TREN DE LAS SEIS Autor: Diego Conteras Vela Año: verano de 2012
Tren de las seis Arrancas mortecino Como el ocaso; En tus vagones El sueño forja Tormentosas pesadillas En los cansinos pasajeros Cuyas miradas Se pierden absortas En la lejanía Del brumoso horizonte. A veces no saben A dónde van: Duermen-despiertan Y siguen hasta su muerte Con esa línea de vida; Otros hombres Transitan impávidos: Habitación-fábrica Y, muchos hablan Con una voz metálica Como si sus espíritus Fuesen fríos robots; Otros, sentados en petates Cierran los ojos, Se concentran al estilo yoga Y lanzan cantos guturales
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A la vida, a la muerte, Al yo supremo: Dios; Extraña gente que vive Pensando en la salvación Del Juicio Final cuyo Apocalíptico advenimiento Estremece en locura La vida de la humanidad.
El chirrido monótono y lento Del tren de las seis Continúa con su marcha, Siempre imparable Como cortejo fúnebre Donde los pasajeros invernan, Los muertos en vida Cavilan nuevos planes Antes de dar un nuevo paso En sus rutinarias vidas.
En la cabina de control Dos solitarios pilotos Mueven las frías palancas Cuya estridencia destruye día a día en sus corazones La tierna esperanza que un día Animó sus venturosas vidas, Ahora son hombres vacíos Viejos alienados que se ahogan en la mar de la monotonía y la salvaje brutalidad
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de la fría explotación. Silba el tren de la seis…
El tren de las seis Ha pasado por el infierno Y va llegando a su destino, Puedo ver desde mi ventanilla Las luces multicolores De la extraña ciudad. La leyenda dice que es Un intolerable monstruo De cemento y acero Donde el toque mágico De su seductora mano hecha de cristal y neón Lo corrompe todo, fiera insaciable que nunca descansa y siempre se fortalece con los sueños e ilusiones de los citadinos forasteros.
En las climatizadas cabinas de los blancos vagones Los robots humanos despiertan, Siempre con ese mutismo que me da escalofríos.
Es hora de bajar. Alisto mi equipaje Y siento que estuve
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Prisionero en un Gulag, Mientras en el andén Nuevos seres inertes Esperan el largo viaje Del tren de las seis.
Doy trancos largos Y salto al andén… El escaso bullicio Me parece el síntoma De una sociedad muerta Acartonada en un perfecto orden natural de las cosas… pero sin ilusiones ni sueños por el cual luchar.
Camino lentamente, Cuando de pronto El ulular de una sirena Me despierta como Por un soplo helado De mi pensamiento Y escucho: ¡Detengan al disidente! ¡Detengan al disidente! Corren pesados policías Torpes robots de carne y hueso Por el ajedrezado piso De la siniestra estación… Corro…corro…corro
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Sin cesar por mi vida… Mi acelerado corazón Está a punto de estallar: No puedo más… Jadeante, sigo corriendo Ahogándome cada segundo En el cansancio con olor A muerte…solo un minuto más Para subir las elevadas escaleras Y ver, el cielo malva Morir junto a mí.
El tren de las seis Es una prisión Que reprime todo Acto de libertad… Todo está llegando a su fin. Este No-mundo Es la imagen Del Omnis Estado Donde los clérigos De la política Afirman el control Totalitario de la sociedad, Y la verdad… Solo burdas mentiras De cobre y oropel, Mientras el tren de las seis, es su instrumento perfecto, de dominio absoluto contra la humanidad.
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