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VET: Desafíos y proyección

Afirma monseñor Alejandro Díaz García, nuevo vicario en la VET San Pablo, estructura arquidiocesana desde la que se acompaña la acción pastoral y evangelizadora en la zona suroriental de Bogotá.

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Al referirse a la manera en la que recibió esta nueva misión y a la proyección de trabajo, que empieza a perfilar en estos dos primeros meses de su llegada al territorio, el sacerdote manifiesta alegría y gratitud con Dios: “Siempre he sentido que todos los encargos que los obispos me han hecho contienen la voluntad de Dios para mi vida y para mi existencia sacerdotal”, precisa.

“Cuando el señor arzobispo me propuso asumir una vicaría, yo no tuve más que disponibilidad, la disponibilidad para poder servir en la Iglesia, en lo que necesite la Iglesia”.

Esta apertura y disposición de trabajo se ha fortalecido al encontrar “el mejor ambiente, la mejor disposición, la mejor acogida, de parte de mis hermanos sacerdotes, de muchos fieles, que poco a poco voy conociendo”, señala.

Aunque el sector presenta la multiplicidad de realidades sociales, culturales, económicas, religiosas, que se registran en una ciudad como Bogotá, monseñor Alejandro afirma que “se puede percibir, tanto, la grandeza del espíritu humano en estos sectores, como todas las dificultades, especialmente, la pobreza, los problemas sociales asociados al microtráfico, por ejemplo, la degradación social en algunas zonas”.

Desafíos y fortalezas a nivel pastoral y social

Reconociendo y agradeciendo el trabajo y servicio de los anteriores vicarios: monseñor Alberto Forero Castro y monseñor Nelson Enrique Ortiz Rozo, el nuevo vicario precisa que “yo no llego a iniciar nada, sino a continuar los esfuerzos evangelizadores de muchas personas (…) Me he encontrado con muy buenos sacerdotes, mis hermanos en el presbiterio son grandes trabajadores, realmente consagrados. También, me he encontrado con una presencia significativa de la vida religiosa, son consagrados y consagradas volcados hacia lo social. Veo, además, una fuerza evangelizadora en los diáconos permanentes, en los laicos, en muchos agentes pastorales comprometidos a nivel vicarial y parroquial”.

“Pienso que todo esto es una muestra que Dios hace su obra. De que el Espíritu Santo está moviéndose en toda nuestra ciudad y también aquí en este sector”, agrega.

40 sacerdotes, entre párrocos, vicarios parroquiales, sacerdotes adscritos y estudiantes, acompañan la tarea evangelizadora en el territorio, animados, en este momento por la propuesta arquidiocesana de “caminar juntos”.

“Estamos tratando de decantar y de articular el camino discipular misionero, comenzando por este tiempo en el cual el señor arzobispo nos ha invitado a vivir y a profundizar en la realidad de la esperanza cristiana. Con ese horizonte y asumiendo las decisiones que se han tomado para nuestra Iglesia particular, promover también las actitudes evangelizadoras. Entonces, el derrotero y los lineamientos del trabajo pastoral en nuestra vicaría están en plena consonancia, en plena comunión, con nuestra Iglesia arquidiocesana”, precisa.

Sobre los desafíos, explica, se centran en lograr “aterrizar y articular esta propuesta pastoral y evangelizadora en las realidades de los arciprestazgos, de las parroquias, de las comunidades”.

Dentro del trabajo retomado e impulsado desde la vicaría se encuentra: la promoción vocacional, la iniciación cristiana, el trabajo con los catequistas, la escuela de animadores de la evangelización, la pastoral familiar, entre otros frentes que, de la mano de sacerdotes, consagrados y animadores pastorales, se van reactivando.

Mensaje para sus hermanos en el ministerio, que le acompañan en esta VET

“Pienso que nuestros fieles y la Iglesia siguen esperando mucho de nosotros. Buena parte de la esperanza de los fieles está depositada en nosotros, que somos los instrumentos de Dios y que estamos llamados a ser hombres de Dios… Yo los invito a que sigamos cultivando ese espíritu de profunda fraternidad, de unidad como clero. Antes de cualquier cosa, sentir que estamos en la misma barca, acompañándonos, y que, si bien cada uno tiene sus funciones, su oficio particular, sus tiempos, en el fondo estamos todos unidos al misterio del sacerdocio de Cristo, y esto debe inspirar una mística de entrega, de misión, de darlo todo por nuestra gente”.

En nuevo vicario

Monseñor Alejandro Díaz García, oriundo de Bogotá, sintió surgir su vocación a temprana edad. Sin ser consciente de lo que significaba el sentimiento que le embargaba, se sentía “unido a una realidad superior a mí mismo, superior a cualquier persona, a cualquier realidad temporal. Algo que es muy grande, es como una vinculación al absoluto. Y cuando yo le pude dar rostro a ese sentimiento, que desde muy pequeñito me ha acompañado, pues descubrí que era el Señor Jesús llamándome”, afirma al referirse a su llamado vocacional. Realizó sus estudios secundarios en el Seminario Menor de Bogotá (1990), institución en la que, afirma, logró discernir su llamado. “Llegué por algunas casualidades, sin tener todavía la certeza vocacional, pero fue en el Seminario Menor donde, gracias a mis formadores y al ambiente que allí se vivía, pude darle rostro y ponerle un nombre a algo que desde pequeño me acompañaba, y cuando descubrí que era la persona del Señor Jesús, no tuve otra opción que decidir: quiero estar siempre con Jesús y consagrar toda mi vida a esto”.

Fue ordenado Sacerdote el 4 de diciembre de 1999, por el cardenal Pedro Rubiano Sáenz, para el servicio en la Arquidiócesis de Bogotá.

Sobre su experiencia de servicio en la Santa Sede

“El aprendizaje principal estando en Roma, que es como una tribuna a toda la vida de la Iglesia en este planeta tierra, es darse cuenta que realmente Dios existe, y que su Espíritu Santo está continuamente trabajando, inspirando muchas obras, inspirando la fidelidad de muchos corazones al Evangelio. Eso en Roma se puede tocar, se puede palpar… Y, por eso, yo confío mucho en que aquí también, en Bogotá, en este pedacito de la Iglesia Universal, ese mismo Espíritu Santo seguirá sembrando y haciendo cosechar cosas hermosas, cosas buenas”.

Estudios y servicio pastoral

Licenciatura en Teología Moral (2004), en la Universidad Gregoriana (Roma); Master en Bioética (2008), en la Universidad del Bosque; Doctorado en Teología Moral (2012), en la Academia Alfonsiana de Roma. Sus estudios de filosofía (1993) y teología (1999) los adelantó en el Seminario Mayor de Bogotá.

Inició su servicio pastoral como vicario parroquial en San Juan Bautista de la Estrada (1999), fue párroco en Cristo Misionero (2000), miembro del equipo de formadores del Seminario Mayor (2004) y párroco en San Marcelino Champagnat (2012). Nombrado Oficial del Pontificio Consejo para Promoción de la Nueva Evangelización en Roma (2012), por un periodo de 5 años. Formador en el Seminario Conciliar de Bogotá desde el 2019; animador del equipo arquidiocesano para la Formación Permanente (2021); actualmente es vicario episcopal territorial en San Pablo.

Consciente de los cambios a nivel cultural y social que el mundo enfrenta, a causa de diversas realidades tecnológicas, ambientales y humanas, el sacerdote destaca la importancia de conocer los nuevos lenguajes en los que el mundo se mueve, a fin de orientar con eficacia la acción pastoral y evangelizadora.

En esta línea, precisa que, además de comprender los contextos, apoyarse en las herramientas disponibles, es necesario que los sacerdotes se reconozcan como “sanadores heridos, sembradores de la esperanza”. Desde esta conciencia, anima a sus hermanos en el ministerio a vivir la alegría de sentirse como “el Buen Pastor; el sembrador que cada mañana siembra, esperando que caiga la semilla en buen terreno”.

“Desde el saludo a una persona; desde la predicación amable, generosa, alegre, se siembra esperanza en medio del dolor en el que estamos”, afirma.

“Todos somos imagen de Cristo y estamos llamados a hacer presencia de Él, a ser sal de la tierra y luz del mundo. Esto es, también, ser hombres y mujeres de esperanza”.

Realidad social y pastoral en la VET

Aunque no cumple tres meses en este territorio, monseñor Darío se ha dado a la tarea de recorrer los distintos sectores, visitar los arciprestazgos; encontrarse con los sacerdotes que acompañan la acción evangelizadora y pastoral en la zona; adelantar encuentros con pequeños grupos: diáconos permanentes, comisión de la vida religiosa, entre otros. Todo esto, desde un apostolado de la escucha, del encuentro fraterno, con miras a reconocer el camino recorrido, identificar desafíos y fortalezas, y trazar un trabajo de acompañamiento en la misión.

En este acercamiento inicial, ha logrado identificar tres realidades centrales: la primera, enmarcada en la dinámica del centro de Bogotá, en la que convergen espacios culturales, religiosos, educativos, tradicionales y estructuras de Estado, con realidades sociales complejas de mendicidad, informalidad, deterioro del espacio público, delincuencia, pobreza, prostitución, microtráfico. Escenario en el que, además, transita un importante número de personas en calidad de turistas y peregrinos.

“Hay parroquias que no tienen feligreses, otras en las que las personas van de paso, como peregrinos o turistas. Creo que en este sector hay que pensar en una pastoral distinta a la del grupo de parroquias ubicadas en barrios tradicionales”, explica.

Otra realidad identificada es la transformación que se ha generado en la zona, en la que “el mundo laboral, las empresas, las industrias, las fábricas, van absorbiendo los sectores”.

Sumado a lo anterior, se encuentra el escenario educativo, el mundo de las universidades y algunos colegios tradicionales de Bogotá.

Estructura y organización pastoral

La VET Inmaculada Concepción está conformada por 45 parroquias; los Santuarios de Monserrate y Guadalupe; alrededor de 6 rectorías; y cuenta con una destacada presencia religiosa.

Con el apoyo de las comunidades religiosas se están adelantando diversas iniciativas en colegios y universidades, animando la participación juvenil; además de acciones sociales y pastorales de impacto en la zona.

El tema de las comunicaciones es otro eje de trabajo que se espera fortalecer, como herramienta en la misión pastoral. En este aspecto, la formación de sacerdotes es el principal desafío identificado como prioritario para trabajar.

En nuevo vicario

Monseñor Darío Álvarez Botero, nació en Ipiales (Nariño), en medio de una familia católica. Adelantó sus estudios de secundaria en el Colegio San Bartolomé - La Merced (1976); filosofía (1979) y teología (1983) en el Seminario Mayor de Bogotá.

Fue ordenado sacerdote el 20 de noviembre de 1983, por el cardenal Aníbal Muñoz Duque, para el servicio en la Arquidiócesis de Bogotá.

Su mayor satisfacción: Contar con la amistad de sus hermanos sacerdotes; de muchas personas, en las distintas comunidades que ha acompañado; y ver en el ejercicio del ministerio a sacerdotes que fueron sus estudiantes de derecho canónico en el Seminario Mayor.

La nueva misión la recibe con alegría y compromiso, esperando servir desde la cercanía, la escucha y el trabajo colaborativo.

Estudios y servicio pastoral

Especialización en Jurisprudencia Canónica, en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma (1995); Licenciatura en Derecho Canónico, en la Pontificia Universidad Javeriana (1999); Doctorado en Derecho Canónico, en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma (2000).

Inició su servicio pastoral en esta Arquidiócesis como vicario parroquial en Santa Cecilia (1983); fue párroco en el grupo de parroquias In Solidum de la Vicaria Episcopal Territorial Espíritu Santo (1984); director del área de formación en la delegación arquidiocesana de Pastoral Social (1988); capellán auxiliar en el Santuario el Señor de Monserrate (1989); rector en Santa María del Cenáculo (1990); párroco en Nuestra Señora del Rosario de Fátima (1991); defensor del vínculo del Tribunal Eclesiástico Regional de Bogotá (1991); miembro de la Junta Directiva de la Fundación Obra Nuestra Señora de Fátima (1991); párroco en San Alberto Magno (1995); delegado para la atención de los matrimonios con extranjeros (1996); administrador parroquial en San Lorenzo Diácono y Mártir (2000); vicario judicial del Tribunal Eclesiástico de Bogotá (2001); levantamiento de vetos en el Tribunal Eclesiástico Regional de Bogotá (2002); miembro del Consejo Presbiteral (2002); párroco en los Santos Cosme y Damián (2004); miembro del Colegio de Consultores (2005); reelegido como vicario judicial del Tribunal Interdiocesano de Bogotá (2007); miembro de la Comisión Auxiliar para la Causa de Beatificación del Siervo de Dios Rafael Almansa (2008); párroco en La Veracruz (2008); párroco en Cristo Rey (2009); Promotor de Justicia para las Causas de los Clérigos (2009); vicario judicial del Tribunal Eclesiástico Interdiocesano de Bogotá (2010); administrador de los bienes de la parroquia Santa Gema Galgani (2014); miembro del Consejo Presbiteral (2014); miembro de la comisión para la Formación Permanente del Clero, en representación de la Vicaría Episcopal Territorial Cristo Sacerdote (2016); animador del equipo para la Formación Permanente (2017); párroco en la Inmaculada Concepción de Chicó (2017); miembro del Consejo Presbiteral en representación de la Vicaria Episcopal Territorial Cristo Sacerdote (2017); miembro de la Junta Directiva de la Fundación Instituto Tecnológico del Sur (2018); arcipreste del Arciprestazgo 2.3 (2020); vicario episcopal territorial en la Inmaculada Concepción (2023).

La vocación de monseñor Rubén Darío Hernández

Perdomo, surgida y fortalecida en un hogar católico, piadoso y generoso, tras 30 años de ministerio, encuentra especial resonancia en la nueva misión encomendada: acompañar como vicario la VET Santa Isabel de Hungría, ubicada al sur de Bogotá, localidad Ciudad Bolívar.

El sacerdote manifiesta su alegría, compromiso y deseo de servicio en esta vicaría “que tiene unas características particulares de misión en el ambiente popular, que presenta una gran dificultad social”, pero también unos interesantes frutos de presencia de Iglesia, especialmente cultivados por la vida religiosa.

“Toda mi vida sacerdotal he sido misionero, entonces me descubro identificado con mi vocación natural”, afirma.

“Cuando soy enviado como vicario episcopal, el motivo de mayor alegría no es el cargo, sino el lugar, porque ser vicario episcopal es una función que tiene una misionalidad y una identidad propia: ser la voz del obispo; el corazón, el brazo, la mano del obispo… Es el pastoreo del obispo en un territorio”.

Realidad, desafíos y proyección

Con “aproximadamente 713.764 habitantes, distribuidos en 13 mil hectáreas”, según datos de la Secretaria Distrital de Integración Social, esta localidad, la número 19, es considerada una de las más “extensas, dinámicas, diversas y complejas del Distrito Capital”.

“Aquí la tradición nace urbana, en el contexto de los años 70 y 80, época de las migraciones populares de la gente que se viene del campo, buscando asentarse con los recursos que tienen. Unos, lícitamente con titulaciones, y otros ilícitamente en invasiones”, explica el sacerdote.

Dentro de los desafíos sociales identificados, monseñor Rubén Darío destaca: el desafío en la solución de conflictos barriales, de la paz y resolución no armada de la diferencia; la recreación sin estimulación activa de sustancias psicoactivas; y el desafío de la promoción humana, de la dignidad de la persona y del entorno.

A nivel cristiano, la participación de los bautizados en la vida de la Iglesia, es uno de los grandes retos, precisa. Las dinámicas sociales y laborales, que implican largos desplazamientos a diversos puntos de la ciudad, las condiciones de pobreza, las dificultades de conectividad, entre otros aspectos, dificultan el encuentro en jornadas pastorales presenciales y/o virtuales, y la vinculación de jóvenes y adultos.

Sin embargo, “creo que tenemos unas ventajas y un camino recorrido. Aquí los sacerdotes, en la mayoría de los casos, somos queridos, acogidos”.

En cuanto a la proyección, articulándose con la apuesta arquidiocesana, el tema formativo en relación a la espiritualidad de la sinodalidad, ocupa un lugar central en la planeación pastoral.

“Lo primero que se tiene que dar es un cultivo interior… Antes de cultivar se tiene que hacer un alistamiento del terreno; y el terreno es cada sujeto. Implica la singularidad, que lleva a la transformación comunitaria”.

“Creo que la sinodalidad implica empezar por lo primero, que es cultivar la espiritualidad de la sinodalidad, Y eso implica unas renuncias”.

Desde esta perspectiva, en la vicaría se está apostando a la formación interna - espiritual, pero también por el ejercicio explícito de acompañar, escuchar y orientar a la comunidad.

“Le decía a los sacerdotes: se forma cuando a cada persona que llega al despacho lo acojo. Me siento y lo atiendo, esa tarea es nuestra. La secretaria tiene solo una función administrativa – informativa, no formativa”.

Esta vicaría está conformada por 31 parroquias, de las cuales están activas 29, “porque dos están suprimidas por distintas razones pastorales y administrativas”.

La acción pastoral y evangelizadora es apoyada, además, por la vida consagrada. Comunidades como los Salesianos, Eudistas, Somascos, Dominicos, hacen presencia, con importantes iniciativas sociales, especialmente en el ámbito educativo y de la dignificación de la persona.

“Hay iniciativas sociales interesantes como El Pan Compartido”, que consiste en entrega de mercados, a un costo inferior al comercial, que se adelanta con el apoyo del Banco de Alimentos. En este proceso, de manera paralela, se va formando humana y espiritualmente a la comunidad.

“Estamos tratando que toda esa labor de ayuda vaya acompañado con una labor de dignificación, y que se reconozca lo que en trabajo social se llama grupo y comunidad, que se haga tejido entre ellos”.

El nuevo vicario

Monseñor Rubén Darío Hernández Perdomo nació en Bogotá, en una familia numerosa, de origen tolimense. De sus padres aprendió la solidaridad y el silencio; así como el valor de la oración, de la piedad. Junto a esta experiencia familiar, a su vinculación al Movimiento Scout y a la vida parroquial, fue descubriendo el llamado que el Señor le hacía.

Realizó sus estudios de secundaria en el INEM de Kennedy (1981 – 1986); filosofía (1987 – 1989) y Teología (1990 – 1993) en el Seminario Mayor de Bogotá.

Fue ordenado sacerdote el 4 de diciembre de 1993, por monseñor Enrique Sarmiento Angulo, para el servicio de la Arquidiócesis de Bogotá.

Estudios y servicio pastoral

Licenciatura en Teología, en la Pontificia Universidad Javeriana (1994 – 1996); Licenciatura en Derecho Canónico, en la Pontificia Universidad Javeriana (1999 – 2001); Especialización en Educación Sexual, en la Universidad Antonio Nariño (1998 – 1999); Diplomado en Docencia Universitaria, en la Universidad Javeriana (2001); Máster en Derecho Canónico, en la Pontificia Universidad Javeriana (2002); Licenciatura en Sociología y Ciencias Sociales, en el Instituto Católico de París (2006); Maestría en Sociología de la Religión, en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París (2007); Maestría en Evaluación y Aseguramiento de la Calidad de la Educación, en la Universidad Externado de Colombia (2015).

Inició su servicio pastoral en la Arquidiócesis de Bogotá como vicario parroquial en San Juan Nepomuceno (1993); fue párroco en San Juan Nepomuceno (1995); arcipreste del Arciprestazgo No. 3.5. (1996); párroco Ad Tempus en Santo Cristo (1997); arcipreste del Arciprestazgo No. 3.3. (1998); capellán en el Colegio Helvetia (2000); miembro del equipo de formadores del Seminario Mayor y miembro del equipo de Pastoral de la Vocación Arquidiocesana (2001); Miembro del Consejo Presbiteral (2002); arcipreste del Arciprestazgo No. 4.6. y párroco en María Estrella de la Evangelización (2007); administrador parroquial en María Auxilio de los Cristianos (2008); párroco en María Auxilio de los Cristianos (2009); miembro suplente en la Junta Directiva de la Fundación de la Joven – Amparo de Niñas (2010); párroco en San Juan Bautista de la Salle; rector en el Colegio Parroquial San Juan Bautista de la Salle y administrador periódico “El Catolicismo”(2011); miembro del Consejo Presbiteral (2012 – 2014); capellán en el Colegio la Presentación de Sans Façón y párroco en Santos Timoteo y Tito (2014); capellán general del Sistema Educativo de la Arquidiócesis de Bogotá (SEAB) y miembro principal en la Junta Directiva de la Fundación de la Joven – Amparo de Niñas (2015); párroco en San Ambrosio (2020); administrador parroquial en Santa María de la Alhambra (2021); Vicario Episcopal Territorial en Santa Isabel de Hungría (2023).

Padre

Fernando

Congote, S.J.

Nuevo rector de la Pontificia Universidad

El padre Luis Fernando, doctor en filosofía política, del Centro Sèvres de París, asumió el nuevo servicio el 13 de marzo del 2023, sucediendo al padre Jorge Humberto Peláez Piedrahíta, S.J., quien acompañó la rectoría de esta institución por 9 años.

El nuevo rector, de 53 años, oriundo de Medellín, fue decano de la Facultad de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales, entre septiembre de 2016 y diciembre de 2020; asesor del vicerrector académico; codirector del Programa de Planeación Universitaria sobre Paz y Reconciliación; director ejecutivo del Programa por la Paz de la Compañía de Jesús en Colombia, entre 2001 y 2003; asistente para la Formación; superior del Filosofado; ha trabajado en la formación de los jesuitas del país; hizo parte del Consejo de Regentes de la Javeriana, entre agosto de 2012 y noviembre de 2019.

Recientemente, sirvió como asistente para el Discernimiento y la Planificación Apostólica de la Provincia. Profesor asociado de la Facultad de Filosofía de la Javeriana, donde ocupó el cargo de director de carrera.

En la Javeriana - seccional Cali, el religioso trabajó en el área de formación social y coordinó la Especialización en Ética y Valores, en la que también se desempeñó como profesor de ética, política y filosofía.

Fraternidad conversó con él sobre la manera como recibe esta nueva misión, la realidad y proyección de la universidad, así como la apuesta que desea desarrollar durante su gestión.

Monseñor Rafael De Brigard

(MRDB): Padre Luis Fernando, ¿qué recibe del padre Peláez?, ¿cuál es el gran legado en su rectoría?

Padre Luis Fernando Múnera Congote (PLFMC): El gran legado del padre Peláez es la solidez de la universidad, su posicionamiento. Para nosotros es precioso ser unas de las pocas universidades en el mundo comprometida en la promoción del Pacto Educativo Global.

Además, tenemos un trabajo muy interesante con Laudato si’, y todo el tema del medioambiente, entre muchas otras realizaciones. Yo diría que recibo una universidad sólida y un gran equipo de trabajo.

(MRDB): ¿Cuántos alumnos tiene la universidad?

(PLFMC): Más de 18 mil estudiantes de pregrado y un poco más de 4 mil en posgrado.

(MRDB): ¿Cuántos profesores con doctorado?

(PLFMC): En total la planta es de unos 1300 profesores, y alrededor del 60 por ciento de ellos tienen doctorado.

(MRDB): ¿Cómo siente la relación de la Universidad Javeriana con la ciudad, con Bogotá?

(PLFMC): La Universidad Javeriana tiene relación con la ciudad y con el país, pero con Bogotá, por supuesto, tiene una relación muy estrecha. Yo diría que es muy significativo el trabajo que hacemos en ‘Bogotá como vamos’, nosotros hacemos parte de ese grupo. Además, con las universidades de la ciudad estamos involucrados en varios temas.

Con esta zona del Parque Nacional, de los barrios circundantes, tenemos una relación estrecha, como de vecindario.

(MRDB): Han inaugurado un edificio nuevo en el norte de la ciudad, ¿de qué se trata?

(PLFMC): Ubicada en la Autopista Norte con calle 125, la llamamos la Torre Sapiencia. Allí esperamos ofrecer programas de educación continua.

En este edificio, también, funciona una sede de Javesalud, que es una promotora de salud, fundamentada en la prevención; y tenemos unos pisos arrendados que nos van a ayudar con el fondo de ahorro de la universidad, cuyos rendimientos se destinan fundamentalmente a las becas, a las ayudas a los estudiantes, y a la investigación.

(MRDB): ¿Qué avances se han logrado en el Plan Maestro de Desarrollo de la infraestructura de la universidad?

(PLFMC): Estamos en revisión del Plan Maestro de Desarrollo de la Universidad, pero el gran avance ahora es el edificio de ciencias, que es un edificio para laboratorios. Ya se inauguró el edificio de laboratorios de ingeniería, y otros más. También, tenemos una gran pregunta sobre cuándo vamos a construir el hospital San Ignacio.

(MRDB): Al ser una universidad católica, ¿cómo ve el aporte a la evangelización que hace la institución?

(PLFMC): Nuestro aporte principal es ser un espacio abierto; un espacio de diálogo, de ayuda para construir una secularidad madura en esta ciudad; para ayudar a que los creyentes tengamos una voz, y que sea una voz abierta y dialogante con las personas que no son creyentes.

(MRDB): Siempre que salen las estadísticas de las mejores universidades, ahí está la Javeriana, a nivel nacional e internacional, ¿cuáles son las claves para que esto ocurra?

(PLFMC): Los rankings deben ser el resultado de lo que uno hace porque está convencido de que es lo que se tiene que hacer.

No se debe trabajar para los rankings, pero es clave la investigación de alta calidad; la calidad de nuestros profesores y de nuestros estudiantes.

Hay unos rasgos importantes: el medioambiente; la investigación, su impacto; la proyección social y el servicio de la universidad. También, es clave la empleabilidad, es decir, cómo nuestros estudiantes se pueden integrar después de terminar la universidad al mercado laboral.

(MRDB): ¿Qué ha pensado que le gustaría dejar como huella en esta universidad?

(PLFMC): Como huella quisiera dejar un proyecto de formación muy consolidado, unos programas nuevos más flexibles; y una idea que hemos venido trabajando hace tiempo, que es la formación a lo largo de la vida; es decir, que la universidad se abra no solo a los jóvenes que vienen a hacer el pregrado, sus maestrías y doctorados, sino también a otro tipo de gente, que quiere profundizar en su formación.

(MRDB): Finalmente, ¿por qué escoger la Universidad Javeriana para formarse?

(PLFMC): Lo que es clave en la Universidad Javeriana es el proyecto de formación, la posibilidad de tener una experiencia universitaria con múltiples dimensiones, de encontrarse, dialogar con mucha gente y, por supuesto, la calidad académica.

(MRDB): Padre Luis Fernando, gracias y felicitaciones. Esperamos continuar la comunicación fluida entre la comunidad de los Padres Jesuitas y la Arquidiócesis de Bogotá.

(PLFMC): Gracias, esta también es una casa para la Arquidiócesis de Bogotá. El arzobispo de Bogotá tiene un rol importante en la institución, se llama el ‘Patrono de la Universidad’.

¿Por qué quieres hacer la Primera Comunión?

Hace algunos años en la parroquia se refundió la lista de un grupo de niños que se preparaban para la Comunión, información que, además de los datos básicos, incluía contacto de emergencia, intolerancia a algunos alimentos y otras restricciones que los papás creen que puede tener un espíritu encarnado en una infantil humanidad. Para recuperar la información básica se me ocurrió pedir a los nóveles catecúmenos rellenar una ficha con los datos primarios. Una de las catequistas sugirió incluir otras preguntas que tuvieran que ver más directamente con la catequesis, para que aquel instrumento no pareciera el cabezote de la declaración de renta. Acogimos la sugerencia y entre las preguntas ‘pastorales’ indagábamos sobre los ‘motivos que tienes para comenzar a comulgar’. Evito decir ‘Primera Comunión’. Aplicada la encuesta notamos que algunos niños tienen dificultades para identificar al papá, pero quise saber sobre los motivos para comenzar a comulgar. Aquí una de las catequistas dijo que unos niños respondieron bien y otros mal. A la explicación solicitada por el grupo de mistagogos la compañera osó decir que unas respuestas reconocían que Dios es amigo de los niños, que Jesús los espera en el sagrario, que la Eucaristía es el alimento del alma. Pero otras respuestas estaban mal porque se quería acercar al Sacramento para recibir un ‘smartphone’ como el que le regalaron por la Primera Comunión a un primo, otro prospecto de comulgante atisbaba la ocasión de la reconciliación de los papás. Una niña prefería la parroquia porque en el colegio tocaba ir con el uniforme. Estas respuestas nos ponen delante de la verdad, nada menos que la verdad de los niños.

Ahora llego a comprender que cuando se nos trataba de convencer sobre el cambio de paradigma este cambio principiaba por darnos cuenta de donde está la gente y valorar ‘su verdad’. Somos beneficiarios de la larga tradición de la filosofía perenne, pensamos que hemos tenido acceso a la verdad eterna y ello nos hace desconfiar del acontecimiento de la revelación hoy. A comienzos del siglo XX M. Heidegger propuso buscar un camino alterno a lo que él llamó ‘onto-teología’, este nuevo camino comenzaba cambiando la pregunta.

La tradición metafísica se inició con los presocráticos que indagaban sobre la posibilidad de un conocimiento cierto y fundado, y esto los llevó a la pregunta: ¿Qué es el ser?

El filósofo alemán invita a preguntarnos ¿Por qué el ser y no la nada? La primera pregunta busca la esencia, la sustancia de las cosas, la nueva pregunta averigua por el sentido de las cosas.

De alguna manera este cambio de pregunta se puede reconocer precisamente en el contexto de la parábola del samaritano (Lc 9, 25-37). A la inquietud del legista, Jesús responde con dos preguntas: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?». Esta manera de responder lleva al legista ante la alternativa de paradigmas: la materialidad de un texto y el sentido de este. El maestro de la Ley probablemente ha sido formado para ser fiel al texto y lo recita de memoria. Jesús le confirma que eso puede ser suficiente si se pone por obra. Seguramente el legista ha venido experimentando el desgaste de la fórmula y lo arduo del trabajo de la conversión hacia el amor y desde esta situación esperaría más comprensión del Nazareno para no verse confrontado con la propia historia. Es como si quisiera que las cosas ocurrieran allá afuera y no tuvieran que ver con uno. Para ello vuelve con una pregunta sobre el ser del prójimo. Sabemos que Jesús no respondió con una definición sino con una historia de la que se vale para proponerle al legista la pregunta sobre el sentido: ¿Quién te parece a ti que se portó como prójimo de quien cayó en manos de los bandidos?

Lo que llamamos el nuevo paradigma nos hace comprender que, más que un premio que Dios concede a los buenos, la salvación consiste en la acción de la gracia que obra la conversión del ser humano a partir de su historia personal. Con el grupo de niños las catequistas se apoyaron en recursos pedagógicos para profundizar en el Evangelio y llegar a que este relato explique y dé sentido a la vida y a la cotidianidad; en la preparación para comulgar los niños llegaron a valorar su historia personal como el ‘lugar’ en donde Dios se está manifestando y realizando la salvación.

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