Dos Autores Para la FIL 2016

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FRANCISCO HINOJOSA MESARREDONDISMO

N Ú M . 7 5

CIUDAD ANÓNIMA CLAUDIO MAGRIS

S Á B A D O

ESGRIMA

GABRIEL RETES

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El Cultural [ S u p l e m e n t o d e La Razón ]

DOS AUTORES PARA LA FIL 2016 ETGAR KERET ENTRE VI STA CON C ARLOS VEL Á ZQUEZ Y UN CUENTO

ROBERTO CALASSO UN EN SAYO DE DANIEL RODRÍGUEZ BARRÓN

P OESÍA

LINDA PASTAN PRESENTACIÓN Y VER SIONES DE JULIA SANTIBÁÑEZ Ilustración > DAVID POLONSKY. CORTESÍA DE SEXTO PISO.


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Contra los dictados del gran mercado editorial, el escritor israelí Etgar Keret (1967) desarrolla una obra que le ha ganado lectores entusiastas en más de cuarenta idiomas. La anomalía de su trayecto es que avanza a contracorriente: su género es el cuento, una forma desdeñada por la supuesta primacía, al menos comercial, de la novela. En entrevista, Keret precisa los referentes y las claves de su imaginación narrativa. Nos comparte además —por cortesía de su editorial en México, Sexto Piso— un cuento completo, ilustrado por David Polonsky, de una nueva edición que comienza a circular en la FIL 2016.

“E L C U E N T O ES E L N ÚC L EO D E L A L I T E R A T U R A” Entrevista con Etgar Keret CARLOS VELÁZQUEZ T R A DUC C IÓN DE L I NGL É S E DUA R D O R A BA SA

E

l cuento tiene un súper héroe en México: Etgar Keret. En un país donde el género goza de cierta impopularidad, el israelí ha conquistado miles de lectores y se ha convertido en una estrella del género. Ha revertido la creencia de que el cuento no vende. Con tan sólo cuatro títulos es un éxito de ventas y ha cosechado el favor de la crítica y del público. Keret desembarcó en nuestro país gracias a la editorial Sexto Piso. Que acaba de publicar una versión ilustrada por David Polonsky de Romper el cerdito (2016). La historia pertenece a Extrañando a Kissinger. La primera colección de relatos de Keret que circuló en el territorio nacional. Etgar es una sensación. Sus libros son todo un acontecimiento. Sus lectores los esperan así como los fans de Tom Waits aguardan cada nuevo álbum del artista. Confeccionar un público hambriento por un libro de cuentos es toda una proeza. Pero Keret además de un talentoso escritor es una persona carismática. Pese a la gran cantidad de seguidores que ha acumulado a lo largo de los años es un hombre sencillo. Y sumamente agradecido. Para él lo primordial son sus lectores. Y las

ocasiones en que ha visitado nuestro país no se detiene hasta firmar el último libro de las largas filas de autógrafos a las que convoca. Los cuentistas son una estirpe extraña. Detrás del nombre Etgar Keret se encuentra una figura fascinante. Ha despertado tal admiración en nuestro país que ya fue objeto de un tributo por parte de los moneros mexicanos que ilustraton Keret en su tinta, una selección de sus relatos. México es territorio Keret. Ha sido adoptado con entusiasmo por una nueva generación de lectores que lo ha acompañado a lo largo de la publicación de su obra en español. La arrebatadora personalidad de Keret impregna toda su obra. Los siete años de la abundancia, su libro de crónicas, posee la misma capacidad de sus relatos para burlarse del absurdo de la vida mundana. La materia prima de su narrativa se caracteriza por una aguda observación de lo cotidiano, con chispazos de crueldad y no exenta de ternura. Abordado todo con una sencillez que abruma. Lo cual no significa que Keret no tenga preocupaciones estéticas. En sus historias se observa una devoción por la transparencia. La honestidad

que se respira en su obra desarma a los lectores. Pero el fenómeno Keret se sustenta todo en un manejo maestro del relato. Una habilidad que en décadas pasadas perdió veneración. Hasta que la figura de Keret surgió. En la historia reciente de la literatura la figura del cuentista como súper estrella había sido escasa. Los nombres que todavía sonaban hasta hace unos años eran los de Borges, Cortázar, Hemingway, Cheever, etcétera. Pero así como Pacquiao vino a revolucionar el box, Keret ha revolucionado el cuento. El arte de Keret contradice al mercado. En varias ocasiones ha declarado que no escribirá una novela. Lo que todo editor espera de su autor. Y lo que todo mercado desea de un escritor. Pero esto no ha atentado contra el trabajo de Etgar. Su franqueza es valorada. Keret no la tiene fácil. Como todo cuentista nada a contracorriente y está consciente de ello. Y se encuentra en una posición más peligrosa que la de cualquier novelista. Mientras que las novelas pueden fracasar y eso no afecta la carrera de un autor (escribe la siguiente y listo), el cuentista no puede permitirse el lujo de fallar. Lo que hace cada vez más complicada la escritura del

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En México la novela es el género literario predilecto. Escribir cuentos es pelear a la contra. ¿En Israel ocurre lo mismo? Sí. En Israel sucede lo mismo. Los editores prefieren publicar novelas porque piensan que van a vender más, y también porque los grandes premios literarios se restringen a novelas. Si fuera por mis editores, mi agente o mi ejecutivo de cuenta bancario, todos querrían que escribiera mi primera novela. Para ser sincero, el hecho de escribir cuentos en una atmósfera en la que eso implica ir contra la corriente es algo de lo que, además de que me quejo, también me gusta. Se debe en parte, supongo, a que cuando publico un libro de cuentos sé que la motivación para publicarlo proviene solamente de mí, y no de ninguna fuente externa. Juan Bosh afirmaba que el cuento es una cuestión de temperamento. El cuento es una especie de estallido. Tú eres bastante tranquilo en el trato, ¿te consideras explosivo? Soy una persona muy explosiva y me tomó años reprimirme y aprender a controlarme para convencer a la mayoría de mi gente cercana de que no estallaría en cualquier momento. Cuando era niño, poseía un lado agresivo que no me permitía echarme para atrás, incluso si mi postura inicial era injustificada o si claramente llevaba las de perder. En algún momento aprendí a tragarme mis frustraciones, y por suerte descubrí la escritura, asunto que me permitió confrontar todas las emociones que intentaba ocultar de los demás, incluido yo mismo. Estoy de acuerdo con Bosch en que el cuento es como una explosión, así que cuando la gente me pregunta por qué no escribo historias más

largas, simplemente les explico que no sé cómo explotar lentamente. ¿Consideras al cuento como un mecanismo que una vez aprendido puede ser replicado con éxito según el antojo del autor? Estoy seguro de que muchos autores pueden hacerlo de esa forma, pero yo no. Cada vez que me siento a escribir un cuento siento la misma emoción y el mismo temor al fracaso que la primera vez que escribí uno, hace treinta años. Es como si toda la vida uno saliera constantemente en una primera cita con alguien. Es ampliamente gratificante, y muy emocionante, pero también provoca una ansiedad inagotable. ¿Es el cuento el primer artefacto pop en la literatura? Creo que el cuento es el núcleo de la literatura. Es la forma más antigua y es más intuitiva que la novela, que advino como forma en una etapa mucho más tardía, y por razones de producción y mercadotecnia. Cuando conoces a una persona en la calle te cuenta una historia breve, es decir, un cuento, no una novela, así que creo que es imposible que el cuento sea una moda pasajera. Creo que nos acompañará mientras perdure la raza humana, o al menos mientras continuemos teniendo lenguaje. ¿Crees que el cuento resurja como género dominante en algún punto, como ocurre en este momento con el boom de la crónica? Creo que es posible. Me parece que el ritmo más acelerado de la vida, la cada vez menor capacidad de atención y, más importante, el hecho de que cada vez más gente consume literatura de manera diferentes, todo ello contribuye a crear una realidad proclive a que el cuento adquiera un lugar más preponderante en la literatura. Es un tanto irónico, pues parecería como si la industria editorial fuera la última en darse cuenta de lo anterior, y permaneciera atorada en la consideración de que el cuento no vende. El cuento es a menudo calificado como un spring narrativo, como la música de un cuarteto de cuerdas, y la novela como la de una orquesta, ¿tienes alguna analogía para describir tu arte en el género? Creo que el cuento es muy similar a la fotografía, en tanto busca capturar una sensación o un instante, mientras que las novelas se parecen más a las películas. El cuento y la novela son tan diferentes entre sí como la poesía y la narrativa. Así que no me gusta la analogía que traza la comparación entre un cuarteto y una orquesta, así que

“CUANDO CONOCES A UNA PERSONA EN LA CALLE TE CUENTA UNA HISTORIA BREVE, ES DECIR, UN CUENTO, NO UNA NOVELA, ASÍ QUE CREO QUE ES IMPOSIBLE QUE EL CUENTO SEA UNA MODA PASAJERA.”

Foto > CORTESÍA SEXTO PISO

siguiente libro. Y Keret es consciente de esta presión. El cuentista, esa raza extraña, y que parecía en peligro de extinción, ha cobrado preponderancia a raíz de la popularidad de Keret. En México cada vez es más frecuente que un autor llegue a una transnacional con un libro de cuentos, fenómeno que antes no se producía. La obra de Etgar no sólo es de una calidad literaria inigualable sino que arroja luz sobre el género y le inyecta cierta esperanza. En nuestro país nunca han dejado de escribirse cuentos. El género ha sobrevivido en ediciones del Estado, principalmente, pero eso comienza a modificarse. Cada vez es más común que las editoriales comerciales se interesen por publicar libros de cuento. A propósito de Romper el cerdito platicamos con Keret sobre el arte del cuento.

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Etgar Keret.

si tuviera que elegir una comparación musical para resaltar las diferencias entre el cuento y la novela, elegiría la diferencia entre una canción y un sinfonía. Casi todos los grandes cuentistas han escrito manuales sobre el género. Tú no, a ti no te interesa la teoría. Mi proceso de escritura es muy intuitivo. Es como si existiera una anatomía de la escritura que tan sólo me permite escribir desde las entrañas. Muchos escritores geniales que conozco escriben desde el cerebro, y están mucho más en control y conscientes de su proceso de escritura. Me encanta leer escritores que parecen tener una idea de lo que hacen pero, por desgracia, no soy uno de ellos. El modelo del cuento estadunidense es casi el que rige la escritura de cuentos a nivel global. ¿Qué lugar ocupa dentro de tu tradición? Me gusta mucho el cuento estadunidense, pero tengo que decir que leí a maestros del cuento europeo como Babel, Kafka o Bashevis Singer, o latinoamericanos como Cortázar y Borges, mucho antes de descubrir a Cheever, Carver o Tobias Wolff. Creo que el minimalismo de Kafka y Babel, aunado a la opción fantástica latinoamericana, tuvieron un efecto mucho más profundo en mi trabajo que la clásica forma estadunidense del cuento muy bien escrito. Pero tú no provienes de ahí exactamente. El árbol genealógico de tus influencias es otro. Creo que Kafka ha sido mi mayor influencia. Lo leí durante mi servicio militar obligatorio, que fue un momento difícil en mi vida, pues tuve que enfrentar el hecho de que soy una persona extraña, con pensamientos extraños que a menudo me metían en problemas durante el servicio militar. Al descubrir a Kafka encontré a alguien que era más extraño y estaba más dañado que yo, y sus pensamientos y miedos me reconfortaron, al mostrarme que no estaba solo en mi rareza, y me inspiraron a escribir. Otro escritor a


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Pareciera que el humor judío había sido monopolizado por Woody Allen, pero tú vas por otros caminos. ¿Te identificas con su figura? Me gusta el humor de Woody Allen, pero veo pocas similitudes con el mío. Un crítico que reseñó mi primer libro de cuentos dijo que si Kafka hubiera sido un comediante de stand-up, su actuación sería parecida a mis cuentos. Creo que la diferencia fundamental entre mi humor y el de Woody Allen

quien le debo mucho es Kurt Vonnegut, cuyo libro autobiográfico de ciencia ficción (no se me ocurre una mejor forma de describir este libro que es un oxímoron de principio a fin), Matadero cinco, me hizo sentir que el papel de un escritor no es necesariamente mostrar a sus lectores una mejor forma de vida, sino que puede ser más modesto y tan sólo mostrarles que hay algo equivocado, en ocasiones de manera inherente e irremediable, en el mundo que los rodea.

es que yo nunca trato de ser gracioso. Trato de hablar de cosas que en su mayoría son dolorosas y escalofriantes, y no lo logro, y en ese fracaso reside mi humor. Pienso que todas las partes graciosas de mis cuentos son simplemente un conjunto de fracasos para hablar de otra cosa. ¿Te gusta Lucia Berlin, la sensación cuentística estadunidense del momento? No, soy tan ignorante que ni había escu-

ROM PE R EL CER DITO ETGAR KERET T R A DUC C IÓN DE L H E BR E O A NA M A R Í A BE JA R A NO I LUS T R AC ION E S DAV I D P OL ONSK Y

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i padre no accedió a comprarme un muñeco de Bart Simpson. Y eso que mi madre sí quería, pero mi padre no cedió y dijo que soy un caprichoso. —¿Por qué se lo vamos a tener que comprar, eh? —le dijo a mi madre—. No tiene más que abrir la boca y tú ya te pones firme a sus órdenes. Mi padre añadió que no tengo ningún respeto por el dinero, que si no aprendo a tenérselo ahora que soy pequeño, ¿cuándo voy a hacerlo? Los niños a los que les compran sin más muñecos de Bart Simpson se convierten de mayores en unos maleantes que roban en las tiendas porque se han acostumbrado a conseguir todo lo que se les antoja de la forma más fácil. Así es que en vez de un muñeco de Bart Simpson me compró un cerdito feísimo de cerámica con una ranura en el lomo, y ahora sí que me voy a criar siendo una persona de bien, ahora ya no me voy a convertir en un maleante. Lo que tengo que hacer a partir de hoy, todas las mañanas, es tomarme una taza de cacao, aunque lo odio. El cacao con nata es un shekel; sin nata, medio shekel, pero si después de tomármelo voy directamente a vomitar, entonces no me dan nada. Las monedas se las voy echando al cerdito por el lomo, de manera que si lo sacudo hace ruido. Cuando en el cerdito haya tantas monedas que al sacudirlo no se oiga nada, entonces me regalarán un muñeco de Bart Simpson en patineta.

Porque como dice mi padre, eso sí que es educar. El caso es que el cerdito es muy lindo, tiene el hocico frío cuando uno se lo toca y, además, sonríe al meterle el shekel por el lomo, lo mismo que cuando sólo se le echa medio shekel, aunque lo mejor es que también sonríe cuando no se le echa nada. Además le he buscado un nombre, le he puesto Pesajson, como el hombre que tuvo nuestro buzón antes que nosotros, un buzón del que mi padre no consiguió arrancar la etiqueta. Pesajson no es como mis otros juguetes, es mucho más tranquilo, sin luces ni resortes, y sin pilas que le derramen su líquido por la cara. Lo único que hay que hacer es tenerlo vigilado para que no salte de la mesa. —¡Pesajson, cuidado, que eres de cerámica! —le digo cuando me doy cuenta de que se ha agachado un poco y mira al suelo, y entonces él me sonríe y espera pacientemente a que yo lo baje. Me encanta cuando sonríe; es sólo por él que me tomo el cacao con la nata todas las mañanas, para poderle echar el shekel por el lomo y ver que su sonrisa no cambia ni una pizca. —Te quiero, Pesajson —le digo después—, y para ser sincero te diré que te quiero más que a papá y a mamá. Además, siempre te querré, pase lo que pase, aunque robe tiendas. ¡Pero si llegas a saltar de la mesa, pobre de ti! Ayer vino mi padre, agarró a Pesajson y empezó a sacudirlo salvajemente boca abajo.

Cualquiera nota la presencia del genio cuando éste se adapta a una forma ya sabida: cuando escribe sobre los renglones, colorea el dibujo sin salirse de la raya, juega obedeciendo las reglas. Ese es el genio de Mozart, de Vermeer o de Víctor Hugo; es decir, no es poca cosa. Usted nunca será de esos genios. Yo tampoco. Pero el otro genio... Es peor. Desobedece las reglas y, como sólo entendemos el mundo a partir de reglas, de pronto no tenemos ni idea de cómo lo logra. No respeta los renglones ni, de hecho, los bordes de la hoja, y pone letras dentro de las


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chado hablar de ella. Pero la voy a buscar. Qué opinas de que le hayan otorgado el Premio Nobel a Bob Dylan. Creo que es, de lejos, uno de los mejores contadores de historias del mundo. Cuando doy talleres sobre el arte de contar historias a menudo utilizo sus canciones como ejemplos, porque son muy breves y concisas, y son historias perfectamente redondas: son como la cristalización de instantáneas de emociones, o

de un momento en la experiencia humana. Me dio un gusto enorme saber que le habían dado el Nobel. ¿Te dolió la muerte de Leonard Cohen? No conozco ningún otro artista que hubiera preparado a sus seguidores durante toda su vida para la despedida mejor que Leonard Cohen. A juzgar por sus canciones, posiblemente sea de las pocas personas que murió estando listo y esperándolo.

—Cuidado, papá —le dije—, a Pesajson le va a doler la panza —pero mi padre siguió como si nada. —No hace ruido, ¿sabes lo que quiere decir eso, Yoavi? Que mañana vas a tener un Bart Simpson en patineta. —¡Qué bien, papá! —le dije—. Un Bart Simpson en patineta, genial. Pero deja de sacudirlo, porque haces que se sienta mal. Papá dejó a Pesajson en su sitio y fue a llamar a mi madre. Volvió al cabo de un minuto arrastrándola con una mano y agarrando un martillo con la otra. —¿Ves cómo yo tenía razón? —le dijo a mi madre—, ahora sabrá valorar las cosas, ¿a que sí, Yoavi? —Pues claro —le respondí—, claro que sí, pero ¿por qué un martillo? —Es para ti —dijo mi padre mientras me lo entregaba—, pero ten cuidado.

rayas del dibujo, o música, y el color acaba embarrado en las obras completas de Víctor Hugo. Es la señora Murasaki inventando la novela antes de tiempo, o Jaco Pastorius en sus días luminosos. O Etgar Keret escribiendo cuentos. No es exactamente humor el de Keret. No ese que conocemos. Y tampoco es el usual desconcierto, o quiebre, o humanaprofundidad, o planteamientodesarrollodesenlace. Ni modo: por un tiempo nos van a seguir faltando palabras para describirlo más allá de “genial”. —Alberto Chimal

—Pues claro que lo voy a tener —le respondí, porque la verdad es que así era, pero a los pocos minutos mi padre se impacientó y me espetó: —¡Venga, rompe el cerdito de una vez! —¿Qué? —exclamé yo—. ¿Romper a Pesajson? —Sí, sí, a Pesajson —insistió mi padre—. Anda, venga, rómpelo. Te mereces ese Bart Simpson, te lo has ganado a pulso. Pesajson me brindó la melancólica sonrisa de un cerdito de cerámica que sabe que ha llegado su fin. Al diablo con el Bart Simpson, ¿cómo iba a darle un martillazo en la cabeza a un amigo? —No quiero un Simpson —dije, y le devolví el martillo a mi padre—, me basta con Pesajson. —No lo has entendido —me aclaró entonces mi padre—, no pasa nada, así es como se aprende, ven, lo voy a romper yo. Alzó el martillo mientras yo miraba los ojos desesperados de mi madre y luego la sonrisa fatigada de Pesajson, y entonces supe que todo dependía de mí, que si no hacía algo, Pesajson iba a morir. —Papá —le dije sujetándolo de la pernera. —¿Qué pasa, Yoavi? —me respondió con el martillo todavía en alto. —Quiero un shekel más, por favor —le supliqué—, deja que le eche otro shekel, mañana, después del cacao,

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Qué opinas sobre el triunfo de Donald Trump. Es muy triste ver que alguien que nunca ha servido a nada más que sus impulsos egocéntricos y egoístas sea elegido para un puesto en el que se supone que tendría que atender los intereses de cientos de millones de personas. Si hay algo en lo que Trump nunca ha mostrado talento ni interés, es la empatía. Y sin empatía uno no puede ser un buen presidente electo. Ni siquiera un buen rey. C

y entonces lo rompemos, mañana, lo prometo. —¿Otro shekel? —sonrió mi padre, dejando el martillo sobre la mesa—. ¿Ves, mujer?, he conseguido que el niño tome conciencia. —Eso, sí, conciencia —le dije—, mañana. —Y eso que las lágrimas ya me ahogaban la garganta. Cuando ellos ya habían salido de la habitación abracé con mucha fuerza a Pesajson y di rienda suelta a mi llanto. Pesajson no decía nada, sino que muy calladito temblaba entre mis brazos. —No te preocupes —le susurré al oído—, te voy a salvar. Por la noche me quedé esperando a que mi padre terminara de ver la tele en la sala y se fuera a dormir. Entonces me levanté sin hacer ruido y me escabullí con Pesajson por la galería. Caminamos juntos muchísimo rato en medio de la oscuridad, hasta que llegamos a un campo lleno de ortigas. —A los cerdos les encantan los campos —le dije a Pesajson mientras lo dejaba en el suelo—, especialmente los campos de ortigas. Vas a estar muy bien aquí. Me quedé esperando una respuesta, pero Pesajson no dijo nada, y cuando le rocé el morro como gesto de despedida, se limitó a clavar en mí su melancólica mirada. Sabía que nunca más volvería a verme. C


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El pasado mes de septiembre, Roberto Calasso (Florencia, 1941) recibió el Premio Formentor de las Letras 2016, que es el motivo de su presentación el próximo miércoles 30 en la FIL de Guadalajara. Este ensayo enfoca un aspecto filosófico en el amplísimo abanico de su trabajo literario, un hilo conductor que transfigura su potencia perturbadora y corrosiva.

Roberto Calasso

L A S P OSI BI L I DA DE S DE L SAC R I F IC IO DANIEL RODRÍGUEZ BARRÓN

Fotos > ESPECIAL

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lutarco de Queronea llegó tarde al mundo antiguo. En su tierra, Aquiles y Alejandro el Grande ya habían perecido, la mitología estaba tan lejana que ya era posible abrevar de distintas versiones, y los oráculos eran tan antiguos que resultaba posible y deseable dilucidar temas oscuros como el significado de la letra E en el santuario de Delfos. Plutarco, como Sahagún en nuestras tierras, quiso armar un imposible rompecabezas que comenzaba con el origen y terminaba en su época. Dejó un conjunto de obras que el monje bizantino Maximus Planudes tituló Obras morales y de costumbres que abordan muy diversos intereses: filosofía y teología, historia y política, biografía y paideia. Sin embargo, una de sus principales obligaciones fue interpretar los augurios de la pitonisa en el santuario de Apolo en Delfos. Plutarco murió siendo sacerdote de Apolo. Salvo en un aspecto, Roberto Calasso es nuestro Plutarco, su obra es arqueología y antropología de mundos tan diversos como la Grecia Antigua y la Revolución Francesa, la mitología de la India y el siglo XIX de Baudelaire, la pintura de Tiepolo y la obra de Kafka. Se ha dedicado a ofrecer una lectura ni más ni menos que de la civilización occidental y sus oscuras raíces en la filosofía oriental. Su obra, dicho por él mismo, es un solo libro que se publica en fascículos. Sin embargo, a pesar de lo inconmensurable de sus temas e intereses que van de los Vedas al cine de Hitchcock —o mejor, que sabe leer a Hitchcock desde la tradición védica—, de los dioses de la mitología griega e hindú, hasta el castillo de Kafka pasando por los salones de Baudelaire, Calasso desarrolla un tema que recorre como un estremecimiento todos y cada uno de los libros: una visión pesimista de la humanidad, creadora de una única ceremonia, el sacrificio, que se abre a pasajes insospechados —no sólo lleva a la guerra, su referencia más evidente— conecta con las bambalinas de la opereta, con la casa de bolsa y el museo, con el burdel y la literatura. En una época de corrección política,

Roberto Calasso.

de milenarismos ecológicos, Calasso nos recuerda verdades desagradables sobre el hombre y sus instintos, sabe que la mejor definición para nuestra especie no es homo sapiens sino homo necans. Es necesario preguntarse de dónde viene esta visión del mundo con el fin de entender su obra y el lugar que ocupa en la literatura actual.

HOMO NECANS: EL HELENISTA Y EL CONDE Muchos aseguran que el origen literario de las obras de Calasso se encuentra en René Girard. Es probable, lo cita y lo analiza profundamente en La ruina de Kasch. Girard como otros estudiosos, entre ellos Sigmund Freud en Tótem y tabú, y George Frazer en La rama dorada, vieron en el asesinato el nacimiento de lo sagrado y al mismo tiempo de la civilización, pues el crimen se vuelve tabú, y el cuerpo social se compromete a no cometerlo excepto bajo determina-

das circunstancias: durante la guerra o en forma de sacrificio a los dioses. El sacrificio, esta necesidad de matar porque “en caso contrario la sociedad volvería a coincidir con la naturaleza” (La ruina de Kasch, p. 165) es el leitmotiv de la obra de Calasso. Sin embargo hay otros dos pensadores que resultan más sibilinos en su obra, más interesantes porque tuvieron el genio de la provocación. Uno de ellos, Joseph de Maistre, citado a menudo lo mismo en La ruina de Kasch que en La Folie Baudelaire, y otro casi secreto, al que sólo ha aludido en un texto publicado en el número 65/66 de la revista académica Res: Anthropology and Aesthetics, editada por la Universidad de Harvard: se trata del helenista Walter Burkert. Comienzo por el último. Burkert, quien murió el año pasado en Suiza, fue uno de los mayores helenistas del siglo XX. Hubo muy pocos obituarios en los medios de comunicación, y aquellos que dieron cuenta de su muerte destacaron sus logros como filólogo, enumeraron sus libros, traducidos a media docena de idiomas, y sus premios como el Sigmund Freud. Sin embargo, nadie se acercó al asunto más complejo de su obra, desagradable para la exigencias contemporáneas políticamente correctas. Lo que hace arriesgada a la obra de Walter Burkert es su aproximación al helenismo de manera muy poco romántica. Burkert admite que Grecia, como sabemos, es la cuna de la civilización, pero se pregunta: ¿qué hay bajo esa fachada civilizatoria? Y Burkert da respuesta a esta pregunta en dos de sus obras, El origen salvaje. Ritos de sacrificio y mito entre los griegos; y Homo Necans. Interpretaciones de ritos sacrificiales y mitos de la antigua


Grecia. Para Burkert el verdadero gesto civilizatorio de la Grecia clásica fue dar orden y sentido a nuestra pulsión tanática, pues el descubrimiento de la caza para el “hombre paleolítico no es una actividad entre otras; la transición a la caza constituye, antes bien, la alteración ecológica decisiva entre el resto de los primates y el ser humano”. (Homo Necans, p. 41.) La caza, el acto de matar animales para alimentarse y la posibilidad intrínseca de poder matar a otros hombres constituyó el paso decisivo para la transformación del primate en homo, y no un homo cualquiera, sino un Homo Necans, en franca reacción al Homo Ludens de Huizinga. Para Burkert, la acción distintiva de nuestra especie no es la creación y evolución del juego, sino la creación y evolución del asesinato. Homo Necans no significa otra cosa que Hombre que mata. A partir del momento en que el hombre descubrió la caza se vio obligado a explicar y ritualizar ese acto “debido al sentimiento de culpa con el animal muerto”; el rito del sacrificio practicado en la antigua Grecia no logró sino reemplazar los instintos innatos “por las normas de la tradición cultural, las cuales perfeccionan y diferencian artificialmente los rudimentos de la conducta natural; de este modo el sacrificio se convirtió en la forma más antigua de la acción religiosa”. (Homo Necans, pp. 36-43). Las teorías de Burkert suscitaron controversia al momento de ser publicadas debido a que nuestra tradición humanística ha luchado contra esa corriente que ve violencia justo en el centro de toda intención humana; para Sócrates la persona mala lo era sólo por ignorancia; mientras para Rousseau todos los hombres eran buenos por naturaleza. A lo largo de los siglos hemos tratado de insistir en que la sociedad, la mala formación educativa o incluso la violencia familiar son las verdaderas causas de la maldad entre los hombres. Los enciclopedistas nos aseguraron que “por naturaleza” los hombres eran seres racionales, y que bastaba una buena educación para que instintivamente siguieran una conducta ética. En cambio, pensadores como Joseph de Maistre —aquí entramos al otro nombre que interesa para dilucidar la obra de Calasso— sugirieron que en la ancha y vasta esfera de la naturaleza viviente reina una violencia abierta, una especie de furia previamente dispuesta que arma a todas las criaturas hacia su ruina común [...] la tierra entera, enteramente bañada en sangre es sólo un enorme altar sobre el que todo lo viviente debe ser sacrificado, sin medida, sin pausa. (Las veladas de San Petersburgo, p. 91).

De Maistre fue un político saboyano opuesto a las ideas de la Ilustración y de la Revolución Francesa, su pensamiento fue tachado de reaccionario por Cioran (“Ensayo sobre el pensamiento reaccionario. A propósito de Joseph de Maistre”), e Isaiah Berlin lo elevó incluso a la categoría de protofascista (“Joseph de Maistre y los orígenes del fascismo”). Entonces, tenemos dos vertientes, una arqueológica y literaria, la de Burkert, y otra estrictamente política, la del conde De Maistre. Para De Maistre, “la raza entera se somete al orden por el castigo, porque la inocencia no existe” (Las veladas de San Petersburgo, p. 26); para Burkert, a su vez, no hemos dejado nuestra conciencia primitiva porque “el paleolítico supone, con mucho, la mayor parte de la historia de la humanidad [...] comprende entre el 95% y el 99% de la historia humana”. Para ambos autores, estamos condenados a la violencia repetitiva, “hasta la muerte de la muerte” como creía el gnóstico Valentín. Todos los libros de Calasso giran alrededor de esta condena: estamos obligados a matar para sobrevivir y el logro de la civilización es disfrazar de arte o economía, de democracia o ciencia esta pulsión vital.

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Foto > ESPECIAL

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Walter Burkett (1931-2015).

EL EDITOR ANARQUISTA Al frente de la editorial Adelphi, donde ha publicado a Max Stirner, Albert Caraco, Céline, Vasili Rózanov, Henri de Montherlant, y otros impresentables, Calasso ha escrito a lo largo de los años —desde El loco impuro de 1974, hasta el más reciente El ardor, traducido este año al español—, una obra que tiene el prestigio de ser enciclopédica y estilísticamente perfecta. Sus libros están traducidos a docenas de idiomas y el pasado 16 de septiembre recibió el premio Formentor de las Letras, que han recibido autores como Borges, Beckett, Gombrowicz, entre otros. Sin embargo, en esa celebración hay algo sospechoso. Es como si vieran en él al editor, al filólogo, al hombre que incluso dedicó buena parte de su vida a aprender sánscrito con tal de leer los Vedas. Pero no parecen darse cuenta, o prefieren premiarlo antes que darse cuenta, de lo radical de sus ideas. Otros, en cambio, desde el primer momento en que lo leyeron entendieron de qué iba su obra; en Palimpsesto, su volumen de memorias, Gore Vidal anota brevemente (a principios de los años noventa) los libros recientes que le han interesado, destaca La ruina de Kasch de Roberto Calasso y escribe: “Sospecho que entre la Creación y el Caos, él habría elegido el Caos” (p. 387). ¿Por qué nos horrorizan De

“CALASSO HA ESCRITO A LO LARGO DE LOS AÑOS —DESDE EL LOCO IMPURO DE 1974, HASTA EL MÁS RECIENTE EL ARDOR, TRADUCIDO ESTE AÑO AL ESPAÑOL—, UNA OBRA QUE TIENE EL PRESTIGIO DE SER ENCICLOPÉDICA Y ESTILÍSTICAMENTE PERFECTA.”

Maistre y Burkert, mientras Calasso nos seduce al punto de ofrecerle reconocimientos? Acaso porque en De Maistre hallamos un programa que, como bien ha visto tanto Cioran como Isaiah Berlin, se convierte tarde o temprano en la fuente de todos los totalitarismos. Y nos resulta difícil ver con Burkert un pasado prehistórico que late bajo nuestros aspectos tecnológicos y civilizados. En cambio, la obra de Calasso opera como una suerte de higiene mental (lo mismo que nos ocurre con Cioran o con Céline, con los grandes desesperados). El poder de Calasso es el de subvertir las ideas preestablecidas y combinarlas de modo que ningún sistema social ni político daría por bueno. Su logro está en ofrecernos una vía de conocimiento a la vez antigua y muy presente, radical hasta el punto de lo reaccionario, pero intrínseca e inevitable. Cuando todo —la política, la ecología, la ciencia— nos ofrece incertidumbre, este antiguo sacerdote nos ofrece la literatura como única certeza. Como lectores, Calasso nos puede fascinar y a veces escandalizar, pero la honradez del espíritu crítico y libre no se prueba en el elogio de lo semejante o en el trato de lo socialmente aceptable, sino en aquello que nos rebasa y nos repugna. Mientras De Maistre les ofrecía a los hombres la religión del poder establecido y Burkert nos arroja a un pasado casi inimaginable, Calasso enseña que hay una forma de ofrecer resistencia, de no asentir por completo: la literatura. Lo que Calasso recobra en sus libros es una forma de la insurrección, capaz de llevar el pensamiento hasta un límite insoportable donde no quepa posibilidad de utilitarismo social, moral o educativo, que no posee vínculo de obediencia ni de pertenencia, y no sabe reconocer nada salvo a sí mismo: pura, simple y absoluta literatura. Decía al principio que, salvo en una sola cosa, Calasso es nuestro Plutarco gracias a la amplitud de sus temas y a su devoción por recoger toda la historia de la civilización occidental: Calasso no podría jamás ser sacerdote de Apolo como Plutarco. Calasso rinde culto a Dionisos, sabe que la única purificación posible es la destrucción. Es un teólogo que ha querido curar la superstición del sacrificio para sustituirla por su culto: la literatura. C


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Linda Pastan (1932) nació en Nueva York, pero ha pasado la mayor parte de su vida en Potomac, Maryland, cerca de Washington. Cuando estudiaba en la universidad ganó un concurso de poesía, en el cual Sylvia Plath obtuvo el segundo lugar. Es autora de doce libros de poesía, entre ellos Traveling Light (2011), Queen of A Rainy Country (2006), PM/AM: New And Selected Poems (1982) y The Five Stages of Grief (1978). Su volumen más reciente es Insomnio, publicado por

la editorial W. W. Norton en 2015. Ha recibido múltiples premios y reconocimientos por su trabajo, entre ellos, el Dylan Thomas Award. Muy poco traducida al español, la poesía de Linda Pastan resulta accesible en un primer nivel, pero ofrece inflexiones que filtran luz detrás de las palabras y revelan una hondura imprevista, una riqueza concentrada que obliga a sucesivas lecturas, cada una más fecunda que la anterior.

“ L A L U N A E S U N FA N TA S M A Q U E S E E S F U M A” LINDA PASTAN PR E SE N TAC IÓN Y V E R SION E S J U L I A SA N T I BÁ Ñ E Z

I NSOM N IO: 3 A .M. El sueño a fumar ya salió sin vuelta, quizá. El sol espera tras bastidores del cielo mientras ensaya su entrada

aguardo el despegue, igual

junto a Adán, que se rasca

que un astronauta. El cometido:

la cabeza, dulcemente perplejo.

encontrar el insidioso cometa

Tantas esferas cuelgan

o meteorito a punto de dejar en ruinas

del árbol

mi cuerpo desventurado.

que nada pasó por tomar una.

Víctima ahora mismo

La serpiente es una curva de mercurio

de sonidos (platillos, cañones,

en una rama y la chica es casi

el rat-tat-tat de armas de fuego) y perdida

demasiado joven para columpiarse de ella.

entre campos magnéticos, no echo de menos la salud, sino el simple silencio:

El jardín la aburre, de todos modos:

el mentado silencio

no hay caos de maleza entre

del espacio exterior.

las flores y las verduras; los animales son tan mansos

ostentosa.

que difícilmente se diferencia el cordero

A DÁ N Y EVA, POR LUC AS CR A NACH, EL VIEJO, 1526

del león, la cierva del ciervo

En realidad parece una niña,

que la semana pasada se alejó del centro comercial

el reloj

delgada y de pechos pequeños,

y nadie la volvió a ver, el mundo ante ella,

con su tic-tac,

su cuerpo resplandeciente

deslumbrante y peligroso.

En la hora del lobo solamente

cuyas astas perfilan el pudor de Adán. Ella es como esa adolescente

en las oscuras implacables estaciones de la noche.

LOS POETAS En realidad son granjeros que clavan el azadón y siembran con rigor

R ESONA NCI A M AGN ÉT IC A

hileras correctas alternadas de estiércol,

Sujeta boca arriba

a cada semilla indecisa. Año tras año

en una nave espacial de ciencia ficción

de sequía o de tormenta,

que convencen de crecer


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09

de saltamontes o escarcha que mata

envuelta en una bata de franela

hacen pacas con su heno

me asomo a la ventana escarchada y no miro lo que vio Galileo

de oro volátil o tapizan

(un universo paralelo de planetas que giran

de cáscaras huecas el suelo del granero. En el mercado se reconocen

luego de fijarse quién tiene

como platos en las manos Fotos > ESPECIAL

entre ellos con brusquedad y siguen adelante,

de un malabarista experto)

W. H. Auden (1907-1973).

la cosecha más cuantiosa

sino a ti, nuestra única luna, a veces delgada,

en su canasta que rebosa fruta, colmada de betabeles y tomates.

Ahora evito los espejos,

a veces tan llena como un pecho

en especial cuando la luz intensa

que rebosa luz láctea.

Bajo la apariencia del éxito

de la mañana evidencia lo que no quiero ver,

o la sombra larga del fracaso,

y a veces, apenas mi pluma toca

Si el sol es un guerrero

el papel, deseo borrar

de armadura encendida,

el producto del empeño no cambia:

lo que escribo. A veces me siento culpable

su propio tallo de frijol, musculoso,

de volverme olvidadiza y vieja

la luna es un fantasma

y, a veces, de gastar tanto tiempo

que se esfuma

que se dispara al cielo desde un solo grano.

haciendo ajustes de lenguaje, aunque ajustar no es la palabra

y deja tras de sí

que usaría la mayor parte de los escritores;

sólo un indicio de estrellas.

[corrección,

PR I M ER A N I EV E

decimos, que a veces es sagrada y es algo que también hacen muchas

Las nubes se disuelven en nieve:

[mujeres:

¿un mero hecho físico

enmiendan su cara con rubores o suturas.

o las ganas de dejarse ir leves?

¿Existen dos tipos de vanidad, una que es fruto de la belleza

CONSI DER A EL ESPACIO E N TR E E STR E L L AS Considera el espacio en blanco

En los cerros, en los lagos congelados

con la cual nacemos o no,

entre las palabras de una página, no sólo

toda definición se desvanece

y otra nacida de la belleza

los márgenes que las rodean.

ante el apuro de los copos helados

que tratamos de formar con las ramas y piedras del lenguaje?

O el espacio entre pensamientos:

hasta que, oscura,

La vejez debería ser una época

instantes en los que la mente inventa

la luna renuncia

de aceptar las cartas que nos tocaron,

exactamente lo que piensa

a su derecho soberano a la blancura.

el juego, de hecho, ya casi terminado. Pero en los momentos cuando dormito, [cuando puedo ser

R EFL EX ION ES A N T ES DE DOR M I R

de la edad que se me antoje, pienso

ser llenada de lenguaje. Considera el espacio

[de nuevo en Auden quien, al menos en lo que dura un sueño, quizá tome mi cabeza demasiado humana

Las líneas de mi cara empiezan

y la boca aguarda

en las manos que escribieron esos poemas.

a darme un cierto parecido con fotos

entre amantes luego de una pelea, la sábana blanca, una fría metáfora entre los dos.

de Auden ya viejo. Si las líneas de mis poemas pudieran ser tan incandescentes como las suyas,

ECL I PSE

¿estaría dispuesta a verme

Luna, medio oxidada a lo lejos,

igual de raída y arrugada?

a la sombra indomable del sol,

Ahora imagina el breve espacio previo a la entrada de la muerte, sombrero [en mano: estos años luminosos que se apagan. C

©2015 by Linda Pastan. Used by permissión of Linda Pastan in care of the Jean V. Naggar Literrary Agency, Inc. (permissions@jvnla.com)


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Por

FRANCISCO HINOJOSA

LA N OTA NEGRA

MESARREDONDISMO

@panchohinojosah

L

as mesas redondas son parientes cercanas de los debates, los conversatorios, los páneles y las presentaciones de libros. Se llaman así en memoria de las leyendas artúricas, en las que el rey dialogaba con sus caballeros para lograr un consenso acerca de la seguridad del reino. Eran circulares para que nadie resaltara sobre el otro: una conversación entre pares. Pero también existía un “asiento peligroso” reservado para aquel cuyo destino le tenía reservado encontrar el Santo Grial. Por lo general se quedaba vacío. En las mesas redondas actuales ese lugar luce vacante cuando el invitado no llega debido a complicaciones de tráfico vial, olvido o desinterés, no por razones de peligrosidad o determinismo. Hace algunos años, en un debate entre candidatos a la presidencia de México, uno de los pódiums fue ocupado por un invitado de piedra invisible. Estaba sin estar y ciertamente se le consideraba una amenaza porque podía encontrar el Grial que le diera acceso al trono presidencial. En los últimos dos años me ha tocado en varias ocasiones estar presente en mesas redondas como expositor, moderador y público. En tres de las más recientes mi participación constó de diez, cinco y dos minutos y medio, de las cuatro o cinco horas que duraron en total. No necesité de más tiempo para leer o decir lo que pensaba acerca de temas diversos. En cambio, a algunos de mis pares les pareció que ese era su momento para dictar una cátedra magistral. Para mesarredondear se requiere de un espacio que permita la asistencia

Las Claves

LOS TEMAS PUEDEN SER TAN DIVERSOS COMO LAS ENTRADAS QUE HAY EN UNA ENCICLOPEDIA... NO IMPORTA LA CALIDAD SINO LA CANTIDAD.

de un auditorio —chico o mediano, lo grande no es de buen ver—, de un tema a tratar —de preferencia de interés para los oyentes—, de un moderador que sepa conducir el evento y de varios especialistas que más o menos sepan algo acerca del asunto de la mesa redonda en la que participan. El primer requisito parece sencillo, pero no lo es: conseguir un teatro con capacidad para cien personas —por decir algo— cuando la expectativa es que lleguen veinte, incluyendo a los panelistas, sus familiares, los organizadores y el personal de limpieza. O todo lo contrario: que asistan a la misma sala doscientas y se cancele el evento gracias a la intervención de la policía antimotines. Otra variedad es que se efectúe en un estudio y sea transmitido por televisión. Los temas pueden ser tan diversos como las entradas que hay en una enciclopedia. Desde “¿Existe el arte contemporáneo?”, hasta “Las infecciones oculares del ganado vacuno en el norte de Nueva Zelanda”. Aquí lo significativo es que exista un público interesado que acuda por voluntad propia o bien que sea obligado a asistir: no importa la calidad sino la cantidad. Habrá quien tome notas en una libreta y también quien aproveche para echar una siesta. En cuanto al conductor, éste deberá llenar ciertos requisitos que algunas veces no se cumplen, como saber quiénes son los mesarredondistas (googlearlos si fuera necesario), tener una idea aproximada de los contenidos de la discusión, llevar consigo un reloj que le permita distribuir equitativamente las intervenciones y sonreír ante las adversidades que de

pronto surgen cuando un microfonofílico se extiende en sus comentarios quince minutos. En cuanto a los expertos que estarán al frente, estos pueden leer su ponencia o bien soltar el rollo como si estuvieran improvisando. En ambos casos es recomendable que sepan un poco más que el público, ya que si el tiempo lo permite serán cuestionados o comentados. Lo ideal es que todos expresen distintas opiniones acerca del tema a tratar para no aburrir al auditorio y que su número no sea ni tan numeroso, del tipo “última cena”, ni tan reducido que sea menor que los asistentes. De preferencia se aconseja que las posturas sean opuestas para que se suscite un conato de pleito entre los mesarredondistas que saque eventualmente a quienes los escuchan de su letargo. O bien que sean muy simpáticos y hagan reír a los presentes. Por cierto, lo único prescindible es la mesa. Y cuando la hay, suele ser rectangular. C

Por CARLOS O LI VA R ES B A RÓ

MICHEL HOUELLEBECQ (Saint-Pierre, Francia, 1956) es ensayista, poeta y novelista. Su obra narrativa ha sido muy celebrada, contendida y denostada: Ampliación del campo de batalla, Las partículas elementales, Plataforma, El mapa y el territorio... Star literaria que muchos han visto a la altura de Jean-Paul Sartre y Albert Camus. “El escritor francés en activo de más talento”, según el influyente columnista Tibor Fischer, de Sunday Telegraph. En su última fábula, Sumisión (2015), explora el asunto del islamismo en Francia, lo cual produjo encendidas discusiones (la novela apareció precisamente en los días del atentado de un comando de Al-Qaeda a la revista humorística Charlie Hebdo en París). Configuración de la última orilla (Anagrama, 2016): quinto poemario de un escritor que nunca escapa de las plazas de la querella. Reiteraciones temáticas ya abordadas en los cuadernos de versos Sobrevivir, El sentido de la lucha, La búsqueda de la felicidad y Renacimiento —reunidos en Poesía (Anagrama, 2012). La aspereza como

hilo conductor: el discurso lírico de Houellebecq es lacerante, sórdido y de una extremada incuria. “Ya no tengo interior / Ni pasión, ni calor; / Pronto me reduciré / A mi estricto volumen”. Penetrantes versículos que fondean en los amarraderos de una radicalidad instigadora. Azotes sobre las trivialidades que asedian al hombre. “Pobre chica, / Pelo lacio mal cuerpo / Trabajando en el aeropuerto / Mirando bajo la lluvia / A los aviones despegar. // Carita de cerdo / Todo chafado por la angustia / Los pechos caídos a los diecisiete años”: mordaz retrato de latente misoginia y, asimismo, mirada sardónica a los patrones de belleza impuestos por la mercadotecnia que impulsa la imagen cosmética femenina. Imposible guardar silencio frente a las provocaciones del autor de El mundo como un supermercado (1998). Cinco apartados: “la extensión gris” (visión desencantada del mundo), “de puente en la zona 6” (cuestionamiento al culto tecnológico), “memorias de una polla” (machis-

mo y sexualidad), “las inmediaciones del vacío” (desamparo, absurdo de la vida), “meseta” (pérdida del amor). Traducción al castellano de Altair Diez que en algunas estrofas no logra la consonancia precisa del español en la estampa de cacofonías internas, disonancias y prosodia forzada que empañan el alegato original de Houellebecq: “Existir, percibir... / Viviremos, amada mía, sin ninguna ironía”. (Los editores decidieron colocar al pie de página los versos en francés: ‘edición bilingüe’ que los lectores agradecen). // Cosmos poético que es una extensión de sus obsesiones narrativas cifradas por una visceral mirada en que lo escabroso y lo sarcástico sirven de pretexto para especulaciones descarnadas de los trances que acosan a la sociedad contemporánea (“Siempre supe / que alcanzaría el amor / Un poco antes de mi muerte”). “Habitamos en la ausencia”, dice Houellebecq. Folios subversivos: crisol de los espantos abrasadores de los azares humanos en los horcones de un entramado burgués en descomposición. C

CONFIGURACIÓN DE LA ÚLTIMA ORILLA Autor: Michel Houellebecq Género: Poesía Editorial: Anagrama, 2016


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LA PLAZA Y L A L I B E R TA D

L

a plaza, junto con la iglesia y el hotel, son los dos lugares fundamentales de encuentro y sociabilidad; la plaza forja a una ciudad, a un pequeño pueblo. En donde falta una plaza no podemos hablar siquiera de un verdadero villorrio, ni siquiera minúsculo; a lo sumo –como en algunas localidades que se ensanchan hacia los lados de la calle principal– de casas desperdigadas, independientes y asiladas entre sí. Dejando de lado su grandeza, existen ciudades que se van acomodando alrededor de una plaza central y otras que tienen muchas, como París o Roma. Cuando uno no es capaz de advertir esta centralidad, que acaso es plural, se tiene la sensación, como en Los Ángeles, de que no nos encontramos en una ciudad, sino más bien en una sugestiva carretera. En la plaza las calles confluyen como ríos en un mar familiar que deja entrever la otra orilla. La plaza es el lugar, a la vez, de la actividad y el reposo, donde

LA PLAZA ES UNA ESPECIE DE DOMINGO DE LA CIUDAD, EL LUGAR EN EL QUE LA DESAZÓN SE APLACA Y SE DETIENE.

El sino del escorpión

el fervor de la vida se concentra y se dilata. Por lo general, la plaza hospeda los edificios del poder y los espacios más importantes del trabajo, el ayuntamiento municipal, el palacio de gobierno, el mercado; en épocas anteriores a la televisión, era el escenario de la lucha política, ligada al recuerdo de los grandes líderes y sus persuasivos discursos que, para bien o para mal han forjado la historia del país. Pero la plaza es también una especie de domingo de la ciudad, el lugar en el que la desazón se aplaca y se detiene; a diferencia de las calles, que se recorren de prisa para alcanzar una meta, uno se detiene en la plaza para andar de ocio, charlar, tomar el sol sentados en un café, para terminar por semejarse un poco a los vagabundos –además, es bajo los pórticos de la plaza donde aquellos que viven en la calle encuentran un asilo más confortable. […] La plaza es el escenario de la persuasión, de la vida que se basta a sí misma; de ordinario es un lugar de la belleza y no sólo porque, especialmente en Italia, es común que contenga tesoros artísticos, sino sobre todo por ser un teatro construido por el hombre y el horizonte […] La plaza citadina es encuentro, diálogo, liberalismo, democracia; es el ágora en el que Sócrates le lanza discursos al primero que pasa, iniciándose así la filosofía y a la vez las charlas de los amigos en el café; es el lugar en el que se discute, se confronta, se critica, se protesta, se denuncia, se chismea, se testimonia. A menudo,

Por

CLAUDIO MAGRIS

Foto > ESPECIAL

En su libro El tallo entre las piedras (traducción de María Teresa Meneses, Cal y arena, 2007), Claudio Magris reprodujo un artículo titulado “La plaza. Espacio de libertad”, donde explica: “Quizás Europa, respecto a ese otro Occidente que es América, también se distingue por sus plazas”. En efecto, la Ciudad de México no abunda en plazas como algunos países europeos, pero nuestro “Zócalo”, la Plaza de la Constitución, cabe perfectamente en la descripción que hace el escritor italiano. (Selección: Delia Juarez G.)

CIUDAD ANÓNIMA

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‘la plaza’ es una palabra usada en sentido peyorativo para indicar la facinerosa violencia que se desencadena, instigada por unos cuantos, contra el orden de la ley establecida por la mayoría. Como toda realidad humana, la plaza también puede ser el escenario del bien y del mal, de los discursos de Sócrates y los de Mussolini, del encuentro y el desencuentro, de la resistencia y la prevaricación. […] Claro que también existen las plazas desiertas, inquietantes, los lugares de soledad inmortalizados por la pintura. El mundo, el mercado, la plaza, los hombres, las relaciones humanas, la política, la vida pueden ser asimismo una feroz e insoportable pesadilla. También aquellos que aman la vida y ven en las plazas su símbolo, se ven obligados muchas veces a entender los motivos de la agorafobia.

Por ALEJANDRO DE LA GARZA @Aladelagarza

¿Puede algo la cultura? AL FONDO DE SU NIDO en el resquicio del muro, el arácnido escucha cantar al grupo Green Day: “No Trump, no KKK, no fascist USA” y se pregunta si la cultura puede algo en días oscuros. Para orientarse, esquiva la tentación de la cava y pasa de largo hacia la biblioteca, donde recobra el libro de Lillian Hellman (19051984) Tiempo de canallas, un testimonio de los años del senador McCarthy, el comité de actividades antinorteamericanas y la cacería de brujas contra los comunistas en los años cincuenta en Estados Unidos. En esta reedición (Razón, 2008), la contraportada advierte sobre un nuevo tiempo de canallas: “el de Bush, Cheney, Wolfowitz y Rice”, entonces ya en aparente retirada. Para mal, el alacrán ve renacer la pesadilla en el McTrumpismo y el saludo mano en alto de la derecha alternativa: ¡Heil Trump!

Si bien la perorata contra el vicepresidente electo Mike Pence, lanzada por el elenco de la obra Hamilton en Broadway, consuela un poco al rastrero, en seguida lee sobre la intención de establecer un “registro” de musulmanes en Estados Unidos. Qué sigue, se pregunta el venenoso, ¿ponerles una marca en la ropa? Aparece entonces el libro clave del longevo sociólogo Daniel Bell (1919-2011) Contradicciones culturales del capitalismo, donde se pregunta: “¿Es nuestro destino el nihilismo como la lógica de la racionalidad tecnológica, como producto final de los impulsos culturales por destruir todas las convenciones?”. En la teleserie Saturday Night Live también se han burlado del ascenso de Trump, advierten al escorpión los enterados con la esperanza de ver en estos productos culturales focos de resistencia

contra la fuerza ideológica de los renovados conceptos supremacistas, xenófobos, racistas y discriminadores. Para desconsuelo del rastrero, aparece Immanuel Wallerstein (1930) con su teoría del sistemamundo, herramienta para comprender el “desplazamiento” del centro del capitalismo mundial desde la Europa del siglo XVII hasta Estados Unidos en el siglo XX. Esta teoría, insiste Wallerestein (y con él Zizek), prevé el fin del predominio central estadunidense y el desplazamiento de ese centro hacia el mucho más eficiente capitalismo asiático. El venenoso no saldría de su azoro ni de lo hondo de su nido ante ese capitalismo del futuro, un sistema económico tipo China, Singapur, Vietnam o Indonesia, donde las elecciones, la democracia y las libertades simplemente ya no son necesarias.

EN LA TELESERIE SATURDAY NIGHT LIVE TAMBIÉN SE HAN BURLADO DEL ASCENSO DE TRUMP.

Plaza Navona, Roma.


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GABRIEL RETES “SOY MI PRIMER ESPECTADOR” Para saber cuál es el legado de Gabriel Retes (Ciudad de México, 1947) hay que revisar la veintena de largometrajes que ha producido, dirigido, actuado y escrito, entre ellos Chin Chin el teporocho (1975), La ciudad al desnudo (1989), El bulto (1992), Bienvenido-Welcome (1994), Arresto domiciliario (2008) y Quetzalcóatl (2014). Sus cintas han participado en diversos festivales internacionales de cine y han sido merecedoras de infinidad de premios y reconocimientos.

Retes se asume como uno de los pocos directores independientes del cine mexicano que ha sobrevivido a sus más de cincuenta años de carrera. Hijo del reconocido director de teatro Ignacio Retes y de Lucila Balzaretti, Gabriel comenzó a trabajar desde niño al lado de actores como Ignacio López Tarso, y hasta la fecha no ha detenido su carrera. Este diciembre, Retes presenta la adaptación teatral de Trainspotting, de Irvine Welsh, en el Teatro Rodolfo Usigli.

Por

ESGRIMA

¿Cuál es la aportación teatral a Trainspotting, adaptada al cine por Danny Boyle en los noventa? Primero fue novela, después obra teatral y después película. De Escocia parten las tres obras. Trainspotting es un clásico en los tres formatos. Es una película que tiene una secuela que van a estrenar el próximo 27 de enero. Yo la monté hace veinte años, y la problemática mantiene una vigencia total en México. La película es de 1996, y en esa época los jóvenes de todo tipo, estudiantes, trabajadores, obreros, se drogaban. Hoy sigue sucediendo lo mismo, entonces la obra y las salidas que propone el texto (y lo que yo propongo), vuelven la historia completamente vigente. Debo decir que la obra teatral es divertidísima. Pero mi intención es que cuando salgan del teatro piensen tres veces si le van a entrar al mundo de las drogas. ¿La violencia por las drogas podría redimensionarse con esta obra? Esto no es El señor de los cielos, aquí se trata el mundo de las drogas desde la venta directa. ¿Qué sucede cuando la droga llega a la juventud? Es lo que pocas obras abordan, Trainspotting lo hizo. ¿Por qué tenemos que ver su adaptación? Se van a identificar. Lo que van a ver aquí no lo encuentran en Netflix. Esto no es una narco serie, es una pieza teatral en la que hablo sobre cuates que se enamoran, y en la que el mundo gay tiene su espacio. Los espectadores van a ver una obra o una película de Gabriel Retes, y nunca, hasta ahora, los he defraudado. ¿Cuál es su hijo preferido, el cine o el teatro? Es un problema de mujeres. Tengo una amante y una esposa. Pero todavía no decido cuál es la amante y cuál la esposa. Las amo a las dos. No puedo vivir sin ellas. Mi carrera, desde que empieza, está marcada por ambas. Llevo más de 56 años en esto, y aunque empecé en el teatro cuando llegó el cine me enamoré. No son hijos, sino mujeres. Usted ha acompañado una buena parte de la historia del cine en México. ¿Qué lección le deja esto? La parte que a mí me toca es la del sector

ALICIA QUIÑONES

de los que producimos el fenómeno cinematográfico, y creo que estamos a la vanguardia. Es decir, de las 140 películas que se hicieron el año pasado, ni un cinco por ciento sale de la norma, de la calidad. El cine mexicano tiene un nivel de calidad soberbio. Nuestro cuello de botella son las pantallas. Los cineastas mexicanos no pedimos sets, pedimos pantallas, que se exhiba nuestra obra. Los jóvenes están haciendo un cine magnífico y me da mucho gusto formar parte del movimiento del cine; acabo de terminar dos películas que están igual que las óperas primas: esperando su turno para entrar en las pantallas. ¿Se vive bien del cine o el teatro? Te puedo decir, desde mi 3x3, que no tengo ninguna propiedad, la que tenía se acaba de ir, la vida se la llevó. Vivo con mucho decoro en una casa preciosa, tengo amigos maravillosos, s, no tengo garantizado el mañana pero no o paro de trabajar, de crear; si eso es vivir bien, vivo muy bien. No aspiro a mucho, no tengo lujos, no tengo automóvil, tengo tres pantalones o cuatro, cinco cambios y creo que no me hace falta más. ¿Qué es lo más difícil il para hacer teatro o cine hoy? Cada vez que empiezo piezo una película es una ópera prima, ya llevo veinte, y siento que las veinte han sido do mis primeras películas porque empezar ar significa lo mismo: embarazarme de un n proyecto. Todo tiene un proceso, y cada da guión tiene su tiempo. En ese sentido, es un problema de pasión. Con las nuevas vas tecnologías, todos piensan que pueden hacer películas con un n alto nivel de calidad. Ahora cualquiera ualquiera tiene un celular con 4k, que es la medida profesional,l, y teóricamente todo mundo o puede hacer una película, pero antes se tiene que escribir ribir un guión, volverlo a escribir, ribir, hablar con los actores, con los productores, con quien en pone la comida, y eso solamente mente te lo da el tiempo. Lo más importante son las ideas y los conteni-

dos. No se puede competir con el lenguaje de Hollywood, tenemos que hacer lo que estamos haciendo: inventar nuestras formas de narrar, nuestros lenguajes.

TENEMOS QUE HACER L O QUE ESTAMOS HACIENDO: INVENTAR NUESTRAS FORMAS DE NARRAR, NUESTROS LENGUA JES.”

¿Qué maestros lo renuevan en cada ópera prima? Los espectadores. Mi único lujo es que yo sí soy el primer espectador, soy el primero que necesita estar conmovido, divertido, emocionado; es decir, me siento un intérprete de los espectadores. Como tal, al ver una obra me gusta estar ahí, emocionarme, conmoverme, y después reflexionar. Obviamente también podemos hablar de los grandes: Scorsese, Buñuel, El resplandor de Kubrick, en fin, con los que nos hemos formado. O los nuevos. Hay corrientes, pero la clave es hacer un cine para el espectador sin concederle un ápice. Siempre piensa en el e espectador, incluso en las tradiciones más m arraigadas de la ciudad. de alguna manera soTodo mi cine es d cial, desde Chin Chin el teporocho, donde expongo por primera vez lo que es Tepito en el cine mexicano. Después se me ocuinvención de la Virgen rre hablar sobre la inv Nuevo mundo. En mi de Guadalupe en Nu siguiente película me decían: “Con Banadelantaste, Retes”, porque dera rota te adelanta filmé un con una cámara de 16 milímetros m eso salió una película. asesinato, y a raíz de es Ahora se filman todos los días desagradaacontecimientos, y los conocemos. bles acontecimientos tengo estilo, y siemDicen que yo no te mis películas dictan pre explico que m el estilo. Eso dicen los críticos. ¿Les cree? Sí, los leo. A veces me duele muchísimo que me peguen, pero busco el porqué de sus críTambién he leído cosas ticas. Tambi elogiosísimas, que hasta me elogiosísima Cada vez son más da pena. C favorables las críticas, pero favorable acuerdo de críticas sí me ac No han sido muduras. N Confieso que sí me chas. C tratado bien, tanto han tr crítica como el públila críti desde que empecé. co, des Arte digital > FERNANDO MONTOYA >La Razón


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