Animal Dañero
Número Especial
¡PROHIBIDO RENDIRSE!
El SME, nacido de la lucha, cumple cien años de existencia y existiendo es una afrenta a los poderosos. Para los electricistas, quizá ningún episodio de su vida haya sido tan duro, tan crudamente difícil, como el iniciado en octubre del 2009. La campaña mediática en su contra, buscó la condena del pueblo mexicano y el halago para quien, con bombo y platillo, les arrebató su empleo para beneplácito de los empresarios nacionales y extranjeros. Pensaron que bastaría una oferta económica para rendirlos; pretendieron vencerlos a través del tiempo, las calumnias y el olvido; intentaron doblegarlos encarcelando a 11 de sus compañeros;
soñaron con verlos de rodillas: cada institución, cada tribunal, cada juez, cada cámara, actuó con el fin de someterlos. Sin embargo, de cara a la condena de extinción, los 16, 599 trabajadores que continúan peleando, más varios miles de jubilados, se han ganado a pulso ser recordados como los inliquidables. Los inliquidables, las mujeres, los hombres, los niños, familias completas, la gran fuerza guerrera del SME, soportan, sin quebrarse, el desafío de no rendirse. Los inliquidables, los héroes anónimos, los cotidianos, los que hacen posible esta increíble epopeya, están en las
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marchas, los mítines, los plantones, siempre gritando, soñando. Ellos, esos de los que a veces no se conoce ni el nombre, le dan vida a la vida en resistencia. Saben mirar, apenas en una rendija, en un haz de luz, la esperanza y fortaleza. Animan al compañero, no lo dejan caer, inyectan ánimo y alegría a pesar de todas las tristezas. Decidieron sobrevivir dignamente, con el dolor a cuestas, antes que vivir en la indignidad y la vergüenza.
va este número especial, esta página de la historia mexicana que aún no se escribe del todo. Ellos, los inliquidables, nos enseñan que sólo la unidad de los que resistimos nos llevará a la victoria. Los inliquidables del SME y sus familias; junto a los campesinos de Atenco y los que con ellos estamos; unidos a los profesores de la CNTE y los que con ellos caminamos; los que sentimos rabia, por quienes están presos por motivos políticos; los que marchamos al lado de los siempre rebeldes estudiantes; y todos los que estamos hartos de tanta injusticia, enterraremos a este sistema indigno, y en su tumba se leerá el siguiente epitafio:
Los inliquidables no se arrepienten de ser lo que son, y le dan lecciones de entereza a muchos millones de mexicanos hartos de un sistema jodedor y jodido. Los inliquidables, entre más muertos los declaran, más vivos permanecen. Los inliquidables, hechos de entereza y de llanto; de firmeza, de amor, de la mejor arcilla de nuestro México. Para ellos, por ellos, en este centenario combativo, en estos cinco años de no dar un paso atrás,
“Aquí yace la ignominia, vencida por la dignidad y la firmeza de un pueblo inliquidable”. ¡Prohibido rendirse! ¡Cien años…y los que faltan! ¡Viva el SME! ¡Vivan los inliquidables! ¡Venceremos!
Desde el 2009 todas las instituciones del país, fieles a los patrones de los que recogen gustosos las migajas, les dieron la espalda a los trabajadores del SME. Los electricistas han sufrido lo indecible: cinco años sin empleo; cinco años de tristezas, cada una siempre más dolorosa que la otra; cinco años de calumnias, de mentiras en contra suya; cinco larguísimos años de no ser vistos ni oídos por la soberbia y la arrogancia de quienes conducen a México hacia el abismo; cinco años que se cuentan en lágrimas, enojo, desesperanza, muerte, zozobra. Cinco años de sentir, en no pocos momentos, que nada vale la pena, pero entonces, desde lo más hondo de su ser, desde lo más hondo de la historia, desde esa dignidad construida cada día y en cada trago amargo, nace con el alma en el pecho ese grito que es su grito y el de todos los que pelean por un México justo: ¡Prohibido rendirse!
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Felipe Calderón decretó que más de cuarenta mil trabajadores se quedaban sin empleo. La policía asaltó, una noche de octubre del 2009, los centros de trabajo. Pero el decreto no pudo extinguir la fuerza ni las miles de historias que contra él nacieron. Los trabajadores del SME son una amalgama de coraje, firmeza, llanto, que los poderosos jamás entenderán. Una mirada conjuga
en un instante lo que cinco años de resistencia significan. En ella, tan silenciosa en apariencia, están las voces, los gritos, la rabia, las consignas, las dudas, las deudas, el hambre, las muertes, las vidas; están los hijos, los padres, las madres, la incertidumbre, las certezas, las alegrías, las tristezas. En ella va la pelea del que, incluso, da la muerte por la vida.
Lo que antes eran centros de trabajo se convirtieron, de pronto, en cuarteles de policías y militares. Entraron como ladrones, y como ladrones saquearon lo que en ellos había. Un país militarizado es el sueño de los que gobiernan con fuego, tolete y estupidez. Donde deberían estar quienes producen la riqueza del país, están quienes lo convierten en un baño cotidiano de sangre, corrupción y deshonor. Es el México que pretenden imponer.
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Más que miedo, hay coraje. Más que respeto, indignación. Para los trabajadores del SME, los días pasan encarando a la historia. En un país como el nuestro, con gobiernos serviles y sumisos, la gente en las calles da la cara. Son el rostro del México indomable que no se calla por más condenas de silencio. Son el rostro del México bravío que no se arrodilla por más penas y dolores.
Una camarilla de clase empresarial de la energía es la que, en realidad, ordenó la extinción de Luz y Fuerza. Calderón, siempre sonriente, siempre cínico, asumió la tarea que sus patrones le mandaron. Para ellos todo es felicidad. Todo ganan, nada pierden. Los costos, no importa cuáles sean, los pagarán los trabajadores y los usuarios. Unidos no sólo son un peligro para México, son también una vergüenza nacional. La clase política, sin importar colores ni partidos, se arrodilla ante ellos, lame sus botas esperando complacerlos a cabalidad.
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Siguiendo órdenes de los dueños del dinero, Calderón decretó la extinción de una empresa pública. Ése es el sueño en la era neoliberal: la destrucción de lo público para sus gustos privados. Desmantelan el escudo, poco a poco, pero en el fondo desmantelan, rápidamente,
este país que todavía se llama México. Es el futuro que nos espera si antes no actuamos para detener a los que, desde el poder, creen ser dueños de nuestras vidas, nuestra historia y nuestros destinos.
Clamor obrero. Marea de electricistas. Pueblo en lucha. Las movilizaciones del SME han sido las más grandes del movimiento obrero independiente en nuestro país. Con ellos, miles de estudiantes, campesinos, amas de casa, marchan y se hermanan. En la resistencia se conoce lo mejor del compañero, se saben sus más hondos dolores, sus aspiraciones, sus sueños. En la resistencia se crece lo mejor de cada uno a pesar de todos los reveses. Por eso, el espíritu guerrero del SME es inquebrantable. Por eso, cada puño, cada paso grita: ¡muera el mal gobierno!
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Felipe Calderón. Ex presidente de México. Llegó al poder en 2006 luego de un fraude electoral de dimensiones escandalosas. Alcohólico, fanático religioso, con delirios militares. Será recordado por inundar de sangre el país, declarando una guerra contra “el crimen organizado” que no ha hecho sino sumir a los mexicanos en la inseguridad y la zozobra. Durante su campaña electoral aseguró que sería “el presidente del empleo”. En 2009, decretó la desaparición de Luz y Fuerza, y echó a la calle a más de 44 mil electricistas. Desde entonces, y hasta el final de su gestión, presumiría a la CFE como una empresa de clase mundial, aunque calla la corrupción, los fraudes y las altas tarifas para los usuarios. Su slogan publicitario, “Vivir mejor”, fue apenas una broma de mal gusto.
Víctima de la inexperiencia y del descuido de las empresas subcontratistas, un hombre perdió la vida en las alturas. Para el gobierno mexicano, él, como millones de personas, es apenas un costo necesario en el camino de entregar las riquezas a los magnates empresariales. Fue contratado para mermar la lucha del SME, ¿cuántos como él quedaron entre cables?, ¿quiénes son los responsables de su muerte?, ¿cuántas muertes más de ese estilo necesitan los gobernantes?, ¿cuándo entenderán que la resistencia del SME es inliquidabl
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Javier Lozano. Poblano de nacimiento, especie de Robin Hood para los ricos. Actual senador por su estado. Será recordado por su obsesión contra el SME. Si Ignacio Zaragoza es el icono poblano por la defensa de su suelo, Lozano es la imagen de la ruindad y el más bochornoso entreguismo. Es el niño consentido de las empresas transnacionales dedicadas a las telecomunicaciones. Vinculado directamente a Televisa, este ex Secretario del Trabajo en la administración de Calderón, fue el hombre fuerte de la cruzada contra Luz y Fuerza. Instigó a la población contra los electricistas, los difamó; no cumplió acuerdos firmados con ellos y pretendió, en un acto repudiable, chantajear a Cayetano Cabrera durante los 90 días de huelga de hambre. Es la viva imagen de la altanería política, de la soberbia institucional que viola todas las leyes en aras de servir a los dueños del dinero. El pueblo mexicano le tiene reservado un lugar en el rincón de la infamia.
Dueños de los medios más influyentes, Azcárraga y Salinas Pliego son, en teoría, rivales en su rubro. Ellos mandan, el gobierno ejecuta. Resultan siempre los grandes beneficiados con las reformas en los sectores de telecomunicación. Toda competencia se borra si de mentir se trata. Por Televisa y Tv Azteca corre la basura informativa día con día. Orondos, sin empacho, transforman la información con un sólo objetivo: el linchamiento contra quienes, como el SME, resisten a sus mandatos. Ambos representan el culto a la soberbia, la mentira y la falta de ética periodística. Sueñan que México es una de sus telenovelas, pero la resistencia social, tarde o temprano, les abrirá los ojos.
Ellos conforman uno de los cárteles más peligrosos del país. Manejan la droga de la enajenación y los psicotrópicos que nublan la realidad social. Delinquen diariamente con total impunidad. Los que luchan por un México mejor, los que resisten ante las medidas gubernamentales, son presentados en sus “noticieros” como delincuentes; en cambio, quienes nos han despojado casi de todo resultan, a sus ojos, los salvadores de la nación. Como Brozo, se disfrazan de comunicadores aunque son, si acaso, cachorros obedientes que mueven la cola por el hueso que el amo avienta. Por eso, deberían ser enjuiciados por crímenes de lesa realidad.
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Los electricistas despedidos, antes que aceptar la vergüenza de la liquidación, hacen malabares para sobrevivir. Fueron convertidos, de un plumazo, en integrantes del gran ejército del subempleo. Calderón, gerente de México durante un sexenio, despidió a 44 mil trabajadores para convertirlos, pomposamente, en “microempresarios”. Es cierto, el “presidente del empleo” puso el empleo en el lenguaje diario… sólo que no dijo que sería sub-empleo, micro-empleo, sin-empleo, desempleo. Aun así, los y las electricistas, frente en alto, resistiendo, no flaquean y, tarde o temprano, recuperarán lo que trabajando conquistaron.
Sembrando el futuro, luchan. Apelando a la historia, lloran. Marchando, aman. Las mujeres smeitas, sufriendo y peleando por igual con sus iguales, escriben la historia de la resistencia con toda su energía y arrojo. Fueron ellas las que emprendieron, al inicio de la resistencia, la primera huelga de hambre. Se echan al
SME en la espalda. Cuando el cansancio es demasiado, cuando parece que no se puede más, siempre hay una de ellas que inyecta ánimo y fortaleza; siempre hay una de ellas que emprende mil iniciativas; siempre hay una de ellas, en fin, que le da luz y fuerza a esta epopeya.
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Hijos, nietos, niños de la resistencia. Aprendieron demasiado pronto sobre injusticia y desvergüenza; el gobierno mexicano les ha dado una lección inolvidable. Estos pequeñitos crecen al ritmo de la lucha, se hacen en ella. Desde su inocencia y su sonrisa, son el principal motor cuando el ánimo decae. Hacen suyas las consignas y la historia de los suyos. En sus venas corre sangre smeíta, sangre guerrera. Sonriendo, viviendo, marchando, jugando, amasan el pan de un porvenir más justo. Por ellos, con ellos, por su sonrisa, con su sonrisa, vale la pena tanto esfuerzo.
¿Qué miran esos ojos?, ¿qué ven que no miramos?, ¿qué cuenta su mirada?, ¿qué sueños atraparon? Esos ojos no saben de derrota. Saben de llantos, de momentos duros, de hambres, de ansias de trabajo. Miran la resistencia. Miran el futuro. Miran la victoria… indudablemente.
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Un reflejo de la realidad nacional. De un lado quienes protegen los intereses de los poderosos. Del otro, la dignidad de nuestro país en los gritos y la incansable
lucha de los electricistas. Esto es México, una confrontación incesante entre los que todo lo arrebatan y quienes por el futuro no se doblan ni se callan.
Televisa y Tv Azteca llegan a millones de personas en cuestión de segundos. Imponen una realidad y una manera de entender lo que pasa en el país. Para generar solidaridad, para romper ese cerco informativo, el acercamiento con los iguales es indispensable. El SME ha buscado los oídos de estudiantes, amas de casa, gente de a pie; sabe de suelos rebeldes, cosecha de ellos enseñanzas y esperanza. Las palabras de los que resisten dicen mucho más que las imágenes televisivas. Palabra y escucha se hacen luz y fuerza para la lucha.
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Vidas en alto. Puños en alto. Las mujeres le dan un toque especial a la resistencia. Nunca se han visto más hermosas que peleando por este país. En la lucha, además, ocupan un lugar ganado a cada paso y cada grito. Ellas demuestran, si de pelear se trata, que no existe diferencia con los hombres. Van gritando la vida, haciéndola -a cada pasito con sus compañeros, sus hijos, sus padres-, un poco más vida. De esos pasos, nace la dignidad en el camino. De sus ojos, la mirada tiernamente dura. Son, con altivez y belleza, la dulce furia electricista.
Para amedrentar la resistencia, para quebrarla de verdad, hace falta mucho más que policías y militares. Ellos, construidos a base de insensibilidad, convertidos en máquinas de represión, se enfrentan al pueblo al que alguna vez pertenecieron. Llevan todas las de ganar porque tienen armas y la falsa justicia de su parte, eso creen. Pero hay otras armas, mucho más poderosas que el tolete y la metralla, que jamás conocerán: la convicción, la dignidad, adquiridas en la pelea diaria contra las injusticias; ésas, al cabo de la historia, serán las triunfantes.
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Dificultades, dolores, sufrimiento familiar, llanto. Cada trabajador electricista es un drama en carne abierta. Tirar la toalla, liquidarse, habría sido el camino más sencillo, pero entonces jamás volverían a levantar la cara. A veces hace falta un suspiro, una lágrima, para continuar sin quebrarse, mirando de frente al enemigo. El SME nació luchando, luchando vive, y viviendo enseña que la firmeza y el coraje, pese a todo, no se liquidan jamás.
Tres meses son un suspiro o una eternidad, pero Cayetano Cabrera enseñó que las horas y los días se cuentan en convicción y tesón por una causa. La huelga de hambre, medida extrema para cualquiera, conmovió a más de uno. Nunca como entonces se supo tanto de la lucha electricista. En Cayetano se concentró lo más noble de cada smeíta que no ha dejado de pelear. Javier Lozano le ofreció reintegrarlo al trabajo con privilegios si levantaba la huelga. Cayetano respondió que prefería dar la vida antes que aceptar tal ofensa. Todos los smeítas sin liquidarse han dicho lo mismo… y no mienten.
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¿Es guardián de la justicia y la ley o es un asaltante con licencia?, ¿el uniforme es el de una institución que representa al pueblo o de un grupo delincuencial que lo ataca? Si era cierto que Luz y Fuerza era repudiada como empresa por los usuarios ¿por qué tanta policía para desaparecerla? Brindando sus servicios a bajo costo fue acusada de ineficiente y de corrupta para extinguirla, ¿por qué no desaparecen los cuerpos policiacos, acusados miles de veces por sus abusos, su corrupción, su complacencia con el crimen?, ¿por qué no se decreta su extinción?
Grito de guerra, grito de vida. El grito pinta lo que la vida grita. La pinta y la mano que la pinta son la consigna que nadie podrá borrar. Muchas almas son la mano, muchas manos son el alma que da cuerpo a esta guerra por vivir; a esta inquebrantable manera de defender a un sindicato siempre incómodo para los patrones y sus vasallos. La pinta y la mano, hechas un alma que grita, son ya imborrables en el calendario de la resistencia social de México. La pinta grita la pelea, el grito pinta la vida. Los trabajadores del SME, entre pintas y gritos, se convirtieron en artistas de la terquedad y la firmeza.
Un hombre, en apariencia vencido, sufre la democracia mexicana. Los policías, hechos de escudos, uniformes, toletes, botas, patadas, soberbia, creen ser los vencedores. Se sienten superiores. Son el brazo del poder político que golpea y humilla. Creen que han callado al electricista; creen que no se levantará, que, víctima del miedo, no peleara más. La convicción, la dignidad, y la justeza de una causa no pueden ser vencidas. El electricista, aunque herido, se crecerá al castigo. Él, en apariencia vencido, vence; ellos, en apariencia vencedores, son los vencidos.
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Ignorancia y soberbia multiplicada. Sucesión pactada, fraude consumado. Cambio esfumado. Dinero dilapidado. Enrique Peña Nieto y Felipe Calderón, más que rivales, son gemelos paridos por la misma madre. Ambos tienen las manos manchadas de sangre; ambos llegaron al poder con fraudes electorales. Al abrir la boca la estupidez se les dispara. Desconocen la historia de este país, son hijos de la ignorancia y títeres maquillados en Televisa. Son un sólo personaje con rostro diferente pero mismo objetivo: el saqueo de México en beneficio de los grandes empresarios nacionales y extranjeros. Ambos, además, no pueden estar en un acto público sin recibir una rechifla o un reclamo. Concitan, como iguales, el repudio del pueblo mexicano.
Algunos periodistas le dicen La Suprema Corta; el pueblo: La Tremenda Corte. Casi no hay mejor forma de llamarla. La Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) es cuna de injusticia. Todo lo avala, todo lo perdona, a nadie culpa si es funcionario público o gobernador. Premia a gobernadores encubridores de pederastas; a represores de campesinos y asesinos de
jóvenes; a los atosigadores de periodistas; a todo aquello que hiede a corrupción. Los magistrados han dejado ciega a la justicia, le amputaron los brazos y las piernas. Son el vivo ejemplo de que en México la división de poderes es inexistente, el dinero es el poder al que obedecen y ante el que se arrodillan sin un gramo de dignidad.
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¿Qué le dice un padre a su hijo cuando los dos son compañeros de la misma causa? ¿Qué le escucha el hijo al padre cuando no parece haber horizonte? La voz del viejo se hace eco y enseñanza, bálsamo y esperanza. El SME, la profesión, y esta batalla contra el mal gobierno, los ha hecho un solo sentir; son un alma en dos cuerpos, una historia en dos capítulos distintos de la vida; son una vida en pedacitos distintos de la historia. Dos generaciones que luchan, sufren, ríen, rabian. El gobierno, queriendo extinguirlos, los ha unido mucho más. Se hicieron compañeros. El Che dijo, alguna vez, que eso era lo importante en la vida, tanto o más que el ADN que los une.
Calderón y los suyos, sabiéndolo o no, fueron los autores intelectuales de no pocas muertes de electricistas. Quitándoles el empleo, en un instante, sin más, por decreto, les quitó la vida. Muchas fueron las penas: económicas, familiares, personales. Hay quienes sin lograr soportar el dolor, enfermaron y murieron. A otros, los llevó a segarse la vida. Una lucha como la del SME ha costado, en cinco años, muertes de pena. Quienes murieron, sin embargo, también lucharon, hicieron lo que más pudieron. Como canta Alí Primera, “los que mueren por la vida, no pueden llamarse muertos”. Por eso, por ellos, por los muertos, por la vida, los smeitas gritan ¡venceremos!
Ironías de la vida. Dicen que el águila devorando una serpiente es uno de los símbolos patrios. Desde pequeños los mexicanos escuchan los mitos sobre la fundación de México; se habla entonces de soberanía, de fortaleza, de la unidad de una patria entera. El águila, la serpiente, el nopal son la imagen de las instituciones del país cuya función, en teoría, es hacer de este país una patria independiente, libre y justa. Frente a la Suprema Corte, para los señores magistrados y todos los suyos, la escultura no significa más que la reafirmación de su poderío. Ponen en bandeja de plata la riqueza mexicana a los grandes empresarios nacionales y extranjeros; para ellos, ni duda cabe, la patria está siempre en venta. Pero llegará el momento en que el águila los devore y se convierta en símbolo de los que resisten y aman este suelo.
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La manta dice, sin saberlo, lo que el SME ha hecho en este largo quinquenio. Transmiten lo que arriba quiere ser callado. Entre puños, marchas, consignas, los electricistas caminan a pesar de los días difíciles. Son la línea de transmisión de una historia electrizante por digna. Cada marcha es un respiro, una carga de energía, un reconocerse entre iguales sabedores de que, más temprano que tarde, este país cambiará para bien. Esta lucha transmite descargas de arrojo y resistencia, y ésas, por más que desde el poder se quiera, no se interrumpen jamás.
“Ponerse la camiseta”, se dice cuando se es aficionado de un equipo. Esa frase toma mucha más vida si de resistir se trata ante los poderosos de este país. Los trabajadores del SME saben lo que es ponerse la camiseta de una causa justa y, por justa, necesaria. En marchas, mítines, brigadeos, la llevan siempre pero no sobre la piel, sino en la piel misma. Son la piel de una resistencia increíble; ellos son el grito de millones. ¡Prohibido rendirse!
¡POR UN CENTENARIO VIVO YCOMBATIVO! ¡VIVAN LOS INLIQUIDABLES! ¡PROHIBIDO RENDIRSE! ¡POR EL DERECHO Y LA JUSTICIA DEL TRABAJADOR! Atentamente: El Animal Dañero. Responsable de la publicación: Mario Benítez. 75327 Octubre, 2014. 16