Los moriscos de la ciudad de Huesca

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LOS MORISCOS DE LA CIUDAD DE HUESCA

UNA CONVIVENCIA ROTA

LOS MORISCOS DE LA CIUDAD DE HUESCA

UNA CONVIVENCIA ROTA

Ánchel Conte Cazcarro

Ficha catalográfica

CONTE CAZCARRO, Ánchel

Los moriscos de la ciudad de Huesca:una convivencia rota / Ánchel Conte Cazcarro. – Huesca : Instituto de Estudios Altoaragoneses, 2009

490 p. : il. ; 24 cm. – (Colección de Estudios Altoaragoneses; 58)

Bibliografía: pp. 449-459

DL Z-724/2009. – ISBN 978-84-8127-203-1

1. Moriscos-Historia-Huesca-s. XVI-XVII. I. Título. II. Serie. 9 (=411.21:460.222) (093)

© Ánchel Conte Cazcarro, 2009

© De esta edición: Instituto de Estudios Altoaragoneses (Diputación de Huesca)

Colección de Estudios Altoaragoneses, 58

Director de la colección: José Domingo Dueñas Lorente

Comité editorial: Irene Abad Buil, Fernando Alvira Banzo, Juan Carlos Ara Torralba, Luis Marquina Murlanch, Víctor Pardo Lancina, Teresa Sas Bernad y Enrique Satué Oliván

Diseño de la colección: Blanca Otal

Coordinación editorial: Teresa Sas

Corrección: Ana Bescós

Cubierta: Detalle del tiraz del siglo XI que, procedente de la iglesia de Colls (Puente de Montañana), se conserva en el Museo de Huesca. (Foto: Fernando Alvira Lizano)

ISBN: 978-84-8127-203-1

DL: Z-724/2009

Preimpresión: Ebro Composición, S. L.

Imprime: Litocian, S. L.

Instituto de Estudios Altoaragoneses (Diputación de Huesca)

Parque, 10. E-22002 Huesca • Tel. 974 294 120 • Fax 974 294 122 www.iea.es • iea@iea.es

Documento enviado a Huesca desde la Aljafería por los inquisidores de Aragón en el que se excomulga y condena post mórtem, por musulmán, a Ferrando Çafar mayor, con la obligación de hacerlo público oralmente y por escrito en la iglesia de San Lorenzo. AHPH, prot. 843, suelto entre ff. 179 y 180, notario Martín de Arascués, 12 de diciembre de 1582. (Foto: Fernando Alvira Lizano)

Introducción .......................................................................................................................... 9 LA CUESTIÓN DEMOGRÁFICA 13 ¿Cuántos? 21 El movimiento natural de población 29 Los movimientos migratorios 41 EL SENTIMIENTO DE PERTENENCIA AL GRUPO 53 La voluntad de integración 59 En la Iglesia 61 En la vida civil ........................................................................................................ 68 El fracaso de la integración 79 La endogamia 80 La percepción del colectivo por los cristianos 86 LA FAMILIA 93 El matrimonio 97 La tutela 113 LA TRANSMISIÓN DE BIENES ....................................................................................... 125 Capitulaciones matrimoniales y dotes 127 Las herencias 139 Pagos, conflictos y litigios 163 EL TRABAJO Y LA ECONOMÍA 171 El ordenamiento gremial 175 La fuerza de trabajo 181 La propiedad de los bienes de producción 185 Botigas y obradores ................................................................................................ 185 Casas 185 Explotaciones agrarias 186 Los oficios 191 Olleros y tejeros 192 Zapateros y cerdones 198 La construcción: obreros de villa o de casas y fusteros 202 Ferreros, caldereros y otros oficios del metal 213 La agricultura 221 Propiedad y tenencia ............................................................................................. 221 Los precios de la tierra 224 Otros propietarios y explotadores de tierras 230 Las tierras y los cultivos 234 Los precios de los productos agrarios 241 ÍNDICE
El comercio .................................................................................................................... 245 En el ámbito local y a media distancia 245 A larga distancia 248 Operaciones especulativas 253 Arrendamientos 265 EL BARRIO DE LA NUEVA CRISTIANDAD 269 LA CASA: DEPENDENCIAS Y ENSERES 287 Dependencias, mobiliario, ornamentos y ropas de casa 316 El vestido ................................................................................................................. 321 LOS MORISCOS Y EL APARATO DE JUSTICIA 329 El justicia de Huesca 331 La Inquisición 335 Del bautismo a 1577 337 De 1578 a 1587 339 De 1588 en adelante 352 LA ARISTOCRACIA MORISCA: LOS DESCENDIENTES DE JUCÉ COMPAÑERO 359 Orígenes 363 Los Compañero-Çafar 367 Los hijos de Jucé y los descendientes por vía masculina 367 Los descendientes de Esperanza Compañero 386 El arranque (1529-1558) 391 El momento de esplendor (1559-1580) 397 La crisis (1581-1585) 417 El papel de Jaime de Aranda ................................................................................ 418 La herencia 422 Las cuentas de la casa de los Çafar bajo el control de Aranda 424 El ocaso (1586-1613) 431 Fuentes y bibliografía 449 Índice onomástico 461 Índice toponímico 483 ÍNDICE U

La penosa historia de la comunidad musulmana en los reinos cristianos de España es un camino lleno de dificultades que rematará con la expulsión general; es la larga marcha hacia un fracaso al que contribuyó, más que cualquier otra consideración, el fanatismo religioso. Lo que podría haber sido un experimento ejemplar se tornó en un ejemplo de lo que nunca debió ocurrir: la incompatibilidad de dos concepciones distintas de la religión, tema que lamentablemente sigue estando de actualidad. Ante la historia de nuestros moriscos oscenses, aragoneses desde el momento de la conquista de la ciudad por el rey de Aragón, no solo estamos obligados a la reflexión sobre el pasado, que es lo que vamos a hacer en este libro, sino que habremos de plantearnos el presente y aun el futuro. Es posible que los musulmanes oscenses sean proporcionalmente más numerosos en el momento actual que en el tiempo que abarca nuestro estudio, y los problemas de convivencia parecen repetirse, como si del pasado no hubiéramos aprendido nada. Lo que a continuación vamos a exponer son ideas sugeridas por la documentación, que apenas trata el tema de manera directa, a no ser los duros documentos de la Inquisición, en los que los moriscos aparecen como enemigos del Estado y de la sociedad y que identifican al islam con las fuerzas del mal y lo acusan de ser incapaz de convivir pacíficamente con el cristianismo; con toda honradez, no parecen una fuente válida para conocer la realidad de la minoría morisca, aunque es evidente que esta interpretación es la oficial y quizás pudo impregnar a todos los ciudadanos, si bien el tema requiere matizaciones.

Tenemos alguna noticia de individuos convertidos al cristianismo antes del forzado bautismo,1 pero solo la fuerza los llevó a la conversión masiva y con ello a la pérdida de su identidad religiosa, civil y política; de un plumazo, dejaban de ser musulmanes, de gozar de una autonomía política dentro del marco urbano, de tener un tratamiento jurídico propio, etcétera,2 y se veían obligados a aceptar

1. Un grupo muy numeroso de la familia Almaçor aparece en la documentación oscense con la consideración de cristianos viejos, con miembros que son clérigos o notarios, y lo mismo ocurre con la familia Çafar, un individuo de la cual, Joan, es beneficiado de la iglesia de San Pablo de Zaragoza en 1510. 2. Véase Conte (1992).

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una religión que les venía impuesta, a la vez que perdían para siempre su identidad jurídica, su capacidad de autogobierno y las leyes, basadas en la sunna y en la xaría, que habían marcado su vida durante siglos, adaptadas al marco cristiano en el que vivían. Durante la Edad Media, ni autoridades locales ni religiosas consiguieron que los moros abandonaran su condición, y esto les daba un estatus casi de privilegio frente a cualquier poder, ya que gozaban de la protección real, lo que no impidió, de todos modos, tensiones que obligaron a la intervención del monarca en muchas ocasiones para defender el marco legal y los derechos de sus moros. Ese mundo complejo, pero legalmente consistente, desaparece, y los que eran moros pasan a ser convertidos que continúan despertando recelos, ahora con más fuerza, entre sus enemigos habituales, los clérigos y los fanáticos religiosos, a los que habrá que añadir, tras la sublevación de Las Alpujarras, la propia figura del rey, que de protector en el pasado se convierte en el principal enemigo de los moriscos, aliado de la Iglesia y con el Tribunal del Santo Oficio como eficaz instrumento de acoso y destrucción. Así pues, el nacimiento del colectivo de conversos parte de un acto violento aceptado por los moros que decidieron quedarse como único modo de continuar en su casa, tan suya como la de la mayoría cristiana. Lo que ocurrió tras el decreto de obligado bautismo es una oscuridad total que no alumbra ningún documento; de hecho, el último documento de un oscense moro data de 1525, y durante todo el año 1526 no tenemos ni un solo dato; nada sabemos de cuántos se fueron, cuántos se quedaron, qué ocurrió con la mezquita y con toda la documentación propia de la aljama; nada, pero el silencio nos obliga a pensar en un periodo de algo más de un año de caos y desorientación. El acto de violencia institucional que fue el bautismo es de difícil aceptación, de manera que no es extraño que a lo largo del tiempo siguiera vivo en el ideario colectivo y marcara la vida de los nuevos cristianos a la fuerza; es difícil que en los poco más de ochenta años que duró la comunidad morisca de Huesca pudieran olvidar su origen y también su pasado en libertad.

En el libro, aun a pesar del riesgo de hacerlo farragoso, se ha decidido transmitir el nombre de cuantos conversos salen en la documentación a la hora de tratar los asuntos que vamos estudiando. Podrá argüirse en contra que eso no tiene sentido, que lo que vale es la estadística y la valoración global de un tema concreto. Para mí, quienes desarrollaron su vida en aquella pequeña comunidad tienen el verdadero protagonismo, de forma que sus nombres, sus personas y los hechos que de ellos conocemos, a veces importantes, a veces menos, merecen el papel que la historiografía les ha negado sistemáticamente.

No quiero dejar en el olvido a todas aquellas personas que me han ayudado en este libro, desde el querido Antonio Durán Gudiol, que me empujó al estudio de los moros de Huesca y me abrió el Archivo Catedralicio, a María Dolores Barrios, que siguió facilitándome el acceso al mismo tras la muerte de don Antonio. Gracias al director del Archivo Diocesano de Huesca, Luis García. Mi agradecimiento a la doctora Pilar Sánchez, de la Universidad Autónoma de Barcelona, por su ayuda en temas relacionados con las causas inquisitoriales, y a la

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doctora Carmen Ansón, de la Universidad de Oviedo, quien ha estudiado en profundidad a los moriscos zaragozanos y especialmente la rama de la familia Compañero originaria de Huesca.3 Mi agradecimiento a Carlos Garcés, que me ha facilitado datos de actas municipales oscenses de 1611 y 1612, y al doctor Mikel Epalza (†) y a la revista Sharq Al-Andalus. Gracias a todos los que hacen que el Archivo Histórico Provincial de Huesca sea un lugar inigualable para el investigador,por la gran profesionalidad y el trato exquisito de todos sus trabajadores; sin su comprensión y paciencia este libro no hubiera sido posible. Que mi agradecimiento se personalice en su directora, María Rivas, no quiere decir que no vaya dirigido a todos ellos con la misma intensidad y cariño. Gracias a Ángela Martín Casabiel y al ambiente de su casa, que permite que sea la mía. Gracias a Consol Camí por hacerme de lazarillo en el proceloso mundo de la informática. Y gracias, por fin, al Instituto de Estudios Altoaragoneses, que siempre me ha manifestado su confianza, y a quienes más directamente me han ayudado en esta publicación: Pilar Alcalde, Teresa Sas, Ana Oliva, José Domingo Dueñas y Ana Bescós, que ha dado la forma definitiva al libro.

Primavera de 2008

3. A ella (Ansón, 2003-2007a) y a sus informaciones personales debo el conocimiento del primer matrimonio de Cándida Compañero menor con Diego de Rojas y el nombre de los cinco hijos de Miguel Enrique Compañero, que me han permitido ampliar el árbol genealógico de los Compañero, aún incompleto.

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LA CUESTIÓN DEMOGRÁFICA

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Saber cuántos miembros integraban la comunidad morisca de Huesca y estudiar su evolución plantea problemas muy serios, tanto que resulta difícil trabajar el tema con unas garantías mínimas para poder asegurar el número de moriscos que habitaron en la ciudad. A pesar de ello, hay datos suficientes y lo bastante relevantes como para poder, si no sacar conclusiones, sí hacer una aproximación que, lógicamente, habrá que tomar con reservas, aunque casi se está en condiciones de asegurar que, de no aparecer fuentes hasta ahora desconocidas, será difícil echar por tierra lo que se va a exponer.

Primeramente, habrá que tratar dos problemas que dificultan el estudio. Por una parte, las limitaciones de las propias fuentes; por otra, una cuestión de la propia comunidad: la repetición de apellidos y nombres, el frecuente uso de alias o motes y la llegada de moriscos de otros lugares de Aragón y de otros reinos que a veces resulta difícil identificar como conversos, a no ser que directa o indirectamente se haga constar su condición, cosa que no ocurre con los apellidos propios de Huesca, que nos son conocidos desde antes del bautismo, algunos desde el siglo XIII. Todos los especialistas coinciden en afirmar las dudas que plantean el censo de 1495 y el del marqués de Aytona de 1610, que han servido de base para los estudios demográficos, pero también opinan, como el doctor Gregorio Colás, que han de ser los estudios locales los que realmente nos permitan tener una aproximación más fiel a la realidad. En este estudio nos vamos a limitar al empleo de las fuentes relacionadas directamente con la comunidad morisca de Huesca.

Las abundantes fuentes manejadas son muy ricas, pero son avaras en datos sobre los aspectos demográficos, al menos directamente. Los protocolos notariales son todos los existentes hoy en el AHPH y varios del Archivo Catedralicio oscense, pero sin duda se han perdido algunos, y hay que destacar que no queda ni rastro de la labor de tres notarios moriscos: Juan Compañero, escribiente en 1540 en la notaría de Luis Climent y notario desde 1544;4 Gabriel Çafar, notario en Huesca y luego en Zaragoza, y su hermano Francisco Çafar, que ejerce el oficio en Huesca, ambos en la década de 1580, además de Pascual Almaçor, si bien es seguro que este pertenece a la rama cristiana de los Almaçor, convertidos antes del bautismo forzoso;5 de ahí que se conserven sus protocolos. Los Almaçor cristianos son una rica familia que además de notarios da canónigos, mercaderes y monjas, como Isabel, religiosa en Casbas, cuya muerte tenemos documentada en 1594. Es muy probable que los tres notarios moriscos citados trabajaran de

4. En 1548 se le define como notario real.

5. Lo mismo ocurre con el apellido Burro, muy frecuente entre los moriscos oscenses y también entre cristianos.

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manera preferente, o quizás exclusiva, con las gentes de su mismo origen, y que tras la expulsión el colegio de notarios considerase que aquellos protocolos ya no tenían ningún valor y se deshicieran de ellos, porque resulta muy extraño que no nos haya llegado ni un documento suyo; o acaso lo hiciera la Inquisición, que siempre puso reparos a que los moriscos ejercieran la notaría o la medicina; o, por qué no, fueran los propios moriscos los que se llevaran con la expulsión aquella documentación que consideraban suya. Lo cierto es que, repasando el conjunto documental, se observa que faltan muchos testamentos y capitulaciones matrimoniales que sin duda se hicieron, y eso se sabe si los comparamos con los matrimonios cuya existencia conocemos; y, en cuanto a los testamentos, es manifiesto que se han perdido muchos simplemente al ver los nombres de tantas personas que desaparecen de la documentación sin dejar rastro. Tras el Concilio de Trento puede saberse más fácilmente comparándolos con las defunciones y las actas de matrimonio recogidas en los libros eclesiásticos, por ejemplo; pero, incluso antes, es evidente la existencia de matrimonios cuyas capitulaciones no se han encontrado, y hay frecuentes referencias a testamentos y a herencias que no aparecen en los numerosísimos documentos trabajados.

La fuente a la que con más frecuencia se ha recurrido para los estudios demográficos de ámbito local son los libros parroquiales de registro de bautismos, confirmaciones, bodas y defunciones. Dar crédito absoluto a estos libros en el caso oscense me parece una osadía; el celo que se presuponía a los sacerdotes encargados de su elaboración deja mucho que desear, y de ello es una buena prueba el que más nos interesa, el de la parroquia de San Martín, a la que pertenecían la mayoría de los moriscos, aunque algunos fueran de la de San Lorenzo, posiblemente los más acomodados y que vivían en una zona de población mixta de cristianos viejos y nuevos. Constan bautismos desde 1554 hasta el 27 de febrero de 1610 y defunciones desde 1561 hasta noviembre de 1602; esta diferencia de años en el inicio y final de los registros es ya indicativa del poco esmero puesto en ellos, pero es que, además, hasta bastante tarde no se hace constar el nombre y la filiación completa del bautizado. Muy distinto es el caso del libro de San Lorenzo, elaborado con más cuidado, y donde incluso se registra el bautismo de Juan Compañero Navarro en 1561, realizado en Sobrepuerto pero anotado en su parroquia. Entre los bautizados en San Martín los primeros años del libro de registros nos encontramos cosas como «bautizo de una hija de Ferrando Junez y Gracia Alfarrán», «bautizo de un hijo de Miguel Fierro y Jerónima», «bautizo de un hijo de Jerónimo del Ala», «bautizo de un hijo de un moro forano», y así hasta casi una veintena. Entre los muertos hay ejemplos como los siguientes: «defunción de la mujer de Juan Cobdo», «defunción de un hijode Ezcandar», «defunción de una convertida originaria de Naval», «defunción de un hijo de Galcerán», «defunción de un extranjero convertido», «defunción de la suegrade Ferrando Alfanaquí», etcétera, y ya no digamos durante la epidemia de 1564, en la que las muertes se disparan y los datos aún son más pobres, hasta el extremo de no poner ni siquiera la fecha, al menos a partir de la festividad de San Juan. Entre los matrimonios, de los que hay datos desde 1551, valga un solo

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ejemplo: «matrimonio de un mozo que tenía Domingo el Cantarero con la del Valenciano», en 1569, sin el nombre de él ni el de la novia, quizás miembro de la vieja familiamora oscense Al-Valencí. A veces la pobreza de datos es obligada, como en el caso de la muerte de «una vieja anónima pobre en el Barrio del Medio». Además del descuido en los libros, tengo mis dudas respecto a que se llevara un registro con rigor; me apoyo para ello en la existencia de testamentos de enfermos que luego no se encuentran entre los difuntos y tampoco sobreviven porque nunca más aparecen en la documentación, e incluso hay casos en que se hace mención a su defunción. Con los bautizos ocurre algo similar: tenemos registrados nombres de gentes que por su edad ya debían constar entre los bautizados, y sin embargo no hallamos noticia de su bautizo; la lista de estos sería interminable. Y no es que sean inmigrantes que llegan a la ciudad ya bautizados, sino que hablamos de apellidos de tradición oscense. Tanto es así que se diría que no se registraban todos los bautismos, defunciones, bodas ni, por supuesto, confirmaciones, de las que hay noticia desde 1552. Hay casos de muchachos confirmados cuya fecha de bautismo desconocemos, algunos tan destacados como el de las cuatro hijas de Esperanza Çafar menor y del infanzón Juan Felices, parroquianos de San Lorenzo, de las que no nos ha llegado el acta de bautismo y sí la de confirmación, como más adelante detallaremos. Y lo mismo ocurre con los matrimonios: son numerosísimos los que no quedan documentados en los libros parroquiales, ni en los protocolos notariales aparecen las capitulaciones matrimoniales.6 A la hora de buscar una explicación resulta muy difícil hallarla, pero cabe pensar que no todos pasaron por la notaría, o que lo hicieron y han desaparecido los protocolos, y en cuanto a los registros parroquiales quizás acaso no solo no se pusiera el interés necesario, sino que con los moriscos pudo haber un trato diferenciado; de hecho, es clara la voluntad de marcarlos y segregarlos cuando se hace constar su condición de nuevos convertidos hasta el momento de la expulsión, de lo que se hablará más extensamente a la hora de estudiar el fracaso forzoso de la integración y la

6. En el libro parroquial de San Martín tenemos certificadas treinta y seis bodas, y en San Lorenzo cinco, de las cuales tres no son con seguridad de moros; la primera es de 1551 y la última registrada es de 1608; bautismos hay, en el libro de San Lorenzo, veintitrés —faltan los de las hijas de Esperanza Çafar y Juan Felices, por ejemplo— y ocho casos más de gentes que bien pudieran no ser moriscas y que, como se ha hecho en esos casos, no se han contabilizado; en el libro de San Martín hay reseñados ciento dos bautismos y dos más de gente posiblemente morisca, pero no es seguro, y no se hace constar su condición de morisco, en contra de lo que es habitual en esta parroquia; el último bautismo certificado, de febrero de 1610, es el de un hijo de Jerónimo Burro y Brianda Cigüeño, dos apellidos de vieja tradición mora oscense; en noviembre hay registrado otro bautizo, pero está entre los casos dudosos. En cuanto a las defunciones, todas en el libro de San Martín, hay setenta y siete entre 1551 y 1602. Rastrear las confirmaciones ha supuesto revisar los libros de todas las parroquias oscenses, incluida la Seo, porque el rito no requería que se celebrara en la parroquia propia; se han encontrado treinta y cuatro moriscos confirmados —de muchos de ellos no hay certificación de bautismo— entre la Seo, San Martín y San Lorenzo; catorce casos son dudosos, entre ellos tres hermanos llamados Valencia, acaso la vieja familia mora Al-Valencí, desaparecida documentalmente tras el bautismo forzoso. En cuanto a las capitulaciones matrimoniales, conservamos cuarenta y siete y hay información de nueve más; la primera lleva fecha de 1529 y la última de 1606.

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convivencia de moriscos y cristianos viejos. Tampoco se puede descartar el ocultamiento de nacidos, que según algunos especialistas no era un fenómeno raro entre los moriscos, si bien el estudio que mejor trata el tema hace referencia a un pueblo, Torrellas, todo de moros que nunca fueron de realengo,7 puesto que pertenecían al duque de Villahermosa. La situación y el comportamiento de estos moros, un microcosmos bastante homogéneo, que no cambiaron de señor con el bautismo, no puede ser el mismo que el de la comunidad de Huesca, oscenses libres marcados por su origen entre una mayoría con la que habían convivido durante siglos.

Si los libros parroquiales, al menos el de San Martín, presentan las limitaciones dichas, ¿hasta qué punto pueden tomarse como base fundamental en el estudio demográfico? Permítaseme negar una fiabilidad ya no absoluta, sino relativa, a ese tipo de fuente, lo que me obliga a buscar otros métodos para hacer un estudio de la dinámica demográfica, apoyándome en la relación nominal de las gentes que pasaron por las notarías o son registradas en los libros parroquiales y en los de la Inquisición, y muy especialmente los testamentos y capitulaciones matrimoniales, tan ricos en onomástica, en datos familiares, bodas, defunciones, tipo de familia, etcétera, que aportan bastante información. Por otro lado, como decía al comienzo del capítulo, entre los problemas con los que nos encontramos a la hora de estudiar la población a lo largo de toda la historia de la comunidad está también la repetición de apellidos y nombres (hasta tres homónimos nos encontramos en un mismo año), así como el uso de alias o motes en lugar del apellido, de manera que a veces resulta difícil la identificación de los personajes y hay posibilidad de confusión; por ello, ante las dudas siempre se ha tendido a contabilizar a la baja a la hora de hacer el cálculo de población. En los casos de alias por origen (Balbisa, alias la Sevillana, o Esperanza Çafar menor, alias Jasa, por ejemplo), por oficio (Bardaxí, alias Alguacil; Juan Marguán, alias Forner) o por aspectos físicos (Miguel Fierro, alias Ferrerico; Juan Franco, alias el Chiquet; Juan Alfarrán, alias el Royo; Juan Alfarrán, alias Rapo; Lope Junez, alias el Royo, o Pedro el Curto), no hay problema en la identificación, y es posible que se recurriera a ellos para distinguir entre los homónimos. Sin embargo, otra cosa ocurre cuando el alias es otro apellido común entre los moriscos oscenses: la existencia de esta duplicidad nos plantea la posibilidad de que a algunos de ellos se les reconozca con uno u otro apellido indistintamente, y eso dificulta la identificación. Es el caso de Francisco de Rueda, alias Junez; Miguel Gurrea, alias Alfanaquí, y su pariente Lope Alfanaquí, alias Gurrea; Ana Burro y Ferrando Burro, alias Junez; Junez el Burro; María Gali, alias Oncino; Miguel Casilla, alias Naxar; María Burro y Martín Burro, alias Farax; Gabriel Cernico, alias Foces, etcétera.

Como ejemplo de esa dificultad tenemos el caso de Esperanza Gali, mujer de Lupercio Gali, pero identificada en otros documentos como Esperanza Marguán

7. Ansón (2004).

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y Esperanza Galcerán, es decir, con el nombre y el apellido de su padre, Galcerán de Marguán. Y tenemos casos de dos hermanos con apellido diferente: Juan Grisén y su hermana, conocida como María de Moros mayor (1546), y años antes (1528) María Novallas (antes Gaya de Burro), hermana de Luis de Gurrea, acaso por ser hijos de padres distintos; pero no creo que sea por eso, sino simplemente porque la familia usaba los dos apellidos como en los casos antes mencionados. Lo mismo puede decirse de María de Rueda (1538), mujer de Junez el Burro, que tiene tres hijos, de los cuales Lope Junez y Ferrando Junez llevan el apellido paterno y el otro se llama Francisco de Rueda; sin embargo, las hijas de este se llaman Isabelica, Ana y Marica de Rueda, alias Junez. Lo más curioso es que María de Rueda hace heredero al hijo que lleva su apellido y a los otros les da la legítima, así que el que lleve ese apellido a lo mejor no es casual; fuera lo que fuere, sus hijas lo llevan también, pero con el del abuelo como alias. Todos estos apellidos se repiten insistentemente a lo largo de la documentación. El motivo de que en un documento concreto se les ponga el apellido y un alias se me escapa, especialmente porque el orden entre el apellido y el alias, en miembros de la misma familia, puede cambiar: Alfanaquí, alias Gurrea, es Lope, y Gurrea, alias Alfanaquí, es Miguel; Castellano, alias Urramén, son Isabel y Juana y su padre, Lope de Urramén, alias Castellano, zapatero de Huesca (1553). Sin embargo, en el mismo año en otro documento hecho en Pedrola podemos encontrar una posible explicación, que es el uso del alias para distinguir a dos homónimos: efectivamente, Lope de Urramén, alias Castellano, de Huesca, es el padre de Isabel Urramén, alias Castellano, y de Juana Urramén, alias Castellano, residentes en Pedrola, y esta nombra procurador para cobrar la herencia de su padre en Huesca a su tío Lope Castellano, primo, hermano o tío de su padre, así que la forma de distinguir entre uno y otro no era sino usar el mote familiar. Ya he apuntado antes que los apellidos oscenses son pocos, y si a eso añadimos la afición por nombres como Jerónimo, Juan, Martín, Francisco, Esperanza, Gracia, Jerónima, Isabel o Juana se entenderá el problema que se planteaba y que obligaba al empleo de alias.

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¿CUÁNTOS?

Los problemas que hemos planteado no son óbice para que se haga un intento de aproximación al número de moriscos que hubo en Huesca, que según la historiografía tradicional fue muy reducido, quizás porque toma como punto de referencia las familias que se supone (no hay certificación de ese dato) que abandonaron la ciudad en el momento de la expulsión; se dice que poco más de una decena, lo que supondría menos de un centenar de personas. Los datos que yo he obtenido de la documentación dan un número más alto, si bien resulta imposible saberlo con precisión, y eso por motivos variados, como los frecuentes movimientos migratorios —a veces simplemente temporales—, la seguridad de que una cantidad indeterminada de personas nunca pasaron por la notaría o de que, como antes se decía, las fuentes no siempre nos han llegado completas y algunas no parecen de fiar.

En el momento del bautismo forzoso había en la ciudad más de cuatrocientos mudéjares,8 que hasta ese instante eran patrimonio del rey y tenían prohibido desavecindarse de Huesca sin autorización de su señor. Con el bautismo llegó la libertad de movimiento para los moros de las aljamas reales, cosa que no ocurrió con los de señorío, y es probable que algunos, además de los que se exiliaron, emigraran; de hecho, hay apellidos que desaparecen del panorama oscense. Pero también es cierto que llegaron nuevos conversos, como veremos más detalladamente en su momento, de manera que es probable que no hubiera grandes cambios en cuanto al número de habitantes. A la hora de estudiar la aljama me valí de las actas de reunión del colectivo y del recuento de nombres que aparecían en un cierto periodo de tiempo. Ahora el colectivo de moros ha perdido su identidad jurídica, pero no la social, de manera que, aunque ciudadanos oscenses como el resto, mantienen una personalidad indiscutible que vemos reflejada en numerosos documentos en los que se habla del colectivo de los nuevos convertidos como una entidad.9 Esta documentación da la relación de los asistentes a reuniones del «colegio de los nuevos convertidos», colegio que actúa como tal, con

8. Conte (1992).

9. Se hablará más extensamente del asunto al tratar la relación del grupo con la ciudad.

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sus procuradores, sus representantes e incluso su nuncio. Al poco de la «conversión», en 1527, en un documento en el que el colectivo entrega bienes que fueron de la aljama a los predicadores, son dieciocho las personas relacionadas, todas ellas citadas con su nombre cristiano y su antiguo nombre musulmán, lo cual es sumamente interesante para ver la supervivencia de su conciencia islámica;10 actúan como procuradores del colegio de los nuevos convertidos, de manera que eran solo una parte del colectivo. En 1528, en la venta de un campo que fue de la aljama, se reúnen doce miembros.11 En 1554, en una petición a la Inquisición, son citadas veintiuna personas, por supuesto todos varones, como en el resto de documentos.12 Y finalmente, en 1595, son doce los moriscos relacionados como miembros del colectivo en un documento en el que reciben de Esperanza Çafar menor y Juan Felices 660 sueldos que los Çafar habían cobrado al colectivo para pagar a la Inquisición, como se estudia en el punto referente a la relación entre moriscos y Santo Oficio. El documento nos descubre que las reuniones, que deben de ser frecuentes, tienen lugar habitualmente, según se hace constar, en casa de Jerónimo Burro. Pedro Compañero, Juan Compás, Ximeno Compás, Lope de Gurrea y Lope de Fe actúan en 1538 en nombre de todo el colectivo en un pleito contra Adrián Abengalí; llama la atención la incorporación desde fechas tempranas de moriscos venidos de otras tierras, como Lope de Fe, cuyo apellido es nuevo en Huesca.

Por otro lado, los documentos inquisitoriales redactados en Huesca en 1554 y 1595 nos van a ayudar a calcular el número de moros que vivían en la ciudad.

10. Se reúne el colegio de los nuevos convertidos por mandato de Jaime Forner, Pedro Compañero y Felipe Aranja, procuradores del colegio, y por llamamiento del nuncio Joan Aurín. Se reúnen en la capilla de Nuestra Señora de los Ángeles de los predicadores los procuradores Luis de Gurrea (antes Çalema Alfanaquí), Juan Farache (antes Farache de Farax), Pedro Sosa (antes ?), Juan de Huesca (antes Mahoma Compás), Lope de Gurrea (antes Brahim de Lop), Pedro Cigüeño (antes Çalemade Güesca), Juan Compás (antes Mahoma), Lope de Gurrea (antes Brahim de ?), Salvador de Cuéllar (antes Mahoma), Juan de Huesca (antes Brahim), Lope Alfarrán (antes Mahoma), Juan Brondal (antes Audalla) y Vicente Alamén. Acuerdan cumplir la sentencia arbitral que les obliga a dar a los predicadores unas heredades. Obligan: Pedro Compañero, casas en San Lorenzo junto a las de Juan Compás; Juan Compás, casas junto a las de Pedro Oncino; Felipe Aranja, casas junto a las de Juan Farache; JuanFarache, casas junto a las de Salvador de Cuéllar; Cuéllar, sus casas; Luis de Gurrea, casas junto a la cantarería de Juan Farache y a casas de Miguel Farax.

11. El menor número de asistentes no implica una reducción de la población en un año, sino simplemente que no todos asistieron al acto.

12. Ferrando Çafar, Juan Compañero, Francisco Junez, Juan Prom, Rodrigo Alfanaquí, Leonis de Fierro, Galcerán de Marguán, Ferrando Junez, Jerónimo Alfarrán, Miguel Fierro, Martín Burro, Domingo Enzala, Amador Tillero, Jerónimo Menescal, Vicente Alamén, Agustín Ezcandar, Lope Morillo, Juan Grisén, Juan de Moros, Pablo Alfarrán y Juan Navarro, en nombre de todos los convertidos, renuevan la petición al inquisidor general y al Consejo General de que den a los conversos de Aragón edicto de gracia de los delitos de herejía, por los que pagan 35000 sueldos en dos tandas anuales (San Juan y Navidad). Piden que se pueda luir el censo y que los de Huesca paguen la parte proporcional. Hacen procurador a Juan Tafalla para cobrar al veguero extraordinario de la Corte del Justicia de Aragón, Miguel Rada, 200 sueldos que abonaron a Francisco Junez y Juan Burro por orden emanada de los comisarios de los cuatro brazos de Aragón para pagar el compartito de la bula de los convertidos (pagados el 16 de septiembre de 1553). Esa cantidad era la correspondiente a los moros de Huesca.

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LA CUESTIÓN

Se calcula que en aquellos momentos había en Aragón, según Gregorio Colás, unos 8640 fuegos moriscos,13 lo que equivale a un pago de 4 sueldos por familia (véase nota 12). En ese mismo año, según el mismo autor, había 28 fuegos moriscos, por lo que deberían pagar unos 112 sueldos, pero en el documento enviado por los conversos de Huesca a la Inquisición se dice que se pagan 200 sueldos, lo que nos daría una cincuentena de hogares conversos en la ciudad. Sin embargo, el documento de 1595 nos descubre que hacia 1580 la comunidad había pagado a la Inquisición 660 sueldos, que los recaudadores eran los Çafar y que, por los problemas sufridos por la familia a causa de los procesos inquisitoriales, nunca se entregaron a la Inquisición. Los 660 sueldos, de ser lo recaudado en un año, supondrían unos ciento sesenta y cinco fuegos, muy por encima de lo calculado por Gregorio Colás, que hacia 1593 da treinta y siete. La cantidad supera también los cálculos que nosotros vamos a hacer, que en el momento de máxima población se acerca al centenar de casas. La explicación podría deberse a que los 660 sueldos correspondieran a dos años, algo probable y que cuadraría bastante aproximadamente con los cálculos que vamos a exponer más adelante. Quiere decirse que hacia 1580 los hogares moriscos de Huesca podrían superar los ochenta, según las hipótesis extraídas de los dos documentos que hemos comentado.

¿Qué conclusiones podemos sacar de estos importantes documentos? Parece evidente que a lo largo de todo el siglo el número de cabezas de familia no se ve notoriamente reducido. El hecho de que el documento de 1554 dé una cifra más alta que los anteriores es muy significativo si tenemos en cuenta que en 1530 la ciudad sufre una epidemia, aunque menos severa que la de 1564, la que diezmaría la población brutalmente, como se verá inmediatamente al estudiar la mortalidad, pero a pesar de ello los doce nombres recogidos en el documento de 1595 14 son iguales a los de 1528, por lo que cabría suponer que el colectivo de moriscos se mantiene más o menos igual hasta el siglo XVII, cuando la amenaza de expulsión hará que la emigración aumente, y quizás sí en el momento de la expulsión queden apenas unas veinte familias.

No obstante, lo aportado por los documentos citados es incompleto. Es evidente que no todo el mundo asistía a las reuniones —en todos los casos se dice que se actúa en nombre de los presentes y de los ausentes—; con las mujeres, aunque fueran cabeza de familia, no se contaba; los enfermos no asistían, y posiblemente tampoco los muy viejos y aquellos que no tenían interés en el tema.

13. Colás (1988).

14. Reunión del barrio de los nuevos convertidos de la parroquia de San Martín llamados por Miguel Lasierra, procurador del barrio, de casa en casa como es costumbre. Se reúnen, en casa de Jerónimo Burro, Miguel Lasierra, Jerónimo Burro, Lope Medina, Lupercio Gali, José Codo, Juan Menescal, Juan Prom, Domingo Enzala, Juan Cigüeño, Francisco Burro, Ferrando Alfanaquí, Antón Fierro, por ellos y los ausentes. Reciben de Juan Felices y Esperanza Çafar 660 sueldos que pagan como herederos de Ferrando y Jerónimo Çafar y que eran de la recaudación entre los conversos para luir los cargos y contribuciones con la Inquisición. Además reciben 60 sueldos de deuda anual de Juan Felices y Esperanza Çafar a la Inquisición. Todo es por decisión del Tribunal de la Inquisición de Zaragoza.

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Vamos a demostrarlo haciendo un estudio de todos los hombres y mujeres relacionados en los documentos contemporáneos de los antes citados y en los nueve años sucesivos. Una década parece un tiempo suficiente para ver cómo había mucha más gente de la que los documentos del colectivo permiten pensar. También quedan excluidos del estudio los posibles esclavos moros que hubiera en la ciudad, de los que tenemos muy pocas referencias,15 y los siervos de la nobleza que pudieran residir en Huesca. Para aproximarnos al cómputo global de población he anotado todos los varones mayores de edad y viudas cabezas de familia que aparecen en la documentación durante una década, lo que dará una idea aproximada, nunca precisa, de la realidad. Diez años son suficientes para pensar que por la notaría o por los registros eclesiásticos pasara un número significativo de personas.

La comunidad genera una cantidad de documentos muy desigual a lo largo de su historia: así, de 1527 a 1536 son ciento diecinueve las referencias documentales que tenemos; de 1554 a 1563, doscientas sesenta y nueve, y de 1595 a 1604 trescientas doce. El último periodo que vamos a analizar, que abarca desde 1605 hasta 1610, suma un total de ciento setenta referencias. Muchos de los documentos de los dos últimos periodos no corresponden a escrituras hechas en Huesca y solo están indirectamente relacionados con los moriscos oscenses; en otros casos hacen referencia a gentes cuya condición de morisco no es segura. Por otro lado, la aparición de los registros parroquiales aumenta considerablemente el número de citas. El último periodo se ha estudiado con el fin de intentar ver en qué condiciones llega la comunidad a los últimos años en Huesca y cómo repercute en ella el proceso de expulsión llevado a cabo en distintos lugares de España durante esos años, si bien en Huesca fue posterior a julio de 1610, pues en esa fecha vemos a María Albariel arrendando el trinquete de jugar a pelota de la ciudad, sito en Santo Domingo,16 y anterior a octubre, ya que en ese mes se condena a una morisca que se había quedado después de la expulsión. Hay que insistir en que solo se han tenido en consideración las personas cuya condición de moriscas y su identidad son claras, y que los casos dudosos se han dejado fuera.17

De 1527 a finales de 1536 se han contabilizado sesenta y un varones adultos y nueve viudas cabeza de familia, lo que equivale potencialmente a setenta familias moriscas, a las que habría que agregar las gentes que, aunque estamos seguros de su existencia, no aparecen en la documentación, como los esclavos y la clase

15. En 1550 se sabe de la venta en Huesca de la esclava de diecisiete años Julia; en 1578 pasan por la Inquisición Hernando Hernández, de Adra, esclavo huido de Madrid y residente en Huesca con su mujer, oranesa de origen, Mariana Hernández. En 1579 también pasa por el Santo Oficio Miguel Hernández, esclavo granadino huido. Por fin, en 1600 es bautizado en San Lorenzo un hombre adulto natural de «Alexerbe» (Algarve) que posiblemente fuera también esclavo.

16. El trinquete había pertenecido a los Çafar hasta que fue aprehendido por la ciudad. En 1593 lo explotaba Miguel Enrique Compañero junto a otros bienes también incautados a sus familiares los Çafar.

17. Como ocurre con algún apellidado Rey, Almaçor, Lasierra, Burro y Cáceres, que los había moriscos y cristianos viejos.

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servil, los numerosos criados y criadas que tenían las familias acomodadas moriscas —hecho constatado documentalmente, como veremos más adelante, y es de suponer que también los habría en las familias cristianas—, así como todos los miembros de los grupos más desfavorecidos, que no tenían necesidad de acudir al notario porque nada tenían y de los que no hay referencias en ningún lado. Buen ejemplo de ello es un tal Juan Enzala, definido como fámulo, que acude ante el justicia de Huesca en 1578 pero del que no tenemos más información —y que no hubiese dejado rastro si no llega a ser por esta comparecencia—, o las dos mujeres pobres que mueren sin testar, según se hace constar en el registro parroquial de San Martín en 1599 y 1601. Sabemos de la existencia de una epidemia de peste en el año de 1530,18 aunque, de todas formas, no parece que fuera muy severa a tenor de los datos de los que disponemos. Como prueba de ello está el gran aumento de población que parece observarse hacia mediados de siglo, exactamente lo mismo que ocurre en toda la ciudad, que está en un momento de apogeo considerable. A este crecimiento debió de contribuir el movimiento inmigratorio, atraído por una ciudad en expansión, y la natalidad, de lo que algo se dirá más adelante. Lo cierto es que en el periodo de enero de 1554 a diciembre de 1563 podemos registrar noventa y cuatro varones adultos y nueve viudas cabeza de familia, lo que supone un posible aumento de unas treinta y cuatro familias respecto al periodo anterior.

Este crecimiento espectacular se frenó de forma brutal con la epidemia que azotó la ciudad en 1564 y que diezmó su población, hasta el extremo de que podríamos decir que la fecha marca una inflexión en la historia demográfica de Huesca, al menos en cuanto a la comunidad de convertidos. Estudiando los testamentos que nos encontramos de ese año —algunos de ellos de matrimonios— y los libros de defunción de las parroquias, llegamos a la conclusión de que la pérdida de población morisca fue considerable. Efectivamente, tenemos doce defunciones recogidas en el libro de San Martín, pero hubo alguna más, como la de Juan del Fierro —cuya mujer, Ana Compás, está preñada en ese año en el momento de hacerse el testamento—, que no es recogida en el libro parroquial, como tampoco la de Gracia Gali, viuda de Ximeno Compás, que en junio de 1564 muere sin testar y se hace el inventario de sus bienes —de nuevo pruebas de la poca fiabilidad de los registros parroquiales—, o Isabel Junez, mujer de Alexandre de Sasa, aunque es probable que esta muriese en Barbastro, donde residía. Si comparamos las defunciones de moriscos recogidas en el libro de San Martín en años anteriores y posteriores a la epidemia podremos valorar mejor lo que supuso: en 1561, dos; en 1562, cero; en 1563, cero; en 1565, una; en 1566, cero; en 1567, cero. En cuanto a los testamentos, son seis individuales y dos de sendos matrimonios. Ocho testamentos es una cantidad que supera con creces lo habitual: en 1561, cero; en 1562, uno; en 1563, uno; en 1565, cero; en 1566, cero; LA CUESTIÓN DEMOGRÁFICA

18. Pedro Compañero dice hallarse en Pueyo de Fañanás huido de «las muertes de Huesca» en junio de ese año. Por otro lado, en 1530 hay cuatro testamentos de moriscos, frente a una media de uno en los años inmediatamente anteriores y posteriores.

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en 1567, tres; en 1568, uno. Con referencia a los testamentos de 1564, ninguno de los testadores aparece entre los difuntos de las parroquias de San Martín y San Lorenzo, lo que de nuevo llama la atención, sobre todo si tenemos en cuenta que tres de ellos los hacen estando en grave enfermedad, de modo que con seguridad las muertes de ese año sobrepasan las catorce que directa o indirectamente hemos podido constatar. Muchos de estos muertos son jóvenes, con lo que la capacidad reproductora de la comunidad se ve disminuida, lo que acarreará un envejecimiento de la población. Significativo es que tres de las mujeres que testan en 1564 están embarazadas.

En los años siguientes se avecindan en Huesca algunos inmigrantes que aligeran la crisis demográfica provocada por la epidemia, que, sin embargo, puede ser trascendental en el descenso de población que se observa entre los años 1595 y 1604, cuando nos encontramos con la cita de setenta y nueve varones adultos y diez viudas, catorce familias menos que en el anterior periodo.

El último tramo estudiado abarca los cinco últimos años de la comunidad. En esos años aparecen citados cincuenta y cuatro varones y cuatro viudas, lo que prueba un descenso considerable de población, que habrá que atribuir a la emigración que se da desde que la amenaza de la expulsión comienza a hacerse realidad en territorios del reino de Castilla. Así, no es de extrañar que en 1609 haya un aumento de las ventas de bienes inmuebles rurales y urbanos, de manera que se diría que, ante la amenaza de la expulsión, muchos moriscos se deshacen de su patrimonio y emigran; las catorce ventas realizadas en 1609 es un dato muy significativo, porque queda claro que los pocos moriscos que por esas fechas son citados en la documentación se deshacen de todo el patrimonio. Tal el caso de Lope Medina y su hijo Juan Medina, que venden en julio los dos hornos de cantarería que poseen y se salvan de la aprehensión de bienes que sufren a instancia de la prestamista Elena Garasa19 en agosto del mismo año, aunque ya en 1607 es probable que se planteen marcharse, porque Medina y su mujer, Ana Ezcandar, venden por 8000 sueldos casas en la Morería,20 un obrador de cántaros y ollas en la calle de la Xarea, un plantero en La Almunia y un campo en los Tierços. En octubre de 1611 el Concejo de la ciudad se hace con los bienes que han dejado los Medina tras la expulsión para pagar con ellos las deudas que han dejado. También en 1609 Juan Cigüeño se deshace de todo su patrimonio, incluso del importe de las deudas que tienen contraídas con él; vende entre otras cosas un mirador en el Campo del Toro al hospital de la Esperanza por la cantidad de 400 sueldos.

Algunas de las ventas de 1609 muestran cómo el temor a la expulsión empuja a la venta de bienes, que suelen alcanzar precios por encima de lo habitual; es una forma de garantizar el poder exiliarse llevando dinero en metálico. Así ocurre con Lupercio Gali y su hermano Francisco Gali, que, con sus mujeres, Esperanza Gal-

19. De Elena Garasa sabemos que fue desterrada de Huesca por un año en 1568 por vivir amancebada (AHPH, Justicia, 15, f. 300r).

20. Compruébese la supervivencia de la toponimia popular hasta el final de la vida de la comunidad.

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cerán y Mariana Cigüeño, venden dos fincas en 1609 por 1100 y 1600 sueldos respectivamente, o Jerónimo y Francisco Burro, que venden unas tiras de tierra por 1350 sueldos. A veces, como vimos en el caso de los Medina, se deshacen de lo que era su medio de vida, igual que en 1609 hacen Jerónimo Menescal21 y su mujer, Isabel Lasierra, que vende sus herrerías por 2000 sueldos, lo que ha hecho en 1608 Juan Menescal, herrero, que ha vendido una enclusa por 500 sueldos; o venden las casas con corral donde viven, como Juan Alfarrán y su mujer, María de Calanda. Y hay viudas, como Beatriz Medina, que al poco de enviudar —tiene dos hijos menores— de José Codo vende todo lo que aportó al matrimonio por 3000 sueldos (1609).22 Pero ya antes hay gente que se desprende de gran parte de su patrimonio, como hacen Petrona Burro, viuda de Juan Codo, y su hijo Jerónimo Codo menor por 2200 sueldos (1598), por citar solo algún ejemplo.

21. Conocemos muchos homónimos: Jerónimo Menescal abuelo, presente en las reuniones del colectivo de conversos de los primeros años y muerto ya en 1564; Jerónimo Menescal menor, bautizado en 1541, acaso el Jerónimo confirmado en 1554 y muerto en 1573; Jerónimo Menescal, hijo de Gabriel y de Isabel Menescal, confirmado en 1559; en 1585 es bautizado Jerónimo Menescal Junez; en 1593 es confirmado Jerónimo Menescal, que acaso sea el mismo que el anterior; en 1602 se bautiza a Juan Jerónimo Menescal Lasierra, hijo de Jerónimo Menescal y de Isabel Lasierra. 22. Beatriz Medina estuvo casada en primeras nupcias con Juan Ferrando Alfanaquí.

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EL MOVIMIENTO NATURAL DE POBLACIÓN

De nuevo aquí habrá que lamentar la imprecisión de los registros parroquiales oscenses y dejar de manifiesto la inutilidad que tienen para poder apoyarse en ellos a la hora de estudiar los movimientos demográficos.23 Estamos en condiciones de afirmar rotundamente que no todos los bautizados eran inscritos en los libros; de hecho, de los contrayentes en las cuarenta y una bodas registradas desde 1551, solo nos consta la certificación del bautismo de tres hombres y tres mujeres; del resto, nada menos que sesenta personas, no aparece la inscripción de su bautismo, cuando por la fecha de la boda ya debería constar en los libros parroquiales, especialmente para las treinta y cinco que se celebraron a partir de la mitad de la década de los sesenta. Y no es que estemos ante inmigrantes llegados ya bautizados: por los apellidos podemos asegurar que la mayoría son oscenses —Burro, Soro, Brondal, Cobdo (Codo), Gali, Medina, Alfanaquí, Alfarrán, Cigüeño, Oncino, Junez, Alamén, Tillero, Batalanau, Ezcandar, etcétera—, salvo en algunas ocasiones: Juan Cortés,24 un mozo cuyo apellido no consta, Miguel Moreno, de Maella, y María Navarro, de Torrijos de Calatayud, por ejemplo. Por no constar, ni siquiera está Esperanza Çafar menor, miembro de la más rica familia morisca de parroquianos de San Lorenzo, que debió de nacer hacia 1577, por los datos que nos da la Inquisición. Tampoco aparece registrado el matrimonio de sus padres, Gabriel Çafar y la zaragozana María Albariel, aunque es probable que la boda se celebrara en la parroquia de ella, como era habitual; de todos modos, hay casos en los que, aunque la boda se lleve a cabo fuera, también se registra en la parroquia oscense, que es lo preceptivo: por ejemplo, la celebrada en Barbués entre María Lasierra, de ese lugar, y el oscense Francisco de Enzala, que queda recogida en el libro de San Martín el 28 de enero de 1598. Con casi todos los matrimonios cuya existencia conocemos desde la segunda

23. Otros investigadores se han encontrado con libros sacramentales mucho más rigurosos que les han permitido estudios demográficos muy certeros y fiables, como es el caso de Carmen Ansón para el pueblo de Torrellas (Ansón, 2004).

24. Este es un apellido nuevo entre los moriscos oscenses, pero frecuente entre los cristianos; quizás Juan Cortés, que en 1571 casa con Isabel Junez, no sea morisco, y se trate de un matrimonio mixto, pero esto es bastante improbable.

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ÍNDICE

mitad del siglo XVI, que teóricamente deberían estar registrados, ocurre lo mismo, y también faltan sus capitulaciones matrimoniales, de manera que de la mayoría tenemos constancia por testamentos o documentos protagonizados por los dos cónyuges. A pesar de todo, de muchos no tenemos ningún tipo de certificación. Y digo todo esto porque va a resultar muy difícil, por no decir imposible, saber con precisión el movimiento natural de población. Lo que se expone seguidamente está documentado, pero es solo una parte de lo que pudo ser la realidad. La edad del matrimonio era muy variable. Tenemos mujeres casadas a los doce años, como Esperanza Çafar menor con el cristiano Juan Felices, o Esperanza Castellano, que en 1602 aparece ya casada con Martín Codo y en 1607 pasa por el Santo Oficio, donde se dice que tiene dieciocho años. A los doce o trece años debió de casarse María Cigüeño, hija de Pedro Cigüeño y María Marguán, puesto que en 1545 la vemos ya como esposa del zapatero Jerónimo Alfarrán y en el testamento de su madre, hecho en 1549, se dice de ella que es aún menor y queda bajo la tutela de su marido, un caso excepcional en la documentación estudiada, si bien nunca debió de ejercerse esta tutela, ya que su madre aún vivía en 1560. En 1575 nace Isabel Menescal, quien en 1590 tiene una hija, Jerónima Menescal, con Jerónimo Menescal, lo que quiere decir que se casó cuando tenía unos catorce años. Alrededor de quince o dieciséis años tendría Mariana Alfanaquí al casar, porque fue bautizada en marzo de 1590 y aparece casada en 1606. Cuando María Compás se casó en 1543 con Juan del Ala tenía veintidós años y ya era viuda de un tal Galaraga. En 1545 el justicia de Huesca elige como tutor del menor Juan Cigüeño a Galcerán de Marguán, en sustitución de Lope de Urramén, que había muerto; en el documento se dice que Juan tiene una hermana mayor de catorce años casada con Jerónimo Alfarrán, y cuando se pone «mayor de catorce» es para recalcar que había superado esa edad pero no llegaba a los dieciocho o veinte. En 1564 se bautiza a una hija de Domingo Almaçor y Gracia Arenes; aunque no consta el nombre en el registro, se trata posiblemente de Isabel, a la que vemos casar con Jaime Lasarte en 1581. En 1555 Miguel Compañero recibe al casarse lo que le corresponde de la herencia de su padre, que tenía en usufructo su madre, de lo que se deduce que es menor. De Jerónima Prom menor sabemos que nace en 1564 y que a los veinte años ya está casada con un forastero apellidado Sage, según se puede deducir de documentos notariales. Muy joven era también Isabel Castellano, tutelada por menor por Ferrando Çafar en 1546 y que ya está casada en 1545 con Alexandre Lançari, en Pedrola, donde en 1553 recibe la dote que le ha dejado su padre en testamento. De Amador Tillero sabemos que es menor, tutelado por su tío Juan Tillero, en 1536, y ya está casado en 1542. En 1530, Leonor Alfarrán casa con Lope de Gurrea, con la autorización de la madre de ella y de su tío Pedro Compañero, posiblemente por ser menor. De la misma familia, tenemos noticia del menor de catorce años Felipe Tillero en 1551, que hace capitulaciones matrimoniales con Juana Junez en 1562 y muere en la epidemia de 1564. También sabemos que en 1551, en el testamento de Lorenzo Oncino, heredan sus hermanos Vicente y Francisco,ambos menores, y este bautiza a su primera hija, Jerónima Oncino, en 1575. En 1566 casa, siendo

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menor, María Alfarrán con Martín Palacio, con el consentimiento de sus tutores, Ferrando Çafar mayor y Juan Prom. De Martín del Rey sabemos que es menor de catorce años en 1555 y se casa en 1574. Francisco Burro, hijo de Jerónimo Burro y Jerónima Junez, es bautizado en 1569 y se casa en 1594 con María Soro. En 1585, Jerónima Lasierra, hija del difunto Juan Lasierra e Isabel Ezcandar, aparece como menor, pero no está tutelada como sus dos hermanos, de lo que cabe deducir que ya está casada. Veintitrés años tiene Brianda Cigüeño al casar con Jerónimo Burro, pues sabemos que es bautizada en 1575 y se casa en 1598, mientras que su marido ha recibido el bautismo en 1572. Veinticinco años tiene Mariana Cigüeño Junez al casar, según la partida de bautismo y las capitulaciones matrimoniales, 1581 y 1606, con Francisco Gali, cuya edad no sabemos, porque hay un homónimo suyo bautizado en 1586 y confirmado en 1593 que es primo suyo, hijo de Francisco y de Esperanza Gali, mientras que el contrayente es hijo de Lupercio Gali y Esperanza Galcerán. Dieciséis años cuenta Isabel Fierro cuando contrae matrimonio con Juan Royo; ha sido bautizada en 1590 y se casa en 1606.

Cuando Ana Navarro es juzgada por la Inquisición en 1609 se dice que tiene setenta años, y sabemos que ha contraído matrimonio con el oscense Juan Compañero en 1555, lo que supondría haberse casado a una edad relativamente alta, a los veintiséis años, en tanto que su marido contaba veintiocho, de acuerdo con la documentación inquisitorial. Más edad tiene Cándida Compañero, nacida a finales de 1538 o comienzos de 1539 y casada en julio de 1567 con su sobrino segundo Jerónimo Çafar. El caso extremo es el de Lope de Jaén y su prima María de Olivito, que en 1532 consiguen que la Inquisición anule su matrimonio, celebrado según el rito musulmán cuando tenían doce y once años respectivamente, y que nunca llegó a consumarse.25 Por el contrario, sabemos de mujeres solteras a los veintiocho años, como María Castellano, según se dice en su juicio inquisitorial en 1611. Los pocos datos que tenemos de contrayentes cuyos bautismos nos constan nos dicen que la edad habitual era la de veintidós o veintitrés años, que parece alta; sin duda, de tener todas las referencias, habría que rebajarla unos años. Esto tiene su importancia para poder intuir los hijos que podrían tener, si bien en este caso la documentación es más generosa y nos aporta datos suficientes, aunque sabemos que son incompletos, como venimos reiterando. Son muy frecuentes —una veintena tenemos contadas— las familias que tienen más de cuatro hijos, pero ninguna supera los siete, si exceptuamos la de Jerónima Fierro —de la que conocemos cuatro hijos con su primer marido, apellidado Oncino, y siete con el segundo, Francisco Oncino; dos de los niños mueren siendo bebés— y la de Juan Lasierra, que tiene hijos —no se sabe cuántos— con María Ana Alfarrán y siete con su segunda mujer, Isabel Ezcandar. Pedro Compañero, muerto muy joven en 1538, deja una hija de su primer matrimonio, Ana

25. El caso ocurre en Fañanás, pero se cita aquí por su importancia y por ser significativo de la tradición de los moros de arreglar el matrimonio entre primos a edad muy temprana, que, como se estudiará más adelante, continuará entre los moriscos.

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Compañero —no se conoce el nombre de la madre—, y seis habidos con la segunda esposa, Esperanza Çafar mayor, todos menores de catorce años. Finalmente, Juan Cigüeño y Brianda Junez son padres de siete hijos, de los que tres mueren muy jóvenes, como luego veremos.

Si se estudian estos casos detenidamente, se pueden observar detalles curiosos, como la larga duración de la etapa fértil en algunas mujeres, quizás casadas muy jóvenes: quince años hay entre el primero y el séptimo hijo de Jerónima Fierro en su segundo matrimonio, pero es que tuvo cuatro más con su primer marido, como acabamos de ver; veintiún años separan al primer hijo y al último que tuvieron María de Calanda26 o Juana Burro,27 por ejemplo, las dos madres de cinco hijos conocidos; unos quince años parece que hay entre el primer hijo y la última hija de Ana Naxar.28 Atendiendo al número de hijos que la documentación revela parece que sean pocos en el régimen demográfico primitivo, por lo que habrá que pensar que sin duda fueron más los nacidos o hubo embarazos malogrados; lo normal es un embarazo cada dos o tres años, o incluso menos. Tal es el caso que acabamos de citar de Esperanza Çafar mayor, el de Isabel Junez y el de Ana Bailo, mujer de Juan Almaçor, con quien se casa en 1566 y bautizan hijos en 1568 (no pone el nombre), 1569 (Catalina Almaçor), 1572 (Margalida Almaçor), 1577 (Domingo Almaçor) y 1581 (Juan Almaçor); y el de Juana Burro, mujer de Gabriel Menescal, de los que sabemos que bautizan hijos en 1573 (Ana Menescal Burro), 1575 (Isabel Menescal Burro),29 1577 (María Menescal Burro) y 1580 (Esperanza Menescal Burro); o el del matrimonio formado por Jerónimo Menescal e Isabel Lasierra, que bautizan en 1602 a Juan Jerónimo Menescal Lasierra, en 1604 a Esperanza Menescal Lasierra, en 1606 a Jerónimo Menescal Lasierra y en 1609 a Gabriel Menescal Lasierra. Pero hay casos en que son siete los años entre el primero y el segundo hijo, como ocurre con Juan Medina y Jerónima Ezcandar, que los bautizan en 1577 (José Medina), a los dos años y algunos meses de haberse casado, y 1584 (Juan Medina), dos años antes de la muerte del padre. Seis años separan a los dos hijos de Leonor de Gurrea y Ferrando Alfanaquí, y más de doce al segundo y al tercero de los hijos de Ana Alba y de Domingo el Cantarero, 1556 (un varón de quien no consta el nombre) y 1569 (Francisco del Cantarero). Juana Burro y Antón Fierro bautizan hijos en 1575 (Antón Fierro menor), 1577 (Jerónima Fierro),30 1582

26. Mujer de Juan Alfarrán, bautizó hijos en 1587 (Juan), 1589 (Francisco), 1603 (Luis), 1606 (Domingo) y 1608 (Juan).

27. Hay cuatro mujeres llamadas Juana Burro: la hija de Francisco, casada con Ferrando Naxar; la hija de Juan, casada con Antón Fierro menor; la que fue mujer de Felipe Tillero y de Juan Prom, bastante anterior. La que aquí traemos es la esposa de Antón Fierro, de la que se habla líneas más abajo.

28. Hay una Ana Naxar casada en 1559 con Domingo de Huerto, y esta, casada con Jerónimo Muçot, que sabemos que en 1584 tenía dos hijos, Francisco y Juan, y que en 1596 bautiza a Esperanza.

29. En 1578 se bautiza a una prima suya con el mismo nombre, Isabel Menescal, hija de Juan e Isabel Junez.

30. En el libro de bautismo consta como hija de Antón Fierro y Jerónima Burro, pero es un error, ya que la madre era Juana.

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(Juan Francisco Fierro), 1590 (Isabel Fierro) y 1596 (Paciencia Fierro). María Comar y Juan Burro bautizan hijos en 1587 (Jerónima Burro), 1589 (Juan Burro nieto), 1590 (Ana Burro), 1595 (Jerónimo Burro) y 1597 (María Burro),y hay la cita de una hija más, Diana Burro, en 1600, cuya fecha de bautismo no se conserva. Como puede apreciarse, se confirma lo que antes se decía sobre la irregularidad temporal de los embarazos, pero en cualquier caso son frecuentes y numerosos.

Por el contrario, llama la atención que Jerónima Oncino, casada en 1598 con Domingo Enzala cuando contaba veintitrés años, no tuviera más que un hijo, nacido diez años después del matrimonio, un caso excepcional que también nos podría estar mostrando abortos o muertes de neonatos, lo mismo que ocurre con Ana Navarro, casada en 1553 con Juan Compañero, y cuyo único hijo conocido, Juan, fue bautizado en 1561. Aquí de nuevo nos asalta la duda de si realmente los libros parroquiales son de fiar, porque, aparte de los fallos ya señalados, los infantes difuntos no se registran; de hecho, de los que sabemos que mueren no tenemos recogido ninguno en el libro parroquial. El caso más notable es el de Juanico Çafar, que con el descalabro provocado por la Inquisición en su familia consta que estuvo bajo la custodia de doña Francisca Cerdán y del que sabemos por los libros de cuentas de los Çafar que se pagaron 5 libras en febrero de 1585 por sus honras fúnebres en los predicadores de Huesca. También abundan los matrimonios con uno o dos hijos, pero vale la pena detenerse en los numerosos matrimonios que no tienen hijos; dado su número, treinta y uno, no parece que se trate solamente de casos de infertilidad, sino que es obligado pensar en una alta mortalidad de neonatos y también en que los fallecimientos de gente joven eran muy frecuentes. En el marco histórico en el que nos movemos es impensable el control de natalidad, de manera que periodos de más de dos años sin un embarazo nos están dejando entrever embarazos malogrados o muertes de bebés durante el parto o el sobreparto.

No tener hijos en aquellos momentos era una desgracia, a la que se añadía el sentimiento, vivo aún hoy en el imaginario colectivo musulmán, de que hay que dar hijos al mundo; de ahí las supercherías y ritos para lograr la preñez.31 La falta de descendencia explicaba el repudio de la mujer en la sociedad islámica, pero era imposible entre los moriscos; por eso, ante la esterilidad de su mujer, no nos extraña ver que en 1580, en su testamento, el rico albéitar Alonso de Cáceres reconoce a sus tres hijos bastardos (Martinica, Martinico y María de Cáceres) y les da la legítima y 16000 sueldos a cada uno, además de declararlos herederos, obligando a su «amada mujer», Martina Aurín, usufructuaria, a vestir y alimentar a los tres niños, de los que la única referencia documental que tenemos es este testamento. Nos llama la atención el hecho de que su mujer, «amadísima», se hiciera responsable de los hijos de su marido habidos fuera del matrimonio, no sabemos si con cristiana o con mora. De otro converso sabemos que cohabita con

31. Entre las acusaciones contra Cándida Compañero en el auto de fe de 1581 está el celebrar ritos para parir.

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mujer casada cuyo apellido no aparece entre los de los moriscos oscenses; se trata de Antón de Codo, a quien el justicia de Huesca conmina a dejar de vivir con María Viraca so pena de 50 escudos a cada uno y el destierro. Carecemos de otra información sobre Antón y María, de manera que no sabemos si es un caso de amancebamiento como el anterior o de simple adulterio.

Como antes decíamos, son frecuentes las referencias que tenemos de gente joven que muere sin hijos. El caso más antiguo es el de Isabel Alguacil, mujer de Pedro de Huesca, cantarero, que en 1527 hace testamento enferma. No sabemos la edad, pero tiene que ser joven, pues aún vive su «nono» (abuelo)32 Bardaxí, alias Alguacil, de Novales; su viudo casa en 1531 con la viuda Catalina Calvo. Gabriel de Cuéllar, en 1574, deja viuda sin hijos a María Franco, que sí tiene un hijo menor de su matrimonio anterior y no hay constancia de que vuelva a casarse. María Compás, que enviuda del inmigrante Galaraga muy joven y sin hijos, se casa a los veintidós años con Juan del Ala, con quien tampoco parece que tenga hijos. Otros dejan a la mujer embarazada, como Juan del Fierro en 1564, cuya mujer, Ana Compás, da a luz una niña, Matrona del Fierro, citada en un testamento de su madre al poco de casar en segundas nupcias en 1566 con Alexandre de Sasa, también viudo y con hijos, con quien tendrá un hijo varón, Alexandrico de Sasa. En 1557, hace testamento Francisco Almaçor, cuya mujer, Ana Sanz, espera su primer hijo; de todos ellos desaparecen las pistas documentales después de esta fecha. Parecido es el ejemplo de Felipe Tillero, ya citado, casado en 1562 con Juana Junez y muerto en la epidemia de 1564 dejando a su mujer encinta; esta alumbra a una niña llamada Juana Tillero, que fallece al año, según se hace constar en un pleito por la herencia. Unos años después, en marzo de 1573, muere Jerónimo Menescal, viudo de Esperanza Franco, que deja embarazada a su segunda mujer, Isabel Junez, con quien ha casado en 1572 y que a los pocos días de la defunción del marido bautiza a su hija Ana Menescal. Juan Ferrando Alfanaquí casa el 1 de febrero de 1598 con Beatriz Medina, que se encuentra en avanzado estado de preñez, porque seis días después de la boda bautizan a su hijo Juan Alfanaquí, que no figura en el testamento de su padre el 5 de octubre de 1599 —el día 6 está certificada su muerte—, en el que sí se hace constar que Beatriz está de nuevo embarazada; en este caso tenemos documentadas la muerte de un infante y la de un hombre muy joven, como joven debía ser su viuda, que en 1601 aparece casada con José Codo. De su hermana Isabel Alfanaquí, bautizada en 1567, sabemos que en 1592 es ya viuda de Pedro Barcedo, apellido no oscense. Jóvenes mueren Gracia Ezcandar33 y Gaspar Batalanau, casados en 1572 y muertos ya, respectivamente, en 1574 y 1575. En una ocasión tenemos el testamento de una mujer joven, madre de una menor, Gracia Cigüeño, y embarazada en el momento de testar enferma (1568, mayo); se trata de María del Fierro, mujer del zapatero Juan Cigüeño, al que veremos casar cuatro meses después con Brianda

32. La palabra nono no aparece en ningún repertorio ni diccionario, pero me inclino a pensar que quiere decir ‘abuelo’, como el italiano nonno 33. A lo largo de la documentación nos encontraremos con tres homónimas.

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Junez. El testamento de Francisco Albaco (1572), cantarero, nos manifiesta que al morir era una persona relativamente joven, porque deja tres hijas menores de catorce años, Isabel, Jerónima y Ana Albaco, habidas de su matrimonio con Jerónima Prom mayor. Sabemos que en 1600 María Macerol, casada con Alexandre Dez en María de Huerva, no tiene hijos, y en 1602 la vemos en Huesca casada con Martín Marruecos, donde viven, al menos, hasta 1608 y tienen un hijo llamado Luis Marruecos. De Miguel de Caldes y Leonor Faxol sabemos que se casan en 1564 y ya han muerto en 1571, dejando tres huérfanos.

El hecho de que muriesen tan jóvenes justifica que una buena parte de los viudos y viudas contrajese matrimonio de nuevo, como ocurre, aparte de algún caso ya citado, con Juana Junez, que en 1572 casa en segundas nupcias con Jerónimo Menescal —si había enviudado por primera vez en 1564 es que debió de casar muy joven—, enviuda muy pronto y sin hijos, y casa por tercera vez, ahora con su cuñado Gabriel Menescal, con quien tiene dos hijas, bautizadas en 1575 y 1577 (Isabel Menescal y María Menescal). En 1587, tras su muerte, en un pleito por bienes de los Tillero, se cita otra hija llamada Juana Menescal, pero no se hace mención de las dos anteriores, por lo que quizás hubieran muerto.34 En las capitulaciones matrimoniales de Leonor Faxol con Miguel de Caldes (1564) queda patente que la madre de la contrayente había estado casada en primeras nupcias con Martín Faxol y en segundas con Jerónimo Cubero. Más viudos jóvenes que apuestan por un nuevo matrimonio son María Farax menor,35 casada con el herrero Miguel Casilla, alias Naxar, en 1529, pero por su testamento de 1541 sabemos que, a pesar de ser muy joven, porque aparece tutelada cuando se casa con Casilla, anteriormente había estado casada con un Urramén, con quien tuvo tres hijos, Felipe, Ana y María Urramén; María Tamarit, viuda de Vicente Oncino y con dos hijos, que casa en Sangarrén con Miguel de Infant renunciando a la tutela de sus hijos (1552); Juan Codo, que estuvo casado en primeras nupcias con Ana Franco, con quien tuvo a Juan Codo menor y Ana de Codo, según consta en un testamento de 1559, y que al poco enviuda y se casa con Petrona Burro, con quien tiene a Jerónimo, José y Martina Codo, y otro Juan Codo bautizado en 1570; Juana Burro, casada en primeras nupcias con Felipe Tillero, con quien tuvo a Amador Tillero, y en segundas con Juan Prom, con quien tuvo a Isabel y Agustina Prom; al morir Juana, Prom contrae matrimonio con Ángela de Moros, que durante la epidemia de 1564 está embarazada, tienen cuatro hijos, y al enviudar, Ángela casa en 1574 con Gaspar Batalanau, y en 1583, ya bastante mayor, contrae su tercer matrimonio, con Miguel Moscabida, llegado de la comunidad de Daroca; Domingo Almaçor está casado en la década de los cincuenta con Gracia Arenes, con la que tiene a Miguel, Juan, Gracia e Isabel Almaçor, y en 1574 casa con Violante Xavierre, viuda de Juan Sanvicente, con quien tiene a Diana Almaçor; Domingo

34. La mayor parte de los datos expuestos y de los que vienen a continuación no constan en los libros parroquiales, y se han podido reconstruir a partir de documentos notariales.

35. De María Farax, casada con su primo Martín Farax, sabemos que antes estuvo casada con un Burro, porque en su testamento de 1530 habla de sus hijos Lope Burro y Martín Farax.

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Almaçor muere en 1582 y Violante en 1590; Gaspar Batalanau, casado con Gracia Ezcandar en 1572 y vuelto a casar en 1574, a los seis meses de enviudar, con Ángela de Moros, como acabamos de ver; José Çafar se casó con Beatriz Gali, muerta en 1575, y en segundas nupcias en 1576 con María Casabona; maduro debe de ser Leonis de Fierro cuando en 1573 enviuda de Esperanza Aranja, con la que casó en 1535; posteriormente Leonis casa, en fecha no conocida, con Isabel Brondal;36 en 1575 sabemos que Ferrando Alfanaquí tiene dos hijos menores de su difunta esposa Beatriz de Gurrea y que en un testamento de 1576 se habla deJerónima de Royo,37 su segunda mujer, que estaba embarazada en aquel momento; Jerónima Prom menor, hija de Juan, viuda de Francisco Sage desde 1596, casa en 1598 con Francisco Xalón, a los treinta y cuatro años; María del Cuento, viuda de Simón de Pomar, casa en 1598 con Martín Albariel, natural de Muel y habitante en la aldea de Cuarte, y lleva al matrimonio dos hijas pequeñas, Esperanza Pomar —bautizada en 1595— y María Pomar, cuya fecha de nacimiento no sabemos, pero es menor que su hermana; ambas quedan bajo la protección de su padrastro, que deberá criarlas hasta que «puedan servir»; o Beatriz Medina, casada en 1598 con Juan Ferrando Alfanaquí, que enviuda estando encinta en 1599 y casa de nuevo en 1600 con José Codo, que tiene también hijos menores tutelados por Jerónimo Oncino.

En otras ocasiones son jóvenes viudos sin hijos, como Isabel Prom, que al poco de morir su marido, Juan Masagrán, casa con Juan Navarro, de Albalate de Cinca, en 1563, y Catalina Calvo, viuda de Martín Calvo, de Naval, que en 1531 casa en Huesca con Pedro de Huesca, tejero. Y no faltan los matrimonios entre viudos sin descendencia, como el de Alexandre de Sasa, de Barbastro, casado en primeras nupcias con Isabel Junez mayor, de Huesca, y en segundas con Ana Compás, viuda de Juan del Fierro, ambos de Huesca; el matrimonio tiene lugar en 1566, dos años después de la muerte de sus cónyuges, posiblemente debida a la epidemia. El menescal Juan Lasierra, viudo de María Ana Alfarrán, con la que tuvo hijos sin que sepamos cuántos, casa en segundas nupcias con Isabel Ezcandar, con la que tiene seis hijos más; sabemos que el mayor, Juan Lasierra, fue bautizado en 1560, datos que se han podido obtener del testamento de Juan en 1585 y de un documento de su mujer de 1588.38 A veces la existencia de homónimos dificulta averiguar las relaciones familiares,pero estudiando minuciosamente la documentación puede llegarse a conocer. Es el caso de Juan Burro, casado en primeras nupcias con Ana Compás, que muere joven y con una hija menor; ya había muerto en 1546, y vemos a Juan

36. Del primer matrimonio hubo una hija, Jerónima del Fierro, citada en el testamento de Ana Compás, de 1564, pero de la que se pierde posteriormente la pista. Hay otra Isabel Brondal, citada en 1590 como madre de Jerónimo Alfarrán y mujer de Domingo Ezcandar, de lo que se deduce que también casó dos veces.

37. En 1593, en el testamento de Juan Ferrando Alfanaquí, hijo de Ferrando Alfanaquí en su primer matrimonio, a Jerónima se le pone el apellido Ezcandar.

38. Además de Juan tuvieron a Gabriel, Isabel, Francisco, Jerónima, Elena y Ana Lasierra.

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casado posteriormente con Juana Alfarrán menor, con quien tiene varios hijos, como se verá más adelante. Son muchos más los casos de matrimonios en segundas nupcias, pero para ver lo que aquí se trataba, la alta mortalidad entre la gente joven, los ejemplos son suficientes.

También tenemos noticias de viudos jóvenes que no vuelven a casarse, como María Burro, mujer de Pedro Alfarrán, casada en 1545 y que en 1553 ya ha quedado viuda sin hijos; no se ha encontrado el testamento de Pedro, pero, de acuerdo con las capitulaciones matrimoniales y el fuero, ella debió de recuperar los 1000 sueldos y la cama de ropa que llevó al matrimonio más los 1500 sueldos y cama de ropa que le prometió el marido, pero nada de los bienes de los Alfarrán, por no tener hijos; a pesar de todo, una pequeña fortuna que, aparte de la edad y la ausencia de niños a los que cuidar, la alejó de unas segundas nupcias.39 De algunos no sabemos apenas nada, simplemente una mención en un documento, como ocurre con la ya citada Isabel Prom, hija de Juan Prom y hermana del difunto Amador Prom, que en 1563 aparece casada con el espartañero albalatino Juan Navarro y se hace constar que están casados en segundas nupcias.

Como anécdota vale la pena señalar que gracias a la documentación eclesiástica conocemos el caso de dos partos dobles: en 1587 Juan Cigüeño y Brianda Junez bautizan a sus hijos Miguel y Jerónimo Cigüeño, y en 1560 Domingo el Cantarero y María Albaco hacen lo propio con Juana e Isabel del Cantarero.

En cuanto a la mortalidad infantil, sabemos de una veintena de infantes muertos; no son citas documentales en las que se haga constar, sino que conocemos esto indirectamente: en cuatro casos hay niños que se bautizan con el nombre que tuvo un hermano unos años antes; en dieciséis son los testamentos los que nos lo demuestran, al no aparecer entre los hijos a pesar de que tenemos constancia de su nacimiento o del embarazo de su madre; un caso se encuentra mencionado en el pleito por una herencia. Un último ejemplo es el de un muchacho citado indirectamente en el testamento de su padre en 1564 y muerto en 1570; se trata de Agustín Ezcandar menor. Sirvan, además, de ejemplo los casos de Ana de Codo, hija de Juan Codo y Ana Franco, que aparece en el testamento de su padre de 1559 como menor y ya no figura en uno nuevo de 1564, y de Miguel Medina Ezcandar, hijo de Lope Medina y Ana Ezcandar, bautizado en 1590 y que ya no aparece en un testamento de su madre de 1595. A esos casos de defunción segura habría que añadir el de Marijuana y Ferrando Alfanaquí Ezcandar, bautizados en 1580 y 1590 respectivamente y que en 1593 ya han muerto, según un testamento de su hermanastro Juan Ferrando Alfanaquí; también, entre otros posibles, el de Esperanza Pomar, bautizada en 1595, citada en unas capitulaciones de su madre (1598) como menor, y que dos años después, en el testamento de Hernando Naxar, en el que su hermana Mariana Naxar recibe 200 sueldos para cuando case, ella no figura, de lo que se deduce que puede haber muerto, ya que no hay ningún dato sobre ella posterior a 1598. Martín Oncino, hijo de

39. No parece la misma María Burro que aparece casada en Cuarte con José Nasarre.

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Francisco Oncino y de Jerónima Fierro, es bautizado en enero de 1595, y debe de morir poco después, porque a los cinco días de ser cristianado testa su madre y no se hace mención alguna a él.

Como ejemplo de lo expuesto anteriormente, baste recordar el caso, muy documentado, de los hijos de Ferrando Alfanaquí y su segunda mujer, Jerónima Ezcandar, que en 1576 está preñada. En 1580 bautizan a una niña con el nombre de Marijuana Alfanaquí. En el testamento de Jerónima, de ese mismo año, solo se menciona a su hija Jeronimica Alfanaquí (tal vez recibiera ese nombre el nacido en 1576), pero ha desaparecido Marijuana. Los mismos bautizan en 1583 a Ferrando Alfanaquí, que no es mencionado en el testamento de su hermanastro Juan Ferrando Alfanaquí en 1593. Sabemos que Alexandrico de Sasa debe de tenerunos ocho años en 158240 y que en 1586 ya ha muerto; sus hermanos Juanico y Marianica de Sasa, citados en un testamento de su padre de 1571, no aparecen en el de su madre, Ana Compás, de 1580, en el que sí se habla de Alexandrico como único hijo del matrimonio.

A esos infantes muertos hay que añadir catorce jóvenes solteros (mancebos, mozos y doncellas), de una de los cuales conocemos su edad por tener la fecha de bautismo; se trata de María Menescal, muerta en 1594 a los diecisiete años. De otro, José Medina Ezcandar, nos consta que es bautizado en 1577 pero no es citado en el testamento de su madre, Jerónima, en 1600. De otros, como el labrador Lorenzo Oncino, sabemos que cuando muere en 1551 es muy joven, que ha sido criado por su tía Isabel Oncino y que sus hermanos varones son menores, pero desconocemos su edad exacta, lo mismo que ocurre con el herrero Juan Alfarrán, que no es enterrado en Huesca, sino que pide que se haga en Albero Bajo de los Nuevos Convertidos, cuya población es toda morisca. De otros, como de Lupercio Compañero, solo sabemos que en 1554 ya está muerto y que debióde morir adolescente, porque en esa fecha se casa su hermano mayor, Miguel, que no ha podido disponer de la herencia de su padre hasta el momento de contraer matrimonio por ser menor. De Jerónima de Fierro, hija de Leonis de Fierro y su primera mujer, Esperanza Aranja, nos consta que en el testamento de Ana Compás, de 1564, recibe 400 sueldos para cuando case —es decir, que era joven—, y perdemos su rastro, ya que en el primer testamento de su padre, del mismo año, ya no es citada, de lo que se desprende que murió en la epidemia de 1564, aunque no tengamos su acta de defunción. De Juan Codo menor, hijo de Juan Codo y de Ana Franco, sabemos que es un niño en 1564 y en 1570 ha debido de morir, porque se bautiza a un hermanastro suyo con el mismo nombre, hijo de Petrona Burro. En 1590 hace testamento Gaspar de Moros y parece que muere; sabemos que en 1581 era huérfano de padre y madre tutelado, por menor de catorce años, por Jerónimo Burro y Lupercio Gali, de manera que debió de fallecer muy joven,

40. No tenemos seguridad de cuándo nació pero, al morir su madre y heredarla, lo tutela su padre, que pone en alquiler las casas que Alexandrico ha recibido de su madre por un periodo de seis años, lo que da idea de que esos seis años era lo que le faltaba para la mayoría de catorce años, que en Aragón permitía controlar parcialmente los bienes.

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al poco de cumplir la mayoría. De 1594 es la partida de defunción de una tal Gracica, doncella, de la que no sabemos los apellidos, pero pudiera ser Gracia Almaçor, cuya pista se pierde; su hermana Diana Almaçor tiene al morir su madre en 1590 menos de catorce años, y en 1595 consta que ya ha fallecido, de modo que muere a los diecisiete o dieciocho años. El mismo año fallece el mozo Jerónimo Prom. Y en 1600 tenemos el testamento del mancebo Ferrando Codo, que muere tras dejar como heredera a su madre, Petrona Burro. Para hacernos una idea de lo que pudo ser la mortalidad infantil o juvenil tenemos un buen ejemplo en la familia formada por Juan Cigüeño y Brianda Junez; sabemos que tienen siete hijos, de los que tres mueren muy jóvenes, sin que se sepa la fecha concreta; los tres muertos son Francisco, bautizado en 1571, Esperanza, bautizada en 1580, y Miguel Cigüeño, bautizado en 1587. Ninguno de ellos es mencionado en el testamento hecho por su padre en 1593, en el que sí aparecen Brianda (nacida en 1575), Mariana (en 1581) y Juan y Jerónima Cigüeño, que no consta cuándo fueron bautizados. Tres muertos sobre siete es mucho, pero es lo que corresponde a un régimen demográfico primitivo. También es significativo que los tres hijos que tuvo Alexandre de Sasa, Alexandrico, Martinico y Marianica de Sasa, muriesen muy niños, y acaso eso nos haga reflexionar sobre la posibilidad de que los numerosos matrimonios que parecen estériles no lo sean en realidad, sino que hayan sufrido la pérdida de sus hijos, como en el caso que acabamos de ver.

Si difícil es llegar a conclusiones en los campos expuestos, no lo es menos saber cuánta gente llegaba a la ancianidad. Solamente en los documentos de la Inquisición aparece la edad de las gentes, y los ejemplos referentes a Huesca no son significativos, porque la mayor parte de los oscenses que pasan por el Santo Oficio son jóvenes, o incluso niños, como Isabel y Ferrando Alfanaquí, de quince y catorce años respectivamente.41 Juan Compañero comparece ante la Inquisición en 1598 a los setenta y un años, y su mujer, Ana Navarro, es relajada en 1609 a los setenta. Gabriel Çafar es condenado a galeras en 1583, cuando cuenta treinta y ocho, y muere unos veintidós años después. Tenemos noticia de que Vicente Alamén es cabeza de familia en 1527 y muere, como su mujer, Ana Franco, en la epidemia de 1564. Isabel Ezcandar y Juan Lasierra tienen el primero de sus siete hijos en 1560; él muere en 1585, pero ella aún está viva en 1608, lo que podría suponer que llegara a vivir cerca de setenta años, muy al contrario que su primogénito, Juan Lasierra, muerto ya en 1603. Sabemos por un documento notarial que en 1578 Leonis de Fierro mayor declara tener setenta años y al poco fallece, cuatro años después que su mujer. También conocemos que Juan Compañero es juzgado por la Inquisición en 1598 a los setenta y un años, y que todavía vive en 1600, y cuando su esposa es ejecutada en el auto de fe de 1609 se hace constar que es mujer de aquel, pero no se dice que él haya muerto, lo que puede suponer que llegara a superar los ochenta años. De Brianda Compañero

41. Tampoco aparecen en los registros parroquiales.

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sabemos que se casa en 1545 y que aún vive en 1592, por lo que podría frisar los setenta años.

Estudiando las fechas de las defunciones que aparecen en los registros parroquiales o en testamentos se puede tener algún elemento más, pero poca cosa, y lo que nos muestran son muertes relativamente jóvenes: Isabel Menescal es bautizada en 1575 y muere en 1596, habiendo sido madre en 1590; Isabel Alfanaquí recibe el bautismo en 1567 y muere en 1591; Juana Junez se casa en 1562 y muere en 1587; en el mismo año casa Gracia Ezcandar y muere en 1574; Juan Medina casa en 1574 y ya muere en 1584, lo que, teniendo en cuenta la edad habitual en los matrimonios, nos daría una edad de unos treinta o treinta y dos años; sin embargo, Ángela de Moros tiene su primer hijo en 1564 y muere en 1598, lo que supone, siguiendo el criterio anterior, que debió de morir a los sesenta años aproximadamente. Al poco de la conversión tenemos noticia de María Novallas (Gaya de Burro como mora), viuda, que hace testamento a favor de su hermano Luis de Gurrea, el cual por entonces era ya abuelo, de lo que se podría deducir que su hermana era una persona, si no vieja, sí de edad. Tenemos la certificación de la boda de Alexandre de Sasa con Isabel Junez en 1562 y sabemos que Alexandre aún vive en 1609, lo que supone que con toda seguridad superaba ampliamente los sesenta años; esa edad podría tener Juan Ezcandar cuando está preso en 1608, pues nos consta que ya estaba activo como maestro cantarero en 1567.

Por mucho que se ha buscado, no ha sido posible lograr más información concreta, y lo obtenido es muy pobre, pero con todo lo expuesto nos hacemos una idea de lo que pudo ser el movimiento natural de población, si no en su conjunto, sí al menos parcialmente.

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Una de las consecuencias que tuvo la desaparición de la entidad jurídica de la aljama fue la libertad de movimiento de que gozaron sus miembros. Desde el momento del bautismo vemos desaparecer del panorama oscense apellidos que se venían repitiendo a lo largo de toda la historia de la comunidad. De algunos de ellos sabemos que emigran a Valencia muy tempranamente, por ejemplo Rodrigo y Lope Xiret y sus familias, que se deshacen de su patrimonio en Huesca y se declaran habitantes de Misla (¿Mislata?) en 1534, y más tarde, otra de las familias que llevaban siglos en Huesca, los Cernico, que a mediados de siglo aún tenían algún miembro en Huesca pero que en el último tercio solo aparecen como residentes en la ciudad de Valencia.42 Las razones por las que se marchan no siempre nos son conocidas, pero hay algo en común entre todos los emigrantes, vayan a un lugar alejado, como los casos citados, o se limiten a desplazarse a la comarca de Huesca, sea para toda la vida o temporalmente: todos acuden a lugares en los que la presencia de moriscos es notable, de manera que parece seguro que siempre buscaban estar arropados por los suyos.

Cronológicamente, la mayor parte de los casos que nos constan son posteriores a 1550 y los conocemos siempre a partir de documentos notariales y de la Inquisición. Saber que estamos ante un migrante suele ser sencillo, porque se menciona, con frecuencia, el lugar de origen y el de residencia, aunque a veces ha sido gracias a la aparición de apellidos nuevos aragoneses o extranjeros: Franco, Montero, Castellano, Huerto, Conte, Vélez, Úbeda, Hernández, etcétera. Los datos obtenidos nos permiten realizar una aproximación al fenómeno migratorio que vamos a ir exponiendo teniendo en consideración emigración e inmigración, lugar de origen y destino, migración por motivos laborales, migración de refugiados y migración por matrimonio.

La inmigración es un fenómeno relativamente raro durante los primeros años de vida de la comunidad: hasta 1560, solamente podemos asegurar que quince personas, trece varones y dos mujeres, son inmigrantes; entre ellos destaca, por lo temprano de la fecha, Salvador de Cuéllar, citado en 1527 entre los miembros

42. En 1578 residen en Valencia Juan y Gabriel Cernico.

LOS MOVIMIENTOS
MIGRATORIOS
QN
ÍNDICE

LA CUESTIÓN DEMOGRÁFICA

del colegio de nuevos convertidos.43 En el mismo periodo, diez emigran, cuatro de ellos mujeres. De 1560 a 1580 se da un notable movimiento de población: hay cuarenta y dos inmigrantes, de los cuales trece son mujeres, y entre ellos se encuentran tres matrimonios en los que ambos cónyuges son inmigrantes. En el mismo periodo constan veintisiete emigrantes, entre los que cuatro son mujeres y hay dos matrimonios. Desde 1581 hasta el momento de la expulsión se produce menos movimiento migratorio. En la década de los noventa contabilizamos cinco inmigrantes (una sola mujer) y, por el contrario, el número de emigrantes es muy superior: diecinueve en total, con cinco mujeres y dos matrimonios. Los últimos años de vida de la comunidad dan pocos datos, pero son catorce los inmigrantes —entre los cuales hay un matrimonio y dos mujeres— y emigran cuatro personas.44 Este aumento de inmigrantes respecto a la década anterior es muy probable que se debiera, ante las amenazas de expulsión, a la búsqueda de seguridad en la ciudad, como es el caso de María Castellano, natural de Épila, que es juzgada en 1611 por la Inquisición por haberse escondido en Huesca para evitar el exilio. Años antes, María Albariel, mujer de Gabriel Çafar, hija y hermana de relajados y ella reconciliada, cuando el marido es condenado a galeras va a Huesca a hacerse con el gran patrimonio de los Çafar y a cuidar de sus hijos. Llegado el momento de la expulsión, ya viuda, parece que permaneció en la ciudad junto a su hija Esperanza, en opinión de la doctora Carmen Ansón.45

Como hemos señalado, es muy probable que, al igual que ocurre con María Castellano, de Épila, algunos moriscos intentaran ocultarse y evitar la expulsión, pero solo conocemos documentalmente por escrituras oscenses, además del caso citado, el de Martín el Valenciano y Juan el Valenciano, moriscos que en 1613 seguían en la villa de Alerre, junto a Huesca, y el de Pedro Miguel Monllor, apresado en Sariñena en 1624, originario de Gandía. Acaso los tres fueran de los moriscos que poco después de la expulsión regresaron, a pesar del celo que pusieron las autoridades para evitar que quedaran conversos en el reino o que regresaran, tal como queda reflejado en un acta del Concejo de Huesca de junio de 1611 en la que se recoge la llegada a la ciudad de Felipe de Porres, de la Orden de Alcántara, para comprobar que se había cumplido el mandato real de expulsión, que no quedaban moriscos en la ciudad y que ninguno de los expulsados había regresado a ella.46

¿De dónde proceden y adónde se dirigen los migrantes? Algunos, por sus apellidos, podemos asegurar que no son moros de Huesca —Cortés, por ejemplo—, y otros ni siquiera aragoneses, como Yáñez, Caldes o Montero; de otros podemos deducir su origen —Salvador de Cuéllar (1527) y Gabriel de Cuéllar (1574),

43. Podrían considerarse también inmigrantes gentes que llevan como apellido algún topónimo aragonés, por ejemplo los numerosos De Moros, pero no se han tenido en cuenta, porque el apellido aparece ya en el momento del bautismo forzoso.

44. No se incluyen en esta cifra los que salieron en la expulsión, como los Medina y otros.

45. El caso de la familia Çafar tiene un tratamiento especial al estudiar a la aristocracia morisca.

46. El dato del acta municipal me ha sido facilitado por Carlos Garcés.

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Plano de la ciudad de Huesca en los siglos XVIXVII en una recreación de Bizén d’o Río Martínez, en el que se puede apreciar de forma esquemática el aspecto del barrio de la Nueva Cristiandad, vieja Morería, en los alrededores de la parroquia de San Martín.

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entre los que no parece haber vínculo familiar—; los hay que llegan de lejos, como el bautizado en San Lorenzo en 1600 procedente de «Alexerbe» (¿Algarve?); un moro al que se le define como extranjero en el libro de defunciones de San Martín en 1558; un marroquí, Martín Marruecos, casado con María Macerol, apellido no oscense, ambos documentados entre 1602 y 1608, con un hijo bautizado y confirmado en Huesca; dos navarros, un mozo en 1544 y un cantarero, Juan de Sanmartín, en 1545; de Segorbe es Ana Montero, casada en Huesca con Agustín Ezcandar antes de 1563; siete son catalanes de Lérida y sus inmediaciones; otro, Caldes, posiblemente catalán; dos extremeños de Cáceres, afincados en Huesca tempranamente; a Juan Vélez, fontero, lo tenemos ya en 1561 en Huesca, donde hace su vida, y su hija María Vélez casa con el oscense Martín del Rey en 1574; otro Vélez, Martín, está documentado en 1578, y cuatro son granadinos que por documentos de la Inquisición sabemos que vivían en Huesca y de los que algo diremos más adelante.

La mayoría de los inmigrantes procedían de Aragón, a veces de zonas alejadas, como la comarca de Calatayud (Plasencia de Jalón, Morata, Saviñán, Jarque), Zaragoza, Épila, Daroca, Maella, Muel, María de Huerva, Calanda —familias enteras, como los numerosos Palacio, Castellano y otros vienen de esta villa— y Fuentes de Ebro; otros proceden de lugares más cercanos (La Litera, Albalate de Cinca, Fraga, Pomar, Alcolea de Cinca, Naval, Enate), y finalmente los hay de las inmediaciones de la ciudad (Alerre, Barbués, Cuarte y Huerto, por ejemplo), que pueden considerarse oscenses. En cualquier caso, se observa en los movimientos migratorios el efecto llamada; así, los andaluces que aparecen son todos del reino de Granada; los catalanes, de Lérida y sus inmediaciones; los aragoneses suelen proceder de lugares en los que la comunidad de Huesca tiene familiares, y los navarros que conocemos llegan al tiempo a la ciudad y son del ramo de la alfarería. De algunos inmigrantes solo tenemos referencias muy pobres, tanto que a veces ni su nombre ni su procedencia conocemos: así, el caso del «moro forano» que habita en casa de una viuda, cuyo nombre no se hace constar, y que bautiza un hijo en San Martín con el nombre de Juan, o la «mujer de Juan Ferrer», registrada en el libro de defunciones de San Martín como «pobre sin testamento» (1599), lo mismo que María Mora, viuda de Miguel de Mora, que muere pobre y sin testar en casa de Ferrando Alfanaquí (1601), o la «convertida originaria de Naval» que fallece en 1552, y el «extranjero convertido» enterrado en San Martín en 1558. No cabe duda de que algunos moriscos inmigrantes, como estos seres casi anónimos que acabamos de citar, formarían parte del estrato económico más bajo de la ciudad, y solo por hechos casuales nos han llegado noticias de ellos.

¿Qué motivos los llevan a Huesca? Hay un primer gran grupo de inmigrantes por cuestiones laborales. Un buen número de ellos llegan a la ciudad en busca de trabajo como mozos aprendices47 de cantarero —en 1544 Juan Romero, de

47. De todo ello se hablará con detalle al estudiar la actividad económica y el trabajo.

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Sangüesa, con el maestro Vicente Alamén; Pedro de Mora, en 1561, con Francisco Ezcandar; Alexandre Molacho con el mismo en 1571; en 1578 Gabriel Alquecí, de Aitona, con maese Juan Codo; en 1601 Miguel de Güerto, de Fuentes, con el mismo Codo—; de zapatero —Francisco Amador, de Fraga, en 1534, con el maestro Pedro Cigüeño, que en 1538 toma a Miguel Fierro, alias Ferrerico, de Naval, al año siguiente a Felipe Alcerán, de Naval, y en 1566 a Baltasar de Huerto; Domingo de Aruex, de Acumuer, en 1553 con el maestro Agustín Ezcandar, además de otros aprendices oscenses—; de lencero —Agustín Gali, de Zaragoza, con Ferrando Çafar en 1541—; de herrero-albéitar —Demetrio Ubico, de Alerre, en 1576 con el maestro Alonso de Cáceres, y Felipe Franco y Pedro Franco, de Huerto, en 1578 con el maestro Juan Menescal—; con el obrero de villa Domingo Almaçor firman como mozos en 1546 Miguel Salas y Domingo Ferrando; como aprendiz, Jerónimo Trosiller, de Alquézar, en 1550, y como mozo aprendiz en 1552 Martín de Garín, de Ariatza, de la «provincia de Vizcaya», entre otros casos que se irán viendo a lo largo del trabajo.

Algunos llegaban ya formados como trabajadores de los más diversos ramos: obreros de villa como maese Juan (1533), Juan Gali48 (testa en Huesca en 1542); Domingo Almaçor y su mujer, de Zaragoza, están documentados en Huesca desde 1552;49 el tejero navarro Juan de Sanmartín (1545); los hay sogueros y esparteros, como Juan Navarro, de Albalate de Cinca (documentado en 1563), Miguel Moscabida (apellido no oscense), casado con la oscense Ángela de Moros según el testamento de esta en 1583, y maese Juan de Naval (1596); hay un labrador llegado de Naval, Francisco (1598); se sabe de caldereros-herreros, como Juan Vélez (1561; en 1565 aparece como fontero y en 1574 como fustero), el leridano Antón Fierro menor, que casa con la oscense Juana Burro (1574) y aporta, entre otras cosas, casas en Lérida e instrumental de herrería,50 y al que vemos vendiendo con su madre, Ana Mediona, también residente en Huesca, sus bienes de Lérida en 1577, o Francisco Pex, procedente de Muel, que en 1598 compra una botiga y casa al calderero Francisco Burro; los hay cantareros-olleros, como Gabriel Zuliani, de Aitona (1572), Gabriel de Cuéllar (1574) o Juan de Pina (1578); hay un zapatero andaluz, Miguel de Morón, en 1579, e incluso un trompeta, Martín Marruecos, contratado por el Concejo (1607). El herrero Juan Lasierra y su mujer, Isabel Ezcandar, reciben en 1572 del padre de esta tierras para que se trasladen de Barbastro a Huesca y lo cuiden en la vejez, cosa que hacen. Otros herreros se instalan en Huesca, como Gabriel Menescal y su hijo Jerónimo Menescal, que se deshacen de su patrimonio en Naval (1589) —de lo que se deduce que proceden de allí— a cambio de 15 quintales de hierro y 65

48. Hay, como mínimo, cuatro Juan Gali a lo largo de la historia de la comunidad, cuyo parentesco no siempre está claro.

49. En esta fecha, Almaçor y su mujer, Gracia Arenes, nombran un procurador en Zaragoza para recibir de Martín Almaçor, zapatero de Zaragoza, 2000 sueldos de los 4000 que le dejó a Domingo su madre, Margarita.

50. Su mujer aporta 2000 sueldos. Ropas y cama de ropa nueva.

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libras que reciben de Lope Moreno, al que le dan la mitad de siete eras salineras, patios que compraron a Miguel Fierro,51 su parte de la muera (agua salada), la actio de las cabañas y los rendimientos del salinar, todo en Naval, algo nada despreciable dado el valor que tiene la sal en la época. De Calanda proceden el herrero Juan Alfarrán y su padre, Jerónimo Alfarrán, que eran originarios de Huesca, de manera que regresan a la ciudad de sus antepasados.

Muy numerosos son los criados y criadas que trabajan en las casas de las familias más adineradas. Muchos de los sirvientes no parecen oscenses por sus apellidos, pero no siempre se menciona su lugar de origen, de modo que los que podemos considerar inmigrantes son pocos; los conocemos porque aparecen en los testamentos de sus señores o porque son testificados en el Tribunal de la Inquisición, como los criados de la casa de los Çafar. Sabemos que en 1575 el menescal Ferrando Alfanaquí tiene como criada a María de Falces, de Alerre; con el herrero Francisco Junez trabaja en la misma fecha Teresa de Blecua; en 1577, en un testamento de Ferrando Çafar mayor, se menciona a la criada Isabelica, de Albalate de Cinca, y a Gracia Gali y Marica Gali, de Morata; y en un codicilo del mismo aparece en 1578 María Ana de Sasa. En los juicios inquisitoriales de 1583 aparecen juzgados por morerías varios criados de los Çafar: María Gascón, de Sangarrén; Miguel Pinón, de Lérida; Isabel de Puibolea; Miguel Royo y su mujer, Isabel Alfafar, de Albalate de Cinca; Gabriel Monferriz, vihuelero y criado, de Zaragoza, y también de Zaragoza el muchacho de dieciséis años Juan Gali, definido como criado cuadrillero. Con el calderero Jerónimo Burro trabaja Martina de Puibolea en 1587; sabemos que, en 1590, en casa de Juan Felices y Esperanza Çafar menor está de criado Juan de Gallur, y Esperanza Escudero sirve el mismo año en casa de Lupercio Gali; finalmente, en el primer testamento de Juan Ferrando Alfanaquí (1593) vemos que en su casa trabaja de criada María Amazarola —de origen incierto, pero no oscense— que llevaba en la casa desde niña, por lo que recibe 200 sueldos más los 500 que le dejó en testamento Ferrando Alfanaquí padre.

Numeroso es el grupo de inmigrantes por matrimonio, hombres y mujeres que llegan a Huesca para formar una nueva familia desde diversos lugares, algunos de ellos ya mencionados. Así, tenemos noticias de Catalina Calvo, de Naval, casada con Pedro de Huesca en 1531; Jerónima Franco, de Naval, casada en 1544 con el zapatero Agustín Ezcandar; Ana Yáñez, casada con Pablo Alfarrán (documentada en 1562), Juana de Litera, casada con el oscense Juan Grisén (1545); sabemos que en 1563 María de Úbeda está casada con Juan Gali, natural de Zaragoza pero residente en Huesca, y en la misma fecha tenemos noticia de Ana Montero, de Segorbe, casada con Miguel Ezcandar; en 1565 se casa en la iglesia de San Martín Domingo Lacuesta —apellido que no es de ninguna familia morisca oscense— con una hija de la viuda de Naxar; Gabriel de Cuéllar, está casado con María Franco (1573); Miguel Moscabida, de Saviñán, contrae matrimonio en 1577 con la viuda de Juan Prom y de Gaspar Batalanau, Ángela de

51. Acaso sea el Miguel Fierro, alias Ferrerico, de Naval, que vimos como aprendiz.

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Moros; Jaime Burro, de Almuniente, casado con Gracia Alamén, ya ha muerto en 1577; en 1586 casa Juan Royo (o Alfarrán), de Huesca, con María de Calanda, natural de Fuentes; en 1592, por el testamento de su padre, Ferrando Alfanaquí, sabemos que su hija Isabel Alfanaquí es viuda de Pedro Barcedo, apellido no oscense; Francisco Xalón, de Jarque, casa en 1598 con la viuda de Francisco Sage —apellido no oscense—, Jerónima Prom; el mismo año, María Lasierra, de Barbués, casa con Francisco de Enzala; Esperanza Castellano, de Zaragoza, está casada con Martín Codo (1602), y de Zaragoza proceden María Casabona, mujer de José Çafar, y María Albariel, esposa de Gabriel Çafar, que a temporadas residen en una u otra ciudad, y que se trasladan a Huesca cuando Gabriel y sus hermanos José y Francisco son condenados a galeras en 1583. Por último nos encontramos con un pequeño grupo de inmigrantes que llegan a Huesca, a lo que parece, para refugiarse. Ya se ha citado el caso de la morisca de Épila, pero fueron más. Los conocemos gracias a los documentos de la Inquisición, y da la impresión de que son gentes escapadas de la persecución desencadenada en el reino de Granada tras la revuelta de Las Alpujarras, documentadas los años 1578 y 1579. Se trata de Hernando Hernández, natural de Adra, su mujer, Mariana Hernández, de Orán, y los hermanos Lorenzo y Miguel Hernández, de Granada. El matrimonio de un granadino y una oranesa nos está hablando de las relaciones que los moriscos españoles mantuvieron con el norte de África, lo que también ocurrió con algunos miembros de la familia Çafar, como se verá en su momento. Seguramente no serían los únicos moriscos escapados de Andalucía que llegaron a Huesca, pero sí son los únicos de los que tenemos noticia. Su rocambolesca historia, que se verá al estudiar la relación entre los moriscos oscenses y el Santo Oficio, acabó con ellos en galeras y cárcel para la mujer. También del reino de Granada, de las tierras de los Vélez en el levante almeriense, puede proceder Juan Vélez, documentado desde 1561, que desarrollará en Huesca toda su vida.

Si repasamos la lista de apellidos nuevos, que no figuraban entre los moros de Huesca, observamos que la mayor parte de los foráneos llegan a la ciudad en la segunda mitad del siglo XVI, aunque no falten desde el primer momento. Aparte de los casos estudiados anteriormente, siguiendo un orden cronológico nos encontramos los que detallamos a continuación: en 1527 están Juan Brondal, Salvador de Cuéllar y Jaime Forner, citados los tres entre los miembros del colectivo; en 1528, Juan Campos, mencionado como integrante del colectivo; en 1534, Lope Alnao, quien vende casas de su cuñado Rodrigo Xiret;52 en 1541 tenemos a Martín Faxol, especiero, casado con Isabel de Moros; en 1546 Juan del Ala está casado con la oscense Esperanza Compás, y María Açón con Pedro Oncino, viejo apellido de Huesca; en 1551 se casan Juan Codo y Ana Domingo, ambos apellidos no oscenses; en 1553 sabemos de Lope Morillo, cuñado de Rodrigo Alfanaquí y tutor de sus hijas; en 1556 Ana Alba aparece como mujer de Domingo el Cantarero; en

52. Su hermana Paciencia Alnao vive casada en Valencia con el oscense Rodrigo Xiret.

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1563 se da noticia de Juan Masagrán, ya difunto, marido de la oscense Isabel Prom; en 1564 Domingo Anzul es el receptor del inventario de Gracia Gali, Esperanza Ferrera lo es de una manda testamentaria de Ana Compás y hay noticia de Miguel de Caldes, marido de Leonor Faxol, y Jerónimo Cabero, ya muerto, maridode Isabel Faxol; de 1565 es el acta matrimonial en el libro de San Martín de Domingo Lacuesta, quien contrae matrimonio con «una hija de la viuda de Naxar»; en 1566 María Lugel casa con el oscense Juan Alfarrán, procedente quizás de Fuentes de Ebro, donde tienen patrimonio; de 1667 son las noticias de Martín Palacio, procedente de Calanda; en 1571 Juan Cortés, menescal, casa con Isabel Junez, y en 1573 Domingo Batalanau lo hace con Juana Ezcandar; en 1574 Gabriel de Cuéllar, cantarero, hace testamento; Ana Cassando (realmente su apellido es Compás) contrae matrimonio con Alexandre de Sasa en 1580, y un año después sabemos de Jerónima Algabo, viuda de Rodrigo Muçot, cuyo hijo Jerónimo Muçot está casado con Ana Naxar menor; en 1583 Miguel Moscabida aparece casado con Ángela de Moros; en 1584, Francisco Sage lo está con Jerónima Prom, y Jerónimo Amarçala, cantarero, es citado como marido de Ana Naxar mayor; Jerónima Comar, esposa de Juan Burro, es mencionada en 1587, y en 1588 lo son Alejandro Serrano y su mujer, María Pomar; en 1589 se menciona al difunto Francisco Ferrer, marido de Ana Oncino; Esperanza Alcarangen, mujer de Juan Prom menor (en otros documentos aparece como Alcarabí y Alcaralei), es citada en 1591; en 1592 lo es Pedro Bercedo, ya difunto, marido que fue de Isabel Alfanaquí; en 1595 aparece el matrimonio formado por Simón de Pomar y María del Cuento; en 1597 está María Punchón, mujer de Miguel Lasierra; en 1598 Francisco Xalón, que procede de Jarque, se casa con Jerónima Prom; en 1600 aparece un Sora, procedente de Alerre, casado con Jerónima Lasierra, y también Damián Corbeta, marido de Mariana Codo, y María Colemón, casada con Domingo Pastor, quienes bautizan a su hijo Jerónimo Pastor; en 1602, Martín Marruecos y su mujer, María Macerol, ambos foráneos, bautizan a un hijo de nombre Luis. De algunos apenas tenemos datos, como ocurre con inmigrantes que conocemos por su partida de defunción: una «convertida originaria de Naval» (1552), un «extranjeroconvertido» (1558), la Grisena (1576) —de Grisén, es de suponer— y un tal Antoni (1596), que bien pudiera ser catalán o valenciano. Los emigrantes oscenses se dirigen fundamentalmente a otros lugares del reino, aunque ya hemos citado ejemplos de emigrados a Valencia (los Xiret y los Cernico, dos viejas familias oscenses), y a Lérida fue Antón Fierro mayor, aunque su hijo regresó a Huesca, donde habían mantenido parte de su patrimonio. El oscense más alejado del reino del que tenemos noticia es Juan Çafar, que vive en Argel desde la década de 1560 y que es un punto de referencia para muchos oscenses, como su sobrino Juan Compañero menor, que fue a vivir un tiempo en su casa, o su hermano Gabriel Çafar, que fue apresado cuando intentaba viajar para reunirse con él.53 Sabemos por un testamento cerrado de su padre en 1559 que aún reside

53. Se verá más ampliamente todo el asunto al estudiar a las familias Compañero y Çafar.

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en Aragón, pero en otro testamento hecho en 1562 ya se ha ido a Argel, y en otro de 1577 se le prometen 10000 sueldos si decide regresar a Aragón para «vivir como católico», lo que prueba rotundamente su fidelidad al islam y que su emigración tenía motivos religiosos, buscando vivir en libertad su fe, algo que solo estaba al alcance de los más adinerados: la gente sin posibles se limitaría a cambiar de domicilio y refugiarse en ciudades mayores, Zaragoza o Valencia, por ejemplo, o en lugares donde los conversos eran mayoría o formaban comunidades muy numerosas, como Albero Bajo, donde todos eran antiguos musulmanes (el pueblo se llamaba Albero de los Moros y, después, de los Nuevos Convertidos). Allí vive en 1593 Isabel Ezcandar, ya viuda del herrero Juan Lasierra; no consta que tuviera familia en el pueblo, así que resulta difícil explicar por qué se va a residir a una pequeña aldea, a no ser que buscara la posibilidad de vivir como musulmana, lo cual siempre es más fácil entre iguales que en una sociedad mixta, o que fuera a residir con cualquiera de sus siete hijos. Parecido puede ser el caso de Jaime Medina, a quien vemos en 1586 en otro pueblo de mayoría morisca, Almonacid. Y especial es el de Esperanza Çafar menor, que tras la expulsión y después de haber pasado por la Inquisición, en 1612, se traslada a Zaragoza con sus hijas, acaso buscando el anonimato. Consta documentalmente una íntima relación entre conversos de Huesca y de Calanda, y es probable que este vínculo y el intercambio de domicilios se debieran también a cuestiones religiosas, como queda demostrado en 1581 en el primer proceso inquisitorial de Juan Compañero menor, quien declara haber sido instruido en la fe musulmana por su abuela y por un hombre de Calanda, el lugar aragonés con el que los moriscos de Huesca mantienen mayor relación familiar y de donde procede un buen número de inmigrantes.

Sabemos de oscenses en Zaragoza por cuestiones de trabajo, como la rica familia Compañero, que en 1566 ya consta que vivía en la capital, aunque mantuvo siempre casa en Huesca, y también alguno de sus parientes los Çafar —José y Gabriel—, a caballo entre Huesca y Zaragoza en sus negocios comerciales y bancarios. También por trabajo se trasladan a la ciudad del Ebro el herrero Francisco Naxar (1587) y el albéitar Ferrando Alfanaquí (1588); en 1571 vive en Zaragoza Jaime del Rey con su mujer, María Faxol, y sus hijos, que en 1567 se ven obligados a vender bienes en Huesca por necesidad. Por matrimonio va a Zaragoza María, alias Oncino, casada con el calcetero Juan Gali (1571). Parece, de todos modos, que la capital no era el principal foco de atracción migratorio de los moriscos oscenses: los vemos frecuentemente desplazándose a zonas rurales, tanto por cuestiones laborales como por matrimonio. Siguiendo un orden cronológico, aparte de los casos ya vistos, nos encontramos con Lope Alborgí, antes Amet, que vive y trabaja de pomero en Osera en 1527; Jorge Marguán aparece en Borja en un documento inquisitorial de 1545; en 1551 tenemos noticia de que Margalida Oncino vive casada con Baltasar en Huerto, cuando hereda de su hermano Miguel Oncino, fallecido soltero; Isabel Castellano, alias Urramén, vive casada en Pedrola, y en el mismo lugar reside su hermana soltera bajo la custodia de su tío Lope Castellano; el efecto llamada funcionó en la familia, porque en 1581 también su hermano Felipe Castellano reside allí; en 1553 sabemos que

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Miguel Compañero, nacido en Huesca, está en Calanda como mercader y acaso, como antes decíamos de otro miembro de su familia, recibiendo instrucción musulmana; en 1554 Isabel Corral, viuda de Francisco Oncino, vive casada en Puibolea;54 Lope Junez, alias el Royo, y su mujer Esperanza de Antillón viven en 1555 en Tierz, prácticamente a las puertas de la ciudad, pero se deshacen de un rico patrimonio rústico, lo que invita a pensar que emigran a otro lugar, y nunca más aparecen en la documentación; en 1563 sabemos que Isabel Prom casa en segundas nupcias con Juan Navarro, vecino de Albalate de Cinca,55 adonde se traslada a vivir; el herrero Pedro Medina reside y trabaja en Almuniente en 1565; el mismo año nos consta que Jerónima Alfarrán está casada en Torrellas con el notable Gaspar Zaydejos, pero viven en ese momento en Huesca, donde efectúan una venta de campos procedentes de la herencia recibida por ella en el testamento de su padre en 1564; María Oncino casa con el zaragozano Jerónimo Gali, pero a temporadas residen en Huesca (1565); en 1572 el matrimonio formado por Juan Lasierra, herrero, e Isabel Ezcandar vive en Barbastro, igual que el del cantarero Juan Medina y Jerónima Ezcandar, casados en Huesca en 1574 y ya en Barbastro al año siguiente; el soguero Jerónimo Alfarrán, residente en Torrellas,56 vende en 1577 un campo que tenía en Huesca, y acaso fuese a esa villa zaragozana atraído por su tía Jerónima Alfarrán cuando casa con Zaydejos;57 Lope de Sasa reside en Barbastro en 1578; el herrero Baltasar de Fierro trabaja en 1580 en Sangarrén, donde acaso se fue al regresar de su condena de cuatro años en galeras en 1559, aunque en 1568 aún está documentado en Huesca; al mismo pueblo va el también herrero Gabriel Lasierra en 1591; en 1581 Felipe Castellano, que vive en Pedrola, pone en arriendo unos campos que tenía en Huesca; Vicente Alfarrán reside en Sariñena en 1583, y el cantarero Juan Prom lo hace en 1605; María de Úbeda, viuda de Gali, reside a las puertas de Huesca, en Bellestar, en 1583; en 1584 pasa por el Tribunal del Santo Oficio Miguel Alfarrán menor, vecino de Sobradiel, pero de origen oscense; por el mismo Tribunal pasa en 1587 María Alfarrán, casada con Pedro Urramén, ambos de Huesca y residentes en Fuentes, el mismo lugar en el que nos encontramos en 1592 al rejolero Juan Lasierra, aunque al año siguiente vuelve a estar en Huesca; en 1586 el herrero Alexandre de Sasa, natural de Huesca y residente en la ciudad y en Barbastro a temporadas, ahora en Alborge, cambia unas casas heredadas de su hijo

54. Este es otro lugar de población exclusivamente morisca.

55. Otro caso más de matrimonio que conocemos por las capitulaciones pero que no consta en el registro parroquial.

56. Esta villa tiene una población de moriscos entre los que se encuentra Gaspar Zaydejos, personaje muy importante del que se hablará más adelante, asociado a la familia Compañero y casado con una Alfarrán de Huesca.

57. Resulta difícil saber el grado de parentesco, toda vez que hay varios homónimos: hay un Jerónimo Alfarrán, hijo de Jerónimo y de María Cigüeño, casado con su prima Jerónima Cigüeño, y en 1560 bautizan a un hijo llamado también Jerónimo; en 1577 tenemos noticia de otro Jerónimo, hijo de Francisco Alfarrán, sobrino de la mujer de Zaydejos, que es soguero, y en 1607 aún aparece otro homónimo procedente de Calanda que reside en Huesca.

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Alexandrico de Sasa, habido con su segunda mujer, Ana Compás; su primera esposa, Isabel Junez, había muerto en 1564 y a pesar de vivir en Barbastro va a morir a Huesca, de donde era originaria; el mismo año Mateo Medina, residente en Albalate de Cinca, recibe la herencia de su hermano el cantarero Juan Medina, muerto soltero sin hijos, y en el mismo pueblo viven Isabel de Enzala y Jaime Alcaranén, casados en Huesca en 1592; Juana Ezcandar vive casada en Alcolea de Cinca con Juan Cigüeño en 1592; en 1597 casa Ana Lasierra con el albalatino Luis Moçot, pero en 1600 ambos viven en Huesca; también temporal es la emigración del herrero Miguel Lasierra y su mujer, María Punchón, al lugar de Barbués en 1602; en Nuez trabaja el albéitar Juan Lasierra en 1598; el cantarero Jerónimo Medina, hijo del cantarero oscense Lope, reside en 1605 en Naval, pueblo de tradición alfarera hasta nuestros días. De algunos no sabemos su destino, pero que se deshagan de todo su patrimonio en la ciudad, casas y tierras, parece indicar que la abandonan, especialmente si para la venta recurren a un procurador residente en Huesca, como es, en 1547, el caso de los hermanos Vicente, Lorenzo y Francisco Oncino, que habían recibido en donación de su hermano Pedro Oncino en 1544 la mitad de todos sus bienes por no tener hijos varones. Alguien podrá plantearse por qué no se habla aquí de la huida de moros a Francia, hecho que la documentación local no recoge. Es probable que los trajineros que llevaban las mercancías de los Compañero y de los Çafar a tierras de Francia tuvieran la oportunidad de quedarse ahí, pero no nos consta, salvo por un documento inquisitorial de 1559 en el que se recoge el juicio del herrero oscense Baltasar de Fierro, acusado de pasar a Francia con otros moros y regresar para recoger dineros que había dejado en depósito con la intención de llevárselos a Francia para vivir como moro. La negativa de Fierro no lo libró de cuatro años de galeras. A Baltasar lo encontramos en Huesca en 1540 casado con Beatriz de Gurrea, y tal vez sea el mismo que en 1580 trabaja en su oficio en el lugar de Sangarrén. No hay ni una sola noticia más sobre posibles huidos a Francia, aunque es probable que ante la inminente expulsión muchos de los que se deshicieron de su patrimonio, señal de su emigración, lo hicieran hacia Francia; sin embargo, esto no pasa de ser una suposición lógica pero en absoluto comprobada. Estos son todos los datos que la documentación aporta sobre los movimientos migratorios. Como se ha podido observar, dominan los internos dentro del reino e incluso en la comarca de Huesca, de manera que en muchos casos, por proximidad, podían seguir atendiendo la explotación de los medios de producción que poseyeran en los lugares de origen; eso explicaría también los relativamente frecuentes casos de migración temporal, si bien resulta difícil asegurarlo. Lo que sí queda fuera de toda duda es que quien se deshace de su patrimonio en el lugar de origen lo hace porque la emigración es definitiva, y en algún caso eso se ha podido constatar, igual que la desaparición de la documentación oscense de personas jóvenes nos puede dejar ver el carácter definitivo de la emigración, aunque todo, como se decía al principio, haya que tomarlo con suma cautela.

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EL SENTIMIENTO DE PERTENENCIA AL GRUPO

ÍNDICE

Resulta difícil, con la documentación con que contamos para el caso de Huesca, saber hasta qué punto se mantuvo el sentimiento colectivo del grupo, sobre todo porque antes de la conversión, salvo por la religión y el marco legal propio, no se diferenciaban del resto de sus conciudadanos: hablaban la misma lengua —el árabe fue perdiéndose hasta no quedar más que como lengua litúrgica—, vestían como los cristianos, participaban de la vida pública en las grandes celebraciones… Eran moros, pero oscenses, una minoría religiosa mucho más que étnica o cultural, si exceptuamos los ámbitos dichos anteriormente. Cuando les llegó el bautismo forzoso, los moros oscenses llevaban más de cuatro siglos separados del resto de Al-Andalus; así pues, las diferencias entre ellos y los moriscos de otras regiones eran manifiestas, lo mismo que se distinguían de los moros de señorío, que solían formar comunidades perfectamente homogéneas en lugares de mayoría mora o incluso exclusivamente conversa, de manera que es difícil que coincidiese la realidad de unos y otros. ¿Se mantiene, de todos modos, el sentimiento de grupo, de minoría diferenciada, tanto en el ámbito local como en su relación con otros grupos de moriscos? Las pruebas nos indican que sí, tanto internamente como en sus relaciones con la mayoría, que con frecuencia los marcará y señalará. Como decía, el propio origen de ese colectivo nuevo será su mayor y más significativa seña de identidad; la injusticia que supuso la pérdida de sus libertades hará que se mantenga presente el origen y se avive el sentimiento de ser unos vencidos, unos perdedores, sentimiento quizás no compartido por los más ricos de los moriscos, que gracias a la igualdad legal con los cristianos y a la libertad de movimiento que ganaron estuvieron en condiciones de mejorar su situación económica, hecho que veremos repetidamente a lo largo del estudio, en el que se constatará el carácter clasista de la comunidad conversa.

La muerte de la aljama no supuso la muerte del sentimiento de adscripción a un grupo, y eso se ve a lo largo de toda su historia; la misma endogamia es una prueba, con tan pocos matrimonios mixtos que prácticamente no cuentan. Podrá pensarse que estaban condenados a ella, pero no es tan seguro que así fuera, especialmente entre las gentes acomodadas, que, como veremos más adelante, tuvieron posibilidad de acceder a casarse con cristianos viejos. Ya hablamos al tratar la demografía de algunos documentos en los que el colectivo de conversos actúa en nombre de todos, de manera que sí existe la conciencia de grupo, definido como «colegio de los nuevos convertidos», con sus representantes e incluso su nuncio, o, a finales del siglo XVI, como «barrio de los nuevos convertidos», pero manteniendo sus procuradores, lo que indica que había asuntos que afectaban a todos. Las primeras pruebas son ejemplos de venta y

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traspaso de bienes que fueron de la aljama, que como colectivo tenía tierras e inmuebles para atender las necesidades de culto y de asistencia social a sus miembros, posesiones que, desaparecida aquella, siguen siendo propiedad colectiva: en 1527 venden un mirador en el Campo del Toro; en 1528, un campo en la Xarea, y el mismo año hacen un pago a los predicadores con bienes, sin especificar, que fueron de la aljama. Ese mismo espíritu colectivo lo vemos en 1538 en un pleito que todos los conversos de Huesca tienen con Adrián Abengalí, cuya causa y resultado nos son desconocidos; por esas fechas, este ha vendido una casa al señor de Alerre por 5500 sueldos, a la vez que toma de él una comanda, pero no creemos que haya relación entre esta operación y el proceso, aunque no puede descartarse que la casa vendida fuese propiedad del colectivo morisco.

Tal vez el hecho de que la Inquisición mantuviera controlados a todos los moriscos, que debían pagar al Santo Oficio, como veremos al estudiar en su momento las relaciones entre los moriscos y el Tribunal, fuera una de las causas principales de la supervivencia del sentimiento de grupo, aunque solo fuese por saberse marcados y controlados por su origen. En 1554, los moriscos de Huesca colectivamente se dirigen a la Inquisición de Aragón para intentar mejorar sus obligaciones tributarias con el Santo Oficio, obligaciones que quedan también patentes en época ya muy avanzada, en 1595, tal como se expondrá más adelante.

Otras pruebas que evidencien el sentimiento de formar parte de un colectivo son conjeturas relacionadas con los intentos de sublevación contra el rey en connivencia con el turco, con moriscos exiliados en el norte de África y con los de otras regiones de España, y con los luteranos del sur de Francia. Habían pasado años de la agitación en el reino de Granada y aún en 1590 se ve una causa ante el Santo Oficio en Zaragoza de un argelino llamado Zalema que, según dice el documento, está en Aragón «alborotando moriscos y diciendo que el rey de Argel vendrá a España». Según relatan los documentos inquisitoriales, la revuelta iba a ser protagonizada por el colectivo urbano, concretamente por la aristocracia morisca, en alianza con los moriscos de la zona, hecho que estudiaremos con detenimiento más adelante y que, aunque pueda parecer algo descabellado, evidencia que desde fuera sí se percibía la cohesión del grupo; al menos eso quería hacer ver el poder, aunque probablemente su mensaje solo calara en una minoría que ya tenía el juicio hecho de antemano. Lo que sí parece claro es que la solidaridad entre ellos debió de ser una realidad, tal como se ve en los casos de tutoría de los menores que quedaban huérfanos, asumida voluntariamente, y que siempre recaía en personas de cierta relevancia social o económica, no necesariamente familiares de los menores; no cabe duda de que, siguiendo la tradición musulmana, remediar un descalabro familiar era responsabilidad de la comunidad. Son muchísimos los casos, tantos que se estudiarán independientemente para ver los vínculos familiares, pero es quizás uno de los aspectos más claros de ese sentimiento colectivo, como también lo es que los testigos de los documentos de conversos sean casi exclusivamente ex musulmanes,

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a no ser en las grandes operaciones económicas llevadas a cabo por la aristocracia conversa, íntimamente ligada con los poderosos cristianos, al menos hasta el acoso inquisitorial del último tercio del siglo, de la misma manera que los más ricos moriscos pueden llegar a ser árbitros entre cristianos viejos, como Juan Compañero en 1662.

Que el sentimiento de pertenecer al grupo no se limita a la ciudad queda claro en un documento inquisitorial de 1581 en el que Juan Compañero, acusado de recoger dineros entre los numerosos conversos de la Hoya de Huesca, declara en su defensa que lo que recaudaba no era para ayudar a la sublevación ni para rescatar a un cristiano morisco apresado en Sevilla, según carta enviada desde Argel por su sobrino Juan Çafar; Compañero dice que era para rescatar a la mujer de un criado suyo que estaba en poder de un comerciante sevillano. Reconoce haber pasado por los «pueblos de moros» inmediatos a Huesca y haber recaudado dinero entre los convertidos, prueba de que se sentían pertenecientes a un mismo grupo. Cuando estudiemos la facilidad con que se movían algunos miembros de la poderosa familia Çafar por toda España, escapando de la Inquisición, llegando a Roma, viajando hasta tierra del turco, se hará patente que nada de ello hubiera sido posible sin contar con el dinero que tenían, pero tampoco sin la ayuda de las redes clandestinas de los moriscos en los reinos de España, especialmente en Cataluña, Valencia y Aragón para este caso concreto. No hay que olvidar que la supervivencia de las creencias religiosas y los ritos propios musulmanes no pudieron borrarse de golpe, de manera que lo más creíble es que, sin dudar de la sinceridad de algunos conversos, el islam continuase siendo un punto de unión entre los miembros de la comunidad. Los documentos inquisitoriales nos hablarán, como ya veremos, de la prácticas de «cosas de moros», de escritos con ritos y hechicerías para ayudar a parir, de escrituras con suras y también de pequeños papeles con oraciones o letanías en árabe que se llevaban puestos, envueltos en tela, en cuero o a modo de joya con metales preciosos, tal como los cristianos portan medallas o escapularios; los había que se colocaban en las estancias de la casa para protegerlas de los malos espíritus: eran los llamados alherces

Pero la religión se viviría también de modo colectivo; de ahí que se guardaran ejemplares del Alcorán. E incluso hay datos que permiten aventurar el rezo en común, por ejemplo los que hallamos en el inventario de los bienes de Juan Tillero (1544) referentes a una sala de difícil acceso perfectamente amueblada y capaz para un buen número de personas. Se trata de la falsa, un lugar al que se accedía por una escalera de mano, apartado y difícil de alcanzar, y que si se retira la escalera queda aislado totalmente; sin duda estaba preparado para algún tipo de reunión, y de ahí que hubiera dos cadiras con sus bancales, que hay que entender como tapices o alfombras de suelo, dos sillas y tres «escabeches», además de una cortina y un bancal colgado en la pared como elementos decorativos. Sospechar que se tratase de un lugar para alguna reunión clandestina o secreta podría parecer aventurado, pero no se entiende que esos muebles, de los que no se dice que sean viejos o estén rotos, y las cortinas y el bancal se

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hallen en un rincón perdido de la casa si no es para ser usados en la más absoluta intimidad, tal como, sin duda, se celebraban las ceremonias religiosas. Las falsas son siempre desvanes o graneros a las que se accede, generalmente, por una escalera de obra, pero en ningún caso lugares de habitación o reunión a las que únicamente se puede llegar por escalera de mano, de modo que resulta bastante probable que estemos ante una sala de reuniones que debían hacerse no solo ocultamente, sino con garantía de seguridad. EL

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LA VOLUNTAD DE INTEGRACIÓN

El sentimiento de pertenecer a un grupo diferenciado no está reñido con los intentos de integración en la sociedad de la que se forma parte, intentos que a la larga fallaron, pero que demuestran que, al menos por parte de los moriscos, hubo voluntad de vivir con el resto de sus conciudadanos de forma pacífica y sin anteponer sus diferencias, más bien al contrario intentando ocultarlas, a lo que la mayoría cristiana, en principio, independientemente de posibles sospechas y suspicacias, no se negaba. Si vemos que el tejero Juan Tillero tiene en la entrada de su casa un bancal con las armas reales, ¿no es una magnífica prueba de su identificación con una tierra y un Estado? ¿Qué significa, por ejemplo, que Juan Cigüeño y su mujer, María del Fierro, reclamen al padre de esta, Miguel Fierro, calderero de Lérida, 50 libras de la dote en un documento hecho en latín en 1560? Que un zapatero, documentado como alfabeto, haga un escrito en latín en momentos en que esta lengua ha sido casi completamente desterrada de los registros notariales salvo en la documentación eclesiástica —y con muchas limitaciones— no deja de sorprender, por lo que supone tanto en el campo cultural como en el de la voluntad de integración en la sociedad en la que vive, manifestándose, incluso, más fiel a la tradición notarial que el común de sus contemporáneos cristianos, como también había manifestado Esperanza Çafar mayor en 1545 al redactar un documento igualmente en latín, aunque en su caso es menos extraño por el nivel económico y cultural de la familia, que contaba, además, con un miembro convertido que era clérigo en Zaragoza. ¿Por qué al poco del forzoso bautismo, en 1528, Esperanza Compás, viuda de Lope Alfanaquí, se vale del fraile predicador Franci Muñoz y del cristiano viejo Francisco Gómez para que arbitren en el pleito con su cuñado Rodrigo Alfanaquí por el pago de 1200 sueldos, unas manillas de oro, lecho y cama de ropa que le dio su marido como dote matrimonial? ¿No estamos ante una prueba evidente del entendimiento entre las dos comunidades y ante un intento por parte de los viejos moros de ser unos oscenses más, sin renunciar por ello a su conciencia de grupo? Lo mismo puede decirse de la intervención como árbitro de fray Sebastián Santoles, comisario de la Inquisición, en el pleito entre Juan Compás (antes del bautismo, Alí) y su mujer, Esperanza Compañero, en 1537, aún más notable si tenemos en consideración que los litigantes eligen ya no solo a un religioso,

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sino además a un miembro del Santo Oficio. Y, si cristianos viejos enfrentados recurren en 1553 al arbitraje de Juan Compañero para dirimir sus diferencias, ¿no hay que ver en ello una aceptación plena y una confianza total en la persona de un morisco, en este caso perteneciente a la aristocracia? ¿Qué interpretación podemos hacer del hecho de que en el inventario de los Çafar de 1582 se diga que hay en la casa «trece manteles de mesa de altar sucios»? ¿No será que los tienen allí para lavarlos como prueba de servicio a la parroquia de San Lorenzo, de la que son feligreses? ¿Y el que haya en la misma casa una jarra de vino? ¿Por qué Juana y Martín de Sasa eligen como su procurador al notario Pedro Navarro en un pleito por la herencia de unas casas, también en la temprana fecha de 1528? ¿O Leonor Alfarrán, viuda de Lope de Gurrea, obrero de villa, que elige como árbitro en su litigio con sus hijos por la herencia de su marido (1563) al chantre Jerónimo Fernández y no a los notables del colectivo? ¿Qué quiere decir que en el pleito por la herencia de Jerónimo, Juan y Lorenzo Menescal (1565) sean el justicia de Huesca y el señor de Panzano los árbitros para sentenciar? Si por el reparto de una herencia hay un pleito (1571) entre Jaime del Rey y su mujer, Isabel de Moros, y los menores Juan, Jerónimo y Margarita de Caldes, y se recurre al doctor en Derechos micer Bertrán Ximeno, que cobrará por su trabajo la nada despreciable cantidad de 100 sueldos (el notario solamente cobra 40), es posible que sea, entre otras razones, para afirmar su prestigio social, porque los viejos moros ya no tienen entre ellos especialistas en las leyes que ahora regulan su vida, y para demostrar su voluntad de integración en el nuevo marco legal. El ejemplo se reafirma en otro pleito por herencia en 1580 por una tienda que fue de Juan Tillero y de su hermano Felipe Tillero; litigan Alexandre de Sasa y su mujer por una parte, y Jerónimo Burro y su mujer, Gabriel Menescal y su mujer, Felipe Alfanaquí y María Junez, viuda de Felipe Tillero, por otra; los árbitros son, de nuevo, perfectos representantes de la legislación existente en el momento: el notario Sebastián Canales y el doctor en Derechos Francisco Domínguez. El mismo notario y el canónigo Tomás Cortés son los árbitros elegidos en 1594 por Lope Medina para reclamar dos campos a Gaspar Lope, vecino de Bellestar, quien comunica el fallo favorable al morisco por medio del nuncio de la ciudad Juan de Puértolas, el cual es dos meses después procurador del herrero Juan Menescal y su mujer, Isabel Junez, para pagar 2000 sueldos de una comanda al oscense Francisco Barrio. Incluso las instituciones religiosas acuden a los moriscos a la hora de buscar solución a sus problemas económicos; veremos ejemplos evidentes cuando estudiemos a los Çafar y a los Compañero, pero no solo la aristocracia morisca actúa como banca, también artesanos de economía muy solvente lo hacen, como ocurre con el zapatero zaragozano Martín Almaçor, que da un censal de 12000 sueldos de propiedad y 550 sueldos anuales de renta a la cofradía de los zapateros del Pilar de Zaragoza, censal que por testamento pasa a su hijo Domingo Almaçor, habitante en Huesca, como sabemos por un documento notarial oscense de 1559, en el que la cofradía paga a Almaçor 2000 sueldos para rebajar el censal y el pago de la renta anual.

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EL SENTIMIENTO

Todos los casos que acabamos de ver permiten aventurar que las relaciones entre el grupo mayoritario y los moriscos no fueron tan tormentosas como los documentos inquisitoriales, intencionada e interesadamente, quieren hacernos creer. Y prueba de ello es que artesanos y notables moros tuvieron a su servicio trabajadores autónomos y asalariados cristianos, algo que no podía darse antes del bautismo, porque estaba prohibido por ley; no es que haya muchos ejemplos, pero, aparte de los mozos aprendices ya mencionados procedentes de Sangüesa y de Ariatza, que creemos cristianos, tenemos el caso de Domingo Capdevila, trabajador en la herrería de Juan de Lasierra y que tras la muerte de este (1591) continúa en las mismas condiciones durante los dos años que le quedan de contrato. Posiblemente conversos son el mozo cantarero Felipe de Mora y su mujer, asalariados en el obrador de Francisco Ezcandar. Por el contrario, parecen cristianas la viuda María de Azlor, criada de Alexandre de Sasa, quien en su testamento de 1580 le deja 100 sueldos, y Magdalena Galter, criada en casa de Pedro Oncino (1546); y acaso cristianas fueran también Teresa de Blecua, criada de Francisco Junez (1575), María de Falces, que lo era de Ferrando Alfanaquí (1575), y Esperanza Escudero, de Lupercio Gali (1590); y cristiano es Rodrigo Gimeno, «criado» de Pedro Compañero, a quien le compra varias deudas en Béarn por 1000 florines de oro, de lo que podemos deducir que el término criado en este caso no parece significar trabajador servil, sino posiblemente colaborador, ya que ese dineral no estaba al alcance de un criado. Y tampoco se puede despreciar el dato de que en casa del difunto Martín del Rey al hacer el inventario (1555) se halle un puerco salado y ensundia (manteca), y vino en la bodega; el hecho de consumir cerdo y vino supone, más que una prueba de integración, un ejemplo significativo de aculturación, a pesar de que, por ejemplo, apenas se hable de vino en los inventarios, aunque también aparece en el de los Çafar una jarra de vino y alambiques para destilar aguardiente se ven en los de los Çafar y Juan Tillero, de manera que también se consumía alcohol o era un producto para el mercado, hecho que posiblemente arrancaba ya de épocas anteriores, si bien cuesta creer que las numerosas viñas en poder de mudéjares tuvieran exclusivamente una orientación mercantil. El dato más significativo en cuanto al consumo de vino está en un documento de 1590 en el que Juan Felices y Esperanza Çafar menor prometen dar a María Albariel, madre de Esperanza, 4 nietros de vino anuales, 6 cahíces de trigo y 2200 sueldos para su mantenimiento, de forma que tenemos el ejemplo de una mujer acusada por su propio yerno de practicar el islam, y juzgada y condenada por la Inquisición, que en su dieta incluía el vino.

EN LA IGLESIA

¿Suponía este sentimiento de pertenencia a un colectivo minoritario y marcado que sus miembros renunciaran a integrarse en la nueva sociedad en que les tocó vivir? Es esta una de las cuestiones clave para buscar las causas del fracaso de la convivencia. No cabe duda de que, independientemente de su conciencia de grupo, buscaron la integración social, que no necesariamente implica convicción

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religiosa, en el grupo cristiano, y, en ocasiones, incluso quisieron escapar u ocultar su origen, conscientes de que el grupo mayoritario no los aceptaba plenamente. Dejando de lado aspectos que pudieran parecer secundarios, como la presencia de «seis paperes pintados con santos» en casa de Martín del Rey (1555) o su posible fidelidad al islam, lo que queda claro en la documentación es que participaron activamente en la vida de las cofradías y en los capítulos de obreros y parroquianos de San Martín y de San Lorenzo, y las frecuentes mandas testamentarias a instituciones religiosas y de caridad controladas por la Iglesia aparentan una piedad cuya autenticidad es difícil de demostrar o de negar. Acaso no fuera más que una manera de cubrir las apariencias, pero ¿por qué de manera sistemática hay que poner en duda su sinceridad? Bien es verdad que el islam obliga a la caridad; por lo tanto, cuando destinaban dinero a obras de caridad no estaban más que siguiendo una tradición que les era propia. Sin embargo, dudar en todos los casos de un convencimiento cristiano sincero no me parece universalmente válido, aunque los documentos inquisitoriales a partir de la sublevación de Las Alpujarras nos muestren a los conversos siempre como sospechosos y traidores, con escrituras a veces terribles en la forma y en el contenido, como veremos en su momento. Evidentemente, la documentación notarial y la eclesiástica parroquial no se plantean nunca estas cuestiones, sino que se limitan a mostrarnos cómo los conversos participaban activamente en la vida de su parroquia, sea San Lorenzo o San Martín; averiguar qué intenciones había detrás de ese público compromiso es ir más allá de lo que la documentación permite. Cuando las fuentes nos denuncian la presencia de imágenes religiosas cristianas en algunas casas, como el Cristo crucificado que tiene Juan Tillero en 1545, los papeles con santos que antes decíamos en casa de Del Rey en 1555 o el cuadro de Nuestra Señora en casa de los Çafar en 1582, se nos plantea de nuevo la duda de si era por convicción o por disimulo.

Sabemos que alguno de los que aparecen participando activamente en la vida de su parroquia, concretamente Ferrando Çafar mayor, pasará más tarde por la Inquisición e incluso será relajado; es decir, que estamos ante un caso de criptomusulmán. Pero no todos los moros fueron sospechosos de fidelidad al islam. Al poco del bautismo, en 1528, la cofradía de los zapateros de Santa Ana, que se reúne en Sancti Spiritus, acuerda construir una nueva capilla en el santuario de Salas, y entre los que participan, como responsables, están Pedro Cigüeño y Juan de la Morería (así, con el nombre antiguo, pronto sustituido por el de Nueva Cristiandad, aunque aún en un documento de 1607 se habla de la Morería). Es un buen ejemplo de cómo los conversos entraron a formar parte de las cofradías de oficio —también los veremos en los gremios—, algo que tenían vedado antes del bautismo, cuando poseían sus propias organizaciones de oficio con fines laborales y también asistenciales. Es evidente que cualquier grupo de artesanos, que antes gozaba de autonomía frente a los gremios cristianos, está obligado ahora a integrarse en las únicas organizaciones legales, las cristianas. Posiblemente, Pedro Cigüeño (antes del bautismo Çalema Cigüeño o de Huesca), maestro zapatero de larga vida y ricamente documentado, que toma numerosos aprendices en su taller, ya muer-

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to hacia 1559, gozaría del respeto de sus colegas cristianos y moros; acaso por eso lo vemos entre los dirigentes de la cofradía, pero ¿por qué no pensar que también le dieron esa responsabilidad porque creyeron en su sincera conversión o porque, simplemente, a sus paisanos y colegas cristianos les tenía sin cuidado la sinceridad de sus sentimientos religiosos y valoraban fundamentalmente sus virtudes profesionales? En 1546 y 1547 tenemos documentado en la cofradía de Santa María, en San Lorenzo, a Ferrando Çafar mayor, al que vemos presidir en 1558 el capítulo de parroquianos —que reclama al obispo el nombramiento de un vicario nuevo— del que forman parte, entre varios cristianos, los moriscos Pablo Alfarrán, Antón Almaçor y un Ezcandar. Que Çafar ostentara la presidencia del capítulo no es de extrañar dado su poder económico y su prestigio social entre cristianos viejos y nuevos, lo que no lo libró de ser relajado post mórtem, lo que nos evidencia cómo algunos simulaban fervor religioso y compromiso con la Iglesia para cubrirse las espaldas, aunque de todos los relacionados en este apartado él es el único que pasó por la Inquisición, como antes decía. En la cofradía de San Eloy, de los herreros, con sede en la iglesia del Salvador, aparece en 1576 el albéitar-herrero Alonso de Cáceres, en un documento muy interesante en el que se hacen las capitulaciones con el pintor Tomás Peliguet para la ejecución de un retablo del patrono;58 Alonso testa en 1580 y deja una manda de dinero para asistir a los pobres y a los enfermos del hospital de la Esperanza, siguiendo la tradición musulmana, no distinta de la cristiana. Y en la cofradía de los constructores está Domingo Gallur en 1559. Es en la parroquia de San Martín, como es lógico, donde con más frecuencia nos encontramos entre los responsables del capítulo de obreros a los conversos: Jerónimo Burro, Gaspar Menescal y Ferrando Naxar en 1575; en 1578, en el capítulo de ayudantes aparecen Pedro Tarazona y Jerónimo Burro, y en el capítulo de parroquianos Gaspar Menescal y Ferrando Naxar; Gabriel Menescal y Domingo Almaçor lo son en 1580, y en 1584 el mismo Menescal y Lupercio Gali. En 1578 sabemos que en el capítulo de parroquianos de San Lorenzo están Alexandre de Sasa y Lucas de Cáceres. Y ya en los últimos años de vida de la comunidad aún nos encontramos en 1606 en el capítulo de parroquianos de San Lorenzo a Lorenzo de Sasa y Francisco Oncino. Se ha hecho referencia a alguna manda testamentaria a favor de instituciones religiosas, fenómeno visible en pocos testamentos, pero el dejar dinero a esas organizaciones no es muy significativo, porque también cuando eran musulmanes lo hacían por ley para las necesidades asistenciales de la aljama, lo único que cambia es quién administra ese dinero, que en la etapa anterior era la propia aljama y ahora será el clero. De todos modos, los testamentos de los moriscos no se diferencian en nada de los hechos por cristianos, pero no en todos queda reflejada de la misma manera la voluntad de dejar dinero para obras de caridad y ni siquiera para misas, funerales o aniversarios. Y las diferencias no tienen, en gene-

58. Tomás Peliguet trabajó también en la Seo y fue estudiado por Antonio Durán en Historia de la catedralde Huesca, Huesca, IEA, 1991.

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ral, nada que ver con la riqueza familiar, de modo que es posible que sí sea significativo el dato para ver la voluntad de integración o, cuando menos, de agradar a la Iglesia, que solo a partir de la década de los setenta comienza a manifestarse agresiva con los conversos por medio de la Inquisición, la cual en este caso actuará más al dictado del monarca y sus intereses políticos que de los intereses puramente religiosos. No deja de ser curioso que la mayoría de los moriscos optasen por ser inhumados en Santo Domingo, el templo de la orden responsable de la Inquisición, mientras que solo tenemos constancia de una demanda de serlo en San Lorenzo, y en San Francisco sabemos de dos enterrados: el potentado Pedro Compañero (1538) y quizás José Çafar, que manifestó en un testamento hecho en la Inquisición en 1583 su voluntad de ser sepultado en ese convento. Parece evidente la voluntad de los conversos de agradar a los predicadores, que obtenían por ese concepto más ingresos que la parroquia de San Martín. Una inmensa mayoría habla de su «enterratorio» y hace alusión a ser inhumado donde lo está su padre, su hermano, su marido, etcétera; es decir, que muchas de las familias tenían su sepultura comprada en la iglesia del convento dominico, ya que al no ser parroquia no tenía cementerio público, aunque en un documento de 1579 se dice que José Codo será enterrado en el cementerio de los predicadores. Aquí sí que habría que ver, además de seguir una moda generalizada entre la comunidad de convertidos, la voluntad de satisfacer a quien ostenta el privilegio de llevar el control de los nuevos cristianos, además, quizás, del deseo de ganar prestigio social por el hecho de manifestar un poder económico que les permitía la compra de un enterratorio.

Retomando el tema de las mandas testamentarias, en la mayoría de los casos vemos que se dice el lugar donde se desea ser enterrado y se ruega a los albaceas que ordenen celebrar misas, novenas y aniversarios, aunque los hay en que no se hace mención a la celebración de ningún rito, sin que ello, en mi opinión, signifique nada, sino simplemente un olvido. En general, no se dice el dinero destinado a las misas —a veces se especifica cantadas y rezadas—, novenas y aniversarios, o simplemente exequias, y cuando se hace constar son cantidades variables que van de los 32 sueldos que deja en 1581 Martina (o Mariana) Codo, viuda de Juan de Moros, o los 50 de Jerónima Ezcandar, mujer del herrero Francisco Alfarrán, el año anterior y del cantarero Juan Codo en 1564 a los 200 de Lope Medina en 1609, pasando por los 100 de Isabel Ezcandar en 1600 o los 150 que deja para misas Luis de Gurrea en 1540, los 50 del herrero Leonis de Fierro en 1564, los 60 del cantarero Gaspar Batalanau en 1575 y los 100 de Juan Prom, también cantarero, en 1564, entre otros. Para la «obra» de San Martín deja20 sueldos Lope Alfanaquí en 1528; para obras pías sin especificar, en 1564 el zapatero Juan Cigüeño deja 300, que administrará Ferrando Çafar; para casar doncellas deja sus vestidos y 100 sueldos en 1546 la rica María Compás, mujer del espadero zaragozano Juan del Ala, habitantes en Huesca, y en 1587 Juana Burro, esposa de Gabriel Menescal, deja 200 sueldos para casar pupilas (huérfanas). En 1600 Hernando Naxar, el más generoso de cuantos se han estudiado, deja en su testamento la mitad de sus bienes para casar huérfanas; no tiene hijos, y el resto

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de su fortuna la reparte entre su mujer, dos sobrinas de su mujer, un aprendiz de su obrador de herrería y otras personas.

El hospital de la Esperanza y la Limosna de la Seo reciben dineros en algunos testamentos, pocos realmente; en 1580 es el albéitar Alonso de Cáceres quien da 200 sueldos al hospital, institución que también aparece con 100 sueldos en testamentos de Ferrando Çafar mayor en 1562, o de sus hijos en testamentos hechos tras la condena de la Inquisición; en el cadalso, Ferrando Çafar menor, antes de ser ejecutado, deja 1000 sueldos a los predicadores de Huesca, 200 para casar huérfanas en Argavieso y Pueyo, y 300 al hospital de la Esperanza; sus hermanos, condenados a galeras en 1582, también dan dinero a instituciones religiosas: Gabriel Çafar deja 400 sueldos para misas en Huesca si muere en galeras y pide ser enterrado en sagrado; Francisco Çafar deja 200 para misas allí donde muera. Jerónimo Çafar, el heredero de la familia, en estado de suma gravedad preso en la Aljafería, hace testamento en 1581 y pide ser enterrado en su enterratorio en el cementerio de los predicadores de Huesca, y si es así deja al convento 100 sueldos para misas; si muere en la prisión desea que lo entierren donde los inquisidores decidan. Deja 100 sueldos al hospital de Huesca, 200 para cultos y 100 más a los «frailes de Jesús» de Huesca. Quizás todos estos Çafar intentaran salvar del furor inquisitorial al resto de los miembros de su familia, como a su sobrino Hernando Çafar, que siendo adolescente deja en su testamento, hecho en el santuario de los Dolores de Monflorite en 1588, 100 sueldos para la Limosna de la Seo y otros 100 para el hospital de la Esperanza. De nuevo aquí nos encontramos con un dato difícil de explicar: la vinculación de este muchacho con ese santuario es una incógnita: no sabemos qué hacía en él, pero por qué no pensar en una vocación religiosa; de hecho, el obrero de villa Domingo Almaçor en su testamento (1582) deja herederos universales a sus hijos varones, Miguel y Juan Almaçor, y manda que si Juan quiere estudiar para clérigo deberá ser mantenido por su hermano hasta los veinticuatro años. Estamos, pues, ante la voluntad manifiesta de algunos individuos de integrarse plenamente en la Iglesia, de vivir realmente como cristianos; por eso es testigo del testamento de María Marguán, en 1549, el vicario de la iglesia de San Martín; ella está enferma y acaso la presencia del sacerdote estuviera justificada por haber ido a dispensarle el sacramento de la extremaunción. Y quizás por la misma razón Gabriel Çafar deja como tutores de sus hijos Hernando y Esperanza Çafar menor a su mujer, María Albariel, y al beneficiado de San Pablo de Zaragoza Juan Lorente en un testamento hecho estando preso en la Aljafería. Muy esclarecedor es el de su hermano Ferrando, realizado en el cadalso antes de su ejecución en 1583, en el que encarga a los tutores de su sobrino Juanico, el gobernador general de Aragón, Juan de Gurrea, y su mujer, Francisca Cerdán, que cuiden del niño y hagan que «estudie y viva como cristiano». Sabemos por los libros de cuentas de los Çafar hechos en 1585 por el administrador nombrado por la Inquisición, Jaime de Aranda, que el niño estuvo acogido por Francisca y se le pagaron por ese concepto 40 libras, además de 2 libras y 118 sueldos que se abonaron, respectivamente, al calcetero Antón Pastor y a Jerónimo de Herrera por cosas que hicieron

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para Juanico, y 47 libras y 9 dineros gastados en la enfermedad del muchacho, más las 5 libras que se pagaron para sus exequias; también consta que por orden de los inquisidores Aranda entregó 70 libras en concepto de alimento y sustento del niño sin que se sepa a quién se dio ese dinero. Estos pagos se hicieron entre 1582 y febrero de 1585, unos ocho meses después de la muerte de Juanico.

Casado con la morisca Esperanza Çafar menor, hija de Gabriel, Juan Felices, cristiano viejo heredero de la fortuna de los Çafar, que recayó en su mujer, deja mandado en su testamento (1606) que Esperanza cree un censo de 6000 sueldos de propiedad para libertar cautivos. Esta voluntad de llevarse bien, al menos aparentemente, con la Iglesia la vemos también en el hecho de que Martín Farax no tenga inconveniente en hacer su testamento in artículo mortis ante el regente de ánimas, el presbítero Jaime Galindo (1567). La posibilidad de que alguna muchacha entre en un convento aparece en el testamento hecho por Gabriel Çafar en la Inquisición, cuando dice que sus hijos Hernando y Esperanza, ambos niños, sean atendidos por su madre hasta los dieciocho años o hasta el momento de casar o entrar en religión, caso que en el muchacho, como se ha visto, no queda descartado. De todos modos, es el único testamento de un morisco en el que se recoge esta posibilidad; en el resto de los numerosísimos testamentos que nos han llegado nunca se habla de que un heredero, varón o mujer, pueda tomar los hábitos, si exceptuamos el caso explicado de los Almaçor, dato importante a la hora de valorar la sinceridad de sus creencias cristianas, porque entre los cristianos era frecuente que se recogiera la posibilidad de que sus herederos fueran clérigos. Que las relaciones con la Iglesia y sus miembros fueron buenas hasta el ataque inquisitorial es evidente en numerosas ocasiones; por ejemplo, en 1534 el colectivo, representado por Pedro Compañero, Juan Compás, Lope de Gurrea y Luis de Gurrea, nombra procurador al sacristán de Montearagón y varios cristianos más, entre ellos dos notarios, y en el año 1540 Ferrando Çafar mayor es procurador de Antón Campo, residente en la corte romana, rector de Lastanosa y las parroquias anejas, para poder arrendar las rentas de esas iglesias. También lo pone en evidencia que en diversas ocasiones en la segunda mitad del siglo aparezca como procurador del Temple Jerónimo Çafar. Es cierto que estamos hablando de la aristocracia morisca, cuya aceptación entre la sociedad cristiana, incluida la nobleza y el clero, es un caso especial y no extrapolable al resto de miembros de la comunidad, cuyo nivel económico no los colocaba en la elite local. Cuando en 1590 Pascual Almaçor y su mujer reciben 4000 sueldos como ayuda para su boda de Pedro Araus, canónigo residente en Roma, podemos plantearnos qué vínculos familiares había entre ellos, pero sobre todo nos ha de llamar la atención que un miembro de la familia Almaçor, aunque fuera de la rama convertida antes del bautismo forzoso, reciba una cantidad de dinero tan considerable de un clérigo poderoso. Para demostrar que la relación entre viejos moros y viejos cristianos estaba por encima de la pureza de sangre es un magnífico ejemplo. Si eso ocurría con quien se había convertido antes del bautismo forzoso, no sé por qué el comportamiento habría de ser diferente con los nuevos bautizados.

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Finalmente nos fijaremos en la elección de nombre que hacen los moriscos, convencidos como estamos de que a través de esa elección se nos descubren la piedad popular y las modas.59 La primera cosa que llama la atención es que algunas mujeres llevaron desde el primer momento nombres que también podían darse en el islam, como son los casos de María, Esperanza y Gracia, tan comunes a lo largo de toda la historia de la comunidad. Distinto es el caso de los varones, porque los nombres tradicionales musulmanes no coinciden con los aragoneses, si exceptuamos Josefe, que es poco frecuente, ya que únicamente lo llevan once moriscos en toda la historia. El «ángel» Gabriel está presente en oraciones de los moros españoles, pero solo después del bautismo algunos moriscos tomaron este nombre, que no les era extraño, y quizás por eso lo llevaran veintiuno. De todos modos, tanto los varones como las mujeres llevan los nombres comunes en el momento, de forma que los más frecuentes en los primeros tiempos entre los hombres son los habituales en Huesca: Pedro, Juan, Lope, Jaime, Paulo o Pablo, Ferrando, Ximeno, Felipe, Baltasar, etcétera. Domingo y Martín son muy abundantes por razones obvias: son los templos vinculados a la Nueva Cristiandad, mientras que Lorent o Lorenzo es un nombre menos común. Las modas del momento imponen nombres como Alexandre e incluso uno tan literario y tan poco cristiano como Amadís, ambos documentados muy tempranamente. En el caso de las mujeres, además de los ya mencionados, nos encontramos con nombres de tradición medieval como Guiomar, Leonor, Brianda, Juana o Isabel, y otros más del momento, como Mariana, Margalida, Diana, Ana o María Ana. Pero lo que llama la atención es la proliferación de los nombres Jerónimo y Jerónima, hasta el extremo de que son de los más frecuentes entre los moros, documentados ya desde los orígenes, y muy especialmente desde mediados de siglo. La devoción por san Jerónimo es muy fuerte en Huesca: a pesar de que no hay frailes jerónimos en la ciudad, su capilla en la Seo es una de las más populares,60 y el santo eremita goza de una simpatía universal en el mundo católico, como lo prueba la rica iconografía de la época divulgada especialmente a partir de la Contrarreforma, de manera que no es extraño que los moriscos recurran a él con igual o mayor frecuencia que los cristianos viejos. Por el contrario, el culto a san Jorge no parece que tenga ninguna importancia en la ciudad: raro es el nombre entre los cristianos y muy raro entre los conversos, hasta el extremo de que solo conocemos a un tal Jorge Marguán, emigrado a Borja. También, pues, en este campo los moriscos no se diferencian de los cristianos viejos; ni siquiera eligen los nombres de profetas que se usan en el mundo musulmán y que podrían ser aceptados sin problemas por la Iglesia católica: la elección del nombre los iguala a sus conciudadanos cristianos viejos.

59. Carmen Ansón (2007) ha estudiado el fenómeno. No parece coincidir la frecuencia de los nombres elegidos por los moriscos que ella estudia con la de los oscenses, aunque hay coincidencia en Juan, Jerónimo, Lope, María, Jerónima, Juana y otros.

60. Según Antonio Durán (óp. cit.), en 1546 se sustituyó la titularidad de la capilla de los santos Quílez y Julita por la de san Jerónimo.

EL SENTIMIENTO DE PERTENENCIA AL GRUPO ST

Si repasamos los nombres de los moriscos bautizados vemos que hay un cambio sustancial en la moda, que nombres frecuentes en los orígenes —como Pedro, Ximeno o Gracia, por ejemplo— ceden terreno a otros, pero, como antes se decía, el fenómeno afecta a toda la sociedad, cristianos viejos o nuevos. De los bautizados cuyo nombre consta —hay actas en las que no se pone el nombre—, entre los varones es Juan el nombre más frecuente, ya que aparece en 17 ocasiones solo y en 3 en nombres compuestos (Juan Lorente, Juan Jerónimo y Juan Francisco); el segundo es Jerónimo (10 casos); le siguen Francisco (8), Miguel (5), FerrandoHernando y Domingo (4), Martín, Lorenzo y Gabriel (3), Josefe (2), y Guillén, Viturián, Antón, Tomás, Pedro, Mateo, Julio, Diego y Luis (1). Entre las mujeres, es Jerónima el nombre más frecuente (8 casos), seguido de Isabel (6), Ana, María, Mariana y Esperanza (5), Paciencia (3), Juana, Margalida y Gracia (2), y AnaVicenta, Brianda, Martina, Marijuana, Magdalena y Úrsula (1).

Contando los nombres aparecidos en toda la documentación, no varía sustancialmente el panorama. Los nombres más usados son Juan (74 casos más 6 en nombres compuestos: Juan Francisco, Juan Miguel, Juan Jerónimo, Juan Felipe, Juan Lorente y Juan Ferrando), Jerónimo (43), Lope y Martín (39 cada uno), Pedro (37), Miguel (35), Gabriel (21), Ferrando/Hernando (19), Alexandre/Alejandro (14), Luis y Domingo (13 cada uno), Felipe (12), Josephe/Jusepe (11), Rodrigo (10 más un Rodrigo Ferrando), Vicente (10 más un Tomás Vicente), Gaspar y Lorente (8 cada uno), Jaime (7), Antonio (6), Alonso (5), Amador y Baltasar (4 cada uno); por debajo de esa cifra están Manuel, Lupercio, Bartolomé, Pablo, Leonis/Dionis, Jorge, Enrique, Bernardo, Ximeno, Viturián, Diego y otros. En cuanto al total de mujeres, el más frecuente es María (84 más una Marijuana y 4 María Ana), Isabel (51), Jerónima (43), Juana y Esperanza (37 cada una), Gracia (20), Ana (18), Mariana (11), Leonor (8), Martina (7), Brianda (6), Violante y Margarita (5 cada una), Ángela y Beatriz (4 cada una); por debajo están Diana, Elena/Lena, Lorenza, Dominga, Vicenta, Madalena/Magdalena, Ángela, Dorotea, Catalina, Agustina, Jaima, Petronila, Cándida, Daniela, Orosia y otros.

EN LA VIDA CIVIL

Ya se ha mencionado la obligación que tuvieron los artesanos conversos de integrarse en las cofradías y gremios, pero apenas tenemos información al respecto, aparte de lo ya expuesto referente a las cofradías de zapateros y herreros. Solamente cabría añadir los numerosos aprendices que aparecen en la documentación y cómo sabemos que alguno de ellos aspira a ser maestro en el oficio: es el caso concreto de Francisco Junez, criado y aprendiz en el taller del zapatero Juan Cigüeño, a quien el maestro, en su testamento hecho en 1564, le promete todas las hormas que hay en su taller si supera los exámenes para poder ejercer el oficio. Los demás datos que tenemos son referentes al oficio de cantarería. Sabemos por varios documentos los precios que deben llevar las piezas, marcados por la ciudad y que deben cumplir todos los del oficio, como Juan de Moros en una venta de rejolas que hace al hospital de la Esperanza en 1568;

DE PERTENENCIA AL GRUPO SU ÍNDICE
EL SENTIMIENTO

conocemos los precios de cántaros, cantaricos y botejas en 1582 y 1600 en un documento del más activo de todos los olleros oscenses, Lope Medina, que llegó a tener, durante seis años a partir de 1605, la exclusiva del Concejo para el abastecimiento a la ciudad de cazuelas, cazuelos y ollas al precio marcado oficialmente. También sabemos que las obras de albañilería eran supervisadas por técnicos, como queda reflejado en las capitulaciones firmadas por el converso José Codo con el cristiano Juan Fortanet para hacer obras en su casa (1566). Llama la atención que Codo acudiera a un obrero de villa cristiano cuando los había moriscos y de fama; es una prueba más, no despreciable, de la escasa importancia que algunos daban a la cuestión étnica. Finalmente, en 1604, los herreros Juan Menescal menor y Jerónimo Menescal compran mangos de hoces de segar y de podar a dos pomeros cristianos y los precios son los marcados oficialmente. En estos últimos ejemplos son los conversos los que obligan a que se cumpla la legislación como garantía.

Uno de los ámbitos en los que mejor puede quedar reflejada la integración es en las relaciones entre el Concejo y los conversos. Es cierto que no tenemos, lamentablemente, ningún documento que ponga en relación al colectivo de los cristianos nuevos con el poder municipal: se han perdido las pruebas de la clausura de la mezquita próxima al Coso y que acabó siendo el almudí de la ciudad, por ejemplo; tampoco se conserva el bando de expulsión ni cualquier otro documento municipal relativo al colectivo de conversos. Si no hay evidencias de la relación con el colectivo, sí las hay de la habida con los individuos: por ejemplo, todos los casos vistos ante el justicia de Huesca y que serán tratados independientemente, pero adelantamos que en todos ellos la condición de convertido no aparece mencionada, cosa que no puede decirse de los libros de registros de la parroquia de San Martín. El hecho más significativo y más esclarecedor de que los moriscos eran, al menos oficialmente, unos ciudadanos más lo tenemos en que algunos de ellos formaron parte del poder municipal y tuvieron cargos de responsabilidad ciudadana. Así, tenemos noticias de cuatro miembros del Gobierno municipal; Ferrando Çafar mayor, elegido jurado en octubre de 1556 por un año —tiempo que duraban los cargos electos— en la segunda elección, al renunciar el primero; Leonis de Fierro lo fue en 1576; antes, en 1537 hay noticia de un jurado llamado Martín de Arag o Arax, un viejo apellido moro, del que solo tenemos esta referencia documental, y en octubre de 1609, poco antes de la expulsión, sale elegido consejero segundo Pascual Gallur. Podría pensarse que si Çafar tiene un cargo tan importante se debiera a su poder monetario, pero es que los otros tres personajes no forman parte de la aristocracia económica. Además de los anteriores, hay un cargo también electo que es el del responsable de las obras municipales, que en la elección de 1556 recae en el obrero de villa Domingo Almaçor, pero no es válido porque no había vacado, lo que quiere decir que ocupaba ese mismo cargo desde el año anterior, o era otra responsabilidad municipal la que desempeñaba en el momento de la elección, y eso lo inhabilitaba para el puesto.

Cuestión distinta son los cargos que se arrendaban porque de ellos se obtenía un beneficio y la Ciudad los entregaba al mejor postor. A ellos, como es lógico, no

EL SENTIMIENTO DE PERTENENCIA AL GRUPO SV

podían acceder más que las gentes muy adineradas, de manera que va a ser a los Compañero y los Çafar a los que veamos actuando. Sabemos que el peaje de la Ciudad estuvo de manera prácticamente ininterrumpida durante décadas en manos de miembros de una u otra de las dos familias, y es posible que ya lo controlaran antes de la conversión. La primera referencia documental data de 1527 y se refiere a Pedro Compañero, quien, aprovechándose de tener el peaje de Huesca, parece ser que hace mazarrón por los pasos fronterizos con Francia, o al menos de eso se le acusa. En años sucesivos sigue teniéndolo arrendado, y desde 1537 tiene, además del peaje de la Ciudad —subarrendado a Ferrando Çafar—, el de su distrito y el de Sallent de Gállego, documentado hasta 1540, con documentos muy interesantes sobre la importación de caballerías desde Francia y la exportación de lana. Desde 1566 a 1572 es Jerónimo Çafar quien disfruta de este sustancioso negocio, y lo vemos pagar a la encomienda del Temple la cantidad que históricamente recibía del peaje de Huesca.61 Otro cargo municipal que se arrendaba era el de responsable de la Cambra del Trigo; tenemos documentado en 1558 a Ferrando Çafar mayor. El dinero que movía esta cámara era mucho, y de hecho es una de las instituciones que actuaba como prestamista con frecuencia.

No es de despreciar el hecho de que el Concejo encargara al obrero de villa converso Domingo Almaçor que hiciera en 1553 una tasación oficial de la tenería de Lorenzo Casabona, zapatero, y de la del cristiano Pedro Bibiot, tasación que se entrega al prior de Jurados, Alonso Cortés. Comerciantes y artesanos conversos gozaron de franquicias municipales con exenciones en peaje, lezdas, portazgos, etcétera. Sin duda, no se darían graciosamente, pero no hay constancia de que quienes disfrutaron de ellas pagaran nada al Concejo. Aparte de los Compañero y los Çafar, documentados en repetidas ocasiones entre 1527 y 1563 —aunque es de suponer que siguieron disfrutando de ellas hasta su final—, aparece algún artesano que vale la pena destacar como ejemplo de la herencia del antiguo potencial económico de la comunidad mudéjar: el zapatero Jerónimo Alfarrán, en 1545, reconoce gozar de franquicias en peajes y lezdas concedidas por los jurados de la Ciudad para comerciar libremente; llama la atención que en esa fecha Jerónimo nombre veinticuatro procuradores en Zaragoza, la mayoría moriscos, y otros tantos en Huesca, de los cuales catorce son conversos,62 y entre ellos algunos miembros de la aristocracia morisca que comerciaban con tierras alejadas de Huesca y con el extranjero, como Ferrando y Jeró-

61. Lo que había sido encomienda templaria estaba en poder de los sanjuanistas, pero conservaba el nombre del Temple e incluso el comendador se intitulaba también comendador del Temple. Conte, Á., «Notas sobre el patrimonio templario oscense durante la incautación real (1307-1317)», en Homenatge a la memòria del Prof. Dr. Emilio Sáez, Barcelona, CSIC, 1989; «El patrimonio templario oscense durante el siglo XV», Argensola, 104 (1990), y «El palacio del Temple de Huesca en 1798», Argensola, 106 (1992).

62. Son Ferrando Çafar, Jerónimo Çafar, Juan Compañero, Miguel Compañero, Juan Burro, Francisco Junez, Martín Farax, Leonis de Fierro, Baltasar del Fierro, Juan Cigüeño, Felipe Castellano, Guillén de Arag o Arax, Agustín Ezcandar, Juan de Callén y diez más cristianos. Compárese este número con el de asistentes al plenario de los convertidos para valorarlo en su justa medida.

EL SENTIMIENTO DE PERTENENCIA AL GRUPO TM

nimo Çafar y Juan y Miguel Compañero. ¿Cómo es posible que un solo zapatero pudiera producir tanto como para necesitar de ese número de procuradores? Puede parecer aventurado, pero yo me inclino a pensar que lo que comercializaba Alfarrán no era únicamente su producción, sino que, como mínimo, era el producto del conjunto de zapateros conversos, acaso el tercer gremio en importancia entre los moriscos después del de olleros y tejeros y el de herreros-caldereros, o incluso es posible que exportara la producción de todos los zapateros de la ciudad, y por eso disfrutaba de las franquicias otorgadas por el gobierno municipal. Alfarrán, del que tenemos mucha información, incluso del bautismo de uno de sus hijos, Jerónimo Alfarrán, en 1560, es poseedor de casas con caballeriza y corral en la placeta del Almudí y de otras casas en el barrio de San Martín, compra unos patios en el barrio de Ballesteros en 1562, tiene tierras en Monzur, el barranco de la Alfándega, el camino de Tierz y Tierços, e incluso ejerce de prestamista a campesinos de la comarca (en Novales en 1558, por ejemplo). Era, como se ve, rico, pero no tanto como para tener casi cincuenta representantes cuyas redes comerciales se extendían por todo Aragón, redes que en el caso de los Çafar y los Compañero llegaban también hasta el sur de Francia y al reino de Castilla. El abastecimiento de todo tipo de productos era controlado por el Concejo; que algún morisco tuviera el monopolio en un determinado campo también parece un dato destacable. Hay dos casos: el ya conocido de Lope Medina y el de Martín Marruecos. El primero, en 1605, consigue del Concejo la exclusiva para el abastecimiento de la ciudad de cazuelos y cazuelas por un tiempo de seis años. El dato más significativo de las capitulaciones hace referencia a que antes eran piezas importadas, pero Medina demuestra que la tierra de Huesca es muy buena para obra de ollería, por lo que se le concede, además, un préstamo de 1000 sueldos para que pueda construir los hornos que sean precisos para cubrir las necesidades de los oscenses. Al año siguiente Lope y su hijo Juan Medina llegan a un acuerdo con el vidriero Guillén Desplas, cristiano viejo y, por el apellido, inmigrante, para que este venda la producción de Medina en su tienda a los precios acordados en las capitulaciones con el Concejo. Los Medina salen de Huesca tras el decreto de expulsión después de vender parte de su patrimonio; el resto lo vemos en poder del capítulo de parroquianos de San Lorenzo que lo utilizan para pagar las deudas que el alfarero deja en la ciudad. El segundo caso hace referencia también a la alfarería, aunque en este caso se trate del abastecimiento de cerámica definida como de Málaga, esmaltada en blanco y pintada. Marruecos, que obtiene en 1607 la exclusiva de importación y venta —a los precios que marque la Ciudad— por cuatro años, es contratado también como trompeta de laCiudad para tocar en desfiles, festejos y procesiones con un sueldo de 440 sueldos; lleva en Huesca varios años, porque en 1602 bautiza en San Martín a su hijo Luis Marruecos, habido con María Macerol, y ambos son inmigrantes.63 No sabemos lo

63. En un documento de 1600 María Macerol, de María de Huerva, aparece casada con Alexandre Dez, y reciben el pago de 200 sueldos del testamento del oscense Juan Ferrando Alfanaquí, de lo que se deduce que el matrimonio con Marruecos sería el segundo de ella.

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que pudo ocurrir con Marruecos, porque en 1608 desaparece por deudas y para que regrese le suben el sueldo de 40 escudos a 48 anuales pagaderos en tres tandas, más 2 libras cada dos años; a pesar de ello, en 1609 se ha ido definitivamente y se nombra otro trompeta que lo sustituya. Del negocio de importación y venta de la cerámica de Málaga no hay más mención que la de las capitulaciones, por las cuales pagó 40 sueldos al secretario del Municipio, pero como veremos en los inventarios esta cerámica estaba presente en todos los hogares de buena o mediana situación económica. Años antes, en 1566, el Concejo había contratado como «trompetero» al joven Baltasar de Huerto, de dieciséis años, que estaba de aprendiz de zapatero con Juan Cigüeño, con el mismo salario —no se especifica— y obligaciones que el resto de trompetas. En 1576 comparece ante el justicia de Huesca Gabriel Menescal, instado a que responda sobre unas piezas de oro que le han sido entregadas para que las pregone, de lo que se desprende que, aparte de ejercer de herrero, era pregonero pagado por el Municipio. Son los únicos casos que conocemos de trabajadores al servicio del Concejo.

El Concejo y algunas de sus instituciones, como la Cambra del Trigo, funcionan como prestamistas con frecuencia, y también los conversos acuden al poder municipal como cualquier otro ciudadano más, un nuevo ejemplo de que, al menos oficialmente, no hay segregación. Son solo tres casos claros los que tenemos de préstamos del Municipio a los moriscos: la Cambra del Trigo en 1598 presta 100 cahíces de trigo a un Fierro;64 en 1607 son 792 sueldos lo que se da a Juan Alfarrán, alias el Royo, y al cantarero Domingo Enzala, y, finalmente, el caso más interesante es el de Esperanza Çafar menor en 1608, ya viuda, que se ve obligada por una orden municipal a arreglar el alero de su vivienda y, como otros ciudadanos cristianos, acude al Ayuntamiento para pedir un préstamo que le permita afrontar la obra; son 3000 sueldos los que recibe a un interés anual del 5%. Poco después se ve obligada a solicitar del justicia permiso para vender bienes que fueron de su marido, de los que era usufructuaria, para poder pagar.

Recuérdese también el préstamo que se hizo a Lope Medina para hacer hornos de alfar. También sabemos que la Ciudad acude a las grandes familias moriscas para solucionar problemas financieros; así, en 1556 hay constancia de que pagaba un censal a Ferrando Çafar. En otros casos, los préstamos que hace la Ciudad no son tales, sino que son parte del pago por obras que el Ayuntamiento encarga al obrero de villa Francisco Gali en varias ocasiones: en 1541, el justicia don Martín Sangüesa, el procurador de jueces y varios jurados dan una comanda de 2800 sueldos a él y a su mujer, María Oncino, por una obra que ha de hacer, concretamente una cámara sobre la entrada de la cárcel, junto a «la retreta donde se tiene el concejo» y hasta el huerto, junto al ayuntamiento y al «Colegio» (¿el de Santiago?); el Estudio General, entidad autónoma pero de carácter municipal, encarga al mismo maestro en 1543 una obra en el mirador del Campo del Estudio, por el que le adeEL

64. El estado del documento no permite leer el nombre.

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lantan 300 sueldos y luego le pagan 335 más; finalmente, en 1546, de nuevo recibe 215 sueldos como garantía de una pequeña obra en la cárcel.

Tan interesante como la relación con el Concejo para ver el trato de las autoridades a los moriscos lo es la que se mantuvo con la Iglesia, concretamente con el Obispado, eso sí, en unos momentos en los que la Inquisición no se había cebado con los conversos oscenses. Así, en 1548 Domingo Almaçor recibe 4500 sueldos como comanda de garantía por obras en el palacio episcopal y otros 2200 sueldos por obras en la casa del vicario general. Por supuesto que todos los conversos trabajaron para los cristianos, pero son los ejemplos expuestos los que merecía la pena tocar en este apartado.

También puede interesarnos ver cómo numerosos bienes rústicos y urbanos propiedad de instituciones religiosas y municipales estaban explotados por conversos, como en tiempos lo habían estado por sus antepasados moros. Hay certificación documental en 1578 de bienes treuderos a instituciones religiosas que son explotados por moros desde el siglo XV. Aunque este aspecto lo trataremos en otro momento, vale la pena señalar que la Ciudad y todas las grandes fundaciones religiosas recurrieron a los moriscos para la explotación de sus bienes a lo largo de toda la historia: campos, viñas, corrales, casas, botigas, huertos, etcétera, pagaban treudo al Concejo, la Seo, San Pedro el Viejo, los predicadores, el Obispado, San Agustín, San Martín, San Lorenzo, Montearagón, Sijena, la Limosna, la Caridad, las clarisas…, muy especialmente a la Seo, Montearagón y los predicadores.

Como más arriba se decía, los artesanos moriscos trabajaban para toda la ciudad y la mayoría de sus clientes eran cristianos; alfareros, herreros y zapateros eran principalmente, a lo que parece, moriscos, como en el pasado lo habían sido los artesanos de la aljama de moros. No da la impresión de que la conversión supusiera cambios notables en las actividades económicas, pero la documentación estudiada nos ha permitido encontrar oficios no artesanales inusuales entre los moros, oficios que, por otro lado, suponían tener en los moriscos un elevado grado de confianza, como el de albéitar (generalmente herrero también), el de notario y el de herbolario.

Sabemos también que algunos tuvieron estudios que nunca pudieron ser universitarios, puesto que la entrada en el Estudio General exigía la pureza de sangre, que el número de alfabetos era bastante elevado en todos los oficios, incluso, aunque raramente, vemos a mujeres que sabían leer y escribir, lo que hace suponer la existencia de moriscos dedicados a la enseñanza, y que incluso aspectos culturales que parecen secundarios, como el vestido, el mobiliario y los enseres de una casa, nos están hablando de que no había diferencias visibles entre cristianos viejos y moriscos, lo que significa que artesanos y profesionales liberales cristianos trabajaban para los conversos y viceversa. La relación de alfabetos nos descubre el alcance de la cultura en aquella comunidad inmersa en la convulsión que supuso el humanismo, y buen ejemplo de ello lo tenemos en la educación recibida por Esperanza Çafar menor, que firmaba desde niña con una excelente caligrafía todos sus documentos, igual que su madre, María Albariel. La

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lista es reducida porque solamente se han tenido en consideración aquellas personas cuyas firmas han quedado plasmadas en documentos notariales, pero es de creer que fueron muchos más que los que aquí se recogen. No parece normal, por ejemplo, que de los cinco hermanos Alfarrán solo dos sean alfabetos: con todaseguridad lo eran todos; lo que ocurre es que el resto no aparecen en ningún documento como testigos o no se requiere su firma. También extraña la ausencia de miembros de las familias Almaçor, Gali, Lasierra, Compañero o Çafar, cuyo poder monetario y actividades económicas obligan a pensar en un nivel cultural alto. Algunos de los que aparecen reseñados tienen, además, una estupenda escritura. Por orden alfabético, son los siguientes:65 Adrián Abengalí (1563), Ferrando Alfanaquí (1596), Juan Ferrando Alfanaquí (1599), Jerónimo Alfarrán (1577), Juan Alfarrán (1590), Juan Alfanaquí (1607), Juan Alfarrán, alias el Royo (1607), María Albariel (1588), Juan Almaçor (1562) —cuya caligrafía es realmente hermosa—, Alonso de Aranja (1530), Francisco Burro (1609), Juan Burro mayor (1539), Juan Burro menor (1550), Alonso de Cáceres (1566), Lucas de Cáceres (1592), Gabriel Çafar (1560), Esperanza Çafar (1588), Hernando Çafar nieto (1588), Juan Cigüeño (1560) —con muy buena caligrafía—, Pedro Cigüeño (1534), Ferrando Codo (1600), Jerónimo Codo (1609), José Codo (1598), Juan Compañero mayor (1560), Pedro Compañero (1528), Juan Compás (1535), Domingo Enzala menor (1596), Francisco de Enzala (1590), Francisco Ezcandar (1572), Jerónimo Ezcandar (1595), Martín Farax (1551), Antón Fierro menor (1577), Leonis de Fierro (1577), Agustín Gali (1545), Francisco Gali (1608), Juan Gali (1568), Manuel Gali (1576), Ludovico o Luis de Gurrea (1531), Ferrando Junez (1539), Francisco Junez mayor (1539), Francisco Junez menor (1564), Jerónimo Lasierra (1602), Juan Lasierra (1598), Lope Medina (1605), Juan Medina (1607), Jerónimo Menescal (1603), Juan Menescal mayor (1579), Juan Menescal menor (1607), Juan Navarro (1588), Francisco Oncino menor (1600), Miguel Palacio (1565), Alexandre de Sasa (1577), Amador Tillero (1559), Juan Tillero (1530), Juan Vélez (1565).

En el campo de la cultura y de la promoción profesional lo más destacado es la existencia de notarios moriscos, profesión que exigía un nivel cultural elevado, puesto que hasta el latín era obligado, y que gozaba de gran prestigio social; de hecho, casi todos los notarios oscenses proceden de familias infanzonas o de burgueses ricos. Tenemos referencias del notario, a veces definido como real, Juan Compañero desde 1544 hasta 1566. Sabemos que Gabriel Çafar ejerce, como mínimo, desde 1567 a 1583, en que fue condenado a galeras, y en un testamento que hace en la cárcel de la Inquisición antes de ir a galeras se dice de él que es notario de Zaragoza. En otro documento de la Inquisición de 1583 se dice que Francisco Çafar, preso en la Aljafería, es notario de Huesca; quizás recibierala formación necesaria siguiendo la voluntad manifestada por su padre en un testamento de 1559, en el que se dice que Francisco será mantenido por su madre

65. Entre paréntesis señalamos la fecha del primer documento en que aparece su firma.

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y que hará que estudie todo lo que sea preciso para el arte que él quiera hasta los veintitrés años. Documentos notariales oscenses hablan de escrituras hechas por estos notarios: por ejemplo, sabemos que Juan Compañero hizo un documento para Ferrando Çafar mayor (1566) y que Gabriel Çafar redactó las capitulaciones matrimoniales de los oscenses Gabriel Menescal y Jerónima de Gurrea (1567). No hay más datos, pero que ejercieron de notarios queda certificado. Sus documentos y protocolos se han perdido, hecho que habrá que relacionar con la expulsión: si trabajaron fundamentalmente, o exclusivamente, con moriscos debió de considerarse innecesaria su conservación; por eso las referencias que tenemos son indirectas, recogidas por notarios cristianos viejos. La actividad de los notarios Compañero y Çafar cesó tras su paso y condena por la Inquisición. Pero los protocolos oscenses nos hablan de otro morisco notario y se conserva un documento sumamente interesante: el expediente hecho en Huesca en 1594 para exponer los méritos para ser notario que tenía Manuel Gali, de Zaragoza, méritos que le son reconocidos, así como que ya ejercía de notario en aquel momento; autoridades civiles y eclesiásticas dan informes favorables para el acceso de Gali al ejercicio de la notaría en Huesca. Que el documento se haga en Huesca nos permite aventurar que trabajaba en esa ciudad, donde hay un buen número de Gali, algunos de ellos de muy buena posición económica. Y aún hay otro caso: el de Lorenzo Casabona (1589), notario de Zaragoza que se menciona en un protocolo oscense en el que es nombrado procurador de Isabel Ezcandar y antes aparece en el testamento de José Çafar (1583), donde se dice que es notario real y cuñado del testador, de lo que podemos deducir que era morisco. Vemos, pues, que todos los notarios moriscos de los que tenemos noticia formaban parte de la clase dominante entre la comunidad de convertidos.

Las fechas en que trabajan estos dos últimos notarios nos dicen que, incluso tras el furibundo ataque del Santo Oficio contra los moriscos a partir de 1570, hubo conversos que pudieron ejercer este notable oficio, de manera que su condición étnica no fue un inconveniente, aunque, como en los casos anteriores, me inclino a pensar que su trabajo se desarrolló entre la comunidad de conversos, siguiendo una tradición que venía desde los tiempos de la libertad, cuando la comunidad musulmana tenía sus propios notarios, aunque acudiesen también a los cristianos. E igualmente de aquellos notarios mudéjares no queda ni rastro, ni de los documentos privados que hacían ni de los que recogían acciones oficiales de la aljama; de esa labor notarial apenas quedan unos cuantos documentos en árabe en el Archivo Catedralicio de Huesca y todos son muy tempranos. Tenemos también conocimiento de la existencia de un notario llamado Pascual Almaçor, pero opino que no se trata de un nuevo convertido, sino que pertenecía a la rama cristiana de ese apellido; una nieta suya, Isabel Almaçor,66 es monja en Casbas en 1592, y otro miembro de la familia recibe una sustanciosa dote matri-

66. A lo largo de la documentación nos encontramos con otras Isabel Almaçor: una, hija del obrero de villa, morisca, casa en 1581, y otra es confirmada en 1601.

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monial de un canónigo, como ya se ha visto. De este notario se conservan en el Archivo Provincial de Huesca sus protocolos desde 1560 hasta 1579, es decir, que no ocurre como con los notarios moriscos, de los que no nos queda ni un solo documento, lo cual, en mi opinión, pone en evidencia que su familia no era considerada como conversa y que debió de abrazar el cristianismo antes del bautismo forzoso.

No tenemos noticias de maestros moriscos ni de cristianos que enseñaran a los hijos de los conversos, pero el número de alfabetos y de individuos que sabemos que realizaron estudios nos obliga a pensar que los hubo. Años después de la expulsión, en 1624, la Inquisición envía a la hoguera a Pedro Miguel Monllor, natural de Gandía, hijo de moriscos, que trabajaba como maestro de Gramática en Sariñena, condenado por sodomía con sus alumnos. El documento demuestra que hubo moriscos que escaparon a la expulsión huyendo de su tierra y que existieron conversos con estudios notables y que se dedicaban a la enseñanza entre los cristianos viejos. Lo mismo podría ocurrir antes de la expulsión, como lo demuestran los alfabetos documentados entre los moriscos de Huesca, que no cabe duda de que eran muchos más, porque los obreros de villa y todos los miembros de la familia Compañero y Çafar también lo eran, aunque no se haga constar en ningún documento. Un dato anecdótico, pero no carente de valor, es que el Amadís, el libro por excelencia en la primera mitad del siglo XVI, da nombre a un nieto adolescente del maestro calderero Juan Farax mayor en 1529, lo que quiere decir que al ser obligatoriamente bautizado elige no un nombre de santo, sino uno literario. Sin duda muchos de los moriscos contaron con maestros cristianos, aunque solo tenemos noticia de Juan Compañero, el que luego aparece como notario, que en 1540 es citado como escribiente en la notaría de Luis Climent, aprendiendo el oficio para superar el examen que sabemos que debía pasar para alcanzar la categoría de notario; comienza en el oficio siendo un adolescente, porque por esas fechas debía de rondar los catorce años.

Artesanos de todo tipo —cantareros, herreros-albéitares, sogueros, zapateros, etcétera— firman como testigos o protagonistas de documentos, y se da el caso curioso de padres que son alfabetos y cuyos hijos no lo son, como ocurre con el cantarero Lope Medina y su hijo Jerónimo, también cantarero, emigrado a Naval. Las mujeres conocidas que saben escribir pertenecen a las familias más ricas: María Albariel, mujer de Gabriel Çafar; su hija Esperanza Çafar menor, alfabeta ya a los doce años; una cuñada de Juan Compañero, de la que en un proceso inquisitorial de 1581 se dice que leía el Corán tan bien como un alfaquí, es decir, que también conocía la lengua árabe; Cándida Compañero, mujer de Jerónimo Çafar, de la que sabemos que tenía entre sus ropas escondidos alifes para aprender a leer en árabe. Quién les enseñaba es un misterio, pero es impensable que los conocimientos de latín para poder ser notario no les fueran dados por clérigos o por los numerosos bachilleres salidos de la universidad local. Por supuesto que también habría maestros moriscos, aunque no sería de extrañar que levantaran recelos entre los cristianos, toda vez que sabemos que eran los encargados, clandestinamente, por supuesto, de instruir en la fe islámica y en la lengua arábiga,

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tal como reconoce ante la Inquisición Juan Compañero menor en 1581; aunque, como siempre, un documento inquisitorial hay que tomarlo con suma precaución. Algún oficio obliga también a conocimientos bastante especializados, como el de herbolario, el de cirujano (trujano, en versión aragonesa) o el de albéitar, este último asociado casi siempre al de herrero. Es seguro que en este caso la instrucción, como en el resto de oficios, pasaba por el propio gremio, y que los maestros, conversos o cristianos viejos, trasmitían su arte en un aprendizaje que duraba años. Sabemos, por ejemplo, que el herrero Francisco Junez deja en su testamento (1575) una manda para que su nieto Jerónimo Burro reciba lo que los albaceas decidan si quiere aprender el oficio, o que según un documento de 1566 Baltasar de Huerto menor será aprendiz hasta los veinte años con el herrero Juan Alfarrán. Conocemos aprendices en talleres de conversos que por el nombre y el origen podrían ser cristianos, por ejemplo Juan Romero, de Sangüesa, que en 1544 firma como aprendiz con el cantarero Vicente Alamén, y el vizcaíno Martín de Garín, que en 1552 trabaja como mozo aprendiz con el obrero de villa Domingo Almaçor. Tenemos también noticias de la defensa a ultranza que médicos titulados hicieron de la buena práctica veterinaria de algún albéitar llevado a juicio. El pleito que en 1602 interpone ante el justicia el infanzón Jacobo de Araus contra el albéitar Jerónimo Burro es un ejemplo magnífico de cómo cristianos de prestigio no tienen prejuicios de ningún tipo a la hora de defender a un buen profesional morisco, y por encima de las diferencias étnicas se tienen en consideración la profesionalidad y la honradez de la persona. Jacobo de Araus acusa a Burro y a su asistente, su hermano Juan Burro, de la muerte de un caballovalorado en 80 escudos que murió después de que se le administraran las medicinas que le dio Burro. Se le hizo la autopsia y tenía el garganchón, el hígado y el liviano negros. Según la defensa, el caballo era viejo y no se habría podido vender ni por 20 escudos. Las medicinas eran buenas, no podían quemar ni hacer daño; eran azafrán, vino, miel y «cherepriga», apropiadas para curar el muerbo, según los peritos. Se tienen en cuenta los dieciocho años que lleva ejerciendo de albéitar Burro, y hay informes de médicos favorables a él, como el de Jerónimo Bandrés, catedrático de universidad. Monter, otro médico, que hace la autopsia del caballo, no atribuye la muerte a las medicinas. Domingo Lope, herrero, y Pedro Navardún, cristianos viejos, hablan bien de la persona y profesionalidad de Jerónimo Burro, lo mismo que hace el testigo Pedro Fierro, herrero convertido, quien asegura que la muerte del caballo fue por esparabán, que es un mal incurable. Lo mismo dicen Jerónimo de Usida y Vallejo, médicos, ambos cristianos. A los testigos de la acusación no se les tiene en consideración, entre otras causas, porque uno de ellos, Juan Montero,67 ejercía de albéitar sin serlo, un caso de intrusismo que lo llevó a la condena y al pago de costas. Que personalidades como médicos y un catedrático de universidad defiendan en público al morisco resulta

67. Es probable que Juan Montero fuera morisco inmigrante; se dice de él que es castellano. Una mujer con su apellido, Ana, está casada en 1563 con el converso oscense Agustín Ezcandar.

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ciertamente significativo. Parece que las reclamaciones contra los albéitares moros eran frecuentes, aunque no todas hayan pasado a la documentación. Muchos años después del caso estudiado, en 1594, Juan Baztán reclama a Ferrando Alfanaquí, albéitar, que le pague 800 sueldos por haber dejado inútil un macho por culpa de las medicinas que le dio; Alfanaquí da por recibida la cédula, pero niega la acusación, además de rechazar el pago de una indemnización económica, 800 sueldos, que considera desorbitada.

Otro oficio relacionado con la medicina y que exigía que los clientes no tuvieran prejuicios a la hora de acudir a él es el de boticario o herbolario. En los documentos nos encontramos uno cristiano que vende medicinas a los conversos, Martín de Sanginés, al que conocemos en un juicio de 1596 en el que reclama a la viuda del herrero Juan Lasierra el pago de las medicinas entregadas en 1585 para curarlo, relacionadas todas, con su nombre en latín y con el precio, en un hermoso documento. El justicia de Huesca falla a favor de la viuda, porque no se puede demostrar que haya comprado esas medicinas para Juan Lasierra y sus hijos Gabriel Lasierra y Juan Lasierra menor por un valor de 176 sueldos. En el proceso interviene el Colegio de Boticarios. También se tiene noticia de un herbolario y médico morisco, Luis Comor, que cuenta treinta y cuatro años cuando es juzgado por la Inquisición en 1596. Vive en Huerto, pero se mueve por toda la comarca de Huesca y atiende a cristianos viejos y nuevos. Un homónimo había sido procurador de Jerónimo Çafar en 1567 para cobrar unas deudas del boticario de Huerto. No parece que Comor esté en su sano juicio, o bien es un bocazas y un temerario, porque es llevado ante el Santo Oficio por presumir de haber matado con sus medicinas a más de veinte clérigos, aunque también es posible que nunca lo haya dicho y sea acusado con falsos testimonios. En el juicio niega haber matado a clérigos y a cristianos viejos, pero de todos modos se le inhabilita a perpetuidad y se le impone una multa y tres años de cárcel, muy poca condena para los aberrantes crímenes de que era acusado. Aunque el documento manifiesta mala fe contra el converso, también es revelador como ejemplo de que sus remedios eran buscados no solo por moriscos, sino también por cristianos viejos. El oficio de cirujano va asociado a los barberos y solamente tenemos la noticia, en 1548, de Juan de Tierz, que toma una encomienda de 250 sueldos de Juan Compañero. Podría tratarse de un cristiano viejo, porque no aparece en ningún documento más relacionado con la comunidad morisca, pero el hecho de que proceda de Tierz, donde la población conversa es muy abundante, hace que lo reseñemos aquí, independientemente de las dudas que se nos plantean.

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EL FRACASO DE LA INTEGRACIÓN

Si muchos de los datos expuestos apuntan a la voluntad de los conversos de integrarse en el mundo que les tocó vivir, ¿a qué se debió el fracaso del intento? Podríamos entender la cuestión en una doble vertiente: en qué contribuyeron los conversos y en qué los cristianos viejos para que la convivencia fuera imposible, si bien habrá que insistir en que no fueron tanto los posibles problemas habidos en Huesca ni las relaciones personales como la voluntad del poder de acabar con un grupo que, según su versión, se convirtió en un peligro para la seguridad del Estado. Los juicios inquisitoriales son un buen ejemplo de lo que decimos; incluso en los casos en que los moriscos no reciben más que una pena simbólica, las alusiones al islam, a la «pérfida secta de Mahoma», a las supercherías moras, etcétera, son una constante. Que eso llegara a calar en el común de la población es dudoso, aunque en el caso concreto de Huesca parece que hay datos para ver que el acoso inquisitorial contribuyó a abrir una brecha y a ahondar las diferencias, tanto entre los cristianos como entre los conversos, conscientes de estar siendo observados con lupa por parte del poder político y de las instituciones religiosas. Ya apuntamos anteriormente que fue la Iglesia la que señaló a los conversos como diferentes: leer los libros parroquiales de San Martín es certificar la manifiesta voluntad de marcar a los viejos moros con el estigma de su origen; la condición de nuevo convertido se ve continuamente repetida; habían pasado ochenta años del bautismo forzoso y los niños eran cristianados señalando en el registro su condición. Pero es que no es descabellado pensar en libros de registros especiales para ellos porque, si no, ¿cómo justificar la diferencia entre los moriscos inscritos en los diferentes libros y los que realmente existieron? Queda aquí planteada la cuestión, que de ser realidad nos estaría hablando de una segregación total por parte de la Iglesia, cuando quizás no pase de una falta de responsabilidad por parte de los rectores de la parroquia. Lo que más llama la atención es que la condición de convertido no aparece en los libros hasta la década de 1580, coincidiendo con el ataque inquisitorial, que marcó una inflexión en las relaciones entre las instituciones y el colectivo de los nuevos convertidos; este detalle no puede pasar desapercibido como ejemplo de que la persecución de la Inquisición contra los moriscos ante la supuesta sublevación y la sospecha de su fidelidad al islam modificó la actitud de la Iglesia y quizás de las gentes. Si no, ¿por qué es a partir

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de 1585 cuando la condición de nuevo convertido es una constante en los registros parroquiales de San Martín? No pasó lo mismo con el nombre del barrio de la Morería, que desde 1534 ya aparece como de la Nueva Cristiandad de manera constante, aunque en 1607 vemos que unas casas de Lope Medina están en la Morería, señal de que, aunque el mundo oficial hubiera desterrado el recuerdo de los moros, el pueblo lo seguía recordando. El hecho de que el ejemplo puesto sea un documento en el que solo intervienen moriscos nos dice que no se trata de un caso de segregación, sino del reflejo de una realidad entre los propios conversos, que seguían llamando a su arrabal como se llamó durante siglos.

LA ENDOGAMIA

La manifestación más evidente de la personalidad del grupo es la endogamia dominante a lo largo del espacio y del tiempo. Son rarísimos los matrimonios llevados a cabo fuera de la ciudad; como mucho, de manera casi general, los cónyuges foráneos vienen de los lugares próximos a Huesca y suelen ser personas con vínculos familiares en la comunidad oscense. Los matrimonios mixtos, que podrían ser la prueba más clara de la integración, son prácticamente inexistentes. Con certeza total solo tenemos el de Esperanza Çafar menor, hija de Gabriel Çafar y de María Albariel, con el infanzón Juan Felices,68 celebrado, tras el descalabro de la familia provocado por la Inquisición, con la voluntad de salvar su patrimonio. En los demás casos, salvo honrosas excepciones que luego veremos, no es posible asegurar que se trate de matrimonios mixtos: aunque los apellidos no son moriscos, podemos estar ante moriscos inmigrantes. Apellido que ni siquiera es aragonés es Galaraga, el que llevaba el primer marido de María Compás, de rica familia oscense y que ya está viuda en 1543, cuando casa con Juan del Ala, que sí es morisco. Tampoco parece morisco Conte, aunque no hay elementos para asegurarlo; María Conte está casada en 1549 con el converso Rodrigo Burro. En 1545, Juan Martínez de Val, cuyo apellido no es en absoluto morisco, es el padrastrode Agustín y Juan Gali, hijos del difunto Lope Gali, «cavallero», y se desconoce quién es la madre; el hecho de figurar como «cavallero» nos obliga a pensar en una persona de alta consideración social. Varios miembros de lafamilia Almaçor, de origen morisco zaragozano, están casados con mujeres cuyos apellidos parecen cristianos: Domingo Almaçor con Gracia Arenes, y en segundas nupcias con Violante Xavierre, que es cristiana vieja natural de Bierge, donde su hermano Martín es vicario;69 Francisco Almaçor, hermano del anterior y como él maestro de obras, tiene como mujer a Ana Sanz; y Juan Almaçor, hijo de Domingo, casa con Ana Bailo. En 1550, tenemos noticia de que la viuda de un Farax, viejo apellido moro en Huesca, se llama Leonor Villanueva; ni el nombre ni el apellido son propios de conversos oscenses. En 1564 se casan el labrador Miguel de Caldes y

68. Se estudiará ampliamente cuando hablemos de la familia Çafar.

69. En su testamento hecho en 1590 deja heredera universal a su hija Ana, y en su defecto todos sus bienes se venderán para instituir censales a favor de las iglesias de Bierge.

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Leonor Faxol; el apellido Caldes parece el de un inmigrante que pudiera ser cristiano, aunque también podría tratarse de un morisco catalán o valenciano. En 1565 Domingo Lacuesta, cuyo apellido no aparece entre los moriscos oscenses, se casa con «una hija de la viuda de Naxar» de la que no consta en el acta matrimonial ni el nombre. En 1589 tenemos noticia de la oscense Ana Oncino, viuda de Juan Ferrer, apellido que no aparece entre los moriscos oscenses, aunque esto no quiere decir que no lo fuera, procedente de otro lugar. Pablo Alfarrán está casado con Ana Yáñez, inmigrante con toda seguridad, y acaso cristiana, como inmigrante es Juan Cortés, casado con la conversa Isabel Junez; ni Yáñez ni Cortés figuran entre los apellidos de los moriscos aragoneses. Caso contrario es el de José Nasarre, apellido oscense pero cristiano viejo, que aparece casado con María Burro en la aldea de Cuarte, próxima a Huesca, en 1597. Salvo el último ejemplo, todos los citados son anteriores al recrudecimiento del control inquisitorial. El único caso, y en mi opinión el que con más seguridad se trata de un matrimonio mixto, aparte del de Almaçor con Violante Xavierre, data de la década de 1580 y es el del labrador oscense Jaime Lasarte, cuyas capitulaciones con Isabel Almaçor, hija de Domingo, se hacen en 1581. Verdaderamente, el número de matrimonios mixtos, aun suponiendo que todos los mencionados como posibles lo fueran, es muy bajo, de manera que se podrían considerar algo anecdótico. ¿Por qué esa dificultad para llegar a matrimonios mixtos? Aquí sí que no cabe duda de que funciona el sentimiento de grupo en ambas direcciones. Los conversos buscan a sus iguales, siguiendo la tradición musulmana del matrimonio entre primos y en el caso de viudas con un hermano del cónyuge difunto, queriendo mantener su integridad como colectivo y acaso también garantizar su seguridad y sus cultos criptomusulmanes o lo que lograran conservar de la religión islámica. Los cristianos viejos parecen poner de manifiesto que, aunque pudieran convivir con los conversos, otra cosa bien diferente es mezclar su sangre con la de los recién convertidos; es el honor de la pureza de sangre y el temor de siempre de las mayorías a perder el control, a ver en peligro su integridad. Quienes realmente podrían haber recurrido al matrimonio como medio de remisión de la culpa de ser miembro de una minoría eran los conversos; casar con un cristiano era tanto como convertirse en miembro de la casta superior, una forma de librarse del pecado de ser moro, aunque parece que los cristianos no estaban dispuestos a ello. Estos, por el contrario, no sacaban de un matrimonio mixto otro beneficio que el de ganar posición económica a cambio del atrevimiento de unirse con el grupo minoritario, durante siglos endogámico. Eso es lo que hizo Juan Felices cuando casó con Esperanza Çafar menor, y eso parece buscar el labrador Lasarte al emparentar con la rica familia Almaçor, que aporta más de 4000 sueldos, vestidos y joyas al matrimonio, mientras que el varón contribuye con unos bienes que ni siquiera merecen la atención de los contrayentes y no son mencionados en las capitulaciones matrimoniales, pero sí se indica que da un excrex de 2000 sueldos a su mujer.

Que casar con cristiano viejo podía ser una aspiración de algunos moriscos para lavar su sangre al menos ante la sociedad y los poderes fácticos es algo más

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que evidente. Que lo lograran ya es otra historia. De entre todos los documentos estudiados hay tres que vale la pena destacar: uno en el que queda reflejada la aspiración de buscar en el matrimonio con cristiano viejo la seguridad social y de patrimonio, y dos en los que, para mantener la identidad, se prohíbe o impide el matrimonio con miembros del grupo mayoritario.

El primer caso es el del testamento cerrado de Ferrando Çafar mayor hecho en 1559, al poco de pasar por la Inquisición él y su hijo homónimo y poco antes de que su mujer fuera hecha presa. Los tres fueron reconciliados en su primer paso por la Inquisición, pero es evidente que Ferrando Çafar, el más rico de los moriscos oscenses, quería que sus hijos se libraran del Santo Oficio y pudieran desarrollar con más libertad sus actividades económicas. En aquellos momentos la Inquisición no mantenía con los moriscos la actitud que años más tarde llevó a la cárcel, a la hoguera y a galeras a todos sus hijos, salvo a Juan, que había emigrado a Argel. El documento es rotundo: «Ruego y encargo a la dicha mi mujer y hijos y a cualquiera dellos que hubiese de contraer matrimonio aquel lo contraiga con cristiana vieja y no con cristiana nueva en ninguna manera, porque assí es mi voluntad». Curiosamente, superado el miedo que debía de tener en aquel momento, nunca más incluyó esta cláusula en ningún otro de sus testamentos y codicilos, y de hecho ninguno de sus hijos casó con cristiana vieja, sino con miembros de notables familias moriscas, como los Albariel y los Compañero, además de los Gali y los Casabona.

Entre los moriscos, los dos casos en los que se intenta impedir un matrimoniocon cristiano viejo afectan a mujeres. En 1606 Ana Ezcandar, mujer de Lope Medina, estando sana, hace un testamento por el que deja herederas a sus hijas solteras, Gracia, María y Ana Medina, pero les prohíbe taxativamente casarse a cualquiera de ellas con Miguel Raca o su hermano, so pena de ser desheredadas. No se dice por qué; puede ser que hubiera problemas con esa familia, pero lo cierto es que se trata de cristianos viejos. Más claro es el otro ejemplo, anterior en el tiempo, ya que se hace público en varios juicios inquisitoriales de 1581, en el que se ven implicados miembros de las familias Compañero y Compás. En el testimonio de varios de los acusados se afirma que Juan Compañero escondió en casa de María Compás a una sobrina suya que estaba preñada de un estudiante cristiano viejo para impedir que se casara con él. Es una prueba tan contundente que no merece ningún comentario: habla por sí sola. El nombre de la muchacha no consta; solo se sabe que ella y el bebé murieron sin que nadie sepa explicar el motivo, simplemente la encontraron muerta. Mejor no pensar nada, porque cabe todo, desde el suicidio hasta un parto en soledad fatal e incluso un asesinato para evitar la deshonra familiar, o, simplemente, fantasías nacidas del terror al Tribunal. Curiosamente, ante un hecho de tal gravedad, la Inquisición parece mirar hacia otro lado; preocupada por la presunta sublevación de los moriscos y por las cuestiones religiosas, no tiene en consideración lamisteriosa muerte de la muchacha y de su hijo. La actitud de Juan Compañero, que resultará condenado por criptomusulmán, es prueba de esa intransigencia quesin duda contribuyó a mantener cerrado en sí mismo al colectivo de conversos, actitud que con-

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trasta con la de su sobrina y la del joven estudiante, que, por lo que puede deducirse de las declaraciones, pensaban casarse saltándose las barreras que levantaban los cristianos viejos y los viejos moros.

Entre las causas que dificultan la integración de la minoría conversa está la fidelidad al islam, que es posible que fuera más general de lo que la documentación permite saber, si bien, salvo casos excepcionales de personas profundamente musulmanas y bien formadas, es probable que la permanencia en la fe islámica no pasara de la conservación y transmisión de oraciones y fórmulas para celebraciones muy concretas. Hemos expuesto ejemplos de gentes que querían llevarse bien con la Iglesia; posiblemente incluso hubiera conversos que fueran sinceramente cristianos, quizás no entre los que sufrieron la agresión del bautismo forzoso, pero tal vez sí en la primera o la segunda generación, aunque eso no pasan de ser suposiciones. La documentación con la que contamos, si exceptuamos la de la Inquisición, apenas toca el tema religioso; todos los ejemplos que hemos podido estudiar han sido ya expuestos, y como se ha visto es imposible llegar a conclusiones, si exceptuamos el conflicto habido entre Juan Felices y su suegra, María Albariel, a la que echó de su casa por práctica de ritos musulmanes, o la documentación de que Juan Çafar, hijo de Ferrando y de Esperanza Compás, se había ido a Argel para vivir como musulmán; y la fuente que nos informa no es la Inquisición, sino un testamento cerrado de su propio padre hecho en 1577. Pero uno de los ejemplos más evidentes de la malquerencia de la Iglesia hacia los moriscos lo vemos en el matrimonio de la niña Esperanza Çafar menor, nieta de relajados y de padres reconciliados, con el cristiano viejo Juan Felices. Las capitulaciones matrimoniales se hacen el 17 de julio de 1589 y ese mismo día se casan sin que ella pueda recibir la comunión; comoquiera que eso parecía impropio para una familia infanzona y para unos ricos moriscos, la ceremonia religiosa se repite el 8 de octubre, cuando Esperanza ha conseguido la licencia expresa de la Inquisición y del arcediano de la Cámara de Huesca para poder recibir la eucaristía; se celebra en la parroquia de San Lorenzo, oficiada por mosén Joan Buxeda, con todas las bendiciones. Es duro ver a una niña sometida a la ofensa pública por el hecho de ser sangre de relajados y reconciliados, a pesar de la pureza de sangre de su esposo, razón por la que posiblemente obtuvo las licencias para tomar la comunión, sacramento que solo en casos muy especiales era dispensado a los conversos. Si dos personas importantes —uno por sangre y la otra por dinero— se ven sometidas a ese acto alevoso, qué no sería de aquellos otros pertenecientes a clases menos poderosas y que también llevaban la ignominia de ser descendientes de gentes juzgadas por la Inquisición. Efectivamente, con actitudes así resulta difícil entender la convivencia y es muy probable que esto contribuyera a que los conversos se afirmaran aún más en sus convicciones y en su sentimiento de pertenencia a un grupo marginado. La historia de Esperanza Çafar menor es ejemplar para ver hasta qué punto habrá que encontrar en la Iglesia y en la Inquisición los principales factores de discordia.

De lo dicho hasta ahora ya pueden sacarse conclusiones, pero todavía hay un documento más elocuente, una prueba rotunda de que ni el matrimonio con

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cristiano viejo limpiaba la sangre de los viejos moros: Esperanza casa con un infanzón, pero no le sirve para lavar su sangre; es más, es su marido el que pierde la pureza de la suya, o si no la pierde sí al menos pasa a engrosar las filas de los conversos. Puede parecer exagerado, pero las pruebas son rotundas. Cuando en 1595 se reúne el colectivo de los nuevos convertidos en casa de Jerónimo Burro, tras convocatoria de Miguel Lasierra, lo hacen para recibir de Esperanza Çafar menor y Juan Felices 660 sueldos que, como herederos de Ferrando y Jerónimo Çafar, deben al colectivo, porque eran dineros recaudados por los mismos para los pagos que se hacían a la Inquisición. Habían pasado más de diez años desde la muerte de los dos Çafar, pero la deuda no se había olvidado, y quien la reclamaba era el Tribunal de la Inquisición de Zaragoza. Hasta aquí nada anormal, pero es que según el documento Felices y Esperanza pagan, además, los 60 sueldos de la deuda que tienen con el colectivo para satisfacer los pagos al Santo Oficio, y la deuda se atribuye a ambos, no solo a Esperanza. Es decir, que Esperanza Çafar menor y Juan Felices contribuían como el resto de los moriscos al pago que anualmente se hacía a la Inquisición, prueba evidente de que ante esa institución la condición de moro convertido no se pierde nunca, y que un infanzón, cuya limpieza de sangre estaba perfectamente probada, al casar con mora queda equiparado a la condición de su mujer en sus obligaciones con el Tribunal de Aragón de la Inquisición. Difícil encontrar una prueba más concluyente de hasta qué punto existió la voluntad por parte de algunas instituciones religiosas de impedir la integración de la minoría, de marcarlos a perpetuidad, hechos que contrastan con la actitud de las gentes, porque, ante Juan Felices mayor y su mujer, las hijas de Esperanza y Juan reciben, aparentemente, el mismo trato que el resto de sus nietas, y digo aparentemente porque en su testamento de 1594 simplemente se deja la legítima a su hijo Juan y a sus nietas; en posteriores testamentos de 1600, 1601 y 1613 cambia la cláusula para dejarles finalmente la legítima y 3000 sueldos a cada una, pero de la herencia de su abuela Ana Baraiz.

Volviendo al tema del matrimonio, el que los conversos no perdieran sus tradiciones a la hora de casarse, por ejemplo, no quiere decir nada, como tampoco el que recibieran el bautismo o se manifestaran piadosos; acaso todo eso no fuera más que una apariencia y todo se hiciera para cubrir el expediente y evitarse problemas. Los documentos tratados a la hora de estudiar el tema religioso son los procedentes del Tribunal de Aragón del Santo Oficio, relativamente numerosos los referentes a la comunidad oscense. En mi opinión es una fuente muy parcial, pero no cabe duda de que en ellos podemos ver la supervivencia de la fe islámica entre los conversos, con independencia de su nivel económico y social. Muchos convertidos eran personas cuya aparentemente sincera fe cristiana ocultaba su verdadera religión, vivida en familia pero quizás también colectivamente en aquellos lugares en que toda la población era conversa o en lugares considerados seguros. Eso justificaría que en casa de Juan Compañero se encontraran treinta ejemplares del Alcorán, tantos que solo puede explicarse si eran para el culto, según sabemos por el juicio que se le hizo en 1581. Muchos de los

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datos de la vida en musulmán que nos ilustran los documentos de la Inquisición serán estudiados en el capítulo dedicado a esta cuestión; por ahora basta decir que todo nos inclina a pensar que, bajo una apariencia cristiana, un grupo indeterminado de conversos siguieron fieles al islam, y que eso justificaría la endogamia y la concepción de la familia.

Hay, de todos modos, un dato significativo en el conjunto de documentos hechos en Huesca por la comunidad morisca, un dato que, que yo sepa, no ha sido utilizado nunca a la hora de estudiar su posible fidelidad a la fe islámica, y es el día de la semana en que acudieron al notario para la ejecución de escrituras que no tuvieran carácter urgente. Evidentemente, un testamento en trance de muerte se hace sin tener en cuenta el día, pero el resto de documentos, fueran del tipo que fuesen, es claro que se programaban de acuerdo con el notario y que el día elegido dependería del tiempo disponible que tuvieran tanto los interesados como aquel. Se han elegido cuarenta y cinco años al azar, algo más de la mitad de la historia de la comunidad, y se ha trabajado sobre un total de 1131 documentos, también un poco más de la mitad del total;70 en este amplísimo periodo nos encontramos con que solo nos constan 99 documentos hechos en viernes, mientras que los realizados en domingo son 128, lo cual no deja de extrañar. Pero de ese casi centenar de documentos, una inmensa mayoría tiene como coprotagonistas a cristianos; otros hacen referencia a bautizos, defunciones o llamamientos del justicia, o son documentos inquisitoriales; en otros observamos la presencia de gentes que, aunque moriscas, no son oscenses, y se aprovecharía su estancia en la ciudad para hacer el documento; otros son documentos hechos con urgencia por la enfermedad del testador,71 etcétera. De manera que aquellos que afectan solo a moriscos y no vienen dados por la urgencia quedan reducidos a poco más de una decena; entre ellos, en 1545, el 8 de mayo, están las capitulaciones matrimoniales de Guiomar Compás y Martín Alfarrán, y el 11 de enero de 1577 las de Miguel Moscabida y Ángela de Moros; se mencionan estos dos ejemplos porque el caso de las capitulaciones matrimoniales es también especial, puesto que muchas de ellas se hacen el mismo día de la ceremonia religiosa, si bien no tenemos el acta parroquial de ninguna de las dos. Documentos aparentemente hechos en viernes libremente son tan solo cuatro escrituras de compraventa y cambio, una que recoge el inicio de un pleito y un documento de procuración, además del muy interesante de 27 de octubre de 1595 según el cual el colectivo de los nuevos convertidos se reúne para tratar el pago que efectúan a la Inquisición, y lo hacen, según reza el documento, «como es habitual», en casa de

70. Los años estudiados son 1527, 1529, 1530, 1531, 1532, 1533, 1534, 1535, 1536, 1544, 1545, 1548, 1550, 1551, 1552, 1553, 1556, 1558, 1559, 1560, 1562, 1564, 1566, 1569, 1571, 1575, 1577, 1579, 1582, 1583, 1585, 1588, 1589, 1591, 1592, 1595, 1596, 1598, 1600, 1601, 1604, 1605, 1606, 1607 y 1609.

71. Tenemos cinco testamentos —cuatro del 24 de abril de 1564, en plena epidemia— y la apertura de un testamento cerrado de Ferrando Çafar en 1582, tras la muerte en la Inquisición de su heredero Jerónimo.

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Jerónimo Burro. En este caso, tal vez no es casual que se congreguen en su día santo, siguiendo la tradición de la vieja aljama, cuya asamblea a veces se convocaba en viernes, como cien años antes, cuando el 2 de enero de 1495 se reúne el plenario para la elección de cargos después de la oración. Visto lo anterior, no cabe duda de que los moriscos preferían cualquier día de la semana para acudir al notario antes que el viernes, lo que supone que, al margen de sus verdaderas creencias religiosas, el colectivo conservaba la idea de que se trataba de un día santo, quizás como pura costumbre y sin ninguna carga religiosa. Acaso no sea más que una casualidad, pero el hecho no deja de ser sugerente y quizás valdría la pena insistir sobre el tema en otros lugares a fin de poder sacar conclusiones que, por el momento, no pasan de suposiciones.

LA

PERCEPCIÓN

DEL COLECTIVO POR LOS CRISTIANOS

¿Cómo percibía el colectivo cristiano a la pequeña comunidad de conversos? ¿Qué sentimientos o resentimientos había hacia ellos? Hemos visto ejemplos de convivencia que al menos en apariencia son suficientemente elocuentes como para asegurar que, de forma general, no hay una animadversión manifiesta contra los moriscos: las gentes acuden a sus negocios, recurren a su trabajo, gozan del favor de las autoridades civiles e incluso religiosas, hay relaciones económicas incluso de muy altos vuelos entre ambos colectivos, etcétera. Es decir, aparentemente, salvo por lo que nos dice la documentación inquisitorial, no hay conflicto; moriscos y cristianos viejos viven en paz, sometidos a las mismas leyes y autoridades, con las mismas obligaciones y deberes. Y, como ocurre entre los cristianos viejos, los ricos moriscos estarán entre los privilegiados de la ciudad, al menos hasta la intervención violenta del Santo Oficio, cuando se ve en ellos un peligro político y de orden público. Probablemente el ataque del poder contra los conversos permitiera dar rienda suelta a un racismo latente desde tiempo inmemorial, aunque los ejemplos documentales que tenemos son tan pocos que resulta difícil creer que ese sentimiento racista fuera general, y cuando hay actos violentos contra los moriscos no encuentran eco en las autoridades, que se limitan a aplicar las leyes y a impartir justicia con ecuanimidad, incluso en momentos en que ya se había dictado la orden de expulsión. Así queda reflejado en un acta municipal de 161272 en la que se trata la causa contra Mateo López, acusado de un asesinato en las proximidades de Huesca, en el monte de Becha, del que no hay pruebas; sin embargo, es condenado a galeras por quedar demostrado que en 1610, en las cercanías de Jaca, asaltó y robó mucho dinero a moriscos, incluso llegó a matar a alguno, cuando eran conducidos por el virrey de Aragón a su exilio forzoso hacia la frontera francesa. Debieron de ser momentos en que los ataques a los moriscos no eran raros, como se ve en diciembre de 1610, cuando el gobernador general de Aragón, de visita en Huesca, exige que se haga justicia por el asesinato de un morisco en la buega de Grañén, y a los ocho días se detiene

72. Dato facilitado por Carlos Garcés.

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al homicida, Pedro Lacosta, alias Labastida. Esta aplicación de la justicia cuando la víctima era un morisco no se ve solamente en hechos tan trascendentales como los que acabamos de comentar, sino también en casos de mucha menor importancia, como ocurre en 1563, cuando la justicia encarcela a un «mancebo desbarbado» que había robado a la doncella Jerónima de Gurrea en su casa un sayo y una faldilla, y que al grito de «¡al ladrón!» fue detenido por su hermano Lope de Gurrea. Ejemplos de racismo manifiesto, aunque muy escasos, los hay en la documentación contra los antiguos moros, pero también contra gascones y castellanos. En un juicio contra el albéitar Jerónimo Burro en 1602, del que ya se ha hablado, un testigo de la acusación, gascón, es desacreditado tajantemente: «es persona de poca manera, calidad y reputación, y fácil de deposar y decir cualquier cosa». A otro, Montero, no se le da crédito, entre otras razones, porque es castellano. En otro juicio de agosto de 1561, por el asesinato de Amador Tillero, entre los cómplices de los testigos hay dos mancebos gascones a los que tampoco se quiere creer, y se les acusa, incluso, por algunos testigos de ser cómplices del homicida. Esta causa es una de las pocas en las que se juzga el asesinato de un morisco, herido a cuchilladas en la cabeza por el cristiano Bernardo Casambo en la noche del 1 de julio y que muere a los pocos días sin que puedan hacer nada por sanarlo los cirujanos Juan de Alvira y Miguel Arguillur. La justicia actúa rápidamente, como se ve, y los asesinos, que se jactan de lo hecho (aquí sí habrá que ver claramente un sentimiento racista), huyen de Huesca al saber que ha fallecido. Se les acusa de premeditación, puesto que a la puerta de la casa de la víctima se entabló una disputa entre el asesino y cuatro cristianos más, 73 todos pelaires, con Juan Lasierra con la intención de que Tillero saliera de su casa para asestarle las puñaladas. La justicia es implacable con el asesino: es condenado ad mortis naturalis ad inforcandum in forca cum capistri canapi in collo; su condición de cristiano no lo evitó. Los motivos del crimen no se aclaran en el juicio, y todo parece indicar que se trataba de cuestiones personales. Tillero, cantarero de buena posición económica, está muy documentado desde 1536, cuando era un menor huérfano tutelado. Muy interesante para ver cómo en aquel momento todavía a los moriscos no se les veía como el gran peligro es notar que el justicia de Huesca mandó hacer las diligencias de la causa a tres conversos —Juan Compañero, Juan Prom y Francisco Junez—, como si aún siguiera viva la ley que rigió la comunidad mudéjar según la cual a un cristiano asesino de un moro se le juzgaba por un tribunal integrado exclusivamente por musulmanes. En el juicio se declara herederas a las hermanas de madre del difunto, Isabel Prom, viuda, y Agustina Prom, hijas de Juan Prom y Juana Burro, mientras que el fallecido era hijo de Felipe Tillero mayor. En el proceso —detallado al extremo en el documento— el procurador presenta como testigos al honorable Miguel de Lizana, Miguel de Sada, Caterina Salabert, viuda de Jerónimo Mur, Jaime del Run, todos cristianos viejos, y a los conversos Francisco Albaco y Jerónima Aranja, viuda de

73. Son Martín de Carrera, Domingo Buil, Juan Moreu y Antón Barrau.

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Galcerán de Marguán. Pero son muchos más los testigos que participan: Vicente Alamén y Martín Burro, moriscos; Antonio Gallego, labrador de Quicena, y Juan Martel, de Buñales, cristianos viejos que dicen que oyeron a dos gascones que llegaron a su pueblo comentar los hechos y se les acusó de haber hecho algo malo para que huyeran ellos también de Huesca, y vieron cómo, tras comprar pan, se fueron a Tabernas, donde estaba el acusado, en tanto que otros de los alborotadores se habían refugiado en Pompenillo. Hay testigos que defienden a Casambo y dicen que era buena persona, como Juan de Ricla, piquero, Pedro Castán y Jaime del Río. Otros dicen no conocerlo. Los que vieron la pelea atestiguan que la cuchillada la dio Casambo, aunque alguno, como María Carrera, no cree que fuera tan grave, y otros buscan información de los testigos presenciales para presentarse en la causa, como los moriscos Jaime del Rey y Rodrigo Alfanaquí. Lamentablemente, como antes se decía, no quedan recogidas las palabras que en su defensa pudo haber dicho Casambo, y ni él ni ninguno de cuantos pasan por el juicio dan razones de la agresión, lo cual nos hace pensar que podría haber en todo ello, aparte de cuestiones personales, un trasfondo racista; de ahí que los criminosos se rieran y jactasen de su acción. Llama también la atención que a los cómplices de Casambo no se les aplique ninguna condena y ni siquiera sean juzgados.

De 1580 es la agresión que sufre en la cara el rejolero Didago de Arayco, aunque no sabemos quién ni por qué le hirió; de esas heridas sanó, porque su acta de defunción es de 1600.

De todas las causas vistas ante el justicia de Huesca y recogidas en sus libros o en actas notariales hay una que interesa sobremanera porque en ella encontramos la manifestación más evidente de racismo, quizás lo que muchos cristianos viejos pensaban y no se atrevían a decir en público o, si lo dijeron, no ha quedado escrito. Se trata del pleito visto ante el justicia entre 1585 y 1586, fechas en las que la Inquisición había ya levantado la veda contra los moriscos. Del litigio no nos ha llegado el fallo, pero no pudo ser adverso al morisco, porque al poco fue atacado por el contrario como acto de venganza. Domingo Constantín y su mujer María Larges presentan denuncia ante el justicia de Huesca contra Juan Lasierra por agredir a cristiana vieja y robar una mula. El matiz de decir que se agrede a cristiana vieja no puede pasar inadvertido, porque tiene una clara intencionalidad: marcar la diferencia entre un cristiano viejo y uno nuevo. Se acusa a Lasierra de atacar alevosamente a María Larges el 3 de septiembre, a la que dio de palos sin motivo y dejó con heridas, y solo paró por la intervención de otras personas. Acusan a Lasierra de ser alborotador habitual. Gerardo Clavería declara y dice que la denunciante llamó a Lasierra «perro moro»y «perro moro tocinero» a gritos en plena calle. Él bajó de su aposento y le pidió que se fuese, pero ella intentó pegarle. Entonces Lasierra cogió un palo, que se le rompió, y no sabe si llegó a darle o no. Otros testigos dicen más o menos lo mismo. Uno asegura que todo empezó porque Lasierra reclamó que se le pagaran unos trabajos que había hecho en el huerto de María, lo que provocó una discusión y él le dio con un palo que se había roto. Otro dice que María lo acusaba de quitarle un asna, lo que fue anunciado por el vocero, del huerto donde trabajaba. La madre de Lasierra le

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dijo: «Anda, puta borracha».Y la Larges le respondió: «Mentís como una mora». Entonces salió Lasierra con un palo y le dio por la espalda hasta romperlo, y aún siguió con el trozo que le quedó en la mano. Dice otro que vio cómo peleaban María y Lasierra, y que salió la madre de este y los separó, y la cristiana se fue y buscó a Juan de Uso y Damián Isern para que testificasen que el moro le había pegado. Otro testigo declara que María se emborrachaba con frecuencia y era pendenciera, como lo prueba el que se había peleado en Alquibla con otras mujeres, a las que arrancó, la toca, y que Lasierra era buena persona. Hay quien cuenta que María estaba en la calle diciendo «perros moros»y que la madre de Lasierra salió a pedirle que callara. Un último testigo afirma que la oyó insultar a Lasierra llamándole «perro tocinero»y vio cómo la madre de este intercedía y pedía a María que se fuera, pero ella siguió, y fue entonces cuando Lasierra le pegó; asegura también que es notorio que María se emborrachaba en Alquibla, y que conocía a Lasierra hacía tiempo y era bueno.

Es evidente que la mayoría de los testigos, todos ellos cristianos, son favorables a Juan Lasierra, al que ya hemos visto implicado involuntariamente en la pelea en la que murió Amador Tillero en 1561, y todo hace pensar que sería absuelto en este juicio, lo que justificaría la agresión sufrida poco después y que le costaría la vida. En noviembre de 1586 se inicia un proceso incoado por Isabel Ezcandar, mujer del herrero Juan Lasierra, contra Juan Constantín y Juan de Val por dar a Lasierra una pedrada en la cabeza, a causa de la cual está enfermo. Los agresores están en la cárcel. La sentencia dice que Lasierra es una buena persona, que fue agredido de noche, que le atacaron con espadas, de las que se defendió, y al dar la espalda lo agredieron y le dieron en la cabeza y el brazo. Los criminales se refugiaron en el mesón de Francisco García. Lasierra, herrero y albéitar, está grave y a punto de perder la vida, y al no trabajar por las heridas deja de ganar 10 reales diarios, por lo que Ezcandar pide una indeminzación. Se insiste en que los agresores son famosos por sus peleas. Constantín es condenado a exilio perpetuo, y ambos deben indemnizarlo por todos los jornales perdidos y darle 210 sueldos para los gastos médicos. En 1595, Isabel Ezcandar es demandada por el boticario Martín de Sanginés, como ya vimos, debido a la deuda contraída por las medicinas que compró en 1585 para su marido y sus hijos; el justicia falla a favor de ella haciendo caso a la alegación de Isabel, que dijo que su marido había muerto en 1583. El trato de favor del justicia en este caso fue evidente, porque existían documentos que probaban que en 1585 Lasierra no solo vivía, sino que además requirió de tratamiento médico.

Llama la atención que Juan Lasierra estuviera implicado en otro juicio en 1580, del que también saldría absuelto. El asunto del que hablo ahora es el pleito del labrador Juan Garisa, que acusa a Juan Lasierra menor de haberle robado, con el converso Juan Oncino, una mula roya de cinco años de edad y 8000 sueldos de valor, un precio a todas luces descabellado. Los dos moriscos están presos por esta causa. Oncino declara que se encontró a la mujer de Juan Lasierra en el barrio del Medio y le mostró una mula que se habían encontrado en la calle Población, y le dijo que si se la quería llevar fuera de la ciudad. Lasierra

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dice que su padre, como albéitar que era, había curado al animal, y no le habían pagado. La mula la tenía encomendada Juan Gómez y a él se la quitaron. La valoran en 1000 sueldos, y se pide la devolución. Hay testigos que confirman el hurto y que vieron cómo Garisa quiso recuperarla, pero Lasierra estaba armado y lo impidió, y a continuación la llevó a casa de su padre. Otro testigo dice que Lasierra padre se la quiso vender, pero que, cuando fue a buscarla, la mula ya no estaba. Según algún testimonio, Lasierra padre, buen albéitar, curó a la mula y después la compró, y como no se la habían entregado se la llevó a su casa. El asunto no es demasiado claro y el hecho de que Lasierra menor fuera armado es bastante significativo, porque los moriscos lo tenían prohibido. En cualquier caso, tenemos de nuevo acusaciones falsas y resulta difícil no pensar que en todo ello hay un tinte racista: el moro sigue siendo, para algunos, un ser depravado por naturaleza, aunque la justicia deja las cosas en su sitio y no admite las acusaciones que no pueden probarse.

A veces el trato despectivo, que no insultante, pudiera estar justificado. Cuando en la Corte del Justicia se dice en 1607 que José Codo es «hombre de mala vida y costumbres», cabe la duda de si es así. Realmente, muere dejando deudas, pero también es verdad que ha sido un hombre responsable que aparece en las reuniones del colectivo, que lleva una vida profesional normal y que asume responsabilidades serias con su mujer, Beatriz Medina, como la de cuidar de Mariana Alfanaquí, hermana de Juan Ferrando Alfanaquí, primer marido de Medina. Es posible que su fama sea merecida, pero la documentación no lo manifiesta, excepto el documento del justicia, quien lo encarcela por ser pillado en «fragante [sic] delito y haber quebrantado el mandato del Justicia», delito y mandato que desconocemos. Tampoco cabe dentro del capítulo de manifestaciones racistas el secuestro en 1530 de Pedro Compañero, llevado a cabo por Jorgi Trallero, baile de Rodellar, y una pandilla de secuaces en Morrano y en Torres de Montes. Lo que los secuestradores pretendían era sacar dinero al rico Compañero, que tuvo que firmarles una comanda de 11000 sueldos. El hecho no pasa de ser un acto delictivo cuya víctima lo fue por rico, no por morisco. Acaso la ubicación del nuevo burdel de la ciudad en el barrio de los Nuevos Convertidos, citado en 1552, no sea casual, y estemos ante una prueba pública de menosprecio hacia la comunidad; «la lupianar nueva» no podía ser un vecino agradable para nadie, y posiblemente no hubiese sido aceptado en un barrio cristiano aunque fuese extramuros de piedra, de manera que un barrio poblado, próximo al centro de la ciudad y al mismo tiempo alejado de los lugares más concurridos, era una situación perfecta, aunque es seguro que no gustaría a los moriscos. De hecho, ni lo mencionan en la documentación, salvo el caso citado, a pesar de estar rodeado de casas y obradores de varios conversos. El problema se hace más patente al saber que a finales de siglo se localizaba también en el barrio la cárcel pública, que anteriormente había estado en el viejo ayuntamiento, tal como veremos más adelante en algunas capitulaciones de obra. La construcción del nuevo palacio municipal hizo que la cárcel se trasladara, y curiosamente también fue a parar junto a las casas de los moriscos. Son dos decisiones municipa-

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les que ponen en evidencia que para el Gobierno local el barrio de los conversos era el emplazamiento menos problemático para la ubicación de dos instituciones incómodas de por sí para sus vecinos. Había arrabales habitados por cristianos menos poblados que la Nueva Cristiandad, así que la elección del viejo barrio moro acaso se hiciera para no molestar a los cristianos viejos, y en ese caso estaríamos ante una muestra de menosprecio hacia la minoría conversa.

No hay más pruebas contundentes de manifestaciones racistas por parte de cristianos, pero habrá que recordar que tenemos también dos ejemplos moriscos en los que se intentó evitar el matrimonio de mujeres moriscas con cristianos viejos, de manera que ese sentimiento, de una u otra manera, se demuestra en ambas direcciones. De todos modos, son pocos los casos de racismo que nos han llegado pero, aunque casi anecdóticos, con toda seguridad nos ponen a la vista algo que posiblemente era más general de lo que la documentación manifiesta. Es difícil creer que lo de «perro moro», «moro tocinero», «mentir como un moro» o «perro tocinero» no estuviera extendido entre los cristianos; si Domingo Constantín y María Larges lo usaron, es que formaría parte del lenguaje popular, no lo inventarían ellos; por eso el documento que recoge este proceso es de gran valor a la hora de conocer el sentimiento de repulsa de algunos cristianos hacia los conversos. No sabemos cuántos podían ser, pero la mala fe que denotan los insultos y la espontaneidad con que parece que se dijeron nos obligan a pensar que eran parte del lenguaje común: un moro no solamente era «perro», sino también «tocinero», lo que suponía atentar de manera especial contra el sentimiento religioso del grupo. Este insulto posiblemente venía ya de lejos, de cuando el islam gozaba de libertad y el cerdo estaba totalmente desterrado de la dieta de los moros. Para algún oscense de 1585 los conversos seguían siendo «moros», lo que en el pasado carecía de sentido despectivo, pero en el momento que tratamos era un claro insulto equivalente a llamarlos falsos cristianos, traidores, perjuros o simplemente embusteros; de ahí el «mentir como un moro». El secular odio al moro se nos manifiesta en toda su magnitud en la sarta de improperios que hemos visto. Tampoco podemos obviar el insulto de la madre de Lasierra a María Larges: lo de «puta borracha» puede ser un exabrupto no meditado debido a la excitación del momento y al hecho, confirmado por algún testigo, de que Larges se emborrachaba con frecuencia y era agresiva, pero también podría revelar la visión que un musulmán podía tener de quienes se emborrachaban, y por extensión de todos los cristianos, bebedores habituales de alcohol.

Los casos vistos no son más que la punta de un iceberg que no ha pasado a la historia oscense porque no queda reflejado en la documentación, pero son lo suficientemente ilustrativos como para plantearse la posibilidad de que la convivencia fuera menos amable de lo que las fuentes nos dejan ver. Y para ello baste volver a recordar a Esperanza Çafar menor, a la que ni el matrimonio con un infanzón logró liberar de su condición de convertida, ya no entre la gente, sino incluso ante la ley civil y la eclesiástica.

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LA FAMILIA

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Sin duda, la familia es el elemento fundamental en la conservación y transmisión de las tradiciones heredadas de la comunidad mora. No es que haya muchos datos al respecto, pero sabemos por testimonio directo o indirecto que era en el ámbito familiar donde se recibía la instrucción religiosa, y que quienes introducían a los muchachos en la religión eran las mujeres, madres y abuelas, según los testimonios con que contamos. Así, tenemos los casos ya citados de María Albariel, que incluso después de haber sufrido un auto de fe celebra ritos musulmanes con su hija Esperanza, y el de Juan Compañero menor, instruido por su abuela. Pero son más: Gabriel Çafar reconoce ante la Inquisición que fue iniciado en la fe a los siete años, y que su padre lo envió a Valencia cuando tenía diecinueve para que recibiera una instrucción sólida. Las familias Çafar y Compañero, incluidos sus criados, serán juzgadas por prácticas islámicas, fundamentalmente aguadoch, ramadán, ceremonias mortuorias y oraciones, además de por conservar ejemplares del Alcorán o incluso llevar alherces entre las ropas a modo escapulario, de todo lo cual hablaremos más detalladamente al estudiar las causas inquisitoriales seguidas contra los moriscos de Huesca. Además de los Çafar y los Compañero, tenemos en 1583 el caso de Ana Albariel, residente en Zaragoza, viuda de Antón Palacio y acusada de amortajar según el rito musulmán. Es ella quien dice a la Inquisición que sus hijos, Pragedis, Antón y Mariano Palacio, adolescentes, son musulmanes, pero son tan jóvenes que no son condenados al considerarse su edad. Lo mismo pasa con los niños Cándida Compañero menor y su hermano Miguel Enrique Compañero, que en 1587 son absueltos por poca edad (Cándida tenía nueve o diez años, y el hermano, unos dieciocho), y se dice que habían sido instruidos por su madre, según declaración propia, exactamente lo mismo que dice haber hecho Jerónima Ezcandar,74 mujer del albéitar Ferrando Alfanaquí, con sus hijastros Isabel Alfanaquí y Ferrando Alfanaquí menor, también niños al ser juzgados. Igualmente sabemos que María del Fierro, casada en Fuentes, es juzgada junto con su hija en 1596, pero el marido no. Son los ejemplos que conocemos por la documentación de la Inquisición, aunque es muy probable que este fuera un caso más generalizado entre las familias. Parece que los primeros pasos en la religión se dan de la mano de las mujeres de la casa, pero los varones, que reciben mucha más formación que las mujeres, son los encargados de la celebración de los ritos y los custodios del Alcorán en el ámbito familiar: todos los ejemplares del Corán que aparecen en los juicios son propiedad de un varón. Da la impresión de que son muchas las familias que guardan un ejemplar del libro sagrado, a tenor delo que se saca de las declaraciones en el Santo Oficio, y parece que los textos

74. Conocemos como mínimo dos mujeres con el mismo nombre que son contemporáneas.

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religiosos viajaban con cierta facilidad; hay noticias de un ejemplar de sunna y xaría, del alfaquí de Villafeliche —ejemplo vivo de la supervivencia del islam— en casa de Gabriel Çafar en 1581, y sabemos que Hernando Hernández, Juan Compañero y Ferrando Çafar también tenían libros escritos en árabe, si bien todos estos datos, como el resto de los procedentes de los archivos de la Inquisición, hay que ponerlos en cuestión.

La edad a la que los niños podían ser instruidos en la fe musulmana, según los testimonios de los acusados en el Tribunal del Santo Oficio, era muy variable: desde los tres años en el caso de Jerónimo Burro (1597) a los veinte en el de Juan Franco, alias el Chiquet, de Albero Bajo (1596), según su confesión. Francisco de Enzala, que tiene veinticuatro años al ser juzgado, dice ser moro desde hace mucho tiempo, y María Castellano, de veintiocho, reconoce ser mora desde los dieciséis. De Juan Compañero, juzgado a los veinte años, sabemos que llevaba varios instruido en la fe. María Calavera, juzgada en 1597, declara ser mora desde los catorce.Son muy pocos ejemplos para sacar conclusiones, pero todo apunta a que la instrucción religiosa comenzaría a una edad relativamente avanzada, cuando los niños pudieran entender el peligro para la seguridad familiar que suponía el hecho de que se conociera su fidelidad al islam; mientras, su vida se desarrollaba dentro de la religión católica: eran bautizados y confirmados, cumplirían con la parroquia y, llegada la hora, se casarían según las normas tridentinas.

Aparte de la religión, la familia transmitiría unos valores basados en la tradición musulmana; de ahí que los libros de sunna y xaría continuaran circulando entre los moriscos, independientemente de que tras el bautismo forzoso la ley islámica resultara inaplicable. Si se difundían sería fundamentalmente para enseñar el islam en su integridad, ya que la sunna y la xaría ilustraban sobre todos los aspectos de la vida religiosa y civil. Que en la vida pública resultara de todo punto imposible poner en práctica la ley islámica no quiere decir que en el ámbito de lo privado no se hiciera, y en esto la concepción que se tenía de la familia es un buen ejemplo. Estudiando la documentación completa, llama laatención, como ya vimos, la endogamia, y esa endogamia llegaba incluso al marco familiar. Eso y el sistema de herencias nos prueban que el bautismo no supuso un cambio en este campo. Veamos detenidamente ambos ejemplos.

Contamos con más de cincuenta documentos de capitulaciones matrimoniales que abarcan toda la cronología de la vida de la comunidad, con gentes de todas las clases sociales y de la más diversa condición. Dan datos suficientes para analizar el tema, y tenemos además la información indirecta que ofrecen otros documentos en los que pueden estudiarse las relaciones familiares.

LA FAMILIA VS

MATRIMONIO

Lasbodas entre primos continúan siendo frecuentes, a pesar de que tras el Concilio de Trento requieren de la licencia eclesiástica. Los quince casos documentados, que van desde 1528 a 1590, demuestran que la costumbre perdura a lo largo de toda la vida de la comunidad. Esos casos se han podido conocer porque ambos cónyuges llevaban el mismo apellido, de modo que son solo una parte del total, toda vez que esto supone que únicamente conocemos los matrimonios cuyos contrayentes eran primos paralelos por parte de padre, pero no aquellos donde lo eran por parte de madre en ambos casos o en uno solo, porque el apellido que se transmite es el paterno. El hecho de que solamente se haga constar un apellido imposibilita saber el número exacto, pero podemos pensar que estaría, teniendo en cuenta el cálculo de probabilidades, alrededor de la cincuentena, si bien de los matrimonios entre primos no paralelos por parte de padre solo tenemos certeza del formado por Jerónimo Alfarrán menor, hijo de Jerónimo Alfarrán y de María Cigüeño, que casa con su prima Jerónima Cigüeño, de los que tenemos noticia gracias al acta del bautismo en 1560 de su hijo Jerónimo Alfarrán nieto; del integrado por Mariana Alfanaquí, casada con su primo Jusepe Muçot en 1605, y el de Juan Alfarrán, originario de Calanda y habitante en Huesca, y Esperanza de Sora, ambos sobrinos, según consta documentalmente, de Juan Sora, de Vicién (1607), que era, además, el tutor de ella. Algunos ya estaban casados antes del bautismo, como Juan Farax mayor y María Farax mayor, documentados en 1528;75 Pedro Cigüeño y María Cigüeño, ésta muerta en 1528; Pedro Oncino y Catalina Oncino (1531), y Moçot Alfarrán y María Alfarrán, la cual quedó viuda (1541). Los casos restantes parecen ya matrimonios celebrados por la Iglesia; las primeras capitulaciones matrimoniales de las que tenemos noticia son, en 1545, las de Guiomar Compás y Martín Compás,76

75. En 1528 Juan Farax hace testamento en el que nombra heredera y usufructuaria a su mujer, María Farax, y después a su hijo Martinico Farax.

76. Es un caso tan dudoso que no se tiene en consideración. Por las propias capitulaciones matrimoniales y muchos otros documentos se puede asegurar que no se trata de Martín Compás, sino de Martín Alfarrán, hijo de Isabel Oncino y de Audalla Alfarrán; por eso en las capitulaciones aparecen los cinco hermanos Alfarrán que vivían en el momento.

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ÍNDICE

y llegan hasta las de Jerónimo Menescal e Isabel Menescal, documentados en 1590 en el acta de bautismo de su hija Jerónima Menescal Menescal, y el matrimonio de María Mora, viuda de Miguel de Mora, que muere en 1601. Matrimonios de primos conocidos por actas de bautismo de alguno de sus hijos son los formados por Jerónimo Ezcandar y Gracia Ezcandar, que en 1557 bautizan a su hijo Jerónimo Ezcandar menor, y Francisco Gali y Esperanza Gali, que en 1586 cristianan a Francisco Gali menor. Esperanza era viuda del también primo suyo Lupercio Gali —boda celebrada en 157877 y cuya acta matrimonial nos ha llegado—. Tenemos noticia en 1554 del matrimonio de Gracia Ezcandar y Francisco Ezcandar, y el mismo año consta que están casados Miguel Castellano y Leonor Castellano. Algunos ejemplos los conocemos por documentos de diversa índole, como la firma de una comanda en el caso de María Alfarrán, viuda de Moçot Alfarrán (1541); o una venta, en el ejemplo de Jerónimo y María Gali (1570); o un acta de defunción, como vimos con María Mora; o en una manda testamentaria, como el caso de Jerónimo Burro y Jerónima Burro, alias Junez, padres de Juanico Burro, citados en el testamento de Francisco Junez en 1575; o el ejemplo del pago de mandas testamentarias en el caso de Mariana Alfanaquí, hermana y coheredera de Juan Ferrando Alfanaquí, que sabemos que está casada en 1605 con su primo Jusepe Muçot, hijo de su tía Gracia Alfanaquí y de Alexandre Muçot, de Albalate de Cinca. Y por actas de confirmación conocemos en 1608 a Lope Medina y Ana Ezcandar, padres de Ana Medina menor, y Francisco de Enzala y Dominga Enzala, padres de Francisco de Enzala menor, Ana de Enzala y María de Enzala. Por un documento de comanda sabemos de Miguel Naxar, casado con María Naxar.

Pero las bodas entre familiares no se limitan a los primos: tenemos un caso de bodas entre cuñados. En 1595 sabemos que Jerónima Fierro estuvo casada en primeras nupcias con un Oncino —no nos ha llegado su nombre—78 con el que tuvo cuatro hijos, que enviudó cuando todos sus hijos eran menores y casó en segundas nupcias con Francisco Oncino, con quien tuvo siete hijos, de los que queda el acta de bautismo de Jerónima (1575, muerta infante), Jerónima (1581), Miguel (1587), Tomás (1589) y Martín Oncino (1595); en su testamento, hecho en 1598, aparecen mencionados Jerónima, Francisco, Lorenzo, Tomás, Miguel y Vicente Oncino. Martín murió al poco del bautismo, porque en el testamento de su madre, hecho cinco días después del bautizo, no aparece.En su testamento, redactado en 1595, a los cinco días de bautizar a su último hijo, se habla de los cuatro hijos del primer matrimonio, apellidados Oncino. Es pro-

77. Esperanza Gali es citada en un documento de 1579 como Esperanza Marguán, mujer de Lupercio Gali, y en las capitulaciones matrimoniales de su hijo Francisco Gali menor en 1606 es apellidada Galcerán, que era el nombre de uno de sus antepasados; estamos, pues, ante uno de esos casos en que la confusión de apellido se presta a equívocos, porque la misma persona es identificada con tres apellidos.

78. En el testamento de Lorenzo Oncino (1551), que muere joven y soltero, heredan su hermana Margalida Oncino, casada en Huerto, y Vicente Oncino y Francisco Oncino, que son menores; acaso el marido pudo ser alguno de ellos.

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bable que, siguiendo una tradición no solamente musulmana, su segundo matrimonio tuviera como fin primordial la protección de sus hijos, y que recurriera a un cuñado, ya que no le sería fácil encontrar marido con cuatro hijos menores y sin una gran fortuna, o al menos eso es lo que parece al ver su testamento, en el que no es citada ninguna pertenencia notable, aunque por la brevedad del documento bien pudiera tratarse de un testamento hecho a las puertas de la muerte, posiblemente de sobreparto, y no hubiera tiempo para entrar en detalles. Ya hemos visto más arriba el caso de Esperanza Gali, casada en primeras nupcias con Lupercio Gali y en segundas con su cuñado Francisco Gali. También tenemos el acta de matrimonio (1595) de Jerónimo Menescal con Elena Lasierra, hermana de su primera mujer, Isabel Lasierra, madre de su hija Mariana Menescal. Y, antes, sabemos que Juana Junez contrae matrimonio en 1562 con Felipe Tillero, que en 1564 está embarazada, que se casa en 1572 con Jerónimo Menescal, quien al poco muere, concretamente en marzo de 1573, y a los pocos meses nace su póstuma Ana Menescal Junez; sin tardar, Juana casa con su cuñado Gabriel Menescal, con el que tiene varios hijos, de los que de dos conocemos la fecha de bautismo: Isabel (1575) y María (1577) Menescal.

De la misma familia, tenemos noticia del matrimonio en 1569 de Juan Menescal con Isabel Junez, que tienen a Isabel Menescal Junez (1578) y a Esperanza Menescal Junez (1580). Tenemos aquí un ejemplo de matrimonio de cuatro hermanos, de lo que hablaremos inmediatamente.

La unión entre parientes admite todo tipo de combinaciones; así, Jerónimo Çafar se casa con su tía segunda Cándida Compañero, prima hermana de su madre, con lo que se unían las dos familias más ricas y poderosas de los moriscos oscenses, y posiblemente de Aragón, asunto que se tratará más ampliamente en el capítulo dedicado a esta familia.

Muy interesantes son los matrimonios de cuatro hermanos, de los que hemos podido documentar varios casos, además del que ya hemos visto. En 1544 tenemos una venta realizada por los cantareros Vicente y Pedro Alamén, casados, respectivamente, con las hermanas Ana e Isabel Franco. En 1545 tenemos las capitulaciones de los hermanos Pablo y Pedro Alfarrán con Ana y María Burro, alias Junez; en el documento se reconoce que los hermanos poseen sus bienes en común y las mujeres aportan la misma dote familiar. Sabemos que en 1567 los hermanos Gabriel y Ferrando Alfanaquí están casados con Jerónima y Leonor de Gurrea, respectivamente. Finalmente, en 1574 tenemos en el libro de San Martín el acta matrimonial de Juan Medina y Lope Medina menor con Jerónima y Juana Ezcandar; sabemos que venden bienes de ellos en 1575 y 1577, que temporalmente emigran a Alcolea y a Barbastro Lope y Juana, y tenemos las actas de bautismo de dos hijos de Juan y Jerónima: la de José Medina, de 1577, y la de Juan Medina Ezcandar, de 1584, dos años antes de la muerte del padre, que había pasado por la cárcel en 1574 dos meses antes de contraer matrimonio, aunque no sepamos la causa de su encarcelamiento. En 1553 se casan Juan Compañero y Ana Navarro, y años más tarde lo hacen sus hermanos Enrique Compañero y Gracia Navarro.

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De la misma familia Compañero, tenemos los matrimonios de Brianda y Miguel Compañero con Alexandre Castellano y Leonor Castellano, posiblemente también hermanos.

¿Por qué se recurría a este tipo de matrimonio? Siguiendo las pocas pistas que al respecto dan los documentos se puede aventurar que había fundamentalmente dos razones: una de carácter puramente tradicional ligada a las costumbres y usos de los musulmanes, quizás acentuados ahora para salvaguardar los rasgos diferenciadores del colectivo, una forma de autoafirmación, y otra, la fundamental, la conservación y acumulación de patrimonio. La primera, por supuesto, es imposible de descubrir en los documentos, en tanto que la segunda puede intuirse, aunque tampoco quede explícitamente expuesta.

Así, solamente tenemos un caso de matrimonio entre primos que aporte datos, el de Catalina Calvo, viuda de Martín Calvo, de Naval, que en 1531 casa en segundas nupcias con el rejolero Pedro de Huesca, viudo y heredero de Isabel Alguacil, muerta en 1527. Él aporta un obrador, dos casas, en el Ferrianal y el barrio de San Martín, tierras y una viña en los Tierços,79 y ella, todo lo que heredó de su anterior marido: casas, eras, campos y huertos en Naval, además de 400 sueldos y 300 más en ropas, y recibe un axovar de 500 sueldos y otros 400 en ropa que se hará efectivo aunque se disuelva el matrimonio. Lo que llama la atención del contrato es que ella fuera heredera de su primer marido y primo y que la herencia de este no revirtiera, al no haber hijos, en sus hermanos o padres; todo parece indicar que Martín Calvo no tenía más familia y optó por casarse con su prima para que la riqueza de la familia, nada despreciable, no saliera de ese ámbito, aunque su mujer vendió todo su patrimonio en Naval al poco de casarse y pasar a residir en Huesca. Poca cosa para sacar conclusiones, ciertamente. También podría haber más intereses que los económicos, tal como hemos visto en el caso de Jerónima Fierro al contraer matrimonio con su cuñado, aunque no cabe duda de que, al casarse en segundas nupcias, además de obtener amparo y protección, se acumulan los bienes de los dos hermanos; independientemente de que los herederos de cada uno fueran sus hijos, el control estaría en manos del segundo marido durante muchos años, si tenemos en cuenta que todos sus sobrinos son menores. En cuanto al matrimonio entre Cándida Compañero y su sobrino segundo Jerónimo Çafar (celebrado en Zaragoza en 1567), está claro que se trata de buscar la unión de dos grandes fortunas; la edad de Cándida rondaba los veintinueve años y todo hace pensar que su tardío casamiento se debió a un pacto familiar, porque una mujer de su condición social y de su nivel económico no debería haber tenido problemas para encontrar marido a una edad más acorde con lo habitual en la época.

Pero los intereses económicos no son privativos de los matrimonios entre parientes, sino que son la motivación de muchos de los enlaces que hemos estu-

79. Pedro de Huesca había sido el heredero universal de su primera mujer, que poseía una notable fortuna, pues entre sus mandas se citan joyas y casas.

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diado. Hay casos extremos, auténticos braguetazos, como el matrimonio del infanzón Juan Felices con la niña conversa Esperanza Çafar menor (1589), o el de Gaspar Batalanau, natural de Fuentes afincado en Huesca, con Gracia Ezcandar (1572); en este último, él aporta sus bienes, que no especifica, y da un excrex de 1000 sueldos; hay agermanamiento de bienes, pero lo único que sabemos es que ella aporta casas con dos obradores en la calle del Medio, y casas y botigas en Alquibla —se sigue manteniendo la toponimia árabe—. Vivirán en casa del padre de ella, el cantarero Francisco Ezcandar, que será quien controle los bienes y la economía (bolsero, en términos aragoneses del momento) y a cambio mantendrá al matrimonio. Aquí también, como en el caso de Esperanza Çafar menor, la boda no se celebra hasta tres meses después de las capitulaciones. La temprana muerte de Gracia en 1574 acarreará una serie de litigios sobre herencias de los que se hablará más adelante. También Leonor Faxol, huérfana de padre, es mucho más rica que su marido, el labrador Miguel de Caldes, de quien no sabemos qué aporta al matrimonio, aunque sí conocemos lo que ella lleva, que no es poco: 4000 sueldos, una torre,80 campos y viña en Algüerdia que le darán su madre, Isabel de Moros, y una tal Isabel Faxol, hermana de la novia; ni siquiera sabemos qué dote da Miguel a su mujer, algo realmente extraño.

Matrimonios de doncellas o muchachos con el compromiso de cuidar de los padres, como el que hemos visto, no son raros; tenemos algún ejemplo más cuyas capitulaciones matrimoniales recogen ese asunto. En realidad, para los padres era una forma de garantizarse la tranquilidad económica con gente joven que trabajaba por ellos, sin renunciar ni a la propiedad ni al control de la riqueza familiar. En 1574 tenemos las capitulaciones matrimoniales de Martín del Rey menor, hijo del difunto Martín del Rey y de Martina de Cregenzán, quien casa con permiso de su padrastro, Miguel de Sasa, con María Vélez, hija del difunto Juan Vélez, autorizada por su hermano Martín. La boda se celebrará, como todas, según las normas de Trento. Lleva él al matrimonio casas en la calle Población, donde vivirán los contrayentes con su madre y su padrastro, que serán los bolseros y cuidarán de los contrayentes y de su descendencia. Ella aporta 3000 sueldos que se cobrarán del alquiler de una casa con obrador y huerto en la parroquia de San Martín, que es de 600 sueldos anuales. Renuncian al derecho de viudedad. En 1566 tenemos las capitulaciones matrimoniales de Juan Almaçor, hijo del obrero de villa Domingo Almaçor y de Gracia Arenes, y Ana Bailo, hija del fallecido Juan Bailo y Martina Berdún, con permiso de su hermano Antón Bailo. Aporta Juan casas con vajilla en la calle San Martín, plantero de viña y tiras en Alcoraz, y un huerto tapiado de tiras y olivos, todo en Monzur; lleva Ana 7500 sueldos que pagará su hermano en diversas tandas, pero todo en un año. Domingo Almaçor y su mujer se declaran bolseros y administradores de los bienes que dan a su hijo, y tienen que mantenerlo a él, a su mujer y a los hijos que tengan. Si él muere, ella recupera los 7500 sueldos que aporta. Los Almaçor dan a Ana

80. Torre en Aragón es una casa en una explotación agraria.

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una dote de 2000 sueldos, que será, si enviuda antes de un año, de solo 666 sueldos; si antes de dos años, 1333 sueldos; si antes de tres, la totalidad. Las joyas y vestidos de Ana irán al sobreviviente. En las capitulacions matrimoniales de Juan Menescal e Isabel Junez (1569), él aporta todos sus bienes y 4000 sueldos que dará su padre cuando muera; trae Isabel casas en San Martín, un campo en Riguillo, tiras en el camino de Apiés, cama y ropas. Vivirán con los padres de él, Jerónimo Menescal abuelo y Esperanza Franco, que serán los administradores y alimentarán a los contrayentes y a sus hijos. Los suegros dan a Isabel 600 sueldos de dote.

No siempre funcionó el sistema, y posiblemente habría más desavenencias de las que la documentación deja ver, pero sirve de ejemplo el pleito iniciado en 1566, y que aún colea en 1571, entre Jaime del Rey y su mujer, Isabel Faxol, con Isabel de Moros, viuda de Martín Faxol y madre de Isabel. Por las capitulaciones matrimoniales de los jóvenes, la madre vivirá con ellos y será alimentada, vestida, calzada y cuidada; sin embargo, la convivencia es imposible, de modo que acuerdan dar a Isabel una pensión de 240 sueldos anuales, una cama con pies y tablas, ropa de cama, un colchón, una márfega, dos almohadas, un arca con vestidos y una mesa, todo lo cual volverá a su hija cuando muera. Al tiempo, emparan sus bienes y los venden por 4800 sueldos, que se reciben en el acto.

En otros documentos no queda recogida explícitamente esta cláusula, pero si leemos con atención las capitulaciones matrimoniales y algunos testamentos nos daremos cuenta de que esconden la misma inquietud y el interés económico como principal motivo, aunque no falten otras razones, especialmente en el caso de viudos y viudas: los que tienen hijos buscan su seguridad y su crianza; los que no, aspiran a tenerlos, ya que el matrimonio era la solución social tanto para hombres como para mujeres.

Matrimonios en segundas nupcias los hay abundantemente: son al menos cuarenta y ocho los documentados, muchos de ellos gracias a capitulaciones matrimoniales y testamentos, aunque también en menor medida nos dan información actas de boda, pleitos por herencias, ventas, etcétera. La información abarca de 1529 a 1602. De entre todos los casos llaman la atención varias mujeres casadas en tres ocasiones. En 1530 hace testamento María Farax,81 viuda de Juan Farax, ya bastante mayor, pues tiene una nieta; deja cuatro hijos cuyos apellidos denuncian tres filiaciones diferentes: Lope Burro, María Tillero, Juana Tillero y Martín Farax.82 En 1535, Esperanza Aranja, viuda de Salvador de Cuéllar y de Domingo de Arto, se casa con Leonis de Fierro para garantizar la custodia de sus dos hijos menores. Leonor de Gurrea, viuda de Felipe Tillero menor, contrae matrimonio en 1566 con Ferrando Alfarrán y en 1563 aparece casada con Jerónimo Lasierra. En 1562 tenemos las capitulaciones de Juana Junez, casada en primeras nupcias con Juan Tillero, del que está preñada en 1564, fecha en

81. El testamento cesa súbitamente, de manera que parece que María murió durante su redacción.

82. Hay otro Juan Farax que hace testamento en 1528 y que deja un hijo menor, Martinico Farax.

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la que parece que murió Tillero; en 1572 está casada con Jerónimo Menescal, con el que tuvo un hijo, y en 1575 tenemos su acta de matrimonio con Gabriel Menescal y posteriormente las actas de bautismo de dos hijas: en 1575 la de Isabel Menescal y en 1577 la de María Menescal. Parece que lo que buscaban las viudas era garantizar la presencia de un varón en su vida para hacer más llevadera su maternidad. De todos modos, no hay mucha información sobre su situación económica, excepto la que aportan las capitulaciones matrimoniales de Tillero con Juana en 1562, en las que se nos dice que Juan contribuye con un patrimonio notable: casas y tejería en San Martín, campos y viñas en el Riguillo y Monzur; ella lleva 1200 sueldos, y se habla de ropas, vestidos y joyas. Un año después los vemos vender unas casas en la calle Población. Ángela de Moros casa en primeras nupcias con el cantarero Juan Prom, con quien tiene cuatro hijos, uno bautizado en 1564 y cuyo nombre desconocemos; en 1574 contrae matrimonio con Gaspar Batalanau —que había casado en 1572 con Gracia Ezcandar, muerta al año siguiente—, y en 1577, con Miguel Moscabida. Finalmente, tenemos el matrimonio de Ferrando Alfanaquí con Leonor de Gurrea (1566), viuda de Felipe Tillero menor, que en 1663 aparece casada con Jerónimo Lasierra, sin hijos en ninguno de los matrimonios, que, por las fechas indicadas, fueron muy breves. A él lo autoriza su hermana Jerónima Alfanaquí, y a ella, su madre, Leonor Alfarrán, viuda de Lope de Gurrea, su hermano Jerónimo de Gurrea y su cuñado Gabriel Menescal. Él aporta casas en San Martín, un campo en el Alfaz y 1000 sueldos; ella, 700 sueldos, dos campos en el camino de Sangarrén, uno en Barbarol, otro en el camino de Ballesteros, una faja de tierra en el camino de Zaragoza, un campo en Monzur, joyas, cama y ropas. Hay separación de bienes, incluso gananciales. Los que ella aporta fueron de su primer marido, Felipe Tillero. Estamos también ante un caso de jóvenes de una posición económica media que quieren rehacer sus vidas. Sabemos que bautizan a dos hijos —en 1567, a Isabel Alfanaquí Gurrea (a los siete meses de contraer matrimonio), y en 1573, a Viturián Alfanaquí Gurrea—,83 y que él vuelve a casar en 1576 con Jerónima Ezcandar, sin duda buscando una mujer que cuide y críe a sus hijos, además de a los tres que tuvieron en común: en 1580 Marijuana Alfanaquí Ezcandar, en 1583 Ferrando Alfanaquí Ezcandar y en 1590 Mariana Alfanaquí Ezcandar; hubo otro, malogrado o muerto al poco de nacer, en 1576, del que no tenemos el acta de bautismo.

Una nota que se ha de destacar es el número de matrimonios en segundas nupcias celebrados después de la epidemia de 1564, que supera con creces la media anual, lo cual denuncia la muerte de personas jóvenes casadas. Es el caso de Ana Compás, viuda de Juan del Fierro, que casa con Alexandre de Sasa, viudo de Isabel Junez mayor, con quien había casado en 1562. Ninguno de los dos tiene hijos de su primer matrimonio, y lo que pretenden no es sino rehacer

83. En el acta de bautismo de Viturián se dice que es hijo de Rodrigo Alfanaquí, pero este había muerto en 1565 y no hay duda de que en aquel momento Leonor estaba casada con Ferrando.

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sus vidas.84 Trae Alexandre 6000 sueldos y Ana otros 6000 y sus bienes: casas en la parroquia de San Lorenzo, herrería en la plaza de San Lorenzo (Alquibla), cama de ropa y dinero. Alexandre hará dote de vestidos y joyas, una ropa negra frisada, una faldilla grana guarnecida de terciopelo, un mantón «de acuerdo con su categoría», una cadena de oro o collar de piezas de oro y un apretador de oro. Si uno muere se dividirán los bienes entre el sobreviviente y los descendientes. Ana tendrá lo que aporta y la dote del marido. Alexandre recuperará los 6000 sueldos que lleva si ella muere. Los gananciales se repartirán entre el superviviente y los herederos. Por los datos económicos que aporta el documento, no parece que fuera la necesidad lo que llevara a ninguno de los contrayentes a casar de nuevo. Distinto es el caso del herrero Juan Alfarrán y María Lugel. Ella es viuda de Baltasar de Huerto, con el que tuvo un hijo que en el momento de volver a casar su madre ha alcanzado la edad suficiente como para autorizar el matrimonio; es mayor de catorce años pero no llega a los veinte. Juan aporta sus bienes, que no se especifican, aunque su familia era de buena posición económica y los bienes eran compartidos por todos los hermanos. Ella lleva lo que fue de su marido y que es, por testamento, de su hijo, pero lo tiene en usufructo hasta los veinte años del muchacho, además de la mitad de los bienes sitios que ella y su marido tuvieron en Huesca y en Fuentes (la otra mitad va a su hijo). El hijo le permite que sea usufructuaria de todo hasta que él cumpla los veinte años, que es cuando acabará el aprendizaje de zapatero. Si muere el marido, María recuperará todo lo que aporta al matrimonio. La edad del hijo invita a pensar que no fue él el motivo del matrimonio, aunque probablemente el hecho de que estuviera aprendiendo un oficio fuera un argumento para que su madre se casara con un hombre de buena posición económica.

Más ejemplos de viudos y viudas sin hijos que iban al matrimonio de nuevo para evitar la soledad en un mundo difícil para los ancianos son los de Catalina Calvo, viuda de Martín Calvo y casada con Pedro de Huesca (caso ya visto, documentado en 1531), y Guiomar Compás, viuda de Martín Alfarrán, con quien casa en 1545, que en 1559 contrae matrimonio con Juan Prom, cantarero. La edad de Guiomar era ya avanzada para la época, de manera que se explica que este matrimonio no engendrara hijos, y tampoco parece que ninguno de los dos tuviera necesidad económica, así que no cabe otra posibilidad que la de la búsqueda del mutuo amparo y ayuda. Prom aporta al matrimonio casas, obrador, establo y pajar en San Martín; ella, 1700 sueldos más ropa de cama, vestidos y joyas. Hay separación total de bienes, de modo que ella no tendrá derecho a heredar nada de su marido. Similar es el caso del espartañero Juan Navarro e Isabel Prom, viuda de Juan Masagrán, aunque su riqueza está lejos de la de Guiomar y Juan Prom, a tenor de lo que aportan al matrimonio según las capitulaciones hechas en 1563. La viuda no tenía hijos, y no consta que los hubiera con su nuevo

84. En un testamento de Ana Compás de 1564, al poco de morir su marido, se reconoce que está embarazada; nació Matrona, que aparece en otros testamentos de su madre, en el de 1567 y en el de 1580, aquí con el nombre de Manciana.

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marido. Tampoco hay hijos en los matrimonios de Jerónima Prom menor, ni en el primero matrimonio con Francisco Sage (1584) ni en el segundo con Francisco Xalón (1598); ambos se agermanan para protegerse y, como es habitual en Aragón, hay separación de bienes.85 Tenemos noticia de que en 1554 se casan Agustín Ezcandar y Jerónima Franco, que debió de morir pronto, porque en 1563 él está casado con Ana Montero, quien un año después ha enviudado. Un caso más de viudo joven sin hijos que casa al poco de morir su primera mujer es el de José Çafar, quien consta casado con Beatriz Gali hasta 1575 y en 1576 ya lo está con María Casabona, con quien tampoco tuvo hijos; al contraer matrimonio con esta tenía treinta y dos años.

Siguiendo el repaso de los ejemplos de viudos casados, vale la pena destacar algunos cuyas capitulaciones o referencias en testamentos presentan rasgos bastante originales, entre los que se recoge la obligación de cuidar a los huérfanos que llevan al matrimonio. Que lo que buscaban algunas viudas era una garantía para sus hijos es evidente en todos los casos documentados, pero lo es más en las capitulaciones matrimoniales de 1530 entre Domingo de Arto, viudo y con hijos, de Naval, y Esperanza Aranja, viuda de Salvador de Cuéllar, con intervención de Isabel Borgí, madre de Esperanza. Traen los contrayentes sus bienes: ella, cama de ropa; él le da axovar de 600 sueldos, ropa, joyas y vestidos, y pone como garantía sus casas de Naval. Paga Domingo a Jerónima Aranja, hermana de Esperanza, menor, 200 sueldos cuando case, además de hacerse cargo de Martinico de Cuéllar durante ocho años. Esperanza renuncia a su viudedad. Si muere Domingo sin hijos del matrimonio, ella podrá tener sus bienes un año. Si hay hijos, serán coherederos con los que ya tiene Domingo. Si Arto se responsabiliza de cuidar del hijo de su mujer durante ocho años es que debe de ser un niño muy pequeño. En 1535, Esperanza ha enviudado y se casa por tercera vez, ahora con el calderero Leonis de Fierro mayor. En las capitulaciones matrimoniales, él lleva sus bienes y Esperanza casas en San Martín, media casa en San Martín, un campo en Alfándega y otro en Monzur. Se garantiza a Esperanza 500 sueldos, pero lo verdaderamente interesante es que Leonis asume la obligación explícita de cuidar de los menores Ana Arto y Martinico de Cuéllar. Si se disuelve el matrimonio después de dos años, se repartirán los bienes a partes iguales, pero con la aventaja de ropas, joyas y vestidos de ella. Finalmente, otro documento en el que se recoge la cláusula de cuidar de los huérfanos son las capitulaciones matrimoniales, de junio de 1598, de María del Cuento, viuda de Simón de Pomar, que tiene dos hijas menores, de una de las cuales, Esperanza Pomar, tenemos el acta de bautismo en 1595. Como en otros casos vistos antes, la situación económica de ella es mucho mejor que la del varón, Martín Albariel, habitante en Cuarte y originario de Muel; por eso se impone la condición de que el marido debe cuidar y criar a las menores. Lleva al matrimonio ella una casa en la calle San Martín,

85. En el libro de matrimonios de San Martín se llama Francisco Galón a Francisco Xalón, y a Jerónima, Juana, pero no cabe duda de que son dos errores.

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ropa de cama, dos arcas, vestidos, joyas y 600 sueldos y 400 más de excrex, mientras que del marido no se dice lo que aporta, pero queda claro que ha de cuidar y criar a las hijas de María, Esperanza y Mariana Pomar, «hasta que puedan servir», y les da 200 sueldos para boda. Sin embargo, sin que se expliquen las causas, las capitulaciones de cancelan el 20 de julio, de manera que parece que no se celebró la boda. De la única persona de la que vuelve a haber información es de la menor Mariana Pomar, que en el testamento de Hernando Naxar (1600) recibe 200 sueldos para cuando case, sin que en el mismo aparezcan citadas ni su hermana ni su madre, acaso muertas. También tenemos noticia de un viudo cuyo hijo no sabemos si es de la primera mujer o de la segunda. Se trata del zapatero Agustín Ezcandar, del que hay muy pocas referencias documentales, y algo se ha ya dicho antes, aunque conocemos sus capitulaciones matrimoniales con Jerónima Franco, de Naval, en 1544; en 1563 lo vemos casado con Ana Montero, y muere en la epidemia de 1564 dejando un hijo menor, Agustín Ezcandar menor, tutelado por Juan Cigüeño, zapatero como el difunto —un ejemplo de solidaridad entre los miembros de un mismo gremio— y que muere en 1570.

Además de los ejemplos expuestos, tenemos aún catorce referencias documentales de viudas con hijos que casan buscando la protección de un varón, mientras que los varones viudos con hijos que buscan una mujer que los cuide son solamente seis. No hay en ninguno de todos estos casos cláusulas que hablen de la obligación de cuidar de los menores del cónyuge, pero no parece aventurado pensar que ese fuera uno de los motivos principales. Entre estos matrimonios los hay de todos los niveles económicos. Destaca por su riqueza e importancia social Pedro Compañero, casado en segundas nupcias con Esperanza Çafar mayor; él tenía una hija del primer matrimonio y con Çafar tuvo cinco hijos, más la póstuma, ya que al hacer el testamento en 1538 su mujer está embarazada de Cándida, que con el tiempo será la mujer de su sobrino segundo Jerónimo Çafar, reafirmándose así la vinculación de las dos familias.86

Por referencias indirectas sabemos también de matrimonios de viudos de los que no han llegado las capitulaciones matrimoniales ni el acta sacramental, como ocurre con Gabriel Menescal, caso muy especial porque aparece casado varias veces. Así, en 1565 lo está con Jerónima de Gurrea, posteriormente vemos que

86. Algunos de los casos que se pueden incluir en este punto, indicando la fecha de su documentación, son los de María Farax, casada primero con un Urramén con quien tuvo tres hijos y en segundas nupcias con Miguel Naxar, con tres hijos más (1541); Juana Alfarrán mayor, viuda de Juan Tillero y casada con Rodrigo de Aroz, con quienes tuvo uno y dos hijos, respectivamente (1551); Juana Burro, con Felipe Tillero y después con un Prom, con uno y dos hijos; Juan Codo, con Ana Franco y con Petrona Burro, con un hijo en el primer matrimonio y tres en el segundo (1564); Juan Prom, con Juana Burro y con Ángela Moros, que tuvo un hijo con cada mujer (1564); Isabel Brondal, con Francisco Alfarrán y luego con Martín de Sasa, con un único hijo en el primer matrimonio (1566); la Bronda, con Leonis de Fierro y después con Jerónimo Ezcandar (acta matrimonial de 1579); Francisco Ezcandar, casado en segundas nupcias con Agustina Prom, con quien no tuvo hijos, aunque tuvo uno con su primera mujer, cuyo nombre se desconoce (1572), y Domingo Almaçor, con Gracia Arenes y Violante Xavierre, con cuatro y un hijos, respectivamente (1582).

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bautiza dos hijas tenidas con Juana Junez (en 1575 Isabel Menescal y en 1577 María Menescal) y que, ya mayor (en 1589), está casado con María Soro y tienen un hijo llamado Gabriel Menescal menor, que debió de morir, porque en 1594 bautizan a otro hijo con el mismo nombre. No sabemos si esta María Soro es la misma que aparece casada con el hombre de veinticinco años Francisco Burro en 1594, aunque no puede descartarse. También sabemos que el cantarero Juan Codo contrae matrimonio en 1551 con Ana Domingo, con quien posiblemente tiene a su hijo Juan Codo menor; en 1568 firma las capitulaciones con Ana Arto y en 1578 bautiza a una hija llamada Martina Codo, habida con su tercera mujer, Petrona Burro, con quien no consta cuándo se casó; Juan muere hacia 1588, o al menos en ese año Petrona declara ser su viuda. Es este último caso un ejemplo significativo de cómo los varones viudos con hijos menores recurrían a un nuevo matrimonio que les permitiera cuidar de los menores.

Bastante notable es el caso de Ángela de Moros, de la que ya hemos dicho algo. Casó en primeras nupcias con el cantarero Juan Prom, con quien tuvo cuatro hijos; cuando contrae segundas nupcias en 1574 con el también cantarero Gaspar Batalanau,87 sus hijos son pequeños; tenemos la certificación de bautismo de uno en 1564 cuyo nombre no consta en el acta. Vuelve a enviudar y casa con Miguel Moscabida, inmigrante procedente de Saviñán. Ni el segundo ni el tercer marido le dieron hijos, pero está claro que lo que Ángela buscaba era sacar adelante a sus hijos con el negocio de su primer marido, un obrador de cantarería. Cuando en 1583 hace testamento, se queja de su marido, al que considera mal trabajador y que no ha sabido llevar bien el negocio. La vida de Ángela se prolonga mucho tiempo; hace su testamento último en 1597 y su acta de defunción es de 1598. En 1602, por último, tenemos noticia de que María Ana Alfarrán, casadacon Juan Lasierra menor, muere dejando cuatro hijos. Tras ello, Lasierra casa con Isabel Ezcandar menor, y aquí tenemos la evidencia de que los hijos menores pueden motivar la voluntad de un nuevo matrimonio: Lasierra asume el cuidado de los cuatro hijos de su primera mujer, y al morir esta se ve obligado a buscar una nueva esposa que cuide de los cuatro huérfanos.

Algunas viudas veían limitada su posibilidad de contraer un nuevo matrimonio por expresa voluntad de su marido; hay testamentos en los que el difunto condiciona el futuro de su mujer, condenándola, si quería mantener una situación económica estable, a seguir en la viudedad. Uno de los casos más evidentes es el de Galcerán de Marguán, a cuya viuda, Jerónima Aranja, que era su segunda mujer, la deja usufructuaria en 1555 de todos sus bienes siempre que no case hasta la mayoría de las hijas habidas en común, María, Jerónima y Esperanza Marguán, ésta menor tutelada por su madre y por Ferriz de Huerrios y Francisco Junez; si Aranja vuelve a casar, dejará de ser usufructuaria y heredarán directamentesus

87. Gaspar Batalanau también era viudo; sabemos que en 1588 se casa una hija suya llamada María Batalanau, habida con la barbastrense Isabel Barache, según las capitulaciones matrimoniales de María con Jerónimo Codo.

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tres hijas a partes iguales. En 1561 es citada como viuda de Galcerán de Marguán, por lo que parece que cumplió el mandato del marido. En 1564, Juan Cigüeño, en su testamento, ordena que su mujer, María del Fierro, siempre que no case, sea usufructuaria de sus bienes hasta la mayoría del póstumo, que de morir dejará como heredera a la hermana del difunto María Cigüeño, mujer del zapatero Jerónimo Alfarrán, y si esta muere irá todo a sus hijas, tal como manda la tradición, quedando para la mujer, si el hijo que espera se malogra, lo que aportó al matrimonio más la dote del marido. En 1572 el cantarero Francisco Ezcandar permite en su testamento a su segunda mujer, Agustina Prom, que continúe viviendo en la casa familiar, que era de él y en la que aún parece seguir residiendo la hija menor, Gracia Ezcandar, pues la mayor, Isabel, estaba ya casada con Juan Lasierra y vivía temporalmente en Barbastro. Su primera mujer había sido Gracia Franco. Agustina deberá vivir como «viuda honrada y sin casar» y recibirá 200 sueldos; si no quiere aceptar el mandato de conservar el estado, recibirá 100 sueldos anuales de por vida y alimento y sostén, lo que quiere decir que el marido no la deja desamparada.88

En otros casos, el marido es menos estricto, aunque pone condiciones para que sus herederos reciban buen trato; así, Rodrigo Alfanaquí (1553), cuyos hijos y herederos Ferrando, Juan, Luis y Jerónima Alfanaquí son menores, deja usufructuaria a su mujer, María Cernico, case o no; pero, si lo hace y el nuevo marido no se porta bien con los hijos, se repartirán la herencia entre ellos, a cada uno una parte, mientras la tutoría recaerá en la madre y en el cuñado del difunto, Lope Morillo. En otros casos, si la viuda se casa es desheredada, como queda manifiesto en el testamento de Francisco de Enzala hecho a finales de 1606, en el cual su mujer, María Lasierra, es declarada usufructuaria y mayora de todos los bienes familiares con la obligación de cuidar de sus hijos Francisco y Ana María de Enzala y no volver a casar; si lo hace, recuperará lo que aportó al matrimonio y recibirá, por gracia especial, 2000 sueldos, además de tener que renunciar a la tutela de sus hijos, que están, por testamento, custodiados por su tío Domingo Enzala y el abuelo materno, Miguel Lasierra. En algún caso sabemos que la mujer pierde la tutela de sus hijos al casar y recibe una compensación económica de la herencia de su marido; es el caso de María Tamarit, que en 1552 aparece casada en Sangarrén con Miguel de Infant, y sus dos hijos, menores de catorce años, Vicente Oncino menor y María Oncino, hijos de Vicente Oncino, quedan bajo la tutela del herrero oscense Pablo Alfarrán; ella recibe 600 sueldos de la herencia y se considera pagada con ello. Algo parecido pudo ocurrir con María Ana Alfarrán, viuda de Juan Lasierra menor, que casa en segundas nupcias con Juan Prom y tiene que renunciar a la tutela de los hijos del primer matrimonio, que en 1603 están bajo la custodia de su abuela paterna, Isabel Ezcandar.89 En algún caso, raro, esas condiciones quedan recogidas ya en las capitulaciones matrimoniales. Por ejemplo,

88. Compárese este testamento con el de Agustina Prom, del que se habla un poco más adelante.

89. Isabel había dado 2500 sueldos y un campo a su hijo Juan Lasierra cuando contrajo matrimonio con Mariana Alfarrán.

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Jerónimo Burro y Jerónima Junez, en 1556, acuerdan que ella recibe una dote de 1500 sueldos, cama y ropa de cama, joyas, vestidos y una fajas de tierra, y que todo eso será de ella tengan hijos o no, y si enviuda también, case o no. En varios testamentos, la viuda queda como mayora sin que se ponga limitación a un posible matrimonio. Así ocurre en el caso de Jerónimo Burro y Jerónima Junez (1556). Francisco Alfarrán en sus capitulaciones matrimoniales con Isabel Brondal (1554) la declara heredera juntamente con sus descendientes, y recibirá 600 sueldos y ropa y joyas que dará el marido; sabemos que Isabel casa posteriormente con Martín de Sora, de Alerre, según un documento de 1566. Francisco Almaçor, obrero de villa, deja usufructuaria de todos sus bienes hasta la mayoría del póstumo que esperan (1557) a su mujer Ana Sanz, que ostentará la tutela compartida con Domingo Almaçor, sin que se imponga a la viuda ninguna condición. Petrona Burro, viuda de Juan Codo, que queda como usufructuaria de su marido, recibe 2000 sueldos (1579) y ha de cuidar, junto con sus tres hijos varones, de la menor Mariana Codo hasta la mayoría, momento en que habrá de darle 2000 sueldos; cuando en 1588 casa su hijo mayor, Jerónimo Codo, con María Batalanau aún tiene bajo su tutela a Juan, José y Martina Codo, custodia compartida con su hermano Jerónimo Burro. Gabriel Çafar y María Albariel (1580) son otro ejemplo en el que ella queda como administradora del patrimonio familiar con poderes plenos, caso bien distinto del de su hermano Jerónimo Çafar, que en su testamento hecho en la Aljafería impone a su mujer, Cándida Compañero, la condición de no casar si quiere mantener la tutela de Juanico Çafar y el usufructo de toda su riqueza; cuando el hijo alcance los dieciocho años, ella recuperará la dote que llevó al matrimonio.

A veces el marido no pone condición alguna en el testamento para que la mujer disfrute del usufructo de los bienes, como hace Jerónimo Burro en 1601, cuya mujer, Brianda Junez, está embarazada y se le garantizan 5500 sueldos, incluidos los que ella aportó al matrimonio, y el usufructo hasta la mayoría del póstumo, en tanto que si este muere heredarán los hermanos de Burro. Y mucho antes, en 1528, Juan Farax menor90 deja a su mujer, María Farax, heredera y usufructuaria de sus bienes durante la minoría del hijo habido en común, Martinico Farax, sin condición alguna; el testamento de Juan dice que la herencia será según fuero, una de las escasas citas que se hacen de la legislación aragonesa a lo largo de toda la documentación. Recuérdese que María es una de las pocas mujeres que conocemos que se casaron tres veces. En algunos casos la esposa es declarada heredera aunque haya hijos, como vemos en el testamento de Francisco Junez (1550), según el cual su mujer, Juana Aranja, recibe todos los bienes y será la encargada de distribuir la herencia entre sus hijos María, Isabel, Jerónima, Juana, Francisco Junez menor y Ferrando Junez menor como mejor le plazca, de acuerdo con el otro tutor, Ferrando Junez mayor, hermano del testador.

90. A finales de 1529 hace testamento otro Juan Farax, también calderero, casado en segundas nupcias con María Grisén, cuyo vínculo familiar con su homónimo no conocemos, aunque este parece mayor, pues ya tiene hijos.

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El deseo de que los herederos reciban sus bienes aunque su madre vuelva a casarse queda patente en muchos otros testamentos, aunque no prohíban un nuevo matrimonio. Son un buen ejemplo de ello las capitulaciones matrimoniales de Juan Prom y Juana Burro, viuda de Felipe Tillero (1536), hechas con el consentimiento de Juan Tillero, hermano del fallecido Felipe y tutor de su sobrino Amador Tillero, huérfano de Felipe. Ella lleva sus bienes, joyas, vestidos y ropas de cama que aportó al primer matrimonio y 400 sueldos. Al llegar a los catorce años, Amador recibirá de Juan Tillero 200 sueldos, y se garantiza que los bienes del difunto irán a su heredero, de manera que los contrayentes renuncian a ellos de forma explícita. Tutor y tutelado pagan a Juana Burro, a los pocos días de la firma de las capitulaciones, 400 sueldos y el ajuar que llevó al matrimonio con Tillero. Al no conservarse el testamento de Felipe Tillero mayor, no sabemos si también había impuesto a su viuda la prohibición de casarse, pero, a tenor de lo que nos ha llegado en las capitulaciones matrimoniales, bien podría haber ocurrido; de otro modo no se explica el pago de dinero y la recuperación de su dote. Cuando una mujer casada con un viudo no le da hijos no parece salir muy bien parada en el testamento de su cónyuge; vale como ejemplo el del calderero maese Juan Farax (1529), casado en segundas nupcias con María Grisén, que hubo de criar y cuidar a los cinco hijos que había tenido su marido en el primer matrimonio con Fátima Burro, cuatro residentes en Huesca, todos menores (Martín Farax, Juan Farax menor, María Farax menor y Pedro Farax) y otro u otra cuyo nombre desconocemos en Ariza y que debe de tener bastante más edad, puesto que ya tiene un hijo lo suficientemente mayor para trasladarse a Huesca. Farax únicamente le deja a María las ropas, vestidos y bienes muebles que llevó al matrimonio, y el obrador con las mejoras, y ni siquiera le permite vivir en la casa familiar, sino que ordena que se vaya a su casa, mientras que pide que su nieto Amadís de Ariza vaya a Huesca a habitar la casa familiar y haga las obras precisas para acomodarse, de acuerdo con los hijos de Farax. La imposibilidad de que María recibiera cualquier cosa que no fuera lo que aportó al matrimonio se ratifica en un codicilo hecho cuatro días después del testamento. Distinto es el caso, en 1574, del testamento de Gabriel de Cuéllar, cantarero, que hace heredera universal a su mujer, María Franco, pero con la condición de que la herencia pase al hijo del primer matrimonio de ella, Pablico Morillo, si llega a casar; está claro que no tienen hijos en común y lo verdaderamente chocante es que, indirectamente, instituya como heredero a su hijastro, caso excepcional no solo en los documentos estudiados para este trabajo, sino en el conjunto de la documentación contemporánea. Todo parece indicar que Cuéllar es inmigrante sin familia en Huesca, de manera que no extraña el trato que recibe su mujer. Parecido a este último caso es, en 1572, el de Agustina Prom, segunda esposa del honorable Francisco Ezcandar, cantarero, que hace testamento —unos meses antes que su marido— estando enferma, aunque no murió entonces; al no haber tenido hijos, deja herederos universales de sus bienes a su marido y sus hermanos Juan y Jerónimo Prom, la mitad para el esposo y la otra mitad para los hermanos. No tenemos las capitulaciones matrimoniales, pero es bien extraño que la herencia no

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fuera íntegramente a sus hermanos varones, que era lo habitual y lo que la tradición mandaba. Esta mujer, de muy buena posición económica a tenor de las mandas testamentarias,91 tiene un trato muy favorable para con su marido y la hija menor de edad que tenía del primer matrimonio, de lo que ya hablamos anteriormente.

Conocemos bien el caso de algún viudo con hijos que hace a su segunda mujer curadora de los bienes de los hijos habidos en los dos matrimonios. Juan Lasierra, que tenía con María Ana (a veces aparece como Mariana) Alfarrán algún hijo —no hay constancia de cuántos—, tuvo con Isabel Ezcandar siete: Isabel, Juan, Gabriel, Francisco, Jerónima, Elena y María Ana Lasierra. En su testamento (1585) deja heredera de todos sus bienes a su mujer —caso realmente excepcional— a cambio de que cuide a sus hijos y defienda el patrimonio, del que no podrá enajenar nada y que distribuirá como ella quiera entre los hijos. Cuando su hija Isabel casa, su madre, en 1602, asigna a su yerno Jerónimo Menescal el terraje de un campo por obligación de las capitulaciones matrimoniales, que no se han conservado.

La inseguridad ante la vejez, que, como hemos visto, llevaba a muchos al matrimonio, se ve presente también entre gentes de las que no nos consta que se casaran, y que, si lo hicieron, no tienen hijos en el momento de testar. El primer caso que encontramos en la documentación es el del crisolero Luis de Gurrea, que no tiene hijos pero sí dos nietas menores a las que tutela y dota. En 1539 casa la nieta mayor, Beatriz de Gurrea, con Baltasar de Fierro; ambos se comprometen a vivir con el abuelo y a cuidarlo, y ella recibe de dote casas, viñas y el ajuar de la casa. Otro ejemplo es el de Vicente Alamén menor, quien en 1574 hace una concordia con Rodrigo Soro, de Almuniente, por la que le da el usufructo de todos sus bienes (sabemos que poseía casas y tierras en Huesca) a cambio de que lo tenga en su casa, lo mantenga, lo vista y lo calce; Alamén carece de hijos y ni siquiera sabemos si se casó. Resulta difícil saber su edad, pero su padre ya era un hombre cabeza de familia en 1527. Cuando en 1555 Catalina Marguán, viuda de Juan Alfarrán, deja en herencia un campo a su nieto Ferrando Junez «por sus buenos servicios», está reconociendo la protección que le ha brindado, como hace con los numerosos bienes (tierras, casas, tienda y herrería) que deja a su hija Leonor Alfarrán Marguán por su «amor filial». Catalina debía de ser mayor, porque en 1530 ya aparece viuda y con hijas casadas. El interés por la protección de su anciana mujer hace que Pedro Oncino, en 1546, deje herederos a sus sobrinos Francisco, Vicente y Lorente

91. Deja 100 sueldos a su primo Jerónimo Burro; una faldilla nevada y un joyelico de oro a Jerónima Junez, mujer de Jerónimo Burro; un vestido azul, dos camisas nuevas y 100 sueldos a su tía María Farax; ropa blanca nueva a Juana Burro; dos almohadas de zangala labradas en negro a Ana Burro; unas faldillas coloradas a Ana Ezcandar, sobrina suya, hija de su cuñado Agustín; una camisa de zangala nueva a Gracia Ezcandar, hija de su marido; cortinas de paramento a Jerónima Prom, Jerónima Burro y Petrona Burro. Herederos, su marido y sus hermanos Juan y Jerónimo Prom (la mitad para el marido). Ejecutores, su marido y su primo Jerónimo Burro.

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Oncino, hijos de su hermano Audalla Oncino, con la obligación de atender y cuidar a su viuda, María de Huesca o María Açón, aunque seis meses después ella recibe de los sobrinos una casa y dinero, acaso porque llegaran al acuerdo de vivir separados. En un testamento anterior, de 1544, Pedro agradecía a los sobrinos citados sus «buenos servicios y placeres» y les dejaba la mitad de la herencia; por qué pudo cambiar el testamento se nos escapa, a no ser que fuera una manera de garantizar seguridad para su mujer.

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Los vínculos familiares se mantienen vivos y se refuerzan en situaciones especialmente difíciles, como cuando al morir alguien deja huérfanos menores, «pupilos» en los documentos; los que asumen la responsabilidad de su tutela son los parientes o, a veces, los miembros más notables del colectivo. Son numerosísimos los casos de tutela conocidos, lo que nos indica, de nuevo, una alta mortalidad entre la gente joven. El concepto que se tiene de familia es muy amplio, de manera que primos en segundo grado son considerados miembros de la misma unidad familiar; de ahí que no resulte difícil encontrar tutor para aquellos menores que pierden a uno de sus ascendientes, cuando no a los dos, hecho relativamente frecuente. Primos en segundo grado son, por ejemplo, Juan Cigüeño y Jerónimo Menescal de Juan Ferrando Alfanaquí, al que tutelan y autorizan su boda con Beatriz Medina menor en 1598. De hecho, no es extraño que los tutores sean familiares, aunque a veces aparecen gentes del mismo oficio que el fallecido o personas de muy buena posición social que son un referente para la comunidad; en el primer caso da la impresión de que funcione el viejo sentido de las cofradías de oficio que veíamos en la comunidad mudéjar, y en el segundo vemos una reafirmación del grupo, que tiene en esos personajes un valedor social, y de hecho nos encontramos con ejemplos en que parece ser el grupo el que decide la tutela, o incluso las autoridades locales, eligiendo a aquellas personas que mejor representan los intereses del colectivo y que gozan del respeto, no ya solo de los moriscos, sino de toda la ciudad. Así, cuando Martín del Rey muere ab intestato en 1555, la tutela de sus dos hijos menores de catorce años, Martín del Rey menor y Magdalena del Rey, recae, por mandato del lugarteniente del justicia, en su viuda y madre de los niños, Martina de Cregenzán, y en Mateu de Cregenzán y Jaime del Rey. En cualquier caso, lo que hacen los moriscos no difiere de lo que hacían los cristianos; aragoneses como el resto de sus paisanos regnícolas, tenían su fundamento legal en el fuero. Por lo que hemos visto en la vasta documentación, todos los tutores son siempre miembros de la comunidad conversa, pero hay cuatro casos en que se nombra a cristianos de gran rango social. En 1538, Pedro Compañero deja tutores de sus hijos menores y del póstumo que pueda tener su mujer Esperanza Çafar mayor a Ferrando Çafar y Esperanza Compás, sus cuñados, y de «manera especial» al noble

LA TUTELA
NNP ÍNDICE

Martín de Sellán, señor de Alerre, con quien mantiene una íntima relación económica y posiblemente personal. En 1583 Gabriel Çafar, en la prisión de la Aljafería, antes de ir a galeras, encarga de la tutela de sus hijos a su mujer, María Albariel, y al beneficiado de San Pablo de Zaragoza Juan Lorente, como ya se vio; asimismo ya se ha hecho mención de que Juan de Gurrea, señor de Argavieso y gobernador general de Aragón, y su mujer, Francisca Cerdán, son los elegidos por Ferrando Çafar menor para cuidar y educar a Juanico Çafar, hijo de Jerónimo Çafar, muerto en la Aljafería. El último caso también es de la familia Çafar, aunque aquí estamos ante algo especial, ya que se trata del testamento del infanzón Juan Felices menor, que deja como tutores de las hijas habidas con la morisca Esperanza Çafar menor a su mujer, a Juan Felices mayor, a Juan Lasús, a Isabel Felices y a su suegra, María Albariel, que es, en este caso, la excepción por su condición de morisca entre el resto de tutores cristianos, si exceptuamos a la madre de los niños.

En alguna ocasión, la tutela viene decidida por el justicia de Huesca; se trata de casos en que el progenitor muere ab intestato o muere el tutor. Esto ocurre con Lope de Urramén, tutor del menor de diez años Juan Cigüeño por voluntad del padre, Pedro Cigüeño; al morir Urramén (1545), es el justicia de la Ciudad quien lo sustituye por Galcerán de Marguán, de buena posición económica, que se responsabiliza de la tutela junto con Lope Calbo y Jerónimo Alfarrán, cuñado del menor, casado con María Cigüeño, mayor de catorce años pero también menor, hermana del tutelado. Tras la muerte sin testar de Ximeno Compás, su viuda, Gracia Gali, acude al justicia para que nombre tutores para sus hijas Ana y Ángela Gali, ambas menores de catorce años, y la tutoría recae en Lope de Gurrea y Francisco Gali, ambos obreros de villa, de posición económica acomodada, y a quienes se les encarga, en primer lugar, que hagan el inventario de bienes del difunto. Las huérfanas de Francisco Albaco, que testa en 1572 y muere a los dos días de hacerlo, son tres menores de catorce años (Isabel, Jerónima y Ana Albaco) que quedan bajo la tutela de su madre, Jerónima Prom mayor, y Domingo Enzala, que muere, y en 1575 consta que los tutores de Isabel y Jerónima (Ana no aparece) son la madre, Jerónimo Çafar y el notario Agustín Costa, nombrado este por el justicia, a quien se dirigen para actuar en nombre de sus tuteladas. Es uno de los escasísimos casos de tutela por parte de un cristiano viejo. Y aún nos encontramos el caso de una tutela de dos menores cuyo padre no está muerto, herederas de un tercio de la fortuna de su tío político Hernando Naxar: Diana y María Burro. En el testamento de Naxar se hace constar que las sobrinas de su mujer, Ana Burro, recibirán la tercera parte de sus bienes, y para asegurarlo nombra tutores y curadores del testamento al padre de las niñas y a su tío Jerónimo Burro. En este caso, el concepto de tutor no coincide con el habitual, sino que se confunde con el de curador del testamento; acaso solo se quería decir que el dinero que se obtuviera de la venta los bienes, tal como decía el testamento que había que hacer, quedaba en fideicomiso controlado por los tutores hasta la mayoría o el matrimonio de las dos muchachas. Otro caso excepcional

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es el de una menor tutelada por su esposo: María Cigüeño, de la que ya se ha hablado, coheredera de su padre, Pedro Cigüeño, y de su madre, María Marguán, es menor de catorce años cuando muere su padre, y por el testamento de la madre (1549) queda bajo la tutela de su marido, Jerónimo Alfarrán, hecho realmente curioso, porque por ley la mujer pasa a depender del marido independientemente de su edad, de modo que si se habla de tutela quizás no sea más que una forma de decir que la madre continúa controlando los bienes aportados por la hija al matrimonio, ya que el testamento no se hace en trance de muerte, y de hecho aquella aún vive en 1560.

Parece que las tutelas no siempre se llevaban a cabo en la manera en que se demandaba en los testamentos; por ejemplo, Lope de Urramén, alias Castellano, cerdón, había dejado en 1541 como tutores de sus hijos, Isabel, Juana y Felipe Urramén, huérfanos también de madre, Isabel Aranja, a Ferrando Çafar y Francisco Junez. Sin embargo, por la razón que fuere a las dos muchachas las encontramos en Pedrola en 1546 bajo la custodia de Lope Castellano, quien recibe de Çafar 300 sueldos para alimento de las menores durante un año; en 1553, Isabel, casada con Alexandre Lançari, y Juana, doncella, siguen en Pedrola, ahora ésta tutelada por Lope Castellano. Solo su hermano permanece en Huesca, acaso porque era el heredero principal, el que debía dar continuidad a la casa, y lo vemos actuar económicamente vendiendo y poniendo en arriendo casas, corrales y tierras heredados de su padre a partir de 1553, cuando ya es mayor de catorce años y menor de veinte, y por fuero puede disponer de sus bienes, y sus tutores, juntamente con la madre, los reparten entre los tres hermanos. En 1581, su última noticia, lo vemos también viviendo en Pedrola, pero manteniendo en Huesca patrimonio que va vendiendo en diversas operaciones, de forma que cabe pensar en una emigración definitiva.

Parece normal que el común de los conversos no tuviera relaciones con la nobleza o el alto clero, y no solo por su condición de moriscos, sino por su posición económica. Así que a la hora de buscar tutores que puedan garantizar la seguridad de sus hijos lo hacen entre los más próximos a los suyos: padres, madres, tíos y abuelos son quienes suelen asumir la responsabilidad de cuidar y criar a los huérfanos hasta la mayoría, que para algunas cuestiones —como disponer de bienes— es a los catorce años, según fuero, aunque hasta los dieciocho o veinte no suelen abandonar la tutela, o antes si contraen matrimonio.92 De algunos casos ya se ha hablado al tratar el matrimonio, pero son muchos más los que tenemos documentados. Normalmente, si el huérfano conserva a uno de los progenitores será este quien tenga la tutoría, generalmente compartida con algún pariente y, en algunas ocasiones, con miembros de las familias Compañero y Çafar, de manera que no es extraño que alguno de ellos, como Jerónimo

92. Entre otros tenemos el ejemplo de Felipe Castellano, alias Urramén, mayor de catorce años y menor de veinte, que vende en 1554 un campo, operación que deberá confirmar al cumplir los veinte. Su padre, del mismo nombre, está ya muerto en 1544, y el menor sigue bajo la tutela de Ferrando Çafar y Francisco Junez.

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Çafar en 1570, renuncie a una tutela, concretamente a la de los hijos del cantarero Juan Prom, que tenía desde una semana antes. Recuérdese también lo que acabamos de ver sobre los huérfanos de Castellano, que en el caso de las niñas pasaron de estar tuteladas por Ferrando Çafar a la custodia de sus tíos de Pedrola. De todos modos, el que cedan la tutela o renuncien a ella son hechos excepcionales, y estos ricos moriscos asumen el papel que su posición económica y su buena relación con las autoridades les permite jugar con garantía, y mantienen sus obligaciones como tutores mientras dura la minoría, como el propio Ferrando Çafar, que conserva la tutela de Felipe Castellano, como acabamos de ver, hasta su mayoría en 1553. Quizás el acoso inquisitorial sufrido por las dos grandes familias a partir de 1580 hace que ya nunca más se acuda a ellos para tutelar a menores huérfanos. El primer caso documentado de tutela de un miembro de las dos familias es de 1533, cuando Pedro Compañero comparte con Miguel Alfarrán mayor y con la madre de los menores, Juana Alfarrán, la de Jerónimo y María de Aroz, hijos de Rodrigo de Aroz; cuando ella muere tiene un hijo menor de su segundo matrimonio con Juan Tillero, también tutelado por Pedro Compañero y otro notable, Lope de Gurrea. Es el ejemplo más repetido —un progenitor, un pariente y un poderoso—, aunque hay excepciones, como la del testamento de Ana Compás, al quedar viuda de su primer marido y embarazada, que nombra tutor del póstumo —el cual debió de morir al poco de nacer— a Jerónimo Çafar, únicamente a él. El último ejemplo de un Çafar, aparte de los casos internos de la familia, es el de 1580, cuando vemos a Ferrando Çafar y Jerónimo Gali desempeñar la tutela de Alexandrico de Sasa por deseo de su madre, Ana Compás, juntamente con el padre del menor, Alexandre de Sasa, primo político de Çafar. Otro personaje poderoso y de gran prestigio entre los moriscos aragoneses es Gaspar Zaydejos, de Torrellas, casado con la oscense Jerónima Alfarrán,93 quien por testamento de Pablo Alfarrán y Ana Junez, hecho durante la epidemia de 1564, queda como tutor de sus cinco hijos menores, compartiendo la custodia con el abuelo Francisco Junez; los menores son Francisco, Jusepe, Ferrando, Ana y Jerónima Alfarrán. Como hemos dicho, lo normal era que el progenitor superviviente tuviera la custodia de sus hijos menores, por eso llama la atención que algunas mujeres se vieran privadas de ella, aparte de los casos ya vistos por matrimonio. Juan Grisén en su testamento (1546) deja como usufructuaria a su mujer, Juana de Litera, sin condición alguna, y heredera a su hija Isabel Grisén, pero la tutela recae en el poderoso Juan Compañero y en un cristiano, caso realmente raro. Se nos escapa qué razón pudo haber para ello, a no ser que Juana de Litera no tuviera ningún familiar en Huesca y Juan Grisén quisiera asegurar el futuro de su hija si fallaba la madre. Tampoco encontramos explicación a la decisión testamentaria del cantarero Juan Codo (1559), que deja a su mujer, Ana Franco, 400 sueldos, el dinero, las joyas y las ropas que llevó al matrimonio, pero nada más, ni siquiera el usu-

93. En 1565 Zaydejos y su mujer venden al morisco Jerónimo Burro unas fajas de tierra en Monzur y un campo en Balcencos. La familia Zaydejos ha sido estudiada por Ansón (2001-2002).

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fructo de sus bienes, que pasan a sus hijos Juan Codo menor y Ana de Codo, cuyos tutores los repartirán entre los dos como les plazca; estos tutores, a los que no he podido encontrar ningún vínculo familiar con el testador, son Dionis (Lionis, Leonis, Luis) de Fierro y Esperanza Aranja, pareja que se había casado en 1535, ella viuda y con dos hijos menores, que a estas alturas ya serían adultos y vivirían independizados. Leonis de Fierro y Aranja no tuvieron hijos, y, cuando en 1564 muere él, ella hereda juntamente con un hermano de su marido; tienen buena posición económica y en el momento de asumir la tutela de Juan y Ana de Codo son ya maduros. Por qué se margina a Ana Franco y se la priva de la tutela de sus hijos y del control del patrimonio familiar es un misterio, pero es uno de esos ejemplos que rompe la norma. En 1572 Francisco Ezcandar, cantarero, manda en su testamento que las hijas habidas con Gracia Franco, su primera mujer, Isabel y Gracia Ezcandar, queden bajo la tutela de su cuñado Juan Franco, de Albero, Juan Cigüeño, zapatero, y el calderero Jerónimo Burro, mientras que a su mujer actual, Agustina Prom, le quita esa responsabilidad, quizás porque prefiere el control de un tío materno de las huérfanas que de su madrastra, a quien, como ya se vio, se le permite vivir en la casa siempre que no case; el poder de los tutores permite desheredar a la heredera universal, Gracia, si contrajera matrimonio sin el visto bueno de ellos, que decidirían adónde iría a parar la herencia.

En 1576 Ferrando Alfanaquí, herrero-albéitar, testa estando enfermo; deja legítima a sus hijos Juanico e Isabelica Alfanaquí, habidos con su primera mujer, Leonor de Gurrea, y al póstumo de su segunda mujer, Jerónima Ezcandar, a la que da 500 sueldos. Lo curioso es que da la tutela, incluso del póstumo, a sus primos Alexandre de Sasa y Juan Alfarrán, a los que también nombra sus herederos universales. Marginar a la mujer ya hemos visto que, aunque no era frecuente, ocurría en algún caso, pero hacer que la herencia no recaiga en los hijos es sumamente extraño. De todos modos, este testamento no llega a tener efecto alguno; Ferrando aún vive en 1592 y tiene con Jerónima tres hijos más, además del que en el testamento es citado como el póstumo. Sin embargo, cuando en 1592 hace su testamento último deja como heredero universal de su gran fortuna a su hijo Juan Ferrando Alfanaquí y reconoce haber dotado con 5000 sueldos y casas a su hija Isabel Alfanaquí al casar, cuyo matrimonio duró poco, porque al hacerse este testamento ya está viuda. Ahora no heredan sus primos, sino el primogénito, pero son desheredados todos los hijos habidos en su segundo matrimonio, de los que no hay ni mención, y, por supuesto, no han muerto todos, porque en el testamento de Juan Ferrando de 1593 instituye como herederas a sus hermanastras Jerónima, Ana, Gracia y Mariana Alfanaquí, mientras que el varón bautizado como Ferrando Alfanaquí en 1583 no aparece.94 Cuando muere Juan Alfanaquí a principio

94. Un nuevo ejemplo de la dificultad que presenta el estudio de la población lo tenemos en esta familia. Juan Ferrando tenía una hermana, Isabel, y varios hermanastros de los que hay referencias en 1576 (su madrastra está preñada), en 1580 bautizan a Marijuana, en 1583 a Ferrando y en 1590 a Mariana. Como se ve, los nombres no son los mismos. Y en su definitivo testamento de 1599 se declara herederos a Jerónima, Gracia y Mariana Alfanaquí, y no a su póstumo; es decir, solo coincide el nombre de Mariana.

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de 1592 tiene hijos menores, pero en el testamento no cita ni a ellos ni a su segunda mujer, como acabamos de ver, aunque sí lo hará su hijo Juan Ferrando a los pocos meses en el primer testamento que hace, en el que da a su madrastra la dote que llevó al matrimonio y 600 sueldos, además de declarar herederas a sus hermanas sin precisar quién las ha de tutelar. En el testamento definitivo de 1599, ya casado con Beatriz Medina y esperando un hijo, en estado de suma gravedad, hasta el extremo de que apenas puede firmar, deja heredero al póstumo sin nombrar tutor; de nuevo, la madre marginada, y más aún en un codicilo hecho al día siguiente del testamento en el que ni se menciona al póstumo y deja a su mujer 2000 sueldos y sus ropas, joyas y vestidos. ¿Qué pudo pasar en veinticuatro horas para cambiar el testamento de ese modo? ¿Acaso su mujer había abortado, o simplemente, como había hecho su padre, él la incapacita? Sin embargo, Juan Ferrando tiene sumo cuidado en dejar como herederas a Jerónima, Gracia y Mariana Alfanaquí, con la obligación de mantener a Mariana Alfanaquí, una niña de nueve años, hermana solo de padre; en caso contrario, la herencia la darán los ejecutores, Lope Medina y Juan Cigüeño, a quien se haga cargo de Mariana. Al cabo de dos años, vemos que quien cuida de la menor es la viuda Beatriz Medina, casada ahora con José Codo, y reciben 3000 sueldos para ello. En 1602, es Juan Ezcandar, de Alcolea de Cinca, residente ahora en Huesca, el tutor y curador de Mariana, definida como menor de doce años, por lo que Juan Burro, Juan Cigüeño y Lope Medina, ejecutores del testamento de Juan Ferrando, le dan 900 sueldos, un paramento de lienzo y randas viejo, un travesero, un cuerpo con camisa y mangas a lo antiguo y dos carrazones de hierro; además, Juan Ezcandar reconoce comanda de 6000 sueldos de los ejecutores provenientes de la venta de bienes de Juan Ferrando, que son para alimentar y mantener a Mariana, quien no podrá reclamar nada más a sus hermanas Jerónima y Gracia. Es, con toda seguridad, el caso de tutela más rocambolesco de cuantos hemos encontrado, y de nuevo nos referiremos a él al tratar las herencias, pero adelantamos que el asunto se prolongó durante varios años, ya que todavía en 1605, cuando aparece Mariana casada con Jusepe Muçot en Pueyo de la Encomienda, recibe dinero de la herencia de su hermano en tres tandas, de 1680, 1120 y 80 sueldos respectivamente, en mayo, agosto y noviembre.

Alguna madre más se ve privada de la facultad de tutelar a sus hijos, si bien esto no es óbice para que disfrute del usufructo de la herencia, como en 1530 ocurre con María de Huesca, viuda de Juan de Huesca, cuyas hijas Lorenza y Violante de Huesca quedan bajo la tutela de Juan Tillero y Martín Mediano, ambos cantareros y ajenos a la familia, como ajenos a la familia son los tutores de Juanico Alfarrán, hijo de Lope Alfarrán —se desconoce el nombre de la madre, si es que aún vivía—, Pedro Cigüeño y Lope Burro (1533). Tenemos hasta siete tutelas más que recaen en gentes que, por los apellidos, no parecen ser familiares del pupilo, y en todos ellos la madre —y en un caso el padre— no aparecen mencionados; en tres de estos ejemplos es obligado, puesto que los niños son huérfanos de padre y madre: Felipe Tillero menor, hijo de Juan Tillero y de Juana Alfarrán,

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tutelado por Juan Compañero y Lope de Gurrea, dos poderosos (1551); en 1571 Juan, Jerónimo y Margarita de Caldes, huérfanos de Miguel de Caldes y de Leonor Faxol,95 que están bajo la custodia de Martín Tarazona y Juan Salas, apellido este que bien pudiera ser de un cristiano, y en tercer lugar Gasparico de Moros, hijo de los difuntos Juan de Moros y María de Codo, tutelado por Juan Burro y Lupercio Gali. El único caso de padre excluido es el de Lope Medina, cuya esposa, Ana Ezcandar, en su testamento de 1606, deja como tutores y cuidadores de los bienes de sus hijas Ana y María Medina —había cinco hijos más mayores de edad—, a su hijo Jerónimo Medina y a su yerno José Codo, casado con Beatriz Medina. Las razones por las que personas ajenas a la familia asumen la responsabilidad de cuidar de los menores podrían ser muy diversas, pero, sin duda, el sentimiento de grupo, que se mantiene vivo a lo largo de toda la historia, es el principal motivo, al que se suman, en ocasiones, la coincidencia de oficios y otros vínculos que se nos escapan.

De todos modos, no siempre había tutela compartida; conocemos el caso excepcional de María de Úbeda, que en 1583, residiendo al lado de Huesca, en Bellestar, en su nombre y como tutora única de sus hijos, Juan Gali menor y Lope Gali, ambos menores de catorce años, declara procurador en un documento hecho en diciembre de 1583 en Huesca a su padre, Lope de Úbeda, para que se haga cargo de los negocios del marido, Juan Gali mayor, ajusticiado por la Inquisición. En 1579 había sido reconciliado, y relajado en 1583, según el documento de procuración antes mencionado.96 La viuda se ve incapaz de sacar adelante los numerosos asuntos económicos de su marido, porque habla de arriendos, comandas, mercaderías, censales, bienes inmuebles, dinero, oro y plata. De todo ello era usufructuaria, a la vez que tutora de sus hijos. Tras la muerte del marido ella vuelve a su lugar de origen —era oscense— y deja que sea su padre quien se encargue de la economía familiar, que venda, compre, haga albaranes, reciba pagos, etcétera. Sus hijos siguen en Bellestar y en 1601 compran casas en la calle San Martín de Huesca, posiblemente con la intención de trasladarse a la ciudad.

Aparte de los citados, conocemos quince casos más en que la tutela, recogida en testamentos o en otros tipos de documentos, recae en el progenitor superviviente, pero un buen número de huérfanos pasan a ser tutelados por tíos, abuelos e incluso cuñados, juntamente con otras personas ajenas a la familia. La figura familiar más veces presente es la del tío, preferido al abuelo —por razones tan obvias como su menor esperanza de vida— o a los hermanos. De todos modos, tenemos el caso de tres abuelos en quienes recae la responsabilidad: de uno de ellos, el crisolero Luis de Gurrea, ya se ha hablado anteriormente al tratar el tema de la necesidad de amparo de los ancianos; Francisco Junez, padre de Juana

95. Los tres debían de ser muy pequeños, porque sus padres habían casado en 1564. 96. En los libros de la Inquisición del AHN no aparece entre los relajados, pero el documento notarial oscense es rotundo al respecto.

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Junez, es por testamento de ella y de Felipe Tillero (1564) el tutor del hijo que están esperando, junto con el progenitor sobreviviente y el cuñado de ellos Jerónimo Alfarrán; finalmente, Jerónimo Burro será el tutor de su nieta Mariana Menescal Burro (1587). En 1603 sabemos que Isabel Ezcandar, viuda de Juan Lasierra mayor, tiene bajo su tutela a sus nietos, los hijos de su primogénito Juan Lasierra menor y de Mariana Alfarrán, que está casada con Juan Prom; no sabemos por qué la madre pierde la tutela de los hijos, pero da la impresión de que fue un acuerdo entre su suegra y su nuevo marido, razón por la que le prestan mientras críe a los menores todo el instrumental de la herrería de Prom. Estamos sin duda ante uno de los casos de tutela más especiales, ya que puede decirse que es pagada. En un solo caso el tutor es el cuñado del tutelado: Juan Burro, yerno de los testadores Juan Prom y Ángela de Moros, tutelará al póstumo de estos junto a Juan de Callén, de Monflorite. También sabemos de alguno que ejerce la tutoría de sus hermanos menores, como Juan Prom menor, hijo de Juan Prom mayor y de Ángela de Moros, que, ya viuda, hace el testamento por el que su primogénito ejerce la custodia y tutela de sus dos hermanos menores. Se decía que eran los tíos los familiares preferidos para las tutelas, a veces con el progenitor superviviente, otras con gentes sin aparentes vínculos familiares: ocho casos tenemos documentados, que van desde 1529 a 1601. Cuando los menores pierden a los dos progenitores suelen quedar bajo la tutela de algún pariente, aunque a veces son miembros de la comunidad sin aparente vínculo familiar, pero es la excepción; lo normal es que ocurra como con los hijos de Francisco Oncino mayor, viudo de Jerónima Fierro, que en su testamento de 1598 deja como ejecutores del testamento y tutores de sus seis hijos (Francisco Oncino menor, Lorenzo, Tomás, Miguel, Vicente y Jerónima Oncino) a su cuñado Antón Fierro, a Jerónimo Castro y su yerno Lope de Fierro, de Vicién.

¿Qué papel público desempeñan esos tutores? Pues el que podrían desempeñar los padres: garantizar la seguridad económica del tutelado atendiendo su patrimonio, autorizar su matrimonio, arrendar bienes, distribuir la herencia, etcétera. Ya se vio el caso de Gracia Ezcandar, tutelada por su tío materno Juan Franco y tres personas más, que debía casar con el permiso de sus tutores, pero en numerosas capitulaciones matrimoniales surgen las figuras de parientes que ejercen la tutela y autorizan el enlace, ninguno de los cuales ha sido visto hasta el momento. En todas las capitulaciones matrimoniales, siguiendo la tradición musulmana, suelen aparecer los familiares más próximos autorizando la boda,97 pero no en todos los casos se hace constar la condición de tutor, aunque siempre coinciden con la ausencia del padre. Tenemos documentados con toda seguridad seis ejemplos, que exponemos por orden cronológico. En 1529 casa María Farax menor con el herrero Miguel Casilla; ella, que ya era huérfana de madre, pierde al padre un mes antes de la boda, y se casa con la autorización de su tío Lope

97. Según la ley islámica, la mujer virgen solo podía casar si era autorizada por su padre, pariente próximo o tutor, figura que recibía el nombre de wali , en tanto que las viudas podían actuar por sí mismas.

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Burro y de su abuela, María Farax mayor, y de sus tutores Pedro de Huesca y Salvador de Cuéllar. María, al casar se ve obligada por el testamento de su padre, hecho un mes antes, a vivir en la casa paterna y a cuidar de su hermano Martinico Farax durante ocho años, quien recibirá de su tío Lope Burro siete fanegas anuales para alimentación y un cahíz de trigo para vestido, de manera que María pasa de ser tutelada a tener la custodia de su hermano compartida con su marido y su tío. En 1530 Leonor Alfarrán recibe la autorización de su madre, Catalina Marguán, y de su tío y tutor Pedro Compañero para contraer matrimonio con el obrero de villa Lope de Gurrea. En 1566 se casan Martín Palacio y María Alfarrán; ella, cuyos padres no aparecen citados, lo hace con el permiso de Ferrando Çafar y Juan Prom, sus tutores. Finalmente, Jerónima Prom menor, huérfana de Juan, casa en 1584 con Francisco Sage con la autorización de su madre, Ángela de Moros, y de su tutor Juan Naxar, aportando al matrimonio tres aposentos en la casa familiar, 1000 sueldos y cama de ropa, y recibiendo del marido un excrex de 200 sueldos.

Con mucha frecuencia, los tutores son simultáneamente ejecutores del testamento, de manera que cumplen las mandas que aparecen en él. Una de las más frecuentes tiene relación con temas de herencia y de cobro de deudas. Galcerán de Marguán —nombrado, como ya se vio, tutor y curador de los bienes de María Cigüeño y Juan Cigüeño por el justicia de Huesca al morir el tutor Lope de Urramén (1545), que lo era por testamento de Pedro Cigüeño—, con los otros tutores, Lope Calbo y Jerónimo Alfarrán, marido de María Cigüeño, hacen albarán a Ferrando Çafar y Francisco Junez, como tutores y curadores de los hijos de Urramén —Felipe, Isabel y Juana—, de 600 sueldos que eran de los bienes de Juan y María Cigüeño, y que, por lo visto, estaban en poder de Urramén. Dos años después, María Cigüeño recibe 587 sueldos de la herencia de su padre, Pedro Cigüeño, que debe entregarle su hermano Juan Cigüeño, quien lo hace por medio de su tío y tutor y de su madre, María Marguán, quien al testar en 1549 deja como tutores de Juan Cigüeño a su cuñado Jerónimo Alfarrán y a Juan Compañero, tutores también de su hija María, mujer de Jerónimo Alfarrán; serán los tutores, llegado el momento, los encargados de entregar a su hija la legítima y unas manillas de oro y a Juan un mirador en el Campo del Toro, además de hacer el reparto de toda la herencia, que va en un 75% al varón y en un 25% a la muchacha, siguiendo la tradición musulmana.

En otras ocasiones lo que pagan los tutores es la dote que el difunto devuelve a su mujer, por ejemplo los 160 sueldos que Pablo Alfarrán, herrero, tutor de los hijos del difunto Francisco Oncino, entrega en nombre de los menores a su madre, Isabel Corral, ahora casada en Puibolea con el Guerrero, razón por la que ha perdido la custodia (1554). En el testamento de María Farax (1563) deja como tutores de sus hijos María, Ferrando e Isabel Naxar, habidos con el ya muerto Miguel Naxar, a Martín Burro y Juan Prom, a los que da libertad para que entreguen como dote lo que consideren oportuno a sus dos hijas, mientras que la herencia es para el varón. Los pagos a los tutelados a veces se hacen con retraso y por voluntad testamentaria; es lo que ocurre con Pablo Alfarrán en su

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testamento (1564), en el que ordena que se den a sus tutelados Francisco Oncino y Pablo Oncino 200 sueldos de los 800 que salen de las cuentas de la tutoría, cuentas que están en poder de Ferrando Çafar, considerado la máxima autoridad social y moral dentro del colectivo morisco. Acaso las cosas no estuvieran claras y hubiera de intervenir tan importante personaje, porque las tutelas de los menores no debieron de estar exentas de problemas, como también se deduce de un documento de 1577 en el que Jerónimo Burro y su mujer (Jerónima Junez), María Junez (viuda de Juan Alfarrán), y Gabriel Menescal y su esposa (Juana Junez), herederos de Francisco Junez, dan 6000 sueldos a Juan Cigüeño y Brianda Junez como pago de la tutela de Francisco Junez. El documento es confuso y es uno más de un largo proceso por la herencia de Francisco Junez mayor; quizás estemos ante la tutela de un hermano menor del que no hay pistas documentales, pero aquí lo recogemos porque el texto es clarísimo al hablar del pago de la tutela de Francisco.

Poner en explotación el patrimonio es otra de las tareas de los tutores, como ocurre con el obrador de Felipe Tillero mayor, muerto en 1544, que deja un hijo menor del mismo nombre, habido con Juana Alfarrán. La viuda y los tutores del niño, Ferrando Junez y el notario Juan Compañero, hacen un prolijo inventario en el que se aprecia el buen nivel económico de la familia por el mobiliario, caballerías, armas, ropas y joyas, y el próspero negocio del tejar, donde había 500 adobes, 600 rejolas sin cocer, 600 tejas sin cocer y 100 rejolas cochas. El que hubiera tanta pieza sin cocer indica que la muerte de Tillero fue súbita. La mujer queda usufructuaria durante seis años, hasta la mayoría del hijo, es de suponer. El obrador con dos hornos es puesto en alquiler por los tutores en 1546 por tres años y 64 sueldos anuales, y el arrendatario, Pedro Cerdeña, habrá de repararlo.98 También ponen en arriendo catorce campos, sitos todos en Huesca,99 por cinco años —más o menos el tiempo que le falta para alcanzar la mayoría— y el pago de 3 cahíces de trigo anuales, y una casa por 162 sueldos anuales. En 1551 Felipe es todavía menor de catorce años, y sus tutores arriendan un huerto suyo por seis años y 50 sueldos anuales; el arrendador deberá tapiarlo y bardarlo, señal inequívoca de su estado de degradación. No parece mucho lo que sacan, pero es suficiente para sobrevivir, además de que, a tenor de lo que el inventario dice, es probable que tengan más bienes que los que ponen en arriendo. Ferrando Çafar y Francisco Junez, tutores de Felipe, Isabel y Juana Urramén (o Aburramén), hijos de Lope de Urramén y de Isabel Aranja, hacen un préstamo a Francisco Junez, herrero, de 1509 sueldos y alquilan unas casas de los menores con corral y tienda en la calle San Martín por tres años y seis florines anuales (1541), renta que aumenta a 8 florines en un nuevo alquiler que hacen a Domingo Enzala

98. Cerdeña, posiblemente cristiano, y su socio, el también cantarero morisco Vicente Alamén, piden una comanda en 1548 a Pedro Compañero. Tienen sus obradores y casas en el barrio de San Martín.

99. Las partidas donde están los campos son Monzur, camino de Montearagón, camino de Barluenga, Los Molinos, camino de Tierz y las Mártires.

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en 1552 por tres años. Un poco más, 9 florines al año, pagan a los menores Francisco y Vicente Oncino, tutelados por Pablo Alfarrán y Martín Oncino, por el alquiler de unas casas en el barrio de San Lorenzo durante seis años, en 1562. Mucho más pagan a Jerónima y Ana Ezcandar, hijas de Agustín Ezcandar, tuteladas por su tío Francisco Ezcandar, por unas casas que ponen en alquiler en la plaza de Alquibla, que les van a rentar 480 sueldos anuales durante cinco años (1568). El precio, notable, nos indica la calidad de la casa, pero también su buena situación, en el corazón económico de la ciudad. En 1566 Isabel Brondal, viuda de Francisco Alfarrán y casada con Martín Soro, de Alerre, pone en arriendo unas tierras de su hijo, menor, Jerónimo Alfarrán por cinco años y 2 cahíces anuales de trigo que pagará Juan Prom. Los años de arriendo nos pueden indicar que el niño tendría nueve años, ya que a los catorce podría disponer de sus bienes. Mucho menos le pagan de alquiler por unas casas con obrador a Gaspar de Moros, huérfano de Juan de Moros y de María (o Martina, según otros documentos) de Codo: son 170 sueldos anuales durante cuatro años, posiblemente hasta alcanzar la mayoría, ya que en 1588 lo vemos firmar como testigo, para lo que había de ser mayor de edad. Sus tutores son, por el testamento de la madre, ya viuda de Juan de Moros, Jerónimo Burro y Lupercio Gali, ambos caldereros. Moros era cantarero, mientras que su hijo aparece como jornalero en su testamento hecho en 1590. Finalmente, Alexandre de Sasa, definido como mercader y droguero, viudo de Ana Compás, es el tutor de su hijo Alexandrico de Sasa, que había heredado de su madre unas casas en el barrio de San Lorenzo que su padre pone en arriendo por seis años y 400 sueldos anuales. El precio tiene explicación por el barrio, porque hay una bodega y porque en los bajos hay una tienda. Sasa se reserva el derecho de volver a las casas si se casa de nuevo, dejando a la arrendataria la bodega y la tienda. La muerte de Alexandrico en 1586 permite a su padre cambiar esas casas por otras en el barrio de Bardín y recibir además 3600 sueldos; con anterioridad habían fallecido sus hermanos Juanico y Marianica de Sasa, citados en 1571 y ya muertos antes de 1580.

Otros tutores, quizá apremiados por la necesidad, venden bienes de los menores a los que custodian, como Adrián Abengalí menor y su hermano Luis Abengalí, este último tutelado por sus tíos Manuel Abengalí y Ferrer Abengalí, que venden unas casas en la Cruz de San Martín y otras en el callizo de San Martín (1538) por el espectacular precio de 5500 sueldos, quizás para pagar la comanda de 5000 sueldos que Adrián tenía del señor de Alerre.100 Y muy significativa es la venta en 1564 de una güebra (siembra) de 10 cahíces por 200 sueldos que hace Juan Cigüeño, como procurador de los tutores de los hijos del quondam Agustín Ezcandar, a Pedro Belver. El campo está situado en la buega entre Almériz y Quicena; el arrendador deberá pagar el seseno que tributa el campo y un

100. Los hermanos Abengalí eran hijos de Adrián, natural de Plasencia de Jalón y documentado en Huesca desde 1533. En la misma fecha en que vende las casas sabemos que tiene un litigio con el colectivo morisco, aunque no conocemos las causas ni el desarrollo.

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treudo, sin que se diga a qué institución, aunque en 1555 aparece entre los que pagan treudo a Montearagón. Parece evidente que la venta hecha en el mes de octubre de una siembra es la prueba de que hay problemas económicos que hacen imposible esperar a la recolección de un campo de dimensiones notables para lo que suelen ser las fincas en Huesca, porque una cahizada equivale a 38,1 áreas, aproximadamente. Para entender mejor el problema no está de más recordar que 1564 es el año de la epidemia que castigó duramente la ciudad, y es más que probable que el zapatero Ezcandar muriese por la plaga, igual que su segunda mujer, Ana Montero, ya que no aparece mencionada en el documento.101

101. No sabemos si el hijo era de esta mujer, citada en 1563, o de la primera esposa, Jerónima Franco, con quien casó en 1544 y de la que no conocemos el año de su muerte.

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DOTES

Lo observado en la comunidad morisca en estos campos no difiere sustancialmente de lo que ocurría con sus paisanos cristianos; las capitulaciones matrimoniales de un grupo y otro no son distintas, y tampoco parece muy diferente el papel de la mujer, siempre sometida a la voluntad de sus padres o responsables: solamente las viudas o huérfanas mayores de edad ricas que aportan una sustanciosa fortuna al matrimonio parecen tener una cierta capacidad de decisión a la hora de imponer condiciones. De manera general, podemos decir que las capitulaciones matrimoniales nos muestran a la mujer como pieza de trueque de su familia, que en muchas ocasiones impone condiciones económicas a los progenitores del marido en la exigencia de garantizar dinero y bienes materiales no solo a la mujer, sino también a los padres de esta, al modo de la vieja costumbre musulmana de compensar económicamente a la familia de la novia. El hecho no debe extrañarnos y, por supuesto, no era privativo de los viejos moros, sino que era propio de la sociedad del momento y de la propia legislación foral. También manifiestan las capitulaciones y los testamentos que la mujer es siempre dueña de lo que aporta al matrimonio como dote familiar y del excrex que le concede el marido, el viejo acidaque de los moros o el mahr clásico musulmán. Por fuero y por tradición musulmana, la separación de bienes es lo habitual, y así queda recogido específicamente en algunas ocasiones: en los testamentos de muchas mujeres casadas o viudas vemos cómo disponen de sus bienes libremente, aunque su comportamiento no suele ser diferente al del varón a la hora de marginar a las hijas frente a los hijos. Y también por fuero es lo habitual el derecho de viudedad, que supone el usufructo de los bienes por parte del cónyuge superviviente si ha habido hijos en común; a pesar de ello hay algún caso excepcional en que se renuncia a la viudedad, y otros, siguiendo el fuero, en que se agermanan los bienes, de manera que son de ambos en igualdad y el superviviente es el dueño del patrimonio común. Pero, en numerosos ejemplos, si no hay descendencia los bienes aportados al matrimonio por cada cónyuge vuelven a su familia, como veremos en algunos casos concretos. El ejemplo que ilustra esto, entre otros posibles, son las capitulaciones matrimoniales en 1598 entre Juan Ferrando Alfanaquí, hijo del quondam Ferrando Alfanaquí, albéitar, autorizado por sus primos Jerónimo Menescal y Juan Cigüeño, y Beatriz Medina; ambos contrayentes aportan sus bienes, que no se deta-

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llan, y ella, además, 1000 sueldos, cama de ropa y vestidos, y recibe de su marido una dote de 2000 sueldos; podrá disponer de los bienes del marido siempre que haya descendencia y sobreviva al marido; en caso contrario, no: solamente tendrá derecho a los 2000 sueldos de la dote. Estamos ante un caso perfectamente definido en el derecho foral. Toda la documentación nos muestra que el régimen económico familiar de los moriscos no difería grandemente del de sus conciudadanos cristianos, como vamos a ver en numerosos ejemplos a continuación, aunque a veces los documentos son parcos y dan poca información, como ocurre, por citar solo un ejemplo, con las escuetas capitulaciones matrimoniales en 1574 entre el leridano Antón Fierro y la oscense Juana Burro, donde únicamente se nos informa de que él aporta casas en Lérida e instrumental de herrería, y ella, 2000 sueldos, cantidad por encima de la media, y cama de ropa, pero no sabemos qué dote recibe del marido ni el régimen económico familiar.

Que los moriscos no se consideran diferentes del resto de sus vecinos lo prueban, por ejemplo, las capitulaciones matrimoniales entre el calderero Jerónimo Burro y Jerónima Junez (1556), que actúan con el consentimiento de sus padres. Aporta el novio media casa, y ella, todos sus bienes muebles y sitios —que no se especifican—, 1000 sueldos y una cama de ropa, y se recalca que se hace «según costumbre de semejantes personas en esta ciudad». Jerónimo garantiza a su mujer 1500 sueldos, cama, joyas y vestidos, bienes que serán de Jerónima tenga o no tenga hijos, y, si enviuda y vuelve a casarse, también. El documento no difiere de los miles de capitulaciones que aparecen en los protocolos oscenses, pero esa voluntad de marcar que su comportamiento es el mismo que el del resto de los oscenses es un detalle que no debe pasar inadvertido.

Vamos a ver detenidamente ejemplos de todo ello encontrados en la cincuentena de capitulaciones matrimoniales que hemos estudiado y en las nueve referencias a otras tantas. Es en esos documentos donde podemos apreciar lo que acabamos de decir, aunque numerosos testamentos aportan información muy importante y complementaria, además de algún litigio resuelto por arbitraje o en la Corte del Justicia.

¿Qué suele aportar la mujer al matrimonio? Habrá que distinguir aquellas que son herederas de la hacienda familiar de las que no lo son, entre otras razones porque las familias de las herederas suelen imponer condiciones que a las otras no les estaban permitidas; más bien al contrario: es el marido el que impone el pago de una dote sustanciosa que él suele completar con un aumento o excrex. En cualquier caso, esos bienes son propiedad de la mujer, por fuero y como también ocurría con el antiguo acidaque de la legislación consuetudinaria de los moros. En general, las capitulaciones matrimoniales repiten formulario hasta la saciedad, sean los protagonistas moros o cristianos. Suele aparecer algún pariente de los contrayentes autorizando la celebración, se introducen las aportaciones de cada uno al matrimonio y las obligaciones económicas del marido con su mujer y las de ambos cónyuges, y se añade algún aspecto particular que afecta a alguno de los cónyuges o a ambos, ante la presencia de testigos que siempre son miembros de la comunidad. De todos modos, los documentos son tan varia-

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dos que ellos solos permiten un estudio diplomático que no es ahora del caso. A veces la referencia es indirecta; así, por ejemplo, sabemos que Guiomar Compás lleva a su matrimonio con el cantarero Juan Prom (1559) al menos un campo treudero a la Ciudad, que él vende en su nombre en 1562.

La primera cuestión digna de destacar es la condición de los contrayentes, si solteros o viudos, y de estos, si tenían o no hijos; o si son huérfanos, porque va a ser un condicionante clave. Las viudas sin hijos de buena posición económica suelen aportar su patrimonio no sin reticencias e imponiendo limitaciones a su nuevo marido. Por ejemplo, Catalina Calvo, viuda de su primo Martín Calvo, ambos de Naval, casa en 1531 en Huesca con el rejolero Pedro de Huesca, quien aporta casas en el Ferrianal, obrador en la calle San Martín y tierras blancas y viñas en el camino del Alfoz y en los Tierços; Catalina lleva todo lo heredado de su primer marido, por lo que hay que presumir que, a pesar de no tener hijos, si había sido declarada heredera, se había actuado de acuerdo a fuero y no a la tradición islámica, posiblemente con la figura del agermanamiento de bienes o, simplemente, por voluntad testamentaria. Lo que aporta Catalina está todo en Naval: casas, eras, campos, huertos y hortales. Recibe de su marido un axovar de 500 sueldos y 400 más en ropa, que obtendrá aunque el matrimonio se disuelva. Curiosamente, las capitulaciones no nos indican el régimen económico del matrimonio, pero si no se dice nada al respecto será, por fuero, la separación de bienes. Y, de hecho, el mismo día de las capitulaciones la vemos vender dos campos en Naval sin la autorización del marido, lo cual confirma que la propiedad no es compartida. No siempre la situación económica es como la de la pareja anterior: en el caso de Juan Navarro, de Albalate de Cinca, e Isabel Prom (1563), viuda de Juan Masagrán, que casa con permiso de su padre, el cantarero Juan Prom, no se especifican los bienes que cada uno aporta, solo que Isabel lleva sus bienes, joyas, vestidos, ropa de cama y 500 sueldos, todo ello garantizado por su marido como propiedad de ella más un excrex que concede él de 150 sueldos, cantidad inusualmente baja. Diferente es el caso de Ferrando Alfanaquí y Leonor de Gurrea, viuda de Felipe Tillero mayor, ambos de buena posición económica. Ella declara en las capitulaciones que aporta lo que heredó de su primer esposo, a pesar de no tener hijos. Ambos cuentan con el consentimiento de familiares, él de su hermano Jerónimo Alfanaquí y ella de su madre, Leonor Alfarrán, viuda de Lope de Gurrea, de su hermana Jerónima de Gurrea y de su cuñado Gabriel Menescal. Él lleva al matrimonio casas en San Martín y un campo en el Alfaz, además de 1000 sueldos para su mujer; ella, 700 sueldos, dos campos en el camino de Sangarrén, uno en Barbarol (camino de Ballesteros), una faja de tierra en el camino de Zaragoza y un campo en Monzur, además de joyas, ropas, cama y vestidos. Se hace constar la separación de bienes, incluso de los gananciales, lo que pone de manifiesto que si la condición económica de la mujer es igual o superior a la del marido las capitulaciones suelen serle más favorables, tal como se ve cuando ella muere y deja a sus hijos, Juan e Isabel Alfanaquí, 7800 sueldos que guardan los tutores, los notables Juan Compañero y Ferrando Çafar, hasta que los niños cumplan catorce años. Si es mayor la riqueza aportada por el marido, la mujer no

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suele tener derecho más que a lo que ella lleva al matrimonio. Así le pasa a Guiomar Compás, viuda de Martín Alfarrán, que no hereda del marido al morir este sin hijos, y lo que lleva al matrimonio (1559) son 1700 sueldos, ropa de cama, vestidos y joyas —algo por encima de la media—; su segundo marido, Juan Prom, cantarero, promete que los bienes de Guiomar —hay noticia documental en 1562 de que al menos era dueña de un campo en Monzur, del que ya se ha hablado— serán siempre de ella y de sus herederos, pero que no tendrá derecho alguno a nada del marido, ni siquiera al usufructo si enviudara y hubiera descendientes. Aquí no aparecen ni el agermanamiento ni el derecho de viudedad, que suele equiparar al varón y a la mujer dentro del matrimonio, sino que se aplican las normas más restrictivas para la mujer.

Si la viuda tiene hijos y posición económica mejor que la del marido, parece que puede imponer obligaciones, especialmente la de cuidar de los hijos que ella tenga. Hay muchos ejemplos de esto en la documentación, pero baste con unos pocos para hacernos una idea. De las capitulaciones de Ferrando Çafar con Esperanza Compás solo tenemos una información indirecta de 1529 en la que vemos que los dos, de familias muy ricas, llevan mucho al matrimonio: Çafar lleva sus bienes y da una dote a su mujer de 10000 sueldos, mientras que ella, viuda y sin hijos, también lleva sus bienes y 2600 sueldos que pagarán sus hermanos Juan y Ximeno Compás.102 Aunque parezca reiterativo, conviene traer aquí unos ejemplos, algunos de los cuales se han visto anteriormente, porque ilustran bien lo que ahora tratamos. En 1535 Esperanza Aranja, de la que ya se ha hablado, viuda de Salvador de Cuéllar y de Domingo de Arto, se casa con Leonis de Fierro, herrero y albéitar. Según el documento, lleva él al matrimonio sus bienes (no se mencionan, pero sabemos que tenía una casa con obrador) y ella, más rica, lleva casas en San Martín, media casa más en el mismo barrio y dos campos en Alfándega y en Monzur. Leonis le da garantía de 500 sueldos y admite la obligación de atender a los dos hijos, Ana y Martinico, este último hijo del primer matrimonio de su primer marido. Muy similar es el caso de María del Cuento, viuda de Simón de Pomar, que en 1598 casa con Martín Albariel, de Muel pero residente en Huesca: Martín aporta sus bienes —que no se detallan—, mientras que María lleva casas en la calle San Martín, ropa de cama, vestidos y joyas, además de 600 sueldos, a los que él añade 400 de excrex; no se especifica el régimen económico, pero él adquiere la obligación de cuidar de las dos hijas de ella, a las que promete 200 sueldos para cuando casen. Sabemos que Juana Burro, viuda de Felipe Tillero, y Juan Prom hacen separación de bienes, y él le da una dote de 400 sueldos que paga a los nueve días de contraer matrimonio. En este caso, como ya se vio en otro momento, la tutela del hijo de ella, Amador Tillero, la ostenta un tío, y ambos contrayentes se obligan a respetar su herencia y a entregarla cuan-

102. No nos extendemos en el caso, puesto que la familia Çafar merece un capítulo especial. Por la misma razón no tratamos aquí las capitulaciones matrimoniales de Juan Compañero y de Ana Navarro, de las que solo sabemos que se hicieron en Zaragoza con la autorización de Esperanza Çafar y de Miguel y Enrique Compañero.

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do el muchacho cumpla los catorce años. Algo diferente es el caso de María Lugel, viuda de Baltasar de Huerto, que en 1566 casa con el herrero Juan Alfarrán con el consentimiento de su hijo, quien se compromete a mantener a su madre en la propiedad de la herencia de su padre hasta que él cumpla los veinte años, cuando habrá acabado el aprendizaje de zapatero. María aporta al matrimonio la mitad de los bienes que tuvo con su primer marido en Huesca y Fuentes, que le pertenecen a ella; es decir, que tuvieron propiedad compartida. Quizás el más significativo de todos los casos de viudas con hijos que aportan al matrimonio más que su segundo marido sea el de Ángela de Moros, de la que se ha hablado anteriormente; cuando casa en segundas nupcias (1577) tiene tres hijos menores, Juan Prom menor, Jerónimo y Jerónima Prom, que a los dieciséis años recibirán la herencia de su padre, Juan Prom mayor, a partes iguales, mientras que hasta ese momento el usufructo y cuidado corren a cargo de la madre. Su marido, Miguel Moscabida, soguero, aporta unas casas en Saviñán, su pueblo natal; ella, la dote propia que aportó al matrimonio anterior: casas, un obrador y 1000 sueldos que promete a su marido, con la intención evidente de que sea un buen padre. Moscabida, como es normal en los documentos de este tipo, se compromete a cuidar de los menores. Sin embargo, en un testamento de 1597, Ángela declara herederos universales de sus bienes a sus hijos varones, y a la muchacha le deja sus joyas, ropas y vestidos; la sorpresa viene cuando vemos que a su marido le deja 600 sueldos, un colchón, una manta, dos sábanas y dos almohadas en lugar de los 1000 sueldos acordados en las capitulaciones, y ello porque ha llevado mal los negocios, y da la impresión de que se le priva de continuar habitando en la casa familiar, lo que nos muestra que era ella realmente quien controlaba la hacienda familiar y la poseía en plenitud. En 1597 hace un nuevo testamento en el que modifica la sucesión dejando a la hija 1200 sueldos, las ropas, vestidos, joyas y un manto para cuando case; el heredero de sus bienes es el primogénito, Juan, mientras que Jerónimo recibe solo la legítima y el marido únicamente 400 sueldos, aún menos que en el testamento anterior. Acaso el que no dejase nada a su segundo hijo se deba a que los dos hermanos habían sido herederos universales a partes iguales de su tío Gaspar de Moros (1590) y en aquel momento ya había recibido la herencia de su padre, que, como se recuerda, se repartía entre los tres hijos a partes iguales. Quizás las obligaciones impuestas al marido por parte de una viuda rica con dos hijas menores, María del Cuento, viuda de Simón de Pomar, hizo echarse atrás a su segundo marido, Martín Albariel, llegado de Muel, pues, como ya se ha visto antes, las capitulaciones firmadas el 11 de junio de 1598 se cancelaron a los nueve días.

No tenemos ningún ejemplo de matrimonio entre viudos en el que ambos tengan hijos, pero sí del caso contrario. Ya hemos hablado ampliamente de ello en el apartado dedicado a los matrimonios de viudos; por eso remitimos a lo que se ha dicho sobre Alexandre de Sasa, viudo de Isabel Junez, y Ana Compás, viuda de Juan del Fierro, de muy buena posición económica, que casan en 1566 y mantienen los bienes compartidos, con derecho a la herencia y, si hay sucesores, al 50% entre el superviviente y los hijos.

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Cuando casa una huérfana son los familiares más próximos y los tutores quienes permiten el matrimonio y disponen acerca de sus bienes y dote. Ya vimos el caso de María Farax menor, autorizada por su abuela María Farax mayor y sus tutores Lope Burro, tío suyo, y Pedro de Huesca y Salvador de Cuéllar a casar con el herrero Miguel Casilla, alias Naxar, en 1529. Él lleva al matrimonio dos tiendas en San Lorenzo y una enclusa, y ella, sus bienes, dineros y ropa, además de 600 sueldos, a los que hay que añadir el excrex de 300 que le da su marido. No sabemos nada sobre el régimen económico, porque en el testamento está como preocupación especial el cuidado del hermano menor de María, Martinico Farax, durante ocho años y la obligación de vivir en la casa que este ha heredado. En 1540 es el abuelo, Luis de Gurrea, quien autoriza el matrimonio de Beatriz de Gurrea con Baltasar de Fierro; se trata de uno de los pocos casos documentados en que el varón, que aporta mucho menos al matrimonio que su mujer, hace un pago en metálico a la familia de la novia: Baltasar lleva bienes muebles sin especificar y 50 florines de oro que pagará al abuelo de la contrayente, 25 en efectivo y 25 en «cosas» de su oficio de calderero; mientras, ella lleva la herencia de su abuelo, excepto 150 florines, un mortero de roble, dos bacines, un caldero, un cofre, una bacía y dos candeleros que se reservan para María de Gurrea, hermana de Beatriz. La herencia consiste, entre otras cosas, en casas francas en el barrio del Medio, el mobiliario de la casa y una viña en los Tierços, todo con la obligación, como se vio, de cuidar a su abuelo, que será el administrador de los bienes mientras viva. Se reconoce la separación de bienes y no se hace mención a la viudedad ni al agermanamiento. Distinto es el caso de Jerónimo Alfarrán y Ana Burro, que casan en 1580. Se trata de un matrimonio de clase media alta en el que el novio aporta casas en San Martín y una botiga en San Lorenzo, y ella, además de los repetidos camas de ropa, vestidos y joyas, la notable cantidad de 1400 sueldos propios más 2400 que su hermano Jerónimo Burro dará al novio, quien garantiza la propiedad de su mujer sobre 2000 sueldos y le da una dote de 600 sueldos más; en el documento no queda claro por qué, en contra de lo que marcan la tradición y el fuero, la mujer noes propietaria plena de los 3800 sueldos que lleva al matrimonio. A veces los datos que conservamos sobre las capitulaciones son indirectos y muy concisos. Por ejemplo, de Brianda Compañero, huérfana de padre y autorizada por su madre, Esperanza Çafar mayor, y sus hermanos Miguel y Juan Compañero, sabemos solo que al casar con Alexandre Castellano, de Calanda, recibe 7000 sueldos de dote, cantidad elevada en consonancia con la riqueza familiar y con la del contrayente, que aporta casas, campos, un caballo y 4000 sueldos, todo en Calanda, en 1545; la dote de Brianda se hace efectiva a los ocho meses de la firma de las capitulaciones. El mismo año, Guiomar Compás, con la autorización de sus «tíos» los herreros Juan Compás y Ximeno Compás,103 casa con Martín Alfarrán, a quien autorizan sus hermanos Juan, Pablo, Pedro y Francisco Alfarrán,

103. Las informaciones que tenemos sobre Guiomar se prestan a equivocación, y aunque aquí se hable de su «tío» Juan, realmente era su padre, tal como se ve en un testamento y en un codicilo de éste hechos en 1546.

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todos herreros, y también su madre Isabel Oncino. Brianda aporta una cama de ropa, sus bienes —sin especificar— y 1000 sueldos, la misma cantidad que recibe de su marido, que además lleva un campo en el camino de Montearagón. La originalidad de estas capitulaciones está en que los 1000 sueldos que aporta el marido volverán a él si se disuelve el matrimonio; no es la dote que se suele dar, que en cualquier circunstancia pasa a engrosar los bienes de la esposa.

Alguna huérfana es dotada por sus tutores, acaso por carecer de medios. Es el caso de María Alfarrán, que en 1566 casa con el labrador Martín Palacio, con el consentimiento de sus tutores Ferrando Çafar y el cantarero Juan Prom; mientras que Martín aporta sus casas en la calle San Martín, ella solo lleva 200 sueldos y la mitad de unas casas que le da su tutor Juan Prom propter núptias, y cuya propiedad siempre será suya. No se habla del régimen económico de gananciales, pero parece que hay separación de bienes; al menos eso quiere decir el que las casas de María siempre vayan a ser de su propiedad. Falta hablar de Ana Bailo, hija del quondam Juan Bailo y de Martina Berdún —quizás cristianos—, autorizada por su hermano Antón a casarse con Juan Almaçor, hijo del obrero de villa Domingo Almaçor y Gracia Arenes. Las dotes de ambos son realmente notables: a María su hermano le da 7000 sueldos que pagará en diversas tandas dentro del año (1566), y lleva ropas, vestidos y joyas; Almaçor aporta casas en la calle San Martín, con las vajillas, así como un plantero y tiras de tierra en Alcoraz y un tapiado de tiras y olivos en Monzur, además de dar a Ana una dote de 2000 sueldos, que será de solo 666 si enviuda antes de un año, de 1333 si esto ocurre antes de dos años y de la totalidad si es antes de tres. Las joyas y vestidos de Ana irán a parar al sobreviviente, de lo que puede deducirse que no fueron aportados por ella, sino por el marido. De todos modos, lo notable de estas capitulaciones es que los contrayentes, como ya expusimos en otro momento, tienen la obligación de cuidar de Domingo Almaçor y de su mujer, y que estos serán los administradores de todos los bienes. En octubre de 1607 hay un pleito a causa de unas capitulaciones matrimoniales hechas en marzo del mismo año por las que Juan Sora, alias el Chuche, de Vicién, tío y tutor de la huérfana Esperanza de Sora, le había prometido al casar con Juan Alfarrán menor, vecino de Huesca y originario de Calanda, 6000 sueldos si no podían vivir juntos, y comoquiera que no viven con él le reclaman esa cantidad más bienes que se había quedado de su sobrina cuando la tutelaba, como una cosecha de trigo entera, y lo que le correspondía del testamento de Martina de Sora, la herencia de su padre, Martín de Sora,104 y hasta 2300 sueldos por otros conceptos. De todo ello se hace albarán, y la reclamación no llega a la justicia: simplemente se hace y cierra el acto ante notario. Más matrimonios de huérfanas de los que tenemos noticias son el de Ana Naxar con Domingo de Huerto, de Almuniente, en 1559; ella aporta sus bienes y cama de ropa que le dará su madre, María Farax, viuda de Miguel Naxar, y él, sus bienes —que no se sabe en qué consisten—, y da a su mujer 400 sueldos, ropa, vestidos y joyas que serán de

104. Esta herencia era de su hermano varón, póstumo de sus padres, que estaba bajo la tutela del matrimonio, pero había muerto.

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propiedad plena, pero a cambio de no tener derecho a nada más. Otra Ana Naxar, hija del quondam Martín, de Huerto, casa en 1581 con Jerónimo Muçot, también huérfano de padre y madre, con el consentimiento de varios parientes; él aporta unas casas en el callizo de los Frailes y ella solo 400 sueldos, sin que haya más información en el documento. En 1584 es Jerónima Prom quien recibe la autorización de su madre, Ángela de Moros, y de su tutor Juan Naxar; en este caso, parece mayor la aportación de ella: él lleva sus bienes —no se dice cuáles— y ella cama de ropa, tres estancias en casa de su madre y 1000 sueldos de dote. Ejemplos de matrimonios de huérfano menor solamente tenemos dos: el primero es el de Miguel Compañero, mercader, hijo de Pedro Compañero y Esperanza Çafar mayor, cuyas capitulaciones no han sido encontradas, pero sí sabemos que en 1544 existe el compromiso de sus hermanos Juan y Enrique Compañero y de su madre, usufructuaria de la herencia de su marido —lo que nos hace suponer que Miguel era menor—, de entregarle la parte que le corresponde de la herencia de su padre y de su hermano Lupercio Compañero, y de esa herencia en enero de 1546 reciben 7000 sueldos, que son, según reza el documento, «por capitulaciones matrimoniales». El segundo caso es el del cantarero Jerónimo Codo, hijo del quondam Juan Codo y de Petrona Burro, que autoriza el matrimonio de su hijo juntamente con el otro tutor, tío del contrayente, Jerónimo Burro, calderero; la novia es María Batalanau, hija de Baltasar Batalanau e Isabel Barache. Él lleva media casa, donde vive, y un obrador, todo en el barrio de San Martín, y 2000 sueldos que le dará su madre cuando le plazca con el visto bueno del otro tutor y de los tres hermanos de Jerónimo, Juan, José y Martina Codo, los tres mayores de catorce años y menores de veinte. Ella lleva sus bienes —sin especificar—, 2600 sueldos y cama de ropa, a lo que hay que añadir 500 sueldos de excrex que le da su marido. En este documento se hace constar que ambos contrayentes renuncian a la viudedad, de manera que la separación de bienes se mantiene tras la muerte de cualquiera de los cónyuges.

Como hemos podido ver en lo expuesto hasta ahora, lo aportado por los cónyuges al matrimonio es muy dispar y está en función de la situación económica de la familia, pero también cuentan aspectos e intereses personales. Salvo en rarísimas ocasiones, la mujer, aparte de la dote familiar, recibe un excrex o aumento del marido, que habitualmente se convierte en una parte más de su patrimonio personal. Ella suele mantenerlo y transmitirlo a sus sucesores, gracias a la legislación foral, salvo en los casos en que se acoge al derecho de viudedad o al agermanamiento de bienes. Esa dote suele ser dinero, pero también puede consistir en joyas, ropas y vestidos, como ocurre con Jerónima Fierro, que aporta 1000 sueldos al matrimonio y su marido le da un excrex de 400 sueldos y se compromete a «vestirla y enjoyarla» (1598). Aunque los documentos no lo digan, la cantidad podría estar en función de la aportación de la mujer al matrimonio, pero a veces no parece tan claro. Por ejemplo, en el matrimonio de Pablo y Pedro Alfarrán con Ana y María Burro, alias Junez, ellos aportan sus bienes, que no son especificados y que estaban en propiedad colectiva de todos los hermanos, y ellas, 1000 sueldos cada una y cama de ropa, a lo que hay que añadir los 1500 sueldos que los maridos

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dan a cada una de las mujeres además de otra cama de ropa, con lo que, curiosamente, reciben más de los maridos que de Francisco Junez, hermano de ellas, y de su tío Ferrando Burro, alias Junez, que son quienes las dotan. En este caso, el pago de la dote de las mujeres, casadas en julio de 1545, se hace pronto: en marzo de 1546 Isabel Oncino y sus hijos Pablo Alfarrán menor y Pedro Alfarrán menor reciben de Francisco y Ferrando Junez los 2000 sueldos acordados en las capitulaciones. En ocasiones el pago se hace en un periodo corto. Por ejemplo, Ana Brondal aporta 800 sueldos que se pagarán en el año a su marido, Juan Codo menor, y a pesar de lo poco que ella aporta él le da un excrex de 2000 sueldos; posiblemente estamos ante un documento incompleto o que oculta datos, porque no hay relación entre la dote familiar de Ana y la de su marido, y porque, además, se declara que los bienes de ambos son de propiedad común, sin que en las capitulaciones se mencione ningún bien mueble o inmueble concreto. El pago inmediato de la dote es algo excepcional. Esto ocurre, por ejemplo, en 1549, en las capitulaciones de Ana Burro, hija del calderero Juan Burro, y Martín Oncino, de Barbués, ella aporta al matrimonio 1200 sueldos y un lecho de ropa que se dan en el acto, y recibe de excrex del marido 1800 sueldos —cantidad muy por encima de la media—, cama de ropa y joyas, y se firma que si no se paga el excrex los herederos de Ana podrán vender bienes de Martín, lo que nos demuestra la separación de bienes. En enero de 1568 Juan Codo, cantarero, y Ana Arto, su mujer, reciben un campo y una viña junto al Isuela y en los Tierços como pago por sus capitulaciones matrimoniales, que hacen Esperanza Aranja, madre de Ana, y su segundo marido, Leonis de Fierro; no sabemos la fecha del matrimonio, pero da la impresión de que se paga con retraso, igual que ocurre en el caso de Isabel Lasierra, casada con Jerónimo Menescal menor, que en 1598 debería recibir los 4000 sueldos que ha prometido su madre, Isabel Ezcandar; sin embargo, como luego veremos, muchos años después esa cantidad sigue sin pagarse. Ezcandar hace lo mismo con su otra hija, Ana Lasierra, a quien da con retraso la dote prometida al casar con el albalatino Luis Moçot, en fecha desconocida, pero ya en 1597 reclama que se le pague la dote, y en 1600 recibe 640 sueldos de esa dote, que se abonarán con lo que renta (340 sueldos) el alquiler de un obrador y unas dependencias en Huesca. Ya antes, en 1560, el matrimonio Juan Cigüeño y María del Fierro se ven obligados a reclamar al padre de ella, Miguel Fierro,105 de Lérida, 50 libras de la dote de ella, y si se reclama ante notario será porque hay un retraso considerable en el cumplimiento de las capitulaciones matrimoniales, que no nos han llegado. El pago del excrex debía de ser, en ocasiones, irregular, o eso demuestran algunos documentos, como el litigio que pone Isabel Lasierra en 1603 contra su marido, Jerónimo Menescal —de ambos hemos ya hablado—, por no haberle dado las joyas y los vestidos prometidos en las capitulaciones; para compensarla, el marido le da dos portales de casas y un corral en el Ferrianal, treuderos a San Lorenzo, y solo después de haberle pagado Jerónimo recibe de su suegra, Isabel Ezcandar, 2988 sueldos de los 4000 prometidos a Isabel como dote.

105. Un homónimo vivía y trabajaba en Huesca en las mismas fechas.

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Llevaban no menos de cinco años casados. En un documento de 1602 el matrimonio recibe de Isabel Ezcandar el terraje de un campo acordado en las capitulaciones, pero, como vimos, el pago lleva años coleando, porque ya en 1598 se habla de la dote de 4000 sueldos que ha de recibir Isabel. Hay más ejemplos de demora en el pago de la dote o del excrex, como demuestran abundantes documentos de pago, pero al no tener las capitulaciones matrimoniales resulta imposible medir el retraso;106 sin embargo, hay un ejemplo que ilustra perfectamente hasta qué punto puede dilatarse el pago, nada menos que treinta años: es el caso de Lope Medina, que asigna en 1606 a su mujer, Ana Ezcandar, los 800 sueldos prometidos en sus capitulaciones matrimoniales, hechas en 1573. Un caso extremo, evidentemente, pero es que no falta quien promete el excrex para cuando haya muerto, como vemos en las capitulaciones del zapatero Agustín Ezcandar y Jerónima Franco, de Naval: ella aporta una dote de 400 sueldos que se pagarán al marido y él lleva sus bienes y da una dote de ropa, vestidos, joyas y 550 sueldos a su mujer, pero esta solo tendrá derecho a ello tras la muerte del esposo, al tiempo que renuncian al fuero. Similar es el caso de Esperanza Compás, que al enviudar de su primer marido reclama al hermano, su cuñado Rodrigo Alfanaquí (1528), 1200 sueldos, unas manillas de oro, lecho y cama de ropa, que sin duda era la dote que le había prometido el marido.

Las alusiones al fuero son relativamente habituales, como se ha visto en ejemplos anteriores; quizás lo que aparece con más frecuencia es la viudedad, la separación de bienes y el agermanamiento. Podría pensarse que la separación de bienes afecta de manera especial a matrimonios cuyos integrantes tienen fuerza económica por separado, pero no es el caso siempre: los hay ricos y los hay menos ricos. Por ejemplo, un matrimonio de posición económica media es, en 1562, el de Felipe Tillero y Juana Junez, hijos, respectivamente, de Juan Tillero y Juana Alfarrán, y de Francisco Junez y de la quondam Juana Aranja, que en un testamento de su marido de 1564 es declarada heredera universal suya. Lo que aporta él es sustancioso: dos portales de casas contiguas y un tejar en San Martín, viñas en el Alfaz y en el Riguillo, fajas de tierra en el Alfaz, en el camino real que va a Quicena y campos en Monzur; ella lleva dote de 1200 sueldos y cama de ropa, avalados con los bienes que fueron de su madre, y su marido le da como excrex 300 sueldos y aumento de cama de ropa, vestidos y joyas, que avala con su hacienda.

106. Por ejemplo, sabemos que en 1567 Gabriel Menescal menor y Jerónima de Gurrea reciben 4000 sueldos de Gabriel Menescal mayor, padre de él, por lo acordado en las capitulaciones matrimoniales hechas por el notario morisco Gabriel Çafar; en 1574, por las capitulaciones matrimoniales de Martín del Rey y María Vélez, madre de Martín, se le da a esta lo acordado —el documento es prácticamente ilegible—; en 1598, Francisco Xalón y su mujer, Jerónima Prom, reciben de Juan, hermano de ella, 800 sueldos de los 1200 que por capitulaciones matrimoniales había de darles por voluntad de su madre; en 1601, Isabel de Enzala, mujer de Jaime Alcaranén, con residencia en Albalate de Cinca, recibe de sus hermanos Francisco y Domingo Enzala lo que le deben de los bienes de sus padres, Domingo Enzala y Ana Albaco, de acuerdo con las capitulaciones matrimoniales; en 1604, el cantarero Domingo Enzala y Jerónima Oncino hacen albarán de los 1000 sueldos que les da el padre de él, Francisco, en cumplimiento de las capitulaciones.

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En este caso queda perfectamente recogida en las capitulaciones la separación de bienes. Es también posible la existencia de este régimen y el agermanamiento simultáneamente; de hecho, es lo que se hace constar en las capitulaciones de Francisco Xalón y Jerónima Prom (1598). Esta, que ya era viuda, recibe la autorización de su madre, Ángela de Moros, de su hermano Juan Prom y de su cuñada Esperanza Alcarabí.107 Cada uno aporta sus bienes, y ella, una dote de 1200 sueldos. Aparte de los casos ya vistos, sabemos que en 1572 hicieron agermanamiento de bienes Gaspar Batalanau y Gracia Ezcandar, mucho más rica ella que él. Gaspar aporta sus bienes, que no se detallan; Gracia, una casa con dos obradores —es de suponer que de cantarería, que era el oficio de su padre, Francisco Ezcandar— en la calle del Medio, junto a la calle que va a Almériz, y otras casas y botigas en la plaza de Alquibla que le da su padre propter núptias. Ella recibe un excrex de 1000 sueldos; si muere Gracia, el marido recibirá 500 sueldos si es antes de un año, 1000 si es antes de dos, 1500 si ocurre antes de tres y 2000 si es en el cuarto año. Ambos contrayentes agermanan sus bienes y se obligan a vivir en casa del padre de ella, que será el bolsero y los mantendrá a ellos y a los posibles hijos. Gracia muere antes de dos años y no consta que tengan hijos, y Gaspar casa dos años después con la viuda Ángela de Moros.

Para concluir este apartado dedicado a las capitulaciones matrimoniales, conscientes de haber pasado por alto alguna que no presentaba ningún rasgo digno de destacar, valdría la pena hablar de dos casos que merecen una mención especial: las de Esperanza Çafar menor con el infanzón Juan Felices en 1589 y las de Francisco Gali y Mariana Cigüeño en 1606, las últimas que conocemos. Del matrimonio de Esperanza Çafar se hablará ampliamente en el estudio específico de su familia, así que ahora nos limitamos a mencionarlo para que el lector interesado lo busque en su lugar. El segundo caso es uno de los documentos de capitulación matrimonial más detallados. Francisco Gali es hijo de Lupercio Gali y Esperanza Galcerán; su mujer, Mariana Cigüeño, es hija del quondam Juan Cigüeño y de Brianda Junez, que preside la firma de las capitulaciones junto a su hijo. Francisco lleva al matrimonio toda su hacienda, que es la mitad del patrimonio de su padre; si no hay hijos, los Gali pueden recuperar 50 escudos o 1000 sueldos de ese patrimonio. Lleva Mariana 2000 sueldos, cama de ropa y «paramento de rete sobrepasado», que podrá recuperar si se disuelve el matrimonio. El marido da un excrex de 700 sueldos y se compromete a hacer a Mariana «una saya negra guarnecida, como la que hicieron a su hermana Brianda Cigüeño cuando casó, y un jubón de tafetán negro con manto de estambre y seda, además de una basquiña de raxa guarnecida conforme la faxa de color que ella quiera, todo eso habrá que darlo antes de la boda, y antes de un año habrá de hacerle otra basquiña de raxa de color guarnecida». Se hace constar la separación de bienes y la renuncia de Mariana a todos los bienes de su familia a favor de su madre.

107. Aparece en distintos documentos como Alcaramén y Alcarangen.

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Los moriscos oscenses, como aragoneses que son, aceptan de manera general el fuero a la hora de transmitir los bienes, de forma que son los primogénitos varones los herederos; si hay más varones puede repartirse la herencia o incluso compartirse la propiedad, y si no hay varones, la o las mujeres son las herederas; en caso de que hereden sus hermanos varones, ellas suelen recibir una dote para matrimonio o hasta una cuarta parte de la herencia, siguiendo la tradición musulmana, como es el caso citado anteriormente de los herederos de María Marguán en 1549. Si no hay hijos, es habitual que los bienes vuelvan a la familia, incluso a parientes en segundo grado, y en casos extremos a familiares muy lejanos, como veremos en algún ejemplo. La documentación que tenemos para el tema es abundantísima: son ciento ochenta documentos los que nos informan sobre las herencias, mayormente testamentos y codicilos, pero también escrituras sobre litigios por herencias y pago de las mismas, con una cronología que va de 1527 a 1613109 en el caso de testamentos y codicilos, y de 1528 a 1605 para documentos relacionados con herencias, algunos de los cuales ya han sido mencionados.

Decíamos que si el matrimonio no tenía hijos lo habitual era que la hacienda volviera a la familia, pero vamos a ver ejemplos en los que eso no ocurre. Excepcionales son los casos en los que el marido deja como heredera a su mujer, y menos raros los de mujeres que dejan como heredero a su marido. En 1527, Isabel Alguacil, mujer del cantarero Pedro de Huesca, hace testamento estando enferma por el que deja a su «nono» (ya se citó el caso) Bardaxí, alias Alguacil, de Novales, 50 sueldos; al calderero Juan Farax, una cinta de plata de 10 onzas y dos manillas de plata de 1,5 onzas; a María Ezcandar, su lecho y su ropa cuando sea mayor; a su cuñado Martín de Huesca, casas en el Ferrianal, que en caso de que las hijas de este mueran volverán al marido de la testadora, declarado

108. En este capítulo no se analizarán, salvo casos excepcionales, testamentos relacionados con las familias Çafar y Compañero, de las que hablamos más adelante (pp. 359-447).

109. El testamento de 1613 es el de Juan Felices mayor, abuelo de las tres hijas de Esperanza Çafar y de su hijo Juan.

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heredero universal. No sabemos qué vínculos familiares había con los beneficiarios de su testamento, a excepción de su «nono», que creo, como ya dije, que era su abuelo. Es probable que si declara heredero al marido se deba a no tener hermanos ni parientes próximos. Lo mismo ocurre con María Cigüeño menor, que a pesar de tener una hija, a la que deja 20 sueldos de herencia, declara heredero a su marido, su primo Pedro Cigüeño. También Gracia Ezcandar, mujer de Gaspar Batalanau, hace testamento en 1574 enferma, a los dos años de casar, y deja como heredero a su marido y a quienes los ejecutores consideren oportuno. Lo curioso es que Gracia tiene parientes a los que deja la legítima, pero a la hora de designar heredero solo da el nombre del marido; sin embargo, como luego veremos, parece que la mayor parte de sus bienes no son para el esposo, sino para la hermana de la difunta, acaso porque él, que ha vuelto a casar a los pocos meses de enviudar, muere en 1575. Al marido deja heredero también en 1598 Jerónima Albaco, mujer de Juan Alcaranén, de Albalate de Cinca, y sabemos que algún pariente debía tener, porque deja la legítima «a quien corresponda». La herencia compartida entre el cónyuge y los hijos, y si no los hay con algún otro pariente, es también algo bastante infrecuente. Así, Juan Compás, herrero, deja en 1546 heredera a su mujer, Esperanza Compañero, y a su hermano Ximeno Compás. Lo extraño es que Juan tiene tres hijas vivas —Esperanza, María y Guiomar Compás— y una nieta de su difunta hija Ana Compás, llamada Ana Burro menor. En caso de que su hermano muriese sin descendencia, lo heredado por él debería pasar todo a su hija Esperanza Compás, casada con Ferrando Çafar. En un codicilo hecho veintidós días después que el testamento, modifica aspectos secundarios con los que deja pequeñas cantidades de dinero a sus hijas y a su nieta, pero no toca nada respecto a los herederos, que continúan siendo su mujer y su hermano, aunque en 1550 cambia y, además de 50 sueldos para el hospital de la Esperanza, deja herederos a su sobrino Juan Compañero y a su cuñado Ferrando Çafar mayor, iniciando una serie de testamentos de la familia que de una u otra manera benefician a los Çafar. En 1549 Francisco Junez anula todos sus testamentos anteriores, deja legítima a sus hijos María, Isabel, Jerónima y Juana Junez, Francisco Junez menor y Ferrando Junez menor, tenidos con Juana Aranja, que es declarada heredera universal, con la obligación, junto a su cuñado Ferrando Junez, de repartir la herencia como y cuando quieran. Es probable que se hiciera cuando los hijos llegaran a la mayoría o cuando casaran, pero en el testamento se da plena libertad a la mujer, no como en el testamento del zapatero Juan Cigüeño (1564),110 en el que se declara heredera a su mujer, María del Fierro, que está embarazada, pero luego, realmente, se la define como usufructuaria, se le impide casar y se la obliga a cuidar del póstumo, y si este muere todo lo heredará la hermana del testador, María Cigüeño. Como vemos, en este caso no podemos considerar a su mujer heredera, sino que se sigue la norma común: es LA TRANSMISIÓN

110. Hecho durante la epidemia de 1564. Juan Cigüeño vivió muchos años después de este testamento, de manera que no tuvo efecto alguno.

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Puerta gótica del hospital de la Esperanza. En reformas del siglo XVI se emplearon rejolas y calcina del converso Juan de Moros, y la institución, de gran prestigio ciudadano, fue receptora de varias mandas testamentarias de moriscos. (Foto: Ricardo Compairé, década de 1920. Fototeca de la Diputación de Huesca)

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usufructuaria si hay herederos y si no los hay los bienes retornan a la familia. Igual es el caso del calderero Juan Farax en 1528, que deja «heredera universal y usufructuaria» a su mujer, María Farax, y, según fuero, luego será su hijo el heredero. De nuevo un uso inapropiado del concepto de heredero; por eso el testamento se modifica en un codicilo hecho año y medio después en el que a María Farax solo se le reconoce el derecho a tener lo que ella aportó al matrimonio. No es el caso de Ana Naxar, que en 1584 declara herederos a su marido, Jerónimo de Enzala, y sus hijos Francisco y José de Enzala.111 Isabel Lasierra, mujer del herrero Jerónimo Menescal, deja legítima a sus hijos Juan, Isabel, Esperanza y Jerónimo Menescal (1596), pero el heredero es el marido, que dispondrá lo que quiera sobre la herencia; sin embargo, dos años más tarde Menescal transfiere a sus hijos la herencia que les legó su madre, y no es porque estuviera a punto de morir, pues están documentados hasta 1609 él y su hijo Juan, y hasta 1608 su otro hijo varón, Jerónimo.112 Para concluir este apartado tenemos el testamento de 1595 de Jerónima Fierro, mujer de Francisco Oncino, que, enferma, deja legítima a los hijos de su anterior matrimonio.113 Quienes reciben la legítima son Lorenzo, Tomás Vicente y Jerónimo Oncino, todos menores; el heredero y ejecutor es el marido, que habrá de cuidar de los niños. Cinco días antes de hacer el testamento había recibido el bautismo su hijo Martín Oncino, que no es citado en el testamento —con seguridad porque había ya fallecido—. No hay en el documento condición ni limitación alguna, de manera que Francisco es heredero pleno y universal. En 1598 testa Francisco Oncino y deja como herederos a sus hijos varones (Francisco, Lorenzo, Tomás, Miguel y Vicente Oncino);114 a su hija, Jerónima Oncino, le da aquello que decidan los curadores, su cuñado Antón Fierro, Jerónimo Castro (acaso cristiano), su yerno Domingo Enzala, casado con Jerónima en 1598, y Lope de Fierro, de Vicién. Un ejemplo de herencia compartida entre el cónyuge y los hermanos es el testamento de Agustina Prom (1572), mujer de Francisco Ezcandar, que será su heredero juntamente con los hermanos de la testadora Juan y Jerónimo Prom: el 50% para el marido y la otra mitad a repartir entre los hermanos. Es un matrimonio sin hijos, aunque el marido ha llevado al matrimonio a su hija Gracia Ezcandar, que no recibe de su madrastra más que

111. El estado del documento imposibilita su lectura completa, de manera que no sabemos si había condiciones que limitasen la herencia del marido.

112. Nada más recibir el legado, Juan y sus dos hermanas realizan la venta de parte de los bienes recibidos.

113. En el testamento, efectivamente, habla de los hijos de su anterior matrimonio con un Oncino, pero los nombres que da son de hijos habidos con Francisco; hay constancia de que tuvieron a Jerónima Oncino en 1575, que falleció niña, porque en 1581 se bautiza a una hermana con el mismo nombre; en 1587 bautizan a Miguel, en 1589 a Tomás y en 1595 a Martín, que muere inmediatamente. Así que los hijos del anterior matrimonio pudieran ser Lorenzo y Jerónimo Oncino, de los que no hay acta de bautismo.

114. Aparece un hijo llamado Francisco Oncino menor, del que no había noticia, y, extrañamente, Tomás Vicente Oncino, que es el nombre con que se bautiza y figura en el testamento de la madre, aparece aquí como dos personas. Habrá que concluir que en alguno de los testamentos hay uno o varios errores.

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una camisa de zangala nueva.115 De haberse seguido la tradición musulmana y también el fuero, los herederos al 100% serían los hermanos. En 1575 Beatriz Gali, mujer de José Çafar, sin hijos, deja herederos a partes iguales a su marido y a su hermano Manuel Gali, quien recibe, además, unas perlas que fueron de su madre; lo curioso es que el hermano no tiene derecho a reclamar nada hasta transcurridos tres años de la muerte de Beatriz,116 pero su cuñado le da 6000 sueldos, cumpliendo el testamento de esta, a los nueve meses de su muerte. En ocasiones, la herencia es compartida entre el cónyuge superviviente y un sobrino. Es el caso del testamento del herrero Miguel Alfarrán mayor (1537), que deja a su mujer, Esperanza Alfarrán, heredera de los bienes muebles e inmuebles y usufructuaria de una viña en los Tierços que luego pasará a su sobrino Martín Alfarrán, que recibe la herrería en San Lorenzo, con las muelas, maneficios y herramientas. Que ambos son herederos lo demuestra el hecho de que las deudas que deja el testador hayan de ser asumidas por tía y sobrino. Está claro que lo que pretende Miguel Alfarrán es garantizar que su obrador siga en explotación, algo que su mujer no puede asegurar. Tenemos un caso en que los herederos son los hijos varones y el hermano del testador. Se trata de Lope Medina, que en 1609 da legítima a sus hijos Beatriz, Jerónimo, Juan, Gracia, María y Ana Medina, habidos con su mujer, Ana Ezcandar. Declara herederos a sus hijos varones y a su hermano Jerónimo, si bien nos consta que nunca llegó a aplicarse el testamento, ya que los Medina salieron en la expulsión de 1610. A veces resulta difícil saber por qué la herencia no se transmite a los hijos y sí a otros parientes. Así, Ana Compás,117 viuda de Juan de Fierro —con quien tuvo a Matrona Fierro—, casada en segundas nupcias con Alexandre de Sasa —con el que tendrá a Juanico, Marianica y Alexandrico de Sasa— , hace testamento en 1567, cuando no había nacido ningún hijo de su segundo matrimonio. Deja a su hija la legítima y 3000 sueldos, y declara herederas universales a sus primas Esperanza Compás, casada con Ferrando Çafar, y María Compás, casada con Juan del Ala; cuidador de los bienes será Jerónimo Çafar. En 1580 vuelve a testar: deja heredero a Alexandrico y da 1000 sueldos y una vánova a su hija, y no se menciona a sus otros hijos —de lo que hay que deducir que habían muerto— ni a sus primas, acosadas ya por la Inquisición. Más frecuentes son los casos en que la herencia, si no hay descendencia directa, va a la familia del difunto; progenitores, hermanos, primos y nietos entran en la nómina de los posibles herederos de quien muere sin descendencia, sea soltero o casado, con la intención de que se mantenga el patrimonio familiar. Siguiendo un orden estrictamente cronológico nos encontramos con todas estas posibilidades, que vamos a ir viendo con sus características más notables. En 1528

115. En este testamento se detallan diversas mandas que indican el nivel económico y el gusto por el lujo de la testadora. Véase la nota 91.

116. A este testamento se volverá al hablar de los Çafar. Beatriz deja, además, una manda de 200 sueldos para Bárbara y Beatriz Gemas, y 50 para su criada Amada Burro.

117. Hay dos Ana Compás, que son primas: una es hija de Juan Compás y Esperanza Compañero, y otra, hija de Ximeno Compás. Aquí nos referimos a esta última.

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María Novallas, antes del bautismo Gaya de Burro, viuda, deja heredero a su hermano el crisolero Luis de Gurrea;118 es un testamento sin más información. El mismo año, por no tener hijos, Lope Alfanaquí deja en herencia sus bienes a su hermano Rodrigo, a la vez que 200 sueldos a su mujer y 70 a su sobrina María. En 1538 María de Rueda, viuda de Junez el Burro, declara herederas a sus nietas Anica, Isabelica y Marica de Rueda, hijas de su hijo Francisco de Rueda, a pesar de que él vive y es el tutor de estas. En 1544 Pedro Oncino, que no tiene hijos varones y solo tiene una hija, María Oncino, casada ya en 1531, da a sus sobrinos Francisco, Vicente y Lorenzo Oncino la mitad de todos sus bienes, incluidos los derechos, deudas, bienes muebles e inmuebles. En 1546 María Compás, mujer del espadero zaragozano Juan del Ala, sin hijos, declara heredero universal a su sobrino Juan Çafar, hijo de su hermana Esperanza Compás y de Ferrando Çafar. Lo más curioso es que si muere sin descendencia el heredero es José Çafar o los hermanos menores de este, y en último extremo el heredero de los Çafar, Jerónimo Çafar. María, que ha dejado a otros sobrinos y a su padre mandas dinerarias,119 y a su hermana Guiomar, mujer de Miguel Alfarrán mayor, una «almezquerica de oro que es un cabo», y deja además dinero para casar huérfanas,120 hace que sus bienes vayan todos a la poderosa familia Çafar, sin que haya explicación alguna, a no ser la seguridad para el patrimonio que daba el poder de sus parientes. María no muere entonces, sino que en 1567 es citada como viuda de Juan del Ala, y en 1581 pasa por la Inquisición, pero no conocemos ningún testamento más de ella. Como se verá a la hora de estudiar a la familia Çafar, todo hace pensar que tuvo una hija llamada Juana del Ala que vivía en casa de los Çafar en la década de 1580. Quizás por no tener hijos varones, en 1567 su prima Ana Compás, viuda de Juan del Fierro y mujer en segundas nupcias de Alexandre de Sasa, deja a la hija de su primer matrimonio, Matrona Fierro, 3000 sueldos y toda su ropa y joyas, 200 sueldos a su criada María, y herederos universales son Esperanza Compás, prima suya, casada con Ferrando Çafar mayor, y otra prima, María Compás, viuda de Juan de Ala. Sin embargo, el hecho de tener un hijo varón en su segundo matrimonio hace que en un nuevo testamento, en 1580, modifique sustancialmente los anteriores dejando legítima a su hijo Alexandrico de Sasa (de su segundo matrimonio) y a Matrona Fierro (de su primer matrimonio); da a Matrona 1000 sueldos y una vánova nueva al casar, y no antes; deja a su criada María Urroz, viuda, 100 sueldos para casar, y declara heredero universal a Alexandrico, que será tutelado por su padre, Alexandre de Sasa, y por Ferrando Çafar y Jerónimo Gali.

118. Compruébese en este caso la problemática que plantea la diversidad de apellidos en la misma familia.

119. Deja a su padre en usufructo 1000 sueldos; vestidos, joyas y cantidades menudas de dinero a su sobrina Ana Burro y a sus hermanas; 200 sueldos a su sobrina Ana Burro, hija de Juan Burro y Ana Compás, y a Ángela Compás y Ana Compás, hijas de Ximeno, tío de la testadora, 100 sueldos a cada una para casar.

120. Sus vestidos y 100 sueldos van para casar huérfanas.

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La misma familia Compás se ve involucrada en un litigio por la herencia de Juan Compás, casado con Esperanza Compañero: Ximeno Compás, hermano del difunto, disputa a la viuda la herencia. Interviene como árbitro y mediador Ferrando Çafar, que falla que el heredero es Ximeno, quien deberá pagar 3000 sueldos a Esperanza, pero nada más. Al poco muere Ximeno y en el año 1549 vemos a su viuda, Gracia Gali, pagar 1550 sueldos pendientes del fallo arbitral. Llama la atención que en 1546 Juan Compás declarara coherederos a su mujer y su hermano, aunque esto podría justificarse por el hecho de que no tenía hijos varones, pero sí hijas. De todos modos, si su hermano moría sin hijos varones, toda su herencia pasaría a su hija mayor, Esperanza Compás, casada con Ferrando Çafar, quien ya en un testamento anterior, de 1540, aparecía como heredero de su suegro juntamente con su primo Juan Compañero, en una clara muestra de querer asegurar la fortuna poniéndola en manos de los dos moriscos más ricos de la ciudad. Pedro Oncino testa de nuevo en 1546 y deja herederos universales a sus sobrinos Francisco, Vicente y Lorenzo Oncino, hijos del antes del bautismo Audalla Oncino, su difunto hermano. Como vimos en otro momento, los sobrinos tienen la obligación de cuidar de la viuda, María de Huesca o de Açón, si bien un año después los herederos le prestan casa y le dan una pensión para que viva independiente.121 La preferencia del varón sobre la mujer se ve claramente en muchos testamentos, de los que mencionaremos algunos. Así, en 1538, Pedro Compañero, muy enfermo, ya que muere a los pocos días, hace un testamento en el que pide ser enterrado en San Francisco, deja legítima a los hijos habidos con Esperanza Çafar mayor (Brianda, Juan, Miguel, Enrique, Lupercio Compañero y un póstumo, que será Cándida Compañero) y a Ana Compañero, nacida de su primer matrimonio; autoriza a su mujer a dar a Ana y al póstumo, si es mujer, la dote que crea oportuna, pero no se dice nada de Brianda, la primogénita, que, sin embargo, recibe de su madre y de sus hermanos cuando casa en 1545 la cantidad de 7000 sueldos. Todos los hijos heredan a partes iguales, pero el varón mayor recibe la casa familiar. En el testamento del labrador Lorenzo Oncino (1551), muerto soltero, deja a su hermana Margalida Oncino, mujer de Baltasar Corriag, de Huerto, 20 sueldos; a su tía, aya y cuidadora Isabel Oncino, bienes en Huerrios y Albero y el dinero que le deben varias personas, pero los herederos son sus hermanos varones Vicente y Francisco Oncino, que son también los ejecutores del testamento. Más interesante, incluso desde el punto de vista diplomático, es el testamento (1554) de Felipe Naxar, herrero, que, como tantos conversos, pide ser enterrado en el cementerio de los predicadores; deja una manda de 200 sueldos como dote matrimonial para sus sobrinas Ana, Isabelica y María Naxar, hijas de su hermano Miguel Naxar y de María Farax,122 y en caso de que las tres muriesen todo el dinero iría a misas; a los hermanos de las anteriores,

121. Además deja 200 sueldos a su criada Magdalena Galter y 300 a su sobrino Martín Oncino, hijo del difunto Jucé Oncino, de Barbués.

122. Esta María Farax podría ser la hija de Juan Farax y María Farax o Grisén.

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Felipe y Hernando Naxar, deja a partes iguales una herrería con toda su herramienta, un treudo en las casas de Jaime Torres junto a la herrería y una viña en los Tierços; a Felipe, de gracia especial, un capuz de contray; a su mujer, Juana de Sasa, otro capuz y todas las ropas, que habrá de repartirse con los hermanos del testador; su mujer hereda lo que hay en la casa, todas la joyas, ropa de cama, arambre, muebles y lo que le deben de la compañía que tiene con Juan Lasierra, además de las casas en las que vive; los herederos universales son sus sobrinos varones citados. En 1555 muere soltero Juan Alfarrán, que pide ser enterrado en Albero de los Nuevos Convertidos; la herencia irá a parar a sus hermanos Pablo, Martín y Francisco Alfarrán, y a sus sobrinos Francisco Alfarrán menor, José y Ana Alfarrán, hijos de Pablo, que se repartirán el tercio de sus bienes muebles.123 En 1561 muere asesinado, como ya vimos, Amador Tillero, y en el proceso por su asesinato Vicente Alamén y Martín Burro declaran que sus herederas son sus hermanas de madre Isabel y Agustina Prom, por no tener el difunto descendencia directa, y todo hace pensar que tampoco tenía familia por parte paterna, porque de ser así la herencia hubiera ido a los Tillero. Dejan como heredero al padre María Junez, viuda del herrero Pedro Alfarrán (1559), e Isabel Junez (1564), mujer de Alexandre de Sasa; en ninguno de los dos casos hay hijos. La última deja 800 sueldos a su hermana María Junez, viuda. En plena epidemia de 1564 testa Leonis de Fierro, que pide ser enterrado en su enterratorio de los predicadores y declara heredero universal a su hermano el herrero Baltasar de Fierro, si bien su mujer, Esperanza Aranja, aparece como «señora» y usufructuaria de los bienesmuebles y sitios.124 En un nuevo testamento de octubre de 1578 de Leonissigue siendo el heredero su hermano y usufructuaria de por vida la que es su mujer en ese momento, Isabel Brondal,125 pero a los pocos días redacta un codicilo en el que simplemente se le deja el usufructo un año y se obliga al heredero a entregar a la viuda los 1200 sueldos que llevó al matrimonio más 400 de gracia especial que le deja Leonis. En 1567 tenemos noticia de la muerte de María Palacio, mujer de Alexandre Fierro, ambos de Calanda, que muere sin testar, por lo que su herencia va a parar a sus hermanos residentes en Huesca, Juana Palacio, casada con Ferrando Xiret, Pedro Palacio y Martín Palacio, quienes nombran procurador a Martín para que se haga cargo de la herencia. No sabemos si esto quiere decir que es él el único heredero o que es quien recibe la herencia para darla luego a sus hermanos; de ser así, tendríamos un caso en el que una mujer hereda en igualdad a los varones. En 1575 el cantarero Gaspar Batalanau pide ser enterrado con su primera mujer, Gracia Ezcandar, y como no hay hijos heredan sus hermanos Baltasar, Francisco y Juan Batalanau, no sin problemas, porque en 1577

123. Los hermanos Alfarrán tenían sus bienes en propiedad compartida.

124. Recuérdese que su hija Jerónima, nacida de su primer matrimonio, muere en 1564.

125. Isabel Brondal hay como mínimo dos: en 1554 hay una casada con Francisco Alfarrán con quien tuvo a Jerónimo Alfarrán, esa misma está casada en 1566 con Martín de Sora, de Alerre; en 1578 aparece otra casada con Leonis de Fierro y en 1590 con Domingo Ezcandar de Alcolea de Cinca, del que ya está viuda en 1592.

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hay un pleito de estos tres contra Juan Lasierra, Juan Cigüeño y Leonis de Fierro por haberse apropiado de bienes de Gaspar y haberlos puesto en arriendo, concretamente un horno y obrador, por lo que Lasierra es condenado a devolver los bienes y a indemnizar con 700 sueldos a cada uno de ellos, de acuerdo con el fallo dado por los árbitros Felipe de Puivicino y el notario Juan Canales. Martina Aurín, mujer de Alonso de Cáceres, no deja a este nada en absoluto en su testamento de 1578 y declara herederos a sus sobrinos Juan, Martín y María Aurín y usufructuaria a su madre, Juana Montañés, viuda de Martín Aurín. Años después, Martina es declarada usufructuaria de los bienes de su marido, que irán a parar a los tres hijos bastardos reconocidos que este tenía. Juan Medina, cantarero, hace testamento en 1586 por el que deja legítima «a quien corresponda» —fórmula que aparece en varios testamentos— y nombra herederos a sus hermanos, aunque será Lope Medina, el mayor, quien distribuya la herencia, manteniendo a su hermano Gabriel Medina el obrador que le deja el testador, con la obligación de pagar a otros dos hermanos —Mateo Medina, residente en Albalate de Cinca, y Jaime Medina, que vive en Alomonacid— lo que Lope decida, y si este muere será Gabriel Moreno, de Naval, el responsable del reparto. En 1587 María Junez, viuda de Pedro Alfarrán, sin hijos, modifica un testamento de 1559 en el que nombraba heredero a su padre y hace heredera universal a su hermana Juana Junez, definida como cuñada de Jerónimo Burro, pero deja diversas mandas para otros parientes.126 Más datos aporta el testamento de Gaspar de Moros, jornalero, que había quedado huérfano de padre y madre bajo la tutela de Jerónimo Burro y Lupercio Gali, al menos desde la muerte de su madre en 1581. En 1590, ya mayor de edad, hace testamento y con toda seguridad muere, porque desaparecen sus pistas documentales; sus herederos a partes iguales son sus primos Juan Prom menor y Jerónimo Prom, hijos de Juan Prom mayor y de Ángela de Moros, hermana de su padre, sin que haga mención de Jerónima Prom, hermana de los herederos, a pesar de que entre los beneficiarios de su testamento aparecen varias mujeres cuyos vínculos con el testador no nos constan. Se trata de Jerónima Brondal y Ana Brondal, hijas de un Brondal cuyo nombre desconocemos y de Gracia Albaco, a las que deja 200 sueldos a cada una para su matrimonio; 100 lega para lo mismo a Esperanza Escudero, criada en casa de Lupercio Gali, y 1000 a las hijas de Juan Codo, primas suyas por parte de madre, de lo que esta dejó en testamento; al menor Francisquico Gali le da 200 sueldos. Una manda singular es que obliga a los herederos a que mantengan hasta la Magdalena de 1591 a Domingo Palero en la casa que le había alquilado. En 1593 hace testamento Juan Ferrando Alfanaquí, enfermo, pero aquel queda invalidado por otro de 1599, al poco de haberse casado. En el primero dejaba como herederas a sus hermanas Jerónima, Ana, Mariana y Gracia Alfanaquí. Vale la pena recordarlo porque su herencia será una de las más problemáticas de cuantas

126. A sus primas Isabel y Juana Urramén, hijas de Pedro, les deja 300 sueldos a cada una, 200 a la hija mayor de Gaspar Zaydejos, de Torrellas, y cama de ropa a su sobrina Mariana (o María Ana) Menescal, hija de su hermana Juana y de Gabriel Menescal, que sabemos que fue bautizada en 1573.

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hemos estudiado127 y a la que volveremos más adelante. La doncella María Menescal al morir deja herederos a sus hermanos Jerónimo y Gabriel Menescal, y a su madrastra María Prom le deja una joya de oro; el resto de vestidos y joyas los repartirán los ejecutores, su hermano Jerónimo y Jerónimo Burro, que testa dos meses después. Ferrando Codo, soltero, muere (1600) tras dejar como heredera universal a su «amada madre», Petrona Burro, con la condición de que dé a sus sobrinas Ana y María Corbeta, hijas de Damián Corbeta y de Mariana Codo, 500 sueldos a cada una para cuando casen. Sin ninguna condición, María Junez, viuda de Pedro Alfarrán, deja heredero a «su amado padre», Francisco Junez (1559).

La excepción a toda norma es un testamento de 1580 en el que Ana de Enzala, mujer del herrero Ferrando Naxar, deja la legítima «a quien corresponda» y hace gracia especial a su madre, Amada Albaco, y a su marido, pero no nombra heredero, acaso por no tener hijos y poseer, además, poco que legar. En 1581 se hace efectiva la herencia, pero sigue sin mencionarse en qué consiste; solo sabemos que la madre recibe 250 sueldos que su hija le dejó.

Lo normal es que en caso de que haya descendencia directa sean los hijos quienes hereden, con preferencia de los varones sobre las mujeres, aunque también en este caso hay excepciones y a veces aspectos interesantes que afectan al resto de familiares, de manera que vale la pena hacer un repaso, aunque sea somero, de todos los testamentos en que hay sucesión directa, insistiendo en aquellos que tengan algún rasgo excepcional, algunos realmente sorprendentes.

El primero cronológicamente que presenta rasgos especiales es el testamento de Juan Farax, del que ya se habló anteriormente, padre de tres varones y de una mujer habidos en su primer matrimonio con Fátima Burro, muerta antes del bautismo. Declara heredero al primogénito, Martinico Farax, y si muere, al segundo varón, Pedro Farax, ambos menores; solo en caso de morir los dos sería María Farax la heredera. Esta, muerto su padre, se casa en 1530 con Miguel Casilla y ambos viven en la casa de Martinico, al que han de cuidar hasta la mayoría. Juan debía de tener alguna hija mayor, residente acaso en Ariza, porque entre las cláusulas del testamento está el ruego de que su nieto Amadís de Ariza vaya a vivir a Huesca y haga obras en la casa de acuerdo con sus tíos, quizás para que se encargara del cuidado de sus tíos menores; sin embargo, cuando María casa no se hace alusión alguna a que Amadís viviera en Huesca, lo que nos hace suponer que nunca se cumplió el deseo de su abuelo. Hay otro detalle curioso, y es que la segunda mujer de Juan Farax, María Grisén, debe abandonar la casa familiar e irse a la suya, llevándose todo lo que aportó al matrimonio. En 1530, María de Aranja, viuda de Junez el Burro, deja como herederos universales a partes iguales a sus hijos Lope y Ferrando Burro y da una gracia especial a su nieta Anica Burro, hija de Lope, de lo que se deduce que no tiene más hijos varones ni posi-

127. En este testamento lega 200 sueldos más los 500 dejados por su padre a María Amazarola, criada en su casa desde niña, y a su madrastra, Jerónima Ezcandar, 600 sueldos y los bienes que llevó al matrimonio.

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blemente tampoco hijas o nietos, porque es de creer que les hubiera dejado algo, como hace con Anica. También en 1530 Juan de Huesca deja legítima a Lorenza y Violante de Huesca; a la primera, además, le lega 300 sueldos y la mejor ropa de la casa, pero heredera universal es Violante, y hasta su mayoría será usufructuaria su mujer, María de Huesca. Al no tener hijos varones, el usufructo del obrador lo deja a sus hermanos Pedro y Jerónimo de Huesca, para que siga en funcionamiento, y si muere la heredera menor o sin hijos la herencia pasará a la madre del testador, es decir, revierte en la familia. Algo parecido es lo que en 1533 hace Rodrigo de Aroz, herrero, casado con Juana Alfarrán, a la que deja 800 sueldos, y lega 200 de dote, para cuando case, a su hija María de Aroz; la herencia recae en el hijo varón, Jerónimo de Aroz, que si muere antes de casar la dejará a su hermana; si ella también muere sin descendencia, heredará la madre. Testamentos en los que se deja la herencia a los hijos sin que haya más información son los de María Cigüeño (1530), a quien hereda su hijo Pedro Cigüeño, y Pedro Oncino, que hace heredera a su hija María Oncino (1531) y, hasta su mayoría, usufructuaria a su mujer, Catalina Oncino.

Curioso por infrecuente es el testamento, ya visto, de María de Rueda (1538), viuda de Junez el Burro, que deja la legítima a sus hijos Lope y Ferrando y declara herederas universales a sus nietas Anica, Isabelica y Marica, todas menores de catorce años, hijas de Francisco de Rueda, que deberá cuidar de la herencia y será el heredero en caso de fallecimiento de las tres niñas. En 1541 María Farax, viuda de Castellano, alias Urramén, con quien tuvo a Felipe, Ana y María Urramén, hace testamento al poco de casar con Miguel Naxar, herrero: deja 300 sueldos para casar a cada hija y declara heredero universal al varón, y tutores a su marido y a Ximeno Compás.128 El mismo año hace testamento Lope de Aburramén (Urramén) y deja herederos a sus tres hijos, Felipe, Isabelica y Juanica Urramén, pero al varón va el 50% de la herencia y la otra mitad a las dos hermanas, fórmula que se repite en otras ocasiones y que va más allá de lo que la tradición musulmana marcaba, que solo dejaba a las mujeres una cuarta parte de la herencia. En 1542 Juan Gali, obrero de villa, habitante en Huesca pero de origen zaragozano, deja legítima a sus hijos Francisco, Gracia —casada con Ximeno Compás, ya muerto en 1547—, Isabel y María Gali; aparte de legar casas en Zaragoza a Juan Ambaxí y Leonor Arraud —no sabemos qué vínculo podía tener con ellos—, hace heredera universal, curiosamente, a su hija María, la pequeña, y si muere sin descendencia todo irá a parar a sus dos hermanos. Extraña sobremanera que la heredera sea la hija menor, especialmente habiendo un varón; la única explicación posible es que los mayores hubieran ya recibido la parte correspondiente de la herencia al casar, pero no está documentado. Sumamente lacónico es el testamento de Juana Alborgí (1543), que declara heredero universal a su hijo Lope de Gurrea. Ya se habló al tratar la tutela del testamento

128. Véase el testamento de la misma de 1563, que afecta a los tres hijos habidos con su segundo marido.

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de Juan Grisén, de 1546, en el que deja heredera a su hija Isabel Grisén, a quien da una legítima de 50 florines, y hace usufructuaria a su mujer, María de Moros. En el testamento de María Marguán (1549), viuda de Pedro Cigüeño, vemos que deja de gracia especial a su hija María Cigüeño dos manillas de oro y a su hijo Juan Cigüeño un mirador en el Campo del Toro; ambos son herederos, pero el varón recibe el doble que la mujer. Los dos son menores de catorce años y quedan tutelados por Jerónimo Alfarrán —marido de María— y el notable Pedro Compañero. Caso distinto es el de Gracia Alfarrán (1550), mujer de Ferrando Junez, madre de Ferrando, María, Brianda e Isabel Junez, a los que declara herederos a partes iguales, como hace también Juana Alfarrán (1551), viuda de Juan Tillero y de Rodrigo de Aroz, al repartir a partes iguales su herencia entre María y Jerónimo Tillero, del primer matrimonio, y Felipe de Aroz, del segundo, que al ser menor es tutelado por Pedro Compañero y Lope de Gurrea. Aquí, como vemos, no se hace diferencia entre varones y mujeres y todos heredan en la misma proporción. En 1555 Galcerán de Marguán declara herederas a sus tres hijas, María, Jerónima y Esperanza Marguán, habidas con su segunda mujer, Jerónima Aranja, quien hasta la mayoría de las chicas disfrutará del usufructo siempre que, como se habló en su momento, no case; de hacerlo, Ferriz de Huerrios y Francisco Junez repartirán la herencia entre las tres a partes iguales. También gozará del usufructo Ana Sanz, mujer de Francisco Almaçor, obrero de villa, hasta la mayoría del hijo que están esperando.

Como estamos viendo, no es demasiado infrecuente el reparto de la herencia entre todos los hermanos, algo que realmente va contra la tradición aragonesa, mora o cristiana. Es el caso también del cantarero Juan Codo mayor, casado con Ana Franco, con quien tuvo a Ana de Codo y Juan Codo menor: deja en 1559 a su mujer 400 sueldos y sus vestidos, joyas y cama de ropa, pero nada más, y la herencia va para los dos hijos, aunque el reparto se hará según el criterio de los tutores Leonis de Fierro y Esperanza Aranja. No deja de chocar que el padre no se decida a hacer la repartición, quizás porque los hijos son muy pequeños y prefiere esperar a ver su desarrollo, el posible matrimonio de la hija, el oficio que toma el hijo, etcétera. En 1564 vuelve a testar y vemos que Ana no es mencionada y que hay más hijos de un segundo matrimonio. Siguiendo la tradición, María Farax menor, viuda de Miguel Naxar, deja legítima a sus hijos María, Ferrando e Isabel Naxar (1563), pero el heredero es el hijo varón, mientras que las hijas recibirán al casar la dote que decidan los tutores y curadores del testamento, Martín Burro, Jerónimo Burro y Juan Prom.129 Durante la epidemia de 1564 hay bastantes testamentos, como ya dijimos. Felipe Tillero y su mujer, Juana Junez, que está embarazada, hacen un testamento en el que dejan 2000 sueldos de los bienes de Felipe a su suegro, Francisco Junez, y ella lega 800 a su hermana María Junez; en ambos casos se cobrarán

129. Recuérdese el testamento hecho en 1541, que afectaba a los hijos habidos en su primer matrimonio con Urramén, quienes no son mencionados en este.

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tras la muerte de los testadores. El heredero universal es el póstumo, y quedan como tutores y curadores el padre y el abuelo materno. Otro matrimonio, Pablo Alfarrán y Ana Junez, también hace testamento en ese año: dejan legítima a sus hijos Francisco, Jusepe, Ferrando, Ana y Jerónima Alfarrán y saldan sus deudas; el sobreviviente contará con la custodia, para sacar a los hijos adelante, de Francisco Junez y de Gaspar Zaydejos, casado con Jerónima; heredan todos los hijos, varones y mujeres, pero ellos tres cuartas partes y ella nada más una parte, como manda la costumbre musulmana. Ana Compás, viuda de Juan del Fierro, también hace testamento durante la epidemia, estando sana y embarazada: deja como heredero al póstumo y, si muere antes de los catorce años o sin casar, la mitad de la herencia pasará a José Çafar y la otra mitad a sus primas María, Esperanza y Guiomar Compás, a partes iguales; la tutoría recaería en Jerónimo Çafar.130 Juan Codo, cantarero, en el momento más álgido de la epidemia, hace un testamento que modifica el de 1559 y deja como herederos universales a partes iguales a sus hijos Juan y Jerónimo Codo, habidos en su primer matrimonio con Ana Franco y en el segundo con Petronila (Petrona) Burro, respectivamente; el hecho de que no se ponga en práctica la primogenitura, como se ha visto hasta ahora, es más general de lo que la tradición muestra, porque el propio Codo lo repite en el testamento de 1579, en el que deja a su hija Martina Codo 2000 sueldos de dote. Lo que sí resulta bastante general es la preferencia en la línea sucesoria del varón sobre la mujer; así, Juan Prom, cantarero, estando enfermo durante la epidemia de 1564, deja la legítima a sus hijas Isabel y Agustina Prom, nacidas del primer matrimonio con Juana Burro, y al nascituro de su segunda mujer, Ángela de Moros; a Agustina le deja una dote de 50 florines y cama de ropa, y a su mujer, 1000 sueldos. Es de suponer que la hija mayor, que no recibe nada, estaba ya casada. Si el nascituro es varón será el heredero; si no, recibirá 50 florines y compartirá a partes iguales la herencia con sus hermanas. El testador no murió antes de 1577, y cuando su mujer, Ángela de Moros, hace testamento en 1597 aparecen citados sus hijos Juan, Jerónima y Miguel Prom, es decir, que tuvieron tres hijos, como mínimo, entre la fecha del testamento de 1564 y la muerte de Juan, hacia 1577.

Un testamento algo especial es el que hace agonizante, hasta el extremo de apenas poder coger la pluma para firmar, Martín Farax ante el presbítero Jaime Galindo, regente de ánimas, y los testigos Juan Codo y Ferrando Xiret, que lo autentifican con juramento ante el notario Juan Canales (1567). Deja legítima a su hija María Farax, habida con María Oncino, que estaba embarazada en aquel momento, y al póstumo; heredera universal será su hija si el póstumo no es varón; si lo fuera, sería él el heredero y su hija recibiría 50 libras; si nace mujer, ambas heredarán a partes iguales, y si los dos mueren la herencia va a parar a Juan

130. Además deja 200 sueldos a Jerónima Fierro, hija de Leonis, para casar, y a Esperanza Ferrera, hija de María Puyo, un arca llena y una faldilla amarilla. Como vemos, es un nuevo caso en que un miembro de la familia Compás deja abierta la posibilidad de que su herencia vaya a parar a la familia Çafar.

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Burro, hermano del testador. Es curioso que deje mandas a sus sobrinas Isabel y María Naxar, 50 sueldos a cada una, y a su criada —no pone nombre— 20 sueldos, y, sin embargo, a su mujer ni se la cite, acaso por la premura ante la inminente muerte, porque según costumbre le correspondía lo que llevó al matrimonio; queda como tutora junto con Juan el Cantarero y Jerónimo Burro, pero tampoco se dice nada sobre el usufructo. Herederos de María del Fierro (1568), mujer de Juan Cigüeño, embarazada al testar, serán su hija Gracia Cigüeño y el póstumo, pero deja bienes que no se especifican a su marido, a su padre y a su hermano, de los que no figuran ni los nombres.

A veces los testamentos se hacen para garantizar el derecho a la herencia de hijos habidos en el primer matrimonio si el progenitor superviviente vuelve a casar. Es lo que parece que hace en 1571 Alexandre de Sasa, viudo de Isabel Junez, con quien tuvo a Juanico y Marianica de Sasa; por ese testamento el heredero universal es Juanico, y su hermana recibirá dote de 1500 sueldos. En ese momento está casado con Ana Compás, con la que tendrá a Alexandrico de Sasa, citado por primera vez en 1580 en el testamento de su madre, que lo declara heredero universal; a su hija Matrona del Fierro, hija de su primer matrimonio, con Juan de Fierro, le da dote de 1000 sueldos y una vánova nueva, como ya vimos. No tenemos más datos sobre Alexandrico, de manera que no podemos saber qué ocurrió con la herencia de Alexandre de Sasa, cuya última referencia es de 1609, fecha en la que residía en Barbastro, pero ya en 1585 había emigrado de Huesca a Alborge. Cuando el 9 de agosto de 1572 Francisco Albaco, cantarero, hace testamento, está enfermo de gravedad, porque dos días después consta su acta de defunción. Tiene tres hijas, Isabel, Jerónima y Ana Albaco, a las que declara herederas a partes iguales, y por su condición de menores son tuteladas por la madre, Jerónima Prom mayor, y por Domingo Enzala. Se hace constar que por lo que respecta a su mujer deben cumplirse las capitulaciones matrimoniales, pero el documento no se ha encontrado, por lo que no sabemos en qué condiciones queda. No hay explicación al hecho de que Francisco Ezcandar en su testamento (agosto de 1572) decida que la heredera universal sea su segunda hija, Gracia Ecandar, en perjuicio de la mayor, que vive en Barbastro casada con el herrero Juan Lasierra; Ezcandar ofrece a estos un campo grande, de cinco cahizadas, si van a vivir a Huesca, seguramente con la intención de su protección en la vejez. La condición que se impone a Gracia para heredar es que case con el visto bueno de los curadores del testamento; Gracia casa en octubre de 1572131 con Gaspar Batalanau, cantarero —que puede continuar con el negocio de su suegro—, y hereda una notable fortuna en casas, obradores y botigas que, al morir (1574), por testamento, pasan a su marido y a quienes los ejecutores consideraran oportuno. Al poco de casar, ambos han vendido bienes que fueron de Ezcandar para pagar las deudas que dejó; Batalanau muere en 1575, y los bienes que su mujer llevó al matrimonio los vemos en manos de su hermana Isabel

131. La boda religiosa se celebra en enero de 1573, tres meses después de las capitulaciones.

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Ezcandar en un documento de 1582,132 de manera que en última instancia la notable hacienda de Francisco Ezcandar acaba en poder de su primogénita y lo que los ejecutores testamentarios de Gracia dejan a Batalanau es muy poco, o simplemente al morir todo revierte en la familia Ezcandar. Sabemos que Jerónimo Menescal muere en 1573 y, aunque no conocemos su testamento, hay constancia de que le heredan sus hijos Gabriel y Juan Menescal, quienes en 1574 pagan al herrero de Naval Lope Fuster los 200 sueldos que Jerónimo le ha dejado en testamento.

En 1574 tenemos uno de los testamentos más curiosos, del que algo se ha dicho ya: es el único caso en que el heredero es un hijastro. Efectivamente, el cantarero Gabriel de Cuéllar nombra heredera universal a su mujer, María Franco, con la condición de que todos los bienes pasen a Pablico Morillo, hijo del primer matrimonio de María, y nombra a Leonis de Fierro y Antón Alfanaquí garantes de los derechos del menor. La explicación de la herencia podría estar, quizás, en el amor que Gabriel siente por el niño; sin embargo, el hecho de que ni siquiera dé legítima a ningún pariente nos obliga a pensar que Cuéllar era un inmigrante sin parientes en Huesca, porque al otro Cuéllar que aparece en la documentación, Salvador, lo vemos entre 1527 y 1539 viviendo en la vieja Morería, asistiendo a las reuniones del colectivo y tutelando a huérfanos moriscos, pero no nos consta que tenga familia, de manera que lo más probable es que no estén emparentados, y aun en el caso contrario todo hace pensar que Gabriel no tiene, por lo menos, hermanos que según fuero puedan aspirar a su herencia, a no ser que se haya recurrido a la adopción del menor por parte de Cuéllar, aunque en ese caso, en mi opinión, se hubiese hecho constar en el testamento.

Que para algún padre no había diferencia entre un hijo varón y una mujer es algo ya demostrado, y un ejemplo más lo tenemos en el menescal-herrero Ferrando Alfanaquí, que en un testamento de 1575 deja herederos a partes iguales a sus hijos Juan Ferrando e Isabel Alfanaquí, habidos con su primera mujer, Beatriz de Gurrea; la única limitación que pone a Isabel es que heredará solamente cuando case.133 En 1576, Alfanaquí aparece casado con Jerónima de Royo (o Ezcandar), que está embarazada, a la que lega 500 sueldos, y deja la legítima a Juan Ferrando, Isabel y al nascituro, mientras que los herederos son sus primos Alexandre de Sasa y Juan Alfarrán, alias el Royo. Resulta del todo imposible justificar el cambio entre el primero y el segundo de los testamentos, pero es que en el tercero y último, hecho en enero de 1592, poco antes de morir, da a sus hijos Juan Ferrando e Isabel, ya viuda de Pedro Barcedo, lo que su madre les dejó en testamento: 5000 sueldos a Isabel, que recibió al casar, y al hijo casas en San Lorenzo por valor de 8000 sueldos, otras casas junto al horno de Lucas de Cáceresvaloradas en

132. Batalanau deja herederos a sus hermanos y no se hace referencia a los bienes que fueron de su mujer, quizás porque nunca recibió nada.

133. Hay varias mandas en el testamento: que se pague a Juan Cigüeño 100 sueldos que le había dejado Beatriz de Gurrea en su testamento, y a la criada María de Falces, de Alerre, 100 sueldos legados por su difunta esposa y 50 que le deja él.

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1000 sueldos, un campo en Barbastro por otros 1000 y los útiles de oficio de herrero y albéitar, que valen 1000 más. Realmente no estamos ante un verdadero testamento, sino ante la confirmación del testamento no encontrado de su primera mujer, y digo esto porque no se dice nada sobre sus bienes ni sobre su reparto, cuando se sabe que su hijo, al final de 1592, reconoce estar obligado a dar a su madrastra, Jerónima Ezcandar, unas casas en la calle Población treuderas a San Lorenzo, que son las que se encuentran junto al horno de Cáceres, así que necesariamente debió de haber otro testamento de su padre posterior al mencionado de enero de 1592, y queda ratificado en un primer testamento de Juan Ferrando en septiembre de 1593, ya citado en otro momento, en el que reconoce que, por el testamento de su padre, debe entregar a su madrastra lo que llevó al matrimonio y 600 sueldos que le dejó su padre, a la vez que declara herederas a sus hermanas Jerónima, Ana, Gracia y Mariana Alfanaquí, que lo eran solo de padre. Juan Ferrando muere en 1599; un día antes hace un nuevo testamento muy prolijo, y el mismo día de su muerte, certificada el 6 de octubre, un codicilo, con contradicciones evidentes que provocarán conflictos que se prolongarán durante más de veinte años.

Vale la pena detenerse en estos documentos que abarcan un ciclo abierto en 1575 con el testamento de Ferrando Alfanaquí y que se cerrará con el último pago a la hija menor, Mariana, en 1606, pues se trata de uno de los casos de herencia familiar más completos con los que contamos. En el testamento de 1599 ordena Juan Ferrando, herrero, que se pague a Juan Cigüeño lo que él diga (parece que se trata de deudas), da la legítima al póstumo que espera su mujer, declara haber recibido de su suegro, Lope Medina, 300 sueldos y cama de ropa según las capitulaciones matrimoniales y se da por pagado; obliga a que se dé a su mujer 500 sueldos que faltan por entregarle de la dote que le ofreció y 1000 más de gracia especial; el heredero universal será el póstumo, y si muere menor se harán con su herencia cuatro partes: una para Juan Alfarrán, que vive en Fuentes, otra para su primo Juan Cigüeño por lo que le debe y las otras dos partes para sus hermanas Jerónima, Gracia y Mariana Alfanaquí —no vuelve a mencionar a Ana Alfanaquí—, con la obligación para las dos primeras de alimentar a la menor Mariana so pena de perder la herencia; los ejecutores son su suegro, Lope Medina, y Juan Cigüeño. Al poco hace un codicilo que modifica sustancialmente el testamento, sin que sea fácil encontrar una explicación; en él se dejan 100 sueldos para misas y 3000 para su mujer, además de sus vestidos, joyas y cama de ropa, sin derecho a nada más; en lugar de cuatro partes se hacen dos: una para pagar a Juan Alfarrán 1800 sueldos que le debe y la misma cantidad y por el mismo motivo a Juan Cigüeño; el resto de sus bienes se reparten entre sus tres hermanas, manteniendo la cláusula que obliga al cuidado y alimentación de Mariana, y si no lo hacen todo irá a los ejecutores —los anteriores más Juan Burro—, que distribuirán los bienes como mejor consideren. Como puede apreciarse, hay diferencias notables entre el testamento y el codicilo, pero lo más inexplicable es la desaparición del nascituro, que de heredero universal pasa a no ser ni mencionado. La única justificación sería un aborto en las pocas horas que

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transcurren entre el testamento y el codicilo. Desde el momento de la muerte de Juan Ferrando se inicia una serie de conflictos entre sus herederos en los que la causa de todo parece ser la cláusula de cuidar y alimentar a Mariana, como se ve en la intervención de los ejecutores del testamento desde marzo de 1601, cuando pagan a la viuda de Juan Ferrando, ahora casada con José Codo, 3000 sueldos que su marido le había dejado en testamento y ambos se comprometen a cuidar y alimentar a Mariana, lo que indica que sus hermanas se han negado y que los ejecutores, cumpliendo el mandato testamentario, distribuyen los bienes y los administran. Así, en julio de 1601 venden unas casas con corral y huerto en la calle San Martín, treudera a la Seo, por la elevadísima cantidad de 7100 sueldos a los hermanos Juan Gali menor y Lope Gali menor, residentes hasta ese momento en Bellestar. Al día siguiente pagan a María Macerol, de María de Huerva, por medio de su marido, Alexandre Dez,134 300 sueldos de los 500 que le había dejado Juan Ferrando, y veinte días después otros 2000 van a parar a Beatriz Medina y José Codo como pago de los 3000 que ella llevó como dote al matrimonio. Unos días después pagan a Juan Alfarrán, de Fuentes pero en ese momento en Huesca, 900 sueldos de los 1800 que decía el testamento. En agosto los ejecutores venden un mirador en el Campo del Toro por 200 sueldos al infanzón Andrés Lapeña, y en enero de 1602 pagan a Juan Cigüeño 900 de los 1800 indicados en el testamento. En julio de ese año nos sorprendemos con que el tutor de Mariana, todavía menor de doce años, es Juan Ezcandar, de Alcolea de Cinca pero residente en Huesca, quien recibe de los ejecutores 900 sueldos, un paramento de lienzo y randas viejo, un travesero, un cuerpo de camisa y mangas a lo antiguo y dos carrazones de hierro —como se vio anteriormente—, y se reconoce que son para alimentar y mantener a Mariana, negando a sus hermanas Jerónima y Gracia el derecho a reclamar nada. Sin embargo, un mes más tarde Alexandre Muçot, de Albalate de Cinca, marido de Gracia Alfanaquí, reclama lo que le corresponde de la herencia de Juan Ferrando, a lo que los ejecutores responden que se lo habían entregado a Juan Ezcandar, de Alcolea. Todavía en 1606 Jusepe Muçot, de Pueyo de la Encomienda, procurador y marido de Mariana, recibe de los ejecutores 800 sueldos, que es lo que debía recibir su mujer de los bienes desu hermano. Queda claro que Mariana anduvo de mano en mano hasta terminar casada siendo una niña y antes tutelada por un hermano de su madre, por lo que, si se cumplió estrictamente el testamento de Juan Ferrando, las hermanas de este quedaron desheredadas. De la segunda mujer de Ferrando Alfanaquí, Jerónima Ezcandar, tenemos un testamento de 1580 en el que deja heredera a su hija Jeronimica Alfanaquí, y en su defecto a su marido; en aquel momento Jeronimica era una niña, pero Jerónima aún tuvo tres hijas más, Ana, Gracia y Mariana, de las que hemos hablado, y tenemos la certificación bautismal de Marijuana en 1580, Ferrando en 1583 (no hay que confundirlo con su hermanastro Juan Ferrando) y Mariana en 1590. De todos ellos, Marijuana y Ferrando murieron niños, y de

134. Posteriormente la veremos en Huesca casada con Martín Marruecos y bautizando a su hijo Luis.

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nuevo comprobamos cómo no todos los bautizados y difuntos aparecen en las actas parroquiales.

Retomando el hilo cronológico truncado para explicar la herencia de Juan Alfanaquí en toda su extensión, nos remontamos de nuevo a 1575 para encontrarnos con el testamento del herrero Francisco Junez —marido de Gracia Alfarrán—, en estado muy grave, pues muere cuatro días después. Deja legítima a sus hijas María Junez, viuda de Pedro Alfarrán —matrimonio sin hijos—, Juana Junez, mujer de Gabriel Menescal,135 y Jerónima Junez, mujer de Jerónimo Burro, a las que declara herederas juntamente con su yerno Jerónimo Burro, caso único en la documentación estudiada. Hay además diversas mandas: a su sobrina Jerónima Junez136 le deja 500 sueldos para cuando case; a su criada Teresa de Blecua, 200; a su sobrino Felipe Castellano le permite «quitar» el campo que le arrendó por 200 sueldos menos de lo que decía la carta de garantía; la casa familiar se la queda su hija mayor, María, que vivía en ella posiblemente desde que enviudó; finalmente, a su nieto Juanico Burro, hijo de Jerónima,137 si quiere ser albéitar, pueden darle de la herencia lo que se considere oportuno; era una forma de continuar con el negocio familiar, que también ejercían sus yernos Gabriel Menescal y Jerónimo Burro. En el año 1577 aún coleaba este testamento, y se llegaa un acuerdo entre todas las partes que pone fin a las disputas entre María, Juana y su marido y Jerónima y su marido, por una parte, como herederos de Francisco Junez y de Juan Cigüeño mayor, y Brianda Junez y su marido, Juan Cigüeño, y Juan Menescal e Isabel Junez por la otra, como herederos que son de Ferrando Junez y Gracia Alfarrán y de Jerónima Junez, sus padres y hermana.138 Relacionado con lo anterior está la herencia de Jerónimo Menescal y Esperanza Franco, muertos en 1573 y 1570, respectivamente, uno de cuyos herederos es Gabriel Menescal, quien reconoce en 1578 que ha recibido de su hermano Juan Menescal lo que debía darle de la herencia de sus padres, sin que sepamos nada al respecto, porque esos testamentos no se han encontrado.

Se sujeta a la tradición a la hora de testar Isabel Fierro, viuda de Martín Franco (1576), que declara heredero universal a su hijo Martín Franco, en tanto que a su hija Gracia Franco139 no le deja más que 600 sueldos si llega a casar, aunque lega otros 1000 a Ana Cabero, de Naval, cuyo vínculo desconocemos. Algo similar hace el cantarero Juan Codo (1579), padre de Jerónimo, José y Mariana (o Martina) Codo: declara herederos a sus hijos varones a partes iguales, a su hija le da una dote de 2000 sueldos para cuando case —lo hace con Juan

135. En esa misma época hay otro Gabriel Menescal casado con Juana Burro (Juana Junez aparece en numerosos documentos como Juana Burro, pero no hay duda de que es la misma persona). Los que aquí estudiamos tuvieron como mínimo dos hijas: Isabel en 1575 y María en 1577.

136. Como puede apreciarse, hay dos homónimas que son primas hermanas.

137. Jerónimo Burro y Jerónima Junez casaron en 1555 y tuvieron varios hijos: Jerónimo Burro menor en 1557, Juan Burro menor en 1564, otro Jerónimo en 1572 y Martín Burro en 1574.

138. Los hermanos Junez son Brianda, Isabel, Jerónima, María y Ferrando, este último nieto y heredero de Catalina Marguán, viuda de Juan Alfarrán.

139. Hay una homónima casada con Francisco Ezcandar a mediados de siglo.

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de Moros y enviuda pronto— y 2000 más a su mujer, Petrona Burro, que será usufructuaria hasta la mayoría de los hijos, quienes tienen la obligación de mantener a su hermana hasta que case. En 1599 Petrona paga a su hijo Juan lo que le habían dejado en testamento su padre y Juan de Moros. Del testamento de Jerónima Aranja, viuda de Galcerán de Marguán (1579), solo hemos podido saber, debido al lamentable estado del documento, que su heredera es su hija Esperanza Marguán, casada con Lupercio Gali. En 1580 hace testamento el cantarero Didago de Arayco, que está gravemente herido en la cara por una agresión; aunque su vida se prolongará hasta febrero de 1600, no hace ningún testamento más. Le hereda su hijo varón, Jaime de Arayco, y las hijas, Catalina y María de Arayco, reciben simplemente una dote. Del mismo año tenemos el hermoso documento que es el testamento del albéitar Alonso de Cáceres, cuya «amada mujer», Martina Aurín, deberá alimentar y vestir —como ya se vio— a los tres bastardos reconocidos que tuvo, Martinica, Martinico y María de Cáceres, que serán los herederos, y ella será usufructuaria. La herencia se repartirá a partes iguales y, además, cada uno recibirá la elevada suma de 16 000 sueldos; deja otros 200 al hospital de la Esperanza y a los pobres y ordenaque se paguen dotes de matrimonio de 200 sueldos a Catalina y Ana Delmas, hijas del difunto Julián Delmas, y de 400 a Daniela Duarte, huérfana de Juan Duarte. Martina (o Mariana) Codo, viuda de Juan de Moros, deja heredero a su único hijo, Baltasarico de Moros (1581), con una herencia, por cierto, muy menguada; el inventario hecho a los cuatro días del testamento delata la pobreza de la familia. Uno de los documentos más fieles a la tradición es el testamento cerrado de Domingo Almaçor (1582), obrero de villa, que nombra heredero al primogénito,Juan Almaçor, en detrimento de Miguel, Gracia e Isabel Almaçor —de su primer matrimonio, con Gracia Arenes— y de Diana Almaçor —habida con su segunda mujer, Violante Xavierre—. Deja a Gracia y a Diana una dote para casar de 4000 sueldos, la misma cantidad que había dado a Isabel al casar con Jaime Lasarte; a Miguel le deja lo que le legó su madre, que no sabemos qué es, y 1000 sueldos, y si decide ser sacerdote deberá mantenerlo su hermano y heredero Juan hasta los veinticuatro años, mientras cursa los estudios. Esta herencia planteará problemas muy serios, que duran todavía en 1595. De Miguel se pierde la pista, pero Juan casa con Ana Bailo y viven con su padre, que le impone la obligación de continuar manteniendo a su madrastra, Violante Xavierre, y a su hermana Diana en caso de que él muera. No consta cuándo fallece, si bien su última huella documental es una reclamación ante el justicia de Huesca en 1587 por el impago de una obra, pero la muerte tuvo que ocurrir entre esa fecha y 1589, porque, en el expediente del largo proceso por la herencia, Juan presenta las cuentas de haber pagado el sustento de su padre hasta 1588. Cuando en 1590 muere Violante, declara heredera universal a Diana, y si fallece sin casar todo va para la iglesia de San Lorenzo de Bierge.140 Se inicia entonces un pleito entre Juan y Diana, quizás porque

140. Actualmente es una pequeña capilla dentro del casco urbano del pueblo y parece, por su fábrica, que nunca tuvo gran importancia.

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Violante transmitió a Diana bienes de su marido que correspondíana Juan y sobre los que no tenía ningún derecho, pero ella dice que se los quedó para pagar las deudas que había dejado su marido. Juan, en un litigio en el que participa el obispo como contrario, recupera lo que le pertenecía de su padre (casas, tierras y una torre), pero fallece en 1592, y, al parecer debido a las deudas dejadas por Juan y su padre, sus bienes son aprehendidos por la Ciudad, que en 1596 los ofrece públicamente a explotación. Muerta Diana, es el obispo quien lleva adelante la reclamación de los bienes de la muchacha para que se haga efectivo el contenido del testamento de Violante.141

Del testamento de Ángela de Moros (1583) ya se habló con anterioridad; baste recordar aquí que los herederos son los dos varones, Juan y Jerónimo Prom, a partes iguales, mientras que la hija, Jerónima Prom, recibirá dote de joyas, ropas y vestidos. Hay una manda un tanto misteriosa por la cual el marido de Ángela, Miguel Moscabida, deberá dar 200 sueldos a «cierta persona» que ella y el esposo saben; ha sido imposible identificar de quién se trata. De 1584 es el testamento, prácticamente ilegible, de Ana Naxar, mujer de Jerónimo Moçot, en el que declara herederos a sus hijos Francisco y José Moçot y a su marido. Ana vive aún muchos años, y en 1596 bautizan a una hija llamada Esperanza Moçot. Otro testamento en el que la herencia se reparte entre los tres hermanos, varones, y con algún rasgo de propiedad compartida es el que hizo el calderero Jerónimo Burro mayor, viudo de Jerónima Junez, en 1587, modificado por otro posterior de 1594, sustancialmente diferente, si bien se mantiene el espíritu del primero; la riqueza es considerable y nos da idea del nivel de vida de la clase artesanal acomodada. En el primero de los testamentos los tres hijos tenidos con la quondam Jerónima Junez, Juan y Francisco Burro y Jerónimo Burro menor, son herederos universales, pero se especifican algunos bienes dados a cada uno bajo la fórmula, tan común en los testamentos, de «gracia especial». Así, a Juan le lega un huerto en Almériz, tierras en Florén, un campo en el camino de Quicena, un campo de 3 cahíces en Monzur y la mitad de la casa donde vive el testador, concretamente la delantera, que da a la calle San Martín —en tanto que la trasera queda para los otros dos hijos—, y todas las herramientas que hay en la botiga y en las caballerizas; a Francisco le da unas tiras de tierra en los Tierços Baxos, un campo con era en el Alfaz, una faja en Monzur y las herramientas de calderero, y habrá de dar 700 sueldos a Jerónimo para que compre otras herramientas del oficio; finalmente, deja al menor unas tiras en el Alfaz, un campo en la Cruz de Seral de 3 cahíces, cuatro fajas en los Tierços Baxos y una faja en Monzur; a los tres, un

141. Resulta complicado averiguar la trayectoria de los miembros de la familia Almaçor, que tenía varias ramas: la que aquí tratamos, procedente de Zaragoza, y otras de las comarcas oscenses. Como ejemplo, sabemos que en 1593 son confirmados un Juan y una Gracia Almaçor, que evidentemente nada tienen que ver con los que hemos estudiado. Junto a ellos dos, de los que no se dice que sean convertidos, reciben el sacramento otros de quienes sí se hace constar su condición de cristianos nuevos: Ana Burro menor, Paciencia Burro, Francisco Gali menor, Paciencia Menescal, Ana Fierro, Gabriel Menescal Menescal, Juan Medina nieto, Jerónimo Menescal menor, Isabel Burro menor y Esperanza Fierro.

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plantero en el camino de Lérida; a su criada Martina, de Puiboloea, si casa, 300 sueldos y un par de sábanas; a Juana Fierro, hija de Antón Fierro, 200 sueldos de dote si se casa. En un codicilo hecho el mismo día se especifica que las dos botigas que hay en la parte delantera de la casa son para Juan, y que Francisco y Jerónimo no recibirán lo que les corresponde de la casa hasta los veinticuatro años, o antes si contraen matrimonio. En el testamento de 1594 se cambian algunos términos y se detallan otros nuevos; han pasado años y aparecen ya nietas y unas sobrinas, y ha cambiado la criada. Al primogénito le entrega la casa de la familia —ahora completa— con las dos botigas, dos corrales y todos los muebles, excepto la herramienta, barquines, enclusa y martillo, palanca y arambre viejo y nuevo que hay en la tienda, que da a la calderería, porque todo eso se lo dio a Francisco cuando se casó —sabemos que fue en 1594 con María Soro—,y le da, además, tierra en Florén, en el camino de Quicena, en el Alfaz, en Monzur, en el barranco de Labamanos y en los Tierços Baxos, y las gallinas que hay en el corral; a Francisco, casas con dos botigas, corrales y huerto, 1000 sueldos, un huerto en el Ferrianal, dos campos en Monzur, tierra en el Alfaz y campos en Monzur y Barbadagulla; a Jerónimo, casas con tres botigas, huerto y corral en el callizo de los Frailes, tierras en el Alfaz, en Monzur, campos en el Alfaz, campo con un soto en los Tierços Baxos, una caballeriza con un corral al lado, con la obligación de dar 1000 sueldos a Francisco para comprar una casa; las cabalgaduras y el cereal que hay en la casa son para los tres a partes iguales, lo mismo que los censales y otros bienes sin especificar; a su criada María le da una dote de 800 sueldos para casar; 300 sueldos a las hijas de su hermana Juana Burro, y las ropas de la casa para sus nietas Ana y Diana Burro.

Cuando Juana Burro,142 mujer de Gabriel Menescal, hace testamento en 1587, declara heredera a su hija Mariana Menescal, y si muriese antes de casar lo sería el marido, que, en cualquier caso, recibirá 1000 sueldos. Juana tiene otra hermana, Isabel Burro menor,143 casada con Jerónimo Menescal, hermano de su marido, pero no se le conocen más parientes próximos; de ahí que no sea raro que la herencia revierta en el esposo; quien herede habrá de garantizar 200 sueldos para casar pupilas. En 1588 Isabel Ezcandar, viuda del herrero Juan Lasierra mayor, deja legítima a sus cinco hijos (Juan Lasierra menor,144 Gabriel, Francisco, Jerónima, Elena y Ana Lasierra), y reparte algunos bienes;145 así, a Jerónima le da 1000 sueldos y casas en el barrio del Medio; 1500 sueldos a cada hijo y un obrador y casas junto al obrador de Lope Medina, parece ser que en propiedad

142. Hay no menos de tres homónimas.

143. Definimos a esta Isabel Burro como menor porque en 1530 aparece otra homónima. Sin embargo, creemos que esta es cristiana, razón por la cual no se recoge el pleito por la herencia de Juan Burro y su mujer, Leonor de Salillas, por la que litigan Isabel y Jaime Burro, quien, por fallo arbitral, es declarado heredero.

144. De todos los hijos, del único que hay certificación de bautismo es de Juan: más dudas que añadir a la validez de los registros parroquiales.

145. Recuérdese que el marido había dejado dicho en su testamento (1585) que ella distribuyese la herencia y la administrase como mejor considerase.

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compartida; a Juan y Francisco les da el campo grande, y a Gabriel, dos fajas de tierra en la Alfándega; a Ana, una saya negra y otras ropas; el paramento, a Elena; toda la ropa de lino y lana se repartirá entre las hijas, y los varones son declarados herederos universales. En 1600 hace un nuevo testamento en el que deja 100 sueldos para misas y novenas, la legítima a sus hijos y a sus nietos Esperanza y Martín de Sora,146 hijos de su difunta hija Jerónima y de un tal Sora —no sabemos su nombre—; a Francisco le da, como gracia especial, 4000 sueldos, a la vez que deja a su nieta otros 300 para que los lleve al matrimonio, y declara herederos a Gabriel y Francisco. No acaba de entenderse que entre los herederos no figure Juan, aunque todo parece indicar que debió de recibir lo que le correspondía cuando se casó y se trasladó a vivir a Nuez; una parte de esa herencia son los 4000 sueldos que recibe de su madre en 1598. Hasta el momento de su muerte, en 1600, Isabel Ezcandar fue quien controló la hacienda familiar: con sus hijos, o ella sola, vende campos, arrienda casas y obradores y hace arrendamientos de tierras, todo ello documentado desde 1590.

Juan Cigüeño, en su testamento de 1593, declara herederos por igual a sus hijos, hombres o mujeres, Brianda, Juan, Mariana y Jerónima Cigüeño, nacidos del matrimonio con Brianda Junez.147 Ana Ezcandar, mujer de Lope Medina, hace tres testamentos, en 1595, 1600 y 1606, y ninguno tiene efecto, puesto que ella y toda su familia han de irse con la expulsión general. En el segundo testamento aparece una hija más, Ana Medina, bautizada en 1598; además, tenemos la partida de bautismo de Gracia (1587), Miguel (1590) y María Medina (1587), pero no la de Beatriz, ni la de Juan Medina; Miguel parece morir antes de 1595. En el primer testamento deja a las mujeres 1500 sueldos a cada una y sus ropas, vestidos y joyas, que guardará Jerónimo Burro hasta que se casen, pero los herederos universales son los varones, y el marido es usufructuario hasta la mayoría de los hijos. Quince días después, en un codicilo, rebaja la dote de las hijas a 1000 sueldos. En 1598 la primogénita había casado con Juan Alfanaquí, del que enviuda antes de dos años, y en el segundo testamento ya está casada con José Codo. En el segundo testamento a Beatriz solo le da la legítima, porque la dote la llevó ya al matrimonio; deja a las otras hijas 1600 sueldos a cada una y sendas camas de ropa para cuando casen, además de una saya negra, faldilla y manto, un compra148 de dientes y un librico de oro; a María, dos sortijas de oro; declara herederos a los dos varones. Lo que pudo ocurrir para que en el tercer testamento declarara herederas a sus hijas Gracia, María y Ana si llegaran a

146. Hay otro Martín de Sora, vecino de Alerre, juzgado por la Inquisición en 1596.

147. Juan Cigüeño y Brianda Junez habían tenido más hijos, según las actas bautismales; sabemos que en 1571 bautizan a Francisco, en 1575 a Brianda, en 1580 a Esperanza, en 1581 a Mariana y en 1585 a Miguel; no consta la certificación de bautismo de Juan Cigüeño menor ni la de Jerónima Cigüeño menor. Como puede apreciarse, algunos murieron muy jóvenes; concretamente, no hay más datos que la fecha del bautismo de Francisco, Esperanza y Miguel. Tampoco tenemos el acta de defunción de los que fallecieron.

148. Desconozco el significado de esta palabra.

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casarse, siempre que no lo hicieran con miembros de la familia Raca, y si no, a los hijos de Beatriz, se me escapa absolutamente; solo se sabe que Jerónimo había ido a vivir a Naval y que Juan trabajaba en Huesca con su padre. Cuando Lope Medina hace testamento en 1609 deja su herencia a los dos hijos varones y a su hermano Jerónimo Medina, lo cual también es chocante, de manera que es probable que haya habido algún problema entre los progenitores y sus hijos. Ángela de Moros, viuda del cantarero Juan Prom, deja legítima a sus hijos Juan, Jerónima y Miguel Prom, pero a la hija únicamente le lega 120 sueldos de dote, sus ropas, vestidos y un manto, todo para cuando case; los herederos son los varones, que ya habían recibido en 1590 la herencia total de su tío Gaspar de Moros, muerto sin hijos. Sin embargo, en el testamento del padre, hecho en 1564 (aunque sobrevivió como mínimo hasta 1577, no se ha encontrado otro testamento), no aparece citado ninguno de ellos porque aún no habían nacido; solamente se sabe que en aquel momento Ángela esperaba su primer hijo con Juan Prom. Brianda Cigüeño, casada en 1598 con Jerónimo Burro, hace un testamento en 1599, al poco de contraer matrimonio, por el que declara herederos a su madre, su esposo y su hermano Juan Cigüeño. Cuando en 1601 su marido, enfermo, hace testamento ella está embarazada, y en él declara heredero al póstumo y da a su mujer 5500 sueldos, entre los que están los que ella aportó al matrimonio, que sabemos que fueron 2000; deja 500 sueldos a cada una de las hijas de Antón Fierro, y a Francisco Oncino, un cahíz de trigo. Sin embargo, Cigüeño no muere, y sabemos que el nascituro no llegó a nacer o murió bebé (no queda rastro de su bautismo), pero están certificados los bautismos de sus hijos Mariana (1605), Jerónimo (1609) y Juan Burro (febrero de 1610), que es el último bautizado antes de la expulsión, de manera que estamos ante otra de las familias que se mantuvieron en su lugar hasta el final y, lógicamente, sus testamentos jamás tuvieron efecto. Bastante especial es el testamento de Hernando Naxar (1600), herrero, con diversas mandas que reparten su hacienda: 200 sueldos para su aprendiz Pedro Calvo y a la hermana de este Marta Calvo; 200 para Mariana Pomar; a su mujer, Ana Burro, 5000 sueldos, las ropas de lana y lino, excepto los vestidos del testador; para sus sobrinas Diana y María Burro, hijas de Juan Burro, la tercera parte de sus bienes, y si mueren irán a otros hijos o hijas de Juan; el resto de sus bienes, para casar pupilas, por lo que los ejecutores venderán la mitad de ellos. Lo sorprendente es que Naxar tenía parientes directos, y sin embargo las beneficiarias son unas sobrinas por parte de su mujer y las huérfanas, que podrán llevar dote al matrimonio gracias a su magnanimidad.

En 1602 hace testamento Esperanza Alcaranén —apellido procedente de Albalate de Cinca—, mujer del cantarero Juan Prom, en el que declara heredera a su hija y usufructuario a su marido; muere el mismo día que testa. De ella solo tenemos esta información; es probable que llegara desde Albalate para casarse, pero todo es pura conjetura. Tampoco pueden pasar de conjeturas lo que en 1606 empuja a Petrona Burro, viuda de Codo, a hacer un testamento en el que deja como heredero a su sobrino Juan Burro una vez que se hayan hecho una serie de mandas que especifica claramente: de sus bienes, se ha de pagar una gran deuda

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de 46 escudos que tiene su hijo Martín Codo, zapatero, de los 1500 escudos que deja a los ejecutores (Jerónimo y José Corbeta);149 deja la legítima a sus hijos Jerónimo Codo menor, José, Juan, Martín y Martina Codo, mujer de Damián Calbete;150 lega 1400 sueldos a cada uno de sus hijos varones; a Martina, 700, y todo lo que sobra de sus bienes va para su sobrino. No sabemos cuánto podía ser lo que heredaba el sobrino, pero Petrona había recibido una buena fortuna de su padre, Jerónimo Burro, calderero, y la de su hijo Ferrando Codo. Ella y sus hijos Jerónimo y José hacen algunas ventas en 1598 y 1599 por valor de 7700 sueldos, y otras en 1609 por 2200 más, lo que nos puede dar una idea desu buena posición económica. Finalmente, en 1607 hace testamento Francisco de Enzala, quien, como ya se vio, designa usufructuaria y mayora a su mujer, María Lasierra, obligada a cuidar de los dos hijos, Francisco de Enzala menor y Ana María de Enzala, con la prohibición de volver a casar.

149. Estos personajes solo aparecen en este documento.

150. Este es también un apellido nuevo entre los moriscos.

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PAGOS, CONFLICTOS Y LITIGIOS

Como hemos visto, muchos de los documentos estudiados nunca se hicieron realidad, pero en cualquier caso nos sirven para estudiar el sistema de herencias y comprobar que no había diferencias notables entre los nuevos y los viejos cristianos; la condición legal de aragoneses de los moriscos es evidente, y que se rigen por el fuero también. Otra cuestión es que los matrimonios entre primos, a pesar de las recomendaciones de Trento, sean más numerosos que en el caso de los cristianos, y en eso sí que podemos ver la supervivencia de la tradición mudéjar, que es tanto como decir musulmana. De todos modos, a pesar de la abundante documentación sobre la transmisión de bienes vista hasta ahora, no es todo: falta estudiar los numerosos pagos de mandas incluidas en testamentos que no se han encontrado y hablar de los conflictos relacionados con herencias, que es lo que ahora vamos a tratar, excluyendo, como se ha venido haciendo, todo lo relacionado con los Çafar y los Compañero, y siguiendo un orden, también en este caso, cronológico.

Antes del obligado bautismo se habían casado Esperanza Compás y Lope Alfanaquí, que al poco muere. Le hereda su hermano Rodrigo, al que le pone un litigio (1528), resuelto por arbitraje del fraile predicador Franci Muñoz y de Francisco Gómez, su cuñada Esperanza, que reclamaba y recibe la dote que le dio su marido al casar, consistente en 1200 sueldos, cama de ropa, joyas y vestidos. En 1531 tenemos un documento incompleto que recoge el pleito por las casas que fueron de Alí y Aziza Alfanaquí, que son reclamadas por Juana de Sasa y Martín de Sasa, representados por el notario Pedro Navarro. Los reclamantes dicen ser hijos de Aziza y de Sasa (sin nombre), ambos difuntos, y para justificar sus derechos dan la genealogía familiar, remontándose a su abuelo Mahoma (después Juan) Alfanaquí, que tuvo a Alí y Aziza Alfanaquí; Alí casó con Muzate Aranja y tuvieron a Bernardo y a María Alfanaquí, según es notorio en la ciudad, los cuales tuvieron las casas hasta su muerte sin herederos, por lo que, en buena lógica, deben ir a parar a los reclamantes, primos de los últimos poseedores. En 1553, y sin llegar a plantearse ningún litigio, al menos aparentemente, se reparten la herencia de sus padres y de su hermano Pedro Alfarrán, muerto sin descendencia (en 1545 aún vivía), según los Fueros de Aragón, los hermanos Alfarrán; hasta ese momento da la impresión de que tenían la propiedad compartida;

NSP ÍNDICE

Pablo y Juan Alfarrán se quedan casas en la plaza de Florén, otras casas en el barrio del Medio y unas tiras de tierra en el Alfaz junto al camino de Montearagón; Martín y Francisco Alfarrán se quedan dos portales de casa en el barrio del Medio, una faja de tierra y un campo en Monzur junto al barranco de la Alfándega, una faja de tierra en la buega de Quicena, otra en Florén y una viña en los Tierços. Ahora las propiedades son de dos hermanos, y no tenemos documento alguno más sobre la herencia hasta 1577, en que Pablo y su hermano Juan acaban el reparto de la misma, dando Pablo a Juan unas tiras en el camino de Montearagón valoradas en 800 sueldos, y se dice que así se completa la partición de 1566, de la que no tenemos noticia documentada. Lo que sí queda claro es que de una propiedad compartida, en un principio, por cuatro hermanos se pasó a la de dos, y finalmente a la propiedad individual. A veces las herencias no se pagan inmediatamente, sino que tardan años. Ejemplar es el caso de Isabel Castellano, alias Urramén, huérfana de Lope de Urramén o Aburramén: en 1541 se hace el inventario —ya visto parcialmente— de lo que hay en la casa de su padre por los tutores de Felipe, Isabelica y Juanica Castellano, que son Ferrando Çafar y Francisco Junez, además de la madre, Isabel Aranja, quienes en noviembre de 1553 hacen llegar a Isabel, casada en Pedrola con Alexandre Lançari, lo que le correspondía de la herencia de su padre, doce años después de su muerte. Unos días después, también en Pedrola, es Juana Castellano, hermana de la anterior, soltera, la que reclama, por medio de su tío y procurador Lope Castellano, la herencia que le correspondía de su padre; el documento de petición se presenta en diciembre al justicia de Huesca Juan Cortés, lo que nos hace pensar que a ella no le había llegado la herencia y se ve obligada a reclamarla oficialmente a los curadores del testamento de su padre, Çafar y Junez, quienes entregan al procurador de Juana lo que le corresponde de la herencia. También en 1553 vemos cómo su hermano Felipe, que ya ha alcanzado la mayoría de catorce años, comienza a disponer de los bienes heredados del padre. Ocho años tarda Miguel Compañero, huérfano de Pedro Compañero, en recibir de su madre, Esperanza Çafar mayor, y de sus hermanos Juan y Enrique Compañero la herencia de su padre y de su hermano Lupercio Compañero, y de lo que se le entrega deberá pagar la dote a su mujer, Leonor Castellano, acordada en las capitulaciones matrimoniales. La tardanza no se explica, porque Miguel es mayor y actúa económicamente desde hace varios años, de manera que lo que cabe pensar es que si se paga ahora es porque debe de hacerse constar en el testamento de su padre —no encontrado— que la recibirá al casar; no cabe otra explicación, porque la actividad que lleva a cabo Miguel con sus hermanos conjuntamente manifiesta unas relaciones sin problemas. En 1552, Domingo Almaçor, que reside en Huesca, nombra procurador a Miguel Lecina, droguero de Zaragoza, para cobrar lo que su madre, Margarita, mujer de Martín Almaçor, le dejó en herencia, que eran 4000 sueldos; sin embargo, solo logra cobrar 2000, porque el resto puede entregarlo su padre, como dice el testamento, hasta seis años después de la muerte de la madre. En 1554 Juan de Moros y su mujer, Leonor de Litera, y Juan Grisén y Juana de Litera hacen un albarán a Agustín Ezcandar por los 100 sueldos que ha dado a cada

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matrimonio de lo que les dejó en herencia Esperanza de Litera, hermana de las dos mujeres; de todas ellas, la última referencia documental que tenemos es precisamente el albarán. La herencia de Pedro Cigüeño, cuyo testamento solamente conocemos por documentos que nos hablan de algunos aspectos de él, como la tutela de sus hijos, de lo que ya se habló, vuelve a aparecer en 1560, quince años después de su muerte, cuando para repartir la herencia los dos hermanos recurren al arbitraje de Francisco Junez y Juan Compañero. Según la voluntad testamentaria de Cigüeño, la herencia debía repartirse dando al hijo varón, Juan Cigüeño, dos partes, y una a su hermana María Cigüeño; en el litigio se presentan ambos hermanos con sus consortes, Jerónimo Alfarrán y María del Fierro, y se decide que Juan reciba las casas de su padre en la plaza del Almudí, las cuales confrontan con las de María Marguán, madre de los dos hermanos, que aún vivía, además de otras casas de su padre en San Martín, un campo en Monzur, unos cuartones en Peña Garrapán, otro cuartón en el Alfaz y otro en un lugar sin especificar, una viña en los Tierços, una «fajica» de tierra en los Tierços junto al Isuela (todas las tierras de los Tierços pagan treudo a Montearagón de 16 sueldos), medio campo en Alfándega, una parte de campo en Tormos y otra parte en Almériz; a María le dan un campo, un cuartón sin localizar, otro en el Alfaz, una «fajeta» en Quicena, tiras de tierra en el Alfaz, un campo sin localizar, medio campo en Alfándega que paga 3 sueldos a San Juan, la tercera parte de un campo en Almériz, en el camino de Salas, que paga un treudo, y un campo en el camino de Los Molinos. Que la herencia había planteado problemas queda perfectamente reflejado en el hecho de que los árbitros obligan a Juan a que pague 2666 sueldos a su hermana de la parte que le toca de las casas y del corral; María y Jerónimo estaban obligados a entregar a su madre una comanda de 2600 sueldos y Juan ha de pagarles la mitad, así como la mitad de los 800 que deben a Juan Alfarrán, alias Rapo.

De menor importancia es el pleito que contra Juana de Sasa (1562), viuda de Felipe Naxar, interponen sus sobrinas María e Isabel Naxar y su cuñada María Farax, madre de estas, que reclaman los 200 sueldos que su tío les dejó como dote matrimonial, igual que a su hermana Ana Naxar, quien posiblemente ya los había cobrado al contraer matrimonio en 1559 con Domingo de Huerto, de Almuniente. El documento es muy escueto, pero sí consta que Juana paga los 400 sueldos. En 1570, Juan Prom recibe de Juan Lasierra mayor, heredero y primo de Juana de Sasa, la tercera parte de los bienes de Juana que le dejó en su testamento, igual que Jerónimo Menescal; en ninguno de los dos casos se especifican los bienes que reciben. En 1562, el herrero Rodrigo Alfanaquí reclama para su hermana Leonor Alfanaquí la herencia que le había dejado otra hermana, María Alfanaquí, muerta sin descendencia de su matrimonio con un Naxar, y consigue recuperar lo que esta había aportado al matrimonio, que no sabemos en qué consiste, aunque sería la dote habitual: algo de dinero, vestidos, cama de ropa y quizás alguna joya. De todos modos, poco podemos decir de esta reclamación, porque de las dos hermanas es la única noticia que tenemos en toda la documentación estudiada. Tampoco tenemos noticias del testamento de Amador Prom, hijo de Juan

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Prom, que dejó algo en herencia a su hermana Isabel Prom, casada en segundas nupcias con el albalatino Juan Navarro, espartañero. Ella hace una reclamación formal por medio de su padre en febrero de 1563, y en agosto cobra 1500 sueldos de la herencia, sin que podamos saber ni quién ni cómo ni por qué hace el pago. El mismo año hay un litigio por la herencia de Lope de Gurrea entre su viuda, Leonor Alfarrán, y su hija Leonor de Gurrea y su yerno Jerónimo Lasierra, con la intervención de otros hijos de la demandante, Lope de Gurrea menor y Jerónima de Gurrea. La sentencia del árbitro, el chantre Jerónimo Fernández, supone para Leonor recuperar 500 sueldos, pero no sabemos por qué concepto, ya que por las capitulaciones matrimoniales (1530) Lope da a su mujer una dote de 1500 sueldos, lecho, ropa, vestidos y joyas, de manera que po siblemente el pleito se debió a que no se habían pagado esos 500 sueldosque ahora se ven obligados a darle. Leonor Alfarrán tenía buena posición económica, como se comprueba en un interesante documento de 1555 de una donación que hace su madre, Catalina Marguán, viuda de Juan Alfarrán, a su nieto Ferrando Junez menor, hijo de Ferrando Junez y de Gracia Alfarrán, hija de Catalina, de un campo en el Alfaz con la obligación de pagar a María, Brianda, Isabel y Jerónima Junez, sus hermanas, 150 sueldos cuando casen. Y da Catalina a su hija Leonor Alfarrán, viuda de Lope de Gurrea, «por su amor filial», casas con corral y una herrería o tienda, todo en San Lorenzo, además de una viña en los Tierços, una faja en la misma partida, un campo en Riguillo y otro en el Alfaz. Como puede apreciarse, la situación económica de Leonor no es mala, y la reclamación de 500 sueldos debía de fundarse más que en razones económicas en una pura aplicación del fuero y la tradición musulmana, como es recuperar la dote familiar o la del marido.

En 1563 Felipe Tillero y su mujer, Juana Junez, casados un año antes, venden a Baltasar de Huerto unas casas en la parroquia de San Lorente por 1400 sueldos, pero el vendedor reconoce tener una comanda por ese importe del comprador y pone como fianza la casa que ha vendido; realmente se trata de un préstamo con garantía más que de una venta. Felipe muere en la epidemia de 1564 y su mujer tiene una niña, Juana Tillero menor, que muere antes de cumplir el año, de manera que la herencia de Tillero se reparte entre su familia y la de su mujer. No tenemos noticias de enfrentamientos, pero sabemos que en 1567 se paga la comanda citada y la cobran los herederos de Tillero: Gabriel Alfanaquí y su mujer, Jerónima de Gurrea, Ferrando Alfanaquí y su mujer, Leonor de Gurrea, Brianda Junez, Isabel Junez, Juana Junez (su viuda) y Jerónima Junez. Una parte de la herencia se paga en 1565; se dan a Isabel y Brianda Junez, hijas del difunto Ferrando Junez, 3000 sueldos que les corresponden de lo que se ha vendido de Felipe Tillero, obtenidos de las ventas que hacen la viuda de Tillero, Juana Junez y otros familiares en 1565: casas, tiendas, obrador, huerto, campos en diversas partidas, etcétera. Parece como si Junez y su padre tuvieran prisa por deshacerse de la herencia, e incluso en un documento de venta dicen que Felipe Tillero murió ab intestato, cosa totalmente falsa, ya que tanto él como su mujer habían hecho testamento durante la epidemia, por el que quedaba heredero uni-

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versal el póstumo, y ejecutor del testamento el padre de la mujer. No es de extrañar, pues, que años más tarde (1578) se reabra el caso de la herencia de Tillero con la reclamación de supuestos herederos que hasta el momento no han dicho nada, o al menos no hay constancia documental. El proceso dura varios meses y se aporta una riqueza documental verdaderamente notable, puesto que se presentan desde escrituras de propiedad del siglo XV hasta los pagos de los treudos desde 1550 a 1575. El proceso se lleva a cabo contra los que han comprado los bienes de Felipe Tillero puestos en venta en 1565 por su mujer,151 que no podía hacerlo desde el momento en que su hija había muerto y no tenía derecho alguno sobre los bienes, muy considerables, del marido, que según fuero y tradición debían ir a los parientes más próximos del difunto. Interponen el pleito Lope de Sasa, habitante en Barbastro, Alexandre de Sasa y Juan Cernico, alias Foces, y Gabriel Cernico, alias Foces, residentes los dos últimos en el reino de Valencia, para reclamar los bienes que fueron de Juana Tillero menor, muerta al año de edad. Los reclamantes, familiares de la niña en cuarto grado, son los únicos herederos de Mahoma Cernico, de Barbastro, y de Alí (Juan) Tillero, de quien eran primos hermanos. Mahoma tuvo como hijos a Abrahim, alias el Calderero, después conocido como Juan Rubeo, alias Cernico, e Isabel Cernico. Juan Rubeo casó con Violante de Sasa y tuvieron a Gabriel Cernico y Juan Cernico, alias Foces; Isabel Cernico tuvo a Alejandro y Lope de Sasa; Alí había casado conJuana Alfarrán y tuvieron a Felipe Tillero, que heredó la hacienda de su padre. Felipe casó con Juana Junez y nació Juana Tillero, muerta al año, y fue lapóstuma. Reclaman a Martín del Rey casas, obradores y corrales en la calle San Martín y tiras en el Alfaz, y a Juan Codo, un campo en el camino de Tierz y dos fajas en el camino de Molinos. Presentan documentos de propiedad, que se remontan al siglo XV, de Alí Tillero y Marién Cernico. Los testigos declaran conocer a Felipe Tillero y sus antepasados y dicen que eran poseedores de lo que se reclama; entre ellos está Leonis de Fierro, que dice tener setenta años y es el más viejo de los testigos. Se falla el 25 de septiembre reconociendo el derecho de los reclamantes. Hay, además, documentos del pago del treudo por los bienes en litigio de quienes los poseyeron o explotaron: 1550-1561, Amador Tillero; 1562-1564, Felipe Tillero; 1567-1571, Catalina de Oyo; 1575, Martín Vélez. Sin embargo, no acabaron ahí los problemas: en 1580 Alexandre de Sasa y su mujer reclaman a Jerónimo Burro, Gabriel Menescal, Felipe Alfanaquí y Juana Junez, viuda de Felipe Tillero, una tienda que había sido de Felipe Tillero, pero en esta ocasión los árbitros, Sebastián Canales, notario, y el doctor en Derechos Francisco Domínguez, declaran que no tienen derecho a la devolución de la tienda; sin embargo, curiosamente, se les obliga a dar una compensación económica de 2000 sueldos a los reclamantes, de lo que podría deducirse que efectivamente tenían derecho a la propiedad de la misma. Este largo pleito por la herencia de Tillero nos evidencia

151. Los acusados de compra ilegítima son Martín del Rey y María Vélez, Juan Novillas, Juan Codo y Didago de Arayco.

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el nivel económico que podían tener algunos artesanos: lo que su viuda, su suegro y otros parientes ponen a la venta en dos operaciones hechas el 19 de septiembre de 1565 es considerable, de manera que ese mismo día pagan a Isabel Junez y Brianda Junez, doncellas, hijas del difunto Ferrando Junez, 3000 sueldos sacados de lo obtenido en las dos operaciones, que suma más de 7200 sueldos. Con fadiga de la Seo, de San Juan de la Peña, de los dominicos, del beneficiado de las Mártires y del de San Luis de la Seo, venden Francisco Junez, albéitar, y su hija Juana Junez (viuda de Felipe Tillero), Leonor Alfarrán (viuda de Lope de Gurrea), Leonor de Gurrea (viuda de Jerónimo Lasierra), Gabriel Menescal152 y su mujer, Jerónima de Gurrea, a Juan Vélez casas que fueron de Felipe Tillero, con obrador, huerto, un alcaceral153 y un corral, todo en San Martín, por 4125 sueldos pagados en el acto y con comanda de garantía. Venden también, con fadiga de San Agustín y del justicia y jurados de la Ciudad, a Miguel de Palacio unos campos en Las Peñas, dos fajas y tiras en el Alfaz, otras tiras y dos fajas en Barbadagulla, un campo en el camino de Tierz, otro campo, la tenencia de otro y varios más en Monzur, todo por 3160 sueldos. Se da comanda de garantía y, el mismo día, Miguel de Palacio vende a Diego (Didago) de Arayco varios campos de los que acaba de comprar.

Parece que durante la epidemia de 1564 la peste se ensaña con la familia Menescal, y Jerónimo Menescal menor, Juan Menescal y Lorenzo Menescal fallecen sin testar; eran los herederos de Jerónimo Menescal y Beatriz Medina, cuyos testamentos no se han encontrado. El hecho de que los tres hermanos mueran sin descendencia y sin hacer testamento abre la posibilidad de que hereden sus primos, pero en ese caso es lógico que se planteen problemas entre los posibles herederos por vía masculina y femenina, de manera que no sorprende que entre febrero y marzo de 1565 se alargue un pleito en el que se ven implicados miembros de los Menescal y de los Medina. Son los árbitros el justicia de Huesca y Juan de Azlor, señor de Panzano, dos personajes de notable importancia. En el litigio están, por un lado, Jerónimo Menescal como tutor de su hija Esperanza Menescal Franco —menor de catorce años, habida con la ya difunta Esperanza Franco—, su hermano Miguel Menescal, de Naval, tutor de sus hijas Violante y Ana Menescal Burro —habidas con la difunta Catalina Burro, ambas menores de catorce años—, y Gabriel, Juana y Miguel Menescal, hijos mayores de edad de Jerónimo Menescal; por la otra parte, Pedro Medina como tutor de sus hijos menores de catorce años, Juan, Lope, María y Beatriz Medina —huérfanos de su madre, Ana Cera, y habitantes en Almuniente—. No sabemos qué criterio siguieron los árbitros para dar el fallo, pero se declara herederas a Esperanza, Violante y Ana Menescal, las tres menores de edad; para los hijos de Pedro Medina, de Almuniente, también menores, van 1300 sueldos. Al no tener noticia de lo que suponía la herencia no podemos saber en qué proporción los herederos por vía LA TRANSMISIÓN DE BIENES

152. Existen no menos de dos homónimos.

153. El alcacel es la cebada verde, pero el documento está hecho en septiembre, por lo que es de suponer que no se trate de cebada, sino de un campo de forraje.

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femenina se ven perjudicados, pero da la impresión de que el pago de 1300 sueldos puede corresponder a la dote de Beatriz Medina, porque las que realmente son declaradas herederas de los Menescal-Medina son las descendientes por vía masculina. Como en el caso anterior, la muerte sin sucesión de un miembro familiar conduce al enfrentamiento entre los aspirantes, en este caso diversos miembros de la familia Faxol el año 1571. Se someten al arbitraje del doctor en Derechos micer Bertrán Ximeno Jaime del Rey y su mujer, Isabel Faxol, y los menores Juan, Jerónimo y Margarita de Caldes, hijos de Miguel de Caldes y Leonor Faxol, ambos difuntos, tutelados por Martín Tarazona y Juan de Salas, que se disputan la herencia de unas casas que fueron de Martín Faxol. La sentencia declara que las casas de Alquibla que fueron de Martín Faxol e Isabel de Moros, valoradas en 18000 sueldos —el precio más alto registrado en toda la documentación—, son de Isabel Faxol por testamento de su padre —no encontrado—, pero habrá de pagar una compensación económica a sus sobrinos de 3585 sueldos en un plazo máximo de cuatro años, y si no la paga las casas serán para los menores; otras casas que pertenecieron a Martín Faxol, valoradas en 1600 sueldos y que fueron vendidas por el difunto Jerónimo Cubero, marido de Isabel Faxol, son para esta y los huérfanos al 50%; una torre sita en el camino de Luna que fue de Leonor Faxol queda para sus hijos; como Juan Faxol, heredero universal de Martín Faxol, muere sin herederos, los bienes familiares pasan a Isabel y Leonor Faxol, sus hermanas, pero al morir esta se reparten entre los supervivientes y los huérfanos. También hubo problemas con el testamento de Francisco Junez, solucionados con una concordia entre todos los herederos en 1577, como hemos visto más arriba.

Sobre el litigio habido como consecuencia de la herencia del herrero Domingo Ezcandar, vecino de Alcolea de Cinca, entre su viuda, Isabel Brondal, habitante en Vicién, y su hijastro Juan Ezcandar, vecino de Osera, solo tenemos la certeza de que ambos litigantes llegaron a un acuerdo en 1592 sobre los bienes que Ezcandar tenía en su pueblo. En 1599 Juan Burro acude al justicia de Huesca para reclamar sus derechos como hijo heredero de Jerónimo Burro mayor, filiación que testifican José Codo y Domingo Enzala; reclama una comanda de 1000 sueldos que su padre había comprado a Juan Felices y Esperanza Çafar menor y que obligaba a Juan Tella, de Sipán, a pagar esa cantidad; tras la muerte de su padre en 1597154 se reconoce el derecho de Juan a cobrar esa comanda, para lo que presenta toda la documentación que certifica su propiedad; en 1598 se intima a Tella su obligación de pagar, pero el litigio sigue y no sabemos cómo termina. Por último, en 1602 Esperanza Castellano, natural de Zaragoza pero casada en Huesca con el zapatero Martín Codo, hace procurador suyo a Juan Felipe Moçot, de Zaragoza, para trestallar casas en la calle del Azogue que había heredado juntamente con sus hermanas María e Isabel Castellano. Unos meses más

154. Hay documentos de 1598 en los que se habla de otro Jerónimo Burro, de manera que había tres homónimos.

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tarde, el procurador es su marido, con la misión de lograr un acuerdo entre las tres hermanas y su madre, María Bullut, y una vez lograda la concordia vender todos los bienes heredados,155 que no sabemos en qué consisten. En alguna ocasión, la transmisión de bienes se realiza por donaciones en vida, de lo que ya hemos visto algún ejemplo, y queda por citar únicamente la que Domingo Almaçor y Gracia Arenes, como herederos de Martín Almaçor, de Zaragoza, hacen a su hijo Juan Almaçor, «por sus merecimientos», de unas casas en la calle Mayor de Zaragoza que fueron de Martín Almaçor y que pagan treudo al Pilar de 80 sueldos (1562).

155. Esperanza Castellano pasará por el Tribunal del Santo Oficio en 1607, a los dieciocho años.

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TRANSMISIÓN DE BIENES

EL TRABAJO Y LA ECONOMÍA

ÍNDICE

La comunidad mudéjar se había caracterizado por una cierta especialización en el trabajo, destacando los sectores del metal (herreros, caldereros y, más raramente, pomeros y otros), la construcción (fusteros y obreros de villa o de casa), el cuero (cerdones, curtidores y zapateros) y la alfarería, que eran los ramos que ocupaban a la mayoría; el resto de los moros eran mercaderes, comerciantes, trajineros, y, en menor medida, labradores y criados, y tenían con mucha frecuencia como actividad secundaria y complementaria la agricultura. El bautismo no modificó el panorama, como es lógico, y lo único destacable es el desarrollo de una clase burguesa muy poderosa económicamente y con una relevante importancia social, favorecida por la equiparación legal con los cristianos, aunque venía de una vieja tradición mudéjar de familias dedicadas al comercio a media y larga distancia y que a menudo actuaron como prestamistas. La libertad de movimiento que supuso el bautismo para los moros de las aljamas reales provocó un movimiento geográfico en función de las necesidades de la sociedad, de lo que ya hemos hablado al tratar la demografía. El marco en el que se desenvuelve la vida de los moriscos oscenses es el de una ciudad en expansión demográfica y económica, con abundantes obras públicas y privadas en el marco urbano y también en la comarca: ayuntamientos, iglesias, molinos y palacios se multiplican a lo largo de la centuria, lo que explica la llegada de maestros de obras de lugares alejados; el desarrollo económico atrae a la ciudad a mercaderes y artesanos de los reinos peninsulares y también de Francia, y en ese marco la comunidad morisca participará del desarrollo general de la ciudad. Lo mismo que llegaban maestros de villa cristianos de Vascongadas, llegaban moriscos de Zaragoza; igual que aparecían mercaderes cristianos de Castilla o de Occitania, lo hacían moriscos del reino o de otras tierras hispanas. Lo que vamos a estudiar de los moriscos no difiere de lo que podría hacerse respecto al resto de los oscenses; el comportamiento y la participación de la minoría de convertidos son, una vez más, iguales a los del resto de los oscenses, pero, continuando la tradición mudéjar, los veremos actuando en campos en los que desde hacía siglos eran los principales productores en Huesca: el metal, la alfarería y la tejería, el cuero y sus derivados y, en menor proporción, la construcción, contando con la agricultura como actividad secundaria, aunque tampoco faltan los labradores. Otros oficios tienen una importancia menor, pero también de ellos nos ocuparemos debidamente.

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La documentación estudiada no aporta datos sobre la actividad gremial: apenas algunas referencias a ciertos artesanos que anteponen el título de maese a su profesión, a la obligatoriedad de cumplir la normativa sobre precios y medidas de Huesca y, algo más numerosas, a los contratos de aprendices y mozos, así como una única mención a un examen para alcanzar el grado de maestro que puede realizar Francisco Junez, criado del maestro zapatero Juan Cigüeño (1564), y un expediente para acceder al oficio de notario de Manuel Gali (1594). Aunque hablaremos más adelante sobre la ocupación de alfarerotejero, hay que mencionar aquí que es el arte del que tenemos más información sobre precios, reglamentados por el gremio, según se hace constar en 1545, 1552, 1568, 1582, 1601, 1605 y 1606, y también conocemos que las rejolas se han de hacer según el «molde de Huesca», citado en 1546 y 1552; otras veces se menciona simplemente el molde de hierro para rejolas y tejas y moldes de madera (1544). Sobre los precios de mangos de hoces de segar y de podar tenemos información en 1604. Hay un documento de 1543 del que solo se pasó al protocolo el inicio, en el que aparecen cuatro cantareros (Juan Tillero, Juan Prom, Francisco Ezcandar y Vicente Alamén), definidos por su oficio, como si fueran a intervenir de forma conjunta, de manera que es probable que los artesanos moriscos, aun integrados obligatoriamente en el gremio único, tomaran decisiones o actuaran conjuntamente. Sabemos también que las actividades comerciales estaban bajo control de la Corte de Mercaderes de Huesca (1554). Ciertamente es muy poco, pero esto, unido a la pertenencia de los moriscos a las distintas cofradías de su gremio, como ya vimos, es todo lo que podemos destacar; la conclusión que sacamos es que desde el bautismo forzoso los moriscos no tienen otro marco legal que el único vigente en la ciudad. Noticias directas solo tenemos dos: en 1528 se habla de la cofradía de los zapateros de Santa Ana, de la que forman parte Pedro Cigüeño y Juan de la Morería, y en 1600 se cita el gremio de cantareros, del que forma parte Lope Medina. Más información tenemos sobre los contratos de aprendices y mozos. Hay una tercera cita que casi con toda seguridad nos presenta a un maestro de obra o fustero morisco, Domingo Gallur, reunido en 1549 con los miembros de la cofradía de fusteros, obreros de villa y torneros.

EL
ORDENAMIENTO GREMIAL
NTR ÍNDICE

En principio, parece que los términos mozo y aprendiz no son sinónimos, pero la documentación acaba confundiendo uno con otro; de hecho, se nos habla de aprendices, de mozos, de mozos criados y de mozos aprendices, de manera que deslindar unos de otros resulta un tanto difícil, si bien podríamos decir que el rasgo diferenciador más notable entre un aprendiz y un mozo es que este recibe un salario y el aprendiz no, aunque también aquí nos encontramos con excepciones. Comoquiera que los casos que conocemos no son muchos, haremos una somera mención de cada uno y de sus principales rasgos. En cuanto a los aprendices y mozos tenemos veinticinco capitulaciones de contrato, que abarcan desde 1527 hasta 1601, prácticamente toda la vida de la comunidad, y podemos asegurar que las condiciones laborales y económicas no varían en todo el periodo.

La más antigua de todas las capitulaciones de firma de aprendiz data de 1527, cuando el cristiano Pedro Baquer «se firma» como mozo y criado con el mercader Pedro Compañero por tres años y 150 libras jaquesas, que se pagan por adelantado; si muere antes, los herederos pagarán por el tiempo que no haya cumplido, condición que suele ser habitual en todos los contratos en los que se entrega por adelantado todo o una parte del salario. En cualquier caso, las condiciones laborales son de explotación extrema, como se ve en las capitulaciones firmadas en 1534 entre el zapatero Pedro Cigüeño y el padre del muchacho fragatino Tomás Amador, quien se compromete a trabajar con el maestro durante seis años, sin ningún salario, solamente a cambio de un techo, comida y vestido; todos los días que pierda por enfermedad deberá recuperarlos, y si se va o roba deberá responder económicamente su padre. El mismo Cigüeño contrata en 1538 como aprendiz por tres años a Miguel Ferrero, alias Ferrerico, de Naval; como el anterior, no tiene salario: solamente derecho a vestido, calzado, alimento y techo, y a ser cuidado, y como aquel deberá recuperar los días que esté enfermo y su padre será responsable si no cumple la capitulación. En los dos casos, y en otros que veremos, parece evidente que es la necesidad de las familias la que les lleva a desprenderse de los muchachos, que se convierten en mano de obra prácticamente esclava con la excusa de recibir un aprendizaje que solo en algún caso nos consta que les haya abierto vía al grado de maestro, un nivel al que posiblemente se accedía, además de por méritos propios, por el apoyo de otro maestro, como en el ejemplo ya visto de Francisco Junez, que recibe las hormas de su maestro, o por la posesión de un patrimonio notable, como será el caso de Felipe Castellano, del que luego se hablará. De nuevo Pedro Cigüeño, en 1539, toma como aprendiz a Felipe Alcerán, de Naval, en las mismas condiciones que a los anteriores, y también es el padre quien lo entrega y asume la responsabilidad del cumplimiento del contrato, que en este caso es para siete años, de lo que se deduce que estamos hablando de un muchacho muy joven. El lencero Ferrando Çafar156 toma en 1541 como aprendiz de lencería al menor zaragozano Agustín

156. En varios documentos aparece como lencero, pero realmente es un mercader que tiene tiendas en Huesca de diversos tipos, en este caso de telas.

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EL TRABAJO Y LA ECONOMÍA

Gali, huérfano de Lope Gali; la entrega la hace Miguel Gali, que lo avala y garantiza el cumplimiento del contrato, de lo que puede deducirse que era su tutor; a las condiciones generales ya expuestas, Çafar añade una recompensa al acabar el aprendizaje de cuatro años: ropa y calzado nuevos. De Juan Romero, de Sangüesa, solo sabemos que en 1544 firma como aprendiz del cantarero Vicente Alamén, pero no tenemos información sobre las condiciones ni el tiempo. El niño Felipe Castellano, huérfano de Lope Castellano, menor de catorce años y tutelado por Ferrando Çafar mayor y Francisco Junez, es entregado por estos como aprendiz al zapatero Agustín Ezcandar en 1544; a la sazón, el muchacho debía de tener como máximo diez años, porque en 1554 es aún menor de veinte, pero lo vemos disponer ya de los abundantes bienes heredados de su padre: casas, corrales y campos; son cinco años y medio los que está como aprendiz y, aunque no consta, es de suponer que con las condiciones habituales. Su buena situación económica y el hecho de estar tutelado por el personaje más importante de la comunidad explicarían que ya en 1559 lo veamos definido como zapatero, es decir, que ha alcanzado el grado de maestro. Años después arrienda sus casas y corrales en el barrio de San Martín y nueve fajas de tierra en el camino de Quicena. Con el mismo maestro zapatero Agustín Ezcandar firma en 1548 como mozo por tres años el huérfano de padre y madre (de Martín Claberol y de María Andrés, que no parecen moriscos) Martín Claberol menor. Es de imaginar que, dado el desamparo en que se encuentra, busque, además de aprender un oficio, sustento y protección; el hecho de que su contrato sea por tres años nos hace pensar en un adolescente, que al terminar su aprendizaje, como premio, recibirá un par de calzas nuevas finas de cordellate y una gorra. Como mozo es contratado por el mismo Ezcandar en 1553, por cuatro años, el cristiano Domingo de Aruex, de Acumuer, con la dura condición de trabajar dos días por cada uno que pierda por enfermedad. Cristianos parecen también los dos mozos que contrata en 1546 el obrero de villa Domingo Almaçor: Juan Salas, de Alquézar, y Domingo Ferrando, de Latasa, ambos menores. Son sus padres quienes firman el documento, cuyas cláusulas no nos han llegado. El primero, que se compromete como mozo por cinco años con dicho obrero de villa, dice claramente que lo que quiere es «tomar oficio»; exige ser alimentado, vestido, calzado, cuidado y ha de recibir bebida durante todo el tiempo, y al concluir recibirá una capa y sayo de 12 sueldos la vara, un jubón de valor de un florín, zapatos, unas calzas valonas y una gorra. Con el mismo maestro firma Jerónimo Trosiller, también de Alquézar, que en 1550 se compromete como aprendiz por cinco años. En 1552 entra en el mismo taller como mozo aprendiz por dos años el vizcaíno Martín de Garín, quien recibirá 5 ducados de oro por año para vestirse y calzarse. En 1554 sabemos que Almaçor tiene como mozo a un muchacho navarro, pero no sabemos más del caso. Con las condiciones habituales, firma como aprendiz de calderero con Leonis de Fierro, por seis años, el oscense Lupercio Gali, que está ampliamente documentado y también alcanza el grado de maestro; sabemos de su boda con su prima Esperanza Gali en 1578 y lo vemos como miembro del capítulo de parroquianos de San Martín en 1575, 1578 y 1584; integrante del colectivo en

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1595, nos consta que su hijo Francisco Gali se casa en 1606 y aún está documentado en 1609. El año 1566 firma como aprendiz con el zapatero Juan Cigüeño el muchacho de dieciséis años Baltasar de Huerto, por un tiempo de tres años y medio, hasta el momento de cumplir los veinte, cuando recibe de su madre, María Lugel, casada en segundas nupcias con permiso de su hijo al poco de firmar como aprendiz, la herencia recibida de su padre. Baltasar es también trompeta de la Ciudad y el maestro habrá de darle permiso para que toque siempre que lo requieran. En 1569 sabemos de un mozo de Domingo el Cantarero que se casa en la parroquia de San Martín con la hija del Valenciano. Gabriel Alquecí, natural de Aitona, firma con maese Juan Codo, cantarero, por cuatro años, en 1572; recibe por adelantado 140 sueldos que si no cumple habrá de devolver, o trabajará su hermano Miguel Alquecí en su lugar. La presencia de estos dos hermanos en Huesca quizás esté relacionada con la de Gabriel Zuliani, cantarero, también de Aitona, juzgado en enero del mismo año por la Inquisición y condenado a tres años de cárcel. El herrero y albéitar Alonso de Cáceres toma como mozo, sin límite de tiempo, a Demetrio Ubico, de Alerre, que, además de techo, comida y vestido, recibirá 40 sueldos anuales, siendo fianzas sus hermanos Pedro y Jerónimo Ubico. También con salario, en este caso de 120 sueldos por dos años, es contratado en 1577 Lope Franco por el herrero Juan Menescal, quien al año siguiente toma como aprendices a los hermanos Pedro y Felipe Franco, de Huerto, con las condiciones habituales. En 1600 tenemos noticia de que Juan Gali es aprendiz con el zapatero Martín Codo, y Pedro Calbo lo es con el herrero Ferrando Naxar, quien le deja 200 sueldos en su testamento. Por último tenemos a Miguel de Güerto, de Fuentes, menor de veinte años y mayor de catorce, que firma como aprendiz de cantarero con José Codo por tres años en 1601; si enferma recuperará el tiempo y será mantenido, vestido y calzado, y recibirá al acabar el contrato un vestido de paño de 16 sueldos la vara. También tenemos el caso de un muchacho oscense, Pedro Morillo, huérfano de Lope Morillo y María Franco, que se va a Zaragoza como aprendiz de calcetero con Manuel Gali, casado con la oscense María Farax, alias Oncino

Sabemos de mozos compartidos por más de un artesano o que alternan el trabajo con un maestro y el trabajo autónomo. Así, Francisco Ezcandar contrata de febrero a noviembre de 1569 al rejolero Pedro Luarga para trabajar a su servicio semanas alternas: las que no trabaje para él lo hará por cuenta propia o para otro artesano; recibirá por ello un salario de 20 sueldos semanales y 2 cahíces de trigo anuales. Ezcandar pone el obrador, el barro y el cubierto; en caso de que Pedro no trabaje pagará 4 reales al maestro, y si la culpa es de este será él quien los pague. Más información sobre salarios y condiciones de trabajo nos da también el contrato de obra, muy anterior (1545), que hace el cantarero Juan Prom al navarro residente en Huesca Juan de Sanmartín, consistente en 70000 rejolas y 30000 tejas que se entregarán sin cocer, ya que se cocerán en los hornos de Prom, que también pondrá la tierra y la arena; en una de las cláusulas de las capitulaciones se dice que si el maestro Prom no lo abastece de las materias primas y Sanmartín no puede trabajar le deberá pagar de salario diario 2 reales, y a los mozos,

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3 sueldos a cada uno. Sabemos que el salario que recibe Alexandre, de Zaragoza, como mozo del cantarero Francisco Ezcandar en 1571 es de 120 sueldos por ocho meses de trabajo. Menos le paga Lope Medina (1600) al mozo cantarero Mateo de Arayco, que se obliga a darle a Medina toda su obra durante un año y a entregarla once días después de desfornar, y Arayco solo podrá quedarse unas piezas para él y sus amigos, no para vender, y todo por un salario de 120 sueldos. Por fin, en 1603 sabemos que Francisco Lasierra tiene contratados a dos obreros que hacen para él tejas, rejolas y calcina, y que reciben un salario de 3 reales diarios cada uno.

Como puede apreciarse, hay muy poca información sobre aspectos laborales para tanta documentación. Cabría cerrar el apartado referente a los mozos y aprendices con Pedro del Rey, cuya condición de morisco hay que poner en cuestión, que en 1552 se da como mozo a Martín Laliena, pastelero del horno del monasterio de Montearagón.

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LA FUERZA DE TRABAJO

La fuerza de trabajo la constituían fundamentalmente los artesanos autónomos y los miembros de su familia, cuyos medios de producción eran propiedad suya, aunque no de manera general: también los había en tenencia. No nos han llegado datos sobre los moriscos pertenecientes a instituciones religiosas o de la nobleza, aunque sí tenemos noticia de mudéjares propiedad de Sijena y del Temple, por ejemplo, pero por falta de información quedarán fuera de nuestro estudio. Tampoco hay datos sobre mano de obra esclava, si bien no puede descartarse; de hecho, sabemos de la existencia de venta de esclavos en la ciudad: concretamente, en 1550 el zaragozano Pedro de Espés compra en Huesca una esclava de diecisiete años, llamada Julia, marcada a fuego en la barbilla, por 600 sueldos. En cualquier caso, también esos potenciales moriscos esclavos y los siervos de cualquier tipo escapan a nuestro estudio, basado en la comunidad heredera de la vieja aljama de moros, de la que no formaban parte ni esclavos ni siervos; solamente tenemos la referencia del paso por la Inquisición de los esclavos Miguel, Lorenzo y Hernando Hernández y su mujer, Mariana Hernández —natural de Orán—, procedentes del reino de Granada, de quienes no tenemos noción de lo que hacían en Huesca ni sabemos de qué vivían.

La mujer debió de tener un papel laboral notable en el taller familiar y en tareas artesanales secundarias, como el tejido doméstico, citado con relativa frecuencia, lo que nos obliga a pensar en una actividad económica secundaria de gran importancia y a cargo fundamentalmente de las mujeres. Por ejemplo, en el inventario del zapatero Lope de Urramén, o Aburramén (1541), se habla de «lienzo de casa»; en el de Lope Alfarrán (1533) se mencionan «treinta y cinco revueltas de lino, tres madexas de estopa, ocho fusadas de estopa filada y cincuenta y seis pares de canillas de estopa por filar»; en el del tejero Juan Tillero (1544) se citan cinco ovillos de estopa, media docena de madejas de estopa, seis lanas, catorce madejas de lino y husos y devanaderas; cinco madejas de estopa y lino y 3 libras de estopa aparecen en el del calcetero Juan del Fierro (1564); incluso en una casa bien pobre, la de la difunta Martina Codo, se mencionan fibras para hilar o tejer: medio cuartón de lino y 2 libras de estopa (1581); en 1607, en el inventario de José Codo, se habla de 20 libras de cáñamo filado crudo y 6 libras y media de estopa en jubillo (ovillo), todo esto entre muchísimos

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ejemplos posibles, algunos de los cuales se verán al estudiar aspectos de la vida cotidiana. Con certeza, solo tenemos documentada una mujer que trabaja con su marido como cantarera; se trata de la esposa de Felipe de Mora, que en noviembre de 1561 firma como mozo aprendiz con el cantarero Francisco Ezcandar hasta San Martín de 1562; trabajará una semana con el maestro y otra con quien quiera, y cobrará un salario de 2 reales por día, que recibirá igualmente en el caso de que el maestro no le dé faena (si no trabaja por su culpa será él quien los dé al maestro), con derecho a cama y posada para él y su mujer. La semana que trabaje, Ezcandar se quedará 1 sueldo del salario, hasta recuperar los 76 que ha pagado al cantarero Juan Vélez por el aprendiz. El documento, además de informarnos sobre el jornal de un mozo cantarero, nos da noticia de la compra, o quizás habría que decir mejor del traspaso, de mano de obra, hecho que no se repite en toda la documentación, aunque sí se dan casos de un mozo compartido por dos artesanos, como ya hemos visto. Aparte del ejemplo citado de una mujer ayudante de su marido, el resto de las trabajadoras asalariadas de las que tenemos conocimiento son todas criadas, si exceptuamos las actuaciones mercantiles y especulativas de Esperanza Çafar mayor, María Albariel y Esperanza Çafar menor, y muy pocas más, todas ellas pertenecientes a la aristocracia económica morisca. Sin embargo, no cabe duda de que las hubo que trabajaban: no de otra manera hay que interpretar los datos que tenemos en el inventario de Gracia Gali, viuda de Ximeno Compás, muerta en la epidemia de 1564, en el que vemos que tiene varias madejas de hilo de seda, cintas de seda, trencilla de hilo de oro, ocho madejicas de cáñamo, «dos chubillos de cáñamo», un taleguillo con «unos chubillicos de seda negra, amarilla, colorada y azul», «un coxinico con seis agujas», una barrenica, «un cabaço de costura», un libro de labores, es decir, un libro con muestras para bordados, «tres ligallos de pedazos de cosas de costura» y «una ligallico de pañicos de costura»; además, en casa de Gracia aparece una cantidad considerable de telas bordadas, muy por encima de lo que cabría esperar si tenemos en cuenta lo que se ve en otros inventarios. Ante esos datos se puede afirmar que Gracia era bordadora y en su casa preparaba el lino posiblemente para hilar o tejer, como lo demuestra que dispusiera también de unas «gramadericas» (para preparar el cáñamo y el lino), «un fusode torcer seda» y «un torzillo de fusta». Seguramente serían muchas otras las mujeres que, como Gracia, se dedicaban a tejer, coser y bordar, aunque lamentablemente no nos han llegado noticias de ellas, pero costureras, hilanderas, tejedoras y bordadoras debieron de abundar: unas lo harían para la casa, otras como profesión. Como prueba de ello también está el «paño de muestras para labrar» que encontramos en 1582 en casa de los Çafar, o los «cosedores» en casa de Juan Tillero (1544). En cuanto al servicio doméstico, los datos que tenemos son muy escasos, tanto para los varones como para las mujeres. Varones definidos como criados son raros en la documentación, aunque es probable que los términos criado y mozo fueran prácticamente sinónimos, si bien los vamos a estudiar por separado, dejando los mozos en el apartado dedicado a los aprendices. De los primeros conocemos a Pedro Baquer, contratado como mozo y criado por Pedro Compa-

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ñero en 1527; este mismo tiene como criado en 1529 al también cristiano Rodrigo Gimeno, del que ya se ha hablado; en 1564, en el testamento del zapatero Pedro Cigüeño, aparece como criado Francisco Junez,157 a quien su amo le deja todas las hormas del obrador si se examina para zapatero y supera el examen; Francisco Gali (1581) recibe 200 sueldos en el testamento de Jerónimo Çafar, y Juan de Gallur trabaja en 1590 en casa de Juan Felices y de Esperanza Çafar menor, y debía de ser un hombre de máxima confianza de la familia, puesto que es el encargado de llevar a Zaragoza, a instancias de la Inquisición, los libros de cuentas de la familia Çafar. Gallur era un hombre maduro, pues tenemos noticia de su confirmación en 1551. En el juicio contra los Çafar en 1583 son condenados a galeras sus criados el vihuelero Gabriel de Monferriz, natural de Zaragoza, de veinticuatro años de edad, y Miguel Pinón, natural de Lérida, y enviado a la cárcel el criado cuadrillero de dieciséis años Juan Gali; un homónimo suyo, criado de Juan Compañero, es relajado en 1583, y sabemos que en 1581 servían en el hogar de Juan en Zaragoza, además del ejecutado en 1583, Luis Lazarech, Baltasar Alcanillo, Jerónimo Gali y una mujer, Isabel Calderón. Más abundantes, aunque no son muchas, son las referencias a mujeres criadas en casa de las familias acomodadas. Es seguro que fueron muchas más de las que la documentación recoge, puesto que las citas que tenemos mencionan mandas testamentarias en las que las sirvientas reciben dinero de sus amos, especialmente como dote matrimonial, lo que nos indica que su vinculación con la familia iba más allá de lo laboral. Es probable que muchas de ellas fueran niñas cuando entraban a trabajar y que crecieran en el seno de la familia; así, Isabelica de Albalate, que por el nombre debía de ser muy joven, aparece en los testamentos de sus amos, Ferrando Çafar mayor y su mujer Esperanza Compás, y recibe 100 sueldos en el de él (1577, abierto en 1582) y 300 en el de su patrona (1577). Muy claro es el testamento de Juan Ferrando Alfanaquí (1593), en el que lega 200 sueldos, más los 500 que le dejó su padre, a María Amazarola, de quien dice que fue criada en su casa «desde niña». En su testamento (1527), Isabel Alguacil lega a María Ezcandar, para «cuando sea mayor», su lecho y su ropa, elementos que suelen heredar las hijas, pero Alguacil, mujer del cantarero Pedro de Huesca, muere sin descendencia y lo deja a su sirvienta. También podemos comprobar que las muchachas comenzaban a servir muy jóvenes, como se ve en el hecho de que en las capitulaciones matrimoniales de Martín Albariel con María del Cuento (1598) se haga constar que Martín cuidará de Esperanza y Mariana Pomar, hijas del primer matrimonio de María, hasta que las muchachas «puedan servir», además de prometerles una dote de 200 sueldos a cada una. Si una mujer era ya legalmente madura para casarse a los doce años, seguramente la edad en la que se la consideraba apta para servir sería aún inferior (recuérdese el caso citado de María Amazarola, sirvienta desde niña en casa de los Alfanaquí). La mayoría de las mandas testamentarias a favor de las criadas suelen ser dotes para matrimonio, a

157. Hay no menos de tres homónimos perfectamente diferenciados.

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veces imponiendo condiciones, como ocurre con Ana de Sasa, criada de Ferrando Çafar mayor y de Esperanza Compás, que en un codicilo de Ferrando de 1580 recibe la notable suma de 400 sueldos siempre que case con la voluntad de su mujer y de su hijo Ferrando, que parecen desempeñar el papel propio de la familia a la hora de autorizar la boda. No todas las criadas son muchachas jóvenes: tenemos el caso de María de Aroz, que es viuda y aparece como criada de Alexandre de Sasa y de su mujer, Ana Compás, y recibe en el testamento de esta 100 sueldos para casar de nuevo. Del resto de criadas, simplemente sabemos la dote que reciben sin más condiciones que la de contraer matrimonio Magdalena Galter, criada de Pedro Oncino, que obtendrá 200 sueldos (1546) cuando case; Esperanza Ferrera, hija de María de Puio, que hereda de Ana Compás (1564), viuda de Juan del Fierro, un arca llena de ropa y una faldilla amarilla (tras su matrimonio con Alexandre de Sasa en 1566, Ana Compás vuelve a hacer testamento en 1567 y en él no aparece Esperanza Ferrera, pero sí una criada llamada María que percibirá 200 sueldos cuando case); María de Falces, de Alerre, criada de Ferrando Alfanaquí, que recibe en el testamento de este (1575) 100 sueldos que le dejó su mujer, Beatriz de Gurrea, y 50 que le deja él; 200 sueldos obtiene Teresa de Blecua de Francisco Junez (1575); Amada Burro, de Beatriz Gali (1575), 50 sueldos; María, criada de Esperanza Compás, recibe en el testamento de esta (1577) 200 sueldos; la mitad recibe Juana del Ala, «moza» de Jerónimo Çafar (1581),y 2000 hereda en el testamento de Ferrando Çafar menor (1583), cantidad que llama la atención por excepcional;158 300 sueldos y un par de sábanas recibirá del calderero Jerónimo Burro Martina de Puibolea, hija de Gonzalo de Puibolea, solo si llega a casarse, lo mismo que ocurre con los 800 sueldos prometidos en el testamento de Jerónimo Burro a su criada María; los 100 prometidos a Esperanza Escudero en el de Lupercio Gali no llevan ninguna condición. Finalmente, sabemos que en 1551 muere una criada conversa, de la que no consta el nombre en el registro parroquial, que trabajaba en casa de Enego el Cantarero, quizás morisco, y también que en 1564 una tal Esperanza trabaja como criada en casa del zapatero Juan Cigüeño, y recibe en el testamento de este 400 sueldos, sin que aparezca condición alguna. En los juicios inquisitoriales contra los Çafar en 1583 se citan sus criadas Isabel de Puibolea, Isabel Alfafor,159 natural de Albalate de Cinca, y María Gascón. En el inventario de Juan Tillero (1544) se hace constar que en una arqueta pequeña hay «cofias y colletos de la doncella», lo que no puede pasar desapercibido, ya que nos hace ver que las criadas de mayor rango iban uniformadas; no es posible que se refiera a una hija de la casa, porque no la hay: el único descendiente de Juan es su hijo Felipe.

158. Del caso de Juana del Ala volveremos a hablar al estudiar a la familia Çafar.

159. Posiblemente también fuera criado de los Çafar su marido, Miguel Royo.

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LA PROPIEDAD DE LOS BIENES DE PRODUCCIÓN

En cuanto a la forma de propiedad, estamos en condiciones de afirmar que la mayoría de los bienes eran de propiedad plena, como lo eran los de los antepasados moros. Nos basamos para afirmarlo en los escasos documentos en los que se mencionan medios de producción treuderos, especialmente en el caso de obradores y botigas, en mayor medida los hay de casas y más aún de bienes agrarios. Vamos a hacer un repaso de toda la documentación estudiando en primer lugar botigas y obradores, en segundo lugar casas y dependencias anejas y finalmente tierras y explotaciones agropecuarias de cualquier tipo, incluyendo las que, siendo propiedad de moriscos, son explotadas por terceros.

BOTIGAS Y OBRADORES

Hay varias botigas mencionadas como treuderas: en 1532, una casa con botiga en la parroquia de San Lorenzo de Felipe y Miguel Naxar, que dan a treudo a la también morisca Esperanza Alguacil; en 1541, unas tiendas con casas treuderas a la cofradía de Nuestra Señora, de San Lorenzo, que vende Juan Compás a Simón Nasarre; en 1542 sabemos que Juan Tillero tiene una botiga y una casa treuderas a Sijena situadas en la «placeta de la Mezquita que olim se solía llamar» y las vende a Ferrando Junez; en 1555, el cantarero Francisco Ezcandar paga treudo a San Lorenzo por un obrador con horno sitos en el Postigo; el mismo año, Vicente y Pedro Alamén venden al tinturero Lázaro Bonifant unas entradas de obrador que pagan treudo a San Lorenzo; en 1565, unas tiendas y casas treuderas a la cofradía de San Esteban de San Agustín (ex Santa María in Foris) son vendidas por los herederos de Juan Tillero a Juan Vélez, y venden los mismos el mismo día unas casas con obrador con fadiga de Martín Cleriguet, beneficiado de las Mártires, todo en la parroquia de San Martín; en 1588, Isabel Ezcandar, viuda de Juan Lasierra, vende un obrador en el barrio del Medio treudero a San Lorenzo; sabemos que en 1592 están en explotación por Juan Alfanaquí una herrería y caballeriza treuderas a San Lorenzo.

CASAS

Tenemos información acerca de algunas casas: en 1529 Martinico Farax hereda de su padre unas casas que pagan treudo, pero no se dice a quién; en 1544

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Galcerán de Marguán tiene a treudo unas casas y un corral de Jerónimo Zamora; en 1547 Vicente y Lorenzo Oncino venden una casa en San Martín que paga treudo a los predicadores; Galcerán de Marguán, en 1549, compra por 700 sueldos a Catalina Camón una casa con corral y huerto en la calle San Martín que es treudera a la Seo; en la plaza del Almudí compra en 1553 Leonis de Fierro unas casas que pagan treudo, sin que conste a quién; Felipe Naxar recibe un treudo de unas casas que tiene Juan Torres, según el testamento de aquel de 1554; en 1557 Francisco Ezcandar y su mujer, Gracia Franco, dan a treudo perpetuo a Martín de Acirón, labrador, su casa con una entrada de corral y un huerto, todo en la calle del Medio; el mismo año, Felipe Naxar y Lope de Gurrea dan fadiga a Martín Tomás para que venda una casa que les da un treudo anual total de 15 sueldos; también en 1557 Felipe Naxar da fadiga a Jaime Torres para vender casas en la parroquia de San Lorenzo que le pagan un treudo; unas casas con corral en San Martín treuderas a Sijena son vendidas en 1560 por Felipe Castellano, alias Urramén; en Zaragoza recibe Juan Almaçor unas casas, en 1562, treuderas al Pilar; en la plaza del Almudí vende Juan Almaçor, en 1564, unas casas treuderas a Juan Ribera; en 1567 tienen una casa con era, pajar y huerto, además de tierras y un plantero, en el lugar de Lascasas, del infanzón Martín de Larraga como pago por unas obras, pero deberán pagar los treudos con los que están cargados esos bienes; el mismo año, en un pleito entre Larraga y Ferrando Çafar, se falla que el infanzón debe dar a Çafar unas casas por las que recibirá 5800 sueldos y el pago del treudo que estas, sitas en la parroquia de San Lorenzo, tributan a la Seo y a San Pedro el Viejo; unas casas en Alquibla treuderas al hospital de la Esperanza son vendidas por Lope Medina a Domingo Coronat en 1574; en 1584 dos portales de casas en barrio del Medio da Lupercio Gali a tres cristianos, y otros portales en el mismo sitio vende al vicario de San Martín; en 1586 Alexandre de Sasa tiene unas casas que tributan a San Lorenzo sitas en ese barrio; en 1591 Juan Almaçor tiene unas casas que tributan a San Lorenzo en Las Herrerías; Juan Alfanquí da a Jerónimo Ezcandar, en 1593, unas casas en la calle Población que pagan tributo a San Lorenzo; una torre treudera a la Caridad tienen en 1591 Juan Felices y Esperanza Çafar menor; en 1603 Jerónimo Menescal, como compensación por no haberle pagado la dote matrimonial, da a su mujer, Isabel Lasierra, dos portales de casas y un corral en el Ferrianal que pagan treudo a San Lorenzo, y, finalmente, en 1610 tiene Luis Gallur una torre con corral que es treudera a la Ciudad.

EXPLOTACIONES AGRARIAS

Mucho más numerosos son los documentos sobre explotaciones agrarias o bienes relacionados con ellas (eras, bodegas, etcétera), aparte de otros ya citados, como corrales o caballerizas. La explicación puede resultar relativamente sencilla y tiene su origen en la historia de la ciudad, que tras la Reconquista se repobló básicamente con campesinos procedentes del norte, mientras que mantuvo un número considerable de artesanos moros y judíos que el naciente reino no estaba en condiciones de aportar; los talleres y casas pasaron de generación en gene-

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ración como bienes en su mayor parte francos, y así llegaron al momento en que nos estamos moviendo ahora. Pero las tierras fueron mayormente entregadas a la Iglesia y a los repobladores cristianos, de manera que ya los mudéjares propietarios de tierras eran menos que los poseedores de obradores, tiendas y casas, y no ha de extrañarnos que, aun constando que muchas tierras eran de propiedad plena, las referencias de campos y viñas treuderos a las instituciones religiosas y a la Ciudad sean más numerosas que las de viviendas y obradores; normalmente se trata de treudos a perpetuidad y de algunos hay documentación desde el siglo XV. Esta documentación nos revela que era rara la familia que no tenía unas tierras en explotación como actividad secundaria, tal como veremos al estudiar más ampliamente la agricultura. Siguiendo también en este caso un orden cronológico, vemos en 1533 que Martín y Lope Oncino venden una viña quepaga treudo a Montearagón, que da fadiga para la venta, sita en los Tierços y quecompra Gil de Brabante, y ese mismo año Adrián Abengalí, emigrado a Plasencia de Jalón, arrienda unos campos en Campofranco y Campo del Alba a Antón Galindo; sabemos que son treuderos porque el arrendador se compromete a pagar el treudo, pero no sabemos a quién. En 1535 tenemos uno de los pocos casos de pago de treudo a un seglar: se trata de Jaime del Molino, que recibe el pago por un campo en la Alfándega que venden Juan Compás y Esperanza Compañero a Pedro Cigüeño. En 1537, Isabel Tomás, mujer del notario Juan Sanz, alquila a Pedro Compañero un huerto en la fuente del Ibón por ciento un años, y lo hace con fadiga de la Seo, que recibe un treudo anual de 13 sueldos de ese huerto con la condición de que si Compañero paga 1300 sueldos el huerto será para él, cosa que ocurrió, porque en 1540 Compañero da en arriendo el huerto a Pedro Constantins por 6 florines anuales durante tres años, y en 1567 lo arrienda a Pedro Cortés, calderero cristiano, por el mismo tiempo y 8 florines, lo que demuestra la revalorización de la tierra, especialmente la de regadío. El monasterio de Montearagón vende en 1540 una viña en Monzur a Juan Burro por la que ha de pagar un treudo de 16 sueldos. Un año más tarde, Isabel de Moros y su marido, el especiero Martín Faxol, ponen un huerto suyo en arriendo a treudo; está en la partida de La Retuerta y lo dan al labrador Domingo Garcés, que no podrá enajenarlo y deberá tenerlo cultivado y cuidado. En el Fosal de los Moros explota Juan Tillero una era de los predicadores, citada en 1544; ese mismo año consta que los hermanos Alfarrán tienen tierras treuderas a San Martín en el camino de Quicena, y también en 1547 sabemos que Juan Compás tiene una viña en La Almunia que paga treudo. Con fadiga de los predicadores, venden dos fajas de tierra en Monzur Juan de Moros y su mujer, Leonor de Litera, a Pedro, Pablo y Francisco Alfarrán en 1547.

En 1555 tenemos los datos del cabreo de Montearagón en el que se citan nueve moriscos que explotan viñas y campos en diversas partidas de la ciudad; se trata de Agustín Ezcandar, zapatero, que paga 55 sueldos por una viña; Juan Burro, calderero, 16 sueldos por una viña; Francisco Ezcandar, 5 sueldos por una viña que fue de Pedro Oncino; la viuda de Juan Alfarrán, 5 sueldos por una viña; Felipe Naxar, 9 sueldos por una viña; Pablo Alfarrán, cantarero, 4 sueldos; Leonis de

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Fierro, cantarero, 5 sueldos y 6 dineros por dos viñas; Francisco Junez, 6 sueldos por un campo que fue de Juan Burro, calderero; Miguel Fierro, 5 sueldos por unas tiras. Un corral con bodega y cámara, que tiene cargo de ocho sueldos a no se sabe quién, compra en 1557 en Florén Pablo Alfarrán a Juan Peculud; Pedro Tarazona y su mujer, Blanca de Moros, dan a treudo a generación una viña sita en La Almunia, en 1559; varias fincas en los Tierços treuderas a Montearagón son citadas en el pleito por la herencia de Pedro Cigüeño en 1560; una era en el Fosal de los Moros, «dellá de la Isuela», treudera a los predicadores, tiene Jerónima Aranja en 1561; un año después, Juan Prom vende a Carlos Felices un campo treudero a la Ciudad que había sido de su mujer, Guiomar Compás, y que está en Monzur; los herederos de Agustín Ezcandar tienen tierras treuderas no se sabe a quién en 1564, aunque en documentos anteriores vimos que pagaba un treudo a Montearagón; una era treudera a los predicadores, sita, como otras ya citadas, en el Fosal de los Moros, vende en 1565 Agustín Ezcandar con fadiga del convento de dominicos; unos campos en Monzur que pagan treudo a la cofradía de San Esteban del convento de San Agustín venden en 1565 el albéitar Francisco Junez y los herederos de Francisco Tillero; en 1567, 6 sueldos paga de treudo a Domingo Campo un campo que tiene Juan Burro; una fajas de tierra en el Alfaz vende en 1569 el cantarero Francisco Ezcandar a Jaime Arnal, que pagan treudo a los predicadores de 7 sueldos.

En 1575 tenemos tres referencias: la primera es de un campo en Monzur que paga treudo a Santa María de Barbastro y que tiene Jerónimo Burro; la segunda, un campo en el Riguillo que los predicadores arriendan a treudo de 10 sueldos al calderero Leonis de Fierro, quien podrá librarse de pagarlo si abona 200 sueldos; la tercera hace referencia a una tierra en el Fosal de los Moros que tiene Juan Cigüeño y que es treudera a los dominicos. En 1577 Jerónimo Alfarrán vende un campo en el camino de Quicena que tributa al convento de la Merced, tiene una viña en los Tierços que paga a Montearagón y una faja de tierra en Florén que lo hace al obispo; el mismo año sabemos de otra viña en los Tierços treudera a Montearagón en poder de Gabriel Menescal, que la da en un cambio al pintor Juan Verdún; treudero al Carmen tenía en 1577 un campo en el Riguillo Leonis de Fierro, que también poseía un campo en propiedad plena en Monte del Rey; en 1582, Pablo, Juan y Francisco Alfarrán tienen un campo en el Riguillo que paga censo de 1 sueldo a la cofradía de San Esteban de San Agustín; en 1585, en un documento prácticamente ilegible, se dice que Gabriel Menescal, con fadiga del presbítero Miguel de (apellido ilegible), vende a Miguel Navardún un campo treudero en 3 sueldos; el mismo año venden un campo en el Fosal de los Moros que tributa a Santo Domingo Gabriel y Juan Menescal a Martín de Lobera; Gracia Alamén vende en 1587 a Jerónimo Burro un campo en el Camino Real que tributa a San Martín. En 1589 tenemos tres documentos: en el primero, Juan Almaçor vende al doctor en Derechos Antonio Juan Mateo dos campos en Balcencos que pagan a la cofradía de San Nicolás de la Seo; en el segundo, Jerónimo Burro nos dice que paga 5 sueldos de treudo al Carmen por un campo en el Fosal de los Moros; en el tercero, Gabriel Menescal vende un campo en el Alfaz,

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en Balcencos, con fadiga de San Pedro el Viejo. Sabemos que el mismo Menescal tiene un año después una viña que tributa a los Santos Justo y Pastor. También en 1589 vende Juan Menescal a Martín de Falces una viña con soto junto al Flumen, con carga de un treudo perpetuo a San Pedro el Viejo; a la claustra de Montearagón paga treudo en 1593 un campo en los Tierços que tiene Isabel Ezcandar, viuda de Juan Lasierra; en 1596 esta vende un campo que paga a la Caridad, sito en Alfándega; lo hace con fadiga de los jurados de la Ciudad al labrador Juan Faxet, y en 1598, la misma Isabel tiene un campo treudero a Montearagón. En 1609 Francisco Gali consigue luir el treudo que pagaba a la Seo por unos campos, y sabemos que el mismo año Ferrando Naxar tiene un plantero de la Ciudad en Guatatén y lo vende a Simón Gandulfo.

Aparte de estos bienes relacionados que pagan treudo, los hay que simplemente están en arriendo temporal. Son en general bienes de moriscos arrendados tanto a cristianos como a otros moriscos. Los arriendos son frecuentes y los veremos al estudiar los distintos oficios; lo que suelen manifestar es la necesidad de quienes los dan en arriendo y, quizás más importante, la despoblación y el envejecimiento de la comunidad morisca, que obligan a atraer a inmigrantes en edad productiva, casi siempre cristianos, como ya se ha visto en algún caso y se estudiará más ampliamente en páginas siguientes. EL TRABAJO

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Antes de pasar a los oficios que podemos considerar mayoritarios y de vieja tradición, vale la pena citar algunos ejemplos excepcionales, como el caso de los notarios, de los que ya hemos hablado, y no vamos a volver a hacerlo ahora, o los estudiantes.160 Dentro del capítulo de las curiosidades podemos citar a músicos, a un danzador y a un boticario-herbolario. De los primeros conocemos a tres: dos son trompetas municipales, el joven Baltasar de Huerto, aprendiz en el taller del zapatero Juan Cigüeño, en 1566, y Martín Marruecos en 1607 y 1608, de los que ya se habló anteriormente; el tercero es el vihuelero Gabriel de Monferriz, que estaba en casa de los Çafar, como se ha dicho más arriba. Al danzador lo conocemos por un juicio inquisitorial de 1584: se trata de Jerónimo de Huerto, de treinta y siete años, del lugar de Almuniente, en la comarca de Huesca, condenado a ocho años de galeras. El boticario-herbolario, conocido también por un documento de la Inquisición de 1596, vive en el lugar de Huerto, inmediato a Huesca, se llama Luis Comor y está vinculado a la familia Çafar, ya que en 1567 un homónimo suyo, posiblemente su padre, fue nombrado procurador de Jerónimo Çafar para cobrar una deuda del boticario

Jaime Serra de 2200 sueldos.

También resultan excepcionales una serie de oficios con un solo representante a lo largo de toda la vida de la comunidad: mesonero (Francisco Oncino en 1595),161 trabajador jornalero (Francisco de Moros en 1590), curandero (Juan Morancí en 1561), fontero (Juan Vélez en 1565), especiero (Martín Faxol en 1541), droguero (Alexandre de Sasa en 1580), corredor de oreja (Juan de Aroz en 1543) y cubero (Guillén Alamén, que en 1551 es condenado por talar robles en tierras del Abadiado para hacer cubas). Y en 1577 aparece como sastre Juan Duarte, cuya condición de morisco es dudosa.162 Algo más numerosos

160. Sabemos de notarios y escribientes de las familias Çafar, Casabona y Compañero y tenemos documentado en 1544 como «estudiante Osce»a Jerónimo Çafar, que por esas fechas era un muchacho.

161. En caso de tenerse más de una referencia documental se pone siempre la primera.

162. Martín Duarte, calcetero, y su hermano Juan, sastre, aparecen vinculados a la familia de Alonso de Cáceres desde el momento en que Daniel Duarte, hijo de Juan, recibe dinero en el testamento de Cáceres, pero no está claro que sean moriscos, especialmente porque su padrastro es Juan Pedro Pisa,

LOS OFICIOS
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son los trabajadores del esparto (alpargateros, espartañeros y sogueros): Juan Navarro (1563), Miguel Moscabida (1577), Jerónimo Alfarrán (1578), maese Juan de Naval (1596) y Francisco Xalón (1598). De Lucas de Cáceres, llegado desde Zaragoza, sabemos que posee un horno (1592), y no aparece ni entre los herreros ni entre los alfareros, por lo que posiblemente el horno sea de pan, especialmente porque en la calle Población, que es donde lo tiene, no hay constancia de obradores de metalurgia ni de cantarería.

OLLEROS Y TEJEROS

El oficio es de vieja tradición musulmana y durante siglos fueron los mudéjares, y después los conversos, los artesanos más activos en el sector. A lo largo de este apartado se va a ver la importancia cuantitativa, semejante a la de épocas anteriores,163 si bien es posible que aumentara el número de tejeros cristianos debido fundamentalmente al desarrollo urbanístico de la ciudad en el siglo XVI. Los alfares, definidos como cantarería, tellería y obrador de tejas y rejolas, se ubicaban fundamentalmente en la zona de la vieja Morería, ocupando el mismo espacio que en anteriores periodos, y sabemos que seguían construyéndose nuevos; así lo demuestra un documento de 1547 en el que se recoge la aprehensión por el justicia de Huesca del tejar nuevo de Ezcandar. A pesar de lo molesto de los hornos, muchos de ellos estaban junto a las viviendas, por ejemplo el de Juan Tillero, según el inventario hecho en 1544, o el que Juan Prom había comprado hacia 1549 a María de Moros, el de Didago de Arayco (1578), el de Vicente Alamén (1552) y el de Isabel Ezcandar (1600). A veces aparecen dos juntos con sendas viviendas, como los de Prom, Francisco Ezcandar (1549), Lope Medina e Isabel Ezcandar, citados así en 1602. Entre aquellos cuya ubicación conocemos, casi todos se localizan en el barrio y parroquia de San Martín, en la calle del mismo nombre, en el barrio del Medio, en el Postigo o en otros lugares sin especificar; el de Vicente Alamén, situado junto a «la lupianar nueva»,164 también está en el mismo barrio, porque en otro documento de 1555 se localiza en la calle San Martín. Pero también los había en la calle de Salas, en la parroquia de San Lorenzo (es de creer que en la parte más meridional, que estaba menos poblada); allí tenemos en 1544 el obrador del tejero Juan Tillero, y, en la misma parroquia, sin localizar con precisión, está el tejar que vende María Grisén, viuda de Juan Farax, a Juan Prom en 1543.

De cómo eran los talleres nos dicen algo los documentos, aunque no hablen del instrumental. Sabemos que los había de gran tamaño, con dos hornos, como los del menor Juan Tillero (1546), Juan Prom (1569 y 1605) y Francisco Ezcandar (1571); solían tener eras, tellerías, el obrador propiamente dicho, cubiertos,

librero, que por el apellido es cristiano viejo. Duarte es el apellido del supuesto espía llegado de Argel para la sublevación de los moriscos de Huesca.

163. Véase Conte (1992) para hacer una comparación.

164. Es probable que la localización del nuevo burdel en el barrio de los moros se llevara a cabo a causa de la despoblación del mismo en los primeros años tras la conversión.

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pajares y en alguna ocasión estancias y aposentos (el de Isabel Ezcandar, por ejemplo) y hasta un pozo (el de Prom), aunque el agua para amasar la tenían garantizada con las acequias y brazales que recorrían el barrio. Las eras serían los lugares donde se pondrían a secar las piezas antes de enfornar en hornos, en el caso de Prom definidos como grande y chico, alimentados casi con toda seguridad con paja, porque no hay referencia a leñeros en ninguno de ellos, pero sí a pajares, y tampoco hay constancia de la compra de leña. En 1555 se menciona el molde de Huesca de los ladrillos y en 1546 se cita el de las rejolas, pero no hay alusión alguna a ningún tipo de instrumental, aunque en un documento de 1602 se dice que la tejería de Juan Prom menor tiene era, horno, obrador, cobertizo e instrumentos,pero no se hace mención a ninguno. Muchos de estos obradores se alquilan a precios muy diversos, que posiblemente no están solo en función del tamaño del obrador, sino de otros factores como la necesidad o la imposibilidad de trabajarlos. Así, en 1546 los tutores de Juan Tillero alquilan por tres años y 64 sueldos anuales el taller que heredó el menor, con cobertizo, pajar y dos hornos. Lo mismo se paga en 1561 a Gaspar de Codo, quien en 1567, ya mayor, arrienda un obrador de cantarería junto al obrador de Francisco Ezcandar y una viña en San Martín a mosén Martín de Polo por tres años y también 64 sueldos anuales, arriendo que contrasta con el que firma Juan Prom con Lamberto Sabico en 1569, por el que paga 400 sueldos, además de 6000 adobes para el propietario, cantidad que aumenta a 600 sueldos un año después en un alquiler que se hace por seis años a Pedro de Lagrisagón, con la obligación, además, de pagar las sogas, arreglar las puertas y darle una hornada de rejolas anual y 4000 rejolas más; el obrador es grande, con horno, un pajar, un cobertizo y dos eras para secar la obra, quizás de ahí lo sustancioso del arrendamiento. Bernat González, cristiano, paga 400 sueldos, 6000 rejolas y 2000 tejas a Francisco Ezcandar por su obrador en 1571. Por tres años y 420 sueldos anuales tiene arrendado Ángela de Moros, viuda de Juan Prom, a Juan de Pina el obrador de tejas y rejolas con horno, pozo, pajares y cobertizos. Juan Lasierra arrienda en 1578 por cuatro años a dos cristianos su obrador con casas y horno y un campo, por 360 sueldos anuales, pero al año siguiente vende ese arriendo a su hijo Juan por 1200 sueldos. A Diego de Arayco le pagan Juan Pueyo y Guillén Damas por una casa, horno y obrador, en 1580, solo 480 sueldos. En 1582 Ramón Vidosa paga 170 sueldos al huérfano Gasparico de Moros por una casa con obrador de cantarería que ponen en arriendo los tutores del menor, Lupercio Gali y Jerónimo Burro; la casa y el obrador están junto al obrador de tejería de los hermanos Alamén. El rejolero cristiano Ramón de Brosa paga 340 sueldos anuales durante cuatro años, desde 1597, a Isabel Ezcandar, viuda de Juan Lasierra, por un obrador con pajar, estancia y aposentos; la cantidad es muy baja, lo cual puede deberse tanto a la necesidad de la viuda como a que el obrador era de herrero, que era el oficio que había tenido su marido, y no tenía horno para cocer las piezas. Juan Campos paga a Juan Prom (1602) por un obrador con era, horno, cobertizo y todos los útiles del oficio una cantidad pequeña, 400 sueldos anuales durante tres años, pero tiene la obligación de hacer un nuevo cobertizo, arreglar el conjunto y construir dos paredes

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en el horno, lo que explicaría lo bajo del arriendo; en la renovación del contrato por tres años más, en 1605, paga 600 sueldos anuales y se especifica que hay dos hornos de tejería de cocer ladrillos y tejas, dos pedazos de cubiertos y dos aposentos; en aquellos momentos Prom vivía en Sariñena, donde trabajaba de tejero. En 1602, Juan Labau paga 400 sueldos por un año de alquiler del obrador con eras, pajar, horno tejero y palacio165 a Isabel Ezcandar, y a Juan Prom le pagan 300 sueldos por su obrador. Finalmente, 400 sueldos pagan a Lope Medina y su hijo Juan por dos hornos de cántaros y botijas.

De todo lo expuesto hay algo que llama la atención sobremanera, y es el hecho de que la mayor parte de los artesanos que arriendan los obradores de los moriscos son cristianos, lo que nos indicaría una falta de mano de obra conversa, debida, sin duda, a la emigración de las últimas décadas y al envejecimiento de la población. Buen ejemplo de ello, y del empobrecimiento de algunos artesanos, es el caso de Juan Ezcandar, activo desde la década de 1560 y que en 1608, lógicamente ya mayor, está preso por deudas que no puede pagar y acude al justicia para que le conceda la libertad por ser pobre, comprometiéndose a saldar las deudas «cuando Dios le dé bienes».

No tenemos muchos datos sobre la compraventa de cantarerías, pero es bien significativo el elevado precio, 1480 sueldos, que paga Jerónimo Codo menor a su hermano Juan Codo, en 1600, por el obrador que está en el callejón de la Xarea, en el barrio del Medio, en el corazón de la Nueva Cristiandad, muy lejos de los 450 sueldos que paga Juan Prom a la viuda del tejero Juan Farax, María Grisén, en 1543. Acaso a lo largo del siglo se revalorizasen los tejares, hecho que va unido al desarrollo urbanístico de la ciudad, como se ve también en la venta que hace Isabel Ezcandar, en 1588, de un obrador de cantarería por 1500 sueldos, obrador que había sido de su marido, Juan Lasierra, y explotaba en aquel momento Juan Prom, y que estaba localizado en San Martín junto a los de Juan Medina y Juan Gurrea. Por último, vale la pena destacar que un maestro de obra, Domingo Almaçor, compra un tejar en Tardienta a Juan Ortiz (1554), seguramente con el objetivo de tener su propia producción para su actividad constructora; no sabemos cuánto paga por él ni qué características tiene, y todo hace pensar que el taller de Almaçor debe de trabajar en la zona de Monegros, porque parece improbable que se transporten las tejas y las rejolas hasta Huesca. A veces lo que se alquila no es el obrador, sino la botiga, como en el caso de los tejeros Juan Tillero y su hijo Amador Tillero, que en 1542 dan en alquiler a Hernando Junez una botiga con corral treudera a Sijena en la placeta de la Mezquita, la que ya era llamada plaza del Almudí.

¿Qué se producía en estos obradores? Parece que hasta 1605 se fabricaba calcina, adobas, rejolas o recholas, tejas o tellas y ladrillos, en el campo de la tejería, y cántaros y botijos o botejas en el de la alfarería; a partir de la fecha indicada se

165. Palacio en aragonés equivale a un espacio amplio cubierto y a veces cerrado que se utilizaba como almacén.

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comienzan a producir piezas para cocinar: cazuelas, cazuelos y ollas. ¿Por qué se puede afirmar esto tan rotundamente? Hay un magnífico documento de 20 de junio de 1605 que son unas capitulaciones entre el justicia, el prior de Jurados y el Concejo de Huesca y el alfarero Lope Medina para la fabricación de piezas hábiles para guisar, que hasta ese momento no se hacían porque la tierra de Huesca no se creía buena para ello, pero Lope Medina demuestra que sí vale, y se le concede la exclusiva del abastecimiento de la ciudad durante seis años de cazuelas, cazuelos y ollas de diversos tipos y tamaños que luego veremos. El Concejo se muestra tan atraído por esta nueva actividad que la Cambra del Trigo presta 1000 sueldos a Medina para que haga los hornos, cantidad que habrá de devolver sin intereses, algo excepcional, en un plazo máximo de seis años. El hecho de que no se impusiera interés al dinero prestado pone de manifiesto lo atractiva que resulta al Concejo la innovación de Medina. De modo que nos encontramos ante un documento de suma importancia para la historia de la alfarería oscense y cuyo protagonista fue un morisco muy poco tiempo antes de la expulsión.

La calcina aparece mencionada en el inventario de los bienes de Juan Tillero en 1544; en 1568, fabricada por Juan de Moros, rejolero, y entregada con rejolas al hospital de la Esperanza; en 1579, hecha por Francisco Ezcandar, y en 1603 se hace en la tejería propiedad del herrero Francisco Lasierra. Las tejas y rejolas se citan con mucha frecuencia y al parecer eran las piezas fundamentales en el campo de la tejería, porque de los ladrillos solo tenemos cuatro referencias: la primera, en el contrato de obra de Domingo Almaçor para construir una alcoba en el palacio episcopal, en 1548, en el que se habla de una escalera hecha con «ladrillo encaxado» en la pared; en 1582 se nos dice que el cuerpo desenterrado por la Inquisición de Ferrando Çafar mayor es enterrado en el huerto de los predicadoresy el lugar se señala con piedras y ladrillos, como con ladrillos estaba cerrada su fosa dentro de la iglesia; las otras dos referencias aluden a la fabricación de 15000 ladrillos «de coziola» por Juan Prom para el notario Sebastián Canales (1555), y al encargo, en 1602, del doctor en Derechos Luciano de Azlor a Lope Medina de 360 ladrillos bien «embarnizados y bien cozidos» para hacer un trujar de 100 nietros de cabida. Este dato es de gran interés para diferenciar un ladrillo actual de lo que en aragonés del siglo XVI significaba la palabra, ya que se trataba de una pieza barnizada. El barniz, que sin duda siguiendo la tradición musulmana se usaba no solo en ladrillos, sino en algunas piezas de alfarería, especialmente las que se utilizaban para conserva, aceiteras, etcétera, barnizadas por la cara interior, lo tenemos también localizado en el taller de Medina en 1606; se trata concretamente de barniz negro, del que tiene un quintal. Sin embargo, como antes decía, en los obradores de los tejeros nos encontramos básicamente adobes, tejas y rejolas; así, en el inventario hecho en 1544 de los bienes de Juan Tillero se dice que en el momento hay en el obrador 500 adobas, 600 rejolas crudas, 600 tejas crudas y otras 600 cocidas, pero también se habla de un «trasto de verniz». Más detalles tenemos de la obra de alfarería, tanto de la producida en Huesca como de la importada. En 1582 se habla de cántaros, medios cántaros, tinajas, botejas y cantaricos; en 1600 a esos tipos se añaden los cántaros pequeños, quizás el

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medio cántaro citado antes; en 1605, en las capitulaciones ya mencionadas de Lope Medina y la Ciudad, se relacionan cazuelos pequeños, cazuelos de cuatro escudillas; ollas pequeñas, medianas y grandes; cazuelas pequeñas, medianas y grandes; cazuelas de a cántaro; platos de juego (¿juguetes?), platos grandes y platos pequeños; escudillas; cazuelas pequeñas, grandes y medianas. En un documento de 1605, en el que se citan piezas de alfar emparadas a Medina por el justicia a instancia de Cristóbal Pastor, por valor de 12 escudos, se mencionan cántaros, jarros y aceiteras, a los que habría que añadir las grialas citadas en 1544. Como ha podido apreciarse, una vasta tipología que llegó hasta comienzos del siglo XX. De la cerámica de importación, más fina y lujosa, definida como «vaxilla de Málaga», son citados platillos blancos, platillos de Málaga, escudillas delgadas, escudillas recias, platos de eses, escudillas azules y porcelanas, platos medianos blancos de Málaga, grialas «de hacer arnido» (?), grialas azules pequeñas, jarros de Málaga para aguamananos y cantaricas pequeñas blancas. Muchas de estas piezas las veremos al estudiar los numerosos inventarios en los que se recoge el menaje de las casas.

Sobre la extracción de la materia prima apenas hay información. Sabemos que se empleaba tierra, piedra y paja (1583), o arena y tierra (1545); la tierra históricamente ha sido extraída de las zonas arcillosas de la orilla izquierda del Isuela, y así ocurre en la única referencia concreta que conocemos, de 1603, en la que se afirma que la tierra para fabricar tejas y rejolas que dos obreros hacen para el herrero Francisco Lasierra será llevada por carretas tiradas por bueyes desde un campo de Jerónimo Burro en el camino de Quicena, por Juan Novillas, que si falla deberá pagar el salario de los obreros; si quien falla es Lasierra, él recibirá de todos modos el pago de la carretada. Cuando Lope Medina afirma que la tierra de Huesca es apta para hacer piezas que puedan soportar el fuego quizás es que ha descubierto alguna partida en la que la arcilla sea de mejor calidad, pero, lamentablemente, no da información al respecto.

También tenemos datos sobre los precios de estos productos, que venían marcados, en el caso de los elaborados en Huesca, por el gremio; para los importados y los nuevos que aparecen en las capitulaciones con Medina es el Concejo quien los marca. Generalmente, el precio de tejas y rejolas nos viene indicado en las comandas que reciben los tejeros, a veces de gran volumen y que manifiestan una alta producción en algunos talleres. Por ejemplo, en 1545 Juan Prom contrata obra al navarro Sanmartín, nada menos que 70000 rejolas y 30000 tejas, para las que Prom pondrá la arena y la tierra, así como el cocedero; quizás por eso el precio que se paga a Sanmartín parece muy bajo: 8 sueldos por 1000 rejolas y 12 sueldos por 1000 tejas. En noviembre de 1552 Martín de Falces encarga a los cantareros Vicente y Pedro Alamén 8000 rejolas, de las que se habrán de entregar 2000 en abril y 6000 en mayo, lo que da idea de la alta productividad, ya que en un mes se hacen 6000 piezas, una media de más de 200 diarias, pues no es de creer que los domingos trabajasen debido a la propia reglamentación gremial. El precio que se pagará es de 52 sueldos el millar. En 1568 el hospital de la Esperanza paga a 58 sueldos el millar de rejolas al tejero Juan de Moros; se le encargan 5000 rejolas y 40 cahíces de calcina, de la que no se pone el precio. EL TRABAJO Y LA ECONOMÍA

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En 1572 el notario Juan Canales encarga a Francisco Ezcandar 8000 rejolas a 48 sueldos el millar. En enero de 1583 Ramiro Lasierra, tejero, se compromete a servir a Esteban del Conto, rejolero, hasta Todos los Santos próximo; hará todas las tejas y rejolas que Esteban le pida, a 10 sueldos el millar de tejas y a 9,5 sueldos el millar de rejolas, y le dará la paja, piedra y materia para cada hornada; podrá hacerse una hornada para él. Como puede comprobarse, la diferencia de precios es notable de un contrato a otro, sin que podamos encontrar explicación. Como hemos visto, hay comandas importantes por el número de piezas encargadas. Aparte de las mencionadas, destacan algunas más en las que no se hace constar el precio, como las 4000 rejolas y 2000 tejas que hace Pedro de Huesca al mercader Francisco Felices en 1534, las 6000 rejolas que hace Vicente Alamén al fustero Miguel de Artiga en 1546 y las 4000 rejolas y 1000 tejas que encarga Miguel de Senés a Juan de Moros en 1566. Que sepamos, los encargos se cumplían, porque solo nos hemos encontrado con un litigio en 1579 por incumplimiento de una contrata de 1573; se trata del pleito puesto ante el justicia de Huesca por el notario Juan Jordán contra Francisco Ezcandar y Gaspar Batalanau, a quienes había encargado 1500 tejas y 1000 rejolas, y posiblemente habría adelantado algo de dinero, porque finalmente son embargados los bienes que habían puesto como fianza: unas casas con obrador en la calle del Medio a Ezcandar y unos campos en los Tierços y una casa a Batalanau en el barrio de San Martín. Posiblemente las piezas no llegaron a hacerse por la muerte de Ezcandar, porque en 1575 su mujer, Agustina Prom, se declara su viuda; en cuanto a Batalanau, se sabe que en 1573 su mujer, Gracia Ezcandar, se ve obligada a vender tierras por una necesidad, acaso relacionada con este litigio.

En cuanto a los precios de la cantarería y de la loza hay bastante información, aunque toda ella tardía. Los primeros datos son de 1582: es un contrato de cantarería que hace Elena Garasa a Lope Medina, consistente en una hornada de vajilla, cántaros y otras piezas; los cántaros costarán a 6 dineros, los medios cántaros a 3, las botijas a 2 y los cantaricos a 1 dinero. Si no los puede vender se los ha de quedar Lope al mismo precio; como garantía, Medina reconoce tener comanda de 240 sueldos de Garasa. En 1600 Mateo de Arayco se obliga con el cantarero Lope Medina a darle toda su obra durante un año, como ya vimos; los precios son marcados por el gremio: cántaros a 6 dineros, cántaros pequeños a 3, botijas grandes a 4, botijas pequeñas a 18 dineros la docena y cantaritos a 18 dineros la docena. En las capitulaciones firmadas por Medina con el Concejo en 1605, los precios que marca la Ciudad son: cazuelos pequeños a 2 dineros, cazuelos de cuatro escudillas a 3, ollas pequeñas a 8, ollas medianas a medio real, ollas grandes a 1 real, cazuelas pequeñas a 3 dineros, cazuelas medianas a 8 dineros, cazuelas grandes a medio real, cazuelas de a cántaro a 1 real, platos de juego a 6 dineros, platos medianos a 10, platos grandes a 14, «escoltetas» a 16, cazuelas «gragoneras» (no se puede leer el precio), cazuelas pequeñas a 8 dineros, cazuelas grandes a medio real y cazuelas de a cántaro a 1 real. En cuanto a la loza importada llamada «de Málaga», cuya exclusiva de importación y venta concede la Ciudad a Martín Marruecos, trompeta de la Ciudad, se dice que es vajilla blan-

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ca pintada y que habrá de respetar escrupulosamente los precios de todaslas piezas, cuya relación ya se hizo anteriormente y que traemos aquí de nuevo: doce platillos blancos, 4 sueldos; doce platos de Málaga, 5 sueldos; doce escudellas delgadas, 3 sueldos; dos escudellas recias, 2 sueldos; doce platos de eses, 3 sueldos; doce escudellas azules y porcelana, 3 sueldos; un plato mediano blanco de Málaga, 8 dineros; una griala «de hacer arnido» (?), 1 sueldo; una griala azul pequeña, 6 dineros; un jarro de Málaga para aguamanos, 2 sueldos, y una cantarica blanca pequeña, 8 dineros.

Los tejeros y alfareros conversos documentados166 sonMiguel Farax (1527), Lope Burro (1528), Jerónimo de Huesca (1530), Juan deHuesca (1530), Pedro de Huesca (1530), Martín Mediano (?) (1530), Amador y Juan Tillero (1530), Francisco Ezcandar (1543), Juan Romero (?) (1544), Juan Tillero mayor (hasta 1544), Juan Conte (?) (1545), Juan Navarro (1545),167 Juan de Sanmartín (?) (1545), Felipe Tillero mayor (1546), Pedro Alamén (1549), Jaime de Moros (1554), Vicente Alamén (1557), Amador Prom (1563), Felipe Tillero menor (1560), Felipede Mora (1561), Gaspar de Codo (1561), Juan Codo (1561), Juan Tillero menor (1562), Juan Prom mayor (1563), Domingo Anzul (1564), Miguel de Molinos (?) (1564), Diego de Araus o Arayco (1565), Agustín Ezcandar (1565), Juan de Moros (1566), Juan Ezcandar (1567), Pedro Canisago (?) (1570), Pedro Prom (1570), Francisco Albaco (1572), Gabriel Zuliani (1572), Gaspar Batalanau (1574), Francisco Cuéllar (hasta 1574), Juan y Lope Medina (1574), Jerónimo Burro mayor (1575), Miguel Codo (1575), Juan de Pina (?) (1578), Domingo Enzala (1581), Esteban del Conto (1583), Ramiro Lasierra (1583), RamónSierra (?) (1583), Jerónimo Amarçala (1584), Jerónimo Codo (1587), Juan Gurrea (1588), Juan Prom menor (1588), Gaspar de Moros (1589), Ramón Codo (1597), Domingo Oncino menor (1598), Mateo de Arayco (1600), José Codo (1600), Juan Campos (1602), Alexandre Moçot (1603) y Gabriel Medina (1606). Tenemos noticias de las defunciones de dos cantareros sin apellidos: Juan, en 1570, y Gabriel, en 1574.

Por lo que respecta al nivel cultural, el de los cantareros era inferior al de otros trabajadores; de hecho, había menos alfabetos proporcionalmente que en otros gremios. De todos modos, no faltaban las gentes que sabían escribir: tenemos la seguridad de que Amador Tillero, Domingo Enzala, Jerónimo Codo, Lope Medina y José Codo sabían escribir, pero es probable que otros también tuvieran conocimientos mínimos de escritura y cálculo, aunque no nos quede constancia documental.

ZAPATEROS Y CERDONES

Desde tiempos inmemoriales el gremio de curtidores, cerdones y zapateros tiene una importancia capital en el panorama oscense. Los moros ocupan en él un

166. No se incluye a los aprendices; los señalados con (?) podrían ser cristianos. Para los que aparecen documentados en más de una ocasión se pone solo una fecha a título indicativo.

167. La única referencia que tenemos de él es su comparecencia ante el justicia el 16 de marzo de 1545, donde se dice que es rejolero. Su homónimo, muy documentado, es espartañero.

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lugar destacado y, con toda seguridad, eran buenos en su oficio, porque la competencia de los zapateros mudéjares con los cristianos es notable.168 Ahora los vemos integrados en la cofradía del gremio desde el principio; ya hablamos de Juan de la Morería y Pedro Cigüeño como miembros activos del capítulo de la cofradía de Santa Ana de los zapateros. La fidelidad al gremio la hemos visto en 1564 en Francisco Junez, criado del maestro zapatero Juan Cigüeño y aspirante a hacer el examen para acceder al grado de maestro. El poder de producción del gremio parece ser considerable, y sin duda el producto se comercializa por todo el país: no de otra manera hay que valorar los cincuenta procuradores, moros y cristianos, que tiene en 1545 Jerónimo Alfarrán, quien goza, como ya se vio, de franquicias de la Ciudad para facilitar el comercio, y posiblemente estemos, junto con la metalurgia, ante uno de los ramos que más pudo exportar. Solo tenemos una noticia de las tenerías, que es de suponer que continuaban alejadas del centro, en la zona que aún hoy lleva ese nombre, cerca de la acequia de Almériz; es un documento de 1553 en el que el prior de Jurados, Alonso Cortés, recibe el informe y tasación que Domingo Almaçor y Miguel de Isué han hecho de las tenerías de Lorenzo Casabona, zapatero, y de Domingo y Pedro Bibiot. Casabona aparece citado como zapatero en 1546, de manera que es posible que estemos ante el único zapatero morisco que tuviera una tenería, aunque cuesta creerlo y seguramente serían más, a pesar de la falta de documentación. Especialmente, la tendrían los mencionados como cerdones, que eran, más que zapateros, curtidores y guarnicioneros; las únicas referencias que tenemos sobre ellos son muy tempranas, de 1531 (Pedro Cigüeño) y 1545 (Lope de Urramén o Aburramén), y sabemos que ambos eran también zapateros, como ocurre con Casabona. Asimismo nos consta la compra de corambre por Pedro Cigüeño, de manera que se puede aventurar que llevaría a cabo el curtido y preparado de las pieles; en 1530 alquila la corambre cabruna y el sebo169 de la villa de Adahuesca desde el mes de octubre hasta marzo de 1531 y paga por ello 400 sueldos. En 1581 es el cantarero Jerónimo Burro quien arrienda por un año la corambre del ganado cabruno que se produzca en Fañanás y Alcalá del Obispo, por lo que paga solamente 130 sueldos. Cuando en 1610 Juan Cigüeño, zapatero, vende un mirador con obrador en el Campo del Toro al hospital de la Esperanza, por 4000 sueldos, nos está dando la pista de que se trataba no solo del taller de zapatería, sino de una tenería, ya que allí se localizaban, más aún si tenemos en cuenta que lo había comprado en 1607 por el mismo precio a los pellixeros Juan y Lorenzo Ezquerra. El elevado precio obliga a pensar en un taller grande, conla tenería al lado, y si lo vende es porque ha de saldar deudas y, quizás, porque se deshace del patrimonio ante la inminente expulsión. No hay ni una sola referencia más en toda la documentación sobre talleres de curtido, pero cuesta creer que no fueran más abundantes de lo que la documentación deja entrever.

168. Véase Conte (1992).

169. El sebo era un producto de gran valor en la cocina tradicional andalusí, como grasa para cocinar, hacer dulces y también alhale

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La pobreza de datos que tenemos sobre los obradores de zapateros, guarnicioneros y correeros es total: conocemos sus nombres, dónde vivían y las tierras que tenían, pero casi nada sobre su trabajo, salvo lo ya expuesto, a lo que cabría añadir la relación entre el zapatero oscense Juan Cigüeño y el correero de Reus Francisco Oriol, quien en 1579 da una comanda de 1040 sueldos a aquel, quizás como garantía de algún encargo de cuero o de zapatos. También hemos visto algunos aprendices de zapatero, especialmente con miembros de la familia Cigüeño, pero poco más. Por no tener no tenemos ni siquiera comandas dignas de reseñar, aparte de la ya señalada y la que en 1552 recibe Jerónimo Alfarrán de María Marguán, viuda del también zapatero Pedro Cigüeño, de 2600 sueldos, pero no hay información sobre la misma.

Pero, si la pobreza de datos nos impide hacer una aproximación a lo que pudo ser el trabajo de este gremio, hay, por fortuna, un documento realmente notable en el que hallamos datos de gran interés: se trata del inventario del zapatero Lope de Urramén o Aburramén, fallecido en octubre de 1541, en el que se recoge todo cuanto había en la casa, en el obrador y en la tienda en el momento de su fallecimiento, de manera que un solo documento nos aporta información suficiente para intuir qué tipo de trabajo realizaban los zapateros oscenses a mediados del siglo XVI; una joya documental que vamos a ver detenidamente, porque nos retrata minuciosamente el obrador, la botiga y los almacenes, así como los tipos de zapatos que imponían la moda y las necesidades del momento.

La casa de Urramén estaba en la calle San Martín y era grande; tenía un porche, el obrador, la tienda, cinco cámaras, un mirador, una cocina y una cocinilla, un corral, establo y dos palacios o cubiertos. Repartidos por toda la casa aparecen útiles de trabajo y piezas de cuero y zapatos ya hechos; reuniendo esas piezas nos encontramos útiles de trabajo y muebles, materiales y zapatos:

Útiles de trabajo y muebles. En una cámara hay dos pares de tijeras, dos cuchillas, un punzón, un descarnador y «espinzetas», media docena de agujas zapateras, trece aleznas, cuatro fierros de «juradero». En la botiga, armarios, cuatro banquetas de madera, un tablero de cortar, dos capazos de palma, tres piedras de amolar, siete almoflates pequeños y grandes, dos pares de tijeras, una maceta, un boj, un «juego de hierros del oficio» consistente en veintidós sierras y dos aleznas, once fierros de rayar, ciento sesenta y dos pares de formas, unas «mordaças de fusta» y una regla, una raspa, un cuchillo de cortar cuero, un cazuelón de hacer postas y dos libros de «receptas», uno de cien piezas (hojas) en el que hay trescientas (recetas) y otro de cuarenta hojas entre blancas y escritas. En la cuarta cámara hay una tabla de zapatero. En el porche, una tabla de cortar zapatos, una raspa de fierro y una palanca con un masero de piel. En un palacio, un cuchillo y diez «enformas» u hormas. En otro palacio, junto al establo, dos tablas de cortar, una piedra de amolar, nueve pares de «enformas», unos pares de formas y un par de formas de chapines.

Materiales. En una cámara hay unas franjas de filodiz y seda, y quince manojicos pequeños de seda de colores. En la segunda cámara, seis cordobanes tapetados, diez cordobanes negros, dos badanas blancas, un cordobán colorado, diez badanas blancas, seis cordobanes blancos embescados, dos cordobanes blancos, dos badanas negras, una badana blanca y cuatro badanas naranjadas. En la quinta cámara, 25

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libras de seda dura «en jubillos». En un palacio, cinco docenas y siete badanas de forrar. En otro palacio, junto al establo, unos pedazos de correaje adobado y dieciocho piezas de correa para cortar. En la botiga, dos cueros de cordobán, un cordobán, una badana blanca, un cordobán negro tapetado, unos retallos de cordobán. En la quinta cámara, 9 libras y 3 onzas de lino, 10,5 libras de seda dura en madejas, 9 libras de «cañimo» por hilar, 14 onzas de lino, 5,5 libras de seda dura para coser, 27 libras de lino en manojos.

Zapatos. En la segunda cámara, un par de chapines y un par de pantuflas. En un palacio, veintiún pares de pantuflas de diversos colores, once pares de chapines de varios colores y cinco pares de zapatos chapines. En la botiga, treinta y dos pares de zapatos de mujer bermejos y veinticuatro pares de zapatos de hombre de una suela; en armarios, cinco pares de zapatos de hombre de dos suelas, un par de pantuflas, dieciséis pares de zapatos de mujer blancos y colorados, quince pares de zapatos de hombre de una suela, un par de zapatos empezados de una suela, tres pares de «empeñas de flor»,170 cinco pares de zapatos blancos de mujer, un par de zapatos españoles, un par de chapines tapetados, dos pares de botas (unas blancas embescadas y otras negras de Córdoba), dos pares de borceguíes, dos pares de chapines, un par de pantuflas, dos pares de zapatos chapines, un par de botas de cordobán, un par de estivales tapetados, un par de estivales de badana de una suela y un par de borceguíes de badana.

Como se ha podido observar, el documento nos permite reconstruir perfectamente el taller y la botiga de un zapatero, que, por lo que el inventario delata, producía bastantes zapatos y de todo tipo siguiendo los modelos que tenía en sus libros de recetas, más de trescientos modelos, por lo que dice. La elevadísima cantidad de hormas indica también una gran variedad de tamaños y formas. Posiblemente este obrador no diferiría de los de los otros artesanos del momento; los inventarios estudiados nos demuestran que los tipos de zapatos usados no eran distintos a los aquí relacionados, aunque puedan aparecer matices: por ejemplo, en el inventario de Gracia Gali (1564) se habla de unos chapines de viuda de paño negro y un par de chapines de brocado, igual que en el inventario de Violante Xavierre, mujer de Domingo Almaçor (1590); Martín del Rey tenía en su casa zapatos de hombre y de mujer, chapines brocados, chapines de cuero y unas zapatuelas (1555); José Codo tenía en 1607 en su casa unos borceguíes, pero también alpargatas valencianas —obra de los espartañeros, de los que se hablará más adelante—, que con toda seguridad sería el calzado más usual entre las clases populares. Por el contrario, las clases ricas tenían muchas y diversas clases de calzado, como se ve en el inventario de los Çafar de 1582 mandado hacer por la Inquisición, en el que se citan numerosos tipos de calzado, algunos con toda seguridad importados, como los zapatos valencianos labrados; aparecen botas grandes, dos pares de botas de vaca, tres pares de calzado de aguja negros y blancos, estivales negros de cordobán, abarcas (citadas también en el inventario de Tillero de 1544), chinelas, zapatillas blancas, chapines, numerosos pares de zapatos y de estivales y hasta calzado para niño: unos «estivalicos de nino».

170. Adornos en forma de flor para el empeine del zapato.

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Muchos de esos calzados debieron de salir de los talleres oscenses, no muy numerosos pero, como hemos visto ampliamente, con una gran producción, la cual explicaría la exportación de calzado que, según se ha comentado ya, parece que hacia 1545 controla Jerónimo Alfarrán con su cincuentena de procuradores. Relacionados con el calzado aparecen los trabajadores del esparto, mencionados como sogueros y espartañeros, apenas presentes en la ciudad, hasta el extremo de que se hace obligatorio pensar que los derivados del esparto (sogas y similares, esteras, espuertas y esportones, capazos y alpargatas), imprescindibles en aquella época, o eran producidos por cristianos o llegaban de fuera de la ciudad, quizás de la propia comarca, rica en esparto, aunque ya hemos visto antes unas alpargatas valencianas. Solo conocemos a cinco trabajadores de este sector, y uno, Jerónimo Alfarrán, emigrado durante varios años a Torrellas (documentado entre 1579 y 1590); junto a él sabemos de los espartañeros Juan Navarro (1563), Miguel Moscabida, inmigrante casado con una oscense, espartañero y soguero (1577); Juan de Naval, soguero, que tiene una tienda adosada al muro de piedra en el Coso, en la Cruz de San Martín, por la que paga los albacares (1596), y Francisco Xalón, también inmigrante casado en Huesca (1598).

Los zapateros documentados171 son Pedro Cigüeño (1528), Lope Castellano (1539, muerto ya en 1546), Lope de Urramén o Aburramén, alias Castellano (muere en 1541), Juan de Huesca (muerto antes de 1543), Felipe Castellano, alias Urramén (1544), Agustín Ezcandar (1550 muere en 1564), Jerónimo Alfarrán (1545), Lorenzo Casabona (1546), Jerónimo del Ala (1555), Jerónimo Alfanaquí (1564), Juan Cigüeño (1564 ya muerto en 1577), José de Urramén o Aburramén (1574), Juan Cigüeño menor (1579), Miguel de Morón (?) (1579), Juan Navarro (1588), Jerónimo Alamén (1592)172 y Martín Codo (1600).

LA CONSTRUCCIÓN: OBREROS DE VILLA O DE CASAS Y FUSTEROS

Tradicionalmente se ha considerado que la comunidad mudéjar estaba especializada en la construcción, pero en el caso de Huesca fue siempre una profesión no mayoritaria. Los fusteros y los obreros de casas moriscos son frecuentes en la documentación, pero no tanto como los trabajadores del metal o de la alfarería y la tejería. De hecho, es bien sabido que muchos de los constructores que anduvieron por las tierras del Alto Aragón en el siglo XVI, con una actividad febril visible en las numerosas iglesias, obras públicas (puentes, canales, acueductos), molinos y construcciones civiles (palacios y ayuntamientos) que se levantan a lo largo de la centuria son en su mayoría cristianos aragoneses y otros procedentes de muy diversos lugares, pero frecuentemente de las tierras navarras y vascongadas. Así, algunas de las obras importantes que hacen miembros de la comuni-

171. Se indica la fecha de la primera cita y, si se sabe la fecha de su muerte, también. Los marcados con (?) no es seguro que sean moriscos.

172. En este año, el 10 de agosto, comparece ante el justicia junto con los zapateros cristianos Cosme de Biarne y Antón Nasarre para firmar paz y tregua con Domingo Allué y Domingo Ferrán, de lo que se deduce que trabajaba con los zapateros cristianos, acaso asociados.

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dad morisca en sus casas las encargan a obreros cristianos, por ejemplo la remodelación de la vivienda del cantarero Juan Codo, que en 1566 encarga las obras a Juan Fortanet. Ya hemos hecho mención a la cofradía de fusteros, obreros de villa y torneros y a los aprendices y mozos, llegados algunos desde puntos muy alejados, que acudían a los buenos maestros de casas moriscos. De todos modos, no se han conservado muchos contratos de obras y, curiosamente, los más importantes vienen de instituciones religiosas (el Obispado y el monasterio de Casbas), de la Ciudad y de la Universidad, además de del señor de Argavieso, Juan de Gurrea, de quien sabemos que en 1553 paga a Francisco Almaçor 1000 de los 3000 sueldos que le debe por las obras que ha de hacer en su castillo, pero cuyas capitulaciones no se han conservado. No deja de ser significativo que los estamentos más poderosos acudieran a los constructores moriscos, y eso por dos motivos: porque reconocían su valía y porque es una prueba de que no había prejuicios contra la minoría, aunque quizás valga la pena señalar que todos estos encargos se dan en la primera mitad del siglo XVI, antes de que la Inquisición comenzase el acoso contra los nuevos convertidos. De algunos de estos trabajos se habló en el momento de tratar la integración de los moriscos y sus relaciones con la Iglesia y el municipio; de todos modos, para poder dar unas pinceladas sobre las técnicas de construcción y los materiales estudiaremos detenidamente alguno de ellos un poco más adelante.

¿Con qué materiales trabajaban estos maestros? Los documentos nos hablan de rejola, adobe, ladrillo, piedra, madera, maderos, aljez, calcina y arena. Casi todos ellos se producían en Huesca, pero la madera y el yeso eran importados, toda vez que en Huesca no los había. Tenemos noticia de una cantera en Alcoraz propiedad de Juan Almaçor —a la sazón un joven constructor menor de veinte años—, que la vende en 1562 junto con gran parte de su patrimonio. Hay algunos documentos muy interesantes sobre la compra de madera para la construcción relacionados con los moriscos. El primero es de 1558 y en él vemos al mercader Juan Compañero comprando en Rasal 1000 fustes y 60 docenas de palos de entre 16 y 18 palmos que el vendedor, Juan Estallo, deberá bajar hasta Murillo de Gállego en navatas por el río, y de ahí transportarlos a Huesca; adelanta 1818 sueldos, 1 cahíz de trigo y 1 cahíz de mestura,173 y se garantizan como mínimo 2000 sueldos, aunque el precio lo pondrán unos peritos. El destino concreto de todos estos maderos no sabemos cuál fue, pero está claro que a él recurrirían los constructores, como también a los Çafar, que por sus inventarios sabemos que tenían maderos en depósito, como veremos. A veces son los maestros de obra los que se encargan directamente de la compra de los maderos; al menos sabemos que en 1570 Domingo Almaçor compra a Miguel de Echo, de Agüero, 100 fustes por 1000 sueldos, que deberá depositar en el corral de Luis Gómez y en los conventos de franciscanos y de predicadores, quizás porque allí estaba haciendo obras. Por último, en 1580 Ferrando Çafar mayor vende 300 fustes a los predi-

173. Mestura en aragonés es trigo mezclado con centeno o con hordio.

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cadores a un precio algo superior, 13 sueldos por fuste, y, como antes decíamos, en los inventarios aparecen 319 maderos almacenados. En cuanto al yeso, Domingo Almaçor llega en 1553 a un acuerdo con varios hombres de Tardienta para la compra de todo el aljez que necesite a 4 dineros y 1 miaja el cahíz. Sin duda, el yeso que se consumiera en la ciudad llegaría desde los pueblos monegrinos, donde el mineral aflora, es de fácil extracción y de excelente calidad, como lo demuestra la supervivencia de su elaboración en algún lugar hasta mediados del siglo XX. Los documentos nos hablan de aljez de diversas calidades y tipos, destacando el cernido o de porgadero, muy fino y usado para suelos y para enlucir (espalmar) las paredes. Para transportar dentro de la ciudad los materiales y las herramientas, obligatoriamente habrían de tener caballerías, aunque solo lo sabemos de Francisco Gali (1541). No nos consta ningún picapedrero en los talleres de los maestros de casas conversos, pero es difícil creer que no los hubiese; sí sabemos, sin embargo, que a la hora de agrandar un pozo en uno de sus huertos, Ferrando Çafar, en 1568, encarga que lo haga un picapedrero no morisco, o al menos no morisco oscense: Juan de Novilla.

Losfusteros y maestros de casas documentados no son muchos. Hay un fustero, Martín Alfarrán (1544), y algunos obreros de villa o de casas: Jaime Alfarrán, antes Brahem (1527), Lope de Gurrea (1530, muerto hacia 1563), Juan Burro (1537),174 Juan Gali y Francisco Gali (1541),175 Domingo Almaçor (1546),176 Francisco Almaçor (1553), Juan Almaçor (1564) y Jerónimo Gali (1567).

Pocos, como se puede observar, especialmente teniendo en consideración el desarrollo de la ciudad. La falta de especialistas facilitó la llegada de maestros de casas y canteros de toda España y de Francia. Y además de ser escasos, puede observarse que entre dos familias, los Gali y los Almaçor, suman más de la mitad.

¿Cómo trabajaban estos maestros? A modo de ejemplo nos detendremos en las capitulaciones que hacen con el Concejo, el Obispado, la Universidad y el monasterio de Casbas, por ser mucho más completas, aunque no falten otros contratos de obra de menor importancia que no son despreciar, por ejemplo el que firman Domingo y Juan Almaçor con el infanzón Martín de Larraga (1567),al queharán en sus casas una pared, una escalera y el suelo y recibirán como pago el uso por cuatro años de casa, era, pajar, huertos, tierras y plantero, pero deberán dar a Larraga 16 cahíces de trigo anuales, además de reparar acequias y pagar los impuestos y treudos. Y si este documento es mencionado especialmente se debe a que se trata de un ejemplo de cómo los artesanos y gentes de otras profesiones suelen tener la agricultura como actividad secundaria.

Pero retomemos los casos anunciados siguiendo un orden cronológico. Hay que hacer notar que hemos mantenido toda la terminología que aparece en la docu-

174. Este también ejerce el comercio, y para mercadear nombra a once procuradores en Huesca, Barbastro y Zaragoza.

175. Originarios de Zaragoza.

176. También procedente de Zaragoza, se instala definitivamente en Huesca.

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mentación en lengua aragonesa, con la clara intención de contribuir al estudio, no solo de la lengua, sino de los términos arquitectónicos en el Aragón del siglo XVI,y convencidos de que el lector no tendrá problemas a la hora de comprenderla.

En 1541 Juan Gali y Francisco Gali, obreros de villa, firman unas capitulaciones con la Ciudad para hacer obras en la cárcel por valor de 2800 sueldos, obligándose Juan, Francisco y la mujer de este177 con una comanda de garantía del mismo valor. Las obras nos descubren aspectos del viejo ayuntamiento, cárcel y colegio (¿de Santiago?), de modo que el documento tiene el interés añadido de reflejar datos de la antigua Casa de la Ciudad, concretamente la cárcel, sala del Concejo y el archivo. Gali se obliga a hacer una cámara sobre la entrada de la casa de la cárcel hasta el huerto que está junto a «la retreta donde se tiene el concejo». La cámara ha de tener el suelo de vueltas de aljez y rejola y los fustes deben ser redondos; el suelo ha de permitir que por debajo de él quede libre la entrada de la cárcel desde el huerto, y los fustes han de tener tres manos y media de gruesos; los suelos han de ser lavados y espalmados; la cubierta de la cámara será como la de la casa del arcediano; se hará también una pared hasta el huerto con la anchura de la cámara y la cara que da al huerto se fabricará de argamasa, y por la parte de dentro hasta el primer suelo será de piedra y argamasa; las aberturas llevarán rejas y la cubierta de teja tendrá un rafe; dentro de la sala se hará una chimenea de teja y rejola con paredes espalmadas, y armarios con sus puertas en toda la sala y una ventana grande labrada de dos caras con sus puertas y banquetes de madera, y todo alrededor de la cámara se debe hacer bancos y guarnición de paredes y el suelo de fusta igual al que hay en «la retreta donde se tiene el concejo», a la que se hará una puerta de acceso. En un segundo punto se dice que se construirá un pilar de piedra que reciba de medio a medio el arco que recibe la pared del argiu (archivo) y se ha de socalzar los costados de dicho arco para que sea seguro. Sobre dicho arco, desde la mitad del arco hasta la pared de la Casa de la Ciudad, se ha de hacer otra cámara, a la que se accederá desde la que está sobre la cárcel; tendrá la cámara dos pilares de fustes redondos y revoltón (rebozo) de aljez, y con vueltas de 2,5 palmos de ancho y los suelos y paredes espalmados, y se hará una ventana que salga a la luna de la cárcel, y a la cámara se accederá por la escalera. En un tercer apartado se dice que se levantará una pared de tierra con su larez desde la casa del colegio a la pared del archivo, y que desde la pared «enta dentro» hacia el colegio se hará «un fondo baxo» con su larez de piedra y puertas; sobre dicho fondo habrá una cámara oscura para detener presos, con suelos bajos de fustes redondos y aljez, y las paredes y sueldos espalmados, y sobre la cámara, una cubierta de rechola, bardo y teja; y desde la pared de fondo hasta la otra parte del archivo se ha de hacer otra tapia de tierra, con puerta; y sobre el fondo otra chimenea muy buena orientada hacia la plaza, y desde la chimenea hasta la calle de la plaza, cuanto tiene la pared de la escalera de la cárcel hasta el colegio, se hará una sala que será de fus-

177. Se apellidaba Oncino, pero no consta el nombre.

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tes redondos de tres manos y media de ancho, y la pared se ha de levantar desde el suelo hasta la mitad de rejola con un pilar que la mantenga; todas las paredes estarán espalmadas de aljez, y sobre la sala hará una cubierta de palo, bardo de biel y tejas, de manera que entre la altaria de la sala y la de la dicha falsa cubierta suban tanto como ahora sube el tejado del archivo de la Ciudad, y tenga la sala su puerta y ventana. Otro punto recoge la obligación de hacer sobre la cubierta del archivo otro solar o cubierta muy buena de fustes cuadrados y bocelados y vueltas de aljez y rejola de 2,5 palmos de ancho, así como la decerrar las rendijas que hay en el archivo, y desde la ventana delantera de la sala mayor de la Casa de la Ciudad hasta la pared se obliga a hacer otra solera que cubra todo el espacio del archivo con rejola. En otro punto posterior se hace constar que se hará «una necesaria» para los señores oficiales.

La obra, firmada en marzo, deberá estar concluida en junio, y por ella se pagarán 2800 sueldos. Como garantía, los Gali ponen sus bienes, especialmente sus casas en el barrio de San Martín.

Estos son los aspectos fundamentales del documento, en el que vemos materiales y técnicas de construcción que se repetirán en otras capitulaciones que trataremos, evitando aquellos elementos que aparecen en este. Aquí se habla de medidas en palmos (de vara, se entiende), pero también se miden las dimensiones de la obra por «filos» (hiladas) de piedra o rejola, tal como se recoge en un pleito de Domingo Almaçor ante el justicia de Huesca de 1576, en la que se menciona una obra de 171 filos a 5 sueldos el filo, y 60 filos de piedra a 14 sueldos el filo. En la obra que vamos a estudiar a continuación se habla de «quadrados» y «quadrados de piedra», como veremos.

Retomando las capitulaciones arriba dichas, en mayo de 1543 Francisco Gali firma una obra con el Estudio General que ha de concluirse antes de San Juan. Es una obra menor, pero no por ello menos interesante. Se trata de una reforma en el mirador que tiene el Estudio General en el Campo del Estudio; firman los obreros de la Universidad Mateo Gibelli y Miguel Sanz, y paga el tesorero Beltrán Jiménez. Los materiales de construcción son prácticamente los mismos que en el documento anterior: aljez, rejola, fustes redondos, fustes bocelados, fusticos, adobas, calcina, tejas, fusta, arena, «quadrados» y «quadrados labrados», etcétera. La obra consiste en una cubierta sostenida por fustes cuadrados y otros bocelados, un suelo de aljez, muros espalmados en la sala baja con canceles encima de la escalera, que será de rejola y aljez, una escalera para subir a la segunda sala que llevará «paño y barrotes». Se obliga a hacer todos los pilares de rejola y aljez bien «alacetados» sobre lo más firme y seguro «de las tapias que agora son». La última cubierta será para techar las aguas con buena teja, a dos vertientes. La sala superior se cerrará con adobes y se hará un antepecho de rejola bien espalmado por dentro y por fuera; de ahí el nombre de mirador. Por toda la obra Gali recibirá 300 sueldos, y 3,5 sueldos más por cada «quadrado» labrado.

De marzo de 1547 es uno de los documentos más interesantes que tenemos, especialmente por la importancia del contratante, el monasterio de Casbas, y por la obra en sí, perfectamente descrita y que en parte ha llegado hasta nuestros días. EL TRABAJO Y

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Coro bajo (siglo XVI) del monasterio cisterciense de Casbas, en el que se conserva íntegramente el suelo que en 1547 «enrejoló» Domingo Almaçor, al tiempo que llevaba a cabo la construcción de un nuevo refectorio. (Foto: Fernando Alvira Lizano)

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La hará el maestro Domingo Almaçor. Hay además un aspecto que nos interesa especialmente, y es la aparición del gusto por las formas renacenistas, manifestado en más de una ocasión al hablar del estilo «romano»; estamos en el momento pleno del Renacimiento en Huesca y de la moda no se escapan ni unas monjas de clausura ni los maestros de tradición mudéjar. El volumen de la obra queda manifiesto por los 9500 sueldos que cuesta y por la necesidad que tiene Almaçor de recurrir al maestro fustero Salvador Marañón, que habrá de hacer veintidós cuarentenes labrados de dos boceles a los cantos y uno en medio, medios cuarentenes con sus boceles y regatas y los fustes que sean necesarios en la obra, además de toda la madera precisa para cubrir con un respaldo tres paredes del refectorio, cada una de 36 palmos de largo, de fusta bocelada, de 8 palmos de alto por encima del banco, y sobre el respaldo una cornisa de molduras labradas «al romano»; todo el suelo será entablado y encima habrá cuairones de madera, y sobre todo ello se hará los bancos alrededor de la sala, y delante de los bancos, las mesas de pino labradas y «adrezadas con sus pilaricos»; también una puerta para el refectorio labrada «al romano» y una ventana valenciana para la cocina del refectorio. Almaçor habrá de darle la madera serrada y los clavos al maestro carpintero. Marañón irá al monasterio con sus criados para hacer la obra, que se entregará antes del 3 de mayo próximo, por la que recibirá de Almaçor 700 sueldos. La obra que ha de hacer Almaçor es un refectorio de invierno sobre el que hasta entonces tenía el monasterio para el verano, según acuerda con la abadesa, doña Beatriz Díez de Aux. Tendrá que quitar la cubierta del comedor existente, sacar toda la fusta, teja, puentes cuadrados y fojas y todo el resto de la cubierta, y rebajar las paredes que están molidas. Hará doce pilares de rejola y «los alacez» de piedra del fundamento hasta el primer suelo «del refitorio» alto de invierno. Los pilares serán seis en cada parte y tendrán el grosor de la pared, que es de rejola y media, y de ancho dos rejolas y media; los pilares recibirán los puentes del primer suelo del comedor, y serán espalmados y lavados. Deberá guardar los respaldos que hay en el comedor bajo y si los rompe deberá reponerlos a su costa. Sobre el refectorio actual ha de hacer otro, de manera que sobre los doce pilares dichos construirá otros doce de 24 palmos de alto, del mismo grosor y anchura que los inferiores, tanto los seis que dan a la claustra como los que dan al pozo, y serán de rejola; pondrá una suela de un palmo de alto alrededor de todas las paredes, lo que dará un resultado de 25 palmos de alto todo; sobre la suela se pondrán veintidós cuarentenes regularmente situados. Alrededor del refectorio hará sus atabaques con molduras como los de los fustes con boceles y copadas; sobre los atabaques, una cornisa y «una alquitrava» con sus molduras del romano; entre la cornisa y el alquitrabe quedará un friso de palmo y medio de ancho para escribir en él un letrero. Se lavarán y espalmarán las paredes y vueltas hasta los respaldos, y las vueltas se han de lavar de guix (yeso) del cedazo; en el suelo se han de poner los cairones y han de ser entablados por arriba, y entre cairón y cairón ha de haber 5 palmos y las tablas estarán bien enclavadas; sobre los cairones habrá una grada de un palmo, y sobre el entablado, unos bancos guarnecidos para sentarse las monjas, de madera, bocelados de junta en junta, con respaldo de 8 palmos de alto, y sobre el

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respaldo una cornisa de molduras, con un listón bocelado; se harán mesas de pino alrededor ante los respaldos; las ventanas se abrirán donde mejor parezca a la abadesa; el suelo será de aljez muy bien hecho.

Sobre el puente de la cocina alta hará una tisera rampante que cargará cerca de las paredes para que no carguen sobre la puente, y en medio pondrá una barra de hierro de grueso de una lanza delgada que bajará hasta la puente, y se echará una traba o clavija sobre la puente y otra sobre la tisera; se deshará la chimenea de abajo; y la chimenea nueva se hará ochavada con cuatro pechinas y subirán sus ocho ochavas toda la altura necesaria, no será humosa, será de dos falpas de rejola espalmada y lavada hasta abajo y desde el puente hasta la tisera, y de la tisera hasta la fusta de la cubierta, arriba en el refectorio se hará su antosta doble que cubra la tisera, que no se parezca a la del refectorio, y ha de hacerse su hogar de piedra y una ventana. Sobre la cubierta del refectorio se harán seis pilares en cada parte donde cargarán las tiseras y subirán los pilares de 14 palmos de alto de rejola y media, donde cargarán las puentes de las tiseras, los cuatro de las cantonadas de dos rejolas y media de grueso, que descansarán sobre fundamenta, y si no la hay, se hará; entre pilar y pilar habrá 20 palmos, y se pondrán sobre los pilares las puentes y las tiseras, y de tisera a tisera que haya medios fustes cuadrados todo alrededor, y sobre todo una suela en la que descargará el rafe, que saldrá tres filadas de rejola y dos de teja, tres dedos la rejola de salida y la teja cerca de un jeme. El tejado descargará en las tiseras y puentes y en él se levantará la chimenea.

La chimenea baja del convento se ha de deshacer, y ensanchar el cañón, y ha de elevarla todo lo que pueda, y para ello habrá de modificar una puerta que está en la cámara de la señora doña María Guedaria; la chimenea habrá de estar lavada de arriba abajo y no será humosa.

Toda la fusta la pondrá Almaçor, y es la que hemos ya descrito.

Además ha de hacer un púlpito de cinco ochavos con sus molduras y romano y sus candeleros por los ochavos del romano, cuya escalera irá la mitad dentro de la pared y la otra mitad fuera. Y terminan la capitulación diciendo que el coro bajo se ha de enrejolar con rejola cuadrada o tableros asentadas con argamasa y las juntas caboyadas con aljez igual al de la grada de piedra que está a la entrada de la iglesia.

En 1548, en enero y febrero, Domingo Almaçor firma sendas capitulaciones, la primera para una obra en el palacio episcopal y la segunda en casa del vicario general de la diócesis, lo que nos obliga a pensar que Almaçor trabaja con un equipo numeroso de albañiles. La primera obra es por valor de 4500 sueldos, y la segunda, de «100 ducados, digo 2200 sueldos».

En el palacio episcopal ha de construir una alcoba con una puerta con un pilar a cada lado hechos de rejola, de 9 palmos de ancho y 12 de alto, con un sobreportal; abrirá una ventana nueva y cerrará la vieja; levantará un respaldo hasta el nivel del primer suelo y un pilar de rejola; hará un puente con sus cabezales asentado en el respaldo hasta la pared, con fustes redondos cada 2 palmos para echar las vueltas para el primer suelo de la alcoba; se accederá por una

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escalera hasta la puerta, cuya guarnición pondrá el contratante —Juan Agustín, hermano del obispo—; pondrá un pilar en la cantonada donde la escalera que ha de medir dos rejolas de largo y una rejola de grueso de 14 palmos de alto; hará una cubierta con fustes cuadrados que estarán cada 2 palmos y medio, con sendos boceles a los lados y sus regatas para cargar las vueltas; hará una «jaminera» en la alcoba de 8 palmos de largo y 4 de salida, con su falda, que suba 4 palmos encima del tejado primero; sobre la alcoba hará una falsa cubierta con un rafe de teja y rejola de cinco filadas de salida, cuatro de rejola y una de teja, y sobre el tejado, fustes redondos de biel y palos y foja y tejas todo bien asentado, y ha de poner argamasa alrededor de las paredes; al final de la escalera ha de hacer una antosta desde el suelo primero hasta el segundo que cubra la escalera que responde a la alcoba, con su puerta y aro labrado por una cara; hará una ventana valenciana de 4,5 palmos de ancho por 6 de alto para dar «claredat», labrada por las dos caras; ha de labrar la chimenea con sus molduras del romano y ha de labrar la dicha alcoba con su aljez de cedazo, el suelo de aljez muy pulido, y ha de poner dos losas en el hogar; labrará la portalada de la alcoba con molduras del romano y encima un escudo con las armas de su señoría; hará un solanar en el mirador que sube por el caracol desde el pilar que está a mitad del mirador hasta la pared de levante, de 20 palmos de ancho por treinta de largo; abatirá el tejado y paredes para lograr las medidas concertadas hasta el primer suelo, con dos pilares de piedra, uno en cada cantonada, y otro en medio de 14 palmos de alto; sobre estos pilares pondrá maderos con sus cabezales cuadrados y sobre los maderos otros maderos que vayan al pilar central, a distancia cada madero de 2,5 palmos, con sus vueltas y los fustes bocelados y sus regatas; el mirador en la parte que da al fosal ha de tener 12 palmos de ancho y en la otra parte, que mira a San Agustín, tiene que haber un rafe que recorra todo el mirador de cinco filadas de salida de rejola, con fustes, palos y teja aprovechando en lo posible el material de derribo; habrá un antepecho en el mirador de balagostos de 5 palmos de alto con solera arriba y abajo donde se asienten los balagostos de pino muy bueno, y de balagosto a balagosto haya de vacío medio palmo, dedo más o menos; cubrirá su puente y cabezales de aljez de cedazo y lo labrará con sus ménsulas y molduras «al romano», y lavará las dichas vueltas y antosta del mirador con aljez de cedazo; hará una puerta para el mirador labrada de dos caras de 4 palmos y medio de ancho y nueve de alto; derribará el suelo de una estancia que está en el primer recibidor y lo hará nuevo de fustes con sus vueltas muy buenas de aljez y rejola y la distancia entre cada fuste sea de 2,5 palmos; se taparán los agujeros que hay en la estancia y la pared que da a la cocina se adobará muy bien; sobre esta estancia echará otro suelo tan alto como el tejado, con fustes cuadrados con sus boceles cada 2,5 palmos, y la espalmará, raerá y lavará con aljez de cedazo, además de hacer una puerta con su aro labrada de dos caras de 4,5 palmos de ancho y 9 de alto, y el suelo será de aljez polido. Toda la despoja será del maestro, que pondrá a su costa todo el material necesario, como es fusta, aljez, clavos, rejola y teja, excepto las guarniciones de las puertas y ventanas, como son alguazas y cerrajas y otras cosas de guarnición. La

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Alero de la catedral de Huesca (siglo XVI), obra de tradición mudéjar. Según Antonio Durán Gudiol en su Historia de la catedral de Huesca (1991), fue construido por Salvador Marañón, alias Sariñena, carpintero muy vinculado a Domingo Almaçor, con quien trabajó en el nuevo refectorio del monasterio de Casbas. (Foto: Fernando Alvira Lizano)

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chimenea de la cámara será más chica que la que está ahora, y la escalera que va a la cámara se ha de hacer «de ladrillo encaxado» en la pared; habrá una ventana valenciana de 6 palmos por 8 de alto, y una puerta labrada de dos caras; y tres asientos para una necesaria en cabo de los entresuelos y alguna lumbrera para ellos, y la escalera que está en la cámara se pasará a la puerta caediza que está en el retrete de las cámaras altas que bajaba a los entresuelos enfrente de la puerta del fosal, que está cerrada. En la cámara del señor obispo se ha de quitar la chimenea; en las puertas de la alcoba se han de poner unas puertas con su aro, que pagará el obispo. Se entregan 2000 sueldos al comenzar (en marzo), 2000 más en San Martín del año y 25 libras (500 sueldos) en el Corpus de 1549. En febrero, Domingo Almaçor y Pedro Burro, vicario general de Huesca, firman un contrato por un monto de 2200 sueldos por una obra que se ha de hacer en casa del segundo. Se trata, primeramente, de derribar la casa que está al lado de la que habita el vicario desde el tejado hasta el suelo y desde la luna hasta la calle, derribar suelos y antostas y dejar únicamente en pie las paredes. El despojo, que limpiará Almaçor, será del vicario, excepto los aljezones y clavos, y ha de ahondar el suelo hasta el «livel» de la casa principal. Si el fundamento que hay no es bueno, que se haga otro con una hilada de piedra encima de la tierra. La pared que levante será de una rejola y media de grueso hasta el primer suelo de la sala de la casa principal, con una ventana para una sala baja. Echará un suelo de vueltas como el de la sala principal en todo lo que ocupa el ámbito de la obra, pero dejará una luna donde mejor conviniere y hará un caño por donde vaya el agua a la madre de la calle. Subirá la delantera desde el suelo primero hasta el segundo de media rejola y dejará una ventana para una cuadra. Hará cuantos pilares fueren menester y del tamaño necesario. Echará otro suelo como el segundo de la sala principal, y los dos suelos serán de vueltas, y los fustes los dará el vicario a su voluntad. Ha de subir las ventanas del mirador hasta la altura del tejado de la casa principal y los ventanajes se harán a voluntad del vicario; los pilares subirán hasta el nivel del tejado de la casa principal para echar el agua afuera y cubrir el tejado de forma conveniente. Emparejará y echará el suelo del mirador como conviene. Hará todas las antostas necesarias para una cámara principal y una cámara segunda y una luna y otra cámara que ha de servir para masadería. Asentará todos los aros de puertas y ventanas en la obra y ha de espalmar y raer y lavar con aljez blanco dichas estancias, y echar los suelos bien polidos. Abrirá una puerta en el patín de la casa principal dentro de la cual haya de hacer una sala baja con una cámara y sentar todos los aros necesarios y la reja que ha de salir a la calle. Ha de espalmar y raer y lavar con aljez blanco las dichas estancias y echar los suelos o enrejolarlos como pida el vicario. Ha de espalmar la luna que corresponde a las dos estancias bajas a plana borda muy bien polido con aljez de porgadero. Ha de hacer «al mesmo suelo» de dichas estancias bajas una cocina para de verano que corresponda a la masadería, y la chimenea de dicha cocina que suba por encima del tejado 4 palmos, y espalmará la cocina y polirá a plana borda como la luna. Maese Domingo pondrá todo el aljez, calcina, arena, clavos, agua y maestros y peones necesarios para la obra.

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El vicario dará toda la fusta labrada y por labrar y todos los aros y puertas y ventanas y «rexas» y rafes y tejas y rejolas y guarniciones para puertas y ventanas como son alguazas, fallebas, tirantes, cerrajas y clavazón, y todo lo que más hubiere de hacer el fustero lo pagará el vicario. Se pagará un total de 100 ducados, «digo 2200 sueldos», de los que 40 se abonarán al empezar la obra, 30 cuando se haya echado la cubierta y los 30 restantes cuando se entregue la obra. La obra, como todas, será juzgada por dos oficiales neutrales.

FERREROS, CALDEREROS Y OTROS OFICIOS DEL METAL

Ya la comunidad mudéjar tenía en el metal la principal actividad económica, y así continúa siendo durante el siglo XVI. El número de trabajadores del sector es grande y observamos una notable especialización: ferreros, ferreros-albéitares (o menescales), caldereros, cerrajeros, espaderos, pomeros y crisoleros aparecen en la documentación. Este numeroso grupo artesanal, colegiado en la cofradía de San Eloy, con sede en la iglesia del Salvador, será el que congregue a más trabajadores a lo largo de toda la historia de la comunidad. No sabemos de dónde procedía la materia prima con la que trabajaban: si bien en época mudéjar sabemos de la explotación de metales cupríferos en la zona del Abadiado y de todos es conocida la producción de metales ferruginosos, de plomo y otros en los valles de Bielsa y de Gistau, en nuestra documentación no aparecen más que citas a arambre nuevo o viejo en varios inventarios y documentos de distinta índole, y a hierro ya fundido, pero se ignora su origen, y ni siquiera podemos saber el lugar de fundición, a pesar de la existencia de crisoleros en Huesca y de que algún obrador tuviera horno, que solo se explica si era para fundir. Sin embargo, sí tenemos información muy interesante sobre el otro elemento imprescindible en el trabajo. Me refiero al carbón, que por lo que sabemos se producía en numerosos lugares de la provincia próximos a Huesca. Tenemos datos de la compra de carbón vegetal en Robres (1544), Tardienta (1553 y 1554), Torralba (1554), Rasal (1567 y 1568), Arguis (1568) y Escuer (1580). Llama la atención la producción de carbón en una zona que ya por entonces estaba bastante deforestada como son los Monegros. Hemos encontrado los contratos de compra con artesanos del carbón que nos informan también del precio. El contrato de Robres lo hace el herrero Juan Compás con Domingo Barluenga; se trata de carretadas quincenales de 12 sacos a 28 sueldos la carretada que, como en todos los casos, habrán de llevarse hasta Huesca. Más detallada es la capitulación hecha entre el herrero Pablo Alfarrán y Martín de Alabe, de Tardienta, de una carretada de 12 sacos de 2 varas de largo y 1 de ancho cada quince días, a 44 sueldos cada carretada, con multa de 30 sueldos si se atrasa más de tres días en la entrega; se firma en diciembre y el contrato es hasta el 2 de mayo; adelanta 70 sueldos, y en septiembre de 1554 se repite el contrato. Ese año, en diciembre, los herreros Bertrán Cebollero (cristiano) y Pablo Alfarrán encargan a Martín Íñiguez, de Torralba, seis carretadas de carbón a 36 sueldos cada una; le adelantan 9 florines y, a pesar de que cada carretada llevará el mismo número de sacos que las de Tardienta, el precio es inferior, sin que sepamos por qué; aquí

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observamos la asociación de un morisco y un cristiano, que se reparten la carga de manera desigual: ocho sacos para Alfarrán y cuatro para Cebollero. Jerónimo Menescal contrata en Rasal cargas de dos sacos a Juan Catoya, padre e hijo, en los meses de septiembre y de noviembre de 1567, por lo que paga 8 sueldos la carga, un precio, como se ve, no coincidente con los anteriores, como tampoco coincide lo que paga Felipe Naxar a Pascual Mabilia y a Juan de Mediavilla, ambos de Arguis, a los que encarga en 1568 sendas cargas de dos sacos de 2 por 1 varas al precio de 7 sueldos cada dos sacos. En octubre del mismo año, Menescal hace un contrato con los mismos de tres cargas de dos sacos a 8 sueldos la carga, no sabemos por cuánto tiempo, pero el hecho de que adelante 160 sueldos nos está diciendo que, como mínimo, se trataría de un contrato de veinte carretadas, cuya frecuencia no se hace constar. En 1580 sabemos que Gabriel Menescal da un adelanto de 180 sueldos al carbonero Juan Peña, de Escuer, por el carbón que le ha de servir, pagado a 2 reales el saco.

Algún inventario y otros documentos nos permiten hacer el retrato de un taller de herrería, la mayoría ubicados en el barrio de las Ferrerías, no lejos de la iglesia de San Lorenzo, que ya siglos atrás protestó ante las autoridades locales por el trabajo de los caldereros moros durante las misas dominicales por la molestia que suponía el martilleo constante,178 aunque algunos tenían sus obradores en el barrio de los convertidos, como Juan Lasierra, que lo tenía junto a su vivienda y era de buen tamaño, e incluso tenía un horno. Su mujer y su hijo lo tenían arrendado en 1589 juntamente con un cuarto de la casa y la cocina por solo 160 sueldos al año; antes, en 1583, Lasierra había alquilado a Pascual Delafuente, labrador, una casa en el barrio del Medio junto a su obrador por ocho años, en la que se reserva el palomar y la estancia que lo antecede, y una estancia en el patio por la que se entra al obrador, además de la entrada y salida de la casa, por un precio de 200 sueldos anuales; el granero se lo dará cuando lo vacíe, porque en el momento lo tiene «embaraçado». Mucho antes, en 1543, conocemos la herrería con casa, huerto y corral que tienen los hermanos Junez en el callizo de los Frailes, es decir, en pleno barrio de los conversos y cerca de la acequia que regaba los huertos. Hay pocos datos sobre el precio de estos talleres, pero sabemos que en 1609, en plena crisis, Jerónimo Menescal vende el suyo por 2000 sueldos, que aunque parezca mucho no lo es si tenemos en cuenta que unos años antes, en 1604, Isabel Ezcandar y su hijo Juan Lasierra pagan 1400 sueldos por una enclusa grande, mientras que Juan Menescal, en 1608, solo obtiene por el mismo útil 500 sueldos. En 1544, sabemos que Juan Compás vende a Pablo Alfarrán una enclusa de cuernos de 2,5 quintales de peso por 22 florines de oro. En 1596 hace una comanda con apariencia y definición de venta el herrero Juan Menescal, que «vende» al mercader Martín de Lobera barquines, enclusa, martillos, tenazas y toda la herramienta de su herrería por 1100 sueldos, que son una comanda cancelada el 19 de noviembre de 1598; al mis-

178. Véase Conte (1992).

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mo tiempo que hace la «venta», arrienda a Lobera el instrumental por un año y 800 sueldos a pagar en dos tandas.

De lo que podía haber en un obrador nos da buena cuenta el inventario hecho en 1530 de la herrería de Juan Farax, alias el Fierro, en el que se relaciona lo siguiente: tres «palangas de fierro», dos redondas y una plana; cuatro estacas, dos redondas y una plana (las estacas eran en las herrerías tradicionales yunques pequeños móviles); siete mallos de topar y sus porras (martillos pilones); un mallo de prensa de aplanar (mazo o martillo de alisar); tres pares de «tisiras» (tijeras), dos chicas y una grande; cuatro pares de «tanaças» (tenazas), tres de monto y una de «colina» (¿rolina?); una enclusa (yunque fijo); un entablamento de barquines con dos cantos; un peso de pesar de balanzas grandes; una unicornia (bigornia de un solo cuerno); una romana y una enclusa chica de moler sanguina de medias. Muchos años más tarde, en 1590, sabemos que en la herrería que tienen alquilada Isabel Ezcandar, viuda de Juan Lasierra, y su hijo Francisco Lasierra hay una enclusa, un tas, unos fuelles, cinco pares de tenazas del fuego, dos curvas y tres llanas; unas tenazas de herrar, un pujabante (cuchilla para las uñas de las caballerías), un mallo grande, un martillo «de arreglar claus» de herrar juntas, un manegal de hierro «para axadas» (molde para azadas), un manegal de hierro de destrales (molde para hachas) y un banco de fusta.

Otros documentos nos dan menos información, pero vale la pena recogerlos. En 1537, en el obrador que hereda en la parroquia de San Lorenzo Martín Alfarrán de su tío Miguel Alfarrán mayor sabemos que hay muelas (para afilar, se entiende), maneficios y herramientas sin especificar. En 1594 Jerónimo Burro da a su hijo Francisco Burro cuando se casa los útiles propios del oficio de calderero: ferramenta (sin especificar), barquines, enclusa, martillos, palanca y arambre. En el taller de Menescal en 1595 hay barquines, enclusa, martillos y tenazas. En 1603 Isabel Ezcandar, viuda de Juan Lasierra mayor, recibe una unicornia de hierro, dos mallos y tres pares de tenazas de Juan Prom, que se los presta mientras críe a sus nietos, los huérfanos de Juan de Lasierra menor y Mariana Alfarrán, ahora mujer de Juan Prom, y que devolverá cuando los pupilos no estén bajo su tutela. Aún hay alguna referencia más al instrumental y a los talleres: por ejemplo el testamento de Jerónimo Burro, que deja a uno de sus hijos la herramienta de calderero y a otro le da 700 sueldos para que compre los útiles necesarios para ejercer el oficio, que no podían ser muchos a tenor del precio de las enclusas, útil que tal vez no estuviera en todos los talleres de los caldereros y sí aparece siempre en el de los herreros, como en el de Miguel Casilla, alias Naxar. Finalmente, sabemos de «unos barquinesicos sanos y buenos» que tiene Isabel Ezcandar en Puibolea y que los alquila al herrero Jerónimo de Urgel —posiblemente inmigrante y cristiano— por siete años y 50 sueldos anuales. Seguramente en todos esos obradores habría piedras de amolar, pero, como hemos visto, solo son mencionadas en uno, quizás porque fuese más frecuente que los molinos de afilar fueran construcciones independientes, junto a una acequia con caudal suficiente y con la posibilidad de hacer un pequeño embalse para provocar el salto o desnivel necesarios para mover las muelas, tal como se ve en

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un documento de 1583 en el que se dice que Gabriel Menescal alquila un trozo de caballeriza a Francisco Oncino por seis años para construir allí un «molino de amolar». La palabra molino nos hace pensar en una instalación de una cierta envergadura y, por supuesto, movida por fuerza hidráulica, en tanto que muelas, como veíamos antes, puede referirse a piedras de menor tamaño y movidas con fuerza humana. La localización de ese molino no viene dada en el documento, pero sabemos que la casa familiar de Lorenzo Oncino estaba en la calle Población, en la parroquia de San Lorenzo, por donde pasaba la acequia de Almériz, que quizás fuera la que moviera el molino; de hecho, ya en el siglo XIII hay molinos templarios movidos por el agua de esa acequia en esa parte de la ciudad,179 y sabemos también que las casas de Gabriel Menescal, donde posiblemente se hizo el molino de amolar, estaban, según un documento de 1591, en las Herrerías. De todos modos, parece que el agua es un elemento fundamental en todas las herrerías —no tanto en los talleres exclusivamente de calderería— y que muchos de los instrumentos mencionados podían ser movidos por fuerza hidráulica: barquines, muelas, martinetes y otros tipos de martillos. De hecho, si comparamos una herrería del siglo XVI con las que llegaron hasta edad contemporánea, no hay mucha diferencia.180 Repasando los distintos oficios arriba mencionados conocemos a los crisoleros Luis de Gurrea, alias Alfanaquí, citado varias veces entre 1528 y 1543, una de ella definido como «herrero cresolero», y a Juan de Huesca (1539). Solo nos ha llegado información de un pomero, Lope Alborgí, Amet antes del bautismo, que ya en 1527 vende sus bienes en la Xarea y emigra a Osera. También conocemos a un solo cerrallero, Ramón Alfanaquí, citado en 1527, porque otro que he encontrado en documentación con presencia morisca parece cristiano, Domingo Sansón (1548). Lo mismo ocurre con el espadero Ferrer de Cortinat (1548), independientemente de su presencia en instrumentos moriscos. Y también hay un solo escudero con certeza morisco, Pedro Fierro, que es el primer converso de Huesca en pasar por la Inquisición (1540), aunque no está certificado que sea oscense, si bien en 1602 sí hay un homónimo miembro del colectivo de la ciudad. En 1563 aparece como fornero Alonso de Cáceres, pero a lo largo de toda la documentación siempre es citado como albéitar, por lo que hemos considerado que su profesión era esta.

La especialización de albéitar o menescal exigía algo más que conocimiento sobre la fundición y el forjado; posiblemente todos los herreros, como ha ocurrido hasta nuestros días, eran capaces de herrar un caballo, pero la facultad de curarlo no parece que estuviera al alcance de todos, pues requería entender de anatomía y de medicina en un nivel muy superior a la media del artesanado. De hecho, en los juicios contra albéitares, como los que ya hemos visto, intervienen como ele-

179. Véase Conte, Á., La encomienda del Temple de Huesca, Huesca, IEA («Colección de Estudios Altoaragoneses», 7), 1986.

180. Véase el estudio sobre «Herrería tradicional en el siglo XIX» de María Teresa Sánchez Trujillano, referido a la herrería riojana, en Los oficios artesanales de la colección etnológica del Museo de La Rioja, Logroño, Museo de La Rioja, 1992.

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mentos clave los médicos, que testifican sobre la actuación de los albéitares y la valoran, lo que nos da la clave para entender que el arte de curar animales no estaba demasiado lejos del arte de curar humanos. De su nivel cultural es indicador también que sea el oficio en el que proporcionalmente nos encontremos más alfabetos. La prueba de que todos los albéitares-menescales eran herreros, pero no a la inversa, nos la da la propia documentación, donde la nómina de herreros es mucho más amplia que la de los definidos como albéitares, quienes siguieron con la tradición de los viejos menescales moros, a cuya formación habría que añadir el mayor conocimiento de la anatomía y del valor curativo de las plantas, que partía de la Facultad de Medicina del Estudio General de Huesca.

Tampoco parece descabellado pensar que los albéitares, por su especialización, tuvieran un nivel de vida más alto, lo que es visible en las capitulaciones matrimoniales de Jerónimo Burro menor, hijo del calderero homónimo, con Brianda Cigüeño, celebradas en 1598 (muere tres años después); Jerónimo aporta huertos, casas y la herrería con otro huerto, todo en la parroquia de San Martín, junto al obrador de los Cigüeño; corral y caballeriza junto a casa de Francisco el Cantarero; un campo en la Cruz de Seral de 3 cahizadas, junto a Mateo el Cantarero; un campo en los Tierços Altos junto a la acequia de 1,5 cahizadas; tiras de tierra en el Alfaz de 6 barcillas de sembradura; una faja y soto en los Tierços Baxos; 2 heredades en el Alfaz, una de 3 cahizadas y otra de 9; un campo en Monzur, los muebles y una enclusa que tiene empeñada su padre. Como ha podido verse, una fortuna que ha permitido a su padre actuar como prestamista de 560 sueldos, por ejemplo, en 1582. Lo mismo nos indica la venta de un censal de 4000 sueldos que hace Jerónimo Menescal en 1568 al Concejo de Chimillas, o el hecho de que el herrero Gabriel Menescal actúe como prestamista, ya que sabemos que en 1576 tiene empeñadas joyas de oro de Gaspar de Samper, que no es morisco oscense, y que ante el justicia de Huesca renuncia a ellas. También es significativo del poder económico y de la mentalidad moderna la inversión de capital que supone que el albéitar Francisco Lasierra compre y explote un tejar en el que trabajan dos obreros (1603), y en menor medida que Ferrando Junez adquiera una tienda con corral en el barrio de San Martín (1542), o que el herrerocalderero Juan Burro comercie con aceite (1539), ya que encarga 25 quintales para vender, y especialmente que arriende rentas en Lierta por la elevadísima cantidad de 11000 sueldos (1540), suma solo asequible para gente verdaderamente rica, como lo confirma que posea tierras, casas, taller y varias tiendas. Este nivel también lo vemos en el testamento de Jerónimo Burro (1594), donde se mencionan tres casas, siete tiendas y obrador de calderería con enclusa, martillo, palancas y arambre nuevo y viejo; trece campos y un soto, dos huertos, caballeriza, seis corrales y gallinas. Si el herrero Ferrando Naxar firma un censal de 700 sueldos de propiedad y 35 sueldos de renta a la cofradía de Santa Lucía estamos viendo que también participaba de una mentalidad moderna que lo llevaba a la inversión del dinero en un negocio seguro.

Como podrá observarse al ver la relación de albéitares, el oficio se transmite por familia, de manera que generaciones enteras lo ejercen. Tenemos noticia de

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Ferrando Alfanaquí mayor, citado como albéitar, menescal y ferrero menescal desde 1575 hasta finales de siglo; Ferrando Alfanaquí menor, citado desde 1592; Juan Ferrando Alfanaquí, hijo del anterior, muerto muy joven, citado en 1601 (como se ve, tres generaciones de albéitares); Jerónimo Burro menor, citado desde la década de 1590; Juan Burro menor, hijo y sobrino de herreros; Alonso de Cáceres, conocido desde 1538 y activo todavía veintiocho años más tarde; Francisco y Ferrando Junez (desde 1539); Juan Lasierra (desde 1564), su hijo Francisco Lasierra (conocido documentalmente en 1603) y su hermano Juan Lasierra, que en 1598 aparece emigrado a Nuez como herrero; Jerónimo Menescal, confirmado en 1554 y ya activo como albéitar en 1567, casado cuatro años después y documentado hasta 1607, y finalmente Ferrando Naxar, que sabemos que casa en 1571. La abundancia de caballerías explicaría el alto número de albéitares, a los que habrá que añadir los muy numerosos cristianos e incluso extranjeros ultrapirenaicos afincados en Huesca, como Pierres de Manacez o Marraces (1589 y 1591).

Los definidos exclusivamente como herreros, o herreros caldereros, son muchos más y, como antes decía, me inclino a pensar que su relación con los animales no pasaría del herraje o el marcaje de las caballerías. También resulta problemático saber qué criterio se seguía para considerarlos herreros o caldereros, y acaso no pasara de ser una cuestión puramente semántica, tal como se desprende de un documento de 1564 en que se dice que Baltasar de Fierro es «calderero siquiere ferrero», de manera que trabajarían indistintamente el cobre y el hierro, y harían desde instrumentos de labranza, rejas o cerrajas hasta ollas, cazuelas y calderos y todo tipo de recipientes metálicos para Huesca y la zona de influencia. Como prueba de esa exportación, sabemos que el señor de Anzano, Ramón de Espés, tiene deudas contraídas con Martín Burro, por ejemplo, y aún es más significativo que el calderero Juan Farax tuviera deudores en Francia en el momento de testar en 1528.

Por orden alfabético, los herreros o herreros caldereros son Lope Alfanaquí, muerto ya en 1528; Rodrigo Alfanaquí (1562); Miguel Alfarrán (testa en 1537) y sus sobrinos Martín, Pablo, Juan, Francisco y Pedro Alfarrán (1547); Lope Alfarrán (muerto en 1533); Rodrigo de Aroz (1533); Juan Brondal (1561); Juan Burro mayor y su hermano Martín Burro (1546) (en 1547 se cita como calderero a Juan y a Martín en 1552); Miguel Casilla, alias Naxar (1529); Juan Cigüeño (1580); Juan Codo (1593); Juan Compás (1529); Ximeno Compás (testa en 1547); maese Esteban (1595); Domingo Ezcandar (emigrado a Alcolea de Cinca y muerto ya en 1592); Juan Farax, alias el Fierro (1530), citado como maese calderero en 1529 y ya muerto en 1543; Antón Fierro (1584), citado como calderero en 1574; Baltasar Fierro (1559), que en 1553 aparece como calderero; Dionis o Leonis de Fierro (1552), calderero en 1572; Miguel Fierro (1587), citado como calderero en 1552; Pedro Fierro (1602); Francisco Junez (1541);181 Gabriel Lasierra (1590);

181. En 1571 hace testamento y dice que, si su nieto Juanico Burro quiere ser herrero, se le dé lo que se crea oportuno para ejercer el oficio.

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Jerónimo Lasierra (1562); Juan Lasierra mayor (1554), Juan Lasierra menor (ya citado); Miguel Lasierra (1570), emigrado a Barbués (1597, 1602); Gabriel Menescal (1575) y sus hermanos Manuel (1575) y Juan (1576); Juan Menescal mayor (1574), activo hasta 1608; Gabriel Menescal mayor (1569);182 Gabriel Menescal menor (1591); Miguel el Herrero, natural de Naval y residente en Huesca (1578); Felipe Naxar y su hermano Miguel (1529); Ferrando Naxar (1580); Martín Oncino (1531) y Alexandre de Sasa (desde 1572).

Citados exclusivamente como caldereros están Juan del Ala, (1537); Alonso de Aranja (1530), emigrado en 1534 y muerto en 1539; Francisco Burro; Jerónimo Burro (1529) y sus hijos Francisco Burro, Jerónimo Burro menor y Juan Burro (1597); Lope Burro (1528); Juan Farax (1528); Martín Farax (1538); Lupercio Gali (1588); Martín Fierro (1552), y Francisco Pex, natural de Muel y residente en Huesca (1598).

Lo que producían estos artesanos queda perfectamente recogido en los detallados inventarios hallados y que estudiaremos detenidamente más adelante. De todos modos, el repertorio de obras es abrumador, especialmente en las casas de las gentes acomodadas, en las que no faltan abundantes piezas de hierro, arambre (cobre), latón, estaño y cobre (bronce). A modo de ejemplo citaremos las que aparecen en varios de esos inventarios. En el de Lope de Aburramén (1541) vemos rateras, tapaderas, tapador, mortero de cobre, barrotes de hierro, pasador de arambre, jarro de arambre, rallador de queso, espedos, raseras y esbrumaderas; en el de Juan Tillero (1544) encontramos alambique, candiles y candelabros, calderas, escalfadores, bacías, calderico, todo de arambre; cobertera de latón, sartenes de hierro, arado con su reja y cuatrera y molde de hacer tejas. Gracia Gali tiene en su casa al morir (1564) una caldera grande, un caldero pequeño, una bacinica, escalfadores de cama grandes y pequeños, una olla, una perola, una copa grande, todo de arambre; un mortero de cobre con su mano; una bacinilla y candeleros de latón; murillos, estreudes, badiles, espedos, un rallo de hierro, un fogaril de arambre, un salero de estaño, una cacerola, una sierra, un peso de pesar, raseras, tallador, candelero de hierro, cobertera de hierro, cazuela de metal y candiles de hierro. En el inventario del calcetero Juan del Fierro (1564) aparecen algunas de las piezas citadas más una coladera de arambre, un embudo y un sacador de aceite. En el inventario de la cristiana Violante Xavierre, casada en segundas nupcias con Domingo Almaçor, hay unos candelicos de aceite de foja de lata. Y, para acabar, aunque podrían ser más, vale la pena recoger lo citado en el inventario de los Çafar hecho por la Inquisición en 1582: perolica de fierro, asnillos del hogar, escalfadores, aceitera, embudo, perolas de arambre, bacina de arambre, esbrumaderas de arambre, sartenes, cobertera de arambre, espedos, graíllas (parrillas) de hierro, candeleros, asadores grandes, cazo de sacar aceite, zadico (azuela), espedo grande, alambiques de arambre, escalfica de arambre, fromagericas de arambre, caserolica de arambre, cobertereta de arambre, cazuela de arambre, caldero de cobre, frenos de mula, estribos de

182. Actúa como prestamista; en 1571 le deben dinero en Labata y nombra procurador para cobrar.

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cabalgadura, azadón, caldera de arambre, caldero de arambre, taza de arambre con asa de hierro, cántaros de arambre, una «forceja» o «sorcilla» de hierro de jugar a los marros, barras de hierro agujereadas, carrazón, agujas, tiseras, daga, cuchillos candil, jaulas de pájaro, corazas, candeleros de hierro, azada, gabias (jaulas) grandes, guantes de malla y grebas, y, aunque tenían que ser frecuentes en todas las casas, solo aquí nos encontramos una casa morisca con «jelosías de rejas» en una de las salas. Como se ve, todo un repertorio que posiblemente saldría de los talleres de los numerosos artesanos oscenses, además de otros útiles como rallos, tenazas, horquillas torneadas, cadenas, artemisas,183 cucharas de «alatón», palancas con sus perchas, ralladores de diversos tipos, pozaderos de arambre, coladeros y coladeras, aceiteras de hojalata, barrenas y barrenicas, clavos, calzadores de hierro (los hay también de cuero), caldero para hacer la colada, útiles de labranza e incluso en tiempos pasados ballestas, como lo demuestra el armatoste que hay en la herrería de los Alfarrán en 1533.

183. En varias ocasiones se habla de las artemisas, relacionadas entre objetos metálicos, pero no he podido averiguar de qué se trata.

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Como ya se dijo, la agricultura fue mayoritariamente una actividad complementaria entre los moriscos, como ocurría con sus antepasados; a lo largo de toda la historia de los convertidos son pocos los conversos definidos como labradores o jornaleros, aunque los que poseían y explotaban tierras son la mayoría. Los que figuran como labradores son Juan Calbo (1537), cuya condición de morisco es dudosa; Miguel de Albero (1543); Jaime del Rey (1545); Pedro Oncino (1547); Domingo de Albero (1547); Lorenzo Oncino (testa en 1551); Lorenzo Tarazona (1554); Juan Grisén (1559); Miguel de Caldes, marido de Leonor Faxol (1564); Miguel de Palacio (1565); Martín de Palacio (1566); Jaime Lasarte, acaso cristiano, casado con Isabel Almaçor; Juan Ferrando, originario de Naval (1598); Francisco Oncino (1600), y el jornalero Gaspar de Moros (1590).

PROPIEDAD Y TENENCIA

Pocos, como se ve, en una sociedad en la que el sector agropecuario era el más importante. Pero eso, como hemos visto, no quiere decir que la casi totalidad de las familias no tuviera tierras, en propiedad o en tenencia, como complemento a su economía; es probable que muchas de las explotaciones fueran para autoconsumo, pero es evidente que en muchos casos el destino del producto era el mercado. Ya hemos visto algunos ejemplos de familias con tierras de cultivo tan numerosas que permiten afirmar que los frutos se destinaban al mercado o que las arrendaban, como hace en 1587 el cantarero Jerónimo Codo con 18 cahizadas de tierra blanca, reservándose para uso familiar solo una finca en La Almunia, o el especiero Martín Faxol, que alquila un huerto en La Retuerta en 1541 al cristiano Domingo Garcés para que lo tenga cuidado y cultivado. De todos modos, es probable que la mayor parte no pasara de tener una pequeña parcela que no requería ni de caballerías, porque en los inventarios que nos han llegado el instrumental y los animales de labor citados son pocos, y en algunos ni siquiera aparecen a pesar de constar que poseían tierras, pero es que el precio de las bestias de labor las hacía inasequibles para la mayoría: 500 sueldos le pagan a Lope de Fierro, de Naval, por un macho en 1563; en 1597, Jerónimo Burro vende dos mulas por 1600 sueldos, y 800 sueldos reclama el cristiano Juan Baztán al albéitar Ferrando Alfanaquí por dejar lisiado un macho; sin embargo, en 1606

LA AGRICULTURA
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Martín de Cáceres vende un rocín de seis años por solo 200 sueldos. El precio de las caballerías justificaría el que se alquilasen para tareas puntuales, como hace Hernando Naxar con un rocín en 1603. Entre los inventarios estudiados apenas hay referencias a la agricultura, y la pobreza de datos refleja lo limitadas que podían ser las explotaciones agrarias; por ejemplo, en el inventario de José Codo, cantarero (1607), solo se citan un azadón y una azada ancha, que tanto podrían servir para extraer la tierra para su oficio como para cavar en sus posibles campos. En realidad no es de extrañar, porque José Codo había vendido a Martín Trallero unos campos en la Alfándega por 1360 sueldos, cantidad lo suficientemente alta como para pensar que se trataba de varias parcelas. Más información dan otros inventarios que vamos a detallar. En 1530, en el inventario de Juan Farax se mencionan dos mulas, y sabemos que Lope de Fierro obliga otras dos como garantía de una comanda de 300 sueldos que toma del cristiano Juan de Barluenga en 1537. En 1533, en el inventario de Lope Alfarrán aparecen recogidos azadas, azadones, cutre, arado con yugo, albardas, «zurriaças», forcas, cahíces, cuartales, sierras, falces de podar y de segar, cuerdas y sogas, cinglos, ramales, espuelas, dos mulas, una cabra, dos gallinas y un gallo, y unas reservas de cereal que no son despreciables: 10 cahíces y 2 fanegas de trigo, 2 fanegas de mestura, 4 cahíces y 1 fanega de hordio y 7 fanegas de cebada, quizás en consonancia con los tres campos que tenía en el Alfaz, las Mártires y Monzur, su viña en los Tierços y sus dos mulas para trabajarlos. El inventario, hecho en febrero, nos asegura además que tiene los campos sembrados en aquel momento. En el citado inventario de Juan Tillero (1544) vemos dos arados con reja, otra reja, yugo, un cutre, azadas y azuelas, albardas, palas, retabillo, horcas de hojas, horcaspajeras, horcas de aventar, cinchas, una yegua y un pollino, seis ovejas, cuatro corderas, un cordero; sabemos también que poco antes de morir tenía una era treudera a los predicadores, además de abundante cereal de la reciente cosecha, ya que el inventario está hecho en septiembre: 34 cahíces de trigo, 3 de centeno y2 de granzados. Martín del Rey (1555) tiene arado y yugo, hoces, trillo, una mula y un rocín; en el inventario de José Codo (1607) se recogen una ajada ancha, un ajadón estrecho y un ajadonico, y los hermanos Vicente y Pedro Alamén, cantareros, obligan un rocín como garantía al pedir una comanda a Juan Rasas en 1554, y consta que el administrador de la hacienda de los Çafar puesto por la Inquisición vende mulas y un carro por valor de 130 libras, como muestra de los ejemplos posibles.

Las tierras que cultivan los conversos están repartidas por todas las partidas de la ciudad; las hay blancas, de secano, de regadío, huertos y hortales, cerrados (huertos y cultivos preciados tapiados), viñedos y planteros. Hay huertos que se riegan con agua de acequia y otros con agua de pozo, como el que tiene Ferrando Çafar junto al de los frailes —es decir, en el barrio de los convertidos— y que en 1568 ahonda y ensancha para poder tener más agua, dejándolo en un pozo de 35 palmos de hondo por 16 de ancho, obra encargada al picapedrero Juan de Novilla; o el de Domingo Almaçor en un campo en Monzur, cubierto, con reja y cerraja que rompen los segadores Sancho Lasierra y Pedro, criados de Miguel

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Ballés, para sacar agua en 1582, caso que se dilucida ante el justicia de Huesca. Y los hay con agua de manantial, como los citados junto al Chorro de los Moros, la fuente del Ibón o la fuente del Ángel, de donde partía una acequia que iba a unirse con el agua de la del Ibón, según un documento de 1538, y que regaba una partida llamada Reguero de Monte Lecina; en el Ibón estaba el Reguero de Cuadrillos.

La explotación de las tierras puede ser en forma de cuartón, tiras, fajas o campos de tamaños muy diversos. Las medidas se dan, salvo en el caso de las viñas, que en general se miden en peonadas, en medida de sembradura: hanegas, barcillas, cuartón o cahíz. Generalmente son pocos los documentos que nos hablan de la extensión de las explotaciones, e incluso prácticamente desconocemos la de los huertos. Sabemos de grandes unidades de producción como la que dan en un cambio Esperanza Çafar y Juan Felices, en 1591, a Juan Almaçor, que le será aprehendida por la Ciudad en 1597, y que consta de una heredad, con tiras, árboles, campos y abejarales, en Monzur; el año anterior le había sido aprehendida otra y un huerto tapiado en Alcoraz. Muchos años antes, en 1562, Juan Almaçor vende aparentemente todo su patrimonio cuando aún no había cumplido los veinte años, y lo hace con permiso del justicia de la Ciudad y de sus padres; entrega a Jerónimo Aznar, de Zaragoza, casas en esa ciudad, y en Huesca una cantera y dos viñas, en Florén y los Tierços, un plantero en el camino de Salas y tierras en Monzur, todo por la elevadísima cantidad de 19000 sueldos. Pocos años después, en 1568, Juan Almaçor y su padre, Domingo Almaçor, se ven en la necesidad de hacer un censal de 100 sueldos de renta y 2000 de propiedad a Martín Pastor, y ponen como garantía sus casas en San Martín y varias fincas: una heredad cerrada con tiras de olivos y árboles en Monzur, un plantero en Alcoraz y otras tiras en Algüerdia y en Carasol. Una «torre siquiere casa», según se dice en un documento de 1607, tiene Esperanza Çafar menor en la Porteta, con huertos; una torre con campos y viña lleva al matrimonio Leonor Faxol en 1564; y una torre con corral treudera a la Ciudad tiene en el Coso Luis Gallur meses antes de la expulsión, en enero de 1610, aunque aquí parece que no se trata de una explotación agraria sino ganadera. Esos tapiados, lo que aún hoy en algunos lugares de tierras altoaragonesas se llama cerrado o cerrader, por su pequeño tamaño, nos los encontramos a lo largo de toda la historia, desde el huerto tapiado en el Postigo de Almériz que en 1529 da en arriendo a un cristiano Juan Marguán hasta los mencionados como incautados a Almazor o el que en Alcoraz, con tiras y olivos, tiene Juan Almaçor en 1566. Mención especial merece el que, junto a quince campos, dos huertos, casas, unas tiras, viñas y eras vende Lope Junez por 3300 sueldos en 1555.

Volviendo al tema de la extensión de los campos, tenemos la referencia de cinco viñas con sus dimensiones: 4 «peonadas de cavar» tiene la del herrero Gabriel Menescal en los Tierços Baxos (1577); 6 miden las dos que vende en 1555 Agustín Ezcandar, zapatero, una en el camino de Monflorite y la otra no consta dónde; 6 tiene la que vende el tejero Francisco Ezcandar en 1555; en un caso la viña se mide en medida de sembradura: medio cahíz tiene en 1577 la viña en los

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Tierços de Jerónimo Alfarrán, el mismo tamaño que tiene un huerto en Almériz de Agustina Prom, viuda de Francisco Ezcandar, que a pesar de su tamaño y de ser treudero a Santa María de Barbastro se paga con 1000 sueldos y un campo franco en Monzur de 1 cahizada y media de sembradura, como veremos al hablar de los precios de la tierra. Y un plantero —se entiende que es una viña nueva— se mide en barcillas en 1600: tiene 6, está en Almériz y por él paga la elevada cantidad de 1060 sueldos Ferrando Naxar. La fanega/hanega como medida la encontramos en dos ocasiones, ambas en 1558, en un campo de 5 fanegas y media que compra Francisco Ezcandar por 140 sueldos, en Monzur, y en el de 7 fanegas que compra Leonis de Fierro en Almériz junto al Isuela por 302 sueldos. La barcilla aparece con más frecuencia: 6 barcillas tiene un campo que vendió Gracia Ezcandar, según un documento de 1582; de 6 y 10 barcillas tenemos los campos que vende en 1585 Juan Menescal por 800 sueldos, sitos en los Tierços; en 1588, uno de 6 barcillas vende Lupercio Gali en la Cruz de Quicena por 142 sueldos; el mismo año vende uno de 5 barcillas en Malpartir, junto al Isuela, Juan Cigüeño por 300 sueldos; todos los compradores son cristianos, como cristiano es el comprador de los campos de Gabriel Menescal en 1589, de los que uno es de 6 barcillas, en Almériz; en 1598 Jerónimo Burro tiene un campo de 6 barcillas en el Alfaz; sabemos que tiene 6 barcillas el campo treudero a Montearagón que explota Francisco Ezcandar en los Tierços (1560). El resto de los campos cuya extensión ha sido documentada están todos medidos en cahíces o cahizadas de sembradura, y van de 1 a 7 cahíces; son una treintena de referencias de campos localizados en Monzur, el barranco de la Alfándega, el Riguillo, el Alfaz, Valdecambras, La Almunia, el camino de Los Molinos, los Tierços Altos y Bajos, Cruz de Seral y Almengói, mayoritariamente en Monzur y los Tierços. Y quienes los cultivan, en su mayoría propietarios, son el tejero Pedro de Huesca (1531), el herrero Jerónimo Alfarrán (1552), Francisco y Ferrando Junez, herrero y albéitar, respectivamente (1555); Amador Tillero, tejero (1558); Francisco Ezcandar, cantarero (1572); Agustina Prom, viuda de Francisco Ezcandar (1575); Juan Cigüeño, zapatero (1575, 1576); Leonis de Fierro, calderero, un campo treudero a los predicadores (1575); Jerónimo Ezcandar, cantarero (1577); Jerónimo Burro, calderero (1587); Gabriel Menescal, herrero (1589); Juan Alfarrán, herrero (1592); Isabel Ezcandar, viuda del herrero Juan Lasierra (1593 y 1596, un campo treudero a la Ciudad, 1598); Jerónimo Burro mayor y menor, calderero y albéitar respectivamente (1598), y Jerónimo Codo menor, cantarero (1602).

LOS PRECIOS DE LA TIERRA

En ochenta y seis documentos se ve reflejado lo que se pagaba por la tierra, pero resulta difícil interpretarlo, toda vez que no suele aparecer la extensión de los campos, y las pocas veces que la tenemos no hay relación aparente entre esta y el precio; si no, resulta imposible explicar los 50 sueldos que se dan en 1578 al mancebo Jerónimo Alfarrán por un campo en Monzur, partida con riego, de medio cahíz de sembradura y un trozo de patio de un mirador en el Campo del Toro; solo podría justificarse porque Jerónimo vive en Torrellas y en varias ventas se desha-

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ce de su patrimonio en Huesca, pero aun con eso resulta un precio a todas luces bajo, uno de los más bajos de cuantos quedan documentados. Lo que sí parece es que la tierra se aprecia considerablemente a lo largo del siglo debido al aumento de población y a las necesidades del comercio local. El campo más barato lo encontramos en 1535: la compra del cerdón-zapatero Pedro Cigüeño a Juan Compás por 40 sueldos de un campo en el barranco de la Alfándega que es treudero a Jaime del Molino; unos años antes había pagado 160 a la cristiana viuda de Juan Bas por un campo en Tormos, y en 1531 paga 150 a otros cristianos por una faja. Por debajo de los 100 sueldos vende el cantarero Vicente Alamén un campo en el camino de Tierz en 1567, y tres años antes paga Jerónimo Alfarrán a Martín Biota, cristiano, 1 cahíz de trigo por una faja de tierra en el Alfaz, que traducido a sueldos serían unos 67; el que se haga el pago en trigo y no en dinero puede indicarnos la necesidad de los vendedores. También por debajo de los 100 sueldos paga por una viña, lo que aún es más raro, Gil de Brabante en 1533 a los hermanos Martín y Lope Oncino; la viña es treudera a Montearagón en 8 sueldos, lo que no debería ser óbice para alcanzar un precio más alto, ya que la viña más barata después de la mencionada es la que en 1550 vende Agustín Ezcandar, zapatero, por 200 sueldos al cristiano Cosme Pérez, treudera al obispo en 6 sueldos, sita en Florén junto a otras viñas de los moriscos Agustín Ezcandar y Leonor Villanueva, viuda de Farax. Un precio muy parecido, 216 sueldos, se paga por una viña de 6 peonadas —muy grande, de acuerdo con la documentación estudiada— que vende Agustín Ezcandar en 1555; el mismo año vende otra viña sin localizar de 6 peonadas por 400 sueldos, un precio más acorde a la realidad del momento, aunque casi al mismo tiempo Francisco Ezcandar y su mujer, Gracia Franco, venden otra viña en los Tierços de 6 peonadas, treudera a Montearagón, a Vicente Novales, por 300 sueldos, pero los vendedores reconocen tener una comanda de 200 sueldos del comprador, por lo que más bien parece un préstamo con garantía, ya que solo se paga realmente 100 sueldos; Juan Burro, calderero, compra en 1540 una viña en los Tierços por 400 sueldos al capítulo de Montearagón, al que debe pagar un pequeño treudo, y en 1551 sabemos que paga un censo de 5 sueldos a San Lorenzo por un plantero. En la tercera parte del siglo las viñas duplican su valor, a pesar de lo cual tenemos noticias en la década de los noventa del abandono del cultivo y la reconversión en campos de cereal, concretamente tres campos de Isabel Ezcandar, treuderos a Montearagón, y un campo que fue viña aprehendido a los Çafar. Así, encontramos una viña franca en el Reguero, en el camino de Zaragoza, que vende Leonor Alfarrán en 1570 por 600 sueldos; 740 sueldos paga por una viña y un trozo de soto junto al Flumen, es decir, en zona de regadío, el cristiano Martín de Falces a Juan Menescal en 1589; la finca limita con Gabriel Menescal y Juan Cigüeño; 800 sueldos recibe Ferrando Naxar por una viña en la Almecora,184 franca, que vende al cristiano Martín Clavería en 1584. En los Tierços, junto a una acequia y al río Flumen, tienen una viña los Çafar y comEL TRABAJO Y LA ECONOMÍA

184. Llama la atención la supervivencia del topónimo.

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pran otra al cristiano Biota por 880 sueldos en 1566; los cantareros Francisco y Domingo Enzala venden una viña en Cocorón, franca, a Gregorio Peralta por 1000 sueldos en 1609; más cara, 1060 sueldos, es la viña nueva —plantero treudero a la Ciudad— que compra Ferrando Naxar en Almériz, de 6 barcillas, al espadero cristiano Juan Ezda en 1600, posiblemente la misma viña que vende Naxar en 1609 por 1240 sueldos, aunque ahora la localicen en Guatatén, que es una partida menor dentro del amplísimo término de Almériz. Finalmente, la viña más cara la compra en 1567 Juan Sanclemente a Domingo Almaçorpor 1750 sueldos; se dice que es un campo con viña; lo elevado del precio nos obliga a pensar en un finca de buen tamaño.

En cuanto a los campos, en los que hay cultivo de cereal y algunos árboles, como más adelante veremos, los precios van de los 142 sueldos que dan a Lupercio Gali por uno de 6 barcillas en la Cruz de Quicena (1588) a los 4400 que por unas tiras se paga a Petrona Burro en 1598, si bien parece que en este caso estamos ante una operación un tanto oscura, ya que Juan Quintana, el supuesto comprador del campo, reconoce tener una comanda de Burro de 4400 sueldos que se cancela en tres meses. El precio es tan alto que supera a cualquier otra operación de compraventa de tierras, de manera que casi iguala a la venta hecha en 1576 por María Farax, por medio de su marido, Manuel Gali, a Jerónimo Burro, quien paga 4900 sueldos por cinco campos sitos en el Alfaz, los Tierços y Barbadagulla, además de unas casas en San Martín, todo franco; como se ve, una operación de muchas más tierras y con unas casas, lo que hace más llamativa la venta de Petrona Burro. También pueden servir de referencia las ventas que en 1565 se hacen de los bienes que fueron de Felipe Tillero, de los que ya se ha hablado pero que vale la pena recordar; se trata de dos operaciones, recogidas en el mismo documento, muy notables. En la primera, con fadiga de la Seo, San Juan de la Peña, dominicos, las Mártires y el beneficiado de San Luis de la Seo, venden a Juan Vélez casas con obrador, huerto, alcaceral y corral en San Martín por 4125; el precio, por supuesto, estaría en función no del huerto, sino del resto. En la segunda, con fadiga de San Agustín y la Ciudad, vende a Miguel Palacio campos en Las Peñas, dos fajas y tiras en el Alfaz, tiras y dos fajas en Barbadagulla, campo en el camino de Tierz, otro campo sin localizar, la tenencia de un campo y varios campos en Monzur, todo por 3160 sueldos. Si repasamos los documentos siguiendo el precio de la operación de menor a mayor, podremos observar cómo los precios se elevan a medida que transcurre el siglo, independientemente de que en algunas operaciones de compraventa entren factores que influyan en el precio más que el mercado, como pueden ser crisis familiares, malas cosechas —de lo que algo se dirá más adelante—, emigración, etcétera. En 1588 vende Lupercio Gali un campo franco de 6 barcillas a Bernat Gibor en la Cruz de Quicena por 124 sueldos; 140 sueldos paga Leonis de Fierro en 1558 por un campo en Monzur; en 1563 Domingo Enzala compra uno a Lope de Gurrea en el camino de Quicena por 160 sueldos; en 1527, Jaime Alfarrán, antes Brahem, vende dos campos en el Alfaz y en Monzur por 188 sueldos al cristiano Ferrando Broca; María de Aranja, viuda de Moçot Alfarrán, vende en 1542 EL TRABAJO Y LA ECONOMÍA

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un campo franco en el Alfaz por 176 sueldos; en 1561 Ferrando Alfarrán compra uno en el barranco de la Alfándega por 190 sueldos a Juan Laliena; en la Cruz de Seral, en el camino de Tierz y junto al barranco de la Alfándega, vende un campo Isabel Ezcandar por 190 sueldos en 1596; por un campo franco en Monzur, de 1 cahizada de sembradura, da Domingo Gabarre 200 sueldos a Juan Cigüeño en 1585, un precio bajo teniendo en cuenta el tamaño y que en Monzur había acequia para riego, porque ese mismo precio se paga por dos fajas en el camino de Quicena que, además, pagan treudo a San Martín, a los hermanos Alamén, junto a campos que tienen Galcerán de Marguán y Martín Alfarrán; 200 sueldos pagan en 1544 al señor de Alerre los hermanos Martín (fustero), Pedro y Pablo Alfarrán (herreros) por un campo en el camino de Montearagón, campo que por su límites sabemos que lleva Martín como patrimonio cuando se casa (1545); el mismo precio pagan los Alfarrán a Juan de Moros, cantarero, por dos fajas en Monzur en 1547, treuderas a los predicadores; muy poco más, 210 sueldos, paga en 1596 Juan Lasierra por un campo de 1 cahizada, treudero a la Caridad, a Isabel Ezcandar, en el barranco de la Alfándega, un precio chocante si tenemos en cuenta que en la misma partida, por un campo del doble de tamaño, da el herrero Ferrando Alfanaquí 240 sueldos a Juan Medina y Lope Medina; la diferencia podría estar justificada porque este es un campo franco, como franco es el campo que vende en Monzur Jerónimo Alfarrán en 1579 por 290 sueldos; el mismo año y por 300 sueldos venden una heredad en Jara Jerónima Aranja, viuda de Galcerán de Marguán, y Lupercio Gali, marido de Esperanza Marguán, al cristiano Martín Alastruey; la misma cantidad paga nueve años más tarde Bartolomeo de Orús —cristiano— por un campo menor, de 6 barcillas, en la partida de Malpartir, junto al Isuela, a Juan Cigüeño.

También de 300 sueldos es una operación un tanto extraña de 1577 que exige un trato especial; se trata de un cambio y una venta realizadas simultáneamente que hacen Gabriel Menescal, herrero, y Juan Verdún, pintor; da Menescal una viña en los Tierços de cuatro peonadas de cavar y un treudo de 5 sueldos a Montearagón, y recibe un campo y soto junto al Isuela; Menescal obliga casas en la calle San Martín; a la vez, Menescal vende a Verdún el campo que ha recibido por 300 sueldos; quizás la viña no pudiera venderse y se recurre a esta operación que bien pudiera tratarse de una venta oculta. En 1566 vende un campo en el Alfaz Jerónimo Alfarrán menor; lo vende su madre, Isabel Brondal; el campo ha sido comprado por Pablo Alfarrán en 1558 por 300 sueldos, pasa a Juan Alfarrán por reparto entre los hermanos el 24 de agosto de 1559; Juan Alfarrán muere sin testar y el campo pasa a Francisco Alfarrán, que también muere sin testar, y lo recibe su hijo Jerónimo Alfarrán y en usufructo su madre, Isabel Brondal, que es quien lo vende por 300 sueldos. Como puede verse, parece que los 300 sueldos es el precio más habitual. Ligeramente superior es el que paga en 1558 Dionis del Fierro por un campo de 7 fanegas en Almériz junto al Isuela, es decir, con riego; 320 sueldos dan al colectivo de moriscos en 1528 por un campo en la Xarea, y 340 sueldos vale un huerto que venden Martín Medina y Lope Medina en 1575 en Almériz. A veces un campo treudero alcanza un mayor valor que uno

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franco; tal ocurre con el campo treudero a las Mártires que compra Jerónimo Menescal, sito en los Tierços, en 1572, por el que paga 450 sueldos, mientras que por un campo blanco y franco en Monzur paga Ferrando Alfanaquí al cristiano Martín de Falces 400; posiblemente la diferencia de precio se deba al tamaño, porque las dos partidas son de las mejores de la ciudad, y el mismo año Domingo Almaçor compra un campo en Guatatén, junto a la acequia, por 460 sueldos; 400 da el cristiano Orencio Zamora a Juan Burro por unas tiras con riego junto a la acequia en Florén, donde, para facilitar la entrada, le permite talar árboles y levantar una tapia junto al soto y campo que allí tiene el vendedor.

De entre 500 y 560 sueldos, precio que ya puede considerarse alto, hay ocho compraventas: 500 paga Petrona Burro por un campo blanco en Monzur, en 1598, el mismo año que hace una operación, que ya vimos, de 4400 sueldos; por 500 sueldos venden un campo en el Riguillo, treudero a la Limosna, Juan Grisén y su mujer, Juana de Litera, a la cristiana María Sanjuán; la misma cantidad dan a Juan Cigüeño por un campo franco en el camino de Quicena en 1582; 510 sueldos paga Francisco Arnal a Francisco Ezcandar en 1569 por dos fajas que pagan treudo a los dominicos; 530 valen tres campos que vende en 1567 Juan Alfarrán a Juan Codo, sitos en Barbadagulla, las Mártires y Alfándega, lo que parece un precio realmente bajo, porque, por el contrario, por 2 fajas, un cuartón en Monzur y un campo de 1 cahizada en el Riguillo da en 1555 a Francisco y Ferrando Junez 550 sueldos el cristiano Jaime Diago, y aún llama más la atención lo pagado a Alfarrán si tenemos en cuenta que por un campo en Monzur dan 560 sueldos en 1606 a Francisco Burro.

Los campos de más valía se sitúan entre los 600 y los 850 sueldos, ya que son muy raros los que superan esta cantidad. En 1565, 1576 y 1585 pagan 600 sueldos; en la primera fecha, a Jerónima Alfarrán y su marido, Gaspar Zaydejos, pero no es solamente por dos fajas treuderas a los dominicos (en Monzur, junto a campos de Juan Cigüeño y de Francisco Ezcandar), sino, además, por un campo en Balcencos cuyo comprador es el calderero Jerónimo Burro; en la segunda fecha tenemos, más que una venta, un préstamo con garantía, puesto que al vendedor, Juan Cigüeño, le reconoce el comprador, el infanzón Antón Bailo, el derecho a recuperar el campo de 1 cahizada que compra en el Alfaz; en la última fecha, Gabriel Menescal vende a Miguel Navardún, cristiano, un campo en las Mártires que paga treudo. Entre 800 y 850 sueldos están los valores de cinco campos: en 1557, en el camino de Montearagón, Pablo Alfarrán recibe de la herencia de su padre unas tiras valoradas en 800 sueldos; lo mismo paga a Martín de Leciñena —cristiano— Domingo Almaçor por un campo en Monzur, junto a un «cerrado» del comprador (1566); igual se paga en 1585 por dos campos de 1 y 6 barcillas sitos en los Tierços, los vende Juan Menescal al ya citado Miguel Navardún; el mismo precio tiene un campo que compra el cristiano Martín de Lobera a Gabriel y Juan Menescal (1585), treudero en 8 cuartales a los predicadores, situado en el Fosal de los Moros que hay en el camino de Quicena; finalmente, son 850 sueldos lo que cobra Ferrando Alfanaquí, residente a la sazón en Zaragoza, por un campo en el Reguero de Abincaraz, en el camino de Zaragoza (1588).

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Explotaciones valoradas entre 1000 y 1900 sueldos, aparte de las ya citadas en otros puntos, son nueve; todas, excepto una —que no parece una venta— se dan el último tercio del siglo, y cuatro ya en el siglo XVII, coincidiendo con la venta de patrimonio que hacen muchos moriscos en previsión del ataque final; la excepción se da en 1549, cuando Juan Burro y Martín Burro «recompran» al cristiano Vicente Novales un campo en el Alfaz por 1100 sueldos, un precio por encima de la comanda de 950 que tenían de Novales tomada en 1546, y que no se cancela plenamente hasta 1559. Los Burro habían puesto como garantía sus casas, tierras y dos campos, pero no consta que vendieran nada al prestamista, de modo que posiblemente estemos ante la recuperación de uno de los bienes puestos como garantía y que el elevado precio no corresponda más que al interés que impone Novales para que pudieran recuperar el campo. El resto de las operaciones que superan los 1000 sueldos, cronológicamente, son, en 1568, la compra por parte de Domingo Almaçor de un campo en Barbarol, junto a la acequia del molino de Puyaruelas, por 1000 sueldos; en 1572, la venta que hacen Leonis de Fierro y su mujer, Esperanza Aranja, de unas tiras sin localizar que pagan un treudo a la Ciudad al espadero cristiano Jerónimo Buret, posiblemente inmigrante, por 1300 sueldos; Gracia Alamén, viuda de Jaime Burro, de Almuniente, vende un campo en Camino Real por 1900 sueldos a Jerónimo Burro, un precio realmente alto, a pesar de ser treudero a San Martín, precio que quizás se explique por estar junto a dos acequias; en 1589 venden un campo de 1 cahíz en Almengói y otro de 6 barcillas en Almériz por 1200 sueldos Gabriel Menescal y Jerónimo Menescal a Martín Alastruey; en 1590 Jerónimo Burro compra a Magdalena Millet un campo en los Tierços Altos por 1300 sueldos, pero en 1594 le da carta de gracia para que pueda recuperarlo en dos años, de modo que volvemos a estar ante un préstamo con garantía; en 1598 el cristiano Domingo Gascón compra a Juan Menescal un campo con tiras en el camino de Zaragoza, treudero a la Limosna, por 1200 sueldos; en 1604, 1360 sueldos reciben José Codo y su mujer, Beatriz Medina, del carretero cristiano Martín Trallero por dos campos de tierra blanca de 1,5 cahíces cada uno sitos en el camino de Quicena y en el sendero de la Torrelapiedra, junto a la Alfándega; en la misma partida están las dos fajas de tierra blanca que compra por 1100 sueldos en 1609 Juan Blanc, cristiano y no oscense por el apellido, a Lupercio y Francisco Gali, quienes también venden una tiras en los Alfalces Baxos al cristiano Martín Cabanas por 1680 sueldos, ejemplo de cómo una familia se deshace de su patrimonio, quizás para preparar la huida en un momento en que la orden de expulsión ya se había dado en algunos lugares de España; por fin, también en 1609, Jerónimo y Francisco Burro venden dos fajas en Monzur de 3 cahíces de sembradura, es decir, bastante grandes, a Miguel de Sada, cristiano, por 1350 sueldos.

Para acabar, nos quedan cuatro operaciones por encima de los 2000 sueldos, todas en los últimos veinte años de la comunidad. En 1589 Gabriel Menescal, su mujer, María Soro, y su hijo Gabriel Menescal menor venden un campo en Balcencos, limítrofe con campos de la viuda de Junez y de Jerónimo Burro, por 2000 sueldos, precio muy elevado a pesar de que paga treudo a San Pedro el Viejo; en

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la misma partida están los dos campos contiguos de 2 cahizadas que vende Juan Almaçor al doctor en Derechos Antonio Juan Mateo, treuderos a San Nicolás de la Seo por 2060 sueldos; algo más, 2900 sueldos, dan en 1598 a Isabel Ezcandar por un campo en los Tierços Baxos, con riego, que vende con la autorización de su hijo Juan Lasierra, albéitar; Isabel ha vendido campos en 1596, dos, y 1597, a la vez que pone en arriendo otros bienes, de lo que se deduce una crisis económica familiar, ya que llega a decir que alguna venta se hace para saldar deudas; por último, sabemos que en 1609 Petrona Burro, a la que ya hemos visto actuar anteriormente, y su hijo Jerónimo Codo venden a Juan Maza, por 2200 sueldos, un campo sito en el camino de los Dolores, en una partida con riego, lo que quizás explique el precio.

De lo que podía ser el patrimonio agrario de la gente acomodada es un buen ejemplo lo que se disputan Juan y Diana Almaçor, hermanastros, de la herencia de su padre, que había disfrutado hasta su muerte en 1590 su segunda mujer, Violante Xavierre. Los bienes en disputa son dos casas en San Martín, una heredad cerrada con casa o torre y plantada de malvasía y otras cepas y árboles, en el camino de Barluenga; tiras en Morillón, Balcencos, Monzur, Florén, el camino de Cillas y el camino de Alcoraz; un plantero en Alcoraz, camino de Vicién; tiras y un plantero en Almériz, un campo en Balcencos, un huerto en Almériz y un campo en los Tierços.

OTROS PROPIETARIOS Y EXPLOTADORES DE TIERRAS

No tenemos más noticias sobre el precio de las tierras, aunque sí hay más datos sobre campos en explotación por moriscos, datos que, aunque parezcan repetitivos, vale la pena reseñar, a fin de dar una idea exacta de la actividad de los conversos en este sector de producción, de manera que una vez visto todo lo aportado por la documentación habrá argumentos para afirmar que, salvo los pobres de solemnidad, todos los conversos tenían alguna explotación agraria, y a tenor de lo expuesto algunas eran de envergadura, de manera que hay que insistir en una agricultura no solo de autoconsumo, sino de orientación mercantil. Hasta ahora hemos visto algunos casos de tierras en tenencia y los documentos de compraventa; lo que veremos a continuación hace referencia a tierras que parecen ser propiedad plena de los moriscos, aunque haya que tomarlo con mucha precaución, porque los documentos pueden ocultar información. Recogemos las citas de tierras cuyo propietario-explotador conocemos, aunque a veces el dato no sea más que la mención de un campo que aparece como lindero de otro; en cualquier caso, es un intento de dar a conocer la auténtica dimensión que tenía la agricultura entre los conversos, que el lector podrá valorar si repara en que los «campesinos» que aparecen son gentes cuyos nombres hemos visto en las nóminas de oficios que hemos expuesto más arriba. Vamos a seguir un orden estrictamente cronológico en la exposición. Excluiremos de esta relación a los Compañero y a los Çafar, cuya economía se estudiará en el capítulo dedicado a ambas familias.

En 1529 Juan Marguán, alias Forner, según ya se dijo, arrienda a Domingo Allué un huerto en el Postigo de Almériz por dos años y 50 sueldos anuales —el

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dueño se compromete a poner puerta y restaurar las tapias— y también una viña por seis años y 12 dineros anuales a Pedro Serrano, casi al tiempo que vende un campo en el Riguillo por 210 sueldos a Lope Alfanaquí. En 1530 tenemos noticia de que el obrero de villa Lope de Gurrea tiene campos en el camino de Sangarrén, en Balcencos, en Monzur y en el Alfaz, además de una tierra en tenencia en el Reguero de Abincaraz. En 1531 Pedro de Huesca, cantarero, tiene una viña en los Tierços y un campo en el Alfaz. Dos años después, tenemos noticia de un campo de Lope Burro. Más datos nos da un documento de 1534 en el que vemos a Galcerán de Marguán arrendar todos sus campos en Huerrios, prácticamente a las puertas de la Ciudad: los deja a Miguel de Marguán por nueve años y solo 6 cahíces de trigo al año, y para ayudar a la explotación le presta una mula y 9 cahíces de cereal; aquí hay un dato de gran interés social, porque en el contrato se reconoce que, si Miguel es expulsado de Huerrios por el señor de la villa (los Sanjuanistas), únicamente deberá pagar por el tiempo que esté. En 1537, Esperanza Alfarrán hereda de su marido, Miguel Alfarrán, una viña en los Tierços. En el camino de Montearagón tienen campos Francisco Junez y Galcerán de Marguán en 1544. El mismo año, Juan Compás hace una permuta con Luis de Embún, cristiano: da una viña treudera a San Pedro el Viejo en La Almunia y recibe otra franca en la misma partida. En 1546 sabemos que el menor Felipe Tillero es dueño de un rico patrimonio agrario, como se vio anteriormente, catorce campos que sus tutores ponen en arriendo por solo 3 cahíces de trigo anuales, precio que parece ridículo si tenemos en cuenta que algunos campos están en las mejores partidas de la ciudad: camino de Barluenga, camino de Montearagón, camino de Los Molinos, camino de Tierz, camino de Quicena (y Cruz de Quicena), las Mártires, el Alfoz, Alcorcí y Monzur; en el mismo documento se citan campos de Amador Tillero y Juan Burro en el término de Monzur. De los hermanos herreros Juan y Martín Burro sabemos que tienen dos campos y unas tiras en el Alfoz en 1546. Juan Grisén tiene un campo en Monzur en 1547. En el testamento de María Marguán (1549) se mencionan unos campos con un mirador en el Campo del Toro que hereda su hijo Juan Cigüeño; en ese mismo año sabemos que Amador Tillero tiene un huerto en la zona de la calle San Martín y en 1551 se cita uno de Felipe Tillero al lado, que se pone en arriendo. Diez años más tarde, tenemos noticia de que Juan Codo, cantarero, tiene en arriendo por diez años un campo en el camino de Quicena que paga un censo de 10 sueldos anuales a Martín Tarazona. Una explotación notable es la que en 1564 aporta Leonor Faxol al casar con Miguel de Caldes: una torre, campo y viña situados en Algüerdia. También como dote Leonor de Gurrea lleva a su segundo matrimonio (1566), con Ferrando Alfanaquí, campos en el camino de Sangarrén, Barbalbol, el camino de Bellestar junto al Flumen, el camino de Zaragoza y Monzur, y su marido un campo en el camino de Quicena. Juan Cigüeño es propietario de tres campos en el camino de Montearagón, el camino de Barbastro en Torrelapiedra y el camino de Salas, que da a terraje del seteno en 1566 al cristiano Bartolomé Martínez por cuatro años. En la venta de un campo de Vicente Alamén en 1567 secitan en el camino de Tierz campos de Diego de Araus, Juan de Araus y Juan Ezcandar.

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A partir de la segunda mitad de siglo parece que aumentan los arrendamientos de tierra en aparcería o terraje o en alquiler, acaso, como ya se dijo en otro momento, por la falta de mano de obra —de ahí que la mayoría de los arrendatarios sean cristianos— por emigración o simplemente porque en general son bastante sustanciosos los beneficios, especialmente debido a que los contratos se hacen por muy poco tiempo y se pueden revisar las condiciones. Así, en 1567, María Oncino y su marido, Jerónimo Gali, habitantes en Zaragoza y de presente en Huesca, dan en arriendo a Juan Prom y Juan Cigüeño, por 4 cahíces de trigo anuales que serán entregados en Zaragoza, tierras en Florén, el camino del molino de Puyaruelas, Almériz y Algascara, y una era en Las Monjas, por seis años, con la obligación de mantener los árboles frutales y pagar un censo a Santa Clara por la era; como se ve, se pide poco por el arriendo, pero se explica porque los propietarios no pueden atender los campos por haber emigrado. En 1569 Isabel Junez aporta al matrimonio con Juan Menescal un campo en el Riguillo y otro en el camino de Apiés. El obrero de villa Domingo Almaçor es dueño de unos campos que tiene a censo de 46 cahíces de trigo el cristiano Martín de Larraga; en el documento no se mencionan los campos, pero, teniendo en cuenta la cuantía del censo, tenían que ser muchos y buenos, y en el inventario que se hace de los bienes de su viuda en 1590 se cita el libro de treudos en el que se conservaban las escrituras de arrendaciones y préstamos que había hecho Almaçor. En 1571 Juan Cigüeño renueva el contrato del terraje del seteno por cuatro años a Bartolomé Martínez campos en el camino de Montearagón y el camino de Barbastro en Torrelapiedra, y otro libre de terraje en el camino de Salas. En el pleito por la herencia de Felipe Tillero (1578) se nos informa de que Juan Codo tiene tiras en el Alfaz, junto a tierras de los también moriscos Lope de Sasa y Alexandre de Sasa y los hermanos Cernico, y de que Jaime de Arayco tiene un campo en el camino de Tierz junto a campos de Jerónimo Burro y Vicente Alamén, además de la rica propiedad de Tillero: campos en el camino de Quicena y Las Peñas, y tierras en el Alfaz y el camino de Tierz. En 1581, Felipe Castellano, al que ya vimos como menor tutelado, se va a vivir a Pedrola con sus hermanas, y en 1581 da en arriendo nueve fajas de tierra blanca sitas en el camino de Quicena, junto a campos de Lupercio Gali, al cristiano Pedro de Luna por seis años y solo 3 cahíces de trigo anuales, que serán puestos en Zaragoza por el arrendatario. En 1587 Jerónimo Burro, calderero, da en arriendo al cristiano Juan de Serás unas tiras en el Riguillo, otras en Florén, dos campos en Monzur, uno en el camino de Quicena —donde hay otro de María Junez—, dos campos en el Alfaz —junto a tres de Marguán— y tres campos en el Riguillo, todo durante cuatro años y 7,5 cahíces anuales, que es poco y no parece debido a que Burro sea un anciano —se ha casado en 1556 y tiene hijos—,así que será, simplemente, porque su oficio le ocupa todo el tiempo y no puede atender debidamente tanta tierra, además bastante dispersa. También hay conversos que toman tierras en arriendo, como el cantarero Francisco Ezcandar, que en 1560 explota tierras de Gilberto Redón por 4,5 cahíces de trigo, medio cahíz de cebada y dos cargas de paja anuales, todo por un buen número de campos en el Tablado, Loreto, el camino de Pompenillo, Almériz, Algüerdia y el cami-

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no de Bolea, en los que se le autoriza a plantar habas en las tiras de Tablado, a la vez que se le prohíbe hacer leñas, lo que nos permite aventurar que en algunos de los campos había árboles; o el calderero Juan Burro, que explota tierras de Domingo Campo por las que en 1573 le paga 6 cuartales de trigo por un campo en el Alfaz y el quinto del fruto por una faja en la misma partida.

Del valor de una viña dan buena idea los 670 sueldos que por tres cosechas pagan al calderero Jerónimo Burro por una en el Papiello, y los 430 sueldos que dan a Petrona Burro por un huerto con cepas en el Alfaz por dos cosechas el año 1588. Un año más tarde, Jerónimo Burro arrienda a Martín de Lobera dos campos en Florén y el Riguillo por tres años y la elevada cantidad de 440 sueldos anuales, y Jerónimo Menescal arrienda un campo con riego en el camino de Zaragoza, junto a la acequia, por 130 sueldos anuales. En 1590 Gabriel Menescal y su hijo Jerónimo Menescal dan a terraje a Martín Alastruey dos campos en el Alfaz y Balcencos por el seseno del grano y por cuatro años, con la condición de que haga «buena güebra», es decir, que se labre bien y cuide debidamente las tierras. En 1597 Jerónimo Burro arrienda tres tiras, cuatro fajas y seis campos en Monzur y los Tierços Altos a Miguel Sagasti —por el apellido parece inmigrante y cristiano— por 5,5 cahíces de trigo, que se habrán de pagar en agosto, un tipo de contrato, como se ve, más ventajoso para el propietario que el terraje; el grano que se ha de pagar equivale a unos 350 sueldos. Juan Pueyo da 90 sueldos anuales a José Codo por un campo en La Almunia en 1598; en la misma partida, un año después, se dan 190 sueldos anuales a Jerónimo Codo por un huerto con frutales y uvas, lo que demuestra el valor de los cultivos hortícolas comparándolo con lo que se paga por un campo de cereal. Al mismo Jerónimo Codo le pagan 140 sueldos en 1602 por un campo grande, de 2 cahizadas, junto a otro huerto que explota Jerónimo; tiene riego y árboles frutales, y se podrá plantar hortalizas; lo bajo del alquiler se debe a que el primer año el dueño se reserva el derecho de plantar tiras, posiblemente hortalizas. Por fin, en 1600 Francisco Oncino cultiva un campo en tenencia que paga 5 sueldos de treudo a Montearagón, en los Tierços, junto a campos de los moriscos Lasierra e Isabel Ezcandar. Pero no parece que todas las tierras fueran arrendadas, lo que hace pensar en la explotación directa por medio de jornaleros, como es el caso de las propiedades que se disputan los herederos de Domingo Almaçor en un largo pleito que va de 1590 a 1595, del que ya se ha hablado; en el documento se nos dice que la familia posee una finca notable en Monzur con casa y torre, campos en la misma partida y en el camino de Cillas, Alcoraz, Florén, Balcencos, Morillón y los Tierços, más un huerto y un plantero en Almériz que, en buena lógica, parece que requeriría de mano de obra asalariada o de medieros.

Algunos documentos tratan específicamente del alto precio de los huertos. Sabemos que en 1560 Domingo Almaçor compra uno en el barrio de la Almenara, dentro del de San Martín, por 500 sueldos, y en 1570 paga mucho más, 1240 sueldos, por otro cerca del convento de Santo Domingo. En 1575, en un cambio, Agustina Prom, viuda del cantarero Francisco Ezcandar, da un huerto en Almériz a Jerónimo Burro, cantarero, y a su mujer Jerónima Junez, y recibe un campo en

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Monzur de 1,5 cahizadas, franco y 1000 sueldos; el huerto es de media cahizada y es treudero en 7 sueldos a Santa María de Barbastro. Mucho menos vale el hortal que vende en 1603 Francisco Oncino en el Campo del Toro, pues solamente son 400 sueldos, pero los hortales suelen ser de menor tamaño que los huertos. Asociados a los huertos están los miradores, frecuentemente citados; en 1578 el infanzón Pedro Sellán vende al menescal Ferrando Alfanaquí un pedazo de patio que «solía ser mirador» en el Campo del Toro por solo 60 sueldos, pero es que el pedazo es pequeño, de un «filo y medio de ancho» solamente; curiosamente ese mismo mirador es vendido por los ejecutores del testamento de Juan Ferrando Alfanaquí, hijo del primer comprador, por 200 sueldos; se dice que es «un mirador siquiere patio», es decir, que se conservaba aproximadamente como se había comprado veintitrés años antes, lo que demuestra la revalorización de la tierra y las casas a lo largo del siglo, ya que había multiplicado por más de tres su precio en dos décadas. Tenemos noticia de lo que vale un olivar que venden en Barbastro Esperanza Çafar menor y su marido, en 1590: 2200 sueldos, precio realmente extraordinario que contrasta con los 250 sueldos que los mismos pagan por un soto junto al Flumen en la partida de los Tierços Baxos.

LAS TIERRAS Y LOS CULTIVOS

¿Cómo se trabajaban estos campos? Como hemos visto en algunos inventarios, apenas hay animales de labor (mulos, rocines, yeguas, pollinos y bueyes aparecen en la documentación), y es probable que las pequeñas propiedades, especialmente los huertos y viñas, se trabajaran con azadas, azadones y azuelas; el arado romano con reja y cutre para un animal o con yugo para una yunta y las tijeras y podaderas, trillos, palas, hoces de segar y de podar, horcas para hojas y para aventar son los instrumentos de trabajo que hemos encontrado en los documentos, además de útiles relacionados con los animales de labor —albardas, cinglos (cacinglos),185 zurriagos, ramales, frenos de caballería, cabezadas, estribos— o con las tareas agrarias —capazos de todo tipo, de esparto y de palma, palas y medidas: cahíces, cuartales, almudes, cántaros y nietros—. No hay datos sobre técnicas de cultivo; se habla de tierra blanca (para cereal), donde es de suponer que el barbecho sería habitual en cultivo rotatorio combinado con habas, que se mencionan, y parece frecuente el cultivo promiscuo, especialmente en la huerta, donde se daría el cultivo intensivo. Cuando se habla de tiras dentro de un campo creo entender que se refiere a una parte del campo que rotaría los cultivos; además sabemos que en muchos campos hay árboles frutales y no frutales o incluso olivos. En 1560, al hablar de las habas que hemos mencionado, se dice que el resto de las tierras que se arriendan cultivarán cereal, «alternando con cereal»; acaso se refiera a cultivo de año y vez o a tiras sembradas de distintos cereales. Cuando en un documento de 1604 se habla de dos cosechas, una «sobre güebra» y la otra «sobre retragüebra», creo entender que se trata pre-

185. Tensores de madera para las sogas que sujetan la carga en las caballerías.

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cisamente de rotación de cultivos. Tenemos datos sobre siembra temprana en algún documento; por ejemplo, en octubre de 1556 Ferrando Çafar da comanda de 20 cahíces de trigo a cuatro labradores de Puibolea, casi con toda seguridad para la siembra; probablemente se trataba de un mal año y las cosechas sucesivas tampoco parece que fueran buenas, porque la deuda no se puede cancelar hasta tres años más tarde. El día 13 de octubre de 1564, el ejecutor del testamento de Agustín Ezcandar y tutor de sus hijos, Juan Cigüeño, vende al cristiano Pedro Belver la huebra de 10 cahizadas por 200 sueldos y el seseno del fruto, lo que demuestra que en esa fecha ya se había efectuado la siembra.

La recolección se hacía con falces de segar, y en las eras, abundantes en la partida de la Almecora y en el Fosal de los Moros,186 eran trilladas o malladas las mieses (se han documentado tanto trillos como mallos) y aventadas por medio de palas y forcas de aventar (también documentadas, lo mismo que las gramaderas para barrer). El almacenaje se hacía en los numerosos graneros que había en las casas, y lo que se vendía se almacenaba en el almudí; la paja, en los pajares existentes en las propias casas o junto a los obradores. La poda de árboles, cepas y parras está también documentada (recuérdese que aparecen con frecuencia las tijeras y las podaderas). El transporte y acarreo se hacía a lomos de caballería, pero también con carretas tiradas por bueyes, citadas en 1558 en el transporte de fustes para Juan Compañero; en 1599 se habla del carretero de bueyes Martín de Fuentes, que alquila un portal a Ferrando Naxar, y con carreta se transportará la tierra hasta el alfar de Francisco Lasierra en 1603. Del alfarero Juan Medina sabemos que tenía un jumento (1606). El almacenaje de aceite y vino se hacía en las bodegas, que con frecuencia son mencionadas: el vino se guardaba en cubas, de las que algo se ha dicho, y el aceite, en «pozales» o pilas de piedra, citadas por ejemplo en 1537, y en bodegas «olearias» como la que tuvieron los Çafar y de la que se hablará ampliamente en relación con el pleito que se planteó por su venta en 1589.

Las instalaciones agropecuarias se citan en centenares de documentos y vienen siempre asociadas a las viviendas, pero a veces aparecen independientes, lo cual nos permite ver mejor qué valor tenían. Como ocurre con otros bienes, los datos obtenidos nos ayudan a adivinar una revalorización de dependencias como los graneros, algunos de los cuales parece que estaban aislados, o al menos se venden o alquilan aisladamente. Ya en 1528, Juan Farax vende un corral en el Ferrianal a Ferrando Biota por 152 sueldos. En 1529 sabemos que Lope Alborgí pone en venta por medio de su procurador Felipe Tillero uno que tenía en la calle San Martín, junto al Postigo; Alborgí se había ido a vivir a Osera y ya en 1527 había vendido por 450 sueldos su casa, que estaba próxima a ese corral y junto a la vivienda de Juan Marguán; no hemos logrado saber si llegó a venderse el corral, así que desconocemos el precio que entonces podría pagarse por uno, dato que sí tenemos

186. Almecora es un topónimo muy viejo que se da ya en la época de libertad y hace referencia al viejo cementerio de la Huesca musulmana; Fosal de los Moros alude al cementerio de los mudéjares. Véase Conte (1992).

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en 1544, cuando Ferrando Çafar compra uno junto a su casa al notario Juan Canales por 300 sueldos, con carta de gracia para recuperarlo, cosa que debió de ocurrir, porque doce años más tarde, por el mismo precio, lo vuelve a adquirir Çafar. En 1554, Felipe Castellano, alias Urramén, vende un corral franco al albéitar Ferrando Junez por 160 sueldos en la parroquia de San Martín. Algo más, 220 sueldos, paga en 1566 Jerónimo Burro a Alonso de Cáceres por el corral de este en el Ferrianal; un año más tarde compra otro junto al anterior y a su casa por el que paga la suma, ya notable, de 400 sueldos a Juan Alfarrán, y uno más, por 500 sueldos, a Juan Cigüeño y Juan Menescal y sus respectivas mujeres, Brianda Junez e Isabel Junez; el precio más elevado de este último corral, sito junto al de Domingo Enzala, se debe a que tiene en su interior un establo; el corral había sido aportado por las mujeres como dote matrimonial. El aumento de precio queda patente en la compra en 1606 de un corral junto al de Jerónimo Burro, en el barrio de San Martín, que hacen por 1000 sueldos Domingo Enzala y su mujer, Jerónima Burro, al barbastrense Lope de Sasa; el elevado precio puede deberse tanto al tamaño como a la situación y a la condición de franco.

También el alquiler aumenta con el paso del tiempo; así, en 1552 el calderero Martín del Fierro alquila por ciento un años un pedazo de corral en San Martín por la cantidad, casi simbólica, de 6 sueldos anuales; en 1583, por un pedazo de caballeriza paga 80 sueldos anuales Gabriel Menescal a Francisco Oncino; en 1590 son 180 sueldos al año lo que paga por un corralico en el Pellerique Viejo Pedro Buxeda a Juan Felices y Esperanza Çafar menor, que lo alquilan por cinco años, corral que es incautado y entregado a Miguel Enrique Compañero en 1593, quien mantiene el alquiler y, pasados los cinco años, lo renueva aumentando la renta en 100 sueldos. Los 1800 sueldos que paga el herrero Pablo Alfarrán al labrador Pedro Peculud en 1557 no deben extrañarnos si tenemos en cuenta que en el corral, sito en la placeta de Florén, hay una bodega y una cámara. En cuanto a las eras, ya hemos visto algunas que estaban en el Fosal de los Moros, «más allá de la Isuela», y en la Almecora, y allí parece que se concentraba la mayoría de ellas. No nos consta el precio de ninguna, aunque sabemos que Jerónima Aranja recibe una a treudo de los predicadores que paga un censo de 8 cuartales de trigo al año. Agustín Ezcandar vende una, también treudera a los predicadores, en 1565 a Miguel de Artiga, pero no sabemos lo que se pagó por ella. También hay refrencia indirecta de la compra que hacen Juan Cigüeño y Domingo Enzala en 1561 de una era situada en la misma partida, por la que pagan 161 sueldos; en 1568 Cigüeño hace cesión de su mitad a Enzala. En 1597 son aprehendidos los bienes de Juan Almaçor y entre ellos hay una era en el Fosal de los Moros.

La climatología oscense, especialmente la escasez e irregularidad de las lluvias, no garantizaba la alimentación necesaria en los años malos, mal que quedaba paliado por la abundancia de tierras con regadío gracias a las escasas aguas del Isuela, las más generosas del Flumen, y la abundancia de pozos por la superficialidad de la capa freática. Por eso no es de extrañar que, para garantizar un mínimo de alimentos variados, en las tierras con regadío se produzcan, como se

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ha visto, cultivos típicos de secano, como el cereal, la vid y, en menor medida, el olivo. Algunos datos indirectos en la documentación trabajada nos permiten aventurar la calidad de algunas cosechas; ya hemos visto cómo la cosecha de 1556 y las dos siguientes no parece que fueran buenas, pero hay más información que vamos a intentar exponer. La relación entre los matrimonios y la bondad de la cosecha es algo habitual y tradicional, de manera que aquellos años que superan notablemente la media de matrimonios nos están hablando de una cosecha anterior buena: en 1545 tenemos tres capitulaciones matrimoniales, pero una es de dos hermanos, lo que supone cuatro matrimonios; tres tenemos en 1554; cinco hay en 1566; tres y el pago de lo acordado en otra anterior, en 1574 y, por fin, en 1598 encontramos cinco capitulaciones —una se canceló posteriormente— y el pago de dos de años anteriores, a lo que hay que añadir el acta parroquial de tres matrimonios más, una cantidad realmente extraordinaria que obliga a pensar en una buena situación económica.

Desde el momento en que hay registros parroquiales podemos, con todas las reservas que ya fueron expuestas sobre la fidelidad de la fuente, aproximarnos al número de nacimientos, también en íntima relación con la bondad económica, incluso en épocas antiguas. La primera cosa que llama la atención es que la capacidad reproductora de la comunidad no parece menguar con el paso de los años; de hecho, los de mayor número de bautizados corresponden a los veinte últimos años: en 1587, 1589 y 1609 tenemos cinco bautizados; en 1590, 1598 y 1600 hay seis; en 1600, cuatro; tres hay en 1580, 1581, 1595, 1596 y 1608; anteriormente, destacan los cuatro de 1566, 1569, 1572 y 1575, y los tres de 1555 y 1557. Si comparamos esta información con los préstamos de cereal y las evidencias de apuros económicos podríamos aventurar las buenas y malas cosechas a lo largo del siglo, pero los datos que nos da la documentación son muy parciales. En cuanto a los préstamos de cereal, son especialmente numerosos de 1595 a mayo de 1598, de lo que podría deducirse unas malas cosechas en esos años; sin embargo, parece que la cosecha de 1598 fue buena, no hay préstamos de trigo desde el verano de ese año ni tampoco es digno de considerar el único que se toma en 1599, que no es un préstamo por necesidad, sino que se trata de 500 cahíces que toma Juan Enrique Compañero del noble Pedro Rasal para comerciar, señal de que había habido una buena cosecha. De modo que las campañas de 1598, 1599 y 1600 fueron buenas, ya que no se toman préstamos de trigo, y en los años posteriores hasta la expulsión tampoco son muy abundantes los préstamos, si exceptuamos 1603. En el otro extremo de la cronología, parece que los años 1528 y 1529 fueron malos, y se dan bastantes préstamos, pero la cosecha de 1530 fue buena y permite que en agosto de ese año los lugares de Selgua y Peralta salden una deuda con Pedro Compañero de 690 y 600 cahíces respectivamente, además de 10400 sueldos que da Selgua. Mirando las cancelaciones de deudas a lo largo de toda la historia, podemos comprobar que 1530, 1546, 1568, 1581, 1606, y especialmente 1598 y 1608, son los años en que se da el mayor número de ellas; quizás también sea una manera de probar que las cosechas fueron buenas.

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Lamentablemente, poco más podemos saber a partir de nuestra documentación, y, como se ha visto, prácticamente nada sobre ganadería, porque las noticias que tenemos se limitan a algunas gallinas, gallos, capones y unas pocas ovejas y una cabra que aparecen en varios inventarios, aparte de un palomar citado en 1583 en unas casas de Juan Lasierra en el barrio del Medio, las colmenas (abejarales) que ya hemos mencionado, el puerco salado que hay en el inventario de Martín del Rey en 1555 y los escasos animales de labor.

Con todo lo expuesto hemos agotado los datos que nos da la documentación sobre la propiedad y tenencia de las tierras y sobre sus precios, pero ¿qué se producía en estas tierras? Los documentos son muy avaros, si exceptuamos los relativos a los arrendamientos de las rentas de diversos lugares que hacen los Çafar y los Compañero, cuyos contratos detallan con precisión cuántos cultivos hay, pero no hacen referencia a Huesca, sino a pueblos de la comarca, igual que el gran inventario de los Çafar de 1582 y sus libros de cuentas (1582-1584). Lo que cultivaban nuestros moriscos queda limitado a cereales (panes), olivo, vid para vino, uvas de mesa, algún frutal y hortalizas, además de los sotos. Las citas son tan pocas que vale la pena detenernos en ellas. Por supuesto, estudiadas ya las viñas, no tiene sentido aquí volver a hablar de las uvas destinadas al vino, ni tampoco del cereal, que era el cultivo básico en todas las tierras de secano e incluso en algunas de regadío, aunque con toda seguridad habría otros cultivos, de los que luego hablaremos, en los pueblos inmediatos a la capital.

Sobre los frutales hay menciones generales; siempre los vemos combinados con cultivos hortícolas y parrales, aunque también los hay en tierras de secano. El documento más preciso es uno de 1538 por el que Pedro Compañero arrienda un huerto en el Ibón a Pedro Constantins, quien deberá cuidarlo y tener bien los andadores; el dueño se reserva toda la producción de «manzanas de san Juan, ciruelos de fraire y peras de pericón». Ciruelas pasas e higos negros son mencionados en el inventario de los Çafar de 1582. Son las dos únicas citas concretas: en todos los demás documentos, hasta unos diez, no se dice más que frutas o árboles frutales. La producción de uvas de mesa tiene en 1572 una cita específica de moscatel en un campo de Jerónimo Menescal en los Tierços, y otra en 1590 de la malvasía cultivada en una gran explotación de Domingo Almaçor en Monzur, en la que hay casa y torre con campos, cepas y árboles. Las parras y las cepas dentro de los huertos, muchas veces combinadas con frutales, se citan ocho veces; en una ocasión, en 1587, se dice que Jerónimo Burro se reserva las uvas en un campo en el Riguillo, con riego, que pone en arriendo. Frutales y parrales se localizan básicamente en Ibón, Florén, Algascar, Almantina, Abincaraz, camino de Zaragoza, Almériz, Monzur, Riguillo, camino de Montearagón, Tierços, Postigo de Almériz, Campo del Alba, Papiello, Alfaz, La Almunia y camino de Los Molinos, algunas de estas partidas con acequias y riego, como Ibón, Florén, Almériz, Campo del Alba, etcétera. El olivar tiene una sola mención en un huerto tapiado de los Almaçor en la partida de Monzur, citado en 1566 y 1568: se habla de «oliveras y árbores», de manera que estamos de nuevo ante un cultivo promiscuo de frutales, olivos y hortalizas. Las legumbres, que eran tan importantes para el ali-

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EL TRABAJO Y LA ECONOMÍA

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Fuente del Ibón. En sus inmediaciones, y regados por sus aguas, se daba una notable concentración de huertos y hortales, como el que poseía, con frutales, Pedro Compañero o como el de los Çafar. Otras dos fuentes importantes eran la del Ángel y el Chorro de los Moros. (Foto: Lucas Escolá, comienzos del siglo XX. Fototeca de la Diputación de Huesca)

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mento humano, solo se mencionan en 1560 en un campo donde también hay cereal, de modo que posiblemente estemos ante un caso de rotación de cultivo, como ya se dijo. Hortalizas junto a frutales tenemos en 1602 en el campo con riego en La Almunia que arrienda Jerónimo Codo, donde prohíbe la plantación de árboles pero recomienda la de hortalizas. En 1607, Esperanza Çafar menor, ya viuda y con apuros económicos, alquila un huerto con una «torre siquiere casa» en la Porteta, con árboles y riego, en la que las hortalizas que se planten irán a medias con el arrendatario en gastos y beneficios, todo por un precio de 240 sueldos anuales; la finca está junto a un huerto de mosén Felices, lo que podría indicarnos que esta explotación no provenía del patrimonio de los Çafar sino del de los Felices. Los sotos aparecen citados en 1592 en los Tierços, en 1594 en los Tierços Baxos y junto a la acequia de Florén en 1600. Asociados a los huertos aparecen dos «abejarales»: en 1537 se habla de los arnales que tiene Pedro Compañero en un huerto en el Ibón y en 1591 ya nos son conocidos los que tenían Esperanza Çafar menor y Juan Felices en una finca en Monzur.

Los inventarios nos dan noticia de la presencia de harina, cebada, hordio y trigo en muchas casas, en un caso ajos y granzados, y medidas para cereal, líquidos y otros. En el gran inventario de los Çafar de 1582 se mencionan, aparte de las ciruelas pasas e higos ya citados, olivas en conserva, aceite, especias, carne salada, miel, arrope y un «vaso de vidrio con conserva rosada» de fruta; azúcar, nueces, queso, una jarra de vino, y cominos y simiente de cilantro, dos productos de tradición musulmana cuyo cultivo se perdió en Huesca desde tiempo inmemorial. En el mismo inventario y en los libros de cuentas de los Çafar (15821584), así como en los contratos de los grandes arrendamientos, se nos informa de cultivos que presumiblemente también se daban en Huesca pero que no hemos podido documentar en las escrituras de los moriscos; cuesta creer que pudieran darse en lugares inmediatos a la ciudad y no en esta, de manera que vale la pena mencionarlos. En el inventario de los Çafar se da cuenta de todo el cereal que tenían almacenado en el mes de marzo de 1582 en diversos lugares inmediatos a la ciudad, y realmente sorprende el volumen en una época tan avanzada del año, a cuatro meses de la nueva cosecha, de lo que podría deducirse la bondad de la cosecha de 1582, porque el cereal era nuevo, ya que del granero de Peralta se dice que hay 56 cahíces de centeno más 67 de «centeno viejo», lo que equivale a decir que lo había de la cosecha del año y de la anterior; en Peralta, Sasa, Sesa, Castejón de Arbaniés, Arbaniés, Ibieca, Liesa, Puibolea, Argavieso y Novales hay reservas de trigo que suman más de 1704 cahíces, de centeno hay 297 cahíces, 341 de hordio, 107 de avena (cebada), 60 de trigo-avena y 8 de granzados; curiosamente no aparece ni aceite ni vino, lo que indica la menor importancia de estos cultivos en esos lugares y, en general, en toda la comarca. En los librosde cuentas de los Çafar vemos que comerciaban con estos cereales y también con otros muy poco cultivados —mijo, panizo y escalla—, así como con aceite, vino, azafrán y lana. En 1561, Ferrando Çafar tiene arrendadas las rentas de la mensade Montearagón; numerosos pueblos dependientes del gran monasterio producen trigo, hordio, mijo, vid, olivo, azafrán, lino, cáñamo, horta-

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lizas y cebollas; en ganadería y sus derivados, se habla de ovejas, gallinas, queso, panes de cera y lana. En Castejón de Arbaniés y Arbaniés, arrendados en 1571 por Jerónimo Çafar, se producen cereales (panes), vino, aceite y cáñamo, gallinas y corderos. En Argavieso, Pueyo, Liesa e Ibieca, arrendadas al señor de Argavieso por los Çafar y los Compañero en 1571, se citan trigo, avena, olivo, vid, cáñamo, corderos y gallinas. En Castilsabás, arrendado por el calcetero (en realidad es calderero) Juan Burro en 1571, se dan cereales, vino, aceite, cáñamo y corderos. Sabemos que Esperanza Çafar mayor tiene una gran bodega en Laluenga en la que hay varias cubas que vende en 1544 —una de 14 ó 15 nietros, una de 10 nietros y una de 5 nietros—, lo que nos indica una elevada producción de vino en ese lugar monegrino. Y, finalmente, sabemos que en Selgua se produce trigo, hordio, centeno, cebada y vino por un documento de 1529. Curiosamente, no se citan las almendras, las calabazas ni los cerdos, y sin embargo sabemos que entre los derechos señoriales que arriendan Çafar y Compañero a Juan de Gurrea, gobernador general de Aragón, en sus pueblos de Liesa, Ibieca, Argavieso, Pueyo, Peralta y algunas aldeas, está la obligación de entregar al señor 6 quintales187 de aceite, 6 cargas188 de calabazate (también lleva calabaza el arrope, del que se hablaba antes), 12 botes de conserva (en Aragón, conserva, si no se dice de qué, es por antonomasia cerdo en aceite), turrones blancos (almendra y miel) y 50 libras de azúcar fino, que necesariamente había de ser de importación de las tierras meridionales del reino de Granada y era un producto muy caro.

LOS PRECIOS DE LOS PRODUCTOS AGRARIOS

Parece imprescindible comenzar el estudio de los precios dando la equivalencia de las monedas y unidades de peso que vamos a utilizar en el trabajo. Las monedas de cuenta son el sueldo, la libra jaquesa (equivalente a 20 sueldos), el dinero y la miaja. Normalmente se habla en sueldos, excepto para las grandes cantidades, en las que se usa la libra; en ocasiones se habla de reales (equivalente a la dieciseisava parte de un escudo), ducados (22 sueldos valía el ducado en 1548) y excepcionalmente de florines (el florín equivalía a 16 sueldos en 1549); el escudo, que aparece citado en la documentación, se equiparaba a la libra. De todos modos, nosotros vamos a ver los precios en sueldos y libras. Las medidas que aparecen en la documentación y en el texto son el cahíz, la carga, el quintal, la arroba y el cuartal; para el aceite, la arroba, la libra y el quintal; para el vino, el nietro y el cántaro; para el azafrán, la onza; para la lana, la libra; para los metales preciosos y joyas, la onza, el arienzo y el grano; como medidas de longi-

187. El quintal aragonés es el tercio de una carga y tiene 4 arrobas.

188. La carga aragonesa en una medida ponderal equivalente a 3 quintales, lo que supone unos 800 kilogramos.

189. Se siguen, básicamente, las equivalencias dadas por Pablo Lara Izquierdo en Sistema aragonés de pesos y medidas: la metrología histórica aragonesa y sus relaciones con la castellana, Zaragoza, Guara («Colección Básica Aragonesa»), 1984.

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tud, la vara y el palmo.189

Medidas lineales

1 vara tiene 3 pies o 4 palmos y equivale a 0,772 metros

1 palmo tiene 12 dedos y equivale a 0,193 metros

1 dedo equivale a 1,6 centímetros

Medidas ponderales

1 quintal tiene 4 arrobas y equivale a 50,4 kilogramos

1 arroba tiene 4 cuartales y equivale a 12,6 kilogramos

1 cuartal tiene 9 libras y equivale a 3,15 kilogramos

1 libra tiene 11 onzas y equivale a 0,35 kilogramos

1 onza tiene 16 arienzos y equivale a 29,167 gramos

1 arienzo equivale a 1,823 gramos

1grano equivale en las joyas de oro o plata a 48 miligramos; en las piedras preciosas, a 0,25 quilates

1 carga, por ejemplo de carbón, equivale a 3 quintales

Medidas de capacidad para aceite

1 quintal tiene 4 arrobas y equivale a 55,72 litros

1 arroba tiene 4 cuartales y equivale a 13,93 litros

1 cuartal tiene 9 libras y equivale a 3,48 litros

1 libra tiene 12 onzas y equivale a 0,39 litros

Medidas de capacidad para cereal

1 cahíz tiene 8 fanegas y equivale a 179,36 litros

1 fanega tiene 12 almudes y equivale a 22,42 litros

1 almud equivale a 1,87 litros

1barcilla es la doceava parte de un cahíz; en nuestra documentación es frecuentemente usada como medida tanto de peso como de superficie

Medidas para el vino

1 nietro tiene 16 cántaros y equivale a 158,56 litros

1 cántaro tiene 8 jarros y equivale a 9,91 litros

1 jarro tiene 2 cuartillo y equivale a 1,24 litros

1 cuartillo equivale a 0,62 litros

Medidas de superficie

1 cahizada tiene 8 fanegas y equivale a 57,21 áreas y 44 decímetros cuadrados

1 fanega equivale a 7,15 áreas y 18 centímetros cuadrados

1 barcilla equivale a 4,78 áreas

Con respecto a los cereales, podemos dar los precios del trigo en varios momentos a lo largo de toda la historia; en menor medida, los del aceite, el cáñamo, y otros productos (centeno, hordio, avena, vino, azafrán, granzados, trigoavena, mijo, escalla y lana). Conocemos su valor por los libros de cuentas de los Çafar de los años 1882 a 1584.

El trigo, el más importante producto del mercado y de la economía de la comarcade Huesca, es el único bien de consumo del que tenemos datos que nos manifiestan que su precio, como el del resto de cereales, variaba mucho de unos años

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a otros, en función, lógicamente, de la oferta. El primer dato que tenemos es de 1534, año en el que se paga el cahíz al precio más bajo de los que conocemos, concretamente a 1,6 libras, muy parecido al que se paga un año después: 27 sueldos el cahíz. Estas cifras podrían estar justificadas por una buena cosecha, pero buena fue la de 1582 —a tenor de los datos de los libros de cuentas de los Çafar— y en esa fecha se pagaba a una media de 2,2 libras el cahíz, lo que parece indicar que el alimento base se había encarecido considerablemente, aproximadamente un 30% en el caso más optimista, porque si comparamos lo que se paga en las cuentas de los Çafar en los años 1583 y 1584 el aumento es realmente llamativo: una media de 4,7 libras en 1583 y de 8 libras en 1584, dato que evidencia una cosecha fatal, como se verá al estudiar otros cereales. En 1573 sabemos que se pagaba a 4 libras el cahíz y en 1599 a 7 libras. Todo indica, pues, un aumento considerable del precio del trigo a lo largo del siglo.

De otros productos solamente tenemos los datos que nos dan las cuentas de los Çafar antes referidas, de manera que no podemos conocer la evolución durante la centuria, pero no debió de ser diferente a la del trigo, si vemos que la oscilación del precio del trigo entre los años 1582 y 1584 coincide con la de los otros cereales. Así, el centeno se paga en 1582 a 2,2 libras cahíz —igual que el trigo—, en 1583 a 5 —algo más que el trigo— y en 1584 a 5; el hordio, a 1,5 libras en 1582, a 2,5 en 1583 y a 3,5 en 1584; la avena en 1582 se paga a 1,5 libras el cahíz, a 2 en 1583 y a 2,5 en 1584; del trigo-avena solo tenemos noticia en 1584, y se paga a 5 libras el cahíz, y del mijo hay datos de 1582 y 1583, y el precio en ambos años es de 4 libras el cahíz; esos mismos años la escalla se paga a poco más de 4 libras el cahíz. Los cereales más importantes, vendidos en muchísimos lugares de la zona de Huesca y Barbastro o directamente al almudí de Huesca, son, por este orden, el trigo, el centeno, el hordio y la avena; muy raro es el trigo-avena y más aún lo son el mijo y la escalla —el primero solo se adquiere en Sesa y en Peralta, y del segundo tenemos noticia de que se cultiva y almacena en Ibieca, Liesa, Peralta y Arbaniés—.

Los granzados, es decir, el trigo mezclado con paja, mal trillado, que al aventar queda separado del trigo limpio y va destinado al pienso, se compran solamente en 1582 en Pozán, Peralta y Laluenga a una media de 1,2 libras el cahíz.

En los mismos libros de los Çafar hay datos, pocos, de compra de aceite a 1,1 libras la arroba los años 1583 y 1584; este producto se daba en algunos lugares de la zona, pero en Huesca, a tenor de los datos que poseemos, era un cultivo escaso. Del vino sabemos que las pocas compras que constan se hacen siempre al mismo proveedor, Juan Viñuales, y su precio en todos los casos es de 1,7 libras el nietro. El azafrán, que se compra en Albero, se paga en 1582 a 0,6 sueldos la onza, en 1583 a 0,5 y en 1584 —debió de ser un mal año— al elevado precio de 2 sueldos la onza. El precio de la lana, comprada en Arbaniés, es los tres años de 1,2 libras la arroba. Por otro lado, tenemos noticia de que el cáñamo se pagaba en 1541 a 12 sueldos la arroba, según una deuda que tiene contraída Pedro de Azmel, residente temporalmente en casa de Pedro Oncino. Tanto el cultivo del cáñamo como su uso están profusamente documentados; de hecho, en casi todos los inventarios domésticos aparece mencionado en bruto, hilado, tejido o ya confeccionado.

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La actividad mercantil en su dimensión local corre a cargo de los propios artesanos que tienen la botiga junto al obrador o de los denominados calceteros y lenceros, fundamentalmente expendedores de ropas y artículos de mercería que venden mayormente productos importados; los hay también especieros y drogueros. El comercio comarcal queda reducido a una minoría que por medio de representantes se extiende por el ámbito nacional, a veces formando compañías mercantiles o canalizando la producción de un gremio; el internacional se limita a la aristocracia económica, a un grupo muy reducido de personas que se valen de trajineros y representantes para actuar más allá de las fronteras del reino, muy especialmente con las tierras ultrapirenaicas y con el reino de Castilla. No es una novedad esta actividad, ya los mudéjares la habían desarrollado, de manera que el capitalismo naciente tiene en esta minoría morisca un ejemplo excelente en el marco altoaragonés, penosamente frustrado por la expulsión. En este sentido, es de destacar el desabastecimiento de mercadurías del que se lamenta el Concejo en acta de junio de 1611, debido a la expulsión de los moriscos: muchos obradores se habían cerrado y faltaban oficios imprescindibles, que ejercían casi exclusivamente los conversos, como el de albéitar, tal como queda reflejado en un acta municipal de noviembre del mismo año.190

EN EL ÁMBITO LOCAL Y A MEDIA DISTANCIA

Lo que pudo ser el comercio local ha quedado parcialmente expuesto al hablar de los oficios y de su producción, que debían de comercializar en sus botigas y en comandas directas de gentes de la zona. Hemos hablado de los obradores hasta donde la documentación nos ha permitido, pero hay algunos datos más sobre las botigas que vale la pena ver aunque no sean especialmente relevantes. Sabemos que la mayoría de ellas estaban anejas a las casas y los obradores; algunas tenían corrales, como la que compran a Ferrando Junez en 1542 Juan Tillero, su mujer, Juana Alfarrán, y su hijo Amador Tillero por 600 sueldos, situada en la placeta de la Mezquita y que paga treudo a Sijena. Dentro de un gran patio

190. Los datos de ambas actas han sido facilitados por Carlos Garcés.

EL
COMERCIO
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de Ferrando Çafar hay casas y una botiga que alquila al calderero cristiano Pedro Cortés en 1560 por dos años y 8 florines anuales; es un ejemplo de urbanismo curioso y único en toda la documentación. Las tiendas que se alquilaban podían ser aprovechadas por artesanos de diferente oficio; así, la que toma en alquiler Domingo Lasierra, espadero, a Ferrando Çafar en el barrio de San Lorenzo en marzo de 1567 es la misma que alquila en junio el zapatero cristiano Juan Bandrés; la renta es de solo 250 sueldos, a pesar de que con la tienda se alquila una casa contigua. Bastante más paga en 1574 Juan Blasco a Martín del Rey y María Vélez por una botiga con casa, huerto y obrador, todo por 600 sueldos anuales. La ubicación, sin duda, influye en el precio: en el centro comercial de la ciudad, la plaza de Alquibla, Jerónimo Çafar alquila una tienda suya a Diego de Mendoza por 400 sueldos anuales. Con el paso del tiempo, no parece claro que los precios se eleven; así, en 1590 paga Pedro Buxeda a Juan Felices y Esperanza Çafar menor 680 sueldos anuales por una botiga con aposentos junto a las casas en que viven, y el mismo año son 480 sueldos los que paga Ferrando Naxar en la compra de una tienda en la calle San Martín a Pedro Verán, precio que contrasta con el arriendo que reciben Felices y Çafar, pero hay que tener en consideración que vivían en el Coso, y la calle San Martín es de menor categoría. El mismo año, Petrona Burro, viuda del cantarero Juan Codo, alquila una tienda de Jerónima Valle, cristiana, que antes tenía el cantarero Lope Medina; arrienda solamente el patio y el bajo por 160 sueldos anuales, supuestamente para vender obras de alfarería de su hijo. En 1591, Isabel Ezcandar, viuda del herrero Juan Lasierra mayor, como procuradora de su hijo Juan Lasierra menor, que se ha ido a vivir a Sangarrén, realquila la tienda que este había arrendado a Elena Garasa por 360 sueldos anuales; la entrega a Domingo Capdevila, junto con la entrada a la tienda desde la casa de Garasa y con derecho al uso del pozo de la casa; lo curioso es que la da por 160 sueldos anuales, pero con la condición de que si regresa a Huesca Pierres Marracez, herrero, que tenía obligada la botiga, habrá de cedérsela. Años más tarde, en 1597, Isabel arrienda una botiga y la casa aneja en el barrio del Medio al rejolero Ramón Codo por 240 sueldos, con la obligación por parte de Isabel de reparar la casa; la renta aumenta a 339 sueldos en 1601, sin que sepamos quién es el arrendatario en aquel momento. Este taller lo había heredado Isabel de su padre, Francisco Ezcandar, rejolero, en 1582, de modo que era una tejería, y el mal estado en que se encontraba podría deberse al abandono, porque ella había casado con el herrero Juan Lasierra y herrero era su hijo, de manera que el taller pudo estar inactivo desde tiempo atrás. En 1606, tras la muerte de su marido y con deudas muy elevadas que él dejó, Esperanza Çafar se ve obligada a vender un patio cerrado a modo de botiga junto a su casa, en la parroquia de San Lorenzo, a Pedro Corbera, por una cantidad realmente alta, 6000 sueldos, con la cláusula de poderlo recuperar por la misma cantidad más 1000 sueldos por las mejoras que Corbera ha de hacer. Estamos, sin duda, ante la operación más cara de cuantas hemos visto relacionadas con las tiendas, pero hay que insistir en que la casa de Felices-Çafar debía de ser una de las mejores de la ciudad. Con los problemas económicos agravados, Esperanza

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vende a su suegro, Juan Felices mayor, los 300 sueldos del alquiler de otra botiga aneja a su casa.

Aparte de los artesanos que comercializaban su producto en el obrador o en las tiendas anejas, sabemos de gente que tenía como oficio exclusivamente el de vendedor: tenemos los casos ya citados del droguero Alexandre de Sasa y del especiero Martín Faxol, así como los no muy numerosos merceros, lenceros y calceteros —términos sinónimos a tenor de lo visto en la documentación— que conocemos. Definidos como tales tenemos a Ferrando Çafar mayor (1552), Juan del Fierro (1564), Juan Burro —personaje muy rico al que veremos también en grandes empresas económicas— (1573), José Çafar (1575), Manuel Gali (1577), Martín Duarte —que acaso no sea morisco— (1577) y los aprendices Agustín Gali, con Çafar, y Pedro Morillo, con Manuel Gali. Como se ve, muy pocos realmente, como muy pocos también serán los mercaderes, que luego trataremos. Lo que se vendía en estas tiendas está claro: droguería en aragonés equivale a abacería; el especiero, aparte de especias, es seguro que vendería aceites, afeites y cosas similares, y los lenceros, ropas, aunque cuesta creer que los Çafar no vendieran en sus numerosas tiendas todos los productos con los que comerciaban, desde cereales a aceite y, por supuesto, telas. Sabemos también que en 1606 el vidriero cristiano Guillén Desplas firma unas capitulaciones con Lope Medina y su hijo Juan Medina para que aquel venda en su tienda durante dos años la obra de alfar de Medina al precio marcado por las capitulaciones de este con la Ciudad.

Afortunadamente hemos recuperado el inventario de la tienda de Juan del Fierro, muerto en la epidemia de 1564. Al margen de lo que se halla en la casa, que no viene ahora al caso, tenemos perfectamente detallado lo que había en la botiga, que es algo más que ropas y que luego comentaremos. El inventario se hizo el 23 de marzo por el notario Sebastián Canales ante la viuda, Ana Compás, por haber muerto Fierro ab intestato; la casa y botiga están junto a las casas de Ferrando Çafar, en la parroquia de San Lorenzo. No se describe la botiga, simplemente se dice que tiene una estancia contigua, que arriba están la cocina y una sala. Todo parece indicar que el inventario no se ha conservado completo, porque es impensable que no hubiera más estancias en la casa y porque termina anotando escrituras de un libro que recoge una remesa de género enviada a Monzón en 1563, que tampoco se concluye. De todos modos, sí tenemos completas todas las mercaderías que se encontraron en la tienda:

Tres cordellates blancos de la tierra enteros, cinco pares de calzas de la tierra, dos pares de calzas de la tierra, once varas de sayal pardo, dos pares de calzas de medias blancas de la tierra, dos pares de zaragüellos de cordellate de la tierra, dos pares de zaragüellos de cordellate y cendrosos de la tierra, dos zaragüellos pequeños de sayal pardo, un par de medias calzas cendrosas finas, un canastillo con retallos, una broca, un par de patrones de calzas de mujer, dos pares de peales de lienzo, un par de calzas de escarlatina, diez riastras de botones, dos sacos con un cahíz de harina más o menos, una vara de medir llana, un tablero con su llave y cerraja y dentro dieciocho pares de zaragüellos blancos de cordellate de la tierra y una docena de calzas de mujer

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de cordellate de la tierra, tres pares de zaragüellos de sayal, tres pares de zaragüellos de [¿bure?] de la tierra, dieciséis pares de zaragüellos de cordellate de la tierra negros y de colores, siete pares de zaragüellos de cordellate de la tierra pardos, cinco pares de zaragüellos de estameña negra con bragueta, un par de zaragüellos de cordellate de la tierra amarillos con bragueta, un par de zaragüellos con bragueta de estameña, dos pares de zaragüellos de cordellate de la tierra blancos, dos pares de zaragüellos de cordellate de la tierra cendrados, diez pares de medias calzas de cordellate de la tierra negras, un par de medias calzas de cordellate de la tierra blancas, otro par de medias de cordellate negras, unos muslos de calzas de cordellate fino cendrosos con un pespunte de seda amarilla por juntar y acabar en cuatro pedazos, dos pares de zaragüellos de sayal, dos varas de paño negro fino, once varas y tres cuartas de cordellate negro fino, seis varas y una tercia de cordellate negro de la tierra, cinco cueros de cabrito adobados de color amarillo, tres madejas de hilo negro, una vara y un palmo de cordellate blanco de la tierra en tres pedazos, dos pedacicos de paño negro fino, una escobilla de limpiar la ropa, un capazo de retallos, cuatro onzas de hilo colorado, un casco, dos debanadizos de seda, veinte botones de seda parda, una mano de papel blanco, una tercia de osteda negra, una capa negra de paño fino con ribete de raxa, un sayo negro de paño fino aforrado de aforro azul, un jubón de linete de ocales nuevo embotonado, una gorra traída, el libro de las fábulas de Esopo, unos libros, uno de refranes y avisos y el otro parte de la Crónica del Ínclito Infante don Hernando, dos romances de coplas,cuatro docenas de botones negros de seda, una palanca con la percha.

Ante todo ello cabe preguntarse si la harina, el papel y los libros también estaban a la venta. Fuera el que fuere el destino de estos, vale la pena reseñarlos porque solo en otra ocasión se menciona un libro que no sea el Corán. Se trata de textos, por otro lado, en consonancia con la cultura de la época: un clásico, coplas y una de las obras más conocidas de la historiografía aragonesa. Pero el inventario de Fierro nos descubre su actividad comercial amedia distancia, concretamente con la ciudad de Monzón, aunque sin duda se llevaba a cabo con numerosos lugares próximos a la ciudad. Cierra el inventario la copia de lo que se encuentra escrito en la hoja final de un libro de cuentas y que hace referencia a un envío de mercancía por medio de Juan de Sanjuán en 1563 y que entregó, y debe ser cobrado, a maese Guillén Xemenoz, calderero, vecino de Monzón, suegro de Francés Fierro, cuyo parentesco con el lencero oscense parece evidente. El envío consistía en

quatro pares de çahones de cuero con ribetes del mesmo cuero con sus medias calzas cendrosas y negras de paño finas, unas calzas blancas de cordellate fino acuchilladas con cordoncillos azules y unas ostedas azules, unas calzas negras acuchilladas y sus ostedas negras y sus cañones de osteda con sus medias finas, unas tixeras de sastre, una toca de lino y una docena de cucharetas de fusta.

A LARGA DISTANCIA

Más allá de los límites de la ciudad y su comarca, el comercio requiere representantes, trajineros y carreteros. A esta actividad solo tienen acceso los artesanos potentes y, por supuesto, los grandes mercaderes. A lo largo de toda la historia EL TRABAJO

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son los Compañero y los Çafar los que más actúan y los que más lejos llegan, pero, aunque sus aventuras las trataremos monográficamente, podemos adelantar que sus redes comerciales llegan a Béarn y a Castilla y mueven sumas de dinero realmente extraordinarias. Tienen arrendados el peaje de Huesca y los de Sallent de Gállego y Canfranc, lo que facilita su control sobre esas rutas no siempre de manera plenamente legal, como lo prueba la multa a Pedro Compañero en 1527 por hacer mazarrón de lana y otros productos a través de los puertos pirenaicos,191 o las reclamaciones de albaranes de algunos importadores de caballerías en 1537.192 De Juan Compañero sabemos, por ejemplo, que inicia un proceso de la Inquisición contra Juan de Camino, vecino de Aso y familiar del Santo Oficio, porque había arrebatado violentamente a Damián Anadón 833 libras que este portaba como fruto de la venta de seda y otros productos de Compañero en el reino de Castilla. A los Çafar los vemos actuar en la Tabla de Depósitos de Zaragoza en 1575 y 1577, controlar la Cambra del Trigo de Huesca, comerciar con madera transportada en navatas por el Gállego… Comparados con ellos, el resto de los mercaderes oscenses parecen aprendices, aunque algunos gozan de franquicias de peajes, lezdas, etcétera, para facilitar sus acciones. Aparte de lo que puedan vender directamente los artesanos por medio de sus representantes y procuradores, conocemos el nombre de algunos moriscos dedicados al comercio o al transporte que vale la pena reseñar. El maese calderero Juan Farax hace testamento el 9 de febrero de 1528 y el mismo día nombra procuradores para cobrar deudas en Tardienta (calderos de diversos tipos) y en tierras francesas, en «Demartes» (sic), topónimo ilocalizable que quizás corresponda al despoblado de Lesmartes, en la comuna de Saint-Jean-de-Sauves (Poitou), y en «Espital193 del Comandayre de Carlaslene» (sic), acaso el viejo Hospice de la Commande, última etapa para quienes desde más allá del Pirineo se dirigían a Somport, o quizás, y más probable, una mala interpretación del Hospice de la Comanda de Carlat, en tierras de Auvernia. Por eso no es de extrañar que uno de los procuradores, Juan Ponot, sea de esta región; le acompañan en la tarea Pedro Ordóñez, alias Palencia , y Juan Galdechos, y como responsable absoluto para asegurar el cobro se cuenta con Large Gaure, de Saint-Thomas, aldea pertene ciente al municipio de Mauriac, también en tierras auvernesas, del señorío de «M. Maygas» (sic). Que un calderero llegue con sus productos hasta el sur de Francia, y de ser ciertas las localizaciones de Demartes y Carlaslene casi hasta el centrodel país, es digno de destacar, como lo es que en 1598 Enrique Castellano tenga como deu-

191. También tenemos noticia de que es multado por exportación irregular de lana el bearnés Laraut en 1527, lo que provoca un conflicto entre Pedro Compañero y el peajero Martín de Ardabiés cuyo resultado no conocemos, pero no parece que sea desfavorable a Compañero, que controlará durante bastante tiempo el peaje de Huesca.

192. En 1537 los importadores de caballerías en Huesca Bernat de Ascó, Guillén de Casasús, Peirot de Tresaygos y Antón Diest han importado mulos, yeguas, potros y rocines y han pagado por ello el correspondiente peaje, del que piden albarán a Compañero, que se lo niega y los remite a Ferrando Çafar.

193. Espital en aragonés equivale al castellano hospital, en la acepción de ‘albergue de peregrinos’, y al francés hospice

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dor al bachiller Ginés de Gabaldón, del reino de Castilla, y para cobrar nombre procuradores a Gonzalo Camillo y al calandino Diego Castellano. No sería de extrañar que el zapatero Jerónimo Alfarrán, que gozaba de franquicias otorgadas por la Ciudad de Huesca, llegara también lejos, como ya se dijo cuando se habló de él, porque nombrar a cincuenta procuradores entre Zaragoza y Huesca obliga a pensar en una gran actividad mercantil. Como mercaderes son definidos Pedro de Huesca (1554), Miguel Fierro menor, emigrado a Lérida; Alexandre de Sasa (1579), Pascual Almaçor (1590), Miguel Duarte (1603) y Jerónimo Alfarrán (1607), emigrado a Calanda que goza de franquicias de esa villa para exportación, mercadeo, lezdas, peajes, etcétera, y que actúa por medio de cuatro procuradores en Huesca. La organización del comercio estaba regulada por la Corte de Mercaderes de Huesca, a la que vemos actuar sancionando al calderero Martín Burro en 1554 con 28 sueldos y 6 dineros de multa, sin que sepamos por qué, al igual que desconocemos en concepto de qué debe 18 sueldos Ximeno Compás a la Corte en el mismo año. Sabemos que en 1539 Juan Burro, al que luego veremos actuar como prestamista y como arrendador de rentas, toma una comanda de 25 quintales de aceite de Juan Armillas; teniendo en cuenta que Burro es calderero, hay que pensar que ese aceite es para comerciar aprovechando las redes de distribución de los productos que él fabrica. Conocemos también el nombre de varios trajineros y carreteros, pero moriscos solo hemos documentado a Juan Soleimán en 1537 y Lope de Fierro en 1563, habitantes de Quicena y Naval, pero a temporadas en Huesca por cuestiones laborales; oscenses moriscos son Juan Naxar, carretero (1599), y Martín de Fuentes, carretero de bueyes (1599), a quien vemos alquilar un portal y una casa a Ferrando Naxar. No es de extrañar, pues, que se recurra a trajineros y carreteros cristianos. La asociación de dos artesanos para formar una compañía con el fin de comercializar mejor los productos o comprar las materias primas en mejores condiciones parece frecuente, pero la palabra compañía solo se menciona en una ocasión: en 1554 encontramos la formada por los herreros Felipe Naxar y Juan Lasierra, citada en el testamento de Naxar, por el que su mujer, Juana de Sasa, hereda todo lo que hay en casa, ropas, joyas, ropa de cama, lana, arambres y todo lo demás, así como «las deudas que le deben de la compañía que tiene con Juan Lasierra» y la casa donde vive.

Nos consta que hay más artesanos oscenses que actúan lejos de la ciudad, como el calderero Juan Burro mayor,194 citado más arriba, definido en el documentocomo obrero de villa —lo que es un error del escribano al pasar el documento al protocolo—, que en 1537 hace procuradores a siete carreteros en Huesca, Zaragoza y Barbastro y a otro calderero de esta última ciudad, con quien posiblemente estaba asociado, para que mercadearan en su nombre, quizás, lo que producía en su taller sito en San Martín, pero también otros productos. El mismo año tenemos la noticia ya expuesta de los cincuenta procuradores que designa el

194. Hay tres Juan Burro documentados: este de 1537, su hijo, casado con María Comar, y un hijo de estos bautizado en 1589.

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zapatero Jerónimo Alfarrán. El herrero Gabriel Menescal nombra procurador a Pedro Abadías, de Labata, para cobrar las deudas en ese pueblo, en 1581. Alexandre de Sasa, en 1582, hace procurador en Barbastro, para que le lleve sus negocios, a Gaspar de Sasa. Más contundente es el documento de 1583 de María de Úbeda, viuda de Juan Gali, en el que nombra procurador a su padre, Lope de Úbeda, para que se encargue de los negocios de su marido (arriendos, comandas, mercaderías, censales, bienes inmuebles, dineros, oro, plata), de los que es usufructuaria, a la vez que tutora de sus hijos Juan Gali menor y Lope Gali, según el testamento hecho por su marido en Zaragoza en 1583 antes de ser ajusticiado por la Inquisición. En 1589 Isabel Ezcandar, viuda de Juan Lasierra, hace procurador al notario Lorenzo Casabona en Zaragoza para que atienda sus bienes, porque, como ya se dijo, su marido actuaba activamente en la ciudad del Ebro; en 1592 hace procurador a José Agüesca, notario, y en 1599 al también notario Juan Canales. En 1590 Isabel Brondal nombra procurador a su hijo Jerónimo Alfarrán, habido con su primer marido, Francisco Alfarrán, para que cobre a todos sus deudores, sin que sepamos cuáles son las deudas, aunque bien pudieran ser de ventas hechas por su primer marido, herrero de profesión. Luis Moçot da poderes en 1600 a Juan Prom para que cobre todas sus deudas. Finalmente, en 1603 el herrero Juan Menescal nombra procurador al doctor Juan Canales para que cancele una comanda de trigo que había tomado en Zaragoza, lo que puede significar que, aparte de comerciar con su producción, también lo hacía con cereal. Los ejemplos de artesanos que comercian con un artículo de primera necesidad como es el trigo no faltan, de modo que podemos asegurar que en momentos de escasez estos artesanos acaudalados especulan: así ocurre con Juan Prom, que toma en comanda 9 cahíces y 3 cuartales de trigo de Juan Felices, mercader, y luego da el cereal en comanda a Pedro Gómez, de Monflorite (1567); María Junez, viuda del herrero Pedro Alfarrán, que en 1574 da en comanda 9 cahíces de trigo en Almuniente; Gabriel Menescal, que en 1582 da comanda de 11 cahíces de trigo a Vicente Franco, de Monflorite, o el tejero Pedro de Huesca, que en 1545 da en comanda 3 quintales de aceite al labrador de Fraella Martín Lomera, por citar solo unos ejemplos.

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Es cierto que son las familias Çafar y Compañero quienes llevan a cabo la mayor parte de las operaciones económicas relacionadas con el préstamo y los arrendamientos, y quedará perfectamente probado cuando hagamos su estudio, pero la nueva mentalidad capitalista no queda reducida a las grandes fortunas: artesanos de nivel medio también juegan con el dinero y recurren al préstamo, a veces de cantidades notables, y al arrendamiento de rentas de la nobleza o de la Iglesia. No es que haya muchos casos, porque este capítulo fue casi monopolizado por las dos grandes familias, pero debemos detenernos en todos los ejemplos que hemos encontrado porque son interesantes para ver el comportamiento de la minoría morisca en ese campo, en el que ya tenían cierta experiencia cuando eran musulmanes, a pesar de la prohibición coránica de la usura. Como se ha visto repetidamente, la mentalidad de nuestros moriscos no difería de la del resto de sus conciudadanos: eran mayoritariamente artesanos que no renunciaban a la agricultura, por ejemplo, como actividad complementaria, pero en numerosos casos, a juzgar por el número de fincas, orientada al mercado, así que no nos puede extrañar verlos actuar como prestamistas o inversores de sumas importantes de dinero y aprovecharse de la mentalidad rentista nobiliaria y eclesiástica.

La documentación no recoge, por supuesto, todos los préstamos y comandas que pudieron haberse firmado, de manera que lo que aquí podamos estudiar es solo algo aproximado. Buen ejemplo de esto es lo que nos ha llegado de los Çafar en los protocolos notariales y la relación de albaranes y escrituras de comandas y arrendamientos que se recogen en el inventario inquisitorial, donde se numeran o mencionan más de dos mil setecientas escrituras, algunas recogidas en documentos sueltos perfectamente detallados (ciento setenta y cuatro) y el resto en diecisiete libros de contabilidad, en los que solamente se hace constar el númerode documentos que llevan, y aún hay noticia de hasta doce libros de cuentas más donde no consta el número de escrituras. Esa inmensa cantidad de instrumentos de carácter económico desborda lo imaginable, muy especialmente si tenemos en consideración que todos son de la década de los setenta y el primer año de los ochenta. Frente a la realidad de esos casi tres millares de escrituras solo han llegado hasta nosotros en la documentación notarial ochenta documentos, lo que deja bien claro que de la actividad de esa familia solo conocemos una

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parte mínima, y aun con todo es extraordinario lo que llegamos a saber de ellos. Estos datos, que en su momento estudiaremos, dejan a las claras que la mayor parte de las operaciones que se realizaban quedaban recogidas en documentos privados y en los libros de cuentas de los negocios, pero no se formalizaban ante notario, de modo que lo que podemos conocer es solo la punta del iceberg de las actividades económicas de los conversos adinerados.

¿Quiénes hacían de prestamistas y quiénes acudían a ellos? Realmente no son muchos y, salvo excepciones, sus préstamos no son de gran monto; incluso es probable que algunas operaciones no fueran préstamos, sino comandas de garantía que obligaban a cumplir un contrato de obra, aunque es difícil aseverarlo, toda vez que la documentación no lo hace constar, pero una rápida cancelación podría indicar que estamos ante una comanda de garantía. Por otro lado, conviene señalar que lo que oficialmente aparecen como comandas son, casi con toda seguridad, préstamos ocultos cuyo interés no puede evaluarse y que posiblemente consistiría en la diferencia entre el dinero realmente prestado y el monto oficial de la comanda.

Lamentablemente, los documentos que recogen estas operaciones son muy escuetos, apenas dan información que permita estudiarlas en su justa medida y solo en algunos aparece anotada la cancelación en nota marginal; si estas cancelaciones son todas las que realmente se hicieron, los prestamistas consiguieron hacerse con un buen botín, porque los bienes que suelen ponerse como garantía —no siempre se hace constar— son de mucho más valor que la cuantía de la comanda. Tenemos un ejemplo de ello en 1539 en el campo en los Culandrares —cerca de la iglesia de Santa Lucía— que Juan Palacio se ve obligado a entregar a Juan Burro por los 500 sueldos que le había dado en una comanda. A pesar de ser documentos notariales, siempre parecen ocultar algo: es rara la escritura en la que se exponen todos los puntos que deberían constar en un préstamo, especialmente las obligaciones de quien recibe el dinero y los plazos. Por el inventario de Violante Xavierre (1590) sabemos que su marido tenía unos libros de los treudos y cuentas en los que anotaba todas las operaciones que hacía y todas las disposiciones otorgadas por él, pero de todas esas operaciones no tenemos información notarial alguna, de modo que se confirma la idea de que la mayor parte de ellas se hacían en documentos privados.

El calderero Juan Burro, del que ya hemos hablado y a quien volveremos a ver más adelante, entre los años 1537 y 1538 hace cinco pequeñas comandas, todas ellas a cristianos: a Juan Larraga, al questor Osce Pedro Mendoza, a los labradores Juan Calbo, Juan Navarro y Martín López, esta de 625 sueldos —con garantía de un par de mulas—, mientras que las otras no superaban los 250 sueldos; de todas ellas solo consta la cancelación de la de Juan Navarro, a los pocos meses de recibirla. En 1555 vuelve a hacer otra comanda, de 264 sueldos, a Pedro Huerta, de Banariés. En 1605 hay una comanda de 4000 sueldos a María Audet, de Monflorite, cancelada en agosto, hecha por un Juan Burro, pero posiblemente se trataba de su nieto; es una de las más fuertes de cuantas dan los moriscos, pero el documento no aporta más información.

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La de más monto es la que Jaime del Rey da en fecha indeterminada y que en 1573, cuando ya vive en Zaragoza, encarga a Ferrando Çafar que cobre; los deudores de 14270 sueldos son los cristianos Francisco García e Isabel Espada. La cantidad es tan alta que es difícil de explicar, máxime cuando Del Rey y su mujer, Isabel Faxol, han vendido por necesidad en 1567 un censo de 30 sueldos sobre unas casas en la parroquia de San Lorenzo y en 1568 toman una comanda de 3200 sueldos del mercader Juan Pastor que no cancelan hasta 1575. Por encima de los 1000 sueldos estamos hablando ya de cantidades muy considerables si tenemos en cuenta los precios que hemos visto de obradores, por ejemplo, o los 600 que se pagan por la esclava Julia, de diecisiete años, en 1550. Superando los 2000 sueldos están las siguientes: en 1550 Juan Prom vende a Francisco Cocon y su hijo homónimo, canónigo de la Seo, una comanda de 2000 sueldos que había hecho en 1547; en 1551 Leonis de Fierro y su mujer, Esperanza Aranja, dan comanda de 3900 sueldos a Juan de Oteiza y Gracia Armendáriz; en 1552 María Marguán, viuda de Pedro Cigüeño, da 2600 sueldos al zapatero Jerónimo Alfarrán y a María Cigüeño, que obligan unas casas en el Almudí, y aún da otra cuya cantidad ha sido imposible descifrar a Miguel Franco, de Naval, el año 1553, cancelada el mismo año (acaso este no fuera un préstamo, sino una comanda de tipo mercantil); en 1579 Juan Menescal e Isabel Junez venden unas casas por 4000 sueldos al vidriero Giral Lacruz en la calle Población, y reconoce el vidriero tener una comanda de 3000 sueldos de los vendedores (lo que realmente parece es que el comprador solo paga 1000 sueldos y deja a deber el resto, y lo salda un año después); Gaspar Zaydejos, de Torrellas, casado con la oscense Jerónima Alfarrán, da 3000 sueldos en 1566 a Juan Alfarrán, pero no es un préstamo, sino un depósito para que pague las casas que mandó hacer para Jerónima en Huesca, lo que demuestra que el matrimonio tiene vínculos permanentes con la ciudad; en 1598 es Juan Menescal quien da 3200 sueldos a Petrona Burro a la vez que le vende un campo por 500 sueldos. Bastante extraña es la operación que en 1604 llevan a cabo Isabel Ezcandar, viuda de Juan Lasierra, y su hijo Francisco Lasierra, en la que dan en arriendo a Pedro Ramírez, tornero, un campo y tiras en los Tierços Baxos durante ocho años y por 1000 sueldos, que se pagan en el acto; los arrendadores reconocen tener una comanda de Ramírez de 2500 sueldos que no se pagará hasta 1611, y a la vez Isabel y su hijo tienen otra de Jerónimo Menescal de la misma cantidad, que es «por hacerles placer»; todo resulta un tanto inexplicable y no se ha podido establecer qué tipo de relación hay entre Menescal y Ezcandar para que quiera «hacerles placer», como dice el texto. Juan Cigüeño, zapatero, da en 1605 al Concejo de Yéqueda 3300 sueldos por los que se obligan todos los bienes y rentas del municipio; tras la muerte de Cigüeño, su hijo Juan da 2300 sueldos a Jerónimo de Olivito, de Sangarrén; ambas comandas demuestran el poder económico de esta familia de herreros, muy documentada. En 1605 sabemos que el albéitar Martín de Cáceres, ahora residente en Ejea, recibe 2320 sueldos de una comanda que le debía el mercader zaragozano Felipe Mazo; posiblemente se trate de una comanda de garantía, ya que no sería de extrañar que Cáceres hubiese dado a ese mercader productos de su herrería para vender fuera de Huesca.

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Por encima de los 1000 sueldos hay nueve comandas. En 1536 Galcerán de Marguán, su mujer, Jerónima Aranja, y sus cuñados Leonis de Fierro y Esperanza Aranja dan 1000 sueldos a Juan Prom, que les había comprado una casa por ese precio, y es el bien que pone como garantía de pago, de modo que estamos ante una venta con pago aplazado. De la comanda de 1000 sueldos que hace Adrián Abengalí a Miguel Çahona en 1537 no tenemos más información que la expuesta; Abengalí hace otra comanda de la que no consta la cantidad al sastre Miguel de Mora en 1538, pero que sabemos que fue cancelada en 1540. Ese mismo año el calderero Martín Farax da 1000 sueldos a Juan Alamí; tampoco nos da más información el documento ni sabemos nada más de Alamí. En 1541, los tutores de Felipe, Isabel y Juana Urramén, Ferrando Çafar y Francisco Junez, herrero, dan una comanda con capital de los huérfanos de 1509 sueldos a Juan Sanclemente, habitante en Casbas, cancelada en 1545. Juan del Ala, de Zaragoza, había dado 1320 sueldos a Martín de Albalate en fecha que no conocemos, pero en 1568 su viuda, María Compás, la reclama en documento hecho en Huesca, su ciudad natal; no sabemos cuánto tiempo hacía que se debía. A veces el retraso en el pago es mucho y no parece creíble que no se reclamase algún tipo de indemnización: bien elocuente es el caso de una comanda de 500 sueldos hecha en 1572 por Francisco Ezcandar a Ángela de Moros, viuda de Juan Prom, que cancela en 1589 la familia Calbo, de Albero, quizás porque Ángela ha vendido la comanda, hecho bastante frecuente.

En 1578 es Alonso de Cáceres quien da 1400 sueldos al baile de Huerrios, Miguel Rodrigo, y a varios habitantes del lugar, moros y cristianos; ni de esta ni de la que el año siguiente da Juan Cigüeño a Francisco Oriol, de Reus, de 1040 sueldos, sabemos más, aunque es probable que esta última fuera alguna comanda mercantil y no un préstamo, porque Oriol aparece como «carriador», que quiero interpretar como acarreador o algo equivalente a trajinero.

De entre 400 y 1000 sueldos tenemos la que dio Juan Abengalí a maese Miguel Aurtas de 500 sueldos que paga en 1539. En 1554 el menor Felipe Castellano, alias Urramén, mayor de catorce años, vende un corral a Francisco Junez por 500 sueldos y quince días después reconoce tener una comanda de Junez de esa cantidad que validará cuando llegue a la mayoría de veinte años, lo que es de difícil explicación, a no ser que ambas operaciones no estén relacionadas, aunque parece improbable atendiendo las fechas en que las dos se llevaron a cabo. Gabriel Menescal da 920 sueldos a Miguel Herrero, cantidad que sabemos que se cancela cuatro años más tarde. En 1567 Gracia Burro da a Juan de Aguas 517 sueldos. En 1582 Jerónimo Burro presta 560 sueldos a Miguel Blasco, que obliga una mula; no sabemos si la operación se canceló. De Vicién, aldea próxima a Huesca, es Alexandre Compañero, que da una comanda de 440 sueldos a Juan Morlans, de Tabernas. En 1584 Jaime Nasarre recibe 400 sueldos de Gabriel Menescal, por lo que obliga un rocín de cuatro años. En 1606 Jerónimo Burro tiene comanda de 810 sueldos del también morisco Francisco Lasierra. El alcoleano Agustín Ezcandar, en Huesca, da comanda de 868 sueldos en 1607 a Juan Crisóstomo Pasamar, que la cancela en 1608. Martín de Senés, en 1608, recibe

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400 sueldos de Miguel Enrique Compañero, residente a caballo entre Zaragoza y Huesca, superviviente de la gran familia.

Las comandas restantes son de cuantías menores; en algunas no se llega a saber la cantidad prestada, y las hay también de cereal y una de aceite. Como ocurre con lo visto hasta ahora, la mayor parte de los receptores de las comandas son cristianos, y los documentos siguen siendo tan avaros en datos como los expuestos. En orden cronológico tenemos las siguientes: Alonso de Aranja da 176 sueldos a seis cristianos de Bandaliés (1530, cancelada en 1531). Galcerán de Marguán da a Miguel de Marguán 54 cahíces de trigo y 9 más prestados (1534, cancelada por su viuda, Jerónima Aranja, en agosto).195 Martín Alfarrán entrega 128 sueldos a Pascual de Senés (1541), que obliga un par de mulas. El mismo año, Juan Compás da una cantidad desconocida a Jerónimo Mur, que obliga casas en la Almenara junto a las de Juan de Moros. Pedro de Huesca, tejero, da 140 sueldos al labrador Domingo de Albero (1543) y 3 quintales de aceite al labrador de Fraella Martín Lomera (1545), que obliga una mula y la sementera del año, y cancela la comanda en 1546. Jaime del Rey entrega 200 sueldos a Juan Villacampa, cancelados en 1546. Ferrando Compás entrega 200 sueldos a Lorenzo Casabona, alias Guillén el Zapatero, que obliga casas en el Coso (1546). Los herreros albéitares Francisco y Ferrando Junez dan 300 sueldos a Pedro Azlor, de Arbaniés, que obliga un par de bueyes (1548). Francisco Junez da una comanda a un tal Jerónimo de Alerre (1555), sin que podamos saber nada más. El zapatero Agustín Ezcandar entrega al labrador Juan Allué 208 sueldos, que se cancelan en 1556. Juan Burro da una comanda a Antona Rufas, sin más datos (1557). Jerónimo Alfarrán da 220 sueldos a Bartolomé Novales, de Tardienta (1558). En Robres, Juan Biarge y Domingo Gistau reciben comanda del albéitar Alonso de Cáceres (1559). El labrador de Sariñena Juan Aquilué tiene una comanda de Jerónimo Burro por la que obliga una mula (1564). Otro labrador, Juan de Arausde Almuniente, tiene 200 sueldos de Gabriel Menescal (1569). Labrador es también Martín López Oliveras, de la villa de Cuarte, que tiene 200 sueldos del cantarero Francisco Ezcandar, por los que obliga una mula, y sabemos que la comanda se cancela en 1572. Viturián Moreu, labrador de Tierz, tiene 260 sueldos de Jerónimo Burro (1574). El mismo año Leonis de Fierro y Juan Cigüeño dan 300 sueldos a un tal Domingo. El herrero Alonso de Cáceres da 180 sueldos al también morisco José Urramén, zapatero (1574), cancelados en 1576. María Junez, viuda de Pedro Alfarrán, da a tres labradores de Almuniente (1574) 9 cahíces de trigo que, teniendo en cuenta que se entregan el 10 de octubre, bien podrían ser para la siembra. También trigo, 11 cahíces, recibe Vicente Franco, de Monflorite, de Gabriel Menescal (1582), en esta ocasión en marzo, por lo que se puede pensar que era para consumo directo o, por la cantidad, para comercializarlo, de modo

195. En marzo Galcerán había dado en arriendo varios campos en Huerrios a Miguel y le había prestado 9 cahíces de trigo y dado una comanda de 54 como adelanto de pago; entre marzo y agosto muere Miguel.

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que estaríamos de nuevo ante un caso de artesano dedicado también al comercio. Bartolomé de la Orga paga una parte de una comanda mayor a Ferrando Alfanaquí (1587), quien en 1598 recibe los 120 sueldos de una comanda mayor que le debía Antón Aquilué. Antes, en 1587, Jerónimo Burro da 300 sueldos a Ramón Lasierra, que los cancela el mismo año. Lope Medina da 200 sueldos al trajinero Juan Naja en lo que bien podría ser algún compromiso comercial (1599). En 1603

Martín Codo vende una comanda que tiene del mercader de Zaragoza Alexandre de Anide al hornero Juan Fontán, sin que sepamos nada más al respecto, salvo que se da comanda de garantía.

Hemos visto todos los casos en que los moriscos aparecen como prestamistas, todos excepto las comandas que hicieron los Çafar y los Compañero, muy numerosas y, por lo general, con cantidades bastante sustanciosas. La realidad que nos manifiesta la documentación es que los conversos tuvieron que recurrir al préstamo con bastante frecuencia, muy especialmente en los finales del siglo XVI y hasta el momento de la expulsión; tenemos ciento veintiséis documentos de comandas en que los receptores son moriscos, de las cuales ochenta y tres se dan entre 1590 y 1609, lo que aparentemente nos indicaría la crisis en que estaba sumida la comunidad, y digo aparentemente porque da toda la impresión de que muchas de estas comandas, especialmente las veintisiete de Juan Menescal, podrían ser acciones mercantiles, como luego veremos, sobre todo aquellas en las que se opera con cereal.

Aparte de los casos citados, en que parece que estamos ante acciones de tipo mercantil, muchas de las operaciones que vamos a ver tienen todo el aspecto de ser comandas de garantía que firmaban los artesanos como compromiso de una obra, por ejemplo los 2100 sueldos de la comanda que toma del obispo el tejero Pedro de Huesca, asociado al cristiano Luis de Embún, en 1547; sabemos que en aquellos momentos se están haciendo obras en el palacio episcopal, como lo prueba el contrato de obra que firma para trabajar en el mismo Domingo Almaçor en enero de 1548; Pedro de Huesca y su socio obligan sendas casas en Alquibla y en la calle Salas y cancelan la comanda a los cuatro años justos. Parecido es el caso en 1550 de la comanda de 2000 sueldos del mercader zaragozano Pedro Xabar a una sociedad formada por el cantarero Vicente Alamén, el maestro de casas Francisco Gali y el herrero Leonis de Fierro. De todos modos, la mejor manera de estudiar pormenorizadamente los detalles es que hagamos el estudio de las más destacadas de estas comandas.

Todas aquellas que superan los 1000 sueldos pueden considerarse, como antes decía, muy importantes, y son bastante numerosas. En 1528 Juan Marguán y Pablo Ezcandar pagan 1140 sueldos de una comanda tomada en 1526. En 1538 nos encontramos con una de 5000 en una operación un tanto extraña en la que Adrián Abengalí tiene esa comanda del señor de Alerre, Martín de Sellán, a la vez que Adrián le vende sus casas en la calle San Martín y en el Callizo (de los Frailes) por 5500 sueldos; no consta en el documento que haya derecho a recuperar las casas, de modo que lo que ocurre es que Abengalí y su hijo Luis Abengalí se deshacen de ellas por 500 sueldos. En 1546 los hermanos Juan y

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Martín Burro, caldereros, tienen una comanda de 950 sueldos de Vicente Novales que se cancela tres años más tarde. Mucho más importante es la que en 1568 toma Jaime del Rey del mercader Juan Pastor: son 3200 sueldos, que no se cancelan hasta 1575; el retraso en la cancelación puede estar justificado en los problemas que Del Rey y su mujer, Isabel Faxol, tienen con la herencia de esta; dos años antes habían vendido parte de su patrimonio por 4800 sueldos, acaso por necesidad, tal como se hace constar en la venta de un censo de 300 sueldos en 1567. Residiendo ya en Zaragoza, en 1571, se reabre el proceso por la herencia. También los vimos intentando cobrar una comanda por valor de 14270 sueldos en 1573, cobro que seguramente se llevó a efecto y les permitió saldar la deuda que comentamos en 1575.

A veces los préstamos toman la forma de censal, como es el caso del de 2000 sueldos de propiedad y 100 de renta anual que en 1568 firman con Martín Pastor Domingo Almaçor y su hijo Juan Almaçor, quienes reconocen que lo hacen por necesidad; el interés es el habitual, del 5% anual. No hay que descartar que las incautaciones de bienes sufridas por los Almaçor estén relacionadas con deudas contraídas, de las que, salvo en este caso, apenas hay información. El herrero Alexandre de Sasa y su mujer, Ana Compás, tienen en comanda 3550 sueldos de Juan de Abanto en 1572, y cinco años más tarde, 2680 del mercader Mateo de Olsón, por lo que obligan sus casas en Tenerías196 junto a casas de Juan Compañero; Alexandre es herrero, pero también es citado como mercader y droguero, de manera que me inclino a pensar que estamos ante dos operaciones mercantiles; por lo que la documentación permite saber, la situación económica de Sasa es holgada, a pesar de que en 1580 tiene una comanda de 660 sueldos de la prestamista cristiana Elena Garasa y otra de 1204 de Miguel de Senés; sabemos que en 1579 compra arambre y que en 1586 lleva a cabo con Elena Garasa una operación en la que se mueve mucho dinero: es un cambio entre Alexandre, habitante a la sazón en Alborge, herrero, y Elena Garasa; Alexandre, como heredero de su hijo Alexandrico de Sasa, da a Elena unas casas que Alexandrico heredó de su madre, Ana Compás, en el barrio de San Lorenzo, treuderas a San Lorenzo, y recibe de Elena otras casas en el barrio de Bardín y 6300 sueldos de tornas, a la vez que declara Sasa tener comanda de Elena de 5300 sueldos, mucho dinero, como puede apreciarse. Dos trabajadores del metal, Jerónimo Burro y Gabriel Menescal, aparentemente asociados, toman comanda de 2020 sueldos de Guillén Cleriguet (1577); el hecho de que ambos sean trabajadores del mismo ramo puede indicarnos que estamos ante una operación relacionada con su trabajo, pero de la personalidad de Cleriguet no tenemos ninguna información, por lo que no debemos descartar que sea simplemente un prestamista. Una de las operaciones más notables es la que llevan a cabo en 1581 Gabriel y Juan Menescal, que reciben 10000 sueldos del lugarteniente del sobrejuntero de Huesca; el que se cancele al mes de hacerse la escritura nos alerta de que esa comandano es más que un depósito,

196. Barrio que estaba fuera de la Nueva Cristiandad y en el que ya había población mudéjar.

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lo cual parece muy interesante porque nos descubre un papel de banqueros que se confirma con las comandas que ellos dan —y que ya hemos expuesto—, algunas de verdadera importancia, como los 3000 sueldos entregados al vidriero Lacruz en 1579 o los 3200 que se dan a Petrona Burro en 1598. En 1588 comienzan a entregarse una serie de comandas a Juan Menescal mayor y su mujer, Isabel Junez, la mayor parte de ellas de poco monto, aunque las hay por encima de los 1000 sueldos. Vale la pena que rompamos el orden cronológico para estudiar este caso especialmente, porque es realmente notorio. Sabemos que Juan Menescal es herrero, que hereda el oficio de su padre, Jerónimo Menescal, que es confirmado en 1559 y que en 1569 se casa con Isabel Junez. Su situación económica parece bastante holgada y los numerosos documentos que recogen las comandas que toma nos obligan a pensar en operaciones económicas más que en préstamos, especialmente las de cereal. Veamos esa relación: En 1588 recibe comanda de 4 cahíces de trigo que le entrega la prestamista Elena Garasa, muy activa con los moriscos; en 1591 son 1000 sueldos entregados también por Garasa; comanda de 200 sueldos tiene en 1592 de Miguel Ballés, de quien sabemos que es propietario de tierras en Monzur y que segadores asalariados suyos rompen la reja del pozo de Domingo Almaçor en Monzur para coger agua (1582); también en 1592 tiene comanda de 672 sueldos de Pedro Casamayor; en 1594 son 560 de Martín Bailo y 1000 de Magdalena Báguena, y el mismo año se pagan 2000 de una comanda de Francisco Bueno por medio de su procurador, el nuncio de Huesca Juan de Puértolas; en 1595 es una comanda de 3 cahíces de cereal de Domingo Val y 893 sueldos del mercader zaragozano Antonio Peralta; en 1596 son 4 cahíces de trigo de Blasco de Albero, 4 más de Preciada Lles y otros 4 de Leonor Felices. En 1596 nos encontramos con una comanda con apariencia y definición de venta: Menescal «vende» al mercader Martín de Lobera los barquines, enclusa, martillos, tenazas y toda la herramienta de su herrería por 1100 sueldos, que son una comanda cancelada el 19 de noviembre de 1598; al mismo tiempo que hace la venta, arrienda a Lobera el instrumental por un año y 800 sueldos, lo que hace pensar en un préstamo con garantía. En 1597 vemos a Menescal tomando otra comanda de 4 cahíces de trigo de Juan Fontán y otra de 8 que le da un tal Jaime cuyo apellido no ha sido posible leer; estos 8 cahíces se repiten en otra comanda de 1598 que tiene a medias con Amador del Cuento, de Bellestar; ese mismo año toma 6 cahíces de Jaime Araus. Todas las comandas tomadas desde 1596 son canceladas en 1598, el mismo año en que paga a Francisco de Luna 420 sueldos de una comanda mayor de la que no tenemos noticia anterior. En 1599 toma con su hijo Juan Menescal menor una comanda de 333 sueldos del mercader Juan Casas que se cancela en 1600; la prontitud en la cancelación hace pensar que se trata de alguna acción comercial. En 1603 sabemos que cancela una comanda con Domingo Gascón, sin que haya más datos, excepto que la cancela por medio del doctor Juan Canales, de Zaragoza, lo que nos inclina a pensar que de esa ciudad era Gascón. Todavía en el siglo XVII vemos actuar a Juan Menescal; así en 1603, juntamente con Jerónimo Menescal, toma una comanda de 1163

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sueldos del mercader Felipe Arroyo que se cancela a los doce meses justos, y él solo toma 4 cahíces de trigo de Úrsula de Martes; en 1605 son 264 sueldos de Ana Gracia que cancela en 1606; también en 1606 Jerónimo Menescal tiene una comanda de 375 sueldos de la misma; en 1607 toma una de 640 sueldos de Juan Naja y otra de 700 de Juan Castilla, esta definida como «fiel depósito», lo que manifiesta lo que venimos diciendo, que más que operaciones de préstamo casi todas las operaciones de Menescal tienen carácter comercial; acaso se salve la que toma de Hernando Naxar de 1000 sueldos y de la que consta que en 1608 paga una parte, exactamente el tercio. Aún vemos actuar a Menescal en 1608 en tres ocasiones: en la primera, juntamente con Mateo de Arayco, toma 5 cahíces de trigo de la prestamista Úrsula de Martes, de la que se hablará más adelante; en la segunda lo vemos tomar una comanda de 700 sueldos que cancela a los tres meses, y finalmente toma otra de 600 de Gaspar de Sanmiguel, sin que sepamos nada más de ellas.

Visto el caso excepcional de Juan Menescal, recuperamos el orden cronológico de las comandas superiores a los 1000 sueldos. En 1596 Petronela (o Petrona) Burro y su hijo José Codo reciben una comanda de 1080 sueldos del labrador Miguel Ibort, de Monflorite, cancelada dos años después. Jerónimo Medina, emigrado a Naval, hace procurador a su padre en 1605 para que reconozca ante el Concejo de la ciudad su comanda de 1000 sueldos, posiblemente en este caso un préstamo, toda vez que parece improbable que el Concejo encargase obra a un tejero de Naval, a no ser que la operación se hubiese hecho cuando Jerónimo trabajaba con su padre, Lope Medina, en Huesca.

Otro caso un tanto especial es el de Francisco Oncino mayor, definido como mesonero y padre del labrador Francisco Oncino menor, que en 1605 recibe una comanda, juntamente con dos cristianos, de 990 sueldos que da el mancebo Felipe Solano, cancelada en 1608. Oncino, que debió de sufrir algún descalabro económico, aparece como tomador de numerosas comandas a la vez que hace alguna venta en la que declara estar con problemas económicos. La mayor parte de las comandas que toma son de poca monta: una de 240 sueldos de Antonio Ros en 1582; otra de 300 de Francisco García en 1599, cancelada en 1600; 4 cahíces de trigo en 1604 de Diego Felices, cancelados en 1604, y en 1605, aparte de la citada, otra de 160 sueldos de Cristóbal Pastor, cancelada en 1606. Ese mismo año, Antón Fierro y su mujer, Juana Burro, reconocen estar necesitados de dinero y acuden a la prestamista Elena Garasa, a quien por 1000 sueldos le dan un censal de 70 sueldos sobre sus casas, tierras en los Tierços y un mirador en el Campo del Toro, con la posibilidad de luir el censo si llegan a devolver los 1000 sueldos, cosa que parece improbable si consideramos que en 1603 se ven obligados por necesidad a vender otro mirador en el Campo del Toro y en 1604 Fierro ha de pagar los 1000 sueldos de la dote matrimonial que prometió a su hija Jerónima Fierro al casar con el cantarero Domingo Ezcandar. Este ejemplo, como se ve, es muy diferente al de Juan Menescal, y posiblemente estemos ante préstamos cuyo interés, como es normal, suele ocultarse, salvo en el caso del censo, donde el interés es el legal.

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Las comandas por encima de los 400 sueldos, que comentamos a continuación por orden cronológico, son bastantes, y como en todos los casos expuestos parece que estamos más ante comandas de garantía que ante préstamos, aunque sea difícil distinguirlas; quizás una cosa digna de tener en cuenta es que casi nunca consta la fecha de cancelación, porque tendría lugar automáticamente al entregar la obra o la mercancía, en tanto que cuando se trata de un préstamo lo que se devuelve es el dinero dado. En 1537 Juan Burro toma de Gil de Diest 40 libras jaquesas que cancela al año siguiente. El herrero Juan Compás toma de Juan Salas 733 sueldos por los que obliga sus casas (1539). De 400 sueldos es la comanda que en 1540 da mosén Martín del Molino al calderero Juan Burro, que obliga un campo en el Alfaz, justo un año antes de tomar otra de 180 sueldos que le da mosén Juan Luppi, maestro de Teología del monasterio de la Merced, por la que obliga dos casas en la calle San Lorenzo; ambas podrían ser de garantía de obra para las instituciones a las que pertenecen los dos clérigos, porque no es habitual que actúen como prestamistas. Juan Prom, cantarero, toma dos comandas en 1545, una de Miguel de Sangarrén de 400 sueldos, y otra de Miguel Sanginés, apotecario, que bien podrían corresponder a una garantía de obra; en cualquier caso, Prom obliga sus casas en el Almudí a Sanginés. Juan Codo, cantarero, tiene comanda de 860 sueldos del mercader Tomás de Arro en 1579. Un año después, Juan Cigüeño, zapatero, toma 400 de Martín de Luc Ximénez y 40 más del mismo en 1580. Cigüeño toma otra comanda en 1582 de Jerónimo de Aínsa, y, teniendo en cuenta la amplia red de representantes y procuradores que tiene Cigüeño, no parece aventurado pensar en operaciones mercantiles. En 1599 el herrero Jerónimo Menescal, juntamente con el cantarero Mateo Aragón —desconocido en el panorama oscense—, toma una comanda de 500 sueldos del mercader Pedro Pitilla que tiene todo el aspecto de ser una operación comercial. Posiblemente un préstamo son los 456 sueldos que Elena Garasa, a la que vemos repetidamente actuando como prestamista, da en comanda a Antón Fierro en 1591. Jerónimo Burro tiene 810 sueldos del también morisco Francisco Lasierra (1606). En 1608 Lope Gali tiene una comanda de 500 sueldos, cancelada en 1609, de Miguel Ibort, el mismo que en 1596 da otra de 1080 a Petrona Burro y que en la documentación aparece como labrador de Monflorite; a juzgar por el dinero que mueve, no parece ser un pequeño propietario. Finalmente, Lupercio y Francisco Gali toman comanda de 420 sueldos de la prestamista Úrsula de Martes en 1608, y unos meses después Lupercio toma otra de 490 de Francisco Artiga que cancela en junio de 1610, posiblemente muy poco antes de verse obligado a abandonar la ciudad; muchos años atrás, en 1550, Francisco Gali ya tomó 150 sueldos de Agustina de Campos por los que obligó sus casas en la parroquia de San Lorenzo.

También por orden cronológico vamos a enumerar las comandas por debajo de los 400 sueldos, algunas de las cuales ya han sido mencionadas; son bastante numerosas y en ellas no se observa nada que no se haya expuesto ya al comentar las anteriores. Juan de Huesca, antes Mahoma, paga 180 sueldos de una comanda a Juan Paulo (1528). Pedro de Huesca toma otra de la misma cantidad de mosén

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Ballés (1530). Martín Burro, antes Eyça, calderero natural de Naval avecindado en Huesca, otra de 180 sueldos de Salvador Val (1531), por la que obliga dos mulas y una casa en Naval, que parece mucho para el dinero de la comanda. Dos mulas obliga también Lope de Fierro (1537), natural de Cuarte y habitante en Huesca, por una comanda de 300 sueldos de Juan de Barluenga. En 1541 María Alfarrán, viuda de Moçot Alfarrán, y Juan Burro tienen una comanda de 300 sueldos de Miguel Pastor; ella obliga casas en los Tierços. El herrero Miguel Naxar y su mujer, María Farax, tienen en 1541 una comanda de 192 sueldos de Felipe de la Concha y en 1543 otra de 320 sueldos de Juan Armella, cancelada en 1545, por la que obligan sus casas en San Martín, junto a casas de Lope Burro y de Lope Junez. Vicente Alamén y Juan de Moros, cantareros, admiten tener una de 264 sueldos del labrador Guillén Viñas (1547). Juan de Litonera da a Francisco Gali, maestro de obra, 168 sueldos, por los que obliga sus casas junto a las de Catalina Alfarrán. De 10 florines es la comanda que Jerónimo Zamora da a Salvador Alfarrán (1549), que obliga unas casas en el Almudí que había comprado a Juan Prom un año antes. Vicente Alamén recibe de Jerónimo Jiménez 128 sueldos, por los que obliga su casa y un obrador sitos en «la lupianar nueva» (1552); en 1554 Vicente y su hermano Pedro Alamén toman una comanda de Juan Rasas de 200 sueldos y obligan el obrador en San Martín y un rocín (la cancelan en 1555); finalmente los dos hermanos toman en 1556 otra de 260 sueldos de Felipe Aragón y obligan casas en la calle San Martín junto a casas de Domingo Alfanaquí (la cancelan en 1557). En 1568 Juan Prom tiene comanda de Juan de Arnedo de 240 sueldos. Domingo Almaçor paga en 1568 a Martín Sancho 220 sueldos de una comanda mayor. En 1580, Juan Cigüeño toma de Martín de Luc 40 sueldos, como ya se dijo, una cantidad tan baja que obliga a pensar que es garantía de un encargo de obra. En un documento inconcluso se nos informa de que en 1598 Antón Fierro y su mujer, Juana Burro, tienen una comanda de mosén García Pérez.

El cantarero Lope Medina toma una serie de comandas desde 1588: en este año son 300 sueldos de un tal Juan cuyo apellido no conocemos; en 1592, una de 440 del mercader zaragozano Jerónimo Ripol; en 1594, 320 de Juan Germán; en 1596, 800 de Juan Segura, cancelados en 1597; el mismo año toma una comanda de 4 cahíces de trigo del zapatero cristiano Jaime Plasencia; en 1599 son 200 sueldos, cancelados en 1600, del mercader Juan Casas; en 1601, 320 que no sabemos de quién; en 1602, 360 de Bernardo Gracia, y en la misma operación, 6 cahíces de trigo de Juan Bailo y 4 de Úrsula de Martes; en 1606 son 330 sueldos de Domingo de Ena y 700 de Ana Gracia, quien había dado comandas también a los Menescal, como vimos (esta última comanda es cancelada en 1607); también en 1606 toma, con su hijo Juan, otra de 600 sueldos de Martín del Fierro; de una comanda tomada a Juan Solbes, de la que se desconoce la cuantía y la fecha, paga 198 sueldos en 1607, y poco después toma otra de 400 de Juan Bailo. En 1608 Juan Medina toma 400 sueldos de Miguel de Labeyloera que cancela a los pocos meses. Muchas de estas comandas nunca llegan a cancelarse; de hecho, se sabe que tras la expulsión general el Concejo paga con bienes inmuebles de Medina las deudas que había dejado en la ciudad al ser expulsado. EL TRABAJO

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Y LA ECONOMÍA

Retomando el orden cronológico, nos queda hablar de las comandas que toman Martín Codo de Jerónimo Pastor (1606), Jusepe Muçot del converso Pedro Ezcandar (240 sueldos en 1606) y Juan Alfarrán de Juan de Estella (160 en 1609).

Hay que destacar numerosas comandas de cereal; ya hemos citado algunas de ellas, pero las vamos a agrupar aquí para que se vea la importancia comercial del producto. Si observamos las fechas nos daremos cuenta de que muchas de estas comandas son operaciones mercantiles y que los receptores destinan el trigo no al consumo propio sino al mercadeo. De ellas, bastantes son dadas por dos mujeres de las que ya hemos hablado: Elena Garasa y Úrsula de Martes. En 1588 ya vimos a Garasa dando 4 cahíces de trigo a Juan Menescal, quien recibe otros 4 de Blasco de Albero, 4 de Preciada Lles y 4 de Leonor Felices en 1596, y en 1597 16 más en tres comandas de Juan Fontán, Jaime Plasencia y un Jaime cuyo apellido no se ha podido leer, canceladas en 1598, año en el que toma de Jaime Araus otra comanda de 6 cahíces que cancela el mismo año. En 1595 es Francisco Oncino quien recibe 2 cahíces de trigo de Miguel de Sada y 10 de Leonor de Falces, estos conjuntamente con Antón Fierro y Lope Medina. En 1595 Ferrando Alfanaquí y Juan Cigüeño toman de Miguel de Navardún 5 cahíces que cancelan en 1596. Antón Fierro toma 6 de un tal Esteban. En 1602 son Isabel Ezcandar y Lope Medina los receptores de sendas comandas de Úrsula de Martes, de 8 y 4 cahíces respectivamente. La misma Úrsula da 4 cahíces a Martín Codo, 4 a Isabel Ezcandar, 4 a Juan Prom, 4 a Juan Menescal y 5 a Martín Codo, que además tiene dos comandas más de trigo de las que no sabemos ni la cantidad ni el dador. Diego Felices en 1604 da comanda de 4 cahíces a Francisco Oncino. En 1608 vemos actuar de nuevo a Úrsula de Martes entregando otra de 5 cahíces a Juan Menescal y a Mateo de Arayco.

Con estos datos podemos dar por concluida toda la información que tenemos sobre las comandas, tanto aquellas en las que los moriscos actúan como receptores como aquellas en las que los vemos como dadores. El conjunto nos permite hacer una aproximación al movimiento de capital, si bien, como repetidamente se ha venido diciendo, muchas de estas comandas no son más que la garantía del cumplimiento de un compromiso de obra que pudo realizarse de forma oral o mediante un documento privado del que no hay constancia notarial.

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Uno de los campos en los que el espíritu capitalista se hace más visible es el de la inversión de numerario en el arrendamiento de rentas de los señores eclesiásticos o seglares, cuya mentalidad rentista los alejaba de las aventuras que la nueva economía imponía. Miembros de la nobleza, a veces de la alta nobleza, clérigos regulares y seculares e individuos de órdenes militares, así como algunos concejos en apuros por malas cosechas, recurren al dinero de los ricos burgueses, que se encargarán de sacar el máximo beneficio posible de esos arrendamientos. Es cierto que las grandes operaciones que mueven decenas de miles de sueldos no están al alcance más que de los Çafar y los Compañero, pero hay incursiones de la burguesía media que vale la pena estudiar para percibir la evolución de esta clase social que la expulsión redujo de manera drástica en la ciudad.

Lo más destacado es la gran actividad del calderero Juan Burro, al que ya hemos visto operando como dador de comandas y nombrando representantes suyos a varios carreteros y a un calderero de Barbastro, lo que demuestra su labor mercantil. Estaba en buena situación económica, como lo prueba la dote de 1200 sueldos y un lecho de ropa que da a su hija Ana Burro en 1549 al casar con Martín Oncino,197 de Barbués, o la que da su hijo Jerónimo Burro a Jerónima Junez al casarse en 1555, consistente en 1500 sueldos, ropas, vestidos y joyas, y los 2000 sueldos que en 1574 lleva su hija Juana Burro al matrimonio con Antón Fierro, calderero que llega de Lérida. Las operaciones económicas de Juan Burro son verdaderamente notables desde la década de los treinta hasta finales de siglo, tanto tiempo que nos hace dudar de que sea la misma persona.198 Desde los años 1530 vemos operar a Juan, y en la tercera parte del siglo a otro Juan Burro, seguramente su nieto, si bien parece que las grandes acciones comerciales las llevó a cabo Juan Burro mayor. Aparte de los documentos ya vistos de él, vamos a recopilar otros que nos muestran su mentalidad económica. Los más importantes corresponden a dos arrendamientos que son los únicos que

197. Juana nació de su primer matrimonio, con Ana Compás menor; el resto de sus hijos los tuvo con Juana Alfarrán menor.

198. Sabemos de un homónimo que era nieto suyo, hijo de Jerónimo Burro y Jerónima Junez, bautizado en 1564 y que por la edad podría ser el que actuase en los últimos años del siglo.

ARRENDAMIENTOS
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tenemos hechos por un miembro de la burguesía morisca no perteneciente a la aristocracia. En septiembre de 1539 arrienda el noveno de Lierta y de un campo en Anzano, tal como los hombres de esos lugares pagaban a la señora de Lierta, Isabel Fabra y de Espés; el arriendo lo hace por dieciséis años a Ferrando Sampedro, que lo tenía por veintisiete años; lo que paga Burro es una suma muy considerable: 11000 sueldos. En otro documento, de 1540, se dice que es el noveno de parias, corderos, lanas y frutos, y en él reclama el pago de 500 sueldos a los de Lierta, reclamación que se repite en 1542. Años más tarde, en 1573, lo vemos arrendar los panes, vinos, aceite, cáñamo, corderos y lana de Castilsabás por tres años y 700 sueldos anuales al municipio, que parece estar en apuros económicos por un censal y recurre a este arriendo para salir adelante; los de Castilsabás se obligan a pagar la primicia y Burro costea la mitad de la alifara con la que se cerró el pacto.

Los dos ejemplos que hemos visto dejan bien claro que la mentalidad de los Burro era moderna, como también lo manifiestan otras numerosas operaciones, algunas ya vistas pero que vale la pena recopilar aquí para confirmar lo que decimos. En 1537 compra una comanda de 50 florines a Ferrando de Trebas, toma otra de 40 libras jaquesas de Gil de Diest, da otra de 132 sueldos al questor Osce Pedro Mendoza, otra de 240 a Juan Calbo y otra de 230 a Juan Navarro, y pone en arriendo casas suyas; en 1538 da comanda de 625 sueldos a Martín López; en 1539 toma de Juan Armillas 25 quintales de aceite que sin duda eran para comerciar; en 1545 se emplea en un pleito con Pedro de Orna por una serie de bienes en tenencia; en 1546 tiene una comanda de 950 sueldos de Vicente Novales; en 1547 da una de 200 sueldos a Domingo de Albero; en 1549 casa su hija Ana, a la que da 1200 sueldos de dote; por esas fechas tiene tierras que pagan treudo a Montearagóny San Lorenzo; en 1555 da comanda de 264 sueldos a Pedro de Huerta, de Banariés. En 1594 su hijo Jerónimo Burro mayor hace un testamento en el que aparecen como herederos Juan Burro, Francisco Burro y Jerónimo Burro menor; en 1587 se bautiza a Jerónima Burro Comar, posiblemente una bisnieta suya, hija de Juan Burro y Jerónima Comar, cuyas capitulaciones matrimoniales no han aparecido y que bautizan más hijos: en 1589 a Beatriz Burro, en 1590 a Ana Burro, en 1595 a Jerónimo Burro y en 1597 a María Burro. Varios hijos de Juana Burro y de Antón Fierro son bautizados en San Martín: en 1575 Antón Fierro Burro, en 1582 Juan Francisco Fierro Burro, en 1590 Isabel Fierro Burro y en 1596 Paciencia Fierro Burro. En 1589 Juan Tella vende a Jerónimo Burro y su heredero Juan Burro una comanda de 1000 sueldos por 650, lo que manifiesta la necesidad en que se encontraba Tella, que renuncia a 350 sueldos, acaso el interés oculto que llevaba la comanda. En 1599, Juan Burro reclama ante el justicia de Huesca una serie de bienes que eran de su padre, Jerónimo; en 1600 vende unas tierras por 400 sueldos; en 1602 es juzgado juntamente con Jerónimo por la muerte de un caballo; en 1605 da comanda de 4000 sueldos a María Audet, de Monflorite. Con todo lo expuesto y la vasta cronología que abarca, es claro que estamos ante tres generaciones en las que aparecen dos Juan Burro, abuelo y nieto, ya que el juzgado en 1602 es imposible que sea el que vemos actuar en 1537.

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Ni el hijo, Jerónimo Burro, ni el nieto tuvieron la actividad de Juan Burro mayor, especialmente por sus operaciones hasta la mitad del siglo. No encontramos en toda la documentación a nadie semejante a Juan Burro; de ahí la excepcionalidad de su figura. El resto de arrendamientos que vamos a ver carecen de la importancia que tienen los de las rentas de Castilsabás y de Lierta, pero Burro no es el único que actúa en este campo especulativo. Así, el zapatero Pedro Cigüeño arrienda por un año en 1530 la corambre de cabras y todo el sebo de las carnicerías de Adahuesca, como ya se vio, y en 1581 el cantarero Jerónimo Burro hace lo mismo con la corambre de Fañanás y Alcalá del Obispo por un tiempo de un año. Mayor importancia tiene el arriendo que hace el rejolero Pedro de Huesca al obispo oscense, que actúa por su prior Juan Agustín, de los frutos y rentas que el prelado tiene en las rectorías de Sanfelices y Fuencalderas por 700 sueldos anuales y tres años desde 1548, con el compromiso de Pedro de pagar las obligaciones fiscales; en otro documento, de 1554, vemos al arrendatario pagar al rector de Fuencalderas 1000 sueldos por el arriendo de la rectoría. Y eso es todo, no hay ni un solo ejemplo más, porque el caso del mercader Miguel Pastor, que en 1562 arrienda las rentas de Torralba por tres años y 5400 sueldos anuales, plantea la seria duda de su condición de converso, independientemente de su presencia frecuente en documentos de moriscos, sobre todo como árbitro en pleitos, como partícipe del arrendamiento de la mensa de Montearagón con Ferrando Çafar y Juan Compañero, como procurador de Çafar y como acogedor «a caplienta» de Ferrando Çafar y Ferrando Çafar menor cuando son apresados por la Inquisición en 1558.

Todos los arrendamientos que faltan por ver son operaciones de mucho menor calado, pero no por ello carentes de interés para observar el movimiento de capital y el espíritu inversor de los burgueses de clase media. Seguiremos un orden cronológico en la exposición, sin considerar aquellos que ya se han visto con anterioridad. En 1532 Felipe y Miguel Naxar, herreros, dan a treudo perpetuo una casa con botiga sita en San Lorenzo a Esperanza Alguacil, quien podrá saldar el treudo si paga de golpe 100 sueldos, lo que realmente equivale a una posible venta por un precio que parece muy bajo. En 1543 Luis de Gurrea, alias Alfanaquí, herrero y crisolero, Baltasar de Alfierro (Fierro), «cantarero y calderero» (sic), y su mujer, Beatriz de Gurrea, tienen arrendada una casa de su propiedad en el barrio del Medio, junto al Ferrianal, a Miguel de Sada, que la transfiere a Geraut Çolivera por 22 sueldos anuales de alcabala que podrán evitar pagando 360 sueldos, un precio más acorde con lo que se pagaba en aquel momento. El año siguiente, Galcerán de Marguán y su mujer, Jerónima Aranja, toman en arriendo una casa de Jerónimo Zamora y Pedro Azor en el barrio del Medio, junto al huerto de Francisco Ezcandar y la casa de Juan Grisén, por la que pagan 50 sueldos anuales; si entregan 1000 sueldos, la casa pasará a ser propiedad de los arrendatarios. Felipe Castellano, zapatero, del que hemos hablado en varias ocasiones anteriormente, da una casa suya en alquiler al cantarero Francisco Ezcandar en la calle San Martín por tres años y 112 sueldos anuales. El cantarero Juan Codo toma en arriendo un campo de Martín Tarazona en el

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camino de Quicena, junto a otro de Jerónimo Alfarrán, durante diez años. En 1571 sabemos que unas casas de Jerónimo Gali y su mujer, María Gali, habitantes a la sazón en Zaragoza, las tiene arrendadas el herrero Miguel Lasierra por 200 sueldos anuales; del contrato le quedan aún por disfrutar tres años y las cede por el mismo precio a Ferrando Xiret, quien en 1577 arrienda otras de Francisco Oncino en la parroquia de San Lorenzo por seis años y 12 florines anuales. Gaspar de Quinto, posiblemente un morisco inmigrante, alquila unas casas de Juan Menescal en la parroquia de San Lorenzo por dos años y 160 sueldos anuales, casas que en 1576 son arrendadas a Martín del Fierro por 20 sueldos más al año. Antes, en 1575, Bernardo Pallera, alias Moreu, arrienda unas casas de Ferrando Alfanaquí en la calle Población, junto a otras de Francisco Oncino, y «callizo dentro de casa del Merino», por tres años y 266 sueldos, con la prohibición expresa de que el arrendatario haga obras. En 1589 Isabel Ezcandar, viuda de Juan Lasierra, y su hijo Gabriel Lasierra, para poder pagar una deuda a la prestamista Elena Garasa, alquilan un cuarto de su casa con un obrador y la cocinapor tres años a Juan Monzón, que les pagará 160 sueldos anuales; el mismo año, otra mujer, Ángela de Moros, viuda del cantarero Juan Prom, arrienda a Geraut Magi, piquero, una «cocinica» con su aposento y la entrada a ella por la puerta falsa por 100 sueldos anuales. Finalmente, el calderero Francisco Burro alquila una botiga con casa y corral a Francisco Pex,199 natural de Muel, por tres años y un precio de tan solo 160 sueldos anuales.

Como puede verse, las que acabamos de referir son operaciones de muy poca entidad y en realidad lo que manifiestan es, simplemente, la puesta en explotación de algunos medios de producción o de casas, cuando no de solo parte de ellas, más que por interés especulativo para paliar una mala situación económica, al menos en la mayoría de los casos.

199. Pex y Del Pex son apellidos frecuentes en la comunidad mudéjar oscense en el siglo XV, de modo que podríamos estar ante un inmigrante que regresa a la tierra de sus abuelos.

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ECONOMÍA

EL BARRIO DE LA NUEVA CRISTIANDAD

ÍNDICE

El barrio de la Nueva Cristiandad, la vieja Morería, no se modifica sustancialmente, o al menos las fuentes no indican ni siquiera cambios en la toponimia, que en muchos casos conserva su carácter árabe. La iglesia de San Martín, construida sobre el solar de una mezquita en época medieval, se convierte en la parroquia de los nuevos convertidos, y en el barrio aparecen también cristianos viejos, como ocurría en épocas anteriores. La transformación más profunda es la desaparición de los espacios religiosos musulmanes, especialmente su mezquita mayor, convertida en el almudí de la ciudad, aunque popularmente, como veremos, el nombre de la mezquita se mantiene, como sigue vivo el de plaza de Alquibla compartiendo protagonismo con el de plaza de San Lorenzo. Fuera del barrio estricto de la vieja Morería encontramos viviendas y negocios de moriscos en los mismos lugares donde los tuvieron sus antepasados: en la parroquia de San Lorenzo, en las Tenerías, en la plaza de las Herrerías, etcétera, de manera que el bautismo forzoso no modificó el marco físico de los viejos mudéjares. El estudio del barrio y de quienes lo ocupan, así como de los otros lugares en que viven o trabajan, nos da una prueba más de la convivencia de los viejos moros y los viejos cristianos, a veces pared con pared.

Los topónimos nos llevan hasta el pasado, y como ocurría antaño es complejo su estudio, porque calle y barrio pueden significar lo mismo, porque callizo y calle se confunden, porque a una misma plaza se la conoce con más de un nombre, de modo que la reconstrucción del barrio y su entramado de calles, callizos, callejuelas, adarves, etcétera, se hace prácticamente imposible, pero el ejercicio de intentarlo puede servir, más que para entender la historia de nuestros moriscos, obligados a perder su espacio con la expulsión, para un mejor conocimiento de la historia del urbanismo oscense, el cual estaba bajo el control del municipio, que regulaba muchos de los aspectos que afectaban al colectivo. Así lo demuestran unos pocos documentos en los que vemos la mano de los regidores oscenses y que no dejan de ser curiosos. En 1551 Ferrando Çafar consigue que Martín de Larraga, cuya vivienda, en la parroquia de San Lorenzo, era contigua a la de aquel, reduzca el tamaño del rafe que había hecho y que molestaba a los Çafar. El mismo Çafar recibe autorización del baile para mantener un banco que tenía a la puerta de su casa, adyacente a la de su hijo Jerónimo Çafar; curiosamente se dan las medidas del banco (1 vara por 3 palmos), que sin duda había levantado la protesta de algún vecino, a pesar de lo exiguo del mismo. En 1583 el herrero Juan Menescal autoriza a su hijo Gabriel Menescal a abrir ventanas en el medianil de sus casas en la calle San Martín. Finalmente, el documento más interesante desde el punto de vista urbanístico nos lo encontramos reflejado en una escritura notarial de 1606 y en un pleito ante el justicia de 1608; en ambos se

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reconoce que el Concejo obliga a tirar los rafes de las casas por ser excesivamente grandes y dejar las calles sin luz, de manera que la reforma se hace para «embellecer y aclarecer las calles». Para costear los gastos, el municipio da préstamos con interés a los afectados: sabemos que Juan Felices y Esperanza Çafar menor piden uno en 1606 y reciben 3000 sueldos con un interés de 150 sueldos anuales; muere Felices y Çafar se ve incapaz de afrontar la deuda, por lo que en 1608 solicita autorización para vender bienes de su marido.

La Nueva Cristiandad aparece mencionada por primera vez en 1534, y en ella vemos que viven moros y cristianos juntos; allí están las casas de los cristianos viejos Ferrando Biota (comprada a Isabel Oncino, morisca), Santolaria, Antón Galindo y Miguel Baqué, y los conversos Rodrigo Xiret (emigrado a Valencia), Pedro Cigüeño y Felipe Naxar, junto a la plaza que ya llaman del Almudí la cual en 1542 aparece definida como la que «olim solía clamarse Placeta de la Mezquita»—, y se citan botigas con corral de Juan Tillero y casas de Lope de Urramén y de Miguel Naxar y María Naxar. Aún en 1550, al hablar de la plaza del Almudí se dice que el granero «solía ser mezquita», y en ella se citan las casas de la familia Prom. Los recuerdos de los viejos topónimos sobreviven de manera sorprendente: en 1585 se nos habla del barrio de la Morería, en la parroquia de San Martín, con casas de Lope Medina y de Antón Fierro, y en 1586 se mencionan la calle y la placeta de la Morería junto al callizo de los Frailes; en la primera vende una casa Juan Cigüeño y en la segunda viven Juan Cigüeño y Ferrando Naxar. En 1588, 1594 y 1596 de nuevo se nos habla de la calle de la Morería, con casas de Ferrando Alfanaquí y María Franco, Juan Menescal mayor y Gabriel Menescal, y unas casas aprehendidas por la Ciudad a Juan Almaçor que están junto a la cárcel pública. Poco antes de la expulsión, en 1607, se sigue hablando de la Morería, con casas de Lope Medina, Antón Fierro y el cristiano Biota. No sé muy bien cómo entender esta supervivencia, porque se presta a dos interpretaciones: o a un racismo latente —cosa que no creo— o, mucho más fácil, al conservadurismo que siempre se observa en cuestión de toponimia. La pequeña plaza que estaba ante la mezquita mayor es ahora la plaza del Almudí, puesto que la conversión del templo en el granero de la ciudad debió de tener lugar inmediatamente después del bautismo. En 1534 se habla de la placeta del Almudí, en la Cristiandad Nueva, de la que parte un callizo sin salida, posiblemente el muy citado, como veremos, callizo de los Frailes. En alguna ocasión se la llama placeta del Granero, pero en el libro de actas del Ayuntamiento, en 1556, se habla de casas que fueron de Juan Prom en «la mezquita». En la plaza se encuentran las viviendas, aparte de las citadas, de Lope Xiret, Pedro Cigüeño (después de 1547, de su viuda, María Marguán), Felipe Naxar, Jerónimo Alfarrán, Rodrigo Alfanaquí, Leonis de Fierro (comprada en 1553), Juan Cigüeño mayor —esta con corrales y caballerizas; luego la heredará su hijo Juan Cigüeño menor (1560)—, Francisco Junez y Juan Almaçor (la vende en 1564). Hasta 1593 no vuelve a haber mención a esta plaza, y en esa fecha sabemos que Miguel Enrique Compañero tiene en ella una casa con huerto, corral y granero, y otra casa con granero que había sido de los Çafar. Sin localizar en el documento, las EL

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Vista panorámica del barrio de la Nueva Cristiandad, antigua Morería —ubicado entre la iglesia de San Lorenzo, visible en la foto, y la de Santo Domingo—, que ha llegado hasta época reciente en un estado muy semejante al que pudo tener en los siglos XVI y XVII (Foto: Arturo Lacasa, 1972. Fototeca de la Diputación de Huesca)

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casas de Domingo de Arto estaban en el Almudí, pues son citadas en 1533 junto a las de Pedro Cigüeño.

El vecino callizo de los Frailes, que conserva su nombre medieval, iba de la plaza del Almudí hasta el huerto de los predicadores; en alguna ocasión se habla del callizo de San Martín, que a juzgar por los inmuebles que aparecen es el mismo y da la impresión de estar bastante poblado; en él encontramos casas, pero también graneros, bodegas y huertos. En 1539 Adrián Abengalí vende una casa con corrales que había heredado de su madre, María Marguán, contigua a las casas del albéitar Alonso de Cáceres; se localizan también las casas de Ferrando Junez, Lope Castellano (1543), Jerónimo Muçot (1581), Jerónimo Burro, Francisco Junez —que en 1543 había vendido la mitad de su casa, que tenía corral y huerto—, Enzala y Juan Menescal (1594), y también una casa aprehendida a Juan Almaçor en 1596. En el mismo callizo, llamado en esta ocasión de los Predicadores, sabemos de un huerto de Cigüeño en 1594 y de un granero y una bodega olearia de los Çafar que en 1589 venderán Juan Felices, Esperanza Çafar menor y María Albariel y que serán motivo de largos litigios, como veremos al estudiar la familia, pero que a tenor de lo que se pagó, 16000 sueldos, tenían que ser de grandes dimensiones. También tenemos noticia de una herrería con casa, huerto y corral perteneciente a los hermanos Junez (1543). En la Puerta del Alpargán se hallaba la Cruz de San Martín, en una plazuela a corta distancia de la de la vieja mezquita, tan cerca del callizo de los Frailes que algunas casas daban tanto al callizo como a la plaza de la Cruz de San Martín, también conocida por su nombre medieval, plaza del Alpargán (1589), como es el caso de la casa de Alonso de Cáceres y las de Abengalí; allí, José Çafar alquila una casa de la Ciudad al regreso de galeras (1589).

Dentro del barrio del Medio, del que luego se hablará, aparece el callejón de la Xarea, del que se dice que da a ese barrio, todo dentro del barrio de San Martín, y que llega hasta la calle de San Martín (1527); posiblemente coincida con la actual plaza de Jara. Hay pocas referencias documentales, pero interesa porque es un topónimo de vieja tradición medieval. En él hay tierras de cultivo, como el campo que vende el colectivo de moriscos en 1528, casas como las que vende Lope Alborgí, antes Amet, al cristiano Antón de Garrido, y las de Juan Marguán, con botiga (1527), y Beatriz de Gurrea (1539); también hay obradores de ollería y tejería, como los que tienen Juan y Jerónimo Codo y Domingo Enzala (1600), Lope Medina y los herederos de Ezcandar (1607); junto a los obradores de Lope Medina, incautados en 1610, y los de los Ezcandar está la casa del doctor Juste, al que debe su nombre esta parte de la calle en la última fecha señalada.

En la zona del barrio del Medio se halla el Postigo, muy vivo en la documentación de los conversos. Algún documento lo ubica en la calle de San Martín, de manera que seguramente se trataba de un portal hacia la mitad de la calle, en la zona del barrio del Medio, cerca de la acequia de Almériz; al menos Postigo de Almériz se le llama en 1529, y se dice que allí hay huertos, corrales y parrales de Juan Marguán. Como toda la Nueva Cristiandad, tiene el aspecto de un suburbio en el que las viviendas estaban rodeadas de corrales, huertos y obradores. En 1529 tenemos documentados el corral y casa de Lope Alborgí, las casas de Juan

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Marguán, alias Forner, y otra casa de un tal Rop, ya difunto. También sabemos de los obradores de tejas, rejolas y cántaros de Luis de Gurrea (1543) en la calle que va al Postigo, y en el mismo Postigo están los obradores de Juan Prom y Francisco Ezcandar; el de Prom, con patios y cobertizos, es vendido en 1598. Además tenemos documentadas las casas de los cristianos Jerónimo Zamora y Pedro Azor, alquiladas por Galcerán de Marguán en 1543. De todos modos, es posible que el Postigo y la Xarea sean el mismo lugar, porque las casas de Lope Alborgí y de Juan Marguán son citadas en la Xarea en 1527 y en el Postigo en 1529. La única explicación está en que se llame de ambas maneras o que el callizo de la Xarea limitase con el Postigo y las casas mencionadas dieran a los dos lugares, todo tocando a la calle San Martín.

El Ferrianal, topónimo ya vivo en el siglo XIII,200 lo encontramos en nuestra documentación desde 1527 a 1603, y según un documento de 1566 está junto a la calle San Martín. Lo que en tiempos fue una zona de cultivos parece estar ahora casi completamente edificado, de modo que lo que allí hallamos son preferentemente casas: la de Isabel Alguacil; la de Juan Grisén (1527), esta vendida a los predicadores en 1557; la de Catalina Calvo, mujer de Pedro de Huesca (1531); la de Jerónimo Burro, con un corral que compra a Alonso de Cáceres (1566), con huerto (1594), herrería y cobertizo (1598); la casa con horno de Pedro Palacio, que disfrutan sus herederos Jaima y Martín Palacio, casados con Ferrando Xiret y María Alfarrán; la de los Ezcandar, contigua a un corral y un huerto de Jerónimo Burro; la casa con corral de Juan Alfarrán y las casas de los hermanos Palacio, que son citadas en 1567, y las de Jerónimo Menescal y las de Antón Fierro, que lo son en 1603. En un documento de 1543 se dice que el Ferrianal está en el barrio del Medio, y en uno de 1528, en el que Juan Farax vende un corral a Ferrando Biota, se dice que está en la calle de San Martín, de manera que queda claro que formaba parte del corazón del barrio.

Otro lugar de muy escasa presencia es la placeta de Florén, de dudosa ubicación. La partida del mismo nombre es una zona agraria con riego, pero la plaza parece estar a caballo entre el barrio de San Martín y la parroquia de San Lorenzo, o al menos eso dicen los documentos. En 1536 sabemos que en la placeta, que se ubica en San Martín, están las casas de Juan Alfarrán y Jerónimo Alfarrán; en 1553 se cita también la de Pablo Alfarrán y en 1566 una de Jerónima Alfarrán, mujer de Gaspar Zaydejos; en 1557 Pablo Alfarrán compra un corral, una bodega y una cámara, y se sitúa la plaza en el «barrio de San Lorente». De hecho, lo que sí es seguro es que Pablo Alfarrán y Juan Alfarrán son feligreses de San Lorenzo y en esa iglesia bautizan a sus hijos Ferrando Alfarrán (1562) y Juan Alfarrán (1566), respectivamente, en tanto que Jerónimo Alfarrán mayor es parroquiano de San Martín y allí bautiza a su hijo Jerónimo Alfarrán menor (1560). Por varios documentos en los que se vuelven a citar las casas de los Alfarrán sabemos que también la placeta de Florén estaba en el barrio del Medio.

200. Conte, Á., La encomienda…, óp. cit.

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Mucha mayor presencia tiene el barrio del Medio, llamado así también cuando el barrio era la Morería. Ya hemos visto cómo muchos de los topónimos mencionados hasta ahora formaban parte de este barrio que, juntamente con la calle mayor de la Nueva Cristiandad, la de San Martín, concentra el mayor número de viviendas, sin que falten obradores, graneros, corrales ni algún huerto. Las referencias son numerosas y algunas de las familias mantienen su domicilio a lo largo de toda la historia, de modo que solo daremos la primera cita documental de cada una. La primera casa morisca conocida en el barrio es la que venden Isabel Oncino y su hijo Martín Alfarrán en 1534, el mismo año en que se citan las de Alonso de Aranja y Juan Burro. Dos años más tarde vemos las de Leonis de Fierro, Galcerán de Marguán (citada con corral en 1554) y Luis de Gurrea, el corral de Francisco Ezcandar y la casa familiar de los Alfarrán, que compra Juan Prom. En 1537 son citadas las casas de Juan Burro y los herederos de Rodrigo de Aroz. En 1539 en un solo documento aparecen mencionadas la de Luis de Gurrea, que ahora tiene su nieta Beatriz de Gurrea, y las de Juan de Huesca, la viuda de Alfarrán, María de Moros, y la hermana de Beatriz de Gurrea. En 1553 se nombran las de Martín, Francisco, Pablo y Juan Alfarrán, y un año después, la casa con corral y huerto de Francisco Ezcandar (la da a treudo en 1555) y la de Juan Grisén. Francisco Ezcandar compra dos patios en 1558. En 1574 aparece mencionada la casa con obrador que fue de Gracia Ezcandar; en 1579, las casas con sendos obradores y hornos de Juan Lasierra y Francisco Ezcandar. En 1582, la casa y el obrador de Francisco Ezcandar los tienen Juan Lasierra e Isabel Ezcandar y los reclama Jerónimo Ezcandar, pero en 1583 siguen en poder de Lasierra. En 1584 tienen sus casas en el barrio Lupercio Gali y Esperanza Galcerán. Jerónima Lasierra recibe una casa en 1588 de su madre, Isabel Ezcandar, quien vende otra en 1597 y alquila otra al rejolero Ramón Codo; en 1597 se nos dice que la casa de Isabel tiene obrador con horno tejero, palacio y era. En 1600 viven en el barrio Lope Medina y Juan Cigüeño, documentados hasta 1610. Además de las casas y algunos obradores y huertos ya citados, tenemos conocimiento del tejar de Francisco Ezcandar cerca del Postigo en 1543, el mismo que lleva como dote matrimonial —además de otro obrador— su hija Gracia Ezcandar al casar con el cantarero Gaspar de Batalanau en 1572; el propio Ezcandar posee un obrador con dos hornos, cubiertos y eras (1571). Lope Medina tiene en el barrio su obrador (1574). También hemos localizado en el barrio un corral de Jerónimo Burro (1597) y otro, con granero, de los Çafar (1589).

La calle de San Martín se cita con mucha frecuencia y parece ser el eje central del barrio: iba desde el Coso hasta la ribera del Isuela, y todos los barrios y vicos mencionados hasta ahora se agrupaban en su entorno, o incluso es posible que formaran parte de esa calle, a tenor de lo que sabemos sobre la ubicación de alguna vivienda. Por ella trascurría, o la cruzaba, la Almenara, citada en 1541, que en aragonés puede aludir tanto a un azarbe que recogía las aguas sobrantes del riego y las conducía al río como a una compuerta para distribuir el agua por las acequias que recorrían el barrio. En 1531 tenemos documentado en la calle propiamente dicha el obrador que Pedro de Huesca lleva como dote al matrimonio, y en 1536 EL BARRIO

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tenemos localizada la casa de Juan Tillero, cuyo obrador hemos visto en la placeta del Amudí. En 1540 sabemos de las casas de Galcerán de Marguán —a quien en 1543 vimos alquilar otras en el barrio del Medio y que en 1549 compra una casa con corral en la misma calle—, el activo Juan Burro y Lope de Fierro. En 1541 se mencionan las casas de los herederos de Pedro Cigüeño, el cristiano Miguel de Arbaniés, Juan de Moros, el cristiano Jerónimo Mur y los huérfanos de Lope de Urramén o Aburramén, así como la que deja al morir Felipe de Urramén a sus hijos, esta con botiga y corral, al lado de la que tiene la viuda de Castellano, citada en 1553. En 1548 tenemos viviendo en la calle de San Martín al cristiano Vicente Cerdeña, rejolero, con su obrador cerca de los obradores y casa de Vicente Alamén, cantarero, y las casas de Rodrigo Alfanaquí, que dan por una parte a la placeta del Almudí; también está documentado el huerto de Amador Tillero. La casa de Salvador Alfarrán se menciona en 1549 entre el Almudí y la calle San Martín. Elobrador de cantarero de Pedro Alamén y el de su hermano Vicente aparecen en 1552 junto al de Juan de Moros y las casas de Diego Alfanaquí. En 1553 se habla de la casa de Felipe Castellano, alias Urramén, y en 1554 del obrador de Jaime de Moros, junto a su casa; no nos consta el oficio de este último, pero bien pudiera ser tejero o cantarero, porque su obrador limita con los de los hermanos Alamén. En 1555 son citadas las casas de Juan de Moros y una casa que compran Vicente y Pedro Alamén, junto a la que ya tenían, a Didago de Arayco. La casa de Domingo Alfanaquí aparece en un documento de 1557; en uno de 1560, la de los herederos de Miguel Naxar, que en 1569 tiene su viuda. Juan Cigüeño alquila una casa a Pedro Castro, señor de Siétamo, que está junto a la que ya tenía y es contigua a la de Felipe Naxar. La vivienda de Domingo Almaçor es citada en 1566, y también la que lleva su hijo Juan al matrimonio con Ana Bailo; próximas están las de Martín de Palacio, María Alfarrán, Isabel Junez y Francisco Junez. Gabriel y Juan Menescal viven en sendas casas que están documentadas en 1577 y 1583; en 1558 lo está la de la viuda de Galcerán de Marguán, Jerónima Aranja. Casa con dos botigas es la de Jerónimo Burro (1587). En 1589 se mencionan las de Gaspar de Moros y Lupercio Gali. Un año después Ferrando Naxar compra una botiga. En 1591 son aprehendidas por la autoridad unas casas de Antón Fierro que limitan con las de Jerónimo Menescal. En 1597 se citan las del cristiano Tallaferro; en 1598, la de María del Cuento; en 1599, la casa con hortal de Ferrando Naxar y la de Francisco Cigüeño, sita en el barrio del Medio a la altura de la calle San Martín. La casa familiar de los Gali, contigua a la de Lupercio Gali, es mencionada en 1599. En 1601 las casas que fueron del difunto Juan Ferrando Alfanaquí son compradas por la elevada cantidad de 7100 sueldos por Juan Gali y Lope Gali, que las ponen en venta en 1602. En el callizo de los Frailes, limitando con la calle de San Martín, está en 1607 la casa de José Codo; muerto este, es vendida por Jerónimo Codo menor, por 3000 sueldos, al canónigo Juan Garcés. En agosto de 1610 se habla de las casas que fueron de Lope Medina y de Antón Fierro, ya expulsados. Junto a las casas hemos hablado de obradores, botigas y hortales, pero hay más de los citados hasta ahora: sabemos de los obradores de cantarería de Juan Prom y de la viuda de Sanjuán (cristiana) en 1569; el de zapatería de Francisco

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Ezcandar, anexo a su casa (1572); el obrador con la casa y huerto que fue de los Tillero y que reclaman ante el justicia de Huesca en 1578 Alexandre y Lope de Sasa y Juan y Gabriel Cernico; en 1580 tenemos documentados el obrador junto a la casa del cantarero Didago de Arayco —acaso cristiano— y el taller de la viuda de Juan Prom, que en 1606 tiene alquilado el cristiano Juan el Canyo; en 1598, la casa con caballerizas, corral, huerto y herrería de Jerónimo Burro menor, el corral de Francisco el Cantarero y la botiga del herrero Juan Menescal, que da a la calle San Martín (1601). Asimismo, en el barrio del Medio se cita una calle que va hacia Almériz en la que hay casas y obradores que lleva Gracia Ezcandar al matrimonio en 1572.

Si ya planteaba problemas la identificación de muchos de los rincones del barrio, el asunto se acentúa cuando en el documento se ubica un inmueble en «el barrio» o en «la parroquia» de San Martín, hecho frecuentísimo. De todos modos, recogeremos todos los casos de personas y edificios que aparezcan en la documentación y que no se hayan visto hasta ahora con el objetivo de dar una idea lo más exacta posible de la población y del barrio. Así, en la temprana fecha de 1527 nos consta que viven en la parroquia de San Martín Lope de Gurrea, Pedro Oncino, Felipe Aranja, Juan Farax, Felipe de Sasa, Salvador de Cuéllar y Miguel Farax —quien tiene, además, una cantarería—. En 1530 está documentado Felipe de Arag o Arax, así como la botiga de Juan Tillero. En 1533 se localizan las casas del difunto Lope Alfarrán, que pasan a su hijo Juanico Alfarrán, en este barrio. En 1534 Martín del Fierro tiene un corral. En 1535 nos encontramos las casas de Esperanza Aranja, de uno de los Juan Burro y de Luis de Gurrea. En 1541 las de una María Alfarrán distinta de la ya vista, ésta viuda deMoçot Alfarrán, y las de Francisco Grandar, apellido que no figura entre los moriscos o scenses; no se sabe si es cristiano o converso porque no vuelve a aparecer. El mismo año, el cristiano Esteban Casaus compra la casa de Felipe Naxar ysu mujer, Juana de Sasa, y tenemos documentada la casa con bodega de Francisco Gali mayor y de su mujer, apellidada Oncino, junto a las casas de la viuda de Alfarrán. En 1543 aparecen las casas de María Grisén, de Miguel Naxar y de Lope Junez, y la de Felipe Castellano en 1544. La de los hermanos herreros Juan y Martín Burro es mencionada en 1546; un año después aparecen citadas las casas de Vicente, Lorenzo y Francisco Oncino. Junto a las de Juan Burro aparecen las de los cristianos Juan Pueyo y Domingo Fanlo en 1548. En 1560 se cita la casa de Domingo Enzala —cuyo obrador ya hemos localizado—, que está cerca de la de Miguel Naxar y de las que heredaron Isabel y Juana Urramén, ahora residentes en Pedrola, que las ponen en alquiler. En 1561 el cantarero Gaspar de Codo tiene su obrador en el barrio, y a su lado hay una viña; ambos bienes son del presbítero mosén Martín Palo, todo junto al obrador de Francisco Ezcandar, que, como ya se vio, está en el barrio del Medio. Felipe Tillero posee unos portales en 1562 y sus herederos, en 1565, juntamente con Francisco Junez, venden a Juan Vélez unas casas con obrador y huerto. Al lado de esa casa está la de Galcerán de Marguán —antes se dijo que estaba en la calle San Martín—, así como un corral de Martín Palacio. En 1570 se cita la casa de María Burro, alias Farax, junto a

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Actual travesía del Espino, un callejón en el corazón de la antigua Morería, en las inmediaciones de la plaza de San Martín, que conserva el trazado y algunos edificios de su viejo pasado moro. (Foto: Fernando Alvira Lizano)

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la del calderero Jerónimo Burro, que ya vimos que se encontraba en el callizo de los Frailes; en este mismo lugar está la casa de María Farax. En 1577 encontramos el corral y el establo que venden Juan Cigüeño y su mujer, Brianda Junez, y que esta había llevado al matrimonio, sitos junto al corral de Domingo Enzala. La casa y el obrador de los hermanos Jerónimo, José, Juan y Martín Codo se localizan en un documento de 1588, y también el obrador de Juan Gurrea, cuyo oficio desconocemos. Finalmente, en 1602 tenemos las casas de Jerónimo Menescal e Isabel Lasierra Ezcandar, que limitan con la de Antón Fierro que ya localizamos en el Ferrianal. El convento de Santo Domingo es el límite por el extremo norte del barrio de los conversos, y cerca de él se halla el trinquete de juego de pelota que tiene arrendado María Albariel en julio de 1610.

La presencia de viviendas e inmuebles de moriscos fuera de su barrio es bastante frecuente, especialmente en la parroquia de San Lorenzo, incluida la plaza de Alquibla, el corazón comercial de la ciudad; desde ahí, pasando por delante de la iglesia de San Lorenzo, desciende hacia las clarisas la calle de Salas —este es el viejo nombre medieval—, llamada con frecuencia calle de San Lorenzo. Dentro del barrio está el vico de las Ferrerías, en lo que se llama a veces plaza o plazuela de los Navarros, la calle o el barrio de Población, de origen medieval, el Pellerique Viejo (Pellerín o Pellería) y algún otro rincón más. Desde antiguo la calle de Salas es el límite, por definirlo de alguna manera, entre el mundo cristianoy el musulmán, y en ella conviven ambas comunidades, si bien con mayoría cristiana; en esta calle tiene sus casas Juana Alfarrán, viuda de Juan Tillero, en 1544, y precisamente, como ejemplo de lo que decíamos, lindan con una del cristiano Ferrando Vio, no lejos de la del morisco Pedro de Huesca, citada en 1547. La plaza de Alquibla, llamada también de San Lorenzo por imperativo legal,201 aparece con el nombre árabe incluso en 1595, cuando se localizan en ella las casas del matrimonio formado por Juan Felices y Esperanza Çafar menor; esas mismas casas aparecen compradas por Ferrando Çafar mayor en 1545 a Jerónimo Mendoza por 5000 sueldos, precio que demuestra su categoría, y tienen bodega y establo; frente a ellas está el horno que fue del cristiano Giner de Panzano. Ese mismo año Bartolomé de Porohul, cristiano, obliga sus casas en la placeta de San Lorenzo a Çafar en una operación de préstamo, y todo hace pensar que la placeta no es sino una parte de la plaza de Alquibla, concretamente la replaceta que había ante la puerta de la iglesia. En una calle que va hacia Alquibla Ferrando Çafar compra por 4600 sueldos a la familia cristiana Mendoza unas casas con tiendas, bodegas y establos que están junto a las que tenía en Alquibla y también junto a las casas y el horno que fueron de Miguel Juan de Azlor, que por el apellido no parece converso. Las casas de Çafar limitan, según un documento de 1562, con el Pellerique Viejo,202 lo que nos permite localizar el topóni-

201. Conte (1992).

202. Es muy probable que el Pellerique Viejo ocupara el espacio de la vieja carnicería mudéjar, que, avanzado el siglo XV, fue desplazada al interior de la Morería tras años de resistencia a abandonarla por los moros. Véase Conte (1992).

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mo, ya que se dice que está junto a la plaza de Alquibla. Esas casas de los Çafar las tenemos documentadas en 1589, en las capitulaciones matrimoniales de Esperanza Çafar menor, en la Pellería; en 1591, a nombre de Juan Felices, en la plazuela del Pellerín, quien pone en arriendo una de ellas, y en 1595 y 1596, cuando se citan casas y corrales que tiene Miguel Enrique Compañero en el Pellerique y el Pellerín, quien como veremos se hizo con parte del patrimonio de los Çafar tras la debacle de la familia. Alquibla aparece como plaza de San Lorenzo en un documento de 1566 en donde se habla de las herrerías de Ana Compás y de los herederos de Felipe Naxar, que tenían la casa en San Martín, como vimos; también se mencionan sendas casas de la citada Ana Compás y de Juan Compás. Alquibla, en 1568, es la plaza en la que están las casas del difunto Agustín Ezcandar y que ahora tienen sus huérfanas menores Jerónima y Ana Ezcandar, y que su tutor, Francisco Ezcandar, pone en arriendo por 480 sueldos anuales; se trata de un alquiler alto, pero es que las casas en Alquibla son muy caras, como lo prueban los 18000 sueldos en que se valoran en un pleito por herencia las que dejó Martín Faxol y que pasan a Isabel Faxol en 1571. Casas y tiendas en Alquibla lleva al matrimonio Gracia Ezcandar en 1572, dadas por su padre, Francisco Ezcandar. En 1580 tenemos documentada la botiga que Jerónimo Çafar da en arriendo a Diego de Mendoza por 400 sueldos anuales. En 1589 sabemos que en Alquibla viven María Albariel, en una casa de su hija Esperanza Çafar menor, y Gabriel Menescal. Las casas de los Çafar siguen documentadas en 1595 en Alquibla y posiblemente son las mismas que tuvo Esperanza Çafar hasta que emigró a Zaragoza en 1613.

La calle o barrio de Población se levantó en el siglo XIII y en principio fue una zona exclusivamente cristiana, pero, próxima a la Morería, acabó teniendo población mudéjar, aunque muy escasa, que continuó tras el bautismo. En 1544 tenemos documentados la casa y el obrador en el inventario del difunto Juan Tillero. Las casas de Gracia Gali, ya difunta, Juan Compañero y Juan Ezcandar están documentadas en 1564. En 1575 tenemos localizadas las casas contiguas de Ferrando Alfanaquí y Francisco Oncino; las de Alfanaquí vuelven a aparecer en 1589 alquiladas por 280 sueldos anuales al cristiano Audet Pradera. En 1579 tenemos documentada la casa que arriendan Juan Menescal y su mujer, Isabel Junez, al vidriero cristiano Giral Lacruz por 400 sueldos anuales. Juan Alfanaquí da a su madrastra, Jerónima Ezcandar, una casa en la calle Población, al lado del horno de Lucas de Cáceres, en 1592. En 1602 están las del herrero Miguel Lasierra, habitante en aquel momento en Barbués. En 1555 se mencionan las de Martín del Rey, que muere súbitamente, de modo que pasan a sus hijos Martín del Rey menor y Magdalena del Rey, y en usufructo a su viuda, Martina de Cregenzán; en 1574 están en poder de Martín del Rey menor. El viejo barrio de las Ferrerías, a escasos metros de San Lorenzo, se ubicaba en la plazuela de los Navarros. La documentación cita el lugar de ambas maneras. Ya hemos visto herrerías situadas en otros lugares, de manera que no nos ha de extrañar que no aparezcan muchas en este minúsculo espacio urbano, a pesar de lo abundantes que fueron los herreros. En las Ferrerías nos encontramos tanto EL BARRIO DE LA

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talleres como viviendas de artesanos, pero también de gente de cierto rango social, como el notario Sebastián Canales en 1562. Allí tienen sus casas en 1527 Juan Compás (y la herrería se menciona en 1529) y Pedro Compañero, casado con Esperanza Çafar mayor; en 1537 está documentada la herrería de Miguel Alfarrán mayor, que pasa por herencia a su sobrino Martín Alfarrán y se menciona también en 1544 y 1562; dos años más tarde tenemos las dos botigas de Miguel Casilla, alias Naxar, y las de Lope de Gurrea, cuya casa estaba en San Martín, a pesar de lo cual en 1530 se habla de su casa junto a la botiga en San Lorenzo; en 1562, junto a las casas de Sebastián Canales, ya citadas, se relacionan unas casas pequeñas de Ferrando Çafar mayor; Juan Compañero y Alexandre de Sasa tienen ahí las suyas en 1577; Ferrando Naxar y Juan Menescal tienen en las Ferrerías sus botigas en 1580; en 1584 Miguel Lasierra tiene una casa que cambia por otra en Ballesteros; una casa de Juan Alfarrán y su mujer, María de Calanda, en la plaza de los Navarros es vendida a Sebastián Canales en 1606 junto a la que ya tenía allí el notario. En 1609 Jerónimo Menescal vende su herrería en el barrio, mientras que su vivienda estaba, como vimos, en la parroquia de San Martín.

Finalmente, en la parroquia de San Lorenzo se ubica la calle del Cesto, en la que hay casas y botigas de los Çafar en 1567, quizás alguna de aquellas que se hallaban en una calle que iba a Alquibla, que se alquilan al espadero cristiano Domingo Garriga y, al renunciar, pasan al también cristiano el zapatero Juan Bandrés.

Como ocurría en el caso de San Martín, son muchos los documentos en los que se habla de la parroquia y el barrio de San Lorenzo sin afinar más en la toponimia. Desde 1527 hasta 1608 el barrio aparece de forma regular. Aparte de lo citado más arriba, en 1532 vemos la casa y la botiga de Miguel y Felipe Naxar junto a la casa de Lope de Gurrea y el horno del señor de Panzano. En 1533 tenemos las casas con botigas de Pedro y Martín Oncino, la botiga de Felipe Naxar y el horno del cristiano Arnal de Azlor. En 1534, Felipe Tillero vende su casa en el barrio al cristiano Pedro Aragón por 350 sueldos; a los dos años lo hemos visto viviendo en San Martín. En 1537 aparece citada la ferrería de Miguel Alfarrán mayor, que deja en herencia a su sobrino Martín Alfarrán, la cual se halla junto a la casa familiar que en 1541 tiene la viuda de Alfarrán, y se cita también la casa de un tal Lope Alfarrán; sabemos que este murió en 1533 y en su inventario se sitúa en el barrio de San Martín, así que posiblemente tuviera más de una casa. También en el barrio se dan tejares, como el que en 1543 vende María Grisén, viuda de Juan Farax, a Juan Prom por 450 sueldos; la vivienda de María estaba en San Martín. En 1550 tenemos documentada la casa de Francisco Gali. En 1555, las casas de Catalina Marguán, que da a su hija Leonor Alfarrán, su botiga y su herrería. La casa de los herederos de Jerónimo de Aroz está cerca de la de los Çafar, quienes compran un corralico en 1556 junto a su casa, a la herrería de los Alfarrán y a las casas del notario Canales. Un documento de 1557 nos hace saber que, junto a su herrería, Felipe Naxar tiene una botiga. En 1562 muere Vicente Oncino y heredan su casa sus hijos menores Vicente y Francisco Oncino, cuyos tutores la ponen en arriendo por 8 florines anuales. En 1563 tenemos

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localizadas las casas que venden Felipe Tillero y su mujer, Juana Junez, que también tenían casas y portales en San Martín, al morisco Baltasar de Huerto por 1400 sueldos, junto a casas de Martín Burro y de Leonor Alfarrán, viuda de Lope de Gurrea. Ana Compás aporta a su segundo matrimonio casas en el barrio junto a la herrería de Felipe Naxar. También en 1563 Alonso de Cáceres, albéitar, definido extrañamente como «fornero», compra casas por 3000 sueldos a Jaime del Rey y su mujer, Catalina Vidor, transacción que lleva a un juicio porque parece ser que no estaba clara la propiedad de Catalina.203 En 1567 Ferrando Çafar compra al cristiano Martín de Larraga otra casa con corrales en San Lorenzo por 5340 sueldos, de manera que su patrimonio inmobiliario —casas, corrales y botigas— en la zona va acrecentándose, acaso para garantizar la vivienda a su numerosa descendencia. Jerónimo Gali y su mujer, María Gali, emigrados a Zaragoza, tienen casas en el barrio alquiladasal herrero morisco Juan Lasierra, quien en 1571 las traspasa a Ferrando Xiret. El herrero Gabriel Menescal y sus hermanos Manuel y Juan Menescal tienen en el barrio su casa y acaso también su taller (1575 y 1576); en 1580 se cita la botiga de Juan, junto a la de Ferrando Naxar, y en 1591 encontramos la mención de la herrería de Gabriel. Los Compañero, trasladados a Zaragoza, mantienen su casa de Huesca, en la que residen con frecuencia; así, en 1580 tenemos noticia de la casa familiar en poder de Juan Compañero, al lado de la de Alexandre de Sasa y su mujer, Ana Compás; su hijo Alexandrico de Sasa hereda de su madre unas casas con bodega y tienda que al morir pasan a su padre (1582). En 1591 tenemos localizadas en San Lorenzo las casas y la herrería de Gabriel Menescal. La última referencia documental, aparte de las de Esperanza Çafar menor en 1608, es la de Francisco Oncino y Francisco Burro, que siguen manteniendo su vivienda en el barrio en 1600.

El barrio de Ballesteros, posiblemente la misma calle que hoy lleva ese nombre, aparece mencionado en 1562 en la compra por 96 sueldos de unos patios que hace Jerónimo Alfarrán al zapatero cristiano Domingo Ximénez, los mismos patios que vende un año después por 98 sueldos; en el documento se dice que están en el barrio de Ballesteros, en un callizo que va a casa de Mortay. En 1584 Miguel Lasierra y su mujer, María Punchón, reciben unas casas en Ballesteros a cambio de la que dan en las Ferrerías a Martín de Luc, cristiano viejo.

Fuera de los dos barrios con mayor presencia morisca, hay poco que destacar. Por ejemplo, nos consta que Alexandre de Sasa y su mujer, Ana Compás, que según acabamos de ver tienen su vivienda en el barrio de San Lorenzo, poseen una casa en las Tenerías en 1577 que ponen como garantía en una comanda de 2680 sueldos del mercader Mateo de Olsón, de manera que podemos saber que como mínimo tendría ese valor; junto a esa casa hay otra perteneciente a Juan Compañero. Antes, en 1553, Lorenzo Casabona, zapatero, tiene una tenería en el barrio que es tasada por el municipio, pero, aunque hay moris-

203. Jaime del Rey aparece dos años después casado con Isabel Faxol pero, comoquiera que el apellido lo llevan también algunas familias cristianas viejas, hemos considerado que se trata de dos personas distintas.

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cos apellidados Casabona, el hecho de que Lorenzo aparezca una sola vez más en toda la documentación no nos permite estar seguros de que se trate de un converso, aunque es lo más probable; en 1546 se habla de un Lorenzo Casabona, alias Guillén el Zapatero, que bien pudiera ser el mismo; en 1589 se habla de otro homónimo que es notario de Zaragoza y actúa como procurador de la oscense Isabel Ezcandar.

Excepcional es también la cita del Coso, donde hay una torre con corral que tiene Luis Gallur, por la que paga treudo a la Ciudad en 1610. Un año antes Esperanza Çafar menor vende al cristiano Guillén Ichart una de sus casas con corral, junto a la que ella habita, por 5600 sueldos. Y, adosada a la muralla de piedra, es decir, en el Coso, tiene una tienda el soguero Juan de Naval. En una ocasión se habla de la parroquia de San Pedro, al mencionar la casa que en ella tienen los Faxol, lo que quiere decir que posiblemente estaba en el Coso, ya que la parte de esta calle en la que está la muralla de piedra pertenecía a esa parroquia.

El Campo del Toro, próximo a las Tenerías, era un espacio básicamente agrario, pero en él sabemos de la existencia de patios, obradores y miradores que poseían los moriscos. Resulta un tanto difícil definir un mirador, pero da la impresión de que es una construcción que podría servir como habitación, al menos la descripción que tenemos del que reforma Francisco Gali en el Campo del Toro (1543), perteneciente al Estudio General, nos retrata un edificio de dos plantas, la segunda cubierta por tejado, con dos grandes balconadas que explicarían el nombre de mirador. De modo que no sería de extrañar que algunos estuvieran habitados, si bien los que conocemos de los moriscos no parece que sean de habitación, ya que sus propietarios tienen todos ellos sus casas en los barrios ya estudiados. Los patios, frecuentes en la documentación, parecen ser construcciones cerradas de una sola planta; de ahí que algunos sirvan como tiendas. En 1527 tenemos la referencia de la venta que hace el colectivo morisco de un mirador y un patio pertenecientes a la antigua aljama y cercanos al mirador de Pedro Cigüeño. En 1549 María Marguán deja en herencia a su hijo Juan Cigüeño otro mirador junto al que tiene el también morisco Felipe del Ala. Jerónimo Alfarrán vende uno en 1578 que limita con los de Oncino y Ferrando Alfanaquí; el de Francisco Oncino vuelve a aparecer en 1600, 1601 y 1603, y se hace constar que está junto al de Francisco Alfanaquí, acaso el mismo que en 1601 aparece como el mirador que fue de Juan Ferrando Alfanaquí. También los Çafar tienen un mirador en la partida, citado numerosas veces junto al del Estudio General; sabemos que lo lleva como dote Esperanza Çafar menor en su matrimonio (1589). Por último, en 1610 Juan Cigüeño vende a los regidores del hospital de la Esperanza, por el elevado precio de 4000 sueldos, un mirador con un obrador —por su oficio podría tratarse de una tenería— que había comprado en 1607 por el mismo precio a los pellejeros cristianos Juan y Lorenzo Ezquerra, quienes quizás tuvieran en él una tenería. Hay otros barrios mencionados en la documentación. Uno de ellos es el de Almériz, una partida agraria, aunque en el barrio del Medio de la Nueva Cristiandad está el Postigo de Almériz (1529) y también una calle que va a Almériz EL

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(1572), pero no hemos encontrado población musulmana, aunque sí la nueva tejería de Ezcandar, aprehendida por el justicia de Huesca en 1547; en el mismo documento se habla de un huerto en la partida junto al Chorro de los Moros, lo que nos indica la existencia de una fuente que, por el nombre, podría venir de antiguo. El barrio de Bardín es el lugar en que Elena Garasa tiene unas casas que da a Alexandre de Sasa por otras en el barrio de San Lorenzo (1586); no hay población morisca, o al menos no se cita, y parece que la zona debe de ser bastante marginal, porque Garasa da a Sasa, además de la casa, 6300 sueldos, señal evidente de la diferencia entre un barrio y otro, aparte de la condición de la vivienda. Finalmente, en 1543 se cita el barrio Verde, acaso el mismo que el anterior; allí hay casas de Jaime del Rey. En la Puerta de Zaragoza, bastante alejada de la Nueva Cristiandad, hay un huerto de Esperanza Çafar (1607) junto a unas «casicas» suyas que limitan con el convento de los franciscanos.

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LA CASA: DEPENDENCIAS Y ENSERES

ÍNDICE

Algunos aspectos de lo que eran las casas de la gente acomodada, las salas con chimeneas, el uso de madera noble trabajada, los adornos y elementos decorativos, la moda renacentista, etcétera, han quedado reflejados en las capitulaciones de obra que hemos estudiado, pero se trataba de palacios o conventos que superaban con creces lo que podía ser incluso la casa de la gente más acomodada, y apenas tenemos datos de ellos. Algunos ya han sido expuestos, como la existencia de patios, corrales, estudios, botigas, pozo, huerto, caballerizas, bodegas, miradores…; sin embargo, ahí se queda todo.

De todos modos, la información que nos dan algunos inventarios es realmente interesante, especialmente por la proximidad con que se siente la vida en ellos, tanto que casi nos permite recrear la de sus moradores. El problema es que estos inventarios nos informan sobre gentes de clases en general acomodadas —con alguna excepción—, y quedan fuera de ellos los menos favorecidos, de manera que de una cantidad elevada de la población no tenemos datos, aunque es muy probable que el ajuar no pasara de unas cuantas prendas de vestir, algunas cazuelas y sartenes, unas tablas para dormir, algún colchón de paja (márfega), alguna manta y algo de ropa personal. Esas casas tendrían una cocina y alguna estancia, y poco más. Las que nos muestran los inventarios suelen ser más grandes y mejor guarnecidas. Y vale la pena que nos detengamos en algunos de estos inventarios para reconstruir la vivienda de los moriscos oscenses en el siglo XVI El inventario hecho en 1581 por Jerónimo Burro y Lupercio Gali, tutores del huérfano Gasparico de Moros, recoge lo que hay en la casa al morir la madre del menor, Mariana Codo, viuda de Juan de Moros menor, tejero. Los autores del inventario son poco detallistas, hasta el extremo de no recoger ni las estancias que tenía la casa, aunque por los enseres se deduce la existencia de una cocina, un corralico, quizás una masadera y dos dormitorios, o al menos hay dos colchones. Llama la atención que no se haga mención ni de una sola pieza de vestir del niño, lo que puede indicar o que no tiene más que lo puesto —lo que cuesta creer— o que el inventario olvida cosas, que parece lo más probable, y que lo que se recoge sea lo que el niño hereda de la madre, no lo que ha sido herencia de su padre, que desconocemos. De todos modos, la ausencia de joyas y de otras cosas de valor nos da idea de una situación económica bastante precaria; a pesar de ello, la ropa de Mariana es abundante: tiene dos faldillas blancas, una ropa negra, dos faldillas azules, dos tocas, dos coletos, una saya con sus mangas nueva, una faldilla amarilla buena y un manto. El mobiliario se reduce a dos bancos de cama y seis tablas (con un colchón y una márfega y dos traveseros), un escabel y una tabla de noguera, además de un arca grande y otra chica. En la cocina hay dos tajadores, tres sartenes, un asador, una bacía de fregar y lavar y una cesta. En la masadera, una

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bacía de amasar, dos capazos de palma y un cedazo. Para alumbrar hay dos candiles. Las ropas son una manta vieja cardada, cinco manteles, cuatro toballones y dos randas. Y, como elementos decorativos, tres cortinas, dos bancales, dos delantecamas y cinco cojines. Hay también fibra para hilar, un cuartón de lino y dos libras de estopa, y en el corral una gallina y un número indeterminado de pollos y pollas, que teniendo en cuenta la época en que fue hecho el inventario (17 de agosto) bien podrían ser de una nueva nidada. Como se ve, la pobreza es notoria, y aunque el inventario pueda estar incompleto no cabe duda de que la casa carece de casi todo. Llama la atención la ausencia de joyas, presentes en todos los demás inventarios que tenemos, incluso en otros que se pueden considerar pobres, como el de Juan Farax (1530), en el que, aparte de los útiles de la herrería, ya vistos, vemos tres cadiras de costilla, media caja y un cofre, un collar de perlas, unas manillas de plata de 3 onzas de peso, otra manilla de plata que se vendió por 8 florines menos 1 sueldo, un sayo nuevo que se vendió por 3 florines, una ballesta, un arnés de «amedia», dos bancales raídos, dos linzuelos raídos, cinco enjugamanos raídos (como se ve, poco y viejo, lo que indica una situación mala), un banco, una litera vieja, una alforca, 204 una bacía de masar, la madera de dos camenyas 205 y alguna menudencia más.

Lo que acabamos de ver, incluso menos, es lo que podría haber en la casa de los menos favorecidos, de aquellos que ni siquiera tenían necesidad de pasar por el notario porque apenas poseían nada. Sin embargo, la realidad de numerosas casas era bien distinta, y no hablamos de los más ricos, como los Çafar, sino de artesanos acomodados cuyas posibilidades económicas les permitían un lujo que podría manifestar la herencia cultural musulmana: las joyas, los tejidos buenos y caros, a veces importados, el amor por las sedas, bordados, brocados y damascos de diversos y vivos colores, la afición por la tradición (adornos y bordados a la moresca o morisca) y por lo moderno (a lo moderno o romano), las alfombras, almohadas y cojines, los abundantes calentadores de cama, de manos o de comida, las abundantes, ricas y coloreadas ropas de vestir, la elegancia entendida a la moderna (ropas acuchilladas, telas encañonadas, gorgueras, papos de buitre, sombreros de mujer y de hombre, etcétera) o apegada a la tradición (bonetes, albornoces, zaragüelles y otros), los numerosos elementos decorativos (bancales, antecamas, doseles…) nos descubren un grupo social refinado y consumista como lo fueron sus antepasados. Sintetizar todo ello es una tarea que se presta a la confusión y al olvido de elementos que podrían interesar a algún lector, de modo que lo que vamos a hacer es estudiar alguno de los inventarios que mejor reflejan lo que pudo ser la vida de nuestras gentes.

¿Cómo eran estas casas y qué distribución tenían? A modo de ejemplo, veamos alguna, comenzando por la que deja al morir Juan Tillero (1544), sita en la

204. Acaso sea lo mismo que aljorca, joya de tradición árabe, una especie de anilla para colocar en los tobillos o en la muñeca.

205. Una camenya sigue siendo hoy en algunas zonas de habla catalana una yacija pobre, a veces un simple saco de paja sobre el que dormir.

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LA CASA: DEPENDENCIAS Y ENSERES

LA CASA: DEPENDENCIAS Y ENSERES

calle de Salas; una casa grande y claramente descrita en el inventario, algo infrecuente, en la que vivía posiblemente después de 1542, fecha en la que vende su casa y botiga en la placeta de la Mezquita. Sabemos que la casa tiene una entrada con un bancal adornado con las armas reales (no se dice si de Aragón o de los Austrias), un arca farinera con harina dentro y unos botijos. Al nivel de la entrada hay tres estancias, un patio, el establo, unos corrales y un palacio (almacén), y, en lo alto de una escalera, sobre el palacio, hay una falsa. Por la escalera que arranca del patio se alcanza una cámara que da acceso a otras cuatro, y desde la cocina se llega a otras tres: siete estancias en total. En un tercer nivel está el mirador. En la planta baja, con acceso propio, se encuentra el obrador de tejería, y junto a él una camarilla donde están «los paños para lavar», es decir, un lavadero. Otras casas en las que los redactores del inventario se tomaron la molestia de indicar las dependencias se parecen bastante, pero se observan diferencias que vale la pena anotar. En 1541 se hace el inventario de la casa de Lope Aburramén (Urramén), sita en la calle San Martín. La descripción de las estancias no sigue un orden lógico como en el ejemplo visto en primer lugar, sino el orden en el que se escribió el inventario; de ahí que empiece por la cámara más importante de la casa a tenor de lo que en ella se encuentra y que luego veremos. Desde esa cámara se accede a otra menor, parece que todo ello en la planta baja; subiendo la escalera, a la izquierda se halla otra cámara que da acceso a dos más, y en el tercer nivel está el mirador. Hay un porche junto a la entrada de la casa, y junto a esta se encuentra la cocinilla que da al corral; hay también establo y dos palacios, y junto a la calle está la botiga. La casa de Martín del Rey en la calle Población tiene un patio a la entrada, unas caballerizas al lado, un pajar, una masadera y una bodega, todo en la planta baja. Subiendo la escalera se hallan cuatro cámaras grandes; no queda claro si la cocina está en la planta baja o en la primera, y llama la atención la ausencia de mirador. En 1564 se hace el inventario de Juan de Fierro, calcetero, cuya botiga ya describimos, situada en la planta baja, y junto a la cual hay una estancia; la cocina está en la primera planta y, a tenor de lo que en ella hay, es la sala principal de la casa, o quizás los redactores olvidaron indicar que algunas de esas cosas estaban en otra estancia; desde la cocina se accede a otra cámara grande, y aquí se concluye el inventario, que a todas luces está incompleto. La casa de los Çafar, inventariada en 1582, sita cerca de Alquibla, tiene una botiga de la que no se habla, una sala donde se guardan los libros de cuentas y otra en la que se almacenan las numerosas joyas, que al parecer estaban empeñadas; el inventario nos habla de dos miradores: uno con una sala en la parte baja y otra estancia arriba, y otro en el que se guarda la leña; en la planta baja hay un corredor con una estancia, un aposento bajo el solanar, una masadera y un horno; en la parte noble de la casa hay una sala en la planta baja, cerca de las caballerizas, y en la primera planta no menos de cinco salas, y sobre la sala principal, un sobrado con un aposento. La casa en la que vivieron Juan Felices y Esperanza Çafar menor es algo más modesta: consta de una sala noble, cuatro aposentos, una estancia y un estudio, pero sin duda el inventario no relaciona todo el espacio; extraña, por ejemplo, la

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ausencia de caballerizas, de masadera, horno y bodega, teniendo en cuenta que era la vivienda de un infanzón.

¿Qué guardaban esas casas? Solo a partir de los inventarios tenemos una relación de más de dos mil objetos, la mayor parte identificados, si bien a veces nos encontramos ante palabras cuyo significado se nos escapa y cuyo contexto no permite aclararlo. Son pocas, y en su momento serán señaladas. Puede parecer poco interesante que nos detengamos hasta en el más mínimo detalle de estos aspectos, pero los datos que los documentos nos dan ilustran sobre la vida de los oscenses de aquel momento de una manera tan singular que vale la pena el intento: muebles, menaje, vestidos y adornos son descritos de una manera tan viva que no cuesta imaginar a una mujer trasteando por la casa o paseando por la calle, o a un niño en su andador jugueteando con sus sonajeros. No parece que lo que vamos a exponer sea propio solo de los moriscos, sino de los oscenses en general, si bien hay matices que los pondrán en relación con sus ancestros, como es el amor por el lujo, el confort, el color y el hedonismo.

En 1541 muere el zapatero Lope Aburramén, viudo de Isabel Aranja, que deja tres hijos menores. Ya vimos detenidamente todo lo relativo a su oficio, los útiles de trabajo y los numerosos zapatos que tenía en el obrador, en el porche de la casa y en la botiga; aquella misma voluntad detallista ponen Ferrando Çafar y Francisco Junez al hacer el inventario como tutores de los huérfanos. Distribuidos por el porche, botiga, cinco cámaras, la cocinilla, establo, corral y palacios nos encontramos lo que sigue:206

Vestidos ENLAPRIMERACÁMARA: una cota negra de paño con una faxa de terciopelo con su cuerpo y mangas; un manto de sayo con ribete de terciopelo negro; unas contramangas negras con polainas de terciopelo; un trocico de paño negro, unos retallos, una faldilla de paño verde con ribete del mismo paño, acuchillado; una capa de paño medio raída, una gorra grana, una capuza negra de paño, una camisa de lienzo vizcaíno con listones verdes, una faxa de paño blanco, unos cuerpos de camisa obrados en grana, una toca de tela rasgada, una gorguera de tela raxada, una gorguera de seda, tres tocas de cabeza de mujer, unos mantelos de lino; un casco, espuelas y un guante de malla, un capote de paño negro, un sayo de paño de la tierra negro, una faldilla vieja, unos chapines de paño verde, un sombrero de fieltro negro. ENLASEGUNDACÁMARA: cuatro colletos de seda, dos camisas de mujer, una camisa de lienzo, tres camisas de hombre, unos mantelos viejos, un faico de dormir, unos chapines, unas pantuflas viejas. ENLAQUINTACÁMARA: dos camisas de hombre. ENELPORCHE: una capa negra traída, unas calzas negras con sayo, un capuz de luto.

Ropas, tejidos y fibras ENLAPRIMERACÁMARA: una márfega, un delantecama con listas cárdenas de seda, una almohadica pequeña blanca, un travesero obrado viejo, un travesero de listas cárdenas, una toballica con labores claras y estrechas negras, una tobaja blanca de lienzo vizcaíno, unas franjas blancas y negras de filadiz207 y seda, un bancal de Ayerbe, un debantecama con randas blancas, otro con randas negras, dos

206. Las palabras en cursiva y que no llevan nota de pie de página son aquellas cuyo significado no ha sido posible averiguar.

207. En Aragón, hilo de seda o trencilla.

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almohadas labradas de seda grana pequeñas, otras almohadas pequeñas de filadiz negro, dos almohadas grandes labradas en negro, dos piezas de lienzo con franjas blancas, dos almohadas pequeñas labradas de negro, una almohada mediana labrada de negro, una almohadilla labrada a la morisca, una azaleja con franjas blancas, una tobaja labrada de negro, media vara de sangala con dos arienzos de seda grana, tres pedazos de randas viejas, un bancal viejo de Ayerbe, un faico de sayo viejo con franxas de terciopelo, unos enforricos de pellejos, una colcha traída, dos cojines blancos, tres fundas de coxines, una funda blanca, dos cortinas. ENLASEGUNDACÁMARA: una márfega, un colchón, un debantecama con listas cárdenas, dos sábanas, una manta vieja, una cortina, una alfombra de pie, dos sábanas, una de estopa y otra de lienzo, una funda de travesero, cuatro cortinas de lienzo de casa con franjas blancas, siete pañizuelos, un delantecama de seda con listas cárdenas, tres ternas de lienzo vizcaíno, una terna de estopa. ENLATERCERACÁMARA: una cortina vieja, una tobaja blanca. ENLA QUINTACÁMARA: dos exugamanos, un debantecama con listas cárdenas. ENELESTABLO: dos sábanas, dos mantas viejas, dos fundas, dos cortinas viejas. ENELPALACIO: dos chapines traídos.

Armas ENLAPRIMERACÁMARA: un casco, un guante de malla, espuelas, una daga, una espada de maese Juan Lasala. ENLASEGUNDACÁMARA: una espada de dos manos. QUINTACÁMARA: una espada.

Joyas. ENLAPRIMERACÁMARA: cuatro sortijas de oro, una con piedra cárdena, otra con piedra anaranjada y otra con piedra grana; otra sortija de oro, una rastra de aljófar, una cadena con perica de oro de filigrana, un estancasangre208 pequeño guarnecido de plata, dos corales bermejos pequeños guarnecidos de plata, una argollica y tres cascabillos de plata,209 una cuchareta de plata, medio ochanto de aljófar menudo, y dinero por valor de 457 sueldos y 11 dineros.

Muebles, menaje y complementos. ENLAPRIMERACÁMARA, ENELPRIMERPISO: una cama de fusta de dos bancos y ocho tablas, un birolico,210 dos sillas de cuero, un arca de pino llana, una arquilla de pino, un cofre de pino, un destradico de fusta, una mesica de pino, un candil. ENLASEGUNDACÁMARA: una cama con dos bancos y siete tablas de fusta, un cofre de pino, un banquico, una ratera, un candil, un paramento de cama, un çamarro viejo. ENLATERCERACÁMARA: una bacía de amasar con su banco, un cernedor, un arencico de cocina,211 un roser de fierro, dos cedazos de seda, un cedazo de cerdas, un tajador de entornar, un cabaço de palma, un tajador redondo, un mortero de fusta con su mano, ocho fondillos de Málaga, un tajador, dos cántaros de tierra, un candil, una banqueta, una medida de quartal, unos manteles viejos, un exugamanos, una cesta, dos oscuras de tierra, una olla de tierra, un mortero de cobre, unas estraudes, un estrado de asiento. ENLACUARTACÁMARA: una cestilla, una hanega, un pugaxañas212 de fierro, dos maseros, una vacía de fregar, un cabaço terrero. ENLAQUINTACÁMARA: siete escudillas de Málaga, siete cántaros de tierra, una boteja, una jarra mediana de vidriado, un delantecama, un travesero de listas cárdenas, seis sábanas de seda dura, cinco pañizuelos, un plato de Málaga, una facineta de fierro, cinco redomillas, una redoma doble, dos birotes. ENELESTABLO: una cadira de costilla, una escalera de fuga,

208. Alaqueca o cornalina, piedra talismán contra el flujo menstrual excesivo.

209. Acaso un sonajero.

210. En aragonés moderno es una tarabilla, pero quizás haga referencia a los viroles o bocinas metálicas de algunos instrumentos de viento.

211. Tal vez un tamiz.

212. Una puga en aragonés es una púa, un punzón o una estaca.

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una espuerta. ENELPALACIO: una cama de fusta con dos bancos y nueve tablas, todas ruines. ENELOTROPALACIO: una caldera de arambre, un banco. ENLABOTIGA: armarios, cuatro banquetas de fusta, un cabaço de palma. ENELPORCHE: un pasador de arambre, una estera, una bacía pequeña, una cadira de costilla, un porgadero, un esportón, una cadira escañil, un escabel, una silla de cuero, un jarro de arambre, un arcafornera, un cabaço de palma, un arca de pino. ENLACOCINILLAQUEHAYJUNTOALCORRAL: una sartén pequeña, un rallaqueso, una rasera, un espedico, dos caçuelos de tierra y una banqueta.

El inventario de la viuda de Ximeno Compás, Gracia Gali mayor (1564), cuya relación no viene dada por estancias, nos ofrece una singular colección de ropa de mujer que merece atención. Ya hablamos de la posibilidad de que Gracia trabajase como bordadora y mencionamos algunos útiles e hilos como prueba, pero el rico inventario que reproducimos a continuación nos descubre muchos aspectos de la vida de esta mujer de buena posición económica y sin hijos. Lo más curioso es que en su casa no aparece ni una pieza de ropa propia de hombre —a lo sumo serían masculinas dos capas, pero esta prenda también puede ser femenina—, lo que supone que se deshizo de todas las propiedades de su marido, que, al no tener hijos, pasarían a la familia Compás.

Joyas. Un joyero que era una arquillica ferrada con tres aldabicas, un rosario con treintaiuna piezas de oro y otras de perlas, una sartica de alchofar, un alchofar, un pedacico de cristal, una cuchareta de plata, un xoyel de oro, una caxica de espejera y un collar de arambre.

Muebles, ropa, menaje y complementos. Una caldera grande arambre de doce cántaros de cabida, otra caldera de cuatro cántaros, un caldero pequeño, un escalfador pequeño de arambre, una olla de arambre, una perola de arambre, un escalfador de cama, una brumadera, un embudo grande, una cantarica de arambre, una copa grande de arambre, un mortero de cobre con su mano, una bacinica de latón, tres candeleros de latón, una bacinica de arambre, dos afaricos del fuego, dos estraudes, una grande y la otra pequeña; un comedor grande y otro pequeño, un comedor de fierro grande, cinco sartenes entre grandes y pequeñas, tres cucharas de hierro, dos rasericas y dos esbrumadericas, dos casuelicas, dos gramadericas, un badil, tres espedos, un fogaril de arambre, un rallo todo de hierro, un salero de estaño, un cochillo, una sierra, tres cortinas de percal coloradas y amarillas, cuatro colchones, dos buenos y dos viejos; un travesero con listas lleno con plumas; dos bánobas, una nueva y otra vieja; un paño colorado, dieciséis mantas, una colorada y las otras blancas, entre nuevas y viejas; dos traveseros llenos de plumas, cuatro cojines nuevos llenos, ocho bancales viejos, un par de sábanas de seda dura, un delantecama, cinco mantas de grano de hordio, dos pañizuelos de mesa obrados, cinco toballas, dos exugamanos de grano de hordio, uno con listas azules; dos pares de almadas blancas, dos grandes y dos chicas; un arca de pino guarnida de cuero con cerraja; cuatro cortinas de paramento con unas bandas de red; un delantecama con listas granas, un travesero labrado de seda negra, cinco manteles de grano de hordio, un delantecama con listas de seda negra, un travesero labrado de seda negra, cinco manteles de grano de hordio, un delantecama con listas de seda negra, un travesero de lino, un sobreplato labrado a la morisca, nueve pañizuelos de mesa de diversas labores buenos, tres pares de almadas entre grandes y pequeñas labradas de seda grana, una tobaja labrada, una toballa labrada de seda con LA CASA: DEPENDENCIAS

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franjas, una tobaja raxada, media vara de sangala, dos pedazos de lienzo, dos pañizuelos de mesa viejos, un par de traveseros, uno cárdeno y otro con listas cárdenas, un travesero con listas espesas de azul dentro del cual hay muchas escrituras, un par de maseros, una sábana vieja, un çamarro de forma viejo, dos fundicas con plumas, una toballa labrada de negro, un cabazo de cañas, cuatro sábanas buenas, seis sobrecamisas de mujer entre malas y buenas, un par de lino, dos blancas; un delantecama viejo con listas azules, dos pares de sábanas de lienzo y seda dura, dos manteles, uno viejo y otro nuevo; dos traveseros llenos de pluma, dos almohadas llenas de pluma, un delantecama de cuerdas, seis delantecamas y dos cojines, una tobajola de seda colorada con listas verdes y amarillas, dos tobajolas labradas de sobrepasado con randas, seis vendas de sobrepasado, un par de sobreplatos labrados de seda a manera de franja, un par de almoadas labradas de seda añil y grana, un par de cortinas de damasco azul con sus franxas de seda azul y amarilla, una tobajica de lienzo vizcaíno con franxas amarillas y azul, una toballola grande labrada de brocado, un sobreplato labrado de cortado, un sobreplato con su franxa de seda grana, una almoada con listas verdes, un par de listas, una amarilla y otra colorada; un cuerpo de camisa de mujer labrado en negro, un sobreplato labrado de seda de diversas labores de seda de diversos colores, un sobreplato, nueve paños labrados de seda con unos chubillicos de seda negra, amarilla, colorada y azul, tres ligallos de pedazos de cosas de costura, una calderica de arambre, un peso de pesar, un cabacico brescado, 213 un ligallico de pañicos de costura, cuatro moldes, un cochillico, un coxinico con seis agujas, una barrenica, un libro de labores, una caxica de paperes, unas cucharas de fusta, un fuso de torcer seda, un torzillo de fusta, un delantecama aranyado, una cama de cuerdas, un delantecama con listas azules, dos toballones, uno con listas cárdenas, un bancal de lana con su cinta, dos talequicos con cubaçales viejos, dos sillas de cuero, una silla de fusta, una raserica, una mesica de pino con sus pies, unos escabeches de pino, un saco con muchos pedazos de panyo de lana y de lino, una escalera, dos porgaderos de esparto, dos cabaços de palma, uno grande y otro chico; un almud viejo, ocho madexicas de cáñamo, un cabaço de berga, unas bacías, dos chubillos de cáñamo, una escobilla, un faxador, ocho platos de Málaga, dos grialas, siete escudillas de Málaga, siete escudillas blancas, cuatro salsericas blancas, dos escudillas royas, dos platos grandes, un candelero grande de fierro, cinco tablas, una coladera, una bacía de estregar, dos palas; dos florones, uno de palla; un cabacico de comprar, dos taxadores, una cuchara, una mano de mortero de fusta, una cobertera de hierro, una caçuela, dos ollas de tierra, un cabacico, un mortero de fusta, cuatro candiles de hierro, dos caxas grandes de pino con llaves, un cabaço de berga blanco, un cabaço de costura, diecinueve llaves de fierro, una llave, un charro blanco, dos arcas boceladas grandes, un arca grande, dos escaños de pino.

Vestidos de mujer. Una ropa negra forrada de piel, un sombrero de viuda, unos verdugos de verdugado, una saya de estameña, dos faldillas, unas azules y la otra de paño de Brujas; una saya azul con su cuerpo, una saya negra de contray, un capiço de camisa de mujer labrado de negro, unas mangas de estameña, una faldilla blanca, una cota negra, un manto de sayo con un ribete de terciopelo, una capa enforrada de tela negra, una saya de color cielo con unas trenzas de terciopelo naranjado y aforro amarillo, una saya gris nueva con sus mangas, una capa de contray aforrada de tela negra, un mantico blanco con tres ribetes de raso blanco, un manto de estameña, un par de mangas de contray guarnecidas de terciopelo, un par de mangas de estameña enforradas de piel, un cuerpo con sus manga y braones de raso guarnecido de terciopelo, una faldilla de

213. ¿Embescado?

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estameña, un cuerpo con sus mangas de mujer, un par de mangas de mujer labradas de negro de sangala, un pedazo de sangala, unas mangas grandes de mujer labradas de grana, un bolsón de seda amarilla y colorada con flecos y cordones, dos cintas de seda.

Del inventario de Juan Tillero (1544) se ha hecho alguna mención referente a los datos que aporta sobre agricultura y sobre la distribución de las estancias y dependencias de la casa, pero el documento es mucho más y, como los casos citados hasta ahora, nos aporta información muy valiosa sobre mobiliario, menaje y vestuario (ya vimos lo que había a la entrada de su casa, donde destacaba el bancal con las armas del rey):214

ENUNAESTANCIADELAPLANTABAJA: un arca grande de pino y dentro numerosas escrituras de compra y de propiedad de varios campos, algunas de varias generaciones atrás, y un libro de albaranes; un fuso, dos almadones con listas coloradas, una tobaja larga de naval, dos traveseros largos de cotón, una camisa de tiras labrada de negro de mujer, dos pares de albarcas, un delantecama, una sábana vieja, cuatro traveseros, dos con tiras cárdenas; cinco varas y media de paniçuelos, una cortina de lienço viscaíno con listas negras, una bánoba, una cota negra, una faxa de terciopelo negro, dos sayos de jamelot, uno de manga ancha y otro de manga estrecha; una capa negra, otra cota negra, un debantecama con randas blancas, una pieça de lienço de 21 varas, unas toballas, una cofia labrada en oro viejo, dos toballolas, un sobreplato labrado, un par de tobajas labradas, otra tobaja labrada, otras tobajas, dos blancas y dos labradas; tres almohadas con listas coloradas y dos con listas negras, otra con listas coloradas, otras dos almohadas labradas de negro, una saya verde, un bancal con listas, unas argaderas, un aladro, un almut, dos moldes de hacer rejolas, un yugo, un arca vieja sin nada, otra arca grande y dentro de ella ferraxias, una cadira vieja, un aro de paramento, dos axadas, un par de escaones, uno ancho y otro estrecho; otro aladro con su rexa. ENUN PATIO: tres albardas, diez palas y dos palos. ENELESTABLO: Una mula negra, una equa y un pollino, dos esportones de esparto y uno de palma, un açandre. ENELCORRAL: Seis ovejas, cuatro corderas y un cordero, cuatro cinchas. ENUNPALACIO: quince cahíces de hordio. SUBIENDOLAESCALERADEMANO, ENUNAFALSA: una cadira con su bancal, otra cadira con su bancal viejo, dos sillas de costilla, tres escabeches, una cortina vieja, un bancal colgado, un badil, una copa de arambre simple, una bacía de arambre vieja, unas estraudes. ENUNASALA: tres ballestas, una cama de tablas, una márfega, sábanas de cáñamo, dos mantas, una blanca cardada y otra ondeada; dos almohadas pequeñas y un travesero, otra cama pequeña con sus tablas, un colchón, un par de sábanas de estopa, una manta de listas negras, un travesero cárdeno, cinco fundas de almohada, tres blancas y dos cárdenas; una arquilla, otra arca vieja grande y dentro una manta colorada de listas, cinco jubillos de estopa, media docena de madexas de seda, media docena de estopa, catorce madexas de lino, una funda de travesero. ENOTRACÁMARA: una mesa redonda con su pie, una cuna, dos banquillos de cama, un pie de devanadera, un secallero de lana, seis lanas, un casco. ENOTRACÁMARA, SUBIENDOLAESCALERA: un par de cortinas, una cadira con su bancal, una mesa larga con sus pies, dos fijuelas, dos colchones, un colchón más con listas, una bánoba vieja con listas cárdenas, tres cahíces de centeno, un arca vieja de pino, un ropón leonado, un sayo leonado, unas

214. En la transcripción de los textos señalamos con [?] las palabras que resultan ilegibles, y con […] los fragmentos donde el documento se halla roto, deteriorado o con la tinta corrida.

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calças de ancas, un ropón viejo leonado, unas calças cendrosas, un almaizar colorado, una saya morada.

CUATROCÁMARASMÁSADENTRO: una cama encaxada con su márfega, un par de sábanas, una litera colorada y amarilla vieja en la pared, un arca de pino que contenía un sombrero de mujer, una gorra negra, un panyo de sayo, una saya verde prado, un manto de sayo, una toballola con franjas blancas, una arquilla dorada y dentro una barquilla de plata, cinco sortijas de oro, una rastra de perlas, un coralico bermejo, una capsica colorada y verde,215 otra capsica con ternos con contecicas blancas y un crucifijo con una imagen de plomo, media docena de cucharetas de plata, dos cascabillos de plata, una [?] guarnecida de plata, un anillo de plata, un torcillo de oro; una rozna nueva sin plumas, una camisa labrada de grana, otra camisa vieja labrada de grana, otra camisa labrada de negro las bocamangas, las tres de mujer; una camisa de tela de hombre, dos varas de naval, un debantecama viejo en dos pedazos, una cortina de delante de la cama vieja de vizcaíno, dos remachaderas labradas pequeñas, tres pañizuelos de mesa, una tinaja de pan vieja, una arquilla para meter sellos, una capsa con dos llaves, un cofre pequeño ferrado con cofias y colletos de la doncella de casa; otra arca de pino grande con una funda de travesero, un par de sábanas de lino randadas, otro par de sábanas de ropa, un par de manteles de grano de hordio y otros dos con listas cárdenas, otros manteles viejos cárdenos, una tobaja con unas randas, una terna de estopa de sábana, cuatro camisas de los muchachos, siete camisas de mujeres, dos colletos, dos cofias obradas, dos blancos, dos tocas de naval, cinco camisas de cáñamo y dos pares de mangas, abehotonados del niño, tres cosedores,tres cofias redondas blancas, cuatro colletos viejos, otro colleto, dos trençados, seis camisas de hombre nuevas y viejas, dos camisas blancas de mujer, un jubón blanco viejo, cinco sábanas, dos exugamanos, una ternica de estopa, un bancal ondeado, una espada; otra arquilla ferrada, otro bancal, seis cahíces de trigo. ENLACOCINA: cuatro ollas de tierra y dos cazuelos, nueve escudillas de Málaga, dos grialas, dos platos-escudillas, un mortero de fusta con su mano, otro mortero de cobre sin su mano, un rallo, una sartén grande y una pequeña, una brumadera, cuatro espedos, una cobertera de latón, otro espedo pequeño, un çamarro y tres mandiles para el forno, cuatro cedazos, tres de seda y uno de cerdas; una bacía de masar con su asiento y su cernedera, dos tajadores de fusta y una cuchara de fusta, un capazo de berga, un [?] de arambre. ENOTRACÁMARAMÁSADENTRODELACOCINA: una caldera de arambre de nueve cántaros, un caldero de cuatro cántaros de arambre, una olla de un cántaro de arambre, un escalfador grandede arambre y otro pequeño también de arambre, un alambique de arambre, una bacía vieja pequeña de masar, dos candiles, una bacinica y unos capaços quebrados de arambre. EN OTRACÁMARAMÁSADENTRO: una mesa larga con sus pies, una vacía de estregar, una beladera de fusta, un retabillo, una forca pajera y unos abientos, unos enxugadores de fierro, dos erchericas viejas. ENOTRACÁMARA: veintiocho cahíces de trigo, dos açarenes, un cabaço de canyas, cuatro redomas y tres cemarachos, 216 dos martillos, un quartal. EN ELMIRADOR: dos cahíces de granzado, cuatro forcas de hojas, cinco forcas para aventar, dos almohadas labradas de negro, un bancal de Ayerbe viejo, un sayo pardo viejo, unas medias calças viejas, una espada sin guarnición toda orinada. ENELOBRADOR: 500 adobas medio perdidas, 600 rejolas crudas, 600 tejas crudas, 100 rejolas cochas. EN UNACAMARILLADELOBRADOR, donde estaban los panyos para lavar: media docena de

215. Quizás de esmalte.

216. Acaso quiera decir cenachos, una especie de botijos planos por la parte posterior para apoyarse en la pared y que solían llevarse en los carros. Estas piezas eran elaboradas por los alfareros de Huesca hasta mediados del siglo XX

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panizielos de narices, dos toballones, tres sábanas, una toballa de paramento, una funda pequeña de almada, cinco trenzados, cinco colletos, cinco cofias, cuatro camisas de hombre, tres sacos de naval, dos camisicas del niño, dos zaragüellos de hombre, dos manteles blancos y dos cárdenos, una almohada pequeña, un jubón blanco de lienzo, un delantecama, cuatro cortinas de paramento de lienzo, seis sábanas de estopa, dos colchas viejas, un travesero cárdeno, un roscadero con la coladera de piedra. ENELFORNO: un poco de calcina, un capaço de canyas para en él posar dos fornadas poco más o menos, un trasto de verniz, seis cahíces de olivas.

El inventario que acabamos de ver presenta un dato único entre todos los que conocemos, y es la existencia de una cámara para hacer la colada, con el roscadero y la coladera de piedra; en otros, y también en este, se ven bacías de estregar y de lavar, pero no se dice nada sobre la lavandería. Y recordemos todo lo que dijimos sobre la falsa como posible sala de reunión secreta.

Del inventario de Lope Alfarrán (1533) también se ha dicho algo anteriormente. No presenta muchas diferencias con los anteriores, de modo que recogeremossolo aquellos objetos que no aparezcan en los inventarios vistos o aquellas cosas dignas de resaltar. En lo referente a ropas de la casa no hay nada de lo que no hayamos aportado ya ejemplos: traveseros, cojines, almohadas, vánovas, bancales, sobrecamas, delantecamas, colchones, márfegas, toballas (toallas), toballetas, linzuelos, paramentos, etcétera, algunos de lujo, bordados y randados; cabe destacar una cortina «de pinzel con unas damas», es decir, que estaba pintada; una «litera cordada» y «dos almadraquicos», «una banobica» y «un culero de estopa» de una cuna. En cuanto a muebles y menaje, encontramos como elementos originales un vasero, una carrucha del pozo de fusta, una escalera de mano, una ratera, la cuna ya mencionada y otra vieja, «un poçadero» (cubo) de arambre y unos ganchos de fierro del fuego. En el campo de los vestidos solo hay que destacar una gorra negra con un parche sin plata y «un pelliço negro de lana», además de otra gorra vieja, un mandil cárdeno «bandrado» y «unas calças blancas». Llama la atención la pobreza del vestuario y del menaje, la ausencia total de joyas y la anotación de una espada. No se mencionan ropas de mujer, lo que obliga a pensar que no las hay en la casa, pero de ser así no se explica la existencia de fibras por hilar y ya hiladas, tarea que parece exclusiva de las mujeres.

Más datos tenemos de la casa de Martín del Rey (1555), recogidos siguiendo el itinerario desde el patio de entrada por todas las estancias de la casa, aunque las novedades respecto a inventarios anteriores son mínimas. Lo más original es la existencia de bodega, con una cuba en la que había unos 4 nietros (de vino, se entiende) y una tinaja en la que cabían 11 cántaros, que es de suponer que serviría para almacenar aceite. En una de las cámaras se dice que hay un jergón, único caso encontrado, pero no es más que un sinónimo de márfega o colchón de paja. En otra cámara destaca una buena colección de vestidos de hombre y de mujer de categoría y calidad:

un capote de hombre de pelo de cabra de dos faldas, un manto, un sayo y una capa de contray negro, una saya de escarlatina con su cuerpo, unas mangas de hilo coloradas,

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una buena cota negra fina, un cuerpo negro de mujer con mangas finas y buenas, una gorra negra, unos chapines brocados y otros de cuero, unas calzas blancas acuchilladas, una cofia labrada, dos colletos también labrados de negro y oro, un ceñidor negro, un sayo azul, zaragüelles blancos, calçones pardos, un çamarro de piel, un çamarro de segar; ENOTRACÁMARA, un tocado y unos zapatos de mujer.

Hay algunas joyas o cosas de valor: dos sortijas, un cascabel de plata, tres contecillas de diversos colores, dos cucharetas de plata y dos de alatón. En cuanto a muebles y menaje, no hay nada especial que destacar, salvo un sobrecama de piel, un jarro de vidrio y «una taça de fusta». Pero lo más reseñable es el puerco salado y la enjundia, que, junto al vino y los «seis paperes de santos de diversas figuras», podrían poner en cuestión la condición de morisco de Martín, casado con Martina de Cregenzán, que podría tratarse de una morisca de ese lugar, como morisca es su cuñada Isabel Faxol. Esto nos inclina a pensar que sí se trata de una familia conversa que, sin embargo, parece alejada de las costumbres de sus hermanos. El repetidamente citado inventario del calcetero Juan del Fierro (1564) también nos muestra algunos elementos nuevos en su casa; ya vimos todo lo que guarda su botiga, en la que hay, además de mercaderías propias de su negocio, varios libros, caso excepcional que nos plantea si constituyen su breve biblioteca o son para la venta. Teniendo en cuenta que hablamos de una calcetería, me inclino a creer que se trata de libros personales que reflejan muy bien la cultura del momento: por un lado la tradición que representan el libro de refranes y avisos y los romances de coplas, y por otro la cultura renacentista simbolizada por la Crónica del ínclito infante don Hernando y por un libro de Esopo. Entre las ropas destacan

una manta de pelo de cabra, un sombrero de tafetán con un cordón, una bolsa de cuero, dos tocas de volantes, una guarnición de hilo de oro, una gorra negra de paño con sus torcas, una ropa de mujer de paño leonado, una saya negra con ribete de terciopelo y mangas, un jubón de tafetán de mujer colorado trespuntado en blanco, una cuera negra, una faldilla de paño verde guarnecida de terciopelo verde, una faldilla de paño amarillo, una armilla azul batanada (o almilla), un çamarro de oino, dos jubones negros de hombres, dos corpecicos o almillas sin faldón ni mangas, una ropa de alcagüete azul aforrada, una docena de paños de mesa de lino y dos bancales franceses.

En cuanto a menaje y otros objetos, hay poco que reseñar si excluimos

varias redomas de vidrio, un salero de vidrio de Barcelona, una palanca con su percha, una arquilla de cuero con clavazón de Castilla, un sacador de aceite, una espada, un velador y un arguiño217 grande para la costura.

El inventario de José Codo (1607), muerto de repente en su casa de la calle de San Martín, tampoco presenta grandes novedades. En lo referente al vestuario y a las ropas solo hay que mencionar

217. Cesto.

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unos gregüeños de paño negro, tres bancales, ocho varas de servilletas en pieza, cuatro paños de mesa, un pasamano corto de lienzo y franjas rodadas, dos delantecamas de rete, seis enjugamanos de estopa, tres toballas de punto, tres pares de alpargatas valencianas, tres márfegas de esterlizante doble muy buenas;

En cuanto a muebles, menaje y otros objetos solo aparecen como dignos de anotarse

un bufete de nogal, tres escabeches, dos sillas de respaldo alto buenas, un candelero de aceite, un mortero de cobre con su mano, unos coladores de arambre, una cuna del niño, una estral, una romana y una campanica de plata, posiblemente del niño.

Nada de joyas ni ropas lujosas, como se ve.

También de 1607 es el inventario de Juan Felices menor, hecho ante su padre, su suegra, María Albariel, y su mujer, Esperanza Çafar menor. Si lo traemos aquí es porque, al tratarse de la familia de un infanzón, es de suponer que puede reflejar la realidad de un hogar de cristiano viejo y nos permitirá compararlo con lo que hemos visto en las casas moriscas. Se observará cómo los cristianos viejos de buena familia daban más importancia a los muebles y a la nobleza de la madera, mientras que para los moriscos eran más importantes cojines, almohadas y ropas de aseo y de mesa, siguiendo su tradición, pero realmente no hay muchas diferencias. Lo mismo que ocurre con los vestidos, de forma que se confirma la idea de que los moriscos no se diferenciaban en su vida social de los cristianos viejos; otra cosa es que lo pudiera ser su vida familiar en la intimidad. Seguiremos literalmente el inventario para que el lector pueda comprobar cuanto decimos, advirtiendo que en esos momentos la familia se encuentra en plena decadencia económica, lo que se ve en la ausencia de joyas notables y vestidos de lujo.

ENLACOCINA: dos morillos de bronce del fuego, un badil, un banco escaño de pino viejo,218 una plancha de hierro con unas armas.219 ENLASALA: doce sillas de cuero con respaldo ya servidas, tres sillas pequeñas de cuero, una mesica de pino de tixera vieja, dos bufetes pequeños de noguera. ENOTROAPOSENTOMÁSADENTRODELASALA: un bufete pequeño de noguera, un arca grande de noguera, un arca de pino con llave y cerraja, otra arca de pino mediana con llave y cerraja, una cama de noguera torneada ya servida con un paramento de paño azul con pasamanos naranjado ya servido, diez colchones ya servidos, diez mantas ya servidas, siete blancas y tres coloradas; diez pares de sábanas de lino y estopa entre nuevas y viejas; seis pares de sábanas de lino y estopa entre nuevas y viejas; seis sábanas de lino y cuatro de estopa. ENOTROAPOSENTOMÁS ADENTRO: un arca de pino vieja y dentro de ella una colcha obrada vieja, doce servilletas almandiscas, un paramento de rete traído, dos pares de almohadas de Ruan, las unas bordadas de amarillo y blanco, otro par labradas de amarillo; dos tablas de manteles almandiscos y una tabla de manteles de algodón y seda con su toballa, cuatro

218. Una cadiera.

219. Acaso las de la familia.

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LA CASA: DEPENDENCIAS Y ENSERES

delantecamas de rete sobrepasados ya servidos, una cama de tablas, otra cama pequeña de tablas, dos arcas viejas de pino, una grande y otra no tanto, con sus llaves ambas; un arca de noguera con su llave, tres arquillas pequeñas de pino, doce tablas de manteles de cáñamo y lino, veinticuatro servilletas de lino, doce toballas, tres de Ruan labradas y nueve de lino con randa; dos pares de almohadas de Ruan, unas alzadas y las otras llanas; cuatro pares de enfundas grandes y pequeñas. ENOTROAPOSENTO: una cama de tablas, un arca de noguera mediana con llave y cerraja, un arca de pino ya servida, una arquimesa labrada con su pie de noguera y dentro un salero de plata sobredorada de dos piezas de ocho onzas de peso y cuatro cucharas de plata. ENOTRO APOSENTO: cinco reposteros viejos de raz,220 dos bancales de raz labrados viejos, dos alfombras labradas ya servidas, una mesa de tixeras de noguera vieja, dos pares de candelabros y dos candelines de aceite. ENOTROAPOSENTO: una bacina de azófar vieja y otra bacina grande de azófar con sus pies; dos murillos pequeños, un alambique, un escalfador, dos enfriadores de arambre, tres sartenes de fierro, una grande y dos pequeñas; cuatro candiles, una mesa redonda de pino vieja, dos calderos, uno de siete cántaros y otro de dos; una bacía de amasar y un masero, un almirez de cobre con su mano, veinticuatro platos pequeños de estaño, doce platos medianos de estaño, veintiséis ballestas viejas, dos espadas viejas. ENELESTUDIO: un cajón de pino labrado con sus almarios, dos lienzos pequeños, uno con el arca de Noé.

Aparte de todos los ejemplos citados, tan ricos en información, contamos con el excepcional inventario que por mandato de la Inquisición hizo en casa de los Çafar el año 1582 el administrador de la hacienda de la familia, Jaime de Aranda, tras la muerte del cabeza de familia y el encarcelamiento de su mujer y de todos sus hijos, salvo el que residía en Argel. Se trata de un documento en el que el lector encontrará muchos de los elementos ya expuestos, pero preferimos transcribirlo completo respetando el orden. Estamos ante uno de los repertorios más completos del contenido de un hogar oscense del siglo XVI; en él podrá observarse el detallismo de sus redactores, que relacionan incluso un cestillo con ciruelas pasas; la riqueza y variedad de ropas, muchas de importación; los muebles, el menaje y las joyas de esta numerosa familia que contaba, además, con un elevado número de criados. El lujo y el refinamiento quedan patentes en las telas y joyas, en las camas con doseles con sobrecielos y cortinas, en los adornos de plata para los niños, en los armarios y bufetes, en las especias que se consumían y en numerosos detalles que el lector hallará a lo largo del inventario, como el hecho de que se recoja la existencia de una vihuela, instrumento que tocaría el «vihuelero» Gabriel Monferriz, criado en la casa, juzgado por la Inquisición con toda la familia Çafar y sus criados en 1583. El carácter abierto y moderno de la familia se observa en la referencia a piezas a la antigua o a la moderna, o con elementos decorativos «romanos», contraponiendo un «pasapié viejo» a un «pasapié romano»; un cuadro con mujeres desnudas nos ilustra sobre su mentalidad más que cualquier otra cosa, y, aparte de sus libros de cuentas y de contabilidad, que veremos en otro momento, la relación de joyas depositadas en la casa, algunas con el

220. De ras o de Arras.

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nombre de los propietarios, nos indica que estamos ante unos prestamistas a los que acudían cristianos nuevos y viejos sin distinción de etnia ni de nivel económico. Aún hay una cita a «cinco lienzos sin aros de madamas», situados en una sala, que bien pudieran ser otros cinco cuadros, porque no sé qué otra interpretación darles; y todavía tenemos un cuadro más, en este caso con la Virgen, en una estancia en la que hay una cama, un bufete, un espejo y una cadira de respaldo alto. El cuadro de tema religioso en una habitación tal vez nos da alguna pista sobre la religiosidad del ocupante del cuarto, pero también podría ser simplemente un ornamento más.

A partir de los datos que nos da el inventario podemos completar lo ya visto sobre vestuario, especialmente el de los varones, así como el mobiliario y el menaje; el nivel de consumo, el lujo, el amor por el confort quedan perfectamente reflejados en este prolijo documento que insertamos en el texto conscientes de que el lector será atraído por este maremágnum magnífico que habla por sí solo. Solo nos asalta una duda ante el estupendo documento: ¿se olvidaron los redactores de relacionar los libros o es que simplemente no los había? Cuesta creer que no hubiera ni una novela, ni un libro de historia, ni de poemas; y no parece que en el inventario falten páginas, de modo que en todo caso nos tendremos que plantear por qué se ignoraron o por qué la familia los había ocultado o destruido, cosa que no nos puede extrañar teniendo en cuenta el temor a la Inquisición y el extremo cuidado que el Santo Oficio tenía con las obras impresas. El inventario no se hizo de manera improvisada, así que hubo tiempo para deshacerse de todo aquello que pudiera ser peligroso o que no se quisiera mostrar, a pesar de lo cual sí se conservó el cuadro con las mujeres desnudas, tema también ofensivo para la estricta moralidad inquisitorial. Sin más, pasemos a la inserción del inventario que se hizo entre el 28 de febrero de 1582 y el mes de septiembre de ese año; eliminamos del mismo la relación de libros de cuentas y albaranes hechos entre el 28 de febrero y el 28 de marzo, de los que se hablará ampliamente al estudiar la familia. El estado del documento impide una lectura total: hay manchas que han borrado la tinta, en algunos lugares la tinta está corrida y hay pequeños rotos en el papel, pero, a pesar de todo, el documento puede leerse casi en su integridad.

A 29 DE MARZO DE 1582 SE INVENTARÍAN LOS BIENES QUE SIGUEN en las casas de Esperanza Compás y Hernando Çafar:

Una mesa de nogal con su pie y alguazal grande, otra mesa de nogal con su pie, una mesica para candelero, un almirez con su mano, una parada de madera, un cántaro de arambre, una redoma de vidrio, un sobalete, una bacina de arambre, media [?] con sus pies, dos cántaros de tierra, una conquilla de tierra, una perolica de arambre, dos escabeches, un cuadro con dos mujeres desnudas, un estrado de madera y sobre él un bancal raído pequeño, dos almuadas de lana y un paño de luto, un escabeche, seis sillas de cuero y dos grandes de respaldo, dos encerados de ventana, un arca pequeña de pino con pañales blancos de cordellate viejos de sayas, dos sayas blancas faxadas, dos estibalicos de niños, una saya leonada vieja, un taleguillo y unas braguetas de niño, que todo estaba en la arquilla, y una sayica de brial faxadera, dos manteles de grano de hordio traídos y tres paños de viejos, dos babadoricos de niños en una cesta blanLA CASA: DEPENDENCIAS

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Y ENSERES

LA CASA: DEPENDENCIAS Y ENSERES

ca, un escaño grande de junto a fuego, dos asnillos de hogar de hierro altos, un badil viejo y unas tenazas y un badilico pequeño ya viejos, unas horquillas torneadas viejas, un escalfador de arambre con su cadena que está al fuego, veintidós redomas en un aparador de alcoba y otras pequeñas, un barral grande, una aceitera grande, un embudo de arambre grande, una cobertera de tierra, una cantarica de tierra.

ENOTROALMARIO: una escalfeta y un escalfadorcico pequeño de arambre.

ENELMIRADOR: una mesa de pino vieja con sus pies, otra con su pie, cuatro tablas de a catorce, un arca vieja de pino sin llave, lana para doce almohadones más o menos, una redoma grande, cuatro sacos, una cesta grande de caña.

ENLACOCINADEARRIBA: cinco peroles de arambre grandes y pequeños, una bacina de arambre, dos candeleros de aceite altos de alzofar, cinco candeleros antiguos, tres esbromaderas de arambre, dos sartenes grandes y pequeñas, una cobertera grande de arambre, un escalfador de arambre grande y otro pequeño, una bacinica de arambre pequeña, ocho ollas grandes y pequeñas servidas, unas estraudes medianas, seis cazuelos de tierra, una esbrumadera de arambre pequeña, dos morteros de tierra, dos copas viejas para tener fuego, un espedo de asar, una taza de arambre con su mango de palo, unas graíllas de hierro, dieciocho platos de Málaga entre grandes y pequeños, un candelero de fierro, una botija, cuatro asadores grandes y pequeños, tres platos medianos de alforjas, un capacico de cañas pequeño, tres cestas, dos de caña; una cobertera vieja, tres capazos viejos.

ENLAMASADERA: dos bacías grandes de masar, tres cedazos, dos çamarros viejos del horno, un delantal de horno, dos maseros de lienzo, otros dos de lana, un escalfador de arambre, dos [?] de madera.

ENELAPOSENTODENTROELCORREDOR: una cama con siete tablas y sus pies llanos, dos anillos del hogar [?] de bujo, una vela para la bodega.

YENOTROAPOSENTO: un arca que dicen ser del [?]221 por estar cerrada y se quedó en el aposento.

ENELAPOSENTOQUEESTÁALSUELODELMIRADORSUBIENDOAMANOIZQUIERDA: una olla de tierra grande llena de aceitunas, otra olla mediana de aceitunas, una tinaja de tierra pequeña con hasta dos arrobas de aceite, un rastrillo de rastrillar lino pequeño, unas devanaderas, una ajadica, […] de cosa de Flandes de sacar aceite,222 un porgadero viejo, un zadico viejo, una mesica para enfermos de madera con sus pies, una conquilla de tierra, un roscadero pequeño de caña, dieciocho tablas de çabón, una canasta de bimbre, una canasta mediana de cañas, dos cestetas pequeñas de berga, un espedo grande de fierro, en un cesto de [?] atados robas de lino, poco más o menos; un capazo de palma viejo y en él unos copos de estopa de lino; un capazo de palma viejo pequeño, otro de berga blanca, un alambique de arambre, otro alambique, una cajica vieja pequeña, una escalfica de arambre pequeña, dos fromadericas pequeñas de arambre, una caserolica de arambre, unas artemisas pequeñas, una cobertereta de arambre, tres candeleros llanos de alzofar viejos, cuatro sartenes grandes y pequeñas, dos escalfadores de cama de arambre, un capazo de bimbre viejo, un capazo de palma viejo, dos espedos pequeños y un asnico de asar, nueve ollas de tierra grandes y pequeñas, nuevas y viejas; tres cucharas de fusta viejas, tres cantarillas de tierra, un barral de vidrio guarnecido de bimbre viejo, una jarra de tierra pequeña con un poco de miel,

221. Sabemos que en casa de los Çafar se conservaban papeles y documentos de los Compañero y también del colectivo de moriscos; concretamente se tiene conocimiento de que guardaban la recaudación del impuesto que debían pagar al Santo Oficio.

222. Podría tratarse de un sacador de aceite con hilo holandés como filtro.

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una conquilla de tierra con sus ansas, siete jarricas pequeñas viejas de tener miel en ellas, tres cantaricas de tierra, una cazuela de arambre, con un cobertor, dos orinales, cuatro conquillas a modo de plato de Málaga, treinta platos de tierra grandes y pequeños, veintisiete escudillas de tierra blancas y de Málaga azul, quince salsericas blancas y azules, una arquilla pequeña vieja de tener especias, tres picazos de carne salada.

ENELOTROAPOSENTOALSUELODELSOLANARJUNTOALPASADOR: un destrado de fusta, una cubierta vieja, dos pares de muebles de cuero viejos, una alhombra pequeña servida, unas cortinas de lienzo viejas y un capazo de cañas y unos escabeches a la moderna, un colchón, un aforro de una capa cendrosa, [?] de lienzo, una de lana, tres muslos de calças acuchilladas muy viejos, unas botas viejas, un flasco de vidrio, unas telas de sobrepasar, un bancal de raz de colores muy viejo, dos colchones, un aparejo de una cama de campo de madera labrada, un capazo de palma grande, un enjugador de paño. Un arca de pino cerrada con su llave y dentro de ella se halló lo siguiente: una camisa de hombre de lino traída, una almilla de bayeta de Flandes negra vieja aforrada de tela, un capote de paño negro viejo, otra ropilla de bayeta de negra, seis camisas de lino traídas de hombre viejas y nuevas, un revoltorio de lino viejo con un pedazo de paño negro, tres pares de calzado de aguja negros y blancos, un par de estivales negros de cordobán traídos, unos tenentes de espada de cordobán viejos con su cinta, un par de chinelas y zapatos de cordobán, tres pares de zapatos viejos, un […] estadalico de cera blanca, un par de calzas cendrosas traídas de aguja, nueve pares de calcillas de lienzo y ocho pares de peales de aforro, unas calcillas de aforro, seis paños de narices, cuatro pares de peales viejos con paños de narices envueltos en un calzador, dos gobeletes, un envoltorio de agujetas de seda negra, un pedazo de al[…] blanco, una atapiernas de tafetán traída, dos pares de calcillas de aguja negras, dos pares de peales, un rosario de cuentas pequeñas guarnecido de oro, una faxa de grana, una […]dicales […]ca de […] de peales viejos de lienzo, dos papos de buitre, un b[…] de tafetán de vara y media de holanda y a otra parte un palmo, un calçador […], una escribanía con su espejo.

TODO LO CUAL RECIBIÓ ARANDA

A TREINTA DE MARZO se entregan los bienes siguientes:

Un arca de pino con su cerraja y llave, dentro della: tres manteles viejos, en el suelo del arca una bolsa muy vieja de terciopelo muy servido con nueve paños de grano de hordio, una caja con su cobertor y dentro de ella unas fundas labradas grana grandes y pequeñas, unas toballas de mano labradas de grana, cuatro toballas de […] sobrepasada de rete, otra cajica pequeña y dentro della cierta [¿plata?] […], otra cajica redonda pequeñica con un frutero de sobrepasado de rete, dos tocas de lino, un coleto viejo de lienzo de casa sobrepasado, dos sábanas de linete buenas, dos pedazos de lienzo viejos, un […] grande con unos pies quebrados, una vihuela, otra mesa de pino con sus pies, otra mesa grande y sobre ella cuatro guardadamas223 de al[…], tres almuadas de raz aforradas de badana, dos almuadas forradas de […][…]ci azul, una cinta de raz de color, estambre de colores, tres bancales de Biel viejos, dos debantecamas de raz viejos, otra carpeta vieja, una […] de raz, tres antepuertas viejas de raz […]zidas, tres almuadas de raz aforradas en bandas coloradas, tres reposteros de raz, cuatro paños de raz con diversas […]oñas traídos, tres reposteros de raz, una alum-

223. Acaso, como expongo más adelante, cajas para guardar las piezas del juego de damas.

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bradera servida de blanco y colorado, una antipuerta vieja de raz, un bancal muy viejo con listas verde y azules, un fieltro, una manta cordada muy vieja, una ropa forrada de estameña muy vieja, dos bancales de Biel servidos, unas alforxas, dos bancales franceses, tres fundas de almuadas viejas con lana, una cama con sus tablas, tres colchones servidos, una mantica de lana colorada, una colcha muy servida y vieja, una estera, dos aros de cama, un banco son sus pies.

SOBREELSOBRADO, ENUNAPOSENTO: nueve jaulas de pájaros, una cesta de caña grande, un caldero de arambre de obra de un cántaro, una ballesta de juego, unas botas de vaca viejas, dos frenos de mulas muy viejos y una cabezada y unos estribos, unas curazas muy viejas, una estera vieja, una almadraquilla con su asiento, siete tablas de cama de catorce palmos, siete tablas de a diez palmos, un ajadón estrecho, otro ajadón, un candelero de hierro, en un estante algunas caretas viejas de botejas viejas, una paradera de agua, una cuna vieja, una carrucha con su + (dibujo de una cruz) de fierro, una ajada, dos gabias grandes, un molde de hacer bodoques, dos guantes de malla, unas grebas, una cuna vieja, un carrazón, una caxa, vieja, una caxa de tablas de pino sin cobertor.

YENELDICHOMIRADOR: una faxina de faxuelos, una cesta de cañas, una vela muy vieja, un canastillo con un gredal.

ENELAPOSENTODELASALABAXA: una cama de tablas con sus pies, cuatro colchones (dos grandes y otros pequeños), dos mantas, una colorada y otra blanca; dos sillas, dos jelosías de las rejas de la sala, una ba[…] de una cama, cinco lienzos sin aros de madamas, una tenaza, una arcaza vieja sin nada, cuatro cadiras de respaldo altos y dieciocho de las otras de cuero, dos banquillos pequeños en el almario de dicha, un bufete, una cama de madera, un espejo de […], una silla de respaldo alto, un cuadro de Nuestra Señora.

ENLASCABALLERIZAS: unas aguaderas de bimbre, una caldera de arambre y otro caldero de arambre, dos tenajas de tierra, un roscadero grande, una bacía redonda, dos bacías de estregar, una bacía de fusta, un servidor de tierra, un parador de tierra, un aparador viejo, tres cántaros de arrope, tres tinajicas vacías, una taza de arambre con su mango de hierro, diez cántaros de tierra, un cofraz bajo; en una arca de harina, hasta cuatro cahíces de harina más o menos; cuatro cántaros de arambre.

TODO LO CUAL RECIBIÓ ARANDA

ARANDA Y EL NOTARIO SIGUEN EL INVENTARIO

Una ropa enforrada muy vieja, dos pares de calcillas de aguja amarillas y blancas, una bolsa de botija vieja, una forceja224 de hierro de jugar a los marros, una causa con muchos hierros viejos, un sombrerico de tafetán colorado de niños, un sombrero negro de mujer de fieltro, una ropa forrada vieja negra, una faldilla de paño de la tierra, unas balanzas de arambre con su carrazón medianas, tres piezas de hierro a […]do de libras medio […], unas balanzas de fierro con su carrazón grandes, catorce barras de hierro agujeradas, una cama de campo con un paramento de estameña verde con franxas leonadas, una almuada de plumas y dos de lana, dos almuadillas pequeñas con sus fundas,

224. En la actualidad, en Aragón el marro es un juego que no requiere ninguna forceja, pero en la sierra de Albarracín necesita dos, la estornija y el marruz, dos piezas de madera. Aquí podría tratarse de una pieza similar a la que se usa actualmente en el juego del tejo en la comarca de Huesca.

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un delantecama de lienzo de casa con listas azules y una franja azul a la redonda, una alhombrica de raz bajo y delante de la cama, un arca de pino sin cerraja y dentro della cuatro varas escasas de bayeta de Flandes, un jubón picado servido, unos gregüescos negros de jamelote servidos, unos muslos de terciopelo negro con cañones de raso negro picados, una ropilla de paño sin mangas vieja y forrada de bayeta parda, tres espadas, unas botas de cordobán muy viejas, una gorra de terciopelo rizo de muy poco valor, un capote xazpeado con vuelta de piel muy bueno, unos gregüescos de maraña traídos, un jubón blanco de lienzo sin aforros muy servido, un jubón de tafetán negro picado forrado con nabal bueno, un capuz de bayeta de la tierra con vuelta de lo mesmo, una queradante, un par de calzas de hilo negro, una sábana vieja; al suelo del arca, cuatro varas de franxas blancas, un bancal de Biel muy viejo, un arca de pino con su cerraja y llave y dentro della doce manteles de grano de hordio entre grandes y medianos, una ternaza con uno de lana, cinco paños […], cuatro toballicas de enjugar las manos, cuatro almuadas grandes y cuatro pequeñas servidas de lienzo de casa y sobrepasadas, tres almuadas de lienzo de casa y tres pequeñas servidas, dos almuadas grandes de lienzo con unas trencillas de azul, dos maseros para el horno, un debantal para el horno, una toca de viuda de nabal vieja, cuatro enjugamanos de lienzo de casa con franxicas azules, un debantal de lana para el horno, un debantal del horno con listas azules, una sábana para el postigo, tres enjugamanos de lienzo servidos, cuatro paños de mesa de grano de hordio servidos, otro paño de mesa viejo, una funda grande y otra pequeña de verde y blanco muy viejos, cuatro almuadas de nabal, dos grandes y dos pequeñas, servidas; dos paños de grano de hordio por cortar, una camisa de hombre muy vieja apedazada, una toballa de lienzo de casa sobrepasada servida, dos cortinas de lienzo para paramento, un delantecama de lienzo servido, una arquilla de Rasal con su cerraja y llave y dentro de ella un paper de agujas d[…]dice, una bolsa de sangala y dentro della dos reales y medio de plata, un rosario de cristalicos, una arracadica de oro, un estancasangre guarnecido de oro, cuatro reales en plata y unas barbullarías; 225 un arca de pino con su cerraja y llave y dentro della dos varas de forro blanco, dos jubones de mujer de lienzo de casa servidos, unos gregüescos y una capa de estrameste 226 de Hubarnia (Auvernia), un capote de contray a la castellana, un capote viejo de contray, un sayo bajo aforrado en bayeta, una ropilla de paño larga aforrada en bayeta, un sayo de paño viejo aforrado de aforro pardo, un sayo viejo de estameña de Ubarnia, otro sayo de paño viejo aforrado en bayeta, tres gregüescos de estameña servidos, dos cueros de cordobán servidos, una bolsa de cordobán con su pretina servida, una cuchillera con tres cuchillos guarnecidos de plata, tres estivales de cordobán servidos, un bonetico de tafetán para salir a la puerta, otro bonetico de tafetán.

TODO LO CUAL RECIBIÓ ARANDA, ETC.

A VEINTE DE ABRIL continúa el inventario:

Un arca de pino con su llave y cerraja y dentro della una toca de cotón, un pedacico de colcha, nueve cortinas de lienzo de casa, dos sobreposadas servidas; otras cuatro piezas de lienzo de casa con unas […]idas antigas, cuatro manteles de grano de hordio, tres manteles servidos de grano de hordio, dos manteles nuevos de grano de hordio, tres

225. Barbullaría o barbullería parece ser algo pequeño y de poca importancia.

226. Parece una adaptación del francés estament o estamette, en castellano estameñete

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manteles de servicio y los dos con unas listas azules, once paños de mesa servidos de grano de hordio, diez toballanicas para enjugar manos, cuatro almuadas labradas de blanco de rete sobrepasado y otras cuatro labradas de negro, un almuadica de lienzo servida, una almuadica muy pequeña ratonada, otra toballa con sobrepasado muy comidos de ratones, un […][…] franxuelas de rete que son cuatro sobrepasadas, un delantal de forno y un enjugamanos viejo, una toballica de rete sobrepasadas, y al cabo della [del arca] […] labrado de colorado, dos pares de calcillas muy viejas de cordellate. Otra arca de pino viejo con su llave y cerraja, una toquilla de holanda para dormir, dos toquillas de lienzo para dormir, un pañico de holanda de cabeza, otra cofia para dormir, una camisa de lienzo de casa nueva; una causica con unas barbullerías y entre ellas un paño de nariz viejo, un capacico, unas trenzaderas y unas ciruelas pasas, una causica redonda con un babador para comer, dos cucharas de vidrio, otro capacico blanco delgado, dos pedazos de canicul que habría vara y media, un paño de narices cortado, cuatro madexicas de debyla, unos pedacicos de naval, otro canastico y dentro dél un paño de cabeza agujerado, dos o tres pedazos de paños muy viejos para torcidas, una cuchara de fusta, unas tiseras viejas pequeñas, tres toquillas para dormir, un par de calcillas viejas, una cofia labrada y un coleto de blanco, un pañico de cabeza servido y muy viejo, un evoltorio de paños viejos, dos pañicos de algodón, otros dos pañicos de lo mesmo, dos coletos de mujer servidos, dos pedazos de lienzo viejos, un papo de buitre, un par de calcillas, cuatro husos, una toballica labrada, una bayna con dos güebillas, 227 un cordón muy viejo, unos pedazos de paño negro, un par de zapatillas blancas, unas mangas de bo[…] muy viejas, unos manteles muy viejos, al suelo del arca una almuadica pequeña labrada.

ENELAPOSENTODEMÁSADENTRO: un arca de pino vieja y en el cajón della unos pedazos de aforro azul y negro viejos, ocho colchas entre buenas y malas, un delantecama de sobrepasado, un sobrecielo de rete sobrepasado, cuatro cortinas de lienzo de rete sobrepasado, una ropa vieja de pardo de entrecasa, un aforro de bayeta negra, una capa, una ropa a la turquesca […] de entrecasa, un sayo de raxa muy viejo, otro delantecama viejo, otro sayo viejo de paño, una basquiña muy vieja, un cuerpo leonado, una casaquilla de frisa, una ropa de tafetán vieja y muy rota, otra basquiña de jamelote encarnado muy servida, un ferreruelo de jazpeado muy viejo, tres pares de calzas muy viejas, un albornoz blanco, una ropetica de bayeta parda muy vieja, un par de botas de vaca con sus calcillas dentro, una ropilla de tela parda, un pedazo de lienzo, un par de estivales, una ropilla de tafetán colorado, una gualdrapilla de ancas de mula con su franxilla, un capazo de berga, una sábana del […]pa, trece paños de mesa de altar sucios, cinco almuadas servidas de lienzo, ocho camisas de hombre, una camisa de estopa, tres camisicas de niños, siete camisas de mujer, una camisa de hombre de estopa, siete manteles de grano de hordio, seis coletos, cinco enjugamanos, una toballa servida, dos babadores para comer, dos paños de niños y un babardocico, dos sábanas nuevas de lienzo de casa, siete sábanas sucias de estopa y lienzo, una toca de viuda, un masero de estameña gorda, cuatro mallas de lienzo muy viejo, dos toballones nuevos por cortar, un travesero, dos mangas de estameña de mujer muy viejas, dos esteras muy viejas, un envoltorio de paños viejos, una pollera, un colchón en una cama de mozos con tres tablas, una manta blanca vieja, dos fundas blancas, un envoltorio de unos aforros viejos y en él un cuerpo de mujer de tafetán amarillo y una caperuza de luto vieja, diez varas de paños de mesa de grano de hordio, un monjil de escoto viejo, otra saya de estameña de Reus servida, una saya azul de paño de la tierra con sus mangas, die-

227. Acaso quiera decir hebillas

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LA CASA: DEPENDENCIAS Y ENSERES

ciséis varas de lienzo con unas tiras azules, una capica de muchacho azul, un capote de mezcla jazpeado con vuelta de terciopelo, once varas de lienzo de casa, una basquiña de estameña, una ropica de tafetán azul, otro albornoz azul, otra saya de moza de paño azul de la tierra, otra ropa azul de entrecasa servida, un envoltorio de pedazos de estameña muy viejos, un escalfador de cama, una estera pequeña, un par de chapines, otra arca de pino grande vieja, once sábanas buenas, tres sábanas servidas, otra con unas randas digo cortina de paramento, dos sábanas de estopa, un delantecama de rete sobrepasada digo de cortado, tres delantecamas de sobrepasados, una colchica de cuna, dos cortinas de paramento servidas, una terna de sábana, una camisa de lienzo de mujer de casa nueva y una cofia, otros dos delantecamas, un paño de mesa, dos delantecamas con listas azules, una sábana nueva de la puerta, una toca de algodón servida, un envoltorio de paños viejos, otro delantecama estrecho muy viejo, quince varas de rete principiado a sobrepasar, un cuerpo de jubón sin mangas, una gotera de paramento, una manga de mujer de algodón y en ella dos jubillos de hilo de lino, una sábana vieja, un delantecama de lino muy viejo, un cuerpo sin mangas de jubón, un pedazo de estopa; bajo al suelo del arca cuatro varas de lienzo en dos piezas; otra arca de pino con su llave y cerralla, dos cucharones de fusta y unas causas vacías.

YENELOTROAPOSENTOQUESALEHACIALACALLEANTEGARCÍA: un arca de pino grande buena con su llave y cerraja, dos sayas de niñas, dos cueros de niños tapetados, cuatro calcillas, dos pares de calcillas de aforro viejas, dos pares de calzas de hilo viejas, un par de calcillas de aforro traídas, dieciocho varas de manteles de grano de hordio, unos manteles cortados con unas listas como amarillas, dos cuerpos de jubón sin mangas, un pedacico de estameña blanca, una toca, otros dos jubones sin mangas, un par de calzas de hilo blancas, una caperuza de luto, dos pares de calcillas negras viejas, dos pares de peales de aforro, un almilla, una ropillica de tafetán amarillo de niños, un canastillo de higos negros,228 un canastillo de especias, un par de calcillas con sus peales, un vaso de vidrio con conserva rosada, dos sábanas con randas y alrededor rete sobrepasadas con una guarnición de hilo por curar, una causica de cominos, una causa con un pedacico de azúcar, un libro con simiente de cilantro, un pedacillo de queso, un paño de mesa, cuatro cortinas de lienzo con listas de sobrepasado, dos delantecamas, el uno cortado y el otro sobrepasado, un sobrecielo de rete sobrepasado, un cuerpo de estameña y al fin del arca unos manteles viejos; un delantecama con listas de rete, otro delantecama de lienzo servidos, veintiséis hubillos de lino, veintiséis madexas, una jarra de vino con cerros; un arca grande y dentro della una causa con unos tirantes de terciopelo y de una pretina, una daga con su cuchillo y vaina […] unas alpa[…] y […] un descanso de tafetán negro con su botón, una capa de bayeta con una franxuela por el canto, un capote de luto traído, una ropilla de raxa buena, una gorra de terciopelo rizo vieja, un cuerpo de jubón sin mangas, un jubón de tafetán de hombre, unos gregüescos de raxa con su pasapié, una basquiña de estameña con tres faxuelas de paño morado, una basquiña blanca de paño llana, unos zahones de tafetán con sus cañones, un jubón de tafetán servido, una ropa de paño negro con su pasapié romano, una capa corta traída con un pasapié, una ropa de estambre y seda traída, una ropa de anafaya guarnecida con paño negro, una ropilla de raxa con pasapié, un par de chapines, un capote de dos haldas viejo, un sayo de jazpeado con su pasapié aforrado en bayeta morada, un cuerpo y porteta de paño viejas con terciopelo guarnecida, un jubón de mujer sin algodón de estambre y seda viejo, tres pares de zapatos

228. Es extraño que se hable de higos negros en el mes de abril, por lo que hay que pensar que se trata de higos secos o que hay un error en la fecha, cosa improbable.

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y un par servidos, un envoltorio donde hay unas mangas de raso, otra […]braones de chamelote, un cuerpo de raso todo muy viejo, un sombrero de mujer, unos gregüescos; dentro de una funda tres piezas de rete y dos de sobrepasado y uno de rete de labor, quince varas de paños de mesa nuevos de grano de hordio, una sábana de estopa, al suelo del arca vieja tres almuadas sin fundas; un arca vieja con su llave que servía de tener el pan, dos espadas, una cama de campo con un paramento azul con sus franxas naranjadas y sus alamares y goteras, una aceiterilla, una mesa pequeña, un arca de pino con su cerraja.

TODO LO CUAL DA POR RECIBIDO ARANDA

A VEINTIUNO DE ABRIL SIGUEN EL INVENTARIO

Una cama de tablas con una manta ruin, un colchón, dos mantas, una colorada y otra blanca, ruines; un travesero, dos fundas de almuadas, un delantecama con listas azules, un sayo de bayeta, una ropilla de bayeta, una ropa azul, una alhombra muy vieja, un saco de escrituras vistas, una capilla de […]re, un encerado, un aro de parar paramentos, un candil, nueve varas y media de estopa en una pieza, tres bancales de Ayerbe servidos, un arca de pino, una almuadilla, llave y cerraja en dicha arca, dentro della dos manguitos guarnecidos de terciopelo, un toballón largo con unas listas azules, una camisa de mujer guarnecida de oro y seda morada en el cabecero y bocamangas, un portacartas y en él una bolsa guarnecida de terciopelo negro viejo y brocado, dos tocas de rete de seda cruda, un bailador de plata con su cadenilla y silbico, una campanilla de plata con su cadena, cuatro cascabeles de plata, un poco de cristal guarnecido de plata, unas manguillas de aguja de niño labradas con estambre azul y colorado, unas cuentas ámbar que hay sesenta y seis en número, cinco flecos de adrezos de xinata,229 unos manteles estrechos con listas azuladas muy largos servidos, doce manteles de grano de hordio menudo muy buenos, cuatro estrechos de grano de oro; seis enjugamanos con listas azules de grano de oro servidos, dos sábanas de lienzo de casa buenas con sus randicas, otras dos sábanas con sus randas y franxas alrededor, cinco cortinas de paramento de rete sobrepasado con sus goteras y delantecama, otro delantecama sobrepasado, dos sábanas de lienzo de casa, una camisa vieja de mujer, una toballa de lienzo de casa con rete sobrepasada, una funda de almuada y en ella tres varas de nibal en un pedazo y en otro tres varas escasas, un par de almuadas de nabal sin guarnecer, cuatro pedazos de rete sobrepasado, siete madexicas de seda y sedica gruesa, un envoltorio y en él seis o siete pedazos de paños viejos, dos pares de almuadas, dos grandes y dos pequeñas labradas de seda grana servidas; un vaso de plata blanca con su pico y ansa, diez varas y un palmo de holanda cruda, un frutero de sobrepasado de hilo con una jarra en el medio y un serafil encima, una toballa de cortado de lienzo de casa con su franja alrededor, otra toballa de lienzo de casa de cortado con su franja alrededor, otra toballa de nabal crudo con rete de sobrepasado con su guarnición de palillos, dos camisas de mujer labradas de negro en el collar y mangas puestas en árbol, un par de almuadas de nabal con sobrepasado aforrado en tela LA CASA: DEPENDENCIAS Y ENSERES

229. En el último tercio del siglo XVI comenzaron a comercializarse piezas de adorno y telas procedentes de China, de modo que estamos ante el elemento más moderno de cuantos hay en la casa de los ricos Çafar. Posiblemente se trate de la primera muestra de ornamentos importados de China en el marco oscense.

PMV

colorada, una toballa de lienzo de casa de cortado con su guarnición de palillos alrededor, ocho varas de canicul en una pieza, un travesero labrado de negro esblaído y traído, un pedazo de nabal con una guarnición de tres dedos de oro y plata ancha falsa, una toballa vieja de nabal con una laborcica negra y un cairel por los cantos, cuatro almuadas de nabal labradas de negro, dos grandes y dos pequeñas; unos zapatos valencianos labrados, dos pares de almuadas de nabal con sobrepasados, dos pequeñas y dos grandes; un pedazo de lienzo de cortado, nueve varas escasas de nabal en una pieza, una toballa de lienzo de casa con cortada con una faxa, una toballa de holanda con seda cruda por acabar, seis varas y palmo de guarnición a manilla ancha para guarnición de almuadas damasquinas, tres varas y media escasa de otra labor más estrecha, tres varas y media de lo mesmo nuevo más estrecha, unas mangas de hilo guarnecidas de seda blanca, un paño de narices de nabal con una labor de carmesí, otro muy ruin llano, un envoltorio con un paper de botones para almuadas, un par de almuadas labradas de negro servidas, otras almuadas labradas de colorado, otra almuada labrada de colorado y azul traída, un delantecama de lino con listas de amarillo y negro, doce cucharas de plata, un delantecama de lino y rete sobrepasado, cuatro varas y media de lienzo de casa, un delantecama de estopa cortado, unos manteles de grano de hordio de estopa, un pedazo de estopa aparejado para delantecama por acabar, cinco varas de lienzo de casa en una pieza, nueve varas y un palmo de toballones gruesos, otra arca de pino con su llave y cerraja y dentro della dos candelos de aljófar del [¿tiempo?], una montera de bayeta parda, una hanega de nueces, un sombrero muy viejo, un par de estivales viejos, un par de zapatos de hombre viejos y unos pañazos de poco valor, tres pares de peales de aforro viejos y dos de lienzo con tres pedazos de lienzo viejos; un arca de pino con su cerraja y llave y dentro della nueve varas de anafaya negra de viuda, un manto de estambre y seda envuelto en un pedazo de tela amarilla, una ropa canelada guarnecida de terciopelo morado, un delantal de algodón y lino, una saya de friça guarnecida de terciopelo negro, una basquiña de paño azul guarnecida de terciopelo carmesí, otra basquiña de chamelote leonado guarnecida de terciopelo carmesí, otra basquiña de tafetán amarillo guarnecida con terciopelo azul, una ropa de tafetán negro guarnecida de terciopelo negro, una saya de tafetán negro guarnecida de terciopelo negro guarnecida digo aforrada de tafetán morado, una basquiña de grana guarnecida de terciopelo carmesí, un mantico de ropa carmesí aforrado de tafetán azul, un par de mangas de dicha ropa aforradas de tafetán morado, dos cuerpos de los vestidos arriba dichos, un par de mangas de chamelote de levante, un cuerpo de raso pespuntado, un jubón de raso negro, un jubón de tafetán pardo viejo, otro jubón de tafetán negro escaqueado, otro jubón de raso amarillo con espiguilla morada, un par de mangas de raso pespuntadas, una capa con capilla de contray con un pasapié romano, un sayo de raxa guarnecido de pasapié viejo, dos almuadas de raso falso […]ferde aforradas con xirasol encarnado; otra arca con su llave y cerraja, un pedazo de estopa de lienzo viejo al suelo del arca, dos varas escasas de estopa, siete camisas de hombre y las dos muy traídas, una camisa nueva sin cabecero ni paños, otra camisa de mujer labrada de negro, otra camisa de niño nueva, tres tocas de lino de casa viejas, una toballa estrecha muy vieja, una caída de paramento de rete sobrepasada, un delantecama de rete sobrepasado, una caída de rete de sobrepasado, una cortina y caída de paramento con randas, tres tocas, dos almuadas, una grande y otra pequeña con unas tiras llanas; un cordón de seda verde y amarillo, un capacico y en él tres pedazos de rete, una […], una arcacica con otros pañicos viejos, un pañico con una guarnición ancha de palillos, unas mangas con betas amarillas y pardas de seda, otro canastillo con una prenda de niño labrada de negro, un par de mangas de canicul labradas de negro y blanco, cinco coletos viejos, un envoltorio con LA CASA: DEPENDENCIAS Y ENSERES

PNM

doce babadores de niño, otro canastillo con cosas menudas viejas y un cuadrillo de cabeza, una escudilla de color y una chica pequeña, cuatro fundas de almuadas labradas de negro, un envoltorio de peales y calcillas de lienzo todo viejo, una causilla con seis o siete paños de lavar la cara, un par de mangas de raso […]tadas viejas, un capillo de lienzo para cerner, lienzo para dos coletos y una capilla, un sobremesa blanco con tiras coloradas, un envoltorio con cinco o seis paños viejos, otro envoltorio de peales viejos, un par de mangas de tafetán blancas servidas, una almuadiquilla pequeña con una randa com[…], un canastillo de sarga blanca con un coleto y un rosario de Brasil con los paternóster de cristal con su bellota de oro, plata y seda colorada, un llavero de plata, una sortija de oro con una perla engastada, cuarentaiocho granos de cristal deshechos,230 una rastra de granates con granos de alquimia, más cincuentaiuno o cincuentaidós granos de cristal en una rastra, una cuchillera con tres cuchillos nuevos con los mangos de cuerno negro, otra arca de pino con su llave y cerraja y dentro della una arquilla con potecillos de ungüentos y uno para las manos de bronço y una aljaliera,231 una […] de alta con una poma de cristal como un huevo, dos o tres lienzos de seda blanca y unas barbullerías, otra causa ancha de gorras y […] unas manillas de vidrio azul y blanco con dos redomicas pequeñas con otras barbullerías de poco valor; un canastillo con unos majadericos y unas trenzaderas blancas y una almaraja azul con otras barbullarías, dos libras de desfilagorda, un canastillo y en él diez madexas de deshilagorda con unas franjuelas blancas y una madexa de seda amarilla, una causilla […] centro al verde con un le[…]corontes de plata y un cabo de correa de plata y una sortija de la uña, otra causa con una rueca p[…]lida, una libra de dreyla con un chuso de hierro y cosas muy menudas y unas cuantas madexas de dreyla gruesa, un cobertor de causa larga y en ella una funda de almuada con tres hubillos de hilo y unas tiras de rete comenzadas a sobrepasar y un estuche y en él un par de tiseras con guarnición de coral, un pedazo de fustán blanco, un pedazo de tafetán escaqueado negro y un envoltorio de pañitos viejos, otra causa con un espejo quebrado y unas tiras de almuada de colorada para pedazo, un paño de muestras para labrar, un envoltorio de filete de Portugal y otras barbullerías de hacer labores, ocho jubillos de lino en un taleguillo, una romanica pequeña, un envoltorio con pedazos de lienzo de casa, una causa pequeña con buxerial en una causa larga y en ella seis tocas de seda, dos de algodón y una de rete y una de tafetán negro, cuatro escofiones de diversos colores, un albanaquilla232 blanca, un[…]ico de te[…], un paperón azul, un papo de guarnición de hilo amarillo, un canastillo blanco, un andador de niño, una arquilla de taracea con su llave y cerraja y en ella una cestilla con cobertor de verguilla blanca dentro de él tres madexas de seda cruda, una rastra de cristales menudos, un pedazo de andica de hilo de co[…], un pedazo de cendal con listas coloradas, una causillas con algunas baguillas blancas, una pieza de guardapolvo de cabezerones de […], doce madexas de […] blanca, una cayta por coser labrada, otra de cendal de diversos colores, un rosario de pastillas medianas, dos cascabelicos de plata viejos, un rosario de azabache […]alido, un paper de mucha goma, un poco de filete, un par de guantes viejos, un panizuelo do había unos pocos granates.

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230. ¿Sueltos?

231. ¿Alhajera?

232. Albanega.

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EL DÍA VEINTISIETE DE ABRIL SIGUE EL INVENTARIO233

Una copa co[…]alpita de plata sobredorada de doce onzas diez arienzos, un jarro de plata blanca de 18 onzas y 6 arienzos intitulado del vicario de Sant Lorenzo, una taza ancha con su pie sobredorado de 27 onzas y media, una tacica de plata blanca escrita así Jesú e Cristo JHS de 7 onzas y 10 arienzos, una taza de plata blanca con su pie alto de 10 onzas menos 2 arienzos, otra taza con su pie alto de plata blanca de 11 onzas dentro G. decía ser de Fco. García, pelaire, otra taza grande con su pie alto de plata sobredorada de 20 onzas menos 2 arienzos y decía ser de Alonso Corte, dos candeleros de plata de 20 onzas menos seis arienzos, un salero blanco en tres piezas de 10 onzas intitulado Fco. García, un salero y pimentero de plata sobredorada de 9 onzas 12 arienzos, un salero de plata sobredorada en tres piezas de 12 onzas y 1 arienzo, un jarro de plata de 18 onzas con dos letreros a los lados, otro jarro de plata de 17,5 onzas, otro jarro de plata sobredorada de 25 onzas, otro jarro de plata de 20 onzas, un salero de plata sobredorado con sus leoncicos de 8 onzas y 6 arienzos, una taza de plata sobredorada de 11 onzas y 6 arienzos intitulada ser del merino de Jaca [ ] oro, una taza de plata con su pie bajo de 13 onzas […], […] pesan siete onzas doce arienzos que dice ser de Fco. […], otra taza llana sin pie de 5 onzas 4 arienzos […], dos cucharas de plata de dos onzas y tres arienzos […], cuatro cucharas de plata de 3 onzas y media, un […], un cabo de toca con tres perlas dice ser de Fco. Blasco […], […] y perlas en medio, una esmeralda grande de peso de dos cilon[…], un collar de cristal y perlas de oro de peso de tres onzas y una […] […] con diez cuchillos y un sacatuétano.

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EL DÍA 8 DE JUNIO EL COMISARIO LIBRÓ A ARANDA LO SIGUIENTE:

Una cadena de oro triangular de 6 onzas y media y 6 granos. Una cadena de oro de eslabones cuadrados y redondos y pozalejos de 11 onzas 7 arienzos. Ocho manillas de oro redondas guarnecidas de hilo torcido de 4 onzas y 6 arienzos. Un apretador con un […] pieza de oro […] un hábito de oro con una banda de tafetán blanco de […] 3 onzas, decía ser de Manuel Gali. Unos anteojos de plata y un brazal de plata pesaron 15 arienzos. Un cabo de toca de oro, tres sortijas de oro y unos recuerdos de oro, la una que tiene un sello, las otras llanas sin piedras, pesaron una onza y catorce arienzos. Una sortija de acero con unos diamantes falsos. Tres sortijas de oro, dos con piedras, pesaron 12 arienzos y seis granos. Ocho cucharas de plata llanas, pesaron siete onzas dos arienzos. Veinte piezas de oro para collar o para gargantilla, pesaron dos onzas y tres arienzos. 27 piezas estampadas de oro y un oxal con seis piedras de oro y una sortija de oro con turquesa, pesaron diez arienzos y seze granos. Cinco sortijas de oro, dos con piedras, pesaron quince arienzos. Dos arracadas de oro triángulos con cuatro perlas o aljófar, una con un zarcillo, pesaron 10 arienzos. Un papel con aljófar y unos granates y aljófar con veintitrés granos de oro, pesaron 10 arienzos. Una cinta de oro con 37 piezas con broche y cabos puestas en una cinta de terciopelo y una beta de seda negra pesó 5 onzas 14 arienzos. Cuatro apretadores de oro, uno de piezas estampadas y granates y el otro con oxales y aljófar, el otro con piezas estampadas y granicos de

233. Las piezas están numeradas; parece ser que llevaban un número dentro.

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oro […] catorce […], el otro con aljófar y granicos de oro. Pesaron tres onzas y […] arienzos. Una poma de oro con cinco perlas y una carchofica esmotada de oro. Pesaron dos onzas dos arienzos. Un rosario con su bellota de seda negra y diez granos de oro medianos. Otro rosario de marfil con cinco estremos de oro. Dos cadenas de acero. Una pieza de oro intitulada de cincuenta [?], pesó 16 onzas. Veinte y […] de a cada 10 ducados. Tres piezas de oro de a cada dos doblones. Siete doblones de oro zaragozanos y navarros. 4 escudos de oro y 16 reales en plata. 1 doblón en oro. 4 escudos de oro, un florín de oro, medio escudo de oro.

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Además, algunas capitulaciones matrimoniales y testamentos hablan de vestidos, muebles y joyas, pero lo habitual es que lo hagan de manera general, sin especificar nada, de manera que hay que recurrir a los inventarios para poder reconstruir al detalle el vestuario, los ornatos y el mobiliario y menaje de una casa. De todos modos, vale la pena recoger aquí los escasos ejemplos en que se detalla algún elemento. En 1527, Isabel Alguacil deja en herencia a su «nono» una cinta de plata de 10 onzas y dos manillas de plata de 1,5 onzas. En 1528 Rodrigo Alfanaquí se ve obligado a dar a su cuñada Esperanza Compás la dote que le había prometido su hermano Ximeno al casar, consistente en dinero, vestidos, ropa de lecho y unas manillas de oro. En 1546 Leonor Compás recibe de su prima María Compás «una almezerica de oro», que es un cabo. María Marguán, viuda de Pedro Cigüeño, deja en herencia a su hija María Cigüeño dos manillas de oro en 1549. En las capitulaciones matrimoniales de Ana Compás al casar con su segundo marido, Alexandre de Sasa (1566), se detalla lo que ella va a recibir y que da idea del vestuario de una mujer de clase acomodada: una ropa frisada, una faldilla grana guarnecida de terciopelo, un manto de los que «se usan de acuerdo con su qualidad», una cadena o collar de oro y un apretador de piezas de oro. Agustina Prom en su testamento (1572) deja a varias mujeres de su familia una faldilla nevada y un joyelico de oro, ropa blanca, almohada de zangala labrada en negro, unas faldillas coloradas, un vestido azul, unas camisas, otras camisas de zangala y unas cortinas de paramento. Tres años después, Beatriz Gali deja a su hermano Manuel Gali unas perlas que habían sido de su madre. En 1576 Alexandre de Sasa restituye al justicia un vaso y una taza de plata de 45 onzas que tenía «a caplienta» y que eran de María Casabona, que en 1583 aparece citada como mujer de José Çafar. En 1577, en un testamento de Esperanza Compás, mujer de Ferrando Çafar, hay unas mandas en las que se citan unas manillas de oro, una basquiña blanca, una ropa «de escoto» y una ropa «de raxa aforrada de bayeta». El mismo año, en un testamento de su marido se deja a su hijo Ferrando Çafar menor una cadena de oro de 99 ducados de oro de peso, y a su hijo Francisco Çafar, un jarro de plata sobredorada de 20 onzas; en un codicilo hecho poco después se deja a Francisco unas manillas de oro; la cadena es dada en herencia por Ferrando Çafar menor a su sobrino Juanico Çafar en un testamento que hace en el cadalso antes de ser ejecutado en 1583. Del rico tesoro de los Çafar que hemos reproducido más arriba, en 1585 el

PNP

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administrador Jaime de Aranda entrega a María Albariel 54 cabos de oro, una taza de plata y un salero de tres piezas de plata blancas de 21 onzas y 4 arienzos, otra taza de plata de 5 onzas y un cuarto, una taza de plata blanca de pie corto y 13 onzas y un cuarto de peso. En 1588 testa Isabel Ezcandar, viuda de Juan Lasierra, y deja a sus hijas solteras, Ana y Elena Ezcandar, varias sayas negras, granas y azules, ropas de lana y lino y un paramento de cama. En su testamento, Ana Ezcandar (1600) deja ropas de cama, sábanas, un delantecama, un paramento, una saya negra, una faldilla, un «librico» de oro y varias sortijas también de oro. En 1606, antes de contraer matrimonio, Mariana Cigüeño recibe de su marido, Francisco Gali, una saya «de raxa negra guarnecida», un jubón de tafetán negro con manto de estambre y seda, una basquiña «de raxa guarnecida y con una faxa de color» y una basquiña «de raxa» también guarnecida «con unas faxas» de los colores que ella quiera.

Documentos que hagan referencia a vestimenta de hombre, aparte de los inventarios, solo tenemos tres, y todos son contratos de aprendices en los que el patrón les garantiza ropas buenas al finalizar la instrucción. En 1538, Pedro Cigüeño asegura a Miguel Fierro dos jubones, camisas, sayos, capas y calzado. En 1546 Juan Salas, de Alquézar, firma como mozo de Domingo Almazor; al terminar el contrato recibirá un jubón de 1 florín, capa y sayo de 12 sueldos la vara, calzas valonas y zapatos. En 1548 Agustín Ezcandar promete a Martín Claberol unas calzas finas de cordellate y una gorra buena.

Una de las cosas que llaman la atención de los inventarios estudiados es la presencia de armas, aunque la mayoría sean viejas y anticuadas y posiblemente tengan más bien un valor sentimental asociado al recuerdo de una época en la que los moros de Huesca tenían el privilegio de servir al rey con sus armas, cosa que no les estaba permitida a los judíos. De aquel pasado quedaban restos en algunas casas y, a pesar de la prohibición de tener armas, que se hace general desde mediados del siglo, vemos en los inventarios, especialmente en el de los Çafar, que no todas se entregaron a las autoridades. De todos modos, como decía, parece que las armas que se conservan son un recuerdo familiar o quizás un elemento decorativo o un complemento para el vestido de paseo. Este podría ser el caso de algunas de las espadas y accesorios de los Çafar, en cuya casa en 1582 hay no menos de siete espadas, unas corazas viejas, dos guantes de malla y unas grebas, además de una daga con su cuchillo y su vaina, otra vaina «con dos güebillas», «unos tenentes» de espada con sus cintas de cordobán y, lo más curioso, un molde para fabricar bodoques o pequeñas bolas para tirar con ballesta. En casa de Farax (1530) hay un arnés y una ballesta. En casa de los Alfarrán, una espada y un armatoste o pieza para armar ballestas (1533). Los Aburramén tienen en 1541 un casco, un guante de malla, una daga, tres espuelas, una espada que era de maese Juan Sala, una espada de dos manos y otra espada normal y dos virotes. En 1544 en casa de los Tillero hay tres ballestas, un casco, una espada en buen estado y otra muy vieja y orinada. Un broquel viejo hay en casa de Del Rey (1555). Los Fierro tienen una espada (1564), y Juan Felices, a pesar de su condición de infanzón, solo tiene seis ballestas y dos espadas viejas (1607).

PNQ

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Las diferencias económicas han quedado perfectamente reflejadas en los inventarios y en las capitulaciones matrimoniales, pero no tenemos información sobre los más pobres, aquellos que nunca acudieron al notario. Sabemos lo que la mayoría vestía, cómo se enjoyaban, cómo amueblaban las casas, e incluso hemos tenido información sobre aspectos tan poco conocidos como el aseo y la higiene. Hemos visto la existencia de «çabón» (jabón), de bacías de estregar y lavar, piedras y piezas para hacer la colada; hemos podido descubrir aspectos del aseo personal gracias a los paños para la cara, los «exugamanos», los pañizuelos para las narices, las toballas y los ungüentos en general, y ungüentos para manos en particular. Nos consta que hay ropa «de entrecasa» (para estar por casa), «para asomarse a la calle», para dormir, para las ceremonias (tocas y capas), para el paseo (sombreros, capotes y mantos); ropa y calzado de invierno y de verano; piezas trabajadas con tejidos caseros, locales o de importación (contray, holanda, brujas, por ejemplo). Sabemos del amor por las sedas, las randas, los bordados, los brocados, etcétera, en los que se unen la tradición («a la moresca», ropa de estar por casa «a la turquesca», cuerpo y mangas «a lo antiguo») y lo moderno («pasapié romano») o lo más innovador de la moda, como los flecos con «adrezos de xinata» que hallamos en casa de Çafar. Se nos han relacionado todo tipo de joyas de oro, plata, acero, perlas, piedras: sortijas, anillos, manillas, apretadores, bordados en oro, etcétera. Hemos visto vestidos de niños, de muchachos, de mozos y mozas, de viudas. Nos han informado de que adornaban sus paredes con cortinas y bancales, algunos procedentes de Francia o de Arrás; de que sus lechos podían ser simples tablas con una márfega o camas de madera labrada y doseles con «caídas», alamares y sobrecielo; de que los muebles podían ajustarse a la moda del momento, como los «escabeches a la moderna». Hemos conocido dónde cocinaban y qué menaje utilizaban; qué vajilla (platos y escudillas de tierra, cerámica blanca o de color o de metal) y cubiertos (cuchillos y cucharas de madera o hierro y en casos excepcionales de plata) empleaban; las abundantes piezas de alfarería, de calderería y de vidrio usadas para cocinar, almacenar, beber; los sabores que les gustaba dar a su comida (especias, azafrán, ajos, miel, cilantro, cominos); y no se puede descartar el consumo de vino o de aguardiente, como lo prueban las frecuentes bodegas y los alambiques, aparte de los datos concretos de los que ya se ha hablado. Hemos podido, en fin, hacer una fotografía de este grupo social, que sin duda no sería muy diferente de la que resultaría del estudio de sus paisanos cristianos viejos, al menos de la puerta de la casa hacia fuera. Pero, como antes decía, falta información más abundante sobre la población más humilde, aunque hay algún inventario que manifiesta una pobreza total, de manera que también hemos conocido a los menos afortunados. Pero acaso valga la pena recopilar lo más notable de todos los datos barajados hasta ahora para reconstruir lo que era la casa, el menaje, los vestidos y los aderezos. Y, como repetidamente se ha venido diciendo, no creemos que lo que vamos a exponer, salvo pequeños detalles que se harán notar, sea privativo de los conversos: se trata del reflejo de lo que era la sociedad oscense en general.

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DEPENDENCIAS, MOBILIARIO, ORNAMENTOS Y ROPAS DE CASA

Si hubiéramos de reconstruir una casa prototípica deberíamos hablar de un edificio que en su planta baja tenía dos puertas, una para la tienda o el obrador y otra para la vivienda y las caballerías (en ningún caso hemos visto que tuviesen carruajes), un patio que daba paso al corral (parece que alguno tenía puerta independiente, una puerta falsa) y, en él, las cuadras, algún palacio-almacén y en ocasiones un mirador o una falsa a los que podía llegarse por escalera o por escalera «de fuga». Desde el patio se accedía también a las bodegas, que estaban bajo el nivel de la calle. Al mismo nivel de la calle se encontraba la masadera, y en las casas mejores, que tenían horno, lo ubicaban en la zona de corrales. La cocina, que por regla general era el corazón de la vida familiar, era grande y solía ocupar la parte central de la primera planta, con un fuego bajo y a su lado una cadiera (banco escaño, bancos de fuego). Desde allí se accedía a las salas y dormitorios, situados en esta planta y a veces en una segunda; encima de todo había una falsa o un solanar, que si estaba cerrado se definía como mirador, con antepechos y barandas. Algunas casas tenían también palomar. Los materiales empleados en la construcción eran la piedra en los cimientos y la parte baja de la casa, la rejola y el aljez fino para los suelos y las paredes, espalmadas por lo general; en contadas ocasiones se usaba el ladrillo, que era vidriado. En su exterior la casa tenía un rafe bastante saliente y podía haber un banco a la puerta. El número de salas era muy variable, pero lo que queda claro es que el conjunto podía constituir un laberinto de salas y alcobas tras salas y alcobas. Como algo excepcional encontramos un cuarto para lavar y un estudio. Había ventanas en las salas y estancias, a veces con rejas o celosías, y no parecen infrecuentes las llamadas valencianas y las que tenían bancos a los lados. Ante las ventanas se ponían telas enceradas y cortinas, lo mismo que en las puertas, que solían tener antepuertas. El mobiliario era reducido. Sobre el suelo, alguna estera, alfombras y bancales de suelo y de pie. Las camas solían ser tablas de diferentes anchuras y longitudes, y bajo las tablas estaban los pies; a veces y excepcionalmente estaban hechas con madera labrada, y en otras ocasiones eran literas. Parece que la calidad y el tamaño estaban en función de la importancia del usuario: se habla de «camas de mozos» y cunas para los niños, mientras que las camas de más categoría tenían doseles con miracielos y caídas o cortinas adornadas con alamares y goteras, cortinas de red con goteras, además de cabezales y delantecamas, todo ello con telas nobles entre las que abundaban las sedas, el cendal, los lienzos sobrepasados con redes, puntillas o franjas, a veces con colores vivos como el anaranjado, franjas azules, cárdenas, randas negras, etcétera. Sobre las tablas se colocaban «fijuelas» (colchones delgados y estrechos) y colchones de lana o márfegas de paja. Las sábanas podían ser de cáñamo, de estopa, de lienzo, de linete, de lienzo de casa, de lienzo vizcaíno, de seda dura, de mezcla de hilo y seda, de hilo y estopa, y frecuentemente estaban adornadas con randas, bordados, tiras o franjas de rico colorido, igual que los traveseros, las almohadas, las toballas y las vánovas que cubrían el lecho, por lo general de telas buenas (de punto, de lienzo, de naval, de holanda, de ruan), con adornos, sobrepasadas con rete o con franjas, bordadas, con punti-

PNS ÍNDICE

LA CASA: DEPENDENCIAS Y ENSERES

llas, con filetes o con adorno de «palillos» (encaje). En el invierno se poníancolchas y mantas, blancas y de colores, de lana y de otros tejidos, como el grano de hordio, y en raras ocasiones, sobrelechos de piel o vanovados, azalejas (piel de cordero con su lana curtida), mantas de pelo de cabra y almadraques, almadraquillas y almadraquicos. Los traveseros y almohadas solían rellenarse con lana o plumas en las casas ricas. A los pies de las camas podía haber bancales de suelo o «alhombricas de raz», alfombricas de pie. El amor por el lujo, la ornamentación y los colores vivos se observa incluso en las casas más humildes, como veremos también al hablar de otras dependencias de la casa.

En algunas salas nos podemos encontrar arquimesas y bufetes. Bancos, escaños, «escabeches», «escabeches a la moderna», banquetas, bancos, banquicas, cadiras, sillas, sillas con asiento de cuero o de madera, con respaldo alto, de costilla, cadiras escañiles, así como tarimas, estrados, estradicos, estrados de asiento y escabeles para descansar los pies se distribuían por toda la casa, pero en general no eran muy abundantes. Las mesas estaban en la cocina, en algunos estudios, en las salas y en los miradores, y podían ser grandes, redondas, largas, a veces con pies labrados; había mesas grandes con alguazas, de tijera e incluso una mesica para enfermo con sus pies, es decir, para poder comer en la cama. Sobre las mesas aparecen ornamentos como sobremesas decorados con tiras, un frutero de sobrepasado de hilo con una jarra y un serafín, pañizuelos y paños, o arquillas, cofrecicos, candelabros y pequeñas joyas como arquicas de taracea, «una capsica colorada y verde» con ternas y cuentecicas dentro, una arquilla dorada y otra para guardar sellos. En casa de los Çafar, sobre una mesa, hay «cuatro guardadamas», palabra no encontrada en ningún repertorio y de difícil interpretación pero que yo relaciono con el juego de damas, el cual era ya ampliamente conocido con ese nombre a mediados del siglo XVI Las arcas se repartían por toda la casa; las había para guardar harina, cereales,ropas, documentos y todo tipo de cosas, y muchas de ellas tenían cerrajas. Eran de tamaños diversos: se habla de arcas grandes, medianas y pequeñas, comúnmente de pino. Era el mueble por excelencia; así, en el inventario de Alfarrán de 1533 se dice que en un arca grande «está casi todo». Algunas eran de madera noble, especialmente nogal, y estaban boceladas; había otras recubiertas de cuero, e incluso nos encontramos una arquilla recubierta de cuero con clavazón de Castilla en casa de Juan del Fierro (1564). También había cofres, cofrazos y cofrecillos. Los armarios eran un mueble poco común y solo aparecen varios en la casa de los Çafar, en la de Felices y en la tienda de Aburramén (1541), si bien hemos visto que en las obras que hacen en el palacio episcopal también se habla de armarios, de manera que seguramente los habría en las salas de los moriscos ricos. Aparte de los muebles señalados, es probable también que hubiera tableros (mostradores) en las casas y, por supuesto, en las botigas, como el que hay en la de Juan del Fierro, con cerraja y llave. La madera predominante es el pino, y solo en casa de Felices se insiste en que los muebles son de nogal, bocelados y labrados. Para guardar documentos nos encontramos carpetas y guardacartas.

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Para calentar las estancias estaba el fuego de la cocina, pero es seguro que en las casas nobles había chimeneas en las habitaciones como las vistas en los contratos de obra, y escalfadores, escalfetas y escalfadorcicos de arambre (cobre) de todos los tamaños y diversos usos (calentadores de mano, de cama, de comida, de asiento, etcétera).

En el cuarto de la masadera y el horno, si lo había, algo infrecuente, nos encontramos «arcas forneras» (para harina), arcas paneras, bacías de amasar con su banco y sus pies, algunas con cobertor. Junto a la bacía estaba la cernedera que se colocaba sobre la bacía a la hora de preparar la harina para amasar; también vemos cedazos de seda o de cerdas, porgaderos de esparto, cernedores, capillos para cerner, paños de lana, estameña o lienzo para envolver la masa (maseros y masericos), tobajas para el pan, capazos de caña para colocar las hornadas, capazos de palma para la harina y mandiles, delantales y zamarros para el horno, algunos de lana y otros con listas azules.

En los estudios podemos encontrarnos mesas y sillas de diversos tipos o muebles como el «cajón de pino labrado con sus almarios». En los miradores, que muchas veces servían como cuartos trasteros, puede haber las cosas más variopintas: camas, sillas, bancos, escaleras de fuga, bacías, útiles de labranza, etcétera; y ya hemos mencionado el posible uso de una falsa como sala secreta de reunión.

Aparte de lo dicho, ¿qué más nos encontramos en estas casas, sin tener en cuenta los instrumentos de oficio o de agricultura que ya vimos? Lo primero que llama la atención es la abundancia de piezas de alfarería, los tejidos decorativos y las piezas de herrería y de madera, así como lo infrecuente del vidrio. Veamos primeramente los elementos utilitarios y después repasaremos los ornamentales. En la cocina, que, como decíamos antes, era el lugar donde se hacía la vida, es donde más piezas nos encontramos. En el hogar había una cadena central con un gancho del que se colgaba lo mismo una cazuela que un escalfador de arambre; asnillos, estraudes de distintos tamaños, badiles, fogarilicos de tierras, tenaza, ceniceros, horquillas torneadas, anillos, ganchos, espedos y espedicos, «trasfogares» (planchas de metal para detrás del fuego), fogariles de arambre y murillos de hierro. Los muebles solían reducirse a asientos, cadieras, aparadores para cántaros y otros usos, y mesas, además de las omnipresentes arcas. El menaje de cocina era muy abundante, salvo en casos de extrema pobreza. Almireces de cobre (bronce), tierra y madera con su mano; de arambre (cobre) nos encontramos cántaros, bacinas, perolas, perolicas, embudos, aceiteras, esbromaderas, raseras, cacerolas, coberteras, cazuelas con cobertor, calderos, calderas y calderetas, tazas con mango de hierro, ollas, «poçaderos» (cubos), jarros, copas, coladeras y coladores, perolas, cantaricas y bacinicas. De hierro y latón había sartenes de todos los tamaños, espedos, graíllas, ollas de diversos tamaños, asadores, aceiteras, cuchillos y cuchilleras, talladores, rallos, cuchillones, esbromaderas, raseras, coberteras, sacadores de aceite, cucharas, bacías y bacinicas, badiles, calderos, y otros. Había saleros de estaño; de madera, bacías, cucharas y cucharones. Cestas y capazos eran abundantes, como veremos más adelante. Y no faltaLA CASA: DEPENDENCIAS Y ENSERES

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ban los objetos extraños, como un sacador de aceite de Flandes. Había paños y «exugamanos» de cocina. Los objetos de barro eran los más frecuentes: tinajas, «escoltetas» (así se mencionan, pero no se explica qué son), coberteras, ollas, cazuelas, cazuelos, botejas de diversos tipos, cántaros de todos los tamaños, cantaricas y jarros. Excepcionales eran los objetos de plata, como saleros, cucharas o copas. La vajilla solía ser de barro o loza, aunque no faltaban los platos y cucharas de latón y estaño, y los cubiertos se limitaban a cuchillos, algunos con mangos de cuerno, y cucharas de madera, latón o hierro. Entre las piezas que encontramos destacan las conquillas con o sin asas, algunas descritas como «a modo de plato de Málaga»; platos grandes, medianos y pequeños, escudillas recias y delgadas, platos para alforja, salseras, fondillos, platos-escudilla, grialas o gredalas para lavarse las manos, y también jarros de Málaga para aguamanos. Muchas de estas piezas eran de color blanco, blanco y azul o azul solo; excepcionalmente hay dos escudillas royas. Casi toda la loza fina era de Málaga, y en algún caso era de origen desconocido. El vidrio también estaba presente: barrales, cucharas, frascos, redomas de todos los tamaños, una almarraja azul, vasos y un salero de vidrio de Barcelona. En cuanto a las piezas de tejido para la mesa, había sobremesas para decorar de diversas telas con bordados y puntillas, y manteles que podían ser de grano de hordio o «alamandiscos» (es decir, de origen o de tipo alemán), servilletas de los mismos tejidos, paños de enjugar las manos, babadores (baberos) para comer, babadoricos para los niños y toballolas.

En relación con el aseo personal hemos hecho mención del aguamanil, de las conquillas y de los enjugamanos en la cocina o en la sala de comer. No tenemos muchos datos sobre esta cuestión, pero sabemos que en los dormitorios había orinales, que en algunas casas había «necesarias» (letrinas), que abundaban los paños para secar las manos y para lavar la cara, que había toballas, toballones y toballicas de mano (para distinguirlas de las de cama), a veces bordadas («toballas de mano labradas de grana»), y se citan los pañizuelos de nariz. Había escobillas para limpiar la ropa, es decir, cepillos. Sabemos que se usaba jabón y que se hacía la colada con cenizas en coladeras y roscaderos de metal con una gran piedra para colocar sobre la ropa; que la ropa se podía tender en «enxugadores de fierro»; que en algunas casas había un cuarto para la colada; que en todas había bacías de lavar y de estregar, y, a veces, arquillas con «potecillos de ungüentos» y «ungüento para las manos»; que los perfumes se guardaban en «pomas», de las que conocemos una de cristal con forma de huevo guardada en una caja y otra de oro con cinco perlas y «una escarchofica de oro». También sabemos que la lucha contra las ratas debía de ser un problema, como lo demuestra la existencia de rateras en las casas.

La cestería que encontramos es básicamente de caña, «berga» (sarga), bimbre (mimbre) y esparto, como productos de la tierra, o de palma, de importación. La había en toda la casa y como material de primera necesidad: canastas de mimbre y caña de todos los tamaños, roscaderos234 pequeños, cestas, cestetas

234. Un roscadero en aragonés es tanto un balde (el de hacer la colada) como un cuévano.

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y cesticas, capazos de todas las medidas, de caña, palma, sarga, mimbre y esparto, capazos terreros, espuertas y esportones de esparto y de palma, esteras de esparto, canastillos y capacicos blancos de sarga, capacicos para comprar, capazos de costuras y argaderas de mimbre (angarillas o aguaderas), así como fundas para barrales (garrafas) de mimbre y para botijos, presumiblemente de esparto.

Candiles y candelinas de aceite con «torcida», candeleros de hierro, de latón, lanternas, candeleros de azófar, «beladores» y «beladeras» de madera, candeleros altos, a la antigua, y candeleros llanos de azófar alumbraban la casa; en las menos afortunadas, solo candiles. Esos puntos de luz se colgaban de las paredes o se ponían sobre mesicas especiales para candeleros; algunos iban sobre las mesas y otros eran de pie alto.

Los ornamentos que podemos encontrar en las casas son siempre los mismos. Había numerosos elementos decorativos, pero lo que más llama la atención es la abundancia de almohadas y cojines, que aparecían en todas las habitaciones y estancias de la casa; acaso se tratara de elementos tradicionales heredados de los antepasados; de hecho, en más de una ocasión se habla de almohadas labradas a la morisca. Da la sensación de que no tuvieran exclusivamente una función ornamental, sino que sirvieran de asiento o de apoyo, porque también abundaban las mesicas pequeñas (de pie, «de tixeras», redondas con pie), que exigían estar sentado en el suelo para usarlas. Eran por regla general de telas ricas, labradas, con sobrepasados, con tiras y franjas de colores, de alcabía, labradas con mucho color, de ras, de raso, de falso raso, de filadiz (hilo de seda), de lienzo, de ruan, con lazos, etcétera. Sobre el suelo había esteras, y alfombras bordadas como algo excepcional, o al menos eso indican los inventarios. Ante las ventanas se colocaban cortinas, paños de lienzo o encerados, y ante las puertas, cortinas, sábanas de puerta y antepuertas de ras; sobre las paredes, cortinas de lienzo, de red, de cendal, de damasco, de percal, de «pincel con unas damas», es decir, pintadas, generalmente de vivos colores, como el azul y el rojo y amarillo combinados. Los reposteros, algunos de ras, y sobre todo los bancales, eran omnipresentes: en el patio, en las salas, en los dormitorios; de todo tipo y origen: de lana, de lienzo, ondeado, de naval, con escudos, de Biel, de Ayerbe, de Francia, de Arrás. Y, excepcionalmente, en la casa de los Çafar, nos encontramos un cuadro con mujeres desnudas, cinco lienzos de «madamas» sin marco y una pintura de la Virgen; en la de Del Rey, cinco papeles pintados con santos, y en la del infanzón Felices, dos lienzos pequeños, uno con el arca de Noé. Otras piezas decorativas eran los pasamanos, los sobreplatos, generalmente de seda y bordados, alguno «a la morisca», y los paños bordados, sobrepasados, con tiras, etcétera, de uso no definido. Había también piezas de cerámica y vidrio para decorar, como platos y espejos, así como saleros y otras piezas de plata, además de las viejas armas y armaduras. Como algo excepcional, en casa de los Çafar estaban la vihuela, indicativa de su nivel de vida y de su cultura, y las nueve jaulas de pájaros, que también podemos considerar elementos decorativos. Acaso los «birolicos» de los que hablan algunos inventarios hagan referencia a los LA CASA: DEPENDENCIAS Y ENSERES

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viroles o anillos de la bocina de algún instrumento de viento, como ya aventuramos antes.

Capítulo especial merecen las piezas de orfebrería que adornan el hogar, encontradas todas en casa de los Çafar, al igual que un buen número de las joyas de las que se hablará más adelante: unas tijeras con guarnición de coral, jarros de plata blanca y plata sobredorada de diversos tamaños y formas; de los mismos materiales, tazas, con pie alto o sin él, candeleros, saleros de tres piezas, un salero y un pimentero, un salero con leoncicos, tacicas, cucharas y cucharetas y algunos cuchillos.

EL VESTIDO

Se han citado tejidos como elementos decorativos, pero la importancia del tejido adquiere especial relevancia en el vestido.235 Ya se dijo que en las casas se tejía, y se cita con frecuencia el lienzo de casa; sabemos que se hilaba y se tejía con telar o aguja (se mencionan piezas de aguja como calzas, calcillas, calzado y unas manguillas de niño) el lino y el cáñamo, pero, aparte de los tejidos domésticos, nos encontramos con telas «de la tierra»; acaso querrá decir de Huesca o de sus inmediaciones, porque las de Biel ya se las distingue por su nombre. Pero, además, tenemos telas francesas, flamencas y suizas o italianas, así como algunas orientales. De muchas de ellas no se da el origen, pero también serían de importación, por ejemplo, las sedas, posiblemente del Levante español. Tal vez sea interesante conocer los tejidos que se usaban en la Huesca del siglo XVI como exponente del momento que vivía la ciudad. Las telas que nos encontramos son fustán, brial, chamelote, fieltro, osteda,236 anafaya, naval,237 nival,238 «raxa», tafetán, tafetán escaqueado, damascos de distintos colores,239 tafetán de Holanda, zangala, ras, estameña, bayeta, sayal, cordellate de la tierra e importado, terciopelo, terciopelo rizo, maraña, paño, lienzo, rete o malla, cotón, estambre, seda, raso, falso raso, estopa, estameña, estameñate, canicul,240 percal, filete, escarlatina, frisa, LA CASA: DEPENDENCIAS Y

235. No siempre es sencillo identificar las telas. Para ello ha sido de gran ayuda el artículo de Manuela Pinto da Costa «Glossário de termos têxteis e afins», Ciências e Técnicas do Património: Revista da Faculdade de Letras, serie I, vol. III (2004), pp. 137-161 (disponible en http://ler.letras.up.pt/uploads/ficheiros/ 4088.pdf). También hay información en «Consideraciones lingüísticas sobre un inventario oscense de 1565», de José Laguna Campos, en Actas del II Congreso Internacional de Historia de la Lengua Española, vol. II, Madrid, Pabellón de España, 1992; Pottier, Bernard, «Étude lexicographique sur les inventaires aragonais», en Vox Romanica, 10 (1949), pp. 87-219, y Gual Camera, Miguel, Vocabulario del comercio medieval: colección de aranceles aduaneros de la Corona de Aragón (siglos XIII y XIV), Tarragona, Diputación, 1968. En cualquier caso, ninguna de las obras recoge la totalidad de los tejidos de los que aquí hablamos, aparte de interpretaciones que parecen muy dudosas, como la de que «grano de hordio» se refiere a materia prima, cuando es un tejido, porque con él aparecen confeccionados varios tipos de piezas; el nombre procedería de su textura: un tejido grueso cuya trama tendría la apariencia de un grano de hordio.

236. Tela de lana procedente de la ciudad holandesa de Ostende.

237. Una especie de lienzo no encontrado en repertorios españoles, pero sí en algunos portugueses.

238. Acaso sea una mala escritura de naval o se refiera, más que a un tejido, a un color.

239. Citados en los libros de cuentas de los Çafar en 1585.

240. Es el calicud castellano, tejido procedente de la ciudad india de Calicut que llegó a Europa por vía portuguesa.

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ENSERES
ÍNDICE

contray, «xirasol»,241 escoto o escote, sayal, damasco, grano de trigo, grano de hordio, telas damasquinadas, muceta (seda) y pieles. Por su procedencia cabe hablar de bayeta de la tierra y de Flandes; lienzo de casa, de la tierra, vizcaíno y de Holanda; bancales de Francia, de Biel y de Ayerbe; chamelote de Francia; estameña y estemeñate de la tierra, de Reus y de Auvernia; filete de Portugal; zangala, que se producía en España, pero en general era importada de Italia y Suiza; de Oriente había tejidos de Damasco, turcos y acaso algunas sedas; paño de Brujas; telas, bancales y reposteros de ras (Arrás); paños de Contray, osteda de Ostende, fustán de Holanda, servilletas y manteles «alamandiscos». Como elementos complementarios había forros de los más diversos colores y telas, randas, hilos de oro, flecos de aderezos «de xinata», vendas de sobrepasado, guarniciones de oro y plata, verdaderos o falsos, guarniciones damasquinas, listas y tiras de telas y colores diversos, hilos de seda y de otras fibras, estopa, pieles, manillas, cintas de hilo de oro, pasantes y pasamanos romanos, pasapiés, encajes, escotos o escotes, filetes, botones de tela, botones de seda, botones de hueso, piezas estampadas de oro, un ojal con seis piedras de oro, cueros de cabrito amarillos, trenzaderas, filadiz, cintas, cordones y piezas de cordobán. Además, en ocasiones se habla de piezas de tela o de vestidos cuyo género no se especifica: «una ropilla negra frisada», por ejemplo; no quiere decir que esté hecha de frisa, sino que se ha frisado. Los inventarios y algunos testamentos y capitulaciones nos dan a conocer el vestuario completo de mujeres, hombres y niños. De nuevo, aquí no observamos diferencias con el resto de los oscenses: no parece que la apariencia externa variara entre un grupo y otro. Solo en el inventario de Juan Tillero (1544) se cita un «almaizar colorado», un tocado de gasa o de otra tela muy fina que envolvía la cabeza como un turbante y caía hasta los hombros, usado por los moros españoles; es el único recuerdo directo de lo que pudo ser el vestido en el pasado, juntamente con varias albanegas, una especie de cofias antiguas (ya en ese momento la palabra que se emplea siempre es cofia o escofión, 242 que aparece en casa de los Çafar); también el albornoz, una especie de capa con capucha, es una reliquia del pasado. La supervivencia de estas prendas antiguas contrasta con la moda del momento: sombreros, calzas valonas de hombre,243 pasamanos romanos, capa a la castellana, gorgueras, ropas acuchilladas, ferreruelos, etcétera. Veamos detenidamente lo que la documentación nos dice sobre el vestido de la mujer, del hombre y de los niños, la de estar por casa, la de paseo y la de ceremonia. Para el calzado nos remitimos a lo explicado al estudiar el oficio de zapatero.

La mujer, incluso la de clase no acomodada, solía tener varias prendas de vestir para usar según las ocasiones o su estado civil. En la cabeza la prenda más LA CASA: DEPENDENCIAS Y ENSERES

241. Habrá que entender que se refiere a una tela tornasolada cuya materia prima desconocemos pero que podría ser seda.

242. Las cofias eran de diversas telas y tenían diferentes funciones (para la casa, para dormir, para salir a la calle); los escofiones eran cofias de red.

243. Han de ser lo que hoy aún se llama valones en el valle de Gistau: los calzones que se colocaban sobre los zaragüelles y cuyo nombre proviene de Valonia.

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sencilla era el pañuelo de paño, pero las tocas parecen ser más habituales; las había de telas distintas (paño, algodón, lino, red, seda, lana, tafetán), lisas y con volantes, de diversos colores y con guarniciones varias, y las había de lujo, con cabos de oro, de oro y perlas o solo de perlas, que serían para las grandes ocasiones; sabemos que uno de estos complementos de oro y perlas estaba en casa de los Çafar y había pertenecido a Francisco Blasco, lo que prueba que la prenda era de uso común entre cristianas y moriscas. Muchas tocas se hacían con naval, tantas que se nos plantea que, además de estar hechas del tejido de ese nombre, acaso algunas se produjeran en el pueblo así denominado. Otro tocado muy común propio de la mujer es la cofia, que también puede ser una prenda de lujo, como las cofias labradas con sedas, las obradas y la que conocemos labrada con oro viejo en casa de Juan Tillero; convivían las cofias modernas con las albanegas de tradición mora. Las viudas llevaban tocas especiales que posiblemente les cubrían el rostro, y también caperuzas y capuces negros, algunos de bayeta, que caían por la espalda y por delante podían ocultar la faz; aunque únicamente se mencionan los de bayeta, ello no quiere decir que no los hubiera de lujo. Las mujeres de buena posición económica usaban para el paseo sombreros; no sabemos cómo eran, únicamente nos consta que uno era de fieltro y otro de tafetán grande sin vetas, y que otro era de viuda; los hallamos no solo en la casa de los Çafar, sino también en la de los Aburramén, la de Violante Xavierre yla de Gracia Gali, lo que nos permite pensar que su uso estaba bastante generalizado ya desde la primera mitad del siglo XVI. Sobre el cuerpo iba la camisa larga de estopa, cáñamo, lino o hilo blanco; algunas estaban ricamente bordadas, preferentemente en negro o en grana, en el cuello, en las mangas y en las bocamangas; otras llevaban tiras labradas en negro, e incluso las había guarnecidas de oro también en cuello y mangas; otras, que debían de ser muy sencillas, se usaban en casa: las camisas «de entrecasa». Sobre la camisa se llevaba la sobrecamisa, pero parece que su uso era escaso, a tenor de las referencias que hay. Realmente, sobre la camisa iría en general el vestido propiamente dicho. En una sola ocasión se habla del vestido de una mujer, concretamente en el testamento de Agustina Prom (1572), que deja en herencia «un vestido azul» y dos camisas a su tía María Farax, pero se detallan minuciosamente las prendas, sus colores y sus tejidos, de modo que hay un repertorio muy completo que permite saber cómo vestían las mujeres. De nuevo aquí habrá que repetir que las diferencias económicas se manifestarían especialmente en la cantidad de ropas y en la calidad de los materiales, no tanto en las piezas, si bien algunas, como las gorgueras coloradas y blancas que hay en casa de Tillero (1544), serían exclusivas de las mujeres pudientes. Sabemos, además, que había ropa para mozas («saya de moza de paño azul de la tierra»), para criadas («cofias y colletos de la doncella de la casa») y para viudas («un monjil de escoto viejo», tocas e incluso zapatos), así como para estar por casa («otra ropa azul de entrecasa», mandiles, delantales y sayas), por ejemplo.

El cuerpo se cubría con coletos o «colletos», que no llevaban mangas, y con cuerpos, cotas y jubones que podían tenerlas o no; de ahí la frecuencia con que

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se habla de mangas sueltas, generalmente ricas y adornadas. Las tres vestiduras eran ajustadas al cuerpo y no he podido encontrar en la documentación elementos para distinguirlas; se hacían con todo tipo de tejidos: lienzo, holanda, brial, grano de trigo, seda, escoto, tafetán, paño, estambre, raso, contray; eran de diversos colores: negro, amarillo, morado, rojo, pardo, leonado, con pespuntes de colores; a veces iban pespunteadas con sedas de color diferente al de la tela («un jubón de tafetán de mujer colorado trespuntado en blanco»).

Las mangas para complementar los cuerpos las hemos encontrado de hilo, de hilo bordado en seda, de hilo labrado, de estameña y forradas con tela negra y con pieles o sin forrar, de tafetán azul y forradas de morado, de chamelote de Levante, de contray y guarnecidas con terciopelo, de zangala labradas, grandes labradas de grana, de raso, de muceta labrada de negro, de canicul, con vetas amarillas y pardas de seda, manguitos guarnecidos de terciopelo; además, podían ser anchas o estrechas. A veces al cuerpo se le llama simplemente ropa o ropilla, por ejemplo «una ropilla sin mangas aforrada de bayeta negra». Hay cuerpos con sus mangas bordados en negro, cuerpos con mangas guarnecidos con terciopelo, cuerpos con mangas de muceta, «un cuerpo y porteta» de paño con guarnición de terciopelo. Otras mangas hacían juego con las sayas, como a continuación vamos a ver.

De cintura para abajo, sobre la piel irían las calzas, que podían ser «de ancas», es decir, que bajaban desde la cintura hasta los pies, o cortas, que cubrirían desde los muslos, o desde la rodilla (calcillas), hasta abajo, sujetas con atapiernas; tenemos noticia de la existencia de unos patrones de calzas de mujer en la botiga de Juan del Fierro en 1564. Las había hechas con aguja, de cordellate, de hilo, de lienzo y de estameña, y eran de colores diversos: blanco, ceniza, bermejo, amarillo combinado con blanco y negro. Los verdugos se empleaban, aunque escasamente, para dar aire a la saya y a la basquiña que se llevaba sobre esta a la hora de salir de casa. Las faldillas, frecuentemente mencionadas, pueden equivaler a la basquiña; no es fácil por la documentación saber con precisión si se trata de la misma prenda o no, pero parece que se usaban para la calle, pues en alguna ocasión aparecen ligadas a un manto; concretamente, en 1600, en el testamento de Ana Ezcandar se habla de «una saya y de una faldilla y manto». En casa, la mujer iría simplemente con un cuerpo y la saya, pieza profusamente documentada, o con ropa cómoda, como el «descanso con un botón».244 El hecho de que la saya fuera una prenda que al salir a la calle no se veía no impedía que las hubiera realmente vistosas por sus colores. Solían ser de paño, de paño de la tierra, de cordellate, de estameña, de frisa y de contray. Algunas llevaban sus mangas a juego («una saya azul de paño de la tierra con sus mangas», «una saya negra con ribete de terciopelo y mangas», «una saya gris nueva con sus mangas», por ejemplo). Las hay azules, blancas con franjas, leonadas, negras, negras guarnecidas con terciopelo, verdes, moradas, amarillas, verde prado, grises, pardas y una «de color cielo con unas trenzas de

244. Con toda seguridad se trataba de una pieza de vestir, pero no sabemos cómo era, aunque su nombre podría indicar que era una prenda para estar por casa; no tenemos la certeza de que fuera exclusivamente femenina.

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terciopelo naranjado y aforro amarillo» que resume perfectamente el amor por el color. Lo mismo sucede con las faldillas y las basquiñas: se repiten los tejidos, pero aparecen también el chamelote, la «raxa» y el paño fino de Brujas; las hay encarnadas o coloradas, nevadas, color grana guarnecidas con terciopelo carmesí, amarillas, azules con terciopelo carmesí, leonadas con terciopelo carmesí, amarillas, una amarilla con terciopelo azul, una verde con terciopelo del mismo color, azules sin adornos, unas faldillas negras con su cuerpo azul, blancas y, finalmente, negras sin guarnición. Al salir a la calle, además de vestirse con la basquiña, la mujer cubría su cabeza con pañuelo, toca, cofia o sombrero, como ya vimos, se ponía guantes (las ricas) y, sobre la espalda, un manto corto, un mantelo, una capa corta o un albornoz. Tenemos documentados albornoces azules y blancos, «una capa de bayeta con una franxuela por el canto», «un mantico de ropa carmesí aforrado de tafetán azul», «un manto de sayo con ribete de terciopelo negro», otro manto de sayo con ribete de terciopelo anaranjado y forro amarillo, mantelos de lino blanco, «una capa de raxa aforrada de bayeta», «un mantico blanco con tres ribetes de raso blanco» y un manto de contray. El monjil, reseñado en casa de Çafar y de Violante Xavierre, era un vestido largo que se llevaba en caso de luto. Como complementos, sabemos de un bolsón de seda amarilla y colorada con flecos y cordones, tres papos de buitre, un paperón y un papo de guarnición, una especie de tocado que bajaba hasta las orejas; un cordón de seda amarillo y verde, un ceñidor negro y una delantera colorada forrada en piel.

Aparecen también prendas para dormir: toquillas, toquillas de holanda, toquillas de lienzo, un pañico de holanda para la cabeza, una cofia y un «faico». Y mandiles y delantales para andar por la casa, ropa «de pardo de entrecasa» y «ropa azul de entrecasa».

Mucha información tenemos sobre joyas, ya que prácticamente todas las mujeres las tenían, bien por herencia familiar o porque su marido las enjoyaba al casar. Estas joyas se usaban a la hora del paseo o para las ceremonias, de modo que los ricos rosarios documentados serían también un complemento a la hora de ir a la iglesia; los conocemos de azabache, de cuentas pequeñas guarnecidos de oro, de cristalicos, con «bellota de seda negra y diez granos de oro», «un rosario de Brasil con los paternóster de cristal con su bellota de oro, plata y seda colorada», uno «de marfil con cinco estremos de oro» y otro «con treintaiuna piezas de oro y otras de perlas». En las orejas, pendientes sencillos, como dos pericas de plata, o piezas de más valor, como zarcillos, arracadicas y arracadas, estas, a veces, muy largas y adornadas con triángulos con cuatro perlas o con zarcillos, todas las piezas de oro. Había collares de oro, de aljófar y de perlas grandes, de cristales menudos, de cristal y perlas, de veinte piezas de oro, de granates con granos de alquimia (latón), de granates y aljófar; y piezas mucho más sencillas, como un collar de arambre. También aparecen amuletos, por ejemplo, contra el mal de ojo, como las sortijas de uña o las sortijas grandes con medallas y uña,245 o para cortar las LA CASA: DEPENDENCIAS Y ENSERES

245. Las sortijas de uña de asno están documentadas como amuletos contra el mal de ojo en el Tratado de fascinación o de aojamiento del marqués de Villena.

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menstruaciones abundantes, como es el caso del «estancasangre» (la alaqueca o cornalina, cuyo color rojo hacía que se asociase a la sangre), que aparece guarnecido de oro o de plata; los alherces de oro o plata que no se mencionan en los inventarios por ser algo prohibido, pero sí nos hablan de ellos las escrituras de la Inquisición. Las joyas más frecuentes eran las sortijas; la mayoría eran simplemente de oro, pero las había de oro con perlas engastadas, de oro con diamantes falsos, de oro con una turquesa y de oro con piedras diversas sin especificar, aunque sabemos de sortijas con sendas piedras cárdena, anaranjada y granate. Las manillas aparecen con mucha frecuencia y en general se hace constar su peso; la mayor parte eran de plata, aunque no faltaban las de oro, a veces descritas con precisión: «ocho manillas de oro guarnecidas de hilo torcido»; también las había de vidrio azul y blanco. Además encontramos bastantes apretadores (acaso cintas que recogían el pelo pasando por la frente); eran todos de oro, y además había algunos especiales, como uno con estampado y con granates, otro con ojales y aljófar, otro «con piezas estampadas y granicos de oro» y uno más «con aljófar y granicos de oro». Las cintas y cadenas para colocar sobre los vestidos en el pecho tampoco faltaban; así, una cinta de terciopelo y seda con treinta y siete piezas, broche y cabos, y cintas de plata, cadenas de oro, una cadena de oro con piezas triangulares, «una cadena de oro con eslabones cuadrados y redondos y pozalejos» y «una cadena con perica de oro de filigrana», entre otras que parecen más propias de hombre. De dudosa interpretación es la palabra alforca, documentada en 1530, como ya se vio; vale la pena recordar que la identificamos con la aljorca o anilla para colocar en los tobillos o en las muñecas, de tradición mora.

Además, tenemos joyeles, cascabeles, campanillas, una esmeralda, unos «recuerdos», dos corales guarnecidos de plata, sesenta y seis cuentas de ámbar, veintisiete piezas estampadas de oro, un ojal con seis piedras de oro, un coralico bermejo, tres contecillas de diversos colores, un poco de cristal guarnecido de plata, un pedacico de cristal y granates, aljófar y monedas de oro que parecen destinadas a adorno.

La información sobre la vestimenta del hombre es menor que la referente a la femenina, pero de todos modos es rica. La camisa era también la prenda interior que cubría gran parte del cuerpo; la diferencia esencial con la de la mujer es que no parece que estuviera bordada, y las telas usadas eran fundamentalmente la estameña y el lino. Sobre la camisa, o directamente sobre el cuerpo, podía ir un sayo, pieza que llegaba hasta la rodilla, que podía tener o no mangas, y estas a su vez podían ser anchas o estrechas. Los conocemos de jamelote y también hay noticia de un sayo negro de paño fino forrado de azul; los hay leonados, de contray negro, azules, de paño con mangas, de paño forrados con bayeta y con paño, de estameña de Auvernia, «de raxa», uno jaspeado con pasapié, uno forrado con bayeta morada, uno «de raxa guarnecido de pasapié viejo», uno de mangas anchas y, finalmente, uno de mangas estrechas. También los coletos, cuerpos, cotas y jubones eran ropas masculinas; los había abiertos con botones o cerrados, con mangas o sin ellas, blancos, negros, leonados o pardos; eran más sobrios que los de las mujeres, pero no por ello exentos de lujo, como los de seda o uno labra-

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do de negro y oro, por ejemplo, o más sencillos, como un jubón de tafetán o un coleto de lino; y, como en el caso de los femeninos, llegaban hasta la cintura. Completaban el cuerpo las mangas, que solían tener adornos, y conocemos también «unas contramangas negras con polainas». El pecho quedaba cubierto por la almilla o armilla, que podía ser de colores, como la que hay documentada de color azul. Las calzas podían partir desde la cintura («de ancas», valonas) si se vestía con jubón, coleto o cuerpo; si se vestía sayo, desde las rodillas (calcillas), sobre las que iban los peales; podían ser de diversos tejidos: las tenemos documentadas de lienzo, de paño y de cordellate, y los peales, de aforro, de lino, de lana tejidos con agujas y de cordellate. Las calzas podían ser uno de los elementos más lujosos del traje: conocemos calzas finas de cordellate, calzas cenizadas de aguja, calzas rojas, medias calzas cendrosas y negras de paño fino con unos zahones, muslos de calzas acuchilladas, muslos de terciopelo negro con cañones de raso, calzas blancas de cordellate finas acuchilladas con cordoncillos azules y ostedas azules, calzas negras acuchilladas con tres trencillas de seda en cada acuchillado, y ostedas negras y sus cañones de osteda con medias finas, elemento este que solo aparece documentado en 1564. Como se ha visto, las calzas solían ir acompañadas de zahones, pero también de calzones, zaragüelles y gregüescos; sabemos de unos gregüescos negros de chamelote, otros de maraña y unos de estameña, pero lo normal era que fueran de lino o estameña y de color blanco. Los zahones podían ser también una pieza de lujo, como los que conocemos de cuero ribeteados de otro cuero y con sus calzas, o al menos de cierta calidad, como los de tafetán con cañones. Tenemos también información que nos habla de tirantes de terciopelo y de una pretina para sujetar la ropa. Complementaban el vestuario cintas, cordones y fajas, blancas, rojas, granas y de otros colores. Para abrigo, son muy frecuentes los zamarros, capotes, capas, ferreruelos y capotes de luto, y, para los días de lluvia, aguaderas, paraderas de agua y albornoces, por su capucha; una sola referencia hay a una cuera de paño y a un pellizo. La capa, en cualquiera de sus variantes, era una de las prendas más repetidas, y posiblemente la que mejor marcaba la diferencia social y la moda. Parece ser que el color dominante era el negro, pero no faltaban las pardas; las conocemos de paño, de contray, de estameña y de bayeta, algunas forradas. Tenemos referencias de un capote pardo, una capa corta con su pasapié, una capa forrada de tela negra, una capa de contray forrada de tela negra, un capote de paño negro, un capote de luto, un capote «de pelo de cabra de dos faldas», un capote jaspeado «con vuelta de piel muy bueno», una capa de estameña de Auvernia, «un capote de contray a la castellana», «una capa de bayeta con una franxuela por el canto», «un ferreruelo de jazpeado» y otras capas que no tienen nada de especial. Para cubrir la cabeza sabemos de una montera, sombreros, sombreros de toquilla, un bonetico para salir a la puerta, otro bonetico, un gorro negro de fieltro y varias gorras: una negra con parche negro sin plata, otra «negra de paño con sus torcas», una gorra «de terciopelo rizo» y algunas gorras negras más. Por otra parte, también tenemos noticia de prendas para andar por casa, como la «ropa a la turquesca de entrecasa».

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Las joyas parecen menos frecuentes que en las mujeres, pero sobre el pecho llevaban cadenas de oro y de acero y cintas de plata y de oro. En las manos, sortijas como las que ya describimos al hablar de las femeninas, si bien parece que el uso de perlas en el varón era algo excepcional. Como algo único nos encontramos unos anteojos con el brazal todo de plata. El posible uso de armas blancas como adorno queda certificado en las propias armas existentes y en los accesorios, como vainas, tenentes, pretinas y tirantes.

La información sobre los niños es pobre, pero tenemos documentadas varias cunas y las ropas usadas en ellas: «un culero de estopa», colchicas, «banobicas», sabanicas de estopa; asimismo conocemos los vestidos de los bebés, de los niños y de los muchachos, no exentos de lujo y de ricos colores: pañales blancos de cordellate, paños de niño, pañales labrados en negro, taleguillos, babadores, babadoricos, babadores para comer, camisas y camisicas, braguetas de niño, cueros de niño tapetados, «abehotonados» de niño, manguillas de aguja de niño labradas en estambre azul y colorado, sayas de niña, «una sayica de brial faxadera» (saya de seda fina con faja de seda), «un sombrerico de tafetán colorado», «una ropetica de bayeta parda», «una casaquilla de frisa», una capilla, «una capica de muchacho azul», «una ropillica de tafetán amarillo», «dos corpecicos»; y sabemos de un tipo de calzado: «dos estibalicos de niño». Hay información sobre andadores y polleras, y sobre joyas y sonajeros: un bailador de plata con cadenilla y silbo, campanillas de plata con cadena, cascabillos de plata (lo más abundante) y una argollica de plata. Nos ha llegado también información de una ballesta y platos de juego y una pieza de hierro para jugar al marro.

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LA CASA: DEPENDENCIAS

LOS MORISCOS Y EL APARATO DE JUSTICIA

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EL JUSTICIA DE HUESCA

Aparte de los pleitos de los que se ha ido hablando, tenemos muchos datos sobre la presencia de moriscos ante el justicia de Huesca, pero, salvo honrosas excepciones, los libros del justicia apenas dan información, poca más que la presentación del individuo ante él; a veces ni siquiera se pone el nombre, solo el apellido, y en muchos casos es imposible averiguar el día, de modo que esta fuente casi no aporta datos dignos de reseñar. Sin embargo, al menos dejaremos constancia de lo que nos ha transmitido. Otras veces se trata de documentos notariales que nos muestran problemas con la justicia de algunos moriscos, sin que lleguemos a saber qué ocurrió realmente: es el caso, por ejemplo, de Gaspar Batalanau, que en febrero de 1575 está preso y es dado a caplienta al notario Sebastián Canales y al cives Osce P. Zamora con la obligación de presentarse cuando se le requiera so pena de 1000 ducados; acaso todo se deba a cuestiones económicas, porque su primera mujer, Gracia Ezcandar, hace una venta forzada por la necesidad en 1573, pocos meses antes de morir, y sabemos que ese mismo año Batalanau es denunciado por el notario Juan Jordán por el incumplimiento de una comanda de 1500 tejas, 100 rejolas y 5 cahíces de calcina, por lo que se le incautan un campo y un soto.

Hemos visto a lo largo del trabajo los juicios y pleitos más notables, así como la intervención del justicia para nombrar tutores, pero la presencia de los conversos ante el justicia es muy frecuente. Lamentablemente, salvo los expedientes judiciales conservados y los documentos de tutela, que en general aportan abundante información, el resto de las referencias documentales son muy pobres; se trata de las notas en los libros del justicia, un simple apunte de la presencia ante la autoridad, normalmente sin especificar la causa, de manera que poco podemos sacar de esos datos, a no ser la sorpresa que suponen las relativamente frecuentes actuaciones del justicia en algunos momentos, por ejemplo en 1545, junto a periodos de hasta diez años en los que no hay ni una sola referencia, algo que a todas luces resulta poco creíble. Da la impresión de que el cuidado que se pone de manera casi general en la documentación de los procesos, recogiendo prácticamente de manera literal las declaraciones de los testigos o la inserción de todos aquellos documentos que son de interés en el juicio, por ejemplo, no tiene correspondencia en los libros de audiencias del justicia; de no ser así no se entendería

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que el colectivo de los convertidos no aparezca ni una sola vez entre 1552 y 1563 o entre 1563 y 1569. Es algo parecido a lo que ocurre en la documentación municipal, en la que las referencias a moriscos son prácticamente nulas, a pesar de su importancia demográfica y económica.

Por la sala del justicia desfilan numerosos moriscos sin que sepamos ni por qué ni para qué, salvo honrosas excepciones. Así, en 1529 hay un pleito de Juan Cabrero contra el converso Juan de Moros por hurto; en 1545 Juan Burro actúa contra el cristiano Pedro de Orna por la propiedad y tenencia de unos bienes (casa y tierras); en 1552 Juan Compañero acude al justicia para recibir a caplienta a Juan de Aniés, un caso que vale la pena resaltar para ver hasta qué punto la aristocracia morisca cuenta con la consideración de los poderes públicos. En 1564 hay problemas con la compra que hizo Alonso de Cáceres por 3000 sueldos de unas casas a Jaime del Rey y a Catalina Vidot, que se resuelven en un pleito. En 1576 el justicia pide la detención de Francisco Batalanau por amenzas contra Miguel de Apiés. El mismo año, Alexandre de Sasa se compromete a restituir al justicia un vaso y una taza de plata que le había entregado a caplienta y que eran de María Casabona, piezas que recibe el marido de esta, José Çafar, residente en Zaragoza, y a los tres día Çafar y Casabona reciben a caplienta ante el justicia un jarro y una taza de plata del magnífico Jerónimo de Suelves. En 1577, ante el justicia, Juan Lasierra responde a Jerónimo Burro que al tiempo del emparamiento tenía 1510 sueldos de Agustina Prom, viuda, y que en su casa hay un arca cerrada, cuya llave tiene ella, un colchón y una manta, y que no tiene nada más de ella, y todo lo firma como testigo Leonis de Fierro; es esta una de las referencias que da más datos, pero sirve de poco, como queda perfectamente demostrado, porque nada aclara. En 1578 Alexandre de Sasa y Pedro del Río, alias Loarre, cristiano, dirimen sus problemas sobre un albarán de 13 escudos y 6 sueldos, y ahí queda toda la información, sin que sepamos de qué se trataba. Un mes después, el mismo Alexandre de Sasa y Juan Colina, ambos mercaderes, acuden al justicia por la compra de arambre por valor de 42 libras jaquesas que hizo el primero y que debían pagarse en dos tandas; hay testigos y todos confirman que vieron los albaranes de cancelación. También por cuestiones económicas acude al justicia en 1587 Domingo Almaçor para reclamar el pago de unas obras hechas a Juana Melero. En 1593 tienen audiencia Domingo Allué y Domingo Ferrán, por un lado, y Jerónimo Alamén y dos zapateros más, estos cristianos, Cosme de Biarne y Antón Nasarre, «para formar paz y tregua»; de nuevoun documento que podría ser interesante, pero cuya parquedad, como se ve, es total. En 1596 es el soguero Juan de Naval el que debe acudir al justicia por una tienda suya adosada a la muralla que paga albacares. El mismo año Leonor Felices, viuda de Climent, acude para acusar de impago de un préstamo de 1500 sueldos a Pascual Gallur como heredero que es de Domingo Gallur. En 1605 Martín Codo pide que se amplíe la prisión del cristiano Miguel López, Camadefusta, a lo que accede el justicia, pero de nuevo nos quedamos con ganas de conocer qué es lo que pudo ocurrir con un personaje de apodo tan sugerente. En 1605, en una audiencia, Alexandre de Osés, cristiano viejo, reconoce que tiene emparados

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jarros, cántaros y aceiteras de Lope Medina por valor de 12 escudos, y que el emparamiento se había hecho a petición de Cristóbal Pastor, también cristiano. En 1608 Juan Cigüeño y su mujer, Brianda Junez, son acusados de no pagar una comanda de 899 sueldos del mercader Jerónimo de Aínsa, por lo que se les incautan algunos bienes. En 1606 Juan Medina responde al justicia que durante el tiempo del emparamiento por deudas de Gabriel Medina él solo tenía de Lope Moreno —no converso, al menos de Huesca— un jumento y un quintal de barniz. En 1607 comparece Codo y es apresado por orden del justicia; a los tres días es amenazado de destierro, pero no parece que este se lleve a efecto, o bien es de seis meses, porque la comparecencia es en febrero y su mujer, Esperanza Castellano, es juzgada en julio por la Inquisición, y se dice que ambos residen en Huesca; además, en diciembre lo vemos firmar como testigo en el testamento de Francisco de Enzala.

Aparte de estos ejemplos, los hay todavía más pobres: simplemente el nombre y el día que comparecen, sin aportar más información. Por la sala de audiencia del justicia pasan, siguiendo un orden cronológico: Juan Prom, Vicente Alamén, Ferrando Çafar, Esperanza Çafar mayor, Juan Navarro (rejolero), Juan Compañero, Cigüeño y Marguán en 1545, los Çafar en varias ocasiones. Juan Compañero reclama una comanda que ha hecho ese mismo año a Miguel Palencia en 1548, el mismo año que aparecen Alamén, Compás y Gracia Gali; obsérvese que ni siquiera pone el nombre de la persona. En 1563 pasan por la sala de audiencias Ferrando Junez, Fierro, Compás, Gali, Cigüeño y Gurrea; en 1574, Medina, que es apresado; en 1575, Leonis de Fierro, Ferrando Alfanaquí y Juan Cigüeño; en 1576, Lucas de Cáceres, Gabriel Menescal, Çafar, la viuda de Juan el Cantarero, Juan Lasierra, Cigüeño, Leonis de Fierro, Jerónimo Çafar, Batalanau y Lucas de Cáceres; en 1577, Menescal y Alonso Almaçor (posiblemente cristiano); en 1578, Alexandre de Sasa; en 1581, Ferrando Çafar, «super criminali Armella dixit» (sic) (comparece tres veces en unos pocos días de enero), Alonso de Cáceres, Alexandre de Sasa y Ferrando Çafar menor como procurador de su hermano Jernónimo. En 1587 María Albariel reclama unas cartas a Jaime de Aranda y pasa dos veces más para declarar; en 1591, Esperanza Çafar menor y Juan Felices y María Junez; en 1592, Lope Medina y su mujer, Ana Ezcandar, y Antón Burro, que pide al justicia que le empare 240 sueldos; en 1593, de nuevo Lope Medina y su mujer, y Jerónimo Alamén; en 1595, Isabel Almaçor; en 1604, Menescal; en 1606, Duarte (hay Duarte que no son moriscos), Juan Medina y Burro.

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LA INQUISICIÓN

Los moriscos oscenses, como todos los del reino, eran para la Inquisición, desde el momento de su nacimiento, seres que por el hecho de pertenecer a la raza de los viejos moros venían al mundo marcados no solo por el pecado original, sino por la sospecha de su infidelidad a la Iglesia, la muestra más clara de racismo de cuantas se vieron obligados a padecer. El Santo Oficio cobraba anualmente a los conversos aragoneses un censal de 35000 sueldos en dos tandas, como ya se dijo al estudiar la demografía, por San Juan y por Navidad, según se hace constar en un documento de 1554 del colectivo oscense en el que se recoge la renovación de su petición al inquisidor general y al Consejo General del Santo Oficio de que diese edicto de gracia de los delitos de herejía por los que pagaban la citada cantidad, y demandaban poder luir el censo, comprometiéndose a pagar la parte proporcional que les correspondiese. En aquel año, calcula el doctor Gregorio Colás que había en Aragón unos 8637 hogares moriscos,246 lo que quiere decir que pagaban unos 4 sueldos por casa. Pero nada cambió con el paso del tiempo; a finales del siglo, en 1595, Esperanza Çafar menor y su marido pagan al colectivo 660 sueldos que habían recaudado los fallecidos Ferrando Çafar mayor y Jerónimo Çafar destinados a luir los cargos y contribuciones con la Inquisición, además de abonar los 60 sueldos que corresponden a Esperanza, posiblemente por el pago desde 1580, ya que, si se recuerda, cada familia contribuye con 4 sueldos anuales; ese año, por otro lado, coincide con el inicio de los problemas de la familia con el Santo Oficio. Así pues, podemos comprobar que las cargas fiscales impuestas por el Santo Oficio continúan vigentes setenta años después del bautismo forzoso.

Que los conversos no puedan recibir la eucaristía sin un permiso especial de los inquisidores es otra manifestación de sentimiento racista, que va contra los principios del propio cristianismo; para la Iglesia, su bautismo no los equiparaba al resto de la comunidad de fieles: no eran dignos de recibir la comunión, que, en definitiva, es tras el bautismo el más importante de los sacramentos, según la propia doctrina cristiana. ¿Cómo definir esta actitud si no como racista, ya que

246. Colás (1988).

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no hay argumento religioso en que se pueda sustentar? Recuérdese lo dicho al respecto sobre la boda de Esperanza Çafar, y la humillación que pudo suponer. Con estos antecedentes, no es de extrañar que la Inquisición aprovechara cualquier excusa para actuar contra los viejos moros, dando por sentado que su fe cristiana era puramente aparente. No es aventurado pensar que fueron la Iglesia y el largo brazo del Santo Oficio los que más ayudaron a levantar sospechas y a esparcir bulos sobre los conversos, especialmente cuando la obsesión de Felipe II tras la revuelta de Las Alpujarras despertó el temor a una sublevación general de los moros de Aragón en connivencia con los luteranos de Francia y los turcos. El resultado de la conexión del temor real y el rechazo hacia los viejos moros de la Iglesia supuso para los moriscos un acoso muy duro que se cobró numerosas víctimas, muchas de ellas de Huesca o de familia oscense. No deja de llamar la atención que de una aparente buena relación al poco de la conversión —a cambio de la cuantiosa contribución dineraria— se pasara a autos de fe en los que la crueldad más bárbara era la protagonista. Cuando en 1537 hay un problema entre los cónyuges Esperanza Compañero y Juan Compás y eligen como árbitro al doctor en Teología y comisario de la Inquisición fray Sebastián Santoles, parece que las relaciones entre los recién convertidos y el Santo Oficio eran de mutua confianza; de ahí pasamos al salvaje auto de fe de 1607 en el que son ajusticiados trece moriscos de Ambel, hombres y mujeres, en uno de los más cruentos juicios sufridos por la minoría conversa, y en una época en que las causas políticas que podían encontrarse en los autos de fe de los años setenta y ochenta ya no se daban, de modo que no hay más razón para ese sacrificio colectivo que cuestiones religiosas y la incautación de los bienes, que se generaliza en esos momentos. Acaso valga la pena recordar aquí que todos los moriscos que aparecen en los registros parroquiales de San Martín desde los años ochenta son siempre inscritos con su condición de nuevos convertidos, algo que no ocurría en las primeras actas de bautismo, defunción, confirmación o matrimonio, en las que excepcionalmente se hacía constar la condición de converso. Y vale la pena traerlo aquí de nuevo para reafirmar que son la Iglesia y el Santo Oficio los principales enemigos de los antiguos moros, tal como ocurría en su época de libertad, cuando toda la ley garantizaba el culto islámico y el rey debió actuar con frecuencia para garantizar su ejercicio o para prohibir que la Iglesia, especialmente los obispos y los predicadores, coartaran la libertad de los musulmanes.247

Para mayor abundancia en esta manifiesta inquina de la Iglesia y su alianza con el poder político están los juicios contra las familias moriscas más ricas e influyentes del reino. La voluntad de acabar con el poder económico de los Çafar y de los Compañero de Huesca, y parientes suyos como los Compañero de Zaragoza y Calanda, los Albariel de Zaragoza y otros, parece tener un interés esencialmente político, porque sus miembros están perfectamente integrados en la sociedad y gozan de un prestigio que los lleva incluso a ocupar cargos en la Administración de la ciudad y a estar en contacto y mantener relaciones económicas y sociales con LOS

247. Véase Conte (1992).

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la gran nobleza y el alto clero. Da la impresión de que la actuación que tiene lugar contra las dos grandes familias oscenses los años finales de los setenta y los primeros ochenta va encaminada a destruirlas o a llevarlas a la ruina, y en general sus condenas contrastan con las de otros oscenses que son castigados con menos rigor por «delitos» similares.

Estudiando el conjunto de la documentación relativa a la Inquisición y a los moriscos oscenses, tanto la del archivo del Santo Oficio como numerosos documentos notariales de Huesca y algunos de Zaragoza, podemos hablar de tres etapas: hasta 1577, cuando la presencia de oscenses en los autos de fe es escasa y la actuación del Tribunal es relativamente suave; de 1578 a 1588, la etapa más dura y con más carga política, y desde 1589, cuando la presencia de oscenses es menor y las penas son menos duras —aunque también hay ejecuciones—, a pesar de que los delitos no son menos graves.

DEL BAUTISMO A 1577

El primer documento data de 1532; en él, el Santo Oficio anula un matrimonio de dos menores que no son oscenses, sino de Fañanás, lugar próximo a la capital. Lo exponemos aquí porque el documento es muy curioso y tal vez el hecho no fuera excepcional, aunque en la documentación notarial de Huesca es único, y el que el documento inquisitorial se halle suelto en un protocolo oscense puede indicar que los interesados residían en la ciudad cuando se llevó a cabo la anulación. Lope de Jaén y María de Olivito habían sido casados siguiendo las leyes moras cuando contaban doce y once años, respectivamente. Los argumentos en que se basa la anulación son la edad de los contrayentes, que el enlace fue impuesto por la familia, que eran primos y que el matrimonio nunca se consumó.

Ya hemos visto que en 1537 el comisario de la Inquisición Sebastián Santoles interviene en el litigio entre los cónyuges Esperanza Compañero y Juan Compás, modifica una sentencia anterior que desconocemos y obliga a Juan a dar 200 sueldos a su mujer en un plazo de seis meses, señal de las buenas relaciones entre el Santo Oficio y los nuevos cristianos.

En 1540 tenemos el primer caso documentado de un moro posiblemente oscense juzgado por el Santo Oficio; se trata de Pedro Fierro, escudero, acusado de blasfemo y de ser sospechoso de bigamia, por lo que se le obliga a abjurar de Leví. No dice la pena y tampoco se hace constar el origen del acusado, pero el apellido es frecuente entre los conversos oscenses, y de ahí que lo hayamos incluido; además, como ya se dijo, en 1602 existe un homónimo en Huesca. Otros casos parecidos son el de Jorge Marguán, vecino de Huesca, cuyo apellido es de vieja tradición oscense, juzgado y reconciliado en 1545, y el de Juan Ezcandarte o Ezcandar, vecino de La Puebla de Híjar pero posiblemente de origen oscense, acusado de blasfemar y de alabar el Corán, por lo que es exhibido con mordaza. En 1546 es juzgado y reconciliado Juan Alfarrán, vecino de Muel pero cuyo apellido es también oscense. En 1549 se acusa de sodomía a Lope Rebollo, que es condenado a mordaza y azotes por ser muy viejo; según

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LOS

ladoctora Pilar Sánchez,248 Rebollo era de Huesca, pero en realidad era de Huesa, y ni el apellido es oscense.

En agosto de 1558 Francisco Fort, canónigo y representante de la Inquisición en Huesca, entrega a caplienta, a Miguel Pastor, a Ferrando Çafar y a su hijo homónimo, un muchacho de dieciséis años, para que en el plazo de cuatro días los lleve a la Aljafería, paguen el viático y una multa de 500 sueldos por ser sospechosos de ser fieles al islam. En el auto de fe de 1559 son reconciliados por declarar pronto haber realizado obras de moro y hacer aguadoch (abluciones). En el mismo auto de fe otro oscense, el herrero Baltasar de Fierro, sale peor parado, ya que es condenado a azotes y a cuatro años de galeras acusado de ayudar a pasar a Francia a otros moros y regresar para recoger el dinero que dejó en depósito en Huesca, supuestamente para escapar definitivamente y poder vivir como musulmán, cosa que niega en todas las audiencias, pero, siempre según el documento inquisitorial, anda en contradicciones y finalmente reconoce obras de moro. Durante cinco años desaparece de la documentación oscense y lo volvemos a encontrar en 1564 como coheredero de su hermano Leonis de Fierro, de modo que tras su condena regresa a su ciudad y en ella sigue documentado hasta 1580, lo que demuestra que el hecho de ser condenado por la Inquisición no supone para la víctima una deshonra tal que le obligue a buscar el anonimato emigrando, y también nos revela que la condena no le imposibilita para seguir llevando una vida laboral y social igual a la anterior a su paso por el Santo Oficio. Juntamente con Fierro es juzgado en 1564, también por haber pasado moros a Francia, Pedro el Curto, de Puibolea, cuya condena, curiosamente, se limita a unos azotes, de forma que es posible que la condena a galeras de Fierro se debiera más a sus prácticas religiosas que al hecho de ayudar a escapar. Por lo que da a entender la documentación inquisitorial, era frecuente el intento de huida a Francia; de hecho, en 1562 son juzgados doce moros de Plasencia, Rueda y Urrea por lo mismo.

Al poco de ser reconciliados los Çafar, por un documento notarial sabemos que en septiembre de 1559 está presa en la Aljafería Esperanza Compás, mujer de Ferrando Çafar, a la que se juzgará en mayo de 1560 acusada de hacer obras de moro y será condenada a cárcel y reconciliada. La oscense María Compás, casada en Zaragoza con el espadero Juan del Ala, es reconciliada el mismo día. En el mismo auto de fe es quemado Juan Abengalí, de Plasencia pero cuyo apellido también lo encontramos en Huesca, acusado de ser cómplice del asesinato de un familiar del Santo Oficio.

Durante varios años no hay intervención de la Inquisición en la vida de los moriscos oscenses, concretamente hasta 1572, aunque en 1566 son juzgadas María de Fierro y su hija, que viven en Fuentes y tal vez sean de la familia de ese apellido de Huesca, donde encontramos una homónima contemporánea casada

248. Sánchez López (1989). Conocida a través de Ansón (2001-2002), hay una obra de carácter general que permanece inédita: Les morisques aragonais et l’Inquisition de Saragosse, 1540-1620, tesis presentada en la Universidad de Montpellier en 1980.

LOS MORISCOS Y EL APARATO DE JUSTICIA PPU

con Juan Cigüeño. Como decíamos, en 1572 pasan por el auto de fe Gabriel Zuliani, vecino de Huesca y natural de Aitona, y Ferrando Xiret («Giret» en la documentación inquisitorial). Zuliani es condenado a tres años de cárcel por llevar escritos moros en el jubón (posiblemente fueran alherces) a pesar de haber declarado espontáneamente en la primera audiencia, lo mismo que hace Xiret, condenado a dos años y de quien el acta inquisitorial dice que «confesó muchas obras de moro de las que no estaba testificado y dio más satisfacción con sus confesiones de lo que hacen otros moros». Tanta voluntad de complacer al Tribunal no deja de llamar la atención, pero el temor al tormento hacía, como vemos, confesar incluso «delitos» de los que no se estaba acusado. Junto a ellos pasa otro oscense, vecino de Sangarrén, Rodrigo de Huerto, acusado de tener libros de moros; este, al contrario que Xiret, se resistió, padeció tormento y fue condenado a cuatro años de galeras.

DE 1578 A 1587

La idea extendida, confirmada por los servicios secretos reales, de que los moriscos aragoneses y valencianos preparaban una sublevación en connivencia con los turcos y con los bearneses creó una atmósfera de animadversión hacia la minoría conversa de fatales consecuencias para las familias más poderosas. Se hace difícil imaginar que desde las marginales tierras de Huesca pudiera organizarse una maquinación de tal envergadura, e incluso la propia Inquisición tardó en aceptar el hecho. Efectivamente, todo lo que se contaba resultaba un tanto novelesco, aunque es probable que existiera un renacimiento de la conciencia colectiva que el obligado bautismo intentó barrer, pero una generación no es suficiente para olvidar siglos de historia en que ser musulmán y aragonés no era contradictorio, siglos de historia de pertenecer, en el caso de la aljama de Huesca, al rey, de gozar de su protección, de ser regnícola sin renunciar a su fe; así que es creíble que entre la minoría urbana naciese el deseo de recuperar la dignidad que se les arrebató a la fuerza, especialmente entre los más cultos y ricos, que viajaban, que estaban en contacto con otras tierras hispanas, que mantenían relaciones con musulmanes extranjeros por medio del comercio y de contactos familiares. Y, de hecho, los moriscos oscenses protagonizaron algunos de los autos de fe en los que se debatía la cuestión de la sublevación y que más adelante detallaremos.

A pesar de que en el fondo de la represión estaba la supuesta conspiración, esta no fue el argumento principal de las condenas en ningún caso, sino que se trataba de cuestiones de fe. De hecho, ni una sola de las condenas de los moriscos oscenses se apoyaba en la participación del reo en la sublevación; a lo sumo, algunos dijeron estar enterados de que algo se preparaba, y esto choca especialmente, porque el terror y el tormento fueron los métodos inquisitoriales para sacar al preso las declaraciones más inverosímiles. Si a esto añadimos el silencio al respecto a pesar de la parcialidad de la documentación del Santo Oficio, parece que la teoría de la sublevación tuvo más de fantasía que de realidad, a no ser que la trama estuviera tan perfectamente organizada que no quedase ni un cabo

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suelto, cosa impensable, porque de haber habido algo es seguro que la violencia de los verdugos hubiese arrancado alguna confesión, sobre todo por el interés del rey en demostrar la connivencia de los grandes enemigos de España y de la Iglesia: los sarracenos, los franceses y los protestantes. A pesar de no poder certificarse la participación en esa supuesta revuelta, el ensañamiento con que actuó la Inquisición con los moriscos más poderosos es digna de resaltar, acaso porque quienes organizaron la campaña tenían la voluntad de acabar con la conspiración, pero también con un grupo social que por su poder económico y su prestigio era capaz de organizar, canalizar y dirigir el descontento de la minoría conversa, nacido de su obligado bautismo y de la pérdida de sus libertades, de modo que, en el fondo, el odio al moro enemigo del Estado y de la fe es el fundamento de la persecución, apoyada en la violencia de unos interrogatorios que abocaron a las gentes a la delación y a falsas acusaciones que condujeron ante el Santo Oficio a familias enteras, incluidos sus criados.

Los primeros residentes en Huesca procesados por conspiración son cuatro moriscos no aragoneses en los que se quiso ver a espías al servicio de Yusuf Duarte, quien, según la documentación de la Inquisición, ha llegado de Argel para organizar la sublevación. No sabemos si ese Duarte tiene alguna relación con los Duarte de Huesca, pero no puede descartarse. Los moriscos juzgados en el auto de fe de 1578 son Mariana Hernández y su marido, Hernando Hernández, y en el de 1579, los hermanos Lorenzo y Miguel Hernández, acaso parientes de Hernando o de Mariana. Esta es originaria de Orán, y su marido, de Adra; los otros son granadinos. Todos tienen la condición de esclavos, pero se escapan y se refugian en Huesca; uno, Hernando, procede de Madrid, de donde se fuga —es de suponer que con su mujer—, y los otros dos llegan directamente desde Granada, seguramente huyendo de la represión sufrida tras la sublevación de Las Alpujarras. A Mariana, por sus buenas intenciones, se la condena a llevar hábito, cárcel e instrucción cristiana. Peor parado sale su marido, quien, según la documentación inquisitorial, ha venido desde Sierra Nevada para ver qué se dice en Huesca sobre la ayuda del turco; en su poder tiene libros en árabe y el Corán. Resulta una acusación realmente extravagante: no parece creíble que de Granada llegase a Huesca para buscar información; más crédito puede darse a su declaración, en la que dice que estaba esclavo en Madrid y huyó. Es sometido a tormento, y tras sufrirlo declara tener noticia de la llegada de Yusuf Duarte desde Argel como enviado del turco y que ha conseguido hablar con él. Se le acusa de supercherías, de conspiración, de hacer alherces y de sublevación, lo que justificaría los 300 azotes y la condena perpetua a galeras. En el auto de fe del año siguiente se acusa a los hermanos Hernández de ser espías del turco y ambos son condenados a doce años de galeras. En el mismo auto comparece Juan Gali, condenado a un año de cárcel, quien volverá a comparecer en 1583 y será condenado a muerte; su viuda, María de Úbeda, residente en Bellestar, a las puertas de Huesca, se declara su heredera, como luego veremos.

Sabemos que en abril de 1580 está preso en la Aljafería Juan Compañero y que en su nombre actúa su pariente Jerónimo Çafar. En marzo del año siguiente

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comparece en un auto de fe junto a doce personas relacionadas con él. El ataque contra los Compañero y los Çafar que se inicia estos años arranca del juicio de María Balbisa, alias la Sevillana, de Huesa, que dice que Juan Compañero y toda su familia viven como moros, y que su cuñada lee el Corán como un alfaquí, y también de las declaraciones de María Compás, que ya ha pasado en 1559 por la Inquisición y es detenida por la delación en 1579 de una muchacha morisca que ha huido de su casa y es buscada por sus hermanos. Compás dice que Juan Compañero y Jerónimo Çafar han hecho ceremonias de moros en noviembre de 1580,249 y que ha entregado a Çafar un libro de «çuna y xara» que le ha dado para él el alfaquí de Villafeliche. En su declaración aparecen también María Albariel, mujer de Gabriel Çafar, Ana Navarro y Gracia Navarro, mujer y cuñada de Juan Compañero, acusadas las tres de «xahedar». Y continúa la acusación contra Juan Compañero por haber llevado a su casa a una sobrina suya que había quedado preñada de un estudiante cristiano y esconderla allí para evitar que se casase con él; al llegar, la moza estaba ya de parto, y murieron ella y el bebé sin que sepamos por qué. La declaración de María Compás debe de parecer poco a los inquisidores, que la someten a tortura hasta que «vence» y declara prácticas moras. Su larga serie de acusaciones, acaso para evitar la hoguera, que era lo habitual en los reincidentes, no la libra de acudir al auto con coroza y vela, sufrir azotes y ser condenada a cadena perpetua y un año de reclusión en un convento o en una casa para recibir instrucción cristiana.

A partir de esta declaración son detenidos Juan Compañero y toda su familia, y Jerónimo Çafar y su mujer, Cándida Compañero, hermana de Juan. Todos serán juzgados en el auto de fe de marzo de 1581, excepto Jerónimo Çafar, que muere en la prisión de la Aljafería antes de concluir su causa. Sobre Juan Compañero recaen las acusaciones más severas: aparte de las ya mencionadas de Balbisa y Compás, se le acusa de haber recibido a un argelino con una carta de presentación y de recomendación de su sobrino Juan Çafar, residente en Argel, para que recaudase dinero con el fin de librar a un hermano del enviado que había sido hecho prisionero en Sicilia. Compañero difunde la carta por todos los pueblos de la Hoya de Huesca habitados por moros, aunque dice que esa colecta estaba destinada a la liberación de la mujer de un criado suyo que estaba en poder de un comerciante sevillano. Pero hay testigos —a los que cuesta dar crédito— que lo acusan abiertamente de haber preparado la sublevación; por ejemplo, una bearnesa declara que en octubre de 1575 un primo suyo que era ministro luterano le dijo que moriscos y luteranos iban a sublevarse y que Juan Compañero sería el rey, pero que los moriscos lo abandonaron al ser apresado. Si la declaración de esta testigo resulta novelesca y falta de fiabilidad —hasta el extremo de que se pensaría que estaba pagada por el Santo Oficio—, no es más creíble la de un morisco de Nuez, Luis Moreno, que asegura que Compañero

249. La fecha de 1580 parece un error, porque los datos notariales que tenemos nos permiten asegurar que en agosto de 1579 Compañero ya está preso, sigue en prisión en abril de 1580 y no parece que sea liberado antes del auto de fe de 1581 en el que es juzgado.

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conspiraba con los turcos, concretamente con Francisco el Renegado, que llevaba moriscos al turco y que era el cabecilla de la sublevación. El ya citado Hernando Hernández insiste en que Compañero dirigía la revuelta y contaba con el apoyo del turco. Llama la atención la información que parecen tener sobre un tema tan grave gentes tan dispares, como si los potenciales sublevados se dedicaran a vocearlo por doquier, lo que, en mi opinión, les resta cualquier tipo de credibilidad. Otros testigos orientan sus denuncias hacia los temas religiosos. Lope de Denia, Gracia Navarro, cuñada de Compañero, y los criados de éste Juan Gali, Luis Lazarech, Baltasar Alcanillo, Jerónimo Gali e Isabel Calderón confiesan que hacían el ramadán. Compañero niega el levantamiento incluso tras sufrir tomento, en tanto que admite la celebración de morerías, y de hecho se descubren treinta ejemplares del Corán en su casa y parece que se le vio «xahedar». Curiosamente, de la muerte de su sobrina y el bebé no se dice nada, se ignora. Ante tan tremendas acusaciones, incluidas las muertes citadas, es, extrañamente, reconciliado, se le impone una multa que no deja de ser simbólica —10 ducados—, se le perdonan las galeras y es condenado a cárcel perpetua, aunque años más tarde lo veremos libre, actuando en acciones mercantiles y juzgado de nuevo por el Santo Oficio en 1598, a los setenta y un años. Sorprende que la Inquisición sea mucho más benévola con él que con su mujer y su hijo, como vamos a ver.

Junto a él pasan su hijo Juan, nacido ya en Zaragoza, un joven de veinte años de vida azarosa que, para evitar castigos mayores, al regresar de Argel se presenta voluntariamente ante la Inquisición para declarar obras de moro. Parece ser que es testificado en alguna audiencia, huye a Barcelona y desde allí a Argel, donde reside su tío Juan Çafar, con quien convive ocho meses que, según declara, le sirven para darse cuenta de lo malo que es el islam, en el que había sido instruido por su abuela y por un moro de Calanda desde los siete años; la depravación que observa en el grupo en el que está, incluso con la comisión del pecado nefando y otras aberraciones, le lleva a pedir auxilio a un mercedario para que le instruya en la fe católica, y así lo hace con una Biblia y unos Evangelios que lepresta. Abjura de Mahoma, y eso y su declaración supone una condena realmente benigna: ni siquiera azotes, simplemente un año de cárcel. Estamos de nuevo ante una declaración tan novelesca que no es fácil darla por real. Es difícil deslindar lo que hay de verdad y de invención para ablandar al Tribunal; en cualquier caso, nos evidencia que la movilidad de este grupo de moriscos ricos era un hecho, y que los contactos con el norte de África resultaban relativamente fáciles si había dinero por medio. De todos modos, veremos que de nuevo es juzgado en 1582 y entonces es condenado a muerte por relapso. El acta inquisitorial dice que, tras ser leída su sentencia, ya en el cadalso, dejó en el suelo la cruz que llevaba y, en un último acto de afirmación de su fe musulmana, xahedó, muriendo «pertinaz», en lenguaje inquisitorial.

Ana Navarro, esposa y madre de los anteriores, manifiesta con llanto su arrepentimiento de prácticas musulmanas, pero, como su marido, no se libra de la prisión perpetua y reclusión durante diez años en un monasterio, ni de una multa

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Libro de cuentas de la familia Çafar, hecho por el administrador Jaime de Aranda, que recoge la actividad económica de la casa entre los años 1582 y 1584. En esta página, la venta de centeno en 1582. AHPH, prot. 1109, suelto entre ff. 254 y 255. (Foto: Fernando Alvira Lizano)

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de 10 ducados. Cuando contaba setenta años, en 1608, es relajada por relapsa negativa y sus bienes son incautados, tal como se expondrá en su momento.

María Navarro, hermana de la anterior, de treinta años, viuda de Alfonso Alfanaquí, por el apellido posiblemente un emigrado oscense en Borja, es acusada de guardar libros de Juan Compañero. Se la condena a cuatro años de prisión, dos recluida en un monasterio o en una casa.

Otra hermana de las anteriores, Gracia Navarro, viuda de Enrique Compañero, originario de Huesca y hermano de Juan, confiesa haber observado el ramadán, haber hecho ceremonias de moro y haber adoctrinado a sus hijos. Se le impone una multa de 10 ducados y es condenada a prisión perpetua, con diez años de reclusión en un monasterio.

Un hermano de las anteriores, Miguel Navarro, es condenado a cárcel perpetua y cuatro años en galeras, sin que sepamos nada más, aunque es de suponer, por la condena, que debió de reconocer que era musulmán.

En el mismo auto de fe comparece también Jerónimo Gali, homónimo de un obrero de casas residente en Huesca, criado de Juan Compañero. Aparece citado en el libro 988 de la Inquisición, folios 516v-517r, como criado de Juan Compañero, condenado a cárcel perpetua y tres años de galeras, pero en el libro 989, folio 585r, se dice de él que está acusado de hacer el ramadán en casa de Juan Compañero, que tiene diecinueve años y que fallece antes de terminar la causa.

Un pariente del anterior, Felipe Gali, maestro de obra de Su Majestad, de veinticuatro años, es acusado de guardar libros de Juan Compañero, pero su sincero arrepentimiento le supone un año de cárcel, aunque en 1583 será quemado acusado de moro relapso.

Otro que muere en la cárcel de la Aljafería y no llega a ser juzgado es Salvador Monferriz, cuyo apellido se da en Huesca, aunque él vive en La Puebla de Híjar. La acusación que pesa sobre él es la de haber participado en la pretendida sublevación, al haber sido el receptor de la carta que anunciaba la llegada de Yusuf Duarte.

Testificada por los Navarro, es juzgada Gracia Ezcandar, emparentada con los Ezcandar de Huesca, donde hay una homónima, mujer de Gabriel del Pez (o Pex), de Zaragoza. Recibe pena de cárcel y de llevar hábito.

Hemos dejado para cerrar el auto de fe de 1581 a Cándida Compañero, hermana menor de Juan y mujer de Jerónimo Çafar, de la que hablaremos ampliamente al estudiar a esas dos familias. En esta fecha Cándida tiene algo más de cuarenta años y es madre de un niño, Juan. Es hecha prisionera con su marido. Acusada de esconder libros y de tener escritos moros guardados en una arquilla en la que guardaba sus tocas —concretamente alherces y escritos de oraciones, y otros de supercherías y hechicerías de moros para ayudar a parir, además de alifes para aprender a leer en árabe, todo de Juan Compañero—, reconoce en una segunda audiencia que los libros los escondió con Ana Navarro bajo tierra en una bodega y que los escritos de la arquilla se los dio a Juan Compañero menor antes de irse a Argel y que no sabía de qué trataban, solo que eran moros e intentó quemarlos porque advirtió que no eran cristianos. Sufre varias sesiones de

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tomento y declara obras de moro y que los libros los entregó a un criado de Bellito. El Tribunal tiene en consideración —algo que no era frecuente— su condición de mujer, su reputación —no ocurre lo mismo con otros miembros de su familia— y tener hijos para librarla de la afrenta de los azotes públicos, y la condena a llevar hábito, a cuatro años de cárcel, dos en un monasterio, y a 10 ducados de multa. Según recoge Carmen Ansón,250 Cándida muere quemada por la Inquisición en Logroño en 1588.

Muerto Jerónimo Çafar en la prisión, a comienzos de 1582 Esperanza Compás y su hijo Ferrando Çafar menor son convocados por la Inquisición y acuden representados por medio de su procurador, José Çafar; se les llama como tutores que son del menor Juanico Çafar, hijo de Jerónimo Çafar y de Cándida Compañero, confiesan no saber de qué se acusa a Jerónimo ni entienden cómo pueden intervenir en el proceso, que sigue abierto, ya que es juzgado post mórtem. Al poco, José hace albaranes de ropas, lana, lino, vestidos, joyas de plata y oro y otras pertenencias de Jerónimo y los entrega la Inquisición. El auto de fe tiene lugar en abril y en él Jerónimo es condenado a ser quemado en estatua por haber celebrado ceremonias moras y haber muerto negativo convicto. Se inicia así el ataque brutal contra la familia Çafar. En el mismo auto es juzgada María Albariel, mujer de Gabriel Çafar, de treinta años, que ha sido testificada por María Compás y Ana y Gracia Navarro por «xahedar» y esconder libros; es condenada a tres años de cárcel y a pagar una multa de 20 escudos. En ese auto de fe, celebrado el 7 de abril, aparte de quemarse en estatua a Jerónimo, son también relajados Juan Compañero menor, por relapso, y Alexandre Monferriz, de Calanda. Pedro Castellano, de Calanda, es condenado a tres años de galeras; de Compañero se dice que es menor de veintidós años, pero realmente era menor de veinte, ya que su acta de bautismo en San Lorenzo de Huesca lleva fecha de julio de 1561, y no es de creer que se le bautizara a punto de cumplir los dos años.

Ese año de 1582 va a ser trascendental en la historia de los Çafar. A finales de 1581 muere Ferrando, el patriarca de la familia, y su mujer, Esperanza Compás, es apresada por la Inquisición. Los bienes de la familia pasan a ser administrados por Jaime de Aranda en nombre del Santo Oficio, quien debe pedir la intervención del obispo y de la Inquisición para evitar las agresiones que sufre como administrador de los bienes de los Çafar; haciéndole caso, en julio avisan a Juan Pérez y a cuantos perturban a Aranda de que serán excomulgados si reinciden. En agosto del mismo año Esperanza Compás hace un codicilo en el que deja a su hijo Ferrando Çafar menor un portacartas con ducados de oro y diversas cantidades que tiene encomendadas Jaime de Aranda como procurador del comisario de la Inquisición; a su nieto Juanico Çafar, quien recibirá todo lo que le ha dejado en un testamento de unos días antes que no ha sido encontrado, le deja 200 florines. El acoso hacia los Çafar es total; en la causa que se sigue contra ellos es condenado post mórtem Ferrando Çafar mayor, lo que se notifica en un documento hecho en la Aljafería en diciembre, conservado inserto en un

250. Ansón (2001-2002).

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protocolo notarial de Huesca del que vale la pena destacar lo más notable para ver hasta qué extremo podía llegar el rigor del Santo Oficio.

Nos, los Inquisidores Apostólicos contra la herética y apostática pravedad en el Reyno de Aragón y su partido, a todos los hijos, nietos, descendientes, herederos, legatarios y otras cualesquier personas que interesses pretendieren de Hernando Çafar mayor, vecino que fue de la ciudad de Huesca, y a otras cualesquier personas de cualquier estado, grado, orden, dignidad o condición sean […] a quien toca y atañe, tocar y atañer puede la causa y negocio insfrascripto […], salud en nuestro Redemptor Jesucristo y a los nuestros mandamientos […] SABED que ante nos pareció el promotor fiscal de la fe en este Sancto Oficio y nos denunció y dixo como el susodicho HERNANDOÇAFAR mayor, viviendo en la presente vida, estando en ávito y posesión de cristiano y así se nombrando, gozando y usando de los privilegios que los fieles católicos cristianos gozan y deven gozar, y aviendo hereticado y apostatado de nuestra sancta fe católica y ley evangélica pasándose a la reprovada secta de Mahoma, y aviendo confessado sus delictos mostrando dolor y arrepentimiento dellos y sido por ello Reconciliado y vuelto al gremio de nuestra sancta madre Iglesia Católica Romana, en vilipendio y menosprecio della avía vuelto a Reincidir en los errores y cosas que al tiempo de su reconciliación avía abjurado, y volbiéndose a la dicha y Reprovada secta de Mahoma avía hecho y guardado sus ritus y ceremonias, y que teniendo y creyendo que en ella se avía de salvar avía fenecido sus tristes y miserables días en condemnación de su ánima […] entiende el dicho Fiscal denunciar y acusar ante nos en aquella vía y forma que de drecho pudiesse y debiesse, porque la memoria y fama del susodicho no quedasse entre los vivientes, y en detestación de tan gran maldad su nombre fuesse quitado de sobre la faz de la tierra y sus delitos fuesen manifestados y no quedasen sin castigo, sobre lo qual nos pidió nuestra carta y edicto, citación y llamamiento para vos los susodichos y para cada uno de vos en la forma necessaria de drecho se hiciesse entero cumplimiento de Justicia; et visto su pedimiento ser justo y conforme a drecho […] mandamos dar y damos la presente carta de edicto, citación y llamamiento para vos los susodichos y para cada uno de vos, por la qual vos citamos y llamamos para que del día que esta nuestra carta vos fuere le´yda y notificada en vuestras personas pudiendo ser avidas, y si no ante las puertas de las casas de vuestras moradas, haziéndolo saber a vuestras mugeres, hijos, criados si los tenéis, a vuestros vecinos más cercanos de manera que se presuma abían noticia, y dello no podáis pretender ignorancia, fasta treinta días primeros […] por tres términos: los diez días por cada término, y todos los dichos treinta días por plazo y término […] vengáis y parezcáis cada uno de vos venga y parezca ante nos en esta nuestra audiencia en este Palacio Real de la Aljafería de la ciudad de Çaragoça donde de la presente residimos o donde quier que estubiéremos y residiéremos a ver poner la demanda o demandas, acusación o acusaciones que el dicho promotor fiscal pusiere contra la memoria y fama del dicho Hernando Çafar mayor y a tomar copia y treslado dellas y a responder, allegar y procurar la defensa de la dicha memoria y fama y a todo lo que de drecho vierdes que os conviene […] en otra manera el dicho término pasado no pareciendo vuestras ausencias avidas por presencias (…) oyremos al dicho promotor fiscal todo lo que decir, alegar y procurar quisiere, y recibiremos su acusación y acusaciones y denunciaciones y procederemos en la causa según y como por drecho fallaremos fasta dar sentencia […]. Para todo lo cual […] vos citamos y llamamos special y peremptoriamente a vos y a cada uno de vos y os señalamos los estrados de la dicha nuestra audiencia donde os serán notificados […]. Mandamos que esta nuestra carta sea publicada y le´yda con alta e

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inteligible voz en la iglesia parrochial donde el dicho Çafar mayor solía venir un domingo o fiesta de guardar a la misa mayor, y después sea puesta y afixada en las puertas principales de la dicha iglesia, y mandamos so pena de excomunión mayor late sententie y de cient açotes y de cincuenta ducados para gastos extraordinarios del Santo Oficio, que ninguno sea osado de la quitar ni rasgar ni cancellar […] en el palacio Real de la Aljafería a diez y siete días del mes de diciembre de mil quinientos ochenta y dos años.

A pesar del plazo de un mes que se da a la familia y a quien quiera presentar alegaciones en defensa de Çafar, el documento es enviado inmediatamente a Huesca y el día 23 de diciembre tiene lugar un acto cuya crudeza queda perfectamente reflejada en el documento notarial que recoge el desenterramiento de Ferrando Çafar como prueba evidente de su condenación y de su expulsión del seno de la Iglesia. Previamente, el día 21, el notario Martín de Arascués desde el púlpito de la parroquia de San Lorenzo lee en voz alta e inteligible, como ordena el mandato de la Inquisición, el documento llegado de Zaragoza, y manifiesta que ha estado colgado de una de las puertas del templo ese día, el 22 y el 23.Lo que no cumple es el mandato de que se lea en domingo o fiesta de guardar, ya que el 21 era martes y no era fiesta de guardar de acuerdo con el calendario gregoriano recientemente implantado. Estando aún colgado el documento en San Lorenzo, el día 23 se presenta el notario con el comisario del Santo Oficio, el doctorTomás Cortés, en el monasterio de los predicadores y llaman al prior y a los monjes

a los quales el dicho señor Comisario preguntó le dixessen y mostrassen la fuessa y sepultura donde estava soterrado el cuerpo y güesos de Hernando Çafar mayor, morisco. El dicho padre, llamado fray Joan Martínez Muñoz, prior del dicho monasterio, y fray Pedro Abarca, conventual, dixeron y respondieron que se ofrecían prestos y aparejados mostrársela porque los tres [sic] se havían hallado presentes quando pusieron en cuerpo y güessos del Hernando Çafar mayor en el lugar y sepultura que avaxo se especifican. Y assí fuimos todos juntos y mostrando los dichos padres dónde estava sepultado llegaron juntos todos por la dicha iglesia que está dentrando por la puerta a mano drecha, donde antiguamente estava el coro, una fuessa y sepultura que está frente el altar de San Gabriel, y dixeron que aquella era la fuessa del dicho Hernando Çafar mayor donde estaba sepultado, y el dicho señor Comisario, vista la dicha relación de los dichos padres, mandó a dos hombres que deshiciesen los ladrillos de aquella sepultura y aquellos sacassen con la tierra hasta que hallasen algún cuerpo y huesos. Los dichos dos hombres, teniendo en sus manos sendas azadas, quitaron dichos ladrillos y començaron a sacar y sacar mucha tierra, y como fueron sacando, el dicho señor Comisario y yo el infrascripto notario y testigos vimos cómo dentro de dicha fuessase hallaron muchos huesos de persona, los quales al pareçer pareçían hacer pocotiempo se havían puesto allí porque algunos dellos y particularmente el cuerpo estava con la carne y con uñas y unos pedazos rotos de paño, los quales assí vistos fueron sacados por dichos dos hombres y puestos en un escaño y dentro de dichas fuessas se halló una canilla de persona la qual al pareçer parecía havía sido mucho tiempo sepultada y assí fue vuelta a la misma fuessa y sepultura. Y no se halló otro ni más huesos. Y sacados los demás como está dicho fue vuelta la mesma tierra en la mesma sepultura y cerrada con toda aquella. Y los dichos güessos que fueron sacados de la dicha fuessa fueron

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llevados y se llevaron en presencia del dicho Comisario y de mí, notario, y testigos a un corral que está en dicho monasterio junto al parrado en frente de dos cipreses que están en dicho parral, y allí fueron enbueltos por dichos dos hombres y sobre aquellos pusieron unos ladrillos y piedras grandes para que no se conociesse dónde estavan puestos y depositados. Y de esto el señor Comisario por él y por los señores inquisidores me requirió hiciesse este instrumento.

El terrible hecho tuvo que afectar no solo a los Çafar, sino a toda la comunidad morisca. Tal acto de crueldad era la antesala de lo que se le venía encima a la familia. En auto de fe celebrado en marzo de 1583 se vio arder a Ferrando Çafar menor y a su madre, Esperanza Compás, acusados de reincidentes y relapsos (recuérdese que ambos habían pasado ya por el Santo Oficio). Y el mismo cargo recae sobre Ferrando Çafar mayor, que es quemado en efigie. Otros tres hijos de Ferrando y de Esperanza son juzgados el mismo año; solamente se libra Juan, que reside en Argel hace tiempo. José, Gabriel y Francisco Çafar se libran de la hoguera por ser la primera vez que comparecen ante la Inquisición, si bien parece que José había sido juzgado una vez por el Tribunal de Barcelona. A pesar de que a los tres se les intenta relacionar con la sublevación, su condena queda reducida a unos años en galeras y en ningún caso aparece la revuelta como motivo de las penas; parece que la idea obsesiva en el juicio contra Juan Compañero queda aquí totalmente diluida, o al menos no es lo que empuja al Santo Oficio a la práctica destrucción de la familia y al castigo de los más próximos, especialmente los criados.

José Çafar, calcetero de oficio, según el documento inquisitorial, reside en Zaragoza, aunque realmente vive a temporadas en Huesca. En el momento de ser juzgado tiene cuarenta años y está casado en segundas nupcias con María Casabona. En su declaración dice que en 1577 fue a Barcelona y a Palamós; fue apresado en Barcelona sospechoso de querer ir a Argel, aunque en su defensa dice que se iba a Italia porque tenía deudas que no podía satisfacer, cosa que demuestra con documentos, así como su fidelidad a la Iglesia. Sin embargo, es testificado por sus hermanos Francisco y Gabriel y por su criado Juan Gali de ser moro y de haber persuadido a su criado Jerónimo Gali de escapar a Argel para poder vivir como muslimes. Las acusaciones entre hermanos están a la orden del día, porque José acusa a Gabriel de ser él quien le convenció de que dijese que huía hacia Italia. Es condenado a llevar hábito y a cinco años en galeras, así como a 10 escudos de multa.

Francisco Çafar, tratante para la Inquisición y residente en Huesca, de treinta años, es testificado por sus hermanos, cuñadas y padre. Confiesa, tras tormento, que se entrevistó con su hermano, que llegó desde Argel, y que oyó de la llegada de Yusuf Duarte a Aragón y de la carta que había traído para organizar la sublevación. Es acusado de degollar aves «a la morisca» y de esconder papeles en árabe, que al parecer eran algunos libros de su padre y otros que trajo su hermano de Argel escritos por él mismo. Es condenado a cinco años en galeras, a azotes públicos y a una multa de 20 ducados; más que su hermano, acaso por las LOS

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Comienzo de la relación de medicinas que el boticario Martín de Sanginés dice haber dispensado en 1585 a Juan Lasierra mayor y sus hijos, y cuyo pago reclama en 1596 a Isabel Ezcandar, viuda de Lasierra. AHPH, Justicia, 350/11. (Foto: Fernando Alvira Lizano)

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referencias a la sublevación y al sacrificio de aves. Gabriel Çafar, definido como notario de Huesca, vecino de Zaragoza, declara tener treinta y ocho años. Cuando contaba diecinueve fue a Valencia pagado por su padre para instruirse en la fe musulmana. Acudió a Roma a pedir una dispensa para que su hermano Jerónimo pudiera casarse con su tía Cándida Compañero, cosa que consiguió. Volvió a Italia y de ahí fue a Constantinopla y viajó hasta Argel para ver a su hermano Juan, quien le invitó a quedarse allí, pero como no le gustó regresó a Huesca. Residió en su ciudad natal, en Calanda y en Zaragoza. De nuevo salió al exterior, concretamente a Marsella, para entrevistarse con su hermano Juan. Confiesa que era moro desde los siete años hasta la Cuaresma de 1581, momento en que abandonó el islam, curiosamente muy poco antes de su apresamiento. Confiesa que xahedó a un cuñado suyo que estaba moribundo, levantando el dedo índice y diciendo «hago testimonio que no hay otro Señor que Alá y Mahoma, su siervo». También confiesa haber ido a Barcelona para ver a su hermano José que estaba preso y convencerle de que declarase que se iba a Italia por deudas y no a Argel. Sufre tormento y es condenado, por haber viajado a Constantinopla y haber persuadido a su hermano de que mintiese al Santo Oficio, a cinco años de galeras y a azotes. Curiosamente, su rocambolesca historia pone en evidencia la capacidad económica de la familia y la facilidad de movimiento, aunque sin duda hay mucho de novelesco. Y no deja de extrañar que sus contactos con los turcos y con su hermano no lo hagan sospechoso de haber participado en la sublevación, y que ni siquiera se considere esta posibilidad en la sentencia. Cuando está en Cartagena para ir a galeras, se fuga y va hasta Roma a pedir una conmutación de su pena, demanda que llega hasta el inquisidor general, pero es apresado en Madrid y juzgado de nuevo en 1585; entonces reconoce que se quitó el hábito en Cartagena para no ser identificado. Se le obliga a cumplir los cinco años de galeras en un nuevo juicio, lo que puede considerarse una condena benigna teniendo en cuenta que es reincidente.

De los tres hermanos, José y Gabriel regresan, pasan por Huesca y se instalan en Zaragoza, en tanto que de Francisco se pierde la pista, acaso porque ha muerto en galeras o en Cartagena antes de embarcar, pues tenemos noticia de que allí hace testamento. De todos modos, otros aspectos relacionados con la inquisición de la familia Çafar —testamentos hechos en prisión, el papel del administrador de la hacienda familiar y mucho más— se tratarán cuando hagamos el estudio de la familia.

Tres sobrinos de Gabriel Çafar son juzgados en este auto de fe: se trata de los hermanos Pragedis y Mariano Palacio y Antón Palacio menor, hijos del difunto Antón Palacio y de Ana Albariel. Pragedis, la mayor, es condenada a tres años de cárcel; Mariano, de quince años, es considerado cómplice de Francisco Çafar, confiesa espontáneamente y se le imponen seis meses de cárcel, y Antón, de veintiún años, de oficio violero, acusado por su madre y por Francisco Çafar, sufre tormento y declara practicar el islam, por lo que es condenado a cuatro años de cárcel y no se le envía a galeras por ser «flaco y ligero».

La persecución contra la familia incluye a los criados de los Çafar, todos acu-

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sados de practicar ritos musulmanes y de ser cómplices de sus señores. María Gascón, de Sangarrén, sufre tormento, jura en falso en la primera audiencia y es condenada a azotes y a cinco años de cárcel; Isabel de Puibolea padece tormento y es condenada a tres años de cárcel; Juan Gali,251 de dieciséis años, penado a llevar hábito y a tres años de cárcel; Miguel Royo, de veintisiete años, natural de Albalate de Cinca, y su mujer, Isabel Alfafar, condenados por cómplices de los Çafar y por ritos: a él se le imponen cinco años de galeras, y a ella, cárcel y azotes por enviar un mensaje a su marido para ponerse de acuerdo y no declarar el uno contra el otro; Miguel Pinón, natural de Lérida, es condenado a llevar hábito y a cuatro años de galeras, la misma condena que recibe el último de los criados juzgado, Gabriel Monferriz, vihuelero, de veinticuatro años y natural de Zaragoza.

Fueron relajados, además de los ya vistos, Felipe Gali, del que hablamos ya en el auto de fe de 1581, y Juan Gali, criado de Juan Compañero, residente en Huesca, del que solo tenemos ese dato; ni siquiera se dice de qué se le acusaba. En diciembre de 1583 la viuda de este, María de Úbeda, que en aquel momento no reside en Huesca, ya que se ha ido con sus hijos Juan y Lope Gali, ambos menores, a vivir a Bellestar, encarga que su padre, Lope de Úbeda, habitante en Huesca, se haga cargo de todos los negocios de su marido; menciona arriendos, comandas, mercaderías, censales, bienes inmuebles, dineros, oro y plata, lo que parece mucho para un criado, tanto que habrá que pensar que no era un criado de Compañero, aunque así aparezca en los libros de la Inquisición, sino un hombre de muy buena posición económica que podría trabajar en los negocios que Compañero tenía en Huesca.

En el auto de fe de 1584 no es juzgado ningún morisco de la ciudad de Huesca, pero sí familiares de residentes en Huesca o posibles emigrados de la ciudad. De la familia de los Compañero comparece Pedro Compañero menor, de Calanda, de diecinueve años, acusado de levantamiento; sufre tormento y, a pesar de la gravedad de la sublevación, es condenado a solo dos años de cárcel y 15 escudos de multa, lo que indica que la teoría de la conspiración ha perdido fuerza y posiblemente nadie la cree. Junto a él están Alexos Albariel, de setenta años, y su hijo Juan Albariel, de cuarenta, padre y hermano de María Albariel, mujer de Gabriel Çafar. Alexos es ejecutado y Juan pide audiencia y no es relajado en ese auto. Un posible emigrado de Huesca es Miguel Alfarrán menor, residente en Sobradiel, condenado a tres años de cárcel. Como nota curiosa vale la pena recoger la condena de Jerónimo de Huerto, de Almuniente, en la comarca de Huesca, de oficio danzador, al que se le imponen ocho años de galeras.

En 1585 tenemos constancia de que está preso Gabriel Çafar y de que Juan Albariel, a quien hemos visto pedir la revisión de su causa el año anterior, tras hacer testamento en junio, al parecer es ejecutado. Sin embargo, tenemos noticias de un Juan Albariel, de Zaragoza, que es juzgado en 1585 por haberse fugado de la cárcel y condenado en julio a doce años de galeras por esa fuga. En 1598, al

251. Además de éste, hay otro Juan Gali, criado de Juan Compañero, relajado en 1582, cuya viuda, María de Úbeda, reside en Bellestar.

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poco de regresar, es multado con 30 escudos por no llevar el hábito, y en 1608, cuando ya contaba sesenta años, sufre tormento con garrote y potro y es de nuevo condenado a seis años de cárcel. Quizás estemos ante el mismo personaje, pues por la edad podrían coincidir, pero de ser así resultaría muy extraña la benignidad del Tribunal al conmutarle la pena de muerte por la condena a galeras, sobre todo con el agravante de fuga. Y, si se trata de dos homónimos, también choca que el fugado pasara dos veces más por el Santo Oficio sin ser condenado a muerte, porque por las mismas fechas miembros de la familia Compañero son ejecutados por reincidentes.

En 1585 es juzgado el albéitar oscense Ferrando Alfanaquí, de cincuenta y seis años, que declara espontáneamente antes de la acusación; es condenado a dos años de cárcel y a llevar hábito; testifica a su mujer, Jerónima Ezcandar, y a sus hijos Isabel y Ferrando Alfanaquí (conocido en la documentación notarial como Juan Ferrando), dos niños, pues él tenía en aquel momento trece años. Ezcandar, natural de Alcolea de Cinca, y su hijastra son condenadas a un año de cárcel, y el muchacho, que confiesa ceremonias de moro en la primera audiencia y de forma espontánea, es perdonado en 1587, e incluso se le quita el hábito.

En 1587 pasan varios miembros de la familia Compañero, concretamente dos muchachos muy jóvenes que serán perdonados por eso: Miguel Enrique Compañero y Cándida Compañero menor, hijos del ya difunto Enrique Compañero y de Gracia Navarro, presa en la cárcel desde 1581. Gracia, acaso para ganarse el favor del Santo Oficio (recuérdese que tenía cadena perpetua), es quien dice que sus hijos habían recibido instrucción islámica, que ella les había dado. Cándida, que entonces tenía unos diez años, es perdonada por niña, pero en 1609 será quemada, como veremos. También se absuelve a su hermano por ser joven, pero, si hacemos caso a la documentación inquisitorial, cuando es relajado en 1608 cuenta cuarenta años, lo que quiere decir que en esta primera comparecencia ante el Santo Oficio tiene ya edad para recibir algún tipo de pena; de hecho, gente más joven es severamente castigada, incluso con la muerte. La benevolencia manifestada por el Tribunal se vuelve violencia en su segunda comparecencia, en un momento en que en todos los reinos de España se estaba ya planteando la expulsión. En el mismo auto de fe es juzgada María Alfarrán, mujer de Pedro Urramén, ambos originarios de Huesca y emigrados a Fuentes; recibe una leve pena de seis meses de prisión y hábito. Juan del Fierro, apellido oscense o de Naval, trabaja de ollero en Barbastro y es condenado a seis años de galeras por obras de moro, y María del Fierro, de Naval, a recibir azotes.

DE 1588 EN ADELANTE

Parece que durante unos años no hubo acoso a los moriscos de Huesca ni a los de familia oscense. Recuérdese que en estos años, concretamente en 1595, el colectivo de moros de la ciudad se reúne para recuperar el dinero que había dado a Ferrando y Jerónimo Çafar para pagar a la Inquisición, como vimos al princi-

PRO ÍNDICE
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Proceso de Miguel Mendoza (1596) contra su primo Juan Felices menor, marido de Esperanza Çafar menor, para evitar la incautación de sus casas y hacer valer el reconocimiento por el justicia de Huesca de la carta de indemnidad que Felices le había dado al vender un granero y una bodega olearia en 1589, venta que resultó ser ilegítima. AHPH, Justicia, 350/15. (Foto: Fernando Alvira Lizano)

LOS MORISCOS Y EL APARATO DE JUSTICIA PRP

pio del capítulo; son 660 sueldos más los 60 que debe dar Esperanza Çafar menor de la parte que le corresponde. En ese año son juzgados Gracia Monferriz, casada en Luceni, y Jusepe Brondal, de Alerre, aldea inmediata a Huesca; los dos apellidos se dan en la ciudad, pero no sabemos si ambos procedían de la rama oscense; Gracia es condenada a llevar sambenito y a dos años de cárcel, y Jusepe, a diez años de galeras, ambos por obras de moro. En 1596 comparece en el auto de fe Francisco de Enzala, de veinticuatro años, cantarero de Huesca, que declara ser moro desde hace mucho tiempo, por lo que es condenado a 10 ducados de multa y a seis años de cárcel. No sabemos si se cumple la condena o si hay revisión de la causa, pero ocho meses después del auto de fe hay un Francisco de Enzala, también cantarero, que se casa en Huesca; aunque el apellido es bastante común, no se puede descartar que se trate de la misma persona. Junto a Enzala comparecen una serie de moros de Alerre: Amador de Úbeda, María Calvo, Martín de Sora y Esperanza de Falces, todos condenados a dos o tres años de cárcel, y Úbeda y Sora, además, a 10 ducados de pena. Úbeda, Calvo y Sora son familias con miembros en Huesca. Francisco Franco, de Albero Bajo, y Alexandre del Cuento, de Huerto, reciben pena de tres y cuatro años de cárcel, respectivamente. Si los traemos aquí es porque, como los casos anteriores, son con toda probabilidad familiares de los que llevan ese apellido en la ciudad. En 1597 es juzgado Jerónimo Burro, de veinte años, de Cuarte pero de la familia Burro de la capital; reconoce ser moro desde los tres años y es condenado a tres años de galeras y a llevar hábito, y sufre además la confiscación de todos sus bienes; en la documentación oscense nos encontramos con tres homónimos como mínimo, pero uno, bautizado en 1572, es más o menos de la edad del reo, que tiene más de veinte años. En el mismo auto comparecen otros dos con el mismo apellido, María Burro, de Cuarte, y Juan Burro, de Naval, arriero, a quienes se imponen cuatro y dos años de cárcel, respectivamente, además de la confiscación de sus bienes. De Huesca son Orosia Enzala, casada en Miguella (¿Nigüella?), y Ana Calavera, que declara ser mora desde los catorce años: Orosia sufre tormento y es condenada a cuatro años de cárcel, confiscación y hábito; Ana, solo a llevar hábito y a recibir instrucción y, por supuesto, se le confiscan los bienes, como a todos los procesados ese año. Otro apellido oscense aparece en el proceso: se trata de Alexandre Monferriz menor, de Calanda, de diecinueve años, condenado a confiscación y a cinco años de galeras; un homónimo suyo (¿su padre?) murió en la cárcel de la Aljafería en 1581.

En 1598 vuelve a ser juzgado Juan Compañero, de setenta y un años, acusado de coger agua de la que se utilizaba para regar el huerto de la Aljafería; recibe reprensión pública y una multa de 24 ducados. Hay que recordar que Compañero ha sido condenado a cadena perpetua, pero, como puede observarse, lo cierto es que no está preso, quizás porque ha tenido remisión de pena. El mismo año Juan Albariel es reprendido por no llevar el hábito y se le impone una multa de 30 escudos.

Hasta 1605 no aparecen más oscenses; en ese año es juzgado Juan del Fierro, de Naval, de sesenta años, que confiesa ceremonias de moro en una segunda

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audiencia, por lo que es condenado a pagar 10 ducados y a cárcel perpetua. Reincide y es juzgado de nuevo en 1608: se le mantiene la prisión perpetua y se le envía seis años a galeras, poco para lo que ocurría años antes con los reincidentes, casi siempre condenados a muerte. El auto de fe de 1607 ve arder a trecemoros y moras de Ambel; el horripilante espectáculo es presenciado por Esperanza Castellano, de dieciocho años, casada en Huesca con Martín Codo, zapatero, acusada de algo tan insustancial como hacer ascos a una torta de chicharrones en un horno, pero también de defender el islam. Es condenada por ceremonias a dos años de confinamiento en Zaragoza y 20 escudos de multa.

Un miembro de la familia Çafar residente en Valencia, Jerónimo Safar, es juzgado en 1608; sometido a tormento en el potro y en la cuerda, declara ser musulmán y se le imponen cuatro años de galeras. A galeras son también condenados Juan Miguel Albariel, de treinta y dos años, y Juan Albariel, de sesenta. Pero la pena más dura recae sobre Miguel Enrique Compañero, al que veremos más ampliamente cuando estudiemos a su familia, y su mujer, Esperanza Granada, ambos condenados a muerte. Miguel Enrique ya fue juzgado en 1587 y perdonado por ser muy joven, y en 1589 por llevar armas, lo que le costó una multa de 30 escudos «por ser muy rico», pero ahora las ceremonias mortuorias que hizo en su casa lo llevan a la hoguera, igual que a su esposa. La misma suerte correrá su hermana Cándida Compañero menor, casada con Alonso Merín, que, como su hermano, fue reconciliada en 1587, por el mismo rito mortuorio celebrado en casa de su hermano, aunque pide audiencia y se la conceden, pero finalmente es quemada en 1609 junto a Ana Navarro, mujer de Juan Compañero, reconciliada en 1581, y un moro y una mora más no relacionados con Huesca. Aquí es preciso hablar de datos confusos en los libros de la Inquisición: en el libro 990, folio 641r, se dice que Cándida Compañero sufre incautación y es relajada a los treinta y un años acusada de celebrar ritos mortuorios, y en el libro 991, folio 24r, se dice que sufre tormento y es condenada a cárcel perpetua por el mismo delito. No hay forma de saber qué acta es la que realmente tiene valor, aunque me inclino a pensar que fue relajada, porque quienes le acompañaron en el rito mortuorio, Miguel Enrique Compañero y Esperanza Granada, sufrieron la pena capital, y no hay motivos para que ella se librara, especialmente por su condición de reincidente, a no ser que en el caso de los ejecutados se tuviera en cuenta su influencia social, equivalente a la que tuvieron en el pasado Juan Compañero o Ferrando Çafar. Para Carmen Ansón, Miguel Enrique actuaba y era considerado como un reyezuelo por los moriscos aragoneses.252

Llama la atención la desigualdad en el trato que se observa según el año: aquí la reincidencia lleva a la muerte, porque además de los dichos murieron cuatro moriscos más y uno en estatua. Y también es chocante que el tío de Miguel Enrique y Cándida, Juan Compañero, pasara hasta tres veces por la Inquisición y se

252. Ansón (2003-2007a) también plantea las dudas que provocan los libros de la Inquisición, pero opina que Cándida no fue ejecutada, ya que hay documentos suyos de mayo y julio de 1610, y atribuye el perdón a las poderosas influencias de su marido.

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librara de la pena capital, y no su mujer y sus sobrinos. En los últimos años de la comunidad pasan por el Santo Oficio Pedro Ezcandar, de Alcolea, emparentado con los Ezcandar de Huesca, en 1610, condenado a una multa de 30 ducados, y con él su mujer y su hija; Juan de Urramén, de Híjar pero de apellido oscense, que a los catorce años recibe cien azotes y es desterrado por bestialismo; Jerónimo Marguán, de Tarazona, apellido documentado en Huesca desde el siglo XIV, condenado a cien azotes y multa de 200 ducados. Tras la expulsión, en octubre de 1611, es apresada en Huesca María Castellano, de veintiocho años, soltera y natural de Épila, quien para evitar el exilio se refugió en la ciudad; confiesa ser mora desde los dieciséis años y es condenada a 10 ducados de multa y cárcel perpetua. En 1612 es Esperanza Çafar menor la que pasa por la Aljafería; cuenta entonces treinta y cuatro años, es viuda y tiene tres hijas, y la acusan de aguadoch y rezos junto con su madre, María Albariel, de tener un tío en Argel con el que quería irse a vivir y de hacer el ramadán. Es detenida el 14 de marzo, y ya en esa fecha tiene la primera audiencia; los días 15, 16, 20, 22 y 23 vuelve a ser interrogada, y en todas estas ocasiones niega las prácticas religiosas musulmanas; el 27 sufre tormento de garrucha, el cual se repite el 2 de abril. El 12 es obligada a abjurar de Mahoma (en otra acta, de Leví) y condenada a pagar 50 ducados.

Vale la pena detenerse en el caso de Esperanza, porque es otro claro ejemplo de los métodos inquisitoriales, de cómo, para justificar las condenas, se recurría a testimonios cuya flaqueza argumental no soporta un mínimo análisis crítico. A Esperanza, a quien para marcarla se la reconoce en el libro de la Inquisición como hija de padres reconciliados y de abuelos relajados, la acusan tres testigos mayores, por supuesto cristianos viejos y anónimos. El primero de ellos dice que por abril de 1610 se halló en Zaragoza en casa de una morisca a Esperanza Çafar, quien estaba junto a otras moriscas y un morisco que hablaba sobre la inmediata expulsión de los conversos; ella afirmó no tener miedo porque había vivido en Huesca y solo su madre y su difunto marido la habían visto hacer ceremonias de moros, y precisamente su marido fue quien la había pillado mientras hacía «çala» junto a su madre, lo que provocó la reprensión del esposo y que este expulsara a su suegra de su casa; el testigo la oyó decir también que si era expulsada del reino se iría a Argel con su tío. Cuesta creer que la rea se atreviera a hacer semejantes declaraciones en presencia de un cristiano viejo, tanto que cabe pensar en una venganza personal o en algo perfectamente tramado contra la última representante morisca en Huesca. Lo mismo ocurre con la declaración, hecha en mayo de 1611, del segundo testigo, cristiano viejo que trabajaba de criado en casa de una nueva convertida desde hacía cuatro años: dice que vio una tarde a primera hora a Esperanza Çafar con dos moriscas más y la oyó rechazar la merienda que le ofreció la dueña de la casa argumentando que, a pesar de estar «revuelta con cristianos», estaba en aquel momento cumpliendo el ayuno del ramadán, y que después, junto a las conversas que la acompañaban, rezaron la «azora de halandu» y «otras açoras». Se nos hace difícil imaginar que, habiendo un cristiano viejo en la casa, por mucha confianza que se pudiera tener en él, osa-

EL
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PRS
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JUSTICIA

se hablar del cumplimiento del ayuno y se pusiera a rezar con las otras mujeres, poniendo en peligro su integridad y la de la anfitriona, quien parece no respetar el ayuno, porque de hacerlo difícilmente hubiera ofrecido la merienda. La declaración del tercero de los testigos es, si cabe, todavía más novelesca y poco creíble. También él, cristiano viejo, pudo oír la conversación de Esperanza con otro morisco en casa de este en agosto de 1611; transcribimos literalmente lo que dice el acta inquisitorial:

El 3º dize en otubre de 1611 que por el mes de agosto de dicho año se alló en cassa de un morisco desta ciudad (Zaragoza) adonde llegó la Rea un día con otras moriscas a hablar con el dueño de la cassa y oyó el testigo que la Rea dijo al dueño de la cassa que para qué se quería yr deste Reino, pues se podía quedar con la licencia que tenía, y que avía respondido el dicho morisco: «más quiero yr a Ververía, adonde tengo mis deudos y parientes, que no quedar por acá, porque yo soy moro y quiero yr adonde pueda vivir con livertad, porque aquí mañana nos hechará mano el Santo Oficio». A lo qual le respondió la Rea que mejor podía servir a Aldá en su cassa que en Verbería, y que ella y su madre y sus Hijas no dejaban de ser buenas moras y servir a Aldá en todas sus oras y ocasiones, cerradas en sus aposentos en su cassa y en donde quiera que se allaba, y que nadie la inquietaba, y que la pesaba mucho la tuviesen en quenta de cristiana y que bueno fuera que dejara lo bueno que hera la seta de Mahoma por lo malo que hera la de los cristianos. Y el dicho morisco dueño de la cassa dijo a la rea que siendo ella mora y su madre y sus hijas por qué no se yvan a Verbería. Y la Rea respondió que no se yva por la incomodidad de ser su madre vieja y sus hijas doncellas, por lo qual dize el testigo tenía por cierto que vivía como mora. La dicha Esperanza Zafar fue pressa el 14 de marzo de 1612 y el mismo día se tuvo con ella la primera audiencia y dijo que no savía ni presumía la causa de su prisión.

Ante estas declaraciones, absolutamente impensables en boca de un morisco en peligro, ¿cabe duda de que estamos frente a un montaje? Se hace difícil creer en la fidelidad al islam de Esperanza, conversa de segunda generación y destinada a ser casada con cristiano viejo desde muy niña, pero mucho más increíble resulta que sus hijas siguieran la fe de sus antepasados por vía materna cuando por vía paterna pertenecían a una notable familia de cristianos viejos miembros de la pequeña nobleza local; si Esperanza se casó con un infanzón fue para salvar la hacienda familiar y resulta, si no imposible, sí poco creíble que sus hijas no fueran educadas en la fe cristiana. Esperanza Çafar menor era la última representante de los viejos moros de Huesca, pero aún en 1624 es relajado Pedro Miguel Monllor, natural de Gandía, de treinta años, que trabaja como maestro de Gramática en Sariñena, acusado de sodomía con sus alumnos; no tiene nada que ver con la comunidad morisca de Huesca,pero lo traemos aquí porque es el último morisco de tierras oscenses ajusticiado por el Tribunal del Santo Oficio de Zaragoza.

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LA ARISTOCRACIA MORISCA:

LOS DESCENDIENTES DE JUCÉ COMPAÑERO

ÍNDICE

El pequeño grupo de conversos que hemos estudiado estaba formado por gentes, como se ha podido ver a lo largo de la documentación, de muy diverso nivel económico; si bien una mayoría eran artesanos de buena o mediana posición, los había pobres, como se ha dicho al hablar de algunos inventarios, y los había paupérrimos y de clase servil, que no han dejado rastro en la documentación notarial, como esos muertos anónimos que excepcionalmente recoge el libro parroquial de San Martín; así, esa «vieja anónima pobre del Barrio del Medio» que muere en 1605, una «convertida originaria de Naval» (1552), la «criada de Enego el Cantarero» (1551), la mujer de Juan Ferrer y la viuda María Mora, que mueren sin testar y recogidas como «pobres» en el libro parroquial de San Martín en 1599 y 1601, la última acogida en casa de Ferrando Alfanaquí, por citar solo algunos de los ejemplos posibles. Frente a ellos, los descendientes de Jucé Compañero, que emparentarán con las más poderosas familias moriscas de Huesca, del reino e incluso de España, llenan páginas de los protocolos notariales y otras fuentes de Huesca, que han sido los que se han seguido para el estudio, aunque sin duda ocurre lo mismo en los protocolos de Zaragoza y de otros lugares, puesto que muchos miembros de la familia se desperdigaron por todo el reino y aun fuera de él. El potencial económico de esta familia le permite relacionarse económica y personalmente con la alta nobleza y con las más poderosas instituciones religiosas, incluso después del ataque feroz de la Inquisición, que las diezmó y las redujo a una sombra de lo que habían sido. Su propia riqueza fue la base de su ruina, pues en ellos se quiso ver por parte del poder unos enemigos para la seguridad del Estado, y un peligro para la pureza religiosa por parte de los integristas católicos, que los consideraban capaces de organizar una pretendida sublevación contra el rey y de acaudillar la causa de la fe islámica. Y, a pesar de todo ello, las relaciones y vínculos de amistad creados con la alta nobleza no se rompen; así, sabemos que Juanico Çafar, hijo del relajado en estatua Jerónimo Çafar, fue custodiado un tiempo por el gobernador general de Aragón, la máxima autoridad política, y por su mujer, de lo que luego hablaremos. Esta fidelidad por encima de los juicios condenatorios del Santo Oficio es prueba de la integración de esta poderosa familia conversa en la sociedad. Por encima de cualquier prejuicio, sus miembros fueron aceptados incluso después del manchón que en su honra suponía la condena inquisitorial, y esa aceptación es el ejemplo más elocuente de su prestigio y del respeto que como grupo y como individuos gozaron entre los más pudientes de Aragón.

PSN

ORÍGENES

El apellido Compañero aparece tardíamente en la comunidad mudéjar de Huesca: no conocemos ninguno hasta finales del siglo XV, cuando figura documentado Jucé,253 padre de Moferix, quien tras bautizarse pasó a llamarse Pedro y que ocupó el cargo de alcadí de la aljama, el último conocido antes del forzado bautismo. No sabemos de dónde procedía Jucé, pero es de suponer que de alguna aljama real por gozar del privilegio de poder emigrar; muy pronto destacó en Huesca por su actividad mercantil y dineraria y echó los cimientos de la gran fortuna de sus sucesores. Los Compañero emparentaron con viejos apellidos oscenses, como los Alfanaquí y los Compás, documentados desde el siglo XIV, y los Çafar, con la llegada de Esperanza Çafar mayor desde Zaragoza para contraer matrimonio con Moferix y de Ferrando Çafar para casar con Esperanza Compás, sobrina de Moferix por vía materna. Los Çafar eran una familia rica zaragozana, uno de cuyos miembros, Hamet, trabajaba en 1408 en el Palacio Real de Barcelona como maestro de obra. Una rama de la familia abrazó el cristianismo antes de la obligación real de hacerlo; así, sabemos que en 1510 Joan Çafar era beneficiado en la iglesia de San Pablo de Zaragoza y procurador de la cofradía de Santa Engracia, y seguramente a la misma rama pertenecía Juan de Soto, alias Açafar, testigo en un documento inquisitorial de sus parientes moriscos en 1583. De Jucé y sus hijos Pedro y Esperanza nacerá una familia cuyos últimos vástagos sobrevivirán a la expulsión, una familia cuya huella podemos seguir en la documentación durante más de ciento veinte años, nada menos que seis generaciones, como queda reflejado en el árbol genealógico que puede verse en las páginas siguientes, el cual seguramente podría ser ampliado con los datos aportados por otros archivos aragoneses.254

253. Conte (1992).

254. En él se recogen datos aportados por Ansón (2003-2007a), concretamente el nombre del primer marido de Cándida Compañero menor y los de los cinco hijos de Miguel Enrique Compañero.

PSP
ÍNDICE

Brianda Miguel Enrique Ana ?

Lupercio Juan Juan Pedro Pedro

Árbol de familia de los Compañero-Çafar.

Gabriel Fran-

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ARISTOCRACIA MORISCA PSQ
LA
Alejandro Castellano Gracia Navarro Jucé Compañero Esperanza Granada Miguel Enrique Cándida Cándida Juanico Alonso Merín Diego de Rojas Pedro olim Moferix Esperanza olim Fátima Çafar Miguel Enrique Mª Lupercia Leonor Castellano Ana Navarro
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María ¿Juana?

Lope Alfanaquí Ferrando

Ana

LA ARISTOCRACIA MORISCA PSR
Jerónimo Ferrando Beatriz Gali María Casabona María Albariel Juan José Gabriel Martín Onzino Juana Alfarrán Martín Alfarrán Juan Burro Juan del Prom Juan del Ala Ana Guiomar Galaraga Juan olim Alí Compás Esperanza Hernando Juan Felices Esperanza Juana María Dorotea Margarita Gracia Brianda Francisco Çafar Esperanza

LOS COMPAÑERO-ÇAFAR

De las dos familias hay una abundante documentación en nuestro estudio, si bien la de los Çafar supera en mucho a la de los Compañero debido a que la casa central de aquellos siempre permaneció en Huesca y, aunque algunos de sus miembros residieran en Zaragoza, nunca rompieron sus vínculos con la casa madre, en tanto que los Compañero tuvieron en Zaragoza su centro de acción y solo acudían a sus casas de Huesca, abiertas hasta los momentos finales, para cuestiones puntuales o para pasar breves temporadas, tanto los que residían en Zaragoza como los que fueron a Calanda. La desproporción en la documentación es muy notable, de forma que de los Çafar tenemos más de 650 referencias frente a las 250 de los Compañero, si bien, mientras estos vivieron en Huesca, generaron proporcionalmente la misma cantidad de escrituras que sus parientes. Muchos de los documentos se refieren a miembros de ambas familias, puesto que tuvieron en común numerosos negocios, al menos hasta el ataque inquisitorial, y luego se dan pleitos entre ellos que se prolongan hasta poco antes de la expulsión.

LOS HIJOS DE JUCÉ Y LOS DESCENDIENTES POR VÍA MASCULINA

Lo que la documentación oscense nos enseña de los sucesores de Jucé Compañero por vía masculina abarca hasta la ejecución por la Inquisición de sus biznietos Miguel Enrique Compañero, muerto en el auto de fe de 1608, y Cándida Compañero, posiblemente quemada en el de 1609. A pesar de la abundante documentación, solo tenemos datos de sus actividades en Huesca, además de los documentos de la Inquisición y algunos otros escasísimos que nos hablan de los Compañero de otros lugares de Aragón.

Del patriarca de la familia, Jucé, únicamente sabemos que era padre de Pedro y Esperanza Compañero. La información es abundante a partir de estos, especialmente de Pedro, que, como se ha dicho anteriormente, había sido el último alcadí de la aljama con el nombre de Moferix. Hasta su muerte en 1538 llevó una activa vida económica que continuaron su mujer, Esperanza Çafar mayor —hasta que falleció, hacia 1553 ó 1554—, y sus hijos. Tenía la casa familiar en las Ferrerías. Gozó de franquicias en peajes y lezdas en Huesca y otros lugares altoaragoneses, según manifiesta al nombrar a varios procuradores en 1527, entre ellos

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Ferrando Çafar, Pedro Oncino, Juan Benamir y hasta trece cristianos de Huesca, Sallent de Gállego y Naval; en 1528 nombra a tres procuradores más en Sallent para que cobren hasta 3000 sueldos que le debían de una comanda tres bearneses, y al pelaire Juan Luch para que actúe en su nombre en tierras ultrapirenaicas. Sus redes comerciales se extendían hasta Béarn y Gascuña, donde tenía negocios y bienes muebles; operaba directamente y por medio de numerosos procuradores, y su actuación no siempre parece haber sido lícita; de hecho, en 1527 es acusado por el peajero de Canfranc, Juan Sillera, de hacer mazarrón con lana y otros productos a través de los pasos de Sallent y Canfranc, por lo que es multado por el baile de Jaca y el alcaide de Canfranc.

Desde el primer momento lo vemos mover cantidades de dinero considerables; así, en 1527 pagan él y su mujer al mercader Jerónimo Climent una comanda de 13200 sueldos que era de 1524; en el mismo acto toman una nueva comanda de 10000 que fue cancelada en fecha desconocida, y en 1529 pagan 5000 de otra comanda al mismo. No cabe duda, pues, de que su actividad económica, por el dinero que movía, era notable.

Por esos años, y durante muchos, acaso toda su vida, tuvo arrendado el peaje de Huesca, controlado en ocasiones por su cuñado Ferrando Çafar, y también el de Sallent de Gállego. En el caso de Huesca, sabemos que en algunos años, como 1532, se trata realmente de un subarriendo por el que paga 1200 sueldos anuales durante tres años a Pedro Laconcha, Pedro Ferrando y Bartolomeo de Pueyo. Su condición de procurador del baile general de Aragón en 1529 le permite solucionar sus problemas como peajero de Huesca con Baltasar Serrano, que tiene la tabla255 de Sesa, creando el oficio de «guardia y tablajero» de Sesa. El control del peaje de Sallent de Gállego le proporcionaría una seguridad que impediría que le multasen como había ocurrido en 1527, para poder controlar mejor sus intereses en Béarn, que no parecen nada despreciables, a tenor de los 1000 florines de oro que le paga su «criado» Rodrigo Gimeno en 1529 por varias deudas y por bienes muebles en tierras bearnesas; en otro documento del mismo año se hace constar que las deudas son por mercadurías y dinero, y entre los deudores están Arnaut Pebere, Pedro Ros, Guillem Ros mayor y menor, Guixomat de Puyano, Peirolet Joanes y Guixon de Carreot, de la villa bearnesa de Laruns. Sus acciones en Béarn se llevan a cabo con mercadurías propias y también con las de otros mercaderes de los que es procurador, como Arnaut de Les, mercader de Canfranc (1529). En 1530 Pedro Compañero da poderes a Ferrando Çafar para que haga la operación de arrendar el peaje de Huesca al baile general, por lo que paga 11000 sueldos. En 1537 Pedro Compañero sigue controlando el peaje de Sallent y tiene subarrendado a Ferrando Çafar el de Huesca y el de su distrito. Los dos cuñados parecen compinchados en algunas acciones de cuya legalidad hay dudas; no es que hayan hecho mazarrón, como había ocurrido antes, sino que no se ven claras las cuentas de varios importadores de caballerías que habían entrado en la ciudad mulos, mulatos, rocines, yeguas y

255. Carnicería, en aragonés.

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potros por los que habían pagado las tasas correspondientes,256 pero ninguno de los dos peajeros parece querer hacerles un albarán de pago; lo piden a Çafar como peajero de Huesca, pero él los deriva a Compañero, que tenía en subarriendo el peaje y tampoco está dispuesto a firmar los albaranes. Tenemos constancia de numerosas comandas que parecen relacionadas con actividades mercantiles mucho más que con el préstamo; algunas ni siquiera son comandas dinerarias, sino en especie, como la que da Compañero en 1534 de 161 quintales de aceite a los mercaderes de Monzón Martín Luis de Ribas y Miguel del Río; la de 1537 de 85 cahíces de trigo a varios hombres de Labata; en 1534, Pedro Compañero vende 52 cahíces de trigo que le deben siete vecinos de La Cuadrada dados en comanda de 1533, por lo que le pagan 1600 sueldos; en 1535 da 85 quintales de aceite a Jaime Baile, Antón Mallera y Antoni Juero, de Almunia de San Juan. Pero también las hay dinerarias, como los 5000 sueldos que da al zapatero Pedro Navarro y a Juan Riazuelo (1529); 5500 a Antón Sancho, de Borau (1530); 1000 a varios vecinos de Huerto (1532); 991 aBernat de Montaner y Lope de Ligüerre, de Aínsa (1533); 126 ducados de oroa Pedro Íñiguez, de Canfranc, o los 7290 sueldos que reconoce tener de deuda Onofre Roldán, de Tamarite de Litera, en 1538, entre otras. De algunas de estas operaciones nos enteramos por documentos muy tardíos, y es posible, como se ha apuntado con anterioridad, que algunas no se hicieran ante notario, sino que fueran documentos privados; es, tal vez, el caso de una comanda de 400 sueldos dada a Juan de Falces, alias Gallur, mercader, quien en 1554 se enfrenta en un pleito resuelto por arbitraje con el hijo de Pedro Compañero, Juan; a causa del impago de la comanda, este se ha quedado con un plantero que por la sentencia se ve obligado a devolver, con la garantía de recibir los 400 sueldos que su padre había prestado a Gallur.

Las operaciones dinerarias más elevadas parecen relacionadas con el arrendamiento de bienes o derechos de algunos concejos y con la compra y fundación de censales. En algunos casos tenemos el documento de arrendamiento, como luego veremos, y en otros solamente las comandas que, sin decirlo el documento, tienen todo el aspecto de ser comandas de garantía que toma Compañero de los concejos como seguridad de que pagará el precio de lo arrendado; es el caso de los 5200 sueldos de comanda del Concejo de Apiés en 1538, que se da a Pedro Compañero y a Ferrando Çafar, quien se hace cargo plenamente de la comanda y entrega todo el dinero a Compañero, a cambio de lo cual este obliga la casa en la que vive. El mismo año sabemos que Compañero, junto a cuatro cristianos, tiene una comanda de Almudévar de nada menos que 75700 sueldos. También en 1538 Pedro Compañero tiene un censo de 100 sueldos de renta y 2000 sueldos de propiedad de varios vecinos de Labata y se compromete a que puedan luirlo,

256. Bernat de Ascó paga 9 sueldos y 4 dineros por entrar 29 mulos y 1 rocín ensillado y herrado; Guillén de Casasús, 6 sueldos y 11 dineros; Peirot de Tresaygos, 4 sueldos y 9 dineros por 10 potros, 8 yeguas y una yegua parida con su potro; Antón Diest importa 31 mulatos y una yegua y paga 9 sueldos 9 dineros.

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a la vez que da carta de indemnidad a sus fiadores Ferrando Çafar, Lope de Gurrea y Gil de Betorz. A veces la información nos llega tras la muerte de Compañero: por ejemplo, en 1541, su viuda mantiene un pleito con el Concejo de Castejón del Puente como usufructuaria de la herencia de su marido, fallecido tres años antes; no sabemos qué deudas tenía contraídas el Concejo, pero con toda probabilidad se trataría de alguna comanda o del pago de un censal. Esas comandas pueden alcanzar cantidades considerables cuando se dan a un colectivo o a un Concejo en apuros por malas cosechas o por deudas; así, en 1530 el Concejo de Peralta cancela su comanda de 10400 sueldos y 600 cahíces de trigo. Sabemos que en 1529 Compañero compra un censal de 7000 sueldos al 5% de interés al Concejo de Selgua y a su señora, Isabel de Híjar, por ocho años. Compañero adelanta al Concejo 600 cahíces de trigo, y recibirá desde 1530 durante cuatro años 90 cahíces de trigo, 90 de hordio, 90 de centeno y 90 de cebada; el quinto año, 45 cahíces de cereal y 11 nietros de vino; los años restantes, 21 cahíces de cereal y 90 nietros de vino. El mismo año arrienda el lugar de Alerre por tres años y 4532 sueldos anuales; en 1530 alquila el molino de Sangarrén de mayo a septiembre, es decir, para la molienda de la nueva cosecha, por 15,5 cahíces de trigo y la misma cantidad de mestura. Tenemos conocimiento del compromiso que admite Compañero de pagar a los canónigos de Huesca el arriendo de las rentas episcopales (1531), que no sabemos desde cuándo las tiene ni en qué condiciones. En 1535 renueva por tres años el arriendo de Castiello de Jaca y Aratorés al chantre Juan Sanz de Esporrín, que da comanda de garantía de 2777 sueldos, y sabemos que ese mismo año paga por este arriendo 924 sueldos anuales; un año después Compañero rearrienda los dos lugares a Pedro Eniéquez por 126 ducados de oro anuales; en 1536 el pago que hace al canónigo es de 42 ducados anuales. Tras la muerte de Compañero, en 1538, su viuda continúa teniendo el arriendo. En 1536 arrienda las rentas de la vicaría de Alberuela de Tubo por dos años y 3520 sueldos al vicario del lugar, Pedro Capa; Compañero correrá con los gastos ordinarios de la vicaría. En 1537 alquila un huerto en el Ibón a Isabel Tomás por ciento un años en plazos prorrogables de nueve años y 65 sueldos anuales; el huerto es treudero a la Seo y Compañero puede adquirirlo pagando 1300 sueldos a Isabel, cosa que parece que hace, porque en 1538 da «su huerto del Ibón» en arriendo a Pedro Constantins por tres años y 6 florines anuales, reservándose la producción de los árboles frutales, concretamente manzanas, ciruelas de fraire y peras de pericón, como ya se vio. En 1537 Compañero se compromete a luir y quitar siete censales que le pagan el Concejo, justicia y jurados de Alberuela de Laliena, y cuando lo haga recibirá 187 quintales de aceite (diez años consecutivos) y 25 cahíces, 5 fanegas y 2 cuartales de trigo anuales durante diez años, hasta un total de 287 cahíces, además de utilizar un granero y poder construir un pozal para el aceite, pozal que podrá vender pasados diez años. En 1541 es Esperanza Çafar mayor, la viuda de Compañero, quien cobra todas las deudas del Concejo. Como se ve, la actividad económica de Compañero era considerable, y de las rentas y pagos en especie que recibía obtendría mercadurías para su comercio LA ARISTOCRACIA MORISCA

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regional e internacional. Con esa riqueza está relacionado un hecho acaecido en 1530, trascendental en la vida de Pedro Compañero y que pone de manifiesto su poder económico y sus excelentes relaciones con el poder político, nada menos que con el emperador Carlos. Todo queda recogido en un documento escrito en el castillo de Fañanás ante el baile del lugar. Compañero, que reside temporalmente en ese pueblo vecino a Huesca huyendo de «las muertes de Huesca», declara estar bajo la «protección y guarda del Emperador Carlos, rey de Aragón», con documentos que así lo demuestran, a pesar de lo cual es secuestrado por Francisco el Negro, alcaide de Puibolea, Jorgi Trallero, baile de Rodellar, y otros individuos armados. Tras llevarlo arrestado en duras condiciones monte a través hasta Morrano, y de ahí a Torres de Montes, queda encerrado en casa del alcaide, donde se le obliga, bajo amenaza de muerte, a firmar un documento de comanda de 11000 sueldos a favor del Concejo de Torres ante el notario barbastrense Ramón de Mur, y mosén Jaime Pérez Soro y mosén Jerónimo, presbíteros de Torres. Ya liberado, anula el documento ante el baile de Pueyo.

Estamos ante un caso de secuestro cuyo fin era puramente económico: resulta difícil ver en él ningún tinte racista. Es más, muy probablemente Francisco el Negro fuese también morisco, condición que tenían los habitantes de Puibolea, uno de los pueblos de moros de las tierras de Huesca. Algo que llama la atención es que un hecho tan serio no haya dejado otra huella documental que la comentada; extraña que no queden rastros de un posible juicio a los criminosos, que sin duda debió de haberlo, tanto por la gravedad de los actos como por la implicación de autoridades locales, clérigos y un notario, sobre todo si tenemos en cuenta las cartas de protección real de que gozaba la víctima.

El 21 de septiembre de 1538, Pedro Compañero hace testamento y por él sabemosque tiene una hija, Ana, de un primer matrimonio, y cuatro varones habidos con Esperanza Çafar mayor, que está encinta y pare al poco a Cándida. Todos los hijos son menores de catorce años; declara herederos a los varones y deja que su mujer dé a su hija y al póstumo, si es mujer, la dote que considere oportuna. Pide ser enterrado en San Francisco, algo excepcional, y se sabe que muere a los pocos días de testar, porque el 4 de octubre su mujer ya se declara viuda.

De la hija de Jucé, Esperanza Compañero, tenemos poca información: ni siquiera conocemos su nombre de musulmana. A la hora de ser bautizada está ya casada con el muy activo herrero Juan Compás, antes Alí, con el que tiene cuatro hijas, lo que provocará problemas con su cuñado Ximeno Compás por la herencia de Juan, que al no tener heredero varón reparte la herencia entre su mujer y su hermano, quien, si muere sin descendencia varonil, deberá devolver todo a su hija mayor, Esperanza Compás, y al marido de esta, Ferrando Çafar, casados en 1529; el resto de las hijas, todas casadas, reciben la legítima y mandas de poca monta. Sabemos que en 1535 Esperanza y Juan venden un campo en el barranco de la Alfándega, que en 1537 ella pleitea con su marido y recurren al arbitraje de fray Sebastián Santoles, doctor en Teología y comisario de la Inquisición, que en su fallo obliga a que Juan pague a su mujer 200 sueldos, rectificando una sentencia anterior de la que no tenemos noticia. En 1546 testa su marido, que muere en

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1547, y tiene algunos pleitos con su cuñado Ximeno a causa de la herencia; el árbitro es Ferrando Çafar, el primer interesado en beneficiar a su suegra, y se obliga a Ximeno Compás a pagar a Esperanza 3000 sueldos en el acto. Pero los problemas continúan y en 1549 hay un nuevo pleito, ahora con Gracia Gali, viuda de Ximeno, quien da 1500 sueldos a Esperanza Compañero, una parte de lo que por el testamento de Juan Compás debía revertir en sus herederas, a pesar de que por documentos de 1546 sabemos que Ximeno tenía dos hijas, Ana y Ángela Compás, y un hijo, Jerónimo Compás, que acaso muriese entre abril de 1546, año en que aparece citado en el testamento de su prima María Compás, y los pleitos que hemos comentado. A partir de 1549 se pierde la pista de Esperanza Compañero. De sus descendientes hablaremos al estudiar la otra rama de la familia. Retomando el hilo de los descendientes de Pedro Compañero y Esperanza Çafar mayor y su relación con Huesca, hay que detenerse un momento en la actuación de Esperanza al enviudar. Todos sus hijos eran menores; sin embargo, a los pocos días de la muerte de Pedro los capacita legalmente para que actúen en los asuntos familiares, concretamente para el cobro de deudas. Junto a sus hijos varones, Juan y Miguel Compañero, da poderes también a Ferrando Çafar y a tres cristianos en un documento en el que firma como testigo el zaragozano Melchor Albariel. Pero el que nombre procuradores no quiere decir que abandone el control de la hacienda familiar, como lo prueban las numerosas comandas y actuaciones económicas documentadas hasta 1550. Muchas de estas operaciones las hace sola, pero con frecuencia actúa con su hermano Ferrando y con sus hijos. Vale la pena repasar su actividad para hacernos una idea de cómo las mujeres de la aristocracia económica tienen capacidad suficiente no solo para continuar con los negocios heredados del marido, sino para tomar nuevas iniciativas. La actuación de Esperanza es un magnífico ejemplo de mujer emprendedora, tan poco frecuente en la historia de los moros, aunque había habido casos ya de mujeres muy activas en la comunidad mudéjar. Aparte de operaciones con su hermano y otras que luego veremos, la más notable es la compra que hace en 1542 al Concejo de Huesca de un censo de 11000 sueldos de propiedad y de 500 sueldos anuales de renta; lo vende por su valor al médico Juan de Litonera en 1545; sin embargo, vemos que la Ciudad aún le paga la renta de 500 sueldos en 1546, lo que quiere decir que debió de recuperar el censal o simplemente que no se llegó a hacer efectiva la venta. En este caso la vemos actuar a ella sola, sin sus hijos ni su hermano, lo que demuestra su mentalidad. Con su hijo Juan Compañero lleva a cabo la venta en noviembre de 1544 de unas cubas de vino que tenían en la bodega de Bartolomé Foncillas en Laluenga; ella autoriza la venta y la lleva a cabo su hijo Juan, definido como notario;257 compra las tres cubas Agnes Escudero. El dato nos interesa para saber que los Compañero comerciaban también con vino, porque la capacidad de las tres cubas es notable: 15, 10 y 5 nietros respectivamente.

257. En 1540 es citado como escribiente en un documento en el que firma como testigo, y la primera vez que aparece como notario es en septiembre de 1544, cuando interviene en la elaboración del inventario de Juan Tillero.

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En 1540 da una comanda de 45 cahíces de trigo en Belsué; un año después son 40 los que da en Ibieca. Ya vimos como en 1541 reclama y consigue que el Concejo de Alberuela de Laliena le pague todas las deudas que tenía contraídas con su marido, y vemos en otro documento del mismo año que sigue cobrando 187 quintales de aceite y 237 de trigo que desde 1537 pagaba el lugar a Compañero; ahora Esperanza transfiere la mitad a María Novallas, que como pago se hará cargo de las obligaciones fiscales. El mismo año pleitea con el Concejo de Castejón del Puente y consigue que le satisfagan todas las deudas, que no sabemos en qué consistían. Su actividad no debió de estar exenta de problemas con la justicia; aparte de los pleitos citados, la vemos recibida por el justicia de Huesca en tres ocasiones en marzo de 1545, sin que sepamos el motivo.

Durante muchos años, hasta 1547, comparte con su hermano Ferrando Çafar el papel de prestamista, sin que ello quiera decir que no lo lleve a cabo también en solitario: por ejemplo, en 1545 da 130 sueldos a Juan Mur, de Almuniente; en 1546 da una comanda de 400 sueldos a Martín López (cancelada en 1548) y otra al questor Francisco Rodríguez cuyo importe no nos consta y que es cancelada unos meses después. En 1545 Esperanza reclama en un documento escrito en latín una comanda que había dado su marido en Lanuza a los hermanos Peirolet, Juana y Joanet Carrera. Que es ella quien controla la hacienda familiar es evidente en las capitulaciones matrimoniales de su hija Brianda Compañero con Alexandre Castellano (1545): ella y sus dos hijos mayores autorizan el matrimonio, pero quien medio año después de la boda paga la dote de Brianda, concretamente 7000 sueldos, es la madre, en tanto que los hijos aparecen en un segundo plano.

Mientras Esperanza actúa, sus hijos apenas lo hacen, si bien desde finales de 1546 Juan Compañero va adquiriendo un protagonismo cada vez mayor, hasta el extremo de que desde mayo de 1547, cuando es nombrado procurador por su madre, esta ya no vuelve a aparecer hasta 1550, cuando reclama con su hermano Ferrando a Juan Bisé, Juan Garós y Juan Locuello, de Aínsa, el pago de 2599 sueldos que les habían prestado en 1545. Las operaciones dinerarias realizadas conjuntamente por los dos hermanos Çafar no suelen ser de mucho monto, pero son muy interesantes por la localización geográfica de los receptores, que nos muestra una vasta red comercial o de influencia económica que se repetirá a lo largo de toda la historia de ambas familias. Así, los vemos dar 319 sueldos en 1543 a Juan Olsón, de Labata, y la deuda no es cancelada hasta 1554, lo que realmente es algo notable y nos obliga a pensar en posibles préstamos con interés disfrazados de comandas, porque se hace difícil creer que se resignen a cobrar con once años de retraso, cuando lo habitual es la cancelación en un año o dos, como es el caso de la comanda que dan en 1544 al jubonero de Tamarite de Litera Esteban Graner, de 550 sueldos, o la que reciben el mismo año en Boltaña Miguel Campodarbe, pelaire, y Ferrando Campodarbe y Miguel Castillo, tejedores. El pelaire Juan de Mota, también en 1544, recibe comanda de 231 sueldos sin que conste cuándo se cancela. En 1545 dan comanda de 180 sueldos en Tabernas a Miguel Pelegrín; en Aínsa se da una de las más importantes, de 2039 sueldos, a Bartolomé Sarvisé y Miguel Puyuelo, de Labuerda, y a los ainsetanos

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Juan Campo, Montserrat Ximénez y Antón Falceto, y tampoco en estos casos nos consta su cancelación. Como ha podido observarse, es en Sobrarbe donde los vemos actuar preferente pero no exclusivamente.

No nos consta cuándo muere Esperanza, y ni siquiera conservamos un testamento suyo, pero en 1553 la vemos conceder autorización para la boda de su hijo Juan Compañero con Ana Navarro y en 1559, en un testamento de su hermano, es declarada administradora de sus bienes si muere antes de que su mujer salga de la prisión inquisitorial. La escasa presencia de Esperanza en la documentación da paso al protagonismo cada vez mayor de su primogénito, Juan.

De su hermana mayor, Brianda, se pierde la pista en las fuentes oscenses tras su boda con el calandino Alexandre Castellano, de cuyas capitulaciones hemos hablado más arriba, hasta 1590, cuando ya ha enviudado; ese año sabemos que con su hermano Juan, definido como mercader, recibe los 500 sueldos anuales de pensión de un censal de Gaspar Ximénez, señor de Arascués, que habían heredado de su hermana Cándida Compañero juntamente con Gaspar Zaydejos, quien renunció a favor de los dos hermanos. Dos años después vemos que hacen luición del censal, que había sido instituido por Jerónimo Çafar, al señor de Arascués por 10000 sueldos. Además, por documentos inquisitoriales sabemos que un hijo suyo, Pedro, es condenado a tres años en galeras en el auto de fe de 1582. Como decíamos, Juan no solo va a ser el continuador de la actividad económica de su padre, sino que la ampliará, aunque su paso por la Inquisición debe de limitar sus iniciativas, como veremos. Nace en 1527, a tenor de los documentos del Santo Oficio, y tenemos noticias de él hasta 1600 en la documentación oscense, a pesar de que se traslada a vivir a Zaragoza en 1566. Hombre ilustrado, conocedor de la lengua árabe, según declaraciones de testigos en el juicio inquisitorial, su capacidad económica le permite, según las mismas fuentes, viajar a tierras de moros y a Constantinopla. Aparece citado repetidamente como notario, como ya se ha expuesto anteriormente, e incluso como notario real en un documento del justicia de Huesca de 1548, si bien su actividad principal es el comercio, y como mercader aparecerá hasta los momentos finales de su vida. Su prestigio dentro de la familia explica que sea heredero de su tío Juan Compás y coheredero de su hermana Cándida Compañero, lo que lo enfrenta con los Çafar, como veremos en su momento. Muchas de sus operaciones económicas las lleva a cabo formando compañía con sus parientes los Çafar, quienes son sus representantes y procuradores en Huesca y en todo el Alto Aragón cuando él se traslada a Zaragoza; estas relaciones no siempre serán fáciles, y veremos su enfrentamiento con los herederos de los Çafar tras las condenas de estos por la Inquisición. La casa familiar en las Herrerías, que hereda de su padre, jamás se cierra, y él y sus familiares la ocupan durante temporadas largas hasta la muerte del último de los Compañero oscenses, su sobrino Miguel Enrique Compañero, ajusticiado por la Inquisición en 1608, como ya se vio.

Casa en 1553 con Ana Navarro, hija del mercader zaragozano Miguel Navarro, con la autorización de su madre y de sus hermanos Pedro y Miguel Compañero; el matrimonio tiene un hijo, Juan, nacido y bautizado en Sobrepuerto en

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1561 e inscrito en el libro parroquial de San Lorenzo en julio de ese año. De la breve vida de Juan Compañero menor se hablará más adelante. Ana, como ya hemos visto, pasa por la Inquisición en 1581, cuando es condenada a cadena perpetua —que no cumple— por obra de moros, y en 1609, cuando cuenta setenta años, es quemada por reincidente en la fe islámica; la condena conlleva la incautación de todos sus bienes, como ya vimos.

Lo más notable de Juan Compañero mayor es su intensa actividad económica y su paso por la Inquisición por tres veces, y que a pesar de ello no sea condenado a muerte por reincidente. De todo esto vamos a exponer lo que la documentación nos ha dado, que no es poco, y nos remitimos a lo dicho al tratar su paso por el Santo Oficio.

Su actividad económica durará tanto como su vida, y, a pesar de haber sido condenado a cadena perpetua por la Inquisición, en 1581 lo veremos actuando en libertad hasta 1600, de lo que se deduce que logra algún indulto, acaso debido a su buena posición económica y a un prestigio social del que goza desde muy joven por su condición de notario, documentada desde 1544, y por la riqueza de su familia. Buena prueba de ello es que es nombrado tutor de huérfanos (por ejemplo, de Felipe Tillero, desde 1544 al menos hasta 1551, y de Juan e Isabel Alfanaquí, de muy buena situación económica, en 1576), es depositario de elevadas sumas de dinero (22000 sueldos del vicario general del Obispado de Huesca en 1557),258 goza de la confianza de la judicatura (recibe a caplienta del justicia de Huesca a Juan de Aniés en 1552 y es árbitro en un pleito entre cristianos viejos en 1553), es nombrado procurador de personajes notables (repetidamente, de sus familiares los Çafar, y del notario de Pertusa Francisco Lecina en 1558, por ejemplo), representa a algún concejo (en 1596, al de Monflorite) o a artesanos exportadores (al zapatero Jerónimo Alfarrán en 1545), es prestamista de la nobleza (en 1563 presta al señor de Baranguá, Ximeno López) y lleva a cabo actuaciones económicas muy importantes con la alta nobleza, concejos, instituciones religiosas, etcétera, como a continuación veremos.

Las comandas

Tenemos documentadas unas treinta comandas dadas a gentes de diversas comarcas que nos dan información sobre las tierras en las que actuaba Compañero; se mencionan en Aínsa, Azanuy, Boltaña, Barbastro, Naval, Sallent de Gállego, Rasal, Broto, valle de Tena, Ipiés y Monzón, y en Huesca y lugares próximos a la ciudad, como Tabernas, Liesa, Bandaliés, Bespén, Antillón, Casbas y Apiés, además de las dadas a comerciantes de Zaragoza y Valencia. Son muy pocas las que aparecen canceladas en el documento notarial, de manera que posiblemente el impago reportaría sustanciosos beneficios a Compañero, toda vez que la garantía que se pone suele consistir en bienes de bastante valor: caballerías, casas, obradores, viñas, tierras, etcétera. A veces no se hace constar los bienes que se obligan y es probable que estemos, más que ante préstamos, ante comandas de

258. El depósito lo comparte con Benito Ram y Jerónimo Tomás, notario de Casbas.

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carácter mercantil, especialmente si no aparece fecha de cancelación y sobre todo si la cantidad entregada va anotada en sueldos y dineros, moneda ésta fraccionaria, frecuente en las ápocas y recibos de cuentas pero no en operaciones de préstamo. Los receptores de estas comandas son en un buen número labradores, pero también hay artesanos, comerciantes, un boticario, y de un porcentaje bastante elevado no nos consta a qué se dedican.

Las primeras comandas de las que tenemos noticia son de noviembre de 1546, las dos hechas el mismo día a vecinos de Aínsa: 317 sueldos a Antonio Giral y Juan Güerto, y otra mucho más importante, de 2835 sueldos, a Gaspar Altemir, Pedro Rama, Pedro Segura y Antonio Giral, ambas canceladas al cabo de un año; en los dos casos hay carta de indemnidad dada por Compañero, lo que hace suponer que no son préstamos sino depósitos, posiblemente para la compra de alguna mercaduría. Distinto es el caso de los 500 sueldos dados en 1547 al mercader de Zaragoza Agustín Gali, ya que este pone como aval sus casas en la Morería Cerrada de su ciudad; no hay fecha de cancelación, por lo que cabe pensar que Compañero acaba haciéndose con las casas, pues el impago se lleva, si hace falta, hasta los tribunales, como ocurre con el pleito en 1548 entre Compañero y Miguel Palencia visto ante el justicia de Huesca.

Cantidades entre los 100 y los 300 sueldos reciben, en 1548, los cantareros Vicente Alamén y Pedro Cerdeña, de Huesca, que obligan sendos obradores y casas y reciben 238 sueldos, cuya cancelación tampoco está documentada; 250 recibe el oscense Juan Tierz, que obliga una viña; 104, el labrador de Tabernas Martín de Guidamón; una cantidad desconocida se entrega a los labradores oscenses Juan Pueyo y Domingo Fanlo, que obligan casas en el barrio de San Martín; en 1549 Martín Núñez, de Liesa, recibe 138 sueldos y obliga casas en su pueblo; 101 recibe el labrador de Bandaliés Martín Arcos; 192, Martín Barrio y Martín Albero; 138, Antón Buil y Antón Ibieca, que obligan bienes sin especificar, y 432 sueldos toma Pedro Albero, que obliga una mula. Todos ellos son labradores de Bandaliés y en ningún caso aparece la comanda cancelada. El mismo año Compañero da comanda de 26 florines de oro en Puibolea a Pedro Misana, alias Tierz, que obliga una mula y bienes muebles; en Bespén, de 228 sueldos, a Antón Ferrando, que obliga mulas, y en Antillón da 352 a Damián Monterol, que obliga una casa y una mula. Tampoco en ninguna de estas aparece la cancelación. En 1550 es Pedro de Campo, de Bespén, quien recibe 23 florines de oro y se da un plazo de tres años para devolverlos, pero no existe prueba de que lo haga. En 1551 se da la notable cantidad de 1247 sueldos a cuatro vecinos de Casbas que obligan bienes en la villa; no tenemos constancia de su cancelación. Los vecinos de Sallent de Gállego Blasco y Miguel Sorrosal reciben 224 sueldos en 1554, y tampoco consta la cancelación. En 1555 hace cuatro comandas, todas ellas sin fecha de cancelación: en Naval da a Miguel Franco, alias Flores, 166 sueldos; 577 entrega a Juan Ceresuela, de Azanuy, y a Francisco Coma, de Monzón;en Apiés, 603 sueldos y 6 dineros a Juan Pelaire y Juan Cosculluela, y en Apiés a los pelaires Juan el Pelaire y Juan Cosculluela. En 1556 Juan Labata, de Rasal, recibe 385 sueldos; en 1560, Cosme Pérez, de Huesca, 746 suel-

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dos y 8 dineros, y Pedro Lacadena, de Broto, 335 sueldos; de esta sí sabemos que se canceló en 1563. En 1561 Juan Blasco, de Sallent, recibe 480 sueldos, y el tejedor de Boltaña Melchor de Espín, una cantidad que nos inclina a pensar que se trata de una comanda de garantía para un encargo de obra: 1527 sueldos y 3 dineros. Lo mismo ocurre con la comanda de 1562, también en Boltaña, de 2124 sueldos y 2 dineros a Melchor de Espín. Desde esta fecha, las comandas dadas por Juan son raras en la documentación oscense; posiblemente no ocurra lo mismo en la zaragozana, ya que Compañero vivía en Zaragoza y muy esporádicamente debía de aparecer por Huesca, que en aquellos momentos veía cómo los Çafar se encargaban de los bienes de los Compañero y cómo crecía su actividad económica. Las últimas comandas hechas en Huesca por Juan Compañero parecen relacionadas con alguna actividad mercantil: en 1567 da 754 sueldos a Bernat el Pelaire; en 1569, a Pedro Villasana y su hijo, tejedores de Boltaña, les entrega 1973 sueldos, y finalmente en 1571 tenemos la comanda de mayor monto, 4350 sueldos, que da al mercader de Valencia Pere Medri. No cabe duda de que las comandas fueron muchas más; ya hemos dicho que conocemos pleitos y reclamaciones por comandas de las que no queda el documento, y habrá que volver a recordar que es seguro que muchos préstamos se hicieron en documentos privados. Digo esto porque, si nos atenemos al numerario que mueven estas comandas, da la impresión de que Juan Compañero era un hombre de buena posición económica, pero no tanto como para ser considerado un miembro de la aristocracia económica de la ciudad. Sin embargo, al estudiar los arrendamientos la percepción va a cambiar. Confirmando la sospecha de que el numerario que movía en préstamos y comandas era mucho mayor, vemos el litigio con los herederos de los Çafar en 1594, cuando les reclama la devolución de libros de préstamos que le pertenecen en los que se recogen deudas que suman 1334 libras, cantidad que supera ampliamente lo que hemos podido documentar por escrituras notariales oscenses y que hemos expuesto detalladamente.

Los arrendamientos

En 1549 tenemos documentado el primer contrato de arrendamiento de Compañero; se trata de la primicia de Alquézar por un periodo de doce años, si bien rearrienda el 50% al notario de Alquézar Juan Montes y al «apotecario» oscense Miguel Sanginés.259 No sabemos lo que podía suponer esta primicia, pero la villa de Alquézar puede considerarse rica, más que la de Bespén, de la que igualmente tiene arrendada por doce años la primicia desde 1553; curiosamente, también la rearrienda, pero esta vez sabemos lo que ha de pagar anualmente el subarrendatario Pedro Sarvisé: 1340 sueldos. En 1554 arrienda al Estudio General las rentas de las extintas rectorías de Used y Aspes por tres años y 1293 sueldos anuales; el mismo día arrienda también a la Universidad, con Gaspar Altemir y Jaime Garcés, de Aínsa, las rentas de la parroquia de Cosculluela, por tres años

259. En 1540 aparece dando una comanda juntamente con Ferrando Çafar un homónimo al que no se define como «apotecario» sino como mercader.

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y un pago total de 820 sueldos. Por un pleito en 1556 entre Pedro Sellán, señor de Pompién Muzo, y su padre sabemos que Juan Compañero, Lope Compañero260 y Lope Orgat tienen arrendadas las rentas del minúsculo lugar de Pompién por 9000 sueldos anuales; hay que decir que la bondad de las tierras de cultivo de Pompién y su proximidad a Huesca justificarían lo elevado del precio. El mismo año, Ferrando Çafar, que tiene arrendada la mensa abacial de Casbas, acoge como partícipes a Juan Compañero y Miguel Pastor. También en 1556 arrienda a la Ciudad dos huertos, casas, dos planteros y varios campos que el Gobierno municipal había aprehendido, por lo que paga 1800 sueldos anuales. En 1560 toma en arriendo un huerto del hortelano oscense Bernardo Pallera en el camino de Zaragoza por tres años y 8 florines anuales. En 1561 tiene lugar una de las más importantes operaciones de Compañero; se trata del arriendo de la antigua encomienda del Temple,261 con bienes en Huesca, Algás, Pertusa, Luna, Almudévar, Jaca, Huerrios, Pompenillo, Plasencia, Chimillas, Lupiñén, Plasencia y otros lugares, por tres años y 11400 sueldos anuales; el comendador, Arnaldo Sangüesa, firma una comanda de garantía de 34200 sueldos a Compañero y a Ferrando Çafar, que subarrienda la encomienda.Sabemos por documentación templaria que esos bienes eran tierras de cereal, huertos, viñas, pastos, sotos, casas, tiendas y molinos y derechos señoriales.262 En 1565 sigue en manos de los Çafar, como lo demuestra que subarrienden las «yerbas y espigas» de Pompenillo a Pascual Oto y Martín Monzón. Los bienes templarios continuarán en manos de los Compañero y de los Çafar, porque sabemos que en marzo de 1566 quien los tiene arrendados es Enrique Compañero, hermano de Juan, como veremos más adelante, pero en abril de ese año es Ferrando Çafar quien nombra procurador para cobrar en la encomienda a Jaime de Olmedo, lo que demuestra que son ambas familias quienes controlan las rentas templarias. En julio de ese año, con ratificación en agosto, Juan Compañero, residente ya en Zaragoza, vuelve a arrendar la encomienda por tres años y 13000 sueldos, lo que indica una revalorización de algo más del 10% en tan solo cinco años; también ahora el comendador templario, fray Miguel Martínez de Marcilla, da carta de garantía de 39000 sueldos, mientras que Compañero pone como aval del cumplimiento del contrato sus casas de Huesca en las Ferrerías y sus casas de Zaragoza; cuando en agosto se ratifica el arrendamiento, vemos que este está compartido con Jerónimo Çafar. En 1567 son las rentas del rico priorato de Bolea las que arrienda junto a su hermano Enrique Compañero por una cantidad considerable: 7000 sueldos anuales. Esta operación lo enfrenta con el abad de Montearagón, pero el litigio no afecta al arrendamiento. Por medio de su procurador Jerónimo Çafar tiene arrendados en 1567 los términos de Arniellas, Torres de

260. No sabemos qué parentesco tenía con Juan.

261. Aunque los bienes templarios se incorporaron a la Orden de San Juan, a lo largo de toda la historia la documentación sigue manteniendo el nombre de encomienda del Temple y el título de comendador del Temple. Véase Conte, «El patrimonio templario…» y «El palacio del Temple…», arts. cits.

262. Conte, Á., La encomienda del Temple…, óp. cit.

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Montes, Blecua, Bespén y Angüés, y de todo ello rearrienda las hierbas de Arniellas durante seis años por 2200 sueldos anuales (da a los arrendatarios comanda de garantía de 13200 sueldos); no se conserva el documento de arrendamiento, por lo que no es posible saber las condiciones, como tampoco tenemos el de las rentas de Aragüés, Pueyo, Liesa, Peralta y la pardina de Pisa en 1568; sabemos que las ha arrendado a su propietario, don Juan de Gurrea, gobernador general, por seis años, y que rearrienda a Juan Cortés las rentas de Pisa por 400 sueldos anuales. De nuevo en 1569 sabemos que tiene arrendada la encomienda templaria y que en enero de ese año rearrienda la hierba de Pompenillo a Juan y Martín Bolea, de Tardienta, por cuatro años y 1450 sueldos anuales, reservándose para él una partida llamada La Peril, que está junto al Isuela, de lo que podríamos deducir que sería para el ganado que pudiera tener.

En 1571 lleva a cabo el arrendamiento más importante, asociado a Ferrando Çafar, con un pago anual de 50000 sueldos, 6 quintales de aceite, 6 cargas de calabazate, 12 botes de conserva y 50 libras de azúcar fino: se trata de las rentas y derechos señoriales de Argavieso, Pueyo, Liesa, Ibieca, Peralta y los términos de Foces, Samper de Cetrán, Castelnou y Pisa, todos de don Juan de Gurrea; los derechos señoriales suponen la percepción de dineros y de bienes de consumo como avena, trigo, lino, vid, cáñamo, corderos, gallinas, huevos y «turrones blancos» para Navidad. En 1576 vuelve a arrendar los bienes templarios por seis años a través de sus procuradores Francisco Çafar y Enrique Compañero, de modo que puede decirse que explotó las rentas templarias ininterrumpidamente, solo o con los Çafar, durante casi veinte años, hasta su apresamiento por la Inquisición en 1579. En 1580, estando ya encarcelado, actúa su procurador Jerónimo Çafar, quien recibe un albarán de los 4000 sueldos que paga en Arbaniés y Castejón, es de suponer que en concepto del arriendo de las rentas de los dos lugares. El mismo Jerónimo lleva a cabo la venta de casas de Compañero en el Coso de Zaragoza por la elevada cantidad de 11000 sueldos, también en 1580, acaso por necesidad de Compañero tras su prisión. Su condena a cadena perpetua lo aleja de cualquier aventura económica en tierras oscenses, pero extrañamentelo vemos reaparecer en un documento de 1596 en el que se nos dice que tiene arrendado el monte de Pompién y lo rearrienda a Pedro Ferrer y Miguel Aznar por 38430 sueldos y 6 arrobas de buen queso; lamentablemente, el documento no nos dice la duración del rearrendamiento ni desde cuándo lo tiene Compañero ni cuánto ha pagado; en cualquier caso, no deja de sorprender su aparición para llevar a cabo operaciones tan notables cuando ya contaba casi setenta años.

Aún lo veremos en Huesca en 1598 en unas capitulaciones matrimoniales de su sobrina Brianda Cigüeño Junez, y en 1599 cuando recibe una comanda de Pedro Rasal de 500 cahíces de trigo, cifra que dice bien a las claras que Compañero continúa con su actividad mercantil, porque esa cantidad de grano solo se explica si es para comerciar, lo mismo que ocurre con algunas comandas de aceite y, por supuesto, con los productos obtenidos en los lugares arrendados, así como con el comercio de madera documentado en la lejana fecha de 1558, cuando encarga a Juan Estallo, de Rasal, 1000 fustes y 60 docenas de palos de entre

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16 y 18 palmos que bajará por el río Gállego hasta Murillo, para lo que adelanta 1818 sueldos, 1 cahíz de trigo y otro de mestura para las caballerías que llevarán la madera hasta Huesca; en 1560 la operación se había ya cerrado y la comanda de garantía de 2000 sueldos dada por Compañero se había cancelado. En 1599 tenemos la última noticia de su actividad mercantil en tierras altoaragonesas, cuando es obligado por el justicia de Huesca a pagar a Martín Codo, su procurador, 500 sueldos que le debe por las 500 libras que en su nombre ha cobrado en tierras de Huesca; el documento nos permite ver el porcentaje que cobraba un procurador y también el movimiento notable de capital que seguía manteniendo en tierras de Huesca. Pero la última referencia documental en Huesca data de 1600, cuando, encontrándose en la ciudad, recibe el pago de una comanda —no consta el dinero— del mercader de Zaragoza Francisco Martínez. Como se ve, mercadear era su oficio y, de hecho, desde su traslado a Zaragoza solo una vez es citado como notario, al poco de emigrar a la capital; se trata de una escritura hecha en 1566 por Compañero en la que Ferrando Çafar nombra procurador a Bartolomé de Arroyos, según se refleja en un protocolo notarial.

A pesar de su actividad económica, apenas se le conocen operaciones de compraventa, lo que no deja de extrañar. Ya hablamos de la venta que en nombre de su madre hizo de unas cubas de vino en Laluenga en 1544. En 1571 hay una extraña operación en la que Francisca Ximénez Cerdán y Melchor González, señores de Arbaniés, venden unas casas en Zaragoza a Jerónimo Çafar por 3000 sueldos y este las revende a Juan Compañero por razón de una fianza que les había hecho de 6000 sueldos, de modo que realmente no es una compra, sino el cobro de una comanda que no está documentada. En 1580, estando preso en la Inquisición, lleva a cabo la venta de casas que hemos citado y que le supone unos ingresos de 11000 sueldos. Y eso es todo, pero se ha de tener en cuenta que desde su traslado a Zaragoza hay muy poca información sobre él en los documentos oscenses, y posiblemente sus operaciones de compraventa quedaran registradas en Zaragoza.

Tampoco parece que tuviera problemas que le obligaran a recurrir a la justicia. Aparte del citado litigio con el abad de Montearagón —del cual no tenemos más información que su existencia—, del que en 1554 tuvo con Juan de Falces, alias Gallur, por una comanda impagada y de la sentencia del justicia de Huesca obligándole a abonar 500 sueldos que debía a su representante en Huesca, sabemos que comparece en una sola ocasión, el 18 de julio de 1545, ante el justicia de la ciudad, sin que en el libro de notas quedara registrada la razón. Lo más destacado en este campo es el litigio que en 1594 mantiene con María Albariel, Juan Felices y Esperanza Çafar menor para reclamarles ocho albaranes de préstamos por un total de más de 1334 libras, todos de 1578, que tenía en poder su procurador en Huesca, Jerónimo Çafar, cuando fue apresado por la Inquisición, y que tras su muerte y la de su heredero Juanico Çafar fueron maliciosamente ocultados por María Albariel con la pretensión de cobrar ella las deudas, de la misma manera que se apropió de un censal de 20000 sueldos de propiedad y 1000 de renta, también reclamado en el mismo documento. Jerónimo vivía en

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casa de los Compañero y le resultó fácil llevarse toda la documentación a casa de los Çafar aprovechando la detención de Juan Compañero. El problema se venía arrastrando desde la muerte de Cándida Compañero, quien declaró herederos a sus hermanosJuan y BriandaCompañeroy a Gaspar Zaydejos, aunque este había renunciado a favor de los hermanos.

Mucho más importante y grave es su relación con el Santo Oficio, por él y por todos los que a raíz de su apresamiento e interrogatorios fueron delatados y cayeron en manos de los inquisidores: parientes, criados y amigos suyos padecieron todo tipo de condenas, como se ha visto. La primera noticia sobre su detención nos la da un documento notarial de Huesca de agosto de 1579 en el que se recoge la procuración que hizo a Jerónimo Çafar para que vendiera en su nombre bienes en Zaragoza. El resto ya se ha expuesto al estudiar la relación de la Inquisición con los moriscos oscenses.

De su hijo Juan, del que hemos visto su certificación de bautismo y su condena en el auto de fe de 1582, tenemos poca información en la documentación oscense, y casi todo lo que sabemos de él lo hemos expuesto ya en el apartado dedicado a la Inquisición. Cuando acaba de cumplir la mayoría de catorce años es nombrado procurador de su primo Jerónimo Çafar para recuperar 4000 sueldos que Çafar ha dejado en la Tabla de Depósitos de Zaragoza, donde reside Juan Compañero desde niño, lo que explica que no tengamos datos de él en la documentación oscense hasta 1594, cuando se hace referencia al testamento en que deja 3000 sueldos a su tío Ferrando Çafar y un censal de 20000 sueldos de propiedad y 1000 sueldos de pensión anual, todo ello reclamado por el padre del testador, Juan Compañero. Llama la atención que siendo tan joven disponga de tanto dinero, pero posiblemente, como era habitual en su familia, su actividad económica comenzara cuando era adolescente, como queda demostrado en lo que acabamos de exponer. La investigación de sus pasos en archivos zaragozanos completará una información paupérrima sobre un personaje que se nos antoja muy interesante a pesar de la brevedad de su vida.

El segundo hijo varón de Pedro fue Miguel Compañero, del que también tenemos muy poca información. No sabemos cuándo nació, pero en 1538 ya actúa como procurador de su madre, si bien, teniendo en cuenta que se casó en 1554, debía de ser un niño en esa temprana fecha. En 1545 actúa como procurador de Jerónimo Alfarrán y en 1548 lo es de Ferrando Çafar, especialmente para cuidar todas las rentas y frutos del arciprestazgo de Barbastro, que había arrendado al obispo de Huesca. En 1547 firma como testigo en dos documentos de Huesca. Al poco debió de emigrar a Calanda, pues en un documento de 1553 es definido como mercader de Calanda; allí casa con Leonor Castellano, cuñada de su hermana Brianda, posiblemente en 1554, o al menos en ese año recibe de su madre y de sus hermanos lo que le corresponde de la herencia de su padre —de la que es usufructuaria su madre— y de la de su hermano LupercioCompañero, fallecido muy joven; con lo que recibe ha de pagar a su mujer la dote acordada en las capitulaciones matrimoniales, que no conocemos. Las últimas referencias documentales que tenemos son de 1567, cuando actúa como procurador de Pedro Xiret

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para cuidar los bienes de su mujer en Calanda y cuando, en otro documento, lo vemos nombrar procuradores en Barbastro, prueba de su actividad comercial. No sería aventurado pensar en una muerte temprana, porque es de los pocos miembros de la familia que se libra de pasar por la Inquisición en la década de los ochenta, mientras que sí pasa su hijo Pedro, el único que conocemos, en 1584, cuando contaba diecinueve años, acusado de levantamiento, como ya se vio.

Enrique Compañero, el tercero de los hermanos, se dedica al oficio familiar de mercader: aparece citado en 1553 como «mercader Osce» y en 1567 como «mercader de Zaragoza», ciudad a la que había emigrado entre 1564 —cuando aún vive en Huesca— y ese año. Sus relaciones comerciales llegan lejos, nada menos que hasta Alcalá del Río, en Andalucía, donde vive el bachiller Ginés de Gabaldón, deudor de Compañero, quien nombra en 1558 procuradores para cobrar esas deudas al caballero castellano Gonzalo Carrillo de Mendoza y al calandino Diego Castellano, posiblemente pariente de Alexandre y Leonor Castellano, casados con hermanos suyos. También parece relacionada con alguna actividad mercantil la comanda de 2400 sueldos que en 1567 da a Martín Royo, de Sallent de Gállego, quien obliga cien ovejas y casas en su villa; la comanda no aparece como cancelada. Por su actividad mercantil, lo vemos actuar en diversas ocasiones como procurador de Ferrando Çafar. Otra comanda suya está documentada el mismo año: son 551 sueldos que da a Martina Urriz, de Aguas, quien la cancela en 1568. La última referencia documental que tenemos es de 1568; se trata de una comanda de 348 sueldos dada a gentes de Sobrepuerto —Juan Satué, de Xavierre de los Carnudos (Javierre del Obispo), y Sebastián Sasal, de Satué—, y a Juan Satué, de Fornillos. Casa con la zaragozana Gracia Navarro, hermana de la mujer de su hermano Juan, que le da dos hijos, Miguel Enrique y Cándida. Cuando en 1581 su mujer es condenada por la Inquisición a cadena perpetua con diez años de reclusión en un convento, él ya ha muerto, aunque no mucho antes, porque hacia 1578 ha nacido su hija Cándida, pero en la documentación oscense no aparece después de 1568.

A Lupercio Compañero, el menor de los hijos varones de Pedro Compañero, solo lo vemos aparecer en el testamento de su padre (1538), y hay una mención de él ya difunto en 1554, cuando su hermano Miguel recibe lo que le corresponde de la herencia de su padre y de Lupercio. Por las fechas indicadas, posiblemente muere antes de cumplir los veinte años.

De la póstuma de Pedro, Cándida Compañero, nacida entre finales de 1538 y comienzos de 1539, hablaremos al estudiar la familia Çafar, ya que toda su vida está relacionada con sus parientes al casar en 1567 con su sobrino segundo Jerónimo Çafar. Es una figura sumamente interesante y de la que tenemos bastante información, aunque su vida se desarrolle fundamentalmente en Zaragoza, donde la doctora Carmen Ansón le ha seguido minuciosamente la pista,263 como ha hecho con la de todos los miembros de la familia; sus estudios contrastan con los

263. Ansón (2001-2002 y 2003-2007a).

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de la doctora Fournel-Guérin, quien solo ha podido llegar a lo que los documentos inquisitoriales, pocos y muy parciales, permiten.264

Respecto a los descendientes de Pedro solo nos falta hablar de sus nietos Miguel Enrique Compañero y Cándida Compañero menor, hijos de Enrique, de los que hay bastante información, sobre todo del primero, muy vinculado a la ciudad de Huesca, como veremos. De Cándida la documentación oscense no dice nada, porque no tuvo relación alguna con la ciudad; todo lo que sabemos de ella es gracias a la documentación del Santo Oficio. Nacida hacia 1578, a la edad de diez años pasa por la Inquisición y no sufre castigo alguno por ser una niña, a pesar de estar instruida en la fe musulmana por su madre; sin embargo, en 1609, después de ser revisada su condena del año anterior, es quemada por haber celebrado ritos funerarios en casa de su hermano —aunque la doctora Carmen Ansón opina que nunca fue ejecutada—. El libro 990 de la Inquisición, en el que se recoge su condena, nos dice que estaba casada con Alonso Merín Enríquez, personaje de la nobleza norteafricana, y que acaso su influencia la librara de la hoguera.265

Más información tenemos de Miguel Enrique. Nacido en Zaragoza entre 1568 y 1569, la temprana muerte de su padre le obliga a participar muy joven en los negocios familiares en Huesca y, a pesar de ser siempre vecino de Zaragoza, ocupa con frecuencia la casa familiar en las Ferrerías de Huesca, desde donde controla los negocios y lleva a cabo operaciones que recoge la documentación notarial oscense. También lo veremos defender los intereses de su tía Cándida Compañero en los litigios que tiene con María Albariel a causa de las herencias de los Çafar. De su vida personal tenemos pocos datos directos, solo los que conocemos por los documentos inquisitoriales, como que está casado con Esperanza Granada, con la que será quemado en el auto de fe de 1608, después de haber pasado por el Tribunal en 1587, cuando es absuelto por su edad, y en 1589, acusado de llevar armas. Su situación económica es buena, a tenor de los datos que tenemos. Para ver su poder económico y la gran consideración social de que goza bastan dos detalles: en 1595, cuando aparece como residente en Borja, consigue una cédula real de Felipe II para defender sus derechos en un pleito con los herederos de los Çafar, y en 1596 consta que es procurador general nombrado por la Real Audiencia de Aragón; ambas cosas nos hablan de sus buenas relaciones con el poder. Su prestigio entre los moriscos era también muy notable y, según Carmen Ansón,266 era, en opinión general de sus paisanos, una especie de reyezuelo en el que depositaban la esperanza de una imposible libertad. Ansón nos dice que tuvo cinco hijos, así como que su condena parece apoyarse en cuestiones más políticas que religiosas. La información que esta autora tiene de los Compañero zaragozanos le ha facilitado dar una visión muy completa del personaje y de toda la rama zaragozana de la familia, pero la documentación oscense y la inquisitorial solo nos han permitido lo que vamos a exponer; su actividad en Zaragoza,

264. Fournel-Guérin (1981a). Véase también Conte (1996).

265. Ansón (2003-2007a).

266. Ansón (2006b y 2003-2007a).

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económica o social, tendrá una muy limitada influencia en la vida del colectivo morisco oscense, por lo que tampoco nos preocupa demasiado ver únicamente su papel en la comunidad oscense, donde resulta imposible seguir su huella más allá de sus operaciones comerciales y su abierto enfrentamiento con los Çafar. De todos modos cuesta creer que, después del acoso inquisitorial tras la supuesta sublevación en época de Felipe II, desmembrado como estaba el colectivo morisco, desarticuladas las redes que en tiempos se extendieron por todos los reinos de España, aún se hable de reyes entre los moriscos, y posiblemente las crónicas que lo hacen no sean más que una forma de definir su papel protagonista en la órbita social y religiosa, como en tiempos pasados lo fue la afirmación de que Juan Compañero iba a ser el «rey» de los moriscos sublevados en tierras de Aragón. Ya en su momento argumentamos las razones que nos hacían dudar de eso, igual que ahora nos pasa con respecto a su sobrino; el gran reconocimiento social se debería a su condición de adinerado y a su papel religioso, como sucedió con su antepasado, mucho más que a cuestiones políticas; su prestigio, según hemos visto, era también grande entre los cristianos, de manera que no parece raro que sus hermanos de sangre y religión vieran en él un líder, pero de ahí a que aspirasen a lograr la libertad y la instauración de la sociedad musulmana en aquellos momentos va un abismo. Algo similar ocurre con su hermana Cándida, casada en primeras nupcias con un poderoso caballero castellano, Diego de Rojas, y en segundas con Alonso Merín, representante de la nobleza de sangre y económica morisca procedente de Fez,267 descendiente nada menos que de la dinastía nazarí, lo que pone de manifiesto la fama y el prestigio de los Compañero entre los moriscos hispanos.

En la documentación oscense aparece Miguel Enrique Compañero entre 1586, cuando contaba unos dieciocho años, y 1606. Su presencia en Huesca se debe a que es procurador de su tía Cándida Compañero, residente en Logroño, donde hace el documento de procuración a favor de Miguel Enrique. Comparece ante María Albariel, como tutora de sus hijos, para concluir las lites que enfrentan a Cándida con María y con Jaime de Aranda, administrador, nombrado por la Inquisición, de los bienes de los Çafar, una parte de los cuales reclama Cándida, que ya por entonces ha perdido a su hijo Juanico Çafar, heredero que era de la gran fortuna familiar de los Çafar, de todo lo cual hablaremos más adelante. Tras la ejecución de Cándida Compañero, tenemos de nuevo constancia de la presencia de Miguel Enrique en Huesca, en esta ocasión como procurador de los herederos de Cándida, sus hermanos Juan y Brianda Compañero y el notable Gaspar Zaydejos, de Torrellas; viaja a tierras oscenses para cobrar el censo de 450 sueldos anuales que recibía Cándida de las villas de Loarre, Novallas y Santa Engracia.

En 1592 se ve ante el justicia de Huesca la denuncia que Miguel Enrique lleva contra María Albariel, Esperanza Çafar menor y su marido, Juan Felices, y el fiador de ellos, Miguel Mendoza, primo de Felices, por la venta fraudulenta de un LA ARISTOCRACIA MORISCA

267. Ansón (2003-2007a) y Rubiera (1996).

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granero, un corral y una bodega olearia a Pedro Arañón y su mujer, Isabel Alcañiz, por 16000 sueldos en 1589. Los vendedores y fianza prometen restituir bienes por el mismo valor si la venta no es legal. Arañón vende posteriormente los bienes al Concejo por 18000 sueldos, de los que se le adelantan 2000, en 1592. Ante el justicia, el procurador de Compañero presenta documentos de Felipe II y de la Real Audiencia que reconocen la propiedad sobre lo vendido, que era de los Compañero pero lo tenían los Çafar por ser sus procuradores, de manera que la venta es juzgada como ilegal. También se obliga a los Çafar a devolver un censal de 20000 sueldos de propiedad y 1000 de renta anual que tenía Jerónimo Çafar y que Miguel Enrique Compañero había comprado al Concejo de Calanda. Como compensación por la venta fraudulenta, Compañero puede hacerse con los bienes de los Çafar que se pusieron como fianza de la venta: casas en Alquibla, cuatro portales de casas y dos corrales, un huerto en el Público, un corral en la calle del Medio, una viña en los Tierços Baxos, un soto al lado y un mirador en el Campo del Toro, junto al mirador del Estudio General; de Mendoza, casas en la calle de San Lorenzo. En 1593 vemos que Miguel Enrique tiene arrendados a Pedro Buxeda bienes que antes han sido de los Çafar, de modo que se ha hecho efectiva la aprehensión; se trata de una casa, un huerto, un corral y el trinquete de pelota. El documento dice que han sido de los Çafar y los tiene aprehendidos la Ciudad, de manera que Compañero posee bienes que no aparecen entre los que se ha autorizado a incautar, concretamente el trinquete. En otro documento, hecho varios días después, se dice que Miguel Enrique tiene arrendados en Huesca bienes propios (un granero,268 un huerto y un corral) y bienes que habían sido de los Çafar (una casa y un granero). En 1594 arrienda a Sebastián Pueyo, soguero, por medio de su procurador Antón Fierro, un huerto de los incautados por dos años y 180 sueldos anuales, y un año después pone en arriendo dos corrales en el Pellerique Viejo por tres años y 280 sueldos anuales; sabemos que también han sido de los Çafar, que en esa plaza tienen documentados casas y corrales que lleva Esperanza Çafar menor al casar con Juan Felices. En 1595 aún no se ha solucionado plenamente el problema, y a la reclamación de Miguel Enrique se une ahora la de María López de Mendoza, viuda de Martín de Torrellas, a quien Jerónimo Çafar ha dado carta de indemnidad de 20000 sueldos; ambos pueden aprehender bienes de los Çafar, no coincidentes con los señalados en 1592: casas en Alquibla, tres portales de casas y un corralico, un granero en la Cruz de San Martín, un huerto en el camino de la fuente del Ibón y un corral en el Público. De nuevo se vuelve a presentar la documentación real que considera a Compañero el dueño legítimo de los bienes vendidos ilícitamente; las autoridades prometen cumplir la orden real, pero dan a los acusados tiempo para presentar alegaciones, aunque los bienes finalmente pasan a manos de los reclamantes, y en 1596 su procurador alquila por dos años y 1100 sueldos anuales, precisamente a Juan Felices, una casa y un granero en la calle de Predicadores,269

268. Probablemente se trate del granero que los Çafar vendieron fraudulentamente.

269. Es la única vez que se habla de la calle Predicadores; posiblemente se refiera al callizo de los Frailes.

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que parecen parte de los bienes incautados. Miguel Enrique, del que se dice que es comisario general nombrado por la Real Audiencia, actúa por medio de su procurador en Huesca, el calderero Antón Fierro. Por esos años Miguel Enrique es procurador de su tío Juan para cuidar los bienes de este en tierras de Huesca. Las operaciones dinerarias llevadas a cabo ante notario no son muchas, pero sí sustanciosas. Sabemos que hace un préstamo a José Çafar de 3000 sueldos, de los que en 1593 se pagan 1647; el resto lo abona Juan Felices en 1597. En 1606 tenemos conocimiento de una comanda de 4 cahíces de trigo a Pascual Delafuente, de Esquedas. Pero lo notable es el arrendamiento de la encomienda de Huesca de la Orden de San Juan y todas sus rentas. Lamentablemente no tenemos el contrato de arrendación y no sabemos si incluye también los bienes templarios, ni el precio pagado por el arriendo, pero debe de ser mucho, porque al poco de arrendarla rearrienda el horno de Alberuela de Laliena a Miguel Arnal por 500 sueldos anuales, y todas las rentas de ese lugar, una parte mínima de la encomienda, a Juan Bitales por la notable cantidad de 9300 sueldos, 1 quintal de aceite y cargos y obligaciones por un valor de 1500 sueldos. En una nota marginal de octubre de 1608, mes en el que son ejecutados Miguel Enrique y su mujer, se dice que «Ana Navarro, viuda del quondam Miguel Enrique Compañero», ratifica los rearriendos. No hay explicación posible a este error, a no ser que se refiera a la madre de Miguel Enrique, pero esta se llama Gracia Navarro (Ana es su hermana, pero tampoco puede tratarse de ella porque ha sido quemada por la Inquisición). La confusión es relativamente fácil si tenemos en cuenta que Navarro es el apellido de la viuda de Miguel Compañero padre. Por otro lado, es lógico que ella, como abuela, cuide de los cinco hijos menores que han dejado Miguel Enrique y Esperanza Granada y administre sus bienes, de forma que en la nota marginal quizás debería decirse «Gracia Navarro, viuda de Enrique Compañero». Según Carmen Ansón, la tutela de los cinco menores recae en su tía Cándida Compañero y el marido de esta, Alonso Muley Enríquez y Merín de Fez, así como en su abuelo materno, con quien salen de Épila tras el decreto de expulsión.270

LOS DESCENDIENTES DE ESPERANZA COMPAÑERO

De la otra rama de la familia, los descendientes de Esperanza Compañero y Juan Compás, tenemos información que llega a la cuarta generación, hasta después de la expulsión. La documentación sobre la rama de Esperanza Compás y Ferrando Çafar es abundantísima, en tanto que sobre las tres hermanas de Esperanza —María, Guiomar y Ana Compás— es muy escasa. Nos encontramos ante una rica información que nos va a permitir hacer un estudio minucioso de esa rama familiar y de sus avatares, pudiendo aportar incluso un estudio de su contabilidad en los años inmediatos al acoso inquisitorial. No se trata solo de poder afirmar que eran ricos, sino que se está en condiciones de hacer un estudio muy completo de su actividad legal, porque, como veremos en su momento, muchas de sus acciones monetarias jamás quedaron reflejadas en documentos notariales sino

270. Ansón (2003-2007a ).

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que se realizaban en documentos privados, lo que dificulta medir con exactitud su poderío, sobre todo respecto a sus actividades como prestamistas y comerciantes. Comoquiera que nos vamos a centrar en los descendientes de Esperanza, vale la pena que resumamos los datos que tenemos de sus hermanas. De María Compás, nacida en Huesca en 1521, a tenor de lo que nos dice la documentación inquisitorial sabemos que ya en 1546 se traslada a Zaragoza al casar con el espadero de la capital Juan del Ala, matrimonio que posiblemente resulta estéril. Sin duda visita con relativa frecuencia a su familia oscense, y por eso hace en la capital altoaragonesa su testamento, siendo muy joven, en 1546. La razón por la que testa estando sana y a una edad tan temprana podría ser la voluntad de garantizar que, al no tener hijos, sus bienes vayan a parar todos a su familia. Deja 200 sueldos a su sobrina Ana Burro, hija de su difunta hermana Ana Compás y de Juan Burro; la misma cantidad lega a sus primas Ángela y Ana Compás, hijas de Ximeno Compás, aunque si no casan los dineros irán a Jerónimo Compás, hermano de las beneficiarias; para su padre son 1000 sueldos; a su hermana Guiomar Compás, una pieza de oro; sus vestidos se destinarán a casar huérfanas, y aún deja 100 sueldos más para otra huérfana; el heredero universal es su sobrino Juan Çafar, hijo de su hermana Esperanza Compás, pero, si no se casa, el receptor será su hermano José Çafar o los otros hermanos menores; en último extremo, si todos fallecen, lo será Jerónimo Çafar, el mayor de los hermanos. Tres meses después de este documento, quien testa es su padre, Juan Compás, que deja a María 40 sueldos, aunque en un codicilo posterior aumenta la cantidad a 100. En 1567 aparece como coheredera de su prima Ana Compás juntamente con su hermana Esperanza y, en 1568, como heredera de su marido en un testamento que este había hecho en 1564, en el que nombra procuradores a Jerónimo Çafar y Ferrando Çafar para que atiendan sus bienes en Huesca. En 1577 tenemos su última referencia en un documento oscense, el testamento de Ferrando Çafar mayor, en el que le deja 3 cahíces de trigo. El resto de los datos que constan sobre ella proceden de fuentes inquisitoriales: sabemos que en 1559 pasa por el Tribunal de Zaragoza y que es reconciliada y juzgada de nuevo en 1581, acusada de pasar un libro de «sunna y xaría» a Jerónimo Çafar, como ya se vio. A pesar de ser reincidente, es reconciliada.

De Guiomar Compás, tenemos también muy pocos datos, a pesar de que se casa en Huesca y en la ciudad pasa toda su vida. Su primer marido es el herrero Martín Alfarrán; a este matrimonio (1543) ella aporta 1000 sueldos, ropas de cama y vestidos, y recibe del marido una dote de 1500 sueldos y ropas. En 1546 aparece en el testamento de su hermana María y en el de su padre. Enviuda y se vuelve a casar en 1559, ya madura, con Juan Prom,271 llevando como dote personal 1700 sueldos, ropas, vestidos, joyas y ajuar, y haciendo separación total de bienes. No tiene hijos en ninguno de sus matrimonios. La última referencia documental que tenemos de

271. Hay un homónimo casado, en un primer matrimonio, con Juana Burro, con quien tiene a Isabel y Agustina, y que en 1564, al testar, aparece casado en segundas nupcias con Ángela de Moros, que está embarazada.

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ella es de 1564, cuando figura entre los beneficiarios en el testamento de su prima Ana Compás; no sería de extrañar que muriese en la epidemia de ese año.

Respecto a Ana Compás, la pequeña de las hermanas, sabemos que se casa con el calderero Juan Burro y que muere muy joven, antes de 1546; tiene una hija que lleva su nombre y que aparece en algún testamento familiar, por ejemplo en el de su tía María de 1546, donde se dice que Ana Burro es huérfana de madre y se le dejan 200 sueldos, y también en el codicilo, del mismo año, de su abuelo Juan Compás, que le lega otros 100. En 1549 Ana se casa con Martín Oncino, de Barbués, y lleva al matrimonio 1200 sueldos y cama, y recibe del marido un excrex y axovar de 1800 sueldos, ropas, vestidos y joyas. Su pista se pierde con este documento.272

De todos los miembros de la familia, Esperanza Compás, casada en primeras nupcias con Lope Alfanaquí, y en segundas con Ferrando Çafar, y sus descendientes, son los mejor documentados y nos van a permitir un estudio detallado de una rica familia morisca; los datos que de ellos tenemos llenan páginas y páginas de los registros notariales de Huesca y de otras fuentes, de manera que lo que fue su vida en la ciudad está perfectamente documentado, y en menor medida también hay información sobre la actividad de algunos miembros en Zaragoza. La primera referencia que tenemos de Esperanza data de 1528, fecha en la que la vemos pleitear con el herrero Rodrigo Alfanaquí, hermano de su difunto marido, a quien reclama la dote de este, consistente en 1200 sueldos, manillas, lecho y ropas. No ha habido hijos, de ahí que la herencia pase a Rodrigo. Los árbitros, el predicador Franci Muñoz y Francisco Gómez, ratifican la herencia a favor de Rodrigo, a quien obligan a atender la reclamación de Esperanza. Un año después casa con Ferrando Çafar. De la situación económica de ambos nos hablan los 10000 sueldos que él le entrega de dote y los 2600 que ella lleva, además de sus bienes, que no se especifican. A pesar de la riqueza que Esperanza aporta y de la que le es propia, como iremos viendo, apenas interviene en operaciones económicas, y si lo hace es siempre juntamente con su marido, de modo que parece que su vida se desarrolla a la sombra del esposo, y solo en los momentos más trascendentales de su vida, al enviudar y ser juzgada y condenada a muerte por la Inquisición, parece asumir un protagonismo que siempre estuvo en su cónyuge y en sus hijos. Los miembros de la familia que hemos llegado a conocer quedan perfectamente reflejados en el árbol genealógico (pp. 364-365), que incluye a los hijos de Esperanza y Ferrando: Jerónimo (casado con Cándida Compañero y padre de Juanico, muerto infante), Juan, Ferrando, José (casado con Beatriz Gali, muerta muy pronto, y con María Casabona), Gabriel (casado con María Albariel y padre de Hernando Çafar, Esperanza Çafar menor y Brianda Çafar, ésta muerta niña) y Francisco. De su nieta Esperanza Çafar, casada con el cristiano viejo Juan Felices, nacen Dorotea, Juana María (muerta niña), Gracia y Margarita Felices. De todos ellos hablaremos ampliamente en las páginas siguientes. Nos encontramos,

272. Hay una homónima contemporánea, a la que para diferenciarla se le pone el alias de Junez, que en 1545 se casa con Pablo Alfarrán.

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sin duda, ante una de las familias más ricas de Huesca, al menos hasta la crisis que supuso el acoso inquisitorial a que fue sometida en la década de 1580 y de la que no salió muy bien parada, además de otros problemas derivados de litigios con los herederos de Juan Compañero y con la mala administración de Juan Felices. Es el ataque inquisitorial el hito que marca un antes y un después en la historia de la familia, y así vamos a tratar de ordenar la abundante y variada información, que se añade a lo que ya se ha ido exponiendo hasta ahora.

Si hubiésemos de estudiar aquello que mejor define a la familia, sería su prestigio social entre los cristianos y entre sus iguales,273 así como su actividad económica, especialmente la de Ferrando Çafar y la de sus hijos, sobre todo el heredero, Jerónimo Çafar, y en menor medida Ferrando Çafar menor. De Juan Çafar, emigrado a Argel, apenas hay noticias, y de los otros hijos, Gabriel, José y Francisco Çafar, hay una información más bien escasa; todo da a entender que nunca llevaron las riendas de la economía familiar. Esta es la razón por la que tomaremos como hilo conductor de la trayectoria de los Çafar las operaciones económicas, que arrancan en un principio asociadas a Pedro Compañero, con cuya familia se mantuvo la relación en los negocios hasta la irrupción de la Inquisición. Los Compañero, emigrados a Zaragoza en la década de los sesenta, actuarán en Huesca por medio de sus parientes los Çafar, y juntos llevarán a cabo operaciones dinerarias realmente notables antes y después de su marcha a Zaragoza, tal como vimos, por ejemplo, en el caso de los peajes de Huesca, Sallent de Gállego y Canfranc o en el del arrendamiento de la encomienda templaria. La actividad de la familia, a tenor de la información notarial, fue intensa, pero tenemos la certeza de que los negocios recogidos en documentos privados fueron más numerosos que los realizados en una notaría, tal como veremos detenidamente a la hora de estudiar la contabilidad que nos ha llegado de las décadas de los setenta y ochenta. Ante notario tenemos conocimiento de 158 comandas, realizadas mayoritariamente por Ferrando Çafar, alguna con su hermana Esperanza Çafar mayor, como se vio, y en menor medida por Jerónimo Çafar; son muy escasas las ejecutadas por Ferrando Çafar menor, y una sola la realizada por José Çafar. También sabemos de numerosos arrendamientos y otras interesantes empresas. Son años de una notable prosperidad que no se vio enturbiada por el paso ante la Inquisición de Ferrando Çafar y su hijo homónimo (1558-1559) y de Esperanza Compás (1559-1560).

Veamos detenidamente lo que fue la vida de esta familia, que representa no solo a la aristocracia morisca, sino que constituye un ejemplo de mentalidad burguesa en el marco de una ciudad que atravesaba una época de gran expansión económica y cultural.

273. No es casual que en los documentos notariales oscenses sean con frecuencia llamados «magníficos» Ferrando Çafar, su mujer y su primogénito, lo que indica su alta consideración social.

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EL ARRANQUE (1529-1558)

Los primeros años del matrimonio formado por Ferrando Çafar y Esperanza Compás están ligados a los de la familia Compañero, con quienes compartieron numerosas aventuras económicas. Son momentos en que el protagonismo lo ostentan los Compañero, al menos hasta su emigración a Zaragoza. A pesar de ello, en esta época Ferrando da setenta y cuatro comandas —cinco con su hermana Esperanza los años 1544-1545— y también hacen juntos un préstamo en 1545. En general se trata de cantidades pequeñas de dinero, y muchas veces ni siquiera se pone garantía; en otras, sí, como se verá, y por un valor superior a la comanda, como las cuatrocientas ovejas y dos mulas que obliga Domingo, baile de Alcalá de Gurrea (1543), por una comanda de solo 200 sueldos, cancelada en 1545. Las cancelaciones no siempre quedan reflejadas en el documento, de manera que es posible que algunas no fueran saldadas y Çafar pudiera hacerse con el bien puesto como garantía, como las casas en el Coso de Huesca obligadas por el zapatero Lorenzo Casabona, alias Guillén, por la comanda de 220 sueldos tomada en 1546; las casas obligadas por el cerrajero Domingo Sansón en la Cruz de San Martín, adosadas a la muralla, por una comanda de 112 sueldos tomada en 1548, o las que obliga en 1550 Martín Guillamón en Tabernas por comanda de 130 sueldos, si bien es probable que este la cancelase, porque en 1553 vemos que recibe otra de 202 sueldos y obliga también sus casas, y de nuevo no aparece cancelada. Igualmente, no están canceladas la que da en Igriés en 1550 al presbítero Martín Gil, de 155 sueldos, y la que toma el labrador Juan Pastor de 110 sueldos, con garantía en ambos casos de sendas casas. Tampoco aparece cancelada la comanda de 120 sueldos que toma el baile de Aquilué, Miguel Raro, que obliga dos bueyes (1554).

A veces los bienes obligados no se especifican; así ocurre con los que ponen como garantía tres labradores de Igriés en 1550 por una comanda de 368 sueldos. En general, las comandas suelen ser de poco monto —por debajo de los 300 sueldos— y parecen relacionadas con malas cosechas o momentos de crisis; de ahí que un buen número de ellas se concentren en unos pocos años: 14 en 15441545, 15 en 1550-1551 y 29 en 1554-1555. Las que superan los 300 sueldos son pocas, y podrían estar relacionadas con comandas mercantiles, así como las de mercaderías, estas reducidas a 37,5 cahíces de trigo al baile de Plasencia Gil

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de Arascués (1538), 16 a Antón Buil, de Tabernas, cancelada en 1547, y, en el año 1556, 40 quintales de aceite a cuatro hombres de Sariñena y 340 cahíces de trigo en Puibolea a varios habitantes del lugar, en el mes de octubre y acaso en relación con la venta de cereal para la siembra. De las grandes comandas destaca la de 5200 sueldos que da en 1538 a Pedro Compañero para que pague otra de ese monto del Concejo de Apiés. Por encima de los 1000 sueldos tenemos, en 1543, una de 2060 sueldos a Francisco Biota, de Labata, cancelada en 1549; 2100 sueldos en Boltaña a Miguel y Ferrando Campodarbe, tejedores, y Miguel Castillo, pelaire, cancelada en 1545; con su hermana Esperanza, 2039 sueldos y 10 dineros a tres hombres de Aínsa y dos de Labuerda, cantidad que resulta extraña por los dineros y parece claramente una comanda mercantil, como la de 1387 sueldos dada a los catalanes Joan Miralles y Bernat Cerdà en 1554, y la de 1725 sueldos entregada en 1555 a los pelaires de Casbas Pedro Valcarca, Bernat Boria y Juan Tomás. La comanda de más cuantía, de 6000 sueldos, se entrega en 1540 al mercader Francisco Borau, quien la cancela dos años después y con quien Çafar se relaciona en un asunto de arrendamiento en Almudévar del que hablaremos más adelante. La segunda en importancia data de 1557 y se da a Juan Laliena y Tomás Agudas, posiblemente de Huesca; son 4000 sueldos, cantidad que resulta difícil explicar si no es también como una acción mercantil, de préstamo o de depósito; el documento no aclara nada y no se pone fecha de cancelación. Como préstamo figuran los 2599 sueldos que en 1550 Ferrando y Esperanza reclaman a Juan Bisé, Juan Garós, Juan Locuello y un tal Pedro, de Aínsa; aquí no se habla de comanda, sino claramente de préstamo, que sin duda llevaría interés, aunque no se haga constar.

Por encima de los 300 sueldos hay un buen número de comandas repartidas por varias comarcas de la geografía altoaragonesa, como luego veremos; las citamos en orden cronológico. En 1543, con Esperanza Çafar mayor, da a Juan Olsón, de Labata, 319 sueldos; 500 da el mismo año al morisco de Plasencia Juan López de Abengalí. En 1544, 550 al jubonero de Tamarite Esteban Graner, comanda cancelada en 1546. En 1545 entrega a Manuel Gali, de Zaragoza, una de 600 sueldos, dinero que este da a su hermano Agustín Gali para pagar una deuda de su padrastro, Juan Martínez; se da el caso de que Agustín había sido aprendiz en la tienda de Çafar en 1541. El mismo año hay comanda de 802 sueldos a Jerónimo López, de Plasencia del Monte, cancelada en 1549, y también en el mismo lugar se dan 460 sueldos al baile; 400 sueldos reciben Juan Ballonga, de Monzón, y Miguel Lafuente, de Huesca, quienes obligan casas; no consta que se cancele la comanda. En 1550 se da una de 368 sueldos a Miguel Lamesa, Pascual Vaysín y Agustín de Villanúa, de Igriés, y en el mismo lugar y año se da otra de 310 sueldos a Martín Ferrando y Juan Naya; todos ellos obligan sus bienes, sin especificar, y no sabemos si llegan a cancelar ambas comandas. En Piedratallada (Cinco Villas), en 1551, son Pedro Bailo y Juan Navarro quienes toman una comanda de 399 sueldos, y otra de 324 sueldos recibe Salvador Monterde, de Alquézar. Hay que esperar a 1554 para encontrar de nuevo comandas de cierta entidad; ese año se da una de 675 sueldos al

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«calçatero» Gil Abizanda; compra Çafar una comanda de 350 sueldos a Sebastián Ratul y en la misma operación le hace otra de 283 sueldos en una acción claramente especulativa. En 1555 Miguel Raro, baile de Aquilué, residente en Huesca, toma 300 sueldos; Miguel Alastrué, en Casbas, 360, y, por fin, de 500 sueldos es la comanda dada a Bartolomé Sarvisé, de Labuerda. El resto son todas de menos de 300 sueldos.

Interesante resulta ver la distribución geográfica de las comandas para hacernos una idea de las redes comerciales de los Çafar, con una incidencia especial en el Sobrarbe y en la propia ciudad. Lugares como Sarvisé, Boltaña, Aínsa y Labuerda, en la zona pirenaica, aparecen con mucha frecuencia, hasta el extremo de que en 1544 Ferrando Çafar nombra procurador a Andrés Sarroca para cobrar diversas comandas en tierras sobrarbenses; llama la atención que Sarroca sea habitante de Ariza, ya que a través de su persona se ponen en contacto dos puntos extremos del reino, ambos importantes como centros comerciales, uno con las tierras ultrapirenaicas y el otro con el reino de Castilla. De la misma forma, la comanda hecha a dos catalanes de Bot —en las cercanías de Gandesa— relaciona Huesca con la zona en la que coinciden las fronteras de Cataluña, Valencia y Aragón, tierras con las que ya hemos visto comerciar al zapatero Juan Cigüeño por medio del correero Francisco Oriol, de Reus, ciudad de la que procede buena parte de la estameña consumida en Huesca. Repasando la nómina de localidades, aparte de Huesca, donde se da el mayor número de comandas, y de loslugares ya mencionados, nos encontramos operaciones en Zaragoza, Labata, Alcalá de Gurrea, Tabernas, Albero de los Cristianos Viejos (Albero Alto), Viñuales (en tierras de Jacetania), Arbaniés, Robres, Bellestar, Rasal y Tardienta; con más de tres comandas aparecen Plasencia,274 Tabernas, Igriés, Bandaliés, Aquilué (sur de Serrablo) y Casbas. Como se ve, la mayor parte de los lugares próximos a Huesca. Aunque no tenemos los documentos de comanda, sabemos que en Pomar de Cinca había deudores de Çafar, y para cobrar esas deudas nombra procurador a Jaime de Pueyo en 1557.

Durante estos años, en los que parece que se cimentó la riqueza familiar, hay más operaciones dinerarias y de otros tipos que vale la pena destacar, todas antes de que en agosto de 1558 fueran detenidos por la Inquisición Ferrando Çafar y su hijo homónimo, hecho que cierra una etapa en la historia de la familia, como lo prueba que desde esa fecha hasta enero de 1559 hay una inactividad total, de forma que la detención en la Aljafería marca un antes y un después. Por los datos que aportan los documentos, estamos en condiciones de asegurar que solo estuvieron presos, como máximo, entre agosto de 1558 y enero de 1559, y que fueron reconciliados en abril de 1559 tras pagar una multa de 500 sueldos cada uno.

El prestigio social de Çafar queda reflejado en hechos aparentemente insustanciales, como ser árbitro en un pleito entre cristianos (1554), su condición de

274. Seguramente Plasencia del Monte, porque si se tratara de la de Jalón es probable que se hiciera constar, tal como ocurre al hablar de los inmigrantes procedentes de ese lugar.

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procurador del rico Pedro Ramírez para arrendar la mensa de Montearagón al mercader Lorenzo de Zamora (1540) o ser procurador de la doncella morisca Ana Compás, además de en hechos de más calado, como la elección del patriarca de la familia como jurado de la Ciudad para un año (1556-1557) o, una vez ejercido el cargo, la responsabilidad de administrar el trigo del Concejo —tarea que desempeñaba en julio de 1558, poco antes de su arresto, y aun después de sufrir su primer juicio inquisitorial—, o que sean los Çafar los encargados de cobrar el impuesto que los conversos pagaban anualmente al Santo Oficio. Su poder económico y su prestigio social pudieron influir en el fallo de dos pleitos por cuestiones urbanísticas: el primero es de 1551 y en él se enfrenta a Martín de Larraga, que había construido un rafe demasiado grande en su casa y molestaba a Çafar; el segundo data de 1556, cuando el baile le autoriza a mantener un banco en la puerta de su casa, que limita con la de su hijo Jerónimo. No sabemos los motivos que lo llevaron a la Corte del Justicia varias veces en 1545: a él, los días 13, 23 y 24 de marzo y 16 de julio, y a su hermana Esperanza Çafar mayor, el 26 de marzo. Por aquellos años —en 1556 al menos—sabemos que la Ciudad paga un censo a Ferrando Çafar —censo del que no tenemos datos— y que él y su primogénito llevan a cabo algunas adquisiciones de bienes urbanos y de algún dinero: en 1544 Jerónimo Çafar —definido como estudiante Osce— compra una comanda de 70 sueldos a Juan de Fuas (¿Foix?) y su padre adquiere un corral inmediato a su casa por 300 sueldos; en 1545 compra a Jerónimo Mendoza casas en San Lorenzo que, por lo pagado —5000 sueldos— tenían que ser notables, y en 1556 compra un corralico por 300 sueldos.

La riqueza familiar empieza a vislumbrarse en los primeros arrendamientos de rentas de los que tenemos noticias. Ya hablamos de que Ferrando Çafar había compartido con Juan Compañero el peaje de Huesca y de los puertos pirenaicos de Canfranc y Sallent desde los años treinta y durante décadas, pero muy tempranamente lo vemos llevar a cabo empresas notables en solitario, como el arriendo de los corderos, vino y cereal de la primicia de Almudévar en 1538 y durante dieciocho años, aunque la transfiere en parte al subarrendatarioFrancisco Borau (1540) con una comanda de garantía de 75000 sueldos —lo que nos da idea de la importancia de la operación— y todavía en 1554 sigue con el subarriendo. No sabemos exactamente qué parte cede Çafar, pero en cualquier caso estamos ante su primera aventura dineraria importante. En 1544 toma en arriendo las rentas que tenía en Tabernas el canónigo Martín del Molino por 80 libras anuales, arriendo cancelado por los herederos del clérigo en 1548 tras la muerte de este. Las rentas del arciprestazgo de Barbastro son arrendadas en 1547 y continúan controladas por Ferrando, como mínimo hasta 1551, por 3035 sueldos anuales, lo que parece poco pero puede entenderse si tenemos en cuenta que en el contrato se obliga a Çafar a pagar todas las cargas fiscales de los pueblos del arciprestazgo; Ferrando se pasó en su celo recaudatorio y llegó a cobrar los derechos eclesiásticos del lugar de Lastanosa, que pertenecía a Montearagón, por lo que, por orden judicial, debe devolverlos en 1550. También, como ya se dijo, tenemos noticia de que en 1550 tiene arrenLA ARISTOCRACIA MORISCA

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dados los frutos y rentas del santuario de la Merced de Monflorite, en realidad el santuario de los Dolores, al que se denomina de esa otra manera por pertenecer a los mercedarios. Hay información indirecta del arrendamiento del castillo de Anzano,275 como se desprende del nombramiento como procurador de Martín Villarreal para que cobre las deudas contraídas por los herederos de Ramón de Espés, señor del castillo de Anzano (1552). También indirectamente sabemos que tiene arrendada la mensa abacial del monasterio cisterciense de Casbas, ya que en 1557 hace partícipes de ese arriendo a Juan Compañero y Miguel Pastor.

Como se ha podido apreciar, en el despegue económico y social de los Çafar tenemos ya datos suficientes para entender lo que va a ser su etapa de esplendor.

275. Castillo en aragonés no es solo una construcción militar, sino también una casa grande en el campo con una explotación agropecuaria, como es el caso del de Anzano.

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EL MOMENTO DE ESPLENDOR (1559-1580)

Hacemos arrancar esta etapa en 1559 no porque durante ese año y el siguiente hubiera una actividad económica importante —de hecho, apenas nos ha llegado información de la familia durante esos dos años— sino porque en ellos ocurre algo de importancia definitiva: la reconciliación de Ferrando Çafar y su hijo del mismo nombre en el auto de fe de abril de 1559, así como la de Esperanza Compás, con una breve condena, en el de mayo de 1560. No es de extrañar, pues, que fueran unos meses difíciles para los Çafar y que su atención estuviera dedicada, básicamente, a mover todos los resortes a los que podían llegar por su poder y prestigio para salir indemnes de este primer ataque inquisitorial. De hecho, solamente tenemos varias pequeñas comandas en enero y febrero de 1559, dos en Sallent de Gállego y dos en Aquilué —la más notable, de 324 sueldos, dada a Pedro Martón, alias Beni, de Sallent; el resto no superan los 140—. En noviembre de 1560 Ferrando mayor da comanda de 566 sueldos a Domingo Blasco, de Huesca, y solamente hay otra operación económica documentada, concretamente la puesta en alquiler de una tienda dentro de un gran corral en el que hay viviendas al calderero Pedro Cortés por dos años y 8 florines anuales. Muy poco, realmente, pero, como se expone más adelante, vamos a ver a la familia íntimamente ligada a la Orden de San Juan —a la que van a representar y de la que van a arrendar parte de su patrimonio—, así como a algunos miembros de la nobleza y a villas, como Almudévar, con los que ya han estado en contacto antes de pasar por la Inquisición, de manera que todo parece indicar que esos compromisos y relaciones no se interrumpen por mucho que la documentación se muestre tan avara.

Que la familia pasó momentos de apuros y temor nos lo denuncia el muy elocuente testamento cerrado que hace Ferrando Çafar mayor a los pocos meses del auto de fe, concretamente el 10 de septiembre de 1559. Lo más revelador de este documento es, aparte de las numerosas mandas dinerarias dejadas a los predicadores, el hospital de la Esperanza y la Limosna de la Seo, como prueba evidente de su afección por la Iglesia, la cláusula en la que obliga a sus hijos Jerónimo, Juan, Ferrando, José, Gabriel y Francisco a que casen con cristiana vieja si quieren heredar y encarga especialmente a su mujer, declarada heredera universal, que haga cumplir esa condición, la cual, como enseguida veremos, no se hizo realidad en

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ningún caso, quizás porque, superado el temor inicial a la Inquisición, no se vieron en peligro. En ese momento su mujer está presa, así que encarga a su hermana Esperanza Çafar mayor que administre la hacienda familiar si él fallece. Deja diversas cantidades de dinero a sus hijos y hace notar que el menor, Francisco, puede estudiar el arte que él quiera hasta los veintitrés años, mantenido por su madre o sus herederos.276 Pero hay otro detalle que no puede pasarse por alto, y es la presencia a la sazón todavía en Huesca del segundo de los hijos, Juan, que en otro testamento de su padre de 1562 ya ha emigrado a Argel. Todo parece indicar que — aparte de la reanudación de las grandes operaciones dinerarias— los Çafar han dejado de temer al Santo Oficio; es bien significativo en ese sentido que en este testamento haya desaparecido la cláusula que obligaba a los hijos a casarse con cristiana vieja. En él Çafar declara herederos a Jerónimo y Ferrando, deja mayora y usufructuaria a su mujer, además de garantizarle 12000 sueldos, y deja de gracia especial 11000 sueldos a cada hijo, haciendo constar que Juan los recibirá si regresa a Aragón, condición repetida en testamentos posteriores, por ejemplo en dos de 1577, en uno de Ferrando en que se matiza que heredará «si viene a Aragón y vive como católico» y en otro de Esperanza Compás. Queda claro, pues, que no todos los Çafar fueron capaces de aguantar la presión inquisitorial ni la de vivir una doble vida; la fidelidad de Juan al islam no puede pasar desapercibida y no parece arriesgado pensar que su fe no era un caso excepcional.

Se ha hecho referencia con frecuencia a la reconocida consideración social de que gozaron los Çafar, que los hizo relacionarse con miembros de la nobleza, incluso de la alta nobleza, y con instituciones religiosas de relevante importancia, de forma que su paso por la Inquisición no mancha su honra, y ni siquiera el feroz ataque que sufrirán en la década de los ochenta romperá esos lazos. Su intensa actividad económica contrasta, por ejemplo, con su escasa presencia ante el justicia de Huesca (solo en dos ocasiones en 1576), de modo que da la impresión de que su vida se desarrolló con toda normalidad y, como decíamos, en buena relación aparente con sus conciudadanos. Vale la pena exponer algunos ejemplos, porque únicamente conociéndolos podremos valorar la reputación de la familia entre los cristianos viejos, reputación que, por supuesto, no debe de ser menor entre los moriscos. Así, vemos a Jerónimo Çafar como ejecutor del testamento y tutor del póstumo de Ana Compás, viuda de Juan del Fierro, que testa durante la epidemia de 1564; si ese póstumo muere menor de catorce años, la herencia de Ana irá a manos de José Çafar en un 50% y la otra mitad será para sus primas María, Esperanza y Guiomar Compás. En un nuevo testamento de la misma, en 1567, la herencia va a manos de Esperanza y María Compás a partes iguales; es decir, sigue siendo la familia Çafar beneficiaria indirecta de parte de la fortuna de la testadora. En 1568, Ferrando y Jerónimo Çafar son procuradores de María Compás, viuda del «toballero»277 zaragozano Juan del Ala, para el cobro de una deuda de 1320 sueldos en LA ARISTOCRACIA MORISCA

276. Es probable que todos los hijos tuvieran estudios. Recuérdese la condición de notario de alguno o que Jerónimo se haya definido en una ocasión como estudiante Osce 277. En otros documentos se le define como espadero.

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La Almolda. Ya vimos cómo Jerónimo Çafar era tutor de las hijas de Juan Prom y renuncia en 1570. Pero no son este tipo de cosas sino las acciones con la clase dominante las que nos indican la dimensión exacta del estatus de la familia. Aparte de las numerosas operaciones económicas, que veremos más adelante, nos interesa observar cómo los Çafar gozan de la confianza y la amistad de clérigos y nobles, especialmente el padre y su heredero Jerónimo, cada vez más presente en la documentación, sobre todo desde que en 1567 contrae matrimonio con su tía segunda Cándida Compañero y parece lograr ciertos niveles de autonomía económica. A ellos acuden nobles y clérigos para salir de apuros económicos, como ocurre, aparte de otros casos que veremos, con el señor de Latrás, Pedro de Latrás, un pequeño noble que recurre a tomar una comanda de Ferrando Çafar de 2400 sueldos en 1571; o con otro noble de segunda categoría, el señor de Buñales, que por el inventario de 1582 sabemos que firma a Ferrando Çafar un albarán de 50 cahíces de trigo en 1579; y o con el señor de Bureta, a quien en fecha desconocida da Gabriel Çafar 13000 sueldos, lo que conocemos por la reclamación para cobrarlo que hace María Albariel en 1589.

A lo largo de toda la etapa que estamos estudiando hay una vinculación con la encomienda del Temple de Huesca, arrendada por la familia, pero, además, el padre y el primogénito aparecen repetidamente como procuradores de los comendadores oscenses, sobre todo de Miguel Menéndez de Marcilla entre 1568 y 1572, y anteriormente, cuando la encomienda estaba vacante, del castellán de Amposta, encargado de regir la encomienda. En su papel reciben el pago de 1540 sueldos anuales que el Concejo paga al Temple por el peaje de la ciudad de Huesca. En 1578 es el vicario de San Lorenzo el que acude a Jerónimo para cobrar unos dineros en Barbastro.

La relación con la burguesía tampoco nos debe sorprender; así, en 1572 Jerónimo Çafar es procurador de Jaime del Rey, habitante en Zaragoza,278 con la misión de vender parte de una sustanciosa comanda de 14270 sueldos que tienen los oscenses Francisco García e Isabel Espada. Como procuradores de la nobleza tenemos a Jerónimo, que durante años (hay datos de 1573 y 1580) lo es del señor de Arbaniés, Melchor González, con la misión de cobrar rentas, pensiones, cereal, dinero, etcétera, y a Ferrando Çafar, que en 1579 lo es del infanzón Alonso Cortés. Esa relación con la nobleza puede ser menos altruista (si es que los casos anteriores no suponían una compensación económica) y, aparte de algunos ejemplos en los que se intuyen problemas económicos, que veremos más adelante, tenemos el caso de una gran encomienda de 3246 sueldos que en 1580 da Ferrando Çafar mayor a Gaspar Ximénez, señor de Arascués. Esta cantidad debería haberse devuelto antes de 1582, pero la muerte de Ferrando y la irrupción de la Inquisición en la vida de la familia hacen que en 1586 todavía no se haya satisfecho y sea reclamada por María Albariel como tutora de sus hijos, herederos de los Çafar tras la muerte de Juanico Çafar, hijo del primogénito, que tiene lugar en la primavera de 1584.

278. Parece que se trata de un oscense emigrado.

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En estos años contraen matrimonio los tres varones que sabemos que casaron: Jerónimo, José y Gabriel. En 1567 Jerónimo Çafar se casa con su tía segunda Cándida Compañero, uniéndose de esa forma las dos ramas de la familia; al cabo de un tiempo que desconocemos nace Juanico, al que veremos como heredero de la familia hasta su prematura muerte siendo un niño.279 El nuevo matrimonio se instala en Huesca y en julio recibe la mitad de la casa en la que viven los padres del novio y 22000 sueldos. De José Çafar sabemos que en 1567 está casado con la zaragozana Beatriz Gali, quien ha aportado al matrimonio unas casas en la plazuela de la Alfóndiga de Zaragoza; el matrimonio dura poco, porque en octubre de 1575 Beatriz, enferma, hace testamento y al poco muere, pues en 1576 vemos a su hermano heredar 6000 sueldos. En el testamento deja 200 sueldos a Bárbara Gemas, otros tantos a su hermana Beatriz Gemas y 50 a su criada Amada Burro, y heredan al 50% su marido y su hermano Manuel Gali. José vuelve a casar pronto: en octubre de 1576 ya lo ha hecho con María Casabona, y en esa fecha reciben un vaso y una taza de plata de María que tenía a caplenta Alexandre de Sasa. No consta que José tenga descendencia en ninguno de sus matrimonios. Gabriel Çafar casa con María Albariel, de una rica familia zaragozana, en fecha que no conocemos, pero, por la edad de sus tres hijos, de los que se hablará ampliamente, debe de ser en la década de los setenta. Acaso los testamentos hechos por Ferrando Çafar mayor y su mujer en 1577 estén relacionados con los matrimonios de sus hijos; no se encuentra otra explicación a que ambos testen con una diferencia de tres meses y sin que en ninguno de los dos casos se haga constar que estén enfermos.

El testamento de Ferrando, cerrado, es el último que hace, y se abre tras su muerte y la de su primogénito en 1582; antes había sido modificado por un codicilo de 1580 hecho en estado de grave enfermedad. El testamento no modifica sustancialmente el de 1577, aunque detalla más lo que recibe cada hijo. Esperanza Compás, que obtendrá 20000 sueldos y vivirá con su hijo Jerónimo, es declarada señora y mayora de todos los bienes que heredará el primogénito, excepto de las tiendas y la hacienda, que controla el hijo. En caso de que quiera vivir sola, podrá elegir cualquiera de las casas del hijo, salvo las que tienen tienda, y para subsistir recibirá 800 sueldos y 6 cahíces de trigo anuales. La insistencia en que las tiendas queden bajo el control de Jerónimo evidencia la marginación de Esperanza en la vida económica familiar. A Ferrando le deja 50000 sueldos y una cadena de oro de 99 ducados de peso, casas con corral y huerto en San Lorenzo; a Francisco, otros 50000 sueldos y un jarro de plata sobredorada de 20 onzas de peso; a José, 40000 para que compre una casa o un olivar; a Ferrandico Çafar, hijo de Gabriel, 2000 al llegar a la mayoría de dieciocho años, LA ARISTOCRACIA MORISCA

279. No se conoce la fecha de nacimiento de Juanico Çafar, pero cuando muere, en la primavera o comienzos de verano de 1584, es menor de catorce años, como se deduce del hecho de que no puede disponer de nada de su herencia ni hacer testamento; esto quiere decir que no nacería antes del verano de 1570. La primera noticia documental que tenemos de él se encuentra en el testamento de su abuela Esperanza Compás, de 1577.

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y si muere el dinero irá a sus hermanas; a Juan, si regresa a Aragón, le corresponderán 10000; Gracia Gali, de Morata, recibirá 500 como dote; Isabel Lopez, de Enate, 100 para lo mismo, y otros 100 su criada Isabelica de Albalate, si llega a casarse; el heredero universal es Jerónimo.

En el testamento de su mujer, que pide como su marido ser enterrada en los predicadores, deja 200 sueldos a su criada María y 300 a la otra criada, Isabelica; a su hijo Francisco le deja unas manillas de oro; a Ferrando, dos piezas de plata de 25 onzas; a su nieto Juanico Çafar, hijo de Jerónimo, 2000 sueldos que recibirán sus padres; a Ferrandico, Esperancica y Briandica, hijos de Gabriel, 2000 sueldos a cada uno al llegar ellas a los catorce años y él a los dieciocho; a María Gali, 500 sueldos como dote; a su hermana María Compás, una basquiña blanca y «una capa de raxa aforrada en bayeta y una ropa de escoto», además de 4 cahíces de trigo anuales de por vida; a cada hijo, 2000 sueldos (a Juan solamente si regresa a Aragón); heredero universal es su marido.

En el codicilo de Ferrando Çafar mayor de octubre de 1580 hay cambios, aunque da por bueno el testamento cerrado de 1577; impone como condición que este no se abra hasta después de su muerte y mientras siga preso en la Aljafería su hijo Jerónimo Çafar, y parece que este apresamiento, que marca el inicio de la crisis de la familia, es el motivo del codicilo, de forma que, aunque no tengamos constancia documental de la detención de Jerónimo, debió de ocurrir pocos días antes de redactarse este. Hasta la liberación del preso —que nunca tendrá lugar—, el encargado de administrar y cuidar del patrimonio será su hermano Ferrando Çafar menor, a quien ninguno de sus hermanos podrá reclamarle nada. Çafar da a su mujer y a su hijo Ferrando 500 sueldos más a cada uno, y a su criada María Ana de Sasa y a otra criada, María, 400 sueldos a cada una si casan con la venia de su mujer y de su hijo; deja a Ferrando el granero que él quiera elegir y otro a Francisco; a José y Gabriel, lo que dice el testamento; a Ferrandico y Esperancica (Briandica había ya muerto), 1000 sueldos a cada uno; a Ferrando, un huerto frente al Público y un granero en Sesa, a elegir, y el otro se lo deja a Francisco.

Sobre estos testamentos volveremos más adelante porque durante años serán motivo de disputa.

¿Qué actividades llevan a cabo los Çafar durante estos años, muy especialmente el padre y el primogénito? Las operaciones dinerarias ocupan un lugar fundamental, o, al menos, es lo que la documentación permite saber: comandas, préstamos y arrendamientos de rentas nobiliarias y eclesiásticas mueven cantidades considerables de dinero en operaciones legales; aparte están aquellas que sabemos que se hacían en documentos privados, de las que hablaremos en su momento. Hay algunos documentos, pocos realmente, de compraventa y arrendamientos de bienes de producción y casas. En 1566 Jerónimo compra una viña por 800 sueldos a Ferrando Biota junto a otra que ya tiene la familia, con riego, porque limita con el Isuela. En 1567 se compran casas a Martín de Larraga en la parroquia de San Lorenzo por las que se pagan 5340 sueldos, a la vez que se da a Larraga una comanda de 3340 sueldos, cancelada en 1568; pocos días después

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de la compra hay un litigio entre Çafar y Larraga que se soluciona con la entrega de las casas pero por 5800 sueldos; la documentación es confusa en este caso, pero sabemos que en 1568, al poco de cancelar la comanda, Larraga toma otra de Çafar que cancelará en 1569. En 1573 Jerónimo da en arriendo unas casas en San Lorenzo al zapatero Pedro Roca por tres años y 280 sueldos anuales, y en 1580 es una tienda en Alquibla lo que arrienda a Diego de Mendoza por 400 sueldos anuales. Y ahí está todo lo que sabemos en cuanto a la compraventa y alquiler de bienes de producción; solo nos queda la venta de dos comandas, una de Jerónimo de 5000 sueldos, hecha en septiembre de 1566, al infanzón Pedro Sellán, señor de Pompién Muzo, que la vende a los pocos días, sin que tengamos más información sobre la misma. Otra comanda, de 650 sueldos y 10 dineros, hecha en Alquézar en 1573 a Juan Dueso, es vendida por Jerónimo a Juan Borruel en 1575. Podría asegurarse que en este periodo no hay un aumento del patrimonio y que el que poseen está casi todo controlado directamente por la familia, incluso las explotaciones agrarias, como lo prueba el ahondamiento y ensanchamiento de un pozo en un huerto en el barrio de San Martín, junto a los predicadores, que manda a hacer Ferrando Çafar mayor en 1568. Es probable que la última comanda mencionada estuviera vinculada con el comercio: el uso de moneda fraccionaria, como ya dijimos en otro momento, parece revelarnos el precio de alguna cosa, o acaso un interés oculto. Relacionadas con el mercado parecen algunas operaciones realizadas con cereal, de las que hay algún ejemplo. En primavera de 1573 los Çafar se comprometen a comprar 100 cahíces de trigo anuales durante seis años a gentes de lugares inmediatos a Huesca (Igriés, Apiés y Aratorés), quienes deberán depositar el cereal en el granero de los Çafar, junto al convento de los predicadores, para lo que se adelantan 3000 sueldos y hay comanda de garantía de 24000 sueldos. Está claro que este grano, como el recaudado en muchos pueblos, será la base del comercio familiar. Unos días después, Jerónimo da comanda de 96 cahíces de trigo a Martín Cortilla, de Fañanás, Juan Lagranja, molinero de Arbaniés, y Miguel Ferriz, de Bandaliés; la comanda aún no se ha pagado en 1577, y Çafar vende a Martín Cortilla los 12 cahíces que faltan por cobrar. Otras veces las comandas de cereal están íntimamente ligadas a problemas económicos de los concejos; así, en 1578 es el de Novales el que toma de Jerónimo 12 cahíces de trigo y 6 de hordio que, por la época del año, principios de octubre, podrían ser para siembra. Que en Novales había problemas lo prueba la comanda de 18196 sueldos cancelada en 1585 por María Albariel. Aparte del cereal, la documentación notarial nos revela también el comercio con madera: en 1580 Ferrando Çafar vende a los predicadores 300 fustes a 13 sueldos el fuste.

Los datos que poseemos sobre el comercio en este momento son pocos, y casi todo lo que hemos llegado a conocer ha sido por los libros de cuentas de los que tenemos noticia gracias a los documentos relacionados con la Inquisición y que veremosdetalladamente más adelante. De muchos de los arrendamientos solo tenemos conocimiento indirecto o muy pobre; es de suponer que seguían vigentes algunos de los realizados en la etapa anterior, y de bastantes de ellos tenemos noticias muy LA ARISTOCRACIA MORISCA

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tardías en litigios y reclamaciones tras la debacle de la familia. Sobre aquellos de los que tenemos constancia en este periodo vamos a dar cuanta información nos ofrece la documentación, que en algún caso es muy interesante.

Sobre la mensa abacial de Montearagón, una de las instituciones eclesiásticas más ricas de Aragón, tenemos una escritura de junio de 1561 de gran interés, no solo por lo que supone para los Çafar, sino también para conocer aspectos económicos del monasterio. La mensa, que sabemos que ya estaba arrendada por los Çafar en la década anterior, es arrendada de nuevo por Ferrando Çafar por seis años a partir del 1 de enero de 1562 por 49000 sueldos anuales pagados en tres tandas, 294000 en total, cantidad que queda asegurada en una comanda de garantía que afirma tener Çafar. Se pagan 10000 por adelantado. Además del dinero en metálico, el arrendatario habrá de depositar en el monasterio anualmente 225 cahíces de trigo que dan Loarre y Loscorrales más 60 que se darán al pasticero del monasterio, además de 250 libras de cera amarilla en panes. Çafar debe pagar también 200 sueldos al notario. El contrato garantiza que el arrendatario podrá disponer de los graneros que tiene el monasterio en todos los pueblos. El documento detalla los cobros y obligaciones de cada lugar, el salario de los vicarios, el de los nuncios y el de otros funcionarios. Sabemos que se recaudará trigo, hordio, millo, vid, aceite, azafrán, cebollas, lino y cáñamo; ovejas y corderos, lana, queso y gallinas en los pueblos propiedad del abadiado o donde hay bienes: Quicena, La Torre de Piedra, Montearagón, Loporzano, Sasa, Laluenga, Chibluco, Sagariello, San Julián, Fornillos, Carroz, Alcalá del Obispo, Bandaliés, Santa María, Bellestar, Puivicién, Torresecas, Cueços (Cuezos), Loreto, Annas, Alerre, Huesca, Loarre, Gurrea y Las Cañas, Junzano, Angüés, Blecua, Salillas, Alcubierre, Ballerías, Poleñino, Lalueza, Sodeto, Marcén, Fanlo y tierras del reino de Navarra.

Con la Orden de San Juan hay una relación profunda, como ya vimos antes, y que se manifiesta especialmente en el arriendo de los bienes que fueron de la encomienda oscense del Temple, donde a veces participa Juan Compañero. En 1562 es Juan Compañero el que arrienda por tres años y 11400 sueldos anuales todas las rentas templarias con bienes en Huesca, Pertusa, Luna, Almudévar, Jaca, Huerrios, Pompenillo, Plasencia, Chimillas, Lupiñén y otros sin especificar, con la obligación de cumplir los deberes que hay con los vasallos de Huerrios y el mantenimiento de su iglesia, así como de otras de las que no se da la localización pero que es de suponer que coincidirían con lo que tuvo la encomienda en la Edad Media.280 El comendador Arnaldo Sangüesa da comanda de garantía de 34200 sueldos. Sin embargo, en el mismo documento se da la encomienda en rearriendo a Ferrando Çafar, que es quien la explotará. En 1565 Çafar rearrienda a Juan Bada las hierbas, pastos y aguas de la pardina de Arniellas —antigua villa e iglesia templarias—, y las tierras de labor de Pompién las entrega a Pedro Sellán, señor de Pompién Muzo, por 5000 sueldos, que es lo que Çafar pagó a los jurados de Huesca por el arriendo, si bien se reconoce que estas tierras pertenecen a Montearagón.

280. Véase Conte, Á., La encomienda del Temple…, óp. cit.

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Se plantean de nuevo problemas que arrancan de la vieja encomienda templaria, en la que Pompién y Pompenillo suelen confundirse, y de ahí que anotemos aquí el arrendamiento de Pompién, aunque posiblemente no tuviera nada que ver con el Temple. El arriendo global de la encomienda se renueva en 1566 por tres años; en esta ocasión Çafar y Compañero pagan 13000 sueldos anuales, 1600 más que en el contrato anterior, lo que podría interpretarse como ejemplo del aumento de valor de las tierras. En este nuevo contrato se menciona especialmente la partida de Algás —antigua villa próxima a Huesca con iglesia templaria—, que renta 300 sueldos. En 1567 los Çafar encargan a sus parientes los Compañero, ya residentes en Zaragoza, que cuando se vuelvan a poner en arriendo las rentas templarias de Huesca actúen en su nombre y las arrienden, lo que no deja de chocar teniendo en cuenta que aún quedaban dos años del contrato anterior. Hay un documento de 1568 en el que Jerónimo Çafar paga 200 sueldos a Juan Pueyo, de Lupiñén, para gastos en un monte entre Almudévar y Tardienta que Çafar tiene arrendado; se trata, sin duda, del monte de Baibén, antigua villa templaria, que habría sido arrendado juntamente con toda la encomienda. En 1576 es Juan Compañero quien tiene la encomienda arrendada, pero bajo el control de su hermano Enrique y de Francisco Çafar, quien excepcionalmente aparece en una operación económica.

También arriendan rentas eclesiásticas en la diócesis de Zaragoza, concretamente la décima de Blancas y Torrecilla; sabemos que en 1577 están explotadas por los Çafar y que una parte las han rearrendado al mercader Jaime Esteban por 5330 sueldos anuales. No tenemos más información sobre esta operación, ni hasta cuándo dura ni el monto total del arriendo ni de las rentas.

De la Ciudad también hay bienes en arrendación; de todos ellos, el más interesante es de mayo de 1580, cuando Jerónimo Çafar arrienda por un año y la enorme cantidad de 100000 sueldos las rentas de Almudévar y de todos sus términos y casas: huertos, corrales, carnicerías, mesones, viñas, campos, olivares, tierras, viveros, heredades, posesiones, montes, leñas, hierbas, herbajes, leñas y derechos; todo estaba en poder del Concejo de Huesca por orden del justicia de Aragón, y por eso el contrato de arrendamiento lo hacen en nombre del justicia el prior y los jurados de Huesca. Ya antes, en el mes de abril, en un documento hecho en Almudévar, Jerónimo Çafar, Luis Climent y Pedro Morte, los tres mercaderes, reconocen tener comanda de garantía del Concejo de Huesca de 100000 sueldos. Posiblemente se trate de la misma operación, si bien al final el arriendo queda exclusivamente en manos de los Çafar. La nobleza y los Çafar mantienen relaciones personales y también económicas. Ya vimos cómo el gobernador general de Aragón y su mujer fueron tutores de Juanico Çafar, por ejemplo. Es probable que esa relación tuviera mucho que ver con los vínculos económicos que había entre ellos. En cualquier caso, como en el ejemplo del Temple, todo nos está mostrando a una familia morisca que forma parte de la clase dominante, lo que no puede dejarse pasar desapercibido. Son numerosos los ejemplos que tenemos de estas relaciones económicas, pero los arriendos de rentas nobiliarias son lo más interesante. En 1563 Ferrando Çafar

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mayor y Juan Compañero arriendan por tres años el noveno de todos los panes (cereal) de Siétamo, Olivito, Loporzano y Torres al señor de esos lugares, Pedro Castro, por 6000 sueldos anuales y 2 fanegas de trigo; Castro se compromete a garantizar graneros en esos lugares a Çafar. Años más, tarde, en 1569, aquel tomará en arriendo una casa de Juan Cigüeño en Huesca.

Más importante es el arriendo firmado en 1571 por Ferrando Çafar y Juan Compañero con don Juan de Gurrea, gobernador general de Aragón, la máxima autoridad política del reino, del que ya hablamos anteriormente. Gurrea es señor de Argavieso, Pueyo, Liesa, Ibieca, Peralta y las partidas de Foces, Samper de Cetrán, Castelnou y Pisa; todos ellos se incluyen en el arriendo, que durará seis años y por el que pagarán 50000 sueldos anuales, 6 quintales de aceite que se depositarán en Liesa, 6 cargas de calabazate, 12 botes de conserva y 50 libras de azúcar fino, como se recordará. En el documento se detallan todos los derechos señoriales —los habituales en la época y en la zona— y se mencionan algunos cultivos y animales: avena, trigo, vid, cáñamo, corderos y gallinas. Terminado el plazo del contrato, se renueva en 1577 hasta 1581 por Ferrando Çafar y su hijo homónimo, con muy pocas variantes respecto a la primera redacción; aparece un lugar no mencionado anteriormente, Abrisén,281 y el señor se reserva gallinas y huevos en Pueyo y Argavieso, vino y cáñamo en Liesa, Ibieca, Argavieso, Pueyo y Peralta, queso en Argavieso, la heredad de la Mejorada y un huerto en Argavieso, además de la paja y las peonadas. Los arrendatarios tendrán garantizados los graneros en Pueyo (un granero y la mezquita) y en el castillo de Liesa, una torre y un granero en Ibieca, el granero del señor en Argavieso, bodegas en Ibieca y todos los derechos señoriales. Algunos de estos lugares aparecerán en los documentos inquisitoriales tras su dura condena a muchos de los miembros de la familia. Todos los pueblos arriba mencionados formaban la baronía de Argavieso. Algunos medios de producción son rearrendados, como ocurre con el molino de Abrisén, que tiene «una muela con dos picos de picar la muela y un postrado en tierra»; se arrienda en 1577 a Juan Bergues por tres años y 20 cahíces de trigo el primer año y 30 cahíces los restantes, y en 1581 al molinero Juan Benedé por cuatro años y 30 cahíces de trigo al año y el quinto del fruto de las tierras del molino. En el verano de 1577 Mariana de Mendoza, baronesa de Argavieso, recibe de Jerónimo Çafar 45750 sueldos de tres tandas del arriendo de Albero, Novales, Piracés y el monte de Otura, acaso lo que ella tenía en propiedad suya no compartida; en 1579, como señora de esos lugares y de Antillón, hace albarán de 122000 sueldos que le ha pagado Jerónimo Çafar por el arriendo de esos lugares, y en el mismo documento arrienda a Jerónimo la décima de Antillón de panes, vino, aceite, lana y corderos por seis años y un precio anual de 2500 sueldos. La contratación hecha en 1571 queda también recogida en un libro de cuentas relacionado en el inventario de 1582 que contiene un total de sesenta y una cartas, y en 1581 sabe-

281. Pequeña aldea, hoy despoblado, al lado de una imponente presa romana. Véase Conte, Á., «La villa y el castillo de Abrisén», en Miscelánea de estudios en homenaje a don Antonio Durán Gudiol, Sabiñánigo, Amigos de Serrablo, 1981.

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mos que el Concejo de Lupiñén paga a los Çafar 3950 sueldos por el arriendo del monte de Otura y de otras rentas de Mariana de Mendoza. En 1585 se cita el arriendo hecho en 1579, para los años de 1580 a 1586, de Novales, Albero y Piracés, con participación en un tercio del mercader zaragozano Pedro Soria, a quien María Albariel promete pagarle lo que le corresponde de los años 1585 y 1586 por medio del administrador inquisitorial Jaime de Aranda.

Jerónimo Çafar mayor, definido como mercader, firma con Melchor González y Francisca Ximénez Cerdán, señores de Arbaniés y Castejón de Arbaniés, un contrato de arriendo de esos lugares desde 1573 a 1579 por 10000 sueldos anuales, 1 cahíz de hordio y otro de trigo, además de un treudo de vino. Los derechos que arrienda son el noveno de panes, aceite, vino y cáñamo y dos molinos harineros en el Guatizalema, cuya acequia mantienen los vasallos. Los señores darán a Çafar dos olivares y les pagarán 2 cántaros de aceite. La recolección la han de hacer los vasallos. Hay también una almazara en Arbaniés cuyo mantenimiento corre a cargo de los vasallos, que además han de pagar 1 florín el año que no hay sisa, un par de gallinas por casa, el maravedí y azofras de panes que se llevarán a Huesca o Barbastro. En el castillo de Arbaniés hay una bodega con cubas y vasos para almacenar el vino, bodegas de aceite y graneros, y un trujar en la abadía. Los señores se reservan su casa de Felices, el huerto, el soto y algunas tierras, además de toda la paja. Nos consta que dos meses después de este documento —firmado en 1571— las rentas de Arbaniés y Castejón están aprehendidas por el justicia de Aragón a instancia de Martín de Bolea y encomendadas a los jurados de Bolea, que las han arrendado por un año y 1300 sueldos. Probablemente los nobles han tenido algún tipo de problema económico, y por eso recurren al arrendamiento y a la demanda de una comanda de 14300 sueldos que Çafar se compromete a no cobrar en tanto se mantenga el contrato del arriendo, lo que es una forma de garantizarse el arrendamiento en la fecha acordada y por el tiempo pactado. Otra prueba del mal momento económico por el que atraviesan González y Ximénez es la venta que hacen a Jerónimo Çafar de unas casas en Zaragoza en noviembre de ese año por 3000 sueldos, casas que revende Jerónimo a Pedro Compañero por 6000; esto demuestra la necesidad de dinero en metálico que tenía el matrimonio de nobles, que vende las casas por la mitad de su valor. El contrato de Arbaniés y Castejón se renueva en 1577 por Jerónimo Çafar, con comanda de garantía de 70000 sueldos, lo que quiere decir que, de mantenerse el precio del contrato anterior, se disfrutaría hasta 1587. En 1576 Jerónimo Çafar rearrienda por tres años a Arnau de Manado, molinero de Lascasas, los dos molinos sitos en el Guatizalema por 32 cahíces de trigo y 16 de mestura, que se han de llevar al granero de Arbaniés. Cuando se hacen los inventarios por orden inquisitorial tras el desastre familiar, vemos que en los dos lugares arrendados hay reservas de productos agrícolas, y aún en 1587 se vuelve a hablar del arrendamiento; concretamente María Albariel, en nombre de los herederos de los Çafar, sus hijos Hernando y Esperanza, renuncia a cualquier reclamación ante doña Francisca Ximénez Cerdán, señora de Arbaniés y Castejón —posiblemente ya viuda en aquel momento—, lo que nos prueba que el último contrato firmado llegó al término de diez años.

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Menor importancia tiene el arrendamiento que en 1576 firma Jerónimo Çafar con Martín de Sellán, señor de Alerre, consistente en el cuarto de las huertas, el quinto del monte, el cuarto de todas las cosechas, 1 dinero por cabeza de ganado, 1 florín al año, 8 hanegas y 1 cuartal de trigo por casa, más el pago especial en trigo que hacen algunas casas. Estos derechos señoriales se arriendan por tres años y 8000 sueldos anuales. El pésimo estado del documento impide leer algunas cláusulas, pero lo sustancial ha quedado recogido. Y nos consta que en el lugar tuvieron los Çafar algunos negocios, como lo demuestra que uno de los libros de cuentas recogidos en el inventario mandado hacer por la Inquisición lleve por título Alerre, aunque no podemos saber nada más sobre su contenido.

En abril de 1578 Jerónimo Çafar da comandas de 21000 sueldos a los concejos de Cuarte, Monflorite y Tramaced como garantía de los arrendamientos de esos lugares hechos a Martín de Gurrea y Aragón, duque de Villahermosa, un mes antes, operación realizada en Cuarte en la que se reconoce que el arrendamiento dura hasta 1591. Hay constancia de que en 1579 sigue vigente, pero en octubre de 1580 Ferrando Çafar menor, en nombre de sus hermanos Jerónimo y Gabriel, rescinde el arrendamiento sin que sepamos las causas ni las condiciones; simplemente se dice que se cancela el arriendo hecho por el duque de Villahermosa en 1578.

Por un documento de 1585 sabemos, como ya se dijo, que los Çafar tenían arrendadas las rentas de los lugares de Novales, Albero y Piracés desde 1580 a 1586, por contrato hecho en 1579, arrendamiento en el que participa el mercader zaragozano Pedro Soria en un tercio de los beneficios, 200 libras anuales, que promete abonarle María Albariel. Aparentemente, pues, sigue vigente el arrendamiento, pero no puede afirmarse rotundamente, porque lo que Albariel promete pagar bien podrían ser atrasos.

Tenemos constancia de que en 1580 Ferrando Çafar da al señor de Puibolea, Martín de Lanuza, 4000 sueldos por el arrendamiento de los frutos, derechos y rentas del lugar; el pago lo hace en manos del procurador de la encomienda de San Juan. No sabemos más sobre este arrendamiento de un lugar de tamaño medio y poblado casi exclusivamente por moriscos, con una economía agropecuaria basada en cereales, vid y ganado lanar. Menor aún es la información sobre el de Almuniente y Permisán, que se hizo el 23 de septiembre de 1573 y que solo conocemos por uno de los libros de cuentas de los Çafar incluidos en el inventario que se hizo de sus bienes en 1582.

Además de los arrendamientos, las operaciones especulativas son el ejemplo más claro de la mentalidad burguesa de los Çafar. Sabemos de sus depósitos en la Tabla de Zaragoza; en 1575 Jerónimo Çafar retira por medio de su procurador Juan Compañero 4000 sueldos que había depositado, y en 1577 Ferrando Çafar da poderes a su hijo Jerónimo para que pueda retirar los dineros que habían impuesto en la Tabla de Depósitos de la capital. Con frecuencia recurren a procuradores para sus operaciones, como por ejemplo hacen en 1572, cuando, para vender unas casas en Zaragoza que ha comprado al obispo de Huesca Jerónimo Çafar mayor, acude a Luis de Santángel, miembro de una de las familias más

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ricas y de espíritu más dinámico de Aragón; estas casas, que se venden por una cantidad notable (13500 sueldos), son las mismas que ya en 1571 había intentado vender Jerónimo Çafar, para lo que designó a varios representantes. El mismo año, por citar un ejemplo más, Ferrando Çafar nombra procurador a Juan Compañero para que cobre las deudas que tienen contraídas colegios, universidades y particulares. Otras designaciones de procuradores están en íntima relación con el comercio, actividad que apenas aparece documentada, igual que ocurría en el periodo anterior; un ejemplo de ello es el nombramiento de seis procuradores al mismo tiempo en 1563, todos carreteros,282 para que puedan transportar sus mercadurías y usar las franquicias que el Concejo oscense había otorgado a Çafar. En 1564 son designados Juan y Enrique Compañero y varios cristianos, también para mercadear. En 1567 Jerónimo Çafar nombra procurador a Luis Comor, de Huerto, para cobrar 2200 sueldos que le debe el boticario de ese lugar Jaime Serra. También para cobrar deudas en Boltaña, ahora una cantidad más modesta (440 sueldos), nombra Jerónimo en 1571 a Pedro Marín y Juan Fernández, tejedores de Boltaña. Y el mismo fin parece tener el nombramiento por Ferrando Çafar de dos procuradores en Torla y dos en Broto en 1575.283 En 1580 Jerónimo hace procuradores a Francisco y Gabriel de Sas, al notario de Barbastro Francisco Leonardo y a Francisco Blanco, de Almudévar. A veces la procuración es dada a miembros de la propia familia; por ejemplo, Jerónimo Çafar en 1578 da a su hermano Ferrando su representación para cobrar dineros y mercaderías, todavía vigente, según consta documentalmente, dos años después.

Hay noticias de algunos censos, pagados en todos los casos por concejos que debieron de acudir a la venta de censales para solucionar problemas derivados, posiblemente, de malas cosechas. El de Quicena, por ejemplo, ya en 1560 pasa una pensión anual de 250 sueldos que veinte años después sigue vigente, lo que indica que no ha podido luir el censal. Del año 1580 tenemos también noticias del cobro de una pensión censal de 450 sueldos del lugar de Botaya y otra por el mismo importe del Concejo de Loarre. Más importante es la que pagan los de Luna y Erla, de 2000 sueldos; posiblemente el cobro de esta última había planteado algún problema, porque debe comunicar la obligación de satisfacer el pago el notario Pascual López en documento de 12 de julio. Como siempre, nos asalta la duda de si realmente esos eran todos los censos que cobraba la familia, y de nuevo habrá que buscar pruebas indirectas para confirmar que no, que había más, aunque la operación no sea tan clara como los ejemplos vistos.

En 1577 Juan Gómez ha acordado con los hombres de Almudévar luir unos censales de 9500 libras, por lo que le pagarán el onceno de la villa durante dieciséis años; declara tener una comanda pura de Ferrando Çafar de 80000 sueldos284 LA ARISTOCRACIA MORISCA

282. Juan Medina, Blasco de Monesma, Pedro Artiga, Juan Matamoros, Lorenzo López y Pedro Berdún.

283. Domingo Martín y Pedro Périz en Torla, y Juan Laliena y Juan Gallán en Broto.

284. A la vez reconoce tener otra comanda de 20000 sueldos que se satisfará en 1578, aunque no nos consta documentalmente que se pague.

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que este no pedirá mientras Gómez le pague el onceno citado, suficiente para luir los censales, de modo que, hasta cierto punto, podemos entender que Çafar es el dueño de esos censales. No sabemos si esta operación tiene algo que ver con el litigio que en 1579 tiene Jerónimo Çafar con treinta y siete vecinos de Almudévar, pero el hecho de que junto a él participe Gómez parece indicar que sí. Ya vimos cómo luego los Çafar arriendan las rentas de la villa, y en 1580 Jerónimo da una gran comanda de 30000 sueldos a veintidós hombres del lugar. Aún en 1585, en un documento hecho en la prisión inquisitorial, Gabriel Çafar recuerda la deuda de los hombres de Almudévar, y en 1588, como veremos, se mantiene un litigio entre varios vecinos de la villa vialatense y los herederos de los Çafar. Todo ello, probablemente, arranque de esos censales que debían luirse con el pago del onceno durante dieciséis años, pero la crisis padecida por la familia pudo impedir que se cobrase y hacer que el problema se alargara. También indirectamente sabemos de otros censos que se pagaban, al menos, en 1572. En uno de ellos, el Concejo de Aniés toma un préstamo de Ferrando Çafar de 308 cahíces de trigo que se cancela en 1577, y con la misma fecha del préstamo el Concejo vende a Çafar un censal de 10000 sueldos de propiedad y 500 de pensión anual del que no sabemos nada más; unos meses más adelante, el Concejo, por medio de su procurador Miguel de Naria, toma una comanda de 71 cahíces de trigo y 2051 sueldos que, según el contrato, debe devolverse en 1579, si bien no nos consta la cancelación. En otro documento ocurre algo similar con los hombres de Monflorite, quienes toman una comanda de 222 cahíces de trigo que sirve de garantía para un censal del que no tenemos otra información. Unos años antes, en 1568, Jerónimo Çafar ha dado una comanda de 12000 sueldos a Juan Laínez; Çafar se compromete a no cobrarla hasta que el Concejo de Plasencia pague a Laínez 9500 sueldos de un censo cuya pensión anual es de 475, de forma que la garantía de esa comanda es como mínimo el censal, pero posiblemente exista alguna obligación más por parte de Laínez que desconocemos, ya que hay 2500 sueldos de diferencia entre la comanda y el valor del censal. En 1580 tenemos noticia de un censal que rinde 250 sueldos anuales en el lugar de Almuniente.

Lo que sabemos en cuanto a préstamos y comandas por la documentación notarial de Huesca, aun siendo importante, supone solo una mínima parte de la realidad, tal como podremos demostrar con los datos extraídos de los libros de cuentas de la familia y los albaranes, casi todos ellos de la década de los setenta, aunque hay unos pocos de 1580 y 1581, que oportunamente veremos. Como ejemplo de lo que decimos basta el caso de la comanda que en 1580 hizo Jerónimo Çafar a Juan de Lécera, nada menos que de 40000 sueldos, y que conocemos únicamente por un documento de 1585 según el cual la intenta cobrar y luego vender María Albariel por medio del zaragozano Manuel Gali. La cantidad es lo suficientemente notable como para confirmar que lo que la documentación notarial oscense recoge es solo una mínima parte de los negocios de la familia, y eso porque muchos negocios quedarían registrados en notarías de otros lugares o en documentos privados.

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Así, en esta etapa que hemos definido como de esplendor, aparte de las operaciones ya señaladas, hay un buen número de comandas registradas en los protocolos notariales y otras acciones que veremos en los libros de cuentas. Por la documentación notarial tenemos conocimiento de algo más de cuarenta comandas, además de las ya mencionadas; de la mayor parte sabemos la fecha exacta, y otras las conocemos por el documento de pago y cancelación. Como hemos visto, era frecuente el préstamo en especie o en metálico a algunos municipios, y aún quedan por reseñar algunas comandas a concejos de la comarca de Huesca que nos constan por la escritura de cancelación: por ejemplo, el pago de 1400 sueldos que hace el pueblo de Lascellas de una comanda hecha en 1575, los 10500 que el Concejo de Sesa paga en 1579 de una de 1574 y los 500 que en 1579 da el de Aniés como pago de una parte de una comanda de 2051 sueldos tomada en 1577, de la que hablamos antes.

El área geográfica en la que se mueven los Çafar (en las comandas intervienen el padre y su hijo Jerónimo especialmente) no se ha modificado sustancialmente; todas las comandas se hacen en Huesca o en lugares inmediatos: Ayera, Lusera, Aniés, Huerto, Pompenillo, Ayerbe, Fraella, Fontellas, Tardienta, Almudévar, Fañanás, Tramaced, Huerrios, Tierz, Albero, Puibolea, Alerre, Monflorite, Adahuesca, Alberuela, Sesa, Chimillas, Panzano y, algo más lejos, Lanaja y Leciñena. Respecto a muchas de ellas no consta que fueran cancelas; en realidad, la excepcional es la que queda documentalmente saldada. Las cantidades suelen ser más elevadas que en el periodo anterior, y es muy probable que muchas de ellas fueran depósitos para comerciar. Indicamos a continuación los importes exactos de las que conocemos.

De los 100 a los 299 sueldos hay doce: 192 sueldos en Ayera a Juan Lisas y 262 a Juan Leciñena e Isidro Bailo, de Aniés, en 1561; 144 a Domingo Sevil, de Huesca, y 280 a Pascual Carias, de Tramaced, en 1572; 176 al pelaire de Alquézar Andrés Morlás, 182 a su paisano el tejedor Martín Morrano y 270 a Martín Cregenzán, de Albero, en 1573; a Miguel Lacambra, de Huesca, 200 en 1574 y 280 un año después; en 1575, 200 a Vicente Olaja, de Tierz; en 1578, a Pedro Maza, de Huesca, 220, y a Domingo Carreras, de Panzano, 245 en 1580.

De entre 300 y 999 nos encontramos bastantes: 700 sueldos a Francisco Ferrer, de Huesca, que obliga dos mulos, en 1565; a dos hombres de Pompenillo les dan 603 en 1567; 634 a Juan Milpere, habitante en el molino de Jaime Gómez, en el término de Montearagón, en 1568; en 1569, al pelaire de Alquézar Pedro Bonafonte se le da una de 410; un año después, son el labrador de Almudévar Martín Abbat y Martín Morillos, de Fañanás, quienes reciben 480 y 380, respectivamente; Rodrigo Esperanza, de Huerrios, toma comanda de 440 sueldos en 1572; Alexandre el Valenciano, de Puibolea, 880 en 1573, año en que toman la misma cantidad dos labradores de Alerre y 860 sueldos Juan Lafita, de Monflorite; en Adahuesca, en 1574, es el labrador Miguel Arnal quien recibe 960; un año después, Tomás Carruesco, de Alberuela de Laliena, y Jerónimo Romerales, de Sesa, reciben sendas comandas de 320 sueldos; Climente Monzón, de Alquézar, toma 484 en 1575, el mismo año en que reciben 486 Antón Delma y Pedro

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Marco, de Chimillas, y se da 348 a tres hombres de Chimillas, 606 a cuatro labradores de Apiés y 300 a un tal Pedro; en 1576 hay una comanda de 500 sueldos que resulta ilegible y otra de 644 que toma un hombre de Almudévar, quien la cancela al año; en 1577 recibe 954 sueldos el obrero de villa Bertrán Andrés, de Huesca, y 920 Alexandre Burro, de Naval, y Melchor de Orbusta, de Bolea, cancela una comanda de 356 sueldos que había tomado el año anterior; en 1580 se da una de 600 sueldos al notario oscense Luis Pilares, quien la cancela al poco tiempo, y ese mismo año Antón Monclús y Pedro Rodellar, pelaires de Alquézar, toman una de 512.

Por encima de los 1000 sueldos son relativamente numerosas en comparación con la etapa anterior: ya hemos citado alguna, como la de 5000 sueldos dada a Pedro Sellán en 1565, la misma cantidad que se entrega ese año a los clérigos Tomás Fort y Guillén Cleriguet, de Huesca; un año después, Pedro Bordau, de Lanaja, recibe una de 2400 y el boticario de Huerto otra de 2200, cobrada por medio de Luis Comor dos años después; en 1567 se da una comanda de 1160 sueldos a cinco hombres de Ayerbe y uno de Fontellas, y otra de 2210 a Domingo Sieso, de Leciñena; un año después, los labradores Pedro Artigas y P. Foncillas, de Huesca, toman 2100 sueldos y obligan dos mulos que posiblemente pasaran a manos de Çafar, porque no se cancela nunca la comanda, y el mismo año se da a Juan Buil la de más cuantía, 10000 sueldos, cantidad tan notable que los Çafar tienen como garantía el «seiseno y el onceno» de algún lugar que la calidad del documento impide saber, pero posiblemente estamos ante un clérigo o un noble con derechos señoriales; en 1569 un hombre de Fraella recibe 1375 sueldos que cancela un año después; en 1570 cuatro hombres de Tardienta toman 1228; en 1573, a Amador de Tierz, de Tardienta, y Domingo Martín, de Tierz, se les dan sendas comandas de 1400 y 1080 sueldos, respectivamente; finalmente,en 1580 el pelaire de Huesca Miguel Díez recibe 1115 sueldos el mismo día que dos pelaires de Alquézar toman, como se vio, una comanda de menor cuantía, lo que posiblemente delata algún tipo de operación comercial con esos pelaires, y Jerónimo Alcañiz recibe una gran comanda de la que no tenemos el documento, pero que conocemos porque en 1581 se paga una parte de ella, concretamente 12410 sueldos.

Todo lo que hemos referido hasta ahora es, como se ha venido repitiendo, una mínima parte de las operaciones dinerarias que la familia Çafar llevó a cabo, como vamos a comprobar con los datos aportados por el inventario de 1582, concretamente los libros de cuentas y las grandes reservas de cereal en numerosos graneros de la comarca de Huesca, ubicados en su mayor parte en puebloscuyas rentas tenían arrendadas y que obligan a pensar en empresas mercantiles de altos vuelos. La casa de los Çafar tenía, según la relación hecha por el doctor Tomás Cortés, treinta y cuatro libros de contabilidad, que entrega al administrador Jaime de Aranda. Los libros corresponden todos a la etapa de esplendor que estamos estudiando y suelen aparecer con un título, el año y el número de escrituras que contienen, aunque hay casos en que ha resultado imposible leer el documento.

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1.Libro Mayor de todos los tratados de 155?, cuyo primer documento comienza mi hermana la viuda de Pedro Compañero debe 6610 libras; contiene 266 cartas.

2.Otro libro grande sin título, la primera partida comienza en 1578.

3.Otro libro largo titulado Reconocimiento […] deste enero de 1579

4.Otro libro grande intitulado Libro Mayor de la botiga de enero de 1569 en adelante

5.Otro Libro Mayor de Deudas desde el primero de enero de 1564.

6.Otro libro largo titulado Reconocimiento hi començado del primero de enero de 1577.

7.Otro libro grande titulado Caxa del primero de 1580

8.Otro libro largo.

9.Otro libro largo titulado Partida començada de enero de 1576

10.Otro libro largo desde enero de 1581.

11.Otro titulado Comiença partida el señor chantre.

12.Otro libro sin título, la primera partida comiença Huesca, Argavieso. Contiene 36 cartas.

13.Otro sin título, la primera partida a 6 de marzo de 1571. Contiene 61 cartas.

14.Otro libro grande sin título, comiença la primera partida a 23 de octubre de 1573 arrendé los lugares de Almunient y Premissan. Contiene 67 cartas.

15.Otro libro titulado Abiego y Ponzano. 106 cartas.

16.Otro titulado Alerre, Antillón.127 cartas.

17.Otro titulado Novales. 129 cartas.

18.Otro titulado Argavieso [no puede leerse el número de cartas].

19.Otro titulado [no se puede leer más].

20.Otro titulado Quitamientos.Hasta 200 cartas.

21.Otro titulado Cuentas recibidas. 45 cartas.

22.Otro titulado Manual de deudas. 144 cartas.

23.Otro titulado Manual 1575. Cartas 251.

24.Un gran libro titulado Principio… Cartas 285.

25.Otro titulado Quinientos florines Tramacet. 217 cartas.

26.Otro titulado Almudévar. 83 cartas.

27.Otro titulado Chantría. 92 cartas.

28.Otro titulado 1578. Cartas 170.

29.Un libro sin título con 51 cartas.

30.Otro titulado Manual de Hernando Çafar

31.Tres manuales de ulaça.285

32.Otro libro que comiença 34 varas de estameñilla.

33.Otro titulado Puibolea. No está foliado.

34.Un libro grande que comienza primera partida 1567 el heredero de Jaime Santángel. 294 cartas.

Como puede apreciarse, los posibles documentos incluidos en esos libros, a tenor del número de hojas foliadas en los que se hace constar el dato, superarían

285. La lectura de ulaça no ofrece duda. En cuanto a su significado, cabe la posibilidad de que se trate de un derivado evolucionado del árabe khulasa (julasa, hulasa, ulasa), que significa ‘resumen, compendio’, y en contabilidad, que es de lo que aquí se trata, ‘balance’, de modo que quizás estamos ante tres libros provisionales o borradores de balances de cuentas, ya que manual significa ‘borrador’.

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los 2600, lo que realmente da idea de la diferencia entre la realidad económica de la familia y lo que nos han transmitido los protocolos notariales. Está muy claro el riguroso control de las cuentas de la familia, de los negocios de las tiendas, las deudas, el comercio y los pueblos en los que actuaban principalmente, hasta el extremo de haber libros especiales para esos lugares. Algunos de ellos ya se han visto a la hora de estudiar los arrendamientos, pero también hay otros con los que no se sabe que existiese ningún tipo de relación especial, como Abiego, o campos de acción de los que no teníamos noticia, como la «chantría». El rigor en la contabilidad lo vemos también en la presencia de unos libros provisionales de anotaciones o «manuales» y otros definitivos. Lamentablemente, estos libros se han perdido, pero sus títulos y lo poco que se nos dice los hacen enormemente sugerentes, más aún si tenemos en cuenta que casi todos corresponden a la década de los setenta. Pensar, por ejemplo, que la hermana de Ferrando Çafar le debía 6610 libras nos puede dar una idea de lo que podían contener esos libros.

También sugerente es la enumeración de joyas, que ya vimos al estudiar el inventario, todas situadas en una cámara y algunas con el nombre de su antiguo propietario; todo parece indicar que se trata de piezas de valor que estaban empeñadas, que no formaban parte del patrimonio familiar, a tenor de lo que en otros inventarios y en los testamentos se dice sobre las joyas familiares. Estamos ante una actividad económica claramente especulativa, cuando no de usura, de la que no hay ni un solo documento, aunque es probable que las escrituras de estas pignoraciones estuvieran en alguno de los libros de la casa que antes hemos enumerado.

Pero es que ese inventario, además, relaciona todos los albaranes y documentos de comanda encontrados, junto a los libros, en el estudio de Ferrando Çafar, además de otros tipos de documentos, como un testamento y un codicilo suyo, todos guardados en un «calax del tablero que está junto a la ventana pequeña». Se hace constar que junto a 178 albaranes perfectamente resumidos hay 28 escrituras de comanda, un ligamen de instrumentos públicos —no se especifica más— y una escritura pública de un censal de 280 sueldos de pensión. No puede pasar inadvertido que se diferencie perfectamente entre los instrumentos públicos hechos ante notario y todos los demás, los de los libros de contabilidad, los albaranes y comandas recogidos detalladamente, que son documentos privados. Afortunadamente, estos albaranes y documentos de comanda nos permiten medir mejor la riqueza y el poder de la familia, como también ocurrirá con los libros de cuentas de los años 1582 a 1584, que estudiaremos más adelante. Los albaranes suponen un total de algo más 310000 sueldos y unos 125 cahíces de cereal, y las comandas, 129723 sueldos y 1010 cahíces de cereal.286 Las reservas de cereal que hay en diversos pueblos en marzo de 1582, es decir, unos cuatro meses antes de la nueva cosecha, consisten en algo más de 3000 cahíces, que al

286. El más importante es el trigo; menor importancia tienen el hordio (cebada), la avena (cebada), el centeno, la «mestura» (trigo y hordio o trigo y centeno), el trigo-avena, y bastante raros son la escalla y el millo. Como se ha dicho anteriormente, los granzados consisten en trigo mal trillado y aventado que conserva restos de paja y otras impurezas.

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precio pagado de media en 1582 suponen una cantidad superior a las 6000 libras. Pero es que en un documento de 1585 se hace referencia a un inventario de enero de 1582 —del que no hay ni rastro— en el que se decía que en casa de los Çafar en la ciudad de Huesca había 7730 cahíces de cereal, 44 nietros de vino —algo más de 7000 litros—, 3 libras y 9 onzas de azafrán, 58 arrobas de lana y dinero por valor de 31424 libras en metálico, más 9 libras en Cuarte. Es decir, en el momento en que la familia entra en crisis y su hacienda es intervenida por la Inquisición estamos hablando de unos negocios millonarios en sueldos. Antes de pasar a detallar lo más notable de estos datos, vale la pena que valoremos lo que estas cantidades suponen, sobre todo porque es de creer que a esas alturas del año ya se habría comercializado gran parte de la cosecha de cereal. Lo que los datos que estamos manejando nos demuestran es la mentalidad claramente burguesa de los Çafar; su economía se basa, más que en la propiedad de bienes de producción —casas y tiendas, que también tienen—, en la especulación, el préstamo y el movimiento de numerario, especialmente en laarrendación de rentas. Eso explicaría la desaparición de la gran fortuna tras el ataque inquisitorial y la pérdida de capacidad de inversión, como veremos al estudiar el ocaso de la familia. A pesar de ello no son de despreciar sus bienes inmuebles rústicos y urbanos: huertos, viñas, campos de secano, casas, graneros, bodegas, corrales y tiendas en Huesca; graneros en Sesa, corrales, graneros y casas en Peraltilla, y posiblemente también en Alerre y Almudévar, donde se hacen varios documentos de la familia, así como en algunos de los pueblos en que tienen almacenado cereal.

Como en el caso de los documentos notariales que hemos visto, las operaciones que mueven más dinero en metálico o en cereal están relacionadas con los concejos: en 1579 hay un albarán por 7584 sueldos de los jurados de Coscullano; de 1576 es el albarán por 24 cahíces y dos fanegas de trigo de los de Sesa; los de Peralta firman, sin fecha, un albarán de 4000 sueldos, y hay otro por 3682 de los mismos, de 1577; el Concejo de Puibolea toma una comanda de 1950 sueldos (también sin fecha, como las otras en las que no se hace constar); el de Costean, una de 1008; sabemos de otra de 648 cahíces, 13 cuartales y 2 almudes de trigo del Concejo de Sesa y otra del mismo municipio de 29752 sueldos; el Concejo de Aniés toma 62 cahíces de trigo; el de Antillón, 183; el de Puibolea, 300; el de Peraltilla tiene dos comandas, una de 1638 sueldos y otra de 1600; el de Monflorite toma una de 10000 sueldos, y Grañén, Monflorite y Tramaced tienen una de 10508; de 1570 es un albarán de 6815 sueldos del Concejo de Novales; y hay otro, sin fecha, de 9458 del Concejo de Argavieso.

Pero también se presta cantidades muy sustanciosas a particulares; como ejemplo de ello, de entre los numerosos albaranes y comandas que aparecen resumidos en el inventario vale la pena destacar algunos, por el importe o por la personalidad del tomador. Muchos superan los 1000 sueldos, y abundan los de más de 5000 e incluso 10000, algo que no ocurre con los documentos notariales, como puede verse en la relación siguiente, que sigue el orden en que aparecen en el documento: de 4810 sueldos es el albarán de Juan de Pertusa (no pone el año,

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y si no se hace constar en el resto de ejemplos es por la misma razón); de 528 es el de Domingo Ussé y Juan de Lomera, de Ponzano, de 1577; Martín Sarrate, de Permisán, firma uno de 590 sueldos en 1578; Lope de Úbeda, de Bellestar, uno de 986 el mismo año; de 1589 es uno de 800 de Vicente Franco, de Huesca; uno de 2008 de Luis Clavería, de Huesca, lleva fecha de 1578, y de ese año es uno de 500 de Vicente Franco, Gracia Alonso y María Junez; de don Martín de Bolea es uno de 26 libras de 1577; de Pedro (es imposible leer el apellido) esuno de 4382 sueldos del año 1575; en 1576 firma uno de 3815 Miguel Ferriz y otro de 7813 Juan López, ambos de Huesca; el habitante de Radiquero Juan de Aguilar firma en 1576 uno de 2814 sueldos; Juan Aso, de Tardienta, uno de 1088 en 1575; Gaspar Arag, de Sesa, en 1576 firma albarán de 24 libras; dos años antes, el oscense Domingo Villanueva, uno de 2818 sueldos; en 1575 un tal Loscertales, posiblemente de Huesca, firma albarán de 580; en 1576 seis ciudadanos de Huesca, uno de 686; en 1572 Pedro de Gros, de Sesa, uno de 10816; mosén Martín de Castillo, acaso de Huesca, tiene uno firmado de 1186 en la década de los setenta; en 1577 es Sancho de Bolea quien firma uno de 1538 sueldos; el presbítero Martín de Arto, en 1580, firma uno de 5812; los particulares de Almudévar (no se citan nombres) tienen una comanda de 17000; Miguel Ma… tiene una comanda de 1400 sueldos; particulares de Pertusa, otra de 1276; Jaime Lasierra, una de 2700; Juan Serveto, otra de 3800; Martín de Biescas y otros de Labata, una de 3812; Juan Sarvisé, de Albero, tiene comanda de 20814; Lope de Úbeda, una de 648; Juan de Urraca, de Lascellas, otra de 1600 sueldos, y de la misma cantidad la tienen Tomás Figuera y otros de Boltaña; Jaime Cardona, de Sariñena, reconoce una comanda de 5600 sueldos; Juan Caxal, de 9200; Juan Montañés, de Huesca, firma un albarán de 2826; Pedro Palacio, de 16816; Juan Montaner, de 1840; el doctor Agustín Salas, de 2810; Jaime Rasal y Pedro Arguis, de Bolea, de 1860; Gabriel Verruga, de Novales, de 2282; Domingo Arroyo, de 12814; Francisco Cerdà, de 1758; Juan de Romerales, de 22813; Melchor González, de 3008; Lope de Mur, de 18817; Hernando de Castro, de Puibolea, de 5278; Juan de Zuera, de 6812; Tomás de Bolea, de 508; la viuda de Ramiro Casanoba, de 1857; alguien cuyo nombre no se ha podido leer, de 2810; Pedro de Espés, de 12812; Jaime de Campo y otros de Almudévar, de 19810; Juan Sampérez, de Castillón (Castejón del Puente), de 1815; algún clérigo de San Lorenzo, de 885; Juan Lasierra (de los pocos moriscos que aparecen en la relación), de 4810; la viuda de Bartolomé Palo, de Tramaced, de 7085; Pedro Compañero (morisco), de 718; Martín Villacampa, de 628; Juan de Bayo, de Almudévar, de 4185; Isabel Baraiz y Juan de Artiga, de Huesca, de 9083; Pedro Castellano (morisco), de Calanda, de 1108, y el mismo, otro de 3785.

Por un documento de 1582 sabemos que Juan Cenzano, de Zaragoza, debía al ya difunto Jerónimo Çafar 40000 sueldos, que intenta cobrar su hermano Ferrando Çafar como procurador de su cuñada Cándida Compañero y de su sobrino Juanico Çafar, herederos de Jerónimo.

Entre los títulos que guardan los libros de los Çafar aparece una comanda de 700 sueldos del molinero Juan de Sena perteneciente a los Compañero.

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Como se ha podido observar, hay cantidades muy notables y es presumible que la mayor parte de ellas fueran operaciones puramente especulativas, préstamos cuyo interés se nos escapa, o bien depósitos para comandas de tipo comercial. En cualquier caso, muchísimo dinero en movimiento y en lotes de bastante cuantía, que contrastan con los que conocemos a través de las escrituras públicas.

En cuanto al cereal del que antes hemos hablado, se distribuye —aparte del que hemos situado en la casa de Huesca— entre los graneros de Peralta, sitos en el castillo y la cárcel; en Sesa, en un granero independiente y otro en el castillo; en Castejón de Arbaniés parece que está en el castillo, lo mismo que en Arbaniés e Ibieca; en Liesa, en el granero de Ferrando Çafar; en Puibolea, en el granero del lugar; en Argavieso no se sabe dónde están los graneros, lo mismo que ocurre en Novales, Piracés y Albero.

En el último pueblo, además del cereal, se reseñan 6 sacas de lana y 319 maderos de 28 y 30 palmos de a 20 y 22, todos redondos. En el lugar de Peraltilla, que se menciona, al parecer no se halla cereal en el granero a la hora de hacer el inventario.

Todo lo expuesto nos muestra el poder económico y el movimiento de numerario de los Çafar en el momento en que muere Ferrando Çafar, de forma que cabe pensar que ese fue el comportamiento de la casa a lo largo de todo este periodo que hemos definido como de esplendor. Su fuerza hará que durante años continúen disfrutando de una buena posición social y económica, pero el declive será inevitable tras el ataque inquisitorial y unos años de incertidumbre en que todos los adultos de la familia están presos, han sido ajusticiados o sufren condena en galeras, y la hacienda está bajo el control de un administrador.

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LA CRISIS

(1581-1585)

En marzo de 1581 Jerónimo Çafar y Cándida Compañero están presos en la Aljafería y, aunque su padre y sus hermanos continúan con los negocios familiares, con su apresamiento comienza un largo periodo de crisis que no solo se debe a la intervención inquisitorial —que en el mismo año llevó a la cárcel a María Albariel y en años posteriores a todos los hijos de Çafar—, sino que también viene marcado por la muerte de Ferrando Çafar mayor a finales del año. La documentación económica de la familia se reduce drásticamente en este periodo y aumentan considerablemente las escrituras relativas a procesos inquisitoriales, herencias y pleitos, con un papel muy destacado de María Albariel, quien se hará cargo del patrimonio familiar desde julio de 1585, al salir de la cárcel.

La disminución de la aventura económica es evidente; frente a los numerosos documentos hechos en periodos anteriores, en 1581 solo tenemos tres comandas llevadas a cabo por Ferrando Çafar: una en enero de 623 sueldos, que se cancela en 1582, y dos en abril de 280, en Nuez y Labata, canceladas ambas en 1588. Ferrando Çafar menor, que aparece como «regidor» de los bienes de su padre —acaso ya enfermo— y procurador de su hermano Jerónimo Çafar, da en noviembre una comanda de 660 a Miguel Lacort, pelaire de Boltaña, y dos más en diciembre: una de 1115 sueldos al pelaire Miguel Díez y otra de 512 al pelaire de Alquézar Antón Monclús. En cuanto a los arrendamientos, solamente tenemos conocimiento de la arrendación de un censal en Almuniente de 250 sueldos de pensión a Juan Gómez. Este personaje, definido como chantre de la Seo y alguna vez como señor de Garasa, tiene una deuda contraída con Ferrando Çafar y la paga con un censal de 3700 sueldos de propiedad y 160 de pensión que él recibió de Juan de Azlor, señor de Panzano y Fañanás; pero no es el único censal de Gómez que tienen los Çafar en este momento, porque en 1588 María Albariel le reclama la deuda de uno de 1694 sueldos de propiedad y 166 de pensión que no ha pagado desde 1581 —y tiene que hacerlo hasta 1589—, acaso relacionado con el lugar de Garasa, ya que, como decíamos, a Gómez se le define en alguna ocasión como señor de Garasa. Poco antes de caer enfermo, Ferrando Çafar mayor rearrienda el molino de Abrisén al molinero Juan Benedé por 30 cahíces de trigo y el quinto del fruto de las tierras del molino. Eso es todo lo que nos consta de 1581 y casi todo lo que tenemos durante muchos años, así que hablar de crisis

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está más que justificado. Tal vez la presencia de Çafar padre ante el justicia de Huesca en dos ocasiones en enero y la de su hijo Ferrando, como procurador de Jerónimo,en septiembre, estuvieran relacionadas con problemas derivados del apresamiento de Jerónimo y Cándida, pero realmente no nos consta cuál fue el motivo de esas comparecencias.

Pero, aunque la información económica sea prácticamente inexistente, la riqueza de los Çafar siguió funcionando a pesar de las duras condenas inquisitoriales. El apresamiento de varios miembros de la familia Compañero en 1580 conllevó el de Jerónimo Çafar en verano de ese año, y desde esa fecha hasta 1583, cuando son ejecutados Esperanza Compás y su hijo Ferrando Çafar menor, la tragedia sobrevuela de manera ininterrumpida sobre los Çafar. Son años en que su posición económica tal vez no se vio definitivamente dañada, pero desde el punto de vista humano la situación es poco halagüeña. Desde 1580 hasta 1583, como ya vimos, mueren Ferrando Çafar mayor, de enfermedad; su primogénito y heredero, en los calabozos de la Inquisición; posteriormente ambos son quemados en efigie en sendos autos de fe; quemados vivos son Ferrando hijo, su madre y Cándida Compañero, mujer de Jerónimo, esta en Logroño; condenados a galeras, Gabriel, José y Francisco, este último muerto en galeras o antes de embarcar en Cartagena, donde consta que hace un testamento no encontrado. A todos ellos hay que añadir a María Albariel, condenada a tres años de prisión, de forma que el panorama resulta desolador, con tres niños que deben de quedar al cuidado de algún pariente y el heredero, Juanico Çafar, bajo la custodia del gobernador general de Aragón, al menos temporalmente. Solamente Juan, emigrado a Argel, se salva del acoso; en su exilio, será un punto de referencia para toda su familia y para los moriscos aragoneses, tanto en su casa argelina como en sus visitas clandestinas a España, según se desprende de algunas declaraciones de conversos en los interrogatorios del Santo Oficio. De ser cierta la teoría de la sublevación, es de creer que a Juan le cabría un papel importante en ella. Toda esta trágica historia de la que ya se habló lleva pareja una complicada situación económica y familiar. La primera se intenta solucionar con la designación de un administrador de la hacienda; la segunda, con un decreto de la Real Audiencia que acaba declarando herederos a Hernandico y Esperancica Çafar, y en último extremo toda la herencia acaba concentrada en manos de esta.

EL PAPEL DE JAIME DE ARANDA

La primera noticia que tenemos de Jaime de Aranda como administrador de la hacienda de los Çafar es un documento de comienzos de 1582 en que aparece como procurador de Esperanza Compás y de su hijo Ferrando, cobrando de Jerónimo Alcañiz 6205 sueldos de una comanda mayor que le hizo Jerónimo Çafar. En julio de ese año, la Inquisición de Aragón y el obispo de Huesca amenazan con la excomunión a quien perturbe a Aranda como administrador de la riqueza de los Çafar, inventariada por el Santo Oficio en enero de 1582. El documento da a entender que hubo quien pretendió obtener algún beneficio económico de la detención de Esperanza Compás, como un tal Juan Pérez, citado en la escritura que comentamos, aun-

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que también podría tratarse de un enfrentamiento con tintes racistas contra quien se responsabilizara de seguir con los negocios de unos conversos bajo sospecha. Fuera lo que fuere, debió de ser lo suficientemente serio como para que, con el fin de acabar con la situación, se llegara a amenazar con la excomunión. Todo está controlado por Aranda hasta julio de 1585, cuando, tras un pleito dirimido por arbitraje, se ve obligado a devolver a María Albariel, tutora de los herederos, la hacienda y todos los libros de contabilidad de sus años de administrador, magníficos documentos de los que algo se ha dicho y sobre los que volveremos más adelante.

La primera cuestión que se nos plantea es saber si el inventario mandado hacer por la Inquisición a su comisario en Huesca el canónigo Tomás Cortés tiene como finalidad última, en caso de que sean condenados los implicados, la incautación de los bienes, cosa que, por las noticias que tenemos, no parece que llegue a ocurrir nunca, ya que las cuentas de los negocios y los bienes inmuebles, así como joyas y dinero, pasan a los herederos, al menos hasta 1590, cuando la Inquisición reclama de nuevo los libros de cuentas de la familia a instancia de Gracia Ezcandar, de Zaragoza, sin que sepamos el motivo; los libros son llevados a Zaragoza por Juan de Gallur, criado en casa de los Çafar, y ya no sabemos más de ellos.

En agosto de 1582 Esperanza Compás, presa en los calabozos de la Aljafería, hace un codicilo que rectifica un testamento de dos días antes —que no ha sido encontrado— en el que deja gran cantidad de plata —el documento no especifica nada— a sus hijos Ferrando y Francisco, un portacartas con muchos ducados de oro y piezas de diversas cantidades que tiene encomendadas Jaime de Aranda en procuración del comisario del Santo Oficio. Parece, pues, que la riqueza en aquellos momentos seguía perteneciendo a la familia, y por eso no nos extraña que también desde la cárcel María Albariel, como tutora de sus hijos Hernando y Esperanza, nombrara procurador a Miguel de Sada. Pero es Aranda quien controla todo; por eso Ferrando Çafar menor en su testamento, de junio de 1583, hecho en el cadalso a punto de ser ejecutado, deja una serie de mandas dinerarias a personas e instituciones y Aranda es el encargado de hacer los pagos de esas mandas y el de todas las deudas, reconoce que él es el administrador de los bienes de todos los hermanos y deberá depositar las rentas de la familia en la Tabla de Depósitos de Zaragoza, bajo control también de Alfonso Asín y Juan Pastor. Estos también aparecen como controladores junto a Aranda en un documento de los tres hermanos en el que actúan como tutores del heredero, Juanico Çafar; en la escritura consignan a María Albariel 12 cahíces de trigo y 1200 sueldos anuales quele pagará Aranda o quien lo sustituya; también será Aranda quien pague a María Casabona, mujer de José, 8 cahíces de trigo y 1200 sueldos, y se obliga a Aranda a rendir cuentas anualmente mientras los tres estén en galeras; de los bienes del heredero Juanico Çafar será Alfonso Asín quien se encargue. A pesar de lo que dicen estos documentos, parece que todo es controlado por Aranda, y que las cuentas no se rinden anualmente, acaso porque, salvo María Casabona, que no es ni heredera ni tutora de herederos, todos están presos, y Cándida Compañero reside en Logroño, donde morirá quemada, por lo que solamente cuando en 1585 Albariel recupera la libertad se pueden hacer con los libros de cuentas.

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Al día siguiente de la ejecución de su madre, el 28 de junio de 1583, Francisco Çafar recibe del doctor Tomás Cortés, comisario de la Inquisición de Huesca, monedas, joyas de oro y 1600 sueldos que le encomendó en el momento en que él fue apresado. Una prueba más de que no hubo incautación, al menos de bienes muebles. Unos días después son José, Gabriel y Francisco los que desde la cárcel revocan a todos sus procuradores y dejan como único representante suyo a Aranda para administrar, dice la escritura, el «oro, plata, mercaderías, encomiendas, albaranes, cédulas de cambio, trigo, cebada, panes, lanas, azafranes, terrajes, arrendaciones, logueros, censales, pensiones, tributos, oliveras, casas, campos y otras cosas». Como controlador de la riqueza de los Çafar, Aranda cobra un censal de 3400 sueldos de la tanda de enero que le da el Concejo de Lupiñén del arrendamiento del monte de Otura, y en septiembre recibe otra tanda; da a los tres hermanos presos 16000 sueldos como parte del pago de la administración y otros 2630 a José Çafar de los bienes que fueron de su madre y hermanos muertos, y entrega a Gabriel Çafar, antes de ir a galeras, 3000 sueldos en junio de 1583, según consta en una copia del documento hecha en 1589.

La recuperación de los libros de cuentas y de la riqueza familiar por parte de Albariel no parece exenta de problemas, a pesar de que solo ella puede hacerse con el control de la hacienda de los Çafar como tutora de sus hijos, que por decreto de la Real Audiencia son los legítimos herederos. María, además, cuenta con la representación de su marido según el documento hecho por él estando preso en la Aljafería en 1585 y renovado en abril de 1589 en su segundo paso por la Aljafería tras su fuga antes de embarcar en galeras. En esta escritura, realizada con autorización de los inquisidores Juan Martínez de Villatorel y Alonso Molina de Medrano, da plenos poderes a su mujer para que «se encargue, defienda, administre, cobre, etc., todos sus bienes: censales, treudos, cuentas, ventas, etc.». Reconoce también deber 11000 sueldos de una comanda al mercader zaragozano Juan López. Autoriza a que María compre casas en Zaragoza en el callizo de Valcajar y cita las deudas que ha de cobrar en Almudévar. Como en el documento de 1585, faculta a Albariel para que haga las capitulaciones matrimoniales de su hija, una niña de unos ocho años en ese momento. A los pocos días de esta procuración, Albariel vende una comanda de 40000 sueldos y recibe de Aranda «54 cabos de oro, 1 taza de número 6, 1 salero de plata de tres piezas y 21 onzas y 4 arienzos, 1 taza de plata número 20 de 5 onzas y un cuarto de Juan Tomás, una taza de plata de 13 onzas y media, otra taza de plata blanca de la viuda de Miguel Felices de 13 onzas y media y un arca de nogal muy buena». Todas las joyas aparecen mencionadas en el libro mayor de los Çafar, y el número que las acompaña podría ser el que tenían en su caja de empeño y que vimos al hablar del inventario de 1582. María está ya libre y debe recuperar el control de la riqueza familiar, pero se opone resistencia por parte de Aranda, hasta el extremo de que hay un pleito cuya sentencia, de julio de 1585, obliga a este a devolver todo a Albariel —riqueza, cuentas, albaranes, encomiendas, arrendamientos, etcétera—, a la vez que se reconoce un pago que se ha de hacer a Cándida Compañero y las deudas que debe pagar Albariel a Aranda, pero todavía en agosto LA ARISTOCRACIA MORISCA

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Aranda tiene una comanda de 40000 sueldos de Tomás Betorz, doctor en Teología, y del arcipreste de Sobrarbe, Martín de Luna, que se cancela en septiembre. La resistencia de Aranda se prolonga como mínimo hasta septiembre, cuando Albariel da poderes, con consentimiento de los inquisidores Gabriel Martínez y Alonso Molina, a Gaspar de Sada para que recupere todos los bienes que siguen en poder de Jaime de Aranda, y le encarga que sea él quien administre la hacienda; en junio, Albariel y Sada toman una comanda de 11000 sueldos del mercader de Zaragoza Juan Laínez, cancelada en 1586.

La sentencia arbitral del 6 de julio, hecha por Juan Pastor, Luis Climente, Juan Abanto y Domingo Femat, es un precioso documento recogido por el notario Arascués. Tras una nota introductoria en la que se hace constar que Aranda es el administrador de los Çafar porque todos los miembros masculinos de la familia y sus mujeres están presos, se reconoce que el heredero de Ferrando y Jerónimo es Juanico; tras su muerte en 1584 es la Real Audiencia la que otorga el derecho a Hernandico Çafar y Esperancica Çafar, hijos de Albariel, que reclama todos los libros de cuentas e inventarios hechos desde 1582. Se condena a Aranda a entregar antes de dos meses una ápoca de Dionisio de Reus de 2500 sueldos de 1583 por la permuta de un censal de Almudévar y otra de 4000 relacionada también con Almudévar; otra ápoca de Francisca Cerdán de 1174 libras, 2 sueldos y 10 dineros de un arrendamiento; otra de Mariana de Mendoza de varios miles de sueldos (imposible lectura); otra del gobernador de 5527 libras, 1 sueldo y 7 dineros, y otra del mismo de 170 cahíces de trigo y 37 de otros cereales; otra ápoca del lugar de Junzano de 3 cahíces de trigo. Habrá de hacer Aranda ápoca de haber recibido por la comida de él y de sus ayudantes 1732 libras, más 46 libras que dio a Carlos Maza como salario y 180 libras a Moliner; otra ápoca de lo que Albariel dio a Cándida Compañero, otra de 2753 libras y 15 sueldos que dice haber dado a Francisco, José y Gabriel Çafar en diversas partidas, porque Albariel solamente tiene una ápoca de los tres de julio de 1583 de 83 libras, otra de José de 131 libras, y una tercera de Francisco de 200 libras de septiembre. Entregará una carta de Francisco de diciembre de 1583 de 1000 libras, otra de noviembre de 1584 de 200 y otra de diciembre de 1584. Una cuenta de María Albariel de Francisco Çafar de 1120 libras y otra del mismo de 57. Una cuenta de un cuaderno de un tal Moliner en el que hay letras de Francisco de 2448 libras y 9 sueldos.

Todas estas cartas, cuentas y ápocas se han de entregar antes de mes y medio, mientras que todas las cartas de cuentas, comandas y albaranes se darán dos días después de comunicarle el fallo. También entregará toda la documentación relativa a la botiga y todos los inventarios. Se citan específicamente un censal de Antillón de 275 libras de propiedad y 275 sueldos de pensión, una comanda de Juan Lacort de 35 libras, 7 sueldos y 6 dineros, otra de los jurados de Costean de 100 libras, otra de particulares de Almudévar de 17000 libras, otra de mosén Jaime Lasierra de 135 libras, otra de Juan Serveto de 190 libras, otra de Martín de Biescas y otros de Labata de 30 libras y 12 sueldos, otra de Pedro de Buesa y otros de Apiés de 30 libras y 5 sueldos, otra del habitante de Lacambra Miguel

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Salas de 12 libras, otra del Concejo de Aniés de 71 libras, otra de Alexandre del Pex de 12 libras y 12 sueldos, otra de Juan Sarvisé de 20 libras y 14 sueldos, otra del Concejo de Monflorite de 500 libras, otra de Andrés Margalejo de 32 libras, y otra de Juan de Urraca, de Lascellas, de 80 libras, todas otorgadas por Ferrando Çafar y sus hijos Jerónimo y Ferrando. Además, Aranda habrá de vender el olivar de Caxal en Barbastro y repartir la cosecha del año con Sebastián Buil, que lo ha arrendado.

María Albariel deberá hacer copia de todos los documentos que recibe de Aranda, a la vez que pagará algunas deudas de los Çafar, las que ella contrajo en los pleitos con Cándida Compañero y con Almudévar y todos los gastos de Aranda y sus colaboradores por papeles y gestiones ante la Real Audiencia. Hará ápoca, también, de la recepción de las llaves de las casas y de todos los muebles consignados en el inventario, y de todos los pagos hechos por Aranda, a quien dará, además, 647 libras que este pagó por arriendos. Las costas de árbitros, notario, escribano, etcétera, corren a cargo de Albariel, quien desde el momento en que se hace cargo de la administración de la hacienda intentará recuperar la actividad de sus antecesores, aunque no logrará levantar el vuelo. Siempre que actúa lo hace como procuradora de su marido y tutora de sus dos hijos supervivientes, herederos de la fortuna familiar en un proceso complejo con testamentos, codicilos, muertes y ejecuciones que acaba con la declaración de la Real Audiencia tras la muerte de Juanico Çafar.

LA HERENCIA

Los testamentos de Ferrando Çafar mayor y de su mujer marcarán las pautas de comportamiento de sus sucesores; en todos ellos se ve la voluntad de mantener el grueso del patrimonio familiar unido, aunque todos los hijos y miembros de la familia reciban herencias considerables. El heredero de la familia es Jerónimo Çafar, pero muere en la cárcel al poco de hacer testamento en septiembre de 1581. En él declara usufructuaria a su mujer, Cándida Compañero, y heredero a su hijo Juanico, que recibirá la herencia al cumplir la mayoría de dieciocho años. Llegado este momento, Cándida recuperará lo aportado al matrimonio y 6000 sueldos. Su hijo será tutelado por la mujer y por sus hermanos Ferrando y Francisco Çafar. Pide ser enterrado en Santo Domingo, y si muere en la Inquisición, donde los funcionarios decidan. Deja mandas para cultos y para los predicadores, el hospital y los frailes de Jesús de Huesca. A su hermano José Çafar le deja habitación y usufructo vitalicio de la casa y tierras de Peraltilla con la condición de que resida allí, es de suponer que para mantener activa la propiedad. A su sobrina Esperanza Çafar menor le deja 4000 sueldos, 100 a su moza Juana del Ala, y 200 a su criado Francisco Gali. Como ya vimos, Cándida solo sería usufructuaria si no volvía a casar. Su muerte deja como heredero de la mayor parte del patrimonio a un muchacho que, al estar su madre presa y también sus tutores, su abuela Esperanza y su tío Ferrando, quedará bajo la custodia del gobernador general de Aragón y de su mujer. Así queda reflejado en las cuentas de la familia, en las que se ven partidas para cubrir los gastos generados por «los

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ninos» en casa de sus tutores y también para las exequias de Juanico; el hecho de que se hable de niños nos hace pensar que quizá también los hijos de Gabriel y de María Albariel estuvieron custodiados por estos miembros de la alta nobleza. El proceso contra Jerónimo continúa tras su muerte, momento en que José Çafar es autorizado por su madre y su hermano Ferrando, como tutores de Juanico, a hacer albaranes de los objetos personales de Jerónimo: ropas de lana y lino, vestidos, joyas de oro y plata y otras cosas; la relación de vestidos y joyas nos descubre la situación en que un poderoso se encontraba en la cárcel: va a prisión con sus mejores galas y muere con ellas. A lo largo de este proceso declara José Çafar en nombre de los tutores de Juanico, quienes también son llamados a declarar; no consiguen evitar la condena post mórtem de Jerónimo y es quemado en estatua en abril de 1582, en el mismo auto de fe en que es condenada a tres años de cárcel su cuñada María Albariel.

En julio de 1582 consta que ya están encarcelados Esperanza Compás y su hijo Ferrando Çafar menor. Ante el temor a morir, oficialmente por enfermedad, Esperanza hace testamento en agosto y, al poco, un codicilo; lamentablemente, el primero no ha sido encontrado, pero sin duda modificaba los testamentos anteriores desde el momento en que había muerto su primogénito. En el codicilo lega dinero y piezas de oro y plata sin especificar a sus hijos Ferrando y Francisco, y a su nieto Juanico le deja 200 florines, además de toda la herencia que correspondía a su padre. Ya en el cadalso, a punto de ser quemada, hace un documento por el que anula otro en el que dejaba todos sus bienes a su hijo Ferrando y le pide, ya que también va a ser ejecutado, que los traspase a sus herederos, es decir, a Juanico y a sus hermanos. En el testamento de Ferrando Çafar menor, también hecho minutos antes de su ejecución, queda como heredero universal Juanico Çafar, que además recibirá un corral, un huerto llamado de la Madrea y una cadena de oro que él heredó de su padre, de modo que en la persona del niño se concentra casi todo el patrimonio familiar, si bien todos los miembros reciben dinero. Deja una manda de 1000 sueldos para los predicadores de Huesca. A su sobrina Esperanza Çafar menor le lega las casas —ahora habitadas por un tornero y un herrero cristianos— y los corrales heredados de su padre en Huesca, y los recibirá cuando case. A Juana del Ala le deja la elevada cantidad de 2000 sueldos como dote de boda siempre que case con el consentimiento de María Albariel.287 Deja manda de 300 sueldos al hospital de la Esperanza de Huesca, 10000 a cada uno de sus hermanos José y Gabriel y 6000 a Francisco, cantidadesque pagará Jaime de Aranda, igual que los 3000 sueldos que recibirán si son condenados a galeras —lo que nos hace pensar que ya entonces estaban presos—. También deja 2000 sueldos para casar huérfanas en Pueyo y Argavieso

287. En los testamentos de Jerónimo Çafar y de su padre aparece Juana del Ala como moza y recibe unas mandas dinerarias como dote, pero los 2000 sueldos que le lega Ferrando Çafar menor superan con creces lo que suele dejarse a una criada, de modo que tal vez estemos ante la hija de María Compás y Juan del Ala, tíos de Ferrando. Él murió años antes, y de ella tenemos la última noticia en 1581, de forma que Juana podría estar acogida en casa de sus primos, lo que justificaría la manda de 2000 sueldos.

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que administrará don Juan de Gurrea, gobernador general y señor de Argavieso. Designa como administrador de sus bienes y de los de Jerónimo a Jaime de Aranda, que deberá depositar las rentas en la Tabla de Depósitos de Zaragoza, como ya se ha visto. Cuando su cuñada Cándida regrese del reino de Castilla —en ese momento está en Logroño—, Aranda habrá de rendirle cuentas como madre del heredero universal. Ejecutores y tutores del heredero son don Juan de Gurrea y su mujer, que harán que el joven heredero estudie y viva como católico. Por último, deja 200 sueldos a la hija de Lope el Valenciano, que vive en Zaragoza junto a Arrepentidas.

En julio de 1583 es Gabriel Çafar quien hace testamento en la cárcel antes de ir a galeras. Herederos son sus hijos Hernando y Esperanza, de lo que se deduce que Brianda ya ha muerto. Como tutores quedan su mujer —presa en la Aljafería— y el beneficiado de San Pablo de Zaragoza Juan Lorente. Deja 400 sueldos por su alma y pide ser enterrado en sagrado si no muere en galeras. Su mujer, María Albariel, queda como usufructuaria, señora y mayora. Si sus hijos mueren, la herencia irá a sus hermanos José y Francisco. Dos meses después hace un codicilo en el que obliga a su mujer a mantener a sus hijos hasta los dieciocho años o hasta que casen o entren en religión.

José Çafar testa en agosto de 1583, estando pendiente de ir a galeras. Pide ser enterrado en San Francisco de Zaragoza o donde muera. Deja manda de 200 sueldos para misas. Lega a sus sobrinos Hernando y Esperanza 1000 sueldos a cada uno, y 8000 a su mujer, María Casabona, además de todos los bienes muebles que hay en su casa de habitación en Zaragoza. Como no tiene hijos, son sus herederos Gabriel y Francisco, y ejecutores su mujer y su cuñado Lorenzo Casabona, notario real.

La prematura muerte de Juanico plantea un problema sucesorio en el que van a participar activamente María Albariel y su cuñada Cándida Compañero y los herederos de esta, Gaspar Zaydejos y Juan, Brianda y Miguel Enrique Compañero. La herencia de los Çafar, por decreto de la Real Audiencia, va a parar a Hernando y Esperanza Çafar menor, hijos de Gabriel y de María Albariel, pero habrá problemas que se prolongarán durante años y que estudiaremos en la última etapa de la familia.

LAS CUENTAS DE LA CASA DE LOS ÇAFAR BAJO EL CONTROL DE ARANDA

Entre los documentos que Aranda entrega a María Albariel están las cuentas de las ventas llevadas a cabo por él desde 1582 a 1584, recogidas en el protocolo 1109 del AHPH. A este informe hay que añadir todo lo relativo a la contabilidad de la casa de los Çafar conservado en el expediente del justicia 1357/2. Mientras el primero está perfectamente organizado, el segundo es un auténtico caos, porque parece que los folios que componen las cuentas fueron numerados desordenados, de forma que ha sido complicado sacar algo en claro, pero finalmente estamos en condiciones de hacernos una idea de lo que fue la contabilidad de la casa mientras permaneció bajo la administración de Jaime de Aranda: ventas, pagos en especie y en metálico, deudas, gastos de mantenimiento, etcétera.

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La riqueza de información desborda la posibilidad de una exposición detallada de su contenido, de modo que haremos un resumen y anotaremos los datos que parezcan más interesantes.

Los libros de cuentas entregados el 25 de septiembre de 1585 nos confirman la fortaleza de los negocios de los Çafar en el elevado número de ventas, básicamente del cereal obtenido de los arrendamientos. Aparece el comprador, la fecha de la operación, la cantidad de cereal vendido y el importe pagado, lo que nos permite observar las oscilaciones, a veces considerables, del precio según la cosecha, la época y el lugar; por ejemplo, el trigo se vende a entre 2 y 3 libras el cahíz en 1582, entre 4 y 5 en 1583 y alrededor de las 8 libras en 1584, lo que nos obliga a pensar en una mala cosecha; el centeno se paga de media a 2,2 libras en 1582, entre 3 y 5 en 1583 y en 1584 no baja de las 5 libras; el hordio va de una media de 1,2 libras el cahíz en 1582 a 2 libras en 1583 y 3,2 en 1584; la avena apenas sufre variación: va de 1,2 a 2 libras en la cosecha de 1582 a una media de 1,6 en 1583 y a 2,5 en 1584; el trigo-avena —muy escaso— se paga a 3,5 libras en 1583 y a 5 libras el año siguiente; el poco millo vendido lleva un precio de 1,4 libras en 1582 y de nada menos que 4 libras en 1584. No consta el precio de la escalla ni el de los granzados, que sabemos por el otro informe económico que sí se comercializaron.

Si observamos los lugares de venta y la época, podemos ver que los vendedores de los Çafar acuden a las ferias de San Martín de Huesca, a la feria grande y a la de San Bartolomé de Barbastro, y a la del primer sábado de Cuaresma de Graus. Entre los clientes están los almudíes de Huesca y Barbastro, numerosos concejos (Barbastro, Huesca, Boltaña, Caspe, Pozán, Clamosa, Almudévar, Novales, Albero, Piracés, Peralta, Fañanás, Pueyo de Fañanás, Castejón de Arbaniés, Buerba, Graus e Ibieca), clérigos (predicadores de Huesca, racionero de la Seo, arzobispo de Zaragoza, rectores de Antillón, de Moyuela, de Ibieca, de Salas Altas y de Peralta), nobles y cargos administrativos (señor de Buñales, Francisca Cerdán, Mariana de Mendoza, Francisco de Urriés, Ximeno Usón de Azara, jurados de Almudévar, castillo de Peralta, justicia de Peralta, baile de Boltaña); mercaderes locales (se dice que una partida es para llevar a Zaragoza y otra para Monzón por medio de ellos); labradores y artesanos (cordonero y bordador, por ejemplo) de todas las comarcas altoaragonesas, especialmente de Almudévar, Sobrarbe, Plana de Huesca y tierras de Barbastro y del Cinca, que compran cereal. En ocasiones se hace constar que es para siembra, pero por la época en que se vende puede asegurarse que el comercio es constante; de hecho, no hay mes del año en que no se den operaciones de venta.

La cantidad de cereal comercializado es realmente considerable y se trata del ejemplo más claro de la mentalidad de los Çafar, cuya fortuna, como ya se ha dicho, se basaba principalmente en la movilidad y acumulación de capital. Las rentas arrendadas a nobles y clérigos permitieron sacar al mercado, según el libro de cuentas, en tres años 3357 cahíces y 18 cuartales de trigo, 1102 cahíces de centeno, 690 cahíces y 8 cuartales de hordio, 144 cahíces y 21 cuartales de avena, 39 cahíces y 6 cuartales de trigo-avena y 5 cahíces de millo. Vender más de 5300 cahíces de cereal no estaba al alcance de todos en aquellos tiempos, y esto

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se logró en momentos de una crisis profunda de la familia que es difícil creer que no influyera negativamente en los negocios.

Aparte del cereal, se entregan las cuentas de la venta de aceite en septiembre y San Martín de 1583 y en diciembre de 1584. La cantidad es insignificante, lo que se explicaría por haber poco olivar en las tierras arrendadas; 35 arrobas y 8 libras (unos 520 litros) es realmente poco, y poco lo que supone económicamente: 34 libras y 10 sueldos. Tenemos noticia de que los Çafar poseían en Huesca una «bodega olearia», lo que nos hace pensar que en algunos momentos el aceite pudo ser un producto de mercado importante. En dos ocasiones el aceite se vende a dos mercaderes navarros cuyos nombres no se hace constar, y en la otra al oscense Francisco Pueyo. A pesar de que la viña es abundante en el territorio (sabemos que la había en las tierras arrendadas y que tenían bodegas), tampoco en estos años hay una venta notable de vino: en 1582, 5 nietros y 7 cántaros; en 1583, 10 nietros y 5 cántaros, y en 1584, 13 nietros y 9 cántaros (4660 litros en total) por un precio total de 50 libras y 37 sueldos, todo vendido a Juan Viñuales. El azafrán se vende únicamente en Albero en la festividad de San Martín; parece que los años 1582 y 1583 son de buena cosecha, pues se venden, respectivamente, 188 y 182 onzas, en tanto que 1584, como ocurre para el cereal, debe de ser un mal año, ya que solo se venden 19 onzas; todo supone 10 libras y 13 sueldos. Finalmente, tenemos la venta de lana, poca para lo que sabemos que producía el ganado ovino en la zona: 3 arrobas y 4 libras en 1582, 4 arrobas y 18 libras en 1583, y 39 arrobas y 19 libras en 1584 (un total de unos 543 kilogramos), y un monto de 49 libras y 17 sueldos. El número total de ventas registradas en las cuentas del administrador es 212.

Estas cuentas entregadas en septiembre no dicen toda la verdad sobre los negocios que controló Aranda, y eso puede afirmarse rotundamente comparándolas con las cuentas de los Çafar certificadas por los árbitros que juzgan el pleito entre Albariel y Aranda en julio de 1585. El informe económico conservado en el archivo del justicia de Huesca son las cuentas que presenta Aranda en el pleito con María Albariel, pero oculta parte de ellas, las que se entregan en septiembre. Llama la atención que, a pesar de tratarse de un arbitraje, la documentación se conserve en el archivo del justicia, acaso debido a la importancia y riqueza de los litigantes. En estos papeles está la contabilidad de la casa, con los pagos y los cobros, las deudas, los gastos de la casa y de la administración y también las reservas de cereal que hay. Los papeles entregados en septiembre son, simplemente, las ventas llevadas a cabo por Aranda; lo que no acaba de comprenderse es por qué no fueron incluidas en el informe de los árbitros, a no ser que el administrador tuviera la voluntad de ocultarlas para defraudar; de hecho, solo las entrega dos meses después de que el fallo arbitral le obligase a ello y tras la reclamación que hace Albariel por medio de su procurador Gaspar de Sada, quien exige una copia literal del libro de ventas de cereal, azafrán, aceite, vino y lana con las cuentas detalladas de 1582 a 1584; esta copia es la que nos ha llegado, pero, efectivamente, no la tuvieron los árbitros a la hora de hacer su informe ni de dar el fallo. Los sesenta y siete folios fueron numerados, como se ha dicho, con posteridad a

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su elaboración, pero desordenados, de forma que no ha resultado fácil reconstruir el orden lógico. Gaspar de Sada, con poderes plenos dados por Albariel, es el encargado de recuperar no solo los libros de cuentas, sino todos los medios de producción y bienes muebles recogidos en el albarán hecho por Cortés y que sigue controlando Aranda a finales de septiembre de 1585. Albariel da a Sada la facultad de pleitear y cobrar rentas, alquileres, arrendaciones, bienes inmuebles, joyas, cereal, etcétera, previendo las reticencias de Aranda.

Por otro lado, no parece que las cuentas originales fueran bien consultadas por los árbitros, porque a los pagos hechos por la casa, que suman un total de 31424 libras y 4 sueldos, se llega por dos vías, pero repasando los recogidos en cada una de ellas vemos que los destinatarios no coinciden, de modo que posiblemente debamos sumar a esas 31424 libras los pagos mencionados en una hoja suelta que se inicia con una cifra arrastrada de 30291 libras y 19 sueldos, que no sabemos de dónde sale, y llega a la cifra total indicada, coincidente con las cuentas generales. Así que probablemente los pagos totales no fueron esas 31424 libras, sino que habríamos de sumarles los que aparecen perfectamente detallados en la hoja suelta, que son 1424 libras. A estos pagos en metálico tendrían que añadirse los que se hicieron en cereal, que suman un total de 313 cahíces y 6 cuartales. Resulta extraordinariamente ilustrativo leer los destinatarios de los pagos para entender la vida de la familia. En primer lugar, hay que destacar los realizados a los miembros de la familia, todos ellos encarcelados o menores tutelados, y los gastos del mantenimiento y administración, así como a la Inquisición por diversos motivos y a los nobles y funcionarios relacionados con las arrendaciones. Los miembros de la familia reciben en 1582, 1583 y 1584 pagos en especie y en metálico. Así, a María Albariel se le dan 21 cahíces de trigo para ella y el mantenimiento de su casa, y a María Casabona —la única en libertad—, 19 cahíces, además de otros 53 anotados como gastos de la casa desde febrero de 1582 a febrero de 1585. En metálico, a lo largo de los tres años, Cándida Compañero, residente en Logroño, recibe algo más de 3692 libras de las 4000 que debía recibir de los negocios de la familia, y se anotan también 19 libras de gastos para llevarle dinero y otras cosas a Logroño. Gabriel, José y Francisco reciben de golpe 19240libras a cuenta de los negocios, y a cuenta reciben también 438 libras Gabriel y María Albariel, 453 José y María Casabona y 93 Francisco; además, Gabriel y su mujer reciben dos «llegas de papel» por valor de 149 libras y 17 sueldos. Para alimento de los presos se entregan a Pedro Zorita, proveedor de presos en la Aljafería, 207 libras en 1583 y 30 libras en 1584, lo que de nuevo pone de manifiesto que tuvieron un trato especial en la cárcel, ya que recibían alimento pagado por su familia, cosa que no todos los reos podían permitirse. Para alimentos de Juanico Çafar se pagan 70 libras al nuncio del Santo Oficio Juan Castellano, y en un segundo pago, 27 libras para alimento de los «pupilos» (con este plural se aludirá, lógicamente, a Juanico, Hernandico y Esperancica Çafar). Hay otro pago anotado sin destinatario de 20 libras para alimento de «los ninos», y uno de 30 libras para un tal Compañero, también para los niños. En el caso de Hernando y Esperanza no sabemos por quién estaban tutelados, pero sí tenemos noticia de que Juanico lo estuvo, de acuer-

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do con el testamento de su padre, por doña Francisca Cerdán, mujer del gobernador general de Aragón, a quien se pagan 40 libras por el cuidado del niño. Otros gastos ocasionados por Juanico Çafar están relacionados con su enfermedad (47 libras), con ropas y «otras cosas» que se hicieron para él (3 libras y 16 sueldos) y con sus exequias en los predicadores de Huesca (5 libras), pagos hechos entre 1582 y 1585, pues, aunque Juanico murió en la primavera o a principio del verano de 1584, es en febrero del año siguiente cuando se abonan a los dominicos las 5 libras por las honras fúnebres del niño.

Los gastos de mantenimiento y administración de la casa parecen bastante cuantiosos, comenzando por el salario del administrador Aranda, que se adjudica 750 libras, y los de sus ayudantes: Carlos Maza, por año y medio, 46 libras; Sebastián Buil, por tres años, 180 libras, y Miguel Moliner, 50 libras. Por gastos diversos de la casa (trabajadores temporales, compra de dos rocines, alimento para estos, compras en diversas tiendas, trabajo de cordoneros y sogueros y gastos por cartas y documentos), 270 libras.

La mayor partida se destina a pagar los arrendamientos, treudos y censos: por ejemplo, 5027 libras al gobernador por arrendamientos, 4596 libras y 61 varas de dos cuartas de damasco de colores valorado en 157 libras a Mariana de Mendoza por lo mismo, y a Francisca Cerdán, 1174 libras, además de cantidades menores en Huesca y en los pueblos arrendados. El resto de partidas son cantidades muy variables a personas de lo más diverso, como los alcaides de Liesa y de Ibieca, miembros de la Inquisición, como el notario del Santo Oficio Juan Ollés, el nuncio Juan Castellano, el comisario mosén Vizcaíno, Ambrosio de Casio —por el viático de Çafar a Zaragoza—, Martín Arascués —por el inventario—, o clérigos, como mosén Palacio. Todo hasta sumar esas 31424 libras de gastos, cantidad que dice a las claras la potencia de los negocios de los Çafar para generar gastos de ese calibre.

Las deudas en metálico contraídas con los Çafar son pequeñas cantidades en los lugares en los que suelen actuar, de particulares, de alguna autoridad, como el baile de Pueyo de Fañanás, y algunos concejos, como los de Novales, Ibieca y Peralta. En total suman 38 deudores y 1926 libras, 12 sueldos y 10 dineros; casi todas las deudas son de poca monta, si exceptuamos las de los concejos o las de algún grupo de hombres, como varios de Liesa que deben 110 libras u otros de Boltaña que adeudan 91; la de mayor cuantía corresponde al Concejo de Novales y es de 626 libras y 18 sueldos.

Las ventas de cerealrelacionadas en el documento son una larga lista de pequeñas y medianas operaciones en las que vienen consignados el nombre del comprador y el importe. Los lugares son los habituales, aunque aparece alguno nuevo, como Ortilla, Azlor, Abiego, Huerta de Vero y Sariñena; y los compradores son en una inmensa mayoría particulares que adquieren pequeñas cantidades para autoconsumo, con alguna excepción, como los 50 cahíces que compra Jaime Piracés, de Almudévar, los 12 de Alonso Cortés, de Huesca, y sobre todo los 174 cahíces de trigo que compra el gobernador general de Aragón, posiblemente para atender necesidades administrativas, alimentación de funcionarios, etcétera. La mala cosecha LA ARISTOCRACIA MORISCA

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de 1584 hace que en el otoño de ese año los hombres de Pueyo, Liesa, Argavieso y Peralta compren para sembrar trigo, centeno, hordio y cebada. La suma de estas ventas supone 511 cahíces y 22 cuartales de trigo, 211 cahíces y 18 cuartales de centeno, 317 cahíces y 15 cuartales de hordio, 368 cahíces y 13 cuartales de cebada, 14 cahíces y 18 cuartales de escalla, 8 cahíces y 6 cuartales de trigo-avena y 11 cahíces de granzados. Un total de algo más de 1440 cahíces.

Hay dos partidas que se refieren, respectivamente, a pagos de particulares de Cuarte y a las deudas contraídas en la trapería de la casa. La primera supone 50 libras, 17 sueldos y 11 dineros; la segunda, 350 libras, 9 sueldos y 9 dineros. Entre los deudores hay un cirujano, Domingo Gazete, el doctor Moçarabí y el señor de Arascués, que tiene una deuda de 84 libras, la más importante de todas; el resto, hasta un total de veinte personas, tienen deudas que van de 1 a 28 libras, y habitan en Huesca, Sariñena, Siétamo, Antillón, Barbastro y Novales.

En cuanto al cobro en metálico, son sesenta y dos operaciones, que incluyen ventas en la tienda, cobros a particulares, derechos arrendados en muchos lugares (herbaje de Liesa, Argavieso, Piracés y Albero, sisa de Argavieso, cuenta de peones de Albero, arriendo del horno de Albero, pecha de Liesa, azofras de Albero, rentas de Otura), cobro de deudas viejas y venta de diversos productos, así como venta de monedas de oro y plata (ducados, libras jaquesas, doblones, escudos, florines, sueldos), algunas deudas, un par de mulos y un carro, todo ello entregado a Aranda en febrero de 1582, por lo que se obtienen 609 libras y 12 sueldos, cantidad que, sumada a los demás conceptos —de algunos de ellos vamos a entrar en detalle—, da un total de 30291 libras, 19 sueldos y 4 dineros. Entre las curiosidades cabe señalar el alquiler de la delantera de la casa para la feria de San Martín de 1582 y 1584, por el que se obtienen, respectivamente, 4 y 6 libras. El cobro de deudas viejas asciende a un poco más de 1968 libras, y el beneficio en la tienda, a 2910 sueldos. Curiosamente, se considera como un ingreso la recuperación que hacen los árbitros de 72 libras de las que le dieron a Cándida Compañero. Pero los mayores ingresos se dan por negocios sin especificar en Lupiñén (1150 libras) y por ventas de cereal: trigo, centeno, hordio, cebada, escalla, trigo-avena, granzados y mijo (algo más de 21927 libras).

Vale la pena detenerse en el análisis de algunos de los productos reseñados en el informe judicial, que contrasta abiertamente con las cuentas que Aranda retuvo en su poder hasta septiembre, como la venta de madera —que no aparece en el libro de cuentas y que consiste en 308 maderos, por los que se pagaron 146 libras y 6 dineros— y muy especialmente la de corderos, lana, vino, aceite y azafrán. Se venden corderos de Novales, Antillón y Arbaniés (195 libras), vino (51 libras y 17 sueldos), aceite (34 libras y 4 sueldos), azafrán (10 libras y 13 sueldos) y lana (50 libras). De todas estas cantidades solo la del azafrán coincide en los dos documentos, pero el que aparece en las cuentas de Aranda fue vendido en Arbaniés, y el del informe de los árbitros, en Novales, por lo que no es el mismo. Todas estas diferencias no tienen una explicación lógica, y la resistencia de Aranda a entregar el libro de cuentas hace suponer que no todo era lícito en su función de administrador.

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Cierra el informe la mensuración de cereal a lo largo de 1582, 1583 y 1584, partiendo de 2010 cahíces y un cuartal de trigo que se hallaron en la casa de los Çafar al hacer el inventario de febrero de 1582. El cereal que se mide está, aparte de en la casa de Huesca, en los graneros de Argavieso, Pueyo, Ibieca, Sesa, Novales, Piracés, Otura, Arbaniés, Alerre, Almudévar, Liesa, Antillón, Peralta y Castejón, y procede de los derechos señoriales y eclesiásticos arrendados y del subarrendamiento de los molinos de Pueyo, Novales y Arbaniés. El trigo mensurado en los tres años alcanza los 4130 cahíces y 23 cuartales; el centeno, 1457 cahíces y 7 cuartales; el hordio, 1303 cahíces y 23 cuartales, una vez descontados 265 cahíces que se pagaron a algún acreedor de Ferrando Çafar o se dedicaron al alimento de las caballerías; la cebada, 724 cahíces, 19 cuartales y 1 almud, descontados algunos pagos que suman unos 325 cahíces, el más importante de 107 a Gaspar de Sada,288 en Argavieso, Novales e Ibieca; la escalla, 59 cahíces y 20 cuartales; el trigo-avena, 49 cahíces, 17 cuartales y 2 almudes; los granzados, 18 cahíces, 21 cuartales y 2 almudes; el mijo, 10 cahíces y 17 cuartales; y el panizo, 9 cuartales.

Otros productos mensurados son vino, aceite, azafrán y lana. El vino en las bodegas de Arbaniés y Antillón suma en total los tres años 44 nietros y 1 cántaro; el aceite en Arbaniés, Antillón y los lugares del gobernador, 169 arrobas y 18 libras, y fue vendido en varios sitios y a distintos precios por un total de 34 libras, 10 sueldos y 6 dineros, y se entregaron al gobernador 85 arrobas y 35,5 libras; el azafrán, 3 libras y 9 onzas, todo vendido en Albero por valor de 10 libras, 13 sueldos y 8 dineros; y la lana en Arbaniés y Antillón, 47 arrobas.

Transferidas la hacienda y las cuentas a María Albariel, se inicia un largo periodo en el que el esplendor de los Çafar, casi destruidos por la Inquisición, se va apagando progresivamente. No es posible saber con exactitud si a esa decadencia contribuye la venta de bienes inmuebles de los Çafar bajo el control de Aranda, pero esta posibilidad no puede descartarse. La documentación relativa a los Çafar enmudece prácticamente mientras sus miembros están en la cárcel, y solo la libertad de María Albariel vuelve a activarla, de forma que no sabemos con garantía total qué ocurre con el patrimonio, porque Jaime de Aranda no rinde cuentas anualmente como le obliga el mandato que hizo la Inquisición cuando lo nombró administrador a la vez que se elegían dos «confrares» y al canónigo Cortés, comisario del Santo Oficio, para hacer el inventario de 1582. El enfrentamiento de Albariel y Aranda no impide que en agosto de 1585 este tome una comanda de 40000 sueldos del doctor en Teología Tomás Betorz y del arcipreste de Sobrarbe Martín de Luna; los tomadores son Albariel y Aranda, que salen fiadores el uno del otro. Posiblemente estemos ante un depósito temporal, porque en septiembre la comanda ya está cancelada, como ya se vio. Los problemas entre los Çafar y Aranda continúan durante años; de hecho, en 1587 Albariel todavía le reclama documentación, y en 1592 hay un pleito entre ellos relacionado con los problemas derivados de la administración de Aranda, pero el documento no nos aclara nada. LA ARISTOCRACIA MORISCA

288. Era procurador de María Albariel.

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EL OCASO (1586-1613)

María Albariel, su hija Esperanza y sus nietas van a pasar de la opulencia a una vida modesta en un lento proceso al que se intenta poner remedio con el matrimonio de Esperanza. La verdadera protagonista de este periodo es Albariel, una mujer activa y maquinadora que logrará que la herencia de los Çafar recaiga en sus hijos y definitivamente en su hija, la cual será utilizada como pieza de trueque en un matrimonio cuya finalidad no es otra que salvar la riqueza familiar con un pretendido ennoblecimiento de su hija al casar con cristiano viejo de familia infanzona; el viejo sueño de Ferrando Çafar de conseguir un matrimonio mixto para sus hijos se hace realidad en su nieta, una niña entregada a un hombre que le dobla con creces la edad y que será incapaz de sacar adelante la haciendafamiliar.

María Albariel, recién liberada de la cárcel y con todos los problemas heredados de la administración de Aranda, intenta por medio de sus procuradores controlar la hacienda y enfrentarse a una serie de pleitos que se le echan encima. Además de con Gaspar de Sada, contará con el notario Miguel de Roda, Jaime Sanclemente, Jerónimo de Espés, el señor Juan Marcilla y algunos más para operaciones concretas que iremos viendo. El primer problema serio que debe afrontar Albariel, como tutora de sus hijos es la reclamación de Cándida Compañero desde Logroño en julio de 1586 por medio de su procurador, su sobrino Miguel Enrique Compañero, residente en Zaragoza. Al morir su hijo, Cándida pierde todo derecho a la herencia de los Çafar, de la que, en principio, es usufructuaria. Ya hemos visto que durante la administración de Jaime de Aranda se le envían periódicamente partidas de dinero a Logroño, pero deben de ser siempre insuficientes, lo que la enfrenta con el administrador, según se deduce de los documentos que presenta Miguel Enrique, en los que, para acabar con estas lites, vemos que en julio de 1584, al poco de morir Juanico, se nombra árbitros al canónigo Tomás Cortés y a Pedro de Banzo y Juan de Berbegal, doctores en Derechos. En el proceso se recoge el problema sucesorio al morir el heredero, Juanico Çafar, sin haber testado; si no lo hace es por impedimento legal, por ser menor de catorce años, pues su muerte no es repentina ni por accidente, sino que padece una enfermedad que requiere atención médica y tendría tiempo de hacer sus últimas voluntades si el fuero se lo permitiera; de ahí que los árbitros reconozcan

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como herederos de los Çafar a Hernandico y Esperancica Çafar, que lo son por un decreto de la Real Cancillería hecho por Artal de Luna, conde de Sástago y capitán general del reino; en la sentencia se adjudican a Cándida Compañero mayor 80000 sueldos que María Albariel debe pagarle del siguiente modo: 30000 en la trapería, 40000 de lo administrado por Jaime de Aranda y 10000 de la propiedad de un censal de Jerónimo Çafar dado por el duque de Villahermosa y los concejos de Pedrola, Torrellas, Alcalá de Ebro, Los Fayos, Santa Cruz, Cuarte, Monflorite y Tramaced, con renta de 500 sueldos anuales, que deberá cobrar Cándida mientras duren los arrendamientos hechos por Jerónimo de los lugares del gobernador, de doña Mariana de Mendoza y de doña Francisca Cerdán. Reclama también Cándida 120 libras de los gastos del testamento de su marido. Además de estas peticiones, Miguel Enrique presenta los documentos hechos por Cándida para que pueda cobrar todo lo que le deben: dinero, joyas, oro, plata, preseas, vestidos, muebles, todos los bienes muebles que hay en su casa y los 5000 reales que le debe Albariel —no pone en concepto de qué—. La respuesta de Albariel es inmediata y rotunda: niega todo lo que pide su cuñada arguyendo que los herederos son sus hijos y solamente se compromete a pagarle los 500 sueldos de pensión del censal mientras dure el arrendamiento y, una vez concluido este, los 10000 sueldos de propiedad.

No sabemos si la presencia ante el justicia de Huesca de Albariel en enero y abril de 1587 tiene algo que ver con estos problemas; es un tiempo en el que la información que tenemos es mínima; de hecho, desde el momento en que Miguel Enrique Compañero presenta la reclamación hasta abril de 1587 únicamente hay tres breves escritos que nada dicen sobre el asunto, solo la reclamación de documentos a Aranda y las dos audiencias ante el justicia ya mencionadas. El apresamiento por la Inquisición de Miguel Enrique, reconciliado por joven en 1587, lo aleja de estos problemas justo un año antes de la ejecución en diciembre de 1588 en Logroño de Cándida Compañero, cuyo testamento hecho en Torrellas en julio de 1588 vuelve a resucitar el pleito con Albariel. Este testamento cerrado fue abierto al poco de morir Cándida, y lo más destacado es que deja herederos a Juan Compañero, a su hermano mayor, a su hermana Brianda Compañero y al ilustre Gaspar Zaydejos, de Torrellas, líder de los moriscos aragoneses, sin que se sepa muy bien qué relación existe entre Cándida y Zaydejos para hacerlo coheredero de su fortuna, que en realidad en el momento de testar no es tan extraordinaria como Cándida pretende en su testamento, toda vez que la Real Audiencia ya ha declarado herederos de los Çafar a sus sobrinos Hernando y Esperanza. La muerte de su hijo, heredero de la familia, no le permite acceder ni al usufructo de la enorme riqueza de los Çafar. Choca que entre los herederos, además de sus hermanos Brianda y Juan Compañero, esté Zaydejos, que renuncia a favor de los dos hermanos. Sabemos que ya en 1577 ha habido contactos entre él y Cándida, pues entre los papeles de esta encontrados por la Inquisición en 1577 hay una carta de Zaydejos.289 Carmen Ansón, que lo ha estudiado mucho más en profun-

289. Véase Sánchez López (1989).

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didad, tampoco encuentra argumentos para explicarse la herencia, y lo atribuye a una posible búsqueda de la ayuda de este personaje, justicia de Torrellas, ante la Inquisición, Tribunal que en 1581 ha sobreseído la causa seguida contra él como partícipe en la pretendida sublevación de los moriscos aragoneses, sobreseimiento logrado después de un viaje hasta Roma con el único propósito de obtener la reconciliación.290 Entre Juan Compañero y Zaydejos ha habido negocios en común, según Ansón, y acaso a esta cuestión se podrían añadir vínculos de amistad debidos a la relación, por matrimonio, de Zaydejos con la ciudad de Huesca, y también el hecho de que entre lo que Cándida debe heredar por decreto de la Real Cancillería haya un censal de 10000 sueldos de propiedad, del que ya hemos hablado, que obliga al duque de Villahermosa y a varios lugares de su señorío, entre ellos Torrellas, donde Zaydejos es la máxima autoridad civil; no parece descabellado que la viuda acuda a él para que ese rico censal vuelva más fácilmente a sus manos.

En abril de 1589, Miguel Enrique Compañero, como procurador de los herederos de Cándida, cobra un censo de 450 sueldos que era de Jerónimo Çafar y que pagaban las villas de Loarre, Novallas y Santa Engracia. En 1592 se pone fin al largo pleito con los herederos de Cándida Compañero cuando Galacián de Baraiz, vicario de San Pedro, como procurador de Juan Compañero y Brianda Compañero, viuda de Alexandre Castellano, hace luición a Gaspar Ximénez, señor de Arascués, de un censal de 500 sueldos de pensión y 10000 de propiedad por este precio, el que reclamaba Miguel Enrique ya en 1586. Del resto de las reivindicaciones de Cándida no se vuelve a encontrar ni una referencia y parece que sus herederos se resignan a la renuncia, aunque no por ello dejan de enfrentarse a Albariel y sus hijos durante años, como luego veremos.

La herencia enfrenta también a José Çafar con su cuñada. Quizás todo arranque de la negativa de Albariel a pagar una deuda contraída por José en la galera Granada. En 1588 Miguel Berastegui, de Artasona de Navarra, como procurador del capitán de la galera Granada de España, Miguel Echaide, también vecino de Artasona, que está en Cartagena, se presenta en Huesca ante María Albariel y el notario Jaime Sanclemente con carta de José Çafar en la que este reconoce que debe a dicho capitán 1000 reales que le prestó, documento que se enseña a Albariel para pedir que pague con los bienes que detenta de los Çafar y que corresponden a José. Ella se niega a pagar y dice no tener ni el dinero ni ningún bien de José, cosa que a todas luces resulta falsa y que demuestra la astucia de Albariel para evitar siempre cualquier desembolso relacionado con la herencia familiar. En noviembre de ese año, José, que ya ha regresado de galeras y reside en Zaragoza, se enfrenta a su cuñada reclamando un granero en Sesa que, por testamento de su difunto hermano Francisco,291 le corresponde. José se hace con el granero y lo vende con un corral por 3000 sueldos, a la vez que da al comprador —Juan

290. Ansón (2001-2002).

291. Se refiere al testamento hecho en la cárcel de la Inquisición en 1583, porque del que se sabe que hizo en Cartagena no hay ningún dato, excepto que declara herederos a sus hermanos José y Juan.

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Escudero— una comanda de 2000 sueldos que después vende a Pedro Roberto en 1591 sin cancelar. Se traslada a Huesca en 1589, parece que viudo, y allí reside un tiempo en una casa alquilada a la Ciudad en la Cruz de San Martín que luego rearrienda por 1600 sueldos. Comparece ante el justicia de Huesca con su sobrino Hernando Çafar, quizás para dilucidar problemas de la herencia que los llevan a un pleito resuelto por arbitraje en el que se enfrentan José, Albariel, Esperanza Çafar menor y su marido, Juan Felices, al poco de haber contraído matrimonio. Como luego veremos, por entonces Hernando había renunciado a la herencia; de ahí que no se presente como parte en el pleito iniciado en octubre y fallado en diciembre con el veredicto de los árbitros Francisco Domínguez, Juan Canales, doctor en Derechos, y Lorenzo Casabona, notario, cuñado de José. El fallo se apoya en los testamentos de Ferrando Çafar y Ferrando Çafar menor, así como en el hecho en Cartagena por Francisco Çafar, en el que deja como herederos a José Çafar y a Juan Çafar, de quien se dice que está en paradero desconocido. Su padre le ha legado 4000 sueldos para comprar una casa o un olivar; Jerónimo le deja en usufructo las casas en Peraltilla con la obligación de que viva en ellas y cuando muera reviertan en el heredero de Jerónimo, y su hermano Ferrando le ha dejado 10000 sueldos, pero serán solo 3000 si es condenado a galeras. Por todo ello reclama ante el justicia a Esperanza Çafar menor, como heredera de la familia, 93000 sueldos más las casas de Peraltilla. Sin embargo, los árbitros acuerdan que su sobrina y su marido le paguen 20000 sueldos en deudas y censos, 10000 más de lo que se saque de los bienes de Peraltilla, que se han de vender antes de agosto de 1591, y le obligan a autorizar la venta; no puede pedir nada más y debe retirar la demanda presentada al justicia. Los últimos datos que tenemos de José son un documento de 1590 —una comanda de 700 sueldos que toma juntamente con Jerónimo Ribas, residentes ambos en aquel momento en Zaragoza— y otro de 1593 —una comanda de 3000 sueldos que toma de Miguel Enrique Compañero—, conocido por una cita de 1597.

María Albariel, a la que hemos visto sortear problemas bastante serios, tiene como objetivo fundamental asegurar la herencia de los Çafar en la figura de su hija Esperanza, a quien piensa casar con un infanzón de escasa fortuna aunque de cierto prestigio familiar; efectivamente, Juan Felices menor es hijo de un homónimo que ocupó varias veces el cargo de justicia de la ciudad, y miembros de la familia son canónigos de la Seo y beneficiados de San Pedro el Viejo.292 Antes de la boda lleva a cabo algunas operaciones económicas que en ningún caso parecen excepcionales, salvo el cobro al señor de Bureta de 13000 sueldos que le dio Gabriel Çafar en fecha desconocida, llevado a cabo en 1589. Antes, en 1587, renuncia en nombre de sus hijos a cualquier demanda que puedan hacer a doña Francisca Ximénez Cerdán, señora de Arbaniés, en relación con lo que heredaron de sus tíos y abuelo. El mismo año consigue que María Junez reconozca las deudas contraídas por su padre con los Çafar. Reclama en 1588 al señor de Garasa una LA ARISTOCRACIA MORISCA

292. Juan Felices mayor casó con Ana Baraiz, con quien tuvo ocho hijos, entre ellos una que fue monja de Santa Clara.

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deuda de 1494 sueldos y el mismo año pleitea con el Concejo de Antillón para reclamar una comanda y varios censales que hicieron Ferrando Çafar y sus hijos. Nombra procurador al notario de Sesa Martín López para cobrar varias cantidades de trigo de poca monta y para arrendar casas, corrales, graneros, huertos y otros bienes en Huesca y su término. Cobra deudas pequeñas, por 200 sueldos, en Castejón del Puente. Nombra procuradores ante el baile de Zaragoza, se enfrenta —no sabemos por qué— a Gaspar de Sada, con quien tuvo negocios en común y que fue procurador suyo. Litiga con varios vecinos de Almudévar que le reclaman 21000 sueldos y la obligan a que no pague al vecino del lugar Miguel de Piracés, racionero de la villa, 138 libras que ella se comprometió a pagarle. Cancela una comanda de 280 sueldos hecha en 1581 en Labata. A comienzos de 1589 cobra 1634 sueldos del vecino de Almudévar Miguel Tolosana, hace albarán de 13000 sueldos al señor de Bureta —que devuelve esa cantidad, como ya hemos visto—, cobra a Tomás de Oña 400 sueldos —que son parte de una comanda mayor— y nombra procurador a Martín López para vender tres portales de casas en el callizo de Valcajar, cerca de la alhóndiga, en Zaragoza.

Además de todo esto, Albariel prepara la boda de su hija y da los pasos necesarios para que sea ella la heredera en detrimento de su hermano. Resulta imposible saber con exactitud las razones que empujan a esta mujer a hacer renunciar a su hijo, pero es muy probable que vean en el matrimonio de la niña con Juan Felices una manera de escapar de la Inquisición y de la presión social, asegurándose así todo el patrimonio, que en el momento de celebrarse las capitulaciones matrimoniales se dice que está aprehendido y explotado por la Ciudad a instancia de Mariana de Mendoza, baronesa de Argavieso y señora de Albero, Novales, Antillón y otros lugares que estuvieron arrendados y explotados durante décadas por los Çafar. Este dato, que deja a Albariel y a sus hijos en una situación económica difícil, puede ser definitivo en el casamiento de la niña con un hombre que en ese momento tiene más de treinta años, porque fue confirmado en 1559. Los Çafar podrán contar con el apoyo de una familia poderosa en la Ciudad y Juan se convierte, como luego veremos, en el verdadero heredero de la fortuna de su mujer. Para llegar a ello habrá que lograr la renuncia de Hernando Çafar, que en mayo de 1588, cuando supera los catorce años, testa en la casa de Nuestra Señora de los Dolores de Monflorite; en el momento de hacer el testamento está sano, así que el documento no se hace improvisadamente. Este, que aparece con varias líneas tachadas, incluye diversas mandas dinerarias para exequias, misas, oración de las cinco llagas en el altar de la Trinidad de los dominicos y novenas, 100 sueldos para la Limosna de Huesca y otros tantos para el hospital de la Esperanza, que se darán tres meses después de su muerte. Pide ser enterrado en Santo Domingo de Huesca. Declara heredera a su hermana, y aquí comienza la tachadura, aunque no nos impide leer el documento: gracia especial a Esperanza de 500 ducados; heredera, su madre; ejecutores, su madre, el rector de Peraltilla, el superior del Carmen de Huesca y María Gallur, mujer de Ambrosio Ascaso, cuya vinculación con la familia se desconoce. Hernando toma una comanda de su hermana de 120000 sueldos que se cancela en abril de 1589. Qué

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puede convencer al muchacho para que renuncie en favor de su hermana se nos escapa absolutamente, y esos 120000 sueldos —aparentemente una comanda pero acaso una donación— podrían justificarlo. A pesar de esta renuncia, Hernando, al poco de testar, nombra procuradores para que actúen en su nombre, concretamente a José de Agua y Felipe Sanclemente, síndicos de Huesca, y poco después es él quien se convierte en procurador de su madre, en un documento en el que esta sigue apareciendo como tutora de sus hijos, si bien, como hemos visto, y de acuerdo a fuero, el niño puede disponer de sus bienes al testar porque debe de haber llegado a los catorce años. En agosto de 1588 Hernando, otra vez en el santuario de los Dolores de Monflorite, hace procuradora a su madre. Aquí vale la pena hacer un inciso y plantearnos qué vínculos unen al muchacho con este santuario en el que parece residir temporalmente, pero la documentación no da pistas; en ese momento el monasterio ha perdido su comunidad y solamente reside en él un vicario,293 pero se supone que hay instalaciones apropiadas para albergar a personas vinculadas o no a la orden de los mercedarios. Las relaciones con la madre se enturbian y veinte días después de darle la procuración se la retira «por infamia», según se hace constar en una nota marginal en la escritura de procuración. Dos meses después, Hernando sigue en el santuario y allí firma una comanda de 20000 sueldos de su hermana, con el consentimiento de la madre; esta comanda la cancela en 1589 en el lugar de Alerre, donde parece residir entonces. En abril, Hernando y Esperanza dan a su madre 13100 sueldos que corresponden a su padre, aún en galeras, de los testamentos de sus abuelos paternos, Ferrando Çafar mayor y Esperanza Compás.

En julio de 1589 se firman las capitulaciones matrimoniales de Juan Felices menor y Esperanza Çafar menor, alias Jasa, y el mismo día se celebra la boda, que, como ya se dijo, ha de repetirse en octubre con las licencias eclesiásticas pertinentes para que Esperanza pueda recibir el sacramento de la Eucaristía. Probablemente la boda está planificada desde tiempo atrás; solo así se explica que su padre permita que Albariel case a su hija en su ausencia cuando la niña cuenta siete años de edad. Autorizan la boda el padre —representado por su mujer— y el hermano. Esperanza aporta todos sus bienes muebles e inmuebles, censales, alcabalas, arrendamientos, etcétera. Hernando da a su hermana casas en el Pellerín Viejo (en Alquibla), un granero con corral en San Martín, cuatro portales de casas y corrales contiguos en San Lorenzo, un huerto en el Público, un corral en la calle del Medio, una viña en los Tierços Baxos, un soto, un mirador en el Campo del Toro, 2000 sueldos de pensión censal de 40000 de propiedad que deben las villas de Luna y Erla y otros lugares del duque de Villahermosa, un olivar en Barbastro en la partida de Vaca Muerta, y casas, corral, era y campos en Peraltilla, además de todo lo que perteneció a Juanico Çafar. Asimismo, lleva al matrimonio tres casas en la calle de las Doncellas de Zaragoza y los bienes de María de Albariel, valorados en 200000 sueldos. Los contrayentes declaran los bienes

293. Véase Cavero, María Pilar, «Nuestra Señora de los Dolores: una iglesia altoaragonesa con santuario en forma de trébol», Argensola, 49-50 (1962), pp. 1-36.

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Ábside románico del templo del desaparecido santuario de Nuestra Señora de los Dolores de Monflorite, donde Hernandico Çafar reside una temporada y en 1588, al cumplir los catorce años, hace testamento a favor de su hermana Esperanza. (Foto: Fernando Alvira Lizano)

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compartidos, pagan 30000 sueldos a Hernando y 4000 a Albariel, y se comprometen a mantenerla y a darle otros 3000 para ropa y «caprichos»; si deja de vivir con ellos, le darán 2000 sueldos anuales de modo vitalicio y 6000 más en el momento en que ella los pida; se comprometen también a pagar las deudas de Albariel. Frente a todo lo aportado por Esperanza, Felices no dice qué lleva al matrimonio, salvo el apellido y la pureza de su sangre, así que tildar esta boda de braguetazo no es una exageración; difícilmente podría haber algo más que intereses económicos por parte de él: casarse con una niña que ronda los doce años, en cuanto alcanza la edad legal, se aproxima mucho más a una compraventa que a un matrimonio real, todo a cambio de una pretendida seguridad que el tiempo demostrará que no es tal. Juan Felices no es rico, y en los testamentos conocidos de su padre no sale muy bien parado: en 1600 le deja 8000 sueldos y la legítima a las hijas de Juan y Esperanza, Dorotea, Juana María y Gracia; en 1594 instituye como heredero a su hermano Luis, rector de Moyuela, y deja solamente la legítima a sus hijos y nietos; en 1601 no deja nada a su hijo Juan, pero sí 10000 sueldos a sus tres hijas (ha muerto Juana María y ha nacido Margarita); y finalmente, en otro testamento de 1613, ya fallecido su hijo, deja a las tres nietas 3000 sueldos a cada una si casan o profesan, y se hace constar que esa cantidad procede del testamento de su mujer, Ana Baraiz, quien declara herederos a todos sus hijos y nietos en un testamento de 1590, pero realmente no sabemos qué es lo que recibe Juan. Todos estos datos confirman que Juan va al matrimonio atraído por una sólida fortuna que su familia no le garantiza, venciendo el temor que pueda sentir ante la mezcla de su sangre pura con la de una nieta de relajados e hija de condenados por la Inquisición. No conocemos las fechas de bautismo de las cuatro hijas de Juan y Esperanza, de las que acabamos de hablar, pero sí las de confirmación: en 1596 reciben el sacramento Dorotea y Juana María Felices, y en 1607, Gracia y Margarita.

Quizás para poder llevar a cabo la cláusula de las capitulaciones que obliga a los contrayentes a recuperar los bienes aprehendidos por la Ciudad, quince días después del matrimonio, Albariel, su hija y su yerno venden a Pedro Arañón, mercader, un granero, un corral y una bodega olearia en la calle de Predicadores por 16000 sueldos. No se abona todo en el acto, porque tenemos un pago de 8000 en enero de 1590. Obligan como garantía casas en Alquibla, dos portales de casa, dos corrales, un huerto en el Público, un corral en la calle del Medio, una viña en los Tierços y un mirador en el Campo del Toro. Miguel Mendoza, pariente de Felices, los avala y se compromete con ellos, a la vez que recibe carta de salvedad y la garantía de unas casas de Albariel en Alquibla, un huerto y un corral en la calle del Medio y una viña en los Tierços. La venta, como veremos, provocará problemas muy serios que se prolongan hasta 1600, y tal vez en esta operación, que se demostrará fraudulenta, esté el origen del desplome económico definitivo de la familia. El granero y la bodega comprados a los Çafar son vendidos a los pocos meses por Arañón a la Ciudad, que le paga 18000 sueldos, bastante más de lo que le han costado. En febrero de 1590, Juan Felices, que actúa como dueño de la hacienda familiar, vende a Arañón un granero por 400 libras, que se pagarán

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en dos tandas, pero Felices no llega a cobrarlas porque vende la deuda a su cuñado Juan de Aristoy a fin de tener el dinero en efectivo inmediatamente, quizás apremiado por alguna necesidad.

Que hay problemas económicos en la casa Çafar se ve en las ventas anteriores, pero también en otras realizadas en diciembre del mismo año y en enero de 1590.

En el primer caso, Esperanza autoriza la venta de tres portales de casa en Zaragoza, que realizará su marido; en la otra operación venden un olivar en Barbastro a Juan Gracia por 2000 sueldos. No sabemos si con estas ventas pueden recuperar los bienes aprehendidos por la Ciudad, pero aunque así sea los problemas continúan y no parecen simples, porque a instancia de Gracia Ezcandar, de Zaragoza, los Çafar se ven obligados a llevar a la Inquisición de esa ciudad, como ya se ha dicho, los libros de cuentas de la casa, y no sabemos si se recuperan alguna vez; al menos no hay constancia de que regresen a la casa de Huesca.

La pretensión de cobrar a muchos deudores que se habían aprovechado de los problemas con la Inquisición y de la convulsa vida de la familia durante varios años los lleva en 1590 a nombrar procuradores específicos para esa función, como Antonio Peralta, de Zaragoza, que recibe la procuración para cobrar deudas a particulares y entidades; Sebastián Buil, para cobrar censales de las tierras y villas del duque de Villahermosa que tenían arrendadas los Çafar; mosén Juan Mesones y Antonio Palacios, de Zaragoza, para vender casas en esa ciudad; y el notario de Zaragoza Lorenzo Calvo, Jerónimo de Espés, de Zaragoza, y otros para operaciones de diversos tipos. De esa manera se consigue cobrar pequeñas cantidades insignificantes para lo que había sido la economía de la familia, si exceptuamos el cobro de una comanda de 5367 sueldos en Tramaced que había hecho Ferrando Çafar mayor. Felices aparece en este documento como «habiente» del patrimonio de los Çafar; en el cobro de otra comanda de 530 sueldos figura como «heredero de los Çafar». Ante la dificultad que hay para efectuar algunos cobros, Felices vende la deuda, como ocurre con una comanda de 9200 sueldos hecha en 1580 en Zaragoza por Jerónimo Çafar a Juan Caxal, de Barbastro, que la vende a Juan Gracia, también de Barbastro, por 8000, señal de que la necesidad los obligaba a hacer un mal negocio en el que perdían 1200 sueldos. Para salir del apuro, durante 1590 y 1591 ponen parte de su patrimonio en alquiler, aunque esto no supone grandes ingresos: 200 sueldos por una casa, 680 por una tienda y aposentos de la casa en la que vive alquilado Pedro Buxeda, 180 por un corralico en el Pellerín Viejo y 200 al año por otra casa en el Pellerín, y eso es todo en este campo. Felices y su mujer compran a Isabel Baraiz un censal de 1000 sueldos de propiedad y 50 de pensión anual, pero curiosamente lo venden acto seguido al presbítero Francisco Jordán por el mismo precio. También se deshacen de otro censo de 1000 sueldos de propiedad que paga 100 de pensión a Juana Arnedo, monja clarisa, a cambio del plantero que reciben de Miguel Guillarte en el camino de La Almunia, junto a un soto de los Çafar que está al lado del Flumen y que han comprado a Juan Cigüeño por 260 sueldos.

En verano de 1591 hay alguna operación de cierta entidad, acaso de las más notables que van a llevar a cabo Felices y su mujer: por ejemplo, un cambio con

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Juan Almaçor en el que este recibe de los Çafar casas en las Herrerías, treuderas a San Lorenzo, y da una torre con su heredad, plantada, con tiras y árboles, campos y abejarales, todo tapiado, sita en Monzur en una partida con riego, de la que Almaçor se reserva la cosecha del año; a pesar de figurar como un cambio, Felices da a Almaçor 31450 sueldos, de forma que habrá que pensar más en una compra que en un cambio, aunque la explotación que adquieren parece grande y buena, pero es el precio más alto pagado por una finca en toda la documentación en que se basa este estudio, tanto que se plantea la duda de si no habría alguna cláusula oculta que obligara a Felices con Almaçor. Sabemos de una comanda de 900 sueldos que por esas mismas fechas dan Felices y Çafar a Juan Carreras, alias Hidalgo, y que un campo, antes viña de los Çafar, en los Tierços, sigue aprehendido por la Ciudad, que lo pone en arriendo anualmente.

En septiembre de 1590, Juan y Esperanza dan a María Albariel lo que se prometía en las capitulaciones matrimoniales si decidía irse a vivir independiente; le entregan 4000 sueldos, otros 2200 anuales, y 6 cahíces de trigo y 4 nietros de vino cada año mientras viva, y le dan unas casas en Zaragoza en la calle de las Doncellas para que allí resida con su marido, que ha vuelto de galeras y está en Huesca en la casa familiar. Gabriel y María prometen no pedir nada más. En Zaragoza, Gabriel actúa como procurador de su hija y de su yerno, aunque al cabo de un año le retiran la procuración, de lo que puede intuirse algún problema entre ellos que la documentación no descubre.

En otoño de 1591 vuelve a aparecer en escena Miguel Enrique Compañero, y ahora su presencia va a perturbar seriamente la vida y la economía de los Çafar. Hay un documento en el que Felices y Esperanza, por medio de Gabriel Çafar y María Albariel, devuelven a Juan Compañero los bienes que este había dejado a Jerónimo Çafar, que era su procurador en Huesca, a la vez que traspasan a Miguel Enrique —en realidad lo llaman Enrique— 3000 sueldos que Juan Compañero menor ha dejado a Ferrando Çafar en su testamento. Los Çafar reconocen tener una comanda de puro depósito de Miguel Enrique de 14000 sueldos, y como garantía ponen sus bienes. Al poco, Felices retira la procuración a sus suegros. Muy poco tiempo después, en enero de 1592, llega el conflicto entre Felices, Albariel y Esperanza y Miguel Enrique, quien los acusa ante el justicia de Huesca de venta fraudulenta de un granero, un corral y una bodega olearia a Pedro Arañón el año 1589, de lo que ya hemos hablado. El procurador de Miguel Enrique presenta documentos que prueban que lo vendido a Pedro Arañón es propiedad de los Compañero, documentos emanados de las altas esferas: una cédula real de Felipe II y una escritura de la Real Audiencia de Aragón en las que se asevera que todo lo vendido está en manos de los Çafar como procuradores de los Compañero, pero que no tienen ningún derecho sobre ello. Pero no queda ahí todo: Miguel Enrique presenta pruebas de que ha comprado a la villa de Calanda un censal de 20000 sueldos de propiedad y 1000 de pensión anual que poseía Jerónimo Çafar —del que no teníamos noticia hasta este documento—, lo que obliga a que Felices y Çafar lo devuelvan. Por la venta ilegal, Miguel Enrique se hace, por sentencia del justicia, con todos los bienes que Felices había puesto

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como garantía en la venta —que, si se recuerda, eran casas en Alquibla, cuatro portales de casas y dos corrales, un huerto en el Público, un corral en la calle del Medio, una viña en los Tierços Baxos, un soto junto a ella, un mirador en el Campo del Toro—, y con los de Mendoza —concretamente sus casas en la calle San Lorenzo—, que había actuado como garante de la venta. Sabemos que en 1593 Miguel Enrique tiene arrendados bienes suyos en la ciudad de Huesca, entre ellos unas casas y un granero que fueron de los Çafar, lo que prueba que se hizo con los bienes. Pero el problema se va a prolongar hasta 1596 y es sin duda una de las causas principales de la ruina familiar.

En 1595 es Miguel Mendoza y Felices quien actúa contra su primo Juan Felices, Esperanza Çafar menor y María Albariel, y en su reclamación nos enteramos de que en 1592 no es solamente Miguel Enrique quien pide la aprehensión de bienes de los Çafar, sino también doña María López de Mendoza, viuda de Martín de Torrellas, a la que Jerónimo Çafar había dado carta de indemnidad de 20000 sueldos, aunque no tenemos noticia de cuándo y por qué se hizo esta operación. En la reclamación, Mendoza dice que en 1592 se debían incautar bienes de los Çafar, pero por lo visto los Çafar habían ejercido el derecho a presentar alegaciones al fallo judicial («requesta») y no se había llevado a efecto totalmente la incautación, que de nuevo en 1595 vuelve a ser rechazada por Felices, aunque ahora sí se hace efectiva la aprehensión de bienes, que van a parar a Miguel Enrique y María López de Mendoza; concretamente, se incautan casas en Alquibla, tres portales de casa y un corralico, un granero en la Cruz de San Martín, un huerto en el camino del Ibón y un corral en el Público, como ya vimos al hablar de Miguel Enrique Compañero. Lo que pretende Mendoza es hacer valer la carta de indemnidad que le han otorgado los Çafar en la venta hecha a Marañón y evitar la incautación de sus casas; en 1596, ante el justicia de Huesca, se reconoce el valor de la carta de indemnidad y se hace costear a Felices los gastos notariales que ha tenido Mendoza, 309 sueldos, por lo que se pide prisión para Felices mientras no se paguen, de lo que luego se volverá a hablar.

De 1592 a 1596 la actividad de los Çafar no se paraliza, a pesar de los graves problemas que los perturban. En general no se trata de grandes operaciones, pero vale la pena detenernos en ellas aunque sea someramente para ver los esfuerzos que hacen para abrirse camino en un marco que cada vez les es menos favorable y más hostil. En abril de 1592 comparecen ante el justicia Felices y su mujer, y solamente sabemos que presentan alegaciones, pero lo cierto es que muy poco tiempo después, en agosto, Juan Felices está detenido en el Común de Huesca y entregado a caplienta al notario Sebastián Canales y al mercader Jaime de Aranda, con quien se ha enfrentado un mes antes, de lo que puede deducirse que los problemas se han solucionado; los dos fiadores pagan 180 sueldos por la custodia de Felices y se comprometen a entregarlo a los jueces Jaime Biota, Jerónimo Arnal y Pedro Andrés cuando lo requieran. En septiembre vuelve a pasar por la prisión, aunque en noviembre ya está en libertad. El motivo de su detención no aparece mencionado en las escrituras, pero bien podría estar relacionado con el pleito mantenido con Miguel Enrique Compañero. Poco antes de su detención, Felices y

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Esperanza han hecho nombramiento de varios procuradores para que los representen ante jueces civiles y eclesiásticos —de lo que cabe deducir que el panorama no es demasiado apacible— y han dado una comanda de 900 sueldos al labrador Juan Carrera que se ha de pagar antes de un año. Tras su liberación, Felices y Çafar, que poseen una comanda de 30000 sueldos dada a diecisiete hombres de Almudévar por Jerónimo Çafar, venden una parte de ella, 940 sueldos, a Miguel Sanclemente, posiblemente empujados por la necesidad y ante la dificultad para cobrarla, porque consta que en 1585 ya la ha reclamado María Albariel.

La mala situación que atraviesa la familia queda explícitamente expresada en el silencio sobre ellos, justificado por el encarcelamiento de Felices, por orden del justicia de Aragón, en la prisión de Manifestados de Zaragoza —por su condición de infanzón— desde finales de noviembre de 1592 hasta julio de 1593, a causa de la denuncia por deudas interpuesta por Miguel Enrique Compañero, Ana Fuentes y Ana Casabona. A la salida de la cárcel hay una serie de operaciones que por su cuantía llaman la atención: una comanda del mercader Jerónimo Duarte de 3935 sueldos, otra de Juan Ladrón de 1540, una más de Juan Laínez de 1170 y una última de Pedro Navarro, de Cartagena, mercader en Huesca, de 5400. Mucho dinero puesto en movimiento en un solo día, al que hay que sumar otra comanda tres días después, también de 5400 sueldos, dada por el mercader Pascual Almaçor, a quien ya deben otra de 2860 de abril de 1592. Resulta difícil de explicar este movimiento de capital, y tal vez no sean más que depósitos, toda vez que en ningún caso aparecen las condiciones típicas de las comandas, la obligación de bienes como garantía, por ejemplo, ni tampoco se anotan cancelaciones. Si comparamos estas comandas con otras operaciones hechas al tiempo, aún resultan más extrañas por su cuantía, por ejemplo frente a la venta de 8 cahíces de trigo que hace Felices al notario José Agüesca. En ese mismo año de 1593 hay un litigio con Juan Gómez que se ha de resolver por arbitraje de Pascual Marco, beneficiado de San Lorenzo, en el que los Çafar reclaman bienes que fueron de su familia, sin que se especifiquen, pero bien pudiera ser el censal de 250 sueldos de pensión que le arrendó Jerónimo Çafar en 1581, o el impago de 1494 sueldos de un censal que debió haber pagado desde 1581 a 1589 y que Albariel reclamó ya en 1588; en 1596 sigue sin resolverse el problema, y Felices y Esperanza recurren al procurador Diego de Mendoza para que intente acabar con el problema; quizás sea así, porque ya no hay más reclamaciones por parte de los Çafar. El año 1594 se inicia con la toma de una comanda de 453 sueldos en febrero y 113 en abril de la Cambra del Trigo, de la que, como en las comandas del año anterior, no consta su cancelación. Pero en realidad el hecho más importante de los primeros meses de este año es de nuevo una acusación ante la justicia en la que se culpa a María Albariel de haber ocultado documentos de Juan Compañero que estaban en su casa de Huesca, a la que había tenido acceso Jerónimo Çafar, como administrador que era de los Compañero; al ser Juan apresado por el Santo Oficio, Jerónimo se los llevó a su casa, donde Albariel los retenía a mala fe. Son ocho albaranes por valor de la notable cantidad de 1334 libras, todos del año 1578; además de estos albaranes, Juan Compañero, por su apoderado Luis

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Luceraque, de Zaragoza, reclama 1000 sueldos de un censal de pensión y 20000 de propiedad. Un nuevo problema para la familia y, como en otros casos, por medio está la figura de María Albariel aprovechándose del caos que la intervención inquisitorial causa en los Compañero.

Todavía en ese año hay problemas pendientes con Aranda, concretamente la recuperación de 100 cahíces de trigo que Martín Cocón debe a Jerónimo Çafar, de los que el ex administrador parece haberse apropiado. Ahora Juan Felices se los vende a su cuñado Hernando Çafar, de quien se dice que está en ese momento en Huesca, juntamente con 3000 sueldos que Juan Compañero menor deja en testamento a Ferrando Çafar mayor y hereda Esperanza, además de 1000 sueldos que Felices reclama para sí. No se indica el precio de esta venta, y acaso se dé como confirmación de la renuncia de Hernando a la herencia. En el mismo documento, Felices da a su cuñado 30000 sueldos que le debe, de acuerdo con sus capitulaciones matrimoniales, con lo que Hernando se compromete a no demandarles nunca nada más, y así debe de ser, porque se pierde su pista a partir de este momento.

Los problemas parecen no tener fin y los nombramientos de procuradores son prueba de ello: en julio de 1594 son el canónigo de la Seo de Barbastro y doctor en Derechos Luis Torres y el beneficiado de la Seo de Zaragoza Juan Çanén, con la misión de representarlos en todos los ámbitos y para todas las cuestiones, y concretamente para un pleito con la villa de Almudévar, seguramente relacionado con el onceno de la villa que tenían arrendado los Çafar y luego Felices, según una reclamación de Juan Gómez en 1607 en la que pide que Esperanza Çafar menor —ya viuda— le pague 400 sueldos del onceno de Almudévar que le debía ya cuando se casó. Siguen las incautaciones de bienes de la familia: ahora se trata de una viña sita en los Tierços a instancia de la villa de Calanda (1595) y un plantero en la Almantina a instancia de Diego de Arnedo, infanzón (1596). Y también continúan los impagos, como el del Concejo de Pueyo de Fañanás, que les debe 1818 sueldos según fallo judicial, dinero que Felices da a Ángela Sada (1595), con quien tienen deudas contraídas. Es probable que la causa interpuesta por la villa de Calanda esté relacionada con una carta de garantía de un censal de 20000 sueldos de propiedad y 1000 de pensión de Jerónimo que se ve en un proceso contra los herederos de los Çafar en 1596 y que ya vimos reclamado anteriormente por Miguel Enrique Compañero. En 1594 y 1595 toman algunas comandas de cierta importancia (2800 sueldos del calderero Jerónimo Burro, 1200 de Miguel Lasierra y Juan Menescal). Las deudas de Felices no pueden saldarse con los escasos ingresos que conocemos, únicamente 1646 sueldos de un pago del Concejo de Liesa y 1408 del lugar de Fañanás.

Las deudas de los Çafar, que acabarán llevando a Felices a la cárcel y provocarán nuevas aprehensiones de bienes, lo enfrentan al colectivo de moriscos, que le reclama —como se vio— 660 sueldos recaudados por Ferrando Çafar y Jerónimo Çafar para pagar a la Inquisición y otros 60 que Felices y su mujer deben al colectivo por el mismo concepto. En 1600 Felices da de nuevo en la cárcel por 800 escudos que debe pagar al Concejo de Huesca por la venta fraudulenta

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a Pedro Arañón de un granero que legalmente es de los Compañero, tema que viene arrastrándose desde 1590; el preso es entregado a caplenta a don Diego de Mendoza, con la obligación de ir cada día a dormir a la cárcel. La prisión se prolonga por la acusación de Miguel Mendoza que ya mencionamos. En febrero de 1597 se ve ante el justicia de Huesca la reclamación de Miguel Mendoza y Felices por deudas impagadas, asunto que lleva tiempo coleando. Según Mendoza, cuando Felices estaba preso por deudas en Zaragoza en 1592 y 1593, accediendo al ruego de Esperanza Çafar menor y los familiares de Juan, se trasladó a Zaragoza y lo sacó de la cárcel, para lo que debió dar 80 libras, además de pagar 2 libras y 7 sueldos para costos y 6 sueldos para el notario, a la vez que se obligaba con una comanda de 70 libras con Miguel Enrique Compañero, que era quien había denunciado a Felices, junto con Ana Fuentes, a la que pagó 40 libras y 16 sueldos y 1 libra como libranza a la Audiencia, y Ana Casabona, a la que dio 4 libras y 4 sueldos y 14 sueldos para la escritura. Además de estos gastos, al sacarlo de prisión le compró toquilla para un sombrero, que costó 8 sueldos, y pagó 1 libra para viático. Por todo ello Mendoza reclama 132 libras y 2 sueldos. El notario de Felices, Juan Francés, rechaza la acusación porque no hay ninguna prueba de que haya hecho esos gastos, a la vez que niega que haya viajado a Zaragoza. A lo largo del proceso, iniciado en febrero y concluido en octubre, Francés asegura que el dinero para la liberación salió de la familia de Felices y que por medio de Jerónimo Duarte le entregaron a Mendoza 2000 sueldos, y que si salió de la cárcel fue porque con ese dinero se satisficieron parte de las deudas, además de un pago a Ana Fuentes de 85 sueldos y diversas cantidades a Compañero, todo ello documentado. Ante la falta de pruebas de la acusación de Mendoza, no se condena a Felices. Lo que este proceso nos demuestra es cómo algunos intentan sacar provecho de la crisis en la que está sumida la familia Felices-Çafar, aunque, conociendo a Felices, su mala gestión y el endeudamiento de la familia, cabría poner en duda el fallo judicial, y acaso, aunque no haya pruebas, la acusación sea razonada.

La documentación relativa a los Çafar es cada vez más reducida, lo que nos indica su progresivo deterioro. Es probable que incluso haya problemas de subsistencia; solo así se entiende que tomen una comanda de 6 cahíces de trigo de los tutores de Juan Agustín Lastanosa y otra de 660 sueldos de Jerónimo Pascual, ambas en mayo de 1597. La cantidad de cereal es tan poca que cuesta creer que no sea para consumo familiar, como ocurre con los 20 cahíces tomados en dos comandas en febrero de 1598, aunque aquí cabría pensar en la reventa de parte de ese cereal. La parálisis económica se ve, de nuevo, en un año de silencio; hemos de esperar a febrero y marzo de 1599, cuando vemos a los Çafar dar a Martín de Escagüés los 746 sueldos que los lugares de Liesa e Ibieca han depositado en la Corte del «Señor Oficial Ecclesie Osce», posiblemente un pago que debían esos pueblos a los Çafar y que ellos, por deudas, transfieren a Escagüés. Dos días después es el Concejo de Pueyo de Fañanás el que, en cumplimiento de una sentencia arbitral, paga a los Çafar 992 sueldos, dinero que se debía de los viejos arrendamientos de los Çafar. Las reclamaciones de Juan y Esperanza a

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pueblos que en tiempos estuvieron explotados por la familia dan resultado también en los casos de Argavieso y Pueyo, que en marzo de 1600 les pagan 44 pares de gallinas y 1092 sueldos y 12 más por atraso, respectivamente. También de 1600 es una comanda de 1600 sueldos que Esperanza toma del Concejo de Permisán, al cual ha pagado ella las deudas de Felices, que no son especificadas. Hemos de esperar a 1602 para ver nuevos documentos de Juan y Esperanza: son varios nombramientos de procuradores en Zaragoza y Huesca, especialmente el de Matías de Sádaba para que en nombre de Felices acuda al regente de la Real Cancillería de Aragón a pedir la libertad del vecino de Tardienta Bartolomé Vitaller, con quien no sabemos qué vínculos podía tener. De todos modos, no deja de ser curioso que Felices, un hombre de dudosa reputación y un pésimo gestor económico, tenga crédito ante las autoridades para pedir la libertad de nadie. Es, de todos modos, propio de un personaje con orgullo de clase, convencido de que la infanzonía lo avala.294 Cuando veamos su testamento volveremos sobre este asunto, no exento de importancia para explicar el rumbo de la casa de los Çafar pilotada por él. En 1604 nos encontramos con una nueva comanda de 4000 sueldos que toma Juan Felices con Juan de Mora del administrador del aceite y pescas de la Ciudad, Domingo Betania, quien la hace sin afán de lucro y «para dar placer» a los receptores. Es esta la última operación documentada de Juan Felices, porque ya no volvemos a tener noticias de él hasta su testamento del 22 de mayo de 1606, en el que declara herederas a sus hijas Dorotea, Margarita y Gracia, bajo la tutela de su madre, de su suegra y de Juan Felices mayor, de Isabel Felices y de Juan Lasús; Esperanza será usufructuaria y estará obligada a instituir un censo de 6000 sueldos de propiedad para liberar cautivos. Aquí volvemos a encontrarnos con un personaje al que le gusta hacer exhibición de su valía moral y de su poder económico: 6000 sueldos es una cantidad inasumible, como vamos a ver, por Esperanza, o al menos eso es lo que dice ella, aunque la cuestión plantea serias dudas. En cualquier caso, si es cierto que dejaba deudas, la fundación del censal no es más que una fanfarronada que confirmaría el carácter de un hombre que resulta incapaz de mantener el papel de los Çafar, porque no en vano estamos ante una mente nobiliaria muy alejada del espíritu burgués de su familia política. El 10 de julio, en una comanda que toma Esperanza de 700 sueldos —cancelada a los dos años—, ya se declara viuda.

Comienza ahora un camino no fácil para ella, ahogada aparentemente por las deudas y con tres hijas menores; una mora que retorna a serlo ante la sociedad al perder a su marido y que acabará pasando por la Inquisición cuando los de su condición hayan sido ya expulsados del reino. La pésima situación económica en que la deja su marido queda patente en un documento hecho a los tres meses de enviudar en el que afirma que Juan ha muerto dejando deudas por valor de 8000 sueldos. Tan apurada se ve que vende por 2800 sueldos un documento

294. En 1605 hay un pleito para dirimir en qué miembro de la familia ha de recaer el título en el que aparece toda la genealogía familiar, con personajes ilustres, como el comendador del Águila de la Orden de San Juan, muerto de un flechazo en el sitio de Malta.

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de recuperación de unas casas que había vendido por 6000 y en el que se garantiza que por ese dinero y 1000 sueldos más puede recuperar las casas; perder la posibilidad de recobrarlas manifiesta la necesidad de numerario que tiene Çafar. Poco después vende a Jaime Tarazona el derecho a cobrar 3200 sueldos que el Concejo de Argavieso y Juan Conte, Miguel Navarro y otros hombres del lugar le deben, por sentencia arbitral, de los antiguos derechos de los Çafar, y paga al Concejo de Permisán la deuda contraída por su marido a la vez que toma una comanda de 1800 sueldos que cancelará un año después.

En enero de 1607 se hace el inventario de bienes de Juan Felices —que vimos completo—, que como se recordará está muy lejos de ser excepcional. A partir de este momento todo parece indicar que Esperanza tiene problemas económicos serios. Muerto Felices, regresa a Huesca María Albariel, ya viuda, para acompañar a su hija y ayudarla a sacar adelante a sus hijas. Albariel debió de tener problemas con su yerno por hacer rituales musulmanes mientras vivía en Huesca, según la documentación inquisitorial, y de ahí que no vuelva hasta después de su muerte. Hay constancia documental de que en 1607 está ya en Huesca y de que juntamente con su hija han pedido un préstamo de 4200 sueldos al justicia, jurados y prior de Jurados para arreglar el rafe de su casa, ya que por decreto municipal deben modificarse los aleros reduciendo su tamaño para facilitar la luminosidad de las calles. Arguyen en la solicitud no tener dinero para hacer la obra. Les conceden 3000 sueldos de la Cambra del Trigo que habrán de devolver en ocho años pagando una pensión anual de 150 sueldos. En un intento de recuperarse económicamente, Esperanza pone en arriendo por dos años y 240 sueldos anualesuna torre con huerto en la «Porteta» (sic) de Zaragoza donde no se podrán podar los árboles y las hortalizas irán al 50% entre la propietaria y el arrendatario, Juan Balau. En 1608 intenta poner remedio a su situación vendiendo bienes que fueron de su marido y que según su testamento puede distribuir entre sus hijas como quiera, aunque para ello ha de recibir autorización del justicia. Lo que pretende vender son las casas grandes en las que vive, en San Lorenzo, unas casicas pequeñas en la Puerta de Zaragoza, junto al convento de San Francisco, y varios huertos; argumenta que debe 3000 sueldos a la Ciudad, 90 a la cofradía de San Lorenzo, 700 al Concejo de Permisán, 360 de una comanda a Jerónimo Burro y 700 a varios habitantes de Lascellas y al prior de San Lorenzo. Dice estar a la espera de cobrar a varios deudores a los que reclama 2000 sueldos, pero necesita vender urgentemente para saldar los 4700 sueldos que debe, ya que asegura que sus bienes ya no dan rendimiento y no tiene dinero en metálico, que el huerto que posee es solo «para flores y recreo» y que tiene otro valorado en 5000 sueldos. Debe de recibir la autorización para vender, porque en 1609 obtiene la elevada suma de 5600 sueldos por la venta de una casa con corral a Guillén Ichart, quien le da una comanda de 12000 por la que obliga su persona y bienes, y vende a su suegro 300 sueldos que le debe Pedro Coronas del arrendamiento de una botiga en su casa. En julio de 1610, a un mes de la expulsión definitiva de los moriscos oscenses, María Albariel toma en arriendo el trinquete de jugar pelota en el término de Santo Domingo por un año y 400 sueldos. Posiblemente ella está en mejor

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situación económica que su hija, ya que sabemos que tiene casas y otros bienes en Zaragoza y ha recibido de Felices y su hija una cantidad de dinero que difícilmente ha podido gastar. De todos modos, este arriendo no puede durar el tiempo estipulado, pues al mes de firmarlo se hace efectiva la orden de expulsión y María Albariel desaparece de la ciudad, o al menos de la documentación oscense, aunque por las declaraciones de su hija ante la Inquisición, que transcribimos en su momento, parecen vivir juntas en agosto de 1611. Esperanza, como viuda de cristiano viejo, permanece en Huesca, donde su suegro seguirá siendo su valedor. A pesar de ello, en 1612 es juzgada por la Inquisición acusada de ceremonias moras, «aguadoch y çalas», realizados con su madre, razón por la cual riñeron Albariel y su yerno, que la expulsa de su casa. Se la condena por decir que se irá con su tío Juan a vivir en Argel como mora y por hacer ramadán. Sufre varias audiencias y padece tormento, a pesar de lo cual niega las acusaciones. Es condenada a una multa de 50 ducados. Cabe preguntarse quién pudo denunciar a Esperanza de estos actos, pero de lo que no hay duda es de que quien lo hizo quiso limpiar la ciudad de la última representante de un colectivo que durante más de cinco siglos tuvo la condición de aragonés. De regreso a Huesca tras su paso por la Aljafería, la vemos recibir de Juan Poinzot, en noviembre de 1612, 2163 sueldos del arriendo de unas casas —sin localizar— y 300 como adelanto del segundo año de arrendación. En ese momento, Esperanza se define como vecina de Huesca, pero en dos documentos de septiembre de 1613 aparece como habitante de Zaragoza: uno es el testamento de su suegro, que deja a las tres hijas de Esperanza 3000 sueldos a cada una como dote si casan o entran en religión; a continuación hace otro documento en el que vende una comanda de 120000 sueldos que ha dado a Esperanza, quien se compromete con el nuevo propietario a respetar las condiciones de la comanda. La elevada cantidad de la comanda dada por el suegro nos revela que Esperanza, o quizás su madre, tiene bienes que puedan servir de garantía. Aparte de las casas y los huertos que conserva en Huesca, es de creer que posee patrimonio en Zaragoza; si no, resulta inexplicable que se le dé una comanda de semejante volumen. El final de la comunidad morisca de Huesca tiene fecha concreta, no solo la de la expulsión en el verano de 1610, sino la de la marcha de Esperanza Çafar menor con sus hijas a Zaragoza, que tiene lugar entre noviembre de 1612 y agosto de 1613. Posiblemente allí buscará un anonimato que le haga más fácil la vida. Con su emigración a Zaragoza se cierran más de quinientos años de la historia de la comunidad mora de la ciudad de Huesca.

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FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA

ÍNDICE

FUENTES CONSULTADAS

La mayor parte de la información se ha obtenido de los protocolos notariales y los fondos del Justicia del Archivo Histórico Provincial de Huesca (AHPH), pero se han consultado y han aportado datos el Archivo de la Catedral de Huesca (ACH),295 el Archivo Municipal de Huesca (AMH), el Archivo Diocesano de Huesca (ADH),296 el Archivo Histórico Nacional (AHN) y, en menor medida, el Archivo Histórico Notarial de Zaragoza (ANZ) y el Archivo Histórico Provincial de Zaragoza (AHPZ); hay también dos referencias procedentes del Archivo de la Corona de Aragón (ACA). La fuentes citadas son aquellas que han proporcionado información para este trabajo, todas consultadas directamente, aunque algunas estén publicadas, muy pocas en realidad, y casi en su totalidad relativas a la Inquisición. Las citamos por orden cronológico:

1408ACA, Cancillería, Rº 2158

1510ANZ, protocolo de Miguel de Villanueva

1527AHPH, protocolos 459, 398, 509, 766

1528AHPH, protocolos 501, 366, 399, 510, 573

1529AHPH, protocolos 502, 2969, 400, 461

AHPH, Justicia, 276/6

ACH, A 30

1530AHPH, protocolos 401, 2969, 503, 574, 522, 511, 574, 509

1531AHPH, protocolos 523, 509, 402, 504

ACH, A 32

1532AHPH, protocolos 512, 524, 584

1533AHPH, protocolos 576, 651, 404, 528

1534AHPH, protocolos 2968, 742, 6290

1535AHPH, protocolos 577, 405

1536AHPH, protocolos 578, 2937, 767

1537AHPH, protocolos 513, 602, 767, 525, 2937

1538AHPH, protocolos 589, 590, 743, 2967, 408

295. Los fondos catedralicios consultados son algunos de los protocolos notariales que forman parte del Archivo de la Catedral, todo ellos de la familia de notarios Pilares.

296. Los fondos consultados en este archivo han sido, fundamentalmente, los registros parroquiales de San Lorenzo y de San Martín, que cuando comencé mi trabajo aún permanecían en los respectivos archivos parroquiales.

QRN

1539AHPH, protocolos 652, 2881, 409, 604, 590, 400

1540AHPH, protocolos 591, 605, 514, 870, 645

AHN, Inquisición, libro 988

1541AHPH, protocolos 606, 653, 768, 1046, 669, 870, 410, 607

1542AHPH, protocolos 654, 725, 760, 645, 607

1543AHPH, protocolos 608, 671, 776, 608, 655, 651

1544AHPH, protocolos 672, 656, 9959, 663, 682, 777, 786

1545AHPH, protocolos 725, 610, 727, 673, 778, 660, 581

Justicia, 281/1

Justicia, libro 3

AHN, Inquisición, libro 988

1546AHPH, protocolos 674, 872, 657, 526, 756

1547AHPH, protocolos 658, 873, 675, 780, 611

1548AHPH, protocolos 781, 6198, 659, 609, 802, 676, 7602

Justicia, 283/1

Justicia, libro 4

1549AHPH, protocolos 1118, 677, 803, 596, 762, 424, 728, 782

AHN, Inquisición, libro 988

1550AHPH, protocolos 678, 660, 804, 2930, 6365, 660, 622

Justicia, 284/1

1551AHPH, protocolos 783, 679

ADH, Seo, confirmaciones

San Martín, matrimonios, defunciones

1552AHPH, protocolos 784, 769, 1050, 680, 533, 661

ADH, Seo, confirmaciones

1553AHPH, protocolos 2936, 598, 662, 681, 734, 813, 786, 813, 761

ADH, Seo, confirmaciones

1554AHPH, protocolos 663, 869, 682, 786, 80, 814, 761

ADH, Seo, confirmaciones

San Martín, bautismos, defunciones

1555AHPH, protocolos 787, 2951, 806, 683

ADH, Seo, confirmaciones

San Martín, bautismos, matrimonios, defunciones

1556AHPH, protocolos 815, 770, 691, 684

ADH, San Martín, bautismos, defunciones

AMH, libro de actas

1557AHPH, protocolos 664, 816, 685

ADH, San Martín, bautismos

AMH, libro de actas

1558AHPH, protocolos 790, 1490, 1051, 772

ADH, Seo, confirmaciones

San Martín, defunciones

AMH, libro de actas

1559AHPH, protocolos 686, 1490, 1124

ADH, Seo, confirmaciones

San Martín, bautismos, defunciones

1560ADH, protocolos 3043, 738, 519

ADH, San Lorenzo, bautismos

San Martín, bautismos, defunciones

AHN, Inquisición, libro 988

Y BIBLIOGRAFÍA QRO
FUENTES

1561AHPH, protocolos 688, 1125

Justicia, 290/7

ADH, Seo, confirmaciones

San Lorenzo, bautismos, defunciones

1562AHPH, protocolos 616, 689

ADH, San Martín, bautismos, matrimonios

AHN, Inquisición, libro 988

1563AHPH, protocolos 763, 1098, 2997, 718, 617, 297

Justicia, 292/20

Justicia, libro 5 1564AHPH, protocolos 1135, 1126, 687, 846, 910, 830

ADH, San Martín, bautismos, defunciones

1565AHPH, protocolos 90, 1127, 929, 690, 1848

ADH, San Martín, defunciones, matrimonios

1566AHPH, protocolos 848, 691, 618, 1128, 1027, 577, 912

ADH, San Lorenzo, bautismos

San Martín, bautismos

AHN, Inquisición, libro 988

1567AHPH, protocolos 1140, 692, 1132, 858, 992, 1027, 192, 912, 730, 869, 693

ADH, San Lorenzo, bautismos

San Martín, bautismos

1568AHPH, protocolos 630, 1135, 693, 3045, 6304, 693, 730, 629

Justicia, libro 5

ADH, San Martín, bautismos, matrimonios, defunciones

1569AHPH, protocolos 1129, 10356

ADH, San Lorenzo, bautismos

San Martín, bautismos, matrimonios

1570AHPH, protocolos 1130, 1100, 851

ADH, San Martín, bautismos, defunciones

1571AHPH, protocolos 1131, 739, 1138, 791, 693

ADH, San Martín, bautismos, matrimonios

1572AHPH, protocolos 694, 1139

ADH, San Martín, bautismos, matrimonios, defunciones

AHN, Inquisición, libro 988

1573AHPH, protocolos 10053, 1149, 737, 928, 1102

ADH, San Martín, bautismos, defunciones

1574AHN, protocolos 1141, 737, 11241, 916, 834, 957, 838

Justicia, 313/1

Justicia, libro 7

1575AHPH, protocolos 695, 917, 691, 957, 835, 1142, 1349

Justicia, 305/5, 307/10

Justicia, libro 7

ADH, San Lorenzo, bautismos

San Martín, bautismos, defunciones

1576AHPH, protocolos 1143, 836, 1028, 692, 1101, 958

Justicia, 307/13

ADH, San Martín, matrimonios, defunciones

AHPZ, Inquisición 43-1 95-7

1577AHPH, protocolos 919, 898, 960, 959, 1102, 1144, 929

Justicia, libro 8

ADH, San Martín, bautismos, defunciones

FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA QRP

1578AHPH, protocolos 920, 840, 930, 1349, 1030, 1145, 1103, 1349, 961, 856

AHN, Inquisición, libro 988

1579AHPH, protocolos 961, 931, 1146, 1031, 921, 1104

Justicia, 313/7

AHN, Inquisición, libro 988

1580AHPH, protocolos 10359, 1077, 1227, 6046, 1147, 1351, 899, 1032, 1078

Justicia, 316/2

ADH, San Martín, bautismos, confirmaciones

1581AHPH, protocolos 1078, 1351, 1105, 1148

Justicia, libro 10

ACH, A 99

ADH, San Lorenzo, bautismos

San Martín, bautismos, defunciones

AHN, Inquisición, libros 988 y 989

AMH, «receptas» de cuentas

ANZ, protocolo 2133

1582AHPH, protocolos 1079, 741, 1102, 843, 1149, 1056, 1186

Justicia, 318/1

ACH, A 100

ADH, San Martín, bautismos

AHN, Inquisición, libro 989

1583AHPH, protocolos 1056, 1186, 1150, 1018,

ADH, San Martín, bautismos, matrimonios, defunciones

ANZ, protocolos 472, 564

AHN, Inquisición, libro 989

1584AHPH, protocolos 1108, 1081, 985, 1151

ADH, San Martín, bautismos, matrimonios

AHN, Inquisición, libro 989

1585AHPH, protocolos 1082, 1152, 1109, 1018, 997, 3054

Justicia, 1357/2, 1357/3, 324/11, 324/19

ADH, San Martín, bautismos

ANZ, protocolo 3830

AHN, Inquisición, libro 989

1586AHPH, protocolos 1186, 1077, 1083, 895, 924

Justicia, 325/11, 324/12

ADH, San Lorenzo, matrimonios

San Martín, bautismos, matrimonios, defunciones

AHN, Inquisición, libro 989

1587AHPH, protocolos 904, 1154, 1084, 1147, 1060

Justicia, 395/5

Justicia, libro 11

ADH, San Lorenzo, bautismos

San Martín, bautismos, defunciones

AHN, Inquisición, libro 989

1588AHPH, protocolos 1085, 905, 1017, 1061, 1155

ADH, San Martín, bautismos, defunciones

1589AHPH, protocolos 1018, 2976, 1156, 1086, 1179, 977, 2928, 1070, 6276

Justicia, libro 12

ACH, A 108

ADH, San Lorenzo, bautismos, matrimonios

San Martín, bautismos

Y BIBLIOGRAFÍA QRQ
FUENTES

1590AHPH, protocolos 2928, 999, 1087, 1214, 1157

Justicia, 335/10

ACH, A 109

ADH, San Lorenzo, bautismos, matrimonios

San Martín, bautismos

AHPZ, Inquisición 65-11100-2

1591AHPH, protocolos 740, 10363, 1492, 740, 1088, 1492, 113, 70, 113, 704

Justicia, 339/4

Justicia, libro 13

ACH, Pilares, II

ADH, San Martín, defunciones

1592AHPH, protocolos 1089, 696, 1064, 740, 1029, 1493

Justicia, libro 13

ACH, A 110

ADH, San Lorenzo, bautismos

San Martín, bautismos, matrimonios, defunciones

1593AHPH, protocolos 1090, 1107, 696, 1593, 764

Justicia, 345/15

Justicia, libro 13

ADH, San Lorenzo, confirmaciones

AHN, Inquisición, libro 989

1594AHPH, protocolos 1091, 697, 1020, 1091, 1066, 1158

Justicia, 347/13

ADH, San Lorenzo, bautismos

San Martín, bautismos, defunciones

1595AHPH, protocolos 1092, 3001, 698, 1067, 3003, 1194

ADH, San Martín, bautismos, defunciones

AHN, Inquisición, libro 989

1596AHPH, protocolos 696, 1093, 699, 10360, 1195, 1159

Justicia, 384/4, 346/4, 350/15, 349/2, 349/17, 350/11, 350/15

ADH, San Lorenzo, bautismos, confirmaciones

San Martín, bautismos, defunciones

AHN, Inquisición, libro 989

1597AHPH, protocolos 1094, 3000, 1300, 700, 1190, 6327

Justicia, 354/15

ADH, San Martín, bautismos, defunciones

AHN, Inquisición, libro 990

1598AHPH, protocolos 1095, 1069, 701, 1212, 3051, 6327, 1156, 1008

ADH, San Martín, bautismos, matrimonios, defunciones

AHN, Inquisición, libro 990

1599AHPH, protocolos 11775, 1323, 1008, 702

Justicia, 360/13, 363/5

ADH, San Lorenzo, bautismos

San Martín, matrimonios, defunciones

1600AHPH, protocolos 1323, 1198, 1009, 10357, 3006, 1097, 1180

Justicia, 365 (un juicio sin fechar ni numerar de Juan Castellano)

ADH, San Lorenzo, bautismos, confirmaciones

San Martín, bautismos, confirmaciones, matrimonios, defunciones

1601AHPH, protocolos 1277, 1213, 1181, 1293, 3046

ADH, San Lorenzo, bautismos

San Martín, defunciones

FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA QRR

1602AHPH, protocolos 2962, 2971, 1182, 2938

Justicia, 372/3

ADH, San Martín, bautismos, defunciones

1603AHPH, protocolos 704, 2972, 1183, 1324, 1201, 1217

ADH, San Lorenzo, bautismos

AHN, Inquisición, libro 990

1604AHPH, protocolos 1262, 3004, 735

Justicia, libros 16 y 17

ADH, San Martín, bautismos

1605AHPH, protocolos 3005, 2982, 705

Justicia, libro 18

ADH, San Lorenzo, bautismos

San Martín, bautismos, defunciones

AHN, Inquisición, libro 990

1606AHPH, protocolos 3006, 3037, 706, 1290, 1298, 2973, 9885, 1222, 1264

Justicia, libros 19 y 20

ADH, San Lorenzo, bautismos

San Martín, bautismos, matrimonios

1607AHPH, protocolos 3007, 707, 9885, 736, 1299

Justicia, 391/11

Justicia, libros 19 y 20

AHN, Inquisición, libro 990

1608AHPH, protocolos 1327, 1405

Justicia, 317/4, 391/1, 398/18

ADH, San Lorenzo, bautismos, confirmaciones

San Martín, matrimonios

AMH, libro de actas

ACH, A 127

1609AHPH, protocolos 1328, 1300, 1222, 3009

ADH, San Lorenzo, bautismos

San Martín, bautismos

AMH, cabreo de censales y libro de actas

AHN, Inquisición, libro 990

1610AHPH, protocolos 5968, 3010, 709

ADH, San Martín, bautismos

AMH, libro de actas

AHN, Inquisición, libro 991

1611AHN, Inquisición, libro 991

AMH, libro de actas

1612AHPH, protocolo 3012

AHN, Inquisición, libro 991

AMH, libro de actas

1613AHPH, protocolos 1281, 1240

1624AHN, Inquisición, libro 991

FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA QRS

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297. En este apartado se recogen exclusivamente aquellas obras directamente relacionadas con los moriscos aragoneses y las de más reciente actualidad, aparte de alguna obra de carácter general de importancia capital.

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FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA QRV

ÍNDICE ONOMÁSTICO

ÍNDICE

Abadías, Pedro, 251

Abanto, Juan de, 259, 421

Abbat, Martín, 410

Abengalí, Adrián, 22, 56, 74, 123n, 187, 256, 258, 274

Abengalí, Adrián menor, 123

Abengalí, Ferrer, 123

Abengalí, Juan, 256, 338

Abengalí, Luis, 123

Abengalí, Manuel, 123

Abrahim, alias el Calderero, 167

Aburramén (Urramén), José de, 202

Aburramén, Lope. Véase Castellano, Lope, alias Urramén o Aburramén

Açón, María, 47, 112, 145

Agua, José de, síndico, 436

Aguas, Juan de, 256

Agüesca, José, notario, 251, 442

Aguilar, Juan de, 415

Agustín, Juan, prior del obispo, 267

Aínsa, Jerónimo de, 262, 333

Ala, Felipe del, 284

Ala, Jerónimo del, 16, 202

Ala, Juan del, 30, 34, 47, 64, 80, 143, 144, 219, 256, 338, 387, 398, 423n

Ala, Juana del, 144, 184, 184n, 422, 423, 423n

Alabe, Martín de, 213

Alamén, Gracia, 47, 188, 229

Alamén, Guillén, 191

Alamén, Jerónimo, 202, 332, 333

Alamén, Pedro, 99, 185, 196, 198, 222, 263, 277

Alamén, Vicente, 22n, 39, 45, 77, 88, 99, 122n, 146, 175, 177, 185, 192, 196198, 222, 225, 231, 232, 258, 263, 277, 333, 376

Alamén, Vicente menor, 111

Alamí, Juan, 256

Alastrué, Miguel, 393

Alastruey, Martín, 227, 229, 233

Alba, Ana, 32, 47, 152

Albaco, Amada, 148

Albaco, Ana, 35, 114, 136n, 152

Albaco, Francisco, 35, 87, 114, 152, 198

Albaco, Gracia, 147

Albaco, Isabel, 35, 114, 152

Albaco, Jerónima, 35, 140, 152

Albaco, María, 37

Albalate, Isabelica de, 46, 183, 401

Albalate, Martín de, 256 Albariel, Alexos, 351 Albariel, Ana, 95, 350 Albariel, Juan, 351, 355 Albariel, Juan Miguel, 355 Albariel, María, 24, 29, 42, 47, 61, 65, 73, 74, 76, 80, 83, 95, 109, 114, 182, 274, 280, 281, 300, 314, 333, 341, 345, 351, 356, 380, 383, 384, 388, 399, 400, 402, 406, 407, 409, 417-424, 426, 427, 430, 430n, 431-436, 438, 440-443, 446, 447

Albariel, Martín, 36, 105, 130, 131, 183 Albariel, Melchor, 372 Albero, Blasco de, 260, 264

Albero, Domingo de, 221, 257, 266 Albero, Miguel de, 221 Alborgí, Juana, 149 Alborgí, Lope, 49, 216, 235, 274, 275 Alcanillo, Baltasar, 183, 342 Alcañiz, Isabel, 385 Alcañiz, Jerónimo, 411, 418 Alcarabí, Esperanza, 48, 137 Alcaranén, Esperanza, 48, 161 Alcaranén, Jaime, 51, 136n Alcaranén, Juan, 140 Alcerán, Felipe, 45, 176 Alerre, Jerónimo de, 257 Alexandre, 179 Alfafar, Isabel, 46, 351 Alfanaquí, Alfonso, 344 Alfanaquí, Alí, 163 Alfanaquí, Ana, 147, 154, 160 Alfanaquí, Antón, 153 Alfanaquí, Aziza, 163 Alfanaquí, Bernardo, 163 Alfanaquí, Çalema. Véase Gurrea, Luis de Alfanaquí, Diego, 277 Alfanaquí, Domingo, 263, 277 Alfanaquí, Felipe, 60, 167 Alfanaquí, Ferrando, 23n, 32, 36, 36n, 38, 39, 44, 46, 47, 49, 61, 74, 78, 95, 99, 103, 108, 116, 117, 127, 129, 153-155, 166, 184, 218, 221, 227, 228, 231, 234, 258, 264, 268, 272, 281, 284, 333, 352, 361

Alfanaquí, Ferrando menor, 38, 95, 218 Alfanaquí, Francisco, 284 Alfanaquí, Gabriel, 99, 166 Alfanaquí, Gracia, 98, 117n, 118, 147, 154, 155

QSP

Alfanaquí, Isabel, 34, 39, 40, 47, 48, 95, 117, 129, 153, 375

Alfanaquí, Isabelica, 117

Alfanaquí, Jerónima, 103, 108, 117n, 118, 147, 154

Alfanaquí, Jeronimica, 38, 155

Alfanaquí, Jerónimo, 129, 202

Alfanaquí, Juan Ferrando, 27n, 34n, 36n, 37, 38, 46, 71, 74, 90, 98, 113, 117, 127, 147, 153, 183, 218, 234, 277, 284, 352

Alfanaquí, Juan, 34, 74, 108, 117, 129, 156, 160, 163, 185, 281, 375

Alfanaquí, Juanico, 117

Alfanaquí, Leonor, 165

Alfanaquí, Lope, 18, 19, 59, 64, 144, 163, 218, 231, 388

Alfanaquí, Luis, 108

Alfanaquí, María, 163, 165

Alfanaquí, Mariana, 30, 90, 97, 98, 117, 117n, 118, 147, 154

Alfanaquí, Ramón, 216

Alfanaquí, Rodrigo, 22n, 47, 59, 88, 103n, 108, 136, 165, 218, 272, 277, 313

Alfanaquí Ezcandar, Ferrando, 37, 38, 117n

Alfanaquí Ezcandar, Mariana, 103, 117n

Alfanaquí Ezcandar, Marijuana, 37, 38, 103, 117n

Alfanaquí Gurrea, Isabel, 103

Alfanaquí Gurrea, Viturián, 103

Alfarrán, Ana, 116, 146, 151

Alfarrán, Audalla, 97n

Alfarrán, Esperanza, 143

Alfarrán, Ferrando, 102, 116, 151, 227, 275

Alfarrán, Francisco, 32n, 50n, 64, 106n, 109, 123, 132, 146, 146n, 151, 164, 187, 188, 227, 251, 276

Alfarrán, Francisco menor, 146

Alfarrán, Gracia, 16, 150, 156,

Alfarrán, Jaime, antes Brahem, 204, 226

Alfarrán, Jerónima, 38, 50, 116, 151, 255, 275

Alfarrán, Jerónimo, 22n, 30, 36n, 46, 50, 50n, 70, 71, 74, 97, 108, 114, 115, 120, 121, 123, 132, 146n, 149, 150, 165, 188, 192, 199, 200, 202, 224, 225, 227, 250, 251, 255, 257, 268, 272, 275, 283, 284, 375, 381

Alfarrán, Jerónimo menor, 97, 275

Alfarrán, Jerónimo, nieto, 97

Alfarrán, José, 146

Alfarrán, Juan, 27, 32n, 38, 46, 48, 74, 77, 97, 104, 111, 117, 131, 146, 154, 155, 164, 224, 227, 228, 236, 255, 264, 275, 276, 282, 337

Alfarrán, Juan, hijo, 275

Alfarrán, Juan menor, 133

Alfarrán, Juan, alias el Royo, 18, 72, 74, 153

Alfarrán, Juan, alias Rapo, 18, 165, Alfarrán, Juan, viuda de, 187

Alfarrán, Juana, 106

Alfarrán, Juana menor, 37, 265n

Alfarrán, Juanico, 118, 278

Alfarrán, Jusepe, 116, 151

Alfarrán, Leonor, 30, 60, 103, 121, 129, 166, 168, 225, 282, 283

Alfarrán, Lope, 22n, 118, 181, 278, 282, 298

Alfarrán, María, 50, 121, 133, 275, 277, 278, 352

Alfarrán, María mayor, 98, 263

Alfarrán, María Ana (o Mariana), 31, 36, 107, 108, 108n, 111, 120

Alfarrán, Martín, 85, 97n, 132, 143, 204, 215, 227, 257, 276, 282, 387

Alfarrán, Miguel, 116, 143, 144, 215, 218, 231, 282

Alfarrán, Miguel menor, 50, 351

Alfarrán, Moçot, 97, 98, 226, 263, 278

Alfarrán, Pablo, 22n, 46, 63, 81, 99, 108, 116, 121, 123, 132, 134, 146, 151, 164, 187, 188, 213, 214, 218, 227, 228, 236, 275, 276

Alfarrán, Pablo menor, 135

Alfarrán, Pedro, 37, 99, 134, 146, 163, 187, 218, 227, 251, 257

Alfarrán, Pedro menor, 135

Alfarrán, Salvador, 263, 277

Alfarrán, Vicente, 50

Alfarrán Marguán, Leonor, 111

Algabo, Jerónima, 48

Alguacil, Esperanza, 185, 267

Alguacil, Isabel, 34, 100, 139, 183, 275, 313

Allué, Domingo, 202, 230, 332

Allué, Juan, 257

Almaçor, Alonso, 333

Almaçor, Ana, 80n

Almaçor, Antón, 63

Almaçor, Catalina, 32

Almaçor, Diana, 35, 39, 157, 158, 230

Almaçor, Domingo, 30, 32, 35, 35-36, 45, 45n, 60, 63, 65, 69, 70, 73, 77, 80, 101, 106n, 109, 133, 157, 164, 170, 177, 194, 195, 199, 201, 203, 204, 206-209, 211, 212, 219, 222, 223, 226, 228, 229, 232, 233, 238, 258-260, 263, 277, 332

Almaçor, Francisco, 34, 80, 109, 150, 203, 204

Almaçor, Gracia, 35, 39, 158n

Almaçor, Isabel, 35, 75, 81, 157, 221, 333

Almaçor, Juan, 32, 35-36, 74, 80, 81, 101, 133, 157, 170, 186, 188, 203, 204, 223, 230, 236, 259, 272, 274, 440

Almaçor, Margalida, 32

Almaçor, Martín, 45n, 60, 164, 170

Almaçor, Miguel, 35, 65

Almaçor, Pascual, 15, 66, 75, 250, 442

Alnao, Lope, 47

Alnao, Paciencia, 47n

QSQ
ÍNDICE ONOMÁSTICO

Alquecí, Gabriel, 45, 178

Alquecí, Miguel, 178

Altemir, Gaspar, 376

Alvira, Juan de, cirujano, 87

Alfierro, Baltasar de, 267

Amador, Francisco, 45

Amador, Tomás, 176

Amarçala, Jerónimo, 48, 198

Amazarola, María, 46, 148n, 183

Ambaxí, Juan, 149

Amposta, castellán de, 399

Anadón, Damián, 249

Andrés, Bertrán, 411

Andrés, María, 177

Andrés, Pedro, 441

Anide, Alexandre de, 258

Aniés, Juan de, 332, 375

Antillón, Esperanza de, 50

Antoni, 48

Anzul, Domingo, 48, 198

Apiés, Miguel de, 332

Aquilué, Antón, 258

Aquilué, Juan, 257

Arag (o Arax), Felipe de, 278

Arag, Gaspar, 415

Arag (o Arax), Guillén de, 70n

Arag, Martín de, 69

Aragón, baile general de, 368

Aragón, Felipe, 263

Aragón, justicia de, 404, 406, 442

Aragón, Mateo, 262

Aragón, Pedro, 282

Aragón, virrey de, 86

Aranda, Jaime de, 65, 66, 301, 314, 333, 343, 345, 384, 406, 411, 418-424, 426-432, 441, 443

Aranja, Alonso de, 74, 219, 257, 276

Aranja, Esperanza, 36, 38, 102, 105, 117, 130, 135, 146, 150, 229, 255, 256, 278

Aranja, Felipe, 22n, 278

Aranja, Isabel, 115, 122, 164, 292

Aranja, Jerónima, 87, 105, 107, 150, 157, 188, 227, 236, 256, 257, 267, 277

Aranja, Juana, 109, 136, 140

Aranja, María de, 148, 226 Aranja, Muzate, 163

Arañón, Pedro, 385, 438, 440, 444

Arascués, Gil de, baile de Plasencia, 391

Arascués, Martín de, notario, 5, 347

Arascués, señor de, 429 Araus, Diego de, 198, 231

Araus, Jacobo de, 77

Araus, Jaime, 260, 264

Araus, Juan de, 231, 257

Araus, Pedro, canónigo, 66

Arayco, Catalina de, 157

Arayco, Didago (o Diego) de, 88, 157, 167n, 168, 192, 193, 198, 277, 278

Arayco, Jaime de, 157, 232 Arayco, María de, 157 Arayco, Mateo de, 179, 197, 198, 261, 264 Arbaniés, Miguel de, 277 Ardabiés, Martín de, 249n Arenes, Gracia, 30, 35, 45n, 80, 101, 106n, 133, 157, 170 Arguillur, Miguel, cirujano, 87 Arguis, Pedro, 415 Aristoy, Juan de, 439

Ariza, Amadís de, 110, 148 Armella, Juan, 263 Armendáriz, Gracia, 255 Armillas, Juan, 250, 266 Arnal, Francisco, 228 Arnal, Jaime, 188 Arnal, Jerónimo, 441 Arnal, Miguel, 386, 410 Arnedo, Diego de, 443 Arnedo, Juan de, 263 Arnedo, Juana, clarisa, 439

Aroz, Felipe de, 150

Aroz, Jerónimo de, 149, 282 Aroz, Juan de, 191

Aroz, María de, 116, 149, 184

Aroz, Rodrigo de, 106n, 116, 149, 150, 218, 276

Arraud, Leonor, 149 Arro, Tomás de, 262 Arroyo, Domingo, 415 Arroyo, Felipe, 261 Arroyos, Bartolomé de, 380 Artiga, Francisco, 262

Artiga, Juan de, 415 Artiga, Miguel de, 197, 236

Artiga, Pedro, 408n

Artigas, Pedro, 411

Arto, Ana, 105, 107, 130, 135

Arto, Domingo de, 102, 105, 130, 274

Arto, Martín de, presbítero, 415

Aruex, Domingo de, 45, 177

Ascó, Bernat de, 249n, 369n

Aso, Juan, 415

Audet, María, 254, 266

Aurín, Joan, 22n

Aurín, María, 147

Aurín, Martín, 147

Aurín, Martina, 33, 147, 157

Aurtas, Miguel, 256 Azlor, Arnal de, 282

Azlor, Juan de, señor de Panzano y Fañanás, 60, 168, 282, 417

Azlor, Luciano de, doctor en Derechos, 195

Azlor, María de, 61

Azlor, Miguel Juan de, 280

QSR
ÍNDICE ONOMÁSTICO

Azlor, Pedro, 257

Azmel, Pedro de, 243

Aznar, Jerónimo, 223

Aznar, Miguel, 379

Azor, Pedro, 267, 275

Bada, Juan, 403

Báguena, Magdalena, 260

Baile, Jaime, 369

Bailo, Ana, 32, 80, 101, 133, 157, 277

Bailo, Antón, 101, 228

Bailo, Isidro, 410

Bailo, Juan, 101, 133, 263

Bailo, Martín, 260

Bailo, Pedro, 392

Balbisa, alias la Sevillana, 18, 341

Ballés, Miguel, 222-223, 260

Ballés, mosén, 262-263

Bandrés, Jerónimo, catedrático, 77

Bandrés, Juan, 246, 282

Banzo, Pedro de, doctor en Derechos, 431

Baqué, Miguel, 272

Baquer, Pedro, 176, 182

Barache, Isabel, 107n, 134

Baraiz, Ana, 84, 434n, 438

Baraiz, Galacián de, prior de San Pedro, 433

Baraiz, Isabel, 415, 439

Barcedo, Pedro, 34, 47, 153

Bardaxí, alias Alguacil, 18, 34, 139

Barluenga, Domingo, 213

Barluenga, Juan de, 222, 263

Barrio, Francisco, 60

Barrio, Martín, 376

Bas, viuda de, 225

Batalanau, Baltasar, 134

Batalanau, Domingo, 48

Batalanau, Francisco, 332

Batalanau, Gaspar, 34-36, 46, 64, 101, 103, 107, 107n, 137, 140, 146, 152, 153, 153n, 197, 198, 276, 331

Batalanau, Juan, 146

Batalanau, María, 109, 134

Bayo, Juan de, 415

Baztán, Juan, 78, 221

Bellito, 345

Belver, Pedro, 123, 235

Berastegui, Miguel, 433

Berbegal, Juan de, doctor en Derechos, 431

Bercedo, Pedro, 48

Berdún, Martina, 101, 133

Berdún, Pedro, 408n

Betania, Domingo, administrador del aceite de la Ciudad, 445

Betorz, Gil de, 370

Betorz, Tomás, doctor en Teología, 421, 430

Biarge, Juan, 257

Biarne, Cosme de, 202n, 332

Bibiot, Domingo, 199 Bibiot, Pedro, 70, 199

Biescas, Martín de, 415, 421

Biota, Ferrando, 235, 272, 275, 401 Biota, Francisco, 392 Biota, Jaime, 441

Biota, Martín, 225, 226 Blanco, Francisco, 408 Blasco, Domingo, 397 Blasco, Francisco, 312, 323 Blasco, Juan, 246, 377 Blasco, Miguel, 256

Blecua, Teresa de, 46, 61, 156, 184

Bolea, Martín de, 406, 415 Bolea, Tomás de, 415 Boltaña, baile de, 425 Bonafonte, Pedro, 410 Bordau, Pedro, 411 Borgí, Isabel, 105 Brabante, Gil de, 187, 225 Broca, Ferrando, 226 Bronda, la, 106n

Brondal, Ana, 135, 147

Brondal, Isabel, 36, 36n, 106n, 109, 123, 146, 146n, 169, 227, 251 Brondal, Jerónima, 147

Brondal, Juan, 22n, 47, 218 Brondal, Jusepe, 354 Brosa, Ramón de, 193 Bueno, Francisco, 260 Buil, Antón, 376, 392 Buil, Domingo, 87n Buil, Juan, 411

Buil, Sebastián, 422, 428, 439 Bullut, María, 170 Buñales, señor de, 399, 425 Bureta, señor de, 399, 434, 435 Burro, Alexandre, 411

Burro, Amada, 134n, 184, 400

Burro, Ana, 32, 33, 111n, 114, 132, 161 Burro, Ana menor, 158n

Burro, Ana, alias Junez, 18, 99, 134 Burro, Ana, mujer de Martín Oncino, 135

Burro, Anica, 148 Burro, Catalina, 168 Burro, Diana, 33, 159, 161 Burro, Fátima, 110, 148

Burro, Ferrando, alias Junez, 18, 135, 148

Burro, Francisco, 23n, 27, 31, 45, 74, 107, 158, 215, 219, 228, 229, 266, 268, 283

Burro, Francisco mayor, 219 Burro, Gaya de, 19

Burro, Gracia, 256

Burro, Isabel menor, 158n, 159

Burro, Jaime, 47, 159n, 229 Burro, Jerónima, 32n, 111n, 236

QSS
ÍNDICE ONOMÁSTICO

Burro, Jerónimo mayor, 23n, 31, 38, 46, 60, 63, 84, 86, 109, 111n, 114, 116n, 117, 120, 123, 128, 132, 147, 148, 150, 152, 156, 156n, 157, 158, 160, 162, 167, 169, 184, 188, 193, 196, 198, 199, 215, 217, 219, 221, 224, 226, 228, 229, 231, 233, 236, 238, 256, 257-259, 262, 265, 266, 274-278, 280, 281, 332, 443, 446

Burro, Jerónimo menor, 17n, 31, 77, 86, 156n, 158, 169, 217-219, 224, 265n, 266

Burro, Jerónimo, abuelo, 22

Burro, Jerónimo, cantarero, 198, 199

Burro, Jerónimo, de Cuarte, 96, 354

Burro, Juan mayor, 22n, 33, 36, 70n, 74, 77, 118, 135, 144n, 152, 187, 188, 204, 217, 218, 225, 228, 229, 231, 233, 241, 247, 250, 250n, 254, 257, 258-259, 262, 263, 265, 267, 276-278, 332

Burro, Juan menor, 33, 48, 74, 118, 154, 156n, 158, 161, 169, 218, 219, 266

Burro, Juan, de Albalate, 120

Burro, Juan, de Naval, 354

Burro, Juan, marido de Ana Compás, 366, 387, 388

Burro, Juan, nieto, 33, 266

Burro, Juana, mujer de Antón Fierro, 32, 32n, 45, 128, 159, 261, 263, 265, 266

Burro, Juana, mujer de F. Tillero y J. Prom, 32n, 35, 87, 106n, 110, 130, 151, 387

Burro, Juana, mujer de Ferrando Naxar, 32n

Burro, Juana, mujer de Gabriel Menescal, 31, 32n, 64, 156n, 159

Burro, Juanico, 98, 156, 218n

Burro, Lope, 120-121, 198, 219, 231, 263

Burro, Lope, alias Junez, 148, 162

Burro, María, 37, 114, 161, 278

Burro, María, alias Farax, 278

Burro, María, alias Junez, 99, 134

Burro, María, de Cuarte, 37n, 81, 354

Burro, María, de Cuarte, 81, 354

Burro, Martín, 22n, 88, 121, 146, 150, 218, 229, 231, 250, 259, 278, 283

Burro, Martín, alias Farax, 18

Burro, Martín, antes Eyça, 263

Burro, Paciencia, 158n

Burro, Pedro, vicario general, 212

Burro, Petrona (o Petronila o Petronela), 27, 35, 38, 39, 106n, 107, 109, 111n, 134, 148, 151, 157, 161, 162, 226, 228, 230, 233, 246, 255, 260-262

Burro, Rodrigo, 80

Burro Cigüeño, Juan, 161

Burro Cigüeño, Mariana, 161

Burro Cigüeño, Jerónimo, 161

Burro Comar, Ana, 33, 266

Burro Comar, Beatriz, 266

Burro Comar, Jerónima, 33, 266

Burro Comar, Jerónimo, 33, 266

Burro Comar, Juan, 33

Burro Comar, María, 33, 266

Burro Compás, Ana, 135, 140, 144n, 387

Burro Junez, Jerónimo, 156n

Burro Junez, Jerónimo menor, 156n

Burro Junez, Juan, 156n

Burro Junez, Martín, 156n

Buxeda, Joan, mosén, 83

Buxeda, Pedro, 236, 246, 385, 439

Cabero, Ana, 156

Cabero, Jerónimo, 48

Cáceres, Alonso de, 33, 45, 63, 65, 74, 147, 157, 178, 191n, 216, 218, 236, 256, 257, 274, 275, 283, 332, 333

Cáceres, Lucas de, 63, 74, 153, 192, 281, 333

Cáceres, María de, 33, 157

Cáceres, Martín de, 222, 255

Cáceres, Martinica de, 33, 157

Cáceres, Martinico de, 33, 157

Çafar, Brianda (Briandica), 388, 401

Çafar, Esperanza mayor, 32, 59, 106, 113, 130n, 132, 134, 145, 182, 241, 282, 334, 363, 367, 370, 371, 372, 389, 392, 394, 398

Çafar, Esperanza menor (o Esperancica), alias Jasa, 17, 17n, 18, 22, 23n, 29, 30, 46, 49, 61, 65, 66, 72-74, 76, 80, 81, 83, 84, 91, 101, 114, 137, 139n, 169, 182, 183, 186, 223, 234, 236, 240, 246, 272, 274, 280, 281, 283, 284, 288, 291, 300, 334, 335, 352, 353, 356, 357, 380, 384, 385, 388, 401, 418, 421-424, 427, 432, 434, 436, 437, 442-444, 447

Çafar, Ferrando mayor (o Hernando), 5, 22n, 30, 31, 45, 46, 62, 63, 64-66, 69, 70-71, 70n, 72, 75, 82, 85n, 113, 115, 116, 121, 122, 129, 130, 133, 140, 143-145, 164, 176, 177, 183, 184, 186, 195, 203, 204, 222, 235, 236, 240, 246, 247, 249n, 255, 256, 267, 271, 280, 282, 283, 292, 302, 313, 333, 335, 338, 345, 346, 397, 408, 412, 418

Çafar, Ferrando menor, 65, 96, 114, 184, 267, 313, 333, 338, 341, 345, 348, 389, 393, 397, 398, 401, 406, 407, 415, 417419, 422, 423n, 434, 443

Çafar, Francisco, 15, 65, 74, 313, 348, 350, 379, 389, 397, 404, 418, 420-422, 434

Çafar, Gabriel, 15, 29, 39, 42, 47-49, 65, 66, 74-76, 80, 95, 96, 109, 114, 136n, 341, 345, 349-351, 397, 399, 400, 409, 418, 420, 421, 424, 434, 440

Çafar, Hamet, 363

Çafar, Hernando menor (o Hernandico o Ferrandico), 65, 74, 388, 400, 401, 418, 421, 427, 432, 434, 435, 437, 443

QST
ÍNDICE ONOMÁSTICO

Çafar, Jerónimo, 23n, 31, 65, 66, 70-71, 70n, 76, 78, 84, 99, 100, 106, 109, 114, 116, 143, 144, 151, 183, 184, 191, 191n, 241, 246, 271, 281, 333, 335, 340, 341, 344, 345, 352, 361, 374, 378-382, 385, 387, 389, 394, 397-401, 404-410, 415, 417, 418, 422, 423n, 432, 433, 439-442, 443

Çafar, Joan, 9n, 363

Çafar, José, 36, 47, 49, 64, 75, 105, 143, 144, 151, 247, 274, 313, 332, 345, 348, 350, 386-389, 397, 398, 400, 418, 420, 422424, 433, 434

Çafar, Juan, 48, 57, 83, 144, 341, 342, 350, 387, 389, 397, 398, 418, 434

Çafar, Juanico, 33, 109, 114, 313, 345, 361, 380, 384, 399, 400n, 401, 404, 415, 418, 419, 422, 423, 427, 428, 431, 436

Çahona, Miguel, 256

Calanda, María de, 27, 32, 47, 282

Calavera, Ana, 354

Calavera, María, 96

Calbo, Juan, 221, 254, 266

Calbo, Lope, 114, 121

Calbo, Pedro, 178

Calderón, Isabel, 183, 342

Caldes, Jerónimo de, 60, 119, 169

Caldes, Juan de, 60, 119, 169

Caldes, Margarita de, 60, 119, 169

Caldes, Miguel de, 35, 48, 80, 101, 119, 169, 221, 231

Callén, Juan de, 70n, 120

Calvo, Catalina, 34, 36, 46, 100, 104, 129, 275

Calvo, Lorenzo, notario, 439

Calvo, María, 354

Calvo, Marta, 161

Calvo, Martín, 36, 100, 104, 129

Calvo, Pedro, 161

Camillo, Gonzalo, 250

Camino, Juan de, familiar del Santo Oficio, 249 Campo, Antón, rector de Lastanosa, 66

Campo, Domingo, 188, 233

Campo, Juan, 374

Campo, Jaime de, 415

Campo, Pedro de, 376

Campodarbe, Ferrando, 373, 392

Campodarbe, Miguel, 373, 392 Campos, Agustina de, 262

Campos, Juan, 47, 193, 198

Canales, Juan, notario, 147, 151, 197, 236, 251, 260, 434

Canales, Sebastián, notario, 60, 167, 195, 247, 282, 331, 441

Çanén, Juan, beneficiado de la Seo de Zaragoza, 443

Canisago, Pedro, 198

Cantarero, Domingo el, 17, 32, 37, 47, 178

Cantarero, Enego el, 184, 361

Cantarero, Francisco el, 217, 278 Cantarero, Francisco del, 32 Cantarero, Isabel del, 37 Cantarero, Juan el, 152, 333 Cantarero, Juana del, 37 Cantarero, Mateo el, 217 Canyo, Juan el, 278 Capa, Pedro, vicario, 370 Capdevila, Domingo, 61, 246 Cardona, Jaime, 415 Carias, Pascual, 410 Carlos, emperador, 371 Carreot, Guixon de, 368 Carrera, Joanet, 373 Carrera, Juan, 442 Carrera, Juana, 373 Carrera, María, 88 Carrera, Peirolet, 373 Carreras, Domingo, 410 Carreras, Juan, alias Hidalgo, 440 Carrillo de Mendoza, Gonzalo, 382 Carruesco, Tomás, 410 Casabona, Ana, 442, 444 Casabona, Lorenzo, alias Guillén el Zapatero, 70, 199, 202, 207, 257, 283, 284, 391 Casabona, Lorenzo, notario, 75, 251, 424, 434 Casabona, María, 36, 47, 105, 313, 332, 348, 388, 400, 419, 424, 427

Casamayor, Pedro, 260

Casambo, Bernardo, 87, 88 Casanoba, Ramiro de, viuda de, 415 Casas, Juan, 260, 263

Casasús, Guillén de, 249n, 369n

Casilla, Miguel, alias Naxar, 18, 35, 120, 132, 148, 215, 218, 282

Cassando, Ana. Véase Compás, Ana Castán, Pedro, 88

Castellano, alias Urramén, marido de María Farax, 35, 106n, 149

Castellano, Alexandre (o Alejandro), 100, 132, 364, 373, 374, 433

Castellano, Diego, 250, 382

Castellano, Esperanza, 169, 170n

Castellano, Felipe mayor, 70n

Castellano, Felipe, alias Urramén, 49, 50, 114, 115n, 116, 122, 149, 164, 176, 177, 186, 202, 232, 236, 256, 267, 277, 278

Castellano, Isabel, 164, 169

Castellano, Isabel (o Isabelica), alias Urramén, 19, 30, 49, 114, 115, 122, 149, 164, 256, 278

Castellano, Juan, nuncio del Santo Oficio, 427, 428

Castellano, Juana (o Juanica), alias Urramén, 19, 114, 115, 122, 149, 164, 256, 278

Castellano, Leonor, 98, 100, 164, 364, 381, 382

Castellano, Lope, 19, 49, 115, 164

QSU
ÍNDICE ONOMÁSTICO

Castellano, Lope, alias Urramén o Aburramén (o Urramén o Aburramén), 19, 30, 114, 115, 121, 122, 149, 164, 181, 199, 200, 202, 219, 272, 274, 277, 291, 292, 314, 317, 482

Castellano, María, 169

Castellano, María (de Épila), 31, 42, 96, 356

Castellano, Miguel, 98

Castellano, Pedro, 345, 415

Castillo, Martín de, mosén, 415

Castillo, Miguel, 373, 392

Castro, Hernando de, 415

Castro, Jerónimo, 120, 142

Castro, Pedro, señor de Siétamo y Torres, 277, 405

Catoya, Juan, 214

Caxal, Juan, 415, 422

Cebollero, Bertrán, 213, 214

Cenzano, Juan, 415

Cera, Ana, 168

Cerdà, Bernat, 392

Cerdà, Francisco, 415

Cerdán, Francisca, 33, 65, 114, 421, 425, 428, 432

Cerdeña, Pedro, 122, 122n, 376

Cerdeña, Vicente, 277

Cernico, Gabriel, alias Foces, 18, 44, 167, 278

Cernico, Isabel, 167

Cernico, Juan, alias Foces, 41, 167, 278

Cernico, Mahoma, 167

Cernico, María, 108

Cernico, Marién, 167

Cigüeño, Çalema, 62

Cigüeño, Gracia, 34, 152

Cigüeño, Jerónima, 50n, 97

Cigüeño, Jerónimo, 37

Cigüeño, Juan, 30, 32, 34, 37, 39, 59, 64, 68, 70n, 72, 74, 106, 108, 114, 117, 118, 121-123, 135, 137, 140, 140n, 147, 150, 152, 153n, 154-156, 160, 160n, 165, 175, 178, 184, 188, 191, 199, 200, 202, 224, 225, 227, 228, 231, 232, 235, 236, 256, 257, 262, 263, 272, 277, 280, 284, 333, 339, 393, 405, 439

Cigüeño, María, 30, 50n, 97, 108, 114, 115, 121, 140, 149, 150, 165, 255, 313

Cigüeño Junez, Brianda, 17n, 31, 39, 137, 160, 160n, 161, 217, 379

Cigüeño Junez, Esperanza, 39

Cigüeño Junez, Francisco, 39, 160n

Cigüeño Junez, Jerónima, 39, 160, 160n

Cigüeño Junez, Juan, 26, 39, 51, 113, 127, 160, 160n, 202, 255, 264, 272, 276, 284, 333

Cigüeño Junez, Mariana, 27, 31, 39, 137, 160, 160n, 314

Cigüeño Junez, Miguel, 39

Cigüeño, Pedro, 22n, 30, 45, 62, 74, 97, 114, 115, 118, 121, 140, 149, 150, 165, 175, 176, 183, 187, 188, 199, 200, 202, 225, 255, 267, 272, 274, 277, 284, 313, 314

Claberol, Martín, 177, 314 Claberol, Martín menor, 177 Clavería, Gerardo, 88 Clavería, Luis, 415 Clavería, Martín, 225 Cleriguet, Guillén, 259, 411 Cleriguet, Martín, beneficiado de las Mártires, 185

Climent, Jerónimo, 368 Climent, Luis, mercader, 404 Climent, Luis, notario, 15, 76 Climente, Luis, 421 Cocón, Francisco, canónigo, 255 Cocón, Martín, 443

Codo (o Cobdo), Ana de, 35, 37, 117, 150

Codo, Antón de, 34

Codo, Domingo, 198

Codo, Ferrando, 39, 74, 98, 162

Codo, Gaspar de, 193, 198, 278

Codo, Isabel, 35

Codo, Jerónimo, 27, 35, 107, 109, 134, 151, 194, 198, 221, 230, 233, 240, 274, 277, 280

Codo, José, 23n, 27, 34-36, 64, 69, 74, 90, 109, 118, 134, 155, 160, 162, 169, 178, 181, 198, 201, 202, 222, 228, 230, 233, 261, 267, 277, 280, 299

Codo, Juan mayor, 27, 35, 36, 38, 45, 47, 64, 106, 109, 116, 134, 147, 150, 151, 156, 161, 167, 167n, 178, 203, 218, 228, 232, 246, 262

Codo, Juan menor, 35, 38, 107, 109, 117, 134, 135, 150, 151, 162, 194, 224, 277

Codo, Mariana (o Martina o María), 35, 48, 55, 64, 106, 109, 134, 148, 151, 156, 157, 162

Codo, Mariana (o Martina) mayor, 158, 181, 289

Codo, Martín, 30, 47, 162, 169, 178, 202, 258, 264, 280, 332, 355, 380

Codo, Ramón, 198, 246, 276

Colemón, María, 48 Colina, Juan, 332

Çolivera, Geraut, 267

Comar, Jerónima, 48, 266

Comar, María, 33, 250n

Comor, Luis, 78, 191, 408, 411 Compañero, Alexandre, 256 Compañero, Ana, 31-32, 145, 371 Compañero, Ana (hija de Miguel Enrique), 364 Compañero, Brianda, 39, 132, 145, 373, 381, 384, 424, 432, 433

QSV
ÍNDICE ONOMÁSTICO

Compañero, Cándida, 31, 33n, 76, 99, 100, 106, 109, 145, 341, 344, 345, 350, 371, 374, 381-384, 386, 384, 388, 399, 400, 415, 417, 418-422, 424, 427, 429, 431433

Compañero, Cándida menor, 11n, 95, 352, 355, 355n, 363n, 367, 382-384

Compañero, Enrique, 99, 130n, 134, 145, 164, 236, 344, 352, 378, 379, 382, 386, 408

Compañero, Esperanza, 59, 140, 143n, 145, 187, 336, 337, 363, 367, 371, 372, 386

Compañero, Francisca, 364

Compañero, Gabriel, 364

Compañero, Juan, 15, 22n, 31, 33, 39, 57, 60, 70n, 74-76, 78, 82, 84, 87, 96, 99, 116, 119, 121, 122, 129, 132, 134, 140, 145, 164, 165, 183, 203, 235, 249, 259, 267, 281-283, 332, 333, 340, 341, 344, 348, 351, 351n, 354, 355, 372-374, 377, 378, 380, 381, 384, 389, 394, 395, 403-405, 407, 408, 432, 433, 440, 442, 443

Compañero, Juan menor, 16, 33, 48, 49, 76, 95, 96, 344, 345, 375, 385

Compañero, Jucé, 359, 361, 363, 364, 367, 371

Compañero, Lope, 378

Compañero, Lupercio, 38, 134, 145, 164, 364, 381, 382

Compañero, María Lupercia, 364

Compañero, Miguel, 30, 50, 70n, 71, 100, 130n, 132, 134, 145, 164, 372, 374, 381, 386

Compañero, Miguel Enrique, 11n, 24n, 95, 145, 236, 257, 272, 281, 352, 355, 363n, 364, 367, 374, 382-386, 424, 431-434, 440-442, 444

Compañero, Miguel Enrique menor, 364

Compañero, Moferix, 363, 364, 367

Compañero, Pedro, 22, 22n, 25n, 30, 31, 61, 64, 66, 70, 74, 90, 106, 113, 116, 121, 122n, 130n, 134, 145, 150, 164, 176, 177, 182, 237-240, 249, 249n, 282, 351, 363, 367-369, 371, 372, 382, 389, 392, 406, 412, 415

Compañero, Pedro menor, 351

Compás, Ana, 25, 34, 36, 36n, 38, 48, 51, 103, 104n, 116, 123, 131, 140, 143, 143n, 144, 144n, 151, 152, 184, 247, 259, 265n, 281, 283, 313, 372, 386-388, 394, 398

Compás, Ángela, 144n, 372

Compás, Esperanza, 47, 59, 83, 113, 130, 136, 140, 143-145, 163, 183, 184, 302, 313, 338, 345, 346, 363, 371, 386-389, 391, 397, 398

Compás, Guiomar, 85, 97, 104, 129, 130, 132, 132n, 140, 144, 151, 188, 386, 387, 398

Compás, Jerónimo, 372, 387

Compás, Juan, 22, 22n, 59, 66, 74, 130, 132, 140, 143n, 145, 185, 187, 213, 214, 218, 225, 231, 257, 262, 281, 282, 336, 337, 371, 372, 374, 386-388

Compás, Mahoma, 22n

Compás, María, 30, 34, 64, 80, 82, 140, 143, 144, 256, 313, 338, 341, 345, 372, 386, 387, 398, 401, 423n

Compás, Martín, 97, 97n Compás, Ximeno, 22, 25, 114, 130, 132, 140, 143n, 145, 149, 182, 218, 250, 294, 371, 372, 397

Concha, Felipe de la, 263 Constantín, Domingo, 88, 91 Constantín, Juan, 89 Constantins, Pedro, 187, 238, 370 Conte, Juan, 198, 446

Conte, María, 80 Conto, Esteban del, 197, 198 Corbera, Pedro, 246 Corbeta, Ana, 148

Corbeta, Damián, 48, 148 Corbeta, Jerónimo, 162 Corbeta, José, 162 Corbeta, María, 148 Corral, Isabel, 50, 121 Corriag, Baltasar, 145

Cortés, Alonso, prior de Jurados, 70, 199 Cortés, Juan, 29, 29n, 48, 81, 164, 379 Cortés, Pedro, 187, 246, 397

Cortés, Tomás, canónigo comisario de la Inquisición, 60, 347, 411, 419, 420, 427, 430, 431

Cortinat, Ferrer de, 216 Costa, Agustín, notario, 114 Cregenzán, Martín, 410 Cregenzán, Martina de, 101, 113, 281, 299 Cregenzán, Mateu de, 113 Cubero, Jerónimo, 35, 169 Cuéllar, Francisco, 198 Cuéllar, Gabriel de, 34, 42, 45, 46, 48, 110, 153 Cuéllar, Martinico de, 105, 130

Cuéllar, Salvador de, 22n, 41, 42, 47, 102, 105, 121, 130, 132, 153, 278 Cuento, Alexandre de, 354 Cuento, Amador del, 260 Cuento, María del, 36, 48, 105, 130, 131, 183, 277

Curto, Pedro el, 18, 338 Damas, Guillén, 193 Delafuente, Pascual, 214, 386 Delma, Antón, 410 Delmas, Ana, 157 Delmas, Catalina, 157 Delmas, Julián, 157 Denia, Lope de, 342

QTM
ÍNDICE ONOMÁSTICO

Desplas, Guillén, 71, 247

Dez, Alexandre, 35, 71n, 155

Diago, Jaime, 228

Diest, Antón, 249n, 369n

Diest, Gil de, 262, 266

Díez, Miguel, 411, 417

Díez de Aux, Beatriz, abadesa de Casbas, 208

Domingo, Ana, 47

Domingo, baile de Alcalá de Gurrea, 391

Domínguez, Francisco, doctor en Derechos, 60, 167, 434

Duarte, Daniel, 191n

Duarte, Daniela, 157

Duarte, Jerónimo, 442, 444

Duarte, Juan, 157, 191

Duarte, Martín, 191n, 247

Duarte, Miguel, 250

Duarte, Yusuf, 340, 344, 348

Echaide, Miguel, capitán de galera, 433

Echo, Miguel de, 203

Embún, Luis de, 213, 258

Eniéquez, Pedro, 370

Enzala, Ana de, 98, 148

Enzala, Ana María de, 108, 162

Enzala, Dominga, 98

Enzala, Domingo, 22n, 23n, 33, 72, 108, 114, 122, 136n, 142, 152, 169, 198, 226, 236, 274, 278, 280

Enzala, Domingo menor, 74, 136n

Enzala, Francisco de, 29, 47, 74, 96, 98, 108, 142, 162, 226, 333, 354

Enzala, Francisco menor, 98, 136n, 162

Enzala, Isabel de, 51, 136n

Enzala, Jerónimo de, 142

Enzala, José de, 142

Enzala, Juan, 25

Enzala, María de, 98

Enzala, Orosia, 354

Escagüés, Martín de, 444

Escudero, Agnes, 372

Escudero, Esperanza, 46, 61, 147, 184 Escudero, Juan, 433-434

Espada, Isabel, 255, 399 Esperanza, Rodrigo, 410 Espés, Jerónimo de, 431, 439

Espés, Pedro de, 181, 415 Espés, Ramón de, señor del castillo de Anzano, 218, 395

Estallo, Juan, 203, 379 Esteban, 264

Esteban, Jaime, 404 Esteban, maese, 218 Estella, Juan de, 264

Ezcandar, Agustín, 22n, 44-46, 70n, 77n, 105, 106, 123, 136, 164, 177, 187, 188, 198, 202, 223, 225, 235, 236, 256, 257, 281, 314

Ezcandar, Agustín menor, 37, 106 Ezcandar, Ana, 26, 37, 82, 98, 111n, 119, 123, 136, 143, 160, 281, 314, 324, 333 Ezcandar, Domingo, 36n, 146n, 169, 218, 261 Ezcandar, Elena, 314 Ezcandar, Francisco, 45, 61, 74, 98, 101, 106n, 108, 110, 117, 123, 137, 142, 152, 153, 156n, 175, 178, 179, 182, 185-188, 192, 193, 195, 197, 198, 223-225, 228, 232, 233, 246, 256, 257, 267, 275-278, 281 Ezcandar, Gracia, 34, 36, 40, 98, 101, 103, 108, 111n, 117, 120, 137, 140, 142, 146, 197, 224, 276, 278, 281, 331, 344 Ezcandar, Gracia, de Zaragoza, 419, 439 Ezcandar, Isabel, 31, 36, 39, 45, 49, 50, 64, 75, 89, 108, 111, 120, 135, 136, 153, 159, 160, 185, 189, 192-194, 214, 215, 224, 225, 227, 230, 233, 246, 251, 255, 264, 268, 276, 284, 314, 349 Ezcandar, Isabel menor, 107 Ezcandar, Jerónima, 32, 38, 50, 64, 95, 99, 103, 117, 123, 148n, 153-155, 281, 352 Ezcandar, Jerónimo, 74, 98, 106n, 186, 224, 276

Ezcandar, Jerónimo menor, 98 Ezcandar, Juan, 40, 118, 155, 169, 194, 198, 231, 281, 337 Ezcandar, Juana, 48, 51, 99 Ezcandar, María, 139, 183 Ezcandar, Miguel, 46 Ezcandar, Pablo, 258 Ezcandar, Pedro, 264, 356 Ezda, Juan, 226 Ezquerra, Lorenzo, 199, 284 Fabra y de Espés, Isabel, señora de Lierta, 266 Falces, Esperanza de, 354 Falces, Juan de, alias Gallur, 369, 380 Falces, Leonor de, 264 Falces, María de, 46, 61, 153n, 184 Falces, Martín de, 189, 196, 225, 228 Falceto, Antón, 374

Farache, Juan, antes Farache de Farax, 22n Farax, Juan, 97n, 102, 110, 139, 142, 145n, 148, 192, 194, 218, 219, 222, 235, 249, 275, 278, 282, 290 Farax, Juan mayor, 76, 97 Farax, Juan menor, 109, 110 Farax, Juan, alias el Fierro, 215, 218 Farax, María, mujer de Martín Farax, 35n Farax, María menor, mujer de Miguel Casilla, 35, 106, 106n, 110, 111n, 120, 121, 129, 132, 133, 145n, 148-150, 165, 263, 280, 323

Farax, Martín, 35n, 66, 70n, 74, 102, 110, 151, 219, 256

QTN
ÍNDICE ONOMÁSTICO

Farax, Martinico, 97n, 102, 109, 121, 132, 148, 185

Farax, Miguel, 22n, 198, 278

Farax, Pedro, 110, 148

Faxet, Juan, 189

Faxol, Isabel, 48, 101, 102, 169, 255, 259, 281, 283n, 299

Faxol, Juan, 169

Faxol, Leonor, 35, 48, 81, 101, 119, 169, 221, 223, 231

Faxol, María, 49

Faxol, Martín, 35, 47, 102, 169, 187, 191, 221, 247, 281

Fe, Lope de, 22

Felices, Carlos, 188

Felices, Diego, 261, 264

Felices, Dorotea, 388, 438

Felices, Francisco, 197

Felices, Gracia, 388, 438

Felices, Isabel, 114, 445

Felices, Juan, 17, 17n, 22, 23n, 30, 46, 61, 66, 80, 81, 83, 84, 101, 114, 137, 139n, 169, 183, 186, 223, 236, 240, 246, 251, 272, 274, 280, 281, 291, 300, 314, 320, 333, 353, 380, 384-386, 388, 389, 434436, 438-447

Felices, Juan mayor, 84, 114, 139n, 246, 434n, 445

Felices, Juana María, 388, 438

Felices, Leonor, 260, 264, 332

Felices, Luis, rector de Moyuela, 438

Felices, Margarita, 388, 438

Felices, Miguel, 420

Felices, mosén, 240

Felipe II, 336, 383-385, 440

Femat, Domingo, 421

Fernández, Jerónimo, chantre, 60, 166

Fernández, Juan, 408

Ferrán, Domingo, 202n, 332

Ferrando, Domingo, 45, 177

Ferrando, Juan, 221 Ferrando, Rodrigo, 68

Ferrer, Francisco, 48, 410

Ferrer, Juan, 44, 81, 361

Ferrera, Esperanza, 48, 151n, 184

Ferrero, Miguel, alias Ferrerico, 176

Ferriz, Miguel, 402, 415

Fierro, Alexandre, 146

Fierro, Ana, 158n

Fierro, Antón mayor, de Lérida, 48, 159

Fierro, Baltasar del, 62n, 218

Fierro, Esperanza, 158n

Fierro, Francés, 248

Fierro, Isabel, 156

Fierro, Jerónima, mujer de Tomás Oncino, 31, 32, 38, 98, 100, 120, 142

Fierro, Jerónima, hija de Leonis, 36n, 151n, 261

Fierro, Juan del, de Naval, 25, 34, 36, 103, 131, 144, 151, 181, 184, 219, 247, 299, 317, 324, 354, 398

Fierro, Juan del, residente en Barbastro, 352 Fierro, Leonis de, 22, 36, 38, 39, 64, 69, 70, 74, 102, 105, 106n, 117, 130, 135, 146, 146n, 147, 150, 151n, 153, 167, 177, 186-188, 218, 224, 226, 229, 255-258, 272, 276, 332, 333, 338 Fierro, Lope, de Naval, 221 Fierro, Lope de, de Vicién, 120, 142 Fierro, María del, 34, 59, 108, 135, 140, 152 Fierro, María del, de Fuentes, 95, 338 Fierro, María del, de Naval, 352 Fierro, Martín, 219 Fierro, Matrona del, 34, 104n, 143, 144, 152 Fierro, Miguel mayor, 45, 314 Fierro, Miguel menor, 16, 22n, 188, 218 Fierro, Miguel, alias Ferrerico, 18, 45, 46n, 176 Fierro, Miguel, de Naval, 46 Fierro, Miguel, residente en Lérida, 59, 135, 250 Fierro, Pedro mayor, 216, 337 Fierro, Pedro menor, 77, 216, 218 Fierro Burro, Antón, 23n, 32, 32n, 45, 74, 120, 128, 142, 161, 218, 261-266, 272, 275, 280, 385, 386 Fierro Burro, Isabel, 33, 266 Fierro Burro, Jerónima, 32, 266 Fierro Burro, Juan Francisco, 33, 266 Fierro Burro, Paciencia, 33, 158n, 266 Figuera, Tomás, 415 Foncillas, Bartolomé, 372 Foncillas, P., 411

Fontán, Juan, 258, 260, 264 Forner, Jaime, 22n, 47 Fort, Francisco, 338 Fort, Tomás, 411 Fortanet, Juan, 69, 203 Francés, Juan, notario, 444 Franco, Ana, 35, 37-39, 99, 106n, 116, 117, 150, 151

Franco, Esperanza, 34, 102, 168 Franco, Felipe, 45, 178 Franco, Francisco, 354 Franco, Gracia, 108, 117, 156, 186, 225 Franco, Isabel, 99 Franco, Jerónima, 46, 105, 106, 124n, 136 Franco, Juan, 117, 120 Franco, Juan, alias el Chiquet, 18, 96 Franco, Lope, 178 Franco, María, 34, 46, 110, 153, 178, 272 Franco, Martín, 156 Franco, Pedro, 45, 178

Franco, Vicente, 251, 257, 415 Fuas (¿Foix?), Juan de, 394 Fuentes, Ana, 442, 444

QTO
ÍNDICE ONOMÁSTICO

Fuentes, Martín de, 235, 250

Fuster, Lope, 153

Gabaldón, Ginés de, 250, 382

Gabarre, Domingo, 227

Galaraga, 30, 34

Galcerán, Esperanza, 19, 26-27, 31, 137, 276

Galdechos, Juan, 468

Gali, Agustín, 45, 74, 80, 247, 376, 392

Gali, Agustín, hijo de Lope, 80

Gali, Ana, 114

Gali, Ángela, 114

Gali, Beatriz, 36, 105, 143, 184, 313, 365, 388, 408

Gali, Esperanza, 18, 31, 98, 98n, 99, 177

Gali, Felipe, 344, 341

Gali, Francisco, 26, 31, 72, 74, 98, 99, 114, 137, 158n, 181, 204-206, 258, 262, 263, 278, 282, 284

Gali, Francisco menor, 98, 98n, 178, 189, 229, 262, 314, 422

Gali, Francisquico, 147

Gali, Gracia mayor, 25, 48, 114, 145, 182, 201, 219, 281, 294, 323, 333, 372

Gali, Gracia menor, 46

Gali, Gracia, de Morata, 401

Gali, Jerónimo, 50, 98, 116, 144, 183, 204, 232, 268, 283, 342, 344, 348

Gali, Juan mayor, 45, 45n, 74

Gali, Juan, criado de Çafar, 46, 183, 342, 348, 351, 351n

Gali, Juan, hijo de Lope, 80

Gali, Juan, hijo de María de Úbeda, 46, 119, 155, 251, 277, 281, 340

Gali, Juan, marido de María, alias Oncino, 49

Gali, Lope mayor, 80

Gali, Lope, hijo de María de Úbeda, 119, 155, 251, 277

Gali, Lupercio, 18, 23n, 26, 31, 38, 46, 61, 63, 98, 98n, 99, 119, 123, 137, 147, 157, 177, 184, 186, 193, 219, 224, 226, 227, 232, 276, 277, 289

Gali, Manuel, 74, 75, 143, 175, 178, 226, 247, 312, 313,392, 400, 409

Gali, María, 18, 98, 149, 268, 283, 401

Gali, Marica, 46

Gali, Miguel, 177

Galindo, Antón, 187, 272

Galindo, Jaime, regente de ánimas, 66, 151

Gallán, Juan, 408n

Gallego, Antonio, 88

Gallur, Domingo, 63, 175, 332

Gallur, Juan de, 46, 183, 419

Gallur, Luis, 186, 223, 284

Gallur, María, 435

Gallur, Pascual, 69, 332

Galter, Magdalena, 61, 145n, 184

Gandulfo, Simón, 189

Garasa, Elena, 26, 26n, 197, 246, 259, 260262, 264, 268, 285

Garasa, señor de, 434

Garcés, Domingo, 187, 221 Garcés, Jaime, 377 Garcés, Juan, canónigo, 227 García, Francisco, 89, 255, 261, 399

Garín, Martín de, 45, 77, 177 Garisa, Juan, 89, 90 Garriga, Domingo, 282

Gascón, Domingo, 229, 260

Gascón, María, 46, 184, 350-351

Gaure, Large, 249

Gemas, Bárbara, 143n, 400 Gemas, Beatriz, 143n, 400 Germán, Juan, 263 Gibelli, Mateo, 206 Gibor, Bernat, 226 Gil, Martín, presbítero, 391

Gimeno, Rodrigo, 61, 183, 368 Giral, Antonio, 376 Gistau, Domingo, 257

Gómez, Francisco, 59, 163, 388

Gómez, Jaime, 410

Gómez, Juan, chantre de la Seo y señor de Garasa, 90, 408, 409, 417, 442, 443

Gómez, Luis, 203

Gómez, Pedro, 251

González, Bernat, 193 González, Melchor, señor de Arbaniés, 380, 399, 406, 415

Gracia, Ana, 261, 263

Gracia, Bernardo, 263 Gracica, 39

Granada, Esperanza, 355, 364, 383, 386

Grandar, Francisco, 278

Grisén, Isabel, 116, 150

Grisén, Juan, 19, 22n, 46, 116, 150, 164, 221, 228, 231, 267, 275, 276

Grisén, María, 109n, 110, 148, 192, 194, 278, 282

Grisena, la, 48

Gros, Pedro de, 415 Guerrero, el, 121

Güerto, Juan, 376

Güerto, Miguel de, 45, 178

Guillarte, Miguel, 439

Gurrea y Aragón, Martín de, duque de Villahermosa, 18, 407, 432, 433, 436, 439

Gurrea, Beatriz de, 36, 51, 111, 132, 153, 153n, 184, 267, 274, 276

Gurrea, Jerónima de, 75, 87, 129, 136, 166, 168

Gurrea, Jerónimo de, 103

Gurrea, Juan de, gobernador general de Aragón y señor de Argavieso, 65, 86, 114, 203, 241, 361, 379, 404, 405, 418, 422, 424, 428

QTP
ÍNDICE ONOMÁSTICO

Gurrea, Juan, 194, 198, 280

Gurrea, Leonor de, 32, 99, 102, 103, 117, 129, 166, 168, 231

Gurrea, Lope de, 22n, 30, 60, 103, 114, 116, 119, 121, 129, 149, 150, 166, 168, 186, 204, 226, 231, 282, 283

Gurrea, Lope de, mayor, 22, 22n, 66, 278, 370

Gurrea, Lope de, menor, 166

Gurrea, Luis de, alias Alfanaquí, 19, 22n, 40, 64, 66, 74,111, 119, 132, 144, 216, 267, 275, 276, 278

Gurrea, María de, 132

Gurrea, Miguel, alias Alfanaquí, 18, 19

Hernández, Hernando, 24n, 47, 96, 181, 340, 342

Hernández, Lorenzo, 47, 181, 340

Hernández, Mariana, 24n, 47, 181, 340

Hernández, Miguel, 24n, 47, 181, 340

Herrero, Miguel, 256

Híjar, Isabel de, señora de Selgua, 370

Huerrios, Ferriz de, 107, 150

Huerrios, señor de, 231

Huerta, Pedro de, 254, 266

Huerto, Baltasar de, 45, 72, 77, 104, 131, 166, 178, 191, 283

Huerto, Domingo de, 32n, 133, 165

Huerto, Jerónimo de, 191, 351

Huerto, Rodrigo de, 339

Huesca, Juan de, 22n, 118, 149, 198, 202, 216, 262, 276

Huesca, justicia de, 25, 30, 34, 60, 69, 72, 78, 87, 88, 114, 121, 157, 164, 168, 169, 192, 197, 206, 217, 223, 266, 278, 285, 331, 353, 373-376, 380, 384, 398, 418, 426, 432, 434, 440, 441, 444

Huesca, Lorenza de, 118, 149

Huesca, lugarteniente del sobrejuntero de, 259

Huesca, María de, 112, 118, 145, 149

Huesca, Martín de, 139

Huesca, obispo de, 381, 407, 418

Huesca, Pedro de, 34, 36, 46, 100, 100n, 104, 121, 129, 132, 139, 183, 197, 198, 224, 231, 250, 251, 257, 258, 262, 267, 275, 276, 280

Huesca, prior de Jurados de, 199, 446. Véase también Cortés, Alonso, prior de Jurados Huesca, Violante de, 118, 149

Ibieca, alcaide de, 428

Ibieca, Antón, 376

Ibort, Miguel, 261, 262

Ichart, Guillén, 284, 446

Infant, Miguel de, 35, 108 Íñiguez, Martín, 213 Íñiguez, Pedro, 369 Isabelica, 46, 401

Isué, Miguel de, 199 Jaca, baile de, 368

Jaén, Lope de, 31, 337 Jiménez, Beltrán, 206 Jiménez, Jerónimo, 263 Joanes, Peirolet, 368 Jordán, Francisco, presbítero, 439 Jordán, Juan, notario, 197, 331 Juan, maese, 45 Juero, Antoni, 369 Julia, esclava, 24n, 181, 255 Junez, Brianda, 32, 34-35, 37, 39, 109, 122, 137, 156, 160, 160n, 166, 168, 236, 280, 333

Junez, Ferrando mayor, 16, 19, 22n, 74, 109, 111, 122, 135, 140, 150, 156, 166, 185, 217, 218, 224, 228, 236, 245, 257, 274, 333

Junez, Ferrando menor, 109, 111, 166

Junez, Francisco mayor, 22n, 46, 61, 68, 70n, 74, 77, 87, 98, 107, 109, 115, 115n, 116, 119, 135, 140, 148, 150, 151, 156, 164, 165, 168, 169, 175-177, 183, 184, 188, 199, 224, 228, 231, 256, 257, 272, 274, 277, 278, 292

Junez, Francisco menor, 74, 109, 140

Junez, Isabel mayor, 25, 32, 36, 40, 51, 103, 131, 146

Junez, Isabel menor, 29n, 34, 48, 60, 81, 99, 102, 109, 150, 152, 156, 166, 168, 232, 236, 255, 260, 277, 281

Junez, Jerónima, 31, 109, 166, 233, 265, 265n

Junez, Juana, 30, 34, 35, 40, 99, 102, 107, 120, 122, 136, 140, 147, 150, 156, 166168, 283

Junez, Lope, 19, 223, 263, 278

Junez, Lope, alias el Royo, 18, 50

Junez, María, 60, 109, 122, 146-148, 150, 156, 232, 251, 257, 333, 434

Junez el Burro, 18, 19, 44, 48, 149 Labau, Juan, 194

Labeyloera, Miguel de, 263 Lacambra, Miguel, 410 Laconcha, Pedro, 368 Lacosta, Pedro, 87 Lacruz, Giral, 255, 260, 281 Lacuesta, Domingo, 46, 48, 81 Ladrón, Juan, 442 Lafita, Juan, 410 Lagrisagón, Pedro de, 193 Laínez, Juan, 409, 421, 442 Laliena, Juan, 227, 392, 408n Laliena, Martín, 179 Lançari, Alexandre, 30, 115, 164 Lanuza, Martín de, señor de Puibolea, 407 Lapeña, Andrés, 155 Larges, María, 88, 89, 91 Larraga, Juan, 254

QTQ
ÍNDICE ONOMÁSTICO

Larraga, Martín de, 186, 204, 232, 271, 283, 394, 401, 402

Lasarte, Jaime, 30, 81, 157, 221

Lasierra, Ana, 36n, 50, 51, 111, 135, 159, 160

Lasierra, Domingo, 246

Lasierra, Elena, 36n, 99, 111, 159

Lasierra, Francisco, 36n, 111, 159, 179, 195, 196, 215, 217, 218, 235, 255, 256, 262

Lasierra, Gabriel, 50, 78, 111, 159, 268

Lasierra, Isabel, 27, 27n, 32, 36n, 99, 111, 135, 142, 168, 280

Lasierra, Jaime, 415

Lasierra, Jaime, mosén, 421

Lasierra, Jerónima, 31, 36n, 111, 159

Lasierra, Jerónimo, 74, 102, 103, 166, 168, 219

Lasierra, Juan mayor, 31, 36, 39, 45, 49, 50, 74, 78, 87-89, 111, 120, 146, 147, 152, 159, 165, 185, 189, 193, 194, 214, 215, 218, 219, 224, 227, 238, 246, 250, 251, 255, 268, 276, 283, 314, 332, 333, 349, 415

Lasierra, Juan menor, 36n, 39, 50, 78, 107, 108, 108n, 111,120, 159, 218, 219, 230, 246

Lasierra, María, 29, 47, 108, 162

Lasierra, María Ana, 111

Lasierra, Miguel, 23n, 48, 51, 84, 219, 268, 281-283, 443

Lasierra, Ramiro, 197, 198

Lasierra, Ramón, 258

Lastanosa, Juan Agustín, 444

Lasús, Juan, 114, 445

Latrás, Pedro, señor de, 399

Lazarech, Luis, 183, 342

Lécera, Juan de, 409

Lecina, Francisco, notario, 375

Lecina, Miguel, 164

Leciñena, Juan, 410 Leonardo, Francisco, notario, 408

Les, Arnaut de, 368

Liesa, alcaide de, 428

Ligüerre, Lope de, 369 Lisas, Juan, 410 Litera, Esperanza de, 165 Litera, Juana de, 46, 116, 164, 228

Litera, Leonor de, 164, 187 Litonera, Juan de, 263, 372

Lizana, Miguel de, 87

Lles, Preciada, 260, 264

Lobera, Martín de, 188, 214, 215, 228, 233, 260

Lomera, Juan de, 415

Lomera, Martín, 251, 257

Lope, Domingo, 77

Lope, Gaspar, 60

López, Isabel, 401 López, Juan, de Huesca, 415

López, Juan, de Zaragoza, 420

López, Lorenzo, 408n

López, Martín, 254, 266, 373

López, Martín, notario, 435 López, Mateo, 86 López, Miguel, Camadefusta, 332

López, Pascual, notario, 408 López, Ximeno, señor de Baranguá, 375

López de Abengalí, Juan, 392 López de Mendoza, María, 385, 441 López Oliveras, Martín, 257 Lorente, Juan, beneficiado de San Pablo, 65, 68, 114, 424

Luarga, Pedro, 178

Luc, Martín de, 262, 263, 283 Luceraque, Luis, 442-443

Luch, Juan, 368

Lugel, María, 48, 104, 131, 178

Luna, Artal de, conde de Sástago, 432

Luna, Francisco de, 260

Luna, Martín de, arcipreste de Sobrarbe, 421, 430

Luna, Pedro de, 232

Luppi, Juan, mosén, 262

Mabilia, Pascual, 214 Macerol, María, 35, 44, 48, 71, 71n, 155

Magi, Geraut, 268

Mallera, Antón, 369

Manacez o Marraces, Pierres de, 218

Marañón, Salvador, 208, 211, 441

Marcilla, Juan, 431

Marco, Pascual, beneficiado de San Lorenzo, 442

Marco, Pedro, 411

Marguán, Catalina, 111, 121, 156n, 166, 282 Marguán, Esperanza, 18, 98n, 107, 150, 157, 227

Marguán, Galcerán de, 18, 22n, 30, 88, 107, 108, 114, 121, 150, 157, 186, 227, 231, 232, 256, 257, 267, 274, 276-278, 333 Marguán, Jerónima, 107, 150 Marguán, Jerónimo, 356 Marguán, Jorge, 49, 67, 337 Marguán, Juan, alias Forner, 18, 223, 230, 235, 258, 274, 274-275

Marguán, María, 30, 65, 107, 115, 121, 139, 150, 165, 200, 231, 255, 272, 274, 284, 313

Marguán, Miguel, de Huerrios, 34, 231, 257 Marín, Pedro, 408 Marracez, Pierres, 246 Marruecos, Luis, 35, 71 Marruecos, Martín, 35, 44, 45, 48, 71, 71n, 72, 155n, 191, 197 Martel, Juan, 88 Martes, Úrsula de, 261-264 Martín, Domingo, de Tierz, 411

QTR
ÍNDICE ONOMÁSTICO

Martín, Domingo, de Torla, 408n

Martínez, Bartolomé, 231, 232

Martínez, Gabriel, inquisidor, 421

Martínez, Juan, 392

Martínez de Marcilla, fray Miguel, comendador del Temple, 378

Martínez de Val, Juan, 80

Martínez de Villatorel, Juan, inquisidor, 420

Martínez Muñoz, Joan, prior de Santo Domingo, 347

Masagrán, Juan, 36, 48, 104, 129

Matamoros, Juan, 408n

Mateo, Antonio Juan, doctor en Derechos, 188, 230

Maza, Juan, 230

Maza, Carlos, 421, 428

Maza, Pedro, 410

Mazo, Felipe, 255

Mediano, Martín, 118, 198

Mediavilla, Juan de, 214

Medina, Ana, 82, 98, 119, 143, 160

Medina, Beatriz, 27, 27n, 34, 36, 90, 113, 118, 127, 143, 155, 160, 229

Medina, Beatriz mayor, 168

Medina, Gabriel, 147, 198, 229, 333

Medina, Gracia, 82, 143, 160

Medina, Jaime, 49, 147

Medina, Jerónimo, 51, 119, 143, 161, 261

Medina, Jerónimo mayor, 161, 168

Medina, José, 32, 38, 99

Medina, Juan, 32, 40, 50, 51, 99, 147, 194, 198, 227

Medina, Juan menor, 26, 32, 77, 74, 99, 160, 194, 235, 247, 263, 333, 408n

Medina, Juan, nieto, 158

Medina, Lope, 23n, 26, 60, 64, 69, 71, 72, 74, 76, 80, 82, 99, 118, 119, 136, 143, 147, 154, 159-161, 175, 179, 186, 192, 194198, 227, 246, 247, 258, 261, 263, 264, 272, 274, 276, 277, 333

Medina, Lope menor, 37, 98

Medina, María, 82, 119, 143, 160

Medina, Martín, 227

Medina, Mateo, 51, 147

Medina, Miguel, 37, 160 Medina, Pedro, 50, 168

Medina Cera, Beatriz, 168

Medina Cera, Juan, 168

Medina Cera, Lope, 168

Medina Cera, María, 168

Mediona, Ana, 45

Medri, Pere, 377

Melero, Juana, 332

Mendoza, Diego de, 246, 281, 402, 442, 444

Mendoza, Jerónimo, 280, 394

Mendoza, Mariana de, baronesa de Argavieso, 405, 406, 421, 425, 428, 432, 435

Mendoza, Miguel, 384, 385, 353, 438, 441, 444

Mendoza, Pedro, questor Osce, 254, 266

Menéndez de Marcilla, Miguel, comendador del Temple, 339

Menescal, Gabriel, 27n, 32n, 34, 45, 60, 63, 72, 74, 79, 102, 106, 122, 129, 136n, 156, 158, 167, 168, 188, 214, 216, 219, 223-225, 227-229, 233, 236, 251, 256, 257, 259, 271, 272, 279, 281, 283, 333

Menescal, Gabriel menor, 106, 136n, 147n, 219, 229

Menescal, Gabriel, marido de Jerónima Gurrea, 168

Menescal, Gaspar, 63

Menescal, Isabel mayor, 27n

Menescal, Jerónimo menor, 27n, 30, 32, 34, 35, 99, 102, 153, 156, 165, 260

Menescal, Jerónimo, abuelo, 22n, 27, 102, 168

Menescal, Jerónimo, hijo de Gabriel, 27, 27n, 30, 32, 45, 69, 74, 98, 99, 111, 113, 127, 135, 159, 168, 214, 217, 218, 228, 229, 233, 238, 260-262, 275, 277, 280, 282

Menescal, Jerónimo, hijo de Jerónimo y Beatriz Medina, 168

Menescal, Jerónimo, nieto, 27n, 142, 158n, 255

Menescal, Juan, 23n, 27, 45, 60, 64, 74, 98, 102, 142, 156, 178, 186, 188, 189, 214, 219, 224, 225, 228, 229, 232, 236, 251, 255, 256, 258, 259-261, 264, 268, 271, 272, 274, 277, 278, 281-283, 443

Menescal, Juan menor, 69, 74, 219, 260

Menescal, Juana, 34

Menescal, Lorenzo, 60, 168

Menescal, Manuel, 219

Menescal, María, 103, 107, 148

Menescal, Mariana, 99, 159

Menescal, Miguel, 168

Menescal, Paciencia, 158n

Menescal Burro, Ana, de Naval, 32, 168

Menescal Burro, Esperanza, 32

Menescal Burro, Isabel, 30, 32, 35, 40, 98, 99, 103, 107

Menescal Burro, Juana, 35

Menescal Burro, María, 32, 35, 38

Menescal Burro, Mariana, 120

Menescal Burro, Violante, de Naval, 168

Menescal Franco, Esperanza, 168

Menescal Junez, Ana, 34, 99

Menescal Junez, Esperanza, 32, 99

Menescal Junez, Isabel, 32n, 99

Menescal Junez, Jerónimo, 23n, 32

Menescal Junez, María, 99, 102, 106, 148, 156

Menescal Lasierra, Esperanza, 32, 142

Menescal Lasierra, Gabriel, 32, 142, 148, 153, 156

Menescal Lasierra, Jerónimo, 32, 142, 148, 158

Menescal Lasierra, Juan Jerónimo, 27n, 32

QTS
ÍNDICE ONOMÁSTICO

Menescal Lasierra, María, 148

Menescal Lasierra, Mariana, 99

Menescal Menescal, Gabriel, 158n

Menescal Menescal, Jerónima, 98

Merín, Alonso (Alonso Muley Enríquez y Merín de Fez), 355, 364, 383, 384, 386

Miguel el Herrero, 219

Millet, Magdalena, 229

Milpere, Juan, 410

Miralles, Joan, 392

Moçarabí, doctor, 429

Moçot (o Muçot), Alexandre, 98, 155, 198

Moçot (o Muçot), Esperanza, 158

Moçot (o Muçot), Felipe, de Zaragoza, 169

Moçot (o Muçot), Jerónimo, 32, 48, 134, 158, 274

Moçot (o Muçot), José (o Jusepe), 97, 98, 118, 155, 158, 264

Moçot (o Muçot), Juan Felipe, 169

Moçot (o Muçot), Luis, 51, 135, 251

Moçot (o Muçot), Rodrigo, 48

Molacho, Alexandre, 45

Molina de Medrano, Alonso, inquisidor, 420, 421

Molino, Jaime del, 187, 225

Molino, Martín, mosén, 262, 394

Molinos, Miguel de, 198

Monclús, Antón, 411, 417

Monesma, Blasco de, 408n

Monferriz, Alexandre, de Calanda, 345

Monferriz, Alexandre menor, de Calanda, 354

Monferriz, Gabriel, 46, 183, 191, 301, 351

Monferriz, Gracia, de Luceni, 354

Monferriz, Salvador, de La Puebla de Híjar, 344

Monllor, Pedro Miguel, 42, 76, 357

Montaner, Bernat de, 369

Montaner, Juan, 415 Montañés, Juan, 415 Montañés, Juana, 147 Montero, Ana, 44, 46, 77n, 105, 106, 124 Montero, Juan, 77, 77n, 87 Monterol, Damián, 376 Montes, Juan, notario, 377 Monzón, Juan, 268 Monzón, Climente, 410 Monzón, Martín, 378 Mora, Felipe de, 61, 182, 198 Mora, Juan de, 445 Mora, María, 44, 98, 361

Mora, Miguel de, 44, 98, 256 Mora, Pedro de, 45 Morancí, Juan, 191 Moreno, Gabriel, 147 Moreno, Lope, 46, 333 Moreno, Luis, 341 Moreno, Miguel, 29 Morería, Juan de la, 62, 175, 199 Morillo, Lope, 22n, 47, 108, 178

Morillo, Pablico, 110, 153 Morillo, Pedro, 178, 247 Morillos, Martín, 410 Morlans, Juan, 256 Morlás, Andrés, 410 Morón, Miguel de, 45, 202 Moros, Ángela de, 35, 36, 40, 45, 46-47, 48, 85, 103, 107, 120, 121, 131, 134, 137, 147, 151, 158, 164, 193, 256, 268, 387 Moros, Blanca de, 188 Moros, Francisco de, 191 Moros, Gaspar de, 38, 123, 131, 147, 161, 198, 221 Moros, Gasparico de, 119, 193, 289 Moros, Isabel de, 47, 60, 101, 102, 169, 187 Moros, Jaime de, 198, 277 Moros, Juan de, 22n, 64, 68, 119, 123, 141, 157, 164, 187, 195-198, 227, 257, 263, 277, 289, 332 Moros, María de, 19, 150, 192, 276 Moros (o Grisén), María de, mayor, 19 Morrano, Martín, 410 Morte, Pedro, 404 Moscabida, Miguel, 35, 45, 46, 48, 85, 103, 107, 131, 158, 192, 202 Muñoz, Franci, 59, 163, 388 Mur, Jerónimo, 87, 257, 277 Mur, Juan, 373 Mur, Lope de, 415 Mur, Ramón de, notario, 371 Naja, Juan, 32, 261 Nasarre, Antón, 202n, 332 Nasarre, Jaime, 256

Nasarre, José, 37n, 81 Nasarre, Simón, 185 Naval, Juan de, 45, 192, 202, 284, 332 Navardún, Miguel, 188, 228 Navardún, Pedro, 77 Navarro, Ana, 31, 33, 39, 99, 130n, 341, 342, 344, 345, 355, 374, 375, 386 Navarro, Gracia, 99-100, 341, 342, 344, 345, 352, 382, 386 Navarro, Juan, cristiano de Piedratallada, 392 Navarro, Juan, cristiano, labrador, 254, 266 Navarro, Juan, espartañero-soguero, de Albalate, 36, 37, 45, 50, 104, 129, 166, 192 Navarro, Juan, rejolero, 22n, 198, 333 Navarro, Juan, zapatero, 74, 202 Navarro, María, 29, 344 Navarro, Miguel, 344, 374, 446 Navarro, Pedro, mercader, 442 Navarro, Pedro, notario, 60, 163 Navarro, Pedro, zapatero, 369 Naxar, Ana, 28, 28n, 32, 32n, 48, 133, 142, 134, 158, 162, 165 Naxar, Ana menor, 48, 134

QTT
ÍNDICE ONOMÁSTICO

Naxar, Ana, mujer de Domingo de Huerto, 32n, 133

Naxar, Ana, mujer de Jerónimo Enzala, 142

Naxar, Felipe, 145, 146, 165, 186, 187, 214, 219, 250, 272, 277, 279, 281-283

Naxar, Ferrando, 32n, 63, 148, 178, 189, 217-219, 224-226, 235, 246, 250, 272, 277, 282, 283

Naxar, Francisco, 49

Naxar, Hernando, 37, 64, 106, 114, 146, 161, 222, 261

Naxar, Isabel, 121, 150, 165

Naxar, Isabelica, 145, 152

Naxar, Juan, 121, 134, 250

Naxar, María, 98, 150, 165

Naxar (o Grisén), María, 145n

Naxar, Mariana, 37

Naxar, Miguel, 98, 106n, 121, 133, 145, 149, 150, 185, 263, 267, 272, 277, 278

Naxar, viuda de, 46

Negro, Francisco el, alcaide de Puibolea, 371

Novales, Bartolomé, 257

Novales, Vicente, 225, 229, 259, 266

Novallas, María, 19, 40, 144, 373

Novilla, Juan de, 204, 222

Novillas, Juan, 167n, 196

Olaja, Vicente, 410

Olivito, Jerónimo de, 255

Olivito, María de, 31, 337

Olivito, señor de, 405

Ollés, Juan, notario del Santo Oficio, 428

Olmedo, Jaime de, 378

Olsón, Juan, 373

Olsón, Mateo de, 259, 283

Oncino, Ana, 48, 81

Oncino, Audalla, 112, 145

Oncino, Catalina, 97, 149

Oncino, Francisco mayor, 30, 38, 50, 51, 63, 120-122, 142, 161, 191, 216, 236, 261, 264, 268, 278, 281, 284

Oncino, Francisco menor, 74, 98, 110, 120, 142, 142n, 144, 145, 221, 233, 234, 261, 282

Oncino, Francisco, hijo de Vicente, 108

Oncino, Isabel, 38, 97, 133, 135, 145, 272, 276

Oncino, Jerónima, 30, 98, 120, 142, 142n

Oncino, Jerónimo, 36, 142, 142n

Oncino, Lope, 187, 225

Oncino, Lorenzo (o Lorente), 30, 38, 98n, 111, 120, 142, 144, 145, 186, 216, 221

Oncino, Margalida, 49, 98n, 145

Oncino, María mayor, mujer de Gali, 50, 72, 232

Oncino, María menor, hija de Vicente, 108

Oncino, María, mujer de Farax, 151

Oncino, Martín, 37, 98, 142n, 187

Oncino, Miguel, 98, 120, 142, 142n

Oncino, Pablo, 122

Oncino, Pedro, 22n, 47, 51, 61, 97, 111, 144, 145, 149, 184, 187, 221, 243, 278, 368

Oncino, Tomás, 98, 120, 142, 142n

Oncino, Tomás Vicente, 142, 142n

Oncino, Vicente, 30, 51, 98, 108, 111, 120, 142, 145, 186, 282

Oncino, Vicente menor, 108, 282

Oncino Franco, María, 144, 149 Oña, Tomás de, 435 Orbusta, Melchor de, 411 Ordóñez, Pedro, alias Palencia, 249 Orga, Bartolomé de la, 258 Orgat, Lope, 378 Oriol, Francisco, 200, 256, 393 Orna, Pedro de, 266, 332 Orús, Bartolomeo de, 227 Osés, Alexandre de, 332 Oteiza, Juan de, 255 Oyo, Catalina de, 167 Palacio, mosén, 428 Palacio, Antón, de Zaragoza, 95, 350 Palacio, Antón menor, de Zaragoza, 95, 350 Palacio, Antonio, de Zaragoza, 439 Palacio, Jaima, 275 Palacio, Juan, 254 Palacio, Juana, 146 Palacio, María, 146 Palacio, Mariano, de Zaragoza, 95, 360 Palacio, Martín, 121, 133, 146, 221, 275, 276, 278

Palacio, Miguel, 168, 221, 226 Palacio, Pedro, 146, 275, 350, 415 Palacio, Pragedis, de Zaragoza, 95, 350 Palencia, Miguel, 333, 376 Pallera, Bernardo, 268, 378 Palo, Bartolomé, 415 Palo, Martín, mosén, 278 Panzano, Giner de, 280 Pasamar, Juan Crisóstomo, 256 Pastor, Antón, 65 Pastor, Cristóbal, 196, 261, 333 Pastor, Domingo, 48 Pastor, Jerónimo, 48, 264 Pastor, Juan, 419, 421 Pastor, Juan, labrador, 391 Pastor, Juan, mercader, 255, 259 Pastor, Martín, 223, 259 Pastor, Miguel, 263, 267, 338, 378, 395 Paulo, Juan, 262 Pebere, Arnaut, 368 Peculud, Juan, 188 Peculud, Pedro, 236 Pelegrín, Miguel, 373 Peliguet, Tomás, pintor, 63, 63n Peña, Juan, 214 Peralta, Antonio, 260, 439

QTU
ÍNDICE ONOMÁSTICO

Peralta, Gregorio, 226

Peralta, justicia de, 425

Pérez, García, mosén, 263

Pérez Soro, Jaime, mosén, 371

Périz, Pedro, 408n

Pertusa, Juan de, 414

Pex, Alexandre del, 422

Pex, Francisco, 45, 219, 268

Pex, Gabriel del, 344

Pilares, Luis, notario, 411

Pina, Juan de, 45, 193, 198

Pinón, Miguel, 46, 183, 351

Piracés, Miguel de, racionero de Almudévar, 435

Pitilla, Pedro, 262

Plasencia, Jaime, 263, 264

Poinzot, Juan, 477

Polo, Martín de, mosén, 193

Pomar, Esperanza, 36, 37, 105, 183

Pomar, María, 36, 48

Pomar, Mariana, 106, 161, 183

Pomar, Simón de, 36, 48, 105, 130, 131

Ponot, Juan, 249

Porohul, Bartolomé, 280

Porres, Felipe de, 42

Pradera, Audet, 281 procurador de jueces, 72

Prom, Agustina, 35, 87, 106n, 108, 108n, 110, 117, 142, 146, 161, 197, 224, 233, 313, 323, 332

Prom, Amador, 37, 165, 198

Prom, Isabel, 35-37, 48, 50, 87, 104, 129, 146, 151, 166

Prom, Jerónima mayor, 35, 111n, 114, 152

Prom, Jerónima menor, 30, 36, 47, 48, 105, 121, 131, 134, 136n, 137, 147, 158, 161

Prom, Jerónimo, 39, 110, 111n, 131, 142, 147, 158

Prom, Juan mayor, 22, 31, 32n, 35, 37, 46, 64, 87, 103, 104, 106n, 107, 110, 116, 120, 121, 123, 129-131, 133, 147, 150, 151, 161, 165, 166, 175, 178, 188, 192, 194, 196, 198, 232, 255, 256, 262, 263, 268, 272, 276, 277, 282, 333, 387, 399

Prom, Juan menor, 23, 89, 108, 110, 111n, 120, 131, 137, 142, 147, 158, 161, 166, 192, 193, 194, 198, 215, 255, 264, 275, 278

Prom, Miguel, 151, 161

Puértolas, Juan de, nuncio, 60, 260

Pueyo, baile de, 371, 428

Pueyo, Bartolomeo de, 368

Pueyo, Francisco, 426

Pueyo, Jaime de, 393

Pueyo, Juan, 193, 233, 278, 376, 404

Pueyo, Sebastián, 385

Puibolea, Gonzalo, 184

Puibolea, Isabel de, 46, 184, 351 Puibolea, Martina de, 46, 184 Puivicino, Felipe de, 147 Punchón, María, 48, 51, 283 Puyano, Guixomat de, 368 Puyo, María, 151n Puyuelo, Miguel, 373 Quintana, Juan, 226 Quinto, Gaspar de, 268 Raca, Miguel, 82 Rama, Pedro, 376 Ramírez, Pedro, 255, 394

Raro, Miguel, baile de Aquilué, 391, 393

Rasal, Jaime, 415 Rasal, Pedro, 237, 379 Rasas, Juan, 222, 263

Redón, Gilberto, 232 Renegado, Francisco el, 342 Reus, Dionisio de, 421

Rey, Jaime del, 49, 60, 88, 102, 113, 169, 221, 255 Rey, Jaime del, marido de Catalina Vidot, 283, 332

Rey, Magdalena del, 113, 281 Rey, Martín del mayor, 60, 62, 101, 113, 201, 222, 238, 257, 281, 285, 291, 298, 314, 320

Rey, Martín del menor, 31, 44, 101, 113, 136n, 167, 246, 259, 281, 283, 283n, 399

Rey, Pedro del, 179 Riazuelo, Juan, 369

Ribas, Jerónimo, 434

Ribas, Martín Luis de, 369 Ricla, Juan de, 88

Río, Jaime del, 88

Río, Miguel del, 369 Río, Pedro del, alias Loarre, 332 Ripol, Jerónimo, 263

Roda, Miguel de, notario, 431 Rodellar, Pedro, 411 Rodrigo, Miguel, baile de Huerrios, 256 Rodríguez, Francisco, questor, 373 Rojas, Diego de, 11n, 364, 384 Roldán, Onofre, 369 Romerales, Jerónimo, 410 Romerales, Juan de, 415 Romero, Juan, 44, 77, 177, 198

Ros, Antonio, 261

Ros, Guillem mayor, 368

Ros, Guillem menor, 368

Ros, Pedro, 368

Royo, Jerónima de, 36, 153

Royo, Juan, 31, 47

Royo, Martín, 382

Royo, Miguel, 46, 184, 351

Rubeo, Juan, alias Cernico, 167 Rueda, Anica (o Ana) de, 19, 144, 149

QTV
ÍNDICE ONOMÁSTICO

Rueda, Francisco de, 18, 19, 144, 149

Rueda, Isabelica, 19, 144, 149

Rueda, María de, 19, 144, 150

Rueda, Marica de, 19, 144, 149

Rufas, Antona, 257

Run, Jaime del, 87

Sabico, Lamberto, 193

Sada, Ángela, 443

Sada, Gaspar de, 421, 426, 427, 430, 431, 435

Sada, Miguel de, 87, 229, 264, 267, 419

Safar, Jerónimo, 355

Sagasti, Miguel, 233

Sage, Francisco, 30, 36, 47, 48, 105, 121

Sala, Juan, 314

Salabert, Caterina, 87

Salas, Agustín, 415

Salas, Juan, 119, 177, 262, 314

Salas, Miguel, 45

Sampedro, Ferrando, 266

Samper, Gaspar de, 217

Sampérez, Juan, 415

Sancho, Antón, 369

Sancho, Martín, 263

Sanclemente, Felipe, síndico, 436

Sanclemente, Jaime, 431, 433

Sanclemente, Juan, 226, 256

Sanclemente, Miguel, 442

Sangarrén, Miguel de, 262

Sanginés, Martín de, boticario, 78, 89, 349

Sanginés, Miguel, apotecario, 262, 377

Sangüesa, Arnaldo, 378, 403

Sangüesa, Martín, 78

Sanjuán, Juan de, 248

Sanjuán, María, 228

Sanjuán, viuda de, 277

Sanmartín, Juan de, 44, 45, 178, 196, 198

Sanmiguel, Gaspar de, 261

Sansón, Domingo, 216, 391

Santángel, Jaime, 412

Santángel, Luis de, 407

Santoles, Sebastián, 59, 336, 337, 371

Sanvicente, Juan, 35

Sanz de Esporrín, Juan, chantre, 370

Sanz, Ana, 34, 80, 109, 150

Sanz, Juan, notario, 187

Sanz, Miguel, 206

Sarrate, Martín, 415 Sarroca, Andrés, 393

Sarvisé, Bartolomé, 373 Sarvisé, Juan, 415, 422 Sas, Francisco de, 408 Sas, Gabriel de, 408

Sasa, Alexandre de, 25, 34, 36, 39, 40, 48, 50, 60, 61, 63, 74, 103, 104, 116, 117, 123, 131, 143, 144, 146, 152, 153, 167, 184, 186, 191, 219, 232, 247, 250, 251, 259, 278, 282, 283, 285, 313, 332, 333, 400

Sasa, Alexandrico de, 34, 38, 38n, 51, 116, 123, 143, 144, 152, 259, 283

Sasa, Ana (o María Ana) de, 46, 184, 401

Sasa, Felipe de, 278 Sasa, Gaspar de, 251 Sasa, Juana de, 60, 146, 163, 165, 250, 278

Sasa, Juanico de, 38, 123, 143, 152

Sasa, Lope de, 50, 167, 232, 236, 278 Sasa, Lorenzo de, 63 Sasa, Marianica de, 38, 123, 143, 152 Sasa, Martín de, 60, 106n, 163 Sasa, Martinico de, 39 Sasa, Miguel de, 101 Segura, Juan, 263 Segura, Pedro, 376 Sellán, Martín de, señor de Alerre, 56, 114, 123, 227, 258, 407 Sellán, Pedro, señor de Pompién Muzo, 234, 378, 402, 403, 411 Senés, Martín de, 256 Senés, Miguel de, 197, 259 Senés, Pascual de, 257

Serás, Juan de, 232

Serra, Jaime, 191, 408 Serrano, Alejandro, 48 Serrano, Baltasar, 368 Serrano, Pedro, 231

Serveto, Juan, 415, 421

Sevil, Domingo, 410 Sierra, Ramón, 198 Sieso, Domingo, 411 Sillera, Juan, 368 Solano, Felipe, 261 Soleimán, Juan, 250 Sora, Esperanza de, 97, 133, 160 Sora, Juan de, alias el Chuche, 97, 133 Sora, Martín de, 109, 133, 146n Sora, Martín de, de Alerre, 160n Sora, Martina de, 133 Soria, Pedro, 406, 407 Soro, María, 31, 107, 159, 229 Soro, Martín, 123 Soro, Rodrigo, 111 Sorrosal, Blasco, 376 Sorrosal, Miguel, 376 Sosa, Pedro, 22n Soto, Juan de, alias Açafar, 363 Suelves, Jerónimo de, 332 Tafalla, Juan, 22n Tallaferro, 277 Tamarit, María, 35, 108 Tarazona, Martín, 119, 169, 231, 267 Tarazona, Pedro, 63, 188 Tella, Juan, 169, 266 Tierz, Amador de, 411 Tierz, Juan, 376 Tillero, Alí, 166

QUM
ÍNDICE ONOMÁSTICO

Tillero, Amador, 22n, 30, 34, 74, 87, 89, 110, 130, 146, 167, 194, 198, 224, 231, 245, 277

Tillero, Felipe mayor, 32n, 34, 60, 87, 110, 118, 122, 129, 130, 184, 198, 235, 282

Tillero, Felipe menor, 30, 34, 99, 102, 103, 106n, 118, 120, 136, 150, 166-168, 198, 226, 231, 232, 278, 282, 375

Tillero, Francisco, 188

Tillero, Jerónimo, 150

Tillero, Juan mayor, 30, 57, 59, 60-62, 74, 106n, 110, 118, 136, 175, 181, 182, 184, 185, 187, 192, 194, 195, 198, 201, 219, 222, 245, 272, 277, 278, 280, 281, 290, 296, 314, 322, 323, 372n

Tillero, Juan menor, 102, 193, 198

Tillero, Juana, 34, 102, 166, 167

Tillero, María, 102, 150

Tomás, Jerónimo, notario, 375n

Torrellas, Martín de, 385, 441 Torres, Luis, canónigo de Barbastro, 443

Trallero, Jorgi, baile de Rodellar, 90, 371

Trallero, Martín, 222, 229

Trebas, Ferrando de, 266

Tresaygos, Peirot de, 249n, 369n

Trosiller, Jerónimo, 45, 177

Úbeda, Amador de, 354

Úbeda, Lope de, 119, 251, 351, 415

Úbeda, María de, 46, 50, 119, 251, 340, 351, 351n

Ubico, Demetrio, 45, 178

Ubico, Jerónimo, 178

Ubico, Pedro, 178

Urgel, Jerónimo de, 215

Urraca, Juan de, 415, 422

Urramén, Castellano. Véase Castellano, alias Urramén, marido de María Farax

Urramén Farax, Ana, 35, 149

Urramén Farax, Felipe, 35, 149

Urramén, Isabel, 147n

Urramén, José, 257

Urramén, Juan de, 356

Urramén, Juana, 147n

Urramén, Lope de. Véase Castellano, Lope, alias Urramén o Aburramén

Urramén Farax, María, 35, 149

Urramén, Pedro, 50, 147n, 352

Urriés, Francisco de, 425

Urriz, Martina, 382

Urroz, María, 144

Usida, Jerónimo de, médico, 77

Usón de Azara, Ximeno, 425

Ussé, Domingo, 415

Val, Domingo, 260

Val, Juan de, 89

Val, Salvador, 263

Valenciano, Alexandre el, 410

Valenciano, Juan el, 42

Valenciano, hija del, 17, 178; 424 (hija de Lope)

Valenciano, Lope el, 424 Valenciano, Martín el, 42 Valle, Jerónima, 246 Vallejo, médico, 77

Vélez, Juan, 44, 45, 47, 74, 101, 168, 182, 185, 191, 226, 278

Vélez, María, 44, 101, 136n, 167n, 246

Vélez, Martín, 44, 167 Verán, Pedro, 246 Verdún, Juan, pintor, 188, 227 Verruga, Gabriel, 415 Vidosa, Ramón, 193 Vidot, Catalina, 332 Villacampa, Juan, 257 Villacampa, Martín, 415 Villanueva, Domingo, 415 Villanueva, Leonor, 80, 225 Viñas, Guillén, 263 Viñuales, Juan, 243, 426 Viraca, María, 34

Vizcaíno, mosén, comisario de la Inquisición, 428 Xabar, Pedro, 258 Xalón, Francisco, 36, 47, 48, 105, 105n, 136n, 137, 192, 202 Xavierre, Martín, 80 Xavierre, Violante, 35, 80, 81, 106n, 157, 201, 219, 230, 254, 325 Xemenoz, Guillén, 248 Ximénez, Domingo, 283 Ximénez, Gaspar, señor de Arascués, 374, 399, 433 Ximénez, Montserrat, 374 Ximénez Cerdán, Francisca, señora de Arbaniés, 380, 406, 434 Ximeno, Bertrán, doctor en Derechos, 60, 169 Xiret, Ferrando, 146, 151, 268, 275, 283, 339 Xiret, Lope, 41, 48, 272 Xiret, Pedro, 381 Xiret, Rodrigo, 41, 47, 47n, 48, 272 Yáñez, Ana, 46, 81 Zalema, 56 Zamora, Jerónimo, 186, 263, 267, 275 Zamora, Lorenzo de, 394 Zamora, Orencio, 228 Zamora, P., cives Osce, 331 Zaragoza, arzobispo de, 425 Zaragoza, baile de, 435 Zaydejos, Gaspar, justicia de Torrellas, 50, 50n, 116, 116n, 147n, 151, 228, 255, 275, 374, 381, 384, 424, 432, 433 Zorita, Pedro, proveedor de presos de la Aljafería, 427 Zuera, Juan de, 415 Zuliani, Gabriel, 45, 178, 198, 339

QUN
ÍNDICE ONOMÁSTICO

ÍNDICE TOPONÍMICO298

ÍNDICE

Abadiado, 191, 213, 403

Abiego, 412, 413, 428

Acumuer, 45, 177

Adahuesca, 199, 267, 410

Adra, 24n, 47

África, 47, 56, 342

Aguas, 382

Agüero, 203

Aínsa, 369, 373, 375-377, 392, 393

Aitona, 45, 178, 339

Albalate de Cinca, 36, 44, 46, 50, 51, 98, 129, 136n, 140, 155, 161, 183, 184, 351, 401

Albero Alto (de los Cristianos Viejos), 393, 410, 415

Albero Bajo (de los Nuevos Convertidos), 38, 49, 96, 117, 145, 146, 243, 256, 354, 405, 406, 410, 416, 425, 426, 429, 430, 435

Alberuela de Laliena, 370, 373, 386, 410

Alberuela de Tubo, 370

Alborge, 50, 152, 259

Alcalá de Ebro, 432

Alcalá de Gurrea, 391, 393

Alcalá del Obispo, 199, 267, 403

Alcalá del Río, 382

Alcolea de Cinca, 44, 51, 99, 118, 146n, 169, 218, 352, 356

Alcubierre, 403

Alerre, 42, 44-46, 56, 109, 114. 123, 146n, 153n, 160n, 178, 184, 227, 257, 288, 354, 370, 403, 407, 410, 412, 414, 430, 436

Algarve, 24n, 44

Algás, 378, 404

Almolda, La, 399

Almonacid, 49

Almudévar, 369, 378, 392, 394, 397, 403, 404, 408-412, 414, 415, 420-422, 425, 428, 430, 435, 442, 443

Almunia de San Juan, 369

Almuniente, 47, 50, 111, 135, 165, 168, 191, 229, 251, 257, 351, 373, 407, 409, 412, 417

Alpujarras, Las, 10, 47, 62, 336, 340

Alquézar, 45, 177, 314, 377, 392, 402, 410, 411, 417

Alto Aragón, 202, 374

Ambel, 336, 355

Amposta, 399

Andalucía, 47, 382

Angüés, 378, 403

Aniés, 409, 410, 414, 422

Annas, 403

Antillón, 50, 375, 376, 405, 412, 414, 421, 425, 429, 430, 435

Anzano, 218, 266, 395, 395n

Apiés, 369, 375, 376, 392, 402, 411, 421

Aquilué, 391, 393, 397

Aragón, 5, 9, 15, 22, 22n, 23, 38n, 44, 49, 56, 57, 65, 71, 84, 86, 99, 101n, 105, 114, 163, 205, 241, 291, 292n, 305n, 335, 336, 346, 348, 361, 367, 368, 371, 384, 393, 398, 401, 403-406, 408, 418, 422, 428, 442

Aragüés, 379

Aratorés, 370, 402

Arbaniés, 240, 241, 243, 257, 379, 380, 393, 402, 406, 416, 429, 430, 434

Argavieso, 65, 114, 203, 240, 241, 379, 405, 412, 414, 416, 423, 424, 429, 430, 435, 445, 446

Argavieso, baronía, 405

Argel, 48, 49, 56, 57, 82, 83, 192n, 301, 340342, 344, 348, 350, 356, 389, 398, 418, 447

Arguis, 213, 214

Ariatza, 45, 61

Ariza, 110. 148, 393

Arniellas, 378-379, 403

Arrás, 30n, 315, 320, 322

Artasona de Navarra, 433

Aspes, 377

Auvernia, 249, 306, 322, 326, 327

Ayera, 410

Ayerbe, 292, 293, 297, 309, 320, 322, 410, 411

Azanuy, 375, 376

Azlor, 428

Baibén, 404

Ballerías, 403

Banariés, 254, 266

Bandaliés, 257, 375, 376, 393, 402, 403

298. Además de los topónimos propiamente dichos, este índice recoge los lugares significativos que se mencionan en el texto.

QUR

Baranguá, 375

Barbastro, 25, 36, 45, 50, 51, 99, 108, 152, 154, 167, 174, 234, 243, 250, 251, 265, 352, 375, 382, 399, 406, 408, 422, 425, 429, 439

Barbastro, almudí, 425

Barbastro, arciprestazgo, 381, 394

Barbastro, Santa María, 188, 224, 234

Barbastro, Seo, 443

Barbastro, Vaca Muerta, 436

Barbués, 29, 44, 47, 51, 135, 145n, 219, 265, 281, 388

Barcelona, 299, 319, 342, 348, 350, 363

Béarn, 61, 249, 368

Bellestar, 50, 60, 119, 155, 260, 340, 351, 351n, 393, 403, 415

Belsué, 373

Bespén, 375, 376, 377, 379

Biel, 304-306, 320, 321, 322

Bielsa, 213

Bierge, 80, 80n, 157

Blancas, 404

Blecua, 379, 403

Bolea, 378, 406, 411, 415

Boltaña, 373, 375, 377, 392, 393, 408, 415, 417, 425, 428

Borja, 49, 67, 344, 383

Bot, 393

Botaya, 404

Broto, 375, 377, 408, 408n

Brujas, 295, 322, 325

Buerba, 425

Buñales, 88, 399, 482

Bureta, 399, 434, 435

Cáceres, 44

Calanda, 44, 46, 48-50, 50n, 97, 132, 133, 146, 250, 336, 342, 345, 350, 351, 354, 367, 381, 382, 383, 415, 440, 443

Calicut, 321n

Canfranc, 249, 368, 369, 389

Cañas, Las, 403

Carlat (Comanda de), 249

Carroz, 403

Cartagena, 350, 418, 433, 433n, 434, 442

Casbas, 256, 375, 375n, 376, 392, 393, 395

Casbas, monasterio, 75, 203, 204, 206, 207, 211, 378

Caspe, 425

Castejón de Arbaniés, 240, 241, 406, 416, 426

Castejón del Puente (Castillón), 370, 373, 415, 435

Castelnou, 379, 405

Castiello de Jaca, 370

Castilla, 26, 71, 173, 245, 249, 250, 299, 317, 393, 424

Castilsabás, 241, 266, 267

Chibluco, 403

Chimillas, 217, 378, 403, 410, 411 China, 309n Clamosa, 425 Constantinopla, 350, 374 Contray, 322 Coscullano, 414 Cosculluela, 377 Costean, 414, 421 Cuadrada, La, 369 Cuarte, 36, 37n, 44, 81, 105, 257, 263, 354, 407, 414, 429, 432 Cuezos (Cueços), 403 Damasco, 322 Daroca, 35, 44 Demartes, 259 Enate, 44, 401 Épila, 42, 44, 47, 356, 386 Erla, 408, 436 Escuer, 213, 214 Espital del Comandayre de Carlaslene, 249 Esquedas, 286 Fanlo, 403

Fañanás, 31n, 199, 267, 337, 371, 402, 410, 417, 425 Fayos, Los, 432 Fez, 384 Flandes, 303, 304, 306, 319, 322 Foces, 379, 405 Fontellas, 410, 411 Fornillos, 382, 403 Fraella, 251, 257, 410, 411 Fraga, 44, 45 Francia, 51, 56, 70, 71, 173, 204, 218, 249, 315, 320, 322, 336, 338 Fuencalderas, 267 Fuentes (de Ebro), 44, 45, 47, 48, 50, 95, 101, 104, 131, 154, 155, 178, 338, 352 Gállego (río), 249, 380 Gandesa, 393 Gandía, 42, 76, 357 Gascuña, 368 Gistau, 213, 322n Granada, 44, 47, 56, 181, 241, 340 Graus, 425 Guatizalema (río), 406 Híjar, 356 Holanda, 321, 322 Hospice de la Commande, 249

Huerrios, 145, 231, 256, 257n, 378, 403, 410 Huerta de Vero, 428 Huerto, 44, 45, 49, 78, 98n, 145, 178, 191, 354, 369, 408, 410, 411 Huesa, 338, 341 Huesca, Alcoraz, 101, 133, 203, 223, 230, 233 Huesca, Alcorcí, 231 Huesca, Alfalces Baxos, 229

QUS
ÍNDICE TOPONÍMICO

Huesca, Alfándega, 71, 105, 130, 160, 164, 165, 187, 189, 222, 224, 225, 227-229, 371

Huesca, Alfaz, 103, 129, 136, 158, 159, 164168, 188, 217, 222, 224-229, 231-233, 238, 262

Huesca, Alfoz, 129, 231

Huesca, Algascara, 232

Huesca, Algüerdia, 101, 223, 231, 232

Huesca, Almantina, 238, 443

Huesca, Almecora, 225, 235, 236

Huesca, Almenara, La, 276

Huesca, Almengói, 224, 229

Huesca, Almériz, 123, 137, 158, 165, 199, 216, 223, 224, 226, 227, 229, 230, 232, 233, 238, 274, 278, 284, 285

Huesca, Almudí, 169, 235, 243, 271, 277, 425

Huesca, Alquibla, 89, 101, 104, 123, 137, 169, 186, 246, 258, 271, 280-282, 291, 385, 402, 436, 438, 441

Huesca, Balcencos, 164, 188, 189, 228231, 233

Huesca, Ballesteros, camino de, 103, 129

Huesca, Barbadagulla, 159, 168, 226, 228

Huesca, Barbarol, 103, 129, 229

Huesca, barrio de Ballesteros, 71, 282, 283

Huesca, barrio de Bardín, 123, 259, 285

Huesca, barrio de la Almenara, 233, 257

Huesca, barrio de Población, 280

Huesca, barrio, calle y plaza de San Lorenzo, 22n, 104, 123, 132, 143, 153, 166, 185, 186, 214, 246, 247, 255, 259, 262, 266, 268, 271, 275, 280, 282, 283, 285, 394, 400-402, 436, 441, 446

Huesca, barrio, calle y plaza de San Martín, 23n, 43, 71, 100, 101-105, 119, 122, 122n, 123, 129, 130, 132-134, 155, 158, 165, 167, 168, 177, 178, 185-188, 192194, 197, 200, 206, 217, 223, 226, 227, 230, 231, 233, 235, 236, 246, 250, 258, 263, 267, 271, 272, 274-279, 281-283, 291, 299, 376, 385, 402, 436

Huesca, barrio del Medio, 17, 89, 132, 159, 164, 185, 186, 192, 194, 214, 238, 246, 267, 274, 275-278, 284, 361

Huesca, barrio Verde, 285

Huesca, calle del Cesto, 282

Huesca, calle del Medio, 101, 137, 186, 197, 385, 436, 438, 441

Huesca, calle Población, 101, 103, 154, 186, 192, 216, 255, 268, 291

Huesca, calle de Predicadores, 385, 385n, 438

Huesca, calle de Salas, 192, 258, 280, 291

Huesca, calle (callejón) de la Xarea, 26, 194, 274, 275

Huesca, callizo de los Frailes (de los Predicadores, de San Martín), 123, 134, 159, 214, 258, 272, 274, 277, 280, 385n

Huesca, Cambra del Trigo, 70, 72, 195, 249, 442, 446

Huesca, camino de Apiés, 102, 232

Huesca, camino de Ballesteros, 103, 129 Huesca, camino de Barbastro, 231, 232

Huesca, camino de Barluenga, 122n, 230, 231

Huesca, camino de Bellestar, 231

Huesca, camino de Bolea, 233 Huesca, camino de Cillas, 230, 233 Huesca, camino de La Almunia, 439 Huesca, camino de Lérida, 159 Huesca, camino de los Dolores, 230 Huesca, camino de Los Molinos, 165, 224, 231, 236 Huesca, camino de Luna, 169 Huesca, camino de Montearagón, 133, 164, 227, 231, 232, 238

Huesca, camino de Monflorite, 223

Huesca, camino de Quicena, 136, 158, 159, 164, 177, 187, 188, 196, 226-229, 231, 232, 268

Huesca, camino de Salas, 165, 223, 231, 232

Huesca, camino de Sangarrén, 103, 129, 231

Huesca, camino de Tierz, 71, 122n, 167, 168, 225-227, 231, 232 Huesca, camino de Vicién, 230

Huesca, camino de Zaragoza, 103, 129, 225, 228, 229, 231, 233, 238, 378 Huesca, camino del Ibón, 44 Huesca, Camino Real, 180, 229 Huesca, Campo del Alba, 187, 238 Huesca, Campo del Toro, 26, 56, 121, 150, 155, 199, 224, 231, 234, 261, 284, 385, 436, 438, 441

Huesca, Carasol, 223 Huesca, cárcel del Común, 226 Huesca, cárcel nueva, 90 Huesca, cárcel pública antigua, 72, 73 Huesca, Chorro de los Moros, 223, 239, 285 Huesca, Cocorón, 226 Huesca, convento de la Merced, 188, 262 Huesca, Coso, 69, 202, 223, 246, 257, 276, 284, 379, 391

Huesca, Cruz de Quicena, 224, 226, 231, 478 Huesca, Cruz de San Martín, 123, 202, 274, 391, 434, 441

Huesca, Cruz de Seral, 158, 217, 224, 227 Huesca, Culandrares, 254

Huesca, Estudio General, 72, 73, 206, 217, 284, 377, 385 Huesca, Ferrerías (Herrerías) (plaza, barrio, vico), 186, 214, 216, 271, 280-283, 367, 374, 378, 379, 383, 440 Huesca, Ferrianal, 100, 129, 135, 139, 159, 186, 235, 236, 267, 275, 280

Huesca, Florén, 158, 159, 164, 188, 223, 225, 228, 230, 232, 233, 238, 240

QUT
ÍNDICE TOPONÍMICO

Huesca, Flumen (río), 189, 225, 231, 234, 236, 439

Huesca, Fosal de los Moros, 187, 188, 228, 235, 235n, 236

Huesca, fuente del Ángel, 223, 239

Huesca, fuente del Ibón, 238-240, 370

Huesca, Guatatén, 189, 226, 228

Huesca, hospital de la Esperanza, 26, 63, 65, 68, 140, 141, 157, 186, 195, 196, 199, 284, 397, 422, 423, 435

Huesca, Hoya (o Plana o comarca) de, 41, 51, 57, 71, 78, 173, 191, 202, 238, 240, 242, 248, 305, 341, 351, 411, 425

Huesca, Ibón, El, 187, 223, 385

Huesca, Isuela (río), 135, 165, 188, 196, 224, 227, 236, 276, 401

Huesca, La Almunia, 26, 187, 188, 221, 224, 231, 233, 238, 240, 439

Huesca, La Retuerta, 187, 221

Huesca, Las Mártires, 122n, 168, 185, 222, 226, 228, 231

Huesca, Las Monjas (Santa Clara), 73, 232, 434n

Huesca, Las Peñas, 168, 226, 232

Huesca, Limosna de la Seo, 65, 73, 228, 229, 397, 435

Huesca, Loreto, 232, 403

Huesca, Lupianar Nueva, 90, 192, 263

Huesca, Malpartir, 224, 227

Huesca, mezquita, 69, 271, 272

Huesca, molino de Puyaruelas, 229, 232

Huesca, monte de Becha, 86

Huesca, Montearagón, 66, 73, 122n, 124, 165, 179, 187, 188, 224, 225, 227, 228, 231, 232, 240, 266, 267, 378, 380, 394, 403, 404, 410

Huesca, Monzur, 71, 101, 103, 105, 116, 122n, 129, 130, 133, 136, 158, 159, 164, 168, 187, 188, 217, 222-224, 226-234, 238, 240, 260, 440

Huesca, Morería, 26, 43, 46, 62, 80, 153, 175, 192, 199, 271-273, 276, 279-281

Huesca, Morillón, 230, 233

Huesca, Nueva Cristiandad, 43, 62, 67, 80, 91, 194, 259n, 271-274, 276, 285

Huesca, Orden de San Juan, 165, 168, 226, 378n, 386, 397, 403, 407

Huesca, palacio episcopal, 73, 195, 209, 258, 317

Huesca, palacio municipal (Casa de la Ciudad), 90, 205, 206

Huesca, Papiello, 233, 238

Huesca, Pellerín (Pellerique Viejo, Pellería), 236, 280, 280n, 281, 385, 436, 439

Huesca, Peña Garrapán, 165

Huesca, placeta de Florén, 164, 236, 275

Huesca, placeta de la Mezquita, 185, 194, 245, 277, 291

Huesca, plaza de Jara, 274

Huesca, plaza del Almudí, 71, 165, 186, 194, 255, 262, 263, 272, 274, 277

Huesca, plazuela de los Navarros, 280-282

Huesca, Porteta, 223, 240

Huesca, Porteta de Zaragoza, 446

Huesca, Postigo, 185, 192, 223, 230, 235, 238, 274-276, 285

Huesca, Predicadores, 22n, 33, 56, 64, 65, 73, 145, 146, 186, 188, 195, 203, 204, 222, 224, 227, 228, 236, 274, 275, 347, 397, 401, 402, 422, 423, 425, 428

Huesca, Público, 385, 401, 436, 438, 441

Huesca, Puerta de Zaragoza, 285, 446

Huesca, Reguero de Abincaraz, 228, 231, 238

Huesca, Reguero de Cuadrillos, 223

Huesca, Reguero de Monte Lecina, 223

Huesca, Riguillo, 102, 103, 136, 166, 188, 224, 228, 231-233, 238

Huesca, Salas (santuario), 62, 425

Huesca, San Salvador, 63, 213

Huesca, San Agustín (Santa María in Foris), 73, 168, 185, 188, 210, 226

Huesca, San Francisco, 64, 145, 371, 424, 446

Huesca, San Lorenzo o San Lorente (iglesia), 5, 16, 17, 17n, 24n, 26, 29, 44, 60, 62, 63, 64, 71, 73, 83, 104, 135, 154, 157, 185, 186, 214, 225, 259, 266, 273, 275, 280, 281, 345, 347, 375, 399, 415, 440, 442, 446

Huesca, San Martín (iglesia), 16, 17n, 18, 25, 26, 29, 44, 46, 48, 62-65, 69, 71, 73, 79, 80, 99, 105n, 227, 229, 266, 271, 336, 361

Huesca, San Pedro el Viejo, 73, 186, 189, 229, 231, 284, 433, 434

Huesca, Sancti Spiritus, 62

Huesca, Santa Lucía, 254

Huesca, Santo Domingo, 24, 64, 188, 233, 273, 280, 422, 435, 446. Véase también Predicadores

Huesca, Santos Justo y Pastor, 189

Huesca, Seo (o catedral), 17n, 63n, 67, 73, 155, 168, 186-189, 211, 226, 230, 255, 370, 417, 434

Huesca, Tablado, 232, 233

Huesca, Temple, 66, 70, 70n, 181, 378, 399, 403, 404

Huesca, Tenerías, 199, 259, 271, 283, 284 Huesca, Tierços (Altos y Baxos), 26, 71, 100, 129, 132, 135, 143, 146, 158, 159, 164166, 187-189, 197, 217, 222-226, 228231, 233, 234, 238, 240, 255, 261, 263, 385, 436, 438, 440, 441, 443

Huesca, Tormos, 165, 225

QUU
ÍNDICE TOPONÍMICO

Huesca, Torrelapiedra, 229, 231, 232

Huesca, Trinquete, 24, 24n, 280, 385, 446

Huesca, Universidad, 76, 77, 203, 204, 206, 377

Huesca, Valdecambras, 224

Huesca, Xarea, 56, 216, 227

Ibieca, 240, 241, 243, 373, 376, 379, 405, 416, 425, 428, 430, 444

Igriés, 391-393, 402

Ipiés, 375

Isuela (río), 379

Jaca, 86, 312, 368, 378, 403

Jara, 227

Jarque, 44, 47, 48

Javierre del Obispo (Xavierre de los Carnudos), 382

Junzano, 403, 421

Labata, 219n, 251, 369, 373, 392, 393, 415, 417, 421, 435

Labuerda, 373, 392, 393

Lacambra, 421

Laluenga, 241, 243, 372, 380, 403

Lalueza, 403

Lanaja, 410, 411

Lanuza, 373

Laruns, 368

Lascasas, 186, 406

Lascellas, 410, 415, 422, 446

Lastanosa, 66, 394

Latasa, 177

Latrás, 399

Leciñena, 410, 411

Lérida, 44-46, 48, 59, 128, 135, 183, 250, 265, 351

Lesmartes, 249

Lierta, 217, 266, 267

Liesa, 240, 241, 243, 375, 376, 379, 405, 416, 428-430, 443, 444

Litera, La, 44

Loarre, 384, 403, 408, 433

Logroño, 345, 384, 418, 419, 424, 427, 431, 432

Loporzano, 403, 405

Loscorrales, 403

Luceni, 354

Luna, 378, 403, 408, 436

Lupiñén, 378, 403, 404, 406, 420, 429

Lusera, 410

Madrid, 24, 340, 350

Maella, 29, 44

Málaga, 71, 72, 196-198, 293, 295, 297, 303, 304, 319

Malta, 445n

Marcén, 403

María de Huerva, 35, 44, 71n, 155

Marsella, 350 Mauriac, 249

Miguella (¿Nigüella?), 354

Misla (¿Mislata?), 41

Monegros, 194, 213 Monflorite, 120, 251, 254, 257, 261, 262, 266, 375, 407, 409, 410, 414, 422, 432 Monflorite, santuario de los Dolores (o de la Merced), 65, 395, 435-437 Monzón, 247, 248, 369, 375, 376, 392, 425 Morata, 44, 46, 401 Morrano, 90, 371 Moyuela, 425, 438 Muel, 36, 44, 45, 105, 130, 131, 219, 268, 337

Murillo de Gállego, 203, 380 Naval, 16, 36, 44-46, 46n, 48, 51, 76, 100, 105, 106, 129, 136, 147, 153, 156, 161, 168, 176, 219, 221, 250, 255, 261, 263, 352, 354, 361, 368, 375, 376, 411 Navarra, 403

Novales, 34, 71, 139, 229, 240, 402, 405407, 412, 414-416, 425, 428-430, 435 Novallas, 384, 433

Nuez, 51, 160, 218, 341, 417 Olivito, 405

Orán, 47, 181, 340 Ortilla, 420

Osera, 49, 169, 216, 235 Ostende, 321n, 322

Otura, 405, 406, 420, 429, 430

Palamós, 348

Panzano, 60, 168, 282, 410, 417

Pedrola, 19, 30, 49, 50, 115, 116, 164, 232, 278, 432

Peralta, 237, 240, 241, 243, 370, 379, 405, 414, 416, 425, 428-430

Peraltilla, 414, 416, 422, 434-436

Permisán, 407, 412, 415, 445, 446

Pertusa, 375, 378, 403, 415

Piedratallada, 392

Piracés, 405-407, 416, 425, 429, 430

Pisa, 379, 405

Plasencia de Jalón, 44, 123n, 187

Plasencia del Monte, 338, 378, 391-393, 393n, 403, 409

Poitou, 249

Poleñino, 403

Pomar de Cinca, 44, 393

Pompenillo, 88, 378, 379, 403, 404, 410

Pompenillo, La Peril, 379

Pompién, 378, 379, 403, 404

Pompién Muzo, 378, 402, 403

Ponzano, 412, 415

Portugal, 311, 322

Pozán, 243, 425

Puebla de Híjar, La, 337, 344

Pueyo de Fañanás, 45n, 65, 241, 371, 379, 405, 423, 425, 428-430, 443-445

QUV
ÍNDICE TOPONÍMICO

Pueyo de Santa Cruz (Pueyo de la Encomienda), 118, 155

Puibolea, 50, 121, 215, 235, 240, 338, 371, 376, 392, 407, 410, 412, 414-416

Puivicién, 403

Quicena, 88, 123, 136, 164, 165, 250, 403, 408

Radiquero, 415

Rasal, 203, 213, 214, 306, 375, 376, 379, 393

Real Audiencia de Aragón, 383, 385, 386, 418, 420, 412, 422, 424, 432, 440

Real Cancillería, 432, 433, 445

Reus, 200, 256, 307, 322, 393

Robres, 213, 257, 393

Rodellar, 90, 371

Roma, 57, 66, 350, 433

Rueda, 338

Sagariello, 403

Saint-Jean-de-Sauves, 249

Saint-Thomas, 249

Salas Altas, 425

Salillas, 403

Sallent de Gállego, 70, 249, 368, 375-377, 382, 389, 394, 397

Samper de Cetrán, 379, 405

San Juan de la Peña, 168, 226

San Julián, 403

Sanfelices, 267

Sangarrén, 35, 46, 50, 51, 108, 246, 255, 339, 351, 370

Sangüesa, 45, 61, 77, 177

Santa Cruz, 432

Santa Engracia, 384, 433

Santa María, 403

Sariñena, 42, 50, 76, 194, 257, 357, 392, 415, 428, 429

Sarvisé, 393

Sasa, 240, 403

Satué, 382

Saviñán, 44, 46, 107, 131

Segorbe, 44, 46

Selgua, 237, 241, 370

Sesa, 240, 243, 368, 401, 410, 414-416, 430, 433, 435

Sicilia, 341

Siétamo, 277, 405, 429

Sijena, 73, 181, 185, 186, 194, 245

Sipán, 169

Sobradiel, 50, 351

Sobrarbe, 374, 393, 421, 425, 430

Sobrepuerto, 16, 374, 382

Sodeto, 403

Tabernas de Isuela, 88, 256, 373, 375, 376, 391-394

Tamarite de Litera, 369, 373, 392

Tarazona, 356

Tardienta, 194, 204, 213, 249, 257, 379, 393, 404, 410, 411, 415, 445

Tena, valle de, 375

Tierz, 50, 78, 257, 410

Torralba, 213, 267

Torre de Piedra, La, 403

Torrecilla, 404

Torrellas, 18, 29n, 50, 116, 147n, 202, 224, 255, 384, 432, 433, 411 Torres, 405

Torres de Montes, 90, 371, 379

Torresecas, 403

Torrijos de Calatayud, 29

Tramaced, 407, 410, 412, 414, 415, 432, 439 Urrea, 338 Used, 377

Valencia, 41, 41n, 47n, 48, 49, 57, 95, 167, 272, 350, 355, 375, 377, 393

Valonia, 322n

Vicién, 97, 120, 133, 142, 169, 256 Villafeliche, 96, 341 Viñuales, 393 Yéqueda, 255 Zaragoza, 15, 23n, 44, 45, 45n, 46, 47, 49, 56, 59, 70, 74, 75, 84, 95, 100, 130n, 149, 158n, 164, 169, 170, 173, 178, 179, 183, 186, 192, 204n, 223, 228, 232, 249-251, 255-260, 268, 281, 283, 284, 332, 336338, 342, 344, 347, 348, 350, 351, 355357, 361, 363, 367, 374-378, 380-383, 387-389, 391-393, 399, 404, 406, 407, 415, 419, 421, 424, 425, 428, 431, 433435, 439, 440, 442-445, 447

Zaragoza, Aljafería, 5, 65, 74, 109, 114, 338, 340, 341, 344-347, 354, 356, 393, 401, 417, 419, 420, 424, 427, 447

Zaragoza, Arrepentidas, 424 Zaragoza, calle del Azogue, 169 Zaragoza, calle de las Doncellas, 436, 440 Zaragoza, calle Mayor, 170 Zaragoza, callizo de Valcajar, 420, 435 Zaragoza, Coso, 379 Zaragoza, Morería Cerrada, 376 Zaragoza, Pilar, 60, 170, 186 Zaragoza, prisión de Manifestados, 442 Zaragoza, plazuela de la Alfóndiga, 400 Zaragoza, San Francisco, 424

Zaragoza, San Pablo, 9n, 65, 114, 363, 424 Zaragoza, Seo, 443 Zaragoza, Tabla de Depósitos, 249, 381, 407, 419, 424

QVM
ÍNDICE TOPONÍMICO

Este libro se acabó de imprimir el día 9 de febrero de 2009, año del cuadringentésimo aniversario de la real orden de expulsión de los moriscos de todos los reinos de España.

OTROS TÍTULOS DE LA COLECCIÓN

1.Antonio Durán Gudiol, Historia de los obispos de Huesca-Jaca de 1252 a 1328 (1985).

2.José Mª García Ruiz, Juan Puigdefábregas y José Creus Novau, Los recursos hídricos superficiales del Alto Aragón (1986).

3.Antonio Plaza Boya, El mundo religioso del alto Ésera (1986).

4.Joaquín Rodríguez Vidal, Geomorfología de las sierras exteriores oscenses y su piedemonte (1986).

5.Lourdes Ascaso Sarvisé, El monasterio cisterciense de Santa María de Casbas (1986).

6.César Pedrocchi Renault y otros, Estudio multidisciplinar de La Laguna, Sariñena (Huesca) (1986).

7.Ángel Conte Cazcarro, La encomienda del Temple de Huesca (1986).

8.Jesús Morales Arrizabalaga, La derogación de los fueros de Aragón (1707-1711) (1986).

9.Francho Nagore Laín, El aragonés de Panticosa. Gramática (1986).

10.Vicente Bielza de Ory y otros, Estudio histórico-geográfico del valle de Bielsa (1986).

11.Carlos Mazo Pérez y José Mª Rodanés Vicente, Corpus de útiles pulimentados de la comarca de Monzón (1986).

12.Rafael Vidaller Tricas y José Enrique Ortega Cebollero, Los árboles del Altoaragón (1987).

13.Ricardo García González, Estudio del crecimiento postnatal en corderos de raza Rasa Aragonesa ecotipo Ansotano (1987).

14.Ramón López Batalla, La población de Estadilla (Huesca) en el siglo XVIII: estudio de demografía histórica (1987).

15.Miguel Bandrés Nivela, La obra artigráfica de Ramón Acín: 1911-1936 (1987).

16.C. Alfageme Ortells y otros, Félix de Azara, ingeniero y naturalista del siglo XVIII (1987).

17.Antonio Jesús Gorría Ipas, Evolución y crisis demográfica de la organización social. El valle de Ansó (1987).

18.Francisco Salamero Reymundo, Ensayo biográfico sobre Diego Cera, un grausino universal (1987).

19.Gabriel Montserrat Martí, Catálogo florístico del Cotiella y la sierra de Chía (1987).

20.Carmen Frías Corredor y Miriam Trisán Casals, El caciquismo altoaragonés durante la Restauración (elecciones y comportamiento político en la provincia de Huesca, 1875-1914) (1987).

21.Mª Pilar Lascorz Garcés, Barbastro y su desarrollo urbano en el siglo XIX (1987).

22.Javier Callizo Soneiro, La red urbana de Huesca (1988).

23.Philippe Moreau, La iglesia de San Pedro de Ansó (1988).

24.José Antonio Gracia Guillén, Introducción a las rentas de la Universidad de Huesca (1987).

25.Adolfo Castán Sarasa, Arquitectura militar y religiosa del Sobrarbe y Serrablo meridional (siglos XI-XIII) (1988).

26.José Garcés Romeo, Julio Gavín Moya y Enrique Satué Oliván, Arquitectura popular de Serrablo (1988; 3ª ed., ampliada, 2000).

27.José Ángel Sánchez Navarro, Los recursos hídricos de las sierras de Guara y sus somontanos (1988).

28.Ana Castelló Puig, Propiedad, uso y explotación de la tierra en la comarca de los Monegros oscenses (1989).

29.Brian Mott, El habla de Gistaín (1989).

30.David Badía Villas, Los suelos en Fraga. Cartografía y evaluación (1989).

31.Mª Jesús Murillo Capdevila, La brucelosis en la provincia de Huesca (estado actual y repercusión económica) (1989).

32.Carmen Rábanos Faci y colaboradores, La casa rural en el Pirineo aragonés (1990; 2ª ed., 1993).

33.Ana I. Escalona Orcao, Las comunicaciones transpirenaicas en Aragón (1990).

34.Francis Chauvelier, La repoblación forestal en la provincia de Huesca y sus impactos geográficos (1990).

35.Justo Broto Salanova, Un olvidado: José Mª Llanas Aguilaniedo (1992).

36.Mª Teresa Cardesa García, La escultura del siglo XVI en Huesca (1. El ambiente histórico-artístico) (1993).

37.José Vicente Ferrández Palacio y Juan Manuel Sanz Casales, Las plantas en la medicina popular de la comarca de Monzón (Huesca) (1993).

38.Mª Teresa Cardesa García, La escultura del siglo XVI en Huesca (2. Catálogo de obras) (1996).

39.Severino Pallaruelo Campo, Los molinos del Altoaragón (1994).

40.José Domingo Dueñas Lorente, Ramón J. Sender (1924-1939). Periodismo y compromiso (1994).

41.María Jesús Lacarra (coord.), Estudios sobre Pedro Alfonso de Huesca (1996).

42.Carlos Laliena Corbera, La formación del Estado feudal. Aragón y Navarra en la época de Pedro I (1996).

43.Alberto Sabio Alcutén, Los montes públicos en Huesca (1859-1930). El bosque no se improvisa (1997).

44.María Jesús Vicén Ferrando, Mariano Carderera y Potó. Orígenes y desarrollo de su pensamiento pedagógico (1999).

45.Ramón Acín, Aproximación a la narrativa de Javier Tomeo. Simulación, intertextualidad e interdiscursividad en las primeras novelas del autor (2000).

46.María José Pallarés Ferrer, La pintura en Huesca durante el siglo XVII (2001).

47.Guillermo Vicente y Guerrero, El pensamiento político-jurídico de Alejandro Oliván en los inicios del moderantismo (1820-1843) (2003).

48.Francho Nagore Laín, El aragonés del siglo XIV según el texto de la Crónica de San Juan de la Peña (2003).

49.José Arlegui Suescún, La Escuela de Gramática de la Facultad de Artes de la Universidad Sertoriana de Huesca (siglos XIV-XVII) (2004).

50.Isabel Romanos Colera, Sillerías corales del siglo XVI (2004).

51.José Antonio Martínez Prades, El castillo de Loarre. Historia constructiva y valoración artística (2005).

52.Alberto Gil Novales, Diccionario biográfico aragonés: 1808-1833 (2005).

53.Héctor Millán Garrido, Estructura y cinemática del frente de cabalgamiento surpirenaico en las Sierras Exteriores aragonesas (2006).

54.Juan Carlos Ara Torralba, Arturo Zancada y Conchillos y sus proyectos culturales La Ilustración Militar y La Ilustración Nacional (2007).

55.José Ignacio Gómez Zorraquino, Los santos Lorenzo y Orencio se ponen al servicio de las «tradiciones» (siglo XVII) (2007).

56.María de los Ángeles Campo Guiral, Devoción y fiesta en la pluma barroca de Ana Francisca Abarca de Bolea: estudiode la Vigilia y octavario de San Juan Baptista (2007).

57.Alberto Gil Novales, El Alto Aragón en la guerra de la Independencia: de Lastanosa a Félix de Azara (2008).

INSTITUTO DE ESTUDIOS ALTOARAGONESES

Diputación de Huesca

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