José Emilio Pacheco

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Un autor fundamental de la lengua española del Siglo XX Por Rafael Pérez Gay Ayer a estas horas tenía frente a mí un altero de libros que he conservado a través de mudanzas, diversos anaqueles, polvo a mansalva y el taladro de los años. Han sobrevivido también al robo, a los préstamos con que vuelan para siempre los libros, incluso al olvido. No ha sido fácil sacarlos de los entrepaños, me subí en un banco. Tardé un buen rato buscando un título que se escondió detrás de otro escritor, como si de verdad quisiera ser anónimo. Son los libros de José Emilio

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Pacheco. Regreso ahora a uno de ellos que representa para mí una época, un tiempo que subía un telón detrás del cual asomaba en la escena una visión del mundo, una forma de vida. Me refiero a No me preguntes cómo pasa el tiempo. No hablo de ese libro contenido en la poderosa reunión de la poesía de José Emilio Pacheco, Tarde o temprano. Poesía 1956-2000 (FCE, 2000), sino del ejemplar de portada verde con las letras caladas que publicó Joaquín Mortiz en el año de 1977. págs. 30 y 31

lunes 27 de enero de 2014 » Nueva época » Año 5 Número 1455

Precio » $5.00

No amo mi patria. Su fulgor abstracto es inasible. Pero (aunque suene mal) daría la vida por diez lugares suyos, cierta gente, puertos, bosques de pinos, fortalezas, una ciudad deshecha, gris, monstruosa, varias figuras de su historia, montañas -y tres o cuatro ríos.

Alta traición

muere josé emilio pacheco

El gran poeta discreto Ganador de los premios Cervantes y Reina Sofía, el autor de Morirás lejos y Las batallas en el desierto y del poema “Alta traición“ falleció ayer a los 74 años; la dimensión de su obra, universalmente reconocida, nunca impactó en su personalidad: siempre fue un hombre sin vanidad. págs. 26 a 31


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EL gran POETA DISCRETO

La Razón|Lunes 27.01.2014

(1939-2014)

víctima de un paro cardiorrespiratorio

Murió el escritor sencillo, limpio, sin pompa ni protocolo Por Pamela Aguilar > pamela.aguilar@razon.mx

Dos días en observación Sábado La mañana del 25 de enero ingresó al Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán debido a un golpe que sufrió en la cabeza tras una caída. Médicos del lugar aseguraban que su situación era grave; se encontraba en terapia intensiva.

Domingo A las 16:30 de la tarde la hija del escritor aseguró que su padre no estaba en terapia intensiva, su situación es estable. Permanece sedado.

A las 18:40 horas Laura Emilia Pacheco dio a conocer que José Emilio Pacheco había fallecido alrededor de las 18:20 a causa de un paro cardiorrespiratorio.

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a tarde de este domingo la literatura mexicana perdió a uno de sus más grandes exponentes, de los más sencillos, de los más limpios: José Emilio Pacheco falleció a las 18:20 horas a causa de un paro cardiorrespiratorio, en el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán. “Con enorme pesar tengo que decirles que mi padre murió hace unos 20 minutos. Se fue muy tranquilo, se fue en paz, murió en la raya como él hubiera querido”, señaló Laura Emilia Pacheco, hija del autor, al dar a conocer la noticia.

La esposa del periodista, Cristina Pacheco, no ha dado declaraciones, Sin embargo, amigos e instituciones le han brindado su apoyo, a través de redes sociales.

josé emilio pacheco fue internado en el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán a causa de un golpe en la cabeza; será velado hoy en el Colegio Nacional a partir de las 12:00 horas; tenía 74 años de edad

Laura Emilia Pacheco Hija del escritor

El autor de No me preguntes cómo pasa el tiempo se encontraba internado debido a un golpe en la cabeza que sufrió por una caída durante la mañana de sábado 25 de enero. Horas antes del fallecimiento Laura Emilia informó a los medios que el escritor se hallaba estable, pero que permanecía sedado y en observación. Emilia Pacheco, quien siempre se mantuvo acompañada de su esposo, Fernando García Ramírez, y del editor Marcelo Uribe, agradeció el interés de quienes se mantenían al pendiente de la salud de su padre y aseguró: “El viernes terminó de escribir su Inventario, que dedicó a un amigo querido, que era ra de literatura del INBA, visitó el lugar Juan Gelman. Eso es lo que hacía todas para brindar apoyo a Cristina Pacheco, las noches”. la esposa del ensayista. “Es un momenSegún indica la vocera de la familia, el to muy difícil, yo creo que Jose Emilio autor, reconocido por diarios extranjeros Pacheco es una de las figuras más quecomo el “último mejor de las letras mexi- ridas que hay en el ámbito intelectual y canas”, se acostó para dormir el pasado literario, su obra es bien conocida más 24 de enero, pero ya no despertó, el golpe allá de nuestras fronteras, ha impactado lo mantuvo inconsciente hasta su último a muchísimas generaciones de lectores suspiro. mexicanos. No creo que haya alguien de Antes de dar a conocer la noticia del los que nos rodean que no haya crecido deceso del autor de El principio del pla- con un poema o con Las batallas en el decer, su hija aseguró que, como gesto de sierto”, afirmó De la Garza. agradecimiento, José Emilio Pacheco se Por petición de los familiares, los reshubiera sentido hasta apenado con las tos permanecieron toda la madrugada de personas que se dieron cita en el hospital, este lunes en las instalaciones del Instipendientes de su situación. “Conocién- tuto Nacional de Ciencias Médicas y Nudolo estoy segura que diría que lo perdo- trición. Con la finalidad de que amigos, naran por echarles a perder su familiares y sobre todo sus lecdomingo; estoy segura que les tores se despidan del poeta, la diría eso”, dijo. heredera de José Emilio PacheInstantes previos al último co invitó al público en general informe por parte de la familia, años tenía el tam- al velorio, que se realizará hoy bién periodista a partir de las 12:00 horas en el Stasia de la Garza, coordinado-

Con enorme pesar tengo que decirles que mi padre murió hace unos 20 minutos. Se fue muy tranquilo, se fue en paz, murió en la raya como él hubiera querido”

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Colegio Nacional, del cual el intelectual, nacido el 30 de junio de 1939, fue miembro desde 1986 hasta su muerte. Mientras su hija fue la encargada de la comunicación referente a su condición de salud y, posteriormente, a su deceso, su esposa prefirió el silencio y no dio declaraciones sobre el fallecimiento del ícono de la poesía latinoamericana. José Emilio Pacheco, ganador del Premio Cervantes en 2009, siempre fue fiel a su convicción con lo tradicional, con la pluma, y el lápiz, con la escritura clásica. “La lengua en que nací constituye mi única riqueza”, decía el escritor mexicano. Esa fue una de las razones por la cual se mantuvo alejado de las redes sociales. No tenía no Twitter ni Facebook; no obstante, fue ahí donde se generaron miles de reacciones por su fallecimiento. Escritores, políticos, instituciones, cantantes, artistas, periodistas, lectores, amigos... nadie se escapó de recordar a uno de los grandes pensadores de México y de lamentar su adiós. El presidente Enrique Peña Nieto fue uno de los primeros en expresar su pésame. “Ha fallecido un gran representante de nuestra literatura. México extrañará al gran escritor José Emilio Pacheco. Descanse en paz”, escribió en Twitter el jefe del Ejecutivo Federal. El gremio cutural del país se despidó vía redes sociales de uno de sus principales representantes; Rafael Tovar y de Teresa, títular de Conaculta, Consuelo Sáizar, ex directora de ese organismo, y Marisol Schulz, directora de la FIL, coincidieron al señalar el vacío irreparable que deja la pérdida del autor. “El fallecimiento de José Emilio Pacheco es una inmensa pérdida para las letras universales”, escribió Tovar y de Teresa. Muchos de sus lectores y amigos aseguraron que el mejor homenaje que se le puede realizar al poeta es recordar su obra, por lo cual las redes se inundaron de fragmentos de sus novelas, de sus cuentos, de sus poemas... de entrevistas, de anécdotas. Incluso el grupo Café Tacuba subió el video de “Las batallas”, canción inspirada en una de las obras más importantes y reconocidas de José Emilio Pacheco, Las batallas en el desierto.

José Emilio Pacheco, en foto de archivo de 2009, el día en que recibió el premio Cervantes en España.

en el ámbito periodístico, otra de sus pasiones, José Emilio Pacheco escribía la columna Inventario para la revista Proceso —de la cual es fundador— y también para el periódico Excélsior.


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Las reacciones

Políticos, instituciones, artistas, escritores, periodistas, amigos y lectores dieron su adiós a José Emilio Pacheco a través de mensajes en Twitter, una herramienta a la que el poeta mexicano jamás se acercó.

En política Enrique Peña Nieto Presidente de México

Ha fallecido un gran representante de nuestra literatura. México extrañará al gran escritor José Emilio Pacheco. Descanse en paz”

Miguel Ángel Mancera Jefe de Gobierno del DF

Rosario Robles Titular de Sedesol

Lamento la muerte de José Emilio Pacheco, es una gran pérdida para la literatura de nuestro país. Descanse en paz”

Murió un ícono de la literatura mexicana. Una gran pérdida para nuestro país la muerte del gran José Emilio Pacheco”

Consuelo Sáizar Ex titular de Conaculta

Alberto Chimal Escritor mexicano

En cultura Rafael Tovar y de Teresa Titular de Conaculta

El fallecimiento de José Emilio Pacheco es una inmensa pérdida para las letras universales. Mi pésame a sus deudos” Ángeles Mastretta Escritora

Hasta luego, José EmiHa muerto en la ciudad “ lio. Abrazo a Cristina, a de “ México el escritor José Laura Emilia, a Cecilia” Emilio Pacheco. Una noticia muy triste”

Guillermo Arriaga Guionista de cine

Marisol Schulz Directora de la FIL

Emilio, querido, con ganas de abrazarte, de bendecir lo ojos con que oías, el último poema que escribiste...”

Murió José Emilio Sólo puedo pensar en Pacheco, una pérdida muy la tristeza y en la orfandad lamentable para la literaen la que nos deja la muertura. Que el homenaje pós- te del poeta” tumo sea leerlo de vuelta”

Cristina García Cepeda Directora del Instituto Nacional de Bellas Artes

Bellas Artes

Héctor Aguilar Camín Escritor

de José Emilio Pacheco, ganador de la Medalla Bellas Artes 2009”

Mastretta para Cristina y sus hijas”

Lamento la pérdida un gran hombre y un gran escritor. Mi cariño y solidaridad a Cristina y a sus hijas. Descanse en paz José Emilio Pacheco”

La comunidad artístiGran pesar por la muer“ ca está de luto. El INBA “ te de José Emilio Pacheco. lamenta el fallecimiento Mi pésame y el de Ángeles

En los medios Carlos Loret de Mola Periodista

José Cárdenas Periodista

Mi pésame a Cristina Pacheco a la muerte de su José Emilio de siempre”

Descanse en paz el entrañable José Emilio Pacheco. Abrazo a Cristina”

Descansa ya José Emilio Pacheco, el poeta indignado. Sus letras quedan como un privilegio”

León Krauze Periodista

José Ramón Fernández Periodista

Javier Solórzano Periodista

odio’ Descanse en Paz José Emilio Pacheco, el poeta sin twitter”

Emilio Pacheco ya se le extraña”

Joaquín López Dóriga Periodista

“ “

Foto> AP

Extrañaré mucho la voz de José Emilio Pacheco. Descanse en paz”

‘El amor es una enferPersonaje sensible, “ medad en un mundo en inteligente, “ extraordinario que lo único natural es el escritor, discreto. A José

Su legado es universal

La importancia de la obra de José Emilio Pacheco trascendió fronteras, lo cual se reflejó ayer, cuando su muerte ocupó espacios en los diarios más importantes de España.

El diario ABC rememoró el premio Cervantes ganado por el escritor mexicano.

La versión en línea del periódico El Mundo, también recordó a José Emilio.

El diario El País dio como nota principal en su portal la muerte del poeta.


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EL gran POETA DISCRETO

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Dedica sus últimas líneas a Juan Gelman

Hombre de lo coloquial, de p Su primera obra fue Los elementos de la noche, en 1963; fue traductor de Tennessee Williams, T. S. Eliot, Lewis Carroll, Oscar Wilde, entre otros; recibió el Ariel a Mejor Historia Original por El Castillo de la pureza Por Pamela Aguilar > pamela.aguilar@razon.mx

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na mañana de 1947, cuando tenía ocho años, José Emilio Pacheco asistió al Palacio de Bellas Artes, para observar la adaptación musicalizada de El Quijote, dirigida por Salvador Novo. Aquel espectáculo lo llevó a decidir su vocación: escritor. Desde entonces, Pacheco exploró con las letras los géneros de la lírica, la narrativa, la traducción y el periodismo, por más de seis décadas, para convertirse en un narrador de lo cotidiano. En 1963 publicó su primer libro, Los elementos de la noche. Egresado de Filosofía de la Universidad Nacional Autónoma de México, Pacheco se convirtió en traductor de autores, como Tennesse Williams, T. S. Eliot, Oscar Wilde, Hans Christian Andersen, Samuel Beckett y Lewis Carroll. Como ensayista publicó El derecho a la lectura, 1984, y La hoguera y el viento, 1994. Escribió cuentos como La sangre de Medusa (1955), El viento distante (1963) o El principio del placer (1973). Publicó novelas como Las batallas en el desierto (1981). Sin embargo, gran parte de su vida la dedicó a la poesía, la cual en apariencia es sencilla, pero es más bien compleja y profunda llena de fatalidad y de ironía. Entre sus novelas más reconocidas está Morirás lejos (1967), que en letras de Carlos Fuentes “es una obra que aborda un tema que hubiese parecido vedado a un novelista latinoamericano: la suma de instancias históricas, la destrucción de Jerusalén por las regiones romanas de Tito y el holocausto de los judíos en los campos nazis”. En su trabajo Pacheco abordó temas como el paso del tiempo, la vida, la muerte y el compromiso social, siempre situando al lector en su amada ciudad de México, pues aseguraba que gracias a la poesía “uno descubre cosas a las que no llegaría de otra manera”. El mexicano se convirtió en ganador de prestigiosos galardones como el Premio Miguel de Cervantes —el más importante de la literatura española­­— el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, el Octavio Paz, el Pablo Neruda en Chile, el Xavier Villaurrutia, el García Lorca, el José Asunción Silva en Colombia, el Nacional de Poesía, o el primer Premio Iberoamericano de Letras José Donoso. Fue colaborador de prensa con la columna Inventario, que publicó en la revista Proceso y en el diario Excélsior. Y participó en Novedades, Revista Mexicana de Literatura, Diálogos, El He-

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josé emilio pacheco

Su legado Lírica

Los elementos de la noche (1963)

El reposo del No me Irás y no fuego (1966) preguntes volverás cómo pasa el (1973) tiempo (1970)

Islas a la deriva (1976)

Desde entonces (1979)

Los trabajos Miro la tierra Ciudad de del mar (1987) la memoria (1984) (1990)

El silencio de la luna (1996)

La arena errante (1999)

Siglo pasado Tarde o (2000) temprano (1958-2009)


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e pesar, metáfora y erudición El día que recibió el Premio Cervantes La máxima distinción para un escritor de la lengua española, el Premio Cervantes, le fue entregada el 23 de abril de 2009 al poeta mexicano José Emilio Pacheco. “Mi objetivo en la vida y en la literatura es tratar dentro de mis limitaciones de escribir lo mejor posible. Todas mis ambiciones –no soy una blanca paloma, tengo ambiciones también– están dentro de la literatura. Tengo una ambición muy clara, que es una locura, casi como querer ser famoso o poderoso, y es la de querer escribir bien”, dijo el también traductor en una entrevista tras recibir el galardón. El premio, dotado con 125 mil euros, se concede anualmente a la figura que, con el conjunto de su obra, haya contribuido a enriquecer el legado literario hispánico. “Un poeta excepcional de la vida cotidiana”, dijo el jurado en aquel año, al reconocer “su capacidad de crear un mundo propio”. El galardonado otorgó el dinero a clínicas y hospitales, y justificó: “ese es mi porvenir más inmediato”.

Poemas indispensables

“Alta traición”

No amo mi patria. Su fulgor abstracto es inasible. s o P ero (aunque suene m u “Antig al) da rí a la vi da s ro compañe por diez lugares suyo s, ” n e n ú cierta gente, se re puertos, bosques de a pinos, tr on 
c llo ue aq fortalezas, Ya somos todo veinte una ciud lo que luchamos a los ad deshecha gris, monstruosa, , años. varias figuras de su historia, montañas -y tres o cuatro ríos .

raldo de México, Plural, Vuelta, Letras Libres, La Cultura en México o Siempre!, en las que dio a conocer aspectos desconocidos de la vida cultural mexicana de los siglos XIX y XX. A la par de la creación literaria, se desempeñó como profesor en universidades de Estados Unidos, Canadá e Inglaterra. Su trabajo trascendió más allá de los libros. En 1973 compartió con Arturo Ripstein el Ariel a la Mejor Historia Original por El Castillo de la pureza. El teatro dio vida a sus personajes, pues Vicente Leñero realizó la adaptación de Las batallas en el desierto y Alberto Isaac dirigió la película llamada Mariana, Mariana. Además ésta misma historia inspiró al bajista del grupo mexicano Café Tacvba, Enrique Rangel, para escribir la letra de la canción “Las batallas”, la cual aparece en el primer álbum de la banda. En 2010 la Asamblea Legislativa del Distrito Federal le otorgó la Medalla de Oro al Mérito Artístico y también la UNAM lo distinguió con el Doctorado Honoris Causa por ser figura central de la poesía en español de los últimos 50 años. El intelectual nacido el 30 de junio de 1939 fue miembro del Colegio Nacional desde 1986. Las últimas palabras que escribió las dedicó a su amigo, Juan Gelman, quien falleció el 14 de enero de este mismo año, sin saber que aplicarían para sí mismo: “Por dejar una huella radiante que no se borrará”.

La sangre de Medusa y otros cuentos marginales (1959)

Entre los principales reconocimientos a su labor como poeta y ensayista están: Premio Magda Donato 1967, por Morirás lejos Premio Nacional de Poesía Aguascalientes 1969, por No me preguntes cómo pasa el tiempo Premio Xavier Villaurrutia 1973 , por El principio del placer Premio Nacional de Periodismo de México 1980 Premio Nacional de Ciencias y Artes 1992 Premio Iberoamericano de Letras José Donoso 2001 Premio Internacional Octavio Paz de Poesía y

Ensayo 2003 Premio de Poesía Iberoamericana Ramón López Velarde 2003 Premio Internacional Alfonso Reyes 2004 Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda 2004 Premio Internacional de Poesía Ciudad de Granada Federico García Lorca 2005 Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 2009 Premio Alfonso Reyes, del El Colegio de México, en octubre de 2011

El grupo que dio paso a la cultura urbana y cosmopolita José Emilio Pacheco perteneció a la Generación de Medio Siglo y compartió escaparate con Sergio Pitol, Salvador Elizondo, Jorge Ibargüengoitia...

Por Lizeth Gómez De Anda > lizeth.gomez@razon.mx

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as historias rurales, el nacionalismo y las andanzas revolucionarias, características de los años treinta se empezaron a diluir en la década de los 50 para dar paso a una cultura de carácter urbano y cosmopolita, la cual gestó la Generación de Medio Siglo. En ella José Emilio Pacheco y otras plumas, como Inés Arredondo, Salvador Elizondo, Sergio Pitol, Juan Vicente Meló, José de la Colina y Jorge Ibargüengoitia, encontraron su escaparate. “A los escritores de la Generación de Medio Siglo los une la exigencia literaria y el hecho de ser un escritor de calidad, independientemente de ser mexicano. Ellos nunca apostaron por lo mexicano. Se apuesta por la temática universal, la actitud abierta, cosmopolita, que contradice al indígena, al charro, al nopal y toda esa imagen mexicana del machote y el sombrero”, describió la filóloga de la Universidad Nacional Autónoma de México, Claudia Albarrán. A la par de los intereses mutuos y la vocación crítica, hubo también una serie de publicaciones literarias que ayudaron a promover y facilitar su integración, como la revista de la

Narrativa

Como la La edad de lluvia (2009) las tinieblas (2009)

Premios

cual tomaron su nombre y en la que el propio José Emilio inició su carrera como escritor en 1956, y la Revista Mexicana de Literatura, que sirvieron de consolidación de sus miembros. “Su propósito fue el de abrir sus páginas tanto a manifestaciones literarias nacionales como extranjeras, con el objeto de contrarrestar la tendencia nacionalista que subsistía en la cultura mexicana”, escribió Armando Pereira en el artículo La generación de Medio Siglo: un momento de transición de la cultura mexicana. Pero el grupo de escritores también se vio favorecido por el Centro Mexicano de Escritores, que acogió a poetas dramaturgos, cuentistas y novelistas y que dio como fruto joyas de la literatura mexicana: La región más transparente (Carlos Fuentes), Farabeuf (Salvador Elizondo), Balún Canán (Rosario Castellanos) y Los elementos de la noche (José Emilio Pacheco). En 1967 hubo diferencias entre miembros por las acusaciones de que Emmanuel Carballo, Juan Vicente Meló, Juan García Ponce y Huberto Batís eran parte de una mafia para acaparar las publicaciones. La debilidad del grupo y la llegada de la literatura de la onda terminó por enterrar el movimiento, aunque su legado literario ya estaba escrito... y publicado.

Armando Pereira Filólogo

Su propósito fue el de abrir sus páginas, con el objeto de contrarrestar la tendencia nacionalista que subsistía en la cultura mexicana”

Traducciones

El viento distante (1963)

Morirás lejos El principio (1967) del placer (1972)

Las batallas en el desierto (1981)

Cuatro Cómo es, cuartetos, de de Samuel T. S. Eliot Beckett

Vidas De imaginarias, profundis, de de Marcel Óscar Wilde Schwob

Un tranvía llamado deseo, de Tennessee Williams


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EL gran POETA DISCRETO

La Razón|Lunes 27.01.2014

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José Emilio Pacheco Por Rafael Pérez Gay

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scribo estas líneas aturdido aún por la noticia de la muerte de José Emilio Pacheco. Estoy convencido de que ha muerto un hombre de letras de principio a fin, uno de los más grandes escritores de México y, no exagero, uno de los autores fundamentales de la lengua española del siglo XX. De ese tamaño. Tuve la suerte de conocerlo y de ser su seguidor, no me apena: fui su seguidor siempre, y lo sigo siendo. Hace tiempo, no sé cuánto, de verdad, Enrique Serna, Héctor de Mauleón y yo participamos en una mesa en homenaje a José Emilio en la UAM. Recuerdo que mi hermano, que admiraba tanto como yo a José Emilio, me pidió asistir. Llegamos en silla de ruedas, no los dos, sólo mi hermano. José Emilio y Cristina fueron generosos y solidarios con mi hermano. José Emilio estaba cansado de tanta lectura, pero vino a oírnos. Tiempo después encontré a José Emilio en algún asunto de la vida pública y hablamos de la muerte de mi hermano. Quedamos de vernos, pero la cita ha quedado pendiente. Si no mal recuerdo, nunca publiqué el texto que sigue, créanme, no he puesto ni quitado una coma.

Ayer a estas horas tenía frente a mí un altero de libros que he conservado a través de mudanzas, diversos anaqueles, polvo a mansalva y el taladro de los años. Han sobrevivido también al robo, a los préstamos con que vuelan para siempre los libros, incluso al olvido. No ha sido fácil sacarlos de los entrepaños, me subí en un banco. Tardé un buen rato buscando un título que se escondió detrás de otro escritor, como si de verdad quisiera ser anónimo. Son los libros de José Emilio Pacheco. Regreso ahora a uno de ellos que representa para mí una época, un tiempo que subía un telón detrás del cual asomaba en la escena una visión del mundo, una forma de vida. Me refiero a No me preguntes cómo pasa el tiempo. No hablo de ese libro contenido en la poderosa reunión de la poesía de José Emilio Pacheco, Tarde o temprano. Poesía 19562000 (FCE, 2000), sino del ejemplar de portada verde con las letras caladas que publicó Joaquín Mortiz en el año de 1977. Ahí estaba uno de los volúmenes del tiro de 2 mil ejemplares que ordenó el editor para una segunda edición, la primera se publicó en 1969. El tiraje salió de la imprenta en paquetes que fueron puestos en un camión propiedad de los talleres Litoarte, situados en Ferrocarril de Cuernavaca. El tiro se entregó en las oficinas de la editorial, Tabasco número 106. Desde luego, esa ciudad ha desaparecido, sólo queda algo de ella en nuestra memoria. Somos las ciudades que hemos perdido. Ahora me doy cuenta de que también somos en parte algo de esos poemas leídos en voz alta en la noche, detrás de la cortina de humo de cigarrillos Del Prado y de nuestros primeros sueños de juventud. Si uno dobla la tapa verde puede leerse lo siguiente: Pertenezco a una era fugitiva, mundo que se desploma ante mis ojos. Piso una tierra firme que vientos y mareas erosionaron antes de que pudiera Levantar su inventario

Atrás quedan las ruinas cuyo esplendor mis ojos nunca vieron. Ciudades comidas por la selva, y en ella nada puede reflejarme, Mohosas Piedras en las que no me reconozco. Como no puedo traer aquí al joven que leyó No me preguntes cómo pasa el tiempo tengo que recordarlo leyendo esas páginas de poesía. La vida pública había irrumpido por primera vez con toda su fuerza en la vida privada de aquellos jóvenes que se acercaban a los 20 años y que despedían al régimen de Luis Echeverría y escuchaban por primera vez las palabras devaluación, inflación, crisis. Al mismo tiempo, esos pliegos de papel cosidos y pegados con hot melt reproducían las imágenes de una visión del mundo cuyo centro afirmaba que la literatura no aceptaba menos que la entrega de la vida. José Emilio Pacheco fue el emblema de esa idea. Pasaron los años y esa idea se convirtió en una realidad: Pacheco es nuestro hombre de letras por antonomasia. La memoria hace con nosotros lo que le da la gana. Si no mal recuerdo ese libro verde llegó a la casa por la vía rápida del entusiasmo que José María Pérez Gay y Héctor Aguilar Camín habían puesto en los libros de Pacheco. Yo lo hice mío. Compré varios ejemplares en la librería Hamburgo, que pachequianamente ya no existe, y los regalé tantas veces que durante un tiempo me quedé sin ese libro verde. Cuando leí No me preguntes cómo pasa el tiempo, desde luego Pacheco ya era un poeta en toda la forma, su aventura poética se inició en los años sesenta con dos libros: Los elementos de la noche (1963) y El reposo del fuego (1964), una poesía borgeana, un lugar en el que las metáforas aspiraban a que la sonoridad transmitiera emociones. Con ese poeta convivían un narrador hecho y derecho, un periodista cultural de fuste, un traductor de día y de noche. Los setenta fueron una década desaforada para Pacheco. Después de ese libro leí la se-

Somos las ciudades que hemos perdido. Ahora me doy cuenta de que también somos en parte algo de esos poemas leídos en voz alta en la noche, detrás de la cortina de humo de cigarrillos Del Prado y de nuestros primeros sueños de juventud José Emilio tocó a la puerta y esperó en la calle. Mi madre lo vio y antes de que mi hermano saliera a encontrarse con él, le dijo: ese muchacho debe ser un Abreu. Ese día nos enteramos de que nuestra abuela Hermilda Abreu Cladera y su madre doña Carmela Berny Abreu fueron primas hermanas

gunda edición de Irás y no volverás (FCE, 1976) y subrayé entre otras estas líneas: El tiempo entero es muda mutación Celebremos El peso de los años El que fui tenazmente repite sus palabras en un teatro sin nadie Ya no hay nada que pueda alimentarte poesía Muérete de ti misma o por favor ya cállate Luego leí y releí este primer poema de la primera tirada de Islas a la deriva (Siglo XXI, 1976): En esta hora fluvial hoy no es ayer y aún parece muy lejos la mañana

Hay un azoro múltiple extrañeza de estar aquí de ser en una hora tan feroz que ni siquiera tiene fecha ¿Son las últimas horas de este ayer o el instante en que se abre otro mañana? Se me ha perdido el mundo y no sé cuándo comienza el tiempo de empezar de nuevo Vamos a ciegas en la claridad Caminamos a oscuras En el fuego

Así llegué a la segunda impresión de Morirás lejos (Joaquín Mortiz, 1977). En ese tiempo me encargaron para el número seis de la revista Nexos una reseña de esa novela. Me apena decirlo, pero en el centro de mi admiración me di el lujo de enmendarle la plana a Pacheco, no recuerdo por qué, quizás porque aquel joven juzgaba excesiva la idea de la reescritura de los libros publicados. Días más tarde, cuando la revista hacía su camino en los puestos de periódicos, recibí una carta de José Emilio Pacheco en la que comentaba amablemente mi nota. En esa líneas, Pacheco me contaba su más reciente descubrimiento, que nuestro segundo apellido, Abreu, se desprendía de la palabra hebreu y que su origen quizás se encontraba en las antiguas familias judías de Portugal. Gasté esa carta hasta que casi la desintegré. La estoy viendo: está dentro de mi vieja edición de Morirás lejos. Me gusta recordar así esta pequeña historia: una mañana José Emilio pasó por la casa para hacer el camino junto con mi hermano rumbo al Castillo


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de Chapultepec donde estaba el Centro de Investigaciones Históricas al que Pacheco perteneció durante muchos años. José Emilio tocó a la puerta y esperó en la calle. Mi madre lo vio y antes de que mi hermano saliera a encontrarse con él, le dijo: ese muchacho debe ser un Abreu. Ese día nos enteramos de que nuestra abuela Hermilda Abreu Cladera y su madre doña Carmela Berny Abreu fueron primas hermanas, parte de un tronco campechano del cual descendemos. A mi madre, por cierto, le encantaba la poesía de Pacheco. Leí El principio del placer en una edición del año de 1972 publicada por Joaquín Mortiz. Esas páginas guardan uno de los grandes temas de Pacheco: la infancia, no tanto como un paraíso perdido sino como el principio de aquello que hemos perdido para siempre. Ese tema aparece también en un libro de cuentos contiguo: Viento distante (ERA, 1963). Muchos años después, Pacheco logró una breve novela, una nouvelle de gran calidad y éxito mediante una trama ceñida, de reconstrucción de época, de primer amor y de aliento melancólico por una Ciudad de México desaparecida: Las batallas en el desierto (1981). Vuelvo a aquel libro de tapas verdes. No me preguntes cómo pasa el tiempo reunía una buena parte de lo que ese escritor había sido y sería en el porvenir de su obra. En sus páginas se imprimió uno de los más populares poemas de José Emilio Pacheco: “Alta Traición”. Leo otra vez y pienso en la profundidad expresiva de una poseía clara, capaz de conmover y revelar, una poesía desprendida de otras tradiciones, la inglesa o la francesa, una poesía en mucho sentidos pionera de temas y tonos poéticos mexicanos y, al mismo tiempo, deudora de una frondosa tradición desprendida de las obras de Carlos Pellicer o Salvador Novo. Pienso desde luego en las conexiones entre autores clásicos, en el orgullo libresco, en la invitación a la lectura y en la adaptación (siempre con referencia) de otros escritores. Pienso en los centros temáticos de esa poesía: la desolación, la ironía, el paso del tiempo y la destrucción de todas las cosas. En ese libro se reunían un pesimista con un toque visionario, un solitario que sabe que nada dura, un autor, en fin, disputado por la novela, el cuento, el periodismo, la difusión y la poesía misma. Pero Pacheco no sólo ha ejercido la poesía, la novela y el cuento. Su trabajo y profesión han producido a uno de los grandes reconstructores de nuestra tradición cultural. No hay un autor del siglo XIX mexicano sobre el que Pacheco no haya ensayado un comentario novedoso y muchas veces único, con un rigor y un conocimiento infrecuentes en un mundo paralizado por la burocracia y la falta de imaginación. La Antología del modernis-

fotografía de José Emilio Pacheco, en su estudio, tomada por el afamado fotógrafo Rogelio Cuéllar. mo es, años después de su publicación en 1969, una lección de fuerza crítica e interpretación literaria. Esa misma pasión lo ha llevado a introducir, reseñar y comentar innumerables autores, clásicos y modernos; su información y sus lecturas han sido una ventana al mundo. De ese esfuerzo notable de difusión se desprende un traductor diestro, libre y talentoso de poesía. Su versión de los Cuatro cuartetos es uno de los mejores lugares que T.S. Eliot ha encontrado en español. Una parte de esa obra se encuentra reunida en el libro Aproximaciones, publicado en el año de 1984. Es mucho más que un conjunto de traducciones, se trata de una forma de leer y, por lo mismo, de proponer un gusto literario. Supongo que Pacheco no me tomará a mal si cuento aquí que no hace demasiado tiempo nos reunimos con Delia Juárez y Héctor de Mauleón a comer en el bar Nuevo León de la colonia Condesa. Hablábamos del siglo XIX; mejor, le preguntábamos a José Emilio sobre el XIX mexicano. Pasaron por la mesa los viejos ríos que la ciudad perdió convirtiéndolos en viaductos, la llegada de la luz a las oscuras calles en el cambio de siglo, los viejos nombres de calles del

centro histórico, en fin, el caudal de la memoria de nuestra historia urbana. El paso del tiempo y las ciudades perdidas persisten en la obra de Pacheco. De pronto, José Emilio interrumpió el curso de la conversación y dijo: “Qué barbaridad. No puede ser, qué horror. Mira nada más cómo lo dejó”. No entendimos a qué se refería, pero cuando volteamos en busca de la escena vimos que en la mesa contigua, un hombre le había reventado a su compañero de tragos un servilletero cantinero y de metal en la cabeza. Los paramédicos de la Cruz Roja se llevaron a aquel hombre bañado en sangre mientras su alcohólico agresor lamentaba sus impulsos indomables. Pacheco fue el primero que vio el acto de esa obra. Su pesimismo le reveló el porvenir. En eso también se adelantó a todos. Esa capacidad de anticipación proviene de un tema recurrente en su obra: siempre somos dos, a veces como sombras, otras como bocetos del destino. Esos dos alguna vez se cruzan en el tiempo. Leyendo los poemas que aparecieron en la revista Nexos y que forman parte de Como la lluvia, el nuevo libro de Pacheco, compruebo esta insistencia en la duplicidad en un poema, “Aquél otro”, que me gusta

y quiero repetir en voz alta: Hoy vino a verme el que no fui Aquel otro Ya para siempre inexistencia pura, Ardid verbal para el hubiera sido, Forma atenuada de decir no fue Ahora lo entiendo: Quien no fui ha triunfado, La realidad no lo manchó, no tuvo Que adaptarse a la eterna sordidez, Jamás capituló ni vendió su alma Por una onza de supervivencia. El que no fui se fue como si nada. Ya nunca volverá, ya es imposible. El que se va no vuelve, aunque regrese. Ayer a estas horas estaba frente a un altero de libros. No fue fácil reunirlos. He descubierto que me faltan ediciones que juraba y perjuraba que tenía sin duda alguna. También es verdad que presté uno que otro en una tarde de entusiasmo absurdo, no lo vuelvo a hacer. Voy a dejar el altero en ese lugar un tiempo, como una torre.

Foto> Cortesía Rogelio Cuéllar

Leo otra vez y pienso en la profundidad expresiva de una poseía clara, capaz de conmover y revelar, una poesía desprendida de otras tradiciones, la inglesa o la francesa


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