Fernando del Paso Premio Cervantes

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FR ANCISCO HINOJOSA HOY NO CIRCULO

CARLOS VEL ÁZQUEZ

EL ESCRITOR FANTASMA

ESGRIMA

ALBERTO MANGUEL

El Cultural N Ú M . 4 3

S Á B A D O

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[ S u p l e m e n t o d e La Razón ]

Arte digital > BERTÍN COVA >La Razón

FERNANDO DEL PASO PREMIO CERVANTES EL TESORO Un cuento recobrado

EN VOZ ALTA

Conversaciones con Alejandro Toledo

SU OBRA ANTE LA CRÍTICA


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El escritor Fernando del Paso (Ciudad de México, 1935) recibirá el Premio Cervantes —la mayor distinción literaria del idioma— el próximo sábado 23 de abril en España. Con ese motivo le dedicamos esta edición de El Cultural, que inicia con el rescate de un cuento casi desconocido y fechado en 1958; es decir, anterior a sus grandes novelas —y ausente en su bibliografía.

La investigadora Elizabeth Corral Peña lo encontró en los archivos del escritor y sólo se imprimió una vez en la revista La Palabra y el Hombre (núm. 198, octubrediciembre de 1998). Algunos rasgos distintivos del autor, como la experimentación, la invención, la exuberancia, el regodeo verbal, son evidentes ya en este escrito de juventud que anticipa las novelas que vendrían.

EL TESORO UN CUENTO R ECOBR A DO FERNANDO DEL PASO

A

morosamente aturbonando las cosas más hermosas y extrañas de la tierra: el sándalo, los polvos de Mirurgya, los logaritmos y los sepulcros de Francia y el whisky y todo lo increíble y venerable y estúpido como un cofre de sándalo que guardaba un tesoro y un viejo matemático irlandés experto en logaritmos y una vieja casona de la colonia Santa María la vieja. Pulverulenta lentamente desmadejando sándalo de la familia de las santaláceas y blanca amarillenta aromática madera y construyendo con clavos y goznes y cerraduras artificiosos y venerables cofres como el que guardaba con tanto celo y cuido la vieja tía Refugio, en una casa, en una habitación, en un armario atiborrado de corsés y blusas y camisones y miriñaques ajironados descoloridos y polvolorosos. Y todo lo desmoronable y corrompible y codiciable como las llaves de la habitación, como las llaves del cofre, como el cofre mismo continente de ignotos, vírgenes tesoros imaginables, innecesariamente revelarlo y decirlo con mágicas palabras casi alucinantes: el viejo irlandés codiciaba el tesoro de la tía Refugio. El viejo y enjuto, pelirrojo y cejijunto Herbert Keogh, calculaba todas las noches cuántas monedas de oro, cuántas amatistas, esmeraldas, turmalinas, debía guardar el cofre. Y lo sorprendía el sueño, desmoronando en números su lúcida lógica logarítmica: un cienmil y dos cienmiles y un millón de cuatro veces veintitantos. Y amores y pétalos de rosas y automóviles negros y cabelleras girondulantes y abogados franceses y

martillos y cirios y recuerdos: todo contarlo del uno, dos, tres, cuatro y cinco al veinte, del veintitrés al cincuenta, del cincuenta al doscientos seis, y siete, y ocho, diciendo el ciento dos de las calles de Pino donde vivía la tía Refugio y diciendo el setenta de los años que tenía la tía Refugio cuando se casó con Herbert Keogh y diciendo el veintinosecuántos de nuestro siglo del año en que flamante y negro y reluciente el Packard limusín fue estrenado por la familia Sánchez Pescador y diciendo el dieciséis de los inefables y arcangelicales años de edad que tenía la dulce siempre bella piel-de-luna Refugio Sánchez Pescador, pescadora de los más coscolinos corazones masculinos y enredadora de almas caballeras en su red cabellera al viento lancinante. Cuando ella misma conducía el viejo y lustroso Packard negro trompadeplata. Antes de quedar huérfana y heredera de una gran fortuna. Antes de que llegara de allende el mar el joven abogado francés que habría de anunciarle la muerte de lejanos parientes y el legado de nuevas y ricas herencias. Antes de que el amor enturbiara sus ojos azulacidulados de pérfida grisura enmarañada de celajes casi acuáticos. Columbrar, sorprender, adivinar fulminantes miradas sagitales de cristalina asperedumbre y clavarlas en un corazón dulcemente desvenable. Recorrer el dos veces ondulante y ascendente camino hacia unos hombros y escuchar el apenas rumor acariciante de una voz. Lentamente deshojar los árboles de un bosque, y turbulenta lentamente delinquir en amores imposibles: porque dicen que así los

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sorprendieron: cabecijuntos murmurando, enamorados enamorando, del brazo y melancólicos caminando por las sombreadas avenidas del bosque, apenas oprimiendo las hojas caídas, apenas y alborozos escribiendo sus amores en la mágica, crepuscular bitácora nuestra de cada día. Así los vieron y la gente dijo: “Refugio Sánchez Pescador y el abogado francés son novios”. Así los sorprendieron y la familia dijo: “Lo que quiere el abogadito son los millones de Cuca”. Así lo amaba ella y dijo “sí”, y en el mes de agosto de mil novecientos veintitantos, Michel Marchal, joven y apuesto abogado francés, y Refugio Sánchez Pescador, huérfana, millonaria, de aterciopelado rostro de alfajor aderezado de luciérnagas, anunciaron su compromiso. En octubre, el mes de la recolección de los frutos de la tierra, contraerían matrimonio. Saldrían a Europa de viaje de bodas. Regresarían encantados. Vivirían en el viejo caserón de piedra sobre piedra y yedra sobre yedra desde hace cuántos siglos y vestigios, y serían felices hasta la consumación de la carne. Una coser con manos presurosas: blancas, rumorosas vestiduras. Una probárselas frente al espejo y llevar las manos a la toca de azahares y tañer castaños cabellos dulcísonos. Una amar y ser amada. Y una, dos y mil veces escuchar de los tibios y amados labios: leves, débiles juramentos de amor. Uno escribir con manos temblorosas: ávidas, preciosas cartas de amor. Uno llevar ramos de fragantes rosas a la amada. Uno amar y ser amado. Y uno, dos, tres, cuatro, cinco días antes de la Eucaristía, lastimera, deleznable, estúpidamente morir en un oscuro callejón de la colonia de Santa María la vieja. Una, como la tía Refugio. saber que Michel Marchal fue asaltado una noche. Uno, como Michel Marchal, caer con una puñalada en el vientre. Una saber de las nocturnas penas que en caudas de lágrimas acuáticas turban la mansedumbre del corazón; que en cuatro cirios erguidos, de llamas melancólicas, encienden la ira de la sangre; que en negros, lustrosos féretros espejeantes, custodian el cáliz de nuestros más dulces recuerdos. Uno, como Michel Marchal, ser llevado allende el mar. Uno dormir bajo tierra en un sepulcro de Francia. Una, como la tía Refugio, vestirse de negro, encerrarse en una habitación de una casa de una colonia de una ciudad llamada Ciudad de México. Una volverse loca para que la gente diga “No ve a nadie y nadie la ve, sólo su vieja nana”, “Nunca sale de su cuarto. Nunca nadie entra a su cuarto, sólo su vieja nana, para llevarle la comida y cambiarle el bacín.” Una, dos, tres, cuatro, cinco semanas y así hasta veinte, y así hasta cincuenta, y cincuenta y una, y cincuenta y dos semanas. Y de pronto, salir del cuarto, de la casa, de la colonia. Comprarnos vestidos rojos, azules y multicolores y teñirnos de plata el cabello. De oro. De negro. Conducir el viejo Packard negro trom-

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Dibujo de Fernando del Paso, en Castillos en el aire. Homenaje a M. C. Escher, FCE, 2002.

“MICHEL MARCHAL, JOVEN Y APUESTO ABOGADO FRANCÉS, Y REFUGIO SÁNCHEZ PESCADOR, HUÉRFANA, MILLONARIA, DE ATERCIOPELADO ROSTRO DE ALFAJOR ADEREZADO DE LUCIÉRNAGAS, ANUNCIARON SU COMPROMISO.” padeplata y pasearnos por el bosque todas las mañanas. Comprar mariposas disecadas para prender a las cortinas y a los tapices. Despilfarrar el oro en cientos y cientos de fiestas extrañas. Invitar a todo el mundo. Dejar que todo el mundo se ría de nuestra locura, se beba nuestros vinos, se lleve nuestros cubiertos de plata y nuestras copas de Bohemia. Y nosotros engordar, envejecer, caducar innoble, miserablemente. Ignorar la leyenda de que guardamos un cofre misterioso que contiene un tesoro. Azafrán, grancé, castaño, acaparrosado, verdegay: así lucir el cabello, de distinto color cada ocho días. Y casarnos a los setenta años con un viejo matemático irlandés experto en logaritmos, de nombre Herbert Keogh. Uno ser la gente que dice “Se les ve todas las mañanas, ella manejando el viejo Packard negro y él a su lado, acurrucado en el asiento, chupando whisky en el biberón que le compró la tía Refugio”, “Se les ve cada ocho días con el cabello pintado de diferente color”. Uno ser el irlandés que en una fiesta de la tía Refugio se escondió en un gran jarrón para esperar la madrugada y salir y de puntillas caminar por el caserón y robar el cofre. Una ser la tía Refugio que al día siguiente escuchó los ronquidos que salían de un gran jarrón y se asomó y vio a un hombrecillo viejo y enjuto, pelirrojo y cejijunto que dormía como un bendito y lo despertó y le propuso matrimonio y él aceptó. Y uno ser los dos: unos dormir en la planta alta y otros en la planta baja del caserón, al mismo tiempo. Y al mismo tiempo levantarse en las noches. Y la mitad de nosotros caminar hacia el armario y sacar el cofre y levantar la tapa. Y la otra mitad de nosotros subir las escaleras de puntillas y caminar hasta la habitación de la tía Refugio y empujar la puerta, y esperar que alguna vez esté abierta, escuchar el rechinar de los goznes del cofre, el golpear de la tapa, el cerrar del armario, y regre-

sar, bajar las escaleras, meternos en la cama diciendo “Alguna vez será” y quedarnos dormidos, y soñar. Y la otra mitad de nosotros contemplar nuestro tesoro, y no acordarnos de que existe Herbert Keogh. Y truculenta lentamente aturbonando las cosas más hermosas y extrañas de la tierra: martillos de hierro y escalones de mármol y Refugios de carne y cofres de sándalo y pétalos de rosa y polvos de Myrurgia y Herbertkeoghs de carne y hueso: el una vez cabeza de hierro y una vez mango de madera, agarrarlo, suavemente. El treintaidós veces uno encima de otro y abajo de uno, subirlos, lentamente. La cien veces cerrada y una vez abierta, empujarla, sigilosamente. La una vez hermosa y una vez fea y gorda, sorprenderla inclinada y acariciando el ocho veces vértices comidos, el seis veces cuadriláteros de sándalo, inocentemente. El una vez cabeza de hierro y una vez mango de madera, levantarlo y dejarlo caer, brutalmente, sobre la una vez arcangelical cabellera, y una vez, y otra vez, y muchas veces. Y entonces, avariciosa, impune, tiernamente, con uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez dedos temblorosos, vermiformes, heliogábalos, levantar la tapa del cofre y saber, sin contarlos, que son veinte y más, y así hasta sesenta y más, y así hasta cientocincuenta y más y hasta doscientos ocho pulidos a caricias y perfumados de aliento y enjuagados a lagrimones, descansando sobre mullida alfombra de pétalos de rosas cortadas allá por los ventinosecuántos por manos aún de piel-de-luna, y blancos, pequeños, y como polveados con polvos de Myrurgia color carne de doncella: los huesitos del niño reciénnacido-muerto, recién-muerto-escondido, y que se hubiera llamado quién sabe cómo tal vez Michel Marchal, tal vez. Tal vez Refugio Marchal, tal vez. O Lázaro, Darío, Luzbel. Tal vez. Así, amorosa, lúcida, criminalmente. 1958 C


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El escritor e investigador Alejandro Toledo ha reunido una selección de Cuentos dispersos de Fernando del Paso (unam, 1999). Además, a la par de las obras publicadas por del Paso, ha sostenido con él una serie de entrevistas que revisan los desafíos y singularidades de sus novelas. Presentamos una especie de suma final, cuya versión extensa (que añade un apartado sobre su faceta de artista plástico, entre otros temas) se puede consultar en nuestra página de internet.

F E R N A N D O D E L PA S O E N VO Z A LTA ALEJANDRO TOLEDO

L

a de Fernando del Paso (Ciudad de México, 1935) representa una vía no muy transitada de la literatura mexicana. Están, por un lado, autores de grandes obras breves, como Juan Rulfo y Josefina Vicens, que en sólo dos títulos logran concentrar todo un universo; y están, del otro lado, aquellos que alzan la mano anualmente, con regularidad burocrática, para ganarse un sitio, a veces más por persistencia que por calidad, en el mapa huidizo de la permanencia literaria... Y está Fernando del Paso, que dedicó diez años, en promedio, a la escritura de tres sorprendentes mamotretos de larga duración, que son el eje de su obra. José Trigo (1966) intenta, primero, el camino joyceano, en cuanto escritura; por tema, está ahí ya el interés del autor por la historia mexicana, en ese caso la Cristiada y el movimiento ferrocarrilero de 1958-59; en Palinuro de México (1977) se crea un corpus surrealista, con una palabra que fluye como el mar, en un andar sin sosiego; y de nuevo el asunto social, el movimiento estudiantil de 1968, ata ese vaivén. Y está, finalmente, Noticias del Imperio (1987), construcción novelística que es un gran castillo, hermano de los castillos de Miramar, Chapultepec y Bouchout en que vivió María Carlota Amelia Victoria Clementina, relación detallada de lo que fue el Segundo Imperio mexicano. Proust armó, con En busca del tiempo perdido, una gran catedral narrativa; en Del Paso hay tres paisajes: el de la pirámide, en José Trigo, el viejo edificio colonial frente a la Plaza de Santo Domingo, en Palinuro de México, y el castillo en Noticias del Imperio. Aquí, en primera persona, fragmentos de conversaciones que he tenido con el escritor, en las que detalla su trayecto narrativo.

TODO COMENZÓ COMO UN CUENTO A lo largo de todos estos años diversos críticos, especialistas, periodistas culturales, han tenido las mismas preguntas sobre mis libros, a lo cual corresponden más o menos las mismas respuestas. Alguna de las cosas que voy a decir no son nuevas, las he dicho en otras ocasiones. Eso es lógico. A veces también hay

nuevas preguntas y nuevas respuestas y uno mismo vuelve a reflexionar sobre sus obras a partir de ese estímulo que significan esas nuevas preguntas. En lo que respecta a Juan Rulfo hay algo que yo diría que es muy hermoso. Efectivamente sí hay una influencia rulfiana en la estructura de José Trigo, pero yo diría que además está la presencia de William Faulkner y su novela Luz de agosto: el personaje Christmas es un ser misterioso que aparece en las páginas iniciales, sirve de hilo conductor de varias anécdotas y luego desaparece. Siempre que pensaba en José Trigo pensaba en ese personaje de Faulkner; ahora, de Faulkner descendemos varios novelistas mexicanos, incluso a través de lo joyceano de Faulkner. Porque la enorme influencia de Joyce se ha dado directa e indirectamente, a través de autores que han sido muy influidos por Joyce o que aprovecharon ese material, esos instrumentos que descubrió Joyce. Ya conocía Ulises, la admiraba muchísimo, me había deslumbrado y no me importó de ninguna manera acercarme a Joyce y utilizar sus métodos abiertamente. Volviendo a lo de Rulfo, yo de-

cía que fue una cosa hermosa porque sucedió esto: en dos capítulos, sobre todo en uno de ellos, me propuse hacer como homenaje a Rulfo un pastiche rulfiano, usando lo que consideraba era un idioma y unas imágenes rulfianas. Y esto nadie lo notó. A cambio de esto descubrieron la influencia de Rulfo en partes donde yo no la sospechaba. Quiere decir que las verdaderas influencias son mucho más profundas, y que una imitación no es exactamente tener una influencia. Al mismo tiempo hay una contradicción porque se dice que los grandes autores son inimitables, las imitaciones no son imitaciones: son aproximaciones más o menos inteligentes, más o menos burdas. La influencia de Rulfo me la señalaron no sólo en la estructura sino en algo más profundo: el sentimiento de desesperación, de soledad o desolación y de un profundo temor ante la muerte. Mi madre admiraba a un novelista español mediocre que se llamaba Felipe Trigo, de segunda categoría. Quizá de ahí me vino el apellido, y no tiene nada que ver con un simbolismo que relacione el trigo con la fecundidad, por


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ejemplo. Ahí sí podría decir tajantemente: no, mi novela no tiene nada que ver con la fecundidad. En cambio, aunque nunca hablé de eso con Rulfo, creo que él sí se dio cuenta de que “Pedro” y “Páramo” eran dos nombres sumamente simbólicos. A mí alguien me recomendó el taller de Juan José Arreola cuando lo daba en el Centro Mexicano de Escritores, y él me publicó en 1958 los Sonetos de lo diario; ese pequeño libro tuvo cierto éxito, aunque hubo quien lo atacó mucho. A partir de eso comencé a escribir mi novela y me aconsejaron que hiciera una solicitud para las becas del Centro; con varios capítulos escritos hice la solicitud y me dieron la beca. El estímulo era grande porque se apoyaba a autores muy jóvenes, inéditos, y nos reuníamos cada miércoles nada menos que con Francisco Monterde, Juan José Arreola y Juan Rulfo. José Trigo sí nació bajo esos auspicios y yo leí capítulos enteros a Juan Rulfo; después de las sesiones del Centro, nos íbamos él y yo a la cafetería del sanatorio Dalinde donde conversábamos por más de tres horas. A Rulfo le gustó mucho mi novela, yo incluso creo que la sobrestimó. Me apenaba que le diera tanta importancia; simplemente hablarle a Juan Rulfo de “tú” me era muy difícil, tuvieron que pasar muchos años. Me abrumaban sus elogios, pero se los agradecía mucho. Todo comenzó como un cuento, y más que nada fue una imagen la que a mí me despertó la idea de escribir algo situado en Tlatelolco. Yo vi a ese hombre largo, alto, delgado, desgarbado, con una cajita blanca al hombro, el ataúd de un niño, y atrás a una mujer embarazada y cortando girasoles, caminando ellos por unas vías abandonadas. Eso me pareció de una belleza tan deslumbrante que me bajé del camión y los seguí. Luego frecuenté esos lugares, comencé a explorar los campamentos de ferrocarrileros. Me deslumbró primero su belleza física, porque no eran demasiado miserables, había mucha poesía plástica. Y ahí comenzó todo, y se fue complicando y complicando; se complicó más con el experimento lingüístico, que no me lo propuse, luego no lo pude evitar y al fin lo seguí hasta un extremo dentro de mis posibilidades. Además se complicó, y a la vez se simplificó desde un punto de vista estructural, con la mitología náhuatl que me sirvió de andamiaje del libro, así como al Ulises de Joyce le sirvió de andamiaje la Odisea de Homero. Yo tenía también, tuve siempre, curiosidad por la obra de mi tío bisabuelo Francisco del Paso y Troncoso, al que ya no se le considera historiador; desde el punto de vista moderno es un historiógrafo. Tenía sus libros, y a través de él me dejé fascinar por la belleza de la mitología náhuatl. Tenía yo un gran mapa de la zona y movía los personajes como alfileres con cabezas de colores. Al ver el mapa, José de la Colina se burlaba y me decía: “Pero eso no es una novela. No me la platiques así, tú léeme lo que has escrito”. Además me fascinó algo en lo cual tal vez no hice demasiado hincapié, y era que en Nonoalco-Tlatelolco algún bromista maravilloso planeó que las calles al Este del puente tuvieran nombres de mares (Mar Caspio, Mar Amari-

llo, Mar Rojo, Mar de Mármara), luego seguían las calles de flores y plantas (Pino, Camelia, etcétera), y al Oeste las de planetas y satélites (Marte, Saturno, Luna, Sol). Eran el mar, la tierra y el cielo; y de la tierra al cielo había un puente, el puente de la vida a la muerte. Eso me fascinó también. Estaban además los capítulos sobre la Cristiada. Yo jugaba, porque no está prohibido jugar: construí en un cuarto una estructura, me inventé un volcán de Colima, en vista de que no tenía tiempo ni ánimos de conocer el volcán real con todas sus hondonadas, sus barrancas y picachos. Además no tenía ningún objeto hacerlo puesto que la invención es muy poderosa. Para planear la batalla de los cristeros construí una montaña con pedazos de alfombra, cajas abajo: fue como hacer un nacimiento. Había caminos, ensenadas, valles, barrancos, picachos, y los fui bautizando; los cristeros bautizaban los lugares con nombres cristianos, sacados de la Biblia, de los evangelios... Estudié un poco de estrategia militar, y en mi montaña yo seguía los movimientos: aquí vienen las tropas federales, acá están los cristeros, en este punto hay una emboscada, aquí ellos simulan que son muchos amarrando ramas a las colas de los caballos para que levanten polvo. Me divertía, aunque lo importante, claro, no es la diversión sino el resultado. Creo que el resultado no es malo. Hay personajes que son el resultado de dos o tres personas que uno conoció, mezcla uno sus defectos, sus virtudes... Como la tía Luisa de Palinuro de México: no es una tía que haya tenido así, son dos. Lo mismo en José Trigo encontré elementos sumamente interesantes y fascinantes, aun desde el punto de vista de la violencia o la injusticia, en movimientos sociales muy distantes entre sí y los mezclé. A fin de cuentas, si es demostrable la injusticia de la violencia que efectuó el gobierno contra los ferro-

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carrileros se puede demostrar también por medio de la ficción, haciendo una acumulación o más que nada entretejiendo elementos reales. Se ha dicho que quizá José Trigo no sea una novela; si es una novela, se trata de un trabajo muy espeso, muy denso, para un círculo de lectores muy limitado. Y no fue lanzada así, se le promovió como una novela de Luis Spota. Se vendieron muchos ejemplares pero siento que se leyeron poquísimos, porque la compró un público que no era el indicado. Sí, quizá fue un momento muy inesperado incluso para los propios críticos, aunque hubo buenas críticas (y entiendo por buena crítica no la que halaga sino la que toma el libro a profundidad). No me arrepiento de ningún libro de los que he escrito; de José Trigo algunas partes se me hacen un poquito pesadas, y entiendo que le puse muchas piedras en el camino al lector. Pero arrepentirme, no. Tal vez la novela surgió de la prisa de la juventud, una prisa paradójica porque tardé siete años: era una prisa por consagrarme.

EL 68 Y LA COMEDIA DEL ARTE De José Trigo a Palinuro de México cambió mi actitud literaria porque cambió toda mi vida. Por pudor no me gustaría hablar de lo que me pasó a los veintisiete años, pero la verdad es que tuve entonces un cáncer. Lo sobreviví, aquí estoy. No debía hablar de esto, pero una cosa así cambia la actitud hacia la vida y la literatura. La gran paradoja es que después de ese enfrentamiento con una muerte cercana e inminente, y sobre todo el sentir una espada de Damocles varios años hasta que fui dado de alta, correspondió ya un periodo de mucho mayor humor; mientras yo era más joven y no pensaba tanto en la muerte, era muy solemne. Después ya no, el humor salió en Palinuro de México, cuando no obstante ya tenía una vida mucho más complicada. Son cosas paradójicas. Hay influencias que se dieron después de varios años de haber iniciado el libro. La verdad de las cosas es que mientras yo estaba en México casi no leía inglés, y con muchos trabajos francés. Como no asistí a ninguna escuela bilingüe de niño, en realidad empecé a estudiar idiomas muy tarde (y cuesta un enorme trabajo). Entre los veintidós o veintitrés años leía francés e inglés con diccionario; fue realmente al vivir en Londres, al año o año y medio, que ya pude leer fluidamente el inglés. Y al mismo tiempo la obra de autores franceses e italianos no la compraba en inglés porque no tenía sentido. Fue así como gané varias lenguas al salir de México. Y a los tres o cuatro años de

“PARA PLANEAR LA BATALLA DE LOS CRISTEROS CONSTRUÍ UNA MONTAÑA CON PEDAZOS DE ALFOMBRA, CAJAS ABAJO: FUE COMO HACER UN NACIMIENTO. HABÍA CAMINOS, ENSENADAS, VALLES, BARRANCOS, PICACHOS.”


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vivir en Londres leí a Laurence Sterne, porque es un autor muy difícil. No fue entonces una influencia a priori, como la de Joyce o de Thomas Woolf; esas sí eran influencias anteriores a pesar de haberlos leído en español. No es que Palinuro de México haya sido un proyecto opuesto sino diferente, no es lo contrario de algo. Desde un punto de vista filosófico lo que llamamos contrario no existe: el blanco no es lo contrario del negro, aunque en ética la maldad sí puede ser lo contrario de la bondad. Pero en literatura es muy difícil decir que algo es lo contrario de otra cosa; aún los anti-poemas de Nicanor Parra son poesía, no se podría escribir una anti-crítica para hablar de la antiobra de Parra. Sí, yo me di cuenta de que era un libro completamente diferente, aunque todos los libros son uno y uno es sus libros y aunque los libros más alejados de cualquier aparente contenido autobiográfico lo contienen a uno en mayor o menor medida. José Trigo es un libro escrito un poco olímpicamente, desde afuera; y Palinuro es una novela escrita desde adentro, yo diría para usar una metáfora. Ahí el contenido autobiográfico sí es muy profundo. Para mí era un libro importantísimo. En José Trigo jugué con personajes muy alejados de mi mundo y mi realidad; uno no deja de ser lo que es toda la vida, yo soy pequeñoburgués. Es muy difícil entrar en el alma de gente de otra clase, no es imposible. Yo trataba personajes inventados por mí y que veía un poco de lejos como a través de un vidrio; los de Palinuro eran los personajes que habían formado parte de mi infancia. Naturalmente los tratamientos de cada libro son distintos. Mis personajes son ambiguos y viven en dos épocas muy distintas. Tenía miedo de que esa ambigüedad temporal molestara a la gente, pero no fue así. Ello evidencia que cuando el paisaje o el es-

cenario, ya sea rural o urbano, no juega un papel no importa. Aunque no podría decir que la Ciudad de México no interese en Palinuro. Porque curiosamente yo sitúo a personajes del 68 en el contexto que a mí me tocó vivir (San Ildefonso, Santo Domingo), como si la Ciudad Universitaria no hubiera existido. Mis personajes viven en el mundo que yo viví, porque me pareció un ambiente mucho más rico, obviamente, que la Ciudad Universitaria; en mi mundo había edificios viejos, parques viejos, estaban los evangelistas, los puestos de tacos, las torterías, las librerías de viejo... Mi novela no hubiera sido eso si yo la sitúo en la Ciudad Universitaria, ese lugar tan frío. Al final de cuentas el contenido no se altera. El hecho de que hayan masacrado estudiantes en el Zócalo y Tlatelolco, no se esconde. Lo que cambia es el escenario de fondo. Los acontecimientos del 68 pertenecen a un tiempo y mi experiencia como estudiante viene de otro. Sí había un afán autobiográfico de recordar todas esas aventuras. La época de la preparatoria fue para mí maravillosa. Palinuro de México es una obra rabelaisiana, y además hay un homenaje abierto al autor de Gargantúa y Pantagruel. Él, Sterne, Swift y Joyce, todos son autores de la misma calaña, caracterizada por la exageración, lo hiperbólico, el pantagruelismo, la abundancia y lo barroco. No hay prácticamente una estructura en Palinuro de México, no tiene una forma precisa, como sí la tiene José Trigo (que es la estructura piramidal, en la cual los capítulos se corresponden y donde hay un puente que es la cumbre). Palinuro no tiene una estructura, aunque se comienza con la infancia del personaje y se acaba con la muerte; al final hay un renacimiento, pero es un renacimiento simbólico. En el fondo

“DE ESTE MODO ENTIENDO MI NOVELA: SON CAPÍTULOS DE DIVERSOS COLORES, DE TEXTURA DISTINTA Y QUE DICEN COSAS DIFERENTES. TOMÉ A ARLEQUÍN COMO UN SÍMBOLO DE PALINURO, Y A LA COLCHA DE RETAZOS COMO SÍMBOLO DE LA NOVELA.”

es una obra cronológica; esa es quizá la estructura, aunque hay historias entreveradas, fantasías. Hay mucha fantasía, porque evidentemente el personaje Palinuro en un momento dado también es publicista; ahí lo que se refleja es mi experiencia en la publicidad. Un poco en Palinuro de México y otro en Noticias del Imperio, quise curarme en salud. En algún momento descubrí que Palinuro era una novela que no tenía realmente una continuidad, y que era como una colcha de retazos (y no tengo nada en contra de las colchas de retazos, hay unas preciosas). Entonces recordé el mito de Arlequín. Conocía a un francés, director de teatro, que era experto en la comedia del arte italiana, y me contó toda la historia. Arlequín empezó por ser un mendigo al que se le rompía el rojo de la ropa y se ponía un parche verde, en otro agujero un parche morado... Su vestido se fue sofisticando hasta ser puros rombos de colores; igual ha ocurrido con platillos como la paella que comenzó por ser una mezcla del arroz con todas las sobras y terminó siendo un plato sofisticado y caro. De este modo entiendo mi novela: son capítulos de diversos colores, de textura distinta y que dicen cosas diferentes. Tomé a Arlequín como un símbolo de Palinuro, y a la colcha de retazos como símbolo de la novela. Por ello el primo Walter tiene un chaleco de rombos, y por eso en el capítulo “Palinuro en la escalera” Arlequín es el que hace el papel de Palinuro en el mundo de la fantasía.

LA LOCA DE LA CASA En Palinuro, para no repetirme (aunque uno siga siendo siempre el mismo), me propuse evadir todos los juegos de palabras que no fueran espontáneos, mientras que en José Trigo los buscaba a propósito, eran buscados y rebuscados. En Palinuro no los busqué para nada; cuando de pronto salía alguno lo dejaba porque era divertido. En Noticias del Imperio me propuse no complicarle la vida al lector; estaba manejando una cantidad de información tan bárbara, tan enorme, que dije: si además de esto me pongo a hacer experimentos y hago los monólogos de Carlota estilo Molly Bloom, quitándole la puntuación... no voy a hacer más que complicarle la vida


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“LOS MONÓLOGOS DE CARLOTA SON PURA INVENCIÓN, ELLA NUNCA DIJO ESO; NADA DE LO QUE ESTÁ AHÍ LO DIJO, JAMÁS, SALVO DOS O TRES FRASES QUE REPETÍA CONSTANTEMENTE EN EL CASTILLO DE BOUCHOUT DURANTE LOS SESENTA AÑOS DE SU LOCURA. SI DIJO ALGO MÁS, NO ESTÁ REPORTADO.” al lector. La literatura es un mundo convencional, el lector y el autor tienen que asumir una convención mutua, pero el escritor también tiene que facilitarle la vida al lector. Claro que el escritor tiene toda la libertad del mundo. Yo sí quería llegar a un público grande, aunque cuando tenía ocho años de escribir el libro me pareció que jamás iba a llegar a un público amplio porque aquello estaba muy aparatoso y lo sentía muy denso (a pesar de todo me parecía denso, a pesar de que busqué un lenguaje más directo). Por tratarse de una novela así, pensé qué tendría cinco mil ejemplares, diez mil ejemplares cuando mucho, pero el éxito ha sido grande. A medida que fui avanzando en la investigación me di cuenta de que era un tema de una riqueza tan grande, y de una riqueza al mismo tiempo tan surrealista, tan grotesca, y yo diría que hasta tan truculenta, que me vi en la necesidad de contar lo que había pasado. Decirle al lector: esto pasó así, aunque no lo crea. Así doy el dato de que los ojos negros de vidrio de Maximiliano eran los ojos de santa Úrsula, que el cadáver se descompuso, que los pies le quedaban fuera, hablo de las crueldades del coronel Dupin, del sitio de Puebla que fue maravillosamente trágico y heroico, y del problema de la traición de López... Todo eso me hizo asumir una responsabilidad casi de historiador: ahora les voy a contar lo que yo, Fernando del Paso, he aprendido. No sé si a veces he sido inexacto, si me equivoqué en mi juicio (de todos modos todo juicio es muy personal y la Historia es muchas historias), pero quise enseñar lo que aprendí. Sin embargo, los monólogos de Carlota son pura invención, ella nunca dijo eso; nada de lo que está ahí lo dijo, jamás, salvo dos o tres frases que repetía constantemente en el castillo de Bouchout durante los sesenta años de su locura. Si dijo algo más, no está reportado. El monólogo de Carlota es pura invención, pero a partir de hechos reales. Cuando me di cuenta de que podía jugar con la idea de que la locura de Carlota fuera la imaginación, la parte más importante de una novela, y jugar además con esa paradoja de hacer de la locura la lucidez, y de lo otro la locura de una aventura absurda, me vi obligado de todos modos a volverla un personaje de carne y hueso, y decir que comía moscas, investigar su infancia (quiénes habían sido sus padres, cuáles habían sido las tragedias de su adolescencia), para poderme referir a recuerdos que le dieran un poco más de consistencia al personaje.

Dibujo de Fernando del Paso, en Castillos en el aire. Homenaje a M. C. Escher, FCE, 2002.

Consulta la versión extensa en:

El Cultural En la

web

razon.com.mx

Mi propósito fue explotarla, explotarla a ella y explotar su locura, para hacer de esa locura mi voz, y mi voz de la historia, y un poco la voz del odio, la frustración, la envidia, la amargura, etcétera. Al mismo tiempo Carlota (y quizá esto contribuyó al éxito de la novela, en el sentido de que les gustó a tirios y troyanos) dice todo lo que tiene en contra de Benito Juárez: lo llama asesino, bandido, indio pata rajada, ladrón, y ningún mexicano se espanta. Ahí quedó escrito, y lo dice la loca, quién podía decirlo. A lo mejor ese fue un elemento de catarsis dentro de la novela... En Noticias del Imperio quizá yo también descubrí una ambigüedad en la historia, en el sentido de que no podía condenar totalmente a Maximiliano; me percaté de que su formación como príncipe de la casa Habsburgo sólo pudo conducirlo a eso (a menos que hubiera sido más inteligente de lo común). A ellos los formaban desde que abrían los ojos para ser príncipes y monarcas de pueblos extranjeros; les decían que estaban elegidos por Dios, y que no sólo era su derecho gobernar sino su obligación. Había un sentido muy universal en la monarquía, que correspondía naturalmente a una ambición universal de dominio de parte de los diversos imperios que había en el mundo. Para ellos era muy natural que siendo alemanes podían gobernar a los griegos, a los polacos, a los españoles o a los mexicanos; no hubo entonces tanto dolo, tanta crueldad de la parte de él como se podía sospechar de una manera superficial, si uno no profundiza en la formación del carácter y la mentalidad de esa gente. Me di cuenta que yo, como novelista, no podía emitir un juicio demasiado cruel contra Maximiliano ni Carlota. Del otro lado estaba Benito Juárez, un personaje que en mi infancia no me simpatizó y en mi adolescencia lo ignoré, quien me despertó una gran simpatía y hasta ternura; Juárez es un héroe tan petrificado que no despierta ternura sino otra clase de sentimientos muy encontrados. A mí me ocurrió este

acercamiento cuando leí completa la correspondencia que tuvo con su yerno Santacilia. Descubrí así que Juárez no sólo era ambicioso (como todo político), que de alguna manera también se sentía elegido por la providencia para gobernar (como todo político), sino que además para llegar a donde llegó fue un hombre que tuvo que sostener una lucha tremenda por su origen, para hacerse respetar y darse dignidad y darle dignidad a la República, y no abandonarla no sólo en el sentido físico sino moral. En su peregrinaje por el país, llevando el Archivo Nacional con las once carretas arrastradas por bueyes, se le mueren dos hijos y su esposa se tiene que exiliar. Es una tragedia personal inmensa la que sufre Juárez, mientras Maximiliano está dedicado al ceremonial de la Corte. Eso me hizo respetable a Juárez; me dije: yo voy a pintar al Juárez que aprendí. Aunque al final me lavo un poco las manos, con la pregunta: ¿qué vamos a hacer contigo, Benito? Yo lo planteo como una pregunta, y no tengo por qué dar una respuesta. La ambigüedad es a veces una parte importante de la ficción, lo cual un historiador no se puede permitir. Entre la posibilidad de que Concepción Sedano hubiera sido esposa o hija del jardinero, y partiendo de la posibilidad de que efectivamente Maximiliano tuvo una amante que se llamaba Sedano en los jardines Borda de Cuernavaca, yo elegí que fuera la mujer de un hombre digno, un hombre que amaba enormemente a su mujer, para hacer un ejercicio poético sobre el abuso del poder. Si hubiera sido la hija, a lo mejor el jardinero no se ofende tanto y hasta hubiera querido aprovechar esa circunstancia para obtener ciertas canonjías, a cambio de su aquiescencia porque su hija se acostara con el emperador. En cambio lo otro presenta a un personaje profundamente herido, y aunque valiente y digno es temeroso del poder, sobre todo del poder divino. Entiende que a ese señor lo eligió Dios para ser rey, y si es así qué puede hacer. C


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En estas páginas publicamos una selección actualizada que incorpora nuevas aportaciones a otro libro compilado por Alejandro Toledo, El imperio de las voces: Fernando del Paso ante la crítica (Era, unam, 1997). El conjunto articula una valoración exigente de su obra desde momentos y puntos de vista muy diversos.

F E R N A N D O D E L PA S O ANTE LA CRÍTICA DE JOSÉ TRIGO (1966) A PALINURO DE MÉXICO (1977) José Luis Martínez: Es cosa normal que todo escritor aspire a que su obra, así sea la primera, resulte lo mejor posible; pero es caso excepcional que aspire, como Del Paso, a hacer una novela perfecta y total y que urja a su ambición con los paradigmas extremos de la creación literaria: composición simétrica, paralelismos y correspondencias, ejercicios de estilo, cerrada trama de alusiones a la mitología indígena, dominio de una especialidad técnica y de varios sectores sociales, lenguaje popular, poesía y prosa, historia y periodismo. Frente a este cúmulo de exigencias, cabe sin embargo una sola pregunta: ¿José Trigo de Fernando del Paso es una gran novela?, y una respuesta que no puede ser todo lo definitiva que se deseara. José Trigo es una novela literaria e históricamente importante. Frente a la facilidad, al relato autobiográfico y a la composición rudimentaria y lineal, se ha impuesto todas las dificultades, y las ha dominado en ocasiones y ha sido vencido en otras. Alberto Díazlastra: José Trigo es una novela a la que el crítico se acerca con demasiado rigor, acicateado por la enorme ambición de la misma. El juicio tiende a ser más benévolo —y más tibio— cuando el autor se ajusta a ciertos supuestos establecidos. Fernando del Paso rompe una serie de supuestos, de escuelas y de estilos, para ahondar por caminos inquietantes y casi vírgenes: ahí su gran mérito. José Trigo es sin duda la novela más ambiciosa que se ha escrito después de La muerte de Artemio Cruz. Y el hecho mismo de que el autor haya logrado redondear este primer enorme proyecto —con un tesón nada mexicano de siete años de trabajo— dan razones sobradas para esperar una obra importante y definitiva. Esther Seligson: Publicada en 1966 [...], la novela José Trigo representa dentro de la literatura mexicana el primer intento de recrear, a través de un personaje colectivo, la atmósfera citadina de una de sus zonas más populares y populosas. Se puede decir que, sin ignorar Casi el paraíso (1956) y La región más transparente (1958), es

la primera novela urbana. José Trigo representa también, dentro del contexto narrativo mexicano, la síntesis más afortunada de toda una serie de corrientes literarias, de todo un conjunto de formas experimentales contemporáneas cuya influencia ya otras novelas habían intentado (y aún seguirán intentando, como es el caso de la llamada Onda) canalizar. Artur Lundkvist: Hay seguramente un exceso de atrevimiento técnico en la novela con la que debuta Fernando del Paso, posee muchos experimentos de audaz arte estilístico y alarde idiomático, de fatigoso virtuosismo y consumo de palabras. En conjunto, sin embargo, posee una fascinación inagotable, un vigor y una vitalidad que conquistan completamente. No es un libro de fácil lectura: es un libro que exige volver a él una y otra vez durante mucho tiempo. ¿Y de cuántos libros puede decirse eso? ¿Cuál será el destino de su joven escritor? Agustín Ramos: Un cadáver exquisito recorre el mundo, lo agrede culterano y lo transgrede manierista y qué: lo abarca con barrocos excesos, con sus pros en todos los relieves del humor y el amor y con sus contras inobjetables: un fantasma de vacío succiona plenitudes, certezas, convenciones: el fantasma más exuberante, vulnera-

ble y fósil de la Facultad de Medicina que se echa a perder —el tiempo— en erudiciones: el fantasma menos de un estudiante asesinado por hacer la V de la Anarquía en plena Plaza: uno más o uno menos da exactamente lo mismo y lo contrario desde 1968. ¡Ambiguo por completo, por virtuoso y promisorio, esto que tienes ¡oh lector! entre tus manos no es y sí un texto gratuito y cumplidor: todos los países de las maravillas, todas las parentelas, todos los ojos, toda la publicidad que infecta nuestra mala leche y buena, todos los personajes de la ¡horror! literatura, todos los incestos: todas las alteridades caben en una sola Plaza sabiéndolas acomodar, se desparraman sobre todas las islas y desembocan en la irritación tributaria del voyeur hermenéutico o en la erótica comprensión de Palinuro de México y quien lo puso: “me prometí que ese libro que yo iba a escribir alguna vez sería tan enfermizo, frágil y defectuoso como el organismo humano, pero a la vez, si era posible (aunque es imposible) tan complicado y magnífico... no será un libro con una piel apolínea, con una piel lisa y blanca como la de Ofelia que corra con un velo estético sobre la realidad, no: será un libro descarnado... un libro dionisiaco que afirme triunfalmente la vida con toda su oscuridad y su horror”: lo demás es!


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Fabienne Bradu: Lo que, ante todo, ofrece Palinuro de México es un goce de lectura, un derrame incontenible de palabras, colores, paisajes, evocaciones, olores, que arrastran al lector más resistente a un laissez-aller motivado por la imaginación del escritor. Severo Sarduy: Toda una panoplia de granulaciones, de texturas; toda una gama de colores en probeta, de los más transparentes a los más turbios; toda una gradación de rojos (del cinabrio a la sangre), de amarillos (del oro a la orina), de blancos (del esperma al sudario), caracterizan la prosa de Fernando del Paso. Marco Antonio Montes de Oca: El libro de Fernando del Paso es una de las contribuciones más afanosas al barroco mexicano de todos los tiempos. ¿De todos los tiempos? El futuro no existe en Palinuro de México. Su riqueza estriba en la perfecta omisión del futuro. Sus páginas, obedientes a la religión de la semejanza, presuponen un límite secreto que se agota en nuestra modernidad inmediata. Con lo que hubo y lo que hay es suficiente “para alimentarse con vísceras de violeta y sangre de orquídeas recién degolladas”. Rafael Conte: Palinuro es un piloto experto, una especie de guía, por tanto. En esta novela es también un personaje concreto: un joven estudiante de medicina, mexicano claro está, que recorre un largo viaje a lo largo de una odisea personal que le conducirá tal vez a la muerte. Es un libro con ambición de totalidad también, con un deseo explícito, impertinente tal vez, de querer decirlo todo. Sólo los inocentes intentan decirlo todo, pero también el arte procede de esta ingenuidad original, de esta inocencia. En realidad, todos los grandes escritores que en el mundo han sido han pretendido la totalidad.

SOBRE NOTICIAS DEL IMPERIO (1987) José Emilio Pacheco: Noticias del Imperio no está hecha nada más para ser leída: está hecha para ser habitada semanas o aun meses enteros. Si sus ejes geográficos son dos de las grandes ciudades del barroco arquitectónico, Viena y México; si el modelo de su prosa son las grutas de Cacahuamilpa, donde Carlota encontró el perfil infernal de Dante, el dibujo que esta

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“SI EL MODELO DE SU PROSA SON LAS GRUTAS DE CACAHUAMILPA, DONDE CARLOTA ENCONTRÓ EL PERFIL INFERNAL DE DANTE, EL DIBUJO QUE ESTA NOVELA RECORTA CONTRA LA TEMPESTAD DE LA HISTORIA ES LA SILUETA DE UN CASTILLO.”–José Emilio Pacheco novela recorta contra la tempestad de la historia es la silueta de un castillo. Noticias del Imperio es la novela de los castillos —Schönbrunn, Miramar, Chapultepec, Bouchout— y tiene como ellos ventanales, salas del trono, pasillos, comedores, letrinas y albañales; la ambición de tocar el cielo y elevarse por encima de los demás y el descubrimiento final de que todo es polvo y ceniza, tierra hecha con los despojos de las víctimas del poder. Claude Fell: En el delirio de Carlota, en aquel canto de amor carnal y deseo frustrado, signado por lo paroxístico y lo acumulativo (ella devora todo lo que tiene a su alcance, lo lava todo, se acuerda de todos los envenenamientos de la historia, etcétera), los tiempos verbales se mezclan para engendrar una especie de presente eterno donde, por la magia del verbo, el personaje accede a la universalidad del mito. Vicente Quirarte: Si Ralph Fredman, el autor del útil y fundamental estudio The Lyrical Novel conociera estas Noticias del Imperio, se enfrentaría a problemas de deslinde de géneros, pero finalmente concluiría: por la sucesión de imágenes, por sus cuadros alternos y su fuerza interior, Noticias del Imperio es una novela épica, pero es una novela lírica. Independientemente de que los momentos poéticos más altos sean los monólogos de Carlota, en su conjunto Del Paso está trasgrediendo todos los niveles. No ha intentado otra cosa desde su primera novela. Y si Palinuro de México es la versión mexicana de La Odisea, la vuelta de tuerca lírica de la épica, Noticias del Imperio transforma también en lirismo el material de la epopeya. John Bruce-Novoa: A fin de cuentas [...], Fernando del Paso no niega la historia, sino la historiografía limitada. Al contrario, la afirma como un proceso dialógico abierto como una novela de autocreación. Su visión es

optimista y liberadora, y en ese sentido su novela documenta una toma de conciencia histórica dentro de la producción cultural mexicana. Una toma de conciencia consciente de la esencia ficticia de la historia y de la esencial realidad de la ficción.

SOBRE LINDA 67 (1995) Marcos Giralt Torrente: Todo en Linda 67: Historia de un crimen se desarrolla conforme a las reglas clásicas del género. De novela negra clásica son el argumento, el universo siniestro al que remite, la ambientación en San Francisco y los personajes, la trama cuidadosamente montada, el retrato social que se desliza entre medias y muchos de sus rasgos estilísticos: la prosa pretendidamente desnuda, directa, o el uso constante de marcas (de ropa, de coches, de perfumes, de vino, de cosméticos...) en las descripciones. Fernando del Paso no pretende subvertir de ninguna manera el género o jugar literariamente con él. Respeta hasta su último convencionalismo y, sin embargo, tampoco se conforma con hacer simplemente un divertimento, no quiere escribir sólo una novela negra. Su apuesta es otra. Respeta todas las leyes del género, pero lo hace, diría, de una manera que se quiere más literaria, incorporando o llevando consigo buena parte de los rasgos o características que dominan su obra anterior. Élmer Mendoza: Es una obra que se desarrolla de forma milimétrica en dos líneas narrativas: el flashback y el presente, donde incluso hay personajes que respetan la presencia clásica del detective con sombrero de fieltro, el asesino, un hombre bien parecido y exitoso y una chica de familia adinerada. Del Paso nos sorprende planeando coartadas para el crimen perfecto, dando muestra de su talento para desarrollar el género policiaco con piezas que encajan naturalmente. C

FUENTES José Luis Martínez, Revista de la Universidad de México, vol. XXI, núm. 8 (abril de 1968), pp. 1-10. Alberto Díazlastra, La Cultura en México, núm. 262 (22 de febrero de 1967), pp. XII-XIII. Esther Seligson, Texto Crítico, núm. 5 (septiembre-diciembre de 1976), pp. 162-169. Artur Lundkvist, Dagens Nyheter (20 de noviembre de 1967), Suecia. Agustín Ramos, Texto de la primera solapa de Palinuro de México, Joaquín Mortiz, 1980. Fabienne Bradu, Revista de la Universidad de México, vol. XXXIII, núm. 12 (agosto de 1979), pp. 43-44. Severo Sarduy, Livres/Liberation (23 de septiembre de 1985), Francia.

Marco Antonio Montes de Oca, Vuelta, vol. IV, núm. 40 (marzo de 1980), pp. 42-44. Rafael Conte, Arte y Pensamiento, suplemento de El País (24 de diciembre de 1977), Madrid, p. III. José Emilio Pacheco, Proceso, núm. 583 (4 de enero de 1988), pp. 50-51. Claude Fell, Cuadernos Americanos, nueva época, vol. 4, núm. 28 (julio-agosto de 1991), pp. 77-89. Vicente Quirarte, Sábado, suplemento de Unomásuno, núm. 535 (2 de enero de 1988), pp. 4-5. John Bruce-Novoa, Literatura Mexicana, vol. I, núm. 2 (1990), pp. 421-438. Marcos Giralt Torrente, Revista de Libros, núm. 2 (febrero de 1997), España. Élmer Mendoza, Texto leído en el homenaje a Fernando del Paso por sus 80 años (20 de abril de 2015).


10 Por

FRANCISCO HINOJOSA

E l C u lt u ral SÁBADO 16.04.2016

LA N OTA NEGRA

HOY NO CIRCULO

@panchohinojosah

D

e crisis en crisis y de contingencia en contingencia, los mexicanos ya nos conocemos las consecuencias: hay que aceptar los recortes, apretarse el cinturón, dejar de circular, leer lo que dicen al respecto las autoridades en turno, creerles o no creerles e intuir que detrás de todo hay corruptelas y mala administración. Ya sea que el dólar suba, el precio del petróleo baje o los índices de calidad del aire sean inaceptables —situaciones a las que ya estamos muy acostumbrados— el mexicano de a pie o de a coche lo resiente en su vida cotidiana y en sus bolsillos. Si pocos o muchos deciden instalar sus tiendas de campaña en el Zócalo, el Monumento a la Revolución o Paseo de la Reforma, los capitalinos, molestos al principio, terminamos asimilándolos al paisaje, como si allí hubieran estado desde siempre. Y si nos quitan el agua por tres o cuatro días para darle mantenimiento al sistema Cutzamala, encontramos la manera de prescindir de ella. Cuando se hizo la alerta sanitaria por el descubrimiento en nuestro país de casos de H1N1 —que entonces se llamó “influenza porcina”—, nos resignamos a sus efectos: desde el uso de gel antibacterial y cubrebocas, hasta el cierre de escuelas, restaurantes y lugares concurridos. En el extranjero nos llegaron a poner en cuarentena y a tratarnos como bichos infectados y contagiantes. En cuanto hubo vacunas que se administraban gratuitamente, había filas en el metro para recibir su inyección. No pocos se hicie-

Las Claves

SI POCOS O MUCHOS DECIDEN INSTALAR SUS TIENDAS DE CAMPAÑA EN EL ZÓCALO, EL MONUMENTO A LA REVOLUCIÓN O PASEO DE LA REFORMA, LOS CAPITALINOS, TERMINAMOS ASIMILÁNDOLOS AL PAISAJE.

ron de Tamiflu solo por si las moscas. Luego le tocó el turno a dos mosquitos cuya picadura transmite un virus que provoca fiebres, dolores y, en el caso de las embarazadas, probable microcefalia en sus productos: el chikungunya y el zika. También se activa la alarma en cuestiones de salud pública cuando las mediciones de partículas en suspensión en el aire de la Ciudad de México rebasan los estándares aprobados por la OMS . Y a pagar sus efectos con un doble no circula, con el aumento en las tarifas de los taxis —con especial énfasis en los operados por Uber— y con la sobresaturación del por sí ya saturado transporte público. Sin embargo, los resultados no fueron tan alentadores ante la magnitud del sacrificio: apenas bajaron unos cuantos puntos los imecas medidos, los suficientes para levantar al día siguiente la contingencia, pero muy cerca de volver a ella. Hacia principio de los noventas, Heberto Castillo propuso la construcción de grandes ventiladores que ayudaran a dispersar la contaminación, al menos del sur de la ciudad, hacia el Ajusco. Aunque la propuesta era seria y bien documentada, nunca fue vista como viable. Según informa el diario español La Razón, Beijing, una de las ciudades más contaminadas del mundo, ya ha iniciado la construcción de una red de ventilación que facilite la circulación del aire. Y eso que el problema de la capital china es mucho mayor que el nuestro: allá se emite la alerta roja cuando la calidad del aire supera las 500 unidades en un día, 300 en

dos o 200 en tres días seguidos. Aquí lo hacemos al llegar a los 150 imecas. Allá se suspenden labores en fábricas y en el sector de la construcción y se cierran escuelas, además de limitar la circulación de automóviles. Aquí padecemos apenas un doble no circula. Allá, en épocas de alta contaminación, es raro ver en la calle a personas sin cubrebocas e incluso máscaras antigás. Aquí simplemente se invita a la población a no hacer actividades deportivas a la intemperie. Ciertamente en los últimos años se han hecho esfuerzos por combatir la contaminación, desde la puesta en marcha de una línea más del metro y la creación del sistema de metrobuses, hasta el fomento del uso de la bicicleta gracias a las estaciones de ecobicis distribuidas en amplias zonas de la capital. Pero falta mucho más por hacer. ¿Será que nos quedaremos para siempre con la duda de si los ventiladores del ingeniero Castillo son, al menos, una solución parcial?

Por CARLOS O LI VA R ES B A RÓ

SE LLAMA Emilio Rolando Villazón Mauleón, nació en la Ciudad de México, tiene 44 años, vive en Francia con su esposa e hijos y está considerado por la crítica especializada como uno de los mejores tenores líricos de la actualidad. Dicen que goza de un sentido del humor fuera de serie: en todas las portadas de los discos se muestra en gesto donoso o en desafiante carcajada. Cabellera ensortijada y mirada de muchacho impaciente, Villazón es miembro destacado de la nueva hornada de cantantes de ópera mexicanos que triunfa por el mundo (Fernando de la Mora, Gilda Cruz-Romo, Ramón Vargas, Francisco Araiza…). Elogiado por sus presentaciones en el Metropolitan Opera, Deutsche Oper Berlin, Teatro dell’Opera di Roma, Palacio de Bellas Artes de México, Opera Nacional de París, New York City Opera… Alumno de la legendaria soprano Joan Sutherland y revelación en el Concurso Operalia organizado por Plácido Do-

mingo en 1999. Hizo llorar al exigente público de la ciudad de Trieste cantando su primera Traviata (febrero, 2000). La Opéra Bastille de París estalló en ovación de veinticinco minutos, otra vez con La Traviata (mayo, 2000). Clamores en el Festival de Salzburgo (agosto, 2005) cuando repitió —junto a Anna Netrebko— el Alfredo de La Traviata: Carlo Rizzi lloró y lanzó la batuta al aire. “Netrebko y Villazón, pareja estelar de la ópera. Desde Pavarotti y Sutherland no habíamos visto tanta química y compenetración en el escenario”, comentó un autorizado crítico europeo. Rolando Villazón. ¡México!, producción con Bolívar Soloists —ensamble fundado en 2003 por estudiantes de la Royal Academy of Music y el Royal College of Music con objeto de interpretar música de cámara latinoamericana—: quince temas con encore de popurrí representativo de la canción mexicana. “Bésame mucho”, “Veracruz”, “Perfidia”,

“Noche de ronda”, “El reloj”, “Un viejo amor”, “Solamente una vez”… Bolívar Soloists (violoncelo, flauta, piccolo, violín, piano) e invitados (oboe, fagot, trompeta, viola, bajo, percusiones, guitarra, cuatro venezolano) en sonoridad de heterogéneos esquemas armónicos: “Bésame mucho”, pasajes de son cubano; “Cucurrucucú paloma”, guiños al huapango; “Solamente una vez”, danzoneo del motivo melódico y, a rebote percutivo, correría en la habanera; “Veracruz”, charangueo de síncopas del chachachá; “La cucaracha”, improvisaciones guaracheras con flauta en soplos jazzísticos… El intérprete de Verdi se pasea por todos los registros con enérgico fraseo y planteamiento de impecable técnica en los espacios de altura (tesitura). El falsete de “Cucurrucucú…”, inolvidable; los agudos en “Bésame mucho”, “Un viejo amor” o “El reloj”, espléndidos (precisas entradas y elocuente manejo de las unidades rítmicas del tiempo).

¡MEXICO!

Artista: Rolando Villazón & Bolívar Soloists Género: Canción popular mexicana Disquera: Deutsche Grammophon, Universal Music, 2010.


El Cult ural SÁBADO 16.04.2016

EL CORRIDO DEL ETERNO RETORNO

E L E S C R I TO R FA N TA S M A

11 Por

CARLOS VELÁZQUEZ

@charfornication

N

adie sospechaba que el responsable de True Detective era un autor con dos obras publicadas y no sólo un escritor de Hollywood. Pero es incuestionable que sin la existencia de la serie Nic Pizzolatto jamás habría sido traducido a nuestro idioma. Sus credenciales, calificado por la revista Poets & Writers como uno de los cinco mejores nuevos autores de ficción del año y ser postulado al Frank O’Connor International Short Story Award, no se reflejan en el contenido de su debut, La profundidad del mar amarillo. Una colección de cuentos no policiacos publicada en Black Salamandra (2015). Se trata de una minucia si se quiere, pero la suma de malentendidos le restan credibilidad a la propuesta. En conclusión: qué otra cosa podría hacer la editorial. De acuerdo, una obra no es valiosa por la colección en la cual aparece. Pero es un embuste. Si un fan de la literatura policiaca adquiere La profundidad del mar amarillo se sentirá defraudado. Un problema con La profundidad del mar amarillo es que todas las historias ya nos las han contado antes. Y de mejor manera. Se extraña la originalidad que caracteriza a la primera temporada de True Detective. Pareciera que existieran tres Pizzolatto. Quizá el cuento que más se acerca a True Detective sea el de “Pájaro fantasma”, que abre la colección. Narra la historia del cuidador de un parque quien por la noche se lanza desde una torre al vacío. Alimentando el mito del pájaro fantasma: el espíritu indio del trueno. Que se enreda sentimentalmente con una aprendiz de voladora. Mien-

LAS DEFICIENCIAS DE PIZZOLATTO HACEN QUE CONFORME SE AVANZA EN LOS RELATOS LA DECEPCIÓN DEL LECTOR VAYA EN AUMENTO. SUS TRAMAS CARECEN DE CONFLICTO, EN OCASIONES DE SENTIDO.

El sino del escorpión

tras lidia con un padre internado en un hospital psiquiátrico. El protagonista se aleja de la aprendiza porque reprueba sus deseos de imitarlo. Para al final continuar engordando su leyenda. Con un antidesenlace tan cursi que sabotea la atmosfera medio sobrenatural conseguida durante la narración. “La vigilia de Amy” trata sobre una mujer que se embaraza del novio de su hermana, para al final decidir que tendrá el hijo sola. “1987, en las carreras”, es la historia de un hijo que le da la espalda a su hijo una tarde en el hipódromo. “Dos orillas” es acerca de un hombre que desea descubrir si el hijo que llevaba una mujer en el vientre cuando fue asesinada era suyo. “La profundidad del mar amarillo” es la historia más atractiva del libro. Un entrenador de futbol va a Los Ángeles a rescatar a su hija de su profesión de actriz porno, acompañado por uno de sus estudiantes. “El gremio de ladrones, mujeres extraviadas y sunrise palms” es la historia de dos ladrones de poca monta, de los cuales uno recibe una paliza. “La plantilla” es el tormento de una madre a la que el hijo se le va de casa y trata de encontrarlo grafiteando con una plantilla que encuentra en su habitación. “Tierra acosada” resume el encuentro entre dos adolescentes que tienen sexo en una ciudad donde supuestamente se aparecen ovnis. Este ejemplifica mejor que ninguno las limitaciones de Pizzolatto. Concluye cuando el padre del chico (que cree en extraterrestres) se mira fijamente con su hijo (no creyente), pero sin evidenciar

ningún conflicto entre ambos. Lo cual le resta toda la carga simbólica que este acto podría tender dentro de la trama. “Nepal”, más que un cuento es una novela corta. La de un vidriero que realiza un vitral en un castillo. Tan fuera de su temas, que surge un cuarto Pizzolatto, más cercano a Borges. Las deficiencias de Pizzolatto hacen que conforme se avanza en los relatos la decepción del lector vaya en aumento. Sus tramas carecen de conflicto, en ocasiones de sentido. Impera la sensación de que se trata de pasajes de algo más. Se sospecha que la intención original de los textos no era el género del cuento. Parece que Pizzolatto inició novelas a destajo y las dejó inconclusas. Y las reunió todas en un volumen. Para convertir su libro en el modelo de cómo no se debe escribir cuentos. No existe ninguno que como mínimo esté redondeado. Existe cierta profundidad, a la que hace alusión el título, lo que sucede en el mar amarillo del día. Pero en esa profundidad prevalece el desconcierto. Los cuentos de Pizzolatto son confusos. No conducen al vacío que pretenden retratar. Es como si el escritor no estuviera ahí. Confía ciegamente en el estilo y se olvida de las estructuras. Pero su estilo no sostiene su empresa narra. Nic Pizzolatto es un escritor fantasma. Aunque ambienta sus historias en el sur de Estados Unidos, es difícil identificar la huella de otros autores en él, aunque se esfuercen por compararlo con algún grande. Pizzolatto es creador de series, pero no un narrador.

Por ALEJANDRO DE LA GARZA

En el alma mater HASTA LA RENDIJA donde se oculta en lo alto del muro llegan al escorpión las consignas: “¡Diálogo!”, “¡Okupa Che!”, “¡Desokupa Che!”... Ante tanta enjundia, el arácnido revive sus fiebres universitarias de hace cuarenta años, cuando tuvo el privilegio de recibir educación superior en la unam . La agitación y la movilización por causas variadísimas son parte esencial de toda verdadera universidad, y ya ni las tías católicas se espantan porque unos cuantos estudiantes encapuchados hagan desmanes de vez en cuando. Pero la situación actual tiene peculiaridades, insiste el venenoso, y abrevia: llega el nuevo rector Enrique Graue Wiechers y se pregunta: ¿Por qué si Juan Ramón de la Fuente utilizó a la policía para desalojar a los universitarios huelguistas en febrero del 2000, no recuperó luego

el auditorio Justo Sierra/Che Guevara? ¿Por qué tampoco se hizo nada durante el rectorado del hoy secretario de Salud, José Narro? Tras dieciséis años de inacción, el flamante rector decidió echarse ese trompo a la uña y pretextando otro acto de agitación con algo de violencia realizado por los okupas, llevó el asunto al terreno de “la dignidad universitaria”. Al escorpión le suena exagerado el asunto, más si revisa la agenda del rector, donde figuran pendientes importantes como la exigencia de demolición de un edificio de la Facultad de Ciencias Políticas recién terminado, el cual altera de manera definitiva el horizonte y entorno del Espacio Escultórico, diseñado como un ámbito donde se puede observar 360 grados a la redonda sin interferencias visuales como ese aparatoso y vulgar mamotreto, “construido sin gusto ni cui-

dado” (Teodoro González de León dixit). Y esto por no hablar de los problemas de fondo de la unam : institución con cerca de 250 mil alumnos, 30 mil empleados sindicalizados y 40 mil académicos, de los cuales 80 por ciento tiene contratos temporales y salarios míseros por hora, mientras las plazas escasean. ¿Tendría sentido añadirle al problema los 121 mil alumnos rechazados esta semana y los apenas 12 mil aceptados? Algo huele mal en El Pedregal y urge la reorganización del gigantesco aparato universitario. Por todo ello, al arácnido le parece menor el asunto del auditorio, y antes de volver encapuchado a su nido grafitea en la pared la exigencia de una solución política, pues el riesgo de polarizar a los universitarios y de otra intervención policiaca sólo abonaría el conflicto.

ALGO HUELE MAL EN EL PEDREGAL Y URGE LA REORGANIZACIÓN DEL GIGANTESCO APARATO UNIVERSITARIO.


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E Ell Cultural C u lt u ral SÁBADO 16.04.2016

ALBERTO MANGUEL “EL ÉXITO NO PUEDE IMITARSE” Alberto Manguel (Buenos Aires, 1948) se ha involucrado en todo el proceso del libro: fue editor y lector para editoriales como Gallimard o Les Lettres Nouvelles; después se convirtió en traductor y crítico literario; en un autor cuya obra ensayística y prosística emanan un

valor estético. Ha publicado novelas como Stevenson bajo las palmeras y La puerta de marfil, y ensayos como Nuevo elogio de la locura, Elogio de la lectura y Una historia de la lectura, entre otros. Muy joven, Alberto Manguel conoció a Borges en la librería

Pygmalión, y a partir de ahí se forjó una relación intelectual. El próximo junio, como un eterno retorno nietzscheano, Manguel asumirá el puesto que un día el autor de El Aleph ocupó: la dirección de la Biblioteca Nacional de Argentina.

Por

ESGRIMA ¿Qué le espera al asumir el cargo en la Biblioteca Nacional de Argentina? He escrito mucho sobre libros y bibliotecas, y espero poner en práctica algunas de mis ideas. Ahora me voy a encontrar en medio de la realidad material de ese tema. Es un poco como si yo hubiese estado leyendo Los viajes extraordinarios de Julio Verne, y de pronto me encuentro en un viaje al corazón del Amazonas. Me voy a enfrentar a problemas insospechados. No voy a tomar este cargo con una misión ya preparada de antemano, sino que voy a hacer preguntas, a escuchar, a tratar de armar un mapa cuando esté allí. Su regreso a Argentina para ocupar ese cargo parece un eterno retorno borgiano. ¿Cómo negarme a ocupar el sillón que ocupó Borges, que es tan central en mi vida? Al mismo tiempo esto provoca una especie de espanto, es como ir de lo sublime a lo ridículo, yo en esa posición. Espero que ese acto que puede ser considerado de arrogancia, se convierta en acto de homenaje a Borges, haciendo yo mi trabajo como es debido, si me dejan hacerlo. ¿Qué dejó para tomar el cargo? Estaba escribiendo dos libros cuando me hicieron esta propuesta, uno era un libro sobre el fin de mi biblioteca, porque, al mismo tiempo que me ofrecieron el cargo, yo había cerrado mi biblioteca en Francia, había empaquetado los libros y están embodegados, como vivos enterrados. El segundo es un encargo sobre el filósofo medieval Maimónides, una figura muy importante porque en medio de una atmósfera de represión, de extremismo ideológico, él seguía creyendo en el poder de la razón humana: la lucha más difícil. Bertrand Russell, al cumplir noventa años, dijo que toda su vida siempre le habían dicho que era un ser racional: pero nunca tuvo pruebas de ello. Hoy se prefieren bancos en lugar de bibliotecas. Los edificios que construimos, como todo lo que hacemos, tiene un valor material y un valor simbólico:

ALICIA QUIÑONES

la biblioteca, el banco, la escuela... y la sociedad decide dónde colocarlos. En la Ciudad de México tienen lo que yo considero la biblioteca contemporánea más hermosa y funcional del mundo: la Biblioteca Vasconcelos. Para mí, esa obra denota la inteligencia del arquitecto que creó un espacio donde el lector está enfrentado al mundo de los libros y al mundo en sí; es una idea muy antigua en el mundo judeocristiano: Dios creó el mundo y creó el libro del mundo. Esa idea también la reflejan las tradiciones indígenas. En Nueva York, por ejemplo, el edificio principal no es la biblioteca, sino el centro financiero, es por eso que el atentado del 11 de septiembre no sucedió en la Biblioteca Pública, sino en las Torres Gemelas. Se dice que hay una desmedida producción de libros, uno cada treinta segundos, y más escritores que lectores. Bueno, creo que no es para tanto. Es cierto que se escribe y publica mucho. Las tecnologías modernas permiten una producción mucho mayor que antes. En el fenómeno de la lectura cada lector elige lo que quiere leer, encuentra libros por casualidad o recomendación y elige. Guardando las distancias, en la Edad Media se escribían muchos textos que nosotros consideramos fundamentales, finalmente muy pocos en relación a lo que se escribió. Porque, consciente o inconscientemente, los lectores emitimos juicios, decimos que Rulfo será recordado y cientos de escritores contemporáneos de Rulfo serán olvidados. Eso es inapelable: el fantasma del escritor no puede ir y posarse en el hombro del lector y decirle: “Por favor, recuérdame, considérame un clásico”. Los lectores somos jueces severísimos. El mercado es, al mismo tiempo, una bendición y una maldición. El mercado siempre fue problemático en el mundo de la literatura.

EL FANTASMA DEL ESCRITOR NO PUEDE IR Y P OSARSE EN EL HOMBRO DEL LECTOR Y DECIRLE: ‘P OR FAVOR, RECUÉRDAME, CONSIDÉRAME UN CL ÁSICO’.”

En el siglo I, Marcial se quejaba de que ya nadie compraba sus poemas y de que los libreros que copiaban sus poemas, no querían seguir haciéndolo porque ya no era negocio. El problema es distinto en cada época y el mismo también. El mismo porque la ambición de ser conocido y de vender nunca alcanza el nivel de la realidad. La realidad siempre está por debajo de lo que uno quisiera vender. Pero es distinto en el sentido de que los problemas que enfrentaban los editores y libreros del siglo XIX no son los que enfrentamos ahora. Se ha desarrollado en la literatura la idea de una fórmula para escribir un libro que sea exitoso, y esta fórmula, que cambia momento a momento, está basada en los libros que han tenido éxito sin recurrir a la fórmula. Cuando Umberto Eco escribe El nombre de la rosa, y el libro se convierte en best seller, comienzan a aparecer cientos de novelas policiales, históricas, contadas en conventos en lugar de monasterios. El asunto era imitar lo que tuvo tanto éxito. El problema es que el éxito no puede imitarse. ¿Qué hacer?, seguir confiando en el azar, que siempre determina el destino de un libro. ¿Qué debería conformar una política pública en pro de la lectura? El problema es que un programa político que se ocupe de la lectura tiene que ocuparse al mismo tiempo de cambiar ciertos valores en la sociedad; una política en cuyo centro esté la voluntad de crear consumidores será una muy mala promotora de la lectura, porque los valores son contrarios. No conozco ningún país — quizás algunos países escandinavos— donde la lectura se divulgue y promocione como actividad central del ciudadano con el fin de reflexionar y comunicarse. Arte digital > FERNANDO MONTOYA >La Razón


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