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ANTECEDENTES Y LÍNEAS DE DESARROLLO DEL POSITIVISMO EN EL ECUADOR 1
Por: Arturo Andrés Roig
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En: Roig, Arturo Andrés. Esquemas para una Historia de la Filosofía Ecuatoriana, Centro de Publicaciones PUCE, Quito-Ecuador, 1977; Cap. IV, pp. 71-84. 2
ANTECEDENTES Y LÍNEAS DE DESARROLLO DEL POSITIVISM O EN EL ECUADOR 2
Por: Arturo Andrés Roig
Trataremos de reseñar de modo breve y a título de hipótesis que sirva para posteriores trabajos de investigación, cuáles han sido los antecedentes y las líneas de desarrollo del positivismo en el Ecuador. En general podría afirmarse de acuerdo con documentos de la época, que la problemática del positivismo hizo su aparición alrededor del 900 principalmente como crítica al positivismo europeo en escritores no positivistas ecuatorianos. Un ejemplo interesante es el trabajo de Aníbal Viteri Lafronte so bre derecho penal, aparecido en la Revista de la Sociedad Jurídico-Literaria en 1905, en donde nos dice que va a hablar del "positivismo penal italiano", escuela que declara "es muy poco conocida entre nosotros" (Tomo VII, N° 40, p. 215). La crítica que hace Viteri Lafronte al positivismo de los teóricos del derecho penal, es llevada a cabo mediante un método que es característico del racionalismo jurídico iusnaturalista: “En el estudio científico -dice- el espíritu humano con la fuerza cognoscitiva de la razón se eleva a desentrañar la íntima verdad de las cosas, estudiando sus causas fundamentales y sus fines supremos” (p.216). Al mismo tiempo se lleva a cabo en esos años una crítica al positivismo dentro de la historiografía filosófica. Un ejemplo lo encontramos dentro del campo de la crítica literaria, en escritos de Nicolás Jiménez. "Hasta el arte
-nos dice-, la crítica y la
estética, que parecía que siempre hubieran conservado algo de espiritual y absoluto, se han visto invadidos por la experimentación y los hechos: la crítica es fisiológic a; el arte, naturalista; y la estética arranca de la observación y se limita a explicar las obras de arte sin ofrecerles un ideal de imitación. A esto hemos llegado, a este punto nos ha
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En: Roig, Arturo Andrés. Esquemas para una historia de la Filosofía Ecuatoriana, Centro de Publicaciones PUCE, Quito-Ecuador, 1977; Cap. IV, pp. 71-84.
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conducido el positivismo con sus exageraciones y desvíos" (Revista de la Sociedad Jurídico-Literaria, tomo VIII, N° 43-44, 1906, p. 25). Por otro lado, el rechazo del positivismo ocupa un impor tante lugar en la obra de José Peralta, para quien esta doctrina es en Europa un desarrollo del materialismo del siglo XVIII. Nos intenta dar una fórmula espiritualista de la evolución, dentro de los marcos del racionalismo, apoyándose para ello en la crítica al positivismo hecha por eclécticos y krausistas. En los autores señalados y otros que podríamos mencionar se polemiza, como hemos dicho, contra positivistas ecuatorianos. Estos aparecerán más tarde, si bien algunos de sus escritos iniciales son, como luego veremos, contemporáneos a las críticas comentadas. Ya en la misma década del 900 aparecen trabajos en los que el pensamiento positivista no es rechazado, sino asimilado dentro de formulaciones eclécticas en las que se mantienen vigentes aspectos característicos del espiritualismo de la se gunda mitad del siglo XIX. El hecho podemos comprobarlo en el trabajo de Leonidas García aparecido en la misma revista que hemos citado antes y titulado "La propiedad en su aspecto sociológico" (Tomo VIII, N° 45, 1906). García combina el método deductivo, que había caracterizado a la filosofía del "sen tido común", con el método inductivo propio del positivismo. Hay según él dos métodos para probar que la propiedad es un hecho natural: primero, el que encuentra en la conciencia de todos los hombres la confirmación de la idea de propiedad como algo natural y que se puede probar por eso mismo a través de la historia y segundo el método inductivo "con el que la escuela positivista ha demostrado este problema". Es inte resante señalar que entre los positivistas, al lado de Spencer y Tarde, menciona a Pelletan, un ideólogo romántico tardío muy leído por los racionalistas finiseculares (p. 188-189). Por otro lado, es visible en García una actitud que le lleva a valorar lo social p or sobre lo individual, la que es ya una característica del pensamiento positivista. Tal vez convenga señalar que la presencia de elementos teoréticos o metodológicos del pensamiento espiritualista que caracterizó en general a la segunda mitad del siglo XIX, se encuentran aun en aquellos autores a los cuales se les puede declarar como ya abiertamente positivistas. 4
Tal es el caso que nos muestra Belisario Quevedo, quien echa mano de un principio típicamente ecléctico para la valoración de las doctrinas: "Alguien ha dicho -declara sin animarse a dar el nombre de ese "alguien", Víctor Cousin, en un momento en que ya había perdido vigencia como autoridad- que las teorías son falsas no tanto en lo que afirman, sino más por lo que niegan" y en función de eso nos dice que afirmar que el clima ejerce alguna influencia, no es falso, pero sí lo es sostener que no ejerce ninguna ("La Sierra y la Costa" Revista de la Sociedad Jurídico-Literaria, tomo XVI, N° 35, 1916, p. 214). La presencia de estos residuos espiritualistas dentro del pensamiento positivista se explica por lo demás si tenemos en cuenta que Belisario Quevedo es uno de los autores más interesantes de principios de siglo en el Ecuador debido a que muestra una evolución doctrinal sumamente ilustrativa. También es el caso de otro destacado positivista ecuatoriano, Angel Modesto Paredes, quien en su polémica a propósito, del problema de la coerción social tal como aparece desarrollado en el pensamiento sociológico de Durkheim, encuentra que tenía razón el krausismo en su defensa de la libertad individual. "A pesar de sus excesos individualistas, la filosofía de la libertad -dice- parece acercarse más a las realidades, cuando nos habla de los actos de resonancia colectiva, como actos del individuo que trascendiendo su persona, exigen plena aquiescencia del sujeto para llamarse cumplidos: en la determinación interna, la aceptación de un papel reconocido omo justo o como necesario. Por eso que la escuela krausiana pensaba no haber plena satisfacción del derecho -una de las instituciones más importantes y más sujetas a la coacción- mientras el obligado no acate y quiera su cumplimiento todo lo demás será externa función del poder público, mantener el orden, pero no estricto acto jurídico..." (La conciencia social, 1927, p. 41-42). En contra de lo que sucede en otros autores positivistas, Paredes en este libro en el cual trata de determinar “los elementos individuales de la conciencia colectiva", salía por los fueros del individualismo liberal, oponiéndose a la preeminencia de lo social tan fuerte dentro de la sociología de Durkheim y para ello se apoyaba en las tesis krausistas conocidas sin duda en el tan manejado Curso de derecho natural de Ahrens. Podríamos concluir de todo esto que el positivismo comenzó a tener presencia dentro de autores que con espíritu ecléctico introdujeron contenidos teoréticos de la 5
nueva tendencia dentro de formulaciones propias de una filosofía de corte espiritualista, como también que ya en la etapa del positivismo ecuatoriano se mantuvieron vigentes ciertos criterios metodológicos y ciertas tesis tanto del eclecticismo como del krausismo. Estas dos tendencias influyeron sin duda en la
constitución del racionalismo
iusnaturalista de los escritores ecuatorianos salidos principalmente de la Facultad de Derecho de la Universidad de Quito y si bien tardíamente alcanzaron fuerte presencia en los escritos de José Peralta. A pesar de lo que hemos mostrado, es posible rastrear antecedentes mucho más antiguos del positivismo en el Ecuador. Tanto en Europa como en América Latina el positivismo se presentó como la reanudación de una larga tradición que tiene sus raíces en el pensamiento ilustrado y muy particularmente en la última etapa de éste, la de los llamados “ideólogos”. También constituyó una prolongación de ciertas tesis provenientes del utilitarismo inglés. Que tanta difusión tuvo por obra de Jeremías Bentham. En aquellos países en los que durante el positivismo se constituyó una historia de las ideas, los escritores positivistas mostraron precisamente las relaciones de continuidad que su posición tenía con aquellas antiguas corrientes que habían caracterizado a la etapa pre-romántica. En el caso argentino el ejemplo de José Ingenieros es en tal sentido interesante. Intentó en sus estudios historiográficos del pensamiento mostrar precisamente la continuidad que el positivismo tenía en relación con aquellas formas primitivas del s ensualismo y el empirismo. En el Ecuador tales posiciones filosóficas tuvieron su presencia como en tantas partes. Se ha hablado del benthamismo del grupo de El Quiteño Libre (1833) y no nos cabe duda que una lectura de los escritores de esos años mostraría asimismo la presencia de los "ideólogos" franceses de fines de la Ilustración. La polémica de Elías Laso, uno de los más importantes teóricos del iusnaturalismo romántico de la época del "Progresismo", contra el utilitarismo, allá por 1883, muestra una cierta vigencia de estas ideas que luego de alguna manera y con un ropaje distinto reaparecerían con los escritores positivistas. “Hemos visto que el hombre es sociable por naturaleza –dice Laso-; que la sociedad existe y es un hecho constante, universal, innegable; que no puede haber sociedad sin soberanía y autoridad; que tanto el individuo como la sociedad están ligados a la ley del progreso para la consecución del fin hones to y que esta base social ha 6
sido puesta por Dios y conocida por los hombres con el nombre de justicia y deber. Ahora vamos a estudiar con alguna detención el principio de utilidad sustituido al de la justicia y deber por algunos filósofos materialistas, pues, en los tiempos que atravesamos, las malas ideas van cundiendo poco a poco y diseminándose por toda la sociedad ecuatoriana; pero la juventud estudiosa es la más expuesta a este contagio: por eso es necesario prevenir el mal, manifestando las consecuencias terribles de las doctrinas anticatólicas” ("Apuntes para las lecciones orales de legislación", Anales de la Universidad de Quito, N° IV, 1883, p. 157). Hay a su vez dentro de los escritores románticos, en particular los liberales que dieron nacimiento al indigenismo como tema literario, toda una línea a la que podríamos denominar del "realismo social". El escritor de la época que se sintió en la necesidad de pintar la situación de opresión del indígena, dio nacimiento a una serie de descripciones, que si bien respondían a una actitud más sentimental que científica y siempre marcadamente ideológica, dejaron una serie de materiales que asimismo pueden ser considerados como un antecedente del pensamiento social de los positivistas. Sin duda que el tan lamentado libro sobre el indio que no escribió Juan Montalvo y con el cual según dijo nos habría hecho llorar a todos, hubiera respondido a esta línea literaria. Teniendo en cuenta los trabajos primeros de los escritores que podríamos considerar como positivistas o influídos marcadamente por esta corriente, podemos afirmar que la misma se constituyó en el Ecuador, como ya hemos anticipado, entre las décadas del 10 y el 30. Belisario Quevedo (1883-1921) hizo conocer en 1916 en las páginas de la Revista de la Sociedad Jurídico-Literaria, dos escritos, uno sobre "La Sierra y la Costa" (tomo XVI, N° 35) y otro sobre "El concertaje y las leyes naturales de la sociedad” (tomo XVI, N° 36) con los que aparece ya abandonando claramente su posición anterior y comienza a militar en las filas del positivismo, posición ésta que habrá de completarse con la publicación póstuma de su libro Sociología, política y moral, en 1932. El mismo año de 1916 aparece en Guayaquil la obra Ensayos de psicología y sociología del pueblo ecuatoriano de Alfredo Espinosa Tamayo, a quien se considera el iniciador de la sociología ecuatoriana, tema que es retomado por el mismo autor dos años después en 1918, con su Psicología y sociología del pueblo ecuatoriano. 7
Por su parte Julio Endara (1899-1969), se inicia en la década del 20 con varios trabajos, entre ellos uno sobre "La cultura filosófica en el Ecuador", publicado en la Revista de la Sociedad Jurídico-Literaria (N° 76-77, 1920) y también en la Revista de Filosofía que dirigía José Ingenieros en Buenos Aires; su trabajo "La naturaleza del hombre ante los problemas de la evolución y los datos de la antropología", apareció en la Revista el año 1922 (tomo XXVII, N° 100-105). En 1937, Endara fundó los Archivos de Criminología, Neurosiquiatría y disciplinas conexas, obra de indiscutible importancia dentro de la historia de las ciencias en el Ecuador, creada bajo la inspiración de la revista casi homónima que había fundado José Ingenieros en Buenos Aires. En 1924 aparecen los Ensayos sociológicos y políticos del Antonio Quevedo y la Sociología general aplicada a las condiciones de América de Angel Modesto Paredes, quien posteriormente en 1927 dio a conocer su obra La conciencia social. De acuerdo pues con todos estos datos y otros que podrían aportarse, el positivismo ecuatoriano se desarrolla ya manifiestamente entre los años 1915 y 1930, usando las fechas ciertamente de modo aproximativo. Una enumeración de los artículos y libros de los autores que siguen al positivismo y que muestran las influencias del idealismo posterior provenientes de la filosofía alemana, francesa y española, Max Scheler, Bergson, Keyserling, Ortega y Gasset, etc., autores tales como Aur elio García, Julio E. Moreno, José Rafael Bustamante y otros, aparecidos entre las décadas del 30 y el 40, marca sin duda el límite histórico del positivismo ecuatoriano. No hay que olvidar, por otra parte, que las fechas de desarrollo, del positivismo en el Ecuador coinciden con las de la principal producción literaria de José Peralta que es, como hemos dicho, uno de los más destacados ideólogos del liberalismo y cuyos escritos son abiertamente anti-positivistas e inspirados en el espiritualismo romántico de fines del siglo XIX. Del mismo modo es necesario tener en cuenta que el idealismo inspirado en el arielismo rodoniano había tenido comienzos muy tempranos. "En una ceremonia universitaria de la Central -nos cuenta Isaac Barrera-, como final del curso de 1903, Gonzalo Zaldumbide pronunció un notable discurso que entusiasmó a la concurrencia. Era el más despejado c omentario al Ariel de Rodó... descubrió a Barbusse, compuso el elogio deslumbrante de D'Anunnzio, estudió a Rodó, a Montalvo…" ("Las Letras en Quito", en EI Libro de la ciudad de San Francisco de Quito, 8
1951, p. 78). Más tarde, en 1907 Pío Jaramillo Alvarado publicó un manifiesto literario, en su patria lojana, en donde pedía a la joven generación literaria "el estu dio de las teorías positivistas en la ciencia y la meditación espiritualista de Rodó" (" Literatura lojana", en Revista de la Sociedad Jurídico-Literaria, tomo XXVI, N° 94-99, 1922, p. 43). Combinación de positivismo con idealismo rodoniano que es posible señalar en otros autores y textos y que no es ajena a la coetaneidad que se dio entre el modernismo literario y el saber positivista. Analizados los materiales que nos ha dejado el positivismo ecuatoriano es posible reconocer ciertas líneas de desarrollo que no son ajenas en general al positivismo tal como podemos apreciarlo en otros países latinoamericanos. En primer lugar podríamos hablar de una línea "ético-social", interesada en la filosofía política, la sociología, la ética, dentro de la cual se destacan Belisario Quevedo, Angel Modesto Paredes y otros. Podríamos decir en verdad que el positivismo en su totalidad muestra una vocación e interés por lo social, hecho que coincide con el momento en el que el liberalismo supera el primitivo individualismo, a veces exagerado, que mostraron algunos de sus teóricos románticos. Es coincidente además esta ten dencia con la etapa de consolidación del movimiento liberal ecuatoriano. La otra línea de desarrollo podría ser denominada "cien tifista", interesada principalmente por la psicología médica, la psiquiatría y el pensamiento sobre la ciencia. En esta línea se destacan Julio Endara, Juan H. Peralta, Julio Aráuz, Jorge Escudero Moscoso, Agustín Cueva Tamariz y otros. Podríamos hablar, en fin, de una tercera línea de desarrollo que se relaciona con el "normalismo", el llamado "positivismo pedagógico”. El normalismo constituye uno de los principales aspectos de la reforma liberal llevado a cabo en el terreno de la educación. Tuvo sus comienzos en el Ecuador con la creación en 1901, bajo el gobierno de Eloy Alfaro y siendo ministro de instrucción José Peralta, de institutos o escuelas pedagógicas destinados a la preparación de maestros que llevarían adelante el plan de la escuela laica. Ha habido una etapa que podríamos denominar del "normalismo norteamericano”, entre 1902 y 1913, en el que aquellos institutos estuvieron regidos por maestros contratados en los EE. UU.; más tarde, a partir de 1913 y hasta 1930, hay un segundo momento que podría llamarse del “normalismo herbartiano" y que es 9
promovido por un importante grupo de educadores alemanes y en fin, en 1930, el Primer Congreso Nacional de Educación Primaria, abre las puertas a la llamada "Escuela nueva", bajo las influencias de Decroly, Montessori, etc. El "normalismo norteamericano", como sucedió en otros lugares del Continente, se desarrolló dentro del clima ideológico romántico, con una pedagogía inspirada en Pestalozzi y Froebel, a más de los maestros Wickersham y Galkins, promotores de las "lecciones de cosas". El herbartismo, movimiento despertado en Alemania principalmente por obra de Guillermo Wundt, uno de los
principales representantes del "positivism o
espiritualista" alemán de la época, se incorporó a la segunda etapa ideológica, la del positivismo ecuatoriano. Un pensador de interés dentro del normalismo en el Ecuador ha sido el español Fernando Pons. En líneas generales, su libro sobre Metodología general (Quito, 1913) muestra la típica actitud ecléctica de los maestros de la primera etapa asumiendo desde ella ampliamente a autores positivistas y significa el paso de la lectura romántica de Pestalozzi y Froebel a una lectura que concederá mayor fuerza a las bases experimentales de la enseñanza. Un intento de caracterización del positivismo ecuatoriano permitiría afirmar como una de sus notas distintivas un marcado psicologismo y biologismo. Tal carácter se nota tanto en la línea "ético-social", como en la "cientificista". Así, Belisario Quevedo hace una "psicología de los pueblos", tema que había sido inaugurado por Alfredo Espinosa Tamayo, siguiendo en esto a Fouillée; Endara hace "psicología médica" y en particular psiquiatría; Paredes intenta realizar una "psicología social", etc. Ahora bien, en cuanto que la psicología que hacen todos ellos se opone a la que hacían eclécticos y krausistas, tal el caso de la psicología que hay en los escritos de José Pe ralta, su punto de apoyo es necesariamente biológico. Este biologismo se relaciona además con diversas formas de "organicismo social", hecho que se pondrá de manifiesto no sólo dentro del pensamiento positivista, sino también en algunas formas del pensamiento tradicional o conservador, tal el caso de Jacinto Jijón y Caamaño en su libro Política conservadora (Riobamba, 1929). Organicismo que se relaciona a su vez con la formulación de un liberalismo que da preponderancia a lo social sobre lo individual, con excepciones sin duda y que con cluye en la formulación de formas despóticas de gobierno o simplemente en la propuesta de soluciones declaradamente 10
fascistas. En relación con esta tendencia social del pensamien to de la época, se da asimismo el hecho bastante generalizado en diversos autores posit ivistas que les llevó a entender su posición como un "socialismo", con lo cual se sumaron al amplio y variado movimiento del reformismo. El organicismo social ha estado a su vez fundado, como sucede en todo biologismo, en alguna tendencia, en algunos casos francamente a-historicista, propia de todos los evolucionismos de la época y con la cual se ha frenado constantemente el impulso creador y de cambio. El positivismo ha sido también un intento de poner el saber científico al servicio del poder, no sólo sobre la naturaleza, sino también sobre el hombre, aspecto que lo muestra crudamente en su naturaleza ideológica a la vez que permite caracterizarlo como una praxis teórica de fuerte vocación política. Por último quedaría por determinar las relaciones que hay entre el positivismo ecuatoriano y el desarrollo de la ciencia. En el caso de la corriente "cientificista" no hay duda que el positivismo se organizó sobre la base de un quehacer científico que alcanzó a constituirse como tal; no se podría decir otro tanto de la línea "ético-social", en la medida que el saber científico sobre el que se apoyaba, en particular la sociología, puede discutirse que se haya propiamente constituido como ciencia. Los positivistas ecuatorianos que dieron nacimiento al saber sociológico en el Ecuador no superaron en más de un caso el horizonte de la parasociología. En cuanto a otros campos de la ciencia, que en otros lugares tuvieron tan importante influencia en el desarrollo del pensamiento positivista, por ejemplo la paleontología, no muestran una real incidencia sobre los escritores del evolucionismo positivista de la época. Tal vez esta escasa apoyatura en un saber científico constituido, saber que para el positivismo fue en todo momento de naturaleza paradigmática, haya sido una de las causas de la presencia tardía y fugaz del positivismo ecuatoriano. Para terminar cabría decir dos palabras acerca de las influencias más notorias que muestra el positivismo en el Ecuador. En general la recepción de las influencias ha estado condicionada por la época en que las mismas se han hecho sentir. En primer lugar, tomaron cuerpo en el Ecuador cuando ya habían comenzado los escritores positivistas a perder vigencia y su pensamiento había sido sometido a la intensa polémica post-positivista europea. En segundo lugar, en la época de la aparición del positivismo ecuatoriano, este movimiento ya había madurado y fructificado en otros 11
lugares de Hispanoamérica, en particular en el Río de la Plata, de ahí que la presencia de los positivistas argentinos haya tenido tanta fuerza en el Ecuador. A pesar de que, en algunos autores aparecen elementos teóricos que permitirían sospechar una lectura de Augusto Comte, en general el positivismo ecuatoriano no se encuentra bajo su influencia. Augusto Egas, por ejemplo, en 1921, en su trabajo "Lo social" que ya hemos citado; habla de las tres etapas de la humanidad: la teológica, la metafísica y la positiva y por su parte Belisario Quevedo muestra aspectos que lo aproximan a ciertas tesis comtianas, tanto en su rechazo del liberalismo en cuanto ideología jacobina y anárquica, como en su valoración de la Iglesia y de los gobiernos católicos, en particular respecto de García Moreno, entendidos como expresión de orden. El positivismo era para él, lo mismo que para Comte, la superación de la contradicción entre un liberalismo anárquico, el "Iiberalismo radical" y un pensamiento tradicional, ordenado pero no progresista. Esta posición en verdad no necesitaba para ser sustentada de una lectura de Comte, toda vez que surgía espontáneamente como consecuencia del paso del momento de emergencia al momento de consolidación del liberalismo ecuatoriano. Sí es importante por el contrario la influencia del positi vismo inglés, en particular el de Spencer, como también el de alguno de los cientificistas alemanes, tal el caso de Haeckel. Esta línea de influencias preponderante, hace que el positivis mo ecuatoriano sea
fundamentalmente
evolucionista,
hecho
que
se
encuentra
estrechamente
relacionado con el biologismo que lo caracteriza. Es importante aclarar, en relación con lo que decíamos en un comienzo respecto de la época en que surge el positivismo en el Ecuador, que todas estas influencias estuvieron contrapesadas por los desarrollos contemporáneos en Europa del llamado "positivismo espiritualista" y del "krauso-positivismo". Uno de los autores más leídos y respetados fue Alfred Fouillée, como también Jean Marie Guyau, que militaron en la primera de las tendencias indicadas, como asimismo los españoles que integraba n la segunda, Francisco Giner de los Ríos, Adolfo Posada y otros. El uso de estos autores tal vez facilitó el paso del positivismo a la etapa siguiente e hizo que no aparec iera como un "anti-positivismo", al modo como lo entendieron por ejemplo en México los integrantes de "El Ateneo” o en la Argentina los idealistas begsonianos o neokantianos. 12
Por último, en cuanto a las influencias del positivismo argentino, ellas son muy fuertes dentro de los "cientificistas", como también en el campo de la pedagogía. La célebre Revista de Filosofía de José Ingenieros fue leída "con verdadera unción" en los salones de la Sociedad Jurídico-Literaria. Según nos dice Jesús Vaquero Dávila en su Síntesis histórica de la cultura intelectual y artística del Ecuador, (Quito, 1946, p. 201-202), y el mismo Ingenieros fue seguido por Julio Endara y otros como verdadero maestro. "En su primera juventud, las miras del profesor ecuatoriano -se dice en un número de los Archivos de Criminología, hablando de Endara (vol. IV-V, 1940-41, p. 5-8)- caían del lado de la Argentina, ya para ahondar en las doctrinas de Florentino Ameghino, ya para ubicar el pensamiento de José Ingenieros en la filosofía del porvenir, ya para determinar bien hasta dónde llegaba Ernesto Quesada en sus elucubraciones de política panamericanista…”. La lectura de Carlos Octavio Bunge, Rodolfo Senet, Víctor Mercante, etc. puede ser rastreada asimismo en las páginas de casi todos los positivistas ecuatorianos, dando de este modo nacimiento a un caso de influencias que hace excepción respecto de lo que ha sido norma general para América Latina, interesada siempre más por formulaciones del pensamiento europeo que del latinoamericano.
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