la otra mitad de mi diferencia

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La otra mitad de mi diferencia Carlos Díaz Chavarría

Prologado por Teresita Aguilar Mirambell Presentaciones por Rose Marie Karpinsky Dodero, Yadira Calvo Fajardo y María Ester Flores Sandoval

Editorial Mirambell I Edición, 2012


Epígrafe __________________________________________________________________________________________

“Y Dios me hizo mujer, … compuso mi sangre y me inyectó con ella …nacieron así las ideas, el instinto…, las mil y una cosas que me hacen mujer todos los días, por las que me levanto orgullosa todas las mañanas y bendigo mi sexo”.

Gioconda Belli -Y Dios me hizo mujer-


Presentación _______________________________________________________________________________

Trascurría 1989, y por razones de estarme desempeñando aún como diputada en la Asamblea Legislativa, impartía clases los viernes en la noche en la Facultad de Humanidades de la Universidad de Costa Rica; fue precisamente uno de esos días cuando al terminar las lecciones a las diez de la noche, me estaba esperando un joven, de apenas 16 años, quien con gran emoción me solicitó una entrevista sobre los PAES (Programas de Ajuste Estructural) que nuestro país estaba firmando. Precisamente ese joven quien me acompañó hasta el estacionamiento de Estudios Generales, y de quien percibí en pocos minutos su gran conciencia social y su capacidad intelectual, era Carlos. Sí, Carlos Geovanny Díaz Chavarría, un inquieto muchacho quien cursaba Humanidades y se debatía entre estudiar Derecho o no; amante de las letras, de la poesía, preocupado por diversos temas sociales, deseoso de publicar en los medios escritos, con tantos anhelos, tantos proyectos, tanto compromiso por el estudio y tanto ímpetu…, fue a partir de allí que vendría todo un tiempo de encuentros intelectuales, literarios y amistosos. Recuerdo cuando llegaba a mi casa a entrevistarme sobre mis cargos públicos, se me viene a la mente ese artículo publicado sobre mi persona en el Semanario Universidad llamado Espíritu e intelecto en donde Carlos hacía referencia a mi función pública y profesional, pero también destacando la parte humana de la mujer. También vinieron varias entrevistas sobre el tema de género, porque sí, esta temática no le ha sido ajena a Carlos, en varias ocasiones la discutimos, me acompañó a varias celebraciones políticas en torno a esta temática, estuvo muy presente cuando en 1990 apoyamos la candidatura de doña Margarita Penón Góngora, en la universidad cursó varias materias y organizó varios foros en relación con esta temática, y han sido varias las publicaciones periodísticas sobre este tema. Recuerdo una época en la que publicó una serie de artículos en el Semanario Universidad en donde le rendía un homenaje a varias personalidades femeninas de este país muy cercanas a él, como doña Victoria Garrón de Doryam, doña Marina Volio, doña Carmen Granados o doña Adriana Prado.


Pero sus inquietudes periodísticas fueron más allá, también abordó temas políticos, educativos, culturales o sociales como la problemática del trabajo infantil, la discriminación hacia los adultos mayores, la responsabilidad social de las empresas, la xenofobia, la ética en los funcionarios públicos, la excelencia universitaria o la urgencia de una educación sexual sana…, de esta forma, efectivamente, fui testigo de la evolución de Carlos en los medios de comunicación escrita, por eso hoy, 21 años después de que apareciera su primer artículo en El Semanario Universidad, puede sentir la satisfacción de ser de los pocos costarricenses quienes han plasmado sus puntos de vista, de manera ininterrumpida, en prácticamente todos los medios de comunicación escrita de nuestro país, llámese La Nación, La Prensa Libre, El Semanario

Universidad, La República, El Eco Católico, El Heraldo o Heredia Hoy.

Me identifico con Carlos porque, al igual que yo, hemos visto en la docencia un arte que nos alimenta intelectual y espiritualmente, por eso ha desplegado su labor como formador, por 16 años, en centros educativos como el Instituto Británico, la Universidad de Costa Rica y la Universidad Latinoamericana de Ciencia y Tecnología. En este oficio ha cosechado grandes satisfacciones a través de las Cátedras de Expresión oral, Redacción y estilo del Español, Cultura Latinoamericana y Pensamiento Crítico. Por ejemplo, entre los muchos logros que ha alcanzado se encuentra el reconocimiento por excelencia en el Curso Superior de Docencia Universitaria de la Universidad Latinoamericana de Ciencia y Tecnología (2006), un certificado de reconocimiento Practicando la excelencia de la Universidad Latinoamericana de Ciencia y Tecnología (2007). Además se le designó como mejor profesor de la Escuela de Humanidades de acuerdo con la encuesta realizada por el Vicerrectorado de Investigación y Desarrollo de la Universidad Latinoamericana de Ciencia y Tecnología, dirigida a estudiantes de las carreras de Administración de Negocios y Contaduría, en el marco de la autoevaluación para la reacreditación de dichas carreras ante SINAES (2007), y como el mejor profesor de Humanidades de acuerdo con una evaluación realizada por el Vicerrectorado de Investigación y Desarrollo de Ulacit, dirigida a estudiantes de seis carreras diferentes (2008). También en el 2006, 2007, 2008, 2009 y 2010 ha sido designado como mejor docente de la Facultad de Humanidades en la Universidad Latinoamericana de Ciencia y Tecnología por parte de la evaluación estudiantil.


A tal grado ha calado su enseñanza que también cuenta con varios comentarios escritos por algunos de sus estudiantes en donde plasman su admiración por Carlos, así se lee en el artículo Carlos Díaz: el mejor profesor, escrito por el psicólogo Roberto González en la Prensa Libre: “Por eso, profe

Carlos, mi sincero agradecimiento por su dedicación, entusiasmo y empeño; gracias por extraer de nosotros nuestros máximos potenciales, por inspirarme a ser mejor estudiante, profesional, persona, padre… Muchísimas gracias profe por incentivar en mí, y en tantos de mis compañeros, el deseo de poder aplicar constantemente ese conocimiento que ilumina la razón y extirpa la ignorancia, por hacer de la enseñanza una búsqueda de calidad, y por influir, tan positivamente, en mi vida”. O en el comentario Carlos Díaz: educador de pensamientos, escrito por la profesora universitaria Ligia Martínez cuando expresa que “al que buen árbol se arrima buena sombra lo cobija, qué cierto se hace esto en el caso de don Carlos, pues sin duda hay muchos profesores, profesionales, con grandes títulos, con grandes puestos, con muchos años de trabajo, con estudios en el extranjero, pero nada de eso es garantía de ser un excelente formador, para serlo no solo se requiere estar en un aula y contar con un título, se necesita la vocación, la pasión y el real compromiso por transmitir lo que se sabe, y de eso le sobra a don Carlos. Afortunados quienes se han cobijado bajo su sombra”. Mención aparte merece destacar la gran proyección social que han tenido los diversos proyectos educativos propuestos por él y realizados por sus estudiantes desde hace varios años dentro de la Cátedra de Pensamiento Crítico como los documentales o los grafitis, los cuales han tenido masiva cobertura en los medios de comunicación y gran utilización en diversos centros de enseñanza media y universitaria, evidenciando, a plenitud, la importancia del aprendizaje en servicio.

He compartido con Carlos también en el contexto literario, con orgullo asistí a la presentación de su primer libro sobre poesía existencialista el cual me hizo el gran honor de dedicarme, Mi propio tiempo (1997); recuerdo como el título de su segundo libro sobre poesía erótica lo plasmó, bajo el aroma de un café, en mi despacho, Aguas en celo (2000); y su tercer libro compila parte de esa extensa, asidua, destacada y permanente labor de opinión pública que ha plasmado como comentarista, desde 1998 hasta la fecha, en el programa matutino PANORAMA de la Cámara Nacional de Radio, De panorama en panorama (2003). Así lo señala el exdirector del programa Panorama, el


señor Juan Sepúlveda: “Carlos es un comentarista fresco, con prosa cuidada,

que aborda con respeto incluso algunos temas que habían estado fuera de la óptica del programa, y lo hace con decoro y fineza, agregando siempre una perspectiva positiva, sensible y humanista”. Y hoy como mujer, como madre, como profesional y como amiga, en su cuarto libro, La otra mitad de mi diferencia, -un pronunciamiento con su letra de ruptura a favor de la dignificación del sector femenino-, me complace, y agradezco, esta invitación de Carlos a hacer este recuento por su vida intelectual y profesional, como también me enorgullece ser parte de esa lista de significativas mujeres que él señala en su poemario quienes hemos calado, tan intensamente, en su vida. Porque, en definitiva, Carlos ha dejado huella en estos campos, y en otros, pues su currículum se complementa como filólogo y egresado de la Maestría en Literatura por la Universidad de Costa Rica, estudios en Derecho, corrector de estilo, docente de Español para extranjeros, representante estudiantil de la Escuela de Filología, Lingüística y Literatura de la U.C.R., prologuista, candidato a Diputado Nacional (1998 - 2002), fundador de la Asociación para el rescate de la educación costarricense (2006), jurado en diversos certámenes literarios como Teresita Aguilar de la Asociación de Funcionarios Universitarios Pensionados de la Universidad Nacional (2001), profesor asesor de la Escuela de Humanidades de la Universidad Latinoamericana de Ciencia y Tecnología y ex director del Periódico Universitario de Ulacit. Últimamente me ha comentado que está cursando, con gran éxito, una Maestría en Currículum y Docencia Universitaria, y que tiene inéditos los libros Huellas con rostro de mujer (biografías) y Días de diálogo (ensayos), y debo confesar que no me extraña. Carlos necesita estar activo, sediento de conocimiento, de aprendizaje, de acción; es un idealista, un luchador, un pensador, un intelectual creativo, un hombre visionario, comprometido con su profesión, sus ideales, sus luchas, sus proyectos y con su sociedad; un guerrero de la palabra, un maestro quien conoce bien su oficio y sus propósitos en la vida, un humanista; sencillamente un ser imprescindible para esta sociedad.


Por eso, hoy, al escritor le expreso mi respeto, al discĂ­pulo le manifiesto mi orgullo y al amigo le reitero mi sincera amistad.

Dra. Rose Marie Karpinsky Dodero Primera Presidenta de la Asamblea Legislativa Bosques de Lindora, enero de 2012


Prólogo

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Estas sangres que transitan… Dedicado a la sangre de Lili que corre por tus venas, Carlos.

Carlos Díaz Chavarría, el filólogo, articulista, docente y poeta que hace años conociera en pleno derroche del estreno de su juventud y que publicara tres libros en 1997, en el 2000 y en el 2004, Mi propio tiempo, Aguas en celo y De panorama en panorama respectivamente, me dejó sorprendida por su petición de que le prologara La otra mitad de mi diferencia, y acepté considerando el gran honor que ello significa para mí. Pero cuál no sería mi sorpresa cuando, iniciando la lectura, me encuentro en AGRADECIMIENTOS, un listado de nombres de mujeres excepcionales que, de acuerdo con las palabras de Carlos, “han escrito sus sentimientos y huellas en las páginas del libro de mi existencia”. Desde esos seres extraordinarios como son las abuelitas -como expresa el autor-, pasando por su amiga -esa que le imprime sabor y calor a la vida-, y siguiendo con mujeres inspiradoras de la academia, de la literatura, de la política, mentoras que traspasaron por ósmosis su conocimiento, sus enseñanzas. Amigas por su afecto. Mujeres lejanas y tan cercanas que se vuelven nuestras, y esa Madre Universal que nos protege día con día… Mi primera pregunta ante estos enormes nombres, y otros más que aparecen conforme avanza la lectura, fue: ¿por qué Carlos me lo pidió a mí?... Por un momento creí que no era yo quien debería hacerlo, pero conforme me posesioné del libro, me convencí de que Carlos escogió bien, porque no hay página, ni párrafo, ni renglón, ni siquiera palabra que me sea extraña, en que yo no esté metida…, viva. Creo que las demás mujeres que me acompañan en este libro, o bien ya son eternas -o yo les gano en tiempo-, el que les llevo adelante porque nací primero.


Soy producto de la posguerra, en otra época, en otra Costa Rica, en otro mundo, en otras circunstancias. Viví en un país en el que a pesar de las luchas feministas desde siglos atrás y muy marcadas en los años veintes del siglo pasado, no existía el voto femenino. Pertenezco al grupo de mujeres primeras votantes de este país, en la elecciones de 1953, con veinte años de edad. Soy fiel testigo de que la historia siempre ha tratado de minimizar la acción de las mujeres en los cambios políticos, sociales, religiosos de los países. Muchas han sido las luchas de las mujeres que me precedieron, las de mi generación y de la subsiguiente, a las que llamo -Mujeres de mil Batallas que les han permitido a las mujeres de ahora gozar de los derechos que, en el pasado, nos fueron negados. Las primeras vocaciones y pasiones de las mujeres -porque siempre hemos sido pasionales- fueron las carreras de medicina, magisterio y sacerdocio. Igual ocurrió con las escritoras, muy pocas mujeres se dedicaron al quehacer literario. Las mujeres que osaban desafiar las reglas impuestas de ser madres y esposas, tenían que enfrentarse a grandes obstáculos como lo señala Yadira Calvo en su artículo Las locas de la casa: “Los médicos afirmaban que el

excesivo desarrollo del cerebro atrofiaban la matriz y los ovarios o sea atrofiaban a la mujer entera”. También afirmaban que “las intelectuales se volvían infértiles poniendo en peligro la extinción de la especie”. Las mujeres preferían quedarse bordando o tocando piano, haciendo pasteles para no aumentar los problemas de tipo nervioso, como lo cuenta el historial médico. Es así como las valientes mujeres desde hace siglos inician los movimientos individuales y colectivos que toman gran fuerza en el siglo pasado, movimientos que se daban en este país desde el siglo XVIII en forma individual, como lo expresa Deida Alvarado en su libro La mujer ante el Juzgado eclesiástico en la Costa Rica del siglo XVIIII. Sigilosamente salimos de las jaulas sin hacer bulla, e igualmente entramos a las universidades, o desarrollamos las comunidades, o trabajamos el campo. Un ejército de mujeres maestras dirigió a nuestros niños y niñas y jóvenes y poco a poco se forjó LA PATRIA, la patria grande que hoy tenemos. Vivimos limitaciones, censuras, discriminaciones, agresiones de todo tipo, pero con nuestra armadura de hierro iniciamos el camino. Fue una lucha en soledad, a veces creo que inconsciente..., un caminar silencioso abriendo espacios, un caminar que continua y en el cual hoy nos acompañamos con la valiente y humanista escritura del poeta Carlos Díaz Chavarría en La otra mitad de mi diferencia…


Porque en el libro de Carlos no hay página, ni párrafo, ni renglón, ni palabra, en la que las mujeres no estemos metidas…, vivas… Como en las páginas del segmento Telúrico menguante de los destiempos, yo ahí, como expresan los versos, estuve presa, siglos…, bajo el dominio de la frase lapidaria “virgen y mártir y con hombre para toda la vida”. “Ocúpate de las labores que te son propias, el telar y la rueca, de hablar nos ocupamos los hombres” (Odisea, XX). Esa frase resonó por décadas en mis oídos, pero me los tapaba… “Pero vos callás…, llorás y callás”, escribe el autor, y sí, lloré ríos de lágrimas hasta quedarme seca, callada, hasta que un día todas las voces salieron al unísono y gritaron, gritaron, gritaron. Sí Carlos, ese es tu reclamo: “Porque la

voz que te han querido hacer propia está encarnada en los oficios del silencio”.

Definitivamente me he revolcado entre los párrafos de La otra mitad de mi diferencia… Me he revolcado en estos tus versos Carlos cuando nos decís:

“La libertad está en tu protesta, ¡esta es mi protesta!, en este no resignarse, ¡no resignarme!, en este no aceptar tu muerte, ¡tu muerte en vida! Otro párrafo que nos regala la escritura demandante de Carlos, que a diario deben oír las mujeres y su eco calar profundo:

“¿Pero tu destino mujer?..., de mujer no recordada, de mujer no respetada, no admirada, no valorada”…


Irreversiblemente he estado inmersa, me he bañado, en cada una de las frases de La otra mitad de mi diferencia:

“Entre vos y yo no más lluvias colonizadas”… “Qué esperás para romper las cadenas”… “Qué posición beberán otras piernas”… “Consumiendo el astuto semen del poder”… “La libertad está en tu protesta”… “Cánticos de pezón ardiente”… “ Más allá del silencio luna erotizada”… “Tu ser se pudre cada vez que vociferas”… “Una enramada de sueños vaginales”… “Ave henchida de celo”… “Cuando tu sexo escribía lluvias sobre los sembradíos de tu espalda”... Tantas palabras palpitan en este libro, códigos de mi vida, como los de tantas otras mujeres…, vocablos desechados unos, otros aún latentes…, palabras tan penetrantes:

Madre - Pathos - luna - noche - corazón - huracán - promesa - vagina pezones - virginidad – llorar – callar – sexos - himen - denuncia - ausencia – orgasmo -placenta - huracán - entendimiento - llama - sangre - vientre sudores - olor -crepúsculo - bruja - hechicera - virginal - parto - himen vigilia - libertad - savia -espíritu - manzana - paraíso - rosas - ovarios ataduras – pudores - turbulencia - nostalgias…, y cientos más. Cada palabra ha estado en mí…, algunas ya se fueron, como la tal virginidad, el pudor y las nostalgias, ovarios y ataduras. Otras se han reforzado como bruja - hechicera, denuncia, huracán. La manzana - sólo para comerla- y el paraíso con el tal Adán se esfumaron… Excluyo pocas palabras que ya no forman parte de mi código, fueron desechadas como delantal y cocina y alguna que otra más... Otras están en mi frente con un gran rótulo escrito con mayúsculas como LIBERTAD, esa libertad que transita por las sangres poéticas que hoy nos entrega Carlos...


“Sexo de ruptura, espíritu en la palabra, cual fuego tejido de destinos, palpitando entre mis dedos las recurrentes fascinaciones de estas orgásmicas cópulas libertarias”… La otra mitad de mi diferencia es un libro-laberinto de incógnitas no descifradas que han penetrado mi alma de mujer; por eso me fascina, al igual que Carlos,“aceptar que nuestras denuncias se levantan en poesía”… Este poemario es un monumento a la mujer de ayer, de hoy y de siempre… No logro explicarme cómo Carlos puede describir tan finamente nuestros propios sentimientos, con esa ternura por su madre Lili, y en ella, a todas nosotras, las mujeres, y solidarizándose con todos aquellos hombres fraternos con la otra mitad de sus diferencias... Valga decir que Carlos es el primer autor costarricense, como representante de las letras masculinas de nuestro país, en escribir un poemario netamente dedicado a la reivindicación femenina, a la conciencia de género, con un alto grado de denuncia, reclamo, conciencia, libertad, sensibilidad, humanismo y solidaridad entre mujeres y hombres. Carlos asume una postura feminista de alguien que ha estudiado el tema, lo conoce, lo vive, lo siente y, además, lo ha abordado desde diferentes trincheras, llámense aulas universitarias, artículos de opinión en periódicos, comentarios de radio, ensayos o libros, por eso sin costo alguno exclama:

“Me fascina ser este hombre, para encontrarme inquebrantable en la inmensidad de mis diferencias, con un pene que no me destine ni encadene, con la piel henchida de ternura en mis ojos, para saberme más humano, no dueño, no amo, patriarca o tirano, exquisitamente sensible, capaz de transitar espontáneamente sobre los senderos de tus sigilos


con el tesón de mis turbaciones. Hombre, sencillamente, pisoteando siglos de opresión fálica, incinerando soeces piropos y atisbos lascivos con las cenizas enérgicas de las hogueras entre mis dedos, en donde tantas veces te han intentado quemarte; amante de tus enigmáticas resignaciones y revoluciones, contigo en la trinchera esperando nuestro turno, únicos, inmersos en la diferencia, pregonando la más profana y consagrada de nuestras alianzas, con las victorias entre nuestros labios, hombre frente a vos, mujer, viviendo en libertad, sin tapujos ni etiquetas, con el constante oscilar de nuestros renacimientos cada quien, en sus manos, con la otra mitad de nuestras diferencias…”. El mensaje de Carlos se torna fuerte y demandante, rebelde, melancólico, sutil, sereno, inquieto… La otra mitad de mi diferencia es un himno al género femenino, a todas esas sangres que transitan, a los humanos hermanados, a la escritura, a la vida…, por eso proclamo con él: “Porque seguís aquí, con tu piel

dispuesta, entre tiempos de cambio vociferando, y con mi piel dispuesta para tatuarme de tus placeres, trasgresiones y liberaciones”… ¡Gracias Carlos!

Dra. Teresita Aguilar Mirambell Escritora - exdiputada Santa Ana, febrero del 2012


Primera parte

TelĂşrico menguante de los destiempos I


¡Me subleva tanto! No tengo otra manera de decirlo que con este verso labrado en respiraciones ensangrentadas, -aunque sé que soy apenas un pensamiento desgarrado entre milenarios prodigios tan similares al averno-, pero me subleva tanto esta obediencia purificada en pudores y esta franquicia de sangre omnipotente fertilizando la vida, -como si tus orgasmos no conocieran de indocilidades-… ¿Por qué debés seguir vistiéndote de recato y silencios?..., ¡si por lo menos ello acercara el respeto a tu pecho!, ¿para qué entonces seguir exorcizando tu alma con deberes y cánones si no podés hacer el amor con mente enardecida ni hilvanar de placenteros escándalos y libertades tu identidad?… Si ahora mismo pudiera desgarraría tus retenidas entrañas solamente por ultrajar con prohibiciones este falaz trono de juramentos rumbo a la bonanza de tu sexo, aunque ello signifique largas jornadas de mi exilio, pero qué más da ser juzgado entre oraciones, cruces y hogueras, si sólo por los preámbulos de estos desnudos versos, que también como huéspedes diarios me redimen, se pudiera visualizar con autónomo arrojo cada gesto de tus estaciones…


Entre el telar y la rueca “...ocúpate en las labores que te son propias: el telar y la rueca; de hablar nos ocuparemos los hombres”. (Odisea, XX)

¿Por qué seguís llorando y callando entre el telar y la rueca, vos, a quien se obstinan en llamar Penélope?; ¿es quizás que pensás que solamente así la historia, esa tu enemiga de género, te tomará en cuenta?... ¿Comprendés que las mentes cantan, entre la luz gozosa o el sol afligido, y lo hacen con antorchas de libertad?... ¿Comprendés que el viento escribe sus bitácoras entre sutiles alientos, y aún con débil acento, acaricia con lujuria el infinito?...; pero vos, callás..., llorás y callás... También ese inquisidor de madrugada afina su melodía insaciable, decime, ¿a dónde yace tu voz?..., no la escucho, no la siento, no se prolonga..., se pierde en este maremoto de inquietudes y rabias


que aquí sangran en mis vértebras..., entre este mortal y estratégico bailoteo de tu telar y tu rueca. ¡Confesá, mujer!, ¿si comprendés este destino?, ¿si comprendés que mientras ellos alimentan vida, vos sólo llorás y callás?... mientras ellos devoran ciclos de risas, vos llorás y callás; mientras ellos profesan cánticos de libertad, vos sólo llorás y callás...; porque la voz que te han querido hacer propia está encarnada en los oficios del silencio... ¿Por cuánto tiempo vas a seguir llorando y callando? ¿Qué más esperás?, si los pensamientos del mundo han ensordecido ante vos; si tus escritos de anhelos han sido borrados por la opresión de tu existencia; si tus lágrimas han sido acalladas para que no irrumpan, con escándalo, las profesías de la Moira; si la abundancia de tu piel ha aceptado, sin recelo, los castigos de la humanidad...,


humanidad de tus superiores: ¿de cuántos Odiseos y Telémacos?, ¿de cuántos pretendientes?, ¡de cuantos quienes han tenido, por “martirio”, soportar tu presencia!... ¡Sí!, ¡entre el telar y la rueca!..., ¿será esta tu única batalla?... ¿Pero tu destino, mujer?, de mujer no recordada, de mujer no respetada, no admirada, no valorada, mujer fragmentada entre guerras de tradición e imperios masculinos. -Atroz ideaLa libertad está en tu protesta, ¡en ese cíclico flirteo entre el telar y la rueca! ¡esta es mi protesta!, en este no resignarse, ¡no resignarme!, en este no aceptar tu muerte, ¡tu muerte en vida!


Rupturas de tus exilios Cómo deseo que esta letra ayude a desgarrar tantos silencios que amortiguan tus labios, escrituras encadenadas en hábitos y viriles vestimentas, entre tantos caminos sepultados por miedos y tapujos, ¡porque no quiero tener voz sin escuchar la tuya!... Desgarrate la piel para que aflore tu poesía, tan prohibida y repudiada, pero sustancial y eternamente tuya, con sabor a celo matinal y a piernas de fruto fresco, para que te escribás en la historia con tus pezones de furia y tus miradas escriban en las horas proféticas autobiografías. ¡No estoy descubriendo nada! -No es imposible penetrar en tus voces a través del estruendo de los encadenamientos-, sólo hace falta alzar tus diferencias para que irrumpan en estos patriarcales remolinos, donde el conocimiento te haga incluyente, penetrantemente, por cada una de las rupturas de tus exilios… Yo te comprendo: no nacés mujer…, ¡te hacés mujer!...


¿Hasta cuándo?... Me pregunto hasta cuándo dejará su huella ese ilógico mito masculino de la creación, y se dejará de utilizar el grillete celestial de la costilla…, ¿cómo será el no perderse entre jaurías de Adanes y Evas?, -ese inmortal historial de letras bíblicas como escudos de fuegoDesde Aristóteles hasta Lacan, yacen las pieles henchidas de filosofías misóginas, como un sudor putrefacto que avasalla la diferencia sexual… Busco en el tiempo las señales de la emancipación, mas las porciones de testosteronas siguen su campaneo, -ciertamente es difícil generar tu propio discurso-, si al abrir la razón te circundan en un rol, un lugar, un tiempo, una cultura, una mirada, un pensamiento…, ya definidos, tan intolerantes, tan autoritarios, tan inhumanos…


¿Y cuántas todavía en silencio?, con el tiempo deshilachado entre sus dedos, en la convicción de ser tan secretas e incineradas, tan sólo con fecundos biológicos amaneceres, cegándose ante hojarascas racionalmente cultivadas… ¡No me asusta ni seduce esta historia escrita en masculino!, más me atormentan tus fantasmas madrugados de sigilos y la costumbre mortal de la cordura que no irrumpe… ¿Hasta cuándo se empotrarán estos testamentos de dóciles maternidades como suculentas obligaciones que hacen homogénea la alteridad de tu esencia?... Mas me queda en guerra la estación de la esperanza, de este que ya no soy, -quizás del que nunca he sido-, del que tanto anhelo ser…, y de aquellas y aquellos que no lo han querido…, trasmutado en amenazantes multitudes esparcidas que buscan embalsamarse con cada una de las voces del bullicio de tus interrogantes latidos, al pie de nuestras partícipes diferencias…


Estas milenarias apologías No distingo en el viento ni una partícula de regateo, yacés todavía con tu virginal sexo roto, y de tus manos sepultadas entre compras y quehaceres sólo me quedan tus labios pintados para disimular tus zozobras, con tus sonrisas empacadas para exportación, entre cigarrillos escondidos por el qué dirán y sexos ardientes apagados por normas. Hay todavía demasiados tacones y delantales impuestos, por el simple goce de seguir quemando minifaldas en hogueras y censurar lo profundo y oculto de tus escotes… ¿Qué sentido tiene tu mirada lasciva en revistas?..., tan sólo para complacer orgiásticamente los encadenamientos de arrebatos lascivos, como si no conocieras de tus originales caminos…, crucificada por el sistema, con la palabra “prohibido” marcada en tu piel. ¿A quién se le antoja continuar tal suplicio?... ¿Pero cómo lograr que la protesta germine en el néctar de tus pezones? ¡No sé vos!..., pero yo estoy harto de estas milenarias apologías…


¡Nombrarte mujer! Huellas de diferencias, de escrituras no lineales; alfas y omegas de canto a vagina, de clamor a pecho y labios veraniegos; de indómitos gestos, profanadoras voces y pensamientos de aporías..., Con tus estigmas: madre, esposa, pathos, noche, corazón...,

¿qué esperás para romper las cadenas?..., y simplemente, nombrarte mujer…


No más tradición Rompamos ya esta nefasta tradición de ser parte de ese orbe adueñado de conquistas e intelectos, conquistador de la lógica y arcano marcando territorios… ¿Para qué saberme sujeto universal de poderío?..., señor absoluto del lenguaje y la gramática, con la libertad sexual en las venas, profeta de castrantes discursos preestablecidos, ordenador y formador del pensamiento, creador de lo propio y ajeno, ¡con la mano bautismal de la historia!... Tradición de inventores, genios de la literatura de primer orden, exclusivos creadores de la tecnología, dueños, magistralmente, de femeninas propiedades, abanderado por totalitarias presencias, de firmas fálicas y cánones en cada esquina, en este orbe con olor a masculino:


En el ágora, en la academia, en la política, en el Congreso, en la Ciencia, en la Iglesia, en el hogar, en el lecho…, con leyes, ideas, máquinas, costumbres, voces, líneas y armas para triunfar…, en donde no se ha dejado de hablar, oír, y escribir, para hacer sentir sus presencias como jueces de la exclusión y creadores de mitos opresores... ¡No!, no quiero ser parte de esta creación hasta que reconozcan tu marca en la historia, hasta que te visibilicen, y sí se atrevan a nombrarte, y sí te reconozcan, sexuada, erudita, indómita, humana... ¡Cotidianamente imprescindible!...


Sangre desterrada ¿Qué falta para que te clamés libre, sobre estos sexos marinos que arbolan tus extremidades en una vibración que mitiga el pensamiento, mientras otras ingles crucifican pedazos de angustia hechas madera en las escalinatas que llevan sus silbidos por esa razón que ni la voz en su primacía podría cuantificar. Sexos que permutan sus huelgas desde la última sílaba que en infiernos cristalinos adoraba la sed de un destino fálico ante la misma sangre desterrada. Sexos de arco iris fruncido, porque su otredad ha sido lanzada en cada calle por puños de despecho sobre los inválidos preámbulos de ese imperio seminal de la presencia.


¿Qué posición beberán otras piernas?, ¿qué pira hospedará otros pezones?, ¿qué otra voz romperá su himen?, si estos sexos marinos se resisten a galopar entre sus alas, y siguen crucificados, embriagados, consumiendo el astuto semen del poder… ¿Qué otro sexo marino nacerá en tus extremidades para teñir de libertad el regazo de la denuncia de esa tu otra ausencia?...


Omnipotentes presencias Si mi pueblo de voz no soporta esta carga milenaria de modelos y esclavizantes reglas, de virginales poses que enmudecen las osadías de las sustancias de tus pensamientos, ¿cuánto tardarás para escapar de esta faena?... ¿Habrás olvidado ese altísimo misterio de ser mujer?... ¿te lo habrán hecho olvidar?... ¿Te pesan tanto las cadenas para censurar tus trovas? Me enferma esta jerarquía de marginalidad, que se nos obligue a ocultar lo femenino de nuestras entrañas, atapar en cavernas intelectuales lo que la piel siente y piensa… Me avergüenza ser lo que la letra exige. Amanecer detenido por la sabiduría de los creadores. Pensar lo que otros desean que crea. Que se nos eduque para sentarnos en el trono de la dictadura. Que sigás dando con dolor tus hijos al mundo y continués soportando monstruosos dominaciones de Odiseos y Adanes…


¿Por qué temer a ser sincero? ¿Por qué aceptar verdades como absolutas? ¿Por qué mancillar la carne de mi carne? ¿Por qué contener mi ira y mi compasión? ¿Por qué retener mis crepúsculos tan sólo por ser hombre?... Si me vociferan perturbado o me apedrean con etiquetas, aunque me quede sin vida, ¡qué interesa! mi verso está listo para reverdecer tus omnipotentes presencias…


Vientre de rupturas Entre estas palabras amuralladas, te ofrezco esta pulsión de hipótesis, -vida y muerte en plenitud sexual-, mirá mi dolor diluido en tu orgasmo, aquí henchido, amenazante, en este recodo de vida donde todo volvería a tu vientre de rupturas, si pudieras sublimar esta dualidad desgarrada...


Con ansias de luna fiera Sólo tengo para ofrecerte un minúsculo accionar de mi pensamiento, tan humano como me sea posible, tan solidario como las sonrisas de los destierros, mi diferencia cargada de estridentes batallas, sólo una especie de testimonio de compromiso para sudar contigo las ofrendas de los renacimientos; pero necesito de tu rebeldía, no más lágrimas ni quejas, no más víctimas del propio destierro, sin tantas leyes y promesas durmiendo el sueño de los justos… Hoy deseo ser ese manuscrito prohibido, -llamaradas de latidos de proclamas menguantes-, en donde mi palabra se desnuda de lo clandestino, y mis estrofas transitan hacia los albores de tu patria, para que los devorés con ansias de luna fiera…


Incólumes silencios No hay mayor desconsuelo que despreciés esas luchas de esas lunas amazonas con savia de sabiduría, sirenas intranquilas sacudiendo antífonas de emancipación, almas guerrilleras de gargantas fértiles y desafiantes, golondrinas sofocadas al frenesí de las hogueras, pieles fecundando la voracidad de las protestas, pariendo leyes ante la opresión social de estos viriles vientos… ¿Querés seguir por mandato en el claustro de la subordinación, entre obligados permisos, delantales y pañales, con tu opresor encanto como insignia, el pensamiento enmudecido por el destino y tu cuerpo aventurado al mejor postor?... ¡Date cuenta! De lo que se alimenta esta civilización de inexorables tradiciones es del no renovar nuestras apetencias y comienzos, de los incólumes silencios de nuestras propias sangres… ¿O acaso no te duele que tantas batallas queden tiradas en el vertedero?...


Ecos de tu desnudez No dejés que esas voces te reclamen desmemorias para que tus versos no sigan sangrando susurros de prudencias; ni que te evoquen por tu maternidad para no conservar intacto el asesino palpar del decoro…, ya bastante ellas te han hurtado tus geometrías y han enmudecido en tus rondas los ecos de tu desnudez… ¡Basta de pensamientos mutilados!... Que esas voces no sigan ultrajando tus huellas para que se acallen las sombras de rencor y culpas…, que dejen de escupir claustros de cristal con el agresor golpe de la sumisión para que libertés tus transparencias… ¡Sin armas criminales en los tímpanos de la conciencia…, sin voces que tracen tus dependencias !..., poco a poco, sólo con la caracola redentora de tus arrojos…


Aún yacen… I Aún hay tantas pieles habitadas de golpes y burlas, consumidas por el sacramental bautismo de llantos y sémenes, con las pupilas desgastadas de días sin tregua, y la maldita costumbre de labrar paredes manchadas de silencios, indiferencias y agresiones…

II Aún hay tantas pieles podridas de ausencias, con esos sus demonios censurados entre sus venas, tan vulnerables a eternizar sus manos en cerraduras, cosechando tantas batallas reprimidas entre sus labios y tragando el dolor ahogado en holocaustos de espera…

III Aún yacen pieles rasgadas de escoria, resignadas a regalar sus poemas al silencio y parir costumbres de desidia y destierros; sin precisar lo efímera que es la sombra del tiempo, con la huella envejecida de los crepúsculos y las estaciones de sus sueños partidas en naufragios…


IV Aún hay tantas pieles extrañas, exiliadas de pensamientos y memorias, adormecidas en manantiales de vacíos…, -estatuas de sal condenadas a la afonía-, con ese sangriento pisar de la Historia que no conoce de itinerarios…

V ¿Cuántos se niegan a ver más allá?... Mas me resisto a respirar esa vorágine de mutilaciones, me uno a las otras pieles pregoneras de batallas, a esas otras sangres que transitan beligerantes para romper cadenas; prefiero la ardua lucha que las herméticas victorias de las represiones, para saberme un poco más humano, hombre con piel de luna, y el celo en mi garganta…


Insurrección de apetencias Desde tu ser, sencillamente, te ordenaron a encadenar tus protestas, a ensangrentar el oceánico transitar de tu piel; sin anuncios de razones, entre barnices de infiernos, huérfano de tus jadeos y tantas veces avivados también por tus complicidades; ¿por qué no desterrar ya esta guerra?... ¡Que no queden entre vos y yo más lluvias colonizadas!..., sólo un brote de humanidades por cultivar desde cada fragmento de luna…

¡Que desde hoy despunte entre vos y yo, simplemente, una insurrección de apetencias!...


Vos, la olvidada… “Y después de haber resucitado, muy temprano el primer día de la semana, Jesús se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado fuera siete demonios. Y ella fue y se lo comunicó a los que habían estado con Él, que estaban lamentándose y llorando. Cuando ellos oyeron que Él estaba vivo y que ella le había visto, se negaron a creerlo” . -Marcos 16:9-11-

¿Qué carga llevás en la mirada mujer?..., vos, la secreta, la olvidada, la ocultada, la inscrita en el silencio, la amenaza por tantas huellas marcadas de tus secretos… ¡Cuántos siglos con tus palabras escondidas entre las pieles y con tus escritos lapidados a cuestas!, por esos ardides fálicos que acallaron tu nombre: -voz de sapiencia amenazando a autoridades de verdades universales-, que condenan ese humano amor de tu Maestro en inquisiciones de olvidos y conjeturas…, tan sólo para robar tu divinidad y marcar en la Historia tus vestigios de pecadora…


¡ Y qué si fuiste la última tentación del Mesías!... ¡Y qué si fuiste aceptada como seguidora y discípula!... ¡Pero la suerte fue echada imponiéndote el silencio como excusa! Vos no tuviste oportunidad de redimirte y desafiar concilios, ni salvar de la muerte a aquellos flamantes templarios, ni de reírte en la cara de quienes regurgitaban verdades heridas y se les corroyeron las entrañas cuando se hizo peligrosamente visible esta tu historia olvidada… Pero aprendí que tu evangelio no conoce de sermones ni de moldes, ¡sos la primera excitación de este redentor parto de dignidad!, testiga de muertes, sepulturas y resurrecciones, que hoy ante los vetustos designios te mostrás como la evangelista revelada… ¡Cuántos crepúsculos como vos!... ¡Cuántas otras habrán de rasgar sus leyendas!...


Silbidos menguantes… Tengo claro las heridas de los golpes que aún no acaban ni se atemorizan, un resonar de las injusticias a sangre viva que han acorralado tus pensamientos y prohibido que las equivocaciones jugueteen a tu lado… Historias de infancias y adolescencias que sangran con órdenes y prohibiciones, que se resisten a declinar sus poderíos y escuchar los desafíos de tu rostro en protesta, con respiros en tu hombro levantando murallas paralizando las candelillas de tus latidos. Mas hoy te invito a traducir mis alegatos sin más coraza que mis reclamos… Sé que también se me ha silenciado, pero mi voz aún respira… También se me ha señalado, pero mi rabia se aviva en la rebeldía… También se me ha censurado, pero mi verso sigue trazando inquebrantables denuncias… También se me ha oprimido, pero mi defensa está respirando en mis huesos, sudando la vorágine de las rupturas…


Me niego a repetir tantas incongruencias, ¡me indigna esa manera tuya de autodevaluarse!, ese turbador ademán de incapacidades… Hoy tomo los silbidos menguantes de tus heridas para reiniciar la batalla de estas nuestras sangres, por aquellos reclamos postrados por las flamas, por aquellos asombros ahogados en la iniquidad, por aquellas frustradas hambres de nuevas realidades, por cada sangre trasmutada en insensatos símbolos y mitos… Hoy tengo tantas ganas de destejer esta indiferencia subrayada con líneas de impotencia y sementales contratos…, por eso dejá que tus ideas despotriquen contra el imperio, aún quedan muchas lunas en blanco para que tus membranas se empapen de caminos, escrituras y vuelos…


Segunda parte

Crecientes sangres de metamorfosis y testimonios


Femenino carácter de la noche ¿Por qué te llenás macho la boca de autoridad sustentando tus travesías sobre ecos con grilletes, haciendo de tu falo el eterno instigador de mordazas, forjando tu puño en flagelo de blasfemias y escarnios?... ¿No te das cuenta de que al pisotear estas cotidianas miradas están mancillando sangre de tu sangre?… Sí, soy de tu género, y hombre también por elección, mas me libero de quienes pregonan sepulcrales pensamientos, y prefiero también creer en el femenino carácter de la noche, en donde esas profundas caracolas, aguas y tierras irrigan mis carencias, como copas extasiadas de pasión e intelecto, embriagándome en lo femenino de mi naturaleza hermanada … ¡Porque mi carne sin su carne no es nada!… ¡Porque mi arte sin su arte sucumbe!


¡Porque mi protesta sin la suya se empequeñece!... Así de simples y definitivas, mujer, son tus marejadas en mis arrecifes…


Memorial de sangres en acción Todavía no es tarde, vos lo sabés, por eso si nos está quebrantando este tiempo de incongruencias, ante el imperturbable vociferar de quienes se han bebido tus semblantes con manos ácidas y filosas lenguas para marcarnos en el anonimato, es el momento para encrespar tantos ángeles postrados y dejar de lado la retórica implorante en nuestras manos para iniciar un memorial de miradas en acción, desde cada uno de los escombros que nos han edificado, apaleando las esclavitudes izadas sin época. ¡Ha llegado el tiempo de saquear estas famélicas fauces!... Sé que también existís en ese azul ángulo de la conciencia para divisar tus crecientes lunas reclamando desde lo inmemorable…


Arrebato de las independencias Sé que no quedarán mis fuerzas calcinadas ni el pensamiento plagado de penumbras, si extendí mis versos fueron para compartir el exquisito arrebato de las independencias con la ensordecedora osadía fuerza de mi fe y azuzar el rugir de mi querella tan castrado por ignorancias y desatinos; pero necesito que me dejés dialogar con tus fantasmas y azares donde irrumpe tu piel renovada; dejáme transitar cada aullar de tus respiraciones para también burlarme de estos aromas a cadenas que aprisionan la fluidez de tus océanos. ¡Me resisto a no reconocerte!...


Lecturas patriarcales Me han acostumbrado a leerte en binómicos esquemas, en donde tu ser se pudre cada vez que vocifera tu alma…, Pacos y Lolas de verdugos vestigios que con grilletes de neuronas censuran nuestra inteligencia, y te idealizan tan simple e inerte, ahogada en la profundidad de la sandez, demoliendo tu historia en triviales personajes de cenicientas, cual reina de aquelarres cotidianos, barriendo ardores y aspiraciones, sumergida en versículos patriarcales y lenguajes opresores, con el sello de santa, ramera o demonio, sujeta a los sexistas exilios de la voz… ¡Que no nos perturbe la desidia de ese gozo patriarcal! ¡Suficiente! Hoy quien te lo reclama es mi piel de hombre despojada de tanta vetusta dictadura masculina…


Ave henchida de celo Por sólo una pregunta tuya mutante en la mudez, se rasgaría esa lápida sobre la cual han escrito centímetros de opresión. Estos milenios de piedras preciosas, en tus manos sangrarían por los que aún no han soñado; milenios de ceguedad despertarían, como si tu piel hubiera parido ecos que descongelan el hormigueo del cosmos genital. ¡Preguntá!... Mirá este apaciguado deseo crucificado en las grietas de los musgos sigilosos; atravesá el silencio de lo incongruente, por vos, por mi inconciencia, por todas aquellas llamas latentes que han saboreado el erecto poema de la diferencia; porque solamente por tus interrogantes se harían hiedras las manos, y cual ave henchida de celo, podrías inscribir en cada atestado la inmortal mueca del entrecejo de los vuelos...


Desnuda de sombras Así te evoco, en aquel despertar conjugado de palabras. Tus deshoras han remitido, en mi vientre, la libertad de esta naturaleza devoradora. Y te conjurás en ausencias, con el círculo de tus ritos que alguien quiso acallar cuando tu sexo escribía lluvias sobre los sembradíos de mi espalda...

Te conjurás, como siempre quise que desafiaras estos incongruentes calabozos; desnuda de sombras, con la cura de tus madrugadas en mi garganta en gestación...


Quizás ahora te conozca, al menos más que la penumbra de entonces..., cuando de infiernos y desmemorias estaban habitados mis nacimientos. ¡Posiblemente me reconozcás!...

¿Cómo, entonces…, negarme a esta lunática resurrección?...


Más allá del silencio A pesar de que muchos no han oído tu canto, ese ritual tumultuoso habita entre los campaneos de signos porosos, atestiguando el recorrido en la inconsciencia machista de sonidos mudos que corretean en estéreo fútiles vaivenes de mitos y testamentos; pues huelo, a través de esta historia, los sudores de tu mano avivando el aliento de una vida en torres de olor a aceite, ciudades de ropajes y pisos de placenta fresca que acunan el labio bautismal de mi camino... -extraño misterio de los improvisosVos mujer, yo hombre, diálogos en la diferencia, ambivalencia de torrentes sanguíneos que coronan los lazos asexuales del afecto. Tal es el misterio... Así,


como si pudiera oler, en tu espalda, el vacío de unos espíritus transitorios chorreando bitácoras hasta descubrir los quejidos desnudos en tu primigenia sustancia, sin que pueda lamer, en esta internada tierra, los fragmentos efusivos de este comprender tu mirada: tantas veces celestial, tantas otras infernal, como luna conjuradora, gobernable y gobernante que refleja sitios imperiosos de conocer porque tus madrugadas a medias alientan la desmemoria de esta carne hecha savia. Sé que pocos han divisado esas huellas en cada poro de una tradición, donde el olor se descifra entre escamas de unicornios. Sé que se inflama esa naturaleza congraciada con unas páginas que condensan la opresión en pies circuncidados, pero este pulso de hechizos me obliga a delatarte: mujer huracán entendimiento


amiga promesa cultura madre llama sol y luna... LUNA-SOL -Eclipse utópico hecho certeza en ambas vibrantes pupilas-, porque sólo en ellas has hecho posible que brote la dádiva de tu fuerza. Tal es el misterio... Así, como bebiendo mis movimientos, en ese placer que provoca el nombrarte..., entre el nacer y el morir de cada letra, y escuchar tu canto, más allá del silencio...


Tierra que danza A Chavela Vargas ¡Quién dijo que era fácil ser negra en este calvario de racistas! ¡Ser lesbiana en este mar de homofobias! ¡Ser indígena en estos cultivos de xenofobia! ¡Ser prostituta en este avatar de dobles morales!... ¡Quién dijo que era placentero ser de otra cultura en este paraíso de desigualdades!, ¡gustoso avivar tu voz y pensamientos en este transitar de fálicos calvarios!, ¡fácil saber que te debés morder la lengua cuando irreverente te sabés parte inherente de la vida!… ¡Pero qué importa ser mujer!.. A pesar de esta tierra que te persigue, te margina, te rechaza,


te oprime, te discrimina…, Por eso me gusta que seás como tierra que danza, fruta cosechada por el clítoris de tus ideas, luna creciente erguida en los desgarradores timbres de tus sonidos, amazona de piel alcoholizada a punto de estallar…, con tu mirada sin red entre las pinceladas del infinito… ¡Me gustás!, con tantas historias fornicándote en la garganta…


Testimonio de nuestras sangres Dentro del ocaso nocturno del despotismo es que debés extender la odisea de tus crepúsculos a cada uno de los testimonios de nuestras sangres, exentos de voluntades, libres de la prudencia y la mesura, para que como diluvios embalsamen con respiraciones aniquilantes las manos de quienes con saña las retienen y así se abra tu sexo en vida y muerte ante el agitar lúdico de nuestros cósmicos impulsos.

¡Fértiles están las selvas!


¡A deshoras! No me apetece saber de esas totalidades plasmadas en dogmas, ni de negaciones patriarcales entre dictaduras…, cada cual entreteje la incompletud de la propia insatisfacción, cualquiera que sea la exégesis..., en ello, sobrevive el conjuro de tu existir... Un pecho en pensamiento, un lenguaje incierto, una enramada de sueños vaginales, una circunferencia orgásmica, una dicotomía de voluntades, una pluralidad de sentidos, una orgía de metáforas... ¡Qué importa!


Nada está escrito cuando cada deseo se desnuda entre sus verbos... Entonces, ¡qué voy a saber de mariposas moribundas en su propio encierro!, aquí me tenés..., tan sólo para penetrar en tu mental sexualidad, con este deseante juego de mutaciones, ¡a deshoras!, para poder robarle al tiempo los vestigios de la indiferencia...


En fase de luna erotizada… Han crecido tus llameantes pechos, en el anglar de ese siglo que lleva en su regazo esa misma tierra que produjo tu vientre.

Mirate, fase de luna ajetreada, ante la curiosidad de la voz desgarrada; sin antesalas, sin protocolos ni invitaciones. Mirate, ante el espejo gris agitando labios, sólo por el hecho de que te nombren, o de nombrarte... Toma ese suspiro de tradición que yergue la empinada lengua de lo innombrable, del que te espera fermentando su crepúsculo, llano, indulgente, amado...,


para desechar esa simple tortura del que ha situado su césped en aires de cuarzos escurridizos... Mirate, fase de luna erotizada, ¿te reconocés?, sos el ronroneo de tu propio sexo exigiendo tu lugar...

¿Te marchás o te quedás?

¿Sencillamente mirá como tus pechos han crecido en el torrencial estigma de la escritura?...


Al pie del telar Siglos... ¡Infinitos!, pero el telar ya no descose las ganas lujuriosas de sus palmas; ya la aguja de divina tez a conciencia ha labrado en sus manos lo sentido en el alma, y ha comido de ese “fruto maldito” para libertar, descaradamente, su clítoris. ¡Que no te llamen más Celestina!, alcahueta telúrica de montañas en ciernes... ¡Que no te llamen más prostituta!, amante de falos acaecidos por el hostigamiento... ¡Que no te llamen más bruja!, hechicera universal de la voz trasgresora... ¡Qué no te llamen más María!, historia virginal vendida de ataduras y silencios...


Se ha roto el hilo invisible; tu himen yace resplandeciente... con vos al pie del telar, ha desatado tu bordado de formas, colores, luces, oscuridades, muertes y renacimientos…, en cada trama de tus ausencias...

¡Siglos!... ¿Infinitos?, ¡finitos!..., sí... ¡Tejedora, colaboradora, regeneradora!... ¡Artesana del intelecto!

Mujer, sencillamente...


Otredad ¿Acaso has percibido que sos esa ecuación del mar en melodía, esa sílaba que se permuta en cada evolución del tiempo, ese laberinto de sentidos relativizados por tus poros?... ¡Qué importan esas huellas que te determinan!..., ¡qué interesa ese pene castrado por la sabiduría!..., ¡qué el que quieran nombrarte o desnombrarte!... Solamente me basta alimentarme de ese albor que nutre a la otra mitad de mi diferencia...


Sed de metamorfosis Mostrame, cómo hacés brotar cánticos de tu pezón ardiente, y cómo tu silencio ha podido escribir amaneceres en esta absurda historia que apesta a muerte. Cómo tu vientre ha renacido mientras descifrás los avatares de tus cuatro costados... Mostrame a ser un poco más humano, exorcizado de flagelos, cuando el grito despierte lunas nuevas, y pase este heredado sinsabor a infierno; mostrame un poco más de vos, en este fondo de somnolencias; es que tengo sed de metamorfosis, de tu bautismal polen, de tus resucitados peregrinajes, de tus grillos en danza...; ¡más de vos!, tras este eclipse que transporta zumos de reminiscencias desnudas...


Voz primigenia de lluvias Sólo adelanto, en este profético filo de la batalla, en este excitado parto de la historia, que tu voz primigenia de lluvias ha copulado su verdor en mis calderas; carne altiva exorcizando ángeles, o resucitando demonios, en esa penumbra zona de mi piel fragmentada, que con tu cíclica sangre remonta a los orígenes de nuestras primeras abundancias...


Con tu piel dispuesta No interesa desde cuándo te tatuaron de incongruencias, de platos, delantales y desvelos…, apaleada por manos sexistas…, porque seguís aquí, con tu piel dispuesta, entre tiempos de cambio vociferando, y con mi piel dispuesta para tatuarme de tus placeres, transgresiones y liberaciones…


Crecientes voces de luna Sé que me faltan poemas que acallen mis incongruencias, ni tengo en mis palmas los homenajes de lunas que te reivindiquen, carezco de esos prodigiosos rituales de corazones enardecidos en donde se escuche el silencio de tus mares y bosques y me trasporten a lo más furtivo de tus revoluciones…, mas poseo este canto compasivo de dolores y denuncias, una especie de verosimilitud de mis pálpitos, que en cada línea desborda mi espíritu entre sinfónicos unicornios y me acercan más a mis diferencias, en este océano de insubordinaciones, sin que me apene el miedo a mis debilidades, pues me fortalezco en la humanidad de tus impulsos para romper los silencios que me han deshonrado y complacerme con cada una de esas sangres que han transitado por el litigante vibrar de mis pupilas…


Mi escenario es innegable: ยกNo me imagino sin tus crecientes voces de luna!...


Tercera parte

Irreverentes instintos de piel de luna llena


Tal es el conjuro… Más allá de este paraíso de infiernos tu olor sigue vivo en cada lubricación de las sobrevivencias, y te veo desafiando las cofradías y cleros con tu sexo envenenado, injuriando leyes reverenciadas…; ¡malditos mitos que te han encadenado!, por eso cuando te percibo desafiando los contornos de la psique me queda en la piel la desobediencia de tus tiempos, para saberme trasgresor igual que tus guerras y vivo de este mundo exquisito de irreverencias. ¡Cómo no vanagloriar entonces esa penetrante y sabia mordedura en el paraíso! Tal es el conjuro…, tus pechos oceánicos permutan los silencios, y se paren las ideas entre temores angelicales, se redimen culpas en la desnudez que esparce el sexo de las voces…; por vos no hay vergüenzas, ni pecados reglamentarios, ni la costumbre de la herejía… Sí, vos, enemiga del paraíso, fruto inquieto, fruto pecador, fruto trasgresor, manzana maléfica de infinita sabiduría...,


que con el mito herido entre tu boca hoy te sabés liberada y libertadora, nunca más alimentada de sumisiones y remordimientos… ¿Por qué te habría de afectar el estar eternamente condenada? Si por vos reverdeció el árbol del saber, por vos naufragó lo profano y depravado de los cuerpos, y con tus labios se violentaron los jugos puritanos del rocío; más allá del bien y el mal tu piel segrega lo excelso del deseo, con unas costillas soberbias de sospechas para democratizar transparentemente, un paraíso intrigantemente más humano.

¡Sagradas miradas que te desencadenan!


Esta sangre que transita A Yadira Calvo

Ha despertado tu sexo... Una mueca inalterable encrespa la nostalgia fálica de la protesta..., despojado de cortinajes de instintos, cada miembro de tu mañana, llega puntual a esta función de orgasmos. Y, azoradamente, ven tus impulsos erguirse, para exorcizar los segundos machistas de esos olores a cadenas que han inmutado tu lenguaje, tan sólo para vestir de inmortales el fuego de los gritos de tus oráculos. Pero lo has inaugurado… Y en carne viva asciende por callejones de ruidos sostenidos en tus pupilas, que disfrazadas de paraísos, hieren con su filo las algas nocturnas de esos hechizos clavados en tu historia.


Entonces‌, renace‌ Y ves apresurada doblar la esquina a la vigilia. Y a tu garganta asoma esa lumbre que siempre ha replegado tu escritura, y sobre såbanas manchadas de lavas renacidas que habitan agua y tierra, tu sexo llega profundo, vibrante, extasiado, airado, hermanado, con todas esas otras sangres que transitan...


Mujer preñada de agallas ¡Desnudame en tu garganta!… Es este cántico de irreverencias por el que quiero transitar. ¡Conjurame en tus gritos de arrebatos!…, con esas facetas de luna que hierven en tu interior.

¡Haceme sortilegio de tus clímax rejuvenecidos!..., por los no silencios de los tiempos, aún por el silencio impuesto, mujer fecundada de agallas, quien tempestuosamente, sangre a sangre, reescribe la historia.


Bendigo tu sexo A mi madre, Liliana Chavarría Brenes, verso de mi sangre… En cada uno de mis pálpitos bendigo tu sexo, porque sos cada palabra que amanece en mi piel, cada mirada que esconde mi historia, cada pensamiento que Porque me pariste desde el vientre del alma y me amamantaste con el sagrado néctar ausente de tu pecho, ¡eso fue suficiente para saberme parte de tu esencia!, y en cada cantar de los años acurrucas mis sueños… Te bendigo, mujer, porque en tus azules cavernas me has hecho infinito, y en cada transitar de mis versos pude beber de tu savia para inmortalizar mi espíritu. Así, en cada aliento tuyo se respira mi esencia, ligados, consagrados, inmortalizados…


¡Bendita! Mujer radiante de amaneceres y lloviznas…, de ternuras y determinaciones…, mujer de eterna compañía alucinación etérea de voluntades y seguridades porque sos los puntos cardinales de mi biografía en el eterno prólogo de mi escritura…, la esencia primigenia de mi poesía… Bendigo tu sexo, porque de tu sexo engendré la humanidad de mis pasos… ¡Libre de ataduras!, ¡mi única salida! ¡mi punto de partida y de llegada! ¿Qué fuerza nos mantiene si no la tuya?..., mujer, amiga, madre, vida…, eterna…


Gozosa de tu deidad… Te concibo indomable, luna llena de designios, sin manzanas para tentar, sin colores rosas para vestir, sin protocolos que cumplir, sin obligados silencios, sin las sombras del acoso, sin la lapidación de las censuras, sin poses para encajar, habitante de paraísos sin huellas masculinas, conquistadora de tus pensamientos, artífice de tu historia, madre por elección…, ¡como debería ser!,


dueña de tus acciones, gozosa de tu sexo, con ovarios para luchar, amante de tus instintos, irreverente deidad femenina…, ¡sí!, diferente, desnuda alma de escritura, embelesada entre tus sentidos, profanadora con tus intelectos, con tus labios enardecidos, despojada de ventrílocuos y titiriteros, siendo parte de la historia, del devenir de mi historia…, ¡libres!...


Fuego efervescente A María Esther Flores Sandoval

Así, a este fuego efervescente es a lo que me olés, y gusto de saborear esa fogata intrigantemente incipiente en tu piel… Aunque las cicatrices tarden en llegar, me seduce ese tu cántico libre de cadenas morales, al momento de pisar altanera esa bestia pregonera de dictadores pensamientos…, cuando te despojás de las membranas de hada, y maldecís en minifaldas a los tiranos que quieren embargar tu iracunda identidad… Mirate, con ese encauzar sin libros sobre la cabeza, sin maquillajes para lubricar cada una de tus batallas, sin zapatillas de cenicienta ni revoloteos inmaculados para resaltar, sin ese olor a cebollas y papas podridas en tus venas…, ¡mirate!, con la fragancia juvenil de tus lechos destendidos, bálsamos de kama-sutras fornicando en tus poros, con un “no” en erupción entre los manuscritos de tu sexo y con tu voz incitada sangrando


entre despeñaderos de albedrío… ¡Qué te ha de importar arder en la hoguera una vez más!, ¡quién lo ha de notar!, ¡quién te lo ha de reclamar!... Esa es la recompensa, dejar danzar sobrevivientes tus pechos sin amamantar, dejar tu sangre plasmar sus mañaneros vestigios, dejar excitar tu nocturnal peregrina piel e instaurar esas bocanadas de locura como terapia, y que en cada exceso de luna, tus excéntricos océanos de clítoris henchido, independientes, transiten entre las paradójicas oscilaciones poéticas de la vida, como águilas en sus desenfrenados paraísos…


Hoguera de múltiples orgasmos En cada letra de mi catarsis me enseñás a leer en tus manos el misterio de tus semblantes, yo también estoy cansado por el milenario desvelo de los tabúes, por eso despido de mis sábanas la inmunda pestilencia del dominio. ¡No más ataduras!, ¡no más pudores!, ¡no más códigos sujetando tus manos!… Exijo autonomías para estas líneas que nos conforman, quiero también sentir la turbulencia de tu espuma y expatriar el calor indecoroso de la cocina, ser hombre con el rostro impregnado de nostalgias, sin prejuicios, lado a lado, cara a cara,


desafiando cada esquema de esta injusta historia, y tragarme las tempestades de tus luchas para que caigan en cada instante de la conciencia… ¡Cómo no proclamar que este cuerpo brota en tus sinfonías!... Y sí, las voces brotarán en cada esquina, arpías de siniestras jerarquías, pero no quiero más esa libertad por fuera, ambiciono voz, hoguera de múltiples orgasmos, y ser uno, y ser diferente…, poder denunciar a través de tus ojos, que amamantes al mundo de pensamiento y saborear, en cada luna, infinitamente, la profundidad de tus presencias…


Salvaje cantora del fuego A Mercedes Sosa Galopás otoñal, ¡tan milenaria! en este valle de signos desnudos. -Cual salvaje cantora del fuegoLamiendo el furor de tus huracanes, para descubrirte como crepuscular azar en los ángulos de mis contornos. Con vos se han quedado mis silencios a medias, con excitaciones conjuradas en trovas, sin que los retumbos de tus primaveras se queden sin conquistar mis travesías, para que me dejés más allá de la vida y la muerte palpitando tu sangre intranquila en llamaradas con proclamas de eternidad… ¡Con vos la libertad se mueve desde adentro!


C贸pula libertaria Has parido tus aguas, con tus manos en pie de lanza, con tus lenguas llameantes, como si fuera posible herir con su filo los rituales constantes en cada huella que has posado tus labios infringidos. Sexo de ruptura, esp铆ritu en la palabra, cual fuego tejido de destinos, palpitando entre mis dedos las recurrentes fascinaciones de estas org谩smicas c贸pulas libertarias...


Trazos de orgasmo Circular orgasmo, aquel que vocifera desde el organismo de la esencia de tus c贸pulas, se ha vertido en estas corrientes de pensamiento rasgando milenarias estructuras, mitigando la oscura cicatriz de las imposiciones; 隆ya era el tiempo!, el turno de que arrancaras de tu pecho la intolerante condena de lo preestablecido para ser profetiza de tus trazos de orgasmo..., profanadoras eyaculaciones, en donde tus letras capitales mutilan la linealidad de esta cultura empinada en torres de semen.


Lo impensable de los infinitos Necesito que me aferrés a la ruta de tu vacío, a esa marca ininterpretable en la penúltima estación del lugar de tus misterios... A ese nudo de pensamientos, a esa idea sin razones, a ese espectro sin prejuicios, a ese largo trecho atestado de huellas... Porque ¿cómo no emerger en esta tu atrayente locura?... ¿Cómo no circunscribir mi goce en el ensalmo de tus recodos de vida?... Si vos, mujer, me llevás a lo impensable de los infinitos...


¡Marinas a lumbre de piel!

A MarinaVolio Brenes

¿Sabrás que tu voz sigue vestida de gala en las victorias de mis ceremonias? ¿Que mis poros de arte e intelecto continúan lactando del embriagador néctar de tus cátedras?... ¡Queda aún tanto de tus solemnes sabidurías en bravíos corceles, que eso tan solo basta para inmortalizar en mis fragilidades las humanidades de tus fortalezas… ¡Mis pasos no son tan diferentes a los tuyos!..., por eso tu presencia revitaliza estas vías que ofrece mi destino..., abrazador rocío vespertino que me cubre en brisas marinas… Porque me seguís hablando en los paisajes de ilustres e irreverentes ideas y en las tertulias que adornan los renglones con sus armaduras de organza… ¡Cuánto agradezco tu imperiosa corriente transitar en los almíbares del intelecto!


No me interesa oponer resistencia a las danzas de tu delicada silueta… ¡Puedo asegurarte que crezco siguiendo tus pasos!... Esos roces de pictórica luna que han conjurado tus tránsitos, estigmas de combates que han latido al nacimiento, luz y aliento de esa tu escritura toda; por eso, cuando digo vida, se esparce tu huella empapada de hortensias, porque esas son las gozosas sinfonías que han palpitado en tu leyenda, verbo a verbo, idea a idea, lucha a lucha, en ese tu pleno pregón de fuegos y sangres que ha engendrado, irrenunciablemente, milagros sobre vacíos... Y pese a nuestros veintitantos andares en tiempos y espacios, aún reclamo infinitos viajes a tus beligerancias para extender mis alas…,


bajo esa pausada imponencia que renace en tus palpitantes y señaladas verdades…

Por eso, a medida que se remontan tus lunas a las orillas, tu piel brota henchida de pasos atemporales; ¡marinas a lumbre de piel!, que han amanecido tantas veces en las siluetas de mis tiempos, con este sobrevivir reformista agitándose entre tus dedos, ¡con tu fastuosa sangre de generala prodigada!, en nuestras estadías de ausencias y encuentros desde que tu benemérita savia de mujer persistente danza de cara a mis evoluciones...


Desgarradamente visible A Teresita Aguilar Mirambell Hoy ya has derribado esos ventanales de cansancio en tu rostro, por eso ni las raíces de los árboles intentan aferrarse a tu altiva desnudez… Ya no se detienen tus versos en los silencios del tiempo, ni reposan las angustias de tus costumbres en falaces silogismos de opresión… Hoy, ya no debés cumplir con esas ancestrales tareas… Ahora, mucho más temprano, llegás inconforme con tu franco tatuaje de poetisa: Desnudando tu alma, liberando tu pensamiento, sonriendo descarada y gratuitamente… ¡Arribás!, alimentando tu intelecto, fornicando voluptuosamente con la muerte, maldiciendo el pisotear de los prejuicios…,


para ganar de tu mirar tus unicornios, para desembocar tus gemidos de sirena, y nutrir de ímpetu tus genitales, al escribir de tus voces y silencios avivando tus demonios y tus ángeles… Así es, ¡llegó el tiempo!, en contra de lo que se espera, de lo que ellos desde el Olimpo aguardan…, en contra de este insulso y fálico sistema…, con todo tu éxtasis agitándose en tu útero, arribás lactando con tus pechos subversivos tus deliciosas disyuntivas, con tu escritura desperdigada en elevadas brisas, con estrógenos guerreros y voces inconfesables, que no conocen de caridades ni dictaduras, altiva y victoriosa renovando la ofrenda de tus presencias… Hoy tu reino te pertenece, ¡miles de rimas reverdecen en la curul de tus memorias!, ¡que se sepa!, ¡que ese sea el clímax de tus tareas!..., hacerte excesiva…, ¡desgarradamente visible!…


Olor a lumbre A Flora Sobrado de Echandi

¡Quién habría de decirlo!... Transmutar creativamente esa milenaria prisión en un caudal de soberanías culinarias, con esas tus manos de suculentas cosmogonías, porque entre cucharadas de adobos, año tras año, desde el primer guiño de aliento del día, condimentás entre especias de tempestades y calmas, fábulas de vida en tu cocina… Y a pesar de los convencionalismos, ¡derribás aceites que hierven almas!, con ese olor a lumbre derramado en tantos rincones, sobre la palma de tus espátulas vivencias que adueñadas vociferan la levadura de tu usanza. ¡Muy pocas veces las frutas no magullan su esencia!... Por eso, en este tu espacio se han guisado un sinfín de realizaciones, allí, la vida se cuece entre tus glamorosas pimientas y sabores, ¡cocinera de avatares !..., pues en vos truenan las ollas de hedores a ofrendas, sobre esa magia impostergable del éxtasis caramelizado, como una orgía de paladares entre barrotes de sazón liberados…


¡Y sí, el tiempo mengua!, pero vos seguís perpetua danzando libremente afilada con caldos y laureles... Señora de altivo sazonar, por voluntad propia, más allá de lo que exigiera la historia… ¡Con tus fértiles aderezos sucumben los ayunos!... Porque en cada cazuela brotás como balsámica trova, y en tus recetas zapatean marinadas desnudas de culantro y tomates, ajos, menta, anís y tomillos, arrullando sartenes de testimonios, espolvoreando tus pisos de albahacas, mientras tu arte escribe versos habituales en nuestros paladares. Por mi historia no hay nada más fértil que tus irrevocables recetas, ¡cocinera de avatares con olor a lumbre!... Me enseñaste a darle voz al pan de cada día, para así sazonar de júbilos mis caldos; por vos mariné mis masculinas venas en julianas de emblemáticas permutaciones para espolvorear mi existencia con tus cosechas…


¡Qué sería de nuestras mesas sin el sazón de tus ebulliciones! Vos que olés a café de esperanza, y a mieles de llovizna; a manos de laurel incandescente y sublime rostro embriagado de canelas…, ¡porque con vos el llanto se ahuyenta de las cebollas y el almíbar de los frutos se rejuvenece!... Sí, en tus fogatas caramelizadas horneo mis quimeras…

Sí, con vos, estamos a punto de ebullición…


Tus indomables voces A Ana Eleonora (Nono) Antillón De esas tus palabras tan aguerridas en su filosofía es lo de lo que debe ceñirse este mundo. Más protestas de pueblo como las tuyas, cultivadas en las constelaciones de tu garganta. ¿Acaso por designios divinos?... ¡Qué importa!, pero que no hablen solamente de dolores e injusticias, -pese a los desatinos de las miserias-… Sé que otros se han embelesado con este tu pueril cosquilleo de locura en tu palabra, con ese tu desafiante empeño por pregonar eternas juventudes de espíritus, mas soy yo hoy quien te pide sigás alojando este tu lenguaje, tan auténticamente obsesivo, en cada uno de los gemidos de mis estaciones… -Porque sin duda un golpeteo de estas tus indomables voces es lo que posee similitud entre nosotros-


Las deseo así, tan enérgicas como mansas, tan ardientes como quietas, tan beligerantes como serenas, tan integrales como fragmentarias, tan perfectas como anómalas, enmarañadas en el palpitar de la inteligencia, para romper serenamente esquemas y mutar caravanas de oficiales realidades… Esas, tus palabras, tan tuyas, como herramientas de alianza, donde no se sepa de cuerpos con censuras, callejeando con la espada en el verbo, tan trasgresor y humano, deletreando partículas de lluvia en nuestras sabidurías… ¡Nada es absoluto! Pero me absorto ante tu elocuencia de mujer de selva para hacerme testigo de la inmortal magia de nuestras lunas…


Piel de luna llena Como el aire desenfrenado me estremece el verte danzar entre estas peñas libres de ataduras, inmensa, como huracán de altivo paso, presumiendo tu piel de luna llena, echada a andar con la preñez de conocimiento y emociones…

Tan trasgresora, no señora con ajenos apellidos, ¡sin ser llamada “mujer de alguien”!, braceando por las calles sin dueños, ¡ni de dioses ni de diablos!, escabullendo las procesiones de silencios, con el escandaloso jadeo de tu identidad desnuda, tan engalanada de brillos oceánicos, cielos terrenales, sorbos llameantes y vientos que embriagan…


Tan auténtica, con el sol híbrido creciendo entre tus venas, cual hoguera de sexual inspiración, cual hechicera de reconquistas, animal racional de pasiones, con el fresco de tu clítoris abierto al bullicio, con la palabra “virgen” bajo el zapato, y trasgresora de etiquetas…

¡Estás en donde tu sexo te provoca!

¡Más vale que los tiempos comiencen a acostumbrarse!


Libertades en vuelo A un sabor a libertad me has llevado, cual cántico seductor de sirena, hasta tu furia de Erina; en entrañas de mujer triunfante, esparcida en el ímpetu de la naturaleza de Deméter, entre las marañas de los compases de ríos salvajes con anarquistas visiones en su voz. Hoy, como Atenea, te me revelás tan sabia, llena de colibríes despuntando tu conocimiento, con el compás de la intuición entre tus dedos; pero a la vez con el amor y la belleza manifiestas entre tus Afroditas auroras ardientes. ¡Valió la lucha! Hoy sos la Perséfone de nuestros tiempos, regenerando tu incandescente piel de gitana, con la música, danza e historia entre las vértebras de las Musas que te habitan. Mujer de evocaciones y desmemorias, con vitalidad de Ninfa en tus venas para inmortalizar tu hacer el amor al viento en franco deleite, mientras el poema reclama los gemidos de tus algarabías. ¡Qué privilegio dejar que en mi piel arriben tus testamentos de tu trinidad femenina, la gloria que encierran nuestras libertades en vuelo!…


Cuarta parte

Entre estas libertades de lunas nuevas


Rebelión de nuestras coincidencias A veces solamente me basta recostarme a deletrear los compases de nuestras irreverencias y complicidades, de esas sanadoras marchas difuminadas en tierras ya cultivadas, y escribo con el sensual aliento del silencio como camarada. Así encuentro nuevamente en tus revolucionarios pechos la efusión de los orgasmos de tu corazón y cerebro… Aprender la lección quizás fue espinoso… -A veces se debe trasformar el dolor en alimento¡Pero me fascina aceptar que nuestras denuncias se levantan en poesía! Saber que todo conspira para dejarme sucumbir en tus desvergüenzas, y en todas esas voces que aceleran sus regeneraciones como seres divinos sin género, ¿quién dijo que Dios era hombre?... Está en nosotros este sabernos juramentados en nuestra biografía de huesos y sangre, este asumirnos no hembra subyugada y macho dominante, persiguiendo aún la rebelión de nuestras coincidencias.


Yuxtapuestos ¿Cuántos siglos de encuentros y desencuentros?, cruzando descalzos corales arremolinados por el poder, a veces resignándonos bajo porciones de opresión, casi agonizando a pesar de la sangre palpitante de nuestros sexos, desvanecidos en subterráneos fortificados de hienas y corderos, intentando entresacar el intelecto de tu pecho, y desgarrar el viril absurdo en mis templos que inicuamente censuran la emoción de mis pupilas… ¡A cuántos verdugos con la verdad servida enfrentaron nuestros versos ! Hemos iniciado tantas batallas y abierto tantas trincheras en mitad de las lunas, convocando gozosos conciertos de esperanzas, confesándonos criminales de prejuicios, aquí te las traigo…,


y nosotros siempre tan yuxtapuestos, ¡como debe ser! como renovados astros envueltos en palabras y hechos…

A pesar de esas miradas diabólicamente condenatorias que se aterrorizan de nuestras ideas, a pesar de tantos enclaustrados en sus propias ideologías, a pesar de que aún nos toca verlos gobernar y picotear con sus fariseos dogmas nuestras andanzas, en cualquier esquina seguiremos tropezando con herederos buitres de golpes y mordazas… ¡Asumimos los riesgos!... Para que todo siga dispuesto en nuestros encuentros, yuxtapuestos, para seguir rasgando, soñando, transitando, colectivamente, por nuestra eminente necesidad de permanecer… ¡Así lo haremos!


Huellas I Sos la voz irreverente que desafiante sobrevive sin preámbulos en las conversaciones internas de mi historia, con las llameantes ansias de elevar el vuelo íntimamente consagrados, decididos a dilatar los silencios, con este fornicar de tierra y cielo que renace en los juegos de nuestros sentidos…

II Me he llenado tanto de tu legado que embriaga mi sangre, y por eso se desvanecen las murallas por este recién nacido aliento de nuestras promesas seducidas por milagros de plenitudes, sin importar el vaivén de los arribos ni los taciturnos silbidos de nuestros ecos…


III Terminadas las contemplaciones se aviva con arrebato el tránsito, más allá de plegarias, arabescos y memorias legales, y esta vez se aglomeran nuestras certezas excitando las imperecederas rebeldías de donde emanamos, irremediables fuerzas que nos inmortalizarán cuando ya nuestros aguaceros extingan su voz…

IV Despertaremos con nuestros rocíos respirando manos extasiadas de bullicio dejando de lado sigilos, indiferencias y cobardías, con tantas historias en nuestras pupilas y paradojas de vida y muerte entre las gargantas, y será este el segundo en que hagamos arribar a la luna para declararle nuestra complicidad.

V Eternamente habré de acuñar en las complicidades de nuestras arterias abiertas nuestras escrituras a manos llenas ignorando los disfraces de las armaduras y dictadores territorios, tan sólo para reclamarnos con humanidades de versos y memorias, en este pulso infinito de nuestros ritos…


Hacedora de mi historia A Rose Marie Karpinsky Dodero Estás en tantos trazos de la Historia, en los penetrantes trazos de esta mi historia, mujer de pensamientos preñados, con tu lenguaje adueñado de batallas bien ganadas, con la marca de tu propia presencia en los prolíficos renglones de la mente, para descubrirte hacedora de escrituras filosóficas y lecciones de vida soberanamente atendidas… ¡Con vos se expanden cada uno de mis puntos cardinales!, porque has surcado las huellas de quienes transitamos con el andar de tus academias y humanidades, sin tener que desafiar ni obedecer a la autoridad, sólo por tu ímpetu izado en compactas voluntades. Y aunque los años hayan surcado su esencia en el rasgar del tiempo, mujer, con tu palabra acogedora y el abrazo cálido, has moldeado el barro de tantos espíritus, de mi espíritu…; y no hablo de quimeras, pues me es suficiente un guiño de pensamiento para saberte siempre enérgica en las lecturas de mis leyendas…


¡Cuántas veces me he alimentado de tus infinitas cosechas! También la historia te ha de estar tan agradecida, si se lee tu nombre, con sobrado mérito, inscrito en los poros de su recorrer, girando, a pesar de los silencios, incesante y elegante como alborada entre las vertiginosas miradas de los anales. ¡Con vos ninguna opresora mente podría decir que la inteligencia está reñida con la belleza!... ¡Con vos ningún retrógrado pensamiento podría negar que las deidades no pudieran poseer semblante de mujer!... ¡Con vos ningún misógino proceder podría ignorar tus aportes a la historia!... Con vos, mujer de maternidad escogida, me sé sabedor de luchas y ambiciones, conquistador de victorias y júbilos, con los griteríos de nuestros intelectos a flor de piel…, porque de vos he ingerido la ambrosia de la sapiencia al invitarme a amamantar los vértices de la sensatez… ¡Con qué fuerza y derecho te has inscrito, durante tantos años, en la historia de mis huellas!, por ello te pienso con el pensar del tiempo entre tus manos, ungidas de sus voces y testamentos, que le han devuelto a otras sangres el lugar arrebatado, y han estampado universos de tu voz


hasta mis manuscritos en donde mi sentidos se hunden cada instante más. ¡Por cuántos milenios palpitará tu nombre en los diarios de la vida! ¡Lo confieso!, en ocasiones me reflejo en vos; por momentos quiero parecerme a vos y continuar tu huella…, ¡pero me falta tanto camino para emular tu andar!, pero me sé tu discípulo, tu amigo, con tu altivez como refugio en donde cómplice construyo mis lunas más humanas y altivas, fertilizadas por tantos años de tus pensamientos… No quiero dejar pasar el tiempo sin dejar que sigás refrescando mi alma con tus enseñanzas de Musa, para que siempre palpités en los crónicas de mi propia historia...; por eso te ofrendo mis palabras, te vanagloria mi intelecto, te convido de mis laureles, tan sagrados y genuinos, para pactar con vos este histórico testimonio de infinitos aprendizajes…


Sin tapujos ni etiquetas Me fascina ser este hombre, para encontrarme inquebrantable en la inmensidad de mis diferencias, con un pene que no me destine ni encadene, con la piel henchida de ternura en mis ojos, para saberme más humano, no dueño, no amo, patriarca o tirano, exquisitamente sensible, capaz de transitar espontáneamente sobre los senderos de tus sigilos con el tesón de mis turbaciones. Ser este hombre, con las huellas efervescentes de debilidades, palpitando con el gen de las incongruencias en cada estación de mis espermas, con la mirada diáfana del alma, sin buscar a secas la carne altiva de tu espíritu, sin los encadenamientos de los golpes, sin la letal costumbre de los celos, sin justificar inferioridades en insultos, sin miedo a tus inteligencias, sin el báculo de la presión y los convencionalismos, sin temor a los rosados o a los besos, sin buscar perpetuar apellidos, sin huir de escobas, ollas o limpiones… Sencillamente así, hombre versado de tus carestías, centinela de tus luchas y caídas, seguro de mi sexo,


guerrillero contra quien pregone tus sometimientos, con mis pechos abiertos para descansar nuestras profundidades, y con los prejuicios arrinconados en el lecho… Me embriaga ser este hombre de perceptiva envestidura, inquisidor absoluto del “macho”, con ese sexto sentido en la sangre que nos anuncie; ser el compañero quien aprenda a volar en tu vientre y escriba versos en tus pupilas en ciernes, con mi mano en la tuya para que me guiés, cimentando amaneceres y desflorando trivialidades , erizando los nocturnales encuentros de nuestros revoloteos… Hombre, sencillamente, pisoteando siglos de opresión fálica, incinerando soeces piropos y atisbos lascivos con las cenizas enérgicas de las hogueras entre mis dedos, en donde tantas veces te han intentado quemarte; amante de tus enigmáticas resignaciones y revoluciones, contigo en la trinchera esperando nuestro turno, únicos, inmersos en la diferencia, pregonando la más profana y consagrada de nuestras alianzas, con las victorias entre nuestros labios, hombre frente a vos, mujer, viviendo en libertad, sin tapujos ni etiquetas, con el constante oscilar de nuestros renacimientos cada quien, en sus manos, con la otra mitad de nuestras diferencias…


Balsámica melodía del destiempo A Amanda Miguel Apenas mi mirada pueril se posó en la tuya reencarné en tu colosal voz de múltiples sensaciones; cual hechizo entre gemidos, bastó escucharte para que tu mirada hipnótica hiciera ininteligibles mis secretos. ¡Cómo explicarle a la sangre que por tantos años tu canto ha irrumpido energéticamente fusionada en lo infinito de mis encrucijadas!, potente, etérea, mística, rebelde, indómita…, en cada letra palpitan tus vibraciones saciando mi sed de acordes … Entonces, ¡cómo no seguir entonándote en mis remembranzas!, ¡cómo no embriagarme con tu cabellera de enigmas !, Si cada una de tus armonías se ha desnudado en el gesticular de mis venas.


Si cada melodía tuya invade de exaltaciones mis presentes. Si en cada una de mis remembranzas tus matices dejan sus arpegios. Y en cada balbucear de naturaleza respiro acústicamente tu esencia… Crezco con esa tu voz cargada de hechizos y tributos, entre espejismos y carcajadas , entre bálsamos de pampas y ponchos, de lamentos primigenios y gritos torbellinos. ¡No hay dudas!..., ¡me embelese la tempestad de tus compases! ¡Cuántos baladas más allá de esta actual historia habremos trazado !, ¡cuántas miradas tuyas están inscritas en mis pentagramas!, ¡cuántos arrebatos abanicando nuestras inspiraciones!... ¡Para nosotros no hay tiempos!... Sé que constantemente estarás musitando en los parpadeos de mis poemas, aquí, frente a un soberbio sonido que no extraña otras identidades, porque se refleja la luz de mis constantes amaneceres en el cotidiano bautizar de tu piano… ¡Cuántos acordes se han subrayado en la piel de los años!,


con tu presencia indomable, con esa voz desnuda reescribiendo mi historia… En esta consagrada unión liberadora de altivez y casualidades, cuya ofrenda diaria se desprende como prodigio de tu garganta aliviando el vertiginoso tarareo de mis jornadas. ¡Es absoluto!, esta balsámica melodía del destiempo me escribe que nunca me has sido ajena!… Porque son eternos los hechizos enraizados en tus pupilas, es inmortal esa palabra de tempestad que aruña en celo mi piel, enigmático destello de la luna bajo el hechizo del sol. Porque me embruja que vivás en mí con los halagos de tus afinaciones y que tus ondas resuciten generosas en las estrofas de mis poros. ¡Que algunas veces me han salvado! ¡Que tantas otras me han alimentado!... Sé que de alguna manera sentís también los susurros de mi presencia, porque se parecen tanto nuestras esencias y trovas…; porque pudimos acurrucar nuestras almas con el vigor de nuestras contemplaciones, en aquella consagrada lluvia de agosto, en cualquier existencia en donde esta crónica estará escrita en lo penetrante del lenguaje de mi sangre…


¡Quiero seguirte escuchando!, volverme brío de tu canción, como cosmogonías en imperecederas reencarnaciones… Afinar una vez más nuestras reminiscencias, por siempre, en esta vida, o en la otra…, pero eternizados…


Sempiternos alientos Porque hemos hecho de la sangre derramada alquimias de lienzos de brasas que intensifican los gozos de nuestras libertarias apetencias..., nos hemos erigido en la escritura de las Auroras, -sempiternos alientos en la etĂŠrea elegĂ­a de la noche-, que hoy se pactan insaciablemente...


Convites de madrugadas A Nelly Brenes Herrera + ¡Con qué templanza se construye tu rostro!, tan firme y rotundo, dormitando entre convites de madrugadas, aromas vespertinos de confidenciales cafés de risas y desayunos de oraciones diarias a la orilla de tu lecho. ¡De cuántas sueños sos mi vigía!, y de cuántos más velaba yo los tuyos… Llenaste cada uno de mis rincones de fantasía entre huracanes de perfumes de azalea y tu magia que esculpía dulces palabras para erigirme más sensible entre nidos de historias de pueriles sensaciones. ¡Imposible no inmortalizarte! Si hoy mi piel se sustenta del barro fértil de tus miradas y me seguís contando el prodigio de tus rojas lunas zurcidas de alientos… Si llevo tu sangre en cada perímetro de mi alma y en cada caserío de mis pensamientos, ¿acaso no es lo que importa?... En verdad qué cortos pero intensos fueron nuestros tránsitos...


Yo qué no daría por palpar tus manos y escucharlas emitir los susurros de esa tu canción en la consola…, tan sólo me bastaría dibujar un retazo de tu silueta, porque sé de tu espíritu anclado en los recorridos de mis domingos, de tu refugio explotando en el júbilo de tu pecho. ¡Decime a qué te sabe refugiarte en esos mis arco iris de infancia!... ¿Cuántas de tus confidencias serán hoy propiedad de la luna? ¡Si pudiera tan sólo tocar un fragmento del incienso de tus lloviznas! Y es que tu mirada sigue posada en estas mis estancias. Es una fragancia sin tiempo. Un testamento que no se negocia. El mismo último hálito de vida que respiré a la orilla de tu lecho. Mi niñez preñada entre matriarcados que han pasado sembrando la bonanza de esta escritura sobre nuestros eclipses que renacen. Sólo en lo interno de nuestras contemplaciones la distancia es prominente, purificadora, redentora…


Desafío interior de heroína Hoy, tan sólo quiero acercarme a tu desafío interior de heroína; hallar en vos la savia primigenia de tu omnipotencia, de aromas que hablan de luchas, de voluntades de libertades diarias, entre fértiles silencios que han atesorado la huella de tu tiempo; porque sé que en tu plenitud atormentada, en cada sed de tus tardes y vuelos en nacimiento, podría irrumpir en mi propia faena más humano; porque ante tus geografías de lumbres somos tan pocos, que no queda en nuestras profundidades ni un jirón que no desborde de tu existencia; porque sos sangre de incertidumbres y quimeras, sembradora de penitencias, fantasías y sacrificios, que pare su polen en un profundo imperio ritualizado. Vos, que sabés de claustros, de ese verdugo que yace en prejuicios cuando la infamia somete tu albedrío, de tantas lenguas indolentes que ferozmente han palpado tus raíces.


Vos, que brotás de estigmas, de sudores y vigilias, de ese ángel y monstruo que preludia tu muerte en vida; fuerte, irrenunciable, humana, mujer, reclamás rebeliones para tu carne... ¿No hay ninguna falta en haber nacido mujer? Por eso, hoy quiero pluralizarme en vos, de tu pasado y de tus incógnitas, a pesar de la historia, agigantados de valía, sobrevivientes de tanta indiferencia, de tantas cadenas y tantos egoísmos, tan sólo para alimentar mi piel con un gesto de cada voz femenina, de cada naturaleza-niña, de cada melodía- anciana, de cada tierra-madre, de cada luna y cada sol que corren, sublevadamente, entre tus orígenes, mujer...


Sangres de piel mestiza A Graciela Tukcler Es que hoy estamos radiantes de maíces, de sangres cosechadas de guarumos, huellas que en los mares ayunan sobre el polvo de ocarinas que a las sabanas de nuestra libertad abrazan. Es que somos sangres mestizas donde copula lo desnudo de nuestra sangre, continentes que descubren los fieros aires de nuestras lluvias de alianzas en esa metamorfosis que al polen de los cedros desmitifica. Son en estas sangres que nuestros ojos se alimentan con el sexo de los pájaros, fruto de milpas danzantes, que se forjan hamacas con el olor a ingles libertarias. Es que hemos sembrado la ruptura en nuestras manos, así embriagadas de ríos y veredas, de cacao y bahereques, de chile y cafetos, que hacen caer nuestras salivas en riachuelos de guaria.


Son estas sangres que con sudores a nuestras lunas cubren y merman en las colmenas de estas pieles abrazadas las raíces de nuestras luchas. Aquellas, de canto indígena, donde los barreales alzan el sexo y pintan tunas los festivales en donde habitamos. Con el calor del deseo pastamos en estas sangres, para hacer de nuestros corajes las voces de las playas y silenciar la privación de sol y luna ante la excitación de estas presencias que sólo por los latidos de nuestros sueños renacen. Es que hoy vos y yo estamos radiantes de ofrendas..., ofrendas de sangres desnudas que desarropan nuestros celos…


Naturalezas irreverentes Me consumen esas tus naturalezas irreverentes y la voces que no acallan los múltiples defectos de sus existencias, tengo tu letra irreprimible que no termina de consumarse trazada en los minúsculos arrebatos de tus iracundos recorridos… Agradezco transitar esta existencia para consumirme en la pluma y el papel de tus memorias y olvidos, con las gustosas diferencias de nuestros anuncios esparcidos en átomos que finalmente le hurtan futuros a la existencia…, ¿para qué completarlas?..., si hacen tan apetecibles las oscilaciones de nuestras treguas...


Fulgor de nuestros encuentros A Jonesí Guzmán Mora Desde lo más intrínseco de mi historia has brotado con la fuerza de las raíces que se adueñan de la noche, tan consistente y perenne, haciendo de los vacíos centelleos emigrantes…, por eso, no hay nada más vivificante que tu presencia, porque con vos las piedras se mecen en poesías y las ausencias se sacian en danzas de diosa indígena. ¡Qué importa decretar desde cuándo nos hemos ido cincelando con las briznas de la devoción!

Aquí siempre has estado, aún tal vez sin distinguirlo, dibujando de alboradas cada eclipse impertinente que se asoma, tan fortuita y pueril, pero tan cabal, sin que ninguna tiniebla haya podido ocultar el fulgor de nuestros encuentros, de esos cosechados entre carcajadas y confidencias, como sólo nosotros podemos colonizarlos.


Con desacato al tiempo, nuestras raíces siguen avanzando al unísono, ignorando hileras de prejuicios o restricciones, entre anales de inviernos y veranos, década tras década, haciendo que nuestras membranas revienten de recuerdos y presentes; y conforme los años se nos adelantan, se pende la juventud de nuestras irreverencias, para que en cada sentimiento se refuercen esas pequeñas dosis de sensaciones. No me fue difícil elegir, pues con vos mujer-amiga la luna huele siempre a nueva, y las hojas acumulan el aroma de las sonrisas de nuestros propios tiempos; con vos no me extraña que las voces me lleguen a raudales en las venas y que mi mente se desvanezca en utópicas épicas. ¡Escuchá!, ¡con quién!, si no con vos, la luna se ha quebrado ante nuestras presencias y los fragmentos del alba se nutren en los relampagueos de nuestras pupilas. ¡Así debía de ser!, ¡hermana de la vida!


Ya que con vos vivo esa pasión que no sabe de ausencias ni lástimas, en donde nos es suficiente un guiño, una pupila cómplice, un ademán, para sabernos compañeros… Sos de esos hálitos imprescindibles de la vida que bailan con sabor entre nuestras amarguras y algarabías, pues aún transitando dos disímiles mundos nuestras mentes traspasan lo invisible de las voluntades. ¡Pese a lo indecible, tu historia se ha escrito en la mía! Como la libertad penetra en el rocío de las horas palpitarás por siempre en lo indomable de mi escritura… ¡Con esos lúdicos versos entre las voces de mis dedos!, con esas tus huellas en las que las mías se hunden cada vez más, con la voracidad de nuestros ecos que entre renglones nos aclaman coautores de la vida.


Desencuentros Así nos tenemos..., como diálogos plasmados en las memorias de nuestros cuerpos libres de opresiones -complementos de la pureza de los fuegos-, con la fuerza de nuestras lunas huérfanas de genitales, como vibrantes ejes de pupilas dispuestos a cada contemplación de nuestros vanagloriados desencuentros...


En pie de lucha ¿Qué nuevas melodías traerá este mar excitado? , ¿Qué nuevas alas fecundarán nuestras miradas?... ¡No basta con retar los desatinos de esta historia!, ¡Ni desnudar la conciencia a bocajarros! Más allá de las burlas de la vida y la muerte, sé que seguimos teniendo la voz ensangrentada de denuncias, labios aguerridos por la virtud de estas respiraciones que interrogan, pues no somos más que la caligrafía desafiante sobre este tablado de perseverancias que nos bautizan tan al descubierto como nuestros pechos en pie de lucha… ¡Juntos! ¡Irrenunciables! Con la placidez que crispa la autosuficiencia, aunque casi siempre se entrelazan lacerantes pulsaciones tenemos en nuestros nombres la sangres estremecidas… ¡tan palpitantes!, como si de ellas hubiésemos ingerido inmortalmente estos manjares de raciocinios en unas voraces respuestas que se resisten a cumplir destinos.


Henos aquí, despojados de disfraces, sin probar más que este páramo tacto bañado en su propia firmeza, con un sorbo de nuestras huellas vociferando más allá de nuestras diferencias…


Sin armaduras Sencillamente fue por fortuna amanecer eyaculando este tacto que no se acalla, con esta voluntad que sangra a diario por nuestras pasiones desenfrenadas, respirando auras de humanidades que erigen vestigios, con tus mitades en los derroteros de mis sobresaltos… ¡Aún se deben acurrucar tantas búsquedas! Porque todavía no son bastantes las palabras en las madrugadas ni los pensamientos han dejado de emigrar a nuestras manos, tan sólo pido testificar una vez más esta conjunción de luna-sol para seguir desgarrándonos en estas ambigüedades con olor a cicatrices que han serenado tormentas. Por ese sentirnos, por ese pensarnos, por ese nombrarnos…, llanamente…


Ritual de luna nueva Banquete servido de dones del verbo hecho mujer, con este genio femenino no para complementarlo tan sólo para compartirlo, lunas y soles nuevos danzando en el autoerotismo de las palabras, dispares por esencia dignificando la sexualidad de nuestros cuerpos, tan extasiado de este néctar que brinda la otras mitades de mi diferencia… Mujer y varón varón y mujer, desnudos, con la carne altiva de la voluntad, tan parecidos a los rituales de las lunas nuevas, escribas lúbricos que siempre reaparecen,


en los bullicios de las sangres, tierra alzada de asedios en este insistente protestar de las ideas, hurgando divinidades terrenales, tan versados como nuestras pulsaciones, peregrinaciones que no saben de privaciones, como crucigramas sin respuestas, con la constante interpenetración de los opuestos, desbordados de espacios, mundos y posibilidades, sobre la fertilidad que emana nuestro conocimiento, ante estas lunas hembras que adoramos, sensatamente pueriles, irreverentemente equilibrados, todo en una embriaguez de elecciones y decisiones, cíclicas manifestaciones universales, mujeres y hombres abonando, sin lo cual nada sería..., en donde ya cualquier dualidad es trascendida‌


Por nuestras circulares diferencias Al parecer somos sobrevivientes entre tantas amenazas que buscaban expropiarnos de nuestros intelectos, lejos de consignas seguimos marcando la rebeldía… ¿Somos o parecemos?... ¿Qué interesa?, hoy yacen nuestras culpas amortiguadas con nuestros consagrados sangrientos testimonios, revolcando la vida en puñados que nos revelen multiformes y ambiguos… ¡Parece ahora todo más simple!, con nuestra sexualidad tan emancipada, pieles escribiendo laberínticas biografías, cada quien con sus desarropadas lunas para remediar las tinieblas, renaciendo a las independencias que subyacen en nuestros propios vientres, transitando desconocidos paraísos en donde sigamos redescubriéndonos por nuestras circulares diferencias…



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