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AIR moon safari
from DJ Mag ES #144
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Publicado a principios del año 1998, el álbum debut del duo francés Air fue un agradable antídoto ante la ola del french touch que imperaba en aquel momento. Enfatizando la melodía y el carácter supuso la banda sonora de un fin de siglo que sigue inspirando hoy en día. En este artículo, Ben Cardew explora su legado.
Texto original: Ben Cardew
Este artículo se publicó originalmente en DJ Mag North America en 2019
Existe muchísima música electrónica cuyo ingrediente dominante es el ritmo: el bombazo a negras del techno, el pulso descompuesto del dubstep, el repiqueteo del jungle y el drum and bass… No obstante, mucha de la música electrónica de más alto nivel –desde Kraftwerk a Daft Punk o de Masters at Work a Underground Resistance– se basa en el conocimiento de lo bello que es una buena melodía. Ese tipo de música crea ese gancho que se repite en tu cabeza al final de la noche de camino a casa ya con flojera en las piernas de tanto bailar.
Se hace imprescindible añadir a Air a esta lista, el duo sedoso a la vez que nerd de Versalles que combina melodías clásicas con atmósferas embriagadoras, vivaces al más puro estilo de Serge Gainsbourg con un trasfondo sexual constante. Su música estableció un nuevo marco teórico que una generación de nuevas bandas chill-out hizo también suyo para crear sus primeras obras.
‘Moon Safari’ fue el álbum debut de Air en 1998 a la vez que su obra definitoria. Si el final de los años 90 te pilló siendo joven y tu interés por la música electrónica era medianamente decente seguro que lo escuchaste en más de una ocasión a modo de banda sonora de alguna cena o after-party, de tranquis en la habitación de un amigo o en dramas de televisión empalagosos.
Traducción: Borja Comino
El álbum se volvió tan omnipresente, y tantas bandas malísimas se inspiraron en él, que ‘Air’ se convirtió prácticamente en persona non grata a principios de los 2000 y su carrera empezó a cojear debido a la casi intolerable ubicuidad de su debut.
Es importante tener en consideración que Air lo tenía casi todo en su contra. De hecho, fue casi un milagro que sacasen su música adelante. Para empezar, ninguno de los dos era particularmente guay. En la segunda mitad de los 90, momento en el que la música parisina estaba surfeando la ola del french touch, Nicolas Godin y Jean-Benoît Dunckel lucían más bien como los estudiantes de arquitectura y matemáticas que fueron un tiempo atrás que como los chavales modernos de los que se rodeaban en aquel momento.
“Durante el final de esa década, de repente, París se vio inmerso en una escena de electrónica increíble con muchos clubs nuevos a los que ir. No pude asistir ni a la mitad de las fiestas que me hubiese gustado ya que me tenía que quedar en casa cuidando de mi bebé Solal junto a mi mujer”, contaba Dunckel a The Guardian en 2016. “No teníamos ni un duro y era consciente de que nuestro sustento económico dependía del éxito de Air.”
Air soñaba con ser distinto, tanto visualmente como sonoramente. No pretendíamos ser vanguardistas ni rompedores, nuestra música no era un acto de rebelión y tampoco nos centrábamos en el aspecto rítmico. Lo más importante, en cuanto a decisión estilística, es que queríamos hacer música tranquila: una suave caricia gala en vez de un voluptuoso abrazo de oso.
‘Sexy Boy’ fue el primer single de ‘Moon Safari’ y describe muy bien la forma en la que tratan la composición de forma individual, marcado por una voz andrógina y ambigua. “Si hubiésemos dicho “sexy girl” la canción sería un desastre. “Sexy Boy” daba una sensación totalmente distinta. El tema habla de quién queríamos ser. En nuestra juventud no éramos precisamente los más guapos y todos nuestros amigos triunfaban mucho más con las chicas…”, dijo Godin en la entrevista con The Guardian.
Entonces, Air se convirtió en ese par de chavales blandengues y pasados de moda en una era musical marcada por la innovación, la ambición y el ruido. Para ellos hubiese sido muy fácil juntar un par de samples disco y filtrarlos para crear temas french house que hubiesen sonado en los clubs parisinos sin ningún problema. Lo que prefirieron hacer es que su sonido dependiese de la melodía y el timbre y abogar por la elegancia. ‘Moon Safari’ se convirtió en el epítome de esa premisa con 10 temas que, juntos, formaban un loop cerrado de brillantes melodías envueltas de un ambiente galáctico. Después de escuchar algo así, cualquier otro tipo de música te hacía sentir culpable, como si estuvieses andando por la alfombra de casa con los zapatos llenos de barro. Ese tipo de melodías se enganchan al cerebro cual pegamento. Te dejan suspendido en una ausencia de gravedad envuelto en una experiencia aterciopelada guiada por un Fender Rhodes, un clavinete, vocoders, Moogs y una dulce sección de cuerdas.
Se han escrito infinidad de artículos acerca de la grabación de ‘Moon Safari’. No es difícil entender por qué. Este álbum consiguió la difícil tarea de sonar futurista y retro al mismo tiempo. Una mezcla de sintetizadores, vocoders y el bajo de Serge Gainsbourg que asemeja la visión sesentera de un futuro dorado. Una combinación que alcanza su máximo esplendor en el tema ‘Remember’.
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‘La Femme d’Argent’, que abre el largo es un bonito ejemplo del fulgor melódico despreocupado de la banda. El track también incluye un trabajo con el bajo intachable, llevando a cabo un bassline que carga a sus espaldas el tema entero y te obliga a cantarlo en la ducha.
Ambos artistas estudiaron música clásica y revelaban sentimiento a flor de piel de forma constante. La atmósfera que crean ofrece un perfecto balance con la emoción humana en su tarea compositiva. El despuntante ‘You Make It Easy’ habla sobre lo mágico de enamorarse empapada en la ternura vocal de Beth Hirsch. Mientras que ‘New Star In Th Sky (Chanson pour Solal)’ parece inyectar una galaxia entera de amor y curiosidad en cuatro versos condensados a modo de haiku.
Esto es lo que, definitivamente, separó a ‘Moon Safari’ de toda la música que se estaba haciendo de forma paralela. El álbum hizo surgir nuevas modas y “trends” como, por ejemplo, un revival internacional de Serge Gainsbourg, un interés renovado en las bandas sonoras de películas. Incluso impulsó la carrera de Sofia Coppola, con Air escribiendo el soundtrack de su película debut ‘Las Vírgenes Suicidas’ justo al año siguiente del lanzamiento de ‘Moon Safari’. Es reconocible, también, la influencia de la banda en otros artistas como Kid Loco, Bent, Röyksopp, Crustation, Tim “Love” Lee, Cibo Matto, Sébastian Tellier y muchos otros. Aún son pocos los que han conseguido captar –en la búsqueda de la música más exuberante y el cauce más dulce– que en el núcleo del ingenio de Air se halla un corazón latiendo. No es el estruendo de ritmos y baterías. Ese latido es el compás sobre el que ‘Moon Safari’ se mueve.