BUENOBONITOBARATO

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Hace unos días tuve la gran suerte (y digo gran suerte porque precisamente no son tiempos en los que el trabajo esté presente) de recibir el encargo de un cliente que quería un logotipo para una empresa de nueva creación; uno de esos valientes que abre un negocio “con la que está cayendo”. “No me estás contando nada nuevo” diréis; pero la sorpresa me la llevé cuando el cliente me dijo que contactaba conmigo como segunda opción tras rechazar un presupuesto de 440 euros por la creación de un único logotipo (sin producción ni aplicaciones), ahí es donde un espasmo de impotencia recorrió mi cuerpo. ¿Pero quién nos hemos creído que somos? Dije riéndome de aquellos que piden respeto a nuestra profesión. Si bien es cierto que en un ranking de intrusismo laboral el Diseño Gráfico estaría en el “Top Ten” con los primos que saben usar photoshop como abanderados, creo que no somos nadie para creernos Ricardo Rousselot, a menos que un LAUS esté cogiendo polvo en la estantería de nuestro estudio en el 22@. Es malo generalizar, y con esta declaración no quiero tirar piedras a mi trabajo como diseñador, y mucho menos contra mis compañeros de profesión; pero, pasando de una punta a otra del diseño, está claro que hay un sector que llega a aprovecharse desmesuradamente de esta profesión y que especula con el diseño, se podría decir. Nos quejamos constantemente del mal gusto en la combinación de colores del letrero de ese bar, en el uso constante de Comic Sans como estándard del mal gusto tipográfico o en la falta de dedos en las manos para contar los errores de maquetación de la carta del restaurante en el que acabamos de comer, pero muchos de nosotros no somos conscientes de respetar adecuadamente nuestro trabajo. Con esto quiero decir que los diseñadores no sólo somos machacas capaces de crear “cosas bonitas” con un lápiz o un ordenador. Los diseñadores somos creativos, mentes en constante funcionamiento a las que se nos ocurre una idea en cualquier lugar o situación por inhóspita que sea, mentes y personas encargadas de representar una idea, una filosofía adaptándola a las necesidades del cliente; necesidades que deben ir mas allá de la representación gráfica (y si, hablo de necesidades económicas). De igual forma que nuestro bolsillo está hecho mayoritariamente a ir a comer asiduamente a un McDonalds y no a Can Fabes, también debe estarlo para adaptar nuestro presupuesto a un cliente con ciertas limitaciones. A todos nos gustaría trabajar para grandes marcas y tener un gran encargo tras otro facturando miles de euros en honorarios, pero nuestro verdadero trabajo está en acotarnos verdaderamente al encargo. Con esto, no quiero decir que debamos dejar regatearnos, trabajar gratis o prostituir nuestra creatividad, sólo que seamos los primeros en respetar nuestra profesión, al menos, si es que queremos ser respetados.


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