La misi贸n de los laicos Materiales sobre el 2掳 Objetivo del Plan Diocesano de Evangelizaci贸n
Vitoria-Gasteiz 2004
Documentos y Materiales 1. Entre todos, paz para todos. Guztioz artean, bakea guztion alde. 2. Programación de las Delegaciones y Secretariados Diocesanos. 3. Guía Diocesana 2000 4. La Formación del Laicado Proyecto marco Diocesano 5. Plan Diocesano de Evangelización 2002-2007 6. Hacia una fe más personalizada Materiales sobre el 1er Objetivo del Plan Diocesano de Evangelización (curso 2002-2003) 7. Guía Diocesana 2004
Edita: Obispado de Vitoria Imprime: Iru Artes Gráficas Maquetación e ilustraciones: Natalia Fernández
Presentación "La emergencia eclesial del laicado no es un fenómeno coyuntural, ni una concesión, ni una suplencia debido a circunstancias eclesiales contingentes. Es un verdadero signo (eclesial) de nuestro tiempo. Es una manifestación de la acción del Espíritu para el bien de la Iglesia y su acción evangelizadora... La Buena Nueva de Cristo no puede extenderse y penetrar en las personas, ambientes y estructuras sin la presencia activa de los laicos" (Plan Diocesano de Evangelización 2002-2007, p. 20). Con estas convicciones, la Diócesis de Vitoria inició el curso pastoral 2003-2004 prestando una especial atención a la puesta en marcha del Objetivo 2º del Plan Diocesano de Evangelización: "La misión de los laicos: Reconocer y potenciar la misión de los laicos en la Iglesia y en la sociedad, como elemento fundamental en la evangelización misionera". La experiencia acumulada durante el curso anterior, dedicado al Objetivo 1º del Plan ("La personalización de la fe") sirvió de plataforma y de referencia para el desarrollo de este nuevo Objetivo. Una fe personalizada es el motor que dinamiza nuevos proyectos y objetivos pastorales, garantizando su identidad cristiana y misionera. Por ello quedó señalado como un objetivo a cultivar constantemente en el desarrollo y puesta en marcha de todo el Plan Diocesano de Evangelización. A finales del curso anterior se constituyó la Comisión Gestora del Departamento o Servicio Diocesano del Laicado. Se formó con laicos y laicas de ámbitos del apostolado laical, movimientos y asociaciones, actividades eclesiales... de la diócesis, y atendiendo a la pluralidad de sectores activos: jóvenes, adultos, mayores, ámbitos rural y urbano... Su principal cometido consiste en ir madurando la definición, estructura, funciones y objetivos del Departamento o Servicio diocesano del laicado. Y además ha desarrollado una intensa actividad de animación de este Objetivo 2º. Esta Comisión Gestora es responsable de muchas actividades desarrolladas en el curso pastoral en torno a La misión de los Laicos. 3
Materiales sobre el 2º Objetivo del Plan Diocesano de Evangelización
La misión de los laicos
Otras muchas instancias diocesanas han ido haciendo realidad las acciones previstas en el Plan para este Objetivo. Han sido -y siguen siendo- actividades destinadas a "reconocer y potenciar la misión de los laicos en la Iglesia y en la sociedad". Parroquias y arciprestazgos, Consejo Pastoral Diocesano y Consejos Parroquiales, grupos y comunidades, asociaciones y movimientos, delegaciones y secretariados..., se han tomado en serio y con activa ilusión el protagonismo y el papel insustituible que corresponde al laicado en la acción evangelizadora de la Iglesia, es decir, en hacer presente y construir el Reino de Dios en las condiciones y circunstancias del momento y lugar que nos toca vivir como seguidores de Cristo y su Buena Noticia. Este Objetivo ha significado, para unos, una profunda toma de conciencia del trabajo de laicos y laicas en las tareas de la evangelización, y un estímulo para valorar y ampliar el ámbito de responsabilidades que les compete. Para otros ha supuesto una oportunidad para afianzar e incrementar la larga y extensa trayectoria de realizaciones eclesiales y pastorales protagonizadas, con generosa entrega, por laicos y laicas. Para todos ha sido un aliciente para reconocer e incrementar las vocaciones laicales que el Espíritu suscita constantemente entre nosotros, a la vez que un claro progreso en el Objetivo señalado como vertebrador del conjunto del Plan: “El impulso del ejercicio de la corresponsabilidad de todos los miembros del Pueblo de Dios en la vida comunitaria de nuestra Iglesia diocesana y en su misión evangelizadora al servicio de los hombres y mujeres de nuestra sociedad”. De todas las actividades desarrolladas en torno a este Objetivo, reseñamos a continuación aquellas que, por su significado o su difusión, fueron de ámbito diocesano. Para este número de la colección Documentos y Materiales se han escogido únicamente ocho. Son las que aparecen sobre fondo oscuro, con los números 1, 2, 5, 10, 11, 15, 16 y 18. Esta publicación pretende ayudar a que la tarea de reconocer y de potenciar la misión de los laicos no quede como labor de un curso pastoral, intensamente dedicado a ello, sino que permanezca como una activa preocupación y una fecunda ilusión por una iglesia más comunitaria y corresponsable, integrando toda la riqueza vocacional, laical, consagrada y ministerial, con que Dios nos bendice. También quiere dejar constancia del esfuerzo diocesano realizado, así como prestar un servicio a quienes no pudieron o no tuvieron oportunidad de participar en alguna de las convocatorias realizadas, y a todos los que deseen conocer y renovar su vocación laical como vocación eclesial a la tarea evangelizadora.
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Presentación
Relación de actividades y convocatorias, de ámbito diocesano, desarrolladas en el Curso Pastoral 2003-2004. I. Septiembre 2003. 1. Carta Pastoral del Obispo de Vitoria con motivo del inicio del curso pastoral 20032004: Laicos en una Iglesia evangelizadora. "Cristo me envió a evangelizar" (1 Cor 1, 17). (24 de Septiembre 2003). II. Octubre 2003. 2. Jornadas Pastorales en el inicio del curso pastoral 2003-2004 (7-9 de Octubre), donde se impartieron las siguientes conferencias: - La misión de los laicos en la Iglesia y en la sociedad, por Pedro Escartín (Vicario General de Barbastro-Monzón). - La misión del laicado: el apostolado seglar, por Galo Bilbao (Delegado de Apostolado Seglar de la diócesis de Bilbao). - Los laicos en el Plan Diocesano de Evangelización, por miembros de la Comisión Gestora del Departamento/Servicio diocesano del laicado. 3. Celebración Eucarística del inicio del Curso pastoral, presidida por el Sr. Obispo (10 de Octubre). 4. "Buscando las raíces del laicado cristiano en las comunidades de los Hechos de los Apóstoles". Encuentros sobre 8 temas, a partir del 30 de Octubre, para el estudio del laicado desde la lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. Coordinados por J. A. Badiola, Prof. de Sda. Escritura de la Facultad de Teología. III. Noviembre 2003. 5. Materiales para la reflexión personal y el diálogo en grupo (Cuaderno 1), elaborados por la Comisión Gestora del Departamento/Servicio Diocesano del Laicado. 6. Curso de Teología: El Laicado: un género de vida eclesial sin nombre, por el Prof. Dr. Joaquín Peréa (Director del Instituto de Teología y Pastoral de Bilbao). El Curso se desarrolló desde noviembre 2003 hasta mayo 2004. 7. La Hoja Diocesana dedicada al Día de la Iglesia diocesana (16 de Noviembre) dedicó sus páginas al tema de los laicos en la vida y acción evangelizadora de la diócesis. 8. Algunas lecturas interesantes sobre: La misión de los laicos. Folleto informativo sobre publicaciones, textos y documentos sobre el objetivo 2º del Plan Diocesano de Evangelización. 5
Materiales sobre el 2º Objetivo del Plan Diocesano de Evangelización
La misión de los laicos
9. Encuentro de Espiritualidad Laical, animado por Luis Mª Goicoechea, Rector del Seminario (29 de noviembre) IV. Adviento 2003. 10. Convivir. Adviento 2003. Materiales sobre Paz y Reconciliación para la reflexión y el diálogo en grupos. 11. Materiales para la reflexión personal y el diálogo en grupo (Cuaderno 2),elaborados por la Comisión Gestora del Departamento/Servicio Diocesano del Laicado. V. Cuaresma 2004. 12. Materiales para la preparación y celebración de tres Encuentros Pascuales en clave de continuar y profundizar en la personalización de la fe: - Encuentro junto al pozo (Jn 4, 1-42). Sedientos de felicidad... sedientos de Ti. - Encuentro a ciegas (Jn 9, 1-41). De la oscuridad, a la luz de la fe. - Encuentro en el camino (Lc 24, 13-35). Te reconocemos al partir el pan. 13. Encuentro de Espiritualidad: "Caminar hacia adentro". Animado por Josean Manzanos y Natalia Tirador (Seminario Diocesano, sábado 28 de Febrero). 14. Jornada de reflexión del Secretariado de Pastoral Vocacional: Vocación ministerial y vocación laical: una relación integrante, por Kerman López, sacerdote de la diócesis de Bilbao (13 de Marzo, Seminario Diocesano). 15. Encuentro Diocesano de Asociaciones y Movimientos Laicales, organizado por la Comisión Gestora del Departamento/Servicio Diocesano del Laicado (3 de Abril), con la ponencia de Galo Bilbao, Significado del asociacionismo laical. VI.- Tercer Trimestre. 16. Encuentro Diocesano de Consejos Pastorales sobre el tema Consejos Pastorales y Laicado (24 de Abril). 17. Tríptico, en castellano y en euskera, El Laicado / Laikoak, preparado por la Comisión Gestora para su reparto en parroquias, grupos, colectivos, etc. 18. Materiales para la reflexión personal y el diálogo en grupo (Cuaderno 3),elaborados por la Comisión Gestora del Departamento/Servicio Diocesano del Laicado. 19. Celebración Diocesana de la Eucaristía de Pentecostés y Acción de Gracias por el año pastoral 2003-2004, presidida por el Sr. Obispo (30 de Mayo). La homilía del Sr. Obispo está publicada en el Boletín Oficial del Obispado de Vitoria 140(2004) 317-320. 6
1.- Laicos en una Iglesia evangelizadora “Cristo me envió a evangelizar” (1 Cor 1, 17) Carta Pastoral del Obispo de Vitoria con motivo del Inicio del Curso Pastoral 2003-2004
Vitoria-Gasteiz 24 de Septiembre 2003
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Materiales sobre el 2º Objetivo del Plan Diocesano de Evangelización
La misión de los laicos
Cuando en abril de 2002 quedó aprobado el Plan Diocesano de Evangelización (PDE) nos comprometimos, como comunidad diocesana, en un ambicioso proyecto evangelizador. La elaboración del Plan fue un gratificante ejercicio práctico de corresponsabilidad diocesana. Se inició así el desarrollo del objetivo articulador del conjunto del Plan, pues todo él se pensó como un "impulso del ejercicio de la corresponsabilidad de todos los miembros del Pueblo de Dios en la vida comunitaria de nuestra Iglesia diocesana y en su misión evangelizadora al servicio de los hombres y mujeres de nuestra sociedad" (PDE, p. 12). En continuidad con el trabajo desarrollado en el curso pasado y en el mismo clima de corresponsabilidad, llega el momento de atender uno de los desafíos más importantes que tenemos como Iglesia y como diócesis: La misión de los laicos. Es un objetivo que guarda múltiples contenidos: "Reconocer y potenciar la misión de los laicos en la Iglesia y en la sociedad, como elemento fundamental en la evangelización misionera". No es un objetivo que afecte únicamente a los laicos. Implica a toda la comunidad eclesial ya que "la Iglesia no está verdaderamente formada, ni vive plenamente, ni es representación perfecta de Cristo mientras no exista y trabaje con la jerarquía un laicado propiamente dicho" (AG 21). El ministerio ordenado y la vida religiosa tienen sentido en referencia a la comunidad eclesial, mayoritariamente laical, a la que además deben servir con su vocación específica, su ministerio y sus carismas.
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1. Laicos en una Iglesia evangelizadora Carta Pastoral del Obispo de Vitoria
I- Nuestra misión es evangelizar. Cristo quiso la Iglesia para hacer extensiva en el espacio y en el tiempo, su propia misión: anunciar a todos su Evangelio, la Buena Noticia salvífica y liberadora. Esta es la misión que, en las circunstancias de nuestro tiempo y lugar concretos, nos corresponde realizar, como Iglesia diocesana, bajo la guía y estímulo del Espíritu. En la Carta Pastoral que los Obispos de Pamplona-Tudela, Bilbao, San Sebastián y Vitoria publicamos en 1996: El laicado: identidad cristiana y misión eclesial, subrayábamos esta idea: "La comunidad cristiana nace y crece en el mundo, y es enviada al mundo como mensajera de la Buena Noticia, compartiendo y discerniendo los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de las gentes, sobre todo de los pobres y afligidos" (n. 25). En esta tarea nadie está de más. Todos y cada uno de los miembros de la comunidad tenemos algo que decir y aportar. En las circunstancias presentes, cobra especial relevancia el papel y la misión a desarrollar por la parte mayoritaria de la Iglesia que son los laicos. Ellos "están particularmente llamados a hacer presente y operante la Iglesia en los lugares y condiciones donde ella no puede ser sal de la tierra si no es a través de ellos. Así pues todo laico, por los dones que le han sido conferidos, se convierte en testigo e instrumento vivo, a la vez, de la misión de la misma Iglesia en la medida del don de Cristo (Ef 4,7)" (LG 33).
1.1- Comunión y corresponsabilidad. Todos los miembros de la Iglesia compartimos una misma misión porque compartimos una vivencia común: la experiencia del Resucitado. El es quien nos convoca y nos envía. De esta experiencia nace la comunión con Él y entre nosotros. Cada uno tiene y aporta una experiencia personal y peculiar de Cristo Salvador. Además, juntos nos sentimos enviados a compartir y anunciar a otros esta vivencia para hacer realidad nuestra fe en la vida. El anuncio y la práctica de la fe en el Dios de Jesucristo crea la comunión, que es obra del Espíritu y nos impulsa a la misión evangelizadora (Cf. 1Jn 1, 1-3). El Pueblo de Dios nace y vive para evangelizar, es decir, para ser ante el mundo y en medio de él, sacramento eficaz de Cristo, de su mensaje y de su obra. Nada de lo que se hace o se deja de hacer en la Iglesia y por sus miembros, es indiferente a su identidad sacramental. Nuestro hacer y pensar, personal y comunitario, ha de estar siempre regido por este principio elemental de la sacramentalidad: de forma visible y palpable hemos de manifestar la presencia de Dios en Cristo en medio de este mundo. De ahí la importancia de nuestras acciones, de nuestro testimonio y de la ejemplaridad de nuestra vida en todas sus dimensiones. Cumplimos nuestra misión si constante9
Materiales sobre el 2º Objetivo del Plan Diocesano de Evangelización
La misión de los laicos
mente manifestamos en nuestras actividades, compromisos, estilos de vida, formas de convivir y de relacionarnos, etc., la verdad que desde Cristo se nos ha regalado y tratamos de vivir. Este misterio de comunión nos hace a todos corresponsables, en diversa medida, del ser y de la acción de la Iglesia. En la práctica cotidiana, la corresponsabilidad en la comunión se realiza acogiendo con entereza nuestra parte de protagonismo activo en el ser y quehacer evangelizador de la Iglesia; respondiendo con los demás seguidores y discípulos a las implicaciones eclesiales y sociales de la fe; prestando colaboración leal a quienes tienen otras responsabilidades, y acogiéndola con fraternidad para desarrollar las propias; coordinando y sumando a lo de los demás lo propio y así construir lo común; poniendo, en suma, al alcance de la comunidad y de sus compromisos evangelizadores la propia disponibilidad, así como los dones y carismas que cada uno recibe del Espíritu Santo. La corresponsabilidad es ejercicio de fraternidad y de solidaridad. Requiere las disposiciones personales para todo proyecto, trabajo o celebración comunitarios. Precisa de capacidad para el diálogo y para la comprensión, de actitudes de aceptación, respeto y afecto hacia los demás, a sus esfuerzos y dificultades, de constancia, paciencia, espíritu de gratuidad, etc.
1. 2.- La misión de los laicos es la misión de la Iglesia. La principal característica que identifica a un cristiano laico es su decisión de seguir a Jesús dentro de su Iglesia y en las condiciones de su tiempo. No se trata únicamente de estar bautizado, o de tener un mayor o menor conocimiento de la fe y la Iglesia, de mantenerse pacíficamente en una tradición religiosa o en unas costumbres arraigadas. Cada uno ha de tomar la decisión de orientar la propia existencia como respuesta, lúcida y consecuente, a la llamada personal de Cristo. Según narran los Evangelios y confirma la experiencia de tantos creyentes, la llamada o vocación de Cristo orienta en una doble y simultánea dirección: una estrecha vinculación personal con Él, y una misión práctica, los llamó "para que estuvieran con Él y para enviarlos a predicar" (Mc 3, 14) La vinculación de Cristo con sus seguidores es tal que, como afirma el Concilio Vaticano II, los fieles laicos en cuanto incorporados a Cristo por el Bautismo, son partícipes de la función sacerdotal, profética y real de Cristo, y "ejercen en la Iglesia y en el mundo la misión de todo el pueblo cristiano en la parte que les corresponde" (LG 31). No todos los laicos y laicas de nuestra comunidad diocesana son conscientes de este papel eclesial y evangelizador que les pertenece. Junto a un amplio sector del laicado que, cada vez con más ahínco y empuje, viene desarrollando una implicación 10
1. Laicos en una Iglesia evangelizadora Carta Pastoral del Obispo de Vitoria
madura y comprometida en muchos campos de la misión de la Iglesia, convive un laicado más pasivo, que vive su fe de forma receptiva. El Objetivo 2º del Plan Diocesano no puede olvidar esta variedad de situaciones y sensibilidades. El trabajo desarrollado en torno a la personalización de la fe ha de servir de plataforma para este empeño. Hemos de descubrir y estimular, reflexionar y orar, personal y comunitariamente, la profundidad de nuestra vocación y muestra misión. 1. 2. 1 Enviados a evangelizar. A los laicos y laicas corresponde también poner en práctica, a su modo, el envío de Jesús que los Evangelios describen con términos que, en el aquel ambiente, resonaban como sanantes, liberadores y salvíficos (Cf. Lc 9, 1-2; Mt 10, 7-8). A modo de sal y de levadura en la masa, en medio de la vida del mundo, se implican en los asuntos de su ambiente ordenándolos según los criterios del Evangelio, según el espíritu y la letra de las Bienaventuranzas, para que el Reino de Dios sea cada día más real y notorio en la vida de los hombres y mujeres de cada tiempo y lugar. La vida familiar, el mundo de la cultura, los ambientes del trabajo, los espacios de la vida social (política, economía, etc.) son ámbitos donde los valores del Reino de Dios y su Justicia se han de hacer presentes y eficaces de la mano de los seglares (Cf EN, 70). Ahí también es donde hacen realidad la llamada de Jesús y su proyecto cristiano de Santidad (Cf. LG 40). La dignidad y la inviolabilidad de los seres humanos, hijos de Dios, creados a su imagen y semejanza, la defensa y la promoción de las condiciones materiales, sociales y espirituales en que se desarrolla la vida de las personas, en especial la de los más pobres y desamparados, la lucha contra toda forma de injusticia, opresión, discriminación y marginación, etc., son campos a impregnar de los valores evangélicos, por medio de la presencia y acción de los laicos. No son sólo ámbitos y campos de competencia vocacional para los laicos y laicas, sino que sin ellos no sería posible la labor evangelizadora de la Iglesia. Cristo y su Iglesia los necesitan para esta misión (Cf LG 33 y 34). Su presencia en la vida del mundo, su acción evangelizadora en los ambientes seculares y su servicio al bien común, son los cauces donde ejercer el seguimiento de Jesús y la construcción del Reino de Dios. 1. 2. .2. Llamados a construir la comunidad. Al mismo tiempo, los laicos y laicas han de llevar hacia la comunidad eclesial "los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de los que sufren, (que) son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo" (GS 1). Su 11
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La misión de los laicos
experiencia y acción evangelizadora en el mundo enriquece la vida de la comunidad eclesial y orienta su acción misionera. Esta inculturación del mensaje de Jesús y este enriquecimiento de la comunidad son "ley de toda evangelización" (GS 44). Por otra parte, siempre han sentido la llamada a colaborar con generosidad en el desarrollo y crecimiento de la comunidad eclesial. Han prestado, y siguen haciéndolo, su valiosa cooperación para que la vida de la comunidad crezca en extensión y gane en profundidad. Unas veces lo han realizado de forma espontánea y por iniciativa propia; otras veces, la propia comunidad o sus pastores les han solicitado su servicio para satisfacer necesidades de la vida eclesial, ejerciendo así diversos servicios y ministerios "según la gracia y los carismas que el Señor quiera concederles" (EN, 73). La comunidad cristiana tiene muchos motivos de gratitud hacia tantos laicos y sobre todo laicas que con una entrega ejemplar colaboran en la construcción de la comunidad atendiendo sus actividades y servicios. Pero mucho nos queda aún por hacer en este terreno. La vida comunitaria, sus celebraciones y sus actividades necesitan de la participación y de la implicación activa de todos los miembros de la comunidad para que de verdad sean sacramento de comunión. A la luz de este Objetivo del Plan hemos de atender el tema de los servicios y ministerios laicales. "La vida litúrgica, la transmisión de la fe y su cultivo, las estructuras pastorales y el servicio caritativo y de promoción social, son algunos de los campos que están demandando el impulso y el reconocimiento de ministerios de carácter netamente laical" (Carta Pastoral, El Laicado, n. 53). Hemos de seguir multiplicando esfuerzos en un camino ya iniciado y que tenemos que consolidar, ya que "Entre los cauces y organismos establecidos para posibilitar eficazmente la participación y responsabilidad de los seglares en la vida de la Iglesia, ocupan un lugar notable y de especial importancia los Consejos pastorales, tanto parroquiales como diocesanos. Muchos son los seglares que, juntamente con los presbíteros y los religiosos y religiosas, participan activamente en estos consejos, ejerciendo así una forma real de corresponsabilidad en la toma de decisiones relativas a la vida pastoral de la Iglesia particular" (Carta pastoral, El Laicado, n. 57). Sin embargo, el interés y la dedicación a estas actividades internas a la comunidad no debe significar un descuido o un abandono de las responsabilidades específicas del laicado. No hay que olvidar que su responsabilidad apostólica es la vida del mundo desde dentro de él, a modo de luz, fermento y sal de la tierra en los ámbitos y campos indicados. No deben, pues, perder "el carácter secular, propio y peculiar de los laicos" (ChL, 15; LG, 32). 12
1. Laicos en una Iglesia evangelizadora Carta Pastoral del Obispo de Vitoria
II.- Medios para nuestro objetivo. "Reconocer y potenciar la misión de los laicos en la Iglesia y en la sociedad" se nos presenta como una labor continuamente abierta, que además se irá cumpliendo a medida que incrementemos la corresponsabilidad en nuestros proyectos y actividades evangelizadoras. ¡Ojalá consigamos pronto asentar entre nosotros un estilo evangelizador caracterizado por la comunión y la corresponsabilidad! Con ese fin vamos a trabajar intensamente este objetivo durante el Curso Pastoral que ahora iniciamos. No estaría mal que repasáramos con una lectura hecha oración, personal y comunitaria, las páginas del plan dedicadas a este tema, la lista de acciones programadas que están en el Proyecto Operativo, y las Pistas de Espiritualidad que lo acompañan. También, os recomiendo releer los textos eclesiales más significativos sobre el laicado: el documento del Concilio Vaticano II sobre el apostolado de los laicos (Apostolicam actuositatem), la Exhortación de Juan Pablo II sobre la vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo (Christifideles laici), el documento de la Conferencia Episcopal Española Cristianos laicos, Iglesia en el mundo, y la Carta Pastoral El laicado: identidad cristiana y misión eclesial, (Cuaresma-Pascua de Resurrección, 1996). Como viene siendo habitual, las Jornadas de Inicio del Curso Pastoral, programadas para los días 7 a 9 de Octubre, tienen al laicado como tema central. Estas Jornadas culminarán en una Celebración Diocesana de la Eucaristía, el viernes 10 de Octubre. Estad atentos a los programas, y participad en ellas. Las charlas y la celebración eucarística quieren ser el paso inicial que presagie un Curso Pastoral en el que se incremente el protagonismo de los laicos como un estilo de evangelizar y una manera corresponsable de hacer Iglesia en nuestra diócesis. A finales del curso pasado se constituyó una Comisión Gestora integrada por laicos vinculados a diversos colectivos de la diócesis. Su objetivo prioritario es diseñar y crear un Departamento Diocesano del laicado, cuyos cometidos serán, entre otros, sensibilizar a los organismos y comunidades diocesanos sobre la vocación, el papel y la misión de los laicos, estructurar y coordinar la acción del laicado en la diócesis, promover y coordinar su formación, teniendo en cuenta el Proyecto Marco existente, etc. Mientras se van dando pasos, esta Comisión está preparando materiales destinados a laicos eclesialmente vinculados en grupos, asociaciones, movimientos, Consejos Parroquiales, etc. Otros materiales irán destinados a sectores más amplios del laicado diocesano. Está madurando el proyecto de un curso básico sobre Teología del Laicado en varias sesiones a lo largo del curso. Otras acciones y convocatorias se irán anunciando.
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Materiales sobre el 2º Objetivo del Plan Diocesano de Evangelización
La misión de los laicos
Las Delegaciones y Secretariados diocesanos tienen programadas una larga lista de actos y actividades a desarrollar durante este curso con el fin de colaborar en la realización de este Objetivo. Son muchos los Consejos Pastorales Parroquiales, los grupos de parroquias y de Movimientos que ya durante el curso pasado manifestaron su intención de ocuparse con ilusión de este objetivo. Es una oportunidad para estimular la creatividad de grupos y comunidades, de asociaciones y movimientos. Será provechoso todo lo que dinamice e incremente la participación de laicos y laicas en los caminos de la evangelización. Así, cuantos más nos integremos en actividades eclesiales, apostólicas y evangelizadoras, en mejor medida iremos cumpliendo el Objetivo propuesto. Todos deseamos que a final del Curso acumulemos muchos motivos para agradecer la acción del Espíritu entre nosotros. Lo haremos mediante una Celebración Eucarística el sábado, 29 de Mayo próximo, Vigilia de Pentecostés. Sin embargo estas actividades no son el único ni el principal medio para alcanzar el objetivo. Necesitamos promover unas actitudes personales y eclesiales adecuadas. Son metas a promover en este curso. La corresponsabilidad y su fuente, la comunión, son obra del Espíritu. El las crea y las hace posible. Por nuestra parte, hemos de colaborar para que su acción no se vea retardada ni entorpecida. Una adecuada espiritualidad es fuente y cauce de colaboración con la acción del Espíritu. La espiritualidad no es sino la capacidad de llenarnos de Cristo y vivir con coherencia las exigencias de la fe. La espiritualidad laical o del seguimiento está llamada a forjarse en la síntesis de la acción y la contemplación logrando así la coherencia entre la fe y la vida. La escucha y la celebración de la Palabra de Dios nos implica en la celebración de la vida, y nos pone a la escucha de los signos de Dios en nuestro tiempo. Mística y acción se funden en el espíritu de las Bienaventuranzas cuando se hacen realidad en la vida. La espiritualidad del seguimiento conduce, como a Jesús, a una opción por los pobres, a un compromiso por la paz y la solidaridad con las víctimas de la violencia y la opresión. "El seguimiento de Jesús va más allá de la ética y del compromiso activo. Incorporar a la vida del creyente la experiencia de la acogida humilde y gozosa del reino que Dios nos regala. La fe adquiere así una dimensión política en la lucha en favor de las personas y grupos maltratados y crucificados" (Carta Pastoral, El Laicado..., n. 45).
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1. Laicos en una Iglesia evangelizadora Carta Pastoral del Obispo de Vitoria
III.- Los demás objetivos del Plan. El Curso pasado trabajamos especialmente sobre la personalización de la fe. No es un objetivo que haya quedado cerrado cediendo el paso al que ahora nos ocupa. El cultivo y el incremento de una fe adulta y personalizada requiere una constante atención y puesta a punto. De otro modo, la fe se estanca, languidece y finalmente se apaga. La actividad que hemos desarrollado nos ha servido, según los casos, de aprendizaje, de rodaje o de profundización de una fe personalizada que tenemos que mantener siempre viva y en alza. No la descuidemos. Algunas actividades iniciadas en el pasado curso tendrán continuidad en el actual, y nunca dudemos en programar y realizar todo aquello que sirva para mantener y estimular una fe personalizada y personalizante. Recordad que hemos de seguir dedicándonos a los Objetivos que se definieron como transversales al Plan. Son "Hacer realidad en nuestras comunidades cristianas, por fidelidad al Evangelio, la opción preferencial por los pobres" y "Participar activamente en la construcción de la paz, desde las exigencias y motivaciones del evangelio y en corresponsabilidad con otros grupos sociales". Nuestra vida cristiana y nuestras actividades eclesiales no serían de verdad evangelizadoras si no tenemos en todas ellas una clara prioridad por los pobres, con los que Cristo se identifica (Cf. Mt 25, 40), y no realizamos en nuestro tiempo y lugar la labor de pacificadores según el espíritu y la letra de las Bienaventuranzas (Cf. Mt 5, 9). Será el Adviento, mientras esperamos la llegada de quien es Príncipe de la Paz (Cf. Is 9,5), un momento privilegiado para ocuparnos de este objetivo. No olvidemos que los contenidos de estos objetivos son, aquí y ahora, campos privilegiados y urgentes para la acción evangelizadora del laicado (Cf. ChL 37-42; NMI, 51). La paz es una necesidad imperiosa. Muchas son, entre nosotros, las víctimas de una violencia que de diversas maneras se manifiesta y se ceba en personas y colectivos. La amenaza y la violencia del terrorismo siguen siendo una terrible calamidad que no cesa de generar víctimas entre nosotros. En el ámbito internacional están abiertas muchas heridas donde la guerra y sus secuelas siguen produciendo muerte, destrucción y sufrimiento a pueblos enteros. Otra triste realidad de nuestro mundo es la amplitud, cada vez mayor, de la pobreza. Vemos cómo en nuestras sociedades, que se califican de ricas y opulentas, surgen nuevas formas de pobrezas que conviven con las ya conocidas. En demasiadas zonas del mundo, la falta de paz, libertad y oportunidades son motivo para que muchos hombres y mujeres emprendan el difícil camino de la emigración en busca de horizontes más esperanzadores. Con frecuencia, no encuentran entre nosotros la acogida y la ayuda que necesitan para trabajar su futuro. 15
Materiales sobre el 2º Objetivo del Plan Diocesano de Evangelización
La misión de los laicos
IV.- "Hágase en mi según tu voluntad". La comunidad cristiana adjudicó muy pronto a la Virgen Maria la advocación de corredentora. Desde el momento en que pronunció el "hágase en mi según tu palabra" (Lc 1, 38) ella participó y se implicó, en el lugar que le correspondía, en la obra de su Hijo. Inserta en la vida y consciente de la realidad de las situaciones, constantemente nos indica el buen camino a seguir: "Haced lo que El os diga" (Jn 2, 5). Ahora María es para nosotros ejemplo de una vida realizada en este mundo, siempre tras la voluntad del Padre, colaborando con la acción del Hijo y en apertura al Espíritu. Nuestra comunión eclesial y nuestra corresponsabilidad evangelizadora tienen en ella el más vivo y perfecto modelo donde identificarnos. Confiamos en ella. Le pedimos que acreciente nuestra ilusión por construir una comunidad cristiana ejemplo de comunión y de corresponsabilidad, y que bajo su estímulo nuestros proyectos evangelizadores acerquen la Buena Noticia de su Hijo y el Reino de Dios a los hombres y mujeres de nuestro tiempo.
B Miguel Asurmendi Obispo de Vitoria Vitoria-Gasteiz, 24 de Septiembre 2003 Fiesta de Ntra. Sra. de la Merced
Guía de las siglas utilizadas: AG ChL
Concilio Vaticano II, Decreto Ad gentes sobre la actividad misionera de la Iglesia. Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Christifideles laici sobre la vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en la sociedad (1988). EN Pablo VI, Exhoración Apostólica Evangelii nuntiandi (1976). GS Concilio Vaticano II, Constitución Pastoral Gaudium et spes sobre la Iglesia en el mundo actual. El laicado Carta Pastoral de los Obispos de Pamplona-Tudela, Bilbao, San Sebastián y Vitoria, El laicado: identidad cristiana y misión eclesial (Cuaresma-Pascua de Resurrección 1996). LG Concilio Vaticano II, Constitución Lumen gentium sobre la Iglesia. NMI Juan Pablo II, Carta Encíclica Novo millenio inneunte sobre la Iglesia ante el nuevo milenio (2001). PDE Diócesis de Vitoria, Plan Diocesano de Evangelización 2002-2007.
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2.- La misi贸n de los laicos en la Iglesia y en la sociedad Pedro Escart铆n Celaya Vicario General de Barbastro-Monz贸n
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La misi贸n de los laicos
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2. La misión de los laicos en la Iglesia y en la sociedad Índice
Índice Introducción. ¿Por qué no recuperar la actitud espiritual que manifiestan los cristianos de la Carta a Diogneto? • Una convicción: el cristiano es un «hombre nuevo». • Un dinamismo: el inteligente vaivén entre la proximidad y el distanciamiento. • Un modelo eclesial: la comunión para la misión. 1. El sujeto eclesial de la evangelización: el conjunto del cuerpo eclesial. 1. 1. Un instructivo paseo por la historia del laicado cristiano. 1. 2. El largo camino recorrido: entre el Decreto de Graciano y Christifideles laici. 1. 3. ¿De qué laicos hablamos?: de aquellos bautizados con alguna conciencia de su identidad creyente y eclesial (Cf. La Formación del Laicado. Proyecto Marco Diocesano, pág. 13). 2. Cinco modelos de intervención de los laicos en la misión de la Iglesia. 2. 1. «Buscar el reino de Dios tratando y ordenando, según Dios, los asuntos temporales» (LG 31. 33, AA 7) 2. 2. «Hacer presente y operante a la Iglesia en los lugares y condiciones donde ella no puede ser sal de la tierra si no es a través de ellos» (LG 33) 2. 3. El apostolado de la «evangelización y santificación de los hombres» (AA 6). 2. 4. Todo ello realizado de forma individual y / o asociada (AA 15-20). 2. 5. Los que son «llamados a una cooperación más inmediata con el apostolado de la jerarquía» (LG 33). 3. Tres coordenadas -el ser cristiano, la comunión y la misión- circunscriben el estatuto teológico del laicado. 3. 1. La novedad del ser cristiano. 3. 2. Vivido desde la comunión. 3. 3. Y para una tarea hermosa y absorbente: evangelizar.
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4. A modo de conclusión. 4. 1. El laico, modelo básico del ser cristiano. 4. 2. La santidad, patrimonio vital del laico cristiano: la espiritualidad laical. 4. 3. Seis conclusiones pastorales: • El ministerio pastoral ha de estar abierto a compartir con los laicos el servicio a la misión, y hacerlo con conciencia de igualdad. • Pero el pastor no puede abdicar la peculiar responsabilidad que le corresponde. • Desde una auténtica conciencia de Iglesia «sinodal». • Superar el espejismo de que «la salvación pastoral» vendrá de los seglares. • Despertar, discernir y cultivar los diversos carismas en los miembros del pueblo de Dios. • Por todo lo cual, los pastores deben estar dispuestos y capacitados para realizar un acompañamiento espiritual y pastoral de los laicos.
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La misión de los laicos en la Iglesia y en la sociedad «Lo que es el alma en el cuerpo, eso son los cristianos en el mundo... Tal el puesto que Dios les señaló y no les es lícito desertar de él» (Carta a Diogneto, VI, 1. 10)
Introducción Se me ha pedido una aportación que ayude a reflexionar sobre las bases eclesiológicas de la identidad del cristiano laico, con el fin de reconocer y potenciar la misión de los laicos en la Iglesia y en la sociedad, según propone el segundo objetivo de vuestro Plan Diocesano de Evangelización. Este Plan considera la mencionada intervención de los laicos «especialmente su compromiso en los ambientes sociales de los que participan» como un elemento fundamental e insustituible para la evangelización del mundo contemporáneo. Una pretensión -evangelizar nuestro mundo mediante una intervención de inspiración evangélica en los ambientes- sin duda admirable, pero erizada de dificultades, si tenemos en cuenta los vericuetos por los que camina actualmente la cultura europea según la reciente exhortación postsinodal Ecclesia in Europa. No es difícil reconocer en los retos señalados por el Papa dificultades con las que nos venimos encontrando de forma creciente en nuestra actividad pastoral y evangelizadora. En concreto, cuando dice que: - Europa vive una «pérdida progresiva de la memoria y de la herencia espiritual cristianas, unida a una especie de agnosticismo práctico y de indiferencia religiosa, por lo cual muchos europeos dan la impresión de vivir sin base espiritual». El resultado es que «muchos ya no logran integrar el mensaje evangélico en la experiencia cotidiana» 1. - Dicha pérdida de memoria va unida a «un cierto miedo a afrontar el futuro», lo cual está estrechamente relacionado con un conjunto de situaciones problemá1 Juan Pablo II, Exhortación postsinodal Ecclesia in Europa, 7.
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ticas, que la exhortación recoge y cada uno de nosotros constata con demasiada frecuencia: pérdida del sentido de la vida, fragmentación de la existencia, sensación de soledad, aumento de las divisiones... 2. - Una situación que bien podría calificarse de «pérdida de esperanza», cuya raíz ha de situarse en un planteamiento de fondo que domina nuestra cultura, a saber: el intento de hacer del hombre «el centro absoluto de la realidad, haciéndolo ocupar falsamente el lugar de Dios y olvidando que no es el hombre el que hace a Dios, sino que es Dios quien hace al hombre» 3. Este clima cultural esteriliza muchas de las iniciativas pastorales que llevamos a cabo e insinúa en nuestro ánimo la sospecha, sutil y paralizante, de si las posibilidades reales de evangelizar que tenemos no serán prácticamente nulas. Aquí es donde adquiere actualidad un escrito de la segunda mitad del siglo II, la Carta o Discurso a Diogneto, de autor cristiano desconocido, en la que plasma el sentir de aquella comunidad cristiana, una Iglesia que también vive en una situación culturalmente hostil -perseguida e incomprendida-, y que, sin embargo, se siente tan viva que se autoidentifica como alma del mundo: «lo que es el alma en el cuerpo, eso son los cristianos en el mundo (...) Tal el puesto que Dios les señaló y no les es lícito desertar de él» 4. ¿Por qué no recuperar hoy la actitud espiritual de aquellos cristianos, que «no se distinguen de los demás hombres ni por su tierra ni por su habla ni por sus costumbres, porque ni habitan ciudades exclusivas suyas, ni hablan una lengua extraña, ni llevan un género de vida aparte de los demás (...) sino que habitando ciudades griegas o bárbaras, según la suerte que a cada uno le cupo, y adaptándose en vestido, comida y demás género de vida a los usos y costumbres de cada país, dan muestras de un tenor de peculiar conducta, admirable, y, por confesión de todos, sorprendente» 5?
2 Ibid.
8. El documento se extiende en una constelación de síntomas y consecuencias, como el descenso de la natalidad, la disminución de las vocaciones, la resistencia a tomar decisiones definitivas de vida incluso en el matrimonio, las crisis familiares, los conflictos étnicos, las actitudes racistas, la indiferencia ética, una globalización al servicio de los que más tienen, la falta de sentido de la solidaridad, etc. tantas veces lamentados en nuestros trabajos pastorales. 3 Ibid. 9. 4 Discurso a Diogneto, VI. Padres apostólicos y apologistas griegos (S.II). Introducción, notas y versión española por Daniel Ruiz Bueno. BAC, Madrid, pág. 657. 5 Ibid. V, 1-4, pág. 656.
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Tal actitud espiritual tiene, a mi modo de ver, dos puntos de apoyo: la vivencia de la novedad cristiana 6, y la convicción de que todos son un mismo cuerpo que ha recibido de Dios el encargo de animar interiormente a aquella sociedad 7. Hay en este planteamiento, que pretendo sirva de base para una reflexión sobre la identidad eclesial de los cristianos laicos, una convicción, un dinamismo y un modelo eclesial. La convicción, que el cristiano es un «hombre nuevo»; sin la vivencia de esta novedad no hay evangelización posible ni en ésta ni en ninguna otra coyuntura cultural. El dinamismo es el de un inteligente vaivén entre la proximidad y el distanciamiento; el cristiano no ha sido llamado para condenar el mundo, sino para salvarlo, lo cual requiere cercanía e inserción (en términos teológicos, encarnación), pero sin identificarse con la carne o con el espíritu del mundo. El modelo eclesial es el de la comunión para la misión recuperado por el Concilio Vaticano II y puesto de relieve por Juan Pablo II cuando recuerda «el Señor confía a los fieles laicos, en comunión con todos los demás miembros del Pueblo de Dios, una gran parte de responsabilidad» 8. En este clima, marcado por la urgencia y la dificultad de la evangelización, pretendemos reflexionar sobre la identidad eclesial de los laicos con el fin de reconocer y potenciar su misión en la Iglesia y en la sociedad.
6 Así
lo dan a entender las palabras que siguen: “Habitan sus propias patrias, pero como forasteros; toman parte en todo como ciudadanos y todo lo soportan como extranjeros; toda tierra extraña es para ellos patria, tierra extraña. Se casan como todos; como todos engendran hijos, pero no exponen los que les nacen. Ponen mesa común, pero no lecho. Están en la carne, pero no viven según la carne. Pasan el tiempo en la tierra, pero tienen su ciudadanía en el cielo. Obedecen las leyes establecidas, pero con su vida sobrepasan las leyes. A todos aman y por todos son perseguidos...” (Ibid. V, 5-11, pág. 656). 7 “... lo que es el alma en el cuerpo, eso son los cristianos en el mundo. (...) Tal el puesto que Dios les señaló y no les es lícito desertar de él” (Ibid. VI, 1-10, pág. 657) 8 Juan Pablo II, Christifideles laici, 32. Cf Concilio Vaticano II, Lumen gentium, 1. 30.
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1. El sujeto eclesial de la evangelización Según la experiencia que deja entrever la Carta a Diogneto -convicción avalada por la eclesiología del Vaticano II-, el sujeto evangelizador es el conjunto del cuerpo eclesial. Este documento sólo habla de cristianos, a los que supone unidos en un mismo cuerpo eclesial, sin hacer distinción entre sus miembros. Más aún, recorriendo la descripción de las intervenciones de estos cristianos en la sociedad, aquéllas por las que el autor concluye que son como «el alma de la sociedad», vemos que la palma se la llevan las tareas peculiares de los cristianos laicos. Este sujeto eclesial, único y unido en un mismo cuerpo, fue quien puso en circulación, en aquel contexto, una cultura alternativa que terminó por llamar la atención del mundo del Imperio. Sin embargo, no siempre ha sido así.
1. 1. Un instructivo paseo por la historia. La experiencia cristiana ha alimentado un proceso, a lo largo de dos milenios de vida, en el que la realidad carismática y existencial del laicado cristiano ha pasado del esplendor al oscurecimiento y de la irrelevancia a la recuperación 9. Señalaré cuatro momentos 10. 1. En las primeras comunidades cristianas rebosa la realidad carismática y testimonial de un "nuevo pueblo" consagrado por la unción del Espíritu. Entonces, más que entretenerse en poner de relieve la distinción entre los carismas y los ministerios –clérigos y laicos simplificamos muchas veces–, lo que se subraya es la tensión existente entre ese pueblo consagrado y el mundo. Y lo mismo ocurre en la Iglesia de los mártires; durante la época preconstantiniana prevalece todavía el polo comunitario y la novedad de la experiencia cristiana respecto a la experiencia mundana. 2. Pero la nueva situación de cristiandad va a propiciar un giro que, poco a poco, llevará a hacer que prevalezca el polo jerárquico. Va desapareciendo la relación dialéctica con el mundo para ceder su lugar a una “simbiosis con la sociedad 9 Vid.
J. M. Laboa, Los laicos en la Iglesia, BAC, Madrid 2003. Se trata de un breve resumen del camino recorrido por el laicado cristiano a lo largo de los siglos. Sus dimensiones y carácter compendioso impiden seguramente las explicaciones y matizaciones que serían necesarias para que la visión global no resulte desmedidamente negativa. Esto no obstante, sirve para conocer cómo se ha ido fraguando y desarrollando la sedimentación estamental en el cuerpo eclesial y la marginación real de la inmensa mayoría de sus componentes. 10 Este proceso histórico es apuntado por Bruno Forte en Diccionario teológico interdisciplinar, voz “Laicado”, pág 252-269. Vid. también la obra del mismo autor Laicado y laicidad, Salamanca, Ed. Sígueme, 1987.
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2. La misión de los laicos en la Iglesia y en la sociedad 1. El sujeto eclesial de la evangelización
temporal” (Congar); la función eclesial llega a estar representada casi exclusivamente por los clérigos y los monjes, mientras que la condición laica se presentará como una concesión (Decreto de Graciano) 11. 3. Esta situación se prolonga hasta épocas muy cercanas. Hasta mediado el siglo XIX no se inicia la recuperación, lenta y progresiva, del polo comunitario: despiertan los carismas laicales, en gran medida debido al desarrollo del asociacionismo para el apostolado, aunque las relaciones de la Iglesia con el mundo de la modernidad todavía son de confrontación más que de diálogo, lo cual lleva, en muchos casos, a entender la actuación de los católicos como una coalición para defender los “derechos de la Iglesia” frente a los estados laicos, y propicia la tendencia a promover estructuras que reemplacen a la ya caduca “societas christiana”: organizaciones católicas de todo tipo (escuelas, hospitales, lugares de recreo, sindicatos, cajas de ahorro, etc.) que potencien una civilización cristiana. 4. Hay que llegar casi a las ‘primeras vísperas’ del Concilio Vaticano II para fundamentar, a partir de las enseñanzas del magisterio sobre la “consecratio mundi”, una praxis de relación con la sociedad secular más marcada por el diálogo y la vocación de levadura que por la confrontación o alternativa. Por fin, será este Concilio el que redactará y sancionará el estatuto del seglar como miembro de pleno derecho en la Iglesia y partícipe de su misma misión evangelizadora no por concesión alguna de la jerarquía, sino por la fuerza del propio Bautismo.
1. 2. El largo camino recorrido Un paseo por la historia tan rápido y global bien puede haber producido una cierta desazón. Para valorar correctamente el camino recorrido voy a detenerme en dos textos significativos. Leídos en paralelo, ponen de relieve el trecho que hay entre uno y otro, y, lo que es más importante, el avance teológico y las consecuencias prácticas que se derivan de todo este proceso. La conciencia eclesial sobre el laicado se ha ido fraguando por fidelidad a la experiencia fundante de los orígenes del Cristianismo en largos siglos de búsqueda.
11 El cardenal Humberto de Silva Candida expresa con nitidez la marginación de los laicos de la vida
eclesial cuando dice: “Así como los clérigos no se inmiscuyen en el mundo, así tampoco los laicos deben usurpar lo eclesiástico”, separación -comenta J. M. Laboa, o. c., pág. 41- “que ciertamente no fue respetada de hecho en una historia en la que los clérigos pretendieron abarcar todo ratione peccati y en la que el poder político tendía a entrometerse a su vez en todo.”
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En efecto, la renovación monástica y espiritual de los siglos XI y XII –basta evocar los nombres carismáticos de Bruno, Bernardo, Francisco de Asís, Domingo de Guzmán– supuso una auténtica reacción evangélica frente a la relajación que sufría la vida cristiana, pero a la vez propició una peligrosa división entre los laicos y los clérigos/monjes. El Decreto de Graciano 12 sanciona esa división entre clérigos y laicos en un canon célebre -“duo sunt genera christianorum...” (hay dos clases de cristianos)-, llamado a consagrar durante siglos el estatuto práctico del laicado como cristianos de “segunda división” o “clase de tropa”. Bien es verdad que la situación cultural de la época y la baja talla moral de la vida eclesiástica habían contribuido a configurar un laicado inculto, de religiosidad poco evangélica y deseoso de hacerse con el poder espiritual en beneficio de sus particulares intereses materiales. Esto explica seguramente una división tan rígida como la que en ese momento se codifica. He aquí el tenor literal del famoso canon: «Hay dos clases de cristianos. Una entregada al oficio divino y dedicada a la contemplación y la oración, debe apartarse del estrépito de las cosas temporales; tales son los clérigos y los entregados a Dios, es decir, los conversos. “Klerós”, en griego. “Sors” (suerte), en latín. Por eso, a estos hombres se les llama clérigos, es decir: elegidos por suerte, pues Dios los ha elegido como suyos. Estos son verdaderamente reyes, porque reinan sobre sí y sobre los demás por las virtudes, y así tienen su reino en Dios. Y esto lo manifiestan con una corona (tonsura) en la cabeza. Hay otra clase de cristianos, que son los laicos. “Laos”, en efecto, significa pueblo. A ellos les está permitido poseer bienes temporales, pero sólo para las necesidades del uso, porque no hay nada más miserable que menospreciar a Dios por el dinero. Se les concede casarse, cultivar la tierra, dirimir las querellas, pleitear, depositar ofrendas ante el altar, pagar los diezmos: así pueden salvarse, si evitan siempre los vicios y hacen el bien» 13.
Según esto, la “condición secular” es una concesión, puesto que la salvación no tiene relación con los asuntos de este mundo más que de forma negativa. Sencillamente, hay que procurar que la vida y los negocios del siglo presente no impidan la salvación, porque poco o nada aporta esa actividad típicamente laical, al menos tal como se venía viviendo, para el advenimiento del Reino de Dios; el Reino pertenece al “orden de las cosas sagradas”. 12 El
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Decreto de Graciano, fechado hacia el año 1140 es una compilación jurídica para uso didáctico, que gozó de notable veneración en la enseñanza universitaria. 13 C. 7, C. XII, 1. 1 (Fiedberg, i, 678). Citado por Congar, en Jalones para una Teología del Laicado, Ed. Estela, Barcelona, 1961, pág. 28 y 30.
2. La misión de los laicos en la Iglesia y en la sociedad 1. El sujeto eclesial de la evangelización
Si se compara este texto con la actual teología del laicado, sancionada por el Concilio Vaticano II y profundizada en la exhortación postsinodal de Juan Pablo II Christifideles laici, se observarán notables diferencias de lenguaje y mentalidad: «El Concilio considera su condición [la condición secular de los laicos] no como un dato exterior y ambiental, sino como una realidad destinada a obtener en Jesucristo la plenitud de su significado [...] De este modo, el “mundo” se convierte en el ámbito y el medio de la vocación cristiana de los fieles laicos, porque él mismo está destinado a la gloria de Dios Padre en Cristo [...] Les confía una vocación que afecta precisamente a su situación intramundana. En efecto, los fieles laicos son llamados por Dios para contribuir, desde dentro a modo de fermento, a la santificación del mundo mediante el ejercicio de sus propias tareas, guiados por el espíritu evangélico. [Esta condición] no es sólo una realidad antropológica y sociológica, sino también, y específicamente, una realidad teológica y eclesial. [...] La vocación de los fieles laicos a la santidad implica que la vida según el Espíritu se exprese particularmente en su inserción en las realidades temporales y en su participación en las actividades terrenas» 14.
Aquella división bipartita, unida al dualismo siempre latente (lo material, lo terreno, es malo o, por lo menos, sospechoso) y a las tomas de posición de los reformadores, cristalizó en unas concepciones teológicas y en una actuación pastoral que, en lo referente al laicado, produjo efectos no deseados, como: • el oscurecimiento del sacerdocio común de los fieles hasta quedar prácticamente silenciado en la predicación y catequesis, • la tendencia a menospreciar las realidades temporales en relación con la salvación y el Reino de Dios, • una praxis, no del todo abandonada, que da por supuesto que el ministerio ordenado tiene el principal protagonismo de las actuaciones evangelizadoras, y, en consecuencia, tiende a absorber los demás carismas. • y, resultado de lo anterior, la convicción generalizada de que la Iglesia se identifica con la jerarquía, el clero y los religiosos 15.
14 Christifeles laici, 15 y 17 15 Vid.
Diócesis de Vitoria, Plan Diocesano de Evangelización, Vitoria 2001, pág. 19. Se hace la siguiente constatación, que corrobora lo dicho: “Entre nosotros, frecuentemente, la imagen social de la Iglesia se reduce y confunde con la de la jerarquía eclesiástica. Y es que la mayor parte de los miembros de la Iglesia, los laicos, no es percibida como parte integrante y activa de la misma Iglesia. Esa percepción no es ajena a los propios creyentes ya que muchos de ellos se contemplan a sí mismos más como destinatarios de la acción eclesial que como agentes responsables de su misión.”
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Ha sido ésta una mentalidad tan arraigada que a principios del siglo que acabamos de dejar atrás aún podían escucharse sin rubor afirmaciones como la siguiente: «La Iglesia es sociedad de los hombres, en la que algunos dirigen a los demás. Es sociedad desigual: unos enseñan y otros escuchan... Únicamente en el cuerpo pastoral reside el derecho y la autoridad para promover y dirigir a todos los miembros hacia el fin de la sociedad. En cuanto a la multitud no tienen más derecho que el de dejarse conducir y, como dócil rebaño, seguir a sus pastores» 16.
El Concilio Vaticano II mira a la Iglesia desde una óptica nueva: la Iglesia es pueblo de iguales con ministerios (tareas, servicios) diversos. Al referirse a los laicos, ya no usa una definición negativa (el que no es presbítero o religioso), sino una descripción sugestivamente positiva y dinamizadora: «Por el nombre laicos se entiende aquí todos los fieles cristianos, a excepción de los miembros que han recibido un orden sagrado y los que están en estado religioso reconocido por la Iglesia, es decir, los fieles cristianos que, por estar incorporados a Cristo mediante el bautismo, constituidos en pueblo de Dios y hechos partícipes a su manera de la función sacerdotal, profética y real de Jesucristo, ejercen, por su parte, la misión de todo el pueblo cristiano en la Iglesia y en el mundo» 17.
1. 3. ¿De qué laicos hablamos? Este laicado que constituye, junto con los demás miembros de la Iglesia, el verdadero sujeto eclesial de la evangelización no está integrado, en la práctica y por desgracia, por la totalidad de los bautizados. Aunque todo bautizado es depositario de la gracia de la filiación divina y está radicalmente incorporado a la Iglesia, muchos son los que han recibido esta gracia como el terreno pedregoso o lleno de zarzas de la parábola del sembrador recibía la semilla. Por ello, al igual que hace vuestro Proyecto Marco de Formación del Laicado, a la hora de señalar quiénes integran el sujeto eclesial de la evangelización hay que circunscribirse a «aquellos bautizados con alguna conciencia de su identidad creyente y eclesial» 18. Qué nivel mínimo de conciencia creyente sea necesario siempre resultará
16 S.
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Pío X, Vehementer Nos. Debe tenerse en cuenta que el contexto histórico en el que se produce esta encíclica -la situación de la iglesia en Francia a raíz de la lucha antirreligiosa y la separación de la Iglesia y el Estado- mitiga un tanto la dureza de las expresiones. 17 Concilio Vaticano II, Lumen gentium, 31. 18 Diócesis de Vitoria, La Formación del Laicado. Proyecto Marco Diocesano. Dice en la pág. 13: «Los no creyentes, así como los creyentes sin apenas conciencia e inquietud por su identidad, y los alejados de la pertenencia cristiana y eclesial, plantean a la Comunidad eclesial y a su acción misionera otro tipo de desafíos y atenciones genealógicamente anteriores a los procesos de formación».
2. La misión de los laicos en la Iglesia y en la sociedad 2. Cinco modelos de intervención de los laicos en la misión de la Iglesia
difícil precisarlo; como ocurre con los destinatarios de vuestro Proyecto de Formación, hay que tener en cuenta no sólo a los laicos con una neta conciencia eclesial, sino también a «los cristianos vinculados de hecho a la Iglesia, en cualquier estadio de comprensión y vivencia de la fe en que se encuentren»; en ellos será necesario propiciar el «desarrollo de sus dimensiones de laico adulto militante, para que como creyentes alcancen mayoría de edad cristiana y eclesial» 19. Hechas las precedentes salvedades, reconozcamos de buen grado que los laicos cristianos conscientes de su identidad, forman parte del sujeto eclesial de la evangelización, como dice el Concilio Vaticano II, «en la parte que a ellos corresponde». Veamos, pues, cuál es la parte que a ellos corresponde en el concierto eclesial.
2. Cinco «modelos» de intervención de los laicos en la misión de la Iglesia Utilizo el término modelo en el sentido de tendencias o acentos a los que se da prioridad a la hora de fijar los objetivos operativos de la acción apostólica, así como del modo de actuar. Desde esta perspectiva voy a proponer unos «modelos» -cinco he sido capaz de identificar- que lejos de ser excluyentes ofrecen un amplio horizonte de actuación apostólica, que mutuamente se potencia y complementa. Todos ellos vienen patrocinados por los textos del Concilio Vaticano II, pero en nuestra recepción del Concilio en más de una ocasión los hemos leído algunos de esos textos a través de filtros que han impedido percibir toda la riqueza y posibilidades que contienen 20.
2. 1. «Buscar el reino de Dios tratando y ordenando, según Dios, los asuntos temporales» (LG 31. 33, AA 7) Con esta escueta frase, el Concilio ha definido la tarea de los laicos en cuanto que son miembros vivos y activos de la Iglesia. Uno de los acentos subrayados por el último Concilio ha sido su cosmovisión optimista de las realidades temporales. No era un optimismo ingenuo, como a veces se ha insinuado, sino hondamente teológico y cristiano: Cristo, como clave de la historia humana, fundamenta la esperanza de un verdadero progreso, y es principio de acción 21. Los cristianos se sienten convocados
19 Ibíd. 20 Para
una descripción más pormenorizada de estos modelos, vid. P. Escartín, Presbíteros y laicos al servicio de una única misión, Idatz, San Sebastián 2003, pág. 15-32. 21 Cf Concilio Vaticano II, Gaudium et spes, 10.
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La misión de los laicos
por su fe en Jesucristo a «restablecer rectamente el orden de los bienes temporales», todavía afectados por el mal, y «a ordenarlos hacia Dios por Jesucristo», sin que por ello se vacíe de contenido la autonomía de fines, leyes e importancia que esos bienes tienen en sí mismos 22. Ésta es una tarea que la Iglesia propone a los seglares como su obligación peculiar -«es preciso que los seglares tomen como obligación suya la restauración del orden temporal»- y que han de realizar cooperando con todos los demás ciudadanos que se sienten llamados a mejorar la existencia del ser humano y del mundo. Los hondos valores del Evangelio les servirán de pauta o criterio de acción. Y el campo de trabajo es «todo el ámbito temporal, incluso la cultura» 23. Estamos ante una tarea que progresivamente se ha hecho difícil. Muchos cristianos encuentran hoy tantas dificultades para manifestarse como tales en el contexto de su vida social y profesional que prefieren retirarse a los lugares cálidos de la comunidad cristiana. Sin embargo, es en estas circunstancias cuando hay que recordar aquel principio o tesis conciliar, que se ha convertido en un pilar básico de la teología del laicado: «el carácter secular es propio y peculiar de los laicos», por lo cual les pertenece «por propia vocación buscar el reino de Dios tratando y ordenando, según Dios, los asuntos temporales», tarea que realizan «igual que la levadura, contribuyendo desde dentro a la santificación del mundo» 24. Tal como ya se ha hecho notar anteriormente, este carácter secular, ha sido precisado en el número 15 de Christifideles laici, que es como la carta magna de la seglaridad, cuando reconoce que la doctrina conciliar afirma rotundamente que esa condición secular no es un mero y evidente dato sociológico (el laico, quiéralo o no, vive sumergido en los variados y complejos asuntos de este mundo), sino que además es la forma natural que el laico tiene para ser cristiano, para vivir como miembro de la Iglesia y para llevar a puerto su misión. Su condición secular es propiamente “una realidad teológica y eclesial”, por la que podría decirse que los laicos cristianos son peritos en mundanidad. Es lo que “lo distingue, sin separarlo, del presbítero, del religioso y de la religiosa”.
22 Cf Concilio Vaticano II, Apostolicam actuositatem, 7. 23 Ibid.
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La exhortación Ecclesia in Europa insiste de varias maneras en la necesidad de formar una fe madura y capaz de incidir eficazmente en los ámbitos culturales. Vid. nn. 50. 58-60. 24 Cf Concilio Vaticano II, Lumen gentium, 31. Este principio conciliar ha sido retomado por el papa Juan Pablo II, en su exhortación postsinodal Christifideles (vid. nº2. 15), donde considera una tentación no siempre superada la de haber «llegado a una práctica dejación de sus responsabilidades específicas en el mundo profesional, social, económico, cultural y político» e insiste en la índole secular como nota peculiar de la novedad cristiana de los laicos, llegando a proclamar que este carácter secular tiene significado teológico para la existencia cristiana.
2. La misión de los laicos en la Iglesia y en la sociedad 2. Cinco modelos de intervención de los laicos en la misión de la Iglesia
2. 2. «Hacer presente y operante a la Iglesia en los lugares y condiciones donde ella no puede ser sal de la tierra si no es a través de ellos» (LG 33) Es algo más que una frase feliz. Se trata de una convicción y una tarea pastoral, que no siempre ha sido tomada suficientemente en consideración. Hay situaciones de vida y lugares físicos en los que la Iglesia sólo puede penetrar a través de los laicos que están insertos en esas situaciones y lugares. No se trata de una estrategia. Los seglares no son el «caballo de Troya» o la «quinta columna» que la Iglesia introduce subrepticiamente dentro de las murallas para atacar la fortaleza desde dentro. Tampoco es una facilona “captatio benevolentiae”: entrar por medio de los seglares ya que son mejor acogidos que el clero y su testimonio resulta más convincente. Todos estos motivos poco tienen que ver con la intención del Concilio. Lo que los padres conciliares pretendieron con esta frase era suscitar en la conciencia eclesial tres convicciones: a) que los seglares son Iglesia (constituyen, junto con los pastores y los religiosos, el pueblo de Dios); b) que hay lugares y condiciones de vida que por su propia naturaleza sólo pueden ser evangelizados por quienes viven amasados íntimamente con esas realidades: pensemos en la vida íntima del matrimonio y la familia, en las instituciones cívicas, sociales, laborales, educativas, culturales, políticas, etc., que están promovidas mayoritaria o exclusivamente por los ciudadanos en cuanto tales; es ahí donde los laicos cristianos están y actúan por derecho propio, y donde pueden introducir el fermento de los valores del evangelio «igual que la levadura»; c) que la Iglesia sólo puede hacerse presente en esas condiciones de vida de forma natural a través de los laicos cristianos: ellos son, con la célebre expresión de la Carta a Diogneto, «el alma de la sociedad», quienes «representan» a la Iglesia en el mundo con la mayor naturalidad. Reconozcamos con dolor que, en términos generales, no hemos avanzado mucho en este aspecto, particularmente en lo que se refiere a que la Iglesia sea re-presentada -es decir, se la reconozca presente en la vida y en la sociedad- a través de este tipo de intervención laical, de manera que este segundo modelo, estrechamente relacionado con el anterior, sigue siendo una asignatura pendiente y además imprescindible en nuestra pastoral.
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2. 3. El apostolado de la «evangelización y santificación de los hombres» (AA 6). El decreto sobre el apostolado de los laicos (Apostolicam actuositatem) describe la misión de la Iglesia -en la que participan los laicos en virtud de su consagración bautismal- diciendo que «no es sólo anunciar el mensaje de Cristo y su gracia a los hombres, sino también el impregnar y perfeccionar todo el orden temporal con el espíritu evangélico» 25. Una de las líneas de fuerza del último Concilio es la convicción de que la gracia del Verbo de Dios se encarna en nuestra naturaleza con todas las consecuencias. Lo cual permite hablar del «apostolado de la evangelización y santificación de los hombres» sin temor a perdernos por vericuetos espiritualistas. Precisa luego el Concilio que «el apostolado de la Iglesia y de todos sus miembros se ordena, ante todo, al mensaje de Cristo, que hay que revelar al mundo con las palabras y con las obras, y a comunicar su gracia». Y al señalar cómo los seglares pueden ser «cooperadores de la verdad», apunta hacia dos polos íntimamente relacionados: el testimonio de vida y el anuncio explícito de Jesucristo 26. Sin duda que fue Pablo VI quien expresó con mayor viveza la imprescindible conexión de ambos polos en dos números memorables de su encíclica sobre la evangelización (Evangelii nuntiandi) 27.
25 Cf Concilio Vaticano II, Apostolicam actuositatem, 5. 26 Cf
íbid., 6. VI, Evangelii nuntiandi, 21-22: «La buena nueva debe ser proclamada, en primer lugar, mediante el testimonio. Supongamos un cristiano o un grupo de cristianos que, dentro de la comunidad humana donde viven, manifiesten su capacidad de comprensión y de aceptación, su comunidad de vida y de destino con los demás, su solidaridad en los esfuerzos de todos en cuanto existe de noble y bueno. Supongamos además que irradian de manera sencilla y espontánea su fe en los valores que van más allá de los valores corrientes y su esperanza en algo que no se ve ni osarían soñar. A través de este testimonio sin palabras, estos cristianos hacen plantearse a quienes contemplan su vida interrogantes irresistibles: ¿Por qué son así? ¿Por qué viven de esta manera? ¿Qué es o quién es el que los inspiran? ¿Por qué están con nosotros? Pues bien, este testimonio constituye ya de por sí una proclamación silenciosa, pero también muy clara y eficaz, de la buena nueva. (...) Sin embargo, esto sigue siendo insuficiente, pues el más hermoso testimonio se revelará a la larga impotente si no es esclarecido, justificado -lo que Pedro llamaba dar “razón de vuestra esperanza”- explicitado por un anuncio claro e inequívoco del Señor Jesús. (...) No hay evangelización verdadera mientras no se anuncie el nombre, la doctrina, la vida, las promesas, el Reino, el misterio de Jesús de Nazaret Hijo de Dios.»
27 Pablo
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2. La misión de los laicos en la Iglesia y en la sociedad 2. Cinco modelos de intervención de los laicos en la misión de la Iglesia
¿Cómo puede un laico llegar a este anuncio explícito de Jesús? La pregunta no es vana, pues una referencia desencarnada a Jesucristo, en un mundo y una cultura postcristianos como los nuestros, no garantiza que Jesús sea percibido como buena noticia para nuestros contemporáneos. Es éste un tema que habrá de ser objeto de preocupación y estudio en las reuniones pastorales; baste ahora con el apunte de que los laicos ejercen este apostolado de la evangelización y santificación de los hombres por supuesto en las tareas catequéticas, pero no sólo en ellas. Hay todo un proceso de acompañamiento de las personas, que tiene lugar en el corazón de la vida ordinaria, que ha de ser tomado en consideración como auténtico acto evangelizador, tal como ya ha sido sugerido.
2. 4. Todo ello realizado de forma individual y / o asociada (AA 15-20) El Concilio, en el capítulo IV de Apostolicam actuositatem describe las formas múltiples del apostolado subrayando que pueden adoptar dos modalidades: individual y asociada. Reconoce que, en determinadas circunstancias (falta de libertad religiosa, irrelevancia social y dispersión de los católicos, etc.) «este apostolado individual es particularmente apremiante y necesario» 28. También hace notar que cada cristiano está llamado a dar testimonio «de toda la vida seglar que fluye de la fe, de la esperanza y de la caridad» tanto con la palabra como «cooperando como ciudadanos de este mundo en lo que se refiere a la ordenación y dirección del orden temporal» 29. En este ámbito se insertan las iniciativas apostólicas de tantos cristianos que cada día transmiten la fe boca a boca (pensemos en la iniciación de la fe en seno de la familia), de los que ofrecen su cooperación individual en diversas tareas educativas y catequéticas de la Iglesia, así como en el ejercicio de la profesión y la intervención individual en la vida pública mediante el voto, cuando una y otra están inspiradas en los criterios que proporciona la fe cristiana 30. Pero dedica la mayor parte de este capítulo a promover las formas organizadas o asociadas de apostolado seglar. Los motivos de esta predilección por las formas asociadas de apostolado hay que buscarlos tanto en el carácter social del ser humano como en el «signo de la comunión y de la unidad de la Iglesia» que tales formas manifiestan. Más aún, este motivo relacionado con el ser profundo de la Iglesia es el que para el Concilio tiene mayor importancia 31. 28 Concilio Vaticano II, Apostolicam actuositatem, 17. 29 Ibid., 16. 30 Véase
a este respecto las clarificadoras orientaciones del documento, antes citado, de la Conferencia Episcopal Española, Los católicos en la vida pública, 113-124. 31 Cf íbid., 18. 20.
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La misión de los laicos
Reconozcamos que corren malos tiempos para el asociacionismo en todos los ámbitos de nuestra sociedad y cultura. El reto, pues, está en vencer esa inercia individualista, que alguien se ha atrevido a calificar de «dinámica pecaminosa», reivindicando la urgencia del apostolado asociado. Dentro del «modelo asociativo» hay que hacer una referencia particular a la Acción Católica, con sus cuatro notas definitorias, que la cualifican como una forma indispensable de apostolado laical. Nuestros obispos la reconocen no como «una asociación más, sino que en sus diversas realizaciones -aunque pueda ser sin estas siglas concretas- tiene la vocación de manifestar la forma habitual apostólica de los “laicos de la diócesis”, como organismo que articula a los laicos de forma estable y asociada en el dinamismo de la pastoral diocesana» 32. Tal vinculación estable y asociada al dinamismo de la Diócesis que hace de la Acción Católica «la forma habitual apostólica de los laicos de la diócesis» merecería ser tomada en serio y extraer las consecuencias pastorales pertinentes.
2. 5. Los que son «llamados a una cooperación más inmediata con el apostolado de la jerarquía» (LG 33). Por fin, el Concilio propone otro «modelo» de intervención laical en la misión de la Iglesia, modelo ligado estrechamente a la función pastoral y que, por lo tanto, nace de un llamamiento o «misión» peculiar de los pastores, por lo que es lógico que, en el ejercicio del mismo, los laicos estén plenamente subordinados a la dirección eclesial. Recojo a continuación los dos textos que considero fundamentales para esta modalidad apostólica de los seglares: «Los laicos pueden también ser llamados de diversos modos a una coopera-
ción más inmediata con el apostolado de la jerarquía, como aquellos hombres y mujeres que ayudaban al apóstol Pablo en la evangelización, trabajando mucho en el Señor. Por lo demás, son aptos para que la jerarquía les confíe el ejercicio de determinados cargos eclesiásticos, ordenados a un fin espiritual» 33. «La jerarquía encomienda a los seglares algunos deberes que están muy estrechamente unidos con los ministerios de los pastores, como en la explicación de la doctrina cristiana, en ciertos actos litúrgicos, en la atención a las almas. En virtud de esta misión, los seglares, en cuanto al ejercicio de su misión están plenamente sometidos a la dirección superior de la Iglesia» 34. 32 Conferencia Episcopal Española, Los cristianos laicos, Iglesia en el mundo, 95. 33 Concilio Vaticano II, Lumen gentium, 33. 34 Concilio Vaticano II, Apostolicam actuositatem, 24-25.
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2. La misión de los laicos en la Iglesia y en la sociedad 2. Cinco modelos de intervención de los laicos en la misión de la Iglesia
Es notable el interés que este modelo ha despertado en nuestras Iglesias en los últimos tiempos, mientras que durante los primeros años del postconcilio fue mirado por muchos con sospecha, tal vez porque pensaban que agudizaba el riesgo de apartar a los laicos de su primordial misión en la evagelización del mundo. Sin embargo, como recuerda Joaquín Perea, «el servicio eclesial al mundo y la edificación de la comunidad cristiana no han de contraponerse de forma radical. (...) Ni el servicio al mundo es obra solo secular, ni la edificación de la comunidad es la construcción de una reserva para cristianos que quieren ponerse a salvo de la inclemencia del mundo. La afirmación conciliar de que la Iglesia es sacramento de la salvación para el mundo deja claro que no es de recibo aquella separación. Comunión y misión son inseparables» 35. En efecto, el principio básico en cristología, patrocinado por el Concilio de Calcedonia, por el que se explica la unión de las dos naturalezas en la persona del Verbo encarnado, «sin mezcla pero sin separación», tiene una evidente aplicación eclesiológica en el asunto que nos ocupa. Ni se debe absolutizar el polo «sin mezcla» entre la Iglesia y el mundo, de manera que mundo e Iglesia lleguen a ser entidades tan separadas que terminen estando incomunicadas, ni se ha de destacar tanto el polo «sin separación» que la Iglesia llegue a perder su identidad por la que es sal y luz para el mundo o, con expresión que ya he citado varias veces en esta intervención, el alma de la sociedad. Estos cinco modelos de intervención laical en la misión de la Iglesia están fundamentados teológica y eclesiológicamente en la doctrina conciliar y en el desarrollo que de ella se hizo en el Sínodo de 1987 sobre el ser y la misión de los laicos. Señalemos, pues, los puntos clave de dicha fundamentación.
35 J. Perea, El laicado: un género de vida eclesial sin nombre, Bilbao 2001, Ed. Desclée de Brouwer,
pág. 348 ss.
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La misión de los laicos
3. Tres coordenadas -el ser cristiano, la comunión y la misióncircunscriben el estatuto teológico del laicado. 3. 1. La novedad del ser cristiano. La fuente del ser cristiano está en el Bautismo y la Confirmación, o mejor dicho, en lo que en estos Sacramentos se significa y realiza: la consagración del cristiano como miembro de Cristo, sacerdote, profeta y rey 36. Todo cristiano es titular de un dinamismo que simultáneamente lo incorpora al pueblo de Dios y lo hace sacerdote-profeta-rey. ¿Qué significado tiene este carácter crístico de sus miembros para la vida de la Iglesia? a) Que en la nueva religión, nacida de la Pascua, se ofrece el sacrificio de una vida cumplida “según Dios”, y todos los “consagrados” están llamados a ejercer ese sacerdocio existencial en las tareas cotidianas de su vida personal, familiar, profesional, social y política. b) Que la gran tarea o misión de esa nueva comunidad religiosa es dar testimonio del rostro paterno/materno del Dios que la ha llamado de las tinieblas a la luz, rostro que los bautizados conocen y han experimentado en el claroscuro de la fe. Y que esta tarea profética compete igualmente a todos. c) Que, gracias a esa clarividencia que permite a los creyentes en Cristo descubrir los signos del reino en la pobre realidad cotidiana, están equipados para anunciar y dar testimonio de lo que han visto y oído, a saber: que Dios ya ha empezado a reinar, a despecho de ambigüedades y miserias. d) Y por ello están llamados a cooperar, con su humilde trabajo, para dar cauce al reinado de Dios en la realidad tantas veces hostil de este mundo; tarea aparentemente imposible, pero garantizada por Dios. e) Finalmente, que ese “ser” y esa “tarea” se reciben como gracia. Nadie puede apropiárselos en exclusiva, ni vivirlos fuera de la comunión, como más adelante se explicará, sin olvidar que: • El “ser” y “actuar” del cristiano no son una concesión o condescendencia de los pastores hacia los fieles laicos. • Podría decirse que los laicos cristianos, al “consagrar el mundo” en las tareas seculares, actúan ‘en persona de Cristo’ de forma análoga a como se dice que el presbítero actúa ‘en persona de Cristo’ en la celebración de la Eucaristía 37. 36 Vid.
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Concilio Vaticano II, Lumen gentium, 30-32. Apostolicam actuositatem, 1. Juan Pablo II, Christifideles laici, 10-14. 37 Cf. J. A. Estrada, La identidad de los laicos, Madrid 1990, p. 173.
2. La misión de los laicos en la Iglesia y en la sociedad 3. Tres coordenadas -el ser cristiano, la comunión y la misión- circunscriben el estatuto teológico del laicado
• Y puesto que tienen la unción del Santo 38, poseen el “sentido de la fe” 39, por lo que sus intuiciones, particularmente sobre los asuntos relacionados con la vida secular, han de ser tomados en consideración con respeto y audacia por los pastores de la Iglesia.
3. 2. Vivido desde la comunión. La Iglesia se ha definido a sí misma en el Concilio Vaticano II como pueblo solidario y samaritano. Solidario con “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo”, y samaritano, que hace suyas esas esperanzas y angustias “sobre todo de los pobres y de cuantos sufren” (GS 1). Los laicos constituyen, por derecho propio como se ha dicho, ese pueblo juntamente con los pastores y los consagrados con los votos de la vida religiosa. Pero lo que hace ser a la Iglesia pueblo solidario y samaritano es su fisonomía comunional y la tarea que le ha sido encomendada. Luego hablaremos de la misión, que es la tercera de las coordenadas que trato de describir. La segunda, la comunión, constituye el “misterio” de la Iglesia 40; tiene su raíz en la sorprendente novedad de Dios, que es Trinidad, lo cual significa que “Dios es comunidad”, “Dios es familia”, “Dios es comunión”. Él convoca y conforma a su Iglesia según su propio ser comunional: «La Iglesia universal se presenta como “un pueblo congregado en la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”», como recuerda Juan Pablo II, citando a San Cipriano 41. La comunión eclesial no puede ser explicada con categorías sociológicas, no basta un recuento de mayorías y minorías para establecer, en términos de consenso, los límites de la comunión. Tampoco es suficiente una coincidencia formal en la doctrina, la moral y los ritos sacramentales válidamente realizados, aunque ciertamente la comunión eclesial conduce a una misma profesión de fe, a un comportamiento concorde con quien ya ha resucitado con Cristo, y a la celebración comunitaria de los mis-
38 Cf. Concilio Vaticano II, Lumen gentium, 12. 39 El sentido de la fe, “según la descripción corriente en la teología actual podría decirse que es como
una especie de “instinto sobrenatural” por el cual los bautizados, en virtud del Espíritu Santo presente en sus corazones, tienen la capacidad de aceptar o rechazar, de descubrir y de acoger de forma intuitiva, una verdad doctrinal o una actitud existencial del hombre, como conforme o no, al núcleo del mensaje de salvación revelado en Cristo”. Cf. A. M. Calera, El laico en la Iglesia. Vocación y misión. Madrid 1997, p. 105. 40 Cfr. Concilio Vaticano II, Lumen gentium, cap. I. 41 Juan Pablo II, Christifideles laici, 18.
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La misión de los laicos
terios que nos dieron nueva vida. Pero –más allá de la sociología y previo a la coincidencia doctrinal, moral y celebrativa– está la comunión eclesial. Ésta ahonda sus raíces en la experiencia compartida del Resucitado. La Iglesia existe gracias a un anuncio esperado e increíble al mismo tiempo: ¡Jesús vive! ¡Ha resucitado! Este anuncio, de acuerdo con la experiencia del Apóstol Juan y el testimonio del libro de los Hechos, crea comunión 42. Crea comunión porque el anuncio evangelizador no es pura enseñanza, sino transmisión de una experiencia total, apabullante. Quien acoge este anuncio no es un alumno que aprende lecciones; es un ser humano tocado en lo hondo, allí donde empieza a crecer el deseo de revivir la misma experiencia de encuentro con el Resucitado. Se produce una ósmosis, una profunda relación interpersonal: la experiencia de Cristo, que el heraldo ha vivido, se comunica a quien acoge su pobre palabra y experiencia creyente, y uno y otro se reencuentran viviendo en el mismo Cristo, Señor de sus vidas. Ya no hay únicamente una profunda relación entre ambos, sino que su “comunión” es también con Cristo y con Dios, o mejor, en Cristo y en Dios Padre. Ha nacido la comunión eclesial. La comunión eclesial tiene un sentido mistérico (místico), es decir, de comunión con la persona del fundador que ha resucitado y vive para siempre, antes que con su obra; y un sentido de encuentro de personas que se comunican la experiencia de Cristo. Sólo a través de esta doble experiencia logramos vislumbrar qué es la Iglesia y para eso la necesitamos. Pues, para un conocimiento histórico o doctrinal del líder y para profundizar en sus planteamientos éticos hubiéramos podido dirigirnos a una biblioteca sin necesidad de encontrarnos con la Iglesia.
42 «Lo
que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que han visto nuestros ojos, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos acerca de la Palabra de vida, lo que hemos visto y oído, os lo anunciamos, para que también vosotros estéis en comunión con nosotros. Y nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo, Jesús Mesías.” (1Jn 1, 1-3). El libro de los Hechos describe un proceso semejante, a propósito del anuncio de Jesús resucitado en el mismo día de Pentecostés: “Estas palabras les llegaron hasta el fondo del corazón; así que dijeron a Pedro y a los demás apóstoles: ‘¿Qué debemos hacer?’ Pedro les contestó: ‘Convertíos y que cada uno de vosotros se bautice en el nombre de Jesucristo, a fin de obtener el perdón de vuestros pecados. Entonces recibiréis, como don de Dios, el Espíritu Santo...’ Los que aceptaron con agrado la invitación, se bautizaron y aquel día se unieron a los apóstoles alrededor de tres mil personas. Y eran constantes a la hora de escuchar la enseñanza de los apóstoles, de compartirlo todo, de celebrar la cena del Señor y de participar en la oración.» (Hech 2, 37-42).
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2. La misión de los laicos en la Iglesia y en la sociedad 3. Tres coordenadas -el ser cristiano, la comunión y la misión- circunscriben el estatuto teológico del laicado
Recordemos también que es el Espíritu el artífice de la comunión eclesial y el que la acompaña, la previene y la comanda, desbordando los proyectos humanos. Su libertad es imprevisible, como la del viento 43. Su riqueza es fuente de fecundidad, ya que, si en todos suscita una misma profesión de fe: “¡Jesús es Señor!”, “a cada uno” proporciona una manifestación particular de su riqueza “para el bien común” 44. La categoría de “comunión” pide que cada Iglesia deba construirse como un tejido de verdaderas relaciones interpersonales, cuyo nivel primordial es el de la Iglesia diocesana, sin olvidar -en ello le va la vida, porque es Iglesia católica- que esa comunión es, a su vez, apertura e interacción con las demás Iglesias con las que constituye la universal Iglesia de Cristo. Esas relaciones interpersonales van más allá del trato afectuoso entre unos y otros; son el empeño por aunar esfuerzos, por cooperar activamente para llevar a puerto la nave de la Iglesia y para realizar, con la máxima incidencia posible, la tarea que el Padre le ha encargado. De una vez por todas hemos de convencernos de que sólo evangeliza la Iglesia, la comunidad de la Iglesia. Los evangelizadores “por libre” están condenados a la más penosa esterilidad, por brillantes y entregados que sean. Así, pues, cuando ese tejido de relaciones interpersonales resulta imposible, bien sea por tensiones afectivas o por déficits de corresponsabilidad, está cuestionada la existencia auténtica de la Iglesia y de su misión 45. La comunión, como se ha dicho, se realiza a través del ejercicio de la corresponsabilidad. La “communio” eclesial tiene una fuerza vinculante intrínseca. Es cierto que la tarea que incumbe al ministerio de los pastores no puede ser dividida y repartida entre todos. Cada cual en la Iglesia tiene el ministerio que el Espíritu le ha dado. El pastor tiene la comprometida tarea y responsabilidad de discernir autorizadamente, tanto en el terreno de la doctrina como de la práctica apostólica; éste es el encargo que ha recibido, ésta su aportación sinodal para la edificación de la Iglesia. Pero con ella
43 “El viento sopla donde quiere, y oyes su ruido, aunque no sabes de dónde viene ni adónde va. Eso
pasa con todo el que ha nacido del Espíritu” (Jn 3,8). 44 1 Cor 12, 3. 7-10. 45 Cf. Obispos de Pamplona y Tudela, Bilbao, San Sebastián y Vitoria, El Laicado: Identidad cristia-
na y misión eclesial, nº 28: “Una concepción de la Iglesia basada unilateralmente en la jerarquía, reduciría al anonimato y a la pasividad a la mayoría del Pueblo de Dios y, en consecuencia, separaría o alejaría a la Iglesia del mundo. Por el contrario, una Iglesia que busque constituirse y aparecer como imagen del misterio de amor trinitario será en medio de nuestro mundo “como un sacramento o signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano” (LG 1), respondiendo así a su vocación más profunda.”
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La misión de los laicos
se acopla otra aportación sinodal, la de los presbíteros y laicos, que no puede limitarse a obedecer pasivamente las decisiones de los pastores, sino que han de proporcionar los elementos de juicio con los que el pastor llegará a formular un juicio vinculante 46. Esta aportación sinodal de los fieles es posible gracias al don del Espíritu derramado sobre todo el pueblo de Dios y comporta toda la fuerza vinculante de la “communio”. Así resulta que el procedimiento eclesial es bastante más complejo y respetuoso con la hondura de la verdad que la simplicidad de la dialéctica mayoría "versus" minoría, al uso en las agrupaciones democráticas.
3. 3. Y para una tarea hermosa y absorbente: evangelizar. Evangelizar es la meta de la comunión, según el sentir de Juan Pablo II 47. Evangelizar es anunciar a los hombres y mujeres de cada momento concreto de la historia que Dios es nuestro futuro y que en la comunión con él está la garantía de una esperanza que da vida al mundo. Y esa nueva forma de vivir transforma la historia humana hasta convertirla en reino de Dios. Esta perspectiva pone de relieve que los laicos están llamados a participar en el mismo fin apostólico de la Iglesia, lo cual mereció del propio Concilio las siguientes precisiones 48: a) Que la Iglesia tiene una misión, la misma para todos los que en ella se implican, aunque los ministerios, es decir, los servicios a través de los cuales se realiza esa misión sean múltiples y diversos, en conformidad con el carisma o encargo que cada cual, clérigo, laico o religioso, ha recibido. b) Que esta diversidad no es obstáculo para una “auténtica igualdad entre todos en cuanto a la dignidad y a la acción”. c) Que la única misión en la que todos los cristianos participan no es otra que la de dilatar el reino de Cristo y de Dios, como ha quedado indicado en la afirmación número uno, sobre la fuente del ser cristiano. Sin embargo, a los laicos corresponde una ardua tarea en la construcción del reino, puesto que, como ya se ha dicho, tienen encomendada la gestión y desarrollo del mundo, ellos tratan “de obtener el reino de Dios gestionando los asuntos temporales y
46 Cf.
Sinodalidad en NDT: 1671. Citado por S. Pié en La imposible restauración. Del Sínodo sobre el Concilio al Sínodo sobre los Laicos, VV.AA. (Madrid, PPC, 1986), pág. 286. 47 Juan Pablo II, Christifideles laici, 32: “La comunión con Jesús, de la cual deriva la comunión de los cristianos entre sí, es condición absolutamente indispensable para dar fruto: “Separados de mí no podéis hacer nada”... y esencialmente se configura como comunión misionera.” 48 Cfr. Concilio Vaticano II, Lumen gentium, 30, 31, 32, 33. Apostolicam actuositatem, 5-7, 20. Evangelii nuntiandi, 8, 9, 12, 17-20.
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2. La misión de los laicos en la Iglesia y en la sociedad 4. A modo de conclusión
ordenándolos según Dios”, haciendo “presente y operante a la Iglesia en aquellos lugares y circunstancias en que sólo puede llegar a ser sal de la tierra a través de ellos”. d) Que en esto consiste el apostolado, en anunciar el reinado de Dios y en transformar la realidad según el modelo de ese reino que se anuncia, como signo de que el don ya está presente. ¡Y todo esto es pura gracia!
4. A modo de conclusión 4. 1. El laico, modelo básico del ser cristiano Después de lo dicho, va quedando claro -al menos así lo espero- que el laico constituye lo que podríamos llama el “modelo básico” del ser cristiano: tiene lo substancial e imprescindible para que el automóvil funcione. La misión del pastor ha de ser descrita a partir de ese modelo básico, como un ministerio a su servicio para que el pueblo cristiano sea lo que debe ser: un pueblo de sacerdotes, profetas y reyes. Gracias a la virtualidad que encierra la “eclesiología de comunión” se ha derrumbado la pirámide que representaba a la Iglesia. La nueva imagen podría ser la de una mesa redonda por la que circula la común responsabilidad de dar a conocer a Jesucristo; cada uno tiene su tarea; la del ministerio pastoral es la de asegurar la unidad y mantener la identidad con la enseñanza apostólica, pero no por eso es más que nadie, ni debe absorber los demás carismas; entre todos dibujan el rostro del Señor Jesús presente hoy y siempre en la historia. Los laicos, por lo tanto, han dejado de ser cristianos de categoría inferior: el Concilio les reconoce la naturaleza sacerdotal, profética y regia que les proporcionó el Bautismo, y da cauce a su protagonismo evangelizador tanto en la Iglesia como en el mundo. 41
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La misión de los laicos
4. 2. La santidad, patrimonio vital del laico cristiano Los números 16 y 17 de la exhortación postinodal Christifideles laici ofrecen la clave de la espiritualidad laical, fundamentándola en dos convicciones, que ya había puesto en circulación el Concilio Vaticano II: que todo cristiano está llamado a la santidad y que la santidad, en los laicos, está indisolublemente vinculada con la vivencia del carácter secular 49. Analizando el contenido de ambos números, encontramos una serie de luminosas sugerencias para orientar la espiritualidad en los laicos cristianos. Enumero los aspectos que, a mi juicio, son substanciales: a) La santidad cristiana no consiste en un esfuerzo voluntarista por conseguir la perfección ética, sino que es una experiencia de comunión con el Dios de la vida, del amor, del perdón y de la esperanza: «la vocación a la santidad hunde sus raíces en el Bautismo», que suscita y exige «el seguimiento y la imitación de Jesucristo». Este modo cristiano de vivir es el signo de que la santidad arraiga en el corazón del creyente (ChL 16). b) Como acaba de decirse, en los cristianos laicos la vida según el Espíritu (la santidad) ha de expresarse particularmente «en su inserción en las realidades temporales y en su participación en las actividades terrenas». Lo cual reclama unidad de vida (ChL 17). c) Esta forma de vivir entra en comunión con la cruz y la resurrección de Cristo y tiende a fecundar con las semillas del Evangelio el mundo y la cultura. Es una vivencia con: a’) Unos perfiles teológicos de los que cabe destacar: - la vivencia profunda del misterio de la encarnación; - la incorporación consciente al misterio pascual, que prolonga en los cristianos la muerte y resurrección de Jesús en el hoy concreto de la historia; - la aceptación confiada del impulso de Espíritu del Señor, que ayuda al cristiano a reconocer al Señor Jesús y le conduce a «discernir en los acontecimientos, exigencias y deseos, de los cuales participa juntamente con sus contemporáneos, los signos verdaderos de la presencia o de los planes de Dios» (GS 11); - la educación del compromiso y de la pobreza evangélica, que marcarán toda su actuación; - la vivencia consciente y agradecida del misterio de la Iglesia.
49 Concilio Vaticano II, Lumen gentium, 40. 42. Juan Pablo II, Christifideles laici, 17.
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2. La misión de los laicos en la Iglesia y en la sociedad 4. A modo de conclusión
b’) Y unas urgencias o prioridades prácticas, como son: - la convicción de que «hoy la santidad no es posible sin un compromiso por la justicia, sin una solidaridad con los pobres y oprimidos»; - la confesión y celebración de la fe, como alimento del vivir cristiano y de la comunión eclesial; - la adhesión sincera al fin apostólico de la Iglesia; - la solidaridad con los pobres y el cultivo de la pobreza evangélica como actitud espiritual del cristiano; - la presencia comprometida en la sociedad civil, según la Doctrina Social de la Iglesia y al servicio del reconocimiento efectivo de la dignidad de la persona humana y de la solidaridad entre los hombres y los pueblos. - el ejercicio del protagonismo eclesial, en comunión sinodal con los pastores y el resto de la Iglesia. (CLIM 100).
4. 3. Seis conclusiones pastorales. Concluiré con unas primeras conclusiones, dirigidas principalmente a los pastores, que ayuden a situarse y, en la medida que sea necesario, a cambiar el modo de pensar, lo que podríamos llamar la sensibilidad pastoral, paso que resulta imprescindible para abrir caminos hacia una verdadera promoción del laicado cristiano. a) El ministerio pastoral ha de estar abierto a compartir con los laicos el servicio a la misión, y hacerlo con conciencia de igualdad. Lo cual implica asumir dos convicciones, a saber: que la intervención de los laicos constituye una verdadera tarea eclesial, imprescindible para que la Iglesia lleve a cabo su misión de evangelizar; y que la diversidad de ministerios y carismas que el Espíritu viene suscitando en el seno de la Iglesia no implica superioridad de unos sobre otros, ni siquiera cuando se trata del ministerio de dirección de la comunidad 50. b) Pero el pastor no puede abdicar la peculiar responsabilidad que le corresponde, a saber: discernir con autoridad, servir a la unidad de la Iglesia, hacer visible y operante el sacramento de Cristo como Cabeza en la comunidad. Profundizar este sentido de responsabilidad pastoral por parte de los pastores es correlativo con la aceptación cordial de la responsabilidad que los laicos tienen en la evangelización, una co–rresponsabilidad que debe ser asumida sin resentimiento (el de quien siente que su territorio ha sido invadido por unos intrusos). 50 Cf Concilio Vaticano II, Lumen gentium, 32.
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La misión de los laicos
c) Desde una auténtica conciencia de Iglesia «sinodal», en la que cada miembro y cada estamento busca hacer camino junto con los otros, sin diluir la responsabilidad que a cada uno compete en el anonimato de la masa. Ello reclama promover la dinámica de los «consejos» como cauce de sinodalidad. d) Superar el espejismo de que «la salvación pastoral» vendrá de los seglares. Se ha afirmado que «la nueva evangelización se hará, sobre todo, por los laicos o no se hará» 51. Lo cual es cierto, como se ha puesto de manifiesto en las precedentes reflexiones. Pero con la misma fuerza y verdad ha de afirmarse que la nueva evangelización no se hará sin el ministerio pastoral, porque la nueva evangelización sólo puede ser obra de la Iglesia, y la Iglesia es pueblo de Dios con diversidad de ministerios. Hay una actitud de dejación en determinados modos de situarse ante el laicado, como si éste poseyera la panacea pastoral que tanto deseamos y no logramos encontrar. Sin implicación inteligente y abnegada del ministerio pastoral nunca habrá laicado maduro y evangelizador en la Iglesia. Allí donde hay un verdadero laicado, detrás siempre aparece un sacerdote (o varios) lúcido y celoso. e) Despertar, discernir y cultivar los diversos carismas en los miembros del pueblo de Dios. Es una de las tareas primordiales, que corresponde a los pastores en la evangelización del mundo actual. Pues sin ella, no será fácil contar con el laicado que la Iglesia precisa. f) Por todo lo cual, los pastores deben estar dispuestos y capacitados para realizar un acompañamiento espiritual y pastoral de los laicos, cercano, cordial y sólido. Sobre este punto será preciso reflexionar a lo largo de un curso cuyo objetivo principal es reconocer y potenciar la misión de los laicos.
51 Conferencia Episcopal Española, Los cristianos laicos, Iglesia en el mundo, 148.
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3. - La misi贸n del laicado: el apostolado seglar Galo Bilbao Alberdi
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La misión de los laicos
Introducción 1. Laicos en la Iglesia / Cristianos en el mundo Una vida en tensión permanente, por nuestro ser laicos en la Iglesia y cristianos en el mundo.
Tensiones internas Los laicos somos una gente que vive unas tensiones importantes sobre nuestra propia condición laical en el interior de la Iglesia. A mi, pensando sobre esto, se me ocurren cinco tensiones que yo vivo y que creo que podemos vivirla la inmensa mayoría de los que estamos aquí. Y son cinco tensiones que según cómo las vivamos nos sentiremos más o menos llamados a esta apelación a asumir nuestras responsabilidades. • Primera tensión: los laicos somos la inmensa mayoría de la Iglesia, más del noventa por ciento de la Iglesia lo componemos nosotros. Frente a eso solo una pequeña minoría somos conscientes de nuestra vocación laical. Esto es algo sobre lo que hablaremos con más intensidad mañana, pero ¿cuántos del noventa y tantos por ciento de los laicos hemos asumido nuestra vocación laical conscientemente y no sencillamente por eliminación (porque no somos curas, frailes o monjas)? Somos la mayoría en la Iglesia, pero solo muy poquitos tenemos la conciencia de lo que somos. • Segunda tensión: se nos llama a las responsabilidades, incluso parece que en muchas ocasiones son los mismos presbíteros, los propios obispos, la jerarquía quienes nos convocan, nos apelan, nos invitan a la corresponsabilidad. Sin embargo, a lo que acudimos generalmente es a las tareas de colaboración. No de corresponsabilidad sino de colaboración. Yo creo que hay una gran diferencia entre ser colaborador o ser corresponsable. Os voy a poner un ejemplo que a mí me lo contaron para otras cosas y que me gustó mucho. Es un poco bruto, pero creo que lo vamos a entender muy bien. Imaginémonos que nos ponen delante en la mesa un plato con un par de huevos fritos y un trozo de chorizo. Apetitoso ¿verdad? Para los que tienen colesterol, mala suerte. Bien, podemos preguntarnos: ¿qué ha hecho la gallina? Ha colaborado, ha puesto los huevos y
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3. La misión del laicado: el apostolado seglar 1. Laicos en al Iglesia/Cristianos en el mundo
ahora sigue correteando por el corral. ¿Qué ha hecho el cerdo? Se ha implicado, ha puesto su propia vida, ahí está su carne en el chorizo, en definitiva, el cerdo (con perdón) se ha corresponsabilizado. Pues bien, la inmensa mayoría de nosotros nos prestamos a colaborar: el cura ya no llega a todo, es majo, está muy agobiado, mis hijos están en edad de catequesis, habrá que echarle una mano,... pero en definitiva es suyo el problema, nosotros solamente colaboramos. Pasar de la colaboración a la corresponsabilidad significa pasar de ayuda a implicarnos con nuestra propia vida. En distintos grados, evidentemente, pero implicarnos. La Iglesia no es un asunto del cura, al que nosotros ayudamos, es nuestro asunto. En esa tensión estamos nosotros, nos llaman a la corresponsabilidad, pero nos quedamos en la colaboración. • Tercera tensión: cada uno de nosotros y nosotras en la vida civil somos expertos en lo nuestro (profesión, compromiso social, etc.). Tenemos la formación adecuada para ello. Incluso en muchas ocasiones hay ámbitos en nuestra vida, donde sin haber recibido ninguna formación específica se nos reconoce la capacidad para ello. Aunque resulte chocante, a nadie nos hacen exámenes para ser padres o madres, porque si así fuera, muchos nunca recibiríamos “el carnet”. Y sí se nos pide para conducir. ¿Será que es menos grave traer hijos al mundo que conducir un coche de cuatro ruedas? En cualquiera de esos ámbitos (vida profesional, laboral, familiar, política...) nos sentimos gente formada o capacitada. Llegamos a la Iglesia y somos niños, niños con una formación que podríamos identificar como lo que ha resistido el paso del tiempo después de las catequesis infantil. En cuestiones de fe, de eso que decimos que es lo más importante para nuestra vida, la inmensa mayoría de los laicos somos analfabetos. ¿Cómo se entiende eso? Alguien muy formado, muy capacitado para todas las situaciones, para todo el resto de sus actividades, y sin embargo en cuestiones de fe carece de la formación básica. • Cuarta tensión: Podemos comprobar con facilidad la existencia de varias entidades y organizaciones de apostolado seglar, asociaciones laicales que se califican a si mismos como entidades que promueven la presencia evangelizadora de los laicos en el mundo. Pero si nos damos cuenta, hay muchas organizaciones y muy pocos laicos organizados, encuadrados en las mismas. La enorme pluralidad y diversidad de organizaciones de apostolado seglar no se corresponde con lo reducido del número de seglares que participan de ellas. Es algo difícil de entender que haya una pluralidad tan grande de organizaciones laicales y que sirvan a un colectivo tan minúsculo como el 1-2% de todos los cristianos laicos. 47
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La misión de los laicos
• Quinta y última tensión: Siempre que se nos llama a la corresponsabilidad, a los laicos de la Iglesia, se hace, con razón además, apelando a la evangelización, apelando a la tarea que tenemos encomendada de hacer presente y de anunciar el Evangelio en medio del mundo. Se nos apela además al carácter teóricamente misionero de la tarea en sí. Sin embargo, cuando vemos los datos, nos damos cuenta que la gran mayoría de nosotros estamos dedicados a tareas de mantenimiento de la comunidad eclesial. ¿Cómo es esto que se nos llama a la Evangelización más misionera, más de frontera, más de presencia en el mundo pero en lo que más se nos emplea es en tareas de mantenimiento de la infraestructura eclesial? Todas estas tensiones, y según como las vivamos, nos pueden llevar a plantearnos objetivos de uno u otro tipo. Y muchas de estas tensiones también son condiciones de posibilidad o de imposibilidad de las tareas, de los objetivos que nos planteemos.
Algunas tensiones surgidas de la “doble pertenencia” Vamos a ir un poco más allá en nuestro análisis. Los laicos no solo vivimos tensiones respecto a nuestra condición eclesial, sino que por nuestra propia condición laical vivimos, y no puede ser de otra manera, la tensión entre la pertenencia al mundo y la pertenencia a la Iglesia. Vivimos una doble pertenencia. Somos del mundo y somos también de la Iglesia. ¿Qué tensiones vivimos debido a esta doble pertenencia? Apuntemos algunas. • Primera tensión: socialmente la inmensa mayoría de nosotros, en este caso todas y todos por lo que veo, somos seres adultos, ciudadanos adultos. Llegamos a la Iglesia y somos miembros infantilizados de la comunidad. En algunas ocasiones solemos decir, con una expresión un poco drástica, que somos cristianos de “segunda categoría”. En la sociedad lo somos o lo podemos ser todo. En la Iglesia se nos trata poco menos que como a niños. Lo que no consentiríamos en ningún ámbito social, en la Iglesia nos parece normal. • Segunda tensión: en la realidad social del mundo, todas y todos nosotros nos consideramos defensores de los derechos humanos, de la participación, de la democracia. Pero entramos en la Iglesia y el modo de entender estos conceptos es radicalmente distinto. Según estemos dentro o fuera del ámbito eclesial, lo que nos parece universalizable, positivo y necesario para un justo funcionamiento de la sociedad, tiene unas peculiaridades y limitaciones muy importantes en la vida eclesial.
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3. La misión del laicado: el apostolado seglar 2. Concepto de apostolado
• Tercera tensión: en el mundo, en la sociedad, vivimos según una lógica, una racionalidad, que por desgracia está regida por las claves del poder, está regida por las claves de la responsabilidad y de la negociación permanente (las cosas no son como yo quiero sino como pueden ser y a veces… ni eso), midiendo bien las consecuencias de nuestros actos. Sin embargo, nos metemos dentro de la Iglesia y entonces el poder se convierte en servicio gratuito y en vez de responsabilidad lo que tenemos son convicciones claras (las cosas son así y esto hay que hacerlas de este modo, independientemente de las consecuencias que generen). • Cuarta tensión: ninguna o ninguno de nosotros puede negar el hecho de estar encarnado en el mundo, en principio nadie nos distinguiría del resto de nuestros conciudadanos. Confiemos en ser una expresión de la descripción que aparece en la Carta a Diogneto, aquella bella carta del cristianismo primitivo que dice que los cristianos, encarnados en el mundo, son como su alma. Ninguno de nosotros podemos negar que estamos encarnados en el mundo, somos ciudadanos, padres de familia, tenemos nuestras obligaciones sociales, políticas, etc. Sin embargo cuando hacemos nuestros discursos desde la Iglesia parece que nos distanciamos del mundo. Entonces lo analizamos y describimos como algo ajeno a nosotros, y además lo hacemos habitualmente con tintes bastante negativos. Cuando estamos en el mundo, nos sentimos en él, hablamos de mejorarlo, de cambiarlo, pero nos sentimos parte del mismo. Cuando hablamos desde la Iglesia, nos separamos del mundo, parece que estamos en un pedestal, en un observatorio ajeno al mundo.
2. Concepto de apostolado • Del sentido restringido de apóstol al sentido amplio Originariamente, o al menos en las Escrituras, hay un doble sentido de la palabra apóstol. El primero es el que se refiere a los 12 apóstoles, las doce columnas en las que se asienta la Iglesia. Pero también se llaman apóstoles a aquellos que son enviados a anunciar la Buena Noticia y a la conversión a los paganos. Ya tenemos, por tanto, en las propias Escrituras un doble significado, el primero más estricto y restringido y el segundo, más amplio, de la palabra apóstol. • Actividad del miembro del Pueblo de Dios para la realización del fin o misión de la Iglesia Yo os propondría como definición del apostolado, la actividad del miembro del pueblo de Dios, por lo tanto de todos nosotros, para la realización del fin, de la misión de la Iglesia, que no es otra que hacer presente el Reino o el participar a los humanos de la redención, de la salvación. 49
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Con el paso del tiempo la palabra “apostolado” ha quedado un poco anticuada. Suena como a tiempos pasados, es un concepto con mala prensa, y unos cuantos conceptos que hemos utilizado pastoralmente, incluso la misma palabra “pastoral”, nos resulta un poco incómoda, suena a rebaño y como si todos fuésemos unos borregos y eso, lógicamente, no nos gusta. Pues el término “apostolado” también ha quedado un poco desfasado, desvirtuado y en principio podemos sustituirlo con toda tranquilidad, por otros términos como “evangelización” o “misión” que nos resultan más aceptables e, incluso, atractivos. El apostolado seglar es la participación de los laicos en la misión evangelizadora. No tenemos porqué hacer mayores cambios que éste. • Los dos grandes peligros: un apostolado al margen de la Iglesia / un apostolado exclusivamente intraeclesial ¿Cuáles son los peligros del apostolado seglar ? ¿Cuáles son los dos extremos de los que tendríamos que huir ? Primero, un apostolado al margen de la Iglesia. Es decir un apostolado secular desconectado del Reino, de sus pretensiones. En muchas ocasiones hemos vivido, -los sacerdotes entre vosotros lo habréis vivido con especial tristeza,- cómo muchos cristianos, posiblemente los más valiosos, los más militantes, los más combativos, los más activistas, con el paso del tiempo han convertido su compromiso en una actividad desconectada del Reino. Son líderes sindicales, líderes políticos, animadores de comunidad o de barrio, pero que han perdido la fe. Tenemos ese peligro, convertirnos en nuestros propios anunciadores y al final no anunciamos lo que la Iglesia anuncia, sino anunciamos nuestra propias ideas, que por muy dignas, legítimas y honestas que sean, son las nuestras, no es la propuesta del Evangelio ni del Reino. El otro polo del que deberíamos huir sería un apostolado exclusivamente intraeclesial, es decir, pensar que solamente somos apóstoles los laicos que nos dedicamos a tareas y servicios intraeclesiales. Olvidándonos que, precisamente por ser laicos, nuestro apostolado principal es el extraeclesial.
3. Lo específico (que no exclusivo) del laicado, la condición secular • Construir humanidad, adecuar las estructuras del mundo al proyecto del Reino Una idea importante, que procede del Concilio Vaticano II: lo específico, que no exclusivo del laicado, es la condición secular. Toda la Iglesia era laical. Lógicamente toda la Iglesia es Pueblo de Dios, toda la Iglesia es el conjunto de los cristianos. Pero luego, algunos, que asumimos esa condición de laicos y no la de presbítero ni la de religioso, especificamos, mostramos o expresamos esa 50
3. La misión del laicado: el apostolado seglar 3. Lo específico (que no exclusivo) del laicado, la condición secular
condición laical de una manera especial. No sé si esto es muy adecuado, pero podríamos decir que el laicado, los laicos, subrayamos esa dimensión de la Iglesia que significa construir humanidad. Los presbíteros subrayan esa dimensión de la Iglesia que es cuidar de la fraternidad comunitaria. Los religiosos, las religiosas subrayan esa otra dimensión que es anticipar las condiciones del Reino. No quiero decir que esos subrayados son exclusivos de cada uno de los estados o vocaciones, sino que todo eso que la Iglesia quiere representar, algunos lo asumimos destacando un aspecto o subrayado específico, pero que no nos pertenece en exclusiva. • Asumir la ambigüedad de la realidad, su consistencia y autonomía Construir humanidad o adecuar las estructuras del mundo al proyecto de Dios es el subrayado que hacemos quienes vivimos en la condición laical. Y eso supone algo, a mi modo de ver extremadamente difícil. Tan difícil, o más, que renunciar al dinero, al poder o al sexo, es vivir en cristiano todos estos aspectos de nuestra vida. Y esa es nuestra tarea, asumir la ambigüedad de la realidad: las diversas posibilidades que tiene para acercarse al Reino o para contradecirlo, para hacerlo pecado. Tenemos que asumir la consistencia de esa realidad, que no es como nosotros queremos, que es de otra manera y tenemos que conocerla adecuadamente y aceptar su autonomía. Muchas veces suelo decir gráficamente que los muros que marcaban la delimitación de un convento, eran una protección contra el mundo exterior. Dentro de ellos no tenemos peligro de contaminarnos con el dinero, ni con esa realidad tan maravillosa –y que puede resultar tan diabólica- como es nuestra capacidad sexual, ni por esa ambigüedad que supone decidir autónomamente por uno mismo asumiendo el riesgo de equivocarse. Dentro del muro, el muro de metro y medio de grueso y tres metros de alto, que separaba al convento del mundo, nada de eso ocurría. Sin embargo, a nosotros los laicos precisamente nos toca estar al otro lado del muro, nos toca manejarnos con la economía, con la familia, con las organizaciones de poder y de servicio de la humanidad. Y eso es complicado y a veces lo hacemos mal y pecamos y a veces lo hacemos bien y lo acercamos a lo que Dios quiere de nosotros. Pero tenemos que asumir esa realidad ambigua, esa es nuestra condición. • Cristiano las veinticuatro horas del día Y como esa es nuestra condición, no podemos renunciar a vivir en cristiano las 24 horas del día. O dicho de otra manera, muchas veces parece que en nuestra vida hacemos compartimentos estancos y hay zonas que están bautizadas y otras que no. Nos resulta evidente que está bautizado nuestro modo de desenvolvernos en nuestra comunidad eclesial. Pero en nuestro modo de manejar 51
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nuestra economía familiar, nuestro modo de relacionarnos con nuestros vecinos, nuestro modo de establecer relaciones afectivas: ¿están bautizados también? Yo a veces, mirándome a mi mismo, tengo serias dudas de que eso sea así. Muchas veces, para engañarnos a nosotros mismos, buscamos un compromiso, algo que especifique de una manera clara y neta que somos cristianos. Pero eso se convierte algo así como en una “patente de corso”, para que no nos pregunten cómo vivimos el resto del tiempo. Todos posiblemente podemos decir que dedicamos unas horas semanales a tal o cual tarea eclesial o social. Pero ¿y el resto del tiempo? Con esto de los compromisos a nosotros los laicos nos pasa algo así como las campañas del 0,7% para el Tercer Mundo. El problema no es el 0,7% de nuestro presupuesto, el problema es el 99,3% restante. De manera análoga, identificamos en última instancia nuestro ser cristiano con algún compromiso concreto y en el resto de las circunstancias vitales ya nos las manejaremos a nuestro antojo. Sin embargo, hemos de pasar de tener un compromiso a vivir comprometidamente como cristianos. Y en este vivir en cristiano las 24 horas del día hay una llamada de atención, una piedra de toque especialmente importante: lo que se ha venido llamar la opción preferencial por los pobres. Cuando me levanto todas las mañanas tengo la clara conciencia de que yo, como cristiano del Primer Mundo, vivo en pecado. Solamente por ser cristiano del Primer Mundo, sin haber hecho nada, solamente por levantarme en un contexto determinado: abro el grifo y tengo agua, no me tengo que preocupar de lo que voy a comer luego, mi vida no está en permanente peligro, mis derechos fundamentales están básicamente garantizados. Solamente por eso, yo me pregunto ¿cómo se puede ser cristiano en un contexto así, en el que unos pocos, por el hecho de haber nacido donde vivimos, lo tenemos todo y la inmensa mayoría de la población del planeta no tiene lo suficiente para subsistir dignamente? Creo que esta es una cuestión muy seria y muy importante que nos tenemos que plantear. Y muchas veces también, cuando me acerco a realidades de pobreza, me pregunto si los cristianos no estaremos de alguna manera robando por partida doble a los pobres. Porque cuando nos acercamos a los pobres les ofrecemos lo más fácil: dinero, ayudas sociales, servicios, orientación… ¿Cuántas veces les ofrezco mi fe, que digo que es lo más importante para mi propia vida, el mayor tesoro que tengo? Posiblemente llegará un día en que me encuentre cara a cara con el Señor y Él me diga: “Pues si, tu ayudaste a esa persona pobre y necesitada, pero le escamoteaste lo mejor que tenías, que no era el dinero, sino tu propia fe.” Sinceramente, creo que esta opción preferencial por los pobres para los cristianos que pretendemos serlo en nuestro mundo de hoy es extremadamente complicada, pero absolutamente necesaria. 52
3. La misión del laicado: el apostolado seglar 3. Lo específico (que no exclusivo) del laicado, la condición secular
• Algunos debates agotados: ¿presencia o mediación? / ¿intraeclesial o extraeclesial? Vinculado con esto os quiero hacer un par de apuntes o un par de llamadas sobre algunos temas que a mi personalmente, ya por decirlo de alguna manera, me aburren. Siempre que hablamos de compromiso, de apostolado en el mundo, en seguida surgen debates del tipo “bueno y esto cómo lo hacemos”. Esto ¿lo hacemos en organizaciones estrictamente cristianas o lo hacemos junto con otros? Es el debate que se llama cristianos de presencia y cristianos de mediación. En estos momentos ese debate está superado y hará falta que unos u otros, según lo que hayamos visto, sepamos dónde tenemos que movernos. No hay peligro en estos momentos de crear partidos políticos cristianos, pero igual son necesarias Instituciones Culturales Cristianas. Son maneras distintas de participar. Lo que tengo muy claro es que nunca el criterio para decir si nos organizamos solos los cristianos o nos organizamos junto con no creyentes, tiene que ser para decir que vamos a ser más eficaces, porque estoy convencido de que el Evangelio no se si no está reñido con la eficacia, pero por lo menos su eficacia es distinta. Estoy convencido de que construimos más Reino de Dios cuando intentamos ponernos de acuerdo con no creyentes y mejorar un poquito la realidad que tenemos delante, que si nos juntamos solos los cristianos porque nos parece más fácil y rápido. Seremos más eficaces actuando solos, pero no más fecundos, y lo que el Evangelio da es Vida, no eficacia. Lo que tenemos que generar es vida, ser fecundos, no eficaces. Aprovecho la ocasión para hacer una llamada de atención sobre una cuestión terminológica. Yo estoy hablando posiblemente mucho de tarea intraeclesial y extraeclesial en esta jornada. Y lo cierto es que ésta es una distinción que a mí también me gusta cada vez menos. Me parece cada vez menos significativa y adecuada, por varias razones: • En primer lugar, porque a través de la vida y mensaje del propio Jesús, se observa precisamente que la separación de lo sagrado y lo profano desaparece: en medio de lo profano descubrimos lo sagrado. No hay espacio exclusivo para lo sagrado frente a la mentalidad religiosa tradicional, y por lo tanto hablar de intra y extraeclesial nos puede llevar a entender erróneamente que, por un lado está lo sagrado, identificado con lo intraeclesial y por otro, está lo profano, lo extraeclesial, el mundo, la imperfección.
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• En segundo lugar, es una terminología inadecuada porque siendo fieles a lo que dice el Vaticano II, nuestra dignidad e identidad laical consiste en reconocerlo todo como mundo, como ámbito en el que tenemos que hacer presente nuestro testimonio evangélico. • En tercer lugar me parece poco adecuado porque ¿qué es más evangélico, un compromiso u otro? ¿Es más evangélico participar en un sindicato a pesar de que es un compromiso extraeclesial, cuando las referencias del Evangelio están acalladas o no están presentes, que trabajar en un servicio intraeclesial? ¿Es más valioso un compromiso secular en una organización en la que todos somos cristianos que trabajar en la parroquia con no creyentes? ¿Dónde está lo intraeclesial y lo extraeclesial? O sea, que a pesar de que voy a seguir utilizando la terminología de intra y extraeclesial, le podéis poner todas las comillas que queráis, porque la distinción de lo extra y lo intraeclesial cada vez carece más de sentido. Pero en cualquiera de los casos, los dos peligros del apostolado seglar, son, por un lado, el compromiso extraeclesial sin referencias a la misión de la Iglesia y, por otro, es el apostolado exclusivamente intraeclesial, el centrado puramente en las necesidades internas de la comunidad.
4. Lo eclesial, también es propio del laicado • Contra la manipulación del Concilio Sin renunciar a lo dicho anteriormente, de que lo específico del laicado es la condición secular, hay que afirmar a la vez que lo eclesial también es propio del laicado. Yo creo que con demasiada facilidad se ha hecho un mal uso, una mala interpretación o una manipulación del Concilio Vaticano II: “Si lo propio del laicado –se nos dice- es la condición secular, eso es para vosotros; dejad los asuntos de la Iglesia para otros”. Pero sinceramente creo que eso no se corresponde precisamente con la pretensión del Concilio. A mi modo de ver, lo que el Vaticano II pretende, y por eso subraya la dimensión secular, es elevar o reconocer la dignidad de ser cristiano laico. Sin embargo, eso lógicamente no puede convertirse en un freno para participar en la comunidad eclesial. Sino más bien todo lo contrario. • De colaboradores a corresponsables Por eso, cuando antes decíamos de una manera más o menos gráfica que había que pasar de ser colaboradores a corresponsables, queremos decir sencillamente que no estamos en la Iglesia sino que somos Iglesia. Y como somos Iglesia, somos responsables de ella. Porque somos Pueblo de Dios, porque 54
3. La misión del laicado: el apostolado seglar 4. Lo eclesial, también es propio del laicado
somos Iglesia, somos responsables de lo que ese Pueblo de Dios sea. Por eso no somos colaboradores de otros, que tienen encargada la misión de eso que es suyo, sino que todos tenemos esa misma tarea. Aunque la desarrollaremos de distintas formas o maneras. Ahora bien, lo eclesial también es propio del laicado. • La ineludible perspectiva evangelizadora ¿Cómo, desde qué perspectiva trabajar, actuar y formar parte activa de la comunión eclesial? Pues desde una, a mi modo de ver, ineludible perspectiva evangelizadora. Por eso quiero trabajar en la Iglesia, para que la Iglesia sea más evangelizadora. No para sostener una organización, no para perpetuar unos estilos, unas maneras, que igual tienen que perpetuarse o igual tienen que desaparecer. El criterio que a mí me mueve para actuar o desde el cual actuar en la Iglesia es que sea una Iglesia más evangelizadora. Y una evangelización fundamentalmente ”horizontal”, lo cual quiere decir que yo tengo que evangelizar en mi contexto, en mi ambiente, a mis iguales. Yo tengo que evangelizar a mis compañeros de trabajo, a mi cuadrilla de amigos y amigas, en el partido político, en el sindicato, a los que son como yo. Generalmente en la Iglesia estamos acostumbrados a una evangelización ”vertical”, de arriba a abajo: los curas evangelizan a los laicos, los adultos evangelizan a los jóvenes, los padres evangelizan a los hijos. No hay que renunciar a ese tipo de evangelización vertical que, por supuesto, es imprescindible. Pues hemos renunciado, al menos mi generación de padres, de una manera muy poco responsable, a transmitir la fe a nuestros hijos. Eso es un error increíble. Pero esa evangelización vertical, a la que estamos acostumbrados, tiene que ser complementada por otra evangelización, de carácter horizontal. Los iguales a los iguales, los jóvenes cristianos a los jóvenes increyentes, los niños cristianos de nuestra catequesis a los niños increyentes o que no tienen experiencia de fe en sus propias escuelas, los adultos a otros adultos no creyentes. Esa es nuestra principal tarea. • La fe como experiencia comunitaria Y, para profundizar un poco más, o para insistir en que lo eclesial también es parte del laicado, podríamos decir un par de cosas más. Si hemos afirmado que tenemos que ser laicos, cristianos, las 24 horas del día, entre estas 24 horas unas cuantas las dedicamos a nuestra comunidad. Pues ahí también tendremos que ejercer como tales. Además, afirmamos que en estas comunidades vivimos nuestra fe, que nuestra fe no podemos entenderla si no es como experiencia comunitaria. ¿Vamos a dejar en manos de otros nuestra fe? Tenemos que participar en esa misma fe, que es la nuestra, junto con otros. La fe no es la expe-
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riencia de un sujeto privado, aunque sea una fe personal, la fe es una experiencia compartida, comunitaria. Y si es mi fe, posiblemente no es la fe en el Dios de Jesucristo, es otra cosa. Mi fe es nuestra fe, es la que hacemos y construimos entre todos. • Cauces de la corresponsabilidad Cauces de la corresponsabilidad: colectivos (asociaciones laicales, consejos pastorales, equipos pastorales mixtos, sínodos y asambleas); personales (apostolado individual, servicios y ministerios laicales, los diversos modos de colaboración más inmediata con el apostolado de la jerarquía).
5. Organización y formación, dos herramientas fundamentales Avancemos un poco más y preguntémonos: ¿Cómo podemos ayudarnos a ser cada día más concientes de estas tres afirmaciones? Yo os propongo -y no es invento mío, precisamente-, dos herramientas fundamentales: la organización y formación. En estos momentos, yo creo que los cristianos laicos necesitamos un acompañamiento pastoral importante, necesitamos una cobertura que nos ayude a ser cristianos en medio del mundo. Y necesitamos también desarrollar una acción evangelizadora en condiciones. Bastante difícil es de por sí hacer presente el Evangelio en medio de la realidad social, para que encima no vayamos bien preparados. ¿Cuáles son las herramientas, el bagaje, con el cual podemos ir a realizar esta tarea? Yo creo que una de ellas es la organización, el asociacionismo laical, el que los laicos estemos organizados apostólicamente. Y otra herramienta, a mi modo de ver también fundamental, es la formación. • La organización Ahora bien, alguien podría decir que nos organizamos y nos formamos sencillamente para hacer mejor las cosas. Yo creo que se puede hacer esa lectura, más bien funcional, pero se puede hacer también otra un poco más profunda. Por debajo de una organización laical, de una asociación laical, hay una experiencia eclesial comunitaria. Nosotros no nos organizamos sólo para ser más eficaces, sino para expresar la comunión. Y cualquier organización laical por mínima y sencilla que sea (y al mismo tiempo la más importante, como puede ser la celebración eucarística), no existe solamente para que se nos vea que nos juntamos, que somos muchos, sino para que se muestre y se haga efectivo que estamos unidos unos a otros por el precepto del amor. Nos organizamos para ser más eficaces, por supuesto, pero sobre todo para expresar la comunión, la vivencia comunitaria de la fe. 56
3. La misión del laicado: el apostolado seglar Conclusión
• La formación Y en muchas ocasiones también respecto a la formación caemos en la tentación funcional. Y creemos que es suficiente con una formación específica para nuestra tarea: un cursillo de formación sociopolítica, un cursillo para ser catequista, unas técnicas para ser animador sociocultural... Por debajo de esa capacitación técnica, que es necesaria, tendría que haber una formación cristiana fundamental, mucho más sólida y consistente, de tal manera que recuperemos esa dignidad bautismal también por hacernos más concientes de ella a través de la formación. Sin embargo, afirmado con claridad lo importantes que resultan la organización y la formación, corremos un riesgo del cual hay que huir. Formación y organización son sólo mediaciones, instrumentos. Importantes, pero sólo mediaciones. No somos mejores cristianos quienes estamos organizados y por el mero hecho de estarlo. Seremos cristianos organizados, pero no mejores. No somos mejores cristianos quienes estamos mejor formados intelectualmente. Seremos cristianos organizados y formados pero no, por ello y necesariamente, mejores. Corremos muchas veces la tentación entre los propios laicos de establecer categorías entre nosotros mismos, convirtiéndonos en laicos « de primera » y « de segunda ». Lo que hemos intentado evitar entre los presbíteros y los laicos, corremos el riesgo de hacerlo entre los laicos, entre nosotros. Muchas veces, los militantes cristianos organizados y formados miramos despectivamente a aquellos que calificamos de « dominicales ». Organización y formación son importantes, pero no podemos decirle a nadie que sean obligatorios para ser auténticos seguidores de Jesús. Podremos decir que nosotros necesitamos de ambas (la organización y la formación) para intentar ser cristianos en las actuales condiciones sociales y culturales. Pero seguro que hay otras personas que no necesitan de ellas, pues la gracia del Espíritu se ha derramado abundantemente sobre ellos.
Conclusión Vamos terminando esta comunicación extrayendo unas conclusiones que me parecen especialmente significativas. El apostolado seglar no es una cuestión coyuntural sino esencial de la Iglesia. No tenemos que hablar de él ahora que no hay efectivos presbiterales. Tendríamos que haber hablado de él siempre. Porque no hay Iglesia si no hay apostolado seglar. Lo mismo que no hay Iglesia sin obispos. De la misma manera que no hay Iglesia sin obispos, tampoco hay Iglesia sin un pueblo de Dios que anuncia. Porque un pueblo de Dios que no anuncia el Evangelio es infiel a su misión y la misión de la Iglesia es su razón
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de ser. Porque la Iglesia no está para perpetuarse ni para existir siempre. Es el medio que tiene Dios para hacer presente su buena noticia a los hombres. Luego esto no es una cuestión coyuntural, de la cual hablamos ahora porque toca o porque vienen así dadas, sino que es una cuestión en la que se juega el ser de la propia Iglesia. Pero atención también, por si acaso: los seglares no somos la panacea. Yo a veces tengo la sensación de que por debajo de algunos discursos en favor de los seglares hay una esperanza, que para mí es ilusa, de que los seglares vamos a arreglar los males, las dificultades y los problemas de la Iglesia. Yo creo que no va a ser así. Ojalá seamos capaces de ir mejorando entre todos. Pero, por debajo de ese entender a los seglares como panacea, yo intuyo una dejación de responsabilidad por parte de los presbíteros. Un « allí os quedáis, esto es vuestro”, que a mí me pone tan nervioso como aquél que se aferra al “aquí quién manda soy yo”. Tan peligroso es lo uno como lo otro. Nosotros no somos la panacea. En estos momentos, lo que estamos diciendo es que nosotros somos una parte importante, esencial de la Iglesia, que tenemos nuestro papel de la misma manera que otros tienen el suyo. Y a lo que tienen que dedicarse es a ejercer precisamente es al ministerio que tienen. Y muchas veces parece que ahora no sabemos qué hacer con nuestra misión, no sabemos qué hacer con nuestra comunidad, no sabemos qué hacer con nuestra parroquia, que se convierte en una patata caliente... y decimos: “como ya soy mayor, ahora cogedlo vosotros, a ver lo que hacéis”. Pues yo creo que de planteamientos así no va a salir nada bueno. Segunda conclusión, y la más significativa, ya que nos encontramos en un contexto en el que estamos seglares y presbíteros conjuntamente hablando de la corresponsabilidad. Nuestro enemigo, el enemigo de los laicos somos nosotros mismos, no los curas. Nuestras propias comodidades y limitaciones, nuestros propios miedos, son los que nos van a impedir a asumir con seriedad y con conciencia nuestra condición laical. No echemos la culpa al cura, el cura nos impedirá hacer cosas, pero no nos impedirá nunca ser auténticos seguidores de Jesús. Nosotros los seglares no tenemos enfrente a otros, los curas, a los que hay que ganar, con los que hay que disputarse no se sabe qué terreno. Seguramente tendremos mucho más terreno que ganar sobre nosotros mismos, sobre nuestras propias incapacidades, imperfecciones y limitaciones. Es más, precisamente porque nosotros no somos la panacea y porque estamos donde estamos y nuestra Iglesia es como es, tendríamos que demandar nosotros, los laicos, de nuestros presbíteros, de nuestros sacerdotes un acompañamiento y un discernimiento adecuados. Tendríamos que ver en nuestros pastores a aquellos que nos animan a desarrollar nuestros carismas, nuestras capacidades, nuestras posibilidades comunitarias. Pero, no solamente nos despiertan y nos animan, sino que nos acompañan y nos disciernen y nos ayudan a tomar las decisiones. Si no llegamos a establecer
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3. La misión del laicado: el apostolado seglar Conclusión
todos estos mecanismos, posiblemente la revolución del laicado va a ser un fracaso como otras muchas. Así que seamos, nosotros los laicos, un poco más modestos y sean los presbíteros un poco más responsables. Y siendo todos un poco más responsables a nuestro modo, yo creo que podemos llegar a algo más. Y una última cosa, para terminar, a modo de reflexión abierta, pues en estos momentos es una cuestión de debate y, por eso, lo pongo entre interrogantes: ¿caminamos hacia una nueva tensión comunidad / ministerios? La renovada concepción eclesiológica que se abre con el Vaticano II al definir la Iglesia como Pueblo de Dios, diluye de una manera importante la polaridad habitual que existía en la Iglesia entre clérigos y laicos. Y nos abre, no una polaridad sino a una tensión muy fructífera entre la comunidad, que somos todos nosotros, el pueblo de Dios, y los distintos ministerios o servicios, que surgen de ella. Si os dais cuenta aquí ya no hay una polaridad, no hay una oposición entre unos y otros. Sino aquí hay una comunidad de la cual van surgiendo una diversidad de servicios y ministerios. Yo creo que éste es el modelo hacia el cual nos lleva una imagen como la del Vaticano II, pero no soy tan ingenuo como para pensar que ése es el modelo en el que estamos. Y por eso todavía nos sigue valiendo hablar de clérigos y laicos. Nos sirve porque precisamente esa es la realidad que tenemos, aunque hay al menos suficientes elementos teóricos, necesitados de mayores realizaciones prácticas, para abrirnos a una perspectiva mucho más cercana a lo que Dios quiere de nuestra Iglesia.
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4. 1.- Materiales para la reflexión personal y el diálogo en grupo (Cuaderno 1)
Primera unidad: Los laicos en el Plan Diocesano de Evangelización Coordenadas eclesiales para la comprensión del laicado ¿Quiénes son los laicos cristianos? Señas de identidad
Comisión Gestora del Departamento/Servicio diocesano del Laicado 61
Materiales sobre el 2º Objetivo del Plan Diocesano de Evangelización
La misión de los laicos
Presentación El Plan Diocesano de Evangelización, como uno de sus objetivos, nos propone: “Reconocer y potenciar la misión de los laicos en la Iglesia y en la sociedad como elemento fundamental en la evangelización misionera” Y este va a ser el Objetivo al que nuestra Iglesia diocesana quiere dedicar una atención especial a lo largo del curso pastoral 2003-2004. La misión propia del laicado en la vida de la comunidad cristiana y especialmente su compromiso en los ambientes sociales de los que participa, es insustituible y necesaria para la evangelización del mundo contemporaneo. Para impulsar el desarrollo de este objetivo ofrecemos estos “Materiales para la reflexión pesronal y el diálogo en grupos” elaborados por la Comisión Gestora del Departamento diocesano del Laicado. Estos Materiales se ofrecen: Para unos destinatarios: los miembros de los Consejos pastorales, asociaciones y grupos eclesiales (laicos, presbíteros y religiosos) Como una ayuda: para conocer y tomar conciencia de la misión de los laicos, mediante la reflexión y el diálogo en grupo Con un método de trabajo: a partir de la información presentada (para la lectura y reflexión) se invita a un análisis personal y en grupo (siguiendo el proceso VER-JUZGAR-ACTUAR con la ayuda de los cuestionarios) Siguiendo un temario agrupado en tres Unidades: • Los laicos en el Plan Diocesano de Evangelización / Claves eclesiales para situar, comprender y valorar el laicado / Las señas de identidad del cristiano laico. • La misión de los laicos en la sociedad / La acción de los laicos en la comunidad eclesial / Los ministerios laicales. • La espiritualidad propia de los laicos / La formación del laicado. En este primer cuaderno se ofrecen los materiales de trabajo de la primera Unidad (las unidades segunda y tercera -en preparación- se ofrecerán en diciembre y febrero próximos respectivamente). 62
4.1. Materiales para la reflexión personal y el diálogo en grupo (Cuaderno 1) Presentación
Cada grupo interesado en aprovechar estos Materiales puede marcar su propio ritmo de trabajo atendiendo a su propia situación y compromisos. Pero es recomendable en todo caso: - Trabajar previamente la lectura y reflexión personal -subrayando, tomando notas, anotando dudas- a partir de estos materiales. Así preparamos nuestra aportación para el diálogo en grupo. - Y para el diálogo en grupo: Iniciar la reunión con un tiempo de oración o escucha de la Palabra de Dios. Facilitar la participación de todos los que han preparado personalmente el tema en el diálogo. Distribuir adecuadamente el tiempo de modo que completemos el trabajo previsto. Compartir los compromisos que asumimos y revisaremos en la siguiente reunión. Y concluir el encuentro invocando la ayuda de Dios para avanzar en la construcción de su Reino. La Comisión Gestora del Departamento diocesano del Laicado os invita a hacerle llegar todas las sugerencias, conclusiones, preguntas y aportaciones de grupo que consideréis de interés en relación con este SERVICIO. Estos Materiales de trabajo han sido confeccionados a partir de diversos documentos y publicaciones, en particular: • El LAICADO: IDENTIDAD CRISTIANA Y MISIÓN ECLESIAL. Carta pastoral de los obispos de Pamplona y Tudela, Bilbao, San Sebastián y Vitoria. 1996. • EL APOSTOLADO DE LOS LAICOS. Materiales de reflexión. Comisión episcopal de apostolado seglar. Edice 1999. • EL LAICADO: UNA GENERO DE VIDA ECLESIAL SIN NOMBRE. Joaquín Perea. Instituto diocesano de teología y pastoral. Bilbao 2001.
Nota.- Al confeccionar estos materiales se han respetado las expresiones propias de los distintos documentos por lo que en el lenguaje del conjunto puede apreciarse un desigual tratamiento en las cuestiones de género. 63
Materiales sobre el 2º Objetivo del Plan Diocesano de Evangelización
La misión de los laicos
Los laicos en el Plan Diocesano de Evangelización • Conscientes de los cambios sociales y culturales que vivimos • Como miembros activos del Pueblo de Dios • Corresponsables de la misión de la Iglesia
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4.1. Materiales para la reflexión personal y el diálogo en grupo (Cuaderno 1) Los laicos en el Plan Diocesano de Evangelización
¿Sabías que el mundo en que vives, la tierra que pisas, se mueve cons- tantemente girando a una velocidad de 1666 kilómetros por hora? ¿no sientes vértigo o mareos? ¡ Bueno! ...es que tu no te enteras, porque te mueves con ella. Pero en el mundo hay otros movimientos, otro tipo de cambios, ante los que necesitamos permanecer conscientes para no andar “despistados” o quedar “fuera de órbita”. Pues nuestra misión es anunciar el Evangelio en medio de ese mundo en constante movimiento, hacerlo presente en medio de los cambios sociales y culturales de nuestro tiempo.
Conscientes de los cambios sociales y culturales que vivimos El Plan Diocesano de Evangelización quiere situarnos ante la realidad con una mirada atenta al momento que vivimos, porque: La evangelización reclama a la Iglesia diocesana de Vitoria una doble relación de fidelidad: • Fidelidad al Señor que es quien la envía a comunicar la Buena Nueva • Fidelidad a los hombres y mujeres concretos a quienes ha de ofrecer el servicio del Evangelio. Y el Espíritu imprime a la Iglesia un constante dinamismo para poder comunicar a los hombres y mujeres de cada época y cada cultura, de modo actualizado y significativo, el valor permanente y universal de la Buena Noticia de Jesucristo. El Plan de Evangelización nos puede ayudar a tomar conciencia de nuestra propia posición o actitud, como hombres y mujeres creyentes, ante la situación actual. Los cambios sociales que estamos viviendo nos afectan profundamente
Vivimos inmersos en profundos cambios sociales y culturales que afectan a la mayor parte de las dimensiones de la vida humana, también a la vida religiosa de los creyentes. En las últimas décadas hemos asistido al cambio de una situación social que algunos denominaban de cristiandad a otra nueva en la que predomina la indiferencia religiosa y la cultura de la increencia.
pueden ser un reto que nos ayude a madurar en la fe
Esa transformación del ambiente es asumida por algunos creyentes como una oportunidad de purificar la propia fe de adherencias o deformaciones sociológicas, un reto que 65
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La misión de los laicos
ayuda a madurar la adhesión personal a los valores del Evangelio y la apertura confiada al misterio del Dios de Jesucristo. o un riesgo que diluya nuestra identidad y vida cristiana.
Pero también hoy se perciben en la vida de muchos bautizados signos de fragmentación de la fe. Con frecuencia entre creyentes y no creyentes se diluye toda diferencia en su forma de vivir, la existencia de unos y otros transcurre de modo superficial instalada en lo más inmediato, saturada de convencionalismos sociales en los que se mezcla y hasta se confunde la creencia con la credulidad o el formalismo.
No se puede recluir la fe en la intimidad de la conciencia
No pocos viven la nueva situación con preocupación pero sin capacidad para reaccionar. Lo religioso queda recluido en el ámbito de la intimidad personal, muchos han desconectado de las relaciones de su vida cotidiana las exigencias del compromiso de la fe.
ha de expresarse como una forma, auténtica y humana, de vivir
Hoy más que nunca los creyentes, por la coherencia entre nuestra forma de vivir y nuestras creencias, necesitamos dejar ver que nuestra adhesión a los valores del Reino satisface las aspiraciones a la libertad, la justicia y la solidaridad que buscamos junto a los hombres y mujeres de nuestro tiempo.
lo cotidiano con unos valores alternativos en seguimiento de Jesús.
Comprobamos que sólo una fe hecha experiencia personal, encarnada en la vivencia cotidiana del creyente, es capaz de mantenerse contra corriente en la cultura dominante y a través del testimonio de valores alternativos despertar nuevas preguntas. Verificamos que sólo una vida cristiana asumida como vocación personal al seguimiento de Jesús hace al creyente capaz de dar razón de su esperanza a todo el que la pida.
Teniendo presentes estas constataciones recogidas en el Plan de Evangelización: • ¿ Con cuáles de ellas estás más de acuerdo? • ¿Qué otros aspectos de la realidad te parecen importantes y no se han recogido? • ¿Tú, personalmente, en que actitud te sitúas ante los cambios que vivimos en nuestra sociedad? 66
4.1. Materiales para la reflexión personal y el diálogo en grupo (Cuaderno 1) Los laicos en el Plan Diocesano de Evangelización
Como miembros activos del Pueblo de Dios Nuestro PLAN DIOCESANO DE EVANGELIZACIÓN quiere ser un instrumento pastoral para ayudar a la toda la Iglesia diocesana de Vitoria a tomar conciencia de nuestra responsabilidad evangelizadora aquí y ahora. Esa misión corresponde básicamente por igual a todos los miembros del Pueblo de Dios, aunque de modo diverso según los servicios o ministerios que asume cada uno. Y es que toda persona cristiana, por el hecho de pertenecer al Pueblo de Dios, está comprometida en su misión. Todavía hoy, muchos confunden la Iglesia con la jerarquía
Entre nosotros, frecuentemente, la imagen social de la Iglesia se reduce y confunde con la de la jerarquía eclesiástica. Y es que la mayor parte de los miembros de la Iglesia, los laicos, no es percibida como parte integrante y activa de la misma Iglesia. Esa percepción no es ajena a los propios creyentes ya que muchos de ellos se contemplan a sí mismos más como destinatarios de la acción eclesial que como agentes responsables de su misión.
ignorando la misión propia de los laicos.
Sin duda la preponderancia del clero ha contribuido a sostener esa infravaloración eclesial del laicado. Al mismo tiempo el mantenimiento de una pastoral de cristiandad, al no impulsar adecuadamente la conciencia y acción evangelizadora de la Iglesia en el mundo, desdibujaba la misión propia de los laicos.
Aunque hay hombres y mujeres laicos que viven comprometidos en diversas acciones, es débil la presencia activa de los cristianos en los ambientes y en la vida pública.
Existe un cierto número de laicos, hombres y mujeres, que viven activamente su compromiso militante tanto en la Iglesia como en la sociedad. Pero reconocemos que, en nuestra Iglesia diocesana, es muy reducida la realidad de los movimientos y asociaciones laicales y es bastante débil la presencia y el compromiso evangelizador de los laicos cristianos en los ambientes y en la vida pública. Aquellos que, por coherencia con el Evangelio, asumen un compromiso cristiano en la vida social, política o laboral, no encuentran fácilmente espacios eclesiales donde alimentar esa expresión de su identidad creyente. Y, tal vez como consecuencia de ello, en no pocos casos las mediaciones necesarias para encauzar el compromiso transformador de la sociedad aca67
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La misión de los laicos
ban siendo más vinculantes para quienes lo asumen que la misma raíz evangélica que fue su primer impulso. La participación de los laicos en las tareas intraeclesiales crece en número; pero aún debe impulsarse en mayores responsabilidades.
Se ha incrementado la participación de los laicos, especialmente de las mujeres, en tareas intraeclesiales, pero en la mayoría de los casos como meros colaboradores de la acción de los presbíteros. De hecho es significativo el escaso desarrollo de los ministerios laicales tanto en la vida comunitaria como en la acción evangelizadora de nuestra Iglesia. La falta de formación del laicado es la justificación y/o excusa más frecuente para no confiar ni asumir responsabilidades laicales con mayor autonomía.
Los consejos pastorales con la aportación propia de los laicos pueden plantear una acción evangelizadora significativa para los hombres y mujeres de hoy.
La creación de Consejos de Pastoral en distintos ámbitos ha promovido la incorporación del laicado a estos órganos de corresponsabilidad en los que se perfilan las orientaciones prácticas para la acción evangelizadora de la comunidad. Tenemos clara conciencia de la necesidad de prestar mayor atención a la aportación que realizan los laicos, desde su sensibilidad y experiencia, para hacer presentes en la Iglesia las necesidades, las inquietudes y los valores de los hombres y mujeres de hoy, de la sociedad y la cultura actual.
Laicos y presbíteros hemos de resituarnos corresponsablemente unidos en la misión de la Iglesia
La necesidad de una nueva acción misionera en nuestra sociedad es el contexto en el que debe situarse la promoción y formación del laicado en la Iglesia diocesana. La relación entre los presbíteros y los laicos ha de resituarse de un modo nuevo al servicio de una acción evangelizadora corresponsable que articule la unidad de misión en la diversidad de funciones y tareas propias de cada uno.
Ante estas constataciones, que recoge el Plan de Evangelización, sobre la situación del laicado en nuestra Iglesia • ¿Qué aspectos subrayarías? ¿qué añadirías? • ¿En que ves mejor reflejada tu situación personal como laico cristiano? 68
4.1. Materiales para la reflexión personal y el diálogo en grupo (Cuaderno 1) Los laicos en el Plan Diocesano de Evangelización
Corresponsables de la misión de la Iglesia El Plan Diocesano de Evangelización tiene precisamente como clave la corresponsabilidad. Todos los miembros de la Iglesia deben ser corresponsables de la misión; la corresponsabilidad es una forma de decir que la Iglesia y su misión “es nuestra”. Todos y todas somos necesarios
En la vida y misión de la Iglesia diocesana todos los miembros somos necesarios, todos hemos de ser activos, todos hemos recibido diversos carismas y ejercemos distintos ministerios o servicios, todos somos corresponsables.
desde la propia responsabilidad
La corresponsabilidad no significa transferencia de responsabilidades, sino distribución de las mismas dentro de la tarea común. Requiere un clima de unidad; implica asumir y coordinar eficazmente la propia responsabilidad con la de los demás; se contrapone a la pasividad y la indiferencia, también al acaparamiento y a la imposición de tareas.
en colaboración y con creatividad
La corresponsabilidad nace del interés por la comunidad y se desarrolla desde la colaboración. Exige capacidad de diálogo y compromiso en tareas comunes. Integra los ministerios ordenados y los laicales; fomenta el respeto a los carismas, el compromiso y la creatividad; articula la fidelidad a Jesucristo y a las necesidades concretas de la vida.
confiando en los demás y sobre todo en el Espíritu
La corresponsabilidad implica “estar con” y “trabajar con” otros. Por eso exige: saber escuchar y dialogar, reconocer la responsabilidad de los demás, colaborar y trabajar en equipo. Todo ello supone sentido de verdadera fraternidad, apertura y acogida de los otros; capacidad de asumir y mantener los propios compromisos con gratuidad en el servicio; confianza en los demás y especialmente confianza en el Espíritu.
en la comunión y misión de la Iglesia.
La corresponsabilidad es una praxis de comunión y de misión compartida. Supone releer juntos el Evangelio -en nuestras circunstancias concretas y actuales- aplicándolo a nuestras vidas con coherencia y ponernos juntos al servicio del mundo para evangelizarlo. 69
Materiales sobre el 2º Objetivo del Plan Diocesano de Evangelización
La misión de los laicos
Cuestionario para la reflexión personal y el diálogo en grupo VER 1.- En las cuestiones planteadas al final de los apartados anteriores se han planteado ya unos puntos importantes para VER la situación. Además, en relación con la corresponsabilidad: • ¿qué puntos de los recogidos en el Plan de Evangelización consideras más importantes para la vida de tu comunidad eclesial? ¿por qué? • ¿qué otros aspectos a tener en cuenta añadirías? • ¿qué te interpela personalmente?
JUZGAR 2.- Teniendo presente lo situación que hemos contemplado ¿cómo la ilumina la Palabra de Dios? • ¿qué te sugiere en relación con la situación de la comunidad eclesial de la que formas parte? • ¿qué te dice en relación a tu situación y actitudes personales? La Palabra de Dios Decía Jesús a la gente: Cuando veis subir una nube por el poniente, decís en seguida: “Chaparrón tenemos”, y así sucede. Cuando sopla el sur, decís: “Va a hacer bochorno”, y lo hace. Si sabéis interpretar el aspecto de la tierra y del cielo ¿cómo no sabéis interpretar el tiempo presente? ¿Cómo no sabéis juzgar vosotros mismos lo se debe hacer? (Lucas 12, 54-57)
• Puedes presentar otros textos bíblicos para iluminar esta realidad.
ACTUAR 3.- Formula un compromiso concreto que te ayude a ti personalmente y a tu grupo a avanzar en el camino que el Plan de Evangelización nos propone. • ¿qué podéis hacer a nivel de comunidad ? • ¿qué actitudes y compromisos personales te planteas?
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4.1. Materiales para la reflexión personal y el diálogo en grupo (Cuaderno 1) Coordenadas eclesiales para la comprensión del laicado
Coordenadas eclesiales para la comprensión del laicado Iglesia en el mundo • La secularidad de la Iglesia al servicio de su misión • La Iglesia para el mundo, Iglesia en comunión • El laicado
Comunión - Misión - Corresponsabilidad 1. ¿Qué es la comunión eclesial? • Comunión y misión 2. ¿Cuál es la misión de la Iglesia? • Evangelizar la secularidad 3. La comunión en la misión es corresponsabilidad • Laicos corresponsables • Los cauces de la corresponsabilidad
Cuestionario para la reflexión personal y el diálogo en grupo
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La misión de los laicos
Coordenadas eclesiales para la comprensión del laicado Iglesia en el mundo La Iglesia está en el mundo
No podemos hablar del laicado sin referirnos a la realidad global de la Iglesia y a la inserción de la comunidad cristiana en el mundo. La comunidad cristiana nace y crece en el mundo, y es enviada a él como mensajera de la Buena Noticia, compartiendo y discerniendo los gozos y las esperanzas, las tristezas y angustias de las gentes, sobre todo de los pobres y afligidos.
como signo e instrumento de salvación
Desde esta perspectiva hay que entender el carácter secular o «mundano», si se quiere, de toda la Iglesia. Todo el Pueblo de Dios es en su totalidad signo e instrumento de la actuación de Dios en cada tiempo y lugar. En las diversas circunstancias históricas está llamado a mostrarse al mundo como signo eficaz y anticipo de la salvación prometida a todos.
llamada a ser germen de unidad y de esperanza para todos
Todo el Pueblo de Dios, en la diversa variedad de los sujetos que lo integran, está llamado a ser germen de unidad y esperanza en el mundo entero, como instrumento de Cristo, enviado como luz del mundo y sal de la tierra hoy y aquí. Ahí radica también la vocación de toda persona creyente y de la Iglesia, de vivir y actuar al estilo de Jesús, es decir, su modo peculiar de estar en el mundo sin confundirse con él.
descubriendo y realizando en la historia humana la voluntad de Dios
La secularidad de la Iglesia, entendida como su presencia en la historia humana de cada momento y de cada lugar, arranca de su vocación de ser signo eficaz de la acción transformadora de Dios en nuestro mundo. Ha de situarse en actitud de apertura y de diálogo, para poder captar así las llamadas de Dios a través de la realidad de nuestro mundo. Por ello, la Iglesia debe estar dispuesta a dejarse interpelar por la realidad, en la que ha de descubrir y realizar la voluntad de Dios.
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4.1. Materiales para la reflexión personal y el diálogo en grupo (Cuaderno 1) Coordenadas eclesiales para la comprensión del laicado
La secularidad de la Iglesia al servicio de su misión Su diálogo con el mundo, en fidelidad al Espíritu,
La secularidad de la Iglesia, es decir, su apertura dialogante al mundo, constituye un signo y una garantía de fidelidad al Espíritu de Jesús, a la misión evangelizadora y al proyecto de salvación de Dios Padre. Una Iglesia cerrada al mundo o indiferente y ajena a él, puede adoptar fácilmente comportamientos sectarios o caer en el espiritualismo o en el clericalismo.
hace posible el anuncio del Reino de Dios en la sociedad
El Concilio Vaticano II no ve a la Iglesia como realidad desgajada del mundo, sino inserta en la vida de la gente y de los pueblos, peregrinante en la historia humana. No cabe entenderla como comunidad alejada de los problemas y de las inquietudes de las personas o insolidaria con la suerte del grupo humano en que vive. La causa del Reino de Dios que nuestra Iglesia anuncia y trata de hacer visible no puede ser ajena a las causas humanas que en nuestra sociedad propugnan una mayor justicia y fraternidad. La Iglesia para el mundo, Iglesia en comunión
La comunión de todos los bautizados, iguales en dignidad, constituye el Pueblo de Dios llamado a ser signo evangelizador en medio del mundo.
El carácter secular de la Iglesia ha de entenderse en el contexto de una eclesiología de comunión, que subraya la igualdad radical de todos los bautizados, su pertenencia a Dios y su participación en su plan de salvación. Una concepción de la Iglesia basada unilateralmente en la jerarquía, reduciría al anonimato y a la pasividad a la mayoría del Pueblo de Dios y, en consecuencia, separaría o alejaría a la Iglesia del mundo. Por el contrario, una Iglesia que busque constituirse y aparecer como imagen del misterio de amor trinitario será en medio de nuestro mundo «como un sacramento o signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano», respondiendo así a su vocación más profunda.
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Materiales sobre el 2º Objetivo del Plan Diocesano de Evangelización
La misión de los laicos
El laicado “El carácter secular es propio y peculiar de los laicos” en una Iglesia enviada toda ella al mundo.
Desde la perspectiva de una Iglesia consciente de su secularidad es como mejor se comprenden la personalidad y la tarea propias del laicado. El descubrimiento de la dimensión secular de la Iglesia lleva directamente a reconocer y valorar en su justa medida, la identidad y responsabilidad específicas de la parte del Pueblo de Dios integrada por el laicado. Ello no significa que la Iglesia sea toda ella laicado, puesto que el Orden sacramental y sus ministros, que recuerdan y hacen presente permanentemente la presidencia y la mediación de Jesucristo, son también parte del Pueblo de Dios. Lo que tratamos de subrayar ahora es el peso específico del laicado en una Iglesia toda ella enviada al mundo: «El carácter secular es propio y peculiar de los laicos (...), a quienes corresponde, por propia vocación, buscar el Reino de Dios gestionando los asuntos temporales y ordenándolos según Dios».
El diálogo de la Iglesia con el mundo ha de realizarse sobre todo por medio del laicado
La inculturación y el diálogo de la Iglesia con el mundo ha de realizarse sobre todo por medio del laicado. De ahí que el Vaticano II, preocupado por situar a la Iglesia en el mundo actual, subrayara especialmente el papel y la misión del laicado. Toda persona bautizada está llamada a reforzar la comunión eclesial, pero también a crear y consolidar la solidaridad humana, extendiéndola en toda la humanidad. Ello incluye el fomento de la corresponsabilidad, de la tolerancia y del diálogo en la comunidad, así como el discernimiento respetuoso de las opciones de cada bautizado en el orden temporal.
impulsando la comunión por la corresponsabilidad y al servicio de la misión
De este modo, la comunión eclesial, sin convertirse en un fin en sí misma, se orienta al servicio de la misión de la Iglesia. Dicho de otro modo, la Iglesia ha de realizar en sí misma la comunión, ya que ésta afecta directamente a la evangelización. El ejercicio de la comunión eclesial condiciona la misión evangelizadora, en la medida en que en ella se trasluce o ensombrece el mensaje cristiano.
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4.1. Materiales para la reflexión personal y el diálogo en grupo (Cuaderno 1) Coordenadas eclesiales para la comprensión del laicado
Comunión - misión - corresponsabilidad 1. ¿Qué es la comunión eclesial? La comunión es el misterio de la Iglesia
La comunión constituye el “misterio de la Iglesia”. Dios conforma a la Iglesia según su propio misterio, la comunión de la Trinidad. El Padre, el Hijo y el Espíritu congregan a la Iglesia para prolongar en la historia el envío del Hijo. Dios quiere que la Iglesia anuncie a los hombres y mujeres de cada momento concreto de la historia, que Él es nuestro futuro, que en la comunión con Él está la garantía de una esperanza que da vida al mundo.
que tiene sus raíces en la experiencia compartida del Resucitado
La comunión eclesial no puede ser explicada con categorías sociológicas. La comunión eclesial ahonda sus raíces en la experiencia compartida del Resucitado. El anuncio del Evangelio crea comunión porque no es pura enseñanza, sino transmisión de una experiencia. Quien acoge ese anuncio no es un alumno que aprende lecciones; es un ser humano tocado en lo hondo, allí donde empieza a crecer el deseo de revivir la misma experiencia de encuentro con el Resucitado.
es un reencuentro personal viviendo en Cristo y en Dios Padre
Cuando la experiencia de Cristo que un testigo ha vivido, se comunica a quien acoge su pobre palabra y experiencia creyente, uno y otro se reencuentran viviendo en el mismo Cristo, Señor de sus vidas. Se produce así una comunicación que provoca una profunda relación interpersonal; ya no hay únicamente una relación entre ambos, sino que su “comunión” es también con Cristo y con Dios, o mejor, en Cristo y en Dios Padre. Ha nacido la comunión eclesial.
un tejido de verdaderas relaciones interpersonales con Dios al fondo
La “comunión” pide que la Iglesia se construya realmente como un verdadero tejido de relaciones interpersonales. Los valores de unidad de la doctrina, de los sacramentos, de las estructuras de la Iglesia, aunque necesarios, no pueden sustituir ni hacer olvidar la verdadera comunión de vida que se establece por la comunicación interpersonal de la experiencia de Cristo. No se trata sólo de una comunión humana: Dios está al fondo. 75
Materiales sobre el 2º Objetivo del Plan Diocesano de Evangelización
La misión de los laicos
que vivimos animados por el Espíritu.
La comunión eclesial tienen una sentido místico, es decir de comunión con la persona de Jesucristo que ha resucitado y vive para siempre; y un sentido de encuentro de personas que se comunican la experiencia de Cristo. A través de esta doble experiencia logramos vislumbrar qué es la Iglesia y cómo nos es necesaria para vivir esta experiencia animados por el Espíritu que la prepara, la guía y la acompaña. Comunión y misión
“La comunión con Jesús, de la cual deriva la comunión de los cristianos entre sí, es condición absolutamente indispensable para dar fruto: ‘Separados de Mí no podéis hacer nada’… Ahora bien, la comunión genera comunión, y esencialmente se configura como comunión misionera:… ‘No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado a que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca’ La comunión y la misión están profundamente unidas entre sí, se compenetran y se implican mutuamente, hasta tal punto que la comunión representa a la vez la fuente y el fruto de la misión: la comunión es misionera y la misión es para la comunión.” (Christifideles Laici 32)
2. ¿Cuál es la misión de la Iglesia? La Iglesia existe para evangelizar, para anunciar y hacer presente en el mundo el Reino de Dios como auténtica liberación integral para el ser humano.
La Iglesia sabe que no sirve más que para evangelizar. Ha de vencer todos los días la tentación de sentirse dueña de la Buena Noticia, ya que sólo es su servidora, y no puede tener otra pretensión en su relación con el mundo que:
En la Iglesia todo está al servicio de la evangelización,
Por eso, a pesar de que conoce su propia limitación y su opacidad para ser transparencia de Jesús, la Iglesia se organiza a sí misma como “signo evangelizador”. De modo que en ella, la comunión, la oración y la acción sólo tienen sentido plenamente cuando sirven a la evangelización. Y, además, ha de avalar con signos concretos esa pretensión de que Dios se acerca a este mundo; la evangelización de los pobres es el centro de todos ellos.
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• Anunciarle -con obras y palabras- la proximidad del reinado de Dios • Como liberación integral para el ser humano
4.1. Materiales para la reflexión personal y el diálogo en grupo (Cuaderno 1) Coordenadas eclesiales para la comprensión del laicado
todos sus miembros, cada uno según su ministerio y carisma, tienen en común la misma misión.
En la Iglesia todos sus miembros tienen en común la misma misión, evangelizar, puesto que acoger el Evangelio conduce a formar una comunidad de evangelizadores. En consecuencia se ha de esforzar en respetar e integrar la aportación peculiar de cada uno de los ministerios y carismas, y valorar la aportación propia de los laicos a la tarea evangelizadora -evangelizar la secularidad- y en la construcción de la comunidad cristiana. Evangelizar la secularidad
La Iglesia es enviada al mundo para facilitar el encuentro y diálogo con Dios como servidora de todos, pero en especial de los pobres
• Enviada al mundo como Cristo -no para condenar sino para salvar- la Iglesia ha de buscar la empatía con sus destinatarios o, de lo contrario, su testimonio quedará baldío. Por ello debe actuar con talante profético facilitando el anuncio y escucha de la Palabra de Dios, en su dimensión de diálogo por el que Dios hace a todo hombre y mujer una oferta de salvación. Y como servidora, poniéndose en relación de dependencia respecto a los que sirve (especialmente de los pobres y oprimidos).
viviendo su solidaridad y comprensión desde el amor
• Una Iglesia situada dentro del mundo y en actitud solidaria con él, está llamada a encontrarse y colaborar con otros muchos factores que sirven en el mundo y de los que el mundo se sirve. Al ser enviada como Cristo, para salvar, ha de tratar de ver el mundo desde el amor. Y debe usar un lenguaje –de palabras y hechos- accesible a los sencillos para que la Palabra a comunicar se entienda y sea creíble.
dejándose guiar por el Espíritu hacia la utopía de la justicia total.
• Siguiendo los impulsos renovadores que constantemente suscita el Espíritu, que es factor de innovación, la Iglesia tiende a despertar en cada persona la conciencia, la responsabilidad y la acción, que impulsa al desarrollo de la utopía cristiana de la justicia total. Debe actuar evangélicamente en la sociedad: como levadura o fermento dentro de la masa.
¿Es posible realizar todo esto sin una presencia cualificada de los hombres y mujeres laicos? De ahí que a nuestra Iglesia le vaya la vida en reconocer y potenciar un laicado adulto y maduro en la fe, a pesar de las dificultades y contradicciones con las que todos los días nos encontramos. 77
Materiales sobre el 2º Objetivo del Plan Diocesano de Evangelización
La misión de los laicos
3. La comunión en la misión es corresponsabilidad La comunión eclesial hace a todos corresponsables de la misión evangelizadora
El ejercicio práctico de la comunión se traduce en la corresponsabilidad en la misión. El desarrollo de la misión de la Iglesia está estrechamente vinculado al ejercicio práctico y efectivo de la corresponsabilidad y en el momento actual la evangelización de nuestro mundo necesita de un laicado maduro y corresponsable que sepa actuar como levadura en la masa.
llamados a vivir e integrar la responsabilidad propia y peculiar de cada uno dentro la responsabilidad común.
Ser responsable es estar “obligado a responder de alguna cosa o de alguna persona”. Ser corresponsable es estar comprometido a responder con otros de las tareas que competen a todos. Ser corresponsable es asumir e integrar la responsabilidad propia en la responsabilidad común. Laicado corresponsable • El carisma de los laicos los coloca en el corazón del mundo
La secularidad es el carisma peculiar de los laicos
El vivir en el mundo y hacer de la presencia en él un cauce de diálogo evangelizador -lo que llamamos laicidad o carácter secular- es una dimensión constitutiva de la Iglesia. Y la secularidad es precisamente el carisma peculiar que los laicos aportan a la comunión eclesial.
por su inserción en el mundo son “expertos en secularidad”
Esto significa que el Espíritu les ha colocado más cerca del corazón del mundo que a los demás cristianos (clérigos y religiosos). Su carisma les lleva a vivir la laicidad de la Iglesia con una particular intensidad; los laicos son “expertos en mundanidad” y esa es una riqueza que aportan a la Iglesia. • Su campo inmediato de evangelización está en los terrenos privilegiados de la mundanidad.
su tarea es descubrir y desarrollar los valores evangélicos presentes y activos en el mundo
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Su campo de trabajo apostólico es el “mundo vasto y complejo de la política, de lo social, de la economía, y también de la cultura, de las ciencias y de las artes, de la vida internacional, de los medios de comunicación, así como otras realidades abiertas a la evangelización como el amor, la
4.1. Materiales para la reflexión personal y el diálogo en grupo (Cuaderno 1) Coordenadas eclesiales para la comprensión del laicado
familia, la educación de los niños y jóvenes, el trabajo profesional, el sufrimiento,...” Y la tarea a realizar en todos esos terrenos privilegiados de la mundanidad es la de “poner en práctica todas las posibilidades cristianas y evangélicas escondidas, pero a su vez ya presentes y activas en las cosas del mundo”. (EN 70) • Actuando como la levadura en la masa transformándolo al servicio de la dignidad humana.
La presencia del laicado en la sociedad requiere un estilo evangélico: actuando como la levadura en la masa. Así, a modo de fermento, el trabajo de los laicos cristianos junto a otros factores que intervienen en la situación actual para la transformación de nuestra sociedad ha de procurar: • un punto de partida común: la persona y las relaciones de las personas entre sí • un propósito: lograr la convivencia y la colaboración presidida por el servicio común a la causa del ser humano y al progreso de su dignidad • un medio: el diálogo permanente de los cristianos comprometidos con quienes no comparten las convicciones de su fe Los cauces de la corresponsabilidad
Corresponsables en:
Para asumir la misión evangelizadora desde la comunión es necesario impulsar los cauces por los que los laicos desarrollan la corresponsabilidad en su Iglesia:
el apostolado personal
• El apostolado personal de los laicos, cuyo origen es el mismo Espíritu y cuya meta es formar un solo cuerpo. “A este apostolado, siempre y en todas partes provechoso y en ciertas circunstancias el único apto y posible, están llamados y obligados todos los laicos, cualquiera que sea su condición.” (A.A. 16) Los laicos que realizan su compromiso apostólico de forma individual han de cuidar su modo de pertenecer o sentirse miembros de la Iglesia -pertenencia de corresponsabilidad- que requiere madurez humana y cristiana. “Es absolutamente necesario que cada fiel laico tenga siempre 79
Materiales sobre el 2º Objetivo del Plan Diocesano de Evangelización
La misión de los laicos
una viva conciencia de ser ‘un miembro de la Iglesia’, a quien se le ha confiado una tarea original, insustituible e indelegable, que debe llevar a cabo para el bien de todos”(ChL 28). las asociaciones y movimientos laicales
• Las asociaciones laicales -que responden simultáneamente a “la naturaleza social de la persona” y a la necesidad de una mayor “eficacia operativa”- cumplen una importante función de formación y acompañamiento de sus miembros, al mismo tiempo que promueven y animan el compromiso y la presencia pública de los cristianos laicos en la sociedad.
los ministerios laicales
• Los ministerios de los laicos. Gran parte de las tareas que los laicos realizan al servicio de la misión de la Iglesia como animadores de diversas facetas apostólicas de la comunidad, o en la catequesis, en la celebración y en el servicio de la caridad- han de ser reconocidos en la comunidad eclesial como ministerios de los laicos “que tienen su fundamento sacramental en el bautismo y en la confirmación, y para muchos de ellos, además, en el matrimonio” (ChL 23).
los consejos pastorales
• La participación en las estructuras comunitarias de consulta y/o deliberación, principalmente los Consejos (pastorales, económicos,....) “La participación de los fieles laicos en estos Consejos podrá ampliar el recurso a la consulta, y hará que el principio de colaboración – que en determinados casos es también de decisión- sea aplicado de un modo más fuerte y extenso” (ChL 25). A los laicos, por su participación en la misión de la Iglesia, compete hacer presente el Evangelio en todos los ámbitos de la vida secular. Pero no es menos importante que sean ellos mismos quienes lleven a las comunidades cristianas y la Iglesia particular propia las ilusiones, gozos, esperanzas y preocupaciones de la gente. Este camino de ida y vuelta es una de las características de la existencia cristiana laical.
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4.1. Materiales para la reflexión personal y el diálogo en grupo (Cuaderno 1) Coordenadas eclesiales para la comprensión del laicado
Cuestionario para la reflexión personal y el diálogo en grupo VER 1.- De los rasgos y actitudes de la Iglesia apuntados como claves de su relación con el mundo: • ¿Cuáles se dan positivamente en la comunidad cristiana de la que formas parte? ¿En qué aspectos concretos tenemos “déficit” o necesitamos renovarnos? • Tal y como tú ves esta situación ¿cuáles crees que son las causas de la misma? • Concretamente ¿cuál es tu participación corresponsable en la comunidad?
JUZGAR 2.- Contemplando la realidad de la comunidad cristiana a la luz de la Palabra de Dios ¿cómo valoras nuestra situación? • ¿Qué te sugiere la lectura del texto de la primera carta de Juan? • ¿En qué te interpela personalmente? La Palabra de Dios “Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que han visto nuestros ojos, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos a cerca de la palabra de vida, lo que hemos visto y oído, os lo anunciamos, para que también vosotros estéis en comunión con nosotros. Y nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo, Jesucristo.” (1 Jn 1,1-3)
• ¿Puedes iluminar esta realidad a la luz de otros textos de la Palabra de Dios?
ACTUAR 3.- ¿Qué podemos hacer como comunidad cristiana para mejorar nuestra comunión, impulsar la misión y desarrollar la corresponsabilidad? Formula una propuesta concreta. • Concretamente: ¿qué voy a hacer yo a través los cauces de corresponsabilidad en los que participo?
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Materiales sobre el 2º Objetivo del Plan Diocesano de Evangelización
La misión de los laicos
¿Quiénes son los laicos cristianos? Señas de identidad • ¿Qué significa la palabra “laico”? • ¿Qué es un laico cristiano?
Señas de identidad del laico cristiano • Seguidores de Jesús • Con una misión concreta • Miembros indispensables del Pueblo de Dios • Incorporados a Cristo por el bautismo • Participando del triple ministerio de Cristo • Llamados a “evangelizar la secularidad” • Y llamados también a co-edificar la comunidad eclesial • Uniendo la fe y la vida
Cuestionario para la reflexión personal y el diálogo en grupo
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4.1. Materiales para la reflexión personal y el diálogo en grupo (Cuaderno 1) ¿Quiénes son los laicos cristianos?
¿Quiénes son los laicos cristianos? Señas de identidad ¿Qué significa la palabra “laico”? En primer lugar hemos de preguntarnos por el significado de la palabra laico: ¿Quiénes son los laicos?, ¿Cuáles son sus características fundamentales?. ¿Qué dice la gente que es un laico? Realizada esta pregunta a varias personas de nuestro entorno, nos encontramos con respuestas diversas: “los que no participan de la religión”, “los ateos”, “los que rechazan la religión”, “las personas que no tienen nada que ver con los curas, monjas y religiosos”, “hombres y mujeres que son cristianos corrientes“, “también se llaman seglares”, “los cristianos de base”,... ¿Te has planteado qué significa para ti el término laico?. Antes de seguir adelante, piensa un poco sobre ello... ... ... Como podemos observar existe bastante confusión sobre el término laico; si lo buscamos en el diccionario nos encontramos con la siguiente definición: Laico/ca.: (del latín. Laicus) 1.Que no tiene órdenes clericales. 2. Independiente de cualquier organización o confesión religiosa. Estado laico. Enseñanza laica. (Diccionario de la Real Academia Española)
Quizás la confusión pueda venir por las dos acepciones que presenta este término. Evidentemente, nosotros nos referimos al término laico en la primera acepción que aparece en el diccionario. En el cristianismo la historia de la palabra “laico” ( laikós ) no es tan sencilla como parece a primera vista. El termino “laikós” no es de origen bíblico; no se encuentra en la traducción griega del Antiguo testamento ni en el Nuevo testamento. Este término no es originariamente cristiano sino que ha sido tomado del lenguaje civil, donde ya tenía una existencia propia: “laikós” viene de “laós” que significa pueblo -a veces nación- y se emplea especialmente para designar el colectivo popular o el “pueblo llano”. El uso profano influye pronto en el uso cristiano, pues ya se encuentra este término en la Primera Carta de Clemente escrita en torno al año 95 o 96. En ella laico designa al sencillo creyente a diferencia de los presbíteros y diáconos. Hasta el siglo IV el uso de la palabra es relativamente raro; después se hace más corriente. Ya se usa no sólo con significado negativo - los que no son obispos, ni presbíteros, ni diáconos- sino con el sentido eclesial positivo de que los laicos son miembros del Pueblo de Dios. 83
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La misión de los laicos
¿Qué es un cristiano laico? Para responder a esta pregunta contamos con la ayuda de numerosos documentos de la Iglesia, entre los que destacamos los más importantes que van a ser la base de la reflexión que se expone a continuación. • El Concilio Vaticano II ha abordado el tema en los documentos: Lumen Gentium (LG) Constitución sobre la Iglesia Apostolicam Actuositatem (AA) Decreto sobre los laicos • El Sinodo de los Obispos de 1987 sirvió de preparación a Christifideles Laici (ChL) Exhortación apostólica de Juan Pablo II • La Conferencia Episcopal Española en 1991 publicó el documento: Los cristiano laicos, Iglesia en el mundo (CLIM). • Y los obispos de Pamplona y Tudela, Bilbao, San Sebastián y Vitoria escribieron en 1996 la Carta Pastoral: El laicado: identidad cristiana y misión eclesial
Señas de identidad del laico cristiano Seguidores de Jesús Convocados por Jesús a seguirle y vivir la realidad cotidiana en diálogo con el Padre
La primera característica que define a un cristiano laico es el hecho de seguir a Jesús. A éste sólo se le conoce siguiendo su llamada. Ahí está precisamente la fuente de toda vocación cristiana y también de la vocación de los laicos. Han sido llamados, convocados, por Jesús para ponerse al servicio del Reino de Dios. La persona que sigue a Jesús vive segura de que en Él ha encontrado el tesoro de su vida. El perfil de todo creyente, hombre o mujer, se estructura básicamente a partir de la actitud de descentramiento que configuró la personalidad de Jesús: fidelidad a la voluntad de Dios, disponibilidad para el servicio del Reino y una existencia orientada desde la solidaridad hacia los demás, especialmente hacia los más pobres.
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La existencia de Jesús presenta una unidad de vida en la que la relación con Dios le lleva a ahondar en la realidad cotidiana, a la vez que la apertura al mundo le impulsa a una mayor contemplación y a un diálogo más intenso con el Padre.
4.1. Materiales para la reflexión personal y el diálogo en grupo (Cuaderno 1) ¿Quiénes son los laicos cristianos?
Con una misión concreta y colaborar en la construcción del Reino de Dios en el mundo
La llamada de Jesús a seguirle se orienta hacia un doble objetivo: estar con Él y ser enviado a evangelizar. La comunión con su vida y con su causa constituyen un polo fundamental de la existencia cristiana. En la relación con Cristo está, por tanto, la fuente del ser y del obrar laical. En definitiva, seguir a Jesús es identificarse con Él, adherirse a su persona y dejarse configurar por Él en la relación filial con Dios y en el amor y servicio al prójimo. La comunión de vida con Jesús no puede separarse de la misión. Es el otro polo fundamental de la existencia cristiana. Toda llamada suya va acompañada de una encomienda práctica: colaborar en la construcción del Reino de Dios. Así, todo laico creyente constituye un modo de presencia de Cristo en el mundo.
Miembros indispensables del Pueblo de Dios tomando parte en la misión de todo el pueblo cristiano.
El Concilio abrió las puertas a una visión decididamente positiva del ser del laico. Para ello afirmó la plena pertenencia de los laicos a la Iglesia de la siguiente manera: «Por el nombre de laicos se entiende aquí todos los fieles cristianos, a excepción de los miembros que han recibido el orden sagrado y los que están en estado religioso reconocido por la Iglesia, es decir, los fieles cristianos que, por estar incorporados a Cristo mediante el bautismo, constituidos en pueblo de Dios y hechos partícipes a su manera de la función sacerdotal, profética y real de Jesucristo, ejercen, por su parte, la misión de todo el pueblo cristiano en la Iglesia y en el mundo». (LG, 31).
Incorporados a Cristo por el Bautismo La identidad del laico se fundamenta en la vida nueva del Bautismo
En esta definición se destaca que la identidad del laico se fundamenta en la misma raíz de donde brota su dignidad: en la nueva vida engendrada por el bautismo. Es la consagración previa, necesaria e imprescindible para poder hablar 85
Materiales sobre el 2º Objetivo del Plan Diocesano de Evangelización
La misión de los laicos
de laico cristiano. Y el bautismo no es sólo un acontecimiento puntual, toda la vida del bautizado está llamada a corresponder a la vocación que ha recibido de Dios en el sacramento y a la que se va respondiendo desde los acontecimientos y situaciones de la vida. En virtud del Bautismo, el cristiano nace de nuevo, no por sus obras sino por el amor de Dios que lo incorpora a Cristo, animado por su Espíritu, constituyéndolo como integrante del Pueblo de Dios, con pleno derecho. por el que todos somos iguales en dignidad independientemente de la función o el carisma de cada uno.
Por el Bautismo todos somos iguales. Las diversidades existentes en la Iglesia en razón de carismas, funciones o ministerios quedan relativizadas por una misma llamada a la santidad en la misma fe, en la común dignidad y actividad para la construcción del Reino de Dios. Ninguna clase de servicio, mandato o carisma hace a quien la posee más cristiano o lo sitúa en una condición privilegiada. Independientemente de los dones que uno haya recibido y de las funciones que desempeñe, lo permanente y decisivo es el carácter cristiano: todos los cristianos son discípulos de un único Señor y hermanos entre sí.
Participando del triple ministerio de Cristo Unidos a Cristo son partícipes de su ministerio
El Concilio también se refiere a los laicos como partícipes de las tres funciones de Cristo: Sacerdote, Profeta y Rey. La incorporación a Cristo por el Bautismo confiere a la persona bautizada, en cuanto miembro de la Iglesia, la dignidad profética, sacerdotal y regia propia de Aquel. No se trata de tres atributos separados entre sí, sino que guardan una estrecha relación mutua. Aclaremos qué significan estas tres funciones.
sacerdotal: haciendo de su vida cotidiana y del mundo una ofrenda consagrada a Dios
La función sacerdotal de la que participan los laicos cristianos, ha de entenderse como una vida vivida como ofrenda al Padre y una entrega a los hermanos, convirtiendo su propia existencia en un lugar de mediación entre Dios y la humanidad.
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4.1. Materiales para la reflexión personal y el diálogo en grupo (Cuaderno 1) ¿Quiénes son los laicos cristianos?
Una ofrenda que se desarrolla desde la vida sencilla y cotidiana que a cada uno le toca vivir desde los valores y enseñanzas del evangelio: «Todas sus obras, oraciones, tareas apostólicas, la vida conyugal y familiar, el trabajo diario, el descanso espiritual y corporal, si se realizan en el Espíritu, incluso las molestias de la vida, si se llevan con paciencia, todo ello se convierte en sacrificios espirituales agradables a Dios por Jesucristo, que ellos ofrecen con toda piedad a Dios Padre en la celebración de la Eucaristía uniéndolos a la ofrenda del cuerpo del Señor». (LG, 34) La vida entera se entiende e interpreta así, como ofrenda y entrega permanente, de manera que la celebración de la Eucaristía se convierte en el eje, el alimento y la culminación de la acción evangelizadora personal y de toda la Iglesia. profético: en el anuncio de la Buena Noticia, con hechos y palabras, y la denuncia de la injusticia
La Iglesia es el Pueblo de Dios llamado, todo él, a proseguir la misión de Jesús de anunciar la Buena Noticia, así los cristianos laicos participan de la dimensión profética de Cristo. Quienes formamos la Iglesia estamos llamados, según la condición de cada uno, a llevar a cabo esta encomienda recibida del Señor de anunciar su palabra y de dar testimonio de Él. De este modo el hombre y mujer creyentes pueden asumir tareas y responsabilidades en el anuncio y educación de la fe y en la denuncia de las injusticias existentes en la sociedad y en la misma Iglesia, siendo testigos de esperanza. Corresponde al conjunto de los creyentes, en comunión con sus pastores, la penetración en el contenido de la revelación, su actualización de acuerdo con el momento histórico y cultural, así como la aplicación más concreta a las diversas circunstancias de la vida social y eclesial.
real: trabajando por la liberación integral de las personas en la transformación de la sociedad para progresar hacia el Reino de Dios.
La función real de Cristo se realiza en el servicio y en la disponibilidad absoluta para la causa del Reino, en la sumisión a la voluntad del Padre. El laicado se coloca en esta misma perspectiva de servicio a Cristo y a los hermanos para luchar contra el mal y la injusticia, vencer al pecado presente en sí mismo, en los demás y en las estructuras, 87
Materiales sobre el 2º Objetivo del Plan Diocesano de Evangelización
La misión de los laicos
y a servir al Señor especialmente presente en los más débiles y necesitados. Este oficio “regio” se ejerce en el proceso de liberación personal, comunitaria y universal inaugurado por la resurrección de Jesucristo, ordenado a la edificación de una comunidad eclesial corresponsable y de una sociedad más justa, hecha a la medida del ser humano. Los seglares participan del ministerio regio de Cristo alentando en las relaciones y estructuras humanas el sentido de la justicia, deseos de paz y sentimientos de solidaridad y fraternidad. Con sus obras, gestos y palabras, confiesan que Jesús es el único Señor de la vida y de la historia. La marginación o el olvido de esta responsabilidad conduce a las comunidades y a sus miembros al abandono de un aspecto tan fundamental de la evangelización como es el compromiso por transformar la realidad, orientándola hacia el Reino de Dios.
Llamados a “evangelizar la secularidad” El espacio peculiar de los laicos es el mundo
«El carácter secular es propio y peculiar de los laicos... A ellos pertenece por propia vocación buscar el Reino de Dios tratando y ordenando, según Dios, los asuntos temporales. Viven en el siglo, es decir, en todas y cada una de las actividades y profesiones... Allí están llamados por Dios a cumplir su propio cometido, guiándose por el espíritu evangélico, de modo que, igual que la levadura, contribuyan desde dentro a la santificación del mundo y de este modo descubran a Cristo en los demás... » (LG, 31) Su espacio peculiar en el mundo es el eje fundamental sobre el que ha de girar toda consideración sobre el servicio del laicado. Como levadura que fermenta la masa pero con un profundo respeto por la autonomía de la sociedad.
en todos los ambientes donde se deciden los destinos de la sociedad.
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Y para que no queden dudas, Pablo VI nos dejó la siguiente descripción: «El campo propio de su actividad (la de los laicos) es el mundo vasto y complejo de la política, de lo social, de la
4.1. Materiales para la reflexión personal y el diálogo en grupo (Cuaderno 1) ¿Quiénes son los laicos cristianos?
economía, y también de la cultura, de las ciencias y de las artes, de la vida internacional, de los medios de comunicación de masas, así como otras realidades abiertas a la evangelización como el amor, la familia, la educación de los niños y jóvenes, el trabajo profesional, el sufrimiento, etc. » (Evangelii nuntiandi –EN-, 70) Así queda suficientemente sugerida la amplitud y complejidad de ese mundo susceptible de ser organizado según el sentir de Dios. La convicción profunda que expresa Pablo VI, recogida mas tarde por Juan Pablo II, es que la fe tiene una irrenunciable dimensión pública.
Y llamados también a co-edificar la comunidad eclesial Participando en la comunidad eclesial en servicios y tareas según sus carismas y con la experiencia de una fe vivida en medio del mundo.
Los laicos también pueden sentirse llamados o ser llamados a colaborar con sus Pastores para el servicio y crecimiento de la comunidad eclesial, ejerciendo diferentes tareas según los carismas de cada uno. No se trata de repartir territorios, donde el mundo es para los laicos y la Iglesia para los presbíteros. La tarea del presbítero también es evangelizar la secularidad, pero principalmente desde el acompañamiento. La tarea del laico también es la comunidad eclesial, pero desde la experiencia de una fe vivida en el mundo. Así se recoge en la exhortación apostólica: «Les corresponde testificar cómo la fe cristiana... constituye la única respuesta plenamente válida a los problemas y expectativas que la vida plantea a cada hombre y a cada sociedad. Esta nueva evangelización está destinada a la formación de comunidades eclesiales maduras, en las cuales la fe consiga liberar y realizar todo su originario significado de adhesión a la persona de Cristo y su Evangelio, de encuentro y de comunión sacramental con Él, de existencia vivida en la caridad y en el servicio. » (Christifideles laici 34) De este modo, el laico queda implicado en la doble tarea. Pero su implicación en la comunidad eclesial no le dispensa de su carácter secular, ni le convierte en un clérigo camuflado, sino en un hombre o una mujer cristianos con una actividad y funciones propias. 89
Materiales sobre el 2º Objetivo del Plan Diocesano de Evangelización
La misión de los laicos
Uniendo la fe y la vida Sólo desde la unidad de la fe y la vida, el laico podrá dar, con esperzanza, testimonio de Cristo.
Lo que se busca en la vida del laico es una unidad entre fe y vida, como nos dice Juan Pablo II: «... no puede haber dos vida paralelas: por una parte, la denominada “vida espiritual”, con sus valores y exigencias; y por otra, la denominada “vida secular”, es decir la vida de familia, del trabajo, de las relaciones sociales, del compromiso político y de la cultura... El Concilio Vaticano II ha invitado a todos los fieles laicos a esta unidad de vida, denunciando con fuerza la gravedad de la fractura entre fe y vida, entre Evangelio y cultura... Por eso he afirmado que una fe que no se hace cultura, es una fe no plenamente acogida, no enteramente pensada, no fielmente vivida. » (ChL, 59) Sólo desde esta unidad el laico podrá ser un cristiano capaz de dar razón de la esperanza desde un esfuerzo apasionado por abrir caminos al reinado de Dios aquí y ahora.
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4.1. Materiales para la reflexión personal y el diálogo en grupo (Cuaderno 1) ¿Quiénes son los laicos cristianos?
Cuestionario para la reflexión personal y el diálogo en grupo VER 1.- De los aspectos que se apuntan como características del laico: • ¿Cuáles se están dando en tu realidad actual? ¿ Y cuáles no? • ¿Por qué se produce esta situación? • De estas señas de identidad ¿Cuáles te resultan más difíciles de asumir y llevar a la práctica en tu vida?
JUZGAR 2.- ¿Qué valoración haces de la situación actual de los laicos en tu realidad? ¿y de tu vida como laico? • ¿Cuál es el mensaje que Dios nos trasmite a través de esta palabra? • ¿En que me interpela personalmente? La Palabra de Dios “Cuando el Hijo del Hombre venga con su esplendor acompañado de todos sus ángeles, se sentará en su trono real y reunirá ante Él a todas las naciones. Él separará a unos de otros, como un pastor separa a las ovejas de las cabras, y pondrá a las ovejas a su derecha y a las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha: - Venid, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros, desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui extranjero y me acogisteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, estuve en la cárcel y fuisteis a verme. Entonces los justos le replicarán: - Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te dimos de comer o con sed y te dimos de beber?, ¿cuándo llegaste como extranjero y te acogimos o desnudo y te vestimos?, ¿cuándo estuviste enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?. Y el rey les contestará: - Os lo aseguro: cada vez que lo hicisteis con un hermano mío de esos más humildes, lo hicisteis conmigo. (Mt. 25, 31-40)
• Puedes aportar otros textos de la Palabra de Dios para iluminar nuestra reflexión.
ACTUAR 3.- Formula un compromiso concreto para avanzar en tu ser laico ¿Qué voy a hacer? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Con quién? 91
Materiales sobre el 2潞 Objetivo del Plan Diocesano de Evangelizaci贸n
La misi贸n de los laicos
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4. 2.- Materiales para la reflexiรณn personal y el diรกlogo en grupo (Cuaderno 2)
Temas La misiรณn de los laicos en la sociedad La acciรณn de los laicos en la comunidad eclesial Los ministerios laicales
Comisiรณn Gestora del Departamento/Servicio diocesano del Laicado 93
Materiales sobre el 2º Objetivo del Plan Diocesano de Evangelización
La misión de los laicos
Presentación Ofrecemos este nuevo cuaderno de “Materiales para la reflexión personal y el diálogo en grupos”, elaborado por la Comisión Gestora del Departamento diocesano del Laicado, para impulsar el segundo Objetivo del Plan Diocesano de Evangelización: “Reconocer y potenciar la misión de los laicos en la Iglesia y en la sociedad como elemento fundamental en la evangelización misionera” Como señalábamos al presentar el primer cuaderno, estos Materiales han sido preparados: Para unos destinatarios: los miembros de los Consejos pastorales, asociaciones y grupos eclesiales (laicos, presbíteros y religiosos) Son una ayuda: para conocer y tomar conciencia de la misión de los laicos, mediante la reflexión y el diálogo en grupo Proponen un método de trabajo: a partir de la información presentada (para la lectura y reflexión) se invita a un análisis personal y en grupo (siguiendo el proceso VER-JUZGAR-ACTUAR con la ayuda de los cuestionarios) Cada grupo interesado en aprovechar estos Materiales puede marcar su propio ritmo de trabajo atendiendo a su propia situación y compromisos. Pero es recomendable en todo caso: - Trabajar previamente la lectura y reflexión personal -subrayando, tomando notas, anotando dudas- a partir de estos materiales. Así preparamos nuestra aportación al grupo. - Y para la sesión de diálogo en grupo, sugerimos: Iniciar la reunión con un tiempo de oración o escucha de la Palabra de Dios. Facilitar la participación de todos los que han preparado personalmente el tema en el diálogo. Distribuir adecuadamente el tiempo de modo que completemos el trabajo previsto. Compartir los compromisos que asumimos y revisaremos en la siguiente reunión. Y concluir el encuentro invocando la ayuda de Dios para avanzar en la construcción de su Reino. El tercer y último cuaderno de estos materiales desarrollará dos temas: La espiritualidad propia de los laicos y La formación del laicado. Esperamos presentarlo en el mes de marzo de 2004.
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4.2. Materiales para la reflexión personal y el diálogo en grupo (Cuaderno 2) La misión de los laicos en la sociedad
La misión de los laicos en la sociedad ¿Qué se entiende por presencia pública? La presencia pública en nuestra historia reciente. Nuestra actitud en la situación actual La evangelización de los ambientes 1.- El mundo de la familia 2.- El mundo del trabajo 3.- El mundo de la política 4.- El mundo de los jóvenes.
Retos para los laicos y la Iglesia de hoy Presencia pública desde unas nuevas referencias. Cuestionario para la reflexión personal y el diálogo en grupo
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Materiales sobre el 2º Objetivo del Plan Diocesano de Evangelización
La misión de los laicos
La misión de los laicos en la sociedad Como decíamos en el tema anterior, los laicos cristianos estamos llamados a evangelizar la secularidad; es ésta una llamada propia y peculiar a quienes vivimos la vida inmersos en el mundo. Pero... ¿cómo debe ser esta presencia?, ¿desde qué criterios?, ¿en qué lugares?, ¿con qué personas?... Este mundo complejo en que vivimos genera preguntas que no son fáciles de responder, pero para nosotros es indudable que la fe en Jesucristo resucitado reclama y provoca la presencia pública de la fe.
¿Qué se entiende por presencia pública? “Cuando hablamos de vida pública nos referimos al marco social en el que se desenvuelve nuestro existir que es a la vez fruto de las actuaciones individuales o colectivas y condicionante de nuestra vida” (Los católicos en la vida pública –CVP- nº 7) Lo público es el tejido social que nos concierne a todos y está regulado por unas normas comunes.
Generalmente entendemos que lo público es el tejido social; en él se interrelaciona y estructura lo personal con lo familiar, lo laboral, la política, la economía, lo social y lo cultural hasta constituir el marco en el que se desenvuelve la existencia. Mientras que lo privado se identificaría con el universo de la intimidad y la conciencia, pues pertenece a la vida particular y propia de cada uno con los criterios y modos de actuación diferentes en cada persona. Lo público nos concierne a todos y todos estamos implicados en su ámbito de una u otra manera. Lo público se encuentra regulado por unas normas comunes para todos.
La presencia pública en nuestra historia reciente En la historia reciente la fe permaneció en el espacio del templo y en el ámbito doméstico para garantizar su pureza.
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En la historia de los últimos siglos la fe de los creyentes se “auto-exilió” de la vida pública. Tradicionalmente los cristianos encontraron en el espacio sagrado del templo y en el ámbito doméstico los lugares para desplegar la relevancia de su fe. Así parecía garantizarse mejor la pureza de la identidad cristiana.
4.2. Materiales para la reflexión personal y el diálogo en grupo (Cuaderno 2) La misión de los laicos en la sociedad
En una situación de cristiandad (y en particular durante el llamado “nacional–catolicismo”), de fuerte incidencia clerical en la esfera pública, se establecen unas pautas de presencia muy concretas que no permiten que cada cristiano actúe con autonomía en la transformación de sus ambientes. El Concilio Vaticano II descubrió en la Iglesia su servicio al mundo para defender la dignidad de hombres y mujeres.
Hubo que esperar a la celebración de Concilio Vaticano II para que se reconociese la autonomía de las realidades temporales y la Iglesia hiciese las paces con el pluralismo propio de una sociedad adulta y con la democracia. Un nuevo concepto de misión iba a permitir a la Iglesia descentrarse de sí misma y dejar de defender su posición de poder a la hora de reivindicar su pretensión pública. El descubrimiento de la centralidad de su servicio al mundo la devolvía de nuevo a la plaza pública, pero esta vez para defender en ella su único tesoro, la dignidad de todos los hombres proclamada por el Evangelio. “Cada seglar debe ser ante el mundo testigo de la resurrección y de la vida del Señor Jesús, y señal del Dios vivo. Todos en conjunto y cada cual en particular, deben alimentar al mundo con frutos espirituales e infundirle aquel espíritu del que están animados aquellos pobres, mansos y pacíficos, a quienes el Señor, en el evangelio, proclamó bienaventurados. En una palabra -lo que es el alma en el cuerpo, esto han de ser los cristianos en el mundo-.”(LG, 38)
Nuestra actitud en la situación actual Algunos viven la fe de espaldas al mundo
Hemos de ser conscientes del momento cultural y social que vivimos y nuestra forma de situarnos ante él como creyentes. Porque, aún hoy, no son pocos los que, de manera más o menos consciente, viven su fe de espaldas al mundo moderno. En el fondo, tal vez piensan que en esta sociedad sólo hay sitio para una religión privada e intimista.
pero, si Jesucristo amó el mundo y vino para salvarlo nosotros no podemos odiarlo y huir de él
Hemos de recordar una y otra vez que una fe que empuja a los creyentes a huir del mundo e, incluso, a despreciarlo, no es la fe en ese Dios que «ha amado tanto al mundo que le ha dado a su Hijo único» (Jn. 3,16). Si en Jesucristo 97
Materiales sobre el 2º Objetivo del Plan Diocesano de Evangelización
La misión de los laicos
Dios se nos revela como Alguien que ama al mundo y viene a él para salvarlo, nosotros no podemos creer en ese Dios odiando el mundo y huyendo de él. Pero hemos de decir, además, que esa «huida» de los creyentes a su mundo individual y privado deja al mundo actual sin «la luz» que lo podría iluminar, sin «la sal» que lo podría sazonar, sin «la levadura» que lo podría fermentar. En lo más entrañable de la vida hemos de descubrir a Dios con presencia salvadora.
No es necesario apartarse del mundo para encontrarse con Dios. Es en lo más entrañable de esta vida donde hemos de descubrir su presencia salvadora que pone sentido y esperanza en nuestra existencia. ¿Sabemos los creyentes vivir la fe encarnada en la vida diaria, en el trabajo y la fiesta, en el cuerpo y la sexualidad, en las relaciones y la convivencia, en la actividad intelectual o la creación artística, en el encuentro con la naturaleza?
Una fe que no se encarne en la historia ¿podrá ser Buena Noticia?
Y, sin embargo, una fe que no se encarne en la historia y se amase en las experiencias del hombre moderno, que no estime los valores nuevos que también hoy emergen en la humanidad, que no responda a las aspiraciones y necesidades más humanas, ¿podrá ser percibida como Buena Noticia? ¿Tendrá futuro entre nosotros?
La evangelización de los ambientes Los laicos deben dar testimonio en todas las circunstancias de la vida
Los laicos están llamados a descubrir y escuchar la voluntad de Dios, y a dar testimonio de su fe en todas las circunstancias de la vida. Ellos pueden y deben evangelizar, por así decirlo, por contagio. Abarcando los diferentes ámbitos de la vida secular:
“el mundo vasto y complejo de la política, de lo social, de la economía, y también de la cultura, de las ciencias y de las artes, de la vida internacional, de los medios de comunicación de masas, así como otras realidades abiertas a la evangelización como el amor, la familia, la educación de los niños y jóvenes, el trabajo profesional, el sufrimiento, etc. » (EN, 70). como fermento que transforma la masa
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La propuesta que nos hace el Concilio es tratar y ordenar los asuntos temporales según Dios para construir su Reino entre nosotros. Y hacerlo de una forma concreta:
4.2. Materiales para la reflexión personal y el diálogo en grupo (Cuaderno 2) La misión de los laicos en la sociedad
“como fermento que transforma la masa”. Sin protagonismos, en silencio y desde el mismo corazón de los acontecimientos y del mundo, trasformando las actitudes y las pequeñas cosas de la vida cotidiana, con un testimonio sencillo de vida alternativa para conseguir un mundo diferente. y con un profundo respeto por la autonomía de lo temporal.
Desde un profundo respeto por la normas y leyes de las que se ha dotado la sociedad actual. Sabiendo que no poseemos la verdad absoluta y que la autonomía es un valor propio de la dignidad de cada persona que debe ser profundamente respetado.
para generar un diálogo entre la fe y la cultura.
Acercando, a su vez, a las comunidades cristianas las ilusiones, gozos, esperanzas y preocupaciones de la gente, en un ejercicio de ida y vuelta. Sólo por este camino es posible que se dé un efectivo diálogo fe - cultura que nos haga llegar a puntos de entendimiento para caminar conjuntamente en la dignificación de la vida de todos los hombres y mujeres.
Desde tres principios:
Esta presencia en las realidades temporales debe estar iluminada por tres principios fundamentales:
• síntesis fe - vida
1.- La búsqueda y la realización de una síntesis entre la fe y la vida. El hecho de que la mujer y el hombre laicos vivan inmersos en las realidades seculares, aumenta en ellos el riesgo de actuar en su vida cívica relegando a un segundo plano los criterios evangélicos que habrían de inspirarla.
• opción preferencial por los pobres y desfavorecidos
2.- El creyente no ha estar presente sin más y de cualquier manera. Para que su presencia sea efectivamente evangélica ha de estar impregnada de un inequívoco compromiso transformador a favor de la justicia y la igualdad. Ello lleva consigo una forma de opción preferente por los pobres y desfavorecidos como signo evangelizador por excelencia. Sólo cuando miramos desde la perspectiva de los últimos podremos ser auténticamente evangelizadores, en palabras del poeta Mario Benedetti “Todo es según el dolor con que se mira”.
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Materiales sobre el 2º Objetivo del Plan Diocesano de Evangelización
La misión de los laicos
• e inculturación del mensaje cristiano.
3.- La presencia de los miembros de la comunidad cristiana en la vida socio-política ha de buscar también la animación de la vida de la propia Iglesia. La inculturación del mensaje cristiano es fuente de enriquecimiento y renovación de la propia Iglesia.
A continuación nos referimos concretamente a unos ambientes que pueden resultar cercanos a la gran mayoría de los laicos. Todos participamos, de una u otra forma, en la familia, el mundo del trabajo y la vida política. Y a todos nos interesa, e incluso nos preocupa, por su incidencia social, el mundo de los jóvenes. Nuestra atención a estos ambientes no excluye el posible compromiso en otros ámbitos que no podemos desarrollar en estos materiales por razón de extensión.
1. El mundo de la familia La vida familiar es la “Iglesia doméstica”
La vida familiar es uno de los campos prioritarios de realización de la vocación específica de los laicos. En ella pueden darse valores como el amor, el trabajo, la transmisión de la vida, la educación en los valores fundamentales, la convivencia y la relación personal. El CV II denominó a la familia como una especie de “Iglesia doméstica”.
Hoy sufrimos miedo a traspasar el umbral del hogar.
Sin embargo, no le prestamos hoy la debida atención en el conjunto de la actividad evangelizadora de nuestras Iglesias. Sufrimos un cierto pudor o miedo a traspasar el umbral del hogar, como si éste no fuera lugar de anuncio y testimonio de la Buena Noticia.
Determinados valores deben vivirse de forma muy apropiada en la familia.
La defensa y la promoción de una vida digna en sus distintas etapas, la educación de la fe y los valores éticos coherentes con ella, la atención a los apremiantes problemas planteados en la relación de las parejas, la violencia intra familiar y la dignidad de la mujer son algunos de los aspectos que hacen de éste un campo muy apropiado para que los laicos vivan con intensidad su compromiso.
2. El mundo del trabajo El trabajo es un ámbito de imprescindible presencia evangelizadora
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El ámbito del trabajo, donde hombres y mujeres pasamos gran parte de nuestro tiempo se convierte en un lugar imprescindible de presencia evangelizadora. Los ámbitos profesionales (técnicos, profesionales cualificados, ense-
4.2. Materiales para la reflexión personal y el diálogo en grupo (Cuaderno 2) La misión de los laicos en la sociedad
ñantes, sanitarios,...) son un sector social con gran influencia en la creación y consolidación de las pautas culturales. por presentar estructuras generadoras de pobreza y marginación.
Las estructuras generadoras de pobreza y marginación inciden sobre el mundo del trabajo con particular fuerza: el paro, la precariedad del empleo, la explotación y el acoso laboral,... hacen que el trabajo carezca frecuentemente de las mínimas garantías exigidas por la dignidad humana.
La Iglesia debe potenciar el compromiso en los medios laborales
Nuestras Iglesias han de ayudar a los cristianos presentes en los medios laborales a cultivar su conciencia de responsabilidad y su solidaridad con cuantos carezcan de trabajo o lo realicen en condiciones precarias. Asimismo han de fomentar la participación en las organizaciones laborales y profesionales y la identificación con sus causas justas, para asumir los retos planteados a la evangelización en éste ámbito.
y ser sensible a su problemática.
De la misma manera, los laicos tienen la responsabilidad de llevar a la Iglesia la problemática, las preocupaciones y las conquistas del ámbito laboral y profesional.
3.- El mundo de la política Por diferentes causas, el mundo de la política es percibido con pesimismo y se evita comprometerse en él.
Quizás la política sea el ámbito que se valora en nuestra sociedad con un mayor pesimismo. El constante clima de enfrentamiento y confrontación entre los partidos políticos, su débil democracia interna y la fragilidad de los movimientos sociales alternativos, pueden ser alguna de las causas que están contribuyendo a ello. Muchos cristianos abdican de sus responsabilidades en el ámbito de la política y “huyen”, en el mejor de los casos, hacia el mundo de las ONGs y del asociacionismo; en el peor, hacia el “exilio interior” o los espacios de las nuevas místicas.
Todavía más agravada en nuestra realidad vasca.
Esta situación se encuentra agravada en nuestra realidad del País Vasco. La amenaza de la violencia terrorista sigue castigando la convivencia y condicionando la vida política que se encuentra totalmente crispada y enmarañada en el enfrentamiento y la descalificación. La radicalización de las posturas hace que cualquier persona que se acerque a la 101
Materiales sobre el 2º Objetivo del Plan Diocesano de Evangelización
La misión de los laicos
política deba situarse ante el dilema: “conmigo o contra mi”, donde no caben posturas intermedias ni matizaciones. Y, así, sociedad y política se perciben como dos mundos lejanos, donde la influencia de uno sobre otro es cada vez mas difícil. No obstante, hay que destacar la presencia de cristianos que, urgidos por la complejidad de la situación, se encuentran comprometidos en partidos y asociaciones políticas. Los laicos no pueden contentarse con criticar. El diálogo, la tolerancia y el pluralismo deben ser valores a cultivar.
Los laicos no pueden contentarse con criticar los logros, siempre parciales, de la sociedad moderna. Ellos han de protagonizar la elaboración de los cauces para la construcción de una sociedad mas justa y mas humana, mas cercana al Reino de Dios. Sólo desde una actitud de diálogo con todas las ideas y las personas puede favorecer el entendimiento social. La valoración del pluralismo como fuente de riqueza y el desarrollo de la tolerancia son valores deseables en nuestra sociedad y que los laicos cristianos deben aportar al mundo de la política. Este compromiso debe desarrollarse desde un espíritu de servicio, fomentando la participación de la ciudadanía y haciendo de los diferentes foros espacios de diálogo y debate transparente. La política no es una realidad divina –absoluta- y no se debe idolatrar; pero tampoco es diabólica y no se puede demonizar.
4.- El mundo de los jóvenes Los jóvenes son los evangelizadores de otros jóvenes.
Los jóvenes cristianos, aunque se saben minoría entre sus contemporáneos, se ven seriamente interpelados por una misión evangelizadora que les desborda, sienten la necesidad de una evangelización adaptada a la mentalidad y cultura actuales, viven en su propia carne los avances y las dificultades de una inculturación más profunda y renovada de la Iglesia en la sociedad, esperan y desean la revitalización de las comunidades cristianas. Son cada vez mas conscientes de que la principal responsabilidad de la evangelización del mundo juvenil recae sobre ellos.
Debemos animar y acompañar su experiencia evangelizadora.
Debemos animar y acompañar a los jóvenes a que, junto con otros componentes de la comunidad cristiana, sean motores fundamentales de los valores evangélicos en un
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4.2. Materiales para la reflexión personal y el diálogo en grupo (Cuaderno 2) La misión de los laicos en la sociedad
ámbito tan importante y tan cargado de potencial crítico como es “su mundo” tan variado y complejo: en el ámbito universitario o estudiantil, en las primeras experiencias laborales, en el ocio y el tiempo libre...
Retos para los laicos y la Iglesia de hoy Crear plataformas eclesiales que fomenten el compromiso social de los laicos.
Sigue siendo una asignatura pendiente la creación de espacios eclesiales que ayuden a sostener la participación de los creyentes en los movimientos de humanización. La Iglesia y sus pastores están más ocupados en las tareas de reconstrucción de “la empalizada del redil” y de acompañamiento de aquellos cristianos que intramuros atienden tareas importantes de mantenimiento que en hacer operativa su preocupación por la identidad cristiana de los creyentes, mujeres y hombres, que instalados en la frontera de las mediaciones seculares, tratan de hacer avanzar esta sociedad en dirección a la democracia integral como expresión en la tierra de la ciudad de Dios. Las prácticas de la mayoría de los católicos siguen siendo tan “privatistas e individualistas” como antaño y giran en torno a los tres polos de interés de una sociedad fuertemente privatizada: la familia, el trabajo y el consumo.
Fortalecer la espiritualidad laical.
Existe también un déficit de espiritualidad laical. Se vive el compromiso con una energía espiritual de baja intensidad y se va experimentando una pérdida de fe en las posibilidades de la historia y de los seres humanos.
Acompañar la presencia laical en los ambientes.
Por otra parte, nuestro reto es dotarnos de los instrumentos necesarios para potenciar y acompañar la presencia cualificada de los cristianos en los ambientes. No podemos potenciar el compromiso público entre los laicos y laicas de nuestras comunidades y dejar a la intemperie y en soledad una tarea llena de dificultades. De nuestra capacidad de acompañamiento dependerá la permanencia y calidad de nuestros compromisos.
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Materiales sobre el 2º Objetivo del Plan Diocesano de Evangelización
La misión de los laicos
Presencia pública desde unas nuevas referencias La presencia de los laicos y laicas en la sociedad actual debe hacerse realidad desde unas claves renovadas: • Mirar la realidad desde los que mas sufren.
• Dar gracias a Dios por su amor.
• Respuesta a una llamada vocacional.
• Con las herramientas del mundo actual.
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• Recuperando la experiencia espiritual del pobre. Mirar la realidad desde los que mas sufren tiene que ser siempre la finalidad última de los cristianos en la presencia pública. Un laicado cristiano con esta experiencia espiritual tiene fe en la posibilidad real de que esta historia pueda ser construida de otra manera. Sólo así se ponen en práctica soluciones alternativas. • La experiencia espiritual profunda tiene su origen en el amor de Dios y sólo desde Él se puede movilizar la liberación de éste mundo. La actividad pública de los cristianos es un modo específicamente laical de respuesta agradecida al saberse agraciado por el amor de Dios. “Gracias, Señor, porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla” (Mt. 11, 25). • La llamada al compromiso en los ambientes debe ser una auténtica experiencia vocacional. En la perspectiva del compromiso público a todo laico se le pide, en primer lugar, la responsabilidad de llegar a conocer con lucidez evangélica si Dios le emplaza o no en esa parcela de su viña. Y después la disposición para acudir puntualmente al lugar de la convocatoria divina. La espiritualidad cristiana es docilidad a los impulsos del Espíritu. • El compromiso cristiano no tiene medios ni estrategias originales para abrir camino al Reino de Dios, necesita echar mano de las herramientas con las que las personas construyen la realidad política y social actual. Obviamente estas herramientas responden a unas leyes de funcionamiento propias y autónomas, que los cristianos han de saber respetar si quieren vivir una espiritualidad respetuosa con la secularidad del mundo.
4.2. Materiales para la reflexión personal y el diálogo en grupo (Cuaderno 2) La misión de los laicos en la sociedad
Cuestionario para la reflexión personal y el diálogo en grupo VER 1.- ¿En qué ambientes de tu realidad estás presente? 2.- ¿Cuáles son las dificultades que encuentras en esas presencias? 3.- Y... si no estás presente ¿por qué no lo estás?
JUZGAR 4.- ¿Qué valoración haces de tu presencia pública? 5.- Lee el siguiente texto del evangelio: La Palabra de Dios “Vosotros sois la sal de la tierra. Y si la sal se pone sosa, ¿con qué se salará? Ya no sirve mas que para tirarla a la calle y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en lo alto de un monte; ni se enciende un candil para meterlo debajo del perol, sino para ponerlo en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Alumbre también vuestra luz a los hombres; que vean el bien que hacéis y glorifiquen a vuestro Padre del cielo.” (Mt. 5, 13-16)
(Puedes aportar otros textos de la Palabra de Dios para iluminar nuestra reflexión.) ¿Cuál es el mensaje que Dios nos trasmite a través de esta palabra? y ¿en qué te interpela personalmente?
ACTUAR 6.- Formula un compromiso concreto para avanzar en la presencia pública de tu fe: ¿Qué vas a hacer? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Con quién?
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Materiales sobre el 2º Objetivo del Plan Diocesano de Evangelización
La misión de los laicos
La acción de los laicos en la comunidad eclesial 1. Miembros responsables y activos del Pueblo de Dios 2. Las acciones o servicios básicos de la comunidad - acción profética - acción litúrgica - acción caritativa
3. Los laicos en la acción profética - testimonio y anuncio explícito - acogida y acompañamiento personal - iniciación cristiana y catequesis - un lenguaje comprensible
4. Participación en la acción litúrgica 5. Los laicos y el servicio de la caridad - opción por lo pobres - compromiso por la justicia - comunión fraterna
6. El Consejo Pastoral - al servicio de la comunión - para impulsar la misión - armonizar las acciones básicas de la comunidad
Cuestionario para la reflexión personal y el diálogo en grupo
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4.2. Materiales para la reflexión personal y el diálogo en grupo (Cuaderno 2) La acción de los laicos en la comunidad eclesial
La acción de los laicos en la comunidad eclesial 1. Miembros responsables y activos del Pueblo de Dios El Espíritu suscita en el Pueblo de Dios diversas vocaciones y carismas
El Bautismo nos hace sujetos de pleno derecho de la comunidad de seguidores de Jesús, esto es, de la Iglesia, Pueblo de Dios peregrinante en la historia. En su seno recibimos y alimentamos la vocación de servicio incondicional al Reino de Dios que nos es propia. En esa comunidad cada uno de nosotros es objeto de la acción del Espíritu, que suscita las diversas vocaciones y carismas y otorga a cada bautizado, hombre o mujer, sus dones según quiere.
al servicio del Evangelio: en la edificación de la Iglesia y la renovación del mundo.
Cada miembro del Pueblo de Dios está animado por el Espíritu que hace de él signo e instrumento vivo al servicio del Evangelio. Por el Bautismo, en el Espíritu, cada cristiano adquiere el título originario para participar en la misión evangelizadora de la Iglesia. A partir de él, contribuye a la evangelización, a la edificación de la Iglesia y al bien de la humanidad. Las diversas vocaciones, carismas y dones del Espíritu constituyen una fuente inagotable de enriquecimiento y renovación para el mundo y para la Iglesia.
Los laicos, como los demás miembros de la Iglesia, están “habilitados por el Espíritu para el servicio” en diferentes ministerios y encargos
“El fiel laico no puede jamas cerrarse sobre sí mismo, aislándose espiritualmente de la comunidad; sino que debe vivir en un continuo intercambio con los demás, con un vivo sentido de fraternidad, en el gozo de una igual dignidad y en el empeño por hacer fructificar, junto con los demás, el inmenso tesoro recibido en herencia. El Espíritu del Señor le confiere, como también a los demás, múltiples carismas; le invita a tomar parte en diferentes ministerios y encargos; le recuerda como también recuerda a los otros en relación con él, que todo aquello que le distingue no significa una mayor dignidad, sino una especial y complementaria habilitación para el servicio.” (ChL 20).
en el campo de las realidades temporales y en la comunidad eclesial.
El laico tiene como campo primordial de compromiso cristiano las realidades temporales, la sociedad secular, donde desarrolla una misión en la que nadie puede suplan107
Materiales sobre el 2º Objetivo del Plan Diocesano de Evangelización
La misión de los laicos
tarle o sustituirle. Pero también la comunidad eclesial es su campo de compromiso y acción; una comunidad donde encuentren eco “ los problemas del mundo” y donde tengan origen las “acciones misioneras” al servicio del mundo. Todas las actividades del laico, también las que ejerce en la comunidad, son expresión de su “condición secular”.
El carácter secular no impide al laico ser activo en el interior de la Iglesia, asumir en ella tareas y responsabilidades; más bien presta al compromiso intraeclesial su sello propio: las actividades que el laico ejerce en la Iglesia son siempre al mismo tiempo expresión de su condición secular, en cuanto esta penetra todas las dimensiones de la vocación y de la misión. “La participación de los laicos en la vida de la comunidad eclesial y su acción evangelizadora en la sociedad civil no son responsabilidades paralelas y acciones separables ni contrapuestas.” (CLIM28)
2. Las acciones o servicios básicos de la comunidad “El apostolado de los laicos es la participación en la misma acción salvífica de la Iglesia, a cuyo apostolado todos están llamados por el mismo Señor en razón del bautismo y de la confirmación”(LG33) La vida de la comunidad cristiana se desarrolla y articula en unas acciones o servicios básicos: la acción profética o servicio de la palabra, la acción celebrativa o servicio litúrgico, la acción de la caridad que es opción por los pobres y servicio a la comunión. Cada una de ellas comprende actividades y tareas diversas. La acción profética es, desde el testimonio de vida: anuncio explícito de Jesucristo y denuncia de todo lo que deshumaniza y se opone al Reino de Dios.
- La acción profética (o servicio de la Palabra): Es el anuncio del Evangelio para despertar la fe y manifestar el horizonte cristiano de todo proyecto humano. Debe unir el testimonio, signo de interrogación dentro de la experiencia humana compartida, y el anuncio explícito de Jesucristo. Es la catequesis para ahondar en los puntos esenciales de la fe y su actualidad, educar en las actitudes de vida cristiana y disponer a la celebración comunitaria de la fe.
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4.2. Materiales para la reflexión personal y el diálogo en grupo (Cuaderno 2) La acción de los laicos en la comunidad eclesial
Es la reflexión compartida en la escucha de la Palabra y el diálogo crítico sobre la vida para iluminar lo cotidiano y confrontar la cultura con el mensaje y el compromiso cristianos. Es la denuncia de cuanto se opone a la dignidad del ser humano y obstaculiza el desarrollo de los valores del Reino. La acción litúrgica es la celebración de nuestra nueva vida en Cristo resucitado, experiencia y esperanza de la salvación definitiva.
- La acción litúrgica: Es la celebración de los misterios cristianos, la acción de gracias a Dios en Jesucristo movidos por el Espíritu. Es la actualización de la Pascua liberadora de Jesús muerto y resucitado que nos ha comunicado su Espíritu. Es la participación festiva y esperanzada de la vida nueva que se nos ha dado en Cristo, signo y anticipo de la salvación definitiva.
El servicio de la caridad es actualización concreta del amor en la comunidad y para el mundo, desde la opción por los pobres.
- La acción caritativa: Es la construcción de la comunidad articulada por el amor fraterno (“En eso conocerán que sois discípulos míos”). Es la opción preferencial por los pobres que anticipa la realidad del Reino donde “los últimos serán los primeros”. Es el servicio al mundo por el compromiso transformador que hace crecer en la sociedad los valores del Reino (paz, amor, verdad, justicia, libertad y santidad).
Todos los miembros de la comunidad cristiana, cada uno según su carisma, deben tomar parte activa y reponsable en alguna de las acciones básicas de la Iglesia.
No todos y cada uno de los miembros de la comunidad tendrán que ejercer activamente sus servicios en todos los campos, pero todos deberán participar, de una u otra forma, en las acciones básicas de la comunidad y estar plenamente insertados según sus carismas, en alguna acción concreta. “Los seglares tienen su papel activo en la vida y en la acción de la Iglesia, como partícipes que son del oficio de Cristo sacerdote, profeta y rey. Su obra dentro de las comunidades de la Iglesia es tan necesaria que sin ella el mismo apostolado de los pastores muchas veces no puede conseguir plenamente su efecto”(AA 10).
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Materiales sobre el 2º Objetivo del Plan Diocesano de Evangelización
La misión de los laicos
3. Los laicos en la acción profética Por su iniciación cristiana y los dones del Espíritu, los laicos han recibido la vocación de anunciar el Evangelio
La Acción profética es la tarea de anunciar el Evangelio, de proclamar la Palabra, de enseñar y educar en la fe. Todos los miembros del Pueblo de Dios estamos llamados de muchas maneras a anunciar la palabra, comunicar el Evangelio, denunciar situaciones injustas… “Los fieles laicos, precisamente por ser miembros de la Iglesia, tienen la vocación y la misión de ser anunciadores del Evangelio: son habilitados y comprometidos en esta tarea por los sacramentos de la iniciación cristiana y por los dones del Espíritu Santo” (ChL 33). Testimonio y anuncio explícito
uniendo al testimonio de vida el anuncio explícito de Jesucristo
La misión profética del laico comporta dos aspectos inseparables y complementarios: una existencia que plantea cuestiones y la confesión de la fe que da razón y explica aquella forma de vivir. El testimonio de vida plantea preguntas a quienes lo presencian y ofrece un camino de búsqueda. Después hay que transmitir el mensaje propiamente dicho: dar a conocer la persona de Cristo. No basta con participar en la vida de nuestros contemporáneos para que Cristo sea anunciado. La presencia activa en el mundo no ha de hacer olvidar el anuncio explícito.
siempre dispuestos, en actitud de diálogo, a “dar razón de su esperanza”.
Las preguntas que despierta el testimonio comprometido de la fe en ocasiones llegan a expresarse como interpelaciones directas a quien las provoca con su modo de vivir. Entonces el creyente está llamado a manifestar sus motivos y razones para creer y para vivir. Es la ocasión de descubrir abiertamente a los demás nuestra perspectiva de la vida, dar a conocer lo que nos hace felices. Responder con sencillez desde las convicciones profundas que inspiran nuestras opciones y compromisos. Es la mejor oportunidad de anunciar nuestra fe en el Dios de Jesucristo. Esta comunicación se hace en diálogo sencillo y lenguaje llano, dando cuenta de nuestras propias experiencias y reflexiones personales. Transcurre en el contacto personal y directo, sin grandes
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4.2. Materiales para la reflexión personal y el diálogo en grupo (Cuaderno 2) La acción de los laicos en la comunidad eclesial
discursos. ”Siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza. Pero hacedlo con dulzura y respeto”(1 Pt 3,15). Hay que unir la palabra a la acción para ser, hoy, auténticos profetas.
Acabamos de hablar de la unión del testimonio de la vida con el de la palabra. Si en otro tiempo se amonestaba a los cristianos a unir la acción a la palabra, hoy el laicado debe ponerse en guardia en sentido contrario: hay que unir la palabra a la acción. Hay muchos que temen hablar. Ahora bien, un profeta mudo traiciona su vocación. Acogida y acompañamiento personal
Para responder desde el anuncio misionero a las preguntas de los que están en actitud de búsqueda
Todos necesitamos descubrir la importancia del anuncio misionero de la fe en la acción evangelizadora de nuestras Iglesias. Es necesario tomar conciencia de que muchas de nuestras acciones y servicios pastorales requieren hoy situarse en una nueva perspectiva para responder adecuadamente a las necesidades de todos los que precisan dar un primer paso al encuentro de la fe o necesitan ayuda para reencontrarla de forma nueva, más vital y comprometida.
necesitamos abrir caminos de encuentro, espacios de acogida personalizada y de acompañamiento,
Es preciso crear o impulsar en las comunidades cristianas espacios de acogida para ayudar y acompañar en su itinerario de búsqueda a quienes se interesan por la fe. Van siendo cada vez más los casos de personas que desde experiencias e inquietudes personales están en actitud de búsqueda, algunos después de un pasado inicialmente creyente y un posterior alejamiento de la vida y la comunidad cristiana. Se trata de una labor de atención individual y directa o, a lo sumo, de encuentros en pequeños grupos, pues requiere un acompañamiento personalizado.
animados por hombres y mujeres laicos capaces de compartir su experiencia de fe y de vida cristiana.
Para hacer posible este servicio de acogida son necesarios agentes pastorales específicos, debidamente cualificados. Se requieren hombres y mujeres poseedores de una experiencia viva de la fe. Capaces de explicitar con claridad una síntesis de lo esencial de la fe cristiana. Dotados de un talante personal sencillo y servicial para la comunicación; abiertos a la presencia y acción del Espíritu en el otro. Con flexibilidad para adaptarse al nivel humano, intelectual y espiritual, de aquellos a quienes tratan de orientar y acompañar. 111
Materiales sobre el 2º Objetivo del Plan Diocesano de Evangelización
La misión de los laicos
Iniciación cristiana y catequesis Los laicos han de aportar su presencia activa en la creación de comunidades capaces de iniciar a sus nuevos miembros;
No puede haber laico consciente de la Iglesia de la que se ha responsabilizado si no toma en serio el proceso de la iniciación cristiana, de acoger a los nuevos miembros, de acompañar a quienes se van insertando paulatinamente; el compromiso de aportar la propia presencia y la propia contribución en orden a crear comunidades que sean realmente iniciadoras. De ello depende no sólo el futuro de la Iglesia sino el porvenir de la figura que la Iglesia irá adoptando. “En relación con la nuevas generaciones, los fieles laicos deben ofrecer una preciosa contribución, más necesaria que nunca, con una sistemática labor de catequesis.” (ChL34)
contribuyen especialmente en esta responsabilidad común todos aquellos, hombres o mujeres, que desempeñan el servicio de catequistas.
Los catequistas tienen confiada una tarea delicada e importante que afecta de modo directo a la calidad y coherencia de su vida como creyentes. Además del servicio de enseñar deben ofrecer el testimonio de su propia vida de fe. Su misión consiste en saber llevar la vida a la catequesis, atendiendo las situaciones y circunstancias personales y grupales de aquellos a quienes ofrece su servicio en nombre de la comunidad cristiana. Debe ser capaz de integrar en su actividad la comunicación de conocimientos, el despertar de actitudes, la experiencia de oración y escucha de la Palabra, el desarrollo de compromisos de vida cristiana. Un lenguaje comprensible
Para la comunicación del Evangelio necesitamos un lenguaje inteligible;
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El servicio profético en sus distintas actividades tiene como cauce o vehículo fundamental de transmisión la misma palabra humana. Palabra que para lograr una buena comunicación ha de articularse en un lenguaje significativo, comprensible o inteligible para los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Con demasiada frecuencia experimentamos la gran dificultad que supone acertar a expresar nuestra experiencia de fe y compromiso cristiano, nuestras convicciones religiosas en un lenguaje claro y sencillo adecuado a la cultura actual.
4.2. Materiales para la reflexión personal y el diálogo en grupo (Cuaderno 2) La acción de los laicos en la comunidad eclesial
debemos saber expresar el mensaje de forma actual y adecuada al nivel de la “gente sencilla”.
Debemos realizar en nuestras comunidades, contando con la experiencia y sensibilidad de hombres y mujeres laicos, un serio esfuerzo por adecuar el lenguaje “eclesiástico” a la capacidad de comprensión de la “gente sencilla”. Es tarea del Pueblo de Dios “escuchar, discernir e interpretar con la ayuda del Espíritu Santo, los diferentes lenguajes de nuestro tiempo y juzgarlos a la luz de la palabra divina, para que la Verdad revelada pueda ser percibida más completamente, comprendida mejor y expresada más adecuadamente” (GS 44).
4. Participación en la acción litúrgica En las celebraciones de la fe se aviva y fortalece el compromiso creyente,
La vida y el compromiso cristianos se fortalecen en la celebración litúrgica de la comunidad y especialmente en la Eucaristía. En ella se hace más intensa y perceptible la misteriosa relación que nos vincula tan estrechamente con Dios Padre por medio de Jesucristo y con los hermanos. En ella se renueva el don del Espíritu que viene en nuestra ayuda.
actualizando la presencia de Dios en nuestras vidas,
Una auténtica celebración de la fe nunca puede convertirse en refugio o huida ante los retos y dificultades de la vida cotidiana. Es precisamente nuestra propia vida la que ha de servir de plataforma de encuentro con Dios y los hermanos en la fe. Nuestras celebraciones litúrgicas necesitan hoy incorporar más activamente las realidades de la vida de cuantos toman parte en ellas. Sólo de este modo la experiencia de encuentro con Dios podrá resultar significativa para una fe constituida en eje y centro de toda nuestra existencia. Este es el gran reto actual: que nuestras celebraciones sean vivas e insertas en la vida. Se impone un esfuerzo serio por recuperar una liturgia viva y enraizada en la cultura de hoy.
por la participación plena, activa y consciente del pueblo cristiano
Para acercar la celebración a la vida es necesario impulsar la participación activa de todos en su preparación y realización. También es preciso utilizar un lenguaje, tanto verbal como simbólico, digno a la vez que comprensible y significativo. Para una mejor participación en las celebraciones 113
Materiales sobre el 2º Objetivo del Plan Diocesano de Evangelización
La misión de los laicos
de la comunidad es fundamental la iniciación en la experiencia de oración personal y comunitaria. “La Santa Madre Iglesia desea ardientemente que se lleve a todos los fieles a aquella participación plena, consciente y activa en las celebraciones litúrgicas que exige la naturaleza de la liturgia misma y a la cual tiene derecho y obligación, en virtud del bautismo, el pueblo cristiano.” (SC 14) en la asamblea litúrgica y en su preparación.
Los laicos han de tomar una conciencia más viva de las tareas que les corresponden tanto en el desarrollo de la asamblea litúrgica como en su preparación. “En efecto, la celebración litúrgica es una acción sacra no sólo del clero, sino de toda la asamblea. Por tanto, es natural que las tareas no propias de los ministros ordenados sean desempeñadas por los fieles laicos.” (ChL 23)
Los laicos intervienen ejerciendo unos servicios
Los laicos, hombres y mujeres, no solo están llamados a tomar parte activa en la celebración litúrgica en tareas y servicios concretos de monitores, lectores, cantores o participando en la ambientación del espacio celebrativo. Además deben implicarse también, junto con los presbíteros que presiden la celebración, en la preparación de la misma.
que deben prepararse y coordinarse en equipo
Cada comunidad debería contar con equipo litúrgico en el que los laicos aporten su sensibilidad peculiar en la elaboración de las moniciones que introducen la celebración o alguno de sus elementos, que preparan a la escucha de las lecturas de la palabra... Podrían de la forma más adecuada a la situación y las necesidades de la comunidad las fórmulas del acto penitencial y la oración de los fieles.
en colaboración con el presbítero que preside la celebración.
Los laicos, en el equipo de liturgia, deberían ayudar al presbítero en la preparación de la homilía para la celebración eucarística facilitándole la aplicación del mensaje de la Palabra de Dios a las circunstancias concretas de la vida de la comunidad y de la sociedad. Podrían prever en las ocasiones oportunas la forma de integrar en la homilía, coordinada por el presbítero, algún testimonio presentado por un laico. Incluso en celebraciones fuera de la Eucaristía, tienen los laicos la posibilidad de presentar a la comunidad la homilía. 1
1 Cfr. Instrucción sobre algunas cuestiones acerca de la colaboración de los fieles laicos en el sagra-
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do ministerio de los sacerdotes. 15-agosto-1997.
4.2. Materiales para la reflexión personal y el diálogo en grupo (Cuaderno 2) La acción de los laicos en la comunidad eclesial
También pueden animar encuentros de oración o de celebración de la Palabra
También los laicos pueden promover y animar en las comunidades encuentros de oración y celebraciones para compartir la escucha de la Palabra de Dios. Desde su condición secular están especialmente capacitados para relacionar esos momentos de diálogo con Dios con las experiencias y compromisos de la vida cotidiana familiar, profesional, social...
y asumir, cuando les son confiados, los ministerios laicales instituidos o los reconocidos en la Iglesia para el servicio litúrgico.
Por otra parte, deben considerarse las posibilidades de confiar con carácter estable o de forma temporal, según las normas de la Iglesia, los ministerios laicales instituidos de lector o acólito, a personas con los carismas y preparación adecuados. Igualmente, hombres o mujeres de la comunidad, pueden desempeñar el ministerio extraordinario de la sagrada comunión; colaborando en la distribución de la Eucaristía en las celebraciones o a las personas enfermas.
El equipo de liturgia debe impulsar y animar la participación de todos.
El equipo de liturgia tiene como función principal ayudar a la participación activa por parte de todos los miembros de la comunidad; en consecuencia ha de evitar acaparar todos los servicios con un protagonismo que lejos de animar a otros a participar les ahuyente del compromiso activo o les acomode a la pasividad en la preparación y el desarrollo de las celebraciones.
5. Los laicos y el servicio de la caridad El amor fraterno es la clave para la vida interna de la comunidad cristiana y para su servicio al mundo
La acción caritativa consiste en organizar, coordinar y animar la comunidad desde la clave del amor fraterno. Se trata de hacer de la comunidad cristiana una realidad que sea ante el mundo signo de la novedad del Reino. De ahí la prioridad de hacer de los últimos los primeros y la urgencia de abrir la comunidad en actitud servicial al mundo.
es el don del Espíritu al servicio de la solidaridad para con todos en sus necesidades.
“Con la caridad hacia el prójimo, los fieles laicos viven y manifiestan su participación en la realeza de Jesucristo, esto es, en el poder del Hijo del Hombre que ‘no ha venido a ser servido, sino a servir’(Mc 10,45)... la caridad es el más alto don que el Espíritu ofrece para la edificación de la 115
Materiales sobre el 2º Objetivo del Plan Diocesano de Evangelización
La misión de los laicos
Iglesia y para el bien de la humanidad. La caridad, en efecto, anima y sostiene una activa solidaridad atenta a todas las necesidades del ser humano” (ChL 41). Opción por los pobres La caridad es, siguiendo el modelo de Jesús, opción preferencial de servicio a los pobres
Esta caridad, que es prioritariamente servicio a los pobres, se hace más necesaria, cuanto las instituciones, cada vez más complejas en su organización, terminan invadidas por el funcionalismo impersonal, por la exagerada burocracia,… por el fácil y generalizado encogerse de hombros en una situación que va generando nuevas formas de pobreza y exclusión social.
desde la cercanía y el compromiso personal.
Precisamente en este contexto surgen distintas formas de voluntariado, comprometidas en diversas de tareas. El voluntariado si se vive en su verdad de servicio desinteresado al bien de las personas, especialmente las más necesitadas y las más olvidadas por los mismos servicios sociales, debe considerarse una importante manifestación de apostolado, en el que los fieles laicos, hombres y mujeres, desempeñan un papel de primera importancia. Compromiso por la justicia
El compromiso de los laicos para transformar la sociedad debe ser animado por un amor servicial al mundo,
La caridad es, además, el principio que anima la participación de los laicos en la vida pública (cuestión desarrollada con amplitud en el tema precedente) y su compromiso transformador de la sociedad haciendo presentes y activos en ella los valores del Reino. Ese servicio al mundo coordina en la participación de los laicos cristianos el impulso de la caridad con la búsqueda de la justicia.
que unifique la justicia y la caridad en defensa de la dignidad de toda persona.
“Redescubrir y hacer redescubrir la dignidad inviolable de cada persona humana constituye una tarea esencial; es más, en cierto sentido, es la tarea central y unificante del servicio que la Iglesia, y en ella los fieles laicos, están llamados a prestar a la familia humana” (ChL 37). Por eso: “La caridad que ama y sirve a la persona no puede jamás ser separada de la justicia: una y otra, cada una a su modo exigen el efectivo reconocimiento pleno de los derechos de la persona, a la que está ordenada la sociedad con todas sus estructuras e instituciones.” (ChL 42)
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4.2. Materiales para la reflexión personal y el diálogo en grupo (Cuaderno 2) La acción de los laicos en la comunidad eclesial
Comunión fraterna De la caridad fraterna nace la corresponsabilidad en la vida de la comunidad
también en el uso y gestión de sus bienes.
También es la caridad, el amor fraterno, la clave de construcción de la comunión interna y organización corresponsable de la propia comunidad (en el último apartado de este tema desarrollaremos este punto en relación con la función del Consejo Pastoral en la comunidad cristiana). Desde esa misma clave las comunidades están llamadas a usar con austeridad, gestionar con responsabilidad y compartir con generosidad los bienes económicos que poseen. Nadie mejor que los laicos competentes en esta materia podrán ejercer el servicio de administrar esos bienes y formar parte de los Consejos de asuntos económicos de las comunidades.
La comunidad cristiana está llamada a ser signo de comunión fraterna en la sociedad
En las circunstancias sociales concretas en que están insertas nuestras comunidades tiene un relieve especial el reto de hacer de ellas auténticos espacios de encuentro, comunicación y dialogo sin exclusiones, que las conviertan en signo e instrumento de comunión y reconciliación social.
como lugar de encuentro y diálogo, de humanización, y factor de reconciliación social.
“A menudo el contexto social, sobre todo en ciertos países y ambientes, está sacudido violentamente por fuerzas de disgregación y deshumanización. El hombre se encuentra perdido y desorientado; pero en su corazón permanece siempre el deseo de experimentar y cultivar unas relaciones más fraternas y humanas. La respuesta a este deseo puede encontrarse en la parroquia, cuando ésta, con la participación viva de los fieles laicos, permanece fiel a su originaria vocación y misión: ser en el mundo el “lugar” de la comunión de los creyentes y, a la vez, “signo e instrumento” de la común vocación a la comunión; en una palabra, ser la casa abierta a todos y al servicio de todos, o, como prefería llamarla el Papa Juan XXIII, ser “la fuente de la aldea”, a la que todos acuden para calmar su sed.” (ChL 27)
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Materiales sobre el 2º Objetivo del Plan Diocesano de Evangelización
La misión de los laicos
6. El Consejo Pastoral Los laicos, por indicación del Concilio, forman parte del Consejo pastoral diocesano
El Concilio afirma que los laicos “tienen el derecho, más aún, a veces el deber, de exponer su parecer acerca de los asuntos concernientes al bien de la Iglesia”. Y recuerda a los pastores que “ reconozcan y promuevan la dignidad y responsabilidad de los laicos en la Iglesia; recurran gustosamente a su prudente consejo, encomiéndenles con confianza cargos en servicio de la Iglesia y denles libertad y oportunidad para actuar”(LG 37). La creación en las Iglesias particulares de los Consejos diocesanos de pastoral fue también una iniciativa propuesta por el mismo Concilio para encauzar la corresponsabilidad de los fieles laicos junto a los pastores de la Iglesia.
para el discernimiento de las necesidades y acciones de la Iglesia particular.
Los Consejos pastorales diocesanos “son la principal forma de colaboración y de diálogo, como también de discernimiento, a nivel diocesano. La participación de los fieles laicos en estos Consejos podrá ampliar el recurso a la consulta, y hará que el principio de colaboración –que en determinados casos es también de decisión- sea aplicado de un modo más fuerte y extenso” (ChL 25)
También participan para el análisis y solución de los problemas del mundo y de la propia comunidad
Así mismo, el Decreto sobre el Apostolado de los Seglares del Concilio Vaticano II en referencia concreta al ámbito parroquial señala: “La parroquia presenta un modelo clarísimo de apostolado comunitario… Acostúmbrense los seglares a trabajar en ella, íntimamente unidos con sus sacerdotes, a presentar a la comunidad de la Iglesia los problemas propios y del mundo; los asuntos que se refieren a la salvación de los hombres, para examinarlos y solucionarlos, por medio de una discusión racional y ayudar según sus fuerzas a toda empresa apostólica y misionera de su familia eclesial.” (AA 10)
en los Consejos pastorales parroquiales.
Y en la Exhortación apostólica “Christifideles laici” de Juan Pablo II se vinculan los Consejos parroquiales a la iniciativa conciliar: “La indicación conciliar respecto al examen y solución de los problemas pastorales ‘con la colaboración de todos’, debe encontrar un desarrollo adecuado y estructurado en la valoración más convencida, más amplia y decidida de los Consejos pastorales parroquiales” (ChL 27) .
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4.2. Materiales para la reflexión personal y el diálogo en grupo (Cuaderno 2) La acción de los laicos en la comunidad eclesial
Corresponsables en la misión Para desarrollar las dos dimensiones inseparables de la Iglesia: la comunión y la misión;
El Consejo Pastoral ha de ayudar a la comunidad cristiana a crecer como tal comunidad en fe, en esperanza, en amor; y también a crecer en responsabilidad misionera como comunidad abierta al mundo y en diálogo con él, crecer como comunidad evangelizadora. El Consejo Pastoral tiene la doble función de desarrollar las dos dimensiones básicas e inseparables: la comunitaria y la misionera, y desarrollarlas armónicamente porque puede afirmarse que una comunidad cristiana o es evangelizadora o no es cristiana. “Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda”(EN 14).
por la corresponabilidad de todos,
La comunión en cuanto nos vincula al centro vital, Cristo, nos vincula los unos a los otros para compartir una misma misión. Así la comunión es corresponsabilidad, pues todos nos unimos a la salvación y a la misión que proviene de Jesús.
con creatividad, en diálogo con la nueva cultura.
En una pastoral misionera abandonamos las perspectivas de una pastoral de “mantenimiento”, para entrar en unas perspectivas de creación y edificación de una comunidad viva, de un pueblo corresponsable, de una Iglesia en diálogo con la nueva cultura. “En las circunstancias actuales, los fieles laicos pueden y deben prestar una gran ayuda al crecimiento de una auténtica comunión eclesial en sus respectivas parroquias y en el dar nueva vida al afán misionero dirigido hacia los no creyentes y hacia los mismos creyentes que han abandonado o limitado la práctica de la vida cristiana” (ChL 27) Al servicio de la comunión
Desde los Consejos se ha de ayudar a los diversos grupos eclesiales a vivir en comunión interna y externa,
Es tarea propia del Consejo Pastoral estimular e impulsar el desarrollo del sentido comunitario en los diversos grupos eclesiales. Esto significa, por una parte, que la vida interna de los grupos impulse a sus miembros a superar perspectivas individualistas para llegar a vivir en común la fe y el compromiso cristiano. Por otra parte significa, ade119
Materiales sobre el 2º Objetivo del Plan Diocesano de Evangelización
La misión de los laicos
más, ayudar a los diferentes grupos cristianos a vivir abiertos al encuentro y relación con otros grupos eclesiales creciendo en comunicación, conocimiento y aprecio mutuo. atendiendo la variedad de situaciones de pertenencia eclesial existentes,
No podemos dejar de mencionar la diversidad de miembros de la Iglesia y la variedad de situaciones que se dan en la pertenencia eclesial. Esta variedad no puede ser desatendida por la respuesta pastoral. La pastoral se ha de diversificar, por ello se hace necesario un discernimiento, como acto eclesial y la constitución de espacios para la evaluación de las necesidades, para la interpelación de las insuficiencias pastorales, para la planificación corresponsable de iniciativas tendentes a colmar lagunas, el intercambio de experiencias y de historias de evangelización... Para impulsar la misión
como comunidad abierta cordialmente al mundo concreto del que somos parte,
El Consejo Pastoral debe preocuparse especialmente de impulsar el compromiso misionero de la comunidad, uniendo de forma inseparable el crecimiento del sentido comunitario y el impulso evangelizador de la comunidad. Para ello es necesario un conocimiento cercano y cordial de la realidad humana concreta de la que la comunidad cristiana forma parte.
y desde el que nos llama el mismo Espíritu,
No basta un estudio sociológico de la realidad, el Consejo Pastoral ha de realizar una auténtica lectura creyente de la misma. Se trata de descubrir en la realidad humana, cultural y social, la presencia y acción del Espíritu, las semillas de los valores del Reino y las resistencias ante ellos, reconocer los signos de los tiempos.
para hacer explícito, con nuestro testimonio, anuncio y servicio, el Evangelio del Reino.
El Consejo Pastoral está llamado a contrastar con esa realidad el conjunto de los proyectos, acciones y servicios de la comunidad, para valorar su adecuación y significatividad. Hay que verificar si respondemos a las necesidades, expectativas e inquietudes fundamentales de los hombres y mujeres de hoy o si, por el contrario, estamos dando respuestas a preguntas que nadie nos hace. Hay que examinar si el mensaje que ofrecemos es significativo, comprensible, mediante el lenguaje y los signos en que lo expresamos.
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4.2. Materiales para la reflexión personal y el diálogo en grupo (Cuaderno 2) La acción de los laicos en la comunidad eclesial
Armonizar las acciones básicas de la comunidad Las acciones pastorales básicas de la comunidad, contribuyen eficazmente en la Iglesia al desarrollo de la comunión y la misión si se impulsan de forma conjunta y equilibrada.
El Consejo Pastoral debe analizar el desarrollo de las acciones básicas de la comunidad y procurar el equilibrio y armonía entre las mismas. En el momento actual, aunque las situaciones concretas pueden acentuar otros aspectos, con carácter general se puede indicar la necesidad de cuidar especialmente: - En la acción profética: la renovación de procesos catequéticos adecuados para una auténtica iniciación cristiana hoy y las nuevas formas y cauces para un anuncio significativo del Evangelio a los hombres y mujeres que participan de la cultura de nuestro tiempo. - En la acción litúrgica: lograr una mayor cercanía de la celebración a la vida y de la vida a la celebración, mediante una participación más activa y creativa, atendiendo a la diversidad de niveles de fe de los participantes. - En el servicio de la caridad: • hacer realidad de modo efectivo la opción preferencial por los pobres promoviendo la dignidad personal y la inclusión social de los hombres y mujeres atrapados en las nuevas formas de pobreza y exclusión. • crear las comunidades como espacios de encuentro, comunicación y relación interpersonal desde el pluralismo, que sean signo y germen de una humanidad reconciliada fraternalmente. • impulsar y acompañar el compromiso transformador de los cristianos en los ambientes y en la vida pública.
Al concluir este tema sobre “La acción de los laicos en la comunidad eclesial” no cabe duda de que esa acción no se refiere sólo a la participación en las estructuras y la vida interior de la comunidad, sino también a la presencia pública por medio del compromiso transformador de la sociedad. Desde la perspectiva de una Iglesia que vive en el mundo y al servicio del mundo, con la acción propia de los laicos se difuminan las fronteras entre lo intraeclesial y lo extraeclesial. 121
Materiales sobre el 2º Objetivo del Plan Diocesano de Evangelización
La misión de los laicos
Cuestionario para la reflexión personal y el diálogo en grupo VER 1.- ¿Cómo es la participación de los laicos en la comunidad de la que formas parte? ¿En qué acciones básicas de la comunidad se da una mayor implicación y en cuáles menor? ¿Cuáles son, en tu opinión, las principales dificultades para la participación de los laicos en la vida y misión de la comunidad? 2.- Concretamente ¿cuál es tu experiencia personal de participación y compromiso en la comunidad eclesial?
JUZGAR 3.- A la luz de la Palabra de Dios ¿cómo valoras nuestra situación? ¿en qué te sientes interpelado personalmente? La Palabra de Dios “ Todos perseveraban en la enseñanza de los apóstoles y en la unión fraterna, en la fracción del pan y en las oraciones. Todos estaban impresionados, porque eran muchos los prodigios y señales realizados por los apóstoles. Todos los creyentes vivían unidos y lo tenían todo en común. Vendían sus posesiones y haciendas y las distribuían entre todos, según las necesidades de cada uno. Unánimes y constantes, acudían diariamente al templo, partían el pan en las casas y compartían los alimentos con alegría y sencillez de corazón; alababan a Dios y se ganaban el favor de todo el pueblo. Por su parte, el Señor agregaba cada día los que se iban salvando al grupo de los creyentes.” (Hechos de los Apóstoles 2, 42-47)
¿Puedes iluminar esta realidad a la luz de otros textos de la Palabra de Dios?
ACTUAR 4.- ¿Qué podemos hacer como comunidad cristiana para mejorar la acción de los laicos, hombres o mujeres, en la vida y misión de nuestra Iglesia? Formula una propuesta concreta de acción. • ¿Qué voy a hacer yo personalmente en relación con mi compromiso en la comunidad?
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4.2. Materiales para la reflexión personal y el diálogo en grupo (Cuaderno 2) Los ministerios laicales
Los ministerios laicales • En una Iglesia “toda ella ministerial” • ¿Qué se entiende por “ministerios laicales”? • Los ministerios laicales en la Iglesia local • La comunidad, lugar de crecimiento de los ministerios laicales • Caminos a recorrer para una estructuración ministerial de nuestras Iglesias • Un proceso de discernimiento • Una cuestión diferente: la participación de laicos en el “Ministerio pastoral”
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La misión de los laicos
Los ministerios laicales En una Iglesia “toda ella ministerial” La Iglesia, Sacramento de Salvación, prolonga en el mundo la misión de Cristo;
El Concilio Vaticano II expresa que la Iglesia es Sacramento de Salvación y que toda su razón de ser es ser misionera, es decir prolongar en el mundo la misma misión de Cristo. La Evangelii nuntiandi recordaba que “evangelizar es la identidad más profunda de la Iglesia” y que es “todo el Pueblo de Dios” el que es responsable de la evangelización.
animada por el Espíritu, ella existe para servir.
La Iglesia si quiere responder a su misión en este mundo, debe impulsar de un modo decisivo su estructura ministerial, de servicio. Ella existe para servir, para significar y realizar en el mundo el servicio amoroso del Siervo de Yahvéh. Animada por el Espíritu, la Iglesia, como Pueblo de Dios, realiza su identidad a través de la misión.
Para ofrecer el Evangelio al mundo de hoy, la Iglesia debe rehacer su estructura “ministerial”, de servicio.
La sociedad secular y pluralista nos obliga hoy a aceptar la realidad de que ya no estamos en la situación de cristiandad. Los objetivos de la Iglesia vuelven a establecer como prioridad la evangelización y el testimonio. Entonces surge la necesidad de rehacer la estructura ministerial, servicial, de la misma Iglesia. De tal forma que no preocupa sólo el déficit de vocaciones al ministerio presbiteral, sino que también y principalmente el déficit de ministerios para que la Iglesia pueda seguir siendo sacramento de la intima unión con Dios y del género humano entre sí. Hay que volver a organizar la estructura ministerial para que el Evangelio resuene con eficacia en el mundo.
La acción misionera urge la reinstauración de los ministerios laicales en la Iglesia,
Sólo una pastoral misionera permitirá un desarrollo correcto de los ministerios laicales y una recta instauración de los ministerios laicales hará posible una Iglesia más misionera.
actualizando el ministerio de Cristo, que se realiza por impulso del Espíritu.
Cristo ha venido al mundo “no para ser servido, sino para servir”. Y la Iglesia en cuanto continuadora de la misión de Cristo, en cuanto hace visible el don del Espíritu en la historia, es y esencialmente servicio.
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4.2. Materiales para la reflexión personal y el diálogo en grupo (Cuaderno 2) Los ministerios laicales
Todos participamos desde la corresponsabilidad en el servicio de la Iglesia al mundo,
Ese servicio es único, pero diverso en su realización. Todos en la Iglesia somos servidores para el mundo, pero no todos lo son de la misma manera y por el mismo título. Sin embargo, sigue siendo verdad que este servicio ha de ser organizado, ha de encontrar cauces para ser ejercido conjuntamente. Sería un contrasentido pensar en los “ministerios laicales”, sin que, al mismo tiempo, hubiera cauces de auténtica corresponsabilidad.
de forma organizada, bajo el ministerio apostólico que articula en la Iglesia los dones y carismas.
El ministerio apostólico garantiza que la comunidad continúe la misión de Cristo tal como el Espíritu testimonia de los apóstoles. Pero, además, debe garantizar que la comunidad se organice responsablemente en función de la misión. De tal forma que el ministerio apostólico no da responsabilidades, sino que organiza y articula las responsabilidades de acuerdo con los dones y carismas que cada uno haya recibido del Espíritu para edificación de la comunidad misionera.
Como explicaba el Concilio “saben los pastores que no han sido instituidos por Cristo para asumir por sí solos toda la misión de la Iglesia en el mundo, sino que su principal función consiste en pastorear a los fieles y reconocer sus servicios y carismas, de manera que todos a su modo, cooperen unánimemente en la obra común” (LG 30).
¿Qué se entiende por “ministerios laicales” Todo “ministerio” es un servicio, pero no todo servicio es un “ministerio”.
Los servicios y carismas son muchos, pero no todos pueden ser considerados “ministerios”. Todas las actividades que, con sentido de responsabilidad, asumen los laicos como miembros de la comunidad cristiana, de forma voluntaria -espontáneamente o como respuesta a una invitación personal o a una llamada- durante un tiempo o con carácter ocasional, pueden denominarse e identificarse como servicios. Estos servicios constituyen la trama necesaria para el desarrollo de la corresponsabilidad en la vida y misión eclesial mediante la participación activa de todos los miembros del Pueblo de Dios.
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Materiales sobre el 2º Objetivo del Plan Diocesano de Evangelización
La misión de los laicos
Llamamos “ministerios” a los servicios: - necesarios para la vida y misión de la comunidad - de forma permanente o estable - reconocidos por la Iglesia públicamente
Pero ministerios en sentido estricto son aquellos: - servicios necesarios para la comunidad cristiana, para su vida y su misión en el mundo. - que tienen un carácter permanente ( una estabilidad en la vida comunitaria no en el sujeto que lo desempeña). - reconocidos públicamente por la propia comunidad eclesial. Aquellos servicios que se reconocen públicamente en la comunidad eclesial como necesarios de forma permanente para el desarrollo de su vida y su misión pueden denominarse e identificarse como ministerios.
Los “ministerios laicales” son aquellos que tienen su raíz y fundamento en los sacramentos del Bautismo y la Confirmación.
El ministerio aparece siempre como un don del mismo Espíritu, en respuesta y estímulo a la vida y necesidades de la comunidad. El “ministerio laical” se cimenta en la misma unción del Espíritu en los sacramentos de la iniciación cristiana, bautismo y confirmación. “Es necesario, pues, en primer lugar, que los pastores, al reconocer y al conferir a los fieles laicos los varios ministerios, oficios y funciones, pongan el máximo cuidado en instruirles acerca de la raíz bautismal de estas tareas.” (Ch L 23)
Se concretan en la acogida y reconocimiento público de un carisma, mediante la encomienda hecha por el Obispo, para un servicio necesario de la comunidad
Y se concreta a través de los momentos siguientes: - Reconocimiento de una vocación y de un carisma para asumir responsabilidades públicas en el seno de la comunidad. - Propuesta de la comunidad y aceptación libre por parte de la persona. - Encomienda oficial de la Iglesia, que ha de hacerse siempre por aquél que preside la Iglesia local, el obispo, pues los ministerios son don para la comunidad. - Expresión de esta encomienda y acogida del don por la comunidad, por lo cual conviene que tenga una expresión litúrgica.
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4.2. Materiales para la reflexión personal y el diálogo en grupo (Cuaderno 2) Los ministerios laicales
- Todo ministerio ha de tener su estabilidad, pues de lo contrario no se realizaría su carácter público en la comunidad. Y todo ministerio debe conservar en su ejercicio la dialéctica “reunión-misión”, es decir: trabajo “ad intra y ad extra”, que pueda ser reconocido tanto por la comunidad como en la misma sociedad.
Los ministerios laicales en la Iglesia local La Iglesia local promueve los ministerios necesarios para la evangelización.
La misión de la Iglesia se realiza de forma concreta en la Iglesia local o particular. Y, en consecuencia, ésta debe pedir o procurarse todos aquellos ministerios necesarios para garantizar el servicio del Evangelio al mundo.
Según el modelo de la primera Iglesia; fiel al Espíritu; respondiendo a las necesidades de la comunidad y del mundo; desarrolla la comunión.
La Evangelii nuntiandi señala los principios que deben estar presentes en la recuperación de los ministerios laicales en la Iglesia actual: - Un primer principio remite a la Iglesia de los orígenes como fuente de inspiración. Se trata de reencontrar la atención y fidelidad al impulso del Espíritu que vivía en la Iglesia primera. Reactivar como actitud esencial a la vida cristiana la actitud de servicio, de vivir totalmente para los demás. - Un segundo principio, es la necesaria atención a las necesidades de la comunidad cristiana y de los hombres y mujeres de nuestro tiempo a los que es enviada la Iglesia. - Como tercer principio, subraya la necesidad del “respeto absoluto a la unidad”; es decir: los ministerios deben estar en todo momento al servicio de la totalidad del cuerpo, de la Iglesia comunión. En esta tarea de interacción y unidad, concede una responsabilidad particular a la acción de los pastores.
Las actuales necesidades eclesiales aconsejan hoy el reconocimiento de nuevos ministerios laicales,
Tal como hicieron las primeras comunidades, hoy, las iglesias locales deben pensar en una organización ministerial adecuada a sus necesidades de comunidad y de misión. En consecuencia han de indagar sobre las necesidades de su 127
Materiales sobre el 2º Objetivo del Plan Diocesano de Evangelización
La misión de los laicos
tarea evangelizadora e instaurar aquellos ministerios que crean oportunos. Esto supone que la Iglesia, comunidad y obispo, discierne las necesidades misioneras y busca una respuesta adecuada. en diversas acciones de la vida de la comunidad,
Recientemente señalaba el Papa Juan Pablo II: “Es necesario, pues, que la Iglesia del tercer milenio impulse a todos los bautizados y confirmados a tomar conciencia de la propia responsabilidad activa en la vida eclesial. Junto con el ministerio ordenado, pueden florecer otros ministerios, instituidos o simplemente reconocidos, para el bien de toda la comunidad, atendiéndola en sus múltiples necesidades: de la catequesis a la animación litúrgica, de la educación de los jóvenes a las más diversas manifestaciones de la caridad.”(Novo Millennio Ineunte n.46)
para poder evangelizar la cultura de nuestro tiempo.
Los ministerios laicales pueden variar de unas iglesias a otras, pues dada su inserción cultural, las necesidades pueden variar también considerablemente. Además, los ministerios laicales vendrán a responder a unos objetivos pastorales precisos de la Iglesia local que suponen un tener presente la condición humana y religiosa de los pueblos en que ha de crecer la misma Iglesia.
No se trata de suplir a los presbíteros,
Los ministerios laicales no pueden pensarse ni nacer como una mera ayuda de los presbíteros, ni tampoco como un movimiento de reivindicación frente a los mismos. Estarían falseados de raíz tanto en un caso como en el otro.
pero sí de actuar en unión con su ministerio,
El obispo, vínculo de unidad y comunión en la Iglesia local, tiene la misión de asegurar la comunión entre los diferentes ministerios en el seno de la comunidad.
teniendo una competencia concreta, vivida en diálogo y corresponsabilidad.
Para lograr esa comunión es necesario: - Definir en los proyectos pastorales las competencias que corresponden a los diferentes ministerios. - Facilitar el diálogo entre los diversos ministerios con la finalidad de servir correctamente a la misión integral de la Iglesia en el mundo.
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4.2. Materiales para la reflexión personal y el diálogo en grupo (Cuaderno 2) Los ministerios laicales
- Acentuar en el presbiterio su misión, junto con el obispo, de servicio a la unidad del Pueblo de Dios como una comunidad fraterna y corresponsable de la misión. Los presbíteros tienen un papel importante en la necesaria promoción de los ministerios laicales.
Será muy importante asociar a los presbíteros en la decisión de promover los nuevos ministerios, pues de ellos depende, en gran parte, que haya laicos capacitados, el ámbito de la responsabilidad de esos ministerios y su articulación en una Iglesia ministerial y misionera. Los presbíteros han de comprender que no se trata de ayudantes ante la escasez de vocaciones, sino de una renovación eclesial de mayor envergadura que reclama el acierto y responsabilidad de todos. “Los pastores, por tanto, han de reconocer y promover los ministerios, oficios y funciones de los fieles laicos, que tienen su fundamento sacramental en el Bautismo y la Confirmación, y para muchos de ellos, además en el Matrimonio” (ChL 23).
La comunidad lugar de crecimiento de los ministerios laicales Una comunidad abierta al mundo y que reconoce los dones del Espíritu,
Los ministerios laicales brotan en el seno de las comunidades misioneras. Es un hecho que sólo en un clima de comunidad misionera, los diferentes dones y carismas del Espíritu a la Iglesia de Jesucristo, se desarrollan y necesitan de una articulación y coordinación. Por el contrario, en una Iglesia sin aliento misionero, sólo surgen pasividades o liderazgos, pero no se dan suficientes cauces a la responsabilidad y carisma de cada persona.
concreta en los ministerios la expresión del impulso “servicial” común a todos sus miembros.
Por otra parte, no puede olvidarse que los ministerios están al servicio de impulsar la “ministerialidad” de toda la comunidad. Su función y cometido no es desplazar o acaparar todas las responsabilidad, sino facilitar a los miembros de la comunidad el ejercicio de su propia responsabilidad que es intransferible.
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Materiales sobre el 2º Objetivo del Plan Diocesano de Evangelización
La misión de los laicos
Por su carácter público exigen el reconocimiento del Obispo que preside la Iglesia local.
Los ministerios laicales deben ser coordinados a su vez, y en función del todo, por aquellos que tienen la misión de presidir la comunidad y de orientar al conjunto de la comunidad. Los ministerios laicales no pueden institucionalizarse en las iglesias locales más que a través del obispo; la encomienda oficial y su carácter público debe venir del obispo, cuya misión está en coordinar todos los ministerios en la Iglesia local.
Los ministerios laicales no pueden frenar la presencia de un laicado “adulto” en la Iglesia.
No hemos de olvidar que todo lo que puede realizar el ministerio laical se enraiza en la gracia bautismal y, por tanto, es competencia ordinaria de todos los bautizados y de la comunidad. Su misión es facilitar que todos y cada uno desarrollen su misión y responsabilidad. Pues sólo así se elimina el peligro de usurpar una vez más, la responsabilidad de todos, de frenar el crecimiento de un laicado adulto y de incrementar una innecesaria burocratización de la Iglesia.
El ejercicio del ministerio laical debe manifestar la “secularidad” y evitar el riesgo de “clericalización”,
Quienes ejercen los ministerios laicales -siempre que sea posible- deberían mantener un genero de vida tal, que no aparezcan como liberados de la comunidad, sino como ciudadanos “corrientes” que asumen responsabilidades en el seno de la comunidad; viviendo del ejercicio de su trabajo civil y no de su responsabilidad comunitaria. Han de ser hombres y mujeres plenamente integrados en la sociedad civil, de tal forma que en ellos brille la secularidad. Y uno de los rasgos fuertes de la misma es la condición de vivir de su trabajo en la sociedad. Cuando alguien se libera para ciertas tareas eclesiales, corre el riesgo de una cierta clericalización que todo laico ha de evitar.
conforme a la vocación propia de los laicos.
“Los diversos ministerios, oficios y funciones que los fieles laicos pueden desempeñar legítimamente en la litúrgica, en la transmisión de la fe y en las estructuras pastorales de la Iglesia deberán ser ejercitados en conformidad con su específica vocación laical, distinta de aquella de los sagrados ministros”.(ChL 23)
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4.2. Materiales para la reflexión personal y el diálogo en grupo (Cuaderno 2) Los ministerios laicales
Caminos a recorrer para una estructuración ministerial en nuestras Iglesias Los obispos apuntan la posible configuración de ministerios laicales en nuestras Iglesias
En la Carta Pastoral “El laicado: identidad cristiana y misión eclesial”, de 1996, nuestros obispos dicen concretamente sobre los ministerios laicales:
en la vida litúrgica, en la transmisión de la fe, las estructuras pastorales y el servicio de la caridad y la promoción social.
“Entre los ministerios de la Iglesia merecen aquí especial consideración los “ministerios laicales” en el marco de una Iglesia que es toda ella ministerial. Las Iglesias particulares pueden configurar estas formas ministeriales de servicio, de acuerdo con sus necesidades. Concretamente la vida litúrgica, la transmisión de la fe y su cultivo, las estructuras pastorales y el servicio caritativo y de promoción social, son algunos de los campos que están demandando el impulso y reconocimiento de ministerios de carácter netamente laical. También en nuestras Iglesias creemos oír esta llamada a actuar de modo creativo y corresponsable en fidelidad al Espíritu que incesantemente nos alienta y renueva.” (n 53)
Hoy los únicos ministerios “instituidos” son: lector y acólito. Pero pueden ser reconocidos en las Iglesias locales otros ministerios que respondan a sus necesidades.
Hoy únicamente existen en la Iglesia dos ministerios laicales instituidos (lector y acólito) según lo dispuesto por Pablo VI en Ministeria quaedam el año 1972, ambos están relacionados con la acción litúrgica de la comunidad. Pero, según las necesidades de las Iglesias particulares se puede promover el reconocimiento de otros ministerios para el desarrollo de la vida y misión de la comunidad eclesial en sus diversas acciones básicas: profética, litúrgica, de servicio y comunión en la caridad.
“La responsabilidad de los fieles cristianos se concreta frecuentemente en servicios, funciones o tareas públicas realizadas para la edificación de la comunidad cristiana. Cuando esos servicios públicos incluyen una responsabilidad por un tiempo continuado y son reconocidos oficialmente por la Iglesia, normalmente en el marco de una celebración litúrgica, adquieren el rango propio de los llamados “ministerios”. Son servicios cualificados prestados a la comunidad y a su misión.”
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Materiales sobre el 2º Objetivo del Plan Diocesano de Evangelización
La misión de los laicos
En documentos oficiales de la Iglesia se señala la posibilidad de diversos ministerios en distintos campos de la comunidad
La diversidad de campos en que es posible el desarrollo de los ministerios es muy amplia (como puede verificarse en Apostólicam Actuositatem nn 7,11-14; Evangelii Nuntiandi 73 y Christifideles laici nn. 37-52). Los ministerios laicales no se circunscriben únicamente a la vida interna de la comunidad cristiana ni tampoco sólo al ámbito de su acción misionera. Se despliegan simultáneamente en ambas dimensiones de por sí realmente inseparables. Sólo una comunidad consciente y activamente corresponsable de su misión es el lugar adecuado para el desarrollo de los ministerios laicales.
para impulsar la misión según las necesidades de los nuevos tiempos.
La movilidad propia de nuestro tiempo obliga a replantearse el tema de la parroquia en la búsqueda de una estructura más misionera de la Iglesia local. La atención a otros aspectos de la vida social de hoy, reclaman una estructuración que dé mayor relieve a lo sectorial. Es preciso facilitar una racionalización de los esfuerzos pastorales y el desbloqueo de las mismas parroquias que han de responder a todos los campos. La nueva estructuración en que se pueda conjugar correctamente lo sectorial con lo territorial, reclama unas unidades pastorales más amplias y abiertas que las actuales parroquias. Los ministerios laicales encontrarían mejor su puesto en esta unidad pastoral y facilitarían el dinamismo misionero.
Un proceso de discernimiento Hay que explorar las necesidades actuales de la comunidad y, además, descubrir las personas más idóneas para ejercer los ministerios.
La comunidad eclesial ha de impulsar en su seno un doble proceso de discernimiento: - la determinación concreta de los servicios necesarios para su vida y misión que pueden ser reconocidos públicamente como ministerios, y - la designación de los miembros de la comunidad, dotados de las cualidades y formación necesarias, a quienes se confía por un tiempo el ejercicio de tales ministerios. Estos procesos han ser impulsados, orientados y coordinados por el obispo diocesano en la Iglesia particular.
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4.2. Materiales para la reflexión personal y el diálogo en grupo (Cuaderno 2) Los ministerios laicales
Es un proceso eclesial de corresponsabilidad en su desarrollo ministerial
El desarrollo ministerial de la Iglesia requiere un proceso (lento) de adaptación, atendiendo los siguientes aspectos: - se ha buscar una nueva relación con los presbíteros y diáconos - hay que evitar el riesgo de un nuevo clericalismo, no se trata de buscar un “sustitutivo del cura”
que requiere la atención a situaciones nuevas con la participación conjunta de pastores y laicado.
- se deben promover en las diversas acciones eclesiales; no sólo la liturgia, también en la acción profética y en el servicio de la caridad - no puede reducirse a lo intraeclesial sino que han de abrirse a todo lo que incluye la misión de la Iglesia en el mundo; deben atenderse especialmente responsabilidades misioneras concretas y determinadas - es necesario que los ministerios sean reconocidos y confiados (“misión”) formal y oficialmente por un tiempo determinado a personas integradas en unos equipos pastorales. - es necesario ofrecer y exigir la formación específica adecuada a cada caso (en un proceso gradual). - hay que mantener la dimensión secular propia de los laicos (para introducir la fe en los ámbitos de la vida social e incorporar a la vida eclesial sus experiencias del mundo) siendo mediación entre la Iglesia y el mundo.
La formación de laicos para el ejercicio de los ministerios debe unirse a la práctica de unas responsabilidades en la comunidad .
Es preciso que se den a los laicos responsabilidades efectivas y una auténtica formación. El Espíritu puede repartir sus dones como quiera, pero un ministerio estable necesita de una preparación adecuada en la fe de la comunidad y en la adquisición de medios que le permitan desarrollar con seriedad y competencia las tareas de animación de la acción que se les encomienda en la Iglesia local. Ha de ser una formación vinculada a la praxis, a partir de las responsabilidades y autonomía crecientes en la comunidad.
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Materiales sobre el 2º Objetivo del Plan Diocesano de Evangelización
La misión de los laicos
Los ministerios se confían a hombres o mujeres con equilibrio personal, que vivan abiertos a la acción del Espíritu, y con sentido de responsabilidad para el trabajo en equipo.
Los ministerios no pueden encomendarse como un honor que se hace a alguien, sino como una auténtica responsabilidad que reclama aptitudes y actitudes. - Una persona plenamente enraizada en la sociedad, con buen criterio y equilibrio psicológico. - Alguien que con sentido eclesial, a través de una responsabilidad progresiva, sepa conjugar comunión y creatividad. - Una persona con apertura al Espíritu, quien actúa en la Iglesia como memoria de la misma y agente de libertad, en una actitud contemplativa de la vida. - En actitud de formación permanente sin limitarse a repetir rutinariamente lo que conoce de siempre. - Con cualidades para la relación, la coordinación y la animación pues tal debe ser su cometido. Cualquier discriminación de la mujer iría en contra de la misma dinámica propia de los ministerios laicales y de la sensibilidad de la cultura de hoy.
Una cuestión diferente: la participación de laicos en el “Ministerio pastoral” Algunas circunstancias, en especial la escasez del número de presbiteros,
Esta cuestión tiene especial incidencia en nuestros días como consecuencia del decrecimiento del número de presbíteros, pero ha de establecerse claramente su diferencia con respecto a los ministerios laicales. Se trata en este caso de una función de suplencia en el ministerio pastoral por razones de necesidad. En tales casos sólo puede hablarse propiamente de un ministerio extraordinario confiado a los laicos.
motivan la participación de laicos en funciones propias del ministerio de los pastores,
Las experiencias desarrolladas en diversos países europeos en estas últimas décadas, ponen de manifiesto que junto al desarrollo de diversos ministerios laicales aparecen además otras responsabilidades eclesiales que implican de alguna manera una participación de laicos en el ministerio pastoral. Esto significa que ciertas funciones confiadas, de hecho, a laicos no tienen su raíz sacramental en el Bautismo y la Confirmación, por lo que requieren para su ejercicio una “carta de envío” o misión por parte del Obispo.
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4.2. Materiales para la reflexión personal y el diálogo en grupo (Cuaderno 2) Los ministerios laicales
con una misión concreta confiada por el obispo
Los laicos son llamados a esta participación en el ministerio pastoral por el obispo diocesano de quien reciben una carta de misión o envío que concreta además de las funciones que se le encomiendan, el tiempo y ámbito territorial determinados para el ejercicio de las mismas.
y contando con una adecuada formación.
Naturalmente, aunque esta participación en el ministerio pastoral tenga carácter de suplencia, su servicio requiere una adecuada selección y formación de aquellos laicos a quienes les es encomendado. Y precisamente por su vinculación a la función propia del ministerio ordenado exige en su ejercicio una estrecha y directa relación con los pastores.
En estas “situaciones de necesidad” no se trata de “ministerios laicales”, fundamentados en la iniciación cristiana, sino de funciones de “suplencia” pastoral
En Christifideles laici se hace referencia a esta participación de laicos en el ministerio pastoral: “Cuando la necesidad o la utilidad de la Iglesia lo exija, los pastores pueden, conforme a las normas establecidas por el derecho universal, confiar a los fieles laicos algunos oficios y determinadas funciones que, si bien están conectadas a su propio ministerio de pastores, no exigen, sin embargo, el carácter del orden… La tarea realizada en calidad de suplente tiene su legitimación –formal e inmediatamente- en la delegación oficial recibida de los pastores y depende, en su concreto ejercicio, de la dirección de la autoridad eclesiástica” 2
reguladas concretamente para los distintos casos por las normas de la Iglesia.
Las normas a seguir en esas diversas situaciones de “necesidad o utilidad de la Iglesia” están reguladas por el Derecho Canónico. Ha de tenerse presente, además, la Instrucción sobre algunas cuestiones acerca de la colaboración de los fieles laicos en el sagrado ministerio de los sacerdotes, de 15.8.97. Esta participación de laicos en el ministerio pastoral es una cuestión que requiere aún, en varios aspectos, una mayor clarificación teológica. 3
2
Juan Pablo II Christifideles laici 23
3 Bernard Sesboüé, ¿No tengáis miedo! Los ministerios en la Iglesia hoy. Sal Terrae, Santander 1998.
135
Materiales sobre el 2º Objetivo del Plan Diocesano de Evangelización
La misión de los laicos
Cuestionario para la reflexión personal y el diálogo en grupo VER 1.- En la comunidad eclesial de la que formas parte ¿se dan algunos servicios que podrían ser reconocidos como “ministerios laicales”? ¿cuáles son sus características? 2.- Desde tu punto de vista ¿Qué puede aportar a la vida y misión de la comunidad el reconocimiento público de los “ministerios laicales”?
JUZGAR 3.- A la luz de la Palabra de Dios ¿como valoras la situación actual de nuestra comunidad en cuanto a su desarrollo ministerial? La Palabra de Dios “Jesús los llamó y les dijo: -Sabéis que los que figuran como jefes de las naciones las gobiernan tiránicamente y que sus magnates las oprimen. No ha de ser así entre vosotros. El que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor; y el que quiera ser el primero entre vosotros, que sea esclavo de todos. Pues tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por todos” (Marcos 10, 42-45)
“Así como en un solo cuerpo tenemos muchos miembros y no todos los miembros tienen una misma función, así también nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo al quedar unidos a Cristo, y somos miembros los unos de los otros. Puesto que tenemos dones diferentes, según la gracia que Dios nos ha confiado, el que habla en nombre de Dios, hágalo de acuerdo con la fe; el que sirve, entréguese al servicio; el que enseña, a la enseñanza; el que exhorta, a la exhortación; el que ayuda, hágalo con generosidad; el que atiende, con solicitud; el que practica la misericordia con alegría.” (Romanos 12, 4-8)
¿Puedes iluminar nuestra realidad a la luz de otros textos de la Palabra de Dios?
ACTUAR 4.- ¿Qué podemos hacer como comunidad cristiana para impulsar su “ministerialidad”? Formula una propuesta concreta. 136
4. 3.- Materiales para la reflexi贸n personal y el di谩logo en grupo (Cuaderno 3)
Temas Espiritualidad del laicado La formaci贸n del laicado
Comisi贸n Gestora del Departamento/Servicio diocesano del Laicado 137
Materiales sobre el 2º Objetivo del Plan Diocesano de Evangelización
La misión de los laicos
Presentación Ofrecemos este nuevo cuaderno de “Materiales para la reflexión personal y el diálogo en grupos”, elaborado por la Comisión Gestora del Departamento diocesano del Laicado, para impulsar el segundo Objetivo del Plan Diocesano de Evangelización: “Reconocer y potenciar la misión de los laicos en la Iglesia y en la sociedad como elemento fundamental en la evangelización misionera” Como señalábamos al presentar los cuadernos anteriores, estos Materiales han sido preparados: Para unos destinatarios: los miembros de los Consejos pastorales, asociaciones y grupos eclesiales (laicos, presbíteros y religiosos) Como una ayuda: para conocer y tomar conciencia de la misión de los laicos, mediante la reflexión y el diálogo en grupo Proponiendo un método de trabajo: a partir de la información presentada (para la lectura y reflexión) se invita a un análisis personal y en grupo (siguiendo el proceso VER-JUZGAR-ACTUAR con la ayuda de los cuestionarios) Cada grupo interesado en aprovechar estos Materiales puede marcar su propio ritmo de trabajo atendiendo a su propia situación y compromisos. Pero es recomendable en todo caso: - Trabajar previamente la lectura y reflexión personal -subrayando, tomando notas, anotando dudas- a partir de estos materiales. Así preparamos nuestra aportación al grupo. - Y para la sesión de diálogo en grupo, sugerimos: Iniciar la reunión con un tiempo de oración o escucha de la Palabra de Dios. Facilitar la participación en el diálogo de todos los que han preparado personalmente el tema. Distribuir adecuadamente el tiempo de modo que completemos el trabajo previsto. Compartir los compromisos que asumimos y revisaremos en la siguiente reunión. Y concluir el encuentro invocando la ayuda de Dios para avanzar en la construcción de su Reino. 138
4.3. Materiales para la reflexión personal y el diálogo en grupo (Cuaderno 3) Espiritualidad del laicado
Espiritualidad del laicado ¿Qué entendemos por espiritualidad? Características de la espiritualidad laical 1. Espiritualidad de seguimiento de Jesús 2. Espiritualidad de encarnación en el mundo 3. Espiritualidad de comunión en la Iglesia
Llamados a ser santos Cuestionario para la reflexión personal y el diálogo en grupo
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Materiales sobre el 2º Objetivo del Plan Diocesano de Evangelización
La misión de los laicos
Espiritualidad del laicado • ¿Qué entendemos por espiritualidad? Es el modo concreto de vivir nuestra fe,
Espiritualidad deriva de “espíritu” que en el Nuevo Testamento designa la presencia de Dios en la vida humana, sobre todo en la comunidad cristiana. Espiritualidad significa, sencillamente, el modo concreto de vivir la fe. Es tomar conciencia del plan de Dios para nuestra vida y, en consecuencia, dejarse guiar por la acción de su Espíritu.
dejándonos conducir por el Espíritu de Jesús
Para un cristiano, por tanto, espiritualidad significa vivir según el Espíritu de Jesús, esto es descubrir nuestro verdadero ser. Se trata, pués, de asumir nuestra propia existencia desde Dios, al modo de Jesús, conducidos y animados por su Espíritu. Esto supone para un creyente descubrir una nueva relación consigo mismo, con Dios, con los demás y con el mundo en el que vive.
en todas las facetas de la vida cootidiana,
La espiritualidad no puede confundirse simplemente con una forma de pensar o de sentir, ni reducirse a unos signos o actos de piedad determinados. Es toda una forma de vivir que abarca convicciones y sentimientos y se despliega además en actitudes y compromisos, relaciones y actividades en todas las facetas y dimensiones de la vida cotidiana. La espiritualidad cristiana consiste en dejarse llevar y llenar, conscientemente, por la acción salvadora, liberadora y santificadora de Dios. Es acoger de Él “un corazón nuevo y un espíritu nuevo”(Ez 36,26) en una transformación no sólo de nuestro interior sino de nuestra vida entera y del mundo en que vivimos.
comprometidos con el Reino de Dios,
Una cosa es la vida interior y las devociones que la fomentan y otra, más completa, la vida espiritual que no puede equipararse sin más a ellas. La vida espiritual se apoya en la vida interior, pero no se reduce a ella. Si hemos definido la espiritualidad como el estilo de vida de seguimiento de Jesús que inspira el Espíritu en un momento histórico y para una persona o grupo concreto, entonces no
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4.3. Materiales para la reflexión personal y el diálogo en grupo (Cuaderno 3) Espiritualidad del laicado
podemos identificarlas sin más. Lo que denota la calidad espiritual de la persona es su compromiso con el Reino de Dios que trae Jesús. para crecer como personas
El Espíritu busca que el hombre y la mujer se realicen como persona. El Espíritu nos remite a nuestro ser humano inserto en una sociedad, en una cultura y en una historia determinadas, desde las que tenemos que desarrollar nuestra identidad cristiana. Por eso la espiritualidad nos remite a nuestras raíces socioculturales desde las que hay que desarrollar el proyecto cristiano de vida.
siguiendo el camino del Evangelio.
El Espíritu nos ayuda a discernir y a descubrir la presencia y el plan de Dios en toda la aventura humana y a responder a ellos eligiendo el camino del Evangelio y rechazando lo que es contrario a sus valores. En la espiritualidad se integran tanto las formas de expresión explícita de nuestra fe en Dios, y los momentos o acciones en las que nos dirigimos expresamente a Él, como todas las realidades profanas que entretejen nuestra existencia. La identidad creyente unifica toda nuestra vida abriéndola a la acción de Dios, “que lo trasciende todo, lo penetra todo y lo invade todo”(Ef 4,6).
• Características de la espiritualidad laical La vocación propia de los hombres y mujeres laicos
El mundo es el ámbito y el medio de realización de la vocación cristiana de los hombres y mujeres laicos porque el mundo está destinado a glorificar al Padre en Cristo (Ch L 15) y a ellos les corresponde configurarlo cristianamente y así santificarse. El laicado ha de encarnar su fe cristiana en el mundo y reconocer el mundo como el campo de su santificación, del mismo modo que Cristo en persona ha asumido el mundo por medio de su encarnación.
es vivir, desde la condición secular,
La espiritualidad laical es una espiritualidad de encarnación, de inserción en el mundo, es una espiritualidad secular. Todo laico o laica que sabe reconocer la presencia del Espíritu en la vida diaria, es un hombre o una mujer del 141
Materiales sobre el 2º Objetivo del Plan Diocesano de Evangelización
La misión de los laicos
Espíritu. En esto consiste lo específico de la espiritualidad laical. No hay virtud cristiana, ni actitud evangélica, que un laico no tenga la ocasión, la posibilidad y la capacidad de vivir efectivamente en el ejercicio de su profesión, en su vida familiar, en su vida social, en sus compromisos políticos. el seguimiento de Jesús, como Iglesia en el mundo.
La espiritualidad auténtica es, por una parte, inquebrantablemente fiel a la inspiración evangélica y, por otra, hace suyas, con la comunidad eclesial, las preocupaciones de la época. La vida espiritual del laico ha de nacer de estos focos: de la unión con Cristo (seguimiento) a quien ha sido incorporado por el bautismo como miembro de su Iglesia (comunión) y del mundo en el que vive y en el que ha de hacer presente el Evangelio (encarnación). 1. Espiritualidad de seguimiento de Jesús
El cristiano laico actualiza hoy la experiencia de Jesús,
El cristiano es aquel hombre o mujer que toma a Cristo como referencia vital, como ejemplo y prototipo de lo que quiere llegar a ser sin dejar de ser él mismo. De ahí la importancia del Espíritu que le permite interiorizar y actualizar la experiencia de Jesús, hacerla propia de tal forma que la vida de Jesús se convierta en una promesa y un estímulo de lo que tiene que llegar a ser y a realizar en su propia vida cada cristiano.
y vive, por medio del Espíritu,
Discípulo es la persona que se identifica con los valores, actitudes y formas de conducta de Jesús. El “seguimiento de Cristo” no consiste en trasladarse con la imaginación a la situación prepascual de los discípulos de Jesús, sino vivir ahora en comunión con Él por medio del Espíritu, que lo hace presente y vivo en nosotros. El Espíritu Santo hace posible a todos los creyentes “vivir en Cristo”.
y desde su propia personalidad
Jesús, el personaje histórico, es inimitable, como todos los individuos. Por eso los evangelios insisten en el seguimiento de Jesús más que en la imitación. En el Espíritu es posible tomar la vida de Jesús como fuente de inspiración, como camino a recorrer desde la propia personalidad de cada uno. No hay que renunciar a la propia personalidad,
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4.3. Materiales para la reflexión personal y el diálogo en grupo (Cuaderno 3) Espiritualidad del laicado
para asemejarse a Jesús; se trata de asumir la propia historia personal y las circunstancias de cada uno, tomando como modelo de referencia la persona de Jesús tal y como la han entendido las tradiciones del Nuevo Testamento, dejándose inspirar por el mismo Espíritu que guió a Jesús. desarrollando un servicio liberador
Seguir a Jesucristo no es simplemente imitarle externamente como un modelo de vida. Es asumir las actitudes fundamentales que dieron sentido a toda su vida y vivirlas de manera original y creativa hoy en nuestra propia situación. Es inspirarnos en Él, dejándonos guiar por su Espíritu para continuar hoy la obra apasionante que el comenzó. Esto significa caminar confiadamente en la existencia, desde la fe total en el Padre, y entender la vida como un servicio liberador a los otros en la práctica del amor fraterno.
en el compromiso con el prójimo.
En la persona de Jesús reconocemos los cristianos la convergencia entre lo humano y lo divino. En él habita la plenitud de la divinidad y, siendo completamente hombre, es Dios. Se puede y se debe encontrar a Dios en todo; pero lo propio del cristianismo es que el lugar preferente de encontrarlo es el compromiso con el prójimo, que consiste en encontrar a Dios en el hombre y al hombre en Dios, tal y como se nos revela en Jesús.
El seguimiento de Jesús exige vivir
En definitiva, seguir a Jesucristo es comprometerse con lo que el se comprometió: el Reino de Dios. Los laicos cristianos están llamados a basar su espiritualidad en el seguimiento real de Jesús, común a todo bautizado. El seguimiento de Jesús lleva consigo, frente a un cristianismo de tipo convencional, la exigencia de la radicalidad. No es una llamada entre otras, sino la que da sentido último a la vida. Tomarse en serio el Evangelio, ser honesto en la respuesta, ha de ser tarea permanente de todo creyente.
con radicalidad evangélica.
La espiritualidad laical no es menos exigente que otras formas de vida cristiana, está marcada también por la radicalidad evangélica del seguimiento de Jesús. En ese marco de radicalidad evangélica adquieren su pleno sentido cristiano virtudes como la solidaridad con los más pobres, la 143
Materiales sobre el 2º Objetivo del Plan Diocesano de Evangelización
La misión de los laicos
misericordia con los que sufren, la capacidad de compasión y de perdón, la libertad ante el poder, la honestidad ante el dinero y en las relaciones personales, el desprendimiento y el servicio sin afán de dominio, la lucha incansable a favor de la justicia, la esperanza y la fortaleza de espíritu ante situaciones adversas, la disposición a cargar con la cruz propia y a compartir la de los demás. Por eso, para seguir a Jesús, debemos tomar la cruz de cada día y descubrir desde el Crucificado cuál es el sentido más humano y liberador del sufrimiento, propio y ajeno, para así vivir con el Resucitado como hombres o mujeres nuevos, anunciando y celebrando el reinado de Dios y su justicia. 2. Espiritualidad de encarnación en el mundo Para transformar la realidad con vistas al Reino
La espiritualidad no saca al laico del mundo en que vive; más bien le ayuda a penetrar en él profundamente y a buscar el plan de Dios a través de la llamada del Espíritu. El que toma parte en la tarea de transformar la realidad temporal con vistas al Reino debe preocuparse por comprender las leyes de construcción del mundo y actuar conforme a ellas.
es necesario vivir encarnados en el mundo
La situación propia de laico es una situación “encarnada”, permanece dentro del mundo, en el interior de sus estructuras. Está inserto y comprometido con ellas. Asumir plenamente el misterio de la encarnación significa vivir cercano a los hombres y mujeres de cada tiempo, comprenderlos, amarlos, servirlos, aceptar su fragilidad, su dolor y su esperanza.
buscando los signos de la presencia de Dios.
Dios nos invita a ver la vida con otros ojos, a entender su trascendencia de modo nuevo, a comprender quién y cómo es Dios desde Jesús. El Dios encarnado se hace presente en lo humano haciendo de las experiencias de nuestra vida el lugar de la revelación de Dios. Los cristianos miramos a la historia, buscando los signos de Dios en la vida humana y procuramos relacionarnos con Él desde Cristo, aprendiendo a ver al ser humano como la otra cara de Dios.
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4.3. Materiales para la reflexión personal y el diálogo en grupo (Cuaderno 3) Espiritualidad del laicado
Dios está presente en nuestra historia;
El laico busca y encuentra a Dios sin evadirse de las realidades temporales, sino en medio de ellas y por medio de ellas: asumiéndolas y purificándolas de las huellas del pecado, administrándolas sin absolutizarlas, orientándolas hacia el reino de Dios. Se trata de creer en el Dios encarnado, que forma parte de nuestra historia y al que hay que encontrar en las experiencias humanas. Detrás de todo lo humano puede revelarse la voz de Dios que llama a nuestra puerta. El laico se encuentra con Dios y se santifica precisamente acogiendo el mundo, en el uso y disfrute de sus bienes; diciendo sí al mundo; haciendo de él el lugar y la forma de su encuentro personal con Dios.
se revela en lo más humano
El encuentro con Dios es, para todo cristiano. el valor supremo. "La gloria de Dios es que el hombre viva, y la gloria del hombre está en encontrarse con Dios" (San Ireneo). Si la mayor gloria de Dios es su imagen humana, crecer para hacerse semejante a Dios mismo, hay que comprometerse con lo humano y posibilitarlo. No hay que huir de lo humano para encontrarse con Dios, sino al contrario, vivir a tope las vinculaciones humanas, creyendo en el hombre por el que ha apostado Dios. Jesucristo une íntimamente a Dios y al hombre; no podemos separar lo que Dios ha asociado. Pero el Dios de Jesús se revela como el servidor del hombre y nos cierra todo encuentro con Él que no pase por la mediación humana. Toda espiritualidad que no humanice, que no genere empatía con el otro y que no comprometa a crear condiciones de vida dignas de lo humano no es de verdad espiritual, por mucho que apele al Dios de los cristianos.
de la vida cotidiana
La experiencia cristiana del mundo es la experiencia del amor de Dios por la humanidad y el mundo. La vida de cada día en sus pequeñeces y en sus momentos culminantes es captada y valorada de forma distinta de lo que parece a primera vista. El reto permanente para el laico cristiano es la unidad de su vida “profana” y religiosa, la síntesis vital entre el evangelio y las tareas de la vida diaria. La “consagración del mundo” a Dios significa: interés por sus valores, amor sincero por la obra del mundo, inserción vigorosa y 145
Materiales sobre el 2º Objetivo del Plan Diocesano de Evangelización
La misión de los laicos
tenaz en sus estructuras, compromiso eficaz en la construcción del Reino de Dios. como signo de su amor al mundo.
Hay que afrontar la vida con una mirada nueva, que lleva a verlo todo como signo y como aparición de Dios; que busca el sentido cristiano de los acontecimientos con simplicidad. Buscar a Dios en todas las cosas, discernir su presencia en los acontecimientos, mantener una visión providencialista de la historia, en la que no todo lo que acontece es voluntad de Dios pero todo tiene un significado divino, es un elemento esencial de la espiritualidad laical.
Podemos percibir nuestra existencia desde Dios; vivir su presencia junto a nosotros.
En la medida en que se descubre la presencia de Dios en la vida, la oración se convierte en una reacción espontánea ante los acontecimientos para, desde ellos, preocuparnos por su Reino. Llegamos a percibir el regalo que es la vida y dar gracias por ella e intentar sacarle todo el jugo que puede proporcionar en la presencia del Dios creador, que está siempre presente en Espíritu en la dinámica de la historia. Verificamos así que Dios no está en ningún lado y a la vez en todas partes, que somos y vivimos en Dios, que su presencia silenciosa, pero no muda, nos acompaña en la vida. Procuramos, de ese modo, vivir en Él y para Él. 3. Espiritualidad de comunión en la Iglesia
Jesús nos llama a seguirle formando comunidad
Jesús nos llama a su seguimiento desde lo más íntimo y auténtico de nosotros mismos. Necesitamos momentos y experiencias de soledad, privacidad y silencio; el Espíritu llama a cada uno a la libertad de conciencia ante las decisiones personales. Es cierto que la llamada de Jesús pide una respuesta personal, de cada uno, que es intransferible, pero precisamente Jesús llama a crear la nueva comunidad en donde Dios pueda reinar entre los hombres. Por eso el seguimiento tiene como contenido esencial la comunión.
conscientes de la responsabilidad personal de cada uno
La espiritualidad cristiana tiene, por tanto, una dimensión eclesial, comunitaria. Es la expresión y actualización del interés por la Iglesia, del amor a la Iglesia y del compromiso por renovarla continuamente ante las situaciones
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4.3. Materiales para la reflexión personal y el diálogo en grupo (Cuaderno 3) Espiritualidad del laicado
que oscurecen en ella el rostro de Cristo. Es descubrir, asumir y activar en la Iglesia los dones o carismas que cada uno ha recibido para el bien común. Es necesario, pues, que la Iglesia impulse a todos los bautizados y confirmados a tomar conciencia de la propia responsabilidad activa en la vida y misión eclesial. para construir la unidad que es un signo de
La unidad de la Iglesia no es uniformidad, sino integración orgánica de legítimas diversidades. La teología y la espiritualidad de la comunión aconsejan una escucha recíproca y eficaz entre pastores y fieles, manteniéndolos por un lado unidos en todo lo que es esencial y, por otro, impulsándolos a confluir normalmente incluso en lo opinable hacia opciones compartidas.
la acción de Dios en la historia.
La secularidad de la Iglesia, entendida como su presencia en la historia humana de cada momento y de cada lugar, arranca de su vocación de ser signo eficaz de la acción transformadora de Dios en nuestro mundo. Y es que toda la Iglesia es secular en el sentido de que, nacida del plan de salvación de Dios, comparte la historia de Dios con la humanidad.
La inculturación del Evangelio por el diálogo de la Iglesia y el mundo
Desde la perspectiva de una Iglesia consciente de su secularidad es como mejor se comprenden la personalidad y la tarea propias del laicado, su peso específico en una Iglesia toda ella enviada al mundo: «El carácter secular es propio y peculiar de los laicos (...), a quienes corresponde, por propia vocación, buscar el Reino de Dios gestionando los asuntos temporales y ordenándolos según Dios» 1. La inculturación y el diálogo de la Iglesia con el mundo ha de realizarse sobre todo por medio del laicado.
es tarea de los laicos apoyados por comunidades de contraste,
Un laico difícilmente puede vivir su fe y su compromiso cristiano de forma aislada o individual sin el apoyo y acompañamiento de unas comunidades cristianas de contraste, en las que exista una fe compartida y calor humano que sostienen el compromiso y el testimonio personal de
1 Cfr. Lumen Gentium n.31
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Materiales sobre el 2º Objetivo del Plan Diocesano de Evangelización
La misión de los laicos
vida cristiana. No podemos perder de vista que para recrear y transmitir una experiencia de vida según el Evangelio hemos de tratar de renovar y fortalecer nuestras comunidades cristianas, para que sean lugar para compartir y testimoniar el mensaje cristiano y, así, poder convocar a otras personas a la fe. fraternidades auténticas, que sean
En medio de una sociedad masificada, necesitamos comunidades cristianas que sean auténticas fraternidades; que ofrezcan acogida y protección, al mismo tiempo que dejen a los individuos su libertad y responsabilidad personales. El peligro es que ofrezcan seguridad pero lo hagan asfixiando su responsabilidad personal. La verdadera fraternidad deja ser y crecer a cada persona; no crea dependencias infantiles ni minorías de edad. Es imprescindible que el laico pueda vivir el espíritu de la libertad cristiana. Nadie le puede quitar su decisión personal. La mejor ayuda que la Iglesia puede dar para las decisiones cristianamente responsables es el ofrecimiento de una formación cualificada de la fe y de la conciencia.
lugares para el aprendizaje de una espiritualidad
La madurez espiritual del hombre o mujer laicos, supone autonomía y capacidad reflexiva, para desde ahí reconocer los propios límites y condicionamientos, personales, sociales y eclesiales, de la propia libertad. Pero exige también asumir el riesgo de tomar responsablemente decisiones, más allá de las normas y en contra, incluso, de la opinión pública. Exige, por tanto, la libertad de actuar respetando opiniones contrarias y, simultáneamente aprender de la experiencia. Por ello es la comunidad la que se constituye en el lugar de aprendizaje espiritual de un laicado adulto.
de la comunión en el mismo Espíritu
En un mundo que nos presenta cada día problemas nuevos, hemos de recuperar la confianza en el Espíritu, que habita en todos los miembros de la comunidad, para que todos puedan contribuir a descubrir las llamadas actuales de Dios y los caminos para vivir un cristianismo más auténtico en nuestra época. Necesitamos crear o recrear espacios de auténtica comunión donde exista una comunicación interactiva y no sólo en una única dirección. Escuchar, dialogar,
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4.3. Materiales para la reflexión personal y el diálogo en grupo (Cuaderno 3) Espiritualidad del laicado
para construir la unidad que es un signo de
buscar juntos, compartir, facilitar la participación y la expresión, son actitudes ineludibles para convertir las comunidades de la Iglesia en signo convincente de comunión en el mismo Espíritu.
en fidelidad al Evangelio
En la comunión eclesial es posible para el laicado reconocer y valorar el servicio de los pastores como una ayuda necesaria para desarrollar su propia identidad cristiana y su misión como Iglesia en el mundo. La tarea del ministerio apostólico cuida especialmente de que, por la fidelidad al Evangelio y la unidad de todos los creyentes, las comunidades se realicen como auténtica Iglesia de Jesucristo, esto es: como un signo eficaz o "un sacramento, de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el genero humano"(LG 1).
abiertos a Dios y al mundo.
Cuanto más profunda sea la pertenencia del laico a la comunidad eclesial, tanto más crecerá su compromiso evangelizador como respuesta al Dios que llama y envía. Cuanto más auténtica sea la vida espiritual del laico, abierta simultáneamente a Dios y al mundo, tanto más ayudará a construir una comunidad eclesial abierta al Evangelio y al mundo.
• Llamados a ser santos Santos son los que recrean el Evangelio, como testigos de Dios,
Los santos son las personas que viven de forma más perfecta su identificación con Cristo, los que mejor realizan en sus condiciones de vida la recreación espiritual del Evangelio, los testigos del Dios trino, que se configuraron como Cristo sin dejar de ser ellos mismos: “ya no soy yo quien vivo, sino Cristo quien vive en mí”. (Gal 2,20).
en medio de las circusntancias de de su vida.
El Concilio Vaticano II afirmó que “todos los fieles cristianos, en las condiciones, quehaceres o circunstancias de su vida, y precisamente por medio de todo eso, se podrán santificar más y más cada día, con tal de recibirlo todo con fe de la mano del Padre celestial, con tal de cooperar con la voluntad divina, manifestando a todos, incluso en su dedicación a las tareas temporales, la caridad con que Dios 149
Materiales sobre el 2º Objetivo del Plan Diocesano de Evangelización
La misión de los laicos
amó al mundo” (Lumen Gentium 41). De hecho “los santos” es el nombre con el que originalmente se designó a los discípulos de Jesús en el Nuevo Testamento; hoy diversas ediciones de la Biblia traducen ese nombre como: “los creyentes”. 2 La santidad no es sólo para algunos.
Como el mismo Concilio explicó, la santidad no ha de ser malentendida, como si implicase una especie de vida extraordinaria, practicable sólo por algunos. Los caminos de la santidad son múltiples y adecuados a la vocación de cada uno. La santidad laical es un camino de sencillez y normalidad de lo cotidiano como respuesta a la novedad de vida otorgada por el bautismo. El Espíritu de Dios lleva al bautizado a identificarse cada vez más profundamente con Cristo, creando en él una irrompible unidad interior entre fe y vida.
El camino laical a la santidad no es un alejamiento de la realidad,
“Lo esencial del camino laical hacia la santidad consiste en la voluntad de alcanzarla sin alejarse de la realidad y de las circunstancias concretas del mundo: santificarse en el mundo (cf ChL 17), haciendo transparente la propia santidad de Dios en medio de la sociedad, en el centro de las realidades temporales. De esta manera dan testimonio los laicos de que no hay dicotomías entre la presencia en el mundo y la vida en Cristo.”3
es la encarnación del seguimiento de Jesús en la vida cotidiana.
El gran desafío hoy es generar estilos de seguimiento de Cristo que sirvan de referencia y de modelos precursores para la vida cristiana en medio del mundo; nos falta desarrollar una espiritualidad de encarnación que asuma con toda radicalidad el valor positivo de todo lo creado, unas líneas de fuerza de cómo encontrarnos con Dios en medio de nuestras condiciones de vida profanas y laicales, en una sociedad secular.
2 Cf: Hch 26,10; Rm 1,7; 12,13; 15,25 y 31; 16,2; I Co 1,1; 16,15; 2 Co 8,4; 9,12; 13,12;
Ef 1,5; 3,8; 4,11; Col 3,12; Flp 4,21; I Tm 5,10 3 Cf: Novo millennio ineunte nn.30-31
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4.3. Materiales para la reflexión personal y el diálogo en grupo (Cuaderno 3) Espiritualidad del laicado
Debemos hallar nuevos modelos de santidad laical.
Hemos de recuperar los modelos laicales de santidad. Los que enseñen con su testimonio y desde la experiencia de su vida a creer en Dios y a amar al hombre, los que inviten al seguimiento de Jesús, los que nos hagan accesible el modo de encontrar a Dios en el que sufre y nos recuerdan nuestra propia condición humana. Los que saben arriesgar por los pobres, los que trabajan por una sociedad más justa, los que se preocupan por la paz, los que son perseguidos por el seguimiento de Jesús... Esos son los modelos universales de santidad que se ofrecen a todos los cristianos.
Bibliografía: Joaquín Perea, El Laicado: un genero de vida eclesial sin nombre. Desclée De Brouwer. Bilbao 2001 Juan Antonio Estrada, La espiritualidad de los laicos. San Pablo. Madrid 1992
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Materiales sobre el 2º Objetivo del Plan Diocesano de Evangelización
La misión de los laicos
Cuestionario para la reflexión personal y el diálogo en grupo VER 1.- Teniendo presentes los aspectos que se apuntan como característicos de la espiritualidad de los laicos: • ¿En cuáles de ellos me veo más realizado personalmente? • ¿En cuáles descubro mayores dificultades o limitaciones?
JUZGAR 2.- ¿Qué me dice la Palabra de Dios? ¿cómo me interpela sobre mi espiritualidad? La Palabra de Dios "Dijo Jesús: Os he dicho esto mientras estoy con vosotros; pero el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, hará que recordéis lo que yo os he enseñado y os lo explicará todo. Cuando venga el Espíritu de la verdad que yo os enviaré y que procede del Padre, el dará testimonio sobre mí. Vosotros mismos seréis mis testigos, porque habéis estado conmigo desde el principio. Cuando venga el Espíritu de la verdad os iluminará para que podáis entender la verdad completa y os anunciará las cosas venideras." (Jn 14,25-26; 15,26-27; 16,13)
"Es claro que vosotros sois una carta de Cristo escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne, en vuestros corazones." (2 Cor 3,4)
Puedes aportar otros textos de la Palabra de Dios para iluminar nuestra reflexión.
ACTUAR 3.- Formula un compromiso concreto para continuar creciendo en tu espiritualidad como laico o laica, que sigue a Jesús en el mundo, en comunión eclesial.
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4.3. Materiales para la reflexión personal y el diálogo en grupo (Cuaderno 3) La formación del laicado
La formación del laicado Necesidad de la formación. Objetivos de la formación. Laicos protagonistas de la formación. Estilo de la formación Los procesos de iniciación y de formación. Su relación y su distinción. 1.- El proceso de Iniciación cristiana. 2.- El proceso de Formación del Laicado.
Cauces de la formación Cuestionario para la reflexión personal y el diálogo en grupo
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Materiales sobre el 2º Objetivo del Plan Diocesano de Evangelización
La misión de los laicos
La formación del laicado La finalidad de la formación cristiana será ayudar a los hombres y mujeres cristianos a que descubran y vivan con la mayor riqueza su condición de miembros vivos del Pueblo de Dios, contribuyan activamente al crecimiento de la Iglesia y al desarrollo de su misión en el mundo. La formación cristiana integral ha de plantearse como objetivo el lograr progresivamente (proceso) una persona cristiana adulta en la fe (consciente y libre) que, viviéndola comunitariamente (eclesialidad), insertada activamente en la Iglesia (corresponsabilidad) se comprometa con la transformación evangélica del mundo (compromiso). Todo ello supone desarrollar una actitud permanente de encuentro con Jesucristo, con la Iglesia y con el mundo.
Necesidad de la formación “La formación no es privilegio de algunos sino un derecho y un deber de todos.” (ChL. 63)
La formación no es adquirir saberes, sino el logro progresivo de un modo de ser, pensar, sentir, actuar y vivir.
La formación cristiana tiene como uno de sus objetivos fundamentales modelar en la persona creyente un modo de ser, sentir, pensar y actuar clara y arraigadamente evangélico.
La formación es una necesidad para el creyente y una exigencia de la Comunidad eclesial
La formación atiende tanto al desarrollo de la personalidad como a la capacitación para determinadas actividades. Los propios laicos, hombres y mujeres, son los principales agentes de su propia promoción para su crecimiento personal y el de la comunidad eclesial. Es, por tanto, una necesi-
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La formación se refiere al proceso de descubrir y desarrollar, para perfeccionar, facultades y potencialidades existentes en el sujeto. Con la formación se va dando forma a un talante cristiano que debe impregnar todos los ámbitos y momentos de nuestra existencia. La formación no es una simple adquisición de saberes, sino el logro progresivo de un modo de ser, de pensar, de sentir, de actuar y de vivir. La formación así comprendida ha de considerarse como un proceso de maduración continuo que implica a toda la persona durante toda su vida.
4.3. Materiales para la reflexión personal y el diálogo en grupo (Cuaderno 3) La formación del laicado
dad para el creyente que quiere forjarse a si mismo como tal y, a la vez, es una exigencia de la Comunidad eclesial que necesita encomendar determinadas actividades, compromisos y funciones a sus miembros. Los nuevos retos reclaman un compromiso mas cualificado que sólo se adquiere desde la formación.
Los nuevos retos que se nos plantean, tanto a nivel social como eclesial, son la base que fundamenta la necesidad de formación. Tenemos que afrontar y contrastar las nuevas formas de entender y vivir la existencia, los valores, actitudes y comportamientos que se van infiltrando en lo más hondo del entramado personal y social, y que no sólo no potencian los valores evangélicos sino que muchas veces entran en contradicción con Él. Es preciso “desentrañar estas situaciones sociales e históricas para descubrir la concreta voluntad de Dios Padre sobre nuestra vida” (AA. 29) sabiendo que estamos llamados a encarnarnos en los ambientes para transformarlos evangélicamente. Es por ello que “la formación de los laicos es una prioridad de máxima urgencia para toda la Iglesia, y no sólo un interés único de ellos solos” (CLIM 70) La tremenda complejidad y problemática de nuestra sociedad está exigiendo un salto cualitativo en nuestra presencia y en nuestro quehacer evangelizador. Por medio de la formación hemos de ir avanzando hacia un compromiso más cualificado desde una más profunda vivencia de nuestra identidad cristiana.
Objetivos de la formación Los procesos de formación han de apuntar hacia la consolidación del laico como cristiano adulto militante en los diversos campos y formas en los que se desarrolla la misión evangelizadora en la iglesia. 1.- Profundizar en la vocación y misión del cristiano
1.- La formación de los laicos tiene como primer objetivo la progresiva profundización en la propia identidad y vocación, así como en la disponibilidad para vivirlas en el ejercicio de la propia misión.
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Materiales sobre el 2º Objetivo del Plan Diocesano de Evangelización
La misión de los laicos
Esta vocación y misión, personal y eclesial, define la dignidad y la responsabilidad del laico. Constituye el punto de apoyo de toda la obra formativa “Ésta es la tarea maravillosa y esforzada que espera a todos los fieles laicos, a todos los cristianos, sin pausa alguna: conocer cada vez más las riquezas de la fe y del bautismo y vivirlas en creciente plenitud.” (ChL 58). 2.- Conseguir un laico adulto y comprometido
2.- Sobre este objetivo inicial, se alza el objetivo que conduce a la formación de un laico adulto y militante o comprometido. Ya hemos aludido, en temas anteriores, qué entendemos por laico. Veamos qué entendemos por los otros dos adjetivos. Adulto: No hay que entender este adjetivo en su significado cronológico, sino en un sentido cualitativo. Se trata de formar un creyente con un adecuado grado de madurez personal en lo humano y en lo cristiano. Hablamos de un cristiano capaz de dar razón de su fe y de su esperanza en las condiciones del tiempo en que nos toca vivir la fe, la esperanza y la caridad. Hablamos de alcanzar un cristiano maduro que integre en su personalidad las dimensiones de un modelo antropológico conforme a la identidad cristiana, y que viva en coherencia la relación fe-vida. Militante o comprometido: El perfil ideal del laico militante integra los siguientes elementos: - la experiencia del encuentro personal con Cristo y de la relación filial con Dios es el fundamento y motor de su personalidad; - con una visión cristiana de la vida en todas sus dimensiones (personales, familiares, comunitarias, sociales...); - persona de memoria histórica y de esperanza en la promesa de unos cielos y una tierra nuevos cuyo cumplimiento espera, anuncia y anticipa en la realidad concreta de su tiempo y de su mundo;
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4.3. Materiales para la reflexión personal y el diálogo en grupo (Cuaderno 3) La formación del laicado
- se empeña y se compromete en la transformación de la vida y de la sociedad según el espíritu del Evangelio y el seguimiento de Jesús, comprometido de modo preferencial con los pobres; - se empeña y se compromete en la transformación y edificación de la Iglesia, en una trayectoria que integra los testimonios de la contemplación, de la celebración y de la acción en las condiciones reales de su vida.
Laicos protagonistas de su formación Presbíteros, religiosos o laicos, niños, jóvenes, adultos o ancianos están necesitados de procesos de formación.
Todos los miembros de la Iglesia son destinatarios de la formación; nadie está formado por completo. Presbíteros, religiosos y laicos están necesitados de procesos de formación que les ayuden a ser mas fieles a su tarea y misión dentro de la Iglesia y dentro del mundo. Por ello, los procesos de formación pueden tener sus peculiaridades y especificidades según el ministerio de cada uno. Tampoco es una cuestión de edades: niños, jóvenes, adultos o ancianos participan de una necesidad de formación que da sentido a la etapa de la vida que están viviendo. También en éste sentido los procesos de formación han de estar adaptados a sus destinatarios y responder a sus necesidades más profundas.
Cada uno según su momento y situación personal.
En concreto, los laicos pueden encontrarse en fases o grados distintos de autoconciencia, vinculación y compromiso cristianos. Según sean éstos, así serán los procesos de formación a los que pueden acceder o se les puede orientar. Lo más adecuado será que cada uno reciba una orientación personalizada sobre el proceso más acorde con su situación concreta como creyente, y a lo que la comunidad eclesial puede esperar de él. Todos los miembros de la comunidad eclesial han de mantener la ilusión y el esfuerzo para que la formación sea un proceso continuo, de constante puesta al día y de permanente actualización.
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Materiales sobre el 2º Objetivo del Plan Diocesano de Evangelización
La misión de los laicos
La formación cristiana debe contemplar tres dimensiones fundamentales: Dimensión de interioridad: afectiva y vivencial. Formación que ayude a la persona a construirse como tal en su vida de laico.
Hay que lograr que el laico sea una persona capaz de asumirse a si mismo, tal cual es, y con un marcado sentido de lo fraterno y comunitario. Una formación que ayude a la persona a construir su mundo personal, afectivo y sentimental, de forma equilibrada, y a proyectarse hacia la relación interpersonal, comunitaria y social. La formación ha de ayudarle a percibir la llamada de Dios en su vida de laico, a buscar la presencia de Dios en la historia y en la vida de los seres humanos de su tiempo, en especial en los más pobres. Dimensión de conocimientos: teológica y secular.
Formación que ayude a conocer el mensaje cristiano y la cultura de nuestro tiempo.
Es la dimensión propia y específica de los procesos de formación. No se comprende una vida cristiana sin un mínimo de tematización y sistematización de la fe cristiana. La formación del laicado debe compaginar, al unísono, dos áreas del conocimiento: el mensaje cristiano y un conocimiento serio de la cultura de nuestro tiempo. De lo contrario, no se podrá desarrollar una misión evangelizadora y una corresponsabilidad eclesial a la altura de las condiciones del tiempo presente. La formación teológica pretende la profundización de la fe personal y la capacitación para dar razón de la propia esperanza, la toma de postura ante la realidad social, cultural, política, económica..., y la apertura de perspectivas y cauces para la acción pastoral y la responsabilidad secular. Dimensión práctica: pastoral y ética.
Formación que ayude a la transformación de la sociedad y la Iglesia.
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La formación, para ser completa y eficaz, ha de impulsar a la acción transformadora de personas, ambientes y estructuras en coherencia con el mensaje evangélico. El proceso de formación no es ajeno a las consecuencias prácticas de los principios y criterios que deben orientar la vida de las personas y colectivos en todas las dimensiones. Profundizar
4.3. Materiales para la reflexión personal y el diálogo en grupo (Cuaderno 3) La formación del laicado
en los fundamentos éticos y cristianos de la solidaridad, la paz, la verdad, la justicia, la opción preferencial por los pobres... así como profundizar en los empeños por transformar la sociedad son retos que la formación tiene que atender. Asímismo, el proceso formativo debe cultivar la conciencia de transformación eclesial en corresponsabilidad con la Iglesia local y en comunión con la Iglesia universal.
Estilo de la formación De la manera en cómo se lleve a cabo la formación depende en gran parte su éxito. Los procesos de formación son diversos pero todos ellos deben cuidar una metodología con unas características concretas para ser realmente eficaces. Una formación activa
El método ha de hacer de la formación de los laicos un proceso activo donde las personas participen y vayan creciendo como sujetos responsables de su propia formación.
que parte de las necesidades e intereses de las personas
Se debe atender a las motivaciones de los propios protagonistas donde, partiendo de las necesidades e intereses de cada uno en su situación concreta, se ofrezca la posibilidad de organizar los saberes y experiencias de forma articulada y coherente en una perspectiva de conjunto de la vida cristiana.
desde la acción
El método de trabajo en la formación ha de favorecer simultáneamente el crecimiento personal y el desarrollo social y comunitario, del laico cristiano mediante la formación por la acción. Debe impulsar un proceso de formación no sólo integral sino integrador.
integral e integradora
De tal modo que contribuya a estructurar una auténtica espiritualidad laical: un modo de ser y de actuar, un estilo de vida.
compartida en el grupo
La reflexión y el estudio personal han de enriquecerse mediante el diálogo en grupo y trabajo en equipo.
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Materiales sobre el 2º Objetivo del Plan Diocesano de Evangelización
La misión de los laicos
Los procesos de iniciación y de formación. Su relación y su distinción. 1.- El proceso de Iniciación cristiana. La iniciación es un proceso destinado a lograr la inserción en Cristo y en la comunidad eclesial.
Es preciso que quien desea formarse posea un determinado grado de conciencia de su ser creyente. En caso contrario se hace necesario un proceso de iniciación (o de reiniciación) cristiana.
Normalmente en un itinerario catequético.
La iniciación cristiana es un proceso destinado a lograr la inserción en el misterio de Cristo y en la comunidad eclesial que se produce normalmente a través de un itinerario catequético o catecumenal que ayuda a descubrir, crecer y madurar la vida de fe. El camino comprende elementos esenciales: • el descubrimiento o encuentro inicial con Cristo que suscite el deseo de conocerle mejor y, sobre todo, de seguirle como Camino, Verdad y Vida; • una experiencia inicial del Dios Padre de Jesucristo, y del significado y alcance de esta experiencia; • la actitud de querer conducir esa experiencia inicial hacia las esferas donde transcurre su vida normal; • participar activamente en la celebración comunitaria de la fe como fundamento de una espiritualidad cristiana, seglar y adulta y, • por último, despertar el interés por consolidar y ampliar esta experiencia inicial a través de la profundización en la fe y sus implicaciones. El resultado ha de ser la formulación, de la manera más conveniente, de un proyecto personal de vida cristiana, que conjugue adecuadamente las implicaciones personales y las implicaciones eclesiales y sociales de la propia fe.
Debe ser un proceso sencillo para descubrir las dimensiones básicas de la fe y de la identidad cristiana.
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Los procesos de iniciación pueden desarrollarse de múltiples formas y caminos. La experiencia nos recuerda la eficacia de procesos sencillos que tienen lugar en el seno de la comunidad eclesial o parroquial más cercana donde las per-
4.3. Materiales para la reflexión personal y el diálogo en grupo (Cuaderno 3) La formación del laicado
Previo a otros compromisos.
Seguido de un tiempo para poder asimilar lo descubierto.
sonas reciben una acogida y una iniciación, así como una elemental formación en el ambiente de un grupo, de la parroquia, etc. Para estas personas la experiencia de comunidad eclesial es imprescindible para una primera toma de conciencia de su identidad creyente y eclesial. La comunidad parroquial a través de grupos catecumenales o de una asociación o movimiento son lugares muy adecuados para descubrir o re-descubrir las dimensiones básicas de la fe y de la identidad cristiana. Entendemos, por ello, que el proceso de iniciación cristiana es previo a la acogida de otros empeños, dedicaciones o compromisos cristianos y eclesiales; y, también, antes de emprender un proceso de formación. A la fase de Iniciación cristiana le sigue el tiempo de la profundización y compromiso con lo adquirido. Hay que asimilar, en profundidad, la comprensión y el compromiso de la fe con sus consecuencias e implicaciones para la vida creyente y eclesial. 2.- Los procesos de Formación del Laicado.
Un proceso de formación no lo es todo, pero aporta claves e instrumentos.
Para caminar tras el perfil ideal de laico adulto y comprometido, los procesos de formación son un medio junto con otros. Un proceso de formación no lo es todo, pero aporta conocimientos, claves de comprensión, instrumentos de profundización para que quien los recorra los ponga al servicio de su identidad, madurez y compromiso cristiano. De ahí la necesidad de que él mismo esté convencido y motivado.
El laico no se forma sólo para si, sino también para beneficio de la comunidad.
Lo deseable es que el laico se sienta enviado desde sí mismo a recorrer un proceso de formación pero es posible que también se produzca una llamada eclesial o comunitaria explícita, de modo que la formación sea un compromiso más amplio que la voluntad personal. El laico no se forma sólo para si, sino también para beneficio de la comunidad eclesial. Sólo con la formación adecuada es posible que pueda cumplir su misión evangelizadora en nombre de la Comunidad.
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Materiales sobre el 2º Objetivo del Plan Diocesano de Evangelización
La misión de los laicos
En la formación se contrasta la experiencia de fe con la experiencia de vida
En un proceso de formación el interés se dirige hacia la consolidación y continua profundización de la propia identidad y misión creyente y eclesial plasmando las diferentes dimensiones e implicaciones de la fe en las condiciones y en los escenarios de la vida real. Es el momento en el que la experiencia inicial se contrasta y se depura con la experiencia de vida; la celebración se enraíza en esta vida, y la fe busca expresarse en el compromiso evangelizador.
Unos precisan la formación para mejorar su capacidad evangélica.
De un modo general, podemos distinguir dos grupos de laicos con unas necesidades de formación concretas:
Otros precisan una formación especializada de nivel superior.
2) En otros casos será pertinente un proceso de formación especializado de nivel superior. Se trata de aquellos laicos que por motivos profesionales (maestros, profesores, educadores...) o porque han recibido un encargo diocesano concreto y de responsabilidad necesitan una formación avalada por títulos canónicos o civiles. Para estos se requieren procesos de formación que están determinados por diversas instancias, y que sólo es posible cursarlos en Centros Oficiales reconocidos (Facultad de Teología, Instituto Superior, etc.).
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1) Hay un sector de laicos que acogen la posibilidad de recibir por parte de la comunidad eclesial el encargo de su colaboración para determinadas tareas o funciones. Y otros que están comprometidos en la transformación de la realidad desde motivaciones creyentes. Todos ellos pueden necesitar y ser destinatarios de procesos específicos de formación que les capaciten y les ayuden técnicamente para las acciones que realizan o están dispuestos a asumir. Son destinatarios de procesos cuya meta es una capacitación concreta.
4.3. Materiales para la reflexión personal y el diálogo en grupo (Cuaderno 3) La formación del laicado
Cauces de la formación La formación de los laicos no se realiza por un único cauce. La actividad de la comunidad eclesial es múltiple. La vida ordinaria de la comunidad es fuente de muchas actividades cuyo valor educativo y formativo no podemos olvidar. La catequesis sacramental y los procesos catequéticos pueden ser algunos cauces de la iniciación cristiana.
Los grupos parroquiales, asociaciones, escuelas de teología, institutos y facultades pueden ser cauces de la formación del laicado
Algunos de los cauces de la formación inicial pueden ser: La catequesis presacramental y sacramental. Muchas actividades parroquiales giran en torno a una adecuada administración de los sacramentos (bautizos, primeras comuniones, bodas, funerales...). Todas ellas son oportunidades a aprovechar como cauces, a veces ocasionales, para suscitar una mínima iniciación y formación en quienes asisten a ellos. Los diversos procesos catequéticos y catecumenales. Bajo distintos nombres, suelen tener lugar en el ámbito parroquial donde se mantiene estrecha conexión con la comunidad viva. Son un importante eslabón en el propósito global de formar cristianos adultos y comprometidos. Otros cauces para los procesos de formación del laicado pueden ser: Los grupos parroquiales y pequeñas comunidades eclesiales. Las parroquias llevan muchos años promoviendo grupos y comunidades eclesiales a través de los que se canalizan muchos de los empeños de la misión y evangelización actual. Son grupos de muy distinta índole donde frecuentemente se aúnan esfuerzos formativos constituyéndose en pequeñas pero eficaces plataformas para la formación de sus miembros. Las Asociaciones y Movimientos especializados. Estas realidades eclesiales son, a la vez, cauce y término de los procesos formativos. Las asociaciones y movimientos han contribuido positivamente a perfilar las características del laico adulto y militante. 163
Materiales sobre el 2º Objetivo del Plan Diocesano de Evangelización
La misión de los laicos
Por su naturaleza y por la actividad que desarrollan son un excelente cauce para la educación y formación de los laicos. Su experiencia en este terreno los acredita como importantes factores de la formación del laicado. Las Escuelas de Teología para Laicos o para Agentes de Pastoral. Significan un escalón más elevado en el rango de los cauces para la formación de los laicos donde determinadas demandas formativas encuentran en estas instancias un cauce adecuado. Existen muchas realizaciones en este tipo de instituciones, y lo importante es que su creación o su mantenimiento responda fielmente a las demandas y necesidades de la comunidad eclesial. Estas Escuelas responden a demandas formativas que requieren una organización sólida para una formación sistemática y completa. Institutos Superiores y Facultades de Teología. Son las instituciones que se requieren para aquellos procesos formativos que tienen que concluir con títulos o diplomas acreditativos. Cuentan con los medios adecuados para organizar y llevar a efecto los procesos de formación más exigentes. Se debe recurrir a ellas cuando la formación tiene que cumplir unos requisitos que vienen exigidos por determinadas legislaciones. Sin embargo, también pueden prestar un importante servicio a través de cursos especializados y dinámicas de formación permanente para determinados colectivos de laicos que los puedan aprovechar.
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4.3. Materiales para la reflexión personal y el diálogo en grupo (Cuaderno 3) La formación del laicado
Cuestionario para la reflexión personal y el diálogo en grupo VER 1.- De los aspectos que se apuntan como características de la formación de los laicos: • ¿Qué lagunas y dificultades vives personalmente? • ¿Qué avances has conseguido en tu vida como cristiano laico?
JUZGAR 2.• ¿Qué valoración haces de tu formación como laico? • ¿Cuál es el mensaje que Dios nos trasmite a través de esta palabra? • ¿En que te interpela personalmente? La Palabra de Dios “Tú, por tu parte, permanece fiel a lo que aprendiste y aceptaste, sabiendo de quién lo has aprendido, y que desde la infancia conoces las Sagradas Escrituras, que te guiarán a la salvación por medio de la fe en Jesucristo. Toda Escritura ha sido inspirada en Dios, y es útil para enseñar, para persuadir, para reprender, para educar en la rectitud, a fin de que el creyente sea perfecto y esté preparado para hacer el bien.” (1Tim 3, 14-17)
“Serás buen servidor de Cristo Jesús si enseñas estas cosas, alimentando tu espíritu con las enseñanzas de la fe y de la buena doctrina, de que tan fiel discípulo te has mostrado. Rechaza las fábulas y ejercítate en la religión que es útil para todo, pues tiene promesas para la vida presente y para la futura.” (1Tim 4, 6-7 )
• Puedes aportar otros textos de la Palabra de Dios para iluminar nuestra reflexión.
ACTUAR 3.- Formula un compromiso concreto para avanzar en tu formación como laico ¿Qué voy a hacer? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Con quién?
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Materiales sobre el 2潞 Objetivo del Plan Diocesano de Evangelizaci贸n
La misi贸n de los laicos
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5.- Convivir Adviento 2003 Sugerencias Estos materiales pueden ser útiles para la reflexión y el diálogo en grupo, mediante una lectura previa del tema de forma personal y la preparación del cuestionario con las adaptaciones que se consideren oportunas. También pueden utilizarse para invitar a la reflexión a un grupo más amplio y en un marco oracional. En este caso: se puede iniciar el encuentro con una lectura de la Palabra de Dios; desarrollar después el guión del tema en forma de charla; plantear algunos puntos para la reflexión a partir del manifiesto “También hoy es posible la paz” y concluir finalmente con una plegaria de oración. También pueden encontrarse otros puntos de interés para esta reflexión en materiales difundidos anteriormente: • Desarmar la Palabra, 1999 • Paz y Reconciliación, 2000 • Encuentro de Oración por la Paz, 2001 • Más que palabras…, Adviento 2002
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Materiales sobre el 2º Objetivo del Plan Diocesano de Evangelización
La misión de los laicos
La participación de los cristianos laicos en la convivencia política y la construcción de la paz En el desarrollo de nuestro Plan Diocesano de Evangelización destacamos especialmente a lo largo de este curso pastoral el objetivo relacionado con la misión de los laicos en la Iglesia y en la sociedad, y durante el tiempo de adviento centramos particularmente la atención en el objetivo relativo a la construcción de la paz. La conjunción de esos dos objetivos determina el enfoque de estos materiales para la reflexión personal y el diálogo en grupo, que ofrecemos como una ayuda a los miembros de las comunidades cristianas de la Iglesia diocesana. La Comisión Gestora del Departamento diocesano del Laicado en su Cuaderno 1 de Materiales, al presentar las Señas de identidad del laico cristiano destaca que “El carácter secular es propio y peculiar de los laicos,” 1 y recuerda que “El campo propio de su actividad es el mundo vasto y complejo de la política, de lo social, de la economía…” 2. En cada uno de esos campos “Los seglares participan del ministerio regio de Cristo alentando en las relaciones y estructuras humanas el sentido de la justicia, deseos de paz y sentimientos de solidaridad y fraternidad. Con sus obras, gestos y palabras, confiesan que Jesús es el único Señor de la vida y de la historia. La marginación o el olvido de esta responsabilidad conduce a las comunidades cristianas y a sus miembros al abandono de un aspecto tan fundamental de la evangelización como es el compromiso por transformar la realidad, orientándiola hacia el reino de Dios.” 3 La construcción de la paz y la convivencia política, aunque no se confunden ni se reducen la una a la otra, están estrechamente vinculadas entre sí, se requieren mutuamente como condición de posibilidad. Por ello, contemplando las tensiones de la convivencia política de nuestra sociedad, los cristianos, sea cual sea nuestra personal adscripción o afinidad política, no podemos permanecer como simples espectadores; nos vemos urgidos a hacer presente y activa en la convivencia y en la construcción de la paz la fuerza humanizadora del Evangelio. Precisamente por la legítima autonomía de las realidades políticas, las exigencias del Evangelio pueden asumirse en diferentes compromisos y mediaciones sin
1 Lumen Gentium 31 2 Evangelii nuntiandi 70 3 Comisión Gestora del Depto. dioc. del Laicado. Materiales para la reflexión. Cuaderno 1 pág.29
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5. Convivir. Adviento 2003 La participación de los cristianos laicos en la convivencia política y la construcción de la paz
identificarse plenamente con ninguna opción concreta. La actividad de los cristianos laicos en la convivencia política es por ello una participación en partidos, grupos, organizaciones e instituciones políticas, como mediaciones necesarias, junto a otros hombres y mujeres con identidades y referencias diferentes. La participación de los laicos cristianos ha de pasar necesaria y críticamente, de forma permanente o puntual, por alguna de esas mediaciones. Sin embargo, la convivencia política no consiste sólo ni principalmente en la confrontación publica de las distintas opciones y grupos, sea en la gestión de las instituciones, sea en la confrontación electoral de sus programas, sea en su permanente dialéctica en los medios de comunicación. Esa convivencia se entreteje en la vida cotidiana desde las convicciones personales en las relaciones familiares, laborales, comerciales, de amistad, de vecindad, o incluso de fe..., y en ellas echa raíces. Pero cuando en la vida cotidiana surgen cuestiones de trasfondo político en alguno de esos ámbitos fácilmente adoptamos posturas predeterminadas por nuestra identificación con facciones o partidos, ahogando la oportunidad de escucha mutua y comunicación distendida. Debemos cuestionar en este aspecto hasta qué punto hacemos la convivencia, como sujetos activos en estas relaciones cotidianas, o padecemos, como sujetos pasivos, un esquema de convivencia importado desde otros ámbitos de confrontación social. En este aspecto hemos de tomar conciencia del poderoso influjo que ejercen los medios de comunicación y de su alineación con los intereses de quienes los gestionan. Las referencias que podemos encontrar en el Evangelio de Jesucristo nos invitan a construir un nuevo modelo de convivencia basado en el respeto mutuo, la escucha y el diálogo incansable, entretejido paciente y activamente tanto en las relaciones de la vida cotidiana como en las plataformas e instituciones de la vida pública. Conscientes de que así construimos el Reino de Dios, hemos de saber asumir con sincera humildad la función del fermento que transforma, humanizándola, la masa de la convivencia política en la construcción de la paz. “Las comunidades cristianas han de ser lugares privilegiados de acogida y de compromiso generoso con la paz auténtica, contribuyendo a remover obstáculos, a derribar muros, a favorcer iniciativas y proyectos en colaboracón y diálogo social con tantas personas y grupos interesados en alcanzarla.” 4
4 Juan Pablo II. Mensaje con ocasión del encuentro de oración por la paz en Vitoria-Gasteiz. 13-I-2001
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Materiales sobre el 2º Objetivo del Plan Diocesano de Evangelización
La misión de los laicos
I. Unas referencias básicas para la convivencia política Estas claves son básicas en la convivencia política para todos los ciudadanos, no son exclusivas de la participación de los laicos cristianos; en ellas se asienta y hace posible el desarrollo de una sociedad democrática. • Al servicio del bien común Esta ha de ser la referencia fundamental para cuantos participan activamente en la convivencia social. El bien común consiste en el conjunto de condiciones que hacen posible el pleno de desarrollo de los derechos de las personas y los grupos sociales. En él se integran y armonizan, por tanto, bienes económicos y culturales, materiales y espirituales. No puede confundirse con la suma de los bienes particulares de los individuos, ni tampoco identificarse con algo puramente colectivo. No es fácil concretar en que consiste el bien común porque en las distintas sociedades y etapas de la historia adquiere diferentes formas. Es una meta, más que una situación determinada, hacia la que se dirige y orienta el dinamismo de la convivencia social. • Desde un pluralismo legítimo La pluralidad es fruto necesario de la libertad y constituye en sí misma una riqueza. El desarrollo de la democracia amplía y potencia la pluralidad de opciones, de modo que las diversas opciones políticas democráticas, al subrayar cada una determinados valores, son -en parte- complementarias entre sí y la tensión entre ellas puede ser el motor del avance social Ha de evitarse que la convivencia democrática degenere en pura confrontación cuando, desde un partidismo intolerante, los intereses propios de cada grupo llegan a suplantar como meta al bien común de la sociedad. • Por el camino de la tolerancia y el diálogo político La tolerancia se basa en el esfuerzo por comprender los puntos de vista y posiciones de los otros. Requiere superar el exclusivismo de posiciones dogmáticas o la imposición de aspiraciones utópicas, pues exige una actitud realista exenta de maximalismos. La tolerancia se desarrolla en la convivencia mediante el diálogo, que implica escucha de las propuestas del otro, análisis de sus posiciones y exposición paciente de los propios proyectos y convicciones. Así cabe alcanzar una aproximación o acercamiento hacia lugares de encuentro común, aunque sean situaciones provisionales o precarias.
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5. Convivir. Adviento 2003 La participación de los cristianos laicos en la convivencia política y la construcción de la paz
La intolerancia eleva la propia verdad política, parcial y discutible, al rango de lo indiscutible y procura imponerla a los demás; tiende a eliminar lo que no encaja en el propio proyecto, recurre a cualquier procedimiento que resulte eficaz por encima de valores humanos y éticos. • Con exclusión de la violencia El recurso a métodos violentos para reivindicar aspiraciones políticas o defender las propias posiciones es netamente rechazable en cualquier convivencia democrática. Nadie –persona o grupo- puede arrogarse la capacidad de amenazar o eliminar a sus adversarios políticos para imponer sus propios proyectos. La justa represión de la violencia en una sociedad democrática corresponde a los poderes públicos con las debidas garantías de un uso respetuoso de los derechos intangibles de la persona humana.
II. Actuación de los laicos cristianos en los conflictos de la convivencia política 5 • Reconocer la existencia de la situación conflictiva Un conflicto ignorado es un pacto implícito con situaciones injustas que –mas o menos conscientemente- interesa mantener. Negar su existencia es un reflejo defensivo, una excusa, para no implicarse en situaciones que no se quieren resolver. Tomar conciencia de los conflictos evita acumular tensiones sociales. Aunque contribuir a que los conflictos latentes se formulen, a veces es mirado sospechosamente por aquellos que los instrumentalizan para sus intereses. • Discernir los conflictos, separar sus distintas facetas Conviene separar en el conflicto sus complejas facetas, separar lo objetivo de los intereses subjetivos. No instrumentalizar interesadamente los conflictos para otras finalidades o intereses partidistas. Es necesario avanzar en procesos que faciliten soluciones parciales a cuestiones que se presentan interrelacionadas, sobre todo si lo están artificiosamente.
5 Cfr. Conflictos humanos y reconciliación cristiana. Carta pastoral conjunta (1984) nn.45-53
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Materiales sobre el 2º Objetivo del Plan Diocesano de Evangelización
La misión de los laicos
• Humanizar los conflictos Cuando la confrontación se desarrolla con lealtad y nobleza en el diálogo, tratando de alcanzar soluciones “precarias” necesarias para salvaguardar los derechos de todos, el conflicto se humaniza. Es necesario trabajar para que objetivos, medios y actitudes de unos y otros vayan aproximándose y avancen en la búsqueda de la verdad, la justicia y la solidaridad, en la perspectiva del bien común. • Promover la reconciliación Los conflictos no tienen soluciones verdaderamente humanas si no se introduce en ellos la clave del perdón. Esta es una aportación inequívocamente evangélica, aunque hoy esta socialmente muy devaluado. La capacidad de perdonar está ligada a la capacidad de comprender al otro; la reconciliación no sólo liquida un contencioso del pasado, sino que despierta nuevas energías para un futuro nuevo. La memoria histórica es necesaria y beneficiosa, pero puede enquistarse como incapacidad de olvidar que nos encadena obstinadamente a nuestros conflictos; los cristianos reivindicamos la fuerza antropológica, social y política del perdón en nuestro mundo. • Orar por la superación de los conflictos Es una forma de reconocer nuestras limitaciones e impotencia. No es una evasión cómoda para dejar de trabajar. En la oración pedimos sobre todo: luz, voluntad, fuerza y constancia para superar el conflicto y mantener viva la esperanza en medio de las tensiones y dificultades.
III. Participación de los laicos cristianos en la construcción de la paz 6 • Sufrir con todo el pueblo - una inmensa mayoría de nuestra sociedad sufre, en mayor o menor medida y por motivos de diferente calado, por la crudeza presente. - Se siente dolorosamente precocupada una inmensa población de todos los colores políticos que observa como una sociedad se va descoyuntando progresivamente a medida que la cruda confrontación política la va polarizando paso a paso. 6 Cfr. J.M. Uriarte: “Renovarse y pacificar”. San Sebastián 2002
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5. Convivir. Adviento 2003 La participación de los cristianos laicos en la convivencia política y la construcción de la paz
• Sostener su esperanza debilitada - una notable mayoría de los ciudadanos estiman necesario el diálogo entre todos los partidos como camino para llegar a un consenso básico que pudiera colocar en vías de solución un conflicto viejo y enconado. La desesperanza surge precisamente ante la ausencia de signos en esta dirección. - La esperanza es un activo necesario para resolver los grandes problemas. Cuando está viva es capaz de lograr casi lo imposible. Cuando está muy mermada paraliza las energías sociales con el abatimiento y la pasividad. • Decir una palabra de libertad - Siempre que la confrontación es cruda, como en el momento presente, una palabra libre se torna especialmente difícil. - Los antagonistas endurecen y simplifican sus posiciones y pretenden polarizar a la sociedad en torno a ellas. - Los matices, las correcciones parciales y las modulaciones, tan necesarias para definir los problemas humanos y encontrar solución adecuada, son rechazados como observaciones que alimentan la opción que es preciso deshacer y que encubren actitudes ambiguas ante lo inadmisible. • Realizar gestos y acciones pacificadoras - Gestos y acciones que anuncien e inicien siquiera, de manera muy humilde, el reino de la paz que todos anhelamos. - En nuestra Iglesia convivimos creyentes que profesan opciones políticamente diferentes. ¿Nos atrevemos a dialogar sobre ellas entre nosotros? Nuestras legítimas pertenencias políticas ¿son para nosotros algo más determinante que la fe y la pertenencia a la comunidad cristiana? ¿Podemos reclamar a los políticos que dialoguen si nosotros mismos no practicamos el diálogo? - Desactivar, por la palabra y la escucha, las cargas de pasionalidad ciega que a menudo acompañan a nuestras opciones, sería un ejercicio que anticiparía la reconciliación, tan necesaria para nuestra sociedad. • Educar para la paz - consiste, en primer lugar, en humanizar la pasionalidad política mediante la adquisición de una capacidad de pensamiento crítico. - entraña además la formación de una conciencia ética, mediante la adquisición de verdaderos criterios morales para valorar nuestra situación. - lleva como componente ineludible el que todos reconozcamos al otro en su diferencia. 173
Materiales sobre el 2º Objetivo del Plan Diocesano de Evangelización
La misión de los laicos
- comporta movilizarse a favor de la paz. La inhibición no es una respuesta moral positiva. - promover la reconciliación, pues es más lo que nos une que lo que nos separa. • Orar por la paz - para que no nos falte el aliento y el coraje de comprometernos con ella. - para trabajar más y mejor por la paz. - para expresar que existe entre nuestro deseo y nuestras fuerzas una desproporción que sólo la ayuda del Señor puede compensar.
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5. Convivir. Adviento 2003 La participación de los cristianos laicos en la convivencia política y la construcción de la paz
Cuestionario para el diálogo en grupo VER 1.- ¿Cómo describirías la situación de la convivencia política en nuestra sociedad? ¿Cuáles son sus aspectos negativos y cuáles los positivos? 2.- Cuál es tu posición y actitudes personales ante esta situación.
JUZGAR 3.- Desde una perspectiva humana ¿Cómo valoras esta situación? 4.- ¿Cuál es el mensaje que nos trasmite la Palabra de Dios? y ¿en qué me interpela personalmente? “Dijo Jesús: Habéis oído que se dijo a los antepasados: No matarás; y aquel que mate será reo ante el tribunal. Pues yo os digo: todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal; y el que llame a su hermano imbécil, será reo ante el Sanedrín; y el que le llame renegado, será reo de la gehenna de fuego. Si, pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas de que un hermano tuyo tiene algo que reprocharte, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda.” (Mt 5, 21-24)
“Porque él es nuestra paz: el que de los dos pueblos hizo uno, derribando el muro que los separaba, la enemistad,…para crear en sí mismo, de los dos un solo Hombre Nuevo, haciendo la paz y reconciliando con Dios a ambos en un solo cuerpo, por medio de la cruz, dando en sí mismo muerte a la enemistad. Vino a anunciar la paz: paz a vosotros que estabais lejos, y paz a los que estaban cerca. Pues por él unos y otros tenemos acceso al Padre en un mismo Espíritu.” (Ef 2,14-18) • Puedes aportar otros textos de la Palabra de Dios para iluminar nuestra reflexión.
ACTUAR 5.- ¿Qué me comprometo a hacer personalmente para avanzar en la construcción de la paz en la convivencia? 6.- ¿Qué signos o acciones concretas podemos promover en nuestra comunidad cristiana? 175
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La misión de los laicos
“Instrumento de tu paz” Señor, haz de mí un instrumento de tu paz. Donde haya odio, que yo ponga amor. Donde haya ofensas, que yo ponga perdón. Donde haya discordia, que yo ponga unión. Donde haya error, que yo ponga verdad. Donde haya duda, que yo ponga fe. Donde haya desesperanza, que yo ponga esperanza. Donde haya tinieblas, que yo ponga luz. Donde haya tristeza, que yo ponga alegría. Haz que no busque tanto el ser consolado como el consolar, el ser comprendido como el comprender, el ser amado como el amar. Porque dando es como se recibe, olvidándose de sí mismo es como uno se encuentra, perdonando es como se obtiene perdón, y muriendo es como se resucita para la vida eterna.
“Evangelio de vida y paz”(Desarmar la palabra) Señor Jesús; Evangelio de vida y paz, defensor de la dignidad humana, buen samaritano, víctima de nuestras injusticias e ideologías, ¡haz de mí un instrumento de tu paz! Tú, que me invitas a proseguir tu causa, arranca la violencia de mi corazón, dame entrañas de misericordia con quienes sufren y han sufrido. Mira este pueblo tuyo y nuestro, aviva nuestra capacidad de diálogo y tolerancia ¡ábreme al perdón y a la reconciliación!
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5. Convivir. Adviento 2003 La participación de los cristianos laicos en la convivencia política y la construcción de la paz
Señor, infúndeme tu Espíritu, para que pueda pensar como Tú, trabajar contigo y vivir en ti, para que yo también llegue a ser ¡un instrumento de tu paz!
Manifiesto “También hoy es posible la paz” — Dios quiere que vivamos en paz. La paz es posible, también en nuestro pueblo. La queremos ya, ahora. No queremos que nadie la impida o la retrase. ¿Nos comprometemos a trabajar por la paz en la verdad y la justicia, desde nuestra propia responsabilidad? En las discusiones y conflictos ¿procuramos que nuestra aportación sea para encontrar soluciones? — Amamos la vida como don sagrado de Dios y primer derecho del ser humano, sea quien fuere, esté donde esté, haya nacido o esté en gestación. No queremos que nadie mate, torture o atente contra su integridad. ¿Defendemos la vida y la dignidad de todos los seres humanos? ¿Tenemos odio a alguien? ¿Provocamos divisiones y discordias? ¿Nos hemos alegrado de algún mal que le haya ocurrido a alguien? — Creemos en la capacidad de las personas y de los pueblos para buscar solución a sus conflictos por caminos de paz. No queremos imposiciones violentas, contrarias al libre sentir de nuestro pueblo. ¿Promovemos en nuestro entorno comportamientos y cauces democráticos en libertad? — Respetamos la legítima diversidad de opciones para la construcción de nuestro pueblo. No queremos que nadie se arrogue el derecho de ser su único representante. ¿Buscamos una paz que sea verdadera y para todos? ¿Estamos dispuestos a sembrar la reconciliación y el perdón? ¿O queremos imponer la paz con violencia y aspereza? ¿Intentamos comprender las actitudes y actuaciones de los demás? ¿Somos capaces de ponernos en la piel de los demás? — Creemos en la fuerza pacificadora de la verdad. Rechazamos la mentira como instrumento de estrategia y la manipulación de la verdad al servicio de los propios intereses político-sociales. ¿Apostamos por la fuerza liberadora de la verdad? ¿Por qué pienso que mi verdad es más verdad que la de los otros? ¿Por qué mi verdad ha de ser más provechosa que la de mi vecino? 177
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— Creemos en la eficacia del diálogo para la búsqueda de una paz estable. Rechazamos todo intento de hacer de él un instrumento de estrategias calculadas. ¿Promovemos el diálogo que nazca del respeto, la acogida y la escucha mutua? ¿Estamos abiertos para escuchar y aceptar las opiniones de los demás? ¿O creemos que sólo nuestras opiniones tienen valor? — Reivindicamos la fuerza social del perdón para construir nuestro futuro. No queremos que la venganza y los odios nos encadenen para siempre a nuestro pasado. ¿Promovemos una experiencia colectiva de perdón? — Creemos en la paz, logro de las personas y don de Dios. ¿Oramos sin descanso por nuestra conversión personal y por la reconciliación de nuestro pueblo? ¿Esa oración nos ayuda a liberarnos de odios irracionales, dogmatismos violentos, manipulaciones engañosas e intolerancias agresivas?
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6.- Significado
del asociacionismo
laical 1er Encuentro Diocesano de Comunidades, Asociaciones y Movimientos de Apostolado Seglar Vitoria-Gasteiz, 3 de abril de 2004
Galo Bilbao Alberdi Trascripci贸n de la charla 179
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La misión de los laicos
Introducción Buenos días. En primer lugar os agradezco la invitación, porque me gustan los momentos de comunicación e intercambio con otros hermanos y hermanas. Mi participación en este acto pretende ser un gesto de comunión eclesial entre diócesis y yo disfruto especialmente de él. Junto con el agradecimiento, vaya también por delante mi enhorabuena. Hay motivos para alegrarse de tener un I er Encuentro de Comunidades, Asociaciones y Movimientos de Apostolado Seglar en la diócesis de Vitoria. Y también es buena noticia que os hayáis juntado más de 20 grupos con la pluralidad, la riqueza y la diversidad que habéis manifestado en vuestra presentación. Así que, gracias y enhorabuena. Voy a realizar un primer acercamiento a lo que puede ser la problemática o cuestión del asociacionismo laical. La mía va a ser una exposición de fundamentación, de explicar el por qué debemos, podemos y tenemos que trabajar y vivir nuestra fe asociadamente. Lo que voy a decir no es nada original. Mi único mérito, si lo hay, es haber sabido copiar bien. Prácticamente nada de lo que vais a oír es cosecha propia, todo ello procede de las reflexiones de unos buenos amigos personales (Pedro Escartín y Carlos García de Andoín) 1, que han mostrado con creces su competencia intelectual, su celo pastoral y su opción personal en lo relativo a la promoción de un laicado cristiano adulto y responsable. También tengo una sensación extraña, porque vengo a hablar de la importancia del asociacionismo laical a un público convencido de antemano. Esto es un mercado “cautivo”, que dirían los estrategas del marketing. Se trata de elaborar un discurso que justifique y dé razón del significado y necesidad del asociacionismo laical a
1 Los textos de referencia, que además de inspiradores han sido literalmente transcritos en numerosos
momentos, han sido los siguientes: en los apartados 1 y 4, PEDRO ESCARTÍN CELAYA, De los grupos parroquiales a un laicado asociado, Helduak-Movimiento de Adultos de la Diócesis de Bilbao, Bilbao, 1998; en los apartados 2 y 4, CARLOS GARCÍA DE ANDOÍN, “Apostolado asociado para un nuevo empeño evangelizador” en VV.AA., Los cristianos laicos, Iglesia en el mundo. Jornadas de profundización sobre el Documento de la CEE, Foro de Laicos, Madrid, 1993, pp. 77112. Junto a ellos, como se indicará en su momento, especialmente en los apartados 3 y 4, CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, Los cristianos laicos, Iglesia en el mundo, Edice, Madrid, 1991.
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6. Significado del asociacionismo laical 1. La razón de ser del apostolado seglar asociado
quien ya vive asociadamente. Por ello no intentaré tanto convenceros como dar nombre y sistematicidad a eso que ya estáis viviendo, ofrecer reflexión de lo que ya se viene experimentando. También quisiera que con esta intervención se abriesen ideas, pistas, propuestas... para el camino que ahora iniciáis. Para que, quién sabe, dentro de veinticinco años, en el XXV Encuentro del Apostolado Seglar Asociado de la diócesis de Vitoria alguien pueda hacer una crónica y decir: “iniciamos nuestra andadura en el año 2004...” y al enumerar los temas que se han ido tratando a lo largo de la historia, se dé cuenta de algunos de los que surgieron a partir de este primer Encuentro.
1. La razón de ser del apostolado seglar asociado Hablar de apostolado asociado en estos tiempos de individualismo, o de fragmento, de “que cada cual se lo monte como quiera” y del “sálvese quien pueda”, es una cuestión muy peculiar. Somos una “especie en peligro de extinción” y, por lo tanto, necesita ser protegida; y una protección importante es convencernos de por qué seguimos estando asociados a pesar de que las líneas o corrientes culturales actuales no nos llevan precisamente a estar asociados con otros. Normalmente, cuando abordamos esta cuestión recurrimos a argumentos utilitaristas y prácticos: “nos asociamos para hacer las cosas mejor...”, y creo que nos olvidamos de las razones más profundas de este asociacionismo. Yo he modulado esta razón de ser del apostolado seglar asociado en tres afirmaciones. • No son motivos de estrategia social y/o evangelizadora, aunque sea útil y legítimo buscar esa eficacia. Lo que justifica la existencia de una apostolado asociado no son motivos de estrategia social o estrategia evangelizadora, aunque ciertamente es útil buscar esa eficacia. La razón última del apostolado asociado no es que juntos hacemos las cosas mejor, economizando recursos o siendo más eficaces. Aunque sea legítimo pensar que desde el asociacionismo podemos hacer las mismas cosas, o más cosas y hacerlas mejor y con economía de recursos. Estas no son las razones fundamentales. Incluso podríamos debatir sobre la supuesta eficacia de nuestra acción, que tiene que modularse con un criterio
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mucho más importante, a mi modo de ver desde la perspectiva evangélica, que es la fecundidad y no la eficacia 2. • No es la ayuda que el grupo primario (y la coordinación entre ellos) proporciona a los individuos para la vivencia de la fe, aunque es muy necesaria. En segundo lugar, tampoco habría que buscar la motivación esencial en la ayuda que el grupo primario o de referencia o de militantes (según distintas terminologías), proporciona a los individuos para la vivencia de la fe, en una situación que podríamos calificar de éxodo, de desierto, de marcha constante en las difíciles condiciones de la vida cotidiana. Aunque ciertamente, hay que reconocer esta ayuda, que es siempre necesaria. Nuestro asociacionismo laical no es una cooperativa de afectados o damnificados, ni una asociación de autoayuda, donde quienes tenemos necesidades acudamos a algo que se llama el grupo, o la asociación, para solucionar nuestros problemas. No es fundamental y primariamente eso, aunque luego descubramos que también nos lo aporta. Hay momentos en la vida de las personas, de los grupos y movimientos que podríamos calificar de crisis. En esos momentos uno se hace la pregunta: "¿para qué me sirve este grupo?”. Cuando empiezan las dificultades, el cansancio, el aburrimiento o no nos entendemos bien, empezamos a hacer evaluaciones y valoraciones y nos preguntamos: “¿para qué?”. Creo que es una pregunta legítima, pero la respuesta definitiva al significado de nuestro grupo o comunidad no tiene que ir por esos derroteros.
2 Cada vez estoy más convencido de que en nuestra actividad pastoral no tenemos criterios adecuados
para hacer su valoración. Los referentes que utilizamos para decir si hacemos bien o mal las cosas no son siempre los más adecuados. Durante los últimos años – por suerte –, en nuestra Iglesia hemos ido aprendiendo a trabajar de manera más organizada y programada, y esto es un avance pero hemos corrido ciertos peligros. Y uno de ellos es el de evaluar nuestra actividad exclusivamente desde la eficacia: ¿y al final, cuántos?. La eficacia así entendida tiene muy poco que ver con el Evangelio. Y creo que tendrían mucho más que ver otros criterios que en última instancia responden a ¿cuánta vida hemos generado? , es decir, que valoran nuestra fecundidad (no olvidemos que el Señor vino para que tuviéramos vida y la tuviéramos en abundancia). Y esto lo digo porque quienes hacemos gala de eficacia, lo hacemos muchas veces a costa de muchísima vida, propia y de quienes nos rodean, porque por cumplir objetivos y realizar infinidad de acciones nos quemamos, o apartamos a otra gente o la tratamos mal, o no la dejamos crecer... y al final podemos llegar a la situación paradójica de alcanzar un 10 en eficacia y un 0 en fecundidad. Así que creo que tenemos que empezar a cambiar nuestros referentes evaluativos.
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6. Significado del asociacionismo laical 1. La razón de ser del apostolado seglar asociado
Si nos preguntamos esto, podremos hacer un balance de pros y contras, y habremos conseguido algo, pero eso no da el sentido profundo a nuestra presencia en el grupo, de tal manera que la decisión de continuar o no en el grupo sea el resultado de un balance respectivamente positivo o negativo de la comparación entre el “haber” y el “debe”. Ciertamente, el grupo nos puede servir para mucho, pero la razón fundamental por la que estamos en el grupo no es “que me sirva”, porque si no, posiblemente, acabaremos en esos grupos “estufa” (refugio reconfortante para quienes no quieren vivir en medio de las inclemencias de la vida) o de “autoayuda”, en los que estamos muy a gusto juntos, pero que no reflejan el verdadero significado del apostolado seglar asociado. • Es su carácter casi-sacramental: signo e instrumento de la comunión y de la misión de la Iglesia. La razón de ser del apostolado asociado es su carácter casi sacramental. El Apostolado Asociado tiene su sentido porque es signo e instrumento de la comunión y la misión de la Iglesia. La Iglesia, desde siempre, ha manifestado su interés y voluntad de descubrirse como un pueblo, que formamos todos los creyentes. Y esto tiene que ser visualizado y expresarse públicamente. Las pequeñas comunidades, las asociaciones, los movimientos no son sino una expresión, un signo de ese carácter de Pueblo de Dios que tiene la Iglesia. Su razón profunda es de carácter sacramental porque, por una parte, significa la comunión que tiene su origen en la comunión trinitaria, y esa comunión está dirigida para hacer presente a Cristo en el mundo. Nuestra asociación es un instrumento que el Espíritu utiliza para proclamar la presencia de Jesús en medio del mundo. Por lo tanto, es signo y expresión de la comunión y de la misión de la Iglesia. Esta es la razón profunda del asociacionismo laical. Estamos asociados porque tenemos que expresar públicamente, de una manera manifiesta, que somos una comunidad, una comunión. Y estamos unidos en comunión para dejarnos llevar por el Espíritu a la misión evangelizadora. Somos por tanto signo e instrumento. En última instancia, al asociarnos, lo único que hacemos es corroborar esa convicción de la Iglesia desde la época de los Santos Padres que nos dice que un cristiano en solitario no es cristiano, que donde hay un solo cristiano no hay cristianismo, que donde no hay comunión no hay cristianismo. Si vemos desde esta perspectiva nuestra asociación nos daremos cuenta de la enorme responsabilidad que eso supone, porque esto va mucho más allá de las eficacias que podamos mostrar en una cuenta de resultados, y más allá de la satisfacción o 183
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La misión de los laicos
no de cómo funciona o se desarrolla la comunidad. Tenemos la responsabilidad de expresar públicamente a través de la comunidad el significado que tiene la Iglesia como comunión en la misión. Esta es la cuestión fundamental: el significado profundo que tenemos que adquirir respecto a nuestra vida asociativa. Si esta es la razón y el por qué de nuestra asociación ¿para qué estamos asociados? ¿cuáles son las funciones del apostolado seglar asociativo?
2. Las funciones del apostolado seglar asociado Una vez descubierta la razón y significado profundo del apostolado seglar asociado, esta es una pregunta de segundo nivel. He formulado cinco funciones o tareas asignadas al asociacionismo laical. A) Posibilitar una mejor adhesión personal a Cristo y a la Iglesia. Las actuales circunstancias en que se desarrolla la fe, demandan en muchos casos la existencia de lugares donde los propios medios que se utilizan posibilitan una vida de fe más intensa, personalizada, con un cuidado mayor de la oración, de la comunicación de vida y la espiritualidad... Al mismo tiempo, como experiencia eclesial, esta fe encuentra en el grupo un modo concreto de sentirse más directa y concretamente vinculada a la Iglesia, un modo de participación más activo en ella. Ciertamente ninguno de nosotros/as podemos decir que somos mejores cristianos que ese laicado no asociado, que acude semanalmente a la eucaristía. No somos mejores, pero queremos manifestar que para nosotros no es suficiente (aunque sí, lógicamente, necesario) ese nivel de vivencia, ese modo de expresión para poder llevar nuestra fe al día. Por lo tanto, demandamos estos espacios en los que podemos trabajar más profundamente nuestra espiritualidad, para compartir más vida, para sentirnos más partícipes y vinculados a la Iglesia. Esa es una función importante del Apostolado Seglar Asociado. B) Fomentar el protagonismo y la corresponsabilidad laical. Su propia configuración – somos asociaciones laicales en las que las decisiones las tomamos los laicos – significa que se fomenta el protagonismo, la toma de palabra, la elaboración de criterios propios, la responsabilidad sobre algo que es nuestro y nadie va a hacer por nosotros...
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6. Significado del asociacionismo laical 2. Las funciones del apostolado seglar asociado
El Asociacionismo Laical es una gran escuela de corresponsabilidad eclesial, porque nos damos cuenta que en ese contexto tenemos que decidir nosotros, llegar a acuerdos entre todos, asumir nuestra responsabilidad..., y asumiendo nuestra responsabilidad nos hacemos protagonistas y dirigimos nosotros nuestra propia existencia. Esta característica, en un momento en que se apela a la responsabilidad laical, da mayor valor a vuestra experiencia. C) Formar integralmente a sus miembros. Se ha de preocupar la comunidad o movimiento para que todas las dimensiones de la vida de sus integrantes crezcan de una manera armónica desde la perspectiva de la fe. Por tanto, hay que desarrollar al máximo de sus capacidades las potencialidades y dimensiones celebrativas, intelectuales, afectivas..., de todos y cada uno de sus miembros. Nosotros estamos configurados por estas dimensiones o aspectos, y la comunidad y el movimiento deben preocuparse de que este armazón que tenemos, se vaya desarrollando lo más posible y de manera armónica, para no ser sujetos o estructuras deformes, con atrofias e hipertrofias. Por ejemplo: si desarrollamos mucho la dimensión intelectual y muy poco la afectiva..., habrá que ir acompasando estos aspectos para que crezcan armónica y equilibradamente. D) Concretar una mayor flexibilidad y creatividad evangelizadoras en función de la realidad. Los Movimientos y Organizaciones laicales tenemos una posibilidad de adaptación más rápida a las nuevas necesidades, los nuevos retos y las demandas evangelizadores. Somos algo así como “fuerzas de intervención inmediata”. En el momento en que se detecta una situación novedosa, no prevista por la acción pastoral cotidiana, es más fácil que un grupo o movimiento laical se dirija y se prepare para responder a esa demanda que no hacer que toda la estructura eclesial, que es mucho más compleja, amplia, plural, lenta y burocratizada, se ponga a hacerlo. Incluso podemos asumir más riesgos; podemos pensar que hay demandas muy urgentes a las que no sabemos cómo responder y frente a las que hay que actuar con el método de “ensayo y error”. No es grande el fracaso si el asunto sale mal para un grupo de estas características, pero sí pudiera ser muy complicado y difícilmente asumible para toda la institución eclesial. Somos algo así como una avanzadilla que se dedica a responder de una manera más ágil y rápida a las nuevas demandas y circunstancias. Esto es una cuestión muy importante y nos tenemos que ir acostumbrando a encontrar185
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nos con escenarios cada vez menos previstos ante los cuales la institución tiene muchas dificultades para dar una respuesta inmediata o rápida, y mientras tanto las ocasiones se pueden ir perdiendo si nadie reacciona. E) Desarrollar una conciencia ético-política, un compromiso cívico de los cristianos y una presencia pública eclesial. Si tomamos en serio nuestra condición de movimientos laicales tenemos que responder adecuadamente a las necesidades de la vocación laical. Por lo tanto tenemos que preocuparnos de desarrollar una adecuada síntesis fe-vida que se concreta, entre otras cosas, en la profundización de la dimensión sociopolítica de la fe. Tendremos que profundizar en que los integrantes de nuestros grupos lleguemos a la formulación de una propuesta válida para nuestra vida cotidiana, de síntesis y engarce de lo que puede ser esa vida con la fe. Y eso va a pasar necesariamente a través de mediaciones de carácter ético, social y político. Aunque esto es para todos, entre nosotros habrá algunos que desde esa dinámica de vivir la vida laical con intensidad desde la fe, lleguemos a asumir compromisos sociales y políticos explícitos, lo cual requiere también de un acompañamiento especial. En consecuencia, a los militantes en las mediaciones seculares habrá que dotarles de las herramientas y los medios que posibiliten que su compromiso creyente en esos contextos sea lo más adecuado posible. Habrá, en tercer lugar, momentos en los que la organización como tal tendrá que tener una presencia pública en la sociedad – posiblemente no de manera constante –, y habrá momentos en los que tenga que expresar no solamente el compromiso concreto de los integrantes de la comunidad, sino de la presencia pública de la comunidad como tal, como presencia pública eclesial y colectiva. Fomentar y responder a las necesidades de estos tres niveles de articulación de la dimensión sociopolítica de la fe, son funciones que conviene que el Apostolado Seglar Asociado desarrolle.
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6. Significado del asociacionismo laical 3. Criterios eclesiales de discernimiento
3. Criterios eclesiales de discernimiento En este punto, que puede resultar especialmente problemático, voy a intentar ser muy cuidadoso. Diré sencillamente lo que dice el documento Cristianos Laicos, Iglesia en el Mundo (Conferencia Episcopal Española, 1991, especialmente los nn. 99104), el popularmente conocido como CLIM, que es un intento de actualizar y concretar en el espacio eclesial español lo que supuso el dinamismo sinodal en su momento y, posteriormente, la Christifideles Laici, de Juan Pablo II en 1988. Todos los Movimientos y Organizaciones laicales vivimos en la comunión y en la misión de la Iglesia, y somos libres para identificarnos, darnos señas de identidad, decidir nuestras formulaciones y planteamientos. Pero, con respeto absoluto a esa libertad, parece razonable decir que hay que establecer algún tipo de criterios. Evidentemente, muchos cabemos –desde un pluralismo inmenso– bajo el manto del asociacionismo laical, pero no cualquier cosa es asociacionismo laical cristiano. Desde esa idea de que la pluralidad no sólo hay que consentirla, sino también fomentarla puesto que es una riqueza, y desde el convencimiento de que esa pluralidad necesariamente tiene que ser limitada –no todo vale–, la CEE desarrolló en su día unos criterios de discernimiento, que han de ser reconocidos en el asociacionismo laical para considerarlo asociacionismo laical cristiano hoy. Estos criterios se han de entender de manera integral, global. No son mera suma de criterios, de tal manera que si formulamos siete criterios nos podamos identificar con cinco o seis. Estos criterios son exponenciales, son una unidad, lo que quiere decir que si en uno de ellos tenemos cero, el producto de todo da cero. Si fallamos en alguno de ellos no participamos adecuadamente de esa imagen que se quiere de los grupos laicales. ¿Cuáles son esos siete criterios que se nos ofrecen para el discernimiento de nuestras iniciativas? • Santidad de vida. La prioridad a la llamada a la santidad de vida es total. La ha de fomentar el movimiento en sus integrantes y se verifica en las obras y en la vida cotidiana de sus miembros: el testimonio de vida, la confesión de la fe, la oración, el trabajo por la justicia..., son expresiones de esa vida que se vive santamente. Las Asociaciones y movimientos tienen que ayudar a eso que llamamos la conversión personal, en última instancia, y a la liberación integral de sus miembros. Tenemos que ser hombres y mujeres nuevos, reflejando claramente nuestra dignidad bautismal.
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La misión de los laicos
• Confesión y celebración de la fe. Es algo evidente, puesto que somos grupos cristianos: nos confesamos creyentes y lo celebramos. Es la responsabilidad por lo tanto de confesar la fe y celebrarla. Las asociaciones deben anunciar, promover, educar la vivencia de la fe, según los criterios de una interpretación verdaderamente evangélica, y hacer a sus miembros partícipes de la celebración de la comunidad, de la Eucaristía, de los sacramentos, de la oración. • Comunión eclesial. Esto no es solo una palabra. Se suele decir “comunión afectiva”, en el sentido de que nos sentimos unidos a nuestro Obispo, a la Iglesia Universal con el Papa; pero también tiene que ser “efectiva”, que tiene que mostrarse y especificarse claramente. Y tiene que ser una comunión no solamente con nuestro Obispo o con el Papa, sino con el resto de las comunidades eclesiales: parroquias, movimientos... • Participar del fin apostólico de la Iglesia. El asociacionismo laical no tiene sentido si no es por la misión evangelizadora. Solemos decir que hay comunión y misión. Pero, ¿qué es primero, la comunión o la misión? Esto es como lo de la gallina y el huevo. Es difícil romper este círculo, que no es vicioso sino virtuoso. Creo, por un lado, que la comunidad lo es para la misión, pero, por otro, que de la misión surge la comunidad y se fortalece la comunión. Así que usaremos la expresión “comunión en la misión”, que considero es la más adecuada y, en definitiva, es el fin de la Iglesia. ¿Qué sentido tienen las asociaciones laicales? Pues tienen sentido en la medida en que son para la misión de la Iglesia: la evangelización. • Solidaridad con los pobres y pobreza evangélica. Este criterio no se puede olvidar. Las asociaciones y cualquier comunidad evangelizadora, verifican lo que realmente son cuando los pobres son evangelizados, y cuando llevan una vida en la que viven lo que anuncian. Por tanto, viven también desde la opción por los pobres. Es un criterio importante (evangelizar a los pobres y vivir desde la pobreza) y especialmente significativo para quienes nos decimos cristianos en medio de nuestras sociedades de la opulencia y la satisfacción, tan injustas con los excluidos de las mismas.
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6. Significado del asociacionismo laical 3. Criterios eclesiales de discernimiento
• Presencia pública. Otro criterio es la presencia comprometida en la sociedad civil, al hilo de la Doctrina Social de la Iglesia, al servicio del reconocimiento de los valores fundamentales de la persona, de su dignidad, de la solidaridad entre los seres humanos y los pueblos. • Protagonismo seglar Las asociaciones y movimientos deben posibilitar la participación plena del laicado en eso que se llama la triple función de Cristo: la función sacerdotal, la profética y la caritativo-social. Los laicos, a través del asociacionismo, somos demandados en nuestra experiencia para hacer presente la fe en medio del mundo. Somos llamados a asumir responsabilidad en la dirección de nuestras asociaciones. Somos llamados a discernir a nuestro nivel cuáles son las condiciones, los métodos de actuación, las decisiones que tenemos que tomar oportunamente. Estos siete criterios nos pueden indicar la salud de nuestra asociación laical. Hablaremos plenamente de asociacionismo laical cristiano si reconocemos estas siete características en nuestras organizaciones. A este respecto, hay que decir que el asociacionismo laical en muchos momentos demanda un reconocimiento, y pide a sus pastores que se les reconozcan. Los pastores discernirán a la hora de reconocer o no según estos criterios. Allí donde descubran estos criterios podrán decir que hay asociacionismo laical cristiano. Cuando el discernimiento resulta positivo, llegamos al nivel del reconocimiento de la Iglesia. La diócesis, a través del Obispo, nos reconoce como organización. Respetando todo eso, hay momentos en que se pide que la autoridad eclesial no solamente discierna y reconozca, sino que promocione determinadas instituciones y organizaciones. Esto en la vida cotidiana suele generar muchas dificultades prácticas. Cuántas veces, a lo largo de estos años y en el futuro, algunas de vosotras y vosotros podréis decir: ¿y por qué el Obispo promueve a unos?, ¿no somos todos iguales?, ¿no nos tiene que querer a todos igual?... Yo creo que desde una concepción generosa de nuestro ser Iglesia, tendremos que aceptar que hay momentos y circunstancias en los que la diócesis o el Obispo considera que hay unos Movimientos que deben ser particularmente promovidos porque se les considera más adecuados para responder a unas determinadas circunstancias. Y que todo eso, lo podamos vivir el resto de asociaciones con naturalidad, con normalidad, con alegría incluso, y no en actitud de tensión o de consideración de inferioridad o cosas por el estilo. 189
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En el momento en el que nos juntamos varios – como aquí – tenemos que pensar que puede haber circunstancias en las que el Obispo considere que unos movimientos van a ser durante algún tiempo especialmente promovidos. Es una práctica eclesial bastante difundida. Es una cuestión que, en el largo recorrido que hoy comenzáis, va a genera ciertas tensiones entre vosotros, y no quisiera que nos fuésemos de aquí pensando que esto va a ser un camino de rosas.
4. La necesaria inserción en la Iglesia particular Con este punto pretendo dar más significado y calado al acto que hoy desarrollamos. Os he dicho en el primer punto que la razón del ser apostolado seglar asociado es ser signo e instrumento de la comunión y de la misión de la Iglesia. Fijándonos en la palabra comunión, tenemos que ver cuál es el lugar propio de la comunión eclesial. • El lugar propio de la comunión eclesial es la Iglesia diocesana. Dios ha tomado la iniciativa: nos ha convocado y al hacerlo nos hace Iglesia. Y nosotros ¿con quién compartimos la fe en esa comunión eclesial: con nuestro grupo, con la parroquia, con la coordinación de grupos parroquiales, con la Iglesia diocesana y la Universal? ¿Quién es el sujeto referente de esa comunión? Se puede afirmar con claridad que el lugar propio y privilegiado de la comunión eclesial es la Iglesia Diocesana. Al menos así se deduce de una lectura atenta de la Eclesiología del Vaticano II. Los grupos de referencia, nuestro movimiento, nuestra asociación e incluso la parroquia, resultan insuficientes como meta de la comunión eclesial. No podemos quedarnos en nuestro grupo, diciendo que porque vivimos la fe con otros con los que formamos nuestra asociación vivimos la comunión eclesial. La idea de la Iglesia como Pueblo de Dios es una idea radicalmente distinta al de una Iglesia entendida como un club de creyentes, como gente que nos juntamos por nuestras afinidades (como en algunos casos, por desgracia, ocurre en nuestras comunidades). Gráficamente: ¿con cuánta gente con la que celebramos habitualmente la eucaristía del domingo haríamos comunidad si tuviésemos oportunidad de elegir? Posiblemente con ninguno o al menos con muy pocos. Si tuviéramos que elegir no elegiríamos a esos: unos porque son muy mayores, otros porque los consideramos muy conservadores, otros porque creemos que son muy "rojillos", otros porque son demasiado jóvenes y no les entendemos... El problema es que nosotros no elegimos, sino que a nosotros nos ha llamado el Señor y, mira por dónde, nos ha dicho que tenemos que celebrar con aquel que para mí es un vie190
6. Significado del asociacionismo laical 4. La necesaria inserción en la Iglesia particular
jillo, con esa otra que me parece un poco "rojeras" y con el otro que es muy de derechas. Con todos esos. Él es quien toma la iniciativa y nos ha convocado. No hemos elegido nosotros. Por lo tanto, la comunión no es un club de creyentes construido por la iniciativa y las necesidades psicológicas, afectivas o de identificación que tengamos los asociados. Ciertamente, nosotros elegimos libremente formar parte de la comunidad, pero no elegimos la comunidad. Es el propio Espíritu de Dios que nos ha llevado a este sitio y nos ha dicho: éste es tu lugar. Ese lugar en el que estamos está pastoreado o acompañado por un obispo. Y ése es el lugar natural de la comunión: la Iglesia diocesana. Toda la Iglesia está presente en la Iglesia diocesana, y por lo tanto ese es el lugar nuclear y referencial básico para vivir la comunión. Las Iglesias locales no son franquicias de una multinacional radicada en Roma, ni territorios en los que los obispos son delegados del Papa; no es así. Hay que tener la referencia de la Iglesia local como el lugar natural y primario de comunión. Las Iglesias locales no son divisiones administrativas de la Iglesia Universal. Dicho esto, la comunión eclesial es, al mismo tiempo, una comunión entre Iglesias. Y por tanto debe estar abierta a esa unión entre todas las Iglesias que se unen alrededor del ministerio de Pedro. Sin embargo, hay una prioridad en la Iglesia diocesana. Este punto nos va a generar más de una dificultad en nuestra vida como asociaciones y movimientos de la diócesis de Vitoria. A partir de esta afirmación voy a intentar desmenuzar otros ámbitos y lugares donde hay que expresar esta comunión eclesial (cf. CLIM, nn.106-116). • Unidad de misión de parroquias y movimientos: complementariedad y colaboración Hay una complementariedad y colaboración natural entre las parroquias, los Movimientos y organizaciones. En muchas ocasiones – a mi modo de entender equivocadamente – se entiende a las asociaciones laicales como una alteridad, un oponente a la organización tradicional habitual de la Iglesia que se desarrolla a través de las parroquias. Si tiene éxito lo que hemos llamado ”nueva evangelización”, lo tendrá en la medida en que seamos capaces de armonizar, articular y unificar el polo parroquial con la dimensión de nuestro movimiento. Por tanto, un elemento muy importante de vuestro trabajo de cara al futuro es solicitar la oportunidad y los medios para que nuestras asociaciones sean conocidas, tengan espacios, lugar y ubicación en las parroquias, arciprestazgos, zonas...; que puedan ser acogidos allí, y que puedan tener en ellas ámbitos de responsabilidad, participación y colaboración. 191
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Al mismo tiempo, vosotros como asociaciones tendréis que promover la participación y la corresponsabilidad de vuestros integrantes y vuestros miembros en la vida parroquial, donde se concreta territorialmente la comunión entre el laicado no asociado y el asociado. Estoy convencido de que si no llegamos a este tipo de apoyos mutuos y a una buena articulación entre movimientos y parroquias, las cosas no van a funcionar demasiado bien. Tenemos que ser capaces de hacerlo. • Inserción en los órganos colegiales Las asociaciones, grupos y movimientos, sin menoscabo de su autonomía legítima e incluso reconocida jurídicamente, tenéis que insertaros en los distintos órganos de participación de la diócesis: en el Consejo Pastoral diocesano, en los Consejos de Zona o Arciprestazgo, en los parroquiales... Tendréis que demandar vuestra participación. En otras ocasiones se os demandará activamente, y lo que parece que es un derecho se convierte así claramente en un deber... Debéis colaborar en la elaboración y en la revisión de los planes de actuación... Alguna vez habrá que evaluar el PDE y tendréis que decir en qué medida habéis participado, cómo, en qué se ha acertado.... Al mismo tiempo, en vuestros proyectos tendréis que insertar los objetivos de la Iglesia en la que estáis presentes. En este punto, la presencia en los Consejos Pastorales es presencia identificada como comunidad o movimientos. Es un elemento significativo y crucial. • Participación en la Delegación de Apostolado Seglar Es una participación necesaria. La diócesis tiene que impulsar y consolidar esos espacios donde los laicos representativos de las distintas instancias y movimientos puedan comunicar y dialogar con el ministerio pastoral, sus inquietudes, deseos y opiniones; puedan insertarse de una manera práctica en la Iglesia diocesana; puedan ser protagonistas en esos foros donde nos animemos mutuamente a la acción evangelizadora; puedan ser un lugar de comunión, colaboración y coordinación de todas las asociaciones y movimientos... Ciertamente hay que configurar ese espacio, y ojalá en unos años lo que ahora es Gestora se convierta en algo en el que se pueda vivir prácticamente este ámbito de participación y de comunión. • Esta expresión de comunión va más allá... Se establecen asociaciones de asociaciones entre distintos movimientos y asociaciones. Sería bueno que esto lo tuvieseis en cuenta como línea de trabajo: 192
6. Significado del asociacionismo laical Conclusión
¿cómo conseguir aunar esfuerzos en federaciones y agrupaciones de asociaciones? Así van apareciendo realidades como el Foro de Laicos o nuestra participación en instancias de carácter internacional que nos llevan más allá de nuestra Iglesia particular y nos vinculan y enganchan a la dimensión de la Iglesia Universal. Por tanto, desde la prioridad de la Iglesia diocesana, más allá de ella hay un montón de espacio para manifestar de una manera práctica y concreta la comunión en la misión que nos caracteriza.
Conclusión Lo que hoy parece que es el primer encuentro no ha comenzado hoy. Esto tiene mucha historia previa. Hoy inauguramos algo que no ha comenzado propiamente hoy, y que esperemos que no se acabe mañana. Ojalá sea un salto cualitativo hacia delante. En la exposición he querido ir abriendo temas que me parecen importantes para trabajar en el futuro y os sugiero ahora media docena de temas que convendría ir trabajando, a mi modo de ver: • La espiritualidad laical. Existe una necesidad urgente de renacimiento de la condición laical en la Iglesia y para ser algo tiene que tener su propia espiritualidad. • La corresponsabilidad del laicado asociado. • La presencia pública y los compromisos que supone. • La dimensión socio-política de la fe. • La opción preferencial por los pobres: necesita sobre todo concreción en la vida cotidiana de nuestras asociaciones. • La diocesaneidad: cómo nos entendemos, cómo hacer espacio a los objetivos diocesanos, si algunos han de ser promovidos más que otros... Estos temas pueden ir abriendo espacio a debates fructíferos en los que la comunión en la misión nos llevarán a ser más uno en nuestra misión evangelizadora. Para terminar os formulo una pregunta, cara a vuestro trabajo en grupos, que comenzará inmediatamente: ¿De qué modo nuestra organización expresa y hace posible la misión evangelizadora de la Iglesia en medio del mundo?
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7.- Encuentro
diocesano de Consejos
Pastorales “Consejos pastorales y laicado” (Sábado 24 de Abril 2004) Encuentro para reflexionar y dialogar en torno a: • Una nueva relación evangelizadora entre la Iglesia y el mundo. • La función del Consejo Pastoral en las comunidades eclesiales. • La misión de los laicos en la Iglesia y en la sociedad. • La participación del Laicado en los Consejos Pastorales.
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La misión de los laicos
“Consejos pastorales y Laicado” 1.-Para una nueva relación evangelizadora entre la Iglesia y el mundo actual - Ante los profundos cambios sociales y culturales de nuestros días asistimos al nacimiento de una nueva etapa histórica para la Iglesia. - No se trata sólo de impulsar nuevos métodos pastorales, sino de construir una nueva síntesis creadora entre el Evangelio y la vida de hoy. - Hemos de ponernos en condiciones de comunicar el Evangelio de Jesucristo a los hombres y mujeres de nuestro tiempo y revitalizar nuestra Iglesia para que sea “signo e instrumento” eficaz de evangelización en la sociedad actual. • Un nueva manera de vivir la fe - En medio del actual pluralismo social no hay posibilidad de vivir un cristianismo de mera referencia cultural o por adhesión basada en la tradición. - En esta nueva situación son necesarias personas con experiencia de Dios, capaces de interpretar religiosamente lo que están viviendo. - El cristianismo con futuro será el de aquellas personas que han experimentado de alguna manera la presencia cercana del Dios de Jesús. - Este cristianismo tiene que estar encarnado en la profundidad de lo humano. No hay que salirse del mundo para encontrar a Dios. - Hoy es especialmente necesario reevangelizar la vida cotidiana. Manifestar cómo la experiencia de Dios es capaz de inspirar un estilo de vida radicalmente nuevo y una práctica solidaria eficaz. • ...en comunidades vivas - Un creyente difícilmente puede vivir hoy su fe sin el apoyo y acompañamiento de unas comunidades cristianas de contraste. - Hemos de recuperar la confianza en el Espíritu, que habita en todos los miembros de la comunidad, para que todos puedan contribuir a descubrir las llamadas actuales de Dios y los caminos para vivir un cristianismo más auténtico en nuestra época. - Necesitamos espacios donde exista una comunicación interactiva: escuchar, dialogar, orar y buscar juntos, compartir, facilitar la participación y la expresión, son actitudes ineludibles para convertir las comunidades de la Iglesia en signo convincente de comunión en el mismo Espíritu.
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7. Encuentro diocesano de Consejos Pastorales “Consejos pastorales y laicado” 2. La función del Consejo pastoral en las comunidades eclesiales
• ...de una Iglesia al servicio del mundo - Una Iglesia continuadora de la misión de Jesús, germen y principio del Reino de Dios en el mundo, ha de ser una Iglesia “para los demás”; una comunidad abierta y acogedora, encarnada en la realidad del mundo actual. - La Iglesia debe dejarse interpelar por la realidad, en la que ha de descubrir y realizar la voluntad de Dios. - La increencia y la indiferencia religiosa en nuestro entorno se ha de afrontar con “una nueva acción misionera responsabilidad de todos los miembros del Pueblo de Dios” 1. - Esta situación hace más necesaria la apertura dialogante de la Iglesia con el mundo de hoy como signo y garantía de fidelidad al Espíritu y a la misión evangelizadora, en el proyecto de salvación de Dios.
2.- La función del Consejo Pastoral en las comunidades eclesiales - El Consejo Pastoral ha de ayudar a la comunidad cristiana a crecer como comunidad abierta al mundo y en diálogo con él, a crecer como comunidad evangelizadora. - El Consejo Pastoral tiene la función de desarrollar armónicamente estas dos dimensiones básicas e inseparables: la comunitaria y la misionera. • Al servicio de la comunión - Es tarea propia del Consejo Pastoral estimular e impulsar el sentido comunitario de los diversos grupos eclesiales. - La comunión en cuanto nos vincula a Cristo, nos vincula los unos a los otros para compartir una misma misión. Así la comunión es corresponsabilidad en la misión que proviene de Jesús. - En una pastoral misionera superamos la pastoral de “mantenimiento”, para entrar en una perspectiva de creación y edificación de una comunidad viva, de un pueblo corresponsable, de una Iglesia en diálogo con la nueva cultura. • Para impulsar la misión - El Consejo Pastoral debe preocuparse especialmente de impulsar el compromiso misionero de la comunidad, uniendo de forma inseparable el crecimiento del sentido comunitario y el impulso evangelizador de la comunidad.
1 Novo millennio ineunte n.40
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- Es necesario un conocimiento cercano y cordial de la realidad humana concreta de la que la comunidad cristiana forma parte. Se trata de realizar una auténtica lectura creyente de la misma; descubrir en la realidad humana, cultural y social, la presencia y acción del Espíritu, las semillas del Reino, los signos de los tiempos. - Hay que verificar si respondemos a las necesidades e inquietudes fundamentales de los hombres y mujeres de hoy o si, por el contrario, estamos dando respuestas a preguntas que nadie nos hace. Hay que examinar si el mensaje que ofrecemos es significativo, comprensible, mediante el lenguaje y los signos en que lo expresamos. • Abriendo nuevos caminos - El Consejo trata de promover de forma adecuada la acción pastoral de la comunidad teniendo presente la realidad humana concreta del entorno y la misión propia de la Iglesia. - El Consejo es un lugar de comunión y colaboración, está llamado a promover la comunicación en la comunidad. De ahí la importancia de la escucha y el diálogo. - El Consejo debe ser impulsor de la evangelización y en consecuencia actuar con sensibilidad y talante misionero. Se trata de desarrollar la misión de la Iglesia en medio del mundo. - El conjunto del Consejo ha de ser, no sólo en su composición sino también en sus inquietudes, representativo de toda la comunidad reflejando el sentir de los diversos miembros o sectores de la misma en cuanto sea posible. - El Consejo, con la participación activa y responsable de todos sus miembros, madura sus conclusiones en un proceso de lectura creyente de la realidad, en reflexión, diálogo y oración compartidos. No se trata simplemente de sumar opiniones, es una búsqueda en común de las opciones más evangélicas para la comunidad. - El Consejo es también un cauce para la relación con otras realidades de la Iglesia diocesana. Ha de estar abierto a la comunicación permanente con ellas.
3.- La misión de los laicos en la Iglesia y en la sociedad - Las diversas vocaciones, carismas y dones del Espíritu constituyen una fuente inagotable de enriquecimiento y renovación para el mundo y para la Iglesia. Cada miembro del Pueblo de Dios está animado por el Espíritu que hace de él signo e instrumento vivo al servicio del Evangelio. 198
7. Encuentro diocesano de Consejos Pastorales “Consejos pastorales y laicado” 3. La misión de los laicos en la Iglesia y en la sociedad
• Los laicos: “Iglesia en el mundo” - La secularidad de la Iglesia, entendida como su presencia en la historia humana de cada momento y de cada lugar, arranca de su vocación de ser signo eficaz de la acción transformadora de Dios en nuestro mundo. - Desde la perspectiva de una Iglesia consciente de su secularidad es como mejor se comprenden la personalidad y la tarea propias del laicado, su peso específico en una Iglesia toda ella enviada al mundo. - La secularidad de los laicos concreta la de la misma comunidad eclesial; su integración en las realidades temporales remite a una Iglesia que está en función del mundo. En los laicos es donde ella vive de forma especialmente intensa su índole secular, su inserción en el mundo. «El carácter secular es propio y peculiar de los laicos, a quienes corresponde, por propia vocación, buscar el Reino de Dios gestionando los asuntos temporales y ordenándolos según Dios» 2. - Los laicos, “expertos en mundanidad”, se convierten así en los representantes cualificados de la Iglesia en el mundo. El laico participa en la misión de la Iglesia, en el proyecto de construcción del reino de Dios con una misión propia e insustituible. • ...para transformarlo evangélicamente - La tarea primera e inmediata que corresponde al apostolado de los laicos es ’poner en práctica todas las posibilidades cristianas y evangélicas escondidas pero a su vez ya presentes y activas en las cosas del mundo’ 3. Su servicio apostólico típico se realiza llevando la vida eclesial a la sociedad e introduciendo en la comunidad las cuestiones y preocupaciones del mundo. - La inculturación y el diálogo de la Iglesia con el mundo ha de realizarse sobre todo por medio del laicado. Reconocer al laicado como principal agente de evangelización misionera, exige prestar la debida atención a la pastoral de ambientes, la forma que mejor expresa la vocación de presencia transformadora de los cristianos laicos en la sociedad. • ...construyendo una comunidad misionera - También la comunidad eclesial es su campo de compromiso y acción; una comunidad donde encuentren eco “ los problemas del mundo” y donde tengan origen las “acciones misioneras” al servicio del mundo.
2 Cfr. Lumen Gentium n. 31 3 Evangelii nuntiandi 70
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- El carácter secular no impide al laico ser activo en el interior de la Iglesia, asumir en ella tareas y responsabilidades; más bien presta al compromiso intraeclesial su sello propio: las actividades que el laico ejerce en la Iglesia son siempre al mismo tiempo expresión de su condición secular. - “La participación de los laicos en la vida de la comunidad eclesial y su acción evangelizadora en la sociedad civil no son responsabilidades paralelas y acciones separables ni contrapuestas.” (CLIM28)
4.- La aportación propia del laicado a los Consejos pastorales “El pueblo de Dios, movido por la fe, que le impulsa a creer que quien lo conduce es el Espíritu del Señor, que llena el universo, procura discernir en los acontecimientos, exigencias y deseos, de los cuales participa juntamente con sus contemporáneos, los signos verdaderos de la presencia o de los planes de Dios.” 4 - El Consejo Pastoral es un lugar para la reflexión y el diálogo que ayuda a integrar corresponsablemente en la misión evangelizadora de la comunidad la función propia de los cristianos laicos, hombres o mujeres, junto con la de los pastores y los religiosos. - Todos juntos debemos crear un espacio común de atención a las sugerencias del Espíritu en la lectura creyente de la realidad. Escudriñando los signos de su presencia en las realidades humanas, pidiendo su ayuda en la oración compartida y buscando su luz en la escucha atenta de la Palabra de Dios. - Compartimos en el Consejo pastoral la tarea de despertar y mantener viva en la comunidad cristiana la conciencia colectiva de que el mismo Espíritu de Dios nos llama a ser fermento de su Reino en medio del mundo. • Desde la condición secular del laicado - Como en todos los compromisos eclesiales, los hombres y mujeres laicos participamos en el Consejo Pastoral desde nuestra propia condición secular. Y, precisamente, al ser mayoría entre los miembros del Consejo, hemos de marcar todas sus actividades y preocupaciones con el sello de la secularidad. - La presencia activa de los laicos ha de impedir al Consejo pastoral y a la comunidad cristiana cerrarse sobre sí misma reduciendo su atención a cuestiones internas de organización de servicios religiosos o coordinación de actividades pastorales. Por el contrario debe ayudarles a abrirse y acoger los retos, las necesidades y las demandas, reales y concretas, del entorno humano y social buscando las respuestas más adecuadas. 4 Gaudium et Spes n.11
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7. Encuentro diocesano de Consejos Pastorales “Consejos pastorales y laicado” 4. La aportación propia del laicado a los Consejos pastorales
• Para encarnar el Evangelio en la vida cotidiana - La aportación del laicado en el Consejo Pastoral ha de ayudar a la comunidad cristiana a vivir encarnada en las realidades humanas y sociales en las que hemos de hacer presente el Evangelio, construyendo una Iglesia al servicio del mundo. - Participando activamente en los trabajos del Consejo, mediante la escucha y el dialogo mutuos, contrastamos la diversidad de opiniones y puntos de vista que reflejan en nuestras distintas condiciones de vida el pluralismo social y cultural de nuestro tiempo. - Hombres y mujeres laicos ofrecemos en el Consejo no una visión teórica de la vida, sino la perspectiva y la experiencia de quienes vivimos comprometidos en las realidades cotidianas de la familia, el trabajo, la política, la convivencia social... - Desde nuestra propia experiencia de vida cristiana cada uno aporta con sencillez sus sugerencias y propuestas que nos ayudan a encarnar el anuncio del Evangelio de forma concreta en el testimonio y el compromiso transformador de la realidad propios del laicado. - Hemos de asumir el reto de hacer accesible a todos el anuncio del Evangelio liberándolo de expresiones confusas. Tenemos que usar un lenguaje que, confesando con claridad lo que creemos, no resulte anacrónico, se refiera a experiencias normales de la vida y sea comprensible para la mayoría.
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Índice Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .3 1. Laicos en una Iglesia evangelizadora."Cristo me envió a evangelizar" (1 Cor 1,17) Carta Pastoral del Obispo de Vitoria con motivo del Inicio del Curso Pastoral 2003-2004 . . . .7 2. P. ESCARTÍN CELAYA, La misión de los laicos en la Iglesia y en la sociedad . . . . .17 3. G. BILBAO ALBERDI, La misión del laicado: el apostolado seglar . . . . . . . . . . . . .45 4.1. Materiales para la reflexión personal y el diálogo en grupo (Cuaderno 1) . . . .61 4.2. Materiales para la reflexión personal y el diálogo en grupo (Cuaderno 2) . . . .93 4.3. Materiales para la reflexión personal y el diálogo en grupo (Cuaderno 3) . . .137 5. Convivir. Adviento 2003 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .167 6. G. BILBAO ALBERDI: Significado del asociacionismo laical . . . . . . . . . . . . . . . .179 7. Encuentro diocesano de Consejos Pastorales: Consejos Pastorales y laicado . . . . .195
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