Cuentos altoaragoneses de tradición oral

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M.

HERMINIO I.AFOZ RABAZA


CUENTOS ALTOARAGONESES DE TRADICIÓN ORAL



Herminio LAFOZ RABAZA

CUENTOS ALTOARAGONESES DE TRADICIÓN ORAL

INSTITUTO DE ESTUDIOS ALTOARAGONESES DIPUTACIÓN DE HUESCA


Colección: «Cosas Nuestras», 8 Director: Ignacio ALMUDÉVAR ZAMORA Redacción y Administración: Instituto de Estudios Altoaragoneses Avda. del Parque, 10 22002 HUESCA Portada: Jesús TURBIDÍ PÉREZ Fotografías: Eugenio MONESMA MOLINER Composición: Charo MARTÍN RODRÍGUEZ Corrección: M.4 Teresa SAS BERNAD Depósito Legal: HU-177/90 I.S.B.N.: 84-86856-33-7 Imprime: Grafic RM Color S. C. C/ Comercio,Parcela I, nave 3. HUESCA


A mis alumnos y alumnas del Instituto de

Bachillerato de Barbastro, de los que tanto aprendĂ­.



INDICE

1.

INTRODUCCIÓN 1.1. El contexto 1.2. La colección 1.3. Ficha técnica de la colección

9 9 10 15

2.

CUENTOS DE SANTOS

19

3.

CUENTOS DE MONTAÑESES

23

4.

CUENTOS DE CURAS

31

5.

LA SIRENA QUE PEINABA SUS CABELLOS

37

6.

CUENTOS DE BRUJOS Y ADIVINOS

41

7.

CUENTOS DE BRUJAS

57

7


. CUENTOS DEL ÁRBOL FLORIDO

115

9.

LA VIRGEN VIAJERA

121

10.

HABLAN LOS ANIMALES

125

11.

CUENTOS DE APARECIDOS

131

12.

EL LIBRO DE SAN CIPRIANO

149

13.

CASAS ENCANTADAS

153

8


1. INTRODUCCIÓN

1.1. El contexto Entre los años 1976 y 1979, durante mi estancia en el Instituto de Bachillerato "Hermanos Argensola", de Barbastro, llevé a cabo junto con la profesora M.1 Ángeles LATORRE, del Centro de Formación Profesional de la misma localidad, un proyecto de estudio del entorno, que se sustentaba sobre todo en la recuperación de los elementos de lo que entonces denominábamos "cultura popular", que abarcaba tanto la cultura material como la inmaterial, y llegaba hasta la propia historia local. A este proyecto se incorporaría más tarde el profesor Carlos FRANCO DE ESPÉS, desde el Centro de Formación Profesional de Graus. El ámbito del estudio, debido a la procedencia del alumnado, era bastante extenso y abarcaba desde el Somontano hasta la Ribagorza y parte del Sobrarbe. El esquema de trabajos y algunos de los materiales sectoriales del proyecto se han ido publicando en los últimos años2.

1 LAFOZ RABAZA, Herminio, Esquema de un estudio cultural en la zona de Barbastro, I Jornadas sobre el estado actual de los estudios sobre Aragón (Teruel, 1978), Zaragoza, 1979, pp. 967-968. 2 FRANCO DE ESPÉS, Carlos, La noche de San Juan en Ribagorza, Sobrarbe y Somontano, I Congreso de Aragón de Etnología y Antropología (Borja y Tarazona, 1979), Zaragoza, 1981, pp. 163-171; LAFOZ RABAZA, Herminio, El

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Así pues, la colección de cuentos que aquí presento se integra como una parte más en el contexto de todo el trabajo que llevamos a cabo durante los años mencionados.

1.2. La colección En Aragón, como en otros territorios del Estado español, la mayoría de los cuentos folklóricos que conocemos fueron recogidos por escritores y periodistas de la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX y que, como dice Maxime CHEVALIER, "convirtieron en materia novelesca unos relatos familiares que conocerían desde los años de su infancia. Dos posibilidades se ofrecían: engastar cuentos populares en una novela y elaborar un cuento literario a partir de un cuento folklórico"3. En los últimos veinte años, estas colecciones han sido estudiadas, sistematizadas y reeditadas en su gran mayoría sobre todo por Antonio BELTRÁN MARTÍNEZ en su Introducción al folklore aragonés4 y por Juan DOMÍNGUEZ LASIERRA en una serie de títulos entre los que destacan: Relatos aragoneses de brujas, demonios y aparecidos5, Cuentos, recontamientos y conceptillos aragoneses6 y Aragón legendario7 , en su primera entrega, a la que seguirán otras cuatro.

libro de San Cipriano en la Ribagorza, Sobrarbe y Somontano, I Congreso de Aragón de Etnología..., pp. 67-71; LAFOZ RABAZA, Herminio, Brujería en la provincia de Huesca: zonas del Somontano y Ribagorza, 1 Congreso de Aragón de Etnología..., pp. 55-59; LAFOZ RABAZA, Herminio, Serie de cuatro artículos sobre el Ciclo festivo en el Somontano barbastrense (primavera, verano, otoño e invierno), en "El Ribagorzano", en diciembre de 1981 (n.5 10), mayo 1982 (n.2 15), septiembre de 1982 (n.2 19) y diciembre de 1982 (n.5 22); MARTÍN RUBIO, Simeón, Los cuentos de brujas en el Somontano de Huesca, V Jornadas sobre el estado actual de los estudios sobre Aragón (Zaragoza, 1982), Zaragoza, 1984, pp. 173-179. 3 DÍAZ, Joaquín y CHEVALIER, Maxime, Cuentos castellanos de tradición oral, Valladolid, 1983, p. 8. 4 Zaragoza, tomo I (1979); tomo II (1980). 5 Zaragoza, 1978. 6 Dos tomos, Zaragoza, 1981. 7 Tomo I, Zaragoza, 1984. 10


A medio camino entre la tradición literaria y la recogida de campo se puede situar la obra de Rafael ANDOLZ que ha publicado con el título genérico de "Biografías aragonesas", las de El bandido Cucaracha y Puchamán de Lobarre8, y Mosén Bruno Fierro, cura de Saravillo y vida de Fermín Arrudi, el gigante aragonés9, personajes que han generado abun-

dante tradición oral, sobre todo en el Altoaragón. Menos comunes son las colecciones de cuentos procedentes de la recogida directa de campo, como la que ahora presento; destacaría, no obstante, la breve colección sobre leyendas de moros, recogidas por Adolfo CASTÁN10 y las contenidas en la excelente obra de Severino PALLARUELO Viaje por los Pirineos misteriosos de Aragón", que, recogidas en bastantes casos por el propio autor, se integran en el contexto de un relato sistematizado. La falta de sistematización de los cuentos orales aragoneses me impide por el momento clasificar los de esta colección no sólo con arreglo a la clasificación internacional de los cuentos folklóricos12, sino con arreglo a cualquier otra. En cualquier caso, los he agrupado de una forma libérrima, por proximidad de temas, en los siguientes apartados, que comento de una forma global: Cuentos de santos (n.º 1).

Una curiosa versión de la muy conocida leyenda de San Úrbez, cuyo significado simbólico fue estudiado acertadamente por Josefina ROMÁ13.

8 9

Zaragoza, 1982. Zaragoza, 1985.

10 Leyendas de moros en el Alto Aragón, I Congreso de Aragón de Etnología..., pp. 249-259. 11 Zaragoza, 1984. 12 Según el conocido manual de AARNE, Antti y THOMPSON, Stit.h, The Types of Folktale, F.F.C., n.2 184, Helsinki, 1964. 13 San Úrbez como traducción de la cosmovisión pirenaica, I Congreso de Aragón de Etnología..., pp. 223-226. 11


Cuentos de montañeses (n.9 2, 3, 4 y 5).

"Imaginación y buen humor del montañés que se ríe de su propia sombra pero que jamás tolera que otro lo haga a costa suya, y menos aún si el otro es de la tierra baja", como dice Rafael ANDOLZ14. Cuentos de curas (n.9 6 y 7). La sirena que peinaba sus cabellos (n.9 8).

En este interesante cuento hay elementos bastante difundidos en la tradición oral no sólo aragonesa sino española. La figura de la bella mujer (la curiosidad de este caso es que se trate de una sirena) sentada al lado de una fuente peinando sus cabellos, la podemos encontrar en una leyenda de Griegos, recogida por Antonio BELTRÁN15. Adolfo CASTÁN16 refiere una leyenda, recogida en Rasal, con una reina mora cuyos hermosos cabellos peinaba todos los días una anciana de aquel lugar. También aparece en este cuento la prueba de no poder volverse hasta llegar a casa, so pena de desaparecer el donativo maravilloso, como así ocurre. Este tema está presente también en la tradición de los cuentos maravillosos españoles. Cuentos de brujos y adivinos (n.9 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15, 16 y 17).

Destaca sobre todo la serie dedicada al herrero de Fomillos, muy difundida en la zona del Somontano. Se trata de un prototipo masculino con poderes no demasiado maléficos, frente al femenino bruja, que los usa cuando no es invitado a beber por los segadores, a una boda, etc. Otro elemento curioso es el del tubo o caña que contiene en un caso ocho diablos y, en otro, mosquitos. En ambos son utilizados para trabajar

Bruno Fierro, cura de Saravillo..., op. cit., p. 39. al folklore aragonés, tomo I, p. 109. 16 Leyendas de moros en el Alto Aragón, op. cit., p. 251. 14 Mosén

15 Introducción

12


el campo. Este elemento lo encontramos en uno de los cuentos españoles más conocido y difundido: "Blancaflor, la hija del diablo"17: "En cuanto se durmió, abrió un alfiletero y empezaron a salir diablillos, diablillos, diablillos... — Diablillos, ¡a trabajar! Unos se pusieron a arar, otros a sembrar, otros a segar, otros a trillar, otros fueron al molino, otros a amasar el pan...".

Cuentos de brujas (n .º 18 a 52). Sin duda el apartado que tiene mayor número de cuentos. En conjunto, creo que se recogen todos los elementos que caracterizan sobre todo a la brujería femenina: poder de transformación de las brujas en animales, el "mal dau", la protección contra las brujas, etc. Sobre la metamorfosis, el conjunto que va desde el número 18 hasta el 32 inclusive, recoge las variantes de lo que puede considerarse como un arquetipo pirenaico, resumido así por Severino PALLARUELO: "Dicen que en alguna casa (en cada pueblo dan el nombre de una casa donde pasó), cada año, durante la Nochebuena, moría la mejor mula de la casa, mientras los amos estaban en misa. El amo decidió, un año, dejar un criado en la cuadra cuando todos fueron a misa. Poco después de comenzar su guardia, el criado vio un gato negro que avanzaba por el lomo de la mejor mula, hacia el cuello de la misma, para morderle. El criado golpeó con un palo al gato, que pudo huir con una pata rota. A la mañana siguiente, encontraron a una vieja de la casa, en su cama, con la pierna rota"18. En algunos lugares, no son mulas las atacadas, sino vacas u ovejas. En otros, la abuela adopta la forma de ratón, e, incluso, en dos casos, mantiene su forma humana. Cuentos del árbol florido (n .Q 53 y 54).

17 He utilizado la edición de Julio CAMARENA, Cuentos de los siete vientos, I, Alborada ediciones, Madrid, 1987 (cuento n.º 4). 18 Viaje por los Pirineos misteriosos de Aragón, op. cit., pp. 97-98.

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La Virgen viajera (n.2 55). Tema muy común el de la rivalidad de dos pueblos en la multitud de tradiciones sobre apariciones de vírgenes en Aragón, cuyo estudio está por hacer. También aparece en la tradición del Santo Cristo, que habríamos de relacionar seguramente con lugares de moriscos19. Hablan los animales (n.2 56, 57 y 58). Cuentos de aparecidos (n.2 59 a 67). Tema muy común en la tradición legendaria rural. El libro de San Cipriano (n.2 68). Puede verse mi artículo El libro de San Cipriano en la Ribagorza, Sobrarbe y Somontano". También el trabajo ya mencionado de Severino PALLARUEL021.

Casas encantadas (n.2 69 a 76). La intrusión del mundo del más allá en la vida habitual de las comunidades rurales se muestra de manera clara en este grupo de cuentos. La casa es el espacio común que comparten las almas errantes que vivieron alguna vez allí y los vivos. En ella se hace patente la presencia del más allá cuando en este mundo se han dejado cuentas pendientes. Las almas mani-

1 9 LAFOZ RABAZA, Herminio y DE LA VEGA CEBRIÁN, M. Pilar, Experiencias

didácticas del Seminario de Geografía e Historia del INB "Juan de Lanuza", de Borja, III JEAESA (Tarazona, 1980), Zaragoza, 1981. En el apéndice II (p. 137) se cuenta cómo rivalizaron los habitantes de Ambel y Maleján por el Cristo de Rivas (pequeña población desaparecida con la expulsión de los moriscos en 1610), que finalmente se quedará en Maleján. Una historia semejante, sólo que protagonizada por Ambel y Ainzón, la recojo en: LAFOZ RABAZA, Herminio, El ciclo festivo de Ainzón (Zaragoza), en la revista "Temas de Antropología Aragonesa", 2, diciembre de 1983, pp. 110-111. 20En I Congreso de Aragón de Etnología..., op. cit., pp. 67-71. 2 1 Viaje por los Pirineos..., op. cit., pp. 90-91.

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fiestan su desazón con toda clase de ruidos que atemorizan a los habitantes de las casas, pero que también precipitan la solución anhelada: la bendición de la casa, los rezos, el perdón, vuelven a colocar a cada uno en su lugar.

1.3. Ficha técnica de la colección Los cuentos se recopilaron en el Instituto de Bachillerato "Hermanos Argensola" de Barbastro (Huesca), entre los años 1977 y 1979. Los informantes eran todos alumnos y alumnas del mencionado Instituto y también del Centro Nacional de Formación Profesional de dicha localidad. Las fuentes de estos informantes, a su vez, fueron preferentemente sus padres, abuelos y familiares en general, aunque también entrevistaron en algún caso a otras personas de sus respectivos pueblos. —Felicidad MONCLÚS recogió el cuento 1. —Rosa LASCORZ AYATS, de Bisaurri, recogió los cuentos 2, 13, 30 (Bisaurri), 50, 67, 73 y 75. —Miguel A. PÉRIZ PUYUELO recogió los cuentos 3, 4, 5, 6, 7 (los oyó contar a su padre); 25 (se lo contó su abuelo, de Bárcabo); 24, 37, 38, 39, 69 (transcritos de cinta magnetofónica); 56, 57 y 58. —Isabel LAPORTA, de Barbastro, recogió el cuento 8. —Isabel FUMANAL, de Olsón, recogió los cuentos 9, 14 (Lecina), 29 (Bárcabo), 34 (Almazorre), 48 (Santa M.4 de Buil), 49, 51 (Olsón), 66 (Bárcabo), 71 (Bárcabo) y 74. —Ana PÉREZ RALUY y M.4 Jesús PUÉRTOLAS, de Salas Altas, recogieron los cuentos 10, 20 y 32 (Cregenzán). —José A. TÉLLEZ GÓMEZ, de Castillazuelo, recogió el cuento 12 (encuestó a Nicolás CARRUESCO, de 68 años, labrador, y a Pilar DOMPER, de 67 años). —M.4 Isabel ESTER ARNAL, de Huerta de Vero, recogió el cuento 16.

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—Juncal MATA RODENAS, de Alberuela de Laliena, recogió los cuentos 17 y 22. —M.4 José GALICIA CERESUELA, de Barbastro, recogió los cuentos 18 (Escuaín), 54 y 70. —Lourdes ESPLUGA SAMPIETRO recogió el cuento 19 (Huerta de Vero). —Teresa FUMANAL, de Colungo, recogió los cuentos 21 (Santa de Buil), 36 (Colungo), 45, 60, 65 y 72. —Vicente BARFALUY, de Lecina, recogió en cinta magnetofónica los cuentos 23, 40, 41, 42, 61, 62, 63, 64, 68. —Concepción BRUBALLA recogió el cuento 27. —M.4 Ángeles BUIL CRAVER recogió el cuento 28 (Abiego). —Dolores LARRUY ROMÁN y Rosa MIR, de Capella, recogieron los cuentos 31, 35, 46 y 59. —M.4 Carmen MADONAR, de Radiquero, recogió el cuento 53. —Joaquín GRASA BRAVO, de Salas Altas, recogió el cuento 55. —Milagros BERNAD MUR, de Berbegal, recogió los cuentos 33 (se lo contó su abuelo) y 76 (ocurrió en casa de su abuela. Entrevistó a su madre y a sus tías). -15.4.4 Luisa CASASNOVAS, de Javierre de Bielsa, recogió el cuento 43 (se lo contó su madre).

—Rosa M.4 GARCÍA ANDRÉS, de Barbastro, recogió el cuento 44. —M.4 Ángeles CAMPODARVE, de Pozán de Vero, recogió el cuento 47. —Dolores SUBÍAS, Manuel PUEYO, Reyes MUR y Ana SUBÍAS, de Salas Altas, recogieron el cuento 52. —No consta informante: cuentos 11, 15 y 26.

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En el caso de las transcripciones de cinta magnetofónica, se ha respetado siempre la versión oral, despojándola simplemente de repeticiones de palabras y sonidos que podían hacer poco comprensible el relato. Respecto a los demás cuentos, proporcionados por los informantes/alumnos por escrito, se ha procurado respetar siempre su propia expresión, haciendo únicamente correcciones de tipo ortográfico en castellano.

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2. CUENTOS DE SANTOS



1

Leyenda de San Úrbez Era un pastor que nació en Nocito y estuvo de pastor en varios pueblos del valle de Vió y de la ribera del río Ara. Estando una vez de pastor en Vió, por las faldas del río Bellós, le sorprendió una fuerte tormenta, con gran peligro para él y su ganado. En el otro lado del cañón del Bellós existía una cueva donde se podían cobijar él y sus ovejas. Entonces, tendió el palo y pasaron el ganado y él. A raíz de esto se le puso a la cueva el nombre de "Cueva de San Úrbez" y en el paso donde tendió el palo construyeron un puente, que existe en la actualidad, aunque no esté en servicio, por haber levantado otro más moderno. En años de sequía se sale en romería para pedir agua desde Nocito hasta la citada cueva. El trayecto se hace a través de las sendas que utilizaba él para desplazarse de un pueblo a otro. En la cueva, que hoy día es de gran interés, se sigue haciendo una romería corta en la que en las casas donde vivió el señor Úrbez se reparten pan y vino a todos los que se unen a ella.

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San Úrbez de Añisclo.

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3. CUENTOS DE MONTAÑESES



2

Se trata de un hombre que estaba chalado y hacía bestiadas, y sobre todo con su mujer. Su mujer era una señora muy alta y gorda, bastante fuerte. Y cuando el señor tenía que arar, cogía un yugo y ponía a una mula que tenía y en la otra parte a su mujer. Él se colocaba detrás y decía: —¡Hala, mula! anda; y tú, Juaneta, ya sabes qué te toca, ¡arre! Y la pobre mujer tenía que aguantar el peso de la yunta con el buey o la mula. El pobre hombre murió de una forma un poco brutal. Cogió dinamita y se la puso en un cigarro. Se vendó toda la cara y fue chupando el cigarro hasta que llegó a la dinamita y explotó. Se le ha encontrado la cabeza totalmente destrozada. Lo que este señor pretendía con el cigarro era volar, pero no contaba con este final.

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3

Una vez dos montañesas bajaron a la tierra baja a buscar vino, y vieron que el amo pinchaba en una pared (era la cuba) y salió vino. Dice una de ellas: —Chica, cuando lleguemos allá riba puncharemos en una pared p'a ver si sale vino. Y llegaron al pueblo y punchaban en la pared, diciendo: —Chica, puncha, puncha, a ver si sale vino. Y aparaba el cántaro para cuando saliera el chorro de vino. Y con tanto afán punchabá, que le quitó un ojo con la caña a la de atrás. Dice ésta: —Un ojo mas quitau, pero tú puncha; el caso es que salga vino.

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4

Baja una montañesa de un pueblo y le dice un hombre: —Montañesa, si te sabes beber un cántaro de vino de una sentada te daré una buena propina. Antes, le había metido un ratón en el cántaro. Ella iba bebiendo y cuando acabó le dijo el hombre: —¿No t'a paiciu que te pasaba algo por la garganta? Y ella le contestó: —Pue que haya pasau bella mosca. Y les dejó a todos con un palmo de narices.

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5

En la fiesta de Mundad, un pueblo que está más alla de Olsón, el día último de la fiesta, cuando marchaban los mozos de otros pueblos, cogieron un arado, y con una soga lo subieron a un árbol muy frondoso. Pasó la época de labrar y no encontraban aquel arado, hasta que llegó el invierno y se cayeron las hojas del árbol. Fue muy sonado por la redolada. Otro año, en la misma fiesta, los mozos entraron en la bodega de una casa, y en el vino que habían de gastar para la fiesta echaron cal; luego, a la comida, cuando bebían el vino, todos se quejaban de que parece que rascaba el estómago.

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4. CUENTOS DE CURAS



6

En un pueblo de la montaña había un cura que al cruzarse con una abuela ésta siempre le decía: —Mucha vida al señor cura, mucha vida al señor cura. Y así todos los días. El cura se preguntaba por qué siempre le decía esto y un día se lo preguntó a la vieja. Y ella le contestó: —Mire, en este pueblo vino un cura que era muy malo, muy malo, y lo hicimos marchar. Ahora ha venido usted y como no es tan malo queremos que dure mucho y por eso se lo digo.

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34


7

Un cura tenía un burro y los días de fiesta grande, cuando estaban todos en misa, mandaba al escolano (monaguillo) a robar ovejas a los corrales. Y un día de éstos, cuando volvió el escolano, estaba el cura diciendo misa, y le decía al escolano cantando: —Escolaviri, escolaviri, ¿qué ha hecho de berim-berim? (las ovejas). El escolano le respondió: —El berim-berim s'a quedato, el burrum-burrum m'an furtato, y unas cuantas m'en han dato.

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5. LA SIRENA QUE PEINABA SUS CABELLOS



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Se cuenta que una bella mujer de largos cabellos sucumbió de las aguas y entregó un peine de oro al personaje que la descubrió en el momento que se peinaba con dicho peine, pero le puso como condición que hasta llegar a su casa no se podía volver. El hombre emprendió el camino, entonces la sirena empezó a cantar y a llamarlo. El hombre no pudo resistir, se volvió y, al girar la cabeza, no vio a la sirena y el peine había desaparecido.

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6. CUENTOS DE BRUJOS Y ADIVINOS



9

Una vez dos hombres iban a preguntar algo a un adivino. Le llevaban dos gallos de propina, pero a mitad del camino se arrepintieron y pensaron que con uno ya valía. Entonces, dejaron el otro atado a un árbol en la sierra. Le preguntaron Id que querían saber y, cuando ya se iban, le dieron el gallo y él les dijo: —No, no lo quiero. Llévenselo y júntenlo con el que han dejado en la sierra.

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44


lo

En el pueblo de Salas Bajas, en una casa llamada "Casa Coz", vivía una familia que constaba de los dueños y el hijo con su esposa. El hijo, un día al llegar del campo, encontró en el rellano un jarro de vino y él, de rabia, le pegó una patada y tiró el jarro escaleras abajo, rompiéndole el pico. Al día siguiente apareció el abuelo de la casa con la nariz rota, y se creyó que el abuelo era brujo y que se había convertido en jarro. Y otros, muy pocos, creyeron que fue simple coincidencia.

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11

Estaban unos hombres dallando en un campo y tuvieron que pararse porque las dallas no les cortaban. Las afilaban pero no conseguĂ­an nada. Uno mirĂł al camino y vio al herrero de Fornillos escondido. Lo llamaron para que bebiera y, al volver a su trabajo, ya les funcionaban las dallas.

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47


12

Había una vez un hombre, el herrero de Fornillos, que al no haber sido invitado a una boda en Castillazuelo, cuando iban a poner los platos durante el convite que dieron los novios, se les rompieron todas las cazuelas de la comida y ésta se desparramó por el suelo. Entonces, el padre de la novia, como sabía que este señor hacía magia negra y no se había acordado de invitarlo, fue en su busca. Al encontrarlo, el herrero le dijo: —Ya sé a qué vienes. Ve a casa y la comida estará como al principio y las cazuelas como nuevas. El padre de la novia volvió a casa y encontró las cazuelas todas llenas de comida y completamente arregladas.

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13

Había en el pueblo un hombre alto, fuerte, robusto, con una gran faja en la cintura, en la que escondía un gran trabuco (era la pistola antigua que se usaba en el pueblo), y junto a ella se encontraba una gran caña con un tapón ancho. Decían que esa caña tenía ocho demonios pequeños. Y en las manos llevaba un gran bastón. Este señor era temido por el pueblo, ya que allí no había policía y él era el que mandaba. Al que no le hacía caso y no hacía lo que él mandaba, le pegaba con el gran palo o tocho (como se llama en el pueblo al palo), o le mataba con el trabuco. Hasta su pobre mujer le temía ya que cuando estaba borracho, a la más mínima, o a veces sin hacer nada, le hacía poner en la pared junto al crucifijo y le decía que rezase el Señor mío, Jesucristo (es la oración que antiguamente se rezaba o se les aconsejaba que rezaran cuando iban a ser fusilados). Como el hombre estaba borracho, nunca daba a la mujer ni al crucifijo. Era rico y sus tierras siempre estaban muy bien cultivadas, las maderas cortadas, etc. El secreto era que él se iba todo el día al campo y cuando llegaba la noche, sacaba la caña, le sacaba el corcho, y los ocho diablos le trabajaban la tierra, le cortaban la leña, etc. Un día murió, y aunque no era religioso, le hicieron una caja. Cuando lo fueron a meter, vieron que el cuerpo del hombre no estaba. La mujer, para que no se enterase el pueblo, le puso unos maderos gordos, calculando más o menos el peso del hombre. Así lo enterraron. La mujer nunca más quedó tranquila y siempre oía ruidos y voces que le hablaban como la de su marido.

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14

Un hombre le mandó a su criado que le trajera un tubo que tenía en casa, pero le encargó sobre todo que no lo destapara. Pero el criado tuvo la curiosidad y lo destapó. Enseguida salieron de dentro muchos mosquitos que le decían: "Qué ferem, qué ferem". Tanto se lo decían que les dijo el criado: —Id a limpiar ese yermo. Y todos los mosquitos (que serían brujos o algo encantado) limpiaron de maleza enseguida el yermo. Luego se pusieron en el tubo y cuando se lo entregó al amo, éste le riñó pues notó que lo había abierto, ya que los mosquitos estaban cansados.

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15

Un vendedor de gribas y ceazos estaba abrevando una mula, pasó un hombre y le preguntó que si vivía allí el herrero de Fornillos, que decían que daba mal. No le contestó, pero sí se le cayó la carga al agua y no paraba de dar vueltas. No pudo recuperarla hasta que no desapareció el herrero.

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16

Dicen que en Fomillos había un herrero que tenía poderes. Un día, cuando pasó delante de una finca que estaban segando, dijo: —Hace calor, ¿verdad? Los que allí estaban le respondieron afirmativamente, pero no le invitaron a beber. Cuando ya había pasado las dallas dejaron de cortar. Uno dijo: —Ya sé lo que pasa, que no le hemos dado un trago al herrero. Cuando volvió a pasar, dijo: —Poco habéis adelantado. Uno le respondió: —Poco. ¿Quieres un trago? Cuando hubo bebido, las dallas otra vez funcionaron.

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17

Un herrero de Fornillos que cuando él pasaba por un campo donde estaban segando, las guadañas y hoces no cortaban y cuando ya había desaparecido, volvían a cortar.

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7.

CUENTOS DE BRUJAS



18

En un pueblo de la provincia de Huesca, para Navidad, en una casa del pueblo todos los años se les moría una mula. Un año se quedaron a cuidar las mulas para ver quién era el que mataba los animales. Se quedó el criado de la casa, mientras los demás se fueron a Misa de Gallo. El criado, de pronto, vio entrar un gato que se puso encima del lomo de una de las mejores mulas. El criado se dio cuenta y cogió un palo y le pegó al gato; del golpe le rompió una pata. Al día siguiente en la misma casa, la señora más mayor tenía una pierna rota.

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60


19

Los antepasados de una casa llamada AULAN-CABERO tenían tres mulos, y todas las noches uno de estos mulos se convertía en gato. Y una noche, el chico que les daba de comer le pegó a este gato y por la mañana apareció que el amo de casa estaba cojo.

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20 En una casa del pueblo de Salas Altas llamada "casa Miguel de Mur", ocurrían cosas raras como, y lo más frecuente, se oían en las cuadras y solamente por las noches, unos ruidos que espantaban a los animales y que no dejaban dormir ni a las personas ni a los animales de la casa. El dueño de la casa dijo que esta situación debía terminar; los criados se quedarían en vela toda la noche, y así noche tras noche. Y veían que los animales, a las 12 horas en punto, todas las noches se revolucionaban, y el dueño de la casa dijo que debían matar al animal que ocasionaba los ruidos. Y a la noche siguiente se quedaron para descubrir el misterio de los ruidos, y pronto vieron correr a un ratón que corría entre las patas de las mulas, y le pegaron con un garrote, y el animal se quejó y suspiró: "¡Ay!, que me habéis roto una pierna". Y de pronto, se dieron cuenta de que era la abuela de la casa. Y por eso se creía que era bruja.

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Patas de animales colgadas en una puerta como protecciĂłn contra brujas y malos espĂ­ritus.


21

En un pueblo de montaña, llamado Santa María de Buil, se dice que todos los años, el día de Año Nuevo, se les morían las caballerías mejores, por esto decidieron que se debía de quedar el criado en la cuadra a ver qué era lo que pasaba. A mitad de la noche, el criado se quedó sorprendido al ver que un enorme gato entraba en la cuadra y se ponía encima de una mula. El criado, sin dar lugar a que el gato matara a la mula, con un palo le pegó, rompiéndole una pata. Al día siguiente fueron a ver lo que le ocurría a la abuela de la casa, ya que no se levantaba. Cuando llegaron a la habitación, la abuela les dijo que no se podía levantar porque se le había roto una pierna.

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22

En un pueblo (no sé exactamente el nombre) había una casa donde cada Nochebuena se les moría la mejor mula. Un año el criado quiso averiguar quién era y cogió una tranca y se dispuso a esperar. Al llegar la media noche, vio aparecer un gato negro que se metía en el lomo de la mejor mula. El criado cogió el palo y rompió una pata al gato. Al día siguiente vieron a la abuela de la casa que cojeaba.

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La chimenea era el lugar por donde se creĂ­a penetraban las brujas en la casa.

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23

Cuando se juntaban las mujeres no hacían mas que hablar de brujería, unas hablaban de una cosa y otras, de otra. Allá en Sobrarbe, sobre todo, que había una casa que cada año se les morían un par de mulas; las mejores mulas que tenían se les morían, y eso te lo explicaban en las veladas. Resulta que un año afirmaron a un sirviente que era muy valiente, y aquél dice: —Pues este año tengo que saber yo qué pasa con las mulas de esta casa. Todos los años les pasaba el día de Navidad, en la misa de Nochebuena, de Gallo. Con que se van todos a misa y él no quiso ir. Y él se fue a la cuadra y engancha una tranqueta, pero gorda. Y allá a lo que la misa estaba a medio decir, ya cuando consagran, dice que apareció un gato, unos ojos más brillantes... Y él estaba en la pajera, el criau. Con que entonces él se preparó bien, y el gato aquel le pasaba la mano por el lomo a la mula, a su mejor mula, diciendo: —Maja eres, guapa eres, pero vas a caer. Y a la otra: —Tú también, maja eres, guapa eres, pero vas a caer. ¡Macagüen la madre...!, el criau, ¡pan!, le pega un trancazo al gato que no sé si no le rompió una pierna, un brazo... no sé, esbricallau lo dejó al gato. Al día siguiente, que apareció la abuela de aquella casa que no se levantaba. ¡Qué le pasa a la abuela, qué le pasa a la abuela! Y que si tenía una pierna rota. Y preguntó el criau que qué tenía: —Buena culpa tienes tú. Y era ella, que aquella noche de Navidad tenía que dar mal al que fuera.

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En una casa de Lapenilla, la noche de Nochebuena, a las doce de la noche, se moría una mula. Y los que estaban criados, algunos tenían miedo de ir, pero uno se afirmó. Y la Nochebuena, a las doce de la noche fueron los amos de casa a misa y querían hacer ir al criado, pero el criau dijo que no. Se puso entre las dos caballerías y en éstas, en el cuello de una mula, un gato. Le pega un tizonazo y lo tira al suelo; quería darle otro, pero se le perdió. Y al otro día amaneció a vieja en la cama y o criau la fue a ver: —¿Qué le pasa, abuela? —¡Bribón, bribón!, ya sabes lo que tengo yo. Tú has tenido la culpa. —No haber ido a donde no tenía que ir. Desde entonces, la abuela de aquello se enfermó y se murió.

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Primero me dice que en su casa, en casa Pocino de Bárcabo, y concretamente su bisabuela, decían que era bruja y que había veces que iba al corral y le pasaba la mano a las ovejas por el morro y les decía: —¡Ay, pobreta, pobreta! Mucho te quiero pero te tengo que matar.

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En una casa de Gistaín, todos los años se les moría la mejor mula que tenían, y una noche vieron un gato negro pasearse por el rastrillo. El amo le pegó al gato y éste salió cojeando. Al día siguiente salió la abuela, que era bruja, con el pie roto.

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Cardo colgado en la puerta como elemento protector.

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Érase una vez una abuela que vivía sola; nunca hablaba con la gente y tenía unas ideas muy raras. Todos los años en casa del alcalde se moría una vaca el día de Navidad, hasta que harto el alcalde, se quedó el día de Navidad en el corral para ver qué ocurría. Efectivamente, vio que sobre la vaca había un gato negro; entonces él cogió un palo y le rompió la pata al gato. Al día siguiente, la abuela tampoco tenía pierna.

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Para las Navidades, en una casa siempre ocurría una desgracia: mataban la mejor mula que tenían. Un año, el hijo de los dueños se empeñó en que quería quedarse a ver qué pasaba con lo de la mula. Aprovechando que todos los de la casa estabañ en misa, a excepción de una abuela inválida y en cama desde hacía muchos años, el chico se escondió para vigilar a la mula. Ya llevaba rato allí, que vio aparecer un gato negro que se aproximaba a la mula sigilosamente. Cuando llegó hasta ella hizo un intento de saltar sobre la mula y morderle la yugular, pero el chico salió de su escondite y le dio un garrotazo al gato que se alejó maullando. Más tarde, el mismo chico va a dar de comer a la abuela inválida y le dice: —¡Hola, abuela! ¿cómo estás? —¿Y aún me lo preguntas con el garrotazo que me has arreao hace un momento?

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En una casa la dueña era bruja. Las brujas tienen que hacer mal todos los días. Un día se desencadenó una tormenta muy mala. La gente iba a sus casas, pero cuando llegó el amo de aquella casa, allí encontró la puerta cerrada; y cuando entró por otro sitio y fue a abrir la puerta por dentro, encontró a la dueña, o sea, a la mujer, desnuda y bailando mucho allí en el patio. En la misma casa, todas las noches se les moría una oveja. Lo investigaron y descubrieron que era la misma mujer que iba de noche al corral y les decía: —¡Ay!, pobreta, pobreta, mucho lo siento pero te voy a matar. Les pasaba la mano por la cabeza y se quedaban muertas.

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En una de las casas del pueblo, ya hace muchos años, se moría para Nochebuena uno de los mejores caballos que la casa tenía. Esto ocurría un año tras otro, hasta que el criado decidió investigar qué era lo que ocurrió allí. Ese año, el criado dijo que iba a misa, pero se quedó vigilando metido en el restiello y tapado con pajas. Cuando llegó la una de la madrugada, un gato se acercó y se dispuso para echarse contra el animal; el criado, que llevaba en sus manos un palo, le dio, rompiéndole la pata. El pobre gato huyó asustado. A la mañana siguiente, al ver que la dueña no venía a comer, fueron a ver qué le ocurría y vieron que tenía rota una pierna. Entonces se descubrió que era la vieja la que los mataba.

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Hace muchos años, en Capella había una casa situada lejos del pueblo, por las huertas, en la que vivía una mujer sola. Los del pueblo la trataban de bruja. Cada año, en casa del alcalde, el día de Nochebuena se moría una vaca. El alcalde, extrañado de que pasara esto el mismo día todos los años, decidió aquella noche quedarse para ver qué pasaba. Hacia las 12 de la noche vio que había un gato negro encima de la vaca, entonces cogió un palo y dio un golpe rompiéndole la pata de delante. Al poco rato de pasar esto, la vaca se murió y, a la mañana siguiente, vieron a la bruja que tenía una pierna rota.

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Hoguera de la noche de San Juan (San Juan de Plan).

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En una de las casas más ricas del pueblo, todos los años y el mismo día, moría una de las mejores mulas de las cuadras, y el dueño de la casa, ya desesperado, les dijo a los mozos de cuadra: —Esta noche tiene que aparecer el autor de las muertes causadas. Y los criados se quedaron en vela y, aproximadamente a las 12 horas, apareció la abuela con un garrote, y con estas palabras se dirigió a una de las mejores mulas: —Mucho te quiero, pero hoy te toca morir a ti. Cogieron los criados y encendieron la luz y descubrieron a la presunta asesina de los animales.

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Mi abuelo paterno iba todos los días desde Pomar hasta Barbastro en un carro con mulos lleno de grano que llevaba a vender. Todos los días estaba en Barbastro cuando salía el sol. Aquel día llegaba ya por la subida de La Almunia y se le presentó un hombre alto y recio que le dijo si podía llevarlo en el carro. Mi abuelo, que iba andando, ya que las mulas iban apuradas en la subida, le dijo que no podía ser. El hombre subió al carro (mi abuelo no vio cómo ni por dónde) e inmediatamente mi abuelo se vio encima del carro sin saber cómo había subido y aquel día llegó al lugar de todos los días cuando aún era de noche y según mi abuelo no vio el camino ni nada. El hombre le había dado tres melocotones a mi abuelo, pero mi abuelo los tiró por miedo a que estuvieran con mal.

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Era una pareja de novios. La novia vino a lavar una tripa de oveja, o algo así, a un río. La lavó y se fue con el novio que estaba por allí cerca. Total, que se olvidaron de la tripa y cuando volvieron, ya no estaba. La mujer se enfureció, pensando que se la había llevado para hacerle alguna burla. Total, que para que nadie se le riera, y se muriera el que se la había llevado, dijo la oración de San Agustín (era famosa en aquellos tiempos, pues si se decía, se moría el culpable). ¿Y quién lo pagó? Pues un pobre perro muy bueno, que empezó a ponerse malo y malo y se murió. Se ve que el pobre perro, al pasar por el río, vio la tripa tan limpia y tan buena que nadie le impidió comérsela.

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En Capella, en casa Machicha, había una chica de 17 años que era muy extraña; nadie la comprendía y casi siempre estaba enferma. Tenía la costumbre de, cada vez que pasaba por la calle una caballería cargada, salir a la calle y antes de que pasara ésta ponerse en medio. Entonces, siempre sucedía el mismo acontecimiento: los caballos se paraban y la carga que llevaban caía al suelo. Los del pueblo, al ver estos sucesos, la trataban de bruja. Tenía enfermedades extrañas y los médicos no sabían reconocerlas. Una de sus enfermedades, que le ocurrió a los 20 años, fue que se le giró la cara hacia la espalda. Al poco tiempo de sufrir esta enfermedad, murió.

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En Colungo se murió una mujer que tenía la fama de ser bruja. Cuando esta mujér vivía, decía que cuando ella se muriera, en Colungo quedaría un gran recuerdo suyo. Y así fue. Como he dicho anteriormente, el día que se murió, mientras estaban en la iglesia haciendo el rosario por el alma de la difunta, cayó una enorme granizada. Al salir del rosario, los familiares de la difunta fueron a casa y encontraron el ataúd en el balcón y dentro de éste se oía un ruido muy extraño. Al día siguiente fue el entierro; una vez en el cementerio, el albañil se quedó solo para cerrar el nicho, y en un salto el ataúd salió fuera y el albañil, horrorizado, se bajó a casa, y siempre dijo que lo que había visto en aquel ataúd nunca lo diría.

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En casa de N. llegó un arriero y se quedó allí. Se acostó en un banco de al lau de la cuadra y puso los sacos de los que llevaba parejos p'acostarse allí, y al lau puso un saco de carga que llevaba. Al otro día por la mañana, va a levantar aquel saco y que pesaba mucho. Y bajó el señor Pepe, el abuelo del ama de la casa, lo va a sopesar y dijo: —Ya verás, ya verás si lo levantaré yo. Y fue p'arriba y bajó un rosario y lo puso en to cuello del saco. Y entonces, con la mano el señor Pepe a escape levantó el saco. Y en estas salió o sol y al salir o sol ya levantó el saco. El hombre aquel almorzó, sacó las caballerías, cargó el saco y se marchó pa otro pueblo.

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Resulta que en una casa de una montaña o de Paúles iban en ta falsa a buscar hierba, fajos de hierba pa los animales. Y al subir en ta falsa no daba la luz, to un rellano p'arriba no daba la luz, y sentían ruidos y tenían miedo. Pensaban que, a lo mejor, sería brujería. Pero va un día y fue o pastor y al llegar arriba a coger o fajo da hierba, sintió cantar las esquillas y encendió una lampa. Y entonces, de un caldero que había colgau con canablas, con esquillas, vio trasmetir una rata del caldero por un madero al tejau. Entonces con la lampa vio que había un cochalón en o caldero con un nido de ratas y llamó al amo de la casa y subieron ta falsa: —¿Veis? Aquí está la brujería que decíais. Y era un caldero que criaban las ratas y de allí se transformaban al tejau. Y así se pasó el miedo que tenían.

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Falsa de una casa en Barfaluy.

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En Cheto, al lado de Rodellar, estaba un pastor cuidando ganado y vio venir un avicastro que se metió en la caseta y se desnudó. El pastor vio marchar como un perro y o pastor entró en la caseta. Y en la caseta había ropa de una mujer, y o pastor aquel sacó un rosario y lo puso encima de la ropa. No tardaría mucho y vino una mujer desnuda a vestirse y en la caseta no pudo entrar. Y le dijo al pastor que sacase aquello de encima la ropa, que era un rosario (como era bruja y el rosario va en contra de la brujería...) y entonces el pastor le dijo: —Bueno, ¿d'ande vienes? Y le dijo que venía de dar mal a un crío pequeño y no había podido hacerlo porque lo tenía otra mujer, y que le había dado mal a una cesta de huevos. Cuando llegó al pueblo, el pastor lo dijo y a escape fue una persona a esa casa a decirles-ne. Y entonces, le dijo que echase los huevos a la cocina (de esas de hogar bajo), que los echase en o fuego. Así como los echaba en o fuego salían por la chaminera p'arriba.

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Estaba N. haciendo el servicio militar y sin saber cómo ni por qué, ni de qué manera le mandaron llamar unas señoras a un piso. Y fue él y le dicen: — A tú te van a licenciar. —Pues no sé... —Pues sí, a tú te van a licenciar mañana o no sé cuando. No sé, un día de aquellos. —Bueno, bien, bien, pues me alegro. —Y eres de Betorz. Tú tienes que llevar esta torta a tal finca nuestra, a una finca de Sotorraña, y allí la dejas junto a la galabardera que hay una carrasca, y allí ya la recogerán. Pero ¡ojo!, ¡ojo!, con tocar nada de la torta, ¿eh? No toques nada. Y él, tanto le intrigaba eso, que cuando llegó a casa, lo dijo; pero los de Ferrándiz nunca han tenido miedo y él coge y levanta un moño a ver qué había. No vio nada anormal, pero levantó el moño, una tarta de esas redondas con cinco mofletes... Y la llevó donde la galabardera aquella que le habían dicho, la dejó allí. Al instante de que la dejó dice que aparecieron dos señoritas altas, vestidas de blanco, y rociando por la galabardera y por la torta y gritando unos gritos completamente anormales. Y que no la cogerían, que aquella torta la había tocau el que se había encargau de llevarla, y que había un moño roto. Y él se estremeció un poco y se marchó a casa y dejó la torta allí y... no sé lo que pasaría con aquella torta.

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De tiempos de antes, de brujas, que todo el mundo creía en brujas que se transformaban en bichos, y en casa de Urbán se ve que se les había perdido una cabra y la encontraron (una cabra blanca, los cuernos anchos). Y fueron por allá, por las Batallas, un hombre, un señor de esa casa y la encontró. Se le acercó, la cogió y se la cargó en el cuello. Y la cabra, que se ve que hacía el pesau o no sé qué. El caso es que se cansaba el señor ése de llevar la cabra encima. El caso es que ahí, en la Cruz Blanca que se fue a descansar en una pared, pegó la cabra una acometida, se le soltó y se le convirtió en una señora. Le dijo: —Te pesaba mucho ¿verdad? Y escapó a correr otra vez por la misma ruta que la había traído. Y el hombre se quedó allí con miedo.

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Tres hombres, que uno era el cestero de Lecina, otro el de Pocino de Bárcabo, Sr. Antonio, otro de Hospitalet de Costa... cuatro, eran cuatro, y otro de Grasa de Santa María, y creyeron que en Sotorraña, siempre decían la cueva de Sotorraña, que había brujas y que había oro, y que era una cueva encantada. Y el cestero, como era tan activo en sus cosas, pues va a Barbastro y buscó dos mujeres adivinas y les decían que sí, que sí había oro; y entonces avisa a todos y él tenía unos caballos y fue a buscar a aquellas mujeres a Barbastro y las subió. Y tenían que entrar a la cueva con una vela cada uno, todos con una vela encendida y no decir nada, nada, nada ...na más hablar ellas. Y ellas llegaron a la orilla que es una cueva que a lo profundo hay un salto así p'abajo y ellas llamaban: —¡Belcebú, capitán de los demonios! Trae esas barras de oro que tienes escondidas. Y nada, quietos allí. Al poco rato, otra vez: —¡Belcebú, capitán de los demonios! Trae esas barras de oro que tienes escondidas. Bueno, pasaron ratos y... hasta cinco o seis veces. Y el cestero de Lecina, que era el más tieso y el más activo, dice: —¡Ya se ha jodido! ¡No nos lo sacarán! —¡Ay!, que ya las estábamos tocando —dicen ellas— ¡Ay! ahora si que ya se ha fastidiau. Ya no nos lo sacarán. Les tuvieron que pagar cien pesetas a cada una, de aquellos tiempos, y acompañarlas a Barbastro. Y se quedaron sin oro.

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Esta mujer tenía hijos y todos se le morían después de nacer: a los seis meses; uno, hasta de dos años. Entonces, su marido, es decir, mi abuelo, fue a un adivino y dijo que en su familia había alguien que los embrujaba. También le dijo que la comadrona que asistía a su mujer no tenía que salir de la casa hasta que el niño fuera bautizado, y que lo tenían que sacar por la ventana. Mi abuelo tenía una prima con la que no se llevaba bien y sospechaba que ésta podría ser la causante de la muerte de sus hijos. Un día la fue a encontrar y le dijo: —Tengo otra vez a la mujer embarazada, es la quinta vez. Como este hijo se me muera, te mataré —la amenazó—. Mi abuela tuvo cuatro hijos después y no murieron. Los sacaban por la ventana para bautizarlos.

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Una mujer que se quería casar con un hombre y en su casa no le dejaban, fue en busca de una bruja y ésta le dio una poción, que se bebió. Su hermano estaba enfermo y fue a velarlo. Allí estaban algunos vecinos del pueblo. Cuando todos estaban allí, ella se subió al techo y no la podían bajar. Cuando entre cinco hombres la lograron bajar, se pegó contra el suelo y seguidamente saltó por la ventana sin pasarle nada y se escapó. La buscaron durante toda la noche y no la encontraron, y al otro día apareció sin acordarse de nada.

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Había en Colungo una mujer que tenía poderes de bruja. A ésta le daba mucha rabia que la gente fuera a apacentar a sus campos. Un día, una vecina suya fue a apacentar a uno de sus campos y, cuando hacía un rato que estaba, vio una gran hoguera, pero ésta no quemaba ni corría el fuego. La mujer, asustada, salió con el rebaño del campo y cuando ya estaba fuera, desapareció, haciendo un gran ruido.

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Un hombre que tenía los padres en Capella se fue a vivir a Binéfar. Tenía una torre y un negocio de vacas. Tuvo una temporada mala y todas las vacas se le morían. Entonces él fue a una mujer adivinaira. Ésta le dijo que la muerte de las vacas se debía a los hechizos de una mujer del pueblo, y le dijo que era una bruja y que si no iba y la mataba le ocurrirían muchas desgracias con su mujer y sus negocios. Tanto l'e obsesionó la idea que un buen día decidió coger el autobús e ir a Capella. Llegó al pueblo y se encontró con un amigo de la infancia y le dijo: —¡Hombre!, ¿qué haces tú por aquí? —Pues mira, por aquí una vuelta. Lo dijo con cara de amargado. Entonces el amigo le dijo: —Hombre, cuéntame lo que te pasa. Entonces el amigo le contó todo aquello y le dijo que subía con la idea de matarla porque era una bruja. El amigo le dijo: —No se te ocurra. Vete y ni siquiera vayas a tu casa, que esa mujer que te lo ha dicho es una mentirosa. Y se fue, y desde entonces le fueron bien los negocios.

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En la casa de Penilla había una bruja; ésta se dedicaba a pedir alimentos por todas las casas. Los vecinos nunca se los negaban, pero un día fue a la casa llamada Sarrate y le negaron el aceite que pedía. Al día siguiente se encontraron que todo el aceite que tenían en una tinaja se había ido por el suelo.

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En una peña, Asba, se decía que era donde estaban las brujas. Había una que era la que mandaba más, y les mandaba a las demás que convencieran a otras mujeres para que fuesen también brujas. Una de aquellas trató de convencer a una mujer, y al final la convenció, pero no debía llevar ningún santo ni nada cuando acudiera a la cita. Al día siguiente, la bruja la registró muy bien y no le encontró nada. Pero cuando se presentó ante la bruja jefe, ésta le dio una panadera, o sea, le pegó mucho a la otra, pues decía que la mujer llevaba un santo, que sí. Y era verdad, llevaba un crucifijo en el moño, entre el pelo.

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Reliquias. 105


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Un hombre estaba durmiendo en una casa. De pronto se despertó y vio 12 mujeres en la habitación, desnudas del todo, que se habían reunido allí. Se untaban con una crema y decidían a dónde habían de ir a hacer mal esa noche; y decían así: "Por las montañas de Ricallosa, a Tolosa; ir y volver en tres cuartos de hora". Le iban a dar mal a un crío recién nacido. El hombre, al saberlo, se untó con lo mismo, pero en vez de tres cuartos dijo uno, y se adelantó a las brujas, que iban en forma de águilas, para decir que pusieran un santo al niño para protegerlo y así las brujas no pudieron dar mal. Cuando volvieron, no se podían vestir, pues el hombre puso un santo sobre su ropa, y es sabido que no pueden ver a los santos.

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Había una casa arruinada en la que había una señora mayor y su hija de unos 12 años. La mujer, viendo la miseria en que vivían, decidió que lo mejor sería casarse para que hubiera dos hombres en casa que trabajaran. Así lo hicieron. El hombre anciano subía a los prados más lejos que tenía la casa, y un día, cuando iba en camino, vio un fajo o montón de ropa y un perro pequeño un poco raro. Él, que era muy religioso, se sacó del bolsillo un rosario y lo puso sobre la ropa para que ningún mal espíritu o ninguna mala persona hiciera algo malo a esa ropa. Vio que el perro daba vueltas alrededor de la ropa, pero sin acercarse del todo, ni atreverse a tocarlo. El hombre se extrañó bastante y le preguntó que de dónde venía. Con gran asombro vio que ese raro perro le respondía: —De hacerle mal al mulo. —¿Y qué buscas por aquí? —Quiero que saques el crucifijo para llevarme la ropa. —Lo sacaré si vuelves a la cuadra y curas al bicho que le has hecho mal. Así lo hizo y cuando el hombre preguntó al dueño del caballo si ya estaba curado y le dijeron que sí, volvió y quitó el crucifijo de la ropa. El perro cogió la ropa y se marchó. Dice la leyenda que el hombre vio cómo el perro se transformaba en diablo y se iba alejando.

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Diablo del dance de Robres.

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Una vez, no hace muchos años, en Olsón había una familia que tenía un corral de ovejas en el monte, algo alejado del pueblo. Ese corral tenían que cerrarlo con llave todas las noches. Pero una noche, a la mujer que fue a cerrarlo se le olvidó la llave en la puerta y al llegar a casa la hicieron volver. Ella decía que prefería que se la llevara el diablo y fue, claro que fue, pero no volvió. Dijo la gente de una casa que hay más lejos, que la habían visto bajar por el barranco envuelta en llamas, como si el diablo se la llevara, y es que había marchado jurando contra todos los santos, y diciendo otras barbaridades. Total, que no se volvió a saber de ella, ni del corral, ni de las ovejas, pues todo desapareció. Sólo quedan unas cuantas piedras.

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Santuario de San Romรกn.

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La madre de una mujer del pueblo decía que los espíritus le habían dado mal y tenía encima los enemigos. Se encontraba siempre muy mal y emitía sonidos raros que nadie comprendía. No comía. Entonces, sus familiares decidieron llevarla a un santuario llamado San Román, que está cerca de Huesca, porque decían que allí ahuyentaban a los espíritus. Se iba por un camino y se volvía por otro. Allí, el señor cura le pasó los Evangelios y, llevando unas alpargatas atadas, se le fueron sin tocárselas nadie, y decían que por allí le habían salido los espíritus. Se puso buena y vivió muchos años.

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8.

CUENTOS DEL ÁRBOL FLORIDO



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En Francia, durante la guerra, mataron injustamente a unos muchachos en la plaza del pueblo, colgados de un almendro. Los muchachos tenían, el más mayor, 17 años y, el más pequeño, 12. Eran cuatro. Desde entonces, ese almendro florece desde invierno a verano, o sea, todo el año; ya bien nieve o llueva, nunca se pierde la flor de aquel almendro.

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Durante la guerra había un lagar y estaba prohibido que pisaran aquel terreno. Un día, encontraron a unos niños allí y los ahorcaron en un árbol. Este árbol, desde entonces, está floreciendo durante todas las estaciones.

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9. LA VIRGEN VIAJERA



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Existe una leyenda sobre la Virgen de la Candelera, la cual es que los habitantes de Salas Bajas, querían apoderarse de la Virgen. Entonces, cuando la llevaban, cada vez les iba pesando más, hasta llegar a un momento en que ellos mismos no podían más. Decidieron devolverla al Santuario y cada vez que se acercaban al mismo les iba pesando menos. Como no pudieron llevarse esta Virgen, se apoderaron de la ermita del Plano, que actualmente está en posesión de ellos.

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10. HABLAN LOS ANIMALES



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Había una nidada de pájaros y la madre les dijo que marcharan, pero que tuvieran cuidado cuando vieran que un hombre se agachaba a coger una piedra. Entonces, los pajaricos le preguntaron a su madre: —¿Y si la trae ya en la mano? Entonces les contestó: —Hijos míos, sois más listos que yo, ya podéis marchar.

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Había una cadada de conejos jóvenes que iban a salir ya del cado, y su madre les daba los últimos consejos. Les decía: —Aparáis cuenta sobre todo de los hombres con escopetas. Pero cuando veáis hombres bien arreglaus con escopetas que relucen mucho, a esos no les tenéis que tener mucho miedo. Y siguió diciendo: —Ahora, ya os podéis esconder bien cuando veáis hombres afumaus, mal caraus y con escopetas negras y mugrientas.

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Una raboseta estaba en el cado y quería salir, y su madre le decía: —No salgas. Pero, un día, la raboseta salió y cogió una senda y tiró p'alante. Luego cayó en un cepo y allí empezó a lamentar hasta que vino su madre y ésta le dijo: —¿Por esto te quejas? Ya hubiera sido peor que hubiera venido el amo.

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11. CUENTOS DE APARECIDOS


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No hace muchos años, en Capella había un mozo muy religioso que tenía la novia en la otra punta del pueblo, cerca de la iglesia, y para ir a verla tenía que pasar por el cementerio. Una noche que venía de verla, se le apareció en la puerta del cementerio un hombre con una sábana blanca encima, y como hacía pocos días que se había muerto un hombre, le pareció que era su espíritu. Empezó a correr y gritar: "¡Que vienen los espíritus!", con tan mala suerte que tropezó y cayó desmayado delante de la casa de Colomina. El hombre de la casa, al oír tantos chillos bajó y le dijo a su mujer: —María, baja, que aquí hay un hombre muerto. Lo llevaron arriba y se dieron cuenta de que estaba desmayado. Le dieron agua y cuando se reanimó, les explicó lo que había pasado. Entonces, los de Colomina fueron a ver y no había nadie. La noticia se corrió muy pronto por el pueblo, y, desde entonces, muy pocos pasaban por delante del cementerio pues tenían miedo.

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Es costumbre que al llegar el invierno, los hombres van a parar a las barracas, pero esto se hace antes de que amanezca. Hace algunos años, un hombre de Colungo se dirigía a la barraca, y cuando estaba poniendo en los palos la pasta para que quedaran pegadas las tordas, oyó como el ruido de dos o tres caballos que se acercaban hacia él, pero no veía nada, a pesar de que llevaba linterna. El hombre, sin saber qué hacer, apagó la linterna y, subido a un árbol de la barraca, se puso a rezar del siguiente modo: —Dios mío, si es cosa buena, que se acerque y si es cosa mala, que se vaya. Acabar de decir esto, y aquel ruido se alejó camino del cementerio, que es por donde había venido.

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La noche de las ánimas subía mi abuelo de Naval y en Fonfría, un poco más alante de Fonfría, allí se le apareció una bruja, un bicho. Se santiguó y decía: —Si eres cosa mala, apártate, pero si eres cosa buena, arrímate. Mi abuelo iba a meterle mano pero aquella cosa se perdió. Un poco más alante de Fonfría le salió otra vez. Igual, igual: —Si eres cosa mala, apártate, pero si eres cosa buena, arrímate. Y se volvió a apartar. Un poco más alante, en el cerro de Cotiacha, que está a la vista de Olsón (que tira el camino a la izquierda para Olsón y a la derecha p'abajo, pal valle el Solano), se le apareció otra vez. Y allí venga a rodear, venga a rodear alrededor de mi abuelo. Mi abuelo se volvió a santiguar otra vez: —Si eres cosa mala, apártate, pero si eres cosa buena, arrímate. Pero no se le arrimó. Y entonces, mi abuelo no sé si rezó un Padre Nuestro o se santiguó, y aquello pegó como un petardo y se perdió. Tiró por el camino de la derecha, cara p'al Solano, y no le volvió a amanecer.

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El tío Macario de Peñart estaba casau con una del de Maestro de Bárcabo. Siempre estuvo muy mala. También tuvo a Pilar que le dio este ataque, después se le murieron dos o tres hijos y, por fin, fue a un adivino y le dijo que sí, que estaban embrujaus. Y, claro, entonces a él se le hizo un poco de miedo, que era muy valiente el tío Macario. Y se buscó a sus cuñaus, que también era tieso el de Maestro de Bárcabo y le dijeron que tenían que salir de Barbastro de noche las mujeres aquellas y que tenían que pasar por las cuevetas a las doce de la noche. Toda esta sierra de Asque pasarla a las doce de la noche. Que verían muchas cosas pero que tiraran p'alante, que si sabían cruzar la sierra estaba eso salvau, u arreglau... no sé... Y que cuando llegaron a Plandebayo los dos hombres y la luna por ahí en la mitad de la noche... chip, chip, unas lucetas. A veces subía una lumbreta así, otra vez... ¡Mecagüen diez!, aquella gente dice que se les levantaba la boina de la cabeza. Y, claro, a cualquiera da miedo, habiéndoles dicho eso. Hombres hechos y derechos a las doce de la noche y ver esas lucetas, pues se les hacía miedo. El tío Macario saca la pistola y se pone él delante y el señor José Maestro, detrás. Entonces, cuando más cerca estaban del arnal de Nasarre, chip, una luceta; chip, otra luceta... Y ellos, p'alante, p'alante (que entonces no había carretera, que era un camino viejo de herradura) y cuando llegaron allí, ¿qué te parece que era? Que el pastor de Asque, allá a la tardada había dau fuego a un trozo de monte y estaba terminando de quemar. Y la sabina y el chinebro dejan mucha follarasca y, claro, esa follarasca, chip y se saltaba una lumbreta, chip, y se saltaba otra, y todo el rato... Y entonces ya se les pasó el miedo y tiraron p'alante.

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O tío Francisco de Peñart, otra vez, bajaba de Balasal, de noche y ahí, en los Luengos, bajaba por el camino la Ralla, que se presentaron tres señoritas con el pelo tendido. Unas veces iban delante, otras veces le iban detrás, y saltando; y él, pues fíjate, iba marchando, iba marchando, y que en la Cruz Blanca se le perdieron, le desaparecieron sin otra cosa.

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Cuando se murió el señor Roque, a él lo mandaron a Bárcabo pues no sé por qué... ¡ah, sí!, por la papeleta del médico, de Naval, y de Bárcabo p'aquí se ve que se hizo muy de noche. Y yo no sé si sería algo de miedo que tendría él o qué, al llegar a Santa Ana que vio unas lucetas. A él aquello le intrigó mucho y pasó mucho miedo, ¿eh? Y a medida que se iba moviendo, las luces que le iban delante, delante. Y yo de eso no t'en puedo dar más explicaciones. El caso es que cuando vino aquí lo contó, lo contó por muy seguro que no era miedo, que había tenido serenidad, que no era miedo. Pero para mí sería que tenía algo de miedo.

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Hace algún tiempo era costumbre de llevar la hierba y el cereal al molino más próximo, ya que en Colungo no había molino. Por eso, la madrugada del 2 de noviembre, día de los Fieles Difuntos, un hombre se dirigía hacia el molino con el burro cargado de sacos. Al cruzar un riachuelo, el burro se le cayó, y el hombre se apuró al ver que él solo no podía levantar al burro. Pero, de pronto, oyó una voz que salía de cerca de los matorrales y le decía: —Juan, Juan, ¿quieres que te ayude? El hombre se sorprendió al oír aquella voz tan extraña que no conocía de nada, pero de pronto el burro se levantó sin saber cómo y la voz se oyó de nuevo diciendo: —Juan, ¿no sabes que esta noche es noche de ánimas? Pero Juan no contestó y, sorprendido por lo que había ocurrido, en vez de ir al molino, se dio la vuelta y se fue a casa.

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Iba una vez un cristalero con un burro, de esos que venden vajillas. Se le cayó el burro y él solo no podía cargarlo. Era noche de Todos los Santos, que dicen que se aparecen almas. De allí a poco rato empezaron a pasar lucetas y más lucetas mucho rato. Al final, pasaron dos que le ayudaron a cargar. Esas lucetas eran almas que pasaban y esas dos iban a oscuras y le dijeron al hombre que dijera en una casa que hicieran fuego, pues ellas tenían que ir a oscuras, es decir, que quemaran cera, pues como no quemaban, las almas de aquella casa tenían que ir a oscuras.

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En los caminos de los pueblos decían que había espíritus, fantasmas que mataban al campesino que iba por allí. Esto hizo crear el pánico en todos ellos, tanto, que ninguno se atrevía a cultivar sus tierras por miedo a estos espíritus. Poco a poco la gente, viendo la miseria en que vivían y que no podían hacer nada, absolutamente nada, empezó a marcharse y a abandonar esas tierras embrujadas y llenas de maldad. Con el tiempo, se descubrió que eran unos señores de pueblos vecinos que se querían apoderar de las tierras, poniendo miedo a la gente e intentando que marcharan.

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12. EL LIBRO DE SAN CIPRIANO



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A ese Francisco Puyuelo le tenían mucho miedo porque iba mucho de noche y a lo mejor le decían una cosa: —Ay, no, a mí eso no. Y luego decían que le quería regalar aquel libro a la tía Manuela: —Manueleta, te tengo que hacer un regalo. A mi tía Manuela no sé si le tenía mucha confianza y todo esto y no sé si una noche, allí en casa... —Aunque lo quemes, aunque lo eches en o fuego no te se quemará. —¡Hombre, por Dios!, si eso no puede ser. —Ya lo verás. Lo echaron en el fuego y dice que había buena tizonada y todo, buena foguera, pero qu'o libro no se quemó.

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13. CASAS ENCANTADAS



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Resulta que en una casa de Las Bellostas pasaba algo raro: cuando estaba el personal en la habitación, si se apagaba la luz, sentían trucar. Al encender la luz, ya no trucaban. Subían ta falsa, trucaban; bajaban to patio, a trucar en to patio. Después avisaron hasta al mosén y les dijo que hicieran rezos a ver lo que pasaba. Hasta al mosén se le hizo miedo: Y, total, aquello después se perdió porque el mosén hizo rezos.

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Casa en Barfaluy.

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Un chico del pueblo de Escuaín se dejó quemar una barrera de un campo. El dueño cuando lo vio se enfureció tanto porque le había costado mucho tiempo construirla, que le dijo al muchacho que no le perdonaría ni en vida ni en muerte. Este chico fue al servicio militar y estando en él murió sin ser perdonado por el amo del campo. Desde la muerte de este chico, el dueño del campo había notado que todas las noches le llamaban a la puerta de la habitación. Su mujer le decía que sería el muchacho y que le perdonara. El hombre siempre decía que le había costado mucho tiempo hacer la barrera y que no le perdonaría. Un día por la noche, este señor salió a dar una vuelta. Al regresar a casa se le puso delante una llama de fuego y no lo dejaba pasar. Entonces comprendió que aquello era acción de aquel muchacho. Fue entonces cuando el señor, por el miedo, dijo que tan perdonado fuera de Dios como de él. Desde aquel día ya no oyeron más ruidos y no llamaron más a la puerta de aquella casa.

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Escuaín.

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Era una casa, precisamente la casa del sacristán, en la que se empezaron a oír unos ruidos muy raros y muy fuertes, que daban mucho miedo. Entonces se alumbraban con candiles, y cuando apagaban el candil, empezaban los ruidos. El amo subía con la escopeta a la falsa y preguntaba quién había, pero nadie contestaba, y los ruidos se callaban. Esto ocurría alguna noche, no todas. Pero en aquella época no sólo les ocurría eso sino otras cosas. Se les enfermó un cerdo y vino un entendido en animales y les dijo que no se curaría, que le habían dado mal. Se murió. También se murió el abuelo en aquella temporada. Total, que todo iba mal. Una tarde que el amo estaba con el cura, pues iba a menudo, al ser sacristán, empezaron los ruidos; y tan fuertes se oían, que a la mujer se le hizo miedo y dejando a los críos con la abuela, se fue a llamar a su marido, que estaba bastante lejos, por cierto. Le llamó y le dijo lo que pasaba. Su marido le dijo al cura que tenía que ir por eso que pasaba, y el cura le dijo que no se preocupara, que bendeciría la casa. Y así lo hizo: bendijo la casa, hizo unos rezos y unos esconjuros, que se decía antes, y ya no se volvió a notar nada más raro.

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Hace algunos años vivía en Colungo una abuela que tenía un hijo que estaba casado. La abuela tenía celos de su nuera y no la quería. Pero pasado algún tiempo, la abuela murió. Un día que estaba la chica en el comedor, oyó unos ruidos como de alguien que va con cadenas, arrastrándolas, pero salió y no vio a nadie, y los ruidos cada vez se aproximaban más. La chica, con mucho miedo, bajó a la calle hasta que el ruido se pasó. Cuando llegó su marido del campo, su mujer le dijo lo que había pasado y decidieron ir a una de esas personas que lo adivinan todo. Pasaron algunos días y fueron a un adivino y antes de que el matrimonio le explicara lo que había ocurrido, el adivino les dijo que todo aquello había sido la suegra que le venía a pedir perdón a la chica, es decir, a su nuera, pero que aquello no sucedería más y la chica debía perdonarle.

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Cuentan que, antiguamente, en una de las casas del pueblo había una chica, casada, que vivía en una casa vieja con sus padres ya ancianos y, cada noche, se oían a la 1 o las 2 de la madrugada una serie de ruidos rarísimos y extraños. Empezaron a pensar que la casa estaba embrujada y avisaron a los padres, pero éstos no oían nada. Una noche se levantaron y se dirigieron hacia donde se oían los extraños ruidos. Cuando llegaron a la habitación de los padres, los ruidos dejaron de oírse. Esta pareja aguantaron un poco más en la casa, pero luego, muy asustados, se marcharon a vivir a otro lugar. Vivieron allí hasta que la abuela murió; entonces volvieron a la casa y ya no se oyeron más ruidos, ni chillidos, ni nada. Suponen que los ruidos provenían de esa abuela.

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Una vez, en un pueblo, Buera, vivía una familia de recién casados. Vivían en una casa muy bien, pero al poco tiempo empezaron a oír ruidos raros por la falsa, como si arrastraran maderas, y sobre todo por la noche, y a pasar cosas raras, como trucar en la pared. Y otra cosa más curiosa: ellos dormían en una habitación sin ventana ni nada, sólo la puerta, y no podía entrar aire, porque las puertas o ventanas de casa estaban cerradas y no podía haber corrientes. Sin embargo, a media noche más o menos, venía una airera con tal fuerza que les sacaba la ropa de la cama. Los esposos decidieron abandonar la casa e irse a vivir a otra del pueblo por una temporada, en la que dijeron misas, bendijeron la casa, etc. Cuando volvieron, ya no se oía nada.

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Hacía poco que la abuela de una casa había muerto y su hija oía unos ruidos muy misteriosos; ella tenía miedo y llamó a la policía, muy asustada. Un policía quiso acabar con este misterio y decidió ir a dormir él solo a la casa. Cogió su pistola y se la puso en la almohada. Al llegar la 1 de la madrugada, el fantasma fue a la habitación y le cambió las balas por otras de juguete. El fantasma empezó a realizar una serie de ruidos y a llamar a la puerta, etc. El policía se levantó y cogió la pistola, fue a abrir la puerta y vio una persona horrorosa, un monstruo tremendo que empezó a hacerle miedo. El policía cogió su pistola y le disparó, pero, como era natural, las balas no le hicieron nada. El policía se asustó y cuando gastó todas las balas sacó una navaja del bolsillo. El fantasma, al ver eso se acobardó e intentó huir, pero el policía le persiguió, alcanzándolo y clavándole la navaja. Poco después, al quitarle la máscara, vio que se trataba de un hombre del pueblo.

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En casa de mi abuela estaban una noche como lo hacían todos después de cenar sobre las 11 de la noche, mi madre, sus dos hermanos y mi abuela en la cocina, sentados alrededor del hogar, y oyeron como si alguien trucase en la chimenea. Pasaron dos o tres noches, y a la misma hora trucaban en la chimenea. A la otra noche se lo dijeron a mi tío, otro hermano que ya murió hace tres años. Aquella noche subió él al tejado con una escopeta pero no vio a nadie. Tardó un rato y bajó. Cuando él bajó, como todas las noches se volvieron a oír los golpes en la chimenea. Mi abuela fue al día siguiente a contarle todo lo ocurrido al cura y éste le dijo que eso era que algún alma de la casa necesitaba de misas y oraciones. Y, en efecto, se hicieron las misas que hizo falta, y no volvieron a trucar en la chimenea.

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Cocina de casa Solana de LaruĂŠs.

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