IN MEMORIAM LEONARD COHEN ESTAMPAS Y POEMAS
CARLOS VELÁZQUEZ COHEN Y MÉXICO
JESÚS RAMÍREZ-BERMÚDEZ
UN LABORATORIO EN CASA
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[ S u p l e m e n t o d e La Razón ]
Desde Nueva York y San Francisco
LA INSÓLITA ELECCIÓN DEL PRESIDENTE TRUMP NAIEF YEHYA ALICIA QUIÑONES
NEELI CHERKOVSKI
EL VIAJE DEL POETA EVODIO ESCALANTE
A D O L F O C A S TA Ñ Ó N
PRECISIONES SOBRE ALEJANDRO ROSSI
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Ante el asombro, el descontento, la oposición e indignación de multitudes en el mundo entero, Donald Trump consiguió lo que hace unos meses parecía una mala broma, un disparate. Las consecuencias de su triunfo electoral constituyen una amenaza declarada contra las minorías y los migrantes; además, una reivindicación fascista del nativismo y la supremacía racial; la discriminación de civilizaciones enteras; una ruptura con la integración y globalización; el inicio de una etapa ominosa en el orden social, político, económico, tanto al interior de su país como en el plano internacional. Aquí un repaso de las condiciones que propiciaron este vuelco de la historia.
La mirada desde Nueva York
L A I N S Ó L I TA E L E C C I Ó N D E L P R E S I D E N T E T RU M P NAIEF YEHYA
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MIOPÍA
l simple hecho de comenzar un texto con un título como el que lleva éste hubiera tenido sentido sólo si lo escrito a continuación fuera una ficción distópica o un relato humorístico. Hasta la noche del 8 de noviembre de 2016, la noción de que el magnate Donald J. Trump llegara a la presidencia parecía una idea disparatada. Bastaba con considerar aquel esperpéntico y surreal anuncio del 16 de junio de 2015, en que Trump lanzó su improbable campaña, tras descender por la escalera eléctrica del vestíbulo dorado de una de las torres que llevan su nombre, acompañado por su esposa, y decir, entre otras cosas, que él como presidente pondría fin a la criminalidad que representaban los mexicanos violadores que invadían el país. Era una entrada en el proceso electoral de una teatralidad hilarante y patética que parecía hecha para provocar polémica y crear expectación, muy al estilo de las promociones que hacen algunas películas y series de presupuestos multimillonarios. Esta introducción ridícula (por la forma) e histérica (por el fondo) fue objeto de burlas de casi todos los medios y el espectro político. A ese discurso le siguieron cientos más, igualmente
lunáticos, en los que la realidad y los datos nunca fueron un inconveniente para la retórica tremendista y alucinada. Por lo menos la mitad del país y una gran parte del planeta absorbían esas peroratas, aparentemente improvisadas, como si se tratara de entretenimiento incendiario, como una reafirmación de la superioridad de los valores dominantes en occidente, como los alegatos a la vez repugnantes y apasionantes de un desquiciado que parece ignorar la lógica y la decencia al atacar principios elementales de respeto por los minusválidos, por la mujer, por las minorías, por los inmigrantes que huyen de la guerra o de condiciones económicas aterradoras. Mientras nos estremecíamos con una mezcla extraña entre el repudio y la carcajada, muchos republicanos también se unieron al coro de rechazo a las ideas insensatas e insensibles de Trump. Todo eso conspiró para crear un efecto de miopía social.
UN INCOMPRENDIDO EN SU TIERRA Nueva York es una ciudad liberal y conservadora, cosmopolita y provinciana, la cresta de la ola cultural y el centro del universo económico, el páramo de concreto del abandono y la calidez de mil pequeñas
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“SIN EL MENOR PUDOR EL PRESIDENTE DE LA CADENA CBS, LES MOONVES, DIJO EN FEBRERO DE 2016 QUE SI BIEN TRUMP NO ERA BUENO PARA EL PAÍS, ERA BUENÍSIMO PARA LA CBS.” aldeas. Trump nació en un enclave de la pequeña burguesía conservadora de Queens. Mientras su padre se enriquecía como casero de cientos de inquilinos de la pujante clase media de mediados del siglo XX, el joven Donald soñaba con conquistar Manhattan y poner su nombre en algunos de los inmuebles más impresionantes de la isla. Eventualmente lo logró al invertir buena parte de la fortuna de su padre para crearse el mito de playboy multimillonario. Trump se volvió un vínculo entre la élite de esta ciudad y el mundo de los casinos y la farándula, él era el “ultimate insider” de la alta sociedad y de la clase política local. Sin embargo, su sueño presidencial era visto desde aquí como un delirio peligroso, un desplante que jamás sería apoyado ni por la ciudad ni el estado. Los medios de comunicación vieron en Trump una fuente inagotable de altos ratings y por tanto ingresos, así que no perdían una sola de sus palabras. Lo seguían de escándalo en escándalo obsesivamente, repitiendo ad infinitum sus aparentes pasos en falso, sus declaraciones bochornosas y sus incontables mentiras. Trump era el candidato ideal de la era de la masificación de la desinformación, sus certezas estaban infestadas de contradicciones y sinsentidos, datos equivocados, ideas conspiratorias, paranoia e insinuaciones fóbicas. Como dice Mauricio Hammer, Trump era el candidato de las “redes oscuras”. Trump, un hombre que jamás había ocupado un puesto político ni servido en el ejército ni ofrecido ningún tipo de sacrificio a la sociedad, arrasó por medio de descalificaciones, insultos y gracejadas con políticos experimentados (gobernadores y senadores), veteranos de toda clase de comicios y miembros de familias del poder, para sorpresa de todos los expertos, analistas y encuestadores que suponían que el hombre con la piel naranja (debido a su adicción al bronceado artificial) terminaría en el último lugar de esa contienda. Con su actitud de bully o bravucón mal educado, Trump eliminó a sus dieciséis competidores republicanos en las elecciones primarias, para deleite de los demócratas y los liberales. Sin embargo, eso no le ganó el apoyo de Nueva York ni los otros bastiones progresistas.
una clara nostalgia de los “tiempos mejores” cuando los negros no llegaban a la presidencia y la gente de piel oscura era puesta en su lugar. Su programa político era superficial e irrelevante. Con absoluta desfachatez Trump prometía cambios no sólo veloces sino instantáneos y dramáticos a décadas de política exterior y nacional que ponían en evidencia su desconocimiento del funcionamiento de los mecanismos legales y políticos. Asimismo, este hombre incapaz de reconocer que se equivoca ofrecía ideas peligrosas y provocadoras que atentaban contra valores fundamentales de los gobiernos estadunidenses recientes y las normas básicas neoconservadoras en vigor, compartidas por republicanos y demócratas (especialmente en relación con acuerdos de comercio y tratados militares internacionales). En muchos sentidos sus promesas hacían pensar en un adolescente necio, con un idealismo perverso y una verborrea incontinente. La campaña de Trump parecía un acto de vanidad, un desplante megalomaniaco de un improvisado que contrataba y despedía a su personal de manera caprichosa, que no escuchaba a sus asesores y se negaba a aprender, que tomaba decisiones impetuosas y acciones frívolas porque se le daba la gana y que obstinadamente empleaba a sus hijos, en especial a su predilecta, Ivanka, en puestos determinantes. Las revelaciones y los escándalos no parecían tener fin: había evadido impuestos durante décadas, no había pagado a numerosos contratistas, había tratado de tener negocios con el gobierno de Fidel Castro (un tabú inaceptable en la derecha estadunidense), se había negado a rechazar el apoyo del Ku Kux Klan, se difundió una grabación en la que hablaba de agarrar a las mujeres por el sexo, porque “cuando uno es famoso ellas se dejan hacer” y muchas historias más.
LOS MEDIOS Y EL APRENDIZ DE BRUJO Todo parecía exclamar que Trump era un individuo inelegible y que representaba una vergüenza para cualquier estadunidense. Cada vez que decía algo reprochable los medios se imaginaban que su campaña se desmoronaría, sin
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embargo, en cada caso se equivocaron. Sin el menor pudor el presidente de la cadena CBS, Les Moonves, dijo en febrero de 2016 que si bien Trump no era bueno para el país, era buenísimo para la CBS. Los medios pasaron meses dedicándole una cantidad exagerada de tiempo a su campaña y fueron criticados por ello, así como por tratar a Trump como si fuera “un candidato normal” a pesar de pregonar ideas racistas, misóginas e inaceptables. Se ha repetido hasta el cansancio que Trump no tuvo que gastar miles de millones de dólares en publicidad ya que los medios electrónicos le regalaron horas de cobertura a cambio de la promesa de entretenimiento. No obstante, durante toda la campaña Trump trató a la prensa como si fuera injusta con él. Hasta que de pronto, quizás en un arrebato de conciencia, algunos canales como MSNBC dieron un giro para atacar a su campaña abiertamente, para criticarlo y descalificarlo como un payaso indigno de ser presidente de la república. Más que restarle seguidores, estos ataques confirmaron en cierta forma las acusaciones de Trump.
LA CORRECCIÓN POLÍTICA La historia de Trump era como una fábula que se nos ofrecía a la vez aleccionadora y entretenida. Entre el masoquismo y el desencanto, seguíamos los exabruptos en apariencia suicidas de un hombre incapaz de controlarse y que lanzaba insultos vía Twitter a todo aquel que osara contradecirlo. Pero había una gran masa lejos de Nueva York y los enclaves progresistas que no entendía el fenómeno Trump de la misma manera. Para ellos Trump era un self made man exitoso y valiente que decía las cosas como eran y que le declaraba la guerra a la corrección política. Y este es un punto de particular importancia: desde hace varias décadas se desató un movimiento derechista que veía una debilidad intrínseca en la tendencia, entre los intelectuales y académicos (y en general las clases privilegiadas) de respetar la idiosincrasia, las creencias, las preferencias sexuales y los orígenes nacionales o étnicos de las minorías. Esa tendencia surgió como una burla
Las ideas de Trump son simples, como su promesa de construir “un hermoso muro” entre México y Estados Unidos para detener la inmigración ilegal, o bien la de prohibir a los musulmanes inmigrar a este país para detener el terrorismo, o su lema Make America Great Again (Hagamos a América “grande” —maravillosa— otra vez), en
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PERTURBADORA SIMPLEZA
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de la atmósfera que regía en las universidades y desde la derecha era imaginada como una especie de credo laico que profesaban los liberales. Pero mientras nosotros, y con esto me refiero a un grupo de personas amplio, sobre todo urbano (en ambos sentidos del término) y más o menos liberal, con criterio relativamente abierto y valores humanistas básicos, veíamos su campaña como un desfile de obscenidades grotescas, un inminente choque de trenes, una colección de actos hipócritas, y ante todo como una monumental pérdida de tiempo, el resto de la población, especialmente en zonas rurales y en las áreas que fueron industriales o mineras y ahora se encuentran devastadas por el abandono y los cambios de la economía, lo veían como el redentor de su causa y el portavoz de su indignación y rabia. Sus mítines pasaron de agrupar a puñados de conservadores curiosos a volverse actos multitudinarios donde decenas de miles de seguidores fanáticos agredían a los disidentes, gritaban “¡Encarcélenla!” Y “¡Maten a la perra!” (refiriéndose a Hillary Clinton) y coreaban: “¡Construye el muro!”, como si hubieran creído y adoptado la noción de The Wall, de Pink Floyd, donde una estrella de rock se convertía en su imaginación en un dictador fascista que expulsaba a los judíos, negros y homosexuales de su concierto.
EL JERARCA Y SU MOVIMIENTO De pronto el multimillonario que se hizo de fama mundial con el reality show televisivo El Aprendiz, se volvió un líder populista que destilaba un nacionalismo nativista extático. El playboy sibarita con gusto por el oropel y el exhibicionismo ostentoso de pronto se redescubrió como una especie de cristiano renacido, ignorante en materias de la Biblia o de la religión, pero que
prometía a los evangelistas redimir a la nación de sus pecados. A pesar de que sus eventos eran cada vez más grandes, los medios mostraban a masas ignorantes que babeaban ante un millonario que hacía promesas huecas, sin entender que era un síntoma flagrante de un malestar social y cultural que calaba muy profundo. Es cierto que la gran mayoría de sus seguidores eran blancos sin educación universitaria pero entre ellos había muchas mujeres a las que no les importaba que su candidato fuera procaz y misógino. Muchas veces Trump y su estrambótica corte de subalternos afirmaban en sus innumerables apariciones en los shows televisivos que lo suyo no era una campaña sino un movimiento. Al parecer tenían razón. Las numerosas fracturas y deserciones en el partido republicano, así como los rumores de que la campaña era un caos al borde del colapso, que fueron ampliamente reportadas por los medios, crearon la imagen de que el fracaso de Trump no sólo era inevitable sino que además podía ser enorme y que implicaría la destrucción del partido republicano. Las encuestas de opinión mostraba con optimismo que Trump tenía tan sólo una posibilidad muy remota de conseguir los doscientos setenta votos electorales necesarios para triunfar en la contienda electoral: ganar todos los estados pendulares y por lo menos ganar algún estado tradicionalmente demócrata. Enfatizaban que el voto latino, femenino y afroamericano aniquilarían a Trump.
REIVINDICACIÓN Mientras Trump desplegaba una de las campañas más inverosímiles de la historia y ofendía a medio mundo a su paso, había un sentimiento compartido por todos los liberales y progresistas de que la elección traería una reivindicación, que el pueblo asestaría un golpe fulminante a Trump, su séquito de
“MUCHAS VECES TRUMP Y SU ESTRAMBÓTICA CORTE DE SUBALTERNOS AFIRMABAN EN SUS INNUMERABLES APARICIONES EN LOS SHOWS TELEVISIVOS QUE LO SUYO NO ERA UNA CAMPAÑA SINO UN MOVIMIENTO. AL PARECER TENÍAN RAZÓN.”
incondicionales y sus deplorables seguidores. No podía ser de otra manera: los estadunidenses no podían apoyar a un misógino, racista y xenófobo. Además, Hillary tenía de su lado la decencia y a todas las grandes estrellas del mundo del espectáculo y las artes, los actores y actrices más famosos, los músicos y comediantes que el mundo adora, incluyendo a Beyonce. ¿Cómo podía perder la elección? Y sin embargo la derrota de la candidata que representaba la continuidad no sólo a nivel nacional sino también internacional fue contundente. Si bien Hillary ganó el voto popular, lo cual casi en cualquier democracia le hubiera valido el triunfo, perdió los votos electorales de manera dramática. Pero quizás una derrota más aplastante la recibió el periodismo basado en modelos estadísticos y la obsesión tecnológica que ha tomado por asalto las mesas de redacción de los medios informativos. Todos se equivocaron y no por poco. Quizá nunca sabremos qué fue más importante: el arrastre del candidato Trump o el repudio a la candidata Clinton. Por supuesto, ya hay una enorme cantidad de información y bases de datos que ofrecen respuestas, pero ya vimos la calidad de las predicciones de esos análisis. No hubo tal reivindicación para la America demócrata, tolerante y abierta. La misma que al día siguiente de la elección culpaba al centro del país de ser racista e ignorante, al FBI de haber conspirado con Trump y a los otros partidos de haber saboteado a Hillary. La otra America se vengó del poder, exigió cambios y castigó a quienes perciben como los responsables de la depredación del país y del colapso de la industria, así como de haber creado un sistema que impone seguros de salud obligatorios y mediocres que cuestan una fortuna. Se culpaba a esta élite demócrata de haber creado las condiciones en las que un retiro digno para gran parte de los empleados y obreros es prácticamente imposible, por lo que están condenados a pasar sus últimos años en la miseria trabajando por el salario mínimo (que no será de quince dólares la hora como peleó Bernie Sanders) en Wal-Mart o McDonalds (si es que logran conseguir un empleo). La realidad es que estas condiciones fueron provocadas por republicanos y demócratas, pero en la era Trump los datos son irrelevantes. Nueva York representa en gran medida la arrogancia cultural y económica que desprecia esa inmensa masa republicana que domina el centro del país. Esta es la urbe que se identifica con Wall Street, con los ricos y famosos que ignoran la miseria y el dolor que padece este país. La increíble paradoja es que un estafador astuto que vive entre la élite, y a veces incluso es su casero, logró embaucar a millones para hacerlos creer que sólo él podría hacer a America grande otra vez, al crear empleos en industrias extintas u obsoletas y que solo él podría abrirles las puertas del bienestar. Todos los que considerábamos absurdas y risibles las palabras: “presidente Trump” debemos reconocer hoy nuestra miopía, y ojalá aprendamos de nuestro error. C
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En San Francisco y Nueva York, ciudades emblemáticas que votaron por Hillary Clinton y se han enriquecido con la diversidad cultural, la aportación e integración de los inmigrantes —al margen de la amplia franja del país que decidió la elección en favor de Trump—, los inconformes reivindican la convivencia y tolerancia como sus rasgos distintivos.
La mirada desde San Francisco
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an Francisco aún se percibe como un sitio tranquilo para los mexicanos. Sin duda es una ciudad hermosa, y buena parte de sus habitantes guarda respeto por su historia cultural, política y por los derechos humanos, las minorías, la libertad de culto, los migrantes. Aquí se firmó en 1945 la carta constitutiva de la Organización para las Naciones Unidas. Y en este 2016 todavía parece existir un pacto social y de honor implícito en la vida cotidiana, de respeto por las libertades y los derechos. David Baker, californiano, activista por los derechos de la salud y de los trabajadores, cuestiona: “¿Queremos una cultura del miedo? Al parecer, una de las pocas salidas que tendremos en esta nueva etapa política del país es la defensa a través del arte, como un escape para ese miedo que no queremos que crezca. Nuestro gran reto es empezar el cambio desde aquí, desde uno mismo, frente al racismo y los maltratos”, apunta sobre la incertidumbre que ha provocado la elección de Donald Trump: “Los americanos también tenemos miedo”. Haight-Ashbury es el sitio donde se impulsaron movimientos como los beats o los hippies a partir de los años sesenta y setenta. Casi en la esquina de las calles a las que este barrio debe su nombre, Haight y Ashbury, se encuentra el departamento que Jimi Hendrix habitó poco antes de su muerte, justo arriba de una tienda de tabacos y pipas. Muy cerca del departamento de Hendrix se encuentra la tienda de discos Amoeba, un sitio clásico de compra venta de cd’s y acetatos, y ahí mismo se instauró un centro —abierto todos los días, a toda hora— para emitir tarjetas de uso de marihuana medicinal. Uno entra ahí, paga 39 o 49 dólares, y un médico —que asegura completa confidencialidad— evalúa los síntomas y, si lo cree conveniente, expide una tarjeta para usar cannabis en casa y como tratamiento. Aunque en las elecciones del 8 de noviembre también se aprobó el uso recreativo de la hierba en este estado —California, por cierto, es la primera economía de la Unión Americana—, eso será realidad hasta 2018. Sin embargo, en muchas calles se percibe el olor a marihuana; y en algunas esquinas aparecen las jeringas usadas por los junkies la noche anterior. A unas quince calles de la tienda de discos se encuentra Dolores Heights, que nos lleva al distrito The Castro, el barrio gay de San Francisco, donde un habitante decidió izar una bandera
nazi en su casa. Como buena metrópoli, San Francisco está llena de contrastes: hoy es la ciudad con el costo de vida más alto del mundo, en gran parte gracias al desarrollo de Silicon Valley, donde se establecieron corporaciones de tecnología tan importantes como Google o Play Station, y las llamadas start-ups, desarrolladoras de servicios como Airbnb y Uber. La industrialización hizo que muchos profesores y artistas dejaran su casa, la vendieran o cambiaran de trabajo. Ante una renta de por lo menos 4 mil dólares al mes, sus avenidas están pobladas por más de siete mil indigentes. En el distrito financiero que colinda con los restaurantes del malecón encuentro a uno de estos personajes. Ordena su contenedor, limpia su ropa, saca la basura que no le sirve más. Se dispone a escuchar su música favorita: Bach, para ser exactos. La calle está vacía. Mientras él se concentra en sus labores de limpieza, en la acera de enfrente se encuentra Jerry, de aproximadamente 60 años, quien grita: “¡Qué piensan estos estúpidos, Donald Trump va a jodernos más la vida!”. Jerry ha fumado marihuana, tal vez ha consumido otras sustancias. Le pregunto si accede a una entrevista, a decirme su edad —lo hace—, a decirme su nombre —lo hace—. “¿Quieres conocer la historia de mi desgracia?”, dice enojado: “Ésta es mi ciudad”. ¿Cómo asumen sus habitantes el posible o inevitable cambio de rumbo? En un principio, recibieron el fallo electoral con silencio en las calles, mientras que los trabajadores con green card —para residentes extranjeros— de Silicon Valley encontraron un particular silencio entre sus compañeros: “Nadie comentó la noticia, sólo callamos. En esta empresa, el ochenta por ciento de los trabajadores somos extranjeros y nuestra vida podría cambiar de un momento a otro”,
comenta el ingeniero de una importante empresa de telecomunicaciones. El fin de semana pasado, mientras se viralizaba el video de una mujer que amenaza a otra en el transporte público de San Francisco por hablar en árabe (“Trump podría deportarte”), en la ciudad surgían movilizaciones en contra del presidente electo, sobre todo en el área de la bahía: Oakland —con cuarenta detenidos e incendios en la ciudad el fin de semana pasado—, San Mateo y San Francisco. “ H AZTE A UN LADO, T RUMP”. Con consignas como ésta, hombres y mujeres de todas las edades y nacionalidades —algunos trabajadores de Uber y Foursquare—, pero sobre todo estudiantes de al menos diez escuelas de San Francisco, comenzaron una serie de movilizaciones desde el 10 de noviembre. Esta mañana del domingo 13 de noviembre, el llamado a través de redes sociales lo hacen los estudiantes, organizaciones de la sociedad civil nacientes y aquellos que cinco años atrás se sumaron a movimientos como los Occupy. Las movilizaciones son pacíficas. ¿Servirán de algo estas protestas?, pregunto a Sandy, estudiante de rasgos orientales. “Eso deseamos. No quiero vivir con un presidente como Trump. Sea como sea, algo lograremos”. Mientras tanto, otros manifestantes promueven el Calexit —movimiento para la independencia y separación de California ante Estados Unidos— y Marc, uno de sus activistas, afirma: “Trump es la cara de un país, nosotros queremos otra”. Los versos del poeta beat Lawrence Ferlinguetti acompañan la manifestación y parecen inspirados en este instante: “Lástima de la nación y del pueblo / que permite la erosión de sus derechos / y que sus libertades sean arrasadas // Mi país, tus lágrimas, dulce tierra de libertad”. C
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Nacido en Santa Mónica (1945) y avecindado en San Francisco, California, el poeta Neeli Cherkovski nos comparte estas páginas —leídas en el Encuentro Internacional de Escritores, celebrado este mes en la ciudad de Monterrey— que dan cuenta de su aprecio por México, su paso por esa frontera que “no necesita muro”, y comparte a la vez sus recuerdos y lecturas en el trayecto de un poeta.
EL VIAJE DE L P OE TA NEELI CHERKOVSKI TRADUCCIÓN GERSON GÓMEZ
“MI APRECIACIÓN DE LA PALABRA ESCRITA VIENE DE REVISAR POEMAS, ENCONTRANDO EN LO QUE A MENUDO PARECE COMPLEJO UNA PROFUNDA SENCILLEZ.”
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l viaje del poeta no ha escapado a mi atención. Ha estado en mi mente desde los 12 años, cuando decidí que yo era poeta. Poco sabía entonces qué implicaba esto, pero entendí que me permitiría ser mi propio jefe y que el camino por delante tendría que ser por mi cuenta. La poesía todavía no se había convertido en una profesión como lo es hoy, entonces había pocos maestros de escritura en Bellas Artes. Me inscribí para el programa de Estudios Americanos y más tarde me quedé con el poema. Un largo aprendizaje siguió, uno en el cual yo recogía trucos del oficio y construía una bolsa de ellos. Me gustaba escribir a mano para empezar, pero luego aprendí a usar una máquina de escribir. Los cuadernos eran todavía de uso, y algunos trabajos comenzaron como juegos al azar. En este camino me encontré con Charles Bukowski, una generación mayor. Me invitó a visitarlo. Nos hicimos amigos y amigos bebiendo. A finales de los años sesenta coeditamos una revista y, con Paul Vangelisti, una antología de poetas de Los Ángeles. Bukowski rara vez daba conferencias, pero ofrecía un ejemplo de lo que puede contener la vida de un poeta. Había sido un lector voraz y yo también lo era. Cuando yo iba a la biblioteca y veía un libro de poesía, ése era el comienzo del viaje. Nada podía detenerme y tenía que pasar de mis libros a clases aburridas y leer furtivamente el poema, o memorizar las palabras y permitirles tomar posesión: munición suficiente para hacer un día de escuela entero rapsódico y
Neeli Cherkovski.
gratificante. El hábito de la memorización me sirvió bien y construí una antología que no costó nada y estaba siempre disponible. Descubrí cómo conocer un poema, y lo aprendía de nuevo, y de nuevo. De hecho, mi apreciación de la palabra escrita viene de revisar poemas, encontrando en lo que a menudo parece complejo una profunda sencillez y, por el contrario, la apertura de pensamientos y sentimientos complejos en un poema que en principio parece simple. EL TRAYECTO DE MI YO POETA ahora me ha llevado a Monterrey, estado de Nuevo León, México, al sur de la frontera con Estados Unidos, una frontera que no necesita muro pero requiere más comprensión. Me siento honrado de conocer escritores de esta tierra de innumerables historias. Cuando estoy en el norte, en esa frontera y frontera, a menudo pienso en mis viajes a México: el antiguo mercado de San Cristóbal de las Casas, un hotel destartalado en Tehuantepec
con un ventilador reventado en una noche sofocante, la ansiosa madre que intentó casarme con su hija en el malecón de Mazatlán, el policía que se reía con buen humor cuando salté el camellón en mi coche de alquiler en el Paseo de la Reforma de la Ciudad de México, y me llevó a la Plaza Garibaldi donde compartimos una comida con las bandas de mariachi tocando su música desordenada. El trayecto me recordó entonces que a los doce años el Ballet Folklórico de México vino a presentarse a mi escuela secundaria. Esa tarde bajo un sol ardiente se quedó conmigo. Tuve un sabor de la música tradicional mexicana y el vestido. Toda la presentación me obsesionó, al igual que la ropa colorida de los artistas. Esta huella indeleble siguió siendo una parte importante de mis pensamientos sobre otras culturas, en especial las de América Latina. He sido un turista en México y un invitado. Mi primera lectura fue en el instituto de Artes Gráficas de
Oaxaca y luego viajé a la Ciudad de México, a leer para Generación, la revista editada por el legendario Carlos Martínez Rentería. Él me condujo por el camino de la extraña tradición de la cultura mexicana, mostrando los poemas de Jaime Sabines y otros inconformes. Era muy romántico observarlo a través de la visión del sur de California. Tenía concepciones simplistas en gran parte basadas en una visión operística de la reunión de Hernán Cortés y Moctezuma. Octavio Paz me dio una idea (realista) del pueblo mexicano con El laberinto de la soledad, algunos pensamientos se hundieron en mi mente adolescente. Paz escribió con claridad sobre el pasado del país, uniendo fuerzas dispares, ofreciendo un conjunto compacto de ideas sobre la conquista española y la Revolución de 1910. La muerte de Artemio Cruz de Carlos Fuentes me fascinó con el retrato afilado de cómo fue traicionada la revolución a través de la codicia y la ambición. El magnate del periódico presentado en sus páginas, y la metrópoli salvaje y astuta del Distrito Federal, me cautivaron. Utilicé la geografía de ese libro para hacer mi camino a través de la capital mexicana, como antes lo hice con Walt Whitman en Hojas de hierba, que fue mi hoja de ruta para Nueva York y apunta hacia el oeste. En la novela de Fuentes, los olores acre de las calles estrechas, la promesa de riquezas justo detrás del muro de un patio —la mezcla de memoria y deseo— me lanzó a la profundidad del laberinto mexicano, tal vez tan profundo como un poeta de California podría esperarlo.
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Dylan Thomas (1914-1953).
¿QUÉ ES EL VIAJE de un poeta? Parte de ello se refleja simplemente en el trabajo que uno hace, día a día, hora a hora, momento a momento, encontrando las palabras correctas, identificando las que funcionan. A menudo hago listas de palabras en mis cuadernos o en mi cabeza y las u so al azar. Los ingleses tienen muchas palabras, como while (como conjunción, verbo, sustantivo o adverbio) en lugar del “While” que pongo en mis poemas. Rescato viejas palabras, las conservo para uso contemporáneo. De César Vallejo aprendí a retorcer las palabras, a combinarlas, y cosas por el estilo. También viajo a través de la poesía de otros poetas. Recientemente, perfeccioné a Dylan Thomas y encontré la energía que necesitaba para completar algunos
“RESCATO VIEJAS PALABRAS, LAS CONSERVO PARA USO CONTEMPORÁNEO... DE CÉSAR VALLEJO APRENDÍ A RETORCER LAS PALABRAS, A COMBINARLAS. TAMBIÉN VIAJO A TRAVÉS DE LA POESÍA DE OTROS POETAS.”
pensamientos poéticos. La primera línea de sus Collected Poems es “Veo a los chicos del verano en su ruina”, y yo me enamoré de todo de nuevo. A los trece años leí ese pensamiento por primera vez. Las letras simples estaban impregnadas de magia, como creían los antiguos cabalistas, al igual que las palabras. Los poemas son lugares donde prospera la magia. Yo poseía una edición de los poemas y la llevaba a la escuela, por no dejar, mirando poemas en particular mientras estaba en clase o en el patio de la escuela. He leído esa línea una y otra vez durante décadas, tanto como tengo poemas de tantos otros. Hay una cualidad mágica en la expresión “Los chicos del verano en su ruina”. Este es un nuevo giro en las cosas. ¿Por qué “su ruina”? ¿Tal vez pensó en lo que les esperaba a estos jóvenes, que sus propios cuerpos se convertirían en ruinas con el tiempo? Casi todos los poetas conocen las líneas de T. S. Eliot en “Los hombres huecos”: “Así es como se acaba el mundo. Así es como se acaba el mundo. Así es como se acaba el mundo. No con un golpe seco sino en un largo plañir”. La repetición del final del mundo es mágica y chamánica, y tocada por los aspectos mágicos de la conciencia. Pero luego debemos salir por nuestra cuenta. Hace mucho tiempo surgió la idea de “ir de excursión al interior”, y con eso quiero decir al propio paisaje mental. Lo que está dentro de nosotros mismos. Es en la “fábrica de la mente”, como la llamo, donde se hace el verdadero trabajo. En esa compleja y misteriosa región encuentro lo que se requiere para completar un poema. Allí encuentro el verdadero objetivo, allí hago descubrimientos que sorprendan o diviertan o generen temor. Nuestras mentes son calderos o crisoles inmensos que nos entretienen y nos instruyen. Eso es lo que Sigmund Freud entendió. Hizo un mapa de la mente. Ha resultado ser una guía para mi propio proceso de pensamiento, una útil herramienta poética. Llegué a creer que existe un territorio compartido de la memoria. La mente hace malabarismos con
tanta información, y una buena parte de ella, creo, proviene de este campo de sentimiento humano común incrustado en nuestro ser psíquico. Cuando miro la forma del arte rupestre hace 30 mil años, no sólo pienso que es arcaico, sino que de alguna manera tiene un brillo de lo intemporal. Hay tiene reverencia en gran parte de ese arte, un sentimiento por otros animales, una creencia de que algo está más allá de nosotros. Este es un fragmento de mi poema que expresa un vínculo con nuestros antepasados de tiempos prehistóricos: puedes vagar durante una tormenta de nieve mientras duermes lo considero un milagro porque la verdad [paleolítica ha tocado sus costillas y el sol del anciano ha fluido a [través de las persianas como si fueran vides o una renovada forma ha comenzado a ser Esta “verdad paleolítica” desciende a través de nuestros cuerpos —somos anatómicamente lo mismo que los pintores de la cueva— y de nuestra conciencia también. En el viaje de mi poeta, cierro los ojos y visualizo el profundo pasado de nuestro sueño racial. MIS HABITACIONES están llenas de libros, poesía y prosa. ¿Cuántas veces he sacado el Quijote de una estantería para hojearlo, o Moby Dick de Melville, desafiado por la incansable búsqueda del capitán Ahab de la ballena que le arrancó la pierna? La divina comedia es quizá mi mejor guía. Es, por supuesto, un viaje, y que encaja muy bien con mi tema. Comienza con “nuestro viaje”, no “mi viaje”. Y luego nos lleva a la profundidad de los muchos caminos que conducen a nuestras profundidades y hacia lo alto en nuestra aspiración más fina. Es una brújula que necesito. Me ayuda a mantenerme concentrado en el pensamiento de que la poesía es útil, que significa algo grande e importante, que un haikú de diecisiete sílabas
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puede ser tan poderoso como un poema épico o una buena novela. El viaje no tiene fin, y muy probablemente no tuvo comienzo. Debí ser un poeta cuando escribí mis primeros poemas. No los tengo, pero sé que cubrían tres temas: Gandhi, África y el Buda en Kamakura, Japón. Yo tenía 12 años y estudiaba para mi bar mitzvah, el rito de paso judío. ¿Pero era yo un poeta desde el principio? No lo sé, pero si Freud está en lo correcto, cada bebé en la cuna tiene una mente poética que es relegada por otras necesidades. Ahora, a los 71 años, me siento en la casa de la poesía, a pesar de la necesidad de orden en un mundo desordenado. Es suficiente que mis escritos busquen el orden, y prefiero pensar que alguna locura se desliza en el cuadro, no soy simplemente un artesano. ¿QUÉ ES EL VIAJE DE UN POETA? Para algunos conduce a una posición universitaria, para Edgar Allan Poe terminó en una zanja donde tropezó borracho y nunca se levantó. Para Ezra Pound, terminó luego de más de una década como un preso político no reconocido en un manicomio, y para Federico García Lorca terminó ante un pelotón de fusilamiento formado por miembros del ejército fascista de Franco. Para Emily Dickinson significó cuatro poemas publicados entre miles y para Roque Dalton una expresión suprema de lo que la libertad significa en realidad. Supongo que mi viaje no ha tenido bastante incidentes en términos del mundo global. Enseñé durante doce años
en un pequeño colegio en San Francisco, viajé a muchos países, trabajé en política, protesté contra la guerra de Vietnam, perdí muchos años por el camino equivocado y por último encontré a alguien que apoyaría mi trabajo de manera desinteresada. Camino desde el dormitorio de arriba hasta un taller lleno de libros y de manuscritos. Hay una computadora portátil en el escritorio que encontré en las calles y una impresora en una vieja mesa para máquina de escribir. Después de teclear, mientras tomo un café express doble, entro al jardín donde leo o escribo con una pluma estilográfica en un cuaderno. Los cuadernos rara vez contienen poemas terminados, pero son notas para una reflexión más profunda. El año pasado mi poesía me llevó a Nueva York, así como a Italia. En el área de Nueva York leí entre las torres de Manhattan, en una librería, Brooklyn, y en la ciudad de Woodstock, que se encuentra en las montañas de Catskill. Había viejos bohemios, gente que conozco desde hace décadas, nuevos conocidos, fantasmas, grandes poetas y gente que ama la poesía. Fue, para utilizar el término de Ernest Hemingway, “una fiesta portátil”. Una parte del viaje. Me encontré más reflexivo que nunca en este viaje, en especial en Woodstock, un entorno rural pese a la proximidad de Nueva York. Me enamoro de los árboles y las aves y la gente de allí. Nunca sabemos qué nos hará un terreno, cómo actuará sobre nosotros. Escribí este poema en ese lugar, justo antes
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“¿ERA YO UN POETA DESDE EL PRINCIPIO? NO LO SÉ, PERO SI FREUD ESTÁ EN LO CORRECTO, CADA BEBÉ EN LA CUNA TIENE UNA MENTE POÉTICA QUE ES RELEGADA POR OTRAS NECESIDADES.”
Ezra Pound (1885-1972).
de leer en una galería de arte local: Los árboles dormidos se despiertan [pronto los sacudimos cuando nos [acostamos en la cama nos atamos en nudos debajo de las mantas a dibujar colores exquisitos El viaje continúa En las paredes de la galería de [nuestros ojos El viaje de mi poeta es un viaje de amor. Collected Poems de Lorca y Collected Poems de Pound, ambas ediciones de New Directions, fueron compañeros constantes desde el principio. Eran tan pesados como nuestros libros de gramática, pero tenían un peso que me pareció reconfortante. Cincuenta y cinco años más tarde parecen tan pesados como la tierra misma. Me encantan estos dos poetas, uno español que leí en traducción y el otro un expatriado americano. El “duende” de Lorca, una inquietud difícil de explicar en el alma, y el ojo generoso de Pound por una poética internacional, llevándolo a China, a Japón y a toda Europa, forman parte de mi viaje. C
PRECISIONES SOBRE ALEJANDRO ROSSI CARTA DE EVODIO ESCALANTE Roberto Diego Ortega: LEÍ CON GUSTO E INTERÉS el rescate que realiza Adolfo Castañón en su texto “El profesor y su sombra. Últimas lecciones de José Gaos” publicado en El Cultural No. 73, del pasado 12 de noviembre. Encuentro que Castañón prolonga un error en torno al grado académico de Alejandro Rossi quien en efecto presentó en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM en 1955 el trabajo titulado “La razón y lo irracional en la ‘Ciencia de la lógica’ de Hegel”, pero ésta no es una tesis de doctorado, como erróneamente anota Castañón, sino de maestría, tal y como puede comprobarlo quienquiera que acceda a la versión electrónica de la misma. Por lo demás, en el curso de su artículo
Castañón cita un fragmento inquietante de una carta que Gaos le habría enviado a Alfonso Reyes, en su calidad este último de Presidente de El Colegio de México, y que a mí me parece problemático. Afirma ahí Gaos: “Aunque acabó de componerla [se refiere a la tesis de Rossi] en el mismo seminario, no se presentó como tesis de él, por proceder del que dediqué a la obra de Hegel durante los cuatro años anteriores. Es obvio que no pueden ni necesitan coincidir exactamente las divisiones administrativas del trabajo universitario y las relaciones impuestas en él por las de las personas”. (El subrayado es mío) ¿Qué quiere decir esto? ¿Qué en realidad la tesis es del propio Gaos, o bien, del seminario en su conjunto, y no de quien formalmente la sustentó? Entiendo que tratándose de un documento personal, en este caso una carta, no tenemos una
prueba fehaciente, pero no deja de resultar inquietante el tema que aquí se aborda. ¿Lo anterior, me pregunto, podría tener algo qué ver con el hecho de que Rossi nunca diera a las prensas esta investigación? Un dato curioso para concluir: la mencionada tesis está de cierto modo “incompleta”, pues en la página 14 de la misma, la nota al pie número dos quedó para siempre en blanco. Ahí tenía que aparecer la fuente de donde estaría sacada la frase de Hegel, que Alejandro Rossi adopta de cierto modo como base de su argumentación: “Todo lo real es racional y todo lo racional es real.” Espero que no encuentres impertinentes estos muy breves comentarios. Recibe como siempre los cordiales saludos de —Evodio Escalante
RESPUESTA DE ADOLFO CASTAÑÓN Estimado Roberto Diego Ortega: GRACIAS POR HACERME llegar la carta enviada acerca del texto publicado en La Razón, “Últimas lecciones de José Gaos” y aparecido en El Cultural, número 73 del sábado 12 de noviembre de 2016. Acepto el señalamiento de Evodio Escalante y agradezco sus precisiones. Alejandro Rossi obtuvo la maestría en Filosofía Magna Cum Laude en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM en 1955 con la tesis “La razón y lo irracional en la ‘Ciencia de la lógica’ de Hegel” bajo la dirección de José Gaos. Te agradezco la posibilidad de dar cabida a estas líneas. Cordialmente, —Adolfo Castañón
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Más que un ídolo de multitudes, el desaparecido Leonard Cohen (1934-2016) fue un escritor —novelista, poeta, letrista— que derivó hacia la música y con su voz cantante cautivó a una legión de adeptos. Una obra lírica de acentos íntimos y calado profundo, con temas esenciales que revisan cinco invitados, más un puñado de poemas, para completar este breve recorrido en memoria del artista nacido en Montreal.
C I N C O E S TA M PA S PA R A L E O N A R D C O H E N En medio de la discusión sobre la poesía de Bob Dylan, que camina de la mano con la música, la muerte de Leonard Cohen nos recuerda que la palabra es a la música lo que el pájaro al cable. Novelista y poeta en los años cincuenta, antes de convertirse en compositor y cantante en los sesenta, cuando Cohen, ese genio con voz barítona de seda que actuaba en tres dimensiones de la palabra recibió el Premio Príncipe de Asturias, contó un cuento breve en el que reveló al mundo su gran secreto creativo, descubrió públicamente el espíritu que animaba su música desde que aprendió a tocar la guitarra: el guitarrista español de flamenco que conoció en un parque de Montreal, quien le enseñó a tocar seis acordes en dos lecciones, no llegó a la tercera clase porque se suicidó. Así se entiende en plenitud una canción perfecta como “The Partisan”. Y el nombre de su hija, Lorca Cohen. La guitarra, inconfundiblemente flamenca. ¿Qué hacía un español en Canadá en 1962, viviendo solo y anónimo en una pensión, tocando la guitarra en un parque para sobrevivir, antes de quitarse la vida? La respuesta está en “The Partisan”, de 1969, una canción que habla también, como ninguna otra, por los millones de personas que hoy son migrantes, refugiados, desplazados y perseguidos por las causas y horrores más inverosímiles de la humanidad — terriblemente actual ante el demente presidente electo de Estados Unidos y sus amenazas. Cohen y sus canciones siempre enarbolaron el amor y la libertad, a sabiendas de que nadie podrá salvarnos de nuestra condición humana. Sólo así se puede explicar su tragedia final y la manera de enfrentarla. Se retiró de la vida pública, de la música y de las letras, para internarse en un monasterio budista. Siempre minimalista. Años después tuvo que salir gracias a la maldad de Kelley Lynch, su manager y amante entre 1987 y 2004, culpable de robarle más de cinco millones de dólares, difamarlo y acosarlo. Literalmente, Songs of Love and Hate. Su deuda alcanzó los 9 millones y el poeta se la llevó a la tumba. Lo sorprendente es que a los 77 años, endeudado y enfermo de cáncer, Cohen empezó otra vez. Salió de gira, diez años más veterano que los Rolling Stones. El valiente murió luchando, montado en
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EL ZEN DEL POETA CANADIENSE
la música, como un hermoso perdedor. —Rogelio Garza
UNA MIRADA A LA OSCURIDAD
Muchos de los que nacimos a fines de la década de los setenta o a principios de la de los ochenta descubrimos a Leonard Cohen gracias a las tres canciones de su autoría que aparecen en la banda sonora de Natural Born Killers. Todas ellas pertenecen al álbum The Future, de 1992, uno de los más oscuros e inquietantes de su autor, y en colaboración con las imágenes de la película ofrecen un paisaje terrible del final del siglo XX. Así, tanto “Waiting For the Miracle” como “The Future” y “Anthem” perturban todavía el espacio mental ensamblado con los sonidos y la música a los que vuelvo inevitablemente. “Devuélveme mi noche en pedazos, mi cuarto lleno de espejos, mi vida secreta; estoy solo acá, no queda a quien torturar. Dame crack y sexo anal, toma el último árbol todavía en pie y mételo por el agujero en tu cultura.” Hay que ponerse de pie cuando se lee algo así, pero en ese mundo podrido donde nada tiene remedio y todo está hecho pedazos, la luz se abre camino por las fisuras, como escuchamos en “Anthem”. Había más para descifrar: por algo Cohen aparecía en la letra de la mejor canción de In Utero (ese concentrado de tristeza que se enquistó en mi generación), donde Cobain pedía un más allá en el que suspirar eternamente. En fin, era algo que entendías. Y si no, problema tuyo. Años más tarde descubrí Beautiful Losers, esa hermosa novela que
Cohen publicó en 1966, y sentí que no podía postergar la exploración de la obra completa. Cosa que fui haciendo, de a poco, con lenta reverencia. Ahora resulta que Cohen murió, y no puedo dejar de pensar en su último álbum, You Want It Darker, que parece mirar hacia la oscuridad de esas canciones de The Future y decirnos: “Bueno, pero esto no es nada. ¿Quieren algo más oscuro? Pues acá está”. Y es el disco de un moribundo, una obra tardía y siniestra. “Estoy listo, Señor”, se escucha en la primera de sus canciones, y yo pienso en Bowie, que también murió este año, que también grabó su disco más oscuro con la muerte respirándole en la nuca. Dos obras maestras, dos finales perfectos para el recorrido de esos artistas que siempre volverán a interpelarnos. —Ramiro Sanchiz
EL MONJE SILENCIOSO QUE LO DIJO TODO No puedo describir a Leonard Cohen con palabras. Para el día de hoy se ha hablado ya de su historia, su voz, su poesía, pero esos son datos. ¿Quién podría explicar lo que se experimenta al escuchar, al leer a Cohen? Habría que inventar un planeta con seres vivos completamente vacíos, vírgenes, transparentes y llevar la voz y la poesía de Cohen para que estos conocieran los conceptos de amor, sexo, deseo, visión, divinidad, violencia, política, nostalgia, perdón, espiritualidad, silencio, dolor, dignidad, humildad, inteligencia, ironía: todo lo que nos da la obra de Cohen y que escrito aquí, es sólo un conjunto de palabras. Este año negro para la música trajo la muerte de tres genios: Bowie, Prince y ahora Leonard Cohen. Ninguna me ha dolido como la de este último. ¿Por qué nos duele la muerte de un “desconocido”? Justamente porque no lo es del todo, porque Cohen, para mí, fue un maestro, un consuelo, una confrontación. Él me dio las herramientas para crear mi propia identidad. Y no logro escribir mi propio homenaje. Cómo puedo compartir lo que fue la noche de la lluvia en Tepoztlán en la que Robles, Brenda y yo bailábamos como pendejos “Take this Waltz”. Cómo describir lo que era ver a Abel Membrillo recitando textos de The Book of Mercy con una máscara y después bailar con él “I’m Your Man” y escuchar versiones country de “Chelsea Hotel” tomando
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vodka de naranja hasta las seis de la mañana. Y cómo lo que yo sentí al escuchar “Songs From a Room” la noche en que murió Abel. Cómo explicar la ternura que despertó en mi mamá el día que, estando triste, se soltó a llorar cuando le puse “Hallelujah”, y se secaba las lágrimas con un trapo sucio porque no había Kleenex a la mano. Y la mirada del cajero del Oxxo que me vio llorando como idiota cuando me acababa de enterar que Leonard Cohen había muerto y necesitaba urgentemente un paquete de cigarros. Si las palabras alcanzaran para hablar de Leonard Cohen sería porque el mundo entero se ha quedado callado. —Mariana H.
AMALIA GARCÍA QUISO TRAER A COHEN.ÉL NO SE REHUSÓ. PERO
LEONARD COHEN Y MÉXICO
SU MANAGER SÍ:
Existe una postal que le ha dado la vuelta al mundo. Un Leonard Cohen octogenario abraza tres bolsas de Cheetos en el pasillo de un minisúper. Esta imagen nos remite a otra, del mismo Leonard sosteniendo un plátano en su mano derecha en la portada de I’m Your Man. Observar la foto de Cohen de traje sosteniendo la comida chatarra me llenó de esperanza. Por fin va a venir a tocar a México, me dije. Cohen no visitó nuestro país por tres razones. La primera, por la prohibición post-Avándaro de los conciertos de rock en México. La segunda, porque durante los noventas, cuando las presentaciones de bandas y músicos comenzaron a ser moneda corriente en el territorio nacional, Cohen comenzó a entrar y salir de un monasterio budista. Se le habían pasado las cucharadas grueso. Para combatir su alcoholismo renunció a la vida mundana. Y si su manager no lo hubiera robado y nunca hubiera caído en bancarrota, muy probablemente Leonard hubiera seguido enclaustrado.
NO ACEPTÓ LA INVITACIÓN DEBIDO A LA VIOLENCIA QUE SE DESPRENDÍA EN LA ZONA, CAUSADA POR LA GUERRA VS. EL NARCO.
El sino del escorpión
Lo cual hubiera sido una tragedia para todos. Nos habríamos perdido de El libro del anhelo y de Popular Problems y You Want it Darker. La tercera razón fue la guerra vs. el narco. Como gobernadora de Zacatecas, Amalia García quiso traer a Cohen para que ofreciera un concierto gratuito en la Plaza de Armas, como antes había sucedido con Bob Dylan. Cohen no se rehusó. Pero su manager sí: no aceptó la invitación debido a la violencia que se desprendía en la zona, causada por la guerra vs. el narco. Zacatecas estaba tomada por los zetas. Y la negociación se cayó. Fue lo más cerca que estuvimos de recibir a Leonard en nuestro país en esa época. El poeta estaba tocado. Su anterior manejador lo había estafado. Y consideró prudente apegarse a la recomendación de su nuevo representante. Cuando Old Ideas salió a la venta, latía la posibilidad de que Leonard incluyera a México en su gira. Con Popular Problems sucedió lo mismo. Entonces apareció el affaire con los Cheetos. Y el humor de la foto nos hizo pensar que Cohen, más allá del bien y el mal, por fin reuniría el cinismo del que siempre ha sido abanderado para pisar México. Y con You Want it Darker el momento había llegado. Pero entonces la muerte se interpuso. Neil Young acaba de cumplir 71 años. Hace menos de diez años sufrió un accidente cardiovascular, del cual se repuso. Recemos porque no ocurra lo mismo que con Cohen. Ojalá y venga a México pronto. —Carlos Velázquez
NO ESTABA ESPERANDO EL MILAGRO En 1987, Leonard Cohen atraviesa un momento de crisis. La grabación de su noveno álbum se detiene en un par de ocasiones y el momento más álgido su-
cede cuando el cantante no puede más y la voz se niega a salir de su garganta. I’m Your Man había sido concebido como un disco religioso, con canciones que fueran el resultado de una búsqueda espiritual. “I Can’t Forget” era una canción judía que en principio trataba sobre el éxodo de niños hebreos de Egipto. Quien la haya escuchado notará que Cohen está parado en un desierto sin duda gringo, y en una búsqueda personal más que cultural. “I can’t forget but I don’t remember what [...] I can’t forget but I don’t remember who”, canta mientras fuma un cigarro y siente que no es él. Las palabras no salen de su boca, no puede moverse ni levantar el teléfono y el disco no avanza. Tiene una canción que no considera mala y se llama “Waiting for the Miracle”, pero el problema es que en ese momento, a sus 55 años, lo que busca no es un milagro, y la falsedad es algo que no se puede permitir (“Ésa es la pregunta que me hago en cierto momento acerca de todo mi material: ¿es auténtico? No importa si es una metáfora afortunada o no, lo que importa es si refleja con honestidad mi predicamento”). Entonces una amiga le cuenta un par de sueños. Primero: “Soñé que era tú y el dolor era tan intenso que me desperté porque no lo aguantaba”. El segundo sueño lo tiene el padre de ella, el señor atraviesa por un bache depresivo pero un día despierta activo y contento. “Soñé con tu amigo Leonard Cohen. Ya no tengo que preocuparme, pues Leonard está recogiendo las piedras”. Leonard estaba visitando gente en sus sueños y siendo útil para sus existencias. El conocimiento de este hecho rompió el hechizo y regresó al estudio para, entre otras cosas, cambiarle el nombre a “Waiting for the Miracle”, que desde ese momento pasó a llamarse “Everybody Knows”. El milagro ocurrió. —Jorge Flores Oliver, Blumpi C
Por ALEJANDRO DE LA GARZA @Aladelagarza
El malestar en el (neo)liberalismo HASTA LA GRIETA donde habita en lo alto del muro descarapelado, llegan al venenoso los lamentos de nuestros (neo) liberales llamando a la unidad (¿?) contra el MAL (así, con mayúsculas), como si Arendt no hubiera ya documentado su banalidad. Frente al nuevo tiempo de canallas, exigen desesperadas acciones políticas gubernamentales contra el renacido Moloch. “¡Moloch, la vasta piedra de la guerra, cuya sangre es un torrente de dinero, cuya alma es electricidad y bancos!” (Allen Ginsberg, “El Aullido”). El alacrán insiste: nuestros “highly educated white-collar liberals” ven la paja en el ojo de Estados Unidos pero no parecen darse cuenta de la falta de valores liberales en la sociedad mexicana, cuya población empobrecida por el neoliberalismo tiene una escolaridad apenas de secundaria y es conservadora, católica,
guadalupana, con rasgos intolerantes y discriminatorios, según la última encuesta nacional sobre el tema. El rastrero se remite a los hechos: obsérvese a los panistas y priistas llenarse la boca contra la intolerancia y el racismo de Trump y al día siguiente votar contra el matrimonio igualitario. Obsérvese a los tres más o menos definidos precandidatos a la presidencia: una es pro-vida, enemiga de dar su derecho a elegir a las mujeres; otro es capaz de promover una consulta pública sobre el matrimonio igualitario y el aborto, como si los derechos y la libertad pudieran ser votados. Y el último, integrante del partido más corrupto del país, no tiene ideología sino la de acomodarse a los tiempos políticos. Aún más, revísense las opiniones discriminatorias de nuestros políticos y columnistas sobre la intención del Con-
greso Nacional Indígena de promover la candidatura de una mujer india a la presidencia. Llamarán “populista” al artrópodo, pero éste sugiere a los (neo) liberales tomar el Metro a Los Reyes, el Metrobús a Tepalcates o viajar en autobús digamos a Jalapa o Acapulco. Acaso así “harán tierra” y dejarán por un momento de ver al país desde sus cubículos y sus programas de televisión. “He visto a las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura”, escribió Ginsberg en “El Aullido”, pero Monsiváis, filoso, extrapoló: “He visto a las mejores mentes de mi generación, destruidas por la falta de locura, decir sí claro, licenciado”. El escorpión repta a su oquedad con Allen: “¿Qué esfinge de cemento y aluminio abrió sus cráneos y devoró sus cerebros y su imaginación?”C
NUESTROS (NEO) LIBERALES NO PARECEN DARSE CUENTA DE LA FALTA DE VALORES LIBERALES EN LA SOCIEDAD MEXICANA.
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L a et er n id a d c om ie n z a u n s áb a do
“COSAS QUE PUDIERAN SER LEÍDAS” Poemas de Leonard Cohen
V E R SION E S A N T ON IO R E SI N E S
SE L E C C IÓN L E ÓN GI L Nunca supe hasta que te diste media [vuelta para irte que tenías el más perfecto [de los traseros. Perdóname por no haberme enamorado de tu cara ni de tu conversación.
Este es el único poema que soy capaz de leer. Y sólo yo puedo escribirlo. Otra gente parece creer que el pasado puede guiarles. Mi propia música no está solamente desnuda. Está abierta de piernas. Es como una mujer. Y como una mujer tiene que ser orgullosa. Yo no me maté cuando las cosas me fueron mal. No me dediqué ni a las drogas ni a la enseñanza. Intenté dormir, pero cuando vi que no podía dormir
Las Claves
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Hago esta canción para ti, Señor del mundo, que lo tienes todo, menos esta canción.
aprendí a escribir, aprendí a escribir cosas que pudieran ser leídas en noches como ésta por gente como yo.
Todos los hombres te encantan. Si alguna vez lees esto piensa en el hombre que lo ha escrito, él odiaba al mundo en tu nombre.
Visto de negro. Tengo los ojos verdes cuando me da la luz de determinada [forma. Si otros intentan escribir esto, a muerte con ellos, muerte a cualquiera que rompa [los sellos de este poema, en el que estoy vestido de negro. Y benditos sean los ojos que huyan de esta página. Libren a un hombre de ojos verdes de su miseria y su ira.
Del libro La energía de los esclavos, Visor, 1972.
Por CARLOS O LI VA R ES B A RÓ
EDWARD SIMON (Punta Cardón, Venezuela, 1969): pianista de jazz y compositor. Formación de concertino clásico en la Universidad de las Artes de Filadelfia bajo la tutela de Susan Starr, y en Manhattan School of Music con Harold Danko. En su juventud empezó tocando con el guitarrista Kevin Eubanks y el saxofonista Greg Osby. Colaborador de Paquito D’Rivera, Jerry González, John Patitucci, Arturo Sandoval y Don Byron, entre otros. Simon es un cotizado instrumentista en Estados Unidos. Actualmente imparte clases en la Nueva Escuela de Jazz y Música Contemporánea de Nueva York. Latin American Songbook (Sunnyside Records, 2016): álbum con siete canciones del repertorio latinoamericano trasladadas a los bemoles del jazz latino. Formato de trío: Edward Simon (piano), Joe Martin (contrabajo), Adam Cruz (batería). Piezas de Argentina: “Libertango” (Astor Piazzola) / “Volver” (Carlos Gardel) / “Alfonsina y el mar” (Ariel Ramírez), Puerto Rico: “Capullito” (Rafael Hernández), Chile: “Gracias a la vida” (Violeta Parra), Brasil:
“Chega de Saudade” (Antonio Carlos Jobim) y Cuba: “En la orilla del mundo” (Martin Rojas). Todos los arreglos de Edward Simon. “Libertango”: el contrabajo suscribe los signos rioplatenses mientras el piano glosa la melodía y la batería reitera las proporciones de la cadencia. “Alfonsina y el mar”: piano empinado que se regodea en el motivo melódico y contrabajo que deletrea dibujos de zamba. “Capullito”: prólogo de rumba que desemboca en hiladas de danzón-cha para regresar a la cumbancha en montuno monkiano del piano, que batería y contrabajo respaldan. “Volver”: tempo tango/funk en recreación de la melodía desde sugerentes dibujos rítmicos/armónicos. “Gracias a la vida”: nostálgicos clústeres del pianista venezolano en la enjundia melódica que el contrabajo pulsa en el centro del silencio. “Chega de Saudades”: refulgente concepción consonante (armónica) de los tres instrumentistas. “En la orilla del mundo”: bolero filin cubano que Simon colorea con febril repaso desde transidas evocaciones. El jazz latino es un cosmos de amagos y
también una aventurada incursión, no sólo por los espacios rítmicos, sino también por los signos de propuestas armónicas en sugestivo pañuelo. Cuando Thelonious Monk, desde el bebop, conforma las primeras señas de la vanguardia ya estaba dibujando los parámetros de lo que sería pocos años después el cubop (Machito, Bauza, O’Farrill). “Manteca” (Chano Pozo/Gilliespie): secuela de las improntas de grandes pianistas. Horace Silver, Bud Powell, McCoy Tyner, Oscar Peterson, Ahmad Jamal, Bill Evans, Chick Corea o Herbie Hancock han trazado coordenadas entre lo afrocubano y las síncopas de New Orleans. No olvidar esas dos obras maestras: Rumba para Monk (Jerry González, 1988) y PanaMonk (Danilo Pérez, 1996). / Zurrón de cánticos entrañables: ventura que los certificados del jazz latino enaltecen desde el secreto de la pureza y la sinceridad instrumental de tres virtuosos. El venezolano Edward Simon regala un álbum memorable cuya acentuación se queda bramando en las invocaciones de los melómanos. C
LATIN AMERICAN SONG BOOK
Artista: Edward Simon Género: Jazz Disquera: Sunnyside Records, 2016.
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UN LABORATORIO EN CASA REDES NEURALES
Por
JESÚS RAMÍREZBERMÚDEZ
Ilustración > JOSÉ AGUSTÍN RAMÍREZ BERMÚDEZ
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uestros días están marcados por las historias del desencanto. ¿Qué podemos oponer frente al empuje de las huestes misóginas y xenófobas, en el corazón de las sociedades democráticas? Los lamentos apocalípticos contribuyen probablemente a crear una profecía autocumplida. La soberbia intelectual, la apatía y el tedio postmelancólico son capitalizados por la energía de los xenófobos. La tarea ética hoy parece ser la que enfrentaron nuestros ancestros, y que heredaremos a nuestros hijos: crear la cultura que deseamos habitar. Mediante el recurso biológico de la epigénesis, los dispositivos de la cultura modifican nuestra conducta social, y transforman la estructura viva de nuestras redes neurales: me refiero, por supuesto, a las artes plásticas del cerebro. Si hoy en día hablamos acerca de la plasticidad cerebral, se debe en buena medida a la tenacidad de Rita Levi-Montalcini, quien murió en el año 2012, a los 103 años de edad. Su autobiografía, Elogio de la imperfección, contiene dos lecciones para los tiempos xenofóbicos: la primera proviene de su investigación científica. La segunda, del ejercicio de su propia vida. Rita Levi nació en Italia, en 1909, en el seno de una familia sefardí. Anhelaba convertirse en escritora, debido a su admiración por Selma Lagerlöf (la primera mujer en ganar el premio Nobel de Literatura); sin embargo, en la adolescencia acompañó a un amigo durante el trayecto del cáncer hacia la muerte, y esto la condujo a la vocación médica. Su padre la instruyó para dedicarse a ser esposa y ama de casa, pero Rita optó por trabajar en una panadería: así lograría financiar sus estudios. Su alergia a la levadura pasó a segundo término. Cuando completó los estudios médicos, inició actividades de investigación en el campo de la anatomía microscópica del sistema nervioso. Pero en 1938 Benito Mussolini promulgó un manifiesto, según el cual las personas de raza judía quedaban excluidas de toda carrera académica. Durante la Segunda Guerra Mundial, Rita montó un laboratorio en su alcoba, para continuar en secreto los estudios sobre el crecimiento y desarrollo del sistema nervioso. Sus especímenes de investigación eran embriones de pollo. Eventualmente, los nazis invadieron Italia, y la familia de Rita debió mudarse a Florencia, donde montó un segundo laboratorio en casa, en el dormitorio, nuevamente. Sus herramientas tecnológicas eran cajas de huevo, un microscopio, pinzas de relojero, así como espátulas minúsculas y bisturíes de fabricación
casera. Como en los viejos tiempos de la tradición grecorromana, al estilo de Sócrates o Platón, Rita Levi se involucró con la misma convicción en la guerra y en la búsqueda de conocimiento: es bien conocida su participación voluntaria en la guerra como profesional de la salud, en el bando de los aliados, por supuesto. En su Elogio de la imperfección, Rita narra la faceta académica que sobrevino tras el triunfo de los aliados sobre Hitler: fue invitada como investigadora a la Universidad de Washington, en San Luis, Missouri. En el aspecto intelectual, su trabajo había alcanzado un nivel muy atractivo: la observación de que ciertos tejidos cancerosos provocan un crecimiento acelerado del tejido nervioso, llevó a Rita Levi a trasplantar tejido tumoral a los embriones de pollo. El resultado fue contundente: el tejido nervioso de los embriones creció rápidamente alrededor del tumor. En la búsqueda de conocimiento, Rita Levi hizo también una estancia científica en Brasil, donde trabajó con el doctor Carlos Chagas, un neurofisiólogo famoso por dos razones: había descubierto peces tropicales capaces de generar corrientes eléctricas, y era hijo del descubridor de la tripanosomiasis americana: el famoso mal de Chagas. Rita Levi viajó a Río de Janeiro llevando en el avión solamente ratones y tumores de ratón. Allá continuó sus estudios. Al regresar a Estados Unidos, mantuvo una colaboración exitosa con un bioquímico, Stanley Cohen: mediante herramientas analíticas, Cohen ayudó a Rita Levi a aislar una “macromolécula formada por complejos de ácidos nucleicos y proteínas”, que sería conocida como Factor de Crecimiento Nervioso. Como en otras historias científicas, la
RITA LEVIMONTALCINI Y STANLEY COHEN RECIBIERON EN 1985 EL PREMIO NOBEL DE MEDICINA AL DEMOSTRAR QUE EL FACTOR DE CRECIMIENTO NERVIOSO PARTICIPA DE MANERA CRÍTICA EN LA REPRODUCCIÓN Y SUPERVIVENCIA DE LAS NEURONAS.”
serendipia apareció como personaje de la trama. Un bioquímico recomendó a Cohen que usara veneno de serpiente para analizar las propiedades del Factor de Crecimiento Nervioso. El veneno podía degradar los ácidos nucleicos. Si el Factor de Crecimiento Nervioso seguía ejerciendo su efecto después de someterlo al veneno de serpiente, Cohen y Levi-Montalcini podrían estar seguros de que las proteínas eran las responsables del efecto biológico. Sin embargo, Rita y Stanley observaron que el veneno de serpiente era una fuente de Factor de Crecimiento Nervioso aún mayor que los tumores de ratón. Esto aceleró notablemente las investigaciones. Rita Levi-Montalcini y Stanley Cohen recibieron en 1985 el premio Nobel de Medicina al demostrar que el Factor de Crecimiento Nervioso participa de manera crítica en la reproducción y supervivencia de las neuronas. Su descubrimiento abrió caminos insospechados a la investigación biomédica: al demostrar que una molécula participa en forma clara y definida en el desarrollo del sistema nervioso, muchos otros investigadores se dedicaron a la búsqueda de factores de crecimiento; hoy en día, los neurocientíficos escuchamos historias fascinantes sobre el efecto de las neurotrofinas, como se les llama actualmente, en los procesos de plasticidad cerebral asociados al estrés, los trastornos mentales, los ambientes empobrecidos o estimulantes para el desarrollo nervioso. Como heredera de la mejor tradición intelectual de Italia, Rita LeviMontalcini dedicó los últimos años de su vida a una actividad política de amplio espectro. Fue declarada senadora vitalicia en Italia, lo cual disgustó a los personajes más conservadores de ese país, pues Rita tomaba con frecuencia posiciones a favor de las libertades y los derechos civiles. Su trabajo a favor de la equidad de género es ejemplar, especialmente en una cultura (la italiana, pero también la científica) con muchos residuos y prejuicios sexistas. Fundó una asociación dedicada a mejorar el financiamiento de la educación de mujeres musulmanas y africanas, y también realizó trabajo a favor de niños con discapacidad. En pleno siglo XX, Rita Levi reunió las virtudes intelectuales de los viejos filósofos griegos y latinos, pero al igual que ellos, no tuvo miedo de involucrarse en la guerra contra los tiranos cuando fue necesario: su inteligencia privilegiada se dedicó a la búsqueda de conocimiento, y con la misma tenacidad, al desarrollo de la justicia social.