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Helga de Alvear y Cáceres, obras en el casco histórico
Cinco obras de la Colección Helga de Alvear instaladas en diferentes lugares del casco histórico reflejan la importancia de la figura de Helga de Alvear en el desarrollo del contexto artístico de la ciudad.
La actividad de Helga de Alvear no se circunscribe solo al ámbito del coleccionismo; abarca múltiples contextos como el mecenazgo y la promoción del arte y la cultura. Helga de Alvear adquirió las instalaciones de Pello Irazu, Rui Chafes, Susana Solano, Montserrat Soto y José Damasceno en Cáceres entre 2000 y 2008, durante la celebración de la Feria Iberoamericana de Arte Contemporáneo Foro Sur. Las obras fueron específicamente creadas para su instalación en la ciudad monumental.
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Con la inauguración del Museo Helga de Alvear, el pasado mes de marzo, se ha querido destacar su decisivo papel en la consolidación y difusión del nombre de la ciudad de Cáceres dentro del contexto del arte contemporáneo y exponer estas obras de su colección en diferentes puntos de la ciudad.
El objetivo de la muestra no era otro más que extender una invitación, democrática y accesible, al disfrute del arte contemporáneo y establecer una vía de diálogo entre la ciudad y el Museo recién inaugurado, así como reflejar la importancia de la figura de Helga de Alvear para el desarrollo del ecosistema artístico de la ciudad.
Partiendo de la localización del Museo Helga de Alvear, el recorrido expositivo comienza con la obra de Pello Irazu «Para un jardín de Cáceres», 2001 concebido, para ser instalado durante Foro Sur 2001 en los jardines del Palacio de Carvajal.
Es una obra minimalista generada a partir de volúmenes geométricos que, trazados con regularidad, configuran dos bancos. La superficie está recubierta con mosaico de gresite de colores rojo, azul y blanco. Aunque continúa la influencia de la vertiente constructiva de las primeras vanguardias, y en especial, del Neoplasticismo de Mondrian, visible en la gama cromática, la obra introduce una serie de variaciones que la convierten en un juego formal, oscilando entre lo racional y reflexivo y lo imaginativo y poético.
La iglesia de San Mateo se ha vestido con una instalación del artista Rui Chafes «Triste e Vertical Europa», 2000 concebida por el artista portugués para ser instalada en uno de los muros de esta iglesia. Una férrea y estilizada estructura vertical, que termina en forma ovoidal, se muestra similar a un corte minimalista practicado en la piedra. Como una cuchara enorme cuya posición la inutiliza para cumplir la función originaria de alimentar, la obra despliega problemáticas como la concentración de la riqueza en estructuras de poder inflexibles y poco democráticas que, al hacer imposible el contacto con los otros, producen desigualdad, el triste reverso de un progreso insostenible.
La obra de Susana Solano «Cáceres II», 2001 sorprende a quienes paseen por la Plaza de las Veletas. La pieza se compone de dos tubos circulares de acero conectados entre sí dos de ellos recubiertos por una malla metálica. La combinación de volúmenes crea una estructura quebrada, un juego deconstructivo cuya percepción varía dependiendo de la situación del espectador en el espacio.
La video instalación de Montserrat Soto «Interiores», 2001, tiene como escenario uno de los aljibes hispanomusulmanes mejor conservados en la Península Ibérica, en el interior del Museo de Cáceres. La artista proyecta, entre los arcos de herradura, un vídeo que muestra un paisaje con olas del mar rompiendo contra las rocas. La proyección quedaba duplicada al reflejarse en el agua del aljibe, generando reminiscencias de la simetría espectacular propia de la estética y la cultura islámica. El espectador tiene la impresión de estar en una cueva natural, observando, a través de la apertura irregular, un luminoso paisaje exterior.
Por último, la obra de José Damasceno «Segmento analítico», 2008 instalada en los Jardines del Palacio de Carvajal, se apoya sobre uno de los muros de piedra y ladrillo de estos jardines. Son cinco barras de hierro pintadas de amarillo que muestran en su estructura una torsión. La pieza dialoga con el lugar donde se ubica, alterando con un gesto minimalista, los elementos arquitectónicos (verticalidad, horizontalidad) que articulan la percepción del espacio. Como indica su título Segmento analítico, deconstruye el peso histórico de las formas, produciendo en ellas un giro que las vincula a una poética de la geometría.
Algunas de estas obras han pasado a estar ya instaladas en el espacio público, dentro del propio Museo, lugar donde permanecerán.