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Cuarta edición 02 de abril 10

La vanguardia es el inglés de Dalí, la pereza de Duchamp y la Guerra


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¿DÓNDE ESTÁ WALL EN UNA PINTURA D JACKSON POLLOCK?


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Nota Editorial

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esperdiciar pintura responde a esto: un Jackson Pollock molesto, perdido, ansioso por aparecer. Un pintor desgastado por todo lo ya creado. Un artista que irritadamente necesitaba crear algo diferente. Y lo necesitaba él más que la cultura. Si en EEUU no hay más que colores plenos en las más finas y nuevas paletas con acrílicos. Si en América no quedan más que serigrafías rápidas propias de una conducta duchampniana, ¿dónde encontraremos la calma que despierte la pintura de nuestro siglo? No en Pollock, menos en Warhol, ni pensar en D-Face, y ¿mucho menos en Kuitca? Sin embargo, ¿de qué sirve criticar o etiquetar? Mediocridad hay por donde mires y eso es lo que pintamos: nada más que lo que miramos. Porque ¿podríamos deformar lo ya creativamente deformado? La humanidad nos da una nueva vanguardia, el artista sólo consta de mirar y copiar. Quienes no se resignen a eso, vagaran en la repetición del abuso del color neto hasta que algún día creen lo pendiente. Allí serán sublimes. Lucas Moltrasio


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ÍNDICE

5-6. Aprende inglés con Salvador Dalí. 7-10. Unjustice: dos memorables exámenes de ingreso a Bellas Artes. 11-12. Borges el ultraista, Borges el ultraista por Natalia Moltrasio. 13-16. WHY WAR IS OVER? 17-18. Poemas por Remisson Aniceto. 19-20. Un encuentro surrealista: Disney y Dalí por Adriana Santa Cruz 21-24. El ángel herido por Manuel Velasco

25-26. El ready-art argentino

por Rocco Durden.


Aprende ing con Salvador D

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glés Dali

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Bonyur, gudd morrnig, is now for de first tame Dalí born with any kinddd of traumatís. A liiitell blooodt, symbolic blood and miilk agein milk of tudey boorrnn, and sam symbolic fiish of mediterraann pipoll. This is the blooodt of Galá and the bloodt of the divainnnn Dalí (minuto 00:52). Oolll my ambishion is recoonnstruk my orrly adolecentt periodt. In Figueras and Cadaques anda Port Lligat. Oll my errly remembrans and erotik eevents Apends exacly in this place, and this is the most leyitimeit place porque my museum exsist (minuto 5: 04). This is the second secuens of my workk becos for the momento is alredy triiiiiiiiiii consecutiib yier of work and todey start ageeiinn and probably miiraculosly ayieb one master piss in the ftree o forr nexxt auers of ta iimmm, buterflai iiiiiiiiii!!!!! (minuto 5: 45). I enjoyyy tremendusly evri singel momento of my laif bicos le det or taim is very clous wach me, and the det want to cach me, and evry faind minut the det not cach me, I enjoyy tremendusly. I cach e little glas pis of wwater, iuo send me a litle ti of, evry thing bicom one tremendus pleyer becos le det surren me, and becoss le det is sou clouuss is posibly make erotik evry singel pis of my life (minuto 9:47). http://www.youtube.com/watch?v=KHTWDNii87k&feature=related Diss historical momento, the most tragical and patetic of my ansheli laif, the momento of my familia expiuls a Dalí of le familia bicos biliv thatt Dalí and Gala es tu pipull complety creizi. But one expetiment is necesery: la only diferency betwin one craizy man and Dalí is very simplel: Dalí is not crezí at oll (Minuto 7:11). http://www.youtube.com/watch?v=13mHsyf9lmk&feature=related

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Dos memorables e ingreso a Bellas A P

artí para Madrid con mi padre y mi hermana. Para ser admitido a la Escuela de Bellas Artes, era necesario aprobar un examen que consistía en hacer un dibujo de una obra de arte. Mi modelo era una copia del Baco de Jacobo Sansovino, y el dibujo había de completarse en seis días. Mi trabajo iba siguiendo un curso normal y satisfactorio, cuando, el tercer día, el conserje comunicó su temor de que yo no aprobaría el examen. —No discuto los méritos del dibujo de su hijo, pero no ha observado las condiciones de la prueba. En estas condiciones se establece claramente que el dibujo ha de tener las dimensiones exactas de una hoja de papel Ingres, y su hijo es el único que ha hecho la figura tan pequeña que el espacio que la rodea no puede considerarse como margen —. Mi padre estuvo fuera de sí desde aquel momento. No sabía qué aconsejarme: que empezara de nuevo el dibujo o lo terminara lo mejor posible con su tamaño actual. El problema le preocupé durante todo nuestro paseo de la tarde. En el cine, a media película, hizo volver todas las cabezas exclamando de pronto: “¿Te verás con ánimo para empezar de nuevo?” y tras un largo silencio: “¡Te quedan tres días!”. Yo encontraba cierto placer en atormentarlo; pero empezaba también a sentir el contagio de su angustia y veía que el asunto se ponía serio. El día siguiente, lleno de gran valor y decisión borré completamente mi dibujo sin vacilar un solo instante. Pero, en cuanto hube completado esta operación, me quedé paralizado de miedo ante lo que había hecho. Miraba, fastidiado, mi papel, todo blanco otra vez, mientras los compañeros de examen que me rodeaban, en su cuarto día de trabajo, empezaban ya a retocar sus sombras. El día siguiente todos ellos habrían ya casi terminado; y luego tendrían tiempo de sobra para las últimas correcciones, que siempre requieren calma y reflexión. Miré el reloj con angustia. Sólo el borrar me había tomado ya media hora. Empecé, pues, ansiosamente mi nueva figura, procurando esta vez tomar las medidas de modo que tuviera las dimensiones que las condiciones requerían. Pero hice con tal torpeza estas operaciones preliminares, que cualquier otro estudiante haría de una sola vez maquinalmente, que al final de la sesión tuve que borrarlo todo nuevamente. Cuando terminó la clase, mi padre vio inmediatamente en la palidez de mi rostro que las cosas no marchaban bien. Amaneció otro día. El Baco de Sansovino estaba tan profundamente marcado e impregnado en mi memoria que me lancé a mi tarea como un lobo hambriento. Pero esta vez lo hice demasiado grande. ¡No había nada que hacer, imposible hacer trampa! Sus pies quedaban enteramente fuera del papel. Esto era peor que todo, una falta mucho peor que haber dejado márgenes inmensos. Volví a borrar

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exámenes de Artes

completamente el dibujo. Todavía quedaba una sesión, pero yo sabía que en dos horas era humanamente imposible, pues me tomaría por lo menos un día para esbozarlo y otro para las sombras. Los azulados ojos de mi padre habían tomado una expresión de infinita amargura en los dos últimos días, y el mechón de cabello blanco, del que solía tirar en sus más crueles momentos de duda y ansiedad, avanzaba rígido, como un cuerno de pelo blanco donde se condensase toda la tortura y toda la amarillenta y amenazadora hiel de mi problemático porvenir. El día siguiente amaneció muy tétrico, con cárdenos resplandores de pena capital. Yo estaba decidido a todo. No estaba ya asustado, pues mi impresión de próxima catástrofe había llegado al colma en la atmósfera infernal del día anterior. Me puse a trabajar y, exactamente en una hora, había terminado completamente mi dibujo, con todas sus sombras. Pasé la hora restante sin hacer otra cosa que admirar mi dibujo, que era notable; jamás había hecho nada tan preciso. Pero, de pronto, noté una cosa que me llenó de terror: la figura era pequeña, aún menor que la primera. Cuando salí, mi padre estaba leyendo el periódico. No tuve valor para preguntarme nada; aguardó a que yo hablara. —Lo hice estupendamente —le dije con calma. Y luego añadí: —¡Pero el dibujo es aún más pequeño que el primero que hice! —. Esta observación cayó como una bomba. El mismo efecto hizo el resultado de mi examen. Fui admitido a la Escuela de Bellas Artes de Madrid, con esta mención: “A pesar de no tener las dimensiones prescriptas, el dibujo es tan perfecto que se considera aprobado por el tribunal examinador”. Examen de ingreso a Bellas Artes. Vida secreta de Salvador Dalí. Salvador Dalí

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o dejo de considerar una feliz predestinación el haber nacido en la pequeña ciudad de Braunau am Inn; Braunau, situada precisamente en la frontera de esos dos estados alemanes cuya fusión se nos presenta, por lo menos a nosotros los jóvenes, como un cometido vital que bien merece realizarse a todo trance. La pequeña población fronteriza de Braunau me parece constituir el símbolo de una gran obra. Aun en otro sentido se yergue también hoy ese lugar como advertencia para el porvenir. Cuando esta pequeña población fue, hace más de cien años, escenario de un trágico suceso que conmovió a toda la

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Revista IT nación alemana, su nombre quedaría inmortalizado por lo menos en los anales de la historia de Alemania. En esta ciudad sobre el Inn, vivieron mis padres. Mi padre era un leal y honrado funcionario. Mi madre, ocupada en los quehaceres del hogar, tuvo siempre para sus hijos invariable y cariñosa solicitud. Poco retiene mi memoria de aquel tiempo, pues pronto mi padre tuvo que abandonar el lugar que había ganado su afecto, para ir a ocupar un nuevo puesto en Passau, es decir, en Alemania. Mi padre, hijo de un simple y pobre campesino, no había podido resignarse en su juventud a permanecer en la casa paterna. No tenía aún trece años, cuando lió su morral y se marchó del terruño en Waldviertel. Iba a Viena, desoyendo el consejo de los lugareños con experiencia, para aprender allí un oficio. Pero cuando el adolescente cumplía diecisiete años y había ya superado su examen de oficial de taller, no estaba, sin embargo, satisfecho de sí mismo. Por el contrario, las largas penurias, la eterna miseria y el sufrimiento reafirmaron su decisión de abandonar el taller para llegar a ser “algo más”. Si cuando niño, en la aldea, el señor cura le parecía la expresión de lo más alto humanamente alcanzable, ahora, dentro de su esfera enormemente ampliada por la gran urbe, lo era el funcionario. Creo que poco después de los veintitrés años consiguió su propósito. Parecía así estar cumplida la promesa de aquel pobre niño de no regresar a la aldea paterna sin haber mejorado su situación. Ya había alcanzado su ideal. En su aldea nadie se acordaba de él, y a él mismo su aldea le resultaba desconocida. Cuando finalmente, a la edad de cincuenta y seis años, se jubiló, no habría podido conformarse a vivir como un desocupado. Y he aquí que en los alrededores de la ciudad austríaca de Lambach adquirió una pequeña propiedad agrícola; la administró personalmente, y así volvió, después de una larga y trabajosa vida, a la actividad originaria de sus antepasados. Fue sin duda en aquella época cuando forjé mis primeros ideales. Mis ajetreos infantiles al aire libre, el largo camino a la escuela y la camaradería que mantenía con muchachos robustos, lo cual era motivo frecuentemente de hondos cuidados para mi madre, pudieron haberme convertido en cualquier cosa menos en un poltrón. Considerando mi carácter, y sobre todo mi temperamento, mi padre creyó llegar a la conclusión de que la enseñanza clásica del Lyceum ofrecía una flagrante contradicción con mis tendencias intelectuales. Le parecía que en una Realschule me iría mejor. En esta opinión se aferró aún más ante mi manifiesta aptitud para el dibujo, disciplina cuya dedicación, a su modo de ver, era tratada como negligencia en los Gymnasium austríacos. Quizá estuviera también influyendo en ello decisivamente su difícil lucha por la vida, durante la cual el estudio de las humanidades sería, ante sus ojos, de poca o ninguna utilidad. Mientras la resolución de mi padre de que fuera funcionario público encontró en mí una oposición de principio, el conflicto fue fácilmente soportable. Podía disimular mis ideas íntimas, no siendo preciso contradecirle constantemente. Mi talente para el dibujo estaba tan fuera de duda, que fue uno de los motivos que indujeron a mi padre a inscribirme en una Realschule, si bien jamás con el propósito de permitirme una preparación profesional en ese sentido. Muy por el contrario, cuando yo por vez primera, después de renovada oposición al pensamiento favorito de mi padre, fui interrogado sobre qué profesión deseaba seguir y, casi de repente, dejé escapar la firme decisión que había adoptado de ser pintor, mi padre se quedó mudo. “¡Pintor! ¡Artista!”, exclamo. Pensó que yo había perdido el juicio o tal vez que no hubiera oído bien su pregunta. Cuando comprendió, sin embargo, que no había entendido mal, cuando presintió la seriedad de mi decisión, se opuso con la más inamovible determinación a mi idea. “¡Mientras yo viva, jamás!” concluyó mi padre. El hijo, que entre otras cualidades del padre había heredado particularmente la terquedad, contestó con una respuesta similar, pero de signo contrario. Cada cual quedó aferrado a su punto de vista. Mi padre se reafirmaba en el “No” y yo reforzaba cada vez más mi “No obstante”. La cuestión de mi futura profesión debía resolverse más pronto de lo que yo esperaba. A la edad de trece años perdí repentinamente a mi padre. Un ataque de apoplejía truncó la existencia del hombre, todavía vigoroso, dejándonos sumidos en el más hondo dolor. Lo que más anhelaba, esto es, facilitar la existencia de su hijo, para ahorrarle en la vida las dificultades que él mismo experimentó, no había sido alcanzado en su opinión. Apenas sin saberlo, él sentó las bases de un futuro que no habíamos previsto ni él ni yo. Al principio, nada cambió exteriormente. Mi madre, siguiendo el deseo de mi difunto padre, se sentía obligada a fomentar mi instrucción; es decir, mi preparación para la carrera de funcionario. Yo, personalmente, me hallaba decidido más que nuca a no seguir de ningún modo esa carrera. A la vez, la Realschule, por las materias estudiadas o por el modo de enseñarlas, se alejaba de mi ideal y me volvía indiferente al estudio.

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Revista IT Y he aquí que una enfermedad vino a mi ayuda, y, en pocas semanas, decidió mi futuro, poniendo término a la constante controversia en la casa paterna. Una grave afección pulmonar hizo que el médico aconsejase a mi madre, con el mayor empeño, de no permitir en absoluto que en el futuro me dedicara a trabajos de oficina. La asistencia a la Realschule debería suspenderse también por lo menos durante un año. Mi madre, bajo la impresión de la dolencia que me aquejaba, acabó por resolver mi salida del colegio para hacer que ingresara en una academia. ¡Felices días aquéllos que me parecieron un bello sueño! En efecto, no debieron ser más que un sueño, porque dos años después la muerte de mi madre vino a poner un brusco fin a mis acariciados planes. La miseria y la dura realidad me obligaron a adoptar una pronta resolución. Los escasos recursos que dejara mi pobre padre fueron agotados en su mayor parte durante la grave enfermedad de mi madre, y la pensión de huérfano que me correspondía no alcanzaba ni para subvenir a mi sustento; me hallaba, por tanto, sometido a la necesidad de ganarme de cualquier modo el pan cotidiano. Llevando en una mano una maleta con ropa y en el corazón una voluntad inquebrantable, salí rumbo a Viena. Por desgracia, no soy un arrepentido de mi profesión; podría haber sido menos rico y convertir mis reproches en quejas sinceras. Pero nací pintor y mostré desde muy temprano mis cualidades y mi decisión absoluta por el arte. Ni mi padre desvirtuó mi camino artístico, ni su grito “¡Pintor! pudo vapulear mi paleta. Pronto me vi lleno de emociones saliendo de mi pueblo hacia Viena. Mi rostro reflejado en el espejo de la ventana del tren asumía lo que pasaría en mi vida: “Me convertiría en un rostro fotográficamente histórico”. En el camino a Viena comprendí la insignificancia de lo paralelo al arte. Antes de arrivar, me había deshecho de mi cristianismo, mi bondad y mi familia. Sería huesos por arte. Tenía la esperanza de obtener del Destino lo que hacía 50 años le había sido posible a mi padre; también yo quería llegar a ser “alguien”, pero, en ningún caso, funcionario. Cuando mi padre murió, mi Destino en cierto sentido ya se había definido. En sus últimos meses de sufrimiento había ido a Viena para realizar el examen de ingreso en la Academia. Cargado con un grueso bloque de dibujos, me dirigí a la capital austríaca convencido de poder aprobar el examen sin dificultad. En la Realschule era ya, sin ninguna duda, el primero de la clase en el dibujo artístico. De aquel tiempo hasta entonces mi aptitud se había desarrollado extraordinariamente de manera que, satisfecho de mí mismo, orgulloso y feliz, esperaba obtener el mejor resultado en la prueba a la que me iba a someter. Sólo me afligía una cosa: mi talento para la pintura parecía superado por mi afición al dibujo, sobre todo en el campo de la Arquitectura. Al mismo tiempo, crecía mi interés cada vez más por el arte de las construcciones. Más intenso se volvió ese interés cuando, a los dieciséis años aún no cumplidos, efectué mi primera visita a Viena, estancia que se prolongó durante dos semanas. Fui a la capital a estudiar la galería de pintura del Hofmuseum, pero prácticamente sólo me interesaba el propio edificio que albergaba el museo. Transcurría la jornada entera, desde la mañana hasta la noche, recorriendo con la mirada todas las bellezas contenidas en él, aunque en realidad fueron los edificios los que más poderosamente llamaron mi atención. Pasaba largas horas parado ante la ópera, o delante del edificio del Parlamento. La calle Ring (Ringstrasse) era como un cuento de las mil y una noches. Me encontraba ahora, por segunda vez, en la gran ciudad y esperaba con ardiente impaciencia, y al mismo tiempo con orgullosa confianza, el resultado de mi examen de ingreso. Estaba tan plenamente convencido del éxito de mi examen que el suspenso me hirió como un rayo que cayese del cielo. Era, sin embargo, una marga realidad. Cuando hablé con el director para preguntarle por las causas de mi no admisión en la escuela pública de pintura, me declaró que, por los dibujos que había presentado, se evidenciaba mi ineptitud para la pintura y que mis cualidades apuntaban nítidamente hacia la arquitectura. En el hogar paterno; Las experiencias de mi vida en Viena. Mi lucha. Adolf Hitler.

Lasuertedelmundo

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Borges el ta, Borge el ultraist E

l tiempo se libra en un espacio. El espacio de la cuentística borgeana visible, el que se materializa en la imaginería de su prosa, es reducido, esencial, embrionario. El otro espacio, el que la obra proyecta a modo de paradigma saussureano —id est, in absentia— es infinito. Los laberintos narrativos de Borges no son recorridos desde la perspectiva icariana, o desde el punto de vista del Satanás miltoniano; más vale se transitan desde las “pan-perceptivas” yemas en los dedos del ciego. El laberinto de los cuentos borgeanos se recorre desde adentro, y por eso es abominable. Y esto porque el trazo de la pluma que teje el relato se despliega entre las paredes laberínticas de lo desconocido, de lo que promete horror. Es como si la narración se materializara en una voz que resuena en el eco de la construcción simétrica, y como si dicha simetría se postulara —en ausencia de la idea de totalidad— en cada repetición de sus recovecos individuales. Hay una mirada que se topa con el primer dead end en el laberinto, y luego con el segundo y más tarde con el tercero, y así (como decía Kant) sucesivamente. Hay una voz que se mezcla con el eco de los pasos que transitan la construcción. Hay un espanto in crescendo que simboliza lo pequeño, lo ínfimo, lo poco del sujeto. Es entonces allí, en esa individualidad donde se transporta a los procedimientos del relato, donde se “nutshelliza” lo infinito. En el orden de lo simbólico, ese movimiento de reducción a lo mínimo es el Aleph: individual, diminuto, único, pero que repite el universo en sus infinitas posibilidades; es la memoria de Funes, donde los detalles se subdividen como el tramo de tiempo entre la aventajada tortuga y Aquiles; es, en la ensayística, el ruiseñor de Keats que es uno y es genérico a la vez; es la rosa platónica de Fervor, y es todos los espacios que en Fervor contiene Buenos Aires. La imagen más nítida del pro-

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l ultraises ta

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cedimiento en dicha obra es la que se proyecta en “Un patio”, donde éste “es el declive/ por el cual se derrama el cielo en la casa”. El patio es uno, espacialmente reducido, delimitado, finito; y a través de él se filtra la abundante y desbordada mata de cielo que se deja contener en lo relativamente diminuto del patio, para seguir siendo lo infinito. Esa es la “nutshellización” de la que hablaba, un Aleph de baldosas y cemento. Es, en definitiva y volviendo a la cuentística, “el laberinto de los laberintos”, el espacio replegado en su propia funcionalidad estética y vuelto ella misma. Este eterno desdoblamiento que hace Borges de lo simbólico literario no es otra cosa que la repetición de sí mismo. El Borges ultraísta y el Borges maduro son el otro y el mismo. En Fervor de Buenos Aires hay un lugar, hay un color local y un comienzo de multiplicidad infinita. La partida de truco habilita un espacio de tiempo, el tiempo del juego, que se crea paralelo y copulativo con el tiempo regular de los barrios. A la vez se crea un lugar “un extraño país”, y allí, en ese tiempo y en ese espacio “las alternativas del juego/ se repiten y se repiten”. La noción de la cópula reproductiva y abominable que aparecerá más tarde en el Borges de “Tlön…” ya se gesta en Fervor, en la pluma del Borges vanguardista. Entonces, pregonados por los recovecos del libro, los poemas de Fervor de Buenos Aires son el tiempo y el espacio borgeano que será, repetida, múltiple e infinitamente su literatura. Pareciera haber en Fervor un Borges ultraísta que se espeja eternamente en su propia madurez literaria.

por Natalia Moltrasio

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WHY WAR IS OVER ? laS venTajas de la GUerrA.

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La decisión de Sofía

o Guernica, No Great Dictator, no Duchamp or tal vez Artaud, no The Doors y Hippies, no Lennon. ¿Cuánto estás dispuesto a ceder para dejar la guerra? ¿Cuánto de lo que inventamos y de lo que nos caracteriza como humanos, aquellos que no perdimos durante la guerra, estamos dispuestos a abandonar? Y no hablo de un efecto mariposa masivo y catastrófico, simplemente hablo de lo que algunas guerras durante la vanguardia del siglo pasado le dieron a los movimientos artísticos. Cuánto se habría perdido con la paz. Cuánta paz se habría perdido si hubiesemos vivido completamente en paz. Se habría perdido la mirada desafiante de querer cambiar el mundo. Se habría perdido la ilusión y la pasión por la rebeldía y el desorden. Se habría cedido el lugar placentero de lo diferente, de los hombres y mujeres seriamente ideológicos y sensibles. Sería el desvanecimiento del cambio. Millones de tragedia atadas a la decisión de un hombre, esfumando toda interferencia, toda desidia que terminaría en Adan y Eva como los verdaderos culpables de TODO, se habrían evitado o deteriorado con una elección contraria a la que conocemos. Un director de un instituto de arte, un inglés que decide no escribir “El guardián entre el centeno”, un borracho que no persigue a las brujas, un joven enfermo que deja de pertenecer a la “mano negra”. “Si a los artistas se les acabaran los muertos, saldrían a matar”. Sin guerra, los dictadores y guerrilleros se transformarían en artistas y los artistas se convertirían en asesinos. L.M.

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Poemas por Remisson Anic ENVOLTURA

¿Idiota! ¿No ves que nada eres? Apenas fina capa mohosa te protege de la podredumbre. Gusanos hambrientos te rodean. ¿Ignoras que en un pase mágico, en un segundo apenas cae por tierra toda la altivez y el bello papel de regalo revela la fétida masa? El gusto amargo de la hiel, la visión incierta, el torcerse de las piernas, el descontrol total... todo es inevitable! Cualquier día serás presa fácil: el tiempo es impiedoso. El trágico fin no depende de tu voluntad. La arrogancia que derramas no pasa de ser faceta inútil de tus diversas faces vanas y mundanas. Al sol poniente, el rostro marchito y los huesos corroídos dolerán más que en aquellos que tuvieron la precaución y el buen tino de ser simples y ocultos. Quedarán tus lindos cabellos... ¿Y qué utilidad tendrán tus cabellos, hilos huérfanos y subterráneos, dispersos, opacos sobre los huesos.

—¡Bajen el cajón! —dice alguno ahora. ¿Quién murió en tanto estuve durmiendo? Cercano a la puerta oigo alguien que llora, lamenta la suerte de quien va partiendo. Quiero levantarme, con fuerza tamaña inertes mis manos y mi cuerpo duro. Reza el sacerdote en una lengua extraña, mientras quedo preso de este cuarto oscuro. Va cayendo tierra sobre mi tejado. Parece que el mundo se está derrumbando... El aire me falta del cuarto cerrado y una multitud fuera está llorando. Siento un temblor leve, un escalofrío... Casi nada escucho; nada estoy sintiendo. ¿Por qué no me sacan de este cuarto frío? Alguien murió mientras estuve durmiendo. ¡Es tan frío el hueco, tan oscuro el huerto donde depositan mi cuerpo doliente! —¿Cómo el hueco es frío si el cuerpo está muerto? A partir de ahora sólo el alma siente. (Traducción: Graciela Cariello.)

¡Es tan frío el hueco, tan oscuro el huerto donde depositan mi cuerpo doliente! —¿Cómo el hueco es frío si el cuerpo está muerto? A partir de ahora sólo el alma siente... Ah! Esta cama tosca donde estoy echado y este cuarto oscuro y tan bien cerrado! Quiero levantarme, pero estoy cansado... ¿Qué rumor es ese en el cuarto de al lado? Hay un jardín cerca: siento aroma a flores. Quiero levantarme, pero estoy cansado... Estoy tan cansado pero sin dolores. Y el rumor aumenta en el cuarto de al lado.

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El espacio mondriano del vacío poético. Necesario!!

TRANSICIÓN


ceto

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para Rosangela de Fátima

Encontro-me tantas vezes pensando em ti e visualizo tua perfeita forma de mulher, o dia a aflorar-te nos lábios de veludo, a noite a escorrer-te pela seda dos cabelos. Se estás longe de mim, dia após dia transformo-te na delícia do fruto que aprecio, no frescor da água que me sacia a sede e na substância, enfim, que me permite o amanhã. Posso te sentir na suave brisa matutina, nos primeiros raios do sol que me aquecem e ouso ver-te em cada objeto, em cada rosto, em cada gota de orvalho da verde grama e no ruflar das asas das andorinhas... Sou pequenino ante tua presença e obscuro na tua transparência, mas meus olhos mantenho cerrados enquanto o dia corre, enquanto a hora vital não chega, até que te encontro, nascida do nada, florescida, cristalina ante meus olhos, e bebo da taça dos teus lábios e aqueço-me do sol do teu sorriso e me desfaço em infantil alegria... E vão-se do meu rosto a sombra e a amargura e tudo o que me faz sofrer quando não te tenho. Onda que vem e que vai e vem novamente e torna a partir, mas que não escoa nunca, neste oceano de delícias que é o teu corpo, que banha o meu corpo, que faz nascente o sol no meu rosto. És a delícia, a doçura dos meus dias e a cada hora te espero para reinares sempre em minha vida.

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Un encuentro surrealista: Disney y Dalí F ue en la librería de Adrienne Monnier donde Jacques Lacan conoció a un grupo de escritores e intelectuales: André Breton, Salvador Dalí y Pablo Picasso entre otros. Era inevitable que surgiera entre ellos una amistad basada en intereses comunes, ya que todos fueron creadores y actores del surrealismo, el movimiento literario y artístico más importante del periodo de entreguerras y que, sin dudas, tiene sus raíces en el psicoanálisis. Para Breton, el inconsciente es la región del intelecto donde el ser humano no objetiva la realidad sino que forma un todo con ella. Entonces, el arte permite al individuo relacionarse con ese todo, exorcizarse expresando el deseo y revelando las conexiones secretas de las representaciones oníricas. El surrealismo propone trasladar esas imágenes al mundo del arte por medio de una asociación mental libre, sin la intromisión censora de la conciencia. Curiosamente, Breton terminó expulsando a Dalí del movimiento por sus ideas fascistas, pero el pintor español declararía “No podéis expulsarme. Yo soy el surrealismo”. Asimismo, aunque Sigmund Freud no se interesó por la obra surrealista y en principio los surrealistas le parecieron unos locos, fue Dalí el que “con sus cándidos ojos de fanático y su innegable maestría técnica” lo llevó a cambiar su opinión. Pero no solo Freud o Lacan se sintieron atraídos por la obra de Dalí, sino que fue el mismo Walt Disney, el genio de los dibujos animados, quien vio la posibilidad de hacer un cortometraje basado en los dibujos del pintor español. Durante una cena en California, Dalí

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por Adriana Santa Cruz

y Disney decidieron colaborar juntos. La película comenzó a realizarse en 1946, pero su producción se paralizó poco después, cuando el estudio Disney atravesó problemas financieros después de la Segunda Guerra Mundial. Aunque los dos genios siguieron siendo amigos, nunca tuvieron la oportunidad de volver a trabajar en equipo y el corto Destino quedó olvidado hasta que en el 2003 Roy Disney, el sobrino de Walt, presentó la cinta inconclusa, el guión, los story boards y un tema musical original en el Festival Internacional de Cine de Melbourne, y logró ganar el Premio al mejor cortometraje. Walt Disney tenía en mente crear un poema amoroso audiovisual y el resultado es un corto de una belleza extraordinaria donde se combinan las características de las heroínas de Disney con la simbología surrealista de Dalí, como los relojes fundidos y la torre de Babel, entre otros. El argumento es sencillo: un hombre es incitado por la danza de una mujer y ambos se buscarán a lo largo de la breve película pero las transformaciones que sufre el entorno y ellos mismos harán que en el final los dos estén perdidos en medio de un desierto tan desolador como en el comienzo: ella como una campana y él como un hombre de piedra. Los préstamos entre las artes no son algo poco común. El cine se nutre de la literatura, pero también la literatura utiliza los procedimientos del cine. La pintura como arte visual

¿ b


Revista IT tampoco podía mantenerse alejada del cine y, en el caso del propio Dalí, ya antes de su encuentro con Disney, había llevado sus postulados a la pantalla grande de la mano de Luis Buñel en Un Perro Andaluz (1929). Resulta absolutamente interesante cuando dos creadores de diferentes ámbitos se unen y buscan aumentar las potencialidades de cada arte. Los beneficiarios finalmente somos nosotros que aprendemos a ver la creación como un todo en el que nada es imposible y en el que, en última instancia, lo que importa es dar vida a un producto que será único e irrepetible en la medida en que logre ser original. http://www.youtube.com/watch?v=GU_f2vqEgGM

¿cuánto arte borrarías?

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EL ÁNGEL HERIDO

por

Manuel Velasco

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este trasto de cuerpo cada día le fallan más cosas, pero cuando cierro los ojos aún puedo ver la luz de los anocheceres de París, justo cuando las farolas se encienden bajo el crepúsculo y la ciudad adquiere una nueva vida. Y puedo ver las caras de todos aquellos con lo que compartí los más excitantes años de mi vida. No sé si los recuerdos son fieles a sus propios orígenes o si la imaginación ha ido trastocando a través de los años las imágenes que ahora llegan a mi mente. Pero podemos iniciar la historia al comienzo de los años treinta, en la Residencia de Estudiantes de Madrid. Oyendo a algunos amigos hablar de lo que pasaba en París, se me calentaron tanto los cascos que, entre lo que veía aquí y lo que imaginaba allí, no necesité mucho esfuerzo para que días después me encontrase en pleno Montmartre con mi maleta de madera, intentando hacerme comprender con mi francés chapurreado, pero dispuesto a comerme el mundo. El mismo día de mi llegada ya compartía un cuchitril destartalado con otro artista incipiente que también acababa de llegar a París, pero la mejor coincidencia era la de nuestros nombres. Yo, Pedro. Él, Pierre. Enseguida nos autodefinimos como “dos piedras angulares para edificar la Edad de Oro”. Y fue justamente viendo L’âge d’Or cuando nos hermanamos definitivamente dándonos de mamporros con los camelots du roi, unos supuestos patriotas que querían librar al Imperio francés del peligro de algo que ni podían comprender ni podían controlar. Después de remojar las magulladuras en vino barato, nos comprometimos a compartir nuestras andanzas como almas gemelas de bohemios salvajes convertidos al surrealismo y dispuestos a recuperar el tiempo perdido. Por aquel entonces, los surrealistas llevaban unos diez años envueltos en una lucha contra la mediocridad. Decían cosas como que después de miles de años la gente seguía luchando por la subsistencia en vez de dedicarse simplemente a disfrutar la vida. Europa estaba agonizando entre los restos del naufragio en que la habían metido sus dirigentes, así que ellos crearon una especie de vida-juego al borde de la locura; pero una locura que era como un trance que dejaba en libertad las imágenes amaestradas por una educación que confundía la enseñanza con el adiestramiento. Pierre y yo habíamos llegado tarde y teníamos prisa por experimentar ese otro lado de la realidad cotidiana. Por ejemplo, recopilamos toda la información que pudimos acerca de los sueños, que eran tomados por primera vez como algo trascendental. Dormíamos con lápiz y papel a mano para, nada más despertar, escribir o dibujar esas caprichosas imágenes que se escapaban como estrellas fugaces, hasta que fuimos capaces de recrear unos sueños conscientes superiores a los auténticos, pero en los que igualmente sentíamos reflejada la sombra de nuestra llama interior. Al mismo tiempo experimentamos la escritura automática. Y hasta desplegamos nuestra propia técnica: Buscábamos un periódico olvidado en alguna papelera y cada uno subrayaba las palabras que más le llamaban la atención. Después hacíamos frases a partir de ellas consiguiendo textos de la más perfecta incoherencia, encontrando imágenes que parecían buscarnos a nosotros y haciendo de ellas un arma contra la razón; era como beber de un manantial del que brotase la esencia de nuestras almas. Fueron semanas intensas. Pierre me descubrió a Ubu, Tiresias, Alicia y Maldoror. Yo le enseñé la España oscura de los tiempos pasados, más cargada de surrealismo que todo aquel París moderno: los Caprichos

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Revista IT de Goya, los versos de San Juan de la Cruz, la historia de un rey durmiendo con una momia para curarse, o la del pueblo gritando “Vivan las cadenas” cuando precisamente los franceses estaban empeñados en quitárselas. Aún se me pone la carne de gallina cuando recuerdo aquellas noches de fuego en las venas, de correr por las calles entre la exaltación y el frenesí, en pleno estado de demencia libre y voluntaria, gritando frases a la gente que miraba atónita: Vuestros cráneos son azules ruinas de mil años que se derriten ante nuestra mirada. --- --- --Quemad todas las banderas, incluso la nuestra. --- --- --No esperéis a que venga Gengis Khan a pisotear cada piedra de vuestra podrida cultura. Era la poesía convertida en vida, la vida convertida en energía, la energía convertida en sueño, el sueño convertido en poesía... Y aquel París era nuestro y nosotros éramos él; al menos hasta el amanecer, cuando la otra cara de la vida golpeaba nuestros ojos insomnes y las necesidades del organismo nos echaban en cara que también éramos de este mundo. No solíamos ir a las reuniones oficiales de los surrealistas. Allí, André Breton como un ángel-demonio de expresión congelada y dedo acusador, decidía sobre el bien y el mal sin muchos miramientos. Entonces estaba muy mal visto tener que trabajar para vivir. Y, como a nosotros no nos caía el dinero por la chimenea y teníamos la mala costumbre de pretender comer todos los días, nos fuimos desligando de ellos; además nosotros no habíamos ido a París buscando un dictador precisamente. También tuvimos nuestro amour-fou. Se llamaba Irina. La conocimos una tarde de primavera bailando desnuda bajo la lluvia en el Bois de Boulogne. Imagínatela: descendiente de aristócratas rusos huidos cuando la Revolución, se declaraba soviética a pesar de vivir del dinero de su familia. Pero sus contradicciones encajaban bien con las nuestras y la compartimos como buenos hermanos, justo hasta el día que leyó Nadja, la novela de Breton, y se quedó tan fascinada por la protagonista que quiso convertirse en ella. Y desapareció; simplemente desapareció. Algunas semanas más tarde supimos que se había suicidado en un manicomio. Decidimos hacerle un último homenaje. Trabajando por las noches descargando mercancía en el mercado de Les Halles, conseguimos suficiente dinero para mandar imprimir un texto. No tenía nada que ver con ella, pero era lo último que habíamos escrito siguiendo nuestra técnica de palabras entresacadas y posteriormente unidas. Hicimos miles de copias que esparcimos al viento desde lo alto de la torre Eiffel, mientras gritábamos como posesos el nombre de Irina. Se llamaba Los mundos ondulares. Mira, aquí tengo una copia, en esta hoja tan vieja y arrugada como yo. Los mundos ondulares se esparcen suavemente entre la bruma. Se abren ante los rayos de líquidos incandescentes que revolotean perdidos en la oscuridad y recortan destellos de sensibilidad multiglutinosa hasta desaparecer entre capas de cantos que vagan buscando una voz. Los mundos ondulares surcan el infinito persiguiendo la afasia generada en un carburador de matemáticas, para abominarla hasta el extremo de hacerla crujir bajo las ruedas del destino como anémonas azuladas clavadas bajo los paranoicos sonidos del arco iris. Los mundos ondulares segregan espejos de vanidad térmica y erógena porque no queda elemento sin contra elemento y toda cosa es su contrario,

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Revista IT y ante la posibilidad de vivir se retuercen entre raudas tensiones sánscritas suscitadas por el deseo insostenible de destrucción. Los mundos ondulares sintetizan el sueño en senderos por andar sin gesticular automáticamente la piedad de nauseabundos condicionamientos, pero sí almacenando rubor de nieve, frescor de sangre y todo el llanto que el fuego puede aplacar. Este último homenaje lo completamos volando con dinamita las tapias del manicomio donde ella murió. Fue algo grande, puedes creerlo. Los locos voluntarios ofreciendo la libertad a los locos de verdad. Pero la autoridad competente no supo apreciar nuestro postrer gesto de amor por Irina y nos pasamos algún tiempo en la cárcel. Fue también una experiencia muy surrealista, pero menos lúdica, claro. Cuando volví a encontrarme con Pierre, en España estaban soplando vientos de guerra. La cárcel nos había separado y transformado. Ahora Pierre se declaraba troskista y estaba empeñado en venir a España a luchar por la libertad. Yo le decía: “¿Vamos a aceptar una vez más las grandes razones que «ellos» dan para que nos matemos unos a otros? ¿Vamos a tropezar otra vez en la misma piedra?” Pero mis razonamientos contra la manipulación no pudieron apagar la imperturbable luz que brillaba en su mirada. Se alistó inmediatamente en las Brigadas Internacionales y yo me quedé saboreando el regusto amargo de un cierto sentimiento de traición. Pero, cuando hay una guerra de por medio, casi todas las decisiones son malas. Meses después recibí una carta garabateada, como de alguien que no puede ver el papel donde escribe: “Han vuelto a ganar, sin importar quien sea el vencedor. Su fuerza ha sido más poderosa que nuestra poesía”. Pierre murió ciego y hastiado, y yo curé mi mala conciencia colaborando en la campaña de ayuda a España. ¿Conoces el cartel de Miró Aidez l’Espagne? Después, Europa se fue llenando de uniformes y la amenaza fue incorporándose a la vida cotidiana. La mayor parte de los surrealistas huyeron a América. Allí, el reconocimiento y el dinero fueron diluyendo los ideales originarios; dejaron de intentar cambiar el mundo y el mundo los aceptó, quedando el surrealismo como un hecho artístico para coleccionistas millonarios. Aquellos que iban a cambiar al hombre, lo dejaron abandonado entre monstruos gesticulantes; y esos sí que lo cambiaron. Desde entonces han pasado muchas cosas; de hecho ha pasado más de la mitad de mi vida, y volviendo la vista atrás, sin ira y sin temor, tengo una visión de aquellos años completada por las experiencias posteriores. Pero hoy sólo me apetece recordar mis años de París. Únicamente volví una vez, en aquel famoso año en que los jóvenes pedían lo imposible. ¡Pedir lo imposible! Nosotros hacíamos lo imposible sin pedírselo a nadie. ¡Que gran desilusión! Y es que, dejando de lado las apariencias estéticas o revolucionarias, el surrealismo abrió una puerta conectada con los pasillos ocultos por los que han caminado los que siempre han buscado la esencia de la vida, del alma, de la verdad, como quieras llamarlo. Yo no reniego de nada de aquello ni pienso que lo que buscábamos fuese una quimera; hay muchos caminos y laberintos, tal vez sólo haya uno bueno y nosotros no supimos encontrarlo. ¡Cuántos han buscado lo mismo por medios más o menos estrafalarios! He pasado la mitad de mi vida viajando, estudiando, observando; he visto que la historia está llena de Prometeos castigados y de Torquemadas temerosos. Nosotros pecamos de ingenuos creyendo que nuestras palabras y nuestros sentimientos por sí solos iban a transformar el mundo, sin saber encontrar el punto adecuado para unir los dos universos. Hicimos vida de locos y el loco en el Tarot es el hombre que recorre su camino bajo la hiriente mirada de los demás; esos que temen porque no saben. Pero por mucho que algunos se empeñen, una y otra vez vuelve el flujo de luz emergiendo sobre las tinieblas de la ignorancia. Fuimos un eslabón de la cadena de gente que ha buscado “el otro lado” porque sabía que existía. La Edad de Oro es algo más que aquel sueño que tuvimos. Es el sueño del hombre mismo. Y el hombre es un ángel herido que lucha por reemprender el vuelo. Pero ahora, déjame solo. Solamente quiero cerrar los ojos y rememorar la luz de los anocheceres de París, justo cuando las farolas se encienden bajo el crepúsculo y la ciudad adquiere una nueva vida.

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Where is the madness?

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El Ready-Art Argentino

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a vanguardia alberga una cantidad importante de artistas inteligentes, complejos, influyentes dentro del arte del siglo XX. Para terminar la carrera de Licenciatura en Artes, un alumno argentino debe conocer y desarrollar la incidencia, la huella heroica del “pintor” francés Marcel Duchamp. En su obra, el misterio y lo fríamente complejo llena al espectador de sabiduría incomprensible. Esa sabiduría, que poco tiene de evaluación concisa y directa pero que sin embargo hace creer que está adelantada de todo lo visualmente bello y comprensible. Marcel Duchamp transformó lo simple en indescifrable con la ayuda de la inserción de eso simple dentro del arte, donde se creó un paso previo a decir “qué estupidez es esa”. Ese paso aparece sólo porque está bañado de arte, y así el espectador antes de repudiarlo se cuestiona el por qué de ese objeto barato, y termina convirtiéndolo en un enigma tan complejo como valioso. Durante estas últimas décadas, los ready-made de Duchamp han sido soliloquios interminables entre hombres de arte con traje, y los nuevos artistas deben pasar por el pintor francés antes de tomar un lienzo en blanco. El problema nació en la comparación, “si Duchamp expuso eso, yo expongo este otro”. Hoy en día, las galerías de Buenos Aires tienen más sueño que vida. Sus artistas bostezan aún más que sus seguidores y aprendices. ¿Y esto es culpa de Duchamp? Esto es culpa de que el artista se ha convertido en un vago que justifica su terrible falta de talento con la innovación que ya está más que innovada. Pero de algo estoy seguro, si hoy, entre los círculos de artistas argentinos, alguien menciona a Duchamp, ese alguien será visto como un conocedor del arte de vanguardia sin antes esbozar una teoría simple y concluida de lo que “creó” el artista francés. Debemos entender que todos somos hombres y, como cualquier hombre, un artista reconocido y estudiado pudo haber sido sólo un mediocre perezoso. Hoy el 70% de los artistas que estudian en el Instituto Universitario Nacional de Arte en Argentina no sabe dibujar. Yo prefiero no ser un artista y ser un pintor. El arte engloba tanto que no deja nada. ROCCO DURDEN

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Really? Todo habla de Duchamp


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