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EL IMPULSO MORAL DE HACER POLÍTICA
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Anabel I3orisón Aventín
JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973) EL IMPULSO MORAL DE HACER POLÍTICA
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973) EL IMPULSO MORAL DE HACER POLÍTICA
ANABEL BONSÓN AVENTÍN
DIPUTACION
DE HUESCA
DIPUTACIÓN DE HUESCA INSTITUTO DE ESTUDIOS ALTOARAGONESES
wilLielICA <Angel MITITUTO DE ESTUDIOS ILTOARADDNESEI anumeceat,
FICHA CATALOGRÁFICA Anabel Joaquín Maurín (1896-1973): el impulso moral de hacer politica / Anabel Bonsón Aventín. — Huesca : Diputación de Huesca : Instituto de Estudios Altoaragoneses, 1994. 427 p. : i1. ; 24 cm. ISBN 84-86978-94-7 1. Maurín, Joaquín. I. Título. 929 Maurín, Joaquín
BONSÓN AVENAN,
Anabel Bonsón Aventín Editan: Diputación de Huesca Instituto de Estudios Altoaragoneses Maquetación: Charo MARTÍN RODRÍGUEZ Cubierta: Ricardo Duprro I.S.B.N.: 84-86978-94-7 Depósito legal: Z-139/95 Imprime: ARPlrelieve, S. A.
Lo imposible siempre existe, es decir, 'ajusticia, el reino de la justicia. Este gran sueño utópico es bastante viejo. Y sigue existiendo mientras haya pobres, mientras haya desafortunados, mientras haya injusticia (...) Pero lo que hace falta en estos momentos no es la posibilidad de esta gran idea, de este sueño, ni siquiera el odio a la injusticia, sino la posibilidad de conseguir un instrumento social, ideológico, tecnológico, para ir adelante con este sueño. Eric J. Hobsbwam
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A mis padres A Ricardo
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ÍNDICE
PRÓLOGO, a cargo de D. Marcelino Iglesias Ricou
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DELANTAL, a cargo de D. Carlos Forcadell Álvarez
13
INTRODUCCIÓN
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1. RAÍZ CAMPESINA DE UN LÍDER OBRERO (1896-1910)
27
1.1. La Arcadia recuperada. Bonansa 2. LAS ILUSIONES REPUBLICANAS DE LA PRIMERA JUVENTUD (1910-1918)
29 47
2.1. Ojo por ojo. Huesca
49
2.2. Escuela de héroes. Lérida
63
3. LA LECCIÓN EN LA C.N.T. (1919-1922)
93
3.1. El sindicalismo aprendido
95
3.2. La Corte de los Milagros. Madrid (1919-1920)
103
3.3. Algo se mueve. Lérida (1920 - abril de 1921)
113
3.4. La tierra de la gran promesa. Moscú (mayo-octubre de 1921)
122
3.5. La utopía que surgió del frío. Barcelona (1922)
135
9
JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
4. EL SOL DE LA TÁCTICA MARXISTA (1923-1930)
149
4.1. En marcha hacia el P.C.E. (1923-1925)
151
4.2. Cárcel. La batalla clandestina (1925-1927)
171
4.3. Exilio. París (1928-1930)
179
5. LA REVOLUCIÓN PENDIENTE (1930 - julio de 1936) 5.1. Un espacio político para el maurinismo
199 201
5.1.1. Retorno al ruedo ibérico (1930 - marzo de 1931)
201
5.1.2. El Bloque Obrero y Campesino (marzo de 1931 - diciembre de 1932)
218
5.2. Un perseverante impulso, la unificación obrera (1933 - octubre de 1934)
248
5.3. Un solo peldaño, el Partido Obrero de Unificación Marxista
271
5.3.1. Desde la tribuna parlamentaria 6. EL SUPUESTO «ENIGMA» DE LA GUERRA (julio de 1936 - 1947)
289 295
6.1. Elegía al héroe
297
6.2. Los siete círculos
311
6.3. «Las cosas de palacio»
351
7. DESDE LA ÚLTIMA CURVA DEL CAMINO. NUEVA YORK (1947-1973)
363
7.1. A.L.A.: orilla del periodismo
365
7.2. Crónica del alma
380
7.3. El nogal partido por el rayo
401 415
FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA
10
PRÓLOGO
Me complace especialmente presentar este libro de Ana Isabel Bonsón. Es el resultado de una profunda investigación sobre Joaquín Maurín Juliá. La investigadora y su protagonista son dos montañeses ribagorzanos empedernidos. Ana Isabel Bonsón ha tenido la oportunidad de aproximarse al personaje siguiendo sus pasos durante unos años. Yo crecí en nuestro pueblo de Bonansa oyendo hablar con respeto, admiración y un poco en voz baja de la categoría humana y política de Joaquín Maurín. Maurín coincidió en Huesca con una generación de altoaragoneses emblemática: Ramón J. Sender, Ramón Acín, Samblancat, Aláiz. Vivieron un momento difícil de nuestra historia. Como Joaquín Costa, tienen mucho que ver con la Escuela de Magisterio de nuestra ciudad. Si Sender fue el gran escritor, Acín el artista polifacético y Aláiz el periodista, Maurín es sin duda el político y el escritor político, desde las primeras posiciones revolucionarias y anarcosindicalistas hasta la apasionada defensa de la democracia y la libertad, desde la revista Talión hasta A.L.A. (American Literary Agency). 11
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Recuperar estas personalidades y darlas a conocer es un empeño de la Diputación Provincial de Huesca. Algunas han sido silenciadas hasta fechas bien recientes y el presente trabajo riguroso de Ana Isabel Bonsón nos aproxima al político altoaragonés más influyente de la España del primer tercio de siglo, trayectoria que, como la de sus compañeros de generación, se vio trastocada bien pronto como consecuencia de la Guerra Civil. La publicación de este libro es especialmente grata para mí, que comparto el origen con Joaquín Maurín en nuestro pequeño pueblo del Pirineo, porque estoy convencido de la peripecia vital del maestro sindicalista y político. Joaquín Maurín debe ser un ejemplo útil por su preocupación social, su impulso moral y su actitud radicalmente ética. Escribo este prólogo el día 6 de diciembre, cuando se celebra el decimosexto aniversario de la Constitución de 1978, que resolvió definitivamente el conflicto de 1936. Al lado, en la plaza del pueblo, los niños siguen jugando junto a la placa que recuerda la casa donde nació Maurín, «escritor y político que consagró su vida a la clase obrera y a la causa de la libertad». Bonansa, 6 de diciembre de 1994
Marcelino Iglesias Ricou Presidente de la Diputación de Huesca
12
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DELANTAL
Los historiadores son cada vez más conscientes de que «la escritura de la historia es también la historia de una escritura», contundente frase con la que Michel de Certeau acertó a resumir la evidencia de que la historia que se hace es tan hija de su tiempo como cualquier otra manifestación cultural e incluso la realidad más simple de que cada investigación histórica tiene una propia historia cuyo conocimiento y comunicación contribuyen a la mejor comprensión del tema estudiado, el cual siempre mantiene relaciones más o menos complejas y ocultas tanto con la persona que lo investiga como con su propio tiempo. La autora de esta biografía de Joaquín Maurín ilustra suficientemente en las primeras páginas del libro, con tanta sensatez como intuición, las circunstancias de su escritura y el propio desarrollo de su investigación, aspectos en los que también quiere abundar esta presentación para hacer juego con el tono y talante de esta necesaria biografia de un altoaragonés de Bonansa (1896) seducido y aventado por casi todos los dramas culturales, sociales y políticos de este siglo XX.
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
Cuando a mi generación se le comenzaba a despertar el interés por la historia, muy específicamente por la historia deformada y oculta de la guerra civil y de aquellos «cautivos y desarmados...» a que hacía referencia el tremendo parte militar con el que concluía la contienda —aquello de que la guerra la perdimos todos los españoles no pasa de ser una metáfora muy interesada y muy poco piadosa—, Joaquín Maurín, a quien se le identificaba como un político catalán, era una figura de la que atraía solamente su dimensión política en un momento determinado, los días del Frente Popular y de la guerra civil, y más concretamente su relación con el P.O.U.M., al igual que interesaba el juicio histórico sobre los aciertos o errores de los poumistas o la valoración, fuertemente ideologizada, de los sucesos de mayo de 1937 en Barcelona en los que se enfrentaron las principales organizaciones obreras republicanas. La primera historiografía en los años setenta tendía a reproducir las querellas y las percepciones de aquellos protagonistas, primero cautivos, como Joaquín Maurín, y luego desarmados, como el conjunto del exilio político español, puesto que los muertos no hablaban. Joaquín Maurín resultaba doblemente derrotado, como político republicano y como líder obrerista que había perdido la guerra civil que dentro de la guerra civil habían montado las organizaciones republicanas, así en la realidad como en la memoria y en la historia inmediatamente posteriores. Pero simultáneamente uno se tropezaba con pistas que encajaban mal en el cuadro histórico dibujado hace veinte años; en primer lugar con la lectura de un libro que Maurín escribe en 1935, Ruedo Ibérico reedita en 1966 y los entusiastas estudiantes de historia traemos de Francia en el fondo de las maletas y leemos sorprendidos de encontrarnos con el análisis «marxista» más riguroso escrito por un político español al calor de los hechos, en el que se argumentaba contundentemente el porvenir de una «contrarrevolución fascista» si no se producía una «revolución democrática socialista» en la sociedad española y en el que, veinte años antes de que Kruschev denunciara los crímenes estalinistas, los señalaba Maurín en España poco antes de padecerlos. Es por entonces, siempre los años setenta, cuando por testimonios y recuperaciones de compañeros (Víctor Alba) o de su viuda (Jeanne) comenzamos a aproximarnos a otros aspectos de la personalidad de Maurín, incluidos una referencia de 14
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DELANTAL
origen aragonesa y unos contactos familiares continuados que no le abandonaron nunca —ni siquiera cuando en sus últimos días andaba redactando su memoria personal—, o cuando descubrimos que en el último volumen de la Crónica del alba senderiana hay un personaje novelado que resulta ser el propio Maurín —estamos ahora a la espera de la edición que se publica casi a la vez que este libro (a cargo de Francisco Caudet) de la correspondencia entre un Sender y un Maurín que hablaron mucho el uno con el otro en el Nueva York de los años cincuenta—. La edición que da a conocer la espléndida novela de Sender en España es la de Alianza Editorial de 1973, el mismo año en que muere Joaquín Maurín y el mismo en el que casualmente tropiezo con una sorprendente esquela mortuoria que ocupa media página del periódico barbastrino El Cruzado Aragonés: «Joaquín Maurín Juliá falleció en Nueva York el día 12 del actual mes de noviembre. Sus amigos le recuerdan». En aquellos enloquecidos años antifranquistas hasta podía resultar explicable llegar a pensar en clandestinos poumistas sufragando católicas esquelas mortuorias, pero la realidad es que los «amigos» no eran amigos políticos precisamente sino redes familiares altoaragonesas que nunca le faltaron a Maurín. Entretanto, conforme se iban conociendo más datos sobre la vida política de Maurín, resultaba que un joven aragonés de veintipocos años llegó a dirigir el sindicato cenetista, que anduvo por Moscú, que al poco dirigía el joven Partido Comunista de España o se estrenaba en las cárceles de la dictadura de Primo de Rivera, además de configurarse como un teórico destacado y excepcional del movimiento y la cultura obreras en España y de acabar por construir sus propios instrumentos políticos, el B.O.C. primero, el P.O.U.M. después. Siempre en 1973 y con motivo de su muerte, la revista Triunfo recogió una polémica sobre lo que se llamó «el enigma de Joaquín Maurín»: «La segunda muerte de Joaquín Maurín» (n.9 583), porque en 1936 ya había sido dado oficialmente por muerto, se confrontaba con «La única muerte de Joaquín Maurín» (n.' 588) y quedaba colgada la pregunta de por qué Joaquín Maurín, además de «cautivo» (hasta 1946) y de «desarmado» exiliado americano, no había sido «muerto» por un régimen que no se caracterizó precisamente por perdonar las vidas de sus oponentes más destacados, y menos si éstos habían llegado a ser diputados del Frente Popular, pero que a Maurín le condenó «sólo» a diez años de cárcel. 15
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
En las investigaciones y en el libro de Anabel Bonsón, grausina, de casa Peperillo, quien picó hace unos arios el cebo que con éstas y otras observaciones
colocaba en clase para atraer a alumnos distraídos, se encuentra, veinte años más tarde, la más completa respuesta a este interrogante, ideológico, político, colgado de modo no inocente desde 1936 hasta 1973 a la trayectoria personal de Joaquín Maurín. Fueron las redes familiares altoaragonesas de Maurín las que actuaron porque tuvieron el poder de hacerlo para sortear una muerte anunciada en 1937. Este libro contiene muchas más respuestas y muchos más datos, aunque tampoco carece de preguntas ni de ganas de consultar más información, como la que conserva la Fundación Hoover en la Universidad de Stanford (California), a la que ha ido a parar el archivo privado de Joaquín Maurín. Fue presentado como Tesis de Licenciatura en la Facultad de Filosofía y Letras y se añade ahora al que fuera publicado hace poco por Luis Rourera Farré: Joaquín Maurín y su tiempo (Ed. Claret, Barcelona). Es una biografía novelada y apasionada, pues la dimensión y la peripecia personal de Maurín se han apoderado de su paisana ribagorzana, que recoge y organiza prácticamente todos los textos maurinianos, libros de más fácil acceso, libros y folletos de más difícil acceso, artículos, inéditos como la novela autobiográfica Algol...; que utiliza por primera vez fuentes desconocidas de tan difícil acceso como son las procesales, tan excesivamente custodiadas en los archivos militares; que recurre a fuentes orales entre las que hay que destacar desde esta primera presentación la de su hermana María Maurín, y que reconstruye una clave tan fundamental como compleja como es la infancia mauriniana desde Bonansa hasta Huesca pasando por Barbastro. Construye un único Maurín, seminarista, profesor, sindicalista, político, escritor, periodista... desde unas raíces ético-puritanas que acompañaron siempre a sus diferentes personajes y dimensiones y con una proyección en la que procura tejer los hilos de la personalidad de Maurín con los hilos del tiempo de Maurín desde Bonansa hasta Nueva York. En esta biografía predomina lo narrativo sobre lo analítico, así como una cierta tensión literaria sobre el lenguaje más tópico o convencional. A esto la autora llega más bien por intuición, pero también determinada por su tiempo, puesto que ahora emerge en la historiografía la atención a la 16
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DELANTAL
biografia, a la narrativa, a la reconstrucción novelada, procesos todos ellos para los que no sobran hoy reconocidos defensores y teorizadores (Ricceur, Chartier, White, Stone...) en el campo de la teoría historiográfica general ni intentos en la práctica de la historiografía española reciente (Campomanes, Canalejas, Lerroux, Franco). Y aún cuenta la autora —y su tiempo— con otra ventaja añadida a la hora de abordar estos temas, como es la de verse libre de implicaciones ideológicas tan intensas y tan rígidas como eran frecuentes en el tiempo, en la historia y en la historiografía de hace veinte años.
Carlos Forcadell Álvarez Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Zaragoza
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Índice
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INTRODUCCIÓN
La primera vez que tuve noticias de Maurín fue en 1981, cuando se trasladaron sus cenizas desde Nueva York a Bonansa, su pueblo natal, y se colocó en la fachada de su casa una placa conmemorativa que sigue recordándole con estas palabras: «en esta casa nació el día 12 de enero de 1896 Joaquín Maurín Juliá, escritor y político que consagró su vida a la clase obrera y a la causa de la libertad, murió el 5 de noviembre de 1973». Yo entonces asistía con más o menos regularidad a las reuniones que El Ribagorzano celebraba un domingo al mes en diferentes parajes del Sobrarbe y la Ribagorza y a través de los artículos que respecto a Maurín se publicaron supe, sin demasiada concreción, que se trataba de un significativo líder obrero de los años treinta, que como tantos otros había emigrado a Cataluña. Seis años más tarde, en una de las clases de historia contemporánea, escuché completa la reseña de la vida y la obra de Maurín y la viva recomendación de la lectura y análisis de algunos de sus textos más significativos. Me llamó la atención entonces —aparte de sentir con cierto orgullo la fibra del paisanaje— la originalidad de su pensamiento crítico, su lúcida aproximación al marxismo y, sobre todo, su densa trayectoria, la intensa aventura de su vida: su recorrido por diferentes 19
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
organizaciones obreras hasta fundar las suyas propias más o menos heterodoxas, sus viajes a Rusia, sus relaciones con la C.N.T., su exilio en París en tiempos de Primo de Rivera, su boda con la hermana de Boris Souvarine y, fundamentalmente, las circunstancias que se confabularon durante diez arios de cárcel para que no muriera fusilado durante la guerra civil, todo ello antes de veintiséis arios de productivo exilio en Nueva York. Había ya comenzado la empatía con un actor social del que pronto iba a tener muchas más noticias. Cuando al ario siguiente la Diputación Provincial de Huesca decidió recuperar y divulgar la memoria de este altoaragonés, muy poco o nada conocido en su propia tierra, se abrieron las puertas para adentrarme en una sugerente biografía, tarea que en principio no resultaba nada fácil a la vista de la densidad social de la época en la que vivió políticamente activo —años veinte y treinta-, de las peripecias de su trayectoria personal —particularmente azarosa y hasta trágica—, de la diversidad y profusión de su obra escrita y de la dispersión de las fuentes. Tras el primer sondeo bibliográfico comprobé en parte las encontradas opiniones que sobre Maurín circulaban: en el mejor de los casos había sido objeto de menciones parciales y unilaterales, como en las obras de Brenan o Jackson, cuando no era calumniado por la historiografía estalinista, marginado por el anarquismo, rechazado duramente por el trotskismo o alabado por aquellos que practicaban un anticomunismo profesional. Aparte de las versiones que tangencialmente algunos historiadores vertían sobre su significación política en el contexto catalán, de cualificados trabajos sobre el Bloque Obrero y Campesino o el Partido Obrero de Unificación Marxista o del análisis que la tesis doctoral de Monreal aporta respecto al pensamiento político de Maurín, sólo circulaba sobre él una biografía escrita por Víctor Alba en 1975, periodista y escritor, amigo personal de Maurín y compañero político suyo, sucesivamente militante del B.O.C. y del P.O.U.M. Su estudio biográfico se enfocaba desde el anticomunismo visceral (actitud esta también muy propia del último Maurín) pero ofrecía la ventaja de sacar a la luz gran parte de la correspondencia entre ambos y, especialmente, gran parte de las inacabadas memorias que Maurín comenzó a escribir antes de morir y abundantes datos biográficos. Como no se trataba sólo de reiterar aspectos conocidos y como era evidente la ausencia de un estudio riguroso que tuviera a Maurín como protagonista, casi como una detective y sin despreciar la mirada psicológica, decidí seguirle la pista 20
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INTRODUCCIÓN
desde sus orígenes en Bonansa hasta su final en Nueva York. Aun sabiendo que Joaquín Maurín podía ser un buen eje a través del cual fuera posible conocer a fondo las vicisitudes de diferentes organizaciones por las que transitó, hay en las páginas de este libro un empeño especial en abarcar el relato biográfico por encima del análisis socio-político y hay también un gusto o tendencia personal por contarlo sin abandonar cierto tono literario que me parecía injustamente descuidado por el árido estructuralismo de algunos historiadores sociales. Así pues, la biografía, que es una de las formas más consagradas y legítimas de hacer historia y que goza de un saludable resurgimiento, me ha permitido adentrarme en los vericuetos de un individuo privado que se nutre de un individuo público y viceversa, pintar la trayectoria de un hombre que es un hijo de su tiempo, un buen catalizador de sus convulsiones socio-políticas y de ese tiempo histórico que tan bien representa. En resumidas cuentas, este trabajo no es más que un intento de desentrañar una historia individual sólo explicable a partir de coordenadas generales. Con esa tensión a cuestas otras de las que luego hablaré) y entendiendo también la historia como una tensión entre presente y pasado, he intentado reconstruir la evolución del pensamiento de Joaquín Maurín, sus actividades y sus opiniones en cada momento histórico vivido, el juego de interrelaciones con los acontecimientos de su época y he intentado también encajar sus múltiples facetas, no sólo la de político o líder carismático sino también la de novelista, pedagogo, historiador, intelectual... Había que contar la historia de un ser humano comprometido con los problemas de su tiempo que intentó desde siempre conciliar el idealismo que suponía creer en la emancipación de la clase obrera con el realismo práctico y la creación de instrumentos para la consecución de ese fin, y con no poca visión de la jugada. Todo ello hasta que se desengañó y abandonó todo compromiso político para dedicarse a otra pasión suya (en realidad su oficio), el periodismo. Y además de contar la propia versión de Maurín se trataba también de conocer e integrar las diferentes y paradójicas opiniones y juicios de familiares, amigos o adversarios en un marco histórico siempre decisivo. Desde estos planteamientos y sabiendo que lo cotidiano sería importante en mi investigación, interesaba tanto conocer sus juegos infantiles en Bonansa, su adolescente inclinación hacia el sacerdocio, sus costistas arrebatos anticaciquiles y antimonárquicos en Huesca, la desconocida filiación republicana y aliadófila del 21
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
Maurín maestro laico (y particularmente filósofo y humanista) o en qué medida le afectó la muerte de su madre, como la importancia de su primer viaje a Rusia o el programa político del B.O.C. o el P.O.U.M., en definitiva un reflejo práctico bastante fiel de su propio pensamiento. Adoptando un criterio cronológico, siete son los capítulos en que está dividido el libro (como los siete círculos o cárceles que Maurín recorrió, incluidas las de Torrero o Calatayud, y los siete capítulos en que se divide su libro En las prisiones de Franco) y cada uno de ellos me ha obligado a constantes desplazamientos, siempre siguiendo su rastro y a la caza y captura de fuentes históricas directas. Esta meta ha supuesto muchos cambios de decorado, de ritmo y posiblemente de estilo, no sin un cierto riesgo por la alternancia entre tediosas disquisiciones para el lector profano y literarias o cinematográficas persecuciones; si a lo largo de los primeros capítulos, de infancia y juventud en Bonansa, Huesca o Lérida, el tono es predominantemente narrativo, a medida que nos aproximamos a los años treinta y al compás del politizado contexto social español se evoluciona hacia páginas más analíticas. En el capítulo quinto los pretendidos datos biográficos se confunden con el carácter de la revolución que se prefigura y con la evolución de las organizaciones que lidera y hacia las que vive entregado; de ahí su mayor extensión. Es ese el Maurín más conocido y es esa su etapa política más representativa. La densidad de su obra escrita y de sus actividades en ese momento previo a la guerra civil española explica su significación tanto como la opinión que de él tenían amigos, familiares y enemigos y que gracias a diferentes fuentes orales he podido contrastar intentando, a un tiempo, conferir al estudio matices ricos en representativas anécdotas sociales y sin olvidar el populismo, el nacionalismo y el interclasismo del complejo tejido político-social catalán para evitar cualquier interpretación determinista o maniquea. Al talante más literario y novelado de los primeros capítulos y de los últimos de este trabajo contribuyó en gran medida el hallazgo en Barcelona, en el Centre d'Estudis Histories Internacionals (C.E.H.I), de una copia mecanografiada de 500 folios absolutamente inédita, que resultó ser un compendio que el propio Maurín ya en el exilio había hecho de dos de sus escritos carcelarios y cuyo hilo argumental era su propia vida. En la novela —despolitizada pero muy mordaz—, dividida en dos partes y titulada La juventud de Luis Algol. Diez años después, aparecen bajo 22
Índice
INTRODUCCIÓN
nombres supuestos Bonansa, Barbastro, Lérida... y muchas de las aventuras deseadas o reales que Maurín observó, vivió o deseó haber vivido. Este texto me ha permitido conocer —y espero que dar a conocer— mejor al otro Maurín, al íntimo, al sentimental, al erudito, al irónico y desengañado y también al más idealista, satírico y más genuinamente humano; por todo esto algunos capítulos de este libro aparecen salpicados de citas que, entresacadas de esta novela, recrean mejor que yo determinados momentos de su vida. Esta tensión entre realidad y deseo o realidad y ficción alcanza su momento clave en el capítulo sexto, cuando Maurín resulta ser un héroe o un mártir pero sobre todo un «supuesto» enigma, desde el propio 18 de julio del 36 hasta que en 1947 consigue un pasaporte para viajar a América. Paralelamente al análisis de estos años treinta, del intento de unificación obrera que Maurín pronostica y desea liderar y sus peculiares juicios sobre la revolución española, había que tener muy en cuenta que desde sus comienzos sindicalistas revolucionarios en la C.N.T. transcurre una etapa a lo largo de la dictadura de Primo de Rivera en la que sus actividades son también escasamente conocidas y obviadas por muchos. Y este es justo el momento en que Maurín, a raíz del impacto de la revolución rusa y de su primer viaje al país de los soviets, se afilia, tras una larga etapa ecléctica entre anarco-sindicalismo y marxismo, al incipiente P.C.E.; es entonces cuando descubre y se acoge a «el sol de la táctica marxista». En este sentido he intentado explicar las divergencias que desde el principio tuvo con el sectario equipo dirigente del partido y que con el tiempo definieron su propia estrategia, además de las confusas relaciones mantenidas con la Internacional Comunista durante su etapa de burocratización y estalinización. Las fuentes eran escasas para este periodo y, decidida a buscar algún proceso judicial que ampliara la información referente a sus tres años de cárcel o a su exilio en París, encontré publicada en una revista catalana parte de la correspondencia entre Maurín y Nin, con la que pude esclarecer algunas de las interioridades del comunismo de aquel tiempo y las actividades, más humanas y más profesionales, de los dos líderes desde el año 28 al año 30. Fruto de esa búsqueda fue también el hallazgo en los archivos de una Audiencia Territorial de un legajo que era ni más ni menos que el Expediente por Responsabilidades Políticas que la justicia civil había incoado a Joaquín Maurín en 1939 por el delito de ser diputado en el parlamento del Frente Popular y en el que, 23
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
curiosamente, la mayoría de los informantes desconocían su paradero en ese momento. Una vez obtenido el permiso para reproducir el documento, que me introducía de lleno en el «enigma» de cómo se salvó Joaquín Maurín, decidí acudir a los juzgados del gobierno militar, donde tras más de una visita y más de una carta me negaron la posibilidad de consultar un sumarísimo instruido por la jurisdicción militar en el año 41. De modo sorprendente y tras alguna insistencia por mi parte conseguí incluso que me enviaran (por medio de una citación telegráfica según la cual debía comparecer en el gobierno militar de Zaragoza) las deseadas copias del proceso, que incluían el consejo de guerra (1944) y su seguimiento hasta el año 46. Esta tardía información, junto con los testimonios orales de cuantos le acompañaron durante su estancia en las cárceles, los panegíricos en artículos periodísticos y, sobre todo, el libro publicado por Juana —su esposa desde el año 27—, me permitieron redactar la parte más intrincada de la vida de Maurín. Teniendo en cuenta ciertos paralelismos literarios que Sender realiza en su Crónica del alba y la narración novelada pero real que el propio Maurín hizo en su último libro En las prisiones de Franco, publicado en Méjico, surgieron los contenidos de «la elegía al héroe», «los siete círculos» y «las cosas de palacio», casi el guión de una auténtica novela de aventuras. Tras ese sexto apartado y a la hora de acometer la última curva del camino de nuestro protagonista, se planteaba el problema de la inaccesibilidad de las fuentes. Maurín legó su archivo privado a la Universidad de Stanford (California) y la fundación Hoover fue la encargada de custodiar los archivos de la agencia literaria que había creado y de la que vivió allí en Nueva York. Afortunadamente pude contactar con una persona que había trabajado con algunos de esos documentos directamente: desde Miami el profesor Joaquín Roy me envió la información que me permitió reconstruir parcialmente esta última y no menos decisiva etapa de la vida de Maurín y suplir así parte de mis carencias. Una última etapa que, junto con la de sus estudios de magisterio en Huesca —y su fundamental sello costista—, sus actividades como maestro laico y republicano en Lérida y su tarea como comunista exiliado en París en los años veinte, eran prácticamente desconocidas históricamente. Los trabajos que se refieren a Maurín suelen comenzar hablando de los Comités Sindicalistas Revolucionarios (1922) y, dando un salto, se plantan en el B.O.0 o el P.O.U.M. y, lo que es peor, sigue subyaciendo en muchas personas 24
Índice
INTRODUCCIÓN
la creencia generalizada de que el P.O.U.M. era una organización trotskista fundada por Andreu Nin, quien eclipsó la figura de su compañero de lucha por haber vivido la experiencia de la guerra civil española y haber sido asesinado por miembros de la policía política rusa. La idea de abarcar las diferentes etapas de la vida de Joaquín Maurín (18961973) exigía el estudio de un diversificado abanico de fuentes, algunas de ellas inencontrables (como el periódico Talión en el que Maurín colaboraba a sus 15 años en Huesca), otras circunstancialmente inaccesibles (los archivos de A.L.A. en Stanford), otras voluntariamente no desarrolladas y las más todavía no despertadas del letargo de algunos archivos, gobiernos civiles o militares, audiencias judiciales o de las voces de muchos amigos y familiares suyos todavía supervivientes. Contando con todo esto, los datos que puedo ofrecer tienen tanto que ver con el testimonio de algunos militantes de base, de algún familiar suyo o de alguna carta de la que obtuve respuesta como con los trabajos de cualificados historiadores, la seleccionada y exhaustiva consulta de la prensa de la época o los procesos incoados por la justicia militar, sin olvidar el seguimiento de la profusa obra escrita del propio Maurín, que merece tratamiento aparte. Pero no era una interpretación de su ideología o de sus libros, periódicos o folletos, publicados o no, lo que se pretendía, ni un análisis profundo de esos años cruciales, ni una rígida historia ideológica-política plagada de líderes y actas de congresos. La tarea fundamental consistía en recuperar la memoria de un aragonés, poco o nada conocido aquí en Aragón y cuyo único recuerdo se halla en una placa conmemorativa en la fachada de su casa pirenaica. En las páginas siguientes hay pues un empeño especial en destacar los orígenes altoaragoneses de Joaquín Maurín, no por mero capricho sino porque diversos testimonios confirman sus nunca olvidadas raíces asentadas en Bonansa, su pueblo natal, a caballo entre Aragón y Cataluña, en un territorio tan fronterizo como su propia personalidad y su peculiar ideología. En este sentido la propia estructura del trabajo es circular, porque a esa Arcadia que se insinúa en el primer capítulo —y que no se abandona en ninguno— se regresa en el séptimo y último. El niño y el anciano aparecen así ligados por un paisaje y una memoria que he intentado dibujar con ayuda de otra de las facetas del plural Maurín, la de novelista presumiblemente frustrado. 25
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
Tras este apretado balance de mis intenciones y constatando que se han quedado muchas cosas en el tintero y muchos interrogantes sólo sugeridos, únicamente queda apuntar que la tensión historiador profesional-científico y lector más o menos curioso me ha acompañado tan ácida y dulcemente como la que suponía abordar la vía interior de un personaje y a la vez el complejo tejido social en el que se desenvuelve. El lector decidirá si este libro destila la alquimia suficiente que debería suponer transmutar una tesis de licenciatura en una obra de divulgación que cualquiera puede abrir en cualquier página, a cualquier hora y a este precio. Finalmente, recordando que en la historia humana no sólo hay datos sino también problemas y que, además de ser una ciencia social, es también un arte literario y, como tal, personal, no me queda más que agradecer su paciencia y su colaboración a todos quienes han sufrido los avatares de mi investigación, muy especialmente a toda mi familia (al apoyo incondicional —y económico— de mis padres, a los ánimos y los «vicios» en Barcelona, Teiá y Madrid de Joaquín, Angelines, Peña y Magda, a la crítica lectura de Jesús y a los inestimables consejos de Juan) y, sobre todo, a Ricardo, mi creativo compañero en este trabajo, de vez en cuando dispuesto a leer, corregir o sugerir algunas páginas, a darme estilísticas y literarias recomendaciones, a enseñarme el manejo de un ordenador, a diseñar una portada o a soportar mis dudas y mis peroratas maurinianas a horas intempestivas. Me gustaría también manifestar mi gratitud a cuantas personas e instituciones me han apoyado: a Juan Ferreró, a Javier Muñoz, a los hermanos Gayúbar; a María Maurín, siempre amablemente dispuesta a contarme detalles de la vida de su hermano; a Jordi Planes, jefe de investigación del C.E.H.I., por las puertas que me abrió; a Pierre Broué, por «la física y la química»; a Joaquín Roy, que desinteresadamente me envió desde Miami todo lo que tenía sobre Maurín; a Marcelino Iglesias, actual presidente de la D.P.H., y a María Cuartero, por las facilidades que me han brindado y por recordarme el impulso moral de su pariente; al Instituto de Estudios Altoaragoneses, que puntualmente pagaba mis honorarios como becaria, y muy especialmente a Carlos Forcadell, director de este trabajo y promotor del proyecto, por la confianza que depositó en mí desde el principio y que ayudó a renovar la mía propia.
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1. Raíz «campesina» de un líder obrero (1896-1910) En la torre de las campanitas menores seguían tocando: no es nena, que es nen, y los campesinos entraban en la iglesia, donde esperaba Mosén Millán ya revestido. Ramón J. Sender
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1.1. LA ARCADIA RECUPERADA. BONANSA
Joaquín Maurín Juliá nació en Bonansa el día 12 de enero de 1896, a las tres y media de la tarde. Fue bautizado al día siguiente en la iglesia parroquial del pueblo, dedicada a Santa Coloma y dependiente de la diócesis de Barbastro, provincia de Huesca. Fueron sus padrinos Ramón Navarri de Bonansa y Jacinta Farré de Bretuy, hermano y tía respectivamente del recién nacido. Bonansa se ubica en la franja más oriental de la comarca de la Ribagorza, justo en el límite con la provincia de Lérida. Situado al sur de los Montes Malditos, entre las sierras de Llauset y de Sis, en pleno Pirineo aragonés, constituye un mirador privilegiado del valle superior que forma el río Isábena; dista de la capital 168 kilómetros y está ubicado en la cuenca del Noguera Ribagorzana. En 1900 contaba con una población que rondaba los 418 habitantes.' La comarca en la que se crió Maurín era eminentemente agraria, su principal y única fuente de recursos provenía de la tierra. Bonansa era considerado en su contexto geográfico como un pueblo rico: se recolectaban mucho trigo y muchas patatas a pesar de la parcelación de sus tierras y el clima de alta montaña. Sin embargo, su principal riqueza provenía de la ganadería; en verano los rebaños de ovejas subían a pastar al valle de Arán para regresar en octubre al pueblo, donde se solían matar o desde donde se llevaban a vender al mercado de Pont de Suert. Gran Enciclopedia Aragonesa, Ed. Unali, Zaragoza, 1980.
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
El ganado vacuno se beneficiaba también de los abundantes prados y se exportaba a Cataluña principalmente desde las ferias de Pont de Suert y Vilaller, esta última celebrada en noviembre y en la que tradicionalmente se contrataba a los criados. Los habitantes de Bonansa se dedicaban también al recrío de yeguas que, traídas desde Francia, se vendían en las ferias de Barbastro, Graus, Salás y Orgueña, dedicadas al ganado mular. En Bonansa se celebraba asimismo una feria en septiembre, el día de San Mateo, fundamentalmente especializada en bueyes. Al parecer se compraban pocas cosas fuera: el vino y el aceite los subían de Herrerías, al otro lado de la sierra, unos mercaderes aragoneses y, de este modo, resultaba más barato que en Cataluña. No se le puede negar a Bonansa una cierta actividad artesanal que satisfacía las necesidades de sus vecinos y concedía un dinamismo propio a la localidad; los apelativos de algunas de sus casas confirman esta realidad: casa «el Botigué», casa «el Sastre», casa «el Mestre»... Por otra parte, si cada pequeño propietario tenía su huerto de legumbres y las gallinas, conejos y cerdos se criaban con el trigo y la avena de cada casa, se llega a la conclusión de que cada familia se autoabastecía y, en caso de no conseguirlo, se iba a Francia a la vendimia o se emigraba en busca de la subsistencia básica en épocas de crisis, endeudamiento o pérdida de la propiedad. No hay que olvidar que la crisis finisecular sacudió de forma brusca el sector primario, el de mayor y casi exclusivo peso dentro de la economía altoaragonesa, y que su reflejo más notorio, además de evidenciar las condiciones de atraso de la provincia, fueron la importante pérdida de población y la emigración condicionada por una fuerte crisis agraria.' Las respuestas y expectativas de renovación de cara a esta dramática coyuntura fueron acaudilladas por Joaquín Costa, que tenía 50 años cuando nació Maurín. Su presencia y autoexilio en Graus imprimían una cierta vida política a toda la Ribagorza; desde todos los rincones se leían sus demoledoras frases en los periódicos, se escuchaban sus contundentes discursos y se discutían sus programas y campañas materializados en la recién creada Cámara Agraria del Altoaragón (fundada entre 1891 y 1896). Bonansa no permaneció exento a los truenos costistas pues la señera personalidad del gran reformador lo aproximaba a los debates ideológicos y sociales del país. Se leía la prensa de la época y, mientras las mujeres FRÍAS, C. y TRISAR, M., El caciquismo altoaragonés durante la Restauración, Instituto de Estudios Altoaragoneses, Huesca, 1988, p. 30. 30
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se dedicaban a las tareas caseras o pasaban las páginas de La Hormiga de Oro, los hombres comentaban y discutían las noticias políticas de la prensa en la plaza, que, tras la guerra de Cuba, comenzó a hablar de conflictos obreros y nacionalistas y pronto lo haría de aliadófilos y germanófilos. El distrito electoral de Benabarre, a cuyo partido judicial pertenece Bonansa, reproducía, con extrema docilidad, las pautas del turnismo político de la Restauración y sus mecanismos corruptores. El candidato constante en las elecciones que van desde 1899 hasta 1905 fue el conservador Pío Vicente Piniés; a partir de 1905 y hasta 1920 el distrito se estabilizó con el liberal Navarro Reverter,' mientras el más vehemente crítico del sistema político de la Restauración acuñaba la tópica expresión de oligarquía y caciquismo. Bonansa cuenta actualmente con 60 habitantes censados, ocho casas abiertas; los pequeños núcleos que forman el municipio están prácticamente despoblados: Buira tiene seis habitantes, mientras que Cirés, Gabarret, Torre de Buira, Espollá y Bibiles se hallan deshabitados. Pero, a pesar de la emigración y los no pocos cambios acontecidos durante casi un siglo, Bonansa sigue siendo testigo mudo de un recuerdo. En la fachada principal de una de las casas más antiguas del pueblo cualquier veraneante puede pararse a leer una significativa placa conmemorativa: «En esta casa nació el día 12 de I de 1896 Joaquín Maurín Juliá, escritor y político que consagró su vida a la clase obrera y a la causa de la libertad, murió el 5-11-1973». Tras casi cuarenta años de exilio, en el verano de 1981 volvían las cenizas del insigne prócer a su pueblo natal y eran depositadas en el panteón familiar sin ningún tipo de celebración religiosa; unos centenares de antiguos amigos del partido venidos de varios países de Europa y América, junto con la gente de Bonansa, se habían reunido en Lérida la tarde anterior para rendir un último homenaje a Maurín. Si bien es cierto que no pudo realizar en vida lo que fue su gran ilusión, volver a su pueblo, sí trató de imaginarlo con todo lujo de detalles y de esto da fe una novela de alrededor de 500 páginas que ultimó en Nueva York poco antes de Ibid., pp. 172-175. 31
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morir.' Este intento abiertamente literario refleja un claro trasfondo autobiográfico; bajo nombres supuestos se reconocen su propio alter ego y muchos de los paisajes que Maurín recorrió a lo largo de su existencia. La descripción de Miralba, «un pintoresco pueblecillo serrano, asentado en el regazo de una colina»,5 encaja perfectamente con Bonansa y Villacampa resulta ser un retrato fiel de Lérida, como Peñabermeja lo es de Barbastro. En este recorrido profundamente nostálgico se reconoce también un cierto sentimiento trágico de la vida y una sátira bastante acerada de la sociedad de su tiempo. Joaquín Maurín proyecta en Luis Algol sus percepciones y sus emociones más íntimas, tanto en lo que se refiere a su infancia y adolescencia como en el postrer deseo de regresar a su pueblo natal: «Luis Algol retornaba a su pueblecillo tras largos años de ausencia».6 De ahí que la alusión a esta novela inédita va a ser referencia obligada, no sólo porque ilustra determinados momentos de su vida sino porque lo hace desde su personal punto de vista, humano y novelado, en busca de la pieza exacta o fantaseada que le sirva para encajarla en su rompecabezas sentimental. Ni quiso ni pudo nunca desligarse de los lazos atávicos que le unían a su tierra y a su clan. A través del texto se nos remite a una mansión campesina y a una familia indudablemente acomodada cuyo patrimonio exigía la ayuda de braceros y criados, que convivían con la familia siempre bajo su condición inapelable de asalariados. En el centro del caserío, que se extendía formando un polígono irregular, se levantaba una vetusta casona, con grandes ventanales que miraban como ojos asombrados y una espaciosa solana festoneada por los pámpanos M., J., La juventud de Luis Algot. Diez años después, Nueva York, s. n., 1973, copia mecanografiada de 501 pp., donación de Víctor Alba al C.E.H.I. Durante su estancia en las prisiones de Jaca, Salamanca, Burgos y Barcelona (1936-1946), Maurin escribió «para entretenerse y no enloquecen muchos y muy variados relatos y ensayos, siempre desprovistos de toda connotación política. El que nos ocupa creemos que es una compilación, hecha posteriormente, de dos de ellos titulados originariamente Amor y comedia —novela en tres tomos redactada en la cárcel de Salamanca en 1940— y Misterios del museo del Prado —escrito en la prisión de Jaca en 1937—. El nexo temático que une estos dos manuscritos y especialmente el final de la novela resultante, por cierto recargada de erudición, tragedia interior y ponderada ironía, fue construido por Maurin ya en sus últimos tiempos de exilio americano. Ibid., p. 3.
Ibid., p. 223.
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Casa natal de Joaquín Maurín.
CNESTA CASA Hin° EL DIAIEDI a0r1896 JOAnUIN MAURINJULIA ESCRITOR T POLITIC O OUECOM5A5POSU VIO» ALA CLASE OBRERA V A LA CAUSE DE LA LiafilTU MURIO CL 5 111975
Placa conmemorativa.
Joaquín Maurín a los 14 años de edad.
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de un emparrado. Sólo una parte de la casona estaba permanentemente ocupada. El resto servía de almacén de trastos viejos, de granero, de palomar o, simplemente, de campo de maniobras y correrías de gatos y ratones.'
Esta imagen fantasmal de la casa se instalaría para siempre en el solar de su memoria y de allí surgirían los duendes familiares que iban a ser fieles compañeros de viajes y estancias. Sus padres, Teresa y Julián, nos dan muestras de imágenes dispares. El detallado rostro de su madre contrasta con el esquivo perfil del padre. El claroscuro de su infancia viene dado por el carácter más bien sombrío de la madre, presente, austera y devota, y un padre ausente, díscolo y de talante liberal. Si nos atenemos al retrato que de ellos hace el niño Algol, «para ella este mundo era de veras un valle de lágrimas. ¡Eran tantas las que ella había derramado!... Su esposo, el padre de Algol, por el contrario, era alegre y ligero de cascos»;8 si nos atenemos al testimonio todavía vivo de las personas que lo conocieron, muchas de las penas y de las alegrías del padre estuvieron marcadas al final de sus días por el signo del alcoholismo. La madre de Joaquín, Teresa Juliá Ferrer, era catalana; procedía de Bretuy, pueblo próximo a Vilaller, en la provincia de Lérida. Se casó en primeras nupcias con Ramón Navarri Perucho, natural de Bonansa, y tuvo dos hijos, de los cuales sólo sobrevivió uno, Ramón. Viuda de su primer marido, contrajo de nuevo matrimonio con un criado de la casa de la que había pasado a ser dueña, Julián Maurín Saura, aragonés procedente de Espés Alto. De este matrimonio nacieron seis hijos, de los cuales sólo sobrevivieron tres: Joaquín, María y Manolo; así pues, presa de los designios trágicos de la divinidad, «la madre de Algol, tesoro de bondad y ternura, pasó la mitad de su vida criando hijos que luego se iban al camposanto».» Sin embargo, la familia Maurín-Juliá no quedó reducida a tan sólo cinco miembros porque a ellos se sumaron, como era tradicional, los antiguos residentes y familiares del primer marido de Teresa; juntos se hicieron cargo, conviviendo y desviviéndose, de la solariega «casa Navarri», la mejor no sólo del pueblo sino del país, además de la más antigua: su libro de familia, su ubicación junto a la iglesia '
Ibid., p. 3. Ideal.
9 Idea
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y el escudo de armas de su fachada principal nos remontan a fines del siglo XVII y es más que segura la ascendencia nobiliaria de sus miembros; se dice que, en tiempos de los antepasados, cuando moría en Bonansa un Navarri la campana de la iglesia tañía con un toque especial. Ildefonsa Navarri, hermana del primer marido de Teresa y monja de una vasta cultura, sería —en opinión de algunos familiares— la que realmente regentaba la casa hasta que se fue a Barcelona; Concepción Iglesias Navarri (sobrina del primer marido de Teresa) fue una muy querida niñera para Joaquín, además de cuñada de su gran amigo y tutor, mosén Francisco Farré. El molino de agua de los Navarri, quienes daban trabajo y pan a casi todo el pueblo, producía harina para toda la comarca y las labores cotidianas de la casa mantenían una actividad incesante; las sirvientas iban a buscar agua a la fuente, amasaban el pan, lavaban la ropa, barrían la casa, ordeñaban las vacas y las cabras, escardaban el huerto y preparaban la comida, mientras el pastor se encargaba de guardar el rebaño y el resto de los criados, junto con el padre, se dedicaban a las tareas del campo. El primogénito, Ramón de Navarri, descendiente directo del fallecido dueño de la casa, iba a ser, según la costumbre aragonesa, el heredero absoluto de la hacienda familiar; al resto de los hermanos se les consignaba una dote a partes iguales y en caso de no contraer matrimonio seguían viviendo en la casa: eran los «tiones» o «tionas», que convivían con las entonces largas familias que emparentaban endogámicamente todo el Pirineo aragonés. A pesar de la tarea que se le había asignado, Ramón —doce años mayor que Joaquín— no cumplió adecuadamente con su cometido; según el juicio de su propia hija, era más bien político, se preocupaba más por las cosas del pueblo y de la comarca que de su propia casa. Él fue el que se encargó de hacer llegar la carretera a Bonansa, el que hizo su biblioteca y el primero que puso una fábrica de electricidad en Bonansa bastante antes de la guerra, para eso vendió bastantes fincas?'
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Entrevista con Antonia Navarri y su marido (Bonansa, 31 de julio de 1990).
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Desde Arén, Bárbara Farré, hija de la niñera de Maurín, tras insistir en lo bien que se llevaban todos los hermanos nos perfila también a su tío Ramón: tenía mucho prestigio en el país, era un hombre muy sociable, metido en política... iba a Madrid, pero no era acertado para los negocios. Tenía buen carácter y era un señor... más señor que Joaquín; era distinguido, tenía empaque y en el campo no trabajó nunca. Murió de leucemia dejando dos niñas huérfanas y la casa arruinada que la cerraron."
El retrato de Manuel, el más pequeño de todos, se dibuja con la ayuda de términos tales como sencillez y humildad. Siguió los pasos de su hermano Joaquín y poco antes de la guerra civil marchó a trabajar a Barcelona, donde moriría a los 32 años víctima de la represión contra el P.O.U.M., tras las jornadas de mayo del 37. En aquella casa, la relación con los criados era estrecha y, como insisten los testimonios orales, se establecían con ellos lazos casi familiares. Pero la jornada laboral reservaba también su tiempo al cultivo del espíritu religioso y el aire que se respiraba allí tenía claros tiznes de devoción y puritanismo. María Maurín, ocho arios menor que Joaquín y única superviviente del clan, recuerda desde Huesca que siempre había habido tres o cuatro sacerdotes en la familia y rememora con el mismo fervor el espacio sagrado de la casa. La Virgen de Piedad y San Sebastián presidían el recinto que, «como una reliquia»,' concentraba los deseos y presagios de la familia, la capilla. Allí se rezaba diariamente el rosario antes de comer y Joaquín Maurín, como uno más de aquella familia, larga y profundamente religiosa, encarnaba para su madre «la ilusión de que uno de los hijos fuera sacerdote, para que continuase la tradición de la casa»." Parece ser que Joaquín mostró ya desde pequeño una mayor afición a consultar los libros de su bien dotada biblioteca que a participar de los juegos de la plaza, más próximo a los viejos doctores del lugar que a los zagales de su misma edad. «Tiraba más hacia la gente mayor que hacia los niños de su edad, prefería estudiar (...) Estaba centrado, era un hombrecito; mi madre lo veía tan sereno, tan serio y tan formal que creía que podía ser un buen "
Entrevista con Bárbara Farré (Arén, 31 de julio de 1990).
12 Entrevista con María Maurín (Huesca, 10 de mayo de 1989). 13 Idem.
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sacerdote»." Así pues, todo parecía indicar que, por tradición y generación, aquel pre-hombre con madera de prohombre iba a consagrar sus pasos por el camino del sacerdocio. No obstante, antes de su fugaz paso por el Seminario de Barbastro, inició sus estudios primarios en las aulas de Bonansa. Entre sus maestros, Luis Rourera15 menciona a Antonio Peirón —natural de Pomar de Cinca— y a Rafael Mir —natural de Bonansa y sucesor del anterior—, acusado tras la guerra por haber sido maestro de Maurín. La imagen de aquella vieja escuela nubla el corazón del viejo y pródigo Algol, lo que no empaña la nitidez del recuerdo ni la minuciosa evocación de «la vieja escuela, con sus mesas desvencijadas, su tablero-contador, sus carteles, su Catón, su Fleury, sus tinteros de plomo, su papel pautado Iturzaeta, su reloj de péndola, su palmeta del maestro...».16 Cuando cumplió los once años le sacaron de la escuela del pueblo para llevarle a Vilaller, donde un tío que ejercía de sacerdote allí, mosén Francisco Farré Pons (natural de Llesp, Lérida), debía iniciarle en sus primeras nociones de latín. Aquel pupilaje despertó en Maurín el interés por las obras clásicas de Virgilio y Horacio, que le darían a conocer el universo arcádico recreado en las memorias de Algol y, por otra parte, estrechó los lazos familiares hasta el punto de que su amistad con mosén Francisco iba a perdurar a través de una extensa correspondencia" que puntualmente felicitaba las Navidades y transmitía periódicamente sentida y cumplida información. Allí, al otro lado del Noguera-Ribagorzana, a siete kilómetros de su pueblo natal, pasaría semanas enteras y algún verano entregado a sus primeras lecturas; dedicaba los fines de semana a volver junto a su piadosa madre, a la que admiraba profundamente y a la que ayudaba con complacencia en las tareas caseras. Aunque sus derroteros iban a ser muy otros de los que su madre le había dispuesto, nunca perdería su fervor filial, hasta el punto de que —como nos contó fdem.
15 Sacerdote natural de Arén, estudioso de la figura de Maurín. Conversación en su casa de Barcelona (abril de 1990). M., J., La juventud de..., ed. cit., p. 224. '' Cedida por la familia Farré de Llesp al ayuntamiento de Pont de Suert y actualmente en paradero desconocido.
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Manuel Iglesias— «él en su casa de Bonansa, cuando estaba con sus jaleos políticos, rezaba religiosamente el rosario por respeto a su madre».'8 Entre la acequia y el molino pasaba muchas tardes, siempre con un libro cerrado bajo el brazo o abierto bajo la sombra de su querido roble. Sus largos paseos en los días estivales le permitían sumergirse sensitiva e intelectualmente en su soñada Arcadia, de ahí que le disgustara la siega y le encantara regar los prados, actividad que le permitía concentrarse horas enteras y solitarias rodeado de bucólicos placeres. No participaba directamente del trabajo físico del campo, pero frecuentaba el trato y la conversación con el personal de la casa y propiciaba continuamente el contacto con la naturaleza. Su hermana María, con la que apenas tuvo tiempo de compartir su infancia, recuerda que: teníamos una finca entre Vilaller y Bonansa, y entre semana se bajaba a Las Bordas con los criados, dormía allí, bebía leche, le gustaba mucho, había muchas vacas. Trataba mucho con los criados, era muy humano (...) Yo recuerdo haberle oído decir: «—¡Cuánto trabajaban! ¡Se levantaban tan pronto los criados! ¡Cuánto trabajaban!». Y mi padre le decía: «Es que, hijo mío, tenemos que aprovechar aquí porque en invierno no se hace nada». Comprendo que era muy humano hacia la gente así».19
Ese Maurín curioso y «humano» constataba, ya de niño, las diferencias clasistas que existían entre amos y criados y esa experiencia quedaría grabada en su conciencia, creando un sentimiento de justicia social cercano al mensaje cristiano que entroncaría con «la gente así» y encontraría con el tiempo un espacio político apropiado. Además de sus relaciones con los criados, con la familia de Vilaller y con los miembros de la suya propia, Joaquín Maurín mantuvo estrechos contactos con otra rama genealógica de la saga que residía en Durro, pequeño pueblo cercano a Bonansa. Allí se casó con un Iglesias una hermana del primer marido de Teresa y dos de sus hijos, Ramón y Joaquín Iglesias Navarri, iban a ser determinantes años más tarde en el destino de Maurín. ' Entrevista con mosén Manuel Iglesias Costa (Barbastro, 3 de noviembre de 1989).
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Entrevista con María Maurín.
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El mayor de los primos, Ramón, a la sazón seminarista en Barbastro y con el que Joaquín había pasado muchas temporadas de pequeño, fue también su instructor y bajo su cuidado moral y material ingresó en 1909 en el seminario barbastrense. El entonces aspirante a canónigo, Ramón Iglesias Navarri, llegó a ser durante el transcurso de la guerra civil comandante jefe de los capellanes castrenses del ejército de Franco y años más tarde obispo de la Seo de Urgel y co-príncipe de Andorra. Sin aventurar hipótesis, se puede asegurar que mosén Ramón antepuso en los momentos difíciles los lazos de sangre por encima de cualquier ideología para salvar la vida de Joaquín. Según la versión de María de Farré, sobrina del obispo, Joaquín era la nota discordante de la familia, mi tío se pasaba la vida sacándolo de la cárcel, volvía a la calle y... otra vez a la cárcel. Nadie sabe las gestiones que hizo para salvarlo hasta lo de Serrano Suñer y la publicación del libro de su mujer."
Joaquín Maurín no pudo volver a ver a su benefactor desde aquel providencial encuentro en el calabozo de la Jefatura de Orden Público de Zaragoza a fines de 1937 (Ramón Iglesias acudió con urgencia a los angustiados telegramas de la mujer de Maurín). La muerte de Ramón no por anunciada dejó de tener su efecto y tras el «rudo golpe» envió al hermano del obispo una significativa carta de condolencia que gracias a María Maurín podemos reproducir: Nueva York, 6 de abril de 1972. Estimado Mossen Joaquín: Acabo de recibir carta de mi hermana María, comunicándome la triste noticia del fallecimiento de Mossen Ramón. Aunque tu carta de hace tres meses hacía presentir el inevitable desenlace, la noticia ha sido un rudo golpe para mí. Además de la profunda simpatía que él tuvo siempre por mí —desde aquel inolvidable verano de 1908 que yo pasé en Durro—. Mossen Ramón, como yo le llamé siempre familiarmente, en un instante crucial de mi vida, hizo su aparición casi milagrosa y paró la rueda dramática de lo que parecía inexcusable. Hizo lo que sólo un hermano entrañable podía hacer. Su protección moral fue constante. Aún ya estando en Nueva York sentí sus beneficiosos efectos. Recuerdo brevemente todo esto porque me satisface la confesión. 20 Entrevista con María Iglesias Benería (Durro, 29 de octubre de 1989). El libro que escribió su mujer, Jeanne Maurín, es el titulado Cómo se salvó Joaquín Maurín. Recuerdos y testimonios, Ed. Júcar, Madrid, 1979.
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
Con respecto a mí, Mossen Ramón no sólo fueron los lazos familiares los que motivaron su comportamiento, sino la grandeza de su alma. Era un hombre extraordinario. Siempre acaricié la esperanza de que un día podría darle materialmente un abrazo, testimoniándole mi profundo agradecimiento. Pero el destino ha sido cruel: no ha sido posible. Tú, ahora, sin Mossen Ramón —tu hermano y el mejor amigo— debes sentirte desamparado. Que te ayude a soportar su desaparición material el pensamiento que Mossen Ramón está siempre presente en los mejores recuerdos de los que tuvieron el privilegio de conocerlo, yo entre los primeros. No necesito decirte cómo Juana comparte mi sentimiento. Mario está ahora en Europa, y se entristecerá cuando se entere. Los dos, hace unos 15 arios, fueron especialmente a Seo de Urgell, a saludaros. Tuvieron la satisfacción de conocer a Mossen Ramón —y a ti, naturalmente—. Recibe un cariñoso abrazo de tu afligido primo. JOAQUÍN
Este elocuente testimonio mecanografiado por Joaquín Maurín no deja lugar a dudas acerca de quién fuera el verdadero artífice que paralizaría «la inexcusable rueda dramática», aplazaría el expediente y daría prórroga a sus días, por lo que, de no mediar partidismos interesados, dejaría zanjada la polémica sobre la procedencia de la decisiva intervención que bloqueó el curso oficial de los hechos y arrojaría luz sobre el ya de por sí intrincado «enigma de Joaquín Maurín». El agradecimiento que Maurín muestra hacia su primo no es, como puede leerse, un pésame convencional sino la demostración palpable de dos almas no gemelas pero sí unidas por su misma grandeza. Maurín escribe con el recuerdo borroso que conlleva un océano de treinta y cinco años desde el que prometía ser su penúltimo abrazo, pero lo hace con el pulso firme de la edad y la voz dolida por el golpe, con la modestia de un novicio que se confiesa y la admiración declarada del discípulo que se supo protegido. Su Arcadia natal, con los personajes que la poblaron, resultaba así un universo recuperable, rescatado por el ejercicio de la memoria y con ayuda de la palabra. El intento quedaba plenamente justificado, pues en ese mundo habitaron por mucho tiempo, grabadas con el fuego de la niñez, las piezas clave de su devenir. Así pues, no es de extrañar que hasta sus últimos días Maurín se empeñara en evocar, en la clarividencia del exilio, momentos, fechas, nombres y lugares; desde «aquel inolvidable verano de 1908» en Durro hasta sus comienzos en el seminario. 40
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RAÍZ «CAMPESINA» DE UN LÍDER OBRERO (1896-1910)
SetriihaPio Conciliar, DEL OBISPADO -04 d. I.-
L k nzip A.
SECRETARIA
Don "--41 Seminario Conciliar de Lérida. ‘ k et,444«
CERTIFICO: Que S9. 52iócesis de
I gSecretario de &tedios del
,a7.).
....natural de
Provin
cursado y probado en este Semi',
nano los anos y asignaturas, .-.¡Le con 'as respectivas calificaciones é. continuacion se e2cpresan.
ASIGNATURAS
CENSURA EN EXÁMENES
C011111CTI
(Ztnne.a.~:1,,e
1si resulta del Regiztro de les libros de esta Secretaria de mi cargo.11 para que conste, libro la ..91 presente que firmo y selle en Zérids.. novecientos
•
-n-r-c. • El Reaten,
ImprenuMeirlm.
Calificación en su primer curso como seminarista.
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de mil
JOAQUÍN IVIAURÍN (1896-1973)
1/3a,t-
• e-cco-
Solicitud de admisión para cursar el segundo ario de latín.
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Prosodia Castellana
Bene-meritus I.° Meritus Bene-meritus Meritissimus
Histeria Sagrada
HIstoria Sagrada 2,°
Barbastro 4 de, Junio: de 1910. El Secretario, Juaq frfontalbaq.
Bene-meritus B,ene-meritus Meritissimus MeritIssimus Meritus Meritus Meritus Meritus Méritus Bene-rneritus
Bagre%
Meritissimus Meritissimus Meritissimus Meritus Meritus Bene-meiitus Benémerittis Meritissimus Meritiísimua
Retórica
Historia de Espata
Bene-peritus
Poetisa
Bene-meritus Merltissimus Meritissimus
Historia M'arad 2.°
Bene-meritus Bene-meritus Historia Universal I." Meritus Bene-meritus Bene-meritus Bene-meritus Meritissimus Meritissimus
litio
Boletín de notas en su segundo año en el Seminario de Barbastro.
,El Vice-Rector, Jr. fausto Cucurull.
V.o B.o
Ramón Franco Pérez Año 3.° • José Rami Nerin » José Rabat Labazuy » Prudencio Sanz Lacambra Año 2.° Joaquín Maurin Juliá Mariano Galindo Ramón Morillo La-Plana Año I.° José María Rivera Sazatornil » Florencio Mariano ,Puertas Desiderio Alvira Buil • José Torres Portaspana » José María Saura
Año 4.°
Latinidad y 'Humanidades
RAÍZ «CAMPESINA» DE UN LÍDER OBRERO (1896-19 10)
JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
En el curso académico 1907-1908 obtuvo en Vilaller la calificación de «Benemeritus» en las asignaturas de Latín e Historia Sagrada, según consta en el certificado del Seminario Conciliar de Lérida. La etapa académica de Maurín siguió su curso entre sacerdotes y, antes de su ingreso en el Seminario de Barbastro, a juicio de Manuel Iglesias y Luis Rourera, Joaquín amplió sus estudios en Pobla de Segur (Lérida), en un centro comarcal regentado por sacerdotes que recogía a los aspirantes al seminario. El rector de este centro, José Carrera, coterráneo de la madre de Maurín, que acogió complacido al tierno infante, se sorprendería arios más tarde al oír las diatribas que este lanzaba contra la Iglesia ya desde su condición de parlamentario. Manuel Iglesias hablaba así con José Carrera a la salida del comedor: —«¿Has oído a tu paisano? —Sí, sí. —¡Cuántas veces se lo dije a su madre: este chico tiene muy buena cabeza pero terminará mal! José Carrera era un hombre de una parsimonia tremenda, muy sereno. Se sobresaltó y se quedó lívido al oírlo en el parlamento porque le tenía afecto.21
En vísperas de la Semana Roja catalana y de la guerra de Marruecos, Joaquín Maurín ingresa a sus trece años en el Seminario de Barbastro, donde siempre se le consideró como un alumno aplicado y de inmejorable conducta, como lo acredita su boletín de notas. Para aquel entonces ya había mostrado suficientemente su vocación al estudio y su inclinación hacia el saber —prácticamente monopolizado por la Iglesia—, pero no podía demostrar su vocación religiosa porque no la tenía. El carácter introvertido, reconcentrado y algo serio de Joaquín Maurín no preveía la consumación del sacerdocio, ni comulgaba con su ordenación moral ni con el papel histórico que venía jugando. Sus intereses personales no coincidían con los oficiales de la institución que se le ofrecía; así que, sea como fuere, decide no hacerse cura. Cuando en verano vuelve a Vilaller habla con su tío y amigo Francisco Farré y, al temer no ser comprendido por su madre, este se encarga de transmitir la noticia a la familia. Su hermana María, que contaba para entonces cinco arios, recuerda que: 21
Entrevista con Manuel Iglesias.
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RAÍZ «CAMPESINA» DE UN LÍDER OBRERO (1896-1910)
Cuando había que hablar algo más íntimo de la familia siempre nos reuníamos en el cuarto del estudio, que le llamábamos. Yo me acuerdo de haber entrado allí y de ver a mi madre hecha un mar de lágrimas; también estaba mi padre, mi hermano mayor y mosén Francisco. Yo no sabía qué pasaba y era que él le dijo: —Joaquín no quiere ser sacerdote. Días más tarde mi madre me comentó: «vale más que sea un buen paisano que un mal sacerdote»."
Así pues, al igual que antes José Carrera asumiera con expresión de escándalo el carácter «provocador» del que fuera su alumno, la madre acepta ahora en un gesto de resignación cristiana lo que iba a ser el cambio de rumbo de su hijo; estaba claro que Joaquín no tenía vocación, como tampoco tenía interés por las faenas del campo ni «festejaba» con las chicas del pueblo. Aquel hijo era inteligente, le gustaba estudiar; había, pues, que «darle una carrera». Se decidió que magisterio era lo más apropiado: además de ser una carrera corta se podía cursar en Huesca. En la capital oscense tendría ocasión de ampliar su círculo de conocimientos y amistades. Atrás, y nunca enterrada, quedaba la casa de la infancia, con sus canciones de siega, sus murmullos de alcoba y los indelebles fantasmas que la habitaron; la sabia y decidida presencia de su madre, la dipsomanía de su padre, la autoridad de sus tías, la atenta mirada de su hermana, la cordialidad de tíos y primos. Que sus esencias revolucionarias emanasen de las innatas predisposiciones personales o de los determinantes ambientales en los que se crió es una mera disyuntiva metodológica. La interacción de ambos componentes sirve para conciliar el carácter firme y afable, el intelecto inquieto y su natural pragmático y emprendedor, por una parte, con, por otra, sus filias y sus fobias, sus amigos y rivales, sus lecturas, conjeturas y aquel marco familiar en el que se respiraban a partes iguales desigualdades sociales y dogmas cristianos, posibles injusticias y manifiestas creencias. Bonansa permanecería erguida desde ese invierno del 96 como testigo impasible y paisaje imborrable de la niñez de este hombre cuya odisea le condujo, por la senda de la libertad, hasta el engranaje del miedo. Los hombres y mujeres que crecieron con el siglo y aspiraron despreocupados sus primeras bocanadas no hubieran podido imaginar que sus destinos iban a quedar tan fatídicamente mar" Entrevista con María Maurín.
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cados por los trágicos acontecimientos que jalonaron sus días; cárceles, guerras y exilios en un ciclo regido por la aceleración y el vértigo. Joaquín Maurín, como una rara avis en aquella legión de extraños mesías, libraría su propia lid en medio de alborotos y desastres, depresiones, excesos y demás estremecimientos. Y aunque en muchos casos las hadas vencieron su batalla a los hados, unas y otros se encargaron de satisfacer o impedir sus deseos, de trocar sus sólidas ideas en revolucionarios ideales o convertir viejos ideales en nuevas ideas; de trazar, en suma, su peripecia personal.
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2. Las ilusiones republicanas de la primera juventud (1910-1918)
Entonces se dio cuenta Julio de que había algo en el mundo mucho más inflexible que las leyes del silogismo. Benjamín Jamás
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2.1. OJO POR OJO. HUESCA
A sus 15 años Joaquín Maurín se trasladó a Huesca, donde vivió los cuatro años que legalmente se tardaba en obtener el título de maestro de grado superior. Huesca contaba entonces con alrededor de 13.000 habitantes, era una apacible ciudad provinciana que vegetaba políticamente bajo los auspicios de prototípicos caciques locales de talla nacional. En el resto del país, la restauración del orden en los meses posteriores a los acontecimientos de la Semana Trágica iba a tener importantes consecuencias, no sólo para Cataluña sino para el resto del país. En la vida política española se desmoronó totalmente el turno de partidos y sobre el movimiento obrero se descargó la absurda y vengativa represión de los sucesos de julio, encarnada en la figura de Francisco Ferrer y Guardia, librepensador y hombre puente entre el republicanismo insurreccional del que procedía y el obrerismo libertario hacia el que parecía avanzar. Todo salía trastocado de la crisis de 1909; frente a la «vieja política», como decía Ortega, trataba de emerger otra «nueva» que, muy en la línea regeneracionista, mediara en el conflicto entre la sociedad española y el Estado. Surgen las oposiciones al Estado de la Restauración, cuyo sistema político es incapaz de canalizar. En octubre-noviembre de 1910 se celebra el primer congreso constitutivo de la Confederación Nacional del Trabajo; el P.S.O.E., gracias a la conjunción republicano-socialista (establecida en noviembre de 1909), obtiene en 1910 su primer y único diputado a la Cámara legislativa en la persona de Pablo Iglesias. Junto con el movimiento obrero, el regeneracionismo de la pequeña burguesía y clases 49
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JOAQUÍN MAURIN (1896-1973)
medias y los nacionalismos de las burguesías periféricas defendían intereses sociales distintos a los representados por el monolítico bloque de poder dominante. La pugna se produce al margen del sistema y éste entra en crisis de modo evidente. Los diversos intentos regeneracionistas no llegaron a cuajar: los costistas, incapaces de convertirse en opción política; Maura, finalmente descartado por el rey; Canalejas, asesinado; Lerroux, convencido de que todo movimiento de opinión como el que él había creado era incontrolable, acaba como otro patrón más de un partido clientelista. En cuanto al movimiento obrero, la Semana Trágica elimina una vez más la posibilidad de un sindicalismo poderoso y apolítico; la intransigencia gubernamental y patronal en 1919-1923 hará el resto.' El ejército, por su lado, se acostumbrará también a presionar políticamente al margen del sistema parlamentario y las Juntas de Defensa son el paso siguiente. Incluso los diputados se reúnen fuera del parlamento y han de ser disueltos por la policía. El aparato político sobrevive precariamente, capeando las crisis —como la de 1917— a base de lanzar a un grupo opositor contra otro, pero el descrédito de la legalidad y de la monarquía parlamentaria aumenta. En último extremo, los reformistas acaban viendo en la revolución la única posibilidad de cambio y los conservadores, en la dictadura, el sinónimo de estabilidad. Se iban creando las condiciones estructurales para el estallido del conflicto civil más intenso de la reciente historia española: la guerra civil de 1936-1939. En Huesca seguía primando y se seguía imponiendo la cristalización de unos cacicatos estables, representados en algunos casos por hombres de la provincia y, en otros, por diputados foráneos que contaban con el apoyo de caciques locales. Manuel Camo fue el más representativo de todos ellos y el que manejó durante muchos arios los resortes políticos de la provincia. Militante en las filas del republicanismo posibilista castelarino hasta 1898 y en las del partido liberal hasta esa fecha, había estudiado Farmacia en Madrid y en Barcelona, participó en la revolución de septiembre del 68 y fue alcalde de Huesca al ario siguiente. Fue el cacique político de la época que logró que primasen la influencia personal y la organización local frente a las directrices del poder central. Fuera el gobierno que fuera, liberal ' ÁLVAREZ JUNCO, J., «Maneras de hacer historia: los antecedentes de la Semana Trágica«, Zona Abierta, n.2 31, 1984, pp. 43-92. 50
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LAS ILUSIONES REPUBLICANAS DE LA PRIMERA JUVENTUD (1910-1918)
o conservador, los candidatos liberales de Huesca obtuvieron siempre la mayoría triunfante. Joaquín Maurín le dedica este párrafo que entresacamos de sus memorias, escritas en Nueva York un par de años antes de morir, comenzadas por sus años de Lérida y, aunque inacabadas, publicadas en parte a partir de los años 60 en el periódico España Libre que se editaba en Nueva York y recogidas en el libro de Víctor Alba: Camo era el tipo representativo del perfecto cacique de la Restauración. Gobernaba la provincia de una manera paternal. Vivía modestamente en su botica y no buscaba enriquecerse. Era un cacique honrado. Sin embargo, Joaquín Costa lo detestaba. Se trataba de dos hombres completamente diferentes: Camo era el liberal pragmático, y Costa, el idealista. El republicanismo no castelarino que quedó en la provincia de Huesca después del ingreso de Camo en el partido liberal, se redujo a unos cuantos núcleos desperdigados sin la menor importancia electoral. A comienzos de siglo, todos esos núcleos eran lerrouxistas. Costa, refugiado en Graus, antiCamo y antiLerroux, estaba completamente solo. Camo murió a comienzos de la segunda década del siglo (...) pero la tupida red caciquil que él había urdido en cuarenta arios de intensa labor se mantenía intacta. Miguel Moya seguía siendo diputado por Huesca.'
La muerte de Camo en 1911 coincidió con la de su opositor Joaquín Costa; dos de los más significativos protagonistas del panorama político altoaragonés de principios del siglo XX habían legado una herencia dificil de olvidar. Pero todo estaba previsto: la jefatura política del partido liberal sería compartida por cuatro personalidades oscenses: Julio Sopena (senador) y tres diputados provinciales, Domingo del Cacho, Manuel Batalla y Gaspar Mairal. El Directorio, bajo la tutela de Miguel Moya, siguió las directrices políticas que Camo había establecido, de forma que no se percibió ningún cambio: llegó hasta la dictadura de Primo de Rivera tal y como se rigió en vida del cacique oscense. Pocos años más tarde, en 1917, Joaquín Maurín, desde un diario republicano de Lérida y desde su condición de joven maestro, joven político y joven orador, juzgaba así la política del Directorio camista y sus nefastas consecuencias:
M., J., «Testimonio de una época: con Viladrich y Baroja•, España Libre, Nueva York, enero-febrero y marzo-abril de 1972. Recogido en ALBA, y., Dos revolucionarios. Andrés Nin, Joaquín Maurín, Ed. Hora H, Madrid, 1975, pp. 28-29.
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
En Huesca no sale un perro a la calle sin el consentimiento del Directorio. El Directorio es la tríada formada por los lugartenientes de Camo. Ellos dictan justicia, condenando o absolviendo; ellos recargan las contribuciones; ganan los pleitos; colocan a los hijos gandules de los caciques pueblerinos; nombran diputados. En una palabra, ellos tienen jurisdicción completa (...) A Huesca, como capital, la han muerto esa banda de políticos (...) En la ciudad de Camo no hay escuelas, pero las chirlatas, los prostíbulos y los conventos son incontables. El juego reina escandalosamente desde la taberna más infame hasta el Casino oscense a donde afluye todo el dinero de Huesca (...) Económicamente Huesca está en ruinas por obra y gracia de la política camista. El ferrocarril de Canfranc que hubiese reanimado su comercio no pasará por la población. Es bien notorio que por una cuestión personal entre Camo y el ingeniero encargado de su estudio la vía está colocada a muchos kilómetros de Huesca (...) Esta es la obra del caciquismo. Ha agotado todas las energías del país y le ha sumido en la miseria espiritual más espantosa.'
De esta forma percibió Maurín la ciudad en la que pasó cuatro años de su vida; el juicio que de ella y de sus gobernantes hace en este texto es sensiblemente más duro y apasionado que el que hallábamos en sus memorias. En este contexto hay que situar no sólo la figura de Joaquín Maurín sino también el grupo de amigos con el que se relacionó de 1911 a 1914 y cuya amistad y colaboración perduraría años después hasta que las divergencias ideológicas les llevaran por caminos diferentes. Ramón Acín, Ángel Samblancat, Gil Bel, Felipe Aláiz y Joaquín Maurín, el más joven de todos ellos, se cuestionaban desde la aparente calma social oscense la inoperante realidad de aquellos «años bobos». Enormemente sensibilizados y conocedores de las alternativas radicales que se gestaban sobre todo en Cataluña, se aproximaron a un republicanismo social de tono regionalista y fueron herederos del más puro idealismo costista. En el momento en que este grupo de «rebeldes juveniles» se aglutinaba como fuerza de choque y mientras Manuel Camo dirigía el Diario de Huesca, apareció una nueva revista oscense que, bajo el significativo título de Talión, realizaron Maurín y sus amigos José Jaime Jamé, Samblancat y Gil Bel. Ya en 1913 Acín y Samblancat habían editado en Barcelona un semanario de tendencia anarquizante
M., J., «Caciques y regionalistas en Aragón», El Ideal, Lérida, 21 de diciembre de 1917.
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llamado La Ira. Con el mismo espíritu justiciero y presumibles aires incendiarios nació Talión, efímera y panfletaria publicación, reflejo de las ideas de Bakunin y cuyo único testimonio aparece en el libro de Felipe Aláiz: Ramón Acín con Bel, Samblancat, Maurín y yo formamos en el alto Aragón desde 1915 a 1920 una guerrilla con todas las características de alianza antifascista (...) Maurín era entonces muy joven y seguía con precisión las alternativas de la política. Gil Bel, Samblancat y él editaron una revista en Huesca que se titulaba Talión. ¡Ojo por ojo y diente por diente!'
No existe otra información paralela ni se conserva ningún ejemplar de la revista. A juicio de Manuel Bandrés, seguramente su tirada fue muy reducida y de corta duración; elaborada con escasos medios y pensada para servir como ataque —su mismo título lo insinúa— a la dura represión protagonizada por el ejército en la huelga general revolucionaria de 1917. Con la publicación de Talión la que sería pródiga faceta periodística de Joaquín Maurín hacía su puesta de largo y también se inauguraban sus problemas con la legalidad vigente. En 1914, a sus 18 años, como cuenta él mismo en sus memorias, se le instruyó un proceso judicial por la publicación de un artículo supuestamente antimonárquico en el que el fiscal creyó que se insultaba al rey. Afortunadamente el incidente no tuvo mayores consecuencias, seguramente porque su abogado defensor, Batalla (uno de los miembros del Directorio sucesor de Camo), debió de esgrimir como argumento contundente su minoría de edad. Los comienzos del compromiso político de Maurín se remontan pues a los años 14 y 15. Es más que probable que existiera un cierto coqueteo ideológico con algunos de los dogmas del movimiento libertario español, pero en todo caso, y en fechas tan tempranas, no se puede asegurar que ninguno de los miembros del grupo de Maurín se moviera con firmeza en ese terreno. Por otra parte, el marxismo era poco conocido en España y menos en un medio que nada tenía de industrial y obrero; la tradición y la herencia decimonónicas, el recuerdo de la revolución de septiembre del 68 y sus posos democráticos vinculaban al grupo de intelectuales y artistas oscenses al carro de un republicanismo radical de raigambre federalista. ALAIZ, F.,
Vida y muerte de Ramón Acín, Ed. Umbral, París, p. 15. 53
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
Sus anatemas contra el parlamentarismo decadente y corrupto, contra el estado centralizador y, sobre todo, contra el montaje caciquil, así como el tono radical y rebelde de sus panfletos, evidencian por sí mismos de qué lado estaban en un momento histórico en el que las categorías o etiquetas políticas eran fundamentales. Maurín escribía en 1917 lo que para él era otra de las muchas flagrantes injusticias cometidas por el Directorio camista en Huesca: Hace unos cinco años un tipógrafo recién llegado de Madrid como regente de una imprenta intentó agrupar a los elementos proletarios hasta entonces dispersos (...), constituyó un Centro Obrero (...) pero aquella fuerza que nacía era un peligro para las expansiones del camismo. Había que detener el movimiento (...) el Directorio solapadamente engañó a los obreros y los indujo a rebelarse contra quien quería librarles de la esclavitud. Valenzuela tuvo que huir de Huesca...5
Los sutiles «manejos» de los todopoderosos caciques que gobernaban a su antojo no permitían, al igual que el Estado español, que ningún germen de oposición se filtrase en sus feudos. Era esa la visión de Joaquín Maurín en un contexto político que ya hemos intentado explicitar y al que obligatoriamente hay que añadirle la importante vanguardia artística e incluso pedagógica abanderada por Ramón Acín. Dibujante, escultor, pintor, de personalidad polifacética, fue profesor de dibujo en la Escuela Normal de Magisterio de Huesca; Maurín no llegó a ser su alumno pero debió de aprender algo de su magisterio activo y de las nuevas corrientes pedagógicas a las que Acín estuvo ligado con su consecuente preocupación social. De su enorme capacidad comunicativa surgirá la necesidad de quebrar la sintaxis plástica, literaria y política convencionales. Es esa plural transgresión, que comenzó siendo un ejercicio lúdico para convertirse en experiencia vital, el caldo de cultivo de una generación que, a modo de avanzadilla, encontraría réplica y continuidad unos diez años después. Ramón Acín desembocó en las filas de la C.N.T. y en 1930, seis arios antes de ser fusilado, escribía en el Diario de Huesca:
M., J., «Caciques y regionalistas en Aragón», El Ideal, Lérida, 21 de diciembre de 1917. 54
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... Andrés Nin y Joaquín Maurín se hicieron comunistas, comunistas rusos que es decir comunistas de Estado; yo seguí con el comunismo libertario. Con A. Nin a quien me une una buena amistad y J. Maurín, con quien me une una amistad más que buena fraternal, de hermano, hoy por hoy somos sin paradoja, enemigos irreconciliables (...) Soy hombre a quien quizá le pesen demasiado los conceptos de amistad y tolerancia.'
Algo similar ocurrió con el resto de los correligionarios aragoneses de Maurín. El grausino Ángel Samblancat llegó a ser, además de jurista, un polemista anticlerical famoso; fue colaborador, redactor y hasta director de muchos periódicos de izquierdas de tendencia desde liberal republicana hasta anarcosindicalista. Felipe Aláiz fue, como Acín y Maurín, un conocido dirigente cenetista. Con él tuvo Joaquín una relación más estrecha porque Aláiz impartiría clases de Literatura en el mismo liceo de Lérida en el que Maurín ejerciera de maestro de Geografía e Historia. Aláiz, tras despegarse de su arraigado regionalismo reivindicativo, permaneció fiel a la causa anarcosindicalista y fue también colaborador —de brillante pluma— de las más importantes publicaciones de la Confederación. Este aragonés de Belver de Cinca recordaba así la evolución política de Maurín y Samblancat: Maurín saltó de su republicanismo algo marcelinista y algo victorhuguesco a la organización confederal, de la que fue militante, como Gil Bel, desde las primeras horas que siguieron al Congreso de Sans del 18. Samblancat estaba en el Sinaí de sus truenos costistas y pegaba muchas palizas a la caciquería, que en Aragón tenía un aire insufriblemente sonriente, pero virulento en los hechos.'
Casi todos los miembros que formaban este grupo de amigos y que tenían sus raíces clavadas en Huesca formaron parte de la vanguardia intelectual del movimiento obrero de los años veinte y treinta. Todos ellos asistieron de forma representativa al progresivo despertar del proletariado y a su reorganización tras la primera guerra mundial y tras la Revolución rusa. Y todos ellos, excepto Ramón Acín, ACiN, BANDRÉS, M.,
R., «Recuerdo, 10 años atrás», Diario de Huesca, 19 de septiembre de 1930. Recogido en La obra artigráfica de Ramón Acín, 1911-1936, Instituto de Estudios Altoaragoneses, Huesca,
1987, p. 120. '
ALAtz, F., op. cít., p. 16.
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que moriría fusilado en Huesca en agosto del 36, acabaron sus días en el exilio: Samblancat moría en Méjico (1963), Felipe Aláiz en París (1959) y Joaquín Maurín en Nueva York (1973). La Normal de Huesca, en la que también había estudiado Joaquín Costa, fue aglutinadora de aquel espíritu de reforma pedagógica del que Maurín iba a ser partícipe. Ese puñado de maestros iba a hacer suya la tarea de levantar, como dijera Ramón Acín, «una escuela libre y nueva y laica, y contra ella se tornarán en cañas la espada del general, el báculo del obispo y el bastón borlado del gobernador». Y ese empeño de progreso a través de la cultura, transmitido casi hereditariamente a través de unas cuantas generaciones, parecía saltar del papel a la pizarra al igual que los lienzos pasaban ya de los caballetes a las galerías de arte catalanas. Presumiblemente las primeras empresas rebeldes de Maurín en Huesca no fueron muy conocidas por su familia, a la que, según todos los testimonios, mantuvo siempre al margen de cualquier actividad política. «Cruzaba la puerta de casa y la política quedaba fuera; dentro, nada de política».» De todos modos, debió de compartir algunos de sus iniciales puntos de vista con la gente del pueblo, que además de apreciarle «... le tenía por un poco ido, porque ya pensaba en cosas que luego han sucedido. Parece que veía lo que iba a pasar; decían que era muy fantástico».» Las fantasías e ideales de Joaquín Maurín y sus sueños de un mundo más justo experimentaron muchos cambios formales a lo largo de su vida; pero en esos momentos es más que probable que sus visitas y largas conversaciones con Joaquín Costa —recluido en Graus y a punto de morir— influyeran de modo decisivo en su discurso agorero o profético y en sus planteamientos vitales. Efectivamente, su hermana María, tal vez la persona más ligada a él, que estudiaba con las monjas en Graus mientras Joaquín lo hacía en la Normal de Huesca, nos contó cómo su hermano conoció a Costa: Cuando estudiaba en Huesca no pasaba nunca por Graus que no fuera a ver a don Joaquín Costa. Se dolía mucho de verlo paralítico y enfermo..., de ver cómo un hombre que valía tanto..., un señor de tanta inteligencia se hubiera visto relegado, sin una pensión, sin reconocimientos de ningún tipo,
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Entrevista con Antonia Navarri. Entrevista con María Maurín. 56
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¡tan pobre! Tenía largas conversaciones con él y luego, en Bonansa, lo comentaba con mi hermano mayor.''
Si la información y las fechas no nos engañan no debieron de ser muchas las visitas que Maurín realizó a Costa porque este murió en febrero de 1911, justo el año en que Maurín, prácticamente recién salido del Seminario, comenzó sus estudios en Huesca. Por otra parte, existe la hipótesis de que Joaquín Costa hubiera visitado a los miembros de casa Navarri años antes. Según la versión de Bárbara Farré, allí acudían muchas personalidades y la familia Maurín-Navarri gustaba de mantener relaciones sociales. Maurín fue todos los veranos y las Navidades a ver a su familia, ... él tenía una ilusión grande por ir a Bonansa; aunque le hubieran dicho que le pagaban las vacaciones en Huesca para que se lo pasara bomba no se hubiera quedado. Él, a Bonansa, a ver a sus hermanos y a su madre y a su padre. La gente del pueblo iba a saludarlo. Lo querían mucho, fue siempre muy muy querido; lo tenían como una cosa fuera de lo corriente, lo comprendían."
En aquellos felices años mozos de su primera juventud, como así los recuerda en sus memorias, Maurín se moldeaba en las lides periodísticas y se fogueaba en entusiastas proyectos editoriales, más ocupado en sus primeros artículos que preocupado por su carrera. En el expediente académico de esos cuatro cursos (de 1910 a 1914) destacan siete notables en una legión de «aprobados». Si las calificaciones de las asignaturas dan muestras de la aptitud en las materias, la Geografía e Historia es la de más brillante rendimiento. De su época como alumno datan los exámenes guardados en el Archivo Histórico Provincial de Huesca, en los que no cuesta descubrir la madurez inusual de una prosa de quince años; en 1911 los ejercicios de «Nociones de pedagogía» se nutren de metáforas religiosas («La escuela es el templo de la educación cuyo culto dirige el maestro») y, recíprocamente, en los de «Doctrina cristiana» no desaprovecha la oportunidad «para demostrar que la enseñanza en las escuelas debe ser religiosa, Victor Hugo que apoyaba a esta, dijo: "por cada escuela que se abre se cierra un presidio" frase que ha repetido el ilustre
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
Escuela Normal Superior de Maestros de Huesca -
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Gramática castellana (ampliación)
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Derecho usual y Legislación escolar
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Ciencias fisicas y lialtirideS C011 aplicación á la industria y á lahigiene Prácticas de enseñanza eth
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LAS ILUSIONES REPUBLICANAS DE LA PRIMERA JUVENTUD (1910-1918)
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El Director de la Escuela,
Expediente académico de Joaquín Maurín en la Normal de Huesca.
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
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Lengua Castellana Historia de la Pedagogía
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LAS ILUSIONES REPUBLICANAS DE LA PRIMERA JUVENTUD (1910-1918)
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El Secretario _ -
Expediente académico de Joaquín Maurín en la Normal de Huesca.
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español D. Miguel de Unamuno aunque este es partidario de que el nombre de Dios debe desterrarse de las escuelas». Paulatinamente, se iría involucrando en diatribas políticas y conectando con el magma artístico de aquella providencial generación de oscenses. La influencia de aquella etapa, con el embrujo de la ciudad y de sus gentes, ejercería con el tiempo un entrañable y casi adolescente magnetismo. A los cuarenta años, paseando por La Coruña en el aciago julio del 36, la presencia de Huesca le sobreviene, casi irónicamente, con el encuentro en una librería de viejo de Las tardes del sanatorio, obra del oscense Silvio Kossti, que sería alcalde de Huesca ya como Manuel Bescós. Por canales insospechados y misteriosos, la Huesca de mi adolescencia venía a La Coruña a saludarme. (...) Empecé a pensar en Huesca, en donde había pasado los años más felices de mi primera juventud: la Escuela Normal, el Instituto, el Coso, las riberas de la Isuela; la Huesca de Baltasar Gracián, del conde de Aranda, de Joaquín Costa, del cacique liberal Manuel Camo... ¡Ah, si pudiese llegar a Huesca! Allí tenía amigos que quizá pudieran ayudarme... (...) Huesca era para mí un imán.'2
Así pues, Huesca ocupaba un lugar preponderante en las meditaciones de Maurín, al igual que tiempo atrás Huesca le había reservado un privilegiado espacio en la corte de artistas, intelectuales, pedagogos por vocación y rebeldes por devoción. En Huesca se formó el Maurín maestro, pero se forjó ante todo el individuo solitario y solidario, el crítico impenitente. Si los dardos lanzados contra los muros de la patria se habían estrellado inútilmente en el nepotismo de caciques y demás sicarios, pronto abandonaría las murallas de Huesca; en pos de un viento procedente del Este —y a instancias de su familia— llegó a Lérida zafándose del destino que su cargo de maestro nacional le hubiese deparado en cualquier pequeño pueblo perdido de la provincia.
MAURÍN, Jeanne, Cómo se salvó Joaquín Maurín. Recuerdos y testimonios, &I. Júcar, Madrid, 1979, p. 55, corresponde a uno de los capítulos de las memorias inacabadas de Maurín.
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2.2. ESCUELA DE HÉROES. LÉRIDA La familia de Maurín tenía unos amigos en Pont de Suert que frecuentaban a menudo Bonansa y Vilaller. Entre los Godás y los Maurín existía una amistad muy personal y es de suponer que a raíz de estos contactos Joaquín supiera que en Lérida un primo de los Godás de Pont había fundado y dirigía un Liceo escolar laico. Maurín aceptó la sugerente alternativa de ejercer su oficio allí y, de la mano de Federico Godás, se trasladó a Lérida en agosto de 1914. Lérida era una ciudad pequeña donde «se conocía todo el mundo»; el movimiento obrero era muy débil allí, había muy poca industria —«... una harinera y nada más...»— y su medio de vida dependía directamente de la agricultura y especialmente del comercio, al que quedaba supeditada la economía de todos los pueblos de la ribera del Cinca. Casi todos los pequeños comercios que existían se concentraban en la calle Mayor y «una botiga con cinco o seis empleados era ya una gran botiga»;'' el patrón todavía estaba ligado a los aprendices y en este ramo el grado de proletarización y concienciación era escaso, al contrario de lo que ocurría con los obreros de la construcción. Joaquín Maurín recrea en La juventud de Luis Algol, no sin cierta nostalgia, el paisaje costumbrista que le acompañó durante sus años ilerdenses: En la calle Mayor triunfante se levantaron los edificios más señoriales y se instalaron los mejores comercios, las tiendas más lujosas, las peluquerías más americanas, las sastrerías más parisienses, los cafés más aparatosos, los bares de moda, el Casino, la sucursal del Banco de España, la iglesia de la Compañía, el Teatro Principal, el Cinema Maryland, las oficinas de la Atalaya Provincial. A todos estos gloriosos trofeos, ante los cuales las demás calles se consumían de envidia, había que añadir otro privilegio, que por sí solo valía tanto o más que todos los otros juntos: la calle Mayor, magníficamente iluminada, era el lugar por donde, cotidianamente, de siete a nueve de la tarde, paseaban llenando el ambiente con la alegría de un rumor juvenil, señoritas y modistillas, funcionarios, empleados, dependientes, militares y estudiantes. Donde antes estuvieron asentadas las almenadas murallas
'3 Recuerdos entresacados de la entrevista al sindicalista ilerdense Josep Buiria (Barcelona, 15 de abril de 1980, Fonoteca C.E.H.I.): militó en el B.O.C. yen el P.O.U.M. y fue el principal promotor de la gestión que el P.O.U.M. inició ante el gobierno para intentar salvar la vida de Maurín en el año 37. 63
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desde cuyas aspilleras disparaban sus flechas los ballesteros medievales, ahora lanzaba sus certeras saetas el travieso Cupido... Vivir en Villacampa, siendo joven, y no pasear por la calle Mayor de siete a nueve, hubiese sido incomprensible."
Esta perspectiva del Maurín adulto revive los usos y costumbres de «esa bella ciudad del Segre» que según Víctor Alba era uno de los núcleos de republicanismo provincial de tono regionalista. El retrato que Algol plasma en su novela mantiene el tono habitual en ella, tiene más un corte social que político y un cariz más sentimental que ideológico, pero no obstante, pese a que no existan alusiones directas, sí se evidencia un poso de sátira social hilvanada con la más sutil de sus ironías. Y aquel Maurín de los veinte años era un joven preocupado por el pulso político de la nación. Maurín dejó atrás la caciquería oscense y llegó a Lérida al comienzo de unos años que apuntaban el auge y crecimiento de las luchas obreras. Barcelona se situará pronto a la vanguardia de esos conflictos sociales, mientras comenzaban a aglutinarse esfuerzos para hacer frente común ante las arbitrariedades del Gobierno. Por ello, el republicanismo, si quería tener una incidencia real como movimiento de masas, había de dirigirse hacia la clase obrera mediante un programa de reformas sociales que tendría su plena realización en una República. El movimiento obrero catalán, tras la constitución de la C.N.T. en septiembre de 1911, se mostraba vigoroso: rechazaba cualquier tipo de colaboración con los partidos políticos y optaba por la acción directa de masas. Por su parte, el republicanismo catalán —en su intento de sensibilizar al proletariado— empezaba a abandonar sus viejos esquemas heredados del ensayo 1873-1874 y aunaba empeños para atraer a importantes sectores obreros en torno al trinomio «República, Federació i Nacionalisme».' Es en esta línea de fuerzas en la que hay que ubicar la actuación de Maurín en los tres años siguientes a 1915. Maurín se vincula decisivamente al movimiento republicano a partir de un presupuesto esencial, su incorporación como maestro en el Liceo Escolar Laico.
M., J., La juventud de..., ed. cit., pp. 20-21. 15
PAGÉS, P., Andreu Nin: su evolución política. 1911-1937, Ed. Zero, Madrid, 1975, pp. 29-30.
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El Liceo era una institución de clase no muy frecuente en aquel tiempo; «laica a rabiar», fue fundada por Federico Godás en febrero de 1906 y compartía con los maristas la tarea de preparar alumnos para la Escuela Normal y para el Instituto de Enseñanza Media. Era una experiencia nueva porque entonces la enseñanza privada estaba monopolizada por la Iglesia y concretamente en Lérida por los conventos de la Sagrada Familia y por el padre Coll y los maristas; en ese contexto «la escuela que hizo Godás quería ser una experiencia para decir: sin ser religioso también se puede enseñar y mejor».'» El colegio seguía las tendencias de la Escuela Nueva de Ferrer y Guardia y la línea original de la escuela horaciana (institución laica y anarquizante fundada en 1905 por el antiguo obrero textil Pau Vila que en la práctica seguía una política republicana). Uno de los miembros del Liceo recordaba con nostalgia la ya desaparecida Escuela Horaciana: Nosotros somos hijos de aquella obra. Siete años de abnegación, siete años movidos por la fe; siete años de sacrificios y de enseñanzas dolorosas, dejan una huella en el alma que no se borra jamás: un tan enérgico esfuerzo de siete años da fuerza para el resto de la existencia.'
Joaquín Maurín participó directamente del movimiento de renovación pedagógica que estaba echando raíces en Cataluña: el Liceo era la única experiencia piloto en Lérida y, como tal, era revolucionaria. Federico Godás había sido, además, el fundador de las juventudes republicanas de la ciudad, más próximas a la vertiente social del republicanismo que a su ala conservadora. El propio Godás y casi todos los profesores de la academia formaban parte del Comité de Juventud Republicana de Lérida —»la agrupación democrática más importante y responsable de la ciudad»—,1» que tenía imprenta propia y publicaba un diario —El Ideal— donde trabajaba como tipógrafo Pere Bonet, inseparable amigo y colega político de Maurín hasta su exilio en Nueva York. La tradición cultural del Liceo influyó determinantemente en la mentalidad y el sesgo intelectual de Lérida: «el Godás recogió a todos estos maestros jóvenes, 16
Entrevista con Josep Buiria (Fonoteca C.E.H.I.).
SABATER MoR, A., «La escuela horaciana y el Gimnasio Moderno», Boletín del Liceo escolar, Lérida, febrero de 1918.
16 M., J., «Hombres e Historia», España Libre, Nueva York, 19 de febrero de 1960. Recogido en ALBA, V., Dos revolucionarios..., op. cit., 1975, p. 19.
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ieE SUMARIO La conferencia final del curso;— Nuestas conferencias: El " ahorro; — Sobre la enseñanza de la Geografía': Joaquin Maurfn;—Charlas matemáticas: J. Santeliestra; Un émulo de Pitágoras: F. J. Bañón;—Los exámenes de fin de curso: Notas obtenidas por ruestros alumnos en el Instituto y en la Normal; —Noticias, altas y bajas;—Anuncios.
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Portada del Boletín del Liceo Escolar. Lérida, 1915.
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inquietos, progresistas, que ya tenían una cierta significación, como el Maurín, Colomer...».19 Casi todos los hijos de la burguesía leridana acudieron allí y todos salieron de Juventud Republicana. Además de Godás, dos de los miembros del Liceo fueron hombres clave y dirigentes locales de fuerte prestigio: Alfredo Perenya y Humbert Torres. Estos republicanos sentían una cierta simpatía por el sindicalismo y por los avances del movimiento obrero catalán. El Ideal, además de seguir con precisión la actualidad cultural y social de la ciudad y mostrarse reivindicativo respecto a cuestiones pedagógicas, informaba puntualmente de las actividades del Centro Obrero cuando no colaboraba activamente con él. En Maurín permaneció un recuerdo grato de su paso por el Liceo y especialmente de su director: «Me encontraba en Lérida, enseñando en un colegio laico, Liceo Escolar, cuyo director Federico Godás, merece ser recordado como uno de los apóstoles de la enseñanza libre»." El Liceo publicaba un boletín mensual que informaba de las actividades escolares y extraescolares del colegio e incluía artículos críticos de profesores y alumnos; su portada mostraba un sello con la figura y el nombre de Pestalozzi, paradigma de la reforma educativa en la Europa del momento. La primera colaboración de Maurín en esta revista aparece en agosto de 1915 y hasta 1919 se publicaron varios artículos suyos y todas sus conferencias de inauguración o final de curso. Aunque la vocación pedagógica fuera uno de los componentes más significativos de su personalidad no tardó en orientarse hacia el periodismo activo, tarea que no era nueva para él. A sus 19 años comenzó a escribir con regularidad artículos para El Ideal de Lérida a la vez que colaboraba esporádicamente en algunos órganos de expresión aragoneses. El 6 de noviembre de 1915 aparece publicado el El Ideal de Aragón —órgano del partido republicano autónomo y en el que también escribían sus amigos aragoneses Samblancat, Acín, Goñi...— un artículo suyo titulado «Las ansias de vivir», en el que se denuncia violentamente y con un lenguage engolado, ampuloso y grandilocuente, el corrupto sistema parlamentario y la apatía, el vicio de la política monárquica que se hacía desde Madrid: 19 20
Entrevista con Josep Buiria (Fonoteca C.E.H.I.). M., J., «Hombres e historia...», en ALBA, V., Dos revolucionarios..., ed. cit., p. 18. 67
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Y la albura de sus ideales fue manchada, pues aquel ambiente se presta extremadamente a desflorar la virginidad de las ideas (...) Se requiere ser un titán para resistir los huracanados vientos de concupiscencia que se desencadenan en el piélago cenagoso con cuyas olas hay que luchar, y hoy los héroes son pocos.'
Desde su conciencia profundamente aragonesista pone de manifiesto cómo el republicanismo aragonés se aparta acertadamente de «los volatineros de la política», porque es esta una tierra de claros ancestros y de marcada dimensión histórica: Forzosamente tenían que ser los hijos del país de Costa los primeros que tomaran la piqueta para destruir los cimientos viejos que impiden la elevación de una obra grandiosa y robusta (...). En donde brotaron árboles de la raigambre y frondosidad de Lanuza, Aranda y Costa, era forzoso que se levantaran indignados contra tanta imposición y tanto apocamiento suicida.'
Tras esta denuncia aragonesista y republicana, no cabe más que recordar las palabras de Felipe Aláiz cuando juzga el republicanismo de Maurín con los adjetivos de marcelinista y victorhuguesco. Efectivamente, es éste un Maurín enardecido e idealista, preocupado por mostrar los males de la patria y de sus caducos gobernantes; como a Victor Hugo, le duele la miseria moral de su pueblo. Toda su energía se canaliza en múltiples proclamas que hacen hincapié en la vasta labor educativa y moral todavía por realizar. La pedagogía, siempre complementaria de la política, se muestra como la síntesis de toda su labor política regeneradora: «Cada diputado republicano o socialista debiera ser antes que hombre de fiscalización en las Cortes, un educador social».23 Esta actitud ético-política no era un caso aislado en el panorama histórico catalán de la segunda década del siglo. Muchos de los dirigentes políticos de la II República habían iniciado su carrera política a partir de una concepción pedagógica nueva, laica y republicana; el caso más ejemplar de esta trayectoria sería el de Marcelino Domingo, también maestro y político, indiscutiblemente admirado por Maurín: «Unos cuantos hombres como Domingo y el 21 M., J., «Las ansias de vivir», El Ideal de Aragón, Zaragoza, 6 de noviembre de 1915. . Idea ' M., J., «Los hombres y las ideas», El Ideal de Aragón, Zaragoza, 24 de marzo de 1917.
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país estaría en vías de transformación por completo»." De este incondicional apego a la tarea política, social y pedagógica desarrollada por M. Domingo desde las filas republicanas y más tarde socialistas puede derivarse el otro de los adjetivos acuñados por Aláiz al referirse al republicanismo de Maurín, el de marcelinista. De 1914 a principios de 1917 Joaquín Maurín no era todavía un hombre de acción. Su militancia en el partido republicano —a pesar de formar parte del Comité Ejecutivo— se limitaba a denunciar vehementemente pero de modo contemplativo lo que años más tarde intentaría llevar a la práctica. En sus textos, además de abundar en la necesaria actitud política que debe configurar la pedagogía, coloca a esta como la clave de la regeneración de España en el propio sentido que ya le había dado Costa: Hombres que sientan la vergüenza de la raza y que se impongan la obligación de despertar las amodorradas energías que todavía existen en el fondo del alma nacional, he ahí los cirujanos que han de salvar España (...). Es la politica de calzón corto, que predicaba Costa, la que hay que llevar a cabo. Extenderse por los pueblos para capacitarlos mentalmente, después de haberles dado orientaciones para el mejoramiento de la vida material."
El sentido de sus escritos podría muy bien situarlo en la mejor tradición noventayochesca de la honda preocupación por el fondo del alma nacional; siguiendo a otro de sus maestros, don Miguel de Unamuno, a Maurín también «le dolía España» pero cualquier problema español podía solucionarse con una actuación pedagógica, no sólo en las aulas sino fundamentalmente fuera de ellas: Unamuno, Ortega y Gasset, Alomar, Zulueta y Dorado Montero son indiscutiblemente los que han orientado a la mayor parte de la juventud que vale algo en nuestro país. Y esta obra benemérita no ha sido realizada en clase principalmente."
Joaquín Maurín fue un hijo de su época, un aglutinador, un prisma a través del cual puede verse la compleja confluencia de diferentes y paradójicas tendencias y tradiciones sociales y culturales. Las fuentes de las que se nutrió fueron lo 24 Idem. 25 Idea 26
M., J., «El profesor», El Ideal, Lérida, 28 de diciembre de 1916. 69
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más vanguardista de la época y como en el mejor de los cócteles combinó la sabiduría o el humanismo de los clásicos con cualquier experiencia que implicara cambio: sus clases de Historia debieron de iniciarle en la perspectiva o distancia que dicha disciplina exige. Su oficio de maestro estaba estrechamente vinculado a su condición de persona concienciada y de político activo. Las múltiples facetas que reproducían su talla de intelectual son poco menos que indisolubles, es dificil categorizar ante un joven optimista y abierto. Maurín interactuaba con la realidad que percibía con todos sus medios y todo su bagaje cultural, sin olvidar su paisaje aragonés ni la ética cristiana aprendida, como pedagogo, como político republicano regeneracionista, como periodista... Que a sus veinte arios leyera a Nietzsche, Rousseau, Hobbes, Victor Hugo, Chateaubriand, a todos los miembros de la generación del 98, a los grandes reformadores de la enseñanza o a clásicos como Virgilio, Sócrates o Platón no es más que el síntoma de una gran erudición de cuya amalgama —siempre cultivada— surgirá con el tiempo una vía más definitiva y más definida. No resulta dificil colocarle al joven Maurín la tan manida etiqueta de intelectual pequeño-burgués porque realmente en esos momentos lo fue, aunque Maurín es todo lo contrario de un señorito (...) Habla y escribe para los que leen pero habla y escribe más para los que no leen. Por ellos siente la roja llama de justicia que abrasa el corazón. Por ellos estudia y ha consolidado, a los 22 arios, una competencia ascendente en la pedagogía científica (...) Su alma es vibrante, alma de héroe del Vendimiario (...) Estudioso, reconcentrado, ingenuo, alto-, ágil, un poco pálido y un poco irónico (...) Para él no hay problema español que no pueda solucionarse con una buena actuación pedagógica."
Este es el perfil que de Maurín hace su colega Felipe Aláiz. Juntos habían compartido noches de estudio —porque «queríamos superar esas tinieblas de España»— en el Liceo donde vivieron y donde ambos impartían clases, Aláiz de francés y Maurín de geografia; los libros eminentes les hacían olvidar la noche del teatro, el Casino o el café, dedicados al estudio y la discusión hasta altas horas en sus habitaciones (ya habían paseado y flirteado de siete a nueve de la tarde por la calle Mayor...). Los dos abandonarían el magisterio en las aulas para ejercerlo en la 27
Aiáiz, F., «Joaquín Maurín», El Ideal de Aragón., Zaragoza, 15 de octubre de 1918.
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Joaquín Maurín, con profesores y alumnos, en el Liceo. Lérida. 71
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palestra: Aláiz, en 1917, fundó en Zaragoza la revista Aragón, de tono regionalistaprogresista, y Maurín, tras cumplir en Madrid su servicio militar en 1919, se entregó de lleno a la causa obrera. Hasta el invierno de 1917-1918, en el que contacta de forma decidida con el movimiento obrero organizado, Maurín —desde su postura republicana— sigue perfilando concienzudamente los presupuestos básicos de su nueva pedagogía: Nosotros tenemos que formar al niño, pero tenemos que reformar al hombre (...) Primeramente hay que enseñar a pensar para pensar luego. Preparar al pueblo para la observación con el propósito de que después compare y juzgue."
La educación, piedra angular de la doctrina costista en el binomio «Escuela y despensa», van a ser presupuestos teóricos retomados por Maurín como dogmas necesarios para la regeneración de la patria que peligra bajo los abismos de la ignorancia. En algunos de sus artículos publicados en el diario republicano de Lérida pone de manifiesto las lagunas existentes en nuestro país en los terrenos filosófico, sociológico y pedagógico. El peso de la tradición, el clericalismo, el militarismo, junto con la inconsciencia y la estrechez de criterio, han sido factores que han impedido que en España haya maestros de la talla de Pestalozzi, Froebel, Rousseau o Herbert." A Maurín le preocupa mucho la formación moral de los jóvenes, el concepto del amor, la elevación espiritual, tarea que depende directamente del profesor, cuyo papel debe ser reformado en pos de una adecuada preparación mental que transforme el apático carácter español, porque ese amor «no puede ser engendrado por un profesor antipático»." Es interesante destacar cómo El Ideal reseñaba su actuación tras una de sus primeras conferencias en el Centro republicano de Mollerusa, titulada «Escuela y despensa»: Posee el Sr. Maurín grandes dotes de orador, es elegante de frase y después de tener a su cuenta una juventud intelectual llena de idealidades, es 28 29 30
M., J., «Problemas trascendentales. Pedagogía social», El Ideal, Lérida, 27 de febrero de 1917. M., J., «La literatura del dolor», El Ideal, Lérida, 2 de agosto de 1916. El Ideal, Lérida, 27 de febrero de 1917 y 28 de diciembre de 1916.
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un porvenir de esperanzas para su noble tierra aragonesa que tanto necesita de espíritus como el suyo para emanciparse políticamente.31
El recién estrenado y brillante orador reproducía los planteamientos de Costa, que por otra parte nunca encontraron viabilidad política, y exhortaba a los jóvenes para que recogieran el patriotismo liberal de los hombres del 98. Maurín pretendía trabajar con ímpetu e influir en la marcha de la humanidad y, redundando en la misma idea, el mejor instrumento para combatir las «tinieblas» de los españoles era «una pedagogía social en todos los órdenes de la colectividad»." Durante estos primeros años ilerdenses su labor política no es muy intensa pero resulta suficientemente significativa si tenemos en cuenta, como hemos visto antes, que a sus 21 años ya formaba parte de las listas de oradores que recorrían toda la comarca. Había obtenido ya suficiente reconocimiento en los medios de comunicación, en las tribunas locales y en las charlas esporádicas del Liceo; se había ganado el respeto y la admiración del Sr. Godás, de los compañeros de claustro y, especialmente, de sus alumnos. Uno de ellos, Ramón Barnils, recuerda a su joven profesor así: A menudo, los domingos por la mañana, en una sala encima de la Academia, a las once, hablaba a todo el que quería escucharle —estudiantes de Magisterio en su mayoría—. Allí daba rienda suelta a sus ideas, su ideología. Hablaba pausado, sin gritar ni gesticular. Era suave y sin estridencias. Vestía con sencillez —ahora vestiría como tantos de esos jóvenes—, pero limpio. Tenía algo de místico, en el mejor sentido de la palabra. Vivía sólo para sus ideas. Su oratoria no tenía nada de deslumbrante ni de fulminante, ni de especialmente atractivo. Pero era imposible desentenderse de su discurso, del hilo de sus ideas. Le adorábamos —le adoraba— porque nos decía verdades, cosas inusitadas, inoídas, nuevas, esclarecedoras. Era profesor de Historia y creo que nos daba también Geografia.33
Maurín está en pleno periodo de formación, su Arcadia soñada y sus objetivos humanitarios están más vivos que nunca, sus alumnos reciben —casi por magne3'
El Ideal, Lérida, 3 de enero de 1918.
"
El Ideal, Lérida, 27 de febrero de 1917.
" BARNILS, R., «El joven maestro y su viejo alumno», Tele/Exprés, Barcelona, 22 de noviembre de 1973. Recogido en ALBA, V., Dos revolucionarios..., ed. cit., pp. 18-19.
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tismo personal— su mensaje idealista, «inusitado». Todavía no son los obreros o los campesinos quienes escuchan su discurso airado, aún no conoce la dialéctica marxista, que años más tarde le servirá como método analítico de la realidad, ni ha comprobado la fenomenal energía del sindicalismo anarquista. Todo se andará; Joaquín modelará su espacio político cruzando diferentes fronteras ideológicas y filtrando lo que le parece más positivo de cada una de ellas. De momento le hallamos dirigiéndose a sus alumnos y, por extensión, a la humanidad en general; esas conferencias, publicadas en el boletín del Liceo, «no tienen tono de conferencia sino de arenga inflamada del fuego de mi sinceridad y mis arios mozos», como él mismo dice." Se dirige a los jóvenes con palabras de aliento y pregonando optimismo. Les muestra el mejor camino a seguir: el del heroísmo individual, el de la benevolencia, el amor a la humanidad, el trabajo y el autoperfeccionamiento; «cada hombre ha de ser un poeta y un héroe... el mejor maestro de uno ha de ser él mismo... el maestro dirige, no crea, modifica, no forma... la belleza hay que difundirla...»." Tras la lectura de estos textos trasciende con claridad el sentido místico de Maurín; cuando hablaba ante gente más joven que él se alejaba de cuestiones doctrinales y predicaba, sin dogmatismos, las leyes universales del amor en una línea muy próxima a la del mensaje cristiano. El trabajo o el desarrollo de la profesión los plantea como vía de dignificación personal y con una fe ciega en el progreso: «Trabajar de modo que nuestros actos contribuyan a acrecentar la prosperidad moral y material de la humanidad», esa es la vía hacia el heroísmo. De ahí que no resulte extraña la exhortación al amor que Maurín dirige a sus discípulos: El amor predicado en la antigüedad por Sócrates, Platón, Jesucristo y Buda y en el concepto que entre nosotros le han dado a esta palabra Giner de los Ríos, Ortega y Gasset y Zulueta es una planta que debe arraigar en el corazón de una juventud que piense ser noble, digna y humana... Y por fin amad a la humanidad... no os hagáis exclusivistas porque os haríais indignos de la estimación de Dios."
M., J., «Orientación de la juventud», Boletín del Liceo Escolar, diciembre de 1917. " M., J., «El deber de la juventud», Boletín del Liceo Escolar, diciembre de 1916.
3' Idem. 74
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El anticlericalismo de Maurín no queda muy explicitado en sus textos como principio básico de su concepción pedagógica, pero se da por supuesto. La Iglesia en España era sinónimo de poder y tanto republicanos como socialistas o anarquistas compartían, más o menos visceralmente, un rechazo hacia una institución tradicional que capitalizaba tantas competencias. La postura de Maurín respecto al clero era fruto más bien de una actitud racional en la que no tenía cabida el anticlericalismo temperamental al uso. Intelectualmente se hallaba más cerca del racionalismo de la Escuela Moderna de Ferrer y Guardia y de un cierto agnosticismo filosófico que de las actitudes de las masas obreras. Maurín se había educado rodeado de curas, él mismo había sido aspirante al sacerdocio, de lo que se desprende que conocía su dinámica desde dentro. En este momento los curas y los obispos le parecían —aunque defendiera al clero rural frente a las altas jerarquías— «los forjadores de un borreguismo social que es la peor caspa que haya podido brotar en el suelo de nuestra tierra»." Lo que permanecía de su pasado inmediato eran unos posos de doctrina cristiana que se traducían en una sólida y justiciera ética personal. Por otra parte no era nada extraño en esa época, en la que hasta el propio lenguaje común estaba plagado de términos religiosos, que muchos de los que iban a ser famosos polemistas anticlericales o revolucionarios integrales se hubieran educado en colegios de curas. Este Maurín imbuido de los debates filosóficos del momento e inmerso en la historia de su presente y de su pasado mantenía los ojos muy abiertos y comenzaba a pronosticar respecto a las interdependencias de los acontecimientos nacionales e internacionales; y ni su queja era una queja sorda ni su erudición puro esnobismo. La escena europea ofrecía un dificil panorama: la primera guerra mundial. España, a pesar de su neutralidad o precisamente por eso, no permaneció ajena a la controversia ideológica que generó ni a las consecuencias económicas y sociales que sufrió a raíz de la contienda. La Gran Guerra estalla en verano, el 4 de agosto; el Gobierno se apresura a hacer una declaración de neutralidad que en absoluto fue debida a sus propias convicciones sino a la desastrosa situación económica y militar. España no tenía marina, la mitad del ejército estaba en Marruecos y la "
M., J., «El hambre de los hartos», El Ideal, Lérida, 6 de enero de 1917.
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tensión social aumentaba día a día. El país quedó dividido ante los hechos europeos entre aliadófilos —partidarios de la ruptura con la vieja política, postura que defendían republicanos y algunos liberales— y germanófilos —partidarios de los Imperios centrales, defensores de la ley y el orden y entre los que se encontraba la opinión católica y el ala política más conservadora—. Los socialistas mayoritarios veían la guerra como un conflicto entre «imperialismo» y «democracia», por lo que fueron fervientes partidarios de la causa aliada, lo cual originó dentro del mismo partido el descontento y el alejamiento de los sectores minoritarios, básicamente pacifistas, además de defensores de la Revolución rusa y opuestos a la rigidez pablista y a la conjunción con los republicanos (más tarde fundadores del partido comunista). Por otra parte, la C.N.T. mantuvo su tradicional y cosmopolita planteamiento neutral y pacifista. Joaquín Maurín fue un aliadófilo convencido durante el transcurso de la guerra, igual que casi todos los republicanos e intelectuales de izquierdas españoles. En un primer momento, hacia 1915, sus disquisiciones respecto a la conflagración mundial estaban más centradas en el terreno filosófico-moral que en una toma de postura decidida y le sirven para cuestionarse la naturaleza del hombre: «El optimismo roussoniano ha resultado una nueva paradoja... El hombre no es bueno. Nos lo demuestra ahora con esta explosión de pasiones tan enconadas»... El estallido de la guerra le suscita el problema incontestado de si el hombre es bueno o malo porque «su ancestralidad es muy poderosa todavía... El gregarismo es atávico en el hombre y es evidente que predispone a una borrachera de atrocidades». Su solución para tamaño problema es «cultivar en él los gérmenes de bondad y mirar a la ancestralidad hasta anularla, he aquí lo verdaderamente inmenso»." Maurín baraja aquí las cuestiones del individuo y la colectividad que podrían muy bien entroncar no sólo con la filosofía existencialista sino también con su concepción de la pedagogía y la política como dos actividades complementarias: la pedagogía se encargaría de la educación individual de las masas y la política de su educación colectiva. En otro texto fechado un mes antes que el anterior hace un estudio comparativo de dos «best sellers» de la época cuya idea central gira en torno a la Gran M., J., «¿Bondad o maldad?», Boletín del Liceo Escolar, septiembre de 1915. 76
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Guerra: ¡Abajo a las armas!, de Berta de Suttner, y La grande ilusión, de Norman Angell. Frente a la pasional descripción de los desastres de la guerra de la primera, contrapone el positivo y pragmático estudio del segundo, más centrado en las repercusiones de la guerra en la esfera económica. Este es su punto de vista: Norman Angell... hace girar su doctrina sobre el eje comercial, y efectivamente, la torsión de este eje puede ser que influya más poderosamente en el porvenir de la humanidad que las sentimentalidades sublimes de la autora de ¡Abajo a las armase»
La postura inicial del joven Maurín era contemporizadora. Le preocupaba fundamentalmente el cataclismo humano, la matanza, la desolación, la miseria, la deshumanización, la bestialidad, el odio y la barbarie desencadenadas en los diferentes países europeos; veía ya lo que más tarde volvería a representársele como augurios prefascistas. Dos años después, en 1917, Maurín ya colocaba etiquetas políticas a cada bando contendiente y tomaba partido en pos de las naciones aliadas. En abril de ese mismo año comenzó a titular sus colaboraciones en El Ideal con el significativo epígrafe de «España con honra» y a partir de ese momento sus manifiestos aliadófilos fueron constantes; el siguiente párrafo es una muestra evidente: Los acontecimientos que agitan el mundo repercuten intensamente en nuestro país. El teutonismo que baten allá en Europa las naciones aliadas, anda suelto por toda España como un desbordamiento de barbarie medioeval... un gobierno integrado por elementos sospechosos ha sustituido al conde de Romanones... Constituyamos aquí, para medir nuestras fuerzas la liga antigermanófila, que actúa ya en algunas poblaciones... Honremos España."
Maurín, en su lucha contra el imperialismo «teutón» e hispano y contra el tradicional sistema de valores políticos español, miraba a Inglaterra con inusitado sentimentalismo, no como un bastión del imperialismo sino como el país de la Carta Magna, cuna de la libertad y el parlamentarismo. Siempre constatando su admiración por Joaquín Costa, afirmaba que " M., J., «De Berta Suttner a Norman Angell», Boletín del Liceo Escolar, agosto de 1915. 40 M., J., «España con honra», El Ideal, Lérida, 29 de abril de 1917. 77
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Costa como español, es decir, desde un punto de mira egoísta, llamaba también pérfida a Inglaterra, pero como hombre, como individuo de la humanidad, Costa se postraba de rodillas ante la nación directora de los destinos del mundo y adoraba su nombre, el nombre Santo de la forjadora de las grandes libertades.'
Además de su aliadofilia y su patriotismo, Maurín en los albores de 1917 manifestaba una crítica constante al inmovilismo republicano, identificable en su propio partido, Unión Republicana. Clama contra su falta de creatividad y de labor constructiva y propone una revisión y una renovación en estos términos: La labor nuestra ha sido completamente estéril, del todo infructífera y tenía que ser así, forzosamente al carecer, en absoluto, de bases de vitalidad social gran parte de lo que predicábamos... Quien tiene la llave del estómago posee la de la conciencia decía Costa... Labor social más que política, obras más que verborrea... No el mitin electoral, sino la conferencia cultural y divulgadora, la siembra de ideas y las orientaciones municipales, hay que difundir para obtener la capacitación de las clases trabajadoras."
Maurín no culpa al pueblo del debilitamiento del republicanismo sino a sí mismo y a sus componentes, precisamente por la tarea incumplida —desfase entre la teoría y la realidad— que les atribuye y se atribuye como minorías capacitadas que dirijan y «enseñen» a las masas. Una vez más la utopía pedagógica sigue siendo la piedra angular indisolublemente unida a cualquier alternativa política o social. Esta perspectiva no era nada extraña en ese momento histórico; tanto Giner de los Ríos como Julián Besteiro o Andrés Nin, por citar algunos ejemplos, y la gran mayoría de intelectuales progresistas, concedían el primer puesto a la enseñanza en su escala de valores políticos. Los tres líderes mencionados militaban en el partido socialista y este apunte no es casual porque nuestro protagonista iba gradualmente aproximando sus puntos de vista a los del socialismo y porque fue precisamente el partido socialista el que se planteó como trabajo fundamental el preparar y mejorar la organización para cuando llegara el momento revolucionario y educar
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M., J., «La pérfida Albión», El Ideal, Lérida, 12 de julio de 1917.
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M., J., «El porvenir del republicanismo», El Ideal, 20 de febrero de 1917.
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a las masas retrasadas del campo y las fábricas. Este atentismo en la revolución contrastaba con su práctica claramente reformista." La conjunción republicano-socialista, surgida a raíz de los acontecimientos de 1909, había contribuido a aproximar posturas. Los republicanos abandonaban su herencia septembrina y se apuntaban a una vía más social. Los socialistas mejoraban sus resultados electorales gracias a la colaboración republicana, más o menos radical. Junto con la ascendente fuerza del sindicalismo, todo convergería en la huelga de agosto de 1917: se imponía un cambio de gobierno, las contradicciones de la oligarquía que formaba el bloque de poder dominante no se podían permitir más tiempo. Maurín se aproxima cada vez más a una «digna» y «patriótica» unión de izquierdas. Reseña en el diario sus impresiones respecto al mitin monstruo que se celebra en Madrid el 27 de mayo del 17, cuando ya se está fraguando la gran huelga de agosto del mismo año, en la que participarán, además de las dos centrales sindicales U.G.T. y C.N.T., el P.S.O.E. y la Unión Republicana. Para entender en toda su complejidad la huelga de agosto de 1917, calificada de revolucionaria por la historiografía, es necesario explicitar la coyuntura económica de esos años además de la repercusión de las primeras noticias llegadas desde Rusia y las expectativas de las diferentes fuerzas políticas y sociales. Las necesidades de los países beligerantes en economía de guerra habían generado una fuerte demanda que hizo caer la tradicional coraza proteccionista española. De 1914 a 1920 la balanza comercial española arroja saldos positivos debido al incremento de las exportaciones. Si la demanda aumenta también lo hacen los precios, lo cual supone un incremento de beneficios en los sectores productores. El proceso de acumulación de capital es intenso y el capitalismo patrimonial español (de familias) procede de este periodo. Este capital no será canalizado en inversiones modernizadoras sino que se refugiará en el sector bancario o en sectores especulativos. La euforia del primer momento dura poco; al término de la guerra se 43 «El afán educativo explica que los planteamientos teóricos, ya de por sí extremadamente simplificados, lo sean aún más al intentar cubrirse de un lenguaje accesible al nivel de los lectores. En este sentido creemos que el socialismo español de las primeras décadas de siglo es un ejemplo de vocabulario religioso adaptado a las nuevas ideas, condición primera de su inteligibilidad», FORCADELL, C., Parlamentarismo y bolchevización, Crítica, Barcelona, 1978, p. 39. 79
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reanima la tradición proteccionista y se vuelve a salvar la situación con el viejo recurso del arancel, en lugar de devaluar la moneda y proteger los productos. La coyuntura inflacionista afecta fundamentalmente a los sectores que dependen de un salario, capas medias y especialmente los obreros. Los patronos ven sus beneficios recortados y no invierten el capital acumulado en subir el sueldo a los obreros. En el año 20, cuando las economías de guerra se han reconstruido, comienza un periodo de crisis económica aguda. Entonces, partidos y sindicatos están fuertes para canalizar la crisis social surgida a raíz de la protección artificial de la guerra. La conflictividad social no es tan fuerte en el año 17, pero las reivindicaciones coinciden con una coyuntura de alza de precios. Junto con el fortalecimiento de las organizaciones obreras —tanto la C.N.T. como la U.G.T. ven aumentar sus filas de afiliados en un proceso sólo comparable, y superado, al que se produce en los años republicanos—, un amplio sector de la burguesía actuará como base de apoyo y se sumará a la protesta: aumenta la necesidad de cambiar el régimen político. Además de la falta de trabajo y la carestía de «subsistencias», la reivindicación adquiere matiz político (y más en una situación alcista, no de crisis). El objetivo que se desprende de los textos negociados es obligar a las clases dominantes al cambio de «sistema» y el medio: la huelga general; se solapan también reivindicaciones del mejoramiento del nivel de vida de los trabajadores. Los objetivos son económicos y sobre todo políticos pero nunca de carácter social. La huelga general de agosto no fue concebida como un instrumento de revolución social; el gobierno de Dato, cuando reprime la huelga, justifica esa represión —llevada a cabo por el ejército— hablando de «revolución». La crisis se planteó a raíz de la coincidencia de intereses entre varias clases sociales y la Asamblea de parlamentarios jugó un papel importante en su desenlace. El partido socialista fue el principal protagonista y articuló alianzas a su derecha y a su izquierda; los acuerdos entre C.N.T. y U.G.T., así como el inicio de una acción común, se originaron a raíz del alza de precios y la carestía de la vida. En caso de que hubiera triunfado, lo previsto era formar un gobierno provisional que convocara elecciones y elaborar una nueva constitución decididamente 80
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republicana. La huelga fue un éxito, paralizó al país durante una semana, los enfrentamientos entre huelguistas y orden público fueron duros —70 muertos—. Se declaró la ley marcial y el ejército pasó a reprimir la huelga, que en Asturias duró un mes. La huelga del 17 no fue en absoluto un fracaso, patentizó la inviabilidad del sistema con la actuación del ejército, precedente de lo que ocurriría en 1923. Sus cabecillas fueron condenados a cadena perpetua en Cartagena, lo cual fue una excelente propaganda electoral para salir elegidos como diputados socialistas en febrero de 1918. Otro factor importante que incidirá en la predisposición revolucionaria del proletariado español fue el triunfo de la Revolución rusa de febrero del 17. Los acontecimientos de febrero se contemplan como un paso para la posterior revolución social. El febrero ruso alienta el voluntarismo revolucionario de los anarquistas, refuerza la estrategia democrática de los socialistas y asusta a la Iglesia y a los militares. La Revolución rusa es un prisma que proyecta las diferentes posiciones de la sociedad española en un momento en que los antagonismos interiores encontraban justificación en la situación internacional. Así pues, todos los aspectos señalados determinarán la coyuntura del año 1917 y ese es sólo el principio porque después la repercusión definitiva de la Revolución de octubre en Rusia, junto con el progresivo aumento del coste de vida y el elevado grado de combatividad y organización de la C.N.T., harán comprensible el incremento de la tensión social de ese periodo. Todo ello sumado a los efectos —más importantes— que ejerce el temor del modelo ruso en «el otro lado», Iglesia, militares e intelectuales liberales, desembocará en el golpe de estado de Primo de Rivera en 1923. Maurín tradujo esta situación años más tarde al comparar las diferentes líneas de fuerza de los actos revolucionarios del proletariado español en 1909, 1917 y 1930: El año 1917 es otro momento de ascenso revolucionario. Esta vez la preparación y la misma acción del movimiento son superiores en amplitud aunque no en intensidad, al de 1909. Coincide toda la clase trabajadora. Sindicalistas, anarquistas y socialistas marchan de común acuerdo. Pequeña burguesía y burguesía industrial se mueven paralelamente al pro-
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letariado. Pero en la hora decisiva la burguesía sufre un síncope. Se desmaya y desaparece dejando a los obreros frente a las bocas de los cañones y al fuego de las ametralladoras. (...) La burguesía se dio cuenta de que en 1917 y 1919 había estado bordeando el abismo. Tan pronto como pudo, se agarró como un náufrago a la única tabla de salvación que le quedaba, la dictadura militar. (...) En 1909 y 1917, el movimiento obrero buscaba a la burguesía para que le precediera. En 1930, la burguesía buscaba al proletariado para que no le precediera."
Independientemente de sus postreros análisis respecto a la situación en esos años, nos encontramos con un Maurín que sigue confiando en los márgenes sociales del republicanismo político y, aunque su status de pequeño burgués no le permita todavía encuadrarse en un partido obrero, le vemos en 1917 contactar decididamente con el movimiento obrero organizado. Joaquín Maurín fue un entusiasta partidario de la huelga de agosto del 17. Cuando en el invierno de 1917-1918 se planteó en el ámbito nacional la cuestión de la amnistía, fue elegido para redactar un diario encargado de llevar a cabo la campaña pro amnistía. Para esta campaña redactó una serie de artículos también titulados «España con honra» y recibió incluso una carta de agradecimiento de los dirigentes socialistas presos en Cartagena: «Esa carta me alentó en mi tarea»." El día 25 de noviembre se celebró en Lérida una gran manifestación pro amnistía que, partiendo del Centro Obrero, se dirigió al Gobierno civil para hacer entrega de las conclusiones al gobernador: «... Es un deber sagrado de ciudadanía y de humanidad el que obliga a todos, especialmente al proletariado y a las izquierdas, a sumarse al coro de imposición libertadora del próximo domingo»." A juicio de Maurín la manifestación tuvo una cierta significación histórica porque en su presidencia figuraba Francisco Maciá, que contactaba por vez primera con el movimiento izquierdista e iniciaba así un giro importante en su carrera política; los contactos entre ambos líderes políticos se intensificarían durante su exilio " M., J., Revolución y contrarrevolución en España, Ed. Ruedo Ibérico, París, 1966, pp. 85-87. " M., J., «Hombres e Historia», España Libre, Nueva York, 19 de febrero de 1970. Recogido en ALBA, y., Dos revolucionarios..., ed. cit., p. 20. M., J., «El deber de Lérida», El Ideal, Lérida, 21 de noviembre de 1917.
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parisino en tiempos de Primo de Rivera. Maurín comenzaba a ser un hombre de acción; había descendido ya a la arena política. Por fin su magisterio había pasado de las aulas a las calles; por fin empezaba a cumplirse su manifiesto deseo de «no leyes sino actos; no palabras, sino hechos»; por fin materializaba su deseo de «crear fe en el pueblo y sembrar confianza desde arriba con actuaciones persistentes influidas por un criterio clarividente de comprensión». Como ya hemos insinuado antes, la realidad histórica de este momento hay que contemplarla sin perder de vista los múltiples factores externos que inciden en ella y la peculiar forma española de recibirlos. Es en 1918 cuando todo converge: la guerra ha terminado, se opera un brusco tránsito de acelerados beneficios a un periodo de crisis y comienza a conocerse lo que pasa en Rusia. España entera era un hervidero de tensiones sociales, económicas y también de carácter nacionalista. Maurín, a pesar de vivir y trabajar en Cataluña, se sentía más atraído por el regionalismo progresista aragonés que por el movimiento nacionalista desarrollado en Barcelona. A pesar de su viva oposición al centralismo de la monarquía, tenía sus ojos puestos en el panorama cultural madrileño antes que en el catalán. Esta actitud no es extraña si tenemos en cuenta cuáles eran sus contactos en ese momento y, especialmente, su arraigada identidad aragonesa. Felipe Aláiz le había presentado a un pintor catalán —Miguel Viladrich—, quien, tras haber recorrido diferentes capitales europeas y españolas, había fijado su residencia en un viejo castillo de Fraga. Viladrich salía periódicamente de Fraga para contactar con la vanguardia intelectual madrileña, donde tenía un grupo de amigos: Ortega y Gasset, Pérez de Ayala, el caricaturista Bagaría y el escultor Julio Antonio. Todos ellos estaban vinculados al diario El Sol, fundado en noviembre del 17, que seguía la trayectoria orteguiana de la revista España, creada en 1915 y entonces dirigida por Luis Araquistáin. En la redacción de España, en la calle del Prado, no lejos del Ateneo, se forjaba una España nueva, la España europeizada con la que había soñado el gran visionario de Graus, Joaquín Costa."
" M., J., Testimonio de una época...», en ALBA, y., Dos revolucionarios..., ed. cit., p. 25. 83
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Felipe Aláiz, invitado por Ortega y Gasset, colaboró en El Sol de Madrid y durante su etapa «más mundana y política» frecuentó a este grupo de intelectuales y artistas «de relumbrón», mientras defendía en su revista, Aragón, un indefinido federalismo aragonés. Maurín, gran amigo de Aláiz, se sube también a este carro y realiza frecuentes viajes a Fraga a visitar a Viladrich, haciendo llegar incluso hasta Bonansa la revista El Sol. En febrero de 1918 se convocaron elecciones generales; un mes antes Maurín recibe un telegrama firmado por Viladrich que decía: «Baroja candidato por Fraga, necesitamos tu ayuda»." El escritor Pío Baroja iba a presentarse como candidato a diputado a Cortes por el distrito de Fraga. Además de Bagaría, Julio Antonio y Ricardo Baroja, para la campaña electoral se movilizaron intelectuales comprometidos de Zaragoza y Huesca: Sánchez Ventura, Salvador Goñi, Aláiz y el propio Maurín ayudaron a realizar las gestiones preelectorales por la provincia de Huesca. La campaña electoral de Baroja y sus amigos por tierras aragonesas fue del todo inútil. Además de no obtener el apoyo liberal oficial, los lerrouxistas ya tenían candidato, por lo que Baroja no fue elegido. Maurín escribió este capítulo de su vida en sus memorias, donde reprodujo fielmente la visita de Baroja y aprovechó para recrear la anatomía política de la propia provincia de Huesca; aventura electoral que también noveló en La juventud de Luis Algol, esta vez contextualizada en Madrid. Baroja plasmó también en su libro Las horas solitarias su infructuosa tentativa electoral. La frustrada campaña electoral dio pie a Maurín para reflexionar nuevamente sobre su tierra, «completamente agostada por la nube esterilizadora del caciquismo». Aparecieron algunos artículos en El Ideal en los que denunciaba la imposibilidad de aceptación de otras alternativas políticas que no fueran las del gran cacique Manuel Camo. Los dos intentos en los que había colaborado Maurín tratando de presentar candidaturas —primero con Ángel Samblancat y luego con Baroja— habían sido del todo nulos." Maurín luchaba también contra el tópico del cazurris" Ibid., p. 26. " M., J., «El caciquismo en Aragón», El Ideal, Lérida, 27 de marzo de 1918. La reseña completa del libro de Baroja es: Las horas solitarias. Notas de un aprendiz de psicólogo, Ed. Caro Raggio, Madrid, 1982. El capítulo dedicado a la aventura electoral por la provincia de Huesca corresponde a las pp. 89-135. 84
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mo y el baturrismo asociado inevitablemente al estatismo y al tradicionalismo. Con motivo de la celebración de las fiestas del Pilar en Lérida escribía así en el periódico: «No hay que confundir a los baturros con los aragoneses... ¡viva Aragón!, el dinámico, el costista, el europeizante y el regionalista».50 A pesar de sus nuevas relaciones, su nuevo oficio y sus colaboraciones en un diario republicano catalán, Joaquín Maurín seguía vinculado a su grupo generacional de amigos oscenses y seguía con precisión las vicisitudes políticas de su región, «porque sentimos palpitar en nuestro espíritu un hálito de veneración por la comarca donde transcurrió nuestra infancia».5' Todos ellos empezaron su camino en las filas del republicanismo, donde había acabado Costa; todos ellos intentaron «regenerar» el atraso político, cultural y económico que sufría el país por culpa de sus malos gobernantes, y todos ellos al final de la gran guerra comenzaron su diáspora por una España políticamente agitada y culturalmente inquieta. Maurín no olvidaba las sólidas raíces que le aferraban a su paisaje original, no lo hizo nunca. Desde su marchamo de aragonés activo, regionalista y «europeizante», tuvo la oportunidad de conocer a una amplia galería de personajes famosos. Su buen hacer literario y su «voz de aliento» merecieron incluso una postal de felicitación que el propio Unamuno (del que Maurín había dicho: «muerto Costa D. Miguel es el cerebro más potente de España») le envió desde su Salamanca y que El Ideal publicó íntegra el 26 de enero de 1918. Creemos que merece la pena reproducirla: ... Desde esa Lérida donde en septiembre del 16 paré unas horas me llega su voz, amigo mío (creo tener ya derecho a llamarle así) y voz de aliento. ¡Gracias! Mas yo quisiera que todos los que estimen vestida de algún valor mi obra se opusieran a ella, porque es obra común y pública, no propia y privada mía. Hay que encender el culto a la sinceridad y hasta a la indiscreción. Libertad es conciencia. Es libre el que conoce la ley por que se rige. Y libertad pública es conciencia pública. Es libre el pueblo que conoce las razones por las que se rige. El enemigo mayor de la libertad es, pues, el secreto; peor que la violencia. El despotismo —régimen de secreto— es peor que la tiranía —régimen de violencia—. Mejor ser hombre que conoce la M., J., «Beocia y Aragón», El Ideal, Lérida, 14 de octubre de 1917.
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M., J., «Baturros y aragoneses», El Ideal, Lérida, 10 de octubre de 1917.
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injusticia de la violencia que se le hace que animal doméstico que ignora por qué se ceba y se mira con esmero. El peor esclavo es el contento con su esclavitud. Dedíquense, pues, ustedes los jóvenes a romper secretos, a ser indiscretos. Democracia es publicidad. Y no sé si los tontos, cuyo número es, según las escrituras, infinito llamarían también a esto paradojas. Porque paradoja es para ellos todo lo que sus mentes dispépticas no pueden digerir. Con todo agradecimiento y siempre le saluda. MIGUEL DE UNAMUNO. Salamanca 16, I, 1918.
Como hemos visto conoció también a Maciá, al socialista Julián Besteiro —con el que compartió tribuna— y al líder sindical Salvador Seguí. Como apuntaría más tarde, ambos le causaron una profunda impresión. Maurín sigue sintiendo la imperiosa necesidad de orientar acertadamente a los pueblos; la Revolución rusa, «cuya transcendencia es infinitamente superior a la de la Revolución francesa»," evocó en él «desde el primer momento» una profunda simpatía y, sin lugar a dudas, fue la catálisis de su conversión al sindicalismo. En octubre del año 1918 Joaquín Maurín sigue operando dentro de los cauces republicanos y «aboga porque Joventut Republicana sea a la vez el faro que ilumine y mano que conduzca nuestros pasos por el camino del progreso».53 Por esas mismas fechas y «desde un rincón del Pirineo aragonés» (pasaba siempre sus vacaciones en Bonansa) cuestiona la ética política y la negativa labor de Lerroux," mientras dedica encendidas loas al «apóstol socialista y único embajador espiritual de las izquierdas europeas que hemos tenido en Europa: Fabra Rivas», líder de la crítica federación socialista catalana. Como él, se convierte en un ferviente wilsoniano. Efectivamente, Estados Unidos es para Maurín, igual que para los socialistas, «el vigía siempre despierto que vela por la causa de la civilización»... y el presidente Wilson «el mesías de nuestros tiempos, el que conseguirá asegurar la paz en el mundo».' Del mismo modo, la Sociedad de Naciones se le presenta casi como un sueño, un proyecto magno. Este posicionamiento no es extraño si tenemos en cuenta que la aliadofilia del P.S.O.E. se acentúa a partir del bloqueo marítimo ale»
M., J., «La importancia de la Revolución rusa», El Ideal, Lérida, 30 de enero de 1918. El Ideal, 6 de octubre de 1918. " M., J., «Revisión y examen. Los pecados de Lerroux», El Ideal, Lérida, 8 de agosto de 1918. " M., J., «En torno a la guerra. El nuevo Mesías y el gran pueblo», El Ideal, Lérida, 8 de agosto de 1918.
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mán de principios del 17 y de la violación del tráfico marítimo de los países neutrales con los EE.UU. y llega hasta a solicitar la ruptura de relaciones diplomáticas con Alemania y a plantearse la posibilidad de una intervención española en la guerra, a la vez que saluda la de EE.UU. La situación internacional proporciona, también para Maurín, modelos inevitables; el pueblo español ha de incorporarse a la marcha universal del progreso. Le parecía que bajo el impacto de la guerra y de la Revolución rusa España despertaba de su viejo letargo y las fuerzas progresivas ganaban impulso. El rápido crecimiento del movimiento obrero que siguió a 1918 sugería que este iba a convertirse pronto en el mayor foco de oposición al moribundo sistema de la Restauración y Maurín quería identificarse con aquel movimiento y con los esfuerzos de renovación que esperaba. El republicanismo de Maurín no ha de entenderse como una actitud política abstracta que pretenda como único objetivo la implantación de un régimen político determinado. Maurín se manifiesta en estos momentos a favor de la democracia y cercano a los postulados socialistas. Critica el inmovilismo del republicanismo: «La influencia de la revolución universal no ha llegado hasta nosotros porque no la hemos deseado desde el fondo de nuestras conciencias»." Para Maurín «se forja una humanidad nueva» y tres son los principios que encarnan la dinámica del mundo: República, Nacionalismo y Socialismo. A partir de esos conceptos desarrollará, en sus discursos y en sus artículos, el resurgimiento de las nacionalidades europeas —checoslovaca, polaca, húngara...— y la crisis de las monarquías tradicionales «en todo el mundo». Austria, Hungría... el rey ha huido acobardado: revolución de los pueblos para exterminar a los monarcas. Quiebra de un mundo edificado sobre sillares falsos... ¡Pan, justicia y paz!"
Es el triunfo del socialismo que Maurín comienza a explicar a sus oyentes y a sus lectores; habla de Rusia, de la caída del zarismo, de la espiritualidad bolchevista, de Carlos Marx, del espíritu y el sentido de la Revolución rusa. Critica a los M., J., «La obligación de las izquierdas», El Ideal, Lérida, 8 de febrero de 1918. " M., J., «La hora del pueblo», El Ideal, Lérida, 3 de noviembre de 1918.
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que la desacreditan porque «creyendo que lo de Rusia es sólo anarquía y desconcierto... hay gentes que son incapaces de ver las estrellas en medio de la oscuridad».58 En realidad el proceso revolucionario ruso y sobre todo sus bases teóricas fueron mal conocidos en España. El obrerismo español entre 1914 y 1918 muestra que tanto para los socialistas como para la opinión burguesa la valoración del hecho revolucionario fue sólo una cuestión subordinada al problema central de la adhesión a la causa de los aliados o de los Imperios centrales. Frente al entusiasmo que producía en el proletariado el conocimiento de que los socialistas rusos habían ocupado el poder por vía de la revolución, no se podía condenar taxativamente la Revolución rusa, por lo que la mayoría de las fuerzas políticas obviaron el tema. Las aproximaciones al hecho revolucionario ruso fueron tardías si exceptuamos la «inflamada» acogida de la C.N.T., que pronto colocaría a Lenin una bandera rojinegra. Por otra parte la preocupación del Gobierno hacia la Revolución rusa, que había sido escasa a lo largo de 1918, despierta súbitamente en enero de 1919, una vez desaparecida la barrera aislante que suponía la Europa en guerra. La fallida revolución espartaquista de Alemania contribuye a difundir la imagen de una Europa en llamas, por efecto del contagio y de la acción de los agentes de propaganda rusos. La iniciativa de la caza del «bolcheviki» que emprende en España el gobierno de Romanones procede, pues, del exterior, especialmente de la iniciativa inglesa. A lo largo de 1919 y 1920, de un punto a otro de la península la secuencia se repite: al mismo tiempo que crecen la conflictividad obrera y la fuerza numérica de las organizaciones de clase, la burguesía y las autoridades de cada zona se aplican a crear la imagen de una revolución inminente, sobre el modelo soviético, que justificaría el inmediato desmantelamiento de las organizaciones y la persecución de sus dirigentes. La Revolución rusa actuó, pues, en un periodo de aguda crisis social, como factor de cohesión de las orientaciones represivas de la burguesía. Era el ejemplo exterior que demostraba la peligrosidad potencial de las clases inferiores; ya había finalizado el momento de «comprensión», que persistió hasta " M., J., «Interpretaciones equívocas. El sentido de la Revolución rusa», El Ideal, Lérida, 25 de agosto de 1918 (desde un rincón del Pirineo aragonés). 88
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noviembre de 1918, en la medida en que el pacifismo de los bolcheviques era favorable para la causa de los Imperios centrales. En medio de este conflictivo contexto y como parte integrante del conjunto de la sociedad española, Maurín experimentó los efectos de la Revolución rusa también tardíamente, pero a partir del invierno de 1918-1919 y de su progresivo acercamiento al movimiento sindicalista puede afirmarse que quedó literalmente eclipsado por los destellos que desde Rusia llegaban a Lérida. Sus mismos compañeros de partido comentarían, años más tarde, que fue uno de los primeros propagadores del marxismo en Lérida, tras su revisión crítica del sindicalismo revolucionario y sobre todo tras su primer viaje a Moscú. Él mismo confesó, años más tarde, que el socialismo le atrajo «por la historia, la continuidad y el sentido de la responsabilidad», pero se sintió irremisiblemente empujado hacia el sindicalismo »por su espíritu revolucionario y combativo». Más tarde escribió: «Doctrinariamente me encuentro más cerca de los socialistas», pero «en términos prácticos los sindicalistas me parecen más realistas, más audaces, más jóvenes». Para Maurín las tendencias contendientes dentro del movimiento obrero español quedaban simbolizadas por dos personalidades: el socialista Julián Besteiro, líder del comité de agosto y erudito menchevique, y el sindicalista Salvador Seguí, agitador proletario y organizador, cuya figura en la tribuna «no podía por menos que recordarle a Danton»." Poco tiempo iba a pasar ya hasta que Maurín comenzara a leer las Réflexions sur la violence de Sorel, obra que le influiría enormemente respecto a su posicionamiento político y estratégico..., pero esto es harina de otro costal y recibirá el tratamiento que se merece en el capítulo siguiente. No podemos olvidarnos de la versión que su familia mantiene respecto a sus cada vez más decididas vinculaciones políticas porque, realmente, es digna de interés. Las diferentes fuentes orales consultadas se muestran convencidas de que mientras Joaquín estuvo en el colegio de profesor «no llevaba ninguna política». Su hermana nos contó que cuando daba clases en el Liceo estudiaba también para acceder a una plaza de inspector de Magisterio y que durante ese periodo murió en París el director del colegio, Federico Godás. Al parecer se hizo cargo de la direc" ALBA, V., Dos revolucionarios..., ed. cit., p. 39. 89
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
ción «representativa» el entonces alcalde de Lérida y se encargó a Maurín y «a otro chico más mayor que él» que llevaran «de hecho» los asuntos del colegio. Según María Maurín, a Joaquín esta alternativa no le pareció bien; apreciaba mucho a Federico Godás y este había muerto, no quiso responsabilizarse y «dijo que no volvía». María Maurín se mostró firmemente convencida de que a su hermano «a la política le llevó un fuerte desengaño» que sufrió al quedarse sin su pretendida plaza de inspector. Parece ser que «antes de hacer la mili», por tanto antes de junio de 1919, acudió a Madrid para presentarse a las oposiciones de inspector de Magisterio. «Se sentía bien preparado, mejor que ningún otro de los aspirantes y le suspendieron..., las plazas estaban dadas de antemano»." El sacerdote Manuel Iglesias corrobora esta teoría: «se presentó con un hijo de Romanones, las calificaciones de Maurín fueron mucho mejores, pero como el otro era hijo de Romanones, le dieron la plaza a él...».61 Según estas versiones, a raíz del desengaño «tan tremendo» «se encabritó con aquello» y empezó a movilizarse en política y a aproximarse a la Revolución rusa. Su familia achaca a esta injusticia «frecuente en aquellos tiempos» el posterior radicalismo de Maurín. Si bien es cierto que no puede afirmarse con seguridad que estudiara para inspector lo que sí está probado es que realizó en Lérida los estudios de Bachiller; de ello da fe una instancia que con fecha 24 de enero de 1918 Maurín remitió al director de la Escuela Normal de Huesca a fin de solicitar su traslado de expediente y convalidar las asignaturas comunes. Y otra versión, que también debe tenerse en cuenta, es la mantenida por los profesores y alumnos del Liceo escolar cuando se despiden de D. Joaquín Maurín porque este debe abandonarles para cumplir su servicio militar en Madrid: Por espacio de cuatro años casi, ha convivido con nosotros compartiendo las tareas de la marcha pedagógica del Liceo y durante este tiempo todas sus amistades se han hecho más profundas y más cordiales, porque Maurín
Entrevista con María Maurín.
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Entrevista con Manuel Iglesias.
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LAS ILUSIONES REPUBLICANAS DE LA PRIMERA JUVENTUD (1910-1918)
supo captarse el cariño de todos, porque su trato y sus conocimientos eran entre nosotros algo que se salía de lo vulgar y hacía nacer en cada uno un verdadero compañerismo que nunca se ha visto truncado por el más mínimo roce... El Sr. Maurín es un autodidacto, de espíritu más que abierto a todos los puntos cardinales del planeta; él recoge en su espíritu todas las manifestaciones del vivir universal, al influjo de ellas va nutriendo su intelecto y va formando su carácter. Todo lo que pasa por él es para un nuevo perfeccionamiento de sí mismo... La nueva vida de cuartel, de rudos deberes, de disciplina y sumisión, no pasarán, no pueden pasar en vano para Maurín; no pueden transcurrir esos tres arios sin dejar en él una huella profunda...62
De esa forma, acuciado por el cumplimiento del deber patriótico, se despedía de la ciudad del Segre. El caudal de la vida siguió su curso. Le despedían cuatro años de lucha limpia en las aulas y los boletines escolares, sin más escenario ni soporte que las pizarras, cuartillas, conferencias y periódicos en los que vertió su pluma y su labia. Las semillas que este Maurín supo implantar germinarían en las conciencias de quienes vivían su pubertad con la Revolución rusa como decorado, anticipando ya los -ismos políticos que se iban a superponer a los artísticos en la siguiente página de este siglo y con el propio Maurín como víctima del hilo del secretismo y el enchufismo con el que se apañaban e hilvanaban los descosidos y desaguisados de aquella España que —como cantara el poeta— pasaba sin ser. Como alumno aventajado que fue y aprendiz con mucha escuela, había dejado constancia de poseer el instrumental necesario para llevar a cabo esa tan noble como antigua profesión, inherente a la vocación genuina del filósofo; la llave maestra para calar, mediante el adoctrinamiento o la simple motivación, en los resortes del alma humana. Durante su estancia en la ciudad catalana el rol de preceptor que Maurín asume le impulsa a transmitir un doble anhelo, personal y social: una férrea voluntad de vivir en la que no haya sitio para la resignación y el deseo de alimentar el fuego de una España europeizante que disipe sus tinieblas y rellene equitativamente su esquelético cuerpo de carne y honra, de pan de trigo y pan espiritual. En tamaño empeño a este Maurín no le duelen prendas; sabe cómo «vestir el cal62
Boletín del Liceo Escolar,
Lérida, enero de 1919. 91
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
zón corto» sin perder la compostura, porque conoce los porqués y la trascendencia que comporta tal actitud, más próxima al pragmatismo colectivo que al mero exhibicionismo personal. Maurín suma su voz indiscreta a la de aquellos libertadores —orfebres de los espíritus en el yunque nacional— empecinados en imprecar las conciencias, despertarlas del letargo de sig!os y adiestrarlas en una batalla cuya suerte trasciende necesariamente la propia individualidad. Apóstol de esa filosofía compartida que atañe a toda la saga de maestros y profesores de aquellos años —y con el amor y la pedagogía como vías de crecimiento y transmisión—, Maurín abandona Lérida con otra lección aprendida tocado por el entorchado de la enseñanza. Muere en esos días Godás. Y muere también Giner de los Ríos en febrero de 1915, prohombres de una otra España en aquellos años en los que la heroicidad podía quedar plasmada desde el marco de una institución educativa. Y la generación literaria de entonces se inmuta, escribe necrológicas y dedica versos a la memoria de los educadores; versos que valen por toda una vida y sirven para llenarla con una sólida teoría ética: «lleva quien deja y vive el que ha vivido».
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3. La lección en la C.N.T. (1919-1922)
Que salgáis de aquí meditando, no la idea, sino la acción. La acción infinita, sin límites, sin rémora ni meta. Las ideas son el pasado, la acción es el futuro, lo nuevo, lo por venir, la esperanza, la felicidad. Eduardo Mendoza
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3.1. EL SINDICALISMO APRENDIDO 1919 es un año clave no sólo para el horizonte obrero español sino para Maurín, que acudirá puntualmente a esa cita. Si incapaz ha sido de mantenerse ajeno al análisis e interpretación de los acontecimientos de su tiempo, tampoco sabrá esta vez mantenerse al margen de las repercusiones del rápido crecimiento del movimiento obrero catalán. La primera guerra mundial y la Revolución rusa han trastocado los cimientos del viejo orden; la estructura del gobierno oligarca de la Restauración comienza a deteriorarse al ritmo de sus propias contradicciones y ante la presencia de nuevas fuerzas sociales que no puede ni quiere integrar; el anarcosindicalismo, al calor de la Revolución rusa y con los primeros síntomas de la depresión económica de posguerra, hace enormes progresos. A Maurín le parece el principio de algo grande. Su personalidad, de naturaleza inquieta y emprendedora, le aproxima cada vez más a los obreros y campesinos organizados en sindicatos; como confesaría años más tarde, de ellos le atraía «su espíritu revolucionario y combativo... su realismo, su audacia, su juventud».' Maurín reflexiona sobre el papel de las diferentes fuerzas sociales en juego en el tablero político español; analiza su historia más reciente, porque la historia, especialmente la contemporánea, le fascina y le concede siempre la explicación de su presente, ese sobre el que ni un solo minuto deja de cuestionarse. En sus escriM., J., «Hombres e Historia», España Libre, Nueva York, 19 de febrero de 1960. Recogido en ALBA, V., El marxisme a Catalunya, 1919-1939, vol. IV: Joaquim Maurín, Ed. Pórtic, Barcelona, 1975, p. 55.
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
tos posteriores interpretará cómo la burguesía y la clase media no han sido capaces de hacer la revolución, repetidamente frustrada en 1873, 1909 y 1917: el futuro, pues, pertenece a la clase obrera, hasta ahora marginada del sistema político de la Restauración. Los trabajadores no confían ya en la clase media que les ha defraudado y se organizan en el Norte y el Centro hacia el socialismo y, en Cataluña, Levante y Andalucía, hacia el anarquismo. Al amparo de nuevas lecturas como Bakunin, Kropotkin, Marx, Engels, Anselmo Lorenzo, Josep Prat, Nietzsche, H. Barbusse, E. Pouget..., de una concienzuda revisión histórica y, sobre todo, de su particular y refinado análisis de la realidad, Maurín comprende que el republicanismo de clase media no basta para enfrentarse a los problemas del país: otras opciones se imponen de modo inapelable. Sus temores de meses anteriores se veían ahora confirmados; los republicanos habían perseverado en su inmovilismo y su tradicionalismo y habían permanecido voluntariamente ajenos a las nuevas realidades del país. Maurín constataba cómo se convertían en una alternativa poco menos que anacrónica e incapaz. En este año crucial de 1919 algunas de las utopías defendidas por Maurín cayeron, al compás del tiempo y los acontecimientos, en pos de praxis más o menos idealistas. Se imponía la Revolución. Pan, paz y tierra gritaban los campesinos andaluces sintiéndose más bolcheviques que el propio Lenin. La C.N.T. incrementaba de modo espectacular su número de afiliados y Maurín se le aproximaba de modo casi lógico, casi sin necesidad de adoptar ninguna decisión tajante. La Juventud Republicana de Lérida siempre había simpatizado con la corriente sindicalista; en el Centro obrero Maurín había conocido a Salvador Seguí y a otros sindicalistas y, entre todos, se había establecido una corriente de amistad duradera. Allí, donde daba conferencias y cursillos, le consideraban ya un sindicalista, aun sin estar afiliado porque no había ningún sindicato de maestros o periodistas: «él mateix ya se sent membre de la C.N.T., sense necessitat de carnet».2 Durante el transcurso del año 1918 su relación con los anarcosindicalistas catalanes había sido estrecha y fue justo en julio de ese año cuando se celebró un importante congreso regional de la C.N.T. en Barcelona, el llamado «Congreso de ALBA, V., El marxisme a Catalunya..., ed. cit., 1975, vol. IV, p. 58. 96
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LA LECCIÓN EN LA C.N.T. (1919-1922)
Sants», «cuyo acuerdo iba a cambiar radicalmente, y de una manera rápida, las bases de la estabilidad político-económica del país».3 La reestructuración que abordó este Congreso consistió en aglutinar las sociedades de oficio en sindicatos de ramo por localidades. La ciudad se convertía en la unidad de acción, con un elevado grado de autonomía para practicar la solidaridad en los conflictos y Barcelona (lugar de residencia y de designación de los Comités Nacional y Regional de Cataluña) se confirmaba como eje de toda la vida confederal en esta etapa de crecimiento. Ello será a la larga un punto de debilidad porque, a pesar del alto grado de control conseguido por la C.N.T. sobre el movimiento obrero barcelonés, bastará con una represión intensiva a escala provincial, lejos del centro político real —Madrid—, para que la vida normal de la Confederación se vea decisivamente afectada. Pero, independientemente de lo que ocurriera luego, el llamado «Sindicato Único» o Sindicato de Industria modernizaba la estructura orgánica de los sindicatos y sembraba el más absoluto terror en la Federación patronal. La culminación de la trayectoria confederal se alcanza en 1919, no sólo en Barcelona porque es también un periodo de auge en flecha para Valencia y Andalucía. Pero es en la gran huelga suscitada entre febrero y abril del mismo ario en Barcelona por la Compañía de electricidad «La Canadiense» donde el prestigio de la C.N.T. y de sus líderes —en primer término el secretario regional, Salvador Seguí— alcanza sus mayores cotas, a pesar de la derrota relativa con que termina el conflicto. La ciudad ha permanecido paralizada durante semanas y los trabajadores han llevado su control hasta la implantación de una «censura roja», sancionando a quienes publicaban los comunicados de la autoridad. Frente a la descomposición del régimen surgía el espejismo del poder revolucionario de aquellos «sindicalistas» en quienes los servicios de información franceses veían a los bolcheviques españoles. Partiendo de notables cabezas como Seguí o el director de Solidaridad Obrera Ángel Pestaña, el sindicalismo aparece como un núcleo revolucionario mucho más amenazador para la burguesía del momento que el socialismo. Maurín se hace eco de estos trascendentales cambios (además, en Lérida también había una «Canadiense» y es allí donde, según él, empezó la huelga) y, como M., J., «Hombres e Historia. El II Congreso de la C.N.T.», España Libre, Nueva York, 1 de abril de 1960. Recogido en ALBA, V., El marxisme a Catalunya..., ed. cit., 1975, vol. IV, p. 58.
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
apuntara su amigo Aláiz años después —y citáramos nosotros en el primer capítulo—, «Maurín saltó de su republicanismo algo marcelinista y victorhuguesco a la organización confederal desde las primeras horas que siguieron al congreso de Sants». No cabe pensar que su salto ideológico fuera brusco o drástico, más bien al contrario. Maurín se acercó al sindicalismo como lo hicieron muchos en ese momento, en poco tiempo, porque también en poco tiempo el sindicalismo se había convertido en una opción mayoritaria y aplastante. De cualquier rincón de la península brotaban sindicatos: «el sindicalismo adquiere gran potencialidad y hasta se pone de moda».4 Tras la Revolución rusa había aparecido un vocabulario nuevo, un lenguaje nuevo, conceptos políticos nuevos tales como «la dictadura del proletariado», «la tierra para el que la trabaja», «la religión es el opio del pueblo», «bolcheviques», «mencheviques»... La Revolución rusa había modificado la mentalidad de los trabajadores ofreciéndoles nuevas imágenes revolucionarias que no habían conocido hasta entonces y, todos ellos, independientemente de las opiniones políticas personales, se sentían orgullosos de un gobierno que proclamaba, por primera vez en la historia, la supremacía de la clase trabajadora. Pero a pesar de su indudable trascendencia no puede considerarse su impacto ideológico como causa fundamental de un cambio en las relaciones sociales, porque la dinámica de ese cambio siguió ajustándose a la evolución de la variable fundamental, la economía, y porque era más determinante la realidad sobre la que actuaba —cuyo mejor conocimiento proporciona más explicaciones sobre las agitaciones de aquel periodo— que las interpretaciones limitadas al impacto de la Revolución rusa. Desde finales de 1918, durante 1919 y parte del año 20 se acrecienta la conflictividad social en forma de huelgas (1.060 en 1920, de las que 183 son agrícolas) y se alcanzan elevadas cotas de agitación campesina en Andalucía, Levante y Extremadura, con abundantes muestras de exaltación revolucionaria muy estrechamente ligadas en el plano ideológico a la lejana referencia de una Rusia transmitida como modelo de liberación y de redención del pequeño campesinado y de los jornaleros andaluces. Ello configura el llamado «trienio bolchevique» y la imagen creada por los contemporáneos de un campesinado repentinamente exaltado 4
PEIRATS, J., Los anarquistas en la crisis política española, Ed. Júcar, Madrid, 1976, p. 17. 98
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LA LECCIÓN EN LA C.N.T. (1919-1922)
por la mística rusa y por la ilusión de un próximo reparto de tierra. Se sucedían los asaltos a tiendas de comestibles y las paralizantes huelgas, mientras los cada vez más amenazadores sindicatos, paradójicamente y gracias a la Revolución rusa, podían ser cargados en la cuenta de un culpable: el agente subversivo. Para contrarrestar el contagio revolucionario podía exigirse del gobierno la represión a ultranza de todo movimiento de reivindicación o protesta. Los efectos del «Frente policíaco español» se hicieron sentir pronto, el llamado «trienio bolchevista» sirve de pretexto para colocar la acción gubernativa contra la clase obrera en un estado de excepcionalidad permanente.' En definitiva, con este panorama a su alrededor, Maurín iba progresivamente evidenciando que cualquiera que quisiese realizar una labor fructífera entre el proletariado catalán había de entrar en la C.N.T.; de cara a la revolución social sólo cabía encontrar en Cataluña un sujeto posible, la C.N.T., al propio tiempo que consideraba cancelada la experiencia histórica del republicanismo burgués y comenzaba a desconfiar del parlamentarismo «reformista» y gradualista del partido socialista. El anarcosindicalismo, hegemónico tanto en la Cataluña industrial como en Andalucía, había buscado desde la década de 1880 una fórmula organizativa que articulase las ideas libertarias y la acción de las sociedades de oficio. El sindicalismo revolucionario como doctrina y la C.N.T. como organización parecieron dar desde 1910 la respuesta a la citada exigencia. Pero es a partir de la coyuntura ascendente que crea sobre la economía la neutralidad en la guerra de 1914-1918 cuando la influencia de las corrientes del sindicalismo revolucionario francés penetran de modo determinante en la organización confederal. En estos años el contenido anarquista de la C.N.T. se iba diluyendo; el modelo sindicalista francés inspiRespecto al impacto de la Revolución rusa, de la I guerra mundial, la formación del P.C.E. y las repercusiones de la crisis de la II Internacional en el movimiento obrero español, son enormemente aclaratorias las conferencias de Antonio Elorza, Carlos Forcadell, Amaro del Rosal, Luis Arranz y Manuel Tuñón de Lara, condensadas, entre otras, en el libro: Para una historia del P.C.E., Conferencias en la Fundación de Investigaciones Marxistas, Ed. Casaló, Madrid, 1980. Y del mismo modo las publicadas por la Universidad de León con motivo del II Coloquio de Historia Contemporánea, celebrado en la Universidad de León del 11 al 13 de noviembre de 1987, en las que bajo el título La Revolución Rusa 70 años después aparecen interesantes aportaciones de Elorza, Pelai Pagés, Gabriel Jackson, David Ruiz, Carlos Forcadell, Jesús M.» Palomares, Juan José Carreras, etc. 99
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
raba a Seguí y a Pestaña e iba a tener su máxima expresión en el II Congreso de la C.N.T., celebrado en Madrid en diciembre de 1919 (en el que se acuerda la adhesión a la Revolución rusa y la absorción de la U.G.T.). En la C.N.T. comenzaban a manifestarse, con muchos matices, las tendencias que ocasionarían el debate interno en la próxima década: anarquismo (es decir, control paralelo de la vida sindical por los grupos anarquistas en nombre de la ortodoxia ideológica) o sindicalismo (autonomía de decisión por sus cauces regulares independientemente de la composición ácrata o no de la militancia). La primera tendencia, con sus diferentes versiones, era representada por Manuel Buenacasa, Eleuterio Quintanilla y también por los partidarios de la acción terrorista individual, los Ascaso, Durruti, García Oliver... (grupo «los solidarios», futuros fundadores de la F.A.I.). La vía sindicalista la apadrinaban Seguí, Pestaña, Boal..., pero con distintas estrategias. Definitivamente, este panorama es mucho más matizable y complejo, pero no vamos a dedicarnos aquí a dilucidar ese complicado mosaico, sólo apuntaremos que incluso podían incluirse en él algunos republicanos como Layret y Companys o algunos marxistas incipientes como Maurín o Nin. En resumidas cuentas, el mundo libertario español era un conjunto heterogéneo, tanto organizativa como políticamente, y estaba formado por una infinidad de grupos, parte de los cuales confluían en un espacio sindical común, La Confederación, con otras tendencias bastante diferenciadas: sindicalistas puros, anarcosindicalistas, sindicalistas-comunistas posteriormente, etc. El sindicalismo revolucionario del año 19 abarcó un amplio espectro social; su posición frente a la social-democracia, sus cláusulas de «acción directa», la huelga como instrumento de guerra, el sindicato como cédula de la sociedad comunista del mañana, su inicial simpatía pro bolchevique, hicieron que también una buena parte de la izquierda socialista se sintiera atraída por la cada vez más gigantesca C.N.T. y su revolucionario «Sindicato Único»; las conversiones se sucedían en masa. Maurín caracterizó así a esa C.N.T. muchos años después: El anarcosindicalismo español de entonces era el resultado de la convivencia, con tiranteces y diferencias, del anarquismo tradicional y el sindicalismo de comienzos de siglo. La característica geopolítica era que los catalanes, que representaban al proletariado industrial, eran sindicalistas, y los no catalanes, de base principalmente campesina, anarquistas. Salvador Seguí, era, en la Confederación Nacional del Trabajo, el exponente del sindi100
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LA LECCIÓN EN LA C.N.T. (1919-1922)
calismo. Su posición correspondía en líneas generales, a la del sindicalismo revolucionario francés y, en cierto modo, a la de los I.W.W. de Estados Unidos, Ángel Pestaña, en cambio, representaba el anarquismo comunista que fuera de España tenía entonces como figuras representativas a Kropotkin, Malatesta, Rocker, S. Faure, Grave, Malato. Entre Seguí y Pestaña hubo siempre una pugna sorda, que reflejaba la divergencia existente en la base entre sindicalistas y anarquistas.'
Y de este otro modo, en 1924 —ya como militante del P.C.E.—, sentaba los jalones de la que iba a ser su acerada crítica al anarcosindicalismo, hasta bien entrados los años treinta, y las causas de su arraigo en Cataluña y en España: L'esprit négatif des anarchistes se répandit rapidement; son influence croissait á mesure que le radicalisme de Lerroux allait se désagrégeant (...) leur mot d'ordre était: «la politique est une farce!» (...) Le socialisme réformiste de Madrid contribuait pour sa part á ce que les anarchistes trouvassent des facilités d'ascension. Le parti socialiste s'était allié au parti républicain bourgeois et toute sa politique était celle menée par ce parti. Une politique nettement prolétarienne, une action de classe définitive, ne vit jamais le jour (...) Les progrés que fit l'anarchisme furent done une forte réaction contre la politique radicale qui, pendant dix ans, s'était imposée dans les milieux prolétaires catalans (..) L'anarchisme ne présentait aucun programme affirmatif; fi lui suffisait, pour entrainer, de faire la critique de l'action politique.'
En 1919 Maurín comenzó a leer las Réflexions sur la violente de Georges Sorel y, al parecer, fue uno de los relativamente pocos sindicalistas españoles que lo leyeron. Según las propias palabras de Maurín, «en mi orientación me ayudó grandemente Georges Sorel. El sindicalismo soreliano asentado sobre lo que hay de sólido en el marxismo, pragmático y creador, contestó favorablemente a mis preM., J. (1964), Revolución y contrarrevolución... (1966), p. 248. ' M., J., «L'anarcho-syndicalisme en Espagne», Librairie du Travail, Petite Bibliothéque de l'Internationale Syndicale Rouge-XIII, París, 1924, folleto de 47 pp. El texto corresponde a las pp. 21-22. Publicado en Barcelona y traducido al francés el mismo ario y reeditado por La Batalla en 1932 con el título de «El fracaso del anarco-sindicalismo. La crisis de la C.N.T.». En el primer folleto hay alrededor de 25 pp. que en el segundo fueron sustituidas por otras más actualizadas, pero en esencia el contenido crítico es el mismo. Primera contribución de Maurín a la lucha ideológica contra el anarquismo —aparte de sus artículos periodísticos—. Las páginas de La Antorcha sirvieron también de tribuna contra el anarquismo con ocasión de la publicación de la serie «El derrumbamiento de la Confederación Nacional del Trabajo», La Antorcha, 25 de junio, 2, 9, 23 y 30 de julio y 20 de agosto de 1926. En 1928 también las páginas de L'Opinió —como más tarde veremos— le sirvieron para reiterar parecidas críticas contra el movimiento anarquista.
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
guntas».8 Maurín indaga en las diferentes expectativas ideológicas del momento, lee a los teóricos del marxismo y del anarquismo. Continúa dando clases, conferencias y cursillos, escribe en El Ideal y en esa época de verdadera efervescencia social la lectura de Sorel y, posteriormente, la del libro de Lenin El Estado y la Revolución, que según él servía de necesario «puente doctrinal» entre el anarquismo y el bolchevismo, contribuyen a reafirmar sus presupuestos teóricos. Logra conciliar, por lo menos teóricamente, el pragmatismo de la doctrina marxista con el idealismo que supone contar con la espontaneidad creadora de las masas, en consonancia con el que será uno de los más fervientes y más característicos empeños de su carrera política. Maurín no fue nunca un anarquista puro, la violencia que él elogiaba no era la espontánea, individual e incoada de los anarquistas, sino una premeditada, colectiva, organizada y popular que, guiada por una «elite», fuera capaz tanto de construir como de regenerar. Sorel había sido, junto con Lagardelle, uno de los marxistas revolucionarios de Le Mouvement Socialiste; defraudados por las tácticas políticas reformistas del socialismo francés, se inclinaron al sindicalismo, «al que infundieron la potencialidad de principios necesaria para quedar constituido en un cuerpo perfecto de doctrina».» Maurín había encontrado algo que le convencía plenamente, el sindicalis8 M., J., «Hombres e Historia», recogido en Alba, V., El marxisme a Catalunya..., ed. cit., 1975, volumen IV, p. 55. 9 M., J., «El sindicalismo en Francia», Lucha Social, Lérida, 19 de febrero de 1921. Años más tarde, en 1946 y a la vista de lo ocurrido desde los halagüeños años 20, Maurín sostendrá que Sorel «es el punto de convergencia en que doctrinalmente se encuentran bolchevismo y nazifascismo». Las razones que argüirá para justificar este parentesco están basadas en la influencia «indiscutible» que de Nietzsche («cuya razón de ser de todo paso adelante, lo constituye la fuerza»), además de Marx, había en la obra de Sorel. Según Maurín (1946), la síntesis de Marx y de Nietzsche hecha por Sorel encontró un eco favorable en ciertos sectores del proletariado europeo, especialmente en Italia, donde sus concepciones filosófico-políticas hallaron un ambiente propicio en un grupo de jóvenes socialistas italianos que, más tarde, al finalizar la Gran Guerra, habían de ser los creadores del fascismo; de este modo, como «Las ideas no siempre se mueven en línea recta. Describen con frecuencia pronunciados meandros (...) Nietzsche llega a los nazis por intermedio de Mussolini, que lo recibe de Sorel». M., J., Rumbo de nuestros tiempos (panorama histórico), Cárcel Modelo, Barcelona, 1946, copia mecanografiada, 188 pp., sin publicar. El texto pertenece a las pp. 97-98 del capítulo «Causas generadoras del nazifascismo». Maurín, en el año 21, participaba plenamente de la crítica despiadada que Sorel hizo del socialismo reformista y de la corrupción democrática, al tiempo que les oponía el sindicalismo revolucionario basado en el principio de la violencia; y, por lo tanto, participaba también de ese evidente —y muy de moda— influjo nietzscheano que, según confesaría más tarde, hicieron suyo los bolcheviques y luego los nazifascistas. 102
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LA LECCIÓN EN LA C.N.T. (1919-1922)
mo revolucionario «soreliano» armonizaba ideológicamente doctrinas tan aparentemente antagónicas como el marxismo y el anarquismo. Sus dudas se iban disipando, la política tal y como se venía practicando le había defraudado y fue casi inevitable que hubiera de gravitar hacia el naciente movimiento sindicalista que en el otoño de 1919 se propagó tan impetuosamente y que le pareció el verdadero portador del espíritu de la nación. Estaba persuadido de que el sindicalismo revolucionario de la C.N.T. encarnaba mejor que ningún otro movimiento las mismas fuerzas regeneradoras a las cuales había dado expresión la revolución en Rusia. Como hemos insinuado, en la C.N.T. de 1919 coexistían concepciones diferentes, generalmente caracterizadas por la ausencia de un modelo definido de revolución y por su propia dispersión teórica. Maurín, incluso antes de afiliarse a la organización y debido a sus contactos en Lérida, simpatizaba con la tendencia representada por los partidarios de Seguí, de la que formaban parte la mayoría de los dirigentes cenetistas catalanes: Evelio Boal, Joan Peiró, Salvador Quemades, Josep Canela..., según Meacker representantes del realismo práctico y organizador que predominaba en la Confederación Regional Catalana, cuyo periódico dirigía Ángel Pestaña y cuyo contacto con la realidad de los trabajadores organizados les hacía alejarse prudentemente de un optimismo revolucionario extremado. En junio de 1919, cinco meses más tarde de que Lenin creara la III Internacional o Internacional Comunista —con los ejércitos contrarrevolucionarios y de intervención controlando la mayor parte de Ucrania y Siberia—, Maurín se trasladaría a Madrid a cumplir su servicio militar. Se había desengañado de algunas de sus premisas teóricas anteriores, había empezado a leer con fruición a Sorel y desde el primer momento se había declarado simpatizante de la Revolución rusa. Su año madrileño iba a ser decisivo y su asistencia al trascendental II Congreso de la C.N.T. no se hubiera podido entender sin su predisposición «sindicalista». Todo ello le marcó y de todo ello hablaremos en las páginas siguientes. 3.2. LA CORTE DE LOS MILAGROS. MADRID (1919-1920) A mediados de 1919 se traslada a Madrid para cumplir su servicio militar. La castiza capital española vivía, igual que el resto del país, momentos de efervescencia social mientras se sucedían los obsoletos gobiernos de García Prieto, Dato y 103
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
Antonio Maura. Salvador Seguí y Angel Pestaña pregonaban en los Ateneos y en la Casa del Pueblo su recién estrenado Sindicato Único a los obreros madrileños para que tomaran ejemplo, pero había mucho más... Como ilustrara en ese momento el novelista Ramón Pérez de Ayala, en una época regida por la mala vida, el anarquismo, el juego, la tuberculosis, el crimen pasional, la superstición y el auge creciente del cinema, Madrid mostraba los encantos de sus calles y plazas, la Castellana, el Retiro, el Museo del Prado, las verbenas populares, las tascas y merenderos, los barrios bajos, teatros serios o de music-hall, sainetes y zarzuelas, cafés, lugares de reunión. Madrid frente a Lérida era realmente una ciudad y su oferta y su tipismo resultaron atractivos innegables para un Maurín sensible que acababa de cumplir 23 años y que, sin salir de Lérida, se había curtido en varios frentes intelectuales y cultivado su espíritu humanista. La Puerta del Sol le pareció «una verdadera Corte de los Milagros», el joven Maurín debió de quedar impresionado al ver pulular en sus anchas aceras a un batiburrillo de personajes que podrían ser directamente herederos del universo galdosiano y propios de cualquiera de sus lecturas. Esa era una de las caras de la España interior; allí, en la Puerta del Sol, se apelotonaban paletos, limpiabotas, guardias, golfillos, cazurros, barquilleros, badulaques, mozas de partido, ociosos, raterillos, papanatas, floristas, voceadores de periódicos, pedigüeños, cicerones, músicos ambulantes, vendedores de corbatas, baratijas, piedras para mecheros y gomas para los paraguas»
En este Madrid absolutamente popular y casi «burdelesco» del año 19 Maurín alternaba sus tareas militares con la lectura de Sorel y con las visitas a uno de sus siempre preferidos sitios, el Museo del Prado." Su curiosidad le permitió incluso visitar las instalaciones del Congreso de los Diputados, gracias a un pase que le proporcionó un conocido suyo, el industrial Manuel Marraco, entonces diputado republicano por Zaragoza y más tarde ministro de Hacienda con Lerroux y cuya familia ayudaba económicamente a promocionar un semanario titulado Ideal en el que Maurín colaboraba:2 Sus inquietudes políticas, pensadas y vueltas a analizar M., J., La juventud de..., ed. cit., p. 150. " No es casual que en La juventud de Luis Algot (1973) Maurín conceda el cargo de Director del Museo del Prado al propio Luis Algol y que la fantasiosa segunda parte de esas memorias noveladas sea una fábula animada, mordaz y policíaca de personajes retratados en diferentes y famosos lienzos del museo madrileño. 2 MAURÍN, Jeanne, op. cit., p. 62. 104
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LA LECCIÓN EN LA C.N.T. (1919-1922)
en largos paseos por el Retiro y por las enrevesadas callejuelas madrileñas, le concedían la avidez suficiente para acudir a conferencias y mítines y devorar la prensa recién editada. Cualquier información le interesaba, temperamentalmente se sentía ya un hombre de acción y un sindicalista en ciernes. Ya había desentrañado de su pensamiento utópicas teorías e intangibles abstracciones. Todo indicaba que, pronto, había que actuar. Su año madrileño iba a constituir una interesante etapa de tránsito y de progresiva definición ideológica y táctica; sus actividades y sus contactos favorecerán su posterior y absoluta entrega al movimiento obrero. La primera etapa de su servicio militar transcurrió en el cuartel de la Montaña, el mismo que en 1936 fue asaltado por los obreros madrileños y que sirvió de base a la fuerza armada del partido comunista. Desde allí, el regimiento al que pertenecía partió para Galicia a hacer maniobras durante todo el mes de agosto: Recorrimos a pie gran parte de la provincia de Pontevedra, hasta la frontera con Portugal y los límites con la de Orense. Formaba parte del grupo en que yo iba otro soldado, Vicente Constante, albañil de oficio, socialista, natural de un pueblo de los alrededores de Jaca (...) Galicia, sonriente, verde, femenina, ondulada me encantó.'
Diecisiete años más tarde, el 18 de julio de 1936, Maurín se encontraba en Galicia dando unas conferencias y allí le sorprendió la sublevación militar. Tras intentar todo tipo de gestiones infructuosas decidió viajar, con nombre falso, hasta la frontera; en Panticosa le detuvieron por sospechoso sin advertir su verdadera identidad y le trasladaron a la cárcel de Jaca. Allí se encontró con su viejo amigo Vicente Constante, al que hacía diecisiete años que no había visto; ambos se reconocieron y poco tiempo más tarde Constante fue ejecutado. Si hubiera declarado a las autoridades la identidad de su viejo amigo se hubiera salvado. No lo hizo y se llevó el secreto a la tumba. Maurín guardó siempre un profundo sentimiento de gratitud hacia él y lo colocó, a partir de entonces, en su altar personal, como lo prueban las palabras que le dedicó años después en sus memorias: A veces quisiera tener las creencias religiosas que tuve en mi infancia, porque esa fe me permitiría esperar el reencuentro en la otra vida con las personas más queridas. En este reencuentro imaginario, Vicente Constante estaría al lado de mi madre." '3
14
Ibid., p. 50. Ibid., p. 77.
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
Pues bien, retomando el hilo del relato y sin pretender adelantar más acontecimientos, nos encontramos con un Maurín soldado que tras haber conocido la sonriente y femenina tierra gallega y a su solidario amigo y socialista Vicente Constante, regresaba a Madrid. Ahora su destino no iba a ser el histórico cuartel de la Montaña sino el del Pardo y su regimiento, el de transmisiones. Durante su estancia en el cuartel, en una de las cartas que recibió de su familia de Bonansa, su hermano mayor —Ramón— le anunciaba su inminente boda con una «moza» de Tamarite de Litera. Se celebraba el primer casorio de un miembro directo de su extensa familia. Maurín recibió la invitación junto con un giro que le permitiera realizar el viaje hasta Tamarite, «pero resulta que no le dieron permiso para poder ir a la boda, lo sintió muchísimo porque entonces se había muerto una hermana de mi madre, mi madre tampoco pudo ir, yo tampoco, estábamos en mi casa en obras... no sé qué pasó». Maurín le escribió a su hermano advirtiéndole que guardaba el dinero que le había mandado para comprarles algún regalo y Ramón le contestó diciéndole que lo gastara para él. «Con aquel dinero le hicieron un traje a medida y un abrigo, para cuando se pudiera sacar el traje de soldado». Al parecer —según su hermana—, Maurín era presumido, se preocupaba por el bien vestir y con su esbelta figura —medía alrededor de metro noventa— y su sombrero canotier «parecía todo un señorito».'5 Como vestido de soldado no podía variar mucho su imagen y como tampoco le permitieron acudir a la boda de su hermano, Maurín siguió consagrado a sus lecturas, sus paseos, sus quehaceres militares y sobre todo sus nuevas amistades. En el cuartel coincidió también en la misma unidad militar con otro joven que se había distanciado de su familia por discrepancias políticas. Era éste Daniel Ortega, simpatizante y colaborador del recién nacido Partido Comunista; terminado su servicio militar, Ortega trabajó en Madrid como mecánico y militó activamente en el P.C.E. bajo el nombre de Carlos Romero. En 1923, reconciliado con sus parientes, volvió a Cádiz, donde cursó la carrera de Medicina. En los primeros tiempos de la II República se reincorporó al movimiento comunista, para ser elegido diputado en 1936; en 1939 fue fusilado.
'5
Entrevista a María Maurín.
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LA LECCIÓN EN LA C.N.T. (1919-1922)
Dieciséis años más tarde, en el curso de la breve vida parlamentaria de Maurín, Ortega fue el único diputado comunista que tuvo para él una actitud amistosa.' A fines de 1919 y principios de 1920 los camaradas que redactaban Renovación, órgano de la Federación de Juventudes Socialistas pero ya prácticamente convertido en portavoz del P.C.E., recibían frecuentemente la visita de un grupo de soldados pertenecientes al regimiento de ingenieros de guarnición del cuartel del Pardo, grupo del que formaba parte Maurín. Según la versión de Andrade, aquellos soldados «venían a nuestra Redacción a adquirir ejemplares del periódico que después repartían y vendían entre sus camaradas»." A raíz de estos contactos Maurín es en 1920 asiduo lector del semanario El Comunista (que sustituía al tradicional Renovación y que, dirigido por Andrade, había aparecido el 1 de mayo de 1920, quince días después de la fundación del primer P.C. español), órgano que representaba a la fracción de las Juventudes Socialistas madrileñas, los llamados «cien niños», que habían experimentado un proceso de radicalización a lo largo de 1919 en el que acentuaban la punta de lanza de su entusiasmo por Moscú como crítica a la dirección del P.S.O.E. y cuyo Comité Nacional, a través de un golpe de mano, el día 15 de abril de 1920, había tomado la decisión de crear el Partido Comunista Español, cuyo líder y secretario general era Ramón Merino Gracia. El programa del nuevo semanario —con un contenido fuertemente antiparlamentario, radicalizado y ultraizquierdista—'» se proponía hacer de él un elemento de formación doctrinal revolucionaria, basado en los clásicos del marxismo (de los que habrá muy poco), en las declaraciones y textos de la Internacional Comunista (generalmente de Zinoviev, Radek y Trotski), con particular atención a los temas del anarcosindicalismo y su convergencia con el bolchevismo y a la Internacional 16 PORTELA, L., «Prólogo» (1977) al primer libro de Maurín Los hombres de la Dictadura, escrito y publicado en 1930 y reeditado por Anagrama, Barcelona, 1977, p. 8. t7
ANDRADE, J., «Maurín nos ha dejado como herencia el Partido», La Batalla, 22 de septiembre de 1936.
'8 Como señala Carlos Forcadell, puede apuntarse como mejor exponente de este ultraizquierdismo de los primeros comunistas españoles la correspondencia de uno de sus fundadores, Juan Andrade; puede observarse cómo acusan al propio Lenin de oportunista, después de conocer su libro El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo, que, dirigido contra el K.P.D. alemán, fundado diez días antes que su homólogo español, parece pensado para combatir el radicalismo izquierdista del pequeño partido español. ANDRADE, J., Recuerdos personales, Ed. Serbal, Barcelona, 1983. El artículo de FORCADELL, C., es «La recepción de la revolución rusa en España (1917-1921), en La Revolución Rusa 70 años después, ed. cit., p. 157. 107
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
Sindical Roja, a las actividades del gobierno soviético y a diferentes aspectos de la Revolución rusa. Los primeros números de El Comunista reflejan el estado de ánimo de los jóvenes comunistas, así como las limitaciones de su línea política: ataques durísimos a los terceristas que permanecían en el P.S.O.E., creencia en la proximidad de la revolución mundial, mitificación de la Revolución rusa y el modelo bolchevique de partido...' Maurín, en el apéndice escrito en 1964 —»Sobre el comunismo en España»— para la reedición de su tercer libro, publicado inicialmente en 1935, recordaba así al periódico: El Comunista, cuya tirada osciló entre 2.000 y 3.000 ejemplares, lejos de buscar el entendimiento y la convergencia con la corriente pro comunista que luchaba en el interior del Partido Socialista, acentuaba la separación. Los madrugadores jóvenes socialistas, convertidos en adelantados del comunismo, temían, con razón, su desplazamiento por una fuerza mayor y más responsable procedente del Partido Socialista (...) En los comienzos del Partido Comunista no sólo había romanticismo revolucionario e impaciencia juvenil, sino también una chispa de aventurerismo y tontería, que han sido su pecado original.2°
Los conocimientos de Maurín respecto al marxismo eran ya algo más que superficiales: había contactado con miembros del incipiente Partido Comunista español, había leído algunos artículos de Lenin y Trotski, pero todavía tenían que pasar algunos años hasta que se tradujeran del francés algunas de sus obras teóricas consideradas entonces como fundamentales, El Estado y la Revolución de Lenin, Terrorismo y Comunismo de Trotski... La creencia más generalizada, especialmente entre los cenetistas, era que si en Rusia los obreros y campesinos habían hecho la revolución también se podía hacer en España. Más allá de eso se sabía realmente poco y el minúsculo partido comunista fue tachado siempre de infantilista por la historiografía. Es indudable que Maurín participó de ese romanticismo revolucionario y de esa impaciencia juvenil —que luego tanto criticaría— y que se acentuaron tras su primer viaje a Rusia convirtiéndose en mimetismo leninista. Hasta sus años de exilio conservó siempre un empeño especial en destacar el paralelismo existente entre la situación rusa y la española, costumbre por otra parte nada rara en la época. ESTRUCH, Joan, Historia del P.C.E. (1) (1920-1939), El Viejo Topo, Barcelona, 1978, pp. 22-23.
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M., J., Revolución y Contrarrevolución... (1966), p. 271.
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LA LECCIÓN EN LA C.N.T. (1919-1922)
En 1919 el partido bolchevique convoca un congreso mundial para organizar una internacional obrera, la III Internacional o Internacional Comunista. La C.N.T. fue invitada a adherirse y muchos militantes eran partidarios de aceptar la invitación. Tenía que ser el II Congreso de la C.N.T. el que decidiera. En Madrid, en el teatro de la Comedia, del 10 al 18 de diciembre del mismo año se reúnen alrededor de 500 enfervorizados delegados que representan a más de 600.000 obreros. Maurín lo recordó así en sus memorias: El sindicalismo se reunía en la capital de la nación con la aureola de su ascenso vertiginoso, de sus grandes batallas sociales y de sus espectaculares victorias. La España conservadora tradicional estaba, más que asustada, aterrorizada. El sindicalismo, impetuoso y desbordante le hacía augurar posibles perspectivas catastróficas (...) En el Congreso se destacaron como principales líderes Seguí, Pestaña y Eleuterio Quintanilla. A continuación venían: Evelio Boal, Galo Díez, José María Martínez, Eusebio Carbó, David Rey, José Viadiu, Gallego Crespo, Andrés Nin, Ramón Acín.'
Y con este otro tono trece años más tarde, ya como dirigente de su propio partido, el Bloque Obrero y Campesino. En diciembre de 1919 se celebró, en Madrid, el II Congreso de la C.N.T. Todavía la C.N.T. era el centro de convergencia de los trabajadores industriales y campesinos. Pero el Congreso fue lamentable. Se habló de todo menos de lo que interesaba en grado superlativo: cómo ir a la toma de poder. El Congreso de Madrid demostró la incapacidad absoluta de los sindicalistas. Dotados gran número de ellos de un gran ardor combativo, excelentes luchadores, eran inutilizados por carecer de una doctrina revolucionaria."
Este punto de vista respecto al Congreso de la C.N.T. es parecido al que sostenía en 1924, ocho años antes, cuando estaba a punto de afiliarse al P.C.E. y escribía que: Les anarchistes ne pensent jamais á la prise du pouvoir, ils laissent celui-ci continuer d'étre aux mains de la bourgeoisie (...) A la fin de tunee se réunit á Madrid un Congrés national oú prés d'un million d'affiliés étaient représentés. Ce Congrés fut pauvre; les anarchistes furent incapables de
21 M., J., «Hombres e Historia. El II Congreso de la C.N.T.», España Libre, Nueva York, 1 de abril de 1960, reproducido en ALBA, V., El marxisme..., ed. cit., 1975, vol. IV, pp. 62-65. 22 M., J., «El fracaso del anarco-sindicalismo en España. La crisis de la C.N.T.», Documentos Sociales, Barcelona, 1932, p. 38. 109
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
comprendre la gravité du moment et ce qu'il exigeait de transcendant; ils se contentérent de chanter les louanges de l'anarchie et de décréter que la confédération, organisme syndical, était ouvertemente anarchiste. On ne vit dans ce congrés le moindre soupcon de compréhension de la réalité ni la plus lointaine intention d'interpréter le moment historique que l'on vivait alors. La décadence commencait pour la Confédération nationale du Travail.23
Durante los nueve días que duró el Congreso, que entonces Maurín contemplaba pletórico, los delegados discutieron, analizaron y aprobaron una serie de puntos que habrían de constituir la base «jurídica» del comportamiento de la sindical anarcosindicalista, creando una cierta unidad dentro del caleidoscopio que existía en los sindicatos cenetistas. El Congreso consideró que cuando por primera vez en la historia una revolución que parecía proletaria triunfaba no era posible darle la espalda. Acordó por consiguiente adherirse provisionalmente a la I.C. sin abandonar por eso el ideal del comunismo libertario de la C.N.T., enviar a Moscú una delegación de tres miembros —de los cuales sólo llegó Pestaña— y decidir definitivamente sobre su informe. Era dificil, como indica Peirats, frenar con sabios razonamientos la simpatía que gozaba en los medios obreros universales la llamada Revolución rusa, máxime en un congreso de una organización extremista. Lo consiguió Salvador Seguí, quien se reservaba la palabra para el último lugar. Sus manifestaciones daban satisfacción a la fracción revolucionaria de la militancia al mismo tiempo que tendía puentes para una «eventual evacuación»."
Respecto a la relación que convenía seguir con la otra organización obrera, la U.G.T., el Congreso acordó su absorción. La proposición absorcionista la hizo un delegado de Barcelona y encarnaba el sentir general de las delegaciones de Cataluña, en donde el movimiento arrollador de la C.N.T. había prácticamente absorbido los sindicatos de la U.G.T. (...) La delegación que más y mejor combatió la «absorción» fue la de Asturias (...) el movimiento obrero asturiano ha tenido siempre un gran sentido de responsabilidad, tanto en la C.N.T. como en la U.G.T., y ha sido siempre el primero que se ha lanzado al combate." 23
24
M., J., «L'anarcho-syndicalisme...», cit., p. 29. Citado en PANIAGUA, X., «Las repercusiones de la Revolución rusa en el movimiento libertario español»,
Anales de la U.N.E.D., Alzira (Valencia), 1980, p. 75. " M., J., «El II Congreso de la C.N.T...», en ALBA, V., op. cit., p. 64.
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LA LECCIÓN EN LA C.N.T. (1919-1922)
Joaquín Maurín asistió a las exultantes sesiones del Congreso no como delegado sino como espectador, porque el Congreso era público. Uniformado todavía, pudo contemplar desde lo alto de las galerías del teatro de la Comedia a todos los grandes líderes de la C.N.T. y escuchar sus a menudo tumultuosos debates. Entre una sesión y otra los delegados solían formar tertulias en diferentes cafés; los catalanes acudían al de Fornos y los aragoneses al de Platerías. Maurín acudía a uno u a otro en función de sus días libres, porque en ambos tenía conocidos y amigos. En el café de Fornos se reencontró con Seguí, que sonriendo le dijo: «gracias a ti celebramos un Congreso de obreros, campesinos y un soldado»." Maurín recordó siempre el café de Fornos con un cariño especial porque era la clave de bóveda del Madrid que él había conocido, vivido y querido. En las memorias de su novela, pone en boca de su alter ego Luis Algol su nostalgia rememorando esta época: El antiguo café de Fornos, en las calles de Alcalá y Peligros, a dos pasos de la puerta del Sol, del Ateneo, del Congreso, del Prado y del Retiro, era casi una institucion nacional. Durante largo tiempo, Fornos fue una especie de crisol en el que se fundían política y literatura, romanticismo y bohemia..."
Algol regresa a Madrid tras diez años de estancia en diferentes ciudades del extranjero; cuando averigua que Fornos ya no existe se siente desconcertado: «Madrid despojado de Fornos, aparecía amputado, mutilado». Creemos que, aunque extensa, merece la pena reproducir la cita íntegra que expresa todo lo que significaba el café de Fornos para Maurín y por extensión el periodo en que él conoció Madrid: Fornos evocaba todo un período: Gobiernos de García Prieto y Dato... Discursos olímpicos y gongorinos de Antonio Maura... Intrigas políticas del «travieso conde»... Socialismo de Pablo Iglesias... Sindicalismo de Salvador Seguí y Pestaña... Música zarzuelera de los maestros Vives, Luna y Guerrero... Ecos lejanos de la Verbena de la Paloma... Verónicas delirantes de Belmonte... Estocadas de Vicente Pastor... Pases de muleta de Gaona... Espantaas del Gallo... Luto nacional por la muerte de Joselito... Comedias agridulces de Benavente... Sal y gracia andaluza de los Quintero... Sainetes de Arniches... Astracanadas de Muñoz Seca... Tonadillas y couplets de la "
Ibid., p. 65.
27
M., J., La juventud..., ed. cit., p. 152.
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
Fornarina, la Goya y Raquel Meller... Castañuelas y zapateado de la Pastora Imperio... Danzas de Tórtola Valencia... Descoco de la Chelito... María Guerrero y Díaz de Mendoza en La Princesa, Borrás en el Español, Morano en Eslava, Tallaví en Calderón, Wilches en la Comedia... Conferencias en el Ateneo... Debates en el Congreso... Siestas en el Senado... Tardes de domingo en la Bombilla... Meriendas en la pradera... Humorismo zaragozano de Mariano de Cavia... Coplas de Luis de Tapia... Greguerías de Gómez de la Serna... Paradojas de Unamuno... Esperpentos de Valle-Inclán... Andanzas barojianas y conspiraciones liberales de Avinareta... Meditaciones de Ortega y Gasset... Reflexiones azorinianas de un pequeño filósofo... Ancianidad venerable de Pérez Galdós... Versos de Juan Ramón Jiménez y Antonio Machado... La revista España... Fotografías de Campúa... Caricaturas de Bagaría y de Tovar... Campaña antiflamenca de Eugenio Noel... Esculturas de Julio Antonio, Juan Cristóbal y Macho... Exposiciones de pinturas en el Palacio de Cristal del Retiro... Jardines de Aranjuez, de Santiago Rusiñol... Desnudos, de Romero de Torres... Pajaritos fritos... Castañas asadas... Puñaladas en los merenderos... El trotecillo cansino del caballejo del Simón... Todo eso se había evaporado al mismo tiempo que Fornos.28
Todo el acervo cultural, artístico, literario, político e incluso folclórico de la capital española en la segunda década de siglo queda casi reflejado en esta enumeración antológica de «variedades». Pero eso no es todo, hay otro dato fundamental de la vida de Maurín que pertenece a este periodo y a ese intelectual café. En él, Maurín saludó por primera vez al genial y engafado Andrés Nin, cuyo temperamento revolucionario y didáctica personal tanto se semejaban a los suyos; de este encuentro surgiría una amistad para toda la vida. Aunque desde la perspectiva de principios de 1920 pareciera increíble, en poco más de un año estos dos jóvenes —ambos tan al margen en el Congreso de la Comedia— dominarían los dos comités más importantes de la C.N.T. Efectivamente, Nin también era maestro, también había sido republicano y pedagogo regeneracionista, también había colaborado en diferentes órganos de prensa catalana de izquierdas (El Poble Catalá, La Barricada, La Publicidad, La Justicia Social...) y, tras su paso por la Federación Socialista catalana, desembocará como Maurín en las filas de la C.N.T. Su voluntarismo revolucionario, su creen"
Ibid., p. 153.
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LA LECCIÓN EN LA C.N.T. (1919-1922)
cia en los actos más que en las cuestiones abstractas, su desengaño del reformismo republicano-socialista le hacen —como a Maurín— ser ferviente partidario de la Revolución rusa y de la I.C.; algunas de sus palabras en breve intervención en el Congreso de la Comedia así lo confirman: Yo soy un fanático de la acción, de la revolución; creo en los actos más que en las ideologías extrañas y en las cuestiones abstractas. Soy un admirador de la Revolución rusa porque ella es una realidad. Soy partidario de la III Internacional porque ella es una realidad, porque por encima de las ideologías representa un principio de acción, un principio de coexistencia de todas las fuerzas netamente revolucionarias que aspiran a reimplantar el comunismo de una manera inmediata."
Ni Maurín ni Nin eran probolcheviques convencidos ni tampoco anarquistas integrales, sus actividades se desarrollarían dentro del sindicalismo revolucionario y con el modelo francés muy presente. Hasta después de su primera estancia en la U.R.S.S. no asimilaron hasta sus últimas consecuencias el marxismo-leninismo, ideológica y prácticamente. En este sentido cabe destacar que tal vez el planteamiento de Maurín sea más leninista y modernizador por la temprana influencia que en él ejerce la corriente marxista representada por Sorel en el sindicalismo revolucionario francés. En cierto modo, tanto Nin como Maurín fueron dos «extraños» en la Confederación, su paso por la C.N.T. fue una etapa hacia otro sitio —y de alguna manera un fallido intento de conquista desde dentro— porque también venían de otro sitio. Ninguno de los dos se había formado en las influencias bakuninistas, no habían vivido emotivamente el anarquismo ni se habían curtido en medios obreros. Eran dos intelectuales «pequeño-burgueses» a los que los propios cenetistas, de uno y otro bando, tacharon siempre de «comunistas de estado». 3.3. ALGO SE MUEVE. LÉRIDA (1920 - abril de 1921) Hacia la primavera de 1920 Maurín finaliza su servicio militar y vuelve a Lérida, donde, sin más dilación, ingresa oficialmente en la C.N.T. para ser nombrado, poco tiempo después, secretario del Comité provincial. En septiembre de 1919 se había comenzado a publicar en Lérida un semanario, Lucha Social, que aparecía como «órgano de la Federación local obrera y portavoz del proletariado nacional e 29
PAGÉS,
P., Andreu Nin..., ed. cit., p. 81. 113
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
internacional» y que dirigió Maurín a la vuelta de Madrid con la colaboración del impresor Pere Bonet. ... la labor que me fue confiada me satisfacía. Temperamentalmente, cuando joven, me sentía hombre de acción. Y me encantaba ir de un lugar a otro como propagandista y organizador. En Lérida contaba con un núcleo de colaboradores entusiastas e incansables, entre los cuales destacándose Pedro (...) con cuya valiosa colaboración la Lucha Social fue uno de los periódicos sindicalistas más interesantes de aquellos tiempos."
Maurín no volvió al Liceo escolar, se instaló en una pensión y sin abandonar su vocación pedagógica pasó a regentar una de las escuelas del Centro obrero; según su ficha policial esto ocurría en julio de 1920.31 Su biógrafo —además de compañero de partido y buen amigo— Víctor Alba afirma que es en esta época cuando Maurín se manifiesta como el orador que sería siempre. Al parecer —Alba le había oído en infinidad de mítines—, su forma de hablar era la de un educador, como la de Nin; lejos de la oratoria sentimental y los argumentos emotivos, trataba de desmontar al adversario, no mediante el insulto sino llevándolo a las absurdas consecuencias de sus posiciones —«Maurín no rentava el cervell, com diríem ara, sinó que donaba els elements perqué cadascú arribés a las seves própies conclusións»—, todo ello repitiendo las frases cortas dos o tres veces, con gestos tajantes y una voz contagiosa." En estos momentos Maurin tenía 24 años y comenzaban a conocerlo fuera de Lérida en los medios confederales, donde se le consideraba un dirigente en potencia, un líder nato. Como afirma él mismo en sus memorias, en el verano y otoño de 1920 realizó un trabajo de propaganda y organización intensísimo: «no dejábamos pueblo o aldea sin visitar, "propagandear" y organizar sindicalmente»." En el mes de agosto, en una de sus giras, en la que se internaron también por la provincia de Huesca y contaron con la colaboración de Ramón Acín, acudieron en su ayuda 30 M., J., «Hombres e Historia. La derrota», España Libre, Nueva York, 3 de junio de 1960, reproducido en ALBA, V., El marxisme..., ed. cit., 1975, vol. IV, p. 78. 3' La ficha de Joaquín Maurin, «sindicalista comunista propagandista», aparece reproducida en facsímil en el libro de Foix, P. (1931), Los archivos del terrorismo blanco, Ed. La Piqueta, Madrid, 1978, p. 91. El marxisme..., ed. cit., 1975, vol. IV, p. 75.
32
ALBA, V.,
"
Ibid., p. 78.
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LA LECCIÓN EN LA C.N.T. (1919-1922)
Andrés Nin y José Vandin, miembros ambos del Comité Regional, del que Maurín formaría parte a finales de año en representación de los sindicatos de Lérida. Su carrera estaba siendo vertiginosa, vivía directamente en contacto con lo que él consideraba la auténtica realidad, se desenvolvía entre obreros y campesinos y se sentía moralmente feliz. Este es su recuerdo de ese momento, tal vez el más grato de cuantos se hallan en sus inacabadas memorias: Esos meses de vivir dentro del movimiento obrero, fueron para mí extraordinariamente útiles desde un punto de vista moral. Descubrí, soterrado, todo aquello que constituye la grandeza del pueblo español: laboriosidad, nobleza, honradez, espíritu de sacrificio, generosidad, entereza, dignidad, heroísmo... Aquellos obreros y campesinos de Lérida, que en 1920-21 fueron mis compañeros, eran una muestra inequívoca del conjunto del movimiento obrero español."
Mientras Maurín y sus amigos se encargaban de extender el sindicalismo en Lérida y su provincia, en Barcelona se libraba una guerra sorda entre la organización patronal y los dirigentes de la C.N.T. La burguesía catalana, confiando en que los militares podían hacer y deshacer gobiernos, se negó a aceptar la vía conciliatoria para la solución de problemas laborales. Los industriales catalanes, con la esperanza de destruir de una vez por todas el sindicalismo, crearon su propio sindicato único, la Federación Patronal, que insistía en que, si los obreros tenían derecho a la huelga, los empresarios tenían derecho al cierre o lockout, idea que llevaron a la práctica de noviembre de 1919 a enero de 1920. En un ambiente violento y de poca viabilidad gubernamental, la C.N.T. insistía en la negociación directa con los patronos, pero como los industriales no querían negociar la salida al atolladero fue el pistolerismo. Gansters pagados por la Patronal eliminaban a los organizadores obreros, mientras los grupos de defensa sindicales intentaban hacer escarmentar y agredir a empresarios destacadamente hostiles. En noviembre de 1920 fue nombrado gobernador civil de Barcelona el general Martínez Anido; era el hombre fuerte que esperaba la burguesía industrial de Barcelona y con él se abría el periodo de represión más cruento de toda la etapa. Su táctica tuvo toda la sencillez de las soluciones militares a problemas políticos: " Ideen
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
los sindicatos únicos eran antiburocráticos, sin aparato, los organizadores sindicales eran el sindicato; eliminados estos, eliminado el sindicato. Martínez Anido animó una alternativa sindical genéricamente católica, explícitamente antirrevolucionaria —el Sindicato Libre—. Con el beneplácito y la ayuda de las autoridades, la notoria «ley de fugas» estimuló a los del Libre a eliminar físicamente a los del Único. El día 20 de noviembre el nuevo gobernador encarcela a 64 dirigentes y disuelve la C.N.T., al día siguiente se convoca una huelga general y se incrementan los actos terroristas. El mes termina con el asesinato del abogado laboralista Francesc Layret y con la deportación al castillo de la Mola, en Mahón, de 36 dirigentes sindicales. Toda la plana mayor de la C.N.T. se hallaba encarcelada. A partir del mes de diciembre del mismo año se empezará a aplicar la ley de fugas contra los obreros; si a eso le añadimos la detención de Pestaña —el 17 de diciembre— cuando volvía de la U.R.S.S. con su informe negativo, después de asistir al II Congreso de la I.C., nos encontraremos con un panorama auténticamente desolador. La C.N.T. estaba prácticamente decapitada, lo que motivaba un cambio continuo en las direcciones de los Comités Regional y Nacional, pues ambos residían en Barcelona. Después de las detenciones de noviembre el Comité Regional del Trabajo pasó a estar formado por: Joaquín Ferrer (Barcelona), Felipe Aláiz (Tarragona), Francisco Isgleas (Gerona) y Joaquín Maurín (Lérida). Ramón Arch actuaba de enlace con el Comité Nacional, cuyo secretario sería Nin tras la detención de Evelio Boal el 2 de marzo de 1921. Era la primera vez que Maurín salía de Lérida para una función de dirigente; entraba en el Comité Regional seguramente por el hecho de ser secretario del Comité Provincial de Lérida, donde pronto fue una figura prominente. En pleno periodo represivo su cargo implicaba mayor riesgo y la mayor responsabilidad que había tenido hasta el momento. En sus breves memorias —prácticamente publicadas por su mujer, Jeanne, y por Víctor Alba— transcribe ampliamente este periodo de intensa actividad sindical y propagandística en plena etapa de «terror policíaco patronal». Él era ya un miembro destacado del Comité Regional de Cataluña y pronto lo sería del Nacional. Maurín cuenta cómo en el más absoluto secreto se reunía el Comité Regional en lugares recónditos: «en febrero (1921) en pleno apogeo de la "ley de fugas" nos reunimos un domingo por la mañana, en una barraca de cañas, en la 116
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LA LECCIÓN EN LA C.N.T. (1919-1922)
falda norte de la montañita de Montjuich. Llegamos allí de dos en dos, como si fuéramos simples paseantes»." En esa reunión Arch, que hacía de enlace con el Comité Nacional, les informó de que «se está llevando a cabo en Madrid un trabajo importante, que si sale bien, parará la ola de asesinatos del "Libre" y la policía». Efectivamente, unos días después, el 8 de marzo, Eduardo Dato, presidente del consejo de ministros, fue asesinado por tres sindicalistas: Mateu, Casanellas y Nicolau..., «cuando terminada una sesión del Congreso, se dirigía en coche a la casa de su amante —¡oh la moralidad familiar de los políticos conservadores!»." Como responsable principal del régimen de terror antisindicalista, Maurín saludó la ejecución de Dato como «políticamente saludable». En fin, muchos acontecimientos se sucedían en aquel año primero de la década: en 1920 la patronal y el gobierno habían reorganizado su ofensiva frente al sindicalismo, comenzaban a sentarse los jalones de la inminente dictadura de Primo de Rivera; el 3 de septiembre del mismo año se firmaba el pacto C.N.T.-U.G.T. que rectificaba lo acordado en la Comedia, donde se había declarado a la U.G.T. «amarilla»: frente al ataque de la burguesía industrial catalana, la C.N.T. había decidido buscar apoyo en la U.G.T. —según Maurín, la rectificación fue brusca y «hecha precipitadamente desde arriba»—; en enero, también de 1920, se habían sublevado algunos miembros del cuartel del Carmen de Zaragoza dirigidos por el cenetista Chueca; en abril había nacido el embrionario Partido Comunista desde las filas de las Juventudes Socialistas...
Sólo tres años más tarde, Maurín señalaría como totalmente rudimentaria y caótica la organización de los anarquistas españoles y apuntaría, respecto a sus costumbres de celebrar las reuniones en el campo o en la montaña, que «est significatif de l'influence de la mentalité rurale», muy de acuerdo con su teoría de que la influencia del anarquismo en España se debía al peso del sector agrícola y el medio rural frente a la raquítica industria y de que si en Cataluña había conseguido tener una gran fuerza era por la cantidad de emigrantes de otras regiones que afluían a ella en busca de trabajo, «porque el proletariado catalán no es anarquista» («L'anarcho-syndicalisme...», op. cit., p. 34). " M., J., «Terror y contraterror», España Libre, Nueva York, 5 de agosto de 1960. Maurín salió de aquella reunión con su viejo amigo el oscense Felipe Aláiz, al que recordaba así desde su exilio: «Aláiz, algo poeta y algo platoniano en su sindicalismo, a veces se exaltaba, y sus explosiones líricas tenían el marchamo del Sindicato Único. Mientras descendíamos, contemplando la ciudad, extendida entre el mar y la montaña, exclamó como saludando a Barcelona: «¡Oh, sindicato de la construcción!». Respecto a la moralidad de la sociedad española Maurín narra en su novela (Algol, 1973) diferentes episodios esperpentizados que aluden a la institución de «la querida». 117
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El aprendizaje de Maurín en estos momentos tan intensos iba a ponerle ahora a prueba; junto con A. Nin iban a ser las dos personalidades más relevantes de la dirección de la C.N.T. hasta 1922, hasta que la Confederación rechaza de plano toda injerencia política en su seno y se aboca de modo más decisivo hacia el anarquismo. Maurín recibe a la Revolución rusa desde las páginas de Lucha Social como un hecho de extraordinarias dimensiones y la considera merecedora del apoyo del movimiento obrero, aunque «no está exenta de equivocaciones y errores». Maurín no es dogmático frente al bolchevismo porque el estado socialista es centralista y anula la libertad del individuo y los nacionalismos. Critica a la Revolución rusa porque se ha hecho ajustándose a las ideas marxistas y El sindicalismo, por tanto, no podrá conformarse jamás con un régimen levantado sobre tales fundamentos. Aun cuando dentro del sindicalismo haya una fuerte corriente marxista, la influida por Georges Sorel, el núcleo principal, el de mayor fuerza expansiva, ha recibido su inspiración del anarquismo, y no podrá avenirse a intentos cuyo móvil ideal está tan en desacuerdo con la esencia íntima de la doctrina sindicalista."
Tampoco se muestra Maurín muy de acuerdo con el Soviet, que pierde su eficacia cuando se trata de organizar procesos económicos; frente a él el Sindicalismo levanta el sindicato único. Achaca en gran parte el fracaso de la revolución comunista de Hungría y el de la Commune a las dificultades para organizar la economía. El sindicato (agrupación racional de productores) es el instrumento necesario para constituir una revolución social. «Con una organización amplia y completa de sindicatos únicos la revolución es indestructible. Queda asentada sobre la roca viva»." Un año antes de su viaje a Moscú Maurín continúa pensando en términos de autonomía y autosuficiencia del sindicalismo y plantea la inutilidad de la lucha política: Hemos visto que todos los grupos sociales atacados del morbo político han retrocedido delante de la Revolución (...) Sólo los sindicatos influidos " M., J., «La Revolución Rusa ante el Sindicalismo», Lucha Social, Lérida, 24 de julio de 1920. Ideen.
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por el anarquismo se han demostrado dispuestos al ataque definitivo. La ideología socialista se ha desplazado hacia cauces evolucionistas y abandona a la acción violenta. Esta equivocación se debe principalmente a la actuación política."
Como tendremos ocasión de comprobar, esta actitud variará notoriamente a su vuelta de la U.R.S.S. Es probable —como indica Meacker—" que Maurín estuviera tempranamente influenciado por el marxismo que Sorel había inyectado al sindicalismo francés y que destacara los temas elitistas y organizativos, como hiciera Lenin, antes que el resto de los cenetistas y antes incluso de su viaje a la Unión Soviética. Pero lo que es seguro es que hasta la primavera de 1921 Maurín no se aproxima de forma decidida al marxismo-leninismo y que, hasta entonces, es un sindicalista revolucionario puro que rechaza toda injerencia política. No es esta, sin embargo, la opinión mantenida por los anarquistas, que hablaron mucho de los nuevos dirigentes de la Confederación; Manuel Buenacasa escribía, tras narrar la situación en que se hallaba el movimiento obrero catalán: Y por si todo esto fuera poco, un nuevo y pernicioso elemento entra en liza. Me refiero a los bolcheviques. Desconocidos aún por las autoridades, emboscados mucho tiempo, aprovechan la ocasión que motiva los desastres apuntados para asaltar los cargos principales de la Confederación en Cataluña. Hay momentos en que el propio Comité Nacional se halla orientado por los agentes de Moscú. Y cuando consiguen adueñarse en tales circunstancias de los cargos directivos de la Confederación, lanzan en su nombre, en «Acción Social Obrera», de San Feliu de Guixols, su célebre manifiesto contra los anarquistas, a quienes tachan de cobardes y dogmáticos.(...) Si los comunistas de Estado pudieron escalar los puestos de la Confederación fue porque quienes antes los ocuparon habían sido diezmados."
Esta manifestación es errónea porque ninguno de los «bolcheviques» conocía a fondo la realidad de la Revolución rusa y el antianarquismo que señala Buenacasa " M., J., «Sindicalismo y política», Lucha Social, Lérida, 9 de octubre de 1920. " MEACKER, G., La izquierda revolucionaria en España (1914-1923), Ariel, Barcelona, 1978, p. 504. 41 BUENACASA, M., El movimiento obrero español. Historia y crítica. Figuras ejemplares que conocí, Júcar, Madrid, 1977, pp. 73-74. Maurín conoció a Buenacasa —natural de Caspe (Zaragoza)— en el café de Platerías, donde asistían los aragoneses, durante su estancia en Madrid y su asistencia al Congreso de la Comedia, donde se mostró ferviente partidario de la revolución rusa. Sin lugar a dudas y en poco tiempo, el entusiasmo inicial de los medios anarquistas por los bolcheviques había disminuido y se había trocado en desconfianza.
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provenía de su posición sindicalista, de considerar errónea la práctica terrorista de los anarquistas y de no estar de acuerdo con su ideario, que ya empezaba a dejarse sentir dentro de la Confederación. En la primavera de 1921 el periódico dirigido por Maurín en Lérida, Lucha Social (voz del sindicalismo-comunista, según Meacker), se convirtió en el órgano principal de la C.N.T. en Cataluña a causa de la suspensión de Solidaridad Obrera. Su editorial del mes de mayo, titulada «Meditemos», efectivamente reflexiona sobre la trayectoria del movimiento obrero y por primera vez argumenta que, frente a su actuación «dispersa, atomística, inorgánica» de los últimos años, se debe tener en cuenta «la selección de las minorías directoras (...) y la férrea unificación de esfuerzos para eficaces acciones de conjunto [porque] el movimiento obrero español ha parecido una locomotora con mucho poder, pero con muchos escapes de vapor»." La disciplina, poco tiempo antes rechazada, comienza a imponerse como condición necesaria para hacer de la C.N.T. el formidable movimiento revolucionario que Maurín y Nin, que miraban hacia Moscú con gran espíritu emulativo, deseaban. La Revolución rusa ejercía un poderoso hechizo en los jóvenes y nuevos dirigentes de la C.N.T., que debían su hegemonía —paradójicamente— a las peculiares circunstancias del movimiento obrero catalán durante la gobernación represiva del general Martínez Anido. La C.N.T. estaba en ese momento en pleno periodo de desarticulación debido a la represión gubernamental y a sus propias disputas internas; hacia mediados de 1921, hasta los anarcosindicalistas comenzaron a cuestionar la importancia del ejemplo bolchevique para España y para las aspiraciones cenetistas. En estas circunstancias llegaba la invitación de Moscú para asistir al Congreso constitutivo de la Internacional Sindical Roja, que debía celebrarse en Moscú durante el mes de julio de 1921. Aprovechando el estado de incertidumbre causado por el asesinato de Dato y el consiguiente aplacamiento temporal de la furia represiva de Martínez Anido, el Comité Nacional de la C.N.T. decidió celebrar un Pleno nacional que convocara la delegación que debía acudir al Congreso de Moscú. El Pleno debía celebrarse en Barcelona pero, para despistar a la policía, se fijó una cita previa en Lérida, desde donde Maurín notificaba a los delegados que 42
«Meditemos», Lucha Social, Lérida, 21 de mayo de 1921.
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la reunión tendría lugar en Barcelona. Allí se reunieron el 28 de abril de 1921, en la casa de un militante, en el Poble Sec, dos semanas después de que en el Partido Socialista se produjera la escisión que dio nacimiento al Partido Comunista. Al Pleno asistieron las Regionales de Asturias (Jesús Ibáñez), Valencia (Hilario Arlandis), Cataluña (Joaquín Maurín) y Aragón (Arturo Parera). Nin asistió por el Comité Nacional y faltaron incomprensiblemente las regiones del Norte, el Centro y Andalucía. Los temas fundamentales que discutió el Pleno fueron la situación política del país y la necesidad de enviar la delegación a la I.S.R. Respecto al primer punto se opusieron entre sí los criterios de la Regional catalana —apoyada por el Comité Nacional— y la aragonesa, al defender esta el terrorismo como instrumento de lucha de la C.N.T.; los delegados catalanes se oponían resueltamente a ello. El Pleno, «amañado» a juicio del anarquista Buenacasa, eligió la delegación compuesta por Nin, Maurín, Arlandis e Ibáñez, quienes no eran —como pretende Peirats-43 comunistas sino sindicalistas afines a la Revolución rusa. Se incluyó en esta delegación a Gastón Leval, de la Federación de Grupos Anarquistas. Como diría Maurín años más tarde, la delegación estaba integrada «por tres sindicalistas, un anarcosindicalista [Arlandis] y un anarquista representando aproximadamente las características ideológicas de la C.N.T.»." La decisión del Pleno fue muy combatida posteriormente por los anarquistas, que veían en él un golpe de estado o una conspiración de comunistas. Según Meacker, «la verdad parecía ser que el pleno de Lérida no fue más irregular que tantas otras reuniones clandestinas de la C.N.T. en esa época de intensa represión. Pero también era cierto que el Pleno representó la definitiva cristalización de la tendencia sindicalista-comunista (más o menos coincidente con la formación del P.C.O. en Madrid y en el Norte)»." De las propias páginas de Lucha Social se desprende realmente cuál era la postura de Nin y Maurín antes de su llegada a " PEIRATS, J. (1976), p. 33: «El Comité Nacional de la C.N.T. estaba en manos de elementos bisoños o atacados por la epidemia comunista»; en la p. 29 advierte que el descrédito del mito comunista no empezó a producirse hasta 1921, algunos anarquistas que habían viajado a Rusia habían vuelto decepcionados por «el nuevo despotismo» y «Otros sectores o personalidades tocados por el mito tardaron muchos años en poder sacudirse tan pegajosa influencia. Entre los más vulnerables se destacaron los intelectuales vanguardistas» y ciertamente este sería el caso de Maurín o Nin. 44
M., J. (1964), Revolución y Contrarrevolución..., op. cit., p. 256.
" MEACKER., G., op. cit., 1978, p. 508. 121
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Moscú. Sus puntos de vista seguían defendiendo la autonomía del sindicato frente a la dictadura del proletariado ejercida por un partido político y diferían notoriamente de los pro bolcheviques cenetistas en ser marcadamente antisectarios y tratar de colaborar activamente con otros elementos revolucionarios: «vamos a Moscú —escribió Nin— con el propósito firme de conseguir la unificación de las fuerzas revolucionarias y defender la doctrina y el espíritu del sindicalismo»." Es importante subrayar que la delegación cenetista no tuvo oportunidad de leer el informe negativo sobre el primer Congreso de la Comitern, que Ángel Pestaña, encarcelado en Montjuich, no haría público hasta finales de aquel año.
3.4. LA TIERRA DE LA GRAN PROMESA (mayo-octubre de 1921) Seguramente aquellos jóvenes de los años veinte no habían sospechado nunca que en sus destinos estuviera escrito un viaje de tamaña envergadura. A sus veinticinco años, Maurín traspasaba los límites de su propio país para acudir como emisario de la representativa C.N.T. a la Rusia revolucionaria; ya otros lo habían hecho antes: Isidoro Acevedo, Ángel Pestaña, el «social-humanista» Fernando de los Ríos...4' La empresa no era sencilla en pleno apogeo de la «ley de fugas», por lo que los cinco delegados decidieron realizar el viaje por separado y reunirse en París y Berlín respectivamente. Maurín y Nin, que eran buscados activamente por las autoridades catalanas, comenzaron su aventura juntos. A mediados de mayo, aprovechando el bullicio de las fiestas de Lérida, partieron en auto de línea hacia Seo de Urgell, sin pasaporte y con doscientas pesetas que Maurín había recibido " NTN, A., «Los Sindicalistas Revolucionarios españoles y la Internacional», Lucha Social, Lérida, 11 de junio de 1921.
" La tensión social y la crisis política que se vivía en la España de 1920, último de los años del «trienio bolchevique», unida a la enrarecida situación que atravesaban los países europeos en plena reconversión postbélica y en algunos casos cooperando activamente en el cerco militar a la Rusia soviética, explican los obstáculos encontrados por los primeros emisarios españoles al país de la primera revolución obrera triunfante, al verse obligados a trasladarse con pasaportes falsos y a soportar en algunos casos y a eludir, en otros, sucesivos controles policíacos. Casi todos ellos tardaron largo tiempo en llegar y en regresar y casi todos ellos hicieron el mismo recorrido: Stettin-Reval-Petrogrado-Moscú; como veremos, Maurín no fue ninguna excepción. Ruiz, D., «Escépticos y creyentes ante la Revolución: los primeros viajeros españoles al país de los soviets», en La Revolución Rusa 70 años después..., ed. cit., pp. 125-126. 122
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Joaquín MAURIN J U L I A SINDICALISTA COMUNISTA PROPAGANDISTA MAEGTRO SUPERIOR. Nació en Bonanza (Huesca) 12 Enero 1896 Hijo de Julian y de Teresa. Soltero Estuvo ejerciendo de Maestro en Lérida,teniendo la Escuela en la calle Blandel n° 42, hasta el mes de Julio de 1920,que la dejó,para pasar a regentar una del Centro Obrero de la misma población, a la vez que tambien desempeñaba el oargo de Secretario de dicho Centro. Ful tamblen DELEGADO del Ramo de la Distribución y Seoretario General del Comité de la Federacion Provincial de Lérida Director del periódico Sindicalista "La Lucha Social" de Lérida. En el 1921 pasó a Francia,Alemania,Estonia y Rusia,con Andrés NIN,para asistir a la Tercera Internacional de Moecou, DELEGADOS por LA CONFEDERACION NACIONAL DEL TRAI3AJO,con Hilarlo ARLANDIS ESPARZA y Antonio Jesus IBAÑEZ RODRIGUEZ. Para realizar estos vlajes reollyló 200 pesetas del Centro Obrero C.e LArida,con lee que llegó a 7arls,dende eu0 compañeros de la 3' Internacional le proporcionaron fondee para llegar 2. Ruela,donde eetuvc estudiando el Regimen de loe Soviets. Usaba el nombre de Juan OL:arTO. En Af7osto de 1921,s31ic de Rusia cen IBAREZ,eetande ambos detenidos en Stettin (Alemania) durante cinco olas y en 16 de Setiembre fueren puestce en libertad con la condición de ah3ndcnar el terri:iorio.Unaba el nombre do %T'orlo de LINA,a1 que le dieron los pasaporten en Alemania Ha residido algun tiempo en Madrid,hoepedandoda en 12 calle de Sevilla n° 4-1°. La correspondencia que recibia en Barcelona ara a nombro de Ernesto BONAST2E, y oe la dirigian a la calle Sadurni n° 9-2°-1a,lo mismo la que le eecribia uesce la Prisión el dotenido I2A1EZ. DET771IDO el die. 22 de Febrero de 19;i2,ceupandodele vedulas y documentaciones a nombre do Joué Antonio ESCOLA NACELLAI y Luis SERLL SORO,dd Lérida No godo saberJe el domicIflo que tenia.
Ficha policial de Maurín.
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del Centro obrero. Este había dejado sus enseres personales, su pistola y su maleta a un antiguo jornalero de casa Navarri de Bonansa llamado Francisco Molés que se había convertido en profesor del Liceo Escolar." En Seo de Urgell Maurín iba a ver, con una carta de presentación del industrial ilerdense Enrique Sarradell, a una persona que le ayudaría y que le prestó una cédula. Viajaron hasta Andorra y al día siguiente, desde Soldeu, un guía zaragozano les ayudó a cruzar el puerto hasta Francia en medio de una espesa y peligrosa niebla. Al anochecer llegaron al primer pueblecillo francés y poco más tarde a Toulouse, donde coincidieron con las fiestas de Pascua. El bienestar del pueblo francés les abrió los ojos y siguieron alimentando la esperanza de que en Moscú iban a encontrar el impulso regenerador que Francia sí había vivido y del que la vecina España, austera y rústica, adolecía: la gran revolución. Llegaron a París en un momento en que existía en los medios anarquistas y anarcosindicalistas una campaña anti-comunista debido a la persecución a que estaban siendo sometidos los anarquistas rusos tras la sublevación de los marinos de Cronstadt; Maurín y Nin desestimaron como calumnias de la prensa burguesa la represión ordenada por Trotsky. Rápidamente entraron en contacto con Pierre Monatte, director del semanario sindicalista pro comunista La Vie Ouvriére. Monatte, de gran prestigio en la historia del sindicalismo francés de comienzos de siglo, era el adalid de la tendencia sindicalista partidaria de la Revolución rusa. En la redacción de la «Vie Ouvriére», instalada en un edificio pobre de la rue Pelleport, Pierre Monatte, con un mapa extendido sobre la mesa, nos explicó a Nin y a mí cómo cruzar la frontera franco-alemana sin pasaporte. Nos dio una carta para el director de un diario obrero que se editaba en Metz, y alli nos explicarían cómo debíamos proceder. Por la mañana tomamos un tren en la estación del Este, rumbo a Metz. El itinerario que nos señaló Monatte nos había decepcionado por razones artísticas. Hubiésemos preferido pasar por Estrasburgo para ver la catedral. Pero nuestro objetivo era el Kremlin, y no la catedral de Estrasburgo con sus cigüeñas y los recuerdos de Goethe.49
"
Conversación con Luis Rourera.
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M., J., «De París a Berlín sin pasaporte», España Libre, Nueva York, 16 de febrero de 1962.
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Desde Metz viajaron hacia Sarrebruck, primera localidad alemana, donde pasaron la noche. Maurín detalla en sus memorias cómo fueron agasajados por los alemanes cuando descubrieron su procedencia española; paradójicamente los alemanes agradecían a los nuestros sus simpatías germanófilas durante la Gran Guerra. Tras pasar la siguiente noche en la sala de espera del tren de Francfort, llegaron a Berlín aproximadamente a mediados de junio. Maurín y Nin se dirigieron al domicilio de Fritz Katter, uno de los líderes de la organización anarcosindicalista alemana, con la que la C.N.T. estaba en fraternales relaciones. Él les informó de que Ibáñez estaba detenido y de que la policía alemana buscaba a españoles sospechosos con motivo de la recompensa de un millón de pesetas prometida por el gobierno español a quien facilitara la captura de los terroristas que en marzo de ese año habían asesinado a Eduardo Dato, presidente del consejo de ministros. Durante su estancia en Berlín conversaron ampliamente con Rudolf Rocker, teórico anarcosindicalista importante, cuya posición doctrinal difería sensiblemente de la de Pierre Monatte —«criticaba severamente la actuación de los comunistas, diciendo que la "dictadura del proletariado", slogan bolchevique era la dictadura sobre el proletariado»—,5» y se relacionaron también con Theodor Plievier, pronto reconocido escritor. A los pocos días llegaron Arlandis y Gastón Leval y fue puesto en libertad Ibáñez. La embajada rusa proveyó a los españoles de dinero y pasaportes, identificándoles como «repatriados rusos». Continuaron en tren hacia Stettin y, desde allí, en barco hasta Revel; luego una vez más un tren condujo a los delegados hasta Petrogrado. Un par de días más tarde llegaron a Moscú, era a mediados del mes de junio. Maurín estaba realizando un viaje de incalculable trascendencia para su evolución política y para su personalidad polifacética e inquieta. Hasta las páginas de Lucha Social llegaban sus impresiones del viaje que, a través de Francia y Alemania, realizó a la República de los soviets. Además de las evidentes muestras de solidaridad de los sindicalistas franceses y los anarcosindicalistas alemanes, Maurín constató en términos comparativos «hasta qué punto España es de una inferioridad aplastante». Con un análisis basado en la teoría de las tres etapas económicas, esbozada hace siglos y aceptada por Adam Smith —que le añadió una "
M., J. (1964), Revolución y Contrarrevolución..., op. cit., p. 257.
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cuarta, la industrial—, y en las leyes del materialismo histórico puso de manifiesto cómo «el espíritu de nuestro pueblo tiene todas las características del tipo pastor. La política es la proyección de la mentalidad pastoril de una agrupación de rabadanes empeñados tenazmente en impedir la transformación de España». Mientras que Francia, debido a su revolución, »es el tipo perfecto de pueblo agricultor... donde domina el pequeño propietario». El estadio superior de evolución lo alcanza Alemania, donde «las construcciones se hacen alrededor de las altas chimeneas... cuya visión no se interrumpe jamás». Ese es el nuevo tipo de pueblo: el pueblo industrial, que justifica comparativamente al atento Maurín que ciertamente las realidades materiales condicionan la vida espiritual y que «pretender cambiar la psicología especial de una determinada nación sin modificar antes su estructura material es imposible».51 La superestructura cultural dependía directamente de la estructura económica y de su dialéctica de lucha de clases. La revolución —que España no había realizado— debía ahora llevarse a cabo, era necesaria ante tanta pobreza e inferioridad. Rusia iba a ser para Maurín durante muchos años el faro, el modelo inevitable. Antes de llegar a Moscú y siendo un sindicalista puro ya utilizaba el método marxista como instrumento de análisis de la realidad: como Marx, confiaba ciegamente en el progreso y como él creía posible la destrucción, a corto plazo, del capitalismo mundial »con sangre y dolor»; la gran cirujana y salvadora sería la revolución. En Rusia aprendió los cómo, cuándo, quiénes y porqués de ese «evento salvador»; a partir de su fundamental estancia allí —en el III Congreso de la I.C. y primero de la I.S.R.— modificó sustancialmente su táctica política. Camino de Moscú, el trayecto en barco por el Báltico y su paisaje «fantasmagórico» evocó en Maurín toda la magia de las leyendas nórdicas: «los bosques de coníferas llegan hasta los bordes del mar y parece que ha de salir de entre ellos el dios Odín con todos los gigantes de la mitología nórdica a danzar sobre la gran plana del mar»." Y, una vez en tierra, Estonia, donde «el zarismo mantuvo a este pueblo en el feudalismo más absoluto, donde el hambre prosigue... y la revolución no ha podido tender su mano salvadora». La tierra rusa es para Maurín «la posibilidad, la 51 "
M., J., «Notas rápidas de andar y ver. Tres tipos de pueblos», Lucha Social, Lérida, 2 de julio de 1921. M., J., «Notas rápidas de andar y ver. Camino de Moscú», Lucha Social, Lérida, 30 de julio de 1921. 126
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promesa»; una irreprimible y estática emoción se apodera de él a la vista de la bandera roja en la frontera. Sus palabras traducen este apasionado sentimiento lleno de esperanza: Llegamos; los soldados rojos saludan al tren de revolucionarios. La Internacional brota de los labios y del corazón. Una emoción vivísima se apodera del alma. Entramos en la gran fratría, es decir, la tierra de los hermanos. Salidos de paises en donde los trabajadores son perseguidos, llegamos a donde los trabajadores acabaron con los explotadores. Hemos llegado a la Rusia de la Revolución social. ¡Viva Rusia!"
Después de que el mítico ejército rojo de Trotski «con sus batallones proletarios» diera la bienvenida a los delegados extranjeros en la plaza roja del Kremlin, los asistentes españoles alojados en el hotel Lux asistirían a dos congresos de revolucionarios, uno compuesto de comunistas «políticos» y el otro de sindicalistas «antipolíticos». El primero de ellos, tercero de la I.C., se celebraba en la sala San Jorge del Kremlin el día 22 de junio. La delegación de la C.N.T. asistió al congreso del Comitern pero, dado el carácter sindical de la misma, se reservaba para el congreso constitutivo de la I.S.R. (Profitern), dejando que participaran en él los delegados que en representación de los partidos comunistas que había en España se encontraban en Moscú." Once años más tarde Maurín se quejaba del escaso papel que la C.N.T. representó en este congreso frente al naciente y diminuto Partido Comunista español: Los delegados de la C.N.T., al llegar a Moscú tuvimos que constatar que la C.N.T. había pasado a ser un invitado de segunda fila. La primera plaza la ocupaba un hipotético Partido Comunista Español cuyo líder máximo era " Idem. " Los dos partidos comunistas españoles se habían formado a raíz de escisiones en el P.S.O.E. a lo largo de 1919 y 1920. La primera fue la de las Juventudes Socialistas, iniciada por la Agrupación de Madrid, que formó un partido comunista —el de los jóvenes— dirigido por Ramón Merino Gracia. La segunda escisión provino de la corriente procomunista del propio P.S.O.E.; tras varios congresos y el informe negativo que de Rusia había traído Fernando de los Ríos, el P.S.O.E. decidió no adherirse a la I.C., a raíz de lo cual los vencidos decidieron separarse y formar un Partido Comunista Obrero —el de los mayores de edad— encabezado por César Rodríguez González. En junio de 1921 ambas delegaciones llegaron por separado a Moscú y la Comitern decidió la fusión de los dos partidos, que fue negociada por el italiano Graciadei, encargado de momento de representar a la I.C. en el nuevo P.C.E. Entre sus dirigentes había militantes que luego fueron compañeros de Maurín en otras empresas políticas: Andrade, Gorkin, Portela, etc. Según Maurín (1964) la delegación cenetista mantuvo «excelentes relaciones con los delegados comunistas españoles en Rusia», al contrario de lo que opina Meacker (1978), convencido de las distancias, recriminaciones y barreras temperamentales que existían entre ellos. 127
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Merino Gracia. Nuestra delegación hizo todos los posibles para evitar una ruptura con el madrugador Partido Comunista Español, más conocido en Moscú que en España. Trató asimismo de hacer comprender a los dirigentes rusos que el porvenir del comunismo en España iba íntimamente ligado con la C.N.T. Hay que reconocer que Lenin y Trotsky con los que cambiamos impresiones, comprendían perfectamente que, en efecto, era así. Pero ni Lenin ni Trotsky se ocupaban de España, que quedaba abandonada como una provincia lejana destinada a que hicieran el ensayo sobre ella revolucionarios e internacionalistas más o menos inéditos e inteligentes."
El III Congreso señaló, para el interior, el fin de la etapa de comunismo de guerra y el comienzo de una economía mixta y, en el exterior, la adaptación de la realidad soviética al sistema capitalista, cada vez más vigoroso, así como la iniciación de la política de Frente Único. El eje de este Congreso fue sin duda Lenin, cuya figura despertó en Maurín una honda y duradera admiración e influencia y del que destilaría, años más tarde, su propia doctrina y su propio espacio político, obrero y campesino y marxista y revolucionario. El primer congreso de la I.S.R. se efectuó en un lugar no tan destacado; abrió sus sesiones el 3 de julio en los menos elegantes aposentos de la Casa de los Sindicatos. La Profitern había emergido como complemento de la I.C. y tenía su origen en el deseo bolchevique de contrarrestar el resurgimiento de la Internacional de Amsterdam. Fue un esfuerzo para llevar la revolución rápidamente adelante, reuniendo a todos los obreros revolucionarios del mundo en una organización separada pero relacionada estrechamente con la Comitern o I.C. De este modo los bolcheviques podrían apaciguar las sensibilidades antipolíticas de los sindicalistas europeos haciéndoles seguir al mismo tiempo los objetivos políticos comunistas. La marcha del primer congreso de la Profitern estuvo casi enteramente dominada por la Federación Sindical Rusa y por el presidente oficial, A. Lozovski. Entre los 380 delegados de 41 naciones la delegación española desempeñó un papel importante y a veces dirigente pero que podría ser caracterizado por su ambigüedad de propósitos. Nin fue uno de los líderes indiscutibles, Arlandis participó acti" M., J., «El Bloque Obrero y Campesino. Origen, actividad y perspectivas», Documentos Sociales, Barcelona, 1932, pp. 7-8.
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vamente en las comisiones, Ibáñez cooperaba discretamente y Maurín desempeñaba las funciones de secretario de la delegación; Gastón Leval adoptó, desde el principio, una actitud de desconfianza y se mantenía apartado y en contacto con los anarcosindicalistas no afectos al transcurso —casi dictatorial— del Congreso y opuesto a subordinar la Profitern a la Comitern. En efecto, esta última cuestión, la de la relación que debía existir entre las dos internacionales, la política (Comitern) y la sindical (Profitern), fue la más discutida del Congreso. Existían dos tendencias opuestas: la que era partidaria de que no existiese entre ambas ninguna relación orgánica y la que creía que esa relación debía existir. En la delegación cenetista solamente Arlandis se opuso a que ambos organismos estuviesen relacionados, el resto de la delegación votó a favor. La resolución de un contacto estrecho y ligazón «orgánica y técnica» entre la Comitern y la Profitern fue firmada por Maurín y Nin en representación de España." El papel de la delegación española en el Congreso de la Profitern fue un tanto ambiguo. En lugar de ser meros instrumentos de los bolcheviques laboraban seriamente en pro de la autonomía sindicalista y llegaron a ponerse, junto a los anarcosindicalistas alemanes, al frente de este empeño. Sin embargo, al fin dieron su voto a las resoluciones que patrocinaban los bolcheviques, las cuales tuvieron como único resultado hacer de la autonomía sindicalista una ficción y la subordinación de todas las organizaciones sindicales nacionales a sus partidos comunistas respectivos. Al margen de los congresos, uno de los problemas que tenía planteados la delegación de la C.N.T. era la persecución de los anarquistas por parte del poder soviético. Los anarquistas y los anarcosindicalistas celebraban reuniones en las habitaciones de los delegados para estudiar la cuestión. En una ocasión un delegado propuso que las delegaciones sindicales se retiraran del Congreso de la Profitern en protesta por la persecución de que eran objeto los anarquistas, Maurín se opuso y la proposición no prosperó. Finalmente se acordó nombrar una comisión de cinco miembros que fuese a entrevistarse con Dzerzhinsky, jefe de la checa (policía política), para plantearle abiertamente la cuestión. Maurín formó parte de " La noción aprobada y las decisiones del Congreso de Moscú pueden leerse en Lucha Social, 23 de julio de 1921. 129
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
esa comisión y junto con otra que se reunió con Lenin se consiguió que las protestas fueran, a pesar de todo, efectivas: los soviets accedieron al fin a poner en libertad a los anarquistas encarcelados con la condición de que abandonaran Rusia. Quizá de todas las entrevistas realizadas por los representantes cenetistas la que tuvo un interés especial fue la que en el despacho de la Comisaría de Guerra mantuvieron con Trotski, La delegación española había sido encargada por el Pleno Nacional de la C.N.T. que le nombró que planteara una «grave» cuestión: «¿Podrían los Soviets enviar a la C.N.T. armas para hacer la revolución?». Trotski contestó: «Para hacer la revolución precisa haber ganado las simpatías de la mayoría de la población, y entonces se cuenta naturalmente con los soldados, que son los que tienen las armas. Las armas necesarias para la revolución española están en España. Ganen la voluntad de los que las tienen, y dispondrán de armas necesarias»."
Además de sus propuestas realmente «románticas», los representantes sindicales españoles, al igual que el resto de las delegaciones, al enfrentarse con el puño de hierro del Congreso se veían forzados a una oposición clandestina. Reunidos en las habitaciones de los hoteles, trataban de formular un programa alternativo al que les era impuesto. Estaban exasperados por el empeño bolchevique de sabotear una Internacional puramente económica y puramente sindicalista. Los bolcheviques tuvieron conocimiento de tales reuniones de la oposición y enviaron «emisarios persuasivos» para trabajar cerca de los delegados españoles, franceses e italianos. Sólo tuvieron éxito con los nuestros, lo que explica —a juicio de Meacker— la ambigüedad de la participación española en el Congreso de la Profitern, «es decir, su asociación, por un lado, con las tendencias subordinadas a la mayoría comunista, y por otro, con el espíritu de rebeldía de la minoría sindicalista. La verdad es que los delegados españoles no parecían albergar la intención de traicionar aviesamente el concepto de autonomía sindicalista; más bien estaban convencidos realmente de que podían defender aquel concepto desde el interior de la Profitern».»» "
M., J. (1964), Revolución y Contrarrevolución..., op. cit., p. 264.
MEACKER, G., op. cit., 1978, p. 518. Ese punto de vista era exactamente el defendido desde las páginas de Lucha Social frente a los ataques de los anarcosindicalistas, que no aceptaban la ligazón «orgánica». En la p. 519, Meacker reproduce un trozo del manuscrito contra la subordinación firmado, entre otros muchos, por Maurín.
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LA LECCIÓN EN LA C.N.T. (1919-1922)
Dos de estos «emisarios persuasivos» que influyeron determinantemente en la «conversión» de Maurín y Nin y se filtraron en sus habitaciones del destartalado hotel Lux fueron, sin lugar a dudas, Victor Serge y Alfred Rosmer. Este último, sindicalista francés del grupo de Monatte y pieza clave de Lozovski, encontró en los españoles «jóvenes ardorosos, entusiastas y personalmente simpáticos». Victor Serge, anarquista belga-francés convertido en funcionario de la Comitern, había trabajado como tipógrafo en Barcelona en 1916-1917 y sentía especial interés por los delegados españoles; vio «en el perfil un tanto altivo, rostro alargado y gravedad sonriente» de Maurín la figura de un caballero andante." El Maurín inteligente, austero e idealista que continuaba deslumbrado por la revolución y por el nuevo orden socialista se rindió a las influencias comunistas de estos dos personajes. Pronto descubriría en los bolcheviques rusos una afinidad espiritual que le alejaría de los principios del sindicalismo puro que traía del otro lado de los Pirineos. Había encontrado refugio en el sindicalismo revolucionario catalán porque satisfacía su deseo de contacto con las masas, su hambre de acción y su insistencia en una revolución más o menos cercana; pero en Moscú su visión revolucionaria se había hecho más pragmática y comenzaba a presentir que lo que la C.N.T. necesitaba era una disciplina revolucionada centralizada, una buena dirección que, con el tiempo, comprendería que sólo podía aportarla el partido comunista. Estaba convencido de que las doctrinas del sindicalismo revolucionario salían fortalecidas de la experiencia de la Revolución rusa. Partía del punto de que la estrategia no podía ser la misma en todas las naciones; su perspectiva seguía siendo conciliadora y, aunque defendiera los principios del sindicalismo y su completa autonomía en cada país, argumentaba que: El razonamiento de los sindicalistas partidarios de una entente con la I.C. es lógico. La falta de relación entre las dos Internacionales podría crear en determinados momentos una dualidad de esfuerzo revolucionario que redundaría, como es natural, en perjuicio del éxito proletario. Para que la Revolución triunfe precisa una inteligencia de las fuerzas sinceramente revolucionarias de todo el mundo (...) La consigna revolucionaria en los momentos presentes es: unificación de masas y empuje único.' "
citando a V. Serge. M., J., «La Internacional Sindical Roja», Lucha Social, Lérida, 15 de octubre de 1921. MEACKER, G., op. cit., 1978, p. 513,
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
No subordinación de la I.S.R. a la I.C. sino cooperación y relación, sólo el esfuerzo unido del proletariado y sus organismos de lucha revolucionaria podrá abatir al capitalismo y ese es el objetivo para crear la sociedad comunista del mañana. Como subrayaba el editorial de Lucha Social, «Es evidente que es grande el espacio que separa a la ideología comunista de la sindicalista revolucionaria, pero tiene un punto de coincidencia que es de suma importancia: preparar y ejecutar la Revolución en el menor plazo para el hundimiento del capitalismo. Todos a la vez aún somos pocos».61 El sueño de «la gran familia universal obrera» había entusiasmado al joven Maurín, que creía verlo plasmado en cada una de sus entrevistas, visitas a fábricas, escuelas e instituciones que realizaba. El nuevo orden que había generado la Revolución en Rusia era para él una perfecta y esperanzadora promesa de justicia social, de libertad, de solidaridad, de amor, extensible a todas las naciones del mundo oprimidas por el capitalismo. Maurín quedó muy impresionado por «la bravura militar» de los jóvenes rusos, símbolo de fuerza sin el cual la república de los soviets no existiría. Contemplando la olimpiada roja en el estadio de las montañas de Moineau, su espíritu se inflamaba y de su pluma brotaban estas palabras: Es el ritmo magnífico de un bosque de músculos que se mueve a los acordes de la música. La educación de la juventud está influida por la idea de retorno a la Grecia de la belleza, de la gracia, de la elegancia. Los ejercicios de gimnasia rítmica están entremezclados a ejercicios militares (...) se quiere hermanar la fuerza con la belleza."
Maurín contempla alucinado a estos jóvenes aguerridos de espartana educación y alaba el culto infundido a la fortaleza física. La «marcha enérgica» de los «héroes del ejército rojo», los antiguos palacios de verano de la aristocracia ahora convertidos en escuelas, hospitales, casas de descanso, la ruptura con la vieja moral injusta, todo hace las delicias de Maurín y todo gracias a la Revolución. Y todo queda plasmado en las páginas de Lucha Social, donde envía sus «Impresiones de la Rusia Soviética» y se solidariza con la campaña que el semanario hace «Por los niños rusos». A fines de octubre se publica un artículo que 6
«Equivocación lamentable», Lucha Social, Lérida, 27 de agosto de 1921.
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M., J., «Instantáneas de Moscú», Lucha Social, Lérida, 6 de agosto de 1921.
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LA LECCIÓN EN LA C.N.T. (1919-1922)
Maurín envía desde París titulado «La mujer y la Revolución». Al parecer a Maurín no le queda nada —si alguna vez lo tuvo— del tópico machismo hispánico; el nuevo papel que la mujer y la familia van a jugar en la sociedad rusa le abre los ojos...: «Sólo un acontecimiento tan formidable como la Revolución rusa podía romper en mil pedazos la cadena de esclavitud moral y material de la mujer». Desaparecen los prejuicios sociales inculcados por la moral católica, una nueva ética más permisiva e igualitaria la sustituye favoreciendo la libertad de la mujer... «La mujer es libre en el seno del matrimonio (...) la misma facilidad que hay para el matrimonio existe para el divorcio (...) desaparece la mujer "casera" para surgir un tipo totalmente diferente (...) la familia tradicional, el hogar, se desmorona, se derrumba para siempre (...) desaparece la prostitución». Otra Arcadia está presente en su impulso moral de hacer política y de crear una sociedad más justa para todos, esta vez sin rememorar pastos, prados y pastores; una Arcadia utópica, universal, armónica y solidaria donde —al amparo del modelo ruso— todos los trabajadores de la tierra sean hombres y mujeres felices. En vez de la familia individual y egoísta, surgirá la gran familia universal obrera, donde todos los trabajadores hombres y mujeres, serán ante todo hermanos y compañeros. Estas serán las relaciones entre el hombre y la mujer en la sociedad comunista de mañana. Estas nuevas relaciones asegurarán a la humanidad todos los goces del amor libre, ennoblecido por la verdadera igualdad social de los sexos, goces que eran ignorados por la sociedad mercantil del régimen capitalista."
Maurín sigue siendo por encima de todo un humanista, está forjando su propia ideología, ya es un luchador que defiende los intereses de la clase obrera —de los oprimidos en general— y continúa siendo una esponja que absorbe todo lo que ve y experimenta en esos densos años. Algunos de sus planteamientos de tiempo atrás han quedado obsoletos en el momento actual, el Kim ha evolucionado y lo seguirá haciendo. Pero hay algo que permanece: su deseo de crear una humanidad nueva y un futuro mejor. Ahora estaba convencido de que eso justamente había ocurrido en Rusia y ese descubrimiento convertido en realidad le tenía literalmente deslumbrado. Había visto ciudades devastadas por la revolución, hambre, frío, " M., J., «Impresiones de la Rusia Soviética. La mujer y la Revolución», Lucha Social, Lérida, 29 de octubre de 1921.
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miseria y caos, pero le parecían «Hermosas esperanzas» porque «su entusiasmo no se ha enfriado ni un instante» y porque «Las notas de la Internacional se difundían por todos los ámbitos como si quisieran volar a infundir a todos los explotados de la tierra la misma fe, igual valor»." Maurín vuelve de Rusia impregnado del «humanismo soviético» y lo expresa como en una difusa teleología optimista. Creía firmemente que se estaba creando una nueva humanidad y una meta de este tipo se basaba más en una concepción humanista de la sociedad que en un análisis de clases sociales derivado de fundamentos económicos. Para él la revolución no era una necesidad económico-histórica, repudiaba el determinismo de las fórmulas marxistas y creía que «las revoluciones no vienen por sí solas, hay que forjarlas»." Para Maurín la revolución era, antes que todo, una revolución moral que permitiera la realización de unos ideales. Esta visión era compartida tanto por anarquistas como por republicanos y nacionalistas en la Cataluña de los años 20, en un momento en que las diferencias ideológicas y las fronteras de clase eran tenues y desdibujadas y «Configuraven una cultura genuinament popular, amb especificitats proletáries y petit burgueses, peró que componien un conjunt interclassista i barrejat».»»
" M., J., «Impresiones de la Rusia Soviética. Petrógrado, la ciudad del heroísmo y la tragedia», Lucha Social, Lérida, 19 de noviembre de 1921. Y este otro es el testimonio que, sin menospreciar lo más mínimo el
gran humanismo del pueblo ruso pero con otro sentido de la realidad menos ensoñador, escribió en el año 46 desde la prisión Celular de Barcelona: «En 1921, que es cuando quien esto escribe visitó por primera vez la Rusia soviética, recién terminada la guerra civil, la situación era extremadamente grave. La economía estaba paralizada en gran parte; los campesinos, cansados de requisas, empezaban a manifestar su hostilidad, como pudo constatarse a raíz de la insurrección de Cronstadt; los soviets, que inicialmente fueron la expresión de la más pura democracia, languidecían; la burocracia, lenta, premiosa e inepta, se extendía como una mancha de aceite, invadiéndolo y corrompiéndolo todo; apenas si había vida intelectual; el partido bolchevique, bajo la espuela de las necesidades bélicas y revolucionarias, había aniquilado todas las oposiciones soviéticas y, finalmente, el pueblo, en general, después de cuatro años de guerra imperialista y tres de guerra civil y revolución, estaba fatigadísimo. A este sombrío panorama interior había que añadir, como formando el fondo del cuadro, el desvanecimiento de las perspectivas de revolución proletaria mundial, sobre las que los dirigentes bolcheviques apoyaban su doctrina y su acción...» (M., J., Rumbo de nuestros tiempos (Panorama histórico), 1946, p. 58 del cap. «La revolución rusa»). " M., J., «La organización del combate», Lucha Social, Lérida, 29 de abril de 1922. UCELAY DA CAL, E., La Catalunya populista. Imatge, cultura i política en l'etapa republicana (1931-1939), La Magrana, Barcelona, 1982, p. 105. 134
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LA LECCIÓN EN LA C.N.T. (1919-1922)
A esta Cataluña populista e interclasista regresa Maurín tras haber sufrido una detención y cinco días de cárcel en Stettin (Alemania) junto con Ibáñez, simplemente por ser españoles y sospechosos del asesinato de Dato. Según consta en su ficha policial y con el pomposo nombre de Honorio de Lima, salieron de Alemania el 16 de septiembre. Maurín permaneció un tiempo prudencial en París y luego cruzó la frontera sin problemas hasta Cataluña; Ibáñez fue detenido porque viajaba con pasaporte legal. Como la policía de Madrid creía que Nin —por ser presidente del Comité Nacional de la C.N.T.— había intervenido en el asesinato de. Dato, la delegación decidió prudencialmente que se quedara en Moscú junto con Arlandis, como representante de la C.N.T. en la Profitern, donde pronto se destacaría como un elemento importante. 3.5. LA UTOPIA QUE SURGIÓ DEL FRÍO. BARCELONA (1922) Maurín regresaba a un país que estaba sufriendo el pleno rigor de la represión que siguió al desastre de Annual (21 de julio de 1921) y a una Cataluña donde la C.N.T. había perdido la batalla contra Martínez Anido y dejado de existir como organización de masas. La severidad de las medidas de Anido había logrado su propósito, al menos temporalmente. Los sindicatos únicos casi dejaron de funcionar y ya no se recaudaban las cotizaciones en sumas significativas; los dirigentes cenetistas oficiales seguían exiliados en Menorca o estaban presos en Cataluña y los terroristas de los grupos de acción se encontraban encarcelados, escondidos o muertos. La buena estrella de los sindicalistas-comunistas empezó a declinar en el momento en que llegaron a España las noticias sobre la resolución del «vínculo orgánico». La revelación de estas medidas centralizadoras coincidió con una cierta disminución del esplendor de la Revolución bolchevique, tras casi tres años de ferviente expectación. La contraofensiva capitalista estaba ahora en pleno auge y la represión policiaca que siguió al asesinato de Dato y al desastre de Annual alcanzó su cota más alta. Había llegado el momento para los cenetistas de renunciar a sus esperanzas revolucionarias abrigadas desde fines de 1918 y hacer una revalorización táctica y doctrinal. Ante la evidente y abrumadora derrota y con el movimiento laboral de Cataluña derrumbándose, la mística del bolchevismo desapareció y la 135
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
tendencia de muchos militantes era renunciar a la acción y refugiarse en los consuelos del dogma viejo y establecido: el «vínculo orgánico» fue el catalizador de este proceso. De este modo el periodo 1921-1923 vería un resurgir de la ideología y la retórica anarquistas, con su consiguiente campaña cultural y educativa, y una creciente repulsa de todas las desviaciones «estatísticas» y autoritarias.67 En la C.N.T. surgió, pues, un estado mental dividido: por una parte se deseaba volver a los viejos valores libertarios y, por otra, había una nueva predisposición a coexistir con el adversario capitalista y seguir los senderos pacíficos de la acción sindical. Este talante era claramente favorable a la causa del sindicalismo «puro» y prepararía el camino para su última fase de ascendencia. En este contexto, las resoluciones de la Profitern, en especial aquella que estipulaba la subordinación de los movimientos sindicales a los partidos comunistas, estremeció y desalentó a la gran mayoría de los cenetistas y sus dudas respecto a los bolcheviques cristalizaron de repente en una abierta hostilidad. Las resoluciones de la Profitern, lejos de conducir a la Confederación hacia una aceptación de la dirección comunista y de las tácticas políticas —como pretenderá Maurín—, impulsaron con más fuerza el resurgir del anarquismo." A la cabeza de este resurgir apareció en Madrid el periódico Nueva Senda, que empezó a publicarse en el verano de 1921, aproximadamente al mismo tiempo que la noticia de las resoluciones de la Profitern llegaba a España. Las primeras acusaciones contra la delegación de Maurín aparecieron en las páginas de este periódico en agosto y venían suscritas por Francisco Durán, al que pronto se le unieron Manuel Buenacasa y Gastón Leval, que había vuelto de Moscú para continuar la batalla contra la dominación de la C.N.T. por la Comitern-Profitern." La C.N.T. celebró un Pleno Nacional en Madrid el 14 de agosto de 1921, no había pasado ni un mes desde la clausura del Congreso de la Profitern y acababa de producirse el desastre de Annual. La resolución aprobada allí era en extremo »
MEACKER, G., op. cit., 1978, § «El resurgir del anarcosindicalismo», cap. 14, pp. 537-543.
Idem. »»
Cuyo informe negativo aparece comentado, junto con el de Pestaña, en PANIAGUA, X., op. cit., 1980, pp. 81-86, y más extensamente en otro artículo suyo: «La visió de Gastón Leval de la Rússia sovietica en 1921», Recerques, 3, Barcelona, 1974.
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LA LECCIÓN EN LA C.N.T. (1919-1922)
hostil al grupo Maurín-Nin y podía considerarse como la primera descarga en la batalla para reinstaurar la ideología anarcosindicalista en la C.N.T. Aunque no desautorizaron a la delegación, se afirmaba «la independencia absoluta de la C.N.T.» de todos los partidos políticos, fundándose en que la Confederación —cuya meta final era proclamar «el comunismo anarquista»— «se bastaba a sí misma para preparar, dirigir y llevar a cabo la revolución social». Por fin se acordó reunir nuevamente el Pleno Confederal cuando regresase la delegación enviada a Rusia." Los días 15 y 16 de octubre, poco tiempo después de la llegada de Maurín e Ibáñez a España, se celebró en Lérida un Pleno Nacional —según Meacker organizado por los sindicalistas-comunistas como desquite— con objeto de examinar la actuación de los delegados en el primer Congreso de la I.S.R. Maurín informó al respecto y, según él: «La tendencia partidaria de la adhesión a Moscú triunfó por mayoría. Sin embargo, la corriente que propugnaba la separación era ya muy intensa. La táctica equivocada de los dirigentes del Partido Comunista Español daba fuerzas a los que deseaban la ruptura con la I.C.»." Como Nin se había quedado en la capital soviética, el mismo Pleno nombró a Maurín secretario provisional del Comité Nacional de la C.N.T. Maurín se convertía así en la figura más representativa en el seno de la Confederación de los partidarios del mantenimiento de la vinculación de esta con la I.S.R. y de los defensores de la Revolución rusa; reafirmaba sus posiciones propias del sindicalismo revolucionario y manifestaba la opinión de que el acuerdo que vinculaba la I.S.R. a la I.C. en nada disminuía la autonomía de la organización sindical y que ese mismo criterio era compartido por los sindicalistas revolucionarios franceses, la Unión Sindical italiana y los I.W.W. de Norteamérica." En los meses que siguieron, la C.N.T., perseguida, actuaba en la clandestinidad y en la prensa que había podido sobrevivir a la represión se abrió una intensa polémica entre los partidarios de que la Confederación siguiese adherida a la 70
«C.N. del Trabajo de España. Acuerdos de la reunión extraordinaria celebrada el 14 de los corrientes», Lucha Social Lérida, 27 de agosto de 1921. M., J., «El B.O.C., origen, actividad...», ed. cit., 1932, p. 8.
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M., J., «La I.S.R.», Lucha Social, Lérida, 15 de octubre de 1921. 137
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
Profitern y los que opinaban en sentido opuesto. Lucha Social de Lérida era el portavoz de los primeros, encabezados por Maurín, y Nueua Senda de Madrid representaba a los segundos. Maurín y su grupo fueron objeto de todo tipo de acusaciones" pero sorprendentemente su optimismo revolucionario permanecía incólume, pese a que la C.N.T. había perdido su guerra y la moral y el número de cenetistas descendía diariamente. Se revelaba contra «la ideología del cansancio» argumentando que: «Esta idea infantil que abandona la lucha de hoy para esperar la transformación social por medio de una evolución larga, es declaradamente antirrevolucionaria, es la aceptación descarada del reformismo más abyecto»." La C.N.T. atraviesa una fase de introspección, una etapa de necesaria paz; sus ideólogos se dedican a hacer hincapié en una campaña intensiva, educativa y propagandística destinada a cultivar la conciencia y la cultura entre los proletarios. Maurín se refiere a esta tendencia como «reformista» y desde las páginas de Lucha Social denigra este énfasis educacional. Efectivamente, esa «labor de educación y difusión cultural» que años antes había sido uno de sus dogmas de fe le parecía ahora «una idea infantil», porque «No sirven cataplasmas evolucionistas (...) la idea de Revolución ha de prevalecer por encima de todos los fatigados (...) y el principio de la lucha de clases no puede ser abandonado»." Ya no se trataba de enseñar o educar, la teoría ahora le parecía una inutilidad absoluta. Su ideología se había vuelto bastante más pragmática y empirista, reforzando su voluntarismo revolucionario; atrás —en sus tiempos de maestro del Liceo Escolar— quedaban sus diatribas morales y filosóficas. Todas las teorías, creía Maurín, finalmente fracasaban y " Mientras Lucha Social insistía en que «lo acordado en Moscú no es subordinación sino cooperación para la obra revolucionaria», Nueva Senda dio incluso a la policía la confidencia del paradero de Nin y delató a Nicolau (autor junto con Casanellas del asesinato de Dato) y a su compañera. En un pequeño cuaderno hallado en poder de Nin la policía encontró la dirección de otros camaradas, que fueron detenidos y encarcelados; entre ellos, Víctor Colomé y Francisco Moles —el que guardaba las pertenencias de Maurín en Lérida— fueron trasladados a la cárcel de Madrid. Todo ello puede explicar la prudencial estancia de Maurín en París antes de su regreso a España. " M., J., «Contra una desviación reformista», Lucha Social, Lérida, 12 de noviembre de 1921. " Ideal. En 1924 seguiría condenando esta tendencia cultural, «reformista» y «filosófica» de la C.N.T.: «Des procedes violents de la veille ils tombérent dans un évolutionnisme stupide; tout leur programme d'action était le suivant: Education! Culture! La révolution ne se peut sans une préparation individuelle! Telle était leur plate-forme» (1924, p. 33); «Les absurdes campagnes de la presse anarchiste, inspirées par de hautes considérations philosophiques, s'écroulent dans le ridicule» (p. 41).
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LA LECCIÓN EN LA C.N.T. (1919-1922)
traicionaban a los hechos. En la historia hay «sólo una cosa» que no falla y esta es «la acción»; el ejemplo estaba claro: «El hecho ruso es la primera manifestación del paso de la idea a la acción. Ha nacido el momento de dejar el terreno de la discusión teórica para pasar al de las realizaciones prácticas»." Un claro binomio recorre sus escritos ultraizquierdistas del año 1922: «o reformismo o Revolución inmediata». Para hacer la Revolución se impone «la selección de minorías actuantes», «la unificación de esfuerzos» y lo que sería el equivalente al partido que Maurín describe así: Hay que crear una unión de combate, una liga de revolucionarios, estableciendo una cohesión de todos los elementos que quieran arrojar su corazón al fuego de las tormentas revolucionarias. Una organización clandestina tal, operando dentro de las masas iría entrenándolas para que estuvieran dispuestas en los momentos propicios (...) Hay que formar una legión de revolucionarios; hay que crear la escuela de la Revolución. No basta tener audacia, ser rebelde; hay que ser revolucionarios por sistema, revolucionarios profesionales, según la frase de Lenin."
Como muy bien especifica Meacker en su estudio, a todo lo largo de 1921-1922 «Maurín se aferró a un terreno medio peculiar entre el sindicalismo revolucionario y el leninismo (...). Sin duda los fundamentos del pensamiento de Maurín diferían poco del leninismo, pues propugnaba en sus escritos lo que Lenin ejemplificaba en la acción: la supremacía de la voluntad sobre la inercia de las fuerzas históricas y sociales»." Como ya hemos advertido antes, Maurín había quedado hipnotizado con los líderes del movimiento de octubre y sobre todo con el poder del Estado soviético (ejemplificado en disciplinados atletas), lo cual no le impedía afirmar que a pesar de que el Partido «era vital para salvar la Revolución... Su organización no tiene nada de democrática, sus características son las de un instrumento de guerra con una disciplina rígida». Criticaba su exagerado centralismo y el enorme aparato burocrático del Partido bolchevique y apuntaba que, paradójicamente, «sin él la Revolución no se hubiese sostenido tanto tiempo, pero también es cierto que
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M., J., «La organización de combate», Lucha Social, Lérida, 29 de abril de 1922.
" Idem. " MEACKER, G., op. cit., 1978, p. 544. 139
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
uno de los grandes peligros que lo amenazarán, actualmente está en sus propias filas»!» Mientras Lucha Social seguía exhortando a sus lectores en tono soreliano sobre la necesidad de una «lucha de clases implacable» y sobre la utilización de la violencia colectiva como alma del sindicalismo revolucionario y de la acción proletaria, la policía detenía a Maurín en Barcelona el día 22 de febrero de 1922; el carismático líder sindicalista-comunista perdía así su condición de secretario provisional del Comité Nacional de la C.N.T (función que asumía desde octubre de 1921). Permaneció en prisión alrededor de un mes y, al salir, inició en el Ateneo barcelonés una serie de conferencias sobre la Revolución rusa que no pudo llevar a término por decisión del gobernador civil, general Martínez Anido. Poco tiempo más tarde, a fines de mayo, momentos después de haber mantenido una agria entrevista con Miguel Arlegui, jefe de la policía barcelonesa," Maurín sufrió un grave accidente al subir a un tranvía. El día 20 de mayo Lucha Social hacía pública la noticia: «Al intentar subir a un tranvía le vino un vahído y cayó de cabeza en la plataforma. Fue llevado a la casa de Socorro de la Ronda de San Pedro y después al Hospital Clínico». Por lo visto el tratamiento del que fue objeto durante los primeros días fue de absoluto abandono, «porque se trataba de un comunista», hasta que topó con él un estudiante de medicina —Miguel Mir Farré— que hacía las prácticas allí, lejano pariente suyo de Bonansa, el cual hizo todo lo posible por atenderlo debidamente.' El día 15 de julio una nota titulada «MAURÍN» advertía en Lucha Social, Que cuando parecía que las heridas sufridas a causa del accidente que tuvo iban a resolverse, experimentó una agudización del mal teniendo que
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M., J., «Impresiones de la Rusia sovietista. El Partido Comunista», Lucha Social, Lérida, 22 de abril de
1922. PORTEIA, L., «Prólogo», op. cit., 1977, pp. 12 y 29. 81
Entrevista a María Maurín. Miguel Mir Farré fue años más tarde, en 1942, cuando militaba en las filas del partido tradicionalista, uno de los testigos que declararon a favor de Maurín en el proceso militar que se le instruyó en Barcelona, según consta en el Sumarísimo Ordinario n.» 29.518 contra Joaquín Maurín, pp. 55-57, y era también hermano del entonces director del colegio de Tremp (Lérida) donde estudiaba la ya no tan pequeña María Maurín. 140
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LA LECCIÓN EN LA C.N.T. (1919-1922)
ser sometido a una operación quirúrgica. Habiendo pasado por momentos de extrema gravedad, actualmente se encuentra en franca convalecencia.
Efectivamente, el accidente se complicó más de lo previsto, el Kim tuvo que sufrir una trepanación y perdió la audición del oído derecho. Mientras Maurín permanecía primero preso y luego convaleciente y por supuesto lejos de la acción, el cargo de secretario general del Comité Nacional de la C.N.T. pasó a manos del anarcosindicalista Peiró, al tiempo que se celebraba, en junio, una Conferencia Nacional en Zaragoza que mostró la inevitable ruptura entre las ideas libertarias y la Revolución rusa. A partir de este momento la hegemonía anarcosindicalista se confirma, sin demasiada concreción teórica, y sólo las minorías que sobre el modelo francés intentará poner en pie Joaquín Maurín, los Comités Sindicalistas Revolucionarios, defienden la adhesión confederal a la I.S.R.: «A pesar de que la Confederación volvía la espalda al movimiento comunista, el puñado de militantes que se había concentrado al lado de Lucha Social no nos dejábamos dominar por el pesimismo»." A principios del mes de abril, con el cambio de gobierno, se habían restablecido las garantías constitucionales; habían salido centenares de presos de la cárcel y volvía a ser legal el funcionamiento de las organizaciones obreras. Aprovechando esta coyuntura legal, tras años de clandestinidad, la C.N.T. convoca en Zaragoza una Conferencia Nacional, de mayoría anarquista, en junio de 1922, cuya principal tarea fue confrontar las gestiones de los delegados enviados a Rusia. Los informes eran tres: el de Ángel Pestaña, un escrito enviado por Gastón Leval y el que hizo personalmente Hilario Arlandis; de este último Peirats afirma que «no sólo fue desestimado sino que la Conferencia votó una moción de censura contra el despotismo bolchevique».83 En la Conferencia fue adoptada una proposición por la que quedaba retirada la adhesión de la C.N.T. a la I.C., en favor de su ingreso en la recién organizada en Berlín A.I.T. La ruptura era ya un hecho real.
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M., J., «El B.O.C,..», op. cit., 1932, p. 9.
83
PEIRATS, J., op. cit., 1976, p. 35. 141
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
El testimonio de Ángel Pestaña sobre su estancia en la Rusia revolucionaria" fue, sin duda, clave para la rectificación que la C.N.T. adoptó en la Conferencia de Zaragoza con respecto a la III Internacional. Es interesante destacar en este apartado que el viaje de Pestaña a Moscú interesó profundamente al Maurín ya maduro y en absoluto al de ese momento, quien dos años más tarde escribiría: «Pestaña, le leader de l'anarcho-syndicalisme, lorsque la gréve des transports était á son apogée, s'occupait de publier des articles dans l'organe confédéral pour convaincre de la nécessité d'une réforme de l'orthographe de la langue espagnole»." Del posterior interés dejó constancia en sus memorias y en el apéndice —escrito en 1964— «Sobre el comunismo en España», inserto en la reedición de su tercer libro. En ambos dedica abundante espacio para hacer un agradecido retrato de la figura humana que Pestaña evocaba y para reproducir textualmente sus conversaciones con Lenin y Trotsky, entresacadas de uno de los testimonios de Pestaña (1924, pp. 202-210). Como argumenta Víctor Alba —intentando justificar este extenso recuerdo—, es posible que Maurín admirara la intuición del relojero sindicalista que supo adivinar en el movimiento comunista los gérmenes que más tarde lo corromperían, además de la corrupción, no tanto de la política como de la conducta personal, de muchos de los fundadores de la III Internacional. Según Alba, Pestaña y Maurín —de formación e ideología diferentes— pertenecían los dos a un mismo tipo humano, «Per al que l'austeritat i una mena de puritanisme eren elements esencials, que consideraven como las virtuts mateixes del moviment obrer»." Es posible que cuando Maurín viajó a Moscú fuera todavía demasiado joven para entrever estos peligros como los vio Pestaña, «Potser la ideología el cegaba»; por eso muchos años más tarde insistió en destacar el testimomio de aquel, cuando ya él también se había desengañado. La Memoria presentada al C.N. de la C.N.T. está editada en Barcelona en dos folletos de 1921 y 1922. La primera parte puede leerse en ediciones recientes: Ángel Pestaña, Informe de mi estancia en Rusia, Madrid, 1966, y la segunda: Consideraciones acerca de la Tercera Internacional, Madrid, 1968. Después escribió dos libros sobre sus impresiones: Setenta días en Rusia, lo que yo vi, Barcelona, 1924, y Setenta días en Rusia, lo que yo pienso, 1925. Véase también su autobiografía: Lo que yo aprendí en la vida, 2 vol., Madrid, 1971. " M., J., «L'anarcho-syndicalisme...», op. cit., 1924, p. 39; véase también la p. 36, donde dice: «Pestaña, le leader principal, en face de la dictature militaire, fit campagne pour la formation du bloc des gauches pour défendre "les conquétes de la liberté"»; en la p. 45 cuenta que la intervención de Pestaña en el Il Congreso de la C.N.T. se redujo a defender el esperanto como lengua internacional. 86
ALBA, V.,
El marxisme..., ed. cit., 1975, vol. IV, p. 74. 142
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LA LECCIÓN EN LA C.N.T. (1919-1922)
En fin, al hilo de nuestro relato y de los flamantes 26 años de Maurín, conviene apuntar que tras la recuperación de su accidente y tras las decisiones tomadas en Zaragoza comienza para él una etapa vital nueva, quizá ya no tan romántica y exaltada y decididamente a contrapelo de las tendencias mayoritarias del movimiento obrero. Su inseparable amigo y colaborador Pedro Bonet afirmaba años más tarde que «se trataba de cambiar la concepción del sindicalismo... de darle la concepción marxista». Situaba el punto de ruptura con la trayectoria sindicalista a finales del año 22, tras la Conferencia de Zaragoza: «El primer viaje de Maurín a Moscú trastocó los fundamentos ideológicos y tácticos del sindicalismo... viendo las dificultades del sindicalismo revolucionario y el anarcosindicalismo en Cataluña, tratábamos de hacer un poco de agujero para hablar de marxismo»." Efectivamente, el «cambio de táctica» saludable —porque «el que no es capaz de renovarse deja de ser hombre para ser momia petrificada»-88 y la posición doctrinal de Maurín en el año 22 quedan plasmadas en un folleto titulado «El Sindicalismo a la luz de la Revolución Rusa» que se publicó en la primavera del mismo año. Era su primera exposición realizada desde un prisma general y en ella condensaba todo su pensamiento, su ideología y su afán ecléctico. Las dos citas que acompañan al título en la primera página del folleto son toda una declaración de intenciones, la primera de Lagardelle —«No es suficiente en modo alguno conservar las nociones tradicionales: un pensamiento que no se renueva es un pensamiento muerto»—, la segunda de Roman Rolland —«Las ideas no conquistan el mundo como ideas, sino como fuerzas»—. Esos principios son justamente los que animan el contenido del folleto, una revisión «modernizadora» del sindicalismo revolucionario de matriz soreliana, «una contribución al ensanchamiento de su órbita (...) porque el sindicalismo anterior a la Revolución rusa no puede ser el mismo que el posterior». La coherente y ordenada exposición de su pensamiento —ciertamente ecléctico— pretende un punto de encuentro en la revolución entre el marxismo y el anarquismo en la esfera sindicalista. La Revolución rusa había tomado dos aspectos esenciales del sindicalismo revolucionario, la lucha de clases y el concepto de vio87 Entrevista hecha en París a Pere Bonet por Jordi PLANES, «cap de recerques» del C.E.H.I., Fonoteca. " LAERCIO (Ángel Samblancat), «El folleto de Maurín», Lucha Social, Lérida, 24 de junio de 1922. 143
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
lencia colectiva, enriqueciéndolos con una estrategia para la conquista y el ejercicio del poder por el proletariado y unas fórmulas orgánicas, los soviets, que entrañaban la síntesis del pensamiento marxista y de la negación del Estado. Maurín escribió las páginas de su folleto al calor de las impresiones del nuevo orden establecido por la Revolución rusa, que es «un mito que debe mover al proletariado» y una síntesis armonizadora de socialismo, anarquismo y sindicalismo, a raíz de lo cual «la idea de comunismo es completa». El sindicalismo aparece como la idealización de la dictadura proletaria que no es más que la violencia de clase organizada. Todos los tópicos ultraizquierdistas y de inspiración tanto soreliana como leninista se dan cita en el texto igual que en sus artículos de Lucha Social a lo largo de 1922. Desde la lucha, la violencia, la acción de masas, debe organizarse un gran organismo de combate... Las revoluciones son hijas de movimientos de masas pero dentro de ellas ha de haber fuertes individualidades para entrenarlas en la acción, después «será como sea»... En economía, ni autoridad ni libertad: organización y federalismo industrial horizontal... En política, autogestión y Consejo de obreros... El Estado se sostendrá momentáneamente como «aparato de fuerza» junto con una guardia roja... La moral sindicalista, «que ha de estar basada en el concepto de la violencia», se define contra el cristianismo y la democracia: «Ha de ser una moral de epopeya, la que discipline al nuevo ejército. Nada de paz, nada de quietud. La moral de la guerra y del combate incesante. La vida no es placer y tranquilidad; es lucha y heroísmo»." Como apunta Antonio Elorza: «El intento de captación de Maurín se extendía a los grupos de acción para que asumieran el concepto de dictadura del proletariado en nombre de la finalidad libertaria, frente al evolucionismo contrarrevolucionario, que resultaba ejemplificado por las resoluciones de la Conferencia de Zaragoza y por los planteamientos de Seguí. En cualquier caso su repercusión práctica será sólo minoritaria»." Por supuesto el grupo de Lucha Social no aceptó la decisión de la Conferencia de Zaragoza, según cuenta Maurín por dos razones fundamentales: primera, la adhesión a la C.N.T. había sido acordada por un Congreso y sólo un Congreso estaba facultado para ratificar el acuerdo; segunda, era el sector anar" en la
M., J., «El Sindicalismo a la luz de la Revolución Rusa», Ed. Lucha Social, Lérida, 1922, 106 pp. ELORZA, A., «Contexto histórico de la fundación del P.C.E.», en Para una historia del P.C.E. Conferencias op. cit., 1980, p. 29.
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LA LECCIÓN EN LA C.N.T. (1919-1922)
quista de la C.N.T. quien imponía la ruptura con la I.S.R. y el sector sindicalista no debía dejarse dominar por los anarquistas." De este modo Maurín se constituía en portavoz y aglutinador de una pequeña minoría que en el seno de la C.N.T. propugnaba su acercamiento a la I.S.R. al tiempo que se aproximaba también al P.C.E. Su alternativa de montar el comunismo español apoyándose en la masa cenetista experimentó un nuevo intento de conciliación a finales de 1922. Los sindicalistas partidarios de la Profitern se organizaron en Comités Sindicalistas Revolucionarios en una conferencia celebrada en Bilbao. Los Comités estaban inspirados por los que en Francia habían organizado sindicalistas del grupo La Vie Ouvriére, de Monatte, Rosmer y otros; Maurín copiaba, ahora para España, el modelo aprendido durante su estancia en París. Su fuerza residía en la base sindical y, según él, en Barcelona capital llegaron a controlar —a mediados de 1923— las direcciones de los tres sindicatos más importantes, transporte, metalurgia y textil: «la experiencia demostraba que las masas obreras no eran anarcosindicalistas»." Los Comités —cuyo soporte teórico se encuentra sin duda en el folleto de Maurín «El Sindicalismo a la luz de la Revolución Rusa»— no trataron nunca de dividir o escisionar a la C.N.T. sino de conseguir ganarse la confianza de los trabajadores y, a través de ella, la dirección de la central sindical. El 21 de diciembre aparece en Barcelona un nuevo periódico, La Batalla, «Para trabajar más en contacto con la base sindicalista y hacer arraigar el comunismo en Cataluña», resultante de la unificación de Lucha Social de Lérida y Acción Sindicalista de Valencia, como órgano de expresión de los C.S.R. En su primer número afirmaba que no era ni comunista ni anarquista sino sindicalista revolucionario y defendía «que la C.N.T. sea el gran organismo revolucionario de clase del que pase a formar parte todo el proletariado de España». Maurín describió así su nacimiento: Los amigos anarquistas y sindicalistas, con buenas razones, procuraban convencernos de que se trataba de una empresa condenada a no triunfar. «El carácter del obrero catalán es individualista» —nos decían—. «Fracasaréis por las mismas razones que fracasaron los socialistas» —conti91
M., J. (1964), Revolución y Contrarrevolución..., op. cit., 1975, vol. IV, p. 266.
92
M., J., «El
op. cit., 1932, p. 10.
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
nuaban—. La Batalla empezó tirando tres mil ejemplares. gramos en total tres camaradas para llevar a cabo esa labor. Yo la escribía, Bonet la componía y el camarada Foix la administraba. En Barcelona, se vendían muy pocos ejemplares. A la provincia de Lérida iban unos trescientos, un centenar a Tarragona. El resto de la edición salía toda fuera de Cataluña. Las perspectivas no eran muy halagüeñas. Dábamos la sensación de ser completamente extranjeros al movimiento obrero. De momento no se veían los efectos de nuestra propaganda.»
En estos primeros tiempos de estancia en la capital catalana, Maurín se ganaba la vida en la Asociación de Empleados y Obreros Municipales de Barcelona, donde los efectos del terrorismo patronal también se dejaron sentir: uno de sus compañeros de trabajo —Foix— fue asesinado por los pistoleros del Sindicato Libre en abril de 1923. A pesar de las bajas y frente a las nuevas expectativas se sumaron entonces al núcleo Maurín-Bonet el anarquista David Rey, el «camarada» Sala y el médico Tomás Tusó, oscense y amigo desde hacía años. Los Comités se constituían en oposición a las tendencias anarquistas imperantes en el seno de la C.N.T. Sus objetivos eran —además de mantener la defensa de la Revolución rusa y la I.C. propagando sus doctrinas— intentar la unificación de todo el proletariado español en un solo organismo sindical, dentro del cual tuvieran cabida todas las tendencias ideológicas; luchar contra toda desviación reformista «oponiendo la doctrina de la violencia colectiva a todos los "posibilismos" y "fórmulas culturales"». En su declaración de principios los Comités se declaraban radicalmente opuestos a toda escisión sindical." Si se intenta encajar en alguna corriente política definida la postura adoptada por Maurín y los C.S.R. puede ser válida la opinión de Antoni Monreal, quien afirma que: «Los C.S.R. se habían situado en una posición políticamente incómoda (...), no se trataba en absoluto de una posición adoptada por razones tácticas, se trataba fundamentalmente de un programa que se correspondía con un grado determinado de conciencia política que no era ya sindicalista revolucionario en sentido estricto pero que tampoco (o aún) era comunista, con lo cual más que ocu"
Ibid., pp. 9-10.
" «La constitución de los C.S.R. Declaración de principios», La Batalla, Barcelona, 30 de diciembre de 1922.
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LA LECCIÓN EN LA C.N.T. (1919-1922)
par un espacio político definido era de hecho un momento de transición entre dos corrientes del movimiento obrero»." Seguramente Maurín en esos momentos no hubiera suscrito esta teoría porque estaba convencido de que su peculiar terreno intermedio entre la política comunista y el sindicalismo anarquista era una vía posible en sí misma que, aunque minoritaria de momento, lograra cumplir su gran sueño de unidad y lo que sería a partir de entonces su quimera: conciliar la doctrina con las masas. Aunque fundados en Bilbao, los Comités eran sobre todo activos en Cataluña. Además de orientarlos y coordinarlos, su ideólogo principal, Maurín, escribía y dirigía La Batalla; se ganaba la vida en la Asociación de Empleados Municipales de Barcelona; redactaba folletos que condensaban su pensamiento —se anunciaba ya otro suyo que no llegó a salir: «El ejército rojo de los Soviets. Estudio sobre los orígenes, fundación, actividad y organización del Ejército de la Revolución»—; daba conferencias contra el terrorismo en el Ateneo Enciclopédico Popular, junto con Peiró, Pestaña, Libertad Ródenas..., y todavía le sobraba tiempo para acudir a las reuniones que un grupo de sindicalistas (David Rey, Martín Barrera, Botella, Pérez Baró) organizaban en el tostadero de Plaza Universidad. Todo ello tras haber permanecido, prácticamente casi todo el año, recluido primero en prisión y luego en el hospital a causa de un grave accidente. Su vida estaba marcada por un ritmo trepidante, de sello puritano y entrega absoluta al movimiento obrero y a su personal e indiscutible liderazgo en tareas organizativas. En medio del caleidoscopio de confusas etiquetas políticas y del interclasismo de la Barcelona de los años 20, Maurín seguía evolucionando y sobre todo era fiel a sus propios presupuestos teóricos, independientemente de si se correspondían o no con tendencias establecidas. En ese terreno ecléctico, abriéndole la puerta al marxismo en Cataluña, con la mirada puesta en los vientos procedentes del Este y vislumbrando la revolución como algo inminente, Maurín tenía amigos entre los anarcosindicalistas y entre los propios comunistas. Su espíritu conciliador y su temple revolucionario y «modernizador» así se lo exigían. De este modo, se aproximó al P.C.E. en consignas que también él defendía, tales como el apoyo al Frente Único Obrero y la condena a las tácticas terroristas. Muy pronto " MONREAL, A., El pensamiento político de Joaquín Maurín, Península, Barcelona, 1984, p. 19. 147
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
su aproximación sería total, pero sin perder de vista lo que para él era el formidable potencial revolucionario español: la C.N.T. Maurín dejaba tras de sí una estela de viajes y reuniones —clandestinos o no—, periódicos y escritos —publicados o no—, mítines y conferencias —multitudinarios o no— que constituían su mejor bagaje en la carrera del sindicalismo aprendido. Guardaba en la recámara de sus sueños otros proyectos e ideas, la esperanza de las realizaciones. Una vez trazados los cimientos de lo que sería su proyecto vital, lo demás iba a ser cuestión de arquitectura, de retocar a su debido tiempo o modificar sobre la marcha. El cambio de escenario no afectó a su vocación de magisterio activo; el paso de los años sí conformó actitudes que revelaban tempranamente más afán de coherencia que capacidad camaleónica. Del Maurín profesor al orador, del sindicalista al comunista, se da una perceptible evolución forjada desde su doble condición de maestro y discípulo, de aventajado líder y aprendiz curioso, con la ingrata dedicación al descubrimiento y la satisfacción de la lección aprendida. Es el trecho que va del aprendizaje a la docencia, del tanteo a la clarificación —transitoria— de posturas y de la actividad a veces desenfrenada a la consecución de metas, nadando a contracorriente en el curso que conduce a la búsqueda del instrumento útil, adecuado, provisional, necesario para materializar su ideal. Y todo ello aún no exento del romanticismo en ocasiones desmedido que la medida de la edad hará recordar como aquella hoguera en la que, al socaire de un original y permeable estilo personal, perecieron impulsos juveniles y aventureros junto a ideas que a la larga resultaron demasiado inaprensibles. La lección estaba aprendida, como también que aquella no iba a ser ni la última ni la definitiva ni, posiblemente, la más valiosa.
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4. El sol de la táctica marxista (1923-1930)
De niño, en París, los rusos me atraían y los buscaba. Valiéndome de las relaciones de mi padre, solía visitar a Boris Souvarine, el gran biógrafo de Stalin. El modo más rápido de aprender cualquier materia es relacionarse en privado con aquellos que mejor la conocen y hacerles hablar. Saul Bellow
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li
4.1. EN MARCHA HACIA EL PARTIDO COMUNISTA DE ESPAÑA (1923-1925) La tercera década del siglo es la primera de entreguerras; son años locos, locos de experimentación, desorientación, creación, improvisación y, sin duda, genio. La megalópolis norteamericana se pone en marcha produciendo y consumiendo sin freno mientras rige la ley seca y el gangsterismo de importación siciliana. Es el tiempo del jazz y el charlestón. Nace el expresionismo alemán y se proclama en 1924 el manifiesto surrealista de André Breton. En el año 25 se estrena «El acorazado Potemkim», del ruso Sergei M. Eisenstein, y tras la consagración de Charles Chaplin, en el mundo del automóvil, del ferrocarril, de la prisa y la eficiencia, el cine se hacía literario al romper a hablar en 1927. Jacinto Benavente obtenía el Nobel de literatura en 1925, el mismo año que el judío alemán Albert Einstein era galardonado con el Premio de Física... Son «aquellos años 20» en los que hacen también acto de aparición en la escena política europea individuos como Benito Mussolini, que con la marcha sobre Roma de octubre de 1922 toma el poder en nombre de una fuerza que promete renovarlo todo tranquilizando a quienes todo lo tienen. El fascismo segrega epígonos de relativa proximidad, como Miguel Primo de Rivera, que instaura en 1923 una dictadura militar en España, o Adolf Hitler, que entonces es sólo el golpista fracasado de una cervecería de Munich. Todos estos destellos tuvieron, cómo no, una lectura específicamente hispana; aunque España se seguía mirando al espejo del panorama internacional, la imagen 151
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
que ofrecía no encontraba réplica porque continuaba magnificando e instrumentalizando de puertas para adentro el factor externo en función de diferentes intereses políticos. No hay que olvidar la fiebre revolucionaria y la acumulación ideológica de los años 1917-1923, periodo coetáneo a la revolución rusa, al final de la primera guerra mundial y su consecuente crisis económica (tras la desordenada expansión anterior) y a la reanudación catastrófica de la guerra de Marruecos. Durante estos años se ha puesto en evidencia la crisis de dominación del conjunto del bloque de poder dominante sobre el resto de la sociedad española y las tensiones internas en su propio seno. El Estado liberal de la Restauración se mostraba del todo incapaz de evolucionar hacia posturas más democráticas que integraran a las nuevas fuerzas sociales; las agudas contradicciones se solventaban apelando a recursos de excepción que ayudaran a mantener en pie los intereses del bloque de poder dominante: en 1917 se había aprovechado el apoyo directo del ejército, en enero de 1919 el Somatén es autorizado y las bandas terroristas contratadas por la patronal se encargarán, hasta el año 23, de reprimir «los complots revolucionarios dirigidos desde Moscú». La Revolución rusa se seguía utilizando como factor de cohesión de actitudes represivas antiliberales; ciertamente las clases conservadoras iban a tener más éxito en su instrumentalización que los propios obreros. Esta particular coyuntura, a la que se sumaba la desaparición de los partidos dinásticos, el progresivo debilitamiento del papel de la Corona, la división del ejército y la crisis económica (derivada no sólo del problema de orden público —huelgas— sino también de la financiación de la guerra de Marruecos y su consiguiente incremento de la presión fiscal sobre los contribuyentes), crearía las condiciones para la agudización de la lucha de intereses entre la oligarquía agraria y la burguesía industrial, fuerza esta última que acabaría convergiendo con Primo de Rivera. Todo ello, junto con el descontento de las clases medias y la opinión pública en general, daría lugar al golpe militar del día 13 de septiembre. En medio de este conflictivo mosaico de comienzos del año 23 Cataluña seguía desempeñando un papel fundamental. No es casual que el golpe se diera en Barcelona, donde el movimiento obrero tenía un peso específico importante y donde las características del juego político no podían explicarse tan sólo con una interpretación mecánica de la lucha de clases. Subido a ese gran escenario de masas proletarias impulsivas y anhelos revolucionarios, «que era en realitat un 152
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EL SOL DE LA TÁCTICA MARXISTA (1923-1930)
conjunt petit, fins i tot provincia, on tothom es coneixia, xafardejava, intrigava o es barallava d'una manera que reduia els esquemes nets a capses buides»,' actuaba Joaquín Maurín. Su papel estaba siendo perfectamente coherente con el nuevo planteamiento táctico creado en los últimos meses del año anterior: los Comités Sindicalistas Revolucionarios, que actuaban como grupo de presión, portavoz de la I.C., en el interior de la C.N.T. tras la ruptura con las directrices anarquistas. Desde finales de diciembre de 1922 hasta la implantación de la dictadura se produce un cambio cualitativo muy importante entre los sindicalistas de La Batalla, cambio producido posiblemente por la nueva estructura orgánica que habían adquirido. Por una parte, ideológicamente irán matizando su posición sobre el sindicalismo revolucionario, que en el mes de enero el propio Maurín definirá como: Una armonización de marxismo y anarquismo que recoge todo lo que en Marx hay de formidable, asimilándose del anarquismo las ideas de federalismo de Proudhon y la crítica al Estado (...) establece como sistema de lucha la acción directa, es decir, la intervención constante de toda la masa obrera en las contiendas sociales (...) y establece como mito revolucionario la Huelga General.'
Unos meses después llegarán a afirmar que «la doctrina de la violencia del sindicalismo ha sido la de la dictadura del proletariado del bolchevismo»,3 algo que Maurín ya había insinuado en su folleto «El Sindicalismo a la luz de la Revolución rusa». A lo largo del año 23 la aproximación del grupo de La Batalla al P.C.E. fue la consecuencia natural de los múltiples contactos establecidos desde 1920 —cuando Maurín hizo el servicio militar con Daniel Ortega— hasta 1921 —con los sindicalistas revolucionarios franceses, Rosmer, Monatte..., que ya habían ingresado en el P.C.F.—. Su asistencia al primer congreso de la I.S.R. y las entrevistas con dirigentes destacados de la I.C. jugaron también un papel fundamental a la hora de homogeneizar posturas. Otro hecho destacable puesto de relieve por el propio 1982, p. 13. M., J., «El Sindicalismo revolucionario de ayer y de hoy», La Batalla, 6 de enero de 1923.
UCELAY DA CAL, E., op. cit., 2
3
«Sindicalismo y bolchevismo», La Batalla, 4 de mayo de 1923.
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
Maurín fue la visita del italiano Ignacio Silone Pino Tranquili), que había llegado a España en el verano del 23 para organizar el Socorro Rojo Internacional y con el que Maurín y Bonet tuvieron contactos; el tímido italiano escribía artículos literarios sobre España para Izvestia de Moscú y, preso en la cárcel de Barcelona, enviaba sus colaboraciones a La Batalla.' Este filocomunismo progresivamente acentuado es paralelo a una postura cada vez más crítica con el anarquismo, cuya práctica terrorista y cuyo «romanticismo» son condenados taxativamente por Maurín y su grupo, tanto en mítines públicos como en su propio órgano de prensa. El objetivo era conquistar la dirección de la C.N.T. —desde dentro, sin escisiones, ganándose a las masas—, que desde la Conferencia de Zaragoza estaba en manos de anarcosindicalistas. Por otra parte, la estructuración orgánica de los C.S.R., que aglutinaban a grupos sindicalistas de toda la península, obligaba a los catalanes a perder el localismo que inicialmente había configurado en parte al semanario Lucha Social. Esto explica —según Pelai Pagés— la proliferación de noticias sobre los movimientos sindicales de Vizcaya, Asturias y el País Valenciano y permite enfocar las relaciones de tipo organizativo que se inician entre los C.S.R. y el P.C.E.: «Si bien es dificil precisar el nivel de profundidad que consiguen en esta fase las relaciones entre ambos organismos, está fuera de toda duda que se inicia ya un acercamiento importante».5 Acercamiento del todo palpable en las sucesivas colaboraciones que van apareciendo en La Batalla, en primer lugar del comunista Juan Andrade6 y también del propio Andrés Nin, que en Moscú ocupaba el cargo de secretario adjunto de la I.S.R., que había asimilado ya plenamente las posiciones comunistas y que representaba a los C.S.R. ante la I.S.R.; se puede afirmar, sin temor a equivocarse, que fue Nin el gran azuzador de la conversión de Maurín y el grupo La Batalla al comunismo. Del mismo modo, es evidente cómo, durante todo el año de 1923, Maurín y sus colegas llevan a cabo una tarea de información sobre los progresos del Estado soviético, los avances de la industria, la agricultura y, sobre todo, el papel de los sindicatos rusos. Las páginas de La Batalla comienzan a ser M., J. (1964). Revolución y Contrarrevolución..., op. cit., 1966, p. 276. 5
P., Historia del Partido Comunista de España, Ed. Ricou (Hacer), Barcelona, 1978, p. 78. La Batalla, 30 de diciembre de 1922 y 4 de mayo de 1923. PAGÉS,
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EL SOL DE LA TÁCTICA MARXISTA (1923-1930)
un pequeño foro de los modos y maneras del comunismo soviético; en ellas se introdujeron artículos y folletos de diversos dirigentes comunistas, desde Zinoviev, Trotsky, Bujarin, Lenin, Lozovski hasta los menos conocidos de Terracini y Gramsci. Sin lugar a dudas es la revolución rusa como hecho la que estaba en la raíz de la evolución de Maurín —larga en el tiempo— del sindicalismo revolucionario al comunismo, pero en estos momentos es fundamentalmente el trabajo sindical dentro de la C.N.T. lo que obliga al grupo de La Batalla y a los C.S.R. a consolidar sus posiciones comunistas. Las tareas sindicales les llevan necesariamente a clarificar sus posiciones y a avanzar organizativamente para no verse absorbidos por el anarcosindicalismo, que contaba con más fuerza desde la Conferencia de Zaragoza. En medio de esta tesitura de reafirmación táctica en el terreno sindical, la reflexión sobre el fascismo no fue ajena a la minoría sindicalista-comunista de la C.N.T., máxime en el apogeo de aquel movimiento en Italia y del inminente golpe de estado militar en España. Maurín aventuraba: «El problema es categórico: o somos nosotros los que hacemos la revolución o los de enfrente impondrán una dictadura implacable sobre todos nosotros»! Al parecer esta afirmación no estaba generada por el temor de que a corto plazo se instaurase una dictadura en España, como confesaría meses más tarde el propio Maurín: «Hasta ahora el miedo a un fascismo posible no nos ha inquietado en lo más mínimo. Bien es verdad que para nuestra clase trabajadora, los acontecimientos pasan sin que logre avizorarlos».» Las contribuciones ideológicas (en general más importantes que la práctica sindical) respecto al fascismo no parecían augurar lo que poco tiempo después iba a ocurrir. «Incluso Maurín, más perspicaz y más cercano al lugar donde se cocía el golpe de estado escribiría dos meses antes de él un estudio sobre "La España actual", en el cual analizaba los distintos partidos y sindicales como si nada amenazara su futuro».»
9
M., J., «Dictadura o revolución. El desastre político en España», La Batalla, 23 de mayo de 1923. M., J., «La espada de Damocles», Lucha Obrera, 21 de diciembre de 1923. ALBA, V., El Partido Comunista en España, Ed. Planeta, Madrid, 1979, p. 89. 155
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
Independientemente del tono agorero o no de sus proclamas, Maurín perseveraba en su intento de consolidar su postura, como maestro de marxismo, en el interior de la central confederal. En junio de 1923 le hallamos de nuevo en Moscú asistiendo a una reunión de la I.S.R. coincidente con las sesiones de un Comité Ejecutivo Ampliado de la I.C.1° que trató sobre la cuestión del fascismo, sobre la alianza entre el movimiento obrero y campesino y sobre la cuestión sindical, reafirmando en este último ámbito la orientación del frente único." A la reunión habían asistido también los más señeros representantes del comunismo francés: Rosmer, Monatte y Boris Souvarine. Este último era uno de los fundadores del P.C.F., escritor notable y periodista que contó con la confianza y amistad de Leon Blum en su época de jefe del gobierno francés y uno de los primeros y más lúcidos críticos de Stalin tras su expulsión en 1924 del partido. Boris Souvarine había acudido a Moscú acompañado de su hermana Jeanne, ambos eran hijos de unos judíos orfebres rusos que habían emigrado a París en 1895. Maurín, estrechamente relacionado e influenciado por el grupo francés, estrechó también su relación con Jeanne, con la que se había encontrado el día 2 de junio y la que con el tiempo iba a ser su esposa y colaboradora. Según la versión de Víctor Alba,' «Maurín pasejá molt amb Jeanne, y poc abans de sortir de la ciutat, li demaná que es casés amb ell. Jeanne dubtava», confirmación que al parecer no obtuvo hasta la vuelta de su tercer viaje a Moscú, aproximadamente un año más tarde. PORTELA, L., «Prólogo», op. cit., 1977, p. 13. " MONREAL, A., op. cit., 1984, p. 20, infomación que recoge de Aldo Agostini (1974). El orden del día de la reunión del Consejo General de la I.S.R. había sido previamente anunciado en La Batalla el día 4 de mayo de 1923. 12 ALBA, V., El marxisme a Catalunya..., op. cit., 1975, vol. IV, que no menciona este segundo viaje de Maurín a Moscú y sitúa el principio de su relación con Jeanne en el que sería su siguiente visita a Rusia en julio de 1924, el segundo según Alba (pp. 120-125). Nuestro testimonio se corresponde con el de Luis Portela (véase n. 10). El dato del día exacto en el que se conocen aparece en una carta que Juana envió a Manuel Sánchez (un poumista que había compartido meses de prisión con Maurín en la cárcel de Salamanca) con motivo de la muerte de Maurín en noviembre de 1973; en ella le decía: «El 2 de junio recordábamos que nos habíamos encontrado, por primera vez, cincuenta años antes y él insistió, a pesar de su estado, para ir conmigo a comprarme unas flores. El 26 de noviembre hizo cuarenta y siete años que nos habíamos casado, pero él no estaba ya cerca de mí...». SÁNCHEZ, M., Maurín, gran enigma de la guerra y otros recuerdos, Cuadernos para el Diálogo, Madrid, 1976, p. 325.
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EL SOL DE LA TÁCTICA MARXISTA (1923-1930)
No todo era política. Quimet —como cariñosamente lo llamaban su familia y sus amigos— ya tenía novia y al fin y al cabo como consecuencia de sus contactos políticos. Resulta complicado en estos momentos, y más todavía en el transcurso de los años 30, encontrar un resquicio de vida en los dirigentes de partidos obreros que no suponga pura y absoluta entrega a su actividad política y organizativa. El fervor revolucionario y la mecanicista ortodoxia, en algunos casos, junto con las cláusulas antiburguesas de austeridad y pureza, exigían una recta disciplina moral tanto a los cuadros obreros como a sus líderes. Joaquín Maurín respondía perfectamente a las cualidades de un auténtico jefe carismático: dedicación plena a la causa, valor moral, firmeza a la vez que flexibilidad de carácter, asimilación e irradiación políticas... Su firme personalidad y el magnetismo —del que casi todos sus discípulos y colegas de partido han dejado constancia— debió de impresionar a la jovencita Jeanne con sus cumplidos 19 años; ella había nacido en París y cursaba allí sus estudios de música; «es muy lista, listísima, aquí llegaba y sabía de los huertos... de todo sabía y hablaba muchos idiomas».'3 Ese es el testimonio de Antonieta, la sobrina de Maurín, perfectamente extensible al resto de miembros de la familia de Bonansa aunque haya que constatar otra opinión tal vez más disonante, la de la ya retirada farmacéutica Bárbara Farré, que opinaba que «ella era diferente, decían que los discursos de él los preparaba ella, que le empujaba... Era hija de un joyero de París, tenía unas relaciones más frías con la familia de Maurín»." Quimet a sus 27 años tenía una novia formal e ideológicamente afín. A partir de este viaje a Rusia en su correspondencia política se deslizarían presumiblemente cartas de amor de la que seria su compañera durante toda su vida. Mientras, y casi de modo paralelo, en España el minúsculo y frágil P.C. asistía al estallido de su primera crisis interna en su conflictivo II Congreso, celebrado en Madrid el día 8 de julio del mismo año. En él se manifestó no sólo la crisis derivada de las antiguas pugnas entre los dirigentes de las dos fracciones originarias del partido socialista, sino —y ya en este momento— la posición que adoptaban los miembros procedentes de la C.N.T. que sindicalmente trabajaban en la central 13
Entrevista con Antonia Navarri.
'4
Entrevista con Bárbara Farré.
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
confederal y que empezaban a organizarse en Federaciones del P.C. Este hecho había motivado no sólo continuas discordias entre «sindicalistas» y «socialistas», que consideraban innecesario el trabajo político dentro de la C.N.T., sino incluso entre los propios núcleos. Los sindicalistas se hallaban divididos respecto a la línea político-sindical seguida por la C.N.T. en las diferentes regiones: la política radical e izquierdista de Arlandis, del País Valenciano, se oponía al realismo práctico de Maurín, que se hallaba influenciado por las directrices con que Seguí quería encauzar a la C.N.T. Entre los antiguos socialistas dos posturas se seguían oponiendo: la inicial, de los jóvenes, más izquierdista y la que originariamente había formado el P.C.O.E.' El Congreso designó a un nuevo C.C. de concentración bajo la supervisión del delegado de la Internacional Humbert-Droz. Maurín seguramente no participó físicamente en él porque, además de hallarse en Moscú, todavía no era miembro del partido, pero su incidencia política en el C.E. de la I.C. fue determinante pues, frente a todas las oposiciones y recelos (C.C. del P.C.E., Arlandis..., que preconizaban la abstención), fue su táctica la que se impuso respecto a la cuestión electoral: presentar una lista electoral común con los partidos republicanos.16 El cambio cualitativo en la ideología de los C.S.R. y del propio Maurín, que aceptaba ya muchos de los presupuestos comunistas, le llevaron a ejercer una poderosa influencia —físicamente o no— en este II Congreso. Su labor del todo crítica y oposicionista frente al C.0 del partido constituye un precedente importante de la crisis, de consecuencias mucho mayores, que protagonizaría tras su incorporación oficial al P.C.E. en otoño de 1924. Paralelamente a este Congreso la acción masiva de los trabajadores rebrotó con fuerza en Barcelona, Madrid y sobre todo Vizcaya, donde aquel mismo verano se inició una huelga reivindicativa que duraría tres meses, hasta el golpe de Primo de Rivera. La huelga, surgida a raíz de un conflicto minero, se caracterizó por su dureza y el uso de la violencia insurreccional; los medios policiales y gubernamentales la exageraron diciendo que se quería matar a Prieto." Es con ocasión de esta P., op. cit., 1975, p. 115.
15
PAGÉS,
16
P., op. cit., 1978, pp. 48, 49-50 y 79-80. EstRucH, J., op. cit., 1978, pp. 40-41.
17
PAGÉS,
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EL SOL DE LA TÁCTICA MARXISTA (1923-1930)
huelga cuando se destaca el sindicato de mineros donde se encontraba Bullejos de secretario y Óscar Pérez Solís encabezando la huelga, ambos futuros dirigentes del partido comunista. Si a semejantes antecedentes le sumamos la psicosis patronal, que se produce entre pánico y odio de clase, las fases de'terrorismo y contraterrorismo en Cataluña, ejemplarizadas en el asesinato el día 4 de junio del cardenal Soldevilla en Zaragoza, justificado por los grupos anarquistas como venganza por la muerte de Salvador Seguí, el 10 de marzo, a manos de los pistoleros del Libre,' y el famoso «expediente Picasso», que debía debatirse en el Parlamento el 30 de septiembre y que implicaba directamente al monarca en las responsabilidades por la muerte de 12.000 hombres en el Rif el año 21, nos hallamos ante los detonantes inmediatos del golpe de estado del 13 de septiembre. A lo largo de 1923 las bases para el éxito del golpe se fueron sentando en tres sectores fundamentales: la Corona, el Ejército —cuya unidad entre las juntas y los africanistas se había conseguido a fines de 1922— y el apoyo o, al menos, la pasividad de la población civil. Además de la necesidad que tenía la gran burguesía de asegurar los beneficios a la inversión de capital acumulado en los años de la primera guerra mundial y de buscar otra fórmula para mantener su status en un momento en que ya había problemas de equilibrio entre burguesía agraria y financiero-industrial, la profunda crisis del sistema parlamentario alimentó aquellas ideologías que veían fuera de los parámetros liberales la solución a los problemas nacionales. La solución de fuerza, ya militar, ya civil, estaba ya en las cabezas de todos los que pensaban que la situación era insostenible. El problema que se planteaba desde 1917 era el de encontrar una solución para la necesaria incorporación de las masas a la vida política. La dictadura la intentará «desde arriba», desde el poder, con su consiguiente fracaso y bajo la dirección de un confuso y contradictorio Primo de Rivera, tradicionalista, paternalista, prefascista, católico y regeneracionista. En su primer manifiesto público, el «cirujano de hierro», una vez más, venía a mostrar que fue el ejército, progresivamente reforzado frente al poder civil, quien puso fin a la situación imperante.
18
PEIRATS, J., op. cit., 1976, pp. 37-38.
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
Coincidiendo con la imposición de regímenes autoritarios en Italia, Hungría, Polonia... la dictadura de Primo de Rivera intentó atraerse a un sector de la clase obrera y crear nuevas formas de dominación: corporativismo, partido único, represión moderada... El fracaso de estos intentos, que no llegaron a cuajar en el tejido social, abrirá en España un periodo de agudización de las contradicciones sociales que desembocará en la implantación de la II República y la guerra civil. La reacción popular contra el golpe fue bastante escasa. El cansancio y el desánimo, la falta de dirección y de perspectivas explican esta actitud de una clase obrera que, sólo unos años atrás, había demostrado una potencialidad de lucha excepcional. Primo de Rivera, que había protagonizado el pronunciamiento apoyado por la burguesía catalana, intentó en un principio presentar una actitud conciliatoria ante las organizaciones obreras, exceptuando la C.N.T. Las negociaciones entre el dictador y las direcciones del P.S.O.E. y la U.G.T. llegaron a alcanzar resultados positivos, hasta el punto de que los socialistas se comprometieron políticamente con la dictadura y Largo Caballero llegó a ser miembro del Consejo de Estado del Directorio. En relación con el P.C., parece que en los primeros momentos también intentó la misma política de asimilación' y que hasta el mes de diciembre no fue excesivamente molestado. Durante los primeros meses la dictadura combinó la tolerancia con la represión selectiva, orientada contra el nacionalismo radical catalán y vasco y, sobre todo, contra el anarquismo, que entró en un periodo de franca descomposición."
'9 En el caso de Vizcaya —donde las Casas del Pueblo y los Sindicatos estaban cerrados a causa de los acontecimientos del mes de agosto— el gobierno civil convocó a Oscar Pérez Solís y a Bullejos para ofrecerles la apertura de los locales cerrados a cambio de que el P.C. renunciase a todo tipo de agitación y actividad contra la dictadura (PAGs, P., op. cit., 1979, p. 81). Tuñón de Lara retoma la clasificación de tendencias que Balcells establece dentro de la C.N.T. en este momento: «el "posibilismo" de Seguí, Boal, Quemades, Viadiu, Peiró...; un grupo indeciso, pero cercano a ése, representado por Pestaña y Buenacasa; el grupo filocomunista de Nin, Maurín, Arlandis e Ibáñez (que acaba entrando en el P.C.) y los grupos secretos anarquistas de los Durruti, Ascaso, Jover, García Oliver, etc. Eliminados Boal y Seguí, reducido por conocido a la casi inactividad Pestaña, desarticulada la base sindical de Cataluña, no puede hablarse de un verdadero equipo de dirección», TUÑÓN DE LARA, M., El movimiento obrero en la historia de España (II), Sarpe, Madrid, 1985, pp. 215-216.
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EL SOL DE LA TÁCTICA MARXISTA (1923-1930)
En estas condiciones, La Batalla continuaba publicándose, sometida a previa censura, y Maurín, totalmente consciente de la crisis de dirección de la maltrecha C.N.T., seguía exhortando a sus lectores respecto a la necesidad de que la central anarcosindicalista se adhiriera a la I.S.R., al tiempo que polemizaba con sus líderes.' Los abundantes artículos sobre el movimiento obrero en Rusia de Bujarin, Losowsky, Zinoviev, Trotsky, Victor Serge o Nin cubrían los huecos de una represiva censura que iba a acentuarse decisivamente a finales de año. En efecto, el rechazo de cualquier tipo de conciliación con la dictadura por parte del P.C.E. motivó que durante el mes de diciembre se iniciase una dura represión contra el partido, que fue declarado ilegal y cuyos locales fueron clausurados; algunos de sus miembros huyeron (Gorkin, Trilla...) y prácticamente el resto fue encarcelado. Justo en esos momentos en que el órgano de prensa de la C.N.T., Solidaridad Obrera, había sido suspendido, apareció para llenar su vacío el diario sindicalistacomunista Lucha Obrera, de vida efímera. Maurín volvía a ponerse al frente de una nueva lid periodística, haciéndose cargo de la edición y contando con la colaboración abierta de los redactores de «La Soli». El objetivo explicitado del Kim —que consideró el diario como «una última llamarada en medio de la impotencia sindical»—" era contribuir con la publicación a variar el rumbo de la C.N.T., sosteniendo una orientación basada en la demanda de amnistía, en la defensa del frente único y en la crítica a la dirección anarquista de la central sindical. En la redacción del diario, compuesta por anarquistas, comunistas y sindicalistas, había muchos aragoneses: Felipe Aláiz, José Viadiu, Antonio Amador, Ángel Samblancat..., además de Maurín, quien también se encargó de reproducir algún artículo de Peiró y Seguí y los suyos propios que prefiguraron ya futuros análisis del desarrollo del capitalismo y el movimiento obrero en España. Casi todos los artículos de Maurín en Lucha Obrera, así como bastantes editoriales, hacían hincapié en la urgente necesidad de renovar y organizar el movimiento obrero mediante un programa flexible. La autorreflexión y la unificación de esfuerzos, frente a las discordias internas, resultaban condiciones necesarias para elaborar nuevas tácticas de lucha en función de las nuevas circunstancias: el espectro del fascismo. 21 22
M., J., «Necesidad de polémica. Para Ángel Pestaña», La Batalla, 13 de diciembre de 1923. M., J., «El B.O.C... », cit., 1932, p. 11. 161
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
Maurín considera a la C.N.T. catalana el organismo adecuado para llevar a cabo la tarea del proletariado: «Ella es la única que puede salvar a la clase obrera española. Puede hacer una labor gigantesca. Una especie de Alán mesiánico debe animarle interiormente».23 Pero para ello precisa una modificación de sus anticuados procedimientos porque: Nuestro movimiento obrero padece una crisis de transfomación. Pugna por lanzar todo el lastre de un pasado y adoptar formas nuevas, más flexibles, más en consonancia con las nuevas realidades. Es una crisis de renovación lo que padecemos. ¡Ay de nosotros si no somos lo suficientemente fuertes para llegar hasta la cima donde nos espera la luz de un nuevo horizonte!"
Evidentemente, Maurín estaba diagnosticando la crisis de dirección que sufría el movimiento obrero; con la instauración de la dictadura se aceleró su evolución hacia posiciones plenamente comunistas y no es dificil suponer cuál es ese «nuevo horizonte» al que apunta. El último número de Lucha Obrera salió el día 1 de enero de 1924, había durado escasamente un mes. La Asamblea cenetista de Granollers, celebrada el 30 de diciembre, «perturbada un instante por algunos infelices enemigos del anarquismo», declaró en boca de Manuel Buenacasa que «la Confederación camina hacia la anarquía», ratificándose los acuerdos del II Congreso Nacional de la C.N.T.25 Ante el predominio de los anarquistas en la dirección de la C.N.T. se decidió suspender el diario. Los intentos de Maurín en el terreno sindical comenzaban a verse frustrados y así lo manifestó arios más tarde: «La C.N.T. perseguida por el gobierno dictatorial, iba siendo reducida a la impotencia. A medida que los sindicatos desaparecían, era más fácil el triunfo de los anarquistas. Nuestro movimiento ascendente fue desbaratado».26 No es extraño, en este orden de cosas, que a principios de 1924 Maurín declarara que: "
«Lo que debiera ser la C.N.T.», Lucha Obrera, 15 de diciembre de 1923.
" M., J., «La crisis de renovación de nuestro movimiento obrero», Lucha Obrera, 8 de diciembre de 1923. 25
PEIRATS, J., op. cit., 1976, pp. 42-43.
26
M., J., «El B.O.C... », cit., 1932, p. 11.
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La doctrina del sindicalismo puro con vida propia, se halla definitivamente liquidada (...) el movimiento sindical completamente independiente es imposible (...) sólo con una orientación ampliamente revolucionaria, comunista, de los problemas planteados, el movimiento obrero puede encontrar las rutas que le conduzcan al triunfo."
Puesto que su movimiento había sido desbaratado Maurín necesitaba, más que nunca, el refuerzo de un partido y la orientación comunista le pareció lo más apropiado para solventar la crisis de dirección que sufría la clase trabajadora. A partir de marzo de 1924 ya aparecen en las columnas de La Batalla artículos de Jesús Iribarren, Vicente Arroyo, Juan Andrade, Merino Gracia, Óscar Pérez Solís..., todos ellos dirigentes destacados del P.C.E. Es posible, como supone Bonamusa,2» que durante el primer trimestre de 1924 el grupo de Maurín estrenara sus relaciones orgánicas con el P.C.E. El primero de mayo, la crítica de Maurín al sindicalismo es feroz, al tiempo que se declara a favor de una acción política; su colaboración en La Batalla se titula significativamente «En marcha hacia el Partido Comunista» y en ella manifiesta que: El instrumento necesario para la proyección del intervencionismo obrero es el partido de clase (...) el sindicato tiene un radio de acción muy limitado (...) Un Partido revolucionario obrero —el Partido Comunista— es la síntesis de una serie de funciones de actividad revolucionaria. El Partido tiene una función sindical, cooperativa, de propaganda, cultural, colonial, agraria, de juventud, de centuria, etc. No hay manifestación de la vida social en la que no intervenga de un modo u otro el Partido. Diríamos que el sindicato es al Partido lo que el número uno al número diez (...) Pone una disciplina de hierro y una cohesión espiritual.29
Si hace tan sólo un par de años Maurín consideraba nefasta toda «injerencia política» en el terreno sindical, ahora, en función de la nueva situación, le parecía absolutamente necesaria. Progresivamente había encontrado un instrumento —el P.C.E., al que amparaba el modélico ejemplo ruso— que creía orgánicamente viable pero no insuperable. Y en verdad, en 1923, mal se puede hablar de unos equipos coherentes de dirección en el P.C.; durante largos años se trataría de un núcleo 27 M., J., «El Sindicalismo y la política», La Batalla, 1 de marzo de 1924. "
BONAMUSA,
F., El Bloc Obrer i Campero! (1930-1932), Curial, Barcelona, 1974, p. 19.
29 M., J., «En marcha hacia el Partido Comunista», La Batalla, 1 de mayo de 1924. 163
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confuso orgánica e ideológicamente, acompañado de algunas perseverantes individualidades y una historia plagada de escisiones y de escasa influencia sindical. En lo sindical, el grupo de La Batalla continuó actuando dentro de la C.N.T., pero los esfuerzos que hasta la dictadura había llevado a cabo para que el sindicato anarcosindicalista se adhiriera a la I.0 en estos momentos se convierten en una enconada lucha ideológica contra el anarquismo y contra el control sectario y dogmático de este sobre la C.N.T." A medida que se radicalizaba el sector anarquista, evolucionaba el grupo de sindicalistas catalanes hacia el comunismo y en esta evolución se ha de destacar el viaje de una tercera delegación, en representación de los C.S.R., a Moscú, para asistir al III Congreso de la I.S.R., celebrado inmediatamente después del V de la I.C., durante los meses de junio y julio respectivamente. La delegación la formaban, junto con Maurín, Desiderio Trilles y José Grau, de la dirección del Sindicato de transporte de Barcelona, y José Jover y Manuel Vall, de la dirección del Sindicato metalúrgico de Barcelona; en Moscú se añadiría, además, Nin.3' Maurín permaneció unos días en París antes de proseguir su tercer viaje a Rusia. Allí contactó con los miembros del P.C.F. y también con algunos exiliados comunistas españoles; uno de ellos, el valenciano Gorkin (Julián Gómez Trilla), había huido de España por sus actividades antimilitares y de oposición a la guerra de Marruecos en pleno periodo de represión dictatorial. El que iba a ser pronto un importante dirigente del P.C.E. tuvo la oportunidad de conocer a Maurín justo entonces, en París; su personalidad le cautivó rápidamente y a partir de entonces su amistad y su trayectoria política iban a estar estrechamente ligadas. Aunque 3° A lo largo de todos esos meses Maurín escribe en La Batalla duros artículos y sendas editoriales polemizando con Peiró y Pestaña: «Para Ángel Pestaña. Ellos y nosotros», 28 de marzo de 1924; «El Partido Comunista, el único camino. Para Pestaña y Peiró», 9 de mayo de 1924... Las posturas están cada vez más encontradas y son ya irreconciliables a partir del Congreso anarquista de Sabadell (4 de mayo de 1924) en el que se le negó el uso de la palabra a Maurín. Es también en este momento cuando Maurín publica su folleto sobre el anarcosindicalismo en España, que es rápidamente traducido al francés por la biblioteca de la I.S.R. y cuya crítica a la Confederación y al movimiento anarquista es la misma que la vertida en sus polémicas periodísticas (véase n. 7 del cap. 3). En La Batalla, 6 de junio de 1924, aparece el nombre de Manuel Vall en lugar del mencionado por Maurín (1966, p. 266) José Valls; el primero es el correcto y el otro puede ser debido a un fallo de la memoria o a un error de imprenta. 164
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EL SOL DE LA TÁCTICA MARXISTA (1923-1930)
Esta fotografía, hecha en Rusia, se hallaba en el fichero Lasarte. En ella figuran, de pie, de izquierda a derecha, Óscar Pérez Solís, José Grau Jassans, José Jové Sarroca, Joaquín Maurín Juliá. Sentados, Desiderio Trilles, Andrés Nin Pérez, Borjas, A. Lossovski y Vall.
extenso, merece la pena reproducir íntegro el retrato que de Maurín hace Gorkin en sus memorias: Yo no conocí personalmente a Joaquín Maurín hasta los comienzos de 1924, a su paso por París con ocasión de uno de sus viajes a Moscú. Había sido el iniciador de la organización comunista en Cataluña. La lectura de sus primeros escritos políticos denotaba un espíritu original y fuerte. Ya antes de entablar trato directo con él, me atraía irresistiblemente. Suele ocurrir eso con los auténticos jefes. ¿Quién iba a decirme que, rebelde por naturaleza y por principio a las jefaturas políticas, llegaría a ser Maurín el único jefe que aceptaría en mi vida? Alto, bastante fornido no obstante parecer delgado, de sencilla, fina y simpática silueta. Cabeza ovalada, con el cabello castaño cayéndole sobre una parte de la frente hasta la ceja. Pestañas un tanto pobladas y voluntariosas, ojos dulces y rientes, boca de suaves labios y, como contraste, un mentón agresivo y enérgico. De haber usado bigote y barbita, se hubiera asemejado a una figura escapada de un lienzo del Greco. Su personalidad se imponía de golpe: pocos hombres había conocido capaces de inspirarme una simpatía y una admiración tan prontas y plenas. El hecho es que, desde el primer contacto, quedamos unidos para siempre. Vestía un simple traje gris sin chaleco, la corbata suelta y anudada sin aliño, una camisa barata. Y todo su equipaje lo constituía una cartera de 165
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
cuero negro. De esta guisa había atravesado ilegalmente —a pie— la frontera pirenaica y se disponía a trasladarse a Rusia. Nada había arredrado nunca a este aragonés de la provincia de Huesca, sereno e imperturbable, de un optimismo tranquilo y creador; nada tenía que amilanarle en su futura carrera, particularmente accidentada y dramática. Moscú veía ya en Maurín al auténtico líder del comunismo español. En aquel entonces no se procedía aún a la elección de jefe de un partido según su capacidad de disciplina y sometimiento a la voluntad del Kremlim, sino según sus cualidades y sus méritos personales (...) Tras de conocer a Maurín, Manuilski tenía que exclamar: «Es demasiado inteligente. ¿Durará mucho entre nosotros?». De este viaje volvió a España con la confianza plena del Ejecutivo de la Internacional."
Estas son las inmejorables impresiones fisicas y morales de un testigo de aquel momento específico; poco más se puede añadir. Maurín era un auténtico jefe y pronto pasaría a ser una de las más valiosas personalidades del P.C.E. y de la I.C., siempre bajo su personal y crítico punto de vista. Desde París continuó su viaje hacia la Rusia soviética, pero allí las condiciones habían variado ostensiblemente desde que Maurín le dedicara aquellas encendidas loas a través de las páginas de Lucha Social en 1921. Lenin ya había muerto y Stalin —al que Maurín nunca llegó a ver— era el amo del partido bolchevique pero no del país. Trotsky era muy popular, mientras que Stalin resultaba prácticamente un desconocido que actuaba en la sombra. La impresión que Maurín transmitió en 1964 fue que: En 1924, el clima político y moral era en Moscú muy distinto del que prevalecía en 1921, y la impresión general produjo un gran desagrado en la delegación. Ninguno de los cuatro obreros que la integraban se sintió atraído por el comunismo. A su regreso a España, unos antes, otros después, se orientaron en dirección opuesta.' 32
GORKIN, J., El revolucionario profesional. Testimonio de un hombre de acción, Barcelona, Aymá S.A.E., 1975, pp. 113-114. En este libro Gorkin cuenta su odisea política en forma de memorias noveladas y casi policiacas. Son interesantes porque revelan las oscuras interioridades del comunismo internacional durante la época de Primo de Rivera, justo desde su estalinización. Gorkin militó en la Izquierda Comunista de Nin tras ser expulsado del P.C.E. y más tarde formó parte del Comité Ejecutivo del P.O.U.M. Cuando a Maurín le sorprendió la muerte en Nueva York estaba escribiendo una carta a Gorkin —exiliado en París— que no pudo finalizar. M., J. (1964), Revolución y Contrarrevolución..., op. cit., 1966, p. 266.
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Precisamente al contrario de lo que le ocurrió a Maurín. Asistió a las reuniones del V Congreso pero no participó en él; donde sí intervino fue en la cuarta sesión del Congreso de la I.S.R. con un informe referido a la situación dictatorial en España y a la represión que sufría el P.C. En Moscú, entre otras personalidades, la delegación se reuniría con Trotsky, a quien Maurín entrevistó personalmente.34 Frente a la pérdida de esperanzas en una revolución mundial por parte de los dirigentes bolcheviques y la creciente amenaza del fascismo, el III Congreso de la I.S.R. tendió hacia la unidad sindical de todo el proletariado y a la política de frente único. Pero los decretos de «bolchevización» del V Congreso de la I.C. influyeron inmediatamente sobre la I.S.R., que entró progresivamente en una fase aguda de estancamiento y burocratismo, la cual se incrementó a raíz del también progresivo acaparamiento del poder político de la U.R.S.S. por parte de Stalin y su consiguiente eliminación de todo vestigio de centralismo democrático y toda oposición crítica. Tras la tensión y dificultades que habían caracterizado ambos congresos, marcadas también por el contexto internacional, Maurín viajó hacia París y se dirigió hacia Neuilly-sur-Seine, residencia de los Souvarine. Allí, Jeanne accedió a casarse con él cuando hubiera instalado un hogar fijo para ambos en Barcelona. Con esa ilusión en su corazón y la firme idea en su mente de incorporarse, como dirigente de los C.S.R., al P.C. e implantar de modo firme el comunismo en Cataluña, regresó a Barcelona a principios de agosto de 1924. Casi todos los testimonios coinciden en que una de las consecuencias más importantes para España del V Congreso de la I.C. fue la conversión del grupo sindicalista de La Batalla, que acaudillaba Maurín, en Federación CatalanoComunista-Balear del P.C.E. Después de su regreso de Moscú, Maurín se incorpora al partido comunista. Dan con él este paso todos o casi todos los militantes que se agrupan en torno a La Batalla. Se había considerado en Moscú llegado el momento de poner término a la existencia en España de dos organizaciones comunistas paralelas." " Publicada en La Batalla, 8 de agosto de 1924. La Batalla proporcionó una amplísima información del desarrollo de las sesiones del Congreso durante los meses de julio y de agosto y reprodujo la intervención de Maurín en el número del día 5 de septiembre de 1924. " PORTELA, L., «Prólogo», cit., 1977, pp. 14-15. 167
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
Tuñón de Lara menciona la existencia de un comunicado confidencial, enviado a los Comités Regionales el 28 de agosto y firmado por Andrade como secretario general: «El comunicado se refiere a la existencia en Cataluña de dos grupos: uno el de La Batalla y otro el de la Agrupación Comunista, que era la forma legal, por así decirlo, del P.C. Según este texto, dice: "Con la Dictadura y el cierre de los sindicatos se presentó en absoluto la descomposición de la C.N.T.". Insiste en la necesidad de constituir la base del partido en Cataluña y de que "los comunistas de La Batalla vengan a nuestras filas"»." La estrecha vinculación de Maurín y su grupo con el trabajo sindical, la lentitud y firmeza ideológica de su evolución proporcionaban a este núcleo —a juicio de Estruch— su principal fuerza: el rechazo del dogmatismo y el sectarismo, tan arraigados en el P.C.E., nacido al margen de la lucha de masas y pronto asfixiado por su dependencia de la I.C. Estruch constata que a raíz de «las enormes diferencias en cuanto a orígenes, formación, práctica sindical entre el P.C.E. y el grupo de La Batalla darían al acuerdo de fusión una base extremadamente frágil que pronto se resquebrajaría»." En el otoño de 1924 surgió una nueva crisis en el P.C.E. La I.C., a través de su emisario, el francés J. Doriot, presionaba para que el P.C. llevase a cabo una acción contra la guerra de Marruecos. El C.C. se mostró en desacuerdo con esa postura alegando como prioridad reorganizar las filas del maltrecho P.C. El desacuerdo motivó la convocatoria, a mediados del mes de noviembre, de una Conferencia Nacional en Madrid, con el objetivo de que se reafirmase la actitud adoptada por la dirección. Lejos de suceder eso, los dos grupos oposicionistas se sumaron a la postura de la Internacional. Ello forzó la dimisión del C.C. y la constitución de uno nuevo —del que formaba parte Maurín y su grupo— que pasaría a residir en Barcelona. El propio Maurín lo contó así, ocho años después, cuando ya las pautas de la I.C. habían dejado de resultarle válidas: La tendencia representada por el grupo de La Batalla, que había ingresado oficialmente hacía poco en el partido, estaba en desacuerdo con la poli-
" TUÑÓN DE LARA, M., «De la Dictadura de Primo de Rivera al Congreso de Sevilla», en Para una historia
del P.C.E. Conferencias en la EI.M..., op. cít., 1980, p. 109. " ESTRUCH, J., op. cit., 1978, p. 48.
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tica seguida por la dirección del P.C.E. a la que considerábamos poco activa. Entendíamos nosotros que era necesario combatir contra la Dictadura con energía apelando incluso a todos los procedimientos ilegales. La dirección del P.C.E. opinaba que el partido era importante y que no había otra solución que amoldarse a la realidad esperando que las cosas variaran. En el pleno del partido, celebrado a mediados de noviembre de 1924, el Comité Ejecutivo del P.C.E. presentó la dimisión, pasando de este hecho la responsabilidad de la dirección a la Federación Catalana, es decir a nosotros.'
El nuevo Comité Central no llegó a actuar jamás; entre fines de 1924 y principios de 1925, el C.C., además de muchos miembros del partido, fueron detenidos y encarcelados. «Hicimos aparecer un periódico ilegal, Vanguardia. La represión se acentuó, y en enero de 1925, nuestro núcleo fue diezmado. En la cárcel estábamos cuarenta o cincuenta camaradas presos»." La F.C.C.B. aún pudo llevar a cabo antes de la represión un mínimo de actividad política. Además de hacer aparecer el periódico Vanguardia y teniendo en cuenta que La Batalla había sido suspendida en el mes de diciembre, en enero de 1925 apareció para sustituirle Lucha Social, que, como el anterior, se presentaba como portavoz de las minorías de oposición dentro de la C.N.T. y propagaba abiertamente las novedades estratégicas y técnicas del marxismo y las posiciones comunistas de la U.R.S.S., haciendo especial hincapié en el frente único sindical por encima de los «divisionistas». A lo largo de las páginas de los quince números que llegó a publicar Lucha Social se sucedían las críticas a la socialdemocracia y al apoliticismo anarquista; Lenin se convertía en dogma de fe de los nuevos abanderados del comunismo internacionalista y el Partido Comunista en el instrumento indispensable —frente al socialisno y el anarquismo— para dirigir al proletariado en la lucha de clases. Maurín y su grupo de intelectuales adoctrinados en el sindicalismo pregonaban con una fe ciega el marxismo-leninismo, porque la experiencia del hecho ruso les demostraba cómo su aplicación podía ser real. Entre los encendidos homenajes a Carlos Liebknech, Rosa Luxemburgo o Lenin, se insertaban cláusulas, como ésta, de Carlos Marx: «La conquista del poder "
M., J., •El B.O.C... », cit., 1932, pp. 11-12.
" Idem.
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político es uno de los grandes deberes de la clase proletaria»;" o significativas viñetas acompañadas de textos sentidamente esperanzadores, como «El proletariado español, perdido en la noche de una actuación estéril, ve aparecer el sol de la táctica marxista, de la firme lucha de clases»,' en la que un trabajador con los brazos elevados en forma de uve dirige su rostro hacia los rayos del sol desde un camino que divide, al fondo, los nuevos molinos de viento y las chimeneas de las fábricas industriales. Maurín vivía inmerso en el mismo espejismo propio del movimiento comunista de aquel tiempo, en un mundo de voluntarismo, equipado con un recetario de fórmulas extraídas de la historia de la revolución soviética y esperando que, por alguna suerte de magia simpática, obrarían de la misma manera en las circunstancias hispánicas del momento. Decisivamente la Revolución rusa había cambiado el reloj de la Historia, pero había algo que diferenciaba a Maurín de estas ilusiones delirantes: su visión realista de los problemas a los que había que plantar cara y su firme creencia de que ni Cataluña ni España eran Moscú. Maurín asimilaba las novedades estratégicas y tácticas del marxismo-leninismo y la interpretación que este daba a la nueva etapa de desarrollo capitalista, abandonando su antiguo ideario sindicalista y su creencia única en el cambio revolucionario a partir de la acción directa de masas (huelga general) que no precisaba la dirección de un partido comunista. Ahora, en función de las nuevas circunstancias, la vanguardia del proletariado debía ser necesariamente un partido político de clase. La tendencia de la I.S.R., que propugnaba el trabajo de los comunistas dentro de los sindicatos reformistas, tratando de llegar a controlarlos pero sin producir ninguna fisura, favoreció la tarea de los C.S.R. en el seno de la C.N.T. y ayudó a decantarse a Maurín hacia el comunismo definitivo, contribuyendo así a superar su apoliticismo anterior y el desvalimiento crítico de la clase obrera tras el golpe. Independientemente de las directrices de la I.C. lo que estaba claro —y hasta la saciedad— es que el factor de fondo de la evolución de Maurín hacia el comunismo era la Revolución rusa, entendida como realidad, como práctica, como revolución 4° Lucha Social, 15 de enero de 1925. 41 Mem
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en acto, donde también habían acabado reconociéndose los sindicalistas revolucionarios franceses. Lo que no intuía Maurín es que el esplendor de los primeros momentos (en que había sido posible que sindicalismo y comunismo se vieran como corrientes legítimas del movimiento obrero construidas contra la socialdemocracia) se iba a trocar en la aplicación mecanicista de unas fórmulas diseñadas para los intereses de unos pocos. A Maurín le tocó vivir entre los bastidores de aquella revolución, la sombra de un gran sueño en el que creyó durante mucho tiempo. A fines de 1924 pasó a ser dirigente de un partido de escasa importancia numérica, de muy poca influencia social y política y de casi nula presencia en el movimiento obrero (no lo logró hasta 1934); de un partido que desde su reciente creación no había logrado la estabilización de un grupo dirigente, que se debatía en luchas internas sin ninguna opción estratégica global, aglutinado por referencia a factores internacionales y cuya dirección era llevada a todas luces por la I.C. Todo ello en un contexto de dictadura y represión en España, ascensión de los fascismos en Europa y progresiva degeneración y burocratismo en la U.R.S.S. Maurín se vincula formalmente al P.C.E. cuando la ola de simpatía por la Revolución rusa ha decrecido en toda España, cuando la C.N.T. con Pestaña se adhiere a la I Internacional y el P.S.O.E. con Fernando de los Ríos a la II Internacional, cuando el comunismo ha perdido la batalla en el seno de la C.N.T. y el P.S.O.E. y cuando sus colegas franceses —Monatte, Rosmer y Souvarine— van a ser expulsados del P.C.F y de la I.C. por sus simpatías oposicionistas. Este particular contexto y, sobre todo, la realista, analítica y crítica forma mauriniana de entender —en la pantalla panorámica de la historia— la cambiante realidad explican el conjunto de divergencias políticas entre Maurín y la dirección del P.C.E. que se sucedieron hasta finalizados los años 20 y donde, como en un espejo, se ven las confusas interioridades del comunismo de aquel tiempo. 4.2. CÁRCEL (1925-1927). LA BATALLA CLANDESTINA Gorkin cuenta en sus memorias cómo a raíz de la crisis surgida en el Pleno de noviembre se decidió en París, de acuerdo con Moscú, mandar un delegado a España a título informativo. Luis Sellier, ex secretario del P.C.F. y consejero gene171
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ral de París, fue la persona elegida; el aparato clandestino del partido corrió con los gastos del viaje. A los pocos días de su llegada a Madrid fue detenido por la Policía y, a pesar de ser concejal por París, lo hicieron tratar con la mayor dureza: le obligaron a ponerse completamente desnudo en la Dirección General de Seguridad y sometieron sus ropas a un minucioso registro. Le encontraron varias direcciones y unas breves líneas de Maurín citándole en el Ateneo Barcelonés."
A raíz de esto fueron detenidos importantes militantes catalanes y madrileños, otros consiguieron huir a París. Y a la cita prefijada por Maurín acudió la Brigada Social y su jefe, Fernando Acuña. La detención se complicó más de lo previsto porque al salir del Ateneo, percatándose de la vigilancia policial, Maurín echó a correr y el policía le disparó. El 15 de enero, es decir, tres días después de la detención de Maurín, Lucha Social publicaba una nota oficiosa sobre el suceso. Justo el día de su veintinueve cumpleaños, Maurín, tras haber sido herido en una pierna, era trasladado a un hospital. Al parecer, ateniéndonos al testimonio de Gorkin, también se le condujo a la Jefatura de Policía, donde le encontraron una carta encima. Mientras el policía que practicaba el registro intentaba leer el contenido, Maurín se arrojó sobre él, le arrebató el papel y lo destruyó a mordiscos. Tenía que averiguar más tarde que no se trataba de un documento político, sino de una carta de Jeanne, su prometida y la hermana del conocido militante y escritor francés Boris Souvarine: el caballero Joaquín Maurín no podía consentir que la Policía metiera la nariz en su vida sentimental. Este gesto lo retrataba de cuerpo entero."
El celoso guardián de su intimidad se reservaba para sí mismo los asuntos concernientes al corazón y tal vez el gran romántico que era en el terreno sentimental" podía extrapolarse también al terreno de sus ideales sociales y políticos. El compromiso afectivo que el caballero Maurín había adquirido hacía poco tiempo en París con Jeanne le exigía buscar un piso en Barcelona donde poder instalarse con ella. Vivía en una pensión de la Ronda de San Pablo" pero la deten" GORKIN, J., op. cit., 1975, p. 114. " Ibid., pp. 114-115. " Como queda perfectamente reflejado en La juventud de Luis Algot. Diez años después (1973), donde da rienda poética a sus vericuetos emocionales más íntimos. " ALBA, V., El marxisme a Catalunya..., op. cit., 1975, vol. IV, p. 122.
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ción y su prolongado encarcelamiento (tres años aproximadamente) habían alejado esa posibilidad de vida en común. De repente, tanto su compromiso sentimental como su compromiso político se veían literalmente pospuestos por la represión organizada en tiempos de dictadura. Se abría un nuevo paréntesis en el que tanto Maurín como sus compañeros de prisión (David Rey, Colomé, Bonet, Sala...) «Estábamos firmemente persuadidos de que el trabajo hecho no sería estéril. El tiempo se encargaría de probar si teníamos o no razón»." Maurín permaneció en prisión desde enero de 1925 hasta finales de 1927, pero, aunque el orden de factores no altere el producto, es dificil saber a ciencia cierta si estuvo primero en La Modelo, en el castillo de Montjuich o en la cárcel de Bilbao; los testimonios no son coincidentes. Maurín afirma en la introducción a su primer libro, publicado en 1930, que «fue incubado en los calabozos de Montjuich y en las celdas de las prisiones de Barcelona y Bilbao».' Gorkin sostiene que primero estuvo algún tiempo en la cárcel Modelo junto a sus compañeros y que, por seguir asumiendo desde allí la dirección del partido «por medio de un hábil sistema de comunicaciones», le trasladaron, completamente solo, a una celda del castillo de Montjuich, desde donde intentó una fallida fuga." Víctor Alba remite su información a una conversación con Pedro Bonet y explica que primero le trasladaron al castillo de Montjuich, «on li donaren la mateixa cella que el 1909 havia ocupat Francesc Ferrer», y que a causa de su intento de fuga (infructuoso porque se le abrió la herida de la pierna y le descubrieron) le llevaron a la cárcel Modelo, donde se encontraría con sus colegas." Un testimonio del propio Bonet ratifica la versión de Alba; el encuentro del que prácticamente era su sombra con Maurín tuvo lugar en la cárcel Modelo. Pere Bonet, tras haber estado allí un año y medio en el verano de 1926, en periodo de libertad vigilada ingresó tres o cuatro días en la cárcel de Lérida, desde donde volvieron a trasladarle a Barcelona: Feia just una hora que havía rebut carta de Joaquim Maurín des del Castell de Montjuic. En arrivar al gobern civil em van escorcollar minuciosament. No vaig poder evitar que la carta de l'amic Maurín passés a mans M., J., «El B.O.C... », cit., 1932, pp. 12-13. "
M., J., Los hombres de la Dictadura, Anagrama, Barcelona, 1977, p. 39.
"
GORKIN, J., op. cit., 1975, p. 116.
" ALBA, V., El marxisme a Catalunya..., op. cit., 1975, vol. IV: Joaquim Maurín, p. 122. 173
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estranyes. Seguidament m'acompanyaren a la presó. Era la tercera vegada. Passats tres o quatre díes, ben manillat, em traslladaren a Barcelona. Hores després de retrobar-me a la Model, m'esperava una nova sorpresa: Maurín hi arribava també des del Castell de Montjuic.5°
El régimen penitenciario de entonces permitía establecer contactos con el exterior, pero la vida y la actividad del partido habían quedado prácticamente paralizadas, cuestión que obligó a formar un nuevo Comité directivo fuera de la demarcación policial, es decir, fuera de España. La dirección del partido, tras la detención de Pérez Solís, a cargo de Bullejos y Trilla, se trasladó a París, que como centro de refugiados políticos ya contaba con el Grupo Comunista Español, el cual actuaba estrechamente condicionado por el P.C.F. y del que formaban parte, también como dirigentes destacados, Julián Gorkin y Luis Portela. La postura del nuevo Comité directivo, estrechamente apoyado por la I.C., provocó serias divergencias con Maurín y el grupo de encarcelados comunistas de Barcelona: Nosotros opinábamos que era necesario continuar la política que habíamos iniciado, es decir, proseguir la acción contra la Dictadura y, al mismo tiempo, concentrar en Cataluña la actuación principal del partido (...) La separación entre nuestro núcleo y el que había asaltado la dirección del partido se agudizó grandemente entonces. Además de una discrepancia completa en los puntos de vista políticos, existía el hecho, inaceptable para nosotros, de que la dirección se mantuviera lejos, a un millar de kilómetros de la base obrera.5'
En esta época y durante todo el periodo de la dictadura, la actividad del P.C.E. se redujo a intentar consolidar su maltrecha estructura organizativa y a participar en la vida interna de la I.C. La definitiva ascensión del grupo Bullejos a la jefatura del P.C.E. y las consecuencias que esto supuso para el partido han de ser valoradas teniendo en cuenta la polémica internacional que se había iniciado dentro del P.C.U.S. antes de la muerte de Lenin y que en el periodo 1925 a 1927 alcanzaría el desenlace definitivo y actuaría sobre el P.C.E., de forma diferente pero no contradictoria de como lo había hecho en otros partidos.
5° BONET, P., «Cinquanta anys després. Records de la presó de Lleida», Butlletí del Centre Comarcal de Lleida, Barcelona, 1974, 2 pp. (fotocopia).
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M., J., «El B.O.C... », cit., 1932, p. 13.
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Sobre los métodos del grupo Bullejos circulan versiones contradictorias y, aunque no vamos a entrar en detalles, es evidente que se caracterizaron por su rigidez y sectarismo. Es necesario situar la actuación del grupo dirigente del P.C.E. en su contexto: la bolchevización o estalinización de los partidos comunistas, teniendo en cuenta además que las directrices de la I.C. aplicadas a un partido pequeño, perseguido y prácticamente descompuesto forzosamente habían de adquirir unas características mucho más sectarias; como apunta Estruch,52 «En este marco estrecho y grupuscular las tendencias personalistas hallaron su caldo de cultivo». La nueva mística comunista —consecuencia de las resoluciones del V Congreso y de la ascensión de Stalin, que reforzaba su poder frente a Trotsky— se manifestaba en el P.C.E. como una disciplina incuestionable al Comité Ejecutivo; el resultado era que el partido se identificaba con su dirección. Las normas de «disciplina de hierro» y «saneamiento» originaron, a lo largo de 1926 y 1927, numerosas expulsiones de cualificados militantes del P.C.E., simplemente por desacuerdo con la dirección y como único modo de solventar diferencias. El malestar y descontento en el interior del partido originaron los intentos fraccionales de la Federación de Asturias y el Comité Regional Catalán. Maurín, entonces encarcelado y forzosamente inactivo, dedicado tenazmente al estudio de idiomas y de las obras fundamentales del saber socialista, además de incubar el borrador del que sería su primer libro, resumió arios después aquella situación: Bullejos, Trilla (...) trasladaron al partido comunista de España todos los vicios de la degeneración burocrática. Faltos de la más elemental inteligencia política para dirigir un partido, al sentirse apoyados por la I.C. se hicieron fuertes en sus posiciones y se lanzaron a la magnífica tarea de «estructurar» el partido. Se expulsó a camaradas excelentes (...) Las Federaciones fueron trituradas implacablemente. Se destituían los Comités a capricho del grupo de dictadorzuelos infatuados. En una palabra, el partido era «bolchevizado».53
Los duros juicios y la seria divergencia de Maurín con el grupo dirigente del P.C.E. adquirieron antes de finalizar el año 26 tintes de guerra dialéctica personalizada en uno y otro líder. La. Antorcha —dirigida ahora por Pérez Solís y Arroyo 52 EsrRucx, J., op. cit., 1978, p. 51. "
M., J., «El B.O.C... », cit., 1932, p. 14.
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tras la expulsión de su director Andrade y en la que ya colaboraba «La Pasionaria»— se hizo eco de la polémica de carácter teórico sostenida por Maurín y Bullejos." Casi todas las fuentes coinciden en afirmar que el objetivo de Bullejos era desprestigiar a Maurín más que discutirle aspectos teóricos, porque «no encajaba con sus métodos de camarilla»." La respuesta de Maurín fue un duro contraataque intelectual y personal que en el fondo entrañaba, sobre todo, un profundo desacuerdo en cuanto a los métodos del grupo bullejista, el cual, con el argumento de disciplina auspiciado por la I.C., se negaba a potenciar la democracia interna en el partido. Maurín y la F.C.C.B. no aceptaban una dirección no elegida democráticamente y extendían sus críticas a una I.C. —mediante comunicados, cartas e informes— en la que confiaban plenamente. En noviembre del mismo año Bullejos propuso ante la I.C. la expulsión de Maurín, Arlandis, Andrade... pero, ante las repetidas criticas de Maurín y la F.C.C.B., que calificaban de despóticos los métodos del grupo bullejista, la I.0 —mostrando su confianza en Maurín— condenó la política de Bullejos pero no le destituyó," con lo que la resolución fue del todo ineficaz y las actividades de los oposicionistas, fundamentalmente catalanes y valencianos, continuaron. 1926 estaba acabando así con una polémica abierta entre los dirigentes más significativos del partido, con la expulsión de numerosos afiliados y con el reforzamiento de un Comité Ejecutivo que, a pesar de todo, estaba consiguiendo mantenerse con la aquiescencia de la I.C. Sin embargo, el partido se hallaba nuevamente en crisis de dirección y de efectivos (la cifra de afiliados no llegaba a 500). En estas condiciones la I.C. «como demostración palpable de su incomprensión absoluta quiso imponer al partido comunista de España la intervención en la Asamblea consultiva de Primo de Rivera»," organismo que tenía como misión refrendar la polítiA raíz de una serie de cinco artículos de Maurín publicados bajo el título genérico «La formación histórica del Estado español», que empiezan a publicarse.en La Antorcha, n.» 217, 29 de enero de 1926, y se acaban en el n.» 227, 9 de abril de 1926, y a los cuales contesta Bullejos cinco meses más tarde de modo acusatorio con las consiguientes réplicas de Maurín. Véase PAGÉS, P., op. cit., 1978, pp. 111-113. " ESIRUCH, J., op. cit., 1978, p. 51. La I.C. prefirió mantener a una dirección que sabía fiel ante el peligro de enemigos potenciales u oposicionistas trotskistas (que en España no existían como peligro ni como fracción organizada todavía). PAGÉS, P., op. cit., 1978, pp. 114-119. " M., J., «El B.O.C... », cit., 1932, p. 14. 176
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ca dictatorial así como intentar crear una base social de apoyo al régimen. La actitud de la I.C. —que incluso envió a un delegado para que convenciera a los comunistas de la necesidad de participar en las elecciones— produjo un gran desconcierto dentro del partido: «La I.C. impulsaba a su partido comunista a una capitulación vergonzosa ante Primo de Rivera»." El P.C.E. se opuso al colaboracionismo con la dictadura y en agosto del 27, en una Conferencia Nacional celebrada en Bilbao, se aprobó por unanimidad boicotear las elecciones, desarrollando al mismo tiempo una campaña de agitación y movilizaciones. Cuando en septiembre se creó por fin la Asamblea se vio la corrección de esta postura; Maurín lo explicó así años más tarde: «Finalmente, el Partido Comunista no participó en la Asamblea Nacional; pero no fue por falta de voluntad de Moscú, sino porque Primo de Rivera abandonó la idea electiva y escogió cuidadosamente a los asambleístas»." Independientemente de este hecho nefasto para la I.C. y para el P.C.E., el ario 27 contó con algunos éxitos parciales para la vida interna del partido: se produjo el ingreso colectivo en el partido de la mayor parte de la C.N.T. sevillana, que se había ido distanciando de la política anarcosindicalista y acercándose al comunismo y que tenía fuerza en los Sindicatos de Transporte, Metalúrgico y Panaderos. Los militantes más destacados, que alcanzarían una ascendencia real en el partido, eran: Manuel Adame, Manuel Roldán y José Díaz. Desde entonces el P.C.E. ejercería su máxima actividad sindical en Sevilla. Maurín manifestó años más tarde que: Se repetía aproximadamente lo que había ocurrido en Cataluña seis años antes. Con una diferencia, sin embargo: el grupo sindicalista-comunista de Barcelona, en esos seis años, había visto el comunismo por dentro y ya estaba de vuelta. El grupo de Sevilla —Manuel Adame y José Díaz entre otros— era bisoño y carente de preparación doctrinal (...) Los neófitos son casi siempre de un fanatismo feroz. Manuel Adame y José Díaz empezaron a descubrir las maravillas de la dialéctica estaliniana.60
Es arriesgado afirmar que Maurín, a pesar de su sólida preparación teórica y su lenta y crítica incorporación oficial al comunismo, estuviera ya de vuelta de la Ibid., pp. 14-15. " M., J. (1964), Revolución y Contrarrevolución en España..., op. cit., 1966, p. 278. ALBA, V., El marxisme a Catalunya, op. cit., 1975, vol. IV, pp. 123-124. 177
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dialéctica estaliniana, pero lo que es seguro es que, aun sin atisbarla del todo, no le parecía ninguna maravilla y comenzaba a intuir cuáles eran los errores de la política comunista nacional e internacional. Pero a pesar de sus continuadas diferencias siguió luchando, al amparo de la I.C. —única representante del comunismo y de la Revolución rusa, que le protegía y de la que esperaba la destitución del inoperante equipo directivo—, para concederle al comunismo un espacio que todavía no se había ganado ni en Cataluña ni en España. Su moral y su imperturbable espíritu de lucha debieron refortalecerse a su salida de la cárcel en los últimos meses de 1927.61 Víctor Alba cuenta que en noviembre del 27 se había convocado en París una conferencia hispano-francesa para discutir el tema de Marruecos. Maurín y sus compañeros de prisión pensaron que era una buena ocasión para presionar y conseguir su libertad. Tras establecer contactos con los comunistas exiliados en París, se consiguió que estos —a través del abogado Henry Torres— enviaran a la Embajada española un escrito firmado por intelectuales que demandaban la libertad del grupo catalán. Frente al acuerdo pendiente con el gobierno francés y el temor a una campaña pública, el embajador español aconsejó al gobierno de Madrid la excarcelación de los presos y Maurín y sus amigos quedaron en libertad. Por lo visto el gobierno hizo también «els ulls grossos» ante un proceso que Maurín tenía pendiente en Bilbao por un delito de prensa —incitaba a la rebelión— y por el que le condenaban a cuatro años de prisión." De este modo Maurín recuperaba, tras tres años entre rejas, su libertad de acción. La dirección del P.C.E., temerosa de su carismática influencia, «se apresuró a pedir a la I.C. mi expulsión, presentándome como confidente de la Policía»." La «abyecta» y decidida pretensión de anular políticamente a Maurín no surtió efecto ante la vigilante mirada de la I.C., que a pesar de conservar en la dirección del P.C.E. a su fiel grupo consideraba a Maurín un elemento valioso y susceptible de domesticación. Evidentemente, tras este altercado las relaciones, de por sí deterioradas, entre la F.C.C.B. y la dirección del P.C.E. ya no volverían a ser jamás cordiales. Maurín, decidido a esclarecer tan grave acusación, viajó a Moscú y se pre61
M., J., «A propósito de mi expulsión del Partido Comunista», La Batalla, 13 de agosto de 1931.
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ALBA, V., El marxismo a Catalunya..., op. cit., 1975, vol. IV, pp. 123-124.
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M., J., «A propósito de mi expulsión...», La Batalla, 13 de agosto de 1931.
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sentó personalmente ante la Comisión Internacional de Control que dictaminó su «honorabilidad de militante» y censuró a la dirección del P.C.E. Solicitó también a la I.C. la expulsión de los que le habían infamado, pero no sólo no lo consiguió sino que ni siquiera se les apartó de la dirección del partido.TM Aunque cada vez más débil y desprestigiado, el gobierno de Primo de Rivera seguía haciendo la vida imposible a los desperdigados núcleos comunistas existentes en la península. A pesar de las expectativas de Maurín de centrar el movimiento en Cataluña, la organización se hacía dificil con la Policía alerta; actuar era prácticamente imposible. No podía reunirse ni hacer propaganda ni publicar La Batalla...; ante semejante panorama, la I.C. —a través de la dirección del P.C.E.— indica a Maurín que se traslade a la capital francesa, donde sí podría ser útil. Alba subraya que Nin, desde Moscú, debió de influir en esta decisión debido al prestigio de los Comités en los medios de la Internacional." Sea como fuere, Maurín comienza su exilio parisino, una nueva etapa al otro lado de la frontera geográfica desde la que poco a poco saltaría otras tantas fronteras, no sólo ideológicas sino también personales (no en vano su original creatividad podía tranquilamente provenir de su propia condición fronteriza, allá en Bonansa, entre Aragón y Cataluña). Si su necesidad de conquistar un terreno propio le obligaba a traspasar los límites de lo dictado y lo establecido, Maurín lo hacía. La sala de máquinas de la Revolución rusa dejaría de ser pronto un lugar cómodo para él y para cualquiera que no comulgara con un estricto dogma. 4.3. Exilio. PARIS (1928-1930) Nada mejor que las propias palabras de Gorkin como vivo testimonio del cuadro que presentaba el exilio español en Francia durante la dictadura primorriverista: M., J., «A propósito de mi expulsión...», La Batalla., 13 de agosto de 1931. De este viaje de Maurin a Moscú no existen impresiones, ni siquiera la noticia de su existencia. Portela y Alba lo obvian totalmente, sólo Maurin afirma en este artículo que «viajé a Moscú». De su estancia allí, fecha y lugar de regreso y demás contactos no hay noticias, aunque suponemos que debió de entrevistarse con Nin y también palpar la castración política a que se veían sometidos los oposicionistas; no hemos hallado fuentes que lo confirmen. " ALBA, V., El marxisme a Catalunya..., op. cit., 1975, vol. IV, p. 124. 179
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Era harto heterogéneo, y a la vez tragicómico y pintoresco. Es decir españolísimo. 0 componiendo, con casi todas las variedades ideológicas y políticas y casi todos los particularismos nacionalitarios, una rica y castiza ensalada ibérica."
Nada más y nada menos que el París «pródigo» de los años 20, cuna y sede de intelectuales y artistas de medio mundo y refugio político de todos aquellos que no comulgaban con las ideas totalitarias que empezaban a arraigar en no pocos países de Europa y América en forma de dictadura. El París adelantado de aquellos años locos, cuyas sugerentes alternativas no podían alcanzar algunos de los bolsillos de anarquistas, nacionalistas, republicanos o comunistas españoles, no impidió ni sus abundantes conspiraciones ni sus acercamientos tácticos: entonces el enemigo era el mismo para todos. Los anarquistas, con algún método esperantista o algún tratado vegetariano o algún novelón de Eugenio Sue bajo el brazo, «a falta de dinamita», se reunían en los alrededores de la plaza de la Bastilla «atraídos por el recuerdo de las gestas gloriosas y respirando las emanaciones de la golfería y la prostitución de los bajos fondos del barrio».67 Los comunistas lo hacían en los locales que el aparato del partido soviético había destinado para ello, bajo la supervisión y colaboración del P.C.F. Y los catalanistas, que se preparaban incluso militarmente, en su cuartel general: la casa de su líder indiscutible, Francesc Maciá, «L'avi», o en un café del bulevar Saint-Germain «a la vista de la estatua tribunicia de Danton». Pero existían múltiples y fructíferos contactos entre los diferentes grupos, tanto en las redacciones de los periódicos, en los que colaboraban los más intelectuales, como en los cafés, en que todos solucionaban, a su manera y a voz en grito, el destino de España. Una buena prueba de ello fue la conspiración de republicanos y nacionalistas organizada por Maciá con soporte anarcosindicalista. Tanto los blasquistas valencianos como los nacionalistas vascos y los comunistas estuvieron conectados en un plan desesperado en el que Maciá —aspirando a un gran gesto de estilo melodramático del siglo XIX y tras un viaje infructuoso a Moscú en busca de medios—, cercano a los grupos anarquistas de Durruti y habiendo reclutado italianos antifascistas como cuadros para un «ejército» invasor de Cataluña, intentó la 66
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GORKIN, J., op. cit., 1975, p. 185. Idem.
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Correspondencia entre Maurín y Nin. París, 5 de septiembre de 1928.
Joaquín Maurín, preso en el castillo de Montjuich, 1923.
Andrés Nin.
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ocupación del dispositivo de armas de Olot y la proclamación de la independencia catalana al mundo en noviembre de 1926. El intento fue cortado en seco por la policía francesa y el líder catalán fue arrestado en la población fronteriza de Prats de Molló. La tertulia de españoles más famosa se daba cita en el café de la Rotonda de Montparnasse, fundada en principio por Carlos Esplá, Francisco Madrid y Julián Gorkin; acudieron a ella personalidades tan ilustres como Ortega y Gasset, Unamuno, Blasco Ibáñez y, accidentalmente, Pío Baroja, además de Maurín. A pesar de la red de espionaje montada al servicio de la Embajada de España y la colaboración que le prestaba la Policía francesa, este exilio actuaba con mítines, publicaciones, consorcios y algún que otro complot. Tal vez los más aislados de estas conspiraciones eran los comunistas, cuyos efectivos y grado de fuerza en el movimiento obrero español eran prácticamente inexistentes y cuya tarea conspiradora estaba más cerca de las órdenes de la I.C. que del resto de los grupos españoles a los que contemplaban como una fuerza numéricamente superior pero ideológicamente catastróficos. Maurín, que había llegado a París en noviembre de 1927 y que debido a su carácter puritano «no es ficava gaire en aquestes activitats», asistía rarísimas veces a cafés y espectáculos; alejado de humo, alcohol y bohemia, se mostraba, de todos modos, proclive a establecer múltiples contactos con exiliados de distintas ideologías, no sólo comunistas sino también con elementos de Estat Catalá de Maciá y con anarquistas que en 1927 habían fundado la Federación Anarquista Ibérica (F.A.I.) —inoperante hasta 1931—. Se casó inmediatamente con Jeanne Souvarine —el día 26 del mismo mes de su llegada, noviembre—, boda a la que asistió su hermano menor, Manuel, y sin más dilación fijó su residencia en un pequeño apartamento de los alrededores de París, en Neuilly-sur-Seine, en el 22 de la rue d'Orleans. Quinet iniciaba así un ciclo de vida en común, no en Barcelona, como habían previsto, sino en París. A fines de 1928 nacería un niño, Mario, el único hijo de la pareja. Maurín se instaló en París aparentemente sin ningún problema y también sin ningún problema se puso a trabajar inmediatamente en la delegación de la «Agencia Tass», dirigida entonces por Umansky, «de quien conservó siempre un 182
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buen recuerdo» y que murió en el curso de las purgas estalinianas.»» Durante su estancia en París, todas sus actividades —como buen comunista que era y como revolucionario profesional que pretendía ser— se desarrollaron en función de los deseos y la red de prensa montada por la I.C. y la I.S.R., aunque al parecer, según apuntan algunas fuentes, colaboró asimismo en el diario Le Monde, donde también escribían Gorkin y otros intelectuales españoles. Su enlace con el «aparato» era, sin lugar a dudas, Andrés Nin, con el que mantuvo una extensa relación epistolar durante todo el tiempo en que estuvieron separados. Estas cartas, algunas de ellas rescatadas y publicadas en la revista L'Avenp por Pelai Pagés,»9 revelan claramente cuáles eran las tareas habituales de los dos líderes, así como sus preocupaciones más políticas y más humanas. Por todo ello son un valioso documento y, sobre todo, un hilo conductor de los intereses de ambos en el periodo que abarca de fines del año 28 a principios del 30. Nin se encargaba de cobrar buena parte de los artículos informativos que Maurín, como corresponsal de Izvestia" en España, escribía y que la administración soviética publicaba allí: ... Me interesa que te pases un momento por la Administración a cobrarme los artículos que hayan sido publicados. Te incluyo una autorización. Tengo necesidad de dinero. Vamos a tener un chico en breve... Mándame lo que te den por mediación del amigo Hidalgo!' Recuerdos a Olga. Besos a tus pequeñas. Un fraternal abrazo de París, 16 de noviembre de 1928...
PORTELA, L., «Prólogo», op. al, 1977, p. 16. PAGÉS, P., «Andreu Nin al Moscou de Stalin» (correspondencia Nin-Maurín, 1), pp. 412-423, y «L'obsessió de Nin: marxar de Rússia» (correspondencia Nin-Maurín, II), pp. 510-519, en L'Avenc, Barcelona, 1982. " Izvestia era el órgano del praesidium del Soviet Supremo de la U.R.S.S. A diferencia de Pravda, portavoz del partido comunista, Izvestia era portavoz del gobierno soviético. 69
Diego Hidalgo y Durán era un notario madrileño, fundador con Andrade de la Editorial Cenit. Durante la II República, como miembro del partido radical, fue diputado a las Cortes Constituyentes y a las primeras Cortes ordinarias y en 1934 ocupó durante diez meses el cargo de ministro de Guerra. En el mes de septiembre de 1928 viajó a Moscú, según Maurín «con el propósito de documentarse sobre el derecho soviético». Tras su viaje a la U.R.S.S. escribió Un notario español en Rusia, Ed. Cenit, Madrid, 1929. Su amistad con Maurín debió de ser profunda durante el exilio parisino de ambos, puesto que fue precisamente Diego Hidalgo el padrino de su hijo Mario, que aunque no fue bautizado sí se le inscribió en el registro civil (MAUnIN, Jeanne, op. cit., 1979, p. 109). 183
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
En otra carta fechada un mes antes, el 15 de septiembre, Maurín se muestra muy ilusionado respecto al sugerente encargo que el servicio de las ediciones en el aparato de la I.C. le ha hecho recientemente: fundar y dirigir en París las Ediciones Europa-América: ... Cuando reciba indicaciones de Creps72 me pondré inmediatamente a trabajar. Lo estoy deseando vivamente, pues será una ocupación enormemente atractiva. Hay grandes posibilidades de obtener resultados brillantes. América puede ser un mercado de literatura, casi increíble. Yo estoy segurísimo que al cabo de un año de trabajo nuestra Editorial venderá cuatro o cinco veces más que la francesa. El público de lengua española tiene verdadera sed de saber cosas nuevas. Méjico será un campo de operaciones de grandes dimensiones. La revolución ha elevado el nivel cultural del país y ha contribuido a despertar la conciencia de clase entre los trabajadores...
Al contrario de lo que estaba ocurriendo con Nin —progresivamente marginado de la alta política del Buró por su inclinación trotskista— parecía que Maurín era muy bien visto en Moscú. A pesar de sus divergencias con el grupo dirigente del P.C.E., la I.C. le seguía apoyando, le consideraba un militante de gran valía y, como no se había pronunciado respecto a la lucha de tendencias, confiaban en que acabaría inclinándose a favor de Stalin. La prueba fehaciente de esta confianza era la ambiciosa tarea que se le había asignado: debía fundar y dirigir una nueva editorial avalada por la Komitern que publicara literatura marxista en castellano para Europa y especialmente para Latinoamérica, en cuyo mercado debían venderse buena parte de los libros y donde «había que despertar la conciencia de clase» y fomentar el raquítico movimiento comunista de aquellas tierras. Maurín compartía la materialización del nuevo proyecto y su entusiasmo con Nin, que además era su más estrecho colaborador: la mayoría de las obras que llegaban a Maurin habían sido traducidas por Nin y, si no, era él quien le corregía las pruebas previas a la edición, intercambiaban incluso pequeñas correcciones filológicas. Maurín le tenía puntualmente informado de su proceso y en octubre del mismo año le contaba que: 72 Robert Krebs, de nacionalidad suiza, era el jefe del servicio de editorial de la I.C. Tanto Nin como Maurin le llamaban en sus cartas el patrono. Realmente era su jefe y el que daba las órdenes y supervisaba lo referido a publicaciones. 184
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EL SOL DE LA TÁCTICA MARXISTA (1923-1930)
... Me han entregado ya un cierto número de papeles para comenzar el trabajo. Estoy ahora a la busca y captura de un local para proceder a la instalación inmediata de la máquina. Al mismo tiempo espero instrucciones complementarias de C. (Krebs). Si como supongo has leído ya mi informe, verás cómo enfoco la marcha de las cosas. En mis cálculos, en efecto, he partido del libro barato como base. Tú sabes muy bien que en nuestros países —me refiero a los de lengua española— la clase obrera gana salarios muy bajos. Todo libro cuyo precio sea superior a las tres pesetas o lo que es lo mismo 1 peso, está por encima de las posibilidades proletarias. La cosa sería ir a un equilibrio del presupuesto mediante una gran venta. Lo dificil de momento es la organización del aparato de distribución, es decir, la red de librerías y vendedores."
Efectivamente, Nin era el mediador entre Maurín y Krebs, su patrón, de cuyas indicaciones se enteraba Quimet la mayor parte de las veces a través de aquel: No t'estranyis que C. no t'escrigui. Está també mol enfeinat. Si hi ha quelcom d'important a transmetre't, ja t'escriuré jo mateix. Del que está conveneut, com ya et deia en una carta darrera, és que no es podem posar preux tan baixos com tu proposes. Jo també crec que el té raó. Fixa't que no hi ha cap editorial que vengui tan baix. A proposit. Es absolutament necessari que et posis en relació amb les altres editorials per tal d'evitar el paralelisme en la publicació de llibres...74
En otra carta fechada en marzo del año 29, Nin —además de detallarle su trabajo, no sólo para la Editorial Europa-América sino también para la Editorial España, fundada en Madrid por Álvarez del Vayo, o para las catalanas Ediciones Proa— comunicaba a Maurín, esta vez en castellano, que: K. se lamenta de que en las cubiertas de los folletos publicados no figure la dirección del sitio al cual se puedan dirigir los encargos y la lista de obras en preparación. Cree asimismo que sería necesario de que las cubiertas fueran de distintos colores, es decir que, a cada pie editorial, correspondiera un color determinado..."
Todo tipo de observaciones en torno a los pequeños detalles y el proceso de la tarea editorial, en cuanto a errores de traducción, expresiones más o menos adeCarta de Maurín a Nin, fechada en París el 11 de octubre de 1928. " Carta de Nin a Maurín, fechada en Moscú el 29 de diciembre de 1928. " Carta de Nin a Maurín, fechada en Moscú el 28 de marzo de 1929.
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
cuadas, títulos propicios y correcciones, se dan cita en estas, desgraciadamente, pocas cartas conservadas. Maurín había confesado que «el trabajo es enormemente atractivo» y aseguraba que «me daré a la organización con el entusiasmo de que soy capaz. Espero obtener brillantes resultados»." Su entrega obtuvo, sin lugar a dudas, los objetivos deseados y bajo su dirección las cuidadas ediciones aumentaron su calidad, su producción y su difusión. Tampoco era casual que se le hubiera encomendado aquella difícil tarea; su experiencia propagandística y los múltiples logros a la hora de fundar revistas y diarios estaban más que probados desde aquellos primeros balbuceos en su querida Huesca, cuando en 1914 el epígrafe de Talión rezaba: «ojo por ojo y diente por diente». Ahora la empresa de difusión del marxismo era mucho más ambiciosa, pero había llegado a buen puerto. En diciembre de 1929 Nin escribía a Maurín que «Las ediciones, en general, me gustan mucho. El patrono está contento de ellas y de ti». Lo que todavía no sabía Maurín es que esta experiencia le resultaría decisiva mucho más tarde, cuando en el exilio americano, tras diez años de cárcel, se planteara cómo ganarse la vida. La agencia de prensa que él solo organizó y con la que consiguió vivir holgadamente y continuar con el periodismo ya no le resultaría desmesuradamente arriesgada, aunque las condiciones y los objetivos fueran otros. Las necesidades del niño que acababa de nacer a fines de 1928 y que se llamaba Mario —como homenaje a uno de los personajes de Los miserables de Victor Hugo— ya se podían cubrir sin grandes problemas. Juana daba clases de piano, pero sobre todo era una eficaz secretaria y asesora de su marido. El dinero que había recibido de su familia para realizar su viaje a París y «para que se comprara ropa» ya debía de haberse acabado, pero la colcha de seda natural que se trajo desde Bonansa como regalo de su madre a Juana adornaba lujosamente el sofá de la casa parisina: ... mi casa antiguamente era una casa feudal y había cosas muy bonitas... Había unas colchas de seda natural preciosas y mi madre dijo: —¿Qué le podríamos mandar a Juana..., algo que le gustara? De dinero se andaba mal en casa, pero cosas así buenas había mucho. Y entonces dijo él: Carta de Maurín a Nin, fechada en París el 11 de octubre de 1928.
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EL SOL DE LA TÁCTICA MARXISTA (1923-1930)
—Una colcha, que a mí me gusta mucho. Era preciosa, del siglo pasado. Esas sedas las tejían en Valencia, era muy antigua, de los bisabuelos, pero se conservaba muy bien... Me acuerdo que hacía como unas plumas de varios colores..."
La vida familiar, que también contaba con la presencia de Manuel, el hermano pequeño de Maurín, en París, transcurría felizmente y junto con las cartas que llegaban de Bonansa7» se amontonaban otras tantas de comunistas residentes en España (Andrade, Colomé, David Rey, Arlandis...) o en Rusia (Nin, Ibáñez...) y las recibidas de editoriales latinoamericanas o francesas. La actividad era incesante, la visión realista y práctica de Maurín le seguía obligando a actuar sin tregua, ¿qué descanso podía concederse el revolucionario profesional que debía consagrar las veinticuatro horas del día a la preparación del triunfo de la revolución?... Su valioso tiempo no estaba únicamente centrado en las absorbentes tareas de su editorial; también redactaba folletos-«manuscritos» a la «Agitprop del Mopr» (departamento de agitación y propaganda soviéticos) encargados por el Socorro Rojo Internacional, al que envió también informes sobre la situación «ignominiosa» de los presos en España, al tiempo que le escribía a Nin: «Tanto tú como yo debemos hacer un esfuerzo en todo sentido por ayudar al pobre David. Entrevístate con los del S.R.I.»." El caso de David Rey —sucesivamente militante de los C.S.R., de la F.C.C.B., del B.O.C. y del P.O.U.M.—, viejo amigo de Maurín y todavía preso en 1928 como resultado de la escalada represiva de la dictadura contra los comunistas, pues no se benefició del último indulto por ser preso político, preocupaba a Maurín y a Nin. Este último se desesperaba con la indiferencia y la ineficacia de que daba muestras el S.R.I., al que había apelado repetidas veces: «El burocratisme els ha podrit a tots». El creciente desacuerdo de Nin con los mecanismos estalinianos del P.C.U.S. le hacía tildar de «idiotes» a los del S.R.I." 77 78
Entrevista a María Maurín. En una de ellas se anunciaba la muerte del padre, acaecida en 1928.
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Carta de Maurín a Nin, fechada en París el 16 de noviembre de 1928. Aunque esas sean las únicas referencias que aparecen en las cartas respecto al conflicto que provocaría su expulsión, silenciando absolutamente todo lo referente a las purgas de oposicionistas y trotskistas por miedo a represiones y al empeoramiento de su situación y la de su compañera y sus tres hijas, que ya era cada vez más aislada y dificil.
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
Lo que prioritariamente preocupaba a Maurín en su exilio era la situación española y más específicamente la catalana. Precisamente en febrero de 1928 se había fundado en Barcelona un semanario republicano catalanista, «periódico doctrinal y literario», cuyo director era Joan Lluhí y Vallesca. L'Opinió, nacido en un momento en que los grupos de la oposición, hasta entonces en forzosa inactividad, empezaban a reorganizarse al mismo tiempo que el régimen de Primo de Rivera daba señales de un desgaste creciente, recogió los primeros pasos de una confluencia entre nacionalismo radical y movimiento obrero contra el enemigo común. La finalidad de L'Opinió, cuyo tono era moderadamente obrerista, «Era preparar el ambiente para la unificación y coordinación de fuerzas contrarias al régimen».»1 El semanario recogía las ideas de «revolución liberal» o «socialismo liberal» de antifascistas italianos y de la izquierda francesa que llegaban a Cataluña a través del exilio parisino, en el marco de lo que se veía —frente a la creciente fuerza del fascismo en Europa— como una relación crucial entre socialismo y pequeña burguesía. L'Opinió contribuyó, mediante una combinación de influencias sintetizadas, a que se comenzara a renovar el discurso proletario, con una visión más utópica-tecnocrática de la sociedad. Lo que nos interesa destacar es que, a raíz de un artículo escrito por Maurín y publicado en L'Opinió con el título de «Socialismo y Anarquismo: Pablo Iglesias y Anselmo Lorenzo»," se generó una interesante polémica sobre las causas de la persistente influencia del anarcosindicalismo en un país industrial como Cataluña y los factores por los que el socialismo no había arraigado allí. El artículo de Maurín suscitó la respuesta de Joan Peiró y ellos dos fueron quienes centraron el debate, que poco a poco se extendió y en el que intervinieron también los republicanos 81 BALCELLS, A., El arraigo del anarquismo en Cataluña. Textos de 1926-1934, Ed. Júcar, Madrid, 1980, p. 11. El deseo de atraer a la masa obrera al republicanismo catalanista no era una posición nueva, ya Layret lo había intentado en un momento en que incluso El Ideal de Lérida practicaba una política parecida. Todo ello en un contexto en que la C.N.T. acababa de decidir rehacer un embrión de cuadros y Peiró era secretario del Comité Nacional, en tanto que los socialistas, de vida lánguida, modificaban parcialmente su táctica oportunista. Fruto de los esfuerzos de los últimos años de la dictadura sería después la unificación del sector autonomista procedente del federalismo republicano (Partit Republicá Catalá de Companys) y el sector nacionalista radical (Estat Catalá de Maciá), que junto con el grupo de L'Opinió dio lugar a la Ezquerra Republicana de Catalunya, fundada un mes antes de que las elecciones municipales trajeran consigo el triunfo de la República.
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En L'Opinió, n.» 9, 14 de abril de 1928. 188
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Jaume Aiguader y Joan Lluhí i Vallesca, los comunistas Andreu Nin (desde Rusia) y Jordi Arquer (que tras fundar el mismo año el Partit Comunista Catalá se fusionaría más tarde con Maurín dando origen al B.O.C.); la polémica duró hasta el mes de diciembre de 1928. Maurín, además de exponer su análisis sobre las causas del anarquismo «chez nous», incitaba a Nin a escribir más artículos para L'Opinió sobre la vida política general en Rusia, porque dada la imposibilidad de tener un órgano de prensa propio... «Es la única tribuna de la que podemos disponer y hay que aprovecharla»...83 Maurín aprovecha «apasionadamente» las páginas del nuevo semanario, sin lugar a dudas para hacer proselitismo y, sobre todo, para exponer, una vez más, su personal y crítico análisis del movimiento obrero en España. La conclusión de los cuatro artículos enviados desde París a L'Opinió no puede ser más clara respecto a su postura frente al anarquismo y frente al socialismo y no deja de ser una resonancia del viejo debate entre la hegemonía anarquista en los medios sindicales y la propia lucha para desviar su dirección hacia el campo comunista. Resuenan con fuerza los ecos del hecho ruso, Maurín está literalmente sumergido en ellos y su estudio le obliga a criticar con dureza el «obsoleto» movimiento anarquista, cuestión que ya había abordado en 1924 en un folleto publicado en Francia, en el mes de mayo de aquel mismo año, titulado: «L'anarcho-syndicalisme en Espagne», donde vierte duras críticas sobre el anarcosindicalismo, al tiempo que repasa su historia, su trayectoria y las causas que generan su pervivencia en el movimiento obrero español, recalcando su miopía teórica y doctrinal, su falta de análisis económicos, su moralidad criminal, su caos organizativo, sus ridículas campañas culturales, su crisis de orientación, su oportunismo y su abstención política, que favorece la política burguesa. En definitiva el debate sostenido desde las páginas de L'Opinió no es sino la misma versión, actualizada y refrescada, de los puntos de vista que Maurín venía sosteniendo desde principios de los años veinte sobre el movimiento anarquista en su país y repetidamente reflejados en sus artículos o sus polémicas periodísticas.
" Carta de Maurín a Nin, fechada el 11 de octubre de 1928.
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
La invasión de mano de obra no cualificada a Cataluña procedente de las provincias agrarias españolas, junto con el carácter oportunista del «iglesista» socialismo español, aparecen como las dos razones fundamentales del arraigo del anarquismo en Cataluña. Mediante una curiosa simbiosis entre sus dos principales líderes históricos, Anselmo Lorenzo y Pablo Iglesias (al que culpa directamente del abandono de Cataluña), Maurín responsabiliza tanto al anarquismo —«especie de vegetación espontánea» y «gigante con pies de barro»— como al socialismo —«oportunista», «aguado» y «falto de emoción proletaria»— de la desintegración y desorientación ideológica del proletariado catalán." El anarquismo, por su apartamiento de la política y por su inconsistencia doctrinal, «está incapacitado para fecundar una revolución fundamental». Los principios y tácticas que tuvieron aceptación 10 ó 15 años atrás no son válidos en 1928; Maurín propone una reorientación del movimiento obrero: «Es necesaria la educación en la teoría científica del socialismo y la búsqueda de raíces de orden económico —"no de psicología y de geografía como quiere Peiró"— para la comprensión de nuestros problemas»." Maurín aplica un análisis marxista-leninista a la realidad española y sitúa el anarquismo como un movimiento propio de un régimen económico precapitalista «propio de artesanos, campesinos o peonaje itinerante sin educación política», cuestión que confirma su teoría de que el proletariado catalán, como clase, no es anarquista. Según Nin, es en el predominio agrario y el carácter pequeño-burgués de la economía catalana donde debe buscarse la causa fundamental del arraigo del anarquismo en Cataluña, pues la inmigración y el oportunismo socialista, argumentos empleados por Maurín, son sólo factores secundarios. Como recalcaría en su artículo del mes de agosto, «la base del anarquismo hay que buscarla en la estructura social de Cataluña». Nin constata cómo Cataluña es un país predominantemente agrícola y su relativamente desarrollada industria se caracteriza por «la falta de concentración y el retraso técnico que genera una clase obrera carente 84 M., J., «Socialismo y Anarquismo: Pablo Iglesias y Anselmo Lorenzo», L'Opinió, 14 de abril de 1928. BALCELLS, A., op. cit., 1980, pp. 51-54. 85 M., J., «Socialismo y Anarquismo: El proletariado catalán no es anarquista», L'Opinió, 7 de julio de 1928. BALCELLS, A., op. cit., 1980, pp. 81-85. 190
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EL SOL DE LA TÁCTICA MARXISTA (1923-1930)
del espíritu de cooperación y disciplina propios de la fábrica moderna»." En resumidas cuentas, lo que tanto Nin como Maurín, ambos de formación marxista, insisten en demostrar —aunque el primero lo haga, como siempre, de modo más doctrinal y teórico que el segundo— es que la causa de la difusión del anarquismo hay que buscarla en la estructura económica, según la cual la sociedad marxista sería propia de países industrializados y el anarquismo de países predominantemente agrarios, por lo que desaparecería a medida que los obreros llegasen a la mayoría de edad. En todo caso las expectativas de Maurín están claras: «Lo que sí aseguro es que tarde o temprano —todo depende de su capacidad de adaptación a las necesidades históricas—, el proletariado catalán constituirá su partido de clase, hará su política de clase sin tener que ir a hacer "ofrecimientos desinteresados" a la burguesía. El anarquismo habrá sido un ensayo como lo fue el lerrouxismo»." Esta idea fija en su mente, la de crear un partido de clase en Cataluña, se halla también contenida, con un optimismo insospechable, en las cartas a Nin: «Querido Andreu, tendremos, estoy firmemente convencido de ello, nuestro gran movimiento comunista en nuestra tierra» (11-X-1928). En los meses de noviembre y diciembre del mismo año L'Opinió organizó una encuesta sobre problemas políticos del momento a la que respondieron Manuel Serra Moret, Joaquín Maurín, Ángel Samblancat, Andrés Nin, Alfred Perenya, Joan Casanovas y otros. En plena crisis del régimen de Primo de Rivera, el semanario preguntaba a los encuestados por su preferencia en las formas de gobierno; por la vigencia en Cataluña con las ideas de Pi y Margall; por su opinión respecto a las relaciones Iglesia-Estado y la escuela laica; por la compatibilidad o no del socialismo con el liberalismo político y finalmente por su convicción socialista. Las opiniones respecto a la forma de gobierno son unánimes en considerar a la república como la mejor o la más tolerable, como afirma Samblancat. Maurín y Nin señalan que la república democrática debe ser el marco institucional de la pendiente y
NIN, A., «Por qué nuestro movimiento obrero ha sido anarquista», L'Opinió, 11 de agosto de 1928. BALCELLS, A., op. cit., 1980, pp. 97-100.
87 M., J., «El anarquismo no es revolucionario», L'Opinió, 8 de septiembre de 1928. BALCELLS, A., op. cit., 1980, pp. 111-115. 191
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
necesaria revolución burguesa que ha de realizarse en España, como paso previo a la revolución proletaria. Respecto a las ideas políticas de Pi i Margall los dos camaradas las califican de un tanto pretéritas, al tiempo que se afirman sobre la separación de Iglesia y Estado y mantienen una fuerte defensa de la no neutralidad y del contenido de clase de la enseñanza. Por último, para Maurín la libertad sólo se puede conseguir con el socialismo, que considera no sólo indispensable sino además inevitable. Maurín tenía los ojos puestos en España y desde su militancia comunista preveía cómo el proletariado catalán —el único capaz— debía prepararse ante los cambios que se avecinaban e irradiar su experiencia al resto de la península. Las fórmulas leninistas aplicadas con mimetismo a la realidad hispana avalarían su intención de «marxistizar» a la clase obrera catalana, porque Maurín creía en las masas y confiaba en llegar con ellas —no de modo elitista o paternalista— al poder. No era un trepador ávido de poder personal; su carisma intelectual, más que emotivo, y su realismo crítico le revelaban como un luchador y, sobre todo, como un educador. Para conseguir su propósito todavía debía atravesar unas cuantas fronteras tácticas que, de no seguir fiel a su empeño, le hubieran separado de él; las absurdas consignas que Moscú enviaba al partido le distanciaban de ser el instrumento adecuado para esa ambición. Y es este el terreno que atañe justamente a la significación de las nuevas cláusulas adoptadas por el VI Congreso de la I.C. celebrado en Moscú en julio y septiembre de 1928. En este momento Stalin se deshacía de la tendencia derechista representada por Bujarin y a nivel internacional propagaba las teorías ultraizquierdistas de «clase contra clase» y «los frentes únicos por la base» —antítesis de la política de Frente Único y según la cual los comunistas debían atraerse a la base de los partidos socialistas para apartarlos de sus dirigentes—, como consignas que surgían del llamado «tercer periodo». Dada la irreversible crisis del capitalismo, el peligro principal estaba en las desviaciones derechistas, en los partidos socialistas, calificados de «socialfascistas», a los que había que combatir ferozmente. Se prohibía el compromiso con otros partidos, pues todos eran en mayor o menor medida agentes del capital. El auge revolucionario, la etapa ofensiva del proletariado sucedía a la etapa de calma anterior. Se llevaban a sus últimas consecuencias las tendencias dogmáticas y sectarias del V Congreso. Las consecuencias de esta política contradictoria no se hicieron esperar: 192
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el P.C. alemán colaboró con los nazis (enemigo secundario) para barrer a los «socialfascistas» (enemigo principal) contribuyendo de forma decisiva a que Hitler se hiciera con el poder.»» A la vista de los acontecimientos, mientras la degradación del régimen dictatorial español se acrecentaba por momentos, Maurín comenzó a cuestionarse seriamente las orientaciones que llegaban desde Moscú. Cada vez se sentía más alejado de la política de la I.C. y más incómodo con los procedimientos que empleaba la Komitern para hacerla aplicar, pero seguía siendo fiel y solidario con la U.R.S.S. y su aparato. Su intento estaba fundamentalmente centrado en reconstruir la dirección y organización del P.C.E., tarea para la cual todavía confiaba en la I.C., en un periodo en que la mayoría de los partidos comunistas veían cómo descendía el número de sus militantes así como el de sus votos. Los desacuerdos entre Maurín y la dirección del P.C.E. y la I.C. forman un proceso cuya toma de conciencia se produce en Maurín de forma escalonada y siempre derivado de la observación de la práctica política de la I.C. y su sección española, no como resultado de un análisis teórico súbito. Práctica política que es contestada por Maurín al compás de los acontecimientos: la supuesta pasividad ante la dictadura de Primo de Rivera, el error estratégico de la fórmula política propuesta como salida de la misma, táctica sindical errónea, funcionamiento «despótico» del partido... Maurín comenzaría pronto a echar de menos una mayor independencia política, porque sin ella nadie podía reorganizar el partido y adecuar su programa a la realidad española. Mientras Moscú decidiera cuál debía ser la política a seguir, el comunismo no pasaría de ser un movimiento insignificante en España; amistad, defensa y coordinación sí, pero no sumisión. El ejemplo de lo que sucedía en otros partidos comunistas, especialmente en el francés, reforzaba estas convicciones en un Maurín que pronto empezaría a hablar de «colonialismo revolucionario» y del «factor subjetivo». Pero por el momento no había perdido la esperanza de modificar la situación y para ello era necesario permanecer en el partido.
" EsrRucH, J., op. cit., 1978, p. 54. 193
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
Los que consideraron realmente grave la política mecánica y dócil que estaba siguiendo el P.C.E. y creyeron que no era posible hacer nada dentro del partido oficial y que se hacía necesario trabajar desde fuera —Arquer, Colomé, Miravitlles, Coll, Vila, Pamiés, Farré...— se consagraron a la tarea de organizar el Partit Comunista Catalá, que no se afilió a la Komitern y decidió que, si bien defendería a la U.R.S.S., no aceptaría sus órdenes políticas ni renunciaría a criticar las decisiones que le parecieran equivocadas. De este modo, el otoño del año 28 vio escindirse el núcleo comunista español. Maurín había conocido al inspirador del nuevo partido, Jordi Arquer, durante su estancia en la cárcel Modelo y se volvieron a ver al salir Maurín de la prisión. Cuando en el verano de 1928 Arquer viajó a París se reencontró nuevamente con Maurín en el café «Les deux Magots», en la plaza de Saint-Germain, y pocos días más tarde en casa de su cuñado, Boris Souvarine, en Neuilly-sur-Seine.89 Maurín vivió de cerca o, por lo menos, fue sabedor de la gestación del nuevo partido y todo induce a pensar que se le invitara a formar parte del mismo, pero a pesar de que años más tarde él también se desmarcaría e incluso la F.C.C.B. se fusionaría con el P.C.C. para dar como fruto el B.O.C. en ese momento lo contempló como una aventura innecesaria que podía debilitar más, si cabía, el comunismo español, sobre todo porque seguía confiando en la I.C. Al parecer, Maurín estaba quemando sus últimos cartuchos, por lo menos eso parece en este testimonio de 1932: Era preciso llegar hasta el último extremo para evitar la escisión del movimiento comunista. Decidimos permanecer dentro del partido y de la Internacional abrigando una esperanza, aunque muy débil, es cierto, sobre la rectificación de la I.C.
En una carta fechada en octubre del mismo año, Maurín informaba a su amigo Nin de la creación del P.C.C., en un tono que inspira mayor perdurabilidad en el seno del comunismo oficial y de la I.C. (el que de hecho habría casi dos años más) que el anterior: Colomé me escribe diciendo que son ya más de 200, y que entre los adherentes hay gente de gran valía. Por lo que colijo, Botella, Viadiu, etc. forman parte del flamante partido. Yo me he opuesto a este paso de una
"
J., «Joaquín Maurín: Mis recuerdos personales», La Batalla, 12 de enero de 1937. M., J., «El B.O.C...», cit., 1932, p. 16.
ARQUEA,
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EL SOL DE LA TÁCTICA MARXISTA (1923-1930)
manera resuelta. Esta escisión hace que la dique Trilla' pueda perdurar en la dirección del P.C.E. Además, los camaradas del P.C.E., faltados de recursos y de una cierta experiencia de actuación comunista, se debatirán en la impotencia. De todos modos la aparición del Partido catalán es un síntoma de la gran transformación ideológica que lentamente se está operando en el seno del movimiento obrero de Cataluña. (11-X-1928)
Maurín se resistió a abandonar el partido oficial para no aumentar la descomposición del movimiento comunista y para luchar, desde dentro, contra la política de su dirección y porque, compartiendo la opinión de Nin, «En principio hay que ser adversario de toda organización que no una a todos los elementos revolucionarios comunistas en un partido español único» (28-111-1929). La creación del P.C.C., la lucha interior en el interior de la C.N.T., la situación de los presos políticos en España, las manifestaciones de estudiantes, el descontento del ejército, junto con los cada vez más abundantes y a veces fantasmagóricos complots, eran temas habituales en la correspondencia entre Maurín y Nin. Mientras, el primero de ellos se preparaba, respaldado por la F.C.C.B., para dar la batalla definitiva contra la dirección del P.C.E. en su III Congreso, que tendría lugar en París en agosto del 29 bajo los acuerdos del VI Congreso de la I.C. Al III Congreso del P.C.E. —celebrado en un momento en que «no había en España ni quinientos afiliados»," cuando el P.C.E. estaba dirigido directamente por delegados de la Internacional (el ejecutivo, excepto Arroyo, se hallaba en la cárcel) y cuando la F.C.C.B., junto con algunos delegados del País Valenciano como Arlandis, estaban dispuestos a deponer a la dirección— asistieron pocos delegados porque, según manifiesta irónicamente Maurín, se dio «la casualidad» de que los miembros oposicionistas fueron detenidos en la frontera." Maurín y Bonet no recibieron de la dirección del P.C.E. la autorización para participar en el Congreso como representantes de la F.C.C.B.; el ejecutivo alegó una cuestión estatutaria según la cual Maurín, por el hecho de residir en París, era miembro del P.C. fran9 ' Gabriel León Trilla era, junto con José Bullejos, Manuel Adame y Etelvino Vega, responsable de la dirección del P.C.E. desde 1924 y, como hemos visto, era con ellos con quienes Maurín sostenía una dura lucha política, contra sus métodos y sus planteamientos. 92 M., J., «El B.O.C... », cit., 1932, p. 19. " Ibid., p. 17.
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
cés y no del español." A pesar de todo, parece que la F.C.C.B. envió al Congreso su proyecto de tesis políticas, en las que exponía que la revolución que tendría lugar en España sería democrática y que, por consiguiente, la única consigna válida en este momento era la de República Federal Democrática. El Congreso, sin embargo, bajo las presiones del delegado de la Internacional, el italiano Greco, rechazó por derechista la tesis de Maurín y la F.C.C.B. y en su lugar aprobó la que definía el próximo cambio que se avecinaba en España como «dictadura democrática de los obreros y los campesinos». Maurín señalaba que esta última propuesta «era extraña a las características de nuestro movimiento obrero» porque «pedir como sustitución de un régimen de dictadura otra dictadura era el suicidio. Además, ni en 1929, ni en 1932, ni en 1950, los obreros españoles llegarán a asimilarse el galimatías de "dictadura-democrática"»." Maurín consideraba que debía responderse al deseo de la gente de salir de la dictadura propugnando no otra dictadura sino un régimen de libertad. En un país de régimen social semifeudal lo que importaba era establecer la democracia —tarea incumplida por la burguesía y que correspondía ahora al proletariado— para que de esta se pudiera pasar al socialismo. Además de las diferencias en el ámbito de lo estratégico hay otro aspecto del Congreso relativo a las tareas y gestión de la dirección del partido. Discrepando de lo afirmado posteriormente por Bullejos y por el propio P.C.E.," Maurín afirmaba que «la evidencia de fracaso era tan palpable que el Congreso no tuvo más remedio que deponer a la dirección que había hecho posible tal estado de cosas. El delegado de la I.C. aceptó que recayeran sobre la dirección del P.C.E. las culpas de un desastre demasiado grande para que pudiera ser negado». Y añadía que meses más tarde, en la Conferencia de Pamplona —celebrada en Bilbao tras la caída de Primo de Rivera y centrada en el polémico tema de la política sindical que había de seguir el P.C.E.—, la dirección de la I.C. colocaría al frente del P.C.E. al mismo grupo dirigente prescindiendo de los acuerdos del III Congreso."
94
M., J., «A propósito de mi expulsión...», La Batalla, 13 de enero de 1931, y «El B.O.C...», citado, 1932,
p. 18. " Ideen 96
Véase PAGÉS, P., op. cit., 1978, p. 128.
"
M., J., «El B.O.C...», cit., 1932, pp. 19-20.
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EL SOL DE LA TÁCTICA MARXISTA (1923-1930)
La batalla que Maurín pretendía dar a la cúpula del P.C.E. resultó del todo vana y fue entonces cuando se convenció de que no había posibilidad de reformar la situación; lo cierto era que Bullejos, Trilla y Arroyo continuaron en la dirección del partido y que aunque Maurín, muchos años más tarde, situara «históricamente» la ruptura de la F.C.C.B. con el P.C.E. en el propio Congreso de París, en el que se le negó la participación,98 siguió durante algunos meses más (hasta su expulsión del P.C.E. en julio de 1930) su lucha para desplazar al grupo dirigente, contando, como lo había hecho desde el primer momento, con que la Internacional (de la que fue excluido en julio de 1931) atendería a sus razones. Como muy bien afirma Pelai Pagés: En estos momentos sin embargo, la situación a la que había llegado la Internacional Comunista ya no permitía «veleidades democráticas» en sus secciones nacionales, como no las había permitido en su seno ni tampoco dentro del Partido Comunista de la Unión Soviética. Le costaría mucho tiempo entender esto a Maurín, como le costaría abandonar la Internacional a pesar de que muy pronto sería acusado injustamente de «trotskista».99
Muy poco tiempo transcurriría ya hasta la caída de la dictadura de Primo de Rivera y, mientras el régimen se deterioraba definitivamente, Maurín proseguía sus intensas actividades en París, junto a su esposa, su hijo, su hermano, sus amigos políticos y a las órdenes del aparato soviético. A lo largo del año 1929 las cartas que recibía de su amigo Nin reflejaban una preocupación permanente y casi obsesiva: salir de la U.R.S.S. Además de seguir informando a Maurín sobre sus tareas editoriales o de cómo debía efectuar de modo adecuado un envío de medias desde París para su compañera Olga, Nin le encargaba repetidamente que le procurara el permiso de residencia en cualquier país de Europa; aunque sus preferencias se inclinaran inicialmente por Francia o Bélgica, más tarde no tendrá inconveniente en ir donde le admitan, barajando incluso la posibilidad de fijar su residencia en Noruega. La urgencia con la que Nin insiste en la resolución definitiva de las gestiones indica su grado de aislamiento político y también la persecución a la que estaban sometidos los miembros de la oposición trotskista a la que Nin pertenecía, aunque obviamente este aspecto ni siquiera se menciona en las cartas. Su insis98
M., J. (1964), Revolución y Contrarrevolución..., op. cit., 1966, p. 28.
" PAGÉS, P., op. cit., 1978, p. 129.
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
tencia sobre la necesidad de salir de Rusia es paralela a la expulsión de Trotsky, en enero de 1929, acusado de actividades contrarrevolucionarias contra el gobierno y la República de los Soviets. No hay nada peor que esta incertidumbre en que vivo. (28-111-1929) Urge marcharse, y sin embargo, no puedo salir de aquí. (19-V-1929)
La delicada situación de su amigo obliga al solidario Maurín a contactar con diferentes abogados izquierdistas y a iniciar un sinfin de largas y burocráticas gestiones sin resultados favorables." De todos modos, los intentos desesperados de ambos camaradas tuvieron un desenlace no por inesperado menos feliz: el nacimiento de un nuevo ario traería consigo la muerte definitiva de una dictadura agónica. Las cartas se nos acaban ahí y aunque es dificil precisar dónde y cuándo pudieron materializar el tan deseado abrazo (Maurín regresó a Barcelona en junio del año 30 y Nin lo hizo en septiembre) sí se puede decir que a partir de ese momento ambos comenzarían una soñada y sugestiva etapa, y no precisamente paralela. Los arios 30 recibían intempestuosos a estos viejos zorros, intelectuales y líderes del obrerismo organizado, niños grandes de la modernísima revolución soviética. Era ahora cuando debían mostrar sus aprendizajes, sus exilios, su duro trabajo en la sombra de las prisiones. Era ahora cuando de verdad se les iba a permitir ser revolucionarios profesionales.
" Maurín se puso en contacto con el abogado Joan Casanovas, miembro del Partido Republicano Catalán de Companys y redactor de L'Opinió; vivía entonces en París y más tarde fue fundador de la E.R.C.: realizó viajes a Bélgica para conseguir allí el permiso de residencia de Nin. Se entrevistó también con el abogado Humbert Torres, que había defendido a Maciá tras su intento de penetración guerrillera en Cataluña en 1925, y con Morizet, un diputado socialista francés. 198
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5. La revolución pendiente (1930 - julio de 1936) —¿Qué es el afán, abuelo? —preguntó. —El afán es el deseo de ser un gran hombre y de hacer grandes cosas, y la pena y la gloria que todo eso produce. Eso es el afán. Luis Landero
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5. 1. UN ESPACIO POLÍTICO PARA EL MAURINISMO 5.1.1.
Retorno al ruedo ibérico (1930 - marzo de 1931)
1930, Maurín tiene 34 años, un original optimismo creador y una voluntad inquebrantable y emprendedora. Tiene también una esposa de nacionalidad francesa, inteligente y muy activa, que no conoce las costumbres españolas pero a través de cuya colaboración y de la de su hermano, Boris Souvarine, Joaquín ha vivido muy de cerca las interioridades del estalinismo de la época. Su hijo Mario, de apenas dos años de edad, comienza a dar sus primeros pasos mientras los padres preparan las maletas rumbo a un anhelado destino. En enero de aquel mismo año moría en un hotel de París el general Primo de Rivera y con él desaparecía también una versión castiza y anacrónica de la monarquía. España inauguraba una década explosiva plagada de falsas esperanzas y sueños rotos; pero ese mundo que era recientísimo y que supuso una renovación cultural, estética y moral que acabó con los moldes del noventayochismo —al tiempo que en el marco de una coyuntura internacional de ascenso fascista y capitalista y un poder central poco consolidado generó una situación prerrevolucionaria de un proletariado duramente castigado por los efectos de la crisis internacional y un choque de ideologías que desembocaría en un golpe de estado en julio de 1936—, ese mundo que comenzaría a vislumbrarse con la pacífica proclamación de la II República ni auguraba ni sabía nada de su triste y temprano final.
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
Con una ilusión alimentada durante sus tres años de exilio parisino y un conocimiento exacto de la impaciencia y desorientación reinantes en su país, la familia Maurín regresa a España con los rigores de un verano que se prometía caliente y gracias a la amnistía decretada por el gabinete Berenguer en el mes de febrero. Su llegada no pasó inadvertida a los siempre atentos oídos del general Mola, entonces director general de Seguridad.' Un agitador obrero y «bolchevique» de la talla de Maurín, cuya ficha policial ocuparía ya un espacio considerable en el archivo, debía ser controlado y más en un momento de incertidumbre política en el que los mecanismos represores se activaban y las libertades no estaban, ni mucho menos, consolidadas. Maurín fue pues sometido a la detención de rigor a su llegada a Port-Bou y de allí se le trasladó a la prisión de Figueras, de donde lo liberaron al cabo de unos días.' A pesar de que su entrada en España no había sido precisamente muy halagüeña, la familia Maurín se instaló sin demora en Barcelona en un piso de la calle Nápoles, donde permanecieron unos meses hasta un nuevo traslado que fijaría provisionalmente su residencia en otro inmueble de la Gran Vía, no lejos de la Monumental.' Al fin estaba de nuevo en su querida Barcelona, la Barcelona impregnada de los valores míticos de progreso y futuro que imbuyeron los medios obreros y populares o que formaron parte del bombardeo ideológico que significaron influencias forasteras tan diversas como los films de Hollywood, l'agitprop de Moscú (la Comitern tenía editoriales en Barcelona, tales como Europa-América o International Publishers) o la estilizada elegancia parisina de l'Ad Déco.4 Eran estos los componentes del noucentismo pero transformados a través de un contenido social nuevo. Presumiblemente, Maurín, condicionado como todos por las novedades que se iban asimilando, no experimentó un corte brusco o una sorpresa desconcertante al pisar suelo catalán tras años de cárceles y exilio, más bien todo ' Ya a primeros de mayo el director general de Seguridad estaba al corriente de los rumores del regreso de Maurín y de una carta de Nin a Arlandis en la cual le comunicaba que venía. MOLA, E., Lo que yo supe, Obras completas, vol. I, Ed. Bergua, Valladolid, 1940, p. 340. PORTEIA, L., «Prólogo», op. cit., 1977, p. 16. ALBA, V., Dos revolucionarios..., op. cit., 1975, p. 157. UCEIAY DA CAL, E., op. cit., 1982, pp. 125-126. Es interesante la bibliografía que suministra de cara a la profundización en estas diferentes e interesantes influencias, así como el estudio que en general hace de su impacto en el tejido social catalán. 202
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LA REVOLUCIÓN PENDIENTE (1930 - julio de 1936)
lo contrario. Un optimismo casi desmesurado y un proyecto político y vital fraguado progresivamente en los últimos años podían ser factibles en las nuevas circunstancias políticas españolas. Ya era hora de abandonar la clandestinidad y el peligro, casi físico, en la sombra. La confianza en la materialización de algunos sueños, apoyada por una visión pragmática y realista, era total. El contacto con el panorama político español, a través de abundante correspondencia mantenida con sus correligionarios y con los exiliados que como él se hallaban en París maquinando interesantes aventuras, había sido suficiente para mantenerle informado y para continuar con la firme idea de crear un partido marxista en Cataluña; decididamente el problema residía en que la clase obrera adolecía de una dirección adecuada. Debió de faltarle tiempo para reanudar sus contactos con los colegas de la F.C.C.B. y para abordar rápidamente el problema del partido en su totalidad. Con la esperanza de las realizaciones se puso manos a la obra y emprendió la tarea, nada fácil, de reorganizar en Cataluña el movimiento comunista, desorganizado tanto por las persecuciones de la dictadura como por la crisis interna que atravesaba el partido. En este sentido las últimas decisiones que el P.C.E. había tomado en la llamada conferencia de Pamplona (celebrada en Bilbao durante el mes de marzo, tres meses antes de la llegada de Maurín a España) fueron del todo contrarias a las expectativas de Maurín, quien a pesar de sus constantes decepciones e insalvables divergencias todavía mantenía un ápice de confianza. La conferencia pretendía elaborar un plan de trabajo que respondiera a la nueva situación creada por la caída de Primo de Rivera y, además de ratificar el carácter de la revolución que se prefiguraba, centró fundamentalmente su atención en la polémica actuación sindical acordando la creación de centrales sindicales totalmente dirigidas por comunistas. Mientras Maurín permanecía en París la F.C.C.B. envió a Hilario Arlandis, quien se atrajo a otras federaciones también descontentas, especialmente la de Madrid y la de Levante, en la oposición al grupo dirigente. Tras el conflicto de 1929 —III Congreso del P.C.E., París—, considerado por Maurín como la formalización de la ruptura entre la F.C.C.B. y el P.C.E., la conferencia de Pamplona agudizó más las diferencias. Maurín y la F.C.C.B. rechazaban categóricamente la escisión sindical que representaba el «Comité de Reconstrucción» para la C.N.T. por considerar que aislaría a los comunistas de las masas obreras: 203
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
La dirección del partido quiso inaugurar en Cataluña una doble política que hubiese hecho imposible todo ascenso comunista: laborar por el escisionismo sindical en la C.N.T. y combatir al Partit Comunista Catalá (...) La Federación Catalana se opuso. Entendía ella que había que conquistar la C.N.T. desde dentro y no dando vida a una esquelética tercera central sindical.'
Con semejantes antecedentes, Maurín, todavía militante de las filas del maltrecho P.C.E., culminaba a su regreso a España una etapa de casi seis años de desavenencias. Decididamente la política ortodoxa del VI Congreso, el llamado «tercer periodo» y sus cláusulas sectarias de «clase contra clase», seguidas fielmente por los dirigentes del minúsculo P.C.E. español, no le convencían, pero siguió reclamándose a la I.C. En aquellos primeros días tras su vuelta, siguiendo las propias indicaciones de la I.C., Maurín había escrito a la dirección del P.C.E. para resolver la cuestión de su organización.» Como cuenta él mismo,' Bullejos y Trilla —que habían sido reelegidos en la conferencia de Pamplona tras su deposición en París seis meses antes— le respondieron exigiéndole una autocrítica pública de sus errores, a lo que se negó replicando con una declaración en la que se reafirmaba en sus principios y en su crítica a la política escisionista y sectaria del grupo dirigente. Esta reacción dio lugar, en los siguientes meses de julio y agosto, a su expulsión del P.C.E. y la de toda la F.C.C.B., que se solidarizó con él; dicha expulsión no se hizo efectiva hasta un año más tarde, sobre todo porque siguió existiendo relación a través de la I.C., a la que Maurín apeló en contra de la resolución del P.C.E., negando todo tipo de vinculación con el trotskismo y afirmando su fidelidad a la causa comunista." A pesar del pretendido impulso unificador de Maurín, la guerra había comenzado y con ella algo de confusionismo y desorganización. Se abría una nueva etapa; había que encontrar ese espacio político que permitiera la consolidación de
M., J., «El B.O.C...», cit., 1932, pp. 20-21. 6 7
BONAMUSA, F., op. cit., 1974, p. 33. M., J., «A propósito de mi expulsión...», La Batalla, 13 de agosto de 1930.
Como puede leerse en la carta del Secretariado de la I.C. de Barcelona (8 de julio de 1930) citada en La Correspondance Internationale, n.» 65, 22 de julio de 1931, p. 812, y publicada por BROUÉ, P., op. cit., 1977, p. 157.
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LA REVOLUCIÓN PENDIENTE (1930 — julio de 1936)
un partido de clase en Cataluña, un partido también comunista y pensando en el marco del P.C.E. y de la I.C. que Maurín había forjado ideológicamente tras años de discordias. En vísperas de la II República, los diversos grupos políticos del Estado español que se reclamaban herederos de las tradiciones del bolchevismo soviético se planteaban la necesidad, la urgencia, de consolidar una unidad orgánica y revolucionaria capaz de dar una alternativa válida a los trabajadores para su lucha hacia el socialismo. Esta necesidad venía motivada no solamente por la creencia marxista de que toda revolución socialista necesita un partido que la dirija, sino que respondía a la disgregación que sufría el movimiento comunista español, como consecuencia de la crisis del movimiento comunista internacional desde el ascenso del estalinismo al poder político de la U.R.S.S. y al control de la III Internacional. Concretamente en Cataluña se configuraban tres grupos comunistas muy definidos: el P.C.E. —plenamente estalinizado—, la F.C.C.B. —en franca discrepancia con la dirección del P.C.E.— y, finalmente, grupos de oposición al P.C.E. que, animados por Nin, Andrade, Lacroix..., acabarán colocándose en los parámetros ideológicos del trotskismo y constituirán la Oposición Comunista de España, primero, y la Izquierda Comunista, más tarde. Aparte de estos sectores comunistas minoritarios, hay que tener en cuenta que existía el tradicional P.S.O.E. y en Cataluña la Unió Socialista de Cataluña y el Partit Catalá Proletari, además del Partit Comunista Catalá de Arquer, Farré, Miravitlles... A partir de este diversificado panorama Maurín intentará reafirmar sus presupuestos y muy pronto serán sus diferencias con el comunismo oficial y con el trotskismo las que le definan como una alternativa autónoma. Poco a poco caminará hacia la creación de ese instrumento independiente que aglutine al proletariado revolucionario catalán —conquistando a las masas de la C.N.T.— y avanzará también hacia la revolución socialista. Y a pesar del entusiasmo inicial, evidentemente, esta no fue nunca una empresa fácil pues, como afirmaba Andrade años más tarde: Levantar un partido en lucha con las organizaciones tradicionales oponiendo débiles medios económicos a los poderosos de que disponen socialis-
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
tas y comunistas es algo que requiere las magníficas condiciones creadoras de Maurín.9
Pero, a pesar de las dificultades, lo cierto era que las diferencias y puntos de conflicto entre la F.C.C.B. y el P.C.E. habían dado lugar al embrión de una nueva política, de ese nuevo partido. La F.C.C.B. exigía una democratización profunda en la vida interna del P.C.E., centralismo democrático tal como el del partido bolchevique en la época leninista; se negaba a seguir la política sectaria del P.C.E. en el movimiento obrero y rechazaba la escisión sindical; tenía una valoración del problema nacional catalán muy cercana a las tesis sobre la autodeterminación de Lenin, en las que se apoyaba para criticar la posición vacilante del P.C.E. en ese tema y, sobre todo, veía en las fuerzas de izquierda republicanas un aliado contra la monarquía. Sus contactos y colaboración con estas fuerzas en Cataluña lo oponían a la política ortodoxa de «clase contra clase» que implicaba el rechazo de toda alianza del P.C.E. con otros partidos. En fin, 1930 y Maurín era consciente de que la máxima fuerza comunista en Cataluña era la F.C.C.B., dirigida por él y ahora expulsada del P.C.E. Había que acelerar los contactos tanto con los grupos comunistas, como él heterodoxos, como con la izquierda burguesa y el anarcosindicalismo para participar en la lucha contra una monarquía que, agónica, todavía se defendía. Mientras, Maurín había sido reemplazado en su puesto de director de La Batalla, que había reemprendido su publicación; era uno de los mejores periódicos que ha dado el movimiento obrero y su primer número de esta nueva época salió el 23 de mayo. Sus páginas seguían siendo el mejor órgano de combate de Maurín y de la federación y en ellas se reafirmaban sus principios: política de Frente Único y Unidad Sindical, manteniendo la fidelidad a la Internacional y contra la fracción dirigente del P.C.E., ArroyoBullejos-Trilla,m al tiempo que Maurín insistía en la necesidad de un partido revolucionario de la clase obrera para el cambio revolucionario, inexistente en Cataluña, porque en España aún no había tenido lugar la revolución burguesa." ANDRADE, J., «Maui-in nos ha dejado como herencia el partido», La Batalla., 22 de septiembre de 1936. Andrade, entonces miembro del P.O.U.M., escribió esto a modo de homenaje cuando se creía que Maurín había muerto en manos del enemigo. i° A los que se tachaba de «oportunistas, demagogos, burócratas y anticomunistas...», «La crisis del P.C.E.», La Batalla, 12 de septiembre de 1930. " M., J., «Necesidad de partido», La Batalla, 25 de julio de 1930.
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LA REVOLUCIÓN PENDIENTE (1930 — julio de 1936)
Entre artículo y artículo, que meticulosamente Juana pasaba a máquina y archivaba como una eficaz secretaria, conferencias y mítines por multitud de pueblos catalanes y contactos «a troche y moche» con antiguos amigos y militantes de los más variados carices políticos, Maurín ingresó en la Modelo a finales de junio y hasta el día 1 de septiembre, junto con otros militantes de la F.C.C.B.' Apenas había llegado a España y ya volvía a visitar las conocidas estancias de la cárcel en la que había pasado años en tiempos de dictadura. Pero ni siquiera allí su actividad incesante conoció algún freno porque, mientras supo que fuera Humbert-Droz realizaba gestiones «bajo mano» para intentar atraérsele hacia el P.C.E. y hacia las posturas de Moscú, Maurín se encontró con Jordi Arquer (uno de los fundadores del P.C.C. y con el que ya se había entrevistado en París) y ambos comenzaron a realizar gestiones conjuntas. Los dos firmaron un manifiesto que protestaba por la detención de Maciá a su vuelta del exilio,13 justo en el momento en que se crea el Comité Pro-Llibertat, que luego hará las funciones de Comité Revolucionario de Cataluña. Y lo más importante, allí, en la cárcel, debió de acelerarse la ronda de conversaciones que culminaría en la fusión de las dos organizaciones comunistas separadas del P.C.E. y que encabezaban Arquer (P.C.C.) y Maurín (F.C.C.B.) en una nueva plataforma política: el Bloque Obrero y Campesino. En esos dos meses que Maurín pasó en la cárcel tampoco su ágil y contundente pluma se resistió ante la inminente plasmación de instrumentos teóricos propios; las últimas páginas del que sería su primer libro, que había comenzado a escribir en París, iban a ser redactadas en la prisión" al ritmo de su original reflexión sobre los acontecimientos políticos del país. Los hombres de la Dictadura era el título elegido para la exposición de su pensamiento y bajo ese epígrafe constaban los nombres de seis políticos españoles: los conservadores Sánchez Guerra y Cambó, los republicanos Lerroux y Melquíades Álvarez y los socialistas Pablo Iglesias y Largo Caballero. Desde supuestos teóricos nada vulgares Maurín ilustra el establecimiento de la dictadura como solución de emergencia a la crisis política de la gran burguesía. En este sentido los «hombres de la dictadura» resultan ser, 12 La Batalla, 5 de septiembre de 1930. 13 ALBA, V., Dos revolucionarios..., op. cit., 1975, p. 133. " Entrevista a Maurín hecha por el periódico madrileño La Noche y reproducida en La Batalla., 3 de octubre de 1930. 207
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
en mayor o menor medida, los seis políticos citados y no, como cabría pensar, los obtusos generales y civiles que rigieron sus destinos. La intención polémica de su análisis y la forma de su presentación se orientan fundamentalmente a mostrar la dictadura como el efecto de la actividad del conjunto de las fuerzas políticas y sociales de la España de la época. Y ahí radica precisamente la modernidad del libro y en el hecho de que, en el alud de literatura política de los años 30, constituyera uno de los mejores análisis marxistas del momento. Lejos de la anécdota y con algunas resonancias de la literatura comunista del «tercer periodo» (influencia del anti-socialismo de la I.C.), con un lenguaje preciso y plástico y un tono contundente, de advertencia, incluso violento, Maurín desarrollaba una peculiar y global interpretación de la realidad del movimiento obrero español. Era la exposición de su pensamiento en ese momento, reproducido del mismo modo en sus artículos de La Batalla y en sus conferencias y mítines y, a pesar de que estaba marcado en parte por la prosa de la Comitern, la originalidad y el rigor de su análisis le hacían merecer el puesto de «autor más interesante dentro del campo marxista de los que se ocupan de las cuestiones económicas ligadas a la revolución».15 Y efectivamente, era la naturaleza de la revolución y sus agentes, intrínsecamente derivada del proceso de formación del capitalismo en España —que Maurín había expresado ya en términos esenciales en 1926—, lo que se prefija en su exposición, teniendo en cuenta las relaciones dialécticas y las contradicciones (burguesía-proletariado, propiedad industrial-propiedad agraria...) de las fuerzas sociales en juego en el marco de una coyuntura internacional y una relevante herencia histórica que tampoco olvida. Muchas de las pasadas y futuras especificidades que impondrán a su forma de hacer política el nombre de «maurinismo» están presentes en Los hombres de la Dictadura. Como nos contaba su amigo Wilebaldo Solano, «él copiaba poco, él fue siempre el mismo. Era el más original..., con sello personal. Adaptaba al marxismo su visión de la historia».'» Según la versión —muy generalizada por otra parte— de 15 ARTAL, F.; GASCH, E.; MASSANA, C.; ROCA, F., El pensament económic catalú durant la República i la Guerra (1931-1939), Ed. 62, Barcelona, 1977, pp. 50 y 72. '6 Entrevista a Wilebaldo Solano, Barcelona, 30 de noviembre de 1989. Conoció personalmente a Maurín en 1933, militó en las Juventudes del B.O.C. y del P.O.U.M. y fue Secretario General del P.O.U.M. en el exilio. Entre otras obras ha escrito un ensayo biográfico sobre Nin. Actualmente reside en París. 208
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LA REVOLUCIÓN PENDIENTE (1930 - julio de 1936)
otro de sus compañeros, Maurín «era el periodista y el escritor obrero que daba a sus artículos el matiz más original, que se salía de las normas fijas y de la estrechez de concepción del pablismo clásico y del estalinismo burocrático moderno».'7 El libro se acabó de imprimir en Madrid el 24 de octubre de 1930 y lo publicó la Editorial Cenit; Maurín no pasaba desapercibido, ahora menos que nunca, porque accedía a otros colectivos y porque debido a su impronta de líder y a su crítica lectura de los acontecimientos generaba amigos incondicionales o enemigos acérrimos a derecha e izquierda. Las 241 páginas del libro se vertebran a partir de un presupuesto que ya empezaba a caracterizar el pensamiento mauriniano y que conectaba directamente con el balance histórico (causas) que hacía de las características y la crisis (efectos) del movimiento obrero español: la revolución burguesa se contempla como una necesidad histórica, como requisito del progreso de la sociedad y como una transformación ineludible; las pervivencias feudales no han permitido que España realice su revolución burguesa, la burguesía ha mostrado su incapacidad revolucionaria en repetidas ocasiones por lo que corresponde a la clase trabajadora ser el agente de la revolución, para la cual se precisa un instrumento fundamental, un partido revolucionario. Alrededor de esta idea central y en un tono muy catalanista, Maurín denuncia el abandono por parte del socialismo reformista de Cataluña en manos del anarcosindicalismo (como ya lo había hecho desde las páginas de L'Opinió), remarca la según él poco considerada importancia de la periferia sobre el centro, insiste en la necesidad de una urgente reforma agraria, denuncia el imperialismo inglés y advierte proféticamente del peligro de una contrarrevolución. En definitiva, fue esa necesidad extrema y expresa de un partido revolucionario la que condujo a Maurín a crear la organización a la que iba a dar su personalidad y el pensamiento reflejado en su libro y que, a su vez, iba a darle a él su figura política: el B.O.C. Cuando sale de la cárcel, en el mes de septiembre, Maurín reemprende su recorrido de una palestra a otra, ora predicando su doctrina,' ora colaborando con 17
ANDRADE, J., 'Maurin nos ha dejado como herencia...», La Batalla, 22 de septiembre de 1936.
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5 de septiembre, conferencia de divulgación ideológica en el Ateneo Enciclopédico Popular. 209
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
los partidos republicanos o con los anarcosindicalistas en mítines pro amnistía,' al tiempo que forma parte por la F.C.C.B. del Comité Revolucionario de Cataluña, formado el 16 de octubre y que agrupa a las fuerzas que luchan por la implantación de la República." Pero hubo algo mucho más emocionante y tal vez más relevante en esos meses, tanto para Maurín como para los medios de comunicación en general, porque era realmente una noticia la vuelta de un catalán, famoso por sus traducciones al ruso, que había pasado nueve arios como alto funcionario de la I.S.R. en Moscú. Entre los días 18 y 20 de septiembre21 Andrés Nin, el amigo del alma del Kim y con quien había mantenido estrechos contactos y compartido planes durante el exilio, regresaba con su mujer Olga y sus dos hijas a Barcelona. Nin no volvía a España con la mejor tarjeta de presentación para poder integrarse en el seno del movimiento comunista porque su actuación de varios años en la sección de la Oposición Comunista Internacional —especialmente en la sección francesa—, dirigida por Leon Trotski, le etiquetaba en la heterodoxa y minoritaria casilla de trotskista. Esta calificación no sólo le impedirá actuar en el seno del P.C.E. sino que tampoco la F.C.C.B. estará dispuesta a admitirle sin más por temor a que su adhesión reforzara las acusaciones que la dirección del P.C.E. lanzaba sobre la F.C.C.B. De todos modos, Nin se hallaba más próximo a la F.C.C.B. que al P.C.E., tanto por sus planteamientos políticos como por la profunda amistad que le ligaba a Maurín. En aquel momento la Oposición Comunista de Izquierda no disponía de ninguna fuerza en Cataluña y fue el propio Nin quien aglutinaría el primer grupo afin a las posturas trotskistas meses más tarde." Por todo ello las relaciones de Nin con la F.C.C.B. fueron fundamentalmente personales, sin que llegaran a hacerse abiertamente públicas, y junto al apoyo a la F.C.C.B. Nin asumía ante Trotski no sólo la defensa de Maurín sino la convicción
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Día 13, mitin pro presos en Reus; día 14, mitin en el Palau de Bellas Artes, 20.000 personas... Estat Catalá, Acció Catalana, Partit Republicá Catalá y C.N.T. BONAMUSA, F.,
Andreu Nin y el movimiento comunista en España (1930-1937), Ed. Anagrama,
Barcelona, 1977, p. 25. 22 Nominalmente existía la Oposición Comunista Española, sección fundada en Lieja el día 28 de febrero de 1930 por Henri Lacroix, secretario general, que constituyó el primer núcleo trotskista español gestado en el exilio, del cual también formó parte Andrade y con el que Nin mantenía alguna relación.
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de que este «está muy próximo a nosotros y que acabará pronunciándose por la Oposición», insinuando que su adquisición sería de gran valor." Mientras desde las páginas de La Batalla la F.C.C.B. combatía enconadamente la línea política llevada a cabo por el P.C.E. y se defendía de las acusaciones de trotskismo lanzadas desde su órgano Mundo Obrero," Maurín estrechaba sus vínculos con grupos y organizaciones de la oposición republicana, participaba en algunas campañas pro amnistía y asistía a las reuniones del Comité Revolucionario de Cataluña, al tiempo que insistía en una cuestión para él fundamental: «la transformación del régimen agrario para el aseguramiento de nuestra endeble industria (...) esa es la clave de bóveda de toda la cuestión española»" y perseveraba en la crítica al anarcosindicalismo, «como manifestación burguesa que es», en un intento serio de domesticarlo según sus objetivos políticos." Es también en esos meses finales del año 30, concretamente a partir del decimotercer aniversario de la Revolución rusa, cuando se inician las tareas preparatorias de la constitución del B.O.C. Las reuniones no suponían los primeros contactos entre la F.C.C.B. y el P.C.C. porque ya antes, en el exilio, Maurín se había entrevistado con Jordi Arquer y Martí Vilanova, uno de los militantes comunistas de más prestigio." Finalmente con una base de acuerdo entre Maurín, Arquer y David Rey se forma, a finales de noviembre, el B.O.C. La reunión tuvo lugar en el bar Ballart de la calle San Francisco de Tarrasa y acudieron una treintena de militantes de los dos organismos, la mayoría de ellos del P.C.C." La tarea inmediata op. cit., 1977, p. 36. Véase La Batalla, 10 de octubre de 1930, y Mundo Obrero, los días 30 de agosto y 13 de septiembre de 1930. Las acusaciones de Mundo Obrero condenan la posición de los editores de La Batalla (n.» 13, «Contra todo intento de escisión») que censuran la elección del Comité Nacional de Reconstrucción de la C.N.T. de Sevilla y diferencian entre «los señores que hacen La Batalla», cuyas afirmaciones, según ellos, no son compartidas por los comunistas de base de la F.C.C.B., que se muestran «de acuerdo con los de Sevilla». De este modo La Batalla «se desenmascaraba como lo que era, como el órgano de un grupo de «trotskistas». 25 M., J., «A propósito de la crisis de la industria», La Batalla, 17 de octubre de 1930. 26 M., J., «La traición anarcosindicalista», La Batalla, 24 de octubre de 1930. 27 BONAMUSA, F., op. cit., 1974, p. 90. 26 Ibid., pp. 90-91. «La reunió fou dirigida per Joaquim Maurín, el qual exposá la crítica situació de la Iluita de classes, declarant que la fase actual exigia una revolució democrático-burguesa dirigida per la classe obrera, única manera d'assegurar l'acompliment de tots els fins de la revolució i el pas a la revolució socialista». Esta fue una reunión constitutiva y amigable porque el congreso formal de fusión tuvo lugar el 1 de marzo de 1931, coincidiendo con el de la F.C.C.B. " BONAMUSA, F.,
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que se planteaba el B.O.C. era disponer de un semanario y de un círculo de simpatizantes; el 10 de diciembre salía el primer número de L'Hora, «que vol ser la gran revista del proletariat catalá» y que realizó junto a la revista Front, aparecida el 9 de julio de 1932, un periodismo de izquierdas elegantemente sensacionalista.29 Las primeras acciones abiertas llevadas a término bajo el nombre de Bloc Obrer i Camperol fueron las previstas con motivo de las elecciones convocadas por el gobierno Berenguer y que no se llegaron a realizar. Pero antes de emprender la campaña electoral, como era de suponer, los dirigentes y militantes de la F.C.C.B. no escaparon a las amplias detenciones que se sucedieron durante octubre, noviembre y sobre todo a raíz de la sublevación militar en Jaca y la huelga general de diciembre. Si bien en unos primeros momentos ni Maurín ni Nin pudieron ser detenidos, antes de las fiestas navideñas ambos y muchos otros dirigentes, tanto republicanos como obreros, se hallaban ya en la cárcel de Barcelona. A causa de la sublevación de Galán y García se declaró una huelga general en Barcelona en respuesta a un manifiesto, lanzado por el Comité Revolucionario, entre cuyos firmantes estaba Maurín, al que detuvieron —hasta finales de enero— en una reunión en el bar La Punyalada del Paseo de Gracia, junto con Aguader, Carrasco, Companys y otros." Dos meses más tarde, cuando La Batalla, clausurada en diciembre, inicia su publicación, el día 12 de febrero, aparece una nota que informa de que la firma de Maurín que había aparecido en el manifiesto republicano de diciembre había sido usurpada y que él no había firmado.
Maurín fundó también una interesante revista doctrinal, La Nueva Era, cuyo primer número salió en París en enero de 1930, como número especial y bajo la responsabilidad editorial de las Ediciones EuropaAmérica; contenía fundamentalmente artículos doctrinarios y teóricos hasta entonces inéditos de Lenin, Stalin, Rosa Luxemburgo, Henri Barbusse, etc. En una de las cartas que Nin envió a Maurín a París, precisamente cuando este estaba al cargo de las Ediciones Europa-América, le decía: «He visto Nueva Era. Me parece un acierto. El patrono está muy contento» (Moscú, 4-1-1930). El segundo número apareció en Barcelona en octubre del mismo año y en él Maurín escribió un erudito artículo titulado, «La decadencia intelectual de España», donde tras un repaso histórico de los hitos de las artes y las letras (fundamentalmente la literatura) desde el siglo XV —equiparándolos a las luchas entre la burguesía y la nobleza feudal y siempre supeditados a las crisis económicas y sociales— concluye diciendo que la salvación de España en su aspecto cultural —que existe gracias a América latina— requiere una revolución social que cambie completamente el orden político y económico existente. 3° ALBA,
V., Dos revolucionarios..., op. cit., 1975, p. 133. 212
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En fin, sea como fuere, un par de meses más de cárcel que había que soportar prácticamente junto a casi toda la plana mayor de oposición monárquica. Durante este tiempo Maurín se dedicó a elaborar las tesis para el primer congreso de la F.C.C.B. como organización autónoma, que se celebraría el día 1 de marzo y que significaría, asimismo, el de formalización de la fusión que había dado lugar al B.O.C. Al parecer Nin, que había decidido actuar en el seno de la F.C.C.B. y atraerse a Maurín hacia las posiciones de Trotski, colaboró en la redacción del proyecto de tesis políticas por hallarse en la misma prisión que su amigo y presumiblemente en celdas muy juntas?' El día 11 de enero de 1931 Nin publica en L'Hora un artículo titulado «La Revolución democrática y el bolchevismo» en el que sostiene que en España se necesita que los obreros hagan la revolución democrática —que en Maurín es sinónimo de burguesa— para ir luego hacia el socialismo, tesis que Maurín sostenía hacía mucho tiempo. Está claro que ambos colegas compartían puntos de vista similares porque los dos se movían en las arenas movedizas del comunismo de aquel tiempo, porque los dos habían aprehendido el marxismo bajo la realidad y la égida protectora de la madre Rusia y porque, al fin y al cabo, su trayectoria, casi paralela, su mutua admiración y su ligazón personal eran determinantes. Pero también había diferencias que se fueron agrandando con el tiempo; a pesar o a costa del acercamiento inicial, pronto sacrificarían durante algún tiempo su amistad por mutuas discrepancias y en aras de las organizaciones políticas a las que se debían. Las colaboraciones de Nin con la F.C.C.B. y el B.O.C., sus artículos en L'Hora y en La Batalla e incluso el cariño fraternal que profesaba a Maurín se cortaron de cuajo cuando el Comité Ejecutivo de la F.C.C.B.-B.O.C. rechazó su ingreso en la organización, temiendo que los pocos trotskistas españoles realizaran una peligrosa labor fraccional y por no enrarecer más las relaciones con la I.C."
BONAMUSA, F., op. cit., 1977. El propio Andrés Nin en carta a Trotski el 5 de febrero confirmó su participación en la redacción de estas tesis (p. 52).
" Según Víctor Alba, Nin interpretó la negativa como una cuestión personal y retiró a Maurín incluso el saludo hasta que las condiciones creadas por la Alianza Obrera a finales de 1933 volvieron a posibilitar la relación. Dos revolucionarios..., op. cit., 1975, p. 143. Más adelante nos extenderemos respecto a los detonantes e interioridades de esta ruptura que, a causa de una comparecencia pública de los dos líderes en el Ateneo de Madrid, fue en el mes de junio definitiva. 213
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Además de lo que emocionalmente pudiera suponer al pragmático pero sentimental Kim esta ruptura, todavía no previsible, con su antiguo camarada, había que añadir, en aquel principio del año 31, otro hecho de dimensiones humanas superiores y que nada tenía que ver con la política. A fines de enero Joaquín tuvo noticia de la muerte repentina de su madre, a la que quería profundamente. El hecho frenó el impulso de sus actividades y lo sumió en una gran tristeza: «lloró mucho. Durante varias semanas estuvo silencioso, sin interesarse por nada». Desde su más tierna infancia Quinet se había sentido más ligado a su austera y devota madre que a su «casquivano» y anticlerical padre o a cualquiera de los miembros de la familia. Aunque poco demostrativa, ella era la figura fuerte de la casa; su padre, más liberal y extrovertido, era débil de carácter «y Maurín, sin duda aprendió de ella a dominar la expresión de sus emociones»." Joaquín tuvo siempre muy arraigado el espíritu familiar y la conciencia de clan tal y como lo había aprendido en su pueblo natal. Por encima de las ideologías, las trayectorias vitales o el hecho de ser la «oveja negra», en aquella clerical y tradicional familia se imponían el cariño incondicional, las zapatillas de estar por casa y los sentimientos más atávicos, que le recordaban a cada momento sus raíces altoaragonesas. Aunque su vida estuviera consagrada a la causa ideal de la emancipación proletaria y hubiera formado su propia familia, su solariega casa pirenaica, sus parientes y su pueblo fueron siempre algo sagrado, algo al margen y algo, sin lugar a dudas, incuestionable. Como nos recordó su hermana María, Quinet incluso en medio del tropel de acontecimientos políticos y sociales en que vivía sumergido no dejó ni un solo año de pasar sus vacaciones en Bonansa acudiendo puntual a la cita con los suyos, excepto en el verano de 1935, en que viajó con Juana y Mario a Palma de Mallorca. En su pueblo le querían bien y, como recordaba una anciana del lugar, le contemplaban pasear y hablar con la gente «siempre con el periódico bajo el brazo». El recuerdo de los suyos volvía a aflorar en su pensamiento, la posibilidad de no volver a ver a su querida madre era un duro golpe, la nostalgia y el dolor se apoderaron de él. Víctor Alba cuenta un recuerdo que, al parecer, enorgullecía a Maurín, seguramente porque le demostraba hasta qué punto los lazos de sangre ALBA, V., Dos revolucionarios..., op. cit., 1975, p. 158. 214
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imperaban por encima de todo: cuando durante la dictadura una comisión de la Unión Patriótica fue a pedir la firma de la madre para un homenaje a Primo de Rivera,34 ella, que no tenía ningún interés por la política, les contestó a gritos: «Él metió a mi hijo en la cárcel y tenéis la desfachatez de decirme que firme... ¡Marchaos! ¡Fuera de aquí!»." La actividad política de Maurín tuvo siempre como eje la geografía catalana y para sus amigos y enemigos era catalán; muchos de ellos sabían de su procedencia fronteriza porque le habían oído hablar en infinidad de mítines y conferencias aquel castellano-aragonés con alguna inflexión del catalán, aquel deje del habla ribagorana de Bonansa. Maurín hablaba catalán en la escuela de Bonansa, su madre era catalana, pero él nunca tuvo el catalán como lengua propia; lo aprendió en Lérida y después lo empleaba esporádicamente en alguna reunión por razones políticas pero nunca con los propios militantes. Se resistía a hablarlo en público porque creía que tenía acento y ya se había acostumbrado, desde sus años mozos en Huesca, a usar primordialmente el castellano. Wilebaldo Solano nos contó que la única vez que oyó a Maurín hablar catalán fue en una conferencia que dio en 1934 en el Ateneo Enciclopédico Popular y afirmó también que »no era un buen orador, Gorkin era mejor orador que él pero Maurín era mejor conferenciante»." En resumidas cuentas, no dejaba de ser lógico que fueran evidentes algunas reminiscencias de su educación y sus orígenes altoaragoneses —incluso el hecho de haber emigrado hacia la próspera Cataluña— y mucho menos que hubieran hecho tanta mella en su carácter como las influencias que filtraba del tiempo que le tocó vivir. En este sentido, la versión que sus adláteres dan de su personalidad " Posiblemente el homenaje fue el tributado en Graus con motivo de la visita que Primo de Rivera realizó para inaugurar el monumento erigido en memoria de Joaquín Costa (quien había pasado allí los últimos años de su vida); a su regreso de Graus visitó las obras del pantano, que ya inundaba parcialmente el pueblo de Barasona, y escribió en su libro: «He visitado estas obras dirigidas con aliento y ciencia por jóvenes ingenieros, en el día mismo que hemos consagrado la memoria del generador de esta gran idea, el aragonés Costa. Dedico también un recuerdo al conde Guadalhorce, Ministro de Fomento, que ha sabido desarrollar tan noble pensamiento al frente de un cuerpo del Estado, el de Caminos, que hace honor a España. M. Primo de Rivera». El acontecimiento tuvo lugar el día 22 de septiembre del año 1929, Revista de la Confederación Sindical Hidrográfica del Ebro, octubre de 1929. " ALBA, V., Dos revolucionarios..., op. cit., 1975, p. 158.
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Entrevista a Wilebaldo Solano. 215
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constituye una fuente interesante para explicar su impronta en los años 30. Casi todos ellos estuvieron de acuerdo en señalar que la absoluta entrega del Kim al partido y a la causa revolucionaria le hacía parecer un hombre ceñudo, seco, serio y hasta antipático: ... No era hombre de café, de tertulia, de paseo. De su gabinete de estudio a la Secretaría del Partido, o al mitin o a la conferencia, etc. (...) Y es que Maurín no adulaba ni admitía adulaciones. No obstante los que le conocíamos —conocerle era quererle— sabíamos que era el hombre afable, cordial y bondadoso que hacía que las horas de charla con él fuesen minutos..."
Tras esa máscara de frialdad se escondía un corazón afable y tras su verbo cortante y categórico y su palabra inflamada de hombre de mitin, la serena erudición del conferenciante. ... No tenía horas fijas para comer ni para dormir. Cuando las tareas del Partido se lo permitían. ¿Tenía amigos? Fuera del Partido creo que no..."
Desde el humanismo heroico, desde la filosofia de la paz y el amor universal, desde la convicción de que la pedagogía era el mejor instrumento para la transformación política y social del pueblo español, desde aquellos años en Lérida, había llovido mucho. Maurín había recorrido media Europa; de modo determinante había viajado a Rusia como emisario de la C.N.T., había vivido en París haciendo su estadio de misionero comunista —pero nunca como un oficiante vulgar— en un P.C.E. estalinizado y perseguido, pero algo perseveraba desde aquellos años mozos, algo que se parecía al lirismo excepcional del que hablara uno de sus alumnos de Lérida, algo que no era más que un sólido ideal al que, desde hacía años, había consagrado su vida, desde su personal altivez, su constructivismo revolucionario y su capacidad para no «comulgar con ruedas de molino». Maurín ya era un revolucionario profesional (lástima que en el momento de la revolución misma no pudiera ejercer), un guía y un jefe que convencía con un estilo que tenía
" INDiGETA (Joan Quer), «Camarada Maurin», La Batalla, 20 de septiembre de 1936. Estas fuentes fechadas en el año 36 y que ciertamente nos aproximan a la personalidad de Maurín hay que tomarlas con proverbial escepticismo si tenemos en cuenta que están escritas a modo de homenaje póstumo y lírico a Maurín, el innegable líder al que durante algún tiempo sus correligionarios creyeron muerto en manos de los militares sublevados. GORKIN,
J., «El optimismo creador de Maurin», La Batalla, 18 de septiembre de 1936.
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... Una precisión de marxista que todo lo reduce a teoremas sin dejar espacio a las improvisaciones sentimentales. Todo en sus discursos, sus crónicas y sus libros era un A x B = P. Trenzaba a grandes planos, aplicando sus interpretaciones marxistas a todos los fenómenos públicos y sociales. Era un dialéctico y cuando sus silogismos comunistas tenían un cumplimiento, la fatalidad le coloca en tierra gallega...39
Este «hombre de raza», este «gran apóstol del saber humano», este hombre de «temperamento recio, cabeza sólida y gran independencia intelectual», ... Presto siempre a ofrendar la vida por la idea (...) Era uno de esos revolucionarios excepcionales que consagran toda su vida, todos sus afanes, todas sus aspiraciones, toda su voluntad y sus afectos, todo su coraje a la causa suprema de la liberación revolucionaria del pueblo trabajador..."
En 1931 esta creativa entrega estaba canalizada hacia la construcción y primeros pasos de una nueva plataforma política, el B.O.C., «que en realitat era la materialització del pensament de Maurín».41 Efectivamente, Maurín acababa de crear su propio instrumento independiente, el cual para medir sus fuerzas presentó a los comicios una candidatura totalmente comunista, llevando a cabo una amplia campaña de agitación política comunista y propagandística contra el régimen. Pero finalmente ocurre que las elecciones convocadas por Berenguer son boicoteadas por republicanos y socialistas, están rodeadas de una fuerte campaña de abstención y no se celebran. El gobierno Berenguer cae y el 18 de febrero el almirante Aznar forma gobierno; la crisis que sufría el régimen monárquico se hace más aguda. Maurín pone de relieve las contradicciones en el interior de los partidos tradicionales —conservador y liberal— y habla de la apertura de un nuevo ciclo revolucionario que según su balance histórico en España será largo, alrededor de seis años. Del mismo modo, pronostica que la crisis revolucionaria que se vivía en aquel momento tendría tres etapas y que «la república burguesa puede ser la antesala del fascismo», cuestión esta que ocupará muchas páginas en sus órganos de expresión." " De El Día Gráfico, «El camarada Maurín ha sido fusilado por los fascistas», La Batalla, 22 de septiembre de 1936. 4° «La vida heroica de Maurín», La Batalla, 22 de septiembre de 1936. 41 Entrevista a Enric Adroher «Gironella», Barcelona, 21 y 27 de febrero de 1980, Fonoteca C.E.H.I. 42 M., J., «Els cicles de sis anys», L'Hora, 11 de febrero de 1931; la misma teoría expuesta en M., J., La revolución española, Ed. Anagrama, Barcelona, 1977, p. 203, escrito en 1932, y M., J., «Desdoblament polític», L'Hora, 25 de febrero de 1931.
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Durante los meses de febrero y marzo, Maurín y el B.O.C., con una actividad básicamente propagandística, combaten tanto las maniobras de la burguesía agraria como las del «Grupo imperialista de la C.H.A.D.E.» (Compañía Hispanoamericana de Electricidad, exponente de la emigración de capitales de la burguesía industrial catalana, dirigida por Cambó); la cuestión agraria y la política económica y financiera del estado son sus puntos centrales de crítica." El día 1 de marzo, casi como una ceremonia, se celebra el primer congreso de la F.C.C.B. como organización autónoma e independiente del P.C.E. y se decide la fundación formal del B.O.C. Su escisión del P.C.E. y la I.C. es ya un hecho.
5.1.2. El Bloque Obrero y Campesino (marzo de 1931 - diciembre de 1932) Maurín fue elegido secretario general de la F.C.C.B. y presidente del B.O.C., el cual, habiendo adoptado un sistema de organización similar al de los partidos socialdemócratas por considerar «desastrosa» la forma de organización bolchevique, definía al B.O.C. como «el lugar de concentración de las masas obreras que se aproximaban al comunismo», como «la antesala de la F.C.C.B.» y, «ante la avalancha que acudiría al partido», como «un pasillo de selección». La F.C.C.B. se convertía así en la directora del B.O.C., que a su vez establecería una alianza con los campesinos explotados, los cuales, «naturalmente, no podían ir al partido»." El B.O.C. se convertía en una consigna política y una plataforma; una consigna que expresaba la alianza revolucionaria de obreros y campesinos —elaborada en el IV Congreso de la I.C.— como aspecto fundamental de la táctica de Frente Único y una plataforma política fruto de la lucha por la unificación de las fuerzas comunistas que desarrollan la F.C.C.B. y el P.C.C. De este modo, el B.O.C. era fundamentalmente una plataforma de propaganda y el auténtico núcleo comunista lo constituía la F.C.C.B., que a partir de su II Congreso en la etapa de expansión —agosto del 32— adopta el nombre de Federación Comunista Ibérica. Según las " Ed. M., J., «Las activitats de Cambó. El tractat naval», L'Hora, 11 de marzo de 1931. Maurín vuelve a exponer las mismas opiniones vertidas en su primer libro respecto a la política económica y respecto a Cambó, según él «el representante típico de los intereses ingleses en España, a través de la emigración del capital a ultramar». M., J., «El B.O.C...», cit., 1932, p. 23. 218
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propias palabras de uno de sus militantes de base, el B.O.C. «era una mena de purgatori abans de anar al cel..., el cel era la Federació Comunista Ibérica...»." Maurín ya disponía de un partido revolucionario, de un instrumento propio, autónomo e independiente de la U.R.S.S., de una plataforma para la unificación comunista con la que aspiraba desde Cataluña a extenderse a toda la penísula e irradiar el triunfo de la revolución. La veritable experiéncia socialista, sobre tot a Catalunya, es el Bloc Obrer i Camperol (...) Era el primer partit catalá socialista que lligava el problema nacionalista, amb el problema d'un socialismo revolucionari."
Efectivamente, tanto el socialismo marxista como el nacionalismo radical, como fuerzas políticas mínimamente organizadas, eran fenómenos bastante recientes en Cataluña. Como pone de relieve Enric Ucelay da Cal, desde el comienzo de los años 20 es dificil separar ambos fenómenos, que crecen y se nutren de una misma base social y «la idea de un marxismo catalá oposat a les claudicacions de L'Esquerra" va estimular el creixement del B.O.C., la formació d'un petit Estat Catalá proletari a l'entorn de Jaume Compte, i la creació, el 1932, d'un minúscul Partit Comunista de Catalunya dependent del P.C.E., que expressava en castellá un independentisme mes virulent que el de ningú».48 Maurín consideraba la cuestión nacional como uno de los puntos básicos del programa de estimulación de la revolución democrática. De hecho la posición estratégica del B.O.C. se fundamentaba en la autodeterminación para las nacionalidades oprimidas y las colonias para, de este modo, incidir en la lucha de clases global, destruir el opresivo estado " Entrevista a Ramón Fernández Jurado, L'Hospitalet, 7, 13 y 29 de marzo de 1980, Fonoteca C.E.H.I. 46 Entrevista a Enric Adroher «Gironella», Barcelona, 21 y 27 de febrero de 1980, Fonoteca, C.E.H.I. Natural de Gerona, conoció a Maurín en Madrid, donde como universitario participaba en la lucha anti Primo de Rivera. Cada vez que Maurín iba a Madrid le telefoneaba y Gironella le acompañaba a cualquier parte. A raíz de esa amistad y de la honda impresión que Maurín causó en él se afilió al B.O.C.: «Jo considero que ha sigut un dels homes que he conegut a la meya vida que m'ha fet més impressió. Per la seva cultura enorme, per la seva manera d'explicar les coses, per la capacitat humana que tenia (...) tenia una memoria formidable, tenia un contacte humá extraordinari (..,) i a més, amb un análisi polític que no el trovarem en lloc (,..) era mol amic, te sentías inmediatamente que colaboraves amb ell, que ell es interesava per las tevas cosas...». " L'Esquerra Republicana Catalana, fundada en la Conferencia d'Esquerres Catalanas el 17, 18 y 19 de marzo de 1931, aglutinaba a grupos republicanos en torno a su indiscutible líder Maciá, a miembros de Estat Catalá, al Partit Republicá Catalá de Companys y al grupo L'Opinió de Lluhí i Vallesca. " UCELAY DA CAL, E., op. cit., 1982, p. 128. 219
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semifeudal español y crear una Unión de Repúblicas Socialistas Ibéricas: «La F.C.C.B. (...) lluitara pels drets dels pobles a disposar d'ells mateixos, arribant, si cal, a la separació, si tal és la voluntat d'aquest». Maurín retorna la fórmula leninista de separación en interés de la unión: El B.O.C. cree que hay que ser separatistas del Estado semifeudal español que deja intacto la República, pero no de las diferentes repúblicas ibéricas que un día, juntas, formarán la Unión Ibérica de Repúblicas Socialistas."
No es extraño pues, en el contexto político de los primeros meses de la República, que Maurín considerase el problema nacional como un poderoso factor revolucionario y aún lo es menos si se tiene en cuenta que la presencia de una importante corriente de nacionalismo revolucionario dentro del B.O.C. hizo que el partido fuera un polo de atracción para los jóvenes catalanistas con preocupaciones sociales. Además de la incorporación del grupo de intelectuales del semanario L'Hora, el B.O.C. recogió activistas de Estat Catalá —como Miguel Ferrer («Ramón Fuster»), Josep Rovira o Jaume Miravitlles (que se sumaron a los otros miembros de Estat Catalá que el propio P.C.C. había aportado en la fusión)— que, desilusionados con la práctica poco nacionalista y poco revolucionaria de L'Esquerra gubernamental de Maciá, se pasaban al nuevo y aparentemente dinámico partido. También una buena parte de la izquierda revolucionaria universitaria (organización clandestina de estudiantes del final de la monarquía) formó parte del B.O.C. junto con los miembros de la Guardia Cívica de jóvenes, organizada para defender la Generalitat bajo la corta República catalana.»° El nuevo partido estaba barnizado de un importante matiz catalanista ya desde sus orígenes porque el P.C.C., que por otra parte había concedido al B.O.C. un importante arraigo en las comarcas leridanas, había estado formado por grupúsculos nacionalistas que eran clandestinos durante la dictadura y que desarrollaban una dispersa tarea de difusión marxista en los Ateneos, las cooperativas, " M., J., «El B.O.C...», cit., 1932, p. 28; también en M., J., La Revolución española, Ed. Anagrama, Barcelona, 1977, pp. 128-129; en «La F.C.C.B. davant el problema de las nacionalitats ibériques», Documentos sociales, Barcelona, marzo de 1932, p. 10; «Entrevista de 7he New York Times a Joaquín Maurín», La Batalla, 11 de febrero de 1932, etc. 50
UCELAY DA CAL,
E., op. cit., 1982, pp. 141-142. 220
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LA REVOLUCIÓN PENDIENTE (1930 — julio de 1936)
los centros excursionistas y esperantistas, en organizaciones de tradición anarquizante como «els amics del sol»,' etc. Además de los grupos específicamente catalanistas, el B.O.C. tenía simpatizantes entre los elementos separados del P.C.E. en Asturias, entre los miembros de la también escindida Agrupación Comunista Madrileña (Luis Portela) y en Levante, donde el ex trotskista Gorkin movilizó también a unos cuantos militantes. Como ya hemos apuntado, Maurín confiaba en extender su organización desde Cataluña al resto de España —no en vano La. Batalla se editaba en castellano por esta razón— pero esta premisa, junto con aquella mezcolanza de comunismo surgido de los problemas del sindicalismo revolucionario y de catalanistas mudados en revolucionarios por las limitaciones del nacionalismo, creaba fuertes ambigüedades al B.O.C. Su base social era absolutamente híbrida y como consecuencia las tendencias eran múltiples, sobre todo respecto a si el B.O.C. era una organización catalana o española. En la que podría considerarse una primera etapa del B.O.C., desde su creación hasta septiembre del 32 aproximadamente, Maurín protagonizó una política excepcionalmente catalanista y excepcionalmente revolucionaria. Su postura era ultraizquierdista, a juicio de Luis Portela: El B.O.C. en aquellos tiempos hizo una política demasiado protagonista que en Madrid no caía bien. La clase obrera no tenía ninguna hostilidad hacia Cataluña. Había algunas expresiones que perjudicaron (...) La Agrupación Comunista madrileña se disolvió y la gente entró individualmente en
s' El entonces ebanista y militante de la C.N.T. Ramón Fernández Jurado frecuentaba a los «amics del sol», donde había gente del P.C.C. y del Ateneo, y recordaba que Jordi Arquer no formaba parte de esta organización pero estaba muy vinculado al mundo del excursionismo y «creía» que Maurín no pertenecía a este grupo; «Eren una gent molt Iliure (...) mig nudista». Entrevista a Ramón Fernández Jurado. Fonoteca C.E.H.I. UCELAY DA CAL, E., op. cit., 1982, pp. 178-181, revela cómo el fenómeno de la valoración de la salud no era una desviación cultural extraña, ligada a un supuesto mesianismo anarquista, sino al contrario, una respuesta a un medio ambiente insalubre, poco higiénico y físicamente hostil. Ese puritanismo popular se reflejaba en la fascinación que el vegetarianismo, el naturismo y el nudismo ejercían entre los proletarios y los jóvenes más avanzados. Ya en los años 20 Barcelona era conocida como un gran centro, junto con Marsella, de la trata de blancas y del tráfico de drogas; el ambiente de crimen y «bajos fondos» había sido criticado por muchos periodistas republicanos bajo la dictadura. En los años 30 esta también era una preocupación de los partidos obreros, que instaban a sus militantes a huir del vicio y a hacer una vida sana. Maurín, que a juicio de los que le conocieron era un puritano integral, debió de observar con agrado esta moda en su ciudad, aunque evidentemente no eran estos los temas que más le preocupaban, pues de alguna manera ya estaban integrados en su organizado modo de vida y en la disciplinada filosofía que intentaba transmitir a su público. 221
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
el P.C.E., yo no. Teníamos relaciones orgánicas con el B.O.C. y publicamos algún documento conjunto. El B.O.C. quería que la gente de la A.C.M. pasara al partido pero su política no ayudó (...) En septiembre del 32, tras la sanjurjada, el B.O.C., que había hecho bastante demagogia, hizo un cambio de política, adoptó una postura más sensata, más realista, dándose cuenta de que no se iba hacia una revolución socialista..., que eso no estaba en el orden del día; había que hacer lo posible por profundizar en la revolución democrática, más allá no se podía ir en aquel momento. Se lanzaba alguna consigna absurda: en La Batalla algún tiempo se habló del gobierno NinMaurín-Pestaña, eso no tenía ninguna base, era una chiquillada..."
Pero como también reconoció el propio Portela, el B.O.C. desde su fundación hasta septiembre del 32 hizo mucho «y lo que hizo fue mucho mejor que lo que dijo: organizó en un país como Cataluña, donde no había ninguna tradición marxista, un partido político obrero y agrupó a la gente en el terreno político». Y efectivamente lo hizo creando todo un aparato, no burocrático sino democrático —pues el afán de Maurín era que el partido fuera a la vez centralizado y democrático—, que extendía sus redes por toda Cataluña, porque paralelamente a la organización regular de comités y células funcionaban desde los primeros tiempos de existencia del B.O.C.: una organización de defensa inspirada por David Rey, que amparaba la organización y creaba piquetes de huelga; la sección femenina, constituida el 17 de mayo de 1931 y que luchaba por los derechos de la mujer; la Escuela Marxista, destinada a la educación doctrinal de los adherentes del B.O.C. y cuyas conferencias comenzaron en octubre de 1931;" se crearon también unos grupos de choque paramilitares, los GABOCS, y un secretariado sindical a cargo de Pere Bonet. Por otra parte las Juventudes Comunistas del B.O.C., cuyos cuadros se formaban en la Escuela Marxista, desplegaban una gran actividad de propaganda y agitación en centros culturales —Facultad de Medicina de la Universidad de Barcelona, escuela de trabajo, ingenieros— y recreativos, especialmente en los Ateneos —Enciclopédico Popular, Politécnico, Poble Nou, círculo esperantista de Sants, etc.—; además de la tarea propagandística, crearon la Unión Deportiva Obrera, que partici-
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Entrevista a Luis Portela, 28 de marzo de 1980, Fonoteca C.E.H.I.
" «Maurín dará clases de economía política, 12 lecciones, a partir del 1.» de febrero», La Batalla, 14 de enero de 1932. El secretario encargado de organizarlas era Miravitlles.
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paba en muchas competiciones con una camiseta donde aparecía una hoz y un martillo.54 Si a todo ello le sumamos una tarea ingente de propaganda política oral ligada a la agitación y organización mediante conferencias, mítines, viajes de propaganda, etc. y también la propaganda política escrita, con diarios, semanarios, folletos, un servicio de publicación y librería, nos encontramos con un partido en vías de un buen desarrollo. Y todo ello «sin tener otros recursos que los que consigue con sus cotizaciones», como decía y como sufría Maurín, quien, a pesar de las extraordinarias dificultades económicas, argüía que la ayuda económica que los partidos comunistas oficiales reciben de la I.C., es extremadamente perniciosa. Se crea una burocracia permanente que acaba por estar de acuerdo de una manera sistemática con quien manda (...) La consistencia del B.O.C. es en gran parte hija de su honrada pobreza. Sus militantes trabajan desinteresadamente. Forman todos juntos una especie de cooperativa...55
Toda la organización —formación de comités, distribución de los militantes en células, impresión de carnets de cotización, alquiler de locales...— tuvo que hacerse en muy poco tiempo, a toda prisa, porque los acontecimientos políticos se aceleraban. El B.O.C. se fundó en marzo y para abril estaban convocadas elecciones municipales. La Esquerra de Maciá, que acababa de formarse, ofreció al B.O.C. aliarse con ella pero predominó el criterio de ir independiente a las elecciones, aun a sabiendas de que se obtendrían resultados muy reducidos: «[se] quiere dar la impresión de su carácter intransigente de clase».56 El B.O.C. presentó candidatos BONAMUSA, F., op. cit., 1974, pp. 123-134. Hay que tener en cuenta que se vivía un momento de gran preocupación por la juventud, de retórica exaltada sobre las futuras generaciones (recordemos, de todos modos, la propia exaltación de Maurín al contemplar en su primer viaje a Rusia las formaciones de los «atléticos» y «espartanos» jóvenes de la Guardia Roja, que, militarizados, cantaban la Internacional y a los que contemplaba como pilar básico de la revolución), de la nueva alba de la democracia... Todo el mundo forma grupos de choque y servicios de orden con la militancia joven —desde los GABocs del B.O.C. hasta los «escamots» de L'E.R.-Estat Catalá—. El escuadrismo y la fascinación por los aspectos externos o formales de la lucha en la calle afectaban tanto a la izquierda revolucionaria como a los republicanos nacionalistas como a la ultraderecha. La mezcla paradójica de pacifismo ideológico y militarismo organizador era uno de los elementos que más ligaba a la sociedad catalana y española con lo que ocurría en Europa y América. Una clara muestra son los grupos atléticos del Ateneo Enciclopédico Popular. UDE-AY DA Cm„ E., op. cit., 1982, pp. 129-132. " M., J., «El B.O.C...», cit., 1932, pp. 29-30. Ibid., p. 23.
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
por los distritos populares de Barcelona y en algunos pueblos de Cataluña donde existía sección (en aquel momento la sección de Lérida era más fuerte que la de Barcelona); no se incluyó a Nin en las listas para no comprometer las difíciles relaciones con la I.C. En Barcelona el B.O.C. obtuvo 2.176 votos y sacó algunos concejales en la provincia de Lérida. «Maurín está satisfecho, es un primer paso nada desdeñable»." El día 14 se proclama la República. En Barcelona Maciá proclama la República Catalana en el marco de la República Federal Española, que poco después tiene que retirar para convertirse en Generalitat de Cataluña. El día 15 L'Hora pide que se juzgue al ex rey y que se arme a los obreros. El C. Ejecutivo del B.O.C. se dirige al C. Nacional de la C.N.T. proponiéndole la formación de juntas obreras revolucionarias sin obtener respuesta. El día 17 otro manifiesto, redactado por Maurín, pide juntas revolucionarias de obreros y campesinos, la tierra para el que la trabaja, separación Iglesia-Estado, derecho de las nacionalidades a disponer de sus destinos, supresión de los comités paritarios, ayuda a los obreros parados, desarme del somatén y la guardia civil, armamento del pueblo por el triunfo de la revolución democrática y formación de una Unión de Repúblicas de Iberia,»» Ni la transformación de la República catalana en organismo autónomo ni la transmisión pacífica de poderes ni la huida del rey satisfacen al inquieto Maurín, que siente cómo se está desperdiciando una oportunidad de oro para el movimiento obrero y que afirma que «la cabeza del ex rey hubiese constituido uno de los puntales más firmes de la nueva República»," porque el rey en el exilio «será el centro de atracción de los restos de la sociedad feudal para preparar un regreso con ira vengativa (...) Se ha perdido la primera batalla»; proféticamente anuncia que «los trabajadores españoles deberán derramar mucha sangre en defensa de las conquistas revolucionarias»." A lo largo del mes de mayo, mientras en Madrid se incendian conventos y se discuten la Constitución, el Estatuto de Cataluña y las bases de la reforma agraria, Maurín, que habla tres o cuatro veces por semana en cines, sindicatos obreros o Universidades, avisa de que «las fuerzas económicas de la reacción no han sido destruidas y operarán por intermedio de los hombres e " ALBA, V., Dos revolucionarios..., op. cit., 1975, p. 138. »»
La Batalla, 18 de abril de 1931.
"
M., J., «La huida de Alfonso de Borbón», La Batalla, 23 de abril de 1931. L'Hora, 19 de abril de 1931. 224
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LA REVOLUCIÓN PENDIENTE (1930 — julio de 1936)
instituciones de la República»ci y de que «esa República no es la República de la clase trabajadora (...) el gobierno que hace mes y medio era aclamado por la immensa mayoría de la población española, constituye ya una verdadera ruina»." La euforia revolucionaria de Maurín y del B.O.C., sus proclamas contra las fuerzas armadas del antiguo régimen, la organización de formas de poder del proletariado —juntas de defensa— y el hecho de que esas juntas, el proletariado y el pueblo se armasen comportaban una serie de medidas económicas, sociales y políticas que Maurín expuso en una conferencia ofrecida en el Ateneo de Madrid el día 8 de junio. Era la primera vez que le invitaban a dar una charla pública fuera del movimiento obrero catalán. Bajo el título «La actual revolución española», Maurín afirmó que lo que el país necesitaba era un gobierno de jacobinos, una convención nacional de intelectuales avanzados del Ateneo de Madrid porque las Constituyentes no pueden realizar la revolución democrática; insistió en su tesis de las dos etapas consecutivas de la revolución: es necesaria la revolución democrática para pasar luego a la socialista, destacando el «factor nacional», es decir, que nuestra revolución debía ser una revolución autóctona, típicamente española. Como uno de los grandes factores de la revolución democrática defendió el separatismo siempre que este contribuyera a la desaparición del aparato estatal monárquico y, como su puntal básico, habló de la reforma agraria. Declaró asimismo que él no era un comunista ortodoxo porque discrepaba de la política que la I.C. seguía en España, por creerla equivocada y porque su empeño en calcar la experiencia de la Revolución rusa había conducido en diferentes países al fracaso." Al día siguiente y en la misma tribuna intervino Andrés Nin y rebatió punto por punto las tesis de Maurín. Ambos líderes fueron entrevistados por diversos periodistas, quienes contribuyeron a que estas conferencias —en las que también participó Bullejos— tuvieran una atención inesperada y fueran ampliamente comentadas en medios obreros, especialmente marxistas. Pero lo más relevante de estas charlas fue que precisamente la tribuna del Ateneo madrileño favoreció el desencadenamiento de una latente incompatibilidad entre Maui-in y Nin. Como ya s' 62 63
M., J., «La gravedad del momento», La Batalla, 21 de mayo de 1931. M., J., «Revolución permanente», La Batalla, 4 de junio de 1931. La Batalla, 25 de junio de 1931, reproduce entera la conferencia. 225
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
hemos advertido antes, el interés de Nin en desempeñar un papel importante en la F.C.C.B.-B.O.C. se había topado con la resistencia de estas organizaciones, a lo que había que sumar ahora el enfrentamiento personal. La controversia pública empezó pues en el Ateneo de Madrid y, curiosamente, uno de los aspectos de discrepancia fue la cuestión nacional. Maurín, más pragmático, defendió el separatismo; Nin, sin embargo, más teórico, no podía aceptar la postura de Maurín «por hallarse más atado a la teoría bolchevique del concepto de nación y más al margen de la actividad política inmediata. Una vez más se intuía al político Maurín y al teórico Nin»." A pesar de la similitud entre ambos y sus organizaciones —revolución agraria, necesidad de unificar las fuerzas comunistas, hacer de la C.N.T. una verdadera organización de masas...— existían divergencias políticas generales y seguramente razones personales, tanto de carácter como de interés y ambición política. Sin lugar a dudas, Maurín y Nin representaban en aquellos momentos los dos cuadros más atractivos y mejor preparados del movimiento comunista español. Ambos eran y fueron superiores a los dirigentes más destacados del P.C.E. (...) en ningún momento el P.C.E., desde su fundación hasta 1939, dispuso de dirigentes de la talla de Maurín o Nin; pero, por distintas razones, ambos se hallaron al margen del P.C.E. y, durante los años 19311935 en franca competencia entre sí, aunque siempre prevaleció la experiencia y la capacidad política de Maurín."
Según manifestó Maurín muchos años más tarde, «la relación política de Andrés Nin con Trotski hizo imposible su colaboración con el Bloque Obrero y Campesino, porque el B.O.C. estaba, desde luego contra el estalinismo, pero no quería caer bajo la influencia del trotskismo».66 Y según escribía el propio Nin, tras redactar su crítica a las posturas maurinianas en diferentes artículos de la revista Comunismo, El autor de estas líneas está ligado con Maurín por una vieja y sincera amistad, y no es sin dolor que se ha decidido a combatir sus puntos de vista erróneos. Pero, amicus Plato, sed magis amica ventas (Platón es mi amigo pero yo soy más amigo de la verdad). BONAMUSA, F., op. cit., 1977, p. 96. " Ibid., p. 95. M., J., op. cit., 1964, p. 267.
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LA REVOLUCIÓN PENDIENTE (1930 — julio de 1936)
Sólo la claridad ideológica, base indispensable de la acción eficaz, puede evitar el desastre de la revolución española. Queremos creer, sin embargo, que Maurín —aunque después de su conferencia de Madrid haya incurrido en reincidencias inquietantes— rectificará sus errores y se decidirá a ratificar su posición equívoca."
Evidentemente, Maurín no rectificó lo que no consideraba erróneo y, por supuesto, se distanció de todo lo que oliera a trotskismo. Las posiciones de ambos líderes eran irreconciliables, acababa de abrirse un profundo y doloroso abismo y una guerra sin cuartel; al parecer, llegaron a negarse incluso el saludo, hasta que las condiciones creadas por la Alianza Obrera en 1933 y sobre todo, durante 1934, volvieron a posibilitar la relación entre los dos dirigentes con el fin de organizar desde septiembre de 1935 una nueva experiencia política, el P.O.U.M. De este modo terminó la colaboración intermitente de Nin en L'Hora y sus artículos con pseudónimo en La Batalla y comenzó, siguiendo las indicaciones de Trotski, una fuerte ofensiva de Nin y la O.C.I. contra el B.O.C." Al mismo tiempo que, durante aquel agitado mes de junio, Maurín clarificaba su postura respecto a Nin y su grupo trotskista, lo hacía respecto al P.C.E. y a la I.C. La relación ambigua, confusa y los planteamientos pseudo-tácticos con el P.C.E. y la I.C., que habían caracterizado la política de unificación comunista del B.O.C. hasta entonces, llegaban a su fin, desaparecían las ambigüedades. Los dardos que Maurín lanzó contra la I.C. en la conferencia de Madrid, a la par que el crecimiento del B.O.C., debieron de alarmar a Moscú. El propio Maurín recibió unos días después la visita de Jules Humbert Droz, agente de la Comitern, «para hacerle proposiciones "tentadoras", siempre que aceptara hacer una visita a Moscú»." Se formó entonces una delegación de la F.C.C.B. para hacer el viaje a Rusia en la que no estaba Maurín; los delegados de la I.C. exigieron que formara parte de la delegación Maurín, a lo que este se negó. Tras fuertes discusiones, 67 NIN, A., «¿A dónde va el Bloque Obrero y Campesino? Los errores del compañero Maurín», Comunismo, n.» 4, septiembre de 1931, en Revista Comunismo (1931-19340) La herencia teórica del marxismo español, Ed. Fontamara, Barcelona, 1978, p. 449. 68 Que se agudizó durante los últimos meses del año y que puede seguirse a través de los dos órganos de expresión de la O.C.I.: la revista Comunismo, teórica mensual que aparece en Oviedo el 15 de mayo del 31, y el semanario El Soviet, que dirige Nin y que se funda en Barcelona el 15 de octubre del mismo año.
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M., J. (1964), Revolución y contrarrevolución en España..., op. al, 1966, p. 267.
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
Humbert Droz y los delegados de la I.C. rompieron las relaciones con la F.C.C.B. el día 2 de julio a altas horas de la mañana.7° Como la política de seducción de la I.C. —que pretendía someter a Maurín y atraerse al B.O.C. a las posturas de Moscú— no obtuvo la conquista deseada, el día 3 de julio aparecía la expulsión oficial de Maurín y toda la F.C.C.B. fechada en Moscú, expulsión hasta entonces sólo decretada por el P.C.E.71 A partir de ahora Maurín y su organización iban a mantener una dura polémica en dos frentes diferentes: el P.C.E. y la O.C.I. La grave crisis organizativa y política que esto causó a la F.C.C.B.-B.O.C. —expulsiones, deserciones, agudización de la pugna...— no impidió ni su desarrollo ni su expansión, más bien contribuyó a una progresiva clarificación de posturas que colocaría a la política de la F.C.C.B.-B.O.C. la etiqueta de «maurinismo», la cual, junto con el «trotskismo» y el «estalinismo», completaban las diferentes corrientes comunistas catalanas de aquel tiempo. Alrededor de las violentas luchas en torno al tema de la imposible unificación comunista, había otra cuestión fundamental para Maurín y para el B.O.C. y era el problema que planteaba el predominio anarquista en la clase obrera a través de la C.N.T. Hay que tener en cuenta que la C.N.T. era la central sindical que agrupaba a más trabajadores en Barcelona y en Cataluña, la más fuerte y la que tenía más tradición de lucha. Era imposible intentar cualquier acción sin contar con la C.N.T. y más imposible todavía querer organizar a la clase obrera al margen de la Confederación o en contra suya. Esto era algo que todas las corrientes comunistas, que no seguían a los republicanos como lo hacían los socialistas catalanes y españoles, tenían muy en cuenta: todos ellos estaban condenados a ir a remolque del debate interno de la C.N.T. y no sólo por una cuestión de actuación revolucionaria sino porque precisaban la retención de una plataforma vital; tanto dentro de " BONAMUSA, F., op. cit., 1977, pp. 203-204. Expulsión publicada en Le Correspondance Internationale, n.' 65, 22 de julio de 1931, pp. 811-812, y reproducida en BROUÉ, P., op. cit., p. 158. En ella se le tacha de liberal menchevique, de trotskista, de hacer el juego a la política burguesa y de ser contrario al P.C.E. y a la I.C. La expulsión de Maurín y su organización de la I.C. fue también publicada y comentada en todos los medios comunistas: en Juventud Obrera, n.° 1, 15 de julio de 1931; en Heraldo Obrero, n.' 5, 23 de julio de 1931, y en Mundo Obrero, n.' 12, 18 de julio de 1931. En este último periódico se lanzan duras e insultantes criticas contra Maurín. 228
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la Esquerra de Maciá como frente a ella cualquier combinación de planteamientos nacionalistas y socialistas implicaba siempre la domesticación de la C.N.T. y el aprovechamiento de su fuerza en un sentido político. Maurín y la F.C.C.B. no eran una excepción en ese sentido y menos si se tiene en cuenta que todos y cada uno de los obreros afiliados a la F.C.C.B. eran miembros de la C.N.T. y tenían la obligación de asistir a las reuniones de los sindicatos correspondientes y, sobre todo, que la mayoría de sus dirigentes y militantes procedían justamente de la C.N.T. —Maurín, Bonet, David Rey, etc.—, habían sido sindicalistas y a través de los grupos partidarios de la I.S.R. y de los C.S.R. habían evolucionado hacia el comunismo. Como en los viejos tiempos, los miembros de la C.N.T.-B.O.C. militaban en la C.N.T. y debían intentar la conquista de la dirección de sus sindicatos. Todos estos aspectos y otros harán que Maurín y la F.F.C.B.-B.O.C. intenten desarrollar con la C.N.T. unas relaciones cordiales, sobre todo durante los grandes conflictos de la huelga de teléfonos, la huelga general de septiembre y el alzamiento de Figols, lo cual no exime a Maurín de mantener una actitud muy crítica frente a la solución de algunos conflictos: debido a su imposibilidad de participar en los acontecimientos su posición es ciertamente oportunista y tacha unas veces a los anarquistas de derechistas y otras de ultrarrevolucionarios. Pero a pesar de esa práctica impotencia existía en Maurín desde los primeros años 20 un juicio de base que nunca se vio confirmado; juzgaba que era posible y necesaria la conquista de la C.N.T. para el comunismo, la C.N.T. se le aparecía como una organización vertebrada ante todo por la voluntad revolucionaria y el anarquismo y el anarcosindicalismo como opciones falsamente expresivas de aquella voluntad. De hecho, Maurín generalizaba su propia trayectoria del sindicalismo revolucionario al comunismo como la trayectoria previsible de la C.N.T., de manera que pronosticaba la erradicación del anarquismo y el anarcosindicalismo como dirección hegemónica de la C.N.T. basándose en el doble supuesto de la entrada en crisis de la C.N.T. y de la capitalización por parte del B.O.C. de dicha crisis. En este sentido sus puntos de vista no diferían mucho de los mantenidos en un panfleto sobre la crisis de la C.N.T. que había escrito en 1924 (y que se reeditó ampliado en 1932) o de lo dicho en 1926 o de aquel sonoro debate sobre las causas del arraigo del anarcosindicalismo en Cataluña en el semanario L'Opinió en 1928, sólo que ahora había 229
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
creado el partido guía. Tal vez él fue el primero en advertirlo, pero en aquellos años y como las de muchos otros sus explicaciones surgían desde el cliché de la C.N.T. como «un gigante con pies de barro», hasta las atribuciones de todos los males a los traidores de la C.N.T. por actuar como reguladores de la política burguesa (abstención, apoyo a Lerroux antes, a la E.R.C. ahora, etc.). Además o, quizá, debido a la firmeza de sus convicciones existía en Maurín la sólida esperanza de las realizaciones. Su pragmatismo político le obligaba a pensar en actos, en realidades y, aunque supiera que España y especialmente Cataluña (donde todo era mejor y desde donde todo debía comenzar) eran diferentes, modelos no le faltaban y tampoco le faltaba un optimismo desbordante y una fe demasiado ciega acerca de las posibilidades de acelerar la evolución ideológica de la clase obrera. Y ahí radicaba justamente su idealismo, nada extraño por otra parte en aquella época. Aunque más de una vez debió de exasperarse ante la cruda realidad —un partido pequeño, una influencia sindical que no se traducía en peso político específico, un duro combate con las otras organizaciones comunistas y una C.N.T. cada vez más dominada por la F.A.I.—, Maurín contestaba mirando al futuro, esperando que el inevitable desgaste de Esquerra Republicana, las orejeras ideológicas de los anarcosindicalistas y el dogmatismo de los comunistas «oficiales» o «moscovitas», facilitaran en un momento decisivo la aparición del B.O.C. como un verdadero partido comunista, con un análisis adecuado de los problemas del país y que obtendría un gran soporte de masas. Sus augurios, aunque puedan parecer algo vanidosos, no eran del todo descabellados, pero el camino no iba a estar precisamente sembrado de rosas. En resumidas cuentas, lo que Maurín y la F.C.C.B.-B.O.C. pretendían era ir avanzando posiciones en el interior de la C.N.T., ir creando fuertes minorías de oposición (grupos que se llamaron O.S.R) cuya tarea sería luchar por la democracia sindical, por la libertad de tendencias, y combatir la táctica escisionista: estratégicamente se proponía el frente único de comunistas, sindicalistas y anarquistas. En esta línea de trabajo, la aparición del «Manifiesto de los 30» a finales de agosto y su lucha con el grupo de la F.A.I. obligaron a Maurín y al B.O.C. a definirse para robustecer su política sindical y consolidar su influencia. En general, su postura se muestra de acuerdo en atacar más duramente el reformismo de los «treintistas» que a la F.A.I. aunque critiquen su indigencia teórica, estratégica y de 230
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LA REVOLUCIÓN PENDIENTE (1930 - julio de 1936)
formas de lucha." Maurín, en una entrevista del periódico La Nación de Buenos Aires, afirmaba: Los grupos anarquistas, la F.A.I., encarnan mucho mejor que los sindicalistas reformistas el sentido revolucionario de la masa obrera (...) Hay en ellos reflejo del impulso histórico de la clase obrera hacia la conquista del poder. Los anarquistas de la F.A.I. han dado pruebas de valentía heroica ante los que hay que inclinarse. Se han batido con energía (...) Nosotros estamos más cerca de los anarquistas que de los reformistas."
Maurín se muestra muy próximo a la F.A.I., está contagiado del fervor revolucionario de los jóvenes anarquistas —a los que siempre admiró, animó y respetó— en un momento álgido de huelgas y acciones revolucionarias en toda España y tras haber aprobado las Cortes la represiva «Ley de defensa de la República» el día 20 de octubre. Esta política represiva que el gobierno demuestra ante los sindicalistas y su particular radicalismo le reafirman en la convicción de que la C.N.T. es la auténtica organización sindical de la clase obrera y que ha de tomar el poder político." Con esta finalidad el B.O.C. propone repetidas veces a la C.N.T., desde mayo de 1931 hasta enero de 1932, la formación de un frente único," al tiempo que Maurín sigue convencido —eclipsado por la euforia revolucionaria y aunque la realidad muestre lo contrario— de uno de sus repetidos silogismos: Los anarquistas puestos en acción se trocan en comunistas. Esa es la realidad y quiere decir que estamos en vísperas de una evolución de las masas trabajadoras, hasta ahora influenciadas por el anarcosindicalismo, hacia el comunismo (...) Sólo si la clase trabajadora toma el poder la revolución democrática será llevada hasta su extremo lógico."
En este momento, Maurín y el B.O.C. no atacan con sus críticas a la C.N.T. sino que hacen pública su solidaridad, al mismo tiempo que su fuerza aumenta en algún sindicato de Barcelona capital y en alguno de provincia y dirigen las 72
«Después de la huelga general», La Batalla, 10 de septiembre de 1931.
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La Batalla, 19 de noviembre de 1931.
" «Entrevista del periódico bonaerense La Nación a Joaquín Maurín», La Batalla, 19 de noviembre de 1931, y de la misma forma en M., J., La revolución española (1932), Ed. Anagrama, Barcelona, 1977, pp. 167168. " BONAMUSA, F., op. cit., 1974, pp. 232-233.
7' «Entrevista de New York Times a Joaquín Maurín», La Batalla, 11 de febrero de 1932.
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
Federaciones locales de Lérida, Gerona y Tarragona, aunque sean reducidas. Mientras, los anarquistas hacen lo que pueden para frenar el poder comunista. En los mítines «se masca la tragedia»: L'acte no va durar ni deu minuts, varen comentar a treure les pistoles i fotre tiros els de la C.N.T. (...) Aleshores la direcció del B.O.C. inmediatament es reuneix, i ara que?... pues rés, el diumenge tornem a fer el mitin allá i anem nosaltres con pistoles (...) A Ilavors hi había menos gent, pero hi había tots els del Bloc amb la pistole aixi a la falda, i tots els de la C.N.T. amb la pistole... van parlar tot i van quedar amics."
A medida que la F.A.I. iba acaparando puestos en la dirección de la central sindical, el gran proyecto de Maurín de hacer de la C.N.T. la gran organización de masas de toda la clase trabajadora se iba frustrando; los faístas rechazaban cada vez con mayor empeño toda injerencia política. El 24 de abril de 1932, el Comité Regional de la C.N.T., en manos de faístas, en el Pleno regional celebrado en Sabadell decretó la expulsión de los sindicatos dirigidos por el B.O.C. y marginó a los que se hallaban bajo la influencia de los «treintistas»: «Algunos delegados —diu Solidaridad Obrera—, afectos al burgués Bloque Obrero y Campesino, vocean un momento, pero la casi totalidad del Pleno acalla sus intemperancias»." Las Federaciones locales de Lérida, Gerona y Tarragona, dirigidas por bloquistas, fueron expulsadas de la C.N.T.; la F.A.I. ganaba la primera batalla, el B.O.C. tenía las ansiadas puertas de la Confederación cerradas y su situación sindical en el interior de la C.N.T. se hacía muy grave. De nada había servido la insistente campaña pro unidad, pro libertad de tendencias y pro democracia sindical. La expulsión de los sindicatos señaló claramente lo incierto de la previsión de Maurín y, a la vez, redujo su organización a los límites territoriales de Cataluña y le privó de la capacidad significativa de dirección del movimiento obrero, coincidiendo en un momento en el que el B.O.C. se estabilizaba numéricamente y dejaba de crecer. El Kim había perdido su más importante baza, pero no se dio por vencido y, n Entrevista a «Gironella», Fonoteca C.E.H.I. Mitin del B.O.C. en un sindicato dirigido por la C.N.T. (¿,año 33?); en la cinta no queda claro dónde y cuándo se celebró el mitin pero la cita sirve para reflejar el tenso ambiente que respiraban las organizaciones políticas y la herencia viva del clima de pistolerismo de la Barcelona de principios de los años 20.
78
De Solidaridad Obrera, 26 de abril de 1932, reproducido en BONAMUSA, F., op. cit., 1974, p. 279. 232
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LA REVOLUCIÓN PENDIENTE (1930 — julio de 1936)
durante algún tiempo, siguió convencido de que la C.N.T. corregiría su trayectoria, hasta que el propio peso de las circunstancias le hizo cambiar de expectativas; ciertamente había sido un duro golpe pero, como demostró, su moral estaba a prueba de bombas. Al margen del fracaso que supondría la pérdida de influencia sindical en el seno de la C.N.T., el B.O.C. seguía incrementando su número de afiliados: de 700 en marzo de 1931 se llegó hasta 6.000 a comienzos del año 32,79 y seguía también intentando traducir su fuerza en peso electoral específico (tarea que a pesar de los logros nunca consiguió) a través de continuas y agotadoras campañas de propaganda y agitación. En las elecciones a Cortes Constituyentes del 28 de junio de 1931 —que dieron la victoria a la coalición republicano-socialista y en Cataluña la aplastante victoria fue para la Esquerra coaligada con la U.S.C. frente a la Lliga— según Maurín el B.O.C. obtuvo en Cataluña 12.000 votos: «En Gerona, en Tarragona, en Lérida, en Barcelona, capital y provincia, el B.O.C. hace acto de presencia solo, pobre, desafiando la borrachera republicana general»." El día 12 de julio se repite la elección —parciales a diputados de las Cortes Constituyentes— para cubrir puestos vacantes. El B.O.C. presenta a Maurín por Barcelona capital, que frente al candidato vencedor de la izquierda federal obtiene 11.708 votos (según el B.O.C. gracias al apoyo de la C.N.T. a la que critica), frente a los 1.275 conseguidos en junio» En las celebradas el 4 de octubre en Barcelona para cubrir dos vacantes, en las que el B.O.C. utilizó el máximo de resortes propagandísticos, quedó en cuarto lugar: Maurín consiguió más de 8.000 votos frente al candidato elegido de la Lliga, Pere Rahola, con 30.000. En la segunda vuelta, realizada el domingo siguiente para cubrir la segunda vacante, la pugna electoral se decidía entre M. Esteve —del Partit Catalá Republicá, que gracias a los votos de la Lliga fue proclamado, con 39.475 votos— y Maurín, que obtuvo 13.863." El B.O.C. se quedaba sin diputado, Maurín no podría hablar desde la tribuna de Madrid. Para él fue una desilusión" y para las posibilidades de expansión del B.O.C. una frus79
M., J., «El B.O.C...», cit., 1932, p. 26.
80
Ibid., p. 25. BONAMUSA, F., op. cit., 1974, p. 337.
81 82
83
Ibid., p. 340. Según M., J., «El B.O.C...», cit., 1932, fueron 13.863. ALBA, V., Dos revolucionarios..., op. cit., 1975, p. 156. 233
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tración; aun así, la derrota no era ninguna sorpresa para Maurín porque en el contexto de una República que ya consideraba gastada y que no había sabido adoptar ninguna de las medidas esenciales de una revolución democrática el triunfo de las derechas —la Lliga— no era nada extraño." La política electoral del B.O.C. a lo largo de 1931 pretendía favorecer la propaganda política de la organización y hacer un recuento global de simpatizantes, se ponía —en definitiva— a prueba, porque nunca fue realmente un partido electoral y el análisis de las elecciones no era más que un indicativo de su fuerza real expresada, sobre todo, en la política sindical y en su extensión organizativa; es decir, pretendía consolidarse participando en el juego parlamentario pero no creía en él. Además de la agitada campaña de propaganda política, «los "raids" permiten a veces celebrar once mítines en veinticuatro horas»;" de las entrevistas que diferentes medios de prensa le hacen, de los artículos de La Batalla y L'Hora, de la crisis organizativa que sufre la F.C.C.B.-B.O.C. al tener que mantener una dura lucha en dos frentes, P.C.E. y O.C.I., Maurín prepara un nuevo libro, que se publicará a comienzos del verano del 32 y del que ya comenzaban a aparecer fragmentos en La Batalla y en L'Hora. La Revolución española, cuyo subtítulo, de la Monarquía absoluta a la Revolución Socialista, sintetiza acertadamente los propósitos del autor, es un afinado análisis de la obra llevada a cabo por la República. Maurín ilustra el «advenimiento» de la República como un efímero episodio kerenskiano en que la política burguesa reemplaza en precario a la clase dominante tradicional. Con abundantes referencias a los episodios de la Revolución rusa, a las enseñanzas del propio Lenin, a la Revolución francesa y a los triunfos y fracasos del ciclo revolucionario burgués de buena parte de Europa y América, el Maurín bolchevique y jacobino muestra las particularidades que según él debe tener la revolución democrático-burguesa que en España no ha sido hecha por la clase a la que tradicionalmente le correspondía. La burguesía ha perdido toda condición revolucionaria y se muestra incapaz de solucionar los problemas que plantea la revolución democrática, esto es: destruir el viejo Estado monárquico-feudal, repartir las tierras, demoler el poder de la Iglesia y dar la libertad a las nacionalidades.
85
M., J., «La significación de las pasadas elecciones», La Batalla, 8 de octubre de 1931. M., J., «El B.O.C...», cit., 1932, p. 26. 234
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LA REVOLUCIÓN PENDIENTE (1930 — julio de 1936)
Analizando la actuación de la República en sus primeros ocho meses, la considera incapaz de solucionar los problemas que plantea y habla de «Dictadura de la burguesía» y de «monárquicos trocados en republicanos» o de «burgueses y socialdemócratas que temen la revolución social»." Maurín afirma entonces que corresponde al proletariado crear un «segundo poder» que en el proceso de la revolución haga frente al de la burguesía y vuelve a exponer su teoría de las dos etapas consecutivas de la revolución: La revolución democrática, que ha sido retardada por la burguesía, no podrá triunfar más que con la toma de Poder por el proletariado. Además, de la revolución democrática a la revolución socialista no hay separación cuando el Poder pasa a la clase trabajadora.9
Tras analizar las causas del atraso y la división política de la clase obrera española, Maurín sienta las bases de esa revolución «destructora y violenta sobre la que se puede edificar»; desde un riguroso análisis económico en el más puro estilo marxista y siempre adaptado a su visión de la historia, considera el movimiento nacional libertador y, especialmente, la revolución agraria como sus dos puntales máximos: La base del régimen monárquico se hallaba en el sistema feudal agrario. Para destruir los fundamentos monárquicos habrá que hacer la revolución agraria. Además una revolución proletaria, sin revolución agraria, al mismo tiempo, particularmente en los países como España donde el campo tiene un peso específico tan importante, no puede triunfar. Las dos fuerzas motrices de la revolución son pues: campesinos y obreros.»»
Maurín pone de manifiesto cómo la revolución agraria es no una parte sino la base de la revolución democrática y cómo el sistema económico español no corresponde a la etapa actual del desarrollo capitalista internacional: nuestra economía es fundamentalmente agraria en un periodo de industrialización general. A finales de los años 20 la crisis agraria produjo la crisis industrial y, como consecuencia, la financiera, que sumadas dieron como resultado la caída de la monarquía. M., J. (1932), La revolución española, Ed. Anagrama, Barcelona, 1977, p. 106. Idea repetida constantemente en sus artículos periodísticos. " Ibid., p. 163. Ibid., p. 132.
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Maurín propone soluciones modernizadoras para la economía española, no sólo el reparto de la tierra, crear un mercado interior y descuartizar la gran propiedad, sino toda una nueva ordenación económica en el marco de las transformaciones de la economía mundial, porque La República no es un nuevo régimen, sino el esfuerzo que la burguesía lleva a cabo, con el propósito de ensayar adaptaciones políticas que eviten la revolución social. La reforma agraria que aprobará el Parlamento Constitucional, no resolverá nada. Al contrario. Agudizará más el conflicto (...) Como en Rusia hay que hacer la revolución burguesa en el campo pero pasando enseguida a la revolución socialista."
En definitiva se propone la socialización de la economía, donde el gran empresario es el Estado «durante el periodo de transición al socialismo»; nunca dijo qué pasaría después. Por supuesto, como ya venía anunciando a lo largo de los años 20, corresponde al proletariado —en alianza con los campesinos— toda esa misión y todo el poder revolucionario estará, no en los Soviets, que son una »mera ficción» y que «no tienen sentido en España», sino «en el sindicato y el comité de fábrica, que son los embriones reales de poder obrero»." Maurín mantenía los mismos puntos de vista que había expuesto en la conferencia de Madrid: la creación de una convención revolucionaria, el problema de las nacionalidades y el problema agrario estudiado como proceso dialéctico, la crítica al sistema parlamentario y a una Constitución «de cartón»... En fin, todos los tópicos de la dialéctica mauriniana se dan cita en este libro, contundente, marxista y lúcido. La ordenada exposición de su pensamiento —en el que parece no olvidar ninguno de los aspectos que causaban problemas a la joven República—, en la que los hechos históricos del pasado justifican las andanzas del presente y los augurios del porvenir, junto con su aguda crítica y la esperanza de la revolución que se aproxima y los peligros que la acechan, se encuentran del mismo modo en sus artículos periodísticos y en sus mítines y conferencias. La especial y argumentada incidencia en la necesidad de la revolución agraria, en la liberación de las nacionalidades oprimidas, en la destrucción total y violenta del Estado monárquico y su aparato represivo —ejército, guardia civil...—, la separación de la Iglesia y el Estado, la constitución de una «Convención Nacional de revolucionarios» en lugar del ficticio parlamento..., en " Ibid., pp. 146-147. 9° Ibid., p. 168.
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LA REVOLUCIÓN PENDIENTE (1930 - julio de 1936)
resumen, crear las condiciones necesarias para la revolución democrática, que, como revolución «permanente», se trocaría en socialista y concedería todo el poder al proletariado en alianza con los campesinos para crear así la Unión de Repúblicas Socialistas Ibéricas. Esas eran sus consignas, ese era su ideal y, rodeado de furibundas críticas, a crear las condiciones necesarias para esa soñada revolución dedicó todo su tiempo, todo su optimismo y todas sus energías. Y a pesar de que vio cumplidos algunos de sus objetivos —al fin y al cabo el suyo era el único partido comunista de cierta importancia en Cataluña—, la clase obrera española seguía herida de muerte por un divisionismo cada vez más agudo y más grupuscular y la popularmente aclamada República seguía contando con gran apoyo social. En definitiva, el comunismo seguía siendo algo minoritario y aunque el mito bolchevique estuviera en boca de todos no dejaba de ser una pura entelequia, a principio de los años 30, la toma de poder por el proletariado o por los sindicatos. A pesar de la dura realidad, los sueños de unificación se avivarían pronto; a lo largo del año 33, frente al peligro fascista y, sobre todo, a partir de la insurrección del año 34, las Alianzas obreras corregirían y corroborarían gran parte de la estrategia de Maurín, pero eso es otra historia. De momento hallamos a Joaquín con sus 36 años recién cumplidos, a punto de publicar su segundo libro y trabajando de modo paciente, persistente y sistemático: Cuenta su mujer que Maurín tenía la costumbre de llevar un carnet en el bolsillo y de anotar en él las ideas, frases e imágenes que se le ocurrían, los títulos de los libros que veía y quería leer, los datos que encontraba. Leía mucho. Su biblioteca iba creciendo lentamente. Estas notas, las clasificaba, al llegar a su casa por la noche, y cuando creía que tenía bastante material para un artículo o un capítulo, se ponía a escribirlo. Escribía a mano. Sólo en la vejez, estando ya en Nueva York se acostumbró a escribir a máquina (...) Muy ordenado en sus papeles y libros y hasta en sus cosas personales. Como pasaba buena parte del día fuera de casa, en reuniones, bibliotecas, entrevistas, conferencias, solía escribir de noche, de 8 a 11 en general, a menos que tuviera que salir para un mitin.'' 9'
Carta de Jeanne a Víctor Alba, Nueva York, 6 de enero de 1974, en ALBA, Y., Dos revolucionarios..., op.
cit., 1975, p. 157.
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
Poco tiempo debía de quedarle para jugar o educar a su hijo Mario, que todavía no iba a la escuela, y el justo para compartir con Juana los inconvenientes y ventajas de un nuevo y necesario cambio de piso. Como cuenta Víctor Alba, la humedad de Barcelona perjudicaba la salud de Jeanne y el oscense, médico, bloquista y viejo amigo Tomás Tusó aconsejó a la familia Maurín que se trasladaran a las afueras, a la parte alta de Barcelona. Se instalaron en un 4.2 piso de la calle Padua, n.9 90, en San Gervasio. Ahora Maurín, desde su mesa de trabajo, tiene frente a sí «la vista de la ciudad hasta el puerto, y, cuando come en la parte de atrás del piso, la vista de la montaña, y, al pie, el jardín de un convento. Es el lugar donde quisiera pasar el resto de mi vida, le dice a Jeanne».92 Además de su nuevo enclave, el Kim gozaba de la presencia de su hermano Manuel en Barcelona, que entonces tenía 27 años y también era del B.O.C. Tiempo atrás Manuel había asistido en París a la boda de su hermano y se había quedado allí, donde Joaquín le había conseguido un empleo; ahora —siempre siguiendo los pasos del Kim— estaba en Barcelona y trabajaba en la Diputación. Allá en Bonansa quedaba a cargo de la ya escasa heredad su otro hermano Ramón, con su mujer y dos hijas, y en Huesca pronto viviría su hermana María, casada y con seis hijos. Las charlas con su hermano Manuel, la correspondencia que llegaba del pueblo, reavivaban su espíritu familiar y le concedían pequeñas treguas en medio del mare mágnum político y social en que vivía inmerso. Al fin y al cabo su supervivencia estaba asegurada porque, gracias a sus cargos como secretario general de la F.C.C.B. y presidente del B.O.C., percibía el mismo sueldo que un obrero cualificado, 300 pesetas al mes; era el único miembro del partido que cobraba." Ese dinero, si bien no le permitía ningún lujo, garantizaba su seguridad económica y la de los suyos y, sobre todo, el no tener que realizar ningún trabajo al margen del partido. La familia vivía holgadamente porque también Juana contribuía a cubrir gastos con las clases de piano y de francés que impartía, además de estar también comprometida con el partido, asesorar y ayudar a su marido, acompañarle a algún mitin y cuidar de Mario, razones por las que en las tareas de casa le ayudaba una señora. " Idem " Ibid., p. 137. Los datos sobre Manuel Maurín están entresacados de la entrevista a María Maurín, que no recordaba muy bien cuál era el trabajo que Joaquín le había conseguido a Manuel en París: »no me acuerdo, lo colocaron en algún sitio...». 238
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LA REVOLUCIÓN PENDIENTE (1930 — julio de 1936)
Joaquín Maurín en un mitin del P.O.U.M. El primero por la izquierda es Jordi Arquer y el tercero por la derecha Andrés Nin. Barcelona, enero de 1936.
Joaquín Maurín con su mujer Jeanne y su hijo Mario. Mallorca, 1935. 239
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
En las candidaturas de las listas electorales, bajo el nombre y la foto de su marido aparecía el oficio de «publicista» y esa era también su tarea, porque, no en vano, dirigía La Batalla y colaboraba poderosamente en otros órganos de prensa siempre con la intención de dar publicidad a su partido o a sus ideas, lo que prácticamente era lo mismo. En alguno de estos periódicos aparecían, de tarde en tarde, colaboraciones del hermano de Juana, Boris Souvarine, con el que Maurín se mantenía en contacto y cuya trayectoria ideológica les unía. Boris también había sido expulsado del partido comunista francés y practicaba un comunismo heterodoxo, muy cercano al del futuro presidente del Frente Popular francés, Leon Blum, del que sería asesor. Fuera del habitáculo familiar de los Maurín, en el contexto político español los acontecimientos se sucedían de modo trepidante. En aquel comienzo del año 32 la República espoleaba y reprimía las ansias libertarias de los anarquistas del país. A comienzos de enero el ejército y la guardia civil sofocaban la insurrección del alto Llobregat, que había proclamado el comunismo libertario en algunos ayuntamientos. Paralelamente se producían hechos sangrientos en Castilblanco, Arnedo, Calzada de Calatrava, Puertollano, etc. El nuevo gobernador civil de Barcelona —Juan Molés— clausura todos los locales del B.O.C., cinco días más tarde de que se produjera la disolución de la Compañía de Jesús y la expropiación de sus bienes. El día 26 de febrero entra en vigor la ley de divorcio en España y 16 días antes eran deportados a Villa-Cisneros y a Guinea 104 sindicalistas y anarquistas catalanes y valencianos, entre los que había algunos miembros del B.O.C. Para el B.O.C. esto significa el triunfo de la contrarrevolución y la confirmación práctica de que el proletariado debe tomar el poder para hacer posible la escamoteada revolución democrática. Maurín, en una entrevista para el New York Times, sostiene ese punto de vista y declara que las insurrecciones han sido espontáneas y prematuras, pero que los anarquistas puestos en acción aceptan las tesis marxistas de insurrección. Aprovecha también para atacar al núcleo trotskista, «que no posee más que una docena de afiliados. Es una simple tertulia de mesa de café», y asegura que ha quedado demostrado que los obreros pueden tomar el poder sin que existan soviets. Maurín define también la relación con Trotski en estos términos: «Trotski, en sus críticas, tiene casi siempre razón. Pero cuando se trata de hacer afirmaciones se balancea en el aire tomando posiciones imprecisas. 240
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LA REVOLUCIÓN PENDIENTE (1930 - julio de 1936)
Nosotros creemos seguir fielmente la línea trazada por Marx y Lenin».» En esta entrevista, que es toda una declaración de principios, Maurín habla también del buen resultado del funcionamiento organizativo interno de la F.C.C.B.-B.O.C., de sus relaciones con la F.A.I. y la I.C., etc. El núcleo trotskista, por su parte, respondía con nuevos ataques. El eje de sus críticas se centraba en considerar al B.O.C. como una organización cuya fuerza en Cataluña se debió a que «... sus hombres eran conocidos y su política oportunista —oportunista en el peor de los sentidos— en el sentido de prescindir de los principios y arrimarse al sol que más calienta...». Porque según ellos la realidad de los hechos era que: ... el B.O.C. ha sido especialmente confeccionado para desplazarse del comunismo al radicalismo pequeño-burgués. El B.O.C. quiso ser primitivamente una organización que agrupase con un programa mínimo común a la Federación Comunista, a la Unión de Rabassaires de Cataluña (con Companys) y a todas las organizaciones que aceptasen este programa mínimo. Es decir un proyecto de sumergir una organización comunista —la federación— en una coalición confusa.
Los trotskistas afirman que la propuesta fracasó y por tanto ... en el curso de su desenvolvimiento ambas organizaciones —federación y B.O.C.— se han convertido en una sola (...) El resultado de la simbiosis ha sido el confusionismo más abominable, un comunismo desteñido, propio no ya de simpatizantes, sino de verdaderos neófitos, de verdaderas hijas de María del comunismo, como se puede ver en su actuación y en las tesis políticas recientemente publicadas."
Al comentar estas tesis de la F.C.I., los trotskistas las tachan de contradictorias, de faltas de unidad, especialmente en lo que se refiere a los temas de fricción: en primer lugar la cuestión nacional —principal caballo de batalla—, en la que no toleran equiparar el problema nacional vasco, absolutamente reaccionario, con el catalán, el único al que apoyan, o consideran ridículo hablar del problema nacio" La Batalla, 11 de febrero de 1932. " Se refiere al II Congreso de la F.C.C.B., celebrado el 2 de abril de 1932 y en el que se convirtió en Federación Comunista Ibérica con la intención de extender su radio de acción y para que los asturianos entraran en ella. FERSEN, L., «El congreso del B.O.C.», Comunismo, n.» 10, marzo de 1932, en Revista Comunismo..., op. cit., pp. 459-464.
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nal andaluz, rechazando totalmente la idea separatista retomada de Lenin y defendida por Maurín. La I.C.E. defiende la dictadura del proletariado como forma de poder político revolucionario y critica el intento de Maurín de adaptar el comunismo a las condiciones del país rechazando los soviets como idea extranjera y proponiendo que su misión la cumplan los sindicatos y comités de fábrica: Y el Estado que resulta es sindicalista. Al querer adaptar el comunismo a las condiciones del país, Maurín lo transforma en sindicalismo y (...) las ideas comunistas sobre la estructura del Estado no pueden confundirse nunca con las ideas sindicalistas.'
Según la I.C.E., el confusionismo y el oportunismo han sido la fuente de los progresos del B.O.C. como organización. Sus coqueteos, falta de definición y claridad de principios con el estalinismo y con el trotskismo lo sitúan en una postura híbrida que es la base de su existencia. En definitiva, la línea siempre más ortodoxa y fiel al bolchevismo soviético y a la trayectoria de la U.R.S.S. y más doctrinal, que sostenía la minoritaria Oposición de Izquierda Española, no toleraba la ambigua y heterogénea construcción política y organizativa que Maurín había creado y mucho menos el «carácter nacional» que imprimía a su revolución. Además de recalcar su oportunismo como base de su fuerza, criticaba sus concesiones a la ideología pequeño-burguesa, el «principio menchevique que la animaba», sus equívocos, vaguedades, contradicciones y reformismo derechista. Y de Maurín, «siempre encargado de buscar el antecedente histórico a cada posición del Bloque», al que nunca insultaron —a diferencia del P.C.E.— y al que siempre consideraron un elemento valioso, se criticó: su diletantismo y sus caprichos doctrinales, sus «concesiones teóricas y políticas al espíritu pequeño burgués», «sus pedantescas digresiones» y el haber inspirado una organización, el B.O.C. «que no es una organización comunista que pueda orientar al proletariado, sino el monstruoso y peligroso resultado de la confusión política del momento».97 En vísperas de ese II Congreso de la F.C.C.B. (abril del 32), el día 24 de febrero Maurín emprende un importante viaje rumbo a Asturias, donde realizará un ciclo de conferencias en la Felguera, Grado, Oviedo, Gijón, Mieres, Leda, Turón: «12 días 96 Idea " Ibid., p. 464.
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había estado allí, con un total de 14 conferencias».»» En Mieres, donde habló tres veces, abordó temas de máxima importancia: «Las causas económicas de la caída de la Monarquía», «La cuestión agraria en España» y «Leninismo y Trotskismo». Maurín pretendía consolidar los grupos de simpatizantes del B.O.C. dispersos por la península y extender su organización más allá de las fronteras catalanas. En Asturias el B.O.C. tenía una cierta influencia, aunque muy diluida, no en vano allí habían actuado también los C.S.R. en 1922 y allí también la crisis sindical del P.C.E. en 1930 había generado disensiones que el B.O.C. intentaría canalizar. A raíz de todo esto se habían conservado ciertos contactos con dirigentes mineros, como Benjamín Escobar, a través de quien, en 1932, la sección de Mieres se adhería a la F.C.C.B.-B.O.C. Maurín mostró siempre una gran admiración por el movimiento obrero asturiano, presentándolo como ejemplo de clarividencia y unión, especialmente tras los sucesos de octubre del 34. A su vuelta a Barcelona, el día 24 del mismo mes de marzo salían a la calle las 32 páginas de un folleto suyo titulado «El Bloque Obrero y Campesino, origen, actividad, perspectivas», que había acabado de redactar el 7 de febrero.»» Este panfleto —al que nos hemos remitido en capítulos anteriores— repasa los orígenes y trayectoria del movimiento comunista en Cataluña incluyendo la creación y «triunfo» del B.O.C.; desde el punto de vista crítico que a Maurín le concede su ruptura con el P.C.E. y la I.C., expone la crisis interna del P.C.E., su degeneración burocrática, su incapacidad y la tiranía y la equivocación de la política de la I.C. en España. Entre tanto, el P.C.E invita al B.O.C. a su IV Congreso, celebrado en Sevilla el 17 de marzo, pero el B.O.C. discrepa totalmente de su política sindical «escisionista» e impone sus cláusulas de unificación comunista sobre unas bases determinantes." La Batalla reproducía igualmente unas hojas en las que el P.C.E. proponía al B.O.C. su entrada en bloque en el P.C.E. sin resultados. A pesar del estado de contradicción y polémica en que se encontraba la F.C.C.B. frente al P.C.E. y la I.C., las críticas del minúsculo grupo trotskista y la grave situación del B.O.C. frente a la C.N.T. tras la expulsión de sus sindicatos, el "
La Batalla, 10 de marzo de 1932.
La Batalla, 24 de marzo de 1932. 1 " «Nosotros y el Partido», La Batalla, 17 de marzo de 1932.
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
B.O.C. iba creciendo y reafirmándose como la única fuerza existente en Cataluña y en vías de expansión peninsular. Y Maurín seguía escribiendo, sin tregua, largos artículos en su inconfundible estilo de análisis histórico: el día 5 de mayo, en un artículo de La Batalla titulado «Tres generaciones», hablaba de la del 98, presentada como tesis y como españolismo indígena, «anonadada sin acertar»; la de 1915 como antítesis, «generación europeísta que no creó nada», y la de 1930, antítesis soviética alrededor del fenómeno ruso. Maurín advierte que falta culminar el proceso generacional, falta una síntesis: una España socialista. «¿Hará falta una cuarta generación?». En otro artículo del día 12 de mayo, lanzaba fuertes increpaciones a las resoluciones del gobierno republicano, contra la ley de las delegaciones provinciales de trabajo, contra la reforma agraria y contra el estatuto catalán: Tres leyes primaverales son las condiciones de «paz» que dicta la burguesía triunfante, Largo Caballero, Alcalá Zamora y Maciá centro alrededor de cada uno de los cuales giran las tres leyes, pueden darse la mano y bailar un bolero, cantando alborozados.
Se sucedían las denuncias en torno a la cuestión de la tierra —se pedía a gritos una revolución agraria— y también escritos fundamentados en torno a la política internacional española y el colonialismo inglés, del que la península ibérica era presa fácil: «Wells es el emisario de una próxima ofensiva británica para reconquistar España (...) ahora en "fraternidad republicana" con Francia (...) España pasará a ser en breve campo de intrigas imperialistas».10' Por encima de todas estas cuestiones, de sus labores de adoctrinamiento marxista y de la propia práctica de su partido, hay un problema crucial que empieza a preocupar seriamente al Kim y del que ya no se desprenderá. A principios de 1932 Maurín comienza a señalar el peligro de que en España surgiera un movimiento fascista que amenazara las posibilidades revolucionarias aún existentes. Hitler estaba acercándose al poder en Alemania. Maurín, que no era nada ajeno a la extraordinaria influencia del marco internacional en el proceso republicano espa1 °' M., J., «Por los campos de Urgel. La cuestión de la tierra», La Batalla, 19 de mayo de 1932. El B.O.C. había fundado en mayo La Unió Agraria, federación de sindicatos campesinos en las comarcas de Lérida. M., J., «El embajador de Inglaterra», La Batalla, 26 de mayo de 1932.
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ñol, observaba cómo los socialistas alemanes, con su política de retrocesos parciales constantes, y los comunistas alemanes, con su política de «socialfascismo», preparaban el camino a Hitler. Maurín empezaba a intercalar más a menudo en sus escritos una de sus clásicas tesis, las desastrosas consecuencias de la división del movimiento obrero: «por la brecha entre socialistas y anarquistas españoles podía un día colarse el fascismo español».102 Además del ascenso del fascismo en Europa, Maurín estaba preocupado por las posibilidades de un golpe de Estado de la reacción, en el clima que se vivía de caos económico, político y social en su país. Las últimas páginas de su segundo libro advertían proféticamente de que Nuestra burguesía buscará la salida por medio de un golpe de Estado republicano-militar, inaugurando una etapa bonapartista al estilo de Pilsudsky en Polonia. Todos los síntomas son favorables a una orientación burguesa en ese sentido. La Guardia civil va adquiriendo rápidamente una importancia «salvadora». La República quiere servirse de la Guardia civil como Primo de Rivera se sirvió del Ejército (...) Un aventurero-monárquicorepublicano-patriota, como el general Sanjurjo, puede, en un instante de depresión política, dar un golpe de Estado con «el alma de España», inaugurando un periodo bonapartista.'"
En efecto, unas semanas después de aparecer publicado el libro de Maurín, el día 10 de agosto de 1932, el general Sanjurjo se sublevaba en Sevilla; la oleada de agitación social y la discusión en la Cortes de la Ley de Reforma Agraria y el Estatuto catalán habían provocado miedo y malestar entre las fuerzas reacccionarias. Tras el fracaso del pronunciamiento y la consiguiente detención de Sanjurjo, el B.O.C. pedía en grandes titulares su fusilamiento inmediato y el de todos los jefes contrarrevolucionarios, considerando a Lerroux uno de ellos. La sublevación de Sanjurjo provocó el desbloqueo en que estaban sumidas las discusiones parlamentarias y, finalmente, en septiembre, el gobierno socialazañista promulgó dos importantes leyes: el día 5, la ley de Bases de la Reforma agraria —cuya eficacia práctica fue muy escasa— y el día 9, el Estatuto de Autonomía para Cataluña, que imponía importantes modificaciones respecto al plebiscitado en agosto del 31. 02 M., J., «La inquietud mundial. Alemania, Dantzig, EE.UU.», La Batalla, 2 de junio de 1932. '" M., J. (1932), La revolución española, Ed. Anagrama, Barcelona, 1977, pp. 199-176. 245
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Maurín, en un artículo que constituía toda una revisión histórica de las libertades catalanas, opinaba en estos términos: El Estatuto es una simple concesión administrativa. Es tan ridículo decir que el Estatuto aporta la libertad a Cataluña, como pretender que la disolución de las antiguas diputaciones constituía un descenso de la libertad provincial. La Generalidad es eso: la suma de 4 diputaciones y nada más.'"
El tono del artículo, a pesar de la latente denuncia, es más suave que el que había aparecido el mes de marzo de ese año en las tesis de la F.C.C.B. sobre la cuestión nacional, donde el catalanismo, las ansias separatistas y la rivalidad con el asfixiante centralismo madrileño se hacían más evidentes: La massa obrera i pagesa no s'hi sent representada. L'Estatut es una claudicació vergonyant davant de l'Estat imperialista. Cap poble que tingués dignitat de la seva personalitat no hauría comés la vilesa d'implorar que el Parlament de l'Estat dominador, li fes la caritat d'aprovar-li lleis que en ús de la seva sobirania s'havia donat per una aplastant majoria. Els parlamentaris catalans han situat Catalunya davant de l'Estat espanyol com una colónia infraeuropea que demana que h afluixin un xic les cadenes de l'esclavatge.'w
Maurín emprende una campaña de severas críticas respecto a la claudicación de Maciá y todo su pasado revolucionario por la libertad de Cataluña, equiparándolo incluso al líder de la Lliga, Cambó, «las dos manos de la burguesía catalana»; así, afirma que: todos los gobiernos pequeño-burgueses han fracasado en todas partes. Sólo hay en la historia un gobierno pequeño-burgués memorable: fue el de los jacobinos (...) afortunadamente ni Maciá ni Cambó pueden empuñar una palanca suficientemente fuerte para dominar la historia. La clase trabajadora dirá la última palabra."
Como las otras cuestiones básicas de la revolución democrática, la cuestión nacional había sido simplemente esbozada y Maurín estaba muy convencido de que el Estatuto de Cataluña no aportaba ninguna solución al problema histórico M., J., «1714 - septiembre 1932», La Batalla, 15 de septiembre de 1932. 105 «La "Federació Comunista Catalano-Balear" davant el problema de les nacionalitats Ibériques», Documents Socials, Barcelona, marzo de 1932, p. 9. 06 M., J., «Maciá-Cambó», La Batalla, 24 de noviembre de 1932. 104
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catalán. A lo largo del año 32, la República y sus Cortes Constituyentes habían demostrado un completo divorcio con el pueblo que decían representar. La revolución democrática seguía estando por hacer y con el agravante de que, cada vez más, podía ser ahogada por las fuerzas contrarrevolucionarias. Una vez más las críticas y pretensiones del B.O.C. chocaban con la ola de entusiasmo popular que mayoritariamente se había desencadenado en Cataluña gracias a la autonomía y a pesar de sus limitaciones. De todos modos, Maurín seguía muy pendiente de la pleamar de agitaciones sociales y políticas y lo hacía sobre todo en aras a extender y seguir afianzando su organización, a la que, con una confianza ciega y una activa espera, seguía contemplando como «la vanguardia exploradora de una próxima grandiosa transformación de nuestro movimiento obrero».'" Para contribuir a tan grandiosa transformación, Maurín se propuso penetrar en las filas de la U.G.T. siguiendo su táctica de Frente Único e intentando reforzar su dañada base sindical: La F.C.I. tiene que realizar esta gran misión. Llevar a las masas de la U.G.T. la táctica revolucionaria que ha informado durante muchos años a la C.N.T. No con insultos, sino demostrando que los socialistas no solamente no defienden los intereses de la clase obrera, sino que defienden los de la burguesía en contra de los de la clase obrera.108
Al tiempo que se cuestionan cómo reforzar la base sindical del B.O.C., Maurín y su grupo vuelven a ponerse a prueba electoralmente. Maurín encabeza las candidaturas de la F.C.I.-B.O.C. por Barcelona-ciudad, Barcelona-circunscripción, Tarragona y Lérida en las elecciones al Parlamento de Cataluña celebradas el día 20 de noviembre. El B.O.C. no obtiene ni un acta de diputado, una vez más las tribunas públicas más notorias se resisten ante las revolucionarias proclamas del B.O.C.; aun así, los 25.000 votos obtenidos lo señalan como una fuerza obrera políticamente importante. El B.O.C. comenta: «la F.A.I. ha dado el triunfo a la Esquerra».'°9 M., J., «El B.O.C...», cit., 1932, p. 25. La U.G.T. celebró su XVII Congreso aquel mes de octubre del 32. A finales de año contaba con 1.041.539 afiliados, frente a la C.N.T., con 1.200.000. M., J., «El Congreso Nacional del partido socialista», La Batalla, 13 de octubre de 1932. A raíz de ese congreso Maurín sostuvo una interesante controversia con Rafael Campalans —miembro de la U.S.C.— respecto al comunismo y al socialismo. En el debate sostenido se impuso la postura del socialismo revolucionario defendida por Maui-in frente al socialismo reformista de Campalans. Puede seguirse en Justicia Social (órgano de la U.S.C.), 22 de octubre de 1932, y en La Batalla, 20 de octubre de 1932. 109 La Batalla, 24 de noviembre de 1932. 16
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En resumen, 1932 no había sido un ario fácil para Maurín, pero en medio de las inclemencias políticas del mar que le tocó vivir el anda ya estaba echada. Había conseguido posicionarse políticamente, materializar una buena parte de su teoría en la organización y la práctica de un partido político. Seguía siendo un líder indiscutible y seguía manteniendo firmemente su análisis marxista, original, propio, global y diferente acerca de la revolución española. Sus posiciones políticas autónomas, derivadas de análisis hechos desde la realidad y buscando siempre raíces históricas también autónomas, le obligaron a lastrar pesadas e insultantes etiquetas en algunos casos e incondicionales adulaciones en otros. Oportunista o no, demagogo o no, diletante o no, contradictorio, ultrarradical o reformista pequeño-burgués, lo cierto es que el Kim interactuó siempre según su original y sugestivo punto de vista con la realidad más inmediata. Y lo hizo contra viento y marea, equivocándose y no siempre con la suerte de su parte, más bien al contrario. En este sentido no se le pueden negar ni sus logros —consolidación y expansión del B.O.C.— ni su enorme talla como intelectual y marxista ni, sobre todo, su madera de hombre político y organizador por excelencia. El ario 33 no iba a ser menos dificil que el anterior para Maurín y para la propia trayectoria de la frágil República española. Inserto en aquel complicado, lleno de «apariencias», politizado y explosivo contexto, en el que de modo agudo comenzaba a incidir el panorama internacional, empezaba otra etapa más en la que nuevos planteamientos tácticos de Maurín, en su intento de agrupar esfuerzos y aunar voluntades frente al enemigo común, encontrarán también un sonoro eco. Las no pocas frustraciones de sus proyectos no iban a arredrar nunca el creativo impulso moral de hacer política.
5. 2. UN PERSEVERANTE IMPULSO, LA UNIFICACIÓN OBRERA (1933 - octubre de 1934) Ha habido un considerable debate entre historiadores y economistas sobre el cariz crítico o no crítico de la economía española alrededor de los años 1929-1930 y sobre si la depresión mundial de la década de los 30 influyó o no decisivamente en la evolución política de la joven República. Si bien algunos han insistido en la importancia de los factores externos, basándose en las relaciones comerciales vistas como correa de transmisión de la economía mundial a la española, o en la 248
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importancia del paro forzoso (Balcells), parece más probable que la crisis española tuviera causas internas más significativas (Fontana, Nadal). De todos modos, se puede establecer la hipótesis de un estancamiento básico de la producción industrial española desde el final de la primera guerra mundial, que sería tapada, pero no resuelta, por la inversión estatal de la dictadura; aunque esto plantee el problema de una crisis o múltiples crisis de ritmo diferente en el conjunto de la economía española, estaba claro que el problema principal que la República debía resolver era el de la reforma agraria. Y hacía tiempo que los análisis económicos de Maurín apuntaban en ese sentido y que la planteaba como el abecé de la revolución democrática. En Cataluña, aunque estaba naturalmente inserta en las implicaciones del mercado nacional español, se enfocaba la coyuntura económica con el lógico prisma industrial, con graves preocupaciones —tanto obreras como empresariales— por el paro y la reducción del consumo. En definitiva, todos los lastres parecían converger en el año 1933, que fue considerado como el peor de la depresión económica —con el grave problema del paro forzoso—, lo que junto con el cambio de coyuntura política y la organización de las fuerzas políticas de derechas generó una agudización violenta de la lucha de clases. La situación había cambiado mucho desde el ario 31, en que la historia se interpretaba de manera idealista, a lo Victor Hugo, como un progreso ascendente hacia la libertad. La democracia se veía amenazada y muchos publicistas destacados anunciaban que era una forma de Estado en vías de extinción. Italia ya no era un caso grotesco o aislado sino el ejemplo evidente de que el fascismo estaba en marcha. La relativa facilidad y las características políticas del triunfo político del nazismo en Alemania (enero-marzo del 33) producían asombro y miedo entre la opinión democrática. Todo el esquema de la política internacional parecía cambiado y no era sólo el derrumbamiento de la República de Weimar porque el experimento del gobierno laborista en Inglaterra también había fracasado. Mientras Companys organizaba su administración en los primeros meses de 1934 (Maciá había muerto de una gripe complicada con una apendicitis en las Navidades del 33), en Francia unos motines fascistas a comienzos de febrero por poco no derrocan la III República y, a mediados del mismo mes, los socialistas austríacos eran provocados a una rebelión desesperada que sería duramente aplastada por el 249
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gobierno socialcristiano con el soporte de las organizaciones fascistas. La prensa de izquierdas de Barcelona daba evidentes pruebas de nerviosismo ante el peligro fascista a lo largo del otoño-invierno de 1933. Frente al ascenso de la marea revolucionaria, las derechas antirrepublicanas españolas, reacias a renunciar a sus tradicionales privilegios, se organizaban y ganaban puestos. No existían sólo los radicales de Lerroux y los agrarios de la C.E.D.A., dirigidos por Gil Robles o Renovación Española; desde 1931 venían funcionando las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista, creadas por los fascistas Redondo y Ledesma Ramos, y, en octubre de 1933, Primo de Rivera, el hijo del dictador, fundaría Falange Española, exponente máximo del fascismo hispano. Forzosamente en este esquema hay que insertar el triunfo de los radicales y la C.E.D.A. en las elecciones que, tras la caída del gabinete socialazañista y la disolución de las Cortes por Alcalá Zamora, se celebraron en aquel 19 de noviembre de 1933: era el triunfo de la reacción y comenzaba el involucionista «bienio negro». Maurín vivió este contexto muy consciente de todas sus vicisitudes y sus posibles consecuencias. Ahora más que nunca, frente a la clara amenaza fascista, había que luchar por obtener el máximo de unidad de las fuerzas obreras y a tamaña tarea dedicó el B.O.C. toda su voluntad a partir del año 1933, con no pocos logros. En este sentido, desde diciembre de 1932 hasta febrero del siguiente año, se publican en La Batalla una serie de tres artículos titulados «Necesidad de la unificación nacional e internacional del movimiento comunista», en los que Maurín amplía y profundiza su posición respecto al comunismo de la I.C. y define sus objetivos de unidad proletaria y frente único. Maurín atribuye la fragmentación del movimiento comunista a la práctica de la I.C. y en diciembre afirma: «En la I.C. se obedece (...) no hay libertad de pensar (...) la I.C. mantiene colonizados a los partidos».n° Partiendo de la necesidad de orientar al movimiento obrero sobre la base de la noción de unidad, Maurín plantea que «hay que volver a Lenin. Hay que situarse nuevamente sobre la doctrina de los primeros congresos de la I.C. La unidad comunista, nacional e internacional, se logrará alrededor del pensamiento de
u° M., J., «Necesidad de la unificación nacional e internacional del movimiento comunista», La Batalla, 29 de diciembre de 1932.
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Lenin»."' Y ese planteamiento implica, ni más ni menos, readoptar la política de frente único, liquidar los efectos sobre las relaciones entre partidos comunistas y la I.C. producidos por el V Congreso y acabar con la teoría de «socialfascismo» consagrada en el VI Congreso de la I.C., porque «actualmente la I.C., es la sección rusa, la cual impone sus particulares puntos de vista. Esto crea una dependencia total de los demás partidos que quedan gravitando, como satélites sin vida propia alrededor de la sección rusa»; y continúa, en lo que va a ser su línea estratégica a seguir: Hay que recomponer la unidad obrera internacional. Unidad Obrera no quiere decir fusión, precisamente sino frente Único (...) nuestro partido ha de ser el campeón de la unidad proletaria (...) La unidad de acción ha de realizarse sobre la plataforma de defensa de la Revolución y por el triunfo de la clase trabajadora (...) El frente Único ha de tener como objetivo: no un gobierno republicano «puro» como quiere la F.A.I.; no un gobierno del partido socialista, como a regañadientes aceptarán los socialistas para frenar el ímpetu revolucionario, sino un gobierno obrero y campesino, integrado por representantes de los distintos partidos y organizaciones obreras de la península. 12
Frente a los acontecimientos en Alemania, Maurín prefija ya las condiciones de lo que será la futura Alianza Obrera, al tiempo que rechaza enfáticamente la orientación de la II Internacional, contenida en la teoría de «mal menor», y la de la III Internacional, en la de «socialfascismo». Entiende que la victoria de Hitler en Alemania significa el fracaso de la II y la III Internacional y niega a ambas por igual toda capacidad de rectificación, negándose tajantemente a la creación de una IV Internacional."' No se trataba solamente del juicio de la quiebra de ambas Internacionales, se trataba también en Maurín del rechazo del trotskismo como opción política y orgánica; a finales de octubre de 1933, Maurín insistía: El trotskismo está doctrinalmente mucho más cerca de la socialdemocracia que del comunismo (...) allí donde la organización existe y el trotskismo se introduce nace una guerra civil (...) es una secta (...) Trotski ha lleva-
"' M., J., «Necesidad..., II. Bases doctrinales de la unificación comunista», La Batalla, 12 de enero de 1933. M., J., «Necesidad..., III. ¿Qué hacer ahora?», La Batalla, 9 de febrero de 1933. "3 M., J., «Comentarios a los manifiestos de la II y III Internacional», La Batalla., 16 de marzo de 1933. 112
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do a las organizaciones oposicionistas, los mismos métodos, la misma centralización mecánica y el favoritismo personal que triunfa en el aparato de la Internacional Comunista.'"
Esta simultánea impugnación tenía en la base la concepción de Maurín del partido político como democrático, lo que afectaba a su funcionamiento interno, y como soberano en cuanto a sus relaciones internacionales. Respecto a estas últimas afirmaba, sin equívoco posible, su independencia nacional, lo que fue el blanco preferido de la lucha del P.C.E. y la Oposición de Izquierda, quienes mantenían la concepción de los partidos comunistas como desnacionalizados, como secciones de un partido nacional con autonomía limitada, justo al contrario de la vía mauriniana, la cual propugnaba un modelo que debía ser fruto directo de la realidad histórica ibérica y lejos del «colonialismo revolucionario».'15 Naturalmente esta política tuvo su efecto a escala internacional con el consiguiente acercamiento del B.O.C. a otros partidos también escindidos de ambas Internacionales. En abril de 1933, con ocasión de la separación del Independent Labour Party de la II Internacional, La Batalla publicaba el manifiesto aprobado por la dirección del I.L.P. que cuestionaba ambas Internacionales y cuyo contenido calificaba de «justo»." El I.L.P. se aproximaba, sin divergencia alguna, a las posiciones políticas que Maurín había ido adoptando desde 1930. De este modo, a finales de agosto de 1933, Maurín asiste en París a la Conferencia convocada por el I.L.P., que reúne a diversas organizaciones y grupos políticos situados al margen de la II y III Internacionales; lo hace en representación de la F.C.I., junto con representantes de más de una docena de partidos socialistas que habían abandonado la II Internacional o comunistas que habían hecho lo mismo con la I.C. en diversos países europeos."' En dicha Conferencia —fundacional del Comité Internacional de Unidad Socialista Revolucionaria (C.I.U.S.R.)— Maurín rechazó la creación de una IV Internacional y también la orientación que favorecía la unidad "4 M., J., «La quiebra del trotskismo», La Batalla, 26 de octubre de 1933. A principios de noviembre, distinguía y contraponía una vez más el leninismo a, respectivamente, el stalinismo y el trotskismo. «La revolución rusa», La Batalla, 9 de noviembre de 1933. 15
M., J. (1935), Revolución y contrarrevolución en España..., op. cit., 1966, p. 114.
«La crisis de las Internacionales», La Batalla, 17 de agosto de 1933. "7 M., J., «Significado de la Conferencia de París» (I), La Batalla, 21 de septiembre de 1933.
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de la II y la III Internacionales, situándose en la posición mayoritaria del I.L.P. y participando en la creación del que se llamaría «Buró de Londres»."8 Maurín adhirió la F.C.I. al C.I.U.S.R., su posicionamiento había encontrado un eco en el panorama internacional; se había creado el primer contacto estable entre una serie de pequeños grupos políticos desiguales por su origen, trayectoria y peso específico en sus respectivos países que disponían, no obstante, de una base política común: el rechazo de los partidos existentes como opciones válidas para el movimiento obrero. El C.I.U.S.R. agrupaba a un conjunto de organizaciones que en ningún caso eran decisivas para la dirección del movimiento obrero en sus respectivos países; ni siquiera su mayor vertebrador, el I.L.P. —única organización que Maurín no comparó nunca con alguna de las por él dirigidas—, gozaba de gran influencia en su país. Maurín siguió sosteniendo los mismos puntos de vista en la reunión celebrada en 1935 y, una vez constituido, el P.O.U.M. ocupó en el C.I.U.S.R. el mismo lugar en que se había situado la F.C.I.-B.O.C. y con la misma posición política que esta había sostenido. En definitiva, siempre captó al C.I.U.S.R. y así lo manifestó repetidamente a las conferencias a las que asistió, como un momento del proceso de recomposición de la unidad internacional de la clase a la que se reclamaba, sobre bases distintas a las tradicionales y como un organismo hecho posible justamente por la crisis de las organizaciones tradicionales existentes. Como afirma Monreal, Maurín «en el C.I.U.S.R. nunca vio otra cosa que un agrupamiento para el intercambio de ideas y un centro de propaganda internacional, y ciertamente era dificil en él ver algo distinto a lo indicado»."9 Paralelamente a su posicionamiento internacional, Maurín y su organización habían experimentado un cambio importante: el aspecto nacionalista estaba dejando de ser el punto central de su programa táctico. Este cambio progresivo 118 M., J., «Significado de la Conferencia de París» (II), La Batalla, 28 de septiembre de 1933. Respecto a las diferentes posturas sostenidas de cara a la posibilidad de coordinar el movimiento revolucionario a escala internacional, la revista Comunismo, n.» 28, de septiembre de 1933, publicaba una síntesis de la referida conferencia de agosto (compilación, 1978, pp. 169-188).
"9 MoNREAL, A., Resumen de la tesis «El pensamiento político de Joaquín Maurín», Edicions Universitat de Barcelona, 1982, p. 10. 253
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provocó la desorganización de algunos militantes importantes, como Jaume Miratvilles y Daniel Domingo i Monserrat, que pasaron en 1934 a la E.R.C.; en resumidas cuentas, «salta» el ala nacionalista radical del B.O.C. al mismo tiempo que se inician contactos con las organizaciones socialistas y que el B.O.C. intenta su irradiación peninsular. Ahora, frente al creciente peligro fascista, todos los esfuerzos se encaminan a obtener el máximo de unidad proletaria y, en este sentido, Maurín inicia contactos con las organizaciones socialistas que, de diferentes maneras, se sucederán hasta finales de 1935. Partiendo de la necesidad de cerrar el paso al fascismo, el B.O.C. propuso como primer ensayo reunir una Conferencia que estudiara la cuestión acuciante del paro forzoso, a la que fueron invitadas todas las organizaciones obreras existentes en Cataluña, tanto políticas como sindicales. La Conferencia tuvo lugar en febrero y su organización la compartió el B.O.C. con la U.S.C. Era la primera vez que se proponía una acción conjunta de las asociaciones obreras en pro de los desempleados y fue todo un éxito de convocatoria.'" El frente único era ya una práctica, el B.O.C. pasaba a la acción, se hacía efectiva la plasmación real de la unidad de los trabajadores revolucionarios. Pero eso no era todo porque, según el propio Maurín, «después de este comienzo, el B.O.C. se lanzó enseguida a un intento de mayor envergadura: el de constituir una Alianza Obrera contra el fascismo».121 Efectivamente, una semana después de la Conferencia sobre el Paro Forzoso, durante la segunda quincena de abril, el B.O.C. hizo un llamamiento a través del Ateneo Enciclopédico Popular a todos los organismos obreros de Cataluña con objeto de formar la Alianza Obrera. Ucelay da Cal afirma en este sentido que, «en realitat, peró, era una oferta com a alternativa al capciós obrerisme projectat per L'ERC i la Generalitat» y que a pesar de conseguir la convocatoria el B.O.C. no tenía capacidad para canalizar a una izquierda obrera que pudiera ahuyentar la izquierda populista.'" 120 Respecto al desarrollo y resultados finales de la Conferencia véase BALCELLS, A., Crisis económica y agitación social en Cataluña de 1930 a 1936, Ed. Ariel, Barcelona, 1971, pp. 153 y ss. 121 Mora-FoRT (Joaquín Maurín), Alianza Obrera, Imprenta Cervantes, Barcelona, 1935, pp. 12-13. Para los comienzos y el desarrollo en detalle de la Alianza Obrera nos remitimos al libro de ALBA, V., Alianza Obrera. Historia y análisis de una táctica de unidad en España, Ed. Júcar, Madrid, 1978, pp. 88 y ss. 122 UCELAY DA CAL, E., op. cit., 1982, p. 202. 254
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La primera Alianza Obrera no prosperó pero Maurín no se dio por vencido y menos en aquel contexto propicio en que las relaciones interorganizativas y su manifestación pública se fueron haciendo cada vez más frecuentes, fundamentalmente a través del Ateneo Enciclopédico Popular, donde eran habituales los contactos, relación y posibilidades de discusión entre diferentes dirigentes obrerosm y donde el B.O.C. —principal abanderado de la Alianza Obrera— empezaba a conquistar plataformas de audiencia ciudadana acaparando diversas secciones del mismo. Muchas fueron las posibilidades de relación y discusión entre diversos líderes obreros, pero varias fueron también las acciones sindicales que facilitaron la acción conjunta. En los primeros tiempos de la Alianza Obrera —cuando según Maurín era «un simple Comité de propaganda sostenido en todos los sentidos por el B.O.C.»— desplegó una intensa actividad de propaganda, celebrando conferencias y mítines durante los meses de julio, agosto, septiembre y octubre en las poblaciones más importantes de Cataluña: La idea de Frente Único cristalizado en la Alianza Obrera fue ganando progresivamente la simpatía de las masas trabajadoras. Se asistía al nacimiento de una reconciliación de los diferentes sectores obreros.'"
En efecto, en agosto de ese mismo año se constituía en Cataluña el Frente Único de Luz y Fuerza y, poco después, impulsados por el anterior, los bloquistas formaron también el Frente Único de los trabajadores mercantiles, que declaró una importante huelga en Barcelona en noviembre sin el apoyo de la C.N.T. y a la que acudieron alrededor de 80.000 trabajadores.'" La prueba estaba hecha, la unidad obrera daba resultado, ahora Maurín advertía que era necesario extenderla al terreno político, el decisivo. Tras la caída del gabinete socialazañista, en septiembre, Lerroux forma gobierno sin el apoyo de los socialistas, quienes, sintiéndose abandonados por sus aliados de la víspera y vislumbrando el avance de las derechas, comenzaron un proceso de radicalización que dio a Largo Caballero 123 Varios de los cuales tenían encomendados diversos cursos de formación por la sección de Estudios Políticos, Económicos y Sociales del Ateneo. PESTAÑA, A.; MAURÍN, J.; MIRAVITLLES, J.; RODRÍGUEZ, A.; BORRELL, J.; OLARTE, A. y NIN, A., Adelante, n.2 1, 15 de octubre de 1933. Morrr-FoRT (Joaquín Maurín), op. cit., 1935, p. 14. '" ALBA, V., Dos revolucionarios..., op. cit., 1975, p. 168.
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—más tarde llamado el «Lenin español»— la dirección efectiva del P.S.O.E. y la U.G.T. Las circunstancias parecían adecuadas para buscar la unidad y Maurín se impuso además, para impulsar esta política, fundar el diario Adelante, del que fue su director y cuya administración se encomendó a Luis Portela.'26 El periódico, influido y dirigido por el B.O.C., se presentaba no como órgano del partido, sino más bien como portavoz obrero que se publicaba «para vencer el fraccionamiento existente de la clase obrera» y para «hacer la unidad de acción del movimiento obrero».'" Era un diario exclusivamente político, en castellano, de sólo cuatro páginas, pobre y combativo, que no logró penetrar fuera de los medios bloquistas y que acabó en la primavera del 34 suspendido por la Generalidad. Maurín tenía mucha ilusión por el diario. Pensaba que del mismo modo que La Batalla había sido el instrumento fundamental para formar el Bloque, Adelante podía serlo para extender el Bloque fuera de Cataluña y para hacer penetrar la idea de la unidad en la masa obrera. Se equivocó.'"
Ante las elecciones legislativas que habían de celebrarse el 19 de noviembre del 33 y que inaugurarían el llamado «bienio negro», el B.O.C. formó una alianza electoral «socialista-comunista» con la reducida Federación Catalana del P.S.O.E. en tres de las cinco circunscripciones catalanas; ambiciosamente se presentaba con el significativo título de «Front Obrer». Maurín considera a los socialistas, en tales circunstancias, «hermanos de clase» y el 29 de octubre anuncia así la coalición electoral:
'" Portela se trasladó desde Madrid a Barcelona entonces; había conocido a Maurín en Madrid en 1922 al poco de salir de la cárcel y le había vuelto a ver en París; desde el año 31 colaboraba regularmente en La Batalla y pasó a ser del Comité Central del B.O.C. en 1933: «Vine un poco engañado, pensé que me llamaban para trabajar en la dirección pero era para la administración (...) El diario salió a la calle durante 5 meses, el capital fundacional eran 11.000 pesetas y se saldó sin una peseta de deuda. La Batalla dejó deudas por donde pasó (...) El local era el del partido, en la bajada de Cervantes (...) la plantilla la componíamos tres personas: Maurín era el director y hacía el editorial habitualmente; Ángel Estivill —redactor de La Noche— cubría la información del gobierno civil, ayuntamiento, Generalidad y yo hacía la administración (...) el primer mes yo dormía cuatro horas. Sólo nosotros tres hacíamos el periódico y salía cada día, vendíamos poco: 3000 ejemplares o así (...) dejó de salir porque llegó a ser económicamente una carga para el partido. La Esquerra nos hizo un gran servicio, nos suspendió el periódico en marzo del 34...». Entrevista a Luis Portela, Fonoteca C.E.H.I. 'u Adelante, n.2 1, 15 de octubre de 1933. I" ALBA, V., Dos revolucionarios..., op. cit., 1975, p. 169. 256
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LA REVOLUCIÓN PENDIENTE (1930 — julio de 1936)
El B.O.C. y la Federación Socialista de Barcelona (Partido Socialista español) han acordado ir juntos, por Barcelona, en las próximas elecciones generales (...) El partido socialista a pesar de los errores que haya podido cometer durante el periodo de su colaboración con los republicanos es hoy, en un sentido general, una fortaleza del movimiento obrero.'"
Maurín iniciaba así lo que sería una importante inflexión en su estrategia política. Tras estas elecciones —que verificaron la victoria aplastante de la coalición Lliga-E.R.C., con más de 130.000 votos, frente a los 5.745 del B.O.C.-Federación Socialista— la reflexión de Maurín es ante todo la reflexión sobre la construcción del partido político, que no iba a orientarse ya sobre la vía del anarcosindicalismo, la cual se había mostrado impracticable, sino sobre la del socialismo revolucionario. Los recientes cambios sufridos por el P.S.O.E. y la U.G.T. al compás de la dinámica política y social, el radicalizado viraje político producido en el sector largocaballerista, en la U.G.T. y en las Juventudes Socialistas, son rápidamente registrados por Maurín, quien los caracteriza como el rechazo en el seno del P.S.O.E. de la tradición reformista del socialismo español y adopta ante la nueva situación una actitud expectante.'" A lo largo de los años 20 y durante el primer bienio republicano, a Maurín la U.G.T. se le había aparecido como una correa de transmisión sindical del P.S.O.E., organización conservadora, con escasa presencia obrera y extremadamente Nurocratizada, difícilmente susceptible de cambiar desde dentro, a diferencia de la C.N.T., por su solidez y continuidad organizativa. El gran reproche que Maurín hacía al socialismo español —recordemos el debate en L'Opinió o su primer libro (pp. 170, 180 y 182)— y a su fundador, Pablo Iglesias, era el abandono de 19
Ed. M., J., Adelante, n.» 13, 29 de octubre de 1933.
130 M., J., «Después de las elecciones. ¿Qué hacer ahora?», La Batalla, 7 de diciembre de 1933. Véanse también pp. 116 y ss. de M., J. (1935), Revolución y contrarrevolución en España..., op. cit., 1966, y M., J., «El fracaso total del reformismo socialista», Adelante, n.' 37, 26 de noviembre de 1933, donde afirma: «El reformismo de los dirigentes socialdemócratas ha mantenido a las masas obreras en la pasividad, comprimiendo sus deseos de lucha y acción. Así, el proletariado, puesto fuera de combate, obligado a esperarlo todo de un proceso gradual, ha sido vencido sin poder librar batalla (...) En el partido socialista, después de la dura experiencia, se ha iniciado una rectificación. Largo Caballero ha dicho públicamente que se arrepentía de su actuación pasada y ha hecho manifestaciones que rompen con el socialismo reformista tradicional (...) el partido socialista, purificado, rejuvenecido, puede aún desempeñar en las próximas luchas un papel fundamental... Hay que abandonar el lastre del reformismo para marchar por el camino de la revolución». 257
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
Cataluña en beneficio del anarcosindicalismo; es decir, el socialismo no había cumplido su «misión histórica» en Cataluña: la de denotar en el movimiento obrero al anarcosindicalismo. La socialdemocracia le parecía una corriente portadora de un proyecto reformista, no revolucionario, debido a lo cual se mostró inadecuada con la tradición revolucionaria del movimiento obrero catalán. Había señalado que tanto el apoliticismo anarquista como el reformismo socialista producían la subordinación del movimiento obrero al republicanismo propio de las clases medias (conjunción republicano-socialista de Pablo Iglesias, que siguió, en otro marco, en el primer bienio republicano). En este sentido, tanto el anarcosindicalismo como el socialismo distaban mucho de constituir opciones válidas para el movimiento obrero y para Maurín pasaban a ser —con un cierto enfoque evolucionista de la historia— fases necesarias que el movimiento obrero debía experimentar hasta aquella especie de encuentro final consigo mismo que era el comunismo. Al compás de los nuevos acontecimientos, de la obsesión por la unificación y, sobre todo, de la radicalización del P.S.O.E. y la U.G.T., Maurín experimenta una visión distinta y perfectamente apreciable respecto al socialismo, al que empieza a considerar como eje en torno al cual resultará posible la construcción de un gran partido revolucionario, el constante gran objetivo de Maurín. Esta nueva y esperanzadora expectativa de radicalización del movimiento obrero y el nuevo ambiente que tras el triunfo de la coalición derechista existía en diciembre de aquel año facilitan una nueva aproximación entre el B.O.C. y los socialistas catalanes; el día 10 del mismo mes se firmó el documento de constitución definitiva de la Alianza Obrera, en la que se hallaban representadas todas las tendencias del movimiento obrero: socialistas, comunistas y anarquistas. El manifiesto que informaba del acuerdo tomado por diversas organizaciones para formar la Alianza Obrera venía firmado: por la U.G.T., Vila Cuenca; por la U.S.C., Martínez Cuenca; por la «Esquerra» comunista, A. Nin; por el B.O.C., Maurín; por el P.S.O.E., Vidiella; por los sindicatos de oposición, A. Pestaña; por la Unión de Rabassaires, J. Clavet; Francesc Aguilar por la Federación de Sindicatos expulsados de la C.N.T. y Juan López por la Federación Sindicalista Libertaria.' En definitiva, de acuerdo con Ucelay da Cal: 731
ALBA,
y., La Alianza Obrera..., op. cit., 1978, p. 92. Reproduce completo el manifiesto en el apéndice,
p. 189. 258
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LA REVOLUCIÓN PENDIENTE (1930 — julio de 1936)
L'estrategia gradual de Maurín es concentrave en dos punts: la manca d'un enfocament polític revolucionad adequat dins del moviment obrer catalá (i espanyol), i la convicció que aquest buit podia ser omplert lentament peró segurament pel B.O.C., que serviría com el pol que atrauria toles les altres formacions obreres i, sobre tot, els sindicats cenetistes.'"
Pero la Alianza Obrera tenía dos importantes enemigos: la F.A.I. y la E.R.C.; los comunistas «ortodoxos» eran también hostiles pero acabaron entrando en la A.O. en septiembre del 34. La U.S.C. prefirió seguir colaborando con el gobierno de la Generalidad y se separó de la A.O., tal y como lo harían poco tiempo después los rabassaires (tras la gran huelga del 13 de marzo celebrada sin el apoyo de la C.N.T.). En esta situación, el B.O.C. y los sindicatos de oposición quedaron como fuerzas hegemónicas indiscutibles en el seno de la A.O., pero contaban con una importante baza: disponer del apoyo y colaboración del P.S.O.E. Como cuenta el propio Maurín en el apéndice del que sería su tercer libro: Una delegación de Alianza Obrera, integrada por Ángel Pestaña, Vila Cuenca, y Maurín se trasladó a Madrid a entrevistarse con la dirección del Partido Socialista (Largo Caballero) y la de la Unión General de Trabajadores (Besteiro y Trifón Gómez). La delegación le expuso, separadamente, los propósitos de la Alianza Obrera, y los directivos socialistas y ugetistas, sobre todo Largo Caballero, parecieron considerar con simpatía la idea. Algún tiempo después, Largo Caballero fue a Barcelonam y cambió impresiones con la Alianza Obrera, que había ganado su aceptación. A partir de entonces Largo Caballero fue un convencido aliancista.'"
Además de contar con el apoyo largocaballerista, la A.O. —cuya voz cantante era el B.O.C.— se extendía lentamente por el resto de la península. Tras el acto de diciembre en Barcelona, se organizó la A.O. en Valencia; en marzo del 34 se creó la A.O. asturiana, la única que contó con el apoyo de la C.N.T. y con la que Maurín mantuvo estrechos contactos; el domingo 6 de mayo se hacía pública la creación de la A.O. en Madrid.
op. cit., 1982, p. 203. Con motivo de la clausura del Congreso regional catalán de la U.G.T. celebrado el 13 de abril, un mes después de la huelga general. 34 M., J. (1964), Revolución y contrarrevolución..., op. cit., 1966, p. 284. '" UCEIAY DA CAL, F.,
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
La actividad de Maurín crecía al mismo ritmo que lo hacía la propia actividad pública de la A.O., al fin y al cabo ideada por él. Su viejo proyecto unificador comenzaba a tomar forma al hilo de los acontecimientos de aquel explosivo año 34. Y parecía que también se hacía real en otras provincias españolas. Fue en Asturias donde la modalidad de Frente Único creada en Cataluña cristalizó de modo especial y se convirtió en un importante instrumento de lucha. Maurín se trasladó allí los primeros días del mes de mayo y, tanto en Sama como en Mieres, compartió tribuna con los dirigentes de la C.N.T., el P.S.O.E. y el B.O.C. asturianos.'" La A.O. había cobrado allí un carácter destacadamente combativo; Maurín simpatizó con muchos de sus miembros y siempre destacó su particular «heroísmo» y la «fuerza irresistible» de la unión completa de absolutamente todos los trabajadores. Además de sus conferencias y mítines colaboró en la revista asturiana Avance, órgano del sindicato minero,'" y en julio de 1935 escribió el prólogo al libro de Manuel Grossi —delegado del B.O.C. para el Comité Regional de la A.O.— La insurrección de Asturias, reeditado por la editorial Júcar en 1978. Su labor de adoctrinamiento era constante porque había que enseñar a las masas a pensar en socialista, había que propagar la gran liberación colectiva que encarnaba la clase trabajadora, porque la debilidad del movimiento obrero en nuestro país es debida, en gran parte, a su falta de preparación teórica. Disponiendo de fuertes organizaciones económicas y políticas, carece, sin embargo, de un sólido apoyo de cultura socialista.
Desde estos presupuestos y contando con que «la lucha político-económica es también una lucha cultural», Maurín, en un Congreso de Educación Social organizado en Barcelona por el Ateneo Enciclopédico Popular, rechazaba la teoría de una universidad popular «neutral», como «no puede ser neutral el sindicato, ni la cooperativa, ni el partido. Son instrumentos de lucha; no banderas de paz». Y, en este sentido, afirmaba —en un tono absolutamente clasista— que, lejos de la reaccionaria neutralidad, I" TAMO, P. I., «Octubre del 34, primera parte, "el ascenso"», en Historia General de Asturias (t. VII), Ed. Silverio Cañada, Gijón, pp. 10-38.
La Batalla, 5 de mayo de 1934, reproducía uno de esos artículos de Avance publicado en el n.» extraordinario del 1.» de mayo: «La Alianza Obrera. Frente Único en marcha».
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LA REVOLUCIÓN PENDIENTE (1930 — julio de 1936)
la universidad popular debe ser una universidad obrera, una universidad socialista en donde la clase trabajadora aprende a elevarse de clase explotada, sometida que es hoy, a enterradora del capitalismo. En la universidad popular el movimiento obrero debe descubrir su porvenir.'37
La faceta de educador social, de pedagogo, de maestro seguía estando muy presente en cualquiera de las actividades que Maurín desempeñaba y no precisamente con aquel tinte regeneracionista de sus tiempos del Liceo sino con un barniz absolutamente marxista, clasista, radical y profundamente ateo. Porque hacía tiempo que predicaba que el futuro pertenecía al proletariado y porque estaba claro que, ante la creciente amenaza fascista, «sólo hay una salida: ir hacia el socialismo», no sólo en los frentes político y económico sino también en el cultural.'" En efecto, a mediados del ario 34 Maurín ya no lanza la consigna de revolución democrático-burguesa sino de revolución socialista como objetivo inmediato de la clase obrera. En este sentido, su intervención en la primera Conferencia Regional de la A.O., celebrada el 17 de julio, es determinante; en ella afirmaba que «La República catalana era el primer paso hacia la revolución socialista» y ponía de manifiesto cómo el proletariado no debía realizar el papel de comparsa como el 14 de abril del 31, ahora debía ir a la vanguardia: «la proclamación de la República Catalana, significa que la República Catalana no es separatista, sino la avanzada de la revolución social en España».13» En la resolución final aprobada por la Conferencia Regional de la A.O. se afirmaba que 1" M., J., «La universidad Socialista•, Ed. Marxista, Barcelona, 1937. Esta fue una de las muchas publicaciones que vieron la luz gracias al homenaje que se le tributó cuando le creían muerto; en 1934 Maurín la había presentado como ponencia al Congreso de Educación Social que organizaba el Ateneo Enciclopédico Popular. El prólogo es de Wilebaldo Solano, cuando era miembro de la Juventud Comunista Ibérica; en él poco menos que glorifica a su maestro: «Nosotros somos jóvenes comunistas, la nueva generación comunista. Nos forjó Maurín. Nos formamos leyendo, oyendo, estudiando a Maurín. Para nosotros, Maurín simboliza de una manera magnífica a la vieja y gloriosa generación comunista que en 1919-1920 levantó en España la bandera de Lenin, la bandera de la Revolución rusa, la bandera del comunismo. ¿Cómo rendir a Maurín el gran homenaje que se merece? (...) permanecer fieles a sus concepciones y a su memoria; divulgar ampliamente, entre la gran masa juvenil trabajadora, su obra; saber ser dignos discípulos suyos, dignos hijos políticos suyos (...) Creemos haber sabido permanecer fieles a sus concepciones marxistas revolucionarias...». Idem. ' La Batalla, 21 de julio de 1934.
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
Si el gobierno contrarrevolucionario de Madrid ataca Cataluña y aquí, con este motivo, se proclama la República Catalana, la Alianza Obrera apoyará el movimiento procurando tomar la dirección para conducirlo hacia el triunfo de la República Social Federal."°
Maurín hablaba frecuentemente de revolución o contrarrevolución cuando en general existía la conciencia de que el populismo era insuficiente y de que había que ir, como rezaba su famoso eslogan, hacia la segunda revolución; es decir, superar la revolución democrática y pequeño-burguesa de 1931 mediante una revolución obrera. Y todo esto lo decía, a lo largo de los meses de julio y agosto, en grandes acampadas al aire libre, en las llamadas «diadas bloquistas», que corroboraban aquella moda del excursionismo, el deporte al aire libre y el contacto con la naturaleza que los medios obreros habían adoptado de los burgueses."' Entre discurso y discurso, la tensión política entre el gobierno de la Generalidad y el gobierno central de la República se acrecentaba por momentos, sobre todo al coexistir el primero con un respaldo electoral (elecciones municipales de enero del 34) favorable a los republicanos de izquierda y a los socialistas y el segundo asentado en el triunfo derechista de noviembre de 1933. La ley de Contratos de cultivo, aprobada en el Parlamento catalán en marzo de 1934, fue el eje de una extensa polémica política y constitucional que enfrentó a ambos gobiernos. El arranque, pues, del más grave litigio entre Madrid y Barcelona fue una resolución del Tribunal de Garantías constitucionales, dictada el 9 de junio, por la que se declaró inconstitucional la ley catalana de Contratos de cultivo, lo que favorecía a los terratenientes aglutinados en la Lliga frente a las reivindicaciones de los rabassaires. Esta crisis no se solucionó a lo largo del verano, a pesar de las negociaciones mantenidas por el gobierno Samper con Companys, lo que significó el comienzo de planteamientos más radicales por parte de los catalanes y poco menos que los preparativos para una posible «resistencia armada de Cataluña». Según constató el propio Maurín: ' 4° Ideen. Por ejemplo en Pals (Gerona) se reunieron más de 2.000 personas, La Batalla, 20 de julio de 1934. Junto a las reseñas de las concentraciones aparecían a veces grandes fotos de Maurín, en actitud vehemente, con el puño en alto, subido a una roca más elevada que el resto y a menudo con su característico sombrero canotier conversando con los obreros.
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LA REVOLUCIÓN PENDIENTE (1930 - julio de 1936)
El mes de septiembre fue de una gran agitación política. La concentración de los propietarios de Cataluña en Madrid con objeto de pedir la anulación de la ley de Contratos de Cultivo, y la parada fascista en Covadonga, produjeron la movilización de la clase trabajadora en Madrid, Asturias y Cataluña, bajo el signo de Frente Único, de la Alianza Obrera. La huelga general de Madrid, de Asturias, el incendio del domicilio social de los propietarios agrarios de Cataluña y la manifestación de la Alianza Obrera en Barcelona, eran actos convergentes en la lucha contra el fascismo.'"
Al poco tiempo, la caída del gobierno Samper el 1 de octubre y la entrada de los ministros de la C.E.D.A. en el nuevo gabinete Lerroux no hicieron más que agudizar el conflicto, que culminó en los graves enfrentamientos de octubre de 1934. En Asturias la lucha tomó características revolucionarias: la A.O. (de la que formaba parte la C.N.T.) tomó la dirección política y militar del movimiento, cuya derrota, con el subsiguiente terror provocado por la represión militar del gobierno, ocupó durante todo el año 35 el eje y el fundamento de todo el movimiento obrero. En Cataluña, si bien el movimiento de octubre no tomó las características de Asturias, sus repercusiones fueron también muy duras. Junto a la suspensión del Estatuto de Autonomía, muchos dirigentes republicanos, socialistas y de diversas tendencias fueron juzgados y encarcelados. Maurín y todos los militantes del B.O.C., aunque limitados por su distancia de la C.N.T., participaron activamente en las movilizaciones propuestas por la A.O. y lucharon por una dirección más revolucionaria de los acontecimientos, tanto presionando a la Generalidad como en las barricadas, con su escaso arsenal, hasta que la Generalidad se rindió. La represión posterior a los acontecimientos de octubre del 34 alcanzó, evidentemente, a las diversas organizaciones obreras y ni Maurín ni el B.O.C. escaparon a las medidas adoptadas por el gobierno presidido por Alejandro Lerroux. Las detenciones se sucedieron masivamente y «Maurín como otros muchos, pasa unos días en un palacio de Montjuich, habilitado como prisión, pero ha dado un nombre falso y acaba saliendo en libertad. Medio oculto, se pone a escribir un nuevo libro y un folleto».143 Se habían suspendido también sus órganos de prensa; La Batalla ' MONT-FORT (Joaquín Maurín), op. cit., 1935, pp. 20-21. '" ALBA, V., Dos revolucionarios..., op. cit., 1975, p. 178.
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
publicó su último número el 4 de octubre y no volvió a editarse hasta el 28 de junio de 1935; en su lugar apareció otro periódico del B.O.C., Acción, impreso en París, que junto a Avant, publicado en Barcelona, constituyeron el eje de su propaganda escrita. Desde octubre hasta diciembre de 1934, la actividad del B.O.C. es lógicamente reducida. A partir de finales de año, además del tema central de la represión —el gobierno militar se mantuvo en Cataluña hasta finales de enero de 1935—, otros dos temas ocupan un lugar principal en su propaganda: la Alianza Obrera y la unificación de las fuerzas autodeterminadas marxistas. Ambos temas se abordan a partir del análisis de la experiencia de octubre, que Maurín, con el nombre supuesto de Mont-Fort, plasma en un folleto publicado en 1935: Octubre ha sido la demostración práctica de que la clase trabajadora para vencer necesita tener formado el Frente Único, cuya cristalización, en nuestro país, la constituye la Alianza Obrera. Octubre fue el estallido que sobrevino como consecuencia de la formación de la Alianza Obrera. Es indiscutible que sin la Alianza Obrera, en octubre no se hubiese dado la explosión revolucionaria más formidable ocurrida en el Occidente de Europa después de la Commune de París de 1871. Si la Alianza Obrera hubiera estado constituida en todas partes, y, además, concentrada nacionalmente, no hay duda de que el desenlace de las cosas hubiese sido muy diferente del que tuvo lugar. Octubre constituye, pues, una formidable lección que hay que aprovechar.'"
Además de la necesaria cohesión a nivel nacional, Maurín afirmaba que «las dos palancas que la revolución necesita son: Alianza Obrera y Partido Socialista Revolucionario Único. En la Revolución rusa esas dos palancas estuvieron representadas por los Soviets y el Partido bolchevique». Maurín prefija así las condiciones de la revolución pendiente, octubre ha sido una gran lección y la Alianza Obrera —que será el futuro instrumento de la acción insurreccional— es una condición sine qua non para la victoria de la segunda Revolución (...) la nuestra, la de la clase trabajadora (...) la futura Unión
'" Mona-FoRr (Joaquín Maurín), op. cit., 1935, pp. 24-25.
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LA REVOLUCIÓN PENDIENTE (1930 - julio de 1936)
Ibérica de Repúblicas Socialistas será el Poder de los obreros y campesinos ejercido por medio de la Alianza Obrera.'"
Estos mismos puntos de vista que resumen la experiencia de octubre y sus consecuencias se hallan en el que iba a ser el tercer libro de Maurín, Hacia la segunda revolución, aparecido en Barcelona en abril de 1935 y traducido al francés en 1937 —con motivo del homenaje que se le rendía en ese momento creyendo que había muerto— por la editorial Rieder bajo el título Révolution y contre-révolution en Espagne. Como el propio Maurín indicó en el prólogo a la primera edición, el libro justifica una crucial disyuntiva histórica: «socialismo libertador o putrefacción fascista»; como evidenció en una nota preliminar adherida a la reimpresión del libro en París en 1966 y escrita desde Nueva York un año antes: la idea matriz del libro es que si la España de los tiempos de la República no llevaba a cabo la revolución democrático-socialista, inevitablemente triunfaría la contrarrevolución fascista, que se eternizaría. Desgraciadamente, los acontecimientos posteriores me dieron la razón.'"
El libro, escrito al calor de los sucesos de octubre del 34, resumía sus previas interpretaciones de la historia de España y del movimiento obrero, puestas al día y depuradas, pero, a diferencia de los otros, ofrecía un programa de futuro más concreto. Maurín compartía, quizá con mayor ahínco, los impulsos unificadores que se generalizaron tras la experiencia de octubre; el gran axioma que resume las pretensiones del libro es la forja de las dos grandes palancas del proletariado, la Alianza Obrera —extendida por todo el país y coordinada nacionalmente— y un gran Partido Marxista, Único y Revolucionario. Una vez conseguidos ese partido único, esa disciplina única y ese objetivo único de toda la clase trabajadora será posible llevar a la práctica el programa de gobierno obrero y campesino que Maurín plantea en la primera fase de la revolución y que resumimos en: Unión Ibérica de Repúblicas Socialistas; nacionalización de la tierra; nacionalización de ferrocarriles, flota mercante, gran industria y minas; nacionalización de la banca; 1 " Ibid., pp. 30-32. La Imprenta Cervantes publicó también en 1935 otro folleto de Maurín de 31 pp. titulado «La insurrecció d'octubre a Catalunya» y donde cuenta con detalle los acontecimientos diarios de las jornadas de octubre. 1 ' M., J., Revolución y contrarrevolución en España, Ed. Ruedo Ibérico, París, 1966 (1935, p. 45, y 1965, p. 2).
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
abolición de las deudas; municipalización de transportes y servicios urbanos, fábricas de harina y grandes almacenes; monopolio del comercio exterior por parte del estado; jornada de seis horas; duplicar la capacidad adquisitiva del mercado interior; doblar, triplicar, cuadruplicar la producción, que será controlada por el Estado; todos los trabajadores en armas; democracia obrera.' Una vez más las páginas de Hacia la segunda revolución resumen la estrategia y la táctica del propio. B.O.C., una vez más se incluyen advertencias que con el tiempo se volvieron realidades, una vez más Lenin y la Revolución rusa son modelos inevitables y una vez más y de modo global la perspectiva histórica y el marxismo, como método analítico y analógico, avalan la originalidad y el rigor del pensamiento mauriniano, no exento de algo de sobrevaloración y de algún silogismo más o menos demagógico. Un pensamiento que sin duda le colocaba en uno de los escasos puestos honoríficos del marxismo teórico de aquel tiempo. Con frecuencia se ha aludido —el propio Maurín lo hacía continuamente— a la debilidad del marxismo en España desde el punto de vista teórico y, comparativamente con otros países, el tópico resulta ser cierto en lo esencial. En este sentido no se puede obviar que lo más vivo del marxismo en los años 30 estuvo en las revistas teóricopolíticas vinculadas a las organizaciones marxistas entonces existentes, señaladamente en Comunismo y Leviatán —fundada por Araquistáin el 1 de mayo de 1934 y en la que Maurín colaboró reiteradamente—. Su faceta de habilísimo y versátil polemista, sus disquisiciones teóricas con destacados líderes obreros o pensadores marxistas en también destacados medios de prensa, sus libros y sus seminarios, hacían que se le incluyera entre la intelectualidad de aquel marxismo que es un pensamiento ensayístico, producido al hilo del tiempo, elaborado en la lucha de ideas, polémico, que incorpora el conocimiento de las obras de Marx con una función eminentemente político-práctica, incluso en aquellos casos en que su objetivo básico es prologar, introducir o biografiar.148
El propio Fernández Buey destacaba la «originalidad» del mismo, no en las diferentes interpretaciones de Marx que se escribieron entonces sino
'" Ibid., 1935, pp. 226-228. 1" FERNÁNDEZ BUEY, F. (Universidad de Valladolid), «Marxismo en España», en Sistema lRevista de Ciencias Sociales), n.» 66, mayo de 1985, pp. 25-42.
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LA REVOLUCIÓN PENDIENTE (1930 - julio de 1936)
En la suma de tensión moral e inteligencia con que algunos de aquellos marxistas hispánicos supieron captar las necesidades y debilidades de trabajadores industriales y agrícolas, las orientaciones de la burguesía española en el marco europeo, los intereses en juego en la cuestión de las nacionalidades, los principales problemas, en suma, de la revolución en España. Desde este punto de vista no pocas páginas del propio Araquistáin, de Joaquín Maurín, de Andreu Nin, de Esteban Bilbao, etc. siguen conservando su interés, y no sólo para la historiografia.149
A pesar de la indudable preocupación y la destacada aportación teórica y práctica de Maurín y de «aquellos marxistas hispanos», es innegable que el panorama general seguía adoleciendo considerablemente de formación ideológica, de lo que no escapaban ni los más entendidos. Los militantes comunistas consideraban su adhesión como la aceptación de la Revolución rusa y de toda o parte de su herencia. Como pone de relieve Ucelay da Cal, absorbían unos esquemas mínimos —«Que es treíen de l'ultim Imprecorr rebut»— y los aplicaban a la realidad. El tema obsesivo de la literatura política, en la vigilia de la guerra civil, era el de establecer en qué fase de la Gran Revolución se estaba viviendo en España; el éxito bolchevique definía todos los posibles éxitos posteriores. Frente a lo que han creído defensores del comunismo «crítico» como Víctor Alba, que consideraba sólo marxistas a los seguidores de Maurín y Nin, el neobolchevismo, el mecanicismo histórico y algo de esa falta de formación ideológica que convertía a la U.R.S.S. en el patrón de las aspiraciones humanísticas no eran una propiedad sólo de los estalinianos ya que afectaba también a maurinistas y trotskistas,50 aunque en ellos su furor «internacionalista», el entusiasmo y la «indigestión» se hubieran producido hacía arios y su talla como intelectuales estuviera más que probada. En aquel ambiente, la respuesta de las organizaciones obreras al contexto de represión selectiva y parlamentaria que representaba la confluencia «fascista» de radicales y C.E.D.A. fue, por tanto, la de intentar recobrar la unidad y profundizar en la radicalización ideológica. Los republicanos recuperaban el verbo fogoso de la lucha contra la dictadura y la monarquía y los socialistas —al menos su ala '" Ibid., p. 35. 50
UCELAY DA CAL, E., op. cit., 1982, p. 248.
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
izquierda— se «bolchevizaban». En general en España, pero más específicamente en Cataluña, el resultado fue una gama de impulsos unificadores, en medio de los cuales Maurín intenta, una vez más, convertir las conclusiones de su tercer libro en realidad. Para ello el B.O.C. toma la iniciativa de revitalizar la A.O., concebida como dirección de todo el movimiento de la clase obrera en todas sus fases: la de agitación política y social diaria, la etapa insurreccional y la de futuro poder. Maurín pedía a todos los demás partidos que se escindieran de sus respectivos partidos para formar el único verdaderamente grande, el único gran partido que resultara de la fusión de los núcleos marxistas revolucionarios; se daba por supuesto «que el único que no necesitaba escindirse era el suyo, todo él marxista y revolucionario».'51 Con esa teoría de la unificación, era obvio que el partido tenía que seguir esperando; como interpreta Santos Juliá: La Alianza se concebía —aunque no fuera ese el lenguaje que se empleaba— como el ámbito en el que habría de imponerse un partido; y como el partido que había de dirigir la Alianza no existía, había que crear la Alianza para que así se posibilitara la emergencia del partido. Este era el sentido que se escondía en el fondo de la comparación entre alianza y soviets, aunque se reconociera que formalmente ambos organismos tenían profundas divergencias.'"
Pues bien, con estas premisas y creyendo ser indiscutiblemente el primer partido obrero en Cataluña —frente a «la descomposición anarcosindicalista», al «equivocado P.S.O.E.» y al «menchevique P.C.E.»— resultaba que hacia 1935 ya solamente el B.O.C. y el P.C.C. sustancialmente defendían la línea de la A.O. El 15 ' Junk, S., La izquierda del P.S.O.E. (1935-1936), Ed. Siglo XXI, Madrid, 1977, p. 207. '" Idem. Santos Juliá califica la propaganda política del inminente P.O.U.M. («El único partido en España que se orienta por la senda justa») como «periodismo político de combate... que no habría que tomar al pie de la letra». Critica «la dirección de su trabajo» y «su mundo mental» por creer que la revolución habría de venir de Cataluña y dice que «el chauvinismo catalanista» de Maurín es de una asombrosa ingenuidad: «Todo lo malo de Cataluña ha sido importado: el anarquismo, el golpe de estado de Primo de Rivera, Lerroux. A pesar de eso, Cataluña ha jugado el papel fundamental en la política española del siglo XX. No hay ninguna razón para que no vaya a seguir jugándolo: de ella ha salido la A. obrera y de ella saldrá el gran partido. El porvenir era, pues, esplendoroso hasta el punto de que ya veía venir a todos los demás partidos a postrarse delante del suyo pidiéndole perdón por las faltas que con él habían cometido» (p. 209). De modo evidente Santos Juliá critica el creciente catalanismo de Maurín y su «esquematismo simplista», además de su egolatría; en este sentido, hay que tener en cuenta que estas criticas (no muy alejadas de la realidad) están vertidas por un historiador muy cualificado pero castellano o madrileño al fin. 268
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LA REVOLUCIÓN PENDIENTE (1930 — julio de 1936)
P.S.O.E. la había abandonado, como lo habían hecho otros sectores tras el desastre de octubre. Ante la imposibilidad de conseguir la adhesión de la C.N.T., la A.O. era una vía muerta que había que superar para la construcción del «partido único obrero». Maurín seguía contemplando expectante cómo el ala radicalizada del P.S.O.E. se alejaba de su sueño primigenio. Pero los contactos se sucedían sin pausa y a lo largo de aquel verano del 35 el líder de las Juventudes Socialistas, Santiago Carrillo, sugiere a Maurín que el B.O.C. ingrese en su partido para ayudar a su «bolchevización» y acelerar y hacer más efectivo el proceso de depuración de la fracción reformista del mismo,'" considerada como responsable máxima del fracaso del movimiento de octubre:54 En efecto, en este periodo, la polémica en el seno del P.S.O.E. se agudizará más y, enmarcada en un contexto de aceleración del proceso unificador, determinará las posiciones de la Federación de Juventudes Socialistas en lo que se refiere a la unificación, no ya con la Unión de Juventudes Comunistas sino con las organizaciones marxistas en general; sus postulados serán, en definitiva, el núcleo de la polémica Maurín-Carrillo que se establece desde las páginas de La Batalla en el verano de 1935. La unificación que proponen las JJ.SS. pretendía que tanto comunistas como trotskistas y bloquistas acudieran a su propio campo para dar la batalla a la fracción reformista. La unificación con otros partidos marxistas deberá hacerse, pues, ingresando estos en las filas socialistas, potenciando de este modo la «bolchevización» y convirtiendo al P.S.O.E. en un partido revolucionario en el que todas las tendencias marxistas pugnarán por la misma causa. Esta actitud corresponde al razonamiento socialista de que la única organización política capaz, por su aparato orgánico, de llevar a buen fin la revolución social es el partido
'9 Los socialistas iniciaban una dura lucha interna con múltiples opciones: desde la epifanía del marxismo militante, que se situaba alrededor del burócrata sindical Largo Caballero, hasta el conservadurismo disfrazado de obrerismo puro de Besteiro, pasando por el socialdemocratismo periodístico y sensacionalista de Prieto. Las monografías dedicadas a este tema son, entre otras, las de Marta Bizcarrondo, Santos Juliá, Ricard Vinyes... VINYES, R., La formación de las Juventudes Socialistas Unificadas (1934-1936), Ed. Siglo XXI, Madrid, 1978, pp. 29-35.
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socialista; Maurín en su polémica con Carrillo rechaza la tesis socialista exponiendo: «Adhesión, ingreso, no. Fusión, unificación, sí».'" Maurín se mostraba del todo desconfiado respecto a la socialdemocracia, las garantías de que no se repetiría la experiencia francesa eran nulas. En los días en que se publicaban los artículos en La Batalla, el congreso de juventudes socialistas francesas expulsaba a los trotskistas, que, siguiendo las directrices que postulaba Trotski de «entrar para transformar» los partidos socialdemócratas, se habían afiliado meses atrás al P.S.F. Según Maurín, nada aseguraba que en España, supuesta la entrada de un grupo heterodoxo respecto a Moscú en las filas de la izquierda socialista con ansias de «bolchevización», no hubiera una segunda edición del caso francés. Y aún más, en la perspectiva del ingreso comunista era lógico suponer que Moscú nunca aceptaría la convivencia con cualquier disidencia, lo que a su vez exigiría por parte socialista unas concesiones al estalinismo que finalizarían con la expulsión de todo grupo disidente del modelo socialista soviético. Y, por supuesto, Maurín no estaba dispuesto a realizar este tipo de concesiones; el viraje comunista operado en el VII Congreso de la I.C. (julio de 1935), en el que el comunismo soviético se apartaba de su anterior táctica y adoptaba la política de frente popular acercándose así a las líneas maestras del programa de la socialdemocracia, se le aparecía como «un paso adelante», «simplemente como una maniobra táctica para apuntalar su política exterior de alianzas con el capitalismo».'" Y a raíz de este análisis del Congreso bajo los postulados de manipulación según los intereses de Stalin y en detrimento del movimiento comunista internacional, rechazará siempre la opción de ingreso en la III Internacional que la izquierda socialista comenzaba a plantearse. En definitiva, Maurín rebate de modo magistral los postulados de unificación de la izquierda socialista. Aunque partidario de la unificación marxista, desconfía de la «problemática bolchevización» o de los intentos absorcionistas; categóricamente se niega a ingresar en el P.S.O.E. por considerarlo un partido de tradición reformista, que se hallaba en crisis y profundamente dividido —y como tal imposi'" MouNA, R., «Polémica Maurín-Carrillo», Calamus scriptorius, Barcelona, 1978, p. 45. La polémica se mantuvo en las páginas de La Batalla, n.' 206-207, 211-212 y 215-216. '" Ibid., p. 60. 270
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ble director del proletariado—, y por no existir la necesaria convergencia de criterios que Maurín resume en cuatro cuestiones básicas, a modo de condiciones ineludibles para que el B.O.C. pudiera llegar a un acuerdo con los socialistas: Primera. Reconocimiento de la Alianza Obrera como organismo de lucha, de unidad de esfuerzos en su primera fase; insurreccional luego e instrumento de poder después. Segunda. Necesidad de la unidad sindical formando una Central unitaria. Tercera. La revolución actual es democrático-socialista y como consecuencia, en la cuestión agraria y nacional se adoptará el punto de vista clásico del bolchevismo. Cuarta. El partido unificado será un todo homogéneo, sin fracciones.'"
Frente a los viejos partidos de «tradición histórica», que «en los periodos revolucionarios acostumbran a ser verdaderos impedimentos», Maurín, amparado por los ejemplos francés y ruso, reivindicaba frente a la nueva situación un nuevo partido, porque «no hay nada más antitradicional que un movimiento revolucionario».'" De este modo y un poco subliminalmente Maurín justificaba una nueva y joven formación marxista y revolucionaria que fusionaba el B.O.C. con la izquierda trotskista: el P.O.U.M., formación que se haría efectiva a partir del otoño de aquel mismo año. Una vez más, seguía dispuesto a defender su personalidad política frente a tentadoras alternativas y una vez más, contra viento y marea, comenzaba con pleno convencimiento otra nueva empresa que tampoco alcanzaría sus iniciales objetivos.
5.3. UN SOLO PELDAÑO, EL PARTIDO OBRERO DE UNIFICACIÓN MARXISTA La mayoría de los partidos obreros catalanes coincidía con la apreciación de Maurín respecto a la necesidad de crear un gran partido revolucionario del proletariado español sobre la base de un marxismo abierto. En estas condiciones y camino, pues, de la unidad a través de la fusión y no del ingreso, desde enero de 1935 se habían iniciado una serie de conversaciones para la unificación entre los diri'" !bid., p. 61. Ibid., pp. 43 y 46.
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gentes del B.O.C. La Izquierda Comunista de Nin, la U.S.C., el Partit Comunista Catalá, la Federación Catalana del P.S.O.E. y el Partit Catalá Proletari. De todos estos grupos sólo quedaban en el mes de abril la Izquierda Comunista, el B.O.C. y el Partit Catalá Proletari; los restantes habían desertado de la unificación por divergencias tácticas y no tardaría en hacer lo mismo el P.C.P. Cuando se vio que la unificación general no sería posible, se decidió que esta tuviera lugar entre las dos organizaciones que coincidían en lo fundamental. De este modo, los viejos colegas, Maurín y Nin, que ya habían contactado en diferentes ocasiones gracias a la reuniones de la A.O., volvían a reencontrarse de modo decisivo y definitivo. En este sentido jugó un papel fundamental la crisis del movimiento trotskista internacional; la táctica preconizada por Trotski —antes de octubre del 34— de «entrismo» en los partidos socialistas europeos con el fin de radicalizar a sus dirigentes no fue del agrado de la sección trotskista española, que ya estaba implicada en la A.O. y consideraba tal política del todo ineficaz,'" lo cual, junto con las siempre poco cordiales relaciones entre Trotski y Nin —en las que siempre existieron insalvables discrepancias tanto de fondo como de forma, así como un tono muy impositivo y personalista de los criterios de Trotski—, no tardó en generar una ruptura que se consumaría pronto. Con un Nin oficialmente alejado de las sectarias cláusulas del trotskismo internacional y un Maurín profundamente deseoso de trabajar junto a una personalidad política de la talla de Nin, era lógico que la unificación se produjera a pesar de Trotski, de una manera lenta pero progresiva, con el handicap que suponía superar todos los puntos de discordia que habían enfrentado a los dos grupos comunistas y a sus líderes. A partir del verano de 1935, las negociaciones se aceleraron; en el mes de mayo de ese año, Nin ya había colaborado en el periódico bloquista L'Hora y cuando el día 28 de junio reaparecía La Batalla, después de nueve meses de silencio forzoso, encontramos ya escribiendo en ella a las personalidades más importantes de la I.C.E. (Andrade, Lacroix...). '" Véase revista Comunismo, septiembre de 1934; PAGÉS, P., El movimiento trotskista en España (193035), Ed. Península, Barcelona, 1977, y Andrés Nin, su evolución política (1911-1937), Barcelona, 1975; así como los volúmenes de ALBA, V., respecto al P.O.U.M. y a Nin en El marxisme a Catalunya (1919-1939), Ed. Pórtic, 1974-1975; también es interesante y abiertamente pro P.O.U.M. la obra de BROUÉ, P., op. cit., 1961 y 1973, esta última reeditada en Barcelona, Ed. Península, 1977).
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1 La fusión del Bloque Obrero y Campesino y de la Izquierda Comunista es un hecho C01110 cristalización de las negociaciones iniciadas hace unos meses, y después de Ulla amplia discusión en el seno de ambas organizaciones, el Bloque Obrero y Campesino y la Izquierda COMUnista, en el Congreso celebrado el pasado domingo, día 29 de septiembre, han decidido fusionarse en un solo partido, que. llevará el nombre de-PARTIDO OBRERO DE UNIFICACION MARVISTA. Si,, tiempo para dar cuenta detallada de la labor del mencionado Congreso, nos limitamos por hoy a comunicar sus resultados al proletariado español, con la promesa de publicar en mí IllerOS SIICCSi3OS dr I.A BATALLA las importantes resoluciones adoptados y cl manifiesto que ha decidido dirigir a la clase trabajadora de miesIra país. El primer paso hacia la unidad revolucionaria del proletariado está dado. Desde ahora, el Bloque Obrero y Campesino y la Izquierda Comunista desaparecen como organizaciones independieales para fundirse en una sola y trabajar denodadamente hasta conseguir que el proletariado español cuente, en un porvenir próximo, coa el poderoso partido que necesita urgente e imprescindiblemente pera luchar y vencer. Viva el PARTIDO OBRERO DE IINIEICACION MARXISTA! ; Viva la unidad rcvoluciona,jia del proletariado español!
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Denuncia y recogida del libro de Maurín "Hacia la segunda Revolución" 1.1i prensa de Barcelona del posada sábado daba In signienle noticia: "La Dirección General de Seguridad ha denunciado al libro de Jonquia MiatrIn lindado IGICIA 1,4 SEGUNDA REVOLIICION, tra115111ilif•11.10 al Ja:gado de guardia de Madrid la denuncia. lit Ja,gada de guardia de Madrid la ha careadh al de guardia de Barcelona, y éste a la uuloridad militar. La denuncia ha sido formulada por considerarse subversivo el alindo libro". Podemos ofiudir gua el libro denunciado Iné puesto a la venia en abril último agotándose inznednatunenle la primera edición, haciéndose luego una segunda g ano lercera. Lantenlonlos, como es nalurol, gua este libro sea Mirado dr la circulación al cabo de cuatro meses de ser publicado.
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Portada del semanario La Batalla. Barcelona, 1935.
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
Así, aproximadamente de abril a septiembre de 1935 tiene lugar el periodo de discusión de la plataforma del nuevo partido, cuya unificación indudablemente se realizaría a partir de una coincidencia total de sus objetivos. El procedimiento de elaboración de la plataforma política del nuevo partido se estructuró a partir de un sistema abierto y democrático: se constituyó una comisión de unificación compuesta por un miembro del ejecutivo de cada partido —Maurín y Nin—, comisión que elaboró las resoluciones políticas para ser aprobadas progresivamente por los Comités Ejecutivos primero y por los Centrales después. El último paso, previo a la unificación, era la discusión y aprobación de las tesis por los militantes de base de los partidos. En el mes de julio los Comités Centrales del B.O.C. y la I.C.E. aprobaron las resoluciones y tesis del nuevo partido.'" Y, finalmente, el día 29 de septiembre, en el domicilio de Francesc de Cabo, militante de la I.C.E., en el n.9 24 de la calle Monserrat de Casanovas de Barcelona, se celebró la reunión constitutiva o Congreso del nuevo partido; a ella asistieron media docena de delegados y allí se nombraron los Comités Ejecutivo, Central y de Juventudes.' Con esta reunión el P.O.U.M. tomaba oficialmente carácter político. El acuerdo entre las dos organizaciones que dieron lugar al P.O.U.M. cristalizó sobre la base de los principios siguientes: reconocimiento de la A.O. como órgano de frente único, como instrumento insurreccional y como organismo de poder, con la constitución de una A.O. nacional; unidad sindical (una central única formada por U.G.T., C.N.T. y organizaciones sindicales autónomas); aceptación de los principios de «socialismo revolucionario»; toma violenta del poder y establecimiento transitorio de la dictadura del proletariado; la Unión Ibérica de Repúblicas Socialistas, y, por último, reconocimiento del carácter democrático-socialista de la revolución española.'" En este proceso de unificación, como manifestó el propio Maurín en una carta a Víctor Alba: El tema capital fue: independencia internacional, no contactos con Trotski. Nin asintió. En el B.O.C. había un grupo que no estaba de acuerdo
160 «Hacia la unidad política del proletariado. El C. Central del B.O.C. acuerda la unificación con la Izquierda Comunista», La Batalla, 12 de julio de 1935. En el mismo número aparecía el nombre del P.O.U.M. y el día 13 de septiembre este periódico aparecía como Semanario Obrero de Unificación Marxista. 161 PAGÉS, P., op. cit., 1977, pp. 287-288. «La unificación marxista», Acción, n.' 10, 7 de septiembre de 1935.
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con la fusión con la I.C. Era el grupo de Colomer, Estivill, Estartús, Ferrer, partidarios de una fusión más bien con el Partido Comunista. Este grupo no tenía gran influencia y su punto de vista no prosperó.163
Efectivamente la fusión llevó consigo la separación de algunos militantes de la I.C.E. y posteriormente del B.O.C. Maurín comentó la separación de militantes de la I.C.E. —acinco o seis», según dijo—, que pasaron al partido socialista, al tiempo que exponía sus opiniones —ya comentadas— sobre la radicalización de las JJ.SS. en la polémica escrita que mantuvo públicamente con el secretario de las mismas, Santiago Carrillo. En este sentido es interesante tener en cuenta también la opinión de los militantes de base de ambos partidos, pues existen muchos datos que permiten afirmar la poca sinceridad y el descontento con que la mayoría de bloquistas aceptaron la unificación por albergar poderosos recelos respecto a los trotskistas. Algunas de estas reservas se centraban en la opinión manifestada por Portela años más tarde y compartida por muchos en el año 35: Yo estaba en la cárcel de Pamplona, no viví la creación del P.O.U.M.; si hubiese estado en libertad habría hecho algunas reservas en cuanto a la fusión con los trotskistas. No me habría marchado por eso del partido, pero quizá, como hizo David Rey u otros, habría propuesto reservas. Porque los trotskistas tienen ese afán de infiltrados —es en ellos tradicional—, de meterse en organizaciones que no son la suya; nunca han sido capaces de crear una organización fuerte, se infiltran en casa ajena y esto a la larga resulta enervante.'"
O desacuerdos tácitos y sentimentales respecto al cambio de nombre y la desaparición de la organización mixtificada B.O.C.-F.C.C.B.: Aleshores hi havia tota una colla de gent que no estáven conformes en que es produis aquesta fussió, perque jo era un d'ells, perque vaig considerar de que desfer aixó... Era una cosa sentimental, perque el B.O.C. era una cosa que ja era com la familia... I aleshores nosaltres saviem dones que l'Esquerra Comunista era un grupúscul que no més hi havia la figura del Andreu Nin i que pensavan doncs que no valia la pena desfer el Bloc. Ara, (...) si hagués sigut la fussió de quatre o cinc organitzacions, aleshores sí que hi estavem d'acord, peró enterrar l'anagrama aquest. Aixó poder es una
Nueva York, 27 de febrero de 1972. ALBA, V., Dos revolucionarios..., op. cit., 1975, p. 205. '6° Entrevista a Luis Portela, Fonoteca C.E.H.I.
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mica místic o una mica religiós, molt popular, la culminació del Bloc era una cosa gloriosa.'»»
Realmente el B.O.C. se sentía y era una organización de masas respecto a la minoritaria I.C.E. y las suspicacias que levantó la virtual fusión con los trotskistas —tanto el cambio de nombre y de aparato organizativo como el temor a «infiltraciones» o el abandono del catalanismo en pos de una proyección peninsular— hubo de calmarlas Maurín, el líder indiscutible, y dedicarse personalmente a convencer a la base de su partido de la necesidad de la unificación. Y lo hizo fundamentalmente utilizando un argumento concluyente que —a pesar de no convencer al grupo «que tenía un poco de catalanismo retardado», el cual desertó y acabó ingresando en el P.S.U.C.— justificaba la fusión. Maurín aclaraba así, en 1972, lo que para él había sido la unificación: La única concesión que el B.O.C. hizo a la I.C.E. fue el cambio de nombre del partido (...) no fue tampoco muy acertado el nuevo nombre: Partido Obrero de Unificación Marxista. Tenía, sin embargo, un doble valor: daba a entender que buscaba la unificación con otro sector marxista, y no había otro que el Partido Socialista Obrero Español. La palabra marxista acaba con el calificativo de comunista, que había tenido la Federación Comunista Catalana (después Ibérica) y la Izquierda Comunista (...) Yo defendí la fusión del B.O.C. con la I.C.E., no como contrapeso al grupo de oposición de Colomer, que era insignificante y limitado a Barcelona, sino porque tenía el mayor interés en recuperar la cooperación de Nin, con quien había luchado de 1920 a 1931. Nin solo, o bajo la influencia de Trotsky —que nunca entendió el problema español— era un caso perdido. En el B.O.C. podía ser muy valioso. El crecimiento del B.O.C. y su responsabilidad política eran cada vez mayores y se requería reforzar la dirección. En las conversaciones particulares que tuve con Nin, al salir de las reuniones de la Alianza Obrera, sobre todo a partir de 1934, uno y otro constatamos que en nuestra manera de pensar no había discrepancia fundamental alguna. ¿Por qué no aceptar, pues, el acercamiento que Nin propuso?'"
En esta carta Maurín niega también todo tipo de vinculación o relación con la IV Internacional y, por supuesto, el rumor de su evolución hacia posturas trotskis1 " Entrevista a Ramón Fernández Jurado, Fonoteca C.E.H.I. " Carta de Maurín a Pierre Broué con copia a Víctor Alba, Nueva York, 18 de mayo de 1972. ALBA, V.,
Dos revolucionarios..., op. cit., 1975, pp. 207-208.
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tas. Estaba claro —acabó estándolo también para la mayor parte de los militantes del B.O.C.— que la intención de Maurín era pues captar a Nin, al que consideraba un elemento valioso y al que, a pesar de las anteriores divergencias, le ligaban importantes lazos afectivos. Así pues, de la reunión de septiembre había surgido el P.O.U.M., según Pelai Pagés «gestado merced al voluntarismo de sus dirigentes, y a las necesidades objetivas del momento».1" El partido se presentaba como una etapa, como el primer paso o el primer peldaño en la escala hacia la unidad revolucionaria del proletariado, unidad que no consiguió nunca pero que no le impidió forjarse de un sólido y revolucionario programa político basado en los cuatro principios antes citados, en resumidas cuentas los mismos que Maurín había desarrollado en su último libro, en su último folleto publicado y en sus diferentes y combativos artículos de prensa de cualificadas revistas teóricas. La revolución se realizaría como consecuencia del choque antagónico y definitivo entre fascismo y socialismo. El proletariado español debía llevar a cabo la pendiente revolución democrática que durante cinco años de República la burguesía no había sido capaz de realizar, para pasar inmediatamente a la revolución socialista. La toma de poder —con una transitoria dictadura del proletariado— se conseguiría con la táctica de unidad en todos los sentidos: «vertical y horizontalmente», alianzas obreras, unidad sindical y un solo partido marxista revolucionario. En relación con la pequeña burguesía, el P.O.U.M. se plantea la lucha ideológica y táctica contra sus organismos de clase y, en caso de grave amenaza contrarrevolucionaria, la posibilidad de establecer pactos transitorios El Congreso de unificación del P.O.U.M. fijó también su programa respecto a dos puntos importantes: el problema de las nacionalidades configurado en torno a las tres fases preconizadas por Maurín (1.1, problema nacional en manos de la burguesía; 2.1, problema nacional en manos de la pequeña burguesía, fase entonces vigente en Cataluña; 3.1, el proletariado hace suyo el problema de cara a la Unión Ibérica de Repúblicas Socialistas) y su posición frente al panorama internacional. Respecto a este último punto se declaraba firme y entusiasta defensor de la Revolución rusa pero reivindicando el derecho a la crítica de la política seguida por la dirección de la U.R.S.S.; no depositaba ninguna esperanza en la Sociedad de 167 PAGÉS, P.,
op. cit., 1975, p. 187. 277
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Naciones y, ante la guerra, hablaba de la transformación de la guerra imperialista en guerra civil. Respecto a las Internacionales Obreras, el P.O.U.M. se situaba totalmente al margen de la II y III Internacional, identificándose con el espíritu que presidió los cuatro primeros congresos de esta última y combatiendo su política posterior. Tras el fracaso de la II Internacional, el P.O.U.M. considera que hay que constituir partidos socialistas revolucionarios fuertes sobre los cuales se edificará la futura unidad mundial revolucionaria de la clase trabajadora. De este modo el P.O.U.M. —como antes había hecho el B.O.C.— forma parte del Comité Socialista pro Unidad Revolucionaria, que no es el germen de una nueva Internacional y al que se adhieren los partidos socialistas y comunistas independientes; a la conferencia del llamado «Buró de Londres» acudió Maurín en mayo de 1936 para reforzar la relación del P.O.U.M. con el Comité.'" En lo referente a la revolución agraria seguía en pie la consigna del B.O.C.: «la tierra para el que la trabaja». La estructuración orgánica del nuevo partido se regía también por las normas del centralismo democrático y no se toleraban fracciones.'" Maurín, dirigente de la primitiva F.C.C.B. y posteriormente también del B.O.C., arrastraba tras de sí una pequeña pero sólida organización, más fuerte política y sindicalmente que la I.C.E. Su sello de líder incuestionable, de jefe carismático, avalado por el conocimiento que tenía de la realidad social española y catalana en particular, facilitó su denominación como secretario general del nuevo P.O.U.M., al tiempo que conservaba su puesto como director de La Batalla. Por supuesto, el segundo de a bordo iba a ser Nin, cuya experiencia internacional y capacidad teórica le hacían merecedor de este papel dirigente; además de miembro del C.E. del
'68 En esta reunión Maurín entró en relación con Willy Brandt, que representaba a las Juventudes Socialistas Obreras alemanas en el exilio y que durante la guerra civil colaboró con el P.O.U.M. Brandt comentó posteriormente que «Maurín era una figura atractiva y luchadora». Joaquín Maurín, en carta dirigida a Pierre Broué con copia a Víctor Alba, reproducida en ALBA, V., El marxisme a Catalunya (1919-1939), vol. I, pp. 349-351.
169 «Qué es i qué vol el Partit Obrer d'Unificació Marxista», Ed. La Batalla, Barcelona, 1936. 278
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partido, Nin sería director de La Nueva Era y, junto con Pere Bonet, encargado de la dirección sindical del P.O.U.M. El partido contaba aproximadamente con unos 7.000 afiliados, con un fuerte núcleo en Cataluña, con cierta importancia en el País Valenciano y Asturias, alguna influencia en Galicia, Castilla, Euskadi y pequeños núcleos en Aragón, Baleares... En primer lugar el partido intentará impulsar y desarrollar su programa táctico hasta las últimas consecuencias para lo cual llevará a cabo una intensiva campaña de propaganda íntimamente conectada con la participación activa en el proceso político anterior a los meses de la guerra y salpicada de frustrados llamamientos al P.C. y al P.S.O.E. para llegar a un Congreso de unificación que no se celebró jamás. Entre los primeros actos públicos de Maurín como dirigente del P.O.U.M. figuraron dos mítines convocados en Valencia. El primero de ellos, que fue como la presentación pública del nuevo partido, tuvo lugar en noviembre, con Julián Gorkin como secretario del C. Regional de Levante y Andrés Nin, y el segundo se celebró en la plaza de toros en memoria del periodista Luis Sirval, asesinado a tiros en Oviedo durante la represión de octubre del 34.1" Casi un mes más tarde La Batalla anunciaba que Maurín y Gorkin habían sido procesados por sus discursos y «por injurias a la autoridad y excitación a la rebelión y sedición»."` A pesar de las interrupciones provocadas por la legalidad vigente, Maurín prolongó su actividad pública en Barcelona con motivo del inicio de una campaña de La Batalla, 15 de noviembre de 1935 y 6 de diciembre de 1935. Maurín ya había sido procesado por la jurisdicción militar a principios de octubre, poco tiempo después del Congreso de fusión del P.O.U.M., con motivo de su libro Hacia la segunda revolución, por considerarse que en él se injuriaba al ejército. La Batalla informaba de que la retirada de esta obra de las librerías españolas, cuatro meses después de su publicación, tuvo lugar por orden de la Dirección General de Seguridad, «asombrosamente antes de que la justicia lo decretara por los trámites ordinarios». En el momento de la noticia, 4 de octubre, Maurín permanecía en libertad provisional antes de comparecer ante un consejo de guerra. Según consta en el Sumarísimo Ordinario que se le incoó en sus años de prisiones, Maurín, en declaración indagatoria hecha en Salamanca el 24 de noviembre de 1941, afirmaba que fue procesado por la jurisdicción civil a causa de la publicación del libro, «sin que le recayese responsabilidad alguna por quedar acogido a la amnistía de febrero de 1936 y sin que le comprendan las demás generales de la ley» («Sumarísimo...», p. 5). 279
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propaganda del P.O.U.M. en Cataluña. El mitin inaugural tuvo lugar, el domingo 5 de enero, en el Gran Price barcelonés y, según sus fuentes, acudieron al mismo unas 12.000 personas. Tomaron la palabra Miguel Pedrola, del C.E. de las Juventudes Comunistas Ibéricas (P.O.U.M.), Julián «Gorkin», Jordi Arquer, Andreu Nin y Joaquín Maurín.'72 Además de los casi siempre multitudinarios y «ultrarrevolucionarios» mítines públicos, Maurín seguía escribiendo sus habituales artículos para La Batalla y para La Nueva Era, que iniciaba su segunda época. En todos ellos mostraba una preocupación especial por el estancamiento y olvido literal que sufría la Alianza Obrera —para él el necesario soviet de la revolución española— en beneficio del Frente Popular.'" A lo largo del año 35 ya Maurín había rechazado la propuesta de Frente Popular surgida del VII Congreso de la I.C., porque para él significaba la conjunción permanente del movimiento obrero con los partidos burgueses que aceptan una política internacional sobre la base del Pacto francosoviético (...) y porque significa renunciar al objetivo de la realización de la revolución democrático-socialista.'
Maurín criticó sistemáticamente la opción frentepopulista surgida del VII Congreso de la I.C. y siempre se la explicó en relación directa con los intereses de la política internacional de la U.R.S.S., indicando como un profundo error de los «comunistas estalinianos» identificar esos intereses de la U.R.S.S. con los del movimiento obrero de los respectivos países. Maurín consideraba la propuesta de Frente Popular en la vida política española como una propuesta de igual naturaleza que la puesta en práctica en el primer bienio republicano: Hoy la conjunción con los republicanos como la suponen los comunistas oficiales sería absolutamente una equivocación (...) no se trata de volver a dar el poder a la pequeña burguesía que nos llevaría a una situación semejante a la actual o mucho peor aún (...) contrariamente a lo que piensa '" La Batalla, 10 de enero de 1936. '" Especialmente en M., J., «La Alianza Obrera, orígenes, características y porvenir», La Nueva Era, 2.» época, n.» 1, enero de 1936, reproducido en ALBA, V., La Nueva Era. Antología de una revista revolucionaria, 1930-1936, Ed. Júcar, Madrid, 1977, pp. 126-135. Maurín era el único que defendía la necesidad de la A. O. como frente único, instrumento insurreccional y organismo de poder, contra las posiciones que mantenían socialistas, comunistas y anarquistas. M., J., «El VII Congreso de la Internacional Comunista», La Batalla, 22 de agosto de 1935.
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y practica el Partido Comunista de España, no se ha de ayudar a subir al caballo nuevamente, sino que lo que hay que hacer es atraer a las masas pequeño-burguesas, las clases medias, al radio de acción de los trabajadores.175
Y otra vez aquellos eran malos tiempos para esa lírica, porque a finales de 1935 el Frente Popular ya era en España una realidad incuestionable. Su adopción por parte del P.C.E. había sido inmediata, como inmediata fue la captación en torno suyo de la mayoría de partidos obreros y republicanos. Sólo el P.O.U.M. criticaría la política frentista, caracterizándola como una política que subordinaba los intereses de la clase obrera a los de la burguesía intentando neutralizar la lucha de clases. Si además se tiene en cuenta que los ultrarrevolucionarios planteamientos del P.O.U.M. espantaban a su posible clientela y que su desmedida confianza en su propia superioridad y en la propia capacidad revolucionaria de subir a la cresta de la ola parecía un peligroso aviso al resto de las organizaciones que, como la C.N.T., podían caer en su influencia, nos explicaremos el vacío y el boicot al que progresivamente sometieron todas las organizaciones obreras al nuevo partido. Coherentemente con su enfoque, Maurín y el C.E. del P.O.U.M. formularon con carácter forzosamente testimonial una propuesta —en relación con las futuras elecciones legislativas— de formación de un pacto de Frente Único con el P.S.O.E. y el P.C.E., el cual, una vez constituido, se refiriera a acuerdos electorales con los partidos republicanos de izquierda. Para Maurín la alianza de la clase obrera con la pequeña burguesía siempre había sido vista como indispensable y el pacto entre los republicanos de izquierda y los partidos obreros en la consulta electoral, que se celebraría en febrero del 36, como igualmente necesario; lo que él y su partido discutían con el P.S.O.E. y el P.C.E., desde el verano de 1935, no era la realización o no del pacto electoral sino el contenido del acuerdo, es decir, en qué posición quedaba el movimiento obrero tras la celebración de la alianza electoral. Por eso el P.O.U.M. firma el el documento que sirve de base para las elecciones del 16 de febrero, como Un simple pacte de carácter electoral que tenia com a finalitat l'amnistia. El P.O.U.M. en aquella ocasió va fer la seva campanya de propaganda '" M., J., «Una política inaceptable. Bloc del moviment obrer i de la petita burgesia?», L'Hora, 15 de febrero de 1935. 283
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
amb completa independéncia, indicant que el Pacte establert no podía tenir més abast que el d'un compromís purament i exclusivament electoral.'"
De este modo, dentro de la postura del P.O.U.M. de admitir «pactos circunstanciales con la pequeña burguesía» y tras la formación del gobierno Portela Valladares," el Comité Nacional del P.S.O.E. aceptaba la conjunción obrero-republicana y, en el mismo mes de diciembre, el P.O.U.M. exponía su posición al respecto: La posición justa fue señalada oportunamente por nuestro partido: que la Alianza Obrera fuera a la lucha electoral, pactando, según las circunstancias, con los sectores republicanos de izquierda, es decir, con la pequeña burguesía. Este frente obrero hubiera constituido la movilización de la totalidad de las masas trabajadoras y campesinas, arrastrando incluso, seguramente, a los propios anarquistas. Nuestra interpretación, sin embargo, si bien encontró un eco favorable, indiscutible, entre la masa trabajadora, lo cierto es que no ha sido aceptada por los demás partidos obreros (...) Nosotros (...) sin ser contrarios a una inteligencia electoral con los partidos republicanos de izquierda, creemos que esta inteligencia, caso de establecerse, ha de tener como objetivos: Primero: derrotar a la contrarrevolución en las elecciones. Segundo: conseguir la amnistía. Tercero: restablecer el Estatuto de Cataluña. Una vez logrados estos tres objetivos, movimiento obrero y partidos pequeñoburgueses deben considerar por terminado su pacto circunstancial y seguir libremente sus caminos diferentes.'" ' »Qué es i qué vol...», cit., p. 7. '" El nacimiento del P.O.U.M. se había producido en un momento de clara degeneración del gobierno radical-cedista. La solución represiva que se diera a los hechos de octubre del 34, la actuación legislativa del gobierno, los recelos de Alcalá Zamora frente a este, las desavenencias entre radicales y cedistas, el descontento general que imperaba en el país... llevaron al presidente de la República a buscar una solución centrista como alternativa política. Ciertamente, las derechas no se habían podido imponer ampliamente gracias a la respuesta dada por el proletariado asturiano en octubre, pero mantenían el control político de la situación a través de un gobierno que no representaba ni la correlación de fuerzas sociales representadas en las Cortes ni la que existía en el país. El escándalo del estraperlo contribuyó a desacreditar aún más al gobierno, a raíz de lo cual Alcalá Zamora planteó definitivamente la convocatoria de nuevas elecciones a Cortes, nombrando jefe de gobierno a Portela Valladares, republicano moderado y amigo personal del presidente, en diciembre de 1935. El hecho de que durante este año hubieran sido esperadas por los partidos políticos de izquierda explica que en torno a ellas girasen la mayor parte de las tácticas que habían ido planteando las organizaciones obreras. '" «El momento político. Ante las próximas elecciones», La Batalla, 27 de diciembre de 1935. En otro artículo del mismo número, »Los anarquistas ante las próximas elecciones», el P.O.U.M. combatía duramente el abstencionismo electoral de los anarquistas.
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Con la disolución de las Cortes y la convocatoria de nuevas elecciones para el 16 de febrero de 1936 quedaba sellada la alianza frentepopulista el día 15 de enero del mismo año. Firmaron el pacto de alianza: la Izquierda Republicana, la Unión Republicana, el P.S.O.E., el P.C.E., las JJ.SS., el partido sindicalista y, por el P.O.U.M., lo hizo Andrade; paralelamente se establecía el Front d'Esquerres de Catalunya. Para entrar en el Frente Popular el P.O.U.M. pide al P.S.O.E. que gestione su admisión,'" al tiempo que Maurín insistía en la necesidad de no subordinar el movimiento obrero a los republicanos.'" En el momento de repartir las jurisdicciones se notan ya los recelos que la mayoría de los partidos mostraban frente al P.O.U.M. A pesar de sus siete u ocho mil afiliados y su influencia en medios obreros, se le trató como al pariente pobre, dándosele la posibilidad de conseguir un escaño en las Cortes en representación de Barcelona (Maurín) y dos puestos más, uno por Teruel (Nin) y otro por Cádiz (Gorkin), ciudades estas últimas en las que el P.O.U.M. no tenía ninguna fuerza y de las que ambos acabaron retirando sus candidaturas. De todos modos, el P.O.U.M. pudo alcanzar un escaño en las Cortes, el de Maurín; ahora, por fin, disponía de una tribuna nacional. Sin lugar a dudas su participación en el Frente Popular estaba en gran parte motivada por su ambición electoral ante el peligro de un aislamiento completo frente a un movimiento de masas. Aunque esta participación pueda parecer paradójica o contradictoria, estaba en perfecta sintonía con los planteamientos que Maurín había lanzado a lo largo de toda la corta vida de la República, a los que no quedó más remedio que adaptarse a aquellas circunstancias, puesto que ni los socialistas ni los comunistas ni mucho menos los republicanos (a los que con toda claridad Maurín colocaba como simple fuerza de apoyo del movimiento obrero) estaban dispuestos a hacer concesiones a un partido minoritario que lo que pretendía era dirigir a largo plazo el movimiento revolucionario. En resumidas cuentas, como pone de manifiesto Ucelay da Cal, el P.O.U.M. estaba en el momento de su fundación, el 29 de septiembre de 1935, en una posición inicial muy favorable potencialmente porque era el único partido obrero importante en medio de grupúsculos reducidos, porque no debía nada al populis'79 «Dos cartas interesantes. Del Partido Obrero al Partido Socialista», La Batalla, 17 de enero de 1936. J. S. Vidarte, vicesecretario del P.S.O.E., contestaba afirmativamente el 8 de enero, según esta fuente. M., J., «La coalición socialista republicana», L'Hora, 10 de enero de 1936. 285
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mo de la Esquerra Republicana, sus críticas al fracaso de octubre habían sido claras y contundentes y por la influencia que el B.O.C. ejercía en Cataluña. Con estos presupuestos y contando con la destacada reputación intelectual de sus líderes su crecimiento casi estaba asegurado. De ahí muchos de los temores y suspicacias del resto de las organizaciones obreras. El mensaje revolucionario del P.O.U.M. llegaría ahora a toda España, Maurín utilizaría las Cortes republicanas como plataforma de crítica de las limitaciones del Frente Popular y para predicar la necesidad imperante de ir hacia la segunda revolución antes del contragolpe fascista. En definitiva, el P.O.U.M. adoptaría una posición más dura y más explícitamente leninista que el resto de las organizaciones obreras y su orientación era una fusión de la visión estratégica de Maurín y la rigidez doctrinaria de Nin: La pretensió del nou P.O.U.M. era de superar el populisme, fins i tot l'obrerisme historie, per poder construir un sólid partit leninista que es faria cárrec de la direcció revolucionaria de las masses a Catalunya i, per extensió, a Espanya.'
Pues bien, con esa pretensión Maurín y su organización se pusieron manos a la obra y la primera tarea fue extender el partido, tras afianzarlo en Cataluña, y garantizar su crecimiento; había que traspasar las fronteras catalanas y conseguir crear secciones del P.O.U.M. en el resto de la península, para lo que la actuación de Maurín en el Parlamento iba a ser del todo positiva. Y no sólo eso, porque el crecimiento y la hipotética creación del gran partido marxista de la clase obrera que Maurín soñaba debían verse complementados por la A.O. y la marcha hacia la unidad sindical. La unidad total de la clase obrera era absolutamente necesaria para detener el avance del fascismo; el ejemplo alemán obsesionaba a Maurín, para quien la revolución democrática-burguesa propugnada por Azaña y «los 181 UCELAY DA CAL, E., op. cit., 1982, pp. 241-264. En este interesante capítulo Ucelay revela las diferentes corrientes de unificación catalanas en 1935 y 1936, ubicándolas en el contexto populista e interclasista de esos años. Es interesante cómo al hablar del P.O.U.M. —como del resto de las organizaciones obreras— destaca, además de «su seguridad en su superioridad dialéctica», su enfoque neobolchevique, mecanicista e idealista, tan populista como lo que pretendía traspasar y de un leninismo que discurría no tanto por la dialéctica sino por la analogía con la Revolución rusa. Compartimos plenamente estas afirmaciones justificadas debido al entusiasmo inicial y las posibilidades del nuevo partido, que hacían que su propaganda combativa y radical pudiera pecar de engreimiento y más en un contexto de cierta ebriedad neobolchevique y escasa preparación teórica. El contagio era normal, pero a pesar de todo el P.O.U.M. y más específicamente Maurín marcaron sus diferencias y de ese modo su personalidad.
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modelos estrechos del Frente Popular» no habrían de conducir más que a un fracaso parecido al de la actuación en 1931-33. El enfrentamiento no es entre democracia o fascismo sino entre socialismo o fascismo: »nuestra revolución es democrática y socialista a la vez». Decididamente la política del Frente Popular, de los republicanos y de la burguesía liberal le demostraba, una vez más, cómo las grandes reformas quedaban pospuestas y cómo las reivindicaciones y el propio papel de la clase trabajadora permanecían literalmente relegados.'" Pero Maurín y su revolucionario partido seguían luchando enconadamente con los medios de que disponían al tiempo que se preparaban para crear otros nuevos y coherentes con sus objetivos. En este sentido, en el mes de marzo, el P.O.U.M. presentará a todas las organizaciones obreras un Proyecto de reorganización de las Alianzas Obreras y en la segunda reunión de su C. Central —celebrada los días 13 y 14 de abril— se aprobará una resolución por la que se insiste en la necesidad de agotar rápidamente la experiencia del Frente Popular, considerado como un compromiso de carácter electoral en el que los partidos obreros se vieron obligados a hacer una serie de concesiones para garantizar su triunfo y no apto como organismo de poder. Indudablemente el llamamiento no encontró ningún eco favorable porque una A.O. convertida en instrumento de toma de poder no seducía a los partidos integrantes del exitoso y suficiente Frente Popular. A nadie parecía importar en aquel momento la advertencia mauriniana del peligro de instrumentalización de los comunistas que ataría a la clase obrera a la diplomacia de Moscú y a la política republicana. En fin, a pesar de la inviabilidad de la ya obsoleta A.O., el partido lanzó el otro gran proyecto y, a principios de mayo, el P.O.U.M. convocó la Conferencia de Unidad Sindical que ya había prometido en su congreso de unificación. El acuerdo más importante tomado en la Conferenciara fue la creación de la Federación '" M., J., «¿Revolución democrático-burguesa o revolución democrático-socialista?», La Nueva Era, n.» 4, mayo de 1936, en ALBA, V., La Nueva Era. Antología..., op. cit., 1977, pp. 261-271. l" Celebrada los días 2 y 3 de mayo en Barcelona y a la que asistieron 200 delegados en representación de más de 60.000 obreros agrupados en 145 sindicatos, La Batalla, 8 de mayo de 1936. Relativo a las cuestiones sindicales del P.O.U.M. es interesante el artículo de BONET, P., «La situación del movimiento sindical en Cataluña», en La Nueva Era, n.» 2, febrero de 1936, o el de NIN, A., en La Batalla, «Una iniciativa laudable. La Conferencia de Unidad Sindical», 25 de abril de 1936. También se puede consultar el libro ya citado de BALCELLS, A, 1971, pp. 198-199. 287
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
Obrera de Unión Sindical (F.O.U.S.), para la que se nombró a Andrés Nin como secretario general; además de no realizar la tan traída unidad sindical —pues no hizo más que reordenar su fuerza sindical proveniente, en su gran mayoría, de los sindicatos expulsados de la C.N.T. en el pleno Regional de abril de 1932—,184 la F.O.U.S. tuvo una vida efímera, pues a los dos meses de iniciada la guerra civil todos sus sindicatos ingresaron en la U.G.T. Mientras, el P.O.U.M. seguía su marcha inexorable fundamentalmente gracias a la colaboración de sus dos grandes mentores, Maurín y Nin. En una carta que Maurín envió, años más tarde, a Pierre Broué, se aprecian de todos modos dos momentos en que, al parecer, no existía completa identificación entre los puntos de vista de ambos. Maurín exponía que: Me sorprendió que en una reunión del Comité Ejecutivo —debió ser en la primavera de 1936— Nin me propusiera que yo escribiera un artículo para Nueva Era, la revista doctrinal del partido, de la que él era director, acerca de lo que yo entendía por revolución democrático-socialista, que había sido la base política del B.O.C. Una tal proposición me hizo suponer que Nin en su fuero interno todavía seguía aferrado a la tesis trotskista de «revolución socialista». Es la tesis que sostuvo el P.O.U.M. cuando yo desaparecí de la escena y que, siendo fundamentalmente equivocada, contribuyó a conducirlo al descalabro.'"
Aparte del último párrafo digno de un análisis al margen, es posible que Nin no comprendiera la idea de revolución democrática-socialista sostenida por Maurín, concepto desde el que era fácil caer en la postura del Frente Popular o plantear la revolución socialista como alternativa al fascismo. Maurín, en todo caso, escribió el artículo que Nin le sugirió y volvió a exponer su particular teoría en La Nueva Era el 4 de mayo de 1936 (véase nota 182). Además de estas divergencias fundamentalmente conceptuales o teóricas, más adelante y según la misma fuente Maurín señalaba que Nin fue quien más se opuso a una eventual fusión del P.O.U.M. con el P.S.O.E. Efectivamente, entre viaje y viaje a Madrid en calidad de diputado, Maurín había hablado varias veces 84 BONAMUSA, F., op. cit., 1977, p. 273. ' Carta de Maurin a Broué, reproducida en ALBA, V., El marxisme a Catalunya, 1919-1939, cit., vol. I, 1974, p. 395.
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con Largo Caballero, quien, en la primavera de 1936, «me expuso la conveniencia de que el P.O.U.M. se fusionase con el P.S.O.E.». Maurín en ese momento sí deseaba comenzar las negociaciones con el P.S.O.E. pero no obtuvo el apoyo de su partido, que se mostró celoso de su independencia y defensor de la postura que su líder había mantenido en el verano de 1935 frente a la insistencia de ingreso en las JJ.SS. por parte de su presidente, Santiago Carrillo. Según la versión de Víctor Alba,'" Maurín ahora creía que las condiciones políticas del país eran distintas a las de 1935 y que si el P.O.U.M. entraba en el P.S.O.E. —además de concederle una concepción teórica de la que carecía y que el P.O.U.M. estaba convencido de poder aportar— tal vez este hubiese comprendido la tarea de formar de nuevo la A.O., lo cual habría cambiado completamente la relación de fuerzas del país. Maurín apuntaba en su carta a Broué que «el esfuerzo del P.O.U.M. hubiese fortalecido la posición de Largo Caballero frente al Partido Comunista y al sector prietista. Conviene recordar que el sector socialista más procomunista durante la guerra civil fue el anticaballerista de Prieto-Negrín». Hay que tener en cuenta que Maurín expuso estos puntos de vista en el año 1972 y entonces sí había cambiado realmente la situación política del país y la suya propia. Con una guerra civil por el medio, de catastróficas consecuencias para el P.O.U.M., era fácil lanzar hipótesis de lo que hubiera sido más conveniente, aunque cabe pensar que si Maurín hubiera estado entonces al frente del P.O.U.M. su trayectoria hubiera sido otra. Pero lo que sí es cierto es que, en vísperas del conflicto civil, Maurín contemplaba como a la niña de sus ojos al ala largocaballerista del P.S.O.E., en la que creía que realmente podía influir frente al comunismo estaliniano y, a través de ella, crecer y dejarse oír en todo el país. La realidad no fue, ni mucho menos, así; el P.O.U.M. siguió siendo un partido pequeño, minoritario y reducido a Cataluña y, frente al auge del «democrático-burgués» Frente Popular, sus posturas radicales no convencieron a casi nadie. 5.3.1. Desde la tribuna parlamentaria De todos modos, Maurín no cejaba en su empeño y sus discursos en el Parlamento eran los que, con mayor ahínco, defendían al marginado movimiento 186
ALBA,
V., Dos revolucionarios..., op. cit., 1975, pp. 222-223.
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
obrero. Se mostraba seriamente preocupado por «el avance de las hordas fascistas» en España, a las que se les permitía incluso representación parlamentaria, y se quejaba de que las cláusulas firmadas en el pacto del Frente Popular —amnistía, readmisión de obreros parados...— no hubieran sido cumplidas. En su primera intervención parlamentaria, el día 15 de abril, tras haberse presentado ante la Cámara el programa del gobierno Azaña salido de las elecciones del 16 de febrero, Maurín se encaró con el propio Azaña echándole en cara que no podía haber paz social sin antes liquidar justicieramente la sangre derramada por el proletariado en la represión que siguió a la insurrección de octubre del 34, Y justicia quiere decir, señores de la derecha, un desquite natural, quiere decir una expresión que vosotros utilizáis, puesto que la tenéis en la Biblia; quiere decir la ley del Talión (Rumores). Quiere decir diente por diente, quiere decir ojo por ojo. Y el diente por el diente y el ojo por el ojo, que tal vez os hagan reír a vosotros no hacen reír a los mineros de Asturias que han perdido tres mil de los suyos; no hacen reír a los hombres que han sufrido en las cárceles.
Maurín exigía ese «equilibrio natural», la política radical en el orden social que el gobierno del primer bienio no había llevado a cabo, al tiempo que señalaba como contradicciones flagrantes el carácter «más conservador» y «menos revolucionario» del gobierno del Frente Popular por existir una mayoría republicana «cuando hoy existe en el país una mayoría socialista o comunista». Frente al planteamiento de los comunistas «ortodoxos», cuyo dilema era «democracia contra reaccien», Maurín afirmaba que la disyuntiva era «o triunfará el socialismo o triunfará el fascismo. La democracia en el s. XX, después del triunfo de la Revolución rusa, en esta época de convulsiones sociales, de cataclismos políticos, de guerras imperialistas, es un simple momento de transición entre dos etapas antagónicas». Criticando igualmente a la izquierda del P.S.O.E. su postura de consentir el desgaste del señor Azaña y, en definitiva, consciente de que no iba a ser posible, denegaba toda confianza al gobierno del Frente Popular e instaba «a la formación de un gobierno obrero que solucione los problemas de la Revolución española».'" '" M., J., «Intervenciones parlamentarias», Ed. Marxista, Barcelona, 1937; primer discurso, 15 de abril de 1936. Con prólogo de Jordi Arquer, publicado como homenaje a Maurín cuando se creía que «ha perecido víctima de la barbarie fascista». 290
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Las dos siguientes intervenciones parlamentarias de Maurín, respectivamente el 20 de abril y el 16 de junio, muestran un tono parecido al de la primera, de violenta denuncia; en ellas se suceden constantes críticas al gobierno por: su posición contemporizadora para con las derechas, a las cuales no se pedía cuentas de las atrocidades cometidas en la represión de octubre; por la tardanza en reincorporar al ejército a los militares condenados por haber participado al lado del proletariado en el levantamiento de octubre; por el hecho de no juzgar a los asesinos del periodista Luis de Sirval; por su neutralidad ante el problema del fascismo, que comenzaba ya a manifestarse en las calles; por la suspensión permanente de las garantías constitucionales. Del mismo modo Maurín reiteraba la necesidad de un gobierno de Frente Popular en proporción con las fuerzas parlamentarias de los partidos que se reclamaban de él y señalaba el programa que debía tener este nuevo gobierno, que era parecido al adoptado por el presidente del Frente Popular francés, Leon Blum, y el mismo del P.O.U.M. Además de esas medidas políticas el nuevo gobierno debía ejercer otras de represión contra el fascismo, cuestión que Maurín ilustraba mostrando los ejemplos de países donde este había triunfado por la incapacidad política de los partidos demócratas y socialrreformistas y también —como en Alemania— del comunismo oficial. Las proclamas maurinianas eran, como siempre, tajantes y contundentes pero quizá ninguna tanto como aquella vengativa «ley del Talión» que no puede dejar de remitirnos al título de aquel periodiquillo panfletario en el que Maurín escribió sus primeros artículos cuando ejercía de estudiante de magisterio en Huesca. El tono tal vez fuera parecido —radical y justiciero— pero ciertamente las ideas habían atravesado muchas fronteras desde entonces a pesar de seguir alzando su bandera en favor de los más desfavorecidos. Maurín había madurado y desde aquellos conatos de actividad subversiva y panfletaria estaba ya a punto de culminar su carrera de líder obrero en el espectro político español y no precisamente por voluntad propia. A pesar de que había algo o, más bien, bastante de trágico en lo que el destino iba a depararle y de que todos los arios destinados de modo preferente a preparar la revolución pendiente se iban a frustrar de golpe y por un golpe, Maurín no olvidaba su vocación primigenia: la de maestro.
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El último discurso pronunciado en el Parlamento, y también de los últimos de su vida como político activo, lo dedicó íntegramente a defender a los maestros cursillistas, entonces mayoritariamente en huelga por falta de puestos de trabajo y por los bajos sueldos y «porque en España faltan escuelas»; idea esta nunca olvidada desde que en su primera juventud republicana en Lérida repitiera con pasión las enseñanzas de su primer maestro, Joaquín Costa, a todo el que quisiera oírle, mientras aleccionaba a sus alumnos del liceo. Entonces era maestro y aquellos habían sido tiempos felices, ahora se hacía eco de las reivindicaciones de los que debía sentir como sus «colegas» y pedía que fuera suprimida la enseñanza ejercida por las congregaciones religiosas y que también se suprimiera de las capas burocráticas superiores de magisterio a los abundantes elementos reaccionarios. En definitiva, en nombre de 24.000 maestros, como él decía, «laizar y republicanizar la enseñanza para que corte de raíz el hecho de que los Tribunales seleccionadores de los maestros en España sean elementos del bienio negro y elementos de la contrarrevolución».'»» Estas debían ser las palabras que escandalizaron a José Carrera —el que había sido su tutor en el seminario de Pobla de Segur cuando Maurín, todavía niño, estudiaba para hacerse cura— y suponemos que también a sus religiosos primos de Durro. Pero daba igual, Joaquín Maurín seguía siendo Quinet, el de «casa Navarri», y aunque se le augurara un fatal desenlace por sus radicales y revolucionarias «ideas» su influyente familia intervenía siempre que había que sacarlo de la cárcel o de atolladeros legales, hasta que pocos meses más tarde contribuiría a salvarle decisivamente la vida. Y poco tiempo antes de que esto ocurriera, en la primavera del 36, se acumulaban las grandes tensiones políticas de la II República: la hostilidad sindical, que llega al mutuo asesinato en las calles de Madrid y Málaga entre la C.N.T. y la U.G.T.; la cuestión de las relaciones entre el poder central y las autonomías; las insuperables dificultades para crear una derecha unida y homogénea; la crisis y la construcción de la coalición republicano-socialista; la parálisis del fascismo y el comunismo; la disparidad de la agitación campesina..., todo ello en el marco de la fragilidad estructural de la administración pública, que carecía de un poder civil nacional central y moderno. La sociedad republicana estaba recorrida por múlti1" Idem, «Último discurso», 8 de julio de 1936.
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pies líneas de fractura y se presentaba —más que polarizada en dos bandos antagónicos— como un auténtico mosaico, a quien quiera verla con las lentes limpias de propaganda política. Porque realmente, parafraseando a Santos Juliá, no puede explicarse una coyuntura social en función de la propaganda de unas elecciones a las que se presenta una coalición que abarca desde los anarquistas hasta los republicanos de centro, pasando por comunistas de varias tendencias, socialistas divididos, anarcosindicalistas y sindicalistas a secas y republicanos de izquierda y a los que nada, excepto derrotar a la coalición de derechas, les unía.' En este sentido, los propios actores de aquel fragmentado escenario sociopolítico y el mismo Maurín, a pesar de olfatear en el aire la tensión existente y la ofensiva obrera y la fascista y de advertir premonitoriamente del peligro de un posible golpe militar, no vivían realmente en una sociedad a pie de guerra ni sospechaban, lo más mínimo, la magnitud de los acontecimientos que se avecinaban. Los ciudadanos de una sociedad en pie de guerra no abarrotan los cines a todas horas para aplaudir las andanzas de «Morena Clara»; no organizan trenes y autobuses especiales para realzar el esplendor de las procesiones de la Semana Santa de Sevilla, a la que acuden no sólo más forasteros que en años anteriores, sino incluso de un presidente interino de la República (...) no envían a la familia de vacaciones y, si son financieros, no se dejan sorprender por un golpe militar del que, sin embargo, todo el mundo hablaba.'»'
Y, sin lugar a dudas, la actitud de Joaquín Maurín en aquel conflictivo 17 de julio encaja casi como la de uno más en estos ejemplos. Porque, tras haberse reunido el jueves 16 el ejecutivo del P.O.U.M., en el que «sus componentes preven un golpe militar de un momento a otro»,' Nin y Maurín se entrevistan con Companys —presidente de la Generalidad y amigo de Maurín desde tiempos de Primo de Rivera—, que les informa de la agitación de algunos cuarteles barceloneses. A pesar de la «movilización» decretada por el P.O.U.M., Maurín viaja al día siguiente a Madrid; allí decidirá, en función de los informes, si regresa a Barcelona o se dirige a Galicia, donde estaban anunciadas para el sábado y el domingo varias conferen'" JuuÁ, S., «El fracaso de la II República•, en Revista de Occidente, 50 aniversario de la II República española, n.' 7-8, pp. 196-211. '93 Idem. 191
ALBA, y., Dos revolucionarios..., op. cit., 1975, p. 241. 293
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
cias suyas y un congreso regional para la constitución del P.O.U.M. gallego. Y finalmente, o mejor catastróficamente, Maurín, siempre muy serio con sus compromisos políticos, decide viajar a Galicia. «No pasará nada», le había dicho en los pasillos del Congreso el diputado oscense y republicano Lana Sarrate, quien había tenido una entrevista «tranquilizadora» aquella misma mañana con Azaña. Dos días antes, el mismo del asesinato de Calvo Sotelo, Maurín había acompañado a su mujer y a su hijo de siete años a la estación de tren, desde donde se dirigirían a París a pasar unas vacaciones en casa de los abuelos.'» Seguramente no se despidieron con la conciencia de que no iban a verse durante mucho tiempo; porque, desgraciadamente, frente a las expectativas de Azaña, sí pasó algo y no fue precisamente anecdótico. La carrera política de Maurín culminaba tras aquella última conferencia, el sábado 18, en la Casa del Pueblo de Santiago de Compostela, cuando llegó la noticia de la sublevación militar. Joaquín Maurín acababa de convertirse en una impotente figura justo en el momento soñado, en el que la tan manida revolución española iba a convertirse temporalmente en realidad, al mismo tiempo que unos cuantos jefes militares interrumpían bruscamente una República que no había tenido tiempo de consolidarse. Comenzaba para el Kim una larga, imprevisible y amarga aventura que lo transformaría tanto moral como políticamente.
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MAURÍN,
Jeanne, op. cit., 1979, p. 47.
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6. El supuesto «enigma» de la guerra (julio de 1936 - 1947)
Soy el hombre más sereno de toda la prisión. Tengo el aspecto de un niño que va a emprender un viaje. Parezco un poco curioso de conocer los países nuevos que veré. ¿Por qué voy a temer la muerte, yo que con tanta frecuencia he entrado voluntariamente en sus tinieblas, para luego salir con toda impunidad? Jack London
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6.1. ELEGÍA AL HÉROE En el momento mismo de la sublevación militar comienza la supuesta muerte de Joaquín Maurín, el supuesto «enigma» y seguramente la parte de su vida más desconocida, malinterpretada, calumniada o simplemente ignorada. ¿Dónde estaba Joaquín Maurín? ¿Cómo podía el representante del partido más revolucionario del Parlamento sobrevivir en zona rebelde? ¿Estaba muerto? ¿Por qué no lo habían fusilado? ¿Dónde y a cargo de quién se encontraba? Lo cierto era que las noticias reflejaban una gran confusión y, sobre todo, que el P.O.U.M. se había quedado sin su incuestionable dirigente. Su esposa, su hermano Manuel, el propio Companys, Largo Caballero, todos y cada uno de los miembros de su partido trataban infructuosamente de localizarlo. La incertidumbre duró unas tres semanas, hasta que el día 7 de agosto Jeanne recibió una tarjeta postal de su esposo fechada en La Coruña: Maurín vivía y estaba libre.' La noticia se extendió rápidamente entre los miembros del partido, La Batalla publicó una nota aclaratoria intentando disipar los «rumores fantásticos» que la prensa española y extranjera habían divulgado respecto al paradero de Maurín.2 Tres postales más y dos cartas —dirigidas a nombre de los padres de Juana— envió Maurín a su mujer en aquel borrascoso mes de agosto; en ellas le solicitaba que hiciera gestiones junto a su hermano Boris —persona importante en el gobierno MAURÍN,
Jeanne, op. cit., 1979, p. 89.
La Batalla, 26 de agosto de 1936. 297
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
francés y muy cercano al presidente Leon Blum— para conseguir la autorización del cónsul general de Francia en La Coruña y lograr así «repatriar al ciudadano francés, indocumentado, reclamado por la familia»? La gestión fue infructuosa, Maurín no fue repatriado; la recomendación del gobierno francés llegó al cónsul cuando este ya había salido de La Coruña en vista de las negativas obtenidas en un primer Momento.' El día 10 de septiembre Juana decidió viajar con su hijo Mario a Barcelona. En la frontera le esperaría su cuñado Manuel con un coche; transcurridas un par de semanas en Barcelona, en las que se sucedieron los contactos y las entrevistas —fundamentalmente con el entonces presidente del Parlamento de Cataluña, Joan Casanovas, abogado al que los Maurín habían conocido en París—, Juana recibió una carta de su hermano Boris remitida por su madre en la que se interpretaban las últimas noticias de Maurín —31 de agosto, La Coruña— como una despedida definitiva fruto de una situación desesperada.' La noticia de su presumible muerte se propagó enseguida, fue publicada en la prensa republicana y comentada por la radio de Barcelona; se acusó a «la canalla fascista» de haber asesinado a Maurín y, a partir de ese preciso instante, se le elevó a la categoría de mártir de la revolución. La noticia corrió como un reguero de pólvora por los medios de prensa de las diferentes provincias catalanas y, también rápidamente, sus incondicionales amigos aragoneses se enteraron de «tan enorme salvajada». Rafael Mir, «el que fue tu maestro y ha sido siempre tu entrañable amigo», en un lacónico artículo publicado en Barbastro, se resistía a creer la que por aquel entonces parecía ser la muerte definitiva de Maurín: ¿Puede ser que esa estrella de primera magnitud hayan podido apagarla o bien eclipsarla en estos momentos trágicos la lucha provocada por los fascios? Si lo primero fuera, no solamente en corazón sino en toda España y en el mundo entero repercutiría la sacudida honda de dolor de una sentenJeanne, op. cit., 1979, p. 90. Ibid., p. 54. Ibid., p. 91. »"Mi mujer querida, mi pequeño Mario, mis padres y hermanos queridos: les quiero mucho, mucho, quizás demasiado en este momento. Besos muy tiernos para todos. Tuyo, mi pequeña. Kim". El tono de este mensaje era tan distinto del de los precedentes que nos dio a todos la sensación de que Maurín, al escribirlo, se encontraba en una situación desesperada. No dudamos de que Joaquín había caído en manos de sus adversarios y se despedía de nosotros para siempre». MAURN,
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EL SUPUESTO «ENIGMA» DE LA GUERRA (julio de 1936 - 1947)
Joaquín Maurín. Barcelona, 1936.
cia inmensa. Pero no; no puede ser. Porque tú, como Lenin, hasta tus adversarios te admiran. No puede ser cierta tan triste noticia, tan enorme salvajada, porque el hombre que sólo ha sido suma bondad no se le puede condenar, por no haber delinquido.»
6 Mm, R., «A Joaquín Maurín», Orientación Social, órgano del frente aragonés, C.N.T.-U.G.T., Barbastro, 22 de septiembre de 1936. Según Luis Rourera (véase n. 15 del cap. 1) Rafael Mir había sido maestro de Maurín en El Grado, donde sus padres le enviaron un invierno y donde se hospedaba en la misma casa que aquel; durante el verano le seguía dando clases de repaso en su casa de Bonansa. Según Rourera Rafael Mir fue acusado tras la guerra por haber sido maestro de Maurín. 299
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
En un tono parecido a este comenzaron a rendírsele a Maurín sentidos y emocionados homenajes, en los que se resaltaba su trayectoria política y su indiscutible calidad como líder, intelectual, maestro, escritor y amigo. Su querido semanario, La Batalla, que entonces era diario, publicaba también las notas y telegramas de pésame que en la prensa catalana aparecían sobre «el gran camarada». El diario La Publicitat, que lo presentaba como unánimemente admirado por amigos y enemigos y como principal instructor en Cataluña de los métodos de análisis histórico del marxismo, llegó a compararle con García Lorca: Si es confirma la mort violenta de Maurín, l'Europa intellectual tindrá un motiu més d'esgarrifarse de la bestialitat feixiste. García Lorca, Maurín; l'un poeta del poble i de les multituds; l'altre filósof dinámic, també del poble i de les multituds, amb la paraula (...) Com a orador, Maurín era fogós pero voluntariament tallant. La seva oratoria tenia un ritme militar i els braQos accionaven traduint actituds heroiques i homeriques. Per aixó captivaya i interessava.'
Todos y cada uno de sus más fieles amigos y seguidores destacaron en sus artículos —que iban acompañados de fotografias de diferentes épocas de la vida del desaparecido líder y en diferentes actitudes— «su voluntad indomable», «su inteligencia poderosa», «su originalidad como escritor», su dinamismo, su entusiasmo, «su optimismo creador», «su concepción constructiva revolucionaria», «su clara visión de los problemas planteados por la revolución», «su extraordinaria capacidad de trabajo», «su vida heroica», en suma, caracterizaron al «teorizados político de dialéctica incisiva», al «gran idealista dentro de la proyección materialista de la Historia»... Gorkin, Andrade, Indígeta, Bartomeu, Juan Farré, Jordi Arquer, Pere Bonet..., todos sentían que el partido había perdido a su mejor militante, su personalidad de más relieve, su fundador, su organizador, su guía, su jefe y uno de los espíritus más cultivados. Y también sentía su muerte «Aragón todo» porque,
7 La Batalla, 18 de septiembre de 1936. A la redacción de La Batalla llegaban notas y telegramas de pésame de otros periódicos por la muerte de Maurín. Evidentemente era muy conocido y más en medios de prensa: de Barcelona, La Rambla, La Humanitat, Última Hora, Las Noticias; de Lérida, Cornbat, de Manresa, El diari del Poble, El Pla de Bages, etc.
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EL SUPUESTO «ENIGMA» DE LA GUERRA (julio de 1936 - 1947)
Homenaje a Maurín durante la guerra civil. Teatro Fortuny, Reus. aragonés de pura cepa, en su alma no anidó jamás la maldad y menos aún el odio. Era todo corazón, nobleza, desinterés. Romántico del Ideal que propugnaba, mejoramiento de la clase trabajadora, de la clase explotada, de los parias en la sociedad burguesa que hoy se derrumba, puso en él todo su esfuerzo, todas sus energías, toda su fe y entusiasmo. Verdadero paladín de la libertad. Por eso era querido.'
La campaña de homenaje al héroe desaparecido no se redujo a épicos artículos periodísticos; muy pronto se reprodujeron sus discursos parlamentarios en La Batalla y se editaron en un folleto aparte, al tiempo que la editorial Rieder publica-
De Orientación Social, en La Batalla, 23 de septiembre de 1936. Junto a esta nota aparecía un telegrama del I.L.P. en el que manifestaba su tristeza por la muerte de Maurin y ofrecía su ayuda incondicional. 301
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
ba su tercer libro en francés, a modo de homenaje.' Muy pronto también una nueva columna del P.O.U.M. llevaría su nombre: «La columna Joaquín Maurín, lleva como consignas: "hasta vencer o morir; hasta el fin; por la derrota del fascismo, por el triunfo de la Revolución Socialista"».'" Los camaradas del partido editaron también postales con la imagen de Maurín, que se vendían a 0,25 pts., y grandes retratos (de 50 x 70 cm) al precio de 2,25 pts." El domingo 4 de octubre de 1936, a las 11 de la mañana, tenía lugar otro importante acto político; en memoria del «malogrado secretario general» se descubría una lápida en Badalona que daba el nombre de Joaquín Maurín a la antigua calle de Santa Madrona, acto amenizado por la Banda Militar del P.O.U.M. y su batallón de caballería. Por aquellos mismos días debía de estar a punto de llegar a España un coche-ambulancia llamado «Joaquín Maurín», que el I.L.P. enviaba al P.O.U.M. «lleno de medicamentos y aparatos quirúrgicos (...) y servida por dos enfermeras» y que había salido de Londres el 28 de septiembre:2 La torre de Bertrán i Musitu de la Bonanova, en las afueras, cerca del Tibidabo, fue convertida en «Sanatorio Maurín» y allí fue donde George Orwell —escritor inglés que fue destinado a una columna del P.O.U.M.— se repuso de la herida de bala que había recibido en el cuello en el frente de Huesca.13 En fin, un importante despliegue de medios se consagró en memoria del verdadero cerebro del P.O.U.M.; en pleno ascenso revolucionario, no se escatimó ni un ápice de engolado, elegíaco y conmovedor lirismo. Su nombre y su leyenda, sin losa funeraria en la que posarse, tomaban caracteres de letras de molde en rótuSe publicaron entonces muchos textos y discursos de Maurín, capítulos de sus libros, conferencias, seminarios..., a los que hemos venido haciendo referencia en anteriores capítulos; también, como elogio a su actividad política, la reedición del libro de MArtx, C., Crítica al programa de Gotha, Ed. Marxista, Barcelona, 1936 (traducido y anotado por Jordi Arquer), aparecía con un prólogo de Maurín en el que, con motivo de las discrepancias entre Marx y Lasalle («pugna entre el internacionalismo marxista y el nacionalismo lasalleano») puestas de relieve en el Congreso de Gotha de febrero de 1875, Maurín aprovechaba el problema de la unificación obrera internacional para hablar de la circunstancia española del momento. En definitiva, una revisión de las teorías históricas de los mentores del movimiento obrero internacional que le sirve para solidificar y avalar su teoría respecto a la unidad del proletariado.
'
La Batalla, 20 de septiembre de 1936. BONAMUSA, F., «La segunda muerte de Joaquín Maurín», Triunfo, Madrid, n.2 583, 1973, pp. 18-19.
u La Batalla, 2 de octubre de 1936. La inauguración de esta lápida es sólo un ejemplo de las numerosas calles que se le dedicaron en diferentes localidades catalanas. 13
ORWELL, G., Homenaje a Cataluña, Ed. Ariel, Barcelona, 1970, p. 232. 302
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EL SUPUESTO «ENIGMA» DE LA GUERRA (julio de 1936 - 1947)
REVOLUCION SOCIALISTA
PÑESeltalid
ES LA CONDIGON INDISPENSABLE PARA tÁ VICTO.
Ante una gran masa de trabajadores se descubrió la lápida que da el nombre de Maurín a una de las calles de Badalona fliearrroe de los coma-odas Solano y Nin, y Volver& en nombre de los amotodas que toimeuit Monte Aragón r•-, 17 7;
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Homenajes a Maurín, al que se consideraba muerto. Elegía al héroe. 303
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
los, inscripciones, titulares de prensa; el rosario de actos se sucedía como una corona de flores en busca de un sanatorio en el que identificar su cuerpo. El espíritu y las enseñanzas de Maurín presidían como testigos mudos y ausentes, junto a un enorme retrato suyo, los numerosos, críticos y vengativos discursos necrológicos que el P.O.U.M. le dedicaba. Ramón J. Sender supo reflejar en el último capítulo de su novela Crónica del alba, titulado «La vida comienza ahora», aquello que Maurín le contara desde su exilio americano respecto a su «odisea» de aquellos años. El protagonista de la novela, Garcés (Sender), que ha sido testigo de las andanzas de Julio Bazán (Joaquín Maurín), famoso agitador sindical y del que sabe de su paradero, asiste sorprendido en Barcelona a un acto en memoria del líder: Se veía el local atestado de obreros militantes, muchos de ellos armados. Era el de Guinart" un partido bien articulado, pero representaba una minoría en la España republicana. Una minoría socialista de oposición. La presidencia del acto estaba ocupada por algunas personalidades políticas conocidas y al fondo de la escena había un retrato de Bazán muy grande —una cabeza cuidadosamente ampilada—, que ocupaba todo el muro (...) Bazán no era hombre de acción, ni menos de terror. Era un teórico importante, un organizador, un hombre culto (...) Bazán era una buena cabeza analítica y serena. No estaba con Cristo ni con Buda, pero tampoco con Maquiavelo o con Nietzsche. Estaba, por decirlo así, con un Sócrates que hubiera vivido en tiempos de Espartaco e inteligentemente trabajado por su victoria. El proletariado tenía también su legítima aristocracia (...) Así, pues, era como un acto político con dimensiones líricas. Hablaron varias personas, entre ellas un especialista en trabajo sindical, hombre alto, flaco y fantasmal, agrio y un poco torquemadesco, que parecía feliz exhibiendo el supuesto cadáver del jefe...15
Es indudable que Sender dibuja muy bien la extraña y quimérica atmósfera que, para los pocos que pronto conocieron la supervivencia de Maurín —como su mujer—, generaban todos los acontecimientos, nominación de calles y discursos '' Nombre falso que Bazán utiliza para esconder su identidad en la prisión de Casalmunia. Maurín usó, antes de ser identificado, el de Joaquín Julio Ferrer en la cárcel de Jaca y, cuando ya se sabía su identidad, le impusieron en Salamanca el nombre de Máximo Uriarte Ortega, de Portugalete (las iniciales del P.O.U.M. al revés). 15 SENDER, R. J., Crónica del alba, Ed. Destino, Barcelona, 1973, t. II, pp. 570-571.
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que se desencadenaron al conocerse la noticia de su supuesta muerte. Pues bien, el Sócrates aristocrático que inteligentemente hubiera trabajado por la victoria de un Espartaco se sobrecogió, «se le atragantó la palabra y se quedó un largo rato silencioso» cuando Víctor Alba le comunicó en Nueva York la inmediata y violenta represalia que algunos poumistas tomaron contra elementos de derechas en algunos pueblos al saber que el Kim había sido ejecutado.'6 Literalmente se habían tomado la justicia por su mano en un tiempo en el que los encendidos conferenciantes hablaban de una «justicia histórica» que realmente no ayudaba mucho a los muertos. Era el fiero instinto, ciertamente brutal, de aquellos poumistas que seguramente habían escuchado e interpretado a su manera aquellas frases mil veces repetidas: ¡Maurín, no ha muerto! Gritemos hasta enronquecer. ¡No ha muerto! ¡No puede morir! Seguiremos sus pasos, el puño en alto, bien alto, para que los vean más allá de las fronteras, con paso seguro y firme, serenos, contra el enemigo común, al que aplastaremos. Reposa tranquilo, camarada Maurín: realizaremos tu obra y vengaremos tu muerte..."
Aquellos poumistas fueron frenados a tiempo por el Ejecutivo, pero su actitud, desgraciadamente generalizada a lo largo de toda la guerra civil, desbordaba la inteligente y analítica del Kim, quien, por otra parte, nunca vivió activamente aquella encrucijada en que la lógica dejaba de existir según sus coordenadas habituales y en la que frente a una revolución hecha por la riqueza, la cultura y el amor, existía otra por el odio y el miedo: «había para cada uno de nosotros una bala perdida a la vuelta de la esquina. Perdida o bien dirigida. Cuidado, pues, en nombre de Maquiavelo, Nietzsche y hasta en nombre del abuelo infernal: Stalin».'8 Y Stalin era justamente el ogro o el abuelo infernal cuya política, trasladada al P.C.E., definía buena parte de la táctica del P.O.U.M., que, solo ante el peligro que se le avecinaba, era el único partido declaradamente anti-estalinista que se permitía el arriesgado lujo de criticar sin pudor las «purgas» que estaban teniendo lugar en Moscú y su política internacional; como ya es sabido, pagó muy caro su 16
ALBA, V., Dos revolucionarios..., op. cit., 1975, p. 259. GARCÍA BALAÑÁ, M., •Joaquín Maurín no ha muerto», La Batalla, 20 de septiembre de 1936.
's
SENDER, R. J., Crónica del alba..., op. cit., p. 572.
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
atrevimiento. Los comunistas «ortodoxos», por su parte, comenzaban a acuñar frente a los poumistas la etiqueta de trotski-fascistas. El 7 de octubre, Premia, órgano oficial del P.C.U.S., lanza sus primeras diatribas: «Los trotskistas españoles intentan romper el Frente Popular»; el 28 de noviembre de 1936 aparece en Treball, órgano oficial del P.S.U.C., un artículo del cónsul soviético en Barcelona, A. Ovseenko, asociando la actividad del P.O.U.M. con la del fascismo internacional)» Como apuntaría George Orwell tiempo más tarde en sus notas sobre la guerra civil española: La palabra «trotskista» (o trotski-fascista) se suele emplear refiriéndose a un fascista disfrazado que quiere aparecer como ultrarrevolucionario para dividir las fuerzas izquierdistas (...) En España, cualquiera que esté a la izquierda del Partido Comunista resultará ser, antes o después, un trotskista o, por lo menos, un traidor.2°
El punto de vista de Orwell, aparte de constituir un valioso y clave documento, no deja de ser el de un participante foráneo que tenía las cosas demasiado claras frente a las sutiles características del sistema social catalán y su diferencia con el español. Como casi todos los observadores extranjeros y como los propios miembros del P.O.U.M. y la C.N.T.-F.A.I., se había dejado llevar por la fatal tendencia al optimismo revolucionario al ver una Barcelona crudamente obrera y transformada; la visión romántica de unos y otros les hizo tomar las apariencias por realidades sustanciosas y de ese modo no era raro que protestaran por una revolución que les habían robado. Es en este sentido en el que los términos del debate ideológico son ya famosos: hacer la revolución para ganar la guerra (opción obrera) o ganar la guerra para hacer la revolución (opción pequeño-burguesa), todo ello teniendo en cuenta la presión internacional. Pero esa explicación simplista no se ajusta a la realidad de la lucha de clases y presupone infravalorar a la E.R.C. y a la Generalidad, idealizar a la C.N.T., sobrevalorar la capacidad ideológica del P.O.U.M. y perder la clave de la comprensión del P.S.U.C., que fue el resultado de una coincidencia histórica entre la evolución local catalana y los intereses o la línea de la central revolucionaria de Moscú?' '9
El Proceso de 1938 contra el P.O.U.M. Barcelona no fue Moscú, Fundación Andreu Nin, Madrid, pp. 9-10.
20
ORWELL, G.,
'
2
Mi guerra civil española, Ed. Destino, Barcelona, 1978, pp. 32-33. op. cit., 1982, pp. 307-308.
UCELAY DA CAL, E.,
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EL SUPUESTO «ENIGMA» DE LA GUERRA (julio de 1936 - 1947)
Independientemente de los ingentes debates teóricos generados respecto a la guerra civil española y a los pequeños —a la larga, grandes— matices que habría que tener en cuenta para evitar tajantes disyuntivas, hay que señalar que globalmente la trayectoria del P.O.U.M., con un pasado maurinista bien arraigado entre los obreros y el campo catalán, sufrió un importante revés al perder a su «único» dirigente. De hecho, la autoridad de Maurín se hizo patente en la primera reunión del Comité Central celebrada poco después del estallido de la guerra, en la que, según Víctor Alba, Nin no fue nombrado secretario general —«puesto y título que se reservaba para Maurín»— sino secretario político." El ahora hombre fuerte del P.O.U.M., Andreu Nin, por contraste con Maurín, no valoraba demasiado los matices y las ambigüedades del sistema de clases catalán y menospreció todo intento de captar sectores de la menestralía, suponiendo rígidamente que existía en Cataluña un proletariado claro y no un conjunto social popular muy complejo. Pero, en contra de sus expectativas, la revolución española no produjo ninguna dualidad de poder con características análogas a los soviets de 1917 en Rusia. El P.O.U.M., con su intención de asumir el papel de partido comunista en sentido bolchevique y ultraizquierdista, por mucho que fuese una fuerza limitada era un rival intolerable para el P.S.U.C., precisamente por ser un partido leninista, mecanismo analítico de la realidad considerado exclusivo por los comunistas «ortodoxos». Por ello el P.O.U.M. se convertía en el principal enemigo, por encima de la C.N.T., y hacia él dirigieron los comunistas sus más venenosos dardos y sus más injuriosas calumnias, justo en el momento en que Stalin comenzaba sus sangrientos procesos en Rusia y reordenaba su política internacional. Es también en ese particular momento histórico en el que el P.S.U.C. apostó claramente por el papel de reemplazador, de síntesis superior, de gran fuerza neopopulista que podía ocu22 ALBA, y., Dos revolucionarios.,., op. cit., 1975, pp. 390-391. Gironella, entonces miembro del C. Ejecutivo, afirmaba que: Pero ens van trovar que, en aquella reunió el Maurín ya no hi era (...) un home que ho preveia i ho tenia tot tan mesurat, no comprés com es va equivocar, eh (...) ell tenia que haver fet mitga volta i tornar cap a Catalunya. l aixó va ser un..., un deis grans handicaps que va tenir el nostre partit durant tota la guerra civil, perque era una operació, era una revolució, que, diguessim, era feta a la mesura d'un home com el Maurin, i el Maurín la va haver de mirar desde la barrera, perque no va poguer, diguessim, incorporar-se. Ens va deixar prácticament com una serie de criatures sense pare (...) pero el Nin era un gran teóric, era un gran conferenciant, era un gran escriptor, pero politicament no tenia, de molt lluny, aquesta cosa que té un polític (...) li ting una gran estima, pero no era un polític com era, per exemple, el Maurin. Eh?... El Maurin era un home excepcional». Entrevista a Gironella, Fonoteca C.E.H.I. El subrayado es nuestro.
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par el vacío que creaba el enfrentamiento entre republicanos catalanes y marcosindicalistas. Y era esa justamente la dirección hacia la que apuntaba Maurín: (Es asi on es va equivocar el P.O.U.M., no recollint la tradició de Maurín, que apuntava sempre en aquesta direcció i caient en las fantasíes mecaniques deis trotskistes de l'Esquerra Comunista). D'ací també l'odi de republicans i anarcosindicalistes pel P.S.U.C., i les seves explicacions que el P.S.U.C. era un deux ex machina sovietica: no argumentar-ho hauria estat admetre la superació sintética 23
De este modo el B.O.C., que a lo largo de los años republicanos parecía que iba a ser el recolector del fruto de la convergencia entre nacionalismo y socialismo, abandonó ese objetivo para adoptar un protagonismo obrero más puro y quien se lo apropió fue el P.S.U.C. El final lo conocemos todos; la mayor capacidad de maniobra del P.S.U.C. le permitió aniquilar al P.O.U.M., aventajar a la C.N.T. y neutralizar a L'Esquerra, todo ello bajo la aquiescencia del mismo P.C.E. y del populismo español impulsado por el gobierno Negrín. Triste y desgraciado final que contó además con un mártir, Andreu Nin, esta vez de verdad torturado y asesinado misteriosamente por miembros de la policía política rusa y con la aprobación más o menos tácita del gobierno español. Antes de su total desarticulación y de la desaparición de Nin, la dirección del P.O.U.M. se enteró del paradero de Maurín (quien tras siete meses de silencio había vuelto a escribir a Juana) pero no hizo pública la noticia, en parte para no crear dificultades al prisionero y también porque el partido ya tenía bastantes problemas defendiéndose de calumnias que le relacionaban con el enemigo." Tras el martirologio que se había desarrollado en torno a la desaparición del Kim y que servía para acallar bastantes de los insultos comunistas y para hacer propaganda, resulta que el héroe ya no era tal héroe porque estaba vivo. Muchos poumistas y amigos debieron de alegrarse infinitamente y, tras su identificación, hicieron junto a Jeanne todo tipo de gestiones para conseguir su canje por el de UCEIAY DA CAL, E.,
op. cit., 1982, p. 331.
L., «Prólogo• a M., J., Los hombres de la dictadura, op. cit., 1977, pp. 22-27, y también en BATEMAN, D., »Joaquim Maurin, 1893-1973. Life & death of a spanish revolutionary», I.L.P., Square One, Leeds, 1974, pp. 10-14. La noticia de que Maurin no había sido ejecutado la publicó La Batalla clandestina en octubre de 1937. 24
PORTELA,
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un miembro del bando contrario —aunque pronto consideraran que en zona republicana podía correr la misma suerte que Nin y que era mejor que permaneciera donde estaba—. Pero otros preferían a un héroe muerto antes que las nuevas calumnias comunistas que les esperarían al saberse la noticia. El escritor Ramón J. Sender, amigo y colaborador de Maurín en el exilio americano de ambos, debió de oír algo de esto en —suponemos— apesadumbradas palabras del propio Maurín, y así lo reflejó en uno de sus pensamientos —desmitificadores, irónicos y críticos— escritos en su vejez: Joaquín Maurín era un dirigente politico de talento y honestidad que estuvo a punto de ser ejecutado varias veces en la España fascista pero logró salvar la vida. Sus colegas del Comité Central que habían hecho propaganda basándose en el martirio y sacrificio del jefe a quien creían muerto dijeron al saber que vivía: «Ahora tendríamos que fusilarlo nosotros». Luminosa evidencia. Maurín salvó sólo la vida. Sus colegas querían salvar la cara. Cosas de la política.25
Nada más explícito que este apunte de Sender para entender, además de las cosas de la política, el deterioro a que estaba siendo sometida la personalidad política y pública de Maurín desde el mismo momento de su identificación y detención en zona nacional. Los comunistas tenían ahora un buen argumento para atacar a fondo y justificar la ignominiosa etiqueta de «trotskifascistas»: «¿Dónde está Maurín? En Salamanca o en Berlín», rezaban algunos de los pasquines fijados en los muros catalanes. En febrero de 1937 la prensa comunista reproducía las noticias de un diario comunista noruego, Ny Tid: «Maurín se pasea tranquilamente por Burgos». Lluita, órgano del P.S.U.C., y Mundo Obrero acusaban a Maurín de colaborar con el enemigo y de organizar las jornadas de mayo del 37 (él estaba entonces preso en Jaca), de las que se había culpado enteramente al P.O.U.M. En 1944, el comunista Manuel Benavides escribía: Con una seriedad que acongojaba, disfrazado de pensador y petulante hasta el espanto. Maurín, conocido por «el pequeño Lerroux», rechazaba el calificativo de trotskista. La sublevación le sorprendió en el campo enemigo, en Santiago de Compostela, donde a las veinticuatro horas de haberse rebelado el Ejército en Marruecos pronunció un discurso contra la unidad del
25
SENDER, R. J., Toque de queda, Ed. Plaza & Janés, Barcelona, 1985, p. 158. 309
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
Frente Popular. Con ese antecedente debió resultarle fácil establecer acuerdos con la Falange. Maurín ha sido uno de los contados diputados republicanos prisioneros de los rebeldes que estos no fusilaron (...) Las atenciones del faccioso con el fundador del Bloque Obrero y Campesino, son conocidas. A fines del verano de 1936, la Falange proyectó devolverle la libertad para que regresara a la zona republicana. Lo pensó mejor y estimó más útil retener su presa.26
Benavides explicaba en nota que Maurín había servido de «gancho» durante la guerra en las prisiones de Franco, que pronunciaba discursos en los patios de las cárceles con la intención de conciliar al P.O.U.M. con el nacional-socialismo. Sin lugar a dudas la imagen del camarada Maurín se estaba viendo seriamente denigrada gracias a una sarta de mentiras urdidas y muy premeditadas que contribuyeron —entre otras muchas— al también premeditado «desde arriba» aniquilamiento del P.O.U.M. Incluso encarcelado y marginado de toda actividad política, Maurín les molestaba. Muchos procesos y muchos acontecimientos ocurrían paralelos y ligados por sutiles hilos en los que «el espionaje y la alta traición» estaban a la orden del día. Pero, ¿qué estaba ocurriendo realmente al otro lado de la cortina de calumnias? ¿Qué había sido de Maurín desde el 18 de julio de 1936? ¿Por qué no lo habían ejecutado? Muy pocas personas sabían entonces dónde y en qué condiciones se encontraba: su mujer, su cuñado, su hermano, los miembros del Comité Ejecutivo del P.O.U.M., algunos altos cargos del gobierno valenciano —quienes, con otras instituciones internacionales, se prestaron a colaborar para un canje que nunca se produjo— y muy especialmente aquel sacerdote primo suyo que le había dado clases de latín en Durro, que ahora era comandante jefe de los capellanes castrenses
BENAVIDES, M. D., Guerra y revolución en Cataluña (reportaje), Ed. Tenochtitlan, México, 1946, pp. 37 y 417. Benavides, como todos los comunistas entonces, consideraban que tras el despliegue anarquista y trotskista» maniobraban los partidarios de un fascismo catalán, muy especialmente todos y cada uno de los miembros de la Ejecutiva del P.O.U.M., a los que «repasa» uno a uno sin contemplaciones y con insultantes acusaciones inventadas.
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de Franco en Toledo y que tiempo más tarde sería nombrado por Franco obispo de la Seo de Urgell y copríncipe de Andorra.27 ¿Dónde estaba Julio Bazán? ¿Quién era aquel Guinart? La realidad y la ficción se entremezclaban como lo sublime y lo ridículo en medio de aquel fatídico y a veces cómico clímax dramático de los acontecimientos. La fatalidad y el azar más increíbles campaban a sus anchas en aquellos momentos históricos, pero eso no nos exime de intentar discernir ni sus líneas maestras ni la asombrosa y no menos trágica «odisea» de nuestro protagonista desde aquel nefasto 18 de julio de 1936. ¿Qué estaba pasando con aquel personaje secundario, importante jefe sindicalista, llamado Julio Bazán, prisionero atrapado en zona franquista bajo el nombre ficticio de Luis Alberto Guinart? Joaquín Maurín estaba siendo escondido en la prisión de Salamanca bajo el nombre de Máximo Uriarte; casi todo se empeña en ser enigmático: tiene un pasado oculto, es dirigente de un partido revolucionario, es objeto de duelo por parte de sus seguidores, que lo creen muerto, es odiado por otras facciones revolucionarias y es superviviente de fusilamiento porque es sorprendido al tratar de atravesar la frontera. La identificación Bazán-Guinart y Maurín-Uriarte en la novela de Sender es evidente; su protagonista, Garcés —Sender—, que comparte prisión con Bazán, ofrece este conciso y gélido retrato: Me confundía la mirada de Guinart (...) algo congelado había en ella que me helaba también a mí.28
6.2. LOS SIETE CÍRCULOS A la tarea de desvelar los misterios que acechan tras ese fulgor gélido en las pupilas, lo que algunos habían llamado el «enigma» de Joaquín Maurín, junto a las
27 Aquel sacerdote «que siempre estuvo interesado en salvar su alma» y que le enviaba a la prisión libros piadosos, además de dinero, había ejercido en Lérida como capellán castrense y pasó a África cuando Maurín iba a Madrid para cumplir su servicio militar; allí, «destacó con celo ejemplar y heroico durante las operaciones, arios 1919-1920, especialmente en el repliegue de Xauen. Fue el primer sacerdote que celebró misa en esta hermética y misteriosa ciudad. El día 14 de octubre de 1920 se le concedió la cruz roja al mérito militar» (entrevista a Luis Rourera). Bárbara Farré nos dijo que fue en África donde Ramón Iglesias Navarri conoció personalmente a Franco y donde «se hicieron amigos». 28 SENDER, R. J., Crónica del alba..., op. cit., p.337.
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
diferentes especulaciones y silencios sobre su vida y su muerte, se dedicó su viuda tras la certificada muerte de su compañero. En efecto, en 1979, la editorial Júcar publicó un libro titulado Cómo se salvó Joaquín Maurín, recuerdos y testimonios, con una interesante y aclaratoria introducción de Luis Portela, valiosos testimonios de personas que compartieron prisión con Maurín y abundante material de archivo del que salían a la luz —a través de una extensa correspondencia— todas las gestiones realizadas por Juana para salvar su vida. Pero tal vez lo más destacable del libro es su primer apartado, titulado «Recuerdos», en el que aparecen seis capítulos de las memorias de Maurín: desde que le sorprende el golpe militar en Galicia hasta su estancia en la cárcel de Jaca. Desgraciadamente no pudo acabarlas porque la muerte le sorprendió poco antes de escribir su traslado a los calabozos de la Jefatura de Orden Público de Zaragoza. Al fin se disipaban por su propia mano las abundantes dudas sembradas por otros. Ante semejante aportación documental poco más podemos añadir, por lo que, además de intentarlo, nos remitiremos con frecuencia a esta fuente, suficientemente aclaratoria de las andanzas de Maurín en el periodo que va de julio del 36 a octubre del 47. En este triste pero afortunadamente no último periodo de la vida de Maurín pueden distinguirse tres etapas claras: del 20 de julio a comienzos de septiembre del 36, cuando se oculta y trata de llegar a la frontera; de septiembre del 36 a septiembre del 37, en que permanece detenido bajo una falsa identidad, y de septiembre del 37 a octubre del 46, preso y ya identificado; en total, diez años y veintitrés días de cárcel. La trayectoria de Maurín en estos años —como la de muchos entonces— podría perfectamente ser el eje de un buen guión cinematográfico o de una novela policiaca. De hecho Sender así lo entendió y muchas de las anécdotas y bastante de la tragedia interior que Maurín sufrió quedaron reflejadas en su novela y en un enigmático personaje llamado Julio Bazán. Una vez más la realidad supera a la ficción; aunque no pretendemos hacer de Maurín un héroe o un antihéroe de novela, cuento mitológico o relato de intriga, lo cierto es que esta etapa de su vida casi predispone a ello, especialmente porque en ella interviene una suma compleja y contradictoria de muchos aspectos menudos pero vitales de su existencia y de la de quienes —amigos o enemigos— lo rodeaban en aquella singular coyuntura histórica.
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EL SUPUESTO «ENIGMA» DE LA GUERRA (julio de 1936 - 1947)
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JOAQUÍN MAURÍN
Manuel Sánchez
EN LAS PRISIONES DE FRANCO
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
La peligrosa aventura comienza en Santiago de Compostela, donde el sábado 18 de julio Maurín se encuentra dando una conferencia en la Casa del Pueblo y donde le llega la noticia de la sublevación. Al día siguiente, en La Coruña, el gobernador le recomienda «que tome precauciones», gracias a lo que se inscribe en un hotel «modesto y céntrico» haciéndose pasar por un viajante de comercio y ocultando así su comprometedora condición de diputado del Parlamento del Frente Popular. El lunes día 20 se produce la sublevación militar en La Coruña; unos días más tarde Maurín va a visitar al cónsul de Francia y le pide ayuda para cruzar los Pirineos alegando que su mujer era francesa; el cónsul se niega y la recomendación que Juana y Boris habían tramitado en la embajada francesa llega demasiado tarde. Inmediatamente, Maurín se deshace de su carnet de diputado y a finales de agosto acude a las oficinas de la Diputación Provincial para obtener una cédula en la que firma con el mismo nombre que constaba en el registro del hotel: Joaquín Julió Ferrer (los apellidos de su madre eran Juliá Ferrer). Afortunadamente para él en aquellos tiempos no existía un auténtico documento de identidad y la cédula personal se obtenía casi como un impuesto más que nutría las cajas de las Diputaciones Provinciales, en lugar de ser un documento acreditativo de la personalidad de cada español. Gracias a su cédula falsa y al sueldo que como diputado había cobrado a su paso por Madrid —1.000 pts.— pagó su estancia en el hotel gallego y consiguió un salvoconducto que le permitió llegar hasta Jaca haciendo escala en Medina del Campo y en Zaragoza: «el primero de septiembre, como un náufrago agarrado a un pedazo de papel, Joaquín Julió Ferrer empezó a nadar hacia playas imaginarias...»." Y qué mejores playas —descartada la posibilidad de Francia y de Portugal— que las de su querida tierra natal: Oh, si pudiese llegar a Huesca! Allí tenía amigos que quizá pudieran ayudarme... Llegaba a La Coruña el diario de Zaragoza El Heraldo de Aragón. Entre líneas, me daba cuenta aproximadamente de cómo se iban perfilando los frentes. Huesca estaba a poca distancia del frente republicano. Huesca era para mí un imán...»." Pero en la estación del Norte de Jeanne, op. cit., 1979, p. 57. 3° ¡bid., p. 55. 29
MAURÍN,
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Zaragoza le informaron de que no había trenes para Huesca capital: «Sólo sale de aquí un tren que va a Jaca. —Pues deme billete para Jaca. ¿A qué iba yo a Jaca? No lo sabía...».' Maurín permaneció tres días en Jaca, alojado en la «Fonda España», situada «al final de la calle Mayor», donde Rosario y María —«una de las mujeres más listas que yo había conocido»—, adivinando que se encontraba en una situación dificil, le instaron a que jugara fuerte. Él lo hizo; al día siguiente se presentó en la Comandancia militar ante el comandante Pareja, con el que mantuvo una entrevista que le salvó de la detención por parte de dos policías a quienes pareció sospechoso. No, Jaca no era la isla que me había imaginado (...) la policía empezaba a sospechar de mí. Decidí que debía recorrer el último trayecto de mi largo viaje sin pérdida de tiempo. Salir de Jaca y aproximarme al frente..."
En el ayuntamiento de Jaca Maurín obtuvo el salvoconducto que le permitiría llegar al día siguiente a Panticosa, donde estudiaría las posibilidades de llegar a la frontera; fue detenido por sospechoso camino del Balneario. Por lo visto el día anterior había habido un tiroteo en el que había muerto un guardia civil, por lo que «los guardias estaban muy excitados» y la vigilancia era extrema. De vuelta a Jaca, conducido por la guardia civil, volvió a entrevistarse con el comandante Pareja, se le tomó declaración sin especial atención e ingresó en la prisión como Joaquín Julió Ferrer, «el 8 de septiembre hacia la una de la tarde»." Un año entero pasó Maurín en las abarrotadas estancias de la cárcel de Jaca. Todos y todas los que la poblaban eran conocidos y paisanos del lugar, todos excepto Maurín, y de todos ellos sólo dos personas adivinaron su verdadera identidad: el albañil y socialista Vicente Constante, compañero suyo de la «mili» y que se llevó el secreto a la tumba, y un funcionario de prisiones que tampoco le delató. La vida allí transcurría entre constantes «paseos» o «sacas nocturnas»; durante aquellos primeros meses la represión era intensa y prácticamente indiscriminada y la incomunicación de los presos era rigurosa; «todos estábamos preparados para 31
Ibid., Ibid., Ibid.,
p. 63. pp. 67-70. p. 73. 315
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JOAQUÍN 1VIAURÍN (1896-1973)
"la eventualidad" (...) Generalmente la operación tenía lugar dos veces por semana, a razón de un promedio de diez o doce por tanda».34 Pero, además del acecho constante de la muerte, de las estrecheces del régimen de vida de la prisión y del continuo disimulo de su identidad verdadera, don Joaquín, «que era educado y correcto con todos» y que gozaba de un trato preferente gracias al respeto que infundía, ocupaba parte de su tiempo desempeñando las tareas de escribiente de la prisión y, eventualmente, de encargado del estanco, con lo que conseguía «una propina de una perrilla o perra gorda» para cubrir sus necesidades. Según el testimonio de Claridad Olalquiaga —una maestra republicana que le ayudaba en la oficina— Maurín propuso a la dirección de la cárcel la creación de una biblioteca: Por eso tuvimos una serie de libros que nos alejaban de la angustia y el temor. Y, aunque no fuese por mucho tiempo, era un descanso espiritual y físico. Tomás Mann, Pérez Galdós, Tolstoy, Víctor Hugo, Amiel (...) A veces al leer o hablar de ellos, una fuerza inesperada nos hacía más resistentes."
Las inquietudes intelectuales del Kim no conocían tregua ni siquiera en la cárcel. Había que escapar, además, a la angustia y al miedo interior que todos sentían. Pronto circuló por la prisión un par de narraciones que, escritas por don Joaquín, algunos presos habían ayudado a ilustrar, pasar a máquina y encuadernar. La primera de ellas era un cuento titulado «Historia del gatito Misceláneo» y hacía referencia a un gato —animal que le apasionaba— que rondaba por la prisión y por el que Maurín sentía un gran afecto. En uno de los relatos de su libro En las prisiones de Franco, Maurín novela —entre otras muchas cosas— su encuentro con un gato, esta vez llamado «Pichi»: Acabó por quererme con ese cariño absoluto que los animales ponen en quien los trata bien. Pichi aguardaba con interés la hora de mi salida al
Ibid, p. 76. Testimonio de Claridad Olalquiaga (pp. 117-123), en MAURÍN, Jeanne, op. cit., 1979, p. 118. Esta maestra fue canjeada y acabó exiliada en Guatemala; fue a visitar a Maurín a Nueva York, donde rememoraron los días de cárcel.
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EL SUPUESTO «ENIGMA» DE LA GUERRA (julio de 1936 -- 1947)
patio. Al verme, corría hacia mí, dando graciosos brincos con el rabo en alto.3»
En otro de los siete capítulos de este libro —en el que la descripción de la ciudad que alberga la cárcel, Castrocid, recuerda mucho a Lérida— Maurin describe cómo uno de los presos que da título al relato, Givanel, se enamora perdidamente de Florinda, «la más hermosa y la más atractiva de todas las mujeres presas», y cómo, tras el fusilamiento del protagonista, esta da a luz un niño; «en cierto modo todos nos considerábamos padres de aquel niño». Este episodio de la presa embarazada ocurrió realmente en la prisión de Jaca y Maurín lo contó también en sus memorias: Ingresó un día una mujer de Sabiñánigo, soltera, que estaba encinta (...) para las autoridades se planteó un «grave» problema. ¿La concepción había tenido lugar en la cárcel o antes de ingresar en la cárcel? Hay que decir que la concepción en la cárcel no era imposible. La separación entre hombres y mujeres era muy tenue."
Del mismo modo, Ramón J. Sender narra irónicamente la confusión de los presos de Casalmunia —incluido Bazán— ante la supuesta bandera blanca que ondea en la torre del campanario y que les libra de todo ataque de uno u otro bando. Nadie sabe quién ha colocado en ella lo que resulta ser un pañal que una presa que ha dado a luz —y que espera escondida su ejecución— tiende allí para que se seque antes." En fin, Maurín observaba y se sentía partícipe de los acontecimientos más o menos angustiosos y más o menos anecdóticos que se sucedían en la vida cotidiaM., J., En las prisiones de Franco, Costa-Amic, Méjico, 1973, p. 20. Este libro, publicado tras su muerte, es un compendio retocado de algunos de los escritos de Maurín en las cárceles y en él presenta numerosos retratos —más o menos novelados— de personas que conoció, de su propia experiencia, así como del modo de vida, las angustias y limitaciones del sistema penitenciario y las diferentes prisiones por las que transitó. Evidentemente tiene un trasfondo autobiográfico y de denuncia y, con otro nombre supuesto —Julio Tiznel—, es, ni más ni menos, que su experiencia de diez arios y veintitrés días de cárcel. El título original de la novela era Los siete círculos —siete, además, fueron las cárceles que recorrió y en siete capítulos está dividido el libro— pero fue rechazado por el autor por creerlo excesivamente literario; es justamente un intento literario el que Maurín pretende para cubrir su faceta de novelista frustrado, pero seriamente dudamos de su acierto en este sentido: sin lugar a dudas esta no era una de sus mejores virtudes. " MAURIN, Jeanne, op. cit., 1979, p. 80. SENDER, R. J., Crónica del alba._ op. cit., pp. 695-700. 317
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
na de la prisión de Jaca, al tiempo que compaginaba sus tareas como escribiente, estanquero o profesor de francés con la lectura de libros de la biblioteca que él había organizado y con la creativa tarea de escribir. La segunda de las narraciones que redactó, que tuvo también una calurosa acogida entre sus compañeros, se tituló «Misterios del Museo del Prado» y en ella fabulaba sobre ciertos signos que él veía en las salas y en los cuadros del Museo del Prado.' Entre tanto, llegó la Semana Santa y Maurín «ni confesó ni comulgó»; sin ningún tipo de represalias, no se sometió a lo que no aceptaba. Claridad Olalquiaga atribuye esta permisividad de las autoridades con don Joaquín «a la energía que desprendía su carácter, a la voluntad de todo su ser y a la fuerza de sus palabras (...) que pudieron destruir la intransigencia de la orden»." Y con esa cierta transigencia y con la primavera llegó también la posibilidad de establecer lazos con el exterior: se levantaba la incomunicación. Fue entonces cuando Juana y los miembros de su partido supieron, tras siete meses de incertidumbre, que Maurín vivía. A finales de agosto, Joaquín Julio Ferrer, sobre el que no pesaba cargo alguno, salió en libertad y de nuevo trató de encaminar sus pasos hacia la frontera sin levantar sospechas. Tras obtener el salvoconducto oficial llegó a Hecho; mientras cenaba en la única posada del pueblo, un agente de policía le instó a presentarse al día siguiente en el ayuntamiento: Se me cayó el alma a los pies. ¡Nos conocíamos! Él había estado de servicio varios arios en Barcelona, en la Brigada Social. Era el agente que, el 12 de enero de 1925, cuando fui cazado a tiros por la policía al salir del Ateneo Barcelonés, había recibido la orden de averiguar mi domicilio. Después de más de un año de capear el temporal, todo se derrumbaba.'
En efecto, el inspector le había reconocido, la fatalidad griega —de la que tanto hablara Maurín en sus escritos carcelarios— estaba haciendo acto de presencia; una mala suerte sin límites le conducía al día siguiente al calabozo de la Este «libro», junto con otro escrito en la cárcel de Salamanca titulado Amor y comedia, fueron retocados y unificados por Maurín en Nueva York bajo el título La juventud de Luis AlgoL Diez años después, que permanece sin publicar y que hallamos reposando en los estantes de un archivo barcelonés (véase el cap. 1). Testimonio de Claridad Olalquiaga en MAURÍN, Jeanne, op. cit., 1979, p. 120. 4'
MAURiN,
Jeanne, op. cit., 1979, p. 84.
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Comandancia militar de Jaca, pero esta vez —lamentablemente— ya como Joaquín Maurín Juliá. El interrogatorio ante el juez militar, el canario capitán Rosi, ocupó alrededor de 30 páginas a máquina; tras las sesiones, se le volvió a confinar a los calabozos, donde recibió la inesperada visita de un joven falangista que le seguía la pista desde Santiago de Compostela. El «camisa vieja» de la Falange de Barcelona, Lauro Clariana, pretendía jactanciosamente, al parecer, apropiarse de una valiosa pieza, pero llegó demasiado tarde pues Maurín ya estaba en manos de la jurisdicción militar, que en absoluto estaba dispuesta a conceder ningún tipo de prerrogativas a la Falange. Clariana hizo publicar en el Diario de Navarra, el 9 de septiembre de 1937, la noticia de que Maurín había sido descubierto y capturado por él, noticia que seis días más tarde el mismo diario desmintió y calificó de bulo." Por otra parte, hay que destacar que Lauro Clariana había adquirido previamente una deuda de gratitud con su cuñado José Coll, militante del P.O.U.M. que, gracias a su puesto de secretario general en la comisaría de Orden Público de Barcelona, había salvado la vida al padre de su esposa y del joven Lauro, un catedrático de derechas en apuros. Clariana entonces accedió a la petición de su cuñado: tratar de averiguar si Maurín había muerto. El falangista inicia sus pesquisas, pero la actitud de favor contraída con Coll y corroborada en la entrevista que tiene en Perpignan con su cuñado y con Juana Maurín en enero del 38, en la que habla de «ayudar a salvarse a Maurín», es contradictoria con los insultos que le profiere al encontrarle en el calabozo de Jaca y con la publicación de su detención en el diario franquista." La aventura terminó mal para Clariana, quien, a su regreso de Perpignan, fue detenido y fusilado por agentes franquistas. Tras este contradictorio incidente, Maurín se libraba de caer en las manos de la Falange, que sin embargo no cejaba en su empeño de atraparle: cuando era conducido rumbo a Zaragoza por dos guardias civiles el trayecto fue bruscamente interrumpido por un coche en el que viajaban falangistas. Maurín, sordo de un oído desde su caída de un tranvía en el año 22, no pudo enterarse del contenido de 42
Ibid., pp. 12 y 104. En el libro puede leerse el texto completo.
" Idem.
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
la acalorada discusión que mantuvieron, pero finalmente fue la guardia civil quien cumplió con su misión de trasladarle a Zaragoza. Poco tiempo antes de que esto ocurriera, Maurín —gracias a la aquiescencia y a la amabilidad del capitán Rosi— tuvo tiempo de comunicar a Juana su situación mediante una carta, que fue, indudablemente, lo que a la postre le salvó la vida. A partir de ese momento la incansable Juana realizó un sinfín de viajes y gestiones con organismos y personalidades nacionales e internacionales con objeto de canjear a su marido." Todas ellas resultaron infructuosas en primera instancia. El deseado canje no se produjo, entre otras cosas, porque en aquellos meses finales del año 37 y los primeros del año 38 los comunistas a las órdenes de Moscú habían eliminado ya físicamente a Nin, el P.O.U.M. estaba desarticulado y sus miembros —el 16 de junio de 1937 es detenido todo el C.E.— pendientes de un vergonzoso proceso, celebrado del 11 al 22 de octubre de 1938, por ser «trotskistas agentes del fascismo internacional»." El propio gobierno de la República no deseaba el canje, que, por otra parte, hubiera sido peligroso para Maurín. De los continuos contactos de Juana con diferentes personalidades sólo hubo uno que eficazmente, «en un instante crucial de mi vida, hizo su aparición casi milagrosa y paró la rueda dramática de lo que parecía inexcusable. Hizo lo que sólo un hermano entrañable podía hacer»." Efectivamente, Juana telegrafía inmediatamente un angustioso S.O.S. al primo de Maurín, mosén Joaquín, provisionalmente residente en Francia, quien rápidamente le pone en contacto con su hermano, entonces comandante jefe de los capellanes castrenses de Franco en Toledo. Sin pérdida de tiempo, Ramón Iglesias Navarri acudió a los calabozos de la Jefatura Superior de Orden Público de Zaragoza y se entrevistó, además de con su " Ibid. En su libro aparece correspondencia cruzada con Juan Negrín, con Companys, con Indalecio Prieto, con Martínez Barrio, con Carton de Wiart (presidente de la Unión Interparlamentaria), con Irujo, con Marcelino Pascua (embajador de España en París), con James Maxton, Fenner Brockway, John Mac Nair (personalidades destacadas del I.L.P.), con la Cruz Roja Internacional y con la embajada británica y el Foreign Office, pp. 173-229. Juana, acompañada de Mario, fue invitada por el I.L.P. en el mes de agosto de 1937 a Inglaterra como lectora en su escuela de verano y entonces fue cuando les reveló que Maurín vivía (BATEMAN, D., «Joaquim Maurín...», op. cit., 1974, p. 11). " «El Proceso contra el P.O.U.M.», Fundación Nin, Madrid, pp. 14-15. Sentida carta de pésame —cedida por María Maurín y reproducida entera en el primer capítulo— que Joaquín Maurín envía a mosén Joaquín Iglesias Navarri, hermano de Ramón, el obispo, y benefactor suyo, por la muerte de éste, fechada en Nueva York el 6 de abril de 1972. 320
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pariente, con el capitán general —Tomás Gari Cano—, el auditor y el jefe de orden público —Juan Aguirre Cárdenas—, ante quienes Maurín había prestado declaración verbal en diferentes ocasiones. Al parecer fue este último el que le sugirió que se pusiese al prisionero a disposición del Cuartel General de Franco, propuesta que prevaleció no se sabe si antes o después de la visita de Ramón Iglesias Navarri a Zaragoza.' En una de las cartas que Joaquín Iglesias —que actuaba en Perigueux (Francia) como enlace familiar alejado de la contienda— recibe de su hermano Ramón dirigida a Juana, este le dice: Ante la insistencia y preocupación de nuestra prima por la suerte de su esposo, fui a Jaca y a Zaragoza, donde pude saludarle y despedirle con un abrazo. Estuvimos charlando casi una hora, juntamente con los que están a su cuidado, quienes, por cierto, tienen toda clase de atenciones. Saqué la impresión de que por ahora no corre ningún peligro, y creo que me avisarían si sufriera alguna alteración en su importante salud. Hasta le favorecen las noticias que se reciben de los suyos... Le dejé recomendado a un doctor amigo mío de mucha fama, quien me acompañó para verle y quedó en visitarle de nuevo. Creo que con estos detalles todos podemos tranquilizarnos un poco acerca de la enfermedad." " Maurín causó una honda impresión en el comandante Aguirre, con quien al parecer entabló una cierta amistad. Desde que liberaron a Maurín en octubre del 46 hasta su marcha a Nueva York mantuvieron conversaciones privadas en Madrid, donde Maurín residía, ibid., p. 38. El nombre del capitán general así como la fecha exacta del traslado de Maurín a Zaragoza —7 de septiembre— aparecen —entre otras muchas cosas— en una de las declaraciones de Joaquín Maurín (24-11-41, p. 5) que conforman el «Sumarísimo Ordinario n.» 29.518, instruido contra Joaquín Maurín Julia por la Capitanía General de la 4.4 Región Militar», en cuyo consejo de guerra (1944) se le acusa de adhesión a la rebelión por inducción y se le condena a 30 años de reclusión a partir del día 21 de noviembre de 1941. El seguimiento del procesado abarca hasta diciembre de 1946 e incluye las actas del consejo de guerra que se celebró en su contra en agosto de 1944, así como las diferentes medidas y diligencias que se le instruyeron en estos años. En total, alrededor de 240 páginas, que pudimos consultar en el juzgado del gobierno militar de Barcelona. En su declaración —solicitada por la defensa— Juan Aguirre Cárdenas (23 de junio de 1944, «Sumarísimo...», pp. 161-162), de 37 arios de edad, natural de Archidona (Málaga), tras afirmar que el nombre falso que constaba en la cédula personal de Joaquín Maurín y en la cárcel de Jaca era un equívoco de las autoridades y que este en ningún momento pretendió ocultar su identidad, manifestaba que: «... fue trasladado a Zaragoza permaneciendo detenido algún tiempo en la Delegación sin llevarlo a la Cárcel para no dar publicidad a la detención, pero desde luego cree recordar con su verdadero nombre. Por lo tocante a figurar alguna vez con posterioridad a lo antes dicho con el nombre de Máximo URIARTE ORTEGA de Portugalete, que ello obedeciese a razones de policía y seguridad nada puede decir, ya que cesó al poco tiempo en la Delegación de Orden Público...». " Carta de Ramón Iglesias Navarri fechada el 2 de octubre de 1937, ibid., p. 188. 321
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
Como apunta Luis Portela en la aclaratoria introducción al libro de Juana, es interesante observar cómo incluso un hombre, militar y clérigo, que gozaba de una posición privilegiada en la España de Franco y que estaba llamado a ser obispo debía escribir con suma cautela: el preso pasaba por ser un enfermo, la cárcel por una clínica y un amigo influyente, militar o eclesiástico, por un doctor de mucha fama. Joaquín Iglesias, por su parte, en la misma carta que remite a Juana para hacerle saber las nuevas noticias, le dice: «Ha estado algunos días refugiado aquí nuestro tío (...) que ha sido evacuado de su pueblo...». Al parecer el que corría peligro por el mero delito de ser hermano de Maurín era Ramón, el primogénito, que se había refugiado en Durro y que poco tiempo más tarde fue encarcelado en Benabarre. El otro hermano, Manuel, el fiel seguidor del Kim, había muerto a los 32 años víctima de la represión contra el P.O.U.M.; tras ser torturado en la cárcel, fue trasladado a un hospital cuando ya le quedaban escasos días de vida. El 11 de octubre de 1937 Juana informaba a Joaquín Iglesias de su muerte. Así: Víctima de rápida, pero implacable, enfermedad fallecido Manolo viernes noche. Domingo mañana enterrámoslo (...) Puede usted imaginar la inmensa pena que se ha apoderado de mí, ya que para mí Manolo ha sido el mejor hermano que se pueda encontrar. ¡Cuántas veces le he cuidado en mi casa, tanto en Barcelona como aquí! Ya sabíamos, Quinet y yo, que tenía una salud delicada. Necesitaba cuidados adecuados, una vida regular, sin preocupaciones. Sin embargo fue detenido sin razón alguna (...) la noticia de que su hermano había sido descubierto y de que su vida peligraba acabó de quebrantar su salud."
" !bid., pp. 186-187. El I.L.P. informa de que Manuel Maurín estaba, con Gorkin, en el grupo que acudió a Londres a un mitin de dicha organización y al que no les dejaron asistir porque el duque de Alba no lo permitió; los remitieron a España desde el Croydon Airport. Según esta información Manuel volvió a luchar al frente, fue arrestado por la policía secreta del P.C.E. en junio y permaneció en una prisión privada especial fuera de las manos del gobierno republicano. Fue torturado y murió en septiembre de 1937, a los 32 años. Había sido juzgado por un tribunal y no hubo cargos en su contra pero se supone que fue tratado tan brutalmente que si lo liberaban hubiera podido contarlo (BATEMAN, D., «Joaquim Maurín...•, cit., 1974, pp. 13-14). Hasta su encarcelación, Manuel Maurín, junto a milicianos poumistas convalecientes de sus heridas, cuidaba de la biblioteca de libros requisados por el P.O.U.M., depositada en el palacio de la Virreina. A comienzos de 1937 se había desplazado a Francia en un camión destinado a trasladar material de guerra para las fuerzas del P.O.U.M. que luchaban en el frente y había acudido a París para entrevistarse con su cuñada. 322
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Ramón y Joaquín Iglesias Navarri. Seo de Urgell, 1954. 323
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
Ciertamente estaba revelándose trágico el destino de los hermanos Maurín, al tiempo que tanto María como el resto de los miembros del clan actuaban «como una especie de cruz roja de ámbito familiar» y se desvivían, lejos del color de sus ideas, para intentar salvar o prorrogar la vida de los que estaban en peligro. Juana comenzó entonces su largo e intenso periplo de viajes y complicadas gestiones en pos del canje de su marido. Pero tal vez lo más importante ya estaba hecho; según consta en el «Sumarísimo Ordinario» (15 de octubre de 1941, p. 3) Maurín había pasado a depender directamente de la Asesoría Jurídica del Cuartel General de Franco, hasta que ésta desapareció y quedó entonces a disposición del ministro de Gobernación. Escoltado y de riguroso incógnito, fue trasladado a la prisión de Salamanca, donde permaneció incomunicado y bajo el nombre de Máximo Uriarte Ortega, de Portugalete (acróstico invertido del P.O.U.M.), casi cinco años, hasta la primavera de 1942 en que fue llevado a la cárcel de Barcelona, donde se le instruyó proceso militar. Ramón Iglesias había sabido callar ante la insistencia de su prima Juana porque el secreto debía ser una condición tácitamente aceptada cuando salvó a Maurín sustrayéndolo a la Junta de Zaragoza. Todos —nos referimos a sus parientes y amigos de Bonansa— reconocen que mosén Ramón hizo muchas diligencias «que a nadie quiso contar» y las más importantes tal vez «con el propio Franco, al que conocía de la Campaña de África y a quien le oí defender en varias ocasiones»." Pero también con Serrano Súñer: «El propio mosén Joaquín me dijo que fue Serrano Súñer quien lo hizo llevar de incógnito a Salamanca con escolta»? Esta confesión aparece corroborada en un artículo del propio »Serrano Súñer aparecido en El Noticiero Universal de Barcelona el día 13 de agosto de 1979 y en el que, entre otras cosas, manifiesta: En la conversación saltó el nombre de Maurín, a quien yo había visto una sola vez en Zaragoza, siendo diputado por la capital de Aragón durante las Cortes de la república (...) Cuando después de mi arriesgada evasión de Madrid pude llegar a Salamanca, a los pocos días, un cura castrense, conocido mío, llamado Iglesias Navarri (...) me habló con mucha reserva e interés de la situación de Maurín, idealista, gran persona y pariente suyo me dijo, que se encontraba en zona nacional en situación de extremado peligro, y me 5° 51
Entrevista a Bárbara Farré. Entrevista al sacerdote Luis Rourera.
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EL SUPUESTO «ENIGMA» DE LA GUERRA (julio de 1936 - 1947)
pedía le ayudara a tratar de salvarse (...) Pues bien, con la colaboración de un policía de mi mayor confianza, se le trasladó a la cárcel de Salamanca —también con otro nombre supuesto— y allí estuvo unos años hasta que fue juzgado por un Consejo de Guerra en Barcelona, no condenado a muerte y obteniendo luego la libertad Condicional. Supe que el gran editor José Janés le dio trabajo como traductor y que luego se reunió con su familia en Nueva York."
Sin lugar a dudas, la intervención de Ramón Iglesias, la colaboración de Serrano Súñer, las simpatías del comandante Aguirre y del capitán Rosi de Jaca, junto con las gestiones realizadas por Juana —especialmente y desde Londres con el I.L.P.— y la conflictiva situación del P.O.U.M. en el bando republicano, contribuyeron e interactuaron de modo decisivo para que Maurín salvara su vida. Lo que humanamente se podía hacer por él ya estaba hecho y sólo cabía esperar, mandarle algún dinero, ropa de abrigo, algo de comida y libros para que su estancia en la cárcel se hiciera más soportable. El enigmático Ramón Iglesias, que hizo por Maurín más de lo que dijo y que afirmaba que su cargo «más me estorba que me favorece», en una carta fechada el 7 de octubre de 1937 escribía a Juana que: «Nuestro primo goza de buena salud, pero con mucha sujeción, que seguramente durará lo que la guerra dure». La sujeción de Maurín no sólo duró hasta el final de la guerra sino siete largos años más, en los que se prolongó también la cautela, el anonimato y hasta el aislamiento a los que el propio cuartel del «Generalísimo» le tenía sometido. Como ya hemos advertido, Maurín no dependía de las autoridades locales; se había conseguido que no cayera en manos de falangistas,» al tiempo que con un prisionero como él en zona nacional se favorecía el enfrentamiento entre los propios republicanos. " MAURÍN, Jeanne, op. cit., 1979, p. 21. " • Cuestión esta que según el sacerdote Rourera fue la causa de que, tras la detención de Hedilla, Franco impidiera la entrada de grupo s armados en Salamanca y evitara de este modo el asesinato de Maurín, de ahí el secreto de su encarcelamiento en esta ciudad. El informe de los antecedentes de Joaquín Maurín que suministra el ministerio de la Gobernación y que aparece en la p. 3 del «Sumarísimo...», con fecha 15-10-41, informa de que: «desde su ingreso está incomunicado, si bien en 11 de enero de último, se autorizó para que recibiera visitas de su familia exclusivamente. El 16 de marzo de elevó una instancia al Excmo. Sr. Ministro, solicitando su libertad por estar gravemente enfermo y pidiendo autorización para trasladarse a Niza, donde tenía a su esposa e hija, a lo que no se accedió». El informe expone también que la correspondencia que sostenía con su mujer le fue enviada a la «Asesoría Jurídica del Cuartel General de S. E. el Generalísimo» hasta que desapareció esta Asesoría, pasando entonces (año 41) a disposición del ministerio de Gobernación.
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
El expediente Maurín «se aplazaba» y dormitó varios años guardado en un cajón especial. Cuando su causa fue sobreseída la represión era menor y la justicia militar menos estricta. Manuel Sánchez, también poumista y prácticamente la única persona con la que Maurín pudo hablar durante su encierro en Salamanca, afirmaba que: A pesar de que pasé por las oficinas de la administración y por la dirección, durante dos largos años, nunca pude averiguar absolutamente nada sobre Maurín, es decir, Máximo Uriarte Ortega; ni una ficha, ni un solo papel suyos. Su expediente no existía en el archivo general (...) El expediente tenía que estar en la caja fuerte de la Dirección.54
Incluso en el expediente personal que el recién creado Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas de Barcelona le incoó a Maurín por el delito de «haber sido elegido en 17 de febrero de 1936 Diputado a Cortes del Frente Popular», la mayor parte de los informantes declaraban ignorar el paradero del inculpado o lo daban por muerto, todo ello a finales de 1939. Este interesante documento —de 50 folios, de los que sólo 26 resultan útiles— que hallamos en un juzgado barcelonés evidencia además los modos y maneras del sistema judicial creado por los vencedores de la guerra. En los informes que el juzgado instructor pedía a las autoridades acerca de los «antecedentes políticos y sociales (...) anteriores y posteriores al 18 de julio de 1936 y en especial sobre hechos en contra del Glorioso Movimiento Nacional, así como de sus bienes...»," aparecen todo tipo de errores, algunos de ellos incluso jocosos y todos barnizados del lenguaje administrativo portador de la nueva moral. El informe que sobre Maurín recibe el juez instructor del ayuntamiento de Barcelona, que aparece firmado por su alcalde accidental, manifestaba entre otras cosas que «Es individuo de pésimos antecedentes y las épocas que no ha estado recluido, vivía con mucha frecuencia en Sitges y llevaba en esta población una vida muy holgada...»." Del mismo modo, el Instituto Municipal de Estadística informaba erróneamente de que el último domicilio de Maurín era la calle Enteza n.2 55. La instancia de la Jefatura Superior de Policía de Barcelona es " SÁNCHEZ, M., Maurín, gran enigma de la guerra y otros recuerdos, Ed. Cuadernos para el diálogo, Madrid, 1976, pp. 258-259.
" «Expediente personal a Joaquín Maurín por delito de responsabilidades políticas». Instancia al cura párroco de la parroquia del encartado, fechada el 24 de octubre de 1939, p. 5, segundo pliego. 56 «Expediente...». Instancia del ayuntamiento de Barcelona, fechada el 24 de noviembre de 1939, p. 9.
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EL SUPUESTO «ENIGMA» DE LA GUERRA (julio de 1936 - 1947)
la que muestra más datos y más concretos de las actividades políticas de Maurín; la sinopsis política que ofrece es la siguiente: Fue el fundador del B.O.C. (Bloque Obrero y Campesino) de carácter comunista, pero al producirse la separación entre el agente Soviético de la III Internacional, Boris Souverin, y el grupo comunista de Moscú, disolvió el referido partido, e introdujo en España, por presión de su suegro y esposa las doctrinas del grupo Escisionista, dando lugar a la creación del P.O.U.M.57
La realidad de la vida y las actividades de Maurín estaba siendo sensiblemente distorsionada y eso es algo que se aprecia, todavía más, en el informe remitido por la delegación provincial de información e investigación de la Falange Española Tradicionalista y de las J.O.N.S., en el que, además de destacarse su participación en el Ateneo Enciclopédico Popular y acusarle de masonería, se decía que «En la barriada de Sants, poseía dos casas que le legó una tía suya...» y que «Al estallar el G.M.N. el informado se encontraba en Galicia, donde se supone que falleció...»." La guardia civil, por su parte, que le atribuía su domicilio en la avenida de José Antonio Primo de Rivera n.º 727, hablaba de «su ideal desordenado» y de su participación «... en la actuación directa y delictiva en la política denigrante que tanto daño hizo a España...»." Pero tal vez de todos los informes que el juez solicita a las autoridades por desconocer el paradero del inculpado (razón por la que también se hizo el correspondiente anuncio de citación en los BB.00. del Estado y de la provincia), el más interesante para nosotros es uno que sencillamente no informa. El oficio requerido por el juez a la «Delegación del Estado para la Recuperación de Documentos en " «Expediente...». La instancia del Instituto Municipal de Estadística es del 15 de noviembre de 1939 (p. 10) y la de la Jefatura Superior de Policía del 25 de diciembre de 1939.
58
«Expediente...». Instancia de Barcelona, 7 de mayo de 1940, pp. 16-18.
" «Expediente...», 6 de noviembre de 1939, p. 6. Ese mismo domicilio le atribuían a Maurín dos de los testigos que declararon en el proceso que se le incoó en Barcelona en el año 1942, ambos porteros de una casa donde decían que este había vivido: Paquita Nogueras manifestó que el encartado vivió en el piso 3.»-4.» por espacio de unos años y que se marchó de allí antes del «GMN», «que sabe que era Maestro y que la esposa del mismo era Profesora de Piano (...) No dio ningún escándalo ni se le vio cometer actos delictivos» y que «en diversas ocasiones entregó limosna a religiosas postuladoras para asilos...»; Salvador Tesseras declaró que el encartado «vivió en dicha casa unos 15 ó 16 meses, a partir de los sucesos de octubre y antes de febrero del 36. Que como vecino se portaba muy correctamente», «Sumarísimo...», pp. 24 y 38.
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
Tribunal Regional de Responsabilidades Políticas
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BARCELONA
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EL SUPUESTO «ENIGMA» DE LA GUERRA (julio de 1936 - 1947)
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Se acuerda por el Tribunal la inooaoión del oportuno expediente de responsabilidad politioá pot it
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
Salamanca», en el que se solicita que se emitan los antecedentes masónicos de Maurín que puedan existir en ese archivo, no obtiene ninguna respuesta. Tras una considerable demora en la misma, el secretario del tribunal escribe al juez: «Cumplo el deber de participarle como justificación al silencio adoptado por esta Delegación ante las comunicaciones que en tal sentido se reciben...».60 En resumidas cuentas, de Salamanca sólo se recibía el más absoluto y significativo silencio y un informe hueco. Y era allí, más bien en su prisión, donde bajo nombre supuesto y un total régimen de aislamiento se encontraba precisamente el inculpado. Pero las diferentes autoridades catalanas no lo sabían y, al parecer, quienes sí lo sabían en Salamanca lo silenciaron. Cabe pensar, pues, que, bien el sistema de comunicaciones, los poderes provinciales y los nuevos vericuetos legales de la recién instalada justicia eran muy precarios en la todavía no vertebrada España Nacional, bien —y más posiblemente— que a los que tenían preso a Maurín no les interesaba que se supiera ni siquiera en su propio bando. ¿La insistencia de Ramón Iglesias y Serrano Súñer había sido tal que Franco lo protegía frente a la Falange y frente a las autoridades provinciales? ¿Le interesaba al propio Franco tener una presa del calibre de Maurín para fomentar aún más la división en el bando republicano? Como hemos intentado aventurar antes, estas preguntas se responden teniendo en cuenta una suma de menudos y complejos factores que interactuaron juntos y que también hemos insinuado de la mano de la documentación aportada por Juana Maurín en su libro. Y una vez más, la literatura vuelve a acudir en nuestra ayuda porque Sender consigue magistralmente que a través del propio Bazán (Joaquín Maurín) el lector reciba la narración de los hechos que hacen posible, en la novela, la supervivencia del enigmático líder: ... Los nacionales antes de retirarse mataron a algunos presos, pero dejaron a los demás para que los liquidara tal vez la tropa de la guardia, pero los soldados nos abrieron las puertas a todos. Como decía el basurero, ya habían cambiado la ley...
A continuación, las vicisitudes de aquella zona fronteriza hacen que el narrador y los protagonistas (de la mano del autor) mediten sobre la historia de España: 60
20 de mayo de 1940, pp. 18-20.
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EL SUPUESTO «ENIGMA» DE LA GUERRA (julio de 1936 - 1947)
Bazán me explicaba y decía, a veces, un poco divertido: «Es la nuestra una situación falsa, pero verdadera». Otra vez me dijo que con el comienzo de las hostilidades, la historia de España se había interrumpido; es decir, que los nacionales habían detenido el proceso de desarrollo de la realidad hacia delante. Pero que en Casalmunia habían vuelto a restablecer la marcha de la historia. A mí me volvían a llamar Urgen...6'
Pues bien, esa situación «falsa pero verdadera» se reflejaba también en la realidad de la sentencia —de fecha 29 de diciembre de 1940— que consta en el expediente incoado a Maurín por responsabilidades políticas; se le impone la sanción de «pérdida de bienes, inhabilitación absoluta por 15 años y extrañamiento perpetuo del territorio Nacional». Tres años después, el 14 de octubre de 1943, el mismo tribunal revocaba dicha sentencia y acordaba «dejar sin efecto la condena impuesta a Joaquín Maurín en sentencia 29 diciembre 1940, se declara la liberalización de los bienes que se hayan embargado y archívese el expediente». Al parecer, como Maurín había sido conceptuado como insolvente y una ley posterior, del 19 de febrero de 1942, decretaba el sobreseimiento del expediente en caso de carecer de bienes el inculpado, se dejó sin efecto la condena, que realmente había sido simplemente un trámite legal más, sin consecuencias de ningún tipo. Maurín ya tenía, eso sí —como todos los miembros del Parlamento del Frente Popular—, su flamante expediente personal por responsabilidades políticas, pero se desconocía su paradero y, además, se recreaban y falseaban sus actividades por negligencia administrativa o por fanatismo ideológico. En fin, casos más grotescos se vieron en medio de aquella contienda. Sin ir muy lejos, integrantes del propio bando «republicano» o más bien sus todopoderosos jefes soviéticos torturaron y asesinaron a Nin en una «villa» de Alcalá de Henares simulando un ataque a la misma por parte de miembros de la Gestapo disfrazados de Brigadas Internacionales; colocaron incluso en su cartera pruebas de espionaje y marcos alemanes. Ya cuando lo detuvieron encontraron en la mesa de su despacho una nota en la que José María Arenillas (un poumista de Bilbao que había sido secretario de la Junta de defensa de Euzkadi) había trazado un fantástico plan para rescatar a Maurín. En la carta se hablaba de secuestrar a la mujer de Franco, que iba con frecuencia a Bayona y que estaba en ese momento 61
SENDER, R. J.,
Crónica del alba..., op. cit., pp. 445 y 550. 331
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
allí —12 de julio de 1937—, para canjearla por Maurín. Esta carta, colocando algunas frases fuera de contexto de modo que pareciera que los poumistas querían que la señora de Franco «se diera un paseo por Barcelona», se intentó utilizar como prueba en el proceso contra el P.O.U.M." Pero de nada de esto se enteró Maurín cuando estaba encerrado en Salamanca: ni de la muerte de su querido hermano Manuel ni de la de su gran amigo Nin ni del ignominioso proceso contra su partido ni tampoco de los asaltos y registros que su esposa sufría en su casa de París, además de la advertida amenaza de un posible secuestro de su hijo Mario." La correspondencia que entraba y salía de la prisión de Salamanca y que obligatoriamente pasaba por la censura de Burgos tampoco debió de permitir que Jeanne relatara a Maurín la curiosa propuesta que el mismo Luis Buñuel —entonces perteneciente al servicio secreto de la embajada española en Francia— le hizo en la primavera de 1938: ... Necesitamos descubrir los planes de la próxima ofensiva de los franquistas. Usted viste bien. Es una señora. Se trataría de ir a Biarritz. Usted se instalaría en un buen hotel y establecería contacto con alguno de los agentes fascistas que pululan por ahí. Usted ganaría su confianza y se enteraría de los planes del enemigo... Desde luego, nosotros le proporcionaríamos todo lo que pudiera necesitar para desempeñar ese papel: vestidos elegantes, coches, dinero...
Juana lo consultó con su hermano Boris y, pareciéndoles una empresa arriesgada, finalmente se negó." Mientras Luis Buñuel conseguía dinero para sonorizar A. (pseudónimo de Ignacio Iglesias), El proceso contra el P.O. U.M., Ruedo Ibérico, París, 1974. El primer saqueo lo llevó a cabo a principios de marzo del 37 un grupo de comunistas (MAURÍN, Jeanne, op. cit., 1979, pp. 94-95) y el segundo fue en agosto del 38 a cargo de dos agentes franquistas que solicitaban con chantaje la colaboración de Jeanne (pp. 105-106). El tercer asalto de su apartamento ocurrió con la ocupación alemana y, según una carta que nos remitió la propia Juana desde su actual residencia: «Toda la documentación de carácter político que me había llevado a París en 1936 ha desaparecido durante la ocupación alemana de mi piso», Rosemont, 11 de junio de 1991. Ibid., pp. 100-101. El genial cineasta aragonés cuenta en sus memorias (Mí último suspiro, Ed. Plaza & Janés, Barcelona, 1983) sus servicios en la embajada española y advierte que viajó a Estocolmo para ofrecer el papel de espía en la región de Biarritz «a una sueca bellísima, Kareen, miembro del partido comunista sueco», que sí aceptó. La sueca, con la que Buñuel estableció un conflicto entre su deber profesional y el deseo sexual, le enviaba informes que él transmitía a Araquistáin, quien «ciertamente, fue nuestro mejor embajador en París» (pp. 156-157). Suponemos que eso ocurrió tras la negativa dada por Jeanne Maurín a realizar tan arriesgada misión. fl
SUÁREZ,
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EL SUPUESTO «ENIGMA» DE LA GUERRA (julio de 1936 - 1947)
su película Las Hurdes y poder así devolver el suyo a las dos hijas huérfanas de Ramón Acín, al tiempo que se ocupaba de recibir todas las películas de propaganda republicana rodadas en España, Joaquín Maurín, del todo ajeno a cualquier vicisitud del mundo exterior, permanecía encerrado en su celda «estrecha y alargada, como un nicho (...) de un golpe dejaba de ser hombre, retrogradando a una especie zoológica inferior (...) la vida seguiría fluyendo torrencialmente fuera de la prisión, sin que yo pudiese zambullirme en ella. ¡Incomunicado! Acudió a mí el recuerdo de mi madre...)).65 La existencia, para Joaquín, se convertía ahora en «una atroz tortura moral» en la que para colmo llevaba varios años renunciando a su nombre de pila y suplantando su persona por la de «Máximo, el de la 14». Durante el tiempo en que permaneció detenido en Salamanca, ese falso nombre impidió que se le conociera dentro y fuera de la prisión y probablemente así se evitaron presiones para liquidarlo. Sólo dos personas con las que, separado como estaba del resto de los presos, conversaba de vez en cuando lo reconocieron: uno era el médico de la prisión, Filiberto Villalobos, diputado y ex ministro, y el otro un poumista, Manuel Sánchez, que tras la muerte de Maurín publicó un libro donde recoge sus recuerdos de aquella época y relata las condiciones en que permaneció rigurosamente incomunicado y vigilado el secretario general del P.O.U.M. en la prisión de Salamanca, aparte de aprovecharlo bastante para hablar de sí mismo (véase n. 54). Mientras, fuera, los miembros del P.O.U.M. (especialmente el ilerdense Josep Buiria) hacían gestiones cerca del presidente de las Cortes para salvar a su camarada. Maurín escribía en la cárcel —«para no enloquecer»— cuentos para niños recordando y añorando a su Mario —«Pulgarcito, rapsodia infantil»—, relatos novelescos y observaciones sobre sus compañeros —que luego corregiría y politizaría dando lugar a su cuarto libro—, un tratado sobre su admirado don Miguel de Unamuno escrito al calor de las anécdotas que «Don Fili» le contaba sobre el filósofo —y que luego publicó en la revista neoyorquina Temas, en 1952— y una cáustica y algo trágica novela «en tres tomos» titulada Amor y comedia, en la que «se ríe, aunque con seriedad impasible, de muchas cosas divinas y humanas».»»
66
M., J., En las prisiones de Franco, op. cit., 1973, pp. 17-19. Testimonio de Manuel Sánchez, en MAUFIS, Jeanne, op. cit., 1979, p. 140. 333
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
Todos los meses recibía un giro postal de 25 pts. que su primo Ramón Iglesias le enviaba y también cartas y algún paquete de Juana que cumplidamente le hacía llegar su hermana María, quien residía entonces en un pueblo de la provincia de Valladolid con sus seis hijos pequeños y su marido, Carmelo, destinado allí como telegrafista; con ella Joaquín mantenía un contacto indirecto a través de algunas monjas que trabajaban en la prisión y que la religiosa María conocía. El misterioso Máximo, que por tener cama para él solo —su celda permanecía cerrada incluso cuando se celebraba misa— y recibir debido a su riguroso aislamiento un trato de excepción suscitaba la envidia de otros presos, leía y escribía mucho y, según cuenta Manuel Sánchez: «Calculaba que habría producido un valor editorial que estimaba entre cien a ciento cincuenta mil pesetas entonces...»." Y se acordaba mucho de su familia, especialmente de su hijo Mario, a quien hacía casi seis años que no veía y no sabía si volvería a ver. El mismo Manuel Sánchez cuenta en su libro que, un día, Maurín decidió escribir a su esposa para que no sacrificara por él más años de su vida y no marchitara su juventud; si luego se unían, él no le reprocharía nada. En uno de sus gestos «heroicos» le instaba a divertirse «como mejor tuviera por conveniente»." En la primavera de 1942 el Kim fue trasladado a la prisión de Barcelona. Según consta en la circular del Sumarísimo Ordinario el ingreso en la celular tuvo lugar el día 14 de mayo: «Había sufrido Maurín cinco rigurosos inviernos donde el cierzo sopla y muerde la helada, y pasó allí también casi cinco veranos. Tenía cuarenta y siete años, planta robusta y buena salud aparente. Únicamente la vista sí se le notaba dañada...»." Atrás quedaba Máximo Uriarte, «el de la 14»; en el proceso militar que se le instruiría en Barcelona sería Joaquín Maurín Juliá.
67
SÁNCHEZ, M., Maurín, gran enigma..., op. cit., 1976, p. 273.
66
Ibid., p. 274. W. Solano nos contó que cuando Maurín salió de la cárcel no hablaba de su mujer sino de «la madre de su hijo» y lanzó la hipótesis de que el matrimonio no se llevaba bien. Víctor Alba no llegó tan lejos pero sí nos dijo que Juana era una mujer muy snob y que la pareja tenía muchas trifulcas. En todo caso, no hubo, por lo menos pública o conocida, otra mujer en la vida de Maurín y, mal que bien, ambos acabaron juntos sus días. A pesar de la dificultad que entraña adentrarse en parte de la intimidad de una pareja y más próximos al terreno de la psicología (de la que creemos que ninguna biografía debe estar exenta) no estaría de más averiguar cómo influyó la marcha de su matrimonio en su trayectoria. Ibid., p. 286.
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EL SUPUESTO «ENIGMA» DE LA GUERRA (julio de 1936 - 1947)
El trayecto hacia Barcelona se hizo largo y duro. La experiencia de Julio Tiznel (Joaquín Maurín) en ese viaje nos la cuenta así el propio Maurín: ... Un día de tren cansino por el valle del Duero. Paisajes yermos. Chopos con el varillaje de sus ramas desnudas (...) Una bandada de grajos. Castilla... La Castilla cantada por Antonio Machado (...) Calatayud. De la estación de Calatayud a la cárcel hay un regular trayecto. Con el petate a cuestas y maniatado, llegué a la prisión, rendido (...) Segunda etapa: Calatayud-Zaragoza. Al llegar a Zaragoza, dada la gran distancia que hay desde la estación de M.Z.A. a la prisión de Torrero, pensé dejar mi equipaje en la consigna, aunque esto supusiera tener que pasar una o varias noches sin dormir. —No podemos admitir el petate de un preso —me dijo el empleado de la consigna. —¿Por qué? —pregunté. —Razones de higiene... —Le aseguro a usted que en mi ropa no hay piojos —dije yo. El empleado se sonrió irónicamente, y me volvió la espalda. —¡En marcha! —ordenó la guardia civil. Iba atado a otro preso. La mano esposada era la derecha. Con la izquierda sostenía dificilmente el enorme fardo sobre mis espaldas. Zaragoza estaba envuelta esa mañana de marzo en una espesa gasa de niebla. Creía que se me iban a quedar las manos heladas (...) De pronto resbalé y caí, dañándome una pierna y la muñeca desposada (...) Cojeando y haciendo esfuerzos increíbles pude llegar a la prisión de Torrero (...) Tercera etapa: Zaragoza-Barcelona. Tierras feraces durante un buen trayecto. La estepa árida, inhóspita luego. El Ebro, a la izquierda, caudaloso, zigzagueante. Un fuerte ruido metálico: el río debajo. El Priorato fragoso. La noche de un interminable túnel. Horizonte infinito. ¡El mar! (...) Campo risueño de Tarragona. Luz, mucha luz. Paisajes mediterráneos. Velas latinas, a modo de mariposas, sobre el cristal azul de las olas. Cielo límpido, bruñido. Sol acariciador, Dulce Cataluña... Cuando, por fin, me vi dentro de la prisión de Barcelona, después de ocho días agotadores de viaje, yendo durante el interminable trayecto, de la cárcel a la estación y de la estación a la cárcel, con el petate a cuestas y maniatado, respiré aliviado..." " M., J., En las prisiones de Franco, op. cit., 1973, pp. 95-98. Estas dos prisiones, Calatayud y Torrero, completan sus siete círculos. La cita es deliberadamente larga para mostrar también el estilo literario de que hace gala su autor, además de contarnos la desagradable y real experiencia. 335
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
Alrededor de medio año permaneció Maurín en el penal catalán, en el que, según consta en una carta que desde ahí envió a Manuel Sánchez, se dedicaba al estudio del alemán y le solicitaba un buen diccionario,' hasta que una nueva orden fechada a principios del mes de diciembre le trasladó en eoncepto de peligroso al presidio de Burgos. La Dirección General de Prisiones justificaba este cambio apelando a la información suministrada por la Dirección General de Seguridad y que, sin lugar a dudas, fue la consecuencia del proceso que se le había instruido en Barcelona, proceso en el que el propio Maurín, en declaración indagatoria de fecha 23 de julio de 1942, cita como deponentes y testigos de su actuación: al doctor Miguel Mir Farré, de Salás (Lérida), lejano pariente y amigo de la familia Maurín, ex miembro del partido Tradicionalista, quien, en 1922, casi le salvó la vida mientras hacía las prácticas como estudiante de medicina en el hospital Clínico de Barcelona, donde Maurín permanecía —tras haber sufrido un grave accidente al caer de un tranvía— desatendido y abandonado; a Ramón Godás, de Pont de Suert (Lérida), propietario, comerciante y antiguo amigo de la familia además de pariente del fallecido fundador del Liceo escolar de Lérida; a Diego Hidalgo, ex ministro de la Guerra, notario y abogado en Madrid; a Ramón Iglesias Navarri, capellán castrense en Toledo; a Óscar Pérez Solís, residente en Valladolid y que tras haber sido compañero político de Maurín en los primeros años del partido comunista español había abandonado sus filas convencido por las pláticas del padre Gafo y se había convertido en un ferviente católico ubicándose en el bando contrario; y al Sr. Florensa, diputado en 1936 en Lérida. Ramón Godás —que le conocía desde la infancia— habló de «su carácter experto y estudioso de buena conducta dentro del terreno social (...) y de elevados sentimientos»; Óscar Pérez Solís declaró que «era hombre idealista, generoso y enemigo de las violencias individuales»; Miguel Mir Farré, quien «lo conoce de muchos años (...) tuvo ocasión de tratarlo en Madrid desde el 14 de marzo de 1936 hasta el 30 del mismo mes», afirmaba que «era más bien de ideas platónicas en lo social y no
Carta de Joaquín Maurín a Manuel Sánchez, Barcelona, 22 de agosto de 1942, firmada por Máximo, p. 332. En ella le decía que «la excursión duró justamente diez días, pues hubo un paro de cuatro días en Calatayud y tres en Zaragoza. Me encuentro aquí bastante mejor que en Salamanca». La dirección a la que debía mandarle el diccionario era a Sra. D.» Antonia Closa. Tamarit, 102, 2.», 1.» y a él podía escribirle a su nombre a la prisión celular, 3.» galería, celda 195. 336
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EL SUPUESTO «ENIGMA» DE LA GUERRA (julio de 1936 - 1947)
1SiON CENTRAL DE
BURGOS DIRECCION
Tengo el honor de participar a V.S. que en el dia de hoy conducido por la Guardia Civil y en virtud de Orden del Excmo. Sr. Director General dePrisiones ha ingresado en esta Prisión (Departamen to Especial de peligrosos) el recluso JOAQUIN MAURIN JULIA, quedando a disposición de ese Juzgado de su merecido cargo con auto de peligrosidad razonado del 24 de 'ayo de corriente año.Dios guarde a V.S. muchos anos • Burgos,10 de Diciembre de 1.942.-
0 8 PR. 1992 En Barcelona, a Secretario Relator, e;:tiendo yo. El presente fotocopia 1Wei haczr cJI-Istar que la original, obrante 1Wwe tra fielmente con su. al que me remito. 29
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NUM2 11 BIS BARCELONA Ti
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
de acción», y finalmente —pues en el Sumarísimo no aparece testimonio alguno de Florensa— Diego Hidalgo, a quien Maurín y Juana habían conocido en París en el ario 28, testimonió que no conocía la actuación de Maurín de 1931 a 1936 «pero que no estuvo en España sino en París, en donde el declarante lo vio varias veces» y que, «aparte de la política, en la vida privada es hombre correcto y moral; buen esposo y buen padre. El declarante se ofreció para ser padrino de su hijo y encontró frialdad, diciéndole que ya trataría el asunto más adelante, ignorando si por fin lo bautizó». Estos testimonios a favor del inculpado no fueron de más peso que los informes negativos de la Falange, la Policía, el Ayuntamiento, la guardia civil, la Dirección de prisiones, el ministerio de Gobernación o los diferentes archivos y bibliotecas —de donde se recibían relaciones de sus artículos publicados en La Batalla o de sus folletos y libros—, muchos de ellos coincidentes con los que aparecían en su Expediente por responsabilidades políticas (véanse notas 55-59). Por todo ello y gracias a las acusaciones del fiscal, Joaquín Maurín Juliá fue trasladado a la prisión de Burgos, como advertíamos más arriba, en concepto de peligroso. Las condiciones de excepción y riguroso aislamiento de «Máximo» se habían acabado con su estancia en Salamanca. Tanto en Barcelona como en la galería de peligrosos de Burgos, Maurín se encontró con viejos y nuevos amigos y recibía el mismo trato que otros presos. Además, los tiempos habían cambiado y la atención estaba particularmente fijada en el desarrollo de la segunda guerra mundial, muy especialmente en las crecientes victorias de los aliados. Los periódicos se filtraban con mayor facilidad y las informaciones corrían de celda en celda. Antonio Bruguera, un anarquista andaluz que intimó con Maurín en Burgos, dejó también su testimonio sobre él: En Joaquín vi inmediatamente que, además de su elevada estatura física, tenía también una gran talla moral. Su exquisita sensibilidad humana, su sencillez, su modestia y su preparación intelectual despertaron en mí toda mi afección por este nuevo amigo. Puedo decir que, en el penal de Burgos, Maurín, Luque, Bueno y yo vivíamos en un ambiente extraordinario. Nuestras conversaciones, siempre animadas por la variedad de ideas, eran interminables y amenas.'
MAURÍN,
Jeanne, op. cit., 1979, p. 150.
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EL SUPUESTO «ENIGMA» DE LA GUERRA (julio de 1936 - 1947)
Uno de los compañeros mencionados, Juan José Luque, era ingeniero y venía del campo monárquico; de él escribió Maurín una semblanza titulada «Zaldívar» que luego pasó a engrosar una de las estampas de su libro En las prisiones de Franco. Antonio Bruguera pone de relieve en su testimonio diferentes anécdotas que reflejan la ética justiciera del propio Maurín y sobre todo su intenso y reconcentrado «mundo interior», del que ni siquiera «el saborear lo que en aquellos tiempos representaba un manjar pudo arrancar». A juzgar por lo dicho por Bruguera y por la optimista situación internacional, que todos creían que repercutiría positivamente en España y haría inevitable la caída del régimen franquista, no debió de ser muy angustiosa la reclusión en Burgos, acostumbrado como estaba a vivir intramuros: «Los días más felices de mi encarcelamiento los pasé en la galería de "peligrosos" de la prisión de Burgos, al lado de dos hombres distintos, pero ambos de una cultura fuera de lo común y de un humanismo sin límite...»." En fin, el periplo de penal en penal no acaba aquí porque Maurín hubo de soportar otro traslado más, esta vez definitivo, a la cárcel Modelo de Barcelona, el 25 de febrero de 1944, donde iba a ser objeto de un consejo de guerra que se celebró el día 19 de agosto y que lo condenó a 30 años de reclusión mayor. Afortunadamente, las acusaciones en su contra no podían basarse en la consabida «rebelión militar» que a tantos había llevado ante el pelotón de ejecución, pues él no había participado en absoluto en la guerra civil. Además, por aquellas fechas la acción de los tribunales militares franquistas ya no era tan expeditiva como lo había sido en los primeros años y la única calificación posible para Maurín fue la de «adhesión a la rebelión por inducción». A que no le fuese impuesta a Maurín la pena de muerte contribuyó, una vez más, su primo Ramón Iglesias, que viajó a Barcelona y visitó al prelado de esta " Ibid., pp. 153-154. El sexto capítulo de En las prisiones de Franco se desarrolla en el presidio de Burgos, donde Julio Tiznel (Joaquín Maurín), que se halla en la galería de peligrosos, observa a los otros, como ellos «apestados»: los masones. Conoce a uno, llamado Daniel Nohales, un antiguo amigo coterráneo suyo, de Graus, con el que había estudiado y con el que compartió el mismo regimiento en Madrid. Nohales era maestro en Barasona, un pueblo situado en la confluencia de los ríos Ésera e Isábena que inundó el pantano de Joaquín Costa en 1929, lo cual da pie a Maurín para recrear la geografía, las costumbres y los recuerdos de una zona que conocía bien, al tiempo que cuenta los avatares que llevaron a su amigo a la cárcel de Burgos como masón. Incluso relata unas vacaciones de Nohales con su mujer en Mallorca, que es justo donde Maurín y su familia pasaron las suyas en el verano de 1935. 339
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
Maurín en el penal de Burgos, 1943.
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EL SUPUESTO «ENIGMA» DE LA GUERRA (julio de 1936 - 1947)
ciudad para pedirle que gestionase ante las autoridades militares la salvación de su pariente:" seguramente también influyó la carta que David Rey mandó a Óscar Pérez Solís para que intercediera a favor de Maurín ante el tribunal. Este viejo desertor del comunismo, que a pesar de militar en el bando contrario apreciaba mucho a Maurin y que no pudo acudir físicamente al juicio por padecer «un reumatismo vertebral (zona lumbar) que le obliga a guardar reposo», sí envió una carta a su favor que creemos merece la pena reproducir entera: Valladolid. 15 agosto 1944. Sr. defensor de Joaquín Maurín en el Consejo de Guerra del día 19. Muy distinguido Sr. mío: Imposibilitado por causas físicas —a las que adjunto certificado médico, que ruego a V presente al Consejo— de comparecer en éste para declarar en la vista del proceso contra Joaquín Maurín, me tomo la libertad de escribir a usted esta carta por si las manifestaciones que en ella voy a consignar, cubriéndolas con mi palabra de honor, pudieran de algún modo suplir aquella declaración, que supongo solicitada por la defensa de Maurín y cuyas preguntas, como es natural, desconozco, aunque tenga la intuición de ellas. Traté y me he honrado —y sigo honrándome— con la amistad de Joaquín Maurín. Años atrás, esta amistad se extendía al terreno político. Desde 1928 —ario en que abandoné el Partido Comunista y, realmente, todo partido—, mi amistad con Maurín quedó sin manifestaciones externas, entre otras razones, porque nunca más volvimos a vernos. Yo conservé, sin embargo, de Joaquín Maurin un grato concepto que siempre había tenido de él desde el día, ya lejano, que nuestra comunidad de ideas se vio reforzada por la simpatía que este hombre, cariñoso y bueno, me inspiró. Mas no se crea por esto que yo perdí enteramente de vista a Maurin. Antes bien, precisamente por mi interés en seguir la marcha de los acontecimientos sociales, procuré en todo momento reemplazar la falta de mis antiguas relaciones personales con hombres como Maurín por una atención renovada y una información indirecta, procurada con ahínco, de los actos políticos de este y otros antiguos camaradas suyos. De esta suerte, pude corroborar en los arios transcurridos de 1928 a 1936 que esencialmente no tenía que modificar el concepto que de cada uno de esos hombres había podido formar cuando militaba en el mismo campo que ellos. Y he de afirmar categóricamente que, poniendo aparte estridencias orales o escritas que son muchas veces el «decorado» en que necesitan moverse sobre el escenario de la demagogia los hombres que mueven masas "
Ibid. Testimonio de Manuel Sánchez, p. 137.
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
populares, casi siempre en contradicción íntima lo que se dice con lo que entrañablemente se piensa, nunca creí yo que Joaquín Maurín, llegados momentos de realización revolucionaria, fuese capaz de ordenar ni de consentir atrocidad alguna. Maurín es un espíritu cultivado, delicado, selecto, y, por añadidura, bondadoso. Si no se me ofendiera, casi me atrevería a pensar de él que hace de hombre terrible «malgré lui». ¡Y de un rato sé yo de esto! Por otra parte, Dios sabe cuál puede ser el meollo exacto de la ideología de Maurín. El examen de la cuestión me obligaría a largas digresiones. Intentaré sintetizar lo más brevemente posible mi pensamiento. Maurín, desde luego, no es un comunista de Moscú. Este dato tiene una importancia enorme para, por lo menos, poner en tela de juicio el supuesto de que Maurín haya sido uno de los directores del movimiento revolucionario de 1936. Está claro que en los hechos de este no tuvo ni pudo tener intervención. ¿Y antes? Quien sepa la profunda inversión entre el comunismo «oficial», soviético y staliniano, y las disidencias (ilegible), una de las cuales era la acaudillada en Cataluña por Maurín, habría que rechazar como absurda la suposición de que los comunistas gratos a ellos sí aceptaran a un Maurín en el grupo rector de la revolución de 1936. Pero, además de esto, que a mi parecer es clarísimo —y las atrocidades cometidas contra el «POUM» en zona roja lo corroboran decididamente—, está el análisis psicológico que cabe hacer de hombres como Maurín. Me consta que meses antes de julio del 36 un llorado falangista español, Ramiro Ledesma Ramos, cuya talla intelectual era extraordinaria, buscaba posibles contactos entre su ideología y algunas fracciones del izquierdismo social español. Ledesma Ramos se había fijado en Maurín, con el que trataba de verse en Barcelona. ¿Para qué? No sería, por supuesto, para pedir el ingreso en el POUM, ni tampoco para que el POUM, de sopetón, plegase su bandera y se incorporara al movimiento nacional, fuertemente cargado de tendencias sanamente sindicalistas, que amaba el fundador de las JONS. Y es que Ledesma Ramos había percibido, bajo el estilo desgarradamente ardoroso y demoledor de la oratoria maurinista, que en este líder obrero había un fondo españolísimo que alguna vez podía subir a la superficie de su propaganda para transformarla en una acción muy radical, (ilegible) puesto, en su aspecto social y político, pero también muy española. Yo sigo creyendo que esta posibilidad existe siempre en hombres como Maurín y que, mientras existe, hay que conservar para España, donde acaso harán falta pechos henchidos por la ardiente lava del radicalismo social y sobren amerengados espíritus buscadores de cubileteos y transacciones dulzonas, hombres como este, más ibero que eslavo, más español que internacionalista, más lejos de Moscú que de su Patria. Dios ponga tiento en la conciencia de los llamados a juzgarle por hechos que tal vez no deban olvidarse, pero que acaso conviniera ir 342
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EL SUPUESTO «ENIGMA» DE LA GUERRA (julio de 1936 - 1947)
sepultando en bien de la unidad de España. Que ha de ser de almas, o no será nunca nada más que una ficción. Con decir de que estas leales manifestaciones mías, puedan servir de algo en su noble defensa de mi amigo, se ofrece de usted affsmo. S.V. que le saluda brazo en alto. Óscar Pérez Solís."
Y ciertamente sí hubo algo de «tiento» —algo, porque no se le condenó a muerte, pero no todo el pretendido, pues tampoco se le absolvió— en la conciencia de los jueces de Maurín, no sabemos si en pos de la unidad patria de almas, por su bondad y su «espíritu henchido» y no «amerengado» o por razones bastante más prácticas. El hecho es que la sentencia del consejo de guerra, que se había celebrado el día 19 de agosto en el local de la Sala de Justicia del Gobierno Militar, fue de pena de reclusión perpetua (hoy treinta años de reclusión mayor) frente a la de reclusión mayor a muerte que pedía el fiscal por considerar al procesado responsable de todo cuanto sus «secuaces» o partidarios hicieron, que no era más que lo que su «fundador, iniciado y alma» les había inculcado y, entre otras cosas, porque «el Glorioso Movimiento Nacional debe aceptarse íntegro, imperial, católico» y «o se está con nosotros o contra nosotros».
" «Sumarísimo...». Carta de un testigo (que fue leída íntegra por el defensor, previo permiso del Presidente del Consejo), 15-8-1944, pp. 170-171. Luis Portela advierte que fue David Rey quien escribió a Óscar Pérez Solís para que intercediera a favor de Maurín arguyendo que era la madre de Pérez Solís quien estaba enferma (PORTELA, L., «La única muerte de Joaquín Maurín», Triunfo, n.» 588, 5 de enero de 1974, pp. 13-15). Según el certificado médico que consta adjunto a la carta en el «Sumarísimo», el enfermo es él y no su madre y su declaración no parece precisar de la insistencia de ningún amigo de Maurín —en este caso David Rey— puesto que es su propio defensor, el capitán de caballería Melchor Baixas de Palau, quien solicita la declaración de los testigos de descargo: Juan Aguirre, José González, Braulio Manuel Santos y Óscar Pérez Solís («Sumarísimo...». Lectura de cargos al procesado, 20-4-44, p. 131). El mismo día 20 de marzo comparece el procesado, Joaquín Maurín, «a quien se le entera de los cargos que le resultan en el sumario y alega que: Los hechos de los que se le acusa son todos ellos anteriores al 18 de julio de 1936 (...) entendiendo por ello que no es competencia de la Jurisdicción Militar sino de la Ordinaria...»; ese era el principal y contundente argumento de Maurín y su defensa, quien pedía para él libre absolución y a su vez había también esgrimido la comparación entre Maurín y Ledesma Ramos, analizando y comparando párrafos de la obra de ambos en un intento de aproximar sus posturas: «... Del examen de los textos de que hemos hecho mención, mal puede comprenderse que con ellos se induzca a la Rebelión, pues como bien dice Ramiro Ledesma Ramos, respiran todos ellos emoción nacional y son abiertamente contrarios a las ideas integrantes en la España Marxista...» («Sumarísimo...», pp. 173-176). 343
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
En la Modelo, Maurín se reencontró con muchos colegas de su partido y amigos. Al parecer había mucha expectación ante la noticia de su inminente llegada. Todos deseaban conocer los detalles de su odisea: Fue preciso tomar algunas precauciones para evitar que la popularidad de Maurín reuniera a su alrededor a demasiada gente (...) Toda su vida de luchador dentro del movimiento obrero, sus obras teóricas, su prestigio de hombre tenaz, austero, honrado y valiente nos subyugaban (...) Había sido el ídolo de nuestra adolescencia..."
Por aquel entonces la disciplina carcelaria se había suavizado notoriamente y se hacía la vista gorda ante múltiples infracciones del reglamento. A Maurín le llegaban periódicos, documentos y escritos de sus correligionarios del P.O.U.M., lo cual, junto con las charlas mantenidas con David Rey, Víctor Alba, Joan Rocabert, R. F. Jurado, Pere Bonet y otros, le permitió hacerse una idea clara de la trayectoria de su partido durante la guerra civil, que Maurín, a todas luces, no consideraba acertada. El P.O.U.M., que había sido completamente barrido del escenario político español, se reorganizaba en Francia, al tiempo que en aquel entonces, a fines de 1945, su escisión interna estaba ya definida. Un grupo acaudillado por Rovira había creado el Movimiento Socialista de Cataluña, cuyas posturas se aproximaban a la social democracia, en tanto que el resto seguía defendiendo el continuismo de las cláusulas del P.O.U.M. en torno a La Batalla. Mientras se matizaban estas fricciones, en la ejecutiva del P.O.U.M. se esperaba con una cierta ansiedad oír la voz del influyente y emprendedor Maurín, lo que no ocurrió hasta su salida de la cárcel a fines de 1946. Entre tanto, Maurín redactaba las editoriales que La Batalla clandestina publicaba en Francia y charlaba y escribía sobre lo que le preocupaba y lo que auguraba en aquel momento: la situación y las expectativas de la coyuntura internacional y su repercusión en España. Sobre este tema redactó un interesante manuscrito, con letra diminuta y en papel muy basto, que, junto a un amplio panorama histórico que se remonta en la introducción al origen del hombre, revelaba la situación " Testimonio de Rafael Sardá, poumista nacido en 1914 que trató con Maurin en la Modelo (MAtaN, Jeanne, op. cit., 1979, p. 157).
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del mundo y lo que presumiblemente podía ocurrir, haciendo hincapié en los hechos que jalonaron y convulsionaron el siglo XX —la Revolución rusa, la primera guerra mundial, la crisis del movimiento obrero— y, muy especialmente, en las causas y las repercusiones del nazi-fascismo en el mundo contemporáneo —nacionalismo enconado, clase media enfurecida, una masa nueva, joven e inexperta, una reacción brutal de la masculinidad...—. Este riguroso relato histórico-político de 188 páginas mecanografiadas, titulado Rumbo de nuestros tiempos. Panorama histórico y dividido en nueve capítulos, reproduce buena parte de la futura dialéctica mauriniana, pues las explicaciones surgen desde un panorama muy desolador y desde un Maurín que, tras el desengaño sufrido y plenamente consciente de que los tiempos han cambiado, plantea que hay que renovarse y crear nuevas ideas al compás de los nuevos cambios; frente a las disquisiciones doctrinales propone los hechos transformadores, el trabajo y las realizaciones concretas. Maurín analiza exhaustivamente la crisis del mundo y, como siempre, encuentra para cada situación una justificación histórica. A menudo las comparaciones se remontan hasta Grecia, Roma, la Edad Media o el siglo XVIII; haciendo gala de una indudable erudición, la Historia (con mayúsculas) es la razón suprema de su discurso, aunque se parezca a veces a un juego de dados, proceda otras con una lucidez lógica o fluctúe según los momentos analizados. Pero el problema fundamental es que frente al horizonte que Maurín vislumbra, en el que sólo hay angustia, antes se veía «la aurora rosada y esperanzadora» de la solución ideal: la ascensión al poder de la clase trabajadora y el triunfo del socialismo. El movimiento obrero ha perdido la confianza en sí mismo, ha salido malparado de la gran prueba histórica, no ha logrado sus objetivos (impedir la primera guerra mundial, hacer triunfar la revolución socialista, evitar el nazifascismo, aplicar el socialismo —Rusia— con libertad y democracia...); el sueño de la gran familia obrera se ha venido abajo, el socialismo se ha fosilizado, el stalinismo ha estrangulado todo lo que de positivo había en él, el capitalismo no está ni mucho menos en su fase final, el camino hacia el socialismo será ahora más largo y el necesario puente para llegar a él lo constituirá la democracia; eso es lo permanente, la revolución es «eventual». El panorama que ofrece el mundo es triste; Maurín augura una tercera guerra mundial si no se acaba con los totalitarismos (la denuncia al capitalismo de estado y al colectivismo burocrático de la U.R.S.S. es rotunda y constante, igual que la revisión crítica de la trayectoria de la III Internacional desde sus orígenes hasta sus últimos congre345
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
sos) y con la división en dos bloques antagónicos. Hay que superar la crisis moral del hombre, de Europa, del socialismo; hay que avanzar hacia la unidad mundial a través de la superación de los nacionalismos y separatismos —de los que Europa es víctima—, de la integración económica, del avión y la radio... Según Maurín, la segunda guerra mundial —cuyos recientes entresijos bélicos repasa pormenorizadamente— constituye un punto de partida para la revisión general de todas las teorías políticas y sociales; frente a esa nueva etapa de la Historia y a la luz de la experiencia se imponen nuevos procedimientos: el aprovechamiento del caudal de espíritu democrático que subsiste en la burguesía en inteligencia o coordinación histórica con el socialismo democrático... En definitiva, Maurín avisa de los peligros de la guerra fría entre los bloques oriental y occidental y propone soluciones cercanas a lo que ahora llamaríamos la «aldea global», además de incidir continuamente en la decadencia y la crisis moral del mundo. A pesar del rigor y el realismo de su escrito y del difícil momento que vivían Maurín y el mundo en general, no podemos evitar, a la vista de estas páginas, acordarnos de aquella frase que dice: cualquier tiempo pasado fue mejor. Huelga decir que este texto inédito tiene un indudable interés como documento histórico; a raíz de nuestras pesquisas e insistencias, Manuel Alberich, gran amigo de Maurín, cedió su original al jefe de investigación del C.E.H.I., quien nos proporcionó una copia. Aparte de estos intelectuales entretenimientos, la muerte de su hermano Manuel, de su amigo Nin, el aislamiento, los casi diez años de cárcel y «sujeción» y, sobre todo, el hecho de no haber podido participar en un momento histórico largamente augurado por él, junto con la que consideraba equivocada trayectoria y el aniquilamiento de su partido, hicieron que Maurín estuviera «moralmente fotut»;" además de «lo traumatizado que salió de la cárcel»," tuvo que oír todavía más injurias sobre su persona de las que ya había soportado y «muchas cosas que le afectaban de forma personal». Estaba viejo, llevaba lentes a causa de su vista cansada, había sufrido alguna enfermedad del pecho, había engordado, su cabello se había vuelto cano y llevaba más de diez años sin ver a su hijo y a su mujer. Lógicamente, Entrevista a Alberich, Fonoteca C.E.H.I. "
Entrevista a Luis Portela, Fonoteca C.E.H.I. 346
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Maurín había cambiado pero seguía conservando aquel sello de fría y distante elegancia, aquella pose de señor que todavía cautivaba. Y lo que es más, a pesar de su drama personal y de haber adoptado una posición visceralmente anticomunista (como Arquer, Gorkin, Alba, etc.), el Kim confiaba en la pronta instauración de la III República. Tanto es así que, cuando en junio de 1945 el órgano del P.S.U.C. —Treball —publicó dos artículos titulados «Al preu que paguen la vida els Traidors: Joaquín Maurín, el líder del P.O.U.M., al servei de Franco» y «La Alianza Nacional de Fuerzas Democráticas és una maniobra dels trotskistes feixistes», Maurín, que seguía siendo el blanco predilecto de los ataques comunistas, ni corto ni perezoso, dirigió una carta a los hombres más representativos de las distintas organizaciones políticas y sindicales de entre los encarcelados en la Modelo; en ella les instaba a que testimoniaran sobre su conducta en la cárcel y a que plantearan la hipótesis de que si algún día, «reintegrado a la actuación parlamentaria (...) yo solicitara la formación de una comisión parlamentaria de control con la misión concreta de estudiar este caso y dictaminar, ¿tendrían ustedes inconveniente en deponer ante dicha comisión?»." Según Treball, Maurín era un agente de Franco y de la Falange en la prisión de Barcelona, encargado por ellos de organizar la A.N.D.F.D. con el fin de impedir la unidad de las fuerzas antifascistas y dedicado a dar conferencias en los patios de las prisiones o a hacer llegar a la Dirección listas con nombres de presos para que fuesen trasladados. Es interesante señalar en este sentido que cuando se firmó el pacto de la A.N.D.F.D. en Madrid en agosto de 1944, el P.C.E. y su filial catalana voluntariamente se habían excluido y la Alianza la componían la C.N.T., la U.G.T., el P.S.O.E., el movimiento libertario, las fuerzas republicanas y, en Cataluña, además del P.O.U.M., todas las fuerzas nacionalistas. En uno de sus habituales giros de ciento ochenta grados, el P.C.E. acabó ingresando en la A.N.D.F.D. en febrero de 1945, poco tiempo antes de haberla acusado de ser «Un instrumento del imperialismo»."
" MAURIN, Jeanne, op. cit., 1979, p. 166. Pacte de 1'Alliance Nationale de Forces Démocratiques, Madrid, agosto de 1944, 3 hojas fotocopiadas de Espagne Republicaine, Tolosa, 22 de agosto de 1947. 347
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
Ante los artículos de Treball, el propio C.I. de la A.N.D.F.D. protestó, pero los comunistas seguían viendo en Maurín a un adversario de talla al que había que destruir por todos los medios. El Kim hizo lo que pudo para defenderse de estas calumnias, pero cuando tras el consejo de guerra que le había condenado a 30 años se enteró de que esta sentencia no satisfacía a algunos militantes del P.O.U.M., quienes, obsesionados por la acusación de aliados del fascismo que lanzaban los comunistas, preferían que lo hubieran condenado a muerte, se quedó del todo descorazonado...: «Maurín comentaba con un deje de ironía, no exento de amargura, la extraña sensación que le producía pensar que pudieran llegar a reprocharle que no lo hubiesen matado».' De esta forma, ni las acusaciones vertidas contra su persona desde la diáspora política ni las sospechas que despertaba en algún sector de la resistencia interior parecían hacerle frente, ni tan siquiera estar a la altura de su inquebrantable convicción personal, despojada ya de férreos credos ideológicos. Lo más incólume en aquellos momentos sólo podía encontrarse en el interior de sí mismo. Maurín encajaba como podía todos los dardos que apuntaban hacia su persona; al fin y al cabo su conciencia debía de estar tranquila, aunque el lastre fuera ya demasiado grande. A pesar de todo, el día 8 de enero de 1946 le escribía a su amigo Manuel Sánchez: Cada año que empieza es una promesa. Y así vamos viviendo mecidos por las ilusiones. Físicamente me encuentro bien. Con fuerzas para resistir lo que sea necesario. Moralmente, más fuerte todavía. El cuerpo puede cansarse y sentirse viejo a veces; el espíritu jamás.
En esta carta, que Maurín firma con el nombre de Marcelino (Marcelino Oliva, que debía de ser presumiblemente el nombre de algún preso de su confianza), le alienta la esperanza de volver a ver a su hijo: ... Las horas más dulces de la vida las proporciona el asistir al crecimiento del hijo propio. Uno sonríe porque el hijo le liga al futuro. Es su continuación, su triunfo sobre el tiempo. Mi pequeño, al que hace cerca de diez años que no he visto, es ya un mozo de diecisiete años. Estudia en la Universidad del país donde reside con su madre...' 81
Testimonio de Rafael Sardá, en MAURÍN, Jeanne, op. cit., 1979, p. 161. Esta cita y la anterior pertenecen a la carta de Marcelino Oliva (Joaquín Maurín) a Manuel Sánchez, Barcelona, 8 de enero de 1946 (SÁNcHEz, M., Maurín, gran enigma..., op. cit., 1976, pp. 336-337). 82
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Este optimismo se debía sin lugar a dudas al indulto que las autoridades habían concedido y del que Maurín tenía noticia ya en noviembre de 1945. Así se lo expresaba a su amigo Manuel, con el que afloraba la complicidad de uno de sus nombres en presidio: Mi amigo Máximo, a quien conoces, está comprendido en el indulto, desde luego. Ahora bien, lo dificil es decir si le aplicaran los beneficios de la disposición dentro de unas semanas o dentro de unos meses. Ya conoces el refrán español clásico: «las cosas de palacio van despacio». De todos modos, él, que ya está algo curtido, seguirá resistiendo el tiempo que sea preciso.'
Y mientras las cosas de palacio seguían su lento curso y Maurín se recuperaba moralmente de las difamaciones gracias a la posibilidad de libertad a corto plazo, los miembros de su, partido insistían en que se definiera respecto a la recién ocurrida escisión del P.O.U.M. y a las posiciones que había de adoptar en el futuro inmediato. Alberich y Rocabert, que se habían entrevistado en Perpignan con Rovira para intentar solucionar la crisis del partido, habían recibido sus cartas pero «no había bastante con las cartas, teníamos necesidad de hablar con él, había que verlo personalmente»; acudieron, pues, a la prisión de Barcelona en calidad de abogados y mantuvieron una entrevista de una hora con Maurín; esto ocurría entre agosto y octubre de 1944. La opinión del jefe era determinante para todos. Pero se encontraron con un Maurín que «bailaba en la cuerda floja» y que «no veía las cosas demasiado claras». A raíz de esta entrevista se elaboró un documento, junto con otros compañeros de la prisión, que sirvió de base para el Pleno Nacional que el P.O.U.M. celebró en la calle Galileo y que organizó la C.N.T. Al parecer el documento mantenía una línea continuista y aceptaba al M.S.C. como zona periférica del P.O.U.M." Según Alberich, Maurín y Rovira no estaban de acuerdo y se separaron; según Víctor Alba, Maurín se mostraba más cercano a las posturas del M.S.C. pero lo " Carta de Marcelino Oliva (Joaquín Maurín) a Manuel Sánchez, Barcelona, 13 de noviembre de 1945 (SÁNcHEz, M., Maurín, gran enigma..., op. cit., 1976, pp. 335-336). El decreto de indulto, del que Maurín no recibió los beneficios correspondientes, es el de 9 de octubre de 1945; «el fiscal dice: “... no cabe aplicarle por la condena que viene sufriendo los solicitados beneficios del indulto de 9 de octubre de 1945, por no hallarse las repetidas actividades incluidas entre los hechos que pudieran ser objeto del mismo"...», 8 de octubre de 1946, según consta en el «Sumarísimo...», pp. 220 y 236-237. 84 Entrevistas a Alberich y R. F. Jurado, Fonoteca C.E.H.I.
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
que ocurría en el fondo es que no estaba de acuerdo con nadie. En efecto, esa era para algunos la cruda realidad: el líder, no sin cierta tragedia interior, renunciaba a intervenir en el seno de su partido. Valoraba demasiado sus esfuerzos, sus sufrimientos de aquellos años, su categoría humana, como para enfrentarse a ellos abrumándoles con discusiones sobre lo que él juzgaba como equivocado o como para ahondar las divergencias pronunciándose en favor de una u otra tendencia. Se quería apartar de la política activa; al fin y al cabo, él no había vivido la guerra y la perspectiva que ahora le concedían el tiempo y las cicatrices de los acontecimientos tal vez no la hubiera tenido entonces. Según confesó a uno de sus amigos, «Si hubiera estado yo, hubiera sido lo mismo la actuación del P.O.U.M. teniendo en cuenta los acontecimientos internacionales...»." En fin, algunos de sus amigos —Alba, Gorkin, Rocabert, Arquer— creían que Maurín había evolucionado; otros —Portela, Solano, Bonet—, que había cambiado y se había «derechizado», y los más —Alberich...—, que estaba desconcertado. Pero lo cierto y lo realmente importante es que Maurín, que no se benefició de ningún indulto, fue puesto en libertad condicional el día 1 de octubre de 1946.86 Había sobrevivido como tantos otros a la espiral de la rueda de la fortuna y, ahora sí, de modo definitivo, abandonaba para siempre los muros y los barrotes de las prisiones españolas, los «círculos» que tan bien conocía. Había pasado en ellas diez años y veintitrés días, lo que sumado a los tres años en tiempos de Primo de Rivera y a las múltiples detenciones temporales constituía tristemente casi una quinta parte de su vida. Joaquín Maurín Julia tenía entonces 50 años y el ya no muy lejano 12 de enero aspiraba a apagar sus próximas 51 velas con el soplo de la libertad. La cuarentena de su vida quedaba resumida con una década larga de reclusión y apartamiento involuntario. Como si de un relato fantástico se tratase, la palanca del enorme péndulo había sido accionada en el momento justo, detenida antes del sacrificio final. El funcionario de turno había dado carpetazo al caso y con un «archívese el expediente» ponía cierre a un calvario de celdas. Durante la oscura travesía por aquel túnel, la maquinaria de la guerra había avanzado de 85
Entrevista a Wilebaldo Solano. Carta de Joaquín Maurín a Víctor Alba, Nueva York, 25 de marzo de 1973 (ALBA, V., Dos revolucionarios..., op. cit., 1975, p. 247). 350
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forma imparable. La desbandada de próximos y rivales era general. La confusión reinaba por doquier y desde el apeadero al que Maurín fue devuelto había que tomar la determinación de subirse al tren en marcha o decidir perderlo, viendo cómo se alejaba hasta confundirse en el horizonte. 6.3. «LAS COSAS DE PALACIO» Y por fin la libertad, pero no una libertad absoluta sino una libertad vigilada, agobiante, con la estricta prohibición de residir en su estimada ciudad, Barcelona. Tan sólo permaneció allí cinco días, el tiempo necesario para visitar a unos cuantos amigos, para asistir a una reunión clandestina que Joan Rocabert había organizado en una choza de los jardines de Monjuitch" y para conseguir un trabajo. Por lo visto la madre de Víctor Alba le presentó al prestigioso editor Janés, quien inmediatamente le dio un trabajo como traductor, al igual que había hecho con otros presos.»» Traduciendo al español unos libros en inglés se ganaba la vida Maurín durante su estancia en Madrid, donde se instaló en una pensión de la calle La Montera y donde, apenas transcurridas unas semanas, fue de nuevo detenido, esta vez bajo la acusación de pertenecer a la masonería. Y otra vez nada más lejos de la realidad y tan cerca del absurdo; es evidente que Maurín nunca se inició en ninguna logia masónica y, a pesar de haberse educado en el cristianismo y de las continuas insistencias de su tío para «salvar su alma», su ideología —muy humana, muy intelectual y muy leninista— era del todo incompatible con cualquier teísmo al uso y, como advertíamos antes, «ni confesó, ni comulgó» y tampoco lo hizo con los rituales trinitarios masónicos de «libertad, igualdad y fraternidad», aunque, de alguna manera, los compartiera. Su única religión era desde hacía años la emancipación de la clase obrera. Es posible que algunos de los informes que llegaron a manos de la policía fueran los mismos que le acusaban en su expediente por responsabilidades políticas. Allí, además de otras falacias, la Falange le imputaba el delito de ser masón, cues87 88
Testimonio de Ramón Fernández Jurado, en MAURS, Jeanne, op. cit., 1979, p. 144.
ALBA, V., Dos revolucionarios..., op. cit., 1975, p. 265, y más específicamente sobre la labor del editor
Janés y del mismo autor, «Quand Janés donava feina a escriptors mal vistos», Auui, 17 de septiembre de 1986. 351
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
Joaquín Maurín. Madrid, 12 de abril de 1947.
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tión que entonces no pudo aclararse por el ya mencionado silencio del archivo de Salamanca pero cuya respuesta se obtuvo tiempo más tarde; según consta en el «Sumarísimo» (p. 207), el día 15 de marzo de 1946 se recibieron los antecedentes que existían en las Dependencias del Tribunal de Represión para la Masonería y el Comunismo referentes a Maurín y, certificadamente, no constaba en ellas antecedente alguno de masonería. De este modo, el asunto terminó bien para Maurín —quien había comparecido, previamente citado, en el juzgado madrileño el día 17 de enero de 1947— porque el juez que instruía su causa y que, por tanto, conocía bien su pasado político negó ante la policía que en su sumario existiera algo que lo vinculara a la masonería. Maurín rápidamente estaba otra vez en libertad, si realmente se podía llamar así al hecho de tener que permanecer obligatoriamente en su pensión a partir de las seis de la tarde y a que la policía siguiera constantemente sus pasos. Se dedicaba a traducir a duras penas un idioma que no conocía muy bien —que según su hermana María había aprendido en la cárcel— y que lo esclavizaba ante una máquina de escribir prestada por Víctor Alba. Según la versión de su mujer, trabajaba seis y hasta diez horas diarias y «el poco tiempo que le quedaba lo pasaba en el Instituto Británico o en alguna biblioteca»." En una de las cartas, ya firmada por Joaquín, que envió a Manuel Sánchez le decía: «La verdad es que no me queda materialmente tiempo. El trabajo de traductor es absorbente. Lo hago por fuerza, porque no me queda por ahora otro remedio». Esto se lo comunicaba en marzo y en mayo le pedía una copia a máquina del primer capítulo de «la gran novela» Amor y comedia y le recomendaba que leyera el libro «recientemente publicado» de Arthur Koestler titulado El cero y el infinito." A pesar de no tener vicios de ningún tipo, ni antiguos ni adquiridos, Maurín vivía con estrecheces económicas y tanto su mujer como su hermana María le ayudaban con algún dinero extra. Mientras los abuelos permanecían en París, Juana y Mario habían llegado a EE.UU. en el verano de 1941, junto con Boris Souvarine, que figuraba en la lista de intelectuales europeos a quienes había que salvar de la " MAURiN, Jeanne,
op. cit., 1979, p. 107.
9° Cartas de Joaquín Maurín a Manuel Sánchez, Madrid, 12 de marzo y 30 de mayo de 1947 (SÁNCHEZ, M., Maurín, gran enigma..., op. cit., 1976, p. 339). 353
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
ocupación alemana y que gozaba, por tanto, de un visado de emergencia que le permitía llevarse a su familia. La ahora viuda de Maurín trabajaba entonces de directora de la representación en Norteamérica de la casa de perfumería barcelonesa «Dana» y ganaba un buen sueldo: alrededor de 20.000 dólares al año.9' Al parecer, Maurín, que estaba dispuesto a salir del país «por sus propios medios», fue advertido por su mujer y por el patrono de esta —con el que se entrevistó en el madrileño hotel Palace— de que sin un pasaporte en regla nunca podría conseguir el visado norteamericano. Maurín deseaba reunirse con los suyos y esa esperanza, junto con la inquietud que le producía el hecho de que sus gestiones de cara a conseguir el pasaporte se convirtieran en «vana ilusión», fue lo que comunicó a su entrañable amigo, el cenetista Antonio Bruguera, con el que había compartido la galería de «peligrosos» de Burgos además de sabrosas conversaciones. Ambos se encontraron casualmente en la puerta de Alcalá y, emocionados, charlaron «largo y tendido».92 Acompañado de su colega Portela, pudo asimismo conversar, con muchas precauciones y «sentados de espaldas a la pared» en un restaurante del Paseo del Prado —porque los comunistas le habían hecho amenazas y hacían campaña infamante contra él y contra Cipriano Mera, cuyas libertades habían sido anunciadas en los BB.00.—, con Manuel Sánchez: la única persona con la que en el aislamiento de Salamanca había podido cruzar algunas palabras en el «patio chico»." En Madrid se sucedían los encuentros con gente que le había ayudado en aquellos diez largos años. El propio Maurín, además de informarse de los acontecimientos de la guerra en los parciales periódicos que encontraba en la Biblioteca Nacional, deseaba también despejar los entresijos que habían contribuido a salvarle la vida y algo de esto debió de aclararle el comandante Aguirre, a quien había conocido en Zaragoza, quien testificó varias veces en su favor y con quien sostuvo en Madrid «conversaciones privadas». También habló Maurín con el insigne Fernando de los Ríos, al que había oído por primera vez en el Ateneo de Madrid en 1919 y que le había felicitado por uno de sus discursos como diputado en su corta vida parla9' 92
Testimonio de Bruguera, en MAURÍN, Jeanne, op. cit., 1979, p. 154.
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SÁZHEZ, M., Joaquín Maurín, el gran enigma..., op. cit., 1976, p. 295.
Entrevista a Luis Portela, Fonoteca C.E.H.I.
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mentaria; con él volvería a reencontrarse —como colaborador y como amigo— en el exilio." A pesar de que el Kim no podía hacer política debido a la estrecha vigilancia a la que estaba sometido, W. Solano nos contó que, junto con Portela, los tres asistieron, en diciembre de 1946, a una reunión de la A.N.D.F.D. que se celebraba en el local de la U.G.T. de la Puerta del Sol. Todos creían entonces que Franco iba a hundirse pronto con todo su séquito y, según Solano, Maurín hacía planes «con un cierto delirio optimista» del que luego no quedó nada «al desentenderse en la reunión de París»; como ya indicamos, según Solano Maurín «se había derechizado». Derechizado o no, delirante o no, lo cierto es que Maurín estaba a punto de conseguir el anhelado pasaporte que le permitiera reunirse con los suyos y eso le importaba más en aquel momento que las vinculaciones políticas. Su demanda se había visto apoyada por Diego Hidalgo (al que Maurín había conocido en París camino de Moscú y quien en 1934 había sido ministro de Guerra en el gobierno Lerroux-Gil Robles), con quien conversó varias veces, y asimismo por el ex camarada del P.C.E. Pérez Solís, quien le prometió también interesarse por su petición. Portela advierte que Pérez Solís hizo gestiones cerca de varios ministros pero en particular cerca del de Justicia, Fernández Cuesta; empleó un argumento convincente: «Por mucho que haga y diga, Maurín no podrá hacer ni decir más de lo que ya se ha dicho y hecho contra nosotros»." Probablemente, el Consejo de Ministros que discutió el «asunto Maurín» consideró un gesto de buena política y de propaganda de cara al extranjero que alguien como él no sólo no hubiera sido ejecutado sino que además se le permitiera salir de España. Cuando fue a recoger su pasaporte, el 4 de julio de 1947, Fernández Cuesta solicitó una entrevista con Maurín, quien acudió a su despacho y contestó a la pregunta «—¿Qué piensa usted del régimen?» respondiendo cautelosamente que le parecía que debía evolucionar so pena de hundirse, tras lo cual se separaron."
«El 14 de abril en Nueva York. La II República», resumen de la conferencia dada por Joaquín Maurín, España Libre, Nueva York, 4 de mayo de 1962.
" PORTELA, Luis, «La única muerte de Joaquín Maurín», Triunfo, Madrid, n.» 588, 5 de enero de 1974. Carta de Juana a Víctor Alba, Nueva York, 6 de febrero de 1964 (ALBA, V., Dos revolucionarios..., op. cit., 1979, pp. 266-267).
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
A principios del verano de 1947 Maurín salió para Barcelona, donde en la casa de perfumería le entregaron de parte de Juana el dinero necesario para sufragar los gastos del viaje. Desde Barcelona viajó a Ginebra y de ahí a París, donde, en el campo de aviación, le esperaban Juana y Mario. «Él contemplaba a su hijo, a quien había visto de niño en 1936 por última vez y que tenía ahora dieciocho años...».' Hacía exactamente once años y dos meses que se habían separado. Tras el anhelado reencuentro y las que suponemos interminables horas de variadas emociones y conversaciones, el matrimonio Maurín decidió, «sin perder un instante», iniciar las gestiones para obtener un visado norteamericano, pero la cuestión se complicó más de lo previsto porque en EE.UU. ya se dejaba sentir la estricta legislación del gobierno de McArthy. Juana regresó al trabajo que le esperaba en Nueva York, Mario a la Universidad y Joaquín se quedó en París con sus suegros en espera del visado, cuya petición el consulado norteamericano rechazó en un primer momento: un hombre encarcelado por Franco durante diez años no podía ser otra cosa que comunista. Se realizaron entonces diversas gestiones sin resultado, entre las que figuraba una carta personal de Martínez Barrio al embajador norteamericano asegurándole que Maurín no era comunista y que quería únicamente reunirse con su familia. Mientras, «Joaquín en París se desesperaba y hablaba de regresar a España o de pegarse un tiro...»," Juana contactó en Nueva York con un representante francés de su empresa que, enterado del asunto, le comunicó que un amigo suyo que viajaba a París en los siguientes días era el brazo derecho del embajador. A raíz de la entrevista y las recomendaciones de Juana a ese amigo del embajador, Maurín consiguió el visado al cabo de dos semanas, exactamente el día 30 de septiembre de 1947. Habían transcurrido casi tres meses de nuevas incertidumbres. Maurín dependía totalmente de Juana y de su familia y eso no le gustaba lo más mínimo. Y lo que tampoco le agradaba y le hacía «desesperarse» en París y no desear quedarse allí era su renuncia contundente a intervenir políticamente en el seno de su escindido partido. Maurín se reunió en París con los exiliados del P.O.U.M. y, ante el " MAURIN, Jeanne, op. cit., 1979, p. 108. Ibid., p. 110.
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asombro de muchos, dejó muy clara su postura y su negativa a participar activamente en la reconstrucción del partido; en resumidas cuentas, se desentendió. Víctor Alba nos contó y comenta en su libro que Maurín no quería tomar partido, «que no estaba de acuerdo con nadie» y que públicamente no expuso sus puntos de vista: ... Él venía de España, había vivido la situación del país y la visión que tenía de él no coincidía en absoluto con la que tenían los exiliados, que encontraba muy alejada de la realidad. No compartía sus puntos de vista sobre la evolución de la situación española que predominaban entre los refugiados ni sus sueños de cómo cambiarla o hacerla evolucionar...»»
De todos modos, a pesar de no hacer público su posicionamiento por temor a enemistarse con los que quería que siguieran siendo sus amigos, Maurín envió un par de cartas a los poumistas franceses en las que hacía hincapié en la necesidad del máximo de unidad posible del movimiento obrero y socialista frente a la separación o a la división, en las que rechazaba como poco práctica la concepción nacionalista y en las que seguía hablando de revolución democrático-socialista a cargo de las masas obreras y campesinas encuadradas en una central sindical única y en un partido socialista unido. El contenido de estas cartas, que no hemos podido consultar enteramente, puede deducirse de las palabras que Gorkin pone en boca del «compañero X» en un panfleto publicado en 1947 en Méjico por el grupo del P.O.U.M. allí residente.'»» Gorkin, que no menciona el nombre de Maurín, dice en uno de los apartados: ... En las dos cartas que ha dirigido a los militantes poumistas el compañero X preconiza abiertamente nuestro ingreso en el Partido Socialista Obrero Español (...) El compañero X argumenta en la primera carta que entonces (en 1935) no hubiera sido justo nuestro ingreso, pues, dividido el Partido Socialista en tendencias, hubiéramos tenido que apoyar una de ellas contra las otras. Con toda la admiración que siento por el juicio político certero del compañero X, debo señalar que no estoy de acuerdo con este argumento...m
" ALBA, V., Dos revolucionarios..., op. cit., 1975, p. 271. '°° GORKIN, J., «El P.O.U.M. ante el reagrupamiento socialista, el grupo del P.O.U.M. en México ante la escisión producida en el partido. A todas las tendencias y a todos los militantes del P.O.U.M.», Ed. P.O.U.M., México D. F., 1947, 27 pp.
1°' Ibid., pp. 21-22.
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
Si Gorkin creía en 1947 que se hubieran evitado muchos males y que hubiese sido conveniente ingresar en el P.S.O.E. en 1935, Maurín lo pensaba ya en 1936; así se lo expuso Largo Caballero en una de sus cartas y así lo propuso entonces a la ejecutiva del P.O.U.M., que se negó rotundamente. Pues bien, si Maurín no estaba de acuerdo en fusionarse con el P.S.O.E. en 1935 —recordemos su polémica con Carrillo—, sí lo estaba en 1936 —recordemos sus estrechas relaciones con el ala largocaballerista—. Al fin y al cabo para él el P.O.U.M. era sólo el primer peldaño en la escala de unificación marxista. Y tal vez, de haber podido participar en los hechos de la guerra, así hubiera sido. Maurín siempre pensó que Nin debía haber sido ministro de Largo Caballero y que el partido no tenía que circunscribirse sólo a Cataluña, que frente a una política de frente unido los poumistas se habían dejado llevar por el delirio revolucionario y clasista antes que por la imperiosa necesidad de ganar la guerra. Pero Maurín no se hallaba en Barcelona el 18 de julio; tal vez, si hubiera estado, su concepción de la revolución democrático-socialista —que el ex trotskista Nin no había entendido— se hubiera visto también desfasada por los acontecimientos y por la euforia revolucionaria. En resumidas cuentas, lo que le ocurrió a Maurín es justamente lo que Bonet trató de explicar en un artículo escrito tras su muerte: El estalinismo, al estrangular toda base democrática en la edificación del socialismo, produjo en Maurín una brutal frustración en las ilusiones y esperanzas que había puesto en la revolución rusa. La trágica superchería de los procesos de Moscú y el asesinato de Andrés Nin en el curso de la represión de la G.P.U. contra el P.O.U.M., todo ello indujo a nuestro compañero a establecer una nueva tabla de valores con vistas a reorientar el combate por el socialismo y la libertad.m
Y no deja de ser una cábala tratar de plantear la hipótesis de qué habría ocurrido si Maurín hubiera actuado en el escenario de la guerra civil. Ocurrió lo que ocurrió y Maurín lo contempló desde la trinchera de la soledad con la más absoluta y la más paradójica impotencia. Lo que sí se puede ratificar es la interpretación de Bonet y el hecho de que, sin lugar a dudas, lo que ocurrió le afectó y no poco, no sería lógico que no fuera así: la muerte de su hermano Manuel, la de Nin, la 102 BONET, P., «En la muerte de Joaquín Maurín», La Batalla, París, enero de 1974, reproducido en ALBA, V., Dos revolucionarios..., op. cit., 1975, p. 271.
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separación de su mujer y, sobre todo, de su hijo, la obligada distancia sobre unos acontecimientos en los que hubiese querido haber participado y diez años de vida de cárcel en cárcel con la incertidumbre a cuestas, le carcomieron moralmente, le desengañaron y le tiznaron de un cierto escepticismo político o, por lo menos, de un cambio de rumbo. Tal vez había atisbado, con otra perspectiva, las «cosas de la política» de las que hablara Sender. Así pues, había evolucionado o había cambiado en muchos sentidos, pero su sentimentalismo y su optimismo emprendedor seguían muy vivos a pesar de la humana desilusión; se trataba de arriar las velas hacia otro puerto y desembarcar del navío de la política. La brutal frustración de la que hablara Bonet había generado en él —como en muchos otros— una postura visceralmente anti-comunista, de la que Portela, no muy de acuerdo, decía: «... No se puede ir por rechazo u odio a los comunistas a coaligarse con la burguesía... no se puede hacer de Miravitlles...». 103 Pere Bonet, que había sido desde los primeros años en Lérida prácticamente su sombra, no toleró el alejamiento político de su jefe; W. Solano nos habló de la escasa relación mantenida por ambos en términos de «drama». En definitiva, la dolorosa renuncia a intervenir en el seno de su partido no fue interpretada adecuadamente por algunos militantes. Pero a pesar del «drama» de que muchos colegas nos hablan, estas palabras del «compañero X» en sus cartas a los poumistas franceses, transcritas por Gorkin en 1947, nos muestran a un Maurín en plenitud, conscientemente fraternal y voluntarioso, haciendo un llamamiento a la concordia: Nos alienta en esta esperanza la posición, serena y ecuánime, adoptada por nuestro camarada X. Extractamos de una carta suya: «Me atrevo a aconsejaros que mantengáis siempre la posibilidad de una reconciliación " Entrevista a Luis Portela, Fonoteca C.E.H.I. Jaume Miravitlles, uno de los más carismáticos dirigentes del B.O.C. y uno de sus más brillantes e intelectuales oradores, ferviente defensor de la causa nacionalista, se había separado de su partido en 1934 para ingresar en la E.R.C. Miravitlles fue, como delegado en los EE.UU. del gobierno español en el exilio, el que intercedió en la investigación del F.B.I. que siguió a la demanda de Maurin para conseguir su permiso de residencia en América. Según revela Víctor Alba (1975, p. 273), los datos referidos a la estancia de Maurin en Rusia y su afiliación al P.C.E. los encontraron los agentes en el libro de Geral Brenan 771e Spanish Labyrint y Miravitlles fue el que se encargó de escribir a Brenan para que explicara al F.B.I. que Maurín había estado como sindicalista en Moscú y que se había separado de la 1.C., cuestión esta que aquel no aclaraba en su libro. 359
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
general de la familia. No abráis un abismo que luego no pueda ser franqueado. Aun cuando las diferencias son considerables; no lo son tanto, sin embargo, que excluyan finalmente puntos de vista coincidentes. Se aproximan horas que requerirán nuestro máximo esfuerzo y, todos juntos, seremos pocos para el cumplimiento de esta trascendental misión...». Hacemos nuestras estas palabras.
Gorkin acaba así su llamada a todos los militantes del P.O.U.M.: «... Apoyándonos en el camarada X, y ofreciéndole nuestro apoyo, seguiremos laborando, en todo momento, en todas circunstancias, en beneficio del conjunto del Partido, de la liberación de los pueblos hispanos, y del socialismo internaEstaba claro, por encima de cualquier catástrofe, que aquel ideal, el viejo y acariciado sueño igualitario, seguía estando en pie, pero ahora —como tantas otras veces— los instrumentos tenían que ser otros; los tiempos habían cambiado y el «infernal abuelo Stalin» había demostrado que el comunismo era una vía muerta para el marxista revolucionario que Maurín había sido. Aquella Revolución rusa que durante arios defendió a capa y espada hasta casi hacerle perder el- criterio propio le había mostrado —como la luna— su cara oculta. Aquella Revolución rusa había muerto también para Maurín, su propio edificio estratégico y sus viejos valores se habían venido abajo para que aparecieran otros al compás de la propia historia. Atrás y nunca olvidados quedaban el hombre de acción, el estratega y hábil político, el líder de masas y hasta el revolucionario. Como confesara al poumista Rafael Sardá en la Modelo de Barcelona, su condición de líder «... le había venido impuesta en cierto modo por las circunstancias (...) Pero parece ser que él se había sentido atraído en un principio más bien por la acción cultural, pedagógica, digamos, en términos generales, "intelectual" de la lucha social que por la ambición política».1°5 Maurín se despedía políticamente de sus amigos en aquellas dos cartas en las que les conminaba a seguir unidos y a la «reconciliación general de la familia». El más aristocrático de todos los líderes obreros, el filósofo del partido, con todo su
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GORKIN,
J., «El P.O.U.M. ante el reagrupamiento socialista...», cit., 1947.
1 °5 Testimonio de Rafael Sardá, en MAURÍN, Jeanne, op. cit., 1979, pp. 158-159.
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EL SUPUESTO «ENIGMA» DE LA GUERRA (julio de 1936 - 1947)
habitual y digno empaque de caballero andante, decía adiós definitivamente a los que casi eran sus hijos; de nuevo se quedaban sin padre, pero esta vez por expresa voluntad suya. Unos supieron entenderle, otros le malinterpretaron; como en botica, de todo hubo; una vez más, su decisión removía cielos y tierra. Ahora por fin realizaría otro sueño que según su hermana María había tenido siempre: vivir en Nueva York. Y ahora por fin podría ejercer su vocación primigenia de intelectual y dedicarse a la acción cultural en un terreno que además conocía bien, el periodismo, esta vez no comprometido y viviéndolo como empresario. Tal vez sin imaginar todo lo que en América le esperaba, alguna vez debió de pensar —como Sender al elegir el título del último capítulo de su Crónica del alba— que los finales están preñados de principios: «la vida comienza ahora»...
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7. Desde la última curva del camino. Nueva York (1947-1973) En los labios de alguno, Allá por los rincones Donde los viejos juntos susurraban, Densa como una lágrima cayendo, Brotó de pronto una palabra: España. Un cansancio sin nombre Rodaba en mi cabeza. Encendieron las luces. Nos marchamos. Luis Cernuda
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7.1. A.L.A.: ORILLA DEL PERIODISMO El día 16 de octubre de 1947 el barco «De Grasse» llegaba al puerto de Nueva York. Maurín desembarcaba abriéndose paso entre la multitud que esperaba a Maurice Chevalier: «... Y la enorme mole de acero, balanceándose, a golpes de hélice empezó a deslizarse blandamente, abriendo un sendero a través del bosque de mástiles y antenas...».' Ya se divisaba la estatua de la Libertad y descollaba el Empire State en la línea del cielo; Quinet, que había recorrido media Europa y había visitado sus más importantes ciudades, llegaba ahora a la gran metrópoli americana. Esta vez viajaba con un pasaporte en regla que le había permitido cruzar la frontera española hacia Francia y un visado provisional con el que podía permanecer sólo temporalmente en EE.UU. Habían pasado los viejos tiempos en que atravesara las distintas fronteras de su vida con falsos nombres y fingidas células de identidad. Desde su primer viaje a Rusia, lleno de peripecias y de entusiasmo revolucionario, habían pasado veintiséis años y, ciertamente, había llovido mucho desde entonces. Pero todavía transcurrirían veintiséis productivos años más, en los que Maurín aprendería un nuevo concepto de la vida; los perfiles de un nuevo ideal comenzaban a instalarse ya en su inquieta mente.
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M., J., «Introducción» a La juventud de Luis Algot..., op. cit., 1973.
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
A la larga, su espíritu práctico y emprendedor y su bagaje como intelectual curtido en las lides periodísticas y propagandísticas iban a servirle de mucho en Nueva York, así como sus diplomáticos contactos con Latinoamérica y el dividido exilio republicano español también, pero había algo de su pasado que le impediría inicialmente adaptarse con comodidad a la vida en América. En plena caza de brujas desencadenada por McArthy contra los comunistas, la de un revolucionario que había pasado diez años de cárcel con Franco no era ninguna buena carta de presentación para conseguir un permiso de residencia. Tampoco le era muy agradable pasar la mayor parte del tiempo encerrado en casa sin ninguna expectativa de trabajo; Juana contaba en su libro que «se le hizo muy dificil adaptarse a la vida norteamericana» y que, mientras ella iba a trabajar, «él permanecía recluido, leyendo en una muy pequeña habitación, con la puerta cerrada y sufriendo de lo que él llamaba "el mal de la prisión"».2 Evidentemente, Maurín no se resignaba a vivir de los ingresos de su mujer y, si el final de los años 40 y principio de los 50 no era una buena época para un marxista en los EE.UU., tampoco la experiencia profesional de Maurín era la ideal para su mercado laboral. No hablaba casi inglés —idioma que a juicio de su mujer no consiguió dominar nunca— y no tenía antecedentes de docencia universitaria como otros miembros de la emigración política española. Los anuncios en el periódico ofreciendo clases particulares de español o las representaciones comerciales de varias compañías norteamericanas que el patrón de Juana le había proporcionado' no calmaban su ansiedad «... y atravesaba periodos de gran pesimismo». Para colmo, en febrero de 1948, sufrió un grave accidente en la bañera a consecuencia del cual se fracturó la columna vertebral, lo que le mantuvo varias semanas inmovilizado en el hospital, de donde salió enyesado «desde el cuello 2
MAURÍN, Jeanne, op. cit., 1979, p. 111.
A pesar de que no hay evidencias de que Maurín trabajara como tal, tuvo el estatuto de representante de perfumes Dana de Buenos Aires (año 1947), de la que fue redactor de su boletín (enero de 1951 - abril de 1954), de la casa española Pradera (marzo de 1948 - marzo de 1950) y de José Collado Herrero (septiembre de 1949 - julio de 1952) (Ror, J. [Director de l'Institut d'Estudis Ibérics, Universitat de Miami], «Joaquín Maurín als Estats Units», comunicación presentada a las IV Jornadas d'Estudis Catalano-Americans organizadas en Barcelona por la Comissió Catalana del Quinqué Centenari del Descobriment d'America de la Generalitat de Catalunya, 18-20 de octubre de 1990, 16 pp.). 366
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DESDE LA ÚLTIMA CURVA DEL CAMINO. NUEVA YORK (1947-1973)
hasta las piernas». Al parecer, su recuperación fue muy lenta porque, debido a la mala alimentación de tantos años en prisiones, aún tenía los huesos descalcificados.4 Pero, como dice el refrán, tampoco fue este un mal que por bien no viniera y su enfermedad le permitió renovar por primera vez su permiso temporal de residencia, cuya duración era —inapelablemente— de seis meses. Maurín pasaba entonces a estar directamente bajo el control de las inquisitoriales autoridades de emigración, que vigilaban la marcha de su enfermedad para expulsarlo en cuanto recuperase la salud. La libertad de Maurín en Nueva York estaba siendo también relativa; se hallaba enfermo, su futuro era incierto, dependía de los ingresos de su mujer o de trabajos de representación comercial, sin un trabajo fijo y estable porque no tenía el permiso necesario debido a su status de visitante. Joaquín Maurin, ejemplo de hombre de acción, veía con frustración que su vida retrocedía a la condición anterior a la prisión. Sin titulación comercial, maestro por instrucción y político por vocación, líder nato, solamente le quedaban su mujer y su hijo, a los que ni siquiera podía servir como cabeza de familia receptor de un salario. Mientras colaboraba esporádicamente en algunas revistas de emigración de circulación limitada, se sentía perseguido por una claustrofobia atenazante y deambulaba por los alrededores de su apartamento, hasta que empezó a ir regularmente a la Biblioteca Pública de la calle 42, donde además de releer todos sus libros e informarse mucho sobre la guerra civil en libros, periódicos y revistas pudo prestar su atención y sacar conclusiones sobre la prensa escrita en castellano en el continente americano. Entonces reparó en un detalle de bulto que se les había escapado o no había preocupado a numerosos profesionales del periodismo. La mayoría de los rotativos latinoamericanos y españoles tenían poco contenido de análisis, estaban limitados en sus objetivos y se dedicaban a traducir las columnas escritas por norteamericanos. Los artículos más analíticos eran directamente traducidos del inglés, las firmas resultaban provincianas y no había ningún contacto o conexión entre los diferentes países. Maurin, que a pesar de no tener ninguna preparación académica en el periodismo se había dedicado desde muy joven a la propaganda escrita en revistas políticas, comenzó a activar «los engranajes de MAURIN,
Jeanne, op. cit., 1979, p. 111, y SÁNCHEZ, M., op. cit., 1976, p. 300.
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
un sueño». ¿Por qué los diarios de Colombia —por ejemplo— no recibían colaboraciones de escritores chilenos? Como dice el profesor Roy,5 Maurín se debía de hacer esta pregunta cuando observaba que en los grandes periódicos norteamericanos publicaban numerosos «columnistas» simultáneamente en varias ciudades. Había tomado buena nota de los entramados de las agencias periodísticas norteamericanas y comenzó a maquinar la fundación de una suya, decidido a emprender algo por su cuenta y riesgo. Esto ocurría en julio de 1949. Debido a la escasez de sus propios medios económicos la instaló bajo el nombre de American Literary Agency, en su pequeño apartamento de Riverside Drive, con vistas al río Hudson, muy cerca de donde vivían la mayor parte de los intelectuales españoles —Francisco García Lorca, Francisco Giner de los Ríos, F. Granell, Federico de Onís, Ángel del Río, Francisco Ayala...—, todos ellos relacionados con la Columbia University y miembros integrantes de una «peña» a cuyas tertulias asistía con regularidad Maurín. Comercialmente, la estructura de A.L.A. era similar a la de los tradicionales syndicates norteamericanos; el método utilizado era pues el de los Feature Syndicates, las agencias de «columnistas», que se repartían con los escritores al 50% los beneficios cobrados de los periódicos suscriptores. De este modo, la agencia compartía con los autores los beneficios de la distribución de artículos y se conseguía rebajar su coste y ampliar la distribución de firmas. Maurín había encontrado las direcciones de los mejores periódicos sudamericanos en la gran Biblioteca de la calle 42 y se dirigió a ellos informándoles de que había creado una agencia distinta de las demás, que ofrecía artículos escritos en español por periodistas latinos con un enfoque especial para sus lectores. Empezó enviándoles artículos suyos firmados con varios pseudónimos y, poco a poco, pudo añadir otros de periodistas conocidos en América Latina con los que había entrado en contacto en Nueva York. Y lo hizo todo él solo, desde su apartamento de Riverside al lado del Hudson: correspondencia, contabilidad, artículos, tirada, expedición..., cada operación con nombres distintos.
En el libro que él mismo nos envió: ROY, J., Periodismo y literatura, A.L.A., Madrid-Londres, 1986, página 23. 368
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La agencia comenzaba a funcionar y uno de sus primeros colaboradores fue el escritor colombiano Germán Arciniegas, entonces momentáneamente exiliado en Nueva York, profesor de la Columbia University y huido de la dictadura de Rojas Pinilla tras el «bogotazo» de 1949. Me presentó a Arciniegas don Federico de Onís, director del Departamento Hispánico en la Universidad de Columbia. Cuando le dije que deseaba hablar con él ampliamente para recoger su pensamiento a propósito de la situación general en América Latina, me dijo, sonriendo, con esa fina ironía suya que hace recordar a Heine, Eca de Queiroz y Anatole France: —«¿Cómo le voy a decir que no? No sé negarme a nada. Si hubiese sido mujer, habría mancillado el honor de mi familia, porque a todo digo siempre que sí». Consultó su carnet y me señaló una fecha. Lugar de encuentro, la sala de mapas de la Biblioteca Pública, en la Quinta Avenida. Nos encontramos allí, el día y la hora convenidos. Salimos de la biblioteca. Anduvimos por la Avenida de las Américas arriba hasta llegar a la entrada del Parque Central, en cuya plazoleta se levantan las dos estatuas ecuestres de Bolívar y San Martín. Allí, al amparo del recuerdo de los dos grandes libertadores, sentados en un banco, aislados mentalmente de la trepidación y ajetreo de la urbe, hablamos de América Latina. Mejor dicho, Arciniegas habló de América Latina...6
Así recordaba Maurín, agradecido, en un ensayo respecto a uno de sus libros, el encuentro con su más fiel colaborador y amigo, en realidad casi el cofundador de la agencia junto con Maurín. Cuando Arciniegas aceptó colaborar con A.L.A. supo que había cinco colaboradores más: «Un español, un gringo, un latino, un desconocido y yo».' Pero la sorpresa fue grande al descubrir que los otros cuatro eran Maurín. Dos de estos colaboradores fantasmas no parecían tener fama alguna: John Anderson y Félix R. Anderson. El primero fue uno de los nombres que utilizaría el hijo de Maurín a la muerte de su padre; el segundo, uno de los pseudónimos que Maurín empleaba desde 1948. «W. K. Mayo» —guacamayo, de claras resonancias caribeñas—, «el latino», firmó varios artículos, y finalmente «el desco-
Ibidem, pp. 80-81. '
«Maurin», Diario de las Américas, 1 de diciembre de 1981, en RoY, J., op. cit., 1986, p. 24.
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nocido» sería Julio Antonio Roy, nombre que según su mujer era el de un tío de Maurín.8 Muchos colaboradores de A.L.A., que no conocían las interioridades de la agencia, le recordaban algún detalle administrativo para que lo comunicara al «gerente J. M. Julia», sin darse cuenta de que era un pseudónimo que hacía servir en los EE.UU. jugando con la costumbre anglosajona del «middle name» y la similitud de «Joaquín Maurín» con el combinado español de «José María». De Joaquín Maurín Juliá se pasaba legalmente a J. M. Juliá; firmaba así para ocultar su identidad y para dar la impresión de contar con una organización empresarial, cuando en realidad era él quien lo hacía todo. Cuando tenía los primeros contactos con escritores que visitaban Nueva York los invitaba a comer a un restaurante chino, próximo a la sede de A.L.A., diciéndoles que era más tranquilo conversar lejos del ruido de la oficina, donde se quedaba trabajando un misterioso Roy Campbell —otro nombre de Maurín— como administrativo.» Con el paso del tiempo se sumaron otros escritores a la firma original de Arciniegas. Sin ningún tipo de objetivo político, Maurín se había propuesto incorporar a las mejores figuras de la intelectualidad española en el exilio y, ciertamente, fue muy selectivo en este aspecto: no admitió como colaboradores sino a los más capacitados, sin cortapisas ideológicas. Todos ellos tenían una gran admiración por el idealista y romántico fundador del P.O.U.M., ahora trocado en empresario y alejado de su pasado político. Luis Araquistáin, Ramón Gómez de la Serna, Salvador de Madariaga, Alejandro Casona, Ramón J. Sender y Víctor Alba son los principales escritores de esta fase. Solamente con sus nombres contribuyeron a solidificar el prestigio de la agencia y, a su vez, consiguieron ser más conocidos en el mundo hispánico y redondear sus ingresos.
De la misma familia fonética linguistica que el Roig catalán y el Rojo castellano. Monroy y Camporroy son nombres de pueblos de la zona donde se crió Maurín. Joaquín Roy (cuya abuela era de Benabarre, pueblo también ubicado en la Ribagorza oriental —o, como dice Roy, en la franja del poniente— y de habla catalana), «Comunicació...», cit., 1990, en n. 12, p. 5. 9 'bid., pp. 5-6. Campbell fue también el apellido que Maurín utilizó para designar a uno de los personajes —un ingeniero norteamericano casado con una ex novia de Algol llamada Lolita— que aparece en su novela inédita La juventud de Luis Algol. Diez años después, cit., 1973, copia mecanografiada, pp. 199-211. 370
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Con el mismo criterio selectivo que usó con los intelectuales españoles, Maurin fue incorporando progresivamente a una serie de famosos latinoamericanos de primera calidad literaria y a otros excelentes intelectuales y periodistas; todos consiguieron «continentalizarse» y todos reformaron sus temas y su lenguaje. Entre los más famosos destacan, además de Arciniegas, Miguel Ángel Asturias, novelista guatemalteco, diplomático y premio Nobel de literatura en 1967; el escritor José Vasconcelos (en cuya campaña para su nombramiento al Nobel participó Maurín en 1957),1° o el mejicano Alfonso Reyes, estilista de ensayo hispanoamericano. Por un tiempo breve —debido a desacuerdos comerciales— colaboró también Pablo Neruda. Entre los intelectuales de raíz anglosajona, Maurín integró a Waldo Frank, puente entre dos culturas, cuyos escritos eran traducidos del inglés por el propio Maurin. Junto a las grandes firmas que Maurín fue consiguiendo para A.L.A. se encontraban también las de algunos políticos que diseminaron sus opiniones a través de columnas regulares. Entre todas ellas —las del político y escritor ecuatoriano Alfredo Pareja Diezcanseco; los anticastristas Manuel Urrutia y Sergio Carbó;11 los ex presidentes de Ecuador, Colombia y Venezuela; el presidente de Costa Rica Luis Alberto Monge; el arzobispo salvadoreño y principal teólogo de la liberación Óscar A. Romero, antes de su brutal asesinato; el arzobispo de Panamá Marcos Mc. Grath...— destacamos la del ex presidente de Costa Rica José Figueres, no precisamente por sus artículos de política internacional sino por haber sido el que favoreció la permanencia de Maurín en los EE.UU. Efectivamente, Maurín había conseguido una segunda prórroga de su visado de turista en abril de 1949. Pero, habiendo expirado esta, el notario le comunicó que ya no podía conseguir una prórroga adicional y que debía salir del país de inmediato. Evidentemente, salir del país significaba el hundimiento de la agencia, que comenzaba a dar sus primeros y decididos pasos:
Ror, J., op. cit., 1986, p. 90. " No es de extrañar, por lo tanto, que en las listas negras de La Habana figurara el nombre del fundador del P.O.U.M. Según Roy, el tono utilizado por estos escritores contra Castro era muy duro: «... en toda la historia de A.L.A. ningún colaborador habló así contra Franco, ni siquiera Maurin con todos sus nombres supuestos», ibid., p. 103.
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—11t is not fair! (No es justo) —exclamó Joaquín. —yero es legal! —contestó fríamente el funcionario.12
Maurín había comenzado una nueva vida y «no podía resignarse a la quiebra de tantos esfuerzos... La desaparición de la Agencia le parecía imposible». Se acordó en ese momento de José Figueres (hijo de catalanes), entonces presidente de la República de Costa Rica, al que había conocido en el transcurso de una conferencia" y que se había ofrecido a ayudarle en caso de necesidad. Maurín hizo que su representante en EE.UU. le informara de su apurada situación y, sin perder un solo instante, Figueres nombró a Maurín agregado de prensa de la delegación de Costa Rica en las Naciones Unidas, lo que automáticamente le concedía la inmunidad diplomática. Eso tenía lugar en abril de 1954 y bajo ese status permaneció Maurín hasta septiembre de 1957; obtuvo la nacionalidad norteamericana el 24 de abril de 1961, evitando así las constantes visitas de los agentes del F.B.I., que seguían interesados por sus actividades:4 Jeanne cuenta en su libro que cuando su esposo aportó los documentos credenciales de la delegación de Costa Rica, el mismo funcionario que le había atendido antes dijo: —It's notfair.
El fundador del P.O.U.M. contestó con una sonrisa: —Pero es legal.
De nuevo se había podido «parar el golpe» y superar otro molesto avatar del destino; Maurín sería pronto ciudadano americano y su situación del todo estable. Tras solucionar sus problemas legales, se sumergió de nuevo en los vericuetos de la agencia que él solo había conseguido sacar a flote y cuyos ingresos ya le permitían vivir holgadamente. Joaquín Roy cuenta que «llegó a convertir a la agencia en la razón de su vida», lo que revela tanto su honradez como sus reservas y precauciones frente a la manipulación por los diversos sectores de la diáspora republicana. Maurín discriminaba cuidadosamente sus amistades, pero «su palpable honestidad administrativa y su diplomática maniobrabilidad» consiguieron elle diferen12
MAURN,
13
Roy, J., «Comunicació...», cit., 1990, p. 3.
14
[bid., pp. 3-4.
Jeanne, op. cit., 1979, p. 112.
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Joaquín y Jeanne Maurín. Nueva York, 1969.
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tes escritores enfrentados ideológicamente le cedieran sus artículos para el mayor prestigio de A.L.A. Y, por encima de todo, primaba su estricta ética comercial; no en vano debía velar por el bien de su empresa. En este sentido cabe destacar, a modo de significativo ejemplo, la frustrada colaboración de Pablo Neruda con A.L.A. Como afirma Roy, la relación de Maurín con Neruda «fue corta, recelosa y terminó tajantemente». Al parecer fue el propio Uslar Pietri —director de El Nacional de Caracas— quien instó a Maurín a encargarse de la difusión de los artículos de Neruda, como consta en una carta del 28 de mayo en la que Maurín —a través de su alias, Juliá— le informaba de que ya había iniciado el intento pero que los resultados no eran espectaculares. Había interés inicial por parte de El Excelsior de México y se estaba a la expectativa de El Tiempo de Bogotá. Solamente se le podían ofrecer 40 dólares semanales por dos artículos mensuales, lo que pareció insignificante a Neruda, quien se quejaba en otra carta, del 11 de junio, definiendo el caso como «deplorable».'5 Al mes siguiente, el 24 de junio de 1969, Maurín le especificaba a Neruda en otra carta que veía dificil ir más allá de 50 dólares por artículo: Tenga en cuenta que la prensa latinoamericana es generalmente pobre, y sólo unos cuantos diarios, la mayoría de ellos conservadores y prohibitivos, están en condiciones de pagar medianamente una colaboración de primera clase como la de usted...16
Las contribuciones y pagos se sucedieron sin incidentes hasta que, en diciembre de 1969, surgió el motivo de desacuerdo. Neruda solicitaba a Maurín que suspendiera la publicación de sus artículos en cualquier diario de Venezuela para salvaguardar así un antiguo convenio contraído con El Nacional de Caracas, que pretendía su exclusiva. Maurín se negó tajantemente porque «... su decisión está en pugna con las normas habituales de la ética comercial...»." A lo que Neruda contestó que era un problema de »ética humana» y no comercial, por sus deudas contraídas en El Nacional de Caracas: «Ellos desean que mis colaboraciones para Venezuela aparezcan con exclusividad en su periódico y yo deseo de todo corazón ROY, J., op. cit., 1986, p. 94.
16 17
Ibid., p. 95. Carta de Joaquín Maurin a Neruda, 13 de diciembre de 1969, en Roy, J., op. cit., 1982, p. 97.
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complacerlos. En sus manos dejo el asunto...».18 Ante la postura de Neruda, A.L.A. dejó instantáneamente de distribuir sus crónicas. Maurín no se plegó a las necesidades del escritor —lo que a la larga le hubiera beneficiado— y antepuso su propio código comercial ante la posibilidad de que disminuyera su prestigio en El Universal por un incidente que él consideraba de «ética comercial». Maurín administraba su agencia con sólidos criterios mercantiles, sabía qué diarios podían pagar y el tipo de artículos que eran rentables. Nunca hizo de A.L.A. un vehículo de opinión partidista y mucho menos un portavoz del escindido exilio republicano español; aunque bien es cierto que nunca incluyó en su lista de colaboradores ninguna firma de comunistas y sí constaban en ella convencidos anticastristas. Nunca hizo política a la manera clásica de las actividades de muchas personalidades exiliadas. Había optado por el aislamiento en lugar de polemizar con los supervivientes del P.O.U.M. en el exilio, con los que alguna vez se reunía e invitaba particularmente a su casa de Nueva York: «... es va refugiar al seu nou paper d'editor (en el sentit anglés)».19 Incluso en los contratos que gestionaban la colaboración de escritores con la agencia, Maurín, desde el principio, recalcaba el tipo de periodismo al que debían adaptarse y en el que «la cuestión política queda exceptuada», haciendo hincapié en que «Convendría adaptarse lo más posible a la manera periodística americana. Es decir, sobre un tema de actualidad —aunque sea insignificante— construir una crónica-reportaje»." Roy pone como ejemplo de las exigencias y el tipo de periodismo requerido por Maurín su relación y correspondencia con el corresponsal español. En las cartas se aprecia una cierta crispación de Maurín y un sinfín de consejos frente a las persistencias de Cabezas. Maurín le solicitaba artículos cuyas características básicas debían ser actualidad, vigencia y objetividad: «el tono de los artículos ha de ser informativo más que interpretativo o polémico, con el sello de la
's
Carta de Neruda a Joaquín Maurín, 9 de enero de 1970, idem.
" Roy, J., «Comunicació...», cit., 1990, p. 6.
20 Cartas de Joaquín Maurín a Juan A. Cabezas —periodista asturiano que enviaba sus artículos desde España—, 24 de enero de 1957 y 29 de julio de 1955, en Rov, J., op. cit., 1982, pp. 45 y 47.
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máxima objetividad»;21 y le conminaba más concretamente: «el periodismo para América ha de ser factual, es decir, basado en hechos, o en el pretexto de los hechos»." Maurín huía de la parcialidad hacia cualquier personaje y obra, arguyendo que «no está en nuestra línea periodística el "bombo" personal»." Las exhaustivas y repetidas recomendaciones de Maurín a Cabezas revelan cómo Maurín estaba informadísimo sobre la distribución de artículos por el continente americano y de cómo reparaba en la temática o en la duplicidad de las colaboraciones. Además de la actualidad, la objetividad y la conveniencia de no repetir informaciones, Maurín perseguía otra característica para sus colaboraciones: «Sin necesidad de moverse especialmente de Madrid, usted ha de "viajar" periodísticamente». Había que dar la impresión de que el periodista se movía con soltura por todos los escenarios, pero además se insistía, con un matiz muy mauriniano, en que Madrid no era el ombligo del mundo. Al Kim le brotaba inevitablemente la vena de su amada Cataluña y también de su tierra aragonesa y, como siempre, se seguía oponiendo al protagonismo de lo que había llamado la «estepa castellana» sobre la fértil periferia: En sus preocupaciones periodísticas es usted particularmente «occidentalista». Quiero decir que generalmente se interesa por España al oeste de Madrid. Debe así mismo «ver» el este: Valencia, Cataluña, las Baleares, Aragón, Navarra. Por ejemplo, el 12 de octubre son las fiestas de Zaragoza. Esta es una de las ciudades que más han crecido en los últimos tiempos. Pues Zaragoza bien merece una misa, es decir, una crónica-reportaje.'
Maurín instaba a su colaborador a que consagrara una crónica a Zaragoza y a los aragoneses e insistía en soslayar a la capital de España y «"salir" de Madrid a veces. Es decir, hablar de ciudades y pueblos de interés periodístico o folklórico...»."
21
22 23 2, 25
Carta de Joaquín Maurín a Cabezas, 3 de septiembre de 1954, ibid., p. 47. Carta de Joaquín Maurín a Cabezas, 24 de enero de 1957, idem. Carta de Joaquín Maurín a Cabezas, 5 de enero de 1963, idem. Carta de Joaquín Maurín a Cabezas, 31 de agosto de 1955, ibid., p. 49. Carta de Joaquín Maurín a Cabezas, 26 de enero de 1956, ídem.
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Seguramente, la necesaria consulta de más de 30.000 páginas y más de 17.000 artículos, así como de las aproximadamente 1.300 cartas que conforman los archivos de A.L.A." y de las 32 cajas-carpeta —divididas en archivo biográfico, correspondencia, discursos y artículos, asuntos de A.L.A., temario, recortes de periódicos, recuerdos, fotografías— que completan los archivos personales de Maurín,27 nos ayudaría a conocer totalmente al último Maurín: sus expectativas vitales, las actividades empresariales, su visión periodística, su grado de compromiso, sus nuevas ideas, el tipo de contactos en Nueva York, en Latinoamérica, en París o en España y hasta algunas de las viejas o nuevas fobias yfilias de los veintiséis últimos años de su vida. Pero esta consulta no nos ha sido posible y gran parte de este último capítulo, de su vida y de nuestro trabajo, se alimenta de la información suministrada por el profesor Roy, quien sí ha tenido acceso a parte de estos materiales. A través de la lectura de su libro sobre A.L.A. deducimos —al menos— cómo era el manejo administrativo de su agencia y cuál el estilo periodístico que pretendió, que exigió y que aprendió a lo largo de los años, además del tipo de relaciones —ciertamente diplomáticas y también muy amigables— que establecía en función de quién era su receptor. Al parecer, el propio carácter «fronterizo» de Quinet le hizo asimilar un tipo de periodismo también fronterizo, en un terreno tangencial entre la literatura y la información, un escurridizo género entre la creación ensayística y el periodismo cuyas características afines serían la claridad, la concisión y el punto de vista y cuyas limitaciones en el contexto latinoamericano estarían marcadas por la censura, el partidismo, el elitismo y hasta la escasez de medios. Pero Maurín trazó para A.L.A. ese camino en el que se sintetizaba el buen periodismo con el ensayo tradicional. Aun desconociendo muchos detalles teóricos del periodismo moderno, parece ser que el desarrollo de las colaboraciones de la agencia fue poniéndose a tono con las modernas prescripciones del periodismo americano. Las técnicas recomendadas por Maurín apuntaban «una mínima travesía 26 Ubicados en la colección especial de Manuscritos y Libros Raros, «Special Collections», en la Universidad de Miami Richter Library, Coral Gables, bajo la dirección de Helen Purdy y Esperanza Varona, información trabajada por Roy y que hemos podido conocer gracias a su amable carta de fecha 5 de octubre de 1991. 2 ' De los que es depositaria la Hoover Institution de la Universidad de Stanford, en Palo Alto (California).
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hacia lo que nunca dejó taxativamente expuesto: su especial poética de la columna de A.L.A., en una especial variante del reportaje»." Sus presupuestos, su aprendizaje y su pragmatismo profesional se reflejan en la relación epistolar con sus colaboradores y también en el hecho de que no permitiera que las diferentes ideologías dañaran sus posibilidades de publicación en los rotativos latinoamericanos. En este sentido, según Roy, la correspondencia mantenida con Araquistáin »es una de las más ricas en detalles y anécdotas (...) en primer lugar por la evidente afinidad de criterio entre el viejo socialista y el antiguo fundador del P.O.U.M. y en segundo lugar por la certera prosa de Araquistáin que escribía cartas con calidad de artículos»." En esas cartas, en las que aparecen algunas implicaciones de Maurín en las polémicas de la diáspora que funcionaba en la órbita de la universidad de Columbia," se traslucen también los criterios de ambos hacia el régimen español, a pesar de las advertencias de Maurín, que le solicitaba un artículo semanal de tema internacional «con exclusión de Rusia y España».31 Ambos esperaban darse pronto un abrazo en España, ambos eran declaradamente antifranquistas y ambos se movían en un terreno, más que marxista o socialista radical, propio de una línea liberal, contra la Unión Soviética y los movimientos comunistas de Occidente. De igual modo, el optimismo sobre el final del régimen español se transparentaba en las colaboraciones de Madariaga y en la correspondencia sostenida con Maurín. Salvador de Madariaga fue una de las estrellas más difundidas por A.L.A. y contribuyó tremendamente al prestigio de la agencia; era, además, el único que tenía impacto en EE.UU. y que podía «venderse en inglés». Además de actuar como intermediario de sus artículos, Maurín —que le admiraba y se sentía orgulloso por sus colaboraciones— le ayudó en algunos incidentes que sufrió con la politizada prensa sudamericana y estuvo siempre dispuesto a procurarle otros servicios. No tenía intención de dejarse escapar tan buen cliente y vendió incluso los derechos ROY, J., op. cit., 1982, p. 43.
29 30
Ibid., p. 56.
Por ejemplo con Victoria Kent, ex directora general de prisiones con la II República y editora de Ibérica en Nueva York, en la correspondencia de junio de 1956, aludiendo a «resentidos», ibid., p. 54, n. 4.
3' Carta de Joaquín Maurín a Araquistáin, 13 de julio de 1953. La colaboración de Araquistáin duró desde el 13 de julio de 1953 hasta su muerte en el verano de 1959, ibid., p. 58. 378
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de otras colaboraciones a las publicaciones norteamericanas (como en el caso de un famoso artículo sobre Cuba); cumplió asimismo con diligencia el encargo que Madariaga le hizo en 1955 de que adquiriera para su mujer una silla de jardín típicamente norteamericana, que le parecía idónea para suavizar la artritis." Las relaciones mantenidas con Alejandro Casona y con Ramón Gómez de la Serna —quien en una carta dirigida a Sender le decía: «Gracias a A.L.A. no me he muerto de hambre en Buenos Aires»-33 fueron también cordiales y nutritivas para la agencia; para una agencia que, según decía Maurín a Madariaga el 18 de mayo de 1956, «no es una agencia comercial sino una cooperativa de amigos», en la que la evolución y ampliación de operaciones no tuvieron impacto perceptible en las instalaciones o en el personal. Las tarjetas que llegaban felicitando la Navidad a «toda la redacción de la American Literary Agency» eran compartidas por Maurín con su esposa en su apartamento de Riverside. La pequeña empresa, sin grandes ostentaciones, daba para vivir —Juana había dejado de trabajar— y, lo más interesante, mantenía literalmente absorbido y más activo que nunca a su único miembro y honorífico fundador. Tras el fallecimiento de Maurín el 5 de noviembre de 1973, en 1975 su viuda vendió la agencia —que, sin ser extraordinariamente potente, facturaba una respetable cantidad mensual— a un grupo de inversionistas cubanos ubicados en Puerto Rico dirigido por Arturo Villar. El necesario puente intelectual lo constituyó el joven escritor cubano Carlos Alberto Montaner, activo columnista de A.L.A. Roy explica que Montaner dedicó su libro Informe secreto de la revolución cubana (Sedmay, Madrid, 1976) al fundador de A.L.A.: «A la memoria de Joaquín Maurín, ideólogo revolucionario español que tanto supo de estas cosas». El mismo libro incluye el nombre de Maurín entre los extranjeros de las listas negras de Castro?' En 1977 Arturo Villar trasladó la sede de la agencia de Puerto Rico a Miami, iniciando entonces la segunda época de A.L.A., que sería en parte continuación de las pautas anteriores en lo que respecta a la contratación de las grandes firmas y 32 Ibid., pp. 59-66. " ALBA, V., op. cit., 1975, p. 272. " ROY, J., op. cit., 1982, p. 25, n. 12.
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al mantenimiento de los servicios especializados de otros periodistas pero que sufriría cambios importantes, al usar técnicas más modernas tanto en la administración como en la comercialización de los servicios y el contenido de los artículos. Maurín había viajado poco y naturalmente no había podido hacer el necesario marketing que el desarrollo de una agencia moderna requería. No pudo ser un maestro activo de periodismo, pero se puede afirmar que la colaboración a través de la agencia obligó paulatinamente a numerosos escritores y periodistas a variar su estilo y a intentar mejorar su técnica. Las exigencias del periodismo moderno obligaron a todos a refinar su estilo, a sintetizar sus párrafos, dejando atrás ciertas técnicas del antiguo ensayismo remozado de artículo literario. Maurín bien podía sentirse orgulloso de haber contribuido a la persistencia del uso de un vehículo común, la lengua castellana, y al rescate de una parte importante de la historia intelectual de nuestras naciones, que a menudo ponía de relieve los demonios constantes de la conciencia iberoamericana. En definitiva, A.L.A. y su fundador ya tenían un puesto en la historia de una modalidad periodística, la poética del columnista, una rama muy especial del ensayismo y del periodismo de opinión. 7.2. CRÓNICA DEL ALMA Y mientras Maurín iba cosechando los frutos de sus esfuerzos empresariales, periodísticos y culturales y se solidificaban los románticos principios de A.L.A., iban pasando los años. Desde su pequeño estudio con vistas al Hudson y al estado de New Jersey, que nunca conoció reposo, el incansable intelectual jugaba con su gata de angora y con sus siamesas y veía feliz cómo su hijo se iba abriendo camino. Tras finalizar su servicio militar en tiempos de la guerra de Corea —como buen ciudadano americano que cumplía con sus obligaciones patrias—, Mario se había casado y era profesor universitario; muy pronto su hija iba a hacer las delicias del viejo revolucionario, que ejercería gustoso su papel de abuelo contemplando la energía de los jóvenes, a los que siempre había admirado y animado. Inexorablemente Maurín envejecía, pero a pesar de «chochear» con su nietecita y con sus gatos su organizada actividad seguía siendo poco menos que frenética. Atrás habían quedado otros tantos años vividos entre la impotencia, el miedo y la 380
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claustrofobia. Ahora se sentía útil y, modestamente, se había granjeado el respeto y la consideración de una gran cantidad de intelectuales de fama mundial, la mayoría de ellos de habla hispana. Algunos amigos cercanos y colaboradores —Ángel del Río, Reyes, Vasconcelos, Araquistáin...— habían muerto; otros —Federico de Onís, Ayala— se habían marchado de Nueva York. Las definitivas ausencias y el implacable y agridulce peso de los recuerdos le sumían, cada vez -gás a menudo, en la tentadora emboscada de la nostalgia, a la que el idealista y romántico Kim no era inmune. Bonansa, su paisaje natal nunca olvidado, volvía a él junto con las cartas de su hermana María (que entonces vivía en Huesca y trabajaba en el Archivo Histórico) y sacudía tanto su memoria como el recuerdo de sus viejos compañeros de partido, con los que también se carteaba y a los que visitó; a unos en 1961, en una escala que su avión, procedente de Roma, había hecho en París, y a otros en un viaje a Méjico en el que se reunió con abundantes poumistas exiliados. En veintiséis años esas dos fueron sus únicas salidas de Nueva York, su vida se había vuelto más sedentaria que antes, pero la abundante correspondencia y las visitas que recibía de otros amigos suplían cualquier desplazamiento; al fin y al cabo, su empresa era ahora más cultural que política. En junio de 1958 Ramón J. Sender, con quien Maurín había mantenido una estrecha relación epistolar, acudió a Nueva York —donde había vivido en sus primeros tiempos de exilio— y se hospedó, como lo haría siempre, en casa de Maurín. Tenemos que ir a ver los cuadros de Viladrich, en la Hispanic Society —le dije (...) Si Viladrich era riberano del Cinca por adopción, Sender lo es por naturaleza. Nació en Alcolea del Cinca, a unas leguas de Fraga (...) Entre Sender y Viladrich había un parentesco espiritual: estaban unidos por el Cinca. Visitamos la colección de Viladrich, convenimos que en esta Nueva York superindustrial y excitada, Viladrich está completamente desplazado. El público heterogéneo y sofisticado de Nueva York no puede comprender el aura poética que hay en la obra de Viladrich."
El también aragonés Maurín rememoraba desde su exilio, mientras contemplaba nostálgico el «aura poética» de «Las Hilanderas», «Las Aguadoras», «Tres mucha"
M., J., «Con Viladrich y Baroja», Nueva York, España Libre, marzo-abril de 1972.
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chas fragatinas...», las visitas que, de la mano de su amigo oscense Felipe Aláiz, había hecho a Viladrich en sus tiempos del Liceo escolar y de sus vinculaciones republicanas, allá por 1918, a su castillo fragatino de «Uganda la Desconocida». Aquellos habían sido buenos tiempos para Joaquín, cuando conoció a Pío Baroja —apoyó su campaña electoral por la provincia de Huesca, como ya dijimos— y a los intelectuales vinculados con el madrileño diario El Sol. Aquellos habían sido sus principios en la arena política, sus primeras fuentes, también en territorio fronterizo entre Aragón y Cataluña. Y, cómo no, Maurín recordaba ese territorio y sus años mozos así: A veces, en esta ciudad multitudinaria y asfixiante, cuando me embarga la nostalgia de la tierra natal, hago una visita al museo de la Hispanic Society. Dejó de lado la España de Sorolla y del conde de Romanones, y me voy al pabellón que guarda la obra de Viladrich. Me siento rejuvenecer; tengo entonces veintiún años, y estoy en el castillo de Uganda la Desconocida, en compañía de Viladrich, Baroja, Felipe Aláiz, Salvador Goñi y Sánchez Ventura.'
Pero otras veces la Nueva York «multitudinaria y asfixiante» se convertía en un atractivo cúmulo de posibilidades que Maurín podía mostrar a sus amigos. Como cuando durante algunas mañanas él y Manuel Sánchez acompañaban a sus mujeres en busca de las «gangas» de los grandes almacenes y ocupaban las tardes en largos y entrañables paseos por Central Park, «una extensión de 440 hectáreas que los Maurín se conocían tan bien como los guardas». En septiembre de 1967, Manuel Sánchez —a quien Maurín nada más verle dijo: «eres una de las personas que más quiero»— permaneció una semana en Nueva York con su mujer visitando a los Maurín: «... fueron los siete días más espléndidos que he pasado en mi vida»," días en los que, además de comer en restaurantes chinos y alguna «comida exquisita» preparada por Jeanne —«... mujer inteligente, trabajadora, de una viveza de ardilla, algo más rubia, entonces, que las ardillas, sus vecinas del parque, ayudaba a su marido en el trabajo de la Agencia y Idem. " SANCHEZ, M., op. cit., 1976, pp. 297-301. El antiguo compañero de prisión cuenta detalladamente este viaje a la ciudad de los rascacielos, sus anécdotas y las charlas con Maurín que le permitieron completar y reconstruir el rompecabezas y el «enigma» sobre su trayectoria en los años confusos de la guerra.
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escribía artículos cuando estaban escasos de textos que transmitir a los periódicos abonados...»—, visitaron la biblioteca municipal pública de la Quinta Avenida. Maurín «nos mostró el fichero de las obras de don Miguel de Unamuno (...) y el de sus propios libros...» y, entre otras cosas, el edificio de la O.N.U., donde en la puerta exhibió su carnet de delegado de la República de Costa Rica y «pasamos como invitados, con un saludo al ordenanza». Manuel Sánchez cuenta en su libro que en las ausencias del embajador costarricense era Maurín quien pulsaba el botón con el voto de Costa Rica, «coincidiendo, alguna vez, con el voto emitido por el señor Piniés, representante de España, cuyas delegaciones se sentaban muy cerca». Actividades parecidas debió de realizar Maurín con las otras visitas — Claridad Olalquiaga, Víctor Alba, Gorkin, poumistas interesados en conocerle, colaboradores de la agencia, etc.—, interrumpiendo momentáneamente sus tareas cotidianas para atender y charlar con todos ellos. Además de las conversaciones y los recuerdos, Maurín mantenía muy viva su curiosidad, leía mucho, frecuentaba a menudo la biblioteca de la Quinta Avenida y escribía para su agencia y para España Libre artículos con nombre supuesto. Dedicó muchas horas a este periódico que desde la época de la guerra civil informaba en castellano e inglés de los problemas españoles y donde aparecían a menudo abundantes editoriales firmadas por A.B.C. o sin nombre, cuyo inconfundible estilo era el del combativo periodismo político de Joaquín Maurín. Fue también en esa revista donde publicó algunos fragmentos de sus memorias, que hacia 1960 se había decidido a escribir en sus ratos libres. Y fue asimismo esa tribuna la que le permitió dar a conocer su pensamiento respecto a España y respecto a diferentes temas de política internacional. Sus numerosos artículos dan fe de su firme creencia en la socialdemocracia, de su anticomunismo radical y visceral y de su confianza en una Europa y una América democráticas y prósperas. Manifiestamente, Maurín condena todos los regímenes totalitarios, especialmente si son comunistas, considera al comunismo «un cadáver insepulto», habla de la calma relativa de la guerra fría, del retroceso ruso, del distanciamiento cada vez más intenso entre Rusia y China, de la resistencia africana a caer en el neocolonialismo soviético (cuya ayuda material debe provenir de Occidente) y del empeoramiento del régimen castrista. En 1963 Maurín 383
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plantea todas estas cuestiones con un prudente optimismo, al que suma la tregua convenida en los ensayos atómicos y el éxito de la democracia en Perú, Venezuela y Argentina. En este sentido la Alianza para el Progreso, recientemente reorganizada, «puede ayudar a encontrar el camino que conduzca a América Latina a la realización de su destino: democracia, prosperidad e integración»; sólo tres notas negras se proyectan sobre este año: el asesinato del presidente John F. Kennedy —cuyos treinta y cuatro meses de administración los valoraba Maurín como «democráticos y fuertes»—, el estancamiento político y económico de Europa y el avance comunista en Italia." Maurín condena sin paliativos la entrada de los tanques rusos en Praga en el verano de 1968; este «asesinato alevoso del proceso democrático checoeslovaco» le reafirma en su creencia de que el comunismo es incompatible con la libertad y la democracia y de que los rusos se han comportado como fascistas (»han repetido lo que hizo Hitler hace treinta años»), al tiempo que condena la pasividad de la democracia occidental, que «se cruzó de brazos cuando con una actitud enérgica frente a la amenaza quizá Rusia no se hubiese atrevido a cometer el crimen». Del mismo modo, saluda la caída del régimen totalitario de Oliveira Salazar en Portugal en un artículo que condensa la trayectoria histórica del país y del propio dictador desde 1910; confiando en la justicia histórica, habla de las consecuencias políticas y económicas de cuarenta años de inmovilismo y de sacrificio de las libertades democráticas, afirmando que por fin «Portugal se dispone a salir del inmovilismo salazarista, para entrar de lleno en la corriente de democracia occidental»." Como siempre, sus reflexiones seguían muy de cerca los pasos de la más candente actualidad y los vaivenes de la política, la economía y la cultura de ambos continentes; tanto las columnas del periódico España Libre como las cartas dirigidas a algunos de sus colaboradores dan fe de su absoluta información respecto a los acontecimientos del mundo, de los que siempre expuso su rotundo punto de vista, su justificación histórica y su futurible con un criterio aplomante, aun a A.B.C. (Joaquín Maurín), «Balance político del año 1963», España Libre, Nueva York, 3 de enero de 1964. " Ed. M., J., «Lo de Checoeslovaquia», y A.B.C. (Joaquín Maurín), «Portugal: el fin de un régimen», España Libre, Nueva York, septiembre-octubre de 1968. 384
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riesgo de equivocarse. Si hubiéramos de resumir las tres palabras más manidas en estos textos suyos, estas serían: democracia, libertad y prosperidad; atrás quedaba otro léxico en el que revolución y socialismo radical eran términos esenciales. Los tiempos habían cambiado. Maurín estaba atento, no podía evitarlo, era esa su condición moral de político preocupado por la marcha de la humanidad, de una humanidad de la que había una parte que le interesaba doblemente. En efecto, a pesar de no participar y de aislarse voluntariamente de la estéril política del exilio, Maurín seguía expectante ante el fenómeno político español y escribía y daba conferencias al respecto. Sabiendo que el ex secretario del P.O.U.M. no quería inmiscuirse en actividades y diatribas políticas, el colectivo de españoles que pululaban por América, que conocían y admiraban su anterior tarea y su talla como político e intelectual, le escuchaban entusiasmados cuando en 1962, el 14 de abril, hablaba con pasión, no exenta de imparcialidad, en la gran sala de La Nacional, sobre España y sobre la tercera República española. Y su discurso «para honrar a estos héroes y mártires, para reafirmar una vez más nuestro amor a España y para hablar esta noche, conmemorando la fecha gloriosa del 14 de abril de 1931», presentaba toda la formulación histórica ya tradicional en él y tantas veces repetida en sus libros y artículos. El balance sobre las causas del fracaso de la II República era el mismo que había realizado en los años 30, aunque más objetivo, menos beligerante y sin mentar al P.O.U.M. ni adentrarse en las luchas fratricidas entre los partidos obreros. Tras hablar de los errores de la malograda República (la no realizada revolución agraria, el hecho de dejar cualitativamente intacto al ejército, el Estado centralizado no modificado, la política beligerante contra la Iglesia en lugar de neutralizarla..., en definitiva, el hecho de dejar en pie todos los puntales que sostenían a la monarquía y que luego fueron los pilares del franquismo), afirmaba que si el movimiento obrero no hubiese estado dividido esos errores no hubieran sido definitivos; sostenía también que «la República, para estabilizarse suponía el bloque de la clase media y la clase trabajadora» y, respecto a la guerra civil, destacaba por encima de todo la determinante influencia del panorama internacional: Militarmente, la guerra civil no la ganaron los generales insurrectos, sino Hitler y Mussolini (...) Stalin, que si bien era un criminal no tenía nada de tonto, no planteó el problema de España porque entre un régimen demo-
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crático, que era el que correspondía a España, y el régimen franquista, a Moscú le interesaba más la segunda alternativa (...) Una España fascistoide en el sudoeste de Europa sería un escollo para la democracia occidental, que Moscú sabría utilizar como tema de propaganda.
De este modo, Maurín achaca a «la inhibición de unos y otros» la pervivencia del régimen franquista, que ha logrado sobrevivir «agazapado en uno de los repliegues de la guerra fría». Pero el atraso económico del país, la corrupción del régimen, la derrota en Marruecos, las repercusiones de la caída de Oliveira Salazar en Portugal, la aparición de la C.E.E., la vejez de Franco y el surgimiento de una nueva generación son razones que a juicio de Maurín justifican que «el tiempo del régimen está contado». Maurín espera a corto plazo ver brillar «el sol de la Libertad» en España, pero avisa insistentemente de que el problema surgido en 1936-1939 no está resuelto y de que su replanteamiento puede ser explosivo o gradual. Maurín opta por esta segunda posibilidad y, a partir de ahí, propone el modo de retornar a la normalidad democrática del país. Esa transición deberá hacerse desembarazándose de Franco y constituyendo un régimen provisional tras el cual la nación habrá de decidir democráticamente en un plebiscito si el régimen de España ha de ser democrático o republicano. Maurín avista el triunfo arrollador de la República —«la Tercera República está en el horizonte de la historia»— y, a partir de ahí y de cara al proceso de recuperación democrática, propone: 1) Organizar un Frente Democrático Nacional, que vaya desde los monárquicos católicos antifranquistas hasta el movimiento obrero —con la exclusión de aquellos sectores que, aunque antifranquistas, tienen una filosofía política no democrática—. 2) Organizar el bloque de la clase media y la clase trabajadora. 3) Organizar la unidad del movimiento obrero. ¡Triple llave al sepulcro del Cid! —decía Joaquín Costa. Yo añadiría: ¡Y triple llave al sepulcro de Don Quijote!4°
Maurín seguía colocando la mirada en el futuro y, lejos de los tradicionales anclajes y de modernizadoras revoluciones, la única panacea para su país era la libre convivencia en democracia. Los fundamentos del régimen franquista estaban crujiendo y Maurín ponía de relieve sus cada vez más agudas contradicciones: «En 1939-45, Franco podía dar órdenes al capital financiero e industrial. En 1962, los El 14 de abril en Nueva York. «La Tercera República Española» (resumen de la conferencia pronunciada por Joaquín Maurín), España Libre, Nueva York, 4 de mayo de 1962.
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Bancos y la industria dan órdenes a Franco». La burguesía española presionaba al régimen para integrarse con la burguesía europea y le obligaba a solicitar el ingreso de España en el Mercado Común: el ultranacionalismo había fracasado. Maurín afirmaba que «Franco ya se ha dejado domar» por las clases conservadoras; el que había sido su «salvador» se convertía ahora en un obstáculo para ellas. Maurín comparaba la situación de Franco en 1962 con la de Alfonso XIII en 1930 y, por la dialéctica de la historia, creía que esa fundamental contradicción entre las clases conservadoras españolas y su régimen daría lugar a que se repitiera, «en otra escala y en condiciones más graves, lo que ocurrió en 1930 con la dictadura de Primo de Rivera». De todos modos, como rezaba el propio título que encabezaba su artículo, Maurín confiaba, al igual que todos los exiliados, en «el final del largo túnel».41 Pero, antes de que se materializara ese deseado final o de que se cumplieran sus abundantes predicciones, hechos que desafortunadamente nunca pudo contemplar, Maurín continuaba lanzando afilados dardos contra los regímenes comunistas, que a su juicio no eran sino dictaduras impuestas militarmente. Creía firmemente que Moscú favorecía, directa o indirectamente, los regímenes dictatoriales, aunque nominalmente se titularan anticomunistas, pues en un terreno de democracia sabía que sus posibilidades de penetración eran nulas y, como siempre, ejemplos históricos que corroboraran sus silogísticas argumentaciones no le faltaban: la ascensión de Hitler gracias al P.C. alemán, la importancia del P.C. italiano gracias a las excelentes relaciones entre Mussolini y Stalin o la del comunismo en España gracias a Franco y, por último, el hecho de que, sin Batista, Fidel Castro «no hubiese pasado de ser lo que era: un abogadillo charlatán y ambicioso». Y es este último ejemplo, el de la situación cubana, uno de los que más ríos de tinta hacía correr en aquel momento de tensión entre los dos bloques antagónicos. Una isla sovietizada en medio de la América democrática y próspera también molestaba mucho al desengañado ex revolucionario, que en absoluto se vio contagiado del fervor revolucionario de muchos y que, muy lejos de sumergirse en lo que él llamaba «una ola pasional» y «una psicosis colectiva que tiene necesariamente un límite», tachaba taxativamente la revolución cubana como «la avanzada del 41
M., J., «El final del largo túnel», España libre, Nueva York, 2 de marzo de 1962.
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JOAQUÍN IVIAURÍN (1896-1973)
imperialismo comunista en el Caribe», como «una revolución socialista de vía estrecha», cuyo líder, Fidel Castro, «con un galimatías ideológico en la cabeza, fruto de lecturas rápidas sin asimilar, creyó, por lo visto, que dejándose crecer las barbas podía saltar a la revolución socialista, escamoteando la revolución democrática». Esta última cuestión era clave para Maurín porque conectaba directamente con su teoría de las dos fases consecutivas de la revolución, la democrática y la socialista. En eso teóricamente no había cambiado, sólo que ahora, a la vista de los acontecimientos del mundo y de la frustración de la Revolución rusa, había que ir hacia la primera revolución —y ni siquiera eso, pues las transformaciones debían ser graduales— y no hacia la segunda, como rezaban sus eslóganes en los años 30. Aun así, advertimos algunas paradojas en sus escritos en este sentido, como por ejemplo cuando dice: «si Castro declara la guerra —guerra sin cuartel— a la democracia, la democracia tiene el deber inexcusable de defenderse y aun atacar. En la guerra como en la guerra». ¿Democracia contra socialismo, que en Maurín es ahora sinónimo de dictadura?... Evidentemente, a raíz del crudo y encorsetado realismo bolchevique los términos habían cambiado y, como «a la historia y a la democracia no se las puede engañar», Maurín no se arredraba lo más mínimo a la hora de afirmar que la asfixia económica a la que EE.UU. sometía a Cuba debía continuar hasta culminar en su liberación: «La política de Kennedy —nuestro malogrado Presidente— continuada por Johnson, de estrangular al castrismo económicamente es justa». En muchos de sus escritos se dedicó a argumentar el «monstruoso maridaje» y la cooperación entre los regímenes de Franco y Castro, a los que se refería como antidemócratas y antiliberales, tratándolos con igual dureza y en términos de falangistas-comunistas, en un empeño por confirmar justo lo que recorre como una hebra de hilo todos sus textos de esta época: la convergencia de los totalitarismos, el fascista y el comunista (paradójicamente, tal y como habían hecho con él y su partido los propios comunistas cuando los calumniaban con la etiqueta de trotskifascistas): El estribillo del anticomunismo del régimen franquista es un cuento para engañar bobos. Franco se hubiese entendido con Moscú más fácilmente que con Washington si el Kremlim lo hubiera querido. Hubiese bastado que Moscú le devolviera el oro que la República estúpidamente confió a 388
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Stalin en 1936, para que El Pardo, orientara su política internacional hacia el Este (...) El dictador de El Pardo y el de La Habana, aunque no se hablan, se entienden admirablemente. Tratan de justificar sus vínculos por «razones históricas». Pero, en realidad, lo que les une y les hace marchar juntos es su odio común a la democracia."
Si tenemos en cuenta este posicionamiento ideológico de Maurín, no resultará nada extraño, como advertíamos anteriormente, que su nombre figurara en las listas negras de Fidel Castro y el hecho de que en su agencia colaboraran convencidos anticastristas y prodemócratas que en lo fundamental coincidían con él. Por otra parte, como detalle más que anecdótico, conviene apuntar que no conocemos ningún escrito suyo en el que condene o por lo menos hable del también evidente imperialismo americano y de sus excesos en la guerra de Vietnam. Evidentemente Maurín se había convertido en un defensor a ultranza de la democracia, como diríamos ahora, tendente a un neoliberalismo cuyo modelo preconizaría la sociedad del bienestar. Ya no clamaba contra las atrocidades del capitalismo porque su modelo alternativo, el comunismo, se le había mostrado del todo inviable. Sus encendidos anatemas hechos públicos en el Parlamento del año 36 ya eran historia fruto de un momento coyuntural. El desencanto personal y el panorama del mundo habían hecho cambiar aquellas frases de entonces: «La democracia en el siglo XX es un simple momento de transición», «triunfará el socialismo o triunfará el fascismo...». Ahora ya no creía, como entonces, en la incapacidad de los partidos socialdemócratas; ahora confiaba en ellos. Y lo que tampoco creía era que los comunistas, tras el periodo estaliniano, hubiesen cambiado y pudieran formalizarse pactos con ellos en los gobiernos europeos. Los acontecimientos le demostraban que tal cambio era pura fachada y que las alianzas con los comunistas equivalían a hacer el juego a la diplomacia soviética. En los últimos meses de su vida escribía en un artículo a propósito de las elecciones francesas de 1973, en las que socialistas y comunistas se aliaron y experimentaron una derrota, que »todo contacto con los comunistas es letal». Maurín saludaba esa derrota, que según él hubiera producido perturbación en toda " M., J., «España y Cuba: Democracia y Comunismo», España Libre, Nueva York, 21 de diciembre de 1962; ed. M., J., «Franco y Castro», España Libre, 3 de enero de 1964; ed. M., J., «Franco y Castro», España Libre, 2 de octubre de 1964.
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Europa, avisando de que los partidos socialistas debían aprender la lección —remitiéndose al fracaso de Leon Blum— y no debían dejarse «engatusar» por los comunistas: «unión de fuerzas democráticas, sí, desde luego. Pero no hay que olvidar nunca que los comunistas en Francia, como en España, como en Checoslovaquia y como en Rusia son totalitarios, es decir, enemigos mortales de la libertad y la democracia»." En definitiva, el socialismo sólo podía construirse partiendo de una sociedad donde existiera libertad política; si no, el primer paso consistía en establecerla: socialismo sin libertad previa era sinónimo de dictadura. En ese mismo artículo Maurín evidenciaba cuál era el modelo político y práctico a su juicio más adecuado y equilibrado y del que los partidos socialistas debían tomar ejemplo: El Partido Socialista francés no ha sabido seguir el camino de Willy Brandt, que sin hacer ninguna concesión al comunismo —al contrario prácticamente lo ha anulado—, mediante una política justa e inteligente, combinando los intereses de la clase trabajadora y la democracia, ha conquistado el poder.
Efectivamente, su viejo compañero de lucha —Maurín lo había conocido en las reuniones del C.I.U.S.R., cuando él representaba al P.O.U.M. y Brandt a las Juventudes Socialistas Obreras alemanas—, que había participado en la guerra junto al P.O.U.M. y al que le unía parte de su trayectoria, le mostraba ahora el camino a seguir, un camino que parecía patrimonio exclusivo de las jóvenes generaciones y que él, desde su condición de viejo, sólo podía trazar según su aprendizaje y su abundante bagaje. Los jóvenes debían aprender de los errores de los mayores, debían nutrirse de las fuentes de lo que ya era historia para no volver a repetirla. Maurín ahora veía los toros desde la barrera y reflexionaba, analizaba, interpretaba y escribía echando la vista atrás y eso tal vez escondiera el gesto más doloroso. A finales del año 1966 Éditions Ruedo Ibérico, de París, escribió «inesperadamente» a Maurín para proponerle la reedición de su tercer libro, Hacia la Segunda Revolución; «quedé perplejo». Él mismo contó lo que le supuso revisar los textos escritos hacía la friolera de treinta años: " Ed. M., J., «La lección de las elecciones francesas», España Libre, Nueva York, marzo-abril de 1973. 390
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Me dirigí a la Biblioteca de la Quinta Avenida, y leí Hacia la Segunda Revolución con una mezcla de emoción y temor. Lo primero, por la impresión
que produce encontrarse súbitamente en presencia de un testimonio palpitante de la lejana juventud: y lo segundo, por la filosofía de aquella dolora de Campoamor: «Pasan veinte años, vuelve él / y al verse exclaman él y ella / Santo Dios, ¿este es aquel? / Dios mío, ¿esta es aquella». En treinta arios ha cambiado todo: las situaciones, los encuadramientos, las filosofías políticas, las ideologías sociales, las fronteras morales, los enfoques, las perspectivas... Y, además, naturalmente he cambiado yo. Sólo los fósiles no cambian."
Maurín aceptó la proposición de Ruedo Ibérico y su libro salió a la calle considerablemente aumentado: con una introducción de 38 páginas sobre la historia de España, desde el siglo XIX hasta la proclamación de la II República, elaborada por Maurín en 1965; con un epílogo de siete páginas, redactado ese mismo año, que abarca desde 1931 hasta julio del 36, y con un apéndice de 48 páginas titulado «Sobre el comunismo en España», escrito en 1964 y en el que Maurín revisa globalmente los orígenes del comunismo y del movimiento obrero en su país. El núcleo del libro permanecía exactamente igual a como él lo había escrito en 1935: «me he abstenido de poner notas al pie de las páginas para explicar o aclarar aspectos ya superados. El buen juicio del lector graduará el tiempo, situándolo en 1935».45 Sus planteamientos sobre España, como observador sagaz y como testigo excepcional, desde la perspectiva del exilio y con un pretendido y conseguido rigor, quedaban así condensados para futuras generaciones y, ciertamente, sus conclusiones no habían perdido actualidad, además de que algunos acontecimientos posteriores le habían dado la razón. Maurín revivía de este modo su propia trayectoria al frente del obrerismo organizado, con el temor y la emoción que le producía verse tan diferente, recorrida la distancia desde aquellos tiempos lejanos y lo que hubiera podido ser y no fue. Su baúl de los recuerdos estaba plagado de frustradas esperanzas y ya se había repuesto de aquellos sueños truncados construyendo una nueva vida allí en Nueva York merced a su camaleónica capacidad de adaptación. Aun así, la mirada al " M., J., Revolución y contrarrevolución en España, Ruedo Ibérico, París, 1966, nota preliminar (diciembre de 1965), pp. 1-2.
" 'bid., p. 4.
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pasado era inevitable y, entre la nostalgia y el dolor instalados en su trastienda mental, leía —suponemos que gustoso y agradecido— las palabras que Sender le dedicaba con motivo de la reedición de su libro: Joaquín Maurín cuya tendencia al socialismo democrático (,es que puede haber otro, realmente?) parece evidente, no levanta, sin embargo, bandera alguna personal. Trata de hacer un estudio objetivo y lo consigue de un modo ágil, agudo y brillante (...) observador sagaz bien calificado para distinguir entre los mil clamores de nuestra era tumultuosa la genuina voz del pueblo (...) Si la República española hubiera seguido su curso, Maurín habría sido un día presidente. Es Maurín un político natural y un escritor por añadidura."
Sender —el más fiel de los colaboradores de A.L.A.— muestra una indudable admiración por su amigo Joaquín, al que había oído contar «ligeros fragmentos de sus avatares», gracias a lo que había creado «un ente de ficción cuya realidad no conocía y puede que aún no conozca»." Manuel Sánchez cuenta en su libro que ni siquiera los biógrafos de Maurín se percataron de su transmigración literaria, pues el personaje de Bazán les pasó inadvertido, y que cuando él le comunicó a Maurín que había leído la novela este le contestó: «Celebro que hayas leído y que te gustara mucho Crónica del alba. Es una magnífica novela, en efecto. Tú has sabido identificar a Luis Alberto Guinart-Julio Bazán».4» Aquel mismo año de la reedición del libro de Maurín, en la primavera de 1966, Sender acababa de llevar a la imprenta en Los Ángeles (California) su Crónica del alba y su último capítulo había sido escrito pensando en la odisea mauriniana. Pero Sender no parecía tener un interés urgente en mostrarle al propio Maurín la identificación de uno de sus personajes. En una carta del 1 de febrero de 1972, le decía: Toda España está leyendo la edición barata de Crónica del alba (en tres volúmenes, ediciones de Alianza Editorial, Madrid) que ha vendido una edición primera (cuantiosa) en pocas semanas. No sé si has visto tú esa colección de nueve novelas en serie (tres en cada volumen) y te convendría leerlas porque en la última de esas novelas apareces tú con otro nombre y ligera-
46 SENDER, E. J., «El drama de España: Tres libros convergentes», España Libre, Nueva York, 7 de octubre de 1966.
"
SMCHEZ, M., Maurín, gran enigma de la guerra..., op. cit., 1976, p. 319.
" Ibid., p. 323.
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mente idealizado. Te digo esto último para que no te envanezcas demasiado.49
Como afirma el profesor Roy, sorprende que Sender le anuncie a Maurín de esta forma indirecta la aparición de su última novela, pero lo más extraño es que la primera aparición del texto se había producido seis años antes, en 1966, en la edición Aymá. Tras recibir la noticia Maurín no ofrece señales explícitas de sentirse herido por la tardanza en serle comunicada la adaptación, ni tampoco hay datos documentales de que conociera la primera edición por su cuenta. El 7 de marzo de 1972, en contestación a esta carta de Sender, le dice: «En una próxima carta me referiré a Crónica del alba, cuyo tercer volumen no había leído todavía». Once días más tarde cumple lo prometido: Leí el tercer volumen de Crónica del alba. Es más dramático —acongojante a veces— que los dos primeros... Es —ya te lo dije— tu opus magna. Sin Crónica del alba tú eras uno de los primeros novelistas de nuestro tiempo. Con Crónica del alba, cronológicamente, sigues a Galdós y a Baroja. Sois los Tres Grandes de la novela del siglo que media entre 1871 y 1970.5°
Al parecer tampoco habló mucho de este tema Maurín con su familia. Juana le contaba a Roy que «Joaquín comentó la publicación pero sin más detalles. "Ese soy yo", fue prácticamente todo su comentario. Sender había utilizado detalles de su vida, pero sin más insistencia».5' Ese mismo ejercicio de leer el «dramático» y «acongojante» tercer volumen del libro de Sender y el hecho de verse reflejado en uno de sus personajes debían de recordarle momentos duros en los que su vida pendía de un hilo, pero, aun siendo así, seguía informándose a través de los numerosos libros que sobre la guerra civil se habían escrito y, además, continuaba medio consagrado a escribir sus vivencias, bien por voluntad propia, bien porque se lo pedían. " Roy, J., «Comunicació...», cit., 1990, p. 10; en n. 38 informa: «Vegueu capsa 10 deis arxius de Stanford», donde al parecer hay numerosos materiales sobre la relación Maurín-Sender, entre los que destacan una nutrida correspondencia, conservada en tres carpetas, que comprende entre 1952 y 1973. " Ibid., pp. 10-11. El resto de la carta está dedicado a agradecerle los comentarios de Los siete círculos (que después se llamaría En las prisiones de Franco), pero no hay ninguna referencia a la identificación de Maurín como personaje de «La vida comienza ahora». 5 ' Conversación telefónica de Jeanne con Roy, 19 de octubre de 1988. Rov, J., «Comunicació...», cit., 1990, p. 11, n. 40.
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
Aunque la crítica literaria siguiera muda respecto a la identificación de Bazán con Maurín," ahí quedaba el símbolo de la amistad entre el fundador del P.O.U.M. y el autor de Réquiem y Crónica del alba, y mientras ese personaje misterioso, a caballo entre la realidad y la ficción, despejaba algunas dudas a quienes conocían a Maurín, otros se preguntaban qué había sido de él y por qué no había seguido al frente de su partido en el exilio. ¿Cómo veía Maurín al P.O.U.M. en el contexto de la guerra civil? ¿Por qué no se había manifestado al respecto? ¿Qué era lo que consideraba erróneo? ¿Qué tipo de relaciones mantenía con los poumistas exiliados? Algunas de estas preguntas están medianamente respondidas en los apéndices de su tercer libro. Otras se pueden contestar a la vista de sus trágicos avatares y, en general, se obtienen respuestas si se tiene en cuenta su evolución vital y su cambio ideológico al compás de los tiempos. Víctor Alba intenta explicar estos porqués y esa es nuestra mejor fuente, pues, como advertíamos antes, no conocemos la esclarecedora documentación de su archivo privado. De todos modos, la propia reticencia de Maurín a hablar sobre su partido y sobre su propia cautividad no ha pasado tampoco inadvertida para su principal biógrafo. Víctor Alba señala como principales motivos de esta reticencia el de no querer que sus palabras se interpretasen como tentativa de convertirse en héroe o mártir o que se pensase que trataba de justificarse por haberse salvado; apunta también que, al no vivir la experiencia de la guerra civil, Maurín creía honestamente que ese defecto le descalificaba de las luchas políticas. Otro motivo fue que al leer lo que había pasado con su organización mientras él estaba encarcelado, durante y después de la guerra, creía que tanto el P.O.U.M. como los anarquistas habían cometido tantos errores que diversas facciones de los republicanos (incluido el P.O.U.M.) hicieron posible el ascenso de los comunistas. Y era de la opinión de que el camino revolucionario tomado durante la guerra no era el adecuado: primero había que ganar la guerra, en primer lugar se necesitaba la victoria de la revolución democrática y después la construcción de la revolución socialista. 52
A juicio de Roy, sólo hay una excepcional y fugaz referencia al personaje en cuestión efectuada por Joaquín Marco: «Allí se encuentra encarcelado un dirigente anarquista o del P.O.U.M., con nombre falso», en «La tercera y última parte de Crónica del alba, de Ramón J. Sender», Destino, 27 de mayo de 1976. En el conjunto de reseñas aparecidas sobre esta novela (Cruset, Fernández Brasó, Gimferrer, Masoliver, Peña, Ponce de León, Salvador, Tovar) no se aprecia el paralelismo. Ror, J., proporciona las referencias bibliográficas de estos estudios de la obra de Sender en «Comunicació...», cit., 1991, pp. 11 y 15-16. 394
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La correspondencia de Maurín con Víctor Alba respecto a las consultas que éste le solicitaba de cara a sus estudios sobre el P.O.U.M., el B.O.C., Nin —sobre el que alguna vez en las prisiones se cuestionó si no había sido un error politico suyo el haber favorecido la fusión con el grupo trotskista— o sobre él mismo, revelan hasta qué punto Maurín había quedado desconcertado «por la serie de burradas —no merecen otro calificativo— cometidas por la dirección del POUM, en la etapa que tú relatas en esa parte de tu trabajo. Desconcertado y apenadísimo. Actuaron como una capillita de amateurs políticos, no como un partido responsable». En la misma carta Maurín afirma que él no hubiese consentido nunca que La Batalla saliese adornada en la cabecera con la hoz y el martillo, insignia soviética, ni que el ejecutivo del P.O.U.M. pidiera a la Generalidad que Trotsky —factor permanente de desorden— fuese admitido en Cataluña; insistía también en que el P.O.U.M. no comprendió nunca que lo primero era ganar la guerra y que la crítica a su partido la haría en sus memorias, «que voy escribiendo». La muerte no le permitió llegar a esa parte de sus memorias, que apenas abarcaron los años anteriores de su viaje a Rusia. Pero, según cuenta Alba y como el mismo Maurín le había dicho, su crítica a la actuación del P.O.U.M. en la guerra civil coincidía en líneas generales con la que formuló Willy Brandt en sus memorias respecto al «partido hermano», cuando cita en ellas un informe, destinado a su propia organización, que escribió el 31 de marzo de 1937 sobre la situación de España." Carta de Joaquín Maurín a Víctor Alba, Nueva York, 11 de febrero de 1973, en ALBA, V., Dos revolucionarios..., op. cit., 1975, p. 288. «a) El POUM se mantiene rígido en su definición de la guerra como una guerra exclusivamnete de clases. No tiene ningún punto de vista razonable sobre los elementos nacionales y 'no proletarios' de la guerra. b) El Partido es poco concreto al plantear sus tareas políticas. Su consigna estratégica fundamental de que la guerra y la revolución están indisolublemente ligadas es justa, pero lo que partiendo de ella se hace en la práctica es en parte francamente espantoso. c) Su enfoque del problema del Frente Popular es falso. Su participación en el gobierno de la Generalidad lo justifica diciendo que no es un gobierno de F. P., sino un gobierno socialista. d) No se hace absolutamente ninguna política de frente unido. A todo ello se añade que se hace una política: e) Limitada exclusivamente a Cataluña. O Viene a añadirse la concepción internacional trotskysta. Debo decir que el Partido da la impresión de carecer de dirección» (Memorias, cit., p. 202). Transcrito por ALBA, V., Dos revolucionarios..., op. cit., 1975, p. 286.
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
Como indicábamos en anteriores capítulos, Maurín no estaba en Barcelona el 18 de julio de 1936 y, a pesar de lo que creyera más oportuno en ese momento —la fusión con el ala largocaballerista del P.S.O.E. o primero ganar la guerra y cumplimentar la revolución democrática...—, ese era su mejor argumento para no opinar al respecto. Si hubiera tenido tiempo de hacerlo hubiera criticado tanto al P.O.U.M. en la guerra civil como al B.O.C. en la República porque consideraba que «todo lo que se llamaba izquierdas en 1931-1936 —el BOC y el POUM comprendidos— iba a redropelo de la historia» e insistía, al escribir esto, en que las cosas aparecían así «vistas con perspectiva histórica»." Una perspectiva histórica que hacía que le pareciera absurda la política de los poumistas en el exilio, la cual, por otra parte, no se parecía en nada a la del partido que él había fundado; aun así, cuando en el otoño de 1971 unos compañeros suyos poumistas le escribieron solicitándole su opinión sobre la situación política general, Maurín contestó, con cierta extensión, el 11 de octubre de 1971. Víctor Alba sostiene que ese fue el único documento político que escribió en sus años fuera de España y que preveía que descontentaría a muchos." Creemos que merece la pena incluir íntegra la copia del documento, que es, ni más ni menos, el testamento político de Maurín: Estimado compañero Joan: Contesto a tus dos cartas, en las que me invitas insistentemente a que exponga mi punto de vista político-social, con respecto a la situación actual y las perspectivas inmediatas. Si los compañeros dirigentes del POUM se hubiesen dirigido a mí, con motivo de la proyectada conferencia, pidiéndome mi parecer, les hubiese contestado haciendo una detenida exposición. No lo han hecho, y sus razones tendrán. Tal vez me consideran «jubilado». Sin embargo, no lo estoy. Mi labor consecuente e ininterrumpida contra los regímenes autoritarios, rojos o negros, y en defensa de la libertad y la Democracia, realizada de una manera permanente en la prensa hispanoamericana; mis contactos y cooperación con profesores y estudiantes norteamericanos que estudian el problema español; mi libro: Revolución y Contrarrevolución en España, que se sigue vendiendo, y el que estoy ahora preparando, prueban que no estoy «jubilado» todavía.
"
Carta de Joaquín Maurín a Víctor Alba, Nueva York, 29 de mayo de 1972, en ALBA, V., Dos revolucio-
narios..., op. cit., 1975, p. 292. 56 ALBA, V., Dos revolucionarios..., op. cit., 1975, p. 293. 396
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DESDE LA ÚLTIMA CURVA DEL CAMINO. NUEVA YORK (1947-1973)
O quizá los compañeros de Francia creen que yo he evolucionado en un determinado sentido, y me consideran en completo desacuerdo con ellos. Aquí tal vez tengan razón. Cierto que he evolucionado —las piedras no evolucionan—. Desde 1936 han trascurrido 35 años, y durante ese largo espacio de tiempo, el mundo ha cambiado más que en los dos siglos precedentes. El mundo de 1971 es totalmente distinto del de 1936. Y las «medidas» doctrinales e ideológicas de entonces no sirven ahora: son viejas y no corresponden a la nueva realidad. ¿En qué sentido he evolucionado? ¿Cuál es mi posición ahora? En primer lugar, repudio la palabra «comunismo», desprestigiada y envilecida por el stalinismo. Creo que «socialismo» y «comunismo» no sólo son distintos, sino antitéticos. El socialismo, tal como lo entendieron los clásicos, es inseparable de la Libertad y la Democracia. El «comunismo», en cambio, es su negación absoluta. Así, pues, me considero socialista, y creo en la Libertad y la Democracia. Y como socialista que cree en la Libertad y la Democracia, veo los problemas del mundo en general y de España en particular. El mundo llamado capitalista, contrariamente a lo que creíamos cuando éramos jóvenes —confundidos por el espejismo de la revolución rusa— no sólo no agoniza, sino que es más fuerte y vigoroso que nunca. Tan fuerte y vigoroso, que Rusia, en su fase de revolución industrial —que Europa llevó a cabo en la primera mitad del siglo pasado— ha evolucionado y sigue evolucionando hacia un capitalismo de Estado, más absorbente y explotador que el capitalismo de empresa libre. El próximo «colapso» del capitalismo, presentido por Lenin y Trotsky, no sólo no está a la vista sino que se ha esfumado. El «comunismo» ha triunfado allí donde el peso de la historia hizo derrumbar los regímenes feudales: Rusia y China. El paso del feudalismo al socialismo, soslayando la fase capitalista —opuesto a las predicciones de Marx y Engels— no ha producido el socialismo, sino un engendro híbrido, con toda la barbarie del feudalismo, sin ninguna de las libertades de los regímenes burgueses, el todo cubierto con una falsa careta de fraseología pseudosocialista. El obrero ruso está más explotado económicamente y más oprimido políticamente que el de los países capitalistas más atrasados. Hay más socialismo potencial en los países de gran desarrollo capitalista —Estados Unidos, Inglaterra, Alemania Occidental, Francia, Italia, países escandinavos y Japón— que en Rusia. Y hay más Democracia y Libertad en esos países capitalistas que en los comunistas. Si se da el caso que un país comunista desea respirar Libertad y Democracia —Checoslovaquia, por ejemplo— es implacablemente estrangulado. Para construir el edificio del socialismo hay que sentar, primero, los fundamentos, que son Libertad y Democracia. 397
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
Y esto nos lleva a España. La clase trabajadora española paga ahora duramente su incapacidad política, su fraccionamiento y sus errores durante la República (1931-36). Si el movimiento obrero español hubiese estado unido y si su aspiración política hubiese sido la revolución democrática socialista, habría triunfado y hoy España sería una estrella de primera magnitud en el firmamento de la democracia occidental. Tres veces, las fuerzas históricamente progresivas españolas fracasaron por su incapacidad política: en 1820-23, en 1868-74, y en 1931-36. Las dos primeras veces, la incapacidad fue de la burguesía liberal; la segunda, la culpa principal la tuvo la clase trabajadora. Alguien dijo que los que no comprenden la historia se verán forzados a repetirla. Por no haber comprendido el fracaso de 1820-23, la burguesía española volvió a fracasar en 1868-74; y por no haber comprendido la lección de 1868-74, la clase trabajadora fracasó en 1931-36. Yo no sé si la generación responsable del desastre de 1936 ha sido capaz de comprender su culpa. Pero el deber de los que sí la han comprendido es enseñar a la nueva generación la amarga experiencia, para que ella, a quien corresponde el porvenir, no repita las equivocaciones. Para otear el horizonte lejano precisa ante todo ver la realidad inmediata. Los que creen que cuando Franco desaparezca, y Juan Carlos sea proclamado rey, cambiarán políticamente las cosas, son, en el mejor de los casos, unos ilusos. Durante los treinta y pico de arios de régimen franquista España se ha industrializado, ha crecido una burguesía reaccionaria, y el ejército se ha convertido en la espina dorsal del régimen. Cuando Franco se eclipse, quedaran en pie el ejército, la Banca, la burguesía industrial y la gran propiedad agraria, los cuatro puntales del régimen. El mundo avanza cada vez más intensamente hacia el predominio de las fuerzas conservadoras o reaccionarias. El panorama mundial no sólo no ayudará a cambiar fundamentalmente las cosas en España, sino que, por el contrario, ayudará a edificarlas. Hay que enterrar, por lo tanto, ilusiones más o menos infantiles y enfrentarse con la realidad tal y como es: durante largo tiempo —no me atrevo a pronosticar lo que pueda ocurrir en el siglo XXI— en España habrá capitalismo, con una burguesía archirreaccionaria, sostenida por un ejército omnipotente. Para que España pueda ser socialista mañana, hay que reconquistar progresivamente la Libertad y la Democracia. Esa «reconquista» sólo puede hacerla la clase trabajadora. Y para ello precisa que haga su examen de conciencia.
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En primer lugar, para liberar a España, el movimiento obrero necesita liberarse a sí mismo de las cadenas que lo atan a ideologías muertas. En segundo lugar, hay que hacer posible la doble unidad de la clase trabajadora: sindical y política. La Confederación Nacional del Trabajo, por su actitud negativa fue altamente responsable del fracaso de la República. Pero durante la guerra civil rectificó su pasado, y eso le da crédito ante el porvenir. Además, la CNT, afortunadamente, está inmunizada contra el virus comunista. La Unión General de Trabajadores se caracterizó siempre por su espíritu democrático y por su honradez y nobleza en los propósitos. Ahora bien, ha sido menos resistente a la penetración comunista. CNT y UGT deben encontrar la manera de unirse, pensando, no en el pasado, sino en el porvenir. El futuro de España depende en gran parte de esta unión. En el campo político hay que buscar, primero, la unidad del Partido Obrero de Unificación Marxista y el Moviment Socialista de Catalunya, y, en una segunda fase, la unidad con el Partido Socialista Obrero Español. El Partido Obrero de Unificación Marxista fue el resultado de dos unificaciones escalonadas: primera, la de la Federación Comunista CatalanoBalear y el Partit Comunista Catalá en 1930-31, unificación que tomó el nombre de Bloque Obrero y Campesino; segunda, la fusión en 1935 del Bloque Obrero y Campesino y la Izquierda Comunista, adoptando el nombre de Partido Obrero de Unificación Marxista. Desde su nacimiento, el POUM no se consideró como un partido definitivo sino en formación: es decir, como un primer peldaño hacia la unificación con el Partido Socialista Obrero Español. El objetivo general del movimiento obrero español ha de ser la Tercera República. Ese objetivo, lejano sin duda, sólo se podrá lograr mediante el esfuerzo de la clase trabajadora unificada. La lucha para recobrar la Libertad y la Democracia perdidas será dura y prolongada. Pero precisa llevarla a cabo en bien de España. He ahí, compañero Joan, resumido lo que yo pienso y a ti te interesa conocer. Puedes hacer de esta carta el uso que tu buen sentido te aconseje. Con un fraternal abrazo."
Poco más podemos añadir, ese es el pensamiento del último Maurín, que a juicio de algunos «envejeció poco» y que se rebelaba frente a otros que lo considera-
" Carta de Joaquín Maurín a Joan Rocabert, Nueva York, 11 de octubre de 1971, Bibliothéque F.I.E.H.S., C.E.H.I., Barcelona.
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
han «jubilado». Lo que está claro es que, independientemente de los comentarios, a sus 75 años Maurín seguía siendo —como siempre— él mismo, tarea bastante más complicada de lo que parece a simple vista, y era ciertamente dificil pretender convencerle de algo que no le dictara su reflexiva y madurada conciencia. Los arios de arriesgadas e idealizadas aventuras políticas pertenecían a otra época, de la que ahora sólo quedaba la memoria y el recuerdo. Pero hasta que físicamente pudo, su actividad en pro de la libertad, de la democracia, de la paz y la cultura no conoció freno alguno, al tiempo que ensayaba una de sus frustradas facetas: la de novelista. En sus últimos años corrigió los borradores de las estampas que había escrito en su etapa de cautiverio y que darían lugar a un libro, En las prisiones de Franco, publicado un ario después de su muerte en Méjico por Costa-Amic (el mismo que había participado en el plan de secuestrar a la mujer de Franco para canjearla por Maurín), y a otro manuscrito, también escrito en las cárceles, que se titularía La juventud de Luis Algol: diez años después, al que colocó el punto final pocos meses antes de morir y que se halla inédito. A juicio de E. F. Granell el libro originalmente titulado Los siete círculos, que rememoraba su experiencia personal como prisionero del fascismo y que había puesto su acento «no sabemos si consciente o inconscientemente» en el centro de su más honda angustia como individuo humano, «le sirvió a Maurín como acicate para decidirse a emprender por fin la tarea de redactar sus memorias. La fuerza moral recibida de tales evocaciones bastó para borrar todo escrúpulo de vanidad, según la había supuesto posible en el mero acto de hablar de sí mismo»." Y entre las consultas que le hacían estudiosos de las universidades, profesores que escribían libros sobre España, alumnos que preparaban tesis..., las responsabilidades empresariales de su agencia, la redacción —con sangre, sudor y más de una lágrima— de sus memorias (ante la insistencia de sus amigos y una vez vencido el escrúpulo moral inicial a emprenderlas tras haber temido herir su propia modestia integral), la abundante correspondencia y sus artículos para la prensa GRANELL, E. F., «En las prisiones de Franco. Un libro de Joaquín Maurín», España Libre, Nueva York, agosto-octubre de 1974. Granell era una de las personas que más veía a Maurín en Nueva York, según nos contó Víctor Alba por teléfono (26-11-1991), como poco una vez a la semana. 400
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iberoamericana... iban pasando los años con la esperanza puesta en volver a pisar suelo español. Ahora sí que aquella Arcadia de la infancia volvía a hacerse real en los vericuetos de su imaginación y se veía rescatada para sus pacíficos sueños de abuelo. 7.3. EL NOGAL PARTIDO POR EL RAYO Joaquín Maurín había construido una segunda vida en Nueva York a base de una prodigiosa voluntad, partiendo de luchas indecibles y, como dijera su amigo y colaborador Germán Arciniegas, «¡con qué aragonesa tozudez!»." Fue precisamente esa tenacidad a prueba de bombas la que facilitó su adaptación al ritmo de vida y a las costumbres norteamericanas. Gracias a Figueres era un ciudadano americano, había conseguido sentirse útil organizando y dirigiendo él solo una agencia de prensa y estaba respaldado por incondicionales amigos y por su mujer, su hijo y su amada nietecita. Había recuperado su integridad personal, tan vilipendiada durante sus años de cautiverio y muy fluctuante en sus primeros tiempos de vida en Nueva York, y, lejos de la adulación y la mentira, su generosidad intelectual, su altruismo y su elevada idea del individuo humano permanecían incólumes. Los amigos y colaboradores de España Libre siempre destacaron como una de sus características sobresalientes su inagotable entusiasmo vital, además de considerarle un hombre cabal, seguro de sí mismo, capaz de infundir confianza y ... juvenil, dentro de aquella fornida corpulencia suya. Los niños —como su propia nietecita—; los pájaros, la naturaleza y la sorpresa continua de la vida diaria lo estimulaban. Había sufrido prisiones y destierros y su ánimo permanecía tan puro y su coraje tan vigoroso a los setenta arios como en su adolescencia..."
" ARCINIEGAS, G., «Mi recuerdo de Joaquín Maurín», España Libre, Nueva York, enero-febrero de 1974. 6° Columna de honor «Joaquín Maurín», España Libre, Nueva York, enero-febrero de 1974. Maurín había sido el creador de esta sección titulada «Columna de honor» en la que escribía semblanzas y honraba a destacados y desaparecidos líderes del movimiento obrero español, a la mayoría de los cuales había conocido y de cuyas virtudes como luchadores sociales, personajes políticos, escritores y artistas hablaba y escribía «como si los hubiese visto el día anterior». Una de las semblanzas más largas y entrañables es la que le dedicó a Fernando de los Ríos, también a su nunca olvidado Salvador Seguí o a Ángel Pestaña, 'Ángel Saborit, etc. Esta vez era él el homenajeado y esa era la única columna de honor que no pudo escribir.
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
A la vista de sus actividades y sobre todo de su obra escrita, recordando la máxima bíblica «por sus obras los conoceréis», no resulta dificil creer estas afirmaciones y más tras haber seguido la pista de su talante enérgico durante toda su vida. Aun así, no es complicado intuir que, a pesar del dinamismo y la vitalidad, coexistían con él poderosas contradicciones que, si bien no parecían robar pureza a su ánimo, no dejaban de ser una violenta y nostálgica carga para el exiliado, ex secretario general del P.O.U.M., ex parlamentario, ex político, ex preso y ex joven. Maurín estaba feliz de ver progresar a su hijo y ver crecer a su nieta Elena. Al parecer, esa era una de sus grandes pasiones en los últimos años de su vida; adoraba a los niños, además de a los animales, especialmente a los gatos, y mostraba una predilección especial por los tiernos infantes, «le gustaba evocar el afecto de Lenin por la infancia».61 Tal vez estas fueran aficiones propias de una persona mayor, que, a pesar de no estar en absoluto jubilada, iba adoptando progresivamente una actitud más contemplativa. Pero además de los pequeños placeres de la vida cotidiana otra procesión iba por dentro y las tristezas, fruto de la frustración de su vocación política, por el hecho inconmensurable de no haber vivido políticamente la guerra civil, junto con la incomprensión que algunos de sus viejos compañeros de lucha habían mostrado por su silencio político, le recordaban esas contradicciones de las que su presente llevaba las riendas. Como las de la mayoría de los exiliados de la diáspora española, algunas de las esperanzas de retorno con la frente alta se habían ido desvaneciendo con el paso del tiempo, pero el Kim seguía añorando regresar a España, porque, como escribía de un modo sencillo y elocuente en el prefacio a su tercer libro: «cuando se ha tenido la suerte de nacer en España y vivir con la gente que trabaja y sufre, uno se siente encendido por el fuego del amor a ese pueblo admirable que vive humilde y heroicamente y muere sin humillarse jamás»." En los últimos años de su existencia ese deseo se había vuelto más concreto y seguramente más vehemente, su alma estaba puesta en la memoria de su tierra y de su pueblo y soñaba con contemplar por última vez aquel agreste y a la vez bucólico paisaje de su infancia. Su hermana María nos contó que en las cartas que Joaquín le escribía desde Nueva 61 Idem. 62
M., J., «Nota preliminar» (1965), Revolución y contrarrevolución..., cit., 1966, p. 2. 402
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DESDE LA ÚLTIMA CURVA DEL CAMINO. NUEVA YORK (1947-1973)
York siempre preguntaba, aparte de por todos los familiares, por la gente que ambos habían conocido en la infancia: ... Me preguntaba por una costurera que venía a casa que se llamaba Dominica —porque entonces mi madre estaba muy atareada y no tenía tiempo de remendar (entonces la ropa se remendaba, no es como ahora) y venía ella—; por los de casa «El Sastre», en fin, por toda la gente que habíamos conocido de pequeños (...) Y en una ocasión me dijo: —Yo no sé si tú recuerdas cuando yo iba a regar, una vez que yo planté un nogal, detrás de la pared que separa el camino del molino de la finca La Pradera, haz memoria y a ver si puedes saber qué ha pasado con aquel nogal, si creció y si da nueces...
María hizo averiguaciones a través de un pariente que vivía en Bonansa y supo que el nogal había crecido pero que no había dado nueces —«los nogales a veces tardan más de treinta años en dar nueces»—; ella misma nos contó «la pena tan grande» que había sentido al tener que contar a su hermano que a aquel nogal lo había partido un rayo y que luego lo serraron: «entonces había muchas tormentas en la montaña, a Joaquín le gustaban mucho las tormentas...»." En otras cartas Joaquín le preguntaba por la vieja escuela, si seguía en el mismo lugar o si la habían cambiado, por la fuente y el molino y también por muchas de las personas que le vieron crecer. Y lo que tal vez la solícita María no sabía es que estos y otros detalles le sirvieron a su hermano, además de para retrotraerse y refrescar su memoria, para recrear el universo arcádico de La juventud de Luis Algol y reconstruir con fidelidad el mundo de sensaciones y los estragos del paso del tiempo que Algol-Maurín percibe al «regresar» —tras largos años de ausencia— a su aldea natal. Como ya indicábamos en el primer capítulo (también nosotros nos retrotraemos y volvemos a los orígenes), esta novela de 500 folios supone una fusión de algunos de sus escritos del «sanatorio» y su nexo temático no es otro que la propia Entrevista a María Maurín, Huesca, 28 de octubre de 1989. María, una encantadora anciana de 89 años, hilaba con abundante juicio los recuerdos y anécdotas de la infancia compartida por ambos, haciendo gala de su ternura y prodigiosa memoria. Nos contó, respecto a las tormentas, que a Joaquín le gustaba contemplarlas y que la protegía porque a ella le daban miedo; una vez gritó: «—Si existe Dios, que caiga un rayo ahora mismo». El rayo no cayó entonces pero lo hizo años más tarde y curiosamente mató el árbol que él había plantado cuando era estudiante de Magisterio en Huesca.
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
trayectoria de Maurín más o menos novelada. Su evidente trasfondo autobiográfico revela hasta qué punto Maurín imaginó, con todo lujo de detalles y cómo si lo hubiese vivido, cómo sería su regreso a Bonansa-Miralba, satisfaciendo así un anhelado sueño que no pudo materializar en vida. «Tras cerca de tres lustros de ausencia», Algol retornaba a su pueblecillo. «¡Qué dulce es sentirse de nuevo en los lugares queridos en donde transcurrieron los años de la infancia!», pero poco a poco descubre «defraudado, chasqueado, melancólico», cómo la modernización ha robado uno a uno todos los fragmentos de su mocedad: —Me molesta vuestra carretera —prosiguió Algol— y vuestro auto de línea; hubiese preferido llegar a caballo desde el ventorrillo del Puente, siguiendo el camino arriero, como en el pasado... Me fastidia vuestra luz eléctrica; quisiera que siguiese alumbrando el candil... Se me indigesta vuestro pan blanco, pues cuando lo como, ese pan me dice que desapareció la aceña... Encuentro insípida el agua de la fuente nueva; por tenerla a dos pasos, habéis dejado la vieja fuente de Miralba convertirse en una charca... Odio vuestra pretenciosa escuela; fue ella responsable de que el viejo roble fuese convertido en leña... Hay más. Ayer cuando fui a depositar un ramo de flores sobre la tumba de nuestros padres, vi que las resquebrajadas tapias han desaparecido, siendo reemplazadas por un espeso muro de mampostería; se acabaron, pues, las lagartijas y los jaramagos... Murieron Linda, el mirlo y la cabrita... Se rajó la campana mayor... Se heló la parra que abrigaba la solana... Pepón mató a Conchita...
Ya nada era lo mismo, pero Algol, entristecido, profundamente nostálgico y «alejado de la selva inextricable de las miserias y de las pasiones humanas (...) teniendo por compañía a la soledad y la Naturaleza», se sumerge sensualmente en el bucólico paisaje de su infancia —«la crestería de las sierras lejanas, la sinfonía del arroyo, la fronda y los pájaros»— y siguiendo la senda de sus compañeros de entonces —Horacio, fray Luis de León, Garcilaso, Virgilio...— comienza a recordar. Sus ilusiones se han desvanecido, pero junto a su hermana Lucía (María) evocan entrañables y tiernísimas escenas de infancia: la indecible bondad de la madre, cuando un día Lucía-María resbaló y cayó a la acequia y Algol-Joaquín la salvó, cuando oían retumbar el trueno y presenciaban el zigzag de los relámpagos, cuando tropezaron y se les rompió aquel botijo que tanto gustaba a la madre... Gran parte de estas anécdotas nos las contó la propia María, mientras se emocionaba
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DESDE LA ÚLTIMA CURVA DEL CAMINO. NUEVA YORK (1947-1973)
recordando cómo su hermano la había salvado de morir ahogada o cómo Joaquín se llevaba muchos libros cuando iba a regar el prado. En fin, tras entonar abundantes sinfonías pastorales, Algol, decepcionado, se da cuenta de que su sueño no puede hacerse realidad, experimenta la añoranza de sus años infantiles, quiere volver a ser un niño: «—Por eso había vuelto a Miralba. Para ser niño... Mas ya no es posible. Era un sueño...». Joaquín Maurín vivió y sintió en sus últimos escritos lo que la realidad no le había permitido, la proyección de sus afanes —teñida de añoranza, de mucha crítica fabulada y bastante de tragicomedia— es constante en la novela. Tal vez considerara que este viaje mental y literario podía ser una buena práctica para embarcarse en su propia y extensa rememoración personal, frente a la que se mostraba tan remiso. Al fin y al cabo, algo parecido ocurre con su otro álter ego, el Julio Tiznel de En las prisiones de Franco, o incluso con el mismo Baroja de los inacabables tomos de Memorias de un hombre de acción, trasuntos literarios de sus mismos creadores. Como en la cárcel de Salamanca, como en la novela de Sender, como en los propios acontecimientos de la guerra civil, la realidad y la ficción se hallaban inextricablemente mezcladas. Poco hemos podido leer, porque poco pudo escribir de su experiencia bajo su verdadero nombre, pero mucho y muy descriptivo de su auténtico espíritu se puede deducir de sus novelas, en las que no podía o no quería o no sabía evitar ser él mismo y todas sus circunstancias. Y por si no queda clara una de sus incurables frustraciones, la novela acaba cuando Algol y su compañera Maribel (la hija de un viejo primer amor de sus años en Villacampa-Lérida) regresan de Nueva York, se afilian a la C.N.T. («en el fondo, seguía siendo un anarquista, un anarquista un tanto complejo: anarquista-tolstoyano» ) como chófer y como enfermera para luchar en defensa de la libertad y la democracia de su país y, tras caerles un obús, mueren instantáneamente." Justo el día después de poner punto final a esta novela, el 30 de julio de 1973, Maurín fue hospitalizado. A través de una detallada carta de Jeanne, Manuel M., J., La juventud de Luis Algol (1.' parte, 316 pp.). Diez años después (2.' parte, 185 pp.), copia mecanografiada, Nueva York, 1973, pp. 221-242, cap. VIII y IX de la 2." parte.
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
Sánchez reproduce la enfermedad que sufrió durante su último medio año de vida. Al parecer, el día 24 de abril Joaquín perdió de repente el uso de la palabra. Los especialistas le diagnosticaron un pequeño derrame del que se repuso pronto, para volver a recaer y ser hospitalizado: Un fangiograma descubrió la existencia de un tumor cerebral del tamaño de una naranja, pero benigno en apariencia. Joaquín había perdido ya treinta libras y tenía una fuerte bronquitis. Sin embargo, no se podía demorar la operación. Por razones muy largas de explicar por correspondencia, tuvimos que trasladar a Joaquín a otro hospital, el mejor de N. Y., donde el 19 de julio fue operado con todo éxito, por un neurocirujano considerado como uno de los mejores del país. Sin embargo, unos días más tarde empezaron a manifestarse toda clase de complicaciones: ataque cardíaco, paro del funcionamiento de los riñones, doble pulmonía, envenenamiento de la sangre, etc. El pobre Joaquín estaba lleno de tubos por todas partes. Se le alimentaba por un tubo que pasaba directamente a su estómago por la nariz, y por mucho tiempo luché para impedir que le hicieran un agujero en el estómago para alimentarle mejor. Durante dos meses permaneció en la sección llamada de Cuidado Intensivo.
Del hospital salió el 26 de septiembre, tras haber acudido a un Centro de Recuperación en el que había reaprendido a andar con un bastón. El día 10 de octubre regresó a casa: «estaba muy feliz de vivir, de encontrarse normal y poder reanudar, poco a poco, sus actividades». El 4 de noviembre, Juana y Joaquín salieron a dar un paseo y charlaron e hicieron proyectos para el futuro: «creía tener delante, por lo menos, unos cuatro años de vida». Cuando regresaron al apartamento, Maurín tomó una taza de té con una galleta y observó, con satisfacción, la puesta del sol sobre el Hudson, antes de internarse en su cuarto para descansar y escribir a sus amigos. A las seis y cuarto me di cuenta de que había llegado la hora de preparar la cena. La calenté, puse el cubierto en la mesa, la sopa en los platos y llamé a Joaquín: «La cena está lista...». No me contestó. Entonces fui hacia su cuarto y le pregunté: «¿No has oído?». Su cuarto estaba a oscuras. Encendí, y con espanto y horror, lo vi tendido en el suelo, en una charca de sangre que chorreaba de su cabeza y de su boca. Respiraba fuertemente, los ojos entornados, y agitaba las piernas. Llamé abajo, a unos vecinos, y una hora más tarde estábamos de nuevo en el hospital en el que había permanecido tanto tiempo, llevados por la policía en una ambulancia. El cirujano no me ocultó que la situación estaba muy grave. Insistí para que intentara una 406
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DESDE LA ÚLTIMA CURVA DEL CAMINO. NUEVA YORK (1947-1973)
nueva operación, lo que se realizó la misma noche, pero sin resultado. Joaquín permaneció en el coma y dejó de respirar veinticuatro horas más tarde, el 5 de noviembre a las once de la noche.»»
Joaquín Maurín Julia había muerto, a sus setenta y siete años de edad, en la ciudad de Nueva York. A partir de ese momento, un sinfín de artículos de prensa españoles, latinoamericanos, franceses y neoyorkinos imprimían su nombre, su vida y su muerte en las columnas de muy diferentes periódicos. Amigos fieles, enemigos, gentes que le habían visto, oído o leído alguna vez, perfectos desconocidos, historiadores, anónimos o‘conocidos militantes de las filas de su partido y de otros partidos, aduladores o detractores de su controvertida trayectoria, se daban cita para ensalzar su significación en la vida política española, llorar su muerte, lanzar nuevos dardos, barajar los datos de su biografía o rendirle un último homenaje. Juana contaba también en su carta a Manuel Sánchez que un amigo de Barcelona le había enviado un magnífico álbum en el que había colocado todo lo publicado recientemente por la prensa española sobre Joaquín y donde todas las provincias españolas estaban representadas. No es extraño. Su muerte no podía pasar desapercibida y, además, sirvió para que muchos, que le creían fusilado durante la guerra, supieran qué había sido de él y para que los que se habían desinteresado, porque finalmente no había sido un héroe y un mártir como su amigo Nin, despejaran el «enigma» que nunca existió. El artículo que Portela publicó en la revista Triunfo, «La única muerte de Joaquín Maurín», fue muy aclaratorio en este sentido y, antes de servir como prólogo al libro de Juana, cumplió la función de rebatir las teorías de otro artículo escrito por el historiador Francesc Bonamusa, «La segunda muerte de Joaquín Maurín», cuyas cuestiones sobre la salvación de Maurín parecieron insidiosas a muchos amigos del fallecido. Ni aun muerto cesaba la polémica sobre su persona y, de nuevo, comenzaba el panegírico, esta vez tras una muerte verdadera. Se le rendían líricos homenajes, aunque menos enardecidos y propagandísticos que los de 1936 y con un contenido más biográfico, objetivo e imparcial. Hasta un reaccionario periódico de Barbastro, patrimonio del estamento clerical, titulado El Cruzado aragonés, mostraba su "
SÁNCHEZ,
Manuel, Joaquín Maurín, gran enigma..., cit., 1976, pp. 323-325.
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Índice
JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
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SPANISH REFUGEE AID 80 East llth Street New York, 3, N. Y.
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Índice
A continuación damos algunos fragmentos del discurso pronunciado en esa ocasión por el Sr. Maldonado:
don Mario Soares y destacadas personalidades de la oposición española. Entre lea adhesiones recibidas figuraban, por su calidad y por el tono de fervor y aliento a la' causa de loa republicanos españoles, la de los Sres. fierre Mendes-France, exPresidente del Gobierno francés, y Gastón Monnerville, exPresidente del Senado.
• No Is uh secreto para nadie, que la dictadura española vivió hasta la feché en "medio de una coyuntura internacional favorable — la pugna, que como sucede con frecuencia, enfrentó a los vencedores despues de la terminación de la última guerra — lo que le permitió al dictador, al mismo tiempo que se imponía en el interior por la coacción y la violencia, realizar en el exterior una político zigzagueante y oportunista, merced a-la cual pudo mantenerse en el poder. Y, enva. necido,Undioaado, persuadido quizás de su papel de jefe carismático, de ."hombréprovidencial, enviado por Dios para salvar a su pueblo", con el artilugio de la llamada Ley de Sucesión imaginó el insensato propósito-de lograr la 'perrnanen-0 cía e n'alterabilidad", del Sistema es caso que merece capitulo aparte. a través de una Monarquía ms- Don Juan, que desde 1009 no hataurada",'es decir, emanada de la bla hecha públicas manifestacioguerra civil, cuya legitimidad se nes políticas, hace' ahora declarafunda por lo tanto en un drama, ciones a los periodistas, reune rueaunque scan conen la dividan de los' españoles en das,ile prenau,, dosuategorlas, mejor aún, en dos fidenciales,í; :dice prudentemente, céstas; la .de los .vencedores, que en forma , encubierta„ algunas cc, según ae ha manifestado con reite- sag. y encomienda. a sus voceros ración;uo renuncian a la 'victoria que las digan •de 'manera niño ex-. Y ladeos vencidos,- la de los opri-. plícita. Todo pareoe ,indicar, en suma, 'que está decidido a . entrar mides, lédéloo.nuevos parias. Y al al-higuí anunciado para en la palestra. Pero, ¿Cuales son desempeñar ese innoble .cometido. esos derechos a la Corona a los
El 11 de Febrero de 1974, se hp•aelobrado, en el Círculo Re»Ufano de Péría, el aniverserié% la 'primera 'República española. ,AI:scto asistieron -el Preal• &ate de la República en el exilio don losé Maldonado y el Presidente del Gobierno don Fernando Valera; los Embajadores de México y Yugoslavia; loa Sres. Daniel Mayer, ex Mi'deliro del Gobierno francés y Dlareel Bataillon miembro del Instituto de Francia, el dirigente de la oposición portuguesa
Hacia la restauración de la República en España
nes de clemencia dirigidas des& todo el mundo id dictador Franco Poco antes de las diez de la ma ñana, en la cárcel de Barcelona, el verdugo sujeto el garriite al cae no de Puig y de elite modo el go bienio franquista, bañado en la sangre de hUS Víctimas desde su inst auración, puede decir que ha perfeccionado su técnica mortal puesto que ya no la derrama. Los ~Mato» prosiguen. En las afilen. de Madrid, en San Sebas• tiño III, los Reyes, el trabajador Francisco !tladrigal, de 21 años de edad, fue asesinado a tiros por la Guardia Civil. Había sido privado de su documentación. Le ordenaron que se presentara a recogerla al.día siguiente. Alegó que no podría• hacerlo hasta el lunes próximo. Los guardias quisieron forzarlo. qualos acompañase. Sus amigos protestaran, y sin más, allí mismo, ante todo el mondo. lo acribillaron a balazos. En el hospital, se comprobó que tenía hiele
no obstante las numerosas peticio-
El joven anarquista catalán Sal valor Puig Antich, de 26 años de edad, COndenado por lo muerte da, un policía en Barcelona dtiranle e mes de septiembre de 1972, fue ejecutado por medio del garrote
más crímenes aún
Fue ejecutado el anarquIsta Puig;
DE
'AMERICA'
25 cts.
PRECIO DEL EJEMPLAR
En el articulo "La segunda muerte. de Joaquín Maurin", publicado en Triunfo del dio 1 de diciembre, FranCesc Bonamusa, el autor, formula una serie de preguntas que, aunque no haya sido ese su propósito, rodean de sospechas la figura del viejo militante obrero recientemente fallecido. (Triunfo es una importante revista madrileña.) Sorprende que Bonamusa, autor de un libro aún no aparecido sobre los origenes del Bloque Obrero y Campesino, no haya estudiado más a fondo la vida del más destacado de sus hombres. Por otra parte, no le habría sido difícil a Boimmusu obtener de viejos compañeros de lucha de lllourin, y u los que él conoce personalmente, datos suficientes
Por LUIS PORTELA
JOAQUIN MAURIN
La única muerte de
SOCIEDADES HISPANAS CoNFEDEPAPAs -PE '1..0$ 'aSTAPOS "01, Dos
España /bre Publicación Bimensual
No. 2
Netá York, N, Y. Mamo-Abril, 1974 Vol. XXXVI
JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
esquela junto a una cristiana cruz. Y es que en ese pueblo del somontano oscense vivían algunos de sus numerosos parientes que, al contrario que él, sí habían seguido por la senda del sacerdocio y que se empeñaban en bendecirle con la cristiana religión que Maurín había abandonado en su adolescencia. El día 6 de noviembre lo incineraron, quedando enterradas sus cenizas en el jardín de la casa de su hijo, en Byrn Mawr.»» Ocho años más tarde volvían a su pueblo natal los restos del insigne luchador y se le rendía su último homenaje, sin ningún tipo de celebración religiosa; a pesar del encarecido empeño de su hermana María, de mosén Joaquín y mosén Manuel Iglesias y demás familiares, Juana se opuso rotundamente a que se conmemorara cristianamente el regreso de las cenizas de su marido. Muchos familiares, militantes, amigos y coterráneos acudieron a la cita y uno de ellos —actual presidente de la Diputación Provincial de Huesca y que, como su antepasado, ha seguido los pasos de la política— escribía entonces: Es triste cómo estas comarcas tan necesitadas de gente, de ideas y de líderes tengan que ver llegar las cenizas de sus mejores hijos después de que la irracionalidad que ha durado cuarenta arios en este país les ha hecho vivir y morir en el exilio. Como dijo una persona el día del homenaje: «Maurín vive con sus ideas, sus obras y en el recuerdo de sus amigos», pero esta no debía haber sido la vida y muerte de este maestro nacional, diputado, escritor y sindicalista, víctima, como otros tantos en este país, de la intransigencia. Este país es el que hace mil arios fueron capaces de convivir cristianos, mahometanos y judíos, creando una civilización y una cultura que ahora envidiamos, en estos últimos tiempos se ha dedicado a perseguir, fusilar y exiliar, actividades poco acordes con el progreso y engrandecimiento de los pueblos. El retorno de los restos de este hombre a su pueblo, debería hacernos reflexionar sobre lo que supone la base de la convivencia: la tolerancia."
Ciertamente Maurín fue caldo de cultivo de esa feroz intransigencia y hubo de pagar, como muchos, un elevado precio «por consagrar su vida a la clase obrera y campesina y a la causa de la libertad». Desgraciadamente el destierro fue patrimoDos revolucionarios..., op. cit., 1975, p. 309. M., «Homenaje a Joaquín Maurín en Bonansa», El Ribagorzano, órgano de la Asociación de Amigos de Sobrarbe y Ribagorza, n.» 5, 3.» época (fundádo por Joaquín Costa), Graus, julio de 1981, p. 4. ALBA, V.,
" IGLESIAS,
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DESDE LA ÚLTIMA CURVA DEL CAMINO. NUEVA YORK (1947-1973)
ESPI1 rico
Libre
Columna .2 A1111,0J1
JOAQUIN MAURIN A más de admirable orador y escritor, de gran organizador, Alaurín era un oidor no menos excepcional. No le incomodaba la discrepancia, siempre que se fundanuntase en inteligencia P buena f c. Su VII tusinsmo vital era inagotable. Juvenil, dentro de aquella fornida corpulencia mi pi... suya. Los ;0,1 • príjarox, lu 11111 'Vil!! rdl nal urale:a y tu sorpresa ron:huía de la vida diaria lo estimulaban. Halda sufrido prisiones y destierros y su ánimo permanecía tu /I puro y SU coraje tan vigoroso a los setenta años e0,110 en su adOleseenCia. Sri generosidad intelectual
Nadie hay con méritos superiores a los de Joaquín Maurin para honrar esta columna. Quienes hacernos "España Libre" quisimos, en más de una ocasión, significarle así nuestra amistad. Cada vez rechazó el pequeño honor. Joaquin illaurin: un hombre cabal, seguro de sí mismo y capaz de infundir confianza a los demás. Era de la rara estirpe de quienes gozan con los lógros ajenos. En extremo sensible a toda falsedad, no toleraba la adulación ni /a mentira. Veía en tales rasgos de conducta señales inequívocas del rebajamiento. humano. Por éso Afaurín advirtió enseguida los signos de la degeneración stalinista, conducente a /a más bestial contrarrevolución conocida. Fue .uno de primeros teóricos _ del mundo que peréigieron la, gravedad hiátórica de la gran traición. En Estniilá fue el primero. Mciurítt es una de las figuras nuís prominentes de las luchas, Socie~s-Etipaist.434 iasWees los medios libertarios, para él la fuerza ~individuo, su valor y su prestigio, estaban en relación directa con el nivel de la. dignidad personal.
lo llevó a proclamar en el acto los valores jó-.,enes o viejos que acababa de descubrir. Lector voraz, un curiosidad lo abarcaba todo: !lentes, sitios, rosas, acaecimentos—sobre todo, gentes. Lo 9:(sInha evocar el afecto dc Leida por la infancia; Minen re curó la wo,taloia de su relaci,su roo Salvador Seguí; compugía pensar ere e/ horrible marlirio y tmrsin(110 de su amigo Andrés .Vio, dirigente, como él misma, del POUM. La memoria de Maurin era prOdigitiosa, eo»10
Hablaba de las rirtudes de luchadores ~hl!, s, personajes políticos, escritores y artistas del pasada, eOni0 si los hubiese visto el día anterior. Si alguien lo del mudaba; no le guardaba rencor. "Lo borro de mi recuerdo," decía. Pero tal decisión tenia que serle dolorosísima, por su alta idea del individuo humano—rasgo muy Le Sabreeiren su mujer, Jeanne, que siempre fue su más dedicada colaboradora; su hijo, el profesor y tseritor Mario Maurin y XI, nieta. prunndhoniana. Maurín, que consagró su vida al socialismo democrático, murió con esa esperanza. Fue el creador de esta sección y autor de todas sus remblancas, con sólo una excepción. Si nos honramos recordándolo aquí, es porque ya no puede decirnos que no. Sería inútil disimular el dolor que nos causa el inmenso sacio de su ausencia.
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JOAQUÍN MAURÍN (1896-1973)
nio de casi todos los que, como él, habían crecido en los albores del siglo, habían oído las voces clamorosas de los miembros de la generación del 98 y querían cambiar España destilando lo mejor de lo que ocurría allende sus fronteras, tras las que la guerra del 14 y la Revolución rusa habían trastocado el viejo orden. Los que se nutrieron y crecieron al calor de acontecimientos revolucionarios que hacían sentir el apasionante vértigo de la historia. Y lucharon, con la más idealista bandera de la igualdad y la libertad, para crear una humanidad mejor. Los que murieron con la frustración de no ver la mayor parte de sus ideales cumplidos, pero que legaron sus obras, alzadas para reflexión, pasmo, estudio y compañía de los que, como nosotros, nos acercamos a ellos de la mano de cuantos acuden a preservar su memoria. Germán Arciniegas se dirigía al viejo amigo el día de su homenaje y a esas palabras, con las que supo expresar el nostálgico placer de las cosas sencillas y vividas, nos sumamos ahora: Era un hombre gallardo, abierto, con esa extraña mezcla de rudeza y bondad de los aragoneses, que parecen de acero y muy adentro llevan una poesía: la poesía de la libertad (...) Yo le recordaré siempre como un pedazo vivo de España, mirando desde la ventana de su estudio —un tallercito que no conoció reposo— las aguas del Hudson, con su carga de hielo en los inviernos, con los cobres disueltos en cristal arrastrando hacia el mar el reflejo de los crepúsculos de otoño, y el alma puesta en la memoria de su tierra y de su pueblo. «Si yo pudiera algún día ir a morir allá...». Con esas cosas de Nueva York, cuando se baja en las mañanas a comprar la comida y los periódicos, y se pasa de la cocina al comedor, y llegan cerros de cartas y crece y se acurruca el mundo en los periódicos, mientras se llevan en el alma los recuerdos y se maduran en el delirio las esperanzas... ¡Adiós, Maurín!"
Y así, fiel hasta el último momento con el signo de los tiempos, el corazón de Joaquín Maurín, no su vida, dejaría de latir en el exilio, el mismo año 1973 con el que se perdían bajo el nombre de Pablo tres exponentes cruciales de las más reconocidas artes. Picasso, Casals y Neruda, a los que se sumaba el nombre de un Salvador Allende, conformaban la intrincada arboleda perdida para el último cuarto de este siglo.
93
ARCINIEGAS, G.,
«Mi recuerdo de Joaquín Maurín», España Libre, Nueva York, enero-febrero de 1974.
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DESDE LA ÚLTIMA CURVA DEL CAMINO. NUEVA YORK (1947-1973)
Y desde ese mismo grito común por el que se reclamaban justicias, honradeces y libertades —antes de que nos acostumbráramos a escribirlas en plural—, con el pulso templado de quien ha lidiado en muchas plazas y recibido más de una cornada, Joaquín Maurín perecía para el ruedo de la política, en la que se había forjado, con la que empeñó parte de su propia salud, para la que consagró largas y dolorosas etapas de su vida y de la que logró hacer un no tan reconocido y, quizás por eso, más dificil arte.
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FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA
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