Don Manuel, el médico de Orna

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COLECCIÓN "A LAZENA", N.' 7

DON MANUEL, EL MÉDICO DE ORNA MANUEL VIAMONTE TORRALBA MEDICO ORNA DE GALLEGO. %tuca:

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EDUARDO SÁNCHEZ SALCEDO


DON MANUEL, EL MÉDICO DE ORNA



EDUARDO SÁNCHEZ SALCEDO

DON MANUEL, EL MÉDICO DE ORNA

EXCMO. AYUNTAMIENTO DE SABIÑANIGO

INSTITUTO DE ESTUDIOS ALTOARAGONESES

MUSEO ,ÁNGEL ORENSANZ Y ARTES DE SERRABLO»


COLECCIÓN

«A LAZENA», 7

Coordinador: Enrique SATUÉ OLIVÁN (Director del Museo «Ángel Orensanz y Artes de Serrablo») Editan: Excmo. Ayuntamiento de Sabiñánigo Instituto de Estudios Altoaragoneses Museo «Ángel Orensanz y Artes de Serrablo» Eduardo Sánchez Salcedo, 1997. Fotos: Javier Blas Otín, Ricardo Rueda Gómez Portada e iconos interiores: Álvaro Varona González I.S.B.N.: 84-8127-058-X Depósito legal: HU. 135/1997 Fotocomposición e impresión: Gráficas Alós, S. A. - Huesca


MI AMIGO MANUEL

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PENAS hace unos instantes he terminado la lectura del texto Don Manuel, el médico de Orna, escrito por Eduardo Sánchez Salcedo, y de golpe, sin poder detenerme, me han venido las ganas de escribir también algo en homenaje a ese tipo increíble que fue Manuel Viamonte, y cuyo encuentro con su vida me ha abierto las venas de memorias dulces y amargas, divertidas e irrepetibles.

Con el repaso de su vida —magnífica biografía, por cierto— he recuperado colores, calles, amigos, sabores, días de cierzo, soleadas tardes de domingo, sábados increíbles y horas emocionantes, como pocas veces me ha sucedido. Y por ello, como Eduardo, tímidamente, me pidió algo que yo deseaba escribir, sin más dilación lo hago. Escribo un prólogo para esta hermosa vida como regusto y, sobre todo, como homenaje a una de las mejores personas que sobre la piel de esta tierra nuestra ha nacido, vivido y convivido con los que hemos tenido la suerte de convivirlo en sus risas, en nuestras horas bajas y en las grandes jornadas teatrales, de las que Manuel siempre fue un maestro. Creo, o al menos así me lo imagino, que la primera visión ya importante de Manuel fue cuando él y yo participamos en la representación de la entrañable zarzuela Los chicos de la escuela. Durante los ensayos, la figura que había visto un poco a lo lejos por los pasillos del Colegio, en la cocina del internado o en alguna fiesta familiar, aquí fue cobrando las dimensiones reales de su humanidad, de su impresionante vocación teatral y de su estupendo cargamento de cómico —en el gran sentido de la palabra— que Manuel llevaba dentro. Y desde aquí ya nunca me he podido escapar de su figura, de su imagen, de 5


su compañía. Vivimos juntos tantas y tantas páginas de alegrías, de dolores, de esperanzas, de subterfugios escolares para encontrar diversión en el humor, en arios que todo estaba prohibido, que si fuese a relatar cada una de estas circunstancias, volvería a escribir una nueva biografía de Manuel. Y no es el caso. Pero quiero contar algunos avatares que quizá él no recuerde y yo sí: no sé por qué Manuel, siendo ya médico de Orna, bajó a Zaragoza a alguna fiesta del Colegio y al día siguiente, sobre una de las primeras Vespas que circulaban por el país y que era de mi propiedad, ambos nos subimos de vuelta hasta el pueblo. Casi la pobre moto no podía con los dos, pero china chana —y con unas risas y carcajadas a prueba de paisaje abierto sobre el pantano de Arguis— llegamos a Orna, lugar en el que me quedé unos días viviendo en la fonda donde Manuel estaba hospedado —y de la que parecía el amo— y conviviendo con todos los personajes de la redolada que, unas veces como enfermos y otras como amigos, idolatraban a este personaje lleno de humor, ternura e inteligencia. Y luego, años más tarde, cuando Manuel vivía con su madre en la misma localidad, pero en una casa para ellos, mis hijas descubrieron —en nuestras subidas a Villanúa— las risas de Manuel y, sobre todo, el jamón riquísimo que su madre extendía sobre una fuente y que, luego de la dura ascensión del Monrepós, caía como ángeles sobre una tarta de nata. Tan entrañable era aquella situación que durante arios olvidábamos el puerto de Santa Bárbara, por el que se viajaba más cómodamente, y ascendíamos por el Monrepós a pesar de las curvas durísimas, los vericuetos intrincados y la longitud del viaje. La estancia en casa de Manuel con la compañía de su madre se convirtió en algo inalterable. La vida pasa, pero, a pesar de todo, siempre me he ido encontrando con Manuel, cada vez que he subido a Sabiñánigo a cantar o tan sólo a pasear. Manuel, jubilado de lujo para estos parajes, sigue siendo esa figura entrañable que aparecía ante mí hace muchos arios, representando un papel de zarzuela y que todavía sigue vivo, tremendamente vivo, en mi memoria cotidiana y colectiva: me es muy difícil repasar mi vida sin que Manuel Viamonte aparezca una y otra vez en el paisaje cotidiano de mis recuerdos más entrañables y queridos. Por eso me gustaría que estas palabras sirviesen para reencontrar la vida de aquel crío que llegó a la calle del Buen Pastor en arios muy difíciles y supo, siempre, reencontrar la amistad, la gratitud y el humor y el amor hacia quienes lo albergaron, cobijaron e hicieron de él casi un hijo más, pues, con el mismo orgullo que una madre habla de su hijo, así lo hacía la mía cada vez que hablaba o recordaba al MÉDICO DE ORNA, MANUEL VIAMONTE. JOSÉ ANTONIO LABORDETA

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AMANTES, BANQUEROS Y MÉDICOS

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A enfermedad es oscura y traidora. La miras a los ojos y no ves nada. Te explican no sé qué de virus, bacterias y células muertas, pero tú sólo sientes que cae la tarde y la noche será larga. Quieres soñar, como cuando tu madre te arropaba en tu cama preferida. Entonces sueñas con el pasado o con el futuro y siempre hay algo que te hace sonreír. Te acompañan quienes siempre han estado allí. Sabes que has hecho cuanto podías, que has jugado con las barajas que te dio la vida y que no te cambiarías por nadie. Brilla tanto el sol que no te cambiarías por nadie. El destino hace el resto y tú le das la mano. En el camino del destino hay amantes, banqueros y médicos.

Ojalá el destino te depare buenos amantes, buenos banqueros y buenos médicos. Médicos que te sonrían, que te hablen de días siempre mejores, que se jueguen en cada caso toda su honra, vocación y profesión juntas. Si no lo hacen, no son médicos, son matarifes a sueldo. Los médicos de verdad no diferencian su trato según reciban en consulta privada o en la Seguridad Social, no entienden de horarios, cuidan a cada paciente como a un familiar, saben que tienen poder sobre ti; por eso te lo muestran con palabras dulces y cercanas. Los médicos de verdad echan raíces en su consulta. 7


Cuando llega el prestigio, cuando llega el agradecimiento del pueblo, de puertas para adentro te llaman Manolo, pero, para distinguirte, te ponen el don, don Manuel, y repiten con orgullo cuál es su partido médico. Entonces todos te conocen como don Manuel, el médico de Orna. A mi madre (que todo lo borda), a mi familia, a los amigos/as que siempre están allí (en Aragón y Navarra), y a todos los médicos buenos.

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En este libro vais a encontrar historias divertidas junto a momentos menos dulces, pues la vida trae de todo. Sólo me gustaría preveniros de que no cuento las anécdotas para reírme de nadie, sino para que os podáis reír conmigo, como en tantos buenos ratos que hemos compartido desde hace años.

Un abrazo muy fuerte a todos y muchas gracias. MANUEL

VIAMONTE TORRALBA

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MANOLO, EL HIJO DEL CARPINTERO

i hoy llueve fuerte, don Manuel, en algún momento, habrá recordado aquel día. Cada vez que las gotas repiquetean en su tenaza o los coches pisan los charcos, a don Manuel le vuelve a la mente el recuerdo de aquella mañana en que llegó a Zaragoza acompañado por su hermana Elisa. Contaba con catorce años. Nada más entrar al Colegio Santo Tomás de Aquino, recibió el encargo de quedarse de guardia para atender el teléfono. Aquel Manolo avergonzado, con morriña de Piedratajada, pasó su primer día en la capital deseando que el maldito trasto no sonara. Lo miraba fijamente. Mientras ababa la vista a la ventana para acostumbrarse al nuevo paisaje, vigilaba con el rabillo del ojo el artefacto negro que veía por primera vez y que amenazaba con sonar en cualquier momento. - ¿Cuándo gramará esto? —pensaba. Y entonces, ¿qué haría él, si no conoce a nadie, si no sabrá adónde acudir, si igual el teléfono es dificil de usar...? Quizá conserva de entonces su costumbre de ser escueto cuando habla por teléfono. Los techos altos, los majestuosos pasillos, las amplias salas, aulas y dormitorios comunes bien poco ayudaban a que Manolo perdiera el temor y 11


De niño fue más bien tímido, muy sensible y emotivo 12


Manuel y Catalina, padres de Manolo, en Piedratajada

abandonara las ganas de salir corriendo a la estación del ferrocarril para coger el primer tren a Ortilla'. Quién le iba a decir entonces que ese Colegio, con sus aulas en el primer piso y el internado en la segunda planta, sería su hogar durante quince años. Un hogar que abandonaría con la misma tristeza con que llegó, pero esta vez por dejar allí a grandes amigos, algunos de los cuales lo han seguido siendo siempre. No, aquel primer día, aquella jornada que Zaragoza recibió a Manolo con agua, el teléfono no sonó. Era la tercera vez que visitaba la capital. De la primera sólo recuerda que fue al dentista. Luego le compraron un globo, pero se lo dejó escapar en la calle Alfonso. La segunda, cuando fue a hacer el exa1 Las fotografías de Piedratajada han sido realizadas por Javier Blas Otín, a quien agradecemos su colaboración desinteresada. 13


El mismo camino, los mismos malecones... sesenta aĂąos despuĂŠs 14


La estación de Ortilla-Marracos hoy. El abandono del ferrocarril, lacra del siglo xx

men de ingreso al Instituto Goya, su padre le acompañó andando los siete kilómetros que hay de Piedratajada a Ortilla. Y por el camino, Manuel, el carpintero, su padre, que había oído que en los exámenes pedían tonterías, le dijo: - FWate, Manolo, que igual te preguntan qué es un malecón... Y es que malecones era lo único que había en ese camino, y quizá al padre no se le ocurrió mejor consejo para ayudar a su hijo, pues ambos compartían —y contenían— la emoción que afloraba, cada vez de manera más evidente, conforme se acercaban al ferrocarril, que para aquel padre era tanto como decir que al fm su hijo iba a estudiar el bachiller, y quién sabe si luego podrían darle una carrera. Hijo de Manuel y Catalina, Manolo nació en el atardecer del 31 de agosto de 1924, festividad de San Ramón Nonato, patrón de su pueblo, Piedratajada. Tuvo una lactancia muy larga. Recuerda —o tal vez lo haya soñado— que, como le tomaban el pelo por tetar tan mayor, Manolo le decía 15


a su madre: "Aquí que no nos ven, mamá". Y así hasta que su madre le advirtió: "Si te doy otra vez, me muero". Era el menor de los seis hermanos: Ismael, Laura, Elisa, David, Isidro y él, aunque el primero y único que nacía de Catalina, ya que los padres habían contraído segundas nupcias. Su padre tenía el taller en la planta baja de la casa. Natal de Aniés (Huesca)2, participó en la Guerra de Filipinas, donde formó parte de la Guardia Civil colonial. También tenía mucha chispa y respuestas ingeniosas, como luego heredaría su hijo menor. Además de atender cualquier encargo de los vecinos, el señor Manuel velaba por que el reloj de la iglesia funcionara con exactitud. Cuando tenía que subir por el campanario para darle cuerda, lo acompañaba Manolo muchas veces. N.° <- O

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Manuel Viamonte Aquilué nació el 16 de abril de 1875, hijo de Mariano y Juana.


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rt9 El viejo diario del padre de Manolo, de 1927, con numerosos términos en lengua

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Un diario de trabajo que se conserva ofrece los datos de contabilidad de los años 1926 a 1931. En él aparecen los asientos correspondientes a los encargos efectuados por el Ayuntamiento. Así, leemos que "por seguir el reloj" en 1927, se apunta el pago de 75 pesetas; por "desarmarlo, armarlo y limpiarlo", 20; por 2 litros de petróleo, 3 pesetas; "por armar y desarmar el monumento", 10... Otros trabajos del consistorio fueron diversas tareas en la casa del barbero, y "montar la estufa a la maestra y colocar un panel para sacar el caño por la ventana", así como "arreglar dos puertas de la escuela". Como proveedor figura José Yndurain, propietario del "Almacén de maderas y fábrica de aserrar. Fabricación de virutilla fina para embalajes". Sito en el barrio del Castillo de Zaragoza, Yndurain enviaba puntualmente las facturas detalladas de los bultos que transportaba a la estación de OrtillaMarracos, tales como "tablas, retabillos, portalejas, hojas, dentales y timones". El carbón lo suministraba Cristóbal Ramón, también de Zaragoza. El pequeño Manolo era más bien tímido, muy sensible y emotivo. Desde el primer momento le atrajeron las artes y manualidades, como hacer pirograbados, aprender poesías y recitarlas, coser —remedando a su hermana Laura, una buena modista que se fue a casar a Barcelona antes de la guerra civil— y dibujar: algunos de sus trabajos los guardaban en la escuela como modelos para otros cursos, y dos retratos que hizo de Franco y Mola —en carbón sobre papel de barba— los expusieron en el local de Falange de Piedratajada. También solia coleccionar cromos, como los inolvidables álbumes que ofrecían los chocolates "Juan Lacasa y hermano", de Jaca. El titulado "Estampas del mundo", uno de los más populares entre los niños, lo regalaban entregando cincuenta tiras de precinto. Estaba compuesto por 120 cromos, a razón de 24 por continente. En sus hojas, la empresa recomendaba los chocolates "para niños inapetentes", "personas sanas y robustas" y para "personas débiles, enfermas y convalecientes". Por recomendar que no quede. Este ejemplar todavía lo conserva..., pero presenta, en su penúltima página, un curioso dato: según indica, Manolo comenzó a coleccionar los cromos el día de Año Nuevo de 1935 —a los diez años de edad— y terminó el álbum... ¡el 30 de febrero! 18


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¿Quién no recuerda este álbum?

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Aunque de inteligencia despierta, los libros de la escuela siempre se le antojaron aburridos (¡cómo envidia los textos actuales!). Y eso que el bueno de don Luciano Fuertes Vidosa, de Agüero, su maestro, bien que se esforzaba por hacer amenas aquellas clases, a las que asistía una cuarentena de alumnos. Pero como la memoria selecciona a su antojo, resulta que lo que más recuerda don Manuel de sus maestros es que olían a tabaco. El mismo Luciano Fuertes, al igual que el secretario de Piedratajada, Pedro Gil, y el médico Bernardo Giménez, intentaron gestionar una beca para Manolo. Pero el año 36 guardaba una guerra, un paréntesis y muchas despedidas: sus hermanos David e Isidro marcharon al frente. Su maestro también se fue, dejando allí todos los aparatos para grabar en madera. Don Luciano había cogido tanto cariño a Manolo que, siempre que volvía por el pueblo, le traía libros de cuentos. Pero hubo un hombre que siguió confiando en las posibilidades de Manolo: el veterinario Manuel Gil Esteras, que daba clases particulares. Tras

La plaza de Piedratajada hoy 20


múltiples gestiones, el señor Gil le consiguió una plaza de ayudante, de fámulo, en el Colegio Santo Tomás de Aquino de Zaragoza. El examen de ingreso, en el Instituto Goya, le abrió definitivamente las puertas al bachiller a sus catorce años. No le resultó demasiado dificil: le preguntaron verbos, le dictaron un fragmento de El Quijote..., pero no le preguntaron qué era un malecón. Se quebraba así la infancia del hijo del carpintero, al que tanto le gustaba trastear en el taller de su padre. Allí se entretenía haciendo juguetes, carros, galeras... hasta que llegó la guerra civil y empezó a diseñar pistolas. También fue allí donde captó cierto amor por la madera, que enseguida aplicaría para la gran pasión de su vida: el teatro. Manolo ponía y disponía escenarios, tras los que se disfrazaba, interpretaba y recitaba. Los niños de Piedratajada se habían aprendido con esmero una obra de ambiente aragonés, en la que Manolo abría el primer acto así: "Ascucha, mozeta: a la otra vez que vuelva a izirme tu madre que por culpa del mesache el carpintero has armau rebolizio en esta casa, en el primer guantazo te chafo los morros".

Manera expedita de comenzar. La guerra también impidió que la obra se representara, así que Manolo tuvo que conformarse con soltar el parrafón a todo el que caía por su casa, a quienes, incluso, les recitaba seguidos los papeles de los tres personajes. Manolo cambió las calles de Piedratajada —ese lugar de Tierra Baja en las Cinco Villas, que entonces alcanzaba los seiscientos habitantes— por la zona del Mercado Central de Zaragoza, con las calles de Contamina y el Temple, la plaza de San Cayetano y la calle del Buen Pastor, donde se ubicaba el Colegio Santo Tomás de Aquino. Y en ese colegio, Manolo encontró la que iba a ser su segunda familia: los Labordeta. 3 Los diálogos, expresiones y topónimos en lengua aragonesa intentaremos reproducirlos según su forma original. No consideramos necesario destacarlos, salvo que sean absolutamente intraducibles para aquel lector que no conozca el idioma. En caso de duda, nos someteremos a las normas gráficas aprobadas en el I Congreso ta ra Normalizazión Lingüistica, celebrado en Huesca/Uesca en 1987.

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Manolo cambiรณ las calles de Piedratcyada... 22


MANUEL, UNO MÁS EN LA FAMILIA LABORDETA

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ON Miguel Labordeta regentaba el Colegio junto a su esposa, doña Sara. Tenían cuatro hijos: Manolo, Miguel, Luis y José Antonio. Estando allí el futuro doctor, nació Donato. Don Miguel Labordeta tuvo una frase certera para tranquilizar al padre de Manolo: "Yo me encargaré de que estudie". No exagera el médico de Orna al considerar a don Miguel Labordeta como su segundo padre. Lo respetó, veneró su pródiga cultura y aprendió en sus clases más latín que ningún otro. En agradecimiento, Manuel —que así lo llamaron mientras estuvo en Zaragoza— le pintó un pergamino. Y en parte, también en agradecimiento, se propuso hacer un buen examen de latín en la Reválida: sacó un diez. Durante los primeros años en el colegio, compaginó sus estudios con las labores propias de un fámulo: limpiaba, hacía camas y cuidaba de enfermos. En la atención a los enfermos demostró especial tacto. Le gustaba quedarse a su cuidado, incluso se prestaba como voluntario para ello. No le importaba hacerlo los domingos..., y allí se le despertó su vocación: sería médico. Al llegar, cobraba una peseta cada domingo, que pronto le ascendió don Miguel a dos, mientras el resto seguía con el mismo sueldo. Al poco tiem23


po ya era de un duro. A esto se le sumaba una propina cuando realizaba trabajos extras, como descargar las partidas de patatas, cebollas o frutas y subirlas al ático. En estas ocasiones, además, gozaban de permiso especial para salir un rato por la noche. También los domingos se ocupaba, junto a otro compañero, de sacar a los internos de paseo, y, si hacía frío, iban a algún estreno de los cines "Dorado" y "Goya". Los chicos conocían bien dónde podían comprar chucherías y dónde era mejor abstenerse, ya que las malas lenguas decían que una vendedora de la puerta del cine "Fuenclara" chupaba los caramelos y los envolvía como nuevos. En "Fuenclara", el encargado de pasar la cinta era, en ocasiones, don Domingo Agudo, sacerdote y profesor de Filosofía y Latín en el Santo Tomás. Siempre que iba a aparecer alguna escena amorosa, por tímida e ingenua que fuera, don Domingo estaba atento para censurar el fragmento, para lo que colocaba su sombrero delante del aparato, ante los pataleos y silbidos de los alumnos. Los maestros de Manuel, como Emilio Ildefonso Manuel Gil; Ana des Grottes, de francés, y Emilio Villellas, se mostraban comprensibles con las ocupaciones del fámulo, que llegaba a estudiar de noches hasta que le rendía el sueño, para despertarse al par de horas y volver a estudiar. Si faltaba a clases, se las ingeniaban para conseguirle apuntes o algún libro de consulta. Cuando comenzó la carrera de Medicina, tras el Séptimo de Bachiller y la Reválida, debería haber abandonado el Colegio, pero don Miguel Labordeta le mantuvo el puesto de trabajo, el alojamiento... y le pagó la matrícula de todos los cursos universitarios. También su hermano Isidro le iba mandando dinero para libros. Ya siendo universitario, Manuel colaboró dando clases de Fisiología y Naturales a los tres primeros cursos de Bachillerato y de preparación para la Reválida. Algunos alumnos suyos llegarían a alcanzar renombre, como, entre otros, Santiago Marraco, ex presidente del Gobierno de Aragón y ex director del Instituto para la Conservación de la Naturaleza (Icona), y Emilio Gastón, ex Justicia de Aragón, cuyo padre ya era profesor del Colegio Santo Tomás. 24


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A mis queridos padres, con todo el cariĂąo de su hyo. Manolo

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Aunque la docencia no le disgustaba a Manuel, tampoco llegaba a convencerle del todo. Conforme aprendía en la Universidad, iba quitando viejas costumbres en la manera de tratar a los enfermos. Los sesenta internos del Santo Tomás tendrán que agradecerle que desaparecieran las purgas de aceite de ricino, ese producto que se vendía en las farmacias, en pequeños frascos, con el nombre comercial de "Palmill". Era una de las curas más desagradables, junto a la "limonada purgante" —con sal de higuera, o sea, sulfato de magnesio— y las irrigaciones, que Manuel se encargaba de suministrar. Como médico, atendía el Colegio don Ángel Mateo, padre de don Mariano Mateo Tinao, quien tras realizar los estudios en Santo Tomás llegó a ser catedrático de Farmacología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Zaragoza'. Por indicación de don Ángel, se aplicaban los toques de pincel con glicerina yodada contra las amigdalitis. Manuel era consciente de que trabajaba mucho. A veces recordaba aquel dicho de que "en casa de comunidad, no muestres tu habilidad", aunque lo cierto es que nunca se arrepintió de cuanto hizo por el Colegio y la familia Labordeta, ya que considera que se lo compensaron con creces. La medicina... y el teatro. Cada 7 de marzo, en la fiesta del patrón del Colegio, profesores y alumnos representaban una obra clásica y una zarzuela en el Teatro Principal, a las tres de la tarde. Recién llegado, era lógico que pasara algún tiempo hasta que le dieran un papel importante. Pero Manuel acudía a cada ensayo, aunque no interviniera en la obra, y se sentaba en las butacas, pasaba al otro lado de los decorados... y se aprendía todos los papeles. Su primera intervención fue un pequeño papel de soldado en La vida es sueño, de Calderón de la Barca, donde el profesor Ildefonso Manuel Gil hacía de Segismundo. La revelación llegaría con la zarzuela Los africanistas, en la que ninguno convencía en el papel del sacristán señor Telmo..., ninguno salvo 4 La lista de nombres ilustres asociada al prestigioso Colegio Santo Tomás de Aquino es inmensa. De entre ellos, don Manuel recuerda especialmente a Camón Aznar y Mariano Peña.

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I. : < tres en punto de la tarde, se celebrara un EXTRA,:. JkülNARIO FESTIVAL AiCIISTICO en el Teatro Principal, con el siguiente programai 0 SINFONIA. 2.` El .Grupo de Arte Dramático». del Colegio, repre-i. tara 14 deliciosa comedia clasiCa. de D. Agustín de Moreto, .;:,!‘'_-.(511 y dirección de D. Ildefonso M. Gil,

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3 ° Actuación de los Coros del Colegio dirigidos por el ilustre Maestro Director y Compositor Sr. Borobia, que interpretarán escogidas canciones 1 1

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Los clásicos siempre eran un éxito en la fiesta de Santo Tomás de Aquino. Programa de 1945, donde Manuel representó el papel de Mosquito 27


Manuel, claro. Fue tal el éxito de su interpretación que hoy, cuando baja por Zaragoza y se encuentra con algún compañero del Colegio, no es dificil ver que le saluden con un "¡Cómo está, señor Telmo!". Más éxitos llegaron con clásicos como Fuenteovejuna, de Lope de Vega --en el papel de Mengo—; El lindo don Diego, de Moreto; La vida es sueño y El alcalde de Zalamea, de Calderón de la Barca; El condenado por desconfiado, de Tirso de Molina; El ricachón en la corte, de Moliére, o la obra de Plauto Aulularia o La marmita. En ella, el revuelo se apoderaba del aforo femenino del Teatro Principal cuando Manuel bajaba de las tablas a buscar, entre provocaciones y bromas, la marmita que habían quitado al viejo Euclión.

En los días de teatro, don Miguel invitaba a cenar a los participantes, y en alguna ocasión se sumó el padre de Manuel, que había ido a ver actuar a su hijo. Al padre le sorprendió especialmente la buena gana que demostraba el sacerdote Emilio Tovar —de aspecto muy flaco—, y exclamó: "¡Jodo este cura, que saque tiene!".

El Grupo de Teatro del Colegio en El ricachón en la corte, de Moliére. Manuel, con bigote, de pie, en nuestro extremo derecho; a su lado, con barba blanca, Miguel Labordeta. El primero a la izquierda, un jovencísimo José Antonio Labordeta 28


Cuando cursaba 3.° de Medicina, Manuel recibió una oferta demasiado tentadora para un joven de 24 años apasionado del teatro: la compañía de Alejandro Ulloa estaba dispuesta a contratarle para su próxima gira por España. Podía suponer un salto decisivo si quería dedicarse al teatro en serio. Actuar en una gran compañía favorece ser visto por entendidos, críticos, directores de otros grupos..., de los que luego parten ofertas. Pero, por otro lado, los continuos viajes le obligarían a desatender los estudios. Tras días de cavilación, Manuel tuvo presentes los esfuerzos que habían hecho en su casa para darle carrera y desechó la oferta. Cuando tienes que elegir, siempre abandonas —tal vez para siempre— una posible forma de vida. Con la decisión, con los límites que te marcas, parte de tu vida se va. Pero también ganas un camino. Manuel cogió definitivamente, a esos 24 años, el camino de la medicina, que, a fin de cuentas, era una de sus dos pasiones. Los últimos cursos de la carrera tuvieron el aliciente de las prácticas, a las que no faltaba nunca. Además, contaba con la ventaja de que ya estaba muy habituado a reconocer las enfermedades más comunes en los internos.

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AQUEL COLEGIO...

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IENSA muchas veces en el Colegio Santo Tomás de Aquino, aquel caserón de la estrecha calle del Buen Pastor de Zaragoza. Manuel paseaba por el Mercado Central o por la ribera del Ebro, la plaza de San Cayetano, calles de Manifestación, San Felipe, Santa Isabel, Alfonso y del Temple..., pero ésta sólo de día, pues los alumnos estaban prevenidos de que, con la complicidad de la noche, se llenaba de mujeres de mal vivir. Esta recomendación se extendía a las que don Miguel llamaba "calles de pilón", o sea, las peatonales. No obstante, Manolo, junto a su amigo José Antonio Arbulu, acudía de vez en cuando a la revista musical que presentaba el Teatro Circo, situado en la calle de San Miguel. Pero no iban como meros espectadores: su misión era ayudar a poner y quitar los sujetadores a las coristas, simplemente por esa peculiar sensación que se siente cuando de crío te mueves entre el bien y el mal. Además, a esas edades, había otra diversión más pueril: la juerga de sacar la basura jugando con los carros que alquilaban en ' la ca31


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Cartilla de racionamiento de Manuel de 1943 (Gentileza de José Antonio Labordeta)

lle de Contamina, los mismos con los que iban a buscar el racionamiento'. Cuando, años más tarde, las obligaciones profesionales de Manuel pesaron más que el consejo de don Miguel acerca de las "calles de pilón", sí hizo negocio con las prostitutas, ya que les ponía inyecciones por un duro, el mismo precio que cobraba por administrárselas a los internos del Colegio. Las prostitutas trabajaban en tres bares de alterne ubicados en apenas cincuenta metros de distancia, en la calle del Temple y en las inmediaciones de la plaza de San Carlos. Se llamaban "La Vasca", "Ya te veré" y "La que faltaba". Después de recibir las inyecciones, le invitaban a algún trago. Allí pudo comprobar que entre las prostitutas había mujeres completamente vacías junto a otras que vislumbraban buenos sentimientos y agradecían algo de conversación y, sobre todo, que se les escuchara. Y algunas encon5 Una cartilla de Manuel, abandonada por los armarios durante décadas, llegó —sabe Dios cómo— a manos de un anticuario, que se la ofreció a José Antonio Labordeta. El cantautor amigo, al conocer que se estaba escribiendo este libro, nos la cedió. Está fechada en 1943, cuando Manuel tenía 18 arios. En ella se aprecian los sellos de los establecimientos donde compraba: la panadería de Gregorio del Ruste y los ultramarinos de José Aramburu, ambos en la calle de Roda, y en "La Confianza" de la plaza de Lanuza, donde Emilio Muñoz vendía carnes y embutidos. 32


traron un hombre a quien querer, formaron un hogar y se convirtieron en madres ejemplares. Hablando de ambientes alternativos, don Manuel recuerda las dos visitas que realizó con otros amigos a Juanita, una adivina que atendía en la calle de las Armas, en el Casco Viejo. En torno a la inevitable mesa camilla redonda con faldas, Juanita predijo que Manuel se casaría por conveniencia y que le caería la lotería. Acertó en lo segundo, pues participó del premio gordo que repartió el Hostal "Mi Casa", de Sabiñánigo, en los arios ochenta, con cuatro millones de pesetas; pero en lo de casarse... Claro que Manuel tenía muy poca fe en la adivina, vista la respuesta que le había dado a su amigo. El chaval preguntó dónde se encontraba su hermana, pues se había ido de casa y estaban preocupados. Los poderes de Juanita vieron a la hermana en Barcelona, acompañada de un hombre de chaqueta clara. El problema era que el mozo no tenía hermana: era sólo un camelo para reírse de la supuesta vidente. Manuel siguió la broma: - ¡Ah! El de la chaqueta clara debe de ser Pepe... - Puede ser, puede ser —continuaba la pitonisa. - Oiga, ¿y cuándo se dio cuenta de que tenía tantos poderes? - ¡Desde un día que empezaron a moverse las soperas! —contestó entusiasmada Juanita. En el primer piso del Colegio estaban las aulas, y en el segundo, el internado y la vivienda de los Labordeta, que se comunicaban. Las clases eran mixtas, si bien se sentaban chicos y chicas cada uno por su lado. Las aulas de estudio ya eran otra cosa: estaban separadas. Las habitaciones se encontraban sobre el Colegio Notarial, que daba a la calle de San Cayetano. La zona que miraba a la plaza de Lanuza era tan fría que los internos la habían bautizado como "La Siberia". Para llamar a clase, sonaba en el edificio una campana a las nueve de la mañana y a las tres de la tarde. Don Miguel, alguna mañana, se colocaba en la entrada del colegio, y a los que llegaban tarde les esperaba la "Eugenia". Bien, pero, ¿quién era Eugenia? Así se llamaba la correa de don Miguel. 33


Quienes recibían los buenos días de la tal Eugenia ya no volvían a retrasarse. Don Miguel Labordeta, hombre culto y recto, había estudiado para cura, y en el seminario se había empapado de cultura latina. Conservaba una gran devoción por la Virgen del Carmen, como demostraba la presencia de una imagen en la sala de visitas. Por lo que Manuel intuía en el ambiente, estaba considerado un muy buen catedrático, aunque lo tenían algo apartado y vigilado por antifranquista. El profesor cumplía los arios el 1 de noviembre, festividad de Todos los Santos: para ese día, invitaba a los profesores, catedráticos y amigos en el comedor del internado. Uno de los lujos de la jornada era preparar las rosquillas y barquillos con una técnica que muchos recordarán: la masa se colocaba alrededor de una caria hueca, que luego se cortaba a trozos para freírlas en aceite bien caliente. Cuando se enfriaban, se separaban las cañas —los trozos rotos "desaparecían" en la cocina— y se espolvoreaban con azúcar. Para pasarlo mejor, se servía champán, que Manuel probó por primera vez... y le gustó. Los Labordeta, oriundos de Belchite, producían aceite, y Manuel se encargaba de repartirlo de aguinaldo a los compromisos de la familia. Los destinatarios eran gente importante, como el sacerdote y catedrático Benjamín Temprano, pero, como recibían el recado las muchachas, apenas le daban propinas. Manuel podía volver poco a Piedratajada. Sólo en vacaciones y no todas, pues algunos chicos seguían en el internado, sobre todo en verano, si sufrían en casa problemas familiares graves. Atendían el internado dos señoras, más las dos sirvientas —Teresa y Luisa— de la familia Labordeta. Como Teresa y Luisa, naturales de Azuara, no sabían escribir, Manuel les redactaba las cartas para sus novios; a cambio, ellas se lo agradecían con bocadillos. Gracias a esas cartas —o a pesar de ellas—, una se casó, y la otra se quedó con doña Sara. Manuel copiaba más o menos lo que le dictaban... y aportaba lo que se le ocurría. Y, entrando por esas cocinas, pudo descubrir algún secreto culinario de las mozas. Para hacer las tortillas españolas, cocían las patatas, las cortaban... y, en lugar de echar huevo, añadían leche con un colorante en sobre llamado "Tortillas del Tío Nelo". 34


De los hijos, Miguel y Manolo Labordeta eran coetáneos de Manuel Viamonte6. Los tres se movían en una diferencia de tres arios. Miguel Labordeta, el hijo, era también un gran amante del teatro, así que las buenas migas con Manuel estaban aseguradas. Al futuro poeta le encantaba meditar y sacar motes a todo el mundo. Así, a una de las sirvientas, de gran envergadura, la llamaba "la celtíbera". En las obras intervenía también el pequeño José Antonio, que era el más extrovertido de los hermanos, siempre rápido de reflejos y espabilado. Lo apodaban "Titín". Donato nació estando allí Manuel, y en su niñez fue algo menos comunicativo que José Antonio. Completaba la familia de varones Luis, a quien Manuel acompañaba a menudo a jugar y pasear. Disfrutaba

Es día de fiesta en el Colegio. En el centro, Miguel Labordeta; a nuestra izquierda, Manuel le acompaña en la broma, ataviados con el vestuario de la obra Marcela o Cuál de las tres

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El futuro afamado poeta Miguel Labordeta nació el 16 de junio de 1921 y murió el 1 de agos-

to de 1969. 35


trasteando con tocadiscos, altavoces, proyectores de cine..., pero el pobre muchacho tenía algunas rarezas propias de la epilepsia que padecía. Una de sus travesuras preferidas era sacar botellas de anís al internado; su padre se llevaba grandes disgustos cada vez que la repetía, pues, además, el alcohol le sentaba fatal al joven Luis. En el caserón del Colegio había unas enormes falsas', y en una pequeña de la zona del internado, Luis tenía su hueco de expansión. Allí había un tocadiscos y butacas viejas; y el chaval, que demostraba gran facilidad para manipular las instalaciones eléctricas, se las ingenió para poner música. Más de una vez, Manolo subía a sentarse con él, y escuchaban desde valses de Strauss hasta pasodobles, en especial aquél que habla de un Cipriano que se desespera "porque en el baile, no hay quien lo quiera...". En las noches de verano, si a Luis le apetecía salir a dar una vuelta, se sentaban en la terraza de algún café, que a menudo estaba amenizada por una orquesta con animadoras. Si el joven consideraba que había salido algo escaso de dinero, no dudaba en preguntar al camarero cuánto le iba a costar cada consumición antes de pedirla. Una anécdota que recuerda bien don Manuel es aquella tarde que Luis se escapó del circo y Manuel tuvo que perseguirlo por media Zaragoza. Luis estaba locamente encariñado con él. Llevaba siempre consigo una cartera con diversos recuerdos, y, entre ellos, nunca faltaba una foto de don Manuel en una obra de teatro, El padre Pitillo, en la que hacía el papel de sacerdote. Compartiendo aulas e intimidades, Manuel llegó a tener verdadera devoción por don Miguel. El pergamino que le dedicó presentaba una inscripción en latín, en letra gótica. Estaba realizado a plumilla, con orla de cenefas alrededor, de unos 80 por 40 centímetros. Lo enmarcaron fastuosamente con relieves dorados y compartió pared con un retrato al óleo de igual tamaño, de estilo renacentista. Muchos años después, cuando el Colegio —ya trasladado al edificio del paseo de Ruiseñores— lo regentaba Donato, don Manuel le preguntó si todavía se conservaba aquel pergamino: por desgracia, había ardido en un incendio. 7

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Buhardillas.


Don Miguel Labordeta murió estando Manuel en la mili, al complicarse el postoperatorio de una apendicitis. Lo iba a visitar a la Clínica Lozano a diario. El último día, apenas dos horas antes de fallecer, don Miguel le dijo a su esposa: "Oye, dale a Manuel doscientas pesetas". Al poco rato, el propio Manuel fue quien se dio cuenta de que la vida del profesor se apagaba. Avisó a médicos y enfermeras, pero ya no había nada que hacer. Cuando falleció, le retiró el anillo solitario de oro con un brillante que portaba y se lo guardó para que no se extraviara. Era la primera vez que veía morir a alguien. Todavía hoy se emociona al recordarlo. A los pocos días, le devolvió el anillo a doña Sara.

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SAMPRASARANA

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E las lecciones de don Miguel se extrajo una palabra, "Samprasarana", que era un fenómeno del latín, pero que no aparecía en ningún libro de texto. Samprasarana dio nombre a una revista que se editó en el Colegio y cuyos números de la época, leídos hoy, asombran por el elevado nivel cultural que demuestran. Nada más ver su portada, se hacía notar la huella de Manuel, al haber diseñado él la cabecera. Un ejemplar de 1951 será muy especial: en él aparece una entrevista que le realizaron sus compañeros pocos meses antes de acabar la carrera. La portada la ocupa un amenazador editorial, "El Papi Esteve os acusa", que no tiene desperdicio. Alivia leer que en todas las generaciones los temas se repiten, y que la atonía y el pasotismo no son rasgos sólo de este fin de siglo. ¿Qué les ocurre a mis queridos angelitos, para carecen como carecéis, de toda iniciativa personal? Tras mi vitrina polvorienta, contemplo con dolor de hueso que, salvo escasísimas y meritorias excepciones, no existe en vuestro corazoncito, ningún afán, ningún deseo de superación (...) 39


¿Quién tiene la culpa? De esto habría mucho que hablar. Sí: el plan de estudios recargadísimo, la memorieta, la inconsciencia de muchos papás que se enfadan si las notas no son demasiado engañosas (es decir excelentes), el ambiente brutal de los domingos en la ciudad, etc., etc. El artículo promete que, si los alumnos cambiaran su actitud, "la `Eugenia', seguramente, tendría que acostumbrarse a dormitar en el más polvoriento rincón del despacho". Tras semejante misiva, el tono se relaja con la presentación de los actos de las fiestas patronales de Santo Tomás, que incluyen —junto a los ejercicios espirituales y "la misa cantada de Comunión General" de rigor— una exposición de dibujo, un campeonato de pelota en el frontón de Montemolín y otro de fútbol, entre los equipos "Los panteras negras" y "Los viejos leones blancos". A esto se le suman un festival de jota... y la representación de la obra El doctor Knock o El triunfo de la medicina, estreno en España, en versión castellana de Ildefonso Grande, así como de la zarzuela El barquillero'. Según advierte un artículo de Samprasarana, "los ensayos van a todo tren; sus respectivos Directores Señores Dicenta y Sánchez confian en su éxito. Todo el Grupo Teatral con Manuel Viamonte y Mimi Aznar a la cabeza trabajan para conseguirlo". Pero la revista aguarda muchas más sorpresas. Por ejemplo, en un recuadro se anuncia el fallo del certamen literario, y como mención honorífica en poesía aparece premiado José Antonio Labordeta. Y junto a la mención, varias obras del cantautor en ciernes, que entonces tiene quince años y estudia 6.° curso de Primaria. Así se expresaba el joven José Antonio Labordeta en dos de sus poesías:

8 Por cierto que, hace no demasiado, don Manuel se llevó una gran sorpresa al ver en la televisión que anunciaban el estreno en España de El doctor Knock, cuando él la había representado hace medio siglo. 40


Fin del mundo Un día, cuando el Dios de los dioses,

Padre de padres, dé la señal al viejo tramoyista, Éste, que durmiendo miles de años habrá estado contemplando a la luna, empezará su sonata: Lenta, fuerte. Las cárceles se abrirán. Los viejos "napoleones" escaparán del manicomio al ver abiertas sus rejas, entre gritos histéricos perseguirán a una estrella. Las grandes ciudades volverán a la madre naturaleza. Entre tanto el viejo tramoyista seguirá su sonata. Miles de años para construir una ciudad que él destruirá en segundos. Los muertos saldrán de sus tumbas, los vivos volverán al polvo. Y todos se reunirán con Dios. El viejo tramoyista dormirá de nuevo contemplando una estrella.

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ración, ningún rastro de responsabilidad. Diréis que ros. doro: pero xi sor así. N, porq ue en el /ando de' Mi alma dr cartónpiedra os quisiera ver alborotadores y traviesos ¿por qué no?. a mi me 500 simpáticos los discos traviesos, siempre que sean de buen corazón, pero también afanosos de realizar cosas interesantes r divertidas. 1 o amigo venido de América, me hablaba de la curiosidad que por todas las rosas sienten los noushadssis de alisé. Fyo os pregunto: ¿Por qué esa curiosidad nobilísima de saber y de ha-

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un csotpeonato de luan!, coas-pes debida? Si don II anolo no se preocupa, nadie es capaz de decir una palabra; si don Miguel no deja libros por su cuenta. nadie es capaz de pedirle uno o interesarse por alguna obro (no hablemos de los rasos en que no son devueltos los libroa); para el festival, es preciso preparar el ambienaa de una m..nera que a veces exaspera. Yo creo que debo;mit ser vaho,,, •.. q u.• • , no éstos a nosotros: vosotros los que pidiérass conlerencias. festivales, periódicos." partidos de Mi*( en estos hay que llevaras hasta las botas, que ya es decir...

y el baloncito hinchado...pues nadie se mar

frisarlo en hacerlo, de lo contrario), excursiones ale. gres, visitas dominicales o sitios pintorescos de la dudad, y no los Profesores los que tuvieran que estar cona. tantemente instsindons a hacer cosas. be fin, escudamos& a mi amigo venido de América, lloré un poquito, rece"

cer ha 'cuasi , desaparecido en vosotros? ¿Quién tiene la culpa? De esto habría mudos que hablar. Sí: el plan de

dando cierta crítica de los alumnos de Séptimo (que as se ha podido publicar por lo mal redactada) y• para lo*

estudios rerargadisimo. la mernorieta, la inconsciencia de 'omisos papás que se enfadan si las notas no son si

cuales el Colegio es una especie de encierro terribilisimo...ique no es para tanto angelitos míos! Nunca loa

~ajado engañosas (es decir excelentes), el ~Nene,.

estudios fueron una alegre vacación, desde luego, gero

Mema( de los domingos en la ciudad, etc., etc., etc. Pero es preciso reconocer que porte de la culpa es tan sólo

existen posibilidades de hacer cosas loables u dirertial> dentro de la severidad colegial u a la vez instructivas y

vuestra. ¿Por qué esa indolencia, excepto para no venir a clase, en organizar concursos, periódicos, conferencias

alegres: pero para ello hay- que tener inquietud e iniciativa, ímpetu de crear y recrear, y de esto carecéis, casi (Cencluye en I. pqpin• okuiuue)

y lo que es más alarmante todavía, incluso para hacer X

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Autores, celosos y deptirligles rereiterten a nuentran •ilipélITOPia1P '11" ateta. Por peros ‹reales• les > se emocioné loen nuestro Pisada del Campeonato de Nene( del Colegio y mochilimas cesas »da. 0 0 • 0 x 0_ 0 x

Manuel diseñó la cabecera de la revista 42

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Cumpleaños

Un año más perdido en el espacio, un año que para mí no fue nada, no conseguí contar más que 365 estrellas. Invierno, primavera, verano, otoño. 365 estrellas para dormir en el pasado, 15 años jovencitos durmiendo en los viejos muros de la vida. Pero José Antonio no sólo practicaba la poesía: también incluye página y media de un relato que titula "Las aventuras de Mr. `G'", que, con apariencia de historia de gángsters, nana la odisea de un alumno frente a los estudios.

Manuel, envejecido con postizos, junto a José Antonio Labordeta en la obra Interior. Al extremo contrario, su hermano, el poeta Miguel. El otro joven es Pedro Dicenta, miembro de una gran saga de actores 43


También su hermano Miguel, el futuro poeta, participaba activamente en la redacción de la revista, que costaba una peseta. En el segundo número, de marzo de 1945 —coincidiendo con el 25 aniversario del Colegio—, Miguel describe un viaje realizado por Serrablo y Bal de Tena: La travesía consistió en salir de Sallent de Gállego, hasta Monte Perdido, pasando por Piedrafita, Panticosa (Balneario), Bujaruelo y valle de Ordesa. Reunidos en Sabiñánigo, nos trasladamos a Sallent, en el único y generalmente abarrotado autobús que comunica estos pueblos. Durante el trayecto, se recrea la vista en los maravillosos panoramas que continuamente se presentaban ante el viajero; hermosos pueblos van pasando: Biescas, Tramacastilla, Escarrilla, Lanuza... Por fin, en las últimas páginas, aparece una sección de entrevistas bajo el título de "¡Aquí, Samprasarana!" y el subtítulo: "Los indiscretos de Samprasarana continúan su alparceo escopeteador. ¡Miren, señores, miren por la cerradura! Y extasíense con los detalles de nuestros grandes personajes". Y junto a la entrevista a María Martínez, ganadora del Certamen Literario, aparece la de Manuel Viamonte, "futuro galeno y actor cumbre en las gloriosas jornadas de los festivales del Colegio". Reproducimos íntegra la entrevista, que es el mejor documento posible para conocer a aquel Manuel cercano a concluir su carrera. - ¿Qué, Manuel, contento? - En parte sí. Bastante contento. Calcula, estoy bajando los últimos peldaños de la escalera de mi carrera... ¿Es para estar contento, no? Pero cuando pienso que tendré que marcharme de aquí, me pongo algo triste. Son muchos años, como sabes, de agradables recuerdos, agradecimientos, etc., que no se olvidan fácilmente. - ¿Tu biografia? - Según dicen en el puerto de Piedratajada (Zaragoza) y el día 31 de agosto de 1924, a las 19'15 arribé a este mundo. Precisamente en el día que conmemoramos la festividad de San Ramón, nuestro patrón. El baile estaba en 44


pleno apogeo, y a veces pienso que si sería la música... Me gusta mucho el baile ¿sabes? De mis primeros años apenas recuerdo nada, pero debía ser algo "dengue". Luego pasé a ser juguete de mis hermanas y de sus amigas. (Acostumbran a surgir las ocasiones cuando uno no se puede desenvolver). Alcancé la edad escolar, fui a la escuela hasta los 14 años, siendo los cuatro últimos monaguillo. A esa edad me trajeron aquí, y aquí estoy desde hace casi 13 años ¡que se dice pronto! Como ya sabes el contenido de estos años me ahorro su descripción. - Relátanos brevemente tus éxitos como actor. - ¿Será tomadura de pelo, no? Pero enfin, voy a ser complaciente una vez más. Me gusta mucho el teatro. Mi primera salida al escenario fue en La vida es sueño, encarnando el papel de uno de esos "sorches" que salen. En años sucesivos he trabajado en El Alcalde de Zalamea, haciendo de Rebolledo, en El Lindo don Diego, de Mosquito; en La Aulularia, del viejo Euclión; en El Ricachón en la Corte, U. Jourdain. También representé papeles en Los turrones y en El Manolo y ya se me olvidaba Fuenteovejuna siendo la más reciente. En zarzuelas, ya sabes, de sacristán en Los Africanistas (en la primera representación) y en Los Aparecidos. En diversos papeles de Los chicos de la escuela, en la Alegría de la huerta, en El puñao de rosas, en La marcha de Cádiz. Ya está bien, ¿no? Este año ya veremos lo que pasa en El triunfo de la medicina y en El barquillero. - ¿Cuál fue tu mejor creación? - Salí bastante satisfecho de La Aulularia, tal vez por la bajada al patio de butacas ¡como me gusta tanto meterme con todo el mundo! También de Los aparecidos y de La marcha de Cádiz. Pero donde más me compenetré con el personaje creo que fue haciendo de Mengo en Fuenteovejuna. A mí me parece que es la obra que mejor hemos representado. - ¿Y tus momentos más tristes del Colegio? - Pues, no sé. Únicamente cuando veo enfadados a don Miguel y a doña Sara, sobre todo si tengo yo la culpa. 45


- ¿Y tus recuerdos más gratos? - Cuando aprobé la Reválida. Luego con los ensayos, también me lo paso muy bien, sobre todo con Fachenda, me hace mucha gracia. También me son agradables, a veces, las conversaciones con la Sra. Antonia. - ¿Qué clase le gustó más y cuál menos? - La clase que más me gustó fue la de Latín. También las Matemáticas me gustaban mucho. La que menos Francés, ¡perdón, doña Ana! - ¿Qué opinas de El doctor Knock? - Opino que es una obra para profesionales y de muy dificil interpretación. Ya hablaremos... - ¿Tus aspiraciones? - Terminar Medicina y ganar algún dinero. - Muchas gracias, Manuel. - De nada, Miguel. La relación entre todos aquellos colegiales, que tantas ilusiones compartían, ha sido estrecha toda la vida. Muchos han seguido organizando encuentros anuales, con la misa en San Cayetano o San Felipe y la comida de hermandad. Ha pasado más de medio siglo desde que los alumnos de la promoción de don Manuel abandonaron el centro. Seis miembros de aquella comunidad escolar tienen ahora una calle en Zaragoza: Mosén Domingo Agudo (autor de la música y letra del himno del Colegio), Ildefonso Manuel Gil, Miguel Labordeta (hijo) y tres músicos: Ramón y José Borobia —padre e hijo— y Ángel Mingote (padre del académico de la Española y dibujante Antonio Mingote). En las Bodas de Oro de la Promoción, celebradas el 29 de abril de 1994, se localizaron cuarenta y cinco de los más de sesenta compañeros de 9

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Una de las señoras de la limpieza del internado.


atti ina,,lata /I (te Los indiscretos de Sansp aaaaaa esa continúan su alparceo escopeteado, ¡Miren, señores, miren por la cerradural y extásiense con los detalles de nuestros grandes personajes.

Maria Martina.. de 7: curso y primer Premio en Pral. do nuestro Certamen Literario, de a nuestro "'escopeteo".

oro-ñor y la coxa ele ()arar Wilde Mala ele Chan• tólniand. - Fuero dr lo literatura „emites Mal las predilecciones? - I.o alusiva y el cine La momeo toda, lamo Reptque Chopin. que llave'. ipie Fallo. Bueno, y laminen la moderen:ritos II, pera, pero ,hl esIrrilencias; lo de Cica NEM,. /know Coodumii demás. El cine, Yeplitioi oi ir. de • 131 Perlas, de • Ladrón Jr hicielehm•. de .1.1i Corona dr hierro.. bfim, Marlaie:, se ce o la larga un ',yarda lino e n a ,Siierle m'ah, o'

"te- YO creo. que porqiic no' $ da pensar,,§ mejor dicho soñar, y el caernos e, aaaa uni• car hacia fuera los ensueños y sentimientos. ¿Qué «olores son lux predi!retos?

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-Oscar Wilde Y Carlos Dic. kens en mis Tuenios.. santa Teresa. Fray Luis de con Y lo. dos los siminimax aUlores de nuestro Romancero.

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- ¿Dor Manuel, cante osos -El. parle si. 'instante contento, Calcula. estoy bajando los últimos peldaños de la escalera de wb carrera...¿Es para estar milenio, no? Pero cuando pienso que tendré pie marcharme de aqui, Ene mango algo triste. Son muchos años, como salir, de agradables reruer-

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-En zarzuelas. ve sabes. de sacristán en nulos £fricsnistass (en le primera representación) y en el.os Aparecidos». En di. versos papeles en 'Los chicos de la escuelas, en la riklegria de la M'erial en e El polleo de rosas.. en «La marcha de Cá. dite'. Ya está bien ¿no? Este ata ya veremos lo que pesa en rEl triunfo de le medicinan y en <El barquillero». - ¿Cual fue In mejor yr...orlan? - Salí bastante satisfecho de .I.a Andallleifflo, lel vea por la Pujada al pallo ile butacas ¡roorlo gusta tanto meterme con Indo el mundo! También de Los Aparecidos:. y de ola Marcha de Cádiz.. Pero donde nleS loe eolli penetré con el personaje, creo que fue, haciendo de Mengo en «Fuenteovejuna.. A oil me parece que es la obra que mejor hemos representado. - ¿Y (HA 1110MertiOS más tristes del Colegio? -Pues, no sé. Unicamente cuando yen enfadados e don Miguel y a gloria Sara, sobre lodo si tengo yo la culpa. -O' los recuerdos mil syrrilos? - Cuando »probé la revalida. Luego eón los ensayos, laminen lo paso inliv bien:sobre todo ron +Fachenda, me herr mucha gracia. También me son :Ignota Mes, a veces. las conversaciones con la Sra. Antonia. -;(lisé clase le gastó más y coal neenoe - la clase que mas me gustó fué la de I.aiin. También las Nlateinaticas me gustaban muelen. La que menos Francés ¡perdón dona Anal Knock?

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desea a sus lectores una feliz Primavera

y luengos siglos de fortuna sin pu

riseasass sanos

Éste es el mejor documento posible para conocer cómo era Manuel justo antes de concluir Medicina 47


clase: catorce habían fallecido y de seis no se tuvieron noticiasm. Asistieron treinta y tres ex alumnos, muchos de ellos acompañados por sus cónyuges, así como Ildefonso Manuel Gil y la dirección del centro en 1994, con Donato Labordeta al frente, que recibió una placa de los antiguos colegiales. Tras la misa y la comida, don Manuel puso fin a la jornada festiva recitando una poesía que hablaba de "ilusión" y "fantasía".

10 Según datos ofrecidos por Santiago Palazón, ex alumno del Santo Tomás de Aquino, en Samprasarana, primavera de 1994, pág. 6, en un número especial con motivo del 25 aniversario de la muerte del poeta Miguel Labordeta. 48


LA MILI

y

cuando acabó la carrera..., le esperaba la mili. Según las normas entonces vigentes, los estudiantes debían pasar un primer verano de servicio militar tras aprobar el Examen de Estado —al superar el Séptimo de Bachiller—, justo antes de comenzar en la universidad. Luego se podían pedir prórrogas, y al acabar los estudios, debía continuar el servicio durante algo más de un año. Aquel verano lo pasó Manuel francamente mal. Según declara, tras esa experiencia, ahora hubiera sido insumiso. Lo destinaron a la Brigada de Cazadores de Montaña, Batallón "Ciudad Rodrigo XIII", del Acuartelamiento "Hernán Cortés" de Zaragoza, en el reemplazo de 1945. Las faenas cotidianas, como limpiar y escobar, no le suponían nada nuevo, pero pasaban horas y horas de instrucción y marchas interminables. El día fatídico iba a llegar para Santiago. El 25 de julio recibe la orden, junto a una treintena de estudiantes más, de descargar un camión de sacos de lentejas de cien kilos. El primero lo llevó como pudo, pero, al empezar a arrastrar el segundo, se dijo: "Este quinto no transporta más". Así que hizo como si le hubiera dado un mal rato y se lanzó al suelo. Pese a que el saco casi le cayó encima, la artimaña valió la pena. Los ejercicios de tiro no se le daban mal; se acercaba a la diana, aun49


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(1) La qnekcorresponda según el Reglamento (2) Alcalde o Cónsul que entrega la cartilla.

Cartilla militar de don Manuel. Repasar dónde fue sellada cada revisión anual es contemplar la historia de Serrablo 50


Dalí TAV O 2E.alAirizz ictomo, cadauz, LIAV31. REGI1E11110 D.11 CAZADOEI 1101iTAP,A PIULIERO 'CLIICO, DEL QIE ES JErl.,' EL COADT1EL DO:1,1'01111.1..r,i1V20 linwo DE Immo.-

r i O O: Que el soldado del (.1 B E reemplazo 1.945, agregado al de 1.951 ::41,:iITEL vi 1.41E TORRALBA, hijo de Ljanuel y Camal natural de Piedratajada y na culo ea 31 e Agosto de 1.924, Emprende la riarana n el aja de la(1$ ati , a Zaragoza, ca Buen Pastor nº lppor nacer servido en lilas igual tiar.pó cya el fa-cilio r ee., azo licenciado, y en virtud de loa iw esto en la orden comunicada de 27 de esto de 1.94b. Y para tuo

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Certificado de licencia. Año 1953 51


que no podía evitar cerrar los ojos al disparar. Quién le iba a decir que detestaría las armas a él, que tantas pistolas había diseñado en la carpintería de su padre. La afición le entró cuando en la guerra civil (con el ruido de los cañonazos de Almudévar al fondo) fue a descansar a Piedratajada, durante un mes, la Bandera del Dragón, del bando nacional, destinado en Alcubierre. Imitando a esos falangistas y militares, Manolo se preparó un pistolón, con culata de madera y una cápsula de bala de fusil a la que, amarrada como si fuera un caño, hizo un agujero con una lima. Con media pinza acercaba una cerilla al agujero, colocaba pólvora de fusil... y aquello daba un fogonazo de varios metros. Una vez que se acabaron las balas de fusil, añadió pólvora de cartuchos de su padre. "Igual será", se dijo. Sí que funcionó, pero, de la explosión, marcharon la pinza y la culata por los aires. Todo eso había sido demasiado tiempo atrás. La cosa es que los recuerdos del primer verano de militar, siete años después, le disgustaban al tenerse que reencontrar con el ejército. Sin embargo, entonces ya iba como médico y, gracias a la amistad con un brigada del "Hernán Cortés", ya no tuvo que hacer instrucción: a cambio, debía ayudar al médico militar. Una vez, un soldado se acercó al botiquín con el cuello muy hinchado. En esta ocasión, el doctor militar tuvo más gracia que pericia profesional. Tras quedársele mirando fijamente, preguntó con la boca llena de aire: - Pero, ¿qué cojone-e-eto? La cara de asombro del enfermo recobró un talante más tranquilo cuando Manuel salió al paso con la respuesta: - Unas paperas, mi teniente, unas paperas... Como Manuel debía seguir haciendo frente a su trabajo en el Colegio Santo Tomás de Aquino, lo nombraron médico militar nocturno. Juró bandera el 8 de junio de 1952, y pasaron los meses sin mayores problemas hasta que llegó la noticia de que un general iba a visitar el cuartel y que todo el Batallón —mandos incluidos— tendría que desfilar. A Manuel, que no había formado filas desde aquel lejano verano, se le cayó el mundo encima: "Ya verás, no me acordaré de nada, seguro que hago 52


Puerta del antiguo taller del padre de don Manuel, en Piedratajada 53


4C;IN.C9,11-1.1,k) rv* r 2° CLASE 50 PESETAS

huirá/p.[10r para calr9ar al allf17,Stalo

B 4 093 260 pILIGEUCIA El presoute papel do pagos al Estado Corresponde a la multo impusata al IVR 1945 MANUEL VIKIONTE 7.uRAL3A por omisión do la revists anual de 1.967 Sebillánlgo 11 do octubre de 1968. EL 21E. CORORZ' W.MANDARTE MILITAR:

pae•-edj/ \

I I 4.C. "4'14ítIl

Tan malos recuerdos le dejó la mili, que alguna vez olvidó pasar la revista anual. La multa: 50 pesetas

alguna gorda y allí mismo mefusilan". Pues manos a la obra y a diseñar alguna estrategia: se encierra en el botiquín, se arropa en la cama y empieza a provocarse vómitos mientras llama al soldado ayudante. El pobre mozo que lo ve, sin saber qué hacer, se va a buscar al otro médico. Total, que nadie sabía diagnosticarle de dónde procedían tantos vómitos injustificados. Incluso avisaron al sacerdote. Pero la llegada del general iba a ser inmediatamente; y tras la visita, como por arte de magia, Manuel sanó.

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CUANDO LLEGÓ A ORNA

E

L doctor Viamonte, licenciado ya del servicio militar, estaba dispuesto para dedicarse a la profesión. Tenía lo más importante para ser médico: vocación, conocimientos, ganas y un buen botiquín. El botiquín pudo comprárselo gracias a un préstamo que le fió su amigo Lambea, el sastre de Zaragoza. Con siete mil pesetas que le avaló ante el Banco Popular, se preparó todos los utensilios: tijeras, medidores de presión, grapas, material de cura..., y aún le sobró para algún libro. Coincidió que un secretario de Piedratajada destinado en Yebra de Basa, Andrés de Sus, se había enterado —por medio de su homólogo del Hostal, Santiago Monreal— de que estaba vacante la plaza de Orna. Manuel fue a Huesca y le admitieron la solicitud. De Orna sólo conocía su estación del tren, pues había pasado una vez con los Labordeta hacia Canfranc. La familia veraneaba en esta villa, en la Fonda Marraco, pero unas vacaciones alquilaron una casa, La Cuca, y precisaron la ayuda de su fámulo un par de días para habilitarla. 55


COLEGIO OFICIAL DE MED1COi HUESCA

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Cartera de ident4lod,..p.°_-47,........ a favor 2...7k /4, de D. Mai2lid_Wil2Z con (*mido 12 eoleojodo ndrn 1 ) (111,ria, bol

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Tenía lo más importante para ser médico: vocación, conocimientos, ganas y un buen botiquín.

Primer carné profesional de don Manuel

Cuando acudió a Orna de visita, antes de que le adjudicaran definitivamente el partido, le invitaron a comer en Casa Cosme del Hostal. Nunca se le olvidó a don Manuel la amabilidad de aquel gesto... y el suculento banquete de carne, recién salida del terno, servido en la cadiera de Casa Cosme por la señora Teresa. La siguiente vez que el tren le dejó en Orna sería ya para siempre. Desde su llegada le acompañó Angelita de Lerés, a quien pronto le adjudicó el apelativo de "Luz y Guía" por su constante ayuda. Primero le condujo a casa del secretario y luego, para hospedarse, le llevó a la Fonda "Villa Pilar" del Hostal. Poco imaginaba entonces don Manuel que permanecería once años viviendo con esta familia. Regentaban "Villa Pilar" el matrimonio, Joaquín y Pilar —conocida directamente por el nombre de la fonda—, y sus hijos, Joaquín, Pilar, Angelines y Mari Carmen. Don Manuel se sintió en esa casa siempre fraternalmente: con Joaquín hijo hicieron muy buenas migas gracias a sus tem56


peramentos abiertos, y siempre se iban juntos cuando tocaba esparcirse, de paseos y de fiestas. Las tres hermanas, menores que ellos, se quedaban en casa rabiando por no poder acompañarles por la noche. Tan cansado era zafarse de ellas que optaron por planear toda una estrategia cada vez que salían: tan sencillo como saltar desde el balcón a la calle. Conforme Joaquín fue consiguiendo una moto y luego un auto, se facilitaron enormemente las posibilidades para encontrar diversión fuera del pueblo, sobre todo en Jaca. Y también fue su ayuda decisiva para muchos desplazamientos médicos. Joaquín le acercaba a la estación, a los desvíos de caminos, le iba a buscar si a la vuelta no podía llegar a la Ribereña... La Ribereña era el autobús que unía toda la Guarguera hasta Campodarve. El vehículo partía de Orna a las once de la mañana, para regresar en torno a las cuatro y media de la tarde, conducido por Buil, Molina o Rogelio. El médico tuvo que coger ya la Ribereña en su primera visita:

ti 1

Primero le condujo a casa del secretario y luego, para hospedarse, le llevó a la Fonda "Villa Pilar" del Hostal 57


Pasaban los días. Don Manuel estaba sentado en la silla de su despacho. Movía los dedos como si contara los segundos que pasaban. Nadie había llamado todavía. Nadie necesitaba sus servicios. Sólo algún pescador, que se había acercado a Villa Pilar de paso al río Gállego, le había preguntado consejo. Miraba a derecha e izquierda. Derecha. Izquierda. "¿Para qué he venido pues aquí?", empezaba a preguntarse. De repente, un grito: es la señora Pilar que le avisa: - ¡Don Manuel, don Manuel, que le vienen a buscar! ¡Una cría, que está mala en Lasaosa! Coja la Ribereña hasta el desvío, que allí le esperan con un mulo. Don Manuel cogió su maletín equipado con el préstamo de Lambea y tomó aquel autobús durante 17 kilómetros. Allí le aguardaba un hombre con una caballería: - ¿Listé ye o medico nuevo?

- Sí, yo soy. Me llamo Manuel Viamonte. - Tanto gusto. Pues suba, suba. Don Manuel, que nunca ha destacado como jinete, comenzó su camino con cierto miedo. Sabía que era importante empezar con buen pie, pues la fama que el médico se gana en las primeras visitas es la que perdura. Tenía que romper el silencio para no darle demasiadas vueltas a sus preocupaciones. - ¿Y qué le pasa pues a la zagala? - Nada, la garganta. Don Manuel estaba seguro de haber cogido la penicilina en su maletín. El caso sería fácil salvo sorpresas. Pasa el tiempo y el camino sigue sin enseñar su fm. - ¿Aún falta mucho? - ¡Va, ya estamos a metá camino! - Pues aún falta algo... —murmuró, resignado, el doctor. Serpentea el camino de tierra y grava. Sombra, sol, sombra, sol. Se avista un río. 58


- Oiga, ¿dónde cae el puente? - ¿Qué puente? Cuando quiere darse cuenta, están cruzando el Guarga, bastante crecido, en el macho. Así siguen hasta que el camino quiere acabar. En la puerta de la casa les espera la madre. - Pase, pase, doctor, que la cría tiene fiebre y no puede charrar. Aunque el cuello era aparatoso, no presentaba más que anginas. La penicilina sería suficiente. Ya mucho más calmada, la madre invitó a don Manuel a comer. - ¡Siéntese, siéntese en a cadiera, señor! ¿Qué querrá comer? - Va, no se preocupe, cualquier cosa, un huevo frito si tiene... - ¿No he de tener? ¡Dos le'n pondré! La señora descolgó la sartén y con una hoja de periódico le limpió el lardo. Era la primera vez que veía limpiar la grasa con papel —práctica bien habitual en muchas casas—; le extrañó, pero no estaba como para hacer ascos en esa cadiera y con el olor que empezaba a emanar de la sartén, Mojaba pan en los dos huevos con puntilla cuando, de repente, con gran revuelo, entró una gallina espantada, con la cabeza pelada a picotazos y llena de cicatrices. Aquella gallina se movía como loca cuando entró detrás un gallo rollizo pavoneándose bien tieso. - ¡Ay, la gallina, fuera, fuera os dos! ¿Se ha asustao? - No, no importa —contestaba don Manuel mientras miraba de reojo la puerta, sin acertar a encontrar el huevo en el plato y sintiéndose el corazón en la frente. Se calma la comida, que, por cierto, estaba muy sabrosa. Pero, ¿qué es eso que se oye? - ¡Una esquilla! ¡Que se oye una esquilla! ¡Ya está aquí la cabra! —se teme, balbuceando, don Manuel. - ¡No, no señor, que ye a zagala, que querrá agua, como no puede charras..! 59


Los sustos se compensaron de sobra con la generosidad de la casera: huevos, magras, bizcocho, café molido con la botella de anís... Don Manuel pudo coger la Ribereña de vuelta al Hostal de Ipiés con la satisfacción del deber cumplido... más la alegía del coñac de garrafa —de esos que escuecen— de aquella casa. Al llegar a la fonda, la señora Pilar se interesó por la primera visita y, como una madre, le preguntó de inmediato si había comido. - ¡Sí! Ya lo creo, y estaban bien buenos esos huevos. Sabían a todo, ¡hasta a Nueva España!

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LA MULA, LA VESPA Y EL 600

L

A Ribereña fue uno de los medios que más utilizó don Manuel en sus traslados, así como los camiones madereros, los de Eléctricas y el tren. El tren era, posiblemente, la mayor distracción que encontraba en su destino. Se acercaba todos los días a la estación de Orna a pasar el rato, tan sólo a doscientos metros de su casa. Siempre se encontraba con gentes con quien hablar, que iban o venían en el ferrocarril, que buscaban el correo o simplemente un poco de distracción. Además, podían disfrutar de los productos que ofrecía Carlos en el bar de la estación. Y el tren supuso también, en aquel marzo del 53 en que llegó a Orna, todo un motivo de triste melancolia, cuando lo veía partir a Zaragoza y él debía quedarse en esa nueva tierra. Así que ése era el medio que usaba cuando le seguía tirando la capital, donde había dejado los recuerdos de los últimos quince años. Gracias al tren, podía reunirse con el médico de Caldearenas, Rafael Ezpeleta, compañero de promoción, con el que se ponían al corriente de cuanto aprendían en los casos médicos. Para ello, aprovechaban las bue61


nas combinaciones, pues pasaba hacia Zaragoza a las ocho de la mañana y a las seis de la tarde, y subía a las once y a las ocho y media, además de todos los trenes de mercancías, que también usaban a menudo como transporte. Pues bien, en ese tren siempre pasaban cosas. Una vez que bajaba de fiestas a Zaragoza, le avisan de que una mujer estaba pasando un mal rato. Cuando la ve, comprueba que, en efecto, aquella señora tiene graves problemas para respirar. - Pero aflójese todos esos pretallos que lleva... La mujer, toda encorsetada, empieza a liberarse de múltiples ataduras y fajas. - Ay, señor, ¡qué favor me ha hecho! - ¿Favor? Bueno, ¿y para qué se pone pues estas cosas...?

Los primeros años la condujo sin carné, hasta que se cayó en la carretera del Hostal a Ipiés 62


- ¡La culpa es de mi marido, que dice que si no me pongo faja, no me compra reloj! Quedó la mujer tan agradecida que le invitó para comer en casa el día del Pilar, pero don Manuel se disculpó y no fue, claro. También eran frecuentes los avisos de indisposiciones y de cólicos de riñón en viajeros del tren. Si necesitaba refuerzos, se avisaba a la siguiente estación —Ayerbe o Sabiñánigo, según el sentido— para que saliera el médico del pueblo. Otro medio de transporte fue el tractor y, más adelante, la popular Vespa. Los primeros años la condujo sin carné, con bastante suerte, hasta que se cayó en la carretera del Hostal a Ipiés y se rompió un brazo, que le escayolaron en Huesca. La Vespa se utilizaba para todo tipo de trayectos. En una ocasión en que don Manuel bajó a Zaragoza, aprovechó a subirse con José Antonio Labordeta, así que se desplazaron hasta el Hostal en la misma moto... y aún les quedaron ganas para llegar a Canfranc. El accidente de la carretera de Ipiés no fue el único que padeció el médico: también en mula sufrió un percance, entre Escusaguá y Serué, para regocijo de una pareja de guardias civiles que lo contempló. Pero los burros, en todo caso, deberían tener un monumento en cada pueblo. ¿Cuántas vidas habrán salvado, sin contar su ayuda en el campo o para llevar peso? Don Manuel reconoce que fue un medio decisivo, por mucho que detestara cabalgar: siempre agradecía que le ayudaran sujetando al bicho del ramal, como demuestra la fotografía que hemos escogido como portada", donde ayuda a don Manuel el señor Eugenio, de Casa Fidalgo de Orna. En algunas casas bautizaban a las burras. En Belarra tenían nombres bien elegantes: "Nuria" y "Soledad". Si con una subía desde la carretera, con la otra bajaba. Las caballerías prestaron también una ayuda de oro cuando había que cruzar el río Guarga crecido. Esto sucedió en un traslado urgente diagnosti11 Realizada por el gran profesional Álvaro Varona González en 1997. publicista al que agradecemos su trabajo desinteresado.

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El señor Eugenio, de Casa Fidalgo de Orna, ayuda a don Manuel

cado en Layés, donde una mujer sufrió un paro cardiaco. El especialista, Alfonso Borraz, colaboró decisivamente en su sanación, para lo cual fue necesario desplazar a la paciente en medio de una terrible odisea: las aguas del río alcanzaban el nivel del cuerpo de los animales. Otra opción, que también practicó el médico de Orna para atender un cólico de riñón en Layés, era ir a dar la vuelta por el puente de Lanave. Ahora que lo piensa, don Manuel ha tenido accidentes en casi todos los medios de locomoción. También de tráfico: sufrió un aparatoso golpe 64


bajando de Senegüé a Sabiñánigo pocos años antes de jubilarse, que le ha dejado una leve cojera. Afortunadamente, no sucedió nada cuando se montó en un... ¡avión caza del Ejército! Fue gracias a su hermano David, el comandante, en un inolvidable viaje que realizó a Palma de Mallorca cuando estudiaba tercer curso de Medicina, en el que le regaló, además, tela blanca reluciente para un traje que iba a causar admiración. Y tras la Vespa..., el Seat 600 verde, matrícula HU-11231. Con la llegada de los automóviles, otro gran amigo, José Cajal, "Batán", le sirvió como nadie gracias a su taxi. Batán ya conocía, en cierto modo, qué era ayudar en los traslados, pues su esposa, Maruja Bara, de Larrés, era comadrona.

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F •

11 E

1

1 •


MANOLO O DON MANUEL, EL MÉDICO DE ORNA

RAS residir once años en "Villa Pilar" (en los que, por ejemplo, vio crecer a la hija menor, Mari Carmen, quien de niña le acompañaba a muchos sitios, siempre con los ojos muy abiertos), don Manuel sintió la necesidad de traerse a sus padres, puesto que se habían quedado solos en Piedratajada tras partir a Barcelona todos los hijos. Don Manuel solicitó que le construyeran una casa; incluso alegó que, de lo contrario, debería pedir traslado. Los vecinos salieron a prorrateo y reunieron más de cien mil pesetas, pero no era suficiente. A finales de los sesenta, las obras del canal y la central de Jabarrella estaban en pleno auge, y las empresas constructoras se prestaban para echar una mano en asuntos sociales. Portolés construyó la iglesia del Hostal de Ipiés y Eléctricas aportó materiales, planos y, por supuesto, la instalación de la luz de lo que sería la Casa del Médico. El resto lo sufragó el Ayuntamiento de Sabiñánigo. Sin embargo, don Manuel, el carpintero, ya no llegó a vivir en el Hostal de Ipiés: murió el día de Reyes de 1970. La madre tuvo que subirse a vivir a "Villa Pilar" de febrero a agosto, y, por fin, en aquel verano, madre e hijo se mudaron a la casa nueva. 67


Hasta entonces, don Manuel, en su consulta de "Villa Pilar", no había establecido horarios de visitas. En la casa nueva sí lo indicó, aunque con carácter sólo orientativo, pues las gentes llegaban cuando podían y había que hacerse cargo de las dificultades que vencían los paisanos para llegar al Hostal. Y así de bien establecido, con su grupo de amigos, su madre, sus compañeros de profesión y las gentes de toda la zona que atendía, aquel médico cercano en el trato, bromista y risueño, se ganó el título de "don Manuel" entre sus paisanos y el de "el médico de Orna" para los de fuera de su partido. Aunque siempre residió en el Hostal de Ipiés, su partido era, en efecto, el de Orna de Gállego. Comprendía tres antiguos municipios: Gésera, Jabarrella y Orna. En total, 23 núcleos, más las casillas del ferrocarril de Orna, Latrás y Arto y la Central de Jabarrella'2. MUNICIPIO

Gésera

ENTIDAD

Arraso Artosilla Belarra Castiello de Guarga Gésera (capitalidad) Grasa Molino de Villobas Ordovés San Esteban de Guarga Solanilla Villobas Yéspola

SITUACIÓN ACTUAL' '

8 6 2 5 3 7 7 5 3 Deshabitada Deshabitada 2

12 Las dos primeras columnas de estas tablas han sido confeccionadas según los datos aportados por don José María Craver, ejemplar ex secretario del Ayuntamiento de Laguarta y funcionario del de Sabiñánigo después, a quien mostramos nuestro más sincero y profundo respeto y agradecimiento. 13 Según datos de población de hecho, ofrecidos por el Instituto Aragonés de Estadística en febrero de 1997, basados en el censo oficial. Puede consultarse esta información en el web de Internet de la siguiente dirección: http://www.iae.ita.es

68


tu, »

ENTIDAD

MUNICIPIO

Jabarrella

Orna de Gállego

Albenilla Castillo de Lerés Hostal de Ipiés Ipiés Lanave Lasieso Layés Arto Latrás Orna de Gállego (capitalidad)

SITUACIÓN ACTUAL

3 5 45 3 10 24 Deshabitada 19 9 13

Conforme los pueblos se fueron deshabitando, los médicos que pedían traslado ya no eran sustituidos, y los partidos vecinos de Caldearenas y Laguarta-Nocito pasaron a depender también de don Manuel, como acumulados. En Laguarta, no obstante, estaba asistido por un practicante, así como en Nocito. ENTIDAD

MUNICIPIO

Caldearenas

Ena

Aquilué Artaso Caldearenas (capitalidad) Estallo Javierrelatre Latre San Vicente Serué Camparés

SITUACIÓN ACTUAL

30 Deshabitada 36 14 75 40 17 17 5

Los municipios, como tales, corrieron una suerte pareja. Conforme perdieron habitantes, se fueron uniendo al cada vez más extenso Sabiñánigo. En 1962, Gésera, Jabarrella y Orna de Gállego se incorporaron, con sus agre69


gados, a Sabiriánigo". Ocho años más tarde, Camparés se segregó de Ena para incorporarse al mismo municipio'. Por último, en 1972, Laguarta se dividió en dos: casi todo su territorio pasó a formar parte de la capital de Serrablo, mientras que Alastrué, Matidero, Miz, Pardina Albás, Torrolluala del Obico, Torruéllola de la Plana y Vibán se unieron a Boltaria16. Por su parte, Nocito se incorporó a Nueno. MUNICIPIO

ENTIDAD

Laguarta

Abellada Aineto Alastrué Pardina Albás Azpe Bara Bentué de Nocito Binueste Cañardo Cerésola Fablo Gillué Ibirque Laguarta (capitalidad) Matidero Miz Molino Escartín Pardina Torre Torrolluala del Obico Torruéllola de la Plana Used Vibán

Deshabitada 35 Deshabitada Deshabitada Deshabitada 6 Deshabitada Deshabitada Deshabitada 4 Deshabitada Deshabitada Deshabitada 3 Deshabitada Deshabitada Deshabitada" Deshabitada Deshabitada Deshabitada Deshabitada Deshabitada

Nocito (capitalidad) San Úrbez

32 Deshabitada

Nocito

SITUACIÓN ACTUAL

14 "B.O.E.", 1-6-62. 15 "B.O.E.", 3-11-70. 16 "B.O.E.", 11-7-72. 17 En algunos casos, como en el Molino de Escartín, hay segundas residencias, de dificil cuantificación demográfica, que, en todo caso, sólo suponen aumento considerable de población en verano.

70


A

A

Todas estas novedades municipales quedaron muy gráficamente representadas en un documento: la cartilla militar del médico de Orna. Don Manuel pasó revista anual en Orna los años 56, 57 y 58; en Jabarrella, en el 59 y 60; en Laguarta, entre el 61 y el 66, si bien su alcalde firma ya como pedáneo los tres últimos años. En 1967 y 68, el trámite tuvo que realizarse ya en Sabiñánigo. No es extraño, pues, que con tanto cambio se olvidara de cumplir el trámite el año de la multa... Para ilustrar la dramática pérdida de habitantes que ha sufrido Serrablo en las últimas décadas, ofrecemos un cuadro donde comparamos la población que tenían los antiguos municipios en 1960, por ser el censo más cercano a la llegada de don Manuel a la zona, con los datos de las tablas anteriores. POBLACIÓN EN 1960

POBLACIÓN ACTUAL

Caldearenas18 Ena (por Camparés) Gésera Jabarrella Laguarta Nocito Orna de Gállego

617 7 209 374 432 97 186

229 5 48 90 48 32 41

TOTAL

1.922

493

ANTIGUO MUNICIPIO

Antes que don Manuel, había ocupado su plaza en Orna el doctor Sánchez-Cruzat, de Jaca, que se marchó en enero, dos meses antes de llegar el sustituto. Entre tanto, atendía la zona Rafael Ezpeleta, desde Caldearenas. Previamente, habían estado don Manuel, de Ara, y don Alfredo. Hasta que hubo médico allí, llevaba la zona, desde Sabiñánigo, don Manuel Castillón y eran frecuentes las asistencias en partos del practicante don Clemente. 18 El municipio de Caldearenas fue el resultado de la incorporación de Aquilué (308 habitantes), Javierrelatre (203) y Latre (106).

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* Cuando se precisaban análisis, el propio don Manuel extraía las muestras de sangre y luego cualquier coche o el tren las acercaba a Sabiñánigo para su estudio. Eran habituales las aglutinaciones para comprobar los casos de brucelosis —fiebres de malta— que tan a menudo se sufrían en la zona por el contacto con el ganado. Don Manuel vio muchas y muy variadas, hasta convertirse en un verdadero experto en su diagnóstico. Incluso, cuando tenía la completa certeza de que el paciente presentaba un caso de brucelosis, aplicaba el tratamiento de estreptomicina y aureomicina sin esperar al resultado de las aglutinaciones. Para problemas bucales, el dentista más frecuentado era el doctor Armán, de Jaca. Pese a que muchos médicos extraían dientes, don Manuel nunca quiso ocuparse de esta especialidad. El número de pacientes que atendía como media ascendía a seis al día. Si no eran casos graves, las gentes esperaban a tener que ir al Hostal de paso por otra razón para aprovechar y entrar en la consulta. Sólo si el caso se pre-

El partido médico de Orna ha dado sobrenombre a don Manuel 72


sentaba grave o el enfermo tenía serios problemas para desplazarse, acababan llamándolo para que le visitara a domicilio. Hay que tener en cuenta el carácter sufrido de los habitantes del medio rural, tan acostumbrados a arrostrar las dificultades por sí solos. Además, permanecía cierto reparo a tomar medicamentos desconocidos y, en caso de duda, se preferían los remedios caseros. Por último, es significativo subrayar que el concepto de Seguridad Social, tal como lo entendemos hoy, no llegó hasta finales de los sesenta. Hasta entonces, se funcionaba mediante las igualas, que no cubrían necesidades como los partos. Incluso, no se contemplaba la hospitalización por cuestiones médicas. Sólo las operaciones y los traumatismos estaban asegurados. Esta situación provocaba que mucha gente se asegurara a "La Regional", con sede en Huesca, para garantizarse una clínica con especialistas. Otra opción era recurrir a médicos particulares en Sabiñánigo, Jaca, Huesca o Zaragoza. Destacaban por el número de visitas Eduardo del Pueyo —sobre todo para niños— y el doctor Borraz de Jaca, y Luis Senra y Castillón en Sabiñánigo. Para partos, en Jaca asistía López Belio, y en Huesca, el doctor Cardús, además del propio médico de cabecera mediante pago. Sin embargo, conceder el traslado para un especialista era mucho menos frecuente que ahora. Según don Manuel, la forma de ser médico rural ha cambiado como de la noche al día. Ahora, se manda al especialista —según él— con suma frecuencia: unas veces para sacarse a los pacientes de encima y evitar complicaciones, y otras por la insistencia del propio paciente. En este último caso, don Manuel nunca se negaba por mucho que asegurara que no tenía necesidad de visitar al especialista. Por eso, si se enteraba de que alguno había viajado sin consultárselo, no podía evitar sentirse algo molesto, pues la confianza a la que llegaba con los pacientes era tan grande que lo consideraba un desprecio. Don Manuel siempre ha sido partidario de recetar sólo lo imprescindible. Incluso, sostiene que, ante la insistencia de un paciente por que le mediquen, puede estar justificado recetar sustancias inocuas como efecto placebo —por ejemplo, cualquier producto vitamínico que no tenga relación con la 73


supuesta dolencia, pero que no perjudique—, pues la sugestión, la confianza y la seguridad de estar mejorando son decisivas, a menudo, para sanar. Esto ocurrió en más de un caso de supuesta impotencia sexual y, sobre todo, para eliminar verrugas. También recuerda el caso de un abuelo que, simplemente tras ser auscultado, exclamó: "¡Qué bien me han sentao estas esfriegas!". Para evitar desplazamientos innecesarios, don Manuel fue enseñando por la mayoría de los pueblos —y en especial los más lejanos— a poner inyecciones intramusculares, de tal manera que, en la visita, recetaba la inyección precisa y, una vez conseguida en la farmacia (el médico de Orna llevaba las primeras necesarias), la propia familia ponía las siguientes. Para ello, dibujaba, a quien se prestaba por la labor —casi siempre las madres—, una nalga dividida en cuatro cuadrantes. Explicaba cómo desinfectar la zona y el vidrio de las jeringuillas (al no ser desechables, se hervían), tras lo cual, "debía inyectarse en el cuadrante superior externo, con cuidado de no acercarse al surco interglúteo por su vecindad con el nervio ciático".

Desde la Casa del Médico, en el Hostal de Ipiés, se disfruta de vistas como ésta 74


También para evitar viajes a unos y otros, algunas consultas se resolvían por teléfono. Desde Javierrelatre, un padre llamó para preguntar qué podía darle al hijo, que tenía fiebre. - Bueno, dígame qué medicamentos tiene... Al otro lado del teléfono, la voz se aleja para avisar a su mujer: - ¡Oye, saca a caja d'os insalmos! Con los productos delante, ya puede explicar de qué dispone: - Pues mire, tenemos unas pastillas gordas, como hostias pero recias..., que pone "Couldina"... - Pues no mire más. Déle una, disuelta en agua. Si le siguiera la fiebre, vuélvame a llamar que iré. El hombre no llamó más, pero don Manuel tuvo otro aviso, esa misma noche, también de Javierrelatre, así que, aprovechando el viaje, se acercó al domicilio del chico enfermo. Las luces estaban apagadas, buena señal. De todas formas, tocó en la puerta. El hombre se asomó por la ventana. - ¿Quién llama? - ¡Don Manuel! - ¿Pero p'ande va? Ya le hubiera avisao... Ya bajo a abrí-le. El hombre bajó con unos marianos y le condujo hasta el chico. - Mire, ya está dormido. Antes ha empezao a sudar.. - ¿Cuánta fiebre tenía? Como al señor no le salía la palabra "termómetro", replicó: - ¡O cañuto lleno!

75



LAS OBRAS DEL CANAL

L

A cifra habitual de cartillas que atendía don Manuel rondaba el centenar. Pero esta cifra se multiplicó por seis cuando se estableció un poblado de trabajadores encima del Hostal, en la carretera a Ipiés, cuya misión sería construir los canales de la zona. Aquellas gentes, venidas sobre todo de Andalucía, Extremadura y Valladolid, portaban un carácter y modo de ser que contrastaba fuertemente con el de las gentes del país. El medio millar largo de obreros y sus acompañantes disponían de cuatro barracones en el poblado. Además, muchos vivían en pueblos cercanos (Lasieso, Orna, Ipiés, Arto...), en la pensión de Casa Cosme, habitaciones prestadas... o en casetas en el monte y pajares. El inesperado incremento de población se contempló en algunos núcleos como posibilidad temporal para ganar ingresos, y se aprovechó la presencia de estos forasteros para abrir pequeños bares y tiendas. Según se sube del Hostal, quedan las ruinas del poblado. En las afueras se encontraba el bar, regentado por Orencio Pardo. A mano derecha se 77


Del poblado sólo quedan hoy ruinas mirando al cielo

ubicaban los talleres y la fragua; y enfrente, los barracones, la hospedería para visitas y el hospital. Este centro médico incorporaba ya rayos X y estaba atendido por una enfermera y un practicante, y, más tarde, por un médico de empresa que se encargaba, sobre todo, de accidentes laborales. También tenían allí su residencia los capataces: los jefes superiores disponían de buenos pisos en Sabiñánigo. La condición humilde de los trabajadores contrastaba con la altanería de muchos capataces. Llamaba la atención que sus señoras fueran siempre de peluquería y llegaran con aires de grandeza por la consulta de don Manuel. Solía ocurrir lo mismo con quienes venían de la ciudad, mucho más exigentes con el tratamiento recibido. Un colega de don Manuel cuenta una anécdota divertida: en cierta ocasión, tras mucho interesarse por el estado de su madre, una señora le dijo para consolarla de sus dolores: "Venga, mamá, que está teniendo una agonía bien buena". Al propio médico de Orna, una vez que estaba escribiendo una receta, apoyado a la repisa de una ventana, le dijo una señora foránea: 78


- A veces parecen veterinarios.

A lo que don Manuel contestó: - Pues con todo el respeto a los veterinarios, es verdad que tambien a veces tratamos con animales, que casi siempre vienen de fuera.

Aquellos eran ya los años de la Vespa conducida sin carné, y de la caída y el brazo escayolado. El número de pacientes se incrementaba a principios de mes, y no era casualidad. Cuando cobraban, aumentaba el gasto en los bares, y tanta celebración mezclada con situaciones laborales delicadas formaba un resultado explosivo. Con las borracheras llegaban las riñas. Los navajazos eran cotidianos: don Manuel tuvo que acostumbrarse desde entonces a coser heridas con frecuencia. Un día le avisaron de que había un hombre muerto en medio de la carretera. Don Manuel se acercó rápido y lo examinó. Había bebido hasta desplomarse y allí seguía inconsciente. Con un poco de calma y paciencia, el muerto resucitó. Los cambios de trabajadores se sucedían continuamente. Se recuerda con especial claridad una remesa de vallisoletanos que apenas tardaron en darse cuenta de que aquel trabajo no iba con ellos y desaparecieron. La vida itinerante y la gracia natural de los carrilanos les facilitaba tener respuestas rápidas ante cualquier circunstancia. En cierta ocasión, un vecino comentó, en una tienda de la zona, que en la estación de Orna había un grupo de trabajadores que se iban, entre ellos, uno que había comprado recientemente allí unas botas... y las había dejado a deber. La dueña sale hacia la estación para requerirle el dinero. Lo localiza y, como el hombre no tiene ni un duro, le pide que le devuelva las botas. El =llano no llevaba botas de repuesto en la mochila, así que tuvo que cruzar la estación descalzo en pleno barrizal. Un compañero que lo ve se queda extrañado: - Pero, hombre, ¿adónde vas descalzo? - ¡Que es una promesa!

Así que el hombre salió airoso de la situación y, encima, con fama de sufrido cristiano. 79


La gran devoción religiosa era otro rasgo que marcaba a esas gentes humilladas por la vida, que incluso daban a luz en yerberos, con la asistencia de las amigas más ancianas, agua caliente y chaquetas y trapos viejos para contener la hemorragia. Y aun así, al otro día la parturienta ya pasaba a lavar ropa al río. Nunca hubo ninguna infección. Una vez, en un parto, don Manuel revisaba la placenta en una palangana para comprobar que la madre la había expulsado toda. De repente, encuentra algo extraño en el cuenco: es una pequeña pieza metálica circular. Una mujer la coge, la limpia y la mira con asombro: es una medalla de la Milagrosa. Nadie se explicó cómo había llegado hasta allí. Compartida la sorpresa con los presentes, las mujeres empiezan a alborotar: - ¡El niño ha nacido con gracia! ¡El niño ha nacido con gracia! Como gracia no le faltaba a un pobre hombre que, a juzgar por su apariencia, sólo podía mover a compasión, al verlo llegar a la consulta con muletas y los pies arrastro. Un día que lo observa marchar don Manuel, com-

Solanera de Casa Martín Pablo, en Ipiés, muy cerca del antiguo poblado 80


prueba que allá, a lo lejos, donde se pierde el camino, el hombre se echa las muletas al hombro y se larga a paso templado. Objetivo cumplido: había prorrogado la baja. Y luego dicen de Lourdes. Antes de que se construyeran los canales, el río Gállego era, en ese tramo, muy truchero, lo que servía de reclamo para que muchos pescadores fueran a hospedarse a la zona, sobre todo a "Villa Pilar". Es lo que ocurría con el doctor Francisco Torrente Loscertales, de Huesca, del que don Manuel se hizo muy buen amigo. Para el médico de Orna, Francisco Torrente era el doctor que más sabía de medicina general, además de ser experto en aparato digestivo y psiquiatría. Aquel río y la llegada de los primeros turistas extranjeros también provocaron una curiosa anécdota: En los años en que los curas negaban la comunión, dos francesas, en bañador, se echaron en una barquichuela al allego a la altura del Hostal. Navegaron hasta Lasieso y tomaron tierra para visitar el pueblo..., pero justo se fueron a topar con don Máximo, el cura, que empezó a vociferar y las sacó del pueblo a cajas destempladas. A los pocos días, don Manuel visitó Lasieso y, con ánimo de provocar, le preguntó por lo sucedido a doña Margarita, tía de don Máximo y patrona habitual de curas: - ¿Pero qué pasó el otro día, que me han dicho que llegaron unas mozas...? - ¡Va, cosa, unas pelágeas! Don Manuel grabó semejante calificativo, que no había oído nunca, y nada más llegar a casa buscó "pelágeas" en el diccionario para comprobar cómo había llamado exactamente a las turistas francesas. Por dominio admirable del idioma o por mera casualidad, doña Margarita las había llamado `animales que nadan o flotan en el mar'.

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LA MAYOR ILUSIÓN: LOS PARTOS

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ON Manuel no echa la profesión de menos, pero sí a las gentes. Al poco tiempo de jubilarse, una abuela le pregunta: "¿Ya lo habrá notao, no?".

- ¿Sabe en qué? —replica el médico de Orna—: ¡En los huevos!

La abuela no se escandaliza porque de don Manuel puede esperar cualquier salida. - Lo he notado en los huevos... ¡que ahora los tengo que comprar! Las gentes se volcaban en obsequios al médico, que nunca tenía que comprar de nada. Luego eso se fue perdiendo, pero siempre mantenía buenas provisiones de gallina, pollos, cordero, longanizas, chorizos y botellas de vino, coñac o whisky. Unas Navidades llegó a reunir ocho jamones. Don Manuel siempre recuerda como algo entrañable que los más humildes fueran los que más regalaran. Los que no daban nada solían recurrir a la socorrida despedida: "Gracias... de momento". También se volcaron los vecinos cuando murió Catalina, su madre, a 83


Catalina observa, desde el fondo, a su hijo y a los amigos

los 86 años, en 1980: desde entonces, todos los lunes estaba invitado a comer en Casa Bergua de Lasieso; los miércoles, en el Castillo de Lerés, y los viernes, cambiaba por diferentes casas. Los últimos meses que vivió Catalina, les prestó una ayuda valiosísima su sobrina Arminda Torralba, que ahora reside en Biota, al permanecer con ellos durante una larga temporada, justo tras la mudanza a Sabiñánigo. El mayor regalo que podía recibir don Manuel era sentirse a gusto en una casa y, por qué no decirlo, que le reconocieran lo que había hecho bien. Por eso, los gestos de indiferencia de antiguos pacientes le han dolido mucho. Una tarde le avisaron de que en la Pardina de Miz, una mujer había empezado el proceso de parto por la mañana y todavía no había tenido el bebé. Don Manuel se temió lo peor, pero llegó a tiempo. La mujer estaba agotada y desangrada, pero, al final, pudo dar a luz y expulsó enseguida la placenta entera. Fue una de las mayores satisfacciones que ha tenido. Le costó acep84


tar las trescientas pesetas que debía cobrar, al no incluirse los partos en la iguala. Pasaron los años y coincidió don Manuel —para San Úrbez— con los padres y el entonces bebé..., que ya estaba licenciado de la mili, a quien le pregunta: "¿Qué, te hice favor trayéndote a este mundo?". Entonces el padre llama a su esposa. - Mira, ¿no conoces a este señor?

- N000 —responde la mujer con desdén. - Es el médico de Orna... - Ah. Semejante respuesta dejó muy frío a don Manuel, que esperaba un "gracias a usted", aunque sólo fuera por quedar bien. Para atender en los partos, casi nadie llamaba a profesionales, pese a que ya había en Sabiñánigo. La sabiduría de las madres y abuelas bastaba para el alumbramiento. Un relato muy interesante sobre la mentalidad de una anciana de entonces nos lo ofrece Amparo, de Almudévar, "la del Guarda", que residía en Gillué. Cuando estaba esperando su primer hijo, mantuvo el siguiente diálogo con una anciana, en el año 1959. - Algo recia estás... ¿Para cuándo esperas? - Para Navidad.

- ¿Y dónde darás a luz? - En mi pueblo, con mi familia. - Pues mira —aseveró la abuela—, si estuvieras en esta casa, aquí mismo parirías —dice señalando al fogaril—. Las jóvenes de ahora no sé qué modas traéis más cochinas. ¡Mira que parir en las camas! ¡Y cómo lo ponéis todo! ¿Ves estos murillos? Aquí me agarraba bien fuerte hasta que salían... Amparo recuerda cómo salió de la situación, diciendo: - ¿Pues sabe qué le digo? Que yo pariré en mi pueblo, en Tierra Baja. Algo similar contempló el propio don Manuel, que no fue capaz de convencer a una gallega afincada en Cerésola para que diera a luz en la cama. La mujer se empeñó en tener el hijo en la cadiera y allí lo tuvo. 85


Amparo y don Manuel también fueron compañeros de faena en otra jornada inolvidable. Así nana esta historia de 1969 Amparo: Mi amiga Anuncia debía dar a luz en julio. El parto se presentó con normalidad en su casa, aunque temíamos, por la inflamación, algún ataque de albúmina. Pero llegó don Manuel y nos tranquilizó: "No pasa nada —dijo—, es una inflamación normal: en cuanto rompa aguas, se pasará". Y el doctor empezó a darnos órdenes: - Ya nos llevamos esto entre tú y yo: no quiero a nadie más en la habitación, ni madre ni hermanas ni marido. Estando los dos, mano a mano, nació una niña preciosa que fue las delicias del hogar. Al segundo año, otra niña. Pero llegó el tercero..., y todo estaba preparado cuando llamó a la puerta un señor con una mula. - ¿Está aquí don Manuel? - Sí, señor. - Iba a buscarlo y en el Molino Villobas me han dicho que había subido hacia arriba. Don Manuel, que lo siente, sale: - ¿Qué pasa? - Que se ha puesto mi mujer en parto. Nada más ni nada menos, el otro parto era en Grasa, a unas horas de camino. Don Manuel sube a la habitación y nos dice: - Bueno, ya os daréis cuenta de cómo se presenta la cosa, así que no hay más que hablar. Saca del maletín el instrumental para cortar el cordón umbilical y me explica: "Para pobre y para rico, ocho dedos de melico". Ante mi gesto, me dice: - ¿De qué te sorprendes, si tú ya has parido dos veces y sabes muy bien cómo es esto? Bueno, volveré lo antes posible. 86


Nosotras pensábamos de todo. Yo a mi amiga le decía: "No temas, que todo irá bien". Ella confiaba en mí, que no demostraba nervios, aunque la procesión iba por dentro. Pero yo, en silencio, le pedía a Dios que se alargara el parto, y entre rezo y rezo fueron pasando las horas. En el momento crítico, las dos sudábamos tinta. Entonces se abrió la puerta: era don Manuel, y exclamé: "¡Gracias, Dios mío, por haberlo traído justo ahora!". Don Manuel nos cogió de la mano y nos dgo: "Sois valientes y fuertes como dos rocas". El niño fue precioso. Entre sudores, alegrías y sollozos, en la casa reinó la alegría de todos, y en don Manuel no digamos: ¡Dos partos en un día!

Los desplazamientos más lejanos —y complicados— tenían otra consecuencia para don Manuel: lo que él llamaba los "a propósitos". Cuando los vecinos de un pueblo distante de Orna se enteraban de que iba a subir el médico, aprovechaban para presentarle otras visitas: "A propósito que está aquí...". El signo que usaban para indicar que debía acudir a su casa era colgar una sábana blanca de una ventana. Así que los viajes en caballería podían prolongarse exageradamente, lo que a veces repercutía en el humor de don Manuel. En uno de esos días plagados de "a propósitos", una vecina le ofreció comida: - ¿Le bato un huevo? Y el médico replicó: "Si le parece que los llevo poco batidos..." . Otra urgencia que recuerda el médico de Orna tuvo lugar en Torruéllola, donde se presentó un caso de placenta previa: la placenta se sitúa delante del feto, por lo que provoca hemorragias anteriores al parto. La única solución fue mandarla al Hospital "San Jorge" de Huesca, donde debieron practicarle la cesárea. Un dato curioso es que la parturienta se hizo tan amiga de otra señora de Sabiñánigo con la que coincidió en el hospital, Teresa López, que la tomó como madrina de su bebé.

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¿POR QUÉ NO SE CASÓ?

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ON lo que usted es, ¿por qué no se casó?". Esta es una de las preguntas que más le plantean quienes conocen a don Manuel. Cuando le proponían cualquier opción sentimental sin fundamento, el médico solía responder con evasivas divertidas: "¿Y con quién me iba a casar, con ésa? ¡Pues pa coger tomates no hace falta escalera!". Demostraba, de esta forma, su indiferencia ante la insistencia de la pregunta, aunque en ningún caso significara esto un ataque a las mujeres en general. Pero, cuando uno conoce los pormenores de su biografía, descubre que algunos momentos cruciales de su vida bien parecen sacados de una película.

Creo que a don Manuel nunca le gustó lo de comprometerse con grandes formalismos. Conoció a muchas chicas en Piedratajada, Zaragoza y Serrablo, pero lo de mantener relaciones serias ya eran palabras mayores. Como todo el mundo, tuvo las aventurillas de adolescente, que entonces se viven como platónicas. A los trece o catorce años, cautivaba a una moza de Piedratajada regalándole obras que fabricaba en la carpintería. Cuando ya estuvo en Zaragoza, esa chica le mandó un anónimo para quedar 89


en la plaza de San Cayetano. Fueron al cine del Frontón Aragonés..., pero resulta que ella llegó acompañada de otra amiga. En la Universidad había una asignatura llamada "Médica", con sus respectivos grados, según el curso: "Médica 1", "Médica 2" y "Médica 3". Los alumnos bromeaban diciendo que aún deberían superar una cuarta: quienes se lograran casar con un buen partido, aprobarían la "Médica 4". Y durante esa carrera, Manuel recibió una propuesta teñida de la más antigua usanza: una chica, hija de una casa fuerte de un pueblo zaragozano, le ofreció pagarle todos los gastos de la carrera. Se trataba de asegurarse al futuro médico como marido. Pero Manuel no quiso saber nada de la joven ni del dinero de su padre ni de semejantes planes. La relación que marcaría más a don Manuel también tuvo a una chica de Piedratajada como media naranja. En Zaragoza, siguieron quedando a menudo para ir al cine o a bailar a la Sala Coto, en la entonces calle Requeté Aragonés. Don Manuel confiesa que es la única con quien se hubiera casado, pero ella "no supo o no quiso esperar" a que terminara la carrera y se colocara, así que, cosas de la vida, se buscó otro novio. El primer año que Manolo ejercía en Orna, la ex pareja coincidió en las fiestas de Piedratajada. El día de su cumpleaños, para San Ramón Nonato, la invitó a comer a su casa. Y allí pasaron la tarde, bailando en el salón, con la música de la orquesta de la plaza. Los dos sabían que ese cumpleaños era especial. Por muy bien que fuera, no había nada que hacer. Ella se iba a casar apenas dos semanas después. La joven, incluso, llegó a preguntar a Manuel si quería asistir a la boda. Y, en efecto, fue. Es difícil imaginar los sentimientos que debieron de cruzarse al asistir a la celebración, cuando estás obligado a demostrar felicidad de cara para afuera. Tras el banquete, ella bailaba con su marido. Luego se acercó a Manolo. Se propusieron un baile. Y en ese último baile, él le sugirió: - ¿Qué..., nos escapamos? En el día de la boda, ella de blanco, con medio pueblo con puro y copa, 90


"¿Qué..., nos escapamos?". Y ella dejó escuchar un "corno quieras"

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con don Manuel acompañando en el vals nupcial a la única mujer que hubiera tomado como esposa..., Manuel se atrevió a soltar semejante idea. Y ella, lejos de turbarse, dejó escuchar un "como quieras". En el día de la boda, ella de blanco, con los invitados radiantes de alegría, allí, bailando un vals nupcial, pudo más la cabeza que el corazón. Un "vámonos" hubiera cambiado toda su vida. Pero ese "vámonos" se lo dijeron sólo para sí mismos. Después del viaje de novios, los recién casados se fueron a vivir fuera de Aragón. Don Manuel tuvo alguna otra relación, pero nada fue lo mismo. Mantuvo, por ejemplo, un carteo con una chica de Huesca, con la que, a pesar de no concretarse nada, se ha conservado una relación cordial. En el último intento más o menos serio, se hartó de visitar a su pareja en el Seat 600 a Zaragoza. En un invierno, ella no aceptó como excusa para no bajar a verla que Monrepós estuviera nevado. "Pues coge el tren", recriminó la chica. Y sin poder aguantar más, don Manuel se despidió para siempre de ella por teléfono: - No cojo el tren porque se me pondrán carbonillas por los ojos.

Y así hasta hoy, sin aprobar jamás la "Médica 4", y sin que se hayan cumplido los pronósticos de Juanita, aquella adivina de Zaragoza. Gracias a sus amigos, casi nunca ha echado demasiado en falta tener pareja. En el capítulo de amigas, hay que mencionar también a Visi, de Gésera, secretaria de varios gobernadores civiles de Huesca. Sus contactos, refinados modales y astucia para negociar han sido decisivos para conseguir adelantos en la Guarguera. En una de las concurridas comidas que suele organizar Visi para todos los amigos, el verano del 96 se incluyeron jotas alusivas a personalidades de la zona. La letra se imprimió y repartió a los presentes. Uno de los cantos, escritos por la propia Visi, decía así: Si necesitan medicinas, aquí tienen a don Manuel, que en asuntos de milagros ni el señor Cura es como él. 92


Sobra decir que don Manuel está soltero... y no tiene hijos. Lo digo para tranquilidad de un gestor de Huesca —si cae este libro en sus manos— que tramitó los papeleos de jubilación del médico de Orna. El administrativo preguntó el estado civil y el número de hijos a don Manuel, que bromeó: - Estoy soltero..., pero sospecho de dos hyos. - Ésos no cuentan, señor Viamonte... —titubeó el gestor.

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ALOU, verano de 1995. A la entrada del hotel, don Manuel, vestido con camiseta negra, sostiene la puerta a una mujer que sale tras él, que dice: "Gracias, Padre". Otro caso: algunos años antes, cumpliendo una visita a unos amigos en Sabiñánigo, la señora de la casa le comentó a su madre —ya mayor— si no le daba un beso a don Manuel, que había venido a verla. La anciana se sorprende: "¡Pero cómo voy a besar a un cura!". Vistiera o no de negro, ser soltero y acompañarse de sacerdotes le han provocado que infinidad de veces le confundieran por cura en estas tierras. Lo que poca gente sabe es que don Manuel, en algún momento de su niñez, quiso serlo. Con cuatro tablas se hacía sus púlpitos y empezaba a dar misa en la carpintería. Y así hasta que su padre le aseguró que a los curas los capaban. Allí se acabó su vocación, por mucho que el cura de Piedratajada, mosén José, quisiera llevarlo al seminario. Durante algún tiempo colaboró de monaguillo. Y monaguillo era en la procesión del Corpus Christi de 1934, cuando sostenía una cruz que casi se le apoderaba, con un mango que apenas alcanzaba a sujetar con las dos manos. La procesión unía el Barrio Bajo con la Plaza. El cura caminaba bajo el palio con la custodia, vestido con un paño de raso dorado reluciente y capa 95


adamascada con flores de oro y plata. De repente, un grupo de republicanos de izquierda empieza a vociferar: "¡Abajo el clero! ¡Abajo el clero!". Y con las manos en altavoz, gritan imitando el graznido de los cuervos (que así llamaban a los curas por la sotana negra): "¡Abajo el clero! ¡Ua-ua-ua-ua!". Manolo, muerto de miedo, sólo deseaba alcanzar por fin la plaza. La pesadilla concluiría al llegar al centro de la plaza, donde se enclavaba una cruz de piedra, con escalinatas redondas y rematada en forja, que luego se varió, como se ilustra en la fotografía. Aquellos arios de efervescencia política, entre 1931 y 1936, quedaban gráficamente reflejados en la pared de la escuela: el Santo Cristo y el retrato de Alfonso XIII cedían su puesto al primer presidente de la Segunda República, Niceto Alcalá Zamora, y a una alegoría del régimen: la mujer tapada sólo con la bandera republicana. Después volverían Franco y el Crucifijo. Y allí se quedaron durante cuarenta arios. Los mítines martilleaban en las calles. Según don Manuel, los republicanos hicieron creer a muchos paisanos que los ricos iban a trabajar, a partir de entonces, para ellos. Lo cierto es que, cuando se declaró la guerra, Piedratajada cayó desde el primer momento en zona nacional y no hubo frente. De los cuatro hermanos, Isidro y David tuvieron que irse a la guerra. Ismael se salvó por tener ya a dos hermanos en la contienda. David fue de voluntario y siguió, acabada la guerra, la carrera militar en aviación: ascendió hasta comandante. Isidro estuvo durante algún tiempo como chófer de un capitán de Artillería, pese a pertenecer al Batallón de Infantería con sede en Badajoz. Como dato anecdótico, en una de las cartas mandadas a casa que se conservan, fechada en Toledo el 15 de octubre de 1939, Isidro se lamenta —con impecable letra— por no haber podido disfrutar de un permiso, y avisa que para el siguiente viaje a Piedratajada intentará conseguir aceite y garbanzos. El formato de la carta no tiene desperdicio: en la parte trasera aparecen Calvo Sotelo y los generales Sanjurjo y Mola con la arenga "Mártires de la patria, ¡presentes!", junto a un gran Sagrado Corazón de Jesús que asegura: "¡Reinaré en España!". Cuando acabó la guerra, Isidro continuó de chófer en Automovilismo, 96


Un grupo de republicanos empieza a vociferar: "¡Abajo el clero!, ¡abajo el clero!". La pesadilla concluiría al llegar a la cruz de la plaza 97


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De los cuatro hermanos, dos tuvieron que ir a la guerra. Carta de Isidro a su familia en 1939

en Cuenca. La ronda "Conde Duque" y la Academia de Artillería de Segovia fueron sus siguientes destinos, siempre de conductor. Como en todas las guerras, los vencedores imponían su ley. Los falangistas bajaban a monte traviesa y se llevaban a tres o cuatro vecinos de madrugada en un camión. Nunca regresó ningún detenido. Don Manuel comprendió que, por mucho que le tirara una ideología, nunca se metería en política. De hecho, en reiteradas ocasiones, un partido político le ha querido convencer para que aprovechara su don de gentes para moverles hacia su voto, pero el médico de Orna siempre se ha negado. Pero incluso en la guerra se puede organizar una fiesta inesperada. Fue el día que cayó un caza cerca de la central de Marracos. Una cuadrilla grande de curiosos fue a ver el acontecimiento, y la tía de Manolo, que trabajaba en la central, les invitó a comer conejo guisado. En la comilona, había 98


un grupo de mujeres que no paraban de contar chistes picantones, creyendo que Manolo era demasiado crío para entenderlos. Y el crío, que se hacía el despistado, los grabó todos y los fue soltando luego por el pueblo. La del Corpus del 34 no fue la única anécdota que le ha sucedido a don Manuel con una cruz en las manos. Otra tuvo lugar en Tierra Santa, en un viaje organizado por algunas parroquias locales. El médico de Orna fue el encargado de leer una estación y parte de la misa, y lo hizo con tanto esmero, que emocionó al mismísimo cura. Y una tercera historia sobre Vía Crucis, ésta tan poco agradable como la primera. Sucedió en Javier, Navarra. Su buen amigo mosén Antonio Beltrán Echegaray le comentó que organizaban unos cursillos de tres días en el castillo natal de San Francisco. Don Manuel accedió. Nada más llegar a Javier, observó que siempre tenía a dos o tres detrás, como si se fuera a escapar..., y, la verdad, lo hubiera hecho a gusto. La primera tarde se recorría el Vía Crucis. Cuando se quiere dar cuenta, se sorprende con un Santo Cristo tremendo en las manos. Se gira y comprueba que a un conocido le han asignado, tras él, un candelabro. Primera estación. Segunda estación. Tercera estación. Don Manuel, que ve que le pesaba demasiado el Cristo y que le sudaban las manos de nervios, coge y enfila hacia un pasillo. En vano, porque entre dos le hicieron volver al Vía Crucis, ante la risa de su amigo Viñao. Llegó la cena, la gente se fue cogiendo confianza... y acabaron contando chistes verdes. Tanto destacó en su faceta humorística que, al tercer día, unos quince cursillistas rodeaban a don Manuel para que les contara más chistes. La primera noche, mientras la mayor parte de internos compartía dormitorio, al médico de Orna le dieron la habitación para él solo. Don Manuel, que no se acababa de fiar con tanto guardaespaldas, trabó la puerta con una silla por detrás. Cuando empieza a conciliar el sueño, una luz inunda durante un instante todo el cuarto. Pasan unos segundos de oscuridad. De nuevo, la luz llena la habitación. Al cabo de un momento, otra vez, y otra y otra. Don Manuel no está para cavilaciones y se levanta: no es más que un faro. Se vuelve a acostar. Parece atrapar el sueño cuando alguien se acerca 99


por el pasillo. "¿No vendrán aquí?". Unos golpes bruscos en la puerta se lo confirman. - ¡Don Manuel! ¡Don Manuel! - ¿Qué pasa pues?

- ¿Usted es médico, verdad? - Sí, sí, ¿qué ocurre? - Venga, que un compañero está enfermo. El hombre, acostado en su habitación, le miraba con los ojos muy grandes invadidos de horror. No tenía ningún síntoma de las enfermedades habituales: aseguraba ver al diablo. Según contaban los cursillistas, tras someterse los internos a prácticas como confesarse en público, ante tanto ambiente de devoción y misticismo, a algunos les entraban reacciones extrañísimas. El médico fue preguntando si tenían algún tipo de calmante. "No, no, no, tampoco, no, no tenernos nada", era siempre la respuesta. Hasta que don Manuel, algo molesto por la situación y por la falta de medicinas, se despidió por aquella noche con un: "Bueno, pues le den tila". Al otro día, uno de los ejercicios consistía en pintar un mural que representara algún tema de la catequesis. Al doctor le tocó "el paso del pecado a la gracia". Había entonces dos marcas de detergentes muy populares, "Omo" y "Ese". Pues bien, ni corto ni perezoso, don Manuel pintó un hombre con el rótulo "homo" ("hombre" en latín) en el cuerpo y una mano divina que le señalaba, con la inscripción "ese" en el antebrazo. Una vez acabado, le comenta a un compañero lo que le piensa decir al responsable del curso: - Mira, éste es un hombre que, tras dedicarse a los placeres, se ha desengañado, y se cambia a Ese que lo deja todo más limpio.

- Pero hombre, ¿cómo le vas a decir eso? —le advierte su compañero. - ¿Y por qué no? Cuando escucha el resultado del mural, el catequista, Conrado Sancho, jefe de Eléctricas, afirma: "Esto sólo lo has podido hacer por inspiración del Espíritu Santo". 100


A la vuelta de Javier, don Manuel averiguó por qué le vigilaban tan de cerca y le habían asignado habitación individual: cada interno tenía una ficha con todos los datos, aficiones y gustos. En una casilla, había que elegir entre "arrastra" y "es arrastrado". El encargado de rellenarlo, mosén Antonio, escogió "arrastra". O sea, que era necesario estar pendiente de él, pues era capaz de movilizar a medio retiro. Y es que mosén Antonio conocía bien a don Manuel, ya desde pocos meses después de que llegara el doctor a Serrablo, puesto que don Antonio atendía Laguarta. Natural de Murillo, sus siguientes destinos serían Samianigo Pueblo' y la parroquia de Cristo Rey de Sabiñánigo.

Mosén Antonio (en el centro) conocía bien a don Manuel. Entre ellos, el Sr. Torcal, y al otro extremo, el Sr. Jimeno, directivos de Eléctricas

19 Asumimos los criterios expuestos por Óscar Latas para designar al núcleo en aragonés, auténtico casco viejo de la ciudad de Sabiñánigo, en lugar de su actual nombre oficial castellano (cfr. LATAS ALEGRE, Óscar: Los orígenes de Sabiñánigo, 1893-1932. Colección "A lazena", n.° 5; Ed. Ayto. de Sabiñánigo et al., Huesca, 1996, pág.15). Haremos referencia a esta obra en otras ocasiones, por ser un libro clave para el conocimiento de la historia de la ciudad. 101


Muchos fueron los sacerdotes con quienes trató don Manuel. En el Hostal, Miguel Ángel Begué, Agustín Sarasa —ahora en Panticosa— y Miguel Jordán. Se alojaban en la casa del maderero Sixto Palacios, que luego adquirió Eléctricas para oficinas y viviendas cuando las obras del canal. También había sacerdotes en Gésera, Arto y Lasieso —uno de los cuales, natural de Jaca, se ahogó al intentar atajar cruzando el río Gállego—. Otro sacerdote que frecuentaba la zona era Ramón Susín, entonces capellán de la Academia General Militar de Zaragoza. Todos los veranos, la Academia realizaba maniobras en la Guarguera, y, al fmalizarlas, invitaba a varios representantes de la zona a una comida campestre. La Academia siempre obsequiaba con algún regalo: mecheros, ceniceros, jarras de cerveza... En Arto, fue muy popular José Pellón, que desde su abadía dominaba toda la planicie. Su afición a la apicultura le mereció el sobrenombre de "El divino colmenero" entre sus compañeros. Don Manuel iba muchos domingos a misa de doce en Arto, la misma a la que asistían los Señores de Baranguá. Si el cura tenía la certeza de que los Señores se encontraban en casa, no empezaba la celebración hasta que llegaban. La casa solariega de los Baranguá, mansión cercana a Arto, tenía, no obstante, su propia iglesia y cementerio. Incluso los descendientes se siguen enterrando allí: eran los más ricos de la zona junto a los del Castillo de Lerés. Don José tenía un modo peculiar de entonar la liturgia, hasta el punto de que un obispo presente dijo en tono jaccioso: "¿Han visto don José, qué bien canta la misa rezada?". Le supuso un trauma el cambio de liturgia tras el Concilio Vaticano II. La primera Semana Santa tras las modificaciones iba a plantear todo un reto. Mosén José empezó explicando la situación: "Pues ahora... han cambiado las normas... y aquí dice, y aquí dice que el sacerdote sale de la sacristía con los acólitos —los monaguillos—" aclaraba el padre. Y así justificaba cada paso hasta que se encontró con que faltaba algún paño al sacar la cruz. Lo manda buscar a un monaguillo. Aquel zagal que no sale. Todos esperando y que no sale. Entra la hermana del cura, doña Esperanza, y lo encuentra enseguida: "¡Ala, que si hubiera sido un buey!". Resuelto el problema, don José le pide ayuda de nuevo a un monaguillo, pero rectifica: "Toma, guarda la cruz... ¡Ay, no, tú no, que tienes una pupa!". 102


A trompicones, salió adelante aquella eucaristía. Cuando los fieles abandonaban la iglesia, don José todavía vacilaba, y, a modo de despedida, se escuchó: "¡Pues no sé si nos habremos dejado algo!". A don Manuel, con su prodigiosa capacidad de atención y buen conocimiento de los Evangelios, le encantaba fijarse en las peculiaridades de cada sacerdote. Recuerda muy bien la primera misa de San José a la que asistió en el Hostal de Ipiés, tras llegar el 11 de marzo de 1954. La oficiaba mosén Andrés Gavín. Don Andrés había estado casado y era herrero. Padre de varios hijos, murieron todos, incluida su mujer. Fue entonces cuando decidió hacerse cura, y estuvo destinado en Ena y Botaya. Sus amigos le apodaban cariñosamente "Cañajo". Al jubilarse, se vino al Hostal, para quedarse en su casa con su hermana y su sobrino. Los domingos y fiestas de guardar hacía la misa en un cuarto de las escuelas habilitado como capilla —iglesia improvisada hasta que Portolés construyó el templo actual cuando el canal—. En la primera homilía que don Manuel escuchaba en el Hostal de Ipiés, coincidió que mosén Andrés tenía tos. - San José —tege-tege-jua—, no fue marido de la Virgen... sino compañero. Y de buenas a primeras vio que su mujer estaba embarazada: ¡preñada, de pario, parís, paridi, perpiri, perpiri, partum: parir! —seguía explicando el sacerdote—. Bueno, pues esta mujer... por fin se le apareció un ángel y le dilo: "No te preocupes, José, que ha sido obra del Espíritu Santo". Y justo entonces, le da un ataque de tos: "je-bu-jua, teje-jua!". La capilla de las escuelas estaba presidida por la Virgen del Pilar y una imagen tremenda de la Virgen del Carmen con un ángel a sus pies. Le llamó la atención a don Manuel que el ángel presentaba un lazo hecho con cinta para taparle sus partes: - ¿Y esto? - Cosas de doña Adela. Doña Adela Jiménez era la maestra del Hostal. Soltera y muy beata, cantaba todos los motetes en misa y se prestaba para colaborar en la organización de cualquier actividad cultural. En cierta ocasión, aprovechando la gran cantidad de gentes llegadas a las obras, representaron en el muelle de la estación 103


de Orna El padre Pitillo, de Carlos Arniches. En esta obra —que don Manuel tenía muchísimas ganas de representar— aparece una joven soltera que lleva a su hijo en brazos. Entre el público se encontraba Esperanza, la hermana de mosén José, de Arto. La señora, al ver lo que consideraba una inmoralidad, se levantó con aire indignado y abandonó la función con un "¡este don Manuel!". Don Manuel ha constatado, durante todos estos años, el cambio de mentalidad del clero, desde aquellos curas embutidos en sotana que, incluso, negaban la comunión en misa a las chicas que salían demasiado de fiestas, y prohibían que en los días de romería se celebrara baile. Era tal la rigidez de estos sacerdotes a la vieja usanza que, conforme alcanzaban la vejez, algunos llegaban a presentar obsesiones demenciales. Así, don Manuel tuvo que atender una llamada en que le reclamaban atención para un sacerdote muy anciano. Cuando entró en la habitación del enfermo, el viejo cura se hallaba sentado sobre la cama con un camisón como don Quijote, la luz encendida y una vela.

Ser soltero y acompañarse de sacerdotes le han provocado que infinidad de veces lo confundieran por cura 104


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- ¿Qué hace, padre? - Aquí estoy rezando. Pero aún me faltan los maitines y los laudes. Con sacerdotes compartió también don Manuel largas marchas a casas de enfermos moribundos, para que les asistiera con la extrema unción. Pero las visitas de los sacerdotes eran tan frecuentes que los propios enfermos y familiares ya no se asustaban al verlos llegar. Por una defunción fue, precisamente, la única vez que don Manuel se enfadó con un cura. En lo más crudo del invierno, llegó a su consulta un hombre para que le hiciera el certificado de defunción de su abuela: - Bien, ¿y cuándo se ha muerto? - Ayer...; ya está enterrada —aceptó, algo avergonzado, el familiar. - ¿Y cómo es que no me avisaron? - Es que dio el mosen que corno había tanta nieve... pa qué iba a ir - ¿Fue él? - Sí. - Pues igual podría haber ido yo —terminó el médico de Orna. Don Manuel se negó, en un primer momento, a extender el certificado, pero al rato cedió, pues el caso no presentaba mayores problemas. Por contra, advirtió: - ¡Pues como lo hayáis hecho por ahorraros cuatro perras...! Y les cobró como si se hubiera desplazado. Eso sí, aquel dinero lo destinó a misas por el alma de la abuela muerta. El dinero, por supuesto, no se lo dio al cura con quien se había molestado, sino a su compañero: - Tenga, celebre misas con esto por esa mujer. No recuerdo ni cómo se llama, pero ya lo sabrá Dios... Este caso le sirvió como escarmiento. Al poco tiempo, se le planteó una situación similar en Bara. En esta ocasión, contestó que no extendería el certificado hasta que no reconociera el cadáver, tras lo cual comprobó que, en efecto, se trataba de una muerte natural. Poco duró, no obstante, el enfado, pues las ocasiones para limar asperezas se presentaban a menudo, ¡con tantas fiestas como había en Serrablo, y siempre con el médico soltero y los curas como invitados! 105


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DE FIESTAS

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UÉ agradecidos estarán los santos, con tantas fiestas que les hacen!", solía decir la madre de don Manuel. No le faltaba razón: muchos pueblos, con muchas fiestas en cada pueblo..., y don Manuel que no se perdía ni una. Sabía que estaba invitado a donde fuera: intentar pagar la comida o la cena hubiera sido un fuerte desaire para la casa que le convidaba. Don Manuel siempre solía aceptar las invitaciones... salvo si barruntaba que le habían llamado, más que nada, para alegrar la celebración. Una vez, una abuela le dijo: "Ya vendrá a cenan que nos entretendrá". No fue; pero, si hubiera acudido, habría hecho como en otras ocasiones que sentía ser el bufón del grupo: callarse. Para el Pilar coincidían tres de las mejores fiestas con baile, en el Hostal, Lasieso e Ipiés. Al Hostal solían acudir unos músicos de Huesca muy decentes. El año en que don Manuel se había caído de la mula —y todavía se resentía de una pierna— la orquesta parodió el popular "Que le quiten el tapón al botellón" con una letra más acorde con las circunstancias: "Que le quiten el bastón a don Manuel" fue el éxito de la verbena. 107


Entre fiestas, romerías y votos, el calendario se llenaba de motivos que celebrar: San Ramón en Belarra; San Miguel en Orna; Santa Catalina en Latrás; en Lerés, San Tirso; para Reyes, en Lanave; San Úrbez en Cerésola; Virgen de Ubieto entre Latrás y Orna; Virgen de los Ríos en Caldearenas y Virgen del Solano en Layés (que dicen quita la filosera y que no quiso cruzar el Guarga cuando intentaron desplazarla hasta el Castillo de Lerés, y que ahora se custodia en el Hostal)... y no seguimos para no quedar mal con nadie. Las fiestas de Jaca y Sabiñánigo también eran muy importantes, pero persistía el problema de los transportes. Conforme los amigos se fueron agenciando medios, empezaron a acudir a todas partes: fiestas, bingos, carnavales... Disfrazarse y bailar le ha gustado desde niño: basta decir que sus hermanos le sorprendieron alguna vez bailando con escobas. Cuando organizaban baile en un local de Piedratajada, se fijaba bien en los pasos de las mejores parejas, que se movían al ritmo de la pianola. Eran los arios treinta. En las fiestas de San Ramón Nonato, amenizaban el baile unos músicos de Villamayor, una banda de aire. A Manolo le encantaban esos instrumentos tan relucientes. En el invierno, para San Sebastián, tocaban los Ciegos de Siétamo, con sus instrumentos de cuerda. Otras actuaciones habituales en fiestas eran las que se improvisaban sobre cuatro tablas para interpretar las canciones de la época, que si María Magdalena, Mari Cru-Mari Cm, Rocío..., y sus versiones con letras de guerra. También el cine mudo llegó a Piedratajada. Pero lo que más le fascinó fue la gran actuación de unos titiriteros que acudieron al pueblo y la representación que sobre el Juan Tenorio puso en escena una compañía itinerante. En cuanto a los disfraces, don Manuel recuerda como uno de los momentos más bonitos de su vida aquellas Navidades en que don José, el cura, lo vistió de Rey Melchor, con un camisón de su hermana y una corona de cartón dorada con purpurina. Nadie se explicó de dónde había sacado don José tantos juguetes para todos los niños. Es cierto que no eran de mucho valor, pero llenaron de ilusión a muchos rostros hasta entonces algo serios. El Rey Melchor colaboró a dar colorido al acto gastando bromas cuando entregaba los regalos. 108


En Carnavales, su tía Isidra le disfrazaba con telas y cortinas: no sabría decir quién de los dos se divertía más con ello. Lo que sí que entretenía a los niños era fabricar jeringas, también por Carnaval. Las construían con cañas de escoba, que mediante un émbolo ajustado al hueco —hecho con trapos— podía lanzar agua. Ya digo que disfrazarse le ha seguido gustando siempre. En el verano, en Jaca, había bailes de disfraces en el Paseo. Un año, don Manuel alquiló un traje de chino mandarín: pensaba montarse una buena juerga sin que nadie lo conociera, pues se había pintado la cara con un colorante para arroz. Pero nada más comenzar el desfile, se topó con unas amigas de Zaragoza, que exclamaron al unísono: "¡Mira Manolo!". Iban a tantas fiestas que el señor Piedrafita, de la estación de Orna, cuyas hijas Pilarín y Conchita también acompañaban al grupo, decía: "Os voy a comprar un tiro al blanco, lo menos sacaréis perras por las fiestas...".

El tren, el tren, el tren... 109


Sentarse en el bingo en una mesa cercana a don Manuel era peligroso. Algún jugador ha declarado haberse dejado escapar un premio por atender más a la mesa del médico que a la propia. Una vez, en el bingo de Jaca, se le acercó una chica que le dijo: - ¿Usted es médico? - Sí, sí. - ¡Va, pues nadie lo diría...! —protestó con gesto altivo. Don Manuel, muy molesto, replicó: "Pues mire que también hay putas que no se les nota miaja tampoco..., y no lo digo por usted". Luego se aclaró la situación: la pobre chavala no hacía más que cumplir una apuesta. Otro rifirrafe tuvo al Seat 600 como base de las críticas. Como solía usarlo para desplazarse a las fiestas, un hombre del Hostal le reprochó que se había comprado el vehículo "para llevar putas a cargadero". Y don Manuel, siempre rápido para las respuestas, contestó: - Pues a sus hijas he llevado muchas veces, y nos las tengo en ese concepto... Este tipo de salidas también le afloran a don Manuel cuando le molestan si está entretenido, por ejemplo, jugando al guiñote. Si alguien le aconseja demasiado, no es raro que suelte algo como "si en casa no mandas, no vengas aquí a desahogarte". Del mismo modo que es rápido en ocurrencias, a don Manuel no le cuesta reconocer que a veces ha sido demasiado grosero. Pero nada mal se le estuvo la fresca a un animador nocturno que provocaba al público en un espectáculo de la Barceloneta, en la Ciudad Condal. Por algún motivo, el showman le preguntó a don Manuel que dónde había aparcado el tractor, por lo que se tuvo que oír: "Detrás del tuyo". Viajar de vacaciones..., otra afición predilecta del médico de Orna. Ha estado en Francia, Centroeuropa, Austria (en su efimero paso por el Orfeón Serrablés), Tierra Santa... En uno de sus viajes más lejanos, en Egipto —adonde fue junto al doctor Daniel Carmen, entre otros—, contemplaba un espectáculo de luz y sonido, cuando se le acercó una pareja joven. El médico pensaba que sería para pedir que les hiciera una foto, cuando le preguntaron: "Usted es don Manuel, ¿no?". No los conocía, pero resultaron ser hijos de una familia que había vivido en Serrablo. "o


En Austria fueron, como casi todos los turistas, a visitar una casa de fabricación de ropas de lana, la empresa "London". Estaba probándose varias chaquetas cuando una encargada del establecimiento, inducida por la guía del viaje, le preguntó al médico si tenía inconveniente en prestarle ayuda. El trabajo consistía en participar en un pase de modelos. Don Manuel, lógicamente, no tuvo ningún reparo y, al aparecer sobre la pasarela, la sorpresa fue mayúscula para el resto de miembros del Orfeón y acompañantes. Con don Manuel surge la duda de si es que todo le pasa a él o si sólo él tiene la memoria y la capacidad de observación necesarias para relatar después historias divertidas a partir de acontecimientos diarios. Lo cierto es que cada viaje encierra una aventura: con un grupo de amigos, se marcharon a Mallorca, desde Tarragona, en un barco carguero. Sólo las ratas interrumpían las horas monótonas del viaje. Con Luis Alamañac se fueron a Menorca. Tenían que hospedarse en el Hotel "Esmeralda" de Ciudadela. Después de dar muchas vueltas se rindieron: se habían perdido. Querían pedir un taxi, pero no pasaba ninguno. Vieron que había uno estacionado y entraron al bar de al lado a preguntar. El taxista estaba cenando. Pacientemente aguardaron a que acabara de cenar, colocaron en el maletero el equipaje y explicaron al taxista dónde querían ir. El chófer arrancó y avanzó apenas cien metros. Se volvió a parar: "Ya hemos llegado". Los tres se rieron a gusto, y el buen hombre no quiso cobrarles nada. Al llegar al Hotel, don Manuel pidió una habitación para "su yerno" y él. Suele llamar "yerno" a Luis Alamañac porque ésa era la relación que a menudo les tocaba en obras de teatro'. Al subir a la habitación, don Manuel dio una propina de cien duros a las camareras: es partidario de darlas siempre por adelantado, para que el trato sea bueno el resto de su estancia. Al preguntar las camareras por qué les daba tanto, don Manuel improvisó una respuesta: "Es que... hoy es mi cumpleaños". Les salió muy bien, puesto que les regalaron una botella de champan, pero el que pagó el pato fue el recepcionista, a quien le cayó un buen rapapolvo de sus jefes por no haberse dado cuenta, en el momento del registro, de que era el cumpleaños del cliente. 20

Actualmente, Luis Alamañac dirige al Grupo de Teatro de la Peña "Enta Debán", de Jaca. 111


SĂłlo las ratas interrumpieron las largas horas de viaje

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SER MÉDICO NO ES FÁCIL

ON Manuel no sólo ha compartido con sus amigos juergas, meriendas y vinos (como aquellas fartallas que se arreaban en el Hostal con mosén Antonio y Pepe Hijazo, a cuya hija mayor, Gloria Pilar, apadrinó el doctor) sino que también ha pasado situaciones difíciles. Cuando tenía cincuenta años, don Manuel sufrió una hemoptisis, derramamiento de sangre por la boca. Cuando le dio más fuerte, acudió al Cascajo de Zaragoza, donde atendía como especialista de pulmón y corazón el doctor Alfonso Borraz, tras haberse trasladado desde Jaca. En el chequeo no le encontraron nada tuberculoso ni tumoral. Don Manuel, que otras veces se había atajado la hemorragia con inyecciones de hemostático, le propuso la terapia a Borraz. A punto de tener que intervenir, le suministraron una dosis de caballo de la medicina propuesta por el propio paciente..., que se curó. Luego llegaron a la conclusión de que la hemoptisis podría ser una lejana secuela del sarampión que pasó de crío y que le dejó una bronquiectasia. Pues bien, durante todo ese tiempo, su amigo José Cajal, 113


Batán, fue haciendo huecos en su trabajo de taxista de Aragonesas para bajar a Zaragoza, donde le facilitaban una cama en la misma habitación para la noche. Además, Batán mandó a su hijo y su cuñada al Hostal, para que hicieran compañía a la señora Catalina. Un rasgo curioso es que, a pesar de la fortísima amistad que une a Batán y don Manuel, el doctor no ha logrado que le deje de tratar de usted. Los problemas personales, como en tantas profesiones, se suman como una losa a los quebraderos de cabeza que conlleva el trabajo. Ser médico no es fácil. Hay que estar hecho de una madera especial y tener vocación de servicio. Si, además, eres médico rural y tienes que desplazarte en mula cuando más gélido es el aire de Serrablo, entonces la profesión raya lo heroico. Si el caso se cura, todo sacrificio merece la pena, nada hay como acostarse con la sensación del deber cumplido; pero si fracasas, la espina es mucho más dificil de sacar. Ser médico no era nada fácil, como tampoco maestro: alguna veinteañera, recién escudillada, llegó a tener depresiones mientras estuvo destinada como maestra en Laguarta. ¡Y qué distintos eran los rostros de estos profesores de cuando llegaban a cuando se iban!' Cuando el invierno seca el país, un sarampión muy rebelde atacó en la zona de Nocito. Joaquín Bara acompañó a don Manuel en uno de sus días más penosos. Tuvieron que subir desde Villobas en caballería. La odisea duró unas tres horas. A caballo tenías frío y andando te caías. Cuando llegaron, una chica de apenas veinte años agonizaba. Murió a los pocos minutos. Las gammaglobulinas permitieron que otras mozas del pueblo no tuvieran el mismo desenlace fatal, al igual que una señora ya muy mayor. El sarampión, ya se ve, afectaba tanto a niños y adolescentes como a adultos que todavía no lo habían padecido. Cuando se presenciaban síntomas, pero aún no se había explicitado la epidemia, la gente solía impacientarse, por lo que requerían la presencia del médico con mayor insistencia. Don Manuel les intentaba calmar asegurando el diagnóstico, al observar en la mucosa bucal unas 21 Como muestra de otros profesionales que han enraizado en la Guarguera, destacamos a Francisco Escobar, natural del país, encargado de repartir diariamente el correo desde hace más de treinta años. 114


Pepe Hijazo y Manolo, dos amigos de verdad 115


manchas blancas, "koplik", que son preliminares a la aparición del sarampión. También el tifus llegó a Serrablo, en concreto, a Binueste. Aquí fue la cloromicetina la que salvó a dos adolescentes de catorce o quince años, a las que atendió don Manuel acudiendo en un camión maderero. Viendo que la dosis no iba a ser suficiente, aún tuvo que realizar un nuevo desplazamiento tras comprar él mismo más medicación. Una de las urgencias más dramáticas se registró en Alastrué. El aviso lo dio un asustadísimo muchacho: "¡Don Manuel, corra, por Dios, que mi tío Ola estricallau o cuello!". La Ribereña hasta Matidero y, luego, la caballería acercaron a don Manuel hasta la casa del paciente: se trataba de un anciano que había intentado suicidarse cortándose en el cuello con una navaja de afeitar. El cuadro era límite: se había seccionado la tráquea y respiraba por allí. Don Manuel poco podía hacer: si lo entubaba o lo cosía, el hombre se ahogaría. Había que trasladarlo a Huesca como fuera, era la única solución. Dispusieron una caballería con unas argaderas y, sobre ellas, ataron una puerta. Acostaron al sufrido hombre, amarrado sobre la puerta, y lo bajaron tan aprisa como pudieron. Lo dantesco se mezclaba con lo cómico —contándolo en frío, claro— por el ruido que emitía el pobre hombre según subía o bajaba el terreno. Afortunadamente, el accidentado sobrevivió, gracias a las atenciones de los doctores Coarasa y Lozano. La templanza de los paisanos viene avalada por un caso: un pastor de Lanave se hizo un fuerte corte en los labios y él mismo se lo cosió con un alambre. Pero si algo debe predominar en un médico es el valor y el coraje para afrontar cualquier incidencia. En caso de accidentes mortales, reconocer los cadáveres era competencia del forense de Jaca. Sin embargo, una vez, don Manuel tuvo que efectuar una autopsia en Aineto: el forense no se encontraba en la ciudad, así que la responsabilidad se traspasaba al médico titular. El fallecido era un hombre al que le había caído un árbol encima. Sin material quirúrgico específico, tuvo que recurrir, con la asistencia del practicante Félix Bella, al instrumental común más similar al utilizado por los forenses. 116


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Ser médico no es fácil. Hay que estar hecho de una madera especial y tener vocación de servicio

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La autopsia se practicó sobre un cañizo, sin otra ayuda que un formón, serrucho, martillo, unas tijeras de podar y la navaja del practicante. El resultado fue el esperado: muerte por fractura de base de cráneo. Acabaron tan hartos del trabajo que abandonaron la navaja en pleno monte. Otra situación que puso a prueba la sangre fría de don Manuel estuvo referida a un problema de malos tratos. Una vecina escuchó que, en la casa contigua, la mujer gritaba: "Basta, basta, no me pegues más!". La señora comentó lo que había oído a su marido y a los del pueblo, y comprobaron que el presunto agresor nunca dejaba sola a su esposa. Lograron hacerle llegar una nota a través de un niño pequeño y la mujer pudo responder del mismo modo. Decía: "Ven a la cuadra, pero no me hables. Te enseñaré lo que me hace". Cuando lo vio, la vecina estuvo a punto de sufrir un desmayo: su cuerpo estaba lleno de moraduras. La señora narra cómo pudieron salir de la situación: Mi marido tenía una moto y solía ir por los pueblos. Se encargó de hacer las diligencias necesarias y vinieron don Manuel, el sacerdote don Angel Aranda y el secretario. Pasaron a verlos como visita de amigos. Al cabo de un rato, don Manuel dijo: - No te veo con buena cara... estás mal de color, paliducho, delgado y ojeroso. Y dirigiéndose a la mujer, recriminó: - ¿Es que no le das de comer a tu marido? Desde mañana, vas a cuidarlo con caldo de gallina, buen jarrete y buena magra. Además, te recetaré algo para reponerte. El hombre se empieza a preocupar: - ¿Tan mal me ves? - Mal sería poco... ¡peor que mal! - ¿Y qué tengo que hacer pues para ponerme bien? 118


fey 9alanief - Mira, si quieres, tengo un amigo especialista en Huesca que te podría visitar. El secretario y don Angel aprueban la opción: "Sí, sería lo mejor, sí", hasta que don Manuel aconseja: - Si queréis, vamos ahora mismo. Eso no se piensa dos veces.

Y así es como pudieron bajarlo a Huesca, engañado, para ingresarlo en el manicomio. Al cabo de un tiempo el hombre reaccionó bien al tratamiento y pudo regresar al hogar sin causar más problemas.

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SUPOSITORIOS Y TEMAS PROHIBIDOS

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os pacientes que también eran reacios a ir al médico eran aquellos que contraían enfermedades de transmisón sexual. Como método anticonceptivo sólo se usaba el coitus interruptus. El desconocimiento hacia el aparato reproductor provocaba situaciones tan ingenuas —pero arriesgadas— como la siguiente: En el Hostal, una joven se visita porque hace un par de meses que no le llega la regla y sufre mareos. Los síntomas de embarazo son claros. Don Manuel le pregunta si ha mantenido últimamente relaciones sexuales y la chica no lo niega: - No, bueno, sí, pero no estoy embarazada, eso seguro... - ¿Y cómo estás tan segura? En fin, ya te hago las pruebas...

Las pruebas confirmaron que la muchacha estaba encinta. Cuando don Manuel da los resultados, la chica sigue negando tal extremo. - No, no, ya le digo que no estoy embarazada. 121


- Pero, mujer, ¿aún lo dudas? ¿Y por qué ese convencimiento?

La chica acaba dando su sentencia: "No estoy preñada porque con el de Senegüé siempre lo hacíamos así y nunca pasó nada". Usar como anticonceptivo sólo "la marcha atrás" provocaba que las posibilidades de contagio de enfermedades venéreas fueran altísimas. Eran frecuentes los casos de gonococias —purgaciones— en hombres. Al principio se curaban bien, pero luego los gonococos se fueron haciendo fuertes a las penicilinas y antibióticos, y se precisaba un cultivo para analizar a cuáles eran resistentes. Para ello, los pacientes debían someterse a un frotis uretral, una de las prácticas médicas más impopulares. Aunque de manera mucho menos frecuente, se presentó algún caso de sífilis. En cuanto a la impotencia sexual, cabe resaltar que la sugestión (la confianza en uno mismo) facilitó pequeños milagros. Respecto al aparato urinario, es digna de mención una expresión en aragonés que describe el problema fisiológico masculino que provoca no poder dirigir la micción correctamente: "Pichar en chambre". Este defecto lo acompañó un paciente anciano del Hostal con una descripción bien gráfica de su estado anímico: "Picho en chambre y me hacen os g ilesos como as pulgaretas". De entre las novedades que trajo don Manuel a la zona, hubo una que, al principio, iba a dar auténticos quebraderos de cabeza, dudas y vergüenza: habían llegado los supositorios. No es difícil escuchar chistes relacionados con estos medicamentos tan peculiares, pero lo que sigue no son chistes: son respuestas sinceras de gentes de Serrablo. Además de la penicilina y los sulfamidas, por citar dos productos habituales, don Manuel había conocido en Zaragoza los supositorios "Rectamidol" contra las anginas. Una abuela que escuchó semejante solución para su dolencia, preguntó contrariada: - ¿Y hará algo ixo pa la garganta? Pues quién habría pensado que las anginas tienen raíces tan profundas... Otro caso: Fue en Lasieso, en la primera primavera de don Manuel como médico. Hay un abuelo sentado. Sale la nuera. 122


- Venga, ya tiene aquí el médico. - ¿Qué le pasa? - Mire, que no me'n puedo endrezar, con estos riñones... Don Manuel le recetó Irgapirina, unos supositorios que, según el doctor, hacían prodigios si se suministraban con moderación, aunque luego los retiraron. Don Manuel explicó su receta: - Es una medicina nueva, para aliviarse. - Pues buena falta hará. - Tenga, uno de mañanas y otro de tardes. Hay diez, luego, descansar. Al cabo de unos días, don Manuel pasa a ver el efecto de su consulta. El abuelo sigue en la misma silla, en la puerta de la casa, al sol, apoyando en su bastón las dos manos, una encima de la otra, con la mirada despistada y mascando levemente. - ¡Hola, buenas! —saluda bastante fuerte el médico de Orna. - Qué hay... no te conozco... - Soy el médico. - ¡Ah! Ya... —y se mira para otro lado mientras saca una mueca, ante lo que don Manuel ya se teme algún problema. - Bueno, ¿qué tal le ha ido lo que le receté? - ¿Aquellas candelas? Cosa, no me han hecho cosa. - ¿Ni un poco? - ¡Cosa! Y hostia... que no había dios que las pudiera trasquir debez... las tuve que partir en dos cachos... No eran malas, no, pero no me han hecho cosa. Cuando don Manuel contestó sonriendo "pero hombre, si esto no se come, hay que ponérselos por el culo", los ojos del abuelo se abrieron ante lo que consideraba una tomadura de pelo y un descaro del médico. 123


Más ejemplos: una mañana, don Manuel está a punto de salir a atender una llamada cuando llega un trabajador que procedía de Valpalmas y dice: - Déme la baja. - Hombre, así, sin más... —replica don Manuel—; primero habrá que ver por qué. - Mire, es un golpe que me he dado en la rodilla, que se me ha hinchado horrores, y estas mujeres me han puesto unas cosas de vinagre y sal, pero aún me pegan clacadas. - Pues ahora salía a una llamada, pero ponte estas tres Irgapirinas (que don Manuel saca del bolso) y si no te has aliviado mañana, vuelves, que te daré de baja. - ¿Y esto qué es, pues? - Son supositorios, unos medicamentos bastante nuevos que se ponen por el culo. - Ah, este don Manuel, ¡siempre de broma! Don Manuel siguió con sus explicaciones: - Mira, le quitas esta pasta y lo introduces. El paciente empieza a ver inconvenientes: - ¿Y quién me alumbrará? - Hombre, convéncele a la mujer, dile que se lo mando yo... Don Manuel puede por fin salir a su visita sin dejar del todo convencido al paciente. Cuando regresa, le pregunta a la señora Pilar: - ¿Se sabe algo de Valpalmas, ha vuelto? - Ya lo creo, y menuda juerga que ha organizado. Nada más irse usted, ha preguntado que cuándo volvía. Le he contestado que a las cuatro y media, en la Ribereña, y ha respondido: "¡Pues no me ha jodido mal, que no me ha dicho cuánto rato las tenía que llevar dentro!". En cuanto a la reproducción, hay que destacar que tardaron en conocerse en profundidad los problemas del Rh sanguíneo. Este retraso tuvo tris124


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Don Manuel atendiĂł en la Casa del MĂŠdico todo tipo de enfermedades 125


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tes consecuencias en un caso de abortos sucesivos que se registró en Orna. Cabe añadir que muchos padres rogaban tener hijos varones, debido a la necesidad del esfuerzo fisico en las faenas del campo. También era frecuente adoptar niños —"expósitos de las Inclusas"— que habían quedado huérfanos o abandonados tras la guerra civil. Curiosamente, cuando llegó don Manuel a Orna, tuvo una larguísima racha del todo contraria a esta preferencia de los padres: en cuantos partos atendía, nacían niñas, ya desde el primer caso, en Lasieso. El médico calcula que, aproximadamente, en los primeros doce alumbramientos que atendió llegaron chicas. Tal fue así, que una parturienta obligó a su marido a que la bajara a Zaragoza a dar a luz, pues quería concebir un niño. Está claro que sólo era una excusa, ya que su familia era de la capital. No obstante, el "maleficio" se rompió, y, en efecto, el bebé fue varón... con lo que le pusieron el nombre de su padre y del abuelo paterno. Cumplir con las vacunas era una de las obligaciones que a don Manuel le gustaba seguir más a rajatabla. las vacunas eran casi como ahora: contra la viruela —mientras fue obligatoria—, poliomielitis, difteria, la polivalente... La 126


única diferencia es que la rubéola se hizo obligatoria para chicas más adelante. Para las campañas de vacunación contra la tuberculosis subían equipos médicos de Huesca. No obstante, don Manuel ha asistido casos de esta enfermedad, hasta que se fueron curando con la estreptomicina y las hidrácidas. También había tuberculosis renales, secundarias a un proceso pulmonar. Según confirma el médico de Orna, en Serrablo era habitual la práctica, extendida por tantos lugares, de colocar a los niños juntos, cuando uno de ellos caía enfermo, para que contagiara al resto. Era cuestión de comodidad, total, si la tenían que pasar... Para el sarampión, es bien sabido el pretendido remedio de colocar prendas rojas en la habitación del paciente, aunque no faltaran críos que se curaran, sin más, en la calle. Es curioso comprobar que lo de poner trapos colorados puede tener cierta explicación científica, pues está escrito que el virus del sarampión tiene apetencia por la luz roja. Quien sí tenía apetencia era un muchacho de Arraso, a quien su padre le preguntó si quería que le trajera algo de Huesca, a donde se disponía a viajar. El crío, ni corto ni perezoso, pidió: "¡Trae simiente de tortas!". Otros remedios caseros eran empilmar con pez para inmovilizar las roturas, cocer chordigas22 en infusiones y colocar objetos calientes contra los dolores: para los riñones, se preferían ladrillos, mientras que para la garganta, se llenaba un calcetín con serrín o salvado caliente. Más sorprendente es otra "solución" para el dolor de garganta: pasar por el cuello un gato de retaculas —hacia atrás—. Otro documento interesante: don Manuel escuchó que una madre de Puente Fanlo atribuía la enfermedad mental de su hijo a un "mal dau", o sea, que había padecido el mal de ojo. Un remedio registrado en Gillué gustó bien poco a don Manuel. Una abuela, a la que se le habían perforado unas varices, suplicó a sus vecinas que le vendaran, pero que antes le colocaran la tela de araña más grande y espesa que encontraran. Las mujeres le hicieron caso y la hemorragia se paró. Al hablar de remedios caseros en los partidos médicos de don Manuel, 22 Ortigas.

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es imposible no mencionar la famosa piedra de Ordovés. Lo único que se sabe de ella es que procede de Abenilla y que, según múltiples testigos, el agua que se obtiene al remojar la piedra tiene efectos curativos rápidos contra picaduras de animales, verrugas y en dolencias de bichos". Para eliminar las verrugas, también estaba extendido el uso de diferentes ritos, como el de colocar hojas de buxo24 debajo de una piedra: las verrugas se caerían en cuanto se secaran las hojas. Cuando veía estos casos tan curiosos, tenía ocasión para recurrir a la broma. Don Manuel escuchó una vez toda la retahíla de remedios que una mujer había probado para deshacerse de un eccema en la mano, así que mientras le preparaba la receta de una pomada, le preguntó a la paciente: "¿Ha probado con Ariel?". A la señora, que todavía no conocía el carácter del médico, se le cambió la cara y respondió muy segura: y000!". Hoy aún lo recuerda.

23 Cfr. NAVARRO LÓPEZ, José Miguel: Medicina popular de Serrablo. Colección "A lazena", n.° 3; Ed. Ayto. de Sabiñánigo et al., Huesca, 1994, pág. 94. 24 Boj.

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L TEATRO EN SERRABLO

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L llegar a Serrablo, don Manuel necesitaba hacer teatro como respirar. Después de haber interpretado cada año, en Zaragoza, al menos una obra clásica y una zarzuela, era imposible que en Serrablo dejara de lado su mayor afición. Así que el teatro se potenció en Orna, el Hostal y Sabiñánigo. En el Hostal tuvieron especial éxito las obras de López Allué, representadas por los propios vecinos, que recuerdan bien piezas como La copla de picadillo, Buen tempero y Las botas crujideras.

Cuando las obras del canal, el muelle de la estación de Orna se convirtió en escenario para acoger El padre Pitillo, de Carlos Arniches, y posteriormente, La puebla de las mujeres de los Quintero. El artífice de que las fiestas de Sabiñánigo incluyeran en su programa una obra de teatro fue Pujol, que era miembro de la comisión de fiestas". Su 25 Se conocen amplios antecedentes de teatro en Sabiñánigo desde los años 20, con obras representadas por la Sección Dramática del Centro Instructivo (cfr. LATAS, op. cit, pp. 115-116).

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La tĂ­a de Carlos, uno de los mayores ĂŠxitos del grupo teatral

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propuesta no pudo tener más éxito. El Teatro Escalar se quedó pequeño para contemplar El abuelo Curro y, en años sucesivos, las parodias de Paco Martínez Soria. Pocas actividades han gustado tanto como las imitaciones que don Manuel ha hecho del actor de Tarazona, que pronto fueron referencia obligada dentro del Grupo de Teatro de Sabiñánigo". Basta recordar La ciudad no es para mí, Te casas a los 60 y qué... y, sobre todo, La tía de Carlos', que se representó más de veinte veces dentro y fuera de Aragón, incluso con petición de autógrafos, en el Palacio de Congresos de Jaca, por parte de un grupo de jóvenes. Esta obra llegó a emitirse en televisión, por capítulos, gracias a la grabación que realizó la desaparecida emisora local de Sabiñánigo "Tele Serrablo", que luego se llamó "Tele Noventa". Un recurso de don Manuel no fallaba nunca: improvisar y cambiar los nombres de los pueblos de la obra original por localidades de la zona o por el barrio Puente Sardas de Sabiñánigo: entonces los chillidos en el público estaban garantizados. En la década de los noventa, al espaciar más las actuaciones, el Grupo de Teatro ha seguido cosechando éxitos contundentes. Se recuerda como uno de los grandes triunfos de público Qué mala sangre que tienes, donde hubo espectadores que se quedaron sin poder sentarse en el Pabellón Polideportivo. Don Manuel también intervino en la serie que produjo Televisión Española sobre Ramón y Cajal, en la que representó a un pintor, aunque luego le doblaron la voz. En uno de los días de rodaje, el médico llevó en su coche, desde Isún a Sabiñánigo, a dos de los protagonistas, Fernando Fernán-Gómez y Emma Cohen. Viajaron en el asiento de detrás y no dijeron ni palabra. Por eso, para romper el silencio, don Manuel quiso bromear: "¿Decían ustedes algo?". La respuesta fue una corta y somera sonrisa.

26 Repasar la brillante trayectoria del Grupo de Teatro de Sabiñánigo merecería todo un libro. Aquí sólo podemos detenernos en un somero repaso de la participación de Manuel Viamonte. 27 La película La tía de Carlos, dirigida por Luis M.3 Delgado en 1980, es una enésima versión de la obra teatral de Dionisio Ramos. Lo mismo sucede con La ciudad no es para mí (Pedro Lazaga, 1965), versión de la obra de Fernando Ángel Lozano.

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Los contrastes de toda una vida de actor en el Grupo de Teatro de Sabiñánigo: con frac, en su primera actuación en Sabiriánigo, con El abuelo Curro, en el Teatro Escalar; de monja en Madre Abadesa, de Luis Mejías; de cura en El Padre Pitillo, representada en el muelle de la estación de Orna; y chillando, en Padres que tenéis hilos

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Al reponer la serie de Ramón y Caja años después, dio la casualidad de que el fragmento promocional incluía la intervención del médico. Cuando lo vio el gran amigo de don Manuel, el doctor Francisco Torrente Loscertales —entonces médico director de la Clínica Psiquiátrica Provincial de Huesca—, escribió la siguiente carta, fechada el 18 de octubre de 1984, que resume bien su perfecto conocimiento del colega de Orna. Mi querido amigo: Recibirás, supongo, muchas cartas por la parte que TV presentó de la película que interpretas con Fernando Fernán Gómez y que ayer vi casualmente, por tu papel en ella. Me produjo la impresión de como si fuera algo mío y sentí inmediatamente deseos de escribirte para felicitarte pues estás verdaderamente magistral. Es una lástima que se haya frustrado una vocación 135


tan clara. La verdad es que también en la Medicina has hecho un magnífico papel pero no es televisivo. No quiero dejar de felicitarte y soy tan poco dado a esas expansiones que puede significar para ti la seguridad de la eficacia de tu labor artística y la seguridad de que no es "jabón". Un abrazo muy fuerte y el deseo de que si es el tuyo, sigas teniendo éxitos. Precisamente por la amistad que le unía a don Manuel, el doctor Torrente le pidió que le echara una mano para un proyecto que estaban desarrollando en la Clínica Psiquiátrica. Consistía en organizar actos para todos los públicos, con el fin de que los internos tuvieran cierto contacto con el exterior y, para ello, había pensado que sería una buena idea contar con alguna representación. El Grupo de Teatro de Sabiñánigo aceptó ofrecer un par de obras de modo desinteresado y bajó a Huesca. Don Manuel recuerda que fue una actuación especial, pues debieron acostumbrarse a los aplausos a deshora. Otra paciente se tomó tan en serio el acto que se cambió varias veces de ropa en el rato que dura una obra de teatro. Con todo, el gesto mereció la pena. Ya afuera, don Manuel estaba haciendo tiempo sentado en la puerta. Pese a que lucía unas barbas de tamaño considerable, alguien le reconoció. Se trataba de una monja que había trabajado como enfermera en la Clínica de la Inmaculada, a donde el doctor bajaba a algunos accidentados. Tras los saludos correspondientes, la hermana, que cuidaba de niños retirados de la custodia de sus padres, sorprendió al médico de Orna con una pregunta: "¿Y lleva mucho tiempo aquí, don Manuel?". Otra experiencia audiovisual fue grabar la voz en off de Sancho Ramírez, en un vídeo que produjo la Asociación de Jaca que lleva el nombre del rey aragonés, en el noveno centenario de su muerte. El texto, escrito por Domingo Buesa Conde, narra la biografía de Sancho Ramírez de manera didáctica, sobre fotografías de Jaime Buesa Ara. El sonido se grabó en los estudios de Radio Jaca y el montaje tuvo lugar en la Escuela Militar de 136


Don Manuel, de pintor, en la serie Ramón y Cajal, de Televisión Española 137


También es de don Manuel la voz que aparece en el vídeo sobre el Primer Viernes de Mayo que grabaron Producciones Marsella y Foto Astún en 1991. El guión lo escribió Manuel Mora, que lo dirigió junto a Javier Martínez, con el montaje de Javier Blas. Cabe reseñar que don Manuel participó en varias sesiones fotográficas de lo que iba a ser una película sobre El pirata, el boxeador del valle del Basa. Sin embargo, el proyecto, promovido por el propio biografiado, no ha salido adelante hasta la fecha. Lo que sí ha cuajado es la grabación de un cuento en vídeo, El tión Estebané, escrito por Francisco Rando y producido por Marsella. El rodaje está teniendo lugar desde 1996 en parajes como Santa Orosia, Espín, Isín y la iglesia de Ara. Don Manuel hace del protagonista Estebané en diferentes épocas de su vida, para lo que ha debido someterse a largas sesiones de maquillaje. En los últimos meses ha intervenido en dos obras de teatro. La penúltima fue Los caciques'', de Carlos Arniches, que el Grupo de Sabiñánigo presentó en 1996, junto a alumnos del Instituto San Alberto Magno. Don Manuel se animó a participar con una ilusión: ver si se podía contagiar el gusanillo del teatro a jóvenes de la ciudad. La última ha sido Cita a los 25 años, de Alfonso Paso, que, con motivo del XXV Aniversario de la Peña "La Murga", se representó en abril de 1997.

28 La dirección del Grupo de Teatro de Sabiñánigo corre a cargo, hoy en día, de Eduardo Villacampa.

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En las sesiones fotogrรกficas para encarnar al pastor y boxeador El Pirata, proyecto de pelicula que nunca llegรณ a producirse (Foto: Marsella) 139


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STABAN todos allí. Todas las casas de la Guarguera y los pueblos de Serrablo que atendió don Manuel habían colaborado de una forma u otra, ayudados por amigos de todas partes. Era el día del Homenaje por su jubilación. Lo primero sería la misa, a la una, en la iglesia del Hostal. Luego, todos se apiñarían para poder abrazar a ese médico amigo, risueño, bromista y campechano, que en aquella mañana del 8 de octubre de 1989 lucía un flamante traje de cuadros, camisa blanca y pajarita roja. Ofició la misa Paco Fanlo, con casulla verde, asistido como monaguillo por José Mari, de Casa Satué de Arto. Flanqueaban el altar la Virgen del Solano, a la derecha, y la Virgen del Pilar, a la izquierda, con los cuatro Evangelistas de madera en el ábside. En la primera fila, los alcaldes del Hostal, Cándido Ara, y de Sabiñánigo, Antonio Calvo —que luego sería consejero de Bienestar Social y Trabajo del Gobierno de Aragón—, junto a sus respectivas esposas, los hermanos de don Manuel, Isidro y Elisa, y el homenajeado, siempre rígido y guardando la compostura. 141


Y tras la misa y los abrazos de más de cuarenta pueblos, la comida en el Hostal "Mi Casa" de Sabiriánigo. Los 127 comensales degustaron unos entremeses fríos y calientes, salmón braseado al horno, ternasco del Pirineo con patatas a lo pobre, helado de turrón y pastel de nata, café y licores. En el menú, figuraba una dedicatoria de los partidos médicos de Orna y Laguarta: "A nuestro querido D. Manuel, en reconocimiento y gratitud por su bondad y esmerada profesionalidad". Entre los invitados, figuraba el nuevo médico de los partidos, Jesús Martínez. Los siguientes doctores ya han tenido la consulta en el Centro de Salud de Sabiñánigo y se desplazan varios días a la semana por los pueblos: es el final de un proceso de cambio en la comarca, que comenzó en los años 70 con la despoblación. Don Manuel sabía que en esa comida faltaban gentes de Serrablo: aquellos que habían abandonado sus hogares en busca de un mundo nuevo. Un mundo en el que, al menos, hubiera luz, accesos, algún medio de vida..., que ellos imaginaban en Barbastro, Monzón o Barcelona. Primero se habían ido los jóvenes, después los abuelos. Años después, cuando los abuelos ya no vivían, los jóvenes —menos jóvenes y más ricos— volvían para rehabilitar sus antiguas casas. "Bórrenos de la iguala", se habían despedido aquellos abuelos que nunca volvieron. La iguala: otro signo de cambio, pero éste para bien. Conforme los vecinos se acogían a la Seguridad Social, don Manuel dejaba de pasar la iguala, aunque muchos le seguían pagando. La Administración adjudicaba de modo automático al médico titular las cartillas de su zona, por las que pagaba unas setecientas pesetas al mes por cada partido. En los postres, Milagros de Arto se atrevió con una jota, a palo seco, con letra para la ocasión. Y después, como ocurriera una década antes, en las Bodas de Plata como médico en la zona, Vicente de Orna habló en nombre de quienes habían respondido a la llamada de la comisión organizadora, encabezada por José María Craver. Vicente, tras recordar a quienes ya no estaban allí, destacó el amor que había demostrado don Manuel hacia Serrablo, al no haber querido nunca cambiar de destino: "Por su alta profesionalidad, hubiera podido buscar otros lugares con un entorno social con más modernismo, más cerca de las duda142


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lbabiitĂĄnigo, 8 bt octubre be 1089 Estaban todos allĂ­

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des". Y haciendo gala de una gran memoria y del entusiasmo propio de un autodidacto, Vicente de Orna recitó una larga poesía: Llegaste a Orna aquel día que cifra en la lejanía, con ilusión y alegría por la misión que traías. La juventud floreciente de tus lozanos abriles, con sapiencia y otros dones, iba a ser fiel vigía de la salud de los hombres. - ¡Toma ya! —se escucha en el comedor, ante la sonrisa de Vicente, que sigue recitando. Y también de las mujeres que niños alumbrarían recordándote el trabajo cuidados te costarían. Tosferina, sarampión, de todo les llegaría, pero don Manuel, atento, a todos vacunaría. Queda lejos aquel tiempo de nocturnas cabalgadas, entre lluvias y ventiscas, por caminos y veredas, y con el botiquín a cuestas para aliviar las dolencias. Y ya, para terminar, yo te voy a desear largos años de descanso, de paz y felicidad. 144


Aunque mis versos son pobres, recíbelos con amor, que a este pueblo agradecido le salen del corazón. Con la mitad de los comensales emocionados, todos rompieron en aplausos, mientras Cándido Ara le entregaba el regalo al médico de Orna: un reloj de péndulo con dos candelabros. Para regocijo de los presentes, don Manuel no podía estar callado en tamaña situación: "Oye, ¿se pondrá feo esto?". Entre chillidos y alborotos de sus amigos, don Manuel se reclina y se vuelve a acercar a la mesa, mientras juega con la servilleta entre risas y mira divertido a quienes le rodean. - ¡Venga, Manolo, qué me dices ahora! ¿Puedes decirnos algo? - ¿Yo? ¿Ahora me toca a mí? Mira que estoy sin preparar. - Pero no se levante... - Sí, sí, hombre, faltaría más...

De pie, don Manuel no puede escudarse de la emoción, que se le apodera varias veces. "Estoy más emocionado que inspirado", respira hondo, y empieza: - Amigos todos: Agradezco vuestra presencia, porque habéis dejado vuestras labores... Pues en fin, todo lo que tiene que llegar llega, y como médico me tengo que despedir de todos... —don Manuel se emociona, por lo que arrecian los aplausos— ...perdéis un mediocre y humilde médico, pero sabéis que conserváis un buen amigo sin ninguna condición. También es la hora de pedir perdón. Perdón por mis faltas, por mis errores, por mi manera de ser, porque no haya podido o no haya sabido daros todo lo que habéis esperado de mí...

Don Manuel es interrumpido por aplausos, tras los cuales, el discurso varía: ¡Ah, un momento! Porque en estas reuniones siempre hay que pedir algo. Al señor alcalde —se refiere al de Sabiñánigo, Antonio Calvo— no le hablo de 145


teatro porque ya sé que lo va a hacer —bromea—, pero también voy a pedirle que interceda para esas zonas oscuras de la comarca, llamémoslas así —en alusión a los pueblos que seguían sin luz"—, para que la poca gente que quede por allí estén más a gusto, más cómodos y, por supuesto, más contentos...

Se oye un reivindicativo "¡y más atendidos!", mientras don Manuel extiende sus brazos en señal de querer alcanzar a todos y lanza besos al aire, como un actor en un debut fulgurante. Luego bracea y mueve los hombros en señal de "no sé si lo habré hecho bien", aunque él sabe que sí, que tiene ese don para decir siempre lo oportuno: "¿No me habré quedado corto?", duda durante un momento. Entonces, Antonio Calvo saca su regalo, en nombre del Ayuntamiento de Sabiñánigo. El envoltorio no da ninguna pista: - ¿No explotará?, provoca don Manuel. ¿Qué son, tortetas?

Son las dos máscaras que representan al teatro, la cómica y la trágica. Pero Antonio Calvo añade una nueva simbología: "Son las dos facetas de la vida y del trabajo: una, la de los sinsabores que habrás tenido que soportar —tú y quienes hayan tenido que acudir a la consulta— y otra, la de esa cara que Manolo ha mantenido siempre y ha intentado transmitir a esos mismos pacientes, amigos y personas que le rodean". Fue el último regalo del último homenaje que se rindió a don Manuel en su carrera profesional, pero, desde luego, no el único. El primero fue en el propio Colegio Santo Tomás de Aquino, con motivo de su despedida. Sus compañeros le organizaron una obra de teatro y le regalaron una cartera y un fonendoscopio. El 9 de abril de 1967, la Caja de Ahorros de Zaragoza, Aragón y Rioja organizó un acto de exaltación de la labor que algunos profesionales venían desarrollando en el medio rural. En representación de la provincia de Huesca fueron invitados don Manuel y Mariano Sánchez, de Javierregay. El evento 29 Muchas poblaciones de Serrablo tuvieron luz entre la década de los 20 y la guerra civil, cuando se deterioraron las instalaciones. Y Serrablo quedó oscuro, en algunas zonas, durante medio siglo.

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tuvo lugar en el Salón de Actos de la Feria Técnica Internacional de la Maquinaria Agrícola. Como obsequio, se les entregó un ángel de aspecto románico. Al poco tiempo le hicieron otro homenaje en el partido médico: no podía ser que la Caja le hubiera agasajado y sus paisanos de adopción no. El encargado de movilizar a los vecinos fue Domingo Larre. Se reunieron unas sesenta personas, que le regalaron una Biblia. Otra celebración similar tuvo lugar en el restaurante de la gasolinera "Portal de Serrablo", con una carmela como regalo. También sus colegas médicos le entregaron una bandeja de plata y un televisor. Más momentos memorables serían las Bodas de Plata en la profesión —el regalo de rigor fue una bandeja de plata con la inscripción: Don Manuel Viamonte Torralba. En agradecimiento a sus 25 años de ejemplares servicios. Partidos médicos de ORNA-LAGUARTA 1954-1979 El 29 de abril de 1979, celebraron tan señalada fecha 147 comensales —sin olvidar una veintena de personas que también colaboraron en el obsequio, aunque no pudieron asistir a la comida. En la presidencia, junto a don Manuel y su madre, se encontraban el alcalde de Sabiñánigo, Antonio Ferrer Piedrafita; de Orna, Santos Lacasa; el Hostal, Cándido Ara; Santiago Casaus, de Gésera; el alcalde de Laguarta-Cerésola, Leoncio Grasa, y el de Nocito, Antonio Albás. El acto fue reflejado en la prensa provincial: Nueva España lo recogía con la siguiente crónica de Luis Muñoz, publicada el 2 de mayo: Sabiñánigo Homenaje popular del municipio al médico titular, don Manuel Viamonte, en las Bodas de Plata de su dedicación profesional

El domingo día 29 tuvimos la oportunidad de vivir un acto emotivo, con motivo del homenaje tributado por un núcleo de pueblos del municipio de Sabíñánigo a su médico titular con motivo de cumplir 25 años de ejemplar 148


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dedicación profesional entre sus habitantes. La Cámara Agraria de Jabarrella, recogiendo el sentir de los vecinos, proyectó estos actos que dieron comienzo con una misa rezada en la iglesia del Hostal de Ipiés, punto de residencia de don Manuel Viamonte Torralba, médico rural. (...) A través de sus años de entrega, muchos de sus pueblos han sido abandonados, pero pudimos ver que una representación de los mismos habían acudido en esta fecha desde sus puntos lejanos de residencia. También se sumaron al acto algunos vecinos de Caldearenas, en gratitud a su persona, por el tiempo que en acumulación llevó su partido médico. Con él, también algunos amigos íntimos de Sabiñánigo y los alcaldes, entrante y saliente, de esta población. Concluido el acto religioso, se celebró un almuerzo en un restaurante de Sabiñánigo y, a los postres del mismo, don Manuel Viamonte recibió una placa de plata costeada por los vecinos (...) En nombre de todos, hizo el ofrecimiento don Vicente Ara, de Orna de Gállego, quien, en breves palabras, glosó lafigura de este hombre entregado durante tan largo periodo a la atención de una extensa comarca, con las consiguientes dificultades de acceso y comunicaciones, mejoradas a través de los años dentro del medio rural. Puso su brillante ejecutoria como modelo para los que hoy salen de las universidades, por su entrega a la profesión, a pesar de las dificultades de medios y también como ejemplo de gran aragonés, por afincarse en esta tierra serrablesa donde ha encontrado grandes amigos en correspondencia a su labor y gran humanidad. Con la placa se entregó un ramo de flores a su madre, doña Catalina Torralba, y cerró el acto el homenajeado dentro de un clima de emoción cuando, al agradecer a todos su presencia y homenaje, trasladó un abrazo para los que habían quedado en los pueblos y pidió un momento de silencio y oración para todos los familiares fallecidos de los habitantes de su comarca. Fue una fiesta entrañable que dio motivo a la reunión de unos pueblos, unidos al afecto y cariño a su médico titular, don Manuel Viamonte, merecedor de este homenaje de todo su pueblo. Y cuando parecía cerrado este capítulo de reconocimientos, nos vimos gratamente sorprendidos por tener que ampliarlo con dos broches de oro. El primero, la "Medalla al Mérito Profesional 1996", concedida por la Real Aca149


demia de Medicina de Zaragoza. Y el segundo... ser nombrado pregonero de honor de las fiestas "Santiago 97", de Sabiñánigo. En cuanto a la distinción, fue otorgada a propuesta del secretario general de la Academia, el doctor Carlos Cuchí de la Cuesta, compañero de la promoción de don Manuel, la de 1951. La entrega, el 23 de enero de 1997, tuvo un marco incomparablemente solemne: el salón de actos del Paraninfo de la Universidad de Zaragoza (antigua Facultad de Medicina), con motivo de la sesión inaugural del curso de la institución real, presidida por el doctor Marín Górriz. Los académicos asistieron con la medalla que los reconoce, como marca el protocolo desde que hace más de un siglo se estrenara el Paraninfo. El salón, todo de moqueta granate, estaba flanqueado por dos amplias librerías. Sobre ellas, las vidrieras recién estrenadas, que remedan las que ardieron en el incendio de

La Real Academia justificó el premio como reconocimiento a "la entrega personal absoluta" de don Manuel: "Ha hecho pensar a nuestros académicos" 150


abril de 1968, con los escudos de Aragón, Zaragoza, y el popular emblema médico de la serpiente. Columnas corintias, lámparas esféricas, candelabros, retratos de rectores, un Crucifijo, un reloj dorado de pared, el manto púrpura de la mesa presidencial y el olor de la vieja madera negra completaban el ambiente de esa jornada. No hubo lugar para discursos. Tras la lección inaugural, a cargo del prestigioso cirujano Val-Carreres, y con la misma rigidez solemne, la Real Academia justificó el premio como reconocimiento a "la entrega personal absoluta" de don Manuel. "Ha hecho pensar a nuestros académicos", aseguró el secretario. El médico de Orna recogió el galardón vestido con traje azul marino, camisa blanca y pajarita roja. En el dedo meñique de su mano izquierda, brillaba el anillo dorado del doctor, que luce como recuerdo de su madre. El salón quedó pequeño ante el centenar de amigos que contemplaron el acto. Además de todos los académicos, asistieron el presidente de la Diputación de Huesca, Rodolfo Aínsa; y los alcaldes y varios ediles de los Ayuntamientos de Sabiñánigo y Piedratajada. La ocasión fue una preciosa oportunidad para que los medios de comunicación recordaran la trayectoria profesional de don Manuel. El Diario del Altoaragón, además de la noticia, ofrecía un reportaje de entrevista en la contraportada del domingo 12 de enero, con el titular: "He tratado de dar calor humano a los enfermos". Allí, el médico repasaba algunos de los homenajeS recibidos y, respecto al premio, aseguraba que le había supuesto una sorpresa: "Pensé que podría haber otros compañeros merecedores de este galardón, pero creo que tengo el honor de representar a todos ellos'. El Heraldo de Huesca destacaba como titular: "No hubiera cambiado por nada mi trabajo". El reportaje aborda algunos momentos dulces y amargos de la profesión, sin olvidar la pasión por el teatro'. Por último, esa misma semana, El Pirineo Aragonés, de Jaca, recogía un mensaje similar: "No cambiaría la medicina rural por nada". Al hablar de sus recuerdos, don Manuel 30

Incluido en un reportaje de Mercedes Portella.

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Reportaje de Soledad Campo, publicado el 19 de enero de 1997. 151


emplaza a este libro y afirma: "Nunca he llevado un diario ni una agenda de lo que me iba ocurriendo, me acuerdo de las cosas". También lo entrevistaron extensamente en las dos emisoras de radio de la zona: en Cadena Dial Sabiñánigo32, reprodujo la primera visita que atendió en Lasaosa con todo detalle, y en Radio Jaca (SER)33, se atrevió a improvisar unos versos de El alcalde de Zalamea. No obstante, don Manuel ya tenía experiencia en atender a la prensa por su doble faceta popular. Además, el premio sirvió de pretexto para que dos lectoras del Heraldo de Huesca opinaran en la sección "Línea Directa", que este periódico publica cada día con las llamadas telefónicas que sus lectores dejan grabadas en el 22 85 27. Una de ellas comienza así: "Soy una vecina de Sabiñánigo que fue atendida por el doctor Manuel Viamonte. Quedé encantada con su manera de atenderme, al igual que el resto de mi familia. Han sido muchos años de cuidados y queremos transmitirle nuestra enhorabuena por el merecido premio". Otra lectora aprovechaba para criticar la atención sanitaria que se recibe en algunas localidades: "Hola, buenas tardes. Llamo desde Sallent de Gállego y me llamo Pilar. Abundando en la opinión expresada por Charo de Sallent en el asunto relacionado con la asistencia médica, debo decir que no sólo estoy de acuerdo con lo que ella dice en cuanto al abandono que sufrimos los pacientes de los pueblos pequeños. También quiero decir que me sirve de consuelo conocer casos e historias profesionales tan impensables y con un grado tan grande de dedicación como la de don Manuel Viamonte, que durante tantos años ha desarrollado su profesión, con absoluta dedicación, en el pueblo de Orna. Muchas gracias". La propuesta de ser nombrado pregonero de las fiestas del 97 se la comunicó el alcalde de Sabiñánigo, Carlos Iglesias, a mediados de febrero. 32

Entrevista de Mercedes Portella, el martes 7 de enero.

33 Entrevista de Cristina Pérez, en El aire es nuestro, el 19 de enero.

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Don Manuel no tardó ni un instante en aceptar. Se continuaba, de este modo, la retomada tradición de conceder este honor a personas vinculadas a la ciudad, que se dirigen a ella desde el balcón del Ayuntamiento tras el desfile de la cabalgata de fiestas. Es uno de los actos que más público reúne, pues ario tras ario abarrota la plaza de España en el comienzo de las fiestas de Santiago. Medalla, presentación de estas memorias y pregonero: el 97 es el ario de don Manuel.

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NUNCA HA QUERIDO IRSE

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OMO recordaba en el Homenaje de Jubilación Vicente de Orna, don Manuel pudo haber pedido traslado, sobre todo tras las oposiciones que hizo en Madrid. Las oposiciones eran restringidas, con un programa asequible, pero no las preparó demasiado. Para las pruebas le acompañó Batán y, con la excusa, se pasaron una semana en Madrid, alojados en casa de Angelines de Villa Pilar, y asistiendo todas las noches a espectáculos: eran los años del destape. Aún así, don Manuel sacó el número 21 de unos tres mil que se presentaron. Con ese resultado, podría haber cambiado su plaza por la de cualquier gran ciudad, pero se replanteó que dejar una consulta de media docena de pacientes diarios por otra de medio centenar no era un chollo. Además, su madre ya estaba mayor y los dos se encontraban de maravilla en el Hostal de Ipiés. En la buena puntuación de la prueba influyeron los años de experiencia, que se valoraban como mérito, y el hecho de que don Manuel no hubiera perdido nunca el hábito de estudio: devoraba cuantas revistas médicas caían en sus manos, como Jano, Medicina rural y Noticias médicas. Sin embargo, suele objetar que estas publicaciones, en los últimos años, presentan más y más siglas, hasta el punto de parecer textos en clave. 155


Aquellas oposiciones fueron la última gran oportunidad que tuvo don Manuel para pedir traslado. Su renuncia demuestra hasta qué punto había enraizado el médico de Orna en Serrablo: su primer y último destino. La casa del médico fue su residencia casi hasta que se jubiló. Abandonarla fue uno de los momentos que más han calado en el sentimiento de don Manuel: y cada vez que pasa por el Hostal, no puede evitar lanzar una mirada cargada de melancolía a esa casa. En el nuevo domicilio de la calle de Coli Escalona, en Sabiñánigo, pasó sus últimos nueve meses la madre de don Manuel. En los últimos años de profesional, el médico bajaba tres veces por semana al Hostal a atender la consulta. También, desde entonces, vive en compañía de su hermana Elisa, e Isidro suele pasar temporadas largas con ellos. "No echo de menos la profesión sino a las gentes". Aunque quejarse de vida rutinaria es algo que hace todo el mundo, don Manuel no tiene demasiada razón si alega monotonía: las invitaciones para ir aquí o allá son continuas y las amistades de siempre siguen firmes. Tras la inevitable cita del guiñote, en el Casino, después de comer, lo verás paseando por el barrio o por las calles de arriba, por los Arregués34, según el humor con que se sienta. Quienes lo conozcan dirán que su humor es siempre bueno. Su saludo generoso y la broma suelen ser sinceros, pero es que, aunque no tenga ganas de juerga, don Manuel siempre sabe responder a las expectativas de sus conocidos.

Si hace bueno, lo verás pasear por Sabiñánigo o que se va con Isidro, Batán —quien le sigue tratando de usted—, o Antonio Esmiol a matar la tarde a cualquier pueblo de Serrablo. Si el día sale menos apacible, compartirán un vino... y tal vez don Manuel sueñe con ser Pedro Crespo, el protagonista de El alcalde de Zalamea, de Calderón de la Barca, el papel que siempre ha querido hacer y que nunca ha logrado representar. 34 Aceptamos este término como sinónimos de "Arregueses", por ser el originario y gramaticalmente puro en lengua aragonesa, como nos recuerda tan apropiadamente Oscar Latas (op. cit., p. 16).

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Y si hoy llueve fuerte, las gotas repiquetean en la terraza y los coches cruzan los charcos, don Manuel estará recordando aquel día en que llegó a Zaragoza, acompañado por su hermana Elisa. PEDRO CRESPO: Con que a fin el autor da a esta historia verdadera. Los defectos perdonad".

35 Últimos versos de El alcalde de Zalamea, de Calderón de la Barca. 157


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INDICE Pág. MI AMIGO MANUEL, por José Antonio Labordeta

5

AMANTES, BANQUEROS Y MÉDICOS

7

MANOLO, EL HIJO DEL CARPINTERO

11

MANUEL, UNO MÁS EN LA FAMILIA LABORDETA

23

AQUEL COLEGIO...

31

SAMPRASARANA

39

LA MILI

49

CUANDO LLEGÓ A ORNA

55

LA MULA, LA VESPA Y EL 600

61

MANOLO O DON MANUEL, EL MÉDICO DE ORNA

67

LAS OBRAS DEL CANAL

77

LA MAYOR ILUSIÓN: LOS PARTOS

83

¿POR QUÉ NO SE CASÓ?

89

MOSÉN MANUEL

95

DE FIESTAS .

107

SER MÉDICO NO ES FÁCIL

113

SUPOSITORIOS Y TEMAS PROHIBIDOS

121

EL TEATRO EN SERRABLO.

129

LLEGÓ LA HORA DE JUBILARSE

141

NUNCA HA QUERIDO IRSE

155



Cuarenta años como médico rural dan para muchas historias. Mujeres que se empeñan en parir junto al hogar, traslados urgentes en mula con nieve o ríos crecidos... Ésta es la biografía oficial de don Manuel Viamonte Torralba, testigo del cambio que ha sufrido la comarca de Serrablo desde mediados de siglo. Las anécdotas profesionales se funden con vivencias personales y su otra gran pasión: el teatro. Tiene en sus manos la histo hombre aplaudido por su gente como médico y actor.

AYUNTAMIENTO DE SABIÑÁNIGO

INSTITUTO DE ESTUDIOS ALTOARAGONESES

MUSEO «ÁNGEL ORENSANZ Y ARTES DE SERRABLO»

9 788481 270587


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