La casa tradicional altoaragonesa

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LA CASA TRADICIONAL ALTOARAGONESA (Una perspectiva antropológico-social) JOSÉ C. LISÓN ARCAL INSTITUTO DE ESTUDIOS ALTOARAGONESES DIPUTACIÓN DE HUESCA


Director:

BIZÉN D'O

Río

Redacción: INSTITUTO DE ESTUDIOS ALTOARAGONESES

Los «CUADERNOS ALTOARAGONESES DE TRABAJO» tienen, sobre todo, una vocación didáctica; están concebidos para enseñar —si es posible, deleitando— de una manera sencilla; pretenden poner al alcance de cuantos se asomen a ellos los más variados temas de la realidad pasada y presente del solar en el que nacen, tierras llanas y quebradas de Huesca. Mas, a pesar de su sencillez, no renuncian ni un ápice a la rigurosidad de sus contenidos. Los «CUADERNOS ALTOARAGONESES DE TRABAJO» no desdeñan los datos y detalles pequeños y elementales, siempre necesarios para el tratamiento analítico de cualquier tema, pero se interesan también, y mucho, por las ideas y los métodos de trabajo. Tienen, por lo tanto, otra intención: la de alentar el espíritu crítico. Los «CUADERNOS ALTOARAGONESES DE TRABAJO» hablarán de cosas múltiples. De piedras seculares y de odres para aceite y vino; de valles y plantas medicinales; de gentes anónimas y sus comidas, juegos y refranes. De los ríos, tal vez... Los «CUADERNOS ALTOARAGONESES DE TRABAJO» quieren incitar a recorrer, recoger, guardar y admirar; a preguntarse por las cosas, a que cada cual, movido por la curiosidad, trabaje a su manera por defender la cultura de todos.

Edita:Instituto de Estudios Altoaragoneses Autor: José C. Lisón Arcal Depósito Legal: HU-161/90 ISBN: 84-86856-34-5 Imprime: GRAFIC RM COLOR, S. C. - C/. Comercio, parcela I, nave 3 Tel. (974) 24 54 64 - 22006 Huesca Impreso en España / Printed in Spain


ÍNDICE

1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12.

MORFOLOGÍA LA ORGANIZACIÓN ESPACIAL EL DERECHO FORAL FAMILIA Y HERENCIA LOS HECHOS EL HEREDERO NUERA Y SUEGRA: DOS POSICIONES ESTRUCTURALES OPUESTAS LOS SOBREBIENES LAS ALTERNATIVAS DE EXCEPCIÓN LA PERSONALIDAD DE LA CASA LUCHANDO POR LA SUPERVIVENCIA. DEFENSAS Y BARRERAS SIMBÓLICAS A MODO DE EPÍLOGO

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1. MORFOLOGÍA El viajero que recorra cualquiera de las diversas regiones españolas, por poco aguda que resulte su capacidad de observación, con seguridad apreciará la inevitable presencia de casas solariegas. Esas casas antiguas, de aspecto señorial, con escudos y blasones en sus puertas y fachadas, de paredes recias y de solidez reconocida ante el paso del tiempo, atraerán pronto su atención. A pesar de esta presencia generalizada en todo el país, mi experiencia personal en tierras de Huesca fue la de hallarme en un lugar donde la casa era, o al menos había sido, un elemento importante en la vida e historia de los oscenses. Donde quiera que fuese, ciudad grande o pueblo pequeño, surgían ante mi vista enormes caserones que parecían imponer respeto con su altiva presencia. El modelo que voy a describir aquí se aproxima más a la casa típica, antigua, construida por generaciones anteriores y que, en muchos casos, se remonta hasta los siglos XVI y XVII. Aunque esta antigüedad no le resta vigencia, tampoco pretendo afirmar que no haya habido cambios en ella o que éstos no sean relevantes; también trataré acerca de ellos, pero para entenderlos mejor es preciso conocer primero la casa tradicional. Sí conviene tener en cuenta que, en el presente, la ideología y las formas

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tradicionales de la casa oscense se encuentran en plena fase de transformación. De hecho, es notorio que éstas han perdido gran parte de su vigencia en las zonas de reciente construcción de aquellas localidades que constituyen núcleos urbanos como Monzón, Barbastro, Fraga, Jaca, Sabiñánigo o la propia capital provincial. Las diferencias más notables para cualquier observador son aquellas relacionadas, principalmente, con la diversidad de los materiales que para su construcción proporciona el medio, así como con las modificaciones que impone la climatología. En este sentido, existe una correlación directa con la configuración geográfica y ecológico-cultural de la provincia. A grandes rasgos pueden distinguirse los dominios de la Montaña y la Ribera, con una zona de transición entre ambas denominada las Depresiones Intermedias. En primer lugar, en los Valles Altos suelen predominar los tejados de pizarra y en ocasiones de losa, los muros son gruesos y de piedra, y las ventanas y ventilaciones de la falsa, de tamaño muy reducido. A medida que descendemos y llegamos a las Depresiones Intermedias, la consiguiente disminución de la humedad y del frío tienen como consecuencia el que las ventanas adquieran dimensiones ligeramente mayores y las cubiertas varíen entre la loseta y la teja acanalada, siendo poco frecuente la pizarra. Aquí, las aberturas de


aireación de la falsa ya tienen un aspecto diferente, tendiendo a ser más amplias. Una vez que entramos de lleno en la Ribera o Tierra Baja, los edificios tienen, con frecuencia, sus fachadas revocadas y los muros ya no suelen ser de piedra, sino que en su composición entran otros materiales como el adobe y el ladrillo. No obstante, no todo son diferencias y, a pesar de ellas, para cualquier observador minucioso se hallan omnipresentes toda una serie de detalles. Quizá el más llamativo sea el de los aleros, casi siempre de madera, algunos cuidadosamente labrados y que incluso pueden albergar pinturas decorativas. Son igualmente comunes las puertas de arco de herradura y, en las casas señoriales, los escudos heráldicos sobre la entrada principal o bien en el centro de la fachada. Tales elementos aparecen en lugares tan dispares y alejados entre sí como Ansó, Sariñena, Plan, Benabarre, Aínsa o Fraga. Esto es lo que primero se presenta al observador, puesto que es el aspecto exterior. Penetrar en el interiqr de la casa es algo más difícil y lo ideal es hacerlo de la mano de sus moradores, que son quienes mejor pueden mostrárnoslo. En este caso

Lucía, una montañesa de los Valles Altos, nos sirve de experta guía en un recorrido detallado por las diferentes dependencias: ...la planta baja se emplea como almacén para la leña y los frutos de recolección... y bodega. En el primer piso suele

Tejados de loseta (Sarvisé).

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frutos. Otra característica son los balcones de madera orientados al mediodía o al poniente, con grandes solanas abrigadas del viento y de la lluvia. Las casas grandes tienen junto a la casa el corral y las bordas o establos con grandes pesebres y altos pajares que guardan el heno seco de los prados para alimentar las vacas, cabras y ovejas en el invierno.

PLANO DE LE COCINA

LUGAR DEL PRIVELO (EA,) - RESGUARDADO te LAS <AMURA,.

FOGARIL

Sección de chimenea de campana.

estar la cocina. Las más antiguas, de chimeneas cónicas de campana con el fogaril en el centro; tres grandes cadieras adosadas a las paredes y sobre ellas las mesas colgadas en los muros, que se despliegan para las comidas y se sujetan a la pared por unos listones laterales y un pestillo. En la pared donde no hay cadieras están los aparadores con la vajilla y los armarios para guardar alimentos y enseres. La cocina montañesa es grande y generalmente situada en el lugar mejor de la casa debido a que en ella se pasan la mayor parte de las horas en los largos inviernos... suelen estar orientadas al sur o al oeste con objeto de aprovechar mejor el sol... Otra pieza importante de la arquitectura altoaragonesa es la sala. De grandes proporciones, generalmente se utiliza para comer o cenar en las fiestas, bodas, bautizos, entierros, el día de esquilar el ganado y el día de matar el cerdo. Las más antiguas tenían bancos de grandes proporciones y mesas de patas en cruz. Eran frecuentes las alcobas y habitaciones (dormitorios) en el primer piso o segundo, al lado de la sala. También es importante la falsa o desván para preservar las habitaciones del frío y guardar

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Mis propias observaciones de campo coinciden con este modelo de casa tan minuciosamente explicado por esta informante, y, de acuerdo con el análisis que voy a realizar, no se aprecian divergencias notables entre las casas de las distintas áreas en que he dividido el territorio oscense. Como prueba de ello presento a continuación los planos 1, 2 y 3, en los que se muestra la distribución interior de tres casas. La primera es una casa de tipo medio y corresponde a los Valles Altos; la segunda es una casa de tipo más humilde y corresponde a la zona de las Depresiones Intermedias, y la tercera es una casa rica de la Ribera o Tierra Baja. En todas ellas la distribución y uso de sus dependencias es similar y coinciden en gran parte con la descripción.anterior.


Otro aspecto que debe mencionarse es la referencia de la informante a ganado y cuadras como parte de la casa. Tal comentario, que en principio puede parecernos casual y pasar inadvertido, es, sin embargo, importante y refleja la amplitud de significado de este concepto. Casa no sólo es el edificio-vivienda sino que puede englobar además cuadras, corrales, campos e incluso animales que le pertenecen y que al fin y al cabo son los elementos de los que sus miembros dependen para la subsistencia; éste es uno de los motivos por los que gozan de gran estima. Como ejemplo voy a referir una anécdota que se aplica comúnmente y en sentido peyorativo a los ganaderos en general y sobre todo a los montañeses, modelos de dedicación a tal actividad. Cuentan que a principios del siglo actual hubo en el país una epidemia que diezmó la población humana hasta tal punto que no podía encontrarse una sola casa, en cada pueblo, donde no hubieran perdido a alguno de sus miembros. Ante la magnitud de la catástrofe y como queriendo resaltar el lado positivo, un amo comentó con expresión de alivio: Menos mal que ha dao por las personas que si llega a dar por los animales...

2. LA ORGANIZACIÓN ESPACIAL Ya sabemos algo sobre la forma de la casa, elementos que la integran y distribución de su espacio, pero poco o casi nada acerca del uso y significado de los mismos. Como punto de partida para un análisis más profundo volvamos a la descripción de Lucía. Un aspecto importante de la misma es la diferenciación entre arriba y abajo que parece dividir la casa en dos mitades. De hecho, estos dos dominios no sólo se diferencian el uno del otro por ser términos opuestos, sino por la existencia de toda una serie de oposiciones paralelas, basadas en el uso y distribución del espacio doméstico, cuya razón de ser no puede explicarse únicamente como debida a requerimientos técnico-funcionales. En primer lugar podemos inferir que abajo es un espacio menos interior que arriba puesto que comunica directamente con el exterior. Allí se encuentra el umbral, con su patio inmediato, que establece el límite de penetración de extra,ños y actúa como una barrera aislante. Es el lugar tradicional de recepción de visitantes antes de decidir si deben ser invitados

Guaso.

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a pasar más adentro. Se trata, por tanto, de un espacio neutro, de sólo relativa interioridad, de paso, de transición. Frente a él, la planta de encima es up reducto más privado, íntimo, interior y hasta cierto punto cerrado y aislado, al que los de fuera no tienen acceso si no es por invitación expresa. Aunque aquí se encuentran la sala y la cocina, que en determinados momentos pueden ser lugares de interacción social, hasta ellos sólo llegan personas específicas, casi siempre vinculadas a la casa por algún tipo de relación que las hace dignas de esta confianza (parentesco, vecindad, amistad, etc.). En segundo lugar, puesto que en la planta baja se hallan los frutos de la recolección, el forraje y la leña, el corral y la cuadra para el ganado, así como el pozo del agua o en su defecto las vasijas donde se guarda, puede considerarse abajo como el lugar de los animales y de los productos naturales y como tal se opone al piso superior. Arriba encontramos el ámbito humano, el fuego y el entramado de acciones y relaciones sociales que se desarrollan a su alrededor. En torno al hogar se produce una distribución de posiciones, correspondiendo al amo, que además suele ser también el varón de más edad, el

sitio más resguardado. Tal privilegio se debe a que es él quien ejerce la autoridad en la casa. Este lugar favorecido, el más caliente y alejado de las corrientes de aire de las puertas, simboliza su posición de cabeza de familia y poner en duda su adscripción al amo sería lo mismo que poner en duda su autoridad. Tradicionalmente, el heredero y el tión han ocupado los lugares inmediatamente preferentes y los niños y las mujeres ya no solían tener un lugar específico. Estas últimas no tenían muchas oportunidades de sentarse porque habían de realizar las faenas de la casa. Frecuentemente no disponían de un sitio en la cadiera y podía —y aún a veces puede— vérselas ocupando una silla baja situada de forma que pudieran controlar lo que estuviera puesto a cocinar en el fuego. La sala o comedor es otra dependencia cuyo espacio tiene un sentido simbólico y es objeto de utilización ceremonial en ocasiones especiales: significa comensalidad. Las comidas que allí han tenido y tienen lugar son-solemnes y los alimentos que se sirven son los reservados para circunstancias especiales, nunca los cotidianos. Cualquiera que

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PLANTA BASA

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En tercer lugar, es preciso señalar que abajo puede considerarse una esfera masculina ya que cuanto suele haber allí, a excepción, quizá, de los animales del corral, está directamente relacioñado con las faenas que tradicionalmente le corresponden al varón. Junto con los productos de las cosechas, fruto de las labores del hombre en el campo, aquí se guardan las herramientas y aperos que éste utiliza para su trabajo, casi siempre realizado en el exterior. No obstante, aquellas tareas que podemos llamar de mantenimiento, como reparar el utillaje, alimentar y cuidar el ganado, cortar y apilar la leña, etc., las lleva a cabo el varón en esta planta baja que a su vez es la parte menos interior de la casa. Frente a este hecho, arriba pertenece a la esfera de acción femenina y todo aquello directamente conectado con este nivel se halla bajo la responsabilidad y control de la mujer; éste es su lugar de trabajo y aquí permanece la mayor parte del tiempo.

PLANTA BAJA

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2. 2. Casa de Plan (Valle de Gistau).

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FALSA sea el rango de los invitados, la presidencia de la mesa ha correspondido al amo de la casa y sólo en contadísimas ocasiones se ha llegado a ceder tal puesto de cabecero de mesa al sacerdote. Cuando así ha sucedido, esta cesión podría interpretarse como que sólo Dios quedaba por encima del amo de una Casa y, por tanto, que sólo ante el poder sobrenatural variaba el principio de autoridad. Dejar este lugar a otra persona podría haberse interpretado como ceder el control de la casa a un extraño.

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Casa de la Fueva (Depresión Intermedia).


PLANTA BAJA

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aún lo tienen los velatorios hasta que, momentos antes de la llegada de la comitiva fúnebre, se baja el cadáver al patio de entrada para que ésta lo recoja. Puesto que los dormitorios son los lugares de máxima intimidad, no es de extrañar que los mejor orientados correspondan a los matrimonios y que a los niños y a los solteros (tiones, por ejemplo) les dejen las habitaciones de paso y las alcobas, que reúnen menores condiciones de intimidad. Finalmente llegamos al reducto más elevado, la falsa, que aunque ocupa el lugar más alto de la

casa y por ello ha de incluirse en el dominio que he llamado arriba, guarda cierto paralelismo con el nivel definido como abajo. En ella encontramos almacenados todo tipo de objetos que caen en desuso, así como algunos productos naturales. Quizá lo más relevante de este lugar es la escasa actividad humana que hay en él, ya que es una parte de la casa donde no se suele subir muy a menudo y que incluso se evita. Nótese también que ciertos objetos que allí se guardan es porque ya no se usan. De hecho los niños —y a veces no tan niños— casi siempre han sentido temor de acercar-

FALSA

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e Casa de Chalamera (Bajo Cinca).

A medida que se asciende aumenta el grado de privacidad y al llegar a los dormitorios (emplazados en el piso superior a la cocina, siempre que lo haya) nos situamos en el reducto más íntimo de la casa. Es el lugar del sueño y del reposo, de la sexualidad y de la reproducción y a la vez el de la muerte . Antaño se nacía en una de estas piezas, entrando así en la casa, y en una de ellas se suele morir y se sale de la misma. Es más, aquí han tenido lugar y

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se a ella y cuando habían de subir allí a buscar alguna cosa lo hacían con la inquietud y el miedo de tropezarse con algún ser preternatural, bruja o fantasma. No es fortuito, pienso, que este lugar más elevado de la casa se relacionara, hasta cierto punto, con lo preternatural. Dada su situación, la falsa es algo así como el espacio entre el cielo y la tierra, lo que le confiere un carácter de transitoriedad o de liminaridad. Esto la convierte en un lugar propicio para entes entre humanos y fantásticos como son las brujas, y la hace inadecuada para la actividad humana. En cierto modo podría pensarse también en una conexión con el nivel más abstracto de la cultura, el de las creencias.

un solo heredero mis informantes daban respuestas como la que copio a continuación: Aquí los patrimonios son muy pequeños y apenas puede vivir uno con lo poco que se tiene. Si aquí fuera como en Andalucía imagínese lo que pasaría. Allí, si hay cuatro hijos y cuatro campos, pues reparten un campo para cada uno y hacen igual con la casa. ¿Qué pasa?... Pues si quieren comer lo tendrán que vender y emigrar... Y así se pierde todo, porque resulta que quienes tienen dinero para comprar las tierras son los ricos, los terratenientes, y así cada vez van a tener más. Aquí en Aragón no pasa eso... Está todo más repartido. Aun así, el que se queda heredero apenas puede ir tirando la mayoría de las veces; pues si se dividiera el patrimonio no habría para ninguno y se acabaría la casa.

3. EL DERECHO FORAL Según la tradición local, es preciso nombrar un heredero universal único que cumpla la que se considera una exigencia fundamental: la continuidad y preservación de la casa. Esto obliga a rechazar a todos los otros miembros de cada generación, porque si se dividieran los patrimonios no serían suficientes para mantener a nadie y acabarían siendo abandonados o pasando de mano en mano mientras la casa se deshacía. A la pregunta de por qué

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Esta práctica consuetudinaria está respaldada por un código formal de derecho y su importancia viene demostrada por la amplitud con que el tema de la familia viene tratado en los fueros aragoneses. Ilustres juristas aragoneses como Joaquín Costa, Casajús, Martín-Ballestero y Castán Tobeñas, están de acuerdo en señalar que el principio de unidad y conservación familiar es uno de los fundamentales que informa el Derecho Foral de Aragón. Por esta razón el objetivo primordial de sus instituciones


familiares y sucesorias es preservar indiviso el patrimonio y darle continuidad a la casa más allá de la vida de los individuos.Como prueba de que tal ideología ha estado en vigor hasta nuestros días tenemos la Encuesta sobre la Observancia del Derecho Aragonés, llevada a cabo en 1943 por el Consejo de Estudios del Derecho Aragonés. Sus resultados demuestran la existencia de la institución de heredero único en todo el territorio oscense, desde la franja pirenaica hasta las áreas de Monegros y Fraga, y ello lo atestiguan los registradores y notarios de los partidos judiciales correspondientes. Aproximadamente, las tres cuartas partes de las instituciones del Derecho Foral Aragonés hacen referencia al Derecho de familia, lo que según Martín-Ballestero es una flagrante prueba de la gran importancia que la casa tenía en la costumbre, dado que ésta es una de las fuentes del derecho. Tal es el caso de la provincia de Huesca, donde si bien el Fuero permite trasmitir el patrimonio ya sea indiviso o en partes, la costumbre se impone en favor de la elección de un heredero único para que la casa, base física de la comunidad doméstica, tenga garantizada su continuidad. Por tanto, si queremos llegar a conocer la razón de ser de la casa oscense, su relación con la estructura social de la que es

parte integrante y su funcionamiento dentro de la misma, necesitamos tener un conocimiento adecuado de las normas y formas consuetudinarias que han regido su existencia.

4. FAMILIA Y HERENCIA Por lo general, la familia está compuesta por los padres —amo / dueña—, el hijo casado en casa, es decir, el heredero y la joven (su esposa) y sus respectivos hijos. A veces encontramos también en la casa algún hermano o hermana del heredero que se han quedado solteros y viven allí trabajando para la casa. Estos individuos, al menos de puertas afuera, son llamados el tión o la tiona. Tan sólo uno de los hijos, preferentemente varón y por lo general el primogénito, heredará la totalidad del patrimonio familiar. Al mismo tiempo, esta elección como heredero universal supone también su reconocimiento de sucesor del padre como amo de la casa. Una vez que los padres han elegido al hijo que va a ser heredero, le han encontrado una esposa adecuada para casarlo y consideran que ha llegado el momento oportuno de que contraiga matrimonio, van al notario y le hacen donación del herencio con-

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se a otra casa. En este último caso la legítima se percibe en forma de dote y suele constar de un ajuar además de una cantidad en metálico. En principio, la elección de heredero parece exenta de complicaciones. Según la norma tradicional vigente le corresponde este derecho al hijo varón primogénito, aunque delante de él haya varias hermanas. No obstante, si los padres lo creen conveniente para los intereses de la casa, pueden elegir con toda libertad a aquel de los hijos, e incluso hijas, que consideren más competente en la administración de la casa, o bien al más trabajador, o al más afectuoso con ellos. La preferencia por el varón mayor responde a unos intereses concretos que van en beneficio de la casa; cuando se advierte la posibilidad de que estos intereses no vayan a encontrar su mejor defensor en el primogénito, los padres se sienten libres para buscar otro hijo o hija que cumpla con ellos. En Borau, unos ancianos me contaban: Se prefería varón porque trabajara en la casa y por no perder los apellidos del amo. Si sólo había hijas, pues la hija tenía derecho a heredar. Pero generalmente era varón. Normalmente se nombraba al primero, pero había padres que á lo mejor les parecía, pues en vez de nombrar al primero, pues

sistente en la casa y todas las propiedades adscritas a la misma. El resto de los hermanos y hermanas, si los hay, reciben una dote o una legítima como pago por su obligada renuncia a cualquier derecho sobre el patrimonio. El padre, en su calidad de amo, puede decidir libremente la cuantía de las legítimas, cuyo pago se realiza casi siempre en metálico y suele venir estipulado en la escritura de nombramiento de heredero en forma de cláusula de obligado cumplimiento por parte del mismo. No obstante, la regla general es dejar zanjada la cuestión con la sentencia de que la legítima a percibir por los hermanos no beneficiarios de la herencia quedará al haber y poder de la casa, y con estas mismas palabras queda escrito. Es una fórmula por la que, si la casa atraviesa por un mal momento económico, no se ve forzada a desprenderse de una cantidad de recursos fijada en otro momento cuando las cosas marchaban mejor. No es la voluntad de los individuos lo que cuenta ni tampoco su supervivencia como tales; las legítimas las da la casa de acuerdo con su situación y sus posibilidades de crecimiento y preservación. Estas legítimas se pagan al segundón o segundona cuando abandona la casa para buscarse su futuro en otro lugar, o bien cuando va a casar-

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nombrar al tercero o al último. A mí, cuando nos casemos, dijimos que sería heredero en los papeles que hicimos ¡eh! (capitulaciones), el hijo más obediente. Se miraba que fuera el mejor porque había que vivir con él. Y es que estos patrimonios no daban ni aun pa uno, o sea, que pa ir distribuyén-

Jóvenes de Gistaín ataviados con el traje típico y preparados para bailar "La rosca".

dolos por ahí, aún menos. Resulta evidente en este testimonio que el heredero no sólo tenía que ser trabajador, sino que además, como había de vivir con los padres, cuidándolos en sus últimos años de vida, convenía que fuera obediente y respetuoso con ellos. Sin embargo, de acuerdo con las palabras de estos informantes, parecería que la norma de nombrar heredero al varón primogénito es más un dicho que un hecho, pues hacen referencia a la posibilidad de dejar como heredero a cualquiera de los hijos. Es preciso recurrir a los hechos y aclarar la validez de esta norma; veamos qué ha venido sucediendo entre los oscenses a la hora de nombrar heredero.

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5. LOS HECHOS Para comprobar estadísticamente el cumplimiento de la norma sobre la elección de heredero, voy a presentar a continuación los datos de un amplio estudio genealógico por mí realizado. En primer lugar, y tomando de nuevo como base las divisiones de la provincia establecidas en el primer capítulo, he recogido datos en pueblos que corresponden al dominio de los Valles Altos (Plan, Saravillo y San Juan de Plan), en otros que se incluyen en lo que he denominado las Depresiones Intermedias (Ligüerre de Ara y Tierrantona) y también en localidades de la Ribera o Tierra Baja (Robres, Senés de Alcubierre y Torralba de Aragón). Con estas diferentes catas pretendo eliminar la influencia de posibles variaciones en una u otra área y obtener así una idea más exacta y global del territorio oscense. El método empleado para la elaboración de los datos consignados en el cuadro 1 fue el de recorrer, siempre que fue posible, una a una las casas de los pueblos referidos. Cuando esto no pudo ser practicado, me serví de la memoria de vecinos de reconocido prestigio como expertos en las genealogías locales.


Aunque las cifras resultan de por sí significativas en cuanto al respeto por la forma tradicional de trasmisión de patrimonio, no reflejarían fielmente la realidad si no se tuvieran en cuenta las razones por las que algunas mujeres llegan a convertirse en herederas. En primer lugar, la causa más acorde con la norma tradicional sería la falta de varones entre los hijos del matrimonio. Casi la mitad de las mujeres herederas deben su posición a la no existencia de hombres sobre quienes hacer recaer la herencia. Y no sólo eso, sino que además, de entre los restantes casos, una buena proporción de ellos se deben a lo que he definido como razones de fuerza mayor. He denominado así a aquellas situaciones en las que habiendo hombres a los que nombrar herederos, o bien éstos emigran porque no les gusta el campo y le ven poco porvenir, o bien tienen posibilidad de ir como herederos a otras casas económicamente más fuertes, o la diferencia de edad del varón o varones con sus hermanas mayores obliga al amo a casar en casa a una de ellas a fin de traer un varón que lo sustituya y pueda sacar el patrimonio adelante. En el apartado "otras razones" incluyo aquellos casos donde pudo darse una elección expresa de una mujer en lugar de un varón, aunque mis infor-

CASOS RECOGIDOS Valles Altos Depresiones Intermedias Ribera TOTAL HEREDEROS VARONES Valles Altos Depresiones Intermedias Ribera TOTAL

mantes dicen desconocer la razón o razones que llevaron a estas mujeres a ser herederas. No obstante, aunque consideraremos que aquí sé está dando una elección contra-norma, tanto el número absoluto de casos, como la proporción que éstos suponen en la ya reducida cifra de mujeres herederas, pueden considerarse como la excepción que confirma la regla. Para explicar y demostrar cómo opera la norma en los momentos excepcionales voy a recurrir a unos ejemplos. En una casa de Ligüerre de Ara, el hijo que iba a ser heredero murió a los diecinueve años. El único hermano varón que quedaba era muy joven (contaba once años de edad) para poder esperar a que llegase a la edad casadera para hacer recaer el herencio sobre él. El padre, con cerca de 60 años de edad, comenzaba a sentirse agobiado por el peso del trabajo y, falto de la ayuda de su hijo muerto, temía que la casa no iba a mantenerse a flote sin nuevos brazos. Ante esta situación decidió casar a la hija mayor y hacerla heredera para que viniera a la casa un hombre joven que trabajara las tierras y cuidara el ganado. En Tierrantona, por citar otro caso acaecido en diferente lugar,

280 170 147 597

201 132 110 443

71,78 77,64 74,82 74,20

PRIMOGÉNITOS 168 121 92 381

83,58 91,56 83,63 86,00

MUJERES HEREDERAS Valles Altos 79 Depresiones Intermedias 38 Ribera 37 TOTAL 154

28,21 22,35 25,17 25,79

NO HAY VARÓN 27 21 18 66

34,17 55,26 48,64 42,85

RAZÓN FUERZA MAYOR Valles Altos Depresiones Intermedias Ribera TOTAL

48,10 23,68 32,43 38,31

OTRAS RAZONES 14 8 7 29

17,72 21,05 18,90 18,83

38 9 12 59

Cuadro 1. Estudio estadístico sobre el cumplimiento de la norma tradicional de trasmisión del patrimonio.

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tras la muerte de los varones más mayores antes de alcanzar edad adulta y sintiéndose el amo enfermo y sin fuerzas, decidió casar a la hija de más edad (que tenía 19 años) para que viniera a la casa un hombre que trabajara la tierra. Aunque había todavía otro varón entre sus hijos, éste contaba entonces ocho años y no se podía esperar a que creciera. La única alternativa posible para salir adelante y asegurar la continuidad de la casa sin mermas era renunciar a la continuidad del apellido. Para cualquier amo oscense la disyuntiva no es tal y el camino a seguir no ofrece lugar a la duda ni al titubeo: la continuidad de la casa. Mientras es posible, se busca la preservación del apellido, pero cuando no hay varones disponibles, no queda otra salida que la de recurrir a hacer heredera a una mujer para que al menos se continúe la sangre ael

6. EL HEREDERO

eficacia las faenas agrícolas y, por tanto, de sacar la casa adelante por sí solo si fuera necesario, comenzaba a ser tenido en cuenta como presunto heredero. Sin embargo, su reconocimiento como tal de forma manifiesta y directa sólo le llegaba al regreso de su servicio militar. A partir de entonces comenzaba a trabajar en estrecha unión con su padre pero siempre a sus órdenes y bajo su tutela. Esto no significaba que su situación fuese ya de completa seguridad porque hasta el momento de casarse no era costumbre hacer las capitulaciones que legalizaban su nombramiento. Mientras no dispusiera de ellas, cualquier desavenencia o enfrentamiento grave con sus progenitores podía provocar el que éstos cambiasen de opinión respecto a la conveniencia de hacerlo heredero. Un ejemplo claro de ello son las palabras, anteriormente citadas, de un informante de Borau que afirmaba haber escrito en sus capitulaciones que haría heredero al hijo más obediente.

Dada esta preferencia demostrada de que la herencia recaiga sobre el varón primogénito, desde el momento en que éste era capaz de realizar con

Con su designación como tal, la posición del heredero no mejoraba demasiado. Su situación era tal que más tarde podía ver revocados sus dere-

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chos si no cumplía ciertas cláusulas, usualmente estipuladas en las escrituras que se le hacían. En ellas se comprometía a: 1.

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Obedecer y respetar a los padres proporcionándoles cuanto necesitaren, sanos y enfemos. El heredero y su esposa habrán de vivir juntos en la casa, en compañía de los instituyentes de la capitulación. A trabajar para la casa, bajo la administración de sus mayores y sin percibir remuneración alguna. La casa se ocuparía de todas sus necesidades fundamentales. A enterrar dignamente a los padres, haciéndoles a su fallecimiento, entierro, funeral y misas a uso y costumbre de la parroquia. A admitir y asistir en la casa a los hermanos solteros con tal de que trabajen a cambio en beneficio de la misma. A dotar a los hermanos y hermanas solteros al haber y poder de la casa o según hubieran estipulado los padres en la capitulación.

La capitulación se hacía casi siempre al tiempo de la boda o muy poco antes, cuando todo estaba preparado para la misma. En ella los padres nombraban al hijo, o si era el caso hija, designado como

tal y que iba a contraer matrimonio, heredero universal de todos sus bienes presentes y futuros. De este modo, desde el momento en que se casaba, el donatario pasaba a ostentar el derecho de nuda propiedad sobre todo el patrimonio familiar. Es decir, que aunque la escritura le otorgaba un derecho irrevocable (a no ser por incumplimiento de las condiciones pactadas) sobre el patrimonio y le daba poder para trasmitir sus derechos a la herencia en favor de sus hijos, los padres se reservaban para sí el título de usufructuarios. Tal título les hacía dueños de todos los productos de ese patrimonio, incluido el dinero. Únicamente quedaba entendido que estos productos habrían de invertirse en las atenciones de la familia y la prosperidad de la casa, siempre y cuando el hijo cumpliese las cláusulas que le correspondían. A pesar de quedar escrito en los capítulos que ni los donantes podrán enajenar ni gravar el derecho al usufructo, ni el heredero el de nuda propiedad a no ser por mutuo acuerdo, si los padres llegaban a demostrar que por causa del mal trato o desatención necesitaban procurarse medios de subsistencia, podían entonces recurrir a la venta o gravamen de alguno de los bienes del patrimonio. Para confirmar esta necesidad quedaba escrito que habría de ser atestiguada por personas de reconocido presti-

Mozos de fiesta.

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gio y solvencia como podían ser el alcalde, el juez, el sacerdote, etc. y los parientes más próximos. De ahí que, mientras vivían los padres, los derechos del hijo sobre el herencio eran una mera legalidad debido a este mecanismo de control en manos de sus mayores; éstos pretendían garantizarse con él una vejez tranquila y sin desengaños. De igual manera, al no poder haber dos economías porque eso acabaría la casa, correspondía a los padres la administración del dinero y el hijo tenía que pedirles cuanto precisara, puesto que no recibía ningún salario. Incluso si el heredero trabajaba a jornal, al cobrarlo debía entregarlo a sus padres, o mejor dicho a su madre, quien no dejaría de comunicárselo al padre como amo de la casa que era. Por regla general correspondía a las mujeres la administración del dinero para pequeños gastos así como la obligación de saber siempre lo que había o dejaba de haber en la casa. Los hombres, por el contrario, al menos aparentemente, no solían prestar atención a los gastos de la casa porque no les correspondía tal función. No obstante, al amo nadie podía pasarle cuentas porque tal acción hubiera sido lo mismo que negarle su autoridad personal y negar también el principio básico de autoridad en la casa. Por esta razón, el heredero, aunque casado y quizá con hijos, había de recurrir a su madre y pedirle dinero para comprar cuanto precisara. Sin embargo, en total contradicción con esta dependencia de los padres, sobre el heredero recaía el peso de todos los trabajos de la casa que debían ser realizados por un hombre. Su responsabilidad era muy grande, pero no podía tomar decisiones por su cuenta. Era una persona adulta a la que se trataba, en algunos aspectos, casi como a un niño. Sólo a la hora de trabajar aparecía considerado como mayor de edad y se esperaba de él una gran responsabilidad en el cumplimiento de su cometido. Su situación era muy compleja, al corresponderle a la vez —y de modo superpuesto— los papeles de hijo, esposo y padre. Le tocaba cargar con todas las responsabilidades y deberes correspondientes a cada uno de estos papeles y tenía que renunciar a casi todos los derechos que le corresponderían. Esta supeditación del heredero a los intereses de la casa era yS anterior a su matrimonio. Hasta hace no muchos años era un hecho frecuente el que los herederos no se casaran con las muchachas a las que cortejaban. Los padres se encargaban de arre-

glar y ajustar los matrimonios con la chica que creían más conveniente, tanto por sus virtudes de mujer de su casa, como por el rango y solvencia de la casa de la que procedía. Esto último garantizaba una mejor dotación de la novia que repercutía directamente en la economía y el prestigio de la casa. El hijo, de negarse a aceptar lo recomendado por los padres, corría el riesgo de perder su posición de favor y, con ella, la herencia. Solía suceder que un heredero se encontraba, inesperadamente, con que era amonestado en la iglesia para casarse con alguna desconocida. Por ejemplo, unas mujeres me contaban cómo, en la Ribera de Fiscal, un heredero de una casa, tenida por económicamente fuerte, que festejaba con una muchacha de un pueblo vecino, al regreso de un viaje a una feria de ganado, se encontró con que recibía felicitaciones por el anuncio de su próxima boda. El muchacho, en un principio, creyó que su padre lo había hecho amonestar porque estaba cansado de esperar a que se decidiera a casarse con su novia. Al llegar a su casa se encontró con la sorpresa de que su futura esposa le era casi desconocida y tenía once años menos que él. Su decisión no se hizo esperar y, aunque de

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mala gana, aquel mismo día visitó a su nueva novia, a la que no volvió a ver hasta el día de la ceremonia. En otros casos, si el heredero les hubiese propuesto a sus padres que deseaba casarse con la muchacha con la que festejaba, éstos habrían procedido a medir con detalle los haberes y el prestigio de la propia casa y los de la casa de ella para evaluar la conveniencia o no de esa boda y la posible dote a exigir. En caso de que el resultado fuera positivo se procedía a visitar a los padres de la chica y se comenzaban las negociaciones sobre lo que el padre de la muchacha estaba dispuesto a aportar al matrimonio para que su hija se uniera a un heredero. Esta operación se conocía con el nombre del ajuste. La citada dote que recibía la mujer constaba de dos partes. Por un lado estaba el ajuar, compuesto por sábanas, toallas, mantelerías, colchas y ropa de uso personal. Se trataba de que la casa receptora no tuviese que hacer gastos en la novia. La otra parte, la auténtica dote, por así decirlo, consistía en alguna cantidad en metálico, o bien en alguna cabeza de ganado, o incluso en nada, en el caso de las casas más humildes o con menos recursos. Cuando, por algún motivo, los padres del herede-

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ro se sentían incapaces de encontrar un buen partido para su hijo, podían valerse de algún vecino, amigo o pariente, conocido por su experiencia en el terreno de los arreglos. Éste, tras examinar la situación —a veces recorriendo pueblos vecinos—, proponía una o varias candidatas que reunieran las condiciones exigidas por los padres. Seleccionada la más conveniente para los intereses de la casa, el propio intermediario, conocido con el nombre de casamentero, se encargaba de establecer el primer contacto para tratar de llegar a un acuerdo de matrimonio. Lograr un ajuste no era nada fácil porque lo que se hallaba en juego eran los intereses y el prestigio de las casas participantes en el trato. Allí, una de las partes ofrecía recibir y hacer coheredera a una mujer que, a cambio, habría de proporcionarle descendencia que perpetuara el linaje y dedicación total a los intereses de su nueva casa. La otra parte perdía una hija, pero también se liberaba de su manutención y la situaba en una posición deseable que resolvía su futuro. Aunque esta segunda posición negociadora es aparentemente más débil, el amo que negociaba contaba con la ventaja de que, en principio, habían venido a buscar a su hija y, por tanto, lo que él poseía era deseable.


7. NUERA Y SUEGRA: DOS POSICIONES ESTRUCTURALES OPUESTAS Tratado el tema de los ajustes, el siguiente paso a dar es el de la boda. Con ésta se producía el cambio de residencia de la mujer, ya que el heredero, por regla general, era el varón. De la noche a la mañana, la nueva desposada pasaba a convertirse de hija y hermana, en nuera, seguramente en cuñada y más o menos pronto en madre. Los testimonios recogidos acerca de la desorientación y tensiones que se generaban en esta nueva situación están en boca de cualquier mujer oscense que haya pasado por este trance. El fragmento de conversación que transcribo a continuación procede de la Canal de Berdún y son palabras de una mujer que fue a casarse con un heredero. En la nueva casa, la autoridad de los mayores —normalmente llamados los abuelos— y el respeto que exigían se les demostrase, chocaban abiertamente con las formas a las que ella había estado acostumbrada: Lo primero que te enseñaban, ya nada más llegar te decían; te vamos a comprar un SISEÑOR, y había que decir de Ud. Y

ahora se ha cambiao bastante, pero antes ya por la mañana, levantarte y tenías que decir, hola, buenos días, qué tal ha descansao y todo. Y ojo no dijeras buenas noches cuando te ibas a la cama, porque si no, iagárrate!... Todo podía comenzar con formas nuevas de mostrar respeto a las que no se tenía costumbre en la propia casa (porque allí no venían al caso con alguien próximo) y que marcaban una distancia entre personas. Las relaciones más afectivas de ayer se convertían en relaciones de autoridad hoy; lo familiar y próximo de la propia casa resultaba extrañamente frío y lejano en casa ajena. Esta idea de ir a una casa ajena la recoge de forma contundente y precisa una expresión que escuché repetidamente en la Ribagorza. Éstas son, por ejemplo, las palabras de una mujer de Puente de Montañana: Ir a heredar a otra casa se le llamaba ir a calentar el fuego ajeno. La que va a calentar el fuego ajeno, que se prepare, que la que le espera es buena. Y era terrible, porque la que va a una casa así tiene que hacer todas las cosas al gusto de la abuela, si no mal. Realmente quien iba a vivir a otra casa y a dedicar todo su esfuerzo para engran-

Mujeres chistavinas ataviadas con el traje típico.

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decerla y darle continuidad iba a calentar el fuego ajeno porque quemaba su vida en una obra que nunca había sido suya. No sólo eso, sino que además, esa actividad que había que desarrollar por la nueva casa debía de orientarse al gusto de la abuela, es decir, de otra persona con cuya forma de pensar no estaba familiarizada. La abuela ha sido y en parte es todavía la persona con la que, de forma inevitable, va a chocar la recién llegada y quien más directamente le va a imponer su autoridad. En Osso, en el Bajo Cinca, una mujer me explicaba su situación en los siguientes términos: Madre e hija dentro una camisa y nuera y suegra ni dentro ni fuera. Porque por una joven que vaya a una casa y sea perfecta pa los que están adentro, de cada cien, media; ni llega a una. Y es que las jóvenes no sabíamos hacer muchas cosas porque no nos habían enseñao o porque la abuela las hacía de otra manera. La que entra de joven en la casa ya lo sabe, allí manda la abuela. Yo entré en una casa que la abuela había pocas en el mundo como ella. Era montañesa y las montañesas tienen más narices que aquí, pero cuando llegué yo, pues yo fregaba.

hacía la comida, servía y ella nada. No cabe duda que suegra y nuera o abuela y joven, para usar los términos oscenses, no parecen ser papeles compatibles; muy por el contrario parecen ser estructuralmente opuestos y la frase con la que se inicia la cita no puede ser más expresiva al respecto. La experiencia de esta mujer del Bajo Cinca suena amarga ante la autoridad de su suegra. No sólo eso, sino que además reconoce su desorientación cuando llegó a su nueva casa y se tuvo que enfrentar a formas distintas de hacer las cosas.

Mujeres fragatinas ataviadas con las típicas "faldetas".

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Este extravío es algo que junto con la presión de la autoridad de la abuela, se refleja de forma casi inevitable en cualquier conversación sobre este tema. Además, no es necesario insistir en que en ningún caso se habla de los derechos de la esposa del heredero, sino de sus deberes; cualquier tarea o trabajo propio de su sexo que estuviera por hacer, le tocaba hacerlo a ella. Sus suegros, y más directamente su suegra, con quien tenía que convivir casi todo el tiempo, la observaban y evaluaban sus actitudes en el cumplimiento de sus obligaciones para con su nueva casa. En todo momento se estaba luz-


gando si ella se merecía la posición ventajosa adquirida al casarse con el heredero. La nuera estaba considerada como forastera, como venida de fuera, de otra casa. En esta atmósfera no eran extraños las tensiones y los conflictos. Devolvamos una vez más la palabra a las propias mujeres y veamos las explicaciones de una de ellas que vivía en Navarri: La abuela vigilaba a la joven a ver si hacía las cosas bien y si miraba por la casa. Pero eso era antes, ahora no. Entonces sí que se vigilaba. Que les pareceba a lo mejor que no les iba a llegar a ellos. ¡Uy, uy!, ésta me va a cerrar la casa; se va a comer lo que nos queda a nosotros. ¿Y repartir la comida?, mira, yo voy a servir a esta casa tres años y medio y la que repartiba la comida era siempre la abuela. Era ella siempre la que partiba y mi madre, que en paz descanse, igual. El mayor temor de los abuelos parece ser el de que la nuera no se preocupara por la casa y la administrara mal y la arruinara. Puesto que ella venía de otra y ésta no era la suya, podía sentirse tentada a derrochar. A esta forastera había que inculcarle por tanto la necesidad de trabajar por su nueva casa y asegurarse de que lo iba a hacer siempre. Se trataba de un auténtico proceso de socialización; de "naturalizar" al nuevo miembro adoptado. Con estas palabras he querido poner de relieve que las diferencias y problemas que enfrentaban a nuera y suegra no se debían a cuestiones personales, sino que tenían su origen en sus posiciones estructurales diferentes. Desde el momento en que la esposa del heredero entraba en su nueva casa, quedaba marcada con un nombre que la excluía del linaje. Ella era la joven, término que definía con precisión su posición estructural y que al ser complementario de heredero (quien era siempre de casa y más concretamente el que se casaba en casa) la señalaba como venida de fuera y por tanto forastera. En segundo lugar, joven indicaba también falta de experiencia, poca preparación, falta de capacidad para ejercer la autoridad. Por tanto, la joven tenía que adquirir primero esa experiencia, que confería respeto y autoridad, antes de ser incluida en el linaje. Mientras llegaba ese momento estaba en fase de prueba, de aprendizaje, y como tal no tenía ni voz ni voto. Frente a ella estaba su suegra, que se había convertido ya en la abuela, lo que no implicaba que

hubiese de tener nietos. Esta denominación era la opuesta a joven, tanto desde el punto de vista biológico —porque la abuela es siempre mayor, a veces anciana y en declive de la vida— como en el estructural —porque a los jóvenes les corresponde la obediencia y a los mayores el mando—. Sin embargo, inevitablemente, la abuela era la joven de antaño, que con su incorporación al grupo de los mayores, se había integrado también en el linaje y gozaba por tanto de autoridad y respeto. Desde este momento ya no era por más tiempo una forastera. Si alguna vez, debido a su delicada situación, la nuera estallaba y se rebelaba, inmediatamente se le recordaba cuál era su estado en aquella casa con gritos como: ¡Forasteriza, que has venido a quitarte el hambre a esta casa!; o también acusándola de que: Forasteras como tú tenían que venir a poner mal en esta casa. Ante todo se estaba haciendo hincapié en el hecho de su no pertenencia a la casa ni al linaje, de vivir allí de prestado, de mostrar desagradecimiento cuando allí se cuidaba de ella, de traer de fuera todos los males. Así veía la abuela las crisis de rebeldía de la joven.

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A veces, cuando los sucesivos choques entre generaciones hacían la convivencia muy difícil, especialmente entre mujeres, el matrimonio joven podía decidirse por abandonar el hogar y renunciar al herencio. Esta posibilidad, aunque poco frecuente, se ha llegado a dar en algunas ocasiones, que son vistas como excepcionales por quienes conocen los hechos. Tanto para unos como para otros, la casa representaba un futuro más o menos seguro. Tal seguridad favorecía el que los jóvenes intentaran soportar y, si fuera posible, superar las tensiones y conflictos de convivencia que surgían. Los abuelos, por otro lado, no tenían alternativa posible y se aferraban a la casa como única forma de asegurarse los últimos años de vida sin pasar privaciones. Por otro lado, la marcha del heredero podía suponer un peligro para la continuidad si no se encontraba a alguien para sustituirle. Además de este problema de encontrar sustituto, si no se tomaban medidas previsorias, podía presentarse otro más grave. Éste consistía en los derechos adquiridos por el heredero en las capitulaciones legalizadas ante notario que se le solían hacer al casarse y que le convertían en dueño de todos los bienes. Incluso el usufructo que los padres se reservaban revertía sobre él a la muerte de éstos y no podía serle enajenado. En prevención de tal contingencia, se estipu-

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laba en las mismas capitulaciones que la defección por parte del matrimonio heredero de la vivienda familiar, por un periodo de tiempo superior a un año y un día, suponía la renuncia por su parte a todos los derechos que tenían sobre la casa. Con esta fórmula se evitaban las deserciones prolongadas y se dejaba abierta la posibilidad de nombrar un nuevo heredero.

8. LOS SOBREBIENES La otra posibilidad de que un miembro de la familia, que no fuera el heredero, no tuviera que abandonar el hogar, estaba regulada por la fórmula conocida con el nombre de sobrebienes. Ésta sólo se daba en casos un tanto especiales, cuando el patrimonio era grande y precisaba de mucha mano de obra, por lo que no era posible atenderlo con un solo matrimonio. Entonces, el heredero se casaba en casa y únicamente a él se le hacían escrituras reconociéndole su derecho como tal. Posteriormente, uno de sus hermanos o hermanas contraía nupcias y se quedaba a vivir bajo el mismo techo, a expensas del patrimonio familiar y trabajando a las órdenes del heredero. Indudablemente, ésta era una fórmula para evitar que aquellos menos preparados para salir a buscarse la vida en otros lugares


se quedasen en casa. Las condiciones de trabajo para los sobrebienes no eran buenas, pues dependían para todo de la voluntad del heredero. También es evidente la frágil estabilidad de esta fórmula, donde la tensión y el conflicto tendían a aflorar con relativa facilidad. Si las cosas se ponían mal, al no heredero le quedaban dos posibilidades y

mismo la posibilidad de quedarse en casa porque tiene derecho a ello, los sobrebienes no. Tanto la figura del tión como lá de los sobrebienes respondían a alternativas cuidadosamente diseñadas para que la casa saliera siempre favorecida. Los individuos poco importaban, ya que aunque se les podía evitar la necesidad de emigrar dándoles cierta seguridad en su vida, su presencia en la casa sólo era admitida en beneficio de la misma. El precio de tal seguridad era considerable; suponía una vida entera dedicada a trabajar por una casa en la que no se poseía otro derecho que el de la manutención. Al igual que sucede en el caso del tión, los sobrebienes son una figura marginal. Lo ideal de acuerdo con los valores culturales vigentes era tener una casa y levantarla y darle continuidad tanto a ésta como al linaje que representaba; los sobrebienes ni tenían casa, ni podían darle ningún tipo de continuidad. Desde el momento en que aceptaban su situación eran, por así decirlo, elementos de segunda clase; y aunque podían ser muy respetados (al igual que los tiones) si cumplían bien su papel, siempre resultaban ser "actores secundarios"

ninguna atractiva: aguantarse o marcharse. La diferencia entre los sobrebienes y el tionaje estriba en que mientras el primero permite la permanencia en la casa de uno de los hermanos/as del heredero con su esposa y sus hijos, el segundo sólo acepta al individuo soltero. Los sobrebienes son una fórmula pensada para patrimonios grandes que precisan de más brazos para trabajar, mientras que el tionaje sirve para acoger en casa a aquellos miembros de la misma que por alguna razón no se han decidido a abandonarla. El trabajo del tión es una consecuencia de su decisión de quedarse y no de una necesidad de la casa. Más aún, el tión decide por sí

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9. LAS ALTERNATIVAS DE EXCEPCIÓN Para el caso de que pudieran fallar algunos de estos mecanismos, normalmente establecidos para garantizar la perpetuación de la casa, existían varias fórmulas institucionalizadas cuya finalidad era cubrir los vacíos de las situaciones excepcionales que pudieran darse. A modo de ejemplos expongo a continuación dos casos que he tenido oportunidad de recoger. Ambos proceden de una misma localidad, Ligüerre de Ara, en la Ribera de Fiscal. En el primero (conocido técnicamente como sororato), la hija de una casa de esta localidad fue a casarse con un heredero del pueblo vecino de Jánovas. Sin embargo, al morir la mujer de sobreparto, dejando un hijo, el marido contrajo segundas nupcias con la hermana menor de su difunta esposa. Aquí, en principio, no era preciso un nuevo matrimonio puesto que ya quedaba un hijo que heredaba todos los derechos de su madre y no era preciso devolver la dote aportada por ella al matrimonio. Sin embargo, dado que cualquier percance que pudiera suceder al único continuador del linaje acabaría también con éste, resultaba conveniente reforzar con más garantías tal continuidad. El matrimoniar con una hermana

de la difunta esposa tenía las ventajas de no precisar rehacer todo el proceso de negociaciones prematrimoniales y de dar al hijo, ya existente, una nueva madre de la misma sangre. En el otro caso (técnicamente llamado levirato), quien murió fue el marido, que aquí era también el heredero. Su viuda contrajo matrimonio con el hermano menor del fallecido, quien pasaba a representar los derechos de la casa. Puesto que había ya un descendiente del primer varón heredero, sobre este hijo era sobre quien recaían todos los derechos a la herencia de la casa. Otra institución, ésta de carácter jurídico, prevista con la finalidad de solventar casos excepcionales, es el Consejo de Familia. Constituido generalmente por dos familiares, los más próximos por cada parte (paterna y materna), se reunía en caso de que los padres hubiesen fallecido sin haber testado a favor de ninguno de los hijos. En tal contingencia, el Consejo tenía la misión de elegir entre esos hijos un heredero universal. Su funcionamiento venía determinado en una capitulación en los siguientes términos: Un hijo o hija de los que resultaren a los capitulantes N... y F... habrá de ser heredero de todos los bienes que al fallecimiento dejaren sus padres, aquel o aquella que elijan ambos o el sobreviviente

Mujeres jugando a las "birllas" (Campo).

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y si éste fallece sin designarle lo verificarán los parientes más próximos, varones y mayores de edad, uno por cada capitulante, dirimiendo la discordia en su caso el señor cura de la Parroquia. Aunque el Consejo tenía plena potestad para tomar las decisiones que considerara oportunas, se tendía a respetar la norma tradicional de elegir heredero al varón primogénito, a no ser que éste renunciara a serlo o poseyera algún tipo de incapacidad física o mental. No obstante, ante el acuerdo de los propios interesados sobre quién debía ser nombrado heredero, .se tendía a respetar su decisión y el Consejo de Família se limitaba a sancionar lo pactado. Un problema que planteaban tales pactos, según me contaban los informantes, es que quienes se veían sin posibilidades de salir favorecidos, intentaban hacer su agosto. Para ello, trataban con el muy probable heredero el pago de una legítima más elevada de la que les habría correspondido de hallarse con vida los padres. Se aprovechaban así de la situación para, respaldados por la incertidumbre del presunto heredero, obtener una dotación más elevada. A pesar de que esta fórmula del Consejo de Familia venía generalmente recogida en las capitulaciones, algunos padres incluían en la redacción

de las mismas una cláusula que estipulaba que tendría preferencia para ser heredero el primer varón, si lo hubiese, de este matrimonio. Se trataba por todos los medios de garantizar la continuidad de la casa y del linaje, anteponiéndolos a individuos, sentimientos y unidad familiar, tal como nosotros pudiéramos entenderlos.

10. LA PERSONALIDAD DE LA CASA Vista desde esta perspectiva interior, tras haber puesto de relieve jerarquías, discrepancias, tensiones, conflictos, problemas con la elección de heredero o con la elección de su cónyuge, la casa oscense se nos ha presentado como un entorno conflictivo. La impresión hasta ahora recibida es que dentro de ella, cada individuo trata personalmente de sobrevivir, desempeñando el papel que le ha tocado en suerte y que de alguna manera lo enfrenta al resto de sus miembros. En principio, amo se opone a heredero, éste a segundón, la joven a la abuela, etc. Pero lo que realmente ha sucedido es que hasta ahora no he presentado sino una cara de la moneda. Si salimos al exterior y desde allí observamos la casa e intentamos analizar

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su posición y su relación con la estructura social más amplia de la que forma parte, obtendremos una visión muy distinta a la que hemos recibido hasta ahora; desde fuera la perspectiva es otra y ya no se aprecian divisiones. Sus miembros, fuera de ella, muestran una cohesión grupal y una unidad que hasta ahora no habíamos percibido. La actividad social suele estar determinada por el estatus de la propia casa que habitaban, a la que han correspondido toda una serie de derechos y deberes comunales. Para la práctica de estos derechos (pastos, aguas, madera) y deberes (vecinales, entierros) sus miembros particulares carecían de importancia; eran intercambiables. En Camporrotuno (Bajo Sobrarbe), por ejemplo, cada casa tenía derecho a llevar a pastar un determinado número de ovejas con la cabaña común que corría todo el monte, incluso la propiedad particular. Si la casa tenía un patrimonio determinado, le correspondía un número de ovejas determinado, no importaba quién o cuántos vivieran en ella. En la mayoría de los pueblos de los Valles Altos, caminos, puentes y todo tipo de obras públicas se hacían mediante lo que se llamaba reparto de vecinales. A cada casa le correspondían varias jornadas de trabajo a realizar dependiendo de lo extenso de su patrimonio y no importaba quién de sus miembros cumpliera con ellas. La casa podía enviar a cualquiera de sus miembros capaz de trabajar como un adulto o incluso, más impersonalmente, a un jornalero pagado por ella. En tal caso cualquiera de sus miembros podía actuar en representación de la misma. En las reuniones, juntas de vecinos o sesiones públicas del Ayuntamiento, se convocaba a la casa y no a los individuos. A no ser que se especificase lo contrario, cualquier miembro mayor de edad del grupo familiar podía presentarse como delegado de ella. Cuando la asistencia era obligatoria, la falta de un representante se castigaba con una multa y esa multa iba a nombre de la casa. Igualmente, en un entierro o velorio, bastaba con la presencia de alguien para cumplir con los requisitos de representación mínima; a no ser que, como sucede en algunos casos, la cofradía de entierros exigiera la presencia del amo siempre que no se hallase ausente o enfermo. A veces, a las misas dominicales, bastaba con que asistiera uno de la casa para que se considerase cumplido el precepto. No eran sus miembros en particular quienes lo cumplían, sino la casa que los englobaba a todos ellos. Cada casa tiene además un nombre que se le ha aplicado siempre y sigue aplicándose en la actuali-

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Foto de la casa de un cazador que exhibe en su puerta los trofeos (patas de jabalí) cobrados. Además, se aprecia el ramito de olivo bendecido que protege la casa. dad a todos sus miembros, llegando a eclipsar los nombres de los individuos; el amo de Bailarín, la abuela de Colica, la joven de Raso, porque la palabra casa se sobreentiende. Aunque a veces este nombre coincide con el apellido, la regla general es que no sea así. Tales nominaciones suelen proceder de apodos, motes, oficios, nombres propios de los fundadores, etc. Por ejemplo, me llamó la atención el origen del nombre de una casa de Lascuarre llamada Pauleta. Un vecino me explicó que su fundador se casó con una francesa llamada Paulette. En Tierrantona encontramos casa Trujano, deformación de Cirujano, porque, según se cuenta, su fundador ejercía dicha profesión. Del mismo modo, casa Moliné en Plan se llama así porque tenían el molino; de hecho algunos la llaman también casa Molinero. Y así podemos seguir con cientos de ejemplos como casa Pereta, porque la fundó un hijo de casa Pera; casa Malita, porque el fundador era militar; casa Quiteria, porque este nombre era poco frecuente y ayudaba a una localización inmediata sin necesidad de más señas, etc.


11. LUCHANDO POR LA SUPERVIVENCIA. DEFENSAS Y BARRERAS SIMBÓLICAS Puesto que la idea de sacar adelante la casa, de engrandecerla y de continuarla, aparece profundamente arraigada en la mente de los oscenses, es lógico que hayan surgido choques y problemas a la hora de llevarla a la práctica. En una comunidad rural, cualquiera que tomemos como ejemplo, con unos recursos limitados de tierra y estando ésta muy repartida, cualquier intento de expansión de fronteras chocaba con las del vecino. Llevar a cabo la idea de engrandecimiento del patrimonio resultaba prácticamente imposible; al menos sin que ello se produjera a costa de la merma de otro. Cada casa veía en la vecina un rival con el que competir, por lo que la rivalidad entre las casas formaba parte del vivir cotidiano, eso sí, de forma latente, emergiendo sólo en ocasiones, cuando se veían peligrar los propios intereses. No es de extrañar que, en medio de este clima, la casa se hallase protegida y aislada del exterior, no

sólo por unos límites reales como lindes, paredes y vallas, sino también por unas barreras simbólicas. No sólo eran los vecinos desconsiderados quienes únicamente podían atentar contra la prosperidad de la casa, sino también los agentes naturales como pedriscos, rayos, sequías, plagas, y sobrenaturales como maleficios, hechizos, etc. A lo largo y ancho de la provincia de Huesca se practicaban diversos ritos de protecdión, tanto del edificio-vivienda como del resto de las propiedades de la casa. Existía la costumbre, todavía practicada por algunas personas mayores, de trocear convenientemente el ramo de boj o de olivo bendecido el Domingo de Ramos. Cada uno de los trocitos se plantaba en medio de un campo o prado a fin de protegerlos de todo tipo de males físicos o metafísicos que pudieran atacarlos. Objeto de idéntica protección eran las puertas de las bordas o cuadras de los animales, principal fuente de recursos en las economías ganaderas, y la entrada principal de la vivienda o bien los balcones o ventanas de la misma. Se trataba de preservar a personas y animales, como parte integrante de la casa, contra enfermedades y maleficios. El pajar y el granero también tenían su correspondiente ramita reservada, pues había que defenderlos contra la chispa o rayo que podía quemarlos y dejar sin alimento al ganado o destruir la cosecha almacenada. En este mismo sentido existía la costumbre de rociar con agua bendita, de la bendecida para el principio del año litúrgico por Pascua de Resurrección, todas las dependencias de la casa, incluidos cuadras, corral y falsa. Es más, en algunos lugares de la Ribagorza, existía la costumbre de que fuese el sacerdote por todas las casas el lunes de Pascua y las bendijera con la nueva agua bendita. La idea de esta bendición no sólo era proteger las casas de todo mal, sino sacar la Cuaresma de ellas. Puesto que la Cuaresma es el momento de la penitencia y del ayuno, convenía sacarla de la casa para dejar paso a la abundancia y a la prosperidad. Nótese que el final de la Cuaresma coincide aproximadamente con la llegada del buen tiempo y el granar de las nuevas cosechas. Por estas fechas, los graneros y las reservas alimenticias solían estar en las últimas, a la espera de los nuevos frutos. Sacar la Cuaresma implicaba acabar simbólicamente con las privaciones y dejar de nuevo paso a la fertilidad, a la fecundidad, a la exuberancia. La época yerma y estéril del año quedaba así expulsada de la casa, echada fuera y se preparaba para recibir la primavera pródiga y fructífera en la mejor de las condicio-

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nes. Era una llamada a la abundancia y a la profusión, una apertura a la prosperidad. Entre toda la diversidad de rituales cuya finalidad era la protección de la casa, quizá el que mejor refleja y expresa su ideología es la llamada bendición de la toza o tronca de Navidad, extendida por toda la provincia aunque con distintas variantes. La que expongo a continuación tenía su área de influencia en Sobrarbe y llegaba casi al Somontano. En la chimenea o fuego bajo, en el centro del fogaril, se colocaba en Nochebuena el tronco o toza más grande y de mejor madera para quemar que se pudiese encontrar y que generalmente se había ya reservado para este momento. Con una torta y un vaso de vino en las manos, o bien el porrón, generalmente el hijo más joven de la casa, se colocaba a caballo y recitaba la siguiente bendición: Buena casa, buena brasa. Buen tizón buen varón. Dios mantenga, con pan y vino, a todos los de esta casa. Yo te bendizco, tronca de Navidad, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Al mismo tiempo que se recitaba esta última parte de la bendición, se trazaba sobre el tronco una cruz con la torta y el vino. Terminada esta acción, el bendecidor comía de la torta y bebía del vino. Todos los restantes miembros de la casa participaban del ágape ritual, que tenía cierta semejanza con la consagración del pan y del vino eucarísticos y su culminación en la comunión. La fórmula empleada mencionaba uno a uno los puntales principales de la ideología de la casa: Buena casa, próspera, que se engrandezca, que vaya bien, que sea estimada, que se pueda trasmitir en el mejor estado posible de generación en generación. Buena brasa y buen tizón, buen fuego, que no falten nunca en el lar familiar ni calor, ni luz, ni vida en torno a él; mientras en una casa hay fuego hay vida, hay continuidad, porque el hogar es el lugar central de la vida de la casa, el símbolo por excelencia de la misma. Buen varón, buen heredero que continúe el linaje y el apellido, que la perpetúe, que sepa engrandecerla, que sea un buen amo. Dios mantenga con pan y vino a todos los de esta casa: que no haya hambre, que no

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escaseen ni el pan, alimento indispensable, ni el vino, elemento que no debe faltar en toda mesa bien surtida. Es una llamada a la prosperidad, al buen funcionamiento de la casa, al cumplimiento de esos fines que tiene asignados. Dada la importancia atribuida a la casa y la elevada valoración de la misma, resulta fácilmente comprensible que se hallase fuertemente protegida en todos los sentidos.

12. A MODO DE EPÍLOGO Como ha podido apreciarse por el frecuente uso en pasado de los tiempos verbales, he estado describiendo y analizando el modelo tradicional de casa. Aunque este modelo se halla actualmente en plena fase de cambio, el concepto de casa continúa siendo el eje alrededor del que giran y se centran la mayor parte de las ideas que dominan y ordenan la vida de los oscenses. Ni era, ni es posible llegar a comprender el sistema de valores vigente en esta provincia sin antes entender y tener en cuenta su importancia. No obstante, el modelo aquí analizado ha sufrido notables transformaciones en muchos aspectos y hoy día, por poner un ejemplo, los padres no pue-


den elegir un heredero e imponerle sus criterios para casarlo en casa. En este sentido la situación ha cambiado y el problema más frecuente con el que se enfrentan los mayores a la hora de nombrar un continuador del,linaje, es el de que alguno de los hijos quiera quedarse en la casa a trabajar el patrimonio. Es habitual escuchar los lamentos de los padres cuyos hijos han emigrado todos y ninguno quiere regresar y hacerse cargo de la casa. Por otro lado, la tendencia es que si alguno de los hijos decide quedarse y dar continuidad a la labor de su padre, es él quien suele acabar imponiendo sus condiciones. Ya no se le puede obligar a elegir una joven al gusto del amo porque este tipo de imposiciones se consideran inaceptables. Pero quizá, el mayor inconveniente resida en lo poco atractivos que resultan los herederos para las mujeres jóvenes. Esta perspectiva, antes atrayente, ha perdido gran parte de sus alicientes. Para la mayoría de las mujeres jóvenes de hoy, una casa dedicada a la agricultura y la ganadería es un atraso; supone mucho más trabajo que una casa de un obrero con sueldo fijo y vacaciones pagadas. En el campo se depende de unos ingresos variables e inseguros, según cómo venga el año. Además, hay que estar atada a los animales, que necesitan cuidados todos los días y no reconocen fiestas ni vacaciones, peor aún, pro-

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ducen malos olores y estiércol. Si a esto añadimos la falta de independencia que para un matrimonio joven puede suponer el vivir con los suegros o con los padres y hacerse cargo de ellos prematuramente, la tentación de casarse con un heredero/a es de las últimas en las que apetece caer. A pesar de todo, los patrimonios en buenas condiciones de ser trabajados con medios mecanizados y que se han ido modernizando poco a poco, todavía resultan relativamente atractivos en un momento en el que hay pocas posibilidades de encontrar empleo asalariado en las ciudades. Los herederos que se casan, lo que no todos consiguen, ya no pasan por ajustes. En la actualidad la norma es que la novia aporte a su nueva casa el dormitorio conyugal amueblado. Además, ésta suele poseer sus pequeños ahorros por haber trabajado en algún empleo más o menos temporal o bien puede recibir cierta cantidad de sus padres por haber trabajado en casa. Este dinero ya no se entrega al amo de la casa donde se va a vivir, sino que queda bajo el control de la nueva esposa y a veces ni los padres saben

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exactamente a cuánto asciende la suma de que dispone. Por otra parte, los no herederos tampoco marchan de casa con una simple legítima en el sentido tradicional del término. No se les suelen dar tierras porque todavía continúa vigente la idea de no dividir el patrimonio, al menos en la mayoría de los casos. No obstante, de poco les servirían las tierras a aquellos cuya intención suele ser huir del trabajo en el campo. Generalmente, a los no herederos se les han pagado unos estudios, o apoyado en la compra de un piso para vivir en la ciudad, o ayudado a montar un negocio para instalarse por su cuenta; la cuantía de la ayuda depende siempre de las posibilidades de la casa. En cierto modo se trata de acomodar las nuevas ideas de igualdad con las tradicionales de indivisibilidad del patrimonio. Incluso hay quienes niegan haber hecho heredero y dicen haber repartido, cuando lo que han hecho ha sido compensar en lo posible con dinero a los segundones para dar una apariencia de igualdad y modernidad. Se trataría, por tanto, de una nueva estrategia de adaptación a los nuevos tiempos sin romper con las bases de la ideología tradicional.


TÍTULOS DE LA SERIE

La siguiente no es una relación cerrada. No obstante, para dar una idea global de su contenido, se indican algunos de los títulos previstos, sin orden de prelación, excepto para los ya publicados o los de inminente aparición. 1. El monasterio dúplice de Sigena. 2. Nuestros árboles 3. La Laguna de Sariñena, lugar de encuentro 4. Los museos altoaragoneses 5.* Guía monumental y artística de Serrablo 6. Las aves acuáticas del Altoaragón 7. ¿Por qué fue importante Costa? 8. Roda de Isábena, ex-sede y catedral ribagorzana 9. Guara, aula de la naturaleza 10. Fiestas tradicionales del Altoaragón 11. El Altoaragón antes de la Historia (Edad de Piedra) 12. El Altoaragón antes de la Historia (Edades de los Metales) 13. Fósiles del Altoaragón 14. La arquitectura megalítica 15. La casa tradicional altoaragonesa 16. Artesanos de hoy - Los insectos del Altoaragón - Alquézar, resto vivo del pasado - Setas y hongos del Altoaragón - Plantas medicinales de ayer y de hoy - Los despoblados y su porqué - Los ríos altoaragoneses - Loarre, castillo románico en pie - Los periódicos oscenses - San Juan de la Peña, panteón y símbolo - Juegos tradicionales altoaragoneses - Ferias y mercados oscenses - Gastronomía altoaragonesa - Historia geológica altoaragonesa - Biblioteca básica para comprender el Altoaragón - La industria en la provincia oscense - L'Aínsa y sus caminos - El valle de Echo


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