FERNANDO IWASAKI
MEMORIA CON FECHA DE CADUCIDAD
CARLOS VELÁZQUEZ
JESÚS RAMÍREZ-BERMÚDEZ
CONTRA LO ÑOÑO
CARNÍVOROS Y VEGETARIANOS
El Cultural N Ú M . 5 4
S Á B A D O
0 2 . 0 7 . 1 6
[ S u p l e m e n t o d e La Razón ]
ENCRUCIJADAS DEL MUNDO ACTUAL DOS ENSAYOS
GUILLERMO FADANELLI
NAIEF YEHYA
DESHUMANIZ ACIÓN DE L A S CIUDADES
L A “GUERR A CONTR A EL TERROR” LEG ALIDAD Y É TIC A
02
E l C u lt u ral S Á B A D O 0 2 . 0 7 . 2 0 1 6
El asombroso desarrollo tecnológico del mundo actual avanza a la par de retrocesos civilizatorios que reivindican la mezquindad, la barbarie, el crimen, como recursos de una degradación sin freno. Las ciudades, creaciones humanas por antonomasia, se desnaturalizan bajo el imperio de la desigualdad, el hacinamiento y la supervivencia. Guillermo Fadanelli lo detalla, en la cuarta entrega del ciclo de los consejeros editoriales de El Cultural.
DESH U M A N I Z AC IÓN DE L A S C I U DA DE S Arquitectura, len guaje y sociedad G U I L L E R M O FA DA N E L L I
U
na carta al maestro constructor es un breve ensayo del escritor estadunidense Guy Davenport (1927-2005). Espero que quien lo lea tenga serios problemas para estar en desacuerdo con sus opiniones. Por otra parte, aquel que asiente las descripciones y juicios del escritor habrá de enfrentarse, creo, a un problema todavía más severo cuando se pregunte: ¿Cómo hemos llegado a aceptar que somos civilizados —los prudentes herederos de Séneca o de Pico della Mirandola— y al mismo tiempo vivamos en ciudades engrosadas por edificios y máquinas que torturan al ser de nuestra vida cotidiana? O tal vez sea el martirio la meta de toda vida en común y sólo unas cuantas utopías, como el Falansterio de Fourier o la santa convivencia de las órdenes monásticas, contengan en sí algún residuo de tranquilidad. La vida diaria o cotidiana es, debido a la sencillez con que cualquiera puede medirla o sopesarla, la única que en verdad existe para nuestros sentidos, y todo lo que se extiende mucho más allá de su ámbito, diría yo abiertamente, es sólo una ilusión, un anhelo o un proyecto de seres que se ven a sí mismos como inmortales. Sólo quien olvida por completo su condición de accidente o de existencia efímera es capaz de pensar en “la semana siguiente” como algo que sucederá en la realidad. Por ello, la idea de que una vida puede ser desperdiciada, exitosa o trágica es el único y verdadero cuento real en la literatura (aunque, como sabemos, se trata de un relato que preferimos ignorar con tal de no convertirnos en agujeros negros u oscuridades ambulantes). Tenemos el deber de creer que el futuro se volverá alguna vez presente pues, de lo contrario, dejaríamos de ser personajes asiduos a la más ridícula comedia que cualquier ser vivo haya representado en el escenario universal de las palabras y de las cosas. El solo hecho de pensar en un porvenir nos puede llevar a algunas personas al mal humor, a la depresión o al marasmo mental. No creo que haya un ser tan
indefenso, ingenuo y a la vez dulce como aquel que anhela el porvenir. ¿Qué cosa, sino la extinción, puede mejorar el desmedido papel que representamos en un planeta que parece ser la continuación de una imaginación extraviada? No me refiero a la imaginación de ese Dios malvado que dibujaron los gnósticos o los escritores como Cioran y Fedor Dostoiewski, sino la nuestra, la más humilde imaginación humana. La del pordiosero que clava su faca en las nalgas de un anciano o la de un político que cuenta dinero sentado en uno de los siete excusados de su casa. Por otra parte, el pasado supone un mito que ha tenido consecuencias y resulta todavía más misterioso que el futuro, el cual asoma un ojo desde la eternidad. ¿De qué nebuloso mito somos, los hombres modernos, consecuencia? Sólo el día, más los acontecimientos que lo nutren (el plato que se quiebra, la muerte del perro o la llamada inesperada de un amigo) poseen gravedad humana y práctica. Davenport escribió la citada Carta al maestro constructor (en alusión obvia a Ibsen) o arquitecto imaginario, o misiva dirigida a cualquiera que tenga en sus manos el hacer camino para vivir en comunidad, no nada más como un utopista —que Davenport lo era a la manera de un David Thoreau moderno—, sino como un rehén que reclama a sus celadores y vecinos la pésima vida a la que lo condenan sus sueños y acciones. La carta citada va, entonces, orientada a cada uno de quienes estamos destinados a construir cosas para que estorben a otros, o les abran paso, o formen parte del horizonte de los ojos y de la sensibilidad vecinas. Todos somos los maestros constructores, aunque algunos, como es mi caso, seamos tan torpes en la ingeniería de las cosas físicas y no tengamos habilidad ni para comprar zapatos. ¿Por qué aludo a Davenport como si me refiriera a un rehén o a un ser enclaustrado? Porque él creyó —y las páginas que escribió dejan constancia de ello— que los seres humanos somos
DIRECTORIO
El Cultural [ S u p l e m e n t o d e La Razón ]
Roberto Diego Ortega Director @sanquintin_plus
@ElCulturalRazon
CONSEJO EDITORIAL
Delia Juárez G. Editora
Carmen Boullosa • Ana Clavel • Guillermo Fadanelli • Francisco Hinojosa • Fernando Iwasaki • Mónica Lavín • Eduardo Antonio Parra • Bruno H. Piché • Alberto Ruy Sánchez • Carlos Velázquez Director General Rubén Cortés Fernández Subdirectores ›General Adrian Castillo ›De Información Raymundo Sánchez ›De Diseño Fernando Montoya Corrección Carlos Olivares Baró Contáctenos: Conmutador: 5260-6001. Publicidad: 5250-0078. Suscripciones: 5250-0109. Para llamadas del interior: 01-800-8366-868. Diario La Razón de México. Nueva época, Año de publicación 7
El Cult ural S Á B A D O 0 2 . 0 7 . 2 0 1 6
los habitantes de un malentendido de terribles consecuencias y de las obras de arquitectos mezquinos y crueles: arquitectos que no comprenden y actúan empujados por el impulso irreflexivo de su profesión u oficio. Yo acepto sin mayor amargura la definición de mezquindad que Guy Davenport pone sobre la mesa: “una retención de generosidad, una voluntad de lastimar, una elección perversa del mal cuando el bien está al mismo alcance”. Pues bien, cualquiera puede imaginar a una persona que aparece de pronto cargando en las manos una enorme piedra y la coloca en medio de un camino público y transitable. De inmediato sería reprobado por los transeúntes o paseantes, pues nadie desea que lesionen su libertad para ir o venir a donde desee. El hecho desgraciado contenido en esta acción es que desde hace menos de un siglo los maestros constructores —a un lado las excepciones— se han dedicado a colocar piedras nocivas a la libertad individual y lo han hecho con la más absoluta mezquindad y ausencia de miras que uno logre imaginar. La sinrazón y la gula unidas crean obras maestras de la mezquindad. En la tan citada carta escribe Davenport una ruda sentencia, pero, creo yo, merecida y plausible: “Todos sabemos bien que el edificio de muchos pisos es un atraso espiritual. No hay espacio de vida más solitario o más peligroso que el departamento moderno o el complejo de condominios”. El escritor estadunidense es hábil en añadiduras trágicas, como cuando dice que la ciudad moderna se convierte en tierra baldía en el momento en que los policías dejan de caminar las calles y se montan en sus patrullas mecánicas para vigilar las calles, los barrios y vecindarios: a partir de entonces sólo les queda el triste papel de aumentar el tráfico, recibir una llamada de emergencia y llegar a la escena del crimen para corroborar lo que ya ha sucedido. La velocidad es lentitud y atraso. Esta ciudad moderna es una suma de diatribas, acumulación de malas bromas y tonterías que afectan el buen desorden,
es decir, el acomodo inteligente de las cosas que son distintas entre sí. Nada llega a causarme tanta molestia a mi edad como pensar o reflexionar en la ciudad. Dado que he nacido y vivido en el Distrito Federal —al cual, por cierto, los encargados del negocio urbano le han puesto como nombre unas iniciales, a la manera de la URSS— la contingencia espiritual terminó por ahogarme hace diecisiete años. Lo mío es un pensamiento de muerto, la elucubración de una calavera sin dientes. ¿Qué es una ciudad? Nada excepcional ni loable: acaso un mortal jugueteo de la torpeza. ¿Una ciudad bella? Sí, como cuando apagas la luz para recostarte junto a una prostituta agrietada o te concentras en las rodillas de un adefesio (que, según el Diccionario de la Real Academia Española es una cosa ridícula, extravagante o muy fea). La ciudad como un concepto o palabra que se refiere a una realidad asimilada o confortable ha pasado a formar parte del museo de nuestra mente; entonces ¿cómo podríamos nombrar la ciudad en la actualidad, además de encerrarla en unas iniciales y archivarla como una reliquia extravagante? Los arquitectos y teóricos del espacio habitado poseen respuestas varias para dicha pregunta: territorios ocupados; urbes; metrópolis; metástasis incurable de la antigua ciudad renacentista o de la todavía más lejana ciudad griega; focos de la globalización económica; o concentraciones inhumanas de humanos. Yo preferiría, pese a despertar la mayor de las sospechas, como lo hizo Davenport, reclamar mi posición psicológica y mi temperamento dentro del espacio físico antes de intentar comprender una definición abstracta que pretende guardar en un cofre lingüístico aquello que no podemos transfigurar. Sólo se comprende lo que puede ser cambiado a partir del fenómeno o acto mismo del entendimiento. No creo que sea posible una comprensión de la ciudad sin antes odiar un poco lo que nos lastima la espalda y nos sale al paso cada vez que
La Acrópolis, en Atenas, una de las ciudades más antiguas de la historia.
03
intentamos disfrutar de un tiempo consumido en el espacio civil, ético y por lo tanto material, consecuencia de muchos siglos de conocimiento humano. Pico della Mirandola pensaba a finales del siglo xv que el hombre era la creación superior de un artesano divino: una creación sin definición precisa para que a partir de su ambigüedad el mismo hombre se forjara también como artesano y edificara su mundo. En De la dignidad del hombre escribió: “Ni celeste, ni terrestre te hicimos, ni mortal, ni inmortal, para que tú mismo, como modelador y escultor de ti mismo, más a tu gusto y honra, te forjes la forma que prefieras para ti. Podrás degenerar a lo inferior, con los brutos, podrás realzarte a la par de las cosas divinas, por tu misma decisión”. ¿Qué podría yo añadir cinco siglos después a estas palabras que hacen tanto énfasis en el libre albedrío? Que el mundo tendió a la brutalidad excepto en algunos casos extraordinarios del arte y de las ciencias del pensamiento. ¿Qué ha quedado de la ciudad que alguna vez fue creación humana, trabajo y fiesta, reunión y privacidad? Seres y cosas que se mueven en diversas direcciones, que consumen espacio y energía y que poseen ideas o imágenes de cómo debería ser el mundo. Todos ellos son posibles participantes de una conversación, de un desastre lingüístico o de una comedia social. Y también todos ellos han dejado atrás la imagen de la ciudad armoniosa y humana para encarnar y concentrarse en breves teorías de la supervivencia. Los seres humanos son teorías que deambulan sin saber cuáles son las raíces de sus acciones: su sabiduría es parcial e incompleta y absolutamente desprovista de fundamentos incontrovertibles. Teorías vagabundas, líos mentales que balbucean y gritan a un mismo tiempo; emociones sin lenguaje, automartirio resignado. El filósofo y político italiano, Massimo Cacciari, ha incurrido en la teoría excesiva, mas no inútil, al escribir en su libro La città que en la ciudad el espacio ha sido abolido: “Hacemos todas nuestras cuentas en base al tiempo, no al espacio; ya nadie indica la distancia a la que se encuentra una ciudad, sino el tiempo que se tarda en llegar a ella. El espacio se ha convertido únicamente en un obstáculo”. Y también se arriesga a concluir que debido a nuestro deseo de movimiento, de estar en todo lugar, de nuestra necesidad simbólica de ubicuidad: “el espacio
“¿QUÉ HA QUEDADO DE LA CIUDAD QUE ALGUNA VEZ FUE CREACIÓN HUMANA, TRABAJO Y FIESTA, REUNIÓN Y PRIVACIDAD? SERES Y COSAS QUE SE MUEVEN EN DIVERSAS DIRECCIONES, QUE CONSUMEN ESPACIO Y ENERGÍA Y QUE POSEEN IDEAS O IMÁGENES DE CÓMO DEBERÍA SER EL MUNDO.”
04
E l C u lt u ral S Á B A D O 0 2 . 0 7 . 2 0 1 6
se venga, pues, inmovilizándonos en las ciudades”. He dibujado las citas anteriores a la manera de una leve pátina en este escrito porque las reflexiones acerca del lugar que los cuerpos ocupan cuando viven al lado de otros cuerpos es una recurrente preocupación contemporánea. ¿Pero sólo son cuerpos? Sí, masa parlante y en movimiento, aunque este movimiento llegue a ser aparente, virtual y simbólico. Y, sin embargo, los habitantes del territorio urbano y común no son moléculas o átomos cuyo comportamiento la teoría cuántica de un dios científico puede prevenir o controlar —pese a que tal sea la finalidad de la globalización económica en nuestros días— sino que más bien son seres hilados por un lenguaje que la imaginación atormenta y hace vivir. Una suma de estos seres propondría a nuestra capacidad de comprensión una sicología infinita e inescrutable, pero la posibilidad de una reunión civil en la que las personas, escritores o no, creen a partir de un lenguaje compartido relatos éticos para el amansamiento de nosotros, las bestias en desasosiego, hace posible que todavía los diversos conceptos de ciudad o metrópoli posean algunas migajas de sentido. Tal sentido lo otorga el rasgo humano de la literatura cuyos personajes son ciudadanos del drama, el devenir de las pasiones y el impulso del querer vivir. Abuso y copio ahora uno de los pasajes más ingratos de la literatura de Juan Carlos Onetti. Y les llamo ingratos porque pueden hacer pensar a cualquiera que la belleza existe y que, por lo tanto, las ciudades modernas, los malos libros, la vida en las calles del mercado global que hemos creado son deformaciones, aberraciones o de plano dan muestra de una literatura execrable, porque literatura es también arquitectura, cementerio y mercado. Se trata de un párrafo en las primeras páginas de Juntacadáveres cuando Larsen o Junta o Juntacadáveres llega al fantasmal pueblo de Santa María para levantar un prostíbulo: Y aunque no dijo nada, aunque las cosas pensadas sólo se mostraron en la línea blancuzca de saliva que se le formó en la sonrisa, mientras se ponía de pie y ayudaba a las mujeres a mover las valijas, sospechó que la tentación de decir absurdos procedía de aquella amenaza de cansancio, de aquel miedo al acabamiento que lo había cercado en los últimos meses, desde el día en que creyó que había llegado, por fin, la hora del desquite, la hora de palpar los hermosos sueños y en que aceptó la duda de que tal vez hubiera llegado demasiado tarde.
Las cosas pensadas que se adivinan en la sonrisa exhausta, la tentación de dar rienda suelta a los absurdos y la duda que acompaña a la certeza de haber llegado quizás demasiado tarde, todo ello surge en el horizonte de esta novela como duda y agotamiento, fiesta y muerte dibujados. Tomo a mi conveniencia las palabras de Onetti para mostrar el estado del espíritu o de la humanidad agobiada la cual ha llegado demasiado temprano o demasiado tarde a una modernidad que le prometía los sueños más placenteros y que terminó en estupidez, guerras colosales y hacinamiento de humanos empobrecidos y más miserables en cuanto más bienes consumen. Dejemos atrás la onírica Santa María y volvamos a los rascacielos, a las aglutinaciones urbanas cuyo propósito parece ser la producción no lúdica, a los viaductos entrelazados que dibujan en la tierra algo parecido al andar o al devenir de un atarantado y despistado sonámbulo, o a los automóviles que transforman el movimiento creativo en parálisis y confusión de valores dentro del territorio habitado. Todos estos malentendidos del progreso representan algo más que un atraso espiritual, como determinaba Davenport, y más bien son la prueba más cínica de que la ciudad es un desquiciamiento sicológico causado
“LA CIUDAD ES UN DESQUICIAMIENTO SICOLÓGICO CAUSADO POR UNA ENFERMEDAD, UNA PUESTA EN ESCENA DE LAS EMPRESAS GLOBALES PARA QUE LOS CONSUMIDORES REPRESENTEN UN PAPEL DETERMINADO DE ANTEMANO.”
por una enfermedad, una puesta en escena de las empresas globales para que los consumidores representen un papel determinado de antemano y no sean una expresión humana del diálogo entre seres de temperamentos distintos e incluso encontrados: no se ha detenido o atrasado la idea o deseo de un bien urbano o de la existencia de una polis inteligente: en todo caso se ha disgregado el lugar de reunión dando lugar a un enloquecimiento algo ridículo o fuera de orden: imaginen a un torturador que cita a San Agustín mientras maltrata a su víctima, o a un castor que ve la televisión y bosteza: las paradojas tienen finalmente su no lugar en el que prosperarán y crecerán en la tierra como fruto común. Y seguirán prosperando porque, según sospecho, las comunidades moleculares y uniformes que habitan un mercado global no poseen un horizonte claro hacia donde dirigirse. Sí, allí está el arte o la resignación del condenado a muerte como formas de atenuar el sinsentido más ordinario; y también podemos confiar en el hecho de que la literatura dota todavía de sentido a los extractos de conversación que sobreviven, al soliloquio y a la tormenta que acaece en la diversidad, porque el lenguaje escrito, además de imagen y tipografía es en sí una especie de buena esclavitud concertada, como en su momento lo planteó Rousseau respecto al contrato social. El párrafo que pone sobre nuestra mesa la esencia del pacto social, cualquiera que éste sea, se halla citado tan claramente en El contrato social, que, probablemente debido a su claridad, es que resulta tan complicado de llevar a cabo: “¿Cómo encontrar una forma de asociación que defienda y proteja, con la fuerza común, la persona y los bienes de cada asociado, y por la cual cada uno, uniéndose a todos los demás, no obedezca más que a sí mismo y permanezca, por tanto, tan libre como antes?”
Tokio, la metrópoli con mayor concentración urbana. Más de 35 millones de habitantes.
El Cult ural S Á B A D O 0 2 . 0 7 . 2 0 1 6
Foto > CUARTOSCURO
Podría aprovechar el momento para decir que la literatura es una manera de permanecer libres y mantener o defender los bienes morales, intangibles y emotivos de cada individuo sin necesidad de imponer un libro o un autor por encima de otro. El lenguaje verbal es entonces pacto que se corrompe para volver a ser. En efecto, se corrompe, mas es todavía humano porque no suele ser eficaz más que de modo restringido, ni automático puesto que es pensado, metafórico y no ofrece un viaje a Las Vegas como premio por hacerlo ejercicio vital con miras a la pelea cotidiana. Incluso insultar requiere de destreza e imaginación. Y el pesimista vuelve a preguntarse: ¿Por qué entonces preocuparse? Si los sucesos que nos llevan, como sociedad de salchichas parlantes, a una estación determinada se han dado en el presente como un golpe en la nuca, una zancadilla o una piedra venida del cielo, ¿es que las desgracias pertenecen al drama del momento o a la malformación de los huesos del esqueleto histórico? Los sucesos de evolución humana no lograron darse en la sosegada urdimbre de una historia que avanza en una dirección de bienestar concertada, puesto que las explicaciones o narraciones de los mitos históricos son regularmente contradictorias y cada quien obtiene provecho de ellas: los idealistas alemanes, los filósofos franceses e incluso cualquier persona que intente mostrar las raíces de su pensamiento procura echar mano al mito histórico, a la treta de un pasado que determina el presente. ¿Tiene caso entonces insistir en la puesta en práctica de una estrategia política sostenida en una ética general y compartida que estimule el bienestar
05
“RESCATEN SUS MENTES DE LOS ARGUMENTOS DE NECESIDAD Y DE LOS MERCADERES DEL MIEDO Y EL PREJUICIO. RESCATEN LA PAZ DE LA GUERRA PERPETUA. RESCATEN SUS VIDAS: SON SUYAS.” —GUY DAVENPORT de la sociedad contemporánea? ¿Abonar en la literatura y creer que aún es importante para el conocimiento que el hombre tiene de sí mismo y de los otros es un acto o anhelo ingenuo? ¿Debe uno insistir en preguntarse cómo debemos vivir? ¿Y pelear en vez de resignarse? Tal es ahora la interrogante que intento construir dentro de la casa de la literatura. Y como inquilino de ella he llegado incluso a pensar que el escarnio, la burla, el suicidio, la irrupción extravagante o el odio expresados desde el ascetismo de una posición que no sea devoradora o mesiánica da más frutos a un individuo que el planteamiento de una ética rectora, ordenadora o al menos revolucionaria. El individuo todavía puede aspirar a ser un personaje de novela o guión cinematográfico; en cambio, la sociedad ya no está en nuestras manos. Casi al final de su novela Extensión del campo de batalla (Extension du domaine de la lutte, 1994), Michel Houellebecq hace pensar al informático protagonista de su novela y a través del cual pasa como un hálito el desagradable eructo de la época moderna: “De tiempo en tiempo —se dice a sí mismo el informático— yo me detengo sobre el borde de la carretera, fumo un cigarro, lloro un poco y replico. Cuánto amaría estar muerto.
Pero hay un camino que recorrer y que es necesario recorrer”. ¿Cómo se recorre ese camino? Acaso empujado por la indiferencia y la certeza de ser cosas lanzadas al mundo desprovistas de un papel excepcional. La memoria trae a mi mesa nuevamente las obras de Albert Camus y de Sartre y con ellas la conciencia de un ser que experimenta sensaciones imposibles de comprender. La novela de Houellebecq es la historia, contada en pasajes, de un informático que observa sin ninguna pasión memorable el espacio que lo rodea y a los seres que lo habitan. Al final de la novela el informático arriesga una especie de conclusión: los humanos luchan en el campo del liberalismo sexual y del económico, ambos campos se corresponden y en ellos unos tienen todo y otros nada, unos son vencedores en lo económico y vencidos en lo sexual. O viceversa. O vencedores o vencidos en ambos campos de batalla: luchan y obtienen un lugar y un estatuto de cosas elementales. Cualquier otro espacio idílico de justicia o maldad universal dentro del cual tomar posición se encuentra excluido. La pesadilla o el reconocimiento de la desgracia y sufrimiento de los demás se halla ausente y no forma parte ya de ningún horizonte. La mecánica que nos mueve como sociedad está allí, descarnada y tranquila, ya no destruida, sino inexistente. Al leer la novela de Houellebecq he tenido la impresión de que allí la rapiña y el culto a la velocidad son consideradas acontecimientos normales y no heraldos de algún fin trágico del humanismo, ni tampoco como la puesta en escena de un teatro del absurdo. “Es necesario continuar”, ¿quién es tan malvado como para susurrar este imperativo a nuestros oídos? La voluntad de poder, el impulso vital, la inercia de una vida que sólo puede ser aceptada como mero devenir sin más objetivos que el de ofrecerse al tiempo hasta desaparecer del todo. Guy Davenport estaba cierto, y así lo escribió en su ensayo ¿Qué son las revoluciones?, de que es necesaria una revolución aquí y ahora:
“El espacio se ha convertido únicamente en un obstáculo.” —Massimo Cacciari.
Quiero que seamos un pueblo libre, feliz y sabio. Pero cómo vamos a lograrlo no lo sé... Como no tengo ninguna revolución racional que ofrecerles, sugiero, por el gusto de hacerlo, optar por la erewhoniana [de la sátira Erewhon, de Samuel Butler]. Rescaten su cuerpo del cautiverio del automóvil; rescaten su imaginación del aparato de televisión; rescaten su riqueza del barril sin fondo del Congreso y su gasto demencial; rescaten sus habilidades manuales de los fabricantes; rescaten sus mentes de los argumentos de necesidad y de los mercaderes del miedo y el prejuicio. Rescaten la paz de la guerra perpetua. Rescaten sus vidas: son suyas.
06
E l C u lt u ral S Á B A D O 0 2 . 0 7 . 2 0 1 6
Luego de los atentados contra Nueva York el 11 de septiembre de 2001, el gobierno estadunidense lanzó una estrategia de guerra “sin límites temporales ni geográficos”. Bajo el pretexto de perseguir al terrorismo internacional, recurrió a la tortura, el crimen selectivo, la multiplicación de ataques contra objetivos y víctimas civiles. Esta capacidad destructiva aumentó con los drones y armas a control remoto, para arrasar también con las bases elementales de los derechos humanos en los conflictos bélicos.
L A “GU E R R A CON T R A E L T E R ROR” L E G A L I DA D Y É T I C A NAIEF YEHYA GUERRA SIN FIN
Foto > ESPECIAL
L
anzar una guerra eterna es una gran responsabilidad. Es muy difícil saber cuál fue el cálculo que realizó el presidente George W. Bush cuando comprometió a la primera potencia bélica y armamentista mundial en un conflicto abierto, sin límites temporales ni geográficos. Sabemos que el vicepresidente Dick Cheney y el secretario de la defensa Donald Rumsfeld estaban convencidos desde el mismo día de los ataques del 11 de septiembre de 2001, de que era necesario vincular a Saddam Hussein, fuera o no responsable. El Think Tank neoconservador Project for the New American Century, al que pertenecían varios miembros del gabinete de Bush Jr., soñaba con un Nuevo Pearl Harbor, “un evento catastrófico y catalizador” para “crear la fuerza dominante del futuro”. En su ambición por transformar al mundo no consideraron las gigantescas repercusiones que tendría lo que empezó como una campaña punitiva en contra de la red al Qaeda. Los estrategas neocons [neoconservadores] incrustados en la Casa Blanca y el Pentágono aprovecharon los ataques contra las Torres Gemelas y el Pentágono para lanzar dos guerras de invasión (Afganistán e Irak), así como para emprender una ambiciosa reorganización geopolítica del planeta que iba desde el control de las reservas petroleras del Medio Oriente hasta la eliminación de regímenes “hostiles”, pasando por la creación de nuevas bases militares cerca de Rusia, China e India. Justificar guerras de agresión y expansión como si fueran guerras justas es una tradición que se remonta a la antigüedad. Sin embargo, en este caso los promotores de la agresión aseguraban que este ambicioso proyecto bélico no impondría sacrificios excepcionales e incluso podía salir a bajo costo, con pocas tropas y alta tecnología, así como sobornos (por un tiempo usaban literalmente maletas llenas de dinero para comprar las lealtades tribales), chantajes, conspiraciones y eliminación de líderes de regionales. ¿Cómo olvidar la comparecencia del subsecretario de la defensa, Paul Wolfowitz, ante una comisión del Senado cuando afirmó que la invasión a Irak se pagaría sola, con los ingresos del petróleo?
Primer bombardeo de la guerra contra Irak, marzo de 2003.
Los estrategas de esta guerra “ligera” echaron mano de los batallones de fuerzas especiales y volvieron a la CIA una agencia paramilitar. Asimismo, expandieron el uso de la tortura, las desapariciones y el asesinato político. Con el pretexto de destruir a una banda internacional de terroristas, Bush anunció que perseguiría a los militantes armados irregulares que estaban dispersos por el mundo para eliminarlos e hizo su famosa declaración de que quien no estaba con Estados Unidos estaba con los terroristas. Mientras tanto puso a los abogados del Departamento de Justicia a elaborar justificaciones legales para violar acuerdos, ignorar tratados y evadir leyes internacionales. Estados Unidos y sus aliados han repetido durante los últimos catorce años que la “guerra contra el terror” es el conflicto más preciso de la historia, muy lejos de los números de víctimas en las guerras de Vietnam o Corea. La cifra oficial de muertes de militares estadunidenses en la “guerra contra el terror” es de 4 mil 800, mientras que el
resto de los aliados han perdido cerca de 3 mil 500 militares. Y si bien las muertes civiles y el daño colateral que producen las armas de precisión son usualmente menores a las que dejan las armas convencionales, tan sólo en Irak han muerto en esta guerra más de 1.5 millones de personas, de acuerdo con el reporte de Physicians for Social Responsability. La duración de la guerra, la extensión de las zonas de conflicto y presuntos errores han ocasionado la muerte de una gran cantidad de inocentes. Uno de los asuntos más controvertidos de esta guerra ha sido la afirmación de la Casa Blanca y el Pentágono de que esta es una nueva clase de guerra, en la cual las viejas previsiones que protegen a los civiles en zonas de conflicto ya no tienen sentido. Por tanto, el respeto a los derechos de los prisioneros de guerra se volvió irrelevante, y las fuerzas estadunidenses dejaron de responder por el bienestar de las poblaciones bajo la ocupación. Un elemento novedoso en materia bélica fue la introducción de armas hunter-killers o “cazadoras y
“ESTADOS UNIDOS Y SUS ALIADOS HAN REPETIDO DURANTE LOS ÚLTIMOS CATORCE AÑOS QUE LA ‘GUERRA CONTRA EL TERROR’ ES EL CONFLICTO MÁS PRECISO DE LA HISTORIA, MUY LEJOS DE LOS NÚMEROS DE VÍCTIMAS EN LAS GUERRAS DE VIETNAM O COREA. LA CIFRA OFICIAL DE MUERTES DE MILITARES ESTADUNIDENSES EN LA ‘GUERRA CONTRA EL TERROR’ ES DE 4 MIL 800.”
asesinas”, en particular drones y vehículos armados a control remoto, que se utilizan desde 2001, tanto en zonas de guerra como de paz para asesinar a presuntos terroristas y líderes enemigos. Hace un poco más de un siglo, la mayoría de los muertos en las guerras eran soldados. Al principio del siglo XX, entre el 10 y el 15 por ciento de las víctimas de las guerras eran civiles. Esta tasa aumentó durante la Segunda Guerra Mundial: el 50 por ciento de los muertos fueron civiles, y para finales del siglo la cifra había alcanzado el 75 por ciento. La Convención de Ginebra establece que los civiles no deben ser objeto de ataques militares, ya sea directos o indiscriminados. El cuestionamiento a estas reglas en la era de George Bush se dio en base a la definición de combatiente. Dado que los responsables de los ataques del 11 de septiembre de 2001 no eran militares ni representaban a un Estado, entonces, según los abogados del Departamento de Justicia, no podían recibir la protección de ese tratado sino que se les consideró combatientes armados, civiles y sin uniforme. Así se creó la prisión de Guantánamo y muchos otros sitios “negros” distribuidos por el mundo donde se mantienen y torturan prisioneros al margen de cualquier ley. El talibán, que en 2001 había tomado el poder en Afganistán y gozaba de la tolerancia de Washington, ofreció apoyo y santuario al grupo militante islámico al Qaeda y por lo tanto se convirtió también en el enemigo. En un golpe vertiginoso y eficiente, Estados Unidos derrocó a ese endeble régimen fundamentalista, pero nunca lo derrotó ni logró eliminar su influencia en ciertas provincias, ni el apoyo que le brindaban los servicios de inteligencia paquistaníes, que en teoría eran aliados del gobierno estadunidense, así como el gobierno saudita y algunos de sus vecinos que financian el fundamentalismo islámico en el mundo. De esa manera se dieron las condiciones para una guerra civil en la que el talibán resurge, ataca, se retira y vuelve a atacar, en un círculo vicioso que parece interminable.
H OS P I TA L E S EN RUINAS La noche del 3 de octubre de 2015, un avión AC-130 sobrevoló durante por lo menos una hora la ciudad de Kunduz, la cual había sido capturada por las fuerzas del talibán en la madrugada del 28 de septiembre. Era la primera vez desde 2001 que el talibán se apoderaba de una capital provincial y esto fue un tremendo revés contra el gobierno afgano y una humillación contra las fuerzas de ocupación estadunidenses. Recuperar Kunduz era urgente e indispensable para mostrar determinación, por tanto es de intuir que el Pentágono estaba dispuesto a autorizar acciones extremas. En tierra, los rebeldes combatían ferozmente contra el ejército afgano y sus “asesores” estadunidenses (quienes supuestamente sólo estaban ahí para entrenar, asesorar y ayudar). La tripulación del avión buscaba su blanco, un edificio con forma de T iluminado por un generador en medio de una ciudad a oscuras. Las luces habían dejado de
07
Foto > ESPECIAL
El Cult ural S Á B A D O 0 2 . 0 7 . 2 0 1 6
El AC-130, empleado por la milicia estadunidense en el ataque al hospital de Kunduz en octubre de 2015.
“AL PRINCIPIO DEL SIGLO XX, ENTRE EL 10 Y EL 15 POR CIENTO DE LAS VÍCTIMAS DE LAS GUERRAS ERAN CIVILES. ESTA TASA AUMENTÓ DURANTE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL: EL 50 POR CIENTO DE LOS MUERTOS FUERON CIVILES, Y PARA FINALES DEL SIGLO LA CIFRA HABÍA ALCANZADO EL 75 POR CIENTO.” funcionar desde la llegada del talibán. A las 2:08 a.m., el avión AC-130 recibió instrucciones y sus tripulantes comenzaron a disparar contra un edificio, por lo menos durante media hora, con un poderoso cañón howitzer de 105 milímetros (el más grande de su tipo) y con un cañón de bombas incendiarias con las que cazaban a quienes intentaban escapar de los 211 obuses disparados y las llamas que consumían la presunta base o escondite del talibán. A las 2:19 a.m., el director de la misión en Afganistán de la organización Médicos sin Fronteras (en adelante, MSF), Guilhem Molinie, despertó en Kabul con la noticia de que el hospital de Kunduz estaba siendo bombardeado desde el aire. Era obvio que un ataque así tan sólo podía provenir de quienes cuentan con aviones: los estadunidenses y la fuerza aérea afgana. Molinie trató de detener el ataque llamando a todas las autoridades que pensó que podrían ayudar, desde la oficina de la ONU en Afganistán hasta los responsables de los ejércitos estadunidense y afgano. A la mañana siguiente sólo quedaban ruinas y cenizas del hospital que había tenido cupo para noventa pacientes pero antes del ataque tenía más de 130. Perdieron la vida 42 hombres, mujeres y niños y cientos más, entre personal y pacientes, fueron heridos. El gobierno estadunidense negó en un principio cualquier responsabilidad en el ataque, cambió su explicación varias veces y bloqueó cualquier intento por llevar a cabo una investigación independiente. Pero dada la seriedad del incidente y las posibles consecuencias
internacionales, el ejército se vio obligado a llevar a cabo su propia investigación, con la intención de silenciar a sus críticos. El 29 de abril siguiente, el ejército presentó una versión muy censurada (redactada, como le llaman ellos) de sus conclusiones de lo sucedido. En esencia determinaba que el ataque no había sido una acción deliberada en contra de MSF, sino tan sólo un accidente provocado por fallas del equipo y malas decisiones de parte de la tripulación del avión y las fuerzas especiales, quienes no sabían que estaban bombardeando un hospital y creían estar cumpliendo con su labor. Dieciséis militares que participaron en la operación fueron señalados, pero no fueron objeto de cargos criminales. Seis fueron enviados a terapia, siete recibieron cartas de amonestación y dos tendrían que presentarse a cursos de re-entrenamiento. El general Joseph Votel, quien estaba a cargo del comando central, fue destituido y reprendido pero poco después fue asignado como oficial ejecutivo de su batallón. Aunque sus presuntos errores los llevaron a violar la Convención de Ginebra, argumentaron que los militares no podían ser responsabilizados de haber cometido un crimen contra la humanidad, pues desconocían las malas decisiones que provocaron el ataque. Al auto perdonarse, el ejército en realidad sólo seguía la tendencia dominante en Estados Unidos, en la que autoridades (civiles, gubernamentales, militares o privadas) a todos los niveles no tienen que rendir cuentas de sus acciones: así, el régimen que metió al país en una guerra sin fin en base a mentiras
“DADO EL ALTO NÚMERO DE ATAQUES EN CONTRA DE INSTALACIONES MÉDICAS EN LAS RECIENTES GUERRAS, LA ONU ADOPTÓ EL 3 DE MAYO PASADO LA RESOLUCIÓN 2286, QUE EXIGE EL FIN DE LA IMPUNIDAD PARA ESTE TIPO DE CRÍMENES.”
no es ni será objeto de una investigación seria; los ejecutivos de Wall Street que destruyeron la economía en 2007 y 2008 no tuvieron que pagar por su codicia y ambición depredadora; los políticos que ordenaron y toleraron la tortura de prisioneros de guerra no debieron enfrentar a la ley; los policías que han asesinado muchachos negros en varias ciudades han salido libres; y un hombre de negocios charlatán, racista y demagogo es el candidato a la presidencia por el partido republicano. En su artículo del New York Times Magazine, del 17 de mayo de 2016, Matthieu Aikins señalaba con tino que el reporte del ejército al respecto del ataque contra el hospital de Kunduz ponía en evidencia la situación esquizofrénica de las fuerzas armadas estadunidenses en Afganistán, las cuales por un lado quieren sostener al gobierno que impusieron y por el otro quieren apresurar el proceso para poder escapar del caos que han provocado. No olvidemos que la misión de combate en ese país la dio por terminada el presidente Obama en 2014. Los soldados de las fuerzas especiales ordenaron el bombardeo para defender a las tropas afganas, no como una acción ofensiva, y de esa manera no tenían la obligación de considerar las posibles víctimas civiles. Pero más importante aún es que el propio gobierno afgano nunca dejó de afirmar que el ataque estaba justificado. Aikins señala que hay numerosas evidencias, tanto en el mismo reporte como en entrevistas conducidas en el frente de batalla en Kunduz, que demuestran que el ejército afgano quiso engañar a los estadunidenses al indicar, falsamente, que el hospital había sido tomado por el comando talibán o bien que había rebeldes ocultos en esas instalaciones. Aún en noviembre del año pasado, militares afganos de alto rango sostenían falsedades, por ejemplo que MSF colaboraba con el talibán, o que habían secuestrado al personal del hospital y por tanto era un blanco legítimo. De acuerdo con MSF, poco después de tomar la ciudad el líder del talibán fue personalmente al hospital a garantizar la seguridad del personal y de los pacientes y a pedir que siguieran trabajando, ya que serían muy necesarios en los próximos días. El personal del hospital fue entonces preparado para
Personal de Médicos sin Fronteras atiende a civiles heridos en el hospital de Kunduz.
el inminente combate que se avecinaba y al flujo masivo de heridos que sin duda llegaría. MSF ha tenido una relación turbulenta con el régimen afgano por su política de neutralidad y de atención a todos los heridos sin importar a qué bando pertenezcan. Las nuevas normas de la guerra lanzada por la era de George Bush determinaban que el enemigo no merecía consideración alguna e incluso darle tratamiento médico podía interpretarse como una forma de traición. El gobierno impuesto por Estados Unidos interpretó esa visión como una licencia para ignorar las leyes básicas de la guerra, en particular la Convención de Ginebra (la cual fue acusada de ser “anticuada” por el Departamento de Justicia de Estados Unidos) y el respeto elemental por los derechos humanos. Desde que MSF decidió abrir un hospital en Kunduz, el régimen afgano estuvo muy molesto, pues como señala Aikins, consideraba un problema que la institución diera medicinas, tratamiento y transporte a los heridos del talibán. Dado el alto número de ataques en contra de instalaciones médicas en las recientes guerras, la ONU adoptó el 3 de mayo pasado la Resolución 2286, que exige el fin de la impunidad para este tipo de crímenes. Es claro que los hospitales han sido objeto de ataques de ambos bandos. Pero el hecho de que gobiernos, con plena complicidad de Estados Unidos y sus aliados occidentales, destruyan hospitales, es percibido como una invitación para desechar las normas de la guerra y aprovechar las debilidades del enemigo, aun cometiendo serias violaciones a la legalidad y la ética. El 10 de enero de 2016 fue bombardeado el hospital Shiara, operado por MSF, localizado en el norte de Yemen. Ahí murieron seis personas, tres de ellas personal médico, y docenas quedaron seriamente lesionadas. En la guerra civil de Yemen, la coalición militar liderada por el gobierno saudita (apoyada y armada por Estados Unidos, Gran Bretaña y otros aliados occidentales), con el fin de eliminar al gobierno Houthi (el cual es shiíta y por lo
tanto inaceptable para los sunitas fundamentalistas que rigen el reino saudita), ha atacado desde marzo de 2015 más de 170 hospitales e instituciones médicas, con lo que el sistema de salud de esa nación desgarrada ha quedado destruido. Aquí también los militares sauditas y sus aliados yemenís han minimizado estos ataques con el argumento de que fueron errores. La regularidad e incidencia de estos ataques ha ocasionado que la gente tenga más miedo de ir a un hospital que de morir de sus heridas o enfermedades. MSF ha declarado que las mujeres embarazadas están optando por dar a luz en cuevas. Si bien este tipo de abusos comienza a volverse lugar común, en un momento en que se multiplican los frentes de batalla y los contendientes, una ciudad se ha vuelto el símbolo de todas las aberraciones y crímenes que representa una guerra civil: Alepo. De acuerdo con varios reportes, el 28 de abril la fuerza aérea siria o sus aliados rusos bombardearon el hospital al Quds, el cual tenía apoyo de MSF (esta institución humanitaria maneja seis hospitales en Siria y ayuda a 150 más con medicinas, provisiones y dinero) y del comité internacional de la Cruz Roja. Las coordenadas de la institución de 34 camas, que estaba localizada en la zona controlada por los rebeldes, de al-Sukkari, eran bien conocidas. El hospital ocupaba las plantas bajas de un edificio de cinco pisos y recibió un impacto de misil de un jet que volaba muy bajo. En el ataque murieron 27 personas, incluyendo niños y uno de los últimos pediatras de Alepo, el Dr. Mohammed Wassim Moaz. Una semana después, el 3 de mayo siguiente, en lo que parece una clara venganza, cayeron cohetes disparados por rebeldes en un hospital de maternidad en una zona de la ciudad controlada por el gobierno, donde murieron diecinueve personas y más de ochenta quedaron heridas. De acuerdo con el comité de la Cruz Roja, hubo seis ataques en contra de hospitales en Alepo en menos de una semana. Desde el inicio de la guerra civil, más de 350 instalacio-
Foto > ESPECIAL
08
E l C u lt u ral S Á B A D O 0 2 . 0 7 . 2 0 1 6
Foto > ESPECIAL
El Cult ural S Á B A D O 0 2 . 0 7 . 2 0 1 6
Drones: cazadores a control remoto. El modelo Reaper.
“ EL DRON ES EN ESENCIA UNA HERRAMIENTA PARA RASTREAR, VIGILAR Y ASESINAR ENEMIGOS. NO VIENE A SUSTITUIR A LOS BOMBARDEROS CONVENCIONALES SINO QUE ES UN RECURSO ADICIONAL.” nes médicas han sido atacadas en Siria y más de 700 médicos, enfermeras y trabajadores humanitarios han sido asesinados. Se estima que el 95 por ciento de los médicos de Alepo han muerto, han escapado o están en prisión. La mitad de los 30 mil médicos de toda Siria han abandonado el país.
DRONES: CAZADORES DE HUMANOS La inclusión de drones con capacidad de disparar misiles o bombas a control remoto en los arsenales de por lo menos siete países (Estados Unidos, Israel, Paquistán, Reino Unido, Irak, Irán y Nigeria) ha venido a añadir otro nivel de incertidumbre sobre lo que es legal en el campo de batalla y, más importante aún, fuera de zonas en guerra. El dron es en esencia una herramienta para rastrear, vigilar y asesinar enemigos. No viene a sustituir a los bombarderos convencionales sino que es un recurso adicional. La mayoría de los ataques con drones han sido estadunidenses y han tenido lugar en sitios en guerra como Afganistán, Irak, Siria y Libia, pero muchos otros han sucedido en sitios en paz: Paquistán, Yemen, Somalia y Filipinas. El principal problema para entender en qué casos se emplean drones es que los gobiernos que los usan no ofrecen transparencia alguna respecto de sus políticas, objetivos y justificaciones. Por tanto el marco legal empleado, si es que hay uno, parece contradictorio y errático. En principio el presidente Obama declaró que este tipo de ataques estaba reservado para
terroristas que implicaban un peligro claro e inminente para Estados Unidos y sus intereses. Es decir que estaba reservado como un recurso preventivo contra quienes amenazaran con atacar ciudadanos, instalaciones o el territorio nacional. Sin embargo, ha habido numerosos ataques contra milicianos y rebeldes que peleaban contra los gobiernos afgano, paquistaní y yemenita sin representar un peligro para Estados Unidos. Esto es claramente un ejemplo de terrorismo de Estado ejercido con fines de contraterrorismo. Una de las justificaciones al uso es que la ejecución por dron es el último recurso, sin embargo la información recabada por varias organizaciones humanitarias muestra que ese no es el caso y que muchas veces hubo la posibilidad de arrestar al sospechoso para ser interrogado y sometido a juicio. Además es difícil de interpretar legalmente qué significa asesinar en el mismo ataque a otras personas simplemente por estar cerca del blanco. La fuerza aérea y la CIA utilizan dos tipos de ataques: los que están dirigidos a una persona o personas en específico, quienes supuestamente han sido objeto de investigación y se ha determinado su culpabilidad; y los de signature, en los que se observa a alguien durante algún tiempo y si se le encuentra sospechoso se le elimina. Varios estudios, como el del grupo Reprieve, concluyeron que en 2014 más de 1,140 personas fueron asesinadas en diversos ataques estadunidenses, cuyo propósito era eliminar específicamente a 41 supuestos terroristas. Otro estudio, “The Drone Papers”, publicado en The Intercept con datos obtenidos de un informante
09
anónimo, señala que hasta el 90 por ciento de las personas asesinadas no eran los blancos considerados. No son pocos los casos en que el ejército ni siquiera sabe a quiénes ha asesinado, pero asume que deben ser terroristas por simple asociación. En términos bastante vagos, el gobierno británico ha declarado que justifica los ataques con drones fuera de zonas de guerra si cumplen con la ley internacional que gobierna el uso de la fuerza en el territorio de un Estado ajeno y con las leyes de la guerra. Un comité para los derechos humanos, nombrado por el parlamento británico, publicó un reporte el 10 de mayo de 2016 respecto al uso de drones para asesinar personas. En este documento señalan la necesidad de definir con claridad lo que se considera como una “amenaza inminente” bajo la ley internacional. Asimismo, sería interesante investigar por qué no se toma en consideración la ley de los derechos humanos cuando se va a ejecutar a alguien sin juicio ni posibilidad de defenderse. No puede ser justo que se apliquen los mismos estándares para matar a alguien en una zona de guerra que en una de paz. Ahora bien, los puntos del comité son acertados pero a la vez corren el riesgo de normalizar los asesinatos extrajudiciales con drones en países ajenos y volverlos política legítima del Estado, como ha sucedido en Estados Unidos, donde el régimen de Obama elabora una kill list [lista de asesinatos] que nunca se termina y en la que a medida que se eliminan nombres se añaden otros, en una cacería humana que se extiende por todo el mundo. Matar a distancia, sin riesgo para los verdugos, políticos, operadores, agentes, técnicos, mecánicos, pilotos y demás es una tentación demasiado atractiva para volver el asesinato un recurso cada vez más común y accesible, para “bajar el umbral” del uso de fuerza mortal, como ha declarado el general Stanley McChrystal, quien fuera comandante de las fuerzas estadunidenses y de la OTAN en Afganistán. En términos propagandísticos, los drones se han convertido en una especie de vehículos fantásticos e infalibles, dotados de una precisión sobrehumana, capaces de sobrevolar durante horas o días para estudiar sus blancos, aprender sus patrones y matarlos en el momento que deciden apropiado. Además se trata de un recurso que proyecta poder sin ofrecer vulnerabilidad. Por lo tanto el dron presenta problemas de legalidad sin precedentes. Es claro que en poco tiempo un gran número de ejércitos contarán con drones armados que muy probablemente utilizarán en contra de sus propias poblaciones. De la misma manera, debido a su bajo costo, facilidad de operación y conveniencia, bandas criminales, carteles, organizaciones terroristas y toda clase de fanáticos y psicópatas podrán usar drones para amenazar y asesinar desde el cielo. El uso de los vehículos a control remoto como el Predator y el Reaper han abierto la caja de Pandora de una era en que la muerte nos acechará en cualquier momento. No es fácil imaginar qué clase de leyes podrán controlar la proliferación explosiva de estas máquinas para cazar seres humanos.
10
E l C u lt u ral S Á B A D O 0 2 . 0 7 . 2 0 1 6
Por
FERNANDO IWASAKI
FUERA DEL HUACAL
MEMORIA CON FECHA DE CADUCIDAD
www.fernandoiwasaki.com
U
na conversación con mi hijo de veinte años me ha instado a pensar el lugar que ocupa la memoria en mis conocimientos, pues él me asegura que muchos jóvenes de su edad no han sido educados para sacar provecho de la memoria. Más bien, todo lo contrario, fueron aleccionados para no recurrir a ella y siempre les dijeron que la memoria y la retentiva eran el refugio de los necios, los dogmáticos y los ignorantes. ¿Será así en realidad? Cada época tiene sus filias y sus fobias. No creo que en mi primera juventud la educación fuera cerrilmente memorística, aunque reconozco que no existía otra forma de retener las fórmulas físicas, la tabla periódica de los elementos químicos, las capitales del mundo, los accidentes geográficos, las figuras retóricas y los nombres de los autores y los títulos de sus obras. ¡Hasta el alfabeto Morse me tuve que aprender en la secundaria! ¿Tan malo era todo eso? ¿Arrastraré alguna tara dañina por haber tenido que recurrir a la memoria? A mi hijo le fascina que todavía sea capaz de recitar algunos poemas que aprendí cuando estudiaba en la secundaria, porque mis profesores me obligaron a memorizar dos sonetos de Garcilaso, cuatro de Góngora y tres de Quevedo; cuatro coplas de Jorge Manrique, varias rimas de Bécquer y al menos cinco poemas de César Vallejo, sin contar poesías diversas de José Santos Chocano, Carlos Augusto Salaverry, Rubén Darío, Pablo Neruda y un largo manojo de los Versos sencillos de José Martí. Ya por mi cuenta, por vicio y por puro placer he memorizado el comienzo de la Ilíada, dos capítulos de Rayuela, varios fragmentos de algunos cuentos de Borges y un núme-
Las Claves
ESTOY CONVENCIDO DE QUE EL PLACER CONSIENTE GOZOSO LA REPETICIÓN Y QUE POR LO TANTO LOS MEMORIOSOS NO DESAPARECERÁN.
ro indeterminado de poemas de Cernuda, Salinas, Kavafis, Pessoa, Francisco Brines, José Watanabe y Luis Alberto de Cuenca, sin ser consciente del daño que me estaba infligiendo. ¿Y qué ocurre con las letras de las canciones o los diálogos de las películas que me han parecido memorables? Por mi cabeza brujulean cientos de canciones en cuatro idiomas y trozos diversos de películas de Woody Allen, José Luis Cuerda, George Lucas, John Ford, Clint Eastwood, Francis Ford Coppola, Ridley Scott y Stanley Kubrick, por no hablar de la numeración de cuentas corrientes, tarjetas de crédito, pasaportes, pólizas, cédulas de identidad y especialmente números de teléfonos, porque me los aprendí antes de que se inventaran los celulares. Estoy seguro que si fuera más aficionado al teatro ya me sabría monólogos y fragmentos enteros de mis autores favoritos, aunque admito que por culpa de la edad me cuesta recordar las contraseñas y los passwords que me veo obligado a crear un día sí y otro también. ¿Habré estado exterminando mis neuronas con tanto ejercicio mnemotécnico? Ignoro si fuera de España los pedagogos también la emprenden a palos contra la memoria, porque mis estudios transcurrieron en el Perú y no me considero perjudicado por tener toda la información inventariada dentro de mi cabeza. Tampoco creo que todas las personas que se educaron conmigo sepan o recuerden al detalle las mismas cosas que yo, pues uno se acuerda mejor de aquello que lo nutre, lo emociona y lo fascina. ¿Por qué me sé los nombres de tantos personajes mitológicos griegos? Porque descubrí los mitos griegos gracias a los cómics de superhéroes y de
ahí pasé a los poemas homéricos, y de ahí a las sagas artúricas y de ahí a los bestiarios medievales, y de ahí... Mi memoria es una enorme cadena de gratitudes y recuerdo agradecido cada eslabón. ¿Cómo podría homenajear a mi educación sentimental si no es a través de la memoria? Estoy resignado a que con algunos de mis contemporáneos desaparezca la última generación que recurrió a la memoria para construir los cimientos de su saber, pero estoy convencido de que el placer consiente gozoso la repetición y que por lo tanto los memoriosos no desaparecerán ni serán expulsados de la república de los humanistas. A mi hijo le encantó la película Fahrenheit 451 (1966) de François Truffaut, basada en la novela de Ray Bradbury, y se conmovió cuando descubrió que los disidentes memorizaban los libros para que no se perdiera la memoria de la literatura. No importa si la escuela contemporánea desdeña la memoria, pues gracias a las epifanías del placer nunca dejarán de relampaguear en la memoria versos, canciones, monólogos e historias, como quien recuerda un primer amor.
Por CARLOS O LI VA R ES B A RÓ
BOSS LEVEL (Zoho Music, 2016) subraya las inquietudes del pianista, compositor y arreglista mexicano-estadunidense (con padre de raíces cubana e irlandesa: Chico O’Farrill, arquitecto del jazz afrocubano), Arturo O’Farrill, de conformar un jazz panamericano que sobrepase y enriquezca los esquemas del cubop/afrocubano/ latin. Formato de Sextet: piano (Arturo O’Farrill), sax tenor (Livio Almeida), contrabajo (Shawn Conley), trompeta (Adam O’Farrill), batería (Zack O’Farrill) y guitarra (Travis Reuter) en la ejecución de 10 piezas que se regodean en diseños hard bop/ songo/funk/mambo/latin jazz. Inicia con “Miss Stephanie” (A. O’Farrill): trochas hard con alusiones guaguancoseras. Sax y trompeta dibujan el motivo melódico en variaciones sostenidas en sustrato afrocubano. La guitarra remata con salpiques de sorpresivas escalas. “True That” (A. O’Farrill): silbos yuxtapuestos del sax que dialogan con precisos punteos de la guitarra y redoble
de batería arropado en clústeres de piano que la trompeta subraya en atajos redundantes. “The Moon Follows Us Wherever We Go” (A. O’Farrill): contrabajo en pizzicato y trompeta edifican líneas armónicas entrecruzadas en la conformación de una atmósfera minimalista en que la melodía se ensimisma escoltada por shekere (aggüe) y sugerente glosa de songo de Zack O’Farrill. La trompeta remata con elegante solo en connivencia con todo el combo que la secunda con oficiosa fonología desde rastreos afrocubanos. “Circle Games” (Zack O’Farrill): tributo a la prosodia del songo. “Maine Song” (Adam O’Farril): trompeta con referencias a Miles Davis hasta desembocar en bolero con reminiscencia de chachachá/mambo y nostálgica consonancia en walking bass carteriano. “Compay Doug” (A. O’Farril): entrada de piano, aggüe y batería que propicia la disposición de un centelleo de songo con apuntes de funk y costuras de son cubano. “Not Now, Right” (Papo
Vázquez): muestrario de jazz latino con recreaciones afroantillanas en esbozos guaguancoseros y bomba boricua. “V. F. S.” (T. Reuter): diálogo de sax y batería, trompeta en oralidad que recuerda a Chocolate Armentero y guitarra que se roba las consonancias a mitad de la exposición y cede el remate a un piano desbordado en gestos powellianos/monkianos. “Peace” (Silver): atmósfera de íntima conjunción: piano, contrabajo y batería en la factura de una hermosa balada en paráfrasis de sorpresivos desplazamientos armónicos y dúctiles acordes. Momento clave: “In Whom I Am Well Pleased” (A. O’Farrill): tributo a Chico O’Farril en la concepción orquestal. Visita a las raíces afrocubanas: batería en ramajes de songo/funk, virtuosa sección brass (trompeta, sax tenor) en fundamentos timberos, contrabajo en walking funk, contigüidades de fonética yoruba, silencios y pausas que recrean los tempos de la rumba afrocubana. Boss Level: otras periferias del jazz latino.
BOSS LEVEL
Artista: Arturo O’Farrill Sextet Género: Jazz Latino Disquera: Zoho Music, 2016.
El Cult ural S Á B A D O 0 2 . 0 7 . 2 0 1 6
EL CORRIDO DEL ETERNO RETORNO
CONTR A LO ÑOÑO
Por
CARLOS VELÁZQUEZ
@charfornication
H
ace unos días una persona me calificó de ñoño. A mí. Confundió mi obsesión por los libros con el arte de coleccionar. No tengo libros apelmazados, como se burlaba Homero de Flanders, pero todavía no entiendo por qué mi biblioteca lo impresionó. Como muchos nacidos en los setentas él acumula juguetes. Sobre todo superhéroes. La frivolidad de la era ha provocado un incómodo equívoco: relacionar el conocimiento con lo nerd. Existe una radical diferencia entre una biblioteca personal y la mera compulsión por los juguetes. Los libros son alimento espiritual. No niego la posibilidad de que un pedazo de plástico puede despertar sentimientos nobles en un individuo. Pero jamás va a poseer el poder de inspiración que habita en un libro. Por supuesto que fui niño y amé mis juguetes. Pero, como los videojuegos, he dejado de sentir apego hacia ellos. No repruebo que un adulto emplee una parte importante de sus ingresos en la compra de juguetes, tarjetas, videojuegos, cómics, pero de eso a que nos quieran vender la imagen del nerd como una actitud sexy, c’ mon. No tengo nada en contra de los ñoños, tanto los que se ostentan como tales como los que no. Algunos conocidos lo son, pero no les compro que vendan como hot la imagen de un hombre que duerme en una habitación llena de juguetes (o que decora su sala con ellos). O que malgasta sus horas debatiendo sobre Los Caballeros del Zodiaco. Cada uno puede hacer con su tiempo y con su dinero lo que le plazca, de acuerdo, pero no malinterpretemos. Reunir una biblioteca, una discografía, no es ñoñería. Ah,
11
BUSCAS UN LIBRO DESCATALOGADO: ERES UN ÑOÑO. TE COMPRAS UN VINIL: ERES UN ÑOÑO. A QUÉ PUNTO HEMOS REBAJADO EL CONOCIMIENTO.
El sino del escorpión
porque también ocurre con la música. Congregar todos los álbums de tu banda favorita se interpreta como un gesto teto. Todo porque el universo ñoño ha introducido dicho mal entendido. Pero como ocurre con la literatura, la música también es alimento para el alma. La música puede salvarnos, los juguetes no. Desde que tengo una hija me he vuelto un asiduo visitante de jugueterías. Nada me entristece más que ver a un hombre eligiendo los juguetes para su hijo. Incluso en contra de su voluntad. En los pasillos de las tiendas de autoservicio he escuchado cómo un padre le dice a su hijo que tal o cual juguete no lo va a sacar nunca de su empaque. Maldito síndrome de Peter Pan. Esto en el caso de los ñoños que tienen descendencia. Porque existen los otros. Los que no tienen hijos. Ni piensan tenerlos. Porque representan una competencia. Los ñoños son seres solitarios. Pero no son los únicos. Toda la gente experimenta un grado de soledad muy elevado en la actualidad. Y cada vez un número más elevado de personas busca llenar ese vacío con juguetes. Profesionistas de primer nivel gastan fortunas en juguetes con los que nunca van a jugar. Y esto es lo más triste del ñoño. Que todas sus acumulaciones son un simple ornato. Eso no ocurre con el libro. Buscas un libro descatalogado: eres un ñoño. Te compras un vinil: eres un ñoño. A qué punto hemos rebajado el conocimiento. Un juguete no puede otorgarme crecimiento: un libro sí. Un disco también. No existe víctima más vulnerable del capitalismo
salvaje que un ñoño. Y el nivel de fundamentalismo que se manejan es equiparable al de los aficionados al futbol. Quizá por eso odian tanto el deporte. Hace unos años a los amantes de la música los llamábamos melómanos, ahora son simples ñoños. El mejor ejemplo de la confusión de la que hablo es el programa That Metal Show. Que en nuestro país ha sido apodado Los ñoños del metal. El programa consiste en tres expertos del heavy metal debatiendo sobre el género. Como saben demasiado sobre el tema se da por descontado que son unos ñoños. Y porque no llevan la vida de excesos de un rockstar. No la llevan sencillamente porque son críticos. Y como tales conocen de lo que hablan. Un crítico no es un ñoño. Aunque lo parezca. Si conoces bien un campo automáticamente te conviertes en un ñoño. No estoy de acuerdo. El universo nerd lo enrarece todo. Encuentro una diferencia entre adquirir un libro y abarrotarme de juguetes. Que por momentos raya en la frivolidad. Para mí lo primero no es consumismo. Lo segundo me parece una práctica similar a lo que representa para una mujer una obsesión por los zapatos. Yo puedo vivir con sólo dos pares al año, pero tengo que leer varios libros al mes. O me siento perdido. Claro que una mujer que lea esto me va a mentar la madre. Me tachará de pendejo. Y seguramente me dirá lo mismo que le dijo Jimbo a Bart: “No vengas a arruinarlo todo con tu ñoñez”. C
Por ALEJANDRO DE LA GARZA
Del lodazal y los cultos DENTRO DE SU BRUNA oquedad en el muro, en su reptar por los mentideros culturales nativos y durante su revisión de la prensa, los blogs y las redes sociales, el alacrán se topa una y otra vez con el mismo asunto: las antologías de narrativa y poesía elaboradas por instancias oficiales (Conaculta) conocidas como México 20: Palabras mayores. Nueva narrativa mexicana y México 20: La nouvelle poésie mexicaine. El venenoso percibe tres lecturas del fenómeno: 1) la de quienes están satisfechos con esas ediciones (los autores incluidos, desde luego) y las piensan como una labor meritoria de las autoridades por promover en Francia una muestra de nuestras mejores letras; 2) la de quienes cuestionan la representatividad antológica de los autores seleccionados, así como el procedimiento de su elección, para
muchos regido por relaciones de amistad, mentoría o discrecionalidad; y 3) la de quienes critican mucho más allá y ven en estos mecanismos de promoción literaria la intención de las autoridades culturales de cooptar escritores y artistas, y de intercambiar el apoyo estatal por el respaldo de los involucrados al trastabillante gobierno mexicano. La necesidad de clarificar el asunto parece no haber sido entendida por los antologadores, los antologados ni los editores, pues su silencio, sus comentarios o sus cartas aclaratorias, con sus contradicciones y verdades a medias, enturbiaron más el ambiente, lo cual dio pie a la exigencia de una investigación profunda. De todo el asunto el venenoso extrae una nueva para los funcionarios culturales, impolutos por años del mundano lodazal: la realidad los alcanzó y ahora
deberán transparentar la utilización de los recursos públicos destinados a tareas artísticas y culturales. Más aún si aspiran a conformar una Secretaría de Cultura. Acaso ahora sí (mediante el INAI, por ejemplo), podamos aclarar tantas dudas presupuestarias dejadas por las dos presidentas del Conaculta y averiguar también cómo un ex presidente de ese Consejo, destituido en 2009 por despilfarro de recursos, regresa hoy tan campante a dirigir el Festival del Centro Histórico. Antes de retornar al nido en el muro donde destila su narcótico, el arácnido aconseja poner a remojar sus barbas a los funcionarios mayores y menores, sobre todo a aquellos de los consejos estatales de cultura, cuyo manejo sabido de recursos en favor de sus amigos y preferidos es digno de una antología México 20 de la simulación.
EL VENENOSO EXTRAE UNA NUEVA PARA LOS FUNCIONARIOS CULTURALES, IMPOLUTOS POR AÑOS DEL MUNDANO LODAZAL: LA REALIDAD LOS ALCANZÓ.
12
E l C u lt u ral S Á B A D O 0 2 . 0 7 . 2 0 1 6
DE CARNÍVOROS Y VEGETARIANOS REDES NEURALES
Por
JESÚS RAMÍREZBERMÚDEZ
H
ace tiempo recibí una carta del neurólogo estadunidense Mario F. Mendez, quien me invitó a escribir el caso de una paciente atendida en los servicios clínicos de la Universidad de California. Publicamos el artículo en el año 2011 en la revista Psychosomatics, bajo el título Cotard Syndrome in Semantic Dementia, y trata acerca de la señora A., una mujer de 56 años de edad, quien se presentó en la consulta del Dr. Mendez con la creencia persistente de que ya estaba muerta, y con dificultades progresivas para encontrar las palabras cuando intentaba comunicarse. El síndrome de Cotard, descrito desde la segunda mitad del siglo XIX, se refiere a un conjunto peculiar de alteraciones del pensamiento y la afectividad, caracterizados en la psiquiatría francesa como “delirios nihilistas”: podríamos decir que se trata de una negatividad extrema llevada al estado delirante: los pacientes niegan estar vivos, pero también pueden afirmar la imposibilidad de estar muertos, y con frecuencia realizan intentos de suicidio, o automutilaciones de gran severidad. Afirman que no existen o que son inmortales y eternos: esta contradicción evidente es incómoda para los estudiosos del síndrome, pero no debe olvidarse que toda contradicción es posible en los padecimientos neuropsiquiátricos que socavan las capacidades racionales. Desde el punto de vista neurológico, el síndrome de Cotard podría ser el resultado de un fenómeno de desconexión cognitivo-emocional, es decir, de una interrupción en el flujo de información entre las estructuras cerebrales que procesan las emociones (el sistema límbico) y aquellas que se dedican a las funciones cognoscitivas (la corteza cerebral). Para evaluar estos posibles fenómenos de desconexión, la mejor posibilidad científica aparece cuando el síndrome de Cotard ocurre en personas con enfermedades neurológicas, pues el daño estructural que producen estas enfermedades puede concebirse como un rastro, una huella o pista hacia la resolución del enigma neuropsiquiátrico. Así fue como iniciamos el estudio de la señora A., que nos llevó, sin embargo, por territorios intelectuales que no planeábamos transitar. A los 53 años, el comportamiento de la señora A. se hizo gradualmente rígido, repetitivo, estereotipado: por ejemplo, empezó a alimentarse solamente a base de burritos en el desayuno, el almuerzo, la cena. En el aspecto intelectual, perdió progresivamente la capacidad para entender los sustantivos y los verbos, lo cual afectó progresivamente su habilidad para conversar y para realizar algunas ac-
ciones; su esposo puso como ejemplo la palabra lavandería: la señora A. dejó de entender esa palabra, pero también perdió la capacidad para lavar la ropa. El estudio neurológico de la señora A. reveló una enfermedad progresiva, degenerativa, irreversible, conocida como “demencia frontotemporal”, dentro de la variante clínica llamada “demencia semántica”. Las imágenes de su cerebro, obtenidas mediante resonancia magnética de cráneo y tomografía por emisión de fotón simple, mostraron una grave atrofia del lóbulo temporal hacia su parte anterior, particularmente en el hemisferio izquierdo, así como disminución del flujo sanguíneo cerebral en esta región. Los pacientes (como la señora A.) con lesiones de las áreas 38 y 21 de Brodmann, localizadas en la zona anterior y lateral del lóbulo temporal, pierden el acceso a los conceptos desde la fuente visual, desde la fuente auditiva, o desde cualquier entrada sensorial: esta zona de la corteza cerebral se designa a veces región transmodal, porque al parecer funciona como un enrutador capaz de conectar la información de una modalidad sensorial con información que pertenece a otra modalidad sensorial, lo cual impide el acceso a la memoria
L OS PACIENTES CON DEMENCIA SEMÁNTICA PUEDEN ESCRIBIR L A PAL ABRA L AVANDERÍA, PERO NO PUEDEN EXPLICAR QUÉ SIGNIFICA, NO PUEDEN NOMBRAR UNA L AVANDERÍA CUANDO L A VEN”.
de conceptos, designada en el ambiente científico como “memoria semántica”. En el contexto de las neurociencias, ¿qué es un concepto, y dónde se encuentra su base de datos física, si es que tiene alguna? ¿O se almacena más bien en una base de datos extracerebral, en la multitud de libros, bibliotecas, instituciones, archivos, redes de cómputo, en fin: en la prótesis cultural que Roger Bartra designó como “exocerebro” cuando escribió la estupenda conjetura titulada La antropología del cerebro? Todo indica que la prótesis cultural debe interactuar con las regiones transmodales de la corteza para generar una organización cerebral de los conceptos. En 1907, el neurocientífico alemán Korbinan Brodmann dibujó un mapa citoarquitectónico que sintetizaba los esfuerzos de una vida académica. Su estudio de la microestructura nerviosa, que discrimina decenas de regiones en la corteza cerebral, permanece vigente todavía como referencia anatómica en las aulas del siglo XXI. La muerte de neuronas en las regiones designadas, con sobriedad transcultural, como áreas 38 y 21, indica también la localización probable de redes biológicas dedicadas a conectar información de diferentes modalidades sensoriales, para activar los mapas mnemónicos que dan soporte a la evocación, manipulación y génesis de los conceptos: la activación fluida de mapas semánticos. En la época de Korbinan Brodmann, no se tenían datos clínicos para formular el cruel constructo de la demencia semántica, y los métodos para relacionar el cuadro clínico con la patología cerebral eran precarios. Con el rigor (¿y la modestia?) del anatomista, Brodmann modeló el espacio tridimensional del cerebro: ignoraba de qué manera su diseño científico de la arquitectura viva aportaría, en otra época, una clave indispensable para comprender la geografía del pensamiento. Los pacientes con demencia semántica pueden escribir la palabra lavandería al dictado, pueden repetir la palabra perfectamente, pueden incluso leerla en voz alta, pero no pueden explicar qué significa, no pueden nombrar una lavandería cuando la ven, y son incapaces de seleccionar el dibujo de una lavandería entre muchos otros dibujos. La señora A. llevaba mucho tiempo siendo vegetariana. Al pedirle la repetición, la escritura al dictado, la lectura en voz alta de la palabra vegetariana, podría hacerlo sin dificultades. Pero perdió la capacidad para entender o explicar el significado de la palabra: más aún, se volvió carnívora.