La huella romana La llegada de los ejércitos de la República romana tiene lugar en el verano del año 218 a. e. en el contexto de la Segunda Guerra Púnica. A partir de ese momento, comienza una serie de luchas por el control de la vieja Iberia, que con el paso de los años se convertirá la Hispania romana. En todo ello no solo hay un efectivo dominio por las armas, sino un proceso de aculturación que denominamos romanización. Es una transformación que afectará a las vías de comunicación y las obras civiles asociadas a ellas, a las ciudades y los poblamientos rurales, a las producciones artísticas y artesanales, a los modos de vida, a los nombres… el idioma. La provincia de Huesca ofrece excelentes ejemplos materiales de la huella dejada por la civilización romana.
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en la provincia de Huesca I PASEOS POR LA HISTORIA I
La huella romana en la provincia de Huesca
La huella romana en la provincia de Huesca Coordinación: equipo de redacción de Prames Textos: José Ángel Asensio Esteban Fotografías: Archivo Prames: 3, 4, 8, 11, 15, 17, 18, 23, 26-27, 27, 28, 29, 30, 35 y 46 (ab.); José Ángel Asensio: 6, 10, 12, 14, 19, 20 (dcha.), 22, 23, 24-25, 31, 36, 38, 39, 42 y 46 (ar.); Museo de Huesca: 20 (izda.), 21, 32, 37 y 45; Universidad de Zaragoza: 13, 41 y 43 Diseño, maquetación y tratamiento de imágenes: Equipo gráfico de Prames Edita: Prames • Camino de los Molinos, 32 • 50015 Zaragoza www.prames.com ISBN: 978-84-8321-876-1 DL: Z 1187-2017 Imprime: Grupo Ziur Navarra
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ÍNDICE Prólogo 5 SPQR
Introducción 6 SPQR
Élites hispano-romanas en el Alto Aragón 13 SPQR
Vías romanas en el Alto Aragón La vía romana Ilerda-Osca y Osca-Caesaraugusta Cinga rapax, las vías del Cinca Ruta del valle del Aragón La vía Caesaraugusta-Beneharno, Jaca y los pasos del Pirineo 16 SPQR
Puentes romanos en la provincia de Huesca El puente de la Pertusa 36 SPQR
Otros enclaves romanos altoaragoneses Barbotum Calagurris Fibularia Gallica Flavia Labitolosa 38 SPQR
El hábitat rural. Las villae Villa Fortunatus de Fraga 44 SPQR
Bibliografía 47
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I PRÓLOGO I
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Paseos por la historia es una colección promovida por la Diputación Provincial de Huesca con los objetivos de hacer visible y potenciar el territorio asociado a su patrimonio cultural. Pero la fórmula empleada para ello no son las guías generalistas al uso, sino una serie de rutas o «paseos» temáticos. En cada uno de ellos, el lector puede sumergirse en un momento histórico a través de los restos conservados en la provincia de ese periodo. Cada «paseo» es, por tanto, un viaje en el tiempo. En este caso, el viaje nos traslada hasta la época romana, de memoria siempre tan cercana, pese al transcurrir de los siglos. La Hispania romana sale a la luz en la provincia de Huesca a través de calzadas, puentes, ciudades, villas y numerosos restos materiales que la arqueología se ha encargado de estudiar y depositar en manos de diferentes museos. Se puede decir que La huella romana en la provincia de Huesca es profunda y perdurable, como no podía ser menos en un península mediterránea que fue hondamente romanizada. Algunos de estos vestigios arqueológicos son, en la actualidad, poco visibles y solo los museos permiten un acercamiento indirecto a los mismos a través de diferentes objetos. Sin embargo, la provincia tiene a gala albergar dos conjuntos de gran trascendencia, como son la ciudad de Labitolosa, en la localidad de La Puebla de Castro, y el yacimiento de Villa Fortunatus, en Fraga. A su vez, el territorio oscense permite caminar por un buen número de calzadas, evocando con ello todo ese tránsito de personas, mercancías e ideas que atravesó el Imperio romano de punta a punta. Este «paseo por la historia» pretende revivir de mano de la arqueología todo ese pasado en tierras oscenses, nuestro pasado.
Diputación Provincial de Huesca
A la izquierda Mosaico de Venus y Eros
procedente de Villa Fortunatus 5
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Introducción Un imperio se gana por las armas y la violencia, pero se construye, se consolida y se organiza con la ley, la administración y las vías de comunicación. Esta es una máxima que se repite desde la Antigüedad a lo largo de la historia y que los romanos asumieron tempranamente desde que una joven república del Lacio, la ciudad-estado de Roma, ganara ya en el siglo IV a. e. la hegemonía en la Italia central y comenzara la construcción del mayor y más duradero imperio jamás conocido en el Viejo Mundo. A mediados de dicha cuarta centuria antes de la era, la República de Roma ya parece ser consciente de la importancia de las vías de comunicación y decide la construcción de la primera gran calzada romana, la via Appia, que será modelo y punto de partida de una densa y tupida red viaria que constituiría el “esqueleto” del Imperio y que se fue ampliando paulatinamente, según refleja el Itinerario de Antonino, al menos hasta los 150.000 kilómetros a medida que su territorio iba creciendo desde Britania al oeste hasta el Éufrates a levante a comienzos del siglo II de la era. Escultura de Atis hallada en Villa Fortunatus (Fraga). Museo de Huesca
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En el caso concreto de la península Ibérica, la Hispania de cartagineses y romanos y la Iberia de los griegos, la llegada de los ejércitos de la república romana tiene lugar en el verano del año 218 a. e. en el contexto de la Segunda Guerra Púnica. Las noticias de las fuentes escritas demuestran que ya en este momento las comunicaciones terrestres eran fluidas en estos territorios, a juzgar por el continuo desplazamiento de los ejércitos romanos, cartagineses e incluso indígenas y por la existencia de un intenso comercio de bienes atestiguado por los hallazgos arqueológicos. Desconocemos a ciencia cierta si los cartagineses, poseedores de unas estructuras administrativas y un nivel técnico tan avanzados, si no más que los romanos, construyeron en su imperio hispano algún tipo de red viaria a lo largo de las últimas décadas del siglo III a. e. Sea como fuere, tras su derrota en los años finales de dicha centuria, todas estas posesiones púnicas en Iberia cayeron en manos de Roma, siendo organizadas administrativamente en dos provincias denominadas Hispania Citerior (“la más cercana”) e Hispania Ulterior (“la más lejana”) desde comienzos del siglo II a. e. En este contexto, el valle del Ebro, que había constituido durante décadas el límite de las áreas de influencia de los Red viaria romana en el entorno de los Pirineos, en la que se integraba la del actual territorio de Aragón. Cartografía Dpto. Ciencias de la Antigüedad. Cortesía de la Universidad de Zaragoza
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imperios romano y cartaginés y por tanto había sido constante escenario de guerra durante el conflicto armado, fue incluido en la provincia Citerior, que en su configuración entre los siglos I y III de la era se convertiría en la más extensa del Imperio romano a lo largo de su historia. Durante el siglo II a. e. los pueblos de la mayor parte del valle del Ebro, organizados por lo general en ciudades-estado autónomas sometidas a la autoridad de la República romana, no parece que osaran rebelarse contra ésta, aunque el constante estado de guerra en Celtiberia hasta el 133 a. e., que episódicamente se prolonga hasta comienzos del siglo siguiente, haría que la presencia de los ejércitos romanos fuera constante en la región, para cuyos desplazamientos utilizaría las rutas tradicionales ya existentes, de las que nada sabemos aparte de suponer que discurrirían a través de los valles de los ríos y los lugares de más fácil acceso. Los hallazgos arqueológicos demuestran además que las mercancías circularon también fluidamente ya en esta época hasta los rincones más apartados de la región del Ebro, aprovechando con seguridad la arteria del propio río por medio de la navegación fluvial aunque sin duda también a través de caminos terrestres, lo que confirma la existencia de unas comunicaciones de notable intensidad. Las primeras calzadas romanas atestiguadas con seguridad en Citerior a partir de los hallazgos epigráficos de miliarios datan de la penúltima década del siglo II a. e., de modo que son rigurosamente contemporáneas a la vía Domitia, que desde Italia atravesaba Provenza y cruzaba los Pirineos por la Junquera. Estas primeras calzadas hispanas serían construidas aprovechando una época de paz tras el fin de las Vía romana a su paso por Pertusa
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Restos romanos cercanos a San Salvador de Fraga. Dibujos de Juan Bautista Labaña en su Itinerario del Reino de Aragón (Prames, 2006)
Guerras Numantinas, en un periodo en el que a la vez se aborda la fundación de numerosas ciudades de nueva planta y urbanismo regular en la costa del Mediterráneo y el valle del Ebro. Una de dichas rutas, denominada via Sergia dado que fue establecida por el procónsul Manius Sergius, discurría desde la costa catalana en Baetulo (Badalona) e Iluro (Mataró) hasta el interior en Auso (Vich), según demuestran tres miliarios conservados procedentes de la misma. La otra calzada documentada, que ha recibido el nombre de Ilerda-Celsa, es conocida a partir de los miliarios de Q. Fabius Labeo, datados entre el 118 y el 110 a. e., procedentes de Massalcoreig (Lérida) y del camino entre Torrente de Cinca y Candasnos (Huesca). Es posible que otras rutas terrestres fueran establecidas en la provincia durante este momento, aunque carecemos de datos epigráficos que lo corroboren, ya que Estrabón, quien escribe en tiempos de Augusto pero utiliza con frecuencia fuentes de autores, como Posidonio, muy anteriores en el tiempo, menciona dos tramos viarios, el de Ilerda-Osca y el de Ilerda-Celsa-Caesaraugusta, cuyo primer sector Ilerda-Celsa se data con seguridad a finales del siglo II a. e. como acabamos de ver. 9
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El segundo gran impulso en la red viaria en Citerior Tarraconense tiene lugar durante la Pax Augusta a lo largo de las dos últimas décadas del siglo I a. e., coincidiendo con una reestructuración de toda la red urbana de la provincia, que se materializa en la creación ex novo y en la primera monumentalización de numerosos oppida de ciudades peregrinas, en la fundación de la colonia Caesaraugusta y en la concesión de estatutos municipales a diversas ciudades ya existentes como Osca e Ilerda en el área que nos ocupa. En este momento, todas las poblaciones de ambas laderas de los Pirineos, tanto de las Galias como de Hispania Tarraconense, quedarían organizadas por medio de ciuitates como unidad administrativa básica, contemporáneamente a la creación de la provincia Aquitania en torno al año 16 a. e. (Estrabón, Plinio) y a la reordenación de los territorios hispanos por medio del establecimiento de los conventos jurídicos y de una nueva división provincial hacia los años 16-13 a. e. En el caso concreto del Pirineo y Prepirineo centrales, en el contexto de este proceso se fundan efectivamente varias nuevas ciudades peregrinas, como Labitolosa y posiblemente Barbotum y Boletum, que serán promocionadas a municipios en época de los Flavios durante los años 70 del siglo I. En relación a dicha reestructuración administrativa y de la red urbana de las Hispanias, se produce a la vez una importante remodelación de la red viaria de estas provincias por parte del Estado, con objeto de asegurar el dominio militar y de favorecer el trasiego de mercancías y funcionarios o emisarios estatales, para lo cual se construyeron innumerables infraestructuras viarias y se creó en el Imperio el Cursus Publicus o sistema público de correos y transporte de personas y bienes. En relación a este ambicioso proceso, sabemos a partir de los datos epigráficos de los miliarios conocidos, localizados en Fraga, Torrente de Cinca, Cardiel y Peñalba, que la Via Augusta entre Ilerda y Celsa, de origen republicano como vimos, se reconstruye y reorganiza entre los años 8-7 a. e. En su recorrido, esta calzada cruzaría el 10
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Arriba Miliario de Ilche (Museo de Zaragoza) y miliario hallado en Valbona (Tamarite de Litera), Museo de Lérida
Restos romanos cercanos a Candasnos. Dibujos de Juan Bautista Labaña, en su Itinerario del Reino de Aragón (Prames, 2006)
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Calzada en el entorno de Berbegal cuyo trazado podría coincidir con la vía romana
Cinca en el entorno de Torrente-Fraga y atravesaría después la estepa de la zona de Candasnos y Bujaraloz hasta el entorno del cauce del Ebro en la colonia Celsa (Velilla de Ebro), donde existía un puente de piedra que menciona Estrabón. Esta calzada se complementó a partir de estas décadas con otro ramal, descrito por el Itinerario de Antonino y del que se conservan miliarios, que permitiría organizar y comunicar los somontanos, el Prepirineo y el Pirineo y que desde Ilerda seguía hacia el oeste a través de la Litera y los valles del Cinca y Alcanadre hasta el territorio de Osca, vieja ciudad indígena promocionada a municipio romano, desde donde viraba al sur hacia Caesaraugusta y el nuevo puente sobre el Ebro. Al mismo tiempo, según demuestran los numerosos miliarios conservados, se comenzaría la construcción de las vías de Caesaraugusta a Pompelo a través de los montes de Castejón y las Cinco Villas y la Item a Caesarea Augusta Beneharno por el Pirineo y el Prepirineo centrales. En este nuevo programa la colonia-puente de Caesaraugusta jugaría un papel esencial en la organización de las comunicaciones terrestres y fluviales del cuadrante noreste de Hispania en el corazón de la Citerior Tarraconense. Además de las calzadas estatales principales existía todo un entramado de vías secundarias y menores, ya que cada una de las ciuitates del Imperio, tanto peregrinas como de estatuto privilegiado, contaba con un territorio, ager o territorium, delimitado por términos amojonados que hacían frontera con los de las ciudades vecinas y del que sus habitantes obtenían sus recursos, dentro del cual debía disponerse una red de caminos tanto públicos, mantenidos con fondos de la ciudad, como privados, que darían acceso a los asentamientos rurales y cuyo cuidado quedaba en manos de particulares. 11
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Con el paso de los siglos, en el Bajo Imperio y la Antigüedad Tardía en general, cuando algunos de los asentamientos urbanos de la región norte de la Tarraconense, como el de Labitolosa, han sido abandonados, las vías romanas continuarían sin duda en uso para seguir manteniendo en contacto las ciudades aún en activo y los numerosos asentamientos rurales tipo villa, ya que las últimas reparaciones documentadas epigráficamente en la provincia datan de finales del siglo IV, a juzgar por los datos de los miliarios y de inscripciones como la de Siresa, de entre 383 y 388. En este tiempo, también las comunicaciones marítimas, atestiguadas por la pervivencia de un notable comercio de mercancías a larga distancia por toda la cuenca mediterránea, perduran durante el siglo V y parte del VI, aunque paulatinamente con menor intensidad. Este comercio se desarrollaría a través del mar, de los ríos y de las vías terrestres, cuyo estado de conservación sería, por tanto, suficientemente bueno como para poder permitirlo. A partir de entonces, el uso, el paso del tiempo y la falta de mantenimiento harían que las antiguas calzadas y las infraestructuras asociadas a ellas fueran deteriorándose rápida e inexorablemente, aunque sabemos que estos caminos hispanos estarían de alguna manera en funcionamiento y serían practicables durante la época del reino Visigodo de Toledo hasta principios del siglo VIII, dado que la invasión árabebereber siguió sin duda estas rutas en su rápida conquista de la península.
Las vías romanas. Cuestiones técnicas
Las vías romanas, al menos las de primera categoría, contaban con una amplitud que solía alcanzar los 6 m (20 pies romanos), delimitados con bordillos de piedra y trincheras laterales de drenaje. Debemos desterrar de nuestra mente los pavimentos de lajas de piedra flanqueados por aceras, algo que se reservaba solo a las calles de algunas de las ciudades del Imperio. Las calzadas presentaban un firme de perfil alomado conformado por acumulaciones sucesivas de material suelto (gravas y bloques de piedra), dispuestas en una gran zanja de fondo plano excavada en el terreno, un sistema constructivo que permitía absorber y amortiguar las grandes presiones que los vehículos, así como evacuar la humedad. Por otra parte, la preferencia por los Miliarios de Cinco Villas. Museo de Navarra trazados rectos y la necesidad de limitar las pendientes obligaron a los ingenieros romanos a diseñar y ejecutar muros de aterrazamiento y contención de laderas, desmontes o puentes. Por último, disponían de señalización de las distancias por medio de miliarios, hitos o mojones de piedra, colocados a una milla de distancia (unos 1,5 km).
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Élites hispano-romanas en el Alto Aragón Tenemos la fortuna de conocer el nombre e incluso ciertos detalles de la biografía de algunos de los habitantes de las ciudades romanas del norte del Ebro, principalmente de Osca y Labitolosa aunque también de otras como Boletum o Barbotum, gracias a los datos presentes en las inscripciones latinas, en las monedas y en menor medida en los grafitos sobre cerámica. Hay que decir que en los primeros tiempos del Imperio los habitantes libres de la Citerior Tarraconense estaban adscritos a ciudades-estado autónomas, ciuitates, que en su mayoría fueron Inscripción de Marcus Clodius Flaccus, de Labitolosa. peregrinas hasta finales de Foto cortesía de la Universidad de Zaragoza centuria. Una excepción a esta regla era el Municipium Osca, que contó con el privilegio de ser municipio romano desde una fecha cercana al año 30 a. e. al menos, si bien tras el Edicto de Latinidad de Vespasiano, promulgado en el año 73 o 74 de la era, dichas ciudades peregrinasestipendiarias hispanas se convirtieron generalizadamente en municipios latinos y sus habitantes libres en ciues latini o ciudadanos latinos. Estos municipios, romanos y latinos, pertenecientes desde Augusto en la región que nos ocupa al convento jurídico caesaraugustano y a la provincia Citerior Tarraconense, eran gobernados, como en Italia y en el resto de las provincias occidentales, por medio de magistrados anuales, de un senado local u ordo decurionum y del populus reunido en comicios. No obstante, la sociedad de estos municipios estaba siempre dominada por la aristocracia local, ya que solo los ciudadanos más pudientes podían tener acceso al ordo decurionum y a las magistraturas y sacerdocios municipales. Algunos de estos potentados provinciales, como el labitolosano Marcus Clodius Flaccus, que vivió a caballo entre los siglos I y II y fue miembro de una familia de ciudadanos romanos de gran riqueza, pudieron alcanzar incluso el ordo equester dentro de la división censitaria, basada en la riqueza, de la sociedad del Imperio Romano. En el caso del Municipium Osca, sabemos que Marcus Marius Nepos ostentó el flaminado o sacerdocio local y el duunvirato o magistratura anual suprema en el municipio, que también alcanzaron los individuos mencionados en las acuñaciones oscenses de entre las épocas de Augusto y Calígula: M. Quinctius y Q. Aelius, Sparsus y Caecilianus, Compostus y Marullus, Quietus y Peregrinus, M. Aelius Maxumus y Q. Aelius Proculus, Hospes y Florus, G. Tarracina y P. Priscus. 13
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Por otra parte, las inscripciones de Labitolosa y en menor medida las de Osca o Barbotum, datadas de los siglos I y II, indican que la participación de estos notables locales por medio de donaciones en los procesos de renovación urbanística de los centros urbanos de sus municipios debió ser muy intensa. Dentro de este fenómeno, que la historiografía viene denominando con el término “evergetismo”, se incluiría la construcción, reparación y mejora de los caminos que atravesaban el territorio del municipio, según atestiguan una desaparecida inscripción de la ladera norte del Somport que conmemora la reparación de una vía (hanc viam restituvit) por parte de un duunviro municipal de nombre Lucius Valerius Veraius y parece sugerir un comentario de Cicerón (Pro Fonteio, 17-18) referente a la vía Domitia, reparada por contratistas sufragados por los propios habitantes de la Narbonense en los años 70 del siglo I a. e. A partir del siglo III las menciones a magistrados son prácticamente inexistentes en la epigrafía de la Citerior Tarraconense. En este sentido, sabemos que ya en el siglo IV el desempeño de las magistraturas se había convertido no ya en un honor, sino en una pesada obligación y que en esta época buena parte de estas familias adineradas se trasladó a residir en el campo en asentamientos tipo villa, como las de La Noguera en Estada o Villa Fortunatus de Fraga, a la vez que se percibe una notable decadencia en numerosos centros urbanos de la provincia. Uno de los potentados rurales del siglo IV pudo ser el Fortunatus del mosaico fragatino si aceptamos que esta inscripción aludiría al dominus de la villa y no obedece a un culto oriental como opinan otros autores. Sin embargo, durante toda la época del Imperio, la mayoría de los ciudadanos varones, romanos o latinos, de estos municipios, así como los incolae procedentes de otras ciudades pero residentes y naturalizados en un municipio, carecía de la riqueza suficiente como para poder aspirar a desempeñar cargos cívicos en sus comunidades, por lo que ninguno de ellos está presente en las inscripciones oficiales, si bien poseían otros derechos individuales y colectivos como el de participar en los comicios que elegían anualmente a los diferentes magistrados y a los cargos sacerdotales de la ciudad.
Lápida de Monte Cillas, en la ermita del Socorro. Coscojuela de Fantova
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Inscripción de Fortunatus que da nombre a la villa localizada cerca de Fraga. Museo de Zaragoza
Otro importante sector de la sociedad de estas ciudades estaba conformado por los libertos, antiguos esclavos manumitidos, que en ocasiones pudieron alcanzar fortuna y un cierto nivel social, aunque por su origen servil tenían vedado el acceso al senado local y a las magistraturas municipales. Este sería el caso de los seviros augustales oscenses Lucius Cornelius Phoebus y Lucius Sergius Quintilius , miembros de un colegio sacerdotal de culto imperial en el que formaban parte los libertos más ricos de cada municipio. En el caso de Labitolosa, algunos antiguos esclavos enriquecidos que alcanzaron un destacado papel social en su comunidad fueron Cornelius Philemon y su supuesta esposa Clodia, presentes en las lápidas honoríficas del foro de la ciudad. Una mención especial merecen las mujeres dentro de la sociedad de estos municipios, las cuales aunque en teoría poseyeran la ciudadanía romana o latina carecían de derechos y tan solo podían legarla a sus descendientes. No obstante, sabemos que en algunas ciudades prepirenaicas las mujeres alcanzaron un importante papel social, como es el caso de Cornelia Neilla, cuya repetida presencia en las inscripciones del foro de Labitolosa resulta destacable en el contexto de la epigrafía romana al igual que ocurre con otras mujeres de la vecina ciudad de Aeso (Isona, Lérida), lo que ha llevado a algunos autores a proponer que el papel social e incluso legal de la mujer en las sociedades de las pequeñas comunidades urbanas de esta región central del Pirineo y Prepirineo podría haber sido mucho más relevante que en la mayoría de las regiones del Imperio. El último rango en la estructura social de la comunidad, e incluso fuera de ella dado que legalmente tenían la consideración de objetos, estaba conformado por los esclavos, privados y públicos, de los que sabemos a partir de los fragmentos de los recipientes cerámicos en los que grabaron sus nombres, en general de un solo término y de origen griego, como la Poletica de una jarra de Labitolosa o el Apollodorus del fondo de un cuenco de sigillata hispánica aparecido en la calle Canellas de Huesca. 15
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Vías romanas en el Alto Aragón La vía romana Ilerda-Osca y Osca-Caesaraugusta En relación a la principal vía romana que atravesaba el actual Alto Aragón, las fuentes literarias antiguas y la localización de los miliarios de Valbona (Tamarite de Litera) (época de Claudio), Binaced (época de Valeriano) e Ilche (¿augústeo?) han permitido reconstruir de manera más o menos precisa el trazado de esta vía IlerdaOsca-Caesaraugusta, que corresponde a un tramo de la Via Augusta que en el Itinerario de Antonino figura curiosamente como parte de dos rutas, denominadas De Italia in Hispanias y Ab Asturica Terracone (It. Ant. 391, 2-5; 451; 452), coincidentes en el espacio y que al parecer serían en realidad la misma recorrida en ambos sentidos.
La ruta según el Itinerario de Antonino 387.
4. De Italia in Hispanias
391. 1. Tarracone m.p. XXIII 2. Ilerda m.p. LVII 3. Tolous m.p. XXXII 4. Pertusa m.p. XVIII 5. Osca m.p. XVIIII 392. 1. Caesaraugusta 2. Cascanto 448.
2. Item ab Asturica Terracone
m.p. XLVI m.p. L m.p. CCCCLXXXII
451. 1. Bellisone m.p. XXVIII 2. Caesarea Augusta m.p. XXXVI 3. Gallicum m.p. XV 4. Bortinae m.p. XVIII 5. Oscam m.p. XII 6. Caum m.p. XVIIII m.p. XVIIII 452. 1. Mendiculeia 2. Ilerda m.p. XXII
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Tramo Ilerda-Osca En su tramo entre Ilerda y Osca, el recorrido en estos dos itinerarios, De Italia in Hispanias y Ab Asturica Terracone, resultaría prácticamente el mismo, de 69 y 70 millas de longitud respectivamente, ambos jalonados por las mansiones de Mendiculeia, Tolous, Caum y Pertusa, situadas a unas 15 millas de distancia una de otra. La ruta discurría, sin duda, unos kilómetros al sur de las principales vías actuales entre Huesca y Barbastro-Monzón a Lérida y de sus antecedentes medievales y modernos, seguramente porque la red de poblamiento varió ligeramente su estructura con la fundación de Barbastro entre fines del siglo IX y comienzos del X. Este hecho permitió que la conservación de los vestigios romanos de esta calzada fuera buena en algunos sectores al menos hasta mediados del siglo XX, cuando las transformaciones del espacio agrario con la extensión de los regadíos y las frecuentes concentraciones parcelarias en Litera, Medio y Bajo Cinca, Somontano de Barbastro, Monegros y Hoya de Huesca fueron modificando el territorio muy profundamente. El trazado de la calzada desde Ilerda coincide en varios kilómetros con las carreteras actuales al oeste de Lérida, llegando a la Litera a través del camino entre Almacellas y Esplús, donde debía ubicarse la mansio de Mendiculeia en la partida de El Castellar en Las Pueblas, continuando hacia el noroeste por Valcarca, donde se encontró un miliario datado en el año 253, y la partida de Ripol hasta la ermita de Nuestra Señora de la Alegría de Monzón, donde se ubica la mansio de Tolous junto a la que se hallaría el puente del Cinca del que no se conserva hoy día resto alguno que sepamos. La ruta proseguiría desde la partida de Pinzana en la orilla
Pieza con epigrafía romana. Museo de Arquelogía del CEHIMO. Monzón-Museo de Huesca
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derecha del Cinca a través del término de Selgua hacia la mansio de Caum, que se viene ubicando en las inmediaciones de Ilche, y continuaría con un trazado recto, fosilizado en caminos actuales, por las inmediaciones de Berbegal y Laperdiguera hasta llegar al cauce del Alcanadre en la mansio de Pertusa, ubicada sin duda en la población del mismo nombre, franqueado el río a través de un puente de piedra del que se conservan interesantes vestigios que describiremos más abajo. Tanto al este como al oeste de la población actual de Pertusa subsisten importantes restos de la propia calzada romana, de unos 6 m de anchura, provista de canalizaciones laterales excavadas en la roca para acumular y evacuar las aguas pluviales procedentes del área de rodadura del camino. Entre los cauces del Alcanadre y el Guatizalema, cuyos nombres romanos desconocemos, la calzada discurría con un trazado recto fosilizado en caminos actuales por los términos de Pertusa, Antillón y Pueyo de Fañanás, donde existiría otro puente del que se mencionan restos que no hemos podido localizar, para dirigirse hacia Huesca por los términos de Alcalá del Obispo y Monflorite, en los que subsisten interesantes vestigios consistentes en profundos entalles y recortes en la roca aprovechados por la actual carretera A-1217 para salvar los desniveles de la zona de El Vallón-Tozal de las Horcas y El Estrecho, prosiguiendo a través del término de Bellestar hacia Huesca cruzando los cauces del Flumen y del Isuela por medio de puentes ya desaparecidos, desde donde llegaría a Osca por el sureste de su casco urbano a través probablemente del entorno de la ermita de Salas.
Ermita de la Virgen de la Alegría, donde se ubicó la mansio de Tolous
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Posible tramo de vía romana en las inmediaciones de Pueyo de Fañanás
Osca La mansio de Osca, localizada en el centro urbano u oppidum del Municipium Osca (Huesca) o en sus inmediaciones, fue un importante nudo de comunicaciones en la red viaria de la Citerior Tarraconense, como punto de confluencia de varios caminos organizados con una estructura radial. Entre ellos, además de los dos tramos sucesivos de la vía De Italia in Hispanias-Ab Asturica Terracone (Ilerda-Osca y Osca-Caesaraugusta), algunos autores sugieren la existencia de otra calzada, con trazado similar al de la actual N-240, que desde Osca enlazaría en dirección oeste con la vía de Caesaraugusta al Bearne. Otros caminos locales partirían desde Osca tanto en dirección norte hacia las Sierras Exteriores como hacia el este, a juzgar por la existencia de varios topónimos numerales en esta zona oriental de la ciudad, como Tierz, Estrecho Quinto y Siétamo. Es seguro que Osca existe como ciudad autónoma de nombre Bolskan en los siglos II-I a. e., a juzgar por las noticias de las fuentes escritas (Plutarco; César) y por las abundantes acuñaciones monetales en plata y bronce con leyenda ibérica. Por otra parte, sabemos gracias a Plinio que Osca fue municipio de derecho romano con denominación oficial de Municipium Urbs Victrix Osca según las monedas, si bien desconocemos el momento exacto de esta promoción, que viene situándose entre los años treinta del siglo I a. e. y la época de Augusto, aunque existen indicios que apuntan hacia una datación precoz, como por ejemplo las acuñaciones de denarios de Cn. Domitius Calvinus, legado de Octavio y procónsul en Hispania entre 39-37 a. e., con el nombre de la ciudad latinizado en el anverso (Osca). Ya indiscutiblemente como municipio, la ciudad, que sigue acuñando moneda de bronce durante la época de Augusto y de los Julio-Claudios hasta Calígula, experimenta entre los reinados de Augusto y Tiberio una radical reorganización urbanística y una intensa 19
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monumentalización de su centro urbano manifestada en la construcción de sus grandes complejos públicos, fruto de la cual serían el templete in antis del Círculo Católico y el teatro, ubicados en el área sur-sureste del casco antiguo de Huesca. Es posible que algunos elementos de decoración arquitectónica localizados en las cercanías de dicho teatro, entre los que destaca un bello ejemplar de capitel corintio normal datable entre finales de Augusto y Tiberio, procedieran de este edificio. En cuanto al foro de la ciudad, a pesar de que se había venido localizando tradicionalmente en la plaza de la Catedral, algunas excavaciones recientes han permitido sugerir que podría haberse ubicado, como los monumentos citados, en la mitad meridional del casco urbano romano. Otro aspecto del urbanismo oscense que permanece abierto es el de la extensión del oppidum durante el Alto Imperio, cuyos límites generalmente se habían identificado con los de la ciudad medieval encerrada por el recinto amurallado andalusí, aunque los hallazgos del palacio de la Diputación y otros importantes restos inéditos como los documentados recientemente en la calle Perena prolongan hacia el sur considerablemente la superficie del tejido urbano romano. Resto de estatua de bronce de tamaño colosal. Museo de Huesca
Denario de Osca de Cneo Domicio Calvino (circa 38 a.e.). Museo Arqueológico Nacional (Madrid).
Anverso con leyenda OSCA.
Reverso: instrumentos sacerdotales y leyenda DOM(itius) CO(n)S(ul) ITER IMP(erator)
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Por otra parte, las excavaciones de los años 80 del siglo XX y, sobre todo, las decenas de intervenciones de la primera década del siglo XXI han ido documentando no solo restos monumentales, sino sobre todo importantes vestigios domésticos romanos, así como tramos de calles pavimentadas con lajas de caliza y provistas de margines o aceras e incluso algún tramo de cloaca. Falta sin embargo un estudio de conjunto para poder conformar un esquema general del urbanismo de la ciudad romana, que en cualquier caso no tendría un plano totalmente regular sino adaptado a las condiciones topográficas. Capitel corintio hallado en Huesca. Museo de Huesca
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Bajo el centro histórico de la ciudad de Huesca se encuentra el que quizá es el yacimiento arqueológico más extenso de la provincia, dado que ocuparía la mayor parte del centro histórico de la ciudad en una superficie de unas 30 ha. Por desgracia a día de hoy casi ninguno de los monumentos mencionados puede visitarse, ya que los restos del templete del Círculo Católico y de las calles y casas localizadas a su alrededor, aunque se conservan in situ y en buen estado, están a la espera de una musealización. Respecto al teatro, sus vestigios se hallan cubiertos y asimilados totalmente por edificios de viviendas, de modo que su investigación resulta muy complicada. Solo en el sótano del palacio de la Diputación Provincial podemos visitar los restos del basamento de sillares de un edificio público que ha sido identificado, con dudas, como un almacén de grano u horreum localizado en las afueras del casco urbano de la ciudad. En las salas del Museo Provincial de Huesca podemos contemplar importantes restos materiales de todo tipo procedentes de las excavaciones del centro histórico de la ciudad, cuya visita resulta imprescindible para acercarnos al pasado del municipio romano y mansio viaria, así como de todo el territorio altoaragonés en época romana.
Templo del Círculo Católico
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La Vispesa, otro asentamiento relacionado con la vía Ilerda-Osca La Vispesa es un interesante yacimiento, de nombre antiguo desconocido, localizado sobre un tozal entre los términos de Binéfar y Tamarite de Litera, cuyas excavaciones comenzaron a mediados de los años 80 del siglo XX y en que se aprecian dos fases bien diferenciadas. En primer lugar existió un poblado ibérico tardío, del que se conservan los vestigios de varias viviendas de planta rectangular, con el que hay que asociar la célebre “Estela de La Vispesa” conservada en el Museo de Huesca. En un momento no bien determinado de mediados del siglo I a. e. este poblado fue parcialmente desmantelado para asentar en la cumbre un gran complejo construido con técnicas y concepción plenamente romanas, con un patio central pavimentado y provisto de una cisterna en torno al que se abrían cuatro alas o crujías. Los muros perimetrales de este monumento se construyeron con un aparejo regular de sillares almohadillados de arenisca, con medidas y técnicas de talla romanas, de los que se conservan notables vestigios. Para nivelar el terreno de la cumbre y laderas del cerro se utilizó el sistema de cajones ciegos delimitados por muretes de mampostería y rellenos de tierra. Esta segunda fase plenamente romana del asentamiento, por su cronología, localización y características físicas, ha sido identificada como una statio o acantonamiento militar de control y vigilancia de la ruta Ilerda-Osca. En la actualidad los restos arqueológicos de este yacimiento han sido consolidados y provistos de paneles explicativos para su comprensión por parte de los visitantes. La Vispesa. Fachada occidental del edificio romano, en sillar de gran aparejo (opus quadratum), siglo I a.e.
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Tramo Osca-Caesaraugusta Desde Osca la calzada De Italia in Hispanias-Ab Asturica Terracone variaba abruptamente su trazado para dirigirse al sur-suroeste hacia el centro del valle del Ebro en Caesaraugusta. Conocemos parte de lo que pudo ser el primer tramo de esta vía que desde Osca se dirigía hacia la capital de convento, gracias a la conservación del topónimo numeral Cuarte, Quart en documentos medievales, localizado en la cuarta milla del mismo, así como a partir sobre todo de importantes restos conservados sobre el terreno entre los que se cita un posible miliario anepígrafo in situ hasta hace unos años. El arranque de la vía desde Osca discurriría paralelo o bajo la N-330 a la altura del cementerio de Huesca y el límite oriental del IES Pirámide, a partir de donde se conserva un trayecto de unos 2,5 kilómetros de longitud de la Cabañera, en una franja recta de terreno de unos 45 a 50 m de anchura, que fosiliza el de la calzada romana. Otros interesantes vestigios se aprecian en superficie en la zona más escarpada del Alto de San Jorge-Monte de San Luis, fosilizados en el denominado “camino Viejo de San Jorge” por la orilla sur del barranco del mismo nombre, en donde se aprecian rodadas de carro en un afloramiento de arenisca y existen restos de varios pequeños yacimientos relacionados con dicho camino. Tras atravesar el sector más abrupto de la vía, la ruta alcanzaría la mansio de Bortinae, que se viene localizando en las inmediaciones de Almudévar (Huesca), a pesar de que no conocemos restos arqueológicos de la misma. Desde allí, a través de un trazado que se desconoce, discurriría por la zona de La Violada, cuyo topónimo se supone originado a partir del latino via Lata o camino amplio. A partir de aquí, seguramente la calzada continuaría por donde hoy se emplaza la A-23 y la vía férrea hasta el valle del Gállego en el entorno de Zuera y San Mateo de Gállego (Zaragoza), en cuyo término se viene situando la mansio de Gallicum en la partida de El Convento, desde la que partiría en dirección sur, a una cota a salvo de las avenidas del río, entre los 24
Vía Huesca-San Jorge
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términos de Villanueva de Gállego y San Juan de Mozarrifar (Zaragoza), accediendo al puente de Caesaraugusta sobre el Ebro, ubicado en el mismo lugar que la fábrica bajomedieval del actual. Las fuentes escritas citan, como hemos visto, dos mansiones en este tramo de la vía además de la propia Osca: Bortinae y Gallicum. 25
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Río Cinca desde Conchel
Cinga rapax, las vías del Cinca El río Cinca cuenta con una notable presencia en las fuentes escritas latinas, debido a que su valle fue en el verano del año 49 a. e. parte del teatro de operaciones de la batalla de Ilerda, una de las más decisivas en la historia de la Tardía República de Roma. En su narración de los acontecimientos, César (Bell. Civ. I, 48. 1), uno de los protagonistas del episodio, menciona el río Cinga, dado que colocó el campamento de sus legiones en la franja de terreno comprendida entre su cauce y el del cercano Sicoris (Segre). Por su parte, el autor cordobés Lucano, en su poema Farsalia, menciona también al Cinga rapax, el voraz Cinca, que hace desembocar en el Ebro. Plinio (Nat. Hist., 3, 3, 24) cita a los cincienses como uno de los populi del convento jurídico caesaraugustano, lo que ha llevado a algunos autores a relacionarlos con el río Cinca, aunque en realidad serían los ciudadanos de una ciudad de nombre desconocido, que quizá podemos reconstruir como *Cincia, de la que no tenemos más noticia. A diferencia de otros ríos de la región de la orilla izquierda del Ebro 26
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como el Alcanadre, el Cinca conserva su nombre prearábigo, a pesar de que las fuentes literarias árabes de la Edad Media lo denominan como nahr al-Zaitun (río de las Aceitunas) o rrio de las Olivas en las traducciones romances de al-Razí.
La ruta del Cinca Dado que los ríos de la margen izquierda del Ebro, como el Gállego o el mencionado Cinca, por su régimen, pendientes y topografía no resultan en general aptos para la navegación, hemos de pensar que los transportes y comunicaciones de los habitantes de esta región en época romana deberían realizarse preferentemente a través de los caminos terrestres. Es seguro que desde el tramo de la Via Augusta comprendido entre Ilerda y Osca partirían a norte y sur numerosos ramales secundarios hacia las ciudades y las villae del entorno entre el curso medio del Ebro y el Pirineo central. No cabe duda de que uno de estos ramales remontaría el curso del Cinca por su margen izquierda, desde donde a la altura de Olvena o Artasona se desviaría a levante para alcanzar la divisoria de aguas y el interfluvio con el Ésera a través Ermita de San Valero de Velilla de Cinca, que incorpora en su basamento restos de un mausoleo romano
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de la zona de Olvena-La Puebla de Castro a través de territorium de Labitolosa, donde se conocen restos de caminos antiguos. Esta vía del Cinca, que discurriría en sentido sur-norte por la orilla izquierda del mismo, permitiría a los habitantes de las ciudades del valle, los barbotanos, boletanos y labitolosanos, acceder fácilmente a la mansio de Tolous y desde allí desplazarse a Osca, Ilerda e incluso a ciudades más alejadas e importantes como Caesaraugusta o Tarraco. En este camino del Cinca se conocen numerosos vestigios y fábricas completas de puentes en Olvena, El Grado o Mediano, cuya cronología no parece remontarse más allá de época medieval. Resulta también razonable pensar que otros caminos de nivel inferior permitieran enlazar la vía del Cinca con los valles del Ésera, el Isábena o el Sarrón hacia otras ciudades vecinas como Aeso al este e, hipotéticamente, Terranto (Tierrantona, La Fueva) al norte.
Ruta Tolous-Segia En función de la existencia de caminos de época Moderna entre Monzón y Pamplona, algunos autores han sugerido la existencia de una hipotética vía 28
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El puente del Diablo, de origen medieval, sobre el río Ésera en el congosto de Olvena
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Paisaje de la canal de Berdún, con la Peña Oroel y la sierra de San Juan de la Peña al fondo
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romana entre la mansio de Tolous en el Cinca medio, Segia (Ejea de los Caballeros) en las Cinco Villas de Aragón y Pompelo (Pamplona), aunque carecemos de restos arqueológicos que lo confirmen.
Ruta del valle del Aragón La mayoría de los autores coincide en que a través de la Canal de Berdún, en la que existían ciudades romanas como Iaca (Jaca), Ilumberris (Lumbier, Navarra) o Campo Real-La Fillera (Sos del Rey Católico [Zaragoza]-Sangüesa [Navarra], discurriría una importante vía romana con trazado este-oeste paralelo al curso del río Aragón, localizada por tanto entre las Sierras Exteriores y el Pirineo central. Desde esta calzada partirían otros caminos tanto por el norte hacia los pasos pirenaicos, a través de los valles de Canfranc o de Echo, como por el sur hacia el centro del valle del Ebro. Algunos estudios, que precisan el recorrido de la ruta a través de Campo Real-La Fillera, Tiermas, Artieda, Berdún, Puente la Reina y Jaca, identifican esta calzada, en realidad, como un tramo de la vía de Caesaraugusta al Bearne, como veremos a continuación. 29
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La vía Caesaraugusta-Beneharno, Jaca y los pasos del Pirineo Resulta fuera de duda que la red viaria romana en los Pirineos contó con varios pasos a través de la cordillera, aunque los más concurridos serían los de sus dos extremos, aprovechando las mejores condiciones topográficas por la JunqueraPerthus al este y por Oiasso (Irún) al oeste, aunque por el Pirineo Central existiría un tercer paso importante, cuya localización, sin embargo, es controvertida.
La vía Item a Caesarea Augusta Beneharno del Itinerario de Antonino Los datos que aporta el Itinerario de Antonino acerca de esta vía resultan problemáticos, dado que las CXII millas que propone resultan a todas luces escasas para la distancia real entre Zaragoza y Pau-Lescar. m.p. CXII 452. 6. Item a Caesarea Augusta Beneharno 7. Foro Gallorum m.p. XXX 8. Ebelino m.p. XXII 9. Summo Pyreneo m.p. XXIIII 10. Foro Ligneo m.p. V Camino moderno del Puerto de Palo en las inmediaciones de Echo
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453. 1. Aspalluga m.p. VII 2. Ilurone m.p. XII 3. Benearnum m.p. XII La historiografía ha venido localizando desde hace siglos el trazado de esta vía a través del valle del Gállego, con un tramo inferior desde Caesaraugusta que coincidiría con el de la vía a Osca, de la que se bifurcaría a la altura de Zuera o San Mateo de Gállego para continuar por la orilla izquierda del río en dirección norte remontando el valle coincidiendo con la vía férrea del Canfranc, pasando por el término de Gurrea y la Sotonera. Continuaría en dirección a Ayerbe a través de la zona de Montmesa, Turuñana, San Mitiel y el castillo de Artasona, donde algunos autores localizan la mansio de Foro Gallorum. Desde la zona de Ayerbe proseguiría hacia el norte remontando la sierra de La Peña y de Loarre por SarsamarcuelloMarcuello a través de alguno de los pasos, como el de la Foz de Escalete en Santa María de La Peña, para continuar por el valle del Gállego hasta el entorno de San Juan de la Peña y Oroel, desde donde podría alcanzar el valle del Aragón en torno a Santa Cilia. Aquí el camino podría haber seguido hacia el norte por el valle del Aragón Subordán por Echo y Siresa cruzando la divisoria de aguas en el puerto del Palo o bien podría haber remontado hacia el este el curso del Aragón hasta Jaca y posteriormente hacia el Somport, que conservaría por tanto el topónimo de Summus Portus. A este respecto, la opinión más común ha venido siendo aceptar la opción de Castillo de Artasona
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que la calzada discurriría por el valle de Echo, Selva de Oza y el puerto del Palo a casi 2000 m de altitud, en función de la existencia de la mencionada lápida del monasterio de Siresa que alude a restauración de una calzada a finales del siglo IV y a partir de la existencia de un camino en la cara occidental del valle, bastante bien Vaso de época romana hallado en Jaca con ofrenda ritual de fundación. Museo de Huesca conservado y señalizado actualmente como vía romana a pesar de que sus características físicas concuerdan mejor con la ingeniería de época moderna de los siglos XVI y XVIII. Por otra parte, en apoyo de la hipótesis de que la calzada habría podido discurrir por el valle del Aragón otros autores han destacado la aparición de un miliario romano en la cara norte el puerto de Somport, conservado hoy en la Maison du Patrimoine d’Oloron et Haut Bearn y solo entendible en el contexto de una vía romana, así como el hallazgo de una inscripción latina tallada en la roca, ya citada y por desgracia destruida en el siglo XIX, con alusión a la restauración de una vía. Recientemente ha sido lanzada una hipótesis alternativa, radicalmente distinta a la tradicional, que lleva esta vía Caesaraugusta-Beneharnum mucho más al oeste evitando las Sierras Exteriores, de modo que desde la capital del convento remontaría la orilla derecha del Ebro hasta Gallur, en donde localiza la mansio de Foro Gallorum y junto a la que se realizaría el cruce del río para enlazar hacia el norte con el valle del Arba a través de las Bajas Cinco Villas a través de los actuales términos de Tauste y Ejea de los Caballeros, continuando por el corazón de esta comarca a través de los de Sádaba, Castiliscar, Sofuentes y Sos, donde atravesaría la sierra hasta la ciudad romana de Campo Real-La Fillera, enlazando con el valle del Aragón en las inmediaciones de Ruesta, girando hacia el este por la Canal de Berdún en la zona de Tiermas, Artieda y Berdún para dirigirse a Jaca donde giraría de nuevo al norte para remontar el alto valle del Aragón hasta el Somport. Según el Itinerario de Antonino, las mansiones de esta vía que podemos localizar en el Alto Aragón serían las de Foro Gallorum, Ebelino y Summo Pyreneo, aunque otras fuentes parece que incluirían también la de Iacca.
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Iaca Iaca, localizada en el casco antiguo de la actual Jaca (Huesca), es una ciudad pirenaica que existe al menos desde principios del siglo I a. e. –si no antes- como atestiguan sus acuñaciones de ases con leyenda ibérica Iaka y que es mencionada por César (Bell. Civ., I, 60) en el contexto de la batalla de Ilerda en el año 49 a. e. Durante el Alto Imperio los Iacetani son citados por Estrabón (3, 4, 10), Plinio (Nat. Hist. 3, 3, 24) los localiza al pie de los Pirineos como estipendiarios del convento jurídico caesaraugustano y Ptolomeo (2, 6, 67) considera a Iakka como ciudad vascona. La última mención en fuentes antiguas está
Justes y Royo, 2012
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presente en el Anónimo de Rávena (309, 7), en el que encontramos una Pacca en una vía entre Tarragona y el Pirineo que parece corresponder a una corrupción del nombre de Iacca. Las excavaciones arqueológicas llevadas a cabo en Jaca en los años 80 del siglo XX y sobre todo durante principios del XXI, que han ido sacando a la luz restos de época ibérica tardía y romana, han despejado todas las dudas respecto a la localización de la Iaka ibérica y de la mansio tardía del Ravenate, de modo que la ciudad habría conservado el ancestral topónimo prelatino y la ubicación original durante la Antigüedad y la Edad Media. Estas excavaciones indican que la ciudad, localizada en la mitad meridional del centro histórico actual de Jaca, alcanzó cierta pujanza entre los siglos I y III aunque siempre contaría con unas limitadas dimensiones y un desarrollo urbanístico y arquitectónico muy modestos, si bien resulta seguro que perduró habitada ininterrumpidamente durante la Antigüedad Tardía y la Alta Edad Media a diferencia de otros muchos enclaves urbanos de la región que son abandonados en estas épocas. A pesar de que se supone que podría haber alcanzado el estatuto municipal en época flavia no se han detectado restos de arquitectura monumental ni epigrafía honorífica –tan solo una lápida funeraria conocida de antiguo y hoy desaparecida–, aunque sí se han documentado algunos tramos de calles empedradas (calle Zocotín, calle Mayor, 48, calle Echegaray) que parecen dibujar una estructura urbanística regular orientada según los puntos cardinales, así como diversos restos domésticos muy sencillos entre los que no se han documentado las típicas tegulae e imbrices de terracota, lo que hace pensar que sus cubiertas estarían fabricadas con materiales perecederos. En relación a la arquitectura pública, en el solar de las Escuelas Pías (calle Mayor, 44) se hallaron hace tres décadas los restos de un edificio identificado hipotéticamente como un macellum (mercado) y en la calle Ramiro I se localizó recientemente una estancia provista de sistema de calefacción de tipo hypocaustum (cámara de aire) en el suelo y concamerationes (cámaras de aire) en las paredes cuyo conocimiento muy fragmentario impide asegurar su pertenencia a un complejo termal público o privado.
Summo Pyreneo El Itinerario de Antonino menciona tres mansiones con este nombre, una en el extremo occidental de la cordillera, otra en el oriental y una tercera, la que nos interesa en el este momento, en el Pirineo central (It. Ant. 452. 9). En función de la opción elegida por los diferentes autores para localizar el tramo de la calzada en su cruce en este sector, esta localidad ha sido situada en diversos puntos, bien en torno a Siresa en el caso de preferir el valle del Aragón Subordán, bien en las cercanías del hospital de Santa Cristina junto de Candanchú si la opción defendida es la del valle del Aragón. En ninguno de los dos casos conocemos restos arqueológicos que puedan ser tenidos en cuenta para decantarse por una de las dos posibilidades. 34
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Puentes romanos en la provincia de Huesca Los cientos de kilómetros de vías romanas de todas las categorías que surcaron el territorio del norte del convento caesaraugustano, en el actual Alto Aragón, cruzaron numerosos cauces de ríos, como el Cinca, Alcanadre, Guatizalema, Flumen o Gállego, lo que requeriría la construcción de decenas de puentes de dimensiones muy variadas, algunos de los cuales deberían haber sido auténticas proezas de la ingeniería y la arquitectura. No obstante, el régimen de estos cursos de agua, con frecuentes y destructivas crecidas como recuerda Lucano con su mención al Cinga rapax, así como la erosión, el paso del tiempo, los acontecimientos históricos y la construcción de nuevas infraestructuras han hecho desaparecer prácticamente cualquier resto arqueológico de los mismos. Aun así, numerosos autores mencionan vestigios de puentes romanos en Pueyo de Fañanás, Huesca, Selgua, etc. de los que nada más sabemos e incluso se han identificado como de factura romana las fábricas de puentes como los de Castejón, pontón de Binaced, Mediano o Fornillos, si bien parece que todos ellos deben ser datados en época medieval o moderna. Entre ellos, un caso digno de mención es el de los restos del puente sobre el Cinca localizado frente a la localidad de Castejón, Castellone Cepollero en los diplomas de los siglos XI-XIII, a unos 4 kilómetros al norte de Monzón e identificado en ocasiones como obra romana de la vía De Italia in Hispanias-Ab Asturica Terracone. A juzgar por sus vestigios, este puente se trataría de una obra
Restos del puente romano de Pertusa. Estribo izquierdo (oriental)
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de enormes dimensiones, que superaría los 400 m de longitud total, de la que se conserva parte del estribo derecho y una docena de pilas de las veinte que tendría, fabricadas con sillares de módulos diversos, en algunos casos terminados con almohadillado, que forran un relleno interno de cascajo de cantos de río y mortero de cal y arena. Algunos detalles como la existencia de marcas de cantero en algunos de los sillares y de la presencia de un escudo heráldico bastante erosionado en una de sus pilas permiten datar sin duda estos vestigios en la Edad Media cristiana, probablemente en el siglo XIV.
El puente de Pertusa Sobre el cauce del Alcanadre en Pertusa se han localizado los vestigios de varios puentes antiguos al oeste de la población actual, uno de los cuales parece tener en efecto origen romano. Se trata de los dos estribos de sillares que debieron soportar un solo arco de unos 30 m de luz, que permitiría disponer en su parte superior un tablero de unos 5,70 m de anchura, unos 20 pies. Ambos estribos fueron construidos con forro de opus quadratum o piedra sillar regular de módulo grande/ mediano sin restos de almohadillado, muchos de cuyos bloques fueron expoliados para su reutilización. El Grapas de cola de milano que indican la clara filiación origen romano altoimperial de estos romana del puente de Pertusa restos queda demostrado por la particularidad de que los sillares se unieron por medio de grapas de madera en forma de cola de milano, de las que se han conservado las mortajas, aunque a diferencia de lo que suele ser la norma en la arquitectura romana los bloques se asentaron aparentemente no en seco, sino con tendeles de mortero de cal. El núcleo interno de estos estribos se construyó con hiladas de sillares de módulo más pequeño y relleno de caementa mezclado con mortero de cal. Las medidas de este puente resultan extraordinarias en el contexto de la arquitectura romana, ya que el arco de mayor luz que se conserva en la actualidad en un puente de esta época pertenece al de Saint-Martin en el valle de Aosta (norte de Italia), cuya luz es de 31,40 m según mediciones recientes, mientras que otros grandes arcos conservados como los del pons Fabricius de Roma o los del puente de Alcántara (Cáceres) cuentan con unos 27-28 m. 36
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Otros enclaves romanos altoaragoneses En este apartado vamos a incluir las ciudades y otro tipo de poblaciones importantes mencionadas por las fuentes escritas y la epigrafía que estarían situadas con seguridad o cierta probabilidad en el actual Alto Aragón, de modo que estarían comunicadas por calzadas de mayor o menor categoría, como la vía del Cinca y sus ramales secundarios en el caso de Barbotum, Boletum y Labitolosa o el supuesto enlace entre Osca y la vía entre Caesaraugusta y Beneharnum en lo que se refiere a Calagurris Fibularia.
Barbotum La ciudad de Barbotum sería una comunidad urbana prepirenaica que, suponemos, alcanzaría el estatuto municipal en época flavia. Es conocida a partir de una inscripción latina procedente del yacimiento del Monte Cillas (ermita del Socorro, Coscujuela de Fantova, Huesca), hoy conservada en el atrio oriental de la catedral de Barbastro (CIL II, 5841), que alude al barb(otanus) P. Aemilius [--]ductus. Contamos sin embargo con otra mención tardía de la terra Barbotana en la donación del diácono Vicente del año 551, que demuestra que el nombre de esta ciudad sería efectivamente Barbotum y que se localizaría en el centro de la Tarraconense en lo que Lauda sepulcral de mosaico hallada en el hoy corresponde al Alto Aragón. Monte Cillas, Coscojuela de Fantova. Recientes estudios proponen, con argumentos Museo de Huesca convincentes, situar esta ciudad de Barbotum en el Somontano de Barbastro y a su centro urbano en el propio yacimiento de Monte Cillas, donde varias lápidas romanas del siglo II se conservan incrustadas en el muro sur de la ermita del Socorro y en cuyos alrededores se aprecian abundantes restos cerámicos en superficie. No se han realizado sin embargo excavaciones arqueológicas científicas en el lugar, aunque R. del Arco recuperó hace casi un siglo varias laudas sepulcrales teseladas cristianas de época visigoda, hoy conservadas en el Museo de Huesca, que justifican la pervivencia del asentamiento al menos hasta el siglo VI. 37
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Boletum El caso de esta población de Boletum es análogo al anterior, ya que sabemos de su existencia a partir de dos inscripciones empotradas en un muro de la ermita del Socorro del Monte Cillas en las que aparecen otras tantas menciones acerca de un individuo denominado Lucius Valerius Maternus, boletanus, oriundo por tanto de una supuesta Boletum de la que tampoco existen noticias provenientes de fuentes literarias de época imperial y que suponemos que sería también promocionada a municipio en época flavia. Esta Boletum ha sido correctamente relacionada con la terra Boletano mencionada en la donación de Vicente de 551, otra de las circunscripciones del siglo VI que conservaría recuerdo del territorio de la ciuitas de época imperial, que por similitud toponímica se viene reduciendo geográficamente a la villa pirenaica de Boltaña en el Sobrarbe.
Ermita del Socorro, en el Monte Cillas. Coscojuela de Fantova
Calagurris Fibularia César (Bell. Civ. I, 60) menciona unos Calagurritani como contributi de los Oscenses en un pasaje en el que, según cuenta, ambos populi se ofrecen a colaborar en la guerra contra la facción de Pompeyo en el 49 a. e. Dichos calagurritanos de las cercanías de Huesca deben ser los Calagurritani qui Fibularenses cognominatur que menciona Plinio (Nat. Hist. 3, 3, 24) como estipendiarios en el convento jurídico caesaraugustano. Por otra parte, en una inscripción latina funeraria hallada en la Estación de Lérida aparece seguramente la alusión a un fibular(ensis) que muy bien podría ser un individuo procedente de esta Calagurris Fibularia. Por razones que desconocemos se ha tendido durante siglos a situar esta ciudad en del castillo de Loarre o en sus cercanías, aunque lo único que podemos saber con seguridad es su 38
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Inscripción funeraria hallada en Lérida en la que se alude a un originario de Calagurris Fibularia. Museo de Lérida
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proximidad a Osca (Huesca), por lo que creemos más probable que se ubicara en el llano, quizá en torno a Bolea-Puibolea, donde se conocen restos arqueológicos importantes de época romana datables hasta la Antigüedad Tardía pendientes de estudios en profundidad.
Gallica Flavia Esta población tan solo ha llegado hasta nosotros a través de una cita de Ptolomeo (2, 6, 68), quien la incluye dentro de las ciudades ilergetes, sin que exista más referencia acerca de su situación o carácter. Por una supuesta similitud toponímica se la viene localizando desde el siglo XVI en la villa de Fraga, aunque sin pruebas de ningún tipo, de modo que no es ni mucho menos segura su situación en el Alto Aragón, ya que lo único fuera de discusión es su adscripción a los ilergetes. Un aspecto muy a tener en cuenta a la hora de hacer referencia a esta ciudad es el carácter de su topónimo, en cuyo primer término hace inequívoca referencia a un supuesto origen galo de sus habitantes, algo que no es para nada desconocido en la toponimia antigua de la región del sector central del valle del 39
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Ebro, en donde conocemos Forum Gallorum, Gallicum (It. Ant. 451, 3) y Pagus Gallorum (tábula de Gallur, bronce de Agón), este último seguramente en Gallur (Zaragoza). El término Flavia ha llevado a considerar que sería promocionada a municipio por los Flavios como Labitolosa y probablemente Barbotum y Boletum.
Labitolosa Labitolosa (cerro Calvario, La Puebla de Castro, Huesca) fue una pequeña comunidad urbana del Prepirineo, de vida breve, que gracias a las excavaciones arqueológicas desarrolladas ininterrumpidamente entre 1991 y 2013 en su centro urbano ha llegado a convertirse, sin lugar a dudas, en la ciudad romana mejor conocida del Alto Aragón y en uno de los yacimientos arqueológicos más relevantes de la Comunidad Autónoma Aragonesa. Estas investigaciones de más de dos décadas han permitido exhumar buena parte de las ruinas de los edificios públicos del foro, dos edificios termales públicos completos y notables restos de viviendas. Entre estos vestigios merece ser destacado el corpus de inscripciones monumentales procedentes de la Curia, cuyos textos han permitido obtener importantes datos acerca de la vida de la ciudad y de algunos de sus habitantes durante los siglos I y II. Al igual que Boletum o Barbotum, no se conservan menciones acerca de Labitolosa en las fuentes literarias de época imperial, de modo que ha sido la epigrafía la que permitió conservar la memoria de su existencia. No obstante, en la citada donación del diácono Vicente de 551 se alude a una terra Labeclosano o Labetolosano y a comienzos del siglo siguiente existe una ceca pirenaica que acuña trientes durante el reinado de Sisebuto (612-621) con leyenda Labeclosa, de modo que es seguro que en los siglos VI y VII existía en el Prepirineo central un término cuyo nombre conservaba el del municipium de Labitolosa, cuyo centro urbano del cerro Calvario llevaba en época visigoda más de tres siglos deshabitado. Se ha propuesto que la fundación de esta ciudad sería, junto con Tolous, iniciativa de un pueblo ibérico denominado tolosani o tolosates, emparentado con unos celtas volcae o volciani y asentado en el área del valle del Cinca. Según esta hipótesis, el asentamiento urbano de Tolous pudo haber sido la ciudad principal de estos tolosani hasta el cambio de era, momento en que el núcleo del cerro Calvario sería elegido como capital de la ciuitas y en el principal asentamiento urbano de la zona del bajo Ésera y medio Cinca. Las excavaciones demuestran que el origen del hábitat del cerro Calvario tiene lugar a comienzos del siglo I a. e., cuando se ubica un pequeño poblado en su cumbre y laderas del que sabemos muy poco. En un momento que no podemos datar con total precisión pero que podríamos situar entre mediados y en el tercer cuarto del siglo I a. e., este asentamiento ibérico tardío experimenta un importante desarrollo demográfico y urbanístico que lo lleva a convertirse en un auténtico centro de carácter urbano, la ciuitas de Labitolosa, que alcanzaría una superficie de unas 12 ha. A partir de mediados del siglo I de la era la ciudad experimenta un 40
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I LA HUELLA ROMANA EN LA PROVINCIA DE HUESCA I
Termas I y II de Labitolosa en 2005. Foto cortesía de la Universidad de Zaragoza
primer proceso de monumentalización, que se manifiesta en la construcción en los años 50-60 del primer gran conjunto termal, las Termas I, que serían reformadas intensamente a finales de centuria. No obstante, es en el último cuarto de este siglo, en relación a la obtención de estatuto de municipio como demuestran las inscripciones romanas, cuando la ciudad afronta la construcción de otros importantes edificios y adquiere su apariencia física definitiva previa a su total abandono, que tiene lugar como tarde a principios del siglo III. En esta fase se reforma profundamente el foro con la construcción del Templum Ordinis, es decir, el edificio de la curia y templo del Genio Municipal, en el que se localizó uno de los conjuntos epigráficos más importantes del Aragón romano, así como el segundo edificio termal o Termas II y la gran vivienda denominada Domus 1. 41
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De Labitolosa conocemos buena parte del foro, localizado en la parte central de la ciudad antigua, en el denominado “Campo de la Iglesia”, organizado en torno a una gran Curia de Labitolosa plaza pública de unos 35 m de longitud de eje suroeste-noreste delimitada por muros de aterrazamiento hechos de sillares. En la parte norte-noroeste del complejo público se construyeron en la segunda mitad del siglo I dos grandes edificios, de función no del todo clara, de los que subsisten solo los basamentos de los muros de su mitad norte. Uno de estos monumentos pudo haber sido el tabularium o archivo público de la ciudad. No obstante, el monumento más importante del foro se edificó, sobre construcciones precedentes, en las últimas décadas del siglo I, una vez que la ciudad había alcanzado la categoría de municipio latino. Este gran monumento, con estructura de templo romano, tuvo las funciones de curia o sede del senado local y de templo dedicado al Genio del Municipio a juzgar por una de las inscripciones localizadas en su interior, la cual formaba parte del impresionante conjunto epigráfico destinado a servir de soporte a las estatuas dedicadas a varios aristócratas de la ciudad. Los restos de este edificio, cuyo acceso es libre para los visitantes, fueron dignamente restaurados hace algunos años y sus inscripciones originales reemplazadas por réplicas en piedra. Labitolosa
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Además de los vestigios del foro se excavaron en la ciudad dos conjuntos termales públicos completos en un estado de conservación extraordinario, denominados Termas I y Termas II, cuyos esquemas constructivos son muy similares de tipo axial, con apodyterium-frigidarium, tepidarium, caldarium y praefurnium. Uno de estos edificios, las Termas I, cuentan con una cubierta y sus restos son visitables y de acceso libre. Además de los edificios públicos se han excavado en la ciudad los vestigios de varias viviendas, entre los que podemos destacar los de la Domus 1, localizados al sur de la ciudad y pertenecientes a una gran vivienda de estructura escalonada construida a finales del siglo I. Los materiales arqueológicos obtenidos en las excavaciones de Labitolosa se conservan en el Museo de Huesca, algunas de cuyas piezas más relevantes se pueden contemplar en sus vitrinas. Por otra parte, en la plaza Mayor de La Puebla de Castro existe un Centro de Recepción de Visitantes cuya visita previa a la de las ruinas de la ciudad romana resulta de gran interés para la comprensión de la historia de la ciudad romana y de los restos sobre el terreno.
Vista general del cerro Calvario desde el Este, con el perímetro del yacimiento e indicación de los principales restos: 1 Curia 2 Campo de la iglesia, foro 3 Termas I 4 Termas II 5 Domus
6 Necrópolis 7 Alcázar 8 Casas del camino de la Reguera 9 Albacar
Foto cortesía de la Universidad de Zaragoza
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El hábitat rural. Las villae Aunque la ciuitas es la forma de organización política propia de la mentalidad romana, lo cierto es que la gran mayoría de la población del Imperio no habitaba en los centros urbanos sino en el campo, en hábitats menores tipo pagi o vici y fundamentalmente en explotaciones rurales denominadas villae que en el valle del Ebro y áreas adyacentes eclosionan sobre todo en el siglo II. No obstante, es en el siglo III y sobre todo en el IV cuando las aristocracias de los municipios, de las que hemos hablado anteriormente, vuelcan sus recursos en estas explotaciones rurales construyendo suntuosas mansiones casi palaciegas como la denominada Villa Fortunatus de Fraga y la villa de La Noguera en Estada, cuyo fin se data generalizadamente a lo largo del siglo V aunque en algún caso perduran hasta el VI. Esta constelación de villae estaban conectadas con las calzadas principales y secundarias por medio de ramales y caminos privados que permitían canalizar la producción agrícola de estas explotaciones rurales, con frecuencia centradas en los cultivos, como el vino, destinados al mercado. En el área que nos ocupa, el caso mejor conocido de gran explotación rural es el de la Villa Fortunatus, dado que del asentamiento de La Noguera tan solo conocemos algunos mosaicos teselados muy toscos que fueron extraídos y hoy se conservan expuestos en el Museo de Zaragoza.
Planta de la Villa Fortunatus (Fraga). Seg. M. C. Fernández Castro
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Villa Fortunatus de Fraga El yacimiento denominado Villa Fortunatus se encuentra en la comarca del Bajo Cinca, unos 5 kilómetros al norte de Fraga aguas arriba del Cinca en su orilla izquierda, ocupando terrazas agrícolas. Hoy el yacimiento se halla protegido por cubierta y musealizado. Se trata de un típico asentamiento de la clase gran villa rústica, propia de los siglos del Bajo Imperio Romano (siglos III-V), cabeza de un latifundio propiedad de una rica familia de la región y muy cercano a una de las grandes vías de comunicación terrestres, como era la Via Augusta o la vía del Cinca. Como es propio de este tipo de establecimientos rurales, esta villa contaba con un núcleo residencial o pars urbana que fue el objeto de las excavaciones de los años 20-30 y 80 del siglo XX y con unas infraestructuras destinadas a la producción agropecuaria o pars rustica de las que poco conocemos en este caso. La estructura de la pars urbana se organiza en torno a un gran patio porticado de planta rectangular de unos 20,50 por 17 m que contó con pavimentos teselados polícromos, arrancados en su mayor parte y trasladados al Museo de Zaragoza, provistos de Restos de fuente monumental en mármol decoraciones con motivos paganos entre las que de Villa Fortunatus. Museo de Huesca destaca el calendario del ala sur del peristilo, en cuyos doce emblemas se representan animales que simbolizan los meses de año. Por el norte, el patio daba acceso a diversas estancias que por sus características pudieran estar relacionadas con las labores agrícolas y que no fueron excavadas. Al este de este peristilo se exhumaron los restos de un establecimiento termal y una letrina, mientras que al sur se dispusieron estancias privadas pavimentadas con ricos mosaicos del siglo IV, uno de los cuales presentaba la inscripción Fortu-natus flanqueando un crismón, la cual, identificada como el nombre del propietario, sirvió para denominar a la propia villa. Al oeste del conjunto aparecen dormitorios privados con mosaicos polícromos en torno a un atrio junto a los que se construyó en un momento tardío, posterior al abandono de la villa a finales del siglo IV o comienzos del V, una basílica paleocristiana de eje norte-sur de tres naves de tres tramos 45
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cada una separadas por arcos sostenidos por columnas y baptisterio a los pies, que constituye uno de los testimonios más precoces de la implantación del cristianismo en Aragón. La cabecera se dispuso al norte y presentaba planta cuadrangular al exterior y curva al interior, mientras que el presbiterio se separó por medio de un Yacimiento de Villa Fortunatus iconostasio. El Museo de Huesca conserva expuestas algunas piezas escultóricas interesantes procedentes de Villa Fortunatus, como una estatua del siglo IV de la deidad oriental Atis, que atestigua la implantación del culto mistérico a Magna Mater-Cibeles en esta región, así como un delfín de mármol que formaría parte de una fuente ornamental. El Museo de Zaragoza expone los mejores mosaicos teselados del siglo IV procedentes de la zona noble de la villa, en concreto ocho de los doce emblemas de calendario del ala sur del peristilo, el pavimento de Fortunatus y otros de gran belleza que representan deidades paganas, uno a Eros y Psique y otro a Venus y Eros..
Mosaico procedente de Villa Fortunatus. Museo de Zaragoza
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