Universidad veracruzana

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FERNANDO SALAZAR TORRES

CARLOS VELÁZQUEZ

NAIEF YEHYA

PRIMAVERA INDIANA

GET DOWN THE WALL

GHOST IN THE SHELL

El Cultural N Ú M . 9 6

S Á B A D O

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[ S u p l e m e n t o d e La Razón ]

UNIVERSIDAD VERACRUZANA

60 AÑOS DE LABOR EDITORIAL ADOLFO CASTAÑÓN

DOS CRÓNICAS CHILANGAS ADRIÁN ROMÁN

ODA AL REY LOUIS C. K.

ARI VOLOVICH


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Al cumplir seis décadas en funciones, el trabajo de la Editorial de la Universidad Veracruzana se refleja ante todo en la distinción de su catálogo. Con motivo de este aniversario, una serie de actividades se han programado a lo largo de 2017, para celebrar su labor fecunda y ejemplar en la historia editorial de México, valorada por Adolfo Castañón como “una muestra viva y práctica de la convivencia de las humanidades, del pensamiento, la poesía, la historia, la filosofía y la crítica”.

Universidad Veracruzana

SE SE N TA A ÑOS DE L A BOR EDITOR I A L ADOLFO CASTAÑÓN

S

I

i México no es un país sino un continente, esto significa que cada uno de los estados que arman la República Mexicana es un país. Esta idea tiene particular relieve en el caso del estado de Veracruz, tierra mexicana desde donde por primera vez fueron avistadas las naves españolas por los risueños totonacas súbditos del cacique de Cempoala desde las alturas de Quiahuixtlán. Los magos a los que Octavio Paz dedicó un hermoso ensayo, “Risa y penitencia”, publicado por la Universidad Veracruzana (UV) en 1962.1 En Veracruz alzó en la Antigua su primera residencia Hernán Cortés, por ese puerto pasaron los virreyes y los soldados, por ahí llegaron Maximiliano y Carlota, ahí nació Salvador Díaz Mirón y ahí florecieron los primeros periódicos y casas de impresión, ahí también se abrieron teatros, hoteles y aun cárceles como el lúgubre castillo de San Juan de Ulúa.

Es natural que la capital de este estado, Xalapa o Jalapa, ciudad enclavada en las montañas que la resguardan haya sido desde tempranas fechas asiento de un conspicuo desarrollo cultural y artístico. Si Veracruz puede ser un país, Xalapa puede aspirar a ser una noble ciudadela cosmopolita donde conviven a la par especies botánicas distintas y formas de la convivencia peculiares de otras regiones de América. Es fama que cuando Gabriel García Márquez llegó a México el 2 de julio de 1961, día en que se suicidó Ernest Hemingway, su amigo Álvaro Mutis que había llegado antes se lo llevó de inmediato a Xalapa pues esta ciudad podría hermanarse en el clima con las colombianas Medellín y Cali y gracias a ella el Gabo podía respirar a sus tropicales anchas. Sí, a García Márquez le gustó tanto la tierra veracruzana que le costó trabajo regresar al altiplano y acaso fue una de las razones que lo decidieron a publicar al año siguiente, pocos meses después, Los funerales de la mamá

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grande (1962) con el sello de la Editorial de la Universidad Veracruzana. Quizá además de la cadena amistosa que iba de Sergio Galindo, “uno de los mejores lectores de novela en su generación” (Eduardo Mejía) y pasaba por Álvaro Mutis se dio una cercanía entre el noble futuro Nobel y ciertas afinidades meteorológicas.

II

El templo de Palas Atenea que domina Atenas es el más hermoso de todos los templos de Grecia, según recuerda Friedrich Nietzsche. Fue erigido en el mejor lugar donde se domina la tierra firme, la Acrópolis y el mar. Construido con los mejores materiales, diseñado por los mejores arquitectos, fabricado no por esclavos sino por voluntarios y alzado a la luz en la hora más propicia según los augurios. La fundación de la Editorial de la Universidad Veracruzana obedeció pautas parecidas en el orden político, cultural y civil. Está destinada a encarnar, a consolidar y encuadernar las notas más altas. Los bemoles y los sostenidos, los timbres más raros no solamente del estado llamado Veracruz sino acaso los de la nave o arca mexicana de la cual es como una miniatura o modelo a escala, un juguete, si se quiere, un tablero armado a la medida humana, de la misma manera que las hospitalarias pirámides y el juego de pelota del Tajín están hechos para abrigar a seres de este mundo capaces de pensar otros mundos: magos de la risa y de la penitencia.

III

Al igual que una ciudad, una editorial se ha de fundar en un terreno propicio. De la claridad mental de sus fundadores, se derivará la elegancia y la condición habitable de su traza urbana. Igual que una ciudad, una editorial no sólo se planta en una geografía o solar particular sino también en el marco y paisaje de una historia. Si para una persona, seis décadas pueden ser una vida, para una editorial doce lustros son relativamente pocos, si se tiene en cuenta que casas editoriales como las de Oxford, Salamanca o Fermin Didot, Elzevir, en

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“UNA EDITORIAL NO SÓLO SE PLANTA EN UNA GEOGRAFÍA O SOLAR PARTICULAR SINO TAMBIÉN EN EL MARCO Y PAISAJE DE UNA HISTORIA. SI PARA UNA PERSONA, SEIS DÉCADAS PUEDEN SER UNA VIDA, PARA UNA EDITORIAL DOCE LUSTROS SON RELATIVAMENTE POCOS.” Inglaterra, España, Francia y Holanda pueden tener varios siglos de fundadas. Al escoger un terreno para levantar una casa, hay que tener además cierta idea de lo que será la construcción. Además quienes aspiran a construirla, deben elegir bien a los encargados de levantarla, a los arquitectos, ingenieros, maestros de obra... La Editorial de la Universidad Veracruzana fue fundada en 1957 bajo la rectoría del doctor Gonzalo Aguirre Beltrán, quien designó al escritor Sergio Galindo como director responsable del departamento editorial. Galindo había nacido en 1926 y tenía entonces treinta años, ya era conocido por un libro de cuentos, La máquina vacía (1951) y tenía en el horno varios libros que lo acreditarían como uno de los narradores más sólidos de su generación, como Polvos de arroz (1958), La justicia de enero (1959), El bordo (1960), entre los más notables de esa primera época. El rector Gonzalo Aguirre Beltrán, nacido en 1908, era para entonces un investigador y antropólogo acreditado por sus estudios en torno a la cultura negra en México y por sus investigaciones como indigenista y haría de la Universidad durante su rectoría entre 1956 y 1963 un baluarte de la alta cultura y de la excelencia de las humanidades en México. En ese año de 1958 estaba por terminar la presidencia de Adolfo Ruiz Cortines, silencioso y eficaz político veracruzano bajo cuyo mandato el Congreso aprobó el voto de la mujer y se consolidaron los proyectos educativos y culturales heredados por otro veracruzano, Miguel Alemán. A Ruiz Cortines le tocaría inaugurar en 1954 la sede del Fondo de Cultura Económica, en el veinte aniversario de su fundación. Aguirre Beltrán y Galindo supieron rodearse de figuras eficaces y visionarias para hacer esa primera traza de la editorial. Nombres como los del filósofo Fernando Salmerón —recién regresado de Alemania y discípulo eminente de José Gaos—, los del historiador de la literatura y poeta él mismo José Pascual Buxó, los del historiador Xavier Talavera Alfaro, Ramón Rodríguez, Emilio Carballido, Othón Arroniz, Alfonso Medellín Zenil fueron convocados para formar el primer consejo editorial de la revista. Desde luego, una casa está asentada en un barrio, en una ciudad. La ciudad de los libros que se abría en la Xalapa, a la vera de la Universidad Veracruzana tenía ciertamente sus antecedentes históricos ilustres. Baste decir que uno de los periódicos de mayor tradición de México es El Dictamen de Veracruz, donde publicaría sus poemas y colaboraciones Salvador Díaz Mirón y donde llegaría a publicar a principios del siglo XX el recién desembarcado y precoz maestro Pedro Henríquez Ureña. Con el sello de la UV

Salvador Novo publicaría una selección de sus mejores ensayos titulada Letras vencidas donde aparece el ensayo dedicado a la novela Astucia de Luis G. Inclán. Otro miembro de la generación de Contemporáneos que publicó con el sello de la UV en 1960 fue Jaime Torres Bodet con su libro de poemas Trébol de cuatro hojas, originalmente publicado en París en 1958. La UV publicó también las 87 cartas de amor y otros papeles de María Antonieta Rivas Mercado y el libro de Fabienne Bradu Los puentes de la traducción. Octavio Paz y la poesía francesa.

IV

Una ciudad editorial está rodeada de otras ciudades. La de la Editorial de la Universidad Veracruzana no podía ser la excepción. No insistiré en las evidencias de editoriales como el Fondo de Cultura Económica o la editorial de la Universidad misma. Me gustaría detenerme en algunas instancias no tan conocidas. Una de ellas es la colección Cvltvra, selección de buenos autores antiguos y modernos (1916-1923) fundada por Julio Torri y Rafael Loera y Chávez a principios de siglo que llegó a publicar 87 títulos y ha sido resucitada en forma de preciosa antología por Verónica Loera y Chávez, Freja Cervantes y Pedro Valero (Juan Pablos, Secretaría de Cultura, 2016, edición conmemorativa). Otra es más cercana en el tiempo a la fundación de la Editorial de la Universidad Veracruzana. Se trata de una instancia doble pero unida en sus dos mitades por el aire y las afinidades generacionales. Me refiero a la Revista Mexicana de Literatura (1955-1965) en sus tres épocas —la de Carlos Fuentes y Emmanuel Carballo; la de Tomás Segovia y Antonio Alatorre; y la de Juan García Ponce. La otra es la Revista de la Universidad de México dirigida en los años sesenta, que son los de Ignacio Chávez, por el poeta, diplomático y editor Jaime García Terrés. Octavio Paz, José Revueltas, Álvaro Mutis, Tomás y Rafael Segovia, Jorge Ibargüengoitia, José de la Colina, José Gaos, Emilio Carballido, Jaime Sabines, Juan García Ponce, Juan Vicente Melo, Rosario Castellanos, Elena Garro, Luisa Josefina Hernández gracias a la cual llegó a Xalapa El rey Lear de William Shakespeare, Elena Poniatowska, Sergio Galindo, Sergio Pitol son algunos de los nombres que transitan entre las páginas de aquellas revistas y que florecen y se anclan entre las hojas impresas de la Editorial de la Universidad Veracruzana y de su revista La palabra y el hombre,


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de tan afortunado título y benéfica memoria.

V

María Zambrano, José Gaos, Rosa Chacel, Luis Cernuda, José Pascual Buxó, Manuel Durán, Rafael y Tomás Segovia, Ramón Xirau, César Rodríguez Chicharro son algunos de los nombres que en el catálogo inicial ilustraron la afinación de la editorial con el exilio y la República española. A esa afinación corresponde la que recoge los frutos del destierro hispanoamericano en México, encarnado en Luis Cardoza y Aragón, Gabriel García Márquez, Álvaro Mutis, entre otros. Más destierros se ilustran en los nombres menos conocidos de, por ejemplo, Lini M. de Vries, la narradora norteamericana de origen holandés, traducida por Francisco González Aramburu. Esta mujer notable fue jefa del hospital americano en Madrid durante la Guerra Civil y al trasladarse a México como refugiada se instaló en Veracruz donde, en la Universidad de Xalapa, fue profesora de salud pública y fundó la escuela de enseñanza para extranjeros. Fue también miembro del Partido Comunista y del CIDOC fundado por Iván Illich. El secreto de una editorial está en parte en asistirse de buenos traductores: por ejemplo, gracias a los oficios excelentes del citado González Aramburu se pudo dar la bienvenida en español al libro del novelista británico E. M. Forster titulado Aspectos de la novela. El libro fue publicado en español en 1961 aunque había sido originalmente editado en inglés en 1927, derivado de unas conferencias impartidas o dictadas por Forster en la Universidad de Cambridge. Este pequeño ejemplo puede dar cuenta de cómo la editorial de la Universidad Veracruzana buscaba poner a la hora actual los relojes mentales de la cultura municipal. Otro ejemplo de excelencia y oportunidad en la traducción es el de la Sonata del Claro de Luna del griego Yannis Ritsos, traducida por Selma Ancira. Otros hispanoamericanos pasajeros o residentes en Xalapa gracias a la actividad editorial de la Universidad son el uruguayo Jorge Rufinelli, quien armó una serie de cuadernos monográficos titulados Texto crítico, para abundar en las

investigaciones literarias y críticas. Uno de los títulos memorables es el dedicado a Augusto Monterroso cuyo nombre no podía faltar en el sello de la UV; el boliviano Renato Prado Oropeza quien gracias a la generosidad visionaria de la Universidad Veracruzana abrió las puertas al conocimiento y práctica de la semiología en México y a la lectura de autores como Algirdas J. Greimas y Roland Barthes. Hablando de Hispanoamérica cabe recordar que la UV publicó Tierra de nadie de Juan Carlos Onetti. Sergio Pitol no sólo es autor de la casa sino que influyó seguramente en la introducción de no pocos títulos provenientes del polaco como el libro Las botas de Ryszard Kapuscinsky; la obra originalmente publicada en polaco se titulaba La guerra del futbol pero los traductores Gustaw Kolinski y Mario Muñoz prefirieron este título menos llamativo. Además, gracias a Sergio Pitol se ha publicado una hermosa colección animada por él mismo. Muchos son los autores antiguos y modernos que se han traducido por el sello de esta casa, desde William Shakespeare hasta Dylan Thomas.

VI

En la Colección Águila o sol de la UV apareció en 1966 una significativa y muy legible antología de El cuento veracruzano, con introducción y notas del hispanista méxico-usamericano Luis Leal. En ella conviven Couto y Garizurieta, Melo y Salazar Mallén, Emilio Carballido, Jorge López Páez. Tiene la probidad de incluir además una bibliografía de autores no representados en sus 209 páginas donde se registran cuentos de Víctor Cuesta y Ulises Carrión.

VII

La filosofía en el catálogo de la Editorial de la Universidad Veracruzana no podía estar ausente. Publicaron ahí en esos años María Zambrano, José Gaos, Vladimir Yankelevich (sobre Henri Bergson), Luis Villoro, Rafael Segovia. Entre los ensayistas destacan Manuel Durán, Rosario Castellanos y Juan García Ponce. El catálogo de la editorial de la UV es una muestra viva y práctica de

“GRACIAS A SERGIO PITOL SE HA PUBLICADO UNA HERMOSA COLECCIÓN ANIMADA POR ÉL MISMO. MUCHOS SON LOS AUTORES ANTIGUOS Y MODERNOS QUE SE HAN TRADUCIDO POR EL SELLO DE ESTA CASA, DESDE WILLIAM SHAKESPEARE HASTA DYLAN THOMAS.” la convivencia de las humanidades, del pensamiento, la poesía, la historia, la filosofía y la crítica. A lo largo de sus sesenta años la editorial de la UV ha tenido como directivos a Sergio Galindo (1957-1964), César Rodríguez Chicharro (1965-1966), Sergio Pitol (1967), Rosa María Phillips (1968), Carlos Juan Islas (1968), Luis Hernández Palacios (1971), Sergio Pitol (1972), Jaime Augusto Shelley (1974), Juan Vicente Melo (1977), Sergio Galindo (1979), Luis Arturo Ramos (1985), Raúl Hernández Viveros (1986), Luis Arturo Ramos (1988), José Luis Rivas (1992-2006), Celia del Palacio (2006), Agustín del Moral (2009-2013), Edgar García Valencia (2013). Me ha tocado ser testigo de las actividades de esta editorial gracias a la amistad con el poeta José Luis Rivas. Esta relación me ha permitido ser autor, consejero y editor encargado de algunas obras, como las antologías La geometría de las horas de Eugenio Montejo y Bajo el cielo, la edición de los poemas reunidos de la poeta colombiana Gloria Posada. Desde luego también he tenido amistad con Celia del Palacio, Agustín del Moral y Edgar García Valencia. Anclado en esta relación me he podido dar cuenta de la tensa, por no decir vertiginosa, actividad de esta casa editorial en sus años recientes. Por poner dos ejemplos: La isla de Bali (2004) de Miguel Covarrubias, álbum fotográfico de Rosa Covarrubias y El ocaso de los poetas intelectuales y la generación del desencanto de Malva Flores. El libro del caricaturista y pintor veracruzano Miguel Covarrubias fue publicado originalmente en Estados Unidos en 1937 y da cuenta de la amplia mirada del etnógrafo que fue este artista del lápiz. El libro de Malva Flores, a su vez, es una guía segura para conocer los avatares de la poesía mexicana contemporánea. Ambas obras sugieren el ancho compás que abarcan las publicaciones de esta casa.

VIII Vuelvo al principio: los libros y revistas que llevaban el sello de la Editorial de la Universidad Veracruzana representan a mis ojos como el cascarón de un huevo de cuya yema me siento parte; son como los muros y paredes de una casa o, más bien, de Un hogar sólido de la palabra para evocar el título de Elena Garro, del que siempre me he sentido, desde adentro e íntimamente, formar parte. Nota 1 Prólogo a Magia de la risa: textos de Octavio Paz y Alfonso Medellín Zenil, fotografías de Francisco Beverido, Universidad Veracruzana, México, 1962.


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Las posibilidades de gozar y padecer la vida en la megalópolis de la Ciudad de México y su periferia son incentivos para las revelaciones, como sucede en estas crónicas con aires de rap, cuyo registro de experiencias y territorios juveniles, marginales o alternos —marcados por la desigualdad, la pobreza—, vinculan el carácter explosivo de su vitalidad, sus desafíos y sus hallazgos.

D OS CRÓN IC A S C H I L A NGA S Y DE RU TA S A N E X A S ADRIÁN ROMÁN I. ITINERARIO DE UN RAPERO

“EL HERMOSO MONSTRUO DE LA CIUDAD DE MÉXICO. ESA COSA DE DIMENSIONES DESCOMUNALES, QUE DESDE EL INICIO ADVIERTE QUE ES AMOROSA, PERO TAMBIÉN UNA HIJA DE LA CHINGADA.”

¡A

rre! Dijo el chofer del autobús. Extendió la mano para recibir las seiscientas lanas que le ofrecía Eptos. Era de noche en el desierto y hacía frío. Ahí comenzaron las treinta horas de viaje que traerían a aquel joven a la Batalla de Gallos 2006. Antes habían pasado otros autobuses, pero ninguno había aceptado el trato. ¡A la verga, qué gigante está esta madre! Dijo cuando bajó en la Terminal del Norte, en la Ciudad de México. El frío continuaba. Era un frío nuevo. Nunca había caído a la ciudad. Sólo tenía un tío que vivía acá y no contestaba. Cuando contestó le dijo que lo podía ver hasta la una de la tarde. No sólo estaba trabajando, además vivía al otro lado de la ciudad. Su valor, su arrojo eran un felino agazapado. No podía gastar de más. No podía cagarla. La feria era poca. Debía llegar hasta Naucalpan. Exactamente a La Florecita. Una especie de ex-hacienda que se renta para eventos grandes. Un taxista le cobraba cuatrocientos varos. No había tenido descanso. Se lanzó en metro. Afuera de la hacienda había un guatón de banda. Y entre ellos Eptos caminaba con una certeza en su interior. Iba a rifarse con todo. Era como estar en esa escena de The Warriors en donde todas las bandas se juntan. Algo parecido. Muchas bandas de rap, clicas, amistades, enemistades. Un día inolvidable para la escena del rap en México. Había como quinientos participantes. De ahí salieron dieciséis. Eptos llegó a la semifinal. No venía mentalizado para ganar. Su aventura había sido sólo para medir las aguas de estos terrenos. Cada que un concursante avanzaba le caían quinientas bolas en la bolsa. Ganó tres. Ahí se le acercó un chaparrito de aspecto gandul, Dee. Se lo llevó a su casa, aguantó una caguama y se fue a dormir. Ya volvería al año siguiente. Pero esta vez sería el último en levantar la mano.

Sólo soy un eslabón entre dios y la gente. Hace seis, siete años Emecenas llegó a la Ciudad de México. En su ciudad ya

ADRIÁN ROMÁN (Iztacalco, 1978) es autor del libro de poemas Acuérdate de mí cuando llegues al infierno (Praxis, 2009) y discípulo de Eusebio Ruvalcaba. Ha escrito crónicas en varios medios como Miados de perro.

había conocido todo. Ya había vivido lo que le tocaba. Debía partir. Lo supo la misma tarde en que llegó el Kevin, su compa que había venido de visita a la ciudad. Se había logrado colar a un megarreven donde estaban un friego de raperos. Y en ese momento, una, dos, varias voces comenzaron a sonar en la chompeta de Emecenas. Eran ideas. La principal: irse. Yo tengo que estar ahí. Otra voz. Una voz proveniente del pasado, quizá de una peda, El Muelas diciendo con firmeza, con tanta que Emecenas le creyó: Si eres muy verga en tu barrio, no sirve de nada. Es como ser el rey del barrio. Namás. Debes conquistar el Centro y de ahí, una vez que la armes en el Centro, te puedes ir a cualquier lugar. Sí, eso es lo que haría. Siempre tuve la idea de vender y hustlear. Comenzó a mover garra gabacha. En el 2006 consiguió el permiso para vender Lumbre, una marca de ropa. Luego Burner, promovía marcas nacionales. Ahí olfateó una brecha. Cuando iba en la prepa, acaso en primero o antes, sacó cuatro diseños de playeras. La Real Unión era su crew. Hicieron cuatro diseños y se vendieron. Luego alguien vino y le ofreció un pulpo de serigrafía. Cuatro patas, dos paletas y seis brazos. Calaron una semana. Cuando ya lo creía dominado, fue a ofrecer sus servicios. Primero echó a perder un madral de playeras. Su madre se enfadaba porque el suelo de su pequeño patio estaba manchado. Sucio, ocupado. Viajaba al gabo a comprar ropa tipo skate. En su auto iba de casa en casa cobrando. Puso su tienda. Playeras, tenis, gorras. Lo conocían como Big Hustle. Cuando llegó al DF lo hizo con una maleta llena de playeras. Venía a un curso de producción de video, algo relacionado con su carrera de Comunicación. Hasta entonces no había volado. Sólo le alcanzaba para el

camión. Abrió los ojos. Los abrió bien, lo suficiente para que a pedazos se le fuera colando el virus del amor por el monstruo. El hermoso monstruo de la Ciudad de México. Esa cosa de dimensiones descomunales, que desde el inicio advierte que es amorosa, pero también una hija de la chingada. Una mujer de acceso fácil, que se largará con el primero que la vea bonito. Lo sedujo. Hasta el momento no ha vuelto al norte.

A ver. Hay un punto en donde las his-

torias de arriba se juntan. Los dos viajaron más de treinta horas para llegar a esta caótica ciudad. Ambos tenían un sueño. Uno que iban a cumplir. Ambos salieron del desierto. Los dos llegaron a Ecatepec. Les gusta el rap. Y ahora que los veo hablando, mirándose a los ojos, digo, pues han de ser bien bróders. Estamos sentados en Doctor Olvera y Lucio. La Demente trae y trae platos. La Demente. Qué hijos del chile, pienso. Así llaman a la señora que vende estas delicias norteñas. ¿Comida norteña en la Doctores? Dios, ¿a dónde nos ha traído la gentrificación? Ocho salsas distintas. Un puesto de lámina. Cabulean, se les rompe la piñata de las carcajadas, brindan, hacen planes. Unas cuantas mesas tiene este lugar, y unas cuantas sillas. En medio del mero barrio. Se les ve caminar seguros, conocedores de las calles que los rodean. Cruzando la calle hay unos postres chidos, dice Eme cuando termina sus tacos y su burrito. Ellos vivían en este barrio. Fue de los primeros lugares que conocieron bien en este mastodonte que no tiene fronteras. La Doctores es un barrio al que costará arrebatarle las vecindades cochambrosas y cambiarlas por elegantes departamentos para becarios del FONCA, pero lo harán.


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A la entrada del Never Die, esa cosa rara que se encuentra en las entrañas mismas de la ciudad: 16 de Septiembre número 70. Sí, donde un tipo vende disfraces para perro. ¿Quién hace eso? Deberían encarcelarlo. Apenas entras y ya hay cierto aroma de hermandad. Te sientes a gusto. A veces hay ruido, como de chachalacas, cuando le están cargando la pila a quien sea. Se escucha el ruido de las máquinas que cortan el pelo. Otras veces juegan futbolito y parece que están en el estadio. Emecenas le va al Cruz Azul. Quiere superar una oscura noche en que Moisés Muñoz anotó el único gol de su carrera. El eterno rival del Azul en esta mesa es el América. Aquí se juntan los sueños y el compadrazgo. La complicidad de todos los días ir padela. Nunca abrirse. Porque cuando tienes un proyecto, esa madre ocupa todo tu tiempo, ya vas sobres. Hay bróders que le chingan igual. Hacen playeras, joyas, tatúan, cortan el pelo, rapean. Así es aquí, en el punto donde se juntan las dos historias.

Caminamos por 16 de Septiembre.

Aparadores, edificios restaurados, peatones. Todos ellos desenfocados. Manchas de colores que sólo sirven de fondo para nuestro andar. En Bolívar nos trepamos al camión que nos llevará a la Obrera. Tráfico de miércoles por la tarde. Eptos me cuenta que llegó a vivir a la Doctores, hace ocho años ya. Desde un asiento al otro lado del pasillo Eptos me enseña algunos productos que una amiga le va a traer del gabacho. Estudió la secu y la prepa en Arizona. Luego vino a México y no le validaron los estudios. Debió volver a hacerlos. Apenas vamos a la altura de La Mascota. El beat de la sirena de una ambulancia llena el aire. Su sonido huele a azufre, a fin del mundo. Lo único que debe escucharse en el infierno son ambulancias. Ya estamos cruzando Izazaga. También es beat el ámbar palpitante de los semáforos. Suenan las balatas del camión y luego el chofer hace ese truco para que el autobús libere aire. Estamos en la Obrera: El Pescadito, El Barba Azul, los hoteles pululantes de travestis, las panaderías, la grasa de los tacos de la esquina, los puestos callejeros de fruta se van retirando. Los sopes, la pancita, Mariscos Manolo, La Perla de la Obrera, los baños públicos, el café de chinos y por fin: El Titán. Esa chelería olvidada en Eje Central. Ocupa el mismo lugar desde hace más de cien años, según su dueño. En las paredes hay grafitis. Cada cierto tiempo los cambian. La decoración de este

lugar no es algo permanente. Las bolas de cerveza las sirven heladas, con escarcha de limón y sal. Eptos grabó su primera rola cuando tenía 15 años. Considera que su evolución no ha sido rápida. Comenzó sin que nadie le dijera: esto son 16 barras, o hay que rapear así. Es un natural. Tampoco ha estudiado métrica ni rima. No de forma académica. El oído se le fue afinando poco a poco. Ahora es fácil escribir para alguien más, escribirles coros, letras completas. Ha tomado algunas clases de canto. Le gustó la técnica. La entendió y le parece maravilloso. Quiere seguir haciéndolo. Hay que conocer las herramientas del oficio. Quiere estar metido en el estudio mezclando rolas. Es lo que más le late ahora.

Mi vida la cargo en una maleta. Yo es-

toy en medio de mucha gente y siempre estoy haciendo bisne y haciendo todo el pedo. No me lo tomo como que mi papel es ser un mecenas. No tengo ni los fondos para hacerlo. Lo deslumbró la ciudad, sus dimensiones. Cuando comenzó a trasladarse de Ecatepec al Centro de la ciudad se dio cuenta de dónde se encontraba. Dos horas de camino. Lo de dedicarse a los negocios es un asunto que proviene de familia. Su abuela vendía pan, cortaban y vendían fruta. Mi jefa vendía productos chinos. Se me da hacer bisne. No tengo dinero, pero dame chance, yo sé cómo administrar este bisne. Le dijo a un compa. Dame tres meses y yo levanto esto. Siempre estoy pensando en los tiempos de la maquila. Tienen un pulpo donde imprimen playeras para otras marcas y sellos, como Homegrawn. Tengo diseños de Forever, a los que les debo la vida. Son diseños sencillos, pero me he encargado de llevarlos a todos lados. La playera la tienen un putero de personas. Yo tengo como veinte, que me voy cambiando. Soy un anuncio de metro y medio de ancho. Le vendí mi alma a la tienda, llevo dos años y medio, me aventé un año en crisis, cargué con toda la bronca y me quedé con la idea de sacar esto a flote. La tienda tiene más de mil productos.

Mi ideal siempre fue rapear sin pala-

bras comunes. Aunque no tuviera flow. “Que un vago como yo goce de tantos privilegios. Respeten el prestigio que les dejo en cada verso.” Primero, de morro, escuché Control Machete, Delinquent Habits, Cypress Hill. Llegué allá, a Arizona. Tenía unos primos grafiteros que escuchaban más rap gangster, del west

“LO DE DEDICARSE A LOS NEGOCIOS ES UN ASUNTO QUE PROVIENE DE FAMILIA. SU ABUELA VENDÍA PAN, CORTABAN Y VENDÍAN FRUTA. MI JEFA VENDÍA PRODUCTOS CHINOS. SE ME DA HACER BISNE.” coast: Snoop Dogg, Two Pack, más cholero el pedo. También del east coast, Notorious BIG, Wu Tang Clan, 50 Cent. Un compa del barrio. Un cholo, me ofreció un case de discos, me los vendió. Pura joya rapera. Yo tenía catorce años y por diez dólares me surtió. Regresaba a México en los veranos. Era grafitero. En uno de esos veranos alguien le vendió música en discos quemados. Rap en español. “No pido permiso, porque me lo merezco.” Le gustaba el riesgo, se juntaba con una banda de grafiteros y ahí se les pegaban otros batos que le daban a la improvisación recio. Eso comenzó a llamar mi atención. En Arizona vivían su madre y sus dos hermanas. Allá le gustó la vagancia. La cagó. Como todos. Le andaba causando problemas y preocupaciones a la jefa. A veces, a los trece, catorce años, no llegaba al chante a jetear. Le tocó dormir en la calle, ver peleas de pandillas, escuchar balazos muy cerca. En ese entonces, si eras grafitero, era porque estabas dispuesto a darte unos putazos. Hoy hasta puedes participar en una expo. Robábamos un chingo. Válvulas, latas, cuernos. Mi jefa siempre me preguntaba, ¿de dónde sacas para comprar todo eso? Hoy está contento con el güey que es. Le habría gustado pegarla antes. Pero ni pedo, las cosas tienen que ser como tienen que ser. En diciembre de 2016 sale Hacer historia. Su nuevo disco.

Never Die es el crew. Aquí se plasman

los sueños de mucha banda. Encontré el hilo negro, más que de un comerciante, es de una persona de negocios. Lo encontré en la idea del sacrificio propio. Si quieres llegar a algún lado, si todos los días caminas, un día llegarás. No importa que comiences de cero. Todos los días ando sofisticándolo todo. Se refiere a la tienda, la ve como si viera a un cachorro correr. Nunca hubo un mapa. Es una idea que yo he visualizado. La idea de cómo va a quedar todo: las ventanas, los pisos, la merca. Es como un súper carro. Va a ser un Daxter. ¡A la verga! Más que tener dinero, quiero tener cosas como ésta. Yo siempre fui a hacer bisne. Estuve solo en el bisne siempre, pero está chido que varias personas trabajen y te ayuden a sacarlo. Entre más personas me ayuden, más varo ganamos y más ayudamos. El Tino, el Alemán, son mis clientes y trato de no quedarles mal. Hasta donde me acuerdo sólo había rap en inglés y chicano. Aunque ya había existido Control Machete, Illya Kuryaki, y otra banda. Pero parecía que se habían extinguido. Al norte no llegaba el ruido de acá. No se sabía que se estaba haciendo rap. Mi carnal era más vago, llevaba una bandota todos los días a la casa. Sacábamos una tina de chelas así, de este tamaño, y hacíamos jochos. Jostleábamos con los cholos y


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ahí escuchábamos rap chicano: Cypress Hill, El Diablo, todo el rap chicano. Mi carnal comenzó a rapear. Me platicaba todo el pedo. Yo tenía cinco años y era su mejor compa. Quiero hacer un grupo como el de los tres delincuentes, en español y en inglés. Yo tenía un compa que cantaba en inglés y se lo presenté. Luego ya me quise trepar. No me podía quedar atrás. Yo tenía el feeling de mover al público, aunque soy gordo me valía verga. Hacía lo que yo quería. Me gustaba. Hace unos años hice un disco, lo rolé entre la banda namás. Era un disco de puros jams. Pensaba que sólo iba a salir cuando tuviera chance de hacer videos. Tenía una idea muy avanzada de mí mismo, pero lo tengo en espera. Las letras son buenas. El disco se iba a llamar Emecenas, pero cuando comenzó con la tienda se enroló en el hustle. La banda se juntaba en los porches, se hacían las carnes asadas, las chelas y sacaban las bocinas. Y ahí empecé en ese rollo.

Porque el rap en México nunca mue-

re. Es el momento que todos esperaban. Eptos se encuentra en el escenario y parece un profeta que al mover las manos provoca un violento y rítmico oleaje con los cuerpos del público. Porque el rap en México nunca muere. Tocaron Faruz Feet, Bull Montana, Gzus Ortiz, Abraham, Vida Baja, Homie Mack Boe. El host a cargo de Aabs y Dj Kay Fear. El foro Mundano está sobre Eje Central. Uno siente estar ante algo fuera de serie. Como ser testigo de una simiente. Algo de lo que en muchos años se hablará y los que escuchen querrán haber estado aquí. Es un privilegiado. Eptos es un privilegiado. Se vacía sobre la tarima. Se encuentra consigo mismo. No sale a husmear en la guardia y la técnica del rival. Eso le vale madres. Desde que se trepa sale a dar putazos. Descuenta luego luego. Y no da marcha atrás. Es un encantador de serpientes bailarinas. Con el micrófono pegado a sus labios dice la primera parte de la frase: Porque el rap en México. El público, yo entre ellos, respondemos con un furioso grito, como si dijéramos una verdad absoluta e irrebatible: Nunca muera. Never. Never Die.

II. SERVICIO NOCTURNO: PASAPORTE A LA PERIFERIA El ruido del motor hiere la piel de la madrugada. El zumbido es más parecido al de una avioneta que se derrumba que al de una combi. Avanzamos por avenida Ignacio Zaragoza a más de 120 kilómetros por hora, serpenteando

“A PARTIR DE AQUÍ OTRA VEZ ES CHIMALHUACÁN. Y MI CAMINO SIGUE. ESTO ES TERRITORIO APACHE. LARGO TERRITORIO LLENO DE PIPAS DE AGUA QUE VAN LLENANDO CISTERNAS, ROTOPLAS, CUBETAS, TAMBOS, CASAS DE TABIQUE ENCUERADO.”

entre todos los carriles sin disminuir nunca la velocidad. La combi pasa rozando los otros autos. Se mete en el camino de camiones y tráilers. El chofer va inclinado, con la frente apuntando al parabrisas. Cuando pasamos debajo del puente del metro de la Línea 9, decide que es momento de subirle a la música. Los primeros acordes de Tu mamá no me quiere comienzan a llenar la combi y al mismo tiempo algunos de los pasajeros caen rendidos por el sueño. Aunque en realidad lo que parece es que los han desconectado de la Mátrix. Sus cuellos se pandean en violentos movimientos ondulatorios que parece que los dejarán sin cabeza. Eso debe ser el Nirvana. Yo no logro dormir. No es que sea la primera vez que viajo en estas naves. Lo que sucede es que en quince años no me había tocado un chofer tan orate. Pero parece que soy el único en esta combi que se da cuenta. Son las dos y media de la madrugada. Mis manos se aferran al forro del asiento. Quisiera también amarrarme con las uñas de los pies. Una de las llantas de la combi cae en un bache. La cabeza de una señora, que va junto a la ventanilla, pega contra el cristal. A cada golpe que se da, me surge la esperanza de que despierte y la angustia de que no lo haga nunca más. Pago mis veinticinco pesos. No sé si sea conveniente trabajar. Para bajar de San Ángel a esta hora, debes pagar un taxi colectivo que cuesta veinte varos. O esperar al metrobús que pasa cada hora. El taxi llega hasta la glorieta de Insurgentes. De ahí camino a avenida Chapultepec, donde los peseros de la ruta 1, que llegan hasta el metro Puebla, no dejan de pasar durante las veinticuatro horas. Me bajo en Churubusco y camino hasta Ignacio Zaragoza, donde las combis suicidas tampoco dejan de salir. Combis que no se detienen hasta llegar al metro Santa Martha Acatitla, ya muy cerca de las periferias políticas de la ciudad. Cuando bajo en la Cruz lamento que no haya un mototaxi a esta hora. En realidad los odio. Me parecen

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contaminantes, estruendosos, innecesarios. Pero estoy hecho jirones. El cochambre es un oficio que exige todo de ti. Te deja más abatido que una mujer. Te exprime hasta la última gota de tus energías. Terminas encabronado con el mundo. Con ganas de romperlo todo a madrazos. Debo caminar hasta el final de esta solitaria calle. Hoy tiene pavimento, un pavimento corriente que es cruzado todo el día por los peores choferes del mundo, a velocidades altas cuando hay niños saliendo de la escuela, mototaxistas que se pelean el pan y no les importa más que terminar el viaje para agarrar el próximo cliente. Cuando yo llegué a vivir a estas latitudes no había nada. Al año existían dos climas, polvo y lodo. A los trece años yo estaba convencido de que dios nos odiaba a todos los que vivíamos en este lugar. Si no, entonces por qué vivíamos ahí. Alejados de todo. Obligados a gastar dos horas para ir a la civilización y dos en volver. Dormir poco y despertar para seguir atrapado en ese movimiento imposible de romper. Cuando la calle termina, llego al camino viejo. Una calle en sentido transversal. El pavimento se acaba, y Chicoloapan también. A partir de aquí otra vez es Chimalhuacán. Y mi camino sigue. Esto es territorio apache. Largo territorio lleno de pipas de agua que van llenando cisternas, Rotoplas, cubetas, tambos, casas de tabique encuerado. Terrenos de cosechas de maíz que ya nunca se logran, de cempasúchil, de autos abandonados que los habitantes desvalijan poco a poco hasta que no queda más que un esqueleto inservible, territorio sin pavimento que de vez en cuando es visitado por algún halcón o cenzontle. Piso de tierra suelta, de piedras que se entierran como frustraciones en la planta de los pies. El viento ruge simulando una motocicleta encabronada. Un viento que suena como si el diablo tuviera atorado un gargajo y carraspeara intentando expulsarlo. Trabajo en el restaurante San Ángel Inn. Soy ayudante general. Entro a las cinco de la tarde y salgo a la una de la mañana. Gasto tres horas en llegar al trabajo y dos y media en volver a casa de mi abuela. Lo peor que le puede pasar a alguien con ese puesto es que te toque lavar el cochambre. Eso quiere decir que pasarás ocho horas de pie frente a un lavadero gigante tallando todos los trastes de aluminio de este lugar. Una y otra vez, todos. Luego de lavarlos una y otra vez, comienzas a generar una relación con los trastes. Estoy trabajando aquí porque según yo necesitaba una chamba y un sueldo fijo para poder tener una vida propia. Me pagan menos de cinco mil pesos al mes. Gasto más de cincuenta lanas al día en transporte. ¿De verdad el trabajo dignifica? No tengo tiempo más que de trabajar. Llego a las tres de la mañana a dormir. Me despierto a las once, paseo a mis perros, desayuno, tomo un baño y debo salir en chinga rumbo a San Ángel. Trabajo y regreso a casa. Como dijera Rockdrigo, no tengo tiempo de cambiar mi vida.


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Genio provocador y neurótico, practicante implacable de toda incorrección política, el trabajo del comediante —escritor, actor, director— y standopero Louis C.K. es testimonio de “las profundas diferencias ideológicas que dividen Estados Unidos”, y motivo de elogio en estas páginas que lo sitúan con otros exponentes de esa expresión actual de la comedia llamada stand up.

ODA A L R E Y LOUIS C. K. ARI VOLOVICH

L

a voz de una conductora de noticias suena en el fondo: “Trump sigue al frente de las encuestas por encima de Ted Cruz. En un mitin llevado a cabo en Des Moines, los simpatizantes de Trump expresaron que es la persona...”. Pete (baja el volumen de la tele): Trump, ¡por dios! Kurt: ¿Qué tiene? Momento, ¿por qué no Trump? Pete: Porque es un cretino. Rehúye a los debates y, no sé, creo que va arruinar este país. Kurt: Bien, ¿y qué? ¿Por qué no? ¿Qué mierda tiene de bueno este país? Escucha, hermano, si votamos por él eso significa que queremos irnos al carajo, pues entonces vayámonos al carajo de una buena vez. Pete: Sí, supongo. Kurt: Nada dura para siempre, ¿cierto? Así es como se deteriora una democracia. La población se degenera hasta que eligen a un sujeto como él y éste arruina lo que queda. Digo, solíamos ser un gran país. Contábamos con una enorme fuerza laboral. Solíamos ser educados. Fingíamos guiarnos por la moral, ¿cierto? Ahora todo está confeccionado en China por putos bebés. Todos son estúpidos por elección y a nadie le importa un carajo más que saciar sus placeres consumistas. Entonces, ¿qué tiene de malo Trump? Vamos a acabar con esta mierda de una vez por todas. Ése debería de ser su lema de campaña. Trump: Vamos a acabar con esta mierda de una vez por todas. El diálogo que se desdobla arriba pertenece a uno de los fragmentos iniciales de Horace and Pete: el proyecto más reciente de Louis C .K . —una comedia dramática que se desenvuelve en las inmediaciones de un bar que, a su vez, es un negocio familiar heredado de generación en generación, lo que supone una condena más que una dicha— en el cual el escritor, actor y director aborda las profundas diferencias ideológicas que dividen Estados Unidos; los prejuicios en todas sus expresiones; la hipocresía de la corrección política militante; las brechas generacionales y sus inevitables choques; la enfermedad mental, lo mismo que el delirio colectivo, entre un tenso abanico de inquietudes que

salen a flote de la boca de un elenco dotado de talento y que incluye a monstruos del tamaño de Alan Alda, Edie Falco y Steve Buscemi. Pero bien, estos párrafos inconexos no pretenden convertirse en una reseña, sino más bien buscan rendirle homenaje a quien actualmente es el indisputable amo y señor de la comedia.

La razón por la cual extraje ese frag-

mento de Horace and Pete se debe a una discusión que sostuve con mi amiga Marilyn en torno a la tímida presencia de C. K. desde que el mundo libre eligió enjaular a un simio en el capitolio washingtoniano y a la indignación que este supuesto silencio generó en algunos de los más fieles devotos del dios pelirrojo (apodo bien acuñado por un viejo amigo y escritor: Daniel Herrera; incluso un reloj descompuesto acierta dos veces al día, dice aquel refrán inmaculado). Marilyn se mostraba francamente enfadada con Székely por la misma razón expuesta hace un instante. Le señalé el hecho de que, además de las repetidas alusiones y menciones al actual presidente de Estados Unidos en el guión de esta serie, C. K. (por cierto, “C. K.” no son las siglas de nada sino una onomatopeya de su apellido paterno: Székely) ya había expresado poco antes de la elección sus impresiones frente al fenómeno Trump, calificándolo como un Hitler en potencia. Pero Louis, lo mismo que todo adulto que aún conserve una endeble oxigenación cerebral, reconoce que las celebridades no deberían ser confundidas con líderes de opinión, por lo que se ha limitado a ventilar —excepto en contadas ocasiones— sus posturas políticas mediante la escritura. No obstante, sobran aquellos que insisten en atribuirle un peso excesivo a la opinión de las celebridades, especialmente hoy día en que las redes sociales llevan los estrados a las multitudes para facilitar el activismo político masivo. Claro que este concepto erróneo que algunos tienen de las celebridades no es un fenómeno nuevo, pero desde que Trump observó por primera vez las vestiduras de la limusina presidencial con desdén, el panorama mundial se ha convertido en terreno fértil para el surrealismo; tan es así que incluso el viejo Schwarzene-

Steve Buscemi con Louis C. K. en una escena de Horace and Pete.

gger puede hacerse pasar por un intelectual y luchador social sin dislocar demasiadas cejas. Esto no quiere decir que la comedia no tenga injerencia real en cuestiones de mayor peso. Para eso están comediantes de corte sociopolítico y progresista como es el caso del ahora retirado Jon Stewart (se le echa de menos) y John Oliver, tan sólo por mencionar a los mayores exponentes de este género. Cabe mencionar que no detecto mucho sentido del humor proveniente de la derecha, excepto la risa que causan sus lemas ideológicos.

Pero

volvamos al universo

C.K.

porque en este punto de la historia es primordial cultivar y estimular nuestro sentido del humor. Bien. Hay aspectos que lo distinguen de la inmensa mayoría de los comediantes, como su profunda introspección y las sinceras inquietudes existenciales que aquejan a este genio neurótico cuyo humor sui generis incluso logra sacar a relucir la cara amable de la desazón existencial. Székely es un ávido lector de Nikolái Gógol. La influencia del ilustre

“ LOUIS, LO MISMO QUE TODO ADULTO QUE AÚN CONSERVE UNA ENDEBLE OXIGENACIÓN CEREBRAL, RECONOCE QUE LAS CELEBRIDADES NO DEBERÍAN SER CONFUNDIDAS CON LÍDERES DE OPINIÓN.”


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ucraniano ha hecho mella en el humor de C. K. Su manera minuciosa y particular de narrar situaciones aparentemente mundanas vistas desde un telescopio que magnifica los aspectos más absurdos de la condición humana, bien podría colocarlo dentro del selecto elenco de tintas que inyectaron vida al formalismo ruso (no se me vayan al cuello por esta declaración, sucede que me encuentro atrapado en un ánimo adulatorio). C. K. es un virtuoso del lenguaje y evocador de imágenes imborrables tales como la dilatación del esfínter de su hija expulsando la misma cantidad de mierda que un oso pardo frente a sus ojos para enfatizar los desafíos que representa la paternidad, tan sólo por ofrecer un ejemplo. Louis estira la incorrección política hasta alcanzar latitudes inusitadas, sólo para volver a sujetarla del cuello con el objetivo de llevarla hasta sus máximas consecuencias y volver a soltarla desde más alto para contemplar el impacto y proceder con una autopsia minuciosa. “Uno puede medir qué tan mala persona es según el tiempo que tardó en masturbarse después del 11 de septiembre. En mi caso fue entre el desplome de la primera y la segunda torre.” C. K. no se queda en el terreno del humor efectista y complaciente en donde tantos comediantes de menor escala deciden echar sus anclas. Su ingenio, su innegable vena humanista y generosidad logran trascender del ámbito standopero para desafiar las categorías y regalarnos gemas emblemáticas como este fragmento extraído de su monólogo Oh My God (una obra maestra digna de insertarse en el salón de la fama): Todos tienen una competencia en sus mentes entre los malos y buenos pensamientos. La esperanza es que ganen los buenos pensamientos. En mi caso siempre tengo ambos: por un lado están mis creencias, que representan los buenos pensamientos; pero también está esa cosa en la que no creo, pero sin embargo

está ahí. Esto se ha convertido en una categoría en mi mente que denomino “por supuesto, pero por otro lado”. Permítanme darles un ejemplo. Por supuesto que los niños que son alérgicos a las nueces deberían ser protegidos. ¡Por supuesto! Tenemos que separar su comida de las nueces y tener su medicamento disponible en todo momento; y cualquiera que fabrique o sirva comida debe estar consciente de las alergias a las nueces. ¡Por supuesto!... Pero por otro lado, si el tacto con una nuez puede llegar a matarte, quizás deberías estar muerto. Por supuesto que no, ¡por Dios! Tengo un sobrino que es alérgico a las nueces. Me sentiría devastado si le sucediera algo. Pero por otro lado, si todos hiciéramos esto (se cubre los ojos con la mano) durante un año, nunca más tendríamos que lidiar con la alergia a las nueces. No, claro que no. Por supuesto que si estás luchando por tu país y resultas herido, esto supone una gran tragedia. Por supuesto que sí. Pero por otro lado, si tomas un rifle y vas a otro país y te disparan, no resulta del todo raro. Tal vez si el bato a quien le estás disparando te dispara de vuelta es un poquito tu culpa. Por supuesto que la esclavitud es lo peor que ha sucedido. Por supuesto que lo es, siempre que esto ha sucedido: ya sea el caso de los negros en Estados Unidos o los judíos en Egipto. Por supuesto que siempre que una raza ha sido esclavizada es terrible. Por supuesto, pero por otro lado también es cierto que todos los logros de la historia de la humanidad se consiguieron gracias a la esclavitud; cada uno de ellos. Siempre que te preguntas cómo construyeron esas pirámides: simplemente arrojaron la muerte y el sufrimiento humano hasta que las terminaron. ¿Cómo logramos atravesar la Nación con los ferrocarriles tan de prisa? Simplemente metimos chinos en cuevas y los hicimos estallar sin que nos importara un carajo. No existe un límite de lo que uno puede lograr siempre y cuando nos importara una

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“LOUIS ESTIRA LA INCORRECCIÓN POLÍTICA HASTA ALCANZAR LATITUDES INUSITADAS, SÓLO PARA VOLVER A SUJETARLA DEL CUELLO CON EL OBJETIVO DE LLEVARLA HASTA SUS MÁXIMAS CONSECUENCIAS Y VOLVER A SOLTARLA DESDE MÁS ALTO.” chingada el destino de un grupo determinado de personas. Podemos lograr cualquier cosa. De ahí viene la grandeza humana: de que somos una mierda de gente; de que jodemos al prójimo. Incluso hoy en día: ¿cómo es que tenemos esta increíble micro tecnología (señala su celular)? Porque la gente salta de las azoteas de las fábricas en donde los ensamblan porque ahí dentro es una pesadilla. Uno de verdad tiene la opción de elegir: podemos volver a las velas y a los caballos y ser un poco más amables el uno con el otro, o bien permitir que otros sufran desmedidamente a lo lejos sólo para poder publicar un comentario mala leche en YouTube mientras cagamos. (La comedia es un género que muy pocos logran dominar. Los standoperos son lo equivalente a los gladiadores de nuestros tiempos, exponiendo los detalles más íntimos de su existencia para ser juzgados por las gradas en turno. Sería injusto omitir a otros grandes exponentes del stand up. Cada quien y sus letanías, pero la mía incluye a George Carlin, Dave Chapelle, Ricky Gervais, Eddie Izzard, Bill Hicks y el humor color vantablack de uno de los más destacados punks de la comedia: Doug Stanhope —quienes vieron la serie Louie quizás recuerden un episodio en el que Stanhope interpreta a un viejo amigo de la adolescencia de C. K. que llega a confesarle sus intenciones suicidas, desenfadadamente y sin dramatismo alguno. No cabe la menor duda de que el entrañable y genial Stanhope merece un homenaje aparte.)

La inusual visión del mundo e in-

sondable curiosidad de C.K. han servido para impulsarlo del stand up hacia la pantalla, tanto la chica como la grande. Su evolución artística al igual que el nutrido catálogo de tormentos que lo aquejan para detonar su afable neurosis, hace que sea inevitable asociarlo con Woody Allen. Bien podría decirse que Louis es un Allen con la libido disminuida, a pesar de autodenominarse un gran entusiasta y ombudsman de la masturbación. No hay nada imposible o demasiado descabellado en el universo C. K. Uno puede expulsar espermas cual calamar para disuadir al vecino de entablar una plática de elevador; aplicarle waterboarding a un bebé o viajar en el tiempo para poder violar a Hitler, aunque sólo sea con la intención de ventilar frustraciones sexuales. “La comedia no es amable ni correcta ni precisa. Es simplemente un desastre, y así es como la abordo”: Louis C. K.


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P R I M AV E R A I N D I A N A Fuentes históricas y urbanas en la poesía mexicana FERNANDO SALAZAR TORRES

C

arlos de Sigüenza y Góngora escribió Primavera indiana. Poema sacro histórico. Idea de María Santísima de Guadalupe, copiada de flores en 1662, cuando tenía 17 años y la publicó, por vez primera, en el año 1668. Este poema barroco representa el pensamiento religioso de la época en torno a la Aparición de la Virgen de Guadalupe. También manifiesta la tradición poética encargada de asimilar el culto guadalupano y de escribir su devoción. A lo largo de muchos años esta obra recibió variadas opiniones —a veces contradictorias— aunque ha ganado reconocimiento por la crítica mexicana. El Tucán de Virginia, bajo la responsabilidad del crítico y poeta Víctor Manuel Mendiola, publicó este título considerando la segunda versión, publicada en 1680. El texto aparece íntegro con sus 79 octavas reales. Intercalada, entre las copias del original impreso, se puede leer la versión parafraseada con acotaciones y digresiones, que son muy útiles para aclarar el significado mitológico, conocer algunos sucesos históricos y comprender varias alegorías. Además, hay un largo estudio del editor y cuatro poemas guadalupanos más. La edición está acompañada por dos ilustraciones de Carmen Parra. El estudio de Mendiola, titulado El viaje inmóvil, ofrece una amplia bibliografía sobre el periodo del Virreinato, fuentes de y sobre Sigüenza y Góngora, asimismo referencias a los principales textos de los evangelistas guadalupanos.

Todo esto señala el contexto en el cual se escribió Primavera indiana. El editor relata aspectos de la vida y formación del poeta, así como la relevancia de ciertas pugnas intelectuales, que le permitieron a Sigüenza definir sus posturas respecto al tema de la Aparición, el culto a la madre de Dios y el desarrollo de la ciudad como figura poética. En el estudio hay dos ejes temáticos sobresalientes. El primero se asocia a las fuentes históricas, específicamente a los cuatro evangelistas guadalupanos quienes explican, de manera varia, el tema de la Aparición: Miguel Sánchez, en su obra Imagen de la Virgen Madre de Dios de Guadalupe, habla desde la tradición, quizá con cierta ingenuidad, casi a manera de Revelación; Luis Lasso de la Vega, en Huei Tlamahuizoltica (El gran acontecimiento), parte de posturas teológicas aunque se discute todavía el origen de este célebre volumen; Luis Becerra Tanco, en Felicidad de México, expone razones científicas; y Francisco de Florencia, en La estrella del norte de México: Historia de la milagrosa imagen de María Santísima de Guadalupe, desarrolla el aspecto de la devoción. Sigüenza asimiló, sobre todo, el conocimiento de las tres primeras fuentes para la construcción de su poema. El segundo tema es la Ciudad de México. Aquí se inscribe no sólo el desarrollo de una metrópoli, México-Tenochtitlán, sino el nacimiento y origen de otra Nación, elegida por la Madre Dios. El editor afirma, como otros autores, que la obra Grandeza mexicana, de Bernardo de Balbuena, anuncia la

El sino del escorpión

EL TUCÁN DE VIRGINIA, BAJO LA RESPONSABILIDAD DEL CRÍTICO Y POETA VÍCTOR MANUEL MENDIOLA, PUBLICÓ ESTE TÍTULO CONSIDERANDO LA SEGUNDA VERSIÓN, PUBLICADA EN 1680.

primavera de Sigüenza. Existe un gran número de poetas que le han escrito a la capital: Ramón López Velarde, José Juan Tablada, Salvador Novo, Efraín Huerta, Octavio Paz, José Emilio Pacheco, entre otros más. Fundada en el tiempo, aires de varios instrumentos por la ciudad de México, de Vicente Quirarte, es una reciente composición, que es una suerte de miscelánea. El tema de la ciudad, en términos de progreso, nos ofrece un avance tecnológico y económico, no obstante, también la urbe, como tópico, se desarrolla en las estructuras poéticas. Durante los primeros años del siglo XX, en México, surge una vanguardia cuyo fondo también es la ciudad: el estridentismo. Considero a Primavera indiana como una voz que puede dialogar con otros poemas modernos mexicanos. Por ejemplo, en su carácter divino o metafísico, con Muerte sin fin, de José Gorostiza y, en menor grado, Canto a un dios mineral, de Jorge Cuesta. Por su extensión y marca isosilábica, Piedra de sol, de Octavio Paz. En relación con la ciudad, José Emilio Pacheco lo formula de distinta manera. Miro la tierra es la elegía de la desintegración y miseria humana del desastre nacional, el terremoto de 1985. Si bien el poema de Sigüenza parece lejano estructural y temporalmente, podemos leerlo bajo una temática doble: el poema mariano y el poema a la Ciudad de México. El texto de Mendiola nos aproxima a la poesía del siglo XVII y a la obra de Sigüenza, por lo cual es un estudio para todo lector interesado en el tema y la época. C

Por ALEJANDRO DE LA GARZA @Aladelagarza

La razón neoliberal AL FONDO DE SU GRIETA EN EL MURO, el alacrán agotó la pascua embebido en el sesudo libro de Wendy Brown, El pueblo sin atributos. La secreta revolución del neoliberalismo (Malpaso, 2016), donde la académica estadunidense plantea los alcances en la vida cultural y educativa generados por la razón neoliberal, entendida no sólo como la organización económica impuesta en Occidente desde hace tres décadas, sino como la reducción de cada dominio y empresa humana a una “conducta económica”. El neoliberalismo como una racionalidad y un orden normativo en el cual todas las esferas de la existencia se enmarcan a partir de medidas económicas. El venenoso se inquieta con las afirmaciones de Brown cuando describe cómo en la razón neoliberal y sus dominios sólo somos homo economicus, un fragmento de capital

humano al cual se le asigna la tarea de ser competitivo y mejorar su “portafolio” para ascender en la escala y no hundirse en la pobreza. Brown denomina “nuevo darwinismo social” a esa exigencia competitiva tan recurrente en el discurso económico, político y cultural de nuestro tiempo, y tan bien acendrado ya en el pensamiento contemporáneo. Esta racionalidad normativa rige desde luego los mandatos y orientaciones de los Estados neoliberalizados, las grandes corporaciones, los pequeños negocios, los bancos y financieras, pero también los de las universidades, los museos, la academia, las artes, la televisión, advierte Brown para mayor desesperanza del rastrero. Un capítulo excepcional describe cómo la democracia es corrompida por esta racionalidad neoliberal, pues anula algunos de sus elementos básicos: vocabularios, principios

de justicia, culturas políticas, hábitos de ciudadanía, prácticas de gobierno y aun imaginarios democráticos. En resumen, convierte aspectos constitutivos de la democracia en algo estrictamente económico, insiste Brown, mientras el artrópodo observa el dineral correr por las elecciones mexicanas. Para consuelo del escorpión, el largo ensayo de Brown no deja de reclamar a los liberales su actitud timorata y su falta de combatividad en la defensa de la democracia, pues le han negado sus contenidos populares y organizativos autónomos, restringiéndola a meras votaciones y a una interpretación académica decimonónica. Pero sobre todo, los liberales han sido complacientes y temerosamente esquivos ante la desigualdad patente. En ese reclamo ha insistido aquí una y otra vez el arácnido.

EL LARGO ENSAYO DE BROWN NO DEJA DE RECLAMAR A LOS LIBERALES SU ACTITUD TIMORATA EN LA DEFENSA DE LA DEMOCRACIA.


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EL CORRIDO DEL ETERNO RETORNO

GET DOWN THE WALL

11 Por

CARLOS VELÁZQUEZ

@charfornication

¿S

e le puede llamar destino a que las circunstancias te obliguen a abandonarlo todo y poner rumbo al norte? ¿A que durante el trayecto te asalten, te violen y te rompan el hocico? ¿A que lo hagan extraños o tu propia gente? ¿A que un día te bajes del tren y te extravíes en el gran territorio que es México? ¿A que un pollero decida tu suerte, tu muerte o tu salvación? Ligia Urroz se atreve a responder estas interrogantes en La muralla (Narratio, 2017). Los libros son cíclicos. Esta novela, publicada en 2009, resurge en un momento crucial. Ante la desición de colocar un muro en la frontera con Estados Unidos este texto se erige indispensable. No importa cuántos migrantes hayan atravesado por las misma penurias, cada vida describe una tragedia única. Nos ocupa la de María. Más allá de las obviedades del sentimentalismo, no puede llamársele de otra forma. ¿Acaso no es una tragedia tener que abandonar la patria? Se renuncia o se huye, lo mismo da. Es un rompimiento. Que provocará una fisura imposible de contener. Con una prosa eminentemente enérgica, Ligia Urroz devela la odisea de una mujer como muchas que todos los días deciden hacerle frente a lo que sea con tal de cruzar la línea. Y todas merecen una novela. Pero no todas cuentan con una Ligia para que narre sus penurias. Novela desértica donde las haya. Hierática y desgarradora, La muralla es la historia de todas las clases bajas del país. Las que un día deciden ponerle fin a la miseria que sufren

para ir al encuentro de otro tipo de miseria: la que se desprende del fenómeno de la expatriación. Algo es evidente: no existe elección. Irse o quedarse es una condena. Son pocos los afortunados que consiguen una vida después de esta muerte conocida como migración. Una vida errabunda, como corresponde a cualquier migrante, se desgrana por las páginas de La muralla. Pareciera que la vida de todo migrante está dominada por un reloj de arena inservible. Sólo polvo se obtiene de este deambular por ese limbo interminable que representa el no tener más un hogar. Porque para volver a enraizar primero es necesario superar el obstáculo que es la muralla. Ahí no se puede vivir. Impenetrable y fría por las noches. El símbolo de la desolación absoluta. La misma que carcome a María. Quien a cada paso no deja de pagar las consecuencias de su decisión. Pero no existe marcha atrás. No se puede siquiera volver a lo mismo. Lo que la vida no traga, lo escupe. Y no pertenecer es el futuro de todos, los que están y los que se fueron. El muro es el instrumento de tortura más eficaz de nuestros días. María siente que del otro lado existe algo de lo que no participa. Y la sensación de que no participará de eso jamás se agudiza cada momento. Y entonces emerge el verdadero terror. La inseguridad que significa ser víctima en tu propia tierra. Y la sensación de que no existe escapatoria. Un drama que se vive a diario. Las veinticuatro horas. Lo padecen tanto mexicanos como centroamericanos. Y sin embargo nos parece de lo más normal.

Ciudad anónima

NO EXISTE MARCHA ATRÁS. NO SE PUEDE SIQUIERA VOLVER A LO MISMO. LO QUE LA VIDA NO TRAGA, LO ESCUPE. Y NO PERTENECER ES EL FUTURO DE TODOS.

E incluso creemos que no es un fenómeno tan frecuente. Pero basta acercarnos a las vías de ferrocarril para advertir la trashumancia. La muralla no cierra los ojos y nos recuerda que el continente se desangra. El drama de María se estampa contra la frontera física y psíquica que supone rebelarse ante tu propia circunstancia. Es entonces cuando arde la pregunta ¿para eso nací? ¿Para abandonar mi terruño en pos de mejores condiciones de existencia? Y si en esa búsqueda muero ¿de quién es voluntad? La muralla como el maldito encantador de serpientes que día con día pica y aumenta las cifras de los muertos y los desaparecidos. Y desbarata la moral de lo que significa estar vivo. Porque la vida es el primer requisito que tienes que poner en juego a la hora de soñar con Estados Unidos. Pero llegar implica un esfuerzo sobrehumano. La muralla siempre ha existido. Pero hoy más que nunca se antoja insalvable, codiciada. Y en esa urgencia por conocer el desenlace propio, el que migra se interna en el camino con una vocación única: la de soñar. La aspiración por detener el dolor de quedarse o estar en tránsito. Porque por la historia de esta María, existen miles más que luchan contra la página que la historia no reconoce. Con La Muralla Ligia Urroz ha creado un relato desgarrador. Que nos empaña la vida de tristeza. Pero que es un recordatorio necesario. No lo olvidemos. Existen dos muros. Irse o quedarse. Con cuál decide uno lidiar es lo que inspiró a esta novela. C

Por DELIA JUÁREZ G.

Javier Cercas y la grúa Javier Cercas reunió algunas de sus crónicas en el libro Relatos reales (El Acantilado, Barcelona, 2000). “Kafka en Barcelona” relata la pesadilla de las grúas que compartimos con los habitantes de esa ciudad.

“[...] SUENA EL TELÉFONO. Es mi casero, que me llama para renovar el contrato de alquiler de mi piso. ‘Pero como durante estos cuatro años no he sumado a su alquiler el IPC anual’, añade, ‘ahora tengo que subírselo de golpe’. Me dice que tengo que pagar ocho mil pesetas mensuales más de las que ahora pago. Estupefacto, cuelgo el teléfono y, como soy un ciudadano consciente de sus derechos, llamo a un amigo abogado. ‘Es un abuso’ me dice. Convencido de que me va a ofrecer una alternativa al desahucio, le pregunto qué hago. ‘Pon un pleito’, me contesta. ‘Lo ganarás. El problema es que te va

a costar más dinero poner el pleito que pagar religiosamente las ocho mil pesetas.’ [...] Para levantarme la moral, decido ir al cine, a ver una simpática comedia de verano. En la acera, frente a mi casa, me encuentro con un triángulo de color naranja donde el Ayuntamiento me anuncia que la grúa se ha llevado mi coche. Miro a un lado y a otro, en busca de una señal de prohibido aparcar: nada; cuando ya estoy a punto de liarme a patadas con una farola, veo, oculta tras las frondosas ramas de un árbol, una señal de carga y descarga. Le pido a un taxista que me lleve al depósito. El taxista debe verme muy mal porque trata de consolarme. ‘No se preocupe’, me dice. ‘Eso le pasa a todo el mundo. Se pagan las catorce mil pesetas de la grúa y ya está.’ ‘Catorce mil pesetas’, pienso, mientras circulamos por una sofocante desolación de calles vacías. En el depósito, después de

teclear un rato en el ordenador, un empleado muy sonriente me entrega una factura. ‘Son veintiocho mil pesetas’ me dice. ‘Las catorce mil de la grúa más otras dos mil por cada día que el coche ha permanecido en el depósito. ¿Le ocurre algo?’ Para no desmayarme, empiezo a gritar: le digo al empleado que yo conozco mis derechos, que el hecho de que el Ayuntamiento le arrebate a uno su coche es un atentado contra la propiedad privada, un derecho consagrado por la Constitución, y que el colmo es que, encima de transgredir un principio legal, te obliguen a pagar por mantener el coche secuestrado; fuera de mí, le amenazo con poner un pleito. ‘Póngalo’, me contesta, mientras me asalta la certeza de estar encerrado en una pesadilla. ‘Lo ganará. El problema es que le va a costar más dinero poner el pleito que pagar religiosamente las veintiocho mil pesetas.’ [...]” C


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E l C u lt u ral S Á B A D O 2 9 . 0 4 . 2 0 1 7

EL CASCARÓN Y EL FANTASMA

GHOST IN THE SHELL, DE RUPERT SANDERS

E

ste texto contiene Spoilers. Prosiga con precaución. La imagen es a la vez familiar y novedosa, una mujer desnuda y no desnuda (su piel es un recubrimiento plástico asexual pero sugerente que permite la ilusión de invisibilidad) se deja caer con gracia y elegancia, como flotando, desde un rascacielos al abismo iluminado por las luces de una megalópolis. Se trata de una de las secuencias emblemáticas de la historia de Ghost in the Shell, y es una pieza importante de la mitología de esa franquicia mediática que comenzó en el manga de Masamune Shirow en 1989, el cual sirvió de inspiración al filme del mismo nombre de 1995, de Mamoru Oshii; a la serie televisiva de 2002, Ghost in the Shell: Stand Alone Complex; a la secuela Ghost in the Shell: Innocence de 2004; a la serie de cuatro partes Ghost in the Shell: Arise, de 2013 y a Ghost in the Shell: The New Movie entre otras versiones, revisiones y reciclajes. En ese clavado al vacío se resume el poder de la tecnología y el espíritu rebelde de la Mayor Motoko Kusanagi, es una evocación a la Caída del Hombre y al desafío de Ícaro, pero también es una muestra de la fascinación por el cíborg y su promesa de redimir a la especie. La más reciente iteración, paráfrasis, reboot y apropiación de esta trama es Ghost in the Shell (2017), dirigida por Rupert Sanders (Blanca Nieves y el cazador, 2012), una cinta de acción que quizás será recordada por la controversia que provocó el hecho de estelarizar a Scarlett Johansson en un papel que muchos esperaban debía pertenecer a una actriz japonesa o asiática. Desde antes de su estreno, el debate y las acusaciones al respecto del “whitewashing” o la estrategia racista de blanquear el filme ocuparon la mayor parte de las críticas. Es evidente que el interés financiero de la producción estaba cimentado en el atractivo de una estrella de la talla de Johansson, quien aquí es bautizada con el nombre ambiguo, pero sin duda occidental, de Mira Killian. Es claro que esto se debió al viejo prejuicio de que el auditorio estadunidense tan sólo puede identificarse con actores anglosajones. El uso del idioma es aún más revelador: en una ciudad asiática, poblada por una sociedad diversa, multirracial y cíborg, solamente un personaje, el gran Takeshi Kitano subutilizado, habla japonés. Quizás también fue xenofobia la razón por la que la fabulosa pista sonora de Kenji Kawai tan sólo sobrevivió en forma de un patético remix del DJ Aoki.

Por

NAIEF YEHYA

El propio Oshii declaró que la nacionalidad o raza de la protagonista es irrelevante, ya que se trata de un cíborg. Esto es cierto pero a fin de cuentas un cíborg es una también una representación y las decisiones en torno a su apariencia son elecciones estéticas y políticas. La versión de Sanders es un homenaje y a la vez un panfleto oportunista que recicla escenas de diferentes versiones de la franquicia con un mínimo de ideas originales. Aquí la protagonista es supuestamente una refugiada, la única superviviente de un ataque terrorista, de quien únicamente fue posible rescatar el cerebro ya que su cuerpo fue destruido. Esa mente, el fantasma, es incorporada a una prótesis de cuerpo entero que le sirve de cascarón. A diferencia de las anteriores cintas aquí Sanders y sus guionistas (Jamie Moss, William Wheeler y Ehren Kruger) optan por insistir, por si no quedaba claro, en que el fantasma es el alma. La Mayor comanda la Sección 9, una división antiterrorismo, pero su sistema operativo padece de fallas que experimenta como alucinaciones, además de que tiene resentimientos contra sus creadores, se queja de su condición híbrida y debe tomar drogas para evitar que su cerebro “rechace” su cuerpo. Parte del filme consiste en la Mayor luchando contra su inconsciente, contra sus fantasmas. La trama da un giro al lugar común al contar la historia de Kuze (Michael Pitt), una especie de líder terrorista capaz de hackear mentes cibernéticas para usarlas en su misión y cuyo eslogan es: “Colabora con Hanka Robotics y serás destruido”. La doctora Ouelet (Juliette Binoche), quien está a cargo de la reconstrucción y mantenimiento de la Mayor, piensa que Killian es un milagro y trata de impedir que el presidente de Hanka la convierta en una herramienta. A lo que él responde: “No pienso en ella como una máquina sino como un arma”. Así la Mayor es una especie de dron mortífero, con algo mejor que inteligencia artificial: inteligencia humana aumentada. La lógica de la historia radica en las palabras de Ouelet: “Nos atamos a las memorias como si ellas nos definieran, sin embargo lo que nos define es lo que hacemos”, las cuales repite la Mayor hacia el final. Sin embargo, el filme no cesa de contradecir esa idea. No es sino hasta que la protagonista descubre su origen y por tanto recupera sus memorias que su existencia adquiere sentido. Pero esa no es la única inconsistencia grave de la película. Cada vez

Foto > ESPECIAL

FILO LUMINOSO

LA VERSIÓN DE SANDERS ES UN HOMENA JE Y A LA VEZ UN PANFLETO OP ORTUNISTA QUE RECICLA ESCENAS DE DIFERENTES VERSIONES DE LA FRANQUICIA CON UN MÍNIMO DE IDEAS ORIGINALES.”

que se le va a hacer un cambio a la Mayor, ella debe repetir: “Mi nombre es Mayor Killian y doy mi autorización”, como si se quisiera refrendar su autodeterminación, pero esto resulta irrelevante dado que a fin de cuentas ella es propiedad de Hanka. Esa frase sólo se repite con la intención de un golpe efectista final. Los compañeros de la Mayor resultan también irrelevantes con la excepción de Batou (Pilou Asbaek) y la famosa secuencia del buceo pierde sentido en medio del caos narrativo. El guión pone en evidencia su pudor cuando la Mayor tiene una sesión con una prostituta negra. La Mayor le pregunta: “¿Eres humana?”, le acaricia los labios y le pregunta qué siente. Sin embargo, este encuentro no lleva a una reflexión en torno a ser humano, ni mucho menos a la consideración de la sexualidad, el género o la raza de las protagonistas. La escena que hubiera podido redimir al filme se termina abrupta y cobardemente. La doctora Ouelet le confiesa a la Mayor que si bien ella es la primera de su tipo, antes hubo 98 sujetos que fueron usados y sacrificados como conejillos de indias para desarrollar la tecnología; algo que ya habíamos visto en Robocop (Verhoeven, 1987). Las memorias de Killian son falsas y corresponden a implantes, como los que tenía la replicante Rachael en Blade Runner (Scott, 1982). La Mayor descubre que en realidad su cerebro perteneció a Motoko Kusanagi, una joven radical que luchaba en contra de la cibernetización de la sociedad. La Mayor sobrevive a un intento de ser eliminada y tras exponer al dirigente de Hanka vuelve al servicio, pero ahora con su verdadero nombre: Mayor Motoko. Debemos preguntarnos qué quiere decir que al recuperar su verdadera historia e identidad Motoko acepte servir a las autoridades que la victimizaron y convirtieron en un arma para defender el complejo industrial militar-policiaco. Este Ghost in The Shell es un filme nostálgico, pudibundo y derivativo, una obra visualmente deslumbrante de retro futurismo que de manera semejante a la protagonista trata desesperadamente de crearse una identidad. La estética se encuentra confundida entre la celebración de anacronismos entrañables y la urgencia de aportar algo nuevo. La idea de hacer un filme mainstream a partir de un clásico de culto siempre correrá el peligro de ser considerado una herejía y un despojo para los fanáticos y expertos, aun si se cuenta con la bendición de Mamoru Oshii.


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