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EL POP EN LA FIESTA
from DJ Mag ES #143
El pop se ha infiltrado en la música de baile como hacía años que no se escuchaba. Con DJs pinchando ediciones de Britney Spears en Panorama Bar, copias ilegales de Ciara, Spice Girls y Whigfield, y superestrellas como Dua Lipa publicando álbumes de remezclas, es evidente que algo está pasando. Chal Ravens se pregunta: ¿por qué ahora? ¿Qué significa realmente el pop? ¿Forma todo esto parte de un ciclo o está ocurriendo algo nuevo?
Texto original: Chal Ravens
POV: estás en medio de tu opening set en Panorama Bar y todo va bien. ¿La sala? Empañada. ¿El público? Liberado. Has pinchado lo de siempre: house machacón, joyitas trance y hasta un poco de cold wave. ¿Tus gustos? Eclécticos, por supuesto, y no te da miedo meter un remix de pop extravagante cuando la ocasión lo requiere. Así que, como regalo, preparas algo atrevido: una remix house de la bomba eurodance "Cotton Eye Joe", que se tira tres minutos para llegar a una sola explosión del estribillo. El público enloquece. Cuando el exterior se entera, las reacciones son muy diversas: una cuenta de memes dedicados al mundo del clubbing te aplaude, pero un Redditor lo califica de crimen contra la música.
Las canciones pop se cuelan cada vez más en las pistas de baile alternativas. ¿Es posible que pinchar Rednex en el Panorama Bar sea ir demasiado lejos? Marie Malarie no se arrepiente del incidente de "Cotton Eye Joe" (de todas formas, pincharon una remezcla relativamente elegante de la canción), pero no esperaban que se convirtiera en algo viral. "Me hizo gracia al principio", dice este DJ de origen polaco, que dirige la noche Hysteria en el local queer Dalston Superstore, "pero luego lo odié". Un montón de DJs han estado poniendo éxitos del pop en su sabor cursi original durante todo este tiempo. No se trata sólo de clásicos del club que aparecen en los sets de los festivales (aunque esto ha alcanzado niveles epidémicos). Se trata de escuchar a Britney Spears en Berghain, o a Sonique en De School.
Los productores también se apuntan al carro. Dua Lipa reeditó su álbum en forma de DJ set mezclado por The Blessed Madonna, incluyendo remixes de Yaeji y Midland y temas clásicos de Larry Heard y Moodymann. Rian Treanor y Sim Hutchins se las arreglaron para construir ediciones súper remezcladas de Whigfield con meses de diferencia. Los Kelly Twins, conocidos por sus sets de deep house, lanzaron el alias Ghost Phone para publicar ediciones de hits de Drake y Aaliyah. Incluso el techno más duro y rápiTraducción: Helena Bricio
do ha sido poseído por el pop, con badsista, VTSS y LSDXOXO introduciendo melodías pegadizas en el corazón de sus producciones.
Este año además han invadido las listas comerciales una oleada de temas dance, desde la versión pop baja en calorías de Pinkpantheress del tema ‘Circles’ de Adam F hasta el sorprendente éxito de Eliza Rose e Interplanetary Criminal con ‘B.O.T.A. (Baddest Of Them All)’. El tema se hizo viral en TikTok antes de alcanzar el número 1 en septiembre, convirtiendo a Rose en la primera mujer DJ en encabezar las listas comerciales desde que Sonique lo hiciera en 2000. ¿Qué está pasando? ¿Cómo se ha convertido el sonido del underground en "The Sound Of The Underground"? O para los millennials de más edad: ¿qué pasa con esta "pop life" y cuándo va a desaparecer?
Hay varios factores en juego. El auge del pop parece ser una respuesta, quizá incluso reaccionaria, a la historia reciente de la música dance y sus modos y estados de ánimo dominantes. Parece reflejar la evolución demográfica de las comunidades y escenas de la música dance: hay caras nuevas en las cabinas. Existen también consideraciones generacionales, sobre las preferencias de los oyentes más jóvenes, sobre el cambio de paradigma que estamos viviendo y sobre las formas en que escuchamos música, que han cambiado enormemente en los últimos 10 años. Vamos por partes. El ambiente de los últimos años ha sido, obviamente, de austeridad: dos años de discotecas cerradas, fiestas prohibidas en casas y distanciamiento social. ¿Es tan sorprendente que, cuando volvieron las luces, quisiéramos escuchar los grandes éxitos? ¿O que buscáramos satisfacción instantánea con más frecuencia que las oscuridades de Discogs? Quizá por eso Goldie terminó su set del Primavera Sound este verano con un mashup de 'Smells Like Teen Spirit' y 'Night' de Coki & Benga, llevando el espíritu del sindicato de estudiantes a las playas de Barcelona.
da... o vulgar". - Marie Malarie
Este incidente nos lleva inmediatamente a un punto aclaratorio. ¿Qué es el pop? ¿Son pop los Nirvana? ¿El dubstep clásico puede ser pop? ¿Es el pop más una etiqueta que una categoría, un índice de popularidad más que un género reconocible? Básicamente, sí a todo lo anterior. Si está en los altavoces y todos lo cantan, es pop. En la pista de baile, el pop tiene mucho que ver con el reconocimiento: es una canción que todos conocemos. "La música pop siempre ha tenido el poder de unir a la gente", dice Malarie, "por ser reconocible, memorizable y divertida... o vulgar". Pero a esto volveremos más adelante.
La fase pop que estamos experimentando no empezó con el fin de la cuarentena. Resulta difícil imaginarlo ahora, pero hace 15 años la música electrónica era básicamente un nicho de interés, que se pasaba por alto por las revistas de tendencias para favorecer a los grupos indie, los crooners retro y el electropop. El péndulo comenzó a oscilar de nuevo hacia la pista de baile alrededor de 2011, cuando una nueva generación descubrió los placeres del house y el techno "de verdad": equipos analógicos, discos de vinilo, discusiones sobre el significado de "deep house" y si eso incluía o no a Disclosure. En los últimos cinco años, entre los movimientos underground más destacados se encuentran el deconstructed club (en el que las voces pop desempeñan un papel constante y subversivo), la evolución de estilos electrónicos estadounidenses fuertes y pesados como el footwork y el FDM, y ese terreno difuso que el periodista Simon Reynolds describió como "conceptrónica". Su término fue divisivo, pero los años anteriores a la pandemia estuvieron sin duda bien surtidos de discos de gran calidad que mezclaban la teoría cultural con el espectáculo audiovisual.
En el dance mainstream, la última década estuvo dominada por el EDM en Norteamérica y el house y el bass en Europa, además de la oscura e hipnótica vertiente del techno que atrajo a los clubbers a Berlín, Tiflis y Kiev. Ahora, la música pop sabe a un refrescante caramelo tras una década de uniformismo vestido de negro y el aislacionismo machista del techno analógico y los sellos exclusivos blancos, que florecieron a mediados de la década de 2010 en sellos como L.I.E.S. y LA Club Resource. El techno de las camisetas negras parece haber pasado ya su fecha de caducidad o, lo que es peor, se ha convertido en una especie de tendencia mainstream.
“Hay algo realmente fascinante en el hecho de que los fans del techno acudan a un evento masificado con los DJs mejor pagados de la industria en el cartel y llamen 'comercial' a todo lo que no sea sonido techno big room", tuiteó recientemente la productora polaca VTSS. "¿Podemos pasar página y dejar de reclamar cuán exclusivo y oscuro es el techno sólo porque ese DJ de 20.000 dólares lleva un modelito de color negro?”
A medida que una década del reconocimiento al techno se desvanece en el pasado, los que tienen más memoria se acuerdan de la gran diversión de la era anterior, desde los mashups de blog house hasta los temazos dance que solían sonar en la radio: Basement Jaxx, Kosheen, Layo y Bushwacka. Con el regreso de la estética "indie sleaze", tal y como señala el éxito Meet Me In The Bathroom, la historia oral de Lizzy Goodman sobre la escena neoyorquina de los años 00, no es de extrañar que otros sentimientos nostálgicos de los años 90 se apoderen de nosotros. Ya han pasado 20 años desde que 2ManyDJs publicaran su manual de mashups "As Heard on Radio Soulwax Pt. 2", pero aun así las entradas para el concierto del aniversario en Londres se agotaron en un abrir y cerrar de ojos.
VTSS
Al igual que la anchura de la pernera de un pantalón, las tendencias de la música no oscilan de un lado a otro sin evolucionar. Incluso los proyectos más continuados absorben los cambios tecnológicos, de otros géneros o de la sociedad en general. Pensemos en la nueva escuela del jungle, que incluye a SHERELLE, Fracture e Itoa, que han sintetizado influencias de géneros como el footwork y el Baltimore club manteniéndose fieles a su estilo. El renacimiento suele traer consigo nuevas adaptaciones.
Teniendo esto en cuenta, uno de los cambios más profundos y visibles de la música de baile en los últimos 10 años (o incluso cinco años, en realidad) es el éxito de las mujeres, DJs queer y trans en espacios antes dominados por hombres. La dilución de la representación de DJ masculinos heterosexuales ha hecho algo más que nivelar el terreno de juego: ha cambiado el tipo de discos que se pinchan.
Los DJ que surgen de las escenas queer suelen aportar sus propios puntos de referencia musicales y la tradición de la comunidad: clásicos de la música disco de Diana Ross, Donna Summer y Sylvester, transmitidos de generación en generación. Divas de lo camp y los himnos de Christina, Britney y Gaga. Pop cursi y guilty pleasures, el tipo de música que los guardianes masculinos de nuestra juventud no tomaban en serio ni aceptaban como "guay". Pero, además, para DJs queer que no tolerarían ni un disco de Whigfield, hay infinitas colecciones de house y rave clásico listas para ser detonadas, con sus letras sobre la libertad, el sexo y el deseo convertidas ahora en mantras de la mano de DJs trans como Eris Drew y Octo Octa.
Malarie recuerda haber visto a sus amigos queer riendo y cantando al ritmo de "Cotton Eye Joe" en Panorama Bar y señala que el tema se eligió "a propósito, consciente de que podría ser mal recibido por algunos asistentes. Dato importante: si el público fuera 100% queer, es bastante probable que a todos y cada uno de los ravers les hubiese encantado". Pinchar un disco tan descaradamente vulgar en un lugar "considerado templo de la música de baile" pretendía ser un rechazo a "la seriedad que acompaña a [la] escena de club contemporánea", añade.
Para Daria Lourd y su comunidad de DJs y bailarines de Oakland, pinchar pop es "una forma de disuadir rápidamente a los pretenciosos de la música electrónica". Bajo el nombre de Bored Lord, es una prolífica productora de versiones piratas para clubes y fiestas de sellos como Knightwerk y T4T LUV NRG. “El público queer siempre está transgrediendo su música favorita”, señala, ya sea "enganchándose a las divas del pop o amando el nu metal", y su apreciación cambia en última instancia el significado de esos sonidos.
"Así que sí, es una canción pop, pero no significa lo que el artista pretendía que significara, y nosotros la recontextualizamos", dice Lourd. En un paquete editado recientemente (publicado sólo durante 24 horas para evitar problemas legales), Lourd utilizó sus armas tanto para un clásico venerado del R&B como para un éxito contemporáneo para adultos muy poco cool. Su elección se basa principalmente en que sea pegadiza: "Si se me queda en la cabeza, podré encontrar un buen corte. Y si no lo encuentro, lo invento".
Además de intentar crear "un momento bonito para cantar" en la pista de baile, Lourd utiliza sus edits para plantear la pregunta: "¿Cómo hacemos esto más femenino?". El significado de "girly" tiene más que ver con poner a prueba al público que con tocar éxitos de Britney. "A veces noto que el público cambia al final de mi actuación. A algunos les tiro para atrás porque dicen: 'Un momento, no pensaba que iba a escuchar una edición de Slipknot'", se ríe. "Toco 'Feels So Good' de Sonique en cada actuación y es una especie de prueba. Me veis que estoy haciendo cosas de DJ más técnica, pero si no puedes tener ese momento pop en el que todo el mundo canta y está eufórico, quizá este set no sea para ti".
sea para ti". - Bored Lord
Así que pop no sólo significa diversión chulesca y espumosa, sino también Slipknot, en el caso de Daria. En un número de 1979 de Gay Left, una revista socialista londinense para hombres homosexuales, el crítico de cine Richard Dyer afirmaba que "la anarquía del capitalismo arroja productos que los grupos oprimidos pueden aprovechar y utilizar". Se refería a la música disco, que en aquella época estaba en el punto de mira gracias a los fans blancos del rock y su famosa campaña "Disco Sucks". Cuarenta años después, podemos ver cómo el denostado género del nu-metal (¡la banda sonora definitiva de la excentricidad millennial!) recibe el cariño de artistas queer como Bored Lord, Asmara y Le1f, que pinchan con gusto versiones de Korn, Linkin Park e incluso de los rockeros cristianos Flyleaf.
nightcore que te derrite la cara y versiones envenenadas por el gabber de Ciara, Darude y (¡Señor, ayúdanos!) Owl City. Cuanto más irritante, más emocionante.
La continua absorción de estilos de club regionales estadounidenses como el Baltimore y el Jersey Club, el footwork y el FDM ha sido crucial para esta evolución. Los samples siguen siendo la piedra angular de estos géneros musicales racializados, y para una generación de DJs influenciados por artistas como Brick Bandits, Rod Lee, Teklife o incluso extranjeros consagrados como Night Slugs -además de toda una escuela de DJs de club experimentales en Estados Unidos, desde Total Freedom hasta Fractal Fantasy-, el uso de samples pop es fundamental. Si nos remontamos aún más atrás, cualquier fan del house de los 90 nos recordará que los sencillos en CD solían venir de serie con remixes dance, incluidos los lanzamientos de rock. Pensemos en la oscura versión garage de Armand Van Helden de "Spin Spin Sugar" de Sneaker Pimps, una de las favoritas de Bored Lord.
Ok Williams
Incluso el pop "puro" ofrece infinitas sutilezas que los DJ pueden explorar. En una de sus ediciones, Bored Lord aísla la voz de "Hit Me Baby One More Time" y la convierte en un electro borroso. Cuando OK Williams cerró su actuación en el Panorama Bar con "Gimme More", un tema de la época paparazzi del álbum "Blackout" de Britney, conjuró un ambiente a la vez camp, trágico y victorioso, sobre todo desde que Britney se liberó de su tutela patriarcal. Facta, productor londinense de ritmos electrónicos extravagantes, le dio la vuelta a esa narrativa en su "iso mix" de "Piece Of Me", otra canción de "Blackout", dejando que su dolorida voz ("Soy Miss American Dream desde que tenía 17 años") flotase libremente.
Otro factor que acelera este momento pop es el impacto del llamado "hard dance" -también el nombre de una serie de mezclas de Boiler Room que se lanzó en 2019-. Tras el jungle revival de la década de 2010, toda una cosecha de DJs (muchos de ellos mujeres, como Nkisi, Chippy Nonstop y Spinee) han recuperado la velocidad y la intensidad de los breaks, del gabber y del hardcore techno. Una vertiente de esta tendencia está en deuda con los samples extravagantes, los grandes drops y las mezclas estridentes del rave británico, donde la música pop es un acompañamiento natural. Ese nicho se festeja en el encuentro anual Bang Face, en el noroeste de Inglaterra, donde el jefe del festival, James St. Acid, edita el breakcore del juvenil "abcdefu" de Gayle y donde el jefe de Trance Party, Evian Christ, mezcla "Music" de Madonna en una sesión trepidante.
El sentido del humor es crucial para este caos, muy alejado de las transiciones suaves y los límites de duración que han caracterizado el underground durante años. Y no es casualidad que esta renovada escena hard dance pueda parecer también claramente queer: desde la banda londinense de nu-goth Gutterring, a los fans polacos del gabber Wixapolonia, pasando por la banda de club de São Paulo, TORMENTA. El sello de Internet WEIRD NXC lleva la idea del hard-pop aún más lejos, con artistas trans como TAAHLIAH y Laura Les que publican Facta
Hasta ahora hemos destacado la llegada y el renacimiento de la cultura de club queer y los estilos hard dance, así como el rechazo pospandémico al techno "serio". Nuestra siguiente parada es más histórica. Sabemos que las generaciones son cortas en la música electrónica; cada cinco años más o menos aparece una nueva, ya que una nueva generación de jóvenes de entre 18 y 24 años impone su propio estilo y preferencias a sus mayores. El cambio generacional actual está provocando una supresión más profunda del tipo de distinciones musicales que antaño eran cruciales para considerarse fan.
Si ahora tienes menos de 25 años, has crecido sin un sentido tan profundo de lealtad al género como tus hermanos mayores y tus padres. Y mientras que los millennials se agarraron a los extremos de una industria física que se deshilachaba, la Generación Z apenas ha tenido la oportunidad de comprar discos físicos. La fabricación y distribución de vinilos se ha ido a la mierda en los últimos años y los artistas y sellos discográficos han emigrado a Bandcamp, en detrimento de las tiendas físicas y
digitales existentes, en las que antes primaba la división por géneros a la hora de comprar y vender. El propio Bandcamp es una fuente crucial de ediciones pop, ya que proporciona un escaparate global clandestino para los artistas que hacen ediciones ilegales. Tanto si lo que se busca es el vinilo jungle de las Spice Girls como el estilo Baltimore club de Nelly Furtado, Bandcamp es siempre la casilla de salida.
Todo esto significa que el concepto de "pop" -como marcador de lo comercial o de lo que no mola- se ha vuelto cada vez más inestable. Desde que la escritora Kelefa Sanneh defendiera el pop en un ensayo muy discutido en 2004, el poptimismo ha saturado el discurso en torno a la música popular. El poptimismo, en pocas palabras, es una postura crítica que se toma en serio la música pop "fabricada" como forma de arte, en toda su superficialidad y comercialidad, al tiempo que rechaza la reivindicación "rockista" de atributos como la musicalidad y la autenticidad.
Si trasladamos este argumento a la música electrónica, el asunto se complica. El techno y el house acaban en la categoría "rockista" -a pesar de sus orígenes en la cultura queer y la negritud radical- por su relativo énfasis en la tradición, la artesanía y la legitimidad underground. Por el contrario, un poptimismo para pistas de baile ensalzaría la inmediatez y la feminidad de una remezcla de Dua Lipa, un tema Jersey club cargado de samples de UNIIQU3, el electropop de Robyn o una edición nightcore irónica de la banda sonora de un videojuego.
Pero, al igual que el rock, el techno y el house no fueron inventados por los hombres blancos que se apropiaron de ellos y los reivindicaron como propios. Merece la pena señalar que algunas de las canciones más célebres del canon poptimista están lideradas por mujeres blancas -Kylie Minogue, Robyn, Carly Rae Jepsen- y descritas problemáticamente como pop "puro", en una comparación racista con la música de artistas negros que lidera las listas de éxitos. Cuando el pop se percibe como un género real y no como un índice de popularidad, los artistas negros acaban perdiendo. (Obsérvese la frustración de Tyler, the Creator, al ver que su álbum "IGOR", ganador de un Grammy, se incluía en la categoría de Best Rap. "Es una mierda que cada vez que nosotros -y me refiero a los chicos que se parecen a mí- hacemos algo que rompe géneros, siempre lo ponen en la categoría de rap o urbano. No me gusta la palabra 'urbano', para mí es una forma políticamente correcta de decir la palabra que empieza por 'n'", afirmó. "¿Por qué no podemos estar en el pop?"). El gran logro del poptimismo fue obligar a los críticos a ver el pop como un espacio innovador y experimental, a menudo más que las escenas "indie". Esa lógica invertida tuvo algunos resultados inesperados. Uno de ellos fue el colectivo londinense PC Music, que causó rechazo entre muchos críticos a finales de la década de 2010 con su aparentemente irónica mezcla de pop, trance, J-pop y otros géneros "horteras" (y, de hecho, femeninos). En última instancia, el credo de PC Music estuvo detrás de algunas de las músicas formalmente más innovadoras de la época, sobre todo la de SOPHIE, afiliada a PC. La filosofía de SOPHIE era hacer música pop convencional "porque está presente en la vida de mucha más gente. No es exclusivo, no es elitista", como explicó la artista en 2018. Cuando los héroes de SOPHIE, Autechre, remezclaron 'BIPP' en 2021, se completó una especie de teoría de la herradura de la vanguardia poptimista. Pero el poptimismo puede ser una herramienta demasiado contundente. Nos invita a amar lo tonto y lo superficial, a dejarnos impresionar por la fama y las cifras. No es de extrañar, en realidad, que la música electrónica de hoy se defina por la cultura de los DJ (superestrellas). La música electrónica está más orientada a la personalidad, al espectáculo y a lo visual de lo que lo ha estado durante años. Y cuando los DJ dependen de su número de seguidores para conseguir contrataciones -lo cual es una triste realidad en un determinado punto de la jerarquía-, hacen todo tipo de cosas para satisfacer "el algoritmo". Si un DJ esperaba un momento viral para aumentar su perfil, por ejemplo, puede decidir que sacar una canción pop en un contexto inusual es un riesgo que merece la pena. Cuando Jaguar, DJ de Radio 1, lanzó hace poco una edición donk de los Vengaboys en The Warehouse Project, consiguió animar al público y conseguir su mayor TikTok con diferencia (76,5K visitas).
Panorama Bar ha sido pulverizado por el mainstream más de una vez este año. En agosto, la figura de Daytimers Yung Singh aprovechó su set de cuatro horas para hacer un viaje de 130bpm a 170bpm, pasando por el house, el garage y el techno antes de llegar a la sección de drum & bass que tenía preparada. En ese momento, decidió sacar "No Problem", de Chase & Status. "Es un tema de drum & bass de primera categoría", defiende Yung Singh. "Todo el mundo se volvió loco. No sé si es porque conocían el tema o porque les gustaba lo que estaban escuchando, yo sólo me centraba en qué poner a continuación".
Otras armas pop que guarda bajo llave son una remezcla de los Vengaboys a cargo de la defensora del afro-funky Mina -"está a 110 bpm, pero la subo a 150 y la pongo cuando pincho trance o speed garage"- y 'Waiting ForTonight' de Jennifer Lopez -"un tema house muy bueno, hace que la gente se mueva y todo el mundo conoce la voz".
Aunque es conocido como documentalista del punjabi garage de los años 00 y como impulsor del dance underground asiático británico, Yung Singh tiene una visión pragmática del papel de la música pop. "Tu trabajo como DJ es hacer que la gente se mueva. Tienes que tocar para el público y no considerarte por encima de él, pero también quieres mostrarle cosas nuevas", afirma. "Lanzar un tema más mainstream en medio de un set intelectual es una forma de hacer algo divertido, no tomarte demasiado en serio y seguir siendo un artista".
Malarie está de acuerdo en que las reglas están para romperlas. Los DJ deben "encontrar nuevas formas de sorprender y entretener al público", afirma, "y creo que eso es lo que caracteriza a la escena musical británica: diversidad, apertura de miras, ingenio y buen sentido del humor. Por eso me gusta tanto". Las grandes discográficas luchan por crear nuevas estrellas. Las fronteras tradicionales de los géneros se están disolviendo, y el cliente modelo se orienta hacia la elección de música según el estado de ánimo, la actividad, la hora del día o el impacto viral. Irónicamente, todo esto ocurre en el año en que dos de los mayores artistas del mundo lanzaron álbumes que se definieron como música dance: 'Honestly, Nevermind' de Drake y 'Renaissance' de Beyoncé.
La música pop no es un sonido estático ni un género: es un formato, una medida. Exige "una reinvención interminable y deliberada", como dice la crítica del New Yorker Amanda Petrusich. Quizá también podamos pensar en la música dance como algo distinto de un género: más bien como una comunidad en constante conversación consigo misma, que mantiene sus propias reglas y expectativas, todas ellas sujetas a una constante subversión y realineación. Ahora mismo nos encontramos en una especie de modo festivo y a la vez nihilista, atiborrándonos de pop con alto contenido en fructosa con la esperanza de que se nos pase parte de su alegría y esperanza.
Como también señaló Petrusich en un ensayo con motivo del 25 aniversario de "Spiceworld": "La misión de las Spice Girls era difundir una especie de positividad panorámica y anodina. Puede que en 1997 pareciera un objetivo atemporal, pero, 25 años después, es probablemente lo que hace que "Spiceworld" parezca más anticuado".
¿Quién sabe lo que nos apetecerá dentro de otros cinco años? Es probable que el péndulo vuelva a oscilar en algún momento, de alguna manera. ¿Mi consejo a largo plazo? Compra sintetizadores modulares y el catálogo de Ostgut Ton. ¿A corto plazo? Súbete al Vengabus.
Jaguar
¿Qué hemos aprendido? Quizá lo más importante: que el pop no se puede encasillar. Porque al mismo tiempo que el "pop", en sus diversas manifestaciones, disfruta de una presencia y un estatus en los círculos nocturnos que no tenía desde hace años, el pop real está atravesando una crisis. El cambio hacia el streaming ha desequilibrado la industria discográfica, ya que la necesidad de plataformas como Spotify y TikTok acaban desencadenando nuevos estilos y formatos. "Es un campo de juego más grande e igualado, y todo se está perdiendo", dijo recientemente a Billboard el mánager de música pop Chris Anokute. "Todo el mundo es artista, pero casi nadie rompe". Sophie