FR ANCISCO HINOJOSA DIARIO DE DOS DÍAS
CARLOS VEL ÁZQUEZ EL HOMBRE DIVIDIDO
ESGRIMA
FERNANDO DE L A MOR A
El Cultural N Ú M . 1 3
S Á B A D O
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[ S u p l e m e n t o d e La Razón ]
LETRAS DE EUROPA CENTRAL REGRESO A JOSEPH ROTH
José María Pérez Gay
POESÍA
Zbigniew Herbert Krisztina Tóth
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El Cultural SÁBADO 12.09.2015
El Cultural emprende un recorrido por tres figuras de la cultura centroeuropea, escritores originarios de Austria, Polonia, Hungría. De entrada, rescatamos la intervención de José María Pérez Gay durante una mesa redonda en homenaje a Joseph Roth (el 20 de septiembre de 1994), a quien dedica un capítulo en su gran libro de ensayos El imperio perdido (1991). Lejos de reiterar lo que ya había escrito, Pérez Gay abunda en su conocimiento, aporta nuevos datos, referencias y puntos de vista que pueden leerse como una suerte de colofón o epílogo: un encuadre final sobre Joseph Roth en su imperio perdido.
REGRESO
A JOSE PH ROT H JOSÉ M A R Í A PÉR EZ GAY
T
odo lo que sé de Joseph Roth ya lo escribí en El imperio perdido. Pero recuerdo que en el año de 1966, durante un semestre en la Universidad Libre de Berlín, conocí a David Bronsen, el biógrafo de Joseph Roth, y mantuve con él una larga relación. En aquel momento, Bronsen estaba dedicado a escribir esa biografía. Yo olvidé a Bronsen, como también olvidé su biografía del escritor. Leí por aquella época dos novelas de Joseph Roth, y cuando tuve la idea de escribir ese libro que se iba a llamar El imperio perdido —uno de sus capítulos estaría dedicado al escritor austriaco—, me trasladé a Viena y pude acceder al archivo de Roth, que se mantiene en parte y en reserva.
UN BIÓGRAFO EN CIERNES Y UN MITÓMANO Un amigo mío, Manfred Reichhardt, tenía acceso al archivo y así pude leer algunas cartas que no se habían divulgado. Me encontré, a primera vista, con la tesis de David Bronsen sobre “el mitómano”. Claro, lo digo de antemano: yo a Roth no le creo ni una sola palabra. Le creí en la medida en que lo conocí más. Creo que la mejor forma del respeto que se puede tener ante Joseph Roth es no creerle nada. Una forma de respeto que es también una devoción. Me encontré con párrafos que no
cité en el ensayo sobre Joseph Roth: eran demasiado íntimos, demasiado secretos, y me pareció que no era correcto citarlos. Como sabemos, Friedl, la esposa de Joseph Roth, perdió la razón, en un proceso de locura que destruyó físicamente a Roth durante muchos años. Cuando Friedl se encontraba en el manicomio, en un cuarto forrado de caucho y con una camisa de fuerza, Roth escribió una carta a Stefan Zweig —quien tuvo a bien no publicarla y que Bronsen no menciona—, donde le cuenta sobre la recomendación del médico para los ataques de furia de su esposa: que le hiciera el amor, aun con la camisa de fuerza puesta, porque era el único modo de calmarla. Roth afirma que lo hizo tres veces, si mi memoria no me engaña. Claro, no le creí ni una sola palabra: me pareció imposible que Roth entrara al cuarto forrado de caucho, viera en camisa de fuerza a la mujer con quien había vivido durante doce años y le hiciera el amor para calmarla. De igual modo, nunca le creí lo que en otras cartas inéditas afirma sobre su relación con una mujer que no aparece en la biografía de Bronsen, pero que jugó un papel muy importante en el periodo de 1925 a 1935: una prostituta que, según afirma Roth, se hizo cargo de mantenerlo. Esto me llevó, claro, a la conclusión de que yo era un biógrafo en ciernes ante un mitómano. Pero, ¿quién dice
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“ROTH NO ERA UN MITÓMANO SINO UN GRAN ACTOR, UN HISTRIÓN. BUENA PARTE DE LA LITERATURA AUSTRIACA DESDE PRINCIPIOS DEL SIGLO xx ACUDE AL HISTRIONISMO Y EL SENTIDO DRAMÁTICO, LA REPRESENTACIÓN COMO UN PIVOTE FRENTE A LA DESESPERACIÓN.” esta palabra? En alemán, Mythoman suena raro, pero Bronsen la utiliza. Es una palabra ajena que aplicada al alemán puede referirse a un creador de mitos, un maniático de los mitos. Es decir, no tiene el mismo sentido que en las lenguas romances, sino un significado patológico. Yo creo que se sataniza demasiado a Joseph Roth al definirlo como un mitómano. Era un mentiroso irredento, sí. Pero yo creí ver algo que Bronsen no vio y me parece —vanidades aparte— que tengo razón: Roth no era un mitómano sino un gran actor, un histrión. Buena parte de la literatura austriaca desde principios del siglo xx acude al histrionismo y el sentido dramático, la representación como un pivote frente a la desesperación. Esta capacidad histriónica, en Roth, aparece en el periodista deslumbrante, el novelista y el narrador consumado. No he puesto por escrito que esa capacidad de histrionismo —camaleonismo, le llamó Héctor Orestes— me recuerda siempre la situación en la que Joseph Roth vivió toda su vida: el desterrado, el desposeído, el desalojado, el desamparado que debe recurrir a ese camaleonismo. Woody Allen llevó al cine la vida de un personaje, Zelig, una invención y una genialidad. Pero no es posible transformarse como ocurre en el cine de Allen. En el caso de Roth, el histrionismo apunta a una facultad inaudita que encuentra en Elias Canetti su expresión más justa: la capacidad de las transformaciones. Dentro de su patología, Roth nunca perdió la capacidad de transformarse. Una capacidad inaudita de metamorfosis como vía de supervivencia. Lo que Canetti ve como un peligro es que nuestras transformaciones desaparezcan, que a medida que la racionalidad, la globalización, etcétera, tomen una parte de ese terreno, nosotros perderemos nuestra capacidad de transformación, y eso es precisamente lo que Roth veía bajo la lente de su histrionismo.
“EL HOTEL FOYOT FUE PARA ROTH, POR DECIRLO ASÍ, EL CENTRO DE SU RODAJE CINEMATOGRÁFICO. DESDE AHÍ, ROTH EMPRENDIÓ LAS ÚLTIMAS Y DIVERSAS CRUZADAS DE SU VIDA.”
Hace veinte años, en París, pasé por la rue Tournon, donde el restaurant Tournon existe todavía. Arriba hay una placa que pusieron sus amigos y dice: “Joseph Roth, escritor austriaco, 18941939, muerto en el exilio”. Enfrente hay un local, un terreno casi vacío, la mitad es un estacionamiento y en la otra hay un árbol muy hermoso, donde se encontraba el Hotel Foyot. En ese hotel, de una larguísima tradición en Francia, se hospedó Hegel durante una época. Ahí vivió Rilke, murió Radiguet y vivieron dos o tres escritores alemanes. El Hotel Foyot fue para Roth, por decirlo así, el centro de su rodaje cinematográfico. Desde ahí, Roth emprendió las últimas y diversas cruzadas de su vida. Ahí decidió el último tratamiento anti-alcohólico, que desde luego fracasó; ahí decidió su último viaje a Viena, para solicitar al entonces presidente que abdicara y dejara su lugar al nuevo emperador; Roth se convertiría en una especie de secretario de cultura. Pero todo esto sería más o menos la imaginación de una última derrota, verdadera y profesional.
EL DUEÑO DE LAS METAMORFOSIS Sus transformaciones continuaban, y en la medida en que yo me adentraba en todas estas manifestaciones del personaje Roth, todas estas apariciones diferentes unas de las otras, recordé el principio de la autobiografía de Elias Canetti, La lengua absuelta, donde recuerda que a los seis años le contaba historias a las figuras de los tapices en la pared, porque creía que eran personas y le hablaban, conversaban con él. Años después, el niño Canetti contaba largas historias, sobre todo de guerra o, más precisamente, historias de la superación de la guerra. Estas historias que Canetti le contaba a sus hermanos una y otra vez, casi siempre estaban determinadas por un hecho esencial en la vida del futuro autor: que todos los soldados muertos, los caídos en la batalla y los villanos inclusive, recobraban la vida y resucitaban. Y este tema del niño Canetti será el tema final del escritor Elias Canetti.
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“LA FIGURA DE JOB Y SUS TRANSFORMACIONES EN JOSEPH ROTH NOS INFUNDEN, SI NO LA ESPERANZA, SÍ LA SEGURIDAD DE CREER QUE LO ÚNICO CIERTO ES AQUELLO QUE NOS REBASA, NUESTRA PROPIA INCERTIDUMBRE.” ¿Cuál es el tema de Joseph Roth desde un principio? ¿Eso que estaba en germen desde su infancia y que defiende hasta el último momento? Pese a la huida sin fin, pese a su increíble alcoholismo, a su desdicha permanente, él es el dueño de las metamorfosis. Y como “dueño de las metamorfosis” quiero decir que a pesar de la desdicha, de todas las catástrofes por las cuales pudo pasar, siempre conservó intacta la capacidad de vertirse por escrito, transformándose. Esto, me parece, es el pivote esencial en Roth: más allá de su patología —como lo quiere Bronsen—, de la mitología oriental —como lo quiere Claudio Magris—, en todo momento Roth apunta a una nueva fase. El 25 de mayo de 1939 escribió su último artículo para un periódico, titulado “El olmo de Buchenwald”, que por desgracia no se pudo publicar. En 1939, el campo de concentración y exterminio de Buchenwald no era lo que fue en 1945: uno de los lugares principales de la masacre. Pero Joseph Roth recuerda que ahí, en Buchenwald, Johann Wolfgang von Goethe paseaba con Madame Stein. Sin saber los datos exactos de lo que pasaba en Buchenwald —ya que en 1939 aún no se sabía nada, y la solución final aún no había comenzado, ni el exterminio en forma industrial y masiva que ocurrió después—, Roth hace una reflexión que me parece interesante: Buchenwald es un campo de concentración que recuerda el olmo de Goethe y poco a poco acaba con los olmos de Goethe, como los enemigos reconocidos del sistema político. Y esta reflexión me lleva a su novela Fresas, una novela inconclusa que no se ha publicado en español. En ningún lugar lo encuentro más histriónico, más dueño de la metamorfosis que en esta novela. ¿Cuáles son sus componentes? El personaje principal es de la Galicia oriental donde Roth nació, Brody, esta ciudad invisible. El personaje habla de Brody y en realidad es un pícaro histriónico llamado Kroj, quien —judío errante— termina en Buenos Aires bajo otro nombre. Pero este judío errante es algo más: tiene la capacidad de la metamorfosis, de transformarse. Y este pícaro que es el histrión repite exactamente el estado de ánimo de Roth entre 1935 y 1939. Una desgracia corporal: el alcohol lo había devastado —no tenía estómago, de hecho—, los delirium tremens se multiplicaron; un estado de desdicha y destrucción corporal que llegaba, por así decirlo, al fondo de su inaudita capacidad de transformación. Hay un diálogo en el que una mujer le pregunta a Kroj si cree en Dios. Y Kroj le responde: “Dios es todo aquello que pudo haber sido”. Yo creo que si le hacemos justicia
al personaje y al escritor Joseph Roth, esta definición lo consuma todo. En efecto, Dios fue para él todo lo que pudo haber sido. La Galicia que perdió, la huida sin fin, la mujer que nunca enloqueció, Job que regresa. En todas las etapas del pensamiento y la escritura de Roth cabe esta penosísima definición de Dios que Kroj le dice a una mujer: “Todo lo que pudo haber sido” —porque la última esperanza que podemos tener, diría Roth, encarna en lo que nos rebasa y no veremos, cuando la historia desconoce las leyes y las perspectivas no son claras. La figura de Job y sus transformaciones en Joseph Roth nos infunden, si no la esperanza, sí la seguridad de creer que lo único cierto es aquello que nos rebasa, nuestra propia incertidumbre. Creo que ese es el mayor ejemplo de que Roth es más contemporáneo que nunca. Las mentiras fueron los detalles que él añadía a la realidad. Pero en eso queda. Más allá de esos detalles que añade a la realidad de sus sueños incumplidos está su inaudita capacidad de transformación, que comparte con Karl Kraus, con Robert Musil, con Hermann Broch y sin duda con Arthur Schnitzler. En este sentido, una buena parte de la literatura austriaca de principios del siglo xx me parece una gran avalancha de histrionismo. No en vano, Canetti vuelve a ella y al ser un poco el albacea de su herencia se convierte en el dueño, el protector de la metamorfosis. Si perdemos nuestra capacidad cotidiana de transformarnos, perdemos todo lo que podemos tener en un
mundo donde las esperanzas siempre han sido sólo esperanzas. Ese es el mayor ejemplo que nos brinda Roth y que puede sobrevivir en la medida en que nosotros lo frecuentemos como sus lectores. Siempre que pienso en Roth recuerdo un poema de Bialik, uno de los grandes creadores del hebreo contemporáneo que cito en El imperio perdido. Según Bialik, había ciudades perdidas del exilio, remotas ciudades de la diáspora, olvidadas, en donde Dios había salvado un pequeño resto del desastre y donde la llama antigua seguía ardiendo. Y esa llama, frente a ese desastre, no puede ser sino la capacidad de transformación que no sólo compete a los escritores sino a todos nosotros, como única defensa frente al veneno lento que es la realidad.
UN AUTOR PARA EL SIGLO XXI El francés que Joseph Roth hablaba era perfecto y, en ese sentido, su mitomanía y su histrionismo lo llevaban también a zonas desconocidas. Es decir, podía hacerse pasar por francés sin problema. Escribía un francés, como se ve en sus cartas, impecable. Era un gran lector de Stendhal, un espléndido lector de Flaubert, conocía muy bien la literatura francesa y uno de los lugares más conflictivos entre las culturas europeas, que es la línea de demarcación entre Francia y Alemania o la cultura alemana, por así decirlo —incluida la austriaca—, que encuentra en Roth una espléndida solución de continuidad; la única e —como la llamó Gilda Waldman— insaciable sed demorada que tuvo fue el idioma. Su claridad al escribir en alemán viene de su dominio del francés. La palabra alemana erzählen significa narrar, pero un “narrador” en alemán tiene un sen-
“SEGÚN ROTH, EL CINE NOS HA DESCUBIERTO UNA DOBLE REALIDAD: LO QUE OCURRE EN LA PANTALLA NO ES SINO LA COPIA DE UNA REALIDAD QUE EN SÍ MISMA NO EXISTE. LOS SERES HUMANOS QUEDAN CAUTIVOS, REHENES, POR ASÍ DECIRLO, DE UNA MAGIA QUE ELLOS MISMOS HAN INVENTADO Y QUE SE LLAMA EL CINEMATÓGRAFO.”
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tido más complicado que en las lenguas romances. Si pienso en Theodor Fontane hablo de un buen narrador, no un novelista. José y sus hermanos es una gran novela de Thomas Mann y que me perdone Mann, pero sus grandes narraciones de La montaña mágica, es decir, los grandes momentos en que despliega su indudable capacidad narrativa, son siempre los de un yo absoluto que se ve a sí mismo cuando ve la realidad. Y de regreso a Joseph Roth: una literatura muy complicada que sin embargo parece ligera. Ese es el problema cuando uno lee algún cuento de Joseph Roth y no hay mejor prueba del narrador que las traducciones: sean en inglés, en francés, en italiano, fluyen como el agua. ¿Y cuál es el secreto? Es, precisamente, el de un narrador irrepetible en la literatura alemana —no austriaca, sino alemana. ¿Por qué? Porque los austriacos tienen esa levedad que Italo Calvino enuncia, en sus Seis propuestas para el próximo milenio, como una herencia para el siglo xxi. La levedad en sí de Roth era tal que la gente no la notaba. Pasaba sin hacerse notar. La marcha de Radetzky es un libro tan bien armado —el único libro en el que empleó todo sus recursos— que demuestra su calidad de gran novelista sin hacerlo notar. Pero uno lee Tarabás, La telaraña o algo de sus comienzos y siente el secreto del gran narrador. Lo mismo sucede al revisar sus artículos periodísticos; el reportaje y el ensayo se entrecruzan por igual: sus fronteras —por así decirlo— son fluidas. Entre sus últimos artículos para periódicos hay una serie que escribió hacia 1935 que incluye una de las más profundas reflexiones que conozco sobre el cine, desde el punto de vista de un narrador. ¿Qué películas había visto en 1935? Seguramente M, el maldito con Peter Lorre, o Nosferatu y demás, pero lo interesante es cómo transforma el tema del cine y afirma que es la caverna platónica. En efecto, no hay mejor metáfora que el cine para explicar el mito de la caverna de Platón, que es como una función de cine. Según Roth, el cine nos ha descubierto una doble realidad: lo que ocurre en la pantalla no es sino la copia de una realidad que en sí misma no existe. Los seres
“NINGUNA NOVELA SE TERMINA Y MENOS AÚN LAS DE ROTH: ES UN HECHO QUE NO LE INTERESABA TERMINARLAS, SINO SALTAR DE UNA A OTRA EN LA MEDIDA EN QUE ESO LE PERMITÍA VIVIR.” humanos quedan cautivos, rehenes, por así decirlo, de una magia que ellos mismos han inventado y que se llama el cinematógrafo. Nadie como Woody Allen —otra vez— ha llevado esta idea a la perfección, en La rosa púrpura del Cairo, donde un personaje pasa de la sala a la pantalla. Precisamente, Joseph Roth era capaz de entrar a sus narraciones y eso me lleva a otra idea: que las novelas de Roth son polifónicas en el mejor sentido de la palabra. Es decir, los personajes hablan, dialogan entre sí y con el autor. Siempre dialogan con el autor. En este sentido es aún más contemporáneo, pese a que los críticos literarios alemanes y austriacos —tan pesados como una losa— condenaban sus novelas con el argumento de que no están “terminadas”. No, claro que no: ninguna novela se termina y menos aún las de Roth: es un hecho que no le interesaba terminarlas, sino saltar de una a otra en la medida en que eso le permitía vivir. Hemos hablado aquí del personaje, aunque no mucho del infierno tan temido de Joseph Roth que fue el alcoholismo, el único obstáculo real para sus transformaciones y la única fuente de la más profunda angustia que él conoció. El único peligro real, como lo anuncia en una carta; el que lleva adentro, lo destruye poco a poco y no se ha considerado en serio. Un suplemento reciente de El País vuelve a decir que tomó una pistola y se suicidó. Bueno, sí, se suicidó, pero muy lentamente, como él lo quería. En su famoso ensayo “Contra los suicidas” señala que suicidarse es un acto de cobardía; hay que morir muy
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lentamente, como un alcohólico, lo que es una manera de vivir. De ahí la levedad y el carácter inconcluso de sus novelas. El asunto es cómo llega, cómo parte de su A para llegar a su Z. Eso es lo irrepetible: escribir con tal facilidad, con tal maestría. Son pocas las frases de Joseph Roth en alemán con tres o cuatro verbos al final. Por eso se lee con tal fluidez, con tal facilidad. En cambio, yo he leído hasta ocho verbos al final de una frase en Thomas Mann, sin contar las frases subordinadas o intermedias. El de Roth es un alemán muy enriquecido por el contacto con idiomas extranjeros que lo vuelven mucho más legible que Thomas Mann, Robert Musil o Hermann Broch —con su enorme presencia—, debido a que Joseph Roth es un autor que se dedicó a escribir periodismo, literatura de todos los días. Toda la fórmula del “nuevo periodismo” estadunidense de los años cincuenta y sesenta ya estaba en los años veinte de Joseph Roth y en Chesterton. Con Roth y Chesterton el periodismo es la mejor literatura. Eso hizo él, sin sentimientos de culpa. ¿Y qué nos queda? La poesía novelesca en acción —como quiere Kundera— que lo hace tan fácil y tan leve. El interés de sus lectores, porque las ediciones se multiplican. Un gran periodista, un gran escritor y también un novelista. Y en eso radica la grandeza, el genio de Joseph Roth.
“TODA LA FÓRMULA DEL ‘NUEVO PERIODISMO’ DE LOS AÑOS CINCUENTA Y SESENTA YA ESTABA EN LOS AÑOS VEINTE DE JOSEPH ROTH Y EN CHESTERTON. CON ROTH Y CHESTERTON EL PERIODISMO ES LA MEJOR LITERATURA.”
EN 1913 JOSEPH ROTH era un estudiante de la Universidad de Viena. De su paso por las aulas se recuerda que durante seis semestres fue el estudiante más brillante en Literatura Alemana. Inició su carrera universitaria de modo entusiasta, pero al poco tiempo desertó para dedicarse al periodismo. “En la Universidad yo quería ser elegante”, escribió. “Tener trajes cortados a la medida y viajar a todas partes: un hombre de mundo. Me faltaba dinero para los viajes, la verdadera elegancia y las aventuras. Entonces tuve que fingir. Me dediqué a leer, observar y mentir. Mentí demasiado. Relataba hábilmente viajes azarosos, inventé ciudades y personajes. Con el tiempo aprendí el verdadero oficio del escritor y del mitómano: el modo de narrar las cosas. Me di cuenta de que la gente creía esas historias y de que me tenía por más inteligente de lo que realmente era. Fue entonces cuando sentí miedo y culpa." JOSÉ MARÍA PÉREZ GAY, El imperio perdido, Cal y arena, 1991.
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ZBIGNIEW HERBERT (1924 -19 9 8)
“ C O M O U N A A PA R I C I Ó N
EN UN ESPEJO” N OTA Y T R A D U CCI Ó N DE R AFAEL VARG A S
N
acido el 29 de octubre de 1924 en la ciudad de Lwów, entonces parte del oriente de Polonia (desde 1945, tras la Segunda Guerra Mundial es parte de Ucrania), Zbigniew Herbert es uno de los grandes poetas de nuestro tiempo, todavía insuficientemente conocido en nuestro idioma, aunque eso empieza a cambiar, pues buena parte de sus libros de ensayos ha sido ya traducida al español. Existe también una versión de su poesía reunida impresa en el 2012 bajo el sello de Lumen, en España, en traducción de Xaverio Ballester —no obstante, por alguna misteriosa razón no ha llegado un solo ejemplar a México, como casi nada de lo que en España edita esa casa. Herbert publicó sólo nueve libros. Los poemas que ahora presentamos pertenecen a tres de ellos: “Banquillo”, a Cuerda de luz (1956); “Café” y “Seda de un alma”, a Hermes, el perro y la estrella (1957), y “Juramento”, a Rovigo, el octavo de ellos, publicado en 1992, seis años antes de su muerte. Rovigo es el nombre de una pequeña ciudad con una estación de trenes por la que Zbigniew pasó muchas veces sin descender jamás en ella (“era sólo un lugar que vi acercarse o alejarse en la distancia”). Es
un libro con un tono testamentario, de quien hace el balance de su vida y sabe ya qué hizo y qué no va a hacer. Desde esa perspectiva escribió “Juramento”, poco tiempo después de haber cumplido sesenta años de edad. La extraordinaria obra de Herbert, transida por la convulsa vida de Polonia en el siglo xx, no suele abundar en poemas amorosos ni en reflexiones íntimas. Es mucho más común encontrar en sus páginas irónicas meditaciones sobre la historia —como lo ilustra aquí el caso de “Café”— y sobre la política. Eso le confiere un carácter especial a “Juramento” que, al igual que los demás poemas, me atrevo a parafrasear a partir de la versión en inglés de Alissa Valles, poeta y traductora que vive en Varsovia, responsable de la publicación en inglés de la poesía reunida de Herbert (Ecco Press, 2007). Pido al lector que acepte con benevolencia este recurso, que me parece permisible dada la escasez de traductores del español al polaco —aunque, por supuesto, no ignoro que ahí está Gerardo Beltrán, el impecable traductor de Wyslawa Szymborska al castellano. Por fortuna, un poema excelente sobrevive siempre, aun a versiones hechas a trasmano. Éstas aspiran sólo a llamar la atención hacia la hermosa y sabia poesía de Herbert.
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BANQUILLO Al final es imposible mantener oculto este amor pequeño cuadrúpedo con patas de roble piel hirsuta y fresca más allá de toda expresión objeto cotidiano sin ojos pero con un rostro en el que la rugosa veta indica un juicio maduro pequeña mula gris la más paciente de las mulas su pelambre se ha raído de tanto ayuno y mi mano sólo palpa un dejo de encrespada crin cuando le pongo la mano encima por la mañana. —Sabes amigo mío había charlatanes que dijeron: la mano le miente al ojo le miente cuando toca formas huecas era gente mala y envidiosa quería atrapar el mundo con el señuelo de la negación cómo expresarte mi gratitud mi asombro acudes siempre al llamado del ojo tu gran inmovilidad explica con burdos signos a nuestro pobre intelecto: soy genuino —por fin la fidelidad de las cosas nos abre los ojos.
SEDA DE UN ALMA
CAFÉ De pronto te das cuenta de que nada queda en tu copa: te has llevado un abismo a los labios. Las mesas de mármol flotan a la deriva como témpanos. Sólo los espejos miran a los espejos —sólo ellos creen en el infinito. Es momento de marcharse; no hay que esperar a que la araña dé su salto letal. Esta noche podrás volver para observar a través de la reja de metal la transformación del sitio: un matadero atroz. Sillas y mesas bestialmente aniquiladas yacen con las patas tiesas en el aire polvoriento.
JURAMENTO Nunca las olvidaré jóvenes mujeres muchachas que pasan vislumbradas de repente entre la multitud en escaleras en un bazar en el laberinto del metro a través de las ventanillas de vehículos —como un relámpago de verano —un pronóstico de buen clima —como un paisaje embellecido por el reflejo en un lago —como una aparición en un espejo cuando lo que es y lo que no es más que una intuición celebran sus esponsales —en un baile mientras gradualmente la orquesta se extingue y el alba planta velas apagadas en las ventanas Nunca te olvidaré —fuente pura de alegría— yo también viví gracias a tus ojos de ciervo —labios ajenos manos morenas que a la manera de una caricia separaban los platinados peces Joven muchacha de las Antillas tal vez a la que mejor recuerdo avistada sólo una vez chez le marchand de journaux Te miré sin aliento mudo por miedo de que te alejaras y por un momento pensé que si me fuera contigo cambiaríamos el mundo No te olvidaré nunca sorprendida vibración de pestañas indescriptible inclinación de la cabeza nido en la palma de la mano en mi fiel memoria repaso intactas místicas caras sin nombres y una rosa con cabello negro
Jamás hablé con ella sobre el amor o la muerte Cuando nos embebíamos uno en el otro entre nosotros sólo existían el mudo tacto y el gusto ciego Luego yacíamos lado a lado Tengo que hurgar dentro de ella para ver qué es lo que hay en su centro Cuando duerme con los labios entreabiertos asomo y qué creen qué creen ustedes que veo Pensé que encontraría ramas que encontraría un pájaro Imaginaba una casa junto a un gran y silente lago pero ahí tras una vitrina alcancé a ver un par de medias de seda Dios mío le compraré esas medias voy a comprárselas pero qué quedará entonces tras la vitrina de su alma acaso algo que no podrá tocarse ni con la caricia de un sueño
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Hija de una madre orfebre y de un padre comerciante, Krisztina Tóth (Budapest, Hungría, 1967) pasó su infancia dibujando para después dedicarse al estudio académico de la escultura y, a partir de sus treinta años, a la fabricación de vitrales emplomados, en apariencia como oficio que le permitió ganarse la vida durante más de una década, pero en lo íntimo como una manera refinada de explorar las formas, de estar en contacto con una materia moldeable de enorme delicadeza. Aunque también estudió Letras, esos inopinados orígenes son muy perceptibles en la voz de una de las poetas más destacadas de las letras centroeuropeas actuales, una autora dueña de un magistral dominio de las estructuras poéticas y de las imágenes que se transmutan, nunca son lo que parecen y muestran diferentes intensidades lumínicas. Los poemas de Tóth recogidos en las páginas siguientes proporcionan una espléndida muestra al respecto.
(Nota de Héctor Orestes Aguilar).
SOMBR AS DE BU DA PEST A N TOLOGÍ A POÉT IC A P ORTÁT I L DE K R I SZ T I N A T Ó T H TRADUCCIÓN DE YVONNE MESTER Y ENRIQUE ALDA
JURAMENTO EN LA CALLE ROTTENBILLER
NOCHEVIEJA Otro año que me he quitado de encima está a punto de irse con su disfraz de nieve. Sé que estás, aunque no aquí, no conmigo, y aun así todo está bien: luego existes.
Lancé una moneda al pozo de la noche: “Juro que no volveré jamás tra la la, adiós calle Rottenbiller”. Pasó volando por encima de la barandilla.
En la frontera de parajes imaginarios y manipulables hay otra noche y al mirarte en mis pensamientos sólo vi gente extraña.
Portazo, cierran la entrada. Vuelvo para echar un vistazo. El humo del último cigarrillo, incertidumbre. Un cerillo en el aire.
Aunque, si vaciara mi bolso, sólo aparecerían cosas extrañas. Pañuelos, llaves, un carné mojado, ¿me reconocerías en ellas?
La luz de una lámpara cae al patio. Pasillo, sonido de pasos. Cortinas de encaje que se mecen, noche colgada en la galería.
¿Podrías decir sin más si es mío sólo con ver un zapato? ¿O reconocerme —yo podría— en un abrigo colgado incluso antes de que entrara? Contemplo la habitación como un espejo: tan espaciosa y familiar en su extrañeza, mi otra existencia inexistente, debería pasar esta noche durmiendo, debería dormir durante años pesados. Sumérgete, sumérgete, no vengas a mi mente: si me preguntan cómo me llamo no quiero pensar en tu nombre.
... sigo llevando una vida difícil, en un fino alambre que empieza a sonar como un violín, marioneta, si deseo escapar...
ALFOMBRA
Dios te bendiga, calle Rottenbiller. Corro bajo la lluvia para tomar un taxi, empieza a diluviar, nunca amainará, algo me arrastra hacia atrás. J’ai tant rêvé de toi...
R OBE RT DESNOS ¿Por qué le prometí en sueños que le tejería una alfombra? Daba vueltas en la cama no sabía cómo empezar perdona te mentí porque te deseaba jamás he sabido tejer ni hilar. La he imaginado tantas veces que ha dejado de ser real sólo es oscuridad de la noche que se deshila vana ni siquiera sé cómo es de cerca ni la he visto sólo adivino cómo un hilo se abraza al otro.
Abro mi abrigo empapado y dejo pasar el viento: moneda que rueda, promesa que gira, da vueltas, se pierde y regresa.
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SOMBRAS DE BUDAPEST I Cae el neón de la luna, cielo ardiente sobre la nieve. Gira, retrocede. Desvelo, reloj de frente. II Cruzar el puente, camino de Buda. Ni río ni sueño, vigas de hierro, peregrinaje en el agua. Me apresuro, pues mi casa soy yo. III Camina en el negativo de la calle, siempre en la dirección de origen. Entra de espaldas, en vano tañe la campana espacial del recuerdo. IV
CARPETAS
NOMBRES DE NAVÍOS
¿Te ha dolido? ¿Me oyes? No lo escuchaba. Tumbada en el sofá miraba la luz que atravesaba anillos de colores como vitrales de una iglesia azules, amarillos y rojos; nunca lo había visto en un departamento. Teníamos que darnos prisa, su madre volvía a las cinco. Me siguió dando saltitos con los calzoncillos abajo, me incliné en la bañera, él se apoyó en el lavabo. Qué lindo, ¿verdad? Por la mañana es todavía más bonito.
Pienso en ti y siempre aparecen y navegan en mí nombres de navíos otro año flota en el corazón de los charcos el primero sólo existía en mi imaginación
Tenía dieciséis años, han pasado dieciséis más, un día lo vi en el autobús rojo número siete: ... los vitrales, ¿te acuerdas?, entre el comedor y el salón, los conservaste, ¿no?... ¡Claro que no! Las hizo mi padre, eran carpetas de colores tras los cristales, las trajo de la empresa... ... aquí me bajo, voy a tomar el metro.
Si llegara a casa volviendo de la oscuridad a la oscuridad, estaría claro: es idéntico a mí. Podría existir sin duda. V La luz del azar traza una línea negra en su brazo. Está allí, se iría, pero la línea no le abandona. Permanece: tatuado titubeante.
mar, río, chalana, chalupa, galera, fragata, velero, remolcador, balsa, góndola, barca, barquilla, infinitos barcos flotan entre las nubes,
VI Minuto opaco, intento salir. Intento hacer algo para hallar la salida. Si hubiera un hilo. Si alguien lo pusiera en mi mano. Si fuera Ariadna.
en sueños una barca me lleva a las algas el liviano casco gira en el remolino, batel varado, cuerpo que se hunde pensar en ti me desfonda el alma.
VII Debería dejarlo Todo, como tú te separaste de mí, parte de mí ya no forma parte. Actúo y vivo como si me vieras.
¿Por qué los milagros siempre quedan al descubierto? Santa Claus, la cigüeña, y ahora esto...
VIII
CHANSON
Hay detalles que se pierden. A veces tienen cuerpo, a veces sólo rostro. En el interior hay un puente infinito, sin eco. Me lleva muda.
A Ernö Szív
IX
Cierro los ojos, veo los suyos Me preguntan si recuerdo Me preguntan si sí, si no sus ambarinos ojos de animal
X Foto > Judith Marjai
colman su rostro de recuerdos Me preguntan si vengo, si voy Bellos como el ascua del tiempo, los ojos de elefante de la vejez.
Llega directamente, tu sueño te lleva por una calle sin nombre. Transita entre el blanco y el negro. Me apresuro, pues tu casa soy yo.
Mira hacia abajo, al agua perezosa: cuánta profundidad en lo reciente. Silencio contemplado por la luna, sin reflejo. Desde cuándo fluye este absurdo.
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El Cultural SÁBADO 12.09.2015
Por
FRANCISCO HINOJOSA
LA N OTA NEGRA
DIARIO DE DOS DÍAS
@panchohinojosah
E
ste mes se celebra el 2005 aniversario de la Independencia de México. El presidente gritará desde el balcón del zócalo capitalino “¡viva México!” y la gente (perdón: los ciudadanos) le harán eco con verdadera convicción, antes de presenciar un espectáculo de fuegos pirotécnicos y después de comer garnachas, esquites y quesadillas. Desde el primer día del considerado “mes patrio” se venden banderitas tricolores estampadas con el águila zampándose una serpiente y se escucha la potente voz de Vicente Fernández en todos los supermercados, en los cuales los cajeros y cajeras portan vestidos típicos, bigotes y sombreros de charro. Los mexicanos solemos ser más mexicanos en estas celebraciones y también cuando juega el Tri o un director nacional está nominado para ganar un Óscar. Y así pasa y seguirá pasando también en muchos otros países que tienen uno o varios días al año para manifestar su nacionalismo. Escribo estas líneas desde Beijing (o Pekín para aquel que no se acostumbre a decir que su perro pekinés ahora es beijinés), un día antes de que China celebre el fin de la Segunda Guerra Mundial con la rendición de los japoneses. Para los chinos esa guerra comenzó el 7 de julio de 1937 con la invasión nipona de las zonas del norte y el este (Manchuria ya había sido ocupada desde 1932) y concluyó con la firma de la capitulación el 2 de septiembre de 1945. Mañana tenemos que tomar el vuelo de regreso a México. Desde que llegamos mi esposa y yo a Beijing, todos nos dijeron que era
Las Claves
LAS CASAS Y LOS NEGOCIOS DEBEN EXHIBIR EN SUS PUERTAS LA BANDERA CHINA Y OLVIDAR, ASÍ SEA POR UNOS DÍAS, LA DEVALUACIÓN DEL YUAN, LA TRAGEDIA DE TIANJIN Y LA CAÍDA DE LA BOLSA.
el mejor momento: para que el festejo se lleve a cabo se tomaron ciertas medidas: cerrar 12 mil fábricas una semana antes para disminuir la emisión de contaminantes (Beijing es una de las ciudades más contaminadas del planeta), limitar a la mitad la circulación de automóviles con el mismo propósito, restringir el paso a la plaza Tiananmen, la Ciudad Prohibida y el Museo Nacional para hacer los preparativos y suspender por tres horas las actividades del aeropuerto. Desde hoy las casas y los negocios deben exhibir en sus puertas la bandera china y olvidar, así sea por unos días, la devaluación del yuan, la tragedia de Tianjin y la caída de la bolsa. JUEVES 3 Antes de ir al aeropuerto alcanzamos a ver por televisión una buena parte del festejo. El primer desfile correspondió a los mandatarios y representantes de muchos países (entre ellos, Putin y, obviamente, Maduro), que entraron pausadamente a la Gran Sala del Pueblo, al lado de la Plaza Tiananmen, saludaron al presidente chino y su esposa, intercambiaron saludos y se tomaron con ellos la fotografía de rigor. Luego salió el mandatario, imperturbable, en un coche descubierto frente a cuatro micrófonos para recorrer los muy numerosos pelotones de militares que se apostaban derechitos a lo largo de la avenida y decir algunas palabras (¿Viva China?), que eran respondidas con vigor. Luego vendría el siguiente desfile: la exhibición ante todo el mundo del poder bélico de China con armamento de última generación —se espera poder ver un misil llamado “el portador de la muerte”— que no había sido mostrado antes a la luz pública
Foto>AP
MIÉRCOLES 2 DE SEPTIEMBRE
con un claro mensaje: ya no somos lo vulnerables que fuimos ante los japoneses hace casi un siglo. Parte del acercamiento que han tenido México y China en los últimos años se vio reflejado en el desfile, no sólo con la asistencia del embajador, sino con la presencia de una delegación de 75 personas, 30 de ellas mujeres, de la Escuela Naval, el Colegio Militar y el Colegio del Aire. Las intensas relaciones comerciales entre ambos países se vieron ensombrecidas con la cancelación del proyecto del tren de alta velocidad entre el Distrito Federal y Querétaro que fue adjudicado a una empresa china. Su enlace con México fue el grupo Higa —que tantos dolores de cabeza le ha dado al presidente, su esposa y su secretario de Hacienda—, que no está inhabilitado para concursar cuando se abra nuevamente la licitación. Después de ver el desfile, vale la pena no pensar en una segunda cancelación.
Por CARLOS O LI VA R ES B A RÓ
CRÓNICA / “GÉNERO PERIODÍSTICO de información que tiene la capacidad de interpretar los hechos”: axioma de los manuales escolares de periodismo que empobrece una modalidad literaria y periodística de grandes posibilidades expresivas. / Cronos: “Fuerza cruel y tempestuosa de caos y desorden”, según los griegos; para los romanos (Saturno): Dios del tiempo humano, regidor de los almanaques, las estaciones, las siembras y la recolección. / Chronica: obra que sigue la resolución del tiempo. Suceso narrado por la pauta natural en que ha acontecido. Rutina de un lenguaje muy personal, raso y franco. Práctica/uso de verbos de gestión, calificativos numerosos y estilo explícito. La ciudad que nos inventa. Crónicas de seis siglos, del narrador, columnista, investigador y cronista Héctor de Mauleón (Ciudad de México, 1963), accede a una prodigiosa Kronika biblio que inicia en 1509 (“El cuento de espantos más antiguo”) y termina en 2014 (“Un provinciano en Reforma”). Exactamente, 114 crónicas breves en un itinerario por coordenadas definitorias de la Ciudad de México: desde los primeros años del siglo
xvi a las primeras dos décadas del siglo xxi.
El autor de La perfecta espiral extiende su mirada sobre noches de augurios, se posa en los barandales de los balcones de los edificios del Centro Histórico, camina sobre lajas de basalto, se asoma por ventanas de inmutados vitrales, se deja empapar por la llovizna ligera de una tarde del siglo xviii, desempolva legajos de los archivos del Santo Oficio, escucha las eufonías de la campana más antigua de la Catedral (“fundida con uno de los cañones con que Cortés tomó Tenochtitlan”), ataja por la derecha una esquina que todavía huele a pan, escucha en el Mesón Vergara un gemido empañado en el óvalo de la luna del espejo, en una sastrería se prueba un casimir de cincelados azules, en una joyería adquiere una leontina de plata, siente la cachaza del humo del tabaco y el aroma del rapé en la intersección de Isabel la Católica y Venustiano Carranza…Cansado entra al cine Cosmos donde proyectan por un peso y cincuenta centavos El Halcón Maltés... Moctezuma, Hernán Cortés, Diego de Ordaz, Humboldt, López Velarde, Pedro González Trujillo, Porfirio Díaz, Benito
Juárez, Artemio de Valle-Arizpe, Juan José Baz, Ignacio Manuel Altamirano, Lerdo de Tejada, Victoriano Huerta, Salvador Novo, Manuel Gutiérrez Nájera, López Portillo, María Félix, Agustín Lara, Manuel Tolsá... / Procesión de extravagancias, runas grandiosas, enajenaciones aturdidas, develamientos sorprendentes y resplandores sigilosos que satisfacen este fárrago urbano arrendado por más de veinte millones de seres. La ciudad que nos inventa: somos estas desolaciones que nos arropan: el esplendor que defendemos: la mácula que corona el deseo... De Mauleón sabe concertar lo subjetivo con la fabulación, y, asimismo, establecer un pacto entre el relato y la conjetura: lienzos de tramas caprichosas en que la Ciudad de México se celebra a sí misma y renace en refulgencias que afrontan la intemperie y se arrebujan en la prosodia de arquetipos humedecidos por una brizna de compases de vals y ritmo de un danzón rancio iluminado por el aliento de la prosa de un autor que durante más de veinte años nos ha entregado el más procaz y amoroso rastreo de MéxicoTenochtitlan.
LA CIUDAD QUE NOS INVENTA. CRÓNICAS DE SEIS SIGLOS
Autor: Hector de Mauleón Género: Crónica Editorial: Cal y arena, 2015.
El Cultural SÁBADO 12.09.2015
EL CORRIDO DEL ETERNO RETORNO
EL HOMBRE DIVIDIDO
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CARLOS VELÁZQUEZ
@charfornication
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e comenzado a leer Los 43 de Iguala de Sergio González Rodríguez. No he concluido siquiera la segunda página cuando una aseveración me golpea. “La inadvertencia ayuda a vivir, sí, pero al final resulta una usura que no se puede pagar.” González Rodríguez habla de un hecho que no se debe callar. El genocidio de los 43 estudiantes de Ayotzinapa. Me resulta imposible no sentirme identificado con la frase. No por la misma razón (aunque al final retorne a ella). Me veo retratado en las palabras del autor porque toda mi vida la he transcurrido en la inadvertencia. Y he pagado, corrijo, estoy pagando, porque la deuda nunca termina, como afirma González Rodríguez, mi estilo de vida. En El karma de vivir al norte, un libro que no conseguí callarme, como González Rodríguez con Los 43 de Iguala, consigné cómo estuve dividido largo tiempo. Durante mis horas como padre era ejemplar. Cumplía con mis obligaciones a rajatabla. Alimentaba a la niña, la invitaba a bañarse, hacía la tarea con ella (soy un hipócrita, yo nunca la hice cuando fui estudiante) y le leía hasta dormirla. Pero apenas se marchaba de casa caía en una espiral de autodestrucción irrefrenable. Me pisteaba todo lo que se me atravesaba, me drogaba sin misericordia y me acostaba con cuanta grupi me siguiera en la borrachera. Residía en la inadvertencia. Pero lo que más me atormentaba era mi consumo de drogas. Torreón era la ciudad más violenta del sexenio y yo arriesgaba mi
UN MISÁNTROPO QUE ESTÁ SOLO ES UN HIPÓCRITA. U OTRA COSA. UN ANACORETA. EL MISÁNTROPO GENUINO DEBE ESTAR RODEADO DE PERSONAS.
El sino del escorpión El culto ogro filantrópico EL ESCORPIÓN EMERGE de su umbría cavidad en la pared para contrastar las opiniones sobre el anuncio palaciego de crear una Secretaría de Cultura. El arácnido no está para memorias, pero a mediados de los ochenta del siglo viejo anidó en la entonces Subsecretaría de Cultura, donde trabajó en el diseño de la Secretaría del ramo. Este culto ministerio proyectado por el ogro filantrópico hace 35 años fue degradado, a manos del modernizador Carlos Salinas, al estatus de un Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), de legalidad difusa pero aún vigente. Hoy los comentarios sobre el tema extrapolan las descalificaciones radicales y las celebraciones serviles, más una gama intermedia de sigilos, dudas y ocurrencias donde, por indolora corrección política, todo mundo prefiere ubicarse. “Peña quiere comprar intelectuales
integridad dos veces por semana. Me recriminaba mi hipocresía. Si tanto me preocupaba mi hija porque no dejaba de poner en entredicho mi seguridad. Se necesitaban muchos güevos para razonar: las drogas son bastante divertidas, pero es momento de renunciar. No los tuve. Me expuse hasta lo inabarcable. Salí ileso. Y escribí El karma de vivir al norte. Con quien más me identificaba en aquellos días era Jimmy McNulty, personaje de ficción de la serie The Wire. Un policía que es un padre modelo y un servidor público irreprochable, pero que en sus días libres bebe con deseos de matarse. McNulty pertenece a un cuerpo policiaco, yo escribí El karma de vivir al norte alentado por un sentido de ética culpa de mi relectura de El hombre sin cabeza. Para ser un auténtico hombre dividido debes responder a una moral. Un misántropo que está solo es un hipócrita. U otra cosa. Un anacoreta. El misántropo genuino debe estar rodeado de personas. Conseguí superar aquella etapa. Pero sólo para caer en otros patrones de inadvertencia. La Cultura del Desnudo Fotográfico, una chica con la que solía salir, me apodaba Cerveza con Vitaminas. Afirmaba que ese combo me definía a la perfección. Tiene razón. No he tenido los güevos para destruirme. Para formar parte de uno u otro bando. Y no es equilibrio. No caben las explicaciones new age. Se trata de estar dividido. De no tener la capacidad para optar por una medida u otra. Gracias a la natación conseguí desprenderme una peda infame que
me cargaba. Posterior a la consignada al principio de este texto. He adquirido el hábito de engullir las vitaminas con tragos de cerveza. No me voy a mentir a mí mismo. No voy a dejar de estar dividido. Y no dejaré de pagar una usura, con réditos, a no sé cuántos años. Porque esos son sólo dos ejemplos. Podría atiborrar cuartillas y cuartillas de circunstancias en las que también me encuentro partido. En las relaciones sentimentales, para empezar. Vuelvo a Los 43 de Iguala. Concluyo el primer apartado, “Confesión”. Vivir en la inadvertencia resuena en mi mente. Hacerme pendejo, pues. Con chequeos médicos, con las declaraciones de Hacienda, con los dead lines. La inadvertencia me ayuda un chingo a vivir. Me pregunto cuándo me comenzará a matar. Sostiene González Rodríguez en “Confesiones”: “Nada de lo escrito en estas páginas es ficción”. Recuerdo que cuando apareció El karma de vivir al norte se me inculpó de invención. Al periodista Alejandro Almazán se le atacó por una crónica que publicó acerca de Torreón. Se le acusó de exagerar. La gente está obcecada en la inadvertencia. Si no sucede para los monopolios periodísticos no es real. Este país se está ahogando y nadie se avienta al agua a salvarlo. Muchos vivimos en la inadvertencia porque no sabemos cómo vivir. Y pagamos un costo. Cuando es posible saldar algo. Porque como afirma González Rodríguez, todos somos víctimas potenciales. Pero un libro como Los 43 de Iguala pueden enseñarnos un camino.
Por ALEJANDRO DE LA GARZA @Aladelagarza
idiotas (los hay, no es oxímoron)”, dice Luis González de Alba. “¿Avance, maiceada o puro espectáculo?”, pregunta Alejandro González en Milenio. A su vez, Elena Poniatowska apunta, “sólo serviría para que la jerarquía de Conaculta ascienda un peldaño más en la honorabilidad de los títulos de sus puestos y en el monto de sus salarios”. Aquí el arácnido recuerda aquel febrero de 2012 cuando el inefable AMLO designó a La Poni secretaria de Cultura de su gabinete amoroso. Los funcionarios de Conaculta celebran sin duda el añorado ascenso, así el Fondo de Cultura Económica como el Canal 22, el Festival Cervantino o la Dirección de Publicaciones, mientras los empleados se aprestan a reclamar derechos, capacitación (¿querrán evaluaciones?), negociación directa del presupuesto, más becas, más recursos, más... Todo en años de re-
cortes a la cultura y presupuesto base cero. Están luego quienes asumen la creación de esta Secretaría como positiva pero advierten sigilo, dudas, supervisión de recursos, transparencia en una institución compleja, pues tras 26 años de existencia, dos de los titulares de Conaculta (Víctor Flores Olea y Sergio Vela) fueron destituidos, y dos más (Sara Bermúdez y Consuelo Sáizar) son señaladas por mal uso de recursos; mientras su actual presidente, Rafael Tovar y de Teresa, suma más de una década en el cargo. Antes de tornar a su bruna oquedad en el muro el escorpión inquiere: ¿por qué los intelectuales piensan la cultura como algo institucional, estatal, conducido, patrocinado y bendecido por el culto ogro filantrópico vasconcelista? La cultura se crea y recrea mejor fuera del Estado. Esa es la apuesta del ponzoñoso.
TRAS 26 AÑOS DE EXISTENCIA DE CONACULTA, RAFAEL TOVAR Y DE TERESA SUMA MÁS DE UNA DÉCADA EN EL CARGO.
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El Cultural SÁBADO 12.09.2015
LOS OTROS HÉROES NACIONALES SEGÚN FERNANDO DE LA MORA A lo largo de su carrera, el tenor Fernando de la Mora ha festejado con su canto la Independencia en varias embajadas de México en el extranjero, entre ellas Perú, Paraguay, Brasil y Singapur, o en centros de espectáculos de nuestro país y Estados Unidos. De 1992 a la fecha, ha encabezado seis veces tal festejo en el Auditorio Nacional, y el próximo 15 de septiembre continuará con la tradición en ese recinto, acompañado del Mariachi Gama 1000, el trío Los Panchos, la Orquesta Sinfónica Mexicana, Gonzalo Romeu y su Quinteto, y el grupo Tlen-Huicani.
De la Mora es un caso atípico porque primero incursionó en la música popular y luego en la ópera, al revés de lo que sucede regularmente. Durante una larga temporada se presentó en un restaurante de Garibaldi y recorrió toda la República Mexicana cantando en palenques tanto de prestigio como en los más austeros. El destino lo llevó al Conservatorio Nacional, y luego una beca privada le brindó la oportunidad de estudiar canto en Nueva York. En 1985 debutó en el Palacio de Bellas Artes con un pequeño papel en Rigoletto (de Verdi), y al año siguiente ahí mismo, en plan estelar, en Tosca (de Puccini).
Se ha presentado en las principales salas de ópera como el Covent Garden de Londres, La Scala de Milán, la Ópera Estatal de Viena, el Met de Nueva York y un largo etcétera. Actualmente realiza una gira por varias ciudades de México presentando el programa Ópera para Todos, específicamente con Pagliacci (de Leoncavallo), que culminará el próximo 22 de noviembre con una presentación en el Zócalo del Distrito Federal. Un día antes estará en el Palacio de Bellas Artes con una función de esa misma ópera, a beneficio de la fundación Comparte Vida.
Por ESGRIMA
¿En tu familia hay antecedentes de buenos cantantes? Nadie. No, perdón, me estoy olvidando de mi bisabuela Paula, quien tenía una voz tan bonita que hacía llorar de felicidad a sus hijas. Tenían una casa en Tacubaya, en la calle de Benjamín Franklin. De hecho, yo heredé las partituras de ópera que ella tenía. ¿Tuviste un tío obispo? Mi nombre completo es Fernando Alfonso de la Mora Romo. En la familia de la Mora ha habido muchos padres y monjas, y por el otro lado estaba mi tío Fernando Romo, que fue obispo de Torreón. Me pusieron Fernando por él, y Alfonso por un sacerdote que era hermano de mi abuelo. Mi padre murió cinco días antes de que yo naciera, pero él pronosticó que yo iba a ser padre. Pues sí eres padre, pero de varios hijos. Así es. ¿Y tus hijos cantan? Todos cantan, pero no se dedican a esto. Los dos mayores tienen voces de tenor importantes. ¿A qué atribuyes que surjan en México tantos cantantes de ópera con fama mundial? A la buena educación en nuestras casas. El mexicano nace cantando, y la música popular te lleva al lirismo. El maestro Manuel Esperón y Jorge Negrete hicieron una mancuerna maravillosa e hicieron cantar a México de una manera distinta. En ese contexto surgimos muchos cantantes de ópera mexicanos. ¿Y por qué destacan más los hombres de México en el canto operístico? Supongo que se debe al machismo y eso está muy mal. Hace falta más equilibrio para que a la mujer se le dé su lugar en todos los terrenos. Eres un caso raro, pues inicias tu carrera cantando rancheras.
Sí, y estoy muy orgulloso de que así se hayan dado las cosas. Gracias a eso tuve el privilegio de conocer todos los estados de nuestro país, incluso rincones inimaginables. Primero aprendí a interpretar la música popular mexicana, y por eso no me gusta que esas canciones suenen a cantante de ópera. Tú lo que querías era interpretar las canciones de Pedro Infante. Así fue. Él es mi máximo ídolo, más que Jorge Negrete. La voz de Negrete era mucho mejor, pero Pedro era un artista más completo. Es como un santo. ¿Nunca afectó tu voz eso de cantar en palenques a la medianoche? Al contrario; lo que me afectaba era no pagar la renta. A los palenques les tomé cariño porque con lo que gané ahí compré mi primera casa. Hice cientos de palenques, le abrí a Lola Beltrán, a Lucha Villa, a La Prieta Linda, a Amalia Mendoza; fue algo muy especial. Cuando entré a la ópera ya no hice más palenques: ya los había hecho todos. ¿Cómo fue la experiencia de estudiar en Nueva York? Fue muy duro, sobre todo por el clima: unos friazos y unos calorones que para qué te cuento. Primero 40 grados con cien por ciento de humedad, como en Acapulco pero sin playa bonita, y luego 18 grados bajo cero. Te acostumbras, pero no es fácil. ¿Cuál escenario mundial de ópera te ha impresionado más? Cada uno en su momento me ha dado una emoción muy grande. No me atrevería a hacer distinciones, por ejemplo, entre el Palacio de Bellas Artes y cualquier otro lugar del mundo. Bellas Artes tiene lo suyo. ¿Cómo te trató Pavarotti cuando fuiste su suplente en San Francisco? En San Francisco lo suplí en 1988, y otra vez en Barcelona, en
FERNANDO FIGUEROA
PEDRO INFANTE ES MI MÁXIMO ÍDOL O, MÁS QUE JORGE NEGRETE. L A VOZ DE NEGRETE ERA MUCHO MEJOR, PERO PEDRO ERA UN ARTISTA MÁS COMPLETO. ES COMO UN SANTO.”
1992. Fue muy amable y sencillo conmigo, pero me tocó ver que maltrataba muy feo a la gente. ¿Qué te pareció su voz? Es la voz más bella que he oído en vivo: clara, cristalina. Parecía simple, pero de simple no tenía nada, una maravilla. ¿Y cómo fue el trato con directores como Zubin Mehta o Riccardo Muti? Zubin Mehta es un encanto de persona, un pan de Dios. Muti es medio amargosillo. ¿Cómo reacciona la gente que oye Pagliacci en una plaza pública? Muy bien. Payasos es una ópera muy accesible para un público que no está acostumbrado a ver en vivo un espectáculo con esas características. ¿Al final no te piden “Granada”? Sí piden “otra, otra”, pero el momento no se presta. Nos acabamos de presentar en el municipio más poblado de América Latina, en Ecatepec, y la reacción fue muy entusiasta, además de que la lluvia nos respetó. ¿Cuántas funciones has dado en tu vida? Funciones de ópera como mil, y otro tanto de conciertos populares. Ya tengo muchos años en la cantada. ¿Qué sientes al presentarte en el Auditorio Nacional el 15 de septiembre? Es un gran reto porque tengo que superar lo que he hecho antes ahí. Afortunadamente, estoy muy bien acompañado por grandes músicos, y no se diga en cuanto a los compositores mexicanos, que son el sustento de todo lo que nosotros hacemos en el escenario. Lo dije en la conferencia de prensa: nuestros compositores también son grandes héroes nacionales. Dije que María Grever es tan importante como Hidalgo, y lo sostengo. ¿Quién es tu héroe patrio favorito de la Independencia? Morelos, sin duda.
Arte digital > FERNANDO MONTOYA >La Razón