FERNANDO IWASAKI VOCES DE ANIMALES
CARLOS VEL ÁZQUEZ BORGES FATT Y II
ESGRIMA
MICHEL FR ANCO
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[ S u p l e m e n t o d e La Razón ]
SOMBRA TANGIBLE DE LOS SUEÑOS Jean Bertand Pontalis
ENSAYISTAS PARA UN NUEVO SIGLO (2000-2015) Panorama de la literatura mexicana • III
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Geney Beltrán Félix
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[PA NOR A M A DE L A L I T E R AT U R A M E X IC A N A I I I]
E N S AY I S TA S PA R A U N N U E V O S I G L O (20 0 0 -201 5)
Con esta entrega, El Cultural termina una serie, un primer acercamiento para distinguir —en sus diversos géneros— el paisaje de las letras mexicanas al inicio del siglo XXI. El turno corresponde a “la situación del ensayo”. Geney Beltrán Félix observa una comunidad de escritores “con formaciones y tendencias varias y hasta contrapuestas”, donde coinciden generaciones e intereses múltiples que descalifican la ilusión de pensar en el ensayo mexicano del nuevo siglo como una ruta que avanza en un solo sentido.
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onviven hoy, en el espacio de la literatura mexicana, lo mismo autores de más de noventa años de edad que otros de veinte. Se trata de un momento de abundante producción literaria, forjada por escritores nacidos en ocho décadas diferentes, entre la de 1920 y la de 1990, y quienes de una u otra forma reciben los auspicios de un sistema estatal de mecenazgo —becas, premios, ediciones—, aunque la sociedad carece de un circuito de librerías, bibliotecas y clubes de lectura que aseguren el movimiento de las obras más allá de las grandes capitales. En este panorama, ¿cuál es la situación del ensayo? La escritura del pensamiento, dedicada al examen y el diálogo, vive ciertamente una época de vitalidad creativa —engarzada con lo que ya podríamos llamar una tradición, la que dio obras valiosas a lo largo del siglo xx—, aunque se trata de libros que frecuentemente tienen tirajes reducidos y apenas logran re-
percusión en el propio medio letrado. Ante esta falta de una interlocución más amplia y permanente, destino que el género comparte con la poesía y el cuento, ¿algún factor distintivo nos indicaría que nos encontramos en una nueva etapa, por el hecho de hallarnos en una nueva centuria? ¿La condición para pertenecer al xxi se halla en la arbitrariedad de tener menos de cuarenta años y, por ese accidente, no haber publicado nada el siglo anterior? Ante una comunidad de escritores en activo tan numerosa, con formaciones y tendencias variadas y hasta contrapuestas, ¿no es injusto hablar de una literatura mexicana del siglo xxi? Ante la sospecha de que el cambio de siglo en la escritura es una superstición impuesta por el sistema decimal, y de que los historiadores literarios del futuro tendrán, ellos sí, mayor perspectiva para delimitar las fronteras temporales con otros criterios, planteo un recorrido más personal que exhaustivo,
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un itinerario que se sustenta en una trayectoria dispersa y lúdica de lecturas, por una serie de ensayistas mexicanos cuya principal condición sería la de haber aportado piezas de interés al género en los quince años últimos, aunque sus planteamientos sean vivamente debatibles. Más que en el año de nacimiento de los autores, me detengo en el horizonte futuro de lecturas que el género puede tener para este tiempo que viene.
L A F OR M A C L Á SIC A La figura mayor del ensayo en sus términos clásicos es un médico nacido en la colonia Obrera de la ciudad de México en 1936, radicado desde su juventud en Estados Unidos y quien ha escrito, en inglés y en español, con erudición, humor y una socrática inteligencia sobre asuntos que conjugan los territorios de la ciencia y las humanidades. Francisco González Crussí, quien se dio a conocer en 1985 con Notas de un anatomista (traducido por el fce en 1990), cuenta en el nuevo siglo con por lo menos tres creaciones de estatura superior: Nacer y otras dificultades (Debate, 2004), Ver. Sobre las cosas vistas, no vistas y mal vistas (fce, 2006) y El rostro y el alma (Debate, 2014), este último escrito ya directamente en español. Patólogo de formación, González Crussí tiene una perspectiva humanista para acercarse a las regiones ínti-
mas o rechazadas —y usualmente poco exploradas— del cuerpo humano, siempre con un ánimo no comprometido por alcanzar verdades imbatibles, sino propuesto en explorar intuiciones y posibilidades con un inagotable aunque siempre bien temperado arsenal de fuentes clásicas y contemporáneas, además de una prosa que, en español o en inglés, brilla por su contención, filo irónico y gracia. No es sorprendente que un ensayista que ha escrito poco más de la mitad de sus obras en inglés, su lengua adoptiva, forme parte de la literatura mexicana. Esa condición de extranjería lingüística —ya Carlos Monsiváis se declaraba pertenecer a la “primera generación de norteamericanos nacidos en México”— no ha evitado que el autor inserte en su escritura una mirada inquisitiva y de curiosidad como la de quien se ha colocado en los márgenes para ver de forma menos sesgada sus objetos de cavilación. Y, debido a que hasta los últimos años González Crussí ha sido un “autor de culto”, conocido por una cofradía entusiasta pero reducida de lectores, podemos sospechar que, con todo y ya rondar las ocho décadas de vida, es indudablemente un ensayista para el siglo xxi. No es González Crussí el único que ejerce su especulación en los caminos originarios del ensayo, en la vena de Michel de Montaigne. Con variadas dosis de escepticismo, ingenio y carisma en la prosa, lo encontramos en escritores como Álvaro Uribe (La parte ideal, DGE Equilibrista/unam, 2006), Malva Flores (La culpa es por cantar, Literal Publishing/Conaculta, 2014) o Guillermo Fadanelli (Elogio de la vagancia, Lumen, 2007). Con También Berlín se olvida (Tusquets, 2004, recientemente reeditado por Sexto Piso), Fabio Morábito (Alejandría, 1955) se presentó con una mirada fisgona y vagabunda por las calles de la capital alemana. Este pequeño libro exhibió la prosa limpia y puntual que ya había dejado ver el autor en sus tomos de cuentos (La lenta furia y La vida ordenada), al lado de las inclinaciones por la, aun así, esquiva escritura memorialística y la juguetona prospección del absurdo. Morábito ratificó su soltura y dominio de las libres reglas del ensayo personal con El idioma materno (Sexto Piso, 2014), una colección de textos ceñidos e insinuantes en torno a la escritura, la infancia, la
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lengua, la traición, y que, adentrándose también en los ámbitos de la ficción y el apólogo, podrían leerse como los escolios huidizos de una autobiografía intelectual. La poeta Tedi López Mills (Ciudad de México, 1959) ha entrado en el género con el Libro de las explicaciones (Almadía, 2012), una obra aún mal leída en la que la voz que reflexiona se da a la tarea de asediar con una visión desprejuiciada una serie de asuntos que, por su inmediatez cotidiana, se suelen dar por vistos: desde las vicisitudes del nombre propio (o impropio, en su caso, por su rareza), las formas de construcción de la realidad, el andamiaje vivencial que hay detrás de la lectura, las costumbres de lo nimio que sin embargo caracterizan de forma inevitable nuestra individualidad... Es de llamar la atención que la forma clásica del ensayo se ha vuelto más discernible incluso para los escritores de las promociones más recientes, como Gabriel Bernal Granados (La guerra fue breve, Magenta, 2009), Verónica Gerber Bicecci (Mudanza, Taller Ditoria, 2010), Valeria Luiselli (Papeles falsos, Sexto Piso, 2010), Guillermo Espinosa Estrada (La sonrisa de la desilusión, Tumbona, 2011), Paola Velasco (Veredas para un centauro, uam , 2012), Jazmina Barrera Velázquez (Cuerpo extraño, Literal Publishing, 2013) o Luigi Amara (La Escuela del Aburrimiento, Sexto Piso, 2012), entre otros. En este renglón Vivian Abenshushan (Ciudad de México, 1972) se dio a conocer con Una habitación desordenada ( dge Equilibrista/unam , 2007), en el que, con una prosa serena, capaz de registrar los matices de lo personal (subir una escalera, rascarse la cabeza) como quien se acerca a una realidad ajena o desconocida, las claves del ensayo a la Montaigne se ven retomadas para refrendar la primacía del asombro, el cuestionamiento y el merodeo que no concluye pero remueve los espacios en que predomina lo usual o establecido. En su segundo libro, Escritos para desocupados (Sur+, 2013), Abenshushan ha llevado su percepción desde la primera serenidad hacia una posición combativa, agradeciblemente levantisca y no exenta de contradicciones, sacando al género de las comodidades contemplativas para plantarlo ante la escena contemporánea.
“SUPONGO QUE CUANDO ME TOCÓ PENSAR EN HIJOS, LA IDEA DE UNA CASA LLENA ME PROVOCÓ TANTO ESTUPOR QUE PREFERÍ EL MISTERIO O EL TEDIO DE UN RECINTO DESHABITADO. EN ESTAS DETERMINACIONES CASI NUNCA SE INCLUYE EL FACTOR DE LA EDAD: LA JUVENTUD ESCOGE LO QUE LUEGO LA VEJEZ LAMENTA POR PURO EGOÍSMO. O ALGO ASÍ. NUNCA SE PUEDE CALCULAR EN QUÉ AÑO DE LA VIDA DE UNO SE PERCIBIRÁN LAS CONSECUENCIAS DE UNA DECISIÓN TOMADA EN UNA DÉCADA YA LEJANA”. T E D I LÓ P E Z M I L L S, L I B RO D E L A S E X P L I C AC I O N E S, A L M A D Í A , 2 01 2.
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EL PENSAMIENTO L I T E R A R IO El ensayo dedicado a la exégesis literaria es una deriva predominante en las letras mexicanas. Se trata del natural movimiento que hay en la inteligencia a revisar e interpretar las creaciones del espíritu, no como un signo de aislamiento o de conversación exclusiva para los pares, sino con el propósito de hurgar argumentadamente en las obras para ampliar las perspectivas del diálogo crítico. De entre los decanos habría que mencionar a Sergio Pitol (1933) con El mago de Viena (fce/Pre-Textos, 2005) y El tercer personaje (Era, 2013), paseos por las lecturas y amistades que han dado materia al continente literario distinguible en su obra, y a José de la Colina (Santander, 1934) con sus go-
“EL GRAN ALARDE DE CASANOVA CONSISTE EN OFRECER UNA EPOPEYA DE SUS GUSTOS. DISFRUTA CONTRA LA NORMA, PERO SOBRE TODO INVENTA UN ESTILO DE FELICIDAD. DESDENTADO, A PUNTO DE CAER EN EL OLVIDO, ESCRIBE UN COMPENDIO SOBRE LA SUPREMACÍA DEL PLACER: EN CUALQUIER SITUACIÓN, EL GOZO SUPERA AL SUFRIMIENTO. […] EN 1798, GIACOMO CASANOVA, EL MISERABLE, MURIÓ EN DUX. PARA MODIFICAR ESTA ARBITRARIA CIRCUNSTANCIA DEJÓ 3,700 FOLIOS MANUSCRITOS. SU VENTANA ESTÁ ENCENDIDA”. J U A N V I L L O R O , D E E S O S E T R ATA , A N AG R A M A , 2 0 0 8
sonal y la pregunta cuidadosamente iluminadora. La aportación de José María Pérez Gay (Ciudad de México, 1944-2013) fue su búsqueda de establecer un puente entre la literatura mexicana y la expresión de lengua alemana. El autor ya conocido por El imperio perdido (1991), un libro escrito con pasión no inferior a la voracidad intelectual, vio impreso, un año antes de su muerte, el volumen La profecía de la memoria (Cal y Arena), con perfiles exhaustivamente lúcidos en torno a personalidades de la cultura germanófona como Hannah Arendt o Peter Sloterdijk. Juan Villoro (Ciudad de México, 1956) se ha convertido en el ejemplo más vivo del escritor de múltiples talentos y vocaciones temáticas y genéricas, en el mismo tenor de nombres ya clásicos como Alfonso Reyes y José Emilio Pacheco. Además de sus reconocidos alcances en la crónica, la ficción y, recientemente, la dramaturgia, Villoro ha tenido una residencia constante en las provincias del ensayo. Ya había dado muestra en Efectos personales (Era, 2001) de las virtudes que aparecen en los textos de De eso se trata (Anagrama, 2008): inteligencia vivaz y penetrante, agudas capacida-
des de asociación, erudición universal mas nunca aplastante y una prosa exacta de cariz aforístico, cualidades estas llevadas a un ejercicio en que se imbrican los perfiles vital y literario de sus temas de reflexión, lo mismo Cervantes que Chéjov, Lichtenberg que Saer, es decir: sin una geografía excluyente ni una temporalidad exclusiva, Villoro se apropia de las derivas presentes en autores trascendentes para darle un régimen privilegiado al acto de leer y comentar lo leído. Presencia incómoda pero necesaria, la del crítico está siempre bajo sospecha, y a menudo implica una petición de cumplimiento imposible: la infalibilidad en el juicio. Nadie como Christopher Domínguez Michael (Ciudad de México, 1963) ha conocido el reconocimiento y el denuesto por desempeñar un papel polemista sin el cual las literaturas se anquilosan. Sin embargo, como también podemos decir de José Joaquín Blanco, Guillermo Sheridan o Evodio Escalante, Domínguez es un crítico que, más allá de la fugacidad del reseñista, se ha planteado legar una obra de fuste ensayístico: sus textos de exégesis superan usualmente con fortuna la coyuntura que les da origen. De entre su producción
“TODO IDIOMA LLEVA ENTONCES LA SEMILLA DE LA INCOMPRENSIÓN LINGÜÍSTICA Y POR ENDE DE LA DIVERSIDAD IDIOMÁTICA, INCLUYENDO A LOS QUE NO PUEDEN HABLAR. NO ES POSIBLE HABLAR EXCLUSIVAMENTE UN IDIOMA. SIEMPRE QUE HABLAMOS, HABLAMOS SOBRE UN TRASFONDO, CONOCIDO O MERAMENTE INTUIDO, DE UNA DIVERSIDAD DE LENGUAS. SÓLO PODEMOS HABLAR PORQUE NUESTRO IDIOMA NO ESTÁ SOLO”.
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“¿ACASO NO HAY EN VIRGINIA WOOLF, OTRA NOVELISTA AQUEJADA POR EL ‘VICIO ABSURDO’, TAMBIÉN ESE RITMO DE OLAS, MÁS ESTÁTICO INCLUSIVO, FRÍO? QUIZÁ ESTE ESCRITO TIENE YA DEMASIADAS PREGUNTAS PARA SER UN ENSAYO SERIO DE REFLEXIÓN. DE PRONTO LA LECTURA DE TEXTOS DE CLARICE LISPECTOR QUE NO CONOCÍA ME HA TRASTORNADO COMO UN GOLPE EN EL ESTÓMAGO. ¿HE ENCONTRADO SU VERDADERO ROSTRO EN ESE ESPEJO DE AGUA VIVA? ¿EL ROSTRO DE LA SUICIDA? ¿MAS ACASO NO TENEMOS TANTAS MÁSCARAS COMO ROSTROS QUERAMOS ESCONDER?” E S T H E R S E L I G S O N , A C A M P O T R AV I E S A , F C E , 2 0 0 5 .
en el siglo xxi el tomo más debatido y debatible ha sido el Diccionario crítico de la literatura mexicana (1955-2005) (FCE, 2007), en el que no sólo hizo ver su innegable don para la crítica contextual sino también, en más de un caso, su agenda de amistades. Me detengo en El XIX en el XXI (Sexto Piso, 2010), una galería de textos sobre literatura moderna que, además de una prosa elegante y ágil, jamás carente de gracia, manifiestan sapiencia y gozo reflexivo y que pueden funcionar para el lector inicial como una introducción a la obra de un puñado de gigantes literarios de la modernidad, de Chateaubriand y Balzac a Tolstoi y, por supuesto, el reivindicado Sainte-Beuve. Temiendo incurrir inevitablemente en el listado de nombres, y no sin hacer la salvedad de lo arbitrario e incompleto que todo listado deviene, no podría dejar este apartado sobre ensayos en torno a asuntos literarios sin llamar la atención sobre autores y libros dirigidos a quienes no conciben la lectura sin el complemento impugnable y apasionado del comentario. Menciono aquí a críticos de trayectoria como José Joaquín Blanco (La soledad de los optimistas, Cal y Arena, 2004), Daniel González Dueñas (Libro de Nadie, FCE, 2003), Liliana Weinberg (Pensar el ensayo, Siglo xxi ), Fabienne Bradu (Los escritores salvajes, Conaculta, 2011) y Fernando Fernández (Ni sombra de disturbio, Auieo/Conaculta, 2014), así como a voces nuevas que, ya plenamente insertas en el espacio académico, han refrescado sus acercamientos con disciplina y rigor teórico, como la refrescantemente heterodoxa Cristina Rivera Garza (Los muertos indóciles. Necroescrituras y desapropiación, Tusquets, 2013), Ignacio Sánchez Prado (Intermitencias americanistas, unam , 2012), José Mariano Leyva (Perversos
y pesimistas, Tusquets, 2013) y Rogelio Guedea (Reloj de pulso, unam, 2011).
L A S O C I E DA D Y L A C U LT U R A , A E X A M E N El veterano infatigable de ese rubro polémico que llamamos “crítica de la vida cultural” es el poeta Gabriel Zaid (Monterrey, 1934), quien con El secreto de la fama (Debate, 2010) dio un ejemplo más de su precisión insobornable a la hora de ejercer el examen en torno a las encrucijadas e idiosincrasias del escenario cultural. Es la suya una escritura que con visión cristalina desmenuza, inquiere, discierne y hace las preguntas necesarias para recolocar las inercias bajo una luz despiadada con la mediocridad y las complacencias. Esta deriva la hallamos en no pocos otros autores mexicanos, pues resulta incontestable que Zaid ha hecho escuela. Armando González Torres (Ciudad de México, 1964) es un comentarista acucioso y conocedor a la hora de disertar sobre asuntos literarios, pero no es menos incisivo en sus acercamientos a la república de la cultura. Un libro como Del crepúsculo de los clérigos (Terracota, 2008) es sintomático de sus aproximaciones: revisa en sus páginas el ocaso de la figura del intelectual público y somete a examen a tres efigies totémicas de la cultura: Octavio Paz, Carlos Fuentes y Carlos Monsiváis. Sin aspavientos tajantes ni requisitos de conductas intachables, la prosa de González Torres sabe colocar a sus escudriñados en un contexto superior al de su sola obra y de sus limitados temperamentos morales. Juan Domingo Argüelles (Chetumal, 1958), por su parte, ha enfocado sus habilidades analíticas a los estudios sobre el fenómeno de la lectura, su promoción institucional, el placer del cono-
“CUANDO MÉXICO SEA UN PAÍS BILINGÜE, CUANDO HAYAN DESAPARECIDO LAS BARRERAS CULTURALES QUE NOS SEPARAN DE ESTADOS UNIDOS Y, JUNTO CON ELLAS LAS BARRERAS POLÍTICAS Y ECONÓMICAS, LOS ANUNCIOS EN INGLÉS QUE AHORA PROLIFERAN EN LAS CALLES, EN LA PRENSA Y HASTA EN LOS URINARIOS PÚBLICOS, PERDERÁN GRAN PARTE DE SU ATRACTIVO, PORQUE DEJARÁN DE SER UN SIGNO DE ESTATUS .” ENRIQUE SERNA, GIROS NEGROS, EDICIONES CAL Y ARENA, 2010.
cimiento y las libertades del intelecto en el entorno de una sociedad, como la mexicana, con hondos problemas sociales, como hizo evidente desde ¿Qué leen los que no leen? (Paidós, 2003; reeditado y ampliado en 2014). Su postura es antisolemne y crítica de los tópicos y prejuicios que asignan al hábito lector prodigiosas cualidades morales y políticas; lo que Domingo Argüelles busca es resituar la reflexión en torno a la lectura en la órbita de la individualidad, el ludismo y el saber. Uno de los discernimientos más inabarcables de la cultura hispanoamericana, Carlos Monsiváis (Ciudad de México, 1938-2010) a lo largo de su última década se mantuvo activo en los diferentes rubros en que fundó su obra, cuya exégesis exigiría varios tomos de una enciclopedia. De entre su última cosecha, La cultura mexicana en el siglo XX (El Colegio de México, 2010) o Misógino feminista (Océano/Debate Feminista, 2013) dan cuenta de la avidez de un temperamento dedicado al oficio de la recensión crítica de los cauces sociales y culturales. No desmerece de esta herencia Enrique Serna (Ciudad de México, 1959).
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“EL BESTIARIO DE CRI CRI ABARCA CASI TODAS LAS ESPECIES, QUIZÁ PORQUE EL AUTOR PENSABA, SIN ÁNIMO DE OFENDER, QUE LA HUMANIDAD DEL NIÑO ES LA MÁS CERCANA AL ANIMAL. SUS BESTIAS SUELEN SER PRESENCIAS BENÉFICAS, O SIQUIERA SIMPÁTICAS; POR EJEMPLO LA ARAÑA, QUE, CONVENCIONALMENTE ODIOSA Y TEMIBLE EN LOS SUEÑOS Y EN LOS BESTIARIOS SIMBÓLICOS, AHORA ACOMPAÑA A LA MUÑECA DESDICHADA Y ES UNA GRACIOSA BALADORA E INCLUSO INSTRUCTORA DE TANGO (‘DOS PASITOS/ ARRASTRADITOS/ PA’DELANTE Y PARA ATRÁS’). PERO GABILONDO SOLER NO SÓLO CONTRAVIENE LOS LUGARES COMUNES LITERARIOS; TAMBIÉN ALTERNA LAS JERARQUÍAS DE LA LEY DE LA SELVA DÁNDOLE AL SIEMPRE HUIDIZO CONEJO LA OPORTUNIDAD DE SER QUIEN CAZA AL LOBO”. J O S É D E L A C O L I N A , L I B E RTA D E S I M AG I N A R I A S , A L D U S , 2 0 0 1 .
Él es no sólo uno de los principales novelistas y cuentistas de la lengua sino también un pensador brillante, severo aunque no dogmático y, eso sí, casi siempre dotado de un talante polemista que lo mismo deambula por las callejones de la vida amorosa y la idiosincrasia urbana que de los ocios, el espectáculo, la política y, claro, la misma escena de las artes. Giros negros (Cal y Arena, 2008) es un libro corrosivo, escrito con profusas cuotas de humor satírico, que no se permite soltar a sus presas aunque tampoco asume una postura de moralidad superior. Con una estructura unitaria, Genealogía de la soberbia intelectual (Aguilar, 2013) hace una disección de las raíces de un fenómeno que contamina la conversación cultural y que mantiene sus galones desde sitios privilegiados: la delimitación arrogante de los saberes como monopolio de corporaciones mínimas en su conformación y alcances. Arduo sería no sorprenderse por la visión de Sergio González Rodríguez (Ciudad de México, 1950) quien, así como se ha adentrado en la ficción y la crónica, ha también creado una obra ensayística de magnitud dilatada. Destaco su aportación más reciente, Campo de guerra (Anagrama, 2014), ensayo que, con una prosa seca y directa, en que priman el dato estadístico y la referencia periodística concreta, disecciona un devenir reciente de espeluznantes repercusiones: la operación llevada a cabo por el gobierno de Estados Unidos que, usando como coartada la lucha contra el terrorismo, ha impuesto un modelo de control geopolítico sustentado en el espionaje, la apertura de los mercados y la sanción del credo neoliberal como única opción. Aunque sólo ha publicado un libro en el género (Contra la vida activa, Tumbona, 2008), Rafael Lemus (Ciu-
dad de México, 1977) ejerció durante varios años la escritura ensayística desde la tribuna de la crítica de novedades literarias con un ánimo provocador y una prosa visceral y desafiante. Es el suyo un caso que, como el de Heriberto Yépez (La increíble hazaña de ser mexicano, Planeta, 2010) levanta la controversia: su osadía en el disenso enfático ha sido vista como pretexto para la descalificación moral. Lemus ha sido reacio a convocar en un libro sus asistencias en la discusión, e incluso su mirada analítica, que no ha perdido contundencia y filo fustigador, se ha mudado de temas de reflexión para fincarse en el análisis social y político, ahora difundido desde las trincheras virtuales. Cerraré este recorrido con una de las promesas más entusiastas del ensayo mexicano. Marina Azahua (Ciudad de México, 1983) debutó con el libro Retrato involuntario (Tusquets, 2014). Se trata de una indagación en torno a la imagen fotográfica hecha sin el consentimiento del fotografiado, es decir, en una situación que usualmente involucra un tenor humillante o de abuso de poder (los prisioneros de Abu Ghraib, por ejemplo). La autora despliega inteligencia e imaginación crítica, un generoso conocimiento del tema así como una prosa diestra en la precisión argumentativa e imbuida de sensibilidad por los detalles y las aristas no visibles. Como es el ejemplo de los autores aquí glosados que, considero, han sostenido la usanza voraz y rigurosa del ensayo en México, Azahua hace de la reflexión un viaje compartido. GENEY BELTRÁN FELIX. Narrador y ensayista. Su libro El biógrafo de su lector obtuvo el Premio Nacional de Ensayo Joven José Vasconcelos 2002. Su novela más reciente es Cualquier cadáver (Cal y arena, 2014.
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SOMBRA
TANGIBLE DE LOS SUEÑOS La leyenda de los años cuarenta en París ubica a Jean Bertrand Pontalis (1924-2013) en la revista Les Temps Modernes de Jean Paul Sartre, de quien fue uno de sus más cercanos alumnos. A partir de la década de los cincuenta, Pontalis se dedica al psicoanálisis. Durante años trabaja con Jean Laplanche en el famoso y utilísimo Diccionario de psicoanálisis. En su madurez atraviesa una frontera: los ensayos se convierten en textos literarios, relatos breves. Pontalis ha escrito quince libros de narraciones, todas ellas podrían ser sueños de sueños, espacios oníricos de una rara e inquietante sabiduría. Los tres relatos que ofrecemos provienen del libro El que duerme despierto que la editorial Adriana Hidalgo ha puesto a circular nuevamente este año. Se trata de una verdadera puerta que se abre para entrar a la sombra tangible de los sueños.
Jean Bertrand Pontalis I M ÁGE N E S DE L A N T E DE L O S L I B RO S ¿Por qué esa costumbre de ubicar fotografías, postales, reproducciones de cuadros sobre los estantes donde se acumulan o se apilan mis libros? Para mí es más que una costumbre: es una necesidad, como si quisiera que antes de tener acceso a las páginas impresas esas imágenes estén allí, al alcance de mis ojos; como si por su presencia fueran a dar vida, un agregado de vida, a lo que si no correría el riesgo de ser sólo discurso, palabras, letras, incluso letras muertas. De este modo, así como los libros están calificados según un estricto orden alfabético, se crean vecindades intempestivas. Vecindades a veces buscadas: la fotografía de Sartre fumando su Gitane de papel de maíz está ubicada al lado de la de Flaubert con su pipa y sus bacantes de Gaulois; la de Sylvie Germain delante de la Biblia que inspira sus personajes. A menudo las vecindades son arbitrarias o extrañas: Merleau-Ponty en short y en camisa bien abierta está al lado del retrato de un Goethe más bien acompasado, tomando la pose del gran pensador; una fotografía del joven Valéry, cuello rígido y ojos claros, con el rostro iluminado, está cerca del Caballo devorado por un león, de Géricault; un dibujo de Matisse que en algunos trazos de lápiz nos permite ver la gracia de una mujer pensativa, está junto a un retrato de cuatro filósofos austeros lanzando una mirada reprobadora sobre una mujer desnuda, lánguida, de Modigliani... Cuando busco un libro en mi biblioteca, me detengo antes un tiempo sobre la imagen que lo oculta; no es que ella lo disimule sino todo lo contrario: me permite llegar a él. Esta colección de fotografías, de reproducciones de cuadros o dibujos constituye por un lado mi “museo imaginario”. Pero no quisiera que permanezca inmóvil, que se fije. Lo renuevo cada tanto, saco de mis “reservas”, busco postales compradas en viajes o enviadas por amigos. Así mi paisaje cambia y los libros se animan, se despiertan. En otra habitación, más íntima, están puestas sobre la pared las fotografías de aquellos que más quiero en el mundo. Sólo yo puedo verlos. Representa mucho más que un paisaje. Son mi vida, la fuente fresca de mi vida.
Ser médico rural y asistir a un parto de una joven de mejillas rosadas en su granja aislada. Escribir una novela de quinientas páginas cuyos lectores hallaran demasiado corta. Saber dibujar como Durero, pintar como Bonnard. Interpretar El Misántropo y Tío Vania en la Comédie Française. Hacer reír hasta las lágrimas a los espectadores de un café concert y que pidan por más. Ganar un torneo de tenis contra un jugador mucho mejor que yo. Nadar crol un kilómetro con soltura. Ser el personaje inolvidable de una novela, Porthos por ejemplo o el príncipe Mychkine. Tener un cuadro de Caspar David Friedrich en mi escritorio. Permanecer en silencio al menos un mes en un monasterio. No despertarme de una anestesia general. Tener una hermana menor o una mayor, según el día. Haber conocido a mi madre de niña mientras jugaba riéndose con su hermano. Haber conocido a mi padre de joven furtivamente indócil. Estar dotado para algo, cualquier cosa: carrera a pie, el piano, albañil, en jardinería, en trapecio. Poner un punto final a estas páginas y escribir otra ensoñación a falta de poder ser un visionario.
DE U NA H A B I TAC IÓN A LA OTRA
DE SE O S NO S AT I SF E C HO S ( H A S TA A HOR A ) Atravesar el Océano Atlántico a bordo de un buque de carga con pasajeros, e ingresar en el puerto de Nueva York acodado en la baranda de cubierta.
“Una mujer desnuda, lánguida, de Modigliani”.
Ella tenía un don particular para contar historias. Del menor incidente de la vida cotidiana, hacía toda una novela. Cuando la escuchaba, me costaba diferenciar los hechos de la realidad de la ficción, el pasaje de una a la otra era indiscernible. Quizá los acontecimientos habían realmente ocurrido como ella los contaba, quizá ella me engañaba y se engañaba a sí misma, y entonces yo me decía: “Efectivamente, me ‘cuenta historias’, no voy a ser entonces tan crédulo como para dejarme engañar así. Desconfía, resístete al encanto que emana de ella y de su relato”. Esta mujer de encanto y encantadora, de todo hacía su miel como una abeja incansable. Un tema tomado al vuelo
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ENSUEÑOS, SUEÑOS Y ENSOÑACIONES, DE LAS QUE NACEN LITERATURA, ARTE Y MÚSICA... SI LOS AMAMOS A TAL PUNTO, ¿SERÁ ACASO PORQUE NOS OFRECEN UNA SEGUNDA VIDA Y NOS BRINDAN POR UN TIEMPO LA ILUSIÓN DE LIBRARNOS DE LA MUERTE?"
de algún vecino de mesa en el restaurante, el aspecto sombrío tan inquieto como inquietante de un transeúnte que se cruza en la calle, cualquier nimiedad le bastaba para imaginar toda una vida, pasado, presente y futuro. ¡Cómo sabía mantener despierta a su audiencia! La mayoría de las veces yo era incapaz de decidir: ¿me estaba haciendo el relato de un sueño, dado que la historia en cuestión era de lo más extraña, o acaso ella me transmitía, limitándose a brindarle un poco más de relieve y color, un episodio de un día —¿acaso el día no nos ofrece también ocasiones de encuentro con lo insólito? Rápidamente decidí escuchar el relato de un acontecimiento supuestamente diurno como si fuera un sueño y el relato de un sueño como si fuera un episodio del día. Ya no separaba la habitación diurna de la habitación nocturna. Su locatario, después de todo, era el mismo, y todos los personajes del “cuento” eran sin lugar a dudas emanaciones de la narradora. La historia que se puso a contarme aquel día —o esa noche...— enseguida capturó mi atención. Ponía en escena a un hombre a quien ella me dijo que no había conocido pero del cual una amiga le había largamente explayado su aventura. Al mismo tiempo ese hombre conocía a otro... Con mi gran narradora, los relatos se desarrollaban casi siempre así, yendo de un personaje a otro como encajando figuras, en una abundancia de detalles que me hacían perder rápidamente el hilo de la historia. Quizá este hilo había que buscarlo menos en la narración misma que en lo que se presentaba como digresiones, paréntesis, incidentes. Rememoraba la consigna que me había propuesto:
“Estás escuchando un sueño. No busques lo verosímil. Recibe la extrañeza, la suya como la tuya. Escucha y asocia, tú también”. Lo que me dijo para empezar acerca de su último héroe, halló inmediatamente un eco en mí, dado que yo había pensado, e incluso actuado, igual que él. Decepcionado de sus amigos, a quienes juzgaba olvidadizos, ingratos, a veces traidores, tomó la decisión de recibir en su casa y por un tiempo limitado nada más que a extranjeros, a desconocidos. Para ellos estaba enteramente disponible. Me pregunté si acaso los pacientes del psicoanalista no eran esos desconocidos, esos extranjeros con los cuales —y es la paradoja de la situación— podía establecerse una relación más confiable, más íntima, más intensa que con nuestros amigos. Con los amigos estamos lejos de decírnoslo todo, ya sea por miedo de herirnos mutuamente o de poner en peligro nuestra amistad. Se impone cierta reserva. Nuestro hombre, entonces, había abierto su puerta —que mantenía habitualmente cerrada— a un extranjero que se encontró en un mercado de la ciudad. Habían conversado un momento, compartido una deliciosa comida, bebido excelentes vinos, a tal punto que el hombre, cuyo nombre se me escapa, entró en letargo. Sorpresa: cuando sale de su profundo sueño, no está en su casa, ha cambiado de habitación. Está tendido sobre una cama suntuosa, numerosos servidores están a su disposición obedeciendo sus órdenes e inclinándose ante él; espléndidas mujeres están listas para satisfacer todos sus caprichos; está autorizado a castigar a todos los que en el barrio donde vivía lo hostigaban. Se convirtió en un pachá, un gran califa, un
Scheherazade y el sultán Schariar, por Ferdinand Keller, 1880.
monarca absoluto; justo él, hombre aparentemente de deseo escaso, propenso a la renuncia, sobre todo preocupado de que no lo molesten. ¿Acaso está soñando? ¿Pero qué es un sueño en el que creemos de verdad, incluso luego de habernos pellizcado para asegurarnos de que estamos bien despiertos? ¿Qué es un sueño en el que se cumplirían efectivamente nuestros deseos más secretos y menos confesables? ¿Y quién sueña entonces? ¿Aquel que Freud llamaba “His Majesty the baby”? El niño que quisiera ser todopoderoso mientras que lo es tan poco... Cambiar de cama, cambiar de habitación, cambiar de lugar, cambiar de vida. No sé bien por qué (si, en realidad, el hombre, a quien no le faltaba dinero, vivía solo con su madre...), dejando por un instante de lado la narradora, pensé en Marcel Proust, durmiendo de día, escribiendo por las noches; lo veía en su habitación cerrada, que daba a otra gran habitación, la de su memoria; lo veía tendido en su recinto recubierto de corcho, protegiéndose de los intrusos. Se había alejado de su vida mundana para sumergirse en las mil y una noches que es la Búsqueda, hasta agotarse. ¿Si hubiera necesitado abandonar la luz del día para despertar al Tiempo, para incorporar, para crear al tiempo? ¿Y si su obra fuera su gran sueño, que él hubiera deseado sin fin? Olvidé lo que resta de la historia que me contaron hace ya bastantes años cuando pasaba una temporada en un país de Medio Oriente, pero recuerdo que era una historia rica en vueltas, sorpresas y trampas de todo tipo. ¿Cómo se llamaba esta historia? La historia del que duerme despierto. Scheherezade necesitó de treinta noches o treinta “sesiones” para contársela al sultán Shahriar. Manteniéndolo despierto, apaciguaba su pena, adormecía su furia. Por su parte, la gran narradora, noche tras noche, una historia detrás de la otra, conseguía diferir la muerte que le estaba prometida. Ensueños, sueños y ensoñaciones, de las que nacen literatura, arte y música... Si los amamos a tal punto, ¿será acaso porque nos ofrecen una segunda vida y nos brindan por un tiempo la ilusión de librarnos de la muerte?
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Por
FERNANDO IWASAKI
FUERA DEL HUACAL
VOCES DE ANIMALES na de mis últimas adquisiciones por librerías de viejo es el tomo tercero de los deliciosos Entretenimientos gramaticales (París, 1891) del erudito venezolano Baldomero Rivodó (1831-1915), un libro poblado de palabras olvidadas, desleídas o expulsadas del habla coloquial por la corrección política. Como buenos “entretenimientos”, Rivodó desparrama su filología sobre aspectos curiosos y divertidos de la lengua. Por ejemplo, los géneros gramaticales y la necesidad de “habilitar algunos femeninos que antes no se usaban, o que ni existían siquiera”. ¿Cuáles fueron esos sustantivos femeninos dilucidados a fines del siglo xix? Por ejemplo, “doctoresa”, “directriz” o “juristina”, aunque el uso popular finalmente haya consagrado las voces “doctora”, “directora” o el epiceno “jurista”. Sin embargo, no sería incorrecto hablar de la “Ministrina” de Salud, la “Defensatriz” del Pueblo o la “lideresa socialistina”. Pero lo mejor ha sido descubrir que la hembra del cocodrilo es la “cocotriz”, que los “culebros” se extinguieron sin alharacas ideológicas y que una cosa es una “lagartezna” y otra muy distinta una “lagarta”, porque las primeras son diurnas y de campo mientras que las segundas son nocturnas y más bien urbanas, tal como recoge el drae: “lagarta. 3. f. coloq. Mujer taimada”. Debo decir que en el castellano de América no existen tales diferencias porque allá las “lagartas” siempre han sido “cocodrilas”, aunque ahora reconozco que les iría mejor como “cocotrices” (“cocodrila” todavía no ha llegado al drae, pero todo se andará, porque las “cocodrilas” son muy andariegas y —para mí— nada taimadas). Otro maravilloso “entretenimiento” es el dedicado a los diminutivos de los nombres propios de las personas, porque
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www.fernandoiwasaki.com
LO MEJOR HA SIDO DESCUBRIR QUE LA HEMBRA DEL COCODRILO ES LA “COCOTRIZ”, Y QUE UNA COSA ES UNA “LAGARTEZNA” Y OTRA MUY DISTINTA UNA “LAGARTA”, PORQUE LAS PRIMERAS SON DIURNAS Y DE CAMPO MIENTRAS QUE LAS SEGUNDAS SON NOCTURNAS Y MÁS BIEN URBANAS
El sino del escorpión
uno ignoraba que Chichí era el diminutivo de Cecilia o Argina el de Regina, y que muchos diminutivos han terminado divorciándose del original, como Angelina (Ángeles), Azucena (Susana), Fabiola (Fabia) o Estrella (Esther). A manera de hispalense curiosidad cabría agregar que el femenino de Macario es Macaria y su diminutivo apropiado Macarina, pero en Sevilla triunfó el más flamenco, mariano y cariñoso “Macarena”, origen de otro hermoso nombre de mujer. Sin embargo, el capítulo más bello de los Entretenimientos gramaticales es el que Baldomero Rivodó reservó a las voces de los animales. Para una persona del campo, un cazador o un lector de Luis Berenguer y Miguel Delibes, quizá las voces que voy a espigar no constituyan ninguna novedad, pero a mí me ha hecho feliz saber que los cuervos crascitan, crotoran las cigüeñas, voznan los cisnes, parpan los patos, trisan las alondras y chuchean los búhos. Uno sabía que los gatos maullaban pero ignoraba que sus cachorros miaban, a semejanza del borrico joven que no sabe rebuznar porque apenas rozna o los cochinillos lechales que jamás gruñen porque sólo guañen. ¿Cómo he podido ignorar que las musarañas musitan? Todas las voces, usos y palabras que Baldomero Rivodó conjuró en sus Entretenimientos gramaticales, figuraban en la edición duodécima del drae (1869), pero muchas de ellas han desaparecido ya del habla y de la norma. ¿Por qué himplar continúa entonces en el drae? (“himplar. 1. intr. Dicho de una onza o de una pantera: emitir su voz natural”). Porque la voz de las panteras debe ser tan seductora como la de las “lagartas”. O mejor todavía, tan dulce como la de las “cocodrilas”, que siempre son mayores de cuarenta pero jamás menores de treinta.
Por ALEJANDRO DE LA GARZA
Un mercado editorial anómalo DESDE SU RESQUICIO en la pared el escorpión escucha aún los lamentos de quienes se desgarraron las vestiduras cuando alguien preguntó si el Fondo de Cultura Económica debía publicar libros o si sería más conveniente para la industria editorial dejar esa tarea en manos de las editoriales privadas. Los lamentos y las oficiosas respuestas sobre la importancia de la tarea cultural del fce opacaron entonces una discusión más amplia sobre el mercado editorial mexicano y sus deformaciones. La Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (Caniem) aprovecha la Feria de Guadalajara para exponer las cifras del sector editorial privado en México. Su último estudio aporta datos respecto a 2013. Ese año, la producción editorial total del país alcanzó 340 millones de ejemplares, 145.7 millones producidos por editoria-
les privadas y 195 millones por el sector público. Además, el Estado compró al sector privado 30 por ciento de su producción, 43.6 millones de ejemplares (textos gratuitos de secundaria y educación básica de inglés y para bibliotecas de aula y escolares). De inmediato destaca el papel predominante de la producción estatal de libros, sobre todo de la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuito (Conaliteg). Si a ello sumamos la producción de libros de Conaculta, la de las universidades, los gobiernos estatales y locales, así como la de las burocracias gubernamentales de todo tipo, el resultado es un mercado de producción estatal de libros muy opaco y de difícil registro y evaluación. ¿Cuántos libros editados por el Estado permanecen embodegados? ¿Qué mecanismos de distribución de sus publicaciones utiliza, por ejem-
plo, la unam? ¿Cuántos libros edita en realidad el Estado y sus innumerables organismos y cómo afecta o deforma el mercado editorial esta producción sin cuantificar ni documentar? La Caniem da cifras claras de su facturación y producción. En 2013 produjo 30 mil 597 títulos, su valor sumó 2 mil 799 millones de pesos y su facturación alcanzó 10 mil 899 millones de pesos. ¿Algún funcionario cultural tiene idea del monto de la producción estatal de libros, de la cantidad de sus títulos y reediciones? Más allá de escuetos informes del fce o de la Dirección de Publicaciones de Conaculta, no hay transparencia ni claridad en el gasto y la utilización de estos recursos públicos. Ese es el tema de fondo: la industria y el mercado editorial y sus deformaciones, mandan decir los editores al escorpión hasta su resquicio en la pared.
¿CUÁNTOS LIBROS EDITADOS POR EL ESTADO PERMANECEN EMBODEGADOS? ¿QUÉ MECANISMOS DE DISTRIBUCIÓN DE SUS PUBLICACIONES UTILIZA, POR EJEMPLO, LA unam?
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EL CORRIDO DEL ETERNO RETORNO
B O R G E S FAT T Y I I
CARLOS VELÁZQUEZ @charfornication
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a semana pasada traté en este espacio el asunto de El Aleph engordado. De entre las opiniones vertidas destacó la siguiente: “Qué ocurre con las nuevas generaciones de narradores que se manifiestan proclives a los ‘experimentos’ en lugar de confeccionar productos narrativos convencionales”. Ocasión que no desaprovecharon los adeptos de lo políticamente correcto para poner el grito en el cielo y acusarme de ultra. Reconozco que existe pifia de mi parte. Lo que pretendía decir con productos narrativos convencionales se refería al acto de narrar. Narrar de manera convencional. Es decir: elaborar un tejido semántico. Tras meditarlo una semana me alegra el equívoco provocado. Porque me llevó a una pregunta que, oh lerdo de mí, no me había formulado previo a la escritura del primer artículo. ¿Lo que realizó Katchadjian con El Aleph podemos considerarlo como narrar? Al plantearle, en plática informal, a Luigi Amara esta pregunta, me respondió: “es otra manera de hacerlo”. Estoy en total desacuerdo con su apreciación. No puedo calificar el acto de Katchadjian como narrar. Por lo mencionado anteriormente sobre el tejido semántico. Esto no obedece a apreciaciones. Se narra o no. Y quien afirme que el performance de Katchadjian es narrar defiende lo indefendible. La cuestión sobre el narrar no concluye aquí. Conduce a otra incógnita. En un cuento de Borges o de Cortázar, entre otras cosas, asistimos al despliegue de una técnica narrativa. ¿En El Aleph Engordado podemos apreciar la técnica de Katchadjian? Al acometer el affaire Kodama vs. Katchadjian me centré en el performan-
Las Claves
Por
KATCHADJIAN NO ES UN DJ, COMO ASEGURAN ALGUNOS. EN MI TEXTO ANTERIOR LO PUSE DE MANIFIESTO CON UNA CANCIÓN DE BOWIE. EL REMIX TIENE COMO BASE UN LOOP, QUE CREA UNA SECUENCIA. UN LEIT MOTIV INTERCAMBIABLE SI SE QUIERE. EN EL ALEPH ENGORDADO NO EXISTE TAL PREMISA.
ce y soslayé el sobrepeso de El Apleph. Me vi entonces impelido a acometer primero una lectura aislada y después una comparativa. No me avergüenza confesar que no pude pasar de la segunda página de El Aleph engordado. Una de las cosas que me molestó fue la siguiente: el cuento de Borges posee un primer párrafo de treinta y tres renglones. Esto obedece, en parte al estilo y en parte al carácter enciclopédico de todo el libro. El texto aumentado por Katchadjian cuenta con un primer párrafo de cuarenta y siete líneas. Ni un solo punto y aparte. Si tan osado por qué Katchadjian no dividió el párrafo en dos. O en más. Por qué es tan respetuoso con la estructura del relato. Katchadjian no es un dj, como aseguran algunos. En mi texto anterior lo puse de manifiesto con una canción de Bowie. El remix tiene como base un loop, que crea una secuencia. Un leit motiv intercambiable si se quiere. En El Aleph engordado no existe tal premisa. Más bien se advierte un deseo de corrección, de enmienda, de algo incompleto, inacabado. Pero la malicia de Katchadjian no alcanza para tanto. En estos días de la polémica, esto no es un experimento, ni un nuevo arte de narrar: es una travesura. Aderezada con pedantería, como señala Christopher Domínguez Michael. Katchadjian cree que sus palabras se van a mimetizar con las de Borges y será imposible identificar unas de otras. Es una víctima de la era de la información, Katchadjian. Y por lo ocurrido con el Martín Fierro tampoco merece la etiqueta de dj, hay que tener más respeto para con los dj’s. Es un cambio de orden que denota todo, desde aburrimiento, hasta un Cubo de Rubik intelectual.
En el texto que le dedica Amara al caso compara el profanamiento de Katchadjian con la ruptura de Duchamp y a sus opositores con el caudillismo de los muralistas. Creí que estábamos en el siglo xxi . Por no simpatizar con el performance de Katchadjian se me acusó de conservador. No existe día en el panorama literario que no se reniegue de que a las letras mexicanas les falta imaginación y originalidad. Pero apenas alguien lo pone de manifiesto lo crucifican mediáticamente. O lo descalifican. Como el escritor Daniel Saldaña París que dijo sobre mi texto: “creo que el problema es creer que entrarle a una polémica literaria es como entrarle al slam”. Por lo visto ser el autor de un libro como La Biblia Vaquera no es suficiente derecho de piso para hablar sobre literatura. Para una señora rica nunca será suficiente lo que gane el pelele que quiera casarse con su hija. Además, quien haya leído La Biblia Vaquera puede acusarme de todo menos de conservador. La disputa ha alcanzado las alturas. César Aira salió en defensa de Katchadjian. Maravillado por el poder de compenetración que tuvo con El Aleph. Una desmesura. Porque lo que Aira sugiere entre líneas es que Katchadjian tiene la capacidad mental, cerebral, de fabulación, o la que se les antoje, de Borges. Esto es para la gente que cree en la reencarnación. Pero el asunto legal persiste, más allá de los jalones de greña entre escritrices. Concuerdo con que Katchadjian no debe ir a prisión. No vas a mandar a la cárcel a alguien que perpetró una travesura. No le vas a echar encima una condena de seis años a alguien por romper los cristales de una ventana de una pedrada. A Katchadjian deben encerrarlo, sí, pero en la Sogem.
Por CARLOS O LI VA R ES B A RÓ
EL CONTRABAJISTA de Milwaukee, Wisconsin, Estados Unidos, Joe Sanders es, sin titubeo, uno de los instrumentistas de jazz más destacados de su generación. Por su estilo versátil y disciplina de compromiso incondicional con sonoridades sincopadas, se ha colocado —con apenas 24 años— en la nómina de los imprescindibles. Colaborador (giras, grabaciones, conciertos) de grandes músicos: Ravi Coltrane, Herbie Hancock, Jimmy Heath, Wayne Shorter, Dave Brubeck, Mulgrew Miller, Christian Scott y Taylor Eigsti, entre otros, su presencia en los escenarios satisface a los melómanos más exigentes. Su contacto con la Orquesta Sinfónica de Milwaukee lo ha compensado con instrucción clásica y herramientas necesarias para desarrollar una carrera profesional exitosa. En 2002, formó
parte del Dave Brubeck Institute, bajo la tutela del virtuoso contrabajista Christian McBride. Discípulo destacado del Thelonious Monk Institute, recibió lecciones de Terence Blanchard, Jason Moran, Benny Golson, Wynton Marsalis, Stefon Harris y Lewis Nash. Al egresar del Thelonious Monk Institute, con perfecto dominio técnico, decidió todavía tomar clases privadas con los legendarios contrabajistas John Clayton, Bob Hurst, Ron Carter y Charlie Haden. Recientemente, ganó el segundo lugar en el concurso International Society of Bassists Jazz Bass. En junio pasado visitó México, dentro del ciclo de conciertos de New York All Stars 2015, con Joe Sanders Infinity Quartet. En esas presentaciones dio a conocer el fonograma Introducing Joe Sanders (Criss Cross Jazz, 2012). Diez
temas, respaldados por formato de quinteto (Joe Sanders, contrabajo/vocal; Will Vinson, alto sax; Luis Perdomo, piano; Rodney Green, batería; Gretchen Parlato, vocal), en prosodia postbop, compensaciones bluseras y argumentaciones hard. Incitantes clústeres del pianista venezolano, Luis Perdomo, en diálogos con el contrabajista Sanders, el baterista Green y sax alto Vinson (“Orange Blue”, “Simple Song”). Sugerente dueto vocal (Parlato & Sanders) en “A Joy and Sorrow”. “Question and Answer” (Metheny): contrabajo en pulso carteriano, batería en sesgos de songo y piano en los espacios de Chick Corea. Pronunciaciones de imaginativa elocuencia: “Bewildered Minds Wait”, “Hindsight”, “Believe, Beleft, Below”, “Enigmatically Decided”. Joe Sanders en inundada y locuaz glosa jazzística.
INTRODUCING JOE SANDERS Artista: Joe Sanders Quintet Género: Jazz Disquera: Criss Cross, 2012.
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L a et er n id a d c om ie n z a u n s áb a do
LAS LEYES DE SOMBRERO ANCHO
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Por
MANUEL GUTIÉRREZ NÁJERA
e ha alegado como prueba de que la inamovilidad judicial es buena el hecho de que está admitida en todos los países cultos, salvo poquísimas y nada airosas excepciones. —¡Ese no es argumento! —dicen algunos. Y en efecto no es argumento de zarzuela, ni “el argumento de la ópera para esta noche” únicos argumentos populares en ciertas clases que entran todas en la designación genérica de clase de tropa. Para esos valientes (han de ser muy hombres) y pobres (desde aquí les veo la traza), para esos ciudadanos que poseen las dos cualidades características del patriota: el valor y la pobreza, todo juicio, toda costumbre, toda ciencia, todo ejemplo, toda experiencia que del extranjero nos llegue, es una intervención, es un ataque a nuestra autonomía. Esos se alegran y refocilan cuando baja la plata, porque así nuestros pesos no irán a enriquecer a los europeos; esos quieren que se conserve el derecho diferencial de bandera, aunque por causa de él paguemos a cinco duros las camisas de a tres pesos, con tal de que vengan a la sombra de nuestro glorioso pabellón, de que sean, casi, casi, camisas tricolores; esos sustentan una doctrina de Monroe modificada: México para los mexicanos y los mexicanos para los empeños. Ya han propuesto con toda seriedad que se forme una ¡¡¡“Economía Política Mexicana”!!! Ya han dicho, en ocasiones muy solemnes, que prefieren andar desnudos y vestir industrias andrajosas a conceder libertades al comercio de importación; y ahora, por último, declaran que México no se parece a ninguna otra nación, que no entra en el concierto de los pueblos civilizados, que es buey suelto... non fecit taliter omni nationi. Estos economistas son infumables. Yo, cordon bleu de profesión, no sé si la inamovilidad es buena o mala. Me gusta en la esfera de los principios. Por ejemplo, un “principio” de albóndigas inamovibles, de albóndigas elevadas a la categoría de perdigones, habría de resultarme cómodo y barato. Pero aunque nada entienda de leyes, sí barrunto que el ideal de la República no consiste en darse leyes-tamales, leyes de chile, de dulce y de manteca, leyes que se pueden tomar con pulque y con tortilla. La cocina y la política, y esto lo han demostrado Don Juan Fastenrath y Castro y Serrano en su libro La mesa moderna, tienen grandes semejanzas. El secreto de una y otra está en dar de comer bien, en nutrir, en proporcionar alimentos sanos y fácilmente digeribles. En que daba pollo en el puchero de los domingos, en eso consistió la popularidad de Enrique iv. Porque no hubo harina, por eso hubo la mohina trágica que se llamó revolución francesa. Ahora bien, la Mesa Moderna en todos los países, sin exceptuar a México, admi-
UN ESPACIO DEDICADO AL RESCATE DE RAREZAS Y RELIQUIAS LITERARIAS
EN COCINA Y EN POLÍTICA, LO DETESTABLE ES EL HUESO. ¡EL HUESO: HE AHÍ EL ENEMIGO, HE AHÍ EL INAMOVIBLE! ESE ES EL QUE HAN ROÍDO VARIAS GENERACIONES, EL QUE HA PASADO POR MUCHOS CALDOS, EL RESIDUO DE LOS PUCHEROS QUE NO VOLVERÁN.
te las viandas y los platillos que decreta el buen gusto. Se puede tener, verbi gratia, mucho patriotismo, y no tomar forzosamente en cada comida mole verde, pulque blanco y mole colorado, con el fin de enarbolar en el estómago la bandera nacional. La cocina francesa, la italiana, la inglesa, la española, etc. etc., han adquirido carta de ciudadanía. La yankee es la que sólo en nuestra cocina política ha logrado entrar. ¿Qué indica esa promiscuidad tan nutritiva y sabrosa? Pues inconcusamente nos enseña que el mexicano no es un hombre conformado de manera diversa que los otros hombres ya pulidos por intensa y larga civilización; que el roastbeef es verdad en Londres y verdad en México; y que no somos intervencionistas ni traidores los que servimos o comemos pan francés. El hecho de que un principio de legislación pasa por bueno en Inglaterra y en la Argentina, en Bélgica y en Chile, en Francia y en Alemania y en casi todas las naciones, prueba que no está sujeto como el cultivo de la caña de azúcar o del algodón a condiciones climatológicas. ¿El roastbeef es indigerible, o no surte sus naturales efectos nutritivos en algunos pueblos? No, ¿verdad? Pues lo mismo pasa con ciertos principios fundamentales en la ciencia social. Se les podrá servir en una u otra salsa, pero son universalmente asimilables. El asno es el que no aprende ni escarmienta en cabeza ajena; pero, aunque hay asnos mexicanos, el mexicano no es el asno. Cuando por verdadera reconozco la ley de la gravitación universal no reniego de mi patria ni me naturalizo italiano. La verdad es la Roma única: la ciudad y el orbe. Evidentemente es necesario, si vestimos telas europeas, que nos hagan el traje a la medida. Pero no es necesario que vistamos de cuero ni que usemos sombrero ancho. Podemos comprar ropa hecha en buenos almacenes porque nuestro cuerpo no es deforme, ni monstruoso. Una ley no es un maguey. Todavía más: yo estoy porque se den las leyes, aunque sean europeas, contra los magueyes, aunque sean los magueyes nacionales. En cocina y en política, lo detestable es el hueso. ¡El hueso: he ahí el enemigo, he ahí el inamovible! Ese es el que han roído varias generaciones, el que ha pasado por muchos caldos, el residuo de los pucheros que no volverán, lo que nos queda de lo que fue en un tiempo olla podrida, lo que se nos atora en el gaznate, lo que nadie ha podido digerir. Mis parroquianos y la sociedad quieren carne fresca y pan caliente. Publicado originalmente en “Plato del día”, El Universal, 28 de noviembre de 1893.
Atrapado en la red Por AMÉRICA ZEPEDA CABIEDES @MeriZepeda
El Portal de revistas de la unam La investigación académica se ha apoyado en la publicación de sus trabajos en revistas institucionales, cuyo fin es difundir y facilitar la comprensión de temas especializados que por esta ruta han alcanzado un número cada vez mayor de lectores. En el portal de revistas de la Universidad Nacional Autónoma de México encontramos una hemeroteca inmensa reúne las publicaciones de las diversas facultades e instituciones de investigación. El catálogo de revistas es tan amplio como la oferta académica de la unam. Las áreas de conocimiento en el portal incluyen Ciencias Sociales, Físico Matemáticas, Ciencias de la Tierra, Humanidades, Ingenierías y Medicina, entre otras. Son aproximadamente cien revistas que cubren una enorme variedad de temas. Sobre literatura cabe destacar dos publicaciones del Instituto de Investigaciones Filológicas: Acta Poética, del Centro de Poética, así como Literatura Mexicana, del Centro de Estudios Literarios. Ambas son de periodicidad semestral, y su intención evidente es profundizar en el conocimiento de las expresiones literarias. Acta Poética plantea un enfoque interdisciplinario cuyo objetivo es abundar en el estudio de la literatura, la crítica literaria y la teoría crítica a lo largo y ancho del mundo. De estos temas, podríamos resaltar el artículo “Walter Benjamin y la crítica literaria”, de la investigadora Esther Cohen. Literatura Mexicana, por su parte, se propone ahondar en el conocimiento de la literatura nacional, desde la época prehispánica hasta nuestros días, a partir del trabajo erudito, la documentación y la crítica. Destacan las aportaciones de Edith Negrín sobre los escritores José Revueltas y José Emilio Pacheco. Son, en fin, dos revistas universitarias que enriquecen el conocimiento y la visión literaria. No obstante, al tratarse de publicaciones institucionales, sería recomendable mantener una distancia crítica ante sus textos, a fin de distinguir entre la sustancia y la inercia que padecen tantas instituciones académicas y desde luego sus productos. A través de este portal de la unam es posible acercarse y valorar el trabajo de los investigadores que representan a nuestra máxima casa de estudios. http://www.revistas.unam.mx/
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EL CINE SEGÚN MICHEL FRANCO Michel Franco tiene apenas 35 años de edad y ya ganó dos premios en el Festival de Cannes: mejor guión (Chronic) en la Sección Oficial de 2015, y mejor película (Después de Lucía) en el área Una Cierta Mirada, de 2012. En 2009 ya había presentado ahí mismo Daniel y Ana dentro de la categoría paralela Quincena de Realizadores. Chronic es una cinta en inglés y se refiere a la peculiar relación de un enfermero (Tim Roth) con pacientes crónicos o terminales. Después de
Lucía trata, entre otros asuntos, del bullying, y fue vista en México por un millón de espectadores. Daniel y Ana aborda el tema del incesto, en este caso forzado por unos secuestradores. A los ojos es un filme de Michel Franco y su hermana Victoria, en torno a la vulnerabilidad de los niños de la calle; se presentó en 2013 en el Festival de Cine de Morelia y se estrenará en los próximos meses luego de una reedición.
Por ESGRIMA
¿El cine es mejor que la vida? No en mi caso, definitivamente. Lo interesante del arte, y del cine en particular, es la oportunidad de reordenar la vida. ¿Cuál debe ser la principal virtud de un guión? La originalidad. Debe aportar algo nuevo: una película que nunca hemos visto. ¿Te importan las críticas? Las oigo y las leo para estar enterado de lo que se dice, pero no las estudio a detalle. Tampoco me las tomo muy a pecho, ni las buenas ni las malas porque suelen ser exageradas. ¿No es horrible trabajar dos años en una película y que alguien la destroce en dos minutos? Si tiene argumentos sólidos, me parece respetable. No pretendo que todas mis películas le gusten a todo mundo, es imposible. A mí me interesa seguir adelante y tener un buen cuerpo de trabajo para que la gente elija lo que más le interese. ¿Harías una película con un guión que no fuera tuyo? La mayoría de los directores que admiro escriben sus guiones, pero si me topo con algo muy bueno sí lo dirigiría, aunque seguramente le haría modificaciones. Escribir para cine es una tarea más ardua de lo que parece. Buñuel y Woody Allen son dos de tus directores favoritos. ¿Hay algo que los una? Woody Allen quería que Buñuel hiciera el cameo que hizo McLuhan en Annie Hall. Buñuel no aceptó. Sé que Allen valora el tono de comedia y surrealismo que hay en El discreto encanto de la burguesía. ¿Tu cinta A los ojos tiene que ver con Los olvidados? A los ojos está basada en un corto mío, Entre dos, que tiene un final en homenaje a Los olvidados. ¿Has pensado en Buñuel durante tus visitas a Cannes? Sí, por supuesto. En toda Francia se valora mucho a Buñuel. Además, aceptan que su mejor etapa es la mexicana. Cannes lo legitimó en tiempos muy difíciles y eso fue muy provechoso para su carrera; el éxito de Viridiana y el escándalo de Los olvidados fueron muy sonados. Octavio Paz defendió a Los olvidados desde el principio, ¿no? Sí, pero Jorge Negrete y otros le hacían la vida muy difícil a Buñuel. ¿Cuál de los dos premios en Cannes te enorgullece más? Los dos han sido muy especiales. Lo que quiero como director y productor es que cada película tenga la mejor vida y atención. No te podría decir cuál premio es mejor, pero son
FERNANDO FIGUEROA
bienvenidos mientras colaboren a tener mayor difusión. Tu cine es sinónimo de drama. ¿Harías una comedia al estilo de Woody Allen? Si siento que puede quedar bien, me encantaría. Ojalá que algún día tenga el valor de hacerla. ¿Y actuar como Allen? No, porque estoy consciente de mis límites. Envidio a quienes lo hacen porque es una manera interesante de seguir teniendo autoría y control de lo que pasa en el cuadro. ¿Qué te gusta más de toda la filmografía de Woody Allen? Me gustan todas sus etapas, y lo que más valoro es que nunca ha sido complaciente, además de su gran productividad. ¿Te intimidó dirigir a Roth? No, porque ya nos habíamos vuelto cuates durante los meses que trabajamos en el guión. También convivimos mucho durante el rodaje de 600 millas, de Gabriel Ripstein, que yo produje. El papel que hace Tim Roth en Chronic era inicialmente para Carmen Beato. ¿Ella no te quiso ahorcar cuando le dijiste que siempre no?
A Carmen le dio gusto lo de Roth y me felicitó, pero luego sí me dijo: “Me debes una”. Ella es tan buena actriz como cualquiera de Hollywood y tenemos claro que trabajaremos juntos en el futuro. ¿Cómo elegiste a Hernán Mendoza para Después de Lucía? Lo vi en el teatro y me pareció un actor muy natural. Al término de una función fui al camerino y le ofrecí el papel. Tim Roth dice que lo que más recuerda de esa película es la actuación de Hernán. ¿Te gustaría filmar en Israel, en vista de tu origen judío? Podría ser interesante, pero por ahora no lo tengo considerado. ¿De qué manera influye en ti ese origen? Algún efecto debe tener, pero no soy consciente de ello. ¿Cómo te trataron ahora que te presentaste en The Tel Aviv International Student Film Festival? Excelente. En Israel ya había tenido mucho éxito Después de Lucía, y el premio a Chronic en Cannes calentó aún más los ánimos antes de mi llegada. Israel es un país con una realidad compleja, no
tan distante a México, y eso provoca en los estudiantes cierto enfoque similar en la forma como aprecian el cine. Sé que eres un músico frustrado. ¿Qué canciones tocas cuando tomas la guitarra? Cosas de Bob Dylan y de los Beatles. También me gusta el rock argentino, como Charly García. ¿Y de México? Me gustó Caifanes cuando iniciaron y fue una lástima que se disolvieran tan pronto; los de Café Tacvba también son muy buenos. ¿Qué concierto maravilloso te viene a la mente? Me impresionó ver a Chavela Vargas en Bellas Artes poco antes de su muerte. Tenía 93 años y una gran vitalidad. ¿Alguna vez has visto una telenovela? Todos hemos visto telenovelas cada vez que entramos a una fonda o taquería. Cuando mi abuela las veía, me quedaba un rato acompañándola. El género me da risa, lo disfruto como un fenómeno extrañísimo y me cuesta entender por qué es tan popular.
Ve Después de Lucía, ganadora en Cannes, trailer oficial
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TODOS HEMOS VISTO TELENOVEL AS CUANDO ENTRAMOS A UNA FONDA O TAQUERÍA. CUANDO MI ABUEL A L AS VEÍA, ME QUEDABA UN RATO ACOMPAÑÁNDOL A. EL GÉNERO ME DA RISA, L O DISFRUTO COMO UN FENÓMENO EXTRAÑÍSIMO Y ME CUESTA ENTENDER P OR QUÉ ES TAN P OPUL AR".
Arte digital > FERNANDO MONTOYA >La Razón