LA FILOSOFÍA LATINOAMERICANA: UN PROYECTO POLÍTICO Y UN PRINCIPIO DE ACCIÓN 1 Por: Nelson Reascos
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En: Reascos, Nelson. (1981). La Filosofía Latinoamericana: Un proyecto político y un principio de acción. LatinoAmérica Anuario/Estudios Latinoamericanos, N°14, UNAM, México; pp. 169-176. 1
LA FILOSOFÍA LATINOAMERICANA: UN PROYECTO POLÍTICO Y UN PRINCIPIO DE ACCIÓN2
Por: Nelson Reascos (Pontificia Universidad Católica del Ecuador)
Toda filosofía es de su tiempo... por lo tanto la filosofía solamente puede satisfacer los intereses que son adecuados a su época... Nadie puede salirse de lo sustancial de su época como nadie puede salirse de su propia piel. 3
Hegel, con sobra de fundamentos, prueba la historicidad del conocimiento, a tal punto, que no existe pensamiento que no esté enmarcado dentro de los condicionamientos epocales con sus intereses, limitaciones y necesidades. Esta historicidad fundamenta, por otra parte, la base siempre social del pensamiento. Entonces, podemos inferir de lo dicho que todo discurso logra su validez y legitimidad en la medida de su inserción dentro de la situación concreta y, en tanto represente un aporte significativo para el desarrollo, quedará históricamente justificada. Es decir, toda filosofía, en cuanto fundamentada en el proceso histórico social, mantendrá vigencia siempre que no se desplacen las circunstancias que la engendraron. No puede, por otro lado, entenderse como un determinismo fatal ni reflejo mecánico; simplemente nos interesa precisar el carácter histórico-procesal del pensamiento y su relativa autonomía respecto del fenómeno social. Creemos que de esta manera se garantizará la objetividad y la rigurosa estructuración científica que debe caracterizar el quehacer filosófico, pero cuya intención va más allá de esa configuración teórica. Jamás la filosofía fue una abstracción puramente especulativa. La filosofía logra su validez mientras dé razón de la praxis que la genera, de tal manera, que 2
En: Reascos, Nelson. (1981). La Filosofía Latinoamericana: Un proyecto político y un principio de acción. LatinoAmérica Anuario/Estudios Latinoamericanos, N°14, UNAM, México; pp. 169-176. 3 Hegel, Introducción a la historia de la filosofía Argentina: Ediciones Aguilar, 1977, pp. 105 y ss.
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no existen verdades universales porque éstas son históricas y, en esa medida, subordinadas a las leyes del devenir. De ahí que ninguna teoría es del todo abstracta y, menos aún, “inocente”. Al contrario, en cuanto depende de la realidad social, todo discurso es en sí mismo político y no escapa a los condicionamientos ideológicos (de clase), como no escapa a determinaciones extradiscursivas. El poder político y sobre todo el económico constriñen la veracidad del discurso, lo alteran y desfiguran cuando no lo alienan y determinan. Ahí se encuentra la explicación de las afirmaciones “aparentes verdades” y de las falsedades a veces disfrazadas de cientificidad porque, si bien todo pensamiento está fundado en la historicidad, no por ello significa que todo pensamiento represente una real comprensión de la realidad. En otros términos, partimos del supuesto de que todo pensamiento es político y partimos también del supuesto de que no todo pensamiento, por el mero hecho de ser político, puede ser aceptado. La naturaleza social y política del pensamiento no garantiza por sí misma la comprensión de la estructura íntima de la realidad; por lo tanto, no todo proyecto político es válido (políticamente). Basta para probar lo que venimos afirmando, recordar la afirmación de Leibniz en el sentido de que “este mundo es el mejor de los posibles”. Esta afirmación metafísica es a todas luces una afirmación política, pero no por eso jus tificable, pues no da razón de los procesos históricos reales y no escapa, sin embargo, a los intereses políticos que están detrás. Y, ¿qué decir de su principio lógico-formal de “razón suficiente”? ¿No es acaso una afirmación política sostener que lógicamente “todo tiene su razón de ser así y no de otra manera”? Para no abundar, baste señalar que incluso el pensamiento rigurosamente especulativo como el kantiano queda perfectamente explicado con el pensamiento político moderno. Althusser ha sostenido que la filosofía es el fundamento de la política; no le falta razón, pero habría que recordar a su vez que la política es el horizonte donde todo pensamiento alcanza su sentido histórico. Partimos del supuesto, igualmente sostenible, que no toda teoría conduce por sí misma a una praxis política comprometida o a una praxis conscientemente 3
enunciada. Significa que no todo discurso, ni aún el estrictamente político, representa en sí mismo la posibilidad de transformación de la realidad. Si todos los sistemas filosóficos han logrado justificar su presencia en la medida en que han justificado sus objetivos, la filosofía latinoamericana no tiene otro camino que justificar al menos tres cuestiones: - a) qué va a pensar, qué elementos de la realidad latinoamericana, compleja y dinámica, va asumir como su objeto de sistematización, - b) cómo va a pensar esa realidad, cuáles serán los criterios epistemológicos y metodológicos que va a manejar, y, sobre todo, - c) para qué se va a realizar ese tipo de reflexión, pues es evidente que no se trata de una “filosofía sin más” 4.
Obviar cualquiera de las tres cuestiones haría de la filosofía latinoamericana un prurito académico y, en ese sentido, ociosa y estéril histórica y políticamente. Para dilucidar las tres cuestiones hay que explicitar el sustrato de fondo: la genuina función de la filosofía latinoamericana que no es otra más que pensar científicamente la realidad concreta para transformarla, como exi gencia histórica. En este sentido la filosofía latinoamericana sigue siendo un proyecto, sin menoscabo, por supuesto, de aportes anteriores. La procesalidad de la realidad latinoamericana exige una constante renovación interpretativa, fundada en el análisis objetivo y dialéctico, sólo así será concurrente con la cientificidad que toda teoría requiere para convertirse en praxis. En cuanto científica, la filosofía latinoamericana puede y debe rebasar lo estrictamente local. América Latina está frente a la necesidad de un discurso propio, no con el afán5 falaz de originalidad o propiedad privada de un pensamiento, sino como 4
Ciertamente podemos considerar superado el problema de la justificación de la posibilidad del pensamiento latinoamericano; pero, lo que no está claramente justificado es su incersión histórica y su finalidad, única justificación que cabe, pues no se trata de potencialidad o de propiedad continental de la filosofía. 5 Creemos que el pensamiento del Dr. Arturo Roig, distinguido profesor del Departamento de
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exigencia de la especificidad real, aunque integrada dentro de una universalidad, adquiere matices propios y distintos en su peculiaridad. Recuérdese que la explotación, la lucha de clases, el colonialismo y el neocolonialismo, la miseria, etc., son realidades comunes a muchos pueblos, más allá de lo “latinoamericano”, pero no dejan de tener su concretitud propia en cada continente y en cada país por lo que no pueden subsumirse en un proyecto de simple universalización so pena de convertirse en proyectos ambiguos, abstractos y, por ello, a-históricos. Este planteamiento trae aparejada la discusión sobre lo que debe entenderse por filosofía, pues ya no es sostenible que la filosofía sea universal por el simple hecho de fundarse en la razón, porque la razón siempre es concreta. Inherente a todos los planteamientos que hemos venido sosteniendo, está el hecho de que la filosofía latinoamericana es siempre un deber ser realizable sólo a partir del ser. De ahí surge la urgencia de establecer cuál es la realidad que afronta nuestro continente. Así vista la filosofía latinoamericana no puede ser neutral (la neutralidad es imposible y acientífica). No cabe una filosofía inocente, acrítica, apolítica, porque sería suprahistórica y ninguna filosofía lo es si es propia. Se deriva por esta misma razón que la filosofía latinoamericana no puede ser un proyecto aislado, como tampoco puede ser fruto de sujetos individuales. Tiene que construir un proyecto global con las otras ciencias sociales y el sujeto sólo puede ser plural, lo que no significa la suma cuantitativa de todos los latinoamericanos ni una entidad étnico-geográfica, sino siempre una sustantividad social. Nuestra época está privilegiada para la transformación social y, por eso, las ciencias sociales deb en responder a dicha transformación. Toda reflexión supone y necesita el conocimiento de la realidad en que está inmersa. América Latina nos presenta una situación de colonización europea, de explotación y miseria, de menoscabo a la dignidad humana, de neocolonialismo y opresión, en el pasado y hoy, y precisa una filosofía que de razón de estos hechos, no para justificarlos, sino para explicarlos y procurar, a través de su
Filosofía de la PUCE, es lo más coherente y fundamentado en este aspecto. Nos referimos a su obra Teoría y crítica del pensamiento Latinoamericano, editada por la PUCE.
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comprensión, la transformación
y la
autodeterminación de
los
pueblos
latinoamericanos. Hace falta, pues, una filosofía que piense en las contradicciones básicas de la realidad latinoamericana y oriente su superación racional. Estas
contradicciones,
ineludiblemente
para
todo
el
pensar
social
latinoamericano, son fundamentalmente las siguientes: - a) contradicción entre clases explotadoras y explotadas, dominantes y dominadas que hacen de Latinoamérica un continente de injusticia,
- b) contradicción entre los países de gran desarrollo económico-capitalista y los países, como el nuestro, colonizados y dependientes, y que genera desigualdad, alienación económica, política y cultural, y,
- c) contradicción, a nivel mundial, entre capitalismo y socialismo que debe ser asumida por el pensamiento latinoamericano.
Todavía le queda a la filosofía otra función más a cumplirla paralelamente al conocimiento y comprensión de esta realidad latinoamericana: transformarla. Transformación posible si se cumplen los pasos que, en alguna medida, la filosofía a nuestro juicio los llevaría a cabo. 1) proyecto explicativo del presente, que incorpore, por obvias razones, la comprensión racional, desapasionada y dialéctica del pasado,
2) proyecto de transformación del presente, que supone necesariamente un principio de acción revolucionaria, y, 3) proyecto de orientación, también transformador, del futuro, que coopere en la construcción de nuevas condiciones sociales, políticas y económicas. Para el primer proyecto necesariamente corresponde un estudio de las contradicciones antes anotadas y que exige, a su vez, el estudio del pasado, único 6
lugar explicativo del presente. Ante todo, el estudio del pasado no es una mera curiosidad científica, tampoco es ordenarlo con un interés puramente cronológico, ni consiste en una revaloración grandielocuente de los hechos importantes. Hacerlo así supondría un ocultamiento del verdadero interés del conocimiento histórico. Necesariamente toda historia científica tiene que ser, por fuerza intrínseca, crítica, cuya finalidad no sea justificar el pasado, sino comprender el presente, pues sólo se entiende la realidad desde el interés cognoscitivo del presente. El conocimiento histórico es condición fundamental para la modificación de la historia. Colateralmente habrá de planearse el rescate del pasado y la autoafirmación de la dignidad latinoamericana, que no es cuestión de sentirla sino de construirla en la praxis social. Con esto nos estamos refiriendo al carácter normativo y práctico de la filosofía y que ha sido suficientemente señalado por varios autores 6. Basados en este análisis histórico, creemos que la filosofía latinoamericana no puede ser menos que social, con un nítido trasfondo político. Este sentido instrumental de la filosofía rebasa lo estrictamente filosófico y se integra dentro de un proyecto más amplio. Tanto así es que si la filosofía sirve para mantener o posibilitar nuevas formas de dominación habrá perdido su auténtico carác ter social, ignorar o distorsionar los conflictos y crisis generalizadas de América Latina significa defender las relaciones injustas existentes y, por eso, adoptar una actitud inmoral. A Latinoamérica no le queda otro camino que una filosofía revolucionaria, que termine con la explotación, la miseria, la dependencia, el colonialismo, enmarcada en un proyecto político revolucionario que dé coherencia y consistencia teórico-práctica a la filosofía, que así habrá justificado su sentido histórico y político. Finalmente, con todos los criterios anotados, cabe solamente reafirmar que la única filosofía legitimada históricamente es una filosofía política que cuestione el sistema, que devele a los sujetos explotados y explotadores, las causas de las 6
Ibid.
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crisis sociales, y, que explicíte, sin cobardía, lo que debe entenderse por liberación, por transformación, convirtiéndose cada filósofo latinoamericano en sujetos capaces de comprender nuestra realidad, orientar su transformación y, cada uno ser elementos de transformación de nuestra realidad latinoamericana que por injusta y pesada es ya insostenible.
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