Nuevas Historias del Ring

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FR ANCISCO HINOJOSA WIKIPEDISMO

CARLOS VEL ÁZQUEZ CÁÑAMO VS. SEGOB

ESGRIMA

AMANDITITITA

El Cultural N Ú M . 1 5

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[ S u p l e m e n t o d e La Razón ]

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NUEVAS HISTORIAS DEL RING

LA GLORIA TAMBIÉN GOLPEA Alejandro Toledo

Al final del segundo round, Mohamed Ali deja en la lona a Cleveland El Gato Williams. 1966. Foto: Neil Leifer.


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La recreación de las batallas y hazañas de los hombres ha sido un tema primordial de la literatura. De ahí se nutren las modernas epopeyas del deporte como una vertiente donde pueden coincidir el periodismo y la literatura. En La gloria también golpea. De la Hoya vs Chávez 1 (La Dulce Ciencia Ediciones), que se presenta este sábado, Alejandro Toledo continúa esa tradición y así lo plantea desde este prólogo.

N U E VA S H I S T O R I A S D E L R I N G

LA GLORIA TA M BI É N G OL PE A ALEJANDRO TOLEDO

... y todo fue cristales rotos, el mismo silencio de espejos apagados alguien cae, alguien cae. rafael acevedo

Balada del Caesar’s Palace

L

os hombres, atrapados en un presente eterno, creamos nuestras propias mitologías. Acaso el surtidor principal de esa saga íntima es la infancia, “el espejo en el que nos seguiremos mirando”, dice el escritor Francisco Tario. Mi infancia transcurre en los años sesenta del siglo xx y está llena de instantáneas deportivas: como imagen inaugural, me veo atravesar uno de los túneles del Estadio Olímpico rumbo a un encuentro nocturno entre el equipo de la Universidad Nacional y el América, cuando Enrique Borja era estrella universitaria, hasta encontrarme de pronto con el paisaje extraordinario de una cancha iluminada; poco después en ese mismo foro, el 19 de octubre de 1968, vi al estadunidense Richard Fosbury conquistar la medalla dorada olímpica con su nueva forma de ejecutar el salto de altura. Esa memoria mía cierra el 21 de junio de 1970, al atestiguar desde las gradas altas del Estadio Azteca, llevado ahí por el abuelo paterno, la coronación de Brasil ante Italia por cuatro goles a uno. Tenía yo entonces sólo siete años de edad.

EL REINADO DE MOHAMED ALI Aunque la figura que domina mi niñez es boxística: Cassius Marcellus Clay, Mohamed Ali, a quien desde esa década y hasta mediados de la siguiente vimos en casa con sus grandes peleas, desde sus enfrentamientos con Sonny Liston de 1964, en el primero de los cuales conquistó el cinturón de los pesos completos (y considerando el famoso “golpe fantasma” del segundo encuentro), hasta sus combates históricos con Joe Frazier y George Foreman. El acontecimiento implicaba el reacomodo de muebles alrededor de la televisión, que se convertía entonces en una invitada más a la mesa. Así como por ese tiempo Julio Cortázar en Rayuela puso a ejercitar a la novela, haciéndola dar saltos de un capítulo al otro, en el cuadrilátero Mohamed Ali parecía volar como mariposa aunque picaba (o pegaba) como abeja. Resume Joyce Carol Oates esa carrera: “El estilo del joven boxeador, enfrentado a un mortífero golpeador como Sonny Liston,

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quien así atesoraba el cinturón recuperado; o, acaso de más lejos, quizá de la memoria colectiva, el inmortal “Todo se lo debo a mi manager y a la virgencita de Guadalupe” de Raúl El Ratón Macías.

“YO QUE CONFUNDO EL JAB CON EL UPPERCUT”

consistía simplemente en adelantarse a sus ideas y maniobras: nunca antes, y nunca después, ha desplegado un peso pesado un estilo semejante, una inimitable combinación de inteligencia, sagacidad, gracia, irreverencia, astucia. Era tan deslumbrante el talento de Ali en su juventud que no estaba del todo claro si de hecho él tenía lo que los boxeadores llaman coraje, la capacidad de seguir peleando cuando ha sido lastimado. En años posteriores, ya reducida la velocidad de Ali, emergió un boxeador nuevo y más complejo, un boxeador más grande aún, podría decirse, como en la trilogía de combates con Joe Frazier”. Un poco para recordar dicha época, para seguir haciéndolo, vi hace unas semanas el documental Facing Ali (Pete McCormack, 2009), con entrevistas a algunos de los rivales de Ali, caleidoscopio de testimonios entrañables de lo que rodeó a esas peleas históricas y dibujo a la vez de lo que puede ser la curva de gloria y decadencia en la vida de un boxeador. La frontera última, el punto que no debe ser cruzado en el pugilismo, es la pelea extra, aquella que se libra por orgullo o dinero en el declive de una carrera y ya en condiciones físicamente vulnerables. Ali no tuvo una sino dos de esas peleas, contra Larry Holmes la primera y Trevor Berbick la segunda; esto ya a comienzos de los años ochenta, cuando pudo retirarse luego de vencer a Leon Spinks en 1978 (que lo había derrotado meses antes), y obtener por tercera ocasión el título de campeón de los pesos completos. Dijo entonces Ali: “Peleé demasiado tiempo, recibí demasiados golpes, por esto tengo mucha suerte de estar aquí hoy y poder alardear de esta forma. Ahora seré un campeón eterno, me iré de forma limpia”. No se fue de esa manera, aceptó aún esas dos batallas de la sinrazón; y parte de su estado físico actual puede deberse, como sugiere el documental, tanto a una predisposición al mal de Parkinson como a esos golpes de más recibidos entonces. El documental es un entrañable acto de respeto y amor por parte de sus contrincantes, uno de ellos George Foreman, que dice estas palabras: “Hoy en día, cuando veo a Mohamed Ali veo a un héroe. Olviden todo eso de que era de una minoría étnica, y da igual que los héroes pierdan un brazo o una pierna, siguen siendo hermosos gracias a lo que hicieron”. Es lo que mejor guarda mi memoria boxística, el reinado de Ali, que me tocó vivir en mi infancia y gran parte de mi adolescencia. Acaso, como una suerte de eco lejano, a veces vienen a mí también las voces de los narradores televisivos de entonces, como un rumor que es parte del soundtrack de la niñez; escucho además esa cantinela del “Mío, mío, mío, mío” de José Ángel Mantequilla Nápoles,

Asistí de niño a algunos entrenamientos como aprendiz de boxeador en el Centro Cultural Miguel Hidalgo y Costilla, mas nunca subí al ring; o sólo un par de veces, en un gimnasio del centro de la Ciudad de México, al recibir algunas enseñanzas inesperadas por parte de aquel actorluchador conocido como Frankenstein, cuyo nombre real era Nathanael Evaristo León Moreno, presencia frecuente en las cintas del Santo y Blue Demon... La lucha, aclaro, no es para mí un deporte, es sólo circo; un circo que puede ser rudo, pero que no implica una competencia justa. El ring en el que combatí al llegar a la edad adulta fue otro, el del periodismo cultural y la crítica literaria, hasta convertirme, unos diez años más tarde y por los oficios de Ramón Márquez, en cronista deportivo para el diario El Universal. El equipaje que cargaba al llegar a esa redacción era el que ahora he mostrado, del todo insuficiente al asistir a una función y observar, para convertirla en texto, una pelea, incluso de las que aún se realizaban en la Coliseo en la disputa de cinturones nacionales, en una época de no grandes brillos en el boxeo local, cuando la televisión había relegado las funciones sabatinas al dominio del Pago por Evento, y los únicos que se emocionaban por los golpes eran los apostadores, el público más regular de esa arena. Me identificaba entonces con estos versos del cubano Nicolás Guillén: Yo que confundo el jab con el uppercut, canto al cuero, los guantes, el ring... Busco palabras las robo a los cronistas deportivos y grito entonces: ¡Salud, músculo y sangre, victoria vuestra y nuestra! Héroes, también titanes. Sus peleas fueron como claros poemas. ¿Pensáis tal vez que yo no puedo decir tanto, porque confundo el jab con el uppercut? ¿Pensáis que yo exagero? Para entender qué pasaba en el cuadrilátero, no con ojos de aficionado sino como alguien que pretende convertir en crónica aquello que ocurre entre las cuerdas, acudí a los libros (Hemingway, Cortázar, Norman Mailer, entre otros, en la búsqueda del boxeo narrativo); y uno de mis mejores managers fue un título que ya cité por lo que en él se dice de Mohamed Ali, Del boxeo, de la escritora norteamericana Joyce Carol Oates.

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Frecuenté los gimnasios, claro: el Margarita, el Nuevo Jordán, el Romanza, y entre peras y costales (y no entre peras y manzanas) conversé con los entrenadores y sus muchachos. Eran los últimos años del dominio de Julio César Chávez como campeón superligero; los combatientes más regulares eran Ricardo Finito López y Daniel Zaragoza, pupilos de Ignacio Beristáin. Miguel Ángel González, El Mago, estaba obsesionado con enfrentar al Golden Boy, Óscar de la Hoya. El boxeo femenino empezaba a surgir y teníamos, sobre todo, a La Poeta del Ring, Laura Serrano. Indagué poco en el pasado, sólo profundicé, creo, en la historia trágica de Salvador Sánchez, de quien busqué a sus padres y a su entrenador, Cristóbal Rosas, que me refirió las últimas horas en la vida de Sal Sánchez. Me entretuve, más bien, en ese que era el presente del boxeo mexicano, y que hoy es ya historia. Intentaba, sobre todo, aprender a mirar una pelea, lo que no es fácil. ¿Cómo atrapar esos movimientos, esos golpes, que ocurren a la velocidad del viento? Asistí una noche a una pelea de Mike Tyson en Las Vegas que duró sólo tres o cuatro golpes; en México no se había transmitido en televisión abierta y el editor esperaba para la medianoche, a más tardar, una crónica extensa. Me encontré solo entre la multitud. Tuve que correr al hotel en donde me hospedaba y subir con gran prisa a la habitación, donde tenía lista una complicada conexión con el diario por la vía del cable telefónico (antes de que se perfeccionara el Wi-Fi) y mandé lo que pude teclear con la urgencia del cierre. ¿Qué había ocurrido en esos noventa segundos de acción efectiva? ¿Cómo hacer la crónica de ese instante? Tuve que suplir mis carencias como observador directo del deporte (ejercicio que requiere una ardua educación de la mirada) con un reporteo exhaustivo, siguiendo este método básico: ir con los peleadores a que hicieran el recuento, o cuento, de sus carreras y sus combates; hablar con sus entrenadores para que narraran el trayecto completo de su pupilo; y cotejar lo recopilado de viva voz con las crónicas, ya que una gran parte de la historia del boxeo mexicano no está en los libros, escasos, insuficientes, sino dormida en las hemerotecas. Pude así recrear batallas como aquella del 9 de agosto de 1985 en Miami en la que Daniel Zaragoza exponía por vez primera el cinturón mundial gallo ante el colombiano Miguel Happy Lora: Zaragoza nunca había besado la lona. Dos veces se derrumbó esa noche. En el cuarto asalto (en que ocurrió la primera caída) acabó tan mal que lo quisieron reanimar con sales de amoniaco. En el quinto (segunda caída) dio la maroma y terminó en una esquina neutral. Confesó después de la pelea: “Realmente no recuerdo haber caído en el cuarto ni en el quinto round. Sí recuerdo haber estado

“EL RING EN EL QUE COMBATÍ AL LLEGAR A LA EDAD ADULTA FUE OTRO, EL DEL PERIODISMO CULTURAL Y LA CRÍTICA LITERARIA, HASTA CONVERTIRME, UNOS DIEZ AÑOS MÁS TARDE Y POR LOS OFICIOS DE RAMÓN MÁRQUEZ, EN CRONISTA DEPORTIVO PARA EL DIARIO EL UNIVERSAL.”


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en la lona después de recibir un gancho al hígado, pero luego de eso no recuerdo nada. Creo que tuve una laguna mental entre el momento de la primera caída y el noveno round”. Se mantuvo en pie milagrosamente. Y consiguió así, como por instinto, que no lo noquearan, pues el colombiano buscó por todos los medios destruirlo. El nuevo campeón, Miguel Happy Lora, felicísimo, reconoció al final que estaba extenuado, que tenía los brazos adoloridos. Tiró demasiados golpes.

EL ÚLTIMO DE LOS ÍDOLOS Una experiencia extrema fue el acompañamiento que hice de Julio César Chávez y Óscar de la Hoya en su viaje promocional por los Estados Unidos, jornadas que aproveché para charlar, en uno o en otro avión o en las pausas entre conferencia de prensa y conferencia de prensa, con los peleadores. La relación de lo que ocurría en el presente me llevaba a la historia de cada cual, para narrar así sus vidas paralelas (diría Plutarco). Era una oportunidad algo esquizofrénica de convivir con ambos, como el reportero que brinca durante el día de una a otra trinchera en la víspera de una gran batalla. La posibilidad de realizar en el periodismo estos acercamientos en la vida de los peleadores se debía en gran parte al editor, Ramón Márquez, que abrió las páginas de la sección deportiva a lo que dieran las capacidades del reportero, con planas enteras por llenar siempre y cuando se utilizaran para contar buenas historias. Era una libertad y una exigencia. Él había crecido en el oficio con Manuel Seyde, en el viejo Excélsior; y aprovechó esas enseñanzas cuando estuvo a cargo de las páginas deportivas del también viejo unomásuno y de El Universal. Porque esa condición, la de poder escribir con largueza, no siempre se cumple (o rara vez) en el medio periodístico mexicano. Hace tiempo, en una charla radiofónica a la que ambos fuimos invitados para hablar del estado actual del periodismo

deportivo, el periodista Sergio Guzmán, pupilo de Ramón Márquez (y quien heredó la sección deportiva del unomásuno), recordaba una distinción establecida por la actriz María Félix entre las mujeres guapas y las bonitillas: la primera se prepara, cuida su arreglo interior y exterior, se cultiva; la segunda no se preocupa por nada de eso y cree que sólo por su apariencia será celebrada. La prensa deportiva actual, concluía Sergio Guzmán, es bonitilla; se toma como divisa aquello de que una imagen dice más que mil palabras, cuando esas mil palabras en buena prosa pueden decir tanto como la imagen, o completarla, dialogar con ella, enriqueciéndose ambos discursos, el de la fotografía o el diseño y el de la escritura, y enriqueciendo al fin la experiencia del lector. Lo ideal, pues, es que la crónica deportiva recupere esa guapura que en otros tiempos ha tenido. O se puede acudir a otros medios. El documental de Diego Luna sobre Julio César Chávez, realizado en 2007, muestra las posibilidades que hay en la pantalla para contar una historia compleja, como puede ser la de un boxeador exitoso, incluido el contexto social (la pobreza de la que emerge, el contacto inevitable con la mafia del narcotráfico) y político (en este caso, la forma en que Carlos Salinas de Gortari se sirvió de su amistad con el campeón para afianzarse en la silla presidencial, y la consecuente venganza de Ernesto Zedillo, que persiguió fiscalmente al superligero). Chávez es quizá la última gran figura de nuestro pugilismo, el último gran ídolo. Como sucedió con Ali, también le fue difícil retirarse y después de las dos peleas que perdió contra Óscar de la Hoya arrancó una gira del adiós en la que dolorosamente se fue dando cuenta del paso del tiempo. Su llanto, luego de un combate final, cierra la cinta.

HAZAÑAS CONTADAS Y POR CONTAR Destaco dos esfuerzos regionales por contar la historia del boxeo. Uno es el libro La fábrica de boxeadores en Tijuana (2012), de Omar Millán; y el otro Lauro El Tigrillo Salas: nocaut al olvido (2013), de Héctor Leal. Con imágenes y palabras ambos títulos se enfrentan al pasado boxístico. El de Leal tiene la circunstancia de ser el primer título sobre pugilismo que se edita en Monterrey, dedicado al que fue su primer campeón mundial, el peso ligero Lauro Salas, que triunfó en los años cincuenta. El libro sobre Tijuana aborda la cuestión fronteriza, el escalón del que muchos se sirvieron, incluido el mismo Julio César Chávez, para arribar a los torneos internacionales. “De hecho, el boxeo


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“PIENSO EN EL PERIÓDICO MENSUAL ESQUINA BOXEO, EDITADO POR UN GRUPO DE JÓVENES A LOS QUE ENTUSIASMAN TANTO LOS GOLPES POÉTICOS DE LA GRAN LITERATURA COMO LAS HAZAÑAS DEL CUADRILÁTERO.” jamás ha sido un juego”, dice Jon Lee Anderson en el prólogo del tomo tijuanense, “sino más bien una forma de vida, una carrera basada en el rito de supervivencia más antiguo —combatir físicamente para preservar la propia vida— que se transformó en espectáculo. Y, como tal, le ha ofrecido a jóvenes de todo el mundo, y de todos los credos y razas, una ruta posible para escapar de la pobreza.” En cuanto a los peleadores mexicanos, esa ruta suele pasar por Tijuana. Otros ejercicios recientes se me vienen a la cabeza. Está, por ejemplo, la obra de teatro Baños Roma (2013), de Jorge Vargas —presentada en distintos foros—, que asume la experiencia documental: un grupo de teatreros viaja a Ciudad Juárez en busca de José Ángel Mantequilla Nápoles, del que se tiene la referencia que entrena jóvenes en un gimnasio del lugar, y testimonian tanto el estado físico del ex campeón, enfrentado al fantasma de olvidar el nombre de su compañera de vida mas no su cariño por ella, como la situación de violencia social de Ciudad Juárez, los rounds diarios, sin límite de sangre, en una guerra sin cuartel. Y esto se convierte en una acción real, efectiva: rescatar el gimnasio Baños Roma, que estaba en el abandono, y también la memoria del ídolo haciéndola presente. O pienso en el periódico mensual Esquina boxeo, editado por un grupo de jóvenes a los que entusiasman tanto los golpes poéticos de la gran literatura como las hazañas del cuadrilátero, creadoras para ellos de instantes epifánicos, donde se mezclan el dolor y la rabia con la posibilidad de acceder a la gloria. Estos jóvenes leen las peleas como si fueran libros, con pasión, subrayando sus puntos clave, y viceversa. Son, además, enciclopedias andantes, como si hubieran nacido con el pasado del boxeo pegado a la piel. La del boxeo mexicano es una historia siempre por escribirse, pero de la que se han contado ya algunos episodios memorables. El ayer es esquivo, mas es posible ir tras él y atraparlo, aunque luego vuelva a huir. Se encuentra uno con él en muchos ámbitos. En la literatura, en Las glorias del gran Púas (1978), el retrato que hace Ricardo Garibay de Rubén Olivares; o en la recopilación de testi-

monios de José Ramón Garmabella de seis Grandes leyendas del boxeo (2009). En el cine tenemos Campeón sin corona (1945), de Alejandro Galindo, que no le pide nada en efectividad dramática a Toro salvaje (Raging Bull, 1980), de Martin Scorsese. Se habla, por cierto, de que el director estadunidense decidió subir la cámara cinematográfica al ring, para que los peleadores tiraran hacia ella sus golpes más certeros, luego de observar Pepe el Toro (1953), de Ismael Rodríguez. Hace poco me encontré casualmente con Guantes de oro (1961), de Chano Urueta, cuyo mayor acierto es reunir a viejas glorias del boxeo mexicano, grandes figuras de los años cuarenta y cincuenta, que en el filme apadrinan a una estrella naciente. Hay un momento memorable, emotivo, en el que Antonio Andere presenta en el cuadrilátero a esos quince veteranos y dedica a cada uno de ellos unas frases, síntesis de su paso por las cuerdas. Los puros alias, a veces, son ya una cifra significativa. Empieza con Luis Arizona, El Hombre de la Macana. Sigue con Firpo Segura, Leonardo López y Chucho Nájera, peleador éste, dice Andere, que “dejó la profesión que tanto amó por una tragedia en el cuadrilátero”. Toca el turno de un hombre con lentes oscuros y bastón, del que se comenta: “El valor, la casta que en cada una de sus peleas pusiera este peleador, lo hizo perder todo, inclusive la vista, ¡el enorme Lupe González!” Aparecen también Rodolfo Ramírez, El Rielero; Pedro Ortega, El Jaibo; Luis Castillo, El Acorazado de Bolsillo; Gonzalo Rubio; Carlos Malacara; Tomás López, El Conscripto, y Nicolás Morán, El Chintololo. Deja para el final a los que podrían considerarse como los más queridos, quienes recibirán esa noche los mayores aplausos. El primero: “Y aquí tienen ustedes a una de las más grandes glorias del boxeo mexicano, al señor don Luis de la Villanueva, el patito feo de nuestro boxeo, ¡el eterno, el inconmensurable y único campeón Kid Azteca!” Y luego, sin mediar palabras, la arena estalla en un enorme alarido. Al vuelo, comenta Andere: “El público ha reconocido a su ídolo antes de ser presentado, una de las páginas gloriosas más grandes del boxeo mexicano, el auténtico campeón mundial sin corona, a quien podría considerarse como una propiedad nacional, ¡el inconmensurable, el extraordinario Chango, Rodolfo Casanova!” Se me ocurre esto: alguien que mire la cinta se preguntará cuáles fueron las hazañas de esos peleadores, y no encontrará en la literatura a la mano mucho que lo saque de esa duda; y acaso alguien más, en el futuro, tomará ese momento fílmico como pretexto para indagar en esas quince historias de garra boxística. Y así, de una en una, o de quince en quince, es como podría empezar a escribirse la gran historia del boxeo nacional.

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EL BOX Y LA NADA

Antes de concluir quisiera detenerme en el presente, ese, éste, en el que vivimos atrapados. Hubo para nuestro pugilismo una década perdida, en la que cesaron en televisión las transmisiones sabatinas —como ya lo dije— por apostar al Pago por Evento (que no obtuvo en México los resultados económicos que en Estados Unidos), y los foros tradicionales del Distrito Federal, la Arena Coliseo y la Arena México, se apagaron para el boxeo cambiando de giro hacia la lucha libre, afianzándose ésta como espectáculo popular citadino. Concluyeron sus carreras, entre otros, Julio César Chávez, Daniel Zaragoza y Ricardo Finito López. Estos últimos responden ya a otro modelo de peleador: no el que se entrega a los excesos, con el coctel usual de los nuevos amigos y las muchas mujeres, para terminar en una pobreza similar a la que se tenía al empezar, sino aquel que administra sus bienes y asegura una vejez tranquila. En esa misma línea quizá pueda ubicarse a Juan Manuel Márquez, quien ha librado grandes peleas y es hoy, a poco tiempo del retiro, la figura más sólida. No es casualidad que tres de los cuatro púgiles mencionados provengan del gimnasio Romanza, la casa de Ignacio Beristáin, verdadero hacedor de campeones. De pronto, hace no mucho tiempo, la televisión se acordó del boxeo. Las dos empresas dominantes volvieron a invertir en él, retomaron las transmisiones de los sábados por la noche, en un contexto quizá árido para el deporte, sumido en una crisis grave, con pocos buenos entrenadores y no muchas grandes figuras en el panorama nacional. Eso no ha importado: se fabrican ídolos con rotundos golpes de publicidad, y ésta, a la hora de la función televisada, es excesiva: se rompió en pantalla aquello de los tres minutos de acción efectiva y un minuto de descanso, ahora son casi tres minutos de pelea y tres de anuncios. Domina el dinero sobre el ring. La prensa se une a las porras y aguarda su tajada. Mediante el patrioterismo exacerbado se busca imponer héroes, a los que se les construye una carrera cómoda, con rivales de bajo perfil, y que se extravían al enfrentar los duelos importantes. Ocurrió en septiembre de 2013, hasta caer en lo ridículo, con Saúl El Canelo Álvarez, que acompañó en el cuadrilátero a Floyd Mayweather Jr., quien al notar las carencias del mexicano lo boxeó sin urgencia de nada, como si estuviera ante un sparring muy novato. Lo que me lleva a pensar que para las televisoras la nada inflada, el vacío más aparatoso, de mucho ruido y mucho color, el boxeo fantasma de estos días, también puede ser un gran negocio..

“SE FABRICAN ÍDOLOS CON ROTUNDOS GOLPES DE PUBLICIDAD, Y ÉSTA, A LA HORA DE LA FUNCIÓN TELEVISADA, ES EXCESIVA: SE ROMPIÓ EN PANTALLA AQUELLO DE LOS TRES MINUTOS DE ACCIÓN EFECTIVA Y UN MINUTO DE DESCANSO, AHORA SON CASI TRES MINUTOS DE PELEA Y TRES DE ANUNCIOS.”


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El vértigo y la manifestación de lo desconocido, en un relato con el sello del autor donde el extrañamiento, el misterio, tienden sus vasos comunicantes a la luz del día, mientras diluyen las fronteras entre la imaginación y el orden cotidiano.

L A HOR A DEL M AGO BERNARDO ESQUINCA ILUSTRACIÓN DE ELISA MALO

A

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l principio, Dragan no relacionó lo que le estaba ocurriendo con la silla para bebés. Su mujer la había comprado en una tienda de descuentos, y durante un mes colocaron a la pequeña Lena en ella con muy buenos resultados. Tenía varios botones que modulaban sus rítmicos movimientos; también una bocina oculta de la que salían sonidos que cambiaban constantemente. Lena alcanzaba un sueño profundo, prolongado, y Dragan podía trabajar en su estudio sin interrupciones. Durante los primeros días, los sonidos que producía la silla les llamaron la atención e incluso les pusieron nombres. Había uno sordo y monótono, que parecía el ruido de las olas al romper en la playa, y que a Dragan y a su mujer les recordaba los deseos de salir de la ciudad, así que lo llamaron “Vacaciones”; otro melodioso que semejaba la música ambiental de un lugar de trabajo, al que se referían como “Oficina”, y otro más, de tintes hipnóticos, que a Dragan le hacía pensar en un número de circo de su infancia, que denominó “La hora del Mago”. Pronto todos esos efectos dejaron de ser novedad, y pasaron a convertirse en parte del paisaje del hogar; en un ruido de fondo que acompañaba sus conversaciones y pensamientos. Las cosas marcharon bien hasta que Dragan comenzó a experimentar los Episodios. Acababa de colocar a Lena en la silla, y de pronto se vio en un centro comercial, sosteniendo un taladro en el departamento de electrodomésticos. No recordaba cómo había llegado ahí, ni por qué estaba en esa sección sosteniendo una herramienta que no necesitaba. Regresó a casa más pensativo que asustado, convenciéndose a sí mismo de que necesitaba trabajar menos, y dormir más.

Al llegar a casa, Dragan dudaba si debía comentar el incidente con su mujer. Ella lo recibió con una frase que lo desconcertó aún más: —¿Cómo te fue en la tienda? Aturdido, sólo atinó a responder: —Bien. Para enrarecer aún más las cosas, ella dijo: —¿Por qué no compraste nada? ¿Estaban muy caros los taladros? Dragan improvisó una respuesta, y prefirió no comentar nada de aquella pérdida de noción de tiempo. Al igual que muchas personas que se ven envueltas en un suceso extraño e incomprensible, hizo como si no hubiera ocurrido, y confió en que no se repetiría. Pero se equivocaba. Dos días después experimentó otro Episodio. Tras colocar a Lena en la silla, levantó la vista y se encontró en la azotea de un edificio. Estaba frente al barandal de seguridad, mirando el horizonte de la ciudad, mientras un fuerte viento le azotaba el rostro. De inmediato sintió pánico. En circunstancias normales, Dragan jamás subía a una azotea, pues padecía vértigo. Pero allí estaba, en lo alto de un edificio desconocido, como si una fuerza que lo rebasara lo hubiera llevado hasta ahí en contra de su voluntad. Tardó varios minutos en recomponerse, en recuperar la seguridad para moverse, y poder abandonar el edificio. Esa noche no durmió. ¿En qué momento su mente había cruzado una frontera desconocida? ¿Debía consultar a un especialista? Y, sobre todo, ¿debía alarmar a su mujer evidenciando la fragilidad de su psique? Con la pequeña Lena en juego, ¿no saldría ella corriendo de la casa con todo y su hija? Entonces decidió sacar del botiquín de las medicinas una caja de ansiolíticos. Todo era, sin duda, culpa del estrés: la paternidad, el trabajo

“LAS COSAS MARCHARON BIEN HASTA QUE DRAGAN COMENZÓ A EXPERIMENTAR LOS EPISODIOS. ACABABA DE COLOCAR A LENA EN LA SILLA, Y DE PRONTO SE VIO EN UN CENTRO COMERCIAL, SOSTENIENDO UN TALADRO EN EL DEPARTAMENTO DE ELECTRODOMÉSTICOS.”

acumulado, las cuentas por pagar. Se tomó una pastilla, y consiguió dormir varias horas. Pero las cosas empeoraron. Durante el nuevo Episodio, Dragan cobró conciencia ante una caja registradora, y una dependienta que le entregaba un billete. Se quedó pasmado hasta que la mujer le dijo: —Su cambio, señor. Tomó el billete, y vio la bolsa de compra que sostenía. Dentro de ella había una pistola. Estuvo a punto de decir algo, pero la gente formada detrás de él parecía impaciente, así que se dio la media vuelta y abandonó el lugar. Por fortuna, su mujer no estaba en casa; pudo esconder el arma, y las balas que había comprado, dentro del clóset. Las metió en una caja de zapatos, que luego colocó en el fondo de la repisa. Pálido, sudoroso, Dragan fue hasta el lavabo y se mojó el rostro. Después se miró en el espejo, y lo que vio fue la imagen de un hombre acobardado, desorientado, que había dejado de tener el control de sus acciones. Eso tenía que parar. Tomaría cartas en el asunto, recuperaría la voluntad. Fue entonces que escuchó el ruido de fondo. Ese sonido proveniente de su infancia, al que había dejado de prestar atención, y que ahora volvía a sus oídos con la fuerza de las revelaciones. La hora del Mago. ¿Cómo no se había dado cuenta antes? No podía explicarlo, pero estaba convencido de que aquella música absurda era la responsable de los Episodios. Salió del baño, y en la sala encontró a su mujer, que acababa de colocar a Lena en la silla. La saludó con una mueca y, pretextando que tenía trabajo pendiente, se encerró en el estudio. Por la noche, cuando su mujer y su hija dormían, fue a la sala y revisó la silla de Lena. Buscaba algo que indicara quién era el fabricante. En la parte baja del respaldo encontró una etiqueta cosida a la tela. Leyó: Industrias Ligotti. Y un número. Sin importar la hora, Dragan fue al teléfono y marcó. Una intuición le decía que su llamada sería respondida. La voz al otro lado era indefinida. Podía ser la de un viejo, pero también la de un niño. —Ven a verme. Te estoy esperando.


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“CRUZÓ EL UMBRAL Y SE TOPÓ CON HILERAS DE CAJAS QUE IBAN DEL SUELO AL TECHO. CIENTOS DE CAJAS. TODAS CONTENÍAN LA MISMA SILLA PARA BEBÉS QUE USABA LENA.” 2 Llevó consigo la pistola. Dragan condujo por calles secundarias en busca de la dirección que la voz le dictó al teléfono. Era un barrio de oficinas y bodegas. No le costó trabajo encontrar el lugar: era el único edificio iluminado a esa hora de la madrugada. La puerta estaba abierta. Subió por unas escaleras de caracol hasta el primer piso. Al fondo del pasillo alfombrado vio un rectángulo de luz. Caminó con paso vacilante, mientras palpaba la pistola en el bolsillo de su pantalón. Cruzó el umbral y se topó con hileras de cajas que iban del suelo al techo. Cientos de cajas. Todas contenían la misma silla para bebés que usaba Lena. Entre las cajas, en una esquina, había un escritorio. El hombre sentado detrás le hizo una seña para que se acercara. Su edad, como su voz, era indefinida. Alto y delgado, vestía esmoquin, con sombrero de copa y capa negra. Dragan sintió un escalofrío. Era el mago del circo de su infancia. —Felicidades —le dijo—. No todos descifran el enigma, y llegan hasta aquí. Dragan se quedó de pie, incrédulo. —¿Qué me hiciste? —preguntó, titubeante. El hombre de la capa y el sombrero se inclinó sobre el escritorio, y levantó una ceja. —Qué le hice a todos —respondió—. No te des aires de exclusividad. Realizó un gesto con la mano, abarcando las cajas. —Despaché miles de pedidos. Y miles más están en camino. Dragan se frotó los ojos, como si buscara despertar de una pesadilla. —Yo te conozco. Cuando era niño te vi en un circo —y después, casi suplicante, agregó—: No me digas que no es personal. El hombre de la capa y el sombrero se reclinó en la silla, y puso las manos sobre su estómago, repentinamente abultado. —Siento decepcionarte. Esto que ves, es una representación que tu mente ha elegido para darme forma. No soy responsable de ello. Lo que sí he hecho es meterme en tu cabeza. Dragan sacó la pistola, y le apuntó. —Lo que hayas hecho, arréglalo. O te mato. El hombre de la capa y el sombrero lanzó una extraña carcajada. Algo que primero pareció un graznido, y luego el balbuceo de un bebé. Dragan tembló e hizo un esfuerzo para mantener firme la mano. —¿Crees que no me atrevo a disparar? —dijo, amartillando la pistola.

El hombre de la capa y el sombrero abrió mucho los ojos y asintió. Su mirada era desorbitada, como si detrás de las cuencas se encontrara un ser mucho más grande que el cuerpo que lo contenía. —Oh sí —dijo—. Por supuesto que vas a disparar. Dragan sintió que su mano se movía. —¿Cuál es tu número de serie? — preguntó el hombre de la capa y el sombrero, mientras revolvía unos papeles que estaban sobre el escritorio—. Aquí está: 346,975. En efecto, estás programado para disparar. Hizo una pausa, y luego alzó la mirada. —Sólo que no contra mí. Dragan ahogó un grito. Por más esfuerzos que hizo, el cañón de la pistola quedó colocado contra su propia sien. —Por favor, no —suplicó, sollozando. El hombre de la capa y el sombrero sonrió. Era una sonrisa sin dientes, como la de un anciano. O como la de un recién nacido. Clic. El gatillo golpeó el percutor, pero no hubo explosión. Dragan respiró, aliviado: la pistola no tenía balas. —Ahora vete —dijo el hombre de la capa y el sombrero—. Vuelve a tu casa, con tu mujer y tu hija. Dragan se limpió las lágrimas con el dorso de la mano. —¿Por qué te diviertes conmigo? — preguntó, con un hilo de voz. El hombre de la capa y el sombrero parecía impaciente. La cita había terminado. —Porque puedo hacerlo. Dragan comprendió que era hora de irse. Dio media vuelta y caminó hacia la puerta. Cuando cruzaba el umbral, el hombre volvió a hablarle. —Espera. Dragan se detuvo, pero no volteó. Estaba seguro que si lo hacía, esta vez vería la auténtica forma detrás de aquella voz indefinida. Y lo que miraría se quedaría grabado de tal forma en sus pupilas, que incluso la pequeña Lena podría atestiguarlo. —¿Sí? —Mantén esa pistola aceitada — dijo la voz. Antes de dejarlo marchar, agregó: —Algún día te voy a pedir que la utilices..

Bernardo Esquinca es autor de la Trilogía de Terror, conformada por los volúmenes de cuentos Los niños de paja, Demonia y Mar Negro, entre otros libros

“EL HOMBRE DE LA CAPA Y EL SOMBRERO LANZÓ UNA EXTRAÑA CARCAJADA. ALGO QUE PRIMERO PARECIÓ UN GRAZNIDO, Y LUEGO EL BALBUCEO DE UN BEBÉ. DRAGAN TEMBLÓ E HIZO UN ESFUERZO PARA MANTENER FIRME LA MANO.”


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El Cultural SÁBADO 26.09.2015

Aunque sólo hay una edición publicada en 1990, el primer libro de León Gil (Colombia, 1954), Del huerto de Van Gogh, ha obtenido el aprecio de la crítica y perdura en foros diversos. En estas páginas el autor nos comparte algunos poemas de ese libro notable.

DEL HUERTO DE VA N G O G H LEÓN GIL GLOSARIO 1

7

Las flores

La luz

Invitados infalibles

Enemiga de los amantes

En los actos de la vida

Los asesinos y los ladrones

Del amor y de la muerte

2

8 La lluvia

Demencia

Solidaridad del cielo

Explosión de soles en la mente

Con la melancolía y con las penas

Y lluvia de hielo sobre el alma

3

9 Ilusiones Maternalismos con el alma

El sol Lamedor indiferente

Autorretrato con sombrero de paja. Óleo sobre tela. 1887.

De llagas y claveles

10

4

Genio Cualquier antorcha humana

El vino Gran legado de Dionisos

AU T O R R E T R AT OS

5

por tus ojos y fantasmas

Un olor a leche y a galletas

12

Temperatura ambiente En el cuerpo y en el alma

Tu habitación iluminada

Nostalgia En el bar

Cuerdo o Normal Ser de sangre fría

¡El más vivo autorretrato!

11

Y primer milagro de Jesús

Tu silla con tu pipa y la radiante sombra de tus manos

De la mente

6

Absoluta soledad Cuando sobre tu pecho Lúcido Vas a disparar

¡El más vivo autorretrato!

El sol Es la estrella del día

Un fuego lamiendo tus entrañas

La luna

y tu sonrisa agonizante

Un gregario con suerte

13 El suicidio Homicidio

¡El más vivo autorretrato!

En la persona Del enemigo más cruel

Brujo has retratado el alma


El Cultural SÁBADO 26.09.2015

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PESCADOR DE SOLES Que nadie toque este sol delicado en cuyo ojo sombrío alguien vigila. thomas merton

Ah, mi querido y descabellado y descabezado y desorejado Vincent van Gogh cómo diablos no se te ocurrió pensar que no se puede ser un gran pescador de soles sin arriesgar a la vez con ello por lo menos una mano la fortuna el amor o una oreja... Con lo peligroso que es lanzar arpones contra los dragones del cielo Y tú temerario alucinado compulsivo casi loco persiguiendo a los astros día y noche por el cielo por el mar y por la tierra para después salir por ahí con los bolsillos llenos de soles o disfrazado de constelación con 12 estrellas prendidas en un sombrero... Olivar con cielo naranja. Óleo sobre tela. 1889.

¡Abusando del fuego sacro! sabiendo perfectamente

R E T R AT OS I

II

que frente a él

III

Son hondas y violáceas las cuencas de sus ojos

Profunda es su mirada

El hachís, el sexo y el licor

—fijos como bichos al acecho

cual profundos muy profundos

y los otros demonios que lo habitan

tras las altas peñas de sus pómulos—

son los profundos abismos de su alma.

comen de su carne, beben de su sangre

Quieren sus mejillas, pálidas y mustias,

A sus mejillas ascéticas les faltan

y se cagan en su juicio y su razón

besarse como lápidas dentro de su boca

las oraciones, las cenas y el lecho

por eso sus ojos son de idiota

que se le llevan tantas noches

esquizofrénico o malhechor

a cambio de estrellas, misterios y sueños

por eso raquítico es su cuerpo

Pretenden sus cejas y su frente ser persianas de sus ojos

tenebrosa su conciencia

—a veces infantiles a veces paranoicos—

En sus ojos

y su rostro antisocial

Viven sus labios, cual la nieve y la montaña,

—siempre desnudos, siempre abiertos—

por eso y nada más

empeñados en fundirse el uno con el otro

a veces explotan las tremendas

Y es su cuerpo geométrico

visiones cósmicas y atómicas

las buenas gentes de Arles

—sólido, seco y anguloso—

que otorgan las musas a su mente.

en aquel entonces

un Picasso antiBotero

Sus dientes se aferran a sus dientes

esculpido en sangre y hueso

por no desencajarse

Lo mismo que entonces

con un rugido o un lamento.

verían las mismas gentes de hoy

Y como su espíritu es ágil y robusto

cualquier foto y todo espejo

un cuerpo fino y matemático es lo justo Esto puede ver Margot mirando tras la lente del amor

resultan ser de cera Pobre Ícaro has atrapado al sol y el sol te ha abrasado

C RO M ÁT I C A Todo se crea y nada se destruye

Eso veían tras los visillos

Esto siempre lo revelan

todas las alas y todas las manos

con la fina magia del pincel Entonces ¿por qué me mutila y me desangra como si fuera un bisturí?

León Gil es también el autor de los libros de poemas Ecce Infance y Coctel de versos para la mesa 3.


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El Cultural SÁBADO 26.09.2015

Por

FRANCISCO HINOJOSA

LA N OTA NEGRA

WIKIPEDISMO

@panchohinojosah

E

n un siglo con tan pocas luces y escasa ilustración como el nuestro, renace y reflorece el enciclopedismo a través de su versión wiki. Ya quien quiera puede ponerse en los escritorios de Diderot, D’Alembert, Rousseau y Voltaire para redactar artículos y añadirlos a esta desmesurada obra colectiva. Según la definición que da de sí misma, “Wikipedia es una enciclopedia libre, políglota y editada colaborativamente”. Los números hablan por sí mismos de la popularidad que tiene en la web: la misma autorreferencia afirma que está en 268 lenguas y dialectos vivos y que tiene más de 37 millones de artículos. Los idiomas más activos son, en orden, el inglés, el sueco, el neerlandés, el alemán y el francés. El español está en el décimo lugar y le sigue el vietnamita en undécimo. Antes de ellos está el samareño, lengua hablada en Filipinas por tres millones de habitantes. El mayor porcentaje de visitas se lo lleva Estados Unidos (23.6 %); México está en octavo lugar con 2.7 %. Tiene alrededor de 500 millones de visitas mensuales y los voluntarios que la mantienen actualizada rebasa los 80 mil, aunque los datos varían según la fuente consultada. Es también un instrumento pedagógico: además de ser una de las fuentes de consulta más solicitadas —aunque también prohibidas en ciertos ámbitos académicos—, se presta para la enseñanza: sé de algunos maestros que encargan a sus alumnos como trabajo que construyan una entrada de Wikipedia. Si bien su confiabilidad ha sido muchas

Las Claves

YA QUIEN QUIERA PUEDE PONERSE EN LOS ESCRITORIOS DE DIDEROT, D’ALEMBERT, ROUSSEAU Y VOLTAIRE PARA REDACTAR ARTÍCULOS Y AÑADIRLOS A ESTA DESMESURADA OBRA COLECTIVA.

veces puesta en duda, las revisiones constantes a las que se somete buscan eliminar errores y opiniones parciales. Dice Paul Mason en un artículo para The Guardian que se trata del producto de información más grande del mundo, y que al ser elaborado de manera gratuita por voluntarios “ha abolido el negocio de las enciclopedias y le ha quitado a la industria de la publicidad unos tres mil millones de dólares de ganancias al año”. La Enciclopedia Británica, editada por primera vez en 1768, ha dejado de imprimirse desde el 2012 y conserva su versión en línea que inició en 1994. La venta de enciclopedias de casa en casa, otrora un gran negocio, ha desaparecido: jóvenes con ganas de hacerse de unos pesos, toman un curso “gratuito” para vender el producto, salen a la calle y, al ver que dicho mercado no existe, sus familiares les compran una para no frustrarlos: ganancia asegurada. A diferencia de las enciclopedias impresas, ésta se actualiza a velocidad de twitter, o más bien de wiki (del vocablo wikiwiki, “rápido” en hawaiano): a unos cuantos días de la segunda fuga del Chapo Guzmán, ya su ficha consignaba la evasión. Hay una entrada dedicada al caso de Ayotzinapa bajo el título “Desaparición forzada en Iguala de 2014”. Un día después de que la titular de la pgr, Arely Gómez, hiciera público que los peritos de la Universidad de Innsbruck reconocieron el adn de Jhosivani Guerrero de la Cruz entre los restos recatados, el artículo de Wikipedia ya estaba actualizado: incluye en la lista de las víctimas asesinadas a este

joven normalista y baja el número de los estudiantes desaparecidos a 41, ya que antes se había excluido al primer identificado: Alexander Mora Venancio. El día de hoy se cumple un año de este crimen de lesa humanidad que puso al descubierto, una vez más, la colusión del crimen con quienes deberían combatirlo. Hay más de cien personas consignadas, entre autoridades, sicarios, policías y narcos del grupo Guerreros Unidos. El expediente es muy abultado y sigue creciendo día con día. Tan solo el informe del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes acerca del caso consta de más de 500 páginas. Lejos aún de tener una certeza compartida entre las autoridades y la sociedad, las dudas crecen: ¿desaparecidos o muertos? Más allá del posible desenlace, queda en el ánimo de todos la incapacidad de los últimos gobiernos de ofrecer a sus gobernados la seguridad y el respeto que merecen. Dice David Huerta en su poema “Ayotzinapa”: Los muertos no se han ido Ni los han hecho desaparecer.

Por CARLOS O LI VA R ES B A RÓ

EXPONGO UN LUGAR COMÚN que roza la perogrullada: se escribe para desnudarse frente a los otros. Se escribe en busca de cómplices. Se lee el periódico, una revista y las instrucciones de un frasco de medicina o del champú para combatir la caspa. El poema no se lee. La literatura traspasa el simple esquema de la comunicación (emisor-medio-receptor). Quien escribe no es un estricto enunciador. Aquel que requiere de un poema y se enfrenta a él no es meramente un buscador de información. Hay un misterio: muchos enigmas confluyen en el proceso de abordar la escritura y en la necesidad de zambullirse en los folios de una novela, un cuento, el fragmento de un ensayo o la progresiva sucesión de una crónica. Gajos de algunos inscribes: “¿Qué otra cosa es verdad sino pobreza / en esta vida frágil y liviana?”, indica Quevedo. / Apunta el poeta Amijái: “Dios anda en asuntos de ojos y de frutas / y yo en asuntos de congoja”. / “El destino es el lugar donde está ocurriendo la vida”, sospecha Rafael Pérez Gay en un cuaderno vibrante sobre la muerte de su hermano. / “Embocado en mi escritura

/ cantas en mi poema. / Rehén de tu dulce voz / petrificada en mi memoria”, revela Alejandra Pizarnik en La extracción de la piedra de locura. / “Mi estado no es la desdicha, pero tampoco es dicha; no es indiferencia, ni debilidad, ni cansancio, ni otros intereses, ¿y entonces qué es? El hecho de que yo no lo sepa, se relaciona sin duda con mi incapacidad de escribir”, apunta Kafka en sus Diarios. / “Ya todo es demasiado. / Vivir es demasiado. / Morir, sufrir, amar, pensar / son demasiado”, dictamina Juarroz... Aventuras sigilosas, diría Lezama Lima de esos actos de manuscribir el mundo. He leído sin pausa, con turbada diligencia, Así escribo: 53 literatos mexicanos (cronistas, poetas, narradores, ensayistas) declaran en primera persona cómo emprenden el acto de la escritura y sus entresijos. El novelista Eliseo Alberto necesita una ventana para ser testigo de los amaneceres que “me tientan más que los crepúsculos”; la noche para José Agustín, la “oscuridad, vieja amiga”, y una madre sorprendida al escuchar las teclas de una máquina a las cuatro de la mañana; Alberto Ruy Sánchez y tres momentos:

Recolección de asombros, Laboratorio de montajes, Ritual de composición; el poeta Francisco Hernández imitando por vocación en las hondonadas de la música y la locura; José María Pérez Gay en una “mezcla de nostalgia y esperanza en medio de la escritura y las tazas de café”... / Hiriart: el acecho del cazador. Los urgentes silencios en los ecos de Mastretta. Sada en la búsqueda de un ritmo bachiano en la prosa. Rafael Pérez Gay improvisando recuerdos. Héctor Aguilar Camín en la piel de un escritor que tiene su nombre impulsado ante esos “exigentes dioses familiares” que son los padres. El editor y poeta Roberto Diego en los recovecos de “la exactitud, la concentración, la síntesis”. La desidia de Carlos Velázquez, su apego a la pornografía y el nocivo vicio por los libros... Devoré con fiebre esta compilación de Delia Juárez G., continuidad del imprescindible Gajes del oficio. La pasión de escribir (Cal y arena, 2010). E. M. Cioran: “Quien no ha frecuentado nunca a los poetas ignora lo que es la irresponsabilidad y el desorden del espíritu”. Así escribo o la secuaz impugnación a un tentador y maniático desconcierto: la escritura.

ASÍ ESCRIBO

Autor: Varios Compilación: Delia Juárez G. Ilustraciones: Daniel Camacho Género: Ensayo Editorial: Cal y arena, 2015.


El Cultural SÁBADO 26.09.2015

EL CORRIDO DEL ETERNO RETORNO

CÁÑAMO VS. SEGOB

Por

CARLOS VELÁZQUEZ

@charfornication

H

ace unas semanas me entrevistó Heriberto Yépez. En una de sus preguntas refería que en mi ficción y mi periodismo empleo la voz de un usuario de coca. Le respondí que si viviéramos en un país donde las drogas fueran legales los prejuicios alrededor de ellas estarían en segundo plano. Esto a propósito de lo suscitado alrededor de la filial mexicana de la revista Cáñamo. En el portal de la edición española apareció el siguiente comunicado: “La Secretaría de Gobernación de México manifiesta que ha encontrado diversos indicios de delito en la publicación, tales como: apología del consumo de mariguana, defensa de sus propiedades terapéuticas, incitación al cultivo y otros.” Como resultado de ello pesa sobre la publicación amenaza de censura. La revista también ha sido remitida a la fiscalía para que valore los delitos cometidos y en su caso actúe penalmente. Un colectivo de abogados, senadores y defensores de derechos humanos se está haciendo cargo de nuestra defensa en medio del silencio de los grandes medios de comunicación. La acción de la Secretaría de Gobernación pone en la mesa varios puntos a tratar. El primero y más preponderante es que urge una modificación en la ley de contenidos de las revistas. Quién dentro de las instituciones está capacitado para decidir cuál información y cuál no hace apología del consumo de mariguana. Más que un asunto de moral o judicial o de salud pública, se

11

Y NO ES CÁÑAMO LA QUE ESTÁ INCENTIVANDO EL CULTIVO DE MARIGUANA. ES LO COMPLICADO, COSTOSO Y PELIGROSO QUE SE HA VUELTO CONSUMIR DROGAS EN EL PAÍS.

El sino del escorpión

trata de una cuestión de desinformación. A estas alturas, con la tolerancia del consumo con fines terapéuticos en Estados Unidos, la querella de la segob apunta a un asunto más complejo: es indispensable la legalización de la mariguana. Y aunque la discusión apunta hacia allá, en este momento el debate se encuentra en otro sitio. Los contenidos editoriales. El segundo punto a tratar proviene de la razón de ser de una revista. Estamos tan habituados a las publicaciones periódicas de tantas índoles que olvidamos que las revistas deben poseer una utilidad. Sí, Cáñamo es una revista en toda la extensión de la palabra. Porque es un órgano de consulta, con información que impacta en un sector específico. De entre tantas publicaciones anodinas en nuestro panorama, por un asunto de leyes obsoletas se pretende desaparecer a una de nuestras mejores revistas. Que apenas va en su tercer número pero que ya goza de una importancia capital por su carácter didáctico. En México sufrimos un retraso de décadas en cuanto al mundo editorial. Imaginen qué hubiera sido del Periodismo Gonzo si no hubiera relatado sus experiencias en el mundo de las drogas. Imaginen que hubieran metido preso a Hunter S. Thompson por acusar al candidato demócrata Edmund Muskie de administrase Ibogaine, una droga brasileña. En España la revista Cáñamo tiene años circulando. Sin duda la injerencia

de esta revista contribuyó para que en la actualidad el consumo sea legal en España en los clubs de mariguana. Recintos donde puedes entrar y consumir al amparo del local. La discusión que ha introducido en nuestro país la censura hacia Cáñamo debería apuntar hacia ese objetivo. No importa que el gobierno mexicano nunca vaya a permitir la legalización de la mota. Es ridículo que ya sea medianamente legal portar una cantidad destinada al consumo personal en nuestro país y se sancione a una revista como ésta. Y no es Cáñamo la que está incentivando el cultivo de mariguana. Es lo complicado, costoso y peligroso que se ha vuelto consumir drogas en el país. La gente está cansada de que la extorsionen la policía y los traficantes. Como resulta siempre en un asunto relacionado con las drogas. El último en el que se piensa es en el consumidor. Siempre es el que sale perdiendo. Si alguien ha fumado mariguana rociada con diesel, si sacan al mercado esta mierda, que es mariguana que se incinera en decomisos, pero que apenas es captada por las cámaras de televisión, se le retira del fuego y es ofrecida al mercado impregnada de diesel. Quien ha fumado este producto sabe que el cultivo es la ruta a seguir. Y por último, dice el comunicado. “Se lleva un juicio intramuros sobre el caso Cáñamo.” No quiero exagerar, pero sin duda es uno de los debates más trascendentes que ha vivido nuestra cultura.

Por ALEJANDRO DE LA GARZA @Aladelagarza

Ayotzinapa, lecturas indispensables EN DÍAS DE AGITACIÓN, aniversarios aciagos y rebrotes de violencia, el escorpión no ha regresado a la calma de su resquicio en la pared. A casi 37 años del 2 de octubre y a un año de la funesta noche de Iguala, sigue atento a los acontecimientos y trata de entenderlos con lecturas indispensables. El arácnido documenta su pesimismo con la investigación de Federico Mastrogiovanni Ni vivos ni muertos (Grijalbo, 2014), donde el autor plantea la desaparición forzada dentro de una estrategia funcional para el crimen organizado y el Estado. Su registro de casos cubre desde los años setenta de la “guerra sucia” hasta nuestros días de “guerra contra el narco”, y alentó un documental producido por hbo Latino con el mismo título. El libro se publicó antes de lo ocurrido en Iguala el 26 y 27 de septiembre de 2014, pero es útil para

ubicar lo sucedido en el contexto nacional de contubernio entre autoridades políticas, fuerzas policiacas y grupos criminales. El libro de Esteban Iliades, La noche más triste (Grijalbo, 2015), reconstruye los hechos (desde las reuniones de normalistas y la toma de camiones hasta los sangrientos sucesos criminales), ubicados en el contexto guerrerense y sus particularidades, y también revisa el proceso judicial contra los responsables a partir de sus declaraciones y de las investigaciones de los forenses y las procuradurías estatal y federal. “El control de México por los cárteles, la pobreza, la historia de los movimientos sociales, la impunidad y la podredumbre del gobierno, contextualizan lo sucedido”, apunta. Los 43 de Iguala (Anagrama, 2015), de Sergio González Rodríguez, reconstruye los hechos y los procesos judiciales pero

amplía el contexto territorial hacia lo geoestratégico, el contexto político hacia el “juvenicidio” implícito en la era postindustrial, y lleva el contexto ideológico hasta la maldad y la perversión humanas. Analiza además la manipulación ideológica de esa mentalidad de izquierda, sacrificial y martirológica, alentadora del clandestinaje y el sufrimiento como pruebas de “compromiso”. También son indispensables las recomendaciones, las pruebas de la existencia de un quinto autobús y el capítulo referente a la imposibilidad de incineración de los muchachos en el basurero de Cocula, del Informe del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (goo.gl/4UMZJi). Ante este panorama, el escorpión continuará pendiente de los acontecimientos y por ahora no regresará a su húmeda y fresca hendidura en el muro.

SON INDISPENSABLES LAS RECOMENDACIONES, LAS PRUEBAS DE LA EXISTENCIA DE UN QUINTO AUTOBÚS Y EL CAPÍTULO REFERENTE A LA IMPOSIBILIDAD DE INCINERACIÓN DE LOS MUCHACHOS EN EL BASURERO DE COCULA.


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El Cultural SÁBADO 26.09.2015

LA FELICIDAD SEGÚN AMANDITITITA Amandititita nació en Tampico, Tamaulipas, y es hija del músico Rockdrigo González (1950-1985). En la Ciudad de México ella Estudió en la Sogem (Sociedad General de Escritores de México) y en la Escuela Dinámica de Escritores de la Ciudad de México. Formó parte de la banda Mi Grupo Favorito; como solista ha grabado tres discos: La reina de la anarcumbia (2008), La descarada

(2009) y Mala fama (2013). Los dos primeros bajo el sello de Sony, compañía a la que le arrancó su carta de retiro mediante periodicazos y YouTubazos. El tercer álbum lo hizo con la disquera Terrícolas Imbéciles. Es autora de canciones cuyos títulos son más que elocuentes: “Metrosexual”, “La muy muy”, “La güera Televisa”, “La Mataviejitas”, “Odio a mi jefe”, “La criada”, “No me hallo”

y “Estrella de pop”. Radica en Los Ángeles, California, pero no deja de pisar tierras chilangas con frecuencia. Vía correo electrónico le solicitamos una entrevista y aceptó con una sola restricción: “No respondo preguntas acerca del terremoto de 1985” (su padre falleció a causa de aquella tragedia). Le enviamos el siguiente cuestionario, que ella contestó por escrito.

Por ESGRIMA

¿Vivir fuera de las disqueras transnacionales es vivir en el error? Depende mucho de tus aspiraciones como artista, y de tu carácter. En mi experiencia fue lo contrario; para mí, ser independiente es un acierto, tal vez el más grande de mi carrera. ¿Bajo la tutela de una mega compañía te sentiste descafeinada? Recuerdos sombríos es todo lo que tengo de ese tiempo, pasaba de la tristeza al enojo. Fue un periodo muy duro. ¿Qué fue lo peor que hiciste por órdenes de Sony Music? No es que Sony te dé ordenes; cuando firmas un contrato, viene una cláusula de hacer promoción, lo cual es lógico y necesario, pero nadie te dice que pueden ser siete días a la semana, ni que uno no puede elegir qué hacer y qué no, o al menos no en mi caso. Lo que sucedió conmigo es que el proyecto tuvo una aceptación mediática importante, y me mandaban a todo tipo de programas, de chismes, de cocina, viajes a toda la república haciendo festivales de radio. En los pueblos más recónditos estaba yo firmando autógrafos y regalando pelotitas que decían Amandititita. Me ponían a dar estampas afuera de los Samborn’s, todo el tiempo tenía que estar vestida para el show, desde las ocho de la mañana con crinolina y maquillaje. No dormía, no tenía tiempo para ir a lavar la ropa, para leer, para escribir, algo que para mí es una cuestión de salud mental. Había programas de Televisa que yo no quería hacer y no se podía negociar; sé que su intención era buena pero me agotaron y colapsé. Los conciertos estaban llenos y los boletos eran caros pero yo no ganaba dinero, nunca gané tan poco dinero como en ese tiempo, así que no tiene la menor lógica. ¿Pelearse con una disquera produce mala fama? Claro que sí, se te cierran puertas, pero ninguna que me interese tocar. ¿Aceptarías ser definida con el título de una canción de Kevin Johansen: “Cumbiera intelectual”? Prefiero “cronista urbana”. ¿Te gustan los éxitos de Los Ángeles Azules?

FERNANDO FIGUEROA

NO SOY RICA NI ME IMP ORTA, MIENTRAS TENGA PARA COMPRAR UNOS LIBROS Y PAGARME MIS CHEL AS, PREFIERO NO TENER ESE “AP OYO”. Y TIEMP O LIBRE PARA LEER Y COCINAR, PREFIERO PREPARAR CHILES RELLENOS QUE IR A L A TELEVISIÓN.” Los he escuchado toda mi vida, además son personas bellas. Me sé todas sus canciones, los pongo en todas mis fiestas; “Cómo te voy a olvidar” es un poema. ¿No te invitaron a participar en su famoso disco de duetos? No. Cuando no tienes una disquera trasnacional tras de ti, hay proyectos para los que no te consideran digna. Fue eso o que para Camilo Lara y Toy Selectah no soy cool. ¿Aceptas alguna influencia de Gloria Trevi? No. ¿Y de La Mala Rodríguez? Ojalá que sí. La Mala es grande, tiene mucho talento y originalidad. ¿Tus canciones son una sublimación del complejo de Electra? Dicen los psicólogos que toda la vida nos las pasamos resolviendo temas infantiles, y ellos saben más que yo. ¿La anarcumbia es a Amandititita lo que el movimiento rupestre es a Rockdrigo? Mi padre era parte del movimiento rupestre junto con otros cantautores, entiendo que más de diez, y la anarcumbia es sólo mía, un término que inventó mi amigo Artemio, viene de anarquía y cumbia.

¿Por qué Amandititita y no Amanditita, Amandita o Amanda? Yo tengo tatuada una frase de Carver que dice “No sé en lo que estábamos pensando en aquella época”. ¿En algún momento la popularidad te hizo sentirte la muy muy? Siempre he tenido un carácter fuerte; cuando nadie me conocía era exactamente igual, pero a nadie le importaba o no se daban cuenta, para mí los que cambiaron fueron ellos. ¿Qué te decían los españoles cuando cantaste en bares madrileños? Fueron mis primeros conciertos gracias a que Teresa Margolles me compró un boleto para ir. Tocaba en la barra de los bares, yo no tenía ni demo, traía las pistas quemadas en un cd. La gente recibió el proyecto estupendamente, mucha fiesta, mucha marcha, pura risa. ¿Alguna vez te has sentido la enemiga pública número uno? Varias veces. ¿Extrañaste el apoyo de una disquera cuando lanzaste Mala fama? Tengo diez años de carrera y tres discos; dos son de Sony y uno con Terrícolas Imbéciles, disquera independiente. El último disco no sonó en la radio; para sonar ahí tienes que pagar, y no es poco dinero. Sin embargo, Arte digital >Fernando Montoya >La Razón

desde que me salí de Sony he hecho una gira en Francia y otra en España, he tocado en Londres y Estocolmo, he estado dos veces en el Vive Latino, en Cumbre Tajín; me han pasado cosas que para mí valen más. No soy rica ni me importa, mientras tenga para comprar unos libros y pagarme mis chelas, prefiero no tener ese “apoyo”. Y tiempo libre para leer y cocinar, prefiero preparar chiles rellenos que ir a la televisión. ¿A qué se parece vivir en Los Ángeles? A unas bellas vacaciones. ¿Donald Trump ya se ganó una anarcumbia o pasas sin ver? Como personaje me parece poco interesante para una canción; se dice todo en tres palabras: pobre pendejo racista. ¿Te conocen los mexicoamericanos en Estados Unidos? Sí he trabajado en Estados Unidos. Los discos se han editado aquí, la gente es mucho más amable con los mexicanos fuera de México. ¿Cómo celebraste el 15 de septiembre? En Los Ángeles, con una margarita y unas desafortunadas enchiladas, platicando con dos nuevos amigos. Cuando dijimos “salud por México”, alguien en la mesa añadió: “porque México se cure, porque deje de sufrir”. Creo que a todos se nos vinieron miles de imágenes a la cabeza porque nos inundó un silencio lleno de tristeza. ¿Te gusta la canción “Te recuerdo Amanda”? La amo. Me llamo Amanda por esa canción, y Lalena por una de Donovan. ¿Qué sigue en tu carrera? Otro disco para el próximo año. Estoy muy feliz con lo que llevo hecho, estará enfocado al desempleo; escribí una canción para los periodistas que nos han quitado. Estoy muy emocionada porque empecé a escribir una novela y realmente es un viaje tremendo, y mi primer libro de cuentos está por salir. ¿Está entre tus planes amamantar y cambiar pañales? No necesito un hijo para darle sentido a mi vida. Algún día, si así lo quiero, puedo adoptar, no hacen falta más niños sino oportunidades para los que ya están aquí.


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