PoesĂa distante
el universo debajo de la piel, tiene nuestro nombre en todas partes.
I
Hay por lo menos una parte en algĂşn rincĂłn de los humanos, que amarĂa exactamente lo mismo en un abismo distinto, bajo otra luz del mismo dĂa y abrazando otra necesidad. siempre el beso en la boca y el sexo adentro. El lenguaje de los enamorados solo corresponde a la sed, de sentirse destinados.
II
¿Cómo tocar la piel sin ser visto? Como tocando la piel del universo. Las yemas de los dedos quieren regalar la ruta semántica, pero el tacto entorpece su virtud. Si tocásemos un cuerpo antes del cuerpo, todo sería menos grave. Tocaríamos el espíritu vago, de un cuerpo con sombra. Y seríamos entonces, una nostalgia invisible.
III Cada cosa en su lugar no nos habla de la pertinencia, sino del orden que requiere la paz de todo caos. Las fibras que contienen anticipadamente el suceso de todo lo que existe, son la tranquilidad de no colapsar luego el invento antiguo. De la silla que sentamos, de la pluma que nos dice que sirve para no sentarse pero sĂ para escribir sentado. Cada cosa en su lugar nos advierte, un acto que no habla. El lenguaje no es mĂĄs que la cosa anticipada.
IV Hay libros que leo para olvidar, que no se le olvidan al momento preciso al instante presente de toda necesidad, que escrita sabe buscar donde leerse. Hay libros que leo para olvidar, que olvido para recordar luego que no paginan un ahora cercano. Quizรก libros paloma. Hay libros que leo para olvidar lo acordado, El pacto tangente, la pregunta origen. Hay libros que leo para olvidar, que leo y que se olvidan. Que leo, pero que se olvidan. Que leo a pesar de olvidarse.
V
De las virtudes inútiles, la poesía. La impresión eterna de la vida quieta, cínica… de la piel que reviste de adentro la palabra. ¡Cuánto pudiera leerme como me escribo! Escribir como me insisto. Aunque ya la mañana se haya drenado por los bordes de la tierra. ¿Y el objeto reposado? ¿Y el presente sin más? Sencilla nostalgia que viene de un ahora distante. La poesía no nos procura de otra piel, nos la desnuda.
VI
Hay dĂas en que la distancia nombra solo un vacĂo. En caso que los nombrara todos, solo habrĂa tiempo para el arrepentimiento de no haber atado todas las ausencias, que el hombre va dejando entre el amor y olvido.
VII
Lo que estรก encima de la piel es lo que estรก debajo, pero con la sensaciรณn del nosotros. La misma inmensidad. Solo que el universo debajo de la piel, tiene nuestro nombre en todas partes.
VIII
Te busca. Lo buscas. Se encuentran. Es el encuentro mรกs hermoso de todos, el de la correspondencia.
IX
Tanto quisiera quedarme con las arrugas de la piel, las que recubren los sueños de la tarde. Quedarme solo con las primeras sensaciones, lontananzas tan ingenuas. Tanto quisiera lamer la savia perversa de una vez primera, cuán amarga. Y ser el presente que alguna vez perdí, siempre huido. Como si fuéramos de heno, somos crujir y viento. No gustamos sabernos sin destino.
Tanto quisiera volver al primer fuego sin que nada pida a cambio. Sin anidar pasos antiguos, de gajes sin oficio. Y cuĂĄn duro ese ahora mĂĄs nervioso, que sentimos la pregunta de si sĂ, de si no del abismo. Tanto quisiera descentrarle al tiempo unitario los sentidos.
X
QuĂŠ triste sed, la de los enamorados.
XI
Y empecĂŠ probablemente a saber con el tiempo que las palabras tienen a su vez un espacio, un receso, una forma callada para leerme. Me visitaban mudas y se iban cansadas de mĂ. Pues las forzaba a entenderme siempre‌ a nombrar todas las formas de mi tristeza.