión a la iglesia; de Taine apenas ha oído nada; parece, para estos lares, demasiado positivo y gris pero no lo suficientemente “liberal”. Aparte de esos libros, su fantasía está poblada, naturalmente, de toda clase de cosas que alguna vez fueron actuales en París: la Patti, los marcianos, etcétera. Aun aquello que no es francés él lo entiende a la manera francesa. Pensé en lo que me ha dicho recientemente L., un francés culto: el México moderno, no eclesiástico, es español sólo por el idioma; intelectualmente es francés. Acerca del presidente, el estudiante opinó: “Es muy asesino”. En ello había una ingenua admiración, ironía, pero no odio. Hacia el mediodía llegamos de nuevo al estrecho paso de Atenquique. Lo había visto hacía muy poco, pero únicamente en penumbras, y luego de noche, a la luz del volcán. De día su aspecto es menos pintoresco y romántico, pero, por ello mismo, resulta más impresionante como fragmento de una naturaleza que se encuentra visiblemente en gestación. El macizo montañoso se encuentra partido a la mitad por una zigzagueante cañada creada por el agua y el fuego; la grieta se va elevando en líneas cruzadas y transversales en medio de las masas de roca, en lo profundo se ven valles y pueblos con prados y dehesas para el ganado. Las paredes de basalto son totalmente verticales y se extienden en paralelo a ambos lados, una frente a la otra; la roca, en los recodos, se asemeja a los arrecifes de la costa, con paredes pulidas y coronadas de bosque. Uno puede seguir los serpenteos de la grieta hasta bien lejos, al pie del cono del volcán. Una y otra vez, tras las paredes rocosas más próximas, aparecen otras más distantes y de caída más abrupta, como peldaños que ascienden hasta la cima del volcán. La piedra se transforma en ceniza, la ceniza en humo y más tarde se convierte en nubes. Lo que normalmente sólo puede distinguirse en las plantas, en los animales, en el cuerpo y la expresión facial de los seres humanos, aparece aquí en proporciones gigantescas grabadas en la faz de la naturaleza: la forma en gestación, la fuerza creadora de un mundo que se va gestando a sí mismo. C


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CARTOGRAFÍA NARRATIVA DE UN PAÍS EN PEDAZOS 5 El debate de las literaturas nacionales más que un análisis de fondo sobre lenguaje y sentido se ha transformado en una discusión ontológica sobre la nacionalidad. Lo que hemos cuestionado en última instancia no son las literaturas sino las nacionalidades. Esto ha resultado en el despropósito de otorgarle una nacionalidad a todas y cada una de las tendencias narrativas, por un lado; y por el otro en el hecho de dejar al margen el análisis de una propuesta literaria. En ese sentido es importante entender que las letras no obedecen ni a fronteras geopolíticas ni a los lindes de la lengua o del idioma, sino que la literatura de diferentes latitudes da cuenta del entorno donde se construye la idiosincrasia de su autor. Por lo tanto sería

más acertado hablar de territorios literarios antes que de literaturas nacionales. Es decir, centrarnos en aquel espacio de ficción donde convergen idiosincrasia, cosmovisión, épocas, recuerdos y signos de identidad de diferentes autores que dan como resultado ciertas constantes estilísticas, lingüísticas y referenciales. Y desde estos territorios es que proponemos esta Cartografía narrativa de un país en pedazos. En cada entrega publicaremos un cuento de un autor(a) mexicano(a) en activo, con la idea de trazar una ruta por nuestras latitudes literarias, para obtener una muestra de esta tierra abrupta, insospechada quizá, insondable pero no invisible. —Edson Lechuga

MIEDO ( F R AGM E N T O S D E U N R E L AT O) SANDRA LORENZANO (Buenos Aires, 1960)

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urante meses respiré miedo. Podría elegir otro comienzo, pero éste es el único honesto. ¿Debería disfrazarlo? ¿Disimularlo? ¿Esconderlo? Durante meses respiré miedo. Un miedo turbio, vago, impreciso, pero no por eso menos punzante, que me esperaba a la vuelta de cada esquina, en las escaleras del edificio, en la mirada —demasiado directa, demasiado inquisitiva— del muchacho que me vendía el café. ¿Alguna vez han sentido miedo? ¿Miedo de verdad? ¿Miedo a ser atacados una noche cualquiera? ¿Miedo a que se vuelvan realidad las peores pesadillas que los acosan desde chicos? ¿Alguna vez le han temido a cada ruido que puebla las madrugadas? ¿A cada silencio? Durante meses respiré miedo. Yo que iba a hablar de mujeres, de violencias, de amores y desamores, me convertí casi en mi propio personaje. Como para recordarme que no vale la pura bibliografía de apoyo cuando una va a escribir. La historia tiene que pasar por la propia piel. Increíblemente (¿increíblemente?) entre las primeras líneas de lo que sería la nueva novela, y esta página que ahora escribo, el mundo se derrumbó. Agazapada e incrédula miré su caída. Primero intenté descifrar lo que sucedía. Después, el terror me envolvió. Durante meses respiré miedo.

¿Cuál es la historia que estoy contando? ¿La mía? ¿La nuestra? ¿La del amor y el desamor convertida en una herida? Entiendo la furia, entiendo el enojo, la tristeza. No entiendo la sordera ni el show. No entiendo la letra escarlata pintada con mi propia sangre. ¿Moriré en la hoguera, como las brujas? ¿Me arrancarán los ojos y la lengua? ¿Estará

esperándome alguien cualquier noche en la puerta del departamento? Un picahielos es suficiente; preciso, certero, agudo. Por ¿quinientos pesos? ¿Mil? Ese informe no pasará. Nadie dirá que un hombre común y corriente subió al segundo piso, que me esperó unos cuarenta minutos, que apenas hizo ruido. Que bajó después las escaleras. Tenía unas converse negras, casi nuevas. La estupidez de recordar detalles inútiles. ¿Y la cara? ¿La vi? ¿La veré? Un peso por lo que piensas. Una vez en acción el mecanismo del miedo no hay nada que lo detenga. Respiro hondo. Me quedo con la imagen de las converse. Negras. Casi nuevas. ¿Compradas para la ocasión? Pienso esa tontería en lugar de mirarlo a los ojos. Diez y veintidós de la noche. La hora exacta aparece frente a mí. Como las converse. Y una loción que detesto: vetiver.

¿El móvil? Un asalto más en esta ciudad acostumbrada a la violencia. El azar. El destino. El fatum. El fado. Y Amalia Rodrigues canta recordándome que alguna vez me enamoré de Portugal y de sus saudades. Las vidas que no vivimos. ¿Cuánto del destino de cada uno está escrito ya? ¿Dónde? ¿En las estrellas (“Sílabas las estrellas compongan...”, escribió Juana Inés)? ¿En las rayas del tigre? ¿En la palma de la mano? Y vi, en ese instante en que algo se me clavó entre las costillas, no el aleph, sino los tejados de Lisboa, el Tágide, la Rua dos Douradores, como si siguiéramos sentadas en aquella terraza, la más entrañable. Vinho verde, unas líneas escritas con tinta sepia, un brindis y una promesa. También nací ahí. En el instante del dolor y del miedo —un estilete entrando en mi propia carne— volvieron el sabor del vino y la chispa de esa mirada de la que no quiero ya hablar. Justo de eso no

“EL DESTINO ES IMPLACABLE. TAL VEZ ESTUVIERA YA ESCRITO EN ESA CARTA ASTRAL QUE JAMÁS QUISE MIRAR. DEL LUGAR DEL NACIMIENTO A ESTA DESPEDIDA UN POCO CUTRE, UN POCO MÍNIMA.”

SANDRA LORENZANO es poeta, narradora y ensayista. Su novela más reciente es La estirpe del silencio (Seix Barral) y su página es: www. sandralorenzano.mx

quiero hablar. Del amor, de las pieles, de Pessoa leído a dos voces en la terraza de Lisboa. No puedo dejar de temblar. ¿Lloro? Si esto sigue así sólo podré escribir en cafés, rodeada de gente, para controlarme. Pero esto no sigue. Ya no seguirá. Una sombra con un picahielos en la mano y unas converse negras; una sombra bañada en vetiver está en la puerta del departamento. No habrá Lisboa nunca más. El destino es implacable. Tal vez estuviera ya escrito en esa carta astral que jamás quise mirar. Del lugar del nacimiento a esta despedida un poco cutre, un poco mínima. De mal gusto. ¿Quién va a querer hablar de ella, nombrarla, describirla? “Tuvo un accidente”, dirán después del primer regocijo. ¿Conoces a alguien a quien no le gusten los chismes?, me preguntaron el domingo. Un accidente. La promesa escrita con tinta sepia: entonces. El miedo: ahora. Y este final un poco cutre. Como de película de Almodóvar. Pero sin su gracia. Pura sordidez. Cambio a Amalia Rodrigues por Chavela Vargas. “Piensa en mí”. El final de “Tacones lejanos”. Me acuerdo que las dos nos enamoramos de Marisa Paredes. Si tienes un hondo penar, piensa [en mí. si tienes ganas de llorar, piensa en [mí. Ya ves que venero tu imagen divina, tu párvula boca que siendo tan niña me enseñó a pecar


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... tu párvula boca. ¿Se vale un picahielos una noche cualquiera después de Chavela Vargas? ¿Se vale el vetiver? Un final cutre. Una despedida cualquiera. Un accidente. ¿Me arrancarán los ojos y la lengua? Le letra escarlata pintada con mi propia sangre.

Extrañar la piel amada. El ancla. El deseo. Extrañar la sensación de llegar a casa; de tener hogar. Reconocer, por sobre todos los demás, los sabores, los olores, las texturas, los huecos, los secretos, los escalofríos, los pudores, de ese cuerpo. Extrañar el espacio y el tiempo para aprenderlo de memoria cada noche. El espacio y el tiempo para recorrerlo con la lengua, con las manos, con el vientre... No conoce el arte de la navegación quien no ha bogado en el vientre de una mujer (Cristina Peri-Rossi). Aferrarse a las palabras, a la pantalla, al teclado, a los puntos y las comas que pausan y permiten de a poquito volver a respirar. Cada uno tendrá sus paisajes, el mío es de horizontes abiertos, de ríos, de islas que esconden siempre algún tesoro. Quise alguna vez escribir un libro sobre las islas. El otoño recorre las islas, escribió José Carlos Becerra, amando el trópico y a la vez huyendo de él. Una línea une Brindisi y el calor, sus versos y la sangre. Horizontes abiertos, aire que corre, un mar frío con espuma amarilla que se pega a la arena. El viento nos despeina, me enreda el pelo, nos reímos, tengo ocho años; corremos tratando de agarrar la espuma. O cavamos buscando berberechos. A toda velocidad, con las manos. Los llevamos al departamento. Después habrá que tirarlos antes de que el olor sea insoportable. El pescado no. La corvina que pescamos en la escollera, la comimos. Ir a pescar es un ritual que cumplimos cada tarde. Cada uno tiene su caña, su reel, su poca o mucha paciencia para esperar. Aprendemos a esperar. Nosotros: los reyes de la impaciencia. Hay que tirar todo. Hoy. La piel amada. El ancla. El deseo.

¿Cuál es la historia que quiero contar? ¿La mía? ¿La nuestra? ¿La del amor y el desamor convertida en una herida que no deja de doler? Un picahielos. La letra escarlata pintada con mi sangre. La región menos transparente de tu propio aire: aquí apenas logro que algo llegue a los pulmones. No hay bocanada de oxígeno que me inunde. Y sin embargo, el pájaro de cada mañana ya revolotea junto a la ventana.

Una moneda me cierra el esófago. Ni siquiera las lágrimas aparecen. Preferiría estar vacía. Quedarme durante horas en cualquier banca en el parque mirando correr a los chicos. ¿O para qué salir? Puedo mirar la pared. Nada más. Una larga sucesión de blancos. Sin picahielos. Sin cajas alrededor. Sin fotos cortadas con las manos. Sin gestos. Que el pasado sea un largo presente anestesiado. Nosotras, las dueñas de las

palabras, no encontramos la manera de que dijeran lo que queríamos decir. No pudimos decir el amor, la complicidad, la memoria. No pudimos dibujar con ellas espirales eternas. No pudimos nombrar el mar ni el rayo verde. El picahielos entra a mi carne con un solo gesto. Y a mí se me cruza por la cabeza un cuadro de Francis Bacon. Mi carne es la carne de Bacon atravesada por un picahielos. Preferiría estar vacía. El miedo endurece los músculos; la descarga de adrenalina hace que el músculo se transforme en millones de pequeñas espadas. El dolor del cuerpo mata todos los otros dolores. Lo saben quienes hacen ejercicio hasta caer extenuados. Lo saben quienes se lastiman con navajas o cuchillos. Y tu piel es entonces un mapa de cicatrices que quiero ir descubriendo; cada una, una historia, una angustia, un paisaje, un desafío. La adolescencia es un territorio cruel. Tuve miedo de mi propio cuerpo, del deseo que afloraba. Mejor los cortes. Yo tampoco permitiré que nadie diga que es la edad más hermosa de la vida.

Explorar el deseo. Explorarlo como si fuera una selva ignota: poner pie en ella por primera vez y dejarme llevar por el entretejido de caminos y veredas que se abren entre los mil tonos de verde. Explorar el deseo como se explora un nuevo continente; trazando mapas, imaginando ciudades, descubriendo vestigios, inventando mitos. Explorar el deseo como se explora el universo: mirando las estrellas, los planetas, los soles más lejanos. Buscando en última instancia la música de las esferas. Explorar el deseo como se explora el cuerpo amado: con minuciosidad, con lentitud, con la curiosidad de un entomólogo. Poniéndolo bajo la lente del microscopio para aprenderle todos sus resquicios. Añorándolo antes de tiempo. Inventándolo. Recorriéndolo con la lengua. Oliéndolo, sorbiéndolo, saboreándolo. Olvidar el miedo.

La vida puede ser de pronto este caos de cajas y bolsas que me rodea. Mi memoria dentro de cada una de ellas. ¿Tan poca cosa la memoria? No hay tierra prometida. No para ese Moisés tartamudo que mira desde lejos cómo se salva su pueblo. La vida puede ser el desasosiego que se cruza con mi propia mirada a cada instante. Y sin embargo hemos sobrevivido a todas las

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expulsiones. Condenados, perdemos cajas, memoria y piel por el camino, las palabras se nos desarman, balbuceamos... Pero no hay tierra prometida. Hay pasos, veredas. Deseo. Pongo algo de música. Como soy de obsesiones vuelvo al cello. Miro lo que tengo alrededor. ¿Y si tiro todo y empiezo de cero? La tentación es grande. Paredes blancas, una ventana por la que se ven las ramas de un árbol, el pájaro que llega puntualmente cada mañana, una mesa, un par de platos y donde dormir. El desierto puede estar aquí mismo. El vacío como comienzo. Llegamos a este país con una maleta. Como habían llegado nuestros abuelos al sur de todos los sures. ¿Acumular, juntar, tener, es una traición a ese origen? El vacío como comienzo. La seducción de la página en blanco. Y el pánico. Entre lanzarme de cabeza a pesar del pánico o quedarme aferrada a las cajas, no lo dudo. Me pregunto qué hubiera pasado si mis padres hubieran dudado. ¿Estaríamos buscando quizás a un desaparecido? ¿Y si mis abuelos hubieran dejado que les ganara el miedo? El vacío como comienzo. Hay pasos, veredas. Deseo. Elijo escribir a la intemperie. Un enorme tatuaje. Para que lo vean todos. Señalar es siempre divertido, han dicho. Aunque la piel sangre. Es culpa del punzón. ¿No lo sabías? ¿No querías acaso andar el desamor? Algún día serán sólo cicatrices. Como la herida que dejó el picahielos. Como el miedo que se arrastra entre las piernas. ¿O pensabas en la ruta del deseo? Homenaje sagrado a un animal moribundo. Ofrenda. Rojo sobre rojo es hoy leche negra. ¿Recuerdas aún el alba? Un puente, un río abajo, y la memoria que nunca se detiene.

Durante meses respiré miedo. Un picahielos entrando en la carne. Una A escrita sobre la piel. Un rostro arrancado de las fotos. Un cuerpo sobre las escaleras. Cualquier [noche. Una ausencia. Los silencios. Los gritos. Sin tiempo. Nadie vio nada. Nadie recuerda. Cualquier noche. Unas converse negras. [Vetiver. Los informes exigidos no lo mencionan. No hablan de un hombre. En las [escaleras. Un picahielos a las diez veintidós. Quiénes entran. Quiénes salen. Los informes no lo mencionan. Sólo un pájaro. Tal vez el mismo [cada mañana. No hablen. No busquen. No digan. Borrar. Desaparecer. Sin rastro. Ni la voz. Ni los cuentos. El músculo se endurece. Miles de agujas se clavan. No hay tiempo para el grito. Cualquier noche.

Durante meses respiré miedo. Después, nació esta historia.


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Por

FRANCISCO HINOJOSA

LA N OTA NEGRA

MUROS Y MURALLAS

@panchohinojosah

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abemos que política y demagogia van de la mano. Para llegar al poder hay que conocer el arte de hacer promesas que no se van a cumplir, y hacerlo convincentemente. Una excepción es Donald Trump: en primer lugar no es político, en segundo fue elegido como presidente del país más poderoso y en tercero sí está en su cabeza la idea de consumar lo ofrecido en sus discursos de campaña, entre otras cosas la construcción de un muro que divida nuestras fronteras. Y más aún: está seguro de que nosotros lo pagaremos. Planea terminarlo en dos años: justo para celebrar las tres décadas de la caída del muro de Berlín. El peligro, dice, son los bad hombres (antes conocidos como bárbaros) que amenazan la estabilidad de los estadunidenses obligándolos a consumir drogas o bien quitándoles sus trabajos. Las puertas del muro que ya existen, y que permiten el intercambio de millones de personas y dólares cada día, ahora también servirán para deportar a quienes laboran de manera ilegal en tierras que antes fueron mexicanas. Algunos de ellos todavía pueden argumentarlo así: “No cruzamos la línea, la línea nos cruzó a nosotros”. El lado norte de la frontera parece no preocuparle al mandatario del peluquín: los canadienses son good hombres y, sobre todo, en su mayoría blancos. Sin embargo, no se ha manifestado acerca de los otros tres flancos no amurallados que están expuestos a la entrada del chamuco: los que están en el Pacífico, el Atlántico y el Golfo de México. ¿Cómo construir en las costas barreras

Las Claves

EL POETA CHINO AI QING, CON CONOCIMIENTO DE CAUSA, LO DICE: “CUALQUIER MURALLA NO ES MÁS / QUE UN VESTIGIO DE LA HISTORIA / QUE A NADIE LE INTERESA RECORDAR”

infranqueables y además a quién cobrárselas? Supongo que Trump confía en la eficacia de su marina como para salvaguardar sus litorales, pero desconfía de la guardia fronteriza que tiene a su resguardo la línea que nos divide. Todavía queda otra parte no cubierta en Estados Unidos por donde se puede colar el mal amenazante del exterior: hay que alzar la cabeza hacia el cielo para ver que tienen alrededor de nueve millones de kilómetros cuadrados de aire desprotegidos —bueno, con la excepción de algunos misiles, drones, radares y aeronaves supersónicas. Por avión llegan a tierras gabachas muchas personas, con su visa en orden, y se quedan allí a trabajar hasta que transcurre el tiempo en el que tienen que volver unas horas a la frontera para volver a cruzarla legalmente. Aunque supongo que Trump sólo ve en la televisión caricaturas, quizás conoce la serie Under the Dome, basada en un libro de Stephen King, y ya firmó una orden ejecutiva que pone a trabajar a la NASA y el Pentágono en la construcción de una cúpula impenetrable que aísle a su país del mundo. Un último detalle: para hacer aún más seguro todo su territorio faltaría crear un mecanismo que detecte la entrada de los bads a través de túneles subterráneos. Y entonces sí, al fin solos. Kavafis dice: “Sin consideración, sin lástima, sin pena / me encerraron en altas y sólidas murallas”. El hombre queda allí, solo, sin esperanza, desolado, con el alma devorada y pensando en cuánto pudo haber hecho del otro lado. “Nunca escuché a los albañiles, nunca un ruido... / Imperceptiblemente me encerraron fuera del

mundo” (traducción de Cayetano Cantú). Ese parecería ser el sueño de Trump, si no es porque su ideal incluiría mantenerse en casa aislado, seguro, protegido y de preferencia sin el estorbo de otras minorías no blancas. Aunque le quedaría el temor de que, como ha sucedido antes, su muro de la vergüenza algún día se venga abajo. El poeta chino Ai Qing, con conocimiento de causa, lo dice: “Cualquier muralla no es más / que un vestigio de la historia / que a nadie le interesa recordar” (traducción de Alfredo Gómez Gil). Volviendo a Kavafis, en uno de sus más conocidos poemas, “Esperando a los bárbaros”, el Imperio está en plena decadencia y ve como única esperanza la llegada de los bad hombres: la civilización agotada vs. la barbarie que ha dejado de existir: “Y ahora, / ¿qué sucederá sin los bárbaros? / Estos hombres al menos ofrecían una solución”.

Por CARLOS O LI VA R ES B A RÓ

VERSOS CLAMOROSOS en los muros del dolor y festividad esculpida en lienzos de colores sorpresivos: Raúl Zurita (Santiago de Chile, 1950), una de las voces más significativas de la actual lírica hispana. Nombramientos en esquelas autobiográficas donde cada gesto se bifurca en episodios que tocan lo íntimo en explayado discurso de humedades barrocas. Coplas de deslumbrante insomnio habitando espacios: idiolecto que nombra los acontecimientos en sentido inaugural. Declamar para expandir la rabia, para estampar las tapias. Zurita camina sobre líquenes vidriosos. Anteparaíso (Editorial Almadía, 2016), de Raúl Zurita: testimonio de un malestar remarcando agobios de voces interiores. Este volumen confirma su vitalidad inflexiva: “Como en un sueño, cuando todo estaba perdido / Zurita me dijo que iba a amainar / porque en lo más profundo de la noche / había visto una estrella”: pronunciar para reescribir, extenderse y sellar presencias. El tiempo como espectador de

sucesos exteriores encallados adentro del corazón. Poeta de trances formales, este cuaderno está hilvanado por desgarraduras y sonatas, por heridas y adagios, por cánticos y frondas, por espejismos y vendimias. El amor se asoma y grita. Un río lingüístico se derrama presuroso. Estrellas que caen, piélagos que borran sombras. El agua protagoniza rompientes. Torva brumosa: coágulo amoratado. Peces. Franjas. “i. Las playas de Chile fueron horizontes y calvario: / desnudo Usted mismo se iba haciendo un cielo sobre esas / costas de nadie”. Labras en los pasmos. Siluetas hambrientas. Espejos. Tiempo despedazado. Trechos truncos: segmentos lesionados: vidrios rotos. Dos alabanzas iniciales: “Devoción”, “La nueva vida”. Apetencia de un corazón que busca la definición de Dios: “Mi Dios es carroña / […] / Mi Dios es dolor / Mi Dios es / Mi amor es Dios” / Cuatro concilios: “Las utopías”, “Cumbres de los Andes”, “Esplendor del viento”, “Viento sobre la hierba”. I: Y Zurita como en un sueño braceando en las

playas de Chile: “Yo lo vi soltando los remos” cuando Chile flameó como una bandera en las playas de Chile / II: Los Andes en su blandura estremecida. Telúrica y helada marca en los sures del latido del mundo. Eriales que viajan huyendo de la locura bajo los acordes de una canción Aymara (“Ah si alguien llegara a saber / por qué vinieron las montañas”) / III: Ficticio edén parido en las cuarteaduras: vidrios desechados por la racha / IV: La luz bufa, aguijonea. La felicidad se posa sobre el instante. Epifanía que la muchedumbre celebra en los filos del dolor. La grandiosidad del aura viene de allá // Un poema de amor a los mares de Chile escrito mientras el alba se tarda en brotar: Chile suspendido en un raro sueño en el que las batientes se desmoronan. Soledades en periplo espumoso. Prosodia mallarméana: erótica verbal en estado puro. Génesis espejeante de alaridos sin nombres: no hubo oficiantes para bautizar los sueños, “pastos serían así los quemados sueños de Chile asomándose”. Anteparaíso: el horizonte despliega un luto hambriento.

ANTEPARAÍSO Autor: Raúl Zurita Género: Poesía Editorial: Almadía, 2016.


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EL CORRIDO DEL ETERNO RETORNO

MASTERCHEF DE MI PROPIA DESGRACIA

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CARLOS VELÁZQUEZ

@charfornication

A

quí va: podrán acusarme de autosabotaje, pero juro que esta ocasión no fue mi culpa. Me zambullí en la piscina y el agua estaba helada. Malditos bastardos tacaños. ¿Para eso paga uno una cuota mensual? Pero era demasiado tarde. Me dije, bueno, si se presenta el apocalipsis zombie ya estoy preparado. A la tercera vuelta ya tarareaba por debajo del agua: we are the champions, we are the champions. Y si uno que es un pidibollo, un mantecoso, siente el rigor, no quiero ni pensar cómo lo padecen las escuálidas que nadan sin un gramo de grasa encima. Salen azules. El problema en sí no fue la nadada. La desgracia fue que saliendo del complejo deportivo me pegó el aire. Y soy bueno manejando estos episodios. Cuando estoy pedo. Pero esta vez fue distinto. Horas después me convertí en el agente Murphy. La espalda comenzó a contracturárseme. Comencé a caminar como Robocop. Mi hija me aplicó una abundante capa de Cramergesic, me tomé un Tafirol Flex y me fui a la cama. Minutos más tarde me sentía como el pinche Han Solo en The Empire Strikes Back: criogenizado. No me podía mover. Y cuando afirmo que no me autosaboteaba era porque en dos días era mi cumpleaños. Parecía slogan: 39 años debes cumplir y a terapia lumbar debes ingresar. Además de lo traumático que pintaba el panorama: pasar mi cumple postrado, debía cumplir un compromiso. Y si no me presentaba, nadie me creería. Como nadie me cree cuando caigo de hocico en una botella de whisky o se me

LA GENTE NO ENTIENDE QUE CUANDO EL SEXO, EL ALCOHOL Y LA ESCRITURA NO SON SUFICIENTES, ALGO ANDA MAL CONTIGO. Y NO ES QUE LA NADADA SEA LA SOLUCIÓN. PERO HAY QUE RECURRIR A ALGUNA CHAQUETA MENTAL.

El sino del escorpión

olvidaron los condones, etcétera. En noviembre no pude tomar un vuelo a Dallas porque había contraído dengue. Y a pesar de que tengo un comprobante médico, mis editores siguen pensando que perdí el vuelo por pedote o porque seguro extravié mi pasaporte. Bullshit. Caliéntate, me recomendaron. ¿Más? Si me pasé toda la madrugada mentándoles la madre a los encargados de la alberca. Y paralizado en mi cama, como el soldado del video One de Metallica comencé a canturrear una pieza que ahora a la generación millenial no le dirá nada, pero que escuché en mis años de formación: me llaman, me dicen Memotronic. No mames, estoy enloqueciendo, me dije. Si al menos pudiera votar un balón de básquet como el profesor Skinner. Y para imprimirle más drama a la situación se fundió un jodido fusible. Y como Memotronic, como Memo Ríos, pero sin peluquín, hice el intento de ponerme de pie. No pude. Y me regañé a mí mismo. Ya no seas chillón. ¿A poco crees que los hombres de las cavernas tenían focos ahorradores? Era ridículo. Para qué quería luz si no podía accionar el apagador ni con un palo. Había escuchado del enfriamiento de espalda pero pensaba que era un mito. Achaques ficticios. Oh, poor boy. No es por presumir, tengo un umbral del dolor bastante decente. Pero el enfriamiento de espalda duele casi tanto como una separación. Y como el condenado hipocondriaco que soy pasé la noche leyendo al respecto en internet. Puras historias de terror, de gente que tardó cuatro semanas en recuperar la

movilidad. Yo no me puedo dar ese tipo de lujos. Tengo que procurar la chuleta. ¿O creen que el fisioterapeuta se paga solo? Desde que retomé la nadada, uno de mis amigos más pedotes no deja de burlarse de mí. Pero la gente no entiende que cuando el sexo, el alcohol y la escritura no son suficientes, algo anda mal contigo. Y no es que la nadada sea la solución. Pero hay que recurrir a alguna chaqueta mental. Maldita edad. Me armé con un cóctel de Meloxicam, Tafirol, Dolo-Neurobion y Flanax. Para hacerle frente al dolor. Y no tardé en recibir críticas. Tomas demasiadas pastillas. ¿Acaso no saben que soy un adicto? Pero más que eso lo que quiero es ahorrarme el dolor. Ya hemos recibido demasiados golpes de este mundo traidor como para todavía hacernos los fuertes. Me aguanto y luego qué ¿voy a recibir una medalla? Como vivo solo, lo primero que me preguntaron mis allegados es qué vas a comer. ¿Sabes cocinar? me preguntaron. No dudé en responder. Sí, mi propia desgracia. ¿Qué no entienden que no poderse mover significa no poder siquiera ir al baño y limpiarse el yomis? Tampoco tardaron las explicaciones metafísicas. Es el karma, cabrón, por burlarte de las desgracias de la gente. Como si yo le echara la culpa a Larry David por haberme educado para ser el burlesco hijo de puta que soy. No gente, entiéndalo de una vez por todas. A veces uno la caga. Y otras veces sólo se trata de que alguien la cague por ti. Como esos cabrones de la alberca que no tienen el agua a la temperatura ideal. C

Por ALEJANDRO DE LA GARZA @Aladelagarza

¡Lo que ve el que vive! AMORCILLADO EN SU QUERENCIA DE TABLAS, como el último toro en la carrera de El Zotoluco en su despedida el 5 de febrero pasado, el escorpión plagia con descaro el título de esta nota de la columna semanal publicada durante años en el viejo Excélsior por Ricardo Garibay, escritor de prosa única en intensidades y emociones. Pero la situación lo amerita, pues ante los ojos incrédulos del mundo presenciamos hoy una reestructuración radical de todo el espacio político alentada por el extraño fenómeno Trump. De Washington a Nueva York, Texas, California y México; de Inglaterra a Francia, Rumania y Holanda; de Alemania a Rusia y hasta Australia, el planeta se sacude ante la transformación del paradigma liberal-neoliberal por el cual nos regimos los últimos treinta años. A pesar de nuestros despreciativos intelectuales,

Slavoj Žižek tenía razón cuando previó las posibilidades de un recambio planetario con la llegada del multimillonario y su revuelta populista contra la clase política parasitaria. La rabia contra la clase dirigente la aprovechó Trump y su retórica belicista, xenófoba y discriminadora, lo cual sólo distrae del verdadero problema: las contradicciones y antagonismos del capitalismo global. Con la misma incredulidad, el arácnido observa esa retórica nacionalista, patriotera y mexicanista invadir nuestro país exactamente con la misma finalidad: distraer de las contradicciones de un sistema político a punto de reventar. Solidaridades, marchas, cantos del himno nacional, llamados a la unidad (motivados por el miedo) y una clase política en busca de evadir su responsabilidad y mantenerse a toda costa en el poder

con sus prebendas y beneficios. ¿Quién aprovechará aquí la revuelta y la rabia contra la clase dirigente, luego de reunirnos a cantar el himno en los centros comerciales? ¡Lo que ve el que vive!, repite el alacrán cuando observa a varios intelectuales hoy muy dispuestos a conversar con quien antes llamaban “peligro para México” o “Mesías tropical”, porque ahora representa la posibilidad de una compleja, difícil, acaso inviable continuidad institucional, pero siempre más deseable que la ruptura radical tan temida. Ante esa circunstancia, el rastrero vuelve a Žižek: “La derrota de Clinton fue el precio por neutralizar a Sanders. No perdió por desplazarse demasiado a la izquierda, sino por quedarse demasiado en el centro”. ¿Quién ahora en México puede desplazarse a la izquierda? C

EL ARÁCNIDO OBSERVA ESA RETÓRICA NACIONALISTA, PATRIOTERA Y MEXICANISTA INVADIR NUESTRO PAÍS.


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LA MONSTRUOSIDAD DE UNA ESCULTURA FRANCESCA DALLA BENNETA Esta semana, la escultora Francesca Dalla Benneta (1977) y la pintora mexicana Natasha Gray, inauguran la exposición La persona y el paisaje en la galería Espacio y Lugar, como parte del programa Maco en la Ciudad de México. Las piezas de Dalla Benneta proponen figuras híbridas, bizarras; anatomías que fusionan lo humano, lo animal y la locura. Científica por obligación y artista por gusto, la creadora, oriunda de Florencia, Italia, construyó su carrera en México después de

llegar al país en 2006 como maquillista de la película Apocalypto, dirigida por Mel Gibson. Desde su incursión en el cine en áreas como la creación de efectos especiales y escenografías, decidió dedicar una parte importante de su obra a la figura humana, así como a las ficciones y los paradigmas que acompañan a las diferentes personalidades. Un trabajo que sobresale por la forma en que concibe la belleza.

Por

ESGRIMA

¿Cómo se forma un artista en Italia? Ha sido un camino tortuoso. Todo comenzó en Florencia, cuando tomé la decisión de estudiar arte. Como en Italia no es considerada una profesión como tal, estudié Ciencias y Física, que luego abandoné. Mi aventura comenzó en la academia, después el cine fue mi salida, y me dediqué a los efectos especiales, la escenografía y el maquillaje. Debido a que las escuelas de cine y arte en general son muy costosas, opté por ofrecerme como empleada para aprender. Estuve en un estudio durante un año en Roma, y de forma inesperada me invitaron a trabajar en la película Apocalypto. Llegué a México y me quedé para trabajar en cine y televisión, pero desde hace ocho años decidí dedicarme al arte por completo. No estudié escultura nunca, pero el cine requiere que desarrolles estas habilidades, mismas que trasladé a mis inquietudes estéticas. Aunque me consideraba una artista visual en general, la escultura llena mis inquietudes artísticas. Como artista nunca he tenido un plan, siempre me he guiado por instinto y por gusto. Ser artista en México, como en cualquier país, no es fácil, tienes que ser tu propio promotor, tu creador, tu galerista. Luego tienes que ser docente. Tengo tres o cuatro trabajos diferentes, actualmente todos relacionados con el arte. Tampoco quiero decir que ser artista es algo sufrido: si trabajas, tu arte funciona. La belleza no convencional y las personalidades arraigadas en los hombres, dan un toque especial a tu arte, que sale de lo común. La belleza no convencional, titulo de mi primera exposición individual en México, tuvo como finalidad abordar a diversos personajes fantásticos con la idea de desmitificar lo que tradicionalmente se entiende como bello. El arte establece cánones de belleza dictados desde el arte clásico, desde los griegos, y yo quería romper ese esquema, fortalecida por la estética que estuve revisitando en el cine: la monstruosidad. ¿Qué significa ser un artista neosurrealista? Así te defines.

ALICIA QUIÑONES

Onírica o neosurrealista, me han atribuido varios adjetivos. La parte del surrealismo que me parece muy interesante es el flujo de la conciencia. Yo mezclo el surrealismo con anatomías de seres fantásticos, aunque en mis más recientes producciones he vuelto a personajes con rasgos más tradicionales. Definirme neosurrealista significa que manejo el surrealismo con una clave nueva. En 2014 un rompimiento en mi vida me llevó a retomar la figura humana como tal. Y comencé a crear una serie de retratos de italianos que radican en México, que han transitado por este país y con experiencias semejantes a las mías. La estética que decidí manejar fue más tradicionalista, siempre con una paleta de colores oscuros, que siempre está en mis creaciones. La dimensión monstruosa la eliminé por ahora, pero sí me apego a lo fantástico. ¿Es un arte de rupturas? No creo que mi arte se alimente tanto de las rupturas, más bien está conformado por episodios. En La persona y el paisaje, la exposición que inauguras esta semana, mezclas personajes fantásticos con la locura. La idea fue trabajar las emociones y sentimientos, así como las múltiples personalidades, hasta llegar a la locura. Cuando tenía unos 18 años, mi mamá me llevó con un psiquiatra, por una serie de manifestaciones y situaciones. Me diagnosticaron bipolaridad y se me quedó pegada esa etiqueta, para mí fue una cosa muy fuerte, porque en la adolescencia uno es vulnerable y más con una situación así. En general, desde pequeña nunca me sentí parte de algún grupo de amigos y luego tuve que asumir la etiqueta de la locura. En esa época no tenía la herramienta del arte, lo pasé muy mal, y hoy decidí retomar este momento de mi vida. El arte me ha apoyado para superar cosas de mi pasado. Por un lado, La persona y el paisaje es un autorretrato constante y también un retrato de la

EL ARTE ESTABLECE CÁNONES DE BELLEZA DICTADOS DESDE EL ARTE CL ÁSICO, DESDE L OS GRIEGOS, Y YO QUERÍA ROMPER ESE ESQUEMA.”

gente que voy encontrando a mi paso. Es un poco decir que todos estamos un poco locos, sin caer en etiquetas, y el gran aprendizaje a mediar con uno mismo, con sus propios demonios. El arte ha sido mi salvación. Es trillado, lo sé, y no es que el arte sea sanador, sino que te pone enfrente distintos puntos de vista. A través del arte puedes ver que no eres el único que se siente loco. ¿Piezas como La vida y la muerte revelan los polos de esa locura? Mis temas siempre son multifacéticos. En un primer nivel, esta escultura muestra a una persona anciana, y atrás tiene la muerte. Esa es simplemente la condición del ser humano. A un lado tiene unas máscaras de rostros jóvenes, que es la condición del tiempo. Pero esto también habla sobre las diversas facetas que cualquiera puede tener en un lapso breve de tiempo. Yo lo he vivido de manera acentuada por mi “enfermedad” o mi personalidad. Pero más allá de alguna condición, todos somos susceptibles de vivir en poco tiempo un abanico de sentimientos; puedes cambiar de máscara cuando quieras. También es una reflexión sobre el uso de la máscara social, que en general es considerado negativo. Es una pieza compleja que tiene diferentes niveles de lectura.

Arte digital > STAFF >La Razón


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