La Formaci贸n del Laicado Proyecto Marco Diocesano
La Formaci贸n del Laicado Proyecto Marco Diocesano Vitoria-Gasteiz 2001
Documentos y Materiales 1. Entre todos, paz para todos. Guztioz artean, bakea guztion alde. 2. Programaci贸n de las Delegaciones y Secretariados Diocesanos. 3. Gu铆a Diocesana 2000
Edita: Obispado de Vitoria Imprime: Imprenta Badaya
Presentación Con satisfacción presento este Proyecto Marco Diocesano de Formación del Laicado. Ha sido gestado, elaborado y aprobado por el Consejo Pastoral Diocesano; si bien, ha recibido sugerencias y aportaciones de instancias diocesanas comprometidas en la formación de los laicos. Al aprobar y publicar este Proyecto Marco Diocesano sigo la indicación de la Exhortación Apostólica “Christifideles laici” del Papa Juan Pablo II: “La Iglesia una y universal está presente en las diversas partes del mundo a través de las Iglesias particulares. En cada una de ellas, el Obispo tiene una responsabilidad personal con respecto a los fieles laicos, a los que debe formar...” (n. 61). La presencia activa del laicado en la Iglesia es un signo de nuestro tiempo que hemos de acoger con gozo y amplitud de miras. El laicado está llamado a una intensa participación y protagonismo en el ser y quehacer de la Iglesia. Para ello, es imprescindible que goce de una buena formación. De esta manera, los laicos estarán mejor preparados para ejercer su corresponsabilidad en la Iglesia y en la sociedad, pues “a ellos corresponde iluminar y ordenar las realidades temporales a las que están estrechamente vinculados, de forma que éstas sin cesar se realicen y progresen conforme a Cristo” (LG 31). Al mismo tiempo, la Comunidad Diocesana contará con mejores agentes a los que encomendar tareas, misiones y ministerios. Este Proyecto Marco de Formación del Laicado es el primero que nace en la Diócesis. Desde el reconocimiento y el respeto a las distintas situaciones personales y eclesiales de los laicos, su empeño es colaborar, en lo que le corresponde, en la promoción de un laicado adulto y corresponsable. El laicado, su vocación y su misión, el proceso de su formación con sus etapas y contenidos, dimensiones y metodología son los capítulos que, como puntos de apoyo, recorre con acierto y realismo este Proyecto Marco Diocesano.
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Proyecto marco Diocesano de Formación del Laicado
La corresponsabilidad no es solamente un importante objetivo de este Proyecto; también ha de ser su camino. En sintonía con el relieve que la corresponsabilidad está adquiriendo en la fase actual de elaboración del Plan Diocesano de Evangelización, este trabajo que ahora ofrezco es una llamada a ejercerla, con intensidad e ilusión en una de las facetas importante en nuestro ser y quehacer eclesial: la formación del laicado. Lo hacemos cumpliendo otra de las indicaciones de la Exhortación citada, “Christifideles laici”: “Los Padres Sinodales... han afirmado claramente que la formación de los fieles laicos se ha de colocar entre las prioridades de la diócesis y se ha de incluir en los programas de acción pastoral de modo que todos los esfuerzos de la comunidad (sacerdotes, laicos y religiosos) concurran a este fin”(n. 57).
+ Miguel Asurmendi Obispo de Vitoria Vitoria-Gasteiz, 7 X 2001 Fiesta de Ntra. Sra. del Rosario
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Introducción
I.- Introducción La formación del laicado es una necesidad sentida y manifestada insistentemente en la comunidad eclesial. La Asamblea Diocesana incluía esta demanda entre las acciones urgentes a realizar. Se diagnosticaba que el laicado no gozaba de una formación a tono con la importancia de su misión corresponsable en la Iglesia y en la sociedad. Se echaba de menos una formación adecuada para que los laicos dieran el paso de colaboradores a responsables y protagonistas de la vida eclesial y pastoral de la Iglesia. No han faltado, en estos últimos años, realizaciones formativas de distinto calado, densidad y participación. Con el fin de estimular los existentes y de promover nuevos procesos formativos nace este Proyecto Marco Diocesano. Quiere ser un referente general, y sugerir orientaciones, criterios y contenidos que inspiren y promuevan proyectos y programas concretos según las demandas y necesidades en la Diócesis. En la elaboración del Proyecto Marco se han tenido en cuenta: - el empeño de, cada vez, mayor número de laicos por desarrollar íntegra y responsablemente su identidad y personalidad cristianas; - las sugerencias y aportaciones de un importante sector del laicado diocesano, manifestadas a través del Consejo Pastoral Diocesano; - las reflexiones, aportaciones y elaboraciones que en la diócesis se han producido sobre el tema de la formación del laicado en distintas instancias y organismos en el pasado inmediato; - la experiencia acumulada en los procesos formativos desarrollados en la Diócesis en los últimos años; 7
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- y las necesidades y desafíos eclesiales y pastorales que, para su correcta atención, requieren hoy una capacitación, incluso especializada. Este documento desea contribuir a la preparación de un presente y un futuro de mayor protagonismo y corresponsabilidad laical en nuestra Iglesia diocesana. Tiene como meta satisfacer la doble finalidad que debe presidir un proyecto de esta naturaleza: la promoción de un laicado cada vez más preparado y consciente como creyentes y agentes de evangelización, y la necesidad que tiene la Comunidad Eclesial de encomendar compromisos, tareas y funciones a sus miembros laicos, que para ello deben contar con la preparación adecuada. Este Proyecto Marco se suma a los esfuerzos de quienes, en la Diócesis, tienen un decidido interés por generar y promocionar un laicado, adulto y militante, dispuesto a ejercer la vocación y misión social y eclesial que le pertenece. Nota: Este proyecto es deudor de los siguientes textos y documentos que tratan del laicado, en general, y de la formación del laicado, en particular. a) De la Iglesia Universal y Española: 1.- JUAN PABLO II: Christifideles laici (Los fieles laicos,1989). 2.- Conferencia Episcopal Española: Los cristianos laicos, Iglesia en el mundo. Corresponsabilidad y participación de los laicos en la Iglesia y en la vida civil. Líneas de acción (1991). 3.- Conferencia Episcopal Española-Comisión Episcopal de Apostolado Seglar: Guía-marco de Formación de Laicos (1996). 4.- Conferencia Episcopal Española: La iniciación cristiana. Reflexiones y Orientaciones (1998). 5.- Federación de Movimientos de A.C.E.: La Formación en la Acción Católica Española (2000). b) De la Iglesia Diocesana: 6.- Líneas Pastorales Diocesanas (1983). 7.- Asamblea Diocesana: Tema 8: Los laicos en la sociedad y en la Iglesia (1991). 8.- Líneas Diocesanas de Pastoral (1993). 9.- Carta Pastoral de los Obispos de Pamplona-Tudela, Bilbao, San Sebastián y Vitoria: El laicado: identidad cristiana y misión eclesial (Cuaresma-Pascua de Resurrección, 1996). 10.- Documentos y debates de los Consejos Pastorales Diocesanos. 8
Conceptos
II.- Conceptos Un Proyecto Marco Diocesano de Formación del Laicado tiene que comenzar precisando bien los términos que va a manejar. Este primer esfuerzo es imprescindible para centrar su campo, su cometido, y para evitar un uso equívoco de los términos. En este proyecto se van a manejar los siguientes términos, a los que se da el significado que se explica: Proyecto: Un proyecto es la elaboración formal de la manera de conseguir
un objetivo. Tiene que ser claro y preciso a la hora de especificar su objetivo, sus medios y sus destinatarios. Marco:
Indica la calidad de orientación general que se quiere dar al proyecto, en el sentido de conjunto de referencias que sirven de encuadre a otros proyectos específicos de formación. Un proyecto marco deberá contener, de forma general, los elementos básicos y suficientes que sirvan de ayuda y referencia a la hora de plantear realizaciones concretas, o sea, los proyectos concretos de formación.
Diocesano:
el marco queda referido al ámbito concreto de la Diócesis de Vitoria: sus necesidades y sus posibilidades reales, sus expectativas y su realidad concreta.
Formación:
Este término se refiere al proceso de descubrir y desarrollar, para su perfeccionamiento, facultades y potencialidades existentes en el sujeto. Un proceso de formación tiene como uno de sus objetivos la construcción de una personalidad cristiana. Su meta es modelar en la persona creyente un modo de ser, sentir, pensar y actuar clara y arraigadamente cristiano y eclesial. Asimismo, formación alude al proceso de adquirir saberes o conocimientos, y de desarrollar actitudes y métodos de trabajo personal y comunitario. Son los conocimientos necesarios para ir construyendo la identidad cristiana en clave de integridad (personal, comunitaria, eclesial, apostóli9
Proyecto marco Diocesano de Formación del Laicado
ca...), y atendiendo a sus dimensiones más importantes (afectiva y vivencial, teológica y secular, ética y pastoral). Se deben incluir, además, los conocimientos, teóricos y prácticos, necesarios para desempeñar adecuadamente compromisos, funciones y tareas eclesiales, pastorales, en suma evangelizadoras. La formación atiende tanto a la edificación de una personalidad específica, como a la capacitación para determinadas actividades. Es, por tanto, una necesidad para el creyente que quiere forjarse a si mismo como tal y, a la vez, es una exigencia de la Comunidad eclesial que necesita encomendar determinadas actividades, compromisos y funciones a sus miembros. La formación así comprendida ha de considerarse como un proceso de crecimiento y aprendizaje continuos, pues la formación se entiende como un dinamismo abierto y en constante afán de renovación y puesta al día. Laicado:
Los destinatarios de este proyecto son los laicos (o el laicado). Es necesario precisar quienes son y cual es su papel y misión dentro de la Iglesia y de la sociedad, ya que cualquier proyecto de formación tiene que estar al servicio de su identidad, vocación, misión y circunstancias.
El Concilio Vaticano II define a los laicos en los siguientes términos: "Con el nombre de laicos se designan todos los fieles cristianos, a excepción de los miembros del orden sagrado y los del estado religioso, aprobados por la Iglesia. Es decir, los fieles que, en cuanto incorporados a Cristo por el bautismo, integrados al Pueblo de Dios y hechos partícipes, a su modo, de la función sacerdotal, profética y real de Cristo, ejercen en la Iglesia y en el mundo la misión de todo el pueblo cristiano en la parte que a ellos corresponde" (LG 31).
Más adelante, se especifica cual es el campo de acción del laicado: "El carácter secular es propio y peculiar de los laicos (...). A los laicos corresponde, por propia vocación, tratar de obtener el reino de Dios gestionando los asuntos temporales y ordenándolos según Dios. Viven en el siglo, es decir, en todos y cada uno de los deberes y ocupaciones del mundo, y en las condiciones ordinarias de la vida familiar y social, con las que su existencia está como entretejida. Allí están llamados por Dios, para que, desempeñando su propia profesión guiados por el espí-
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Conceptos
ritu evangélico, contribuyan a la santificación del mundo como desde dentro, a modo de fermento. Y así hagan manifiesto a Cristo ante los demás, primordialmente mediante el testimonio de su vida, por la irradiación de su fe, la esperanza y la caridad. Por tanto, de manera singular, a ellos corresponde iluminar y ordenar las realidades temporales a las que están estrechamente vinculados, de tal modo que sin cesar se realicen y progresen conforme a Cristo y sean para la gloria del creador y del redentor" (LG 31).
El Concilio y Juan Pablo II insisten sobre la naturaleza y la misión secular como característica de la identidad y responsabilidad de los laicos: "La Iglesia no está verdaderamente formada, ni vive plenamente, ni es representación perfecta de Cristo entre las gentes, mientras no exista y trabaje con la jerarquía un laicado propiamente dicho. Porque el Evangelio no puede penetrar profundamente en las conciencias, en la vida y en el trabajo del pueblo sin la presencia activa de los seglares. Por tanto, desde la fundación de la Iglesia hay que atender sobre todo a la constitución de un laicado maduro" (Conc. Vaticano II, AG 21). "Ciertamente, todos los miembros de la Iglesia son partícipes de su dimensión secular; pero lo son de formas diversas. En particular, la participación de los fieles laicos tiene una modalidad propia de actuación y de función, que, según el concilio, ‘es propia y peculiar’ de ellos. Tal modalidad se designa con la expresión índole secular’ (...). De este
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modo, el mundo se convierte en el ámbito y medio de la vocación cristiana de los fieles laicos, porque él mismo está destinado a dar gloria a Dios Padre en Cristo. No han sido llamados a abandonar el lugar que ocupan en el mundo..., sino que el bautismo les confía una vocación que afecta precisamente a su situación intramundana" (Juan Pablo II, ChL 15).
También, Pablo VI y Juan Pablo II indican cómo los laicos han de cooperar en el desarrollo de la comunidad eclesial, pero sin olvidar su responsabilidad específica: "No hay que pasar por alto u olvidar otra dimensión: los seglares también pueden sentirse llamados o ser llamados a colaborar con sus pastores en el servicio de la comunidad eclesial, para el crecimiento y la vida de ésta, ejerciendo ministerios muy diversos según la gracia y los carismas que el Señor quiera concederles" (Pablo VI, EN 73). "Se pueden recordar dos tentaciones a las que no siempre los laicos han sabido sustraerse: la tentación de reservar un interés tan marcado por los servicios y tareas eclesiales, de tal modo que frecuentemente se ha llegado a una práctica dejación de sus responsabilidades específicas en el mundo profesional, social, económico, cultural y político; y la tentación de legitimar la indebida separación entre fe y vida, entre la acogida del evangelio y la acción concreta en las más diversas realidades temporales y terrenas" (Juan Pablo II, ChL 2).
La Conferencia Episcopal Española, en su documento "Los cristianos laicos, iglesia en el mundo" (1991), subraya de este modo la dignidad y el campo de corresponsabilidad de los laicos: "El campo propio de su acción evangelizadora es el mundo vasto y complejo de la política, de lo social, de la economía, de las ciencias y de las artes, etc. Es urgente y necesario acentuar esta dimensión. Sin olvidar que la corresponsabilidad de los laicos comprende la edificación de la comunidad eclesial y su acción evangelizadora en la sociedad civil" (n. 27).
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Por último, y a modo de síntesis, el Concilio afirma que "los laicos están especialmente llamados a hacer presente y operante a la Iglesia en aquellos lugares y circunstancias en los que sólo puede llegar a ser sal
Los laicos, destinatarios de la formación
de la tierra a través de ellos" (LG 33).
III.- Los laicos, destinatarios de la formación 1.- El texto de LG 31 define a los laicos como fieles cristianos. En consecuencia, este Proyecto Marco se fija en aquellos bautizados con alguna conciencia de su identidad creyente y eclesial. Esta identidad ha de estar presente en la conciencia del laico, aunque sea en grado elemental. Los no creyentes, así como los creyentes sin apenas conciencia e inquietud por su identidad, y los alejados de la pertenencia cristiana y eclesial, plantean a la Comunidad Eclesial y a su acción misionera otro tipo de desafíos y atenciones genealógicamente anteriores a los procesos de formación. Dentro del colectivo de alejados y de creyentes con escasa conciencia e inquietud, unos quizá nunca se planteen mejorar su situación mediante un proceso de formación. Otros puede que descubran, en algún momento, la conveniencia de mejorar su vida cristiana mediante alguna formación. Como primer paso necesitan un proceso de iniciación (o de re-iniciación) cristiana. Es cierto que un proceso de iniciación cristiana comprende la educación y la adquisición de determinados contenidos y conocimientos. Del mismo modo, la formación de los laicos conlleva la profundización y maduración de la identidad cristiana. Sin embargo, debemos diferenciar la personalidad y características de ambos procesos. Los procesos de iniciación (o de re-iniciación) y los procesos de formación están estrechamente vinculados y son complementarios, pero han de tener planteamientos básicos distintos en la medida que prestan servicio a situaciones vitales y cristianas diferentes.
2.- Los destinatarios de este proyecto marco de formación son, principalmente, los cristianos vinculados de hecho a la Iglesia, en cualquier estadio de comprensión y vivencia de la fe en que se encuentren. En ellos, se pretende el desarrollo de sus dimensiones de LAICO ADULTO MILITANTE, para que como creyentes alcancen mayoría de edad cristiana y eclesial. 13
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Estos laicos pueden encontrarse en fases o grados distintos de autoconciencia, vinculación y compromiso cristianos. Según sean estos, así serán los procesos de formación a los que pueden acceder o se les puede orientar. Lo más adecuado será que cada uno reciba una orientación personalizada sobre el proceso más adecuado a su concreta situación como creyente, y a lo que la comunidad eclesial espera de él. No obstante, podemos distinguir, de un modo general, los siguientes grupos de laicos y sus necesidades de formación. a) Laicos que, por diversas razones, no se sienten impulsados a una mayor implicación o compromiso en la misión eclesial. Se conforman con unos servicios eclesiales que se circunscriben a las acciones pastorales básicas: liturgia y predicación dominical, celebraciones sacramentales oca-
sionales y, si se presenta la ocasión, catequesis esporádicas. No echan de menos, ni aspiran a una formación cristiana más amplia y profunda. Es conveniente que este tipo de creyentes recorran un proceso de iniciación (o de re-iniciación), preferentemente en la parroquia, zona, etc., junto a otros creyentes en similar situación, y bajo el acompañamiento cercano y constante de algún sacerdote o de otros laicos con un grado 14
Los laicos, destinatarios de la formación
adecuado de madurez y formación. Sólo en una etapa posterior se puede pensar en ellos como sujetos de un proceso de formación. b) Un buen número de laicos tiene clara conciencia de su identidad creyente y, aunque no realizan una militancia específica, desarrollan y manifiestan su personalidad cristiana en los lugares y ambientes de su vida cotidiana: la familia, el trabajo, las actividades recreativas, el centro educativo, la vida social... Para estos creyentes la fe y sus convicciones cristianas son motores importantes de su vida personal. Los hay que, además, adquieren compromisos y prestan su colaboración en organizaciones y asociaciones sociales (partidos, sindicatos, movimientos sociales, ONGs...). Estas mediaciones son ámbitos donde ejercen y proyectan, eficaz y consecuentemente, las implicaciones de su identidad cristiana. Con frecuencia, aprovechan las oportunidades formativas que encuentran en la actividad cotidiana de la comunidad cristiana. No obstante, pueden ser destinatarios que requieran y aprovechen planes estables de formación cristiana básica. En procesos de este tipo encontrarán medios para afianzar, estimular y profundizar su identidad cristiana, así como afirmar y ampliar los ámbitos y la intensidad de sus compromisos. c) Hay un sector de laicos concienciados, vinculados y comprometidos expresamente en la acción evangelizadora de la Iglesia. Incluso, acogen la posibilidad de recibir por parte de la comunidad eclesial (diócesis, parroquia, grupo, movimiento...) el encargo o la solicitud de su colaboración para determinadas tareas o funciones. Dentro de este grupo, hay que resaltar a los laicos que tienen responsabilidades de organización pastoral o bien que se encargan de formar o acompañar en el crecimiento y maduración a otros laicos. Este colectivo desempeña una importante labor, -humana, cristiana y eclesialmente hablando-, de transmisión y de formación en la fe, por lo que necesitan tener el bagaje suficiente (teológico, humanista, pedagógico, etc.) para desarrollar con soltura su labor apostólica. Todos ellos pueden necesitar y ser destinatarios de procesos específicos de formación que les capaciten y les ayuden técnicamente para las 15
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acciones que realizan o están dispuestos a asumir. Son destinatarios de procesos cuya meta es una capacitación concreta. Además, dentro de este sector, hay quienes pueden necesitar previamente una formación o una profundización sobre su ser cristiano, el sentido de su labor apostólica, sus implicaciones eclesiales, seculares, etc. No hay que olvidar que algunos de ellos reciben una formación específica si están vinculados a movimientos o asociaciones. Otros canalizan su dedicación apostólica a través de grupos y actividades parroquiales. Allí reciben también alguna formación. d) Nos fijamos también en aquellos casos y situaciones donde será pertinente un proceso de formación especializado. Se trata de aquellos laicos que por motivos profesionales (maestros, profesores, educadores...) o porque han recibido un encargo diocesano (misión) concreto y de responsabilidad necesitan una formación avalada por títulos canónicos o civiles. Para estos se requieren procesos de formación que están determinados por diversas instancias, y que sólo es posible cursarlos en Centros Oficiales reconocidos (Facultad de Teología, Instituto Superior, etc.). e) Por último, todos los miembros de la comunidad eclesial han de mantener la ilusión y el esfuerzo para que la formación sea un proceso continuo, de constante puesta al día y de permanente actualización. La for-
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Objetivos de la formación
mación cristiana debe consistir en momentos o procesos fuertes e intensos, y en un constante interés por la formación permanente.
IV.- Objetivos de la formación Los procesos de formación han de apuntar hacia la consolidación del laico como cristiano adulto militante en los diversos campos y formas en los que se desarrolla la misión evangelizadora en la iglesia diocesana. 1.- La formación de los laicos tiene como primer objetivo la progresiva profundización en la propia identidad y vocación, así como en la disponibilidad para vivirlas en el ejercicio de la propia misión. Esta vocación y misión, personal y eclesial, define la dignidad y la responsabilidad del laico. Constituye el punto de apoyo de toda la obra formativa (Cf. ChL 58). 2.- Sobre este objetivo inicial, se alza el objetivo que conduce a la formación de un laico adulto y militante o comprometido. Ya hemos aludido qué entendemos por laico. Veamos qué entendemos por los otros dos adjetivos. Adulto: No hay que entender este adjetivo en su significado cronológico, sino en un sentido cualitativo. Se trata de formar un creyente con un adecuado grado de madurez personal en lo
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humano y en lo cristiano. Hablamos de un cristiano capaz de dar razón de su fe y de su esperanza en las condiciones del tiempo en que nos toca vivir la fe, la esperanza y la caridad. Hablamos de alcanzar un cristiano maduro que integre en su personalidad las dimensiones de un modelo antropológico conforme a la identidad cristiana, y que viva en coherencia, hacia su interior y hacia el exterior, la relación fe-vida. Militante o comprometido: El perfil ideal del laico militante integra los siguientes elementos: - Como fundamento y motor de su personalidad está la experiencia de fe, es decir, la experiencia del encuentro personal con Cristo y de la relación filial con Dios; - De ahí arranca la visión cristiana de la vida en todas sus dimensiones (personales, familiares, comunitarias, sociales...); - Es persona de memoria histórica y de esperanza en la promesa de unos cielos y una tierra nuevos cuyo cumplimiento espera, anuncia y anticipa en la realidad concreta de su tiempo y de su mundo; - Es persona que se empeña y se compromete en la transformación de la vida y de la sociedad según el espíritu del evangelio y el seguimiento de Jesús, comprometido de modo preferencial con los pobres; - Es persona comprometida en una constante conversión en el seguimiento de Cristo y en la edificación de la Iglesia, en una
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Los procesos de iniciación y de formación
trayectoria que integra los testimonios de la contemplación, de la celebración y de la acción en las condiciones reales de su vida.
V.- Los procesos de iniciación y de formación. Su relación y su distinción. 1.- El proceso de iniciación cristiana. A. Para acceder a procesos de formación de laicos, conviene que quien desea formarse posea un determinado grado de conciencia de su ser creyente. En caso contrario, es preciso que previamente haya seguido, con aprovechamiento y resultados firmes, un proceso de iniciación (o de re-iniciación) cristiana. La iniciación cristiana es un proceso destinado a lograr la inserción en el misterio de Cristo y en la comunidad eclesial por medio, principalmente, de la fe y de los sacramentos. Esta inserción se produce normalmente a través de un itinerario catequético o catecumenal que ayuda a descubrir, crecer y madurar la vida de fe. El camino comprende elementos esenciales. Se inicia con la recepción, por parte del sujeto, de alguna forma de anuncio misionero, trascurre por la libre acogida del Evangelio que conduce a la "nueva vida en Cristo", - a lo largo de un proceso catequético o catecumenal-, para llegar a la profesión o renovación personal de la fe y a la inserción consciente y comprometida en la comunidad eclesial. El proceso de iniciación tiene como objeto hacer emerger los elementos básicos que integran la identidad de un cristiano consciente. Fundamentalmente son: El
descubrimiento o encuentro inicial con Cristo que suscite el deseo de conocerle mejor y, sobre todo, de seguirle como Camino, Verdad y Vida; 19
Proyecto marco Diocesano de Formación del Laicado Una
experiencia inicial del Dios Padre de Jesucristo, y del significado y alcance de esta experiencia;
La
actitud de querer conducir esa experiencia inicial (encuentro de fe) hacia las esferas donde transcurre su vida normal (coherencia fe-vida);
Participar
activamente en la celebración comunitaria de la fe como fundamento de una espiritualidad cristiana, seglar y adulta;
El
resultado ha de ser la formulación, de la manera más conveniente, de un proyecto personal de vida cristiana, que conjugue adecuadamente las implicaciones personales (el hacia adentro de la persona: vivencias, conocimiento vivo de Dios, convicciones y creencias, oración...) y las implicaciones eclesiales y sociales (el hacia afuera de la persona: familia, ambientes, implicación comunitaria, compromisos sociales y eclesiales...) de la propia fe;
Por
último, despertar el interés por consolidar y ampliar esta experiencia inicial a través de la profundización en la fe y sus implicaciones.
B. Los procesos de iniciación pueden desarrollarse de múltiples formas y caminos. La experiencia nos recuerda la eficacia de procesos sencillos que tienen lugar en el seno de la comunidad eclesial o parroquial más cercana, donde las personas reciben una acogida y una iniciación, así como una elemental formación en el ambiente de un grupo, de la parroquia, etc. Para estas personas la experiencia de comunidad eclesial es imprescindible para una primera toma de conciencia de su identidad creyente y eclesial. La comunidad parroquial a través de grupos catecumenales, y, en algunos casos, por medio de una asociación o movimiento son lugares muy adecuados para descubrir o redescubrir las dimensiones básicas de la fe y de la identidad cristiana. Este tipo de procesos no excluyen la existencia de otras instancias educativas y formativas. En la práctica, deberán coordinarse y simultanearse con otras formas de catequesis, con la formación que se obtiene de la predicación, con la lectura de textos y documentos del Magisterio y de publicaciones de mayor o menor densidad o profun20
Los procesos de iniciación y de formación
didad. Son muchos los cauces e instrumentos mediante los que los laicos pueden construir una base formativa elemental. El diseño de las características, de los pasos y recorridos de estos procesos de iniciación se efectúan en varias instancias diocesanas y eclesiales. C. A la fase de Iniciación cristiana le sigue el tiempo de la profundización y compromiso con lo adquirido. Hay que asimilar y ampliar, en profundidad, la comprensión y el compromiso de la fe, junto con sus consecuencias e implicaciones para la vida creyente y eclesial. Es el tiempo, entre otras actividades, de la formación. Entendemos, por ello, que el proceso de Iniciación cristiana es pre-
vio a la acogida de otros empeños, dedicaciones o compromisos cristianos y eclesiales; y, también, al inicio de un proceso de formación.
2.- El proceso de formación del laicado. A. Para caminar tras el perfil ideal de laico adulto y militante, el proceso de formación es un medio junto con otros. Un proceso de formación no lo es todo, pero aporta conocimientos, claves de comprensión, instrumentos de profundización, etc., para que quien los recorra los 21
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ponga al servicio de su identidad, madurez y militancia cristianas. De ahí la necesidad de que él mismo esté convencido y motivado, y libremente lo decida. Lo deseable es que el laico se sienta enviado a recorrer un proceso de formación. Puede sentirse enviado desde sí mismo, desde la necesidad y urgencia que uno siente de ampliar y profundizar en aquello que, de verdad, le construye y le facilita una mejor realización de si mismo, de sus trabajos, sus compromisos y su servicio a la comunidad. Es conveniente que también se produzca un envío eclesial o comunitario explícito, de modo que la formación sea un compromiso más amplio que la voluntad personal. Se producirá junto a un estimulante acompañamiento eclesial de índole grupal, parroquial, zonal... El laico no se forma sólo para si, sino también para beneficio y eficacia evangelizadora de la comunidad eclesial. Sólo con la formación adecuada es posible que pueda cumplir su misión evangelizadora o pastoral en nombre de la Comunidad. En consecuencia, la comunidad que envía lo hará responsable y consecuentemente: liberandole de otras tareas y responsabilidades, propiciándole el necesario acompañamiento, facilitándole incluso los medios materiales precisos...; en resumen, la comunidad que envía pondrá los medios adecuados para que el camino iniciado no tenga contratiempos o dificultades añadidas y culmine con la consecución del objetivo trazado. B. La formación, propiamente dicha, comienza por una fase básica. Puede atravesar varias etapas, para finalmente quedar abierta a una dinámica de formación permanente. El interés se dirige hacia la consolidación y continua profundización de la propia identidad y misión creyente y eclesial. El acento se coloca en el carácter sistemático de la formación cristiana. Se trata ahora de plasmar las diferentes dimensiones e implicaciones de la fe en las condiciones y en los escenarios de la vida real. Es el momento en el que la experiencia inicial se contrasta y se depura con
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Los contenidos de los procesos de formación
la experiencia de vida sistemáticamente asumida; la celebración se enraíza en la vida, y la fe busca expresarse en el compromiso evangelizador, eclesialmente relevante.
VI.- Los contenidos de los procesos de formación. Exponemos los contenidos de los procesos de formación en cuatro fases o etapas, para las que se señala únicamente un guión esquemático o unas orientaciones básicas. Los programas concretos se han de elaborar en su momento como Programas específicos de Formación atendiendo a condiciones y objetivos conforme a las demandas y necesidades. A) Etapa básica. (Orientaciones) 1º. Fe cristiana y sentido básico de la vida. La experiencia religiosa. - Las opciones que orientan y construyen la vida personal. - La persona de Jesús: sus opciones y su significado. - La revelación y la relación que Jesús establece con Dios como Padre. - El encuentro personal con Jesús y con el Dios de Jesús. 2º. Implicaciones eclesiales de la fe cristiana. - El seguimiento de Jesús y la comunidad eclesial. - La misión/envío de Jesús se continúa en la Iglesia. - La Iglesia se realiza en la historia: misión y evangelización. - La celebración de la fe. 3º. Implicaciones éticas de la fe cristiana. - Fe cristiana y valor de la persona humana. - El seguimiento de Jesús como ‘estilo de vida’ del creyente. - Fe cristiana y cosmovisión vital. La caridad cristiana.
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- Fe cristiana y responsabilidad/compromiso social. 4º. Implicaciones públicas de la fe cristiana. - La dimensión relacional y política de la persona humana y de la fe cristiana. - Fe cristiana e inculturación (evangelización) en los ambientes (familia, escuela, trabajo, ocio, medios de comunicación...) - Fe cristiana y vida pública o sociedad civil. 5º. Implicaciones sociales de la fe cristiana. - Fe cristiana y vida/estructuras políticas. - Fe cristiana y vida/estructuras económicas. - Fe cristiana y vida/estructuras culturales. - Fe cristiana y fenómenos sociales emergentes. B) Etapa de maduración y profundización (Guión esquemático) 1º. Formación teológica sistemática: - Área Bíblica (AT, NT). - Área Sistemática (Cristología, Eclesiología, Sacramentos, Escatología...). - Área Práctica (Teología pastoral, Liturgia, Moral, Doctrina Social...). - Teología del laicado. 2º. Formación humanística y social (Ciencias humanas y sociales): - Las dimensiones públicas y socio políticas de la vida humana. - Los cauces del discernimiento y del compromiso cristiano en la secularidad. - Criterios de actuación ético-cristianos en la vida pública y socio-política. C) Etapa de Especialización En este apartado se deben incluir proyectos y cursos de especialización para una preparación específica: sea para ejercer un ministerio concreto, sea para realizar una actividad o responsabilidad pastoral o formativa, sea para asumir la militancia en un grupo, movimiento o asociación especializada. Esta fase puede constituirse en un segundo ciclo precedido de un primer 24
Los contenidos de los procesos de formación
ciclo de tipo A) o de tipo B), dependiendo de la actividad o responsabilidad para la que se quiera estar preparado. Para algunos este ciclo de especialización puede ser algo a cursar de forma reglada en una institución universitaria. Es lógico que para realizar cualquier actividad, responsabilidad formativa, militancia especializada... se requiere un proceso formativo del tipo A) o B) al que añadir un proceso específico de especialización. En consecuencia, la programación de este apartado dependerá de la especialidad y demandas concretas. D) Etapa de Formación Permanente En esta etapa se trata de asegurar los cauces para un proceso de mantenimiento y actualización formativa que acompañe al creyente en su proce-
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Proyecto marco Diocesano de Formación del Laicado
so vital cristiano y en las actividades apostólicas, ministeriales o militantes que realiza. Estas características, así como los objetivos que esta etapa persigue, impiden que se pueda proponer ahora un programa ni siquiera esquemático. A modo de sugerencias se indican: - Cursillos concretos y específicos de formación permanente al hilo de las demandas de los colectivos interesados, o de acontecimientos sociales y eclesiales de relevancia. - Aprovechamiento de conferencias, charlas, encuentros... que habitualmente se celebran en la diócesis.
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Las dimensiones de la formación de los laicos
- Cursos que se programan en la Facultad de Teología, Instituto de Vida Religiosa, etc., que pueden ser aprovechados por laicos con cierto nivel formativo. - Cursos y actividades organizadas por los movimientos especializados, asociaciones, etc. en el ámbito diocesano.
VII.- Las dimensiones de la formación de los laicos. Señalamos tres dimensiones fundamentales que deben estar presentes en los procesos de formación, y las contemplamos como dimensiones distintas de un mismo fenómeno. 1.- Dimensión de interioridad: afectiva y vivencial. Un laico adulto es una persona capaz de asumirse a si mismo, tal cual es, y con un marcado sentido de lo fraterno y comunitario. Este objetivo reclama una formación que ayude a la persona a construir su mundo personal, afectivo y sentimental, de forma equilibrada, y a proyectarse hacia la relación interpersonal, comunitaria y social. La formación ha de ayudarle a percibir la llamada de Dios en su vida, a buscar la presencia de Dios en la historia y en la vida de los seres humanos y grupos sociales de su tiempo, en especial en los pobres, los débiles y en los que sufren. La experiencia de fe se acompaña de la disponibilidad y de la generosidad ante la llamada y el seguimiento de Cristo para afrontar con serenidad y con firmeza los desafíos y necesidades que la sociedad actual plantea a la evangelización. La promoción de esta dimensión de interioridad, afectiva y vivencial, la comparten los procesos de formación y otras instancias de la vida cris27
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tiana que también colaboran a su cultivo en la vida de los laicos. 2.- Dimensión cognoscitiva: teológica y secular. Es la dimensión propia y específica de los procesos de formación. No se comprende una vida cristiana sin un mínimo de tematización y sistemátización de la fe cristiana, de sus implicaciones y del estilo de vida que conlleva. Además, la dimensión cognoscitiva es imprescindible para no caer en voluntarismos de escaso rigor y soporte racional. La formación del laicado debe compaginar, al unísono, dos áreas del conocimiento: a) un conocimiento sólido del mensaje cristiano, y b) un conocimiento serio de la cultura de nuestro tiempo. De lo contrario, no se podrá desarrollar una misión evangelizadora y una corresponsabilidad eclesial a la altura de las condiciones del tiempo presente. La misión evangelizadora exige una doble coherencia: la que brota del mensaje cristiano y la que brota de las condiciones y circunstancias de la vida en el tiempo presente. Una acción eficaz no puede descuidar la fidelidad a cada una de las dos. Una buena formación ayuda a asimilar y profundizar los contenidos y vivencias de la fe en síntesis coherente y operativa con la cultura actual. La formación teológica pretende la profundización de la fe personal y en comunidad eclesial, la capacitación para dar, como creyentes y como comunidad eclesial, razón de la propia esperanza, la toma de postura ante la realidad social, cultural, política, económica..., y la apertura de perspectivas y cauces para la acción pastoral y la responsabilidad secular. Esta formación sería inútil si no fuera acompañada de una formación adecuada en las ciencias humanas y sociales que capacitan para analizar y comprender la realidad a evangelizar. 3.- Dimensión práctica: pastoral y ética. La formación, para ser completa y eficaz, ha de impulsar a la acción transformadora de personas, ambientes, estructuras..., en coherencia con el mensaje evangélico. 28
Las dimensiones de la formación de los laicos
El proceso de formación no es ajeno al proceso de conversión, maduración, crecimiento y compromiso personales. Tampoco puede ser ajeno a las consecuencias prácticas, en todos los campos de la vida, de los principios y criterios que deben orientar la vida de las personas y colectivos en todas las dimensiones. Profundizar en los fundamentos éticos y cristianos de la solidaridad, la paz, la verdad, la justicia, la opción preferencial por los pobres... así como profundizar en los empeños por transformar la sociedad son retos que la formación tiene que atender. En el proceso formativo es importante cultivar la conciencia eclesial tanto de la corresponsabilidad en la Iglesia local, como de la comunión con la Iglesia universal. La formación y el cultivo de la conciencia eclesial ha de acoger una experiencia y una perspectiva de misión evangelizadora que integre: - la reflexión teológico-pastoral de los temas y desafíos concretos,
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La metodología en la formación de los laicos
- la disponibilidad para la coordinación y la visión conjunta del esfuerzo pastoral, - el desarrollo y el ejercicio pastoral de trabajo en equipo, - la aceptación del pluralismo, la autocrítica, etc. - así como la apertura a los horizontes locales y universales de la sociedad y de la Iglesia.
VIII.- La metodología en la formación de los laicos Desde un Proyecto Marco como el presente no pueden sino ofrecerse algunas claves metodológicas que han de aplicarse de manera diferente en los diversos procesos y etapas, y hacerse presentes en los distintos cauces de formación. Para la aplicación práctica de estas claves a distintos proyectos concretos de formación de laicos será necesario atender en cada caso la adecuación del método tanto a los objetivos específicos previstos como a la situación y necesidades de los sujetos en su proceso de formación. El método en cualquier caso ha de hacer de la formación de los laicos un proceso activo, de implicación personal. En consecuencia ha de promoverse todo lo que signifique un dinamismo de participación activa, donde cada uno vaya creciendo personalmente no sólo como resultado de lo que recibe, sino como sujeto responsable de su propia formación. Se debe atender particularmente la motivación en las distintas fases de formación, de modo que partiendo de las necesidades e intereses de la persona en su situación concreta se ofrezca la posibilidad de organizar los saberes y experiencias de forma articulada y coherente en una perspectiva de conjunto de la vida cristiana. La perspectiva global de esta formación, que no puede ser puramente teórica o especulativa ni tampoco simplemente práctica o para la acción, requiere una metodología que ayude a relacionar conocimientos y convicciones con acti31
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tudes y compromisos en los que se exprese una autentica vivencia personal y comunitaria del laico cristiano. La necesidad de ayudar a relacionar los conocimientos que se van adquiriendo con la experiencia y el compromiso personal de vida cristiana aconseja considerar en cuanto sea posible el valor metodológico de la formación por la acción del laicado. El método de trabajo en la formación ha de favorecer simultáneamente el crecimiento personal y el desarrollo social, comunitario, del laico cristiano. La reflexión, el estudio personal, han de enriquecerse mediante el diálogo en grupo y el trabajo en equipo. El método ha de facilitar adecuadamente el desarrollo de cada una de las dimensiones -interioridad, cognoscitiva y práctica- antes señaladas y al mismo tiempo facilitar su integración en el crecimiento de la vida personal del laico. Debe impulsar un proceso de formación no sólo integral sino integrador. De tal modo que contribuya a estructurar una auténtica espiritualidad laical: un
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Cauces de la formación
modo de ser, de ver y de actuar, un estilo de vida. Como el proceso de formación será siempre inacabado y abierto, permanente, debe facilitar la adquisición de un método de reflexión y trabajo que facilite el desarrollo adecuado a las necesidades y posibilidades personales de los laicos. De tal forma que el método de formación del laicado es en cierto modo contenido de su misma formación.
IX.- Cauces de la formación. La formación de los laicos no se circunscribe a una única instancia. La actividad de la comunidad eclesial diocesana es múltiple. La vida ordinaria de la comunidad diocesana es fuente de muchas actividades cuyo valor educativo y formativo no podemos olvidar. En las acciones pastorales cotidianas podemos encontrar, para aprovecharlos, variados cauces e instancias de formación. Antes de crear nuevos cauces conviene repasar los que ya existen para aprovecharlos, para no multiplicar entes sin necesidad, ni repetir instancias cuando escasean los medios. A continuación, se exponen una serie de cauces a tener en cuenta a la hora de aprovechar o de planificar instancias formativas según sean las demandas y necesidades de la comunidad diocesana. A) La predicación dominical. Sus contenidos vienen determinados por el tiempo litúrgico correspondiente. Sus posibilidades educativas y formativas dependen en gran parte de su acertada planificación y preparación. La predicación homilética puede realizar la función formativa en los primeros pasos de la formación del laicado, así como un básico y asiduo papel, aunque sencillo, en la formación permanente. B) Catequesis presacramental y sacramental. Muchas actividades parroquiales giran en torno a una adecuada administración de los sacramentos (bautizos, primeras comuniones, bodas, funerales...). Todas ellas son oportunidades a aprovechar como cauces, 33
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a veces ocasionales, para suscitar una mínima iniciación y formación en quienes asisten a ellos. C) La acción caritativa y social de la comunidad. La acción caritativa no es un servicio funcional, sino esencial de la comunidad. Es una acción en si misma evangelizadora. Para su adecuado ejercicio es necesaria una profundización en su significado humano y cristiano. A la vez, es ocasión de testimoniar, hacia afuera y hacia adentro de la comunidad eclesial, los fundamentos vivenciales y doctrinales que la sostienen. A nadie se le escapa el significado educativo y formativo que hoy tiene la acción testimonial bien orientada y ejercida. D) Los grupos y actividades parroquiales. Las parroquias llevan muchos años promoviendo grupos y actividades a través de los que se canalizan muchos de los empeños de la misión y de la evangelización actual. Son grupos de muy distinta índole donde frecuentemente se aúnan esfuerzos y empeños apostólicos y educativos-formativos. E) Pequeñas comunidades eclesiales. Las comunidades eclesiales, formadas principalmente por laicos, pueden provocar y, a la vez, satisfacer en sus integrantes determinadas inquietudes de iniciación, educación y formación cristiana. Con frecuencia, estas comunidades se
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Cauces de la formación
constituyen en pequeñas pero eficaces plataformas para la formación de sus miembros. F) Los ambientes de la vida cotidiana. Gran parte de la educación y formación cristiana que actualmente tenemos dió sus primeros, y quizá más importantes pasos, en los ambientes donde transcurrió nuestra vida normal. La familia y sus entornos, los ámbitos educativos y de promoción, determinados medios de comunicación social... pueden ser cauces de indudable interés educativo y formativo de la personalidad e identidad cristiana. G) Los diversos procesos catequéticos y catecumenales. En general, sus objetivos trascurren por lo que hemos definido como procesos de iniciación, aunque no es menos importante la labor formativa que también realizan. Bajo distintos nombres, suelen tener lugar en el ámbito parroquial donde se mantiene estrecha conexión con la comunidad viva. Son un importante eslabón en el propósito global de iniciar y lograr cristianos adultos y militantes. H) La Escuela. La formación escolar es un campo donde desarrollar múltiples aspectos de formación cristiana. La Escuela, sea católica o pública, está llamada a desarrollar un programa de formación integral de la persona de cara a si misma y a la sociedad en la que vive. Constituye un ámbito y un espacio donde desarrollar, según las circunstancias, objetivos y contenidos propios de la formación cristiana (dimensión religiosa de la persona, cultura cristiana, formación ética, relaciones entre fe, cultura, ciencia, vida...). Muchas personas encuentran en este ámbito las primeras nociones y conocimientos del fenómeno religioso, la fe cristiana, la persona de Jesús, la Iglesia, los temas fe-ciencia, fe-sociedad, fe-vida... etc. I) Las Asociaciones y Movimientos especializados. Estas realidades eclesiales son, a la vez, cauce y término de los proce35
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sos formativos. Las asociaciones y movimientos han contribuido positivamente a perfilar las características del laico adulto y militante. Por su naturaleza y por la actividad que desarrollan son un excelente cauce para la educación y formación de los laicos. Su experiencia en este terreno los acredita como importantes factores de la formación del laicado. J) Las Escuelas de Teología para Laicos o para Agentes de Pastoral. Hay demandas formativas que encuentran en estas instancias el cauce adecuado. Existen muchas realizaciones en este tipo de instituciones, y lo importante es que su creación o su mantenimiento responda fielmente a las demandas y necesidades de la comunidad eclesial. Estas Escuelas responden a demandas formativas que requieren una
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Instancias de organización
organización sólida para una formación sistemática y completa. K) Institutos Superiores y Facultades de Teología. Son las instituciones que se requieren para aquellos procesos formativos que tienen que concluir con títulos o diplomas acreditativos. Cuentan con los medios adecuados para organizar y llevar a efecto los procesos de formación más exigentes. Se debe recurrir a ellas cuando la formación tiene que cumplir unos requisitos que vienen exigidos por determinadas legislaciones. Sin embargo, también pueden prestar un importante servicio a través de cursos especializados y dinámicas de formación permanente para determinados colectivos de laicos que los puedan aprovechar.
X.- Instancias de organización. En la Diócesis son varias las instancias que organizan y coordinan, de hecho, -o que pueden hacerlo- programas y proyectos concretos de Formación para el Laicado. Es deseable que se suscite y se cultive una sensibilidad favorable a la organización y al aprovechamiento de planes y proyectos de formación. De esta forma sería posible establecer, con carácter estable, un Programa Básico de Formación del Laicado, con una continuidad permanente (si hay demanda suficiente y estable) o de modo cíclico o intermitente (cuado haya la demanda adecuada). Según sean las características de las demandas o necesidades existentes, así han de ser los proyectos concretos a diseñar y realizar. La demanda puede provenir desde instancias y colectivos diocesanos que necesitan y promocionan con una formación y preparación específicas a laicos para determinadas actividades y responsabilidades. De forma sencilla se puede articular el siguiente elenco de instancias inte-
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resadas y afectadas en la formación del laicado. 1.- Instancias de ámbito general. a) Delegaciones y Secretariados Diocesanos. En la actualidad, organizan y llevan a efecto varios programas formativos concretos que se centran, sobre todo, en la formación en aquellas áreas o ambientes que las identifican (Catequesis, Cáritas...). Los programas están abiertos al ámbito diocesano, y sus realizaciones son, en general, de dos tipos:
Cursos o programas destinados a formar y preparar agentes para la actividad específica de la delegación o secretariado (por ej. Cáritas).
Cursos o programas de la especialidad concreta del Secretariado o Delegación destinados a todo aquel que lo quiera aprovechar, esté vinculado o no a la actividad pastoral específica (por ej. la Escuela Social).
Asimismo, la Delegación Diocesana de Catequesis viene realizando un Plan de Formación para Catequistas, cuya primera etapa es válida como programa de Formación Básica para todo tipo de laicos. b) Movimientos y Asociaciones apostólicas. Son instancias eclesiales donde la formación es un elemento importante e imprescindible. Diseñan y realizan programas y actividades destinados a la preparación y profundización de sus militantes en la espiritualidad y en las actividades que les son propias. En parte, son instancias y cauces para la formación de laicos adultos y militantes, y, a la vez, son la desembocadura natural para muchos de los que realizan un proceso formativo. Es claro que constituyen una realidad formativa notable y a tener en cuenta en la planificación, coordinación y realización de los procesos de formación del laicado. c) Instituciones académicas.
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Instancias de organización
La Diócesis cuenta con instituciones expresamente dedicadas a la formación cristiana y teológica. Son instituciones que atienden a aquellas finalidades para las que se crearon. Disponen de programas y recursos, incluso, para una formación de nivel superior. Son instancias a tener en cuenta, tanto para aprovechar lo que habitualmente organizan, como para, si llega el caso, solicitarles servicios concretos dentro de sus posibilidades. 2.- Otras instancias de ámbito territorial. En este apartado se incluyen aquellas instancias y cauces definidas por la territorialidad de su ámbito eclesial y pastoral. Son fundamentalmente la parroquia y las unidades pastorales. Parroquias, arciprestazgos y zonas contribuyen desempeñando un doble papel:
Detectando las necesidades y demandas de formación que exis-
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Conclusión
ten en sus respectivos ámbitos. Lo hacen teniendo en cuenta la situación formativa de los laicos de su entorno, y también las necesidades de formación que requieren los programas y proyectos pastorales a desarrollar.
Asimismo, son las instancias adecuadas para promover la sensibilidad y la demanda de formación entre el laicado.
Organizando y realizando, conforme a sus posibilidades, aquellos programas y realizaciones formativas que consideren más oportunos por básicos o urgentes. Son, además, las instancias más adecuadas para solicitar a otras el diseño y la realización de proyectos concretos según sean las necesidades y las demandas detectadas.
XI.- Conclusión. La formación de los laicos es una necesidad y una urgencia sentida desde el papel que el laico está llamado a realizar en la Iglesia y en la sociedad. El laicado está vocacionado a seguir creciendo en su protagonismo en la comunión eclesial y en el afianzamiento de su corresponsabilidad evangelizadora. Para ello es preciso un laicado cristianamente adulto y militante, que sea consciente de su identidad y de la amplitud de su protagonismo eclesial y social. La formación es, asimismo, una necesidad sentida por la comunidad eclesial diocesana. Es un elemento de capacitación de cara a la puesta en marcha y al ejercicio de las actividades, tareas y ministerios que necesita promover para sus fines evangelizadores. Es deseable que siempre que surja una necesidad o una actividad a atender por la comunidad eclesial, estén a la mano los agentes adecuados para realizarla y los medios formativos necesarios para su capacitación. Mención especial merece el papel que la mujer está desarrollando y está llamada a desarrollar en el seno de la comunidad eclesial y en la vida social. Hay
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Índice Presentación, por Miguel Asurmendi, Obispo de Vitoria. I. Introducción. II. Conceptos. III. Los laicos, destinatarios de la formación. IV. Objetivos de la formación. V. Los procesos de iniciación y de formación. Su relación y su distinción. VI. Los contenidos de los procesos de formación. VII. Las dimensiones de la formación de los laicos. VIII. La metodología en la formación de los laicos. IX. Cauces de la formación. X. Instancias de organización. XI. Conclusión.
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