FR ANCISCO HINOJOSA MICROTEATRO
CARLOS VEL ÁZQUEZ
CL AUSUR ARON EL SODOME
JESÚS R AMÍREZ-BERMÚDEZ
ILUSIÓN POSITIVA Y DEPRESIÓN
El Cultural N Ú M . 1 9
S Á B A D O
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[ S u p l e m e n t o d e La Razón ]
PUERTAS DE ORIENTE L. M. Oliveira > Impresiones de Corea y Japón
POEMAS DE RAÍZ JAPONESA > Shuntarō Tanikawa > Cristina Rascón > Raúl Renán
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El Cultural SÁBADO 24.10.2015
Este relato da cuenta de un viaje a dos países del Oriente actual: Corea del Sur y Japón. Un entorno de alta tecnología que no cancela una comunión extraordinaria con la naturaleza y no sólo eso, pues en ambos países “la naturaleza es una puerta a la dimensión espiritual del ser humano”. El novelista de Resaca narra el encuentro con ese mundo ajeno, una experiencia del otro y lo otro.
P U E R TA S D E O R I E N T E IMPRESIONES DE COR EA Y JA PÓN L. M. OLIVEIRA
E
ra mitad de semana, llovía ligeramente, y yo seguía una malla metálica que separaba un terreno en plena montaña. Llevaba quizá veinte minutos intentando rodearla, pero entre el ocaso que parecía venirse encima, la profundidad del bosque de pinos coreanos, y las nubes que tapaban el sol, mi sensación era que había pasado mucho más tiempo. Y además mi compañero de excursión se había quedado abajo, en una entrada que no quisimos atravesar, y que tenía un letrero enorme, pero indescifrable para quien no sabe coreano. Buscábamos una muralla. COREA: UN REINO DE LA NIEBLA Mientras yo trataba de rodear la reja, salió un monje de la puerta en la que esperaba mi compinche y él decidió seguirlo hacia abajo, como si fuera nuestra última salida de aquella montaña. Cuando emprendió su regreso me gritó. Escuché algo y comencé a bajar con cierta prisa. Sin embargo, aunque hubiera querido correr para alcanzarlo, la superficie de la montaña era muy rocosa y seguro me habría dado un golpazo. Pero además, yo estaba tranquilo, sabía que no eran ni las cinco de la tarde y que para salir de donde estaba lo único que necesitaba era bajar. Además, entonces en-
tendí, el camino estaba señalado con montículos de piedras, costumbre de los monjes budistas. Por otro lado, el agua sonaba muy fuerte a los pies de la montaña, y era verano, si me perdía, lo peor sería pasar la noche entre piedras y pinos y continuar el camino al amanecer. Antes de subir, en un panel de información, vi la fauna del lugar, ningún bicho de cuidado. En fin, en el peor de los casos sólo habría tenido que pasar una noche de verano a la intemperie. Obviamente mi compañero no pensaba lo mismo y sin duda tenía algo de razón. Esa la dan los hijos. Después de bajar una media hora, por fin llegué al punto de inicio de aquella pequeña aventura, un puente de madera que atraviesa un río de piedras que suena gracias al agua que corre por debajo. Es un espectáculo. Pero yo iba bastante frustrado, quería ver qué había tras aquél enrejado pero tuve que regresar para no quedarme solo. Ahí estaba mi compañero: tomando fotos. Pasando el puente había un letrero idéntico al que estaba en la puerta del enrejado y abajo la traducción en inglés. Lo que había allá arriba era una ermita, me habría gustado verla. A la izquierda, subiendo de nueva cuenta, pero hacia el norte, estaba una de las puertas de la muralla que buscábamos. Teníamos más de una hora de luz y el camino se veía y estaba más amansado por el trabajo del ser huma-
DIRECTORIO
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“CREO QUE SÓLO LAS MÁQUINAS VENDEN BOLETOS, ESA PUEDE SER LA PESADILLA APOCALÍPTICA DE MUCHOS, YO QUE DETESTO EL TRATO CON OTROS PARA HACER TRÁMITES, APRECIO CUALQUIER SERVICIO SIN HUMANOS QUE SE ME OFRECE.” no. Lo convencí de subir, yo de todas maneras habría subido. Que el camino estuviera domado por el hombre no implica que no fuera una pendiente escarpada que, junto con el calor, nos hizo sudar gotas gordas. La luz era gris por los mismos motivos: el efecto de los pinos, las nubes y la hora. Parecía que subíamos a la noche pero cerca de conquistar la cima, se hizo la luz y la pendiente se volvió planicie: al fondo, entre el bosque tupido, se asomaba la puerta de una larguísima muralla. Caminamos a ella y subimos por unas pequeñas escaleras al puesto de vigilancia sobre la puerta: ver desde ahí la muralla era como ver una boa, una serpentina, un río, un rizo de piedras que se adentra en la espesura. Y entonces, absortos en la contemplación de las estructuras humanas que se levantaban para defender de los extraños la vida y la propiedad, nació la niebla. Todo se llenó de esa luz capaz de velar el absoluto. En ese momento yo, que no creo en los dioses, descubrí el misticismo. Llegué a Busan unos días antes para participar en el congreso internacional de la Federación Internacional de Estudios de América Latina y el Caribe (fiealc ), debía impartir una conferencia y, por supuesto, escuchar a mis colegas. Asunto que ocuparía mis días, así que más que visitar los sitios de interés, tenía pensado comer, para eso siempre hay tiempo. Mis colegas se hospedaron en un hotel cerca del centro de convenciones. Cuando yo intenté reservar era tarde, y por ello no encontré lugar ahí. Fue una fortuna, porque la segunda opción recomendada quedaba frente a la playa Haeundae, la más famosa del país. Mi habitación, en un octavo piso, daba al mar, un mar plomizo, como el báltico. A cierta hora, el mar y el cielo parecen una pared azul que adopta el color de las ballenas grises. Apenas me instalé, lo que implica no sólo dejar la maleta, sino darse un baño y cambiarse de ropa, salí a pasear. Estaba agotado, pero si dejaba que me venciera el sueño perdería esa tarde y, peor, despertaría en la madrugada como quien se despierta en un pozo oscuro, sucio y sin salida. Además, acordé ir a cenar con el director de mi Centro, que ya conocía la ciudad y prometió llevarnos a un lugar interesante. Lo subestimé. Muy cerca de mi hotel me encontré con un paseo de madera entre los riscos que se entregan al mar y el bosque. El lugar tiene que haber sido agreste antes de que la mano de algún alcalde mandara hacer esos caminos de madera entre las piedras. Pero gracias a la intervención humana esos pasillos y esas terrazas le ganaron al vacío, porque no es al mar, un espacio admirable. Ya sé que los rascacielos, qué digo los rascacielos, cualquier segundo nivel de construcción, le quita
al aire un espacio para que lo pisemos los humanos, pero esas terrazas del parque Dongbaek, además de abrir un espacio en el cielo, son especialmente hermosas: a la vez que se pueden ver los peñascos sobre los que vas como flotando, te separan de las rocas, lo que permite ver el skyline de Busan. A mitad del camino hay una pagoda enclavada en el bosque, para entrar es necesario salir del camino de madera y subir unas escaleras de piedra. Desde su interior, que compartí con un señor que hacía ejercicios orientales (no conozco las variedades) se ve el plomo del mar y del cielo. En Corea el horizonte es de metal, y no es una metáfora militar, hablo de colores. Bajé de la pagoda y seguí mi camino, pero ya no sobre riscos y madera, sino sobre chapopote. Pronto me topé con una edificación cónica de tres pisos, casi toda de vidrio y tubos que recibió a la apec (Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico). Y aquí es buen momento para hacer una aclaración: decidí que este texto iba sin datos recolectados en Internet, sería distinto, así que no sé en qué año, ni quién lo hizo. Seguí el camino y atrás quedaron el mar plomizo y el pabellón de cristal. De pronto me adentré en un bosque de árboles muy hermosos, que después supe, porque está lleno de paneles informativos, son pinos coreanos. La gente a mi alrededor se ejercitaba, no sé si era el único turista, pero sin duda de los pocos de otro continente. El paseo por el bosque termina en un puente que da a un downtown muy a la estadounidense: altos rascacielos apiñados, en este caso frente al mar y con banderitas de Corea del Sur en los postes de luz. Recordemos que están en guerra. De hecho, justo antes de embarcarme hacia allá, las tensiones en el paralelo 38 aumentaron gra-
cias a la propaganda de un lado y a los balazos y a la retórica encendida del otro. La cadena de noticias por cable cubría el evento como si fuera grave, pero déjenme ponerlo así: si eso es la guerra, México es una hecatombe. Se me ocurren dos posibilidades (siempre hay más): o no me enteré de nada, o han asumido muy bien que viven en guerra. Nunca he estado en un país en guerra, pero estoy seguro que no es como Corea del Sur. El sueño se me colgaba de la espalda pero la cena que me habían prometido también atrapaba mi voluntad, soy de los que hacen casi cualquier cosa por comer bien, así que enfilé hacia el centro de convenciones, por ahí estaba el hotel de mis colegas. Fui en metro, por supuesto los boletos se compran en máquinas (me adelanto un poco: en todos los días que estuve en Busan puse especial atención en el metro y no vi ventanillas en ninguna estación, creo que sólo las máquinas venden boletos, esa puede ser la pesadilla apocalíptica de muchos, yo que detesto el trato con otros para hacer trámites, aprecio cualquier servicio sin humanos que se me ofrece). Tienen pantallas táctiles en coreano e inglés, sin esta última opción sería imposible usarlas. Es sorprendente la señalización dentro del metro, una vez que entiendes el sistema es infalible, y todo está en inglés, pero incluso para una persona que no habla ni coreano ni inglés, creo que las señales son impecables. Además, está limpio como las calles. El estado de limpieza de las calles es difícil de explicar: la Ciudad de México no sólo está sucia, es polvorienta. Ese polvo será de las tierras secas de lo que era un lago, pero también contaminación y heces volatilizadas, basura fragmentada. Pero eso es una tristeza conocida: París,
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Barcelona, Nueva York, si bien no son sucias como nuestro querido valle, son ciudades con basura. Busan, en la zona donde estaba, es impoluta. Luego, claro, los extrarradios donde se apiñan los perjudicados por el sistema económico y político están, obviamente, mugrientos, pero nunca como en México ni como en Nueva York o París. Creo que hay una diferencia cultural frente a la basura, pero no lo puedo afirmar, soy escéptico y detesto las afirmaciones categóricas sin datos. El hotel donde estaban mis colegas, y del que me salvé, era un gran viejo hotel en medio del distrito, si no financiero, de oficinas, zona muerta en domingo y siempre después de las cuatro. Los coreanos son muy corteses y hacen, o esa es la impresión que dan, todo lo que está en sus manos por entendernos. No lo logran. Afortunadamente el director de mi Centro tiene apellido de rockero famoso y era fácil de transmitírselo a los coreanos: “with Santana, please”. El señor Santana nos llevó, como prometió, a un lugar muy coreano: un edificio frente a la playa del distrito de Suyeong que es famosa porque frente a ella pasa el puente Gwangandaegyo, que según me dijeron, mide siete kilómetros de largo. En el primer piso del edificio hay un mercado de peces y mariscos (vivos) donde uno elige y compra lo que se quiere comer. Es un griterío y da lástima ver a los calamares moviendo los tentáculos hacia ningún lugar. Puede dar lástima, pero comer bien es asumir que disfrutamos cadáveres, el chuletón no se da en un huerto responsable con el ambiente. Los pisos siguientes son restaurantes sin sillas en los que te sirven los frutos del mar que compraste a nivel de calle. No hay sillas y tienes que entrar sin zapatos, es la cosa más incómoda de la tierra, no quitarse los zapatos, que es fácil, sino ponérselos después de comer, vaya tortura. Todo se sirve crudo, así que no sé si el verbo adecuado sea que “cocinan” bien. Los acompañamientos son sui generis, ajos un poco macerados, chiles, muy parecidos a los chiles verdes, hojas de shiso que también se conoce, nombre bello, como menta púrpura, y el famoso kimchi. Nos trajeron cortes delgados de distintos pescados, unos de textura suave, y unos más bien ásperos. Un bicho que sospecho era pepino de mar, partido en trozos, que aún se movía y el plato principal, sannakji: un pequeño pulpo que destazan vivo, sirven con aceite, granos de ajonjolí, y los tentáculos todavía moviéndose. Entonces no me lo dijeron, pero es un plato que presenta cierto riesgo para la vida, las ventosas de los tentáculos se pueden asir de las paredes de la garganta y producir asfixia. Hice lo posible por entender la centralidad del plato: el pulpo crudo es muy chicloso, es difícil masticarlo y sabe a mar. Es un plato difícil. Después de batallar con mis zapatos, volví al hotel en taxi, luego entendí que la mayoría tienen gps con mapas en 3d. No hablan inglés y pretender que uno puede pronunciar coreano pronto resulta claramente estúpido, a sabien-
das de esto los hoteles reparten una tarjeta escrita en coreano para que los turistas se las mostremos a los taxistas. Los taxis son caros. El congreso fue interesante y las instalaciones de la expo son enormes y modernas, pero en eso no me detendré. Una mañana los organizadores del congreso planearon un tour, yo me escapé a los mismos sitios que visitarían, pero por mi cuenta, me gustan las pequeñas aventuras. Fui al templo de Haedong Yonggung, que es un templo budista frente al mar. Llegué en autobús, lo cierto es que encontré en internet buenas explicaciones de cómo llegar, hubiera sido imposible comunicarme con nadie. Me podría haber perdido sin problema, pero traía la tarjeta del hotel, bastaba con subirme a un taxi y pagar por mi error. Así que no pasaba nada. Leí que el templo puede llenarse mucho, así que llegué temprano y estaba vacío. Para llegar hay que caminar a través de un mercado donde venden, a la usanza de cualquier lugar del mundo, muchas tonterías. Tras la vendimia unos guerreros con cabeza de animal reciben al viajero, había un perro, un pollo, un cerdo. Bien podrían ser caricaturas. La puerta de entrada toda dorada, como de restaurante chino, te
lleva por un pasillo al mar y ahí, tras un puente, el templo aguarda. Las playas no son de arena, sino de piedras de río, el efecto sonoro es ensordecedor: entran las olas y su resaca arrastra las piedras, es un molino milenario de arena. En la plazoleta principal, entre el templo y el mar, hay una cripta: bajé a verla, es un poco ridícula porque las paredes son revestimientos como de set de mala casa de espantos y la falsedad oprime cualquier nacimiento místico. No sabía lo que me esperaba. Del templo frente al mar fui a Beomeosa, un templo en la montaña: ahí nada es falso y el encuentro con la naturaleza es apabullante. Junto a los templos aún hay un monasterio activo y más allá están la montaña y la ermita. Entre el monasterio y la ermita está el mar de piedras o Dolbada, que es, como decía, un espectáculo: grandes piedras bajo las que corre un río que suena. Sobre las piedras crecen árboles. El hambre hizo que terminara mi paseo, pero me quedé con la idea de volver a explorar los alrededores del mar de piedras. Y fue así como al día siguiente di un rodeo a la malla de la ermita y luego me encontré con la niebla en la muralla y por primera vez se pobló mi espíritu de ese sentimiento inexplicable de la inmensidad sin dioses.
“TRAS UN PUENTE, EL TEMPLO AGUARDA. LAS PLAYAS NO SON DE ARENA, SINO DE PIEDRAS DE RÍO, EL EFECTO SONORO ES ENSORDECEDOR: ENTRAN LAS OLAS Y SU RESACA ARRASTRA LAS PIEDRAS, ES UN MOLINO MILENARIO DE ARENA.”
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Volé a Tokio y me instalé en Shinjuku. Podría parecer irrelevante dónde me quedé, pero Tokio es inabarcable. De verdad, no se acaba nunca, no sólo es extensa sino elevada. Shinjuku, Harajuku y Shibuya son barrios contiguos que crecen hacia las alturas, las tiendas son pisos y pisos hacia arriba. Nunca vi más chucherías para hacer cosas inútiles: aparatos que avisan si el refrigerador se quedó abierto, termómetros para huevos duros, la ropa para perros más ridícula y variada que uno se pueda imaginar, por mencionar algunos ejemplos. En Shibuya está el famoso cruce de calles más transitado de Tokio y no sé si del mundo, es un enjambre. Todo lleno de luces de neón, pantallas con anuncios, varios pisos de trenes. Y lo sorprendente es que en medio del caos humano están los parques más hermosos y silenciosos que he visto: tanto el parque nacional de Shinjuku, como el parque Yoyogi. Este último tiene grandes árboles y los insectos suenan con tanta fuerza que parece un mantra. Enclavado en la mitad del parque hay un templo y más al sur el jardín japonés de la emperatriz. El jardín tiene una casa de té, una pagoda y, por supuesto, un estanque con lirios y peces dorados. Japón es japonés. Del otro lado del corazón de la ciudad, que es inmenso y apenas es el centro, está el palacio del Emperador y muy cerca la zona financiera. Es totalmente distinto a Shinjuku, los edificios que encaran el parque donde está el palacio bien podrían estar dándole la cara al Millenium Park de Chicago, elegantes, no ruidosos. Las calles de la zona, que tienen tiendas carísimas, están limpias como nunca he visto, de hecho, quien las mantiene así es un equipo de trabajadoras de limpieza, también muy elegantes y que llevan un recogedor y una escoba como los que se usan en los pasillos de los centros comerciales. Cerca de ahí, insisto, donde “cerca” sólo lo es en su propia escala, está Asakusa, con sus templos llenos de turistas. Cuando algo es masivo en Japón, sólo se puede pensar en el enjambre o en el hormiguero. Cuando fui, llovía, y pese a la llovizna, hervía. Para entrar al templo principal había una larga fila. Ese es otro asunto de llamar la atención, hacen fila para todo, son tantos que creo que no queda de otra: por ejemplo, para entrar a los vagones del tren en la estación hay rayas pintadas para señalar dónde debe hacerse la fila, para comer en los restaurantes a la hora de la comida, en la calle hay sillas para esperar turno. Comer ramen es toda una experiencia: te recibe una máquina de monedas, similar a las de refrescos o golosinas, ahí pagas lo que quieres comer y luego te sientas a esperar. Todo está en japonés, lo único que te salva es que en el escaparate hay una representación en plástico de toda la comida, así que basta con aprenderse los signos de lo que uno quiere y oprimir el botón correspondiente en la máquina. En su momento te pasan a la barra y comes
entre los ruidos más insoportables que hay para un oído mexicano: los japoneses succionan ruidosamente la pasta y la sopa, mi abuela se habría muerto. Yo me divertí haciendo lo que nunca podré hacer aquí, succioné sopa con gran placer, haciendo ruido me olvidé del ruido. Cerca de mi hotel había una zona de bares muy famosa: Golden Gai, decidí ir a tomar sake pero no sin antes pedir indicaciones minuciosamente. Esto merece una breve explicación: no me suelo perder, todo lo contrario, soy muy ubicado y gracias a ello, cuando voy a ciudades que no conozco me gusta tirarme a la pequeña aventura de conocer apenas con un mapa en la mano. En Busan me dio resultado, pero en Tokio no, la ciudad es inmensa, las calles no tienen nombre, nadie habla inglés, los sistemas de metro y tren no son fáciles de entender. El primer día salí a la aventura y muy pronto tuve que volver al hotel a pedir ayuda. Además, la ciudad es tan grande que no hay mapa que la contenga, para cada zona se requiere un mapa. Conseguí indicaciones para el Golden Gai, muy cerca de mi hotel, de pronto Tokio se vuelve un poco zona roja, las calles se llenan de hombres extranjeros, muchos de piel negra, que ofrecen los servicios sexuales de mujeres que no están a la vista. A lo lejos, Godzilla, o su réplica, vigila desde lo alto de un edificio. Pronto y sin rodeos llegué al barrio de bares, que está compuesto de unos pequeños cuartos, como sesenta, que hoy día son bares, donde, sin exagerar, no caben más de cinco personas. Después de la Segunda Guerra Mundial eran lugares de contrabando, hoy son una atracción. Entré a uno escaleras arriba en el que no cobraban cover. Como el barrio se puso de moda, en muchos ya cobran entrada. De los cinco lugares del bar, tres estaban ocupados por oficinistas con la corbata desanudada, muy borrachos, uno dormitaba sobre la barra. Sabía que era común. Que así estilan beber hasta caer. Ni me hablaron, incluso sumidos en las peores ensoñaciones del sake son correctos. Tomé dos tragos y me fui. El Museo Nacional de Tokio tiene cosas interesantes: trajes de samurai, escultura budista, kimonos. Pero lo que me llamó especialmente la atención fueron las pinturas. Déjenme empezar por el final: hay una sala con pintura de estilo occidental que llaman Yoga, dominan bien la técnica, pero obviamente uno echa en falta la esencia de su mirada del mundo, por supuesto que las culturas se transforman y que los japoneses pueden volverse todo lo occidentales que quieran, pero después de ver a los tigres y a los dragones entre la naturaleza, como ellos la pintaban, o a los monjes solitarios frente al mar, sentí una pérdida y entendí cabalmente lo que más me marcó de mi primer acercamiento al lejano oriente: tanto en Corea como en Japón la naturaleza es una puerta a la dimensión espiritual del ser humano, no necesitamos dioses para conocer la inmensidad, es una relación con el mundo natural. El espacio que ocupa, incluso en medio de la parte más atiborrada de Tokio es para recordarnos la calma
“COMES ENTRE LOS RUIDOS MÁS INSOPORTABLES QUE HAY PARA UN OÍDO MEXICANO: LOS JAPONESES SUCCIONAN RUIDOSAMENTE LA PASTA Y LA SOPA. YO ME DIVERTÍ HACIENDO LO QUE NUNCA PODRÉ HACER AQUÍ, SUCCIONÉ SOPA CON GRAN PLACER, HACIENDO RUIDO ME OLVIDÉ DEL RUIDO.” del clima agradable, de los ruidos del bosque de las piedras y el mar. Y frente a ese conocimiento profundo del espacio de la naturaleza viven en un entorno de alta tecnología. No lo sé, porque apenas son apuntes de una primera mirada, pero intuyo que se relacionan distinto con la tecnología porque se relacionan distinto con la naturaleza. Pero eso ya es para otro texto. Camino al aeropuerto el tráfico casi me hizo perder el vuelo de regreso. Todas las grandes ciudades padecen de ese mal, la Ciudad de México no es distinta en eso, por más que nos guste quejarnos.
Fotos>ESPECIAL
NINGÚN MAPA CONTIENE A TOKIO
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Desde su primer libro, publicado en 1952 —hoy un clásico en su idioma—, Dos mil millones de años luz de soledad, y a lo largo de una obra muy prolífica en distintos géneros, Shuntarō Tanikawa (Tokio, 1931) es una de las voces fundamentales de la poesía japonesa contemporánea. Cristina Rascón, su primera traductora al español, nos comparte aquí una muestra de su trabajo.
P OE M A S DE R A Í Z JA P ON E SA S H U N T A R Ō T A N I K AWA VERSIONES DE CRISTINA RASCÓN
PICNIC EN EL PLANETA TIERRA Aquí Aquí, juntos, saltemos la cuerda Aquí, juntos, comamos pasteles de arroz Aquí, como que te puedo amar... Tus ojos duplican el azul del cielo Tu espalda tal vez se matice de verde artemisa Aquí, juntos, aprendamos el nombre de cada constelación En este lugar soñemos con cosas lejanas Vayamos a recoger caracoles Desde el mar del cielo del amanecer Traigamos un pequeño pez asteroide Inútil como desayuno Y dejémonos llevar por el halar de la noche Aquí digamos continuamente “ya llegué” Mientras tú repites “¿cómo te fue?” Una y otra vez, aquí, regresemos a casa Bebamos té caliente, aquí Sentémonos un rato, juntos, aquí, Y dejemos que nos arrastre el viento fresco —De Ai ni tsuite (Acerca del amor), 1955
LODO el recuerdo es profundo anochecer y el remordimiento luz mortecina para el anciano semillas de flores que ya no florecen seguir sembrando impulsa al lodo a cantar —De Minimal, 2002
EL POETA AMARILLO Sobre un sanitario blanco, sin más, estaba olvidado el poeta amarillo. Sin temblar o algo parecido, continuaba imperturbablemente sentado pero quedaba claro, para cualquier par de ojos, que estaba muerto. Su corazón latió con la regla precisa de setenta y cinco golpes por minuto y su respiración fue de un olor espantoso a ginebra y arroz. No había huella de que su cuerpo hubiera sido vencido, pero el interior de su cráneo, sin saber cómo, estaba sofocado con pelotas de ping pong. Dicen que de ahí brotó la fuente de su inspiración. Le piqué la espalda encajando una o dos palabras amigables pero él, justo en medio de la lectura del rollo de papel, no me contestó absolutamente nada. Poco después de que salí, sobrevino un fuerte sonido de correr de agua. Cuando me asomé, vi que el poeta amarillo ya no estaba. Parece que por accidente, muy planificadamente, jaló la palanca para arrastrarse a sí mismo (era un buen tipo, limpiecito...). Me parece oír en la radio que pronto serán las tres. Fuera de la ventana sopla la brisa de mayo. El mundo es extremadamente árido. —De 21, 1962
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EL TAMBOR
VIAJES 3
don don don don dónde don dónde don don do donko don
el camino se extiende en línea rumbo al horizonte lo que no se siente es doloroso volteo hacia atrás y el camino viene en línea desde el horizonte
dodo dondon dónde dondon do donko don dónde dónde don
ARIZONA
yo no entendía si el escenario era grande o era pequeño golpeó mis ojos sólo eso
yo ya me soy indiferente a pesar de guiarme al centro de mi silencio me estorba mi propia palabra
—De Ichinensei (Primer año), 1988
JIRONES antes del alba llegó la poesía arropada en palabras desaliñadas lo que yo puedo darle no es nada; en cambio me es dado
¿era eso el mundo? ¿era eso yo? incluso ahora continúo silente
dónde dónde dónde dónde pegas al tambor don don don don ¿dónde vas tú?
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—De Tabi (Viajes), 1995
—por entre desgarraduras se asoma— el cuerpo desnudo una vez más, mi hilvanar de jirones —De Minimal, 2002
HABITACIÓN como hadas por la habitación notas musicales vuelan
RECHAZAR
la melodía jamás revela su secreto... las palabras y su cortejo en vano... es en quietud y silencio que muere el hoy —De Minimal, 2002
la montaña no rechaza al poema
Y ENTONCES
ni la nube ni el agua ni las estrellas
al llegar el verano las cigarras cantan de nuevo
quien rechaza es siempre el Hombre
luces de bengala congeladas dentro del recuerdo
con miedo con odio con verborragia
un país remoto es difuso, mas el universo yace ante tus ojos
—De Minimal, 2002
¡qué bendición! el ser humano puede morir “y entonces” —esa conjunción— deja —De Minimal, 2002
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José Juan Tablada abrió las puertas de la cultura y la poesía japonesa como un estímulo que fundó una tradición vigente en nuestras letras, alimentada por sus herederos a través de las generaciones. Dos autores lo confirman en estas páginas. Inicia Cristina Rascón (1976), con una muestra de su trabajo en la antología El lejano oriente en la poesía mexicana, de próxima publicación.
LO L E JA NO Y LO IN TER IOR CRISTINA RASCÓN MUKI
HAIKUS
alga nocturna todo el mar espiral fosforescente
apenas tallo girasol miniatura ¿puede girar?
Zihuatanejo
Puebla
entre las nubes alabarda un relámpago el arcoiris Cancún
rompen las olas y el salto de una piedra cangrejo negro Zihuatanejo
¡Pescó carnada! como un cometa viene la mantarraya Zihuatanejo
sobre el mar quieto flotan ballenas muertas dos rocas negras Puerto Peñasco
capullo inerte la mariposa vuela como un espectro Ciudad de México
SENRYŪ error/terror sólo una t de tiempo les separa Viena Frente a Morzinplantz, antigua Central de la Gestapo
se enrolla el viento entre el agua y la arena brota la espuma Puerto Peñasco
avanza el viento ¿dónde cantas gaviota? nubes y niebla Baie-Comeau
Serpiente Blanca inmóvil sobre el puente... es una garza Hanghanzhou En el puente de la "Leyenda de la Serpiente Blanca"
danza en el aire son flores que amanecen por última vez Ōsaka
MUHAI nariz monarca revolotea en mi sexo nuestro santuario
palpita el verde botón en la corteza petrificado Ōsaka
mujer doblada temblor en la cadera y pura espuma en el espejo no alcanzo a distinguirme huye el reflejo
círculo rojo entre humo y rascacielos desciende el día Shanghá
CRISTINA RASCÓN es autora de El agua está helada (2006), Hanami (2009), El sonido de las hojas (2014) y En voz alta (2014), entre otros poemarios.
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Raúl Renán publicó Lámparas oscuras en 1976: su primer libro de poemas y a la vez un ejercicio que continuaba el interés por la plasticidad, el acento en la percepción de los sentidos y la naturaleza que es frecuente en el haiku. Presentamos una serie inédita donde el autor confirma sus dones en la recreación de esta forma.
“ D O N D E E L A L M A A S O M A” H A IKUS RAÚL RENÁN Ramas y hojas su gigantesca sombra mira la yerba.
Te pesa el cielo milenario y te miran las cien hormigas.
Un poema es un altar con el rezo encallado.
En el primer verso los insectos vocales se atoran en los dientes.
A la lectura de los labios la subrayan signos de los dedos.
Lema y escudo en el verso donde el alma asoma.
Si ha de ser cantando ponle música al silencio.
El agua tranquila fue piedra en la montaña.
Crezco en mí mismo y con sólo mi sombra estoy contento.
Hay un canto seco sin chillidos y con Chillida enorme.
Con sus arrugas la papiroflexia envejece al joven poema.
La legitimidad de las lágrimas es que las acompañe un dolor.
Aprender de los labios, la sabiduría sabe mejor.
Miserias menores las viandas del león en la siesta.
Es inmensurable el respaldo de la h manuscrito por su silencio.
Como en un sueño el haiku me trajo la lluvia seca.
¡Origami! ¡Origami! clama el haiku al descubrir el campo del papel.
El pesar es el mundo en las espaldas de la vida.
RAÚL RENÁN es autor de más de una decena de poemarios, reunidos en títulos como El libro de las queridas cosas (1998). Poesía completa. Tomo I (2011) y Vibraciones desde el silencio (2015).
10 Por
FRANCISCO HINOJOSA
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LA N OTA NEGRA
M I C R OT E AT R O
@panchohinojosah
A
l norte de la ciudad de México, en Santa María La Ribera (Roble 3, a unos pasos de la estación Buenavista del Metrobús), hay un espacio llamado Microteatro México. Se trata de una casona con trece pequeños cuartos, de no más de quince metros cuadrados cada uno, en los que se representan, hasta seis veces por día, trece breves puestas en escena de no más de quince minutos cada una y para no más de quince espectadores. Las funciones son de jueves a domingo (los fines de semana hay matinés para niños). Un abono general cuesta 650 pesos y permite ver todas las piezas en distintos días. El combo, tres obras, tiene un precio de 180 pesos e incluye una bebida de cortesía (agua de sabor o un shot de mezcal) que se puede llevar consigo al lugar de los hechos. El lugar de los hechos: el foro y el espacio para el público son lo mismo. El espectador está dentro del escenario, con frecuencia de pie, y los actores se mueven, hablan e interpretan su papel a su lado. Es el convidado de piedra de las obras. El público es mayoritariamente joven y su ánimo es festivo. En la antesala para cada función se dejan ver de pronto los actores: uno en piyama, la otra con un disfraz de conejo, uno más vestido de etiqueta. Cada temporada gira alrededor de un tema. Entre otros lo han sido los
Las Claves
PUEDE PARTICIPAR QUIEN QUIERA COMO AUTOR, DIRECTOR O ACTOR. DEBERÁN ENVIARSE OBRAS INÉDITAS DE ENTRE DIEZ Y QUINCE MINUTOS DE DURACIÓN PARA SER EVALUADAS POR UN JURADO.
superhéroes, la ciudad de México, los clásicos, la música, el miedo, el amor, los vicios, el sexo, el dinero. Y puede participar quien quiera como autor, director o actor. Deberán enviarse obras inéditas de entre diez y quince minutos de duración para ser evaluadas por un jurado. En caso de salir seleccionado, el autor podrá proponer una compañía teatral (director, actores, escenógrafo, etc.) o solicitar que Microteatro lo apadrine. Hemos estado, mi esposa y yo, en dos ocasiones: seis obras en total. Ninguna tuvo desperdicio. El ciclo que se presenta ahora, en su décimo séptima temporada, tiene como tema la locura y, entre otras, se pueden elegir por su título sugestivo varias de ellas: “Es Tu Pendo. ¿Nacer o no nacer? He ahí el dilema”, “La casa del hombre que mató al animal”, “El extraño caso de la vacaconejo” o “Una cocina muy limpia”. Lo único garantizado es que las puestas en escena tienen calidad en la dirección, la dramaturgia, la actuación y la escenografía. “Viva la vida”, de Santiago Zenteno y Alonso Íñiguez, es una obra sin palabras. Una pareja vive su rutina frente a un televisor. No se hablan, no se miran: más bien se desprecian porque tienen que aceptarse como la miseria que son. Si la transmisión de la tv falla, el silencio y la soledad se convierten en una situación insoportable. Lo mejor para aguantarla es
el suicidio. Pero el atentar contra sí mismo debe tener un conocimiento de métodos que la pareja no conoce a profundidad. Vivimos como espectadores momentos de gran tensión dramática —¡los protagonistas quieren suicidarse!— y de pronto nos reímos: un humor negro envuelve con una dulzura amarga una atmósfera asfixiante. “El lugar más feliz del mundo”, de Miguel Cané y Luis Sosa, es una gran alegoría de la felicidad como parque temático made in usa . Dos escritoras suicidas, Virginia Woolf y Sylvia Plath, platican en el limbo: las conocemos por leídas y sabemos sus historias. Irrumpe la escena Walt, sí, Walt Disney, para invitarlas a ¡Disneylandia! antes de que hagan el tránsito al más allá. El resultado de esta combinación resulta hilarante. Ya antes habíamos visto otra microobra de Miguel Cané, “Honeymoon Suite”, en una temporada dedicada al miedo. Una pareja está de luna de miel en un hotel y de pronto alguien pasa por allí: una fugaz presencia fantasmal acecha la felicidad de los recién casados. Me emociona ir al teatro. Aquí la emoción se multiplica por tres y tiene un plus añadido: lejos de presenciar la puesta en escena desde una fría butaca, el espectador comparte el reducido espacio con los actores. Vale la pena.
Por CARLOS O LI VA R ES B A RÓ
ALI AHMAD SAID ESBER (Al Qassabin, Latakia, Mandato Francés de Siria, 1930) es el poeta Adonis, pionero de la poesía moderna árabe y permanente candidato al Premio Nobel de Literatura. “Por alto y radiante que sea el deseo / no puede tocar el cuello del sol. // La realidad es la flor más marchita / en el jardín de las palabras”, escribe el autor de Este es mi nombre (2006). El lenguaje: casa con horcones que huelen a resina recién cortada. La palabra no es el escenario ni tampoco la circunstancia ni la ocurrencia ni el suceso sino la contingencia. El sol mastica las sombras y las deshace. La codicia de la luz se traga las pertinencias. El hombre se ve obligado siempre a regresar a ese pequeño pueblo que es la infancia. “Soledad: jardín / con un solo árbol”. Párpados durmientes que presagian la visita del sueño. Bordear la clavija del tiempo para no cruzar sus límites. Hay que asumir la “ausencia / para permanecer como pregunta”. Babel que nubla los acoples. Hay una asamblea en las quebradas de la noche. El poeta entra a la boca de la palabra para desempolvar las insinuaciones. Sombras para el deseo del sol, poema-
rio donde un aroma de áloe barniza las evocaciones para que la andadura por el mundo sea un descubrimiento gozoso: huellas: validación del pasmo frente a la humedecida sucesión de sangre bosquejada en las puertas. El poeta, afrentado por todos, viaja por el declive y no cede: “no doy mi lenguaje sino a las raíces y la costumbre / de mi voz es alojarme en el sol del deseo – Babel”. Cánticos que proceden de cartillas o libros colectivos que abordan la cartografía humana del Medio Oriente. Tierra natal: verbo: confluencia que hiere. Infancia: pájaros, hebra y tamo que inundan la mirada. Viaje a la semilla: renovado sacramento: emancipación que cura las fisuras. El vocablo es tajo y vendimia: “la memoria del desierto en nuestra andadura hacia la falla”. Seis apartados: El poema de Babel, La mano de la nube, En el seno de un segundo alfabeto, La mano de la piedra dibuja el lugar (Tablilla de Petra), Cuaderno, no para alguien, para leer mi desierto y Almanaque para el año 2001: el trovador ha tomado la sangre como espectro: el cuerpo, agente que suscribe los folios (desierto de espesura: mar: lecho: sudario plegado sobre el
mundo). Un niño se columpia en los delirios: amasa las trasposiciones: devela el almanaque de la noche. “Es la sangre quien piensa, es el cuerpo quien escribe”. Habla que navega por diferentes dársenas. Inflexiones mutantes que se arremolinan y derrumban las tapias desusadas, retoman las aldabas y reconstruyen el preludio desdeñado. Soledad que hospeda un ave: esplendor que conduce al huerto donde sólo un árbol da sombra a los huérfanos que preguntan por el cálamo de Dios. Iconografías ascendentes/descendentes, polifónicas (ecos murmurantes: adagios flotantes): universo en el que la palabra viaja en la intimidad de la metáfora. Salmos: tules de opacidad presurosa: “El viaje me ha enseñado / a leer el tiempo”. Promiscuos cruzamientos: Ovidio, Jeremías, Pound, Perse, Eliot, Claudel, San Juan de la Cruz, Salomón, Juarroz, los Presocráticos, Isaías... Concomitancias y “antagonismos” con poetas cercanos a su cartografía (Mahmud Darwish, Saadi Yousef, Amjad Nasser o Qassin Addad...). Sombra para el deseo del sol: “Una escritura semejante a flores plantadas en campos de vidrio”.
SOMBRA PARA EL DESEO DEL SOL
Autor: Adonis Traducción: Clara Janés Género: Poesía Editorial: Vaso Roto, 2012.
El Cultural SÁBADO 24.10.2015
CLAUSURARON EL SODOME
EL CORRIDO DEL ETERNO RETORNO
11 Por
CARLOS VELÁZQUEZ
@charfornication
E
l acoahuilamiento del Gobierno del Distrito Federal ha alcanzado nuevos niveles. No hay duda, Mancera está asesorado por Rubén Moreira. En Coahuila se han prohibido las corridas de toros, los casinos, las peleas de gallos y los teibols. Pero la agenda arcoiris siempre se ha respetado. Coahuila no sólo se ubicó a la vanguardia al ser el primer estado del país en institucionalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo, pintándole güevos a la iglesia, también son los primeros en permitir que una pareja del mismo sexo adopte a un niño. Pero este lado progre tiene of course su lado oscuro, no falta el día en que en las noticias aparezca de manera recurrente el siguiente titular: “Desaparecen más pruebas de la deuda de Coahuila”. Ajúa. Arriba el norte. Y arriba el centro. Mancera clausuró también los teibols. Aceptémoslo, la cultura del teibol en el D.F. jamás fue sensacional. La apertura de la capital nunca impactó en la tablita. En eso Monterrey hace una década y Tijuana en el presente han rifado. Sin mencionar que una media en el Taití costaba 150 pesos. ¿Saben cuánto tiene que trabajar un “viene viene” para juntar esa cantidad? No mamar. El teibol es para el pueblo. Anyway, en el centro el teibol nunca fue una institución, pero de cualquier forma, los chilangos merecían y merecen esa distracción. Tanto en Coahuila como en la Ciudad de México se han prohibido los dichosos giros negros porque según la versión oficial son sitios donde campea el hampa. Mira mira. Si la mayor clientela de los teibols de la Zona
TANTO EN COAHUILA COMO EN LA CIUDAD DE MÉXICO SE HAN PROHIBIDO LOS DICHOSOS GIROS NEGROS PORQUE SEGÚN LA VERSIÓN OFICIAL SON SITIOS DONDE CAMPEA EL HAMPA.
El sino del escorpión Con los ojos rete colorados... EL ESCORPIÓN emerge de su resquicio en la pared “con los ojos rete colorados y la boca reseca, reseca” luego de leer la discusión, en la primera sala de la Suprema Corte, de la propuesta del magistrado Arturo Saldívar de amparar el derecho a consumir mariguana de su propia cosecha a varios ciudadanos comunes y pacíficos. La búsqueda de la despenalización del consumo en México continúa así, en tanto la violencia del narcotráfico empeora y las autoridades se limitan a opinar y prometer más estudios y consultas. México sigue pagando el pato de la política prohibicionista impuesta por Estados Unidos mientras allá se extiende la regulación y los políticos republicanos y demócratas declaran haber fumado mariguana como inocente aventura juvenil. Clinton fue el primero en admitirlo, Bush quiso evadir el tema aunque siempre dio la impresión de andar medio pacheco, Obama sí le pegó fuerte al peligro (como dicen los legalistas) y habló con naturalidad del asunto. Incluso el candidato repu-
Rosa eran diputados. En fin, sonará muy chairo pero las peores atrocidades tanto en Coahuila como en Ciudad Godínez no han ocurrido en black twists. El último golpe de la administración de Mancera ha sido clausurar el Sodome. Un sauna gay de tres pisos y 700 metros cuadrados ubicado en Mariano Escobedo. A unos pasos del Camino Real. Estamos tocando fondo. Ahora van por la comunidad lgbtti. Pobre Distrito Federal. El provincianismo la alcanzó. El provincianismo impuesto por el prd. ¿Qué sigue? ¿El 33 en Garibaldi? A este paso nos vamos todos a ir a empedar a Ecatepec. Pero qué necesidad, para qué tanto poema, diría Juan Gabriel. La cosa está de meme: “Quieren la alternancia: eligen como regente de la ciudad a un expolicía”. Vota por Mancera decía, no pasará nada, decían. Pero los tiempos dorados del Peje y de Cárdenas no han de volver. No señor. Por el contrario, el sueño dorado de la chairiza se desvanece. La Ciudad de México siempre se había enorgullecido de que sin importar qué partido ejerciera el poder, la capital pertenecía a la izquierda. ¿Sí, Chucha? Lo que vemos, más allá de la intolerancia, es cómo Mancera le entrega step by step el D.F. a la oposición. Todos los gays, los borrachos y los clientes de la tablita también son votantes. Y si sumamos la violencia que permea en la Ciudad de México en este momento, más distintas clases de atropellos por parte del gdf, existe un alto número de chilangos descontentos con su mandamás. Hagamos cuentas, como no regrese Obrador como
candidato a regente del D.F. adiós capillita. Todos los días se clausuran antros, no es, dirán, tan sorpresivo que le hayan cortado la cabeza al Sodome. Por infinidad de razones. En una de mis búsquedas gonzo visité el Sodome. Nadie me lo contó. Puedo afirmarlo categóricamente: en ese lugar no se practica la prostitución. No se vende alcohol a menores. Y si hay un sitio higiénico: es ése. Se me antoja un móvil para perpetrar semejante injusticia: que no exista una figura reglamentaria para el local. Pero sí es un sauna. El D.F. está plagado de ellos. Y en todos están hasta la madre de jotos. Lo digo sin mala leche. Entonces se crea un hueco dentro de la legislación. Pero ése no es un problema del Sodome. El Sodome tiene en contra que se ubica a unas cuadras de Polanco. Es el primer sauna gay del país. Duplicado de un modelo brasileño. Y el precio de entrada era accesible. Al ingreso te equipaban con un condón y lubricante. No era obligatorio tener relaciones sexuales. Podías entrar sólo a mirar si así lo deseabas. Tenía un área de bar decorada con flores. Los propietarios del bar eran gente de negocios. Seria en su trabajo. Aquello no era el epicentro de la degradación. Se prohibía la entrada a mujeres. El concepto gay ¿lo entiendes? Más allá de todo lo que existe alrededor, despierta una profunda tristeza que la Ciudad de México se caiga a pedazos. Sin sitios para divertirse, qué harán 22 millones de chilangos. Cuidado, Mancera, te has ganado un enemigo poderoso, la comunidad gay .
Por ALEJANDRO DE LA GARZA @Aladelagarza
blicano Jeb Bush, hijo y nieto de “ilustres” presidentes, aseguró haberse churreado como un pecadillo irrepetible de juventud. A todos ellos, el comediante Bill Maher les festejó sus confesiones pero al mismo tiempo les exigió una amnistía para cientos de miles de estadunidenses presos por consumir mariguana y no implicados en crimen violento alguno. La nueva faceta de la discusión en México partió de algunos integrantes de la Sociedad Mexicana de Autoconsumo Responsable y Tolerante (smart),
quienes solicitaron a la Secretaría de Salud permiso para cultivar, cosechar y transportar mariguana para su autoconsumo privado. El permiso fue negado y los solicitantes acudieron a la Suprema Corte en busca de amparo. La ponencia elaborada por el ministro Saldívar Lelo de Larrea señala a la prohibición como limitante del desarrollo de la personalidad, al asumirse el autoconsumo lúdico y recreativo de mariguana como un derecho: “No hay razón para que el consumo de mariguana sea reprobado por la ley”, dice el magistrado, aunque la ponencia no autoriza ningún tipo de comercialización, suministro o distribución del estupefaciente ni el consumo de cualquier otro. La aprobación abriría la puerta a más solicitantes y, de reiterarse la inconstitucionalidad de la prohibición, podría sentar jurisprudencia. Luego de adscribirse al smart, el escorpión “mata la bacha, canta la cucaracha” y regresa a su hendidura en lo alto del muro.
"NO HAY RAZÓN PARA QUE EL CONSUMO DE MARIGUANA SEA REPROBADO POR LA LEY”, DICE EL MAGISTRADO
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El Cultural SÁBADO 24.10.2015
ILUSIÓN POSITIVA Y REALISMO DEPRESIVO REDES NEURALES
Por
JESÚS RAMÍREZBERMÚDEZ
N
o es que esperes nada particular sobre este libro en particular. Eres alguien que por principio no espera ya nada de nada. Hay muchos, más jóvenes que tú o menos jóvenes, que viven a la espera de experiencias extraordinarias; en los libros, las personas, los viajes, los acontecimientos, en lo que el mañana te reserva. Tú no. Tú sabes que lo mejor que cabe esperar es evitar lo peor: admito que esta frase lapidaria es a la vez simpática, y puedo imaginar la diversión de Ítalo Calvino mientras la escribía al inicio de su novela, Si una noche de invierno un viajero. ¿Se trata de un sentido del humor que alcanza el difícil arte de la resignación, bajo la forma de un aforismo depresivo? Escucho a diario que la depresión, el “trastorno depresivo mayor”, es el mal de nuestro tiempo; muy pronto, se dice, será la causa principal de discapacidad en el mundo. Su génesis puede entenderse como un proceso llamado a veces “desamparo aprendido”, o “indefensión aprendida”, basado en la exposición a un sistema de estrés aleatorio crónico. El individuo sumergido en ese ambiente desarrolla distorsiones cognoscitivas, sesgos pesimistas en la interpretación de datos y en la toma de decisiones. Eso me han dicho, al menos; eso he leído en los textos canónicos de la psiquiatría. En los años recientes no he cuestionado realmente esa doctrina, hasta que leí el concepto del realismo depresivo. Martin Seligman, un psicólogo de la Universidad de Pennsylvania, descubrió por accidente los hechos que lo llevarían a formular la teoría del desamparo aprendido: mediante choques eléctricos repetidos en forma aleatoria, administrados a un grupo de perros, descubrió que los animales aprendían un comportamiento de indefensión: después de las reacciones iniciales de lucha o huida frente al dolor, los canes terminaban por permanecer impávidos y dejaban de huir frente a la amenaza aun si se les daba la oportunidad de hacerlo. Seligman formuló una hipótesis según la cual los estados depresivos, en seres humanos, podían explicarse a partir de las observaciones realizadas en perros: el aprendizaje del dolor o estrés aleatorio crónico generaría un sentimiento de falta de control sobre un ambiente adverso, aun en situaciones en las cuales sí hay condiciones objetivas para superar los problemas. Dos alumnos de Seligman (Alloy y Abramson) pusieron a prueba la tesis de su maestro. El experimento clásico consistía en lo siguiente: se pidió a estudiantes universitarios (algunos con síntomas depresivos y otros no) que apretaran un botón y observaran si podían encender una luz
Arte digital > BERTÍN COVA >La Razón
ESCUCHO A DIARIO QUE L A DEPRESIÓN, EL ‘TRASTORNO DEPRESIVO MAYOR’, ES EL MAL DE NUESTRO TIEMP O; MUY PRONTO, SE DICE, SERÁ L A CAUSA PRINCIPAL DE DISCAPACIDAD EN EL MUNDO.”
verde. En realidad, los investigadores controlaban la luz; el encendido no dependía entonces de los estudiantes presionando un botón, sino del algoritmo matemático aleatorio de los investigadores. En contra de lo esperado, los estudiantes con síntomas depresivos fueron más realistas: evaluaron con mayor objetividad el grado de control que tenían sobre los eventos. Los estudiantes sin depresión sobreestimaban su grado de control sobre la luz verde, incluso cuando los investigadores incluyeron un suculento billete de cinco dólares en el experimento para darle más validez. Pocos años después, otros científicos acuñaron el término “ilusiones de control” para designar estos errores característicos de las personas sin depresión, “mentalmente sanas” (si debemos aceptar el impreciso y seguramente inexacto prejuicio de la “salud mental”). Más adelante, un nuevo término apareció en este mapa conceptual: me refiero ahora a las “ilusiones positivas”. Esta vez el escenario de la observación científica se movió, desde la fría habitación de los ensayos psicológicos, hasta la circunstancia más compleja y relevante de los mecanismos
de afrontamiento frente al cáncer. Shelley Taylor, una psicóloga de la Universidad de California, documentó la transformación de las mujeres supervivientes al cáncer de mama, y observó que ganaban sentimientos de bienestar en la misma medida en que desarrollaban ilusiones de control; Shelley Taylor entrevistó a los médicos oncólogos y a los psicoterapeutas de estas mujeres y llegó a la conclusión de que quienes tenían una mejor adaptación psicológica y mayores sentimientos de bienestar, eran también las personas con más optimismo, pero las menos realistas; sacrificar el realismo para ser más felices: tal parece ser la lección psicológica del estudio. ¿Son necesarias las ilusiones positivas? La creencia de que nuestra suerte será mejor que lo estipulado por las frías normas matemáticas que gobiernan los números de la repetición, abstracta o cotidiana, parece ser una piedra angular del bienestar emocional. Probablemente éste sea el único juego en el cual triunfan las personas clasificadas como depresivas, precisamente por su convicción sensata en la imposibilidad de infringir una derrota al azar.