Drones y contracultura

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FRANCISCO HINOJOSA SALSIPUEDES

CARLOS VELÁZQUEZ PAREJAS SALADAS

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S Á B A D O

ESGRIMA

HUGO ARREVILLAGA

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El Cultural [ S u p l e m e n t o d e La Razón ]

DRONES Y CONTRACULTURA

DEL CIBERPUNK A LA GUERRA SIN FIN NAIEF YEHYA

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LSD: A 50 AÑOS LUZ DEL VERANO DEL AMOR

Ilustración > A partir de una imagen en truthernews.files.wordpress.com > Arte digital > Staff > La Razón

ROGELIO GARZA

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A partir de cuatro películas que influyeron en la cultura popular y también en “la literatura, las artes plásticas, la música y el cómic... y eventualmente engendraron el ciberpunk”, de implicaciones subversivas y apocalípticas, ha derivado un instrumento —el dron— que tiende a normalizar “la noción de las máquinas asesinas” y con los recursos de la computación ha convertido al asesinato político en “un asunto de alta tecnología” que se maneja a distancia. De la imaginación cinematográfica al escenario bélico del nuevo siglo: un entorno de opresión cultural, supervivencia salvaje, vigilancia y violencia extrema, donde parecen avanzar las distopías.

La era del dron

DEL CIBER PU N K A L A GU ER R A SI N FI N NAIEF YEHYA EL CANON FÍLMICO DEL CIBERPUNK Cuatro propuestas fílmicas de ciencia ficción hechas entre finales de la década de los setenta y principios de los ochenta resultan indispensables para tratar de descifrar los extraños cauces de la cultura popular del fin de siglo. Estos filmes que aparentemente eran simple entretenimiento comercial, cargados de acción y efectos especiales pronto revelaron su naturaleza vanguardista y pasaron a configurar un canon de ominosas visiones de un “Nuevo Orden Global”, al tiempo que dieron lugar a un renacimiento ético y estético. Las cuatro películas mostraban el renovado poder camaleónico y subversivo de una industria cinematográfica que a pesar de limitaciones, restricciones e imposiciones ideológicas y comerciales hollywoodenses (aunque una de ellas provenía de Australia) ofrecía observaciones agudas e incluso perspectivas filosóficas de la cultura de su tiempo. No es casualidad que las cuatro obras cuestionaran los ideales de progreso en un mundo en pleno caos ideológico que entraba en la última fase de la Guerra Fría, al tiempo que comenzaba a ponerse en evidencia que el abuso de los combustibles fósiles y la

explotación inmoderada de los recursos estaba causando los estragos irreversibles que hoy reconocemos como el cambio climático global. Se trataba de Mad Max, de George Miller (1979); Alien, de Ridley Scott (1979); Blade Runner, de Ridley Scott (1982) y Terminator, de James Cameron (1984). Todas ellas tuvieron secuelas que consolidaron el canon del tecnopesimismo finisecular y se convirtieron en obsesiones de la crítica cultural (cuando esto se escribe aún no se estrena Blade Runner, 2049, de Denis Villeneuve). Estas cintas influenciaron cientos de imitaciones y paráfrasis en el mundo, resonaron en la literatura, las artes plásticas, la música y el cómic, sacudieron los vestigios del inconsciente posthippie, hicieron que la tecnología se volviera cool y eventualmente engendraron el ciberpunk, la rama rebelde de la cibercultura que llamaba a apropiarse o por lo menos a hackear los medios y recursos de comunicación e información para abolir la piramidalidad que imponían las autoridades, los dueños de las imprentas, los consorcios propietarios de las televisoras, las trasnacionales de las telecomunicaciones y las agencias de control del pensamiento. Sin la chamarra de cuero desgastada de Max Rockatansky, el Guerrero de la carretera; los lentes de espejo del robot asesino T1; las dobles

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mandíbulas de los extraterrestres xenomorfos de H. R. Giger; y el caótico Los Ángeles de Blade Runner es posible que William Gibson nunca hubiera escrito su novela Neuromancer (1984), obra seminal de la cibercultura. La revolución digital que se está tragando a la cultura entera se definió en el imaginario popular por y contra estas historias de organismos cibernéticos, devastación planetaria y seres que se rebelaban en contra del destino que les habían programado. Estos relatos de agonía, terror, desesperanza y excesos, en el fondo giraban sobre la naturaleza humana y lo que significan para ella ciertos cambios tecnológicos determinantes, ya fuera el apocalipsis de la civilización moderna debido a la guerra en Mad Max, la confrontación con especies biológicas extraterrestres en Alien y la lucha contra inteligencias maquinales hostiles en Terminator y Blade Runner. Los derivados y plagios de estas narrativas o del diseño de estos filmes le han seguido con mayor o menor tino el pulso al progreso y las transformaciones que ha traído la intensa tecnologización de la cultura. De esta manera se ha trazado una especie de mapa intelectual de la transición de una tecnoideología principalmente rebelde y contestataria a una belicista, mercantil y sumisa a la autoridad. Del “hágalo usted mismo” hacker de los primeros años de internet llegamos entre otras cosas al tiempo de las redes sociales, los sitios de citas en línea, la desinformación digital masiva, el perezoso clictivismo y el consumismo más rabioso que ha existido en la Tierra.

PERSONAJES DEL TECHNOIR El protagonista de Blade Runner es Deckard, una especie de policía verdugo que se dedica a eliminar o retirar replicantes problemáticos, es decir androides que simulan con enorme fidelidad ser humanos y han dejado de obedecer o se han rebelado en contra de sus propietarios. Deckard está moldeado a la imagen del clásico detective de film noir, es un asesino de cyborgs, solitario y melancólico que cree que nunca ha retirado a un humano por error. El uso de la palabra retirar en este contexto merece una reflexión, ya que la eliminación de los replicantes una vez que estos son considerados subversivos o peligrosos o simplemente por el hecho de llegar a la Tierra, es considerada un retiro y no un asesinato o una ejecución; no es como si se les quitara la vida (ya que no se acepta que estén vivos) sino más bien como si fueran separados de un ciclo productivo. Este proceso que se presenta como el retiro de maquinaria obsoleta, también evoca la marginación de los ancianos, los minusválidos y otros “indeseables” (como pueden ser los inmigrantes) de la vida laboral. La ironía es que a su vez Deckard está retirado y es obligado, mediante amenazas y chantaje, a volver al trabajo debido a que un grupo de peligrosos replicantes con programación táctica militar han llegado a la Tierra en la incursión más grave de la historia.

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Estas máquinas, a pesar de ser prácticamente imposibles de diferenciar de un humano, representan un peligro y deben ser retiradas en cuanto pisan la Tierra. La causa es que supuestamente estos seres autónomos, en especial de la serie Nexus 6, propiciaron un “sangriento motín en una de las colonias extraterrestres” y eso motivó que fueran vetados en la Tierra. En la cinta no se cuenta lo sucedido, por lo que la prohibición parece ser una imposición aceptada por todos que no es ni debatida ni cuestionada. De tal manera los Nexus 6 que osan aventurarse a la Tierra son considerados terroristas y deben ser eliminados sin protocolo alguno. Son seres sin origen ni pertenencia, exiliados y esclavos repudiados en el planeta que los engendró y que evocan inevitablemente el rechazo que siente el doctor Frankenstein por su creación y que lo lleva a abandonarlo. El Terminator T1 y sus sucesores también son armas antropomórficas, creadas por otras máquinas que han lanzado una guerra de extinción contra la humanidad. La red Skynet produce masivamente guerreros robots, poderosos esqueletos metálicos equipados con una variedad de armas de alto poder, como rifles, rayos, explosivos, metales mutables fluidos y nanotecnologías que ofrecen dispositivos eficientes y mortíferos para adaptarse a cada situación. La idea de que una inteligencia artificial (IA) consciente decida fabricar soldados con forma humana parece simplemente un recurso cinematográfico y hasta cierto punto un disparate. Podemos imaginar que una IA no se sentiría limitada con restricciones antropomórficas para construir sus

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sistemas de defensa. Es probable que se valdría de los recursos en red que podría controlar para sitiar, controlar y aniquilar a sus adversarios y tal vez la idea misma de pelear una guerra en contra de sus enemigos le parecería ajena o absurda. No obstante, el pretexto por el que el T1 parecía humano era que de esa manera podía infiltrar a los insurgentes que peleaban en contra de Skynet. Además el modelo enviado al pasado para matar preventivamente a la madre de quien será el líder de la lucha, Sarah Connor, tenía la característica de ser un cyborg ya que su estructura metálica estaba recubierta de tejido biológico que imitaba la piel para hacerlo más semejante a los humanos y por tanto más difícil de identificar. El xenomorfo o alien de la serie con ese nombre es una especie extraterrestre violenta, extremadamente peligrosa que es modificada para ser convertida en una arma biológica inteligente, capaz de exterminar civilizaciones completas. Desde el primer filme la tripulación de la nave Nostromo es engañada por la empresa Weyland Yutani para recoger a un especimen y llevarlo a la Tierra. El único miembro de la tripulación que conoce las intenciones de sus superiores es un androide. En el resto de las películas de la serie hay seres artificiales con apariencia humana que parecen personajes secundarios, pero a medida que la narrativa avanza de filme en filme estos seres van adquiriendo mayor prominencia como David y Walter, los cuales van asemejándose a los replicantes de Blade Runner. De tal forma la serie trata de dos tipos de cyborgs, los extraterrestres y los androides, y ambos representan amenazas implacables para la especie humana. Mad Max tiene lugar en un tiempo de colapso y reciclamiento tecnológico, su aportación al imaginario ciberpunk no radica en el dominio de los seres artificiales sino en haber creado un universo posapocalíptico desértico en donde la supervivencia depende de autos, camiones y unas cuantas máquinas reconfiguradas, así como de la gasolina, agua y leche materna. El cyborg ahí es la suma indivisible del hombre y su vehículo, y del hombre y los dispositivos que le permiten sobrevivir en un medio hostil en el que las instituciones se han colapsado. Deckard, el Terminator, los extraterrestres xenomorfos, la Mayor Motoko, de Ghost in the Shell y el RoboCop de Paul Verhoeven son cyborgs mortíferos, manufacturados como asesinos, seres biotecnológicos creados como armas pensantes para eliminar amenazas, enemigos, transgresores, subversivos y rebeldes, de preferencia de manera

“DEL ‘HÁGALO USTED MISMO’ DE LOS PRIMEROS AÑOS DE INTERNET LLEGAMOS AL TIEMPO DE LAS REDES SOCIALES, LOS SITIOS DE CITAS EN LÍNEA, LA DESINFORMACIÓN DIGITAL MASIVA, EL PEREZOSO CLICTIVISMO Y EL CONSUMISMO MÁS RABIOSO QUE HA EXISTIDO EN LA TIERRA.”

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Escena de la película Blade Runner, de Ridley Scott (1982).

preventiva, para corporaciones. Estos personajes tuvieron enorme influencia en el entretenimiento y la tecnocultura que domina el mainstream de las últimas décadas del siglo XX. Y a pesar de que las películas mencionadas son distopías, podemos aventurar la idea de que estos seres de ficción prefiguraron y hasta cierto punto normalizaron la noción de las máquinas asesinas. Por tanto, y de manera involuntaria, son los antecesores de los drones armados que varias naciones emplean desde 2002 para eliminar amenazas, rivales y sospechosos de terrorismo. Estas aeronaves no tripuladas y piloteadas a control remoto han hecho que el asesinato político se convierta en un asunto de alta tecnología y deje, en gran medida, de ser secreto de Estado para volverlo la táctica dominante, con lo que se ha de sustituir a la negociación, la diplomacia, los acuerdos internacionales, la función de la Interpol e incluso las guerras convencionales. Los drones armados comienzan a ser usados dentro y fuera de zonas de guerra y terrenos de combate desde inicios de la Guerra contra el Terror, de George W. Bush, que más tarde Obama extendió y convirtió en el eje de su política militar, a la que rebautizó Guerra contra el extremismo violento, y que Trump ha adoptado con entusiasmo y usa con aún menos restricciones o precaución en una campaña de asesinatos que ya ha puesto en manos de los generales del Pentágono.

HISTORIA MÍNIMA DE LA COMPUTADORA CASERA Tras la creación del circuito integrado en 1959 y del microprocesador en 1971 comenzó una carrera por el desarrollo

de computadoras cada vez más potentes y pequeñas que llegó a un punto determinante en 1974 con la aparición de la Altair, un modesto pero ingenioso sistema que costaba 400 dólares. A partir de entonces la computadora personal se convierte en una obsesión de apasionados hobbistas, ingenieros y amateurs que, principalmente en California, diseñan en sus cocheras y sótanos el hardware y software primitivo de las máquinas que eventualmente se volverían indispensables. En esos espacios improvisados se conciben muchas de las ideas y los dispositivos que transformaron el mundo de la información y la comunicación (no sin ayuda de las innovaciones que fueron copiadas del trabajo realizado en el legendario Xerox PARC). Steve Jobs, Steve Wozniak y Bill Gates son tan sólo los nombres más famosos de una larga lista de inventores, pioneros, bricoleurs y alucinados que utilizando materiales estándar comprados en tiendas de partes electrónicas y ferreterías no sólo desmitificaron a la computadora sino que la miniaturizaron a la escala doméstica, la volvieron amable, deseable y lo más importante, crearon la noción de que todo mundo podía y eventualmente debía tener una computadora. Pero sobre todo surge en esos espacios amateurs una actitud iconoclasta que se oponía y se mofaba de la cultura corporativa dominante. El empuje y las visiones de estos y otros inventores y fanáticos de la tecnología digital inspiraron y a su vez fueron impulsados por visiones fílmicas y literarias en las que la ciencia ficción se convertía en la arena donde se debatía la nueva relación de la humanidad con las flamantes, flexibles y económicas máquinas de pensar que comenzaban a volverse una realidad.

“GIGANTES EMPRESAS MULTIMILLONARIAS EN EL CAMPO DE LAS TELECOMUNICACIONES, LA INFORMACIÓN Y EL ENTRETENIMIENTO SON LITERALMENTE DUEÑAS DE NUESTRAS MEMORIAS, GUSTOS, PASIONES Y TEMORES.”

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El desarrollo de kits de computación dio lugar a la aparición de pequeñas computadoras como la Sinclair, la Commodore y la Tandy de Radio Shack, por tan sólo mencionar algunos modelos populares. Luego Microsoft tomó por asalto el mercado de los sistemas operativos, mientras, poco a poco, se conformaba el fenómeno Apple que, entre aciertos, fracasos y genialidades finalmente conquistó la devoción y fidelidad digna de un culto de millones de usuarios en el mundo. Casi en un parpadeo pasamos del ambicioso sueño de Gates de que todo escritorio debía tener una computadora a la realidad de cargar en permanencia un poderoso smartphone en el bolsillo. Y lo más sorprendente fue que estos dispositivos traspasaron velozmente fronteras de clase, idioma, culturas y religión, para volverse omnipresentes. Estas herramientas nos entretienen y divierten, resuelven problemas prácticos y laborales, nos conectan instantáneamente con amigos, familiares, socios y clientes, nos orientan y al mismo tiempo nos convierten en blancos fáciles para las corporaciones, los departamentos de policía y las agencias de espionaje. Para finales del siglo XX la computadora y la conexión a internet se habían vuelto una presencia indispensable en todas las ramas del comercio, la industria, gran parte de los hogares del planeta, los sistemas de comunicación y los procedimientos de los ejércitos. En 2017, una parte del planeta (principalmente Occidente) pasa por una era de cierto progreso, abundancia, seguridad y cambios tecnológicos tan sorprendentes como vertiginosos. Esta riqueza sigue siendo ajena a la mayoría de la humanidad que vive en la abyecta miseria. Al mismo tiempo el mundo parece haber encallado en el marasmo de una guerra sin fin, una era de vigilancia indiscriminada, masiva y permanente. Los numerosos conflictos civiles e internacionales parecen poner en entredicho conceptos como el del Estado nación y han engendrado flujos masivos de poblaciones y refugiados que huyen de regímenes en descomposición, bombardeos indiscriminados, peligrosos cultos mesiánicos, pobreza apocalíptica, poderosos carteles criminales y autócratas genocidas de cualquier denominación. Y mientras tanto no hay dominio de la economía, política o cultura que se haya salvado de ser tocado por la digitalización del todo. Gigantes empresas multimillonarias en el campo de las telecomunicaciones, la información y el entretenimiento son literalmente dueñas de nuestras memorias, gustos, pasiones y temores, como si se tratara de la prodigiosa Skynet la cual decide a pocos segundos de alcanzar la singularidad y adquirir conciencia que el hombre es una especie violenta y peligrosa que debe ser exterminada.

GUERRA POR TELEVISIÓN Durante la primera Guerra del Golfo Pérsico, la cadena informativa CNN logró crear un nuevo tipo de espectáculo televisivo al mostrar el punto de vista

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de misiles presuntamente inteligentes que llevaban una cámara en la punta y supuestamente llovían quirúrgicamente despedazándose al eliminar blancos militares y estratégicos en Bagdad y otras ciudades iraquíes. En aquella guerra todo el enfoque estaba apuntado hacia las smart bombs, explosivos de alto poder dirigidos por láser o satélite que supuestamente eran infalibles y producían un mínimo de daño colateral. El impacto de la cámara-misil era el equivalente al money shot del porno (la proverbial e indispensable toma de la eyaculación), debido a que resumía en una explosión supuestamente certera una narrativa y hacía redundante cualquier retórica del conflicto. La guerra fue transformada en una ilusión de conflicto tecnológico, donde las víctimas humanas no eran mostradas y eran sustituidas por bombas, portaaviones y aviones militares. Esas visiones falsificaban la crudeza del conflicto al reducirlo a entretenimiento y a una especie de “caramelo visual”. El éxito mediático de esta campaña televisiva propagandística, altamente editada y censurada fue determinante para el establecimiento de una nueva ideología político militar que pregonaba la noción de transformar humanitariamente al mundo con tecnología de punta, misiles de largo alcance y nuevas formas de intervencionismo barato. Los ideólogos, principalmente de la vena neoconservadora pero también neoliberal, en el Pentágono y la Casa Blanca, tenían la peligrosa fantasía de que esta tecnología permitiría “decapitar el liderazgo enemigo”, erradicar guerrillas, matar héroes populares insurgentes, líderes problemáticos, cambiar gobiernos incómodos y aplastar milicias antagónicas al expansionismo e intereses imperiales a bajo costo y sin la necesidad de enviar tropas ni mantener invasiones. El dron fue presentado como arma humanitaria, una solución instantánea para los conflictos internacionales que abriría la puerta a una nueva era de paz imperial. Las intervenciones se harían con mínimo o nulo riesgo, en cualquier país vulnerable, la repartición y acceso a los recursos naturales de las naciones tercermundistas dejaría de presentar complicaciones. Sin embargo, estos sueños de poder han resultado hasta

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“LA GUERRA FUE TRANSFORMADA EN UNA ILUSIÓN DE CONFLICTO TECNOLÓGICO, DONDE LAS VÍCTIMAS HUMANAS NO ERAN MOSTRADAS Y ERAN SUSTITUIDAS POR BOMBAS, PORTAAVIONES Y AVIONES MILITARES.” ahora en gran medida un fiasco ya que lejos de crear un mundo dócil y manipulable han provocado inestabilidad, nuevos frentes de batalla, cismas inesperados, intensos resentimientos y fracturas indeseables en las viejas alianzas. De cualquier forma la fantasía tecnopolítica y necrófila avanza entretejiéndose con narrativas populares de ciencia ficción creando las condiciones de las próximas catástrofes mundiales. En poco tiempo quedó claro que el misil inteligente no era tan brillante como habían prometido los portavoces del ejército y los merolicos de los medios. La precisión obtenida con sus sistemas de orientación era muy cuestionable, además de que resultaban muy costosos. A final de cuentas la inteligencia en tierra era más valiosa que el espionaje desde un kilómetro y medio de altura. Numerosos ataques de “decapitación” lanzados para obligar al enemigo a rendirse sin necesidad de una guerra fracasaron bochornosamente causando enorme “daño colateral”. A pesar de que inicialmente los bombardeos de precisión destruyeron gran parte de la infraestructura bélica y de defensa, posteriormente los “aliados” continuaron con bombardeos indiscriminados de saturación con los que arrasaron barrios, plantas de luz, de tratamiento de agua, escuelas, fábricas, templos y demás, con lo que hicieron absurdos y meramente propagandísticos los esfuerzos iniciales de proteger vidas inocentes. El vehículo aéreo no tripulado (UAV por sus siglas en inglés) o dron, no había convencido a los estrategas militares ni a los directores de las agencias de espionaje. Se le consideraba como una curiosidad de poco valor estratégico y legalmente problemática que tan sólo podía servir como vehículo de reconoci-

miento y espionaje. Su suerte cambió tras los ataques del 11 de septiembre del 2001 ya que casualmente poco antes habían comenzado a experimentar armando drones Predator con misiles Hellfire. Sin embargo, hasta entonces los mandos militares no podían imaginar en qué tipo de conflictos se usarían semejantes armas. La Guerra contra el Terror resultó el escenario ideal para usar estos recursos en misiones de ejecución de líderes de Al Qaeda. De esta forma no se ponía en riesgo a pilotos ni personal y se obtenía mayor precisión y menor costo que con bombas inteligentes. Así el dron fue convertido en el emblema de la nueva guerra que quería pelear el régimen de George Bush Jr.: una paradójica arma pacificadora, un vehículo paciente e infalible que siempre eliminaba a los villanos, que no toma rehenes y no arresta combatientes. Un justiciero que infunde respeto y temor por ser robotizado. Un ojo armado omnividente en el cielo que nunca parpadea ni se cansa ni se distrae y que es ciego como la justicia. Durante décadas nos acostumbramos a un estado de vigilancia permanente en las ciudades con la multiplicación de las cámaras de vigilancia y circuito cerrado que acosaban en los espacios públicos y privados. Más tarde internet también se convirtió en un medio de espionaje doméstico, en un territorio virtual donde nuestras huellas no podían ser borradas. Los smartphones vinieron a añadir millones de nuevos ojos espías que acechaban para registrar cualquier comportamiento o actividad humana en cualquier contexto, entorno y tiempo. El dron con sus docenas de cámaras vino a extender la noción del mundo como un panopticón al filmar en los rincones más remotos e inaccesibles para poner en evidencia que nadie en ninguna parte estaba a salvo de ser vigilado.

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DE LA TECNOANARQUÍA A LA CIBERDOCILIDAD

Operación Tormenta en el Desierto, Guerra del Golfo Pérsico, 1991.

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La era del ciberpunk se caracteriza por la descentralización del poder, por la defensa de la fluidez de la identidad y la posibilidad de habitar un dominio digital al mismo tiempo que uno de carne y hueso. Es un tiempo de tecnoanarquía donde todo entra en fusión y colisión, lo moderno y lo clásico, lo planetario y lo provinciano, lo cursi y lo brutal. El ciberpunk habla de un tiempo en que “la calle encuentra sus propios usos para las cosas”, como escribió William Gibson. Sin embargo del tiempo del punk cibernético nos deslizamos a la era del “empoderamiento”

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del nerd, de la glamurización de la alta tecnología y de la ilusión de intervenir en los sucesos importantes del mundo al manifestarse en las redes sociales. Internet dejó de canalizar deseos libertarios y se volvió un sitio de convivencia, hostigamiento y compras impulsivas. El ciberpunk fue un prodigioso caldo de cultivo cultural en un momento en que se proclamaba la muerte de las ideologías y se celebraba el posmodernismo. Este fue un territorio de escepticismo y denuncia, de señales contradictorias de optimismo y pavor, de fe en la adopción de dispositivos novedosos y desencanto por la saturación y la creciente corporativización. Su auge se dio en un tiempo vertiginoso y confuso en el que pasamos de una economía de escasez de productos culturales a una de sobreabundancia y exceso. El ciberpunk coincidió con la masificación de internet, como si esas narrativas hubieran invocado a aquella formidable plataforma planetaria. A pesar de todos sus beneficios internet nos ofreció la peligrosa utopía de que no era necesario pagar por el trabajo creativo de los demás, por lo que aceptamos la apropiación, plagio y copiado del trabajo ajeno sin restricciones. Tardamos un par de décadas en comprender la espantosa devaluación de la creatividad, el arte y las ideas que esto representó. El pensamiento circulaba libremente y era compartido con voracidad pero al no establecer modelos eficientes de retribución de la producción intelectual, eventualmente las grandes corporaciones encontraron la manera de explotar el ingenio ajeno, de convertir nuestras identidades en mercancía, o bien en “contenido” y de volvernos clientes en una extraña economía dominada por empresas que no producen nada, como Facebook, Twitter, Uber y Airbnb, pero que acumulan y controlan el tráfico y los recursos en su beneficio generando miles de millones de dólares. De la era de la diversificación mediática, la multiplicación de voces y plataformas, la apertura a toda clase de discursos, la horizontalidad de la comunicación y la oportunidad para todos de expresarse y ser escuchado hemos vuelto en gran medida a una era de monopolios, de control de las formas de expresión, de caciques culturales, tarifas, suscripciones, vigilancia e industrias de la información al servicio de, o por lo menos en complicidad con, el poder de los Estados, oligarquías e incluso mafias. Y esto sin considerar las numerosas y crecientes amenazas de hackeo (privado y estatal), robo de recursos, identidades y sabotaje.

Modelo del dron Predator.

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MUNDO DRON El fantasma de la tecnología recorre el mundo a toda velocidad, cambiando el paisaje cultural por donde quiera que pasa, estremeciendo las economías, provocando crisis sociales y dilemas morales, sembrando desempleados y fundando nuevos dominios del conocimiento y de la desinformación. Casi podemos atrevernos a anunciar que hemos dejado de ser la misma especie que caminaba por la tierra sin teléfono celular, sin audífonos y que se orientaba sin GPS. Nuestra dependencia tecnológica no es pasajera ni frívola ni irrelevante sino que nos ha transformado en seres distraídos, hiperinformados, versátiles, egoístas y a la vez conscientes como nunca de los males del mundo, en cierta forma nos hemos convertido en drones biológicos, presentes y ausentes. Navegamos, compartimos y tomamos decisiones con herramientas controladas por corporaciones remotas que tienen ambiciones e intereses distintos a los nuestros. Podemos creer que la revolución cibernética llegó a iluminarnos, a eliminar prejuicios y erradicar tabús. Hay algo de cierto en ello. Sin embargo, en tres décadas los ideales tecnológicos han cambiado y si bien por un lado hay quienes sueñan con crear enciclopedias gratuitas, crear recursos para defender los derechos humanos y proveer internet gratuito a todos los habitantes de la Tierra, hay otros que han concentrado sus esfuerzos en hacer sistemas eficientes para recolectar, almacenar y analizar todas nuestras comunicaciones para clasificarnos, someternos a un control sin precedente y explotar nuestras debilidades, así como hay otros que fabrican máquinas precisas, infalibles e “higiénicas” para matar a distancia. Esta es la era del dron, el cual es mucho más que una máquina de agresión y espionaje, ya que también es una herramienta científica, de exploración y rescate, así como un instrumento artístico en potencia, un dispositivo de telepresencia y un espléndido juguete para la imaginación. De manera semejante a lo sucedido

“CASI PODEMOS ATREVERNOS A ANUNCIAR QUE HEMOS DEJADO DE SER LA MISMA ESPECIE QUE CAMINABA POR LA TIERRA SIN TELÉFONO CELULAR, SIN AUDÍFONOS Y QUE SE ORIENTABA SIN GPS.”

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con la computación personal, el dron dio lugar a una epidemia de euforia que en pocos años se ha convertido en una obsesión popular entre miles de personas que usan y construyen drones, participan en foros especializados en internet, organizan encuentros, establecen empresas dedicadas a venderlos y distribuirlos, crean concursos y carreras. El dron Predator nació en una cochera californiana. Los amateurs y aficionados han vuelto a rebasar a los profesionales al explorar los usos más heterodoxos que se pueden dar a una máquina voladora a control remoto y volverla una fascinante extensión-extremidad corporal. El dron ofrece una ampliación de la experiencia computacional en el mundo material que permite interactuar con el entorno, filmando y fotografiando o como protagonista en acciones diversas, como material artístico o para participar en videojuegos en el carnespacio (el mundo tangible o material, lo opuesto al ciberespacio). Es inevitable, el dron robotizado se volverá parte de nuestra cotidianidad. Los drones tienen una variedad inmensa de formas, tamaños, capacidades y funciones. Desde aviones de la talla de un jumbo jet hasta miniaturas del tamaño de un insecto. Los hay con múltiples rotores, con turbinas de jet y los más comunes tienen hélices y motores de motonieve. En la actualidad, al hablar de drones instantáneamente pensamos en aeronaves, pero hay drones terrestres, acuáticos y submarinos. La palabra dron proviene del ruido o zumbido que hacen ciertos modelos de UAVS y que evoca a abejorros o abejas zánganos (drones en inglés), pero la palabra dron en este tiempo se ha vuelto casi sinónimo de robot espía con posibilidades de asesinar. El legado de estos grandes filmes, Blade Runner, Terminator y Alien es el dron armado, una tecnología que hemos asimilado como el primer paso de una militarización de las inteligencias artificiales. Esta es una propuesta peligrosa ya que independientemente del temor hipotético que pueden provocar una eventual singularidad en que las máquinas se vuelvan contra nosotros, como en tantas ficciones tecnofóbicas, relegar decisiones de vida o muerte a algoritmos e inteligencias artificiales, representa una sórdida ilusión de seguridad que seguramente opondrá nociones de eficiencia y costo a valores humanitarios elementales. Introducción del libro Mundo Dron 2, de próxima aparición.

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En los años sesenta del siglo XX, el movimiento underground floreció con la generación hippie, y también más allá de California. Desde el rock, el misticismo, la psicodelia, la revolución sexual, las comunas, el orientalismo, incorporó el uso de las drogas —en particular la marihuana y el ácido lisérgico, LSD— como nuevas formas de conocimiento y convivencia. A medio siglo de distancia, un repaso de sus gurús y propuestas, cuyo mundo ideal sería muy pronto desmentido. Lo complementamos con un pasaje de José Agustín, de su libro La contracultura en México.

LSD

A 50 A ÑOS LU Z DEL V ER A NO DEL A MOR ROGELIO GARZA @rogeliogarzap

L

a Muerte sorprendió en abril a Nick Sand, el papá del Orange Sunshine, quien falleció de un paro cardiaco a los 75 años mientras soñaba en su casa de California. En la década de los sesenta, Dios le habló durante un viaje de ácido y le encomendó una misión: hacer que todos viajáramos en LSD. Lo fabricó en cantidades industriales, seguro de que la humanidad cambiaría y el mundo sería mejor. Este verano se cumplen cincuenta años del Verano del Amor, mucho se ha viajado desde entonces, pero el cambio ha sido para quedar peor. Eso no le quita un microgramo a los efectos médicos y culturales que ha tenido la “medicina del alma”, sintetizada por el genial bioquímico Albert Hofmann, cuyo viaje en bici el 19 abril de 1943 dio lugar al Día Mundial de la Bicicleta.

LA ESPIRAL DEL PENSAMIENTO SUBTERRÁNEO La idea de la transformación de los seres humanos después de la experiencia mística con plantas de conocimiento es milenaria en diversas culturas. Ocurre con frecuencia en la mente del consumidor porque sólo ahí es posible bajo los efectos del psicoactivo. La psicodelia es una espiral de pensamiento a través de la historia que conecta al hongo cornezuelo con el LSD, Eleusis con Woodstock, Upsala con Coachella, el Centro Ceremonial Otomí con el Sónar, el chamanismo con la psiquiatría y los viajes de la mente con los viajes de la red.

“LEARY SE HABÍA INICIADO EN LOS ENTEÓGENOS DURANTE UN VIAJE DE HONGOS EN LA SIEMPRE BELLA Y VIAJERA CUERNAVACA. SU COMUNA ERA UN GRUPO DE PERSONAS SOLEMNES, PROFUNDAS, INTROVERTIDAS, MILLONARIAS Y ELITISTAS.”

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En el río subterráneo de las corrientes filosóficas contraculturales (no socráticas-cristianas), que Luis Racionero clasificó en las Filosofías del Underground, corrían los pensamientos Individualistas, Orientales y Psicodélicos que confluyeron en dos vertientes durante los años sesenta en Estados Unidos: una en la Costa Este y otra en la Oeste, con sus respectivos gurús, seguidores y fabricantes de ácidos. Psicodelia, rock, comunas y orientalismo. “La visión del mundo ganada en el viaje psicodélico es, junto con la música rock, lo que más caracteriza y compenetra al underground”, anotó Racionero. Nick Sand y Tim Scully eran los químicos y fabricantes de cabecera de la corriente del Este —como se aprecia en el documental The Orange Sunshine Makers de Cosmo Feilding-Mellen—, encabezada por los psicólogos expulsados de Harvard, el célebre doctor Timothy Leary, sus colegas Ralph Metzner, Richard Albert y otros viajeros entusiastas, quienes fundaron la League for Spiritual Discovery bajo el lema “Turn on, tune in, drop out”. Leary se había iniciado en los enteógenos durante un viaje de hongos en la siempre bella y viajera Cuernavaca. Su comuna era un grupo de personas solemnes, profundas, introvertidas, millonarias y elitistas que vivían en una mansión de Millbrook, Nueva York, hasta el yoyo de ácido, meditando en su búsqueda interior. En el otro extremo del país y de la conciencia estaba la vertiente del Oeste, más acelerada, creativa e innovadora, liderada por el escritor Ken Kesey —El Capitán Viajes—, y una tropa de gente loca llamada The Merry Pranksters en la que figuraban el santo beat Neal Cassady, el payaso Wavy Gravy, Jerry Garcia y The Grateful Dead. Dejaron la meditación para los estirados del Este y pasaron a la acción a bordo de un autobús multicolores para contagiar la magia en las pruebas de ácido, como lo relata Tom Wolfe en The Electric Acid Cool-Aid Test. Bacanales lisérgicas multimedia para abrir el corazón y expandir la mente. Su

químico de cabecera, Augustus Owsley Stanley III —The Bear—, creó y fabricó el dichoso Purple Haze y el White Lighting para aceitar aquella naciente revolución. Se ingería de todo, pero sólo el LSD tenía la cualidad de poner al respetable en estado amoroso. Este y Oeste coincidían en la necesidad de que la juventud comulgara, el Gran Viaje de la Humanidad hacia La Nueva Conciencia y el Nuevo Mundo. Las fiestas pre cristianas de la fecundidad —la celebración nórdica de la antigua Upsala en Suecia y los Misterios Eleusinos en Grecia, donde se despachaban hongos frescos, pan y cerveza infectados de cornezuelo— renacieron como festivales eléctricos que duraban días de conexión lisérgica.

EL VERANO DEL AMOR I Durante el éxodo contracultural de 1967 hacia California, hordas juveniles se instalaron en San Panchisco y sus alrededores. El verano en realidad comenzó el 14 de enero con el Be-In en los Campos de Polo del Golden Gate; continuó en junio, con el festival de música y amor en Monterey; y alcanzó su cénit cuando cerca de 150 mil hippies se concentraron en el Golden Gate Park los primeros días de julio. En su libro Living with the Dead, Rock Scully (el otro Scully de esta historia), mánager de Grateful Dead durante dos décadas, cuenta los hechos como organizador de los rituales sanfranciscanos en The Gathering of the Tribes. En las reuniones para planear el Be-In realizadas en The Psychedelic Shop en la calle de Haight, se integró el Consejo del Verano del Amor conformado por los hippies de la Family Dog, Leary y sus discípulos, Allen Gingsberg, Kesey y los Pranksters, los yippies de Jerry Rubin y Abbie Hoffman (el otro Hoffman de la historia), la religión del Neo Misterio, los políticos radicales de Berkeley, Peter Berg y la Mime Troupe (con su Marco de Referencia portátil), los activistas The Diggers —creadores de la Free Store, donde regalaban todo, idea que extendieron a comedores y

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clínicas—, y uno que otro Ángel del Infierno. Para obtener los permisos acudieron con Terry Lane de los White Panthers, además tuvieron que sobornar a los del sindicato de músicos con ácido, que ya era una moneda de cambio en ese territorio. Esas fueron las mentes que idearon el Reventón Universal, todos tuvieron templetes con micrófonos para lanzar sus discursos mientras tocaban Grateful Dead, Jefferson Airplane, Quicksilver Messenger, The Charlatans y Country Joe and The Fish ante más de 30 mil almas en viaje. Después de esa manifestación de amor, Lou Adler y Papa John Phillips, cantante de los Mamas and the Papas, engancharon a Paul Simon, Janis Joplin, Jefferson Airplane, The Who y Jimi Hendrix, entre otros grandes, para tocar en el Monterey Pop Festival, del 15 al 17 de junio. Cobrarían la entrada, y ese dinero se destinaría a becas e instrumentos musicales para escuelas de bajos recursos. Pero durante el concierto, el contador desapareció con los 50 mil dólares de la taquilla. Además, Papa Phillips grabó y filmó el festival sin decir, firmar ni pagar nada a nadie. De repente aparecieron el disco y la película, y ningún grupo obtuvo un centavo. Cuando Scully y los miembros de Grateful Dead se percataron de esto, se cobraron a la “China Catflower”: el monumental equipo de sonido era un préstamo de CBS y Fender para la realización del festival, así que al mánager y al grupo se les hizo fácil cargarlo en dos camiones y desaparecer el lunes al amanecer, dejando una nota: “Hemos liberado este equipo para proveer de música gratuita a la gente de San Francisco. Será usado tres o cuatro veces en conciertos y devuelto al finalizar”. Con esa tonelada de bocinas y amplificadores sonorizaron el Verano del Amor en el Golden Gate Park, adonde arribó la multitud bíblica que se dejó caer de Monterey, sumándose a la que acampaba en Frisco y anexas. La Bola Lisérgica tiraba el discurso para viajar y cambiar al mundo ante 150 mil mentes colocadas que se estacionaron en el área de Haight & Ashbury, convertido en centro turístico e imán de la chaviza que llegó desde los cuatro puntos cardinales. Seguían la canción de Papa Phillips que interpretaba su amigo Scott Mckenzie, “San Francisco (Be Sure to Wear Flowers in your hair)”. Hunter S. Thompson reportaba diario desde ahí para The New York Times Magazine, que le dedicó un número especial con Grateful Dead en portada. En el kilométrico documental sobre este grupo (seis capítulos) de Amir Bar-Lev y Martin Scorsese, Long Strange Trip, se reporta a la multitud

“SGT. PEPPER’S LONELY HEART CLUB BAND, EL DISCO DE UNOS BEATLES BIEN ACEITADOS QUE SACÓ A LA PSICODELIA DEL UNDERGROUND Y LA HIZO DEL DOMINIO POPULAR EN TODO EL MUNDO.”

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cantando y bailando en los conciertos que tocaron Jimi Hendrix, Eric Burdon y Otis Redding, mientras unos Ángeles del Infierno cuidaban la situación sentados en las torres de bocinas. Ellos eran los distribuidores de ácido en California, ahí empezó también la costumbre de invitarlos como “seguridad” (que culminó dos años más tarde en el concierto de los Rolling Stones en Altamont, cuando Alan Passaro se cargó a Meredith Hunter a cuchilladas). La fiesta se prolongó una semana y, al final, devolvieron el equipo de sonido dejándolo en una bodega con una nota de Los Muertos Agradecidos. La prensa primero los acusó de robo, luego los convirtió en unos “Robin Hoods musicales”.

EL EFECTO MARIHUANA La humareda de yerba en California surtió su efecto en otras ciudades y otros países. Como una reacción química, el fenómeno de San Francisco desencadenó un desmadre en Nueva York, donde las concentraciones sucedieron en la zona de Greenwich Village, en el Thompkins Square Park y, por supuesto, en la concha acústica de Central Park. Allá se dieron cita 50 mil hippies para rockear en conflicto con la policía. El 17 de octubre se estrenó en Broadway la obra musical Hair, que contaba una historia digerida de la contracultura sesentera colocándola en el ojo del espectáculo. En Londres, donde Donovan volaba como “Sunshine Superman” y el hippismo se domiciliaba en King’s Road, hubo varias concentraciones psicodélicas. La más intensa fue en el Tulip Bulb Auction Hall, en Spalding, Lincolnshire, donde se realizó el primer festival de rock inglés el 29 de mayo, en el que tocaron Jimi Hendrix, Pink Floyd y Cream. Se realizaron reuniones pro marihuana en Hyde Park, conciertos de Pink Floyd y Soft Machine en el UFO Club, y discursos en Speaker’s Corner de Kennington Park. Todos estos sucesos antecedieron al lanzamiento del Sgt. Pepper’s Lonely Heart Club Band, el disco de unos Beat-

les bien aceitados por Owsley que el primero de junio sacó a la psicodelia del underground y la hizo del dominio popular en todo el mundo. En 1969 se realizó el festival de Woodstock, la Nación Psicodélica que reunió a casi medio millón de soñadores, pero el Verano del Amor ya era un condenado a muerte dos años antes. Su sentencia la emitió Mary Ellen Kasper, una de las organizadoras, en octubre de 1967: “Lleven la revolución a sus hogares y ya no vengan aquí, porque esto se ha terminado”. Lo que en realidad quiso decir es que la cosa se puso fea en Haight & Ashbury, fuera de control, como se aprecia en el documental American Experience, The Summer of Love, de Gail Dolgin y Vicente Franco. Pero lo que verdaderamente le dio el tiro de gracia a la psicodelia como la posibilidad de cambiar al mundo en ácido fue la tragedia de Altamont y los asesinatos de Sharon Tate & friends, perpetrados por Charles Manson & family. Los dos sucesos ocurrieron en malos viajes de LSD durante 1969. La sustancia no sólo te ponía amoroso y en contacto espiritual, también podía sacarte los demonios. Quienes mejor expresaron esta mala vibra post hippie fueron Hunter S. Thompson en su libro Fear and Loathing in Las Vegas, y Jim Morrison con los Doors, que en “Roadhouse Blues” cantaba: “El futuro es incierto, y el final siempre está cerca”. Tan sólo a una patada del “No hay futuro” punk de los Sex Pistols en los setenta. En la edición conmemorativa por los veinte años del libro La contracultura en México, del gran José Agustín, el Maese relata que en 1967 las reuniones jipitecas se realizaban en el Parque Hundido de la Ciudad de México, donde una vez hubo un conato de Be-In “con características de mitin de oposición”. La policía los dispersó y se fueron marchando, repartiendo flores y cantando a los Beatles, hasta el Ángel de la Independencia. Allí terminaron por reprimirlos a macanazo limpio. La otra movilización jipiteca fue el Festival de Rock y Ruedas de Avándaro en septiembre de 1971, organizado por Luis de Llano y Eduardo López Negrete, donde tocaron los Dug Dugs, El Epílogo, La División del Norte, El Ritual y Three Souls In My Mind, entre otros. Se calcula que llegaron cerca de 500 mil onderos “congregados por la misma necesidad dionisiaca”, apunta José Agustín.

EL VERANO DEL AMOR II Durante las décadas posteriores, entre los años setenta y noventa, la psicodelia siguió su curso hasta reciclarse como un fenómeno masivo lúdico entre el Acid House y el elitismo espiritual del New Age. Ernst Jünger acuñó el término psiconauta en 1970 para definir a los viajeros de la mente como el químico Arthur Heffter, quien obtuvo la mescalina del peyote en 1897, o como Huxley que viajó en LSD durante su muerte. En los años ochenta surgieron nuevos gurús y fabricantes de sustancias, como el

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bioquímico Alexander Shulgin, llamado El Padrino de la MDMA (obtenida en 1912 por Anton Köllisch). La metanfetamina empatógena (éxtasis) y el LSD se convirtieron en el combustible del movimiento Acid House en Chicago y Londres, que invadió el mundo con la música electrónica, la fosforescencia y la Happy Face o Smiley (en lugar del símbolo pacifista) diseñada por Harvey Ross Ball. Los misterios eleusinos, los acid tests y los festivales de rock resurgieron en forma de raves, bailes electrónicos que podían durar semanas en estados alterados, realizados en bodegas abandonadas o en parajes naturales, dirigidos por diyeis que inventaban nuevos ritmos. También fluyó una vena rockera muy potente en el llamado Madchester, como los Stone Roses, Charlatans UK, Inspiral Carpets y los Happy Mondays, que abrevaron en el acid y el rock psicodélico. Su lugar ha sido ocupado por grupos como los Flaming Lips, Kula Shaker, Spiritualized, los Dandy Warhols, Brian Jonestown Massacre y los nostálgicos actuales, como los Black Angels, Tame Impala y All Them Witches. Todo eso dio lugar al Segundo Verano del Amor entre 1987 y 89, que se extendió hasta los noventa con las nuevas sustancias diseñadas por Shulgin, quien sintetizó más de doscientas en su laboratorio The Farm, como la famosa 2C-B. Aparecieron nuevos predicadores del ácido y los hongos, como

Terence McKenna, autor de varios tomos, famoso por sus conferencias y spoken words que se difundieron audiovisualmente, y por su participación musical con grupos electrónicos como The Shamen y Spacetime Continuum.

DE LA REPRESIÓN AL NEGOCIO EN MEDIO SIGLO

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“LOS HIPPIES Y LOS YIPPIES SE CONVIRTIERON EN YUPPIES. Y EL MUNDO NO ES UN MEJOR LUGAR PARA VIVIR, SINO TODO LO CONTRARIO, ES MÁS VIOLENTO, DESTRUCTIVO, INJUSTO, ENFERMO Y CONTAMINADO.” un mejor lugar para vivir, sino todo lo contrario, es más violento, destructivo, injusto, enfermo y contaminado. Lo que en su momento fue reprimido y juzgado por la autoridad y la sociedad, hoy es motivo de celebración, homenaje y negocio. Ahora se llevan a cabo las festividades del cincuentón Verano del Amor en ambos lados del océano. En Estados Unidos echaron la ciudad por el puente: durante todo el 2017, la ciudad de San Francisco presenta un programa de conciertos, exposiciones, festivales, recorridos, proyecciones, conferencias y actividades relacionadas con el fenómeno. Mientras tanto, en el Reino Unido hacen lo propio y celebran desde el 12 de abril hasta el 3 de septiembre en Liverpool, el hogar del cuarteto mágico y misterioso, con una serie de actividades patrocinadas por la ciudad y el gobierno. Claro, allá la celebración prácticamente es la fiesta de los cincuentones, el Sargento Pimienta y “Lucy in the Sky with Diamonds”.

De 1967 quedan la nostalgia y los tributos, la cultura psicodélica sesentera (música, cine, pintura, literatura, periodismo, moda), la revolución sexual, los derechos civiles y los grupos ecológicos; sin embargo, el Gran Cambio de Conciencia Humana, así como lo planearon sus promotores, nunca sucedió. Los hippies y los yippies se convirtieron en yuppies. Y el mundo no es

De la contracultura JOSÉ AGUSTÍN

P

or cultura institucional me refiero a la dominante, dirigida, heredada y con cambios para que nada cambie, muchas veces irracional, generalmente enajenante, deshumanizante, que consolida el status quo y obstruye, si no es que destruye, las posibilidades de una expresión auténtica entre los jóvenes, además de que aceita la opresión, la represión y la explotación por parte de los que ejercen el poder, naciones, corporaciones, centros financieros o individuos. En la contracultura el rechazo a la cultura institucional no se da a través de militancia política, ni de doctrinas ideológicas, sino que, muchas veces de una manera inconsciente, se muestra una profunda insatisfacción. Hay algo que no permite una realización plena. Algo, que anda muy mal, no deja ser. Es lo que expresa la canción “Satisfacción”, de los Rolling Stones, que no por nada es un cuasihimno en la contracultura y en la que por una cosa o la otra no se puede estar satisfecho. Ante esta situación la contracultura genera sus propios medios y se convierte en un cuerpo de ideas y señas de identidad que contiene actitudes, conductas, lenguajes propios, modos de ser y de vestir, y en general una mentalidad y una sensibilidad alternativas a las del sistema; de esta manera surgen opciones para una vida menos limitada. Por eso a la contracultura también se le conoce como culturas alternativas o de resistencia. No se trata de una subcultura, pues ni

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remotamente está por debajo de la cultura; podrá no conformarse con ella pero siempre se trata de fenómenos culturales. Por lo general, se tiende a relacionar a la contracultura con los movimientos de rebeldía juvenil de los años sesenta, quizá porque al sistema le gustaría restringir ese tipo de acontecimientos a un área específica del tiempo. Eso ocurrió una vez y nada más. Mientras más rápido lo olvidemos, mejor. Sin embargo, es evidente que las manifestaciones contraculturales se pueden rastrear desde mucho tiempo antes y que aparecen desde antes de los sesenta y continúan después en México y en numerosas partes del mundo. Por lo general se debe tener en mente que a la cultura institucional le repele profundamente todo lo que sea contracultura, porque ésta muestra carencias evidentes y denuncia, a pesar de que a veces no se lo proponga, la enfermedad cada vez más grave de las sociedades manipuladas y sojuzgadas por centros de poder económico, político y cultural en todo el mundo. Por esa razón, desde siempre, la contracultura ha generado incomprensión y represión franca en la mayoría de los casos. La contracultura es un fenómeno político. Es un hecho que la contracultura surge cuando aumenta la rigidez de la sociedad y las autoridades pregonan que todo está bien, de hecho, casi inmejorable, porque para ellos, en la apariencia, así lo está. Sin

embargo, el desfase, la verdadera esquizofrenia, entre el discurso y la realidad es tan abismal que consciente o intuitivamente mucha gente joven lo percibe y por tanto desconfía de las supuestas bondades del mundo que ha heredado. Descree de las promesas y las metas de la sociedad y se margina, se apoya en jóvenes como él que viven las mismas experiencias y crea su propia nación, empieza a delinear modos distintos de ser que le permitan conservar vivo el sentido de la vida. El sistema diagnostica todo esto como “romanticismo que pasa con el tiempo”, pero, de cualquier manera, no deja de apretar tuercas. Como piensa que ser joven equivale casi a ser retrasado mental, no escucha razones ni planteamientos que se le hacen y en cambio, sin soltar el garrote, presiona para que el muchacho acepte acríticamente lo que se le dice, para que sea dócil y se deje encauzar por los bien pavimentados carriles de la carretera de las ratas. Si el joven no acepta, entonces se le regaña, se le desacredita, se le sataniza y se le reprime, con una virulencia que varía según el nivel de pobreza e indefensión. La de la contracultura es una historia de incomprensiones y represiones. * De José Agustín: La contracultura en México (Edición de aniversario), México, 2014. Reproducimos este pasaje por cortesía de Peguin Random House.

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10 LA N OTA NEGRA

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Por

FRANCISCO HINOJOSA

SALSIPUEDES

@panchohinojosah

H

acia el 2002, Daniel Catán (1949-2011) me invitó a colaborar con él en la escritura de un libreto para una ópera basada en una historia de Eliseo Alberto, Lichi. Se trataba de un embrión de novela que pensaba transformar en el guión de una película: El día que la banda de música se fue a la guerra. Daniel lo convenció de darle un giro escénico y musical y él mismo comenzó a escribir el primer acto de la que sería una de las cinco óperas que Catán compuso y llevó a escena: Salsipuedes, una historia de amor, guerra y anchoas. Según las palabras de Lichi, después de un buen tiempo de trabajar juntos se sintió mareado y me pasó la estafeta para que yo concluyera el libreto. El proyecto me entusiasmó de inmediato. Durante el proceso de muchos meses Daniel y yo nos vimos en unas cuantas ocasiones. El resto del diálogo se hizo a través de correos electrónicos y de llamadas por teléfono entre Los Ángeles y la Ciudad de México. La historia de Salsipuedes transcurre en una isla del Caribe durante la Segunda Guerra Mundial. Dos jóvenes recién casados son invitados a cantar el Himno Nacional en la despedida de la fragata El Invencible, luego de que el presidente le declarara la guerra a la Alemania de Hitler, aunque en realidad lo que estaba haciendo era venderle algunos manjares

La Canción # 6

EL AZAR Y EL DESTINO, EL JUEGO Y LA TRAGEDIA (ELEMENTOS PROPIOS DE LA LITERATURA CLÁSICA) CONVIVEN EN ARMONÍA EN SALSIPUEDES.

a los nazis. Por un error del segundo oficial del barco se levan las anclas sin percatarse de que los músicos están a bordo. Entonces empieza el viaje de las esposas para buscar a sus maridos. La obra se estrenó el 30 de octubre del 2004 en Texas, en el marco del cincuenta aniversario de la Gran Ópera de Houston, dirigida por el italiano Guido María Guida. A propósito de la composición, Daniel Catán dijo: “La ópera tiene que ver con la voz y las grandes líneas del canto, así que tuve que integrar lo caribeño con la tradición de ópera que tanto me gusta. Esto no me resultó fácil, pues lo caribeño es muy rítmico y las grandes líneas vocales son muy líricas y expansivas”. Para lograrlo, entre otras cosas, prescindió de los violines y las violas en la orquestación. No recuerdo cuándo conocí a Daniel Catán. Lo que sí sé es que desde el principio pudimos platicar de temas muy diversos porque era un compositor cuyo conocimiento y curiosidad abarcaban muchas disciplinas. Varias veces nos prometimos trabajar en algo juntos. Y finalmente sucedió en el 2002. Por varias razones acepté la invitación que me hizo para colaborar en la escritura del libreto de esta obra. La primera de ellas fue mi admiración por su música, así como por la literatura de Eliseo Alberto. Otra razón, como decía, era que durante muchos años, cada vez

que nos veíamos, hablábamos del mutuo interés por trabajar algún día juntos en una ópera. Escribí entonces: “Me gustan las historias de amor, los enredos, las islas, las anchoas e incluso los submarinos. Y por supuesto, me encantan los sabores y los colores del Caribe: desde la música que se interna en quien la escucha y busca convertirse en baile y canto, hasta la comida de aromas inesperados y las pasiones que afloran intempestivas al nivel del mar. Los decilitros de sangre cubana que tengo en las venas (mi abuelo era cubano) acudieron también al llamado y me ayudaron a entrar en ritmo. El azar y el destino, el juego y la tragedia (elementos propios de la literatura clásica) conviven en armonía en Salsipuedes. Disfruté trabajar con Daniel. Su entusiasmo por la historia y sus posibilidades dramáticas era tropicalmente contagioso. Sólo espero haber podido lograr con mi trabajo ser un transmisor más de ese gusto suyo por contar y cantar un cuento bien contado”. Y Lichi añade: “¡Un cuento bien cantado!” Hoy, sábado 15 de julio, se estrena en México en el Teatro-Sala de Conciertos Elisa Carrillo (Texcoco) a las 18 horas, con la Orquesta Sinfónica Mexiquense bajo la dirección de Rodrigo Macías. Habrá el domingo una segunda función a la misma hora. Entrada libre.

Por ROGELIO GARZA @rogeliogarzap

Chicano Batman en el Lunario DE LAS CALLES DEL EAST L. A. a la Ciudad de México, el sincretismo musical de Chicano Batman se voló las fronteras de los llamados “sonidos globales”. En más de dos décadas de estilos híbridos, pocos locos como este ecléctico cuarteto salido del molcajete multicultural angelino, que presentó por acá su show cósmico-mágico-tropical de balada, soul, cumbia, funk, jazz y psicodelia. Aquella noche del 21 de junio, abarrotado hasta el cogote, el Lunario se puso sus mejores trapos cumbiamberos para recibir a los hijos de Aztlán: esmoquin tropical, camisas color pastel con olanes, moños y lentejuelas. Así lucían el emotivo cantante Bardo Martínez, armado con su órgano melódico Yamaha y su Fender Stratocaster; el estupendo bajista Eduardo Arenas, auténtico “piloto de la fiesta” que fundó el grupo en 2008 e introdujo los ritmos brasileños; el guitarrista Carlos

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Arévalo, con su toque de rock Fender; y el baterista colombiano Gabriel Villa, que carga la cumbia en su tarola de foquitos led. Presentaban su tercer disco, Freedom is Free, con rienda suelta a una quincena de canciones. Desde que abrieron pista lograron conectar honestamente con “Angel Child”, “Cycles of Existential Rhyme”, “Passed You By” y “La Samoana”. Grupo y público se entregaron, animados por dos vistosas coristas de muy buen cantar. Para horror de los fundamentalistas del blues, el jazz y el rock, la onda retro de Chicano Batman le quita lo fresa a cualquiera. Al dar unos pasitos con “Freedom...”, “Black Lipstick”, “It’s a Balloon”, “La Manzanita” y “Soniatl”, del cielo cae el mensaje: “Te vas a arrepentir de las cumbias que no bailastes por andar de roquerillo”. Su sinceridad espiritual te hace entender que la música es movimiento, algo vivo que evoluciona independiente

de los gustos, criterios y opiniones. La de aquí, la de allá y la de acullá son músicas promiscuas, les gusta meterse unas con otras en orgías sonoras. Así, la balada de Los Freddy’s, “Déjenme llorar”, adquirió otra dimensión con los requintos de Santana y Hendrix. Apunta Daniel Herrera en su Rica y apretadita, mínima historia de la cumbia del noreste, que fue Rigo Tovar quien “incorporó los instrumentos eléctricos en la música tropical”. Además de ser amor ciego, Rigo fue un visionario que vino a electrificar la cumbia. La euforia llegó al final con “Flecha al Sol” y “Magma”, antes del encore que estuvo a punto de salirse de control con “La Tigresa”, “La Jura”, la balada favorita de su repertorio “Itotiani”, y un cierre sísmico con esa versión espacial de “El Sonidito”, tecnocumbia de la Hechizeros Band. El beso eléctrico de Chicano Batman dejó chupetón de fuego.

LA ONDA RETRO DE CHICANO BATMAN LE QUITA LO FRESA A CUALQUIERA.

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EL CORRIDO DEL ETERNO RETORNO

PARE JA S SAL ADA S

11 Por

CARLOS VELÁZQUEZ

@charfornication

S

oy un supersticioso literario. Las ciencias ocultas, el devenir de los astros y la “vibra” sólo me interesa como material para historias. Sin embargo, me han tocado dos o tres morras que tienen la capacidad de retorcer las cosas de manera sobrenatural. Tuve una novia que me atraía una pésima suerte en lo referente al dinero. Si eres free lance ya te chingaste. La cuerda floja es pan de cada día. Sabes que el pago se va a retrasar en salir. Forma parte del guión. Pero el tiempo que duré con esta chica ocurría que una factura que se tardaba por lo regular una semana en cubrirse, se tardaba mes o hasta mes y medio. Por cualquier contratiempo. Porque pusiste una coma de más. Porque el encargado de firmar los cheques salió de vacaciones. Porque le realizaron el depósito a otra persona. Etcétera. No importa cuánto tiempo invirtiera en revisar que las facturas no tuvieran errores, siempre ocurría algo. Les juro que no es que desee creer en el mal de ojo, pero apenas corté a esta nena las cosas volvieron a la normalidad. El calvario del freelanceo habitual. Otra morra con la que salí tenía mala suerte con los meseros. Siempre nos aplastábamos en la peor mesa del restaurante. Hablando en cuanto a servicio. Nos atendían de la chingada. Se tardaban siglos en tomarnos la orden. En llevarnos las bebidas. La comida llegaba fría. La cerveza caliente. Y para colmo era una monserga la cuenta. Porque pasaban hasta treinta minutos y la esperábamos bostezando. Sé que las consecuencias existen, que no todo

LA ANIQUILA VAJILLAS FUE UNA QUE TENÍA EL PODER SUPREMO DE PROVOCAR QUE TODAS LAS COSAS DE CRISTAL DE MI CASA SE HICIERAN AÑICOS.

El sino del escorpión

pertenece a los terrenos de Moni Vidente, pero era como una ley. Una regla. Invariable. Y qué cree. Tarán, dejé de salir con esa morra y dejé de ser la víctima propiciatoria. Salí con una chava que era imán de ex’s. Sé que la vida me quiere mucho. Por qué. Porque una vez que termino con una persona rara vez me la vuelvo a encontrar. Han pasado diez años y no he vuelto a ver a mi segunda ex esposa. Más prueba que esa imposible. Pues resulta que una vez una de mis parejas era como un pinche papel atrapamoscas. A donde quiera que salíamos me topaba a una ex. O a veces hasta dos. Tampoco es que haya tenido tantas mujeres en la vida. Pero cuando te cae la maldición de la vaca no existe salida. Y pues ya saben. La saludadera. Y cómo has estado. Y nunca me buscaste. Y qué linda tu novia. Agrégame en Facebook. Llámame. Ocasiones que mi acompañante se ponía unas súper emputadas de antología. Y por qué te abraza tanto. Oye pos qué les haces. Y otra vez, como si fuera un hechizo mágico, dejé de salir con ella y santo remedio. No me topo a nadie. La aniquila vajillas fue una que tenía el poder supremo de provocar que todas las cosas de cristal de mi casa se hicieran añicos. Ta n viendo que uno como soltero apenas si tiene dos platos, cuatro vasos, tres caballitos y un cenicero (aunque no fume). La primera vez que me la pimpié en mi casa se azotó la puerta del balcón y se quebró el vidrio. La segunda inexplicablemente saltó de la mesa del comedor, mientras estábamos en la cama, un vaso de cristal cortado

para whisky que me había costado un ojo de la cara. La tercera un plato voló hacia el piso en un acto suicida. Quizá se encamotó con unas enchiladas que estaban mosqueándose desde hace dos días. Si esa morra entraba a mi casa, baja segura. Hasta que dejó de ir y ahora tengo una colección numerosa de chalices de Stella Artois. Y la que no podía faltar. La que hace que te agarres a putazos con everyone. No ayuda que a ti te guste pelearte, por supuesto. Pero este tipo de morra es la clásica que no sabes cómo pero alguien la ofende y no te queda de otra que defender su honor y de paso demostrar que no viene sola. No soy nadie para juzgar a la gente, pero creo que este tipo de personas disfrutan con esta dinámica. Una vez pasa, dos, tres. ¿Pero siempre? Y luego dijeras, es la mujer más insoportable del mundo. Con justa razón. Pero no. Es una chava de perfil más o menos bajo, en cuanto a pasadez de lanza. Lo que vuelve más ineludible que te rifes un tiro. Porque si un cabrón la insulta no puedes pasarlo por alto. Esto dura hasta que te cansas de traer los ojos morados, los nudillos hinchados y la jeta reventada. Antes de que se me echen encima, aclaro que me refiero a las mujeres solamente, porque todavía no he andado con ningún bato. Pero no dudo que existan también sus buenos ejemplares de cabrones que jalan el mal agüero. Lo malo de esta gente es que por fuera no se les nota ni madre. Muchos parece que no rompen un plato. Y resulta que te salan más que si jugaras con la ouija. C

Por ALEJANDRO DE LA GARZA @Aladelagarza

Mexicanos sin acento ENTRE LAS VIGAS DEL TECHO, el alacrán meditaba sobre la aserción budista: “Ojalá vivas tiempos interesantes”. Y en efecto, acaso también se podría agregar ese calificativo a nuestros tiempos terribles de violencia incontenible. No obstante, el escorpión deja por un momento de lado los grandes problemas nacionales y centra su inoculación semanal en un asunto propiamente ortográfico: ¿Por qué los mexicanos no usamos el acento? “Sí lo usamos”, le responderán al artrópodo quienes acostumbran el uso apropiado de este signo ortográfico y, además, le preguntarán de dónde saca la peregrina idea de “mexicanos sin acento”. El atraso educativo y la mala calidad de la educación persistente en el país —según el Programa Internacional de Evaluación de Alumnos (PISA) de la OCDE—, serían las razones obvias de la

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mala ortografía nacional. Pero vayamos un poco más allá y leamos el nombre en nuestras actas de nacimiento: está escrito con mayúsculas y sin acento. Ahora hagamos lo propio con nuestras credenciales del IFE y nuestros pasaportes: el nombre en mayúsculas y sin acento. Poco después, insiste el rastrero, consultemos los letreros de las calles de la ciudad: todos en mayúsculas y sin acento, así como las indicaciones de tránsito y vialidad. Ya en el Metro y en el Metrobús, el alacrán confirma lo sabido: los letreros de las estaciones no están acentuados. Durante años se consideró justificado no usar el acento por razones técnicas, pues “la composición tipográfica antigua no contaba con mayúsculas acentuadas”, dice Paulina Chavira en un artículo en The New York Times en español, donde cita los manuales de nuestro

idioma para insistir: “En la actualidad, el empleo de mayúsculas no exime de poner la tilde cuando así lo exijan las reglas de acentuación gráfica”. Las actas de nacimiento —documento madre de trámites y registros—, hoy ya pueden ser corregidas para añadirles acentos, nos informa también Chavira. Curiosamente, la autora destaca lo anterior luego de lamentar la falta de acentos en los nombres de los jugadores de la selección mexicana de futbol, en contraste con los de otros países donde los uniformes sí ostentan tildes. De vuelta a su nido en lo alto del muro, el alacrán, beisbolero de cepa, trae a colación la campaña de los peloteros latinos #PonleAcento, donde exigieron su nombre correcto en los uniformes de las Ligas Mayores, como nos recuerda Chavira. ¿A los mexicanos nos importa el acento? C

CONSULTEMOS LOS LETREROS DE LAS CALLES DE LA CIUDAD: TODOS EN MAYÚSCULAS Y SIN ACENTO.

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HUGO ARREVILLAGA “UN ENCUENTRO CON NUESTROS FANTASMAS” director de escena, así como por su labor literaria, y destacó su dirección de Enrique IV para el legendario The Globe, en Reino Unido. Además de preparar su ópera prima en cine, este fin de semana presenta Sedientos y Camino para recuperar mi rostro en el Centro Nacional de las Artes, dos historias para jóvenes que nos hablan de la identidad, las pertenencias y el miedo; de estos temas, así como de la poesía, la muerte y la violencia, nos habla el creador mexicano.

Pocos son los montajes teatrales en México cuyas temporadas agotan las taquillas y generan gran impacto en el público. Uno de los creadores que tiene esa fortuna es Hugo Arrevillaga, considerado uno de los mejores directores mexicanos. Entre sus trabajos destaca la tetralogía La sangre de las promesas, conformada por Litoral, Incendios, Bosques y Cielos, del autor de origen libanés Wajdi Mouawad, con quien ha entablado un diálogo creativo en los últimos años. Arrevillaga ha recibido reconocimientos como mejor

Por

ESGRIMA

¿Cómo se lleva a la escena una carta de amor, como lo es Camino para recuperar mi rostro? Estamos muy contentos por esta producción. La posibilidad de hacer teatro en México es motivo de regocijo, pues cada día es más difícil contar con recursos y espacios. El montaje actual prácticamente lo financiamos y el Centro Nacional de las Artes (Cenart) nos abrió sus puertas. Nos entusiasma más porque Camino para recuperar mi rostro es casi un estreno mundial. Está basada en Rostro recuperado, de Wajdi Mouawad, novela escrita entre 2002 o 2004 que nunca había sido llevada a escena. La historia narra su exilio a los siete años de edad y su llegada a Canadá. Al leerla, detecté en momentos que parecían ser cartas de amor a personajes que han habitado posteriormente sus piezas teatrales. Identifiqué fragmentos de Alphonse, Pacamambo, Incendio, Litoral, Bosques y hasta de Cielos. Noté cómo a partir de eventos autobiográficos, Mouawad ha desarrollado personajes e historias que luego conformaron la tetralogía Sangre de las promesas. Entonces, Camino para recuperar mi rostro es una carta que hemos escrito para acercar al público a los personajes de Mouawad. Sedientos es un texto que montamos cuatro años atrás pero esta ocasión trabajé en una revisión exhaustiva con el fin de situarla en estos tiempos que vivimos. ¿Qué le da la obra de Mowauad a la realidad que vive México? A mí me sorprende la manera tan contundente y poética, pero no abstracta, que hay en Mowauad. Digamos que nos enfrentamos, particularmente los jóvenes, a la velocidad a la que corre la información y nos conf unde, ya no es tan fácil escuchar lo que nos dice el silencio. En un encuentro organizado por Enrique Olmos en el estado de Hidalgo, para jóvenes de distintas partes del país, me preguntaba qué le puede dar a un joven el teatro hoy en día. Llegamos a la conclusión de que en estos tiempos, cuando un joven tiene en su mano un dispositivo que le permite en tres segundos dar la vuelta al mundo, el teatro tiene que mostrarle que frente a él aún hay seres humanos; que la amistad no es un número de seguidores. La

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ALICIA QUIÑONES

amistad es y será una historia. Y el teatro sigue teniendo esta manera de llevarnos a una profunda reflexión, frente a frente, de arrojarnos al encuentro con fantasmas que creíamos olvidados. ¿Cuál es la respuesta de los jóvenes? Hay una parte que me parece hermosa, porque es como si algo se les filtrara. El teatro todavía tiene la posibilidad de atrapar la mirada del espectador, como una especie de remanso donde se puede observar la vida. No tenemos grandes estrellas de cine, ni efectos especiales, así que sólo debemos apostar por la naturaleza del teatro, basada en la imaginación, la palabra, en el poder imaginativo del actor y del espectador. De esa manera construimos un puente entre el artista, la historia y el espectador; una especie de acto comunitario en el que ambas partes imaginan la historia. Los jóvenes espectadores se dan cuenta de que todavía pueden imaginar, pese a todo el ruido que hay alrededor y pese al mundo virtual. Esa parte a mí me complace como artista: parece que esta sociedad necesita volver a creer en sí misma y particularmente en el sentido creativo. Es decir, si todos logramos entender que somos capaces de crear, creo que habría menos violencia y más compasión frente al otro. Es casi una tradición perdida que un director apueste por un autor. ¿Qué te ha llevado a retomarla? Creo que Mowauad y yo hemos establecido un vínculo de mucha fidelidad. Él, por fortuna, sigue teniendo confianza en mí. Está, me parece, agradecido con la labor que hemos hecho muchos artistas en México con su obra. Lo que a mí me mantiene cerca es su poesía. Su obra me parece una especie de ojo de agua del que brotan y brotan imágenes que me permiten, en un principio, indagar en mi propio tiempo, en mi persona y en las relaciones que establezco con el mundo. Al darme cuenta de la potencia que tienen sus historias para hacerme reflexionar o soñar, quiero llevarlas a los demás. He trabajado con muchos otros autores, pero

CUANDO UN JOVEN TIENE EN SU MANO UN DISP OSITIVO QUE LE PERMITE EN TRES SEGUNDOS DAR L A VUELTA AL MUNDO, EL TEATRO TIENE QUE MOSTRARLE QUE FRENTE A ÉL AÚN HAY SERES HUMANOS.”

evidentemente Wajdi Mouawad es para mí uno de esos de bastiones que me fortalecen como artista. Su obra desafía todo el tiempo mi nivel de pensamiento artístico, mi discurso y reflexión; todo el tiempo me obliga a estar actualizado políticamente, y aún me permite regresar a mi infancia. Cuando leo sus historias me incita a la rebeldía, a lo amoroso y lo poético; me reencuentro con aquellos fantasmas que creo olvidar en mi existencia cotidiana. ¿Cómo has manejado la realidad mexicana y la que plantea el escritor de origen libanés? Con el paso de los años, es asombroso ver cómo aquello que narramos en Incendios —esta pieza se montó hace aproximadamente siete años—, de pronto nos avasalló. Es decir: en aquel momento los actores tenían que imaginar una situación de violencia para avistar esa historia que narraba la guerra civil en Líbano, sin saber que un par de años después se emprendía la lucha contra el narco y esas imágenes iban a ser parte de la vida cotidiana en este país. Ver cómo todo el panorama en nuestro país se ha distorsionado me obliga a mí, como creador, a ser más intuitivo de alguna u otra manera con estos discurso discursos. El año pasado tuve la posibilidad de producir Las lágrimas de Edipo, donde un joven de 15 años es asesinado a manos de dos policías, y cuando recibí ese texto sucedió la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, y me di cuenta de que yo no podía evadir la situación. Le pedí ese permiso a Mowauad, aceptó y la adaptamos; fue una manera para nosotros de decir, “aquí estamos y como artistas queremos poner el foco de atención en lo que le pasa a la sociedad”. Las lágrimas de Edipo se narró desde la historia de Julio Cesar Mondragón y los precios en taquilla se donaron a su familia. C Arte digital > STAFF >La Razón

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