CRONESTESIA
JOSÉ C ARLOS ASTETE ORTIZ DE ORUÉ
Cronestesia
CRONESTESIA
José Carlos Astete Ortiz de Orué
Cronestesia
INDICE LA SOMBRA DE UNA CABAÑA
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LOS CLUBES DE NUEVA YORK
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ELOGIO A LA VIDA
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PARANOIA
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Autor:
ORGASMO
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José Carlos Astete Ortiz de Orué
CIRCUNSTANCIAS
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HONORABLE MUNICIPALIDAD
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TIEMPO Y ENFERMEDAD
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EXTRAÑOS
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RESISTENCIA
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HOLOMETÁBOLA
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LARGA DISTANCIA
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E‐mail: ororascajo@hotmail.com
“El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos” (William Shakespeare)
“El viaje no termina jamás. Solo los viajeros terminan. Y también ellos pueden subsistir en memoria, en recuerdo, en narración... El objetivo de un viaje es solo el inicio de otro viaje. (José Saramago)
¿Qué diferencia puede haber entre recordar sueños y recordar el pasado? (Jorge Luis Borges)
“Debemos de mirarnos cada vez menos la cara y debemos de empezar a mirarnos más el corazón” (José Carlos Astete Ortiz de Orué)
DEDICATORIA
A Laura la gran inspiraci贸n de los verdaderos latidos de mi coraz贸n.
AGRADECIMIENTOS
Agradezco profundamente el fortalecimiento cultural constante y prolongado de mis hacedores y formadores, Villie y José (mis padres), la constante presencia de Abelardo (mi hermano), y Laura (mi compañera de existencia) quienes como una llama incandescente alumbran e inspiran este camino hacia la excelencia de la creación literaria con mucho cariño y entusiasmo inacabable.
El Autor.
PRESENTACIÓN CRONESTESIA, palabra que proviene del griego “cronos” que significa: tiempo y “aisthesis” que significa: sensibilidad. Se interpreta como una habilidad de poder viajar mentalmente en el tiempo. Hace referencia a la capacidad de ser consciente del pasado o futuro. Si bien muchos pueden describirlo como únicamente humana, otros argumentan que esta habilidad puede incluir a los animales. Cada uno de los doce cuentos de este libro evoca viajes mentales, que llevarán al lector a mundos desconocidos y situaciones paradójicas trastocando su percepción de la realidad tal como si realizara un viaje mental entre el pasado y el futuro dentro del mundo imaginario de personajes humanos y no humanos. Sin más preámbulo les deseo el mejor de los viajes abróchense los cinturones, reposen sus cabezas sobre su almohadas, e ignoren si es que ven una misteriosa sombra o una araña que camina por la pared. No parpadeen si es que les arde la vista y si ven a una mariposa déjenla volar en libertad. No se sorprendan si sienten que amanece antes de lo esperado o un aroma a azufre impregna súbitamente el ambiente de su habitación. El Autor.
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LA SOMBRA DE UNA CABAÑA Cuando caía la tarde el sol lucía como una esfera colorada que empezaba a esconderse tras las montañas verdes como el pastizal más verde de todo Unklan. Y cuando anochecía él siempre tenía ganas de prender la chimenea y ponerse a leer unas cuantas páginas de “El primer Hombre sobre la Tierra”, una novela de Augusto Trakes, un gran escritor danés, no vayan a creer que el mencionado escritor se ocupa de la vida de Adán (el de Eva), no para nada, es más Augusto Trakes es de una religión muy diferente a la Cristiana y como el confesó en una entrevista, nunca tuvo una Biblia entre sus manos. Augusto menciona en su obra a un hombre muy parecido al dueño de la cabaña de la presente historia, justo al mismo hombre que en estos instantes empieza a dar lectura a la página cincuenta de la mencionada obra que tiene entre sus manos frente al fuego de su chimenea, mientras se relaja escuchando el suave crujir de la madera incandescente que poco a poco se consume. A veces se pregunta cómo llegó a ser un solitario ermitaño, lejos de la ciudad, comiendo frutas y vegetales de su huerta, cazando animales silvestres, liebres azadas y pescados a la leña, sin olvidar los huevos de codorniz que son de fácil recolección. Él cubría siempre su cabeza con un sombrero de cuero de vaca en forma de hongo, su andar era pausado y siempre le gustaba tocar su armónica antes de acostarse, se preguntaba en aquellos instantes cuanto abría avanzado la civilización desde el día en que decidió dejar de pertenecer a ella. Seguidamente humedeció su dedo índice y dio vuelta a la página, era un hombre que aprendió mucho de la soledad, a lo largo de su vida convivió con la naturaleza de manera mágica, la oscuridad le permitía apreciar en su total esplendor la
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belleza de los astros del firmamento. Muchas noches había contemplado la luna cual si fuese el rostro de una bella mujer, llegando a enamorarse de ella más de una vez. El cantar de las aves era música celestial para sus oídos, y el susurrar de los riachuelos canciones de cuna que le ayudaban a conciliar el sueño. Humedeció nuevamente su dedo índice y dio vuelta a otra página más, al principio no le fue fácil vivir así, le costó trabajo poder obtener sus propias provisiones, utilizar ropa cómoda que le permitiese mantenerse fresco la mayor parte del día, que le diese dinamicidad a sus pasos y a su actividad diaria, sobre todo cuando iba de cacería. En solo unos instantes se desató una tormenta, las gotas caían sobre las hojas de los árboles y unas cuantas se introducían por su chimenea, las que caían diagonalmente y con dureza. “El primer hombre sobre la Tierra”, repetía, mientras imaginaba como éste sería, su imaginación no lo llevó muy lejos, ya que por mucho que hizo el esfuerzo no pudo colocarle otro rostro más que el suyo, lo vistió con pieles de animales, lo dotó de una especie de macana, y lo situó en un paisaje lleno de cavernas y dinosaurios, “¿Qué comería?” se preguntó e inmediatamente se lo imaginó chupando una gigantesca costilla de un dinosaurio, frente a su cueva. Prosiguió la lectura de su libro, pero de pronto quedó consternado cuando al humedecer su dedo índice para dar la vuelta a una página más, la siguiente y la siguiente a la siguiente, estaban completamente vacías, ni una sola letra más, las hojas se mostraban completamente limpias, de tinta y paja, “vaya estas imprentas de quinta, ya no hacen los libros como lo hacían en mis tiempos de juventud, esto es una estafa”, se reprochó además no haber siquiera hojeado las páginas del libro antes de adquirirlo, “bueno hace tanto tiempo que lo compré, que ya no importa”,
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concluyó, lanzándolo al fuego de la chimenea. La noche trascurría entre los aullidos de los lobos y el ulular de las lechuzas, de un momento a otro se quedó dormido recostado en su mecedora. Las llamas de fuego avanzaron carcomiendo la estructura de la leña, la ceniza era abundante. De pronto un poderoso viento entro dentro de la cabaña abriendo de par en par las ventanas logrando despertarlo, inmediatamente se levantó y las cerró retornando a su placida mecedora para continuar su sueño. Sus ojos risueños de un momento a otro se tornaron saltones, la respiración, sólo por unos instantes se le congeló, era imposible, las cenizas de la chimenea, abundantes, incandescentes y el libro intacto, no se había quemado por ninguna parte; lo levantó y constató lo aparente, efectivamente el libro no había sufrido ninguna quemadura, al abrirlo las hojas en blanco ahora rebosaban de palabras. Frotó sus ojos en señal de incredulidad, humedeció su dedo índice y prosiguió animadamente con la lectura, de “El primer hombre sobre la Tierra…” “… el primer hombre sobre la tierra, llegado el invierno, utilizando su sentido común, abandonaría las frías cavernas y gracias al buen empleo de la leña de los árboles construiría la primera cabaña rústica, donde, llegaría a transformarse íntegramente en sedentario. Vestiría con pieles y comería liebres, pescados y huevecillos de codorniz, el primer hombre sobre la Tierra, pasado el tiempo, llegada la primavera, observaría a las aves en pareja. Contemplaría a las liebres apareándose, a los lobos de igual manera, a todos los animales que lo rodeaban, siempre amándose en pareja, cuidando su especie, viviendo en
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grupo. El primer hombre sobre la tierra entonces descubriría lo que era la soledad, lo que era no tener una pareja, una compañera al igual que el resto de los animales. El primer hombre sobre la tierra sufrió mucho al no poder encontrar en toda la selva inhóspita a alguien que se le pareciera y la atrajera…” Humedeció su dedo índice para dar vuelta a la página siguiente, pero se detuvo, algo se lo impedía, quería continuar con la lectura del libro, pero recordó la última primavera que pasó junto con su esposa antes de que esta muriese, recordó también que nunca habían tenido hijos pese a que se adoraban tanto y el amor de pareja era exclusivamente la única clase de amor que había conocido. Siempre pensó que la tendría a su lado, tal vez fue por eso que hasta el día de hoy no llegaba a aceptar su ausencia, tal vez por eso hasta el día de hoy mantenía esa actitud suya de apartarse del mundo, de volverse un ermitaño, tal vez su actitud era una respuesta a no haberse podido perdonar el no haberle dedicado más tiempo a ella, trabajo, trabajo, dinero, dinero, pero al final para qué, el dinero no detiene la muerte, “tranquilo todo aquello ya pasó”, se dijo, tratando de ya no recordar más y prosiguió con la lectura… “…el primer hombre sobre la Tierra no encontraba en medio de la selva a su pareja, todos tenían una, menos él, hasta que la Fuerza Creadora del Universo decidió finalmente después de tantas lágrimas y sufrimiento, dotarle de una pareja con quien pudiese compartir sus ideas, a quien pudiese cuidar, con quien pudiese perpetuar su especie, fue un día de tormenta, cuando un poderoso rayo, estruendosamente devastador, aparentemente perforó la Tierra, pero en realidad sólo partió un árbol del cual emergió ella,
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completamente desnuda, exuberante, con poderosa belleza que llamaba a la procreación, al mismo tiempo tan delicada y fina, que de inmediato deseó unirse a ella tanto física como espiritualmente…” Dejó la lectura, mientras un suspiro profundo le hizo recordar a su esposa, recordó lo hermoso que era estar enamorado, los inviernos en la plaza de Franchizer, cuando nevaba y ella le acomodaba los guantes, la chalina, y juntos se abrazaban mientras observaban a unos niños construir sus muñecos de nieve. Los veranos en la costa de Bartilon, cuando ella le prepara ese suculento potaje a base de Salmón, aquellas veladas interminables junto a la chimenea mientras bebían vino tinto, aquellas febriles noches de locura y pasión que gozó, vivió y siempre recordaría hasta el último día de su vida. Humedeció nuevamente su dedo índice y dio vuelta a una página más del libro… “…La Fuerza Creadora del Universo decidió dotarle con un nombre a tan especial criatura, *Mujer*, entonces así la llamaría por siempre y para siempre. Con el tiempo descubrieron que juntos las tareas cotidianas se les hacían mucho más fáciles, con ella desterró de su vida la sensación de soledad, y juntos procrearon y tuvieron familia, hijos. Al conocer el fruto de su amor, el primer hombre sobre la tierra, descubrió que jamás volvería a estar solo, y no sólo eso, también descubrió una nueva forma de amor, una especial, dotada de cuidados extremos y protección hacía sus vástagos…” Entonces, recordó que ella nunca pudo darle hijos, recordó también cuanto habían sufrido e intentado tenerlos, cuando al
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final gracias a un examen médico descubrieron que ella era estéril conocieron las fronteras de la felicidad y pasaron al otro lado, la infelicidad. Recordó cuanto quiso tener hijos, cuanto le hubiera gustado llevar a alguien al jardín, al colegio, verlo crecer, acompañarlo en sus mejores y peores momentos, verlo hacerse un hombre o una mujer, pero el destino quiso que eso nunca sucediera. Cuando se disponía a proseguir con la lectura del libro, de pronto éste empezó a incendiarse entre sus manos, el fuego quemó su camisa, se levantó de la mecedora con el pecho en llamas, mientras pedía auxilio a los cuatro vientos, al fin abrió los ojos. Una pequeña sacudida lo zarandeó en su mecedora, todo había sido un sueño, cuando observó la chimenea, no quedaban más que cenizas del libro que hacía más de dos horas había lanzado al fuego, con un pañuelo limpió el sudor de su frente, se levantó y fue hacia su cocina a beber un poco de agua, meditó sobre su sueño, recordó a su esposa, a los hijos que nunca pudo tener, recordó los años felices, se observó en el espejo del baño, “¿qué me ha sucedido?, se preguntó tristemente. Se recostó en su cama, se preguntó si aún era tarde, si ella (su esposa) se ofendería, había pasado tanto tiempo, no era justo vivir tan solo, recordó lo hermoso que era hacer el amor a una mujer, y él allí, en esa cabaña tan lejos del mundo, tan egoístamente apartado, negándose la oportunidad en su vida de poder conocer a otra mujer; pero los años no habían pasado en vano, él ya no era un chiquillo, lucía más canoso, y desgastado, “que me sucede, debo ser más realista, en que estoy pensando, creo que ese sueño que tuve me confundió un poco, lo mejor será que duerma, mañana todo estará mejor”, se dijo mientras cubría su espalda con una manta.
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La lluvia cayó aquella noche, como si el cielo se hubiera abierto o mejor dicho como si quisiera venirse abajo. Los truenos, los relámpagos, de pronto la puerta sonó, sus oídos no se percataron de esto a la primera llamada, pero cuando vino una segunda y una tercera no tuvo más remedio que interrumpir su sueño. Siempre precavido se aproximó con su escopeta cargada, “¿quién está allí?, ¿qué quiere?”, preguntó desconfiadamente. “Disculpe, me dirigía rumbo al poblado de Mertshimbon y mi camioneta se averió, creo que me encuentro perdida, y con esta lluvia, … lo único que pude hacer es seguirlo hasta su cabaña, …por favor necesito que me ayude”, dijo la voz sensible y amable de una mujer de mediana edad. Abrió la puerta, era hermosa a pesar de los años, lucía mucho más joven que su voz, sus ojos brillaron después de tanto tiempo de estar acostumbrados a la rutina de su soledad, su corazón latía de prisa, “este…bueno pase, adelante, pero le diré que yo no he estado afuera desde la tarde”, dijo él en tono seco. “¿Así?, parecía más una mujer que un varón, seguro que era su esposa”, replicó ella, un silencio se propagó en el ambiente, “No creo, yo vivo solo y mi esposa murió hace muchos años”, “lo siento, debo haberme confundido con la espesura del bosque y la tormenta”, dijo ella en tono muy amable y sereno mientras frotaba sus manos frente al fuego de la chimenea. Juntos conversaron hasta que amaneció. El corazón de ella encontró paz. Dos almas se encontraron aquella noche, ella había perdido a su esposo en un accidente años atrás, tenía dos pequeños hijos, y necesitaba mucho amor, necesitaba una compañía, una compañía imperfecta que le ayudara a hacer más perfecto su mundo y a no perderse en el trayecto de una a otra ciudad; él necesitaba una
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mujer, una familia, necesitaba olvidar la sombra de su esposa, la sombra que guió a aquella mujer tan solitaria, tan perdida hacía aquella cabaña. La misma sombra que borró la mitad de un libro y que fue tirado al fuego de una chimenea para nuca quemarse, la misma sombra que lo llevó a esa cabaña años atrás y que ahora lo llevaba de vuelta a la ciudad,… ¡descansa en paz mujer del primer hombre sobre la Tierra! FIN.
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LOS CLUBES DE NUEVA YORK
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alí muy temprano por la mañana de mi casa con dirección al trabajo; al observar la hora que marcaba mi reloj de pulsera me percaté que sólo tenía veinte minutos para llegar a tiempo, así que decidí tomar los servicios del primer taxi que volteara la esquina. Al cabo de un par de minutos logré parar uno; al abordarlo el chofer me saludó cordialmente observando detenidamente mi rostro por el espejo retrovisor que colgaba del techo. Cerré lentamente la puerta respondiéndole amablemente al saludo y le pedí que por favor me llevara a las galerías turísticas de la avenida El Sol. Acto seguido procedí a realizar el “chequeo” correspondiente del chofer (para mi seguridad y tranquilidad personal), observándolo detenidamente con cierta desconfianza; al cabo de unos instantes pude advertir que se trataba de un hombre de mediana edad, entrado en carnes, de cabello corto, piel tostada por el sol, de mirada serena, labios delgados, quien vestía una camisa celeste limpia y usaba anteojos de medida. Al sentirse auscultado por mi penetrante mirada el taxista se mostró un tanto incómodo; disminuyó el volumen de su radio, tosió, miró la hora que marcaba el reloj ubicado debajo de su reproductor de cedés y observándome a través de su espejo retrovisor mostró una ancha sonrisa preguntándome lo siguiente: ‐Señor disculpe, ¿usted ha ido alguna vez a los “Clubes de Nueva York”?. Aquella pregunta con cierto aire afirmativo me dejó sumamente confundido y surgieron muchas otras que empezaron a dar vueltas
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inmediatamente por mi cabeza: ¿Cómo era posible que aquél extraño pudiera siquiera sospechar que mi persona alguna vez había viajado a los Estados Unidos, precisamente a Nueva York a visitar sus clubes? o ¿por qué un taxista de la ciudad del Cusco repentinamente preguntaría aquello a uno de sus pasajeros?, sería tan colosal como preguntar: ¿Usted conoce los bares de Londres o las discotecas alemanas?, no logré desentrañar cual era el propósito de su pregunta, así que procedí a responderle en sentido negativo sin poder evitar evocar el recuerdo del interior de algún club nocturno exclusivo de Nueva York que había visto por la televisión. Sin embargo, cuando me dijo que por el contrario él si los conocía y que inclusive había ingresado innumerables veces a ellos entonces fue que se me escarapeló la piel, no había duda de que me encontraba ante la presencia de un orate. ‐¿Así que usted frecuenta mucho aquellos clubes? Fue lo único que atiné a preguntarle con mucha sutileza, intentando mantener la fiesta en paz. -¡Por supuesto patrón!…si todo el mundo va allí. Me respondió entusiasmado y agregó: -¿está seguro patrón que no conoce los “Clubes de Nueva York”?, su rostro me parece conocido, me parece haberlo visto por los clubes algún fin de semana en compañía de su familia, por eso le pregunto tan insistentemente. Concluyó mientras detenía el vehículo ante la luz roja del semáforo de la esquina. “¡Ahora sí que me bajo!”, “no hay duda que a éste le falta un tornillo”, pensé al borde de la desesperación intentando descender del taxi aprovechando que se había detenido, sin embargo cuando me decidí a levantar el seguro de la puerta el semáforo volvió a marcar en verde y el taxista arrancó nuevamente.
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Por un segundo pensé que estaba soñando e intenté pellizcarme discretamente uno de mis brazos para despertar, pero no sucedió nada, así que decidí enfrentar aquella incertidumbre. -¡Dígame!, ¿cómo es eso de que todo el mundo va allí? ¡Explíqueme!, que no logro entenderle. Le pregunté mostrando gran interés. -Mire patrón, la primera vez que me hablaron de esos lugares no sabía a qué se referían y al igual que usted sentí gran desconcierto; quince años viviendo en esta ciudad y no conocía los famosos “Clubes” aquellos. Dijo el taxista mientras esta vez detuvo el vehículo a mitad de la calle para cederle el paso a un par de escolares uniformados que no aparentaban tener más de diez años de edad. -Usted dice que viviendo quince años en esta ciudad nunca había oído hablar de los famosos “Clubes de Nueva York”, imagínese como me siento ahora yo que vivo treinta años en esta ciudad y usted es la primera persona que me habla de aquellos. Le respondí en tono ameno. -¿Así patrón?, ¡ja!, ¡ja!, que gracioso y seguramente se preguntará por el nombrecito tan “insigne”, pero no vaya a creer que le estoy hablando de los clubes de Nueva York de los Estados Unidos donde viven los gringos, esos lugares elegantes y exclusivos donde va sólo gente muy adinerada, no, para nada. Al contrario le estoy hablando de aquisito nomás donde están todas las picanterías del populoso barrio de Nueva Alta, las cuales popularmente son conocidas como los Clubes de Nueva Alta o los famosos Clubes de Nueva York. Allí se ubican al gusto del cliente para elegir. Al escuchar la explicación del taxista me entró una ganas de reír a carcajadas, todo empezaba a tener sentido. -Pero que ocurrente maestro con el nombrecito, un poco más y ya
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estaba pensando que le faltaba un tornillo o que estaba borracho. -¿De veras jefe?, pero si no es para tanto, ¡ja!, ¡ja! El taxista rió sorprendido mientras me mostraba su sonrisa desdentada por el espejo retrovisor y agregó: -Si pues patrón aquellos Clubes son poco conocidos en nuestra querida ciudad del Cusco, a pesar que son lugares donde se reúne la gente más popular de la población. Allí van a parar los apostadores empedernidos que juegan casi todo el día mientras comen sus “extras” de tres soles acompañado por su vaso de chicha a todo dar. -¿Así?, entonces de razón que nunca he ido. Le dije en son de broma. -Bueno patrón, pero no crea, los sábados y domingos va gente bien así como usted a comer los suculentos potajes en sus autos acompañados de sus respectivas familias o de sus entrañables amistades, pero sólo y únicamente los fines de semana. Por eso le preguntaba si no había ido un fin de semana por los clubes en compañía de su familia, porque de lunes a viernes los primeros comensales son los lustrabotas, los mecánicos, los de limpieza pública, los policías municipales. Dijo el taxista mientras doblaba esta vez hacia la avenida principal al mismo tiempo que cedía el paso a un par de turistas de la tercera edad. -¿Así?, entonces me está animando a ir un fin de semana a visitar aquellos lugares ¿no?, ¿y dígame qué tales son los platos?, ¿no será acaso usted dueño de alguno de ellos y está haciendo propaganda a uno de sus negocios? (Los dos reímos) -¡No patrón!, cómo cree, ya quisiera yo con lo bien que ganan las dueñas de los Clubes de Nueva York, si a toditas les va muy bien, por ese aspecto no se pueden quejar.
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-¿A toditas? -¡Sí!, a toditas las dueñas de los Clubes patrón, no hay un sólo día en que los Clubes estén vacios. Entre los más concurridos por ejemplo está el de la Malcriada, de la Engreída, de la Violinista, de La India, de La profesorcita y finalmente el de La Jugadora. -¿De la Malcriada, de la Engreída, de la Violinista, de La India, de La profesorcita y de La Jugadora?, ¡ja!, ¡ja!, que nombres tan ocurrentes, dígame y ¿por qué? Pregunté burlonamente. -“La Malcriada” es una señora entrada en carnes, de rostro regordete, de polleras largas, la cual tiene un pequeño tic muy característico, es que si la viera se daría usted cuenta de lo que hablo. Primero cuando ella habla saca la lengua inconscientemente, así que parece que le saca la lengua a todo el mundo y acto seguido mueve involuntariamente los dos hombros hacia arriba como quien dice “que me importa”, ¡ja!, ¡ja!, ¡esa señora sí que es la muerte!. Dijo el taxista riendo e imitándola al mismo tiempo que soltaba intempestivamente el timón. -¡Que gracioso! Le dije riendo de sólo imaginarme a dicha señora atendiendo con tales gestos a sus clientes. – ¿Y la engreída? Pregunté acto seguido. -“La Engreída” o también conocida como “La Dama”, es una señora alta, delgada, de abrigo marrón, ojos verdes y cabello rubio, motivo por el cual otros hasta le dicen: “La gringa”. Ella en su picantería no hace otra cosa más que estar sentada frente a una mesa cobrando y despachando a sus comensales, mientras dirige a sus empleados, y su apelativo se debe a que no deja ingresar a ningún comensal en estado de ebriedad “Yo no atiendo borrachos apestosos”, dice enérgicamente mientras sujeta una escoba vieja que guarda
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celosamente debajo de su mesa y también le dicen la engreída porque no atiende a ningún cliente que no consuma por lo menos más de diez soles, “Misios no atiendo”, dice lastimeramente mientras cruza los brazos y cuenta sobre su mesa los billetes que hizo durante el día. Concluyó duramente el taxista imitándola con voz de vieja presumida. -¿Así?, entonces no debe ser muy querida por los lustrabotas y demás obreros, mucho menos por los apostadores y bebedores empedernidos. Le pregunté cautelosamente. -¡Si jefe!, ella atiende más a la gente que concurre los fines de semana, como le dije, los que van en sus autos con sus familias y amistades queridas. Respondió imperativamente, esta vez deteniendo el auto frente a un semáforo. -Dígame, ¿y quién es la famosa imaginando a una artista musical.
“Violinista”? Le pregunté
-¡Ah!, la violinista, esa sí que es todo un caso, la primera vez que escuché dicho sobrenombre imaginé que tal vez sería porque aquella señora alegraba a sus comensales tocando el violín, haciendo gala de su arte, pero nada que ver. La verdad es que esta señora tiene el cuello torcido y pegado ligeramente al hombro derecho, de tal forma que parece que está tocando un violín imaginario. Los dos reímos. -¡Increíble maestro!, ¡pero qué locura!, yo también me imaginaba a una señora con su violín cantando y bailando, rodeada del aplauso
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de sus comensales. Le dije conteniendo la risa. -Si pues patrón, la pobre tiene ese defecto físico, pero si viera usted lo muy contenta que siempre anda. Ella es la preferida de todos, ya que siempre atiende con cariño y buen humor a sus clientes; uno no puede evitar reír cuando en son de broma ella misma hace ademán de que está tocando un violín imaginario mientras ríe y brinca de un lado a otro en la puerta de su picantería cuando nos recibe. -¿Así?, ¡ja!, ¡ja!, ¡qué buena!, siga contándome que casi ya llegamos a mi parada final. Le dije ansiosamente mientras ahora le preguntaba por la que llamaban “La India”. -“La India” es una señora a quién la naturaleza le ha dotado de unos ojos enormes profundamente negros como los hindúes, pero ha hecho un contraste desfavorable en su belleza al dotarle de una nariz impresionantemente apache, estilo cuchillo u hoja de hacha, esto sumado a sus largos cabellos cenizos los cuales la asemejan muchísimo más a la esposa de un gran jefe Siux. A ella este sobre nombre no le hace ninguna gracia en absoluto y mucho menos cuando ha tomado sus cervecitas o sus chichas, lo cual hace casi diario, tanto así que he visto como ha botado a patadas a más de un comensal incauto que ha osado decírselo en la cara también en estado de ebriedad pensando que era su chapa de cariño. Es que a la picantería de “la India”, más que a comer, la gente va a beber en cantidades extraordinarias. Me dijo el taxista en tono sobresaltado. -¿Y la quinta, “La profesorcita”?. Le interrogué aún más impaciente debido a que ya casi llegábamos a mi destino final.
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-Ella patrón es una señora de falda ploma, cabello rizado y corto, de complexión delgada y hermoso cuerpo, usa lentes de medida, lo cual le da un aire intelectual. Muchos dicen que es profesora cesante divorciada, por eso le atribuyen dicho sobrenombre, pero aquí en confianza la verdad es que este apelativo se debe a un romance que sostuvo con un atractivo joven a quien doblaba la edad y a quien enseñó los placeres amatorios de la cama. Otros por su parte, los más mal hablados, dicen que el jovenzuelo es su cocinero quien en un inicio era su ahijado, a quién sedujo y a quien hizo su amante hasta que su marido los encontró en la cocina con las manos en la masa. Su marido se largó desde aquél día, sin embargo muchos juran y rejuran haberlo visto una que otra vez tratar de ingresar en completo estado de ebriedad a la picantería profiriendo toda clase de insultos a la “Profesorcita” debido a su alcoholismo habitual producto de la decepción amorosa que hasta ahora no logra superar. No obstante el musculoso jovenzuelo siempre termina echándolo a patadas. Pero otros, los más recontra mal hablados dicen que dicho apelativo de “La Profesorcita” obedece a que es presa fácil de cualquier comensal voluntarioso y calenturiento que quiera ser su alumno por una noche de placer. Concluyó el taxista con un aire de complicidad. -Oiga usted ¿no se estará confundiendo con la que me dijo que le dicen la jugadora?, pegunté contrariado. -¡Sí!, ¡por supuesto patrón!, me olvidaba de ella, pero claro la última picantería es la de “La Jugadora”, ¡claro!, cualquiera pensaría que está chapa se le atribuye a una mujer que ha puesto sendos cuernos a más de uno de sus novios, pero nada de eso, “La Jugadora” es una
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mujer de mediana edad y mirada despierta la cual, al igual que la engreída, sólo dirige y cobra; la diferencia está en que además de todo eso juega y apuesta en las cartas y la timba con su concurrida clientela. Le diré que tal es su habilidad para el póker y los casinos que nadie le gana, como ella nadie baraja en siete estilos las cartas, al punto que muchos apuestan sus almuerzos, sus vasos de chicha y he visto a más de un jubilado apostar hasta sus pensiones completas y perderlas en cuestión de minutos, como le digo, su picantería antes que picantería parece un salón de juegos de apuestas, creo que hasta tiene una mesa de billar y un sapo, donde me han dicho que sus apostadores corren la misma suerte. Concluyó finalmente el taxista. -¿Así?, al parecer hay para todos los gustos. Le dije imaginando el rostro de cada una de las dueñas de las picanterías. -¡Si jefe! Me dijo riendo el taxista y agregó: -Bueno patrón ya hemos llegado. -¿A dónde?, le interrogué confundido. -A las galerías turísticas patrón. Me respondió desconcertado el taxista. -Cuál galerías ni que ocho cuartos, ¡vámonos a los “Clubes de Nueva York”!, le dije socarronamente. Los dos reímos mientras se disponía a darme mi cambio. FIN.
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ELOGIO A LA VIDA Se encontraron a la hora acordada, el vapor salía por sus bocas, uno llevaba un par de libros bajo el brazo, el otro un pergamino enrollado. La noche era oscura, profundamente oscura, las luces de la calle lucían tenues, muchas sombras engendradas por la excesiva cantidad de esquinas a contraluz recubrían sus rostros de una extraña sombra que impedía que observaran de manera reciproca sus semblantes. Cuando estrecharon sus manos ambos reconocieron inmediatamente su composición, la misma que lejos de mostrarse de carne y hueso los dotaba de un mismo espíritu, de una misma convicción por la vida. Ambos habían caminado demasiado, uno empezó diciendo que mientras lo había observado aproximarse desde lejos lo confundió con un amigo que tenía en Guanajuato, México; el otro por su parte justificó su tardanza argumentando que por una extraña razón se había extraviado por las diferentes arterias de la ciudad al creer erróneamente por breves instantes que caminaba por las calles de Praga, Portugal. Lo curioso era que ninguno de los dos sabia de manera clara en las calles de que ciudad se encontraban, la memoria les jugaba una mala pasada. Una idea brillante emergió de una de las alcantarillas y se integró en la conciencia de ambos. “¡Muestra el pergamino!” fue lo único que atinó a decir de manera resuelta. Cuando desplegó el pergamino, éste se extendió hasta el piso. De pronto un agujero azul apareció de la nada en medio de aquél y fue poco a poco cobrando movimiento, como un espiral embravecido. El que llevaba los libros quedó fascinado ante aquel descomunal suceso; sin embargo lejos de
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interrogarle a su compañero sobre lo que sucedía decidió abrir uno de sus libros de los cuales inmediatamente emergió una luz anaranjada muy brillante. Brilló tanto que su luz empezó a propagarse y difuminarse entremezclándose con el movimiento del agujero azul, de pronto ambas fuerzas se conjuncionaron y formaron un cielo celeste que hizo amanecer a la ciudad por completo. Las personas empezaron a salir de sus casas fascinadas por el misterioso suceso, otros sacaban sus cabezas por las ventanas o se posicionaban sobre sus balcones. Los amigos ahora eran dos aves de plumaje granate y pecho amarillo que revoloteaban al compas del viento agitando sus alas, trinando con el amanecer del nuevo día. Juntos se alejaron cruzando el inmenso firmamento, azulado como el agujero del pergamino por el cual ahora retornaban en forma de hombres. Fue en esos precisos instantes que la resplandeciente luz iluminó sus pensamientos y adquirieron al cabo de un par de minutos la sabiduría perfecta. Al final se unieron en un abrazo como dos viejos amigos, luego de unos segundos quedó sólo una persona y un abrigo. El mismo que quedó esparcido sobre el piso como un harapo viejo rodeado de cenizas e impregnado de un delicado aroma a jazmín. Cuando el que ahora sostenía el pergamino intentó levantar la prenda del piso, un viento muy fuerte silbó en medio de la calle, luego de un par de minutos logró observar gran cantidad de letras enormes dibujadas de manera lineal sobre la acera. Se encontraba parado en medio de las páginas de un libro gigante. Finalmente observó aparecer del cielo dos manos enormes y robustas que cerraban las páginas del libro… que hasta entonces para él era la calle. El libro se cerró de golpe y de entre sus hojas brotó una delicada y
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hermosa mariposa de patas negruzcas, antenas larguiruchas y alas anaranjadas con manchas azules, la que luego de dibujar un brinco saltarín en el vacio salió por la ventana.
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PARANOIA Es difícil, muy difícil creer que todo no sea más que una horrible pesadilla y por momentos estás segura y por momentos te das cuenta que todo esto no se trata más que de una trampa. A veces, cuando sientes que todos te miran, cuando observas a uno medio raro observándote por un lado y a otro más raro todavía observándote por el frente, y te clavan la mirada, y tú sólo mirando y caminando, pero si están a la vuelta de la esquina, esperándote y te miran cuando pasas, y cuando los miras de frente con toda esa rabia que tienes guardada, con esa mirada incandescente por momentos presienten tu fortaleza y esquivan tu mirada, pero cuando apenas volteas la esquina ya están de nuevo sobre ti, hablando de ti, sólo de ti y escuchas susurrar tu nombre entre sus labios y tienes miedo, tienes tanto miedo que uno se te acerque, y si alguno se te acerca sabes que es el final, sabes que todo está perdido. A veces te detienes unos instantes y miras a todos lados para saber si aún estás metida en la casa, a ellos les conviene que sigas allí y no salgas y no veas la luz, pero como odiarían el día en que te armes de valor y te cargues a uno durante la noche mientras duerme para compensar todas la muertes que has tenido que ver desde que fuiste pequeña. Aún recuerdo como mataron de un golpe a mi madre, como acabaron en segundos con mi padre, y presiento que acabarán conmigo en cualquier momento, ellos son unos malditos, no te dejan caminar tranquila ni un segundo, lo único que quieren es que desaparezcas y que te mueras. Son esos momentos cuando sientes rabia, ¡mucha rabia! y te jode que te reconozcan en cualquier momento y quieres huir, desaparecer y renacer en otro sitio donde no le debas nada a nadie y que tu nombre sea novedoso para tu entorno, donde el resto
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te conozca de otra manera y nadie sepa de tu pasado asfixiante, ni de tus fortalezas, ni de tus flaquezas; pero a veces no se puede, a veces…. En esos precisos instantes una inmensa sombra cubrió todo a su alrededor, lo cual le produjo un terrible miedo que la dejó inmóvil. El anciano ni bien la reconoció incrustada sobre la pared, con sus ocho patas largas y su infame color negro enrolló un periódico y la aniquiló de un golpe, dejando tan sólo una desagradable mancha rojiza en la pared.
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ORGASMO Cuando ahorraron el dinero suficiente empezaron a comprar los materiales para la construcción, ésta tenía que ser muy seria, de buen gusto. No había una razón específica para que él caminara por los pasillos atravesando los marcos de las puertas, observando el techo, los colores de las habitaciones, los acabados del baño, la pequeña barra para las bebidas de los invitados que tendrían en la sala, la chimenea, el jardín trasero. Los niños, la casa del perro, la piscina, los árboles frutales, la biblioteca cuyas paredes estarían recubiertas de madera, los maceteros ubicados sobre el alfeizar de la sala. El decorado de la cocina y los pasadizos, el horno parrillero engarzado en la pared trasera del patio, la mesa central del comedor, el piso espectacular. Él subió al segundo piso y mientras observaba el interior de las habitaciones aún en construcción pensó que todas las puertas tendrían que tener un acabado perfecto y que las puertas de los cuartos serían un poco más gruesas que la del resto de habitaciones para que cuando hiciera el amor con su esposa, los niños no se despertaran con la algarabía y los matices sonoros que trae el buen coito. Los meses fueron transcurriendo rápidamente, y la casa de sus sueños fue por fin tomando cuerpo, los obreros felices y contentos de su trabajo apreciaban la casa como propia, mientras que él observaba todo como si fuera el que la hubiera construido con sus propias manos. Ella estaba feliz de apreciar uno más de sus logros que había conseguido junto a su esposo. Ahora empezarían con el amoblado. Una noche cuando ambos dormían plácidamente en la cama,
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después de haber hecho el amor por lo menos un par de veces, escucharon un extraño ruido que parecía provenir del ático. Rápidamente él se puso su salto de cama, abrió la compuerta del techo con escaleras desplegables y subió. Ella estaba preocupada, había transcurrido casi veinte minutos y él no retornaba a la cama. Luego de llamarle en voz alta tres veces por su nombre, no obtuvo respuesta alguna. Decidió que era momento de ir a buscarlo. Ella por su parte hizo lo mismo, subió al ático por las escaleras desplegables. Cuando se hallaba dentro de la bóveda pudo observar como una luz brillante iluminaba a su marido lo cual le generó gran desconcierto. Ella se le aproximó sumamente preocupada y tiró delicadamente de su mano, sin embargo el parecía congelado. Al cabo de un par de segundos el cuerpo de ella también empezó a iluminarse, ambos sintieron un paz extenuante que les produjo un enorme sopor que relajó la integridad de sus cuerpos. Ambos ahora se contemplaban desnudos, mirándose fijamente con amor impregnados de aquella luz que parecía llevarlos por diferentes dimensiones. Ambos apretaron fuertemente sus manos y cruzaron sus dedos, e ingresaron a través de aquella luz hacia lo desconocido cerrando sus ojos, mientras unas voces suaves y melodiosas los llamaban de sus nombres. Sintieron que el peso de sus cuerpos había desaparecido al igual que las formas de aquellos. Eran sólo conciencias llevadas por el viento, eran el mar, eran la noche estrellada, eran aquella brisa cálida que susurra a las hojas coloradas del bosque violeta, eran los atardeceres más perfectos que alguna vez un hombre hubiera podido presenciar. Eran cascadas de agua infinita y burbujas saladas de mares transparentes de tintes celestes, eran estrellas fugaces y nevados inmensos, eran arrecifes purpuras y vegetaciones exuberantes. Y subieron cuesta
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arriba hacia lo más alto del cielo y desde allí observaron el planeta Tierra como se ve desde el espacio, como una burbuja azul rodeada de parcelas verdes y marrones decoradas por unas ligeras y espumosas nubes multiformes. De pronto la fuerza de la gravedad se impuso, y empezaron a descender vertiginosamente, a una velocidad muy violenta hasta caer sobre su cama. Cuando él abrió los ojos, ella ya los tenía abiertos y llevaba buen tiempo observándolo dormitar. “¿Mi vida fue el mejor orgasmo que hemos tenido no crees?”, dijo ella mientras le besaba los labios, él apenas lograba contener con las yemas de sus dedos el sudor que iba desbordando de su frente. FIN.
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CIRCUNSTANCIAS Puse la palma de mi mano debajo de mi quijada y apoyé mi codo sobre la parte inferior del marco de la ventana, mi cabeza ahora reposa suavemente y mis cabellos largos zarandean al compás del viento cálido que ingresa suave y refrescantemente. Un suspiro inevitable se extiende y contrae mi pecho. Tan solo recordar todo lo que pasó sería como recordar pasajes de una vieja película de ficción, ¡pero qué película sería aquella!…una que empezó como tal para luego devenir en una de terror. La verdad es que de sólo pensarlo, me da cierto escalofrío en todo el cuerpo, aún hoy tengo ciertos sobresaltos en la cama durante la madrugada, e inevitablemente una sudoración fría termina bañando mi espalda y frente. A veces pienso que si podría regresar en el tiempo, no permitiría que todo aquello sucediera de la forma en que ocurrió. Intentaría correr más deprisa para impedir que hubiese tantas víctimas, mi reacción no sería tan lenta y actuaría con más sentido común. Si pudiera retornar en el tiempo golpearía la cara de aquellos guardias hasta que me dejaran ingresar para desalojar a toda esa gente inocente que dejó de existir,…si pudiera. Si en un primer momento me hubieran hecho caso, si tan sólo hubieran escuchado mis recomendaciones, pero en este mundo tan contradictorio, superficial y loco quién escucharía a un pobre haraposo y mendigo de la calle, quién escucharía a un pobre hombre que portaba una botella de licor entre sus manos, la cual me hacía lucir como si tuviera un letrero pegado en la frente que decía: “soy alcohólico”, o “soy un orate”. Lamentablemente la mayor parte de la gente siempre vive prejuzgando y prejuzgando se muere. Si esos dos hubieran sabido que en esa botella no llevaba ningún
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licor, que sólo había unos mates para la próstata que tan dañada la tengo como mi hígado, mates que me regalaban las materas de la esquina que ya me conocían. Si esos dos guardias de seguridad hubieran sabido que el hecho de andar todo harapiento y sucio, es porque no tenía casa donde bañarme desde que el banco me dejó en la calle y mi mujer me abandonó (felizmente no llegué a tener ningún hijo con esa interesada). Todo sucedió a causa de la maldita hipoteca, los endemoniados préstamos bancarios y como olvidar los infernales intereses moratorios que carcomieron mi vida y me dejaron prácticamente en la ruina. Quién entonces habría escuchado a un pobre hombre como el que aparentaba ser entonces en las calles, creo que nadie, creo que ni yo mismo me hubiera escuchado en aquellas circunstancias si hubiera sido el de antes paseando en mi coche deportivo, pensando en las nuevas estrategias comerciales que ejecutaría en mi empresa, luciendo aquél gabán azul marino, una camisa blanquísima como la nieve de marca internacional, mi corbata rubí, aquel pantalón marrón estilo clásico y mis cómodos zapatos de cuero fino. Aún recuerdo como si fuera ayer aquella mañana cuando vi tanta gente muerta, tanta gente clamando por su vida mientras el fuego consumía sus cuerpos que se retorcían de dolor. Yo sabía lo que ocurriría puesto que no era el único que había quedado desquiciado después de acariciar el estado sombrío de la ruina. Había tantas personas como yo que habían quebrado con tanto cobro ejecutivo moratorio. Recuerdo el caso patético del “loco”, el cual al verse sin un centavo, sin un medio en el bolsillo, perdió la razón y asesinó a toda su familia. Recuerdo que la primera vez que me contó su historia en las calles, no supe si escapar o compadecerme de él y
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acompañarlo en su sufrimiento. Recuerdo que al escuchar su historia sentí que sus palabras traían mucho dolor, como sangre y muerte en cada vocal y consonante; mucho más cuando bebíamos durante las noches de alcohol para sopesar la crudeza del invierno frente al fuego bailarín que brotaba de las latas de la basura. Con el transcurso de los meses llegué a acostumbrarme a escuchar todo tipo de habladurías y delirios frecuentemente producidos por la gran ingesta de alcohol de los muchos que habían caído en desgracia como yo. Siempre hablaban de sueños de venganza y de heroicidad, habían desde los más desenfadados, pero nada elocuentes que amenazaban a voz en cuello que matarían al presidente del país con un plan estratégico absurdamente elaborado al estilo de una película de espionaje cómica, hasta los medianamente frívolos que tenían un moderado razonamiento lógico. Aún recuerdo el proyecto homicida de un sujeto medio ansioso que me contó en medio de una de sus tantas borracheras, el decía que un día se armaría de valor y se infiltraría en las instalaciones de cierto hospital estatal y mataría al director y a cuanto médico hubiese sido culpable de la desgracia que le sucedió a su esposa cuando se encontraba embarazada. Las lágrimas le brotaban de los ojos cuando contaba cargado de impotencia que su esposa pudo ingresara a la sala de operaciones a razón de que no contaba con la firma o aprobación respectiva del superior y murió fatalmente como una perra agonizante en la sala de espera fatalmente entre sus brazos. Sin embargo recuerdo que ninguno tenía tanto convencimiento en sus palabras, tanto razonamiento lógico en sus pensamientos y tanta frialdad en el alma como al que decían “el loco”. Fue durante una madrugada de invierno, cuando para mitigar el
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frio quemábamos algunos periódicos sucios y viejos al interior de los contenedores oxidados de la basura, que me contó uno de sus delirios repentinos, uno malévolo y enfermizo que consistía en un inescrupuloso plan para vengar la situación en la que el cruel destino lo había llevado a él y a su familia. “El loco siempre hablaba de una bomba, la cual, cualquier día de esos se pondría en el pecho y sin pensarlo dos veces ingresaría en el banco y lo volaría en mil pedazos junto con toda la lacra de trabajadores y directivos inhumanos que lo habían obligado a asesinar a su familia. Aquella amenaza la narraba macabramente con lujo de detalles, con la mirada perdida, inmerso en un cúmulo de apasionamientos criminales; en más de una ocasión sentí un estremecedor escalofrío que penetraba mi espalda y se extendía por todo mi cuerpo al vislumbrar la escenas fatales que el mismo contaba, impregnadas de sangre y de un presentimiento infernal que congelaba aún más mi pobre y mísera alma. Conversar durante las noches con asesinos, drogadictos, desquiciados, asaltantes, prostitutas, traficantes de droga, y de vez en cuando hasta con alguno que otro policía corrupto que venía a hacer una que otra batida para llevarse a alguna puta a algún hotelucho de mala muerte, o requisar algún paquete de droga que después terminarían consumiendo o vendiendo en el barrio siguiente, desarrolló en mi una coraza dura e impenetrable cargada de una imperturbable melancolía y una cruda dureza, que con el tiempo llegué a querer y necesitar, al punto que ya no le tenía miedo a nada, reduciendo automáticamente a cero mi capacidad de asombro y grado de identificación para con el resto de personas “normales”, esas que siempre me acostumbré a ver sonreír mientras observaban mi rostro sufrido y preferían ignorarme mientras un
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miedo se apoderaba de ellos en brevísimos instantes al poder descubrir algo de ellos dentro de mi o al no poder identificarse en lo más mínimo con mi condición humana. Aquellas que pasaban por mi lado acompañadas de sus parejas mientras caminaban sujetando a sus hijos de la mano, muy felices, muy contentos, como si la desgracia les fuera ajena, y la tristeza inalcanzable, y yo tan cerca de ellos, como una peste, extendiéndoles mi mano para que me regalasen un par de monedas, sin embargo yo siempre era invisible ante sus ojos, siempre inexistente como un poste de luz. Llegué con el tiempo a detestar la indiferencia de esas personas que ingresaban a uno que otro restaurante para comer, y para quienes mi presencia inmediatamente les incomodaba cuando me observaban al otro lado del vitral mientras ellos comían y sonreían y yo les pedía una que otra limosna o que por caridad me hicieran llegar sus sobras para poder alimentarme enquistado entre la crudeza del invierno y la tiranía de la insaciable hambre. Cómo detestaba también a aquellas personas que cuando sentían que mi mirada penetraba en sus rostros aseados reaccionaban observándome con desprecio y agresividad, algunos desde la acera del frente, otros instalados cómodamente al interior de sus coches estacionados o en movimiento. Cuando aquella coraza cubrió mi alma y su grosor se fue incrementando con el transcurso de los días, mi vida, mis ojos, mi alma fueron mitigando aquellas presencias humanas “normales”, las mismas que estaban acostumbradas a ignorarme o a detestarme. Con el tiempo descubrí que ahora era yo el que empezaba a ignorarlos, el que con toda mi alma empezaba a detestarlos. “El loco” durante las noches, siempre terminaba por contarme “su
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plan”, y cada vez lo hacía con más lujo de detalles. Recuerdo que tenía un alto grado de planificación y fijación mental para con las circunstancias que serían parte de su “plan vengador”, esto sumado al sufrimiento permanente que llevaban sus palabras y mostraba su mirada. “El loco”, me contaba además que soñaba frecuentemente con su familia y que ellos ya lo esperaban “del otro lado”, pero lo esperaban con mucho rencor y sed de venganza, me decía que más de una vez había visto a su familia en uno de sus sueños completamente degollada junto a los ángeles de la muerte y a los demonios de la injusticia, mientras clamaban piedad a la balanza del martirio que llevaba cada uno incrustada en medio de la espalda y las llamas del infierno carcomían sus cuerpos, achicharrándose en un rojo incandescente. Era notorio que “el loco” había quedado completamente desquiciado después del homicidio que había cometido contra su esposa y sus dos hijas. En más de una ocasión sentí ganas de confrontarlo al escuchar aquellas historias y decirle que el único culpable era él, que si realmente quería vengar a su familia lo único que tenía que hacer era optar por el suicidio, pero decirle aquello hubiera sido tal vez propiciar mi propia muerte ya que con “el loco”, no se jugaba. La mañana siguiente fue sumamente fría y neblinosa, recuerdo que temblaba mi cuerpo y el vapor que salía tanto de mi boca como de mis fosas nasales era abundante y comparable sólo con el que emana de un tren carbonero. La noche anterior había sido crudamente fría y larga, la sufrimos entre tragos y cigarros en compañía de “el loco”, acurrucados con el calor del fuego que las llantas viejas y los cartones reciclados nos proporcionaban. Cuando de pronto entre un sutil pestañeo y otro, él había
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desaparecido furtivamente de mi lado. Yo por mi parte continué aquella mañana con mi rutina de cartonero harapiento y limosnero servil de las calles, cuando después de una hora pasé junto a la puerta del banco, justo la del mismo banco que años atrás me había dejado en la miseria, portando un par de botellas viejas dentro de una sucia talega que cargaba sobre mi espalda, las cuales llevaba al depósito reciclador para ganarme unas cuantas monedas. Al pasar por la puerta observé un par de guardias de seguridad, los mismos que años atrás me saludaban señorialmente al verme ingresar, pero estos ahora ya no me reconocían, sus miradas sólo mostraban la indiferencia inclemente y el asco aparente que puede causar un nauseabundo indigente. Recuerdo yo los miré con impotencia y odio, como si ellos, por el sólo hecho de custodiar aquella “cueva de ladrones”, fueran también los culpables de mi desgracia y escupí al piso frente a ellos maldiciendo el nombre del banco en voz alta, inmediatamente la mirada de los guardias, al observar mi accionar, mostraba un alto grado de desaprobación llena de repugnancia y furia; por observarlos fijamente choqué fuertemente con un hombre muy elegante que venía en sentido contrario al mío y desestabilizó mis pasos llevándome casi al piso, así que lo maldije a él también, cuando me hallaba presto a escupirle en el rostro, de pronto pronunció cálidamente mi nombre, lo cual mitigó inmediatamente mis intenciones, entonces procedí a observar con más detalle su rostro intentando reconocerlo, sin embargo no pude, él por su parte me hizo velozmente un guiñó con el ojo derecho acompañada de una enorme y cómplice sonrisa, acto seguido se marchó ingresando rápidamente por la puerta principal del banco, dejándome boquiabierto, estupefacto sin la más mínima
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reacción. Ante tan desconcertante encuentro proseguí mí camino un poco confundido, tratando de asociar el rostro de aquél personaje del fortuito encuentro con el de algún empleado del banco que aún pudiera reconocerme, pero todo fue inútil. No había modo posible. Por mi parte proseguí mi camino lentamente esta vez intentando asociar el rostro de aquel extraño con alguno de mis anteriores socios o empleados, pero obtuve el mismo resultado, cuando de pronto una extraña desazón invadió mi alma, cuando el recuerdo de aquél hombre de voz cálida y familiar pronunciando mi nombre frente a la puerta de ingreso del banco, aquél guiño cómplice y desconcertante ya no caló en mi memoria, sino en mi presente. Unas gotas de sudor se deslizaron suavemente por mi frente y fue en ese instante que cuando al contrastar aquella mirada furibunda escondida tras esas gafas doradas y elegantes, y aquella sonrisa desquiciada tras ese mostacho plomizo, inevitablemente evocaron en lo más profundo de mi subconsciente el rostro de “El loco”. Quedarme tranquilo, seguir mi camino rumbo a la recicladora sabiendo que su malévolo plan vengativo por fin se concretaría reflejaron en mi serias contradicciones. No sabía qué hacer, primero vino a mi mente ir hacia el banco para prevenir a toda la gente y proteger todo aquello en lo que alguna vez creí o proteger todo aquello que ahora me miraba con asco y repugnancia, pero cuando recordé que en aquel banco no sólo habían ejecutivos y directivos, sino que en su interior habían también niños, madres, ancianos, jóvenes, empleados explotados, agentes de seguridad mal pagados, fue que descubrí cuanto de humano aún quedaba en mi. Sin pensarlo dos veces arremetí contra la puerta de ingreso del banco, pero los guardias de seguridad al percatarse de mis
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intenciones inmediatamente despotricaron sobre mi y precedieron a inmovilizarme con sus macanas y llaves de lucha libre. Grité a los cuatro vientos las enfermas intenciones de “El loco”, sobre la bomba que llevaba en el pecho, sobre su disfraz de ejecutivo serio y bien vestido, sobre sus lentes dorados y sus bigotes cenizos puestos con pegamento, pero ninguno de los guardianes de seguridad mostraba intenciones de tomarme en serio; la gota que finalmente derramó el vaso, fue cuando les conté, ya sobre el piso terriblemente golpeado, que el tipo al cual me refería era el mismo tipo con el cual, minutos antes había chocado a vista y paciencia de ellos, el mismo que me había guiñado el ojo mientras había pronunciado mi nombre, el mismo que acabaría con todos haciendo explosionar el edificio completo. Entonces fue en aquellos instantes que perdieron la paciencia conmigo y me echaron de la puerta a patadas, lanzándome cual saco de basura sobre la acera del frente, golpeándose inevitablemente mi frente contra el pavimento. Ellos nunca entendieron nada, más pudo las apariencias que las intenciones que llevaba por dentro, ellos no tenían ni la menor idea de quién era “El loco”. Aquella mañana todo hubiera sido diferente si me hubiesen escuchado, aún recordaba sus caras burlescas en medio del sueño forzoso que había tenido producto del golpe, cuando una explosión retumboda la cuadra e inmediatamente abrí los ojos, todo ardía en llamas, yo yacía echado sobre la acera del frente, cuando me reincorporé vi el cuerpo de los dos policías castigados por la explosión, uno permanecía inconsciente, el otro había fallecido, los gritos de las personas que aún permanecían con vida al interior del edificio eran agobiantes, las sirenas de los bomberos se hicieron presentes, al igual que de una patrulla de la policía. Algunas de las víctimas salían terriblemente compungidas
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tosiendo del interior del edificio que ardía en llamas, cuando intenté socorrer a algún herido, uno de los policías me detuvo con mucho respeto y me ordenó que no entrará, cuando la primera ambulancia llegó procedieron a examinarme y me vendaron la frente, cuando me percaté que iba vestido con terno, busqué inmediatamente el reflejo de mi rostro en uno de los espejos laterales del patrullero, observé con sorpresa que llevaba unos bigotes cenizos y unos lentes dorados. Desde aquella vez me internaron en este psiquiátrico y logré descubrí que yo siempre había sido “El loco”, ¡ja!, ¡ja!, ¡ja!... FIN.
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HONORABLE MUNICIPALIDAD Hoy me encuentro, cansado de este trabajo. No tengo ningún incentivo para seguir trabajando en esta institución más que el económico. El dinero tan frívolo y tan volátil, al parecer me ha esclavizado en esta oficina, en este trabajo. Yo por mi parte, he optado ser indiferente a esta sensación de hastío y cansancio, propio de la rutina y la relación mediocre que guardo con el público que viene a mi dependencia y mis supuestos jefes. Estoy cansado de escuchar la música estúpida de mi asistente, que de asistente no tiene nada. Ella es una joven casi anoréxica, con voz desagradable y chillona, la cual cada quince minutos sustrae un espejo de su bolso y procede a maquillarse o a polvearse el rostro. También tiene la bendita manía de sujetar sus cabellos y deslizar sus dedos a través de ellos, como un tic nervioso. Por otro lado está la secretaria, de mediana edad, la cual todo el tiempo conversa, e invita cafés, mates, mana, pan con mantequilla, chicles para el mal aliento. Creo que ese “conversa”, no debe ser tal, ya que ella lo que realmente hace, es chismear y rajar. Ella despotrica contra todo aquel que no le cae, o que no le sonríe, así como el “gorgojo”, pero de él hablaremos más adelante. Finalmente está el chiquillo, estudiante universitario, el cual apoya en las labores de informática, y en el surtido de datos en el sistema. Muchas veces dice que es mi amigo, y como la señora anterior y yo, también detesta a mi joven asistente, a quien ha puesto el sobrenombre de “la termita”. La oficina, es sumamente pequeña, a veces no entiendo cómo pueden entrar cuatro escritorios en un ambiente tan reducido, pero en fin. A veces al chiquillo, le da la gana de escuchar su música
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moderna, y me dan ganas de decirle que lo apague, pero entonces recuerdo que siempre me dice que “es mi amigo”, y recuerdo las veces en que me sacado de más de un apuro, y contado algunas malas habladurías contra mi persona enseñándome de quien debo cuidarme, entonces sopeso en que de alguna manera tiene razón y no le digo nada, mientras él sigue contento con su música. Pero “la termita”, como él la llama, si se incomoda y por su parte aumenta el volumen que sale de los parlantes de su computadora, entonces comienza la guerra acústica, hasta que tengo que poner los puntos sobre las íes y todos se quedan en silencio. Siempre viene a partir de las nueve de la mañana un señor, enano, pelado y lampiño, a quien hace un par de semanas me lo presentaron como el sub gerente de comercio, parece un hombre responsable, pero tiene la voz obtusa, la cual muchas veces me hace pensar lo contrario de su persona. Lo curioso es que cada vez que este señor ingresa a “la termita” se le forma una sonrisa angelical, la cual para nosotros, no dista mucho de la sonrisa de la “chilindrina”, del Chavo del Ocho del genial Chespirito, pero en fin, al parecer al “gorgojo” no le desagrada ver esos dientes puntiagudos y esos ojos viborezcos, al contrario le gusta. La “termita” y el “gorgojo”, se van muchas veces juntos de mi oficina, la secretaria de mediana edad dice que desde hace mucho tiempo deben ser amantes, yo no le creo, pero la frecuencia de sus visitas y el tono suave en su hablar que tiñe sus conversaciones, me hace dudar. A veces suena el teléfono celular de la “termita”, y cuando habla parece una carnicera del mercado, contándolo todo en voz alta y riendo grotescamente, mientras que el chiquillo que dice ser mi amigo la mira con ojos de enojo mientras atiende a un par de personas. La secretaria de mediana edad, en cambio, tiene la mala
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costumbre de citar a sus compañeros de trabajo o clientes en la oficina, quienes entran y salen de la oficina como si fuera la sala de su departamento. Lo peor es que ni me saludan, entran, se sientan a su lado, mientras conversan a cerca de la concreción de un nuevo negocio, de bienes inmuebles, de la compra de no sé qué condominio. Mi jefe, suele llamarme a su oficina cuando tiene alguna duda, o cuando los usuarios toman su oficina, ocupándolo en la solución de un nuevo problema, o en la toma de alguna decisión, entonces grita mi nombre y no tengo otra opción que dejar de hacer lo que estaba haciendo, y bajar las escaleras hacia su oficina del primer piso. Mi Jefe tiene una secretaria, la cual he apodado “la urraca”, la cual es todavía más aún mala gracia que la “termita”, si hablaríamos de rangos diríamos que es superior en maña a la termita, pero no a mi secretaria. Con el tiempo me he acostumbrado a almorzar en mi escritorio, mirando la computadora en medio de documentos de gente que no conozco, pero que no tardan en venir y llenarme la oficina de sus olores, a mercado de San Pedro, a carnes de Rosaspata; o extranjeros desconsolados y hartos de que sus hoteles fracasen por culpa de la apertura clandestina de una nueva discoteca o taberna sin licencia al costado de sus respectivos negocios, desde luego aperturados por un seudoganster que se cree mafioso o traficante en medio del reducido pero céntrico barrio de San Blas, montado en su llama, tomando su chicha y comiendo su mote, con lentes negros y pelo negro largo. A veces, me falta paciencia, pero como envidio a mi secretaria de mediana edad, ella si sabe tratar a los administrados. Cuando viene una frutera del mercado toda apestosa, de mirada agresiva y voz
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chillosa, inmediatamente se escuchan los adjetivos que vienen en serie como un collar de perlas, pero con un silencio que se asemeja más a un rosario, ella de entrada les dice: “preciosita”, “reynecita”, princesa, mami, jefa, pero la última vez creo que se excedió, porque vino una mujer completamente fea, más fea que un dolor de muelas, o que un cólico, entonces se escuchó en la oficina, un tímido buenos días, de inmediato la secretaria de mediana edad, ni bien la vio le dijo: “reyna, bella” en que te puedo ayudar. Un silencio invadió la oficina, la señora lejos de mostrarle una sonrisa como la papera, la frutera, la carnicera, etc, quienes se alegran como unas chiquillas mostrando sus dientes metálicos, y sus apestosos olores, ésta por su parte se quedó seria y la silenció con la mirada oscura. En una oportunidad cuando me dispuse a mixionar en el baño, llegaron a mis oídos traídos por el viento y filtrado por la ventana que divide la especie de comedor del baño, la conversación venenosa entre “la termita” y “la urraca”. Escuché tantas cosas que mis oídos perdieron su virginidad, éstos me ardían. Nunca escuché hablar tan salvajemente, a dos féminas que aparentaban seriedad y antipatía. “El huevon del gerente, ese si es un huevon como…”, ese maricón del Pichulini (otro subgerente) se está comiendo a las dos veterinarias, no quisiera ser su mujer”, “¡ese si es un basura!”, “te cuento la secretaria del sonso del doctor (o sea yo), hace y deshace en la oficina, te cuento que hoy me encaró delante del doctor, diciendo que debo tratarle con más respeto y cariño, decirle por favor, gracias, reinita bella, así como trata esa cojuda a las cholas del mercado”, “¡Así te dijo!”…¿y el doctor que dijo?”, “ese baboso que va a decir, si es un cojudo, sabes que hizo se fue y nos dejó solas diciendo que es conversación entre mujeres, como si yo tuviera algo que conversar con esa señora”; “Seguramente esta con su regla la tía
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déjala, pero yo la hubiera cuadrado en una ¡ah!”, “sabes que me dijo la cojuda delante del doctor, me dijo que el doc era nuestro jefe y ella sólo debía obedecer las órdenes de él y no las mías, además tú eres jovencita para estar ordenándome que te guarde o busque los papeles, si tú puedes hacerlo, la juventud te sobra; eso me dijo esta vieja potrosa” , “¿y qué hiciste?”, “qué más podía hacer, me puse a llorar carajo, fue justo cuando el baboso del doctor (o sea yo) se fue y nos dejó. Entonces le jugué al sentimiento a la vieja le dije que estaba con problemas en casa, que estaba con dolor de cabeza y se lo creyó. Le prometí que ahora la trataría mejor”. (Las dos rieron) Cuando escuché todo, no pude aguantarme el chisme y corrí al segundo piso antes de que terminaran de almorzar “la termita” y “la urraca” y se lo conté todo a mi secretaria, la cual me dijo que ella le diría que ella estuvo en el baño en lugar mío y lo había escuchado todo. Así pasó, nunca olvidaré la cara de “la termita” cuando mi secretaria le dijo: hipócrita, lágrimas de cocodrilo, he escuchado todo en el baño, “la termita” se puso de mil colores y esta vez si quería llorar pero de verdad, yo felizmente estaba detrás de la puerta y sentí una felicidad tan satisfactoria. Por su parte “la termita” le rogó e imploró pidiéndole disculpas, y lo más importante que no me contará a mi nada de lo ocurrido. Lo que no sabe es que yo lo sé todo. Pero en fin ahora entiendo que esta experiencia en la administración de la Municipalidad, me hacía falta, para conocer otro aspecto de la naturaleza del hombre. Aún recuerdo en julio cuando una de las doctoras de la entrevista personal, me recriminaba por haber presentado un folder delgado con diez hojas como mi currículo vitae, y me dijo: “mayor seriedad doctor, como puede presentar ese adefesio, ¿dónde cree usted que está entrando a trabajar?, ¿a la sección de venta de asnapas o yerbas
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del mercado de San Pedro?”. Como me dan ganas de poder regresar en el tiempo y decirle: “¡Sí!, ¡si doctora!, estoy entrando al mismísimo mercado de san Pedro y no precisamente a la sección de venta de asnapas o yerbas, sino al de carniceras.
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TIEMPO Y ENFERMEDAD Al contemplarse frente al espejo, quedó completamente pasmada. Comprobó que los años se le habían venido encima de golpe. Cuánto tiempo que no se veía frente a un espejo de manera consciente, cuánto tiempo que no permanecía despierta sin pensarlo tanto. Descubrió que sus padres habían muerto hace mucho tiempo, y que sus hijos prácticamente la habían abandonado después de internarla en el hospital, quienes ahora ya eran padres de familia y residían en el extranjero. Cuánto tiempo había permanecido forzosamente indiferente a toda esta realidad. Ella por fin había despertado y se reencontraba consigo misma de la forma más cruda, llena de canas blancas y de arrugas que poblaban la mayor parte de su rostro. Su esposo había fallecido hace muchos años y lo había hecho, según le contaron las enfermeras, cerca de su cama sujetando fuertemente sus manos sin que ella se percatara. Cuántas personas habían llorado su existencia y ahora ella lloraba la inexistencia de aquellos. Retiró el espejo que sostenía entre las manos, lo colocó encima de su mesa de noche, se desnudo e ingreso al baño para tomar una ducha. -Doctor, ¿usted cree que esta sea la manera de dar de alta a las personas que han superado la enfermedad del Alzheimer? -Si enfermera, años atrás nadie contaba con que esta enfermedad pudiese ser curada, ahora como ve, con la ingesta de una pastilla todo vuelve a la normalidad…al menos eso espero. Además usted sabe que cuando un paciente está curado ya no puede permanecer dentro del hospital. Usted sabe que así funcionan las cosas aquí. -Si Doctor. Respondió timoratamente la enfermera. La anciana se dirigió lentamente hacia ellos a través del pasillo,
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luego de que abandonar su habitación. Primero se aproximó hacia la enfermera agradeciéndole por haberla cuidado durante los últimos veinte años, la besó cariñosamente en la frente, posteriormente procedió a despedirse del médico ceremoniosamente, luego prosiguió su camino con dirección a la puerta de salida sujetando un bolso marrón. - Mire enfermera, allí va aquella mujer que un día ingresó al hospital, joven, acompañada de su familia y ahora esa misma mujer sale en el cuerpo de una anciana completamente sola. -Si doctor, tiene usted razón. -Pero hay una cosa más enfermera. -¿Qué cosa Doctor? -Al igual que ella,…nosotros también envejecimos en este hospital. Un silencio pobló aquél pasillo, el mismo silenció implacable que embargó súbitamente horas después la habitación de un cuarto de hotel en el que la anciana se voló de un balazo los sesos.
FIN
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EXTRAÑOS Comenzamos a caminar por la larga avenida, estábamos cansados y un poco extraviados. Las amplias arterias y la gente mucho más indiferente de lo habitual generaron desconfianza en nosotros. En esa extraña ciudad no había perros en las calles, ni niños, fue lo primero en que reparé, mientras mi acompañante de gorra granate hizo notorio su asombro al poner bajo mi conocimiento de que las mujeres iban con camisas varoniles y pantalones ceñidos al cuerpo, mientras que los hombres por su parte lucían extrañas faldas multicolores y blusas de seda. Nadie hablaba sólo caminaban mostrando una ancha sonrisa dibujada en los labios, al parecer impostada. Mientras avanzábamos en nuestro trayecto nos topamos con una señora de avanzada edad que lloraba, agachada, arrodillada en el atrio de la iglesia. Rápidamente mi acompañante y yo fuimos donde ella y nos aproximamos para preguntarle sobre su tristeza. Ella nos contó que hace años había llegado a aquél poblado acompañado de su joven amante, pero que jamás pudieron escapar… “al principio no sabíamos cómo habíamos llegado, después de unos instantes, empezamos a observarlo todo con asombro y curiosidad, pero los días fueron transcurriendo, y fuimos envejeciendo sin darnos cuenta, hasta que el falleció y me dejo en la más completa soledad”. En un inicio la creímos loca, todo lo que nos decía no tenía ninguna lógica, cómo era posible quedarse en un lugar sin saber si quiera cómo se había llegado a él, y mucho menos extraviarse y perderse entre sus calles hasta envejecer para finalmente morir, teniendo que contemplar todo tipo de costumbres que jamás se pensó
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observar y de la que no se tiene la más mínima idea cuál es su razón de ser. Luego mi acompañante me dio un apasionado beso,… “¿no te parece romántico lo que dijo la anciana?”, me dijo, mientras suspiraba. Sí, lo creí. Cuando llegamos al hotel donde estábamos hospedados, el recepcionista nos explicó el motivo por el cual las mujeres y los varones vestían así. Una vez al año, los hombres y las mujeres intercambiaban roles y vestimentas, en la fiesta de “Confundin” y todos mostraban sus sonrisas porque estaban felices, los niños estaban en clases o en las guarderías estatales y particulares; los canes eran cuidados por las veterinarias y “el hogar de la mascota”, que no permitía que existieran perros callejeros. Ambos velaban seriamente por ellos, no como en nuestra ciudad que teníamos a perros y a niños abandonados a su suerte. Pasado un tiempo, regresamos a aquél pueblito, donde quedamos fascinados por la hospitalidad de su gente, así como por la algarabía de sus costumbres, y la exquisitez de sus platos típicos. Hace muchos años vivo en esta ciudad, y cuando pienso en lo dicho por aquella anciana hace ya casi diez años, creo que en su locura tenía razón: “al principio no sabíamos cómo habíamos llegado”, era verdad nadie sabe cómo llega a estar vivo solo llega un día en que empezamos a tomar conciencia de las cosas, después de unos instantes, “empezamos a observarlo todo con asombro y curiosidad”, es verdad al principio todo es novedoso, el primer cumpleaños, la primera navidad, los primeros amigos, los primeros viajes y veranos, “pero los días fueron transcurriendo, y fuimos envejeciendo sin darnos cuenta”, es verdad los días transcurren y
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envejecemos sin darnos cuenta, hasta que llega un día que tenemos ochenta años y seguimos considerándonos unos chiquillos. La vida es eso venir sin darnos cuenta, aprender costumbres que jamás imaginamos que existirían, descubriéndolo todo, y vamos quedándonos sin darnos cuenta, hasta que llega un día en el que también tendremos que partir. Hoy voy al funeral de mi esposa, y recuerdo el día en que arribamos la primera vez a este pueblo, por un segundo, recuerdo a la anciana que vimos llorando en la puerta de la catedral. Ahora soy yo el que lloro sentado en el atrio de esta iglesia tan hermosa como lo era mi esposa. Contemplo a los chicos y señores caminar con falda, y las señoras con camisa y pantalones, y por un segundo me entra una extraña nostalgia al recordar la fiesta de “Confundin” “Señor, disculpe, todos están tan felices y usted llorando”, me preguntaron un par de jóvenes quienes observaban todo con extrañeza. “¿Ustedes no son de aquí?”, inmediatamente les pregunté. “No señor, al parecer nos extraviamos”, dijo el joven, “¿siempre visten así las personas aquí y son siempre tan alegres?”, dijo su compañera, una chica de cabellos castaños y ensortijados. Entonces empecé a reír, a reír como loco, hasta que se alejaron de mí observándome como se observa a un orate. FIN.
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RESISTENCIA Y abrió la última página de un libro que comenzó leyendo por la mitad, entre dos personajes que dialogaban sobre la existencia efímera que tendrían cuando el lector llegara al final del libro. Este dialogo entre aquellos dos personajes hizo que el lector una vez cerrado el libro de tapa dura color negro, y luego de que lo guardara dentro de un cajón debajo de su cama, pensara por breves instantes que él al igual que los personajes de su libro existía también gracias a la lectura diaria que realizaba un lector supremo de una obra escrita y la cual continuaba siendo escrita por un demiurgo con mucha inspiración. Un libro secreto, el cual titulaba: “El origen de los destinos”, el cual revelaba la creación del universo, la relación directa con la variación de los sucesos como un dominó perpetuo, regulado por la ley generadora del cambio, la ley de causa y efecto. Cerró los ojos y aquél libro finalmente se abrió, desplegando sus hojas como si fueran agitadas por un potente viento, entonces comprendió que pretender variar el destino de un hombre era ingenuo pero sucumbir sin hacer nada ante el enorme ojo del gran lector era cobarde, así que al descubrir que el último capítulo del libro, en el cual era él el personaje principal, tenía los párrafos contados, se armó de infinito valor y sujetó entre sus vigorosos dedos una lanza dorada deslumbrante que palpitaba junto a su corazón mientras las venas de su brazo iban engrosando y delineando la contextura de su piel haciendo traslucir una musculatura perfecta. Empezó a correr sujetando la extensa asta con la mano derecha, cual si fuera un lanzador olímpico de jabalina. Corrió con tanta velocidad que en breves segundos se distanció de su primaria forma humana, y tomó la apariencia de
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una estrella fugaz. Fueron tan potentes las energías que desplegaban sus piernas que de estas brotaban candela viva, aquella colina era enorme, era gigantesca, era tan elevada que de pocos se tornó en un majestuoso nevado andino cuya cúspide traspasaba las nubes de manera infinita. Él por su parte continuaba desplegando con tantísima energía sus vigorosos muslos en movimientos chispeantes de manera violenta cual si fuera una maquina imparable. Cuando llegó a la cúspide se lanzó al vacío y arrojó la jabalina al cielo pregonando un grito ensordecedor “no me matarás”, aquella subió alto, muy alto con dirección al infinito impulsada de una potencia jamás imaginada. Por su parte el cuerpo de él fue cayendo y cayendo en las profundidades del abismo sumergiéndose en la extensidad de una gran nube blancuzca. La gran alabarda extrañamente fue ascendiendo más y más, surcando los cielos cual si fuese un meteorito endiablado llegando a los confines del universo formando un punto microscópico en el firmamento para luego desaparecer. En ese preciso instante de la página de libro emergió una diminuta astilla y se incrustó en el ojo derecho del lector, éste inmediatamente soltó el libro cayendo sobre su cama. Llevó las yemas de sus dedos hacía el ojo irritado y empezó a frotárselo descomunalmente. “¡Ay! como me arden los ojos”, dijo en voz alta, luego pensó en silencio: “eso me pasa por leer sin usar lentes y con esta pobre iluminación”. Apartó la última página del libro con su separador de cartón y puso el libro sobre su mesa de noche. “Estoy cansado, mañana terminaré de leerlo”, concluyó segundos después de apagar la luz. FIN.
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HOLOMETÁBOLA No era fácil permanecer con los pies firmes sobre la tierra, al filo del abismo pensando en su vida en retrospectiva. No era fácil pensar en todo lo que había atravesado, había estado encerrada en esa especie de mazmorra, arrastrándose como un gusano, mirando a los demás siempre de abajo hacia arriba, queriendo morir más de una vez aplastada, asfixiada, ya sin una oportunidad. Cada día que transcurría una enfermiza envidia se fue apoderando de ella e iba en aumento contra todas las que eran felices y llegaban muy alto, contra todas aquellas que mostraban su hermosa belleza y lucían tan libres, sin preocupaciones, sin responsabilidades. Por su parte ella continuó sufriendo, viviendo su asquerosa existencia, en medio de aquella oscuridad que pensó que sería eterna, encerrada, limitada, sin sueños, sin conocimiento del mundo. Finalmente la soledad había terminado por hacerle padecer una especie de autismo desencadenando una implacable incapacidad para comunicarse lo cual fue un gran obstáculo para que pudiera siquiera dejar traslucir su tristeza y frustraciones en una especie catarsis con los demás. Ahora se encontraba al borde del abismo y con un gran peso sobre su espalda, después de varios segundos de infinita duda sobre lo que estaba a punto de hacer tomo valor y se lanzó al vacío, mientras iba cayendo sentía que llegaba el final de sus agobiantes días y de su terrible existencia, entonces de un momento a otro cuando sentía que iba por fin a morir y que fatalmente impactaría su cuerpo contra la superficie del piso, sus extensas alas se desplegaron en toda su inmensidad, la belleza de aquellas era suprema. Sus formas y colores resplandecían con la luminosidad de los rayos solares, sintió que era llevada por el
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viento, mientras las agitaba sintió una libertad sin precedentes. Una paz y un delirio delicioso la embargaron súbitamente, un par de lágrimas brotaron de sus diminutos ojos negros y sus antenas zarandearon con el viento al contemplar desde lo alto a otras orugas arrastrase por la tierra mientras ahora ella era feliz. Sintió vergüenza por haber sentido envidia alguna vez de aquellas fastuosas mariposas que alguna vez la observaron desde los cielos, entonces comprendió que aquellas no se mofaban de ella, sino que aquellas la miraban con amor porque al mirarla recordaban sus orígenes, así como ahora ella al contemplar otras orugas arrastrarse sobre la tierra recordaba el suyo. Aunque esta belleza no fue eterna, sabía que lo efímero de su felicidad la hacía más intensa y lo supo varias horas después antes de ser engullida por gigantesco anfibio. Ella a pesar de todo murió presa de una felicidad inmensa. FIN.
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LARGA DISTANCIA Sonó el teléfono, era él. -¿Quiero comunicarme con el autor y compositor Javier Benavente? -Con él habla. -Que gusto maestro el poder saludarlo, quiero estrecharle un fuerte abrazo quería proponerle un negocio que nos hará ricos. -Bueno, y usted cómo sabe busco aquello que todo el mundo busca. -No maestro, no quise decir que tiene aspiraciones ordinarias. - Bueno, eso al menos me pareció escuchar. Me pareció que confundía sus intenciones ordinarias de hacerse rico, con mis ambiciones no tan ordinarias. -No maestro, se que usted no busca fines tan sórdidos como la del dinero, pero el dinero le permitiría vivir más holgadamente y podría viajar a los lugares de su antojo, comprar libros mucho más caros y de distintos lugares, así como podría viabilizar su arte en diferentes aspectos, como la puesta teatral, y hasta quien sabe la pantalla grande. -¡No siga!, ¡no siga!, usted gana, dígame ¿qué desea?. -Mire por teléfono no se hablan estas cosas tan delicadas, primero maestro deseo entrevistarme con usted, sí, eso es lo que realmente quiero. -Bien entonces coordine con mi agente, por mi parte es todo lo que puedo decirle, si tuvo la oportunidad de hablar con mi persona y no lo supo aprovechar, no es mi problema, hay mucha gente que tiene una cita conmigo, espere su turno y ya veremos, además le aviso que tengo un par de encuentros en el extranjero y diferentes charlas así que estaré retornando quien sabe de aquí seis meses.
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-Maestro, no quise ofenderlo. -De ninguna manera me ofende, pero tengo que confesarle que cuando una persona lanza la piedra debe quebrar el vidrio, y no quedársela dentro de la mano, dentro de un puño cobarde y sudoroso. -Maestro, la impaciencia no es un signo de grandes pensadores,… -¿Cómo dice? - …Pero si de grandes emprendedores. -Debo tomar eso como un halago o como… -Como un halago maestro, como un halago y disculpe mi torpeza no quise ofenderlo de esta forma, ni hacerle perder el tiempo de esta manera, entonces me puede dar el número telefónico de su agente. -¡Oiga desdichado!,…hable de una vez, diga lo que tenga que decir, de una vez se lo ruego. -Maestro, usted rogando, ¡qué vergüenza! -¿Vergüenza?, vergüenza debería sentir usted de esta broma. -No maestro, digo que en realidad a mi me da vergüenza, que mi llamada haya desencadenado vuestra súplica de querer oír mi propuesta, lo cual de ninguna manera era mi intención. -Señor, continuará dándole más vueltas a la piedra, o la lanzará de una vez por todas, detesto las manos sudorosas y temblorosas. -Bueno maestro, allí va, directa al vitral de su sala, derechita a romper en mil pedazos que digo en mil, en cientos de miles los…. -¡Hable carajo! (Silencio) -Maestro, yo soy el cantante José Estriba -¿José Estriba?…nunca oí hablar de usted. -Mire, la verdad es que aún no soy conocido, pero pronto lo seré. -Que bueno, lo felicito y le deseo la mejor de la suerte, bueno tengo
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que colgar. -Maestro no, espere que ya lancé la piedra y está a punto de romper el vidrio, la piedra ya no está en mi mano. -Así… ¿entonces se puede saber dónde está? -En su cabeza. -¿Cómo dice? -En su cabeza, la misma que alberga su encomiable inspiración de su creación artística, que le permitirá componer hermosas canciones para que yo las interprete con mi hermoso canto. -¿Pero que gran negocio es ese?, ese es el negocio que me quería proponer, ese negocio extraordinario que nos hará ricos, vaya que su piedra es un granito diminuto de arena que apenas chocó el vitral sin romperlo, y fue lanzada con la fuerza de un senil enclenque. -Maestro estoy dispuesto a pagarle lo que nadie le ha pagado en toda su carrera. -Y usted como sabe que lo que me ofrecerá es una suma tan exorbitante que jamás me la han propuesto. -Bueno eso no importan, intentaré adivinar entonces y usted me dará la razón, le parece bien un millón de dólares por canción. -¡Está bromeando!, mire jovencito, esta conversación se hizo larga y ya estuvo buena la joda, tengo que colgar. -¡Maestro!, no por favor no lo haga, no es ninguna broma, es en serio. Usted tal vez nunca me ha escuchado cantar, pero yo si he escuchado sus letras cantadas por otros y la verdad son todos un fiasco, porque sus letras son hermosas e incomparables y con mi voz estas serían encantadoras, irresistibles y avasalladoras. -Mira muchacho, ya te dije que no es mi intención la de hacerme rico, tengo sentimientos más elevados que el amor por el dinero. -Maestro, pero ya le explique que si bien el dinero es ordinario, esta
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característica depende del uso que de él se disponga, una persona ordinaria seguramente le dará el uso más frívolo y banal que de él pueda engendrar, pero una persona como usted, podrá expandir su arte, fundar escuelas, asociaciones, instalaciones teatrales, fundaciones para apoyar a jóvenes talentosos, podrá publicar a jóvenes promesas, instaurar bibliotecas… -¡No siga!, no siga, pero no le parece que este tema, no se debe hablar por teléfono,…porque no nos entrevistamos. -Pero maestro si eso es lo que le dije desde un principio, y usted me dijo que la piedra, y la mano sudorosa y el vidrio. -Bueno, bueno, tengo una curiosidad que debe ser satisfecha antes de pactarse el encuentro, dígame ¿por qué se atreve a ofrecerme tanto dinero? -Me parece que ahora los vidrios se esparcen por todas partes, espero que no le produzcan ningún daño físico maestro. -Otra vez con esas ridículas metáforas, sea práctico por favor y diga lo que tenga que decir. (Silencio) -Es que la condición suprema es que nadie debe saber de su existencia maestro. Mi equipo de producción desea que usted componga las canciones de manera coordinada con el grupo musical, pero nadie debe saber que usted es el compositor de las mismas, sino que deben pensar que soy yo. -¿Cómo dice, que dijo? -Que nadie sabrá de su existencia, su nombre jamás aparecerá en los créditos de las producciones, ni mucho menos en la prensa discográfica, nadie debe saber que usted es el compositor de los temas musicales, sino mi persona, yo seré un producto completo cantante y compositor.
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-Prácticamente eso sería como vender mi alma al diablo. -Pero maestro usted sentiría la satisfacción de escuchar sus canciones en todo el mundo, cantada por multitudes enteras de diferentes naciones, sus canciones en mi garganta serán éxitos mundiales yo las interpretaré de manera magnifica, y usted se regocijaría de manera silenciosa con muchos millones dentro de su cuenta. -¿Nadie sabría que fui yo el que las compuse? -No maestro. -Y si se me ocurre divulgar a medio mundo que los temas musicales son de mi autoría después. -Simplemente tendríamos que demandarlo por daños y perjuicios, tanto así que quedaría en la quiebra, usted y las tres generaciones de su descendencia futura. -¿Quiere saber que pienso? -Si maestro. -¿Pienso que usted es el mismísimo diablo en persona? -¿Y porque piensa eso maestro? -Porque sólo un ser con los escrúpulos de ese talante propondría aquello a un artista. -¿No le parece maestro que está lo suficientemente mayorcito como para creer en demonios? -No la verdad, no creo que sea un tema de edad, sino de la más purísima realidad. -Maestro, no será que un artista como usted no soportaría que otra persona se lleve los créditos de su creación intelectual mientras usted mantendría silencio. ¿Acaso la satisfacción personal que usted sentiría no sería la misma al no ser vuestra persona reconocida socialmente, pero si su creación artística?, ¿No sentiría
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satisfacción de ver como sus creaciones inundan el mundo entero cantadas por mi persona?. ¿Acaso no sería feliz con todos los proyectos que podría poner en práctica con el dinero que le ofrezco por su silencio? -¡De ninguna manera señor!, no se trata de ego, como usted quiere llamarlo, la verdad un artista no puede ser apegado a las cosas materiales, mucho menos al ego o al encandilamiento personal que trae la fama y el reconocimiento personal. -¡Entonces acepte!, ¡acepte mi propuesta!, véndanos su arte y cerraremos el trato esta misma tarde maestro. -¡No señor!...de ninguna manera. -¡Maestro!, ¡piénselo!, le pagaría dos millones al siguiente año y así constantemente subiría su sueldo, conforme suban las ganancias. -¡No! -Por lo visto maestro el ego pesa más en usted, que la satisfacción incondicional. -No tengo la menor duda de que usted es el diablo, y se lo vuelvo a repetir. (Silencio) -¡Acepte!...maestro, se lo suplico. -No, Satán, jamás aceptaré. -¿Cómo puede usted estar seguro que habla conmigo, que diga con él? -Porque solo él es capaz de confundir a las personas, hacer pasar lo bueno por lo malo, y hacer creer a las personas que lo malo es muy bueno, que la noche es día y el día es noche. -Mire sabandija no me calumnie, que yo no hago eso. -¿Cómo dice?, ¡pero si es usted!, ve que no me equivocaba, hágame el favor demonio de no pronunciar palabras soeces, ¡pero claro que
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sí!, usted intenta hacerme pensar que soy egocéntrico cuando en realidad lo que intento decirle es que no estoy en venta, y mucho menos para que usted engañe a las personas haciéndoles creer que las creaciones son suyas, y yo me calle la boca por un par de billetes. -Pero todos ganaremos, acaso no se da cuenta. -¡No!, ¡usted ganará! y yo perderé, así como todas las personas que creerán en usted, y lo abracen y besen, lloren y rían cantando sus canciones, creyendo que usted es un artista, cuando usted es un estafador. ¿Qué cree?, ¿qué puede comprarlo todo?, seguramente es usted de los que piensa que todo tiene un precio, cuando en realidad jamás podrá comprar nada realmente valioso. -Usted, es extraño maestro, pensé que era como todos los demás, pero me equivoqué, todavía existen hombres distintos a los hombres. ¡Vaya!, pero algún día caerá en mis garras señor, algún día tendré su alma en mis manos, algún día… -No lo creo “maestro” de las tinieblas, el dinero no puede comprarlo todo, mucho menos la satisfacción personal, porque no todos tenemos la misma ambición, ni el mismo interés. -Sí, pero algún día caerás, algún día vendrás conmigo sabandija. -Si seguramente pelafustán, yo también pienso exactamente lo mismo, ¡pero no hoy!, ¡no en este día!, ¡no en este lugar!, ¡ni en esta vida!, a propósito ¿cómo consiguió mi número? (Silencio) Antes de colgar sintió un profundo olor a azufre por toda la habitación. FIN.
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BIOGRAFIA DEL AUTOR.
José Carlos Astete Ortiz de Orué es poeta, cuentista, escritor, abogado y estudiante de Antropología. En el año 2001, el Centro de Estudios Poéticos de Madrid- España, premia el poema “El Desorden del Demiurgo”, eligiéndolo para su publicación. En el año 2002 publicó junto con sus compañeros de facultad: “Hadas y Espadas”, editorial de la UNSAAC, que es un compendio de cuentos breves. Asimismo con la imprenta y editorial de la misma casa de estudios publica en el año 2006 el ensayo titulado: “Deficiencias del Derecho Administrativo en la Práctica y la Seguridad Pública en los locales Nocturnos de la ciudad del Cusco”, esto a raíz de las muertes de muchos jóvenes en la Discoteca “Utopía” en la ciudad de Lima. Asimismo participó en el concurso de cuentos infantiles ACUPARI-2007 donde obtuvo el quinto puesto de trescientos setenta concursantes, con su cuento: “El secreto de la magia del bosque”. Del mismo modo recibió la invitación honrosa en la Primera Edición del Concurso de Cuento y Ensayo Corto 2007, organizado por la Alianza Francesa de Arequipa y el Semanario “El Búho”, para publicar su ensayo titulado: “El espejismo de la problemática Nacional”, el cual fue incluido en la publicación especial con los 20 mejores trabajos presentados en ése género. En Octubre del año 2009 es invitado a la ciudad de Goya, Corrientes-Argentina para participar en el encuentro de escritores organizado por la SADE-Goya, donde además de exponer el tema: “Incidencia de la Muerte y las creencias religiosas en la narración”, presentó su poemario: “Cuatro estaciones del olvido y un regimiento”, que viene a ser el compendio de sus poesías inéditas, resultado de las vivencias del autor con el amor, durante los últimos nueve años. En Junio del Año 2010, participa del Noveno Encuentro Poético Latinoamericano “Madre de Ciudades” en Santiago del Estero-Argentina. Donde es invitado para publicar sus poesías en la Antología Poética Narrativa 2010 por el Bicentenario de la Patria Argentina. Así como participa en la Octava Marcha de los Bombos con motivo de los 427 años de la Fundación de la Madre de Ciudades. En noviembre del año 2011, es invitado por la Gobernación del departamento de Tarija y la Unión de escritores de Tarija al Cuarto Encuentro Internacional de Escritores, donde es nombrado “Embajador Universal de la Cultura” por haber publicado tres libros de interés colectivo, además de ser declarado socio y miembro de la unión de escritores y artistas de Tarija, así como ser declarado mediante Ordenanza Municipal Nº 121-2011 del Consejo Municipal de Tarija como “Visitante Distinguido de la Ciudad de Tarija y la Provincia Cercado”. En marzo del año 2012 se publicará diversas de sus obras en el libro titulado “Mil poemas a Cesar Vallejo” como homenaje al poeta peruano, organizado por el Instituto de Cultura Chileno y el cónsul de Isla Negra de Chile Alfred Asís y cuya presentación se realizó en la ciudad de Santiago de Chuco, Trujillo Perú. Por otro lado en Noviembre del 2012 se publicaron diversas de sus obras en la antología “Casa Dorada”, con motivo del Quinto encuentro de Internacional de Escritores Tarija2012, donde se presentó también el compendio de sus cuentos titulado : “CRONESTESIA”
CRONESTESIA, palabra que proviene del griego “cronos” que significa: tiempo y “aisthesis” que significa: sensibilidad. Se interpreta como una habilidad de poder viajar mentalmente en el tiempo. Hace referencia a la capacidad de ser consciente del pasado o futuro. Si bien muchos pueden describirlo como únicamente humana, otros argumentan que esta habilidad puede incluir a los animales. Cada uno de los doce cuentos de este libro evoca viajes mentales, que llevarán al lector a mundos desconocidos y situaciones paradójicas trastocando su percepción de la realidad tal como si realizara un viaje mental entre el pasado y el futuro dentro del mundo imaginario de personajes humanos y no humanos. “Muchas de los cuentos diseñados por el autor son muestras palpables de viajes inesperados y regresiones antediluvianas que juegan con la imaginación del lector de principio a fin”. Julián Ramírez (Crítico Literario) “Simplemente excepcional, me extravié entre las narraciones como si hubiera estado soñando despierto” Miguel Suarez V. (Poeta y escritor).