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Índice
Presentación
El coleccionista apasionado. Bárbara Mur
Ingenios musicales. Luis Delgado La fonografía en España y las manifestaciones fonográficas en Aragón. Javier Barreiro
Ingenios musicales. Colección Mur
Experimentación Instrumentos automáticos Grabadores y reproductores de audio Modelos especiales Soportes posteriores
Cronología del sonido grabado. Luis Delgado
El coleccionista apasionado Bárbara Mur
La exposición Ingenios musicales reúne una parte de la colección Mur y muestra a través de más de cien piezas cómo los avances científicos y tecnológicos han hecho posible la grabación y la reproducción del sonido a lo largo de la historia. Esta colección, iniciada por José Luis Mur Vidaller en la década de los años setenta del siglo xx, nos invita a reflexionar sobre las motiva ciones que nacen como una afición y que con tenacidad y pasión pueden llevar a la excelencia. La historia del arte está repleta de colecciones desde la antigüedad. Coleccionar es un acto ligado al ser humano: desde la infancia conectamos con los objetos que nos rodean y no du damos en custodiar cromos, piedras, monedas, postales…, aquello que por algún motivo llama nuestra atención.
Philip Bloom en su libro El coleccionista apasionado compara al coleccionista con un antropólo go cultural y señala que todo objeto adquiere un significado que lo transciende. Sin duda esto lo vemos en cada una de las piezas de la exposición, que nos trasladan a otra época y nos hacen sentir que podemos retener el tiempo y la memoria.
La colección Mur tiene dos líneas bien definidas: la fotografía y la música. Entre ambas hay una comunicación y ciertos paralelismos. Las cámaras fotográficas reflejan la búsqueda del hombre en su deseo de capturar y plasmar la imagen; los aparatos musicales, su indagación para lograr grabar y reproducir el sonido. Ambos inventos se produjeron en el siglo xix y fueron motores de cambio y de modernización para la sociedad. François Arago presentó el procedimiento del daguerrotipo inventado por Daguerre en la Academia de Ciencias de París en 1839; unos años después, en 1877, el estadounidense Thomas Alva Edison registró la patente del fonógrafo.
El poeta e inventor francés Charles Cros desarrolló de manera teórica un método para la obten ción de fotografías en color y fue uno de los precursores del fonógrafo con su paleófono, cuya patente, de 1877, lo identifica como «un procedimiento de registro y reproducción de los fenó menos percibidos por el oído». Imagen y sonido han caminado de la mano desde sus orígenes.
Estos notables descubrimientos no estuvieron exentos de detractores, y algunos de ellos incluso lo asociaban con lo maligno. El Leipziger Anzeiger consideró la fotografía como un diabólico artificio; era una blasfemia atreverse a capturar la imagen: «El hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios y ninguna máquina puede fijar la imagen divina». Las reacciones contra la fonografía también se hicieron notar. Directores de orquesta como Sergiu Celibidache o Hans Knappertsbuch se negaron en un primer momento a grabar sus conciertos. Afortunadamente, aquellas radicales opiniones no prosperaron y la prensa no tardó en hacerse eco de tan magnos ingenios.
En sus orígenes tanto la fotografía como la música iban destinadas a un reducido grupo de privilegiados que por su situación económica y social podían disfrutar de ambas artes; el resto de la sociedad esperaba con anhelo fechas destacadas para escuchar música o hacerse una fotografía, generalmente en fiestas populares.
Edison, Berliner, Lioret, Bettini y los hermanos Pathé, entre otros abnegados y constantes inven tores, entraron en una carrera para mejorar lo existente y registrar las patentes.
Al fonógrafo de Edison lo seguiría el grafófono, en el que los cilindros de estaño se sustituirían por los de cera, que eran más baratos; sin embargo, su fragilidad reducía el número de usos. Emile Berliner estudió el registro del sonido sobre el cilindro que utilizaban los fonógrafos y para contrarrestar sus limitaciones creó el gramófono, donde el soporte pasaba a ser un disco. Ini cialmente esta máquina se dio a conocer en Europa en forma de juguete. Hubo una evolución tanto de los aparatos como de los materiales de los soportes: cera, acetato, goma laca, vulca nita, cemento, papel e incluso chocolate.
Las mejoras técnicas hicieron posible la fabricación a gran escala y también tuvieron efectos prácticos como la portabilidad. Muy importantes fueron las distintas aplicaciones de la repro ducción y la grabación del sonido a diversos campos más allá del ámbito musical: dictado de cartas, aprendizaje de idiomas,1 lecturas para ciegos, avances en los estudios antropológicos y etnográficos,2 grabación de los latidos del corazón en el terreno de la medicina, gramófonos infantiles y las primeras muñecas parlantes —como la icónica Bébé Jumeau— en el mundo de la juguetería, posibilidad de mandar mensajes de voz grabados entre las oficinas de los servicios postales —como ocurrió en Francia—, introducción del sonido en la industria cinematográfica… Estos fueron algunos de los numerosos usos de esos extraordinarios aparatos. Cros, en su poema Inscripción, afirmaba que esas máquinas supondrían el almacenamiento eterno de las voces amadas.
El filósofo alemán Walter Benjamin dedicó varios de sus escritos a la figura del coleccionista y en su Libro de los pasajes señaló: «Toda pasión, sin duda, confina con el caos, y la pasión del coleccionista confina con el caos de los recuerdos».
Hay tantos perfiles de coleccionistas como colecciones, pero sorprende que en Labuerda, un pequeño pueblo de la comarca oscense de Sobrarbe, alguien se interesara desde su juventud por la fotografía y la música. José Luis Mur conoció la fotografía a través de las cámaras que llevaban los pocos turistas que pasaban por Labuerda. Con curiosidad, siendo un niño, se acercó a uno de ellos al ver como colocaba aquel mágico artilugio sobre un trípode y le preguntó qué era aquello. El viajero le explicó que se trataba de una cámara y le hizo una fotografía que posteriormente, una vez positivada, le envió desde Barcelona y que él todavía conserva con especial cariño.
1. En 1918 la prensa publicaba un anuncio en el que se leía: «Convierta su gramófono en un profesor de idiomas y aprenda inglés, francés o alemán en casa, a ratos perdidos, pronto, bien y por poco dinero». 2. Jesse Walter Fewkes (1850-1930), antropólogo, arqueólogo y escritor estadounidense, relataba que en una de sus expediciones se le ocurrió que podía utilizar el fonógrafo para grabar la música zuni y de esa forma preservar las lenguas indias y conservar para el patrimonio sonoro las voces de culturas que se hallan en peligro de desaparición.
El coleccionista apasionado Bárbara MurFotografía realizada por un turista que visitó Labuerda en la que aparece José Luis Mur junto a su madre.
Labuerda (Huesca). (Foto: José Luis Mur Vidaller)
Con trece años, a través de un anuncio publicado en el semanario 7 Fechas, compró su primera cámara, una Sic de baquelita en la que gastó sus ahorros, 99 pesetas. Utilizaba película de rollo 127 que llevaba a revelar a Aínsa, a cuatro kilómetros de Labuerda. En cuanto la reproducción de sonido, compró una radio Vanguard FM con el primer sueldo que ganó en el verano de 1964 seleccionando componentes de torres de alta tensión, 4500 pesetas. Ni aquella primera cá mara ni aquella radio presagiaban la inexplicable pasión que lo llevaría a crear una importante colección.
Labuerda ha sido siempre un lugar con especial sensibilidad para la música. Se ha conservado documentación que deja constancia de que algún vecino tuvo un gramófono en 1938 y de que las tropas de Puyarruego iban a buscarlo para escuchar discos.3 En los años cuarenta llegó al pueblo don Félix, un profesor que impartía clases de música y generó gran entusiasmo entre sus alumnos, tanto que formaron una orquesta llamada Perlas Blancas que se convirtió en un referente de la zona en la época. La jota, máxima expresión del folclore aragonés, ha estado siempre presente en las celebraciones; así, fueron habituales las rondas del reconocido Joa quín Campodarve Lalueza. Tampoco faltaron en su momento los conciertos de los cantautores y los grupos aragoneses más reconocidos, como José Antonio Labordeta, Joaquín Carbonell o La Bullonera, que llenaban la plaza Mayor en las fiestas patronales.
Durante sus estudios de bachillerato, José Luis compaginaba sus dos grandes aficiones: jugar al fútbol y hacer fotos. Ambas formarían parte de su trayectoria profesional en el futuro. Su ca rrera deportiva marcó su traslado a Madrid: cuando jugaba en la Unión Deportiva Barbastro, en un partido de promoción a categoría superior contra el Recreativo de Huelva tuvo una actuación
3. Perfecto García de Jalón Hueto, Diez meses en el frente (1938): crónica gráfica y diario de guerra, Oviedo, ed. del autor, 2018.
estelar como portero que le ofreció la oportunidad de fichar por el Atlético de Madrid. Unos años más tarde, debido a una lesión de escafoides, optó por abandonar pronto su carrera futbolística y centrarse profesionalmente en el sector fotográfico. Vivir en Madrid le permitió seguir investi gando y formándose de manera autodidacta gracias a las revistas especializadas que llegaban a los kioscos del centro de la capital y sobre todo a un libro, The Collectors Guide to Antique Cameras, de Michel Auer.
En 1975 decidió probar suerte los domingos con un puesto en el Rastro en la plaza Vara del Rey. Además de vender, empezó a comprar algunas piezas para guardarlas y así, casi de forma inconsciente, iniciar la colección Mur. No faltan anécdotas sobre cómo fue localizando objetos de interés. Cabe destacar que en 1979 a un programa titulado Fantástico emitido por Televisión Española y presentado por José María Íñigo en el que había una sección denominada «Se compra, se vende, se cambia» acudía un joven José Luis Mur interesado en adquirir cámaras fotográficas antiguas. Su iniciativa fue un éxito y recibió un gran número de llamadas.
Trasladar el material hasta el puesto del Rastro resultaba una labor ardua y tediosa. Por ese motivo, con el fin de guardar los productos que vendía los domingos, adquirió un local que se tras pasaba en la calle Carlos Arniches. Curiosamente, aquel establecimiento había estado dedicado hasta el momento a la venta de radios antiguas. Si bien la colección de cámaras fue buscada, podríamos decir que la de aparatos musicales lo encontró a él. Cuando empezó a utilizar como almacén el local de Carlos Arniches le ofrecieron ochocientas radios antiguas que fue vendien do, aunque decidió conservar treinta de ellas, las que le parecieron más atractivas. A partir de aquel momento los instrumentos mecánicos fueron despertando su curiosidad y su interés, lo que lo llevó a comprar un órgano de Barbarie y posteriormente una armónica y una zanfona.
José Luis Mur en los primeros años de su puesto del Rastro, en la plaza Vara del Rey.
Local de la calle Carlos Arniches antes de ser Fotocasión
El coleccionista apasionado Bárbara MurEn el Rastro había anticuarios y algunas tiendas especializadas en música que visitaba con frecuencia. En sus viajes al extranjero, como un explorador de tesoros en busca de la rareza y el exotismo, aprovechó para ir a museos, subastas y ferias tanto de fotografía como de apa ratos musicales que le permitieron conocer poco a poco la historia y el funcionamiento de las máquinas.
Desde el punto de vista comercial siguió especializado en material fotográfico y los aparatos musicales los dejó exclusivamente para la colección.
Trabajó en la empresa Osawa como encargado de la red de ventas y la dirección comercial de la marca Mamiya. La fuerte inversión que Mamiya había hecho para introducir las cámaras de paso universal (ZE, ZM, etcétera) provocó que la compañía quebrara en su país de origen, Japón, por lo que en 1983 José Luis decidió montar un negocio propio dedicado a la fotografía con el nombre de Fotocasión en el local de la calle Carlos Arniches. Dadas las reducidas di mensiones de la tienda, unos años más tarde la amplió con otra situada en la misma calle y en 2005 la trasladó a la paralela, a un edificio de Ribera de Curtidores, 22.
Su negocio fue creciendo y su colección también. Sus familiares lo hemos acompañado en esta fantástica aventura en la que nos ha transmitido la pasión por seguir aprendiendo, que nos ha llevado a continuar con su legado.
Desde hace unos años su esfuerzo y su dedicación están enfocados a la creación de un centro museístico sobre ingenios musicales. Con este fin adquirió un edificio del siglo xvi ubicado en la plaza Mayor de Labuerda que se ha reformado conservando su estructura original para que albergue en sus cuatro plantas una colección de aparatos musicales que pretende ser un refe rente en España para el estudio de la historia de la música, además de un aliciente cultural para los visitantes que acudan a esta zona del Alto Aragón.
Esta es una muestra de máquinas extraordinarias, llenas de historia, muchas de ellas en perfecto estado de funcionamiento, que destacan no solo por su uso, sino también por sus especiales diseños y por su belleza. Así lo explica Baudelaire: «Todas las bellezas contienen, como todos los fenómenos posibles, algo de eterno y algo de transitorio, de absoluto y de particular. La be lleza absoluta y eterna no existe, no es sino abstracción desnatada de las diferentes bellezas. El elemento particular de cada belleza proviene de las pasiones, y como nosotros tenemos nuestras pasiones particulares, tenemos nuestra belleza».4
La exposición recuerda aquellos gabinetes de curiosidades del Renacimiento donde se exhibían colecciones de objetos sorprendentes que ayudaban a descubrir y conocer el mundo, memoria del cambio que sigue imparable su curso.
4. Charles Baudelaire, Salón de 1846, Valencia, Fernando Torres, 1976, p. 85.