Una Historia Negra de la Ciudad de México

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FR ANCISCO HINOJOSA

CARLOS VEL ÁZQUEZ

AL CABO DE LOS LIBROS

ESGRIMA

AC/DC O NEVER SAY DIE

SANTIAGO RONCAGLIOLO

El Cultural N Ú M . 3 9

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ENRIQUE METINIDES EL HOMBRE QUE VIO DEMASIADO

Foto: ENRIQUE METINIDES

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[ S u p l e m e n t o d e La Razón ]


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A través de los siglos, la historia negra o criminal de la Ciudad de México puede brindar un reflejo mucho más fiel de la sociedad capitalina —sus atavismos, fobias, estallidos sangrientos—, como lo documentan estas páginas. Pobreza, desigualdad y violencia han sido los detonadores principales de este “enorme retablo de personajes e historias bañados en sangre —señala J. M. Servín—, cuyo fondo casi siempre son los usos del poder y su presencia trágica sobre las mil caras de la muerte”.

U NA H ISTOR I A N EGR A DE L A C I U DA D DE M É X ICO J. M. SE RV Í N FOTOS ENRIQUE METINIDES El país estaba infestado de bandidos, de manera que no se podía salir ni a los caminos ni andar en las ciudades pasadas ciertas horas de la noche sin ser atacado, robado y no pocas veces, asesinado. Manuel Payno: “El tumulto de 1624”, El Libro Rojo

N

inguna ciudad puede palpitar ni entenderse sin su historia negra, sin sus tragedias cotidianas y pasiones turbulentas. La capital del país no es la excepción. Una historia de la delincuencia y su narrativa es una historia de la ciudad y sus habitantes. En muchas ocasiones, esta historia tiene más lustre que la oficial, la de los próceres y las gestas heroicas. Las ciudades legendarias de la modernidad están marcadas por sus hechos delictivos y sus personajes criminales: Chicago, Los Ángeles, Nueva York, París, Londres. En los años que siguieron a la independencia de España en 1821, la violencia y el crimen marcaron el crecimiento del país. La insurgencia y la reacción realista, aparte de devastar la economía, provocaron inestabilidad, levantamientos militares, guerras civiles e invasiones extranjeras (Estados Unidos y Francia). Por cierto, el famoso “coctel Margarita” podría tener su origen en el aguardiente endulzado que servían las suripantas de los burdeles que visitaba el ejército gringo en la capital del país. A todas las llamaban “Margaritas”.

I A partir de El Libro Rojo, crónica negra de los crímenes y escándalos sangrientos que marcaron la conflictiva relación entre gobernantes y gobernados en México, sobre todo en la capital, la vida, la muerte, el amor y el odio siempre han

estado de remate. El Libro Rojo, obra fundamental, subtitulada Hogueras, horcas, patíbulos, martirios y sucesos lúgubres y extraños acaecidos en México durante sus guerras civiles y extranjeras, escrito por Manuel Payno, Rafael Martínez de la Torre y Vicente Riva Palacio y publicado en 1847, documenta con buena pluma y vocación reporteril, mucho antes de los tiempos del Nuevo Periodismo, los horrores de la violencia en México a partir de la llegada de los conquistadores españoles hasta la época de la Reforma. Si pensamos en términos de historia popular, el registro documental de testimonios, crónicas y reportajes de nota roja, o de “justicia” para la corrección política, es tan rico y muchas veces más estremecedor y entretenido que la crónica de la historia oficial (de cualquier modo teñida de rojo). Ya Manuel Payno señalaba en 1845, refiriéndose a Estados Unidos, algunas de las causas de la criminalidad que aquejaba a ese país y que bien aplican al México de cualquier época: Dejando a un lado los instintos dañados y la predisposición de ciertos hombres para la maldad y el delito, debe siempre, cuando se pretende juzgar a una sociedad entera, indagar las causas que en lo general pueden influir más o menos en la criminalidad. Pueden fijarse en mi juicio estas causas de la manera siguiente:

DIRECTORIO

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Roberto Diego Ortega Director @sanquintin_plus

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CONSEJO EDITORIAL

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“LA COTIDIANEIDAD, LOS INTERESES Y PASIONES DE LAS DIFERENTES ÉPOCAS EN LA CAPITAL HAN SIDO REGISTRADOS MINUCIOSAMENTE A TRAVÉS DE LIBROS IMPRESCINDIBLES.” 1. Por crímenes cometidos por la influencia de las costumbres y hábitos de un pueblo. 2. Crímenes cometidos por causa de los defectos y vacíos de las leyes. 3. Crímenes cometidos por los males sociales. La intensa actividad criminal desde entonces ha vuelto célebre a la capital como una necrópolis fascinante y temible para propios y extraños: • El 23 de octubre de 1789 la acaudalada familia Dongo, compuesta por once integrantes, es masacrada en su domicilio de la calle de Cordobanes por dos sujetos que entraron a robar. • La matanza de la Ciudadela en 1871: ejecuciones a quemarropa de parte del ejército juarista hacia los rebeldes golpistas cuando la revuelta ya estaba controlada. • 1874. Asesinato de la calle de San Agustín, hoy República de Uruguay. Un obrero mata por accidente al famoso abogado Manuel Bolado. El homicida fue defendido por Guillermo Prieto (sí, el de “los valientes no asesinan”). Violencia, pobreza y desigualdad es la tríada maldita de este país. Son el hilo conductor de la historia nacional. Desde los tiempos prehispánicos hasta nuestros días, el país (y la capital en un primer plano) ha sido marcado por épocas catastróficas (y catastrofistas), a causa de las diferentes conflagraciones y luchas sociales que han propiciado turbias manifestaciones de delincuencia común, producto de una peculiar estructura social que se desenvuelve en una difusa frontera

que divide los márgenes de lo proscrito, la impunidad, la discriminación y la corrupción como uso y costumbre. La Ciudad de México es, sobre todo, un enorme retablo de personajes e historias bañados en sangre cuyo fondo casi siempre son los usos del poder y su presencia trágica sobre las mil caras de la muerte. La cotidianeidad, los intereses y pasiones de las diferentes épocas en la capital han sido registrados minuciosamente a través de libros imprescindibles como el ya mencionado Libro Rojo y su continuación en cuatro tomos publicados por el Fondo de Cultura Económica en años recientes. Como bien menciona Josu Landa en su prólogo al Libro rojo. Continuación, tomo ii (fce, 2011), lo que finalmente metaboliza las secuelas del crimen es su transformación en mito, en literatura. Ni el asesinato ni el crimen son una de las bellas artes, pero sí tienen un enorme valor como combustible para autores incendiarios que han buscado, mediante la historia negra de la Ciudad de México, narrar el lado más cruento de una sociedad. Una larga tradi-

8 de mayo de 1953. Un camión materialista se estrella contra una casa. A la derecha, el cadáver de un “machetero” que viajaba en el vehículo.

ción de crónicas y reportajes publicados en tabloides y revistas especializadas, en libros de ficción y no ficción, registran la historia de una ciudad que sin sus crímenes y sus delincuentes célebres, no podría ser entendida. El crimen como leitmotiv nutre de historias la obra monumental de la Ciudad de México. Los delitos más comunes, predatorios, es decir, agresión y hurto, acaparan la atención de los lectores de finales del siglo xix. Ya desde entonces la delincuencia era un problema para los habitantes de la Ciudad de México. Los hogares capitalinos eran despertados por gacetas callejeras y pregoneros que informaban a gritos de los “terribilísimos crímenes” del momento: Francisco Guerrero El Chalequero es el primer asesino serial mexicano, cuyos homicidios de prostitutas lo volvieron célebre en los umbrales del siglo xx . Su apodo viene de la expresión popular “a chaleco”, o sea a la fuerza. Degollaba a sus víctimas con habilidad de cirujano luego de forzarlas a tener relaciones sexuales. En algún momento se llegó a decir que era el Jack el destripador mexicano. El Chalequero es el primer delincuente mediático en la historia del país. La criminología positivista de la época, encabezada por el renombrado internacionalmente Cesare Lombroso y el francés Gabriel Tarde, destacaba la influencia del medio social; sus contrapartes mexicanos priorizaban la herencia. Creían que las características fisionómicas, psicológicas y culturales distinguían a los criminales del resto de la población. A partir de este credo, la prensa y la policía mexicanas trataban a los criminales como un grupo claramente identificable. Al hacerlo, la criminología y la penología unificaron al “crimen”, construyéndolo como un fenómeno urbano, propio de la naciente modernidad. A decir de Pablo Picatto en Ciudad de sospechosos: Crimen en la Ciudad de México 1900-1931, con la inauguración en 1900 del penal federal de Lecumberri, en San Lázaro, comienza la época más

Ca. 1948. Accidente en avenida Ferrocarril de Cuernavaca.


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agresiva de castigo autoritario en la historia del país. La capital del país se convierte así en la “interzona”, como la llamó William Burroughs durante su estancia en México: la incubadora de todas las patologías sociales modernas.

II Quizá la mayor herencia del Porfiriato y la Revolución es la acelerada transformación del país, marcada por la presencia del crimen escandaloso en los inicios de la modernidad mexicana cuyo epicentro es la Ciudad de México. Las utopías de un nuevo orden social arropado por la industrialización se ven eclipsadas por las tragedias y hechos delictivos que se convierten en parte de la cotidianidad del país, sobre todo de la capital. Una población que en su mayoría es víctima de sus propios miedos, angustias, pasiones y ansiedades, estimulados por la era de las máquinas. La abundante circulación de armas de fuego, la amenazante multiplicación de automóviles y el surgimiento de bandas organizadas de ladrones (“La banda del automóvil gris” es la más conspicua: con ella, los militares medran desde ambos frentes: la ilegalidad y la “ley”) hicieron de la criminalidad urbana un continuo dolor de cabeza para las autoridades. El cuerpo colapsado y desmembrado debido al choque con las tecnologías nuevas. Es quizá José Guadalupe Posada quien, aprovechando nuestra tradición de comicidad sádica, representa mejor este conflicto cultural y religioso. Se establecen colonias elegantes (Santa María la Ribera, Roma, Condesa, Juárez), se construyen modernos edificios, lo cosmopolita como oropel. Una ciudad que crece desordenadamente en medio de profundas desigualdades y una población difícil de controlar. Tepito es el purgatorio de los más miserables y también el “rincón de los milagros” capitalino. Criminales y sus víctimas son tolerados o controlados a partir de criterios eugenésicos, lombrosianos y de estereotipos sociales (el pobre siempre es propenso a delinquir; el rico comete delitos pasionales para salvar su “honor”; el pobre mata por sus “bajos instintos”). El país del pensamiento mágico, de la tragedia histórica y de las tradiciones y leyendas escalofriantes enfrentado a la fría presencia destructora de la máquina industrial. Asesinatos, magnicidios, crímenes pasionales, de odio, linchamientos, motines carcelarios, robos. Atropellados por flamantes automóviles, mutilados en accidentes fabriles, por las ruedas del tren o el

“‘LA REGIÓN MÁS TRANSPARENTE’ POR MOMENTOS PARECÍA MENOS ÁSPERA Y CON UNA ENORME CAPACIDAD DE ASOMBRO ANTE ALGUNOS CRÍMENES Y CRIMINALES ESPELUZNANTES EN LAS DÉCADAS DE 1940, 50, 60 Y 70.”

tranvía. Muertes por arma de fuego y a cuchillo limpio, muchas, entre la plebe. El suicidio de los hijos de Íñigo Noriega (uno de los empresarios más ricos del país y promotor del golpe de Estado contra la presidencia de Francisco I. Madero), “La banda del automóvil gris” (ex militares asaltantes amparados por el gobierno de Carranza), el asaltante El Tigre de Santa Julia (que pasaría a la posteridad porque fue atrapado mientras defecaba y dejara su mote como sinónimo de quien es sorprendido en un momento de apuro), o el homicida y asaltante Alberto Gallegos Sánchez, atrajeron el miedo y el humor cruel de la sociedad capitalina en los albores del siglo xx. El 17 de abril de 1929, Luis Romero Carrasco, de 21 años, asesina a sus dos tíos, a dos sirvientas (una anciana y una niña de diez años) y para no dejar testigos, también mata al perico. Sus abogados alegan que padece manías alucinatorias. Se le condena a muerte y de camino a las Islas Marías se le aplica la ley fuga. José Revueltas narra el episodio en Los muros de agua. En 1932 es asesinada en su domicilio de Insurgentes Jacinta Aznar, Chinta para los cercanos. Muere a tubazos, el motivo:

robo. El caso no tiene nada de extraordinario pero por alguna razón sobrevive en la memoria negra de la capital. El 5 de abril de ese mismo año, en el Salón Bach de la calle Madero muere de un balazo Guty Cárdenas, el gran trovador del momento: pleito de cognac y celos profesionales con otro bohemio de menor fama. La delincuencia como práctica común de la población urbana. Criminal o ciudadano, vicios populares o virtud. Atraso o modernidad Pese a todo, la Ciudad de México en algún momento hizo honor a su nombre de la muy Noble y Leal Ciudad de Los Palacios. “La región más transparente” por momentos parecía menos áspera y con una enorme capacidad de asombro ante algunos crímenes y criminales espeluznantes en las décadas de 1940, 50, 60 y 70: el homicida Luis Romero Carrasco; el estrangulador y primer icono pop surgido de la nota roja, Goyo Cárdenas; el homicidio por robo de los hermanos Villar Lledías; Felicitas Aguillón, La Ogresa (abortera de damas de sociedad avecindada en la colonia Roma); el legendario asaltante Fidel Corvera Ríos (quien hizo de su fuga de la policía el


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“LA ÚNICA FIGURA VEROSÍMIL DEL DETECTIVE FAMOSO EN MÉXICO SE LLAMA VALENTE QUINTANA, Y ES PERSONAJE DEL POLICIACO REAL Y NO DE LA FICCIÓN.” García, el célebre matón con ínfulas detectivescas de El complot mongol, están inspirados en Quintana, a quien a finales de la década de 1920 se le encomienda investigar casos como el de José de León Toral y la Madre Conchita, perpetradores del asesinato del presidente Obregón, y acosar a personajes incómodos como Tina Modotti. Quintana funda una “academia de detectives” digna del Londres de Sherlock Holmes y no de la Ciudad de México, donde el hampa y la policía son uno mismo.

III

1958. Luego de un accidente, mujer y niño reciben atención mientras ella sujeta su bolso de mano.

noir que Hollywood aún no filma); el homicida Robert Corenevski, King Kong; el asesinato de Trotsky en Coyoacán a manos de Ramón Mercader; el actor Ramón Gay, asesinado a balazos en la colonia Cuauhtémoc cuando acompañaba a su domicilio a la actriz Evangelina Elizondo (el marido se asume cornudo, delito pasional infundado: Gay era gay); Joan Vollmer, quien muere de un tiro en la frente por parte de su marido, un gringo homosexual y drogadicto: William Burroughs, en la colonia Roma (Burroughs sale bajo fianza de su encierro de catorce días gracias a los oficios del abogángster Bernabé Jurado, epítome de la idiosincrasia priísta que encuentra en los penalistas a una grey de sujetos corruptos y peligrosos; “cultor de la impunidad”, como lo llamaría Carlos Monsiváis, Jurado se suicida en 1980 en un penthouse de la Zona Rosa luego de balacear a su esposa); la masacre de 1968 en Tlatelolco; la fuga de Kaplan del penal de Santa Marta; el “jueves de Corpus” o el nieto homicida del político nayarita Gilberto Flores Muñoz y su esposa, sacudieron por enésima ocasión las emociones y el morbo de la sociedad de aquellos años.

El siniestro jefe de la policía capitalina, encumbrado por su amigo y jefe José López Portillo, Arturo Durazo Moreno, es el epítome de la corrupción y el delito flagrante desde las entrañas del poder priísta. Recordemos “La matanza del río Tula” en 1982, donde son ejecutados trece narcotraficantes y asaltabancos colombianos y un taxista mexicano, ordenada por el entonces jefe de la policía y ejecutada por su lugarteniente a cargo de la temible dipd (División de Investigaciones para la Prevención de la Delincuencia), Francisco Sahagún Baca, compositor de boleros olvidables en sus ratos libres. Se presenta oficialmente la alianza entre narcotráfico y corrupción policiaca. El caso, denunciado por el periodista Manuel Buendía, el más leído del país por sus investigaciones de corrupción y crimen organizado, pone a éste en la mira de sus homicidas, quienes lo ejecutan afuera de sus oficinas en la colonia Juárez el 30 de mayo de 1984. Elipsis temporal: la única figura verosímil del detective famoso en México se llama Valente Quintana, y es personaje del policiaco real y no de la ficción. El policía investigador de Ensayo de un crimen, de Rodolfo Usigli, y Filiberto

“Soy producto de México”, diría el exluchador, proxeneta y ‘matacuras’ Pancho Valentino en una carta exculpatoria que envió a la policía del Distrito Federal antes de ser aprehendido en 1957. La densidad de ciertos crímenes trasciende al paso del tiempo y se convierte en marca de agua de la historia de la Ciudad de México. La capital del país se derrumba y reconstruye continuamente con los materiales que proporciona el delito. El desordenado crecimiento de la ciudad genera enormes espacios deshabitados, ideales para el robo, la ejecución, el secuestro, la violación, el sexo furtivo, las riñas pandilleriles, para ser atacado por una jauría de perros callejeros, tirar un cuerpo o dos o muchos. Lo mismo da. Si la oportunidad hace al ladrón, la capital es la tierra de las oportunidades para cualquier clase de delincuente. La urbe se moderniza y precariza en siniestra simbiosis, engendra monstruos y pierde inocencia. La Ciudad de México será recordada por sus delitos, no por sus palacios. A vuelapluma, algunos de los constructores del mito posmoderno de la ciudad negra a partir de la década de 1980 hasta nuestros días: 1980. El burócrata Víctor Rodríguez Becerra, jefe de compras de la Secretaría de Programación y Presupuesto, prende fuego con un tambo de gasolina al cabaret Casino Royal, ubicado en Insurgentes y Pensylvannia. Hay 250 personas, mueren 12 personas, entre ellas mi hermano y un primo. El siniestro se produce luego de que los meseros del local corren a Rodríguez por armar escándalo a la hora de pagar la cuenta. 1981. Alfredo Ríos Galena, asaltabancos y Elvira Luz Cruz La fiera del Ajusco, quien mata a sus cuatro hijos. El primer narcoasesinato en la historia del país ocurre en la Ciudad de México contra el periodista Manuel Buendía en 1984, planeado por el entonces director de la Dirección Federal de Seguridad,


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Ca. 1948.

Chalco, Estado de México, ca. 1960. Más de cuarenta heridos dejó el choque de un autobús contra un árbol.

Colonia Condesa, ca. 1958. El cuerpo sin vida de una novia que, luego de ser plantada por el novio, se dio un tiro en la cabeza. Esquina de Tamaulipas y Juanacatlán, hoy Alfonso Reyes.

José Antonio Zorrilla Pérez. Se dice que cada ciudad tiene la policía que se merece. Saquemos conclusiones. 1983-1984. Secuestran a la bailarina Nellie Campobello, muere años después y la inhuman clandestinamente. 6 de mayo de 1989. Adolfo de Jesús Constanzo conocido como El padrino de Matamoros y líder de “Los Narcosatánicos”, cae abatido por su cómplice Álvaro de León Valdéz El Dubi, cuando la policía les tiende un cerco en su departamento en el número 19 de Río Sena, en la colonia Cuauhtémoc; momentos antes, durante el feroz tiroteo, Constanzo había tirado desde el balcón dólares incendiados al tiempo que gritaba “¡Tomen, muertos de hambre!”. El Dubi y Sara Aldrete, “sacerdotisa” del clan, son detenidos en el lugar de los hechos. La Ciudad de México entra en la era del narcotráfico, el sicariato y los asesinos seriales como personajes mediáticos: 1994. En la calle de Lafragua, cerca de Reforma, balacean al secretario general del pri, José Francisco Ruiz Massieu. Es el primer caso del que se tenga memoria en que la autoridad haya recurrido a videntes y brujos para resolverlo y, de todas maneras, fracasa. 1998. Captura del secuestrador Daniel Arizmendi El Mochaorejas. 1999. Paco Stanley, el famoso conductor de televisión, cae acribillado dentro de su camioneta por un conflicto de drogas afuera de la taquería El Charco de las Ranas, en Periférico, cerca de las instalaciones de tv Azteca. 2000. En octubre se quema la discoteca Lobohombo en la avenida Insurgentes, perímetro de la colonia San Rafael. Trescientas personas mueren calcinadas. Las salidas de emergencia estaban bloqueadas. 2001. La abogada y activista Digna Ochoa muere en su despacho de la colonia Roma por un disparo en la cabeza. La versión oficial asegura que se suicidó. 2002. Orlando Magaña asesina a los siete integrantes de la familia Narezo Loyola, en su domicilio de Tlalpan. Eran sus vecinos. 2004. Tres policías son linchados en San Juan Ixtayopan, Tláhuac, acusados de secuestrar niños. La televisión transmite en vivo el linchamiento. Reality show extremo, acorde con el tiempo mexicano. Uno de los policías sobrevive. 2005. Un joven de oscuro pasado llamado Hugo Alberto Wallace, supuestamente es secuestrado y ejecutado en un departamento, pero su cadáver jamás aparece. Su madre, Isabel Miranda de Wallace, inicia una agresiva campaña para detener a los presuntos asesinos. 2006. Juana Barraza Samperio, La Mataviejitas, la homicida en serie más contundente de la historia mexicana, es capturada por azar tras ejecutar a su última víctima en la colonia Moctezuma. Oficialmente se le adjudica la muerte de 48 ancianas. Purga una condena de 470 años. 2007. El Caníbal de la Colonia Guerrero, José Luis Calva Zepeda, con aspiraciones de escritor, destaza a su novia y guarda los pedazos en su departamento. Hay más víctimas. Lo capturan cuando cocinaba un trozo de


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carne y muere en prisión poco después, por un supuesto suicidio. 2008. B ombazo en la colonia Roma. Juan Manuel Meza Campos El Pipen muere cuando estalla en sus manos un artefacto explosivo, con el que pretende asesinar a un jefe policiaco. Lo acompaña su novia, Tania Vásquez Muñoz, quien resulta herida de gravedad. En junio, doce jóvenes mueren aplastados y asfixiados dentro de la discoteca News Divine en la delegación Gustavo A. Madero debido a un torpe operativo policiaco que impide a los muchachos salir de la discoteca. 2009. Luis Felipe Hernández Castillo: Tras realizar una pinta en la pared de la estación del metro Balderas (donde Rockdrigo dejaría embarrado su corazón, antes de morir sepultado en el terremoto de 1985), mata a tiros a un policía y a un hombre que intenta detenerlo. Luego se atrinchera en un vagón hasta ser sometido por la policía. Los luchadores enanos Espektrito ii y La Parkita mueren en un hotel cercano a la Plaza Garibaldi, envenenados por dos prostitutas integrantes de la banda de “Las Goteras”. 2010. José Covarrubias, El Filicida de Tepito, mata a sus dos hijos y después finge un secuestro. Para apoyarlo, sus vecinos realizan marchas de protesta contra el gobierno y cometen actos vandálicos en el barrio, antes de que Covarrubias confiese. 2011. La actriz negra Julia Marichal es asesinada y descuartizada en su departamento en la delegación Magdalena Contreras, a manos de su asistente. Sus restos aparecen flotando dentro de una cisterna. 2012. César Armando Librado Legorreta, El Coqueto, chofer de microbús, secuestra, viola y asesina a varias pasajeras. Abandona los cadáveres en plena calle, uno de ellos frente a la Secretaría de Gobernación. Es detenido, se fuga del ministerio público donde ha sido consignado y vuelve a ser capturado. 2013. Javier Méndez Ovalle, El Descuartizador de Tlatelolco, joven estudiante ganador de varios premios internacionales en Física, mata y descuartiza a una chica dentro de su departamento. Huye de la policía por meses hasta su captura en Oaxaca. En mayo, trece jóvenes son secuestrados dentro de la discoteca Heaven, de la Zona Rosa. Sus cadáveres fueron encontrados en una fosa común. Se presume un ajuste de cuentas entre bandas de narcotraficantes de Tepito. 2015. El cadáver de una bebé es encontrado dentro de una maleta en la calle de Berlín, en la colonia Juárez. La niña fue violada y desnucada. No es identificada y su cadáver permanece hasta hoy en el semefo.

El asombro, hoy, se ha convertido en cinismo, en miedo soterrado, en un señalamiento hacia el otro, sospechoso de ese delito que llevamos como sombra; como diría José Revueltas, vivimos con una sensación de horror diferido, es decir, un horror a punto de ser, ese horror por anticipado que nos convierte en posibles víctimas de la delincuencia, de la tragedia, del horror mismo. La madrugada del viernes 31 de julio de 2015 fueron ejecutadas cinco personas: el fotoperiodista Rubén Espinosa, la activista Nadia Vera, una joven maquillista identificada como Yesenia Quiroz, la colombiana Mile Virginia Martín y una empleada doméstica, Alejandra Negrete, dentro de un departamento en la colonia Narvarte, ubicado en la calle de Luz Saviñón. Son capturados los presuntos homicidas pero el caso queda envuelto en una bruma oscura de dudas y sospechas sobre los móviles reales de un aparente ajuste de cuentas entre narcotraficantes. “El multihomicidio de la Narvarte” confirma la sospecha histórica (más fehaciente que la “verdad histórica”) de saber que en la Ciudad de México, en cualquier momento, nos convertimos en víctimas de otro crimen sin resolver.

“COMO DIRÍA JOSÉ REVUELTAS, VIVIMOS CON UNA SENSACIÓN DE HORROR DIFERIDO, ES DECIR, UN HORROR A PUNTO DE SER, ESE HORROR POR ANTICIPADO QUE NOS CONVIERTE EN POSIBLES VÍCTIMAS DE LA DELINCUENCIA, DE LA TRAGEDIA, DEL HORROR MISMO.”

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Lecturas sugeridas El Libro Rojo, Manuel Payno y Vicente Riva Palacio, Conaculta. El Libro Rojo. Continuación, tomos i , ii y iii , varios autores. Gerardo Villadelangel Viñas, coordinador, FCE. Ciudad de sospechosos: Crimen en la Ciudad de México 1900-1930, Pablo Piccatto, CIESAS-Conaculta. El tamaño del infierno, un estudio sobre la criminalidad en la zona metropolitana de la Ciudad de México, Arturo Alvarado Mendoza, El Colegio de México. Los mil y un velorios, crónica de la nota roja en México, Carlos Monsiváis, Asociación Nacional del Libro-Random House. Fuera de la ley, la nota roja en México 1982-1990, Antonio Arellano, Jorge Camargo, et al. Prólogo de Carlos Monsiváis, Ediciones Cal y arena. Crónica negra del crimen en México, José Luis Trueba Lara, compilador, Plaza y Janés. El criminólogo, los casos más impactantes del Dr. Alfonso Quiroz Cuarón, José Ramón Garmabella, Random House. Los bajos fondos, Sergio González Rodríguez, Ediciones Cal y arena. Crímenes espeluznantes. La mansión del delito, los huéspedes de la gayola. La derrota del Capitán Fantasma. ¿Jueces o verdugos?, en la senda del crimen. Gendarmes y guaruras, David García Salinas, Populibros La Prensa. ¡Reportero de policía! (El Güero Téllez), José Ramón Garmabella, Océano. Ensayo de un crimen, Rodolfo Usigli, Lecturas Mexicanas, sep-Conaculta. El complot mongol, Rafael Bernal, Lecturas Mexicanas, sep-Conaculta. Arturo Ortiz Struck, “Huecos de impunidad”, revista Nexos, mayo 2015.

Ca. 1970. Un edificio de la Colonia Morelos se derrumba. Hay muertos y heridos entre los escombros.

J. M. SERVÍN (Ciudad de México, 1962) es narrador, periodista y editor de publicaciones periféricas. Ha escrito Al final del vacío, DF Confidencial y Del duro oficio de vivir, beber y escribir desde el caos.


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La exposición “Enrique Metinides: El hombre que vio demasiado” se presenta hasta el 15 de mayo y es una nueva oportunidad para apreciar la obra de este fotógrafo excepcional que trascendió las convenciones de la llamada nota roja, en una crónica visual de la violencia y la desgracia cotidiana en la Ciudad de México, durante varias décadas del siglo xx. Un testimonio a menudo escalofriante, en donde la tragedia se desdobla de formas imprevisibles y no conoce tregua.

E N R IQ U E M E T I N I D E S EL HOMBR E QU E V IO DEM ASI A DO J. M. SERVÍN

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s toda una odisea llegar al Foto Museo Cuatro Caminos luego de atravesar la mitad de la ciudad en metro. La línea 2 es una de las rutas del infierno subterráneo que millones de viajeros padecemos para transportarnos. La hostilidad y la desesperación viajan hacinadas en vagones repletos de agresión, ruido y humores indescriptibles. Me pregunto si Joel-Peter Witkin conocerá las inmediaciones de los metros Tacuba, Toreo, y la línea 2. Son puestas al día de sus montajes fotográficos. Los “mirones” de las fotografías de Metinides van y vienen en recorridos que pueden durar hasta cuatro horas en promedio hacia un destino azaroso. Con buena suerte no terminarán como objeto de la lente del legendario fotorreportero. Un anciano sentado al lado mío compra un CD pirata con “Lo mejor de la salsa clásica” que vende un vagonero a cuyas espaldas, como caparazón, carga una voluminosa mochila con aparato de sonido ensordecedor donde reproduce su mercancía. La gente se divierte y vive acostumbrada de la mejor manera al horror que nos acompaña como presencia mustia durante nuestros trayectos cotidianos. El metro se detiene por tiempo indefinido, incalculable, impredecible en cada estación. Parece una llamada para que todo mundo renuncie a usar ese medio de transporte para siempre. El fodongueo es parte de esta atmósfera de dejadez y resignación colectiva. Un viernes de sol radiante, de aire tóxico, irrespirable, excepto para los habitantes de una ciudad vigorosa y cruel. Las avenidas congestionadas reflejan en el pavimento un brillo acerado como navajas, sobre todo al poniente, los picos de los rascacielos parecen monumentos al casquillo de bala y las cachas de pistola. La adrenalina fluye a borbotones en una terminal del metro y sus accesos que pa-

“DESDE EL PRIMER MOMENTO QUE TUVO UNA CÁMARA EN SUS MANOS, A LA EDAD DE DIEZ AÑOS, SE CONVIRTIÓ EN UN AGUDO TESTIGO GRÁFICO DE LA TRAGEDIA QUE ENVOLVÍA LA COTIDIANIDAD DE LA GRAN URBE.”

25 de julio de 1966. Un joven de quince años muere ahogado en la alberca pública del Parque Calles.

recen un extraño híbrido de urbanización penitenciaria, mercado, basurero y homenaje a Calcuta. En un reportaje publicado en la revista Nexos de febrero de 2015, Claudia Altamirano señala que “en una escala del 1 al 100, donde 100 es el precio (económico y moral) más alto que los ciudadanos pagan por transportarse, el Distrito Federal rompió la marca de la más reciente encuesta con un doloroso 108, lo que significa que los capitalinos sufren al transportarse más que cualquier otro habitante de las veinte ciudades en las que fue aplicada.” Es una ciudad viva, poderosa, de barrios descoloridos pero no por ello estáticos. La capital arropa la crónica negra de su historia. La ciudad donde nadie es inocente. Ubicado en una de las zonas más agrestes del norte de la ciudad de México, el Foto Museo en la avenida Ingenieros Militares presenta dos exposiciones harto interesantes y muy a tono con la capital de los esperpentos y la zozobra: “El hombre que vio demasiado”, de Enrique Metinides, una retrospectiva del artista del horror quien con sus impactantes fotografías de “nota roja” ha hecho una de las crónicas más certeras de la Ciudad de México de los últimos cincuenta años, por lo menos. “Witkin and Witkin” es la exposición que acompaña a las fotografías de Metinides. Los gemelos Joel-Peter y Jerome, fotógrafo y pintor, respectivamente, cierran la cuña con sus obras delirantes y esperpénticas de aire transgresor que remiten a Goya, Francis

Bacon y Diane Arbus, sobre todo en el caso del fotógrafo. Enfocándome en la exposición de Metinides (Jaralambos Enrique Metinides Tsironides, para los extraños; Ciudad de México, 1934) queda claro que es el gran cronista de la tragedia capitalina. Admirador de la trilogía cinematográfica de Pepe el Toro, y en general del cine de melodrama urbano y de gángsters, desde el primer momento que tuvo una cámara en sus manos, a la edad de diez años, se convirtió en un agudo testigo gráfico de la tragedia que envolvía la cotidianidad de la gran urbe. Nadie como él para retratar el dolor y el azoro de la Ciudad de México en el siglo xx . Espontáneamente captó lo que la censura social y oficial decidieron pasar de largo. En términos cinematográficos su obra es un repaso al cine mexicano de la “época de oro” hasta los años ochenta: Nosotros los pobres, Ensayo de un crimen, Los olvidados, Mecánica nacional, Llámenme Mike, La pulquería. Hijo de inmigrantes griegos, sus estrujantes fotografías de nota roja publicadas desde 1948 y hasta 1993 en diversos semanarios y periódicos sensacionalistas, sobre todo en La Prensa, hoy en día son objeto de culto y se exhiben en importantes galerías y museos de México y el mundo. La obra de este artista adquiere un sentido histórico a la altura de los mejores documentos sociales. Luego de muchas décadas de anonimato para las élites intelectuales, Metinides es objeto de culto entre las nuevas


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generaciones de artistas visuales, curadores de fotografía y literatos que ven en él a un icono pop. Metinides tiene lo que el poeta Jacques Prévert diría del fotógrafo Brassaï: un sentido para captar la belleza de lo siniestro. Todas las variantes sobre la forma de morir trágicamente. Elija la que le guste, la muerte a nadie discrimina. Si la inocencia es el punto más lejano del cinismo, el proceso de formación y consolidación del fotorreportero fue consecuente con su edad y su momento. Metinides decidió vestir el atuendo de héroe que carga sobre sus espaldas el deber de narrar con imágenes a un pueblo semianalfabeta, la historia de su ciudad. “El hombre que vio demasiado”, más que tener curaduría es una prolongación del libro 101 tragedias de Enrique Metinides (Blume, 2012), edición y prólogo de Trisha Ziff, también curadora de la exposición; pero sobre todo, del excepcional El teatro de los hechos, editado en 2000 por el entonces Gobierno del Distrito Federal, con muy completos ensayos de Alfonso Morales, Mauricio Ortiz y Juan Manuel Aurrecoechea. Llama la atención que de un fotógrafo con un acervo personal de miles de fotografías, para esta exposición se hayan seleccionado imágenes ya clásicas como la de Adela Legarreta Rivas, la hermosa dama arrollada por un Datsun en Avenida Chapultepec. Como esa fotografía, muchas más le resultarán ya muy vistas al espectador familiarizado con la obra de Metinides. Si el fotógrafo vio demasiado, necesitamos conocer más de lo que registró en su maratónica trayectoria registrando la tragedia cotidiana de la Ciudad de México, sobre todo. La exposición sigue la inercia del discurso de Metinides que cuenta prácticamente las mismas historias cada vez que lo entrevistan. Lo más “novedoso” es una serie de sus fotografías a color, relativamente reciente, que Metinides ha resignificado con sus juguetes haciéndolos posar con un fondo dantesco de percances de todo tipo. Es su obra y su alma infantil entregados a un mórbido pasatiempo que recrea al universo del genial artista. El fotógrafo incansable registra el fracaso de los anhelos del México postrevolucionario manchados con la sangre del salto al vacío, el balazo suicida, incendios, puñaladas arteras, la colisión de cientos de toneladas de concreto que deja como saldo cuerpos destripados; crímenes enigmáticos, cientos de huéspedes de Lecumberri, policías de apariencia fantasmagórica tan intuitivos como para entender de inmediato que el crimen sí paga si le llegan al precio. Su fascinación por los accidentes automovilísticos da a su obra un sentido ballardiano. Coleccionista compulsivo, sobre todo de juguetes (más de cuatro mil) relacionados con el ambiente

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Colonia Moctezuma, 1971. Un hombre presa de remordimiento luego de pelearse y asesinar a dos vecinos.

policiaco y de servicios de emergencia, opina sobre su trabajo: “El morbo existe en todos: en el que lee la nota, el homicida, el reportero, los mirones. Siempre quise hacer algo artístico, con más categoría, pensando incluso en la familia de la víctima, en su dolor, en su vergüenza.” Parafraseando a Pacheco en Las batallas en el desierto, de este horror nadie puede sentir nostalgia: está vivo, presente entre nosotros. A la manera de Zolá, Metinides nos ha hecho conscientes de la fragilidad de nuestras vidas, de su absurdo, confrontándonos con la posibilidad sorteada de ser objeto de atención del relato periodístico desde el horror. Este es un aporte indiscutible dentro de un género marginal (la nota roja periodística), que sin embargo se muestra capaz de sensibilizarnos de la misma manera en que lo hacen las bellas artes. Nuestros quince minutos de fama pueden ser nuestro obituario o nuestra pena, nos recuerda Enrique Metinides. Como ningún otro fotógrafo mexicano hizo el retrato hablado de una sociedad urbana adicta a mirar, escoptofílica. Con su oficio hasta hace poco menospreciado por las élites culturales (Monsiváis con toda su erudición no le dedicó un solo párrafo de sus ensayos fotográficos), por el progreso y el orden oficiales, captó con su lente la estrepitosa caída de una sociedad de todas formas arrodillada ante su destino. El conjunto de su obra bien podría ser titulado “Los mirones”. Su único temor en la vida es salir a la calle de noche y volar en avión.

“NUESTROS QUINCE MINUTOS DE FAMA PUEDEN SER NUESTRO OBITUARIO O NUESTRA PENA, NOS RECUERDA ENRIQUE METINIDES. COMO NINGÚN OTRO FOTÓGRAFO MEXICANO HIZO EL RETRATO HABLADO DE UNA SOCIEDAD URBANA ADICTA A MIRAR, ESCOPTOFÍLICA.”

“METINIDES TIENE LO QUE EL POETA JACQUES PRÉVERT DIRÍA DEL FOTÓGRAFO BRASSAÏ: UN SENTIDO PARA CAPTAR LA BELLEZA DE LO SINIESTRO. TODAS LAS VARIANTES SOBRE LA FORMA DE MORIR TRÁGICAMENTE.”

Lago de Texcoco, 1967. Restos de un avión cubano que se estrelló cuando se preparaba para el aterrizaje. Los diez pasajeros a bordo fallecieron.


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FRANCISCO HINOJOSA

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LA N OTA NEGRA

AL CABO LOS LIBROS

@panchohinojosah

A

pesar de estar a muchos kilómetros de la línea que divide nuestro país de los Estados Unidos, Cabo San Lucas se siente una ciudad fronteriza. El turismo es mayoritariamente norteamericano, se habla en inglés, se comercia con dólares, los hoteles y restaurantes esperan con gran expectativa la llegada de los spring breakers, los canales de televisión exhiben más los partidos de beis o basket que los de la liga mexicana de futbol, se consumen margaritas, nachos, hamburguesas y fajitas y las parejas de jubilados, aburridas de verse durante tantos años, juegan en las albercas de los hoteles scrabble con tal de no tener que hablarse. Y algo más que hermana a esta ciudad con otras de la frontera de nuestro lado: abundan las farmacias (más que los bares) que ofrecen especialmente a los visitantes gringos aquello que no pueden comprar libremente sin receta médica: viagra, cialis, levitra, ibuprofeno (que aquí se consigue hasta en las tlapalerías), pastillas para dormir, relajantes musculares, ansiolíticos, esteroides, antinflamatorios y antibióticos. Los aparadores de las farmacias no presumen, como en México, descuentos: ofrecen productos que son ilegales si no tienes el pasaporte médico que te los venda. Pregunté: ¿me venden antibióticos sin receta? Claro, a usted sí (en Bend, Oregon, fui a una tienda de productos mexicanos — tortillas, refrescos Jarritos, nopales, chiles La Costeña, etcétera— en la que también se vendían antibióticos). ¿Cuánto cuesta el cialis? Mil seiscientos cuatro pastillas (o sea: a cuatrocientos pesos la vulcanizada). No parece haber abiertamente, a diferencia de otras ciudades fronterizas como Tijuana, comercio sexual o venta de drogas.

Las Claves

¿CUÁNTO CUESTA EL CIALIS? MIL SEISCIENTOS CUATRO PASTILLAS (O SEA: A CUATROCIENTOS PESOS LA VULCANIZADA).

Una gran cantidad de yates pueblan la Marina, desde los más pequeños, que seguramente cuestan más que diez viviendas populares, hasta aquellos que tienen helipuerto propio. Estacionarse allí puede tener un costo cercano a los mil, mil quinientos dólares mensuales. Todos los años, en octubre, se celebra el torneo de pesca deportiva de marlín más famoso del mundo: Bisbee’s Black & Blue. La bolsa para quienes saquen los mayores peces ronda los cuatro millones de dólares y no pueden concursar los que pesen menos de 300 libras (136 kilogramos). En el 2015 participaron 121 embarcaciones y el equipo ganador capturó un marlín negro de más de 500 libras. Aunque aún se pueden ver las secuelas del huracán Odile que castigó severamente el sur de la península en septiembre de 2014, Los Cabos resurgió de sus cenizas, al menos en lo que se ve de su infraestructura turística. Los aviones entran y salen constantemente: hay vuelos a y desde 34 ciudades del extranjero (24 de Estados Unidos, 9 de Canadá y uno de China). El movimiento de taxis marítimos, veleros y yates no cesa, los hoteles y los restaurantes muestran buena afluencia, hay filas para subir al barco pirata y los comercios están abiertos hasta entrada la noche. Otro de sus atractivos turísticos es la posibilidad de ver ballenas entre noviembre y marzo. A diferencia de San Lucas, San José vive un ritmo más tranquilo. Estuve allí con mi esposa dos meses después del paso de Odile. Los estragos eran muy notorios: casas y hoteles dañados, palmeras desprendidas, árboles caídos sobre automóviles, comercios cerrados y una necesidad de la

población por recuperar la ciudad y la rutina. Llegamos el día en que reabrieron las galerías, que conforman un corredor que atrae a propios y extraños. El modesto hotel en el que nos hospedamos la primera noche empezaba su reconstrucción. Las otras dos nos quedamos en uno de esos hoteles grandes que si bien tuvo fuertes daños, el poder del dinero hizo que no se notaran. Su ocupación estaba casi al tope. En medio de este mundo, como un oasis, abrió sus puertas hace unas semanas una pequeña feria del libro en Cabo San Lucas, una ciudad en la que no existen librerías. Durante dos días nos invitaron a dar conferencias y talleres a Ana Clavel, Bef, César Ibarra y a mí. El esfuerzo de los organizadores se vio compensado por una asistencia entusiasta de la población local. Buena vida a estas iniciativas que pueden convivir con el millonario juego de la feria de la libra.

Por CARLOS O LI VA R ES B A RÓ

DESPUÉS de iniciar el Modernismo Hispanoamericano en 1888 con Azul…, y ratificar sus valores con Prosas profanas y otros poemas en 1896, el nicaragüense Rubén Darío (Metapa, 1867-León, 1916) da a conocer en 1905 —editado por el español Juan Ramón Jiménez (1881-1958)— el cuaderno culminante de este movimiento: Cantos de vida y esperanza. “Cuando dije que mi poesía era ‘mía, en mí’ sostuve la primera condición de mi existir, sin pretensión ninguna de causar sectarismo en mente o voluntad ajena, y en un intenso amor a lo absoluto de la belleza”, escribió en el prefacio de Cantos de vida y esperanza el líder del “movimiento de libertad” poética más trascendental de la literatura hispana: poemario que conformará un adagio imprescindible en el destino de la lírica castellana. Propuesta de “una sed de ilusiones infinitas” en estrofas de registros anímicos, concentrados y

civiles en un viraje total de la frecuente acentuación lírica. La presencia francesa (parnasianismo / simbolismo) con “Hugo fuerte y con Verlaine ambiguo” en inflexiones en que explota una gama de recursos formales sorprendentes (octosílabos, endecasílabos, dodecasílabos y alejandrinos): magistral confiscación de compases innovadores para ponerlos al servicio del habla poética en español. El periodista y diplomático de Metapa logra efectos exóticos en el uso de figuras retóricas en que un colorido intenso se fusiona con asombrosas evocaciones sensoriales: “La dulzura del ángelus matinal y divino / que diluyen ingenuas campanas provinciales, / en un aire inocente a fuerza de rosales, / de plegaria, de ensueño de virgen y de trino”. Cisnes: “los abanicos de vuestras alas frescas” arropados en la brisa de un “Mar armonioso, / mar maravilloso, / tu salada fragancia, / tus colores y músicas

sonoras / me dan la sensación divina de mi infancia, en que suaves las horas / venían en un paso de danza reposada / a dejarme un ensueño o regalo de hada”. Algunos de los poemas más significativos de la lengua española, cardinales después en la prosodia de la vanguardia, aparecen en esta obra que cumplió ciento diez años en 2015: “Lo fatal (“y la carne que tienta con sus frescos racimos / y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos”), “Salutación del optimista”, “Allá lejos” (“Buey que vi en mi infancia echando vaho un día / bajo el nicaragüense sol de encendidos oros”) —uno de los poemas preferidos de García Márquez—, “A Phocás el campesino”, “Melancolía” (Ése es mi mal. Soñar. La poesía / es la camisa férrea de mil puntas cruentas”), “Amo, amas” (“Amar por toda ciencia y amar por todo anhelo”)… Cantos de vida y esperanza: prodigioso y axiomático episodio poético del siglo xx en América Latina.

CANTOS DE VIDA Y ESPERANZA Autor: Rubén Darío Editor: Juan Ramón Jiménez Portada: Facsímil Edición Príncipe, Madrid, 1905.


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EL CORRIDO DEL ETERNO RETORNO

AC/DC O NEVER SAY DIE

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CARLOS VELÁZQUEZ

@charfornication

E

n el principio Dios creó los cielos y la Tierra. Y la Tierra estaba aburrida y vacía, como parque de diversiones abandonado. Y Dios dijo: hágase la electricidad. Y Dios vio que era buena para las estaciones de radio. Y luego produjo las guitarras eléctricas. Y después Dios dijo: produzca la Tierra cebada y lúpulo. Y creó la cerveza de barril. Luego dijo: que haya salas de conciertos para las bandas. Y enseguida Dios creó al hombre a su imagen y semejanza. Con un micrófono en la mano y una larga melena. Y de la costilla de un hombre creó a la mujer (para escribirle canciones). Y al final Dios creó al rocanrol. Todo en seis días. Como el Godínez que es. Y al séptimo día descansó. Vio un partido de futbol. Y se destapó una lager. Al octavo día Dios creó a AC/DC. En Australia. Uno de los grandes regalos del creador, junto a Cocodrilo Dundee. Y vio Dios que la banda era buena (acabaría entrando al Salón de la Fama del Rock and Roll en 2003). Pero lo que no era bueno (o no lo suficientemente convincente), para los otros miembros de AC/DC era su primer cantante: Dave Evans. Que fue sustituido por Bon Scott. Sentando un precedente. AC/DC es la banda de los hermanos Young. Y Dave Evans tuvo que fundar su propio grupo, Rabbit. Desde sus orígenes AC/DC han demostrado que sus vidas están al servicio del hard rock. A partir de 1974, año que contrataron a Scott, han sufrido una cantidad de bajas en esa guerra llamada rocanrol. Pero continúan al pie del escenario. El descalabro más reciente es el anuncio de que Brian

AL OCTAVO DÍA DIOS CREÓ A AC / DC. EN AUSTRALIA. UNO DE LOS GRANDES REGALOS DEL CREADOR, JUNTO A COCODRILO DUNDEE.

El sino del escorpión

Johnson se retiraba de la gira de su disco más reciente, Rock or Bust, por cuestiones de salud. Corre el riesgo de quedarse sordo si continúa ofreciendo conciertos. Johnson se convirtió en el cantante de la banda en 1980. Año en que Scott falleció por una intoxicación etílica. El éxito AC/DC lo había conquistado con Scott. Durante esa etapa crearon uno de los himnos por excelencia del rocanrol: “Highway to Hell”. Pocas bandas han conseguido seguir adelante cuando uno de sus miembros fundamentales perece. Led Zeppelin se disolvió tras la muerte de John Bonham. The Who continuaron un tiempo después de la partida de Keith Moon, con pobres resultados. Manic Street Preaches decidieron no parar cuando desapareció Richey James Edwards (titularon a su siguiente disco Every Thing Must Go, no volvería a ser lo mismo). Pero AC/DC ofreció una lección. Encontró a un vocalista que ocupara el puesto de Scott. Y con Johnson sacaron el mejor disco de su carrera, Back in Black. En 2014, Malcolm Young abandonó la banda por demencia. Que se te vaya uno de tus pilares debe ser bastante desmoralizador. Perder a uno de los santos patronos del rocanrol. Pero fue sustituido por su sobrino Stevie Young. Tras 43 años AC/DC decide no rendirse. Sin duda es un acto que representa el poder del rocanrol. Ni la muerte ha conseguido doblegarlos. Por lo que la noticia de que Brian Johnson sería remplazado no es nada nuevo en la agrupación. Y quién creen que es el elegido: Dave Evans. Que pese a ser despedido siempre profesó

su amor por la banda. En 1985 grabó un álbum tributo a AC/DC. Veintiocho años después le llega su recompensa. Ser tomado en cuenta antes que cualquier otro cantante. Pero la lección de resistencia que ofrece AC/DC ha cobrado un nuevo significado con las declaraciones de Johnson. “Siento que me han dado una patada en el culo”. Acusa a su banda de mercenarios. De expulsarlo vilmente. Con una gira en marcha es imposible no pensar en el dineral que AC/DC perdería si suspende algunas fechas. En lo que los médicos determinan si Johnson podría continuar en la banda. La imagen de la banda siempre ha sido Angus Young. Incluso en tiempos de Scott. Es una presencia recurrente en las portadas de la banda. Pero una de las conclusiones es que AC/DC no se puede detener. Con Scott o sin él, con Johnson o sin él, no están dispuestos a renunciar. No importa qué medidas drásticas se deban tomar. Como sacrificar a Johnson, la indisociable voz del conjunto desde hace más de tres décadas. La inclusión de Dave Evans es temporal. Todavía no es definitivo que se quede como vocalista de la banda. Pero tanto si ocurre como si no, AC/DC no va a titubear en reclutar a otro vocalista, el mensaje es claro. Vamos a seguir. Hasta donde tope. La longevidad de la banda es imposible de determinar. Vean a los Rolling Stones. Contratar a Evans u otro cantante es una especie de nuevo comienzo para la banda. En resumen, la enseñanza de AC/DC es: nunca eres demasiado viejo para volver a empezar.

Por ALEJANDRO DE LA GARZA

Docta burocracia cultural HASTA LA CICATRIZ en lo alto del muro donde el escorpión pernocta, ascienden las carcajadas de sus contemporáneos universitarios —autónomos y nacionales—, luego de los dichos de Nicolás Alvarado (¿flamante flameado, flamígero?) nuevo director de TVUNAM, cuando responde a quienes dudan de su capacidad para encabezar la televisión pública universitaria por ser, él mismo, hijo de la jesuítica y costosa educación privada. “Fue un pecado de juventud —lamenta—, quisiera haber estudiado comunicación en la UNAM” (risas grabadas y cierra toma a negros). Sin duda la burocracia cultural es misión difícil. Preguntemos, si no, al más o menos reciente director de literatura de Bellas Artes, quien ocupó el puesto tras la inhabilitación de su antecesora por razones sindicales tan claras como oscuras. Ya inmersos en la opacidad, po-

demos exigir transparencia (risas grabadas) en lo sucedido en el Fondo de Cultura Económica, donde uno de sus más respetados editores fue inhabilitado por la Secretaría de la Función Pública con argumentos obtusos de invasión de tareas. Sí, esa misma institución dictaminadora de la inexistencia de cualquier conflicto de interés en la compra, venta y arrendamiento de casas para la élite política (risas grabadas). El FCE lo dirige un hombre del régimen, quien no hará nada en el caso porque “el asunto está en manos de la SFP”. Pero la burocracia cultural se agita, los tiempos han cambiado y ciudadanos inconformes exigen transparencia y claridad en el manejo de los recursos de la tan autónoma como opaca UNAM, mientras tenemos un repentino (¿flamante flameado, flamígero?) secretario de Cultura designado en tres vertiginosos

meses sin sustento administrativo. No hay estructura diseñada y no sabemos quiénes serán los nuevos y de seguro muy distinguidos señores subsecretarios (toma a media docena de becarios encadenados en un sótano improvisando un organigrama). El ogro cultural reproduce en su docta escala la estructura vertical del viejo aparato dominante. Se esfuerza por acercarse al pueblo y darle baños de cultura pop, pero su concepto decimonónico de cultura y el esquema medieval de la organización universitaria provocan dudas en el respetable. El escorpión torna a su herida en el muro, desempolva con tristeza su título universitario (risas grabadas), y se pregunta si luego de cesar a varios mandos medios de TVUNAM el reluciente nuevo director invitará a trabajar a sus cultos cuates.

EL OGRO CULTURAL REPRODUCE EN SU DOCTA ESCALA LA ESTRUCTURA VERTICAL DEL VIEJO APARATO DOMINANTE.


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El Cultural SÁBADO 19.03.2016

SANTIAGO RONCAGLIOLO “EL MIEDO, LA EMOCIÓN MÁS PRIMITIVA” México y Perú se parecen mucho: nos entendemos porque ambos países tienen mucho de thriller —así termina la charla con el escritor Santiago Roncagliolo, galardonado en 2006 con el Premio Alfaguara por su novela Abril rojo. Este año, el también periodista y dramaturgo peruano ha publicado La noche de los alfileres, una historia ubicada en la Lima de

los años noventa, en pleno fujimorato, cuando las amenazas de bomba, los toques de queda y los apagones de luz eran comunes. ¿Para qué recordar el horror? Porque “he tratado de olvidarlo toda la vida”. En esta nueva novela, que en breve llegará a México, tres jóvenes comparten la amistad y el despertar de la sexualidad en un colegio jesuita; tratan

de huir de la realidad, de sus debilidades y buscan ejercer su independencia. Por ello, una noche deciden dar un “golpe efectivo”. ¿Qué sucede, cómo se reconstruye esa memoria, ya oculta, que intenta borrar el dolor? ¿Fue, acaso, una aventura adolescente marcada por la venganza, reflejo de la situación social y política?

Por

ESGRIMA

¿Qué puente hay entre la ficción y no ficción en tu literatura? Yo creo que uno tiene que escribir de lo que conoce. Soy periodista, escribo muchas historias reales. Tengo una trilogía de historias reales sobre el siglo xx latinoamericano. Cuando escribo novelas, de un modo u otro parto de lo que he vivido de un modo u otro. Confieso que he sido un escritor muy pudoroso, que no pone su vida directamente en el papel. La noche de los alfileres es la primera novela en la que hablo de una manera más impúdica sobre mis vivencias, mi adolescencia y de la América Latina en la que crecí. Lo he puesto todo. En esta novela hay miedo. ¿Así viviste tu adolescencia? De eso habla la novela. Yo crecí con miedo, desde que la policía perseguía a mi padre, que es algo de lo que hablo en la novela anterior; pero también he tenido miedo como padre. Ser padre es inaugurar una colección de miedos: qué pasa si al niño no le baja la fiebre, si desaparece entre la multitud... El miedo es la emoción más primitiva. El miedo es algo que aparece, es una alerta de que nos acercamos a lo que no conocemos, a lo que no controlamos, y por eso también es un recurso fascinante para explorar la pasión humana, hasta dónde podemos llegar y cuáles son nuestros lados más oscuros. Tus personajes usan el olvido como herramienta para borrar los crímenes del pasado. Yo creo que todos nos inventamos una historia propia en la que quedamos bien. Esto funciona tanto para nuestra vida personal como para la vida política. Siempre se dice que la historia la hacen los ganadores. Y es verdad. Y también es verdad que borramos de nuestra historia las cosas que nos incomodan. Si le preguntas a los matones cómo recuerdan el colegio, te dirán que muy bonito; si le preguntas a las víctimas, se acordarán de los matones. Cada quien crea una versión del pasado que conviene a su presente. Nuestras memorias son ficciones que

UNA SOCIEDAD VIOLENTA TIENDE A SER UNA SOCIEDAD MACHISTA; ES UNA SOCIEDAD DONDE LA FUERZA MANDA. LOS HOMBRES SUELEN SENTIR QUE PUEDEN MANDAR POR EL SIMPLE HECHO DE TENER MÁS FUERZA.” construimos para justificar lo que somos hoy, en el presente. Por eso quise que esta novela fuese contada por cada uno de los personajes. Y no siempre cuentan la misma historia, no siempre coinciden en las versiones sobre el mismo hecho, porque así es toda relación humana. Un asunto constante en la novela son las amenazas de bomba. ¿Eran capaces de crear algo así para evitar las clases? Digo que hubo amenazas de bomba y nos enviaban al estadio deportivo del colegio, porque la posibilidad de que te pusieran una bomba era cotidiano. Era un recuerdo que a mí me interesaba poner. Una bomba en el colegio era lo mejor que te podía ocurrir, nos enviaban al estadio y contábamos chistes y hablábamos de chicas. En el fondo, nosotros ansiábamos que todo mundo amenazara con una bomba al colegio. Visto ahora es absurdo y retorcido, y quizás es eso lo que quería contar: que tuve una vida absurda y retorcida, en un país absurdo y retorcido. A diferencia de Beto y Carlos, Moco es un personaje al que describes con mayor sentido de la justicia. ¿Es el personaje más cercano a ti? Lo que hay de mí en esa novela está repartido en todos los personajes. Como Moco, yo soy un fanático

ALICIA QUIÑONES

del cine, lo sigo siendo, mis novelas son muy cinematográficas; pero, además, Moco vende porno en el colegio, como yo. Mi primer trabajo “real” en la vida fue vender porno. Carlos es un chico que se va a un centro comercial a buscar chicas, apestando a una colonia asquerosa que era lo único que podía comprar, y eso también hacía yo. Él tenía mucha rabia: yo fui rebelde, fui un joven con rabia. Y Beto, digamos..., yo no era gay pero era lo más parecido que había. Leía, no jugaba futbol, y esas cosas te hacían sospechoso de maricón. No me molestaban porque siempre había otro más afeminado que yo, pero esos afeminados terminaban en la biblioteca, donde los rudos nunca entraban. Y ahí me los encontraba, entonces siempre pensé que ellos y yo formábamos parte del mismo equipo, siempre acabábamos en esa biblioteca. Juventud, sexo y violencia. Tres temas que se entrelazan en esta novela. Una sociedad violenta tiende a ser una sociedad machista; es una sociedad donde la fuerza manda. Los hombres suelen sentir que pueden mandar por el simple hecho de tener más fuerza. Y yo crecí en un mundo así, donde los hombres tenían que desplegar masculinidad constantemente, hablaban de quién la tenía más grande o quién se acostaba con la madre de quién. Lima en los años noventa era una sociedad donde cada palabra era una afirmación de poder, de masculinidad. Estos chicos crecen en este mundo que se viene abajo, que explota, que incendia, y lo único que quieren hacer es perder la virginidad, pero también son chicos diferentes, son hostigados por su

medio. Están cansados de ser víctimas y quieren tomar el control o el poder y no quieren someterse nunca más. Son héroes para sus condiciones de vida. Yo suelo jugar mucho con dos esquemas que vienen de la cultura popular, que son los perdedores y los psicópatas. Los perdedores son quienes por respetar todas las reglas sociales no satisfacen ningún deseo personal. Y los psicópatas, aquellos que con tal de satisfacer sus apetitos personales violan todas las normas. Creo que todos vivimos entre esos dos límites, y mis personajes suelen pasan de un extremo a otro. ¿Qué es Lima o Perú hoy? Hoy Perú es un país infinitamente mejor que el país en el que crecí, y en general América Latina es infinitamente mejor que la que vivió la gente de mi generación. Me alegra. Lo que no termina de resolverse es la violencia. Es parte del ADN de los latinos, antes se llamaba guerrillera, luego del narco o la delincuencia. Ahora hay más gente que va a la escuela, hay menos pobres, hay muchas cosas que están mejor, pero en muchos sitios aún vives con la incertidumbre de que si sales a la calle te pueden pegar un balazo en la cabeza. O te encuentres un cadáver por la calle. La violencia no ha desaparecido en América Latina: sólo se ha transformado.

Arte digital > FERNANDO MONTOYA >La Razón


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