«Quisicosas» del cura Lorenzo

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uisicosas»

del cura Lorenzo

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Introducción

18 de mayo de 2000

Llevo muchos años «persiguiendo» a don Lorenzo para que escriba en este periódico todo lo que sabe, que es mucho, sobre la historia y anécdotas de este barrio que, por lógica, está ligada a la historia de los duques de Osuna, sus más ilustres vecinos.

Nunca he desfallecido, conozco a don Lorenzo desde hace 30 años, y siempre he estado seguro de que, antes o después, iba a conseguir mi propósito. Me congratulo de ello porque serán ustedes los que disfruten de una historia que, a veces, resulta inverosímil, no porque lo que se cuente sea incierto o esté exagerado, todo está perfectamente documentado y se basa en datos que este cura salmantino ha ido recopilando a lo largo de los más de 30 años que lleva en la Alameda, desde que se hizo cargo de la ermita de Santa Catalina de Alejandría; sino por las excentricidades y peculiaridades de los personajes que fueron conformando la saga de los Osuna. Invito al lector a adentrarse en éste y los próximos capítulos que iremos publicando porque, además de curiosos y amenos, nos ayudarán a conocer mejor la historia del lugar donde vivimos.

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Eduardo Sáenz-Hermúa Sanz


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Prólogo

Por motivos de gratitud y afecto, por un lado, y porque

los entornos y heredades junto al castillo. Digo funda, lo que el marqués de Lozoya, llamaría y titularía: «el más bello y coqueto jardín de la Alameda de Osuna»; también en la enciclopedia Madoz se dice: «que el parque de la Alameda rivaliza con los reales sitios».

todos los años algún curioso y los jóvenes estudiantes de institutos se me acercan con deseos de conocer la historia local, y no menos indiscreta, del lugar donde nos vemos instalados, unos creciendo y otros envejeciendo, me he decidido a ofreceros, en esta ocasión, retazos e historietas de este rincón geográfico del «gran Madrid», con el nombre de "El Alameda", por sus muchas alamedas, siendo en un tiempo pobre villorrio y pueblo, y que más tarde, en el siglo XVII, por caprichos de la duquesa de Osuna, llegó a nominarse como hoy se le conoce: "Alameda de Osuna". De "El Alameda" como villa, se habla en las Relaciones que en el año 1579 mandó hacer su majestad; se dice que dicha villa se encuentra junto a un buen castillo de cal y canto, con fosos y torreones, propiedades de los condes de Zapata; que en dicha fortaleza Felipe IV, por intrigas del de Olivares, el III duque de Osuna con el genial Francisco de Quevedo, fueron presos; que la condesa-duquesa, doña María Josefa de Pimentel, funda tras caprichosas compras,

Pensando que el cultivo y conocimiento de lo histórico goza de poca afición e interés, y como querer es poder, con esfuerzo y tiempo recopilo mis pobres apuntes para poner un granito de arena, que dé luz y afición a desempolvar el ayer y los antepasados del barrio madrileño, hoy llamado Alameda de Osuna.

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Lorenzo Gutiérrez Martín (1927 - 2007)

Cura párroco en la Alameda de Osuna de 1967 a 2006


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Año: 1853


El Alameda La gran familia de los Osuna Más que hacer historia, quiero entretener al lector. Cuan-

Cisneros pusiste / de leal generación / pues vuestro rey socorriste / cuando caballo le diste / y ganaste ser Girón». Preguntó el rey quién fue su salvador y desde tal hecho unos jirones blasonaron el apellido y nobleza de los Girón.

tos me conocen saben que no soy amigo de atarme a normas, por eso les advierto que no habrá orden cronológico de si lo primero fue el huevo o la gallina; si la Alameda fue antes que lo de Osuna. Más, como lo de Osuna es más rocambolesco y atrayente, me parece oportuno poner como aperitivo de mis entregas informativas ciertos datos y quijotadas del calificativo «de Osuna».

Desde el suelo de una batalla sacaron, de un trozo de jirones, grandezas, fortunas y cielo la familia de los Osuna.

Para rastrear a los «osunas» habría que bucear entre muchos legajos, visitar montones de castillos y viejas casonas de España y Europa, lo cual para un pobre cura es difícil de realizar. Lo que sí puedo decir y asegurar que veníale de casta la pujanza a los de Osuna. Fue el primero un tal Rodrigo González de Cisneros que, en el año 1135, tome el apellido de Girón cuando de manos del rey Alfonso VII en la batalla de Sagrajes -junto a Badajoz- defendiendo al rey, recibió un girón de tres picos. Dicha hazaña fue trovada y puesta en verso: «fama en

Escudo de los Girón en el que puede apreciarse los tres triángulos rojos que representan los «jirones» de la leyenda.

Los duques de Osuna fueron grandes entre los grandes de España, no tanto por los Girón, sino mucho más por otro titulo: los Pimentel. Por «girones» eran castizos,

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El apellido Téllez le vino de doña María “la raposa” (1), descendiente de todas las casas reales del mundo.


desgarradores, manirrotos; por «pimenteles» profesaron profundamente el dandismo.

pagada, hasta la misma duquesa no dudó en titularla "El Capricho". Merecerá otra separata el origen, construcción y ornamentación de nuestro singular parque jardín.

Pero dejemos correr los años, unos seiscientos, hasta encontramos con doña María Josefa de Pimentel, esposa y prima de don Pedro de Alcántara -IX duque de Osuna-.

Si «caprichosa» fue la compra a los colonos de Barajas y Vicálvaro, «caprichosas» sumas de dinero costó hacerlo, pintarlo, decorarlo y ajardinar dicho conjunto. El pintor Goya (de Fuendetodos), con con sus bocetos y pinturas, plasmó muchas de sus rarezas y caprichos. Dejo para más adelante los detalles de los cuadros, que el pincel del artista, aquí y para aquí pintara.

Doña María Josefa de Pimentel, «muy distinguida en Madrid por sus talentos, méritos y gustos», rival de la duquesa de Alba, fue la que compró, en el María Josefa Alfonso-Pimentel y año 1783, las fincas y heTéllez y Girón, XII duquesa de Benavente (Madrid, 26 de noviembre redades junto al castillo de de 1750- 5 de octubre de1834,), la Alameda, por haber sido retratada por Goya (c. 1785). prisión de su antecesor Pedro de Girón y del secretario de éste: el sin par Quevedo. Construyó en sus terrenos un palacete neoclásico, rodeado de jardines y estanques. La adquisición fue lócamente

Si fue la mujer que mayores y más grandes títulos ha ostentado en España, también son muchas las extravagancias y derroches de tan grande y rara señora. Uno de esos muchos gestos de grandiosidad y fanfarria fue que viniéndola a visitar cierto embajador a la Alameda y puesto que en la casa de tal señor escaseaba el champán, ordene que a los sudorosos caballos del visitante se les diera a abrevar con grandes cubos de esta bebida burbujeante. Otro día, entre los saraos y bailes que aquí organizaba, poniéndose a jugar en torno a una mesa, un participante perdió una moneda, lo que hizo que, por un momento, se

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suspendiera la velada para buscarla y fue la duquesa la que, para mejor lograr el encuentro de lo perdido, encendió un fajo de billetes. En otra ocasión, pidió que el pintor Esteve (2), de la escuela goyesca, la retratara, pero al no gustarse, la ilustre dama, enfurecida, no duda en coger un cuchillo, haciendo en el cuadro cuatro puñaladas rasgadas. Si manirrota, dandi y caprichosa fue esta abuela, mucho más habría de serlo su consentido nieto, don Mariano Téllez

“Los duques de Osuna y sus hijos” es un cuadro pintado por Francisco de Goya en 1788, que se conserva en el Museo del Prado de Madrid . El lienzo recoge una escena familiar en la que don Pedro Téllez Girón, IX duque de Osuna, amigo y mecenas de Goya, aparece junto a su esposa Josefa Alonso Pimentel y sus cuatro hijos a los que el pintor retrata con gran dulzura y cariño, fruto de la estrecha relación que tuvo con la familia. El duque aparece de pie, vestido con uniforme, mientras la duquesa posa sentada y vestida a la moda francesa. La primogénita de los duques, Josefa Manuela, de la mano de su padre, ocupa el extremo derecho del cuadro y en el futuro será retratada por Goya cuando ostente el título de marquesa de Abrantes. Igual ocurrirá con su hermana Joaquina que aparece de pie junto a su madre y que posará para Goya como marquesa de Santa Cruz. A la izquierda y de pie, aparece el heredero del título, Francisco de Borja, montado en un bastón a modo de caballo, y sentado, Pedro, el hijo menor de los duques.

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y Girón, XlI duque de Osuna; el que se creyó Osuna; el que se tituló: «grande de los grandes de España»; el mayor dilapidador que haya conocido la historia española. Hasta sus mismos empleados se dejaron contagiar de las rarezas y excentricidades de su señor, contándose que cuando Carlos V llegó a Nápoles, preguntaron a un empleado del duque quién era, y el lacayo de palacio contestó: «pero, ¿es que no me conocéis?, soy el limpiador mayor de la plata dorada de mi señor, el duque de Osuna y Benavente».

Versalles, la Alameda debe mucho de su esplendor al hermano mayor de éste, al duque don Pedro, hombre enfermizo, misántropo y romántico que pasó la mayor parte de su vivir en nuestro parque. Nacido en el viejo Madrid, en la calle de Leganitos, fue el que más cuidó y disfrutó del palacio de “El Capricho”.

Monumento en el estanque de “El Capricho” erigido, en 1838, por Pedro Alcántara TéllezGirón, XI duque de Osuna, en memoria de su antepasado Pedro Téllez-Girón y Velasco Guzmán y Tovar (Osuna, 17 de diciembre de 1574 - Barajas, 24 de septiembre de 1624), III duque de Osuna, virrey de los reinos de Sicilia y Nápoles.

La mujer que amaba e idolatraba, su prima Inés de Silva Bazán Téllez y Girón (3), era casada. Entre las frondas del parque pasó su juventud, solo y pensativo, lleno de melancolía por el amor de su prima, llenado su retiro de vacío, decorando y

Conocido como el gran duque de Osuna por sus contemporáneos fue amigo de Quevedo, quien fue su consejero y secretario y le dedicó varias obras. Asimismo, escribió una extensa biografía suya que nunca llegó a imprimirse: “Los dichos y hechos del duque de Osuna en Flandes, España, Nápoles y Sicilia”.

Antes de dedicarme a personaje tan singular como fue don Mariano, quien logró hacer de nuestro actual parque "El Capricho" un auténtico

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De él se pudo decir que «aunque afortunado en bienes, fue desgraciado en amores».


engrandeciendo el jardín, pensando en ella, su Inés de tristes recuerdos. Le molestaban las visitas de otras damas y de aduladores, y ordenó a sus servidores, no estar para nadie. Un día, la prima Inés se decide a visitarle, pero el guarda de grandes patillas, de bandolera y calzona, le niega la entrada a tan ilustre y aflorada dama, retornando a Madrid sin verle. Cuando el de Osuna se entera, rompe a llorar, desvaría, enloquece, desfallece y se afloja al lago del parque. Le recogen sin sentido y, a toda prisa, le llevan al palacio de la

Inés Francisca de Silva Bazán y Téllez y Girón, (1806 - 1865) en un retrato a óleo de Federico Madrazo (1815 - 1894), que actualmente forma parte de la colección del duque de Alburquerque. Inés era hija de José Gabriel de Silva Bazán y Waldstein, décimo marqués de Santa Cruz de Mudela, y de Joaquina María Téllez y Girón y Alfonso Pimentel, princesa de Anglona y condesa de Osilo, y mujer de Nicolás Osorio y Zayas (1793 - 1866), duque de Alburquerque, Algete y Sesto, marqués de Alcañices, por cuyo título fue conocido y, ambos, padres de José Isidro Osorio y Silva Bazán, promotor de la restauración borbónica que permitió reinar a Alfonso XII de España. Fue el amor platónico de Pedro Téllez y Girón, X duque de Osuna, hermano mayor de Mariano Téllez y Girón, Xl duque de Osuna; el que se creyó Osuna; el que se tituló: «grande de los grandes de España»; el mayor dilapidador que haya conocido la historia española.

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calle Leganitos donde, roto de amor, muere a los tres días, a la edad de treinta y dos años. Desde entonces, entre trinos, arboledas y frondosidades, se han recogido muchos suspiros y romances de amor. Lo cual lo identifica como jardín romántico, pues en el paseo interior y central pueden contemplarse dos estatuas, con dos caballeros de capa y espada, que recuerdan dónde venían a celebrarse los duelos de amor, desde el Madrid de los «austrias». A este malogrado don Pedro, el romántico, le sucederá su hermano menor, don Mariano, llamado el «segundón», el loco de Osuna, el dilapidador. Fue un niño caprichoso y un adulto pomposo y manirroto.

Mariano Téllez y Girón y Beaufort-Spontin (Madrid, 19 de julio de 1814 - Beauraing, Bélgica, 2 de junio de 1882) fue un noble, político, diplomático y militar español. El 29 de agosto de 1844 heredó, de su hermano Pedro, los títulos y estados de la Casa de Osuna, y empezó una vida de lujo que acabó con su gran ruina. De él se decía que podía cruzar media España sin salir de sus posesiones. Fue el último habitante de su familia en la Alameda de Osuna, pequeño palacio a las afueras de Barajas en Madrid. Tenía importantes propiedades agrícolas en Sevilla, en Guadalajara y en Extremadura. Las medidas desvinculadoras tomadas a la vez que la desamortización de Mendizábal hicieron que la propiedad de la tierra fuera completamente suya lo que le acabó condenando ya que podían ejecutar las hipotecas contra él.

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Nacido el 19 de julio de 1814, en pleno corazón de Madrid y bautizado en San Pedro el Real de las Vistillas, heredó el más grande de los patrimonios de España, que consumió íntegramente. Tenía de todo y todo lo derrochó. Como el hermano menor del evangelio, fue otro pródigo que dilapidó la hacienda, viviendo y gastando locamente.

Los Osuna compraron, al conde de Priego, unos terrenos con una casa de labor, una huerta y varios edificios cerca de Barajas. El IX duque amplió la finca con la adquisición de terrenos colindantes, mandó plantar la alameda que daría nombre a la finca y, en 1787, comenzó la construcción del palacio de forma cuadrangular con torreones en los extremos, obra de los arquitectos Machuca y Medina.

corceles para traerlo y que, ya en el pueblo, seis yuntas no eran suficientes para arrastrarlo. Al llegar a la colegiata no pudieron adentrarlo por la estrecha capilla del panteón familiar, dejándolo provisionalmente arriba junto a la pared lateral, donde aún espera. Los vecinos de Osuna, maliciosos y andaluces, dicen: «que no es que no entrara, sino que sus antepasados no le admitieron por derrochador».

Visitando el pueblo de Osuna, en Sevilla, me Hacia 1792 ya estaba la finca prácticamente completada con numerosos edificios anejos. La Alameda de Osuna también sería conocida como ”El Capricho” en honor de la duquesa Deseaba el duque que contaban tiempo atrás, de Osuna, pues fue ella quien más interés puso en su transformación en finca de recreo. le nombraran embajador que al morir este duque, en la corte del Zar de el 12 de junio de 1882, Rusia, a lo que el malévolo de su secretario, Juan Valera -el en el centro de Europa (Bélgica), su esposa y princesa, Leode Cabra- (4) comenta del noble señor: «sigue el duque, mi nor, de igual calaña que su esposo (según el dicho: «Dios señor, con más deseo de ser embajador, que un gitano de los cría y ellos se juntan»), hizo diseñar un grandioso sarrobar un burro». cófago para tan grande señor, adquiriendo negros y briosos

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Y en una de sus cartas dice también Valera, que hizo el duque llevar a aquella nación, desde España, un tren especial con todo un rebaño de merinas con pastores y mastines para regalar al Zar. Más tarde envió otro tren con un cazador de osos asturianos, podencos y galgos. De igual manera refiere su secretario el peligro que entrañaba su noble señor durante las cacerías, donde los participantes vestían pieles, debido a la miopía del duque.

Habiendo llegado tarde a una reunión y no hallado silla donde aposentarse, se despojó de su lujosa capa de pieles y se la puso de asiento. Más como a la salida, el ujier le trajera

Fue célebre su caballada, en cierto momento, la mejor de Europa, e instalada en el exterior, junto al palacio de la Alameda, poniéndole a sus caballos herraduras de plata y clavos de diamantes. Donde hoy resuenan los acordes de nuestros chavales, fueron, un ayer, los relinchos de selecta cuadra. Un día oferta por el mejor caballo de un conde ruso, que era la gloria de su cuadra. El conde se niega, más en una de sus ausencias la condesa se lo vende. Al regresar el conde quiere deshacer la venta. «Lo siento -dijo el de Osuna-, el caballo está trabajando, sin cola, atado a una noria y con las crines cortadas». Cuando daba banquetes y fiestas, no permitía recoger las vajillas de oro y plata, mandándolas tirar al río Nevá.

Fotografía de la fachada del palacio de los duques de Osuna, en el parque de “El Capricho”, realizada por Charles Clifford entre 1953 y 1960. No se conocen los datos de las personas que en ella aparecen pero el caballero sentado en el carruaje bien podría ser Mariano Téllez y Girón y Beaufort-Spontin, último morador Osuna del palacio.

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Fuente: Biblioteca Virtual del Patrimonio Bibliográfico (Ministerio de Cultura).


la capa enjoyada que había dejado en el suelo, el de Osuna la rechazó diciendo que «un embajador de España nunca acostumbra a llevarse los asientos». Jamás permitió que se le abonase dinero alguno por gastos de embajada. Sus tarjetas con el nombre de "Grande de los grandes de España" eran auténticos mazacotes de oro. Hizo copiar y diseñar las capas de armiño de damas y nobles moscovitas, para ser lucidas por sus empleados y sirvientes en las fiestas de la embajada, ante el asombro de los invitados. El de Osuna presidía el acto vestido con un diseño de pavo real repujado en oro. Sus deseos siempre fueron órdenes, todo debiera estar previsto. Así, habiendo venido una vez, de improvisto, a la Alameda y no presentarle digna comida, dispuso que, a diario y en todos sus palacios, aunque él no estuviera, siempre se hallaran preparadas las comidas y vajillas. Dando también disposiciones para que un carruaje fuese todos los días a esperarle a la estación, aun a sabiendas de cocheros y lacayos que el noble señor se hallaba lejos y no vendría. Si al viajar se le olvidaba algo, enviaba un tren especial para recuperarlo, aunque el motivo del olvido fuese una corbata que se le había antojado.

tos sesenta y seis, uno para cada día del año, pues nunca vistió el mismo traje; dispuso esa cantidad en el caso y el azar de que fuera año bisiesto. Con razón, al morir, un periódico de la época reseñaba que: «un jirón, opulento y manirroto, hizo jirones a los Girón». Un loco que se creyó Osuna, desmoronó haciendas y títulos, acabando con todo y todos los suyos. Como «nunca un rey es grande para su ayuda de cámara», su secretario Valera, le reprendía y pretendía frenarle, el duque renunció a él y le retornó para España. Aquel día, muy de mañana, el de Osuna, se ausentó de la embajada para no despedirse, ni agradecerle sus servicios en la misión rusa. Los periódicos madrileños relatan que el palacio de la Alameda, con tanta belleza y esplendor, había sido uno de los caprichos costosísimos que constituiría una de las muchas grietas por las que se había desmoronado el gran caudal de la casa de Osuna. El catedrático Antonio Atienza, en su libro "Aristocracia, poder y riqueza", expone ese derrumbe del título y casa de Osuna.

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Eran famosos sus trajes de frac y levita. Tenía trescien-


Referencias (1) María Téllez de Meneses “la raposa", fue una noble española, titular del señorío de Villasís. Era hija de Ruy González y de María Núñez Daza y nieta de Gonzalo Yáñez de Meneses "el raposo", también llamado Gonzalo Tello, Gonzalo Téllez o Gonzalo Ybáñez de Meneses, ricohombre de Castilla y de Urraca Fernández de Luna. Bisnieta de Juan Alonso de Meneses, I señor de Albuquerque y en Portugal conde de Barcelos, y de Teresa Sánchez, hija natural de Sancho IV de Castilla y de María de Meneses. Fue esposa de Gonzalo Ruiz Girón. Su hijo Alonso Téllez y Girón, fue el primero en reunir los dos ilustres apellidos que a la larga darían origen al ducado de Osuna. Alonso fue «la más ilustre víctima de la cruel matanza de Toro, hecha por el rey don Pedro, el 6 de enero de 1356, entre los partidarios de su legítima esposa doña Blanca, con quien querían que viviese». (2) Agustín Esteve y Marqués (Valencia, 12 de mayo de 1753 - 1830), pintor español, activo en la casa real española en Madrid. Posiblemente fue hijo de un escultor valenciano llamado también Agustín Esteve. Estudió en la Academia de Bellas Artes de San Carlos de Valencia y en 1772 ganó el primer premio de tercera clase en el departamento de dibujo para pintura de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid. En 1778 ganó el primer premio de pintura de esa misma academia. Siguiendo el neoclasicismo de Rafael Mengs y la primera etapa de Francisco de Goya, fue un retratista de la corona española muy influido por el genial aragonés, de cuyos retratos realizó gran número de copias. Una de sus obras maestras es el retrato de la marquesa de San Andrés de Parma, condesa de Lerena, María Josefa Piscatori Díaz de Lavandero (ca. 1800). El 14 de junio de 1880, el

rey nombró a Esteve Pintor de la Corte. Eso le valió un salario de 6.000 reales, bajo comparado con el de 15.000 que recibían otros pintores, o con los 55.000 de Francisco de Goya. (3) Aristócrata española (1806 - 1865), hija de José Gabriel de Silva Bazán y Waldstein, décimo marqués de Santa Cruz de Mudela, y de Joaquina María Téllez y Girón y Alfonso Pimentel, princesa de Anglona y condesa de Osilo, y mujer de Nicolás Osorio y Zayas (1793 - 1866), duque de Alburquerque, Algete y Sesto, marqués de Alcañices, por cuyo título fue conocido, y ambos padres de Jose Isidro Osorio y Silva Bazán, promotor de la restauración borbónica que permitió reinar a Alfonso XII de España. (4) Juan Valera (Cabra, Córdoba, 18 de octubre de 1824 - Madrid, 18 de abril de 1905) fue un diplomático, político y escritor español. Hijo de José Valera y Viaña y de Dolores Alcalá-Galiano, marquesa de la Paniega. Estudió Lengua y Filosofía en el seminario de Málaga, entre 1837 y 1840, y en el colegio Sacromonte de Granada en 1841. Luego inició estudios de Filosofía y Derecho en la Universidad de Granada. Empezó a ejercer la carrera diplomática en Nápoles junto al embajador y poeta Ángel de Saavedra, duque de Rivas; allí estuvo dos años y medio aprendiendo griego y entablando amistad con Lucía Paladí, marquesa de Bedmar, "La dama griega" o "La muerta", como gustaba de llamarla, a quien quiso mucho. Después, distintos destinos lo llevaron a viajar por Dresde, San Petersburgo, Lisboa, Río de Janeiro, Nápoles, Washington, París, Bruselas y Viena. De todos estos viajes dejó constancia en un entretenido epistolario excepcionalmente bien escrito e inmediatamente publicado sin su conocimiento en España.

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El Castillo de los Zapata Al empezar este relato, formulo un deseo: «que los

ladrillos no nos quiten nuestro castillo». Recuerdo el llanto de aquel pobre moro sobre Granada: «Granada, Granada, de tu poderío ya no queda nada...»; o la de aquel pobre romano: «éstos Fabio, ¡ay dolor!, qué ves ahora, fueron un día Itálica famosa». En la entrega anterior un Osuna dilapidó, hizo jirones la grandeza de Osuna, la desidia y el tiempo han hecho desmoronar el edificio y entorno de lo que fuera un día coqueto castillo del “Alameda”. Pero hagamos historia del lugar llamado “Alameda” y de la ruinosa fortaleza a punto de desmoronarse. Corría el siglo XI, cuando el rey Alfonso VI, conquista al Islam la zona centro de la península y la repuebla con colonos traídos del norte.

El castillo fue levantado entre 1431 y 1476, según consta en la documentación de la época, a instancias de la poderosa familia de los Mendoza. Su historia se entronca, desde fecha muy temprana, con la saga de los Zapata, apellido vinculado al patriciado urbano del Madrid bajomedieval. Alrededor de la fortificación, se constituyó un señorío, que se extendía por las villas de El Alameda y Barajas. Fue otorgado como dote por el rey Juan II de Castilla a Inés de Ayala y Ruiz Sanz Zapata.

Fue en el siglo XII, el de mayor intensidad de asentamientos, cuando surgieron los pequeños poblados de Barajas (compuesto de un judío «Bar» y una mora «Axa»;

Paracuellos del Mal Sobaco (con castillo en forma de saco); el Alameda (por sus muchas aguas y alamedas); Rejas; el caserío de Juan Muñoz, etc.

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ciembre de 1579, declaran los entonces regidores y alcaldes de la villa, lo siguiente: Primero: «que “El Alameda” se llamó, se llama y ha llamado siempre de este nombre por estar edificada cerca de una muy espesa y grande alameda, que está en el arroyo el Vadillo, y que por esta razón tiene por cosa cierta que dicha villa tomó el nombre que ha guardado y conservado siempre». En el capítulo dos: «dixe tener la presente cien vecinos». En el capítulo tercero: «ser lugar antiquísimo, aunque pequeño, ganado al moro por el rey Alfonso VI y estar entre Madrid y Alcalá de Henares...».

Plano de la Alameda del año 1877.

Dichos lugares ya son citados en documentos del siglo XIII al XV. Basta leer la curiosa relación que su majestad mandó hacer sobre su reino y la historia de los pueblos de España. Sobre “El Alameda” en aquel ayer, el 21 de di-

En el capítulo octavo: los informadores responden «que el ilustrísimo señor don Francisco de Zapata Cisneros, mayordomo que fue del rey nuestro señor, y al presente es mayordomo de la reina, ser dicho señor de esta villa del Alameda y conde de Barajas, dicho mayordomo heredó de Juan Zapata Osario, su padre, y éste de don Juan Zapata, «el viejo», su padre, y éste de Pero Zapata, que le llamaron el «tuerto», su hermano, que sirvió a los reyes católicos en la guerra de Granada, donde le hirieron por la visera del yelmo con una saeta (la cual se arrancó y con ella el ojo dere-

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cho), haciéndole los reyes su capitán de hombres de armas, le dieron un hábito de Santiago, maravedíes y otras «mercedes», y que murió sin hijos (Zapatos de los zapata blasonaron los escudos del pueblo y condes de Barajas). Siguen dichas relaciones relatando cosas curiosas, como el ser el Alameda lugar abundante en aguas y pozos, enfermizo por esas muchas aguas estancadas, pero de fuentes gustosas, de tal modo que la reina Isabel mandaba a buscarla y traerla para beber, entre otras que por ahora omito. Y es en el capítulo decimonoveno donde «dixen y declaran que junto a esta villa del Alameda y en pequeño recuesto tiene el conde, nuestro señor, un muy buen castillo de cal y canto, nuevamente reparado, con su foso y sus torreones, y en él muy bien plantadas ocho piezas de bronce, con otras de hierro colado, y muchos arcabuces y ballestas turquesas, con otras muchas armas, para seguridad y defensa del mesmo castillo». Dejando las relaciones, nos consta que en al año 1580 dicha fortaleza sirvió de morada al duque de Alba y allí preparó la campaña de la conquista del vecino reino de Portugal. En 1622, el que fuera tercer duque de Osuna, don Pedro Téllez y Girón, quien tuvo por amigo y secretario a don

Francisco de Quevedo, hombre aventurero, pero brillante militar, por intrigas del conde duque de Olivares, que le acusó de maquinaciones contra el rey de España, en nuestro castillo fue preso con Quevedo, cuando esperaba en Alcalá entrar triunfante en Madrid fue esposado, conducido a esta fortaleza y recluido, y es aquí donde, al parecer, murió. Quevedo, que tanto le admiraba y quería, elogió la valía y figura de este duque de Osuna, llegando a decir de él: «miedo del mundo, aclamación de la naciones, gloría de España, blasón de Flandes, freno de Italia, birrey de Sicilia y Nápoles, desengaño de Venecia, restaurador del imperio español, recuerde a Roma, amena-

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za de Francia, un castigo a Saboya, ruina de los turcos, más hoy cadáver le tiemblan». Quién, en nuestros años de literatura, no se topó con esos otros versos que le dedicara a tan grande señor, su fiel Quevedo: «faltar pudo su patria la grande Osuna / pero no a su defensa sus hazañas / diéronle muerte y cárcel las españas / de quien él hizo esclava la fortuna». Preguntada a la actual duquesa de Osuna, doña Ángela, que cuál era el personaje histórico de su familia al que más admiraba, no dudó en afirmar que don Pedro, tercer duque de Osuna. Fue este personaje que en su sola persona reunía al caballero español, al político, al militar y al amante de la inteligencia, de las letras y de las artes.

No fue extraño que su nieta, la pomposa doña María Josefa de Pimentel, el año 1783, no quisiera dejar en el olvido lo que fue cárcel y causa final de la muerte de su abuelo y gran duque de Osuna. Para rehabilitar tal baldón y muerte de su antepasado, compra, cara y caprichosamente, los terrenos colindantes al castillo, construye el jardín. Después, Pedro, el XI duque de Osuna, pone un túmulo en el islote del lago, rematado con un monúmento de piedra berroqueña y mármol, e incrustado un medallón de bronce con un retrato en relieve y la figura del tercer duque. Con un mausoleo dejó alusión de aplausos y gloria, trascendente y perpetua de su ilustre antepasado (ver Pag. 26). Con una expresión muy suya: «mi capricho, mi Versalles particular», con su cariño, interés y esplendor quiso hacer la duquesa el modelo más acabado de la villa jardín y el más emotivo recuerdo con el que desagraviar y hacer justicia a su abuelo, tan maltratado por España y el intrigante conde duque de Olivares, que le acusó de traidor a la patria al proclamarse virrey de Nápoles y Sicilia sin permiso real. Entre los monumentos y esculturas, las rosaledas y florestas, la profusión de paseos y plazas abundan los puntiagudos cipreses de camposanto; la misma presencia de austeros frailes de viejo y pardo sayal, como el beato Arsenio,

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26 años morando en el recinto, la recoleta ermita con tumbas en un rincón de soledad, corroboran mis tesis, de que la presencia de dichos religiosos tenían doble finalidad: rezar por las livianidades ducales y hacer responsonos por el eterno descanso de gran duque. En la próxima entrega sobre “El Capricho” remitiré más información sobre estos temas. Ya decía el viejo refrán: «no hay mal que por bien no venga»; por tan lamentable hecho y muerte, hoy podemos presumir y gozar de uno de los más bonitos y coquetos parques del gran Madrid. Si en otro lugar diseñaba la figura del extravagante y manirroto XII duque de Osuna, que denigró e hizo jirones títulos y fortunas de tan grande y noble casa de Osuna, podemos decir que este don Pedro, tercero de ellos, la había dignificado y encumbrado. No quisiera terminar esta entrega sin dejar de reseñar que existe un folleto en el distrito de Barajas que recoge los ha-

llazgos de épocas primitivas en los solares del cerro acastillado, que datan de la Edad del Bronce, con fragmen-

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Proyecto de restauración y remodelación del castillo de la Alameda. Planta y alzado. Siglo XIX (AHN, Sec. Nobleza, Fondo Fernán Núñez, leg. 726/1).


tos de cerámica, pesas de telar, sílices, etc... La situación de atalaya de dicho contorno viene a confirmar que gentes primitivas buscaron aquí asentamiento y defensa, siendo dicho altozano propicio lugar para edificar la fortaleza castillo y, a su alrededor, convertirlo en asentamiento de la población del villorrio de “El Alameda”.

Con el expolio de los Osuna, una de las ramas de los condes, los duques de Fernán Núñez, utilizan materiales del derruido edificio para edificar su panteón familiar. Debido al vandalismo y gamberrismo de fin de semana, que empezaron a hacer aquí su presa, la noble familia ha optado por llevar a sus difuntos al cementerio de “El Pardo”. Llegando al siglo XVIII dicen los cronistas del castillo «estar en desuso, habiendo perdido la funcionalidad y encanto para el que fue levantado». Hay un plano de 1855 que muestra todavía la disposición y parte de sus elementos defensivos». ¡Qué pena que el abandono y el tiempo hayan provocado el deterioro que hoy muestra! En el año 1988 la Consejería de Cultura de la Comunidad de Madrid hizo un pequeño amago para restaurarlo, pero ni los "Amigos de los Castillos", ni la consejería han vuelto a poner la mirada en él.

Y el deseo («¡salvemos el castillo!, que al especulación y los ladrillos no nos lo quiten») de don Lorenzo, aunque él no lo llegase a ver, se cumplió; y hoy en día el castillo presenta este magnífico aspecto y es visitado por los madrileños.

Vuelvo a exponer mi deseo del principio: «¡salvemos el castillo!, que al especulación y los ladrillos no nos quiten el castillo y que los vecinos no lo maltratemos más de lo que ya está».

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La próxima cita en el parque de "El Capricho".


El parque de “El capricho” Hoy llamamos "El Capricho", a más de ca-

torce hectáreas, circundadas por una tapia de mampostería encajada; será mayor cuando un día llegue la caducidad del contrato, pudiendo reintegrar ese espacio en triángulo que ocupa el anejo camping Osuna. Las posesiones de la casa ducal traspasaban los muros de lo recoleto y más íntimo de lo que conocemos hoy como parque jardín madrileño. Su entrada principal sigue, hasta hoy, marcada por dos antiguos casetones, medio derruidos y llenos de pintadas, junto a unos aparcamientos en el kilómetro ocho de la NaLa entrada principal sigue, hasta hoy, marcada por dos antiguos casetones, medio derruidos, junto cional II, cerca del Metro de “Canillejas”. El a los aparcamientos en el kilómetro ocho de la Nacional II, muy cerca del Metro de Canillejas. camino de arboledas y cipreses que lleva y conduce al palacio, fue llamado en su tiempo "El Ramal", Otros accesos al conjunto se hacían por el callejón de la hoy comienzo del paseo de la Alameda de Osuna. iglesia de Santa Catalina, pasaban junto a la plaza del Du-

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de nosotros, por el otoño, pudiéramos gustar uvas del antiguo viñedo que, entre los colegios públicos y los pinos del parque empresarial, tuvieron los nobles señores, no faltando, según los archivos religiosos, encontrase junto a la viña una ermita de San Pantaleón, protector contra la filoxera.

que, continuando hacia el mediodía por el paseo de los Pinos, hasta la carretera Madrid-Zaragoza. Paso cortado e interceptado por el colegio Alameda de Osuna que, en su día, construyera la familia Ferrer de la Serna. Los vecinos llegados por los años setenta pudieron certificar cómo, junto a este paseo de pinos, había acequias para conducir y regar el arroyo "Vadillo", hoy canalizado, que recogía las aguas venidas desde Arturo Soria, dicho arroyo ofrecía su caudal a las fuentes y heredades situadas en lo que hoy en día es Parqueluz.

Menos mal que la construcción del parque Juan Carlos I, ha evitado la tala del Olivar de la Hinojosa, cuyas almazaras para el aceite, de ladrillo árabe, se encuentran en el subsuelo de la actual residencia de ancianos. En lo que hoy es jardín de las “Tres Culturas”, se encontraba el viejo caserón de la finca “La Almendrera”. Lo circundaban corralones y majadas, apestando a ovinos con numeroso clan de abadanes venidos del Jaraicejo extremeño; era bucólico ver esos pastores arrebujados con raída manta, cayada en una mano y con el parlante transistor en la otra.

El hoy mercado local era una ligera meseta empedrada para la trilla de cereales, existiendo piedras de rodillos que usábamos de aposento, no faltando una vieja máquina aventadora. Esta parcela municipal de las viejas eras, tuvo un sudoroso permiso de construcción. Poco a poco los voraces especuladores de las inmobiliarias fueron acabando con la "Cañada Real de Merinas" (urbanización ”Los Álamos”, bloques blancos); con la huerta del abuelo Pim (bajo el castillo, que gozaba de frondosa arboleda de buenos y sabrosos frutos). Corrieron igual suerte la vaquería de Perico y el viejo tejar, junto al paseo.

Escaparse y caminar por esos, entonces, eriales y pastizales eran auténticas gozadas; llegar a la finca de "La Tinaja" con unos solitarios pinos; relajaba toparte con los rebaños, oír su berreo, el tintinear de los cencerros y cascabeles de las manadas pastando, extender la mirada hacia el Guadarrama coronado de blanco, poder encontrar un lu-

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Extraño les parecerá, a los morado de hoy , que alguno

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gar tan cercano a la ciudad para oxigenar nuestros pulmones contaminados. Pero echemos en el olvido viejas añoranzas, perdonemos los ya irremediables desaguisados urbanísticos, cuando hasta los curas y feligreses cedimos ante el no muy acertado añadido del complejo parroquial y, nuestros vecinos de Monteverde, pasaron por poner tejados metálicos por la promoción y construcción de unas viviendas de un insigne arquitecto y catedrático por nombre Ricardo Aroca. No nos perdamos por los cerros Úbeda, abramos, de una vez, las puertas del parque. Sobre dos pilastras de piedra de Colmenar, en la cima, con hierro fundido, un letrero: "El Capricho". Venimos a visitar, pasear, gustar un bello parEn las Relaciones, mandadas hacer por su majestad en el año 1579, se precisa, que la villa de que y jardín. Ha de ser un recorrido sin prisa, en la Alameda tiene una iglesia nuevamente reedificada, de una sola nave, muy alegre y vistosa, bajo la advocación de Santa Catalina, virgen y mártir, con buenos ornamentos, ser anexa de la silencio, dejándonos llevar y empapar de la brisa y parroquial de San Pedro Apóstol de barajas, Arciprestazgo de Madrid y Arzobispado de Toledo. perfume de las plantas; abriendo el oído para el deleite con el trino y arrullo de los pájaros; fijando la mirada embelesada en ciertas flores y arbustos; elevántrocitos de cielo. Sin esa quietud, casi religiosa, no disfrutadola entre la espesura de arboledas para, entre ellas, gustar remos del embrujo del parque; no captaremos los jirones

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de ilusión y derroche que unos «girones» pusieron en él, no llegarán a nosotros los suspiros amorosos del mejor jardín romántico de España; no podremos imaginar las locas fantasías de la Pimentel, las nostalgias del joven duque que, herido de amor por su prima Inés, murió de la historia y avatares por las que, desde su creación hasta hoy, ha tenido que pasar dicho conjunto.

Llegado aquí remito a los curiosos para una ampliación

Sobre dos pilastras de piedra de Colmenar, en la cima, con hierro fundido, un letrero: "El Capricho".

de datos, curiosidades, historia y aventuras sobre el parque y sus creadores, a la siguiente bibliografía: Pascual Madoz, "Diccionario geográfico, estadístico, histórico de España". Editado en 1845. Antonio Marichalar, "Riesgo y ventura de los duques de Osuna". Espasa Calpe. Editado en 1930. Carmen Añón-Feliú, "Parques y jardines de Madrid", "El Capricho de la Alameda de Osuna" (su padre murió en accidente de avioneta en La Cabrera y fue digno profesor del colegio Alameda de Osuna). Editado en 1994, ed. El Avapiés. Pedro Navascués Palacio, "La Alameda de Osuna, una villa suburbana". Editado en 1975. Ignacio Atienza Hernández, "Aristocracia, poder y riqueza de la casa de Osuna" y “Jardines clásicos madrileños". Museo Municipal de Madrid. Editado en 1987.

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Ayuda comentario para un recorrido por “El Capricho”

Más arriba señalaba el comportamiento y respeto que un

Ya, en la antesala de una amplia plaza circular, topamos con dos casillas para los guardas. Sobre la reja de entrada apoyada en dos pilastras de piedra de colmenar, campea y corona -como mencioné anteriormente- un letrero en hierro: "El Capricho", nombre con el que la fundadora y el vulgo han querido llamar, durante décadas, a esta hermosa villa jardín.

itinerario, por los secretos y senderos de esta joya de parque madrileño, exige al paseante.

Es un lugar no para correrlo, sino para saborearlo y gozarlo; con silencio más que con vocerío, podremos descubrir el misticismo que sus edificaciones, fauna y flora nos transmiten; el follaje, la verde pradera, el néctar oloroso de las plantas y flores, las sombras de grandes y centenarios árboles, el arrullo y trino de la escondida ave, nos traen y evocan la historia de sus creadores y viejos moradores. Uno se puede imaginar, sentir, vivir ese embrujo y sello romántico que aún late, esas singulares maravillas y expectativas que, a pesar del maltrato y abandono, todavía conserva. Si disfrutamos al pisarlo, agradezcamos «el capricho» de fundarlo y la decisión final y municipal de comprarlo.

Tras la puerta, el camino principal que conduce, por la llamada “Plaza de los Emperadores”, al palacio. Apenas nos hemos adentrado, vemos a la derecha el parterre de “Los Duelistas”, sobre columnas de mármol. Dos bustos, de espaldas, dispuestos a un duelo, no faltando entre ambos los cuarenta pasos reglamentarios. Lance de amor que tuvo lugar entre Antonio Felipe, duque de Montpensier, hijo de Luis Felipe de Francia con Enrique de Borbón, primo hermano de Isabel II.

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En la parte baja, reconstruidos como en un ayer, los viveros e invernaderos, más adelante: "El Laberinto". Plaza de los Emperadores. En el centro el busto de la condesa de Benavente, con una inscripción en latín, elogio a la fundadora. Traducida dice así: «A María Josefa de Pimentel, matrona del conde duque de Osuna y Benavente, muy celebrada por la agudeza de su ingenio, por su elevado ánimo, por su piedad, por sus cualidades admirables, fue la fundadora de esta villa»; Pedro Alcántara Téllez y Girón, su nieto, año de 1838. Completan el monumento unos pedestales con leones, jarrones de plomo, diez bustos de emperadores de mármol de Carrara, cuatro cómodos asientos de piedra. Al conjunto le rodea y adorna “La Exedra". 1. Casa de oficios y palacio; 2. Templete de Baco; 3. Estanque de los Cisnes; 4. Rueda de Saturno; 5. Abejero; 6. Estanque de las Tencas; 7. Ruina; 8. Batería; 9. Juegos; 10. Ría; 11. Lago; 12. Puente de hierro; 13. Isla con monumento al duque; 14. Casa de cañas; 15. Pabellón de esteras; 16. Casilla de barcos; 17. Montaña artificial; 18. Casino de baile; 19. Jardín de flores; 20. Casa de la vieja; 21. Plaza de entrada; 22. Parterre frente a palacio; 23. Columnas de los Duelistas; 24. Invernadero; 25. Puente; 26. Plaza de los Emperadores y Exedra; 27. Estanque del parterre; 28. Fuente de los Delfines; 29. Jardín y fuente de las Ranas; 30. Gruta del jardín bajo; 31. Gruta del laberinto; 32. Laberinto; 33. Casa de vacas; 34. Estanque nuevo; 35. Plaza del Esparragal; 36. Ermita; 37. Estanque de los patos; 38. Plaza de la fuente

Más adelante la plaza circular, con la fuente adornada con ranas. El palacio. Es una construcción cuadrangular, rematada con cuatro cuerpos; para acceder desde el jardín, una noble escalinata. Por el naciente, puerta exterior, salida al callejón de la iglesia. La plaza de Osuna con su obelisco, representando el busto de Osuna y escudo de la casa, arrancado por

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el osado vecino Paco Téllez. Enfrente, la “Casa de Oficios”, y próximas, “Las Caballerizas”. El interior del palacio, hoy derruido, constituía las estancias y salones, ricamente amueblados y con pinturas goyescas. No queda nada, sólo un ligero terrazo de mosaico, imitación de otro italiano descubierto por aquellas fechas. Abandonando la zona del palacio y subiendo por el norte, nos tropezamos con un templete descubierto, en forma circular con doce columnas jónicas, sobre un pedestal la estatua de mármol blanco del "Dios Baco" con racimos. Un capricho más del parque, "El Abejero", aparte de suntuoso es original pues en su interior, a través de unos cristales, se podía contemplar la actividad de las abejas. En este lugar se hallaba la mejor escultura del recinto, la ya citada "Venus" de Juan de Adán, en mármol de Carrara, de un tamaño más que natural. La diosa aparecía aquí vestida, no como en otros palacios (por ejemplo en el de Aranjuez sin ropa). Hoy, «botín de Botín» Frente a la espadaña de Santa Catalina, en una placita otra columna decorada con las armas de los Osuna representa a “Saturno” devorando a uno de sus hijos. Cerca el

A la memoria de D. Pedro Téllez Girón, III duque de Osuna, virrey de Nápoles. Encerrado en el castillo de la Alameda en MDCXXI por la envidia y prepotencia de sus enemigos. Erige este monumento, sobre las piedras de su prisión Don Pedro Alcántara Téllez Girón, XII duque de Osuna, conde de Beanavente. Año de MDCCCXXXVIII.

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fortín, pequeña fortaleza, para deleite de los cercanos juegos de niños; en él se simulaban batallas y asedios. Noria y columpios completaban el conjunto infantil.

taba romántico navegar por el lago para asistir a los bailes del casino. Bajo este edificio se puede ver todavía, en el exterior, un elemento decorativo: un fiero jabalí de piedra.

El lago o ría. En el centro una «islita» con el túmulo funerario y medallón del gran duque. Es el elemento más pintoresco y la razón del conjunto al gran hombre y abuelo de la Pimentel. En un lado el embarcadero construido con cañas y decorado con pinturas. Al otro, el casino con el salón de los espejos. A los comensales de palacio les resul-

No abandonemos el recinto sin páramos a contemplar un gran encanto: "La Casa de la Vieja". Fue un antojo más de la duquesa reproducir aquí una vivienda campesina.

Plano de la zona de la ría que data del año 1890

Aquellas gentes palaciegas gustaban representar las viviendas rústicas y las chozas de semillas donde moraban sus vasallos. Se pueden ver en su interior pinturas de labranza, ropas tendidas, ruecas, la típica pitanza..., junto a ello maniquís de vieja arrugada, de labrador cavatierras, de desarrapado y sucio muchachuelo. En la parte alta un gabinete revestido de musgo. Junto a la alberca, medio perdida entre paseos de cipreses, hemos dejado la pequeña y recoleta ermita con losas sepulcrales a su puerta, junto a una fuente que mana, con un pedestal para asiento de los frailes. Por el año 1854, era el lugar de más soledad y paz que existía. Había allí otra hermosa estatua de ermitaño sentado, envuelto en capa gris, ceñido de cuerdas, rosario en mano, con libro abierto, figura impresionante y casi viviente: la estatua franciscana del beato Arsenio, de la que ya dimos cuenta.

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Los creadores y su historia En la anterior entrega ofrecía amplia y rica bibliografía

La fundadora y abuela, doña María Josefa de Pimentel, que compra "El Capricho"; sus nietos, el romántico don Pedro, el segundón, don Mariano; los arquitectos, hermanos López Aguado y Machuca Vargas; el arbolista, Juan de Milla; los jardineros traídos de Francia, Mulot y Pedro Provost, al que en 1810, sus paisanos, los soldados franceses, asesinan en la ocupación; decoradores, pintores..., todos dejaron una huella que, hasta ahora, se palpa de ilustres creadores y artistas.

sobre alguno de los libros y autores que tratan y pueden dar extensión a mis pobres relatos sobre el lugar de “La Alameda”, y la razón y presencia de los «osunas» en nuestro actual barrio.

Quiero destacar una descripción de Marichalar en el libro que cité anteriormente (Antonio; Marqués de Montesa. “Riesgo y ventura del Duque de Osuna”. Madrid, Palabra, 1999.), refiriéndose al jardín: «... y a cada vuelta un arroyo, un bosque, una columna, un sepulcro, una gruta, una caverna de Young y, muy especialmente, una casita de madera, rústica, pintada de modo que parezca... una casita de madera sin pintar». El marqués de Lozoya, en su "Historia de Arte Hispánico" indica: «es la Alameda de Osuna, la más bella de las quintas románticas de los alrededores de Madrid» y añade: «es difícil imaginar escenografía más sugestiva que las dispuestas por López Aguado en el jardín de los Osuna...».

En los afamados maestros destacó el cortesano y episódico don Francisco de Goya y Lucientes. Aquí, entre feliz y malhumorado, pasó muchas horas de vida y trabajo. Estampa su huella y pincel en paredes, salones y estancias. Como telón de fondo de sus cuadros bucólicos y campestres está la Alameda: "La duquesa de Osuna" con su rostro alargado; "La caída del burro", "El columpio", "La cucaña", "El asalto a la diligencia", "La primavera", "Las floreras", "La gallina ciega", "La ciega buscando flores", "La procesión de la aldea" (referencia a nuestra santa Catalina

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de Alejandría con el castillo al fondo), etc. Con sus caprichos, sátiras y brujerías, la ferocidad del ingenioso aragonés ridiculizaría otras veces la tiranía y despotismo de su ama y amiga la duquesa. Poetas como Iriarte; escritores como Alarcón, Ramón de la Cruz, formaban cortejo con las damas nobles del viejo Madrid, pues se puso de moda venir aquí para gustar de su sabor bucólico y embrujo pastoril, recrearse en las flores y arboledas; solazarse en los atardeceres entre el bosquejo, acabando sus bailes y veladas con minuetos dirigidos por el autor italiano Luis Boccherini.

“Procesión de aldea”, lienzo de Francisco de Goya, realizado para la quinta “El Capricho” de los duques de Osuna en 1787. Forma parte de la serie conocida como cuadros para la alameda de los duques de Osuna. Goya tenía estrecho contacto con los duques desde 1785.

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Dotado fue el conjunto con la selecta caballada de los Osuna; con rica fauna canina, corzos, camellos; vistosos pavos reales, diversidad de patos y faisanes. Con los productos de la huerta, de buena calidad, hacían generosos regalos en Navidad y primavera. Los duques mandaban traer técnicos extranjeros para mejorar la calidad de los viñedos y olivares aquí plantados.


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Historia de “El capricho”

Desde que el 18 de octubre de 1783, la duquesa doña

En 1812, los franceses lo ocupan con la presencia del general Beliard. En la huida, las tropas invasoras de Napoleón expoliaron el palacio; tras su marcha la turba de populacho se dedicó al pillaje y latrocinio de lo mucho y valioso que el palacete albergara.

María Josefa de Pimentel, Téllez y Girón, Borja y Centelles, una de las más ilustres damas que haya tenido la aristocracia española que compra esta sobresaliente villa suburbana, hasta la adquisición por parte del Ayuntamiento de Madrid como un parque más de nuestra populosa ciudad, “El Capricho” ha tenido muy diversos y variopintos propietarios y ha recibido visitas de nobles y plebeyos que paso a referir.

Si la encopetada dama de España y de mayor elegancia y rango de Europa compra, invierte y derrocha tiempo, cariño y capricho en nuestro parque, no menos hizo su nieto, el de los tristes destinos, el: romántico, el enfermizo y misántropo, duque don Pedro, que cuidó y vivió su juventud entre las tapias de la villa versallesca. Con su pronta muerte, su tercer propietario, su hermano don Mariano, el segundón, el derrochador, el que hizo jirones la rica y noble casa de los «girones», de lo cual dimos constancia en el primer relato.

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En 1863, reconstruido y equipado tras el francés por los duques, hay una reseña en el periódico "La Correspondencia de España" en la que se podrá leer haber dado una gran fiesta con visita de la reina Isabel II, dice: «de caminos adornados e iluminados para el evento, se baila un rato antes de la cena, tocan las bandas del regimiento, en el fuerte se hicieron los disparos de saludo, cena con regia esplendidez y amplia mesas, la principal para cincuenta y dos, la otra para treinta». En 1882 muere el pomposo duque don Mariano, empezando el declive de “El Capricho”. Los herederos directos y los acreedores sacan la finca a subasta. La adquiere el millonario judío Bauer. Estos propietarios la mantienen durante sesenta años, hasta la llegada de la Guerra Civil. En 1928, otra reina, doña Victoria Eugenia, con las infantas, visita la finca y asiste a una gran fiesta con festejo taurino en la placita circular que hay a la entrada El 20 de junio de 1934, fue declarado por el estado jardín histórico. Del 37 al 39 el general Miaja fija aquí el Cuartel General de la Defensa de Madrid. Con la población de reclusos, en el subsuelo, se construyen los refugios (el búnker) a prueba de bombas que en él hoy subsisten.

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Terminada la guerra, como la familia Bauer se había arruinado, una nueva compañía liquidadora lo adquiere a nombre de inmobiliaria "Alameda de Osuna". Varios proyectos se barajan: que si para huérfanos de guerra, que si para un museo de Goya, en recuerdo de la cercada del pintor con los de Osuna y ser el lugar donde más pintó; que si residencia de huéspedes ilustres venidos a Madrid; que si el alcalde, don Carlos Arias para hacerse su quinta particular, que si un lujoso hotel, etc. Por fin, el 10 de junio de 1974 el alcalde, don Miguel Ángel García Lomas lo compra para nuevo parque del Ayuntamiento de Madrid. En la actualidad, Bellas Artes proyecta hacer con el palacete y casa de oficios (hoy escuela de música) un museo nacional. Se compromete con el Ayuntamiento propietario, una cesión de 50 años, implicándose a dotar al centro y el entorno de gran calidad arquitectónica, que facilitará restaurar, almacenar y exponer las piezas de dicho museo. La gran verdad es, que historia y desventuras entre propietarios, compra ventas, plagas de orugas, desidias, el fuego por la caída de un avión de carga hace 50 años en la zona de los viveros, los saqueos, del ayer y no lejano, de los cineastas llevándose la Venus y malvendiéndola a Botín del Santander, etc..., todo ello lo ha vivido y sufrido nuestro encantador y bello jardín de la Alameda.

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Madrid, febrero de 2013


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