Las casas de Ordesa El parque vivido
Luis Marquina Murlanch
I NV ES T I GAC I ÓN Y T ER R I TOR I O
Las casas de Ordesa El parque vivido Luis Marquina Murlanch
Marquina Murlanch, Luis Las casas de Ordesa: el parque vivido / Luis Marquina Murlanch Huesca : Instituto de Estudios Altoaragoneses, 2018 267 p. : il. col. ; 20 cm (Iter: investigación y territorio ; 3) Bibliografía: pp. 262-267 ISBN 978-84-8127-290-1 Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido – Historia 502 (460.222 Ordesa y Monte Perdido) 796.52 (460.222 Ordesa y Monte Perdido)
I N V ESTIG AC IÓ N Y T ERRITORIO
Colección que trata de cubrir las diferentes visiones locales que transitan entre lo académico y lo divulgativo, prestando especial atención a los análisis históricos, pero sin olvidar otras disciplinas.
© Luis Marquina Murlanch © De la presente edición, Instituto de Estudios Altoaragoneses 1.ª edición, 2018 Iter: investigación y territorio, 3 Directora de la colección: Irene Abad Buil Comité editorial: Antonio Alagón Castán, Ramón Lasaosa Susín, Sescún Marías Cadenas y Enrique Sarasa Bara Coordinación editorial: Teresa Sas Bernad Corrección: Ana Bescós García Diseño editorial: David Adiego Sánchez Fotografía de cubierta: Entrada al valle de Ordesa. Casa Oliván. Al fondo, la Fraucata. (Ediciones Sicilia. Zaragoza; imagen completa en p. 146) Fotografías de portadillas: Miguel Ortega Martínez
Instituto de Estudios Altoaragoneses (Diputación de Huesca) Parque, 10. E-22002 Huesca Tel.: 974 294 120 www.iea.es / publicaciones@iea.es Imprime: Gráficas Alós. Huesca ISBN 978-84-8127-290-1 DL HU-140/2018 IBIC RNK, HBJD, 1DSEC, WSZG
Para mis padres, Nati y Luis. Para mi mujer y mis hijas, Montse, Clara y Berta. Para todos los que de un modo u otro estuvieron allí, echándome una mano en esta aventura: la familia Viu de casa Oliván, la familia Berges de las casas Berges, Juana María Hernández, Lise Laporte, Pascual Lanuza, Juan Pintado y Miguel Flores. Un agradecimiento especial para Ana Bescós por su inestimable ayuda en el trabajo de traducción de textos y búsqueda de datos sobre los ingleses. Al Instituto de Estudios Altoaragoneses, gracias por haberme dado la oportunidad de contarlo.
Índice
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Introducción
La puerta de casa Oliván: la puerta que viajó a través del tiempo De ingleses y otros primeros turistas De Lucien Briet De vecinos a uno y otro lado de la raya De turistas y visitantes De signos, marcas y figuras
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Ordesa, parque nacional
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Preliminares: 1902-1917 Gaceta de Madrid, 18 de agosto de 1918 La inauguración Guardas del parque y aprovechamientos Ordesa, nuestro parque nacional
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Las casas de Ordesa: miradas de visitantes y huéspedes
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El Ordesa vivido
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Las familias Viu y Berges: algo de historia La casa Oliván Las casas Berges Últimos recuerdos
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Notas Bibliografía y fuentes Bibliografía Publicaciones periódicas
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Introducción
Pronto, a través de los árboles, divisamos un puente de maderos que cruza el río, y en lo alto de un recuesto, a orillas de la verde pradera extendida hasta el frondoso pinar que inicia la vertiente, una casa, la de Ramón de Viu; es decir, la que se conoce en el valle con el nombre de casa Oliván. […] Sin lujo, la estancia en la casa de Oliván de Ordesa es algo inolvidable.1
Al abrir estas páginas, querido lector, bien sea por curiosidad o por cariño hacia el valle, creo que estaremos de acuerdo en que la primera mirada a Ordesa al natural queda para siempre como algo inolvidable en nuestro corazón. ¿Y cómo sería pasar unos días en sus casas como hizo Lucien Briet a principios del siglo xx? ¿Cómo era ese Ordesa vivido cuando unas pocas familias aprovechaban sus verdes praderas, sus bosques, y daban hospitalidad a las pocas personas que por allí se acercaban entre finales del xix y comienzos del xx? Este libro no pretende otra cosa que revivir aquellos y otros momentos, porque traer al presente algo del pasado, en muchas ocasiones, tiene el mismo efecto que asomarse al borde de uno de los precipicios del cañón de Ordesa: vértigo y superación.
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En una vieja postal azulada que había entre las cosas de mi padre aparecía una casa bien blanqueada, con una singular y práctica enramada, en medio de una pradera que contrastaba con un fondo de inmensas murallas y bosques que trepaban hacia ellas. En el anverso se leía: «Casa Oliván. Valle de Ordesa». ¿Dónde está esa casa? ¿Qué fue de aquel edificio que como un pecio sumergido yacía bajo aquellos acantilados multicolores? En Torla la llamaban casa Oliván y también casa Viu de Ordesa. ¿Y qué fue de aquellas dos casas blancas que se veían algo más lejos, sobre la ladera, con las paredes de la Fraucata como telón de fondo? ¿Tendrá algo que ver con aquella casa el actual centro de visitantes puesto a disposición de las personas con discapacidad llamado Casa Oliván? Desde el momento en que, en 1986, conocí el Centro de Información de Ordesa, construido aprovechando una desusada estación de recepción, y aquellas praderas que se extendían al otro lado de la carretera, tuve la certeza de que ese lugar altanero en medio del valle escondía una historia que merecía la pena redescubrir, quizá una historia de intereses contrapuestos, de visiones distintas de un valle único en los Pirineos. Tal vez, como si se tratara de un crimen casi perfecto, se habían intentado eliminar todas las huellas del lugar de los hechos. Pero, en la seguridad de que siempre dejamos rastro de nuestro paso, busqué y rebusqué hasta que fui atando los cabos sueltos que daban sentido a la vida en un apartado valle del Alto Aragón. Hablamos de una casa antigua, como nos recuerda Lucien Briet cuando la describe en su inolvidable Bellezas del Alto Aragón y señala que en una piedra grabada colocada junto a la puerta principal se podía leer la inscripción «1553 MEMENTO MORI». Quizá esta piedra no se trabajara en Ordesa, sino en Torla, dentro del recinto de un castillo levantado para el control y la defensa del paso más importante del centro de los Pirineos: el puerto de Bujaruelo o de Gabarnía. A la casa Oliván se llegaba desde Torla en unas dos horas, después de atravesar el puente de la Glera sobre el Ara y recorrer los ocho kilómetros del camino de Turieto, que unía —y sigue uniendo— las praderas de Ordesa con Torla. Era una tarde de otoño, y el sol, ese sol mágico que en Ordesa pinta atardeceres de maestro veneciano, era reflejado por los acantilados ocres sobre las praderas de la casa Oliván. Miles de pequeños insectos flotaban en el aire en una danza infinita. Horas de luz, calma y frescor. Únicamente los inmensos fresnos que rodean un
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Introducción
extremo de la parcela donde estuvo la casa fueron testigos de mi furtiva mirada al pasado. Saqué de mi bolsillo unas fotografías de Briet, de comienzos del siglo pasado, en las que se veía el valle de Ordesa y dos grupos de casas, en primer término el de Oliván y en segundo el de Berges. Busqué la misma perspectiva que eligió el cantor de Ordesa, aunque nunca la encontré, y disparé mi máquina fotográfica. Mi ilusión, a modo de trampantojo mental, me hacía ver la casa Oliván por delante de esos fresnos que ocultan para siempre la increíble perspectiva de las verdes y extensas praderas entrecruzadas por el Arazas bajo las enormes paredes del cañón, evocando la imagen de jardín del edén que muchos de sus visitantes describieron. A principios del siglo xx Ordesa tenía dos mundos muy distintos: el mundo natural, al que sería mejor llamar reino de las paredes y las fajas multicolores, y el mundo de los hombres, con prados, bordas, bancales, casas y ganados. En el primero domina lo vertical; en el segundo, la realidad horizontal, el valle. Entre el cielo y la tierra: ahí está el paraíso que para muchos ha sido y es Ordesa. Ese paisaje vivido, aunque estaba ahí cuando nació el parque nacional, ya no existe. ¿Por qué? ¿Por qué, después de realizada —por un muy buen precio— la compra de la casa Oliván, desapareció bajo el empuje de una pala excavadora ese verdadero museo de historia? ¿Por qué no se alcanzó un acuerdo con los dueños de la hospedería de Oliván para conseguir una explotación más acorde con los fines del parque nacional? ¿Por qué no se remodeló para ser mostrada como un tesoro cultural a los visitantes del parque? ¿Por qué la carretera llegó tan lejos en Ordesa? Demasiadas preguntas y solo tengo una respuesta: una vez más, nadie consiguió ponerse de acuerdo, y si, como dice Humpty Dumpty —Tentetieso— en A través del espejo y lo que Alicia encontró allí, el que tiene el poder es el que decide el significado de las palabras, ese significado lo dejó claro el Servicio Nacional de Pesca Fluvial y Caza. Ramón Viu Puey solo se adaptó a los nuevos tiempos en el valle, para dar servicio a los turistas que llegaban al parque. Con lo que nunca, creo, estuvo conforme fue con perder su historia y la de su familia en Ordesa. Recuerdo también que, cuando mi buen amigo Dominique Tribot me regaló, estupendamente encuadernado, el libro de Joseph Duloum Les anglais dans les Pyrénées et les débuts du tourisme pyrénéen (1739-1896) y le di un primer vistazo rápido, casi al final del libro un grabado titulado «Our camp» llamó mi atención. Estaba
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realizado, a partir de un dibujo de Edward North Buxton, por Edward Whymper, el famoso montañero inglés que, acompañado de guías suizos, coronó por primera vez el Cervino. En él se puede observar a dos cazadores junto a una tienda de campaña de lona montada bajo la imponente cara suroeste del tozal del Mallo. El uno, echado, mira con un catalejo en una posición bien singular, aunque aparentemente estable, y el otro, en pie, sostiene un fusil. Un pequeño perro olisquea la presa cobrada: un viejo macho de bucardo. La imagen representaba lo que me gusta denominar la época inglesa del valle de Ordesa, la de los primeros turistas, es decir, los que hacen un tour, o, en nuestra lengua, dan una vuelta lejos de su casa. Tal vez en aquellos años, en los que el Imperio de Su Majestad tenía unos amplios horizontes, el pequeño valle de Ordesa era exactamente el punto medio entre el sueño y la realidad. Probablemente, para algunos cazadores con amplia trayectoria pero entrados en años el mundo de las sabanas africanas y el de las montañas del Cáucaso quedaban demasiado lejos. Quizá fueron la energía que proporciona la amistad o los gustos familiares los que impulsaron a muchos a embarcarse en la aventura pirenaica y dar un salto de siglos en el tiempo, atraídos por una forma de vida muy diferente a la suya. Seguro que algún que otro bucardo o algún sarrio cayó, como también es innegable que dejaron sus buenos dineritos —y, con dinero, chuflainas— en las arcas del pueblo de Torla por el pago de los correspondientes derechos de caza, y sin duda trajeron sus guías del otro lado de la raya para que les sirvieran de intérpretes. Pero de lo que estoy absolutamente convencido es de que la experiencia de aquellos días en este valle fue algo inolvidable para todos ellos. Cazadores, lo que se dice cazadores, fueron unos pocos; los más fueron personas de posibles y con un buen estatus social, y todos ellos con la clara motivación de ver con sus propios ojos esa naturaleza prodigiosa de la que hablaban las guías de viaje de aquel entonces y vivir extraordinarias aventuras sin tener que ir hasta el Serengueti africano. Eso era Ordesa en aquel entonces, y la casa Oliván fue el lugar donde se hospedaron. Ellos forman, porque no puede ser de otra manera, el núcleo de estas páginas, pero también están, por supuesto, las personas que daban vida, día a día,
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Introducción
a las casas de Oliván y Berges. Con ellos les invito a este particular viaje sin otro objetivo que el que se propuso José García Mercadal antes de iniciar su periplo por los Pirineos de Aragón: Quiero tener noticia propia de los caminos que surcan el pedazo de tierra donde vine a nacer, y seguir el curso de sus ríos, vadear sus cauces o cruzar sus puentes, atravesando sus valles y escalando sus sierras. No paso porque la Historia me entregue, amojamada, la impresión de un paraje histórico que yo puedo por mí mismo conocer y visitar.2
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Las casas de Ordesa: miradas de visitantes y huéspedes
De manera cronológica, y no en su totalidad, recojo en este capítulo palabras de visitantes y huéspedes que pasaron de largo, estuvieron un rato o bien se alojaron en las casas de Ordesa, principalmente en la casa Oliván, ya que fue la que durante más tiempo ejerció la tarea de dar servicio a las personas que se aventuraban en el valle de Ordesa. Reproduzco lo que vieron, compartieron y sintieron del latir de la vida en torno a las casas de Ordesa. Son textos elegidos entre muchas páginas escritas de excursiones más largas, a Monte Perdido, la Brecha, Fanlo, Añisclo o Bujaruelo, pero que tienen un denominador común: llegar a leer cómo era la vida alrededor de las casas de Ordesa y sus familias. Creo que es, en la mayoría de los casos, la mirada limpia de un primer encuentro con Ordesa, la más sincera de las que por allí pasaron.
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Penetrar en el universo de la historia de Ordesa implica sacar toda la sustancia a libros, guías, diarios y notas, pero sobre todo a revistas. Llegan a ser numerosas y raras a la vez, y, mejor que los libros, son la fuente de la noticia y la crónica, y por tanto nos aportan la frescura del transcurrir de la vida en Ordesa. Así, desde 1867 hasta 1965, y saltando de Francia a España y de España a Francia a través del Bulletin Pyrénéen, la revista de la Real Sociedad Española de Alpinismo Peñalara, el boletín del Club Alpin Français y otras muchas publicaciones, podemos aproximarnos, a lo largo de los años y sus días, al pasar de gentes, al suceder de declaraciones, al devenir de intereses, al proceder del parque. La tarea ha consistido en catalogar, ordenar, seleccionar y traducir textos con un firme clavillo de abanico como objetivo: las casas de Ordesa. Al mismo tiempo, esto me ha llevado irremediablemente a saber algo más de quienes los escribieron. En fin, he querido poner llaves que abran nuevas puertas, en la seguridad de que las abrirán, y así unirme al grito de Buzz Lightyear: «¡Hasta el infinito y más allá!». Hermosa aventura esta de escribir y descubrir.
Vista general del valle hacia 1912. En primer plano, la casa Oliván; detrás, las casas Berges y la borda de Go. (Fototeca de la Diputación Provincial de Huesca. Autor desconocido)
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Las casas de Ordesa: miradas de visitantes y huéspedes
Para empezar, coincidiremos en que conviene saber qué es Ordesa, qué significa y, sobre todo, dónde está. ¿Piensan que lo saben? Permítanme decirles que yo, después de muchos años de trabajar allí, pensaba que lo sabía; nada más lejos de la realidad. Así que lo primero, siempre, es acudir a las fuentes, en este caso al libro de Pascual Miguel Ballestín Toponimia mayor de Aragón, donde leemos: Desde el latín, podría ser un derivativo de hortus = «huerto»; incluso puede derivar de Hortus como antropónimo romano, con lo que Ordesa sería la «finca de Hortus»; o de la voz aragonesa ordio = «cebada». El resto de las fuentes consultadas parten desde raíces prerromanas como la preindoeuropea *ar-d-, emparentada con *kal- = «piedra»; con el lexema vasco hardi, con lo que Ordesa sería un «lugar de muchas piedras», una «cantera», aunque otra cita le da el significado de «cumbre peñascosa»; entre lo ibérico y lo vasco tenemos el sustantivo ordo = «prado», «pradera» con el adjetivo eze = «verde», y el artículo determinado a, con lo que estaríamos ante «la pradera verde». También se ha analizado como una evolución de algunas raíces celtas: ur-di-issa, que se traduce por «dos poblados del río»; ur-di-is-a, para ser un «lugar poblado de los dos torrentes del río»; o ur-di-es-sa, con lo que tendríamos un «lugar poblado del agua (río) de los dos barrancos». Otras citas consideran que deriva de Ordaecis, nombre de una divinidad local celtibérica; o de un antropónimo celta que contiene la base orde-, que significa «brezo».3
Así, nos hallamos en un lugar donde se reúnen al menos cuatro elementos: pradera, poblado, río y piedra. Y esto es importante, ya que cuando leemos a los primeros visitantes que describieron Ordesa nos encontramos con dos formas de denominar el conjunto del valle. Por una parte vemos valle de Arrasas, Arazas o Arras, lo cual deja claro que el conjunto valle toma el nombre del río que lo recorre, y sobre todo de la zona de ribera más o menos llana que hallamos entre las Gradas de Soaso y la confluencia con el barranco de Tobacor. A este lugar los guardas del parque siempre lo llamaron Arazas. Por otra parte tenemos valle de Ordesa, que es el término más comúnmente empleado. No cabe duda de que es el lugar vivido, la porción central del valle que permitía a los humanos aprovechar sus recursos, por lo plano y por la cantidad de agua que aportan los dos torrentes que la forman: el Cotatuero —o Collatuero, si son los pastores de los valles de Vió y la Solana quienes dan nombre al amplio circo encerrado entre las murallas del Gallinero y la Fraucata— y el Arazas. Fue junto a estas praderas verdes, cerca de las lañas y las vaquerizas ganadas al bosque, donde varias familias de Torla construyeron sus bordas para aprovechar durante la época favorable, entre la primavera y el otoño,
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un suelo fértil aunque laborioso de acondicionar en fajas y bancales; para tener pequeños rebaños de vacas, caballos, mulas, ovejas; para cultivar algunas patatas, algo de hordio; para aprovechar un río siempre abundante en truchas, truchas del país, tan apreciadas por unos y otros. Para empezar, y como homenaje también al pueblo que lo vio nacer, cito a uno de sus más insignes y preclaros vecinos. Su descripción del valle de Ordesa es precisa y está hecha desde el corazón. Aparte de la errata del río Ara, lo que llama la atención son tanto las palabras empleadas para describir las altas temperaturas de los meses de julio y agosto —«el rigor del verano»— como la noción de riqueza que encierra el valle —«si se examinase bien […], estoy seguro que se sacaría muchísimo fruto»—.
José de Viu y Moréu (1832) José de Viu y Moréu nace en Torla en 1795. Hijo de Miguel de Viu Lascorz, labrador y administrador de la Real Aduana de Torla, y Francisca Moréu, vive en su localidad natal hasta 1813, año en que es alistado para intervenir en la guerra de la Independencia. Se gradúa como licenciado y doctor en Leyes en la Universidad de Huesca. Abogado de la Real Audiencia de Aragón, en 1818 se establece en la ciudad de Jaca. Durante el Trienio Constitucional es nombrado juez de primera instancia de Cáceres. Con una delicada salud debido a problemas de asma, marcha a Alcántara para tomar los «salutíferos baños del Tajo» y es allí donde en 1821 conoce a Petra Gundín Arias, con quien se casa y tiene ocho hijos. José de Viu muestra su naturaleza aragonesa en la petición de cargos y, después de vivir treinta y siete años en la provincia de Cáceres, fallece en Valencia de Alcántara en 1857. Hoy se recuerda a José de Viu por su obra literaria, especialmente la relacionada con Extremadura. Es preciso constatar, como bien hacen los autores de la introducción de la magnífica y aconsejable obra El Pirineo, Julián del Castillo Palacios y José María Sánchez Mored, de donde he extractado esta nota biográfica, la vinculación de José de Viu con otros ilustrados aragoneses que coincidieron en la corte madrileña. Uno de ellos es Pascual Madoz, autor del Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de ultramar, publicado
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Las casas de Ordesa: miradas de visitantes y huéspedes
entre 1845 y 1850. En la voz Pirineo se lee: «nos concretaremos sí, a la opinión de nuestro apreciable e ilustrado amigo, el señor D. José Viu, emitida en su preciosa obra inédita del alto Pirineo […]. El mismo Sr. Viu nos dice, haber encontrado esos vestigios de los mares en los Pirineos».4 Simplemente como curiosidad mire el lector en la obra citada de Madoz, y bajo la misma voz, el término Valle de Vió. Abrirá la puerta a otro insigne ilustrado y gran amigo de Goya nacido en Campol, pueblo hoy deshabitado de la Solana de Burgasé. 2.2.2. Valle de Broto […] Poco a poco va abriéndose a la derecha sobre la otra parte del río un valle magnífico. Tal es el solitario, profundo y majestuoso de Ordesa, cubierto de árboles corpulentos y selvas espesísimas, y regado por el Ara, el cual, naciendo de las vertientes meridionales del Cilindro y de las del suroeste del Monte Perdido, forma de este a oeste este aislado rincón, cerrado por altísimas montañas. Un cortísimo cultivo en el rigor del verano y unas casucas pastoriles es lo único que manifiesta que se extiende hasta allí la influencia del hombre; lo demás es un bosque cerrado y espesísimo por donde se pasea tranquilo el río, y su pujante vegetación llega hasta las cornisas más elevadas. Si grato es entrar en sus espesuras en un día caluroso del estío, en las cuales más que en otra alguna parte del mundo puede creerse cualquiera fuera del alcance de la iniquidad humana, no lo es menos el dominar este valle desde seis mil o siete mil pies de elevación, es decir, desde lo alto de su costado izquierdo, desde cuyos parajes se ve una alfombra allá abajo, que tal parecen las dilatadas y unidas copas de los árboles, y por todos lados copiosas cascadas y praderas. Si se examinase bien, ya botánicamente, ya mineralógica, ya zoológicamente, estoy seguro de que se sacaría muchísimo fruto.5
Charles Packe (hacia 1859) Charles Packe nació en 1826. Era el hijo mayor del capitán Edmond Packe, célebre oficial de la Marina inglesa. Visitó Ordesa con treinta y tres años. Brillante abogado graduado por la Universidad de Oxford, se enamoró de los Pirineos en Gavarnie durante 1857 y 1858. Su guía fue siempre Henri Passet, el mejor conocedor de la vertiente española del Monte Perdido y padre del más célebre de los guías de estas montañas, Célestin Passet. Con Henri llegó a vivaquear en el lejano Mulhacén.
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En 1859 se estableció en los Pirineos y en 1860 conoció a su futura esposa en Aux-Chaudes. El 19 de agosto de 1864, en el Hôtel des Voyageurs de Gavarnie, fundó, junto con Henry Russell, Farnham Maxwell-Lyte y Émilien Frossard, la primera sociedad de montañeros: la Société Ramond. Responsable de la introducción del perro de montaña de los Pirineos en Gran Bretaña, tuvo cinco de ellos: Wolf, Ossou, Patou, Nethou y Carlitte. Murió el 16 de julio de 1896 y fue enterrado cuatro días después en el parque que hay delante de su casa, en Stretton Hall. Su gran amigo Russell escribió un librito en su memoria: Charles Packe (Pau, Imprimerie Vignancour, 1896). Es preciso recordar que la primera descripción del valle de Ordesa en una guía fue la realizada por Richard Ford en su A Handbook for Travellers in Spain, editada en Londres en 1845, pero es tan sucinta que no llega ni a nombrar Ordesa (o Arras o Arazas), aunque sí hace referencia, en poquísimas palabras, a las joyas que contiene: «the stronghold of the Bouquetin; the precipitous sides are covered with fir» («la fortaleza del Bucardo; las escarpadas laderas cubiertas de abetos»). Dicho lo anterior, la descripción de Packe que se reproduce a continuación es la primera del valle de Ordesa o valley d’Arras. Aparece en la primera guía de montaña realizada para los Pirineos y no deja de exaltar el esplendor del valle, característica que tiempos después será repetida, a modo de mantra, por todos sus visitantes. Con semejante descripción, no es de extrañar que su guía se convirtiera en brújula imprescindible para buen número de sus conciudadanos en sus viajes a los Pirineos aragoneses. Pero sin duda lo que destilan las ciento veintisiete páginas de texto bien concentrado en dos columnas de A Guide to the Pyrenees es su concepción basada en la tradición científica del Alpin Club, a cuyos miembros se les inculcaba el conocimiento de la montaña no solo como realidad física, sino también como laboratorio u observatorio científico, sobre todo botánico. El paisaje entre Bujaruelo y Torla es magnífico, pero no puede competir con el del valle de Arras, el valle que se abre hacia el Este, una vez se gira tras pasar la Escala de Torla. De las pocas personas que han visitado hasta ahora ese valle, no he conocido a ninguna que se haya sentido decepcionada. Las rocas, perfectamente coloreadas, son tan variadas en cuanto a forma, tan
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Portada de la segunda edición de A Guide to the Pyrenees (1867).
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espléndidas, y el espectáculo forestal tan magnífico, que, al margen del escenario glaciar, este paisaje difícilmente puede ser superado en ningún país. La zona superior del valle se muestra como un excelente lugar para el vivac, y, aunque se puede alcanzar fácilmente desde Torla o Bujaruelo en el día, por ello aconsejo a todos aquellos que valoran los alojamientos lujosos que no duerman en cualquier parte, sino que acampen bajo las estrellas en el valle. […] Continúe por encima de las rocas en el costado norte del cauce que baja del valle de Arras. Continúe por el sendero, prácticamente hacia el Este, y en aproximadamente una hora deje a la derecha un puente de madera que comunica con el camino de herradura que lleva a Torla por la ladera sur del torrente. Aquí el paisaje es magnífico en extremo. A ambos lados del río hay hermosos claros, como parques en medio del bosque, formados principalmente por hayas y bojes y rodeados por pesados y casi impenetrables cinturones de abetos. Muy por encima de ellos, a los dos lados, hay extraordinarias murallas y pináculos de roca de los colores más ricos y las formas más pintorescas que recuerdan, especialmente los del lado norte, a torres y almenas. A media altura del valle, tras pasar la última cabaña, un complicado paso lleva, subiendo por las paredes del Cotatuero, hasta la Brecha de Rolando.6
Lord Lilford (1867) Thomas Littleton Powys, iv barón Lilford (1833-1896), aristócrata y ornitólogo británico, fue en 1858 uno de los ocho fundadores de la British Ornithologists’ Union, y su presidente desde 1867 hasta su muerte. Presidió también la Northamptonshire Natural History Society. Hasta 1891 sus singulares aviarios dieron la vuelta al mundo. Lord Lilford fue el responsable de la introducción del mochuelo común en Inglaterra en 1880. En 1867 se encuentra en Ordesa a la búsqueda de especies raras de aves, y en su diario se puede leer: El 5 julio 1867. El valle de Ordesa, en Aragón, es tan espléndido que sería absurdo intentar describirlo. A pesar de que habían sido vistos varios bucardos, ninguno de ellos recibió un tiro de fusil. He dormido en una cabaña de pastores sobre la hierba cortada y he descansado perfectamente. Un oso mató ayer dos ovejas de mi anfitrión. […] El 6 julio 1867. […] El dulce perfume de miles de flores salvajes, el azul del cielo, el canto de las cascadas, la soledad y muchos otros elementos concurrentes han hecho que estos dos últimos días estén entre los más memorables de mi vida.7
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Alphonse Lequeutre (julio y agosto de 1871) Alphonse Adelson Hippolyte Lequeutre (1829-1891), nacido en París, descubrió los Pirineos durante una estancia de curación en el hospital militar de Barèges. Este empleado del Ministerio de la Marina y las Colonias llegó a ser uno de los más celebrados pirineístas. Realizó numerosas travesías y ascensiones con Russell, Packe y Schrader. El propio Henry Russell le dedicó un ejemplar de Ascensions impreso en Pau en 1882: «À mon ami Lequeutre, affectueux souvenir de l’auteur». Colaboró en la redacción de las guías Joanne, participó activamente en la fundación del Club Alpin Français y fue miembro de la Société Ramond. En julio y agosto de 1871 realizó varios recorridos, entre los que destacan una primera visita al cañón del Mascún y otra desde Panticosa hasta el valle de Arazas por el valle de Otal. De esta última cuenta en sus apuntes: El día 11, después de almorzar en Torla, salí a visitar con detalle el valle de Arazas, que fue descubierto, por así decirlo, y muy celebrado por Packe. Un puente conduce a la margen derecha del Ara y un buen sendero sube rápidamente por un bosque de hayas y abetos, por la ladera de la margen izquierda del valle de Arazas. Pronto tenemos vistas del valle con sus bojes, sus claros, sus altos paredones de rocas calcáreas de franjas rojas, blancas y negras, que forman aspilleras y torreones simulando agujas, pirámides, plataformas, sobre todo por el lado norte. […] Después de cruzar el torrente por un puente, nos podemos parar en un claro del bosque, cerca de una borda, y pasar allí un día agradable mientras admiramos los juegos de luces y sombras de las dos laderas del valle. […] Pasé varias horas cerca de la última borda; el sol teñía de púrpura las crestas de formas extrañas; las paredes del lado de Cotatuero se parecen a una inmensa fortaleza feudal.8
En agosto de 1875 llevó a cabo un periplo alrededor del Monte Perdido junto a Franz Schrader, con Henri Passet y Pierre Pujo como guías. Famoso es el relato que Schrader escribió en Pyrénées sobre el paso entre el collado de Añisclo y Cuello Arrablo.
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Lucas Mallada (1878) Lucas Mallada y Pueyo nació en Huesca en 1841. Ingeniero de minas, geólogo y escritor, es considerado el padre de la paleontología moderna, ya que fue pionero en el estudio de los fósiles para determinar la génesis de las rocas. Mallada fue el autor de las Memorias de la Comisión del Mapa Geológico de España, donde se realiza una descripción de las diferentes zonas geológicas ordenadas por edades, una obra titánica que ha facilitado y simplificado la labor de los investigadores posteriores, al igual que su catálogo de las especies fósiles. Contemporáneo de Ramón y Cajal y de Joaquín Costa, se le considera precursor del movimiento regeneracionista. En 1890 escribió Los males de la patria y la futura revolución española, obra que ejerció una notable influencia en los componentes de la generación del 98, ya que Serafín Baroja, compañero de profesión de Mallada, se la pasó a su hijo Pío, quien a su vez se la hizo llegar a Azorín y Maeztu. Las Memorias de la Comisión del Mapa Geológico de España se editaron el mismo año que el conde Henry Russell-Killough, uno de los pioneros en la exploración de los Pirineos, publicó en Pau su famoso Souvenirs d’un montagnard. Ocupan el valle de Ordesa espesos bosques de hayas, pinos y pinabetes sobre su fondo, que se aplana y ensancha hasta tener algunos centenares de metros, y llega a sitios donde justifica el apodo de Paraíso de los Pirineos con el que algunos le nombraron. Frente a Cotatuero, por muy acostumbrado que uno se halle a contemplar grandezas de la naturaleza, no puede menos de quedar absorto de tanta belleza reunida en un solo punto. El río serpentea mansamente a través de las selvas frondosas, regando praderas cuajadas de florecillas.9
Jean-Marie Hippolyte Aymar d’Arlot, conde de Saint-Saud (1882) Aymar de Saint-Saud (1853-1951), montañero y cartógrafo francés, fue amigo de Schrader y del abogado y pirineísta Henri Brulle. Se interesó por la historia,
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la geología y la genealogía y fue además un fotógrafo y acuarelista de cierto prestigio. En 1892 publicó el resultado de muchos años de trabajo, su Contribution à la carte des Pyrénées Espagnoles, en seis hojas a escala 1 : 200 000, y en 1894, en el anuario del Club Alpin Français, su Carte des Picos de Europa a escala 1 : 100 000. Ejerció como juez suplente en Lourdes entre 1878 y 1880. Fundó la Sección Suroeste del Club Alpin Français, que presidió entre 1923 y 1933, y se comprometió intensamente en la redacción y la edición de los boletines. Fue miembro activo de la Federación Franco-Española de Sociedades Pirineístas, fundada en 1903 por Louis Le Bondidier. En el artículo citado, Saint-Saud hace una descripción absolutamente detallada del transcurrir de los días durante las fiestas del Pilar en Torla. Excursión en Sobrarbe y Ribagorza (Haut Aragon) En Sobrarbe.— ¡Cuántas veces he descendido o remontado la pintoresca garganta que conduce al hospital español de Bujaruelo en Torla, primer pueblo de Aragón, separado de Francia por cinco o seis leguas y ¡por más de un siglo! Sin embargo nunca me había producido tanta impresión como aquel 13 de octubre de 1882 cuando pasaba acompañado por el padre Cassagnère, muy conocido por los turistas de Héas y Troumouse, Druène hijo y Pierre Vergez-Bellou, el simpático dueño del hotel de Gavarnie. […] En el puente de los Navarros (1064 m) tuve que separarme, bien a mi pesar, de mis amables compañeros, ellos iban al valle de Ordesa a hacer una visita a los intrépidos cazadores ingleses que mataban sarrios, osos y bucardos desde hacía algunos días. Esta caza empleaba a guías de Gavarnie y yo no había podido retener a tiempo a uno de los que están habituados a los usos y costumbres españolas debido a la premura con la que había decidido realizar mi viaje. […] Al llegar a Casa Viu veo con placer que todos los franceses que prometieron venir han cumplido su palabra: ¿alguna vez el mal tiempo asusta a los de Barèges? En primer lugar, Alicot, diputado por Argelès; estoy contento de conocer a este amable colega del Club Alpin en un lugar tan pintoresco. Viene de Oto con Dat, secretario de Luz, intrépido cazador, el terror de los sarrios y truchas, al que los asistentes a la reunión del Club Alpino en Luz en 1880 no han podido olvidar. […] Al día siguiente continúa la lluvia, que no asusta a los que bajan a Broto a visitar a los amigos ni a Alicot, que va a conocer el valle de Ordesa acompañado de Dat y Vergez.10
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Léonce Lourde-Rocheblave (1885) Primera referencia a la ampliación que Ramón Viu Laplana emprende en la antigua borda de Oliván en Ordesa. Adosada a ella, levanta una pequeña casa de una planta con cocina y tres cuartos para la estancia de la familia independiente de los clientes. La Vallée d’Arrasas (Aragón) La más bella excursión que se puede realizar con caballerías en los Altos Pirineos es sin ninguna duda la del valle de Arrasas, en España. […] Se puede acampar en Torla el primer día, después de haber visitado el valle del Arrasas, y volver directamente a Gavarnie al día siguiente, o bien visitar el valle del Arrasas saliendo de Torla de buena mañana. Si no se quiere dormir en Torla, es fácil alojarse en la Casa de Ordesa, propiedad del señor Oliván de Torla, en el mismo valle de Arrasas. En 1880 miembros del Club Alpin en número de cerca de cincuenta durmieron en esta casa, que no era entonces más que una simple borda, con hierba seca como colchón. Este año el señor Oliván, un hombre inteligente y prudente, ha construido, a continuación de la borda, una pequeña casita bien arreglada que tiene una gran habitación con dos camas, dos habitaciones con una cama y una amplia cocina-comedor. Todo, repito, limpio y atractivo. El señor Oliván se encarga de las provisiones, así como de las mulas en caso de necesitarlas. Por tanto, se pueden pasar confortablemente varios días en esta casa, a una altitud de 1300 metros, en el más espléndido parque que uno pueda imaginar. Algunos viajes muy publicitados pueden producir una sensación de decepción, pero nunca un turista regresará de la visita a la garganta del río Ara o el valle de Arrasas sin haber quedado entusiasmado y sin decir que la realidad sobrepasa con mucho a todas las descripciones. Los guías de Gavarnie no solo conocen la región, sino que mantienen frecuente relación con los carabineros españoles de Bujaruelo y los habitantes de Torla; es una ventaja contratarlos para realizar esta excursión.11
Paul Joanne (1888) Paul Joanne (1847-1922) fue el director de las guías Joanne. De ellas, la titulada Pyrénées es una obra de referencia absoluta y marca el comienzo de una nueva era para viajar al Pirineo central español. Son sorprendentes la precisión de los
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registros y, sobre todo, la claridad de las diferentes opciones para ir y venir a través del macizo de Monte Perdido. Solo el mapa 1 : 200 000 levantado y dibujado por Franz Schrader es concluyente a la hora de mostrar un territorio aislado y prácticamente desconocido hasta entonces. Para los foranos, claro está. ROUTE 46. EL MACIZO DEL MONTE PERDIDO Guía necesario (30 fr.).— Guías recomendados en Gavarnie: Henri y Célestin Passet, Pierre Pujo, Brioul, Haurine, Poc. RUTA 47 DE GAVARNIE AL VALLE DEL RÍO ARA De Gavarnie a Torla. 1.°) Por Bujaruelo. 5h 15.— Camino de mulas.— Guía, 10 fr. por día. Cerca de la iglesia, tomar el camino de caballerías que conduce al valle de Pouey-Espée.— 1 h 15. Gave des Tourettes. 2 h. Puerto de Gavarnie o de Bujaruelo (2282 m).— Se desciende, a través de la vertiente española, hasta el valle del Ara. 5h 15. Puente y albergue de Boucharo o Bujaruelo (1344 m). 2.°) Por el valle de Arrasas. 9 h 30 hasta Torla; 10 h hasta Bujaruelo.— Admirable excursión.— Guía necesario: 10 fr. por día. 5 h. De Gavarnie, por la brecha de Roland, hasta la cabaña inferior de Gaulis.— Es preciso dirigirse al E.— 5 h 15. Se desciende por estrechas cornisas un pequeño escarpe, rodeando un circo que es el origen del valle de Ordesa o de Arrasas.— Una chimenea bastante difícil desciende hasta los pastos (1880 m) atravesados por el río Ordesa.— 5 h 30. Se cruza el río para continuar por su margen derecha; la margen izquierda, muy escarpada, está bordeada en su parte superior por la muralla de la meseta de Fanlo.— El valle se cierra cada vez más. 6 h 30. Cueva de Arrasas, a 1684 m, roca en extraplomo que forma un abrigo natural.— Más allá de la Cueva, se atraviesa un bosque magnífico de hayas y fresnos gigantescos.— 7 h 50. Vista grandiosa de las murallas rojizas del circo de Cotatuero; admirable valle de Arrasas (donde se encuentran los bucardos).— Bella pradera (1350 m) que conduce al río Ordesa. 8h. Borda de Ordesa (1307 m).— Desde allí se puede ir por la margen izquierda hasta (9 h 30) Torla o continuar por la margen derecha (10 h) hasta Bujaruelo.12
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Albert Tissandier (junio de 1889) Albert-Charles Tissandier (Anglure, 1839 – Jurançon, 1906), arquitecto, aeronauta y viajero francés, era hermano de Gaston Tissandier, con quien cooperó en la revista La Nature hasta 1905. Junto a su hermano preparó y completó la travesía de larga duración del globo Zénith desde París hasta Arcachon (Gironde), que tuvo lugar los días 23 y 24 marzo de 1875. En septiembre de 1880 comenzó sus travesías pirenaicas, y para llevarlas a cabo contrató al guía Pujo de Gavarnie. Ese año ascendió al Monte Perdido y visitó maravillado el valle de Ordesa. Dibujó, desde las alturas de la cresta de las Cutas, una vista del circo de Cotatuero y la Brecha de Rolando. Fue además escritor y viajero apasionado. En 1886 hizo un largo viaje a América del que dejó escritas sus notas de viaje en la valorada obra Six mois aux États-Unis, publicada por la librería Masson & Cie. En 1888 visitó la India, Ceilán y otros países de Asia. En este viaje realizó magníficas ilustraciones que aparecieron en la revista La Nature. En junio de 1889 emprendió junto a los guías Pujo y Gregorio Pascual un formidable viaje que le llevaría de Gavarnie a Seo de Urgel y que dejó escrito en el número 1523 de la revista Le Tour du Monde bajo el título «Excursions dans les montagnes de l’Aragon et de la Catalogne». En enero de 1890 el Ministerio de Instrucción Pública y de las Bellas Artes le encargó una misión arqueológica en la India, China y Japón. Estos viajes mantuvieron ocupado a Tissandier durante los años 1890 y 1891. Llevó a cabo una descripción completa de todos ellos y aportó ilustraciones de una extraordinaria belleza y una exactitud reseñable. En 1893 y 1894 visitó Camboya y Java y todas las ruinas jemeres y javanesas. Fruto de esta misión fue una obra de gran calidad completada con unas ilustraciones magníficas. Al llegar a Gavarnie el 4 de junio de 1889, pedí a mi fiel guía, Pierre Pujo, que hiciera los preparativos para nuestras largas excursiones por la montaña, y poco después subíamos con los porteadores de nuestro equipaje al puerto de Bujaruelo, en esa época todavía cubierto de una espesa capa de nieve.
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Brecha y Falsa Brecha de Cotatuero. Dibujo de Albert Tissandier realizado en 1880 y reproducido en el número 191 del Bulletin Pyrénéen por Beraldi (1929).
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Al cabo de ocho horas de marcha llegamos al valle de Arazas, para pasar la noche en la borda que desde hace años está a disposición de los turistas. Situada en uno de los lugares más grandiosos, muy cerca del torrente de Ordesa, actualmente ofrece bastantes comodidades para permitir una estancia de varios días en este valle, uno de los más bellos del Alto Aragón. El antiguo alcalde de Torla, Gregorio Pascual, al que había avisado de antemano, llega al amanecer con el mulo que debía llevar nuestros equipajes. […] Dejo con pena el valle de Arazas; los que hayan podido visitarlo seguramente tendrán la misma impresión que yo, porque sería difícil ver más espléndidos. A través del bosque llegamos al extremo del valle de Broto, cerca del puente de los Navarros.13
A. de Peyredoulle (1889) Sin duda la curiosidad de esta cita se encuentra en el hecho de que, aunque la excursión pasa muy cerca de la casa Oliván, esta ni se menciona. Ello puede tener una explicación, ya que para llegar a Torla desde enfrente de Cotatuero no es necesario cruzar el río Arazas, pues el camino de Turieto no lo hace. De todas maneras, es seguro que tuvieron que verlas, pero quizá no les hizo falta nada de su servicio o simplemente valoraron que parar allí podía suponerles una pérdida de tiempo…, o tal vez el idioma supuso una barrera más infranqueable que el propio Duáscaro. De Gavarnie a Cauterets por Tuquerouye. El Marboré, el valle de Arrazas, Panticosa y el Viñamala El primer domingo de septiembre seis alpinistas —Bayssellance, Blaquière, Godemet, F. y P. Lung y De Peyredoulle— salieron de Burdeos a medianoche. […] Una media hora después comenzamos a descender la famosa chimenea que nos debe conducir al valle de Arrazas. «No es muy mala», nos dijo Pujo; por tanto, hay que pensar que no será muy buena. Por fin, después de media hora de chimenea y de pedrera, llegamos a una cascada, a la derecha según se desciende, que forma el río Ordeza; estas aguas recorren todo el valle de Arrazas. […] Estamos más menos a mitad del valle; solo hace falta atravesar el Ordeza una última vez y nos encontraremos en un buen lugar para comer, veremos mejor la cascada, el valle y las montañas de Cotatuero, estaremos a la sombra de una bella haya y sentados sobre la hierba cerca del agua; únicamente hay que comentar que el río ha aumentado mucho su caudal y su paso se hace laborioso. Hacia las dos del mediodía vemos Torla a lo lejos.14
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El abad Izac (1893) A la izquierda y en dirección este se abre una garganta atravesada por un torrente, es el valle de Ordesa. […] Seguimos un sendero pedregoso que se pierde entre arbustos de boj, llegando en poco tiempo a una pequeña meseta parcialmente cultivada. A la izquierda, como gigantescas murallas, se levantan hasta unos mil metros los contrafuertes de Escuzaña (Susana Mondarruego). Aquí representan un gigantesco castillo fortificado en ruinas y más lejos, la fachada de una catedral fantástica; al fondo, como una torre enorme y colosal, el Francata (Punta Tobacor, 2777 m), cuya parte superior se asemeja a una cofia de verdor. Al pie de estos curiosos montes, y para resaltar mejor los colores vivos, de vez en cuando aparecen bosques de abetos, de hayas, algunos verdes pastos que parecen parques reservados a las gamuzas y los bucardos, bastante numerosos en estos parajes. Se puede decir sin temor a exagerar que el espectáculo es mágico y maravilloso. El hombre se siente humilde ante estas moles enormes que reflejan los tintes cálidos del sol, y sin embargo parecen atraerle como un imán. Normalmente los turistas avanzan hasta el único lugar habitado en verano en el valle, la borda de Arazas, donde hay varias buenas camas y vino; si se pasa allí la noche, se puede admirar el panorama, que adquiere un carácter especial cuando lo ilumina la luna.15
Émile Durègne (1905) Crónica de la Sección Suroeste. Asamblea General del 22 de diciembre de 1905. Presidente Permítanme, para terminar este informe demasiado largo sobre los senderos y refugios, señalar que la pequeña casa de Oliván, en el valle de Arrasas u Ordesa, frente a Cotatuero, ha sido sensiblemente ampliada y mejorada por su propietario y cuenta ahora con siete grandes camas de hierro; la comida, abundante y variada, se compone de sopa, carne adobada y patatas, costillas, pollo, truchas, jamón, queso, fresas, frambuesas y melocotones; los precios de esta opulenta hospitalidad son los siguientes: para los viajeros, cama 3 pesetas, desayuno 1,50 pesetas, comida con vino 3,50 pesetas, cena 4 pesetas, total 12 pesetas por día; para los guías, cama 1 peseta, desayuno 1,50 pesetas, comida 2 pesetas, cena 2 pesetas, total 6,50 pesetas. Los caballos no pagan más que 1,50 pesetas, pero probablemente les dan muy poca cebada.16
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Lucien Briet (1904-1911) Sin lugar a dudas la de Briet es la descripción más detallada y precisa de la casa Oliván hecha hasta 1909. Como a don Luciano le dedico un apartado completo más adelante, baste ahora con reproducir parte de un texto que aparece entrecomillado en el prólogo de Bellezas del Alto Aragón, escrito por Ricardo Beltrán y Rozpide: porque, como dice un moderno pireneísta francés (Briet), el Alto Aragón, en la raya de Francia, exhala todavía el perfume de las tierras vírgenes; allí no se oyen los cascabeles de la diligencia, ni mucho menos el silbido de la locomotora; allí no se han removido ni pavimentado gargantas y desfiladeros para abrir carreteras. Todo está como estaba hace siglos; faltan las comunicaciones que tanto favorecen al trato y comercio entre los hombres; pero en cambio el excursionista puede entregarse por entero, sin que nada ni nadie le distraiga y apresure, a la contemplación de las soberbias bellezas naturales que hacen de aquel país uno de los más pintorescos del mundo.17 II La casa de Oliván y sus alrededores En su origen, la casa de Oliván no era más que una borda donde se almacenaban el trigo, las patatas y la hierba que se recolectaban en sus inmediaciones. Su situación atrajo la atención, hacia 1846, de los extranjeros que llegaban a Ordesa para cazar el sarrio y el bucardo. Allí se instalaron, comprendiendo que bajo su techumbre se guarecían mucho mejor que bajo la lona de una tienda de campaña, y allí establecieron en años sucesivos su cuartel general. Aparte de su henil, el edificio, al igual que todas las bordas alejadas del pueblo, contenía una habitación provista de un hogar donde se podía cocinar. Era su propietario un cierto Oliván de Torla, cuya casa, situada algo más abajo que la casa de Viu, también ostentaba en su fachada un escudo de armas, el de los Olubanes. Este sujeto había aprovechado la oportunidad de sacar partido de su casita, ya que los huéspedes que a ella acudían pagaban generosamente su estancia, y él les suministraba pan, vino y carne de cordero en cuantas ocasiones los preparativos de una excursión exigían un aprovisionamiento. Cautivados solamente por su pasión por la caza, los huéspedes del señor Oliván se guardaron mucho de revelar el lugar extraordinario donde operaban. Hasta treinta años después, siguiendo los pasos de Packe y Lequeutre, no llegaron los primeros turistas a Ordesa, y rápidamente las noticias del prodigioso cañón alcanzaron tal éxito que, durante la celebración de un congreso organizado en 1880 en Gavarnie por el Club Alpin Français, una cincuentena de personas viajaron en caravana y no dudaron en pernoctar en la casa de Oliván.
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Dado este impulso inicial, las excursiones se sucedieron. Además de sus nemrods, el valle de Ordesa tuvo otros admiradores. Una genial idea surgió entonces de la cabeza del señor Oliván. Entendió que había un excelente negocio que explotar y en 1885 dotó a su borda de un anejo con camas. Las dimensiones del henil fueron al mismo tiempo reducidas con el fin de crear dos pequeñas habitaciones además de la cocina. Conocedora de estas mejoras, la Section du Sud-Ouest del Club Alpin Français, para la que nada de lo que ocurría en los Pirineos pasaba inadvertido, se vio en la obligación de anunciarlas en su bulletin. ¿No facilitaban la estancia en Ordesa, en el corazón del «más espléndido parque que se pueda imaginar»?… Y el aviso fue tomado en cuenta, pues las visitas turísticas se multiplicaron. En 1891 el albergue de Oliván me pareció una construcción alargada y baja; su pesada cubierta de losa de piedra parecía aplastarla. Medianamente revocada, estaba culminada por una pequeña chimenea. Junto a la puerta, en un antiguo mampuesto encastrado en la pared se podía leer una inscripción que invitaba a la reflexión: 1553.— MEMENTO : MORI : con las letras M y E enlazadas. Aún parece que me encuentro a veces en el cuarto en que me instalaron y que hoy sirve de comunicación entre la cocina y el comedor, provisto siempre de un colchón aprovechable en caso de gran concurrencia de huéspedes. Cenaba con mi guía, ante un fuego vivo sobre cuya brasa se asaban admirablemente unas costillas. En una altitud donde las noches son frescas y donde solo se pueden encontrar humildes cabañas de pastores, esta casa me produjo el efecto de un palacio, y, aun cuando uno de los cristales de la ventana del cuarto no existiera, bendije con todo mi corazón las iniciativas del señor Oliván, que, al amparo de los cuatro vientos, me permitían contemplar el mágico espectáculo del valle de Ordesa iluminado por la luna llena. El señor Oliván se llamaba en realidad José Puey; mas, según la costumbre de los montañeses del Pirineo, se le designaba de ordinario con el apellido Oliván, nombre del antiguo propietario de la casa que habitaba y con cuya hija se había casado. Don José murió, dejando, entre otros hijos, dos hembras, y la casa se adjudicó a la menor, Dolores, casada con Ramón, el segundo de los cinco hijos de casa Viu, quien en su infancia había aprendido el francés en Luz. Conocedor de los medios que en la comarca de Barèges se utilizaban para atraer a los extranjeros, Ramón concibe el proyecto de establecerse en Ordesa durante el verano para alojar con comodidad a los turistas. Bajo su inteligente dirección, la antigua borda se convierte en una especie de pequeña fonda, análoga a la que Lacoste-Passet explotó durante bastante tiempo en el Caousillet, a la entrada del circo de Gavarnie. En 1908 Ramón hizo lo mejor. Convirtió el henil en comedor y levantó un segundo piso en la parte derecha del edificio. Este piso incluía, además de un retrete, dos piezas con tres camas cada una. En cuanto a la planta baja, la dejó en su estado anterior y la destinó al albergue de los guías. Ramón tuvo buen cuidado de conservar la antigua puerta, en la que se leían multitud de nombres grabados a cuchillo y que durante varios lustros había sido el único registro de los huéspedes de la casa Oliván. ¡Página de madera blanca, pero página no desprovista de valor en los anales del
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macizo del Monte Perdido! En cambio, una capa de cal ocultó la famosa inscripción latina, pues Ramón temió que aquel «hermano, morir habemos» sonara mal a los oídos de aquellos clientes que iban a franquear la fajeta de Salarons o a ascender el Cotatuero por el «paso de las Clavijas». Puedo decir que se está muy bien en Ordesa, ¡yo, que viví allí tres semanas, del 10 al 28 de septiembre de 1909! Con mi beneplácito, cuando estaba solo me servían la comida a la española. Tras los montes me agrada el puchero, al igual que me regalo con una buena garbure cuando estoy en Gèdre. Hay que señalar que Ramón, a fuerza de escuchar a los clubalpinistas aborrecer el empleo del aceite en sus guisos, se vio obligado a emplear manteca de cerdo. En su casa no se come nada recalentado. El viajero puede contemplar, sentado al fuego y como si estuviera en su propia casa, las faenas de la cocinera entre las cacerolas. Ningún lujo, pero se disfruta de una libertad con mayúsculas que alegrará el corazón del simple mortal hastiado de las mesas redondas y los convencionalismos de cuantos en ellas toman asiento. De menú, cordero, aves, huevos, jamón exquisito, conservas, postres variados y, en días señalados, entremeses. Para asegurar el desayuno, que se acompaña con mantequilla, cosa muy rara en Aragón, dos hermosas vacas pastan por los alrededores, y estos animales proveen de un ordeño tan abundante que uno puede, al regreso de una fatigosa excursión, reconfortarse con sopas de leche en abundancia. Esta es la verdadera casa de campo cantada por Virgilio, Horacio y Boileau: Todo lo que se bebe es bueno, todo los que se come es sano. La casa abastece, la granjera ordeña, y mejor que Bergerat el apetito sazona.* (* Boileau.— Epístola iv, dirigida a Lamoignon, sobre las delicias del campo. Bergerat, a quien alude el último verso, era un hostelero de París que gozaba de gran renombre entre los gastrónomos de la época de Luis XIV). No hay ni salón de baile ni mesas de bacarrá; solo brindan con sus paseos el bosque y las rocas, de lo más hermoso uno y otras que puede ser apetecido. La única contingencia que hay que temer es la lluvia, pues inmoviliza, pero a la vez procura el raro espectáculo de ver brotar en mil pequeñas cascadas las murallas calcinadas de Ordesa. Mi deber como historiógrafo imparcial y meticuloso me obliga a señalar la concurrencia que se ha establecido frente a la casa de Oliván desde hace algunos años, de lo cual habrán de beneficiarse los turistas. Impulsado por motivos en los que ni he podido ni voy a entrar, el marido de la hermana mayor de Dolores, Raymond Vergez, de origen francés por su padre inmigrado hace tiempo al valle de Broto, ha comprado en el valle de Ordesa un terreno donde ahora se eleva un caserón ostentosamente denominado Hotel de la Brecha de Rolando. Desde la terraza de la casa de Oliván se divisa perfectamente este nuevo albergue. Cuando decidí ir a Ordesa para escribir la presente monografía, Vergez se habría congratulado de albergarme bajo su techo, pero mis antiguas y excelentes relaciones con los Viu me impidieron acceder a su deseo. ¡Imposible partirme en dos! El resultado de esta coincidencia se adivina: Ramón y Vergez se han enemistado y sus mujeres ni se saludan. Refugiándome bajo el circo de Salarons creía alejarme momentáneamente de todas las miserias humanas, ¡y he aquí que en lo más apartado de este
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lugar aislado he vuelto a encontrar esos malditos líos de familia, tan vivos y tan agudos como en nuestras grandes ciudades, donde la lucha por la vida desencadena tantos intereses y tanto egoísmo! Pero no hay que desesperarse por nada. La paz y la armonía volverán al valle de Ordesa, que pronostica que pronto habrá en este lugar abundante trabajo para las dos hosteleros. Un prado siempre verde se extiende ante la puerta de la casa de Oliván; en los días calurosos los huéspedes comen al aire libre, a modo de alegres Robinsones, bajo una enramada apoyada en postes de madera. Unos cobertizos destinados a servir de establo y gallinero y un cuadro sembrado de patatas completan la modesta finca. En cuanto al panorama que se abarca desde la puerta, nunca será alabado cuanto merece.18
Juli Soler i Santaló (1902-1912) Para presentar la figura de Juli Soler i Santaló traigo aquí una nota biográfica escrita por Josep Maria Sala i Albareda, presidente del Centre Excursionista de Catalunya entre los años 1984 y 1992, para el libro Viajes por el Alto Aragón, publicado por Parques Nacionales en 2004. Este libro contiene una traducción de los viajes realizados a principios de siglo xx por Soler i Santaló a los valles de Bielsa, Puértolas, Vió y Broto. Julio Soler Santaló nace en 1865. Hijo de familia acomodada, estudia la carrera de ingeniero. Soltero y sin problemas económicos pudo entregarse plenamente a sus aficiones, centradas en el amor a la naturaleza, a las montañas y al conocimiento de las gentes que las pueblan. Sus primeras excursiones las realiza con amigos del Centre Excursionista de Catalunya, al que pertenece, por las montañas cercanas a su ciudad, Barcelona, pero pronto siente la llamada de la alta montaña atraído por un excursionismo de tipo más deportivo contrapuesto al que se practicaba por aquel entonces, de tipo más erudito y científico. Ello le hace convertirse en espejo de una juventud llamada a practicar la montaña con espíritu deportivo. Reflejo de esta manera de hacer es el hecho de que Julio Soler fue de los primeros en utilizar crampones para sus ascensiones con nieve o hielo, y también en usar por primera vez una tienda de campaña en su ascensión al Canigó en 1905. Atraído por el alto Pirineo, realiza las primeras excursiones al valle de Arán y Pallars en 1895 y 1897. Enamorado del valle de Arán, dedica una intensa actividad excursionista para tener un conocimiento profundo del mismo. Resultado de esta actividad es la publicación, en 1906, de una completa guía monográfica del valle estudiado en sus aspectos geográficos, históricos y humanos, completada por una extensa relación de itinerarios para alcanzar los más recónditos lugares y las más altas cimas. Este trabajo, publicado en catalán, le valió ser nombrado hijo predilecto del valle de Arán. Julio Soler Santaló se siente atraído por el Pirineo aragonés y por las tierras de Sobrarbe y Somontanos, que visita repetidas veces y que se traduce en conferencias celebradas en el local
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social del Centre Excursionista de Catalunya, acompañadas de excelentes fotografías. Pero su gran afición son los valles aragoneses del alto Pirineo que van de la Maladeta a los confines de Navarra. No quedó valle que no recibiera su visita y que no fuera recorrido en su totalidad, sin ahorrarse esfuerzos e incomodidades. Acompañado por los lugareños, cazadores o pastores, durmiendo en sus barracas, alcanza las cumbres y nos deja escritos en los que detalla todos los aspectos geográficos, históricos y excursionistas de las tierras recorridas. Su otro gran amor fue, como hemos indicado, el macizo de la Maladeta al que quería dedicar una guía a semejanza de la escrita para el valle de Arán, pero su muerte prematura lo impidió. Nos legó una obra emblemática que honra su memoria: el refugio de La Renclusa. Convencido de que era necesario disponer de un albergue a semejanza de los que ya existían en el Pirineo francés para facilitar la ascensión a la cumbre más alta de los Pirineos, el pico de Aneto, Soler Santaló movilizó sus influyentes amistades aragonesas y logró que el Estado cediera una parcela de terreno en el lugar de La Renclusa, del término de Benasque, para que el Centre Excursionista de Catalunya edificara allí un refugio. Bajo planos dibujados por él mismo y con la colaboración de su estimado amigo y guía de Benasque, José Sayó, se empezaron los primeros
Imagen de la tantas veces citada enramada de casa Oliván hacia 1960. (Fototeca de la Diputación Provincial de Huesca. Foto: Aniceto Hernández Garcés)
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trabajos en 1913. Desgraciadamente su prematura muerte el 30 de abril de 1914, le impidió ver su obra terminada. La inauguración del refugio tuvo lugar en el verano de 1916. De sus numerosas conferencias, recogidos los textos y profusamente acompañados de sus fotografías, pues fue un excelente fotógrafo, se publicaron varios artículos en el Butlletí del Centre Excursionista de Catalunya. Así vemos, en 1912, un extenso y documentado artículo sobre la ciudad de Jaca y en los años siguientes a su muerte fueron publicados sus escritos sobre los diferentes valles del Pirineo aragonés. En 1916, el de Gistaín; en 1917, los de Vió y Puértolas; en 1918, el de Bielsa; en 1919, el de Tena; en 1922, el de Broto; en 1925, el de Canfranc; y por último en 1926, el de Aísa.
Muchos aspectos de la vida de Soler traen al recuerdo a Briet. Las fechas en que llevan a cabo sus viajes son prácticamente coincidentes. Comparten una misma atracción por el Alto Aragón. Ambos fallecen a una edad temprana. Tienen posibles económicos para afrontar largas campañas con un complejo y pesado equipo fotográfico. En fin, dos gotas de agua que nunca se conocieron en persona, pero que quedarán unidas para siempre por una misma pasión: el Alto Aragón, sus paisajes y sus gentes. El texto entresacado del artículo de Juli Soler «La Vall de Broto», escrito en catalán, tiene un valor doble: por un lado da a la casa Oliván la relevancia que ya entonces merecía como primer refugio guardado en el Pirineo español con iniciativa privada; por otro, aporta las primeras noticias sobre la colocación de las famosas clavijas de Cotatuero, su porqué, su cuánto, su por quién y su cómo. Unos diez minutos más arriba se acaba el bosque y, saliendo a pie llano junto al río, se cruza por un puente a la orilla derecha de este para llegar en cinco minutos a las casas de Ordesa. Son dos casas, a pocos minutos una de otra, propiedad de dos cuñados, uno de ellos hijo de casa Viu de Torla, que las tienen preparadas para alojar allí a los excursionistas que desde Gavarnie acuden en gran número a disfrutar de las bellezas de esa región. Se encuentran situadas en el fondo del valle de Ordesa y cerca del río en un ensanche de su ribera, a 1320 metros de altitud, al pie de los verticales precipicios del Gallinero, lugar verdaderamente encantador cubierto de prados y bosques con agua por todas partes. El valle de Ordesa es una de las cuencas de recepción más importantes del valle de Broto y bien merece que le dediquemos algunas palabras de las muchas que serían necesarias para destacarla como una de las maravillas de los Altos Pirineos de Aragón. Ha sido calificada por los geólogos extranjeros que la han estudiado como única por su singularidad e importancia y por los excursionistas con el apelativo de Paraíso de los Pirineos. Para nuestra desgracia, hasta hoy ha pasado completamente desapercibida para nosotros sin que ninguno de nuestros notables haya tomado conciencia de su valor, ya sea como materia de estudio, ya sea por el beneficio de sus bellezas.
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Únicamente los modestos propietarios de las casas de Ordesa han comprendido sus intereses, y se han beneficiado a su manera de este lugar preferente y con su empresa han dado el único ejemplo planteado hoy en todos los Pirineos españoles de instalación de un refugio de tipo chalé guardado explotado por iniciativa privada. […] Y si todos estos importantes elementos no fuesen suficientes para hacer de este territorio una de las mayores atracciones pirenaicas para los excursionistas, los que sean cazadores, encontrarán allí, el único y último, por desgracia, refugio de una estirpe de cuadrúpedos que acaba de extinguirse en los Pirineos. Me refiero a la capra hispánica o bucardo, como lo llaman en ese país, una de las razas más notables que son objeto de caza mayor. Así lo han entendido desde hace ya muchos años los usufructuarios de ese valle que desde hace tiempo acuden desde Gavarnie, Cauterets e incluso París y organizan numerosas cacerías en las que aquel tozudo inglés, verdadera Providencia para los hosteleros de Ordesa, todavía confía cada año en encontrar el viejo macho gigante, invisible para él, pero que la picaresca de estos listos montañeses le ha encasquetado en su fantasioso cerebro.19
En el mismo artículo Soler cuenta con detalle la historia de las famosas clavijas de Cotatuero, lo que constituye la única fuente de información sobre el equipamiento de este paso, y además aparecen varios de los protagonistas de este libro. Uno de ellos, y pienso que Soler i Santaló confunde el nombre, es Miguel, que no Bartolomé, Lafuente. Esto duró hasta el año 1881, cuando a un cazador que venía cada verano desde su país a las casas de Ordesa se le ocurrió, para ahorrarse camino de bajada desde la Brecha de Roldán (paso de Francia, itinerario que hasta entonces se hacía o bien por el Grao de Soaso, en unas 7 horas largas desde la Brecha, o bien por el de Salarons, más corto pero más peligroso), la intrépida idea de colocar unos ganchos o barras de hierro colado en la pared para franquear el paso, completamente vertical, hasta la parte superior derecha de la cascada. Mr. Buxton se lo propuso a los de Torla, y el herrero Bartolomé Lafuente y el pescador Miguel Bringola, mi simpático guía de este valle, se comprometieron a fabricar las barras y colocarlas en su lugar, ¡¡¡todo por la suma de 250 pesetas!!! ¡¡¡125 pesetas por jugarse la vida!!! La obra fue llevada a cabo felizmente; ¿de qué manera? Ya se puede suponer. Las barras de hierro apenas sobresalen de la roca un palmo y medio escaso y tienen muy pocos centímetros de grosor; son 34 y están colocadas al principio en un tramo horizontal, en dos filas paralelas, una para apoyar los pies y otra para agarrarse con las manos, espaciadas a la distancia de un paso regular. Sigue a este tramo otro en el que las barras se sitúan alternadas, a modo de escalera que hay que aprovechar con las manos y los pies; sigue otro trayecto prácticamente horizontal en el que solo hay una fila superior para agarrarse con las manos apoyando las puntas de los pies en un resalte de la roca de pocos centímetros. El conjunto total de aquel
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Las casas de Ordesa: miradas de visitantes y huéspedes
delicioso paso es de unos 30 metros de longitud, y el desnivel que se abre por debajo de la travesía es de más de 500 metros, la mayor parte a plomo. Superado este paso, que en el país le llaman de las Clavijas de Cotatuero, uno se encuentra al lado mismo de la cascada y en el punto exacto donde se precipita desde el plano superior. Este se alcanza a los pocos minutos de subir fácilmente desde aquel lugar. Altitud 1970 metros.20
F. Faurens (1909) Notas de vacaciones 27 de junio de 1909 5 de julio […] Después de comer nos dirigimos hacia el Cotatuero, que debe conducirnos al fondo de Arazas. […] «España.— Casa al pie de Salarons (sic) y Cotatuero en el valle de Arazas, propiedad de Raymond Vergez. Torla». Este es el reclamo que se encontrará colocado en todos los senderos que llevan al Arazas. Nosotros hemos sido sin duda las primeras víctimas, y hemos pagado bastante cara la imprudencia de confiar en la hospitalidad muy poco aragonesa de este Vergez que lo único que tiene en común con los simpáticos hosteleros de Gavarnie es el apellido. 6 de julio Un famoso tiro de fusil, ¿no es así, Trescazes? Su instinto de cazador lo hizo soñar con el bucardo disecado que teníamos ayer noche en nuestra habitación, pero debo señalar que, como se siente un poco responsable de nuestra desventura, me promete que en Torla nos tomaremos una memorable revancha del señor Vergez. […] A las seis de la tarde, con los pies magullados por todas las piedras de esta dura jornada, subimos al calvario de Torla. Raymond Vergez nos debía una compensación; las truchas de Ordesa se llevan nuestros últimos rencores.21
Henri Motas d’Hestreux (1911) Henri Motas d’Hestreux, cuya residencia se sitúa en el castillo de Barry, en Lotet-Garonne, va acompañado en esta ocasión por el guía habitual de Alphonse Meillon, Antoine Salles, Toinou, buen conocedor de las montañas españolas.
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Carta desde la montaña Febrero de 1911 Miércoles 17 de febrero 7 horas: La noche ha caído. Los últimos rayos violáceos han desparecido del cielo cuando atravesamos el puente de los Navarros. El valle de Arrasas se agranda, cual fantástico abismo, entre los pálidos destellos de las estrellas. La electricidad no ha llegado a Torla: ¿qué clase de patoso se habría metido en este lugar? Penosamente, patinando sobre las horribles piedras que pavimentan esta villa, erramos entre las estrechas calles. De golpe, una viva claridad nos ciega. Un niño que lleva una tea encendida en la mano guía los pasos de una señora en la que Salles reconoce a doña Dolores Viu, la amable hostelera de Arrasas. Dramáticas exclamaciones. Salles: «¡¡Ah!! ¡¡Aohhhh!!!». Doña Dolores: «¡¡Oohhh, Ramón!!!». Ramón, que ha escuchado el grito de guerra de mi compañero, aparece: «¡Ah! ¡Salles! ¡¡¡Salles!!!». Viernes 18 de febrero 8 h ¼: salida de Torla. La garganta es más bella a medida que pasa el día. Hay que darse prisa en gozar de ello, pues a lo largo de la ruta encontramos inmensos troncos de árboles cortados. Nos topamos con los leñadores: atan el tronco con una cuerda, un mulo tira y, entre los chasquidos del látigo y los gritos de los arrieros, el árbol se desliza sobre una fina capa de hielo que tapiza el camino. Se talan muchos árboles; no está lejos el tiempo en que los maravillosos bosques españoles desaparecerán y dejarán las laderas desnudas agostarse al sol. Pero la temperatura es tan dulce que un día un hotel sustituirá a la Casa Oliván, ¡un hotel! […] Hoy Ramón Viu y Felipe, que acaban de matar un soberbio bucardo, nos han acompañado. Nos encontramos con unos cazadores de jabalíes. Interrumpen su batida y escuchan atentos a Salles contar con grandes gestos sus experiencias de esquiador. […] Luego rieron de buena gana, cuando Salles, demasiado confiado en su habilidad, alcanzó momentos de un nivel magistral.22
Alberto Oettli (1913) Miembro de la asociación Peñalara Los Doce Amigos —germen de lo que acabaría siendo la Real Sociedad Alpina Peñalara—, el suizo Alberto Oettli, ingeniero mecánico de la empresa alemana Siemens-Schuckert, completó el 12 de julio de 1891, junto a su amigo Arthur Jackson, cónsul británico de la época, la primera ascensión deportiva al macizo de Siete Picos. Oettli fue recordado en la revista Peñalara
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de 1919, año de su muerte, como «el venerable decano de los guadarramistas», en aquellos tiempos de una sierra «sin chalets, sin albergues, hasta sin caminos». Piolet —pseudónimo con el que Oettli solía firmar los relatos de sus expediciones— es uno de los grandes olvidados de la sierra de Guadarrama y de muchas de las montañas ibéricas. Respecto al relato que sigue se hacen necesarios dos comentarios: por una parte, hay que señalar que es el primero que describe en español de manera pormenorizada la forma de llegar al valle de Ordesa, y a la casa Oliván desde el pueblo de Torla; por otra, se debe destacar el lenguaje preciso («de casta le viene al galgo») y claro que emplea Oettli, sobre todo en su nota final, a la hora de adherirse al pensamiento de Briet para instar a que semejante «paraíso de España», como denomina al valle de Ordesa, se «conservarse como parque nacional». Estamos en 1913, año de la publicación de Bellezas del Alto Aragón. DOCUMENTOS PIRINEOS ARAGONESES: EL MONTE PERDIDO […] Apenas sentados en la mesa para cenar, descargó una tormenta formidable con una lluvia torrencial, por lo que el electricista paró la máquina y nos privó de la luz eléctrica. Lo principal para nosotros era el encontrarnos bajo techo y en sitio seguro. Como ya era un poco tarde, cenamos ligeramente y nos retiramos a descansar, no sin antes quedar citados para la mañana siguiente con el guía D. Felipe López, que había de llevarnos al Mont Perdu. Al paso sea dicho, que ya se nota en Torla la proximidad de Francia, porque los guías son mucho más caros que en Gredos, Sierra Nevada o Picos de Europa, por ejemplo, pero también tienen más práctica. El día siguiente, lunes, amaneció espléndido y ya pudimos darnos cuenta del encanto de aquel país: un valle estrecho entre altas montañas, con praderas verdes en la parte baja, gracias al riego, y amarillentas y secas en lo alto. Hasta en los Pirineos se hacen sentir las consecuencias de este verano tan excepcionalmente seco. Dio la coincidencia de que un hermano de D. Ángel, D. Ramón Viu, dueño de la casa Olibán, del valle de Ordesa, se encontraba en el pueblo con una mula y se nos ofreció para cargar nuestra impedimenta, incluso la del guía, lo que aceptamos sin vacilar un momento. Salimos a las ocho y quince, bajando al río Ara, que cruzamos a los seis o siete minutos de marcha, por un puente alto y muy antiguo de piedra, llamado de la Gloria, desde el cual vimos varias truchas en el fondo del agua. Seguimos un corto trecho por la orilla izquierda del río, dejándole luego para subir poco a poco por la ladera de la montaña. Después de media hora, poco más o menos, vimos en el fondo del valle, aguas arriba, el puente de los Navarros y el camino que
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va a Bujaruelo y el puerto de Gavarnie: enfrente teníamos la peña de Mondarruego, con sus paredes de roca multicolores. Echando la vista atrás vimos Torla, que de lejos parecía uno de estos pueblos retirados en las montañas del cantón de Grisonas, en Suiza. Continuando por el camino de Turieto, entramos pronto en el bosque de pinos y hayas y ya nos encontrábamos en pleno valle de Ordesa. En algunos sitios había a nuestra izquierda unos precipicios muy hondos que descienden al río Ordesa, que por allí forma varias cascadas. A las nueve y cuarenta y cinco estuvimos al nivel del rio, que atravesamos por un puente hecho con troncos de árboles: y a los dos minutos llegamos a la casa de Olibán (1317 metros), sencilla fonda de montaña que unos cuantos años atrás era todavía una simple borda, y a donde hoy pueden encontrar alojamiento con buenas camas y suculenta comida, docena y media de turistas y veraneantes. El sitio es encantador. A los dos lados del valle, las paredes de roca, talladas a plomo, del Tozal del Mayo, del Gallinero, de la Foratata y de las Diazas, etc., parecen fortalezas gigantescas que tocan en el cielo; las laderas bajas están cubiertas de espesos bosques de hayas, boj y pinos. Aguas arriba hay una pradera llana y ancha, sembrada en parte también de hayas seculares, y más allá parece el valle cerrado por una cordillera. Almorzamos, entre otras cosas, ricas truchas del río Ordesa y cordero lechal, y a las dos de la tarde continuamos nuestra excursión. Como D. Ramón no necesitaba su mula, dio orden a su hijo José María, muchacho de unos doce a catorce años, con cara angelical y siempre risueña, para que nos acompañara hasta la cueva de Frachinal. Nos acompañaba también una perrita que hacía dos meses había seguido a unos turistas franceses desde Gavarnie hasta la casa de Olibán, a donde al parecer la trataban muy bien porque allí se quedó. A la media hora de salir ví con gran sorpresa, que el guía cogió algunos «edelweiss» (patas de león) en el bosque, al lado del camino, cuya semilla habría llevado sin duda a aquel sitio el viento o arrastrado alguna avalancha desde las alturas.23 En la casa de Olibán paraba como único turista estable desde hacía un mes, un alpinista francés, Don E. Cadier, cuyo nombre es muy conocido en la literatura francesa sobre los Pirineos. Algo delicado de salud, no podía, como hubiera sido su deseo, acompañarnos. Tenía montada a unos diez minutos de la fonda, en la pradera del río, una tienda de campaña, en donde pasaba gran parte del día con su fiel compañero y protector «Pataud», un hermoso perro de pastor. También disfrutamos una hora de hospitalidad en su agradable compañía al sorprendernos el día 6 de agosto un chubasco. El mismo día llegó también un joven matrimonio inglés, al que quedó justo el tiempo de armar su tienda de campaña antes de que cayera dicho chubasco, y que se propuso pasar una temporadita de miel en aquella morada portátil. El día 7 de agosto nos despedimos con sentimiento de D. Ramón y de su familia; a la una y cuarenta y bajamos por la senda de la Faja, pasando por la borda de Andescastieto (1180 metros), en la ladera derecha del río Ordesa, hasta el puente de los Navarros (llegada a las dos cuarenta, altura 1060 metros) llamado así por haberle construido unos navarros. […] NOTA. Después de escribir este artículo tuve, gracias al Sr. Beltrán Rózpide, conocimiento del libro
precioso: LAS BELLEZAS DEL ALTO ARAGÓN, escrito por D. Luciano Briet y traducido del francés al
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castellano por D. Manuel Conrotte, conteniendo una infinidad de magníficos fotograbados y detalladísimas descripciones. Recomiendo lo lea todo el que tuviera la intención de hacer una excursión al Alto Aragón y especialmente al valle de Ordesa, ese paraíso de España, que sería digno de conservarse como Parque Nacional.24
Vicente de Castro Les (1914) Vicente de Castro Les nació en Ayerbe en 1869. Hijo de Joaquín Castro Ayala, natural de Loarre, y Rosa Les Giménez, de Fago, propietarios de un comercio de venta de mercería, paquetería y fábrica de chocolate en la plaza Alta de Ayerbe. Desde muy pequeño se aficionó a la lectura y en la escuela de Ayerbe destacó por su facilidad para la oratoria y la redacción en lengua castellana. Comenzó su carrera periodística el 20 de noviembre de 1890, simultáneamente en La Derecha, diario republicano de Zaragoza, y en el periódico liberal La Campana de Huesca, en los que fue redactor hasta 1892. En abril de 1892 aparece como redactor de El Globo, diario republicano de Madrid, donde permaneció doce años. En 1894 fundó en Ayerbe El Adelanto, un periódico independiente del que seguramente solo salió el primer número, el del 20 de septiembre de ese año. En 1903 fundó el semanario ilustrado de Madrid Gran Vida y pasó a ser su director, al igual que de la revista mensual que aparecía como suplemento y contenía información sobre turismo, deportes, finanzas y fotografía, además de magníficas ilustraciones. Este cargo lo ejerció durante más de treinta años. Murió en Madrid a los setenta y seis años. Cacerías en el Alto Aragón […] Por compromisos adquiridos con anterioridad viéronse obligados los expedicionarios a regresar a Madrid sin visitar el extenso y admirable Valle de Ordesa, donde abundan rebecos y jabalíes, y donde este año se ha visto rondar una manada de osos. El Valle de Ordesa reúne tales encantos y atractivos, que son ya muchos los turistas ingleses que pasan en él largas temporadas a semejanza de lo que hace el Gran Duque Wladimiro, enamorado entusiasta del Valle de Ordesa. Cuando la provincia de Huesca emprenda en serio, por medio del Sindicato de Iniciativas o de otra entidad análoga una labor intensa de propaganda de todas las riquezas artísticas y naturales
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que atesora, los turistas, los cazadores y los deportistas, lo mismo españoles que extranjeros, se darán cita en las vertientes de nuestro Pirineo para admirar las augustas cimas y los rientes valles, para practicar la caza, el alpinismo y los deportes de nieve y para gozar lo mismo en invierno que en verano el clima salutífero y el aire puro y sano de que tan necesitados se hallan los temperamentos fatigados por las luchas de la vida urbana.25
H. Deffner (1916) Deffner cita el cierre temporal de Oliván y Berges por causa de la I Guerra Mundial. Es curioso que el día 17 del mismo mes llegara el grupo de exploradores. DOCUMENTOS PIRINEOS CENTRALES: DESDE PANTICOSA A LA MALADETA Después de hacer con dos compañeros míos la excursión desde el pueblo de Panticosa, por el puerto de la Tendeñera a Bujaruelo, Val de Ara hasta el puente de los Navarros y Val de Ordesa, guiándonos por el artículo publicado en los números 6, 7 y 8 de esta Revista, pero a la inversa, la continué desde la casa de Olibán, por Soaso, collado superior de Goris, Salinas, Plan y Benasque, hasta el pico de Aneto, y paso a narrar mis impresiones y las peripecias de mi viaje, dando a conocer a mis lectores partes de España que probablemente la mayoría de ellos no conocerán. A las cinco y media de la mañana del 3 de julio del año 1916 partimos de la casa de Olibán, en el valle de Ordesa, que por suerte habíamos encontrado abierta, pues el mismo día la visitaron varios ingenieros militares. Y digo por suerte, porque desde que dura la guerra están cerrados los dos albergues de Ordesa, que antes se sostenían dando hospedaje a los excursionistas franceses que bajaban del Monte Perdido y sus puertos; pero por causa de la guerra ya no pueden venir, y, por desgracia, los españoles no se acuerdan, o no lo saben, que tienen en los lindes de su patria uno de los paisajes más hermosos del mundo.26
José Tello y Pardo (1916) Famoso librito de tapas de color verde o azulado, según la edición. En él se narran con todo lujo de detalles las actividades que en 1916 realizaron los primeros exploradores que acamparon en Ordesa.
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El viaje de estos ochenta exploradores y sus veinte acompañantes ha sido el único que por su número y calidad tiene excepcional interés hasta la fecha en la historia de este valle. Estos niños de hoy, indudablemente hombres del mañana, son la mejor propaganda para fomentar el turismo, tan olvidado hasta hoy en nuestra querida España. El valle de Ordesa se conocerá más cada día; sus visitantes irán en mayor número. Quepa a los exploradores esta satisfacción; ellos que según su código deben realizar cada día un acto bueno, realizan hoy uno colectivo de indiscutible resultado para el porvenir. Los primeros que llegamos a Ordesa fuimos saludados por sus escasos moradores. Estos se reducen a las familias de Viu y de Berges, que ocupan dos casas distintas, separadas entre sí unos trescientos metros; ambas casas alojan a los turistas que llegan a estos parajes; tres o cuatro edificios anejos completan el caserío. Este es sobrio, limpio, ameno, de una tranquilidad envidiable. En las épocas crudas del invierno, si atrevidos alpinistas no anuncian sus viajes, aquellas casas quedan cerradas; sus dueños bajan a Torla o Bujaruelo, para estar más abrigados y cuidar de los campos y los ganados. Un verde prado se extiende delante de la casa de Viu; es la más antigua de las dos; la otra, un poco más distante, se eleva algo por la ladera. Dejamos caer sobre el prado nuestros cuerpos abandonados a un descanso halagador; mientras nuestro espíritu se recrea contemplando aquellas altas rocas que amenguan los recios bosques, aquel correr del río limpio y bullicioso entre suaves prados, aquel conjunto de luz, de color, de vida, en donde la Naturaleza muestra toda la grandeza del creador… extasiados quedamos ante el soberbio panorama. De pronto viene a sacarnos de nuestro silencio el sonido de los pitos y la algazara que anuncia la proximidad de los alegres muchachos. Un bucardo de largos y retorcidos cuernos, hermoso ejemplar que habíamos visto disecado en el interior de la vivienda, es sacado por nosotros y escondido entre cercanos bojes, en forma que se viera una buena parte de él. A los primeros exploradores que llegaron, pronto les llamó la atención; animados por nosotros, pusieron en práctica los medios más hábiles para dar caza a la fiera; cautelosamente, fueron cercándole, bien para arrojarle el lazo, bien para descargar sobre él certero golpe; con el chasco, vinieron las risas y más tarde el deseo de repetir la broma con otros valientes que fueron llegando. Reunidos todos, pronto comenzó el ajetreo y el movimiento precursor a la instalación de la tropa. Esta acampó en el prado frente a la casa ya citada. Era de ver aquellos muchachos despojándose de sus atavíos que colgaban en sus bordones formando originales perchas. Repartida la impedimenta a cada grupo, empezaron por clavar piquetes y pies derechos, tender lonas y cuerdas, armar camastros, cargar faroles de acetileno; disponer en una palabra, todos los utensilios y material que lleva consigo la vida de un campamento. También había que preparar el astil para la bandera que ondeara sobre aquel nuevo pueblo. […] Los agregados fuimos distribuidos y perfectamente atendidos, entre las dos casas; hubo alguno que en su deseo de convivir con los muchachos, se cobijó bajo las tiendas de campaña. […] Llegó la noche, con ella la cena, y después hubiera reinado el silencio en Ordesa si una tormenta no hubiera descargado un fuerte aguacero, entre vivos relámpagos y estampidos de
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trueno. Algún revuelo causó esto en el campamento; como se había instalado en un fértil prado, sin duda por no lastimarlo, no se hicieron zanjas de saneamiento; por lo cual, las aguas que bajaban de la ladera inundando todo, se colaban bajo las lonas de las tiendas. Cuando acudimos en auxilio de los muchachos, alguno de los cuales ya se había entregado al sueño, les encontramos trabajando activamente dirigidos por su celoso jefe. Todo el pequeño material de zapa y herramientas facilitadas por la casa de Ordesa, funcionaron durante un buen rato hasta dejar el campamento en condiciones de resistir nuevos aguaceros.27
José Ferrer (1916) Ferrer nos da otro punto de vista, mucho más cercano, del famoso campamento de los exploradores. Ordesa comienza a interesar a los medios de comunicación diarios. Desde Torla Torla (Huesca), 20 julio El señor alcalde de esta villa recibió hace pocos días un oficio del jefe de los exploradores zaragozanos participándole que el día 17 de este mes, entre diez y once de la mañana, llegarían aquí para continuar el viaje al valle de Ordesa. El Ayuntamiento y contribuyentes se dispusieron a dispensarles un buen recibimiento, y a las diez de la mañana del 17 se les esperó; pero por causas imprevistas no llegaron hasta las cuatro y media de la tarde, entrando formados en el pueblo hasta la plaza de la Constitución, donde se hallaba el Ayuntamiento en pleno, presidido por el señor alcalde, asistiendo también el secretario, el párroco, el administrador de Aduanas, el jefe de la sección de Carabineros destacada en esta villa y el pueblo en masa, resultando pequeña la amplia plaza para la muchedumbre que se reunió, dándose orden enseguida de que los exploradores se retirasen al punto destinado para el campamento. A los señores jefes y acompañantes se les ofreció pasasen a la Casa Consistorial, donde se les sirvieron galletas y refrescos. A los exploradores se les obsequió en el campamento con refrescos, galletas, licores suaves, pan, vino y salchichón, todo costeado por el Ayuntamiento. Allí vimos cómo los jóvenes exploradores disponían su cena unos, y otros, arrimados a las paredes, tendidos sobre el verde césped, escribían postales a sus queridas familias dándoles detalles del viaje. El 18 se les sirvió café de los Pirineos para desayuno, consistente en café, abundante leche de vacas y pan, y salieron al valle de Ordesa a las ocho de la mañana, llegando allá a las diez, atónitos al contemplar las bellezas naturales que aquello encierra, pues Ordesa, según opinión
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de turistas afamados, es de los más bonito que pueda darse, pudiendo competir con los puntos más pintorescos de Suiza; y no es que yo, como buen Torlés, diga esto con apasionamiento por mucho cariño al país; no, nada de eso. Es lo real y efectivo; y prueba de ello es que han venido a verle y elogiarle personas tan ilustradas como los señores marqueses de Villaviciosa de Asturias y de Vega Inclán, aparte de otros muchos que han exteriorizado su personalidad. Puesto que de Ordesa se trata debo aconsejar a todo turista que venga por aquí se detenga varios días y procure, cuando menos, hacer las excursiones que, según me indican, tratan de hacer los exploradores, o sea: después de Ordesa, ir a Monte Perdido, subiendo a los Tres Sorores, descendiendo por la tarde para pernoctar en Ordesa; al día siguiente, excursión a Bujaruelo por el puente de los Navarros, pintoresco camino que en nada tiene que envidiar al famoso Ordesa. Allí se encuentra hospedaje cómodo, higiénico y económico; regresando los exploradores otra vez a dormir a Ordesa, para subir al pico de Diazas por el paso de la Tartarruala o por el camino que se construyó en septiembre último con un donativo del señor marqués de Villaviciosa de Asturias, y desde el campamento de Ordesa volver a Torla para seguir su excursión por Biescas a Panticosa. Con la visita de los exploradores son muchas las personas que vienen a vernos, cosa que agradecemos muchísimo, y que yo, interpretando bien los sentimientos de este vecindario, les doy las más expresivas gracias, suplicándoles al propio tiempo que sorpresas tan agradables como sus visitas nos las repitan con alguna frecuencia, como lo desea José Ferrer.28
*** A continuación se presentan algunos párrafos referidos a las casas de Ordesa entresacados de tres artículos redactados por tres cronistas diferentes y publicados en la prensa local durante el verano de 1917. Se aprecia la clara intención de poner a Ordesa en el mapa. Todo coincide con la trascendental visita de la Junta Central de Parques Nacionales al pueblo de Torla y a Ordesa.
José María Carreras (1917) Solo con el hecho de leer y mostrar aquí la maravillosa cita recogida en el libro de firmas de casa Oliván y reproducida en este artículo, me doy por satisfecho en mi tarea de intentar explicar el Ordesa vivido. Entrañablemente guardada, como dice
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Carreras, es una impresión que debería resonar con alguna frecuencia en nuestros oídos, si de verdad amamos Ordesa. Felicidad, Ordesa, naturaleza, enseñanza… A MANERA DE GUÍA Del Pirineo Altoaragonés […] y atravesando la faja prehumana, de marcado origen terciario, llamada Turieto, se llega al puente de Ordesa, encontrando el viajero una laña o prado encantador, en el que parecen residir históricas sibilas bienhechoras, y en cuyo césped pastoril, virginal, digno de ser cantado por Teócrito o Garcilaso, hay una dulce, una poética mansión, la casa de Oliván, cuyo comedor respira cosmopolitismo, y en cuyos muros parece se encierran los contentos y las satisfacciones de mil viajeros que de todos los pueblos y de las razas todas buscaron un rincón que diera paz a su espíritu, tonicidad a sus nervios y vigor y energía a sus músculos, de un sublime rincón que asemejase «la escondida senda» de nuestro gran lírico de los áureos siglos. ¡Ya estamos en el divino rincón, en la divina escondida senda del Valle de Ordesa. ¡¡Albricias!!29 Desde la laña o prado que se halla frente a la casa Oliván, se ven cuatro imponentes, apocalípticos peñascales: el Tozal del Mallo, al lado del ciclópeo Mondarruego, que tiene la santa apariencia de un estandarte, de un lábaro gigantesco y suprahumano, que parece saludar y dar la bienvenida al viajero que por primera vez pisa la prometida tierra; la peña Gallinero, acorazada y bíblica, en cuyas laderas hay frondosidades dignas de mármoles y bronces; la Fraucata, inmenso castillo inexpugnable, enclavado en el Pirineo por uno de los más despóticos y avasalladores dioses del paganismo panteísta; y la peñascosa cordillera del puerto de Góriz, que cierra el grandioso valle y sirve de contera y remate al inmenso cañón de Ordesa, que está pidiendo a gritos un poeta que en su estro inmortal, para ante los hombres, le inmortalice. […] al llegar a la casa de Oliván, refugio del viajero electrizado, que escribe sin dudar en el libro sus impresiones del valle, poéticamente se guarda: «Venir a Ordesa es conseguir una ventura notable: la de comprender que para alcanzar de alguna forma la felicidad, es menester impregnarse más y más de las enseñanzas sublimes del gran libro de la Naturaleza». Esto piensa en aquel cañón deleitoso la mente, y fuera gran traición negar a la mano el derecho a estampar un pensamiento que es toda una definición, que es toda una filosofía. Acoja el libro del hogar, de la tenue merveilleuse, un pensamiento que es hijo legítimo del lugar, del ambiente, de la privilegiada situación del valle pirenaico.30
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Las casas de Ordesa: miradas de visitantes y huéspedes
Vicente Cajal (1917) En la página de Internet de la Fundación Ramón y Katia Acín encontré un vínculo entre Vicente Cajal y Ramón Acín: Vicente Cajal. Maderas y cementos. Huesca. Sobre con membrete dirigido a Ramón Acín y con la palabra AVIACIÓN en rojo a gran tamaño. Posiblemente sea el sobre en el que Vicente Cajal envió las cuartillas a Ramón Acín sobre la historia de la aviación.
Al mismo tiempo pude saber que se dedicaba, además de a escribir en el periódico, a los materiales de construcción, aunque sobre todo su pasión debió de ser la montaña, a tenor de su descripción del paso de las clavijas de Cotatuero. En su texto, Cajal cita a su amigo Nicolás Viñuales (1882-1927), autor, junto con su
Entrada de casa Oliván. De izquierda a derecha, Jorge Cajal, Nicolás Viñuales, Vicente Cajal (tumbado) y José María Lasaosa-Dilla. (Fototeca de la Diputación Provincial de Huesca. Autor desconocido. Colección Vicente Cajal)
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hermano Elías, de un excepcional archivo compuesto por casi tres mil quinientas fotografías de la provincia de Huesca. Sobre José María Lasasosa-Dilla, en el apartado «Recompensas» del Diario Oficial del Ministerio de Marina del 10 de diciembre de 1934 se lee: Como resultado de expediente incoado al efecto, este ministerio, de acuerdo con lo informado por el de Industria y Comercio y la consulta de la Junta de Calificación y Recompensas, ha resuelto premiar con la Cruz de primera clase del Mérito naval, blanca, la meritoria labor realizada en pro del deporte náutico por Don José María Lasaosa-Dilla, tanto en la secretaría general del Club Náutico de Barcelona como al frente de la federación española de Yatching Automóvil.
Fotografía con el famoso bucardo disecado. De pie, Vicente Cajal; a la izquierda, el guía Felipe de Torla; a la derecha, José María Lasaosa-Dilla. (Fototeca de la Diputación Provincial de Huesca. Foto: Nicolás Viñuales)
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También aparece mencionado en el ABC del 16 de marzo de 1946, en el apartado dedicado a las noticias de la Delegación Nacional de Deportes: «Nombramientos.— D. José María Lasaosa-Dilla, secretario técnico de la Federación Española de Clubs Náuticos». DE ALPINISMO EN EL VALLE DE ORDESA El paso de las Clavijas […] Si a todo esto se añade que en la casa que allí tiene mi amigo don Ramón Viu para recibir a todo turista, encuentra uno un hospedaje lleno de comodidades y con una limpieza y amabilidad que en esta región casi resultan extrañas, no he de vacilar en recomendar a mis paisanos y a los que no lo sean que no dejen de visitar ese fantástico valle para admirarlo a la vez que recrean su espíritu y porque sé que luego se convertirán en un heraldo más de una de las innumerables bellezas naturales que posee el Alto Aragón. Volviendo al tema objeto de estas líneas, paso a describir, lo más brevemente que me sea posible, una ascensión que el día 24 de Julio último hicimos saliendo de la casa de Oliván, dos alemanes, cuyos nombres se me han enreligado en la memoria, don José María Lasaosa Dilla y el que esto escribe, acompañados por don Ramón Viu, su hijo mayor y el castizo guía Felipe de Torla, y que yo intenté ahora hace veinte años con varios amigos y un guía que no supo conducirnos bien por aquellos intrincados parajes. […] Sobre las seis de la tarde, un poco fatigados de emoción, pero con una temperatura refrescante, pisábamos las praderas que a orillas del Arazas se suceden, antes de llegar a la casa de Oliván, donde encontramos descansando a un compañero de excursión que se invalidó en las abandonadas calles de Torla, con una dislaceración de tejidos en la rodilla, y a un excursionista de tierra llana y peritísimo aficionado fotográfico, mi amigo don Nicolás Viñuales, quien no quiso acompañarnos, por no estar él en buenas relaciones con los precipicios.31
Amy y Thornton Oakley (hacia 1917) Los Pirineos vistos por una americana y dibujados por un americano. Amy y Thornton Oakley recorrieron los Pirineos franceses y españoles durante tres veranos repartidos entre 1913 y 1918, «antes y durante la Gran Guerra», como dicen en la introducción.
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La rarísima guía de los Oakley no es solamente un relato poético y encantador sobre los Pirineos, «un país de las maravillas», en palabras de sus autores, sino que es una guía increíblemente práctica que conduce al lector desde la Cerdaña hasta el Adour pasando por Andorra, Luchon y Gavarnie. Cuando se aventuran en Aragón, acompañados del célebre guía Henri Passet, relatan con todo lujo de detalles y emociones el descubrimiento del valle del Arazas. Al final del último capítulo de su obra dejan patente testimonio de lo que para ellos representan los Pirineos: «¡Oh, maravillosas montañas, no os conozco una a una porque ya conozco los Pirineos!». La guía está dedicada «A la Memoria de Henri Passet, de Gavarnie, medalla del Club Alpino Francés, guía para todos los Pirineos, nuestro genial compañero, erudito en la ciencia de la montaña, a quien debemos la inspiración para este libro». Thornton Oakley nació el 27 de marzo de 1881 en Pittsburgh. Estudió en la Universidad de Pensilvania y obtuvo los títulos de licenciatura y maestría en Arquitectura en 1901 y 1902 respectivamente. Los tres años siguientes estudió Ilustración en el estudio de Howard Pyle. En 1910 se casó con Amy Ewing (1882-1963), de Filadelfia. Juntos realizaron muchos viajes al extranjero y reunieron abundante material para sus libros de viaje, que fueron ilustrados por él. En los periodos 1914-1919 y 1921-1936 estuvo a cargo del Departamento de Ilustración de la Escuela de Arte Industrial del Museo de Filadelfia. En 1932, en reconocimiento de sus servicios artísticos a Francia, la III República Francesa lo condecoró con la Palme d’Officier d’Académie, un honor que rara vez se otorga a los extranjeros. En 1938 fue nombrado presidente del Philadelphia Water Color Club, del que había sido socio fundador. Durante la II Guerra Mundial hizo tres series de imágenes del esfuerzo de guerra para el National Geographic Magazine. Murió en 1953 en Bryn Mawr (Pensilvania). Capítulo xiii. Aventurándonos en Aragón La casa Oliván existe para aquellos montañeros suficientemente fuertes como para superar el circo [de Gavarnie] y realizar el descenso por el valle del Arazas. Aquí cenamos en una mesa sobre el prado con el sol poniente como una bola de fuego brillando tras las copas de los pinos. Dolores nos sirvió truchas frescas del Arazas y tortillas dulces. Nuestras caballerías
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trotaban y pastaban en praderas de hierba alta. Passet estaba sentado en un banco dentro de la casa y bebía de su bota con el brazo levantado sobre la cabeza mientras las estrellas una a una comenzaban a brillar. De vez en cuando se arrancaba apasionadamente con cancioncillas sobre encuentros legendarios con los sarracenos, con tonadas aprendidas en el País Vasco. Tenía su añosa y curtida mirada perdida en los recuerdos. Cuando la Cruz del Norte iba apareciendo por encima de las murallas escuchamos unos ruidos entre las matas de boj y dos hombres cargados con fardos y palos surgieron de la oscuridad. Habían realizado el descenso desde Francia y eran un montañero y su guía que venían de Cauterets. Una vez que habíamos recostado nuestros agotados cuerpos en la cama, escuchamos la animada conversación de Passet y el guía hasta bien entrada la noche. Nuestro desayuno consistió en el inevitable chocolate español, fuerte, con abundante canela y espeso como una crema. Lo comíamos a cucharadas de la taza añorando unos tiernos panecillos, pero solo aparecieron unos pasteles dulces. El comedor estaba adornado con fotografías de famosos montañeros y cazadores ataviados con sus vestimentas. A un lado de la mesa que tenía el mantel rojo había un sarrio disecado. Al otro lado había un bucardo, también disecado, que parecía estar vivo. El valle del Arazas es su último reducto.32
Ricardo del Arco y Garay (1917) Uno de los grandes protagonistas de la historia del parque nacional, Ricardo del Arco, describe en este artículo su estancia en la casa Oliván para dejar constancia del enorme influjo que este valle ha ejercido sobre multitud de personas llegadas de diferentes países. Ordesa debía hacer una puesta a punto express, teniendo en cuenta la realidad del turismo de naturaleza que estaba viviendo el país. Creo no equivocarme mucho si digo que esta era la primera vez que Ricardo del Arco pisaba Ordesa. Transcribir las anotaciones y los comentarios del libro de firmas de la casa Oliván se convierte, una vez más, en una reafirmación de que Ordesa tenía que ser un parque nacional. Ricardo del Arco y Garay (Granada, 1888 – Huesca, 1955), licenciado en Historia por la Universidad de Valencia, llegó a Huesca en 1908 como encargado del archivo de Hacienda. Como se lee en la biografía publicada por la Fundación Ramón y Katia Acín,
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Comenzó entonces una febril carrera de investigación y publicaciones. Exhumó documentos, divulgó iglesias o edificios inéditos, redactó informes, escribió historias y biografías, recogió tradiciones y manifestó la necesidad de organizar campañas de recogida etnográfica. Cronista de la ciudad de Huesca, profesor de instituto, Del Arco igual coordina el Nomenclátor comercial de la provincia en 1920, que escribe una novela de rancio sabor popular.
Al terminar la Guerra Civil publicó el Catálogo monumental de Huesca, obra de un valor extraordinario por quedar documentados en ella algunos monumentos de la provincia desparecidos durante la contienda. Fundador y vicepresidente del Instituto de Estudios Oscenses, fue asimismo autor de casi doscientos títulos, entre libros y artículos científicos, de carácter histórico o artístico. Intereses Provinciales El Valle de Ordesa, próximo Parque Nacional […] La blanca casita de Viu nos brinda acomodo y reposo. La tarde declina. El río Arazas se desliza aquí manso; los prados ofrecen frescura y bienestar y las murallas de pinos, que emergen de los intersticios de las moles rocosas, nos regalan el sedante de su aroma singular. En la casa de Viu encontramos un matrimonio francés, al que acompaña un guía de Gavarnie, los cuales partirán al día siguiente; y dos alemanes jóvenes que hablan con bastante soltura el español. La cena es al aire libre, sobre el verde césped, sin más testigos que los enormes picos que sirven como de atalaya a aquella fantástica morada de gigantes. *** Nunca acaso como en aquella noche he sentido el orgullo de ser español y la leve y perdonable vanidad de haber sido propagandista del valle de Ordesa, siguiendo —ciertamente— la senda que otros practicaron. Porque cuantos elogios pudiera hacer de Ordesa el altoaragonés más encariñado con su tierra, dudo mucho que alcanzaran los extremos de entusiasmo que la apología del valle tomó en labios de aquellos dos bizarros alemanes. El uno de ellos era el señor Otto Sanerland de Hamburgo, que sorprendido en un buque de guerra de su patria al estallar al guerra fue internado en España; del otro señor no recuerdo el nombre; era más joven y reside hace bastante tiempo en Barcelona. Llevaban ya varios días en la casa de Oliván, haciendo excursiones diarias por aquellos picos y aún pensaban permanecer algunos días más; y para pronto, aguardaban a siete amigos suyos también alemanes.
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El señor Sanerland me decía, con acento de convicción profunda: He recorrido los Alpes italianos, Suiza, las montañas de mi país, los valles de Francia, y le aseguro a usted que el caso de Ordesa es «único entre todos». Tantas selvas, tantos prados, tan enormes cascadas, tan disformes cortaduras, tan colosales circos, tantos y tan grandiosos picos, abismos y precipicios tantos, «reunido todo en tan poco espacio», no se ve en parte alguna del mundo». […] De este su entusiasmo me certificó el excelente guía Felipe López, de Torla, que estaba al servicio exclusivo del alemán desde hacía unos días; y ambos alemanes renovaban diariamente la emoción estética que aquellos parajes les despertaba, practicando excursiones. —«No saben lo que tienen en España», era la síntesis que deducían aquellos viajeros; síntesis tan usual, por desgracia, en boca de extranjeros. —«Sí que lo sabemos», contesté, no sin energía. […] *** Estas consideraciones me indujeron a curiosear en el álbum donde firman los visitantes, para ver si algún extranjero había expuesto allí su opinión. Y no para buscar la calidad —que ya Ramond, Charpentier, Beraldi, Sacke y Russel y otros han cantado en sendos trabajos las bellezas de Ordesa—, sino la cantidad. Juan Cripon de Parennes escribió en el álbum, en 23 de Julio de 1909 —lo traduzco del francés—: «Cuando Gustavo Doré compuso su obra sublime, su ilustración de la Divina Comedia, debió venir aquí; en parte alguna pudo encontrar, en efecto, mejor fuente de inspiración; y sin esfuerzos de imaginación limitarse a copiar el valle de Arazas. En cuanto a mí, he venido, he visto y he tenido que recurrir a toda mi energía para decidirme a marcharme de aquí». Monsieur Raburthe, de Pau, dice que el valle de Arazas es una perla entre las maravillas de los Pirineos.— Monsieur Colonnad Ornano, de Alger, escribió en 15 de Julio de 1910, que la belleza y grande originalidad del valle de Ordesa dejaron en él un recuerdo imperecedero; y el más grande elogio que de aquel podría hacer, es volver a admirarlo.— Monsieur Oberthur llama a Ordesa, en 26 de Julio de 1911, valle admirable, parque y fortaleza de los antiguos dioses.— Monsieur Albert Cadier afirma, en 27 de agosto de 1913, que el valle de Ordesa tiene un clima de primer orden; de tal modo, que debería ser una de las primeras, si no la primera, de las estaciones climatológicas de los Pirineos. Y Luciano Briet, el cantor de Ordesa, puso en le libro de firmas, en 28 de Septiembre de 1909, lo que sigue: «Grata e inolvidable estancia en la casa de Oliván, con el objeto de visitar detenidamente el valle de Ordesa. Este es verdaderamente el rey en este país del Alto Aragón, patria de las «gargantas» y de los «barrancos». Hay en esta provincia, un «quatuor», valle de Ordesa, cañon de Añisclo, barranco de Mascún y gargantas del río Vero (de Lecina a Alquézar), que todos los verdaderos pirineístas no deben ignorar». […]
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«No saben lo que tienen en España…». Aún resuena en mis oídos, y pone rubor en el rostro, esta frase, que pesa cual roca de Prometeo… Demostremos, demuestre la Junta de Parques Nacionales, que no es cierta. Que en este negocio, tan elevado por su misma espiritualidad, no sea la Gaceta, no sean los trámites oficiales, el antemural acostumbrado, en el que suelen estrellarse los más laudables propósitos.33
Bernard Malan (1917) NUESTROS PIRINEOS A REBANADAS (continuación) Cotatuero, Brecha de Roland, el Taillon: Sexta Jornada […] fresas y frambuesas perfumadas. Este elemento comestible nos proporciona un sensible retraso sobre el horario previsto, pero nada nos urge hoy y, siendo todo en bajada hasta la Casa Viu, nos dejamos tentar por los arbustos de frutos rosados. Con un paso de paseantes llegamos a las 9 h 50 al albergue. Se nos ha ofrecido una acogida muy favorable. Pero un intérprete sería muy necesario, pues la familia Oliván comprende menos el francés que los gestos. Pero todo lo que tiene que ver con el hambre es felizmente tan fácil de ejecutar como de comprender y una comida muy conveniente nos ha sido rápidamente servida en una sala perfectamente limpia —cosa rara en la vertiente española—. De lo que me viene al recuerdo, algunos pollos fueron devorados sin piedad, seguidos de no recuerdo bien qué número enorme de tazones de fresas y frambuesas. Citaré también, de memoria, un excelente dulce de membrillo, que provocó fatales consecuencias más tarde, mientras pedíamos pastas alimenticias para llevarnos. En fin, no estaría muy seguro de recomendar a los visitantes de la Casa Viu un jarabe de frambuesa made at home realmente sabroso —que no se me pasen estos detalles gastronómicos, pueden ser útiles para los futuros turistas del Arrazas—. La más loca alegría, en todo caso, sazonó la comida y si alguna vez fuimos felices o espirituales, fue ese día. Hasta hubo en los postres una parte cómica en la que un bucardo —por supuesto disecado— corrió con todos los gastos.34
En 1918, año de la epidemia conocida como gripe española, se estima que en Aragón murieron alrededor de diez mil personas.
Juan Manuel Madinaveitia (1918) EL PIRINEO ARTÍSTICO (continuación) Ordesa
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En la actualidad se habla mucho de este valle, cuya belleza supera, casi con seguridad, a los demás del Pirineo. Su carácter es distinto, pues en lugar de tener casas y praderas, como casi todos ellos, está casi exclusivamente provisto de rocas y bosque. Ahora lo han declarado Parque Nacional, y es de esperar que se preocupe un poco el Gobierno de que las casas que en él existen normalicen los precios y la estancia de sus moradores. En la actualidad, el hombre que de ellas cuida va cuando recibe el primer aviso de un turista amigo que le comunica su visita. Así ocurre que cuando sin aviso previo vienen los turistas de Francia (pues los de España son escasos), se encuentran con la casa cerrada y tienen que continuar, cerca de dos horas de marcha, para llegar a Torla y dormir en un pueblo apartado ya de los fantásticos paisajes del Valle de Arrasa. Una vez hecha esta especie de reclamación, que espero poderla formalizar (dado que la Sociedad «Peñalara» tiene una habitación en una de las casas en calidad de refugio), voy a pasar a intentar dar una somera idea de los escasos medios de comunicación que existen y de las principales excursiones que se pueden llevar a cabo. […] Como ya dije, al terminarse la segunda hora de marcha divisamos en la otra orilla unas casas (tres o cuatro) blancas y con tejado oscuro. Esas son las casas de Ordesa, en una de las cuales habita, casi todo el verano, una familia que, por 9 pesetas al día, da bien de comer y una cama limpia. Entre las casas (son de diferentes miembros de una sola familia) reúnen más de 30 camas, las cuales, antes de esta terrible guerra, solían estar con frecuencia ocupadas.35
Peñalara (1918) NUESTRO NUEVO REFUGIO EN EL PIRINEO Desde hace unos días poseemos un nuevo refugio en el sitio más pintoresco del Pirineo español. Son las casas del Valle de Ordesa, en el actual Parque Nacional, las que en breve ostentarán el título de «Hotel de la Brecha de Rolando» (Hospedería de Peñalara). Estas casas existían ya desde hace años y eran concurridísimas, sobre todo por los alpinistas que de Francia venían. Deseando nosotros dar todo género de facilidades a nuestros socios, hemos cerrado un contrato que a continuación extractamos, para que tengan ellos siempre camas a su disposición en sitio tan pintoresco y rodeado de cimas tan afamadas como las que luego describiremos. Don Ramón Berges concede mediante contrato a la Sociedad Alpinista Peñalara, de Madrid, y por el plazo de tres años, a contar desde 1 de octubre de 1918, sus dos casas de Ordesa. La explotación de los Albergues, con arreglo a las tarifas aprobadas por ambas partes, quedará a favor de D. Ramón Berges y podrá hacerse extensiva al público en general, comprometiéndose a tener camas reservadas para los señores socios de Peñalara, siempre que estos avisen con una antelación prudencial. Las tarifas que se fijan son actualmente: Hospedaje completo …………………………………...………. 7,50 Ptas. Cena, cama y desayuno ………………….............……………. 5,25........
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Una comida sola ……………………………………….....…… 3............. Cama por una noche ……………………………………...….. 1,50........ Mula por día (manutención por cuenta del alpinista) ………. 6............. Morralero (ídem íd. íd.) ……………………………………..…. 6............. Guía para los picos bajos …………………………………..… 10............. Ídem para los altos ……………………………………..…… . 15............. Los socios de Peñalara anunciarán su llegada y acreditarán su personalidad por medio del carnet social, al que se acompañará el recibo corriente. Igual beneficio que los socios de Peñalara disfrutarán las demás Sociedades que tengan establecido el intercambio de Refugios con la misma, demostrando que pertenecen a ellas en la forma que indiquen sus correspondientes Juntas directivas. Los socios de Peñalara que se presentasen en Ordesa sin previo aviso no tendrán derecho a exigir habitación alguna; pero el Sr. Berges procurará su mejor acomodo hasta que queden habitaciones vacantes. Va firmado por el presidente y tesorero de Peñalara y por el propietario de las casas de Ordesa, D. Ramón Berges. Este último ha sido nombrado delegado de Peñalara en Ordesa. Buen sitio de excursiones es este del Valle de Ordesa (Valle de Arasa lo llaman en Francia). A pocas horas de marcha están los picos más afamados de esta comarca. El único inconveniente reside en los malos medios de comunicación que posee. Se puede llegar a las casas de Ordesa dejando el tren en Barbastro, para subir luego en automóvil a Boltaña (los días pares de mes, y cuesta ocho pesetas asiento). Luego una tartana recorre los pocos kilómetros que a Broto hay. Desde aquí hay que subir por el camino de herradura que pasando por Torla conduce a Francia. En Torla se deja este camino para atravesar el río, y siguiendo por la orilla opuesta, entrar, al cabo de una hora, en el maravilloso Valle de Ordesa.36
Antonio Victory (1919) Antonio Victory Rojas (1890-1972), junto con Alberto Oettli y José Fernández Zabala, fundó la Real Sociedad Española de Alpinismo Peñalara en 1914. Además de establecer la hospedería Peñalara en el valle de Ordesa en 1918, en 1921 este grupo de entusiastas alpinistas, con la ayuda de personal del parque y expertos en la materia de Torla, colocó las clavijas de los pasos de Soaso y Salarons, y en 1922 construyó el primer refugio de Góriz. El artículo de referencia contiene un estupendo mapa/croquis, copiado por Victory del Ministerio del Interior de Francia, en el que se señala la ruta seguida por los peñalaros entre Benasque y Torla.
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Las casas de Ordesa: miradas de visitantes y huéspedes
DOCUMENTOS PIRINEOS ARAGONESES.— EXCURSIÓN COLECTIVA DE «PEÑALARA» […] Más tarde, el camino cruza a la orilla izquierda del río; poco más abajo de los albergues de Ordesa —que se encuentran en el lado derecho— hay otro puente para pasar a ellos. Como también puede dejarse el camino al llegar al primer puente, siguiendo por senda hasta las casas. Nosotros, ignorantes de la existencia del segundo puente, nos encontramos frente a los refugios con el río por medio, y como, al fin y al cabo, el obstáculo no era tan grande, y sí lo era nuestro deseo de vernos por fin bajo techo, después de jornada tan larga y fuerte, pasamos el río como se hacía antes de que se inventaran los puentes, y a las ocho y media de la noche estrechábamos la mano del simpático D. Ramón de Berges, delegado de Peñalara en Ordesa, que nos obsequió con un riquísimo vino del país, capaz de hacer olvidar todas las penalidades de la expedición, o, como decía el bueno del tío Miguel, animándose: ¡¡Esto resucita!!… […] A la mañana siguiente liquidamos nustras cuentas, correspondiéndonos a cada uno un gasto de 258 pesetas desde la salida de Madrid, incluyendo tren, hasta el momento actual. Unos excursionistas pueden quedarse todavía algunos días más, dedicados a la buena vida y a comer fresa (olvidaba decir que en Ordesa abunda mucho más que en Aranjuez), para regresar por Panticosa, a fin de ver la típica parte de Bujaruelo, y otros, con más prisa, salimos aquella tarde para Torla (dos horas).37
H. Deffner (1920) Deffner realiza una precisa descripción del camino de Turieto, camino principal de acceso al valle de Ordesa y sus casas. EL VAL DE ORDESA I.– Camino de Turieto Se sigue el camino por la orilla izquierda del río, entre praderas y arbustos; a la derecha, las peñas de los Estatons; delante, los paredones del Mondarruego (2858 metros); al otro lado, en las faldas de las Lomenas, una casita blanca, la ermita de San Antonio. Debajo de los Estatons (las últimas estribaciones del Diazas) se sube en zigzags para ganar el umbral que cierra el valle de Ordesa, y por el cual ha tajado el río Ordesa una honda grieta de unos 50 metros de profundidad. Tomado el umbral, ya estamos en el valle, donde nos saluda enfrente el Mondarruego, con sus rojas paredes. El camino se acerca al río, que forma la hermosa cascada de Molinete. Pronto
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aparece un interesante peñón saliente del Mondarruego: el Tozal de Mallo (2218 metros); a sus pies se extienden campos, con los henares de Andescastieto, elevados sobre la gran curva de Matricapón, en las concavidades de la orilla del río. Entramos ya en el espeso pinar, del cual no se sale hasta que se ve en la orilla opuesta, ensanchándose el valle, las casas de Ordesa, a las cuales conduce un puente en buen estado. Nuestros albergues son las dos casas gemelas, algo más lejanas, pues la más cerca es la de Viu, llamada casa de Oliván (1310 metros). Ambas están al pie de la gigantesca peña del Gallinero (2466 metros); peñón parecido al Mondarruego, del cual está separado por el circo de Salarons. A la derecha del Gallinero se yergue el monte más imponente de todos: la Fraucata (2769 metros). Camino total: dos horas.38
Peñalara (1921) El tesorero-contable de la sociedad Peñalara, Antonio Victory, da cuenta a la Junta General de los ingresos y los pagos, y queda anotada la cantidad de 172,45 pesetas para el sostenimiento del albergue de Ordesa.39
José García Mercadal (1921) José García Mercadal (Zaragoza, 1883 – Madrid, 1975) estudió Derecho en la Universidad de Zaragoza y se doctoró en la de Madrid, pero nunca ejerció como abogado o jurista. Dedicó toda su vida a su vocación literaria y periodística. Ejerció el periodismo, la traducción y la edición y fue historiador, novelista, biógrafo, crítico literario y de arte, conferenciante, viajero, investigador…; en fin, como Pascual Martín Triep dijo de él, fue «un grafómano incurable». Participó activamente en la preparación y el desarrollo de la Exposición HispanoFrancesa de Zaragoza de 1908 y creó la sociedad Amigos de Aragón con el fin de promover un mayor conocimiento de su región natal, tomando como base el excursionismo rural, especialmente en el Pirineo. En 1916 se trasladó a Madrid, lo que lo llevó a incrementar su aragonesismo, y en 1919 ofreció al Consistorio zaragozano su descubrimiento del Archivo Palafox, a punto de caer en manos extranjeras.
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Mercadal se hizo cargo de las páginas literarias de El Sol, el más influyente diario madrileño. En 1935 obtuvo el Premio Nacional de Literatura por su Historia del Romanticismo en España. Durante la Guerra Civil regresó a Zaragoza. Desengañado de la II República, a la que respaldó junto con su hermano Fernando firmando el célebre manifiesto prologado por José Ortega y Gasset, terminó apoyando explícitamente al bando nacional en las crónicas que escribía para la edición sevillana del ABC durante la contienda. Concluida esta, regresó a Madrid. Seguidor confeso de Joaquín Costa y buen amigo de Azorín y Pío Baroja, no dejó de mandar sus artículos al Heraldo de Aragón o al Aragón Exprés hasta poco antes de su muerte. Casa de Oliván Antigua granja de labor, hoy la casa de Oliván es un grato albergue montañés, que cuenta con un espacioso comedor, cocina y habitación para los guías en su planta baja, y un largo pasillo en el primer piso, donde se abren las puertas de una serie de dormitorios. Es curiosa una puerta donde los turistas, antes de haber allí su correspondiente álbum, dejaban sus nombres grabados con la punta de sus navajas. Un caprichoso inglés quiso llevarse la puerta a cambio de un billete de mil pesetas, pero el dueño de la casa no se conmovió ante la cifra, y la puerta continúa en su puesto de siempre. Al menos continuaba la última vez que allí estuvo el autor de este libro, que ignora si posteriormente estuvo algún otro caprichoso y logró vencer la resistencia del propietario. Sin lujo, la estancia en la casa de Oliván de Ordesa es algo inolvidable. La comida no puede ser muy variada; pero en cambio se goza siempre de un gran apetito, y cuando hace buen tiempo, se saca la mesa al prado y se come bajo una enramada, disfrutando de un panorama que presiden el paredón ingente de la Frocata y la amenazante peña Gallinero. No lejos de la casa de Oliván hay otra edificación que también sirve de asilo y refugio a los turistas, bautizada pomposamente con el título de «Hotel de la Brecha de Rolando».40
Marcel Viollette (1922) El Touring Club de France fue creado en 1890 por un grupo de velocipedistas que tenía como objetivos «el desarrollo del turismo bajo todas sus formas y al mismo
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«La manifestation de camping et de tourisme en montagne, organisée par le Comité de Camping du Touring Club dans les Pyrénées (du 2 au 23 septembre)», fotografía publicada en La Revue du Touring Club de France, 340 (diciembre de 1922).
tiempo dar facilidades a sus socios, y […] la conservación de todo lo que constituye el interés pintoresco o artístico de los viajes». Llegó a contar con setecientos mil socios y desapareció en 1983 tras graves problemas financieros. Entre los miembros fundadores estaban Abel Ballif y Marcel Viollette. Este último fue su primer presidente entre 1890 y 1892, y además llegaría a ser redactor jefe de la revista La Vie au Grand Air. TRES SEMANAS BAJO LA TIENDA EN LOS PIRINEOS (DEL 2 AL 23 DE SEPTIEMBRE 1922) […] y después de una hora de marcha desembocamos en el valle de Ordesa o Arazas. Este valle merece verdaderamente el grito unánime de admiración con el cual lo saludamos. Es un circo en el que las primeras pendientes cubiertas de boj, y después de abetos, están dominadas por murallas cortadas a pico que se elevan hasta una altura prodigiosa, todas rojas bajo el sol poniente. No tengo la intención de descubrir aquí Ordesa, pero debo declarar que este valle es de una belleza que no se puede comparar. Admitámoslo, esta vertiente española supera en grandiosidad, en colorido, a la nuestra, que tiene en su contra la de estar expuesta al norte, como el circo de Gavarnie por ejemplo. Ordesa, con sus dos confortables hoteles, constituye un centro de turismo incomparable, sea remontando el valle hacia las cascadas de Cotatuero o de la Cueva, sea descendiendo a Torla o escalando las pendientes del circo de Cotatuero en dirección a la Brecha de Rolando. Mucho
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más accesible desde la parte francesa que desde España (se encuentra a 5 días de Barcelona), y esto es así como dan fe los libros de oro de los dos hoteles, más frecuentados por los turistas franceses que por los españoles. Siendo cierto que un francés, Lucien Briet, lo descubrió y cantó. Pasamos tres días encantadores, con una temperatura deliciosa, y con pena dejamos el valle el sábado por la mañana para bajar a Bujaruelo y volver a entrar en Francia por el puerto de Gavarnie.41
En una de las fotografías que acompañan el artículo se aprecia el campamento instalado en Ordesa. Está tomada cerca de la fuente, junto a la famosa gran roca que existe debajo de casa Oliván. Su pie de foto reza así: El campamento de los excursionistas en el valle de Arazas La primera manifestación de turismo en montaña, organizada en los Pirineos por el Comité de Camping del TCF, se desarrolló a plena satisfacción. Participaron cincuenta turistas, de los cuales treinta y seis habían venido de Inglaterra, y entre ellos había diez damas. Esta experiencia ha permitido hacer un buen número de apuntes que facilitarán la organización de manifestaciones del mismo estilo el año próximo.
Antonio Victory (1922) DOCUMENTOS EXCURSIÓN OFICIAL A LOS PIRINEOS Valle de Ordesa: El Refugio de Góriz.— La Fraucata.— La senda de los Cazadores […] Después de un día de descanso completo en las hospederías de Ordesa, disfrutando de un tiempo excelente bajo el más hermoso azul del cielo, nos encaminamos a ver la obra. Con el sobreguarda de montes D. Félix Paúl, a quien antes y muy principalmente ahora debe agradecimiento Peñalara por su comportamiento en todos los asuntos del refugio, con Miguel Herrero [Lafuente, el herrero], guarda del Parque, que nos colocó las clavijas de Soaso, y con D. Ramón Berges, que quiere conocer personalmente la situación del nuevo refugio. De las casas de Ordesa al albergue o refugio de Góriz —pues así, y no del Monte Perdido hemos quedado en llamarle, dando mayor importancia al nombre del sitio de emplazamiento, que al de uno de tantos puntos al que puede irse desde el mismo— desde las casas al refugio, decíamos, se necesitan cuatro horas, dos hasta el Soaso, y dos más hasta arriba.42
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Portada de la revista Algo del 18 de noviembre de 1933.
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P. Vallhonrat Casanovas (1923) Una excursión al Pirineo aragonés […] Una vez pasadas las clavijas se llega en una hora y por buen camino a Ordesa (1300 metros de altura). Dos son las hospederías que allí existen: Casa Berges y Casa Oliván, las dos con las mismas comodidades y precios, aproximadamente. Nosotros, amantes del «camping», nos quedamos en el bosque, situando la tienda en un verde y mullido prado, al lado del río Arazas. […] En otras regiones hay que «buscar» el paisaje, hay que andar mucho, subir a veces muy alto. En Ordesa es diferente, es el paisaje mismo el que, por así decirlo, sale a verle a uno, maravillándole, extasiándole continuamente. […] Actualmente se trabaja en la construcción de una nueva carretera que, partiendo de Broto, permitirá llegar con toda comodidad a Ordesa, incorporando así ese valle, ahora tan solitario, a nuestra civilización.43
Peñalara (1925) En el número de la revista Peñalara correspondiente al mes de enero de 1925 se puede leer una anotación en las cuentas de la sociedad que dice: «Sostenimiento albergue Ordesa 500,60 ptas».44
Everest (1925) Turismo del Alto Aragón Excursión al incomparable Valle de Ordesa Siguiendo el programa trazado de antemano, salimos de Huesca la expedición el viernes 23, a las dos de la tarde, llegando a Broto a las siete y media, después de haber hecho algunas paradas por el camino para saludar a varios amigos, los cuales animaban a la Sociedad para que despertaran en esta provincia y en España el turismo, fuente de riqueza y de progreso, no comprendidas todavía en este país.
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[…] A las ocho de la mañana entrábamos en la casa de Oliván de Ordesa, donde su simpático dueño don Ramón Viu, su señora y sus hijos Juan y Ramón nos recibieron con la amabilidad de ellos tan característica, atendiendo solícitamente a todos, y dando a cada uno su habitación, la cual no se sabía qué admirar más, si la limpieza y la sencillez, o la comodidad que todo aquello encerraba en aquel hermoso paraje. […] Se comió de manera inmejorable y admirablemente servida sin encontrar falta el servicio de los mejores hoteles. A la tarde se visitaron las preciosas cascadas y bonitas praderas que rodean estas casas, y se comieron abundantes fresas y al anochecer se regresó a la casa para descansar y preparar la valiente y bonita excursión para el siguiente día. A las cinco de la mañana se tocó diana y después de desayunar se emprendió la subida a las cascadas y Circo de Soaso. […] A las once emprendimos el regreso a la casa de Oliván, donde llegamos a las dos y nos tenían preparada una suculenta comida, de la que dimos buena cuenta, pues la excursión y las riquísimas aguas de aquellos innumerables manantiales abren el apetito de manera asombrosa. […] Impresiones El viaje a Ordesa es de lo más cómodo que hoy puede hacerse para visitarse las maravillas de nuestro Pirineo, admiración de los extranjeros, y a propósito de esto hemos de llamar la atención desde estas columnas, del comisario regio de Turismo excelentísimo señor marqués de la Vega Inclán, pues con la supresión de la Aduana de Torla se ha privado la entrada de extranjeros que venían a caballo desde Gavarnie (Francia) a visitar el Valle de Ordesa, pues para despachar la documentación de entrada es necesario, hoy, llevarla a las de Canfranc y Sallent, y esto es lo mismo que pedir imposibles, pues la distancia a que se hallan y los malos medios de comunicación que los unen hacen imposible el despacho rapidísimo de estos documentos, con lo cual el Turismo sufre un rudísimo golpe y además, en vez de dar facilidades como hacen en todos los países extranjeros para fomentarlo, aquí nos encontramos con que parece que poniendo dificultades hacemos patria. En otros países que no fuera España, el valle de Ordesa y otros muchos puntos de nuestro Pirineo, ya haría años que estarían explotados por grandes Sociedades, protegidas y ayudadas por el Estado, pero aquí por lo visto, se creen haber hecho bastante con declararlo Parque Nacional y después relegarlo al olvido. Pero lo más sensacional no es esto solo, sino que con la supresión de la ya citada aduana, se ha creado un gran impedimento, un imposible para que los ganados de España, que tienen derecho a pastar durante el verano en lo menos cinco grandes montes de territorio francés, donde hay hierbas finísimas y abundantes, no puedan salir de este país para disfrutarlas, y esto es algo que puede
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solucionarse con buena voluntad por parte de las autoridades. En la zona francesa, el sargento de la guardia francesa hace de vista de aduanas y libra los pasaportes corrientes: ¿No podría hacerse lo mismo en España, encargando de estos menesteres al jefe del puesto de carabineros de Torla? Creemos que sí, pues con buena voluntad todo puede arreglarse. Ahora bien, que todas las culpas no debemos darlas a quien no las tenga, pues ni el estado ni el Turismo tienen la culpa del estado en que se encuentra el camino entre Broto y Torla (lo peor del camino a Ordesa), y estos son los pueblos antes citados los que debieran tener aquello mejor acondicionado, pues más bien parece un río que un camino, y esto con un poco de interés y un mucho de buena voluntad, creemos que podían tener no un mal camino, sino casi una buena carretera, y así es cuando podéis exigir que todo el mundo os ayude, y tocaréis muy pronto los provechos, pues si ahora van 200 o 300 excursionistas a Ordesa por vuestro pueblo, entonces tendréis 1000 o más, porque cada uno sería un propagandista de vuestras bellezas. […] *** Pudimos ver en Ordesa a excursionistas ingleses, franceses, catalanes, valencianos y aragoneses, lo cual demuestra que en la provincia de Huesca hay cosas de imponderable belleza natural. […] *** [N. de la R.:] Por nuestra parte, felicitamos sinceramente a la Sociedad de Turismo por el éxito de la excursión, y de la forma admirable de su organización, en la que se ha previsto todo, y no ha ocurrido el más pequeño accidente a pesar del número de excursionistas, pues ni el más leve rasguño ha turbado la tranquilidad de los viajeros. Que no desmayen en su empresa y que sigan las excursiones para que la Sociedad Turismo del Alto Aragón siga sumando sus éxitos.45
H. Deffner (1925) EN EL ALTO PIRINEO (Andanzas de Hecho a Ordesa) […] La semana siguiente fue dedicada a Ordesa, y no hace falta mencionar lo bien acogidos que estuvimos por D. Ramón Berges y su familia, como tampoco describir nuevamente las excursiones
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que desde allí se suelen hacer. Nuevo para mí fue, además de la singular belleza y amabilidad de Araceli, a la cual recordaba como una chiquilla de unos diez años, el bonito camino casi terminado por el paso de los cazadores a la Faja de Pelay, excursión que ahora hice en medio día, y las clavijas en el circo de Salarons. No he subido por allí, ya que más me gusta el Cotatuero, por el cual hemos ido a la Brecha de Roldán, y hecho luego la travesía por las paredes del Casco y Torre para bajar al nuevo refugio de Góriz, donde pernoctamos, y que limpiamos enteramente a la mañana siguiente, pues falta hacía. Otra ventaja es el servicio diario del auto entre Broto y Boltaña; solamente demasiado largo el viaje en autobús desde Boltaña a Barbastro.46
Béatrix Dussane (1925) La actriz francesa Béatrix Dussane (1888-1969) ingresó en la Comédie-Française en 1903 y la abandonó en 1941. También fue profesora en el Conservatoire National Supérieur d’Art Dramatique de París. Hacia el final de su carrera trabajó como realizadora de programas de radio dedicados a la historia del teatro. De Gavarnie a Ordesa por el valle de Arazas (Agosto-septiembre 1925) Me habían dicho: «Puesto que usted personifica a George Sand en los Pirineos, hay que seguir su ejemplo y recorrer la montaña como ella». Y, así, acepté con entusiasmo un proyecto de excursión largamente madurado, sobre mapas a todas las escalas, durante las últimas semanas pasadas en París. […] La caravana está compuesta por el sabio, amable y paciente Alphonse Meillon, que pospone sus trabajos fotográficos para guiarnos; nuestro querido vicepresidente y amigo L. Auscher, y la ex George Sand, convertida en simple turista de buena voluntad. El guía habitual de Meillon, Antoine Salles, llamado «Toinou», abre la marcha e inaugura la serie de sus buenos modos apoderándose de mi mochila. […] El bosque desaparece y después de una extensa pradera se encuentran el final y la parada, la encantadora «casa Ramón Viu», de la que el joven hospedero ha salido a nuestro encuentro. Saboreamos las alegrías clásicas de la etapa y, sobre una mesa al aire libre, el té hirviendo y después el vino espumoso. Hemos sobrepasado la Tosa del Maio, pero ahora es la Torre del Gallinero la que nos domina despóticamente. Todos ustedes, senderistas, conocen esta sensación de contemplar en silencio las bellas formas de las rocas o las nubes y ver pasar sobre ellas el juego cambiante de la luz. Tal fue toda aquella magnificencia de un atardecer de verano español bajo las más bellas murallas calcáreas que se puedan contemplar. La comida, que no tenía la pretensión de hacer olvidar a Pintat [hotel de Cauterets con una reputada cocina], fue sin embargo excelente —¡sin aceite!— y abundante. Y en nuestras celdas
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montañesas, completamente blancas, tuvimos la encantadora sorpresa de encontrar en las camas las finas sábanas adornadas con puntillas de la familia Viu. Martes 1 de septiembre.— […] […] lamentamos profundamente no poder […] llegar a dormir esa noche a la cabaña de Góriz y aprovechar la ventaja de la altitud que hemos alcanzado. Desgraciadamente, Góriz está cerrado. Y nos arrojamos a la fiesta del sol sobre las murallas del Cotatuero para reencontrar, después de un descenso sin incidentes, los placeres de la comida y más tarde de la siesta sobre la hierba. Hubo más tarde algunas tentativas de pesca de la trucha, aunque acabaron reducidas a unos refrescantes baños de pies en el agua pura del torrente. Al final de la tarde una magnífica salida de la luna renovó y transfiguró el paisaje por completo. No podíamos decidirnos a abandonar nuestra contemplación, e incluso ahora todavía no podría elegir entre esas dos imágenes: el valle ya perdido en la sombra y superado por el resplandor de las murallas al sol de poniente y esas mismas murallas convertidas en algo sobrenatural por la luz de la luna y apareciendo como sus propios fantasmas… Miércoles 2 de septiembre.— La etapa de hoy es la más larga. Somos tan puntuales que debemos esperar con la mochila en el umbral de la casa Viu a que los nacientes rayos del alba nos permitan ponernos en marcha. […] Al fin las pedreras, contra toda probabilidad, consienten en dejarnos pasar y la brecha nos recompensa por todas nuestras penas. Los fotógrafos han vulgarizado el increíble aspecto de este umbral que parece construido por la mano del hombre, de esta puerta tan clara entre Francia y España, pero lo que más nos atrae de ella son los dos horizontes distintos que la mirada puede abrazar desde aquí —esta España calcinada y esta Francia que verdece—. ¡Qué ganas de reencontrar los céspedes de allí abajo, de huir de las piedras infernales! Pero es mucho más tarde del mediodía: se impone la colación en un abrigo, vagamente arreglado, al pie de la muralla española. Entonces comienza un gran combate con los pollos fríos que Ramón Viu ha metido en nuestras mochilas. Por mi parte, confieso que me vencieron: estos pollos son indestructibles para la mandíbula humana. Oh, Pintat, tu cocina…47
Anselmo y Francisco Solanes (1928) Bellezas del Alto Aragón: Ordesa 23 de julio. […] A unos 200 metros ante nosotros, sobre un suelo siempre verde y teniendo por fondo las tenebrosas oscuridades de la selva, destacan dos casas muy blancas, cuya pequeñez resalta al compararlas con las enormes murallas que la rodean. Son las 7 de la tarde y el sol penetra todavía en el valle. […]
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Una pradera superior a la mejor alfombra nos separa de las casas; en la segunda nos espera y recibe su propietario Ramón Berges, con esa simpatía tantas veces elogiada por cuantos le han conocido. No hay que buscar lujo en esta hospedería, que, por otra parte, sería impropio. El comedor, limpio, no muy grande, se hace agradable. Una cabeza de rebeco joven adorna una de las paredes, así como algunas ardillas que algo impropiamente ostentan una cinta roja a modo de collar. Nada de mesa redonda tan común en los pueblos del contorno que obligan a mantener conversaciones poco espontáneas. De la cocina quedamos todos satisfechos: la leche inmejorable; la mantequilla, tan sabrosa; las truchas y, sobre todo, la fresa silvestre, que era siempre recibida con todos los honores que merece tan rico manjar, aumentaron nuestro optimismo y saciaron el apetito producido por aquellas brisas purísimas. Y, por último, un saludo a nuestros compañeros de excursión, señorita Josefina Bosch y señores Quer. Con su simpatía y amabilidad hicieron más felices, si cabe, las horas pasadas en su compañía. A ellos dedicamos este artículo, ya que ellos, como nosotros, nos dejamos arrastrar por los mismos impulsos de admiración por esta maravilla que la Providencia ha colgado en lo más intrincado del Pirineo, como un templo en que las presentes y futuras generaciones admirarán una de las más sublimes creaciones del Poder sin límites.48
Victoriano Rivera Gallo (1929) Se trata de la primera guía del parque nacional de Ordesa. En tamaño de bolsillo, es pionera en su clase para las montañas españolas y sin duda una obra de referencia para Ordesa. Contiene un mapa plegado y abundantes fotografías. El primer capítulo comienza con una larga cita de Élisée Reclus, lo cual pone en antecedentes al lector sobre la personalidad y los ideales del escritor, de los que sin duda deja constancia al final de la guía, cuando se adelanta en el tiempo al comentar que «entonces se podrá quizá realizar otro proyecto grande: la inteligencia con los franceses para unir Ordesa y Gavarnie en “parque internacional”, caso previsto en el art. 11 del real decreto de 23 de febrero de 1917». Victoriano Rivera Gallo, originario de Murcia, llegó a ser gobernador civil de la provincia de Huesca por el Patido Republicano Radical en 1931. En el Centro Documental de la Memoria Histórica consta una ficha de encausado suya, y en el índice de descripción puede leerse: «Comunismo (delito). Dictadura de Franco, 19391975. Franquismo. Masonería (delito). Represión política. Tribunales especiales».
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III.— Las hospederías de Ordesa No debe hacerse ilusiones el turista de que va a encontrar en Ordesa magníficos hoteles con todas las comodidades y con todos los adelantos. Hallará estancia modesta, sencilla; pero, eso sí, grata y amable, y suficiente para llenar las exigencias de quien debe ir allí, no para recrearse en un snobismo fastuoso, sino para admirar la Naturaleza y gozar ampliamente de ella. Dos hospederías existen en Ordesa: la casa de Oliván y la de Berges. Casa de Oliván.— Es la primera que se encuentra al llegar; la primera también que fue albergue para los turistas que visitaban a Ordesa. Toma el nombre de su primitivo dueño, suegro del propietario actual, don Ramón Viu. Construida sobre la plataforma que forma el Valle al ensancharse, se domina desde ella un paisaje espléndido. La fachada principal está orientada al Norte; delante de la casa, un extenso prado de altas hierbas. El Tozal del Mallo, el Circo de Salarons, la Peña del Gallinero y la gigantesca Frocata se ofrecen a la vista del espectador. En la parte posterior, un balcón, que corresponde al comedor de la casa, es magnífico observatorio, desde el que se domina una gran longitud del Valle; el río en el fondo, distribuido en dos o tres cauces; a la derecha y al comienzo del Valle, el Mondarruego, y al frente, la muralla meridional con el avanzado Pico de Duáscaro; Diazas, la Faja de Pelay, los bosques que pueblan toda esa inclinada ladera… Las habitaciones de la casa se hallan repartidas en dos pisos: en el bajo están el comedor, muy amplio, la cocina y algunos dormitorios. En el piso de arriba todo son dormitorios. La cocina no es complicada, no hay en ella refinamientos; pero es bueno, sano y abundante el alimento. No se abusa de las conservas, porque Juan, hijo de Ramón Viu, es magnífico cocinero. Abre sus puertas la Casa de Oliván en temporada veraniega, época apropiada para el turismo, el 1.º de julio, y las cierra el 30 de septiembre. En otro tiempo la Casa está cerrada; pero el turista podrá alojarse en ella si se dirige previamente a don Ramón Viu, en Torla. Los precios serán especiales entonces, distintos de los que se indican en el cuadro-resumen de itinerarios y precios. La Casa de Berges.— Muy cerca de la de Oliván, un poco más adentro en el valle, se halla la hospedería de Berges, bautizada con el nombre de «Albergue de la Brecha de Roldán». Tiene dos edificios: en uno están el comedor con la cocina y varios dormitorios. En el otro, dormitorios tan solo. Está la hospedería abierta desde el 15 de junio hasta el 15 de octubre. Fuera de temporada ordinaria regirán precios especiales, dirigiéndose antes a don Ramón Berges, Torla (Huesca), propietario de la hospedería y delegado en Ordesa de la Sociedad «Peñalara» de Madrid. La comida es abundante y sana. Delante de cada una de las Casas, de Oliván y de Berges, una fuente permanente, a la orilla misma del río, les proporciona excelente agua.
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PRECIOS DE HOSPEDAJES, PEONES Y CABALLERÍAS Macho hasta Torla con peón 20 pesetas. Casa Oliván y de Berges. Día completo 14 a 15 pesetas. En la Casa de Berges, para los socios de la Real Sociedad Peñalara, en los ocho primeros días de estancia 10 pesetas. Después tarifa ordinaria. Los precios indicados se entiende que rigen para la temporada veraniega de turismo. Fuera de esta época serán otros especiales. MOVIMIENTO DE TURISTAS EN ORDESA Según nota facilitada por el guarda del Parque Nacional, el número de turistas visitadores del Valle durante le verano de 1927 fue de 1065.49
junio Franceses Ingleses Suecos Holandeses Españoles
julio
agosto
septiembre
0
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100
175
16
10
80
152
2
0
0
2
0
4
30
2
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80
110
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Arnaldo de España y Paralea (1929) ANDANZAS MONTAÑERAS POR EL PIRINEO DEL ALTOARAGÓN: ORDESA. En los albergues de la Real Sociedad Española de Alpinismo Peñalara, llamados también de la Brecha de Roldán, habíamos pernoctado, encontrándonos al pisar su esplendor en pleno valle de Ordesa, paraíso del Pirineo. […] El maestro Hernández-Pacheco corrobora: «la roca y el bosque alternan en tan perfecta armonía, que hacen de este lugar uno de los más hermosos de la Tierra». […]
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La altitud de los albergues es de 1300 metros, que es la mayor del llano, y los picos que los circundan pasan todos de los 2200 metros, determinando un verdadero tubo o grieta, como visto desde la altura le pareció a M. Carbonnières, que fue de los primeros en contemplarlo desde el Monte Perdido. […] Las partes bajas de estas paredes colosales están pobladas de selvas, y en contrario, las cumbres peladas elevan sus desnudos a respetables alturas con iguales aspectos y contrastes que la Foratata de Sallent, encontrándose en las vertientes del lado norte, con dirección este-sur, el campo de San Guino, el de Sopeliana, Faja Carnicero, campo de Matricapón, los Sigüerres, Faja de Arracón, Garmo del Gallinero, bosque de Ballazán, Fajas de los Petazales, de la Fraucata y, al final, parte del bosque de Arazas hasta la Ribereta. En el lado sur, a partir de esta, la continuación del bosque Arazas, el Cubilar de las Vacas, Laña del Caballo, Pocino de Arazas, bosque de Tuerieto Alto y Bajo, y sobre todos ellos el de la Faja Pelay. […] Muy cerca de los albergues se eleva sobre bronce y piedra un cenotafio en memoria y homenaje de Luciano Briet, cantor y propagandista de este bellísimo rincón de España. […] Las fresas y la frambuesa, llamada localmente «chordón», son los frutos sobresalientes que a todos se ofrecen y de los que nadie se sacia, no obstante la abundante cantidad en que se presentan al borde de los caminos. […] El sarrio recibe aquí el nombre de «bucardo», y tampoco se dejó ver por nosotros, siendo los únicos ejemplares que pudimos contemplar los disecados que exornan el comedor de los albergues.50
B. P. (L’Appel des Cimes) (1931) TRA LOS MONTES Gavarnie – Ordesa Deja tu mirada vagar sobre la nieve eterna. Luego déjala planear en las profundidades de los cielos. Entonces volverás a decir que la naturaleza es bella y tu corazón deslumbrado ascenderá hasta Dios. (Libro de Oro de Nuestra Señora de las Nieves)
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[…] Dos casas asentadas en el linde del bosque: la una amplia, alta, completamente blanca: ¡la casa Oliván! Esa es la que elegimos como domicilio para los dos días siguientes. Una acogida encantadora, llena de sencillez… estamos a gusto. «Jesús» (es el jefe de cocina, no sonriáis) nos trata de manera principesca, y «Josefina», la sirvienta, se desvive por poner elegancia en su servicio… En el amplio comedor un viejo bucardo alejado de sus soledades sueña con su felicidad perdida delante de la chimenea… y en un rincón un gentleman hojea una guía Ledormeur… Sobre una mesa se pasea un libro con los cortes dorados; está repleto de inscripciones, unas banales, insustanciales, otras deliciosas… En el anverso de una página se puede leer, entre otras cosas, esto: «Ordessa, maravilla de Aragón, orgullo de España». Sí, este país es una maravilla; bajo el cielo claro toda la naturaleza sonríe a las blanquecinas luces del alba, lo mismo que a los fuegos del ocaso. Los espléndidos días de verano dan a este mágico paisaje toda su capacidad de emocionar… Allí solo se puede soñar, admirar… … Y una apacible mañana de finales de agosto tuvimos que plantar allí nuestros sueños y regresar «Tra los montes», hacia el mundo «donde se agitan los hombres». Con el alma cargada de melancolía y los ojos de visiones encantadoras retomamos el camino; por encima las cumbres desciende hasta nosotros el aire del «país», el aire de nuestra tierra…, y nos llama… ¡Adiós, Ordesa, maravilla de Aragón! Gavarnie, febrero 1931.51
Peñalara (1934) Los albergues de Peñalara en Ordesa Rescindido el contrato que ha venido rigiendo hasta la fecha con D. Ramón Berges, propietario de los albergues de Ordesa (Parque Nacional), ponemos en conocimiento de los asociados que en lo sucesivo tendrán derecho a obtener un descuento del 10 por ciento sobre el precio corriente de la pensión (15 pesetas), durante los seis primeros días de estancia. Pasados esos días no tendrán derecho a descuento alguno sobre los precios generales.52
Arnaldo de España y Paralea (1935) En el prólogo de Eduardo Hernández-Pacheco a la guía de Arnaldo de España puede leerse:
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Arnaldo de España, el infatigable montañero de la benemérita Sociedad Española de Alpinismo Peñalara, entusiasta peregrino de culminaciones orográficas y admirador de las bellezas de las altas cumbres y los hondos valles […], por indicación de la Comisaría de Parques Nacionales ha redactado esta guía.
Ya en el texto de la guía, en lo referente al hospedaje nos dice el autor: Sin la turbulencia y atuendo de los hoteles presuntuosos levantados en otros lugares análogos, pero sí con lo suficiente para una estancia agradable, todo lo prolongada que se quiera, pueden hospedarse los excursionistas en el centro mismo del valle, teniendo una instalación cómoda a base de elementos estrictos, limpios y sanos: comida abundante y buena, y aguas puras y frescas, que es cuanto se puede necesitar. Unido a ello la verdadera calma y tranquilidad absoluta de que se goza, hacen del oasis de los Albergues un rincón de auténtico recogimiento, donde el espíritu y el cuerpo reposan ante un panorama de maravilla que permite contemplar la exuberante manifestación de la Naturaleza en uno de sus lugares más encantadores. En la parte del valle en que se elevan las dos construcciones que ofrecen acogida, está la máxima amplitud de las praderas denominadas de Ordesa y la altitud de 1300 metros sobre el nivel del mar. Una de las casas es la llamada de Oliván, hoy de D. Ramón Viu, y es la primera que se encuentra hacia el oeste del Parque. Permanece abierta durante la época de 1 de julio a 30 de septiembre. La otra, inmediata, es designada «Albergue de la Brecha de Roldán o de Peñalara», propiedad de D. Ramón Berges, Delegado corresponsal de la Sociedad de Alpinismo Peñalara. Consta de dos edificios en utilización desde el 15 de junio a 15 de octubre, y para los que gusten de la vida de camping cuenta además con una espaciosa y magnífica tienda de campaña, de la indicada Sociedad, que se coloca todos los años en cercana llanura. En ambas hospederías se habla francés también y se facilitan guías profesionales para las excursiones, y caballerías para los transportes, con monturas apropiadas para caballero y jamugas para señoras. Los dichos períodos de apertura representan la época más apropiada para la visita del Valle de Ordesa, puesto que el tiempo está generalmente despejado y las nieves no perturban por hallarse recluidas en las regiones altas. La primavera también es propicia para recorrer el hermoso cañón. Si alguna persona piensa verificarlo fuera del tiempo marcado como período oficial, puede tener igualmente hospedaje escribiendo a cualquiera de los referidos propietarios, residentes en Torla (Huesca), para, de acuerdo con él, que se traslade al Valle y disponga cuanto precise. Los precios vigentes de estancia son de 15 pesetas diarias pensión completa, menos los extras naturalmente, dentro de las fechas normales de servicio. En otras diferentes son especiales y a determinar mutuamente con arreglo al número de excursionistas y sus necesidades. En la Casa de Berges los socios de la S. A. E. Peñalara tienen una bonificación de la tercera parte durante los primeros ocho días, después satisfacen la tarifa corriente.
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Fuera de estas edificaciones, no existen más viviendas a todo lo largo del Parque que una reducida y no lejana casita forestal de reciente construcción y aparente arquitectura rústica. Las distintas cuevas que existen por el contorno son utilizadas también, como cobijo, por los pirineístas sujetos a reducido presupuesto. Según un proyecto que acaricia la Junta Regional del Parque, ha empezado a construirse un buen hotel con todo confort moderno, en el monte Andescastieto, a la entrada del Valle y a una altura semejante a la que tienen las indicadas hospederías actuales. Una buena carretera de 800 metros conduce al hotel desde el ramal del Puente de los Navarros a las Casas de Ordesa. Para edificar en el Valle, es necesaria la autorización de la Comisaría de Parques Nacionales.53
Club Alpin Français (1935) EL MUDO PROTECTOR DE LA CASA OLIVÁN ¡Oh, Bucardo!, viejo macho de siete años si me fío de tus cuernos, ya que (¿de ti lo aprendería?) se puede conocer tu edad mirando su longitud, por lo menos en el caso del Bucardo. ¡Oh, Bucardo! ¿Comprendes bien todo lo que tu destino posee de excepcionalmente feliz? Antaño, brincando, conociste la embriaguez de las cumbres, la magia romántica de las tardes del Cotatuero, y en el Monte Perdido, la dulzura renaciente de la aurora. Con tus labios golosos pastaste en las fajas las hierbas finas y tiernas, húmedas de rocío, y con la nariz abierta disfrutaste de sus aromáticas fragancias. Hoy, una vez más, inmóvil pero siempre noble, percibes cómo flota en el aire el aroma de las carnes asadas y el buen olor de los manjares, seguidos, en el silencio nocturno, por los cantos montañeses y los relatos de la velada. Y mientras que yo, como viajero que soy, pronto voy a dejar con gran pena este refugio de buena acogida, tú, el hospedero imperturbable, el que nunca deja estas montañas, te quedas aquí. ¡Oh, Bucardo!, viejo apasionado de las cumbres, feliz Bucardo. (Extracto del libro de firmas de turistas. Casa Oliván, valle de Arazas)54
André Rochon-Duvigneaud (1935) André Rochon-Duvigneaud (Riberac, Dordogne, 1863 – París, 1952) comenzó a estudiar Medicina en Burdeos y terminó el doctorado en París con una tesis
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sobre la anatomía del ángulo iridocorneal y el canal de Schlemm. Especialista en oftalmología, cultivó la biología, el naturalismo, la zoología y la veterinaria. Actualmente lleva su nombre el síndrome neurooftalmológico conocido inicialmente como síndrome de la fisura esfenoidal, que fue descrito por él en 1896. A partir de 1926 se dedicó casi en exclusiva a los estudios de oftalmología comparada en vertebrados y en 1943 publicó un texto de 719 páginas que se considera básico en la materia: Los ojos y la visión de los vertebrados. En 1940 ingresó en la Academia de Medicina francesa, en la división de Cirugía. La transcripción que hace de una carta destinada al director de Parques Nacionales en 1934 por una persona anónima en el libro de visitas de casa Oliván, cuyas palabras hace suyas y comenta, revela el buen ojo clínico de este oftalmólogo francés al intuir con muchos años de antelación cuál iba a ser el mal que sufriría Ordesa en el futuro. Personalmente, creo que la carta es del propio Rochon-Duvigneaud. UNA EXCURSIÓN AL PARQUE NACIONAL ESPAÑOL DEL VALLE DE ORDESA (1935) […] Al final del camino salvaje, se percibe una forma abigarrada, un magnífico puente de piedra recién terminado, el nuevo puente de los Navarros cuya masa borra el antiguo puente, rústico y modesto, y la carretera, la demasiado bella carretera que asciende en el Parque Nacional! […] Más allá, el valle llamado propiamente de Ordesa, que yo llamaré el llano de Ordesa, el parque Natural de Ordesa, antiguo lago, puede ser, con una longitud de 2 km y una anchura de 100 a 300 o 400 metros, la única parte habitable y donde se levanta la casa Oliván y la casa Vergez. Por encima de este llano, el valle se cierra, convirtiéndose en estrecha garganta y cada vez más abrupta, el torrente se acelera y cae 30 m en la bella cascada de La Cueva. Para las gentes del país, es a partir de esta cascada que uno se encuentra en el valle de Arrazas. La parte superior del valle se ensancha formando el circo de Soaso salvaje y desarbolado. […] EL PARQUE NATURAL Si existen tres pequeñas casas en Ordesa es porque la Naturaleza (¿cómo decirlo de otra forma?) ha creado en el abrupto cañón un terreno plano, el fondo de un lago con seguridad, donde se puede vivir, donde está permitido extenderse, donde se camina en llano sin riesgo a rodar al fondo de un abismo. […] Pero se ha construido la carretera, la demasiado bella carretera que penetra en ¡el corazón del Parque! Ello va a permitir a los automóviles verter un importante caudal de turistas que, no irán a molestar a los bucardos o los buitres, pero en qué estado dejarán el «Parque Natural»!!
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No habría podido pararse esta carretera en el Puente de los Navarros y así no permitir el acceso al Parque más que a los peatones y caballerías!! En el Libro de Oro de los Turistas depositado en la casa Oliván, leí la siguiente carta, escrita por una persona que sin duda ha viajado mucho y que no querría dejar de citar aquí: PARQUE NACIONAL DEL VALLE DE ORDESA 13 de agosto 1934 «Al Señor Director de Parques Nacionales, a propósito de la vía de comunicación que conduce al valle de Ordesa. »Hasta la entrada del valle de Ordesa esta carretera es una concesión al espíritu del turismo moderno, concesión inevitable pues es preciso reconocer su utilidad. La última parte de la carretera y sobre todo el último kilómetro que desfigura el magnífico lugar, pasada la Casa Viu, constituye una deplorable profanación de un verdadero santuario de belleza natural. Y nada justifica esta profanación, incluidas las consideraciones de orden económico, porque si son numerosos los turistas de todas las nacionalidades que vienen a España, es justamente para escapar de los inconvenientes de la automovilización exagerada y de la atmósfera de los grandes hoteles del Norte de los Pirineos. »No lejos del pueblo japonés de Gotemba se levanta un Tori, puerta simbólica, semejante a lo que se encuentra a la entrada de los templos japoneses. Ningún ser humano, incluso el semidivino emperador, puede sobrepasar este Tori de otra forma que a pie, porque esta puerta simbólica marca la entrada del camino que conduce al Fujiyama, montaña sagrada, venerada por todo el pueblo japonés. »Y la persona que llegue a levantar un Tori, antes de llegar a la graciosa Casa Viu para detener a los automovilistas y decirles: hasta aquí, no más lejos; merecerá la consideración de todos los amigos de la Naturaleza presentes y futuros, porque habrá salvado lo que existe de más preciado sobre la tierra: un lugar de una sorprendente naturalidad». ¡Asociémonos a estos deseos! ¡Pero no se restituirán ni 1, ni 5 kilómetros de carretera! Sin embargo suprimiendo los últimos 500 metros al menos salvaremos las apariencias. Desde la casa Oliván no se verá ni carretera, ni automóviles. Se llegará a pie hasta esta encantadora pequeña casa donde Ramón Viu acoge tan bien y donde después de un buen almuerzo delante del circo de Salarons, se podrá admirar cómodamente el país perdido donde se llega tan fácilmente…, pero ¡dejando los automóviles en la puerta!55
¡Cuántos recuerdos me vinieron a la cabeza después de leer este final! ¿Hasta dónde tenía que llegar la carretera de Ordesa? Este tema apareció en una reunión de redacción del plan de gestión del parque nacional de Ordesa y Monte
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Perdido. Javier de Sebastián, por entonces director conservador del parque nacional de Covadonga, defendió con la misma pasión que Pedro Pidal un Ordesa libre de saltos hidroeléctricos y que la carretera de Ordesa no debía llegar más allá del cerrado parador de turismo. Proponía reducir al mínimo imprescindible el ancho de la vía hasta la pradera para adecuar en paralelo un sendero y construir un aparcamiento bien integrado en el entorno del parador, futuro centro de visitantes del parque. Sin embargo, una enorme sombra temporal se abre en Ordesa. Entre 1936 y 1945 la historia de estas montañas va a quedar envuelta por dos tristes y duros sucesos: una guerra civil y una guerra mundial. Ordesa, como zona fronteriza, quedó prácticamente cerrado. Fueron años que los puertos y los pasos entre Aragón y Barecha contemplaron el ir y venir de gentes de toda condición y clase social. Años de supervivencia, no de disfrutar un parque nacional. Tristes montes.
Francisco Lordán Penella (1942) Francisco Lordán Penella fue alcalde en funciones de Sabiñánigo durante treinta y ocho días. En la primera página de su Descripción del parque nacional del valle de Ordesa podemos leer: «Uno de los acuerdos de la Excma. Diputación Provincial de Huesca en la sesión de 30 de enero de 1942: “Ver con gran simpatía el proyecto del libro ‘Descripción del Parque Nacional del Valle de Ordesa’, que contribuirá a difundir las bellezas turístico-naturales de la provincia”». Comienza el curioso libro con un prólogo sobre el río Cinca y su aprovechamiento, para seguir con «Algunas nociones de la geografía de la provincia» —una buena excursión—. Y en cuarenta páginas explica «de manera tan amena como nos ha sido posible (¡qué buen asunto si hubiera buen escritor!)» el valle de Ordesa, cuestión esta que retoma en su conclusión: «Ordesa es como una novia cariñosa e inteligente, a quien más se quiere cuanto mejor la conocemos, y ella guarda siempre en los rincones del alma nuevas ternuras para su amado predilecto: aquel que la vuelve a visitar».
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La carretera que llega hasta aquí y las casas con sus construcciones anejas, nos hacen recordar que estamos «aún» en la Tierra. Una o las dos de estas viviendas acostumbran a servir de hotel durante la temporada veraniega; leche pura, truchas, jamón y ternasco, suelen ser los platos favoritos; quizá no será esto inconveniente para la estancia de los señores viajeros. También proporcionan guías y caballerías a aquellos que lo soliciten. En una de las casas guardan un bucardo disecado en su tamaño natural. En las dos hospederías están los álbums donde los turistas acostumbran a firmar, añadiendo alguna frase con la impresión que les ha causado la visita. Vamos a transcribir algunas de estas impresiones: «Aguas, bosques y montañas, ¿cuál de estos elementos es el mejor?». «Con las gasas que produce el agua en un acantilado de Cotatuero, se hacen sus vestidos las hadas que habitan en estos bosques encantados». «Ordesa, la bella desconocida de los poetas… españoles».56
Baldomero Sol (1945) EN LA PARED ORIENTAL DEL VALLE DE ORDESA Verano. Un día cualquiera, en el Valle de Ordesa. Bajo una liviana tienda blanca habíamos dormido tres viejos montañeros: Galilea, Herreros y yo. Antes de abrir los ojos, escucho el murmullo de la voz de mis camaradas, mezclado con el sonido plácido del río Arazas al discurrir alegre. Mi cerebro participa en la conversación que ellos sostienen, y el olfato me habla del tabaco de pipa que están fumando. Casi decidido, abrí los ojos. Lo hago guiñándolos para acomodarlos a la luz; pero compruebo que esta es aún muy tenue. Me despierto de hecho, incorporándome a la conversación. Podíamos hacer una escalada por las paredes orientales del valle. Hay trozos muy verticales y de gran altura. La senda de los cazadores nos conduciría fácilmente a la base. […] La hierba estaba húmeda y fría. Su contacto despierta agradablemente mis sentidos. El campamento del Frente de Juventudes, del que formábamos parte en calidad de instructores, dormía silenciosamente.57
Ignacio Claver Correa (1945) Si Briet fue el cantor de Ordesa, Claver, que llegó a ser jefe del Distrito Forestal de Huesca, fue su apasionado ingeniero, pasión transmitida, imagino, a base de pasar tantos ratos junto al bronce de Luciano viendo el dulce transcurrir del Arazas bajo el puente de Ordesa.
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La revista Montes recogió en 1945 (en los números 4 y 6) un artículo suyo, dividido en dos partes, donde hace una síntesis de la historia del parque nacional hasta entonces. Comienza con una emotiva descripción del valle: BELLEZAS PATRIAS Pirineo Alto Aragonés: Valle de Ordesa […] ORDESA Mansión de encantamiento. Moles ingentes se yerguen muy altivamente para cerrar en mágico cañón los contrastes que sobrecogen el ánimo. Agujas, brechas y oquedades sobre cantiles que parecen infinitos. Macizos de compactas rocas, que alternan con circos que son expansiones del valle que se cierran en hemiciclo. […] Todo en Ordesa es desorden admirable de accidentes que se armoniza con la belleza, que por doquier sorprende y subyuga, que emociona y atrae, que embelesa y hechiza, que sobrecoge e intimida. […] En el año 1921 se nos encomendó la reparación del camino llamado de los franceses, que estaba por donde después se trazó la actual carretera, desde el puente de los Navarros hasta el centro del valle de Ordesa; y la reparación del camino desde Ordesa por Cotatuero hasta el paso de las Clavijas. Una caravana turística de franceses había de entrar por Bujaruelo en España a visitar Ordesa y regresar por Cotatuero, cruzando el paso de las Clavijas y saliendo por la Brecha de Rolando. […] En el año 1927 se observó que faltaba una clavija [en Cotatuero] y que se movían dos más. Se encargó por el Distrito Forestal al guía del parque de Ordesa, Miguel Lafuente, de asegurar las que se movían, de reponer la que faltaba y de colocar tres clavijas nuevas. Además se le encomendó la colocación de doce clavijas de hierro en el Circo de Soaso y otras doce en el mal paso del Circo de Salarons, como en otro lugar ya dijimos. […] Ascendiendo por el barranco seco de Carriata, por la pinada espesa, una función obligada nos llevaba una mañana al Circo de Salarons en agosto de 1921. Nuestro guía, José Palaset de Torla, nos resolvió la duda del calzado a favor de la alpargata. Bien está la carretera que conduce cómodamente a Ordesa y mejor todavía estará el hotel que brinde el manjar suculento al fatigado turista que acuda a él para reparar sus agotadas fuerzas. […] Cuando se construyó la carretera de Torla a Ordesa aumentó extraordinariamente la afluencia de españoles. El máximo movimiento turístico se registró en el año 1935. Hubo días de julio, muchos de agosto y algunos de septiembre, que no pudieron pernoctar todos en las hospederías de
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Viu y de Berges, viéndose invadido el pueblo de Torla. Pasaron aquel año de dos mil quinientos turistas; de ellos el treinta y ocho por ciento franceses, treinta por ciento españoles, más del veinte por ciento ingleses y once por ciento de otras nacionalidades, suizos, holandeses y belgas.58
Club Alpin Français (1953) El contrapunto y el principio del fin de las casas de Ordesa. Dejemos que sea el CAF el que nos informe por medio de su nota a propósito de un campamento internacional: El campamento internacional de Ordesa Organizado por la Federación española de montañismo, el campamento internacional de Ordesa tenía como objeto celebrar el 150.º aniversario de la «primera» al Monte Perdido. […] Durante el campamento se inauguró el Parador de Ordesa, espléndido refugio-hotel de concepción moderna y dotado de todo el confort necesario, siendo el arquitecto el distinguido presidente de la FEM, nuestro excelente amigo el señor Delgado Úbeda. Además este campamento debía ver también el nacimiento del Comité Español de Camping, cuyos primeros miembros fueron nombrados en su cargo aprovechando una velada internacional en el viejo albergue «Casa Viu y Berges».59
Nueva España (1956) Temas provinciales PROPAGANDA DE ORDESA La oficina de Información de la Dirección general de Turismo en Jaca ha editado un folleto plegable de propaganda del Valle de Ordesa. […] Llama la atención sobre todo un croquis o mapa a escala suficiente para que el turista pueda darse idea perfectamente de la vasta extensión que abarca el Valle por el que discurre veloz el Arazas y los lugares de acceso al mismo considerados de mayor interés. […] Muy interesante el espacio que dedica a alojamientos en la Fonda Oliván (Casa Viu) en las praderas de entrada al Valle y el refugio nacional, dependiente de la Dirección General de Turismo.60
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Las casas de Ordesa: miradas de visitantes y huéspedes
Peñalara (1959) No se permite acampar en el valle de Ordesa… Sin embargo, dos años más tarde sí se podrá construir un camping municipal en la pradera de Ordesa. ¡Qué mala espina! Lo de acampar en Ordesa se hacía desde hacía mucho tiempo, y testimonio de ello es la fotografía que acompaña a esta cita. Me la regaló un buen amigo de Huesca y es de cuando con sus padres acampaba en Ordesa, allá por junio de 1959. Hermosa actividad la de pasar unos días en plena naturaleza con los tuyos y dormir bajo la lona. El camping en Ordesa El Gobernador civil de Huesca ha decretado la suspensión del derecho de «camping» en el Valle de Ordesa, orden que hace cumplir estrictamente a la Guardia Civil. Desconocemos los motivos.
De acampada en Ordesa en 1959. (Foto cedida por Manuel Pardo)
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Si es por incivilidad de los acampadores, debieran, a nuestro juicio, dictarse órdenes severas a las que deban atenerse los que quieran, ajustándose a ellas, disfrutar de las bellezas de nuestro más importante Parque Nacional. Tal vez sería remedio lo que se hace en algunos parques americanos: al infractor se le hace ir, llevando todo su equipo, hasta el pueblo con Juzgado más próximo, y allí se le entrega a la Autoridad.61
Nueva España (1962) Temas provinciales «Camping» de Torla en el Valle de Ordesa La cosa del «Camping» se generaliza a grandes pasos; esto se ve especialmente en los lugares llamados turísticos. […] es el «camping» elemento complementario y absolutamente necesario. […] Y hablamos de esto porque tenemos a la vista un proyecto que por encargo del Ayuntamiento de Torla ha redactado un prestigioso arquitecto aragonés. Mentando a Torla se comprenderá que el «camping» sirve para los turistas que en verdaderas legiones se trasladan al Valle de Ordesa y desean pasar allí uno y más días. […] En realidad, y en una primera fase, ha funcionado ya en la temporada pasada; es decir, que los elementos imprescindibles tales como cerramiento, instalación de agua, etcétera, están ya. Se trata ahora de complementarlo con los restantes servicios que lo hagan de primera categoría: alumbrado, servicios higiénicos, etcétera. El total ocupa una superficie de 13 710 metros cuadrados; se halla a la entrada del Valle, en una amplia pradera con suave pendiente hacia el Arazas, a 300 metros de las Casas de Oliván […]. Entre otra construcción, para las que se respeta el estilo y el material del Alto Aragón, el proyecto contiene oficinas, enfermería, hogar al aire libre, almacén y un altar y una cruz de piedra. En la primera fase se ha gastado el Ayuntamiento de Torla más de medio millón de pesetas y en la que ahora se ha proyectado y con la cual el «camping» del valle de Ordesa pasa a primera categoría, el presupuesto se aproxima a las novecientas mil pesetas. […] Pero, repetimos, si existe el propósito de hacer las cosas, hay que hacerlas bien, para que prestigien y no para que sean un motivo que dé ocasión a suponer que en España no somos exigentes.62
De la memoria del proyecto sabemos que para ese camping se contemplaban, entre otras, estas intervenciones: La capacidad máxima de campistas es de 195 tiendas suponiendo 70 m2 por tienda (incluso coche) que asciende a 274 tiendas si se considerara a razón de 50 m2 por tienda (sin coche),
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lo que da una media de 234 tiendas, proporcionando la cantidad de campistas que acude al camping con coche o sin él.
También se tenía en cuenta en la memoria que, «para la eliminación de residuos y aguas fecales, se proyecta una fosa séptica de amplias dimensiones, los restos sólidos serán recogidos en papeleras e incinerados en el hogar». Estaba prevista la traída de energía eléctrica, supongo que desde el refugio nacional de turismo, mediante postes de pino de 5 metros de altura y por la carretera, ya que en la memoria se presupuestaba una conducción aérea de 980 metros lineales. Finalmente las obras del camping, que iba a instalarse en la Laña del Estato, se paralizaron en el mes de julio de 1962 sin que se hubiera terminado de ejecutar la totalidad de las intervenciones previstas, y el 15 de octubre de ese año el recinto quedó cerrado por orden de las autoridades provinciales, de acuerdo con el Ayuntamiento de Torla. Lo que vemos en la actualidad de ese proyecto en la pradera de Ordesa es el edificio principal, pero reducido a la parte contemplada como oficina, zaguán y enfermería en la parte correspondiente al torreón, así como el bazar, el almacén y la cocina altoaragonesa con su cadiera. Hoy es un bar-restaurante, con su cocina, y una pequeña tienda de recuerdos. El Ayuntamiento de Torla mantiene la propiedad del edificio, que se aprovecha mediante una concesión temporal otorgada por subasta municipal. Se conservan también los dos edificios de servicios, uno en cada extremo de la pradera, que prácticamente eran los mismos que encontramos hoy —acondicionados con las lógicas mejoras—, además de la fuente situada junto al restaurante.
Guillermo Muñoz Goyanes (1962) d) Respecto a los efectos de la influencia y actividades del hombre sobre la zona, conviene hacer las siguientes consideraciones: […] Por otra parte existen varios predios enclavados dentro del recinto del Parque, pero son de escasa importancia, desde el punto de vista de su influencia sobre la zona. Aparte de la Hospedería «Casa Oliván» existe un Parador, pero ninguno de estos dos establecimientos causa, por el momento, perturbaciones apreciables.
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f) El público tiene libre acceso al Parque, en muy buenas condiciones, utilizando la carretera del Parador de Turismo y Hospedería «Casa Oliván». El primero dispone de 30 habitaciones y la segunda puede alojar hasta veinte personas.63
Antonio López Oliván (1964) Un auténtico maestro en el arte de enseñar los muchos tesoros que guardan nuestros queridos Pirineos y sus gentes, Enrique Satué, me hizo llegar una copia de un magnífico y delicioso cuadernillo escrito en verso por Antonio López Oliván. Me contó que lo adquirió en el Mesón de Bujaruelo allá por el año 1977 en el transcurso de una travesía por los puertos de Tendeñera, Bujaruelo y Marcadau con salida y regreso en Panticosa. Mil gracias, Enrique, por descubrirme esta guía repleta de información y curiosidades. Palabras sencillas, engarzadas unas a otras, que forman una joya más de estas montañas. Solo entresaco unos versos que se refieren a las casas de Ordesa y a los restos del camping de la pradera: Después de esto ya viene Hospedería Oliván, con la hermosa ribera de este Parque Nacional. También aquí le servirán buenas comidas y buen vino, comedor dentro y fuera, con su champán Codorniu. Más arriba en un prado cabaña de Berges López y su señora María de Zaragoza la noble. Allí a usted le servirán desde hilo hasta jamón y sabrosos bocadillos y buen Cariñena en porrón.
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También si quiere comer buenas comidas caseras, buenos vinos y champañas, bien servido en las mesas. Más adelante se encuentra el camping viejo desecho: no ha quedado más que el bar, no sé cómo estará esto.64
Nueva España (1964) ANUNCIO: «Veraneantes-Campistas» Les comunicamos la próxima inauguración del Hotel-Camping «ORDESA», de primera categoría, a las puertas del Parque Nacional de Ordesa, en la espléndida vegetación del Pirineo, con instalaciones y servicios modernísimos. Dotado de piscina, teléfono, restaurante, economato, luz y sala de fiesta. Informes: Señor Díez. Méndez Núñez, 31. Zaragoza. Teléfonos 224358 y 233287. En Broto (Huesca): Teléfono 2.65
Portada del cuadernillo Recuerdo de Ordesa y guía, publicado por José Berges en 1964.
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José Fernández-Reyes Molina (1965) Este libro-guía, encargado por el Servicio Nacional de Pesca Fluvial y Caza al ingeniero de montes colaborador Fernández-Reyes, ha sido y es documento de referencia para conocer el parque nacional de Ordesa. Tanto en su formato como en su concepción se observa una clara intención de poner al día mucha información dispersa acerca del parque y, sobre todo, conforme al rigor de las instituciones que lo gestionan, dejar claro qué actividades están permitidas y cuáles no, así como transmitir las posibilidades de su visita. Da la sensación de que nos encontremos más ante un plan de ordenación de recursos, es decir, destinado al uso interno de la Administración, que ante una publicación dirigida a sus visitantes. Creo que durante años así fue. Fernández-Reyes pasó varios días en el parador de turismo para escribir esta guía del parque nacional entre 1963 y 1964. A él se atribuye la iniciativa de introducir un grupo de faisanes en el bosque de Bayazán, en la parte baja del circo de Cotatuero, a finales de octubre de un año de aquellos. Prácticamente la totalidad de las aves acabaron siendo vistas por las proximidades de Torla, aunque al contar esto lo que me viene a la cabeza son dos cosas relacionadas con faisanes y Ordesa. Una es el nombre que también se le daba al pequeño refugio que se construyó en el linde del bosque de Bayazán: refugio de la Cadiera o de los Faisanes. La otra es una mención excepcional de un grévol, una especie de ave entre urogallo y faisán, que volaba entre la espesura del bosque de la parte media de Cotatuero. ¡Vete a saber! Volviendo a la guía, sin lugar a dudas su valor reside en que es una foto fija perfecta para situarnos en Ordesa en el año 1964. Una sola frase, que espanta y hiela como escuchar los turbios aullando en las crestas nevadas, basta para justificar lo injustificable: «En el invierno de 1963 falleció don Ramón Viu Puey y la Casa Oliván ha sido adquirida por el Servicio Nacional de Pesca Fluvial y Caza para su demolición». POBLACIÓN DEL PARQUE Las primeras intervenciones del hombre en el valle de Ordesa se encaminaron, sin duda, a la utilización de sus pastos y de sus leñas, así como a la roturación de las parcelas que ofrecieran posibilidades para la agricultura. En aquellas parcelas desarboladas surgieron los campos de cultivo y los prados de pastos, algunos de los cuales todavía existen, mientras que otros, abandonados posteriormente, han vuelto
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a cubrirse de vegetación arbórea, haciéndose patentes por las terrazas que el hombre formó o por las vallas de piedra con que se cercaron. Junto a estas fincas, se edificaron bordas, que son pequeñas construcciones, normalmente de dos pisos, ambos de poca altura y un tanto lóbregos, de los cuales, el inferior, generalmente provisto de un hogar, está destinado a cuadras para las caballerías, a refugio para personas, o ambas cosas a la vez, y el superior, aislado de la humedad, a granero o a almacén de forraje. Probablemente, una de las primeras bordas construidas fue la que después pasó a ser la hospedería llamada Casa Oliván. […] Acababa, pues, de iniciarse el turismo y en la mente del propietario de aquella vieja borda nació la idea de convertirla en hospedería. En 1885 llevó a cabo la primera ampliación, siendo en 1891, año en que Briet la conoció, «una construcción alargada y baja». […] Entre tanto, don Ramón Berges Bun compró terrenos en Ordesa y construyó «una casa» calificada pomposamente de Hotel de la Brecha de Rolando en las Guías Joanne y en las hojas de anuncios del Bulletin Pyrénéen. Se observa ya una tendencia a explotar por todos los medios la maravilla que el cañón de Ordesa ofrece, y cómo la ambición desmedida empieza a poner en peligro su integridad, pues ni uno solo de los que proyectaban vivir en él pensó adoptar la más insignificante medida encaminada a su conservación. Afortunadamente, diez años después de que el señor Viu ampliara su hospedería, el Valle de Ordesa se declaró Parque Nacional, y las autoridades provinciales y locales, así como los ingenieros de montes del Distrito Forestal de Huesca, crearon un buen ambiente basado en esta idea, y los vecinos del Valle de Broto respetaron, al menos en la esencia, la joya que poseían. […] En los años que precedieron a nuestra Guerra de Liberación se inició la construcción, debidamente autorizada, del Refugio nacional de Turismo, enclavado en las puertas del Valle, en un lugar donde no podía causar daño. Las autoridades de Turismo de aquella época dudaron entre construir el Refugio en el sitio que hoy tiene o adquirir para reformarlo, e instalarse en él, el edificio de Viu. Y dando muestras del mejor sentido, se decidieron por el actual emplazamiento, inaugurando el edificio el 11 de agosto de 1953. Durante el Movimiento Nacional, se destruyó la Casa Berges y posteriormente fue denegado el permiso para edificar, ante la pretensión de los actuales dueños de la finca de levantar un gran hotel, que se creyó impropio del lugar en que se había proyectado. […] En el invierno de 1963 falleció don Ramón Viu Puey y la Casa Oliván ha sido adquirida por el Servicio Nacional de Pesca Fluvial y Caza para su demolición, con lo que ha desaparecido del centro del Parque el que fue el primer, y ha sido también el último, establecimiento de hospedería de los instalados en lugar tan privilegiado. […] Durante los últimos años se ha instalado un «aguaducho» en los terrenos de la antigua Casa Berges y en algunas bordas pasan el verano determinadas familias, siendo causa, tanto uno
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como otras, de las mismas manifestaciones lesivas para el paisaje; ahora bien, al no existir permiso para estas instalaciones temporales, es sumamente fácil acabar con tales costumbres. La población del Parque deberá, pues, reducirse en lo sucesivo, durante la noche, al personal que se estime necesario para el servicio del Parque y a quienes pernocten en el Refugio de Turismo. Durante el día funcionará, además, un restaurante en los meses de verano. HOSPEDERÍAS Y «CAMPING» Para el visitante es, sin duda, un aliciente instalarse dentro del cañón, pues ¿a quién no seduce despertar en medio de tanta maravilla?, pero para el Valle las consecuencias son de carácter totalmente adverso. […]
Portada del libro-guía redactado por José Fernández-Reyes y publicado en Madrid en 1965.
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La Casa Oliván, la más antigua, tuvo necesidad de cuadras y pajares, de local para la servidumbre y de terraza para los huéspedes y, alrededor de ella, fueron levantados pequeños edificios, o construidos barracones de madera o simples cobertizos con techumbre de uralita que deshacían el encanto de la verde pradera; hubo de tener ganado que dañaba el bosque y hacía desagradable la visita de los parajes que frecuentaba y tuvo necesidad de tender las ropas, completando el detestable cuadro de las edificaciones. La Casa Berges, segunda en el tiempo, no la hemos conocido, pero no es difícil adivinar que sus necesidades y obras debieron de diferir bien poco de lo anterior, puesto que se hallaba emplazada a muy escasos metros de aquella. En cambio, hemos conocido, en el mismo lugar, un aguaducho llamado La Cabaña, descendiente de la antigua hospedería; este establecimiento formado por una caseta de madera y un cobertizo, bajo el que se extienden mesas, bancos y sillas de todas clases, no contribuye precisamente, a realzar los dones naturales que posee el Parque y su música lastima la tranquilidad de las proximidades. […] El «camping», instalado en la Laña del Estato, se terminó de construir en el mes de julio de 1962 y el día 15 de octubre del mismo año las autoridades provinciales de Huesca, de acuerdo con las locales de Torla, decidieron que se desmontase.66
El prólogo de esta monografía, editada por el Servicio de Pesca Fluvial y Caza del Ministerio de Agricultura, lo redactó el jefe de este organismo, Maximiliano Elegido. Del todo, me quedo con sus palabras y nada más: Seamos más humanos, en el noble sentido de la palabra humanidad; vivamos en comunión con la Naturaleza; gocemos del agridulce temor de las tormentas sin techo; disfrutemos del olor de la tierra mojada; escuchemos el susurro de las hojas batidas por el viento y el del río rompiéndose entre rocas. Concedamos gracia a nuestro espíritu y a sus necesidades; no le neguemos la posibilidad de satisfacer su innata inclinación hacia lo generoso y lo bello. No nos disciplinemos en exceso; seamos complacientes con nuestra creciente apetencia de horizontes agrestes, donde un puñado de tierra no pisada, una gota de lluvia, una planta, una bocanada de aire fresco y un limpio rayo de sol, sean premio y descanso que compense la penosa e inmensa frustración que nos proporcionan las abigarradas aglomeraciones urbanas donde simulamos vivir. […] Ya sabemos que no es con belleza como se aumenta la renta nacional, que no se saldan las deudas con belleza y que esta no influye en los balances económicos de las sociedades o de los individuos; pero si meditamos unos instantes, tendremos que convenir que todas estas cosas, dinero en el fondo, son medio para un fin: el deseo de una vida mejor, y aunque es evidente que la belleza no constituye riqueza, resulta aún más cierto que jamás esta última será capaz de proporcionar al hombre ese sublime alimento espiritual que colma y satisface sus más elevadas aspiraciones anímicas.
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puede que la «escritura en la pared» consista en palabras o letras, pero el espectador nunca podrá verlas exclusivamente como tales. […] El grafiti, por tanto, es más que una mera experiencia visual; es también una experiencia temporal y espacial.67
Cuando, mediados los años setenta, leí por primera vez el libro de Lucien Briet Bellezas del Alto Aragón, que me prestó o me regaló, no lo recuerdo muy bien (¿por qué será que siempre pasa eso con algunos libros?), mi buen amigo Juan Martínez, recordé por una parte mis primeras andanzas por Ordesa, con once añicos, intentando capturar algún insecto volador con un pequeño cazamariposas, y por otra sentí que ese tal Briet debía de haber sido alguien importante para la historia del valle de Ordesa, ya que escribía de una forma bien adornada, cuando
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lo que yo buscaba eran aventuras de escalada y montaña en el Tozal del Mallo o el Cotatuero. No volví a leerlo hasta que empecé a trabajar en el parque nacional. Un joven ingeniero técnico forestal se incorporaba en 1986, tras superar la correspondiente oposición, a la mínima oficina del parque que los avatares de una primera transferencia habían dejado en la calle Ricardo del Arco de la ciudad de Huesca. Ricardo Pascual era por entonces su director y de él solo conservo gratos recuerdos, pero sobre todo guardo como un tesoro la gran experiencia que supondría en mi futuro haber trabajado con una persona tan íntegra, valiente y dedicada en cuerpo y alma a un parque nacional. Pues bien, de esa lectura se grabaron en mi cabeza aquellas frases que don Luciano había escrito sobre la casa Oliván: En 1908, Ramón [Viu Laplana] hizo lo mejor. Convirtió la cuadra en comedor y levantó un piso en la parte derecha del edificio. Este piso se componía, además de un WC, de dos piezas con tres camas cada una. En cuanto a la planta baja, fue dedicada al uso de los guías. Ramón tuvo buen cuidado de conservar la vieja puerta, sobre la cual se dejaban cantidad de nombres grabados a navaja y que, durante varios lustros, había sido el único registro ofrecido a la firma de los visitantes. ¡Página de madera blanca, pero página que tiene su interés en la historia del macizo del Monte Perdido!
Viniendo de donde vengo, de familia de libreros, de mi abuelo Santiago y de mi padre, Luis, de los que tanto y tanto aprendí sobre la vida y la historia de esta querida tierra, las palabras de Briet suponían que me tenía que poner a la tarea de librero anticuario. Y, en palabras de mi querido padre en homenaje al librero zaragozano Inocencio Ruiz, ser librero anticuario es profesión un tantico fuera del tiempo, un hermoso trabajo con mucho de amor e incluso de ironía derramados a raudales. Una fascinante actividad transida de distanciamiento. Exaltación y moderación unidas: algo así como coger el cielo con las manos y para ello ningún instrumento como el libro —«liber»—, insignia y resumen de «libertad».
Tenía que buscar ese trozo de historia escrita en una sola página de madera que Ramón Viu Puey había conservado en la casa Oliván, de la que no quedaba piedra sobre piedra, y seguramente tampoco habría ya nada de la famosa puerta. Y en ello estuve hasta una tarde de primavera de 1993, cuando se hizo verdad aquello de que la fortuna da demasiado a muchos y bastante a nadie:
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—Como llevabas tiempo preguntando por la Casa Oliván… Que si una puerta con nombres, que si la puerta arriba, que si la puerta abajo… ¡Hala, ve a casa de Fulano, que te va a enseñar algo de la casa Oliván!
No contaré los detalles, pero la vieja puerta de la casa Oliván, o parte de ella, estaba frente a mí. No sabía qué decir. Mi corazonada se había convertido en realidad. ¡Existía después de tantos años! Tras la indescriptible sorpresa, una de las mayores de mi vida, pienso que algo balbucearía, y a continuación le pregunté a su dueño si podía hacer unas fotografías. Recuerdo perfectamente que tomé tres, solo tres diapositivas. Era bastante, más que suficiente; hasta tuve la suerte de encontrar en el galimatías de nombres, fechas, signos, rayas y garabatos el nombre grabado del cantor de Ordesa, Lucien Briet. Sin embargo, la situación digamos que tenía cierta carga emocional y terminó no siendo cómoda ni para mí ni para mi apreciado y
Fotografía tomada por Maurice Meys hacia 1891. La puerta de la que hablaba Briet era la situada a la izquierda, es decir, el acceso al henil o parte superior de lo que constituía la borda primitiva. El cuerpo del edificio ante el que se encuentran las personas era la vivienda familiar.
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respetado amigo. Pasó poco tiempo y volví a pedirle que me dejara fotografiar algunas firmas en detalle, con la calidad que entonces pude obtener. De un momento y otro son las que componen el conjunto que permite descubrir a los diversos personajes que traigo a continuación. Les puedo asegurar que la puerta de la casa Oliván, buscada por unos y otros, produce infinitamente más vértigo que las maravillosas murallas del Divino Cañón; vértigo ante lo vivido en el valle de Ordesa antes de su declaración de parque nacional; vértigo ante lo que se ha perdido; vértigo ante la tarea que me tocaba cumplir; vértigo ante el examen con luz y taquígrafos que con seguridad se pondrá en marcha a partir de ahora del significado que he dado a cada figura, cada signo, cada palabra, cada año y cada nombre grabados en ella; vértigo ante este excepcional patrimonio que desde hace años quería y tenía claro que debía compartir.
De ingleses y otros primeros turistas Para compensar el fenómeno de la insularidad, el Grand Tour aparece como la actividad complementaria a la educación de un gentleman. Algunos itinerarios obligatorios se hacen populares en el Reino Unido desde 1673 con el libro de John Ray Observations Topographical Moral and Physiological Made in a Journey Through Part of the Low-Countries, Germany, Italy and France, editado en Londres. Por aquel entonces España quedaba fuera de ese circuito. Los turistas del otro lado del canal que llegan a los Pirineos pertenecen a una clase social particular que encuentra en estas montañas un territorio propicio para sus actividades. Así llegan a los Pirineos profesionales y amantes de la agronomía o la silvicultura, personal de centros termales o mineros, informadores militares o políticos, escritores y artistas. Es preciso recordar que en muchos casos son precursores o iniciadores de determinadas actividades deportivas, pero también que en general se trata de intrépidos viajeros o usuarios de las estaciones termales. Las rutas elegidas por los viajeros británicos para llegar al sur de Francia, es decir, a nuestro norte pirenaico, son la que alcanzando Burdeos gira hasta Auch para llegar a Tarbes, la que va desde Bayona por el Adur hasta Pau y la de Toulouse, la misma que sigue desde hace siglos el correo hasta Tarbes. No obstante, no hay que olvidar
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que el objetivo era tomar las aguas, y para ello simplemente hay que ir a las bañeras, o sea, a Barèges, Bagnères-de-Bigorre, Bagnères-de-Luchon o Cauterets. Hay que anotar que este último destino comparte las aguas con el balneario de Panticosa, de la misma montaña, el batolito granítico de Marcadau; de ahí que los nombres de sus ríos más importantes, Caldarés y Cauterets, signifiquen lo mismo: ‘agua caliente’. Barèges alcanzó fama en la isla tras el viaje que en 1739 realizó a la localidad el médico Christopher Meighan, quien durante cuatro años estudió sus fuentes casi milagrosas para terminar publicando A Treatise of the Nature and Powers of Barèges’s Baths and Waters (Londres, 1742) y poniendo en boca de todos los termalistas la baregina, nombre que daba a una sustancia de origen vegetal sorprendentemente curativa que encontró presente en las aguas de esa estación termal. En 1823 tres británicos alcanzan la cima más famosa de los Pirineos en aquel entonces, el Monte Perdido. Se trata de Donald Maclean —diputado por Oxford en la Cámara de los Comunes—, W. A. Eade y Samuel Anderson. En 1830 el gran geólogo Charles Lyell, su buen amigo el capitán Cooke y seis contrabandistas pasan por la Brecha y llegan una cabaña de pastores situada en las proximidades del actual refugio de Góriz, pero su interés por las rocas y los minerales que los rodean bastan para desechar su objetivo inicial, la cima del Monte Perdido. En 1842 Thomas Clifton Paris realiza varios dibujos de la cara norte de la Brecha de Rolando, objetivo de su excursión, que no alcanza por no llevar crampones. Estos dibujos serán la prueba, a su regreso al Hôtel des Voyageurs en plena noche, de que al menos lo ha intentado, y solo es cuestión de que los presentes se lo crean. La Brecha de Rolando adquirió entre los británicos una alta cota de popularidad. Como escribió Selina Bunbury, merecía la pena «llegar a la famosa Brecha de Roland por el placer o el honor de poder sentarse con una pierna hacia Francia y la otra hacia España». A partir de 1845 la atracción por España cambia de manera definitiva a raíz de la publicación de la excelente guía de Richard Ford A Handbook for Travellers in Spain, editada por John Murray, en la que, entre otras muchas cosas, se recogen los singulares hechos vividos por un tal Moore en Anzánigo durante las fiestas de Santa Águeda, contados por él mismo bajo el seudónimo de Poco Más en Scenes and Adventures in Spain (Londres, 1845).
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La guía de Ford es de una sorprendente precisión, aunque algunos nombres no están bien transcritos, algo irrelevante si tenemos en cuenta el territorio del que se habla. Llaman la atención las detalladas descripciones de los itinerarios, fruto de las fuentes informantes, locales y directas. De ellas se debe destacar, como hace Duloum en nota a pie de página, la del recorrido del Alto Aragón: Gavarnie – Bujaruelo – Torla – Broto – Fanlo – Nerín – Sercué – Vió – Puyarruego – Escalona – Laspuña (valle de Bielsa y Aure) – Viu – Campo – Benasque. Hay que señalar asimismo dos referencias que bien se pueden considerar las primeras recogidas en un libro-guía: una, bastante sucinta, al valle de Arazas, «la fortaleza del bucardo», y la otra —desde mi punto de vista, excepcional— a los topónimos recogidos. Además es especialmente valioso el guiño a los artistas que quieran descubrir el maravilloso valle del río Bellós. Solo la casi imperceptible —y complicadísima de traducir— alusión que incluye para relacionar los paisajes del cañón de Añisclo con el pintor Salvator Rosa es tan magistral que dan ganas de aplaudir. Ahí va: por la derecha se ve un vasto y tortuoso barranco excavado por los torrentes de nieve derretida que descienden desde las Tres Sorores. Cerca del fondo hay una densa masa de bosque, la fortaleza del Bouquetin; las escarpadas laderas están cubiertas de abetos. Antonio Sánchez tiene una fonda decente en Fanlo y está muy ansioso por complacer a sus invitados; por dos buenas comidas y una cama cobra 1 dólar diario, y el cordero es excelente. Cerca de Fanlo hay una estrecha hendidura en una roca, como formada por un terremoto, y a través de ella se abre paso una corriente de agua. Ascienda un poco más y mire hacia abajo, hacia el tajo y hacia las copas de los árboles, porque el río fluye por debajo, se oye pero no se ve, aunque se puede bajar hasta él con una escala de cuerda. Al este de Fanlo se eleva la salvaje montaña angular de San Victorián [Peña Montañesa], y unas 5 millas más allá se alzan filas sobre filas de oscuros precipicios boscosos; entre ellos se encuentra uno de los barrancos más grandes de los Pirineos, que es mejor explorar desde Nerín, un pueblo que está a una hora y media de Fanlo. El cura don Joaquín Sanchón entretendrá muy bien a un inglés por 1 dólar diario: es discípulo de Isaac Walton, y un buen guía, servicio por el que espera obtener de 3 a 4 francos más al día. Aquí podría encontrar bucardos, cabras monteses y sarrios, una variedad pequeña y rojiza de gamuza. De Nerín a la aldea de Cercuet [Sercué], una hora; la pequeña iglesia es pintoresca; media hora más hacia el hombro de la montaña, desde donde se contempla el espléndido tajo o sima excavado como un enorme cuenco, mientras que los estratos curvados parecen costillas; en lo más profundo hierve el Billos [Bellós], un torrente de nieve fundida de color esmeralda rodeado de bosques y precipicios apilados sobre precipicios hasta el mismo cielo. Baje hasta el río por un tosco sendero en forma de escalera, en medio del bosque virgen, a salvo del hacha del leñador. Abetos, tejos, robles, hayas, abedules, fresnos, etcétera, se alzan altos y delgados en su
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búsqueda de aire y luz, mientras que sus elegantes tallos contrastan con unas dislocadas rocas que recuerdan a las de Salvator Rosa. Las cuevas de los precipicios más altos sirven de guarida a las águilas, que están siempre dando vueltas lentamente alrededor. Una ascensión de una hora lleva al pintoresco puente de Cumac [Cumaz], más allá del cual no es necesario seguir. Los artistas deberían hacer un día más de excursión desde Nerín hasta otro puente alpino que franquea los precipicios; cruzándolo se llega a una capilla situada en una cueva [San Úrbez]; luego se puede bajar al lecho del río, en dirección al puente; vuelva al puente y suba por el lado opuesto hacia un arco natural de roca, entre una desordenada aglomeración de rocas llamada Tierra Mala.
En efecto, el panorama que nos ofrece el Paisaje rocoso con pastores y ganado de Salvator Rosa que se puede contemplar en el National Museum Wales68 nos recuerda a la cresta Crespena, que se eleva desde Sercué hasta el pico Mondoto, y los pastores con su ganado al abrigo de las rocas no pueden por menos que evocar la figura del venerado pastor san Úrbez en su cueva bajo los Sestrales de Añisclo. Para entender la relación que establece Ford entre el cura de Nerín e Izaac Walton, transcribo a continuación unas notas biográficas de este último. Izaak Walton (Stafford, 1593-1683), cuya obra es representativa de la literatura de la Restauración inglesa, trabajó como ferretero en Londres hasta la guerra civil inglesa. Tras la muerte de su segunda esposa, Walton se dedicó a viajar. Su libro The Compleat Angler se publicó por primera vez en 1653. La primera edición en español de El perfecto pescador de caña, como tituló Agusto García Piris su traducción de la obra, contiene el ensayo de Miguel de Unamuno «Después de leer a Walton». Se trata en apariencia de un manual de pesca, pero los lectores apreciaron sus vívidas descripciones de la naturaleza y del placer del ocio en el campo. Es uno de los textos más curiosos y singulares de la literatura inglesa. Existen pocos escritores que tengan una prosa análoga a la de Walton. En 1857 se funda el Alpine Club, y no es necesario remarcar la trascendencia que tiene en la historia del alpinismo, pues llega a convertir los Alpes en terreno de juego británico. En los Pirineos este nuevo deporte, este nuevo fenómeno de masas, se expande desde las colonias británicas de Pau y Bagnères-de-Bigorre. Dos miembros de ese club londinense van a escribir una nueva etapa en la historia del pirineísmo: Charles Packe y Henry Russell. Sir Victor Brooke, el sportsman más sobresaliente de la colonia de Pau, abre la etapa de los cazadores ingleses en el valle de Ordesa. En Sir Victor Brooke, Sportsman
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and Naturalist, obra editada por Leslie O. Stephen —el padre de Virginia Woolf— en Londres en 1894, se detalla cómo en 1881 obtiene del municipio de Torla la concesión anual de caza para el valle de Ordesa, y el precio que paga es de 350 francos. Hay que hacer un paréntesis al hablar de este personaje para señalar que el 23 de julio de 1883 su mujer dio a luz en Bagnères-de-Bigorre a un hijo, Alan Brooke, que se convertiría en field marshal (jefe del Estado Mayor Imperial) durante la II Guerra Mundial. Se tiene constancia de que Brooke cazó, acompañado de sus hermanos Basil y Harry y de invitados como Arthur Post o Edward North Buxton, desde 1878 hasta 1887, año en el que sufrió un accidente de caballo a consecuencia del cual fallecería en 1891. Su sucesor en la concesión de Ordesa sería Buxton. Esto ocurrió en 1884 o 1885, y a buen seguro el municipio de Torla aumentaría considerablemente su cotización, lo que debió de conducir a Buxton a tomar la decisión de colocar las clavijas de Cotatuero para conseguir un doble objetivo: alcanzar la zona de caza libre de la Brecha más rápidamente desde Ordesa y reducir de manera notable el desplazamiento entre Gavarnie y Ordesa. El gran Célestin Passet, de quien aparece un espléndido grabado en la obra de Buxton, sería su inseparable guía. De hecho, llegaron a ir juntos a Cerdeña a la caza del muflón y a por íbices a países de Asia Menor. Packe pasó sus últimos días, en julio de 1896, en su casa de Stretton Hall, en la hermosa tierra de Leicestershire, y su amigo Russell estuvo con él: «le ensoñaba y adormecía sus males hablándole de Gavarnie, de Luchon, de Benasque y de todos los Pirineos […]. Hasta su último aliento, los Pirineos fueron el lugar donde siempre retornaba su memoria y su corazón». Henry Russell sobrevivió doce años a Charles Packe y él solo mantuvo cierta presencia británica en el ámbito del pirineísmo, la cual fue retirándose, a modo de reflujo natural, hacia la costa vasca. Russell murió en Biarritz en febrero de 1909 y fue inhumando en Pau. Se puede asegurar, sin temor al equívoco, que los primeros turistas de Ordesa fueron cazadores, viajeros y naturalistas ingleses que, guiados por vecinos de Gavarnie y Gèdre, instalaban sus huntings camps cerca de los pobladores de este valle, al igual que lo hacían en Tanzania o el Cáucaso. Fue entre 1891 y 1902 cuando en la casa Oliván se hospedaron los Buxton, Pease, Wallis, Radcliffe, Fox, quienes no solo tenían la obsesión de conseguir trofeos de
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bucardos o de sarrios —que eran bien escasos—, que es lo que muchas veces se recuerda, sino que compartían una pasión desbordante por conocer los secretos de la naturaleza salvaje en plena Europa, sin tener que ir a las sabanas africanas. Los británicos no causaron la desaparición del bucardo en los Pirineos, como se ha dicho en alguna ocasión. Más bien fue la falta de medidas de protección eficaces para una especie que durante siglos fue fácil de cazar y cuyo hallazgo era una bendición para sus cazadores ya desde la prehistoria. Alain Bourneton, en un artículo publicado en Pyrénées, deja clara constancia de este hecho al aportar una carta inédita que Henry Russell envió a Maurice Gourdon, célebre pirineísta y ecléctico naturalista. Gourdon, apasionado por la gran fauna pirenaica, se interesa por recabar todo tipo de información de primera mano, y para ello contacta con diversas personas ligadas a este mundo. Posiblemente sea este el motivo por el que Russell escribe a Gourdon el 19 de febrero de 1907 las siguientes líneas: Mi querido Gourdon: Yo querría que mi respuesta os fuera útil, aunque espero que mi amigo Brooke, muerto hace algunos años, no lo tome a mal. Lo cierto es que en los libros han exagerado enormemente las «supuestas» hecatombes de bucardos pirenaicos. Es una leyenda. Quien mejor os podría informar de ello es Célestin Passet, que acompañó a Brooke (y también creo que a Buxton) en todas sus cacerías en Arras. Me sorprendería mucho si el total de las víctimas de Brooke llegara a la docena, y me acuerdo muy bien de que, al final de su carrera de cazador, él mismo me dijo que quedaba una cuarentena de bucardos en los precipicios de Arras. Era siempre en invierno cuando cazaba en Arras, y es esto lo que ha terminado por matarlo. En cuanto a mí, los tres únicos bucardos que he visto en mi vida no constituyen más que dos encuentros. Vi uno en 1864, en los barrancos del Alba [al suroeste de la cresta de la Maladeta], y dos en 1877, al sur del pico de Tempestades. Brooke cazó a menudo en el Guadarrama. Siempre muy cordialmente a usted mi querido Gourdon. ¡También es curioso que jamás haya sido visto un bucardo en los Pirineos «Franceses»! H. Russell
Por tanto, se puede concluir que, en los campamentos anuales de caza en Ordesa, los cazadores ingleses abatirían uno o dos animales a lo sumo, y siempre animales adultos y machos en su gran mayoría, ya que lo que interesaba era el trofeo. Estas
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largas estancias en alta montaña estaban planificadas de antemano, pues a los visitantes les gustaba recorrer itinerarios nuevos o travesías con noches en vivac o al amparo de abrigos bajo la roca. Fueron precursores de estas actividades, y no hay que olvidar que para realizarlas precisaban la ayuda de guardas, guías, pastores y vecinos. Intercambiar información: ahí radica buena parte del secreto de la supervivencia en estas montañas desde siempre. Está claro que no todos eran santos, pero es necesario señalar que sí tenían y respetaban cierta ética de caza, además de su pasión por conocer nuevas culturas y formas de vida. Hasta aquí, lo que sabemos de los ingleses en los Pirineos por textos de libros, cartas, revistas y periódicos. Ahora toca abrir una nueva puerta —y nunca tan literalmente empleada la expresión— para que los nombres grabados a navaja o cuchillo en la puerta de casa Oliván despierten a nuevos protagonistas que pasaron por allí y, de alguna manera, reafirmar que Ordesa a finales del siglo xix y principios del xx ya ocupaba una posición relevante en el turismo mundial. Para demostrar que Ordesa hervía de vida, y no precisamente de convulsionarios de la montaña, como dijo Russell en un célebre discurso, abramos las siguientes páginas de esa renombrada puerta.
V. Cholmondeley March 1893
George Horatio Charles Cholmondeley, v marqués de Cholmondeley (1883-1968) Sin duda, si a los diez años George Horatio Charles Cholmondeley estuvo en Ordesa, el apodo que le pusieron, lord Rocksavage, era perfecto. La pregunta queda ahí: ¿cuál era la motivación de quienes lo acompañaron en el inicio de la primavera de 1893 hasta este hermoso valle? ¿Tuvo algo que ver su ascendencia francesa por
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parte de su abuela materna? Una puerta que abre otra puerta, una pregunta que lleva a otra pregunta. La intención de quien escribe es que las casas de Ordesa vuelvan a la vida para hacer de su historia el hogar de todos que nunca debimos abandonar. Esto me lleva a recordar una experiencia propia, la que viví con diez años cuando un día de julio de 1969 me encontraba en el centro del puente de San Úrbez junto a mis hermanos y mis primos y me preguntaba cómo es que estábamos allí en medio de una impresionante tormenta y tras haber visto a mi padre más lívido que la harina mientras conducía a través del desfiladero de las Cambras. ¿Y, si viene un coche de frente, qué hacemos? Fue una gran día. O aquella vez que a mi hija de ocho años la embarqué, nunca mejor dicho, en su primera travesía pirenaica de Astún a Etsaut por Ayllus y el Chemin de la Mâture. ¡Qué manera de llover! Los padres solo queremos transmitir nuestra pasión a los nuestros. No sé muy bien por qué, en junio de 2013, cuando volvía de una reunión en Madrid, compré en la estación la revista Vanity Fair de ese mes, la número 58. Bueno, sí lo sé: en portada aparecía una foto de Sharon Stone, y sería el reportaje sobre esta actriz lo que atraería en aquel momento mi atención; en fin, debilidades. Sin embargo, en cuanto la abrí mi interés se desvió inmediatamente hacia otro lado: el reportaje «Regreso a Houghton», escrito por James Reginato. En él podemos leer: Construido por el primer «Prime Minister» británico, sir Robert Walpole, el palacio de Houghton perdió la espectacular colección de arte que albergaba en 1779 cuando sus despilfarradores herederos vendieron 204 obras maestras a Catalina la Grande. Ahora, las pinturas vuelven allí temporalmente desde el Hermitage. Los propietarios de la mansión relatan cómo se las han ingeniado para hacer de la historia su hogar.
Esto último, «para hacer de la historia su hogar», me llamó poderosamente la atención, pero, para colmo, lo que ya me impactó sobremanera fue ver en el pie de una foto del reportaje el nombre de los actuales propietarios de Houghton: «David y Rose, marqués y marquesa de Cholmondeley, en una salita de Houghton Hall». Este apellido me resultó familiar. ¿No era una de las firmas de la puerta de la casa Oliván? En cuanto llegué a casa lo comprobé, y así era: el v Cholmondeley dejó constancia de su paso por Ordesa en marzo de 1893. El artículo estaba dedicado a una importante exposición de obras de arte que iban a retornar a Houghton temporalmente, del 17 de mayo al 29 de septiembre
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de 2013. Hougthon redescubierto: las obras de arte de Walpole se interna en la historia de los Cholmondeley: La muestra dejará muy buen sabor de boca al descendiente de Walpole, David George Philip Cholmondeley, el séptimo marqués de Cholmondeley y actual inquilino de Houghton. […] Cholmondeley tenía solo 30 años cuando recibió la finca de Houghton y su marquesado: 1600 hectáreas y 106 habitaciones. Su padre, Hugh, acababa de fallecer y entonces, en 1990, en su herencia se incluía una finca aún más grande, el castillo de Cholmondeley —un historiado edifico gótico en Chesire— y una fortuna de casi 150 millones de euros. Además, aceptó su cargo hereditario como lord gran chambelán. Como poseedor de este antiguo título es responsable de vestirse de escarlata y dorado y empuñar su distintivo bastón blanco en la apertura oficial del Parlamento. En la ceremonia recibe a la reina y la conduce hasta el interior de la Cámara de los Lores. «No puedo decir que sea una tarea demasiado onerosa», reconoce al referirse al cargo. Su otra responsabilidad principal es dar la bienvenida esporádicamente a los jefes de Estado. […] Para construir un templo que alojara estos tesoros, Walpole reunió un equipo de ensueño formado por los diseñadores y artesanos de más talento de su época. Los arquitectos fueron Colen Campbell y James Gibbs. Tal como comentaba lord Hervey, sagaz observador social del siglo xviii, el piso rústico de la planta baja del palacio estaba dedicado a los cazadores, la hospitalidad, el ruido, los cotilleos y los negocios, mientras que el piso noble, justo encima, se dedicaba al buen gusto, al gasto, al estado y a la ostentación. […] Desgraciadamente, este nivel de dispendio no pudo prolongarse durante demasiado tiempo. Tres años después de que Walpole abandonara el cargo de primer ministro en 1742 —cuando fue nombrado conde de Oxford—, falleció y dejó una enorme deuda que se aproximaría a unos 57 millones de euros de nuestros días. Algo así habría sido un drama económico para cualquiera, pero es que, además, su sucesor, el tercer conde de Oxford, era particularmente manirroto. Su incapacidad fue lo que forzó la venta de las obras de arte a Catalina en 1779. Doce años más tarde murió sin dejar herederos, por lo que el patrimonio pasó a manos de su primo George. Así fue como la familia Cholmondeley pasó a ser propietaria de este impresionante lugar. Por muy imponente que sea Houghton, George ya contaba con el castillo de Cholmondeley, hoy patrimonio nacional, que era aún más grande y que fue donde su familia residió durante la mayor parte del siglo xix. Houghton se dejó más o menos abandonado, lo que afortunadamente también significó que no llegó a sufrir ninguna modificación de importancia. En 1913, el palacio volvió a la vida cuando se ofreció como regalo de bodas al abuelo de David, el quinto marqués de Cholmondeley, otro George. Rock, como lo apodaban, era uno de los hombres más guapos de su generación. Campeón de polo, participaba en Wimbledon y era
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George Horatio Charles Cholmondeley fotografiado hacia 1913. (Library of Congress, Prints and Photographs Division, Washington. Bain Collection)
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un fanático del deporte en general. Sin embargo, para entonces las arcas de los Cholmondeley estaban vacías. Haciendo uso de una arraigada costumbre, George se casó con una de las herederas más ricas de la época, Sybill Sassoon, hija de dos grandes dinastías judías. Su padre Edward Sassoon, vástago de una larga estirpe de pachás dedicados a las finanzas en Bagdad, se había casado con Aline de Rothschild, de la rama francesa de la legendaria familia. Y así es como empezó una nueva época dorada para Houghton.
H. M. Wallis, A. L. Wallis, G. H. Fox, R. J. Fox June 1894
Henry Marriage Wallis OBITUARIO H. M. Wallis nació en Ipswich en enero de 1854 y tenía casi 88 años cuando murió, el 10 de noviembre de 1941. Su padre era un gran naturalista, pero su propio interés por la historia natural, y particularmente por las aves, se desarrolló cuando estaba en la Bootham School de York. Como fue comerciante de maíz y semillas en Reading hasta 1909, normalmente solo podía disfrutar de su afición durante las vacaciones. Cuando era joven visitó Sutherland varias veces con su cuñado, J. B. Crosfield. Ambos tenían colecciones de huevos y vivieron peligrosas y emocionantes aventuras escalando a nidos de cuervos y águilas doradas. De vez en cuando veían águilas de cola blanca, pero nunca encontraron un nido de esta especie. […] En el verano de 1886 H. M. Wallis, en compañía de su amigo de toda la vida, G. H. Fox, de Falmouth, visitó el oeste de Donegal y descubrió una pareja de gorriones molineros en la isla de Aranmore. […] En el verano de 1890 Wallis y Fox visitaron Noruega y en 1894 los dos amigos y sus esposas viajaron a los Pirineos Centrales durante las vacaciones. […]
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Aunque nunca intentó trabajar en el ámbito de la ornitología de modo sistemático, H. M. Wallis publicó una serie de notas y documentos que dieron muestra de la agudeza de sus observaciones. De 1917 a 1936 fue un colaborador frecuente de esta revista [British Birds]. Quizás sus trabajos más notables sean «Mortality among birds during the February frost in West Cornwall» (vol. x, p. 267) y «Recent changes in the birds of Scilly» (vol. xvii, p. 55). Fue elegido para la British Ornithologists’ Union en 1895 y durante muchos años asistió regularmente a las reuniones del British Ornithologists’ Club. A pesar de que rara vez intervino en los debates, cuando lo hacía el vigor y la vivacidad de su mente eran patentes. Durante la mitad de su vida, bajo el pseudónimo de Ashton Hilliers, escribió varias novelas, todas ellas llenas de vitalidad y de datos curiosos. En la mayoría de estos libros uno o varios personajes eran amantes de las aves o recolectores de huevos y se les atribuían experiencias u observaciones del propio Wallis.
El ornitólogo Henry Marriage Wallis.
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Henry Marriage Wallis fue conservador honorario de Zoología (Vertebrados) del Reading Museum durante varios años a principios del siglo xx. Contribuyó de manera notable al desarrollo de las colecciones de historia natural y se interesó en particular por las especies de aves locales. Probablemente su aportación más importante fue la creación de la Thames Conservancy Board Collection, hoy conocida como Thames Water Collection, a la que el 10 de mayo de 1932 escribió para comentar un artículo que se había publicado esa misma mañana en el Mornig Post: «Prehistoric finds in the river Thames. Relic of animals’ fight 10,000 years ago». Este artículo describía la variedad de los hallazgos que aparecieron durante el dragado del Támesis en los años veinte, incluidos unos cuernos entrelazados de buey gigante (uro) y ciervo común. Según el texto, los animales habrían caído al agua con los cuernos enredados mientras luchaban. Entre las publicaciones de Wallis encontramos el artículo «Notes on the birds of the Central Pyrenees», Ibis, 37/1 (1895), pp. 64-85. En la primera página dice: The following observations were made in May and June 1894, in the district east of Pau and Eaux-Chaudes and west of Luchon and Bagnères-de-Bigorre. A week was spent on the Spanish side of the range in the glens at the foot of Pic Perdu, and the rest of the time was passed on the French frontier. I carried no gun. 1-. Turdus musicus, Linn. I heard the Song-Thrush at Eaux-Bonnes, and again in the Valle de Ara* on the Spanish side, where in the late afternoons it sang cheerily among the pine-woods. *
Also known as Valle de Ordesa and Val d’Arazas.
Wallis mantuvo una curiosa correspondencia con Darwin. Así, en The Darwin Correspondence Online Database encontramos su nombre en varias entradas: 13085
Wallis, H. M., to Darwin, C. R., 14 Mar 1881. Reports some observations on the growth of hair on his baby son’s ears.
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Darwin, C. R., to Wallis, H. M., 22 Mar 1881. Comments on HMW’s discovery concerning growth of hair on human ears. Asks permission to publish fact.
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Wallis, H. M., to Darwin, C. R., 27 Mar 1881. Is glad C. D. finds his observations on hair growth on ears new and interesting. Mentions instances in which young birds possess abilities lacking in the adult.
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Darwin, C. R., to Wallis, H. M., 31 Mar 1881. Encourages H. M. W.’s study of growth of hair on ears. Recommends he publish in Nature. Comments on facts about goatsucker and dorkings.
En 1910, con el seudónimo Ashton Hilliers, Henry Marriage Wallis publicó The Master Girl, una historia feminista sobre una mujer guerrera.
George Henry Fox Hijo de Alfred y Sarah Fox, nació el 27 de septiembre de 1845 en Falmouth (Inglaterra) y murió el 13 de enero de 1911 en su ciudad natal. Viajó a los Pirineos con Henry Marriage Wallis y las esposas de ambos en 1894. Poco se sabe de él. Miembro de la familia cuáquera Fox, propietaria de Glendurgan Garden, probablemente estaba emparentado con Edward Burnett Tylor a través de su esposa. Es posible que sea este el George H. Fox que aparece en el censo de 1901 con cincuenta y cinco años, casado, residente en Falmouth y dedicado al comercio de madera. George Henry tuvo cuatro hijas y dos hijos. Su cuarta hija, Erica, tenía veintidós años cuando empezó la guerra, y de su diario y el de su tío Wilson es de donde procede la mayor parte de la información que se ha encontrado sobre la familia. Georges Fox (1624-1691) fue el fundador de una comunidad religiosa disidente conocida como Sociedad Religiosa de los Amigos, conocida generalmente como los cuáqueros o amigos. Quake significa ‘temblor’ en inglés. Seguramente en alusión a las palabras que Fox dijo a sus seguidores cuando fue encarcelado por blasfemia («Temblad en el nombre del Señor»), el juez los llamó a él y a sus seguidres quakers (‘los que tiemblan’). En Inglaterra los cuáqueros respaldaron el movimiento antibelicista Unión de Control Democrático aun en momentos de gran apoyo nacional a los esfuerzos de guerra. La comunidad recibió en 1947 el Premio Nobel de la Paz. Fueron cuáqueros el poeta Walt Whitman, el aventurero Daniel Boone, el actor James Dean, la cantante Joan Baez y, en su juventud, Richard Nixon.
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Rachel Juliet Fox (de soltera, Fowler) Hija de Henry Fowler y Ann Ford Barclay, nació el 11 de enero de 1858 en Woodford (Essex, Inglaterra) y falleció el 13 de agosto de 1939 en Bedfordshire (Inglaterra).
W. V. Goulstone 6 Sep 1904 W. Marler
W. V. Goulstone La suya es una de las pocas firmas que aparecen repetidas. Por tanto, realizó dos viajes distintos a Ordesa, el primero seguramente junto a un tal W. Marler en septiembre de 1904, y el segundo, mucho más planificado, preparado a conciencia en formato expedición-travesía, junto a S. E. Lucas en septiembre de 1912. Goulstone era miembro de la Royal Photographic Society. Una búsqueda en Internet me llevó a una venta, ya realizada, de dos álbumes fotográficos producidos W. V. Goulstone y S. E. Lucas y fechados en septiembre de 1912. Editados por Sinclair en Haymarket (Londres), estaban encuadernados en piel y con los cantos de las páginas dorados, lo mismo que la tipografía de la cubierta. Se realizaron como registro de una travesía por los Pirineos que llevaron a cabo Goulstone y Lucas en septiembre de 1912. En esta expedición los acompañó el célebre guía de Gèdre François Fedacou (1876-1942), quien participó en las campañas de Verdún, La Meuse y Bélgica y fue condecorado por sus acciones en la I Guerra Mundial con la Cruz de Guerra (estrella de bronce).
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Las fotografías muestran los fascinantes paisajes y la vida rural de la zona en esa época, y a través de ellas se puede seguir con suma precisión el recorrido que hicieron, no menos sorprendente que esa impresionante colección de más de cien imágenes: Arreau – Aragnouet – entrada del valle de Pineta – Salinas de Bielsa – Col de Sahún – Sahún – Benasque – Portillon – cima del Aneto – Estós – cima del Posets – Plan – Salinas de Bielsa – Escuaín – Cuello Viceto – Paso de Foradiello – Capradiza – Cuello Gordo – cima de Monte Perdido – valle de Arazas – Bujaruelo – puerto de Bujaruelo – Gavarnie – Gèdre. Los dos debieron de ser personas de buena posición, pues podían permitirse viajar y tener una cámara fotográfica. En aquellos tiempos este tipo de álbumes serían posesiones muy preciadas como recuerdos de vacaciones felices, y sin lugar a dudas representan un buen registro de los enclaves históricos y de los habitantes de la zona. Goulstone fue socio del Climber’s Club, fundado en 1898 en Inglaterra y Gales con la idea de reunir a aquellas personas que empezaban a practicar el nuevo deporte de la escalada en roca. También perteneció a ese club Marco A. Pallis (1895-1989), autor de Cumbres y lamas (1939) y El camino y la montaña (1960). Quizá el hecho de haber visto alguna de las fotografías de Goulstone del entorno de Monte Perdido, en concreto del cañón de Añisclo, fuera lo que lo animara a recorrerlo hacia los años setenta. Reproducimos una fotografía suya hecha en Ordesa en el capítulo dedicado a la casa Oliván.
V. A. Malcolmson 21 Sep 1898
Vernon Austen Malcolmson Hijo de George Forbes Malcolmson, comerciante en las Indias Orientales con gran relevancia en la City, y Catherine Annesley Austen, nació en 1872 y murió en 1947 en Paddington (Londres). Fue comerciante en las Indias Occidentales, con intereses
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azucareros de Trinidad, y luego socio de los corredores de bolsa J. y A. Scrimgeour. Desde 1908 vivió en Aston Bury (Hertfordshire, Inglaterra). Escribió sobre agricultura y vivienda rural, y también redactó la letra del himno Aspice finem. Fue yerno del segundo lord Beeper. Su hermano Norman, socio de la empresa de Samuel Dobree, escribió en colaboración con John Whitehouse un informe sobre los hogares para chicos para el Toynbee Hall. Entre sus publicaciones se pueden destacar los libros The Place of Agriculture in the Life of a Nation, Many Thoughts in Many Moods y The Old Testament and Apocripha: For Every Day o el artículo «The Imperial Conference and the Future of the Empire» (The English Review).
S. H. Whitbread
Samuel Howard Whitbread Hijo de Samuel Whitbread e Isabella Charlotte Pelham, la hija menor del iii conde de Chichester, Henry Thomas Pelham, nació el 8 de enero de 1858 y falleció el 29 de julio de 1944. Era miembro de la familia Whitbread, dedicada a la fabricación de cerveza. Actualmente Whitbread es una empresa multinacional de hostelería con sede en Houghton Regis (Reino Unido). Las cadenas de hoteles y cafeterías Premier Inn y Costa Coffee —con tres mil cuatrocientas tiendas en treinta y un países del mundo— pertenecen a esta compañía. En 1972 Whitbread se convirtió en la tercera cervecera en producción de Gran Bretaña; ese mismo año fue patrocinadora principal de la Whitbread Round the World Race, hoy conocida como Volvo Ocean Race. Whitbread patrocinó esta regata de veleros alrededor del mundo, que se realiza cada tres años, hasta 2001.
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Samuel Howard Whitbread retratado por Oswald Hornby Joseph Birley. (Bedford Magistrates’ Court)
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Se casó con Madeline Emmie Bourke y tuvieron tres hijos: Simon Whitbread, Anne Joscelyne Whitbread y Humphrey Whitbread. Miembro del Parlamento británico, fue representante de la Corona en Bedfordshire hasta 1936 y representó a las circunscripciones de Huntingdon y Luton hasta 1895. Fue investido miembro de la Orden de Bath en 1917. Vivió en Southhill (Bedfordshire) y en Londres.69
W. Moncreiffe Jun 4 1891 and 1898
Escudo de los Moncreiffe (del gaélico Monadh Croibhe ‘colina del árbol sagrado’).
William Moncreiffe Hijo de sir Thomas Moncreiffe, vii baronet, y Lady Louisa Moncreiffe, William Moncreiffe (1863-1944) tuvo quince hermanos. Él y su hermano Malcolm emigraron a Estados Unidos en la década de 1890 y se establecieron en Big Horn (Wyoming). Con el dinero de su familia fundaron un negocio de cría de ovejas que tuvo mucho éxito, y también jugaron un importante papel en la difusión del deporte del polo en la zona. Una parte del rancho de los Moncreiffe es en la actualidad una casa-museo y una galería de arte, el Brinton Museum (anteriormente conocido como Bradford Brinton Memorial Museum). En las montañas de Big Horn hay un pico de 2400 metros denominado Moncreiffe Ridge.
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A. E. Leatham
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Albert Edward Leatham Hijo de Edward Aldam Leatham y Mary Jane Fowler (emparentada con Helen Ann Fowler, esposa de Alfred Edward Pease), nació en Heath (Wakefield, West Yorkshire, Inglaterra) el 9 de agosto de 1859 y murió en Christchurch (Canterbury, Nueva Zelanda) el 13 de julio de 1948. Se casó con Margaret Ruth Neill y tuvieron tres hijos: Edward John Jordan, Ruth Florence e Iris Mary. Cazador y jugador de críquet, entre 1883 y 1897 perteneció al Cambridge University Cricket Club y al Gloucestershire County Cricket Club. Entre sus publicaciones destaca el libro Sport in Five Continents, editado en Edimburgo por W. Blackwood and Sons en 1912.71
A. E. Pease, H. A. Pease, S. C. Pease, J. A. Pease May 1891 72
Alfred Edward Pease El hijo mayor de Joseph W. Pease y Mary Fox, Alfred Edward Pease, ii baronet, nació el 29 de junio de 1857 y falleció el 27 de abril de 1939. Miembro de una familia de industriales cuáqueros, estudió en la Grove House School de Tottenham y en el Trinity College de Cambridge.
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Empezó su carrera en el banco familiar, el J. & J. W. Pease, del que luego fue socio y director. Tuvo cargos similares en Pease & Partners, empresa dedicada a la explotación de minas de carbón y de hierro y canteras de piedra caliza, así como a la manufactura, la fabricación y la construcción en hierro. A lo largo de los años fue director general, vicepresidente y presidente de Owners of the Middlesbrough Estate (la asociación de propietarios del estado de Middlesbrough).
Sir Alfred Pease (en el centro) en 1909 cazando con el presidente de Estados Unidos Theodore Roosevelt (a la derecha) y su hijo Kermit Roosevelt. (Imagen publicada en Theodore Roosevelt, African Game Trails, Nueva York / Londres, Syndicate Publishing Company, 1910, p. 69)
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Miembro del Partido Liberal, formó parte de la Cámara de los Comunes de 1885 a 1892 y de 1897 a 1902. Fue asimismo juez de paz y concejal del North Riding de Yorkshire y diputado adjunto por Cleveland, y llegó a ser candidato a la tenencia de alcaldía de Londres. Fundó y presidió la Cleveland Bay Horse Society. Con la caída del negocio familiar, en 1902, puso fin a su carrera política y buscó nuevas oportunidades, lo que lo llevó a África. Estuvo en Sudáfrica, Sudán, Somalia y el norte del Sáhara, y durante ese tiempo escribió sobre sus viajes y sus experiencias. Entre sus publicaciones podemos destacar Biskra and Oases of the Zibans (1893), Hunting Reminiscences (1898), The Badger (1898), Horse Breeding for Farmers (1902), Travels and Sport in Africa (1902), Rachel Gurney of the Grove (1907), The Diaries of Edward Pease (1907) —biografía de sir Edmund Gilles Loder—, The Book of the Lion (1914) y Memoir of Edmund Loder (1922). Pease fue uno de los primeros colonos de África Oriental Británica (la actual Kenia). Alquiló tierras en Athi Plains, al sudeste de lo que hoy es Nairobi, donde estableció una granja de avestruces. Alojó a muchos viajeros famosos que iban allí a cazar en la época dorada de los safaris. Por eso se le menciona en numerosos relatos personales de ese periodo. El propio Theodore Roosevelt, que disfrutó de su hospitalidad en 1909 junto a su hijo Kermit al comienzo de su famosa expedición a África, describió a sir Alfred como «un excepcional jinete y uno de los mejores tiradores que he visto». Fue uno de los fundadores del Shikar Club, constituido en 1909 para promover la actividad de la caza mayor. Hay especímenes procedentes de sus colecciones de animales en el Dorman Museum.
Helen Ann Pease (de soltera, Fowler) La tercera hija de sir Robert Fowler, i baronet, y Sarah Charlotte Fowler, Helen Ann, nació en Tottenham (Gran Londres) en 1858 y murió en Pinchinthorpe (North Yorkshire) en 1910. Fruto de su matrimonio con Alfred Edward Pease fueron tres hijos: sir Edward Pease —iii baronet—, Christopher York Pease y Lavender Mary (Pease) Medlicott.
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Joseph Albert Pease Joseph Albert (Jack) Pease, i barón Gainford, nació el 17 de enero de 1860 en Darlington, en el condado de Durham. Era hijo de sir Joseph Pease y Mary Fox y hermano de sir Alfred Pease. Estudió en Grove House, una escuela cuáquera de Tottenham, y en el Trinity College de Cambridge. En 1886 se casó con Ethel, hija de sir Henry Havelock-Allan, y tuvieron un hijo, Joseph, y dos hijas, Miriam y Faith. Ethel murió en octubre de 1941. Lord Gainford falleció en febrero de 1943 y su hijo lo sucedió en la baronía. Conocido como Jack Pease antes de 1917, fue un hombre de negocios y político conservador del Partido Liberal británico que ocupó la alcaldía de Darlington entre
Joseph Albert Pease en 1910. (Library of Congress, Prints and Photographs Division, Washington. George Grantham Bain Collection)
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1889 y 1890. Fue elegido miembro del Parlamento por Tyneside en 1892 y permaneció en el cargo hasta 1900. Entre 1910 y 1916 formó parte del gabinete del liberal Herbert Henry Asquith. Aparte de su carrera política, fue presidente adjunto de la Durham Coal Owners Association y vicepresidente del Durham District Board, director de Pease & Partners y otras compañías dedicadas a la explotación de minas de carbón, presidente de Durham Coke Owners, director de la County London Electric Supply Company en el condado y presidente de la South London Electric Supply Company, del Tees Fishery Board y de los Trustees of the Bowes Museum. En 1922 fue nombrado presidente de la BBC, cargo que ocupó hasta 1926, y luego fue vicepresidente hasta 1932. Entre 1927 y 1928 fue presidente de la Federation of British Industry. La mayor parte de los diarios de Pease conservados cubren el periodo 1908-1915, y Cameron Hazlehurst and Christine Woodland han editado un volumen que abarca desde 1908 hasta 1910: A Liberal Chronicle: Journals and Papers of J. A. Pease, 1908-1910 (Londres, The Historians Press, 1994).
S. E. G. Loder, lady Loder, C. D. Radcliffe, Mrs Radcliffe Oct 1891
Edmund Giles Loder Hijo de sir Robert Loder, terrateniente y político conservador, y Maria Georgiana Busk, sir Edmund Giles Loder, ii baronet, nació en Londres el 7 de agosto de 1849 y falleció el 14 de abril de 1920. Su abuelo materno fue el poeta galés Hans Busk.
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Estudió en el Eton College, un internado privado de Eton (Berkshire), y se graduó en el Trinity College de Cambridge. De su matrimonio con Marion Hubbard, hija de William Egerton Hubbard, nacieron dos hijos: Patience Marion Loder y Robert Egerton Loder. Se establecieron en Beach House, en Worthing (West Sussex), en cuyo jardín pasaba algunos ratos el rey Eduardo VII con su amigo Arthur Sassoon durante sus visitas a Brighton. También vivieron en Leonardslee, cerca de Horsham (West Sussex). Aristócrata, terrateniente y horticultor, fue además juez de paz de Sussex y Northamptonshire. Era muy aficionado a las plantas; de hecho, el Rhododendron loderi, una variedad de rododendro, recibió ese nombre en su honor. En el libro de Alfred E. Pease Edmund Loder, Naturalist, Horticulturist, Traveller and Sportsman: A Memoir, editado en Londres por John Murray en 1923, se puede leer: «Hemos conocido a una joven pareja, Charles Radcliffe y su esposa. Se casaron hace unas seis semanas y han estado viajando por España, y cruzaron con
Edmund Giles Loder.
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nosotros de Cartagena a Orán. Solemos pasear juntos por las tardes». También se dice que «Los Radcliffe y los Loder fueron compañeros en muchas excursiones durante años». Aquí reproducimos un extracto del capítulo «Hunting in the Pyrenees»: En ese mismo año 1891 me encontré con él y la señora Loder en los Pirineos cazando cabras monteses (Capra pyrenaica) y sarrios (Pyrenean chamois) con bastante éxito y recogiendo plantas. En cierto modo es extraordinario que yo hubiera estado ese mismo año con mi mujer, mi hermano, mi hermana y A. E. Leatham cazando en el mismo hermoso valle, el valle de Ordesa, en el lado español, viviendo en el albergue La Granja y teniendo experiencias similares. La señora Loder todavía recuerda las ajetreadas noches en la habitación que estaba sobre el establo donde vivían la mugidora vaca de la que dependíamos para tener leche y su ternero, que no paraba de berrear. Se han publicado descripciones de la caza de la cabra montés y el sarrio en esta magnífica región desde la época en la que sir Victor Brooke llevó a cabo sus expediciones de caza de cabras monteses, sarrios y osos. A ellas y a los Short Stalks de Edward North Buxton puede acudir el
Portada del libro sobre Edmund Loder escrito por Alfred E. Pease y publicado en Londres en 1923.
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lector. Para cazar cabras monteses un hombre tenía que ser un valiente escalador, pues no hay un trabajo más duro para los pies y la cabeza que los barrancos y los precipicios de estos valles. Se trata además de un paraíso para los amantes de las flores alpinas y de los árboles hermosos, y probablemente no tiene rival en el mundo en cuanto a la combinación de colores exquisitos y magníficos paisajes de montaña.
Marion, lady Loder (de soltera, Hubbard) Hija de William Egerton Hubbard y esposa de sir Edmund Giles Loder.
E. N. B. M., C. D. Buxton, E. C. Buxton 1885
Edward North Buxton Edward North Buxton, nacido el 1 de septiembre de 1840 en Upton Lane (Stratfield, Essex), fue el tercer hijo de sir Edward North Buxton, ii baronet, y Catherine Gurney, descendiente de una distinguida familia cuáquera. Sus hermanos fueron Samuel Gurney, sir Thomas Fowell —iii baronet—, Francis William, Laura Priscilla y Sarah Evelyn. Estudió en el Trinity College de Cambridge. Se casó con Emily Digby, hija del reverendo Kenelm Henry Digby y Carolina Sheppard, el 23 de enero de 1862, matrimonio del que nacieron sus hijos Gerald, Hannah Maud Barclay, Anthony, Clare Emily, Geraldine Dent, Sarah Evelyn y Theresa. Murió el 9 de enero de 1924 a los ochenta y tres años.
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Dirigió la delegación del distrito y la oficina de paz de Essex y presidió el London School Board de 1875 a 1881. Conservador y miembro del Partido Liberal, estuvo en el Parlamento por Walthamstow entre 1885 y 1886 y fue asimismo sheriff de Essex. Fue también escalador alpino y en la década de 1860 a 1870 realizó ascensiones significativas, como la de la Aguja de Bionnassay en septiembre de 1866.73 Gracias a esta afición debió de conocer a Edward Whymper, el primer escalador del monte Cervino y magnífico grabador, y de ahí su famoso Our Camp y otros grabados que aparecen en la obra de Buxton Short Stalks: Our Huntings Camps. North, South, East, and West (Londres, Edward Stanford, 1892). Whymper no estuvo en Ordesa, lo que queda claro al leer el prefacio, en el que Buxton le agradece su magnífico trabajo en la ilustración del libro:
Edward North Buxton.
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Debo reconocer la ayuda que he obtenido del arte del grabado en madera, al cual mi libro deberá todo el encanto que pueda tener. Ante todo, a Edward Whymper, cuyo trabajo es suficientemente bueno para convertir un mal libro en uno atractivo, y en segundo lugar a Lodge, cuyos pájaros son todo un logro. Les estoy agradecido por lo que han sufrido para plasmar mis ideas.
El capítulo vii del libro, «The Pyrenean Ibex», consta de veintiocho páginas dedicadas en exclusiva a esta especie de cabra montés pirenaica (bucardo), el modo de cazarla y una descripción de su hábitat. Buxton era socio de la empresa cervecera Truman, Hanbury & Co. y fue quien costeó con su dinero la colocación de las famosas primeras clavijas en el circo de Cotatuero.74 Defendió la provisión de tierras accessibles, especialmente cerca de las ciudades. Junto a su hermano Thomas, jugó un papel importante en la conversión de Epping Forest y Hainault Forest en espacios de uso público. En su lecho de muerte compró Hatfield Forest para el National Trust. Fue miembro fundador de la Society for the Preservation of the Wild Fauna of the Empire, en la actualidad denominada Fauna and Flora Internacional, la primera organización internacional de conservación de vida silvestre del mundo. El trabajo pionero de sus promotores condujo a la creación de numerosas áreas protegidas, como los parques nacionales Kruger y Serengueti. En su casa, Leytonstone House, hay una placa azul en su memoria y la de su padre. También existe una inscripción conmemorativa en el Essex County Council. Entre sus publicaciones destacan The ABC of Free Trade: An address (1882), Epping Forest (1884 y muchas ediciones posteriores), Short Stalks: Or, Hunting Camps North, South, East, and West (1892) y Two African Trips with Notes and Suggestions on Big Game Preservation in Africa (1902).
A. Buxton
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Anthony Buxton Hijo de Edward North Buxton y Emily Digby, nació en 1881 y falleció en 1970. Destacó por sus facetas de escritor y naturalista. Entre sus libros podemos citar Fisherman Naturalist (1946), Travelling Naturalist (1948) y Happy Year: The Days of a Fisherman-Naturalist (1950), todos publicados en Londres por Collins. Gavarnie está escrito en grandes letras en la historia de mi familia. Allí siempre recibimos una cálida acogida del señor Bellou en el Hôtel des Voyageurs. Antes que yo naciera mi padre había viajado al sur de Francia buscando un lugar saludable para mi madre, que había estado enferma y le habían recomendado que tomara el aire y el sol de las montañas. Había llegado por casualidad al Hôtel de Voyageurs, en Gavarnie. Desde la puerta echó un vistazo al interior y vió un sarrio naturalizado del que colgaba una especie de trabuco del señor Bellou. Al poco tiempo telegrafió a mi madre para decirle que había encontrado un lugar para ella, y así comenzó una serie de agradables vacaciones para mis padres y su familia en Gavarnie y en los valles vecinos a ambos lados de la frontera. Además, allí fue donde conoció al famoso cazador Célestin Passet.75
Portadas de dos de las obras de Anthony Buxton.
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C. E. Buxton, M. C. Watson, E. Digby, C. T. Digby 1894
En Les anglais dans les Pyrénées et les débuts du tourisme pyrénéen (1739-1896), de Joseph Duloum, hay una nota a pie de página que dice sobre Edward North Buxton: A él también le gusta cazar en familia, con su hijo Cyril (que murió joven, en 1892), sus hermanos Samuel Gourney Buxton y sir Thomas Fowell Buxton. Las damas vienen también a saborear las delicias del campamento.
Cyril E. Buxton Hijo de Edward North Buxton.
Emily Digby Hija del reverendo Kenelm Henry Digby y Caroline Sheppard, nació en 1841 y falleció en 1929. Se casó con Edward North Buxton en 1862.
C. T. Digby Hermana de Emily Digby.
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Escena de caza del bucardo en Ordesa. Grabado reproducido en la página 232 del libro de Buxton Short Stalks.
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T. Buxton, P. H. Thomas
Thomas Faxwell Buxton Hermano de Edward North Buxton.
C. E. Howard A. F. Royds 1905
Por el tipo de letra con que está grabado el nombre, pienso que Charles Edward Howard Vincent iba en el grupo de los Buxton. Por otra parte, la firma que hay debajo de la suya, la de Alan Francis Royds, confirma la vinculación personal entre ambos, que pertenecían al mismo regimiento de Londres.
Charles Edward Howard Vincent El coronel sir Charles Edward Howard Vincent nació en Slinfold, cerca de Horsham (Sussex), el 31 de mayo de 1849 y falleció el 7 de abril de 1908. Era el segundo hijo de sir Frederick Vincent, xi baronet, párroco de la aldea. Sus hermanos fueron William Vincent, Claude Vincent y Edgar Vincent. Estudió en el Westminster School y en noviembre de 1866 ingresó en el Royal Military College de Sandhurst. Acabó sus estudios en 1868 y compró un nombramiento en el Regimiento de Infantería n.º 23. Fue ascendido a teniente en 1871, año en el que sirvió como
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corresponsal del Daily Telegraph en Berlín y luego marchó a Rusia para aprender el idioma y estudiar la organización militar de ese país. En 1872 empezó a escribir artículos y conferencias para la Royal United Services Institution. Después de que su regimiento fuera enviado a Irlanda ese mismo año, comenzó a organizar reuniones políticas acerca de la cuestión irlandesa, sobre la que en general mantenía puntos de vista liberales. El 3 de mayo de 1873 se alistó como abogado en el Inner Temple. Durante ese año y el siguiente viajó a Turquía y de nuevo a Rusia. Aprendió el idioma turco, que añadió a los que ya sabía: ruso, francés, alemán e italiano. También se hizo experto
Charles Edward Howard Vincent.
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Caricatura de Charles Edward Howard Vincent realizada por Spy y publicada en Vanity Fair en 1883.
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en la política de Oriente Próximo. En 1874 fue enviado a la Royal Berkshire Militia como capitán. Renunció a ese servicio en noviembre de 1875, pero un mes más tarde fue nombrado teniente coronel al mando del 40.º Middlesex Rifle Volunteer Corps, cargo al que renunció en 1878. Siguió escribiendo sobre temas militares. Obtuvo el título de abogado el 20 de enero de 1876 y entró en el circuito sudeste, en la división de Sucesiones, Divorcios y Almirantazgo, aunque nunca se dedicó realmente a la abogacía. Al estallar la guerra ruso-turca de 1877 el Daily Telegraph lo envió como reportero al Ejército ruso, pero se le denegó el permiso para acceder al campo de batalla porque los rusos recelaban de que hablara ruso y sospechaban que era un simpatizante de los turcos. En 1877 se matriculó en la Facultad de Derecho de la Universidad de París e investigó sobre la policía parisina. Más tarde, cuando el departamento de investigación de la Policía Metropolitana fue salpicado por un escándalo en el que varios oficiales fueron despedidos, a Vincent se le pidió un informe sobre el sistema de investigación de París. Esto impresionó tanto al ministro del Interior Richard Assheton Cross que en 1878 fue nombrado director del nuevo Departamento de Investigación Criminal. Vincent reorganizó el departamento. Desde 1883 fue editor de la Police Gazette. En 1884, sin embargo, al darse cuenta de que ese puesto le ofrecía pocas oportunidades de ascenso, renunció a él para dedicarse a la política. Ese año fue nombrado también teniente coronel al mando de los Queen’s Westminster Volunteers, cargo que mantuvo durante veinte años, hasta 1904. Sus servicios a la policía fueron recompensados con el nombramiento de compañero de la Orden de Bath en 1885. Fue nombrado caballero en 1896 y caballero comandante de la Orden de San Miguel y San Jorge en 1898 por sus servicios como delegado británico en una conferencia sobre el anarquismo celebrada en Roma. Fue elegido como comandante de la infantería de los City Imperial Volunteers en la segunda guerra de los bóeres, pero se le denegó el permiso para ir debido a un problema de corazón. De todos modos, fue a título particular y llegó a Ciudad del Cabo en enero de 1900, en el apogeo de la guerra. Se le concedió una condecoración como oficial voluntario y fue nombrado ayuda de campo del rey y coronel de las fuerzas voluntarias en 1901. Finalmente renunció al servicio en 1904, aunque mantuvo su rango.
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Vincent dio una vuelta al mundo en la que quedó tan impresionado por los efectos del imperialismo que decidió entrar en el Partido Conservador (aunque previamente había tendido hacia el liberalismo). En las elecciones generales de noviembre de 1885 derrotó a Samuel Plimsoll en la circunscripción de Sheffield Central. Permaneció en el Parlamento hasta su muerte sin tener oposición ni en 1895 ni en 1900, aunque hubo de ganar las elecciónes de 1886, 1892 y 1906. Sirvió en el County Council de Londres de 1889 a 1906. Fue presidente de la National Union of Conservative and Unionist Associations desde 1895, presidente del comité de publicaciones del Partido Conservador desde 1896 y vicepresidente de la Primrose League desde 1901. Fundó la United Empire Trade League en 1891 y fue su secretario honorario hasta su muerte. En 1898 fue elegido para formar parte de la comisión real que organizaría la participación de Reino Unido en la Exposición de París de 1900. En 1901 presidió una investigación en la Policía Real Irlandesa y en la Policía Metropolitana de Dublín. Fue nombrado diputado representante de condado de Londres en 1889 y se le concedió el rango honorario de coronel en 1894. Conservó su escaño parlamentario y su característica exclamación de un sarcástico «Yah, yah!» ante los discursos de la oposición se siguió oyendo hasta que murió, a los cincuenta y nueve años, en 1908.
Alan Francis Royds Hijo de Charles Duncan Royds y Ada Charlotte Frances Mason, nació el 15 de febrero de 1882 y murió el 11 de junio de 1965. Se casó con Sylvia Adelaide Terry y tuvieron dos hijos: Pamela Sylvia Royds y Nigel Denis Royds. Fue militar y arquitecto. En el periódico The World’s News de Sydney del 30 de enero de 1915 encontramos un artículo a página completa donde aparecen varios retratos de «British soldier architects». Bajo uno de ellos se lee: «A. F. Royds, Captain, Artist’Rifles, 28th County of London». El breve texto que acompaña la colección de imágenes habla de esta profesión, a medio camino del estado civil y el militar. Por la fecha que aparece junto a su nombre, 1905, es posible que cuando Royds estuvo en Ordesa hubiera terminado sus estudios o estuviera a punto de hacerlo.
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Alan Francis Royds entre los «British soldier architects» que aparecían retratados en The World’s News el 30 de enero de 1915.
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H. W. Nettleton, W. M. Dean, G. H. Cotter
De H. W. Nettleton solo llegué a saber que ya era socio del Climber’s Club cuando W. V. Goulstone fue admitido en él.
R. Fay
Este nombre, una firma realizada a navaja en un extremo de la puerta, casi me pasa despercibido. Sin embargo, sabía que lo había leído en alguna parte. Y luego caí: estaba en una hoja fotocopiada que José Antonio Biescas entregó al director del parque al terminar una reunión del patronato. El entonces decano de la Facultad de Económicas de Zaragoza, José Antonio Biescas Ferrer, coordinaba un trabajo encargado por el director del Icona, Santiago Marraco: La influencia de los parques nacionales en el desarrollo socioeconómico del entorno: el caso de Ordesa y Monte Perdido. La hoja fotocopiada contenía, ni más ni menos, unos párrafos de la biografía del economista británico John Maynard Keynes escrita por Robert Skidelsky. Bien subrayado estaba este fragmento: «Maynard y Fay dejaron a Neville y Geoffrey y se fueron andando hasta Biarritz. En el camino pasaron tres días en una cabaña de aldeanos en España, cerca de Torla, en el valle “más maravilloso que he visto nunca”».
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En la puerta no estaban el nombre ni las iniciales de Keynes, pero sí la firma del amigo con el que llegó a Ordesa. Sí, Keynes estuvo en Ordesa, en la casa Oliván, durante tres días, acompañado de Charles Ryle Fay. Fue exactamente en junio de 1907. Tenía veintiséis años. Rocío Sánchez Lissen, en su magnífico trabajo Keynes en España, escribe: En junio de 1907 Keynes, quien en esos momentos era funcionario en el Indian Office desde octubre del año anterior, partió hacia los Pirineos en compañía de Charles Ryle Fay, historiador de la economía y lecturer en el Christ College, donde se unirían a su padre Neville y su hermano Geoffrey. Posteriormente Keynes y Fay continuaron hasta Biarritz. Según señala Fuentes Quintana […], «en su recorrido entraron en España, pasando tres días en la cabaña de un campesino, cerca de Torla», es decir, que estuvieron en el parque de Ordesa, situado en Aragón.76 Te encantaría este lugar como a mí. El clima es la perfección absoluta, ni una nube, jamás caliente, jamás frío…, la comida es divina.77
Skidelsky narra cómo en junio de 1907 Keynes viajó a los Pirineos franceses, donde se reunió con Fay. Por tanto, su primera visita a España fue para conocer Ordesa, como otros muchos habían hecho antes. En unas cartas enviadas por él a Lytton Strachey leemos: J. M. K. a Lytton Strachey, 5 de julio de 1907 He estado recorriendo inmensas distancias y escalando grandes alturas, pero, como me quemé los ojos hace dos días por pasar varias horas en la nieve sin gafas oscuras, ayer y hoy me he negado a moverme. Esto ha resultado muy agradable y he podido leer bastante. Nunca el estudio de la probabilidad en mi habitación o la lectura de Jane Austen bajo una roca me habían parecido tan estupendos. Me gustaría quedarme aquí durante meses. Por otra parte, hacía mucho tiempo que mi lujuria no alcanzaba un nivel tan bajo (supongo que es consecuencia de tantas caminatas…). Fay es solo un éxito parcial, según creo. Afortunadamente lo estimamos, de modo que no es un desastre, pero… es el peor andarín y montañero que he conocido nunca; nos retrasa durante horas y a veces tenemos que dejarlo atrás, y es demasiado feo. La fealdad de su cara, sus manos, su cuerpo, su ropa y sus formas no queda enteramente compensada por su jovialidad, su bondad y su inteligencia. Me parece que lo único que me preocupa de la gente es que tengan una apariencia razonablemente atractiva y una conducta razonablemente amistosa conmigo.78
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El motivo por el que Keynes viajó a los Pirineos no fue otro que la formación que estaba recibiendo de sus educadores en Eton, especialmente de Geoffrey Winthrop Young. Este educador era un reputado alpinista cuya fama se acrecentó cuando escaló varias cumbres alpinas después de haber perdido una pierna. También destacó por su valentía en la I Guerra Mundial, así como por su faceta de poeta y autor de libros sobre alpinismo. La aventura al aire libre y el disfrute de las bellezas naturales permitía a Keynes, según sus instructores, equilibrar su intelectualdad. Young, tal como él mismo señalaba en un párrafo recogido por Harrod,79 le había inculcado su afición a la montaña: «Con el propósito de equilibrar su formidable combinación de intelectualismo y esteticismo, le introduje (esto fue más tarde) en el mundo de la aventura al aire libre y de las bellezas naturales, usando la belleza de los movimientos como medio». En sus cartas, Keynes reflejaba no solo la belleza del lugar, su excelente clima y su comida, sino también las ventajas que había tenido su visita, que le había permitido leer bastante, especialmente acerca de la probabilidad, un tema sobre el que en 1921 publicaría un libro que le llevó varios años de trabajo y fue realizado bajo la influencia de Moore cuando Keynes pertenecía a la sociedad de los Apóstoles: A Treatise on Probability. El 13 de julio Keynes escribió a su madre, Floren Ada, desde Biarritz: Desayuno en la cama y leo una novela durante una hora aproximadamente; después me levanto y trabajo durante dos horas; el resto del día lo dedico a la comida, al sol y a hacer el vago. Te aseguro que no desentono con mi ropa nueva, los zapatos blancos y la corbata de lazo con el alfiler de ópalo.80
La segunda visita a España, y casi aseguraría que a Ordesa exclusivamente —aunque también es posible que fuera la primera vez que enlazaba Gavarnie con Ordesa—, la llevó a cabo exactamente dos años después, en junio de 1909, para celebrar un éxito universitario de su hermano Geoffrey, y por ello vino acompañado de su familia, con la que realizó excursiones a pie y en automóvil por las montañas de los Pirineos franceses. Hacia el 8 de julio Keynes y su familia se trasladaron a Gavarnie, donde Maynard siguió trabajando sobre el tema de las probabilidades y sobre la teoría de la herencia. Desde allí organizó un viaje a solas para regresar a Ordesa sobre el que informó a Duncan Grant:
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El valle de Aragón me pareció aún más lleno de belleza emocional que la primera vez, debe ser el paraje más bello de Europa, tiene una clase de encanto y de imaginación absolutamente definida y que le hace a uno vivir en trance. Era totalmente feliz allí. Cuando tenga que huir de mi país, será este valle al que me retire a vivir entre truchas, fresas salvajes y pastores españoles.81
En definitiva, Keynes, tras sus dos primeras visitas a España, distanciadas dos años, dejó constancia de que había tenido magníficas experiencias y le habían servido para descansar, así como para leer y trabajar en un ambiente relajado. Tuvieron que pasar, sin embargo, veintiún años para que realizara su tercera y última visita a España, la de junio de 1930. Richard Davenport-Hines, en su libro Universal Man: The Seven Lives of John Maynard Keynes (Londres, Collins, 2015) escribe: En 1918 Keynes se casó con la bailarina rusa Lydia Lopokova. A partir de entonces rechazó su anterior vida sexual casi de la misma forma en la que renegó de la teoría de la economía clásica. «Cuando los hechos cambian, cambia lo que pienso. ¿Qué haría usted?», aseguraba Keynes en una de sus clásicas citas […]. En el fondo Keynes era un bon vivant, y no estaba dispuesto a renunciar a la felicidad. Su ideario económico pretendía preservar la prosperidad y el empleo que garantizan a la sociedad «una buena vida».
Charles Ryle Fay Nacido en Blundellsands (Reino Unido) el 13 de enero de 1884, Charles Ryle Fay fue historiador de la economía y defensor de la cooperación y de los derechos de los trabajadores y las mujeres. Sus escritos se conservan en la Public Record Office de Irlanda del Norte. Falleció el 19 de noviembre de 1961. Entre sus obras destacan Great Britain from Adam Smith to the Present Day: An Economic and Social Survey (1928), English Economic History, Mainly Since 1700 (1940), The Corn Laws and Social England (1951) y The World of Adam Smith (1960).
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Charles Ryle Fay hacia 1920. (University of Toronto Archives)
Kamal el Dine Hussein.
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La puerta de casa Oliván: la puerta que viajó a través del tiempo
Prce H. Kemal Eldine 1908
Kamal el Dine Hussein Hijo del sultán Hussein Kamel de Egipto, el príncipe Kamal el Dine Hussein nació en El Cairo en 1874 y murió en Toulouse en 1932. Se formó en Austria, en la Theresian Military Academy, donde alcanzó el grado de general, y se convirtió en comandante en jefe del Ejército egipcio en 1914. Se casó en El Cairo el 5 de mayo de 1904 con la princesa Nimet Allah, hija menor del jedive Tewfik Pachá, y no tuvieron descendencia. Algunas fuentes, que son tomadas como fiables, afirman erróneamente que Kamal el Dine Hussein mantuvo su condición de heredero durante los tres años de reinado de su padre, pero en realidad Hussein Kamel había acordado con el Gobierno británico en su ascensión al trono posponer el establecimiento de nuevas reglas de sucesión para el sultanato, lo que significaba que la posición de heredero permanecía vacante. El tema de la sucesión fue discutido entre Hussein Kamel y el alto comisionado británico Henry McMahon en mayo de 1915, en la estela del fallido intento de asesinato contra el sultán. Hussein Kamel prefería ser sucedido por su hijo Kamal el Dine, pero también recomendó a su hermanastro Ahmed Fouad y a su primo Youssef Kamal en caso de que Kamal el Dine no estuviera dispuesto a ser el heredero. Por su parte, Kamal el Dine escribió una carta a su padre en la que expresa y voluntariamente renunciaba a la sucesión. Fue la única vez en la historia de Egipto que un heredero elegible renunciaba a sus derechos al trono por propia voluntad. El 21 de septiembre de 1917, tres semanas antes de la muerte de Hussein Kamel, los británicos eligieron a Ahmed Fouad como sucesor. Sin embargo, solicitaron que antes Kamal el Dine realizara una renuncia formal al trono para que a ojos de la opinión pública egipcia no pareciera que Reino Unido lo había privado de sus derechos legítimos. Aunque hubo rumores de que Kamal el Dine había rechazado la sucesión bajo la influencia de su esposa, Nimet Allah —que no reconocía la legitimidad del destronamiento de su hermano Abbas Hilmi II—, la mayoría de los historiadores explican su decisión por su falta de voluntad de reinar bajo
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un protectorado británico, al que se oponía firmemente. Otros dan razones más mundanas y señalan que el príncipe quiso ser relevado de esa responsabilidad para poder llevar una vida emocionante de descubrimientos y viajes. De hecho, Kamal el Dine Hussein fue un ávido explorador, viajero y coleccionista de antigüedades y obras de arte orientales. En 1925 y 1926 dirigió expediciones a la meseta de Gilf Kebir, a la que puso nombre. Hay una famosa referencia a Kamal el Dine Hussein en las primeras páginas de la novela del premio Nobel Naguib Mahfouz Palace Walk (1956), donde uno de los protagonistas dice: «¡Qué buen hombre fue el príncipe Kamal el Din Hussein! ¿Sabes lo que hizo? Renunció a subir al trono de su difunto padre mientras el Gobierno británico estuviera al mando». En la zona sudoeste del desierto occidental de Egipto se erigió un monumento para conmemorar las exploraciones del príncipe Kamal el Dine. En aquella época ese desierto era más conocido como Sáhara Líbico o desierto líbico. Cuando empecé a escribir este libro tuve la ocasión de acompañar por Ordesa a un grupo de expertos que se encontraban reunidos esos días en unas jornadas
Túmulo realizado en memoria de Kamal el Dine.
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organizadas por el Instituto Agronómico Mediterráneo de Zaragoza, dependiente del Centro Internacional de Altos Estudios Agronómicos Mediterráneos. Pues bien, una vez hice la presentación del parque, un hombre me saludó y me entregó una guía de bolsillo a la vez que su tarjeta: «Soy egipcio, de la Agencia para el Medio Ambiente, y este es nuestro parque nacional más hermoso, el último incorporado a la lista, declarado en el año 2007», me dijo. Se lo agradecí y seguimos la visita.
Mapa reproducido en una guía del parque nacional Gilf Kebir.
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Mi sorpresa llegó después, cuando, todavía en la pradera de Ordesa, abrí la guía y al desplegar un mapa vinieron a mis ojos las palabras «Kamal el-Din Plateau». Me dije: «¡Lo conozco! ¡Este nombre está en la puerta de casa Oliván!». Hoy tengo esa guía siempre cerca. Creo que me da suerte. Gilf Kebir y Ordesa tienen para mí desde entonces algo en común. Háganme caso y buceen en la cueva de los Nadadores de Wadi Sura o en el paso de Aqaba. Verán. En la guía del parque nacional Gilf Kebir escrita por Alberto Siliotti y editada en el año 2009 leemos: El príncipe Kemal el Din Hussein podría haber sido rey de Egipto, pero rehusó el trono para poder vivir su propia vida explorando el desierto. Fue pionero en el uso de vehículos de motor para la exploración del desierto. Con este objetivo compró semiorugas Citroën con las que cruzó las vastas extensiones desconocidas, primero en busca de nuevas zonas de caza, pero finalmente por el mero placer de explorar lo desconocido. Redescubrió el túmulo de Rolhfs en Regenfeld con el documento que dejaron los exploradores alemanes, y llegó con sus coches hasta Jebel Uweinat solo dos años después que Hassanein. En 1926, durante su segundo viaje a Uweinat, descubrió una vasta meseta al norte de la montaña a la que llamó Gilf Kebir (‘Gran Barrera’), por la pared a modo de acantilado que bordea sus flancos orientales. Al parecer, Kemal el Din pertenecía a esa poco frecuente clase de personas que aúnan una gran fortuna personal con una enorme capacidad de organización, fortaleza física y un espíritu noble universalmente admirado. La placa de mármol blanco que se encuentra delante del túmulo, hoy rota, estuvo originalmente al pie del túmulo. Escrita en árabe, la inscripción dice: «En memoria de su alteza real el príncipe Kemal el Din Hussein, el gran explorador del Desierto Líbico. Este monumento fue erigido por algunos de los que apreciaron sus grandes esfuerzos». Aunque fue visitado al menos una vez más antes de la guerra, y probablemente era más conocido para los convoyes Kufra, que mantuvieron al liberado oasis Kufra abastecido con camiones desde Wadi Halfa, a casi mil millas de distancia, durante la II Guerra Mundial, no fue hasta 1982 cuando el monumento pareció haber sido redescubierto por una expedición austriaca. Con la llegada de los GPS, localizar este monumento no es una proeza de navegación. Es costumbre de quienes lo consiguen dejar sus tarjetas de visita o pequeños recuerdos en una caja de metal al pie del túmulo.
Para quienes quieran saber algo más de Kamal el Dine Hussein es imprescindible el estupendo libro de Ladislaus E. Almásy Nadadores del desierto, publicado en Barcelona por la editorial Península en 1939.
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F. Kaemmerer, L. Glaize 1896
Dos grandes pintores, uno de origen holandés y otro francés, alumnos de un mismo maestro, y juntos en un valle único: Ordesa.
Frederick Hendrik Kaemmerer Nacido en La Haya en 1839, Frederick Hendrik Kaemmerer vivió a caballo entre París y su ciudad natal y fue alumno de Jean-Léon Gérôme. Sus primeras obras solían ser lienzos pequeños y bien acabados sobre anécdotas históricas de finales del siglo xviii y comienzos del xix. Debutó con ellos en el Salón de 1870 y obtuvo un considerable éxito de público y de crítica. En el Salón de 1874 ganó una medalla. A medida que su carrera avanzaba, su técnica se hacía más libre, a veces rayando en el impresionismo. Su éxito continuó y en 1889 ganó una medalla de plata en la Exposición Universal y fue nombrado caballero de la Legión de Honor. Se suicidó en su taller de la calle Vaugirard de París en 1902.
Léon Glaize Hijo de Auguste-Barthélemy Glaize, el pintor francés Pierre-Paul-Léon Glaize, que nació en 1842 y murió en 1931, fue igualmente alumno de Jean-Léon Gérôme. Al día siguiente de la muerte de Victor Hugo se encontraba entre los artistas que debían inmortalizarlo. En la primera página del diario Le Rappel del 24 de mayo de 1885 se podía leer: «La imagen de Victor Hugo sobre su lecho de muerte
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fue realizada ayer: en busto por Dalou, en óleo por Bonnat, en dibujo por Léon Glaize». Un día después, el 25 de mayo, el periódico aportaba nuevos datos: «Léon Glaize, que la víspera había dibujado la cabeza, pintó la habitación». Sabemos que Victor Hugo estuvo en Gavarnie, y, de hecho, son muy famosas sus estrofas sobre el «magnífico anfiteatro»; sin embargo, el detalle de esta relación se descubrió tras leer sobre la familia Glaize y comprobar que Victor Hugo fue el padrino de Raymond Glaize (1880-1914), hijo de Léon, ya que su esposa estaba emparentada con los Vacquerie. Raymond fue un prometedor pintor que murió joven en el campo de batalla durante la I Guerra Mundial.
V. Muspratt 1925
Vera Molesworth Muspratt Nacida en 1887, fue pionera de la observación de las mariposas en los Pirineos. Sirvió en la Cruz Roja francesa durante la I Guerra Mundial y recibió dos de las condecoraciones que el Ministerio de Defensa entregó a las enfermeras que se hubieran distinguido especialmente en el conflicto. Se casó con William Heslop, entrenador de caballos, y un hijo suyo, el coronel Richard Henry Heslop (1907-1973), fue un importante agente secreto del Special Operations Executive de Gran Bretaña durante la II Guerra Mundial y organizó grupos de resistencia en Francia. Su alias era Xavier. Trabajó siete años como conservadora del Muséum d’Histoire Naturelle de Bayonne y por su destacada labor en ese centro fue nombrada officier d’académie. Escribió numerosos artículos basados en sus observaciones de las mariposas y sus migraciones en los Pirineos, como por ejemplo el titulado «Autumn migration of butterflies above Gavarnie, Hautes Pyrénées, in 1952», que fue publicado en The Entomologist, 86 (1956), pp. 211-215. Vera Molesworth Muspratt falleció en 1962 y fue enterrada, junto a muchos famosos pirineístas, en el cementerio de la iglesia de Gavarnie.
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El primer centro de información de Ordesa en 1986. (Foto: Luis Marquina Murlanch)
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Entrada al valle de Ordesa. Casa Oliván. Al fondo, la Fraucata. (Ediciones Sicilia. Zaragoza)
Vista de la entrada al valle en la actualidad. (Foto: Miguel Ortega)
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Acuarela de Santos que reproduce la fachada sur de la casa Oliván, bajo el Tozal del Mallo. El perrito se llamaba Beltza. (Imagen cedida por Juana María Hernández)
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Banderín de recuerdo del parque nacional.
Entrada al valle de Ordesa. Al fondo, la Fraucata. (Ediciones Sicilia. Zaragoza)
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Introducción
De Lucien Briet Lucien Henri César Briet nace en París el 2 de marzo de 1860 y muere en Charlysur-Marne (Aisne, Picardía) el 4 de agosto de 1921. Henri Beraldi, en su obra enciclopédica Cien años en los Pirineos, habla de los inicios de Briet en la montaña: «Su primera ascensión: cuando era muy pequeño, su padre lo llevó a ver los trabajos del parque de las Buttes-Chaumont; en la cueva tocó las estalactitas en formación: predestinación a la espeleología». En 1889 descubre los Pirineos y, como excelente fotógrafo e inquieto historiador y escritor, se deja cautivar tanto por los sorprendentes paisajes como por las nuevas ideas naturalistas. Antes de escribir tiene claro que debe impregnarse de los clásicos que lo han precedido en el conocimiento del universo pirenaico. Lee a Ramond, compra un Palassou y compone una importante biblioteca pirineísta. A este respecto, André Galicia, el más destacado cronista y biógrafo de Briet, comenta: Gavarnie, 1889… Un recién llegado entra discretamente en el vasto escenario pirenaico. Un desconocido entre tantos otros, un desconocido del que además se hablará pronto. Tiene 29 años y cambia momentáneamente Charly-sur-Marne por este macizo donde se dan cita los señores de la escalada y los turistas afortunados.82
Persona de espíritu inquieto y abierto, Briet se aventura hacia la Brecha y el Monte Perdido, desde donde su mirada descubre, hacia el sur, los misteriosos cañones y gargantas del Alto Aragón. Volviendo a las palabras de Galicia, Provisto de cartas de recomendación, va de pueblo en pueblo, de posada en posada, alojándose a menudo en casas particulares. Camina, escala, se desliza en los cañones, se arrastra en
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las grutas, se interesa por la historia, la arquitectura, las costumbres, en una palabra, busca y consigna todo lo que puede satisfacer su curiosidad y la de los lectores de las diferentes revistas en las que colabora. BRIET es un hombre universal, un ser aparte, una excepción, y el Alto Aragón se convierte en su
patria, su propiedad, su cosa…83
En agosto de 1891 llega por primera vez a Torla, y a este pueblo, a su configuración como antiguo castillo, a la casa Viu, a su iglesia, a sus fiestas, Briet dedica un capítulo completo del primer libro —de diez— del manuscrito Superbes Pyrénnées: versant espagnol. Al final se puede leer: Doña Ramona, nacida Laplana, está muerta, al igual que su esposo. La administración de las propiedades se encuentra en las manos del hijo mayor, el heredero, Ángel Viu, que habla muy bien el francés, ya que estuvo de pensionista en la Bigorra, y que como personaje notable del valle se ha convertido en el cabeza de familia; sus dos hermanas, Rosario y Juana, no dejaron la casa. En cuanto a sus hermanos, uno de ellos, Ramón, se ha casado con la segunda hija de Oliván y explota, en el lugar de su difunto suegro, el hotel de la casa Oliván, en el valle de Ordesa; y los otros dos hermanos viven en Sarvisé: el primero es el cura y el segundo, de nombre Tomás, es el esposo de una de las nietas de D. Blas Ballarín, de quien Wallon y Saint-Saud alabaron su amable hospitalidad y que murió súbitamente en Gavarnie al regreso de un viaje a Francia.
En este mismo viaje conoce también el valle de Ordesa. Así, sus fotografías, tanto de Torla como de Ordesa y sobre todo de la modesta borda de Oliván, son auténticos hitos de referencia en la historia de estos valles a finales del siglo xix. Con una fijación total por el Alto Aragón, Briet emprende una campaña sistemática de exploraciones entre 1904 y 1911 y durante esos veranos establece fuertes lazos de amistad con buen número de personas a uno y otro lado de la frontera, entre ellas sus guías Paget-Cantou y Soulé, el maestro de Gèdre, Joseph Rondou, el capitán de carabineros de Boltaña Joaquín Buisán y tantos otros, a tenor de la abundante correspondencia que se se guarda en el fondo Briet del Musée Pyrénéen de Lourdes. Ejerce las tareas de fotógrafo, geógrafo, espeleólogo, periodista e historiador y se entrega a ellas en cuerpo y alma. Publica sus observaciones en diferentes revistas francesas y aparecen artículos suyos, traducidos al español en su mayoría, en el Boletín de la Real Sociedad Geográfica.
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Estela de bronce proyectada y modelada por Jaime Pastor Sarón y Rafael Jutglar que fue colocada junto al río Arazas en memoria de Lucien Briet.
Sin embargo, si hay un año que remarcar en la historia de Ordesa, ese es 1909. Lucien Briet, como consta en la estela conmemorativa colocada junto al río Arazas, dedica dieciocho días en exclusiva a explorar a fondo el famoso valle, ya que prepara una monografía pormenorizada del cañón. Por la trascendencia futura, creo que bien merece la pena conocer en detalle sus andanzas de ese año por Ordesa, y podemos hacerlo gracias al diario de viaje que él mismo publicó: 7 de septiembre de 1909: Llegada a Gèdre. Al mediodía la lluvia me impide ir a Héas. Tormenta durante la noche. 8 septiembre: Las mulas de la Casa Viu llegan a las 7 horas de la mañana. El criado tuvo que dormir en Gavarnie la noche anterior. Parto hacia Torla. Viento violento en el puerto. Tormenta con granizo a la altura de la ermita de santa Elena. Ángel me entrega una carta de Gistáu en la que me saluda «cariñosamente» a mi llegada a España.
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9 septiembre: El mal tiempo persiste, paso el día en Torla. Mi guía español, Joaquin Buisan, que vive en La Velilla, llega a las 2 horas del mediodía. 10 septiembre: De Torla a la casa Oliván por el «camino» de Turieto. Este año mi intención es estudiar a fondo el maravilloso valle de Ordesa. Pero la lluvia y el frío continúan inmovilizándome. Fuerte nevada en las altas cimas. 11 septiembre: Lluvia todo el día. 12 septiembre: Paseo por el «camino» de Turieto. 13 septiembre: Por la mañana, paseo por el fondo del valle hasta la cueva de Frachinal, y por la tarde por el camino de la Faja. 14 septiembre: Excursión al circo de Cotatuero. 15 septiembre: Segunda excursión al mismo circo. 16 septiembre: Por la mañana paseo por las praderas de Ordesa y por la tarde bajada hasta el estrecho de la garganta de Bujaruelo. 17 septiembre: Visita al circo de Cotatuero. 18 septiembre: Tercera excursión al circo de Soaso. 19 septiembre: Descanso. Gistáu me envía el Diario de Huesca donde se me da la bienvenida. Enterándome al mismo tiempo por este medio que una suscripción patriótica se realiza en toda España a favor de las víctimas de la guerra con Marruecos, escribo inmediatamente a Gistáu, rogándole que envíe de mi parte al periódico la suma de veinte francos como «donativo» personal, feliz de demostrar de esta manera mi simpatía hacia un país donde todos los años soy tan bien recibido. 20 septiembre: Estudio del circo de Salarons (y no Salarous, o Salarus) y de su mal paso. El barranco de Salarons no entra en el cuadro de mi monografía, me limito a escalar hasta su límite donde existen curiosas calizas de infiltración. 21 septiembre: Garganta de Bujaruelo, del puente de los navarros hasta la ermita de Santa Elena. 22 septiembre: Lluvia. 23 septiembre: Nuevo examen del circo de Cotatuero. 24 septiembre: Ascensión a la Faja de Pelay por el «camino de los cazadores». 25 septiembre: Por aquí y por allá en el valle de Ordesa. 26 septiembre: Ascensión del circo de Cotatuero por el paso de las Clavijas. Un aguacero nos obliga a refugiarnos durante un tiempo en la «majada» de la Ribereta de Cotatuero. 27 septiembre: Remonto el valle de Ordesa, atravieso su río más allá del Grado de Suaso y recorro entera la Faja de Pelay, desde la Brecha de Arazas hasta la Peña de Duáscaro. 28 septiembre: Regreso a Torla. 29 septiembre: Estancia en Torla. Cordial recepción por el teniente de carabineros D. David Perez Jarés y el «administrador» de aduanas D. Antonio Arabolaza, que me invitan a un aperitivo.84
Cuatro años más tarde, en 1913, la Diputación Provincial de Huesca, bajo el patrocinio de la Real Sociedad Geográfica, traduce y publica con el título Bellezas del Alto Aragón el libro segundo del manuscrito Superbes Pyrénées: versant espagnol, así como
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varios capítulos de otros libros: «A lo largo del río Ara», «La garganta de Escuaín», «El Paso de las Devotas en los Pirineos españoles», «Viaje al barranco de Mascún», «Los Pirineos y la espeleología» y resúmenes hipsométricos hechos en el Alto Aragón por Lucien Briet y calculados por el teniente coronel Prudent. Briet en esta obra insta a los poderes públicos a tomar conciencia de la necesidad de proteger la vida salvaje y los bosques, realizar un aprovechamiento racional de las oportunidades que ofrece el valle como verdadera gallina de los huevos de oro y crear un parque nacional en Ordesa a semejanza de los parques americanos, para que «las flores, los árboles y los animales […] queden para siempre protegidos ante los caprichos y necesidades del hombre». A partir de 1911, presionado por el testamento de su tía, verdadera mecenas de sus expediciones, paraliza sus viajes y vive diez años «en medio de sus manuscritos, su minerales, sus recuerdos, pero sobre todo, en medio de una excepcional colección de fotografías que debieron de disipar y reavivar por momentos sus nostalgias».85 Al fin, para poder disponer de la herencia, se casa en 1916 con la joven hija de su antigua ama de llaves, con quien tiene una hija. A partir de entonces los daños colaterales de la I Guerra Mundial, con el requisamiento de la mayor parte de sus propiedades, se unen a su delicada salud y Briet muere el 15 de agosto de 1921, quedando su familia en la más absoluta ruina. Su viuda se ve obligada primero a vender el mobiliario y después a iniciar la venta de la biblioteca. Ricardo del Arco, conocedor de estos hechos, realiza un llamamiento público a las instituciones desde el Heraldo de Aragón. Finalmente interviene el fundador del Musée Pyrénéen de Lourdes, Louis Le Bondidier, que en el último momento rescata este fabuloso tesoro de manos de un trapero. Hoy el Chateau Fort de Lourdes conserva a buen recaudo el inigualable fondo Briet. «¡Salud al parque nacional de Ordesa! ¡Y honor a todos aquellos que han trabajado dando lo mejor de sí mismos para obtener este magnífico resultado!». Este fue el grito de alegría que dio Lucien Briet cuando se enteró de la creación del parque nacional de Ordesa en 1918. Un lugar para el recuerdo, allí donde el camino de Turieto toca el Arazas, a la altura del puente de Ordesa. Este es exactamente el punto elegido para homenajear al cantor de Ordesa, Lucien Briet. Entre el cambiante esplendor del bosque y el rumor
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eterno del río, traigo las palabras de gratitud que a tan ilustre pirineísta e hispanista dedicaron Ricardo del Arco y El Bachiller Corchuelo. Claro está que Briet tuvo antecedentes en sus tareas, Schrader, Saint-Saud (el veterano presidente del Club Alpino francés), Ramond, Russel, Packe, etc. Recorrieron el Pirineo aragonés antes que Briet, pero la obra de este ha sido más minuciosa y más extensa, y por consecuencia más sintética. Pero hubo un español benemérito, muerto un año ha, Lucas Mallada, ingeniero de Minas, hijo de Huesca, al que no se ha hecho la debida justicia, que proporcionó a Briet la base de sus trabajos en su «Descripción física y geológica de la provincia de Huesca», obra concienzuda que redactó para la formación del mapa geológico de España hará unos cuarenta años, de cuya comisión fue Mallada el alma, obra que Briet notablemente ensalza y aprovecha en sus monografías. Para organizar el homenaje se ha constituido en Huesca una Comisión formada por don Máximo Escuer, presidente de la Sociedad «Turismo del Alto Aragón»; don Gregorio Castejón, presidente de la Comisión provincial de Monumentos; don Gaspar Mairal, diputado provincial; don Manuel Bescós, publicista; don Enrique Gistáu, abogado; don Severino Bello, ingeniero director de los Riegos del Alto Aragón; don Jaime Pastor, artista, profesor de dibujo; don Enrique de las Cuevas, ingeniero subdirector del Parque Nacional de Ordesa y el que esto escribe. Hemos publicado una circular invitando a una suscripción, a la que han respondido muchos amigos y devotos de Briet, suscripción que continúa abierta (los donativos pueden remitirse a don Enrique Gistáu, en Boltaña, o a mí en Huesca), y que ha encabezado la Diputación provincial. Los Clubs alpinos y las Sociedades excursionistas de Francia se han asociado al homenaje, y con frases de gratitud. Ayuntamientos altoaragoneses, la Junta Central de Parques Nacionales, la Real Sociedad Geográfica, Turismo del Alto Aragón, la Sociedad Española de Turismo, los Círculos Hispanofranceses, el Centro Excursionista de Cataluña, la Sociedad «Peñalara», han enviado también sus donativos. […] Se repartirá entre los donantes un recordatorio conteniendo el retrato de Briet, la lista de sus obras hispanistas, el dibujo de la estela, un croquis topográfico del valle y algunos pensamientos acerca de este. […] La Real Sociedad Española de alpinismo «Peñalara» proyecta inaugurar en ese día el refugio del Monte Perdido, sobre el grandioso circo de Soaso, para facilitar el acceso al encantador valle desde las cumbres del circo francés de Gavarnie. […] El año último colocó «Peñalara» varias clavijas de paso en los muros de Salarons y en los de Soaso (la chimenea) y varios mojones indicadores de la entrada en el Valle por esa parte. […] Tal es el modesto, pero cordial, homenaje proyectado en honor de Luciano Briet. Como dice la circular, descubriremos en el valle de Ordesa (el rincón pirenaico que más entusiasmó a Briet), sin gala de aparato, antes bien con la sencillez que en vida distinguió al dedicado, la estela conmemorativa, respondiendo al imperioso dictado de la gratitud.86
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Enrique González Fiol había nacido el 15 de julio de 1879 en Valencia, la tierra de su madre. Su padre, José, de Castejón de Sobrarbe, habría salido con su familia de su pueblo natal hacia los catorce años. No obstante, siempre se proclamó aragonés y tanto en la zarzuela Cantas baturras como en varios de los cuentos incluidos en Por qué se puso Eva el clásico pámpano cultivó el costumbrismo regional. Igualmente, en muchos de sus trabajos periodísticos trató temas relacionados con Aragón. Pronto, el 15 de agosto próximo, va a cumplirse un año que España perdió a uno de sus amigos extranjeros que más se esforzaron por enaltecerla y beneficiarla: Lucien Briet. Espíritu muy cultivado, fuerte temperamento de artista, enamorado de las bellezas naturales de nuestros Pirineos altoaragoneses, consagró la mejor y casi la mayor parte de su vida a recorrerlos, explorarlos, estudiarlos y divulgar sus maravillas por el Extranjero en monografías admirables por su claridad y por rebosar emoción. Salvo un trabajo suyo titulado Bellezas del Alto Aragón, que editó generosamente la Diputación provincial de Huesca, los demás los editó por su cuenta M. Briet, como por propia cuenta y riesgo recorrió, durante muchos años, todos los rincones y todas las alturas pirenaicoaragonesas, sin apoyo ni estímulo ni recompensa de entidad oficial ni particular alguna, y, sobre todo, sin pretenderlos ni esperarlos. Y después de editarlos, los enviaba a las Academias y Centros excursionistas de Francia, con lo cual propagaba por el país vecino el amor a nuestra Patria y sembraba la curiosidad y el deseo de visitarla y de admirar el hechizo de sus asombrosos paisajes, dignos émulos de los más bellos del mundo. Nos lo arrebató una gravísima enfermedad contraída a consecuencia del bombardeo y saqueo de su casa de Charly, en el Aisne, durante la pasada guerra. Y como, más aficionado al estudio que a la ostentación, no tenía, puede decirse, casi más amistades que nuestras montañas y nuestros campesinos altoaragoneses, la muerte de este desinteresado hispanista que tanto bien nos hizo ante los extraños y aun ante los nuestros, descubriéndonos bellezas nuestras ignoradas y enseñándonos a estimarlas, no motivó en la Prensa la vibración de sentimiento, de dolor y de gratitud a que era acreedor. Para subsanar este descuido, varios espíritus oscenses de selección, D. Máximo Escuer, D. Gregorio Castejón, D. Gaspar Mairal, D. Manuel Bescós, D. Enrique Gistáu y D. Ricardo del Arco, se han constituido en Comisión organizadora de un homenaje póstumo que consistirá en la colocación de una estela funeraria, el próximo 15 de agosto, en el hermosísimo Valle de Ordesa, para el que Briet, en una extensa y conmovedora monografía, pidió el título de Parque Nacional que hoy tiene, y han abierto una subscripción, para la cual pueden enviar donativos cuantos amen las bellezas de nuestro suelo, y particularmente los aragoneses —los más obligados—, al último dicho señor, en Huesca, o al Sr. Gistáu, en Boltaña, en la misma provincia. Es de esperar que la primera en enviarlos haya sido la Real Sociedad Geográfica, a la cual Briet regaló con sus estudios […].
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Merece aplauso la iniciativa y ser secundada; pero yo quisiera completarla, si la subscripción lo permitiese, enviando un recuerdo piadoso a Francia, para que sobre la tumba de Lucien Briet perdurara ante sus compatriotas el testimonio de la gratitud española a aquel gran hispanista. Otro oscense ilustre, el gran jurisconsulto que está al frente del Ministerio de la Gobernación [Vicente Piniés Bayona], espíritu en el cual, por su juventud, caben aún todos los nobles entusiasmos y las más sutiles delicadezas, podría contribuir —y contribuirá, seguramente— a que aquella iniciativa se complete como dejo propuesto, y aun se mejore, que para mejorarla le sobra talento.87
De vecinos a uno y otro lado de la raya J. Lardiés P. 1911
José Lardiés Pascua, patriarca de casa Fraile de Torla, era el padre de Miguel Lardiés, quien fuera guarda mayor de la reserva de caza Ordesa-Viñamala.
Celso Viñuales
Celso Viñuales, ganadero de Torla, era el abuelo de casa Go. Tenían una borda en Ordesa por encima de las casas de Berges. Trabajó también como peón en diferentes obras y faenas de mantenimiento llevadas a cabo en el parque nacional, desde la nueva carretera, terminada en 1953, hasta la pista de Soaso, que se acabó hacia 1973.
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Miguel Bringola
Soler i Santaló comenta que Miguel Bringola fue su «simpático guía de este valle». La colocación de las clavijas de Cotatuero es obra suya y de Miguel Lafuente,88 del que hablamos más abajo. Una de las cosas que no están escritas y se suelen contar equivocadamente es el sistema que utilizaron para ello. Se dice que iban suspendidos en una cesta o serón de salguera y desde dentro de ella hacían los agujeros en la roca e instalaban las barras. Bien, pues tal cesta o banasta era algo más incómodo y rudimentario, un simple roscadero de caballería hecho de lona rellena de paja por donde pasaban una pierna. Atados a una cuerda de cáñamo, empotraban el extremo de esta en las fisuras de la roca por encima de sus cabezas.
Miguel Lafuente año 1887
Miguel Lafuente López, el Herrero, fue guía y guarda del parque, y decía Victoriano Rivera Gallo en su guía de Ordesa que «conoce como nadie todos sus rincones y todos sus secretos». En la misma publicación aparece posando en el primer mirador de Duáscaro en una fotografía en la que muestra claramente un piolet, a la manera de los guías franceses, para dejar clara su profesión. Murió el 23 de noviembre de 1934. Su hermano Bartolomé era el que citaba Soler i Santaló en su relato sobre la colocación de las clavijas de Cotatuero.
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P. Solans
Pedro Solans era campanero en Torla.
Pedro Ballarín
Pedro Ballarín se casó con Dolores López, de Fragen, y fue padre de Vicente Ballarín. Su familia estuvo siempre ligada a la más que renombrada fonda Ballarín de Torla. Vicente, que durante su juventud estudió en Saint-Pé-de-Bigorre, cerca de Lourdes, fue alcalde de Torla y durante muchos años presidente de la Mancomunidad del Valle de Broto; sin embargo, el papel que desde hace tiempo viene desempeñando de manera magistral es el de eterno interlocutor con los de Barecha. Su figura quedará como la del representante para todo; a él lo conocen muy bien y él conoce como nadie las antiguas relaciones con los franceses.
Nicolás López
Nicolás López, carpintero de Torla, era el padre de Germán López, quien fuera guarda del parque nacional y uno de los mejores conocedores del valle de Ordesa. Puedo dar fe de que lo anduvo todo; subió, bajo y recorrió todas y cada una de sus fajas y fajetas.
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Arm. Vergez 20/IX 1907
Armand Vergez se casó con María Bun, con quien tuvo al menos tres hijos: Pierre, Ramón y Antonio. Responsable del Hôtel de Voyageurs de Gavarnie, herencia de la familia Bellou, fue quien en 1881 lo amplió y lo dejó con veinte habitaciones, una sala restaurante y un salón con piano. En la edición de la guía Joanne de 1882 se puede leer: «Gavarnie se está convirtiendo en el Chamonix de los Pirineos: un excelente hotel, ampliado y mejorado en 1881, proporciona alojamiento, incluso en invierno». En 1905 abrió el Grand Hôtel du Vignemale y el restaurante Point de Vue. Su hijo Pierre contrajo matrimonio en 1886 con Catherine Forcamidan y tuvo cuatro hijos y una hija. Los cuatro hermanos fueron movilizados en la Gran Guerra y el matrimonio y la hija tuvieron que gestionar los tres establecimientos. Al finalizar la guerra, Henri, el mayor de los hijos, tomó el relevo en el Hôtel des Voyageurs, Jean y Justine se hicieron cargo de la gerencia del Grand Hôtel du Vignemale, Armand asumió la dirección del restaurante Point de Vue y Benjamin construyó el Hôtel du Cirque.
P. Vergez
Pierre Vergez-Bellou nació en 1828 y, gracias a una fortaleza fuera de lo normal para la época, vivió noventa años. Era abuelo de Armand Vergez.
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De turistas y visitantes F. Gazo
Nacido en Boltaña en 1889, Félix Gazo Borruel se formó como dibujante, diseñador publicitario y pintor en la Escuela de Artes y Oficios de Oviedo y en la Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid debido a los constantes traslados familiares. Brillante colaborador gráfico del Heraldo de Aragón, fue uno de los protagonistas de lo que se ha llamado neorregionalismo. Colaboró intensamente en la Exposición Hispano-Francesa de 1908 y, en palabras de Manuel García Guatas, «encendió una vela al dios del regionalismo baturro y otra al diablo de la modernidad».89 Ilustró varias narraciones breves, en muchos casos con Casañal como guionista. Mostró su gran talento y su técnica en minuciosos dibujos a plumilla de paisajes de su Sobrarbe y en simplificadas figuras modernistas o monos humorísticos, como gustaba llamarlos. Gazo falleció en Zaragoza en 1933. Su temprana pérdida fue recordada un año después con una muestra antológica en el Círculo Oscense y en los salones del Heraldo de Aragón con la que se rindió homenaje a este «pintor de fina sensibilidad, de gran honradez en la visión y franqueza en el procedimiento».90
Henri Balansac
De Henri Balansac sabemos que fue guía de Gavarnie. Su hija Jeanne contrajo matrimonio en 1931 con Jean-Baptiste Bernard-Salles (1903-1970), más conocido como Titou, que también era guía en Gavarnie. Salles fue alumno y amigo del famoso guía y escritor alpino Roger Frison-Roche, entre cuyos libros destacan El primero de la cuerda y La llamada del Hoggar.
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La puerta de casa Oliván: la puerta que viajó a través del tiempo
Meys, Maurice
Nacido en París en 1853, Maurice Meys realizó sus estudios en el liceo Chaptal. Se casó en 1880 con la bruselense Émilie Wets, con quien tuvo cuatro hijos. En 1885 se instaló en Boulogne-sur-Mer.
Autorretrato de Maurice Meys realizado hacia 1900. (Fototeca de la Diputación Provincial de Huesca)
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En 1890 hizo fotografías para L’Illustration que sirvieron de base para la realización de grabados, y en 1895 cubrió la guerra del Rif para la misma publicación. Gran viajero, reunió numerosas imágenes de sus periplos que empleó en sus afamadas conferencias-espectáculos. También adquirieron mucha fama sus álbumes fotográficos y sus catálogos de excursiones, muy apreciados por turistas ricos y viajeros. El barón de Lassus lo requeriría para sus viajes, como la famosa expedición llevada a cabo en el Monte Perdido, Góriz y la Catuarta de Salarons. En marzo de 1900 la sección de Pau del Club Alpin Français reconoció su contribución «al desarrollo del deporte pirineísta» entregándole una pequeña estatua de bronce del rey Enrique IV, y en 1906 el CAF le otorgó la medalla de oro. Meys falleció en octubre de 1937.
Spont
De profesión periodista, Henry Spont, que nació en París en 1866 y murió en 1945, escribió un curioso librito titulado Les Pyrénées: les stations pyrénéennes, la vie en haute montagne y compuesto por seis deliciosos capítulos: «Pyrénées d’Occident», «Pyrénées d’Orient», «L’homme et la nature», «La vie en haute montagne», «Les principaux massifs pyrénéens» y «Alpinisme et pyrénéisme». De él he traducido una selección de textos, incluida la entrañable dedicatoria: A la memoria de mi querido hermano Marcel Spont, fallecido en montaña a la edad de treinta y cuatro años, dedico este libro nacido de nuestra apasionada tierra.91 Yo he vivido en los Pirineos. Y es precisamente la dulzura y la rudeza, las delicias y los peligros, los placeres y las penas, en una palabra el significado total de esta vida delicada y dura, perdidamente alegre y profundamente triste, nunca vulgar, siempre exaltada, excesiva en sus voluptuosidades y en sus sufrimientos, esto es lo que yo querría mostrar a quienes —para distraerse o para emocionarse, no para instruirse— lean hasta el final estas páginas.92
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La montaña no es un decorado; es una realidad, es un mundo, cien veces, mil veces más vasto, más variado, más emocionante que el mundo donde paseamos nuestras vanas agitaciones.93 Gracias a su altitud (1350 m), Gavarnie es el único centro de turismo donde es posible completar una ascensión a 3000 metros en una sola jornada, sin dormir en altura. […] La exploración del circo no requiere más que unos días. La primera visita deberá ser, creo, hacia la Brecha de Roland (2804 m). Es una excursión de cuatro cortas horas sobre neveros fáciles. El corte limpio, vertical, tiene la apariencia de una obra humana. En cuanto a la vista, es completa: hacia Francia, montañas redondeadas, cubiertas de abetos negros, de valles verdes; hacia España, picos descarnados, amarillos y rojos, que humean bajo el ardiente sol.94
Más adelante, en otro capítulo habla sobre la técnica del camping: material y organización, camping de altitud… La curiosidad se encuentra cuando comenta una de las expediciones de su recién fallecido amigo el barón Bertrand de Lassus que duró catorce días. Necesitó la colaboración de cuarenta y cuatro guías y porteadores, y veinte mulas aseguraron el transporte del campamento. Hubo tres misas concelebradas en las alturas sobre un altar de madera desmontable, oficiadas por el padre Carrère de Lourdes y el abad Hèche de Esquièze. Sin lugar a dudas, Henry Spont está hablando de la famosa expedición documentada por Meys de la que he hablado anteriormente. Además Spont escribió para L’Illustration un artículo titulado «Les campaments dans les Pyrénées». El dibujo de la portada de la revista, obra de Juan de Parada, se titulaba «La messe À 2700 mètres d’altitude». Es decir, se trata del campamento que realizó Lassus en Salarons en 1899, del que dejó dos recuerdos que aún hoy en día todavía podemos ver: el primero, la gran torre hecha de piedra llamada por guardas y vecinos de Torla Pilón de la Catuarta; el segundo, su nombre grabado sobre la roca a unos metros del Pilón («Lassus 1889»). En el último capítulo, «Alpinisme et pyrénéisme», Spont escribe sobre los guías de Gavarnie. Traduzco unas palabras que dedica a esas personas que, como ya se ha comentado varias veces en este libro, acompañaron a tantos y tantos turistas hacia Ordesa y las tierras del sur. Los Gavarnistas son virtuosos, alpinistas según la costumbre inglesa. Son más de velocidad que de dureza, más de agilidad que de fuerza, más de bravura que de sangre fría. El circo les pertenece, pues es allí donde encuentran el mejor modo de emplear sus brillantes facultades para resistir a las terribles fatigas de las largas salidas en alta montaña donde destaca la resignación jamás apreciada en los duros, sólidos y rudos montañeses. 95
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L. Gaurier
Michel Ludovic Gaurier, más conocido como el abad Gaurier, es una de las personalidades de la historia del pirineísmo. Nació junto en Bayon-sur-Gironde, en una familia de tradición marinera, en 1875. Con dieciséis años conoció los Pirineos en Argelès, donde fue tratado de un dolor de garganta. Se ordenó sacerdote en 1898 y fue profesor de Ciencias Naturales. Una nueva cura de su laringitis lo llevó a Cauterets, y cuatro años más tarde, en 1904, conoció al conde Henry Russell en las cuevas del Vignemale. Así comenzó a una estrecha y larga amistad. En 1905 abandonó la enseñanza y asumió un encargo del Ministerio de Agricultura para proseguir los estudios de Belloc y Trutat sobre los glaciares pirenaicos. Durante su larga campaña de estudio de los lagos pirenaicos, que lo obligó a vivir en campamentos precarios durante cincuenta meses, recibió el apodo de el Oso. Inventarió más de quinientos veinte lagos y cartografió, con los correspondientes estudios batimétricos realizados con una barca desmontable, más de doscientos cincuenta. En 1914 fue movilizado y asignado a la sección 18 de enfermerías militares. Además formó parte del Comité de Propaganda Turística creado por el Touring Club de Francia. En 1917 fue enviado a Sudamérica y las Antillas. Buen fotógrafo y excelente orador, era muy admirado por sus conferencias. También fue pionero del esquí en los Pirineos y junto a Louis Falisse realizó la primera ascensión al Monte Perdido con esquís en mayo de 1906. Fue ordenado caballero de la Legión de Honor en 1931 y murió unos días después en Pau. Descansa junto a su amigo Russell en el hermoso cementerio de Gavarnie.
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La puerta de casa Oliván: la puerta que viajó a través del tiempo
De signos, marcas y figuras
Como humilde San Úrbez, gustaba de ser pastor para ocuparse en la contemplación de las cosas celestiales. Y así, se firmó pastor en el lugar de Sercué. Conocido San Úrbez aquí por santo, huyendo de las hordas humanas, vino al lugar de Vió, en la misma montaña, ocupándose en el mismo humilde empleo de pastor, en una casa que hoy es nobilísimo solar de los Pueyos. En estos términos hay unos riscos llamados de Sastral. Y en una cueva que forman estos se retiraba San Úrbez y retiraba sus ganados […]. Manifestándose también sus virtudes, dejó Albella, ofreciendo a los de este pueblo, muy devoto suyo, que en cualquier necesidad de agua les socorrería, como peregrinasen en penitente romería a la cueva de Sastral, como lo experimentan hoy, y reciben beneficios singulares de su patrón.
Este relato biográfico de san Úrbez escrito por el padre Faci allá por el año 1739 es uno de los muchos que se han contado a lo largo de los siglos recordando palabras oídas, recordando textos leídos, recordando tradiciones. Posiblemente fuera
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entresacado de la obra Vida de el Sol de la Montaña S. Úrbez y veneración pública de su santo cuerpo en el valle de Nozito, de Juan Agustín Carreras Ramírez y Orta (1639-1711). En cualquier caso, lo importante es que todos tienen denominadores comunes (Burdeos, Asteria, año 702, santos Justo y Pastor, Sastral, Sercué, Vió, Albella, Nocito, Bal d’Onsera…), quizá porque emanan de una misma fuente, la Vita sancti Urbici, escrita en un pergamino del siglo xi en latín y en caracteres visigodos, como afirma el profesor Vázquez de Parga.96 El nombre Úrbez está tallado en la puerta en pequeño y a la izquierda de un dibujo del santo, esquemático y bastante tosco, pero entrañable en su factura. La casa Oliván está, así, protegida por el Sol de la Montaña, san Úrbez, apóstol de tierras altoaragonesas. Así resonarían sus gozos entre los precipicios de Ordesa: «Solemnes veneraciones / te hacen los valles y villas, / y ven llorar maravillas / en campos y en corazones. / De lluvias, padre, dispones, / y almas mueves de repente». La entrada de casa Oliván está también guardada por cruces inscritas en su mismo centro y rematadas con el acrónimo de la Virgen María. Son signos de protección como los que ha habido en todas las casas en la montaña desde tiempos remotos. Y en el centro, en lugar destacado, las letras J. V. Hay muchas otras posibilidades, pero me van a permitir la licencia, ahora que cierro su puerta, de conceder esas iniciales al padre de Ramón Viu Laplana, Juan Bautista Viu (1834-1910). •
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La puerta de casa Oliván: la puerta que viajó a través del tiempo
Una de las escasas imágenes que se conservan de la puerta de casa Oliván. (Foto: Luis Marquina Murlanch)
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El Ordesa vivido
No me he olvidado, lector: ya sé que me faltan los importantes, los que hacían realidad día tras día ese Ordesa vivido. Me faltan las familias que estaban allí, las que habían hecho de un valle cuyo carácter geográfico impone sobremanera una casa, una tierra y un modo de vivir. El valle de Ordesa a finales del siglo xix era un lugar aislado en el Pirineo central donde las casas de los Viu y los Berges ponían la única pincelada humana a un majestuoso paisaje que, como dijo Henry Russell, era «capaz de dar a los santos del cielo nostalgia de la tierra». Los Berges y los Viu se trasladaban a Ordesa en cuanto se retiraba la nieve para aprovechar sus recursos en forma de pastos, leñas y maderas, al amparo de los imponentes murallones calcáreos, refugio, a su vez, de uno de los últimos grupos de bucardos o cabras monteses pirenaicas. La vida
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allí se convertía en un puro ejercicio de supervivencia. Para los bucardos consistía en aislarse cada vez más en la ladera norte, lejos del alcance de las armas, para convertirse en prisioneros del vértigo y vagabundos errantes física y genéticamente hablando. Para el hombre, sin embargo, la tarea era adaptarse a las nuevas demandas de una sociedad nueva que empezaba a ser atraída por estos paisajes como farmacia del alma. Gentes venidas de fuera —incluso foranos de muy lejos— comenzaban a llegar a esta tierra. Cazadores, naturalistas, viajeros, geógrafos, guías y fotógrafos, ingleses o franceses, buscaban hospedaje en las viejas bordas de Ordesa. Los Viu primero y después los Berges resolverán la demanda planteada, remodelarán sus bordas para hacer de ellas estancias cómodas y ofrecer un servicio adecuado a los visitantes del valle. De todo ello queda recogida suficiente información en el primer capítulo de este libro. Ahora toca conocer algo más de las familias que daban vida a esas casas.
Las familias Viu y Berges: algo de historia Escribir esta parte del libro habría sido imposible sin la inestimable ayuda de varias personas, todas ellas muy queridas para mí. Mi amistad con Miguel Flores Pintado, conocedor como pocos de las historias familiares de la villa de Torla, creció en ratos y ratos de hablar de nuestra querencia común, Ordesa. Mi bien hallada amiga María Dolores Viu Castiella me proporcionó una información preciosa para poder completar, entrelazar y resolver, a partir de datos de un valor incalculable para mi trabajo, intrincados vínculos familiares o dudas con las que la memoria nos hace a todos malas jugadas. Siempre infinitas gracias, María Dolores. María Cristina y José Luis Berges Vitallé aportaron relatos, fotos y recuerdos. José Viu Castillo, a quien a veces llamaré tío Pepe, y a quien tanto echo en falta desde 2017, me dedicó incontables horas en mis interminables entrevistas. Para empezar es preciso señalar que, así como los Viu llegaron al valle a finales del xv, los Oliván (Olubanes, según constataría Lucien Briet) de Torla estaban seguramente desde antes. La casa original es la hoy llamada casa Mesonero, levantada a
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El Ordesa vivido
FINAL DE LA CARRETERA ANTES DE LA ADECUACIÓN DEL APARCAMIENTO DE LA PRADERA
1946 NUEVO CENTRO DE RECEPCIÓN DEL PARQUE NACIONAL
EMPLAZAMIENTO DE CASA OLIVÁN
RESTOS DE LAS CASAS BERGES
APARCAMIENTO EN LA PRADERA
1973
Fuente: Fototeca del Centro Nacional de Información Geográfica.
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finales del siglo xv. La casa es del xviii y deriva de la ampliación de Torla tras superar el casco urbano sus antiguas murallas. La relación entre las familias Viu y Berges no se limita a la proximidad física de las casas de Ordesa, que fue bien patente hasta el primer tercio del siglo xx, sino que se remonta a los inicios del xix. Por una parte tenemos a Juan Bautista Viu (1834-1910), de casa Viu de Torla, que fue el patriarca de la familia durante casi la mitad del siglo xix y se casó con Ramona Laplana; por otra, a José Puey Oliván (1846-1901), quien contrajo matrimonio con Teresa Pardo, nacida en casa Pardo de Linás de Broto y fallecida en Torla en 1918; y, por último, a Pierre Vergez-Bellou (1828-1917), nacido en Gavarnie y casado con María Bun. Pierre Vergez administró el famoso Hôtel des Voyageurs y terminó construyendo el Grand Hôtel Vignemale. Su hermano Benjamin fue quien levantó el Hôtel du Cirque a los pies del fabuloso coliseum de roca y agua que para los del valle de Broto era l’Oula o la Olla y para los de Barecha le Cirque. Hay que añadir que el hecho de presentar estos tres pilares tiene su explicación, y es que son fundamentales para reconstruir una de las genealogías más interesantes de estos valles pirenaicos. Asientan, como podremos comprobar, sus raíces en el otro lado de la raya. «La montaña une más que separa» es un dicho que trasciende lo romántico o lo deseable para hacerse realidad, una y otra vez, en Monte Perdido. La familia Puey Pardo negoció los matrimonios de tres de sus hijas prácticamente al mismo tiempo: el de Dolores, para emparentar con los poderosos Viu, y los de las otras dos, Blasa y María, para hacerlo con unos recién llegados en esa época como eran los Berges (Vergez). Sin duda el deseo de emparentar con los Viu a finales del siglo xix suponía una visión de futuro y la voluntad de conseguir la consolidación de dos patrimonios familiares. Los Pardo eran muy poderosos en Linás, y los Viu en todo el valle. Lo que sorprende es que quisieran hacerlo con los Berges, acabados de llegar, como quien dice. Puede significar dos cosas: que Ramón y Antonio Berges llegaran a Torla con dinero en el bolsillo o que su padre, Pierre Vergez, tuviera fuertes relaciones de tipo comercial —incluido el trueque, y por qué no pensar en el contrabando, actividad inherente a todas las montañas— con Torla y pactara el enlace de su hijo para asegurarlas. Este hecho iba a dar lugar a un intercambio mucho más fructífero de lo que en un principio imaginaban ambas familias, o quizá ya lo intuían basándose en su experiencia y su agudeza: viajeros y turistas.
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El Ordesa vivido
Piedra armera con el antiguo escudo de los Oliván y clave con el emblema del siglo xviii. (Fotos: Luis Marquina Murlanch)
De izquierda a derecha, Joaquín Villacampa, Luis Marquina, José Viu Castillo, Juan Pintado y Pascual Lanuza. Fotografía tomada en 2016, tras una de las primeras entrevistas realizadas, delante del Hotel Bellavista de Torla.
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Ramón Viu Laplana (1873-1951) tuvo que ser un hombre de carácter. Se casó con Dolores Puey Pardo (1870-1951) y de sus cuatro hijos se sabe que José María Viu Puey contrajo matrimonio con Mercedes Castillo Moneo, natural de Tudela, y tuvieron un hijo, Blas Viu Castillo (casa Blas de Sarvisé, donde se alojó en varias ocasiones Edward Wallon); Jesús Viu Puey se formó en Francia y fue guarda del parque nacional junto con Antonio López y Marcelino Salinas, además de un excelente cocinero, y con su mujer, Antonia Castiella, gestionó durante años un pequeño hostal situado en una casa próxima al cuartelillo de Torla; Juan Viu Puey se formó junto a Jesús en Francia y llegó a ser un cocinero de renombre con un establecimiento en Barcelona; y Ramón Viu Puey se casó con Josefa Castillo Castillo. Es preciso hacer aquí un punto y aparte en el relato y detenernos en la persona de Jesús Viu Puey. Ya de pequeño, junto a su hermano Juan, lo mandaron a estudiar sus padres a Luz-Saint-Sauveur. Allí aprendió el francés, pero sobre todo una de sus mayores habilidades: la cocina. Tenía libros «bien antiguos de cocina francesa», me contó su hija María Dolores el mismo día que me enseñó un pequeño documento bien plegado con un sello de validación del alcalde de Pau en la parte posterior. Era un certificado firmado por Léon Cazaban, director del restaurante del English Club de Pau, y fechado el 10 de abril de 1930: «El abajo firmante, Léon Cazaban, declaro haber tenido a mi servicio como ayudante de cocina a don Jesús Viu Puey, vecino de Torla, durante el invierno de 1929 a 1930, teniendo que preciarme de su honradez, pues es trabajador y formal en todos los asuntos». Sin duda en aquel tiempo se trataría de un documento precioso para su portador, quien iba a ser uno de los primeros guardas del parque nacional. De los ocho hijos de Ramón Viu Puey (1898-1963) y Josefa Castillo Castillo († 1980), de casa Ruba, conocí a cuatro, pero con quienes más trato tuve fue con Francisco y con José, el pequeño y el mayor de la extensa familia: con el primero, porque había trabajado en el parque nacional; con el segundo, desde el momento en que me decidí a escribir estas páginas y compartir con él gratas horas entre fotografías, papeles y recuerdos. Don José —el tío Pepe— me facilitó enormemente la tarea de obtener información sobre la casa Oliván desde el principio, y a él le debo gran parte de este trabajo. No lo podrá ver acabado porque murió en 2017, unos meses después de la tristísima pérdida de su hijo José Luis en las alturas de Diazas, cerca del cielo. Con Antonio y Ramón siempre fue la oportunidad brindada
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por un buen café o una excelente comida en El Rebeco o El Taillón que nos permitió acabar hablando de Torla, de Ordesa o del Parque. Miguel Flores Pintado me proporcionó interesante información sobre Ramón, considerado por él mismo como su tío por las muchas horas de amena conversación que pasó a su lado. Ramón Viu Castillo fue el último donáu conocido de Torla. Aunque su casa no era pobre, eran muchos hermanos y el se quedaba sin herencia, así que lo donaron a casa Ruba, donde no había varones, para que llevara la casa sin cobrar, a cambio de heredarla luego él cuando las dos solteronas que sobrevivían fallecieran. Hasta ese momento, trabajaba en el mesón de Oliván en Ordesa. Me contaba la cantidad de veces que bajó a Torla llevando recado. Sin embargo, lo que se le hizo verdaderamente duro fue llevar el avituallamiento al refugio de Góriz con apenas catorce o quince años y con un mulo que se le encabritaba en cada paso complicado. Trabajó como un animal. No es menester de su trabajo, pero mi tío Ramón tenía una buenísima memoria de la Guerra Civil, que vivió siendo un chaval, razón que le hizo guardar como un tesoro detalles increíbles (recordaba los ojos de una mujer de Broto a la que fusilaron en Andescastieto cuando la llevaban y se lo quedó mirando). Era increíble. A su padre lo recordaba con cariño, sí, asegurando que era hombre severo, trabajador y realista. Un montañés pura cepa, vamos.
De Blasa Puey Pardo me contó: La historia de la segunda hermana, Blasa Puey Pardo [1873-1934], no es menester, pero es justo que te la cuente. No tuvo hijos. La historia de su marido, Antonio Berges Bun [1862-1938], la conocí bien. Era un secreto de los que me costó horrores romper cuando investigué la Guerra Civil. Antonio fue de los que se jugaron la vida para evitar que el fuego causado por la retirada republicana se propagara en abril de 1938 por el pueblo. Cuando días después de la entrada de los nacionales fue a comprobar sus ahorros, que guardaba en una borda, y vio que se los habían robado, viejo, viudo, se desesperó y…
María Puey Pardo contrajo matrimonio con Ramón Berges Bun (1868-1946). Tuvieron cinco hijos: Ramón Berges Puey (1893-1932), quien se casó con Amada de Lope, de Panticosa, dando continuidad a la casa Pierrina de Torla; José Berges Puey, que lo hizo con Amada López (casa Amada); Araceli Berges Puey, la única persona que ha nacido en el valle de Ordesa, que se casó con el maestro de Torla, don Inocencio, y tuvieron una única hija a la que pusieron de nombre Araceli; Carmen Berges Puey; y Miguel Berges Puey.
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«Miguel Berges Puey fue un convencido republicano. Durante la Guerra Civil, al retirarse a Francia, no quiso dejar el Hotel Bellavista a los franquistas y le prendió fuego. Quienes lo conocieron lo definieron como bravo, trabajador, muy convencido de sus ideas. Y lo pagó caro con la cárcel», me contó Miguel Flores. El Hotel Bellavista lo abrió en 1935 y para entonces las casas Berges de Ordesa habían sido abandonadas y prácticamente estaban en ruina. Una de las ramas más interesantes a la hora de hablar de las casas Berges de Ordesa es, sin duda, la de casa Amada. La información la pude recabar gracias a la amabilísima atención que me brindó, desde el mismo momento en que la conocí, la nieta de José Berges Puey, María Cristina Berges Vitallé (Torla, 1949). Su padre, José Berges López, fue hijo único; de ahí el apelativo que se unió para siempre a su nombre: Pepe de Amada. Tanto el tatarabuelo como el abuelo son piezas importantes para completar el mosaico familiar que traigo aquí, y tienen mucho que ver con algunas de las personas que dieron vida a Ordesa. Prueba de ello es el pequeño, pero clarificador, texto que entresaco del artículo, ya comentado en el primer capítulo, que Anselmo y Francisco Solanes escribieron para el diario Heraldo Deportivo de Madrid en 1928: Ramón Berges es el representante de la «Real Sociedad Peñalara» en Ordesa. Los peñalaros tienen en él y en su familia, auxiliares muy poderosos en sus excursiones. […] Y, para terminar, un recuerdo a los Berges, que tan bien representan a «Peñalara». En José, su hijo, tiene el turista, y más especialmente el peñalaro, el guía seguro y el compañero ideal. Conoce Ordesa a la perfección, y su simpatía hace que pronto se haga de él un amigo. «Peñalara» ha hecho en Ordesa una labor fecundísima. Su nombre suena con frecuencia, y su labor, no interrumpida, habrá de dar muy excelentes frutos. La colocación de su refugio es excelente y su existencia indispensable.
José Berges Puey fue el primer guarda del parque nacional. Siendo muy joven intervino junto con Miguel Lafuente en la instalación de las clavijas de la chimenea que da acceso a las de Cotatuero, colocadas por Miguel Bríngola y Bartolomé Lafuente. También con Lafuente puso las del Rincón de Soaso y las de Salarons. Pepe de Amada conoció a la que iba a ser su futura esposa, María Vitallé, en Francia, cuando las familias de ambos estaban allí refugiadas de la Guerra Civil. Ella era de Montañana y su familia se dedicaba a recoger la leche de vaca de diferentes
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El Ordesa vivido
explotaciones alrededor de Zaragoza y llevarla a la central lechera de la capital aragonesa. Trabajadora infatigable y excelente cocinera, junto a su marido, como veremos más delante, no paró un solo segundo. Angelines Allué, la esposa de Juan Pintado Bun, recuerda que su madre, Andresa, trabajó de criada en las casas Berges y le contaba la de recados que tenía que hacer, fuera la hora que fuera, a Torla o Bujaruelo, y lo agotada que llegaba al final del día. La hermana de Angelines, Teresa, trabajó muchos años en la casa Oliván. Al señor Ramón Viu Puey lo definía como serio y muy trabajador. La casa la recordaba de madera, con un piso bajo dividido entre cocina y salón y el superior con suelo de madera y varias habitaciones muy sencillas.
VIU Juan Bautista Viu (1834-1910)
BERGES
(Luz-Saint-Sauveur)
Ramona Laplana
José Puey Oliván (1846-1901)
Teresa Pardo
(casa Pardo de Linás – † Torla, 1918)
Pierre Vergez Bellou Gavarnie (1828-1917)
Ángel Viu Laplana Tomás Viu Laplana Félix Viu Laplana (cura de Sarvisé) Fulgencio Viu Laplana Rosario Viu Laplana Juana Viu Laplana
Ramón Viu Laplana
(1873-1951)
Jesus Viu Puey
(1898-1963)
Blasa Puey Pardo (1873-1934)
Mercedes Castillo Moneo (Tudela) Águeda Rodríguez
(† 1980)
José Viu Castillo (1927-2017) (casa Oliván) Ramón Viu Castillo (1932-2014) (casa Ruba) Antonio Viu Castillo (casa Cecilia) Dolores Viu Castillo Juan Viu Castillo Juana Viu Castillo Joaquín Viu Castillo (casa Chesqué) Francisco Viu Castillo
(1862-1938)
María Puey Pardo († antes de 1945)
Ramón Berges Puey (1893-1932) Araceli Berges Puey
Ángel Allué
Josefa Castillo Castillo
Antonio Berges Bun
José Berges Puey (casa Amada)
Antonia Castiella († 1994)
María Dolores Viu Castiella
Ramón Viu Puey
Catherine Forcamidam
(1870-1951)
Juan Viu Puey (n. 1909)
(Hôtel des Voyageurs) Pierre Vergez Bun
Dolores Puey Pardo
José María Viu Puey
María Bun
Ramón Berges Bun (1868-1946)
Amada de Lope Amada López
Inocencio Gil (maestro de Torla)
Carmen Berges Puey
Carmen Buil Sanz (1900-1986)
Miguel Berges Puey (1900-1993)
Consuelo Lanuza Buisán
Carmen Berges Buil
José Berges López (1922-2006)
Joaquín Villacampa
Araceli Gil Berges
María Vitallé
José Luis Bello José Luis (1960) M.ª Cristina (1949)
Árbol genealógico de las familias Viu y Berges. (Elaboración: Luis Marquina Murlanch)
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El apellido Vergez se transformó al llegar a España en Berges. Algo parecido debió de ocurrir en Francia con Palasset, reconocidos acróbatas en sus desplazamientos por las montañas del valle de Broto, según recuerdan los mayores del lugar: de Palasset a Passet en los valles de Barecha. De tal palo, tal astilla: Henry y Célestin Passet llegarían a ser los guías más grandes que ha conocido el Monte Perdido.
La casa Oliván Para presentar la casa Oliván de Ordesa basta con tres imágenes, tres fotografías tomadas por Lucien Briet en 1891, 1904 y 1911 respectivamente. En ellas se aprecia la sensibilidad del artista, del etnógrafo, de la persona a la que le basta un
Fotografía tomada por Lucien Briet el 14 de agosto de 1891. Obsérvese, junto a la puerta de la derecha, el mampuesto de piedra descrito por Briet que contenía la inscripción «1553 MEMENTO MORI».
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El Ordesa vivido
clic para inmortalizar desde los olores hasta los colores que no aparecen. Es como si quisiera captar incluso el pensamiento de cada uno de los personajes que con sumo cuidado coloca ante su cámara. El fotógrafo Briet es sabedor de la importancia del lugar que encuadra, que ve cambiar con el inexorable paso del tiempo. La única imagen del interior que he encontrado —y me he hartado de buscar, se lo aseguro— es una fotografía de Ismael Pascual Torres. Esa magnífica imagen fue tomada hacia 1943, el día de San Ramón, en el comedor de casa Oliván. Ante la fotografía, que no conocía José Viu Castillo, pasamos ratos y ratos de animada charla. Me habló de unos y de otros. Cuando algún amigo se incorporaba a la conversación, y veía la imagen, aportaba más información —o desinformación, ya se sabe—. En fin, no me queda más que un agradecimiento póstumo a Ismael Pascual por haberla realizado, porque se lo merece. Por él empezaré.
Fotografía tomada por Lucien Briet el 23 de agosto de 1904. Ramón Viu Laplana y Dolores Puey Pardo junto a dos de sus hijos. Se aprecia que la piedra con la inscripción ha quedado definitivamente oculta bajo una mano de cal.
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Fotografía tomada por Lucien Briet el 5 de septiembre de 1911. Ramón Viu Laplana y Dolores Puey Pardo junto a tres de sus hijos… y el famoso bucardo disecado.
Ismael Pascual Torres Nacido en 1907, Ismael Pascual Torres y vivió la mayor parte de su juventud en la ciudad de Huesca. Trabajó varios años en el valle del Aragón en la automoción y los transportes, aunque poco después, en 1930 se trasladó a Madrid y opositó al Cuerpo Nacional de Policía. En la capital empezó a trabajar como escolta de cargos políticos de la República. Tras la Guerra Civil, que pasó en Madrid, pidió traslado a la provincia de Huesca, primero a Torla y más tarde a Bielsa, antes de un definitivo traslado a Huesca capital en 1946. En 1945 se casó con Pilar de Antonio Bardají, de casa Pello de Bielsa. Desde niño le atraían los nuevos avances en mecánica y se interesaba también por la fotografía.
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El Ordesa vivido
En Torla ya hacía fotos y tenía contacto habitual con Ricardo Compairé, de Huesca. También en esa etapa conoció la obra de Briet y los primeros pirineístas y se relacionó con guías y empresarios del lado francés. Ya en Bielsa instaló un laboratorio de revelado. Tanto Torla como Bielsa eran pueblos en reconstrucción, con malos accesos, sin teléfono, y el primero sin luz eléctrica. En sus imágenes trató todos los temas: la vida cotidiana de las gentes, las fiestas, los paisajes de alta montaña, los pueblos de los valles donde vivió y los que visitó en sus salidas y sus excursiones. El archivo cuenta con un interesante material de las décadas de los años cuarenta, cincuenta y sesenta. Después de su traslado a Huesca se dedicó de manera profesional a la fotografía y abrió tres comercios, uno en Huesca ciudad, otro en Sabiñánigo y otro en Barbastro. Falleció en Huesca en 1995.
Sobremesa de un día de San Ramón, hacia 1943, en el comedor de casa Oliván. (Foto: Ismael Pascual)
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Su fotografía del interior de casa Oliván, tomada hacia 1943, es un documento único. Año arriba, año abajo, el momento exacto no tiene relevancia: lo importante es traer a la memoria que la Guerra Civil y la segunda contienda mundial cerraron, casi de forma literal, el valle de Ordesa. Los maquis y el hecho de ser zona fronteriza hicieron que su visita quedara restringida a los miembros de los cuerpos de seguridad y a pocas personas más. Debieron de ser años muy muy duros, y la imagen no desvela otra cosa: están todos los que eran. Poder celebrar la vida con los tuyos ante una mesa es, ha sido y será el mejor salvavidas para superar los malos momentos. Estos son los personajes, de derecha a izquierda: — Ramón Viu Puey, hijo de Ramón Viu Laplana, con unos cuarenta y cinco años. Era el dueño de la casa, y por tanto el anfitrión y protagonista de la celebración. Justo a su espalda, el famoso bucardo disecado de casa Oliván, auténtica tarjeta de visita de la hospedería. — Joaquín Montaner, guarda mayor del parque nacional. — Hermenegildo de Fustiñana, guardián de la residencia de los padres capuchinos de Jaca. En el libro Mosén, Enrique Vicién Mañé publicó un artículo sobre este sacerdote basándose en una serie de informaciones que en forma de cartas o de entrevistas obtuvo un periodista de Barcelona, Joaquín Navascués, sobre un famoso padre Hermenegildo: Veo que nació con el siglo y supongo que lleva el apelativo de «Fustiñana» por haber nacido en algún pueblo que se llamará así. Me han sorprendido más otros datos: que celebró sus bodas de oro como religioso en 1968, o sea, que con solo dieciocho años ya se ordenó; y también algo que dice el periódico: «vinculadísimo a la vida religiosa de Jaca durante más de treinta años, y especialmente, del período comprendido entre 1932 y 1945».97
Si quieren saber algo más de él, no lo duden y lean a Joaquín Navascués. Les puedo asegurar que no quedarán indiferentes. — El más joven de todos, José Viu Castillo, con unos quince años. — El maestro de Torla Anselmo Ferrer Casademont. — Felipe Barrios, guardia civil de Torla. — El propio fotógrafo. Observen la posición de las manos, con las que seguramente oculta el disparador de la cámara. Ismael Pascual era por aquel entonces policía en Torla.
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Llama la atención la calidad de la fotografía, así como el momento en que fue tomada, durante la sobremesa, en los cafés o carajillos de la comida a la que invitaba Ramón Viu Puey a las personalidades del valle con motivo de su onomástica. José Viu Castillo recordaba perfectamente los preparativos de uno de esos días, cuando, después de una jornada de mucho trabajo, tras cortar y dejar las gavillas en una parcela de Torla, le tocó ir a por las truchas del día de San Ramón: acabar la faena, ya tarde, y sin dormir llegar encima de las Gradas de Soaso para no pescar nada; a las dos de la madrugada, regresar hacia la badina de la cascada de Abetos, por debajo del puente de Briet, y recoger unos kilos de truchas. Cuando su padre lo vio aparecer a primerísima hora de la mañana por casa Oliván le dijo, malhumorado: «A buenas horas vienes a por las truchas para la comida. Ya te puedes volver a Torla a trabajar». El tío Pepe, bien crío, le contestó que mirase la canasta y el padre se quedó boquiabierto al ver las truchas ya pescadas. Hay que pensar que los peces eran el plato invariable de todas las comidas para San Ramón.
Ramón Viu Puey en la pradera de casa Oliván en septiembre de 1912. (Foto: W. V. Goulstone, cedida por Christophe Cathelain)
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También recordaba a Mora. De pelaje muy negro, tipo pastor alemán, era el perro de casa Oliván en tiempos del tío Pepe. Obediente como Polan, el perro de las casas Berges, también llevaba en su collar un pequeño tubo de latón donde se ponía el papel escrito con el recado para la casa familiar de Torla. El tío Pepe tenía grabados en su memoria aquellos días en que después de trabajar de sol a sol en Torla le tocaba subir víveres o enseres a Ordesa y llegar bien entrada la noche. De quienes se acordaba perfectamente era de un grupo de montañeros de Huesca bastante animado que estuvo en la casa Oliván. Él tendría unos quince años. Uno de ellos era un hijo de un fotógrafo que tenía tienda en Huesca. Recordaba que hablaban del paso de las clavijas de Cotatuero, por donde querían ir a Góriz de camino al Monte Perdido. Haciendo números pensé que el fotógrafo podía ser José Oltra, y después de ver la colección de fotografías suyas que conserva la Fototeca de la Diputación Provincial de Huesca no me cabía ninguna duda de que era la persona que recordaba del verano del 42 un joven y despierto José Viu Castillo.
José Oltra Mera Hijo del fotógrafo oscense Fidel Oltra, el fotógrafo, montañero y cineasta José Rafael Pablo Oltra Mera nació en Huesca en 1916. Tras cursar sus estudios en el colegio de los salesianos, con dieciséis años siguió los pasos de su padre y continuó el negocio familiar. Su labor profesional se centró en el retrato de estudio hasta que, con los cambios habidos en el mundo de la fotografía al comienzo de los años setenta del pasado siglo, tuvo que reconvertir su negocio en una tienda de fotografía y dejar de lado su labor de retratista. La unión de su afición a la fotografía con el montañismo lo convirtió, entre los años 1930 y 1960, en uno de los fotógrafos aragoneses de montaña más interesantes. De hecho, trabajó en una campaña del Ministerio de Información y Turismo para promocionar la provincia de Huesca. Sus fotografías de carácter documental son testimonio gráfico de la vida oscense. A partir de 1955 destaca su labor en el cine documental en colaboración con Alberto Boned (ambos socios del club Peña Guara de Huesca). José Oltra falleció en Huesca en 1981.
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Julio Anoro pasando las clavijas de Cotatuero en 1942. (Fototeca de la Diputación Provincial de Huesca. Foto: José Oltra Mera)
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José Viu Castillo me enseñó algunos papeles, fotografías y postales de diferentes procedencias que guardaba. Entre ellos aparecían pequeños bocetos o dibujos hechos a mano que bien podrían aderezar algunos párrafos de este libro. Le pedí que me dejara fotografiar los más interesantes y le pregunté si podía incorporarlos a estas páginas, a lo que él accedió. Uno de ellos recreaba la llegada, algo apresurada por la fuerte tormenta, a la caseta de los guardas de la pradera —antes recubierta de costeros de madera— de dos personas, al parecer mojadas como patos. También había un encantador dibujo, hecho a pluma, de la casa Oliván desde el río Arazas, con el Tozal del Mallo al fondo. Dos esquemáticos Edelweiss o flores de las nieves adornan la estampa. Y una firma, piolet incluido, de Montañeros Aragón. Y, por supuesto, un dibujo del «Hotel mejor del mundo».
Una muestra de los dibujos de la colección de José Viu Castillo. (Fotos: Luis Marquina Murlanch)
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Según me contó Eduardo de la Cruz tras haber repasado los archivos de Televisión Española, existen unos segundos de una antigua película grabada en la pradera de casa Oliván. Seguramente para el nodo, el noticiario oficial que se proyectaba en los cines antes de las películas.
Dos historias de bucardos A continuación relato dos historias que me contó José Viu Castillo. La primera es la de una hembra ciega que Pepe Viu cogió con sus propias manos en la Fuen Roya, la fuente que existe en el cono de deyección del barranco de Cotatuero, de la que mana agua ferruginosa, conocida por todos los visitantes que se adentran en el impresionante circo. Poco después, con un importante «ingeniero» de Madrid que pasaba unos días en casa Oliván, la llevó a Torla. De la bucarda, el «ingeniero» y su mujer me enseña una fotografía que finalmente no va a corresponder con la del relato y que confunde con una de otro «ingeniero» que estuvo por Ordesa. Bien, el azar, en este caso, hizo que María Dolores Viu, al enseñarme cosas y papeles antiguos que tenía su padre, Jesús Viu Puey, me pusiera delante las dos fotografías del relato: una donde se aprecia un hombre montado encima de una mula y con una bucarda atravesada sobre sus piernas y otra en la que se ve a la vieja y enferma bucarda en la pradera delante de la casa Oliván y una mujer en segundo plano. El hecho es que la historia no acaba aquí, sino con el «ingeniero» y José Viu detenidos por la Guardia Civil, trasladados al cuartelillo e interrogados por la falta que acaban de cometer al sacar un bucardo del parque nacional sin autorización. Cuando la paciencia del «ingeniero» tocó a su fin, este hizo saber al sargento quién era y lo poco que iba a durar en su puesto. El asunto se arregló pronto: ellos, en la calle; el sargento, trasladado un tiempo después; y de la bucarda, ninguna noticia, excepto que debió de pasar sus últimos días en algún corral. En cuanto al destino final de los cuernos, quizá estén en Jaca, en el Instituto Pirenaico de Ecología, donde se conservan desde 2006 todos los restos conocidos de bucardo de España, excepción hecha de los que están en el parador nacional de turismo de Pineta.
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La vieja parda encima de la mula antes de ser transportada a Torla. (Foto cedida por María Dolores Viu)
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La bucarda delante de la casa Oliván. (Foto cedida por María Dolores Viu)
Aprovecho para comentar que en Torla y Ordesa a la hembra de bucardo la llamaban, por el distintivo color claro de su pelaje, parda. La segunda historia trata de un gran macho de bucardo que el tío Pepe y otra persona de Torla vieron dentro de una pequeña cueva cerca del camino de Turieto, en la Envisteta. El acompañante no se atrevió a entrar a por él, y el tío Pepe en el primer intento se ganó un serio topetazo, pero, como buen aragonés, a la segunda, con un cinturón, logró engancharlo de un cuerno y sacarlo de su refugio. Lo llevaron a Torla. Todos los entonces niños, hoy personas de más de sesenta años, recuerdan este hecho, ya que pudieron mirarlo de cerca en la plaza del pueblo. Nunca habían visto un animal tan grande. Por las impresionantes dimensiones de la cornamenta, los dos pensamos en la posibilidad de que el famoso trofeo con el sello de la Junta de Trofeos del Icona y una placa con la inscripción «Ordesa, 1959» en la metopa que tantos años estuvo colgado en el despacho del director del parque en Huesca fuera la de aquel enorme
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bucardo que, ya viejo y ciego, trató de ocultarse del mundo en el reducido laberinto de escarpes de la Envisteta. Hoy, al igual que los cuernos de la parda de la historia anterior, el trofeo se encuentra en el Instituto Pirenaico de Ecología, en Jaca. A la casa Oliván volveré más adelante, al hablar del parque nacional, ya que sus destinos están indisolublemente unidos.
Las casas Berges A José Viu Castillo le gustaba referirse a ellas como casas Pierrina, a pesar del consiguiente enfado de su buen amigo Joaquín Villacampa, quien decía que de siempre eran las casas Berges. Entonces replicaba el tío Pepe con tozudez maña: «No, casas Pierrina». Personalmente me posiciono con que Pierrina lleva aires franceses, de Luz-Saint-Sauveur, los de la muy antigua casa natal de Pierre Vergez. No
María Puey Pardo y Ramón Berges Bun posan delante de las casas Berges. Más atrás se ve la casa Oliván; al fondo, el Tozal del Cebollar, el Litro y el Pico Royo. Tendeñera y Otal no se llegan a ver desde el lugar donde está tomada la foto. (Colección de Luis Marquina Murlanch)
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obstante, siempre me referiré a los documentos que he podido leer, y por tanto hablo de las casas Berges. Las casas Berges se componían de dos edificios principales, uno por encima del otro, sobre la ladera sur de Ordesa. El de abajo era la casa familiar y el más alto el refugio, dividido en un piso superior, con el comedor y la cocina, y uno inferior con los dormitorios. La pequeña borda, restaurada hacia 1997, que está hoy junto a un cercado de aclimatación se conocía como caseta Cotorra. Por encima de las casas Berges estaba la casa Go. De las casas Berges siempre se menciona la famosa Rubia, coche mitad de metal, mitad de madera, con buena capacidad de pasaje, hasta nueve personas. Lo compró José Berges López y a partir de entonces realizaba el servicio entre Sabiñánigo (estación de tren y de autobús) y Torla. Un Cotefablo con algunos tramos de fuerte pendiente no ponía las cosas fáciles a la Rubia cuando iba llena de personas y equipajes, así que había que bajarse y acompañarla un rato andando. Este es el testimonio de Joaquín Villacampa: Octubre del año 1955 El primer motor de la Rubia se escacharró en las cuestas de Ordesa y Joaquín Villacampa (marido de Carmen Berges), junto con José Berges, fue a buscar uno de sustitución a Gavarnie. Era el mes de octubre de 1955. Lo despiezaron y en cuatro mulas lo traían hacia Torla cuando observaron que dos gendarmes los seguían. José arrea a las mulas puerto arriba y tuerce hacia Sarradets, y Joaquín se queda «esperando», como quien pasa por allí, el encuentro con la autoridad. A su llegada, y ante sus preguntas tozudas sobre quién es, qué lleva aquel de las mulas, les contesta que no lo conoce, y que seguramente lleva material para la cabaña de eléctricas, donde duermen los que trabajan en la línea de alta tensión. Los gendarmes dan la vuelta con poco convencimiento y él llega al puerto sin creer todavía cómo José atizaba las mulas, puerto arriba y más allá, hasta casi reventarlas. Todo el motor despiezado quedó escondido en agujeros entre los bloques de piedra bajo la cara norte del Taillón a la espera de tratar con los de la línea al día siguiente, ya que las mulas las tenían que devolver a Gavarnie esa misma tarde, y entre tantos avatares se hacía tarde.
Quien mantiene recuerdos bien vivos de la Rubia es José Luis Berges Vitallé, hijo de Pepe Berges. Nacido en 1960, pasó sus buenos ratos dentro de ese coche en sus primeros años de vida, al principio en un pequeño capazo, según le contaron, y
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José Luis Berges Vitallé, a los tres añitos, con la Rubia. (Foto cedida por José Luis Berges Vitallé)
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Los restos de la Rubia, el coche de José Berges López. (Foto: Luis Marquina Murlanch)
después encima de una manta a la hora de la siesta, al amparo del sol y del fresco, mientras sus padres y su hermana atendían a los turistas en La Cabaña. A José Luis Berges Vitallé lo conocí una tarde de febrero de 2018 en Zaragoza y me atendió fantásticamente bien: me regaló algunos documentos que realizó e imprimió su padre, Pepe de Amada, para los turistas de Ordesa; me dejó reproducir fotos suyas de pequeño y de sus abuelos…; en fin, me ayudó sobremanera en la hora escasa que nos vimos. Buena parte de lo que viene a continuación se lo debo a él. Gracias. José Berges López se quedó en arrendamiento la casa Oliván el último año y medio antes de su venta, es decir, en 1963 y 1964. De las casas Berges, que acabaron en el suelo tras la Guerra Civil, seguramente se extraería la mejor piedra para construir parte del futuro camping de la pradera o del nuevo centro de recepción frente a la casa Oliván. Entre los años 1955 y 1962, en el fondo oeste de la faja donde se ubicaban las casas Berges, José Berges López mantuvo en los veranos una instalación llamada La Cabaña, una especie de tenderete donde se daban comidas y bebidas formado
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por una caseta de madera con cubierta de cañizo y un cobertizo hecho a base de lonas y ramas de boj bajo el que se colocaban mesas, bancos y sillas de todos los colores y formas. Su arquitectura no debía de ser muy tradicional, que digamos, pero sin duda prestaba un servicio a los ya numerosos excursionistas que se acercaban a Ordesa, sobre todo en los días de calor agobiante del verano. El frescor de las bebidas lo conseguía poniendo las botellas en una pequeña cueva que excavó en el terraplén de la faja. Las necesidades se hacían en una rudimentaria fosa séptica que consistía en una gran tinaja de barro enterrada en el suelo y situada tras un parapeto para mantener la intimidad. Las únicas fotos de La Cabaña que he podido encontrar, después de buscar y buscar, me las proporcionó José Luis. Una verdadera rareza. Una de ellas está tomada en pleno invierno y la segunda en verano, con una familia de turistas posando junto a la entrada del merendero. María Cristina Berges recuerda que durante el tiempo en que la nieve de las avalanchas permanecía al pie de las canales de la Faja de Pelay o de Cotatuero iban hasta allí a recoger hielo y lo llevaban a La Cabaña para hacer helado de fresa o de frambuesa. Leche, un poco de leche condensada, fresas o frambuesas y un buen rato de movimiento hasta que se obrara el milagro de que apareciera el cremoso helado. Tomado allí, ante ese paisaje, debió de ser un auténtico y placentero manjar. Recuerda también cómo ella y su madre dormían solas en La Cabaña cuando José estaba en Zaragoza. Un día le proporcionó una escopeta para que al menos intimidara con ella a quien no buscara nada bueno por allá, y en caso de última necesidad la usara para defenderse. Alguien debió de intentar entrar una noche y provocó que un tiro fuera directo al suelo, junto a la puerta. El susodicho huyó más que asustado. Después de esto los Berges compraron un mastín, mejor defensa que un arma, al que pusieron de nombre Ordesa, por lo que pudiera pasar. Entre 1963 y 1977 Pepe de Amada arrendó la casa Viu de Torla y le puso el singular nombre de La Masía, denominación familiar para el público catalán, que empezaba a ser importante en Torla durante el verano. Hoy cualquier vecino de Torla al que se le pregunte recuerda muy bien esa época. El turismo se había convertido en el principal activo económico. Algunas tardesnoches de verano había orquesta, y se habilitó una explanada en los prados, bajo la Peña Piñera, para el baile. En La Masía tenía fama la comida y su carta siempre
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La Cabaña en verano, en pleno funcionamiento, y en invierno, cerrada bajo la nieve. (Fotos cedidas por José Luis Berges Vitallé)
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daba que hablar. Había platos con nombres tan sugerentes como fresas silvestres a las clavijas de Cotatuero o ternasco al aroma de la Faja Pelay: el origen del gastroturismo, tan de moda hoy en día. Pepe de Amada y su familia no daban puntada sin hilo. El Hotel Ordesa se inauguró en 1964 y contribuyó con un buen número de veraneantes al despegue económico de Torla. José Berges López se quedó con la concesión del Mesón de Bujaruelo entre los años 1968 y 1973. María Cristina Berges me contaba que de La Masía de Torla salían sofritos y comida casi lista para comer —los tupper de hoy— rumbo a Bujaruelo, y allí los cocineros o los aprendices los añadían a las judías o a las migas. Pepe de Amada trabajó durante bastantes años como conductor de ambulancia en la base aérea americana de Zaragoza, un trabajo estable que venía muy bien a la familia fuera de la temporada turística. Hacia el año 2000, con ocasión de la venta a Parques Nacionales de unos pocos metros cuadrados de una parcela de su propiedad para que el parque pudiera realizar una entrada segura al centro de visitantes El Parador, José Berges López me entregó en mano un escrito mecanografiado. Me dijo: «Son solo unos apuntes, Luis, pero creo que te interesarán para completar tus saberes sobre las casas de Ordesa». Era persona seria y noble: su palabra estaba antes que el papel firmado. Guardo muy buenos recuerdos de él. El texto decía: De las dos únicas casas que figuran en el Valle de Ordesa: Viu y Berges. Estos apuntes los escribe el biznieto del fundador de las casas de los Berges, llamado José o Pepe Berges, que presenció la llegada a Ordesa de la última expedición de exploradores de Zaragoza el año 1936 cuando estalló nuestra guerra civil; yo tenía 14 años de edad, lo suficiente para recordar aquellas atrocidades que pasamos todos los españoles, no solo aquí, después en el 1938 Abril pasar refugiados a Francia por el Puerto de Bujaruelo y después a campos de concentración con lo puesto y un poco más en nuestras mochilas, sin saber cuándo podríamos regresar a España. Mi abuelo Ramón se hizo cargo de aquella expedición de exploradores, para que no les faltara de nada en lo que se refería a alimentación, entre tanto, se hacían diligencias por Cruz Roja para que pudieran regresar a Zaragoza; fue imposible, hasta que por fin llegó una orden del Gobierno de la República en Madrid, para que pasaran a Francia por el Puerto de Bujaruelo y de ese país, lo pudieran hacer a Zaragoza, ya que por Torla no se podía hacer debido a los dos frentes de guerra, Huesca por los republicanos y Zaragoza por Franco. Yo en los veranos, desde los 7 años, me los pasaba con mis abuelos en Ordesa y a pesar de mi corta edad, por las tardes hacía todos los días o casi todos, el camino viejo de Turieto a Torla con un burro para subir el suministro de pan y carne, un cordero diario como mínimo, el pan eran
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José Luis Berges con Ordesa, buenos amigos. (Foto cedida por José Luis Berges Vitallé)
grandes alargados de dos kilos, parte de estos víveres, en las circunstancias de 1936, eran para los mencionados jóvenes exploradores de Zaragoza hasta que salieron a Francia. El único ser humano que ha nacido en el Parque nacional de Ordesa y Monte Perdido fue una hembra en la casa de los Berges, le pusieron como nombre Araceli. Otra anécdota más de los Berges, entre el año 1918 al 1931, poseían un perro mensajero llamado Polan, negro como una mora, este animal de cadillo se lo regalaron a mi padre en Gavarnie y lo pasó dentro de una mochila por las clavijas de Cotatuero a Ordesa, se hizo cazador de los mejores en caza mayor, portaba un collar con estuche porta-cartas o notas, el cual hacía de mensajero de Ordesa a Torla o viceversa. Cuando llegaban a Ordesa en aquella época más turistas de lo normal, como grupos de franceses, etc., y demandaban caballerías para subir a las cascadas, Circo de Soaso, etc., se encargaban al pueblo de Torla, por mediación de este inteligente animal, que solamente le faltaba que hablar, cuando era necesario se le metía una nota en su porta-cartas y se le decía: «Polan a Torla» y por el camino de Turieto, él a su trote ligero, hasta su destino, al llegar a la casa, con sus ladridos llamaba a la puerta para que alguien de la familia muy conocido le recogieran el mensaje que él portaba. Este animal era muy querido por todos, sobre todo por los cazadores, pero cuando él portaba un mensaje, nadie lo podía tocar si no era una persona de la familia. En 1931 desapareció sin saber nunca más de este inteligente animal llamado Polan.
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Últimos recuerdos El diario de Wendy Wilmot En su excursión de ida y vuelta desde Lourdes a Gavarnie, Bujaruelo, Torla y el valle de Ordesa el matrimonio Wilmot elaboró un fantástico diario con magníficos dibujos y croquis del terreno en los que se identifica cada uno de los puntos donde se realizan las fotografías. Es un testimonio cercano de la vida en Ordesa: la siesta, el baño, el calor, la comida, los huéspedes… Llegamos sobre las cuatro y después de dar una vuelta por allí intentamos tomar un té, pero tuvimos que conformarnos con vino (vino blanco, del color de jerez viejo) y galletas. La cena, a las ocho, parecía muy lejana, así que nos fuimos a dormir un poco bajo la sombra de un árbol. Ida se unió a tres chicas españolas —la hija del anfitrión y dos camareras— que estaban sentadas remendando manteles y sábanas. Pasaron media hora muy entretenidas, a pesar de que cuanto hablaban entre ellas no entendían una sola palabra. Me acerqué para mirarlas. Ida les decía que tenía dos niños, uno muy grande y otro de tamaño medio; que le gustaba mucho el valle de Ordesa y que le molestaban las picaduras de los mosquitos. Todas parecían estar de acuerdo en que las picaduras eran molestas, hacía mucho calor y las bebidas venían muy bien. Antes de cenar llegaron dos grupos: tres hombres y una chica franceses (ella estaba muy cansada) de Gavarnie y una familia de cuatro miembros de Gèdre. La señora Charmant iba en una mula llevada por un guía y estaba muy entumecida del viaje. El padre era un tipo con pinta de granjero y un bigote mal arreglado. Con ellos iban sus dos hijas, en edad escolar, que parecían muy lozanas. Una de ellas hablaba algo de español y la otra algo de inglés. Nos encontramos con dos curas que estaban instalados en ese lugar. No parecían preocuparse de cuándo comían siempre y cuando pudieran pasar un tiempo en ello; había también un matrimonio catalán, de Barcelona (el hombre se llamaba José Masdeu). La mujer iba vestida de negro, como era habitual. Ella y su marido resultaron ser muy amables y bondadosos. Ida pudo intercambiar algunas ideas con el hombre porque sabía algo de francés, aunque le daba vergüenza hablarlo. Nadie parecía tener prisa por mostrarnos nuestra habitación, así que, debido a nuestros escasos conocimientos de español, tuvimos que dejar nuestras cosas a su suerte. Por fin, después de la cena, nos la enseñaron. Había dos camas cómodas y limpias y una ventana que daba al valle. La comida, que llegó con solo diez minutos de retraso (mucho menos de lo que nos habían dicho que podíamos esperar en España), era bastante buena. El chef era el yerno del cocinero. Nos resultó muy útil porque era muy servicial y hablaba francés.
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Antes de cenar, con las sombras de la tarde, tomé una foto de la bucólica escena. Ida se empeñaba en que hiciera una foto del toro y su gallina mascota delante de la casa, pero él no parecía dispuesto a posar. […] Sobre las cuatro salimos al lado sur del río vadeando sus divisiones para llegar a una badina que pudimos encontrar por pasos de piedras muy irregulares. Nos cruzamos con la chica francesa y su hermano (o su novio). Habían intentado acceder allí y habían acabado empapados, así que estaban sentados en unas rocas secándose al sol. Llevábamos unos paquetes porque pensábamos tomar el té por ahí. Esta parte de la gave nos pareció muy agradable y bastante distinta de las demás, con grandes hayas intercaladas con pinos y el inevitable boj. Respecto a este último, hemos llegado a la conclusión de que es el encendedor universal de estos lugares. Cerca de cada casa hay un montón secándose.
Gracias a la siempre querida asociación Montagne Culture Avenir de Gèdre, por haberme dado la oportunidad de acceder a una copia de este magnífico diario.
Ilustración incluida en el diario de Wendy Wilmot. (Cedida por la asociación Montagne Culture Avenir de Gèdre)
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Casa Berges. (Fototeca de la Diputación Provincial de Huesca. Foto: Ricardo Compairé Escartín)
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Recuerdos de Juana María Hernández Quisiera acabar este apartado dedicado a los recuerdos más recientes del Ordesa vivido con la mirada de la última niña que durante varios años pasó unos días de vacaciones en casa Oliván. Se llama Juana María Hernández. En agosto de 2013 Juana se presentó en el centro de visitantes del parque, en Torla, y le contó a una de las guías que de pequeñita pasaba temporadas en la casa Oliván. Se había enterado por la prensa de que se acababa de inaugurar un museo del bucardo y quería donar los cuernos del que se exhibía en esa casa al Ayuntamiento de Torla. Al enterarme, en octubre de 2015 me puse en contacto con ella para transmitirle mi deseo de verla, y no por los cuernos del bucardo —cosa que le extrañó—, sino por lo interesantes que podían ser sus experiencias para el proyecto de escribir algo sobre las casas de Ordesa en el que me había embarcado. Recuerdo la estupenda memoria que conservaba de los viejos coches aparcados frente a la casa Oliván; de las deliciosas tardes cogiendo fresas y chordones junto a Joaquinito Viu —como sigue llamando a uno de los hijos de Ramón Viu—, compañero coetáneo de aventuras por las praderas de Ordesa y el río—; de sus últimos veranos en el refugio nacional de turismo entre 1962 y 1964, que «ya no eran lo mismo»; de Eduardo Chillida el año de su boda («¡Qué guapo era!»). La conocí en persona en Candanchú en agosto de 2016, y esa deliciosa tarde me estuvo contado muchas cosas más de Ordesa. La verdad es que transmitía toda la emoción de esa infancia feliz que vivió allí y no dejaba de recordarme a uno de esos cuadros de escenas bucólicas de niños y niñas pastores y montañas. Me contó cosas de los primeros años, como que antes de subir a Ordesa tenían que sacar un salvoconducto. Tenía recuerdos de sábanas blancas secándose sobre la hierba junto a la fuente, de tazas de porcelana fina, de la cantidad de ternasco que comió, de praderas de sueños y aventuras. Conserva muchas fotografías de su padre, un enamorado de Ordesa, sus montañas y su río Arazas. Me dejó uno de los álbumes para ver si algo me podía interesar, y una de las cosas que más aprecié fue una foto que me regaló de una acuarela que hizo un pintor de San Sebastián amigo de su familia de apellido Santos, conocido por todos ellos como Santitos. Su padre fue Aniceto Hernández Garcés, y todos los pescadores de trucha y salmón saben muy bien de quién hablo: de la persona que a mediados de los cincuenta
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ideó y patentó la primera cucharilla de la prestigiosa marca Hergar (nombre compuesto con las primeras sílabas de sus apellidos). Fruto de su pasión por la pesca, diseñó una cucharilla de pala troquelada en abujardado y cuerpo de plomo conforme a su experiencia y su convicción. Tuvo varios puntos de fabricación, pero nunca las hizo en serie. Uno de sus distribuidores fue Federico Sabatés Sales, barcelonés afincado en Oviedo que introdujo la cucharilla y el devón Hergar en el norte español. Solo hay que ver sus álbumes de fotografías, los textos mecanografiados que las acompañan y la presentación para darse cuenta de que Aniceto Hernández era un gran conocedor de Ordesa. Tal era su pasión por el valle que todos los veranos pasaba unos días en él con su familia. Y, claro, cultivó una gran amistad con Ramón Viu, tanta que cuando este supo que se marchaba para siempre de Ordesa le regaló uno de los símbolos de la casa Oliván, el viejo macho de bucardo disecado. Sobre una fotografía en blanco y negro de la casa Oliván que se ve con frecuencia (donde mejor se puede contemplar es en el bar Las Gradas de Torla), Juana María me escribió para darme más información. Está tomada en 1950 (la carretera se
La casa Oliván con la enorme muralla de la Fraucata al fondo. (Foto cedida por Juana María Hernández)
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terminó de construir en 1929) y en ella se distinguen muy bien dos coches: el escarabajo era de Esteban Iriso, dentista de San Sebastián, y el Buick V8 de Aniceto Hernández Garcés. Le pedí a Juana María que escribiera algo sobre sus recuerdos de Ordesa, que volviera a ser una niña en Ordesa. Lo hizo muy amablemente, y le estaré siempre agradecido, porque creo que es la mejor manera de terminar este capítulo. Sus palabras no hacen más que reafirmar que Ordesa y sus casas son eternos y que la puerta para entrar allí está siempre abierta. Algunos dicen que eso se llama libertad. Para mí Ordesa, con «O» mayúscula, no necesita ir acompañado o acompañada de «valle de». Ordesa es un nombre rotundo, lo prefiero. Yo tenía seis años la primera vez que fui a Ordesa, ya el viaje desde Pamplona era una aventura por aquellas carreteras casi sin asfaltar. Cuando llegábamos a Jaca ya faltaba menos pero el camino era cada vez peor y lo mágico de esta última parte del viaje era pasar el túnel de Cotefablo, el más largo que conocíamos. Ver al final la luz nos producía una emoción enorme al estar ya muy cerca de Torla y casa Oliván. En aquellos años los pocos amantes del monte que visitaban Ordesa solo podían alojarse en la casa que había en la pradera bajo la impresionante mole del Tozal. La casa que regían Ramón Viu y su mujer Pepita era increíble, un lugar de cuento. Una casa solitaria en un prado que me parecía inmenso, junto a un río lleno de truchas y tan distinta de las que yo conocía de la ciudad. Una casa sin agua corriente, sin baño, con un retrete con vistas al río Arazas. Para mí, una niña de ciudad, los días que pasábamos en Ordesa eran un paréntesis en nuestra vida urbana. Los divertidos desayunos en la pradera bajo el rústico cenador, las conversaciones de los montañeros preparando todos los años la excursión a Monte Perdido, siempre aconsejados por Salinas, el guía de Torla, gran amigo de mi padre y de todos los montañeros guipuzcoanos. Aquel grupo lo formaban varios médicos, algún empresario y un artista, pintor, Santitos con su perro Beltza. Mis recuerdos son de paseos, de fresas, de chordones, de los rododendros de punta Acuta que nos poníamos en el sombrero, de las espectaculares tormentas con el ruido ensordecedor de los truenos, que son únicas en la montaña, y que en algunas ocasiones hacían que nuestro padre nos obligara a refugiarnos en el coche para evitar los rayos. Nunca me asustaron y me siguen gustando. Recuerdo las comidas y las cenas, en aquella época de racionamiento y escasez. Ramón preguntaba a la hora de la cena ¿cómo quieren el huevo? y siempre le contestaba uno de los huéspedes: «fritosssss», ya que solo teníamos derecho a uno por persona. También el ternasco de casi todos los días, guiso cuyo olor aún siento.
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El ambiente era de libertad, propicio para olvidar lo cotidiano y solo hablar de naturaleza, excursiones, pesca… Cada atardecer acompañaba a Joaquinito Viu a encerrar las vacas que eran las reinas de la pradera de Ordesa, ese paseo me hacía sentirme importante y parte de la vida del valle. Y allí estaba el bucardo disecado, que era una gran curiosidad, un animal de cuerpo entero al que podíamos subirnos e imaginar que cabalgábamos. Recuerdos todos de Ordesa sin los que mi infancia habría sido otra, mucho menos rica.
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El Ordesa vivido
La casa Viu desde las casas Berges. (Fototeca de la Diputación Provincial de Huesca. Foto: Ricardo Compairé Escartín)
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Preliminares: 1902-1917 Para saber cómo nace la idea de declarar parque nacional determinadas zonas naturales es preciso antes de nada echar una ojeada atrás en la historia. Para ello, y a modo de introducción, creo que el texto de Guillermo Muñoz Goyanes, doctor ingeniero de montes, sobre los antecedentes históricos de los parques nacionales españoles es bastante objetivo. Llega a nombrar la Sociedad Cívica Ciudad Jardín de Barcelona, institución a la que quizá debamos la iniciativa del Estado de aprobar en 1916 la primera Ley de Parques Nacionales del mundo. Sin embargo, olvida citar a las dos personalidades que fueron los verdaderos promotores de los parques nacionales en España, antes que Pedro Pidal. Justo será, por fin, que a cada uno le otorguemos sus logros.
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Guillermo Muñoz Goyanes (1962) Puede decirse que, en España, los Parques Nacionales tienen su origen, o por lo menos sus precursores, en aquellos lugares que se reservaban para el recreo y entretenimiento de los reyes. […] El día 1 de mayo del año 1579, Felipe II firma una Real Cédula vedando y acotando la caza mayor y menor, aves de volatería y pesca del Real Bosque de Balsaín, prohibiendo el poder tirar y pescar en él; pero, sin duda por no ser respetadas estrictamente tales prevenciones, el rey Felipe IV se ve obligado a señalar penas y precisar límites en el citado Bosque por medio de las Reales Cédulas de 24 de diciembre de 1647 y 3 de marzo de 1654. […] En el siglo xix se establece el Coto Regio de los Picos de Europa, sometido a una reglamentación especial y dotado de Guardería; que podría considerarse como el primer paso firme hacia la creación de un Parque Nacional. A principios del siglo
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se inicia una verdadera labor de reorganización de los Cotos Regios; y,
por entonces, el Rey Don Alfonso XIII está a punto de ser el creador del primer Parque Nacional español, pues informado de la inminente desaparición entre la fauna nacional, de la célere cabra montés (Capra pyrenaica victoriae, Cabrera) de la Sierra de Gredos, ordenó se estudiara la posibilidad de constituir una zona sometida a una especial reglamentación en la parte central de dicha Sierra; si bien, para salvar tan preciado animal, puesto que su defensa urgía, se dispuso mientras tanto, que el Cazadero de Gredos quedara bajo la directa protección del Rey, naciendo de esta forma el Coto Real de Gredos y salvándose una especie de la que, en el año 1905, solo quedaban, en todo aquel macizo montañoso, un macho viejo, siete hembras y tres o cuatro cabritos. Siguiendo estas iniciativas de protección de la Naturaleza, vinieron las de la Sociedad Cívica «Ciudad Jardín» de Barcelona, que se dirigió a la Diputación Provincial y al III Congreso Excursionista catalán, celebrado en Tarragona en el mes de abril de 1914, para que, «haciendo la Diputación Provincial un plan de Reservas Forestales, preparase la tarea más extensa y provechosa de la Mancomunidad catalana, a la cual correspondería la creación del futuro o de los futuros Parques Nacionales de Cataluña». Como hemos expuesto, a través de los años se tomaron diversas medidas para proteger la fauna y la flora del país, pero lo cierto es que, a principios del año 1916, todavía no existía en España terreno alguno que, en realidad, pudiera considerarse Parque Nacional, tal como este se debe concebir y que ya definimos sintéticamente con la frase: reserva integral de la Naturaleza. El paso definitivo, para la creación en nuestro país de verdaderos Parques Nacionales, fue dado por el Marqués de Villaviciosa de Asturias, al presentar, en la sesión del Senado celebrada el 14 de junio de 1916, una Proposición de Ley en la que se solicitaba la creación de tales lugares.
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Para apoyar esta Proposición de Ley, su autor pronunció un elocuente y documentado discurso, que fue seguido con la máxima atención por los senadores y que produjo en todos ellos una honda y favorable impresión. El Conde de Romanones, a la sazón Presidente del Consejo de Ministros, contestó al Marqués de Villaviciosa de Asturias anunciando que el Gobierno acogía favorablemente la propuesta, con las siguientes palabras: «Esta Proposición de Ley plantea algo muy interesante que se relaciona con un supremo interés nacional. Aunque ella sirviera tan solo para detener el espíritu de devastación que está desolando por completo los montes de España y cometiendo, a diario, multitud de atentados contra los mismos, ya merecería el aplauso de todos. Pero esto no es más que el comienzo de una obra muy difícil, que necesita, como primer factor para realizarse, la cultura del pueblo; mientras esta cultura no exista, será muy difícil llevar a la inteligencia y a la mente del campesino que el devastar los bosques es algo contrario, no solamente al interés de la nación, sino a su propio interés; que el perseguir la caza, en la forma que se hace, es un crimen de lesa Naturaleza, contrario también al interés de los pueblos y de aquellos mismos que la persiguen. Esta obra de cultura debe ser, para nosotros, un ideal. El Gobierno recoge esta Proposición presentada por el Sr. Marqués de Villaviciosa de Asturias y, desde luego, propone al Senado que la tome en consideración, y, una vez nombrada la Comisión y puesto su dictamen a debate, no ha de oponer ningún obstáculo para que se convierta en Ley; pero aun cuando esta sea publicada como tal Ley en la “Gaceta”, habrá muchísimo que hacer, y por eso tendremos que contar con la colaboración de todos. Conste, sin embargo, que porque el camino sea difícil, no nos vamos a detener; el primer paso estará siempre dado». La promesa de aquel ilustre político español, que fue el Conde de Romanones, tuvo un rápido y escrupuloso cumplimiento, pues el día 7 de diciembre de 1916, siendo Ministro de Fomento don Rafael Gasset, sancionó el Rey D. Alfonso XIII la Ley que creaba en España los Parques Nacionales.98
Como ya avanzaba anteriormente, en el texto de Muñoz se echa en falta la presencia de dos destacadísimos protagonistas de la historia de los parques nacionales españoles: el primero, y sin ninguna duda el padre de la criatura, el ilustre Odón de Buen y del Cos; el segundo, el marqués Benigno de la Vega-Inclán y Flaquer, primer comisario regio de Turismo de España. Quizá el olvido sea debido a imponderables políticos de la etapa en que se escribe el libro, cuando era más conveniente dejar de nombrar a personas con un ideario diferente al del régimen. Presentar a Odón de Buen es presentar a la vez a su más dedicado biógrafo, Antonio Calvo Roy, a quien esta tierra siempre tendrá que estarle agradecido por su obra Odón de Buen: toda una vida.99 A través de este libro, editado en el 150.º aniversario del nacimiento de su protagonista y coincidiendo con el centenario de la
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creación del Instituto Español de Oceanografía, he descubierto a una de las figuras más relevantes e interesantes de nuestro país, sí, este país que muchas veces es tan desagradecido con sus insignes personalidades. Invito a su lectura no solo porque permite conocer la interesantísima vida del sabio zufariense, como alguien lo llamó, sino también porque en él se da «un repaso a la convulsa historia de España entre la Primera República y 1945». Las notas biográficas que transcribo a continuación están extraídas de la Enciclopedia aragonesa.
Odón de Buen y del Cos Hijo de una familia modesta de profunda raigambre aragonesa, Odón de Buen y del Cos nació en 1863 en Zuera (Zaragoza), donde su padre trabajaba como sastre. Descubiertas tempranamente sus prodigiosas facultades intelectuales, fue becado para cursar el bachillerato en el Instituto de Zaragoza y más tarde pensionado por el Ayuntamiento de Zuera para realizar estudios universitarios en Zaragoza y Madrid. Terminada su licenciatura en Historia Natural, fue seleccionado para llevar a cabo investigaciones científicas a bordo de la vieja fragata Blanca, superviviente del Callao, experiencia que relató en un bello libro de impresiones de viaje titulado De Kristianía a Tuggurt (1887). Este primer periplo decidió su vocación oceanográfica y reportó a los museos del país grandes cantidades de material de estudio que habrían de servir de base al famoso geólogo Macpherson, entre otros, para fundamentar sus teorías. En 1889 obtuvo la cátedra de Zoología y Botánica de la Universidad de Barcelona, que ocupó hasta 1911, cuando se trasladó a la Universidad de Madrid. Durante la etapa barcelonesa su labor pedagógica y científica fue ingente. Creó la sección de Ciencias Naturales de la Universidad e introdujo material científico de avanzada modernidad, casi inasequible en su época; inició una fecunda colaboración científica con la estación biológica de Banyuls-sur-Mer; en 1906 puso en funcionamiento un laboratorio oceanográfico en Portopí (Palma de Mallorca) y más tarde otros en Málaga, Vigo y Las Palmas de Gran Canaria, en los que se han formado generaciones de oceanógrafos.
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Mural dedicado a Odón de Buen en Zuera (Zaragoza).
Como publicista su actividad fue temprana. Escribió, bajo el seudónimo de Polemófilo, para las Dominicales del Libre Pensamiento y con algunos correligionarios fundó el periódico El Radical. Tradujo las memorias de Garibaldi y colaboró especialmente en el Boletín de la Escuela Moderna de Francisco Ferrer Guardia. Al lado de Santiago Ramón y Cajal y del barbastrense Andrés Martínez Vargas formó parte del comité de honor o patronato de la Escuela Moderna, donde prestó decidido apoyo a la pedagogía racionalista de Ferrer e intervino como conferenciante y como autor de cinco manuales de ciencias naturales que sirvieron de libros de texto en ese centro. La lista de condecoraciones, títulos honoríficos y homenajes sería demasiado larga para reseñarla aquí, lo mismo que sus intervenciones en comisiones y congresos internacionales, que con frecuencia presidió. La Guerra Civil lo sorprendió en Palma de Mallorca, donde sufrió prisión hasta su canje por los hermanos Primo de Rivera. Al finalizar la contienda residió en Banyuls-sur-Mer y posteriormente en México, donde falleció en 1945. Su obra más perenne es el haber dado vida en España a los estudios oceanográficos y haberlos impulsado hasta niveles internacionales del máximo rango. Fundó
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el Instituto Español de Oceanografía y logró convencer a los poderes públicos y a los intelectuales de la importancia y las posibilidades de futuro que tales estudios conllevan. Su ingente obra científica escrita da fe de una actividad titánica y de una capacidad de gestión fuera de lo común. En una breve carrera política, fue concejal en Barcelona y posteriormente senador entre 1907 y 1910, militando en las filas de Nicolás Salmerón. En 1907 planteó en el Senado y ante el ministro de Fomento la primera propuesta de creación de parques nacionales en España. Es preciso reseñar la curiosa relación entre esa propuesta y la realizada por la Sociedad Cívica Ciudad Jardín en 1914, que vimos antes comentada por Muñoz Goyanes. Todo transcurre en Cataluña, en Barcelona…, y el asunto solo será controlado por el Estado en 1916, con la aprobación de una Ley de Parques Nacionales que parece brotar de la nada, o quizá sea una simple coincidencia. El oportunismo político ha existido, existe y existirá, también en la historia de los parques nacionales, porque al fin y al cabo estos no son más que un puro reflejo de una realidad social. Lo que le pasa a nuestra sociedad les pasa a nuestros parques. Una única anotación al hilo de este fragmento tan interesante de nuestra historia: la Sociedad Cívica Ciudad Jardín se constituyó en 1912 bajo la presidencia de Joan Antoni Güell i López, marqués de Comillas (Ocejo, Comillas, Cantabria, 1874 – Santanyí, Mallorca, 1958), y con Cebrià de Montoliu i de Togores (Palma de Mallorca, 1873 – Albuquerque, Nuevo México, 1923) como secretario. Nada, una simple pincelada al lienzo. Y aquí va, en su integridad, la más que interesante intervención de nuestro senador: DIARIO DE LAS SESIONES DE CORTES. SENADO. N.º 102 SESIÓN DEL LUNES 25 DE NOVIEMBRE DE 1907 El Sr. PRESIDENTE (Sr. D. Marcelo de Azcárraga): Tiene la palabra el señor Buen. […] Ahora le voy a hacer, no una pregunta, sino a presentar a su consideración otra proposición, que nada tiene que ver con el asunto anterior. Sabe S. S., porque es hombre de grandes iniciativas, por esto le propongo esta, sabe la Cámara que en muchos países de América y Australia, y ya en algún país de Europa, no solamente se han
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hecho leyes para defender los monumentos nacionales, sino que también se han hecho para defender los monumentos naturales. Así, seguramente conocerá S. S. la ley de parques de la República Argentina y algunas leyes de los estados Unidos y de la Australia, declarando parques nacionales aquellos puntos en que la naturaleza ha derramado todos sus esplendores y son motivos de la admiración de los extranjeros, y no solo de los extranjeros, sino de las gentes del país, siendo campos de estudio a la vez que motivos de riqueza. Tal sucede con los géiseres de Montana, en los estados Unidos, algunos bosques, lagos y montañas de la República Argentina y otros que existen en al Australia, y yo pido a S. S. que estudie la cuestión, ya que es hombre de grandes iniciativas, y que nos traiga algún proyecto de la ley que impida la destrucción de que son objeto la bellezas de nuestro país, que son visitadas, como pasa con Montserrat y con las hermosas grutas de Arta y del Drach, la ciudad encantada de Cuenca, el Monasterio de Piedra, etc., para conseguir así que se conviertan en parque nacional, porque será una gran riqueza para el país el conservar esos verdaderos monumentos que la naturaleza nos ha dado y que estamos obligados a defender, y los cuales nos servirán a los profesores encargados de esta materia, como a mí me sirven por propia iniciativa, de campo de experimentación y de estudio, que buena falta nos hace. (Muy bien, muy bien). El Sr. Ministro de FOMENTO (González Besada): Pido la palabra. El Sr. PRESIDENTE: La tiene S. S. El Sr. Ministro de FOMENTO (González Besada): La iniciativa plausible del Sr. Buen, en cuanto a declaración de parques nacionales de determinadas zonas de nuestro territorio, que son objeto de admiración de los extranjeros, creo que encontrará fácilmente acogida en el proyecto de ley de montes públicos que me propongo traer a la Cámara muy pronto, puesto que no se concreta, como no podía menos de ser así, tratándose de una ley que nos pone al nivel con lo hecho por otros pueblos modernos, no se concreta, repito, a la repoblación de los montes, aunque es parte esencial de la misma, ni tampoco a las meras limitaciones del derecho de propiedad en beneficio del interés general, sino que, atento a la magnificencia con que nuestros suelos se presentan a punto de ser objeto de la admiración de todo el mundo, procura tomar medidas necesarias para conservar las galas naturales que presenta nuestro suelo, y la idea en sí misma podrá ser completada perfectamente si en la Cámara encuentra acogida la indicación que acaba de hacer el Sr. Buen. (El señor Buen: El país entero lo aplaudirá).
Por último, dos breves apuntes para situar definitivamente la enorme y trascendente figura de Odón de Buen. Por una parte, hay que señalar que la obra de Élisée
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Reclus L’homme et la terre (1905), por muchos considerada como precursora de la ciencia ecológica, fue traducida al castellano por Anselmo Lorenzo, prologada y corregida por Odón de Buen, editada entre 1906 y 1909 por la Escuela Moderna de Barcelona y reeditada en 1931 en la misma ciudad. Por otra, hemos de mencionar la estrecha relación de amistad que unió a tres personalidades: nuestro rey Alfonso XIII, el príncipe Alberto I de Mónaco y Odón de Buen.
Benigno de la Vega-Inclán y Flaquer Benigno de la Vega-Inclán y Flaquer, ii marqués de la Vega-Inclán, nació en Valladolid en 1858 y falleció en la misma ciudad en 1942. Militar, pintor, viajero y mecenas del arte español, fue comisario regio de Turismo entre 1911 y 1928 e impulsor de la creación, absolutamente avanzada para su tiempo, de la red de paradores nacionales, así como de la construcción de hoteles como el Alfonso XIII de Sevilla. También formó parte de la vida cultural de su época a través de empresas de recuperación y promoción del patrimonio tales como la restauración de la sinagoga del Tránsito de Toledo o la del patio del Yeso del Alcázar de Sevilla, además de participar como vocal en el Patronato de la Alhambra. Pocas personas tuvieron al comienzo del siglo pasado una visión tan cabal como Benigno de la Vega-Inclán de lo que debía ser el turismo como motor de la cultura y de la economía, ambos —cultura y economía—, desde luego, con un claro orden de valores establecido bajo los criterios del bien común y del orgullo de lo propio. Basten para destacar el protagonismo que tuvo en la declaración de los primeros parques nacionales españoles unas palabras suyas recogidas en junio de 1919 en la revista Peñalara y un artículo firmado por Alberto de Segovia en La Acción en 1920: Con el título de Turismo franco-español hemos recibido la ponencia de nuestro respetable amigo el excelentísimo señor marqués de la Vega de Inclán en la Asamblea organizada por el Comité de aproximación con nuestros vecinos del Norte, bajo el título «Turismo Franco Español. Mayo 1919». Nos complacemos en traducir las páginas que dedica al alpinismo, seguidas de juiciosas observaciones sobre la conservación de los paisajes: […]
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Benigno de la Vega-Inclán.
También dirijo aquí mi más cordial saludo a mi excelente amigo el doctor Meillon, que, con otros muchos de vuestros infatigables exploradores, no deja de contribuir a esta tarea y que, como debo proclamar, nos ha enseñado el camino de uno de los más deliciosos valles de nuestro Pirineo, hoy declarado Parque Nacional. Permitidme también que asocie a esta obra el nombre de mi querido e ilustre camarada marqués de Villaviciosa de Asturias, presidente de nuestra Junta de Parques nacionales, y que ha realizado tan activo y eficaz trabajo personal y parlamentario. Y puesto que he nombrado el Valle de Ordesa, permitidme, por último, que reitere mi homenaje de gratitud a todos los que me adelantaron en mi modesta labor en favor de esta comarca del Cotatuero y a aquellos con cuyo consejo y apoyo me ayudaron a realizar el proyecto que formé hace algunos años, con ocasión de mi primera visita a este hermoso valle, cuando en la residencia de los Vius y en presencia del Ayuntamiento y del inolvidable Ferrer, hoy desaparecido, concebí la idea de declarar Parque Nacional este delicioso sitio, proposición a la que se adhirió, algunas semanas después, con tanto éxito, el señor marqués de Villaviciosa, a quien citan siempre como modelo de entusiasmo.100 Valle de Ordesa, Agosto. […] Suscribimos la opinión de los distinguidos compañeros que afirman que ningún otro sitio merece como este haber sido consagrado Parque Nacional. Así lo pensó, en efecto, el ilustre comisario regio del Turismo, señor marqués de la Vega Inclán, cuando el día 14 de agosto de 1915 comunicó al Ayuntamiento en pleno de la villa de Torla que
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Su Majestad el Rey personalmente, desde hace tiempo conoce y se interesa por el maravilloso valle de Ordesa y que seguramente cuando dificultades de carácter internacional lo permitan se construirán carreteras, especialmente la que une a Broto con Biescas, con un ramal al valle de Ordesa y probablemente otra que siga por el puerto de Bujaruelo a Francia. La Comisaría Regia del Turismo, es decir, su alma el marqués de la Vega Inclán, se preocupaba de este asunto desde hacía dos años cerca de la Dirección de Obras Públicas, inspirándose en los estudios del ingeniero señor Diz Bercendoniz, mientras estuvo al frente de las carreteras pirenaicas. La Comisaría pensaba someter al Gobierno la declaración del valle de Ordesa como primer Parque Nacional, así que se aprobara el proyecto de ley presentado por el marqués de Villaviciosa de Asturias. El citado día el marqués de la Vega Inclán entregó al secretario del Ayuntamiento de Torla 500 pesetas para colaborar a la obra que este pueblo hace en pro de las comunicaciones y mejoramiento del valle de Ordesa; constituyó allí una Junta de Turismo y recomendó la conservación de la fauna y flora del valle evitando que se cace la «capra hispánica» para que no se extinga la especie. El pueblo de Torla ha demostrado su gratitud al marqués de la Vega Inclán, poniendo su nombre a una de sus calles.101
A continuación, de manera cronológica y apoyándome en la información aparecida en diversas revistas y diarios de nuestro país, voy a intentar presentar el curso de los acontecimientos que darían lugar a la creación del parque nacional del valle de Ordesa.
Alejandro Ver (1917) Son años de renacimiento de la actividad turística. España apuesta por el turismo, pero en este orden: primero el turismo como motor de desarrollo; si además es un turismo para conocer nuestras bellezas naturales, mejor, pues ese había sido su origen, los centros termales de montaña; y, una vez allí, se llegaría al conocimiento de la montaña, al esfuerzo, a la superación, a los beneficios para la salud de las actividades al aire libre. ¡Cuánto de ello es obra de Benigno de la Vega-Inclán, de nuestro ilustre aragonés Odón de Buen y del siempre activo Pedro Pidal! El turismo y el verano. Un filón de oro en Huesca […] Y, claro está, son los extranjeros los que después de conocer muy bien a sus patrias respectivas vienen como turistas a España y nos la descubren sin que sintamos por ello el menor rubor.
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Un caso de estos es el ocurrido con el valle de Ordesa, una de las maravillas más grandes, una de las mejores joyas de nuestro estuche nacional. El valle de Ordesa fue descubierto por M. Briet, y a este francés se deben las únicas páginas que se han escrito sobre él; páginas muy documentadas, muy sabias; pero que no dan, quitando las fotografías, ni idea de lo que es aquella antesala del cielo. Monsieur Briet hizo más de lo que debía, merece encomios; en cambio, los españoles no hemos hecho nada. Es decir, nos hemos conformado con hacer una corta edición del libro, que se ha guardado como oro en paño en los estantes de la Diputación Provincial, y pedir a los Gobiernos que declaren el valle de Ordesa parque nacional. ¿No es para pasarse un año gritando a grito herido, como el doctor Dekker (Azorín): «the best in the world»? El libro-guía y descripción del valle de Ordesa de M. Briet, profusamente repartido; el libro de M. Briet, reducido a las proporciones debidas, bien expurgado y mejor escrito, ha debido servir para hacer una intensa propaganda. No criticamos ni culpamos a nadie; citamos un caso entre mil para generalizar nuestra incapacidad, fijándonos en este, porque es de Huesca, y de las bellezas de su provincia, de lo que queremos hablar, ya que de allí nos vienen muestras de un renacimiento en pro del turismo digno de ser saludado con elogios y albricias. […] En estos tiempos de hierro, donde todo se funde y se metaliza, es necesario no dejarse vencer por bellos, pero inútiles, sueños románticos, y ese renacimiento en pro del turismo, iniciado gracias a las voluntades sanas de unos cuantos hombres, para quienes todos los aplausos son pocos —no cito nombres por temor a las terribles e injustas omisiones—, allá en el admirable rincón oscense, si no se encauza, si no se materializa, no pasará de ser como tantos otros renacimientos, un simple tema de ocasión, un tema de época, un tema de verano. ¡Y qué admirable momento este para que los españoles nos decidiéramos a dar esta gran batalla, qué admirable momento este para hacer de ese tema veraniego un alto problema nacional!102
El Diario de Huesca (1917) Reproduzco aquí las notas que acompañan el artículo «El Valle de Ordesa, próximo Parque Nacional», de Ricardo del Arco:103 Por Tardienta Como anunciamos, en el correo de esta mañana pasaron con dirección a Ordesa, el marqués de Villaviciosa de Asturias, el diputado por Boltaña don Luis Fatás, el jefe del Negociado de Montes señor Armenteras y periodistas gráficos de «Prensa Gráfica», Heraldo de Madrid, El Día y El Liberal.
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En Tardienta aguardaban los señores Pano, Claver y Sopena, que se unieron a la Junta de Parques Nacionales para acompañarla en la excursión, y don Luciano Labastida, don Ricardo del Arco y nuestro Director señor Sánchez de Castro, que una vez que cumplimentaron a los excursionistas regresaron a la capital. Por Barbastro Llegó la Comisión de la Junta de parques Nacionales que va a Ordesa siendo muy visitada y agasajada. Luego de almorzar salieron para Boltaña, con propósito de pernoctar en Torla.— C. Por Boltaña A esperar a la Comisión que va a Ordesa, en la que forma nuestro querido diputado don Luis Fatás, salió muchísima gente, tributándole cariñosísimo recibimiento. Seguirán a Torla si el señor Fatás logra convencer a los amigos que quieren que pernocten aquí para tributarles las atenciones que se merecen. En los pueblos del tránsito han salido numerosos amigos, que son todos, a demostrar su entusiasmo por la idea del Parque Nacional y su cariño a don Luis.— C
Mundo Gráfico, 5 de septiembre de 1917.
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Correo de Torla Comisión Parques Nacionales.— Sociedad Turismo Alto Aragón dirige Comisión creación Parques Nacionales afectuoso saludo de bienvenida a su llegada a esta provincia deseándole grata estancia en ella y ofreciéndole todos sus respetos y consideraciones. El presidente, Máximo Escuer.
Madrid Científico (1917) PARQUES NACIONALES Se ha pedido desde La Gaceta a los ingenieros-jefes de los distritos forestales —dice el Sr. García Mercadal— que redacten una relación de los sitios más notables existentes en sus respectivas demarcaciones; sitios notables por lo pintorescos, forestales o agrestes, por la riqueza de su fauna o de su flora, por las particularidades geológicas o hidrológicas que encierren, por algo que les haga merecedores de una especial protección. Tal es el trabajo por hacer, en un plazo de dos meses, para abrir camino a la utilización de la reciente ley de Parques Nacionales. […] Votamos por el valle de Ordesa para primer Parque Nacional. Y votamos por él, porque ningún otro de los parajes detallados por la indicación oficial se encuentra tan en conformidad con el espíritu informador de la ley de Parques Nacionales, de la cual es un reflejo la exposición de este reciente Real Decreto por nosotros comentado (Gaceta, 24 febrero 1917). […] La provincia de Huesca, desde hace años, tiene en Ordesa clavados sus ojos. Justicia es consignar que fue un francés, Luciano Briet, quien se los hizo volver hacia allí. Pero el hecho evidente e incontrovertible es que todo Huesca mira hacia Ordesa, y es más, Zaragoza y cuantos en ella sienten amor por la Naturaleza y por el turismo, también miran en la misma dirección. La Diputación oscense —para empezar no podía hacer más— editó en un libro, Bellezas del Alto Aragón, la traducción de algunos de los estudios dedicados por Briet a las bellezas de dicha provincia, que son incalculables, y entre ellos el dedicado a Ordesa, primer paso para la divulgación española del valle. La Sociedad Amigos de Aragón ha realizado en años sucesivos, dos visitas a Ordesa. Los exploradores de la capital aragonesa, en número de 80, estuvieron allí el último verano, y tras ellos el arzobispo cesaraugustano. La prensa de Huesca y Zaragoza ha publicado infinidad de artículos describiendo y cantando las bellezas del singular paraje. La región es ya propagandista y guardadora de la joya espléndida que posee, y habiendo comenzado a rendirle su tributo de admiración y sus ofrendas de curiosidad, encuéntrase capacitada para la administración de semejante belleza natural. En cuanto a la consideración de pertenecer las montañas a pueblos distintos y servir la hermosura del paraje como lazo de concordia, ninguna otra belleza natural española de las citadas puede disputarle al valle de Ordesa su particular y exclusiva característica.
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Votamos, pues, por el futuro Parque Nacional de Ordesa, y con nosotros votarán, seguramente, el marqués de Villaviciosa, iniciador de la ley, y el comisario regio de Turismo, visitador oficial de mencionado valle.104
Gaceta de Madrid, 18 de agosto de 1918 El 24 de julio de 1918 la Gaceta de Madrid publica la Ley de Declaración del Parque Nacional de la Montaña de Covadonga. De los cinco artículos que contiene, únicamente hay una breve mención al primer parque nacional español, ya que se dedica casi en su integridad a los preparativos del 12.º centenario de la Reconquista. Veinticuatro días después, el 18 de agosto, publica un real decreto de 16 de agosto de 1918 por el que se crea en España, «a más del Parque Nacional de la Montaña de Covadonga o de Peña Santa, en los Picos de Europa asturiano-leoneses, el Parque Nacional del valle de Ordesa o del río Ara, en el Pirineo del Alto Aragón». El real decreto hace gala de un curioso ejercicio de oportunidad legislativa para establecer los límites del ya creado por ley parque de Covadonga y aprobar la propuesta de la Junta Central de Parques Nacionales para la «creación de otro situado en el Pirineo Aragonés, de no menor hermosura que el de Peña Santa, en los picos de Europa. Ese parque, al que se denominará del Valle de Ordesa o del Río Ara, es digno de ser protegido y conservado a los fines de la Ley de Parques nacionales». En su artículo 3.º se establecen los límites que tendrá el parque nacional del valle de Ordesa: Al Norte, todo lo largo de la cúspide de las murallas de asoman al Valle, desde Mondarruego a la Cascada de las Gradas de Soaso. Al Este, la cascada de las Gradas de Soaso. Al Sur, desde esta Cascada a la cumbre de las Murallas, siguiendo esta por encima de la faja de Pelay hasta dar vista a Torla. Por el Oeste, desde donde empieza la faja de Pelay mirando a Torla, al Puente de los Navarros, Sopeliana, San Guino y Mondarruego.
Fue firmado en Santander por Alfonso XIII cuando era ministro de Fomento Francisco Cambó.
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En realidad, en agosto de 1918 la declaración de parque nacional se quedó en eso, en el papel, nada más. Ninguna celebración ni en Torla ni en Ordesa. Puede tener algo que ver en ello la terrible epidemia de gripe mortal que en Aragón se estima que provocó la muerte de alrededor de diez mil personas, la llamada gripe española. Era el final de la primera contienda mundial y las montañas de Ordesa, como tierra fronteriza, no eran del todo seguras. O quizá simplemente se trataba de valorar los riesgos que suponía, en pleno verano, asumir la auténtica aventura de llegar a Ordesa a principios del siglo xx. LOS PARQUES NACIONALES DE COVADONGA Y DE ORDESA Mucho nos complace la creación de estos dos espléndidos Parques, y esperamos con interés la aparición del reglamento que se anuncia. Por lo que se refiere especialmente al Valle de Ordesa, tenemos también que dar otra noticia, comunicada por la Comisaría regia de Turismo, que ejerce, con singular competencia, como es sabido, el excelentísimo señor marqués de Vega-Inclán. Cuando las Cortes aprobaron la ley de Parques Nacionales incluyeron, para que como tal fuese declarado, el valle de Ordesa, situado en el Pirineo aragonés. La Comisaría regia del Turismo, que desde hace tiempo se había preocupado de facilitar el conocimiento de tan hermoso valle, siguió sus gestiones, encaminadas, primero, a proporcionar alojamiento a los turistas, y después, cómodo acceso hasta aquel sitio, ha recibido con satisfacción la noticia de haberse establecido un servicio de automóviles desde Boltaña a Broto, con lo cual los que deseen contemplar las bellezas que la Naturaleza ha prodigado en ese rincón del Pirineo podrán fácilmente, y sin grandes molestias, proporcionarse esa grata satisfacción. La Comisaría regia del Turismo, al hacer público el establecimiento de ese servicio de automóviles desde Boltaña a Broto, responde a las muchas demandas recibidas preguntando cómo se podía visitar el Parque Nacional del Valle de Ordesa.105
La inauguración El día de la inauguración del parque nacional, el 14 de agosto de 1920, tuvo una enorme repercusión en el Alto Aragón, y muestra de ello son los extensos artículos que transcribo a continuación, dos importantes páginas de la historia del parque nacional de Ordesa contadas por El Diario de Huesca en un despliegue sin precedentes: la primera, previa a los actos de inauguración, sirve como recordatorio de
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lo sucedido dos años antes; la segunda está recogida prácticamente en su integridad porque merece la pena caminar junto al cronista durante dos intensos días de viajes, discursos, gestos, ágapes y celebraciones absolutamente irrepetibles.
El Diario de Huesca (1920) ANTE LA INAUGURACIÓN Una guía del Valle de Ordesa Al excelentísimo señor marqués de Villaviciosa de Asturias El día 14 del actual será inaugurado oficialmente por la Junta Central de Parques Nacionales, el nuestro maravilloso de Ordesa. «Nunca es tarde si la dicha es buena», dice el refrán. Y la dicha va a llegar en forma de ceremonia, prosiguiendo la consagración de Ordesa desde la Gaceta hace dos años. Hay que revestir el acto de la mayor solemnidad; y los pueblos de Broto y Torla deben aprestarse a fomentar todo lo posible la concurrencia de excursionistas en lo sucesivo, pues con ello nada irá perdiendo su prosperidad económica. Bien lo merece el insigne Parque, cantado desde el álbum que hay en la casa de Oliván por numerosos extranjeros, ya que, ¡dolor es decirlo!, los españoles, y más aún los comprovincianos, figuramos en escaso número. […] También el senador y miembro de la Junta Central de Parques, don Luis Fatás, trabaja mucho en tal sentido, como ya expuse desde esta columna en otra ocasión. […] Ricardo del Arco Cronista de la provincia 6 Agosto 1920 EL PARQUE NACIONAL DEL VALLE DE ORDESA El ingeniero jefe del Distrito Forestal de la provincia de Huesca, don Ignacio Claver y Correa, nos remite para su publicación la siguiente nota: «El día 14 de este mes, se inaugurará oficialmente el Parque Nacional del Valle de Ordesa por la Junta Central de Parques Nacionales. Con tal motivo, llegarán el día 13 a Torla, el comisario
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Primera página de El Diario de Huesca del 17 de agosto de 1920.
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regio, excelentísimo señor marqués de Villaviciosa de Asturias, el excelentísimo señor marqués de la Vega Inclán y los señores Palomo, Hernández Pacheco y Armenteras, llevando este último la representación del excelentísimo señor ministro de Fomento. […] A la comitiva que llega de Madrid por Barbastro se unirán las autoridades de la provincia y del Valle de Broto y cuantas personas quieran dar con su presencia, el mayor realce a este acto».106
En El Diario de Huesca se publica íntegramente el real decreto de creación de los parques nacionales de Covadonga y Ordesa, firmado en Santander el 16 de agosto de 1918, precedido de la exposición del ministro de Fomento Francisco Cambó, fechada en Madrid el 15 de agosto de 1918, así como el reglamento del parque nacional de Ordesa, aprobado por una real orden del 26 de septiembre de 1918 que suscribe José María de Madariaga, director general de Agricultura. LAS BELLEZAS DE ESPAÑA INAUGURACIÓN DEL PARQUE NACIONAL DEL VALLE DE ORDESA ¿Qué es el Valle de Ordesa? El parque de Ordesa, cuajado de flores, fresas y frambuesas, es el circo fantástico de murallas rojizas verticales, altísimas y superpuestas, con vegetación por arriba y por abajo y todo un sistema de bosques-cornisas inaccesibles, que suspenden el ánimo del turista, embelesado, además, por el rumor continuo, más o menos lejano, de la cascada y de la fronda. El haya y el roble, el pino y el abeto, el abedul y el tilo, el sauce y el enebro se mezclan en conjunto armonioso de variados verdes, y allá por lo alto y en el límite del bosque con la peña, descubre la imaginación, cuando no la percibe el catalejo, la célebre capra hispánica, fauna eminentemente nacional, que en ninguna parte del Pirineo existe más que en Ordesa. Pedro Pidal Marqués de Villaviciosa de Asturias DETALLES DE LA EXCURSIÓN Salida de Huesca En el correo de la mañana salieron con dirección a Barbastro las autoridades y los representantes de la Prensa.
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Los viajeros eran: gobernador civil don Fernando Muñoz Valsalobre, teniente coronel de la Guardia civil señor Aguiló, ingeniero jefe interino de Montes don Enrique de las Cuevas, ingeniero del mismo cuerpo don Ignacio Claver, cronista de la provincia y representante de la sociedad del turismo del Alto Aragón don Ricardo del Arco, vocal de la Junta provincial de Monumentos don Luis Mur, directores de El Porvenir y El Diario, los señores Franco, por el «Trust», Lacasa, por El Sol y Ena, por Heraldo de Aragón. El marqués de Villaviciosa llegó a Tardienta en el correo de Zaragoza y procedente del monasterio de Piedra, donde había pasado tres días. Con el marqués hacían el viaje su hijo don Santiago Pidal, exdiputado a Cortes; don Avelino Andrés Armenteras, de la Junta Central de Parques nacionales ingeniero de Montes afecto al ministerio y representante del ministerio de Fomento; don Eduardo Hernández Pacheco, catedrático de Geología de la Universidad Central y vocal de la Junta de Parques nacionales; don Alberto Segovia, redactor de La Acción, y el señor Alonso, redactor artístico de «Prensa Gráfica». En Tardienta se hicieron las presentaciones y después de un ligero desayuno continuaron el viaje. En Barbastro La ciudad de Barbastro hizo un cariñoso recibimiento al comisario regio de Parques nacionales y a sus acompañantes. A recibir a los viajeros salieron las autoridades, amigos y numeroso público. En el andén de la estación vimos al prelado de aquella diócesis; alcalde, don Alberto Palá Mediano, y concejales don Francisco Artero, don José Lacambra, don Miguel Madroñero y don Mariano Bellostas; diputado provincial, don Pedro Martí; diputado a Cortes por Boltaña, don Francisco Bastos; comandante de la zona, don Manuel Artero; capitán y alférez de la Guardia civil; ingeniero de Caminos, don Federico Giménez del Hierro; clero; conde de San Juan de la Violada y otros. Los señores Bastos, conde de San Juan, Giménez del Hierro, Bastos (hijo) y Freixe, se unieron a la comitiva. En dos autobuses se trasladaron los expedicionarios al hotel de San Ramón, donde almorzaron. Terminado el almuerzo los viajeros fueron al Ayuntamiento invitados por el señor Palá y demás concejales. Allí, en el hermoso salón de sesiones se sirvieron café, licores y habanos, asistió también el diputado provincial señor Martí y otras personalidades barbastrenses. Terminado el agasajo se reanudó el viaje, empleándose los autobuses y dos coches de turismo. Los excursionistas emprendieron el viaje hacia Broto, a las dos y media. En Naval. Tormenta y pedrisco El viaje no podía realizarse con más felicidad; pero a medida que se avanzaba, después de pasar por El Grado el cielo se encapotó formándose una imponente tormenta.
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Las nubes se resistieron un poco en descargar. Los truenos eran formidables. De pronto se inició una lluvia copiosa que hacía imposible la marcha. Aun echadas las cortinas y tomadas todas las precauciones, llegó un momento en que el agua penetraba por las cubiertas. En estas condiciones, se advirtió el mesón de Naval, donde se hizo alto aprovechando aquellos instantes para comentar el contratiempo y apurar —como en Marina— «las copas de licor». Más delante de Naval, la tormenta tuvo más lamentables consecuencias. Con el agua cayó bastante piedra, deshojando los árboles de la carretera y causando considerables daños en los campos. Aínsa y Boltaña La parada en Aínsa fue muy breve. En Boltaña el descanso fue más largo. En la carretera se había congregado numeroso público que saludó la llegada de los autos con aplausos y vítores al marqués de Villaviciosa de Asturias. Allí vimos al alcalde, concejales y demás autoridades civiles y militares, que saludaron también al gobernador señor Muñoz. A don Enrique Gistáu y los señores Trallero, Sazatornil y demás elementos de significación de la importante villa. A los diputados provinciales don José Villacampa y don Ramón Menao que se sumaron a la comitiva como representantes del presidente de la Diputación el primero y del vicepresidente de la Comisión provincial el segundo. A este acompañaba su distinguida y elegante señora. Al escritor don José Llampayas, que también tomó asiento en un auto, y a otros muchos. Se descorcharon varias botellas de sidra completamente «frappé» y otra vez a los autos, despedidos por nuevas aclamaciones. Fiscal-Sarvisé-Broto No podía pasarse por los pueblos sin detenerse. El vecindario se agolpaba en la carretera, disputándose en todas partes el deseo de saludar y agasajar al marqués, que con tantas simpatías y amistades cuenta en aquellos valles. Los coches se detuvieron en Fiscal y en Sarvisé, a donde se llegó completamente de noche. En el primero de estos pueblos saludamos a nuestro buen amigo don Marcial Lacambra. Las nueve de la noche eran cuando entrábamos en Broto, final de la excursión en coche. Entre los viajeros se dividieron las opiniones. Unos siguieron el viaje en mulo hasta dicho pueblo, decidiendo otros pernoctar en Broto. Esta última parte del viaje tuvo mucho de original e inquietante. Nadie sabía por dónde iba. Se caminaba sin más luz que la de las estrellas. Gracias a que la seguridad de las caballerías, en su gran costumbre de transitar por aquella empinada cuesta, inspiraba confianza absoluta.
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Pero aun así, no exageraremos si afirmamos que a alguien le parecieron interminables aquellos momentos. Todo tiene su fin; hasta el camino de Torla. Así exclamaron los caballistas de la segunda tanda, cuando hacían su entrada en el pueblo por su arco con dedicatoria al marqués. Como compensación a estas impresiones, se dio cuenta en la morada del alcalde don Ángel Viu, de una espléndida cena, servida con el refinamiento del hotel más acreditado. Se hizo sobremesa muy entretenida, y la ronda típica dejó escuchar la briosa jota. Los mozos de Torla saludaron con efusivas coplas al marqués y demás personalidades. […] Hacia el valle Por un arco de triunfo entramos en Torla por la noche. Por otro arco salimos a la mañana siguiente con dirección a Ordesa. La caravana ofrecía un aspecto verdaderamente pintoresco. El camino no puede ser más variado y los paisajes que se ofrecen a la vista del viajero están realmente llenos de encantos. La llegada a Ordesa fue acompañada de exclamaciones de sorpresa y asombro. Nos encontrábamos en el punto de Aragón, en el de España —los extranjeros son los primeros que lo aseguran—, más bello del mundo. Una frase del marqués de Villaviciosa Don Pedro Pidal, amable, natural, campechano, goza de grandes simpatías en el Valle de Ordesa. En el prado que existe frente a las Casas, se retrató cabeza abajo, haciendo volatines. Como riéramos todos, el marques contestó: —No tiene nada de extraño. Así como don Quijote hacía volatines por su Dulcinea a la que tanto amaba, yo los hago por el Valle de Ordesa a quien tanto quiero. La frase fue muy celebrada. Los bucardos Los expedicionarios estuvieron contemplando en la casa de Viu a un «bucardo» ejemplar de capra hispánica, que es en efecto de tipo, algo mayor que una cabra, y que tiene los cuernos excesivamente desarrollados. Los ejemplares de esta especie solo han sido hallados en Ordesa y en los picos de Europa. El sábado precisamente había sido visto un grupo de catorce frente a la cascada de Cotatuero.
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Unos «bañistas» Había que verlo todo, y todo se vio, hasta el original «panorama» de unos franceses que bajo el pico del «Mallo», a unos 300 metros de altura, tomaban baños de sol a la puerta de sus tiendas de campaña. Se organizaron excursiones por todo el valle, admirando los expedicionarios las hermosas cascadas de Arazas, la de Cotatuero y los admirables prados que existen en la parte del ensanche, donde se hallan los Refugios. Los invitados se distribuyeron entre las hospederías de Oliván y Berges, donde se comió admirablemente. EL ACTO DE LA INAUGURACIÓN Los discursos A las cuatro de la tarde, terminada la comida, se verificó la inauguración oficial del Parque. El acto tuvo lugar en una llanura situada entre las dos hospederías o refugios del valle, casa de Oliván y casa de Berges —en la cual se habían abierto seis hoyos profundos para proceder a plantar en ellos, una vez terminada la ceremonia, otros tantos abetos. También fue colocada allí una bandera española, frente a la cual se situaron los oradores, a quienes rodeaba aparte, los invitados, mucho público, venido desde Torla, Broto y pueblecitos inmediatos. El marqués de Villaviciosa concedió la palabra al representante del ministro de Fomento. Don Avelino Armenteras Comienza diciendo que habla en representación del ministro de Fomento, señor Ortuño, a quien ha contrariado vivamente, que sus muchas ocupaciones le hayan impedido asistir al acto. Haciendo caso omiso de la modesta persona que aquí lo representa, he de saludar en su nombre a las autoridades de Torla y a su vecindario, unidos por un mismo amor a las excelsas bellezas del paisaje. (Aplausos). Habla en términos de gran elocuencia del atractivo de los valles, del hermoso conjunto que ofrecen hasta llegar a impresionar hondamente los sentimientos más íntimos, y dice que son tales sus sublimidades que se hace de todo punto imposible describirlas. No es posible llegar a dar una sensación exacta de lo que es esto de Ordesa, por muy elocuente que fuera cualquier explicación. No se puede expresar fácilmente la impresión que produce contemplar belleza tan espléndida. Añade que al dignificarlo declarándolo Parque Nacional, se rinde justicia al paisaje y se rinde homenaje al turismo.
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El elogio mejor que puede hacerse del valle, es reconocer que ni la palabra, ni la pluma, ni el pincel, pueden acertar a reproducir su grandeza. Por eso yo excuso toda manifestación en este sentido. Entona un himno a Aragón del que encomia sus costumbres, sus mujeres, sus jotas, sus trajes, su fe por la Virgen del Pilar, que es una fe que siente toda España y evoca tiempos antiguos para deducir que Aragón conserva inmaculadas todas las virtudes de la raza. (Son unos párrafos de gran emoción que se acogen con grandes aplausos). Se lamenta luego del olvido en que se ha tenido al Valle de Ordesa, y afirma que no son más bellos los panoramas de Suiza. Esto demuestra que no abandonamos nuestra predisposición a elogiar lo extraño en mengua de lo propio. Esto es preciso evitarlo. He aquí —el deseo de reivindicar nuestra personalidad— el aspecto más interesante de este acto. Se refiere a la inauguración del Parque de Covadonga, y dice que en Asturias se ha iniciado la obra que debemos acometer con entusiasmo de poner de relieve las bellezas de España. Precisamente no hay institución que aprecie más estas bellezas que la de los Parques Nacionales. Estos son la mejor manifestación de la Patria. (Aplausos). Estimular estos sentimientos de amor a la naturaleza, en medio de los sentimientos materialistas que padece esta época, constituye una nota consoladora. Es realmente hermoso este idealismo; realzar la belleza del paisaje, rendir culto a la tradición y a la belleza, es buscar sedantes al espíritu. Hace votos porque los amantes del Valle de Ordesa, consigan arrancar la sombra y el olvido de sus encantos. La obra de los Parques, es una obra espiritual que tiene que nutrirse de sacrificios materiales. Ahora que la abnegación será siempre recompensada. La evolución de los tiempos exige que los pueblos usen de sus méritos. Torla, escondido, imposibilitado por su falta de comunicación, contrasta con el pueblo de hoy apreciado generalmente por su respeto al Valle de Ordesa, y se verá en lo sucesivo visitado por los amantes del arte que saben recompensar con esplendidez, la hospitalidad que se les brinda. Habla del entusiasmo que siente por esta obra el marqués de Villaviciosa, y del orgullo con que se sigue su dirección. Conseguir más con ella, el éxito del Valle de Ordesa y la prosperidad de Torla. Hace saber que el señor Ortuño, en lo que de él dependa, no solo prestará su apoyo, sino una decidida protección. Igual ofrecimiento nos ha hecho el marqués de la Vega Inclán. El desarrollo de las comunicaciones ha tenido un inconveniente: borrar trajes, costumbres, instituciones. Cuando el desarrollo alcance a vosotros, no seguir ese camino. Puesto que los Parques rinden culto al pasado, procurad que de aquí se lleve el viajero impreso el sello de nuestro carácter regional. Decid a los que vean en esto, solo sentimentalismo, que exige un sedante, la anarquía social en que vivimos; que la libertad tiene que tener más de la exaltación de las pasiones que de los resortes del Poder. Piensen todos en que a raíz de la más grande guerra que conocieron los siglos en que el odio de clases se manifiesta por el torbellino de las pasiones y por los atentados contra los ciudadanos, nos hallamos aquí congregados para rendir tributo a las bellezas naturales. (Gran ovación).
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El discurso del señor Armenteras ha sido muy elogiado. (Como nota cómica haremos constar que en tanto hablaba el delegado del ministro de Fomento, uno de los machos que pastaban por el prado, donde había dejado el señor Armenteras su sombrero de paja, se entretuvo en devorar esta prenda, de la que solo dejó muy pequeños trozos). Don Francisco Bastos Comienza diciendo que habla como diputado por Boltaña. Vengo a daros las gracias en nombre de este distrito de gente tan noble y agradecida, que agradecen por nobles y por buenos, cuanto por ellos se hace, que acogen con cariño a cuantos vienen a traerles un poco de bienestar, de civilización. Este acto de la inauguración del Parque de Ordesa, me parece un símbolo, parece como si se reflejara la situación de España. Esto es la paz, la libertad, nos estrechamos, hasta me parece que se borraban diferencias; así, queriéndose los hombre alrededor de la bandera. Pero para llegar a esto señor gobernador, señor marqués de Villaviciosa, señor Armenteras, ¡qué áspero camino recorrido, a veces con peligro de caer! Esto lo tiene que reconocer España. Para que lleguemos a tener paz es preciso que la amemos de corazón. (Aplausos). Que la amemos siempre, no es los momentos culminantes, sino en todos los momentos. Dice que es preciso hacer caminos que permitan el acceso al valle; para ello dan toda clase de facilidades los que viven aquí; pero acordémonos de que son pobres y si en su generosidad nos ofrecen las cosas con una mano, nosotros debemos cuidar de que no malgasten su tesoro. Debemos pensar en hacer asequible el viaje no solo para España sino para Francia. Debemos hacer de estas palabras una realidad. Dice el gobernador que su nombre será respetado siempre si les presta su ayuda; y le excita a que haga saber al Gobierno el ambiente que se respira. Al señor Armenteras que ruegue al ministro la ejecución de obras necesarias, asegurando que la confianza única nace de los hechos, no de las palabras. Usted, señor marqués de Villaviciosa que tiene voluntad, riqueza, ilustración, dígalo en las altas alturas; para usted serán si nos ayuda, las bendiciones de este pueblo oscuro de Torla. Usted que ha disfrutado de todas las galas, es la que mejor podía satisfacerle, la bendición de un pueblo. Yo no puedo aspirar a tanto. Quiero solo que digan de mí que fui un hombre modesto que cumplió con su deber. Cuando a los españoles no nos falte la voluntad, haremos que España aparezca en toda su grandeza. Debemos, midiendo nuestras fuerzas, cumplir con nuestro deber en la acción, en una pureza de procedimientos.
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Solo entonces podremos sentirnos satisfechos. (Aplausos). El gobernador civil Solo veinte días llevo entre vosotros —comienza— solo veinte días en que obtuve la mayor honra que he podido alcanzar: el mando en una provincia donde se hallan las fronteras de mi patria; el mando de un mando de una provincia prestigiosa, por su corazón, por su hidalguía, en estas tierras de Aragón donde se venera a la virgen del Pilar que es como la virgen de España. En este momento me siento elevado sobre mí mismo, haciendo uso de la palabra, cosa que yo no tenía intención de hacer, por reservarse esa misión a los señores Armenteras y marqués de Villaviciosa. Pero recojo la alusión que se me ha hecho y dentro de mi modesto margen de acción, cuenten conmigo para cuanto consideren preciso. Cuanto se pida lo haré con gusto por el bien de Aragón. (Aplausos). El marqués de Villaviciosa El comisario regio de Parques Nacionales, habla a continuación. Dice: Yo debería callarme. Mi sistema son hechos, no palabras; por otra parte yo no podría suponer la elocuencia del señor Armenteras, ni las palabras que ha pronunciado el señor Bastos. Yo no tengo que decir que el Valle de Ordesa es una maravilla del mundo. Lo han dicho franceses e ingleses que repetidamente lo han visitado. Lo ha dicho Mr. Briet, que dijo de él que era un paraíso más para soñado que para visto. El Valle de Ordesa es una obra excelsa de Dios. Al venir aquí, con el corazón, me encuentro con que represento a Su Majestad el Rey, y que tengo un encargo vivísimo de que salude cordialmente al vecindario de Torla y a todo el estamento oficial. Y yo cumplo con gusto el encargo. Así como este Parque es una de las maravillas del mundo, nuestro Rey es también el que más crédito goza en el mundo. Vosotros con vuestra presencia venís a ungir este Parque maravilloso. He de recordar que uno de los que sentían más interés por que se declarara Parque Nacional al Valle de Ordesa, era vuestro malogrado secretario José Ferrer, gran alma y hombre de acción que era el que nos incendiaba de entusiasmo. También he de nombrar al marqués de la Vega Inclán, comisario regio de Turismo, que ha donado mil pesetas para ayudar a sufragar las necesidades del Parque. Y hemos de darles las gracias a esa pléyade de extranjeros, que han inflamado en París, como el príncipe de Mónaco, las bellezas del Valle que inauguramos.
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Es preciso fomentar hacia él el turismo. El arte es obra de los hombres; el arte se ha definido como una imitación de la naturaleza, y si rendimos culto a la tradición, al arte retrospectivo, ¿cómo no rendirlo a las bellezas de la naturaleza, la verdadera madre? Los americanos sienten orgullo por sus parques nacionales. En sus revistas nos presentan bellas fotografías y parecen decirnos de un modo insolente: «Esos son nuestros parques; estos nuestros saltos de agua; esta la frondosidad de nuestros bosques». Pues bien; presente está un fotógrafo, representante de Prensa Gráfica, que hará fotografías que se publicarán y nosotros las enviaremos a los Estados Unidos, a los americanos, para que se sorprendan de las bellezas naturales que encierra España. En Aragón es precisamente donde se aman estas bellezas; Aragón es viril y mientras más virilidad demuestra un ser, más se entusiasma con la hermosura. (Aplausos). Yo abogaré con entusiasmo por las iniciativas de todos. Yo seré vuestro soldado; aún menos… bien, vuestro soldado; pero no de cuota. Termina gritando: ¡Viva el Rey! ¡Viva España! Una gran ovación acoge sus últimas palabras. Antes había sido interrumpido en diversos pasajes de su discurso, apasionado y vibrante, por calurosos aplausos. El señor Bastos gritó: ¡Viva Aragón! ¡Viva España! También se dieron vivas al marqués de Villaviciosa. Todos los vítores fueron contestados con entusiasmo. El momento fue de una gran emoción. Una rondalla de bandurrias y guitarras interpretó la Marcha Real, que fue acogida con grandes aplausos. El marqués de Villaviciosa procedió a plantar unos abetos en los hoyos abiertos al efecto; siendo constantemente felicitado por su discurso. El acto íntimo y a la vez solemne terminó a las cinco y media, organizándose acto seguido la comitiva que se trasladó en las caballerías al pueblo de Torla. […] Capítulo de gracias Las hemos de dar y muy cumplidas a la dignísima Junta Central de Parques Nacionales, de quien tantas atenciones hemos merecido. Al marqués de Villaviciosa de Asturias en primer término que ha llevado su cortesía a cuidar de los más pequeños detalles, y se ha mostrado en todo momento amable y deferente con nosotros, accediendo a entregarnos la cuartilla con que honramos estas páginas. Al ingeniero jefe interino de este Distrito Forestal, don Enrique de las Cuevas, que nos ha dado constantes facilidades para que pudiéramos realizar con toda comodidad la información y que ha cuidado como el marqués de Villaviciosa de atender todos los pormenores.
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Al ingeniero afecto a la zona de Ordesa, don Ignacio Claver, que nos fue atentamente explicando la topografía del Parque Nacional, facilitándonos toda clase de datos, y al señor Armenteras y al señor Mur, cuyas cuartillas acerca del Valle el sábado inaugurado, publicamos en otro lugar de este número.107
El acta de inauguración del Parque Nacional de Ordesa fue firmada en la villa de Torla el 14 de agosto de 1920 por Pedro Pidal, Avelino Andrés Armenteras, Francisco Bastos, Enrique de las Cuevas, Eduardo Hernández-Pacheco, Fernando Muñoz Balsalobre, Ignacio Claver y Ángel Viu.
España Forestal (1920) BELLEZAS DE ESPAÑA El Parque Nacional del Valle de Ordesa La belleza natural agrada a todos y agrada siempre, siendo tan duradera, que cuando nosotros no existamos, seguirá ella siendo bella. En un rincón de los Pirineos Aragoneses perteneciente a la provincia de Huesca, término municipal de Torla, se encuentra enclavado el Parque Nacional del Valle de Ordesa —inaugurado oficialmente el día 14 del corriente—, bello paisaje y lugar tranquilo para las almas y los espíritus, que, según Lucien Briet —el cantor inspirado que le dio a conocer en Francia, su patria— es un Paraíso, más para soñado que para visto, y cuya grandeza, por tanto, no puede describirse, por brillante que fuera la pluma que tratase de hacerlo. Tendido al pie de los enormes acantilados de Mondarruego, Tozal del Mayo, Pico Gallinero, Diazas y Faja Pelay, corre por su fondo el río Arazas formando hermosas cascadas, cual las de Molineto, Cotatuero y Suaso, que rompen con su ruido el grave silencio de la soledad y constituyen sus laderas, praderas aterciopeladas —donde se hallan las hospederías de Oliván y Berges— y arboledas espesas que, trepando por las mismas, llegan a aquellas murallas rojizas perdidas en las nubes, donde la nieve duerme gran parte del año, y que son casi inaccesibles al turista, por el riesgo que corre a despeñarse en las profundas grietas que se abren a sus pies. Esta obra maravillosa y espléndida del Creador que la mano del hombre no ha profanado todavía, conservará su virginidad merced a la declaración de Parque Nacional, que impedirá: al hacha infatigable del leñador destruir su exuberante vegetación; a la loca afición del cazador, hacer
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desaparecer la célebre capra hispánica (bucardo), de la que solo quedan ejemplares en este sitio de los Pirineos; y al progreso industrial, captar y aprovechar la fuerza hidráulica de sus corrientes. Aunque no son precisamente las grandes comodidades las que atraen y sugestionan al turista, pues suele ejercer una gran atracción lo que aún conserva los caracteres de los tiempos primitivos —siendo buena prueba de ello lo visitado que es el valle de Ordesa, principalmente por extranjeros, a pesar de los deficientes medios de comunicación con que cuenta—, como es indudable que el turismo se intensifica haciendo gratas las excursiones, se propone la dirección del Parque, para conseguirlo en este caso, promover la construcción de la carretera de Biescas a Broto, y la de Broto a la frontera francesa por Torla (con ramal al Valle); la instalación de una red telefónica hasta este y el emplazamiento en el mismo de un buen hotel, así como divulgar su conocimiento con una activa propaganda en periódicos, revistas, folletos ilustrados, etc. Al Excmo. Sr. Marqués de Villaviciosa de Asturias debemos los españoles la creación de los Parques Nacionales, que darán a conocer al mundo entero las bellezas naturales de nuestra patria, y los ingenieros de Montes la honrosa misión de tenerlos a nuestro cargo; reciba, pues, mi entusiasta gratitud, como español y como forestal, aquel ilustre prócer, cuyo nombre irá unido al Parque de Ordesa, y bendecirán siempre los habitantes del valle de Broto, para los que se inicia una nueva era de prosperidad y progreso con la inauguración de aquel Parque Nacional. Enrique de las Cuevas Ingeniero subdirector del Parque Huesca, Agosto 1920108
Guardas del parque y aprovechamientos Solo once días después de la firma del real decreto de creación del parque nacional de Ordesa, los propietarios de terrenos del monte particular Arazas muestran su total apoyo, pero exigen la permuta de terrenos por otros en el mismo término municipal que reúnan a ser posible las mismas condiciones tanto de arbolado como pastos y caza y abundancia de aguas; por más que terreno más fértil —afirman— no lo hay ya en todo el término municipal y las cabras tampoco existen más que en la referida propiedad, pero esto puede compensarse dando más extensión de terreno a los condominios de Arazas en otra parte que la que ellos dejan, sobre todo de arbolado, que es lo que más desean.
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Reproduzco aquí un fragmento de una carta de los vecinos del pueblo de Torla al Estado sobre la situación de estos montes en el parque nacional (hacia 1923): Reunidos los vecinos del pueblo de Torla, propietarios del monte de Arazas y Faja de Mondarruego acuerdan y proponen al Estado la cesión de las referidas propiedades en la siguientes condiciones y con destino a formar parte del Parque Nacional «Valle de Ordesa»: Se reservan los referidos vecinos el derecho perpetuo del aprovechamiento de pastos en las praderas por el ganado vacuno y mular desde el quince de Abril al ocho de Julio y desde el quince de Septiembre al quince de Noviembre. Igualmente el aprovechamiento de los pastos en Arazas, Faja Pelay y Mondarruego por el ganado lanar desde principios de verano hasta fin de Octubre. En compensación de los productos que por subasta de madera, caza, etc., pudieran obtener los vecinos, percibirán la cantidad anual de dos mil pesetas o de una vez el capital correspondiente a esta renta de dos mil pesetas al cinco por ciento anual. Confían los vecinos de Torla y encarecidamente encomiendan a la Junta Central de Parques Nacionales coadyuven en la medida de sus fuerzas en la conservación de la carretera hasta Torla, única vía de acceso al Parque Nacional del Valle de Ordesa.
Excursionistas asistentes a la inauguración del parque nacional delante de casa Oliván. (Fototeca de la Diputación Provincial de Huesca. Foto: Ricardo del Arco y Garay)
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El asunto de leñas, maderas y ganados continuaría sin resolver hasta la expropiación forzosa de dichos montes, que tuvo lugar en febrero de 1931, tal como se refleja en los artículos que recojo a continuación, que van de 1921 a 1929, intensos ocho años en los que Ordesa, utilizando un símil empleado para catalogar el estado de conservación de especies de fauna o flora, pasa a considerarse en peligro.
Antonio Victory (1921) En un importante documento, el entonces tesorero de Peñalara advierte del problema que se da en el recién inaugurado parque nacional: las sucesivas talas realizadas en el monte Arazas, propiedad de vecinos de Torla. DOCUMENTOS EXCURSIÓN COLECTIVA DE PEÑALARA A LOS PIRINEOS l. Valle de Ordesa […] En el auto de Sabiñánigo a Sallent un señor nos dice: —¿Son ustedes los de Peñalara que vienen de Madrid? Yo soy D. Francisco Domingo, ayudante de Montes, que vengo de Huesca en sustitución del ingeniero Sr. Claver, retenido allí a causa de una grave enfermedad de un hijo suyo. Vengo por orden del Sr. Comisario del Turismo y me tienen ustedes a sus órdenes. Aunque salimos de Madrid cinco, llegamos a Biescas seis amigos. […] Como todo el mundo sabe, el Valle de Ordesa ha sido declarado Parque Nacional. Mas es el caso, que tal vez el Estado se haya anticipado a considerarle como tal antes de poseer efectivamente el terreno del maravilloso cañón. Una vez y otra nuestros amigos del otro lado de los Pirineos nos han anunciado los destrozos hechos en el arbolado del Parque y aun con la caza de monteses. En este viaje hemos podido comprobar, desconsolados, las enormes talas de hayas hechas precisamente al lado del encantador camino que sube desde las praderas de Ordesa hasta Soaso. Aquel camino, único valle adentro, perdió su principal atractivo, y a juzgar por la prisa que se dan en cortar árboles es de temer que no sea bastante el frondoso bosque y que en poco tiempo desaparezca la belleza del valle. Perteneciente a los vecinos de Torla la mayor parte del terreno declarado Parque Nacional, ha de entregarles el Estado en sustitución otros terrenos, pero no terminada todavía la tramitación de este canje, sucede que, lamentándose de la expropiación, aunque el Estado, generoso, les entregue dos por uno, los particulares se dedican a un
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aprovechamiento destructor, ya que tan poco ha de durarles la propiedad del valle, y se corre el riesgo de que el uno que reciba el Estado se convierta en cero. La única solución consiste en activar los trámites del cambio de terrenos en beneficio y para tranquilidad de todos.109
Jesús Ugarte Laiseca (1927) El ingeniero de montes Jesús Ugarte Laiseca nació en Vitoria en febrero de 1889 y falleció en Madrid en noviembre de 1969. Graduado en 1914, ejerció en el distrito forestal de Cuenca y en 1920 pasó como profesor a la Escuela Especial de Montes de Madrid. Colaborador de diarios como El Sol y de publicaciones de su especialidad como España Forestal o la revista Montes, participó asimismo en congresos internacionales. Desarrolló su carrera profesional en el Instituto Forestal de Investigaciones y Experiencias compaginándola con su labor docente. Fue autor, junto a Luis Vélez de Medrano, de la primera monografía limnológica de un río español, el Manzanares. Como investigador y profesor es importante su faceta de escritor y divulgador de la ciencia forestal: Dasometría: tratado de dendrometría (determinación del volumen de los productos del monte) (1923), Estudio analítico de los carbones vegetales (1943) y Fitoquímica forestal (1947) son algunas de sus publicaciones.110 EL PARQUE NACIONAL VALLE DE ORDESA La constante atención que El Sol dedica a los problemas forestales y, en particular y recientemente, a la declaración y sostenimiento de los Parques Nacionales, me impulsa a trazar estas líneas, esperando sean acogidas con el cariño que este diario muestra hacia todos los temas de interés general. En el viaje de prácticas que, durante el mes de julio, hemos realizado por la provincia de Huesca con los alumnos de nuestra Escuela Especial de Ingenieros de Montes, tuvimos la dicha de visitar el Parque Nacional de Ordesa, paraje de imponderable belleza natural que diera a conocer el malogrado hispanófilo M. Lucien Briet, a cuya memoria se erigió un modesto busto que aparece a la vista junto al denominado Puente del Valle, de dicho Parque Nacional. […] Aquel Parque Nacional, cuyos límites se expresan en el Real Decreto de su creación, sancionado en 15 de agosto de 1918, se compone de dos partes: una, de 1446 hectáreas, formada por la partida de Ordesa del Monte, núm. 139 del catálogo de los de utilidad pública de la provincia de Huesca, perteneciente al municipio de Torla, comprende desde la entrada del Valle hasta la línea
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que, bajando de Calcilarruego, en la divisoria de Diazas, pasa por el río, cerca del barranco de Cotatuero, y se dirige al Morillón de los Ciegos, en la Fraucata; la otra, de unas 129 hectáreas, está constituida por la finca Arazas, de condominios de Torla, y abarca desde aquella línea hasta el final del Parque, en las nunca bien ponderadas gradas de Saso. La declaración de Parque Nacional trajo consigo, en la parte perteneciente a monte de utilidad pública de Torla, la prohibición de realizar aprovechamientos maderables y leñosos y de pastar con ganado menor, pues solamente puede hacerse con mayor del 15 de mayo al 15 de junio, restricciones que no han sido bien acogidas por el pueblo propietario. Es, en cierto modo, natural que así suceda, ya que, si bien esa declaración reporta a sus vecinos ciertas ventajas, es patente el perjuicio que al Municipio se irroga con la privación de una apreciable renta anual, que, seguramente hoy, no ven compensado con aquellas. En la otra partida de Arazas, de propiedad particular de los vecinos, por no haberse llegado hasta la fecha a un acuerdo para su cesión o permuta, se practican corta de árboles, que merman la belleza natural de aquel paraje. Actualmente, en consecuencia, la necesaria existencia de ese Parque, único, sin duda, en su clase, tropieza con serios inconvenientes que es preciso atajar, máxime cuando puede hacerse radicalmente con un poco de buena voluntad y sin forzar ningún género de recursos. La manera de conservar debidamente dicho Parque, sin perjuicio para la entidad y particulares propietarios, sería la adquisición por el Estado de los terrenos que lo integran, lo cual puede hacerse con cargo al presupuesto extraordinario de cien millones de pesetas para repoblación forestal, toda vez que, según las disposiciones dictadas para la inversión de aquel, se trata de crear un patrimonio forestal del Estado, con terrenos montuosos, cuya repoblación es necesario mantener, para regularizar el régimen de las aguas, y en este caso, además de conseguirse dicho fin, por hallarse situado el Parque en la cuenca superior del río Ara, sería más virtual la protección de su belleza desde el momento en que el Estado fuese su propietario.111
Enrique González Fiol (1928) DEL MAGNÍFICO PARQUE DE ORDESA: MARAVILLA FORESTAL EN PELIGRO Ha vuelto a rodar por las columnas periodísticas el sugeridor nombre de Ordesa. Por su sonoro título oficial, Ordesa me recuerda no pocos aristócratas sin medios de fortuna para sostener con decoro sus blasones. Con Ordesa se ha hecho eso: darle el título de Parque Nacional; pero se le ha olvidado Estado consignarle los necesarios recursos para realzar aquel título, sostenerlo y hacer accesibles todos sus rincones y sus picachos más bellos, o desde donde más hermosos panoramas se pueden divisar. A los vecinos del Valle de Broto, entre los cuales hay propietarios de no pequeños trozos de Ordesa, se les arrancó el compromiso de renunciar a cortar árboles,
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de los cuales tenían el ius utendi et autendi, con promesas de construirles carreteras para el parque y no recuerdo cuántas cosas más. Los dueños de los árboles dejaron de cortarlos, pero las promesas siguen incumplidas. Y, naturalmente, como el frío aprieta y aquellos montañeses no tienen otra leña, han empezado a calentarse a costa del Parque. Hace años sabía yo que esto había de ocurrir. Hablando con unos montañeses, les manifesté mi creencia de que debían estar agradecidos a quienes promovieron la concesión del título de Parque Nacional a Ordesa, puesto que les reportaría no poco s beneficios el fomento del turismo. Y me dejaron parado con esta respuesta: —Pues si por astí venisen, pue que tuviesen que escapar de alguna escopeta… Esto da idea de lo defraudados que se hallaban. Y se hallan. Lo mismo que el Parque, que más que Nacional, más que del Estado, debe considerarse Natural, lo más natural del mundo. Verdaderamente, no puede llamarse pomposamente Parque Nacional sin ponerlo en condiciones de conservación y de accesión. Hay que construir, por de pronto, la carretera de Broto hasta Ordesa, lo que supone unos doce kilómetros. […] Porque en Ordesa hay que admirar sus tres aspectos: el de Paraíso terrenal, en sus bosques; el de infierno dantesco, en sus maravillosas grandezas pétreas; el de un ensueño de hadas, en el encaje purísimo de sus níveas cumbres, cuyo color sonrosado de nieve perpetua semeja el sonrojo de varias pléyades de doncellas allí encantadas, llamada al amor tras blanquísimos y transparentes velos.112
Peñalara (1928) EL PARQUE NACIONAL «VALLE DE ORDESA» Al Excmo. Sr. Conde de Guadalhorce […] La declaración de Parque Nacional trajo consigo, en la parte perteneciente al monte del Ayuntamiento de Torla, la prohibición de realizar aprovechamientos maderables y leñosos y de pastar con ganado menor, pues solamente puede hacerlo el mayor desde el 15 de mayo al 30 de junio, restricciones que no fueron bien acogidas por el pueblo propietario, quien se lamenta constantemente de los perjuicios que se le irrogan con la privación de una apreciable renta anual. En la otra parte de Arazas, como finca particular, por no haberse llegado a un acuerdo con los propietarios para su cesión o permuta, se practican toda clase de aprovechamientos, y entre ellos, cortas de árboles que, mermando considerablemente la belleza del paraje, suscitan frecuentes protestas de los visitantes, y lamentaciones de los organismos encargados de la conservación del Parque, por no poderlas evitar.
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Existiendo, por tanto, grandes inconvenientes, para conservar la virginidad de aquel paraje, los cuales serán seguramente mayores el día que se pretenda la construcción de un hotel, vías de comunicación, y otras mejoras necesarias; como un medio para evitarlo radicalmente y hacer virtual la protección de aquella belleza natural, nos dirigimos respetuosamente al Excelentísimo Sr. Conde de Guadalhorce que con tanto acierto regenta la cartera de Fomento, solicitando de su Autoridad disponga la adquisición por el Estado de los terrenos que constituyen el Parque Nacional de Ordesa, con cargo al crédito de cien millones para repoblación forestal, toda vez que, siendo uno de sus fines la creación de un patrimonio forestal del Estado, con terrenos montuosos cuya repoblación sea necesario mantener para la regularización del régimen de las aguas, en este caso, además de conseguirse dicho objeto, por hallarse el Parque en la cuenca superior del río Ara, sería el único medio de defender aquel rincón de España, donde la Naturaleza se ofrece con toda su grandiosidad y accidentada variedad de sublimes matices, cuya fama va cundiendo por el extranjero, y ponerlo en condiciones de crear el Parque Internacional de Garvanie-Ordesa, aspiración sentida por franceses y españoles, prescrita ya, en el artículo 11 del Real decreto de 23 de febrero de 1917, que dictó disposiciones para el cumplimiento de la ley de Parques Nacionales. Enrique de las Cuevas Ingeniero Jefe del Distrito Forestal de Huesca113
Victoriano Rivera Gallo (1929) LOS PARQUES NACIONALES EN FAVOR DE ORDESA Hace pocos días hablaba yo del Parque nacional de Ordesa en el Círculo de la Unión Mercantil. Al ensalzar la incomparable belleza del valle no hacía más que cumplir un deber de gratitud para con él, que días tan deliciosos me había proporcionado permitiéndome disfrutar de la Naturaleza de una manera plena. De tal modo me impresionaron su salvaje belleza y la armónica distribución de cuantos elementos naturales son capaces de ahondar en el espíritu, que me prometí a mí mismo, cuando la vida oficial me apartó de Huesca, ser en todo momento un activo propagandista del Valle. […] Por eso lo traigo ahora a esta sección de El Sol, que tanto se interesa por el fomento de los parques nacionales y que en más de una ocasión se ha ocupado de Ordesa.
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Dos inconvenientes tiene hoy el Valle: su gran dificultad de comunicaciones y la escasa comodidad que para los turistas ofrecen sus actuales posadas u hospederías, y no un inconveniente, sino un detalle lamentable hay también que le resta belleza y que es además motivo de bochorno: la tala de árboles en la propiedad Arazas, que los vecinos del pueblo de Torla tienen dentro del Parque nacional, y de lo cual la Prensa sea ocupado ya en varias ocasiones. Los 160 kilómetros que separan a Huesca de las Casas del Parque, repartidos entre carreteras buenas, regulares y malas, y el trayecto final (nueve o diez kilómetros), camino de herradura, son un inconveniente «muy respetable», que llevará la vacilación a los turistas y los decidirá a no emprender la caminata. Y así, nuestro Parque nacional ni cuenta con la concurrencia que debiera, ni su nombre y su fama alcanzan ni con mucho la altura que corresponde al rincón más bello y más pintoresco de España y a uno de los más hermosos de la tierra. Afortunadamente, y tras de laboriosas gestiones, se acabarán en el último trimestre del presente año los proyectos de estas dos carreteras: una, la de Biescas a Broto; otra, la de Broto-Torla a la frontera francesa, con ramal a Ordesa. Según los proyectos citados, se podrá llegar por carretera hasta el centro mismo del Valle, el cual distará solo 50 kilómetros de la estación férrea de Sabiñánigo. […] Ahora bien: cuando de aquí a dos años, poco más, acudan con abundancia los turistas al Parque, aprovechando la comunicación fácil, se encontrarán con que ni tienen alojamiento para todos, ni menos hallarán comodidades en las hospederías. En Ordesa hace falta un hotel, un gran hotel capaz para muchos turistas, cuya arquitectura no desentone en aquella Naturaleza virgen y en el que puedan cómodamente albergarse los viajeros que buscan comodidad o que la necesiten. Si mis noticias no son equivocadas, se piensa dedicar una parte del presupuesto del Patronato de Turismo a la construcción de hoteles en diversos lugares de España. ¿No sería de un acierto indudable que uno de esos hoteles se construyera en el valle de Ordesa? De las talas de Ordesa hace ya tiempo que se ha ocupado El Sol: yo mismo escribí unas cuartillas sobre el caso. Y el caso es que de su propiedad Arazas, enclavada en el Parque nacional, los vecinos de Torla cortan las hayas para calentarse en el invierno. Se ha tratado de remediar ese grave daño ofreciendo a los vecinos la permuta de Arazas por otros montes que les proporcionarían iguales o mayores rendimientos; pero han fracasado todas las negociaciones entabladas. Y como mientras las hayas se corten con arreglo a las disposiciones vigentes para la corta de árboles en fincas particulares no hay medio legal de evitar que se despueble Arazas, se precisa para acabar con tan desolador espectáculo que el Estado adquiera esos terrenos. El ingeniero de Montes Sr. Ugarte propuso hace ya tiempo que se hiciera la adquisición con cargo al presupuesto para repoblación forestal. Que sea de ese presupuesto o de otro, lo urgente y necesario es que se vaya a la compra de esos terrenos para evitar lo que ya he dicho antes de ahora: que tengamos dentro de un parque nacional una «vergüenza nacional».114
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La cuestión de los aprovechamientos en Ordesa todavía continuó sin resolver en algunos enclavados del monte número 139 del Catálogo de Montes de Utilidad Pública de la provincia de Huesca, denominado Canal de Ordesa, dentro del parque nacional: Diazas, Duáscaro, etcétera. Así, en 1935 el ingeniero jefe del Distrito Forestal de Huesca dirigió una carta a la Comisaría de Parques Nacionales donde solicitaba autorización para el aprovechamiento de leñas, «la concesión de 100 estéreos de leña gruesa de las rodantes y muertas, al tipo de una peseta el estéreo, con destino a los hogares de las hospederías que allí existen». Respecto a los ganados, en abril de 1936 el alcalde de Torla vuelve a la carga y, argumentando la necesidad de pastos para el sostenimiento de la ganadería, pide permiso para que se incremente el período de concesión de la siguiente manera: — Partida Vaqueriza, desde el 20 de septiembre en adelante, con 100 vacunos y 60 mulares, con una tasación de 190,50 pesetas. — Partida Carriata, con 1000 lanares, desde el 1 de septiembre en adelante, con una tasación de 250 pesetas. — Partida Arazas y Faja Mondarruego, con 900 lanares, hasta el 15 de octubre, con una tasación de 212,50 pesetas. De los ingresos por Vaqueriza y Carriata, el 70 % correspondería al Ayuntamiento de Torla, el 10 % al Estado por mejoras y el 20 % era de propios. El importe de Arazas y Mondarruego iría íntegro al Estado por ser de su propiedad. De todo ello se derivan, como queda explicado en varios artículos publicados en revistas, periódicos, etcétera, de la época, los abundantes litigios con la propiedad que aparecen durante algunos años. Ello es común denominador hasta la compra de las casas, y esto ocurre en 1964; es decir, la situación dura más de cuarenta y cinco años. El otro común denominador del conflicto con el parque es el agua, y no solo en Ordesa, sino que el futuro parque ampliado también tendría ese problema en el caso del valle de Añisclo. Unos meses antes de la declaración, el 16 de mayo de 1918, el gobernador civil de Huesca había propuesto la concesión del aprovechamiento de las aguas del río Ara al barón de Areyzaga, y este debió de obtenerla, a tenor del escrito de recurso fechado en Zaragoza en noviembre de 1918 que dirige al ministro de Fomento. En él critica que sus derechos adquiridos quedan lesionados al aplicarse el artículo 5.º del reglamento del parque nacional y señala que las características hidrológicas «subsistirán
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en todo su esplendor, en cuanto ha prendido este propósito en el estudio del proyecto de cuya concesión se trata, ya que casi la totalidad del canal se proyecta en túnel». Poco después, el 21 de febrero de 1919, Ramón Viu Laplana, actuando como secretario encargado del parque, escribe a Pedro Pidal, entonces comisario de Parques Nacionales, una contundente primera carta sobre el asunto en la que dice: «La concesión lleva consigo anejas facultades legales que servirán de ultraje a los fines que se propuso conseguir el legislador, acotando para el interés privado lo que ha de constituir el encanto de los hombres de ciencia y del turismo mundial». Seis días después, absolutamente preocupado por la visita de un ingeniero a la zona, Ramón Viu vuelve a escribir al marqués de Villaviciosa. Y, ya en el mes de mayo, completamente desanimado y dándolo todo por perdido, escribe: «Hoy se han presentado con autorización del Ministerio de Fomento con el ánimo de trabajar, aunque se ve no es más que una fórmula de que trabajan […]. Nos llama la atención el interés que llevan, dicen no es más que por graduar el agua, pero mientras, estamos disgustados con todo esto». Sin duda estas palabras están escritas por todo un pueblo, no solo por uno de sus vecinos, y así queda demostrado el mismo día de la primera carta de Ramón Viu, cuando el alcalde de Torla dirige al Senado un escrito firmado por la práctica totalidad de los vecinos en la que termina elevando «respetuosa protesta ante el más alto cuerpo legislador de la nación en súplica de que se digne tomar los acuerdos conducentes para que la Ley de Parques se respete y se cumpla». El valor del escrito tiene una trascendencia histórica. Desde que existen parques nacionales en España (en 2016 se celebró el centenario de la ley de su creación) ha habido muy pocos casos de muestras de civismo tan ejemplares como la que dieron los vecinos de Torla en defensa del interés común del parque nacional frente al particular. Lo del agua acabó en 1932 con la caducidad del proyecto «por no haberse comenzado y terminado las obras dentro de los plazos señalados en aquella concesión», aunque no se debe olvidar que para terminar ganando esta dura pelea hubo que empezar de forma explosiva, exactamente como Pedro Pidal comenzó su famosa carta en 1921: Un Santo Cristo con un par de pistolas, señor Ministro de Fomento, hace mejor maridaje ciertamente que un Parque Nacional con un salto de agua aprovechado. […] O lo uno o lo otro. […] Y si la política en España, por debilidad o falta de carácter, no acertase a mantener la tradición
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española de supeditar los lucros, los aprovechamientos sanchopancescos a las consideraciones ideales, pues ya se cuidará la Junta Central de Parques Nacionales y el Comisario General que suscribe de recabar del señor Ministro de Fomento la desaparición del Parque Nacional del valle de Ordesa o de Arazas. Todo menos ponernos en ridículo.
El Parque cuenta con defensores en todos los campos, pero en el legislativo los ha tenido siempre: antes, durante y después de su creación y de su ampliación. Sin embargo, el problema del agua no iba a ser el principal: el importante iba a ser la creciente frecuentación turística del valle, del parque, que conllevaría una lógica mejora de las hospederías que allí se encontraban. Así, en 1933 Ramón Viu Laplana y Ramón Berges Bun remitieron al ministro de Agricultura, Industria y Comercio una carta en la que solicitaban permiso para ampliar sus respectivas hospederías, la casa Oliván y las casas Berges. Ramón Viu Laplana había realizado ya varias reformas, como se puede comprobar en los textos recopilados en el capítulo primero de esta publicación. Seguramente fue hacia esas fechas cuando vio un futuro económico familiar en convertir la casa en un pequeño hotel. Quizá los Viu y los Berges se unieron en un interés común para dar más fuerza a su solicitud. Los lazos entre las dos familias se habían estrechado mucho ante los negros nubarrones que se cernían en el horizonte en forma de hotel de alto confort que se reclamaba para Ordesa. El hecho es que la carta no puede ser más clara: Como se viera en años sucesivos que el turismo aumentaba de manera notable, nuestros albergues fueron ampliados en las proporciones que las necesidades turísticas requerían hasta que más tarde, sin comprender el fundamento y eficacia de la determinación, se nos prohibió realizar la más simple reforma en dichos albergues que vienen laborando por el mayor prestigio de Ordesa desde hace más de seis lustros y prestando servicios relevantes que han sido reconocidos y alabados por centenares de turistas de las más diversas nacionalidades.
La petición se deniega nuevamente y el principio del fin está cerca, ya que la posición de la Comisaría de Parques Nacionales es clara y rotunda: dentro del parque solo puede haber un albergue o pequeño hotel, que es precisamente el refugio nacional que se está construyendo en Andescastieto, el cual sería inaugurado en 1953. Se emplaza en un extremo del parque, es cierto, quizá haciendo suyas y valorando en su justa medida las palabras del doctor André Rochon-Duvigneaud
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cuando en el artículo que publicó en La Terre et la Vie en julio de 1936 (¡vaya coincidencia!) señalaba que la carretera no debía penetrar tanto en el valle y quedarse… exactamente donde se construye el refugio nacional, en Andescastieto. En la carta de respuesta de la Comisaría queda claro: «de lo contrario, no habría argumento para oponerse a otras solicitudes posteriores, cuando lo ideal sería, en opinión de los gestores del Parque, que desaparecieran estos albergues y otros enclavados dentro de su perímetro». En definitiva, se sugiere la expropiación de los albergues casa Oliván y casa Berges. José Berges Puey llega a un acuerdo y en 1934, sin querer hablar de expropiación, se le indemniza por la adquisición de las propiedades de Ordesa con 115 000 pesetas. Las casas prácticamente se desploman antes de la Guerra Civil y años después terminan en ruina. El resto de la historia, con La Cabaña de madera, ya está contado. Parece que Ramón Viu acuerda una especie de permanencia como inquilino del Estado en sus propiedades hasta la construcción del mencionado hotel. Lo que sí parece seguro es que se le asegura el derecho de tanteo para arriendo de los edificios que construya el Estado en los concursos que efectúen. Esto último no se sabe si en realidad se cumplió. Finalmente la compraventa de la casa Oliván s realizó en 1964, diecinueve meses después de la muerte de Ramón Viu Puey. Pienso que don Ramón, viendo cómo estaban las cosas, decidió acordar con la Administración un buen precio para su venta. Lo que no hizo, lo tengo claro, fue pactarlo con su corazón. La autorización para llevar a cabo la operación quedó recogida en un decreto publicado en el Boletín Oficial del Estado del 3 de marzo de 1964: Artículo primero. Se autoriza al Servicio Nacional de Pesca Fluvial y Caza para adquirir, prescindiendo de los trámites de subasta y concurso, la finca denominada «Casa Oliván», situada dentro del parque nacional del valle de Ordesa, y constituida por un edificio de tres plantas, con parcela de dos hectáreas, tres áreas y setenta y seis centiáreas de superficie, propiedad de los herederos de Don Ramón Viu Puey. Artículo segundo. El importe de la adquisición del inmueble de referencia, que asciende a trescientas cincuenta mil pesetas, se satisfará con cargo al presupuesto del Servicio Nacional de Pesca Fluvial y Caza. Así lo dispongo por el presente Decreto, dado en Madrid a trece de Febrero de mil novecientos sesenta y cuatro.— Francisco Franco.— El Ministro de Agricultura.— Cirilo Cánovas García.
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La compraventa se llevó a efecto ese mismo año, no sin antes cursarse un requerimiento a los herederos de Ramón Viu Puey para que en un plazo razonable se resolviera la cuestión y se materializara el acuerdo adoptado por las partes. En caso negativo se iniciaría el correspondiente expediente de expropiación. El Servicio Nacional de Pesca Fluvial y Caza, curioso organismo donde había caído la gestión del parque nacional, inició en 1963 un proyecto para construir en la parcela catastral Casa Oliván una estación de control del río Arazas con residencia para el personal de guardería y también capaz para un centro de recepción e información para los visitantes del parque que acabó convirtiéndose en refugio de pescadores. Una de cal y una de arena, perfecta conclusión para quien siempre pone la cal.
La estación de control en 1969. (Archivo del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido)
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Vendrían otros tiempos y este «edificio de líneas modernas de construcción, encajando dentro de la armonía del paisaje y tipo de edificación del país, consistente en el uso de piedra y madera vista y tejado de pizarra», como decía la memoria del proyecto, se reformaría intensamente. Pasó a ser una construcción de una sola planta y cubierta a dos aguas en losa de piedra que funcionaría como centro de información del parque nacional desde 1980 hasta la apertura en 1995 del centro de visitantes El Parador. Ese año se volvió a remodelar y se acondicionó como pequeño centro de visitantes Casa Oliván, preparado para personas con discapacidad visual. En cuanto al refugio nacional de turismo, conocido por todos como parador de Ordesa, lo comenzó a construir la Dirección General de Montes, Caza y Pesca Fluvial hacia 1935. Tras no pocos avatares y enfrentamientos, lo cedería en 1946 a la Dirección General de Turismo, entonces dependiente del Ministerio de la Gobernación, con el compromiso de reversión inmediata en caso de que el edificio no fuese destinado a utilizarse como parador o refugio nacional. Se inauguró en 1953, coincidiendo con el Encuentro Internacional de Sociedades Pirineístas. Sus agitados comienzos no presagiaban nada bueno, y a mediados de los años setenta se cerró, hasta que en 1979 el Ministerio de Comercio y Turismo retomó el proyecto de mejora y ampliación (quizá se había quedado igual de anticuado que las hospederías de Ordesa; después de semejante inversión y otras cuestionadas intervenciones, no llegaba nadie) y destinó a él 29 millones de pesetas. Una vez realizadas las obras tampoco llegaría a cumplir objetivos. Además, para colmo de males, un año después de la reapertura un rayo destrozó la instalación eléctrica, aunque sin causar ningún daño a sus huéspedes. Parece ser que la toma de tierra del pararrayos no se había colocado correctamente. Finalmente se cerró. El Icona esperó cinco años y entonces reclamó a Turismo la reversión del edificio para reconvertirlo en centro de visitantes. Respecto a la guardería del parque nacional, las noticias que aquí traigo las localicé en el Archivo Histórico Provincial de Huesca, entre los papeles clasificados con la referencia Agricultura que para la sección forestal tan acertadamente rescató de convertirse en alimento de ratas y ratones en algún remoto almacén Ángel Jarne. De la memoria remitida a la Comisaría de Parques Nacionales por el ingeniero jefe Ignacio Claver en 1940 entresaco los datos que interesan; hay otros que, por razones de respeto a las familias, simplemente obviaré.
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Primeramente había tres Guardas que dependían de la Comisaría de Parques Nacionales, bajo la Dirección directa del Ingeniero jefe del Distrito Forestal de Huesca, como Delegado de aquella Comisaría, para este Parque. Usaban uniforme y como armamento el rifle. Estos Guardas eran: Don Miguel Lafuente, José Berges y Francisco Díaz. Por fallecimiento del primero de estos en Octubre de 1935, salió a concurso la vacante y fue provista por Cesáreo Díaz, hermano del tercero de los anteriores. […] La Guardería de Ordesa, tenía instrucciones para el servicio que dictó esta Jefatura en 1.º de Abril de 1934 y se les obligaba desde esa fecha a elevar a esta Delegación parte mensual de sus servicios, con sujeción al impreso que se acompaña.
En el Boletín Oficial de la Provincia de Huesca número 35, de 1940, aparece la convocatoria para la provisión de tres plazas de guarda del parque nacional, firmada por el ingeniero jefe Ignacio Claver. En diciembre de 1940 los partes de guardería vienen firmados por Marcelino Salinas Ascaso, encargado de la primera zona; Jesús Viu Puey, encargado de la segunda zona; y Antonio López Gracia, encargado de la tercera zona. A partir de abril de 1941 en los partes de cada una de las zonas aparece la firma del guarda mayor Joaquín Montaner. En febrero de 1942 los guardas del parque solicitan que se les provea de arma corta para defensa personal en actos de servicio dada la proximidad de la Frontera y en consideración al censo bastante crecido de vidas maleantes e indeseables que frecuentan el límite fronterizo pretendiendo entrar o salir de España y que por la espesura del bosque, especial configuración del terreno y sus cuestas naturales, encuentran fácil refugio en los terrenos del Parque hasta tanto sea provisto del arma reglamentaria.
En agosto de 1942 el guarda Jesús Viu anota en su parte que los días 28 y 29 una tormenta se llevó el puente de Briet y adjunta un croquis de las zonas afectadas por la crecida en las praderas de Bacariza y Laña del Caballo. Los días 19 y 20 de febrero de 1944 Marcelino Salinas registra que Ignacio Claver y Julián Delgado giran visita a las obras del refugio nacional de turismo de Ordesa. Después de Joaquín Montaner quedó de guarda mayor Antonio López Gracia hasta el año 1967. Él y su mujer, Pascuala Pintado, tenían un pequeño bar donde también daban comidas. Estaba muy cerca de la plaza Mayor. Cuando murió Antonio lo alquilaron.
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Copia de la última página de un parte mensual fechado en septiembre de 1934, con las firmas de Miguel Lafuente y el capataz primero interino Félix Paúl.
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José Berges Puey, guarda del parque nacional. (Foto cedida por María Cristina Berges Vitallé)
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Croquis realizado por Jesús Viu de las zonas afectadas por una tormenta en agosto de 1942.
Marcelino Salinas terminó trabajando de gerente del refugio nacional de turismo de Ordesa. En 1960 entraron a formar parte de la guardería del parque nacional Juan Pintado Bun y Antonio Viu Castillo, y ya en 1967 accedió a ella Germán López Pérez.
Ignacio Claver Correa (1950) Nuevos tiempos se avecinan. Ignacio Claver aventura un parque nacional más extenso que permita la conservación de los valores de una montaña única en el mundo. Describe exactamente lo que después será el parque ampliado, seguramente tras haber leído las palabras que para describir ese mismo territorio empleó Pierre Chouard en una conferencia que dio en París en 1933. Estarán conmigo en que el símil de la huella de una zancuda gigante que utiliza para entender la visión aérea del territorio que describe es bien curioso.
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valle de Ordesa y de Arazas, que ganó en primacía al merecer la declaración de Parque Nacional. Desde el severo y rígido macizo de Duáscaro hasta el graderío de Soaso, donde el ánimo no se cansa de admirar tantas y tan extraordinarias bellezas, del Tozal del Mallo con su catedralicia silueta, de los contraescarpes de Salarons y de Gallinero que cobijan en sus vertientes frondas densísimas ceñidas al escalofriante Cotatuero que permite su escalada lo mismo que Salarons y que las paredes de Soaso, merced a clavijas atrevidamente fijadas a las rocas, para trasponer las cumbres de la Fraucata y penetrar en la inmensidad de Góriz para soñar allí despierto, al enfrentarse el alpinista con el severo glaciar, de las Tres Sorores en la divisoria fronteriza. La atractiva Brecha de Roldán y la Falsa Brecha con la majestuosidad del Dedo demosténico que le sirve de umbral, hasta el helado lago Marboré, es un conjunto admirable. Tres valles profundamente simados se hallan situados y dispuestos a manera de huellas que dejaran impresas tres dactilares de colosal y misteriosa zancuda. Son: el valle de Ordesa, ya reseñado, por la derecha, el valle de Añisclo al frente y el valle de Pineta al saliente o por la izquierda. Parece como si el espolón de esa altiva zancuda se hubiera posado en el Circo de Gavarnie (Francia). No se pueden reunir mayores bellezas naturales en tan reducidos parajes.115
Pierre Chouard (1928 y 1933) De nuevo la historia se repite y la perspectiva de conjunto de un francés, en este caso Pierre Chouard (1903-1984), «una de las personalidades más entrañables y brillantes de la biología vegetal mundial»,116 va a jugar un papel fundamental en el futuro de Monte Perdido. Nos interesan su magnífico documento «Excursions botaniques dans les Pyrénées centrales espagnoles entre la Cinquetta et le rio Ara»117 y, sobre todo, la conferencia que pronunció el 3 de abril de 1933 en la Société Nationale d’Acclimatation, en París, que fue publicada íntegramente en Hispania Opuscula en 1934: «Autour des cañons de Niscle et d’Arazas: botanique et Géographie du Haut Aragon». El país de los cañones de Añisclo y de Arazas, entre esplendores incomparables, muestra pues, mejor que muchos otros, la continua interacción entre el clima, el relieve del suelo y la vegetación. Revela algunas huellas de la historia de un clima pasado, pero de un clima regional muy diferente al de la vertiente francesa. Requiere atención ante la magnitud de las fuerzas naturales que modelan la superficie de la Tierra.118
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Ordesa, parque nacional
Textos todos ellos que serán fundamentales a la hora de poner en valor y proteger el cañón de Añisclo, la garganta de Escuaín y los circos de Pineta, junto a la montaña que les da su razón de ser, el Monte Perdido. El parque de Ordesa y Monte Perdido es una realidad en abril de 1982, cincuenta años después de que las palabras de Pierre Chouard resonaran en París. ¡Ah!, siempre nos quedará París; siempre nos quedarán el Monte Perdido, sus valles y sus gentes.
Ordesa, nuestro parque nacional Ordesa es nuestro mejor símbolo de libertad, la esencia más entrañable de esta tierra a la que indisolublemente estamos ligados y que con el paso del tiempo se ha convertido en un símbolo que ha trascendido nuestras propias fronteras. Ordesa es de todos. Sí, Ordesa es patrimonio de la humanidad desde 1997. Por ello, cuando veo que se utiliza como un instrumento para conquistar más cuotas de poder, de notoriedad, me desaliento. La responsabilidad está en conservar un territorio donde hombre y naturaleza nos han legado un paisaje excepcional, y no en hacer de él un sayo para el oportunista de turno. Ordesa, afortunadamente, no cotiza en bolsa. Ordesa forma parte de un patrimonio común donde todos los aragoneses, y otros muchos, reconocemos ese lugar donde supimos de las maravillas de la montaña y, sobre todo, donde no nos cansamos nunca de admirar la asombrosa voluntad con que hombres y mujeres, aunando esfuerzos y protegiendo derechos seculares, han prestado su casa como inigualable regalo a una sociedad harta de ruidos y repleta de soledades. En Ordesa durante años se han hecho muchas cosas. Unas han tenido buena vida, otras mala, y otras han sobrevivido a la inercia o simplemente eran proyectos equivocados. Admitamos los errores y toquemos tierra. También hemos aprendido juntos que conservar la naturaleza no es un concepto estático y gratuito, sino un plan activo, dinámico, como el territorio que acoge un parque nacional, donde también los habitantes del entorno quieren tener los servicios mínimos para ser
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comunidades vivas. Se nos ha ido el bucardo…, y con él muchas ilusiones, pero otras vendrán y viejos nos harán. Ordesa, como el quebrantahuesos, seguirá volando por nuestro querido y defendido cielo de libertad. Simplemente le deseo una larga vida plagada de sabiduría popular y vivida en el respeto a unas tradiciones que siguen siendo la imperturbable razón de su futuro, con vecinos y visitantes que disfruten de los cambios de las estaciones y de una naturaleza inigualable, al tiempo que esencial para nuestro espíritu. Hasta aquí ha llegado este viaje en el tiempo a través de las casas de Ordesa y el valle que las acogió. En la certeza de haber olvidado o malinterpretado algunos nombres, lugares o historias traídos a la memoria de rápidos apuntes, me despido con las mismas palabras que Fulgencio Nadal, pastor de Liri, escribió en una carta dirigida al jefe de servicio de la Administración Forestal allá por el año 1989: «Si estoy en un error, me corrija en algo, que yo se lo agradeceré, y si en algo puedo, mande». •
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Ordesa, parque nacional
5
Notas 1. García Mercadal (1923: 177 y 178).
17. En Briet (1977: xiv).
2. Ibidem, pp. 16 y 17.
18. Briet (1990: 20-23).
3. Miguel (2015: 343, s. v. Ordesa).
19. Soler (1922: 35, 36 y 39).
4. Madoz (1845-1850, t. xiii: 56-57).
20. Ibidem, pp. 40-41.
5. Viu (2015: 173-174).
21. Club Alpin Français, Section du Sud-Ouest: bulletin (Burdeos), 2 (2.ª serie) (enero de 1910), pp. 166-168.
6. Packe (1862: 44-46). 7. Lord Lilford […]: A Memoir by his Sister, Londres, Smith, Elder, & co., 1900, pp. 78-79. 8. El Alto Aragón antes de Briet, p. 274. 9. Mallada (1990: 54). 10. Club Alpin Français, Section du Sud-Ouest: bulletin (Burdeos), 12 (enero de 1883), pp. 12, 13, 22 y 25. 11. Club Alpin Français, Section du Sud-Ouest: bulletin (Burdeos), 18 (enero de 1886), p.77. 12. Joanne (dir.) (1888: 120, 124 y 125). 13. El Alto Aragón antes de Briet, p. 292. 14. Club Alpin Français, Section du Sud-Ouest: bulletin (Burdeos), 26 (enero de 1890), pp. 39, 47 y 48.
22. Club Alpin Français, Section du Sud-Ouest: bulletin (Burdeos), 3 (3.ª serie) (enero de 1912), pp. 235-236. 23. Peñalara, 6 (marzo de 1914), pp. 59-61. 24. Peñalara, 8 (mayo de 1914), pp. 89 y 95. 25. Gran Vida, 138 (noviembre de 1914), p. 325. 26. Peñalara, 40 (abril de 1917), p. 107. 27. Tello (1916: 25-26). 28. Heraldo Militar, 26 de julio de 1916, p. 3. 29. El Diario de Huesca, 21 de julio de 1917, p. 1. 30. El Diario de Huesca, 24 de julio de 1917, p. 1. 31. El Diario de Huesca, 27 de agosto de 1917, pp. 1-2. 32. Oakley (1923: 282-284).
15. El Alto Aragón antes de Briet, pp. 357-358.
33. El Diario de Huesca, 28 de agosto de 1917, p. 2.
16. Club Alpin Français, Section du Sud-Ouest: bulletin (Burdeos), 58 (diciembre de 1905), p. 74.
34. Bulletin Pyrénéen, 143 (marzo-abril de 1918), pp. 228-229.
259
35. Heraldo Deportivo, año iv, 126, 15 de noviembre 1918, pp. 367-369. 36. Peñalara, 61 (enero de 1919), pp. 8-9. 37. Peñalara, 70 (octubre de 1919), pp. 296 y 299. 38. Peñalara, 78 (junio de 1920), pp. 101-102. 39. Peñalara, 85 (enero de 1921), p. 21. 40. García Mercadal (1923: 177-178). 41. La Revue du Touring Club de France, 340 (diciembre de 1922), pp. 483-484.
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47. La Revue du Touring Club de France, 374 (enero de 1926), pp. 9, 10, 13 y 14.
69. «The Whitbread family», en Bedfordshire County Council <http://bedsarchives.bedford.gov.uk/ CommunityArchives/Southill/TheWhitbreadFamily. aspx>. The London Gazette (suplemento), 30111, 4 de junio de 1917, p. 5455. Hansard, 1803-2005 <https://api.parliament.uk/historic-hansard/people/ mr-samuel-whitbread-1/index.html>. Hay un capítulo sobre el muflón escrito por Whitbread en Henry Charles Howard, Hedley Peek y Frederick G. Aflalo (eds.), The Encyclopaedia of Sport, Londres, Lawrence and Bullen, 1898, vol. ii.
48. Heraldo Deportivo, año xiv, 480 (15 de septiembre de 1928), pp. 384, 386 y 387.
70. Véase también el apartado dedicado a Edmund Gilles Loder.
49. Rivera (1929: 110-114).
71. James P. Coldham, Lord Hawke: A Cricketing Legend, Londres, I. B. Tauris, 2003. Rowland Ward, Records of Big Game: With Their Distribution, Characteristics, Dimensions, Weights, and Measurements of Horns, Antlers, Tusks, & Skins, ed. del autor, 1899. Angela Thompsell, Hunting Africa: British Sport, African Knowledge and the Nature of Empire, Basingstoke (Hampshire), Palgrave Macmillan, 2015. En este libro se menciona a Edward North Buxton. Kenneth P. Czech, Hunting Trips in the Land of the Dragon: Anglo and American Sportsmen Afield in Old China, 1870-1940, Long Beach (California), Safari Press, 2005. Alfred E. Pease, «Some account of Somaliland: With notes of journeys through the Gadabürsi and western Ogaden countries, 1896-1897 (Read before the Society in Edinburgh on Dec. 16th, 1897)», The Scottish Geographical Magazine, xiv (1898), pp. 57-73. En este discurso también se nombra a Edward North Buxton.
42. Peñalara, 107 (noviembre de 1922), p. 229. 43. Algo, 223 (18 de noviembre de 1923), p. 13. 44. Peñalara, 133 (enero de 1925), p. 17. 45. El Diario de Huesca, 29 de julio de 1925, p. 1. 46. Peñalara, 142 (octubre de 1925), p. 191.
50. El Sol, 11 de febrero de 1930, p. 8. 51. Bulletin Pyrénéen, 201 (julio-agosto-septiembre de 1931), pp. 388, 392 y 393. 52. Peñalara, 244 (abril de 1934), p. 103. 53. España (1935: 38-41). 54. Club Alpin Français, Section du Sud-Ouest: bulletin (Burdeos), 13 (4.ª serie) (octubre de 1935), p. 1. 55. La Terre et la Vie, año 6, 4 (julio-agosto de 1936), pp. 200, 201, 204 y 206. 56. Lordán (1942: 26). 57. Peñalara, 286 (octubre-noviembre-diciembre de 1945), p. 187. 58. Claver (1945, n.º 6: 370 y 372). 59. Club Alpin Français, Section du Sud-Ouest: bulletin (Burdeos), 84 (4.ª serie) (julio de 1953), p. 82. 60. Nueva España, 16 de septiembre de 1956, p. 2. 61. Peñalara, 343 (octubre-noviembre-diciembre de 1959), p. 129. 62. Nueva España, 28 de enero de 1962. p. 2. 63. Muñoz Goyanes (1962: 148 y 151).
72. Véase también el apartado dedicado a Edmund Gilles Loder. 73. Véase F. Crauford Grove, «The Ascent of the Aiguille de Bionnassay», The Alpine Journal, 2 (18651866), pp. 321-332.
64. López Oliván (1964: 21-22).
74. Véase el relato de Juli Soler i Santaló en las páginas 38-39.
65. Nueva España, 1 de junio de 1964, p. 2.
75. Anthony Buxton (1948: 66).
66. Fernández-Reyes (1965: 38, 40, 41, 46 y 47).
76. Sánchez Lissen (2015: 7).
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Notas
77. En Roy Forbes Harrod, La vida de John Maynard Keynes, México, FCE, 1958, pp. 154-155; cit. en Sánchez Lissen (2015: 7). 78. Skidelski (1998: 184). 79. Ibidem, p. 73; cit. en Sánchez Lissen (2015: 7). 80. En Enrique Fuentes Quintana, «John Maynard Keynes en España», Papeles de Economía Española, 17(1983), pp. 237-334 (p. 238); cit. en Sánchez Lissen (2015: 7). 81. Ibidem, p. 239; cit. en Sánchez Lissen (2015: 8). 82. Galicia (1986: 17). 83. Ibidem, p. 20. 84. Club Alpin Français, Section du Sud-Ouest: bulletin (Burdeos), 2 (2.ª serie) (enero de 1910), pp. 124-125. 85. París (2003). 86. Ricardo del Arco, «En el valle de Ordesa (ii): homenaje a Luciano Briet», El Diario de Huesca, 10 de agosto de 1922, p. 1. 87. El Bachiller Corchuelo [Enrique González Fiol], «“In Memoriam”. Un descubridor del Alto Aragón», La Esfera, 449 (12 de agosto de 1922), p. 23.
98. Muñoz (1962: 35-37). 99. Calvo (2013). 100. «El marqués de la Vega Inclán en la Semana Española de París», Peñalara, 66 (junio de 1919), pp. 184-185. 101. Alberto de Segovia, «Los Parques Nacionales: el Valle de Ordesa», La Acción, 26 de agosto de 1920, p. 2. 102. Heraldo de Madrid, 3 de julio de 1917, p. 1. 103. El Diario de Huesca, 28 de agosto de 1917, p. 2. 104. Madrid Científico: ciencias e industrias, año xxiv, 912 (1917), pp. 141-142. 105. Peñalara, 57 (septiembre de 1918), pp. 254-255. 106. El Diario de Huesca, 11 de agosto de 1920, p. 1. 107. El Diario de Huesca, 17 de agosto de 1920, pp. 1-3. 108. España Forestal, 65 (septiembre de 1920), pp. 188-189. 109. Peñalara, 93 (septiembre de 1921), pp. 174,185 y 186.
88. Véase el relato de Juli Soler i Santaló en las páginas 38-39.
110. Francisco Grimalt Falcó, «Jesús Ugarte Laiseca (1889-1969), actor de la renovación forestal», Montes, 127 (1.er trimestre de 2017), pp. 62-63.
89. García Guatas (dir.) (1990: 20).
111. El Sol, 7 de septiembre de 1927, p. 2.
90. Aragón, marzo de 1934.
112. Nuevo Mundo, 9 de marzo de 1928, pp. 40-41.
91. Spont (1914: s. p.).
113. Peñalara, 175 (julio), p. 150.
92. Ibidem, pp. 4-5.
114. El Sol, 4 de junio de 1929, p. 5.
93. Ibidem, p. 8. 94. Ibidem, pp. 34-35.
115. «Reseña forestal de la provincia de Huesca», Argensola, 3 (1950), pp. 206-207.
95. Ibidem.
116. Champagnat (1986: 310).
96. Vázquez de Parga (1977).
117. Chouard (1928).
97. Vicién (2000: 123).
118. Idem (1934: 15).
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l libro que tiene en sus manos pretende traer a la memoria el transcurrir de la vida en el valle de Ordesa cuando las casas de Oliván y Berges acogían a excursionistas y viajeros que llegaban a este soberbio lugar del Alto Aragón. Tomando como base una recopilación de textos escritos por sus protagonistas entre 1832 y 1964, intenta captar una foto fija de lo que estas hospederías ofrecían, pero sobre todo compartir las emociones que producía la contemplación del valle, así como conocer a los primeros turistas, ingleses y franceses que a finales del xix recorrieron el pequeño Gran Cañón, a través del rastro que dejaron en el más curioso de los libros de visitas que uno pueda imaginar: una puerta. Por último, trata de evocar las anécdotas y las historias que conservaron entre sus recuerdos las familias Viu y Berges, y desde esas vivencias iniciar un breve viaje por la historia de un parque nacional que es patrimonio de la humanidad y cumple ahora cien años.
ISBN 978-84-8127-290-1 IBIC RNK, HBJD, 1DSEC, WSZG
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