El callejón de Cataluña

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CINCO AUTORES EN BUSCA DE TOM PETTY

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ADOLFO CASTAÑÓN

ESTAMPAS DE FERNANDO DE SZYSZLO

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El Cultural [ S u p l e m e n t o d e La Razón ]

EL CALLEJÓN DE CATALUÑA RAÚL TREJO DELARBRE

PAUL AUSTER

ENTREVISTA EXCLUSIVA ALICIA QUIÑONES

Arte digital > A partir de una foto de AP > Staff > La Razón

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El conflicto por la independencia de Cataluña ha escalado en su encono y potencia explosiva. La represión escandalosa del gobierno español contra votantes en el referéndum del primero de octubre, y su posterior negativa para dialogar con la Generalitat, el gobierno catalán de Carles Puigdemont que a su vez proclamó la independencia y al mismo tiempo la declaró en pausa, contribuyeron al desencuentro. Este ensayo precisa el contexto y los argumentos de ambas partes, un desafío cuya evolución está en proceso y cuyo desenlace es todavía un enigma.

EL C A LLE JÓN D E C ATA L U Ñ A RAÚL TREJO DELARBRE

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e suma cero. Todos pierden. Nadie gana. En el enredo catalán la acumulación de agravios, la confrontación de intolerancias y sobre todo el abandono de la política han conducido a la peor crisis de la España democrática y a uno de los episodios más aciagos en el escenario contemporáneo. Detrás de todo ello se encuentra un nacionalismo a rajatabla en cuya reivindicación se entremezclan viejos rencores culturales, aventurerismos de larga data y demagogias siempre vigentes. El nacionalismo ha sido pretexto para los excesos más delirantes. Por lo general está teñido de irracionalidad y arbitrariedad porque se sustenta en la defensa apasionada de un principio excluyente y antidemocrático: la creencia de que a las personas las define antes que nada el sitio donde nacieron y no las relaciones sociales que han decidido entablar junto con la decisión, a partir de la identidad así creada, de que les resulta indispensable tener un Estado propio. El nacionalismo se encuentra siempre en los linderos del atropello. Cuando se

esgrime la oriundez como fuente de derechos se excluye de ellos a quienes no han nacido allí. Todo derecho es un privilegio delante de aquel que no lo tiene. Cuando las prerrogativas derivadas de la condición nacional se quieren alcanzar o evitar por la fuerza, el nacionalismo suele derivar en fundamentalismo. La violencia así desatada por lo general se convierte en una espiral incontrolable. Ocasionalmente hay expresiones nacionalistas que les permiten a las sociedades cohesionarse ante amenazas externas. La resistencia francesa contra la ocupación nazi o, en un caso diferentísimo, el nacionalismo mexicano ante los amagos del gobierno de Estados Unidos, son manifestaciones de ese nacionalismo inevitable. Sin embargo en todos los casos el nacionalismo implica, en última instancia, retracción y aislamiento. En el mundo contemporáneo con migraciones masivas, comunicaciones instantáneas, desplazamiento instantáneo de capitales y cultura globalizada, las identidades nacionales, sin desaparecer, se encuentran en un contexto que las delimita y amaina.

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RUTA DE COLISIÓN El nacionalismo catalán tiene una extensa historia en la que, a riesgo de simplificar un asunto en extremo complejo, no nos detenemos. Baste decir que, para muchos, la causa nacional implica romper con España y que esa convicción independentista ha sido móvil esencial del presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, que llegó a ese cargo a comienzos de 2016. El 7 de septiembre pasado el Parlament catalán aprobó la realización del referéndum el primer día de octubre. Esa disposición fue formalmente suspendida diez días más tarde por el Tribunal Constitucional. Los referéndums en España, según la Constitución, sólo pueden ser convocados por las Cortes (el congreso nacional) y por el gobierno. El del primero de octubre fue convocado por la Generalitat catalana sin tomar en cuenta las opiniones de los partidos que se oponían al referéndum. Declarado ilegal, el referéndum cobró más fuerza porque era evidente que irritaba al gobierno central. La improvisación con la que fue preparado, sus deficiencias organizativas y sobre todo su ilegalidad porque no tenía asidero en el orden jurídico español, fueron soslayados por los independentistas. El gobierno de España descalificó al referéndum con la Constitución en la mano. Los catalanes partidarios de la ruptura lo respaldaron convencidos de que los sentimientos (y las convicciones, y la patria, y la ira fermentada por largo tiempo) tenían más legitimidad que cualquier ley. A la terquedad de unos, la cerrazón de otros. Celebrar o no el referéndum se convirtió, literalmente, en prueba de fuerza. El apasionamiento en torno a ese tema, junto con el empecinamiento y la discutible fama pública

“EN TODO REFERÉNDUM LOS VOTOS QUE CUENTAN SON LOS DE QUIENES VAN A LAS URNAS. SI EL REFERÉNDUM DEL 1-O HUBIERA SIDO LEGAL, HOY NO HABRÍA DUDA DE QUE CATALUÑA ESTABA FUERA DE ESPAÑA.”

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El nacionalismo implica una cultura común y un sentido de pertenencia a ella. Ambos rasgos, hoy en día, suelen entremezclarse con culturas y afinidades versátiles y múltiples. En rigor sería más preciso hablar de nacionalismos, en plural, atendiendo a sus peculiares historias. Pero en todo caso la reivindicación a ultranza del nacionalismo deviene en chovinismo, es decir la exaltación desmesurada de lo nacional como explica el diccionario. Cuando el chovinismo se reduce a la alabanza enardecida de nuestra selección de futbol corremos el riesgo de autoengañarnos y nada más. Pero cuando propicia enfrentamientos irreductibles con aquellos cuyos valores no compartimos, el chovinismo puede llevar al desvarío. de los gobernantes catalanes, condujeron a muchos españoles a repudiar esas votaciones. Inclusive personajes reconocidos por su mesura exhortaron al gobierno español, que encabeza Mariano Rajoy, a emplear la violencia que fuese necesaria para que en el 1-O, como se identificó a la fecha del referéndum, no se instalaran las urnas. “No es preciso ser especialistas en Derecho Constitucional o en Historia Contemporánea para saber que no hay democracia sin sujeción a la ley y que los nacionalismos del siglo XX llevaron al mundo a dos guerras apocalípticas y hundieron a Europa en la barbarie”, dijeron varios centenares de profesores universitarios, encabezados por Fernando Savater, en un manifiesto a mediados de septiembre. Exigieron al gobierno que hiciera “uso de la fuerza legítima que al Estado le corresponde en exclusiva, de tal manera que las resoluciones judiciales no caigan en el vacío con el consiguiente daño para el Estado de Derecho”. Rajoy no necesitaba que le apremiaran mucho para responder con brutalidad al referéndum. Aquello de la gasolina al fuego, que es tan trillado e ineficaz, fue el guión que el gobierno español siguió al pie de la letra. Primero encarcelaron a varios de los organizadores y procuraron desarticular los preparativos para la votación del 1-O. Ese día, como los Mossos d’Esquadra, el cuerpo de policía de Cataluña, no acataron la instrucción judicial para impedir el acceso a los centros de votación, Rajoy envió a la Policía Nacional y a la Guardia Civil. No pudieron evitar las votaciones porque la participación fue masiva y convencida pero en el intento dejaron más de ochocientos heridos. La saña de los policías se confrontó con la convicción de centenares de miles de catalanes que formaron cadenas, pusieron barricadas y defendieron los 2 mil 315 centros de votación. Al final de esa triste jornada Rajoy se justificó: “Hemos hecho lo que había que hacer”. Pero la violencia contra los ciudadanos recorrió las redes digitales e indignó en todo el mundo. Policías golpeando incluso a mujeres y viejos, rostros ensangrentados, testimonios de personas agredidas tan sólo porque quisieron participar en una votación, fueron la comidilla global. El independentismo alcanzó enton-

ces la fama trágica pero políticamente eficaz de movimiento perseguido. La intolerancia y la obcecación de Rajoy, apuntalado por las exigencias para impedir la votación por cualquier forma, hizo de los separatistas catalanes las víctimas de una política represora y por eso moralmente despreciable. Los excesos ideológicos y el fanatismo nacionalista del separatismo catalán quedaron soslayados gracias a la torpeza del presidente del gobierno español.

LA ÉPICA INDEPENDENTISTA Según la Generalitat, el 1-O fueron a votar, en números redondos, 2 millones 262 mil ciudadanos. De ellos 2 millones 20 mil lo hicieron a favor de la independencia. En el padrón electoral había 5 millones 343 mil personas. Es decir, si se toman en cuenta votos y votantes, se puede decir que el referéndum mostró que el 89 por ciento de quienes fueron a las urnas a pesar de prohibiciones y amenazas sufragaron por la autonomía. También puede considerarse que la ruptura con España solamente fue respaldada por el 38 por ciento de los votantes posibles. Claro que las decisiones de esa índole no se toman así. En cualquier elección de gobernantes y en todo referéndum los votos que cuentan son los de quienes van a las urnas. Si el referéndum del 1-O hubiera sido legal, hoy no habría duda de que Cataluña estaba fuera de España. Pero no hay que olvidar que, de haber estado respaldado en la institucionalidad española, hubieran acudido muchos de los catalanes que se oponen a la autonomía. Dos millones de personas convencidas de que tienen que romper con el país del que han formado parte no son para menospreciarlas. El independentismo catalán se nutre de añejos reproches pero, sobre todo, de una constante y creciente incomodidad. Esos catalanes están convencidos de que España los despoja, en buena medida porque en esa comunidad autónoma se desarrolló el polo industrial más importante de ese país. En realidad, las transferencias financieras al resto de España no son especialmente desproporcionadas. En Cataluña vive el 16 por ciento de

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“VARIAS EMPRESAS AVECINDADAS EN ESA COMUNIDAD ANUNCIARON QUE SE MUDARÍAN A OTROS SITIOS DE ESPAÑA. LA UNIÓN EUROPEA REITERÓ QUE, DE ESCINDIRSE, CATALUÑA NO PODRÍA FORMAR PARTE DE ELLA.” los españoles (7 millones y medio de personas) y en esa región se genera el 19 por ciento del Producto Interno Bruto de toda España. El disgusto de los independentistas ha sido acicateado por la crisis económica que agobia a todos los españoles pero sus causas hay que encontrarlas sobre todo en la política y la ideología. Igual que en el resto de España, en Cataluña han sido encausados judicialmente varios destacados personajes políticos, acusados de corrupción. El escándalo más notorio surgió cuando a Jordi Pujol, que fue presidente de la Generalitat de Catalunya durante casi un cuarto de siglo y que es uno de los patriarcas más emblemáticos del nacionalismo catalán, se le encontraron cuentas bancarias en paraísos fiscales. El independentismo ha sido la causa que articula el disgusto y la desconfianza de muchos catalanes y, también, es el parapeto de una variopinta coalición antisistémica que aprovecha el sentimiento nacionalista para enfrentar al gobierno español. El politólogo mexicano Adrián Acosta lo explica así: La épica independentista se funda en una retórica incendiaria, apasionada, que es, o pretende ser, a la vez ética, cultural, moral y política. Detrás de ellos coexisten una constelación de discursos específicos, que van del anarquismo antisistema al nacionalismo, del populismo al antineoliberalismo, de la crítica a la democracia representativa a las virtudes del asambleísmo”. (Nexos en línea, 13 de septiembre).

CONSTITUCIÓN VS. NACIÓN La lógica, por decirle de alguna manera, del todo o nada, reforzó las intolerancias mutuas después del 1-O. El Rey Felipe VI tomó partido por la solución al estilo Rajoy cuando dijo el martes 3: “Es responsabilidad de los legítimos poderes del Estado asegurar el orden constitucional”. Los discursos del Rey y Rajoy no dicen tanto por lo que mencionan como por lo que soslayan. Nadie puede estar en contra de la reivindicación de la ley. Nadie, con talante democrático, querría violentar las reglas constitucionales que han sido la clave de una transición política tan paradigmática como la que ocurrió en España tras la muerte de Franco, hace más de cuatro décadas. Pero junto a las consideraciones jurídicas, es un hecho que un segmento muy numeroso entre los catalanes prefiere la escisión. En uno de los pocos textos conciliadores que se conocieron en la prensa de Madrid después

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del referéndum el ex dirigente socialista Alfredo Pérez Ruvalcaba explicaba, con sensatez: Sucede que, ante la propuesta de independencia de Cataluña —que es lo que, ya sin tapujos, defiende el soberanismo catalán, y que en estos momentos tiene un atractivo innegable para mucha gente— no bastan las clases de Derecho Político que con frecuencia oigo a muchos dirigentes políticos... con ello no basta para contrarrestar un proyecto político, el independentismo, que, nos guste o no —y a mí no me gusta nada— ofrece una respuesta, tan universal como falaz, a casi todas las inquietudes que se han instalado entre buena parte de los catalanes. (El País, miércoles 4 de octubre). Ante ese proyecto —añade Pérez Ruvalcaba— se requiere “un nuevo pacto de convivencia”. Pero desde el flanco más ortodoxo de la política española, hay quienes consideran que el referéndum fue un golpe de Estado. Josep Piqué, ex ministro del Partido Popular, escribió que era necesario “restablecer la legalidad. Y eso significa cumplir y hacer cumplir la Constitución”. (El País, 5 de octubre). Una semana después del referéndum, centenares de miles de catalanes que no comparten la propuesta de secesión se manifestaron en Barcelona. Desde diversos flancos de la vida pública, surgieron voces que exhortaron a dialogar. Josep Borrell, socialista y ex presidente del Parlamento Europeo, hizo en esa concentración “un llamamiento a la sensatez, al respeto de la pluralidad, a la convivencia”. La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, consideró que el referéndum no basta para declarar la independencia: Hay que abandonar las trincheras, el lenguaje belicista... No es momento para el choque de trenes. Es el momento del diálogo y de imaginar nuevos caminos. El martes 10 de octubre, los parlamentarios catalanes que proponen la separación firmaron una declaración de independencia (“Cataluña restaura su plena soberanía”), pero Puigdemont propuso que los efectos de esa

decisión quedasen suspendidos por dos semanas para emprender el diálogo con otras fuerzas políticas y con el gobierno español. El miércoles 11 Rajoy anunció que si el gobierno catalán no cancelaba la declaración de independencia utilizaría las atribuciones que le otorga el artículo 155 de la Constitución para solicitar al Senado “las medidas necesarias para obligar” a Cataluña a cumplir los deberes que le impone la propia Constitución. Cataluña comenzaba a experimentar las desventajas de una ruptura. Varias empresas avecindadas en esa comunidad anunciaron que se mudarían a otros sitios de España. La Unión Europea reiteró que, de escindirse, Cataluña no podría formar parte de ella. El euro no podría circular de manera legal. Las consecuencias de otros cismas, como el Brexit que llevó a la Gran Bretaña a romper con la alianza europea, han sido muy recordadas para subrayar el aislamiento jurídico y económico que afectaría a los catalanes.

POLARIZACIÓN MEDIÁTICA Y EN LÍNEA La animosidad de los independentistas y el rechazo a su causa han sido reflejados, pero también aguijoneados, por los medios locales y nacionales. En la cobertura del 1-O fue contrastante la promoción del referéndum que hicieron la radio y la televisión públicas de Cataluña (manejadas por el gobierno local) a diferencia del silencio sobre ese asunto en Televisión Española, controlada por el gobierno de Rajoy. Dos invitados frecuentes a TV3 y Catalunya Radio, Joan López Alegre y Nacho Martín Blanco, decidieron no acudir más a ellas porque encontraron que su presencia en esos espacios “sólo sirve como coartada para demostrar su supuesta pluralidad”. De acuerdo con esos periodistas, la convivencia en Cataluña, si se quiere tranquila, se levanta hoy sobre la resignada asunción por muchos catalanes no nacionalistas del ofensivo decálogo nacionalista, basado en el desprecio a España y a los españoles pero sobre todo a los catalanes que nos sentimos españoles. (El País, 10 de octubre).

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En el otro flanco, el día del referéndum la represión a los ciudadanos interesados en votar y las protestas en todo Cataluña fueron ignorados en la principal cadena de la televisión española. Esa omisión fue tan intencional y notoria que los trabajadores de los noticieros de Televisión Española, TVE, a través de su Consejo de Información, declararon que la emisora “hizo dejación de sus obligaciones y dejó en el ámbito de otras televisiones la responsabilidad de informar a los ciudadanos”. La escisión de opiniones y la exaltación de los ánimos a propósito de la cuestión catalana involucraron incluso al futbolista Gerard Piqué, del Club Barcelona, que el 28 de septiembre exhortó en Twitter a participar de manera pacífica en la consulta. Las convicciones de ese hábil defensa central desataron la ira de miles de aficionados que exigieron su expulsión de la selección española: “Si no se siente español ¿por qué cojones juega para España?”, “no quiero mercenarios independentistas en mi selección” fueron algunos comentarios en el sitio Change.org. El enfrentamiento catalán también se expresó en internet con implicaciones muy peculiares. En acatamiento a las órdenes judiciales contra el referéndum, la Guardia Civil clausuró los sitios web en donde se mencionaban los domicilios de los centros de votación. Entonces los organizadores de la consulta contrataron servidores ubicados en otros países europeos. El 28 de septiembre, en su nota principal (“Hackers rusos ayudan a tener activa la web del referéndum”), El País dio a conocer el empleo de servidores radicados en el Reino Unido y Luxemburgo. Sin embargo no mostró evidencias de que hubiera conexiones en Rusia con los datos del referéndum. Contra esa versión del periódico madrileño, circularon otras que aseguran que quienes replicaron y alojaron en servidores de diversos sitios del mundo los datos de los centros de votación fueron expertos informáticos que viven en España (El Confidencial, 28 de septiembre). En la nota a la que remitió su encabezado de primera plana, El País aseguró que la policía española había citado a declarar a quince “piratas informáticos”, entre los que se encontraba el joven valenciano Daniel Morales. El blog de ese internauta, “Hoy to Protect my Server”, es mencionado como ejemplo de transgresiones y engaños informáticos. Incluso se dice que allí hay “contenidos a favor de Rusia y Vladimir Putin”. En el blog de Morales hay referencias a Putin, en efecto, pero señalándolo como asesino de sus opositores políticos y se recuerdan las acusaciones acerca de la intervención de hackers rusos en la campaña electoral estadounidense. Al impedir la promoción en línea del referéndum, el gobierno español lo único que consiguió fue movilizar las simpatías de internautas dentro y fuera de ese país. Por cada sitio web que clausuraba la Guardia Civil, surgieron varios más. Esa censura anticipó la persecución que padecerían los votantes el día del referéndum y contribuyó a intensificar la imagen de un indepen-

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“DESDE LOS TIEMPOS DEL FRANQUISMO LOS ESPAÑOLES NO HABÍAN ESTADO TAN DIVIDIDOS. AL FUNDAMENTALISMO DE UNOS, SE CONTRAPONE LA INCOMPRENSIÓN E INCLUSO LA INTOLERANCIA DE OTROS.” dentismo perseguido por una autoridad atrabiliaria. La Electronic Frontiers Foundation, una de las organizaciones más acreditadas en la defensa de libertades en línea, publicó un texto en donde menciona las garantías a la libertad de expresión que establecen varios ordenamientos internacionales y se asegura que la censura en línea ejercida por el gobierno español durante el lapso del referéndum catalán es tan salvajemente desproporcionada y excesiva que la violación de esos instrumentos resulta casi fuera de discusión.

EL GLAMOUR INDEPENDENTISTA La polarización en Cataluña se germinó y extendió durante décadas. Años y años de inconformidad sorda y luego abierta contra la hegemonía que los catalanes más autárquicos identificaban en el resto de España, se acumularon sin que nadie hiciera algo sensato para atajar esa ruptura. El reconocimiento de que ese nacionalismo implica pérdidas para todos y sólo peregrinas ventajas, el carácter absurdo del aislamiento especialmente en estos tiempos de globalización y enlaces instantáneos y sobre todo el carácter conservador que siempre tienen el retraimiento y el consiguiente rechazo a los otros, han pesado menos que el glamour identitario. Dentro y fuera de España, inclusive, el nacionalismo catalán adquirió una connotación progresista. La rebeldía cultural, Dalí y Miró, Casals y Serrat y desde luego el Barsa, fueron vistos no solamente como expresiones de una sociedad vigorosa y culta sino, sobre todo, como señales de una identidad tan vehemente que no era compatible con otra. Por motivos ideológicos se soslayó que Miró coexiste sin problemas con Picasso, Joan Manuel Serrat con Joaquín Sabina y el pa amb tomàquet (pan con tomate) con las croquetas españolas (el Barsa y el Real Madrid sí son antitéticos pero esa es parte de la

diversión del futbol que sólo funciona cuando no hace corto circuito con la política). El nacionalismo catalán, como hemos recordado, tiene larga y compleja historia. Pero el arrebato reciente reventó con la convocatoria de Puigdemont y socios. Desde los tiempos del franquismo los españoles no habían estado tan divididos. Al fundamentalismo de unos, se contrapone la incomprensión e incluso la intolerancia de otros. A las exigencias maximalistas de quienes han querido la autonomía a toda costa, se ha opuesto el rechazo sin matices ni opciones que está arraigado no sólo en la derecha, sino incluso en importantes zonas de la política y de la vida intelectual en España. Unos y otros, partidarios y opositores de la autonomía, construyeron un callejón sin escapatorias. El aborrecimiento mutuo ha sido tal que Antonio Muñoz Molina, escritor brillante y siempre temperado, publicó un texto instalado en la emergencia en donde deploró y alertó: Estamos a merced de la estupidez, del fanatismo, de la ceguera, del desbordamiento del odio, de las consecuencias imprevisibles y casi siempre desastrosas de la frivolidad, la tontería, del fervor de las ebriedades colectivas. Un puro golpe de azar, alguien que pierda el control, un accidente, puede desatar el incendio en un ambiente que se parece a lo que los químicos llaman, sin metáfora alguna, una atmósfera explosiva... (El País, 7 de octubre). Dicen que Albert Einstein calificó al nacionalismo como “el sarampión de la humanidad”. De esa manera quería subrayar el carácter infantil de tal síndrome. El nacionalismo, con su carga de terquedad y pataleta, tiene mucho de infantil igual que el rechazo intemperante a quienes lo practican. El sarampión, en ocasiones, puede ser mortal pero sus efectos se pueden atemperar con una vacuna a tiempo. La vacuna para el nacionalismo exacerbado se compone de diálogo y política. Ojalá haya tiempo. C

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El pasado mes de septiembre —en el marco del Congreso del PEN Internacional—, nuestra colaboradora Alicia Quiñones sostuvo esta conversación con Paul Auster, quien habla de su novela más reciente, 4 3 2 1, su presencia en la próxima FIL de Guadalajara 2017, así como la era de Trump, el papel de la literatura, su vida cotidiana y su admiración por Samuel Beckett, para mostrarse con franqueza, lucidez y generosidad en estas páginas.

PAUL AUSTER “NO HAY REGLAS PARA EL ARTE” ALICIA QUIÑONES

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Archie, porque, de hecho, hay cuatro Archies.

Foto > Maki Galimberti

e dije que era un rockstar. “Denle agua, por favor”, dijo mientras yo respiraba agitada por la larga carrera que hice para encontrarlo. Él fumaba un cigarro electrónico. Alto, delgado y vestido de negro, lo encontré en Lviv, Ucrania, región que vio nacer a su familia, y donde se dio cita para formar parte del 83 Congreso de PEN Internacional, participar en un debate sobre libertad de expresión en Estados Unidos y hablar de su más reciente libro, 4321, que presentará en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, el próximo noviembre, cuando también recibirá la medalla Carlos Fuentes: “Conocí a Carlos y lo quise muchísimo —confiesa Auster—. Un escritor admirable y un hombre muy gentil; su esposa, Silvia, estará ahí, y estoy ansioso por verla y por llegar a México”. El escritor norteamericano, Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2016, nos comparte en esta entrevista algunos trazos de su propio personaje.

Paul Auster.

¿Quién es tu primer lector? Mi brillante esposa, Siri Hustvedt, quien ha estado conmigo y yo he estado con ella desde hace ya treinta y seis años. Todo lo que he escrito se lo he enseñado a ella primero y, a menos que ella le dé el visto bueno, nada sale de la casa. Y ahora me doy cuenta de que, después de todo este tiempo, cuando Siri me señala algo, ya sea una palabra o una oración, o algún pasaje que requiera más trabajo, siempre considero sus observaciones y me doy cuenta de que siempre tiene razón. ¿Eres el Paul Auster que imaginaste de joven? Nunca imaginé nada. Cuando comencé a escribir, aspiraba simplemente

“DECIDÍ QUE CUATRO ERA LO QUE YO NECESITABA. EL CUATRO ES UN CUADRADO PERFECTO, SON LAS CUATRO ESTACIONES, LOS CUATRO ELEMENTOS, LOS CUATRO VIENTOS, LOS CUATRO PUNTOS CARDINALES DE UNA BRÚJULA.”

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a escribir un libro del cual me sintiera lo bastante satisfecho como para mostrarlo a otras personas e intentar publicarlo. Eso era todo lo que tenía en mente. Después de que lo hice, pensé: “¡Ey! ¡Hay otro libro que quiero escribir!”. Así que escribí otro libro, y después hubo un tercero, y un cuarto, pero nunca tuve un plan, nunca imaginé hacia dónde me conduciría. Quiero decir, en un principio no creí que llegaría a ganar dinero haciendo esto. Sólo trataba de escribir y hacer lo mejor que podía para ganarme el pan haciendo algo, una cosa u otra. Después de muchos años de ser pobre, con grandes periodos en los que estuve auténticamente en la ruina, las cosas empezaron a mejorar cuando tenía alrededor de cuarenta años. Entonces empecé a ganar algo de dinero con la escritura. Me tomó mucho tiempo, porque comencé a escribir de manera seria desde que era un adolescente, desde que tenía dieciséis años. Es decir, durante 24 años no gané dinero y concluí que con los libros no se gana dinero; nunca me hubiera imaginado que se podría vivir de la escritura. Y lo bueno de tener algo de dinero, te puedo decir, es que sólo hay una ventaja real: no tienes que estar pensando en dinero todo el tiempo. Porque cuando no tienes nada, sólo piensas en: ¿cómo voy a comer?, ¿cómo voy a pagar la renta? Así que ha sido un viaje muy extraño y nada de él fue previsto. Yo no sabía lo que iba a ocurrir. Archie Ferguson, y los protagonistas de tu nueva novela, ¿son un desdoblamiento de Paul Auster? Él no soy yo. Él es un personaje ficticio. Creo que los lectores del libro tendrán sus propias conversaciones con

Es tu Cuarteto de Alejandría. No, pero cuatro es un número interesante. Decidí que cuatro era lo que yo necesitaba. El cuatro es un cuadrado perfecto, son las cuatro estaciones, los cuatro elementos, los cuatro vientos, los cuatro puntos cardinales de una brújula. Por eso el cuatro, de algún modo, implicaba profundamente lo que significa estar vivo; por eso me pareció el número apropiado. Cinco serían demasiados, tres serían muy pocos, cuatro era perfecto. Al principio no sabía cuántos Archies iban a ser. ¿Cómo llegaste a ese número? Pensé: quiero contar la historia de la vida de una persona, pero que se multiplica en versiones paralelas de ella misma, y el primer número en el que pensé fue nueve porque en inglés tenemos la frase, “las nueve vidas de un gato”, no sé si ustedes también. Después me di cuenta de que el libro hubiera sido demasiado grande y demasiado complejo, así que poco a poco me convencí de que cuatro era el número ideal para mis fines. Uno de tus personajes aborda la situación de los años setenta en Estados Unidos; un reflejo de lo que se vive con Trump. ¿Cuál es tu perspectiva de los derechos humanos como escritor? La situación actual de los escritores en Estados Unidos es la misma: los escritores no le importan a nadie. Son marginados cuando viven en Estados Unidos. Nadie está particularmente interesado en lo que tengamos que decir sobre nada. Aunque hay mucha gente, son muy pocos los lectores; por eso, aunque las cifras sean enormes, el porcentaje de cultura que se encuentra en los libros es minúsculo. En cuanto al periodismo, Trump ha atacado numerosas veces a la prensa, como ya sabemos, pero al mismo tiempo, nadie ha salido lastimado como consecuencia, ningún periodista ha sido arrestado, ninguna imprenta ha sido cerrada, quiero decir, no se puede hacer eso en Estados Unidos, por lo menos no todavía. Aún creemos en la libertad de prensa. Así, aunque Trump diga que la

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“EN ESTADOS UNIDOS HEMOS TENIDO OLEADAS DE ESTA ESPECIE DE SENTIMIENTO ANTIINMIGRANTE DESDE HACE CIENTOS DE AÑOS, NO ES NADA NUEVO. SABEMOS QUE ESTADOS UNIDOS ES UN PAÍS DE INMIGRANTES, TODOS LLEGARON DE ALGÚN OTRO LUGAR.” de Polonia y la gente hablaba polaco. Antes de eso hablaba alemán. Y luego, después de la Segunda Guerra Mundial, formaba parte de la Unión Soviética, era controlada por los rusos. Mucha gente no sabe estas cosas, incluso aquí. La gente vive para el presente, el ahora. Creo que uno de nuestros mayores problemas en Estados Unidos es nuestra incapacidad para enfrentar la cuestión de la raza y el hecho de que tuvimos esclavos en el país durante trescientos años. Ya nadie quiere arreglar esto, por lo que a los niños ya no se les enseña lo suficiente del asunto.

Paul Auster y Siri Hustvedt.

Foto > Especial

prensa es el enemigo del pueblo, bueno, supongo que sus seguidores le creen, pero la mayoría de la gente en el país no está de acuerdo. Y la situación en cuanto a derechos humanos, bueno, en este momento está muy mal para los inmigrantes debido a la nueva administración que, tan horrible como es, no es muy diferente de la postura republicana del pasado: todos ellos quieren mantener a la gente afuera. En Estados Unidos hemos tenido oleadas de esta especie de sentimiento antiinmigrante desde hace cientos de años, no es nada nuevo. Sabemos que Estados Unidos es un país de inmigrantes, todos llegaron de algún otro lugar, pero en 1924 detuvieron la inmigración porque el empuje de las fuerzas que se oponían era muy fuerte; así que la inmigración fue mínima durante cuarenta años, luego las puertas se volvieron a abrir en los años sesenta. Y entonces llegaron, sobre todo, los inmigrantes que hablaban español. De todos los países de América Latina, a tal punto de que ahora el español es una fuerza real en Estados Unidos. Millones y millones de personas hablan español. Antes tuvimos oleadas de inmigrantes de toda Europa, y de toda Asia, en especial de China. Alrededor de 1840 llegaron muchos alemanes a Estados Unidos. En 1850, muchos escandinavos. Y luego en 1880 llegaron muchos italianos y judíos de Europa oriental. Mis abuelos emigraron de aquí y llegaron a Estados Unidos alrededor de 1900. Ahora el dogma de Trump es envilecer a los inmigrantes, y como te digo, hay un núcleo de fanáticos en Estados Unidos que le cree, pero no son la mayoría. Quiero decir que esto también pasa en otros países. Aquí —en Lviv—, la gente no conoce la historia de su propia ciudad. En cien años ha tenido cuatro nombres diferentes, ha estado bajo el control de cuatro fuerzas diferentes. Ahora forma parte de la Ucrania independiente, pero cuando mis abuelos dejaron esta ciudad formaba parte del Imperio Austrohúngaro. Este lugar se llamaba Lemberg. Y luego, en el periodo de entreguerras, formaba parte

¿Cuál es el verdadero papel de un escritor o de la literatura frente a su realidad? El papel de la literatura es siempre el mismo. Escribir poemas y novelas e historias. Creo que es un peligro unir política y escritura. Porque esa no es la razón de por qué escribimos. Si quieres ser un activista político, entonces tienes que ser un periodista. Escribir novelas no se trata de eso, sino del intento de comprender y contar historias sobre la gente común y corriente. Gente aislada, o en grupos, o en sociedad, pero no hay reglas para el arte. Ni una sola. Una pintura política como Guernica, de Picasso, que documenta a su manera el bombardeo de un pueblo durante la Guerra Civil española en la década de 1930, es una pintura impactante, admirable. Pero a mí no me parecen menos admirables las flores pintadas por Manet: son igualmente importantes. Porque el arte se trata de mirar y poner atención. Manet podía ver flores de manera más vívida que cualquier otro artista de esa época, y hoy en día vemos esas pinturas y nos hacen sentir más humanos. Eso es también lo que hace el arte. Si vas a la raíz misma de lo que es una novela, que trata de historias de la gente común y corriente, ya no estamos hablando de héroes. Ya no es la épica de los antiguos griegos, donde todas las obras de teatro y todas las historias tratan de reyes y reinas y generales. No: estamos hablando de cualquiera, de gente como nosotros, y en esta actividad —vamos a ponerlo

CANTANTE FAVORITO: Mi hija Sophie. Sophie Auster es una cantante magnífica, me encanta su trabajo y su madre y yo estamos muy orgullosos de ella. Es una artista extraordinaria. ¿QUÉ LEE AHORA? He estado leyendo a Stephen Crane, un escritor estadunidense de finales del siglo XIX, estoy pensando en escribir algo sobre él, un niño genio que murió a los veintiocho años, fue el primer modernista estadunidense y cambió la literatura del país. UN DÍA COMÚN Y CORRIENTE: Mi rutina es muy aburrida. ¿Qué hace un escritor? Se sienta en un cuarto, solo, y escribe. Eso es lo que hago. Así es un día común y corriente para mí: me levanto en la mañana, tomo un poco de té, jugo de naranja, leo el periódico y luego

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así— asumimos de modo subyacente que todas y cada una de las vidas son interesantes. ¿Cómo se eligen esas vidas? Todas son dignas de ser examinadas. Lo que quiere decir que todos tienen una vida interior. Todos merecen el honor de la atención. Y por eso escribir novelas es un acto democrático. Esa es la política del arte. Pero no está en la superficie: está en el fondo, en la actividad misma. Hay una diferencia. Así, ya sea que tengamos a Donald Trump, o a Adolph Hitler, o a Joseph Stalin, o a Winston Churchill, o a Franklin Roosevelt, los artistas hacen arte y los escritores escriben libros sobre lo que sea que crean que es lo más importante. ¿Cuáles son tus héroes? No tengo héroes, pero hay gente a la cual admiro. Gente que me pone el ejemplo, que ha hecho una diferencia en mi propia vida. Por ejemplo, mi padre adoptivo, el segundo esposo de mi madre, un hombre al cual admiré mucho; no era un artista en absoluto, pero sí alguien cuya humanidad me tocó profundamente; no vivió una vida larga, murió a los cincuenta y cuatro años, pero llegué a admirarlo de verdad. Entre los escritores y artistas hay muchos. El escritor vivo que más llegué a admirar fue Samuel Beckett. Sí: él fue el héroe literario de mi juventud. Y fui lo suficientemente afortunado como para conocer a Beckett y él fue muy amable conmigo, me motivó y eso significó mucho para mí, tanto que hace pocos años, en su cumpleaños número cien, en 2006, como una especie de agradecimiento, hice una antología en Estados Unidos, algo que llamarían la edición del centenario de su obra. Edité prácticamente todo lo que Beckett publicó a lo largo de su vida en cuatro grandes volúmenes. Y ya que muchas de esas ediciones no eran muy buenas, tenían varios errores y problemas tipográficos, hice una edición uniforme de Beckett, editada por Grove Press. Me hizo muy feliz poder hacerlo. Fue un acto de amor a uno de los grandes gigantes de la literatura. C

trabajo en la casa. Voy al cuarto que está escaleras abajo, paso ahí todo el día, tomo un pequeño descanso a mediodía, salgo a dar un paseo, como, regreso a trabajar. Luego, a las cinco de la tarde dejo de trabajar, por lo común estoy totalmente agotado, como si hubiera corrido todo el día, y mi cerebro y mi cuerpo están fritos. Siri ha estado escribiendo todo el día, y ella también está exhausta. Comemos algo, y suele ocurrir que estamos tan cansados que nos quedamos en el sofá y vemos películas viejas, sólo para desconectarnos del esfuerzo del día. Luego nos vamos a dormir, nos levantamos al día siguiente y comenzamos todo de nuevo. De verdad es muy aburrido pero a mí me gusta: soy muy feliz viviendo de ese modo. C

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El 25 de septiembre del año en curso culminó la gira por los cuarenta años del grupo de Tom Petty y los Heartbreakers. Luego de su intensa persistencia —también como solista y con otros acompañantes como Johnny Cash, Stevie Nicks y el supergrupo The Traveling Wilburys—, Tom Petty (“gran artista, pleno en la luz, un amigo inolvidable” según Bob Dylan) murió el 2 de octubre. Cinco autores siguen aquí su rastro múltiple.

T OM P E T T Y E N T R E COR A Z ON E S RO T OS LA MELODÍA CUIDADA Y EL ESPLENDOR POP

N

o tuvo mucha suerte Tom Petty allá por los setentas, cuando cantaba y tocaba (primero el bajo, después guitarra rítmica) al frente de Mudcrutch, banda sureña de country-rock. Es decir: no al nivel masivo que lo esperaba durante el resto de su carrera, pero allí hizo sus primeras armas el rubio guitarrista y cantante nacido el 20 de octubre de 1950 en Gainsville, Florida, y sin duda ahí están el germen y la escuela de su talento como compositor e intérprete. Después retuvo a dos miembros de Mudcrutch (Ron Blair en el bajo y Stan Lynch en la batería) para formar Tom Petty and The Heartbreakers, banda con la que comenzó su ascenso a las altas esferas del rock. Lo de los Heartbreakers pertenecería a ese género un poco difícil de caracterizar llamado heartland rock, que propone un estilo directo, sin rebuscamientos, melódico y con brillos pop, unido a una profunda convicción en las posibilidades del rock como algo más que entretenimiento y, con esto, la vocación por hablar con franqueza desde y para la clase trabajadora norteamericana (de ahí que sea fácil colocar a Petty y su banda junto a Bruce Springsteen, Bob Seger y John Mellencamp). Entre 1976 y 1987 la banda grabó siete álbumes de estudio: Tom Petty and the Heartbreakers,You’re Gonna Get It (1978), Damn the Torpedoes (1979), Hard Promises (1981), Long After Dark (1982), Southern Accents (1985) y Let Me Up (I’ve Had Enough). Discos sólidos, con matices estilísticos que van desde el sonido más hardrockero de Long After Dark hasta el casi tecnopop de Southern Accents (por ejemplo, en las texturas de “Don’t Come Around Here No More”, co-escrita por Petty y Dave Stewart, de Eurythmics). Más que álbumes en la tradición de la unidad conceptual, de aquel todo que es más que la suma de sus partes, los de Petty con los Heartbreakers brillan sobre todo por la calidad de sus mejores canciones. Porque eso fueron: buenas canciones, con buenas melodías y buenos estribillos, perfectas y redondas que, cuando alcanzaban sus niveles más altos de calidad (“American Girl” y “Breakdown” del disco debut, “Refugee” y “Even the Losers” de Damn the Torpedoes, “The Waiting”,

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de Hard Promises, entre otras) parecían brillar por encima de las restantes. Quizá ese amor (de naturaleza Beatle y Byrd) por la melodía cuidada y el esplendor pop, así como la honestidad a flor de piel, mantuvo a Petty al margen de las tendencias más populares de su tiempo: no hizo ni glam rock ni rock progresivo, y no lo atravesó el punk; o, mejor dicho, quizá todo eso fue de alguna manera procesado e integrado hasta volverse carne y sangre con un estilo propio, en el que pudo notarse, además del cuidado de las canciones y el artesanado pop, la intensidad rítmica tan tensa del new wave y el ímpetu riffero del hard rock. Durante los años ochenta fue más bien poco y nada lo que concedieron Tom Petty y los Heartbreakers a la moda de los sintetizadores y el culto a la imagen, pero conservaron su popularidad y, dejaron ver su evolución y progreso, quizá de manera más continua y sostenida que otros artistas como David Bowie o los Rolling Stones, que vieron sus momentos de bajón musical en esa década. Entre 1988 y 1991 se produce algo así como un breve paréntesis en la discografía de Tom Petty and The Heartbreakers, y son los años en los que su líder integra al supergrupo Traveling Wilburys, junto a Roy Orbison, Bob Dylan, George Harrison y Jeff Lynne. Petty fue el miembro más joven de esta banda, y tuvo esa rara dicha de tocar y hacer música con sus maestros. Después de dos álbumes (Vol. 1, de 1988, y Vol. 3, de 1990), Petty se reunió nuevamente con Jeff Lynne (como co-productor, bajista, guitarrista y tecladista) y Mike Campbell (primera guitarra, mandolina, slide, dobro), de los Heartbreakers, con invitados como Harrison y Orbison, para grabar el que sería su primer disco solista, Full Moon Fever (1991) con hits decisivos de su

carrera, “Free Fallin’” y “I Want Back Down”, entre otras composiciones de primer orden, más un cover bellísimo de “I’ll Feel A Whole Lot Better”, de los Byrds, verdadera afirmación de raíces musicales y buen hacer interpretativo. El trío de productores (Petty, Campbell y Lynne) se encargó del regreso de los Heartbreakers, Into the Great Wide Open, con la maravillosa “Learning to Fly”, aunque tal vez no sea uno de los mejores discos de la banda. Lo siguieron en esa década Songs and Music From “She’s the One” (1996), banda sonora de la película homónima, y Echo (1999), de gran intensidad emocional y sin duda entre los mejores de la discografía. Esta relativa escasez de álbumes (con respecto a las décadas anteriores) no quiere decir que Petty y sus músicos permanecieron inactivos. Tanto el líder como la banda completa se embarcaron en proyectos diversos y de gran interés. Está, por ejemplo, el segundo disco solista de Petty, Wildflowers (1994), también entre lo mejor de su carrera (contenía, por ejemplo, “You Don’t Know How It Feels”), y el excelente Unchained (1996), grabado por Johnny Cash con Petty y los Heartbreakers como banda de apoyo. Además de una versión de “Southern Accents” (del álbum homónimo de 1985), este disco contenía una de “Rusty Cage”, de Soundgarden, y en esa línea parece visible cierto ímpetu más duro o roquero que el country folk más típico de trabajos anteriores de Cash, con la huella dejada por Petty y su banda. Durante los años dos mil la producción de Cash se mantuvo en forma e incluyó cuatro discos, dos con los Heartbreakers —The Last DJ (2002), y Mojo (2010)—, uno como solista, Highway Companion, y Mudcrutch, el regreso de la banda donde todo comenzó para Tom Petty, un excelente conjunto de covers clásicos (incluyendo una versión impresionante del folk tradicional “Shady Grove”) y algunas canciones nuevas. Tom Petty grabó su último álbum de estudio con Mudcrutch, titulado simplemente 2 (2016). En la segunda década del siglo XXI su producción musical bajó en número: además del regreso con su primera banda, Hypnotic Eye (2014), con los Hearbreakers, muy bien recibido por la crítica que oyó en su estilo un regreso a las raíces setenteras de la banda. En todo caso, es la última entrada en su discografía.

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última fecha— fue el primer gran éxito de la banda, “American girl”, que cerraba su debut discográfico de 1977. —Ramiro Sanchiz

TOM, JOHNNY CASH Y LA SUERTE DE LA MÚSICA AMERICANA Su corazón transitaba por la Ruta de los 66 cuando dejó de marcar el ritmo. Tan sólo a unas horas de la masacre en Las Vegas. Esa noche trágica del primero de octubre la música americana perdió sesenta vidas y a uno de sus grandes autores, el rockero de la triste figura, Tom Petty. Fue un renovador de la música en sus cuarenta años de carrera. El blues, el country, el rhythm and blues, el folk, el rock y el pop en una amalgama melódica a lo largo de una treintena de discos que legó, sin contar sencillos ni colaboraciones. Además de Elvis y los Beatles, su sonido era la herencia de Roger McGuinn, los Byrds y su country psicodélico, ese guitarreo mágico, brillante, de la Rickenbaker de doce cuerdas. En la versión en vivo de “Breakdown”, en el Pack Up The Plantation (1985), antes de improvisar un monólogo sobre el desamor, suelta la frase They put me out of the job. Es como un hachazo que te parte en dos. Lo sabe cualquiera que haya perdido la chamba y la chava en una caída. Su don era poner eso en canciones como torbellinos melódicos, lentos o veloces, siempre entrañables. Cabeza de los Heartbreakers, logró el clásico Full Moon Fever (1989) en solitario. Mucho tuvieron que ver la producción de Jeff Lynne, y las participaciones de George Harrison y Roy Orbison. El taller donde concibieron a los futuros Traveling Wilburys con Bob Dylan. Me pregunto si este grupo era perfectible con Johnny Cash. “Cash me dijo una vez que era un trabajo noble. Es un trabajo que hace a mucha gente feliz”, declaró Petty. Ambos trovadores eran hijos de padres alcohólicos y abusivos. Los dos se refugiaron en la música y lidiaron con sus respectivos hábitos. Escribieron canciones, compartieron escenarios y grabaron juntos. El camino les tenía un lugar reservado, dos discos negros en los que Cash tuvo al productor Rick Rubin a la derecha y a Tom Petty con los Heartbreakers a la izquierda. Rubin venía de producir con Petty Wild Flowers (1994) y empezaba a grabar el primero de seis discos con Cash, American Recordings (1994). Siguieron American II Unchained (1996), III Solitary Man (2000), IV The Man Comes Around (2002), V A Hundred Highways (2006) y VI Ain’t No Grave (2010). Al unir la serie se escucha la otra historia

“FUE UN RENOVADOR DE LA MÚSICA EN SUS CUARENTA AÑOS DE CARRERA. EL BLUES, EL COUNTRY, EL RHYTHM AND BLUES, EL FOLK, EL ROCK Y EL POP EN UNA AMALGAMA MELÓDICA.”

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Un buen lugar para empezar a conocer la obra de Tom Petty es sin duda el compilado Greatest Hits (1993), una buenísima puerta de entrada. Y vale la pena explorar The Live Anthology (2009), un box set de cuatro discos que compila material grabado en vivo. Petty era un encendido defensor de la libertad de los artistas para decidir hasta los últimos detalles de la composición, presentación y promoción de su obra, y por ello se enfrentó en numerosas ocasiones a la industria de la música. En 1981, por ejemplo, cuando los Heartbreakers ya disfrutaban de notoria popularidad, la discográfica MCA pretendió aprovecharse de ello cobrando un dólar extra (9.98 en lugar de los acostumbrados 8.88, en una maniobra que fue conocida como “precio de superestrella”) por el que sería Hard Promises, cuarto álbum de la banda. Sin embargo Petty protestó, y llegó a insistir en que el disco debía llamarse Eighty NinetyEight (Ocho con noventa y ocho). Ante esto y las amenazas de que no recibiría la música del disco para la fecha esperada, la discográfica cedió en su intención de cobrar el dólar extra. A la vez, cuando los Red Hot Chili Peppers lanzaron su canción “Dani California” en 2006 y pareció evidente que esta resultaba similar a “Mary Jane’s Last Dance” —al punto de que llegó a hablarse de plagio—, Petty prefirió no enfrentar a sus colegas y declaró que, después de todo, muchísimas canciones de rock se parecían entre sí y que no valía la pena meterse en “demandas frívolas”, como él mismo las llamó. Ya había pasado algo similar en 2001 con “Last Nite”, de The Strokes, “demasiado” parecida a “American Girl”, del disco debut de los Heartbreakers, y en esa ocasión Petty prefirió tomarlo más bien como un gesto sin malicia, ya que la banda en cuestión incluso lo admitió. La calidad humana y el perfil de alguien con los pies en la tierra hicieron que Petty fuera un músico muy querido por sus colegas y que su muerte fuera tan lamentada alrededor del mundo. Bob Dylan, por ejemplo, dijo que Petty fue un “gran artista, pleno en la luz, un amigo inolvidable”, y a él se sumaron, en recuerdos afectuosos y condolencias a la familia, estrellas de la talla de Mick Jagger y Paul McCartney. La muerte se llevó a Tom Petty la mañana del 2 de octubre de 2017, luego de que el músico sufriera una falla cardiaca. Apenas el 25 de septiembre, había culminado la gira que celebró los cuarenta años de los Heartbreakers en el mítico Hollywood Bowl californiano. Y como si la historia se empeñara en guiños o en formas circulares y retornos, la última actuación en vivo de Petty —la última canción tocada en esa

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Tom Petty y Johnny Cash.

de Estados Unidos, documentada en canciones propias y ajenas, narrada por los perdedores en esos terribles relatos del country y el blues. Tom Petty y su grupo tocaron en el II y el III. La serie American es mística y robusta como un árbol grande y viejo. Entre las dos ramas que son Unchained y Solitary Man hay cuatro años de distancia durante los cuales la salud de Cash declinó y el hábito de Petty repuntó (It’s good to get high and never come down, cantaba en “It’s Good to Be King”). Son dos discos campiranos, oscuros y luminosos, rebosantes de canciones religiosas, covers rockeros y canciones de Cash. La comunión entre el Hombre de Negro y el Rubio de Gainesville, Florida, es rotunda: Tommy Cash y John Petty. El II abre con una versión a “Rowboat” de Beck, el nacimiento de otra joya. En seguida se encaminan por la tiniebla cantando contra el miedo y alabando al Señor en tiempos difíciles con “Sea of Heartbreak”, “Spiritual”, el gospel “The Kneeling Drinkard’s Plea” y “Met Me In Heaven”. Hay composiciones casheras que sacuden, el rockabilly “Country Boy” y “Mean Eyed Cat”. Y una selección de covers como la enorme “I Never Picked Cotton” de Charles Williams y Bobby George, “Unchained” de Jude Johnstone, “I’ve Been Everywhere” de Geoff Mack, “Rusty Cage” de Chris Cornell y, por supuesto, “Southern Accents” de Tom Petty. Los Rompecorazones laten fino, tristemente el bajista Howie Epstein, yerno de Cash, murió por sobredosis en 2003. El disco III es más acústico y tradicional, grave y trágico. Además tocaron una pléyade musical que incluyó a medio clan Cash. Arrancan con el cover a la canción de Petty y Lynne, “I Won’t Back Down”. También reinventan “Solitary Man” de Neil Diamond, “One” de U2, “Nobody” de Bert Williams, “I See a Darkness” de Will Oldham, otra portentosa versión a “The Mercy Seat” de Nick Cave, y cuatro bellezas del rancho Cash-Carter: “Field of Diamonds”, “Before My Time”, “Country Trash” y “I’m Leaving Now”. Qué buena suerte tuvo la música americana cuando Cash y Petty grabaron este par de discos. La vida es un volado en el aire. Cómo no entristecer al escuchar el último concierto de Tom Petty el 25 de septiembre, en el que dedica “I Won’t Back Down” a las víctimas de los temblores en México. Amerita subirle a “You Don’t Know How It Feels” y let me get to the point, let’s roll another joint. Pinche Tom, para qué te mueres. —Rogelio Garza

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ROCKER COWBOY 1994 fue un año crucial para el rock. La muerte de Kurt Cobain marcó el fin de la era grunge. Pero esta corriente tuvo un ascenso meteórico que comenzó en 1989 y alcanzó su cenit en un lustro. La nación alternativa, un movimiento tripartita, conformado por el eje Seatle-Chicago-Los Ángeles, a diferencia del hair metal y el rock ochentero reverenció a los artistas setenteros como la fuente de su inspiración. Mientras esto ocurría, esas figuras a las que se les rindió tributo escucharon el llamado y algunas se sumaron a esa música que había insuflado al rock de una nueva dirección. La aparición de Dylan en Woodstock 94 es una evidencia de ese reconocimiento que el grunge ponía de manifiesto. Dylan, siempre inasible, comenzó en el 89, con Oh, Mercy una etapa que correría paralela al rock alternativo y que cristalizaría en el titánico Time’s out of mind. Mientras esto ocurría, el grunge contagió a otros músicos a pender por la renovación. Rick Rubin, productor de Beastie Boys y Red Hot Chili Peppers entre otros, asistió a Cash en su serie American Recordings, cuya cúspide es The Man Comes Around. El regreso de Patty Smith se cocinaba. En el 96 publicó Gone Again y R.E.M la invitó a hacer los coros en “EBow the Letter” de su álbum New Adventures in Hi Fi. Pero sin duda a quienes mejor le sentaron los noventa fue a Neil Young y David Bowie. Young publicó su obra maestra Ragged Glory en el 90 y Mirrorball con Pearl Jam como banda de acompañamiento en el 95. Bowie sacó en el 95 Outside y en el 97 Earthling, que volvieron a colocarlo a la vanguardia y le asegurarían un momento creativo de alta calidad que se prolongaría hasta su muerte. Con una atmósfera de este calibre, en el 94 Tom Petty escuchó el grito de independencia y se metió al estudio con Rick Rubin como productor para grabar uno de los álbums más hermosos de la historia: Wildflowers. De los músicos que mamaron de Dylan, Bruce Springsteen y Tom Petty resultaron sus mejores alumnos. Los inicios de Petty fueron marcados por un récord impecable durante los setentas. Wildflowers es su gran regreso. Tras explotar un sonido rasposo y cultivar la imagen de forajido a la manera de Dylan, pero con el componente urbano, Petty se volcó en un nuevo registro que reflejaba una rabiosa madurez. Con Wildflowers encontró una voz estremecedora que se traduce en un disco conmovedor hasta la médula. Bajo el coucheo de Rick Rubin, la poesía de Petty emerge para crear un disco que además de apelar a la condición de clásico, consagra un sonido estrujante. El trabajo guitarrero del primer Petty se ve atemperado en pos de un estado anímico que se convierte en el sello de la casa de un Petty que va hacia el encuentro de su madurez como cantante y compositor. Pocos álbumes pueden aspirar a la redondez de Wildflowers. Es perfecto de principio a fin. Afirmar que un

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disco no tiene desperdicio es un lugar común a la hora de enjuiciar una obra, y este argumento se esgrime con cierta irresponsabilidad, pero en el caso de Wilflowers cobra una nueva dimensión. Flores salvajes, como su título lo indica, son las canciones que conforman este arrebato de melancolía. “It’s Good To Be A King”, una canción que le viene muy bien a Petty hacia el final de sus días, marca cierta nostalgia por la fuerza del rock primario, aquel que orilló a miles de jóvenes a coger una guitarra después de que escucharon a Dylan, así como ocurrió lo propio con esas manadas de exploradores que lanzó a la carretera On the Road. Petty encarnó la figura del cowboy rockero, con lo que eso lleva, el apego a unas raíces que siempre moldeó de acuerdo a sus necesidades, del sonido crudo de su primer disco a Damn the Torpedoes hasta “Free Fallin’”, la melodía que lo puso en todas las radios del mundo. Wildflowers es la mirada ácida y reflexiva sobre todos esos pasos. Es Petty haciendo un corte de caja del cual sale con un disco inolvidable. Un paso al frente y el levantamiento de brazo que indica que es parte de esa revolución sónica que partió en dos los noventas. Si un disco podría fungir como el testamento musical de Petty es Wildflowers. Dicen que mirarle el rostro a la muerte es una experiencia transformadora, pareciera que Petty tuvo una experiencia mística que lo llevó a escribir este conjunto de canciones. No se trata de un descenso a los infiernos, sino la aceptación de las propias debilidades y el reconocimiento de que por mucho que avance el mundo, uno es un paria en esta jungla y sin dramas siempre será “Only a Broken Heart”. —Carlos Velázquez

TOM Y STEVIE NICKS: LA BRUJA Y EL VAQUERO Tan sólo mencionó su nombre. Después de todo, dicen que es una bruja. Ella hechizó el escenario con su presencia, envolventemente seductora, atemporal, y el cabello ondulado y largo y esos inevitables holanes de misterioso corte gitano. El público respondió con “delirantes” olas de aplausos según la reseña de la BBC. Petty le entregó unas gafas oscuras en un acto como de ritual celta, intercambiaron reverencias invocando un viejo rezo conocido, Stop draggin’ my heart around. —¡Tom Petty es mi rockstar favorito! —gritó Stevie Nicks en el Hyde Park de Londres una tarde de julio de 2017, el único concierto que Tom Petty dio en

Europa como parte de su gira para celebrar cuarenta años de carrera. Petty se nutrió y enriqueció en parte gracias a los puentes de amistad que tendió con los Heartbrakers, Johnny Cash y Bod Dylan, más la prodigiosa pandilla de los Wilburys. Pero si hubo una relación musical que involucró sentimientos y hormonas, rebasando la confabulación del Club de Toby del rock, fue la productiva amistad con Stevie Nicks, que además de inspirar grandes canciones, se sirvió de las inevitables dosis de tensión sexual que pueden surgir entre una mujer y un hombre adictos a sus individualidades sureñas, ella de Arizona, él de la Florida; a la cocaína, a la heroína, a encarnar sus propias canciones. Se conocieron en 1978 cuando Nicks quería que Petty trabajara con ella en su primer disco como solista. Stevie fue la primera blonde queen fatal del rock, sin ella no podrían entenderse la concepción de Debbie Harry o la propia Madonna. En su historial cargaba con ser la intérprete de “Rhiannon”, que habla sobre el amor y reivindicación de una bruja y, además, con ser el ojo del huracán al interior de Fleetwood Mac por su romance al borde de la orgía con Lindsay Buckingham y Mick Fleetwood. La ráfaga de vientos alcanzaría después a los Eagles. Agitadas fueron las aventuras de Stevie con Joe Walsh y Don Henley. Los rumores se retorcieron cuando Stevie contrajo nupcias con Kim Anderson, nada menos que el viudo de Robin, su mejor amiga. Aseguraban que Nicks era una auténtica bruja. Y ningún hombre en su sano juicio podría esquivar sus encantos. Ninguna mujer tampoco. Stevie llegó con el líder de los Heartbreakers haciéndose amiga de su entonces esposa Jane Benyo, poco después del lanzamiento del You’re gonna get it!; como una groupie, Nicks se coló en las grabaciones de Damn the torpedoes. Entre palomazos imprevistos y cervezas y probablemente más (las sustancias quedan sugeridas en la biografía de Warren Zanes Petty: The Biography, publicada en 2015) surgió “Insider”, célebre surco 8 en la cara B de Hard Promises, de 1981. La combinación no podía ser más afortunada, fusión del riff de vaquero engrasado de Petty más la ingeniería automotriz de los Heartbrakers y el inconfundible timbre vocal de la Nicks, fermentado en bourbon y medias de nylon, sabes que es ella aún con un susurro intimidado por un redoble. El hechizo empezó a surgir efecto, porque en principio, Stop draggin’ my heart around fue escrita por Petty para los Heartbrakers, pero terminaron cediéndola al Bella Donna, el primer

“¡TOM PETTY ES MI ROCKSTAR FAVORITO! —GRITÓ STEVIE NICKS EN EL HYDE PARK DE LONDRES UNA TARDE DE JULIO DE 2017, EL ÚNICO CONCIERTO QUE TOM PETTY DIO EN EUROPA.”

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Stevie Nicks y Tom Petty. 1981.

álbum de Stevie Nicks como solista y no sólo eso, el sencillo permaneció en el tercer puesto del Billborad Hot 100 de 1981 durante poco más de seis semanas. Con el tiempo, se convirtió en un track clásico y obligatorio en las giras por separado tanto de Nicks como de Petty. Bella Donna también incluía “Edge of Seventeen”, inspirada en una conversación entre Nicks y Jane Benyo sobre su relación con Petty, canción que hace un guiño a las prácticas voyeuristas y, si uno se deja llevar, hasta sugerencias swingers pueden caber entre líneas. Aunque no se encerraran en un estudio de grabación, se daban consejos, sobre todo al momento de escribir canciones, y por lo visto, no podían hacer frente a la rehabilitación de la cocaína o la heroína sin el abrazo del otro. Cuando Nicks lanzó su octavo disco solista, Trouble in Shangri-La, en 2001, Nicks declaró al New York Times que Petty había sido un gran apoyo en la composición de las canciones y al momento de superar una tormentosa relación que la había abandonado en solitarias carreteras de cocaína. Finalmente en 2015, durante la promoción de la biografía de Tom Petty escrita por Warren Zanes, un periodista del Toronto Sun le preguntó si el libro revelaba uno que otro secretillo de la amistad entre Petty y Nicks, a lo que Zanes respondió: “Cuando le lancé la pregunta, lo único que me respondió fue: ‘Tuvimos nuestros momentos’.” El 9 de julio de 2017 fue la última vez que Tom Petty y Stevie Nicks estuvieron juntos, en el escenario y en la vida. —Wenceslao Bruciaga @distorsiongay

UN TIPO LLAMADO CHARLIE T. WILBURY JR. Junten al mejor letrista de la historia del pop con el más exquisito cantante de la era del rock & roll, agreguen un Beatle y luego sumen a un productor bien calado en la industria discográfica. Enciérrenlos. Con sus respectivas plumillas y plumas, guitarras y garras. ¿Qué se exprime de ahí? Puro jugo sin bagazo, ¿cierto? Justo lo que produjeron The Traveling Wilburys, es decir: Bob Dylan, Roy Orbison, George Harrison y Jeff Lynne. Pero, ¿y Tom Petty, el quinto miembro? Bueno, él merece un punto y aparte por ponerle a esa

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pandilla de genios lo que le faltaba: tramos de carretera gringa, buches de gasolina y puños de polvo. Primavera de 1988. George cenaba con Jeff y Roy, les contaba que quería hacer el lado B del sencillo “This Is Love” y que Dylan tenía un estudio en California, así que telefoneó al hombre de “Like a Rolling Stone” para que éste recibiera al trío con un invitado más: Petty. La razón: George le había prestado una guitarra y él se la devolvió el día preciso y a la hora justa, listo para unirse al plan. Fue de esta forma que “Handle with care” nació. Una ráfaga de acordes y palabras soltada por pistoleros fieros. Harrison disparó las primeras líneas y el resto siguió apretando el gatillo hasta que terminaron una tonada cuyo título se le ocurrió al de Liverpool tras leer el aviso “Manéjese con cuidado” en una caja. Un tema demasiado bueno como para ocupar la cara dos de un disco; unir formalmente a ese combo de músicos y hacer un álbum completo era mejor idea. Y pudieron llamarse Roy & The Boys, pero terminaron siendo The Traveling Wilburys debido a que Lynn y Harrison solían decir “we’ll bury ’em” (los enterraremos) al referirse a los errores que tenían lugar durante una grabación. A partir de ahí, cada cual tomaría una personalidad alterna con el apellido Wilbury como base: Dylan sería Lucky y Orbison se transformaría en Lefty; Harrison tomaría el nombre de Nelson mientras Lynne el de Otis. Finalmente, Petty optaría por el seudónimo de Charlie T. Wilbury Jr. Para esos días, Bob tenía las maletas listas para irse de gira y había que aprovechar sus días libres a tope. Bajo la premisa de hacer una canción por jornada, los cinco se metieron al estudio de Dave Stewart, un sitio tan diminuto que los músicos terminaron grabando en la cocina. Existen videos del proceso creativo donde es posible ver a los autores apretujados con sus diapasones,

“EN UNA DE SUS FOTOS MÁS POPULARES, DE DERECHA A IZQUIERDA SE ACOMODARON ORBISON, HARRISON Y PETTY: JUSTO EN EL ORDEN EN EL QUE SE ESFUMARON DEL PLANETA.”

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haciendo apuntes. Cuando llega el turno de “Last night”, es Tom quien sostiene la libreta y el lápiz, entonces apunta: I was feeling no pain / Feeling good in my brain, refiriéndose a su encuentro con una chica. Luego, por la noche, él mismo se calza los audífonos para pegarse al micrófono y cantar ese ska con la voz nasal que años después pondría a bailar a la mismísima Mary Jane. Pero el flaco de Florida no sólo estuvo pegado a las cuerdas durante las seis semanas que esos se juntaron (lapso que aprovechó para tomar lecciones de ukelele con el beatle); en los videos mencionados, en algún momento puede vérsele con una cámara instantánea, destapando cervezas y preparando café, fotografiando a Jim Keltner (suertudo baterista invitado) mientras azota las baquetas contra el refrigerador para “Rattled”. Vaya, que Tom, al igual que los demás, se la pasó bien. Él mismo llegó a contarlo: “Nos sentábamos en el suelo en círculo y escribíamos las canciones. Cenábamos, refinábamos las letras en la sobremesa y después a registrar las voces. Bang. Amo a esos muchachos”. Y cómo no iba a agarrarles cariño si lo ayudaron a crear “Tweeter and The Monkey Man” (según Harrison, un tema firmado por Mr. Zimmerman y el artífice de “Free Fallin’”), la historia de un par de dealers en la que se verifica lo atentos que sus autores estaban del imaginario de Bruce Springsteen (ajá, la pregunta es inevitable: ¿pudo The Boss ser el sexto miembro de la banda?). El álbum llevaría por título The Traveling Wilburys Vol. 1 y serviría para reavivar las carreras de sus creadores. Así, Otis le produciría Mystery Girl a Lefty, Lucky se iría de gira y Nelson haría lo mismo luego —con Eric Clapton— mientras Charlie agarraría vuelo para separarse por un rato de sus Heartbreakers y diseñar su apabullante debut solista, Full Moon Fever, producido por el de la Electric Light Orchestra. Sin embargo, poco después de que el plato de estreno del quinteto viera la luz, el corazón de Orbison se detendría para siempre. Por eso en el videoclip de “End of the Line” puede verse al de dientes toscos pulsando un bajo cuyas clavijas operan como corona para un retrato del recién fallecido, de quien se tomó prestada una guitarra para colocarla en una mecedora. “Sit around and wonder what tomorrow will bring / Maybe a diamond ring”, canta Petty a lo largo del tema. Un llamado a la acción que siguió con esmero, pues con los Wilburys sobrevivientes confeccionó un disco más, ya como cuarteto, que no alcanzó los logros de su predecesor. En una de sus fotos más populares, aquellos capos están con sus guitarras a los pies. De derecha a izquierda se acomodaron Orbison, Harrison y Petty: justo en el orden en el que se fueron esfumando del planeta. Bajo tal perspectiva, el siguiente en la lista negra sería Lynne y finalmente Dylan colgaría el calzado. Por fortuna, la pareja acá sigue, entre los vivos, cantando bajo el cráneo las líneas que el rubio del fleco lacio soltó algún día, con la mira fija en la carretera: Well, it’s all right, we’re going to the end of the line. —Alejandro González Castillo

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E l Cultural S Á B A D O 1 4 . 1 0 . 2 0 1 7

Otra reciente y lamentable desaparición fue la del pintor peruano Fernando de Szyszlo (1925-2017), ocurrida el pasado 9 de octubre. Reproducimos tres pasajes de Adolfo Castañón sobre su libro Miradas furtivas (FCE, 2012), que ilustran la faceta y riqueza del escritor y pensador que también fue este artista. Registran además el aprecio de Van Gogh y el vínculo que De Szyszlo estableció con México, a partir de su encuentro con Octavio Paz, en el París de la postguerra.

E S TA M PA S DE F E R N A N D O DE SZ YSZ L O ADOLFO CASTAÑÓN EN “VINCENT VAN GOGH cien años después”, Szyszlo refiere la vida y experiencia del pintor que revolucionó la pintura moderna, sitúa con exactitud el estado de las artes plásticas circundantes, esboza lo que Van Gogh significa para el arte moderno y las profundas transformaciones que fueron operadas por él en éste: Después de Van Gogh, la pintura nunca volvió a ser la misma: había nacido una manera de realizarla que si estaba anunciada en la obra de algunos grandes pintores anteriores a él, por primera vez era total y solamente eso: expresión, había nacido lo que luego se llamaría el expresionismo. La influencia de Van Gogh sumada a la de Gauguin produjo los primeros brotes de lo que llamamos arte contemporáneo, en la base de los cuales está el fauvismo y que viene directamente de estos dos pintores. Bien entendido, el arte moderno también encontró otros caminos. El camino que abrió Cézanne y que llevó al cubismo y a la abstracción geométrica; la ruta abierta por Moreau y Redon que finalmente llevaría a la pintura surrealista. De la libertad con que Van Gogh encara el cuadro, de su violencia, de su uso expresivo del color, no solamente salen los “Fauves”: Matisse, Derain, Vlaminck, Rouault, sino también los expresionistas escandinavos, belgas, alemanes y centroeuropeos como Munch, Ensor,

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Nolde, Schmidt-Rottluff, Kandinsky, Jawlensky, Modersohn-Becker, Soutine y tantos otros. Este holandés errante que salía de noche a pintar paisajes, llevando un sombrero con velas encendidas alrededor de la copa para poder vislumbrar lo que pintaba, que confesaba “en mi trabajo arriesgo mi vida y he perdido la mitad de mi razón”, que se suicida porque en su momento de máxima lucidez sabe que será víctima de otro ataque de locura y no está dispuesto a soportarlo, este pintor abrió con su genio, su frenesí y su coraje, caminos por los que hasta hoy transita gran parte de la pintura contemporánea, cien años después de su muerte.

MIRADAS

Fernando de Szyszlo: Mar de Lurín. Mixografía. 1994.

FURTIVAS de Fernando de

Szyszlo es un libro que ha ido creciendo con los años y que recoge los escritos que este pintor peruano nacido en 1925 ha publicado en los pasados sesenta. Pues Szyszlo, el pintor que escribe, el escultor que lee, es también y sobre todo un hombre que piensa, un hombre que es y que se prepara para el ser y el no ser a través del preguntar. Como tantas otras cosas, obras y personas, la silueta espigada de Szyszlo, su andante columna humana que parece una escultura de Brancusi en movimiento, se la debemos los mexicanos e hispanoamericanos al encuentro afortunado con Octavio Paz, quien lo descubrió en París, en 1949, junto con la poeta Blanca Varela, y otros hispanoamericanos, como el poeta nicaragüense Carlos Martínez Rivas y el pintor mexicano Rufino Tamayo. En ese París de la guerra apenas terminada, se dieron cita no sólo estos hispanoamericanos transatlánticos, no sólo los franceses —como André Breton, Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Albert Camus, André Malraux, Georges Bataille— sino un conjunto de artistas y creadores como Pablo Picasso, Alberto Giacometti, Pierre Soulages, Hans Hartung, Marcel Duchamp— por soltar, como semillas, un puñado de nombres para orientarnos en la selva de la historia —nombres a los que hay que añadir los de las “personas” que se incluyen en estas Miradas furtivas aunque no hayan estado en ese momento en París como Marta Traba, Sebastián Salazar

Bondy, Emilio Adolfo Westphalen, Georgette Vallejo, Luis Miró Quezada, Jorge Eduardo Eielson o Mario Vargas Llosa. El joven Szyszlo venía preparado de su natural Perú para no encandilarse tan fácilmente con la chispeante ebullición literaria y artística de aquel París melancólico, pero en el que se respiraba el ambiente de un cierto optimismo consciente, pues era la ciudad que acababa de ver pasar hacía muy poco, durante la guerra, la furia desatada de los titanes capaces de romper cualquier idea de dignidad o de santuario, furia que estuvo a punto de borrar a esta ciudad completamente del mapa: París era una ciudad que respiraba como una mujer resucitada.

EL

ENCUENTRO CON PARÍS es el encuentro con un André Bretón que por entonces tendría unos cincuenta años, con un Hans Hartung, maestro del arte abstracto alemán y europeo de quien los separaban más o menos veinte y con un Octavio Paz nacido en México en 1914, once años mayor que el peruano que lo sentía como un “hermano definidor” —para aludir a la voz de Pedro Henríquez Ureña— y un paisano y camarada. También conocería ahí a Julio Cortázar, Alejandro Obregón, Wilfredo Lam y Marta Traba. Descubrió la pintura. “Nunca había visto un Rembrant, ni un Van Gogh. Recuerdo [...] cuando encontré un retrato de Van Gogh, una cabeza con estrellas atrás; sentí que la piel se me erizaba”, le confiesa Szyszlo en una entrevista incluida en este libro a Ana María Escallón en 1991. “La piel se me erizaba”: las palabras de Szyszlo son síntoma de una relación orgánica y vivida con el fenómeno artístico. Además, durante ese viaje, se dio otra revelación: hay que “prepararse”, estar listo para atisbar lo oculto, lo prohibido, lo secreto e irracional; para sentir lo sagrado, “la boca de la sombra”, “el arcoiris negro” prepararse para ser digno de lanzar miradas furtivas al templo que sienta sus reales dentro y fuera del cuerpo. La “boca de sombra” evocada por el poema quechua será también una contraseña secreta del arte moderno. Ir y venir entre el pasado remoto y el presente en búsqueda del prodigio —ahí está uno de los nudos que mueven al artista contemporáneo ávido de congruencia. C

13/10/17 7:17 p.m.


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