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ULISES OLIVA
PSY! 0188
POTENCIAL Y
V09S09A11
FILOSOFÍA
LIBERTAD
TEORÍA DE LA LIBERTAD
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© PSYKHÉ REVISTA 2007-2011 TANTO LAS IMÁGENES, LOS CONCEPTOS, COMO LOS TEXTOS PRESENTADOS EN ESTA OBRA SON PROPIEDAD DE LOS CORRESPONDIENTES AUTORES, YA SEAN EXTERNOS O INTERNOS A LA REVISTA.
DISEÑO. PABLO DONAIRE.
PALABRAS: 4283
IMÁGENES: 003
ORIGEN: ARGENTINA
POTENCIAL Y LIBERTAD TEORÍA DE LA LIBERTAD
ULISES OLIVA
Todas estas preguntas que me transitan nacen, aunque parezca difícil de creer, del tiempo y, más específicamente, del tiempo libre. Noto que a muchas personas parecería dolerles estar relajados, sin hacer nada. La sensación es que necesitan estar activos para ocupar su tiempo en algo productivo, en algo que genere valor. “El tiempo es dinero”, frase célebre que viene a mi ayuda. Y con valor no me refiero al valor inmediato, puede ser un medio para conseguir algo. Pero
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necesariamente debe ser productivo, sino existe la sensación de la pérdida de tiempo. De estar parado, detenido o frenado.
Entonces se genera una pregunta, ¿si la sensación de pérdida de tiempo, de freno absoluto es algo indeseable;
el
movimiento
es
lo
deseable? Movimiento para un fin, para no sentirnos nada. Para ser.
Entonces nosotros mismos no somos porque sí. Somos porque estamos en un movimiento productivo, un movimiento que nos da una razón para ocupar nuestra existencia en este planeta.
Somos
humanos,
nos
reconocemos pares, porque podemos producir.
Podemos
generar
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valor,
riqueza, ingresos. Podemos comprar cosas y darnos “gustos”,
podemos
viajar una cantidad limitada de días, conocer lugares predeterminados para gastar esa cuantía, ese valor que conseguimos usando nuestro tiempo de vida. Y en ese momento pareceríamos ser
libres,
recorriendo
el
mundo
basados en el fruto de nuestro trabajo, de nuestro movimiento productivo, que nos constituye.
Hasta ahí fue fácil. El problema es que eso no sacia nuestra sed. Trabajar 8 horas para conseguir una casa, un auto, para casarse y tener hijos, para verlos crecer y envejecer con la pareja que supimos adecuada, sin ningún tipo de dudas ni de contradicciones. O ser tu propio jefe,
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manejar tus horarios, pero que se deben acomodar al mercado para poder competir y generar demanda de lo que uno ofrece, sea producto o servicio. O tener la suerte de haber nacido rico, poder vivir sin trabajar y disfrutando de todos los placeres que la vida y el dinero le pueden otorgar a un ser humano. O tener la mala suerte de haber nacido sumido en la pobreza, de tener que luchar para sobrevivir en un mundo que trata de disimular esa parte, extraños que no existen dentro de su órbita.
Vamos a detenernos en los antagonistas por excelencia: Las clases sociales.
Los
estratos
sociales
responden a una idea de ese sector de la sociedad, con una forma estereotípica.
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Responden a la cultura generada por el sector, se retroalimentan entre los individuos que los forman y responden a las reglas dictaminadas por ellos mismos para su grupo social.
La Superclase, se mide a sí misma por mayor cantidad y lujo en sus posesiones. La Pobreclase se mide a sí misma por su habilidad de sacar el mayor
provecho
de
las
pocas
oportunidades que el sistema les da, y por sus posesiones. Ahora agreguemos a los otros dos estratos: La Clase Empresarial es la más cercana a la Superclase, es la que ambiciona ser parte y la que se esfuerza para ello. La Clase Empresarial posee un capital considerable, es dueña de pequeñas y medianas empresas que generan un
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buen ingreso, pero no lo suficiente para los gustos más altos de la elite. La Clase Obrera es la más cercana a la Pobreclase,
aunque
desee
desesperadamente no serlo. Ambiciona ser parte de la clase empresarial y pone su esfuerzo en eso, pero depende de los vaivenes y caprichos del mercado y de la sociedad, donde todos confluimos, sin importar de qué clase seamos.
Todos los estratos de la sociedad ambicionan con tener más. Con ser más. Recordemos por un momento la idea del movimiento productivo para ser y tratemos de aplicarla en todos los estratos.
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•
La Pobreclase: En este estrato, el
movimiento para el ser parecería estar aletargado, en latencia. Dada la condición de externos al sistema, su capacidad de producir es limitada porque carecen de la especialización que el mercado requiere para poder ser parte de sí, entonces están supeditados
a
trabajos
mal
y
poco
remunerados, que los ayudan a sobrevivir pero no a aspirar a subir de estrato social; así como también están vinculados a todo tipo de asistencia social posible por parte del estado. ¿Cómo podrían considerarse a sí mismos
personas,
humanos,
si
su
movimiento para el ser está detenido? ¿Cómo considerarse personas si dependen de la caridad para sobrevivir? ¿Se puede mantener a una clase social en la constante marginalidad
y no
esperar violencia?
¿Puede alguien respetar la vida humana si su vida no es valorada, cuando él mismo no tiene
conciencia
del
ser
porque
su
movimiento para el ser esta completamente frenado? ¿Y como hace el resto de la sociedad, para considerarlo un par? ¿O siquiera humano?
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•
La Clase Obrera: Con el fantasma de
ser pobres pisándoles los talones y el horizonte en ser empresarios, la clase obrera se enfrenta más que ninguna otra a los cambios del mercado y de los gustos de la sociedad, o mejor dicho, del sistema que la estructura. Sistema que se actualiza a sí mismo constantemente, que se reinventa para no estancarse, para darse nuevas formas de poder en las nuevas reglas que establece, requerimientos que demandan nuevas y constantes formas de actualización de la mano de obra. Aquellos que pueden seguir el tranco, que encuentran ese lugar, esa brecha en el mercado, tienen la posibilidad de ascender. Aquellos que se quedan atrás, van decayendo más y más hasta terminar cerca de un límite muy fino entre el ser obrero y el ser pobre. En este caso el movimiento productivo para el ser esta siempre sugestionado a las necesidades y deudas que el estrato se genera a sí mismo para diferenciarse de esa clase pobre a la que desesperadamente quiere no pertenecer, entonces todo o casi todo lo que genera
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termina postrado ante esa voracidad de consumo.
•
La Clase Empresarial: Tanto como la
obrera, esta supeditada a las exigencias del mercado, aunque su capacidad de generar productos o servicios a partir de la mano de obra, hace que siempre los primeros afectados
ante
los
cambios
de
requerimientos o las actualizaciones sean los empleados. Aquí ya el movimiento productivo para el ser cambia de forma, no es parte activa en la modificación, creación o elaboración del producto o servicio que se ofrece, sino que se dedica más a la administración de los bienes y empleados, y de la incursión en el mercado de los mismos. El nivel de los gustos deseados se eleva con la disponibilidad de mayor cantidad de dinero. A mayor capacidad de generar dinero,
este estrato refina los
objetos de sus deseos, trata de generar cultura propia y pasa a mostrarse más que la clase obrera no solo en capital monetario, sino intelectual. Esta clase tiene conciencia de que se encuentra más cerca de la superclase a nivel intelectual y recae en eso
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para marcar otra diferencia con sus antecesores, un grado de acercamiento mayor con el estrato siguiente, aunque esté a un nivel inalcanzable.
•
La Superclase: Es la minoría que se
encuentra
a
cargo
de
las
grandes
corporaciones a nivel mundial. Son los que ostentan el poder del dinero y, por consiguiente, el poder del mercado. De ellos nacen las nuevas tendencias que marcan el compás ante el cual todo el resto del mundo se mueve. Son los dueños de las actualizaciones, los diagramadores de la riqueza
y
la
pobreza
mediante
sus
operaciones. En este caso el movimiento productivo para el ser se estanca, ya que la multiplicidad de sus posesiones generan por ellos el producto del cual ellos reciben sólo su beneficio. Esto podría ser considerado el mejor escenario del que mencionamos, pero La superclase también tiene sus reglas, sus excluidos e incluidos dentro del mismísimo estrato. Ricos siendo discriminados por ricos más ricos, poderosos midiendo el alcance de sus decisiones. Y en medio de ellos el fantasma del no ser. La posibilidad
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concreta de alejarse de su humanidad al estancarse en ese pantano beneficios que no asegura el goce de los mismos. La pregunta con este estrato sería: ¿Qué desear, cuando toda ocurrencia o deseo puede satisfacerse?
Siguiendo con el hilvanado de pensamientos, cada estrato se enfrenta a su propia capacidad de movimiento productivo para ser. Pero esto es nada más que una mirada por sobre el hombro de la sociedad de hoy. El problema del disfrute del ocio, del tiempo libre supeditado a la necesidad de
producir
para
sentirse
en
movimiento es algo que choca contra las realidades en cada sector, en cada hogar casa o persona: cada mundo, individual y grupal. Basta con ver las muestras de fanatismo por el futbol, por
los
sectores
políticos,
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por
cantantes, actores o cualquier persona famosa; basta con notar la proliferación de los distintos tipos de droga para ver los desastres que genera en la persona el
estancamiento
del
movimiento
productivo para el ser.
Sentirse
desolado,
vacío,
con esa sed de “algo” que no se sabe bien qué es, es lo que genera esas distintas formas de expresión de deseos reprimidos. Deseos de apartarse de la realidad de no ser, para ser parte de algo más grande, de una masa unida que unida, es mucho más grande que un individuo solo frente al mundo. En ese pequeño instante en el que las personas dejan de ser extraños porque algo más grande que ellos mismos los une, se liberan de la dependencia del
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movimiento productivo para ser, y pasan a ser por ser partes de algo mucho más grande. La droga no es sólo una forma de evadir la realidad, es una cultura que se multiplica en todos los estratos y se vuelve una manera de unión, de hacer confluir a un mismo plano a cualquier persona de cualquier estrato, es una forma de igualar. Y en esa igualdad o en esa evasión de la realidad, se encuentra esa libertad momentánea.
En
un
recital
multitudinario o en un estadio repleto, la persona a tu lado se convierte no sólo en un compañero, sino en un parte viva más de un engranaje mucho mayor y es ante esa reacción, ante esa igualdad de sentimientos en la que se encuentra esa libertad momentánea. Ese héroe, actor o cantante, convocador
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de masas, uno por fuerza propia frente al mundo, individuo que sobresale del resto, genera idolatría por el deseo propio de ser igual, de asemejarse, de compartir un instante de esa sensación de
libertad
individual.
¿Por
qué,
entonces, es momentánea esa sensación de libertad?
TEORÍA DEL EGOÍSMO Y LA LIBERACIÓN DEL SER
¿Cómo podemos llegar a diferenciar la verdadera libertad de la sensación de libertad?
Encontrando la definición en su contrario. En sus contrarios. La
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sed de más y mejores cosas que nunca se termina, los deseos inconformables, la necesidad de medirse con el otro, con soñar ser más que una simple persona que pasa por la vida sin dejar huella.
¿Qué es lo qué nos motiva? El deseo. El deseo de más.
Quizás,
pero
todos
los
animales desean y, en teoría, el hombre es distinto. Entonces, ¿qué es lo que el hombre desea y que no lo desea ningún otro ser vivo?
Ser el distinto, el elegido, el único, el triunfador, el héroe. Aquel que tenga valor por ser. Y eso motiva una reacción en cadena de necesidades
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que no son tales, de deseos sobre deseos que escalan, trepando hasta el infinito de la originalidad de los caprichos. De los “gustos”.
Diferenciarse en lo normal, en lo común. Sobresaltar en el mismo escenario que el resto, para poder mostrarse superior. Superior a ese resto que compitió con él en esa situación con iguales reglas. La necesidad de ser superior y que el otro sea inferior.
Y eso tiene consecuencias. Vencedores y vencidos, ambos generan pretensiones,
siempre
de
más.
Ambiciones de venganza que generan sentimientos de ira, de odio y dolor que puede explotar en cualquier momento o reprimirse, de cualquier manera ese
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odio, esa energía negativa engendra los males consecuentes que derivan de ella misma:
sus
miedos,
la
falta
de
confianza en sí mismos, la agresividad o el aislamiento como forma de protección.
El lado de los vencedores también sufre consecuencias negativas. Ganar es tan nocivo como perder, o más. Ganar genera una adicción, una necesidad
constante
de
volver
a
medirse y volver a ganar. La sensación de
satisfacción
dura
un
tiempo
determinado y después se diluye en el miedo de no ser capaz de perpetuar esa sensación, de no ser capaz de volver a ser victoriosos. Ese miedo genera ansiedades, dudas sobre la verdadera naturaleza del potencial que logró
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sacarlo victorioso la primera vez. El ganar no lo satisface a uno por estar supeditado a la mirada del otro, a la opinión del otro sobre la victoria.
Entonces la sensación de libertad en la multitud se asemeja hasta reducirse a la sensación de libertad del vencedor. Por lo efímera, porque solo la roza, pero nunca llega a conocerla más que de rebote, de soslayo.
Y tal vez, quien lea esto, piense que no es así, que a él ese tiempo libre no lo hace sufrir, porque lo utiliza para crear. Para el arte. Y es algo excelente, mientras esa creación sea solo por la creación en sí y no para sustituir todo lo que explicamos antes por una forma más refinada y elegante
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de introducirse en ese mercado que todo lo puede y todo lo valora. Una vez que ese arte, que esa forma de libre expresión se convierte en parte de ese círculo, pierde ese valor propio para tener el valor que el mercado quiere asignarle.
Ahora bien, llegado el caso de que no se tratase de ser parte, ese movimiento productivo para el ser en el arte rompería su influencia, ¿no? Si se dejara de perseguir un resultado y se creara el mero hecho de crear, ese movimiento dejaría de ser productivo. Y en eso los artistas hayan una sensación de libertad sin necesidad de producir. ¿Por qué?
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Porque al no importarles el resultado, al crear por crear, al hacer por hacer, se produce un abandono. Si el ser es movimiento productivo, esta instancia del arte sería una producción para no ser. En ese instante, es cuando la libertad está más cerca de revelarse: cuando uno abandona el deseo de ser para convertirse en un medio, un eslabón con esa sutileza, con esa sensibilidad
que
existe
tras
el
aplacamiento del deseo.
Al crear, al producir para no ser, se logra abandonar por un instante la definición mental de sí mismo, la autoimagen. Las ataduras del deseo de poseer o de mantener se sueltan, tanto como las de los deseos de escapar o evitar. Pero la creación es un medio
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para conocer esta noción, no una forma de eximirnos totalmente del deseo. Cuando no se está creando, todo lo negativo vuelve a formar parte de uno. Todo ese caudal de enajenación del ser por el deseo, que forjó una tradición y una ley en el centro de la humanidad es muy fuerte.
Pero si descubrimos que somos una cosa constituida por el fetichismo al deseo inacabable de ser más que el otro, no tenemos que henchirnos de alegría y alabar a las ideas y a constituyen…
los
objetos que nos Nosotros
mismos
llevamos a las cosas y a esos ideales a reinar, fue nuestra propia libertad la que posibilitó nuestra enajenación. Y es esa precondición de libertad, la que nos
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permite la esperanza de que toda libertad pueda ser recuperada. Entonces la libertad verdadera, la que nace del interior de uno mismo y para uno mismo, es el abandono del ser, la planificación para uno mismo.
Ningún hombre vive solo, aunque viva en soledad. Ningún ser humano es capaz de considerarse una isla, un creador de su propio mundo, aunque viva
en
la
soledad
más
absoluta. Sencillamente, porque el mundo donde él vive se ve influenciado por los demás seres.
Su vida depende e interactúa con todos los demás organismos vivos, con toda esa naturaleza que nos gusta pensar a nuestra disposición, pero que
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en la realidad nos afecta más de lo que creemos. Nos modifica los hábitos, nos exige atención. Nos exige una relación simbiótica o la destrucción de nuestra forma de existencia.
Entonces ¿por qué no pensar al ser humano fuera de ese estándar de conquistador de la naturaleza, de dominador de los elementos, si aún con todo su poderío no está exento de depender de la misma?
¿Y si no somos otra cosa que otro eslabón en la naturaleza, que nos hace pensar que sus reglas no nos podrían afectar de la misma manera? ¿Por qué no se podría trasladar esa simbiosis
a
las
relaciones
humanos?
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entre
Si
debemos
abandonar
nuestra imagen mental para conseguir nuestra
libertad,
si
debemos
abandonarnos para encontrarnos, ¿por qué no trasladar nuestro centro de deseo al bienestar del otro?
Trasladar nuestro centro de deseo al bienestar del otro, generaría una
reacción
en
cadena
que
posibilitaría encontrar nuestra libertad sin pensar en nosotros mismos. Un ser vivo siendo por el ser de otro ser vivo.
Ya sé, a esta altura lo menos que piensan de mí es que soy un utópico, posibilidad
un de
fundamentalista
sin
expandirse
la
en
realidad. Pero esta idea que me constituye puede llevarse a cabo. Se
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necesita valor, se necesita de la introspección de personas que estén cansadas de la vida que llevan, de las necesidades tanto económicas como espirituales por las que atraviesan.
Todo
cambio
verdadero
nace de uno mismo. Y todos los seres pertenecemos directa o indirectamente a la misma simbiosis. Entonces el verdadero
cambio
en
uno
puede
traspasarse al otro, puede generarse en el otro.
La cultura puede generar estas dudas en los demás, puede despertar este ideal. Y este ideal puede ser real, porque despertar esta duda seria dejar de lado el egoísmo del ser para transformarnos en una conciencia
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toda del ser por los demás. Y eso nos llevaría a una libertad definitiva, sin violencia, en una sociedad que se transforme no por el choque de sus componentes, sino por la influencia gradual de cada uno de sus integrantes hacia el otro.
LA ONTOLOGÍA
DEL SER
Ulises Oliva
Sabernos humanos nos hace pensarnos
distintos
animales.
Nos
a
hace
los
demás
suponer
que
nuestras diferencias con el resto de los
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seres nos convierten en una especie única. Nuestra capacidad de pensar, de analizar, de tener ideas, de no guiarnos por nuestros instintos o de superarlos, de vencerlos. Tratamos de marcar esa brecha en la complejidad de nuestro pensamiento, en la elaboración de nuestra mente.
Nuestros deseos de deseos, nuestra mente sobre nuestra mente, nos convierten en algo más que animales. En seres de realidad y de pensamiento, de acciones y análisis; de reflexión, acción y sensación.
Pero, ¿qué es nuestro ser? Somos seres en seres, porque somos duplicidad.
Somos
pensamiento
y
somos realidad, existimos dentro de
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nosotros,
y
fuera
de
nosotros.
Existimos en nuestro mundo y en un mundo de mundos. Esto nos lleva a preguntarnos qué es lo real: ¿Lo que percibimos, eso que los sentidos nos muestran? ¿O lo que pensamos?
Y a esta duplicidad hay que agregarle una rama más, nuestros sentimientos. Nuestros sentidos nos transmiten
sensaciones,
pero
los
sentimientos que esas sensaciones nos generan nacen en otro lugar, fuera de nuestro pensar y fuera de nuestro sentido.
Entonces
somos
una
triplicidad, un triunvirato, una trinidad.
Entonces nuestro problema se ahonda aún más, somos tres mundos, tres formas, tres seres en uno. Nuestro
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ser pensante, nuestro ser físico y nuestro
ser
sensible.
Nuestras
necesidades se triplican cuando cada uno de esos seres (¿nuestros seres?) interpreta el mundo a través de su capacidad
y
nos
muestra
esa
interpretación. ¿Pero a quién le muestra esa
interpretación?
A
nuestra
conciencia del ser. Esa conciencia del ser es el cuarto integrante de nuestro rompecabezas, es el lugar donde confluyen
e
interactúan
las
interpretaciones de nuestro pensar, sentir y nuestro ser físico.
La conciencia del ser es el lugar donde se produce el choque de las interpretaciones y el resultado de esos choques. Nuestra esencia, es el complejo resultado entre la interacción
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de todas estas interpretaciones, es el resultado individual de nuestra visión interpretativa de nuestros mundos.
Pero nuestros mundos se desarrollan en un marco. Tienen un espacio, un escenario. El mundo de los mundos es nuestra referencia común, colectiva. Ahora, ¿Cómo llega el mundo de mundos a ser referencia? ¿Cómo coincidimos en los marcos referenciales para decir que el mundo de mundos que yo veo, sustancial y físicamente, es el mundo de mundos que otro ve? Porque en sí, el mundo de mundos no es una idea que puede ser pensada
y
acordada,
todos
nos
desarrollamos en él, todos somos en él. Pero
nuestras
interpretaciones
son
individuales, nuestros sentidos son
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individuales ¿cómo saber que ese lugar donde nos desarrollamos es igual para uno y para otro?
Por la conciencia del ser. Nuestra conciencia del ser puede analizar, puede comprender lo que la rodea porque interpreta los estímulos de las tres ramas interpretativas de todos. Porque nuestra conciencia del ser es colectiva. De esa manera, todos podemos ver lo físico que nos rodea y coincidir en su interacción.
Ahora, sabiendo que la parte que nos convierte en lo que somos, el lugar
donde
confluyen
las
interpretaciones, nuestra esencia, tiene un
componente
de
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interpretación
colectiva, ¿se puede hondar más? ¿Se puede ir más lejos en la idea?
¿Por
qué
no
pensar,
también, que nuestros pensamientos no tienen
un
componente
colectivo?
Nuestro pensar, el mundo de nuestro pensamiento que nos transmite toda la interpretación ideal sobre todo lo que acontece en nuestra vida, podría tener un componente colectivo. Podría ser la razón
para
los
acontecimientos
psicológicos paralelos a-causales, la razón para el surgimiento de las ideas “porque sí”. Y si consideráramos que existe ese lugar de pensamientos colectivos,
¿no
sería,
acaso,
una
especie de plano donde las ideas habiten y se alimenten unas de otras? ¿no sería pausible qué, de ser así, esto
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pudiese explicar la multiplicidad de ideas
similares
en
puntos
sin
coincidencias a nivel global?
Y, ya que estamos, ¿por qué no pensar que existe un plano colectivo en base de las sensaciones? ¿no explicaría
eso
la
intuición
de
entendimiento que tenemos sobre el amor, la libertad o la justicia? ¿No sería la empatía de las sensaciones ese lugar común,
esa
conciencia
colectiva
sensible?
Ahora bien, ¿Cómo explicar las
grandes
diferencias
entre
un
humano y el otro? Todos coincidimos en que una montaña se encuentra en tal o cual lugar, pero no todos coincidimos en nuestras formas de interpretar el
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amor o una idea: ¿Esto convierte imposible esa colectividad interior?
Eso podría ser afirmativo, si no existiera duda sobre todo lo que nos falta conocer. ¿Cómo llegamos a la seguridad sobre la ubicación de lo que nos
rodea?
Es
lo
primero
que
aprendemos. Lo que nos rodea, el mundo al que llegamos, el ámbito donde nos desarrollamos es lo primero que
aprendemos
a
reconocer,
a
interpretar para nuestra funcionalidad. Nos desarrollamos en el mundo del mundo, nos alimentamos, existimos en ese mundo de mundo. Por eso es primordial que sea lo que primero comprendamos, lo que necesitamos para sobrevivir. Esa necesidad de supervivencia es reconocible en todos
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los demás animales, es el legado de nuestra evolución.
Pero los otros dos mundos, el pensante y el sensible, son de un acceso más difícil. Están directamente conectados a nuestra originalidad para poder explicarlos. Uno y el otro chocan en las formas de interpretar, aunque el hecho a interpretar sea el mismo. Se vuelven caóticos y eso no nos permite coincidir en ese plano de colectividad.
Las nociones contrarias no podrían existir, no podrían ser parte de ese plano de colectividad. Entonces eso podría
explicar
nuestra
falta
de
consenso en esos temas, nos falta conocer, nos falta evolucionar.
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Nos
falta
evolucionar
porque nuestra concepción original es individual, es egoísta. Es propia, es personal, es una. Entonces existimos pensando como uno, lo que nos lleva siempre a los mismos resultados en una historia de espirales cíclicos. Para poder liberarnos de ese espiral, donde cambian las circunstancias históricas pero
no
los
resultados,
debemos
liberarnos de esa concepción individual de nosotros mismos, para pensarnos como un ser colectivo dividido en una multiplicidad de partes vivas, como si fuésemos
una
destinada
a
gran
maquinaria
desarrollarse,
sólo
trabajando juntos y para el otro.
Seguimos con la concepción de que somos un individuo en un
PSY! 039
mundo de individuos, pero proyectados en la proximidad no alcanzamos a existir en y por nuestros propios términos sino en relación, con respecto a otros. Ese tipo de simbiosis no coincide
con
nuestro
pensamiento
egoísta; ¡dependemos de los demás para vivir y aun así nos pensamos como solos frente al mundo!
Entonces ese pensar nos convierte seres incompletos, porque concebimos al mundo en un corto espectro, usando una sola conciencia del ser y al hacer esto, empiezan a aparecer fisuras en nuestra estructura de pensamiento y de sensaciones, nos reducimos a las miserias de migajas existenciales,
a
consuelos
momentáneos que solo nos muestran
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una pequeñísima fracción de lo que podríamos llegar a ser, de nuestra potencialidad.
ULISES OLIVA
Ulises Oliva
Edad: 25 años Fecha de nacimiento: 06/01/1986 Nacionalidad: Argentino DNI:32078135Estado Civil: Soltero Dirección: Pje Curie 2814 CP 2000 Ciudad: Rosario Provincia: Santa Fe : 0341- 153 801 819 : ulises32@hotmail.com
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ULISES OLIVA / FILOSOFÍA / PSY! 188 / PÁGINAS 42 / PALABRAS 4283 / IMÁGENES 003 / ORIGEN: ARGENTINA. / PUBLICADO EL DÍA 09 DE SEPTIEMBRE DE DOS MIL ONCE EN WWW.PSYKHEART.COM / DISEÑO Y EDICIÓN: PABLO DONAIRE / TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS.