Mujeres en su tinta

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CARLOS VELÁZQUEZ

SOBRE EL BÚFALO PARDO

FRANCISCO HINOJOSA TRABAJOS

ESGRIMA

ANGÉLICA ARAGÓN

El Cultural N Ú M . 5 7

S Á B A D O

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MUJERES EN SU TINTA NON GRATA

UN CUENTO DE CINE DE MÓNIC A L AVÍN

NELLIE CAMPOBELLO:

LA ESCRITORA, EL PERSONAJE BIBIANA C AMACHO • JULIA SANTIBÁÑE Z

Foto>Nellie Campobello en su infancia

[ S u p l e m e n t o d e La Razón ]


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En este cuento de Mónica Lavín, la sala cinematográfica —al estilo VIP del siglo XXI—, aparece como un espacio de la intimidad cuya magia se ha transformado, aunque conserva su capacidad de fascinación, identificación, refugio y desahogo. La vida continúa fuera de la pantalla, pero su carga de amargura o soledad es aliviada —aun de manera precaria, fugaz— por las imágenes que destellan en la oscuridad de la sala, ante una visitante singular. Nueva entrega en el ciclo de los consejeros de El Cultural.

N O N G R ATA M Ó N I C A L AV Í N “Una vez que agarré el modo, que si el timbre para llamar a un mesero, la mesita de lado con su lamparita, muy coqueto como de bar, pues me di vuelo. No sólo podía estirarme a gusto, sino que podía pedir una copa para disfrutar la película.”

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brieron un nuevo cine cerca de casa. Pueden imaginar mi alegría. Bastaba cruzar la avenida, ancha y muy transitada eso sí, y entrar en un espacio bien iluminado, con cafés, escalera eléctrica —que a mis años viene muy bien— y un cine totalmente distinto a lo que conocía. Me tocó pasar de las grandes salas con cortinas drapeadas de terciopelo oscuro, a varias más pequeñas en el mismo espacio del cine grande, pero no había descubierto el verdadero sentido del VIP, de las salas que llevan esas siglas. Verán, cuando una está ya jubilada, se ha divorciado, los hijos en lo suyo, las amigas con sus ocupaciones, el silencio pesa. Una se pone a hablar con la de la verdulería, con el que lava los coches, con el cajero del banco, con la del tinte del pelo. Pero son conversaciones de rutina, y la verdad es que mi rutina no tiene mucho color. Fui

gerenta de una tienda, tengo mis ahorritos que están para alguna emergencia, pero lo que me sobra es tiempo. Y lágrimas. Aunque yo no lo sabía. Fue culpa de esos cines nuevos, que los miércoles cobran menos y permiten que una se alargue en esas butacas camastros. Me costó trabajo descubrir el mecanismo para recostarme y sobre todo para incorporarme. Tuvieron que ayudarme al principio. Una vez que agarré el modo, que si el timbre para llamar a un mesero, la mesita de lado con su lamparita, muy coqueto como de bar, pues me di vuelo. No sólo podía estirarme a gusto, sino que podía pedir una copa para disfrutar la película. Empecé por una copa de vino blanco. Mi ex marido que es de Mazatlán siempre se burlaba, que yo tan finolis con mi vinito frío y el dedo estirado, mientras él, que otra mujer tenga en su gloria, se empinaba tres o cuatro

DIRECTORIO

El Cultural [ S u p l e m e n t o d e La Razón ]

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cervezas. Aquella primera vez daban una de James Bond, lo cual me alegró mucho, aunque ya no actuara Sean Connery, sino un güero con ojos de espantado, pero muy guapo, de ese guapo inalcanzable que las películas ponen cerquita. Con mi copita en mano, disfruté estar sola en el cine. Hasta les dije buenas noches a quienes abandonaban la sala al tiempo que yo. Nunca me había atrevido a ir al cine sola, de joven me parecía que algo me podía pasar con los viejos cochinos, cuando salía del trabajo y mis hijos eran chicos y adolescentes no tenía respiro, luego aunque se me antojaba, pues mi marido llegaba tarde, no me animaba. Sentía que iba a dar lástima, porque cuando yo veía gente sola en el cine, me abrumaba que no vinieran acompañados. Así descubrí los placeres de la sala VIP, y los miércoles me moría de ganas de volver. El segundo miércoles seguía la misma película, así que me metí a otra de las salas, daban una nueva de Cenicienta. ¿Por qué no iba a recordar mi fascinación con los zapatos de cristal y los príncipes? Esta vez me animé con una segunda copa de vino durante la función, porque vi que la pareja de la mesa contigua era atendida a media película por una de las chicas que pasaba casi arrodillada para no estorbar a los demás. Cerca del final de la película me empezó el moqueo, primero fue la humedad de los ojos y ese parpadeo repetido para asustar las lágrimas, luego el escurrir por la cara de esos lagrimones interminables, hasta la sacudida que empezaba por la cabeza y terminaba en los pies, con alguno que otro gimoteo. Alguien dijo shhhht, busqué un klínex en mi bolsa mientras el vestido azul con brillos de la actriz rubia se me quedaba fuera de foco. Pero los estertores no paraban y los de junto me preguntaron si estaba bien y los de más lejos lanzaron un shhht, y yo que no tenía fuerzas para

levantarme y salir, seguí llorando. Vinieron por mí cuando acabó la película. Alarmados seguramente pensaron que me había pasado algo, sino es que me había dado un patatús, como los pilotos que mueren en vuelo, lo acababa de leer. La verdad me había esperado a que salieran todos, no quería encararlos en el pasillo y menos a los niños. “La película me recordó otros tiempos”, me disculpé con la mesera que se llevaba mis dos copas vacías. Esa noche dormí como un ángel. El cuerpo lacio, como si la lloriqueada me hubiera lavado el alma. Amanecí ligera y cantarina. Hice un pastel, pensé en visitar a mi hija mayor, me compré un tubo de labios y cuando llegó el siguiente miércoles, me acicalé como hacía mucho no lo hacía. Crucé la avenida, al llegar a la plaza comercial subí las escaleras eléctricas y compré mi boleto. La maravilla de esos cines es que todas las salas son VIP, así que la velada estaba garantizada con alguna película, cualquier cosa era mejor que encender la televisión. Las dos copas me animaron a pedir una tercera y la selva en la pantalla se me convirtió en añoranza de viaje, en las vacaciones de infancia con mis abuelos en Tabasco, las cascadas me devolvieron la alegría de nadar y aventarme desde las rocas. El lagrimeo, primero discreto y luego franco y convulso, hizo que vinieran por mí y me sacaran al lobby antes de que acabara la película. Que si estaba bien, que si llamaban una ambulancia. No sé si sepan, pero las lágrimas afean, sobre todo si se es vieja, y los demás creen que uno padece una enfermedad o se está a punto de morir. Así piensan mis hijos que para eso me llaman: ¿cómo te sientes, mamá?, ¿tomaste tus pastillas de la presión?, ¿dejaste de comer dulce? Esa noche después de que aclaré que nada me pasaba, me fui a casa arrastrando los pies, no sin antes pedir que me dieran un nuevo boleto

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“LA “ SEÑORITA DE LA TAQUILLA HIZO UN GESTO RARO CUANDO LLEGUÉ POR MI BOLETO. DEBE HABER TOCADO ALGÚN TIMBRE COMO SE SUPONE HACEN EN LOS BANCOS ANTE AMENAZAS DE ASALTO O SOSPECHAS, PUES APARECIÓ UN JOVEN DE TRAJE.”

para volver el miércoles y acabar de ver la película. El cine se me había vuelto una actividad reconfortante, porque la semana se me iba volando y hablar con el de las tortas, o el lavacoches, o la chica que limpiaba mi departamento una vez a la semana se me hacía grato y podía contarles ahora cómo eran aquellos cines, que hasta se comía con platos y bebía en copa, cuánto había cambiado todo. Me contestaban algo de dichosa usted que los puede pagar. Yo me sentía en verdad privilegiada de poseer ese placer. No pensaba contarlo ni a mis hijos ni a mis amigas. No quería que nadie estropeara mis veladas. A los no sé cuántos miércoles, la señorita de la taquilla hizo un gesto raro cuando llegué por mi boleto. Debe haber tocado algún timbre como se supone hacen en los bancos ante amenazas de asalto o sospechas, pues apareció un joven de traje y me dijo que quería hablar conmigo. Yo miré el reloj, la película estaba por comenzar. Nos sentamos en una mesita del vestíbulo. Lo vi nervioso, muy nervioso. —Joven, no me gustan las películas empezadas. —Señora, no podemos dejarla pasar. Le encajé la mirada, retándolo a decir lo que le daba vergüenza. Decidí ayudarle un poco: —El cine es para liberar los sentimientos. —Usted llora mucho —se atrevió por fin. —¿Y usted no llora? —le contesté altiva—. ¿Es tan hombrecito que no llora y le dice a una mujer de edad que no puede ir al cine porque llora mucho? Lo desarmé y entré. Cuando me llevaron la primera copa, me dejaron tranquila. Pero con la segunda, una de las chicas se quedó cerca, muy cerca. Yo que quería pasar desapercibida, que las lágrimas apenas se resbalaran volví a abandonarme a la historia en la pantalla, a un beso tierno entre dos que se acaban de conocer y que me trajo a Mauricio de regreso cuando se escondía detrás del ramo de flores al tocar la puerta o me hacía bailar con él en el parque. El gimoteo comenzó sin censura, igual que los shhht, y yo llorando más aferrada a mi butaca. Las luces se encendieron y la gente pidió que me sacaran. El “qué le pasa”, el “es una señora grande”, el “está borracha” se quedaron en los escalones de la sala, mientras me cargaban puertas afuera y el gerente me decía “Lo siento, no puede volver”, y yo vislumbraba el insomnio y las tardes largas y las conversaciones insulsas con el del periódico y el chico del banco. Francamente no entiendo eso de que las salas se llamen VIP y uno no pueda llorar.


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Escritora, bailarina y figura del siglo XX mexicano, personaje de facetas múltiples cuyo penoso final fue un caso policiaco —un secuestro que al cabo de tres décadas aún permanece impune—, Nellie Campobello ha recibido una atención creciente en las últimas décadas, con reediciones de sus obras, estudios biográficos y literarios. Presentamos dos enfoques y un rescate de esta presencia inconfundible, tocada por la fatalidad.

N E L L I E C A M P OBE L L O L A QU E V I N O D E A L L Á BIBIANA CAMACHO

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as revoluciones tienen el encanto de la destrucción. La idea es derribar todo lo establecido, lo que no funciona, las injusticias. Derrotar al sistema resulta catártico. El problema viene después, cuando es necesario construir, pues las ruinas no dan origen de manera automática a otro sistema, uno justo y noble, uno que contraste definitivamente con el anterior. Nellie procuró construir un mundo a partir de lo que atestiguó de niña, de la Revolución y de los valores que en un inicio la motivaron, pero no se supo adaptar a los nuevos tiempos y crecer con ellos.

EL ORIGEN Nellie Campobello fue una mujer peculiar que construyó su historia con información falsa, a medias, algunas verdades y mucha fantasía. La ficción estuvo tan presente en su danza como en su literatura y en su propia vida. Quizá esta relación ambivalente con la realidad que le ayudó a generar grandes obras, también fue su peor enemigo y lo que terminaría por favorecer su secuestro y trágica muerte. Nellie cubrió con un manto nebuloso sus fechas verdaderas, la identidad de su padre y su hermana, qué edades tenían cuando llegaron a la Ciudad de México, los recuerdos de los revolucionarios, su propia maternidad cuando era muy joven. Existe un registro en la iglesia parroquial de San Miguel de Bocas del 7 de noviembre de 1900 del nacimiento de María Francisca Moya Luna, verdadero nombre de Nellie. Este lugar se convirtió más adelante en Villa Ocampo, un sitio de geografía complicada, con desiertos, montañas y sierras en Durango. Poco después la familia se mudó a Hidalgo del Parral, un pequeño pueblo minero al sur de Chihuahua, donde abundaban las revueltas indígenas, incursiones de indios chichimecos

y apaches, y rebeliones populares. Xica, como llamaban a Nellie de cariño en ese entonces, se quedó al cuidado de sus cuatro hermanos, mientras la mamá Rafaela trabajaba. Es justo en Parral donde la niña Nellie atestiguaría la intensificación de la fase armada de la Revolución: balaceras, ahorcados, asesinados y cadáveres a la intemperie. El padre de Nellie, Felipe de Jesús Moya, murió en un enfrentamiento durante esos años turbulentos. Sin embargo, la única figura paterna que reconoce Nellie es la del abuelo Mateo Luna, a quien idealiza. Cuando tuvo oportunidad, Nellie alimentó la leyenda de que su padre pudo haber sido el mismo Francisco Villa o alguno de sus hombres. El 21 de octubre de 1911 nació María Soledad Luna, hermana menor de Nellie, quien después se nombrará Gloria. El padre de esta última es Stephen Campbell Reed.

La violencia no pasó desapercibida para la niña Nellie, quien permaneció alerta y atenta a lo que ocurría a su alrededor. Aprendió a moverse de un modo peculiar, con sigilo y desconfianza, a veces con velocidad, siempre con precaución. La guerra cambia las costumbres, incluso las más cotidianas. Cuando la Revolución estaba por concluir, Xica trabajó como secretaria del comandante de la policía local Alfredo Chávez, quien más tarde sería gobernador. Luego trabajó como boletera en el Teatro de los Héroes en Chihuahua. A los 19 años Xica tuvo un hijo, a quien llamó Raúl y que moriría a los dos años de bronconeumonía. Ella nunca lo reconoció, siempre afirmó que era su hermanito menor. Tampoco reveló la identidad del padre. Rafaela, la abuela del niño, se sumió en una terrible depresión y murió un año después que éste.


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“EN 1931 APARECE CARTUCHO, UN CONJUNTO DE RELATOS SIN FALSOS MORALISMOS QUE PRESENTA UN TESTIMONIO BRUTAL CON SABOR A FIESTA PAGANA, CUERPOS TIRADOS EN POSES EXTRAÑAS, EXPUESTOS.”

BALLET Y LETRAS EN LA CIUDAD DE MÉXICO Nellie y sus hermanos se trasladan a la Ciudad de México en 1923, gracias al apoyo de su padrastro, de quien adoptaron el apellido, pero castellanizado: Campobello. Los hermanos se integran a las colonias estadunidense e inglesa. Estudian en colegios prestigiosos como el Maddox y el Colegio Inglés. En 1924, las ahora llamadas Nellie y Gloria inician estudios de ballet con las hermanas Acosta: Adela y Linda. Luego toman clase con Madame Stanislava Potavich y Carol Andamchevsky. En julio de 1927 participan en el debut de una compañía organizada por Lettie Carroll. Las hermanas Campobello pronto reciben elogios en la prensa mexicana. El ballet florecía en México y, sin duda, ellas eran dos de las bailarinas más visibles e importantes, aunque nunca alcanzarían la talla de sus colegas internacionales. Nellie empezó su formación a una edad muy avanzada para la danza, por eso pronto se convirtió en maestra; en cambio, Gloria obtuvo más reconocimiento como bailarina. La primera incursión de Nellie en las letras es un libro de versos tímidos y personales titulado ¡Yo! y firmado con el seudónimo de Francisca, su verdadero nombre. Publicado por segunda vez en 1929 por la editorial LIDAN, dirigida por Gerardo Murillo, el Dr. Atl, quien presenta los versos de la siguiente manera: Aquí están [los versos de Francisca] saturados de luz y de optimismo, espontáneos y bellos como los movimientos de su cuerpo cuando danza, vigoroso y flexible como los músculos de sus piernas —conjunto de ritmos arquitecturados en columnas sutiles sobre los cuales ríe la vida y esplende el sol. En 1931 aparece Cartucho, un conjunto de relatos sin falsos moralismos que presenta un testimonio brutal con sabor a fiesta pagana, cuerpos tirados en poses extrañas, expuestos. Nellie narró las pequeñas batallas, la vida cotidiana de los guerreros anónimos, aquello que jamás quedó plasmado en los libros de historia. Sin embargo la publicación del libro ocurre cuando se intentaba consolidar el triunfo de la Revolución y sus personajes eran políticamente incorrectos y representaban obstáculos para la formación de la nacionalidad: eran solitarios, marginados y salvajes. Además la narración era tremebunda,

peligrosamente contaminada por la violencia revolucionaria, la ausencia paterna y un libertinaje social que ponía en riesgo la reputación de la mujer y las buenas costumbres. Campobello describe pequeños detalles de sus personajes que pasan desapercibidos en cualquier guerra: la manera de caminar, el color de los ojos, piel, pelo, la forma de vestir. La sencillez con la que está narrado Cartucho la hace más violenta, por la impasibilidad de la niña ante la muerte, los fusilamientos y el terror. Su estilo se limita casi exclusivamente a sustantivos y verbos, eliminando casi por completo los adverbios y adjetivos. Los personajes actúan, se mueven, cambian de postura constantemente, y los conocemos a través de este movimiento continuo. El personaje materno actúa como un faro que se opone al caos, simboliza una presencia positiva, generosa y todopoderosa. De hecho la dedicatoria de Cartucho dice así: “A mamá, que me regaló cuentos verdaderos en un país donde se fabrican leyendas y donde la gente vive adormecida de dolor oyéndolas”. Germán List Arzubide fue uno de los promotores más activos de Cartucho; él fue el responsable de la edición original de 1931 y escribió una breve nota de introducción para la primera edición, que desapareció en las siguientes; en ella List afirmaba que Cartucho era revolucionaria por motivos originales y personales, nada que ver con la retórica oficial y la construcción de héroes. Nellie modificaría con el tiempo las ediciones posteriores de Cartucho, agregó viñetas, eliminó otras; pero sobre todo le quitó casi por completo carácter morboso que predominaba en la primera edición, suprimió o minimizó el contexto histórico, eliminó referencias, datos, fechas, nombres, marcas corporales, posturas, miradas; también suavizó el lenguaje popular. Expurgó los detalles más fuertes y personales, en resumen: se autocensuró. En 1940 apareció Las manos de mamá, mejor recibida por la crítica, que afirmaba que la autora había madurado. Lo cierto es que la autenticidad disminuyó, como si en la primera novela hubiera mostrado cuerpos desnudos y ahora los vistiera. El Estado procuraba a toda costa resaltar las acciones heroicas, dar a los protagonistas un aura inmaculada: creaba héroes y villanos para establecer la historia oficial. Las manos de mamá no hirió susceptibilidades como Cartucho, pues la madre aparecía en una versión dócil, edulcorada, más acorde con la mujer mexicana que se estaba perfilando en ese momento.

NELLIE, LA FUNCIONARIA En 1920, bajo la presidencia de Adolfo de la Huerta, José Vasconcelos fue nombrado rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, y encargado del Departamento Universitario de Bellas Artes. Posteriormente creó la Secretaría de Educación Pública. Con el impulso de Vasconcelos y su objetivo de hermanar a los artistas y al pueblo, Nellie y Gloria se dedicaron a dar funciones en colonias populares, además de convertirse en profesoras de bailes mexicanos. Nellie creó ballets multitudinarios, el más famoso sin duda es el 30-30, ballet simbólico de masas a través del cual se representa la lucha armada revolucionaria. El 30-30 era interpretado por cuatrocientas mujeres de rojo, doscientos campesinos y doscientos obreros. Se trataba de una danza con gran energía y fuerza evocativa de los difíciles años de la Revolución. Entre 1927 y 1947 bailó frente a públicos diversos. Entonces se conformaba una personalidad artística ajena al Porfirismo. Se buscaba una identidad revolucionaria en prácticamente todos los ámbitos de la vida, por ello no es de extrañar que su belicosa alegría y su vigor en la danza fuera tan popular. Nellie no apelaba a las posiciones tortuosas ni a las posturas convencionales del ballet clásico; bailaba descalza, con libertad de movimientos. Las hermanas se hicieron famosas con escenas tarahumaras, yucatecas y un jarabe tapatío muy personal, con huaraches, sin zapateado. A la par con su carrera dancística, Nellie Campobello y su hermana Gloria publicaron en 1940 Ritmos indígenas de México, donde afirmaron que la interpretación de un bailarín debería responder “a la parte íntima, entrañable


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que es donde lo esencial del ritmo tiene su verdadero origen”. Se trata de un alegato pro mexicanista, pro indígena. Martín Luis Guzmán fue el intermediario para la construcción de la cultura posrevolucionaria que reconcilió las artes y la Revolución. También se convirtió en el protector de Nellie, su amigo íntimo, su mentor intelectual; incluso hubo rumores de una historia de amor apenas insinuada por falta de datos fidedignos y la discreción de ambos. Gracias a Martín Luis Guzmán, quien la apoyó siempre, Nellie se convirtió en directora de la Escuela Nacional de Danza desde 1937. Justo en ese año se profesionaliza la carrera y el nombre de la escuela adopta el de Nellie; también se gradúa la primera generación y se presenta en Bellas Artes con coreografías en su mayoría de Nellie y de Gloria. “La señorita Nellie”, como la llamaban sus alumnos, tuvo una gestión controvertida. La política cultural no la respaldaba, en parte porque ya tenía el apoyo de artistas de la talla de Martín Luis Guzmán y en parte porque ella misma se negó a modernizarse. La Revolución ya había quedado atrás, las artes se desarrollaban hacia otras direcciones, pero Nellie se aferró al tipo de danza que conocía, sin interesarse por otras manifestaciones dancísticas modernas. Resulta comprensible que en 1939 Anna Sokolow y Waldeen von Falkenstein iniciaran la danza moderna en México. Con el apoyo del Departamento de Bellas Artes crearon dos compañías opuestas en técnica y propuesta estética a la Escuela Nacional de Danza que ya empezaba a rezagarse ante el desarrollo de la danza mundial. En 1943 se creó el Ballet de la Ciudad de México, su director fue Martín Luis Guzmán y su directora general Nellie Campobello, quien resumió así su proyecto: “crear un cuerpo de ballet integrado por mexicanos que sirva de instrumento artístico para expresar valores tanto universales como nacionales del baile.” La primera función del Ballet de la Ciudad de México, encabezada por Nellie y Gloria, presentó en Bellas Artes ballets auténticamente mexicanos. Los escenarios y trajes fueron diseñados y realizados por José Clemente Orozco, Julio Castellanos y Roberto Montenegro, por citar a los más sobresalientes. La historia de este ballet fue complicado: sólo dos años después de las exitosas presentaciones hubo dificultades, despido de bailarines por solicitar aumento de sueldo y notas negativas en la prensa en las que Nellie se llevó la peor parte. En 1947 fue la última temporada del Ballet de la Ciudad de México, pues terminaba el apoyo sexenal. Las hermanas

Campobello se quedaron solas. Nellie se encasilló en su papel de maestra y directora de la Escuela Nacional de Danza. Ese mismo año, la danza moderna encabezada por Ana Sokolow y Waldeen establecieron la Academia de la Danza Mexicana, el Ballet Nacional de México y el Ballet de la Universidad. Marginadas (también por voluntad propia) y sin apoyos suficientes, las hermanas adoptaron una actitud cada vez más intransigente. En 1960 Nellie declaró: “Yo vine a México a aceptarlo todo, a aprender. Pronto me di cuenta de que aquí todo es simulación, componenda, que lo único cierto era lo que nos decía Ella, mamá. Por eso vivo en el pasado: en la infancia y la adolescencia”. La escritora, bailarina y maestra se encerró en un caparazón cada vez más inaccesible, renuente a los cambios que por naturaleza ocurrían en las artes y en la sociedad.

LA DEBACLE En 1976 muere Martín Luis Guzmán e inicia la verdadera debacle. Un año después, Nellie envía un mensaje urgente al presidente López Portillo a través del Excélsior, quejándose de que a la Escuela Nacional de Danza la habían despojado del predio que le otorgó un decreto presidencial. La Escuela Nacional de Danza se muda a una casa habitación en la avenida Manuel Ávila Camacho. Al mismo tiempo, Nellie es destituida de su cargo, luego de cuarenta años al frente de la escuela. Ella amenaza con prenderse fuego en el Zócalo si la despiden, y así permanece en el puesto. Nellie estaba más vulnerable y sola que nunca; sus hermanos y protectores habían muerto. Gloria murió en 1968 a los 57 años. La última vez que bailó fue en 1948, a los 47 años, con la salud quebrantada por los excesos. Antes de Gloria, murieron sus hermanos Guadalupe, Jesús y Mauro. Sus hermanos, grises y casi invisibles, ejercían en la escuela como mensajeros o sirvientes. La relación con su familia del norte era ambivalente: a veces los recibía efusiva, otras no los quería ni ver; al final ellos también se alejaron. Al principio de los años ochenta, Nellie parece darse por vencida. En algunas entrevistas se nota extraviada en su propio mundo, uno que quizá perteneció a los tiempos de la Revolución, pero no al presente. El 18 de febrero de 1983 se presenta por última vez en la escuela. A partir de esa última visita la escuela queda bajo la responsabilidad de Nieves Gurría; y Nellie bajo el supuesto cuidado del matrimonio formado por Claudio Fuentes y María Cristina Belmont, ex alumna y ex

“LA PRIMERA FUNCIÓN DEL BALLET DE LA CIUDAD DE MÉXICO, ENCABEZADA POR NELLIE Y GLORIA, PRESENTÓ EN BELLAS ARTES BALLETS AUTÉNTICAMENTE MEXICANOS.”

maestra de la escuela. El matrimonio se habría acercado a Nellie en 1975. Tenían cinco o seis hijos y le pidieron ayuda, argumentaron que no tenían donde vivir. Nellie los dejó instalarse en el sótano de la escuela y finalmente en su propia casa, ubicada en Ezequiel Montes 128, muy cerca del

Monumento a la Revolución, en 1982. Lograron que Nellie despidiera a Carmelita Huerta, secretaria y dama de compañía por más de cuarenta años. La pareja también representaba a Nellie en sus asuntos financieros. En 1983 el INBA investigó y

NELLIE CAMP OBELL O: UN THRILLER DE L A VIDA REAL JULIA SANTIBÁÑEZ La narradora mexicana Sandra Frid acaba de publicar un libro rudo, La danza de mi muerte (Planeta). Aborda la historia de la escritora, bailarina y coreógrafa duranguense Nellie Campobello, fundamental para la cultura mexicana del siglo XX en más de una trinchera, celebrada por Bellas Artes, por Conaculta, por todo dios, que se esfumó durante más de diez años. No, no se esfumó. La secuestraron. Y sus captores, con nombre y apellido como señala Frid, hoy están libres. La danza de mi muerte bien pudiera ser una novela negra, pero no lo es porque no se trata de ficción pura, sino que reconstruye la parte menos conocida de ese personaje que toma dimensiones casi de mito, porque se reinventó hasta el cansancio. Primero se hizo llamar Nellie Campobello, aunque en su acta de nacimiento se lee Francisca Moya Luna. Luego nació muchas veces. O eso dijo. Que en 1900, en 1909, en 1911 y en 1913. Se ve que hacer ficción lo traía en los genes, porque sus hermanos también cambiaron de nombre: María se hizo llamar Judith, Mateo eligió llamarse Carlos y Soledad quiso ser Gloria. Sin embargo, ella fue mucho más allá en la creación de sí misma. Mejor dicho, en la re-creación. Fue niña de la Re-

volución y luego adolescente bien del Colegio Inglés de la capital. No asistió a la escuela pero cuando tenía veinte años el Dr. Atl ilustró y prologó su libro de poemas, además de que Federico García Lorca lo leyó. Empezó a bailar y pronto fundó la Escuela Nacional de Danza de Bellas Artes. En resumen, pasó de los muertos agujereados al ballet, la narrativa, los versos. Con razón fue llamada la Centaura del Norte por Irene Matthews, autora del estudio homónimo y completísimo sobre ella, mismo que lee el detective creado por Frid, ávido de entender la complejidad del personaje al cual se le ha encomendado buscar. Sí, Nellie transitó de la Revolución a la Revelación de sí a través del arte. Y de ahí a la Resignación porque el fatalismo terminó por tragársela, subraya Frid con letra que sacude. Habiendo sido figura clave de la escena cultural de la danza y las letras, amiga de Carlos Mérida y José Clemente Orozco, amante de Martín Luis Guzmán, terminó como la célebre olvidada de las instituciones oficiales. Quien siendo niña convivió en Chihuahua con el espanto y el delirio, ya senil vivió su propia guerra, igualmente descarnada. Fue la escritora cuyo personaje señalaba en Cartucho, su espléndido libro de


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“RESULTA ATERRADOR IMAGINAR LOS ÚLTIMOS AÑOS DE NELLIE, SOLA, SIN VOLUNTAD, SECUESTRADA Y MALTRATADA. EL MÓVIL: SU FORTUNA.” denunció oficialmente a la pareja. En octubre de 1984 la juez María Margarita Guerra y Tejada les pidió comparecer para aclarar el supuesto secuestro, pero nadie se presentó. Después de tres meses la juez se trasladó a Ezequiel Montes 128. No había nadie. Ese mismo día, según los vecinos, sus “custodios” la sacaron a las 12:30. El domicilio estaba sucio, con ratas y basura por todos lados. El 20 de febrero de 1985, Nellie se presentó amparada con el abogado Enrique Fuentes León, quien contestaba en su nombre. Ella sólo se limitaba a cambiar expresión. En diciembre de 1985 el INBA, a través del Centro de Investigación de la Danza, le otorga la medalla “Una vida dedicada a la danza” y le rinde homenaje en el marco del Primer Encuentro Nacional sobre Investigación de la Danza. Nellie fue la gran ausente. Resulta aterrador imaginar los últimos años de Nellie, sola, sin voluntad,

secuestrada y maltratada. El móvil: su fortuna que consistía en joyas, casas, documentos inéditos de Pancho Villa y obras de José Clemente Orozco. Fue hasta 1998 cuando se hallaron despojos mortuorios que, de acuerdo con una investigación forense de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal, pertenecían a Nellie Campobello, quien murió el 11 de julio de 1986 por inanición. María Cristina Belmont se encuentra en libertad, también su esposo Claudio Cienfuentes o Claudio Fuentes Figueroa, como también se hacía llamar. El abogado Enrique Fuentes León, quien ayudó en todo momento a la pareja y supuestamente estuvo involucrado en innumerables casos criminales como lavado de dinero, los asesinatos de Francisco Ruiz Massieu y Luis Donaldo Colosio, se llevó muchos secretos a la tumba: murió el 16 de junio de 2013 a los 79 años.

NELLIE, EL PERSONAJE relatos sobre la Revolución: “Dicen que soy brusca, que no sé lo que digo porque vine de allá”. Y sí, brusca lo fue. Y rebelde, pretenciosa, algo mandona. También fue joven y tuvo ímpetu, pero por la vejez se le fue el alma. El libro no esconde la investigación que evidentemente fue necesaria para recomponer la vida, el abandono y la muerte de la creadora. Con ritmo bien logrado, Frid entreteje recuerdos, citas de Cartucho, nostalgias, datos históricos, culpas. Narra desde la voz de la ex bailarina ya débil, anciana, seca, agrietada, que necesita que la cuiden porque lleva a cuestas el insulto de la vejez. Está rota. La visitan fantasmas. A partir de vaivenes de espacio y tiempo, su memoria selectiva borda recuerdos, sueña cómo debieron ser las cosas. Su ex alumna, María Cristina Belmont, y su marido, Claudio Fuentes, aprovechan la coyuntura: la decrepitud de Campobello les representa un negocio. Tiene casa, pensión, joyas, centenarios, telas firmadas por Orozco, abrigos de pieles. Incluso parece interesarle su piel, porque de ella se alimentan, carroñeros. Mientras se autonombran sus compadres y hablan en su nombre, Fuentes y Belmont la mantienen drogada, con hambre. En sus ratos de lucidez, ella siente el aleteo cercano de los zopilotes y a ratos codicia su visita, pero luego se vuelve otra vez “hilo de silen-

cio”, como señalaba el verso premonitorio de uno de sus poemas. La novela de Frid es puntual en exponer el rosario de descuidos que rodearon el caso. En realidad, más que descuidos hubo torpezas y desdenes, tanto de la familia como de los personajes de la cultura, del INBA, de Conaculta, del aparato de justicia. Algunos más, otros menos, todos ignoraron que la artista misma era el patrimonio que había que defender. La última vez que se le vio en público fue en 1985. En 1998 se supo que había muerto años atrás, muy probablemente por responsabilidad de Belmont y Fuentes, quienes además escondieron su muerte durante trece años. Y quizá no deba sorprender en este país de justicia tan a modo, pero indigna que los sospechosos, protegidos por Enrique Fuentes León, abogado con buenos conectes y relacionado con los asesinatos de Colosio y Ruiz Massieu, no hayan pagado condena alguna. La desgracia de Nellie recuerda a las de esas otras viejas dementes, las cautivas y desamoradas, las vergonzantes Carlota de Habsburgo y Juana, la Loca, a quienes se les cobró un punzante derecho de piso por pasar a la historia. El destino de Campobello también parece sellado por una perversa justicia poética, sugiere La danza de mi muerte, un tremendo thriller de la vida real.

Todas las revoluciones detonan manifestaciones artísticas. Nellie jamás permaneció insensible a la frenética actividad y al deseo de renovación artística posrevolucionaria; tenía el ansia, la avidez de crear algo nuevo. Su época de esplendor fue de 1928 a 1949, pues en ese periodo publicó su libro de versos, dos ediciones de Cartucho, dos ediciones de Las manos de mamá (la segunda con ilustraciones de José Clemente Orozco), Apuntes sobre la vida militar de Francisco Villa y Ritmos indígenas de México, este último en coautoría con su hermana Gloria. Además montó una serie de ballets de corte revolucionario. A partir de esta experiencia Nellie se dio a la tarea de escribir una historia de la danza en México, un proyecto que jamás terminó. Vivió una de las etapas más turbulentas del país y pareciera que su secuestro presagiaba otra época más cruel y dolorosa por la impunidad y la nula posibilidad de resolución. Fue una mujer elusiva, teatral y contradictoria, una mujer alta y vigorosa, de rostro enérgico, caderas anchas y manos toscas. Decía de ella misma: “Dicen que soy basura / que no sé lo que digo porque vine de allá.” Nellie Campobello es una escritora memorable por su valor testimonial, por su desparpajo al relatar la crueldad de la guerra; pero sobre todo es un personaje complicado que mezcló la realidad con la ficción, sobre todo en la propia vida, y no quiso renovarse para seguir adelante.


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En su faceta de escritora, Nellie Campobello se inició —como tantos autores debutantes— en el género de la poesía, una de sus vertientes menos comentadas, que sin embargo trasluce algunas de las pautas que definieron no sólo su destino sino su leyenda. En este acercamiento pueden apreciarse algunos rasgos distintivos, a propósito de su poemario titulado ¡Yo! y firmado originalmente bajo el pseudónimo de Francisca.

E L YO P OÉ T ICO DE N E L L I E C A M P OBE L L O IRENE MATTHEWS

Foto > www.mexicoenfotos.com

L

a voz adulta que está detrás de estos poemas no invoca los elementos estrictamente biográficos de las luchas armadas en su propia adolescencia; en su lugar, salta al “frente” para vislumbrar la libertad y la naturaleza casi míticas de la niñez: “Vamos al campo, hermana, / a correr por los caminos / a jugar con el viento / y a gritarles a los pájaros” (“Invitación”). Como lo propone Valeska Nájera en su disertación sobre Nellie Campobello en 1981, el uso continuo de verbos en infinitivo y de los tiempos presente y futuro en este poema no sólo indica una exhortación, sino también da una impresión de lo inmediato, de una falta de premeditación. Uno de los elementos fundamentales en toda la escritura de Nellie Campobello, y el elemento que más convence y engaña al lector, es su “frescura”, su aparente falta de conciencia. Tal como lo hace en muchos otros poemas, aquí Nellie recurre a una repetición juguetona de palabras, versos cuyos ritmos son a la vez infantiles y dancísticos. Mucha de su poesía “baila” rítmicamente; y ella misma comentará décadas más tarde que las estructuras del lenguaje se parecen a las estructuras de la danza porque ambos tienen su gramática y su sintaxis. No sólo la gramática y la sintaxis sino también la intimidad y la frescura de estos poemas pasaron desapercibidas por los críticos de su época, quienes vivían dentro de una cultura oficialmente revolucionaria y en un mundo poético dominado por estridentistas y contemporáneos. Esta poesía queda prácticamente sin comentario en México y en Estados Unidos. Su traducción al inglés tal vez no mida bien el “éxito”, aunque ser reconocida y traducida por Langston Hughes —figura de suma importancia en el canon poético de Estados Unidos— seguramente fue muy grato y muy importante para una joven escritora debutante. En el caso de Nellie Campobello, el ensayo de Doris Meyer es el único que se concentra en esos poemas tempranos y utiliza el contexto para interpretar muchos de ellos. La crítica lee el último poema de Yo, por Francisca como un ejemplo de la decisión inevitable que

Hidalgo del Parral, Chihuahua, donde Nellie Campobello vivió hasta los 23 años. Ca. 1900.

tuvo que tomar una mujer del tiempo de Nellie Campobello: escoger entre la conformidad que implica el matrimonio o comprometerse profesionalmente, es decir, aislarse en un “lugar sin lugar” típicamente femenino. En el poema “Tenacidad” nos cuenta: Yo les pedí un poquito de tiempo para enseñarles mi alma. Mas no me hicieron caso; se fueron. Yo fui siguiéndolos, siguiéndolos. Les decía que ella estaba escondida que tenía miedo, y les pedí un poquito de tiempo; quería persuadirla. Mas ellos se fueron, y yo fui siguiéndolos, siguiéndolos. Un día cantó mi alma. Todos volvieron la cara, y dijeron que era pobre la alegría de mi alma. No la quisieron; mas yo fui siguiéndolos, siguiéndolos...

Hasta la publicación del prólogo a Mis libros, treinta años más tarde, Nellie Campobello expresará por escrito sus dudas sobre aquellas personas, que fueran sus mentores, y su falta de confianza en que se mostraran capaces de comprenderla. En “Tenacidad” ciertamente se ve la “desilusión y traición de sí misma que se encuentran en muchos aspectos de la condición de ser una joven mujer en la sociedad tradicional”, dice Doris Meyer, pero el título del poema en sí sugiere que aquella incomprensión no era del todo negativa ya que favoreció la formación de un temperamento que eventualmente sería tan atrevido y libre como la niña que había dejado atrás. El título del penúltimo poema del grupo, “Mi pobre grandeza”, parece ofrecer otro sentido de sí misma, muy ambivalente, pero también uno puede leerlo como una ironía de los poderes simples al alcance de una personalidad determinada. El poema no es una queja, sino un desafío y una promesa: “Derribaré cerros / con mis manos... / No quiero / manos pálidas / que pidan / perdón. / Las quiero / rojas, / para derribar / cerros.” Nellie Campobello sí iba a derribar cerros, aunque ella misma parece enterrada bajo los escombros. *Del libro de Irene Matthews, Nellie Campobello. La centaura del Norte, Los libros de la Condesa, Cal y arena, México, 1997.


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LA N OTA NEGRA

TRABAJOS

Por

FRANCISCO HINOJOSA

@panchohinojosah

M

i principal actividad es escribir, algo no muy redituable a mis amigos no escritores: nadie necesita el nombre de un narrador en su lista de contactos que le solucione la urgente necesidad de leer un cuento o redactar el relato de su vida. En cambio, tanto ellos como yo, sí podemos necesitar eventualmente de un contador público, un abogado, un plomero y hasta un crítico de cine que nos socorran justo cuando más los requerimos. Vaya: tener un carnicero de confianza es más recomendable que conocer a un narrador que escribe un cuento cada tantos meses. Ni siquiera los escritores, convertidos en correctores de estilo para sobrevivir, tienen un futuro útil para sus amistades: la sintaxis es lo de menos, ya se trate de redactar un menú para nuestro restaurantero de confianza o de escribir con caligrafía legible una receta para los médicos que nos curan los catarros. Y aunque de vez en cuando nos agradezcan que les corrijamos un gerundio mal empleado, al rato lo vuelven a utilizar sin que el mundo se les venga encima. Si bien a mí nadie me tiene como un escritor de cabecera, yo sí tengo a muchos conocidos como confiables dentistas, litigantes, cocineros, homeópatas o ingenieros nucleares, que por cierto no sólo pueden dar consejos relevantes a quienes quieren construir un reactor en su casa. Por ejemplo, alguna vez tuve dos arquitectos: uno (que está en el directorio de los amigos) me solucionaba problemas, mientras que el otro me los imponía. El primero proyectaba, construía y daba soluciones. El otro, el que llevaba

Las Claves

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TENER UN CARNICERO DE CONFIANZA ES MÁS RECOMENDABLE QUE CONOCER A UN NARRADOR QUE ESCRIBE UN CUENTO CADA TANTOS MESES.

los trámites en la notaría, se comportaba como un técnico en electrodomésticos, que por lo general opera así: cuando deja de funcionar el refrigerador, y después de echarle un vistazo al cable para buscar algo sospechoso (como que se lo haya comido una rata), acudimos al técnico especializado. Luego de una breve revisión, nos dice que tiene roto el búfer, chueco el pláster o torcidos los triptahelios, en fin: que el motor está colapsado. Ante la imposibilidad de preguntarle “¿Cómo fue que permití que se le torcieran los triptahelios?”, terminamos aceptando que se trata de una reparación mayor, negociamos el precio y a los tres días recibimos el mismo refrigerador al que simplemente le cambiaron el cable comido por la rata. Hace tiempo reviví este mismo cuento. Mi vecino, de profesión mecánico automotriz, dictaminó que el clutch de mi coche había pasado a mejor vida. Se ofreció a componerlo, conseguir la pieza original y pedirme la mitad de lo que la agencia me cobraría, además de adelantarme que pronto habría que cambiarle el buje, la chaira y la cruceta, piezas elementales para que un coche pueda surcar las calles. El primer problema fue que alteró la nota de compra de la pieza (se le hizo muy fácil ponerle una rayita al 2 para que pareciera 7, algo que no se hubiera tragado ni mi orgullo ni el de un auditor del SAT). El segundo fraude lo descubrí una semana más tarde: el coche seguía fallando. En la agencia, luego de recordar que a mí siempre lo barato me había salido caro, me dijeron que el clutch había que cambiarlo porque ya tenía cinco años de vida. Lo peor de todo, lo que me hizo no reclamarle más

al vecino, era que ya me lo temía: el engaño estaba más que cantado: hasta los más ingenuos del barrio sabían de sus transas. Decía que el arquitecto de la notaría que me llevaba unos trámites pertenecía a esa misma clase de los listos, que con tal de no trabajar le llenan a uno la cabeza de términos, instancias, trámites y papeleos relacionados, por decir algo, con el catastro, los topógrafos, el predial, la reforma agraria, las coordenadas y las mochetas. Y cada paso que daba, por supuesto, requería de su propio “entre”. La diferencia entre el mecánico o el técnico en electrodomésticos y este arquitecto notarial es que aquellos engañaban, cobraban y entregaban la mercancía “reparada”, mientras que éste sólo engañaba y cobraba, a diferencia de los narradores, que su oficio consiste en mentir y no cobrar por hacerlo.

Por CARLOS O LI VA R ES B A RÓ

HE VISTO AL POETA Delfín Prats cobijado en la noche, resuelto y desnudo en los parajes del mediodía: he escuchado el voceo de la copla jubilosa sobre el silencio instigador. Fui contagiado del quebranto de su piel humedecida por el aguacero imprevisto. / Delfín caminaba sobre la arena y la tarde abrasadora le cedió una tregua del resplandor. Muchas veces en los desfiladeros de La Habana, Delfín me entregó el sosiego y también la algarabía. He sido testigo de su habla: lenguaje de mudos a la intemperie: en el delirio de un sueño untado de la luz verdosa de los cocuyos. / Sé que él ha sabido descifrar las dispensas de la pausa: conoce muy bien “el aire feroz de los ocujes”, “el convulso ruido de la lluvia” y el “privilegio de la condenación”. / He visto a Delfín en la renuncia permanente, en la espera, rehusando las dádivas, satisfecho con las mínimas entregas de Dios. Exilio transitorio, del traductor, poeta y narrador Delfín Prats (Holguín, Cuba, 1945), conforma un muestrario en que

alegorías cautelosas nombran reminiscencias y abonan nuevos mitos. Selección y prólogo del poeta mexicano Luis Aguilar, esta pertinente edición de Luis Armenta Malpica / Mantis Editores pone al lector en contacto con una de las voces más trascendentes y seductoras de la poesía cubana actual. Lírica recóndita: vida de azares cruzados: tiempo transcurrido en la encrucijada de la ceniza. Delfín Prats siempre ha sido un caminante del tajo de la sombra. Luis Aguilar resume instantes radiantes del poeta de Holguín (mismo lugar de nacimiento de su amigo Reinaldo Arenas): pone a disposición un manojo de textos en que la persistencia, el compromiso con la palabra, el decoro y la transparencia testifican un idiolecto que se abre a las constelaciones para “echar en esta hoguera sino lo más amado”. El autor de Para festejar el ascenso de Ícaro (Premio de la Crítica 1987 en Cuba) ha desafiado más de una vez las demarcaciones en mudanzas arriesgadas y

gozosas: “Celebras el regreso / retomando la lira que en un lugar distante / manos favorecidas por la gracia y la furia / abandonaron / después de una claudicación penosa”. Compendio que recoge algunos de los cánticos más incitantes de la literatura cubana contemporánea: “Entrega”, “Litografía” (“Un animal extraño me visita / sin anunciar su inesperado arribo / abre la puerta callado se desliza / por entre los objetos oscuros de mi cuarto...”), “Saldo”, “Preparativos innecesarios”, “Discurso entre dedos”, “Documental”, “Pero en el viento su rumor llegaba”, “Por el aire feroz de los ocujes”, “Atmósfera”, “No vuelvas a los lugares donde fuiste feliz” (“Di adiós a los paisajes donde fuiste feliz. / Vive la plenitud de la soledad / en el primer instante...”), “Tres variaciones sobre el tema del pez”, “Sólo el rojo de los crepúsculos”, “Erinias”... La noche tiende su exilio transitorio: el poeta con absoluto recato signa “la soledad como un salvoconducto”.

EXILIOS TRANSITORIOS

Autor: Delfín Prats Género: Poesía Editorial: Mantis Editores/Luis Armenta Malpica, Conarte Nuevo León, 2009.


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Por

CARLOS VELÁZQUEZ

EL CORRIDO DEL ETERNO RETORNO

S O B R E E L B Ú FA LO PA R D O *

@charfornication

E

n Miedo y asco en Las Vegas, el Dr. Gonzo, mitad humano mitad bestia mitológica, vomita escandalosamente. Con tanto estrépito que la sustancia viscosa salta de las páginas hacia tus manos. A lo largo de toda la novela depone todo lo que engulle: cantidades industriales de salmón, gambas, toronjas, cerveza, tequila, LSD, mezcalina, coca, mariguana. Es una cabra, un pez que limpia el fondo del mar, una cucaracha. Su paladar no es exquisito ni mundano. Se alimenta de manjares pero también de carroña. Semejante criatura sólo pudo ser creación de la mente enferma, retorcida y supurante de LSD de Hunter S. Thompson, pensará todo lector que se acerque a la obra. Un bufalotario que se liberó de sus cadenas y encontró la salida del laberinto. Que además es un abogado picapleitos de los bajos fondos californianos. La perfecta arma de carne que Hunter puede esgrimir en contra de sus enemigos. Pero esperen un momento. No es ninguna invención. Hunter S. Thompson se basó en el legendario Óscar Zeta Acosta para confeccionar su también desternillante Dr. Gonzo. Óscar tuvo dos existencias. Mejor dicho tres. Fue escrito por la naturaleza, por Hunter, y por él mismo. Óscar puso el toque escatológico al viaje salvaje al corazón del Sueño Americano. También el toque del psicópata, el del demente y, por qué no, el del cuerdo, en fin, todos los toques. El amor que profesaba Hunter por Óscar era inconmensurable. En su novela lo bautizó como Gonzo. El mismo nombre del estilo periodístico con el que Hunter sacudió la literatura y la política de los de por sí revoltosos años sesenta. Ese ser burdo, caótico, estrafalario, incontrolable (“Uno de los prototipos de Dios. Un mutante de alto poder de algún tipo, ni siquiera considerado para ser producido en masa.”) era para Hunter el producto mejor acabado de su época. Tanto así que lo situó a la altura de su arte. Era uno de sus héroes. Quién dice que los héroes no pueden ser gordos. Si piensa lo contrario, ¿qué hace un libro como éste en sus manos? La impresión que Óscar causó en Hunter fue tan inabarcable como para no ser llevada a los terrenos de la ficción. Hunter lo describió con exageración pero con justicia. Si el Dr. Gonzo era una maldita máquina de vómito es porque el modelo original también lo era. Óscar sufría de úlceras desde los veintiún años. Pero jamás renunció a sus hábitos. “Qué valor tiene una vida sin alcohol y sin comida mexicana”, se pregunta al principio de Autobiografía de un Búfalo Pardo. Con un hombre que lucha en el baño por liberarse de la sangre que flota en su estómago como espuma de cerveza. Con esta escena inicia una de las odiseas más extremas, disparatadas, delirantes y paranoicas que haya conocido literatura alguna. Óscar dialoga con el fantasma de Humphrey Bogart. ¿Les suena conocido? En True Romance, escrita por Tarantino, el protagonista es asesorado

LA GENEROSIDAD DE LOS EXTRAÑOS ROCIARÁ CON DROGAS LA NATURALEZA DE POR SÍ DESQUICIANTE DEL BÚFALO PARDO.

por Elvis. Óscar es el pionero paranoide del cine clase B. También discute con la incómoda presencia de su psiquiatra judío, Serbin. A quien achaca de inventar mejores excusas que él. Suena a Los Soprano. ¿Un tipo duro que acude al psiquiatra? ¿Un niño de la calle que se recuesta en el diván a contar su infancia sumido en la pobreza en la frontera? Semejante hoja de vida no está hecha para un consultorio (a menos que sea disecada para estudio) ni para los melindrosos meandros de la Sociedad de Ayuda Legal donde Óscar se desempeña como abogado. Desesperado, decide huir. Renuncia y emprende un viaje en busca del remedio definitivo que cure las pústulas hirientes que destrozan su interior. Pero si cree que le ha dado la espalda a todo se ha equivocado. ¿Qué tienen en común Los Beatles, Bob Dylan, Ginsberg, Kerouac, Joan Baez, el TV Guía? Un hombre: Búfalo Pardo. Que despotrica de los beats porque nunca se tomaron en serio la bebida (aunque Kerouac muriera de cirrosis); odia el Sgt. Pepper… por considerarlo sandeces; profesa una admiración incondicional por Dylan y lo pone horny la Baez. “Soy la única guía televisiva viviente del mundo”, proclama, tras sepultarse a sí mismo en la cama a causa de una depre que lo vuelve un experto en programación. Todo pasa por su cosmovisión. “Los diseños de leche cuajada y huevos revueltos bañados con cátsup son dignos de verse, la obra de un genio”, así califica su martirio. Este es nuestro hombre. Y su saga un striptease de la mente. “Un hombre debe exponerse por completo, airear todas sus vergüenzas, si pretende acceder a la verdadera gloria”, tal es su filosofía. Y acorde a ella no se calla nada. Óscar fue el outsider más cercano a la ley. Se unió a la Fuerza Aérea y estudió Derecho. Cuando se cansó de trabajar para el gobierno no se alejó de las reglas. Siempre las tuvo a la mano. Para manipularlas a su conveniencia o violarlas. Evangelizador baptista en su juventud, renunció a la fe porque “la religión no

casa bien con las drogas duras”, sentenció. Esta obra, que como el Periodismo Gonzo y el Nuevo Periodismo, antecede a la no-ficción, conduce a Óscar a través de una senda milenaria. En la que la fuga le permite incluso detenerse un instante en la tumba de Hemingway. Y nunca está de más, levantarse dos o tres causas. Y en su camino también existe el tiempo para la amistad. Y es precisamente la generosidad de los extraños la que rociará con drogas la naturaleza de por sí desquiciante del Búfalo Pardo. “Hasta el día de hoy nada hay que me la ponga más dura que una lisiada”, se sincera. Lo había advertido el viejo Hunter: “just another freak, in the freak kingdom”. Pero este freak se construyó a sí mismo. Se dotó de un nombre. De una identidad. El Búfalo Pardo. Como si viviera en una canción de Los Tigres del Norte. Ni mexicano ni gringo. Ni contracultural del todo. No tenía escrúpulos para llevar alcohol a una pacífica marcha hippie donde estuvieran prohibidas las bebidas embriagantes. El arte de reventar. Eso era el Búfalo Pardo. En sus aventuras desde El Paso, pasando por Panamá, hasta su postulación para sheriff en el condado de California, tema de su segundo novelón, La revuelta del pueblo cucaracha. “La venganza de los mojados”, tan anhelada por todos los espaldas mojadas, pachucos, chicanos, cholos e inmigrantes, que Los Lobos hicieron canción. Por cierto hommies del mismo barrio de Zeta, East L. A. De destino en destino la promesa de una cura, sea a través de una persona o de una juerga, arrastra a Óscar por Colorado. Donde las armas y las drogas se conjuntaron con el complot. Esa pulsión paranoide a la que era tan afecta Hunter. En Miedo y asco en Las Vegas Raoul Duke, el alter ego de Thompson, aúlla todo el tiempo por temor a pagar todas las cuentas que dejan su compinche y él a su paso. Búfalo no arrasa con todas las drogas que encuentra, además siempre pide unos cientos de dólares a préstamo. La generosidad de sus anfitriones no tiene límites. La conjura no deja de

Hunter S. Thompson y Óscar Zeta Acosta en 1971.


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pender sobre sus cabezas. Y la conspiración en ocasiones no era producto del cerebro frito por el consumo degenerado de LSD, no, era real. Óscar, el Búfalo, Zeta, el personaje de ficción, el abogado de la chicaniza, desapareció de la tierra sin dejar rastro. Sin ofrecer ninguna explicación. Su hijo recibió una llamada del soldado Búfalo desde Mazatlán. Fue la última ocasión que su voz se escuchó sobre la Tierra. Entonces fue a encontrarse con el mito. A sumarse a la tundra espiritual en la que residen Chalino Sánchez, El Señor de los Cielos, Pedro Infante y Robert Johnson. Ah, el olfato del Búfalo Pardo. Esfumarse en el Triángulo Dorado. Su brújula interna de los problemas le indicaba que en aquel terreno se cocinarían cosas importantes. Sinaloa, el territorio donde se inventaría el narcotráfico, donde nacería el Chapo Guzmán, el mayor capo del negocio de la droga a nivel mundial, y donde también surgirían Élmer Mendoza y Julio César Chávez. Eso fue lo que detectó Hunter en él. Ese olfato. Ambos sabían que el big deal se estaba fraguando. Y su nariz se encargó de lo demás. Pero antes de fundirse con el mito, Óscar realizó un éxodo hacia los orígenes. Un viaje hacia el lenguaje. Salió de California y llegó a Texas. A El Paso, su lugar de nacimiento. Cruzó la frontera. Y se detuvo en Ciudad Juárez. Donde se encontró con su idioma primigenio. Donde atisbó a mujeres de rostros morenos, cabello negro y largo y ojos que no se achantaban ni ante el mismo diablo. Y todas expresándose en la lengua de mi infancia; esa lengua que dejé de hablar a los siete años, cuando el capitán insistió en que no aprendiéramos inglés hasta que no dejásemos de hablar español; una lengua de vocales suaves y consonantes elásticas, siempre con esas “erres” de tracción rápida para amenazar o engatusar; una lengua para noches de

ÓSCAR, EL

Thompson bautizó como Gonzo a Óscar Zeta Acosta en su novela Miedo y asco en las Vegas.

BÚFALO, ZETA, EL PERSONAJE DE FICCIÓN, EL ABOGADO DE LA CHICANIZA, DESAPARECIÓ DE LA TIERRA SIN DEJAR RASTRO. SIN OFRECER NINGUNA EXPLICACIÓN.

luna bajo tormentas tropicales, para noches estrelladas en desiertos pardos y para hacer declaraciones de guerra en cimas de montañas nevadas; una lengua perfecta hasta en el último detalle para gente que se toma en serio la vida y a la que sólo le preocupa la muerte en lo que tiene de alusión al último día de estancia en la Tierra. De su paso por Ciudad Juárez salió renovado. Sí, estuvo borracho perdido por las calles, se acostó con prostitutas generosas y lo metieron a la cárcel. De la que no pudo salir porque no tenía ningún documento que lo acreditara como abogado. El fenómeno del exilio fronterizo a la inversa. En lugar del mexicano en Estados Unidos de ilegal, el moreno sin ID al que nadie le cree que sea gringo por mucho que chapuce el inglés. Pero sufrió un satori. Salió transformado en Zeta. El abogado que defendería la causa chicana. Y abandonaría la causa

chicana, El Poder Pardo. Más peligroso que las mismísimas Panteras Negras. Para combatir “La batalla de Los Ángeles”, como diría décadas después Rage Against the Machine. Periplo del que se inspiraría para crear La revuelta del pueblo cucaracha. Porque además de todas sus habilidades, el Búfalo Pardo era escritor. Y qué pedazo de escritor. Afirmó al final de su segunda novela: “voy a escribir mis memorias antes de que me vuelva totalmente loco. O totalmente clandestino”. Gracias al LSD que lo hizo antes de evaporarse. En cuanto a lo de volverse clandestino, fue un material que les heredó a los avezados que aseguran que lo vieron con vida en Calcuta o donde les plazca con un arma y un paquete de heroína como despensa para un fin de semana. Esta es la historia de un hombre que en el intento por escapar de sus úlceras fue al encuentro de sí mismo. C

*Prólogo al libro Autobiografía de un Búfalo Pardo, Dirty Works, 2016, que próximamente circulará en México.

El sino del escorpión Cuestionar o pedir perdón UN REPENTINO alboroto interrumpe el reposo del alacrán en la oquedad de su alto muro y lo obliga a sacar la cabeza de su nido para indagar el motivo. El inusitado espectáculo de un grupo de millenials en busca de pokemones lo desconcierta. Y aunque los chicos colgados de sus smartphones se burlan de sus opiniones gagá, el arácnido les advierte sobre cómo su información personal está siendo recolectada por esa aplicación y sobre algunos pícaros dispuestos a robar a los incautos en busca de picachús. Ante su reiterada befa, el venenoso opta por espetarles: “¡Consíganse una vida!”. Otro show llama entonces su atención: el de Gerardo Ortiz, ese cantante de moda cuyo video sobre cómo darle su merecido a la infiel quemándola con todo y coche se hiciera tristemente célebre. Luego de trámites y órdenes de presentación, el

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Por ALEJANDRO DE LA GARZA @Aladelagarza

intérprete fue aprehendido por “apología del delito”, pagó fianza y salió en libertad. El tema de la acusación inquieta al rastrero, pues si bien el mentado video le parece de una misoginia terrorífica, los mismos términos de esa acusación se pueden aplicar para censurar series televisivas, películas, novelas y libros sobre el narco, lo cual puede anunciar un panorama conflictivo, peligroso. Ya en plena columna de espectáculos, el venenoso observa a los legisladores, encabezados por el panista Santiago Taboada Cortina, ir y venir por el país en las audiencias públicas para discutir la tan anunciada como retrasada ley de cultura. Las primeras se realizaron en Puebla y Guadalajara y continuarán en Mérida, el Estado de México y Chihuahua. Entre los muchos temas de política cultural a discutir, sobresale la original petición de

otorgar un seguro médico a los creadores, quienes con demasiada frecuencia andan a salto de mata y freelanceando sin protección alguna. Se han presentado docenas de ponencias y participantes, pero no se ve por ningún lado el micrositio de internet donde esa información estaría disponible. ¿Alguien tiene el dato, señores diputados?, porque vivimos tiempos de incertidumbre ante la falta de transparencia de la Secretaría de Cultura en aspectos como la recontratación de funcionarios destituidos, por ejemplo. Ya de regreso a su cicatriz en la pared, donde convalece de males diversos, el escorpión llama a continuar la discusión sobre la cultura y sobre todo el cuestionamiento a los funcionarios del sector, si no, dentro de poco también se verán obligados a pedir perdón. C

ENTRE LOS MUCHOS TEMAS DE POLÍTICA CULTURAL A DISCUTIR, SOBRESALE LA ORIGINAL PETICIÓN DE OTORGAR UN SEGURO MÉDICO A LOS CREADORES.


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ANGÉLICA ARAGÓN EN LAS MENTIRAS HAY VIOLENCIA Actriz todo terreno, así es Angélica Aragón (Ciudad de México, 1953). Su sello se consolidó a través de su partici pación en cintas como La montaña sagrada, El crimen del padre Amaro, Cilantro y perejil, Sexo, pudor y lágrimas o Dirty Dancing: Havana Nights, y televisivas como Mirada de mujer y Dune, de David Lynch, entre tantas. Estudió teatro, danza y pantomima en la London Academy of Music and Dramatic Art (LAMDA), y en la India en The National Dance Academy y en la Kerela Kelandam Dance School. Su trayectoria teatral es igual de extensa, con sus

inicios marcados por el estilo de Alejandro Jodorowsky, en Zaratustra; después trabajó con directores como José Solé y Luis de Tavira. Angélica Aragón se estrenó como directora teatral hace casi dos décadas, y ahora presenta su más reciente dirección: La última palabra, del dramaturgo argentino Luis Agustoni. Una historia cuyo tema central es la violencia de género, al margen de los estereotipos y lugares comunes. Protagonizada por Roberto Damico, Víctor Hugo Martín, Pablo Perroni y Adriana Castillo, la obra reestrenará temporada en el Teatro Milán, el próximo 8 de agosto.

Por

ESGRIMA

¿Para qué hacer teatro con una historia sobre mujeres que podría parecer común en un principio? Hace muchos años, más de veinte, que participo de proyectos teatrales, y me interesó la propuesta de Luis Agustoni, autor de la pieza, uno de los dramaturgos argentinos vivos más interesantes. Además de La última palabra, es el creador de Los lobos, una historia sobre la corrupción y el robo que se presentó en México hace algunos años con mucho éxito. Agustoni es un autor muy serio que afronta de una manera muy particular los temas que aborda. En La última palabra se revisa la violencia de género fuera de las miradas comunes. Expone el caso de una mujer que mata al marido a tiros, y a lo largo de la obra se establecen qué circunstancias determinan este hecho en relación con lo que la ley dicta. Es una revisión muy interesante de las actitudes y cultura latinoamericanas y mexicanas en relación a estos asuntos. ¿Qué te conectó con el tema? Me interesó el discurso realista y abierto de los jueces y la acusada. Uno de los jueces tiene una mirada particular sobre el caso, es una especie de abogado del diablo, quien expone las posturas más reaccionarias y conservadoras, duras y rígidas en una discusión. El espectador se conmueve y hasta dicen que “cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia”. Es un tema muy cercano y creciente en nuestra sociedad, muy fuerte y directo. Aunque el texto está construido con poca acción, en el sentido de que ocurre en tiempo real, en una oficina, en un espacio cerrado, los diálogos son tan ágiles que tiene un movimiento y tensión naturales. La historia es compleja en el sentido de que es un discurso ilegal en muchas partes, pero no deja de ser actual e incluso divertida. ¿Las mentiras son parte de esa violencia? En primer lugar vemos cómo la violencia se agudiza, se refina y complejiza. En la historia es claro cómo el hombre —pareja de la asesina, como la nombra la ley— es amabilísimo, cariñoso y atento con el resto

ALICIA QUIÑONES

de la gente; sólo es agresivo frente a ella. La mujer no lo puede denunciar porque nadie conoce el lado agresivo de él, y ese es el primer engaño: aparenta ser lo que no es, y eso desarticula la defensa de la mujer frente a los jueces. La recreación de la realidad a través de la impresión que tenemos de cada individuo es delicada. Y si sumamos esos elementos al manejo del lenguaje, de las palabras, desatan una extorsión de la realidad, para enloquecer a la persona engañada. Evidentemente en las mentiras o el engaño hay violencia. En su última defensa, ella dice: “No tengo defensa porque yo elegí hacer mi vida con este hombre... yo decidí tener un hijo con él y sabía cómo era”. Es interesante porque hay un análisis un poco más profundo de nuestro comportamiento y postura frente a hechos que se vuelven cada vez más comunes y violentos. En qué momento dejas de ser actriz, directora y te conviertes en activista. Además de actriz, me considero activista social porque colaboro con muchos espacios en relación con los derechos de las mujeres. La primera manifestación de indignación la tuve a los seis o siete años, cuando me di cuenta de que la vida era muy injusta para las mujeres. Mi contacto con mujeres chiapanecas sin estudios y con enfermedades delicadas me abrió una nueva realidad, y eso se quedó en mí para involucrarme en muchas causas a través de diversos institutos, acciones, conferencias, etcétera. Eres también una creadora literaria y activista de las lenguas indígenas. Mis padres me otorgaron una educación con maestros extraordinarios. Ramón Xirau fue uno de los maestros más completos y dedicados que tuve, en la preparatoria nos abrió un mundo. Como percibió mi interés, me invitó a su casa para realizar lecturas dirigidas; después, fui oyente de sus clases de filosofía, eran clases extramuros, pues la UNAM estaba en huelga. Yo ya era una especie del doctor. Después, tuve la fortuna de graduarme de

LA ÚLTIMA PALABRA REVISA L A VIOLENCIA DE GÉNERO FUERA DE L AS MIRADAS COMUNES.”

la educación francesa, que promueve no sólo la literatura y la filosofía sino las lenguas, de modo que pude estudiar griego y latín, incluso al nivel de traducción. Esa fue una base importante en mi estudio de letras clásicas. De modo que cuando regresé de Inglaterra, lo primero que hice fue trabajar en Radio Educación y Radio UNAM, y a partir de ahí comenzaron a invitarme a eventos para leer poesía y narrativa en sus idiomas originales. Guillermo Rousset Banda comenzó a invitarme a participar en eventos literarios, y mi actividad en ese sentido no ha parado. Siempre he abogado por las lenguas indígenas y autóctonas. Días atrás regresé de Sonora, donde tengo actividades desde hace muchos años con una comunidad indígena de mil 200 personas que sólo hablan su lengua. Hemos hecho trabajos al respecto y estamos realizando una película de ficción en su lengua original, además de otras actividades. Me interesa la defensa de las lenguas, aún tenemos un gran acervo.

Arte digital > STAFF >La Razón


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