Argelita, la última fortaleza

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oy conoceremos un poco más de un municipio que, como las grandes esencias, guarda su tesoro en un frasco pequeño. En la falda de una colina, en la confluencia de los ríos Carbo y el afluente del que proviene su nombre, se encuentra uno de los pueblos más pequeños de la provincia de Castellón: Argelita. Con poco más de 105 vecinos censados, una cifra que se multiplica sensiblemente con la llegada del verano, en esta localidad del Alto Mijares el tiempo se detiene como en pocos lugares de nuestra provincia. Situada a 311 metros de altitud, a escasos kilómetros de la vecina Ludiente, esta localidad aún conserva el encanto de un municipio en el que naturaleza aún marca el paso de los días. Son muchos los que cada año buscan entre sus muros la tranquilidad y el sosiego que solo se encuentra en unos pocos lugares escogidos. Y es precisamente esta una de las principales bazas que Argelita ofrece al visitante: una calma intensa bañada por un aire puro que parece impregnarlo todo. Un poco de historia Dos torres, una cilíndrica y otra prismática, son los únicos restos del antiguo palacio fortaleza del rey Zeit-Abu-Zeit, último gobernador almohade de Valencia y aliado del rey Jaime I. El solar del palacio ha sido remodelado ahora como plaza dedicada al que fuera su dominador musulmán, y en las inmediaciones se encuentra la iglesia dedicada a San Joaquín y Santa Ana. 3


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Aunque bajo la protección del Jaime I detentó el señorío de localidades moriscas de la Sierra de Espadán, no fue hasta hasta 1234, cuando el caudillo musulmán le concedió la carta de población a sus habitantes, según consta en el fuero de Daroca. Sus tierras fueron incorporadas más tarde a la Corona de Aragón, siendo la sede del ducado de Villahermosa título instituido por Jaime II en el año 1259. Tras la expulsión de los moriscos (1609), quedó el pueblo casi desierto, ya 4

que Argelita fue el primero que desalojó a los moriscos el 5 de octubre de 1609. Don Pedro Escribá y Zapata, señor de Argelita, otorgó Carta Puebla el 23 de febrero de 1611. La Baronía de Argelita perteneció al Marqués de Monistrol dentro de la gobernación de Morella, antes de pertenecer a la provincia de Castellón. El botánico Cavanilles en sus “Observaciones sobre el Reino de Valencia” de 1795 escribe que Argelita cuenta con 87 vecinos dedicados a la agricultura, que


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el río facilita el riego para 70 jornales de huerta, y que los frutos se reducen 200 cahíces de trigo, 160 de maíz, 16 entre judías y habas, 10 arrobas de algarrobas, 200 de higos, 300 de frutas, 150 de hortalizas, 200 cántaros de vino y 400 libras de seda”. 6

Callejas árabes, gentes cercanas La particular orografía del callejero de Argelita es una invitación a la fantasía. Sus calles empinadas y la estrechez de algunos pasajes nos hacen recordar en todo momento su importante pasado musulmán. El visitante podrá encontrar en sus comercios


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prefijado, el casco antiguo del municipio se abre al caminante con un abanico de estrechas calles y callejones medievales. De forma siempre ascendente, casi laberíntica, el paseante puede ascender hasta toparse con el castillo que corona la población. Pero antes deberá detenerse en algunos de los mágicos rincones que hacen de esta población un rincón singular. El visitante no debe desaprovechar la oportunidad de visitar el Castillo Palacio de Argelita, última residencia del rey musulmán de Valencia, tras retirarse de sus dominios después de los pactos celebrados con el monarca Jaime I. Otro de los puntos de interés es la iglesia parroquial. Construcción originaria del siglo XVII, dedicada a Santa Ana. De estilo barroco churrigueresco, posee una sola nave con campanario anexo. En su interior se encuentra la Santa Cruz, traída desde Roma y donada a la parroquia en 1756 por el padre Baciero (dominico).

y restaurantes el calor de la cercanía, de la proximidad, del que recibe con los brazos abiertos. Pasear por Argelita, perderse por entre sus callejas, es uno de los mayores placeres a los que se puede encomendar el visitante. Sin rumbo, o con un recorrido 7

A pesar de ser uno de los municipios menos poblados de la provincia, con 105 habitantes, Argelita guarda entre sus calles un importante legado y patrimonio histórico. Una de las paradas obligadas del visitante es la visita al Castillo de la Mola del Bou Negre. Situado en un impresionante e inaccesible macizo, el castillo se conoce prácticamente desde el siglo XII. Es una mesa rocosa (muela) con lo que queda de una hisn (fortificación) documentada en 1178 que fue linde entre las diócesis de Segorbe y Tortosa. Tuvo una clara relación con el núcleo andalusí de Argelita en época islámica, ejerciendo el dominio sobre una gran extensión de territorio que incluía a numerosas poblaciones.


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Según cuenta la tradición oral, cuando las tropas de Jaime I amenazaban la población, los hombres útiles de toda la comarca se refugiaron en el Buey Negro. ”Asediada la fortaleza, fueron inútiles las tentativas de fuerza hasta que en una noche oscura, recogidas más de mil cabras monteses, fueron emboladas con estopa y resina, obligándolas a ir en determinada dirección. Los refugiados que vieron trepar tantas luces por cortaduras y verticales, creyéndose perdidos, algunos buscaron una muerte heroica y los demás se despeñaron por las cortaduras”. El pueblo despierta al bullicio los fines de semana y en verano, cuando hijos, nietos y biznietos reaparecen en sus calles y plazas como fiel testimonio del cariño que hacia la población profesaron sus antepasados. Su escasa densidad poblacional no es óbice para contar también con un asociacionismo activo plasmado en colectivos vecinales, de mujeres, de tercera edad, agrupaciones taurinas y peñas festeras como El Carro. Las fiestas de verano coinciden con la primera quincena de agosto, ofreciendo bous de carrer, animadas verbenas y numerosas actividades infantiles y deportivas. El mes de mayo tiene especial significación en esta población. El día primero es la fecha señalada por los castellonenses con raíces argelitanas para reunirse a festejar y honrar la Verge de Lledó. El 3 de mayo se celebra la festividad de la Santa Cruz, con el desarrollo de diversos actos religiosos, y en el mes de enero tiene lugar la fiesta de Sant Antoni, con el encendido de una gran hoguera, la bendición de animales y el reparto de deliciosos rollos. 8

©Diputación de Castellón


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