MOVILIDAD, CONTACTO Antequera, Y CAMBIO. 15, 16 y 17 de febrero de 2012
II Congreso de Prehistoria de Andalucía Eduardo García Alfonso (Editor) Bartolomé Ruiz González (Comisario del congreso)
Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera
Créditos Consejero de Educación, Cultura y Deporte Luciano Alonso Alonso Viceconsejera de Educación, Cultura y Deporte Montserrat Reyes Cilleza Secretaria General de Cultura María del Mar Alfaro García Jefa de Servicio de Investigación y Difusión Sandra Rodríguez de Guzmán Director del Conjunto de Dólmenes de Antequera Bartolomé Ruiz González
Coordinación del Congreso Comisario del Congreso Bartolomé Ruiz González (Director del Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera) Coordinación del Congreso María del Carmen Andújar Gallego (Ayudante del Patrimonio Histórico. Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera) Victoria Eugenia Pérez Nebreda (Centro de Documentación y Biblioteca Virtual de la Prehistoria de Andalucía Antonio Arribas. Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera) Miguel Ángel Checa Torres (Administración. Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera)
Comité Científico Presidencia Eduardo García Alfonso (Delegación Territorial de Educación, Cultura y Deporte, Málaga) Volcalías Gonzalo Aranda Jiménez (Universidad de Granada) Ana Delgado Hervás (Universitat Pompeu Fabra, Barcelona) Leonardo García Sanjuán (Universidad de Sevilla) Antonio Morgado Rodríguez (Universidad de Granada) Ana Navarro Ortega (Museo Arqueológico de Sevilla)) Carmen Rueda Galán (Centro Andaluz de Arqueología Ibérica – Universidad de Jaén) Secretaría Rosa Enríquez Arcas (Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera)
Comité Organizador Presidencia Bartolomé Ruiz González (Director del Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera) Vocalías María del Carmen Andújar Gallego (Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera) Francisco Contreras Cortés (Universidad de Granada) Rosa Enríquez Arcas (Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera) Eva González Lezcano (Agencia Andaluza de Instituciones Culturales) Victoria Eugenia Pérez Nebreda (Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera) Manuela Pliego Sánchez (Agencia Andaluza de Instituciones Culturales) María José Rodríguez Bisquert (Agencia Andaluza de Instituciones Culturales) Margarita Sánchez Romero (Universidad de Granada) Aurora Villalobos Gómez (Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico) Secretaría Miguel Ángel Checa Torres (Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera)
Edita Consejería de Educación, Cultura y Deporte de la Junta de Andalucía Imprime: Gandulfo Impresores, S.L. Depósito legal: SE-1766-2014. I.S.B.N. 9748-84-9959-167-4. Sevilla 2014
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Índice EN CONTEXTO ........................................................................................................................................................................................ Bartolomé Ruiz González INTRODUCCIÓN ..................................................................................................................................................................................... Eduardo García Alfonso CONFERENCIA INAUGURAL ¿Estados en la Prehistoria del sur peninsular? ............................................................................................................................ Antonio Gilman Guillén PRIMERA MESA. ARQUEOLOGÍAS DEL CONTACTO. NUEVOS MODELOS EXPLICATIVOS Y METODOLOGÍAS ............................................................................................................. Presidencia: Antonio Gilman Guillén Aplicaciones de las técnicas paleogenómicas a la reconstrucción del pasado ............................................................ Carles Lalueza-Fox La perduración de los últimos neandertales en la Península Ibérica y su interrelación con los humanos anatómicamente modernos ................................................................................................................................................. Javier Baena Preysler Difusión o innovación tecnológica: los inicios de la metalurgia en la Península Ibérica ......................................... Ignacio Montero Ruiz y Mercedes Murillo-Barroso Modelando la movilidad y el movimiento a través de los SIG. Estudios de Caso en la Prehistoria Reciente de Sierra Morena ......................................................................................................................................................................... Patricia Murrieta-Flores, Leonardo García Sanjuán y David Wheatley SEGUNDA MESA. CIRCULACIÓN, OBJETOS Y TERRITORIOS ................................................................................................... Presidencia: Dimas Martín Socas La primera ocupación del continente europeo y los movimientos poblacionales ....................................................... Robert Sala Ramos e Isidro Toro Moyano La movilidad de las poblaciones de la Edad del Cobre en el Suroeste de España a través de los análisis de isótopos estables de 87Sr/ 86Sr ................................................................................................................................. Marta Díaz-Zorita Bonilla, Anna J. Waterman y David W. Peate Objetos de sílex, marcadores litológicos de la circulación. Geoarqueología de la producción laminar especializada del sur de Iberia (c. VI-V mil. cal. BP) ..................................................................................................................... Antonio Morgado y José Antonio Lozano El Bronce Final en el Suroeste y sus relaciones con el mundo mediterráneo (siglo XIII-VIII ANE) .......................................................................................................................................................................................... Francisco Gómez Toscano Producción y distribución de la plata en la sociedad argárica y en los asentamientos orientalizantes. Una aproximación desde el análisis de los isótopos de plomo .......................................................... Mercedes Murillo-Barroso e Ignacio Montero Ruiz TERCERA MESA. LA COOPERACIÓN: INSTRUMENTO DE LAS POLÍTICAS CULTURALES ................................................. Presidencia: Ana Navarro Ortega La cooperación como instrumento para la difusión y puesta en valor del patrimonio cultural en el contexto euromediterráneo ....................................................................................................................................................................... Pilar Tassara Andrade El Consejo Europeo de Investigación (ERC), nuevo organismo europeo de financiación para la investigación en todas las áreas de la ciencia ................................................................................................................................ Pilar López El programa de ayudas a proyectos arqueológicos en el exterior ....................................................................................... Concepción Martín Morales
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Iberia Graeca: un centro de investigación, documentación y difusión del patrimonio arqueológico griego de la Península Ibérica .................................................................................................................................................................. Xavier Aquilué y Paloma Cabrera Relaciones y contactos entre las sociedades prehistóricas en la región del Estrecho de Gibraltar. Investigación y socialización del proyecto Carta Arqueológica del norte de Marruecos ......................................... José Ramos, Mehdi Zouak, Eduardo Vijande, Juan Jesús Cantillo, Salvador Domínguez-Bella, Ali Maate, Aziz El Idrissi, Antonio Cabral, José María Gutiérrez y Antonio Barrena. CUARTA MESA. PRÁCTICAS SOCIALES: EMULACIÓN, RESISTENCIA E HIBRIDACIÓN ............................................................ Presidencia: José Enrique Márquez Romero La memoria como forma de resistencia cultural. Continuidad y reutilización de espacios funerarios colectivos en época argárica ............................................................................................................................................. Gonzalo Aranda Jiménez Cultura material, etnicidad y contacto cultural en la arqueología tartésica .................................................................. Ana Delgado Hervás SESIÓN DE PÓSTERES ........................................................................................................................................................................ Presidencia: Francisco Contreras Cortés Relaciones entre la Prehistoria del Magreb y la de Andalucía: en torno a la aportación de Georges Souville ............................................................................................................................................................................................... Enrique Gozalbes Cravioto y Helena Gozalbes García El sitio con tecnología solutrense de La Fontanilla (Conil de la Frontera, Cádiz) y la movilidad de los grupos de cazadores-recolectores .......................................................................................................... Vicente Castañeda Fernández, Francisco Torres Abril, Luis Pérez Ramos y Yolanda Costela Muñoz. Los contextos de producción de brazaletes de piedra neolíticos en el sur de la Península Ibérica y sus implicaciones socioeconómicas .................................................................................................................................................. Francisco Martínez-Sevilla El yacimiento neolítico de la Loma de la Alberica (Arroyo Vaquero, Estepona, Málaga). Actuaciones arqueológicas realizadas en la zona del “Chare” en la campaña de 2011 ......................................... Ildefonso Navarro, José E. Márquez, Joaquín Aragón y José Luis Caro Nuevas aportaciones al yacimiento de Valencina de la Concepción (Sevilla). Actuación arqueológica en C/ Italia, nº6 ............................................................................................................................................. Helena Paredes Courtot, Mª Carmen Íñiguez Sánchez, Enrique Gutiérrez Cuenca y Miguel Vila Oblitas Yacimiento de Perdigões (Reguengos de Monsaraz, Portugal). Actividades arqueológicas de la Universidad de Málaga (trienio 2009-2011) ............................................................ J. E. Márquez, E. Mata, J. Suárez, V. Jiménez y J. L. Caro Nuevos aspectos sobre el rito de enterramiento colectivo en la comarca de Antequera. El hipogeo del Cerro del Comandante .................................................................................................................................................. Luis-Efrén Fernández Rodríguez, Marisa Cisneros García, Alfonso Palomo Laburu, Bárbara López Tito, Inmaculada Ruiz Somavilla, Miguel Crespo Ruiz, Mercedes Ferrando de la Lama y Ana Espinar Cappa Los peines óseos de Los Castillejos de las Peñas de los Gitanos (Montefrío, Granada) ......................................... Manuel Altamirano García La necrópolis megalítica del conjunto rupestre Tajo de las Figuras (Benalup-Casas Viejas, Cádiz) ................ María Lazarich, Antonio Ramos, Esther Briceño, Mª. José Cruz, Julio Sañudo y Mª. de los Ángeles Pérez de Diego. Un nuevo poblado de fosos en la Autovía del Olivar. El Cerro de los Vientos (T.M. Baeza). Jaén ....................... Marcos Soto Civantos, Miguel Ángel Lechuga Chica, Mª. Francisca Pérez Cano, Mª. José Díaz García, Rosa Fernández Casado y José Luis Serrano Peña El dolmen de El Carnerín (Alcalá del Valle, Cádiz) y la permanencia del paisaje funerario en el Suroeste de la Península Ibérica ........................................................................................................................................................ Yolanda Costela Muñoz
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Territorio y materias primas: el dolmen de las Casas de Don Pedro (Belmez, Córdoba) ........................................ Julia Barrios Neira, Beatriz Gavilán, José C. Martín de la Cruz y Luis Montealegre. Circulación de herramientas elaboradas en fibrolita en el Sureste de la Península Ibérica durante la Prehistoria Reciente ............................................................................................................................................................... David García González Conflicto territorial y frontera durante el Bronce Antiguo y Pleno en La Axarquía (Málaga) ................................ Emilio Martín Córdoba y Ángel Recio Ruiz Aspectos sociales del cambio tecnológico: nuevos datos para valorar la introducción de la aleación del bronce en las sociedades argáricas .............................................................................................................................................. Mercedes Murillo-Barroso, Gonzalo Aranda Jiménez e Ignacio Montero Ruiz Plata argárica: producción y distribución ........................................................................................................................................... Martin Bartelheim, Francisco Contreras Cortés, Ignacio Montero Ruiz, Auxilio Moreno Onorato, Mercedes Murillo Barroso y Ernst Pernicka Un nuevo santuario prerromano en el Parque de los Alcornocales: el Cerro de Castillejos .................................. Carlos Gozalbes Cravioto, Helena Gozalbes García y Enrique Gozalbes Cravioto Lo que no vemos cuando excavamos, un caso práctico. El poblado de Peñalosa (Baños de la Encina, Jaén) .......................................................................................................................................................................... Juan Miguel Rivera Groennou y Eva Alarcón García De la roca al metal: experimentación y divulgación de la tecnología calcolítica en el sur de Iberia ............... Alberto Obón Zúñiga, Abel Berdejo Arcéiz, Hugo Ábalos Aguilar, Pablo Gilolmo Lobo, Luis Olano Ereña, Andrés García-Arilla y Javier García Fernández Prehistoria y didáctica del gesto técnico en el Centro Experimental Algaba de Ronda: los campos de trabajo y la difusion de la tecnología y los modos de vida de la Prehistoria Reciente ..................................... María Sánchez Elena, Lorena Peña Ortega, Juan Terroba Valadez, Pilar Delgado, José Manuel Castaño y Bartolomé Nieto. Restauración de los ajuares funerarios de la necrópolis ibérica de La Noria, Fuente de Piedra ........................ Gustavo Pérez Pulido Metodología para la creación de modelos 3d de recipientes cerámicos y su aplicación a los ajuares funerarios de la necrópolis ibérica de La Noria. Fuente de Piedra, Málaga .................................................. Ana L. Martínez Carrillo, Mª Francisca Pérez Cano Movilidad estacional y nomadismo restringido en las sociedades cazadoras, recolectoras y pescadoras del territorio litoral e interior de Málaga................................................................................... Pedro Cantalejo Duarte, María del Mar Espejo Herrerías, José F. Ramos Muñoz, Javier Medianero Soto, Antonio Aranda Cruces ¿Qué hace un hacha como tú en un sitio como este? Un hacha pulimentada de sílex del norte de Europa en la ría de Huelva (España) ................................................................................................................................. Antonio Morgado, José A. Lozano, Jacques Pelegrin, Juan Carlos Vera Rodríguez, Rocío Rodríguez Pujazón, Salvador Delgado Aguilar, Juan Antonio Lineras Catela Guía del megalitismo en la provincia de Huelva. Una visión de los territorios, paisajes y arquitecturas para la difusión del patrimonio megalítico ..................................................................................................... José Antonio Linares Catela Tecnología del cobre en la Prehistoria Reciente de Andalucía. Caracterización arqueometalúrgica a partir de vasijas de Peñalosa (Baños de la Encina, Jaén) .................................................................................................... H. Cortés Santiago, A. Moreno Onorato, F. Contreras Cortés, S. Rovira Lorens, M. Renzi. GALERÍA FOTOGRÁFICA .....................................................................................................................................................................
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En contexto
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En contexto Bartolomé Ruiz González Director del Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera
En junio de 1984 celebrábamos en Cuevas de Almanzora (Almería) un congreso homenaje a la memoria de Luis Siret. En la presentación de las actas del mismo, su coordinador científico, el Dr. Oswaldo Arteaga Matute de la Universidad de Sevilla, planteaba la necesidad de su publicación en una doble perspectiva, por un lado como reconocimiento a Luis Siret y, por otro, como respuesta al vacío bibliográfico que a mediados de los 80 existía en nuestra comunidad en materia de arqueología prehistórica y protohistórica. En estos últimos años hemos vivido el desarrollo del denominado modelo andaluz de arqueología, pionero y ejemplo para el resto del país, que empezó a funcionar en aquellos años, al recibir las competencias en materia de Patrimonio Histórico desde el Gobierno de España a la Junta de Andalucía. Este modelo trabajó a varios niveles: el de investigación con la implantación de elementos tales como los proyectos generales de investigación, la perspectiva territorial en los estudios arqueológicos, los estudios arqueométricos y el análisis histórico de tipo procesual y diacrónico. Otro aspecto que se abordó fueron las instituciones, con la creación de la Comisión Andaluza de Arqueología y, finalmente, el de la transmisión del conocimiento y la divulgación con las Jornadas de Arqueología Andaluza, el Anuario Arqueológico de Andalucía y las Memorias Finales de los Proyectos. Especial relevancia tuvo la preocupación por la solución de las particularidades generadas por la arqueología urbana. Este modelo de tutela patrimonial que aunaba investigación, protección, conservación y difusión y que perduró hasta mediados de los años 90 intentó la conciliación entre las denominadas Arqueología de investigación y la de gestión. El modelo andaluz de arqueología supuso importantes avances no sólo en lo que se refiere a la gestión sino también en la investigación del patrimonio arqueológico andaluz. Se fomentó el uso de analíticas de laboratorio o los estudios sobre la reconstrucción del paisaje. Se apostó por el uso de aplicaciones informáticas, la creación de bases de datos y los Sistemas de Información Geográfica. Se avanzó en el análisis territorial como forma de explicar e interpretar los mecanismos de organización y funcionamiento de las sociedades prehistóricas y protohistóricas. Pero también se ha avanzado en los últimos años en cuestiones relativas a la teoría arqueológica, entre los principales debates están los relacionados con la arqueología del paisaje, la arqueología feminista y de género o la arqueología social y las teorías sustantivas sobre el origen de la desigualdad social. Por último, tenemos que hacer hincapié en la creciente importancia de la difusión. La experiencia acumulada en este recorrido ha quedado plasmada en la elaboración y aprobación de la ley 14/2007, de 26 de noviembre, del Patrimonio Histórico de Andalucía que sustituye a la vigente desde 1991. En esta ley quedan patentes muchas de las preocupaciones que hemos indicado a lo largo de este texto, por ejemplo merece la pena destacarse la creación de figuras que intentan proteger el patrimonio a la vez que dinamizar el sector turístico, como la RECA o Red de Espacios Culturales de Andalucía, que pretende difundir la información histórica de los yacimientos y contribuir a enriquecer la oferta cultural como respuesta a una emergente demanda que busca otro tipo de ocio, y que además contribuye a la generación de riqueza y de empleo. Recientemente la Ley 7/2011, de 3 de noviembre, de Documentos, Archivos y Patrimonio Documental de Andalucía, en su Disposición Final Cuarta modifica el artículo 2 de la Ley 8/2007, de 5 de octubre, de Museos y Colecciones Museográficas de Andalucía, añadiendo un párrafo segundo al apartado 1 del artículo 2 en el que se establece que Asimismo, la ley será de aplicación a los conjuntos culturales, sin perjuicio de las previsiones contenidas en la legislación reguladora del patrimonio histórico y en la norma de creación del conjunto. Esta previsión tiene por objeto plasmar en la norma la concepción teórica de que los Conjuntos Culturales no son sólo una fórmula administrativa para gestionar una Zona Arqueológica, un Monumento, un Sitio Histórico y su patrimonio, sino museos de sitio. En la actualidad la arqueología pre y protohistórica en nuestra comunidad autónoma se enfrenta a muchos retos pero quizá el principal es reivindicar su marcado interés social. Asuntos tan importantes como las relaciones entre arqueología y sociedad, la protección y uso del patrimonio, la educación y la divulgación científica, la práctica profesional de la arqueología (académica y comercial) o la creación de valores sociales, están pendientes de una respuesta por parte tanto de los y las profesionales (dentro y fuera de la academia) como de las instituciones públicas.
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Movilidad, contacto y cambio. II Congreso de Prehistoria de Andalucía
Es por ello que 25 años después propusimos, desde el Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera, la celebración de una nueva reunión heredera de la anterior, que sirviera a la vez para seguir homenajeando la memoria de Luis Siret, que permitiera la revisión de lo sucedido en la arqueología prehistórica y protohistórica en estos 25 años, y que actuara como foro para comprender y debatir la situación actual, articulando propuestas de futuro para el desarrollo de la arqueología andaluza. Uno de los primeros pasos fue la creación, desde este Conjunto Arqueológico, del Centro de la Prehistoria de Andalucía Luis Siret, conceptualizado como un instrumento para la información, difusión y comunicación del conocimiento actual acerca de las sociedades prehistóricas en nuestra comunidad. Nuestra segunda propuesta fue la organización del MEMORIAL LUIS SIRET con dos actividades complementarias. La primera de ellas fue la celebración del Acto Institucional con motivo del 75 Aniversario de la muerte de Luis Siret en junio de 2009 en Cuevas de Almanzora; la segunda de las actividades fue el Congreso de Prehistoria de Andalucía: La Tutela del Patrimonio Prehistórico de Andalucía celebrado en Antequera en septiembre de 2010, encomendándole la presidencia del comité científico a la Dra. Margarita Sánchez Romero de la Universidad de Granada. De esta manera, 25 años después de aquella reunión y a los 150 del nacimiento del ingeniero belga, comenzaba la andadura de los Congresos de Prehistoria de Andalucía, concebidos y proyectados en el Plan Director del Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera, con los siguientes objetivos: - Crear un espacio de reflexión sobre la Prehistoria de Andalucía. - Aunar propuestas de trabajo procedentes tanto de la administración cultural como de la Universidad. - Crear una plataforma de debate para la transferencia de conocimientos tanto de los nuevos modelos de gestión como de las últimas investigaciones. La iniciativa de creación de los Congresos de Prehistoria de Andalucía pretende recoger todos estos aspectos y agregarlos a las preocupaciones tradicionales de la Arqueología en nuestra comunidad como son: la comprensión de los modos de vida de las sociedades pasadas con un especial énfasis en los aspectos metodológicos y teóricos; la práctica arqueológica definida en un sentido científico y político al mismo tiempo, actuando en procesos de transformación y creación en el ámbito de las sociedades actuales; o la preocupación por la conciencia ciudadana y su interés por el patrimonio heredado, realzando la rentabilidad social y cultural que proporcionan los trabajos realizados con garantía científica y de difusión pública. Los Congresos de Prehistoria de Andalucía servirán de manera periódica para analizar diferentes aspectos de estos temas creando foros de discusión y publicaciones que permitan avanzar y que sean útiles a la práctica de la Arqueología pre y protohistórica. Su celebración supone la puesta al día cada dos años de aspectos específicos de la tutela del patrimonio prehistórico con los beneficios que supone el debate de los mismos entre los y las profesionales. Siguiendo este mismo espíritu, y bajo el epígrafe Movilidad, contacto y cambio, se celebró en Antequera, en febrero del año 2012, el II Congreso, cuyas actas tiene usted entre sus manos. En esta edición le encargamos la presidencia del comité científico al Dr. Eduardo García Alfonso, Conservador de Museos de la Junta de Andalucía. Deseamos agradecer a todas las personas que han dedicado su tiempo y esfuerzo en hacer realidad este ambicioso proyecto; sin ellas no hubiera sido posible. Huelga decir que la actual situación económica es muy delicada, sin embargo, tenemos lo más importante: el equipo humano. Os esperamos en Antequera, en 2014, en la tercera edición del Congreso de Prehistoria de Andalucía que tendrá como eje la Prehistoria de las Tierras de Antequera con la dirección científica de la Dra. María Dolores Camalich Massieu y del Dr. Dimas Martín Socas de la Universidad de la Laguna.
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Introducciรณn
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Introducción Eduardo García Alfonso Presidente del Comité Científico del Segundo Congreso de Prehistoria de Andalucía Junta de Andalucía. Delegación Territorial de Educación, Cultura y Deporte, Málaga
En 2010, con la celebración del Primer Congreso de Prehistoria de Andalucía. Memorial Siret en Antequera, la entonces Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía inició una andadura que quiso mantener su continuidad con la organización de un segundo evento en 2012. La idea era realizar un encuentro de características y formato similar al primero, de manera que quedase institucionalizada la realización de un Congreso de Prehistoria de Andalucía auspiciado por la Administración Cultural con una cierta periodicidad. Planteada la idea, en este caso concreto se decidió que este lapso sería bienal, lo que no significa que necesariamente fuera a ser siempre así en el futuro, sino que corresponderá a la propia Consejería competente en materia de Patrimonio Histórico decidir el momento adecuado para la celebración de estas reuniones, aunque buscando siempre una cierta regularidad en su convocatoria. Acabado el Primer Congreso de Prehistoria de Andalucía. Memorial Siret la entonces Consejería de Cultura decidió que la línea de los futuros Congresos de Prehistoria de Andalucía fuese monográfica. El objetivo marcado era debatir un tema que suscitase el interés del mundo científico y que permitiese múltiples ángulos de aproximación: desde la investigación a nivel teórico hasta la Administración Cultural, pasando, entre otros, por la presentación pública de trabajos de campo y laboratorio en formato póster. Con participación abierta, se pretendía, por un lado, ofrecer un panorama amplio de las labores efectuadas en el ámbito de la Prehistoria de la Comunidad Autónoma de Andalucía u otras zonas vinculadas a ésta, y, por otro, brindar a la comunidad científica un vehículo de difusión de sus proyectos, independientemente de su envergadura, pero con unos niveles de calidad adecuados. Para poder hacer realidad estos propósitos era necesario contar con un soporte de organización que garantizase la continuidad de las labores realizadas. El mecanismo para ello fue incluir la celebración de estos encuentros en la programación de un centro adecuado dentro del organigrama de la entonces Consejería de Cultura. No podía ser de otro modo que fuera el Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera el designado para ello. A la experiencia derivada del Primer Congreso de Prehistoria de Andalucía. Memorial Siret, se unía la propia custodia por parte del Conjunto del Bien de Interés Cultural más emblemático de la Prehistoria andaluza, candidato en el momento de redactar estas líneas a ser declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Por tanto, quedaba fuera de toda duda que la decisión de vincular la celebración de los futuros Congresos de Prehistoria de Andalucía al Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera estaba plenamente justificada, no solo a nivel institucional, sino también científico. Igualmente, la capacidad organizativa del propio Conjunto, que cuenta con una plantilla de personal especializado en las diversas facetas de tutela del Patrimonio Histórico, se ponderó como un factor clave a la hora de garantizar la continuidad futura de los encuentros. Aceptada, pues, por el autor de estas líneas la encomienda del entonces Secretario General de Políticas Culturales, D. Bartolomé Ruiz González, de organizar un Segundo Congreso de Prehistoria de Andalucía, se realizó la respectiva constitución de los Comités Científico y Organizador. Como se ha dicho más arriba, era necesario encontrar un hilo conductor temático que, dotado de la necesaria transversalidad a lo largo de la Prehistoria y la Protohistoria, permitiese un punto de encuentro y discusión por parte de los investigadores que desarrollan su tarea en el ámbito meridional de la Península Ibérica, al tiempo que permitiese abordar cuestiones relacionadas con el tema principal desde la tutela y gestión del Patrimonio Histórico de estos momentos. Así, el Comité Científico determinó que los contactos a corta, media o larga distancia entre sociedades diversas y su repercusión en los fenómenos de cambio demográfico, tecnológico, económico, social e ideológico constituía un asunto de actualidad que permitiría la puesta en común de aspectos generales entre los investigadores. El desplazamiento, sea cual sea su naturaleza, ha sido siempre un ámbito de gran interés para la Arqueología. Superados los paradigmas puramente difusionistas del pasado e instalados en un momento de la disciplina que ha visto el paso de muchos “ismos”, quedan muchas cuestiones por abordar en este campo. Son necesarias todavía muchas explicaciones para entender procesos desarrollados en las sociedades pre y protohistóricas que nos obligan a prescindir de un autoctonismo, a veces un tanto ingenuo, cuyos excesos han llegado a equipararse en algunos aspectos con el difusionismo más rancio. Por ello, el título que se eligió para este Segundo Congreso de Prehistoria de Andalucía fue “movilidad, contacto y cambio”.
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Movilidad, contacto y cambio. II Congreso de Prehistoria de Andalucía
Continuado con la dinámica iniciada en el Memorial Siret de 2010, el nuevo encuentro se planteó también estructurado en varias mesas de debate, centradas en cuestiones muy diversas, referidas a las nuevas metodologías de trabajo arqueológico que permiten establecer vínculos genéticos entre poblaciones, sistemas de información geográfica y su aplicación a territorios y periodos concretos, identificación de materias primas usadas en la Prehistoria… Igualmente, no faltaron los temas vinculados a los procesos de cambio derivados de la irrupción de nuevas poblaciones vinculadas a fenómenos migratorios, así como la propia resistencia a estas transformaciones en diversas sociedades de la Prehistoria y Protohistoria del territorio actualmente andaluz. El Congreso no podía dejar de lado el tema de las relaciones a distancia en el campo de la gestión del Patrimonio, con lo que supone la cooperación institucional entre diferentes entidades territoriales, administrativas y científicas. Desde este punto de vista se invitó a participar a los responsables de diversos proyectos españoles centrados en la cooperación cultural entre Comunidades Autónomas, Universidades y entidades de la Unión Europea, priorizando evidentemente aquéllos cuyo ámbito de actuación fuera el Patrimonio prehistórico y protohistórico. Como ocurrió en el Primer Congreso de Prehistoria de Andalucía. Memorial Siret, la Secretaría General de Políticas Culturales delegó en el Comité Científico la capacidad de otorgar la edición correspondiente de la Medalla de Menga. La creación en 2010 de dicho galardón tuvo como objeto el reconocimiento por parte de la Comunidad Autónoma a aquellas personas o colectivos que habían destacado en alguna faceta vinculada al Patrimonio prehistórico de Andalucía. En este sentido, el Comité Científico ha tenido la enorme responsabilidad de consolidar un premio muy joven y de determinar los mecanismos de concesión del mismo. Actuando de manera absolutamente soberana, el referido Comité acordó que se premiarían trayectorias profesionales o de dedicación a aspectos tales como la investigación, la conservación, la difusión o la defensa del Patrimonio prehistórico andaluz, bien a título individual o colectivo. El premio, que no conlleva dotación económica, ha afianzado así su vocación de continuidad. La propia Medalla de Menga es, en si misma, un objeto de arte. Diseñada por el escultor Francisco Javier Galán Domingo (Madrid, 1968) en su taller de Antequera, es pieza de serie limitada y solo producida según las necesidades de la Consejería de Cultura. En su edición 2012 el Comité Científico del Segundo Congreso de Prehistoria de Andalucía decidió otorgar tres Medallas de Menga, proponiendo a la Consejería de Cultura que el galardón pudiera tener una vertiente dedicada a la comunidad arqueológica y otra de carácter cívico, dedicada a premiar a personas o entidades que, sin una dedicación profesional a estos temas, hubieran destacado en labores de promoción y defensa del Patrimonio Arqueológico. En este sentido, se elevó a la Consejería la propuesta de que la Medalla de Menga pudiera incluirse dentro del Decreto 67/2012, de 13 de marzo, por el que se crean y regulan los Premios Andalucía de la Cultura. Siendo así, el Comité Científico decidió distinguir con la Medalla de Menga en su edición 2012 al Dr. Antonio Gilman Guillén, al Dr. Hermanfrid Schubart y a la Asociación de Amigos de los Íberos de Jaén, cuyos méritos son sobradamente conocidos en sus respectivos campos. El galardón fue entregado en Antequera por el entonces Consejero de Cultura de la Junta de Andalucía, D. Paulino Plata Cánovas, el día 15 de febrero de 2012, en el acto inaugural del Segundo Congreso de Prehistoria de Andalucía, un momento muy emotivo. Los dos primeros premiados recibieron personalmente el premio, mientras que en nombre de la Asociación de Amigos de los Íberos de Jaén acudió su Presidenta, Dª. Pilar Palazón. Las tres jornadas que duró este Segundo Congreso de Prehistoria de Andalucía fueron no solo propicias al debate científico, sino también a la convivencia entre los asistentes. La concurrencia de investigadores procedentes de los más diversos puntos de la geografía española y de diferentes lugares de Europa favoreció un interesante intercambio de experiencias y de conocimientos. Igualmente, fue de enorme interés el compartir sala y mesa entre personas que desarrollan su labor en la Universidad, en los Centros de Investigación y en la Administración Cultural, tanto a nivel europeo, estatal, autonómico y local así como con los colegas que se dedican al libre ejercicio de la profesión arqueológica. De este modo aprendimos tanto de las exposiciones de los invitados como de la conversación informal. En este sentido, la presencia del entonces Sr. Consejero de Cultura, D. Paulino Plata Cánovas, fue un espaldarazo a la línea de estos Congresos, como ya ocurrió en la primera edición. Este interés de la máxima autoridad pública en materia de Patrimonio Histórico de nuestra Comunidad Autónoma es motivo de satisfacción para el mundo de la arqueología, que pone a nuestra profesión al nivel que le corresponde. Igualmente, tuvimos la oportunidad de disfrutar de la compañía de los entonces Secretario General de Políticas Culturales, D. Bartolomé Ruiz González, y Directora General de Bienes Culturales de la Junta de Andalucía, Dª. Margarita Sánchez Romero, que, pese a sus apretadas agendas, tuvieron la cortesía de estar con todos nosotros las tres jornadas que duró el Congreso. No podía ser de otro modo. Arqueólogos de formación y dedicación ambos, no dejaron pasar la oportu16
Introducción
nidad de estar estos días con sus compañeros y amigos, participando de la discusión como otros colegas, prescindiendo del rango de la alta representación institucional que ostentaban. Será difícil que en el futuro se pueda dar la circunstancia de que dos arqueólogos ocupen responsabilidades de tal nivel en la organización de la Administración Cultural de Andalucía, con el efecto que ello ha tenido estos años en pro de nuestra disciplina. Pero, en fin, confiemos en que esta conjunción pudiera volver a producirse. Estos días en Antequera también sirvieron como marco para dar a conocer el volumen de Actas del Primer Congreso de Prehistoria de Andalucía. Memorial Siret, que fue presentado por la Directora General de Bienes Culturales, Dª. Margarita Sánchez Romero. En el mismo acto se realizó una presentación de las nuevas publicaciones del Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera, tanto el número dos de Menga. Revista de Prehistoria de Andalucía, como el monográfico dedicado a los grabados del dolmen de Menga en el siglo XIX, obra de Juan Sánchez Cuenca. Aspecto destacado en este acto fue la puesta de largo del Plan Director de los Dólmenes de Antequera, que ha supuesto un esfuerzo de más de tres años para el personal del Conjunto Arqueológico y un nutrido grupo de especialistas, que ha contado con la colaboración de la Consejería de Cultura, el Instituto Andaluz de Patrimonio y el Ministerio de Cultura. Este Plan Director se constituye en un documento de trabajo y gestión del Conjunto Arqueológico, que marcará las pautas para poner en marcha un sueño que cada vez está más cerca de hacerse realidad: la declaración de los Dólmenes de Antequera como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, reconocimiento que, sin duda, veremos cumplido en un futuro no muy lejano. Terminado el encuentro se ha procedido a la realización de las presentes Actas, volumen que ya se suma al del Primer Congreso de Prehistoria de Andalucía. Memorial Siret. Desde estas líneas quiero agradecer en primer lugar al entonces Secretario General de Políticas Culturales, D. Bartolomé Ruiz González, y a la entonces Directora General de Bienes Culturales, Dª. Margarita Sánchez Romero, su confianza al encargarme la conducción de este evento científico y su inestimable apoyo para la celebración del mismo en una coyuntura económica muy complicada. Igualmente, testimoniar a los integrantes de las Mesas de Debate, presidentes y ponentes, su dedicación y su comprensión del marco de austeridad imperante, realizando las tareas encomendadas con absoluta diligencia y vocación por el avance de nuestra disciplina. Este agradecimiento es, si cabe, mayor, dadas las actuales circunstancias que obligan a los docentes universitarios e integrantes de los centros de investigación a una suerte de “tiranía” de las publicaciones llamadas de impacto, entre las que no se encuentra un Congreso. Por eso, desde aquí quiero ofrecer testimonio público de la gratitud de la Consejería de Educación, Cultura y Deporte de que nos hayan dedicado su tiempo no solo acudiendo a la llamada que efectuó en su día el Comité Científico, sino también el esfuerzo de preparar una publicación en formato artículo, que, seguramente, no les va a reportar más que una nueva entrada en sus ya amplios curricula, pero que nosotros valoramos como si fuera un preciado tesoro. Por otro lado, fue una gran satisfacción para mí y para los integrantes de los Comités Científico y Organizador la gran asistencia tanto de investigadores jóvenes que presentaban sus pósteres como la de público interesado en general. Ello ha sido un magnífico estímulo, ya que, recoge la excelente salud de la disciplina, el interés social que suscita y, especialmente, su continuidad cara al futuro. Igualmente, sin la colaboración total de mis compañeros y compañeras vocales del Comité Científico y de los miembros del Comité Organizador, que me apoyaron en los momentos decisivos para impulsar que este proyecto llegara a buen puerto, el lector no tendría ahora entre sus manos este volumen. En especial quiero mencionar a D. Francisco Contreras Cortés, presidente de la sesión de pósteres, quien, por la peculiaridad de la labor que se le encomendó, asumió amablemente una carga de trabajo bastante importante. Su experiencia en estos asuntos me resultó de gran ayuda a la hora de dar cumplimiento a las decisiones tomadas en el Comité Científico. Tampoco puedo olvidarme del personal de la Agencia Andaluza de Instituciones Culturales que colaboró diligentemente para la logística previa y posterior al Congreso, así como durante la celebración del mismo, para asegurar la máxima comodidad de los asistentes y el buen ambiente que hubo a lo largo del encuentro, todo ello con una actitud plena de servicio y siempre prestos al gesto amable y a la sonrisa. Finalmente, una mención especial para el personal del Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera, que prestaron su habitual saber hacer en todos los detalles de organización y colaboración absoluta en la gestión de la documentación de los asistentes, así como en la atención a éstos durante el Congreso, codo con codo con el personal de la Agencia. Igualmente, la labor del Conjunto ha sido esencial en la preparación de las Actas, sin importar a su personal el tiempo de dedicación a estas labores, con una profesionalidad y un calor humano que ya no proliferan en demasía. En especial, quiero mencionar a Dª. Rosa Enríquez Arcas, responsable del Conjunto Arqueológico en los momentos de celebración del Segundo 17
Movilidad, contacto y cambio. II Congreso de Prehistoria de Andalucía
Congreso de Prehistoria de Andalucía, con quien he tenido el privilegio de trabajar en este tiempo. Finalmente, recordar la inestimable ayuda que me han prestado Luz Pérez Iriarte y Rafael Villafranca Jiménez, compañeros de los Servicios Centrales de la Consejería, en la preparación de estas Actas. Por tanto, una vez efectuados estos merecidos agradecimientos, quiero pedir disculpas por los posibles errores que se hayan cometido vinculados a la celebración del encuentro. Tal vez por el apresuramiento con que nos hemos acostumbrado a hacer las cosas en esta época que nos ha tocado vivir. La civilización de la inmediatez, del “tiempo real”, nos lleva a querer estar en varios sitios a la vez, pero la experiencia demuestra, una vez más, que ello no es posible. Ni la tecnología más moderna puede sustituir al olímpico Hermes en la transmisión y procesado de la información. Y como yo no soy Zeus, sino sólo un simple mortal, asumo la parte de responsabilidad que me toca, tanto en los aciertos como en los errores. Llegado a este punto, pienso que con la publicación de estas Actas doy pleno cumplimiento al compromiso que adquirí en su día con la entonces Consejería de Cultura, hoy de Educación, Cultura y Deporte, y cedo el testigo para que se inicie la preparación del Tercer Congreso de Prehistoria de Andalucía. Sinceramente, muchas gracias.
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Conferencia inaugural
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¿Estados en la Prehistoria del sur peninsular? Antonio Gilman Universidad Estatal de California (Estados Unidos de América)
En las interpretaciones tradicionales de la Prehistoria española, empezando por la de los Siret y con absoluto predominio hasta casi cien años después de la publicación de Les premiers ages du métal (1887), conceptos esencialmente sociológicos como “Estado” no tenían ninguna importancia. El enfoque era cultural y la cuestión esencial era descubrir el origen de los elementos distintivos del registro arqueológico. En el curso de la investigación se llegaría a conclusiones firmes y consensuadas sobre cómo estos elementos llegaron a aparecer en la Península Ibérica. Sucesivas olas de inmigrantes o influencias los habrían traído desde el Mediterráneo oriental. La Edad del Hierro evidentemente llegaba con los fenicios y anteriormente agentes similares habrían traído la metalurgia, el megalitismo y la domesticación. Estos enfoques siguen manteniéndose en gran parte donde las teorías difusionistas siguen funcionando, o sea en relación con la neolitización y las transformaciones culturales a partir del Bronce Final. Sin embargo, durante los años 1970 y con una cronología basada en el radiocarbono, las teorías difusionistas concretas que explicaban la llegada de los elementos característicos de las Edades del Cobre y del Bronce resultaron inviables. Algunos investigadores entonces jóvenes (yo entre ellos) se plantearon cómo explicar los cambios en el registro del cuarto al segundo milenio a.C. como un proceso de desarrollo autóctono, es decir, un proceso de evolución social. Ahora, cuando se observa, por ejemplo, que el principio y el final del ciclo argárico coinciden con acontecimientos importantes en el Mediterráneo oriental (el inicio de El Argar con el final del Imperio Antiguo y el inicio del Medio en Egipto; y su cierre con el final de la destrucción de los palacios cretenses a finales de LM IB) las causas sugeridas son cambios climáticos u otros sucesos medioambientales (Lull et alii, 2009: 225). El tema central del evolucionismo social es el desarrollo de la “complejidad social”. Se toma como premisa que familias indiferenciadas entre sí eran la condición social primitiva de la humanidad. Evidentemente habría distinciones entre las personas individuales según su edad, género y capacidades particulares, pero a nivel de cada familia los conocimientos, las actividades y las recompensas estarían distribuidas de manera uniforme. Sociedades de este tipo (bandas y tribus en la terminología clásica) existen en el registro etnológico y se reconocen en el registro arqueológico. La cuestión es cómo y por qué las sociedades caracterizadas por un Modo de Producción Doméstico igualitario a nivel de la familia llegaron a diferenciarse en sus recompensas (en términos jerárquicos) y en sus funciones (en términos “heterárquicos”). La obra de Marshall Sahlins (1972) es la mejor formulación del punto de vista dominante entre los evolucionistas sociales: la jerarquía es necesaria para que la heterarquía funcione. Es decir, una élite es necesaria para organizar y garantizar un sistema económico diferenciado e intensificado que trascienda la infraproducción estructural del Modo de Producción Doméstico. Otro punto de vista, que ha ido ganado terreno, es que los sistemas de intensificación productiva y de intercambio que empiezan a introducirse en sociedades primitivas dan pie a la explotación por quienes se constituirán como una clase dirigente (1). Ahora que Robert Chapman (2003, 2008; cf. 1990) ha cambiado de punto de vista, creo que se puede decir que casi todos los que estudiamos la evolución social en la Prehistoria del sur peninsular compartimos esta segunda visión del asunto. La fase culminante de la evolución social es, por supuesto, el Estado. Para la corriente dominante del evolucionismo social el Estado está constituido por las instituciones necesarias para el funcionamiento de un sistema social orgánicamente integrado para beneficiar tanto a los plebeyos como a las élites, un sistema que se forma sin solución de continuidad como la fase clímax de la ecología política. Para los que tenemos el punto de vista explotacionista, el Estado es, en las palabras de Vicente Lull y Rafael Micó, el instrumento de la clase explotadora para mantener dentro de un ‘orden’... los antagonismos irreconciliables de clase en que la producción divide la sociedad. Burocracia y ejército permanente, como instituciones básicas de cualquier estado, fueron características que Engels, y años más tarde Lenin, se encargaron de subrayar (Lull y Micó 2007:146-47). A esto debería uno añadir una institución ideológica, sea una Iglesia o un Ministerio de Educación, para persuadir a los súbditos de que su sumisión es necesaria. Como comenta Rousseau (1972: 107) “le plus fort n’est
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Movilidad, contacto y cambio. II Congreso de Prehistoria de Andalucía
jamais assez fort pour être toujours le maître, s’il ne transforme sa force en droit et l’obéissance en devoir”. Implícito en esta perspectiva está el hecho de que la tendencia natural del ser humano es resistirse a ser súbdito de un Estado. James Scott (2009: 7) explica la situación con claridad: La mayor parte de la población de los primeros estados no tenían libertad; eran súbditos bajo coacción. Vivir dentro de un estado significaba, casi por definición, impuestos, conscripción, trabajos forzados, o sea servidumbre. Estas condiciones son básicas para las ventajas ... del estado. [Por lo tanto] era corriente que esos súbditos se fugaran. [Traducción mia.] Controlar esa resistencia es imperativo y tiene que hacerse de forma contundente. Esta es la lógica que subyace la denominada “Ley de Yoffee”, según la cual si cabe la menor duda que una sociedad es un Estado, no lo es (Yoffee 1994): ya que los seres humanos se resisten a ser explotados, un sistema que consiga hacerlo tiene que mostrar su poder de forma material y visible (con lo cual no será difícil reconocerlo en el registro arqueológico). No creo que los que estudiamos la Prehistoria peninsular estemos en desacuerdo sobre la naturaleza y el significado del Estado. Donde sí hay desacuerdos es sobre si ese complejo de instituciones surgió en la Península Ibérica antes de la Edad del Hierro. Aplicar etiquetas clasificatorias a casos concretos no es en sí un área interesante, pero examinar lo que podemos decir sobre la naturaleza y la escala de la complejidad social quizás lo sea. Mi propósito, pues, es examinar de forma crítica los datos que se presentan a favor del surgimento de la complejidad social en el sur de la Península. Evidentemente para ello sólo tengo acceso a lo que se haya publicado, y necesariamente mi premisa es que mis colegas saben lo que hacen y presentan los mejores argumentos que tienen. ¿Hasta qué punto podemos afirmar que existe una diferenciación funcional entre unidades domésticas durante la Edad del Cobre? A base del registro publicado poco podemos decir de forma sistemática sobre las actividades concretas dentro de las casas. Hay casos puntuales donde sabemos que ciertas actividades particulares se desarrollaron en ciertos espacios (la “casa metalúrgica” en el segundo recinto de Los Millares, el taller lítico del Fortín 1, los hornos superpuestos en Cabezo Juré, etcétera), pero no disponemos de la información sistemática sobre los espacios de habitación que nos permitiera contextualizar estos hallazgos. Si tomamos los yacimientos tomados como unidades, todo parece indicar que una gama amplia de actividades se desarrolló en todos: por ejemplo, se encuentran indicios de que existía una producción metalúrgica en la mayor parte de los poblados. En resumidas cuentas, lo que encontramos en el registro habitacional de la Edad del Cobre no nos da razones suficientes para suponer que la producción no fuese organizada de una forma doméstica y con igualdad de acceso a los recursos. Para la Edad del Bronce los argumentos principales a favor de la existencia de especialización y desigualdad en el acceso a los recursos productivos se han centrado en la metalurgia. La tesis de Vicente Lull (1983) siempre ha sido que el desarrollo de esa industria fue lo que promovió el desarrollo de la complejidad social argárica. Lull y su equipo han emprendido una extensa labor empírica para contrastar sus propuestas y exponen el estado de la cuestión en una serie reciente de artículos brillantes e interrelacionados (Lull et al., 2009, 2010a, 2010b, 2011; Lull Santiago et al., 2010). Otros expertos, notablemente Ignacio Montero (e.g. Montero Ruiz, 1994; Montero Ruiz y Murillo Barroso, 2010), no están del todo convencidos. Poco puedo añadir a lo que ellos dicen. Desde mi punto de vista, los mejores argumentos a favor de la importancia de la metalurgia en El Argar son dos. El primero es que el declive brutal en la calidad y variedad tipológica de la industria lítica indica que los útiles de cobre cubrían la necesidad de tener filos cortantes (y que, por lo tanto, el metal sería un elemento esencial para la producción primaria). El segundo es que parece que la metalurgia estaba organizada a escala interregional, con algunos yacimientos que producían el metal. Peñalosa es el único en el cual se encuentra toda la cadena operativa (Moreno Onorato y Contreras Cortés, 2010), otros que lo recibían y convertían en objetos y otros, por último, sin ningún tipo de producción metalúrgica. De nuevo desde mi punto vista, los argumentos principales en contra de que la metalurgia tuviera suficiente importancia para servir como motor del desarrollo argárico son otros dos. Primero es que en el registro arqueológico el consumo de metal se hace a muy pequeña escala comparado con otras regiones europeas durante la Edad del Bronce y consiste principalmente de armas y ornamentos en contextos funerarios. El segundo es que la composición del metal argárico no sugiere que hubiera el grado de reciclaje esperable si (con tan poco metal en contextos domésticos) hubiera una producción a gran escala dedicada a la producción de herramientas prácticas. Un problema evidente es que, comparada con la Edad del Cobre precedente, la práctica metalúrgica de la Edad del Bronce no es tan difícil como para exigir de por sí una producción especializada y no doméstica. Otro 22
¿Estados en la Prehistoria del sur peninsular?
problema es la dificultad de establecer la relación cuantitativa entre lo que observamos (o sea, lo que sale de circulación) y lo que no observamos (lo que sigue circulando). Es difícil saber a qué escala funcionaba la minería prehistórica. Por una parte, las explotaciones recientes arrasan las antiguas. Por otra, no podemos calcular en qué proporción lo producido sale de circulación y entra en el registro que nos es visible (2). Francisco Nocete (2001) supone que la minería del tercer milenio funcionaba a gran escala. Se basa en parte en el análisis de un sondeo en el estuario del río Tinto (Leblanc et al., 2000: 655) que muestra en sedimentos fechados en el 2530±70 cal AC una concentración de metales pesados comparable a las concentraciones que se observan en los sedimentos modernos de ese mismo sondeo. A partir de esto, podemos concluir o bien que la minería de la Edad del Cobre funcionó a una escala parecida a las depredaciones del Río Tinto Group o bien que el muestreo representado por un solo sondeo es insuficiente para sacar conclusiones fidedignas. En todo caso, se debe notar que en Peñalosa, el único poblado minero cuyo contenido se ha publicado en detalle, está claro que la minería se practicaba a tiempo parcial. Se constata una gama completa de actividades agrícolas y domésticas. Antipina y Morales (2006) indican que la composición faunística, lejos de parecerse a las series procedentes de contextos de minería a tiempo completo, no se distingue de la de otros poblados argáricos sin esta especialización. El debate sobre la importancia y la escala de la metalurgia en las Edades del Cobre y del Bronce no puede considerarse cerrado. La otra industria importante reflejada en el registro arqueológico de El Argar es la alfarería, cuya limitada tipología ya fue señalada por los Siret. Los análisis morfométricos de los vasos carenados de Cerro de la Encina hechos por Aranda Jiménez (2010) indican coeficientes de variación sorprendentemente bajos con respecto a los aspectos no funcionales de su forma, a pesar de que la muestra abarca toda la larga ocupación del yacimiento. Ello sugiere por tanto una tradición alfarera controlada por un artesanado especializado. Por otra parte, según Aranda, estos artesanos trabajaban a tiempo parcial y, al margen de su producción, existía otra alfarería doméstica. O sea, la autosuficiencia del ámbito familiar no parece estar superada. Es notable, por cierto, que, como señala Aranda, no se haya identificado espacios de producción de cerámica en ningún yacimiento argárico. Esto es explicable dado el peligro de provocar incendios en caseríos tan concentrados como los argáricos, pero también sugiere que quizás la falta de talleres metalúrgicos, igual de combustibles y más contaminantes, en muchos yacimientos no refleje ausencias reales, sino que ciertas industrias se practicaban extra muros. Quiero cerrar la dicusión del grado de la especialización productiva argárica con algo que sorprentemente apenas constatamos en el registro, la industria textil. Como nos ha enseñado Elizabeth Barber (1994), en todos los primeros estados de Asia hasta las Américas esa industria es uno de los principales medios para extraer una plusvalía al trabajo doméstico y en particular al trabajo femenino. Por una parte, las técnicas necesarias, el hilar y el tejer, son relativamente sencillas y ya forman parte de la producción casera. Por otra parte, ese trabajo puede intensificarse (con más tiempo se hila más fino) y los paños resultantes pueden ser no solo almacenados sino lucidos. En el mundo argárico evidentemente se producían textiles, y de hecho encontramos pesas de telar en muchos yacimientos y algunas veces, en Peñalosa por ejemplo, se concentran en una esquina donde estaría el telar (3). Ninguno de los fragmentos de tela que se han conservado parece muy fino, sin embargo, y de momento no tenemos indicios de que se practicara esta forma directa y sencilla de explotación para el beneficio de una élite. Es un tema por investigar, pero de momento tanto en esto como en lo ya discutido, no queda claro que se haya superado el Modo de Producción Doméstico. Pasemos, pues, a preguntarnos qué pruebas hay de que existiera una jerarquización social hereditaria, o sea “una sociedad clasista” en las primeras épocas de los metales en el sur peninsular. Para la Edad del Cobre me parece muy difícil establecer que hubiera diferencias sociales internas a gran escala en el registro de los hábitats. La arqueología doméstica que pudiera demostrar diferencias de consumo entre unidades domésticas, si se ha hecho, no está publicada. Supongo, por ejemplo, que, si en Los Millares algunas de las casas redondas fueran de tamaño mucho mayor que otras o consumieran muchas más vacas que ovejas y cabras, los excavadores nos lo dirían de una forma cuantificable, ya que esto apoyaría la visión general del alto grado de complejidad social y política que ellos defienden (e.g. Molina y Cámara 2005). Mi impresión general es que tanto en Los Millares como en El Malagón la variabilidad en la arquitectura y el consumo doméstico cae dentro de la gama que uno podría esperar de familias de tamaños diferentes durante su ciclo de formación y eventual disolución. Lo que se ha publicado sobre los otros poblados del Cobre en el Sureste (Cerro de la Virgen, Almizaraque, Las Pilas, etc.) aún menos nos permite evaluar si hubo diferencias importantes en vida entre sus habitantes (4). Por ahora igual de poco podemos decir sobre posibles contrastes con respecto a los niveles de consumo en yacimientos en el 23
Movilidad, contacto y cambio. II Congreso de Prehistoria de Andalucía
valle del Guadalquivir (como Los Alcores, Albalate, Carmona o Valencina). Si los datos existen, no han sido puestos en valor. Con respecto al registro funerario, es evidente que algunos grupos sociales invirtieron cantidades muy importantes de trabajo en construir las tumbas colectivas, sean megalitos o cuevas artificiales, que caracterizan la época. Los que construyeron Menga trabajaron mucho más que los que construyeron El Tardón. Pero estos esfuerzos diferenciados son colectivos y se invierten en diferentes momentos, con lo cual no es posible atribuirlos a subgrupos más o menos poderosos (o numerosos) dentro de un mismo conjunto social. También se diferencian los ajuares y las localizaciones de estos monumentos. Hace años Chapman (1981) sugirió que, en Los Millares, las tumbas más ricas se encontraban más cerca de la muralla exterior. Sin embargo, estos monumentos albergan múltiples individuos y pudieron utilizarse (y acumular ajuares) durante siglos, con lo cual es imposible atribuir sus contenidos a subgrupos sociales más o menos pudientes durante intervalos particulares. Es posible que en Los Millares los linajes relativamente pobres (o pequeños) fueran consignados a las afueras de la necrópolis, pero esta interpretación presupone que las tumbas centrales y periféricas se construyeron más o menos a la vez y tuvieron duraciones deposicionales parecidas, condiciones que no podemos afirmar que sean ciertas. Me parece verosímil, y yo mismo lo he propuesto alguna vez, que las diferencias exhibidas en el registro funerario de la Edad del Cobre, tanto en el plano constructivo como el deposicional, sugieren la existencia de tensiones dentro de una sociedad que en principio quiere ser colectiva, pero está dejando de serlo. Debemos admitir, sin embargo, que es difícil contrastar lo contradictorio. Si por una parte uno dice, como Francisco Nocete (2001: 86), que “la apropriación desigual de los medios de destrucción (fortificaciones, etc.) nos permite inferir la división interna de la sociedad bajo estructuras de clase” y que “los productos de procedencia lejana (cobre, marfil, etc.), donde principalmente parecen recaer las inversiones de los excedentes centralizados, no adquieren ... un reparto simétrico al interior de estas grandes aldeas” (ibid.) y que la diferenciaciones funerarias [enterramientos en tholoi, en fosas y silos, en zanjas y sin huella arqueológica] “nos ofrecen el perfil de una sociedad con profundas disimetrías ... donde no es descartable la existencia de relaciones de esclavitud” (ibid. 99) y por otra parte uno dice, como el mismo Nocete, que “la regularidad de la iconografía simbólica que se implementó en el III milenio ... pudo convertirse, ante la imposibilidad de desarrollar mecanismos explícitamente coercitivos, en un instrumento de coacción que, regulando la reproducción social, justificase y camuflase [énfasis mío] las formas de disposición y sujeción de la fuerza de trabajo inter e intrasocial” (ibid., 97), o sea, que tanto las desigualdades como las igualdades observables demuestran que hubo una clase explotadora, entonces queda claro que la propuesta de la existencia de una tal clase no puede ponerse a prueba. En la época de El Argar las diferencias en vida no parecen ser mucho más dramáticas que las de la época precedente. A pesar de la mucha y buena arqueología que se ha hecho en poblados en estas últimas décadas, mis colegas dicen bastante poco a este respecto. Pero es evidente por qué. Las casas relativamente grandes pueden llegar a cubrir 60 o 50 m2: no llegan a ser muy señoriales. Los dos edificios sucesivos “monumentales” descubiertos en la cima de Fuente Álamo son excepcionales en su contexto cultural general con sus muros gruesos y plantas cuadradas, pero parecen más bien edificios públicos de algún tipo (y no son tan enormes como para que el trabajo invertido en su construcción tuviera que ser forzado). Tampoco parecen constatarse muchas diferencias evidentes en el consumo entre las distintas casas o barrios. Una excepción es Peñalosa, donde Contreras Cortés et alii (1995: 93; cf. Moreno Onorato y Contreras Cortés, 2010: 54) nos informan que los restos de “bóvidos y équidos ... se concentran en la zona alta del poblado”. Sanz Bretón y Morales Muñiz (2005; cf. Contreras Cortés, Morales Muñiz et al., 1995) publican los datos. Estos pueden considerarse de varias maneras. Por peso de los huesos, la distribución es esta:
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Parte baja GE I a VI/GE I a IX
Parte alta GE VII a X/GE X
Peso (kg) Bos + Equus
2.572/4.719
5.674/3.527
Peso (kg) Ovis/Capra + Sus
0.426/0.683
0.850/0.257
¿Estados en la Prehistoria del sur peninsular?
Si tomamos la parte alta del poblado como la terraza superior y la fortificación (GEs VII a X), la proporción de animales domésticos grandes es aproximadamente igual en la parte alta que en la parte baja (la proporción de ganado mayor a ganado menor es entre 6 y 7 a 1 en los dos sectores). Si limitamos la parte alta a la fortificación (GE X), la proporción de ganado mayor llega a ser el doble (7:1 en la parte baja, 14:1 en la parte alta). Sería incorrecto calcular un χ2 porque no se puede establecer el N total, pero en todo caso el φ de 0.23 no indica una relación acusada entre las variables. Por número minímo de individuos, los resultados son los siguientes: Parte baja GE I a IX
Parte alta GE X
Bos + Equus
42
8
Ovis/Capra + Sus
44
15
Esta distribución no es significativa [χ2 = 1.44; α = 0.23; φ = 0.12]. Evidentemente es difícil recoger muestras suficientes de contextos limitados si los contrastes que uno pretende establecer no son muy acusados. No es sorprendente, por lo tanto, que los argumentos se hayan centrado en el registro funerario. Lull y Estévez (1986:451) han propuesto dividir los ajuares de los enterramientos argáricos en cuatro estratos, y esta clasificación ha llegado a ser ampliamente aceptada: 1) Enterramientos con alabardas, espadas, diademas, brazaletes y/o pendientes de oro y plata, serían los de la “clase dominante”. 2) Enterramientos con puñal y punzón para mujeres o puñal y hacha para hombres (ambos con o sin cerámica) representarían “miembros de pleno derecho en la comunidad”. 3) Enterramientos con cerámica y quizás una sola pieza de metal, posiblemente representarían servidores. 4) Enterramientos sin ajuar posiblemente serían extranjeros y/o cautivos o esclavos. A esto, como nos demuestran Aranda Jiménez y Montón-Subías (2011), se pueden añadir restos de animales: bóvidos para los más privilegiados, ovicápridos para los más modestos. La cuestión es si estas gradaciones representan clases hereditarias adscritas o si simplemente reflejan las diferenciaciones inevitables entre individuos o grupos con mayor o menor éxito en la adquisición de bienes. En un interesante artículo reciente sobre enterramientos infantiles argáricos, Lull et al., (2005:262) indican que las clases funerarias tienen la siguiente distribución por edades: Subadultos (0 a 18 años)
Adultos (mas de 18 años)
Clase dominante (1)
15
16
Miembros de pleno derecho (2)
16
74
Servidores (3)
96
52
Cautivos o esclavos (4)
133
17
Aquí deben notarse varias cosas. Es evidente que la proporción de enterramientos subadultos es significativamente superior en la categoría 1 que en la 2 [χ2 = 11.34; α < 0.001; φ = 0.31]. El equipo de Lull interpreta esto en los términos clásicos de la sociología funeraria anglo-sajona: que los jóvenes reciban un enterramiento costoso, cuyo precio (por su condición subadulta) no hubieran podido adquirir por sus méritos, refleja su pertenencia a una clase superior adscrita. Pero cuando uno compara la proporción de enterramientos de subadultos supuestamente aristocráticos con la proporción de subadultos en todas las categorías inferiores, el contraste deja de significativo en términos estadísticos [χ2 = 2.65; α = 0.104; φ = 0.08]. El contraste verdaderamente fuerte es el que existe entre las dos clases superiores y las dos inferiores [χ2 = 409.7; α < 0.0001; φ = 0.99] y esto evidentemente debe ser porque muchos miembros de las clases superiores decidieron no enterrar a sus hijos con ajuares costosos. Como comenta Brian Hayden (1995: 49-50), el que haya padres ricos que decidan gastar mucho al enterrar a sus hijos debe considerarse reflejo de su ambición, y no necesariamente de su condición, aristocrática. Por contraste, la enumeración más sencilla de Manfred Kunter (1990:118) indica que la edad del muerto y la riqueza de su ajuar parecen estar relacionados: 25
Movilidad, contacto y cambio. II Congreso de Prehistoria de Andalucía
Subadultos (0 a 20 años)
Adultos (más de 20 años)
Con ajuar metálico
17
80
Sin ajuar metálico
100
22
Estos resultados son altamente significativos [χ2 = 90.18; α < 0.001; φ = 0.64]. Esto se repite cuando Kunter compara adultos jóvenes y viejos: Entre 21 y 40 años
Más de 40 años
Con ajuar metálico
41
44
Sin ajuar metálico
12
4
Esta distribución también es significativa [χ2 = 3.87; α = 0.049; φ = 0.20], aunque el contraste es menos acusado. Sí parece que con la edad (y la posible adquisición de bienes o de logros respetados) los ajuares se enriquecen. En todo esto debemos tomar en consideración la naturaleza paradójica de la selectividad funeraria argárica. El número de muertos que se encuentran dentro de los poblados (o sea, los que constan en el registro arqueológico) parece ser bastante inferior al que cabría esperar por el tamaño de los mismos. Si suponemos una expectativa de vida de 30 años y poblaciones del orden de 100 personas por hectárea, Fuente Alamo, por ejemplo, podría haber generado 20 veces más enterramientos que los descubiertos. Por una parte, pues, el rito funerario parece ser selectivo: solo algunos de los habitantes se entierran en el poblado. Por otra parte, sin embargo, como también nos indica Kunter (1990: 126), si uno compara la pirámide de vida que puede calcularse para las series argáricas con “las tablas-modelo de mortalidad de las Naciones Unidas, obtenemos un nivel que corresponde a grupos actuales primitivos.” Es decir, con respeto al emplazamiento de los muertos dentro del poblado, el rito funerario no parece selectivo: hombres y mujeres, adultos y niños, ricos y pobres, todos entran. Es más, como señalan Cámara Serrano y Molina González (2010: 28-30; cf. Lull, 2000: 587), los enterramientos ricos y pobres ocurren en las mismas casas (5). Si todas estas categorías de personas se incluyen entre los enterrados en el poblado, y frecuentemente en las mismas habitaciones, ¿por qué no debemos pensar que son todos miembros de pleno derecho de la sociedad, algunos con más éxito que otros? Es posible argumentar que esto refleja “la existencia de verdaderos siervos inhumados en las mismas viviendas que los señores a los que sirven” (Cámara Serrano y Molina González (2010: 30). Alternativamente, se puede pensar que “la familia era responsable del enterramiento pero no de la calidad del ajuar” (Lull 2000: 587), que estaría determinada por las leyes suntuarias impuestas por las autoridades superiores. Parece más parsimonioso suponer que los miembros de una misma familia que fueron enterrados en su vivienda en el curso de su ocupación hubiesen adquirido posiciones sociales de mayor o menor prestigio. Aquí debe subrayarse que la escala de diferenciación funeraria en El Argar no indica de por sí que los más ricos heredaran su riqueza. Algunas tumbas tienen mucho más que otras, pero el nivel de ostentación no llega a las estructuras funerarias monumentales, los bienes suntuosos (o las víctimas sacrificadas) que indicarían de forma intrínseca la condición aristocrática del difunto. En otras palabras, las diferencias entre los enterramientos de la “clase dominante” y los de los “miembros de pleno derecho” son cuantitativas más que cualitativas. Enterramientos como Fuente Alamo 1 o El Argar 51 o 62 tienen, en vez de (o además de) puñales, alabardas o espadas y brazaletes de oro o plata en vez de (o además de) otros de cobre. Como mucho añaden una diadema. Como dicen Cámara Serrano y Molina González (2010: 25) “las clases basales reciben ajuares ... que pueden ser considerados una copia reducida de los de las clases altas”. Las mejores pruebas que las distinciones funerarias argáricas fueron hereditarias serían las bioantropológicas. Si los adultos ricos heredaron su riqueza de padres ricos, es de esperar que hubieron sido mejor alimentados en su niñez que los adultos que heredaron su pobreza de padres pobres. Esto quedaría reflejado en los huesos. En una sociedad agropecuaria, los hijos de padres más prósperos comerán más carne y tendrán una proporcion más baja de Sr a Ca, sus huesos crecerán más altos y tendrán menos interrupciones en el crecimiento (y menos líneas de Harris), etcétera. Los estudios de este tipo todavía están en su infancia. Hace ya tiempo el Proyecto Gatas incorporó a la profesora Jane Buikstra para “posibilitar análisis biológicos más amplios con respeto a la demografía, la dieta y el parentesco, además de medir sus asociaciones con las prácticas funerarias que demarcaban diferencias sociales” en el yacimiento (Buikstra et al., 1995: 167). El primer avance (que yo sepa) publicado en detalle se refiere a una 26
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muestra de once esqueletos de Gatas. Según Díaz-Zorita Bonilla et al., (2011: 603), “los resultados de los análisis de carbones ofrecen una dieta de similares características en todos los indivíduos por lo que en este caso no se puede hacer ninguna inferencia sobre desigualdades sociales y diferentes accesos a los recursos alimenticios”. El tamaño de la muestra y el enfoque limitado de este estudio no nos permiten generalizar esta observación. En la Cuesta del Negro, según Cámara Serrano y Molina González (2010: 28), “los primeros análisis isotópicos, aun no mostrando tendencias absolutas, sugieren que el consumo de carne fue mayor en las clases altas, en los hombres, en las fases recientes y en ciertas áreas del yacimiento”. Evidentemente, sin tener una publicación detallada de estos resultados es imposible evaluar el grado de significación de estas tendencias (6). Hace ya 20 años Jiménez Brobeil y García Sánchez (1990: 174) sugirieron que en el Cerro de la Encina los que tenían ajuares ricos trabajaban menos y tenían una musculatura menos desarrollada que los que tenían ajuares pobres, pero la muestra es demasiado pequeña (2 ricos débiles, 2 pobres fuertes) para darnos resultados significativos. La serie más extensa y asequible para comparar esqueletos y ajuares argáricos es el corpus Siret publicado por el Instituto Arqueológico Alemán: los esqueletos por Kunter (1990), los ajuares por Hermanfrid Schubart y Hermann Ulreich (1991). A base de las estadísticas ya citadas, Kunter (1990: 126) concluyó que la edad es el principal determinante del contenido de los ajuares y declara que “no hay indicios que justifiquen una estratificación de la población de El Argar según criterios económicos.” Lull et alii (2010: 338) presentan el siguiente diagrama sobre la cantidad (el peso) de metal por enterramiento en las necrópolis de Los Millares y El Argar (Figura 1).
Figura 1. Distribución porcentual (por peso) de metal por individuo enterrado en las necrópolis de Los Millares y El Argar (según Lull et al., 2010: fig. 8).
En Los Millares está claro que existe una sola clase de personas, con poco o nada de metal per capita. En El Argar, sin embargo, hay una distribución bimodal interesante: algo más de la mitad de los muertos tienen poco o nada de metal y algo menos de la mitad se distribuyen de forma Gaussiana entre relativamente pobres y muy ricos. Esto me parece muy expresivo. Podemos decir que, si existen clases hereditarias en El Argar, su estructura no se asemeja a una pirámide social clásica, con unos pocos privilegiados y una gran mayoría de sumisos (en varias gradaciones de sumisión). Tenemos, por una parte, los mencionados “miembros de pleno derecho en la comunidad”, entre los cuales las distinciones podrían ser adquiridas, y por otra parte una clase de pobres, sobre los cuales no podemos decir todavía con plena confianza que tuvieran una condición inferior desde su niñez. En resumidas cuentas, debemos aplicar la navaja de Ockham a los argumentos cada vez más tortuosos (p.e., Cámara y Molina, 2011) a favor de un alto grado de jerarquización social en El Argar. Evidentemente, tenemos razones para pensar que las desigualdades expresadas en las tumbas argáricas fueron duraderas. Un yacimiento como Fuente Álamo, con sus talleres de molienda para procesar los excedentes 27
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recogidos en su territorio, con su larga duración, con la reconstrucción sobre la misma planta de los edificios excepcionales de su plataforma superior y con su enterramiento más rico expresivamente situado en la cima del cerro, evidentemente fue un centro de poder durante siglos. Debemos resistirnos, sin embargo, a exagerar la escala de estas diferencias. Todas las interpretaciones que suponen la existencia del Estado Argárico piensan en un sistema centralizado. Oswaldo Arteaga (2000: 149) nos dice, por ejemplo, que El Argar fue el “centro capital” de la Cuenca de Vera. Fernando Molina y Juan Antonio Cámara piensan que “las capas más altas de la clase nobiliar residirían en los poblados centrales, como el Cerro de la Encina o el Cerro de la Virgen, e impulsaron la dispersión de la nobleza secundaria en poblados de segundo orden. Así se aseguraría el control de todo el territorio” (Molina González y Cámara Serrano, 2009). Las presentaciones televisivas recientes (7) del equipo de la Universidad Autónoma de Barcelona indican que La Bastida sería otro centro parecido dominando el valle del Guadalentín. Este modelo presenta dos problemas. Si todos estos centros capitales estuvieron integrados en un sólo sistema económico (el que distribuiría el metal), deberíamos poder identificar un Centro Capital Máximo. Otra opción menos ambiciosa sería suponer la existencia de una serie de Estados (no unidos) Argáricos. Esto, sin embargo, sería contradictorio con el aspecto más característico del patrón de asentamiento, que es su encastillamiento. Es verosímil pensar que un poblado en altura como Fuente Álamo controlase una serie de aldeas dependientes en llanura (por el estilo de la de Almendricos). Pero no es verosímil que los señores de El Argar y el Cerro de la Virgen permitieran a sus dependientes y tributarios ponerse en sitios tan inexpugnables como Fuente Álamo o El Oficio, por una parte, o el Castellón Alto, por otra. Deberíamos pensar, pues, en toda una serie de pequeñas unidades políticas, cada una de pocos miles de personas explotando un territorio de un centenar de kilómetros cuadrados (cf. Risch, 2002), cada una centrada en un asentamiento en altura de cierta envergadura y cada una compitiendo con sus vecinos. Esto, claro, no es un modelo estatal. Más bien se trataría de algo parecido a los “hillfort chiefdoms” (cacicazgos encastillados) del altiplano peruano preincaico (Earle, 1997) o de los maoríes de Nueva Zelanda (Allen, 2008). Un panorama político como este puede explicar otro de los aspectos de la cultura argárica, que Luis Siret (1995 [orig. 1908]) ya pensó que era uno de sus más característicos, es decir, la casi completa falta de expresión religiosa, especialmente en comparación con la época precedente. Como dicen Gabriel Martínez y Fernando Molina (1995: 29), los argáricos son iconoclastas. Como ya indiqué, un sistema de explotación a gran escala requiere justificaciones ideológicas a gran escala. Pero cuando los jefes tienen lazos de parentesco con sus seguidores, cuando la escala de recaudación de excedentes por los jefes es por ello limitada y cuando cada grupo se ve rodeado por posibles enemigos, no hacen falta grandes alardes ideológicos para persuadir a los seguidores de que sean fieles. El sistema de parentesco es bastante persuasivo en sí. Esto cuadra tanto con el carácter esencialmente privado y familiar del ritual funerario argárico como con el sistema de parentesco matrilineal y matrilocal que Lull (2000) propone en base a los enterramientos dobles, un sistema que en el registro etnográfico frecuentemente encontramos constatado en sociedades guerreras a pequeña escala (p.e., Ember y Ember, 1971). Reconozco que el modelo de jefaturas ha dejado de estar de moda: es un modelo asociado con el evolucionismo social gradualista clásico, y además las jefaturas presentan una gran diversidad de formas. Como dice Norman Yoffee (1993), hay “demasiados jefes”. Esa diversidad en gran parte puede comprenderse, sin embargo, como el resultado de la presencia de uno de los dos factores necesarios para construir instituciones estatales, y de la ausencia del otro. Los estados no pueden constituirse si no se combinan dos condiciones: primero, un estado debe tener una base económica suficientemente productiva para poder recaudar los excedentes necesarios para financiar sus instituciones esenciales; segundo, las condiciones productivas y/o medioambientales deben permitir, en palabras de Michael Mann (1986), “enjaular a los plebeyos”, o sea limitar su capacidad de fuga. En el Nilo o en Mesopotamia estas dos condiciones se combinan de forma evidente, pero en el sur de la Península Ibérica esto no es así. En el valle del Guadalquivir durante el III milenio hay indicios indudables de una complejidad social emergente. Es difícil estimar el número de personas que vivían simultáneamente en Valencina, Marroquíes Bajos y los otros importantes núcleos, pero no cabe duda de que fueron muchos y que su trabajo fue coordinado para la construcción de sus grandes recintos y tumbas y la organización de redes de intercambio de objetos y materiales de valor. Todo esto dependió, por supuesto, de la gran productividad agrícola de las campiñas. Pero, como bien nos ha indicado Pedro Díaz del Río (2004, 2008), estos esfuerzos coordinados no podían garantizarse mediante la coerción. Los recursos productivos están ampliamente distribuidos por toda la región, con lo cual las unidades 28
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domésticas autosuficientes podían fugarse en cualquier momento. Por lo tanto, cuando los alicientes positivos que los dirigentes pudieron ofrecer para obtener la participación voluntaria de sus parentelas por cualquiera de muchas posibles circunstancias se debilitaron, las grandes agregaciones se dispersaron. En el valle del Guadalquivir bajo las condiciones paleotécnicas de la Edad del Cobre, quizás hubiera sido posible generar los excedentes necesarios para apoyar instituciones estatales, pero no fue posible enjaular la mano de obra necesaria para ello. Entrado el II milenio, las desigualdades incipientes de la Edad del Cobre habían desaparecido. En la zona clásica del Sureste (Almería y Murcia) las condiciones existen para circunscribir a los agricultores y obligarles a tributar. La mayor aridez de la zona tiene dos consecuencias (8). Por una parte, el cultivo de secano es precario. Malas cosechas serían frecuentes y darían pie para crear relaciones de dependencia. Por otra parte, pequeños sistemas hidráulicos constituirían recursos restringidos para cultivos de huerta y agua para el ganado que a la vez crearían oportunidades de control de unos sobre otros. La transición abrupta entre las culturas arqueológicas de Los Millares y El Argar en el Sureste corresponde, pues, a la transición política durante la cual los jefes consiguieron enjaular a sus parentelas (o algunas partes de ellas). Sin embargo, la existencia de un cierto nivel de explotación no implica necesariamente el desarrollo de las instituciones características de un Estado. En esta zona intrínsecamente poco productiva, el nivel del desarrollo de las fuerzas productivas durante la Edad del Bronce no permitiría una recaudación suficiente para apoyarlas. Notas 1. Aranda Jiménez presenta un excelente resumen: del estado de la cuestión con respecto a las interpretaciones teóricas de la secuencia en el Sureste. 2. Como Costa Caramé et al., (2010: 107) bien indica, la tonelada de metal que Nocete et al., (2008: 728) suponen que pudo haberse producido en el sector Plan Parcial de Matarrubilla del yacimiento de Valencina de la Concepción no cuadra con las cantidades estimadas que se han recuperado de todo ese yacimiento o de todos los yacimientos arqueológicos del Suroeste español, es decir, aproximadamente 5 kg y 50 kg, respectivamente. 3. Lull Santiago et al., (2010: 22-23) dan peso al hallazgo de un taller de pesas de telar publicado por Siret y Siret (1887: fig. 17), pero es difícil contextualizar el contenido del registro no funerario de sus excavaciones. 4. Véase, por ejemplo, Díaz del Río (2011: 47-50) sobre la dificultad de interpretar las diferencias en la fauna recuperada de diferentes sectores de Los Millares en términos de posibles desigualdades en el consumo por parte de grupos más o menos privilegiados. 5. Aranda y Molina (2006: 54) afirman que existe una división espacial entre ricos y pobres dentro de la Zona B del Cerro de la Encina a base del siguiente contraste entre los ajuares de las tumbas:
Zona B oeste Zona B centro
Plata/oro presente 6 0
Plata/oro ausente 3 3
En términos estadísticos el contraste no llega a niveles significativos [α = 0.18 según Fisher’s Exact Test]. 6. Cámara y Molina (2011: 87) nos dicen que “la posición de la mujer ... es buena sólo en relación con las otras mujeres, y no respecto a los hombres, como parecen mostrar los primeros resultados de los análisis isotópicos de la Cuesta del Negro sobre el consumo de carne, que ofrecen diferencias entre los inhumados de la misma tumba incluso dentro de la misma categoría social”. Sólo una publicación completa de estos resultados nos permitirá evaluar si esta conclusión es estadística o anecdótica. 7. La primera de las presentaciones televisivas es: http://www.rtve.es/alacarta/videos/la-aventura-del-saber/ (visto 22/3/2012). 8. Los datos aparecidos en el la última década no alteran las conclusiones sobre los contrastes medioambientales del Sureste y sus consecuencias, que saqué en mi artículo “Veinte años de Prehistoria funcionalista en el Sureste de España” (Gilman Guillén, 1999: 82-84).
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Mesas
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Primera Mesa
ArqueologĂas del contacto. Nuevos modelos explicativos y metodologĂas
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Arqueologías del contacto. Nuevos modelos explicativos y metodologías Eduardo García Alfonso Junta de Andalucía. Delegación Territorial de Educación, Cultura y Deporte. Málaga
Frente a las posturas anticuaristas, más vinculadas al nacimiento de la Historia del Arte como disciplina académica, la Arqueología tuvo su origen en el ámbito de las ciencias naturales, territorio en el que se vislumbró por primera vez el potencial del método cronológico-estratigráfico. Igualmente, la tipología, tan injustamente denostada como imprescindible en la labor arqueológica, hunde sus raíces en la taxonomía nacida de la clasificación de los Tres Reinos que estableció la revolución científica de la Europa moderna. En este sentido, la metodología debe ser una preocupación básica para la comunidad arqueológica. El espíritu crítico respecto a la forma de hacer las cosas siempre tiene que estar presente para cuestionar si nuestros procedimientos son los más adecuados en cada momento. No hay duda que de la calidad en la obtención y procesado de los datos van a depender las interpretaciones, aún con el crisol que puede suponer el planteamiento teórico de una investigación concreta. Por eso en este II Congreso de Prehistoria de Andalucía se convino en la necesidad de organizar una mesa sobre modelos explicativos y metodología, de manera que se complementen los dos pilares que sostienen una interpretación no historicista de la realidad. En las últimas décadas hemos vivido una auténtica revolución científica en muchos aspectos del conocimiento humano. Una parte importante de estos avances han encontrado muchas aplicaciones tecnológicas, que estimuladas por el sistema económico global y su perspectiva de beneficios a corto plazo se han implantado en la vida cotidiana de una parte importante de la población del planeta. Si la cara más trivial del progreso científico se ha quedado en la amplia gama de gadgets que vemos en cualquier comercio del ramo o exhiben sin pudor los personajes del star-system, mucho más importante y trascendente para el progreso humano han sido los avances en la ciencia pura, esa que no llega a los medios, salvo que se trate de descubrimientos que pueden adquirir para el gran público un tono vinculado a los delirios de determinada ciencia-ficción. El avance científico del posindustrialismo es hijo de su época, caracterizado por la superespecialización, pero al mismo tiempo por la interconexión. En la era de la comunicación global no resulta difícil y, además es muy recomendable, que los trabajos de una disciplina concreta, incluso de una micro-disciplina, puedan tener una validez para otros campos de estudio, aunque se presuma entre ellos una considerable distancia. En la Arqueología, y más aún, en la Prehistoria, esto es una realidad que ha venido a cambiar de manera sustancial la forma de trabajar. El ritmo de incorporación de estas nuevas técnicas ha sido vertiginoso desde que en los momentos finales del siglo XX se aceptó de manera general la calibración de las cronologías radiométricas, que también encontró su resistencia al principio. Los campos derivados de las ciencias biológicas y físicas han prestado un espectacular servicio a la Arqueología, abriendo a la investigación aspectos que hace solo veinte años estaban absolutamente vedados al conocimiento del pasado. Los avances en el genoma humano y el amplio espectro de los átomos isotópicos permiten obtener hoy informaciones muy de detalle de muchos aspectos del registro material, de manera que las construcción de las interpretaciones se basa en datos objetivos y no en meras comparaciones o suposiciones. Los resultados de esta mesa no son más que una pequeña muestra de las posibilidades que ofrecen estas metodologías y las interpretaciones que se derivan de ellas. Tres temas de primera línea en el escenario de la Prehistoria han sido escogidos por el Comité Científico para ser expuestos y debatidos aquí, conducidos por algunos de los más destacados especialistas de nuestro país: el paleogenoma, la perduración de los neandertales y los inicios de la metalurgia. Por no querer suplantar a las autorizadas voces de los autores, sin más preámbulo, damos paso a sus contribuciones. Quién mejor que el lector para hacer una valoración crítica.
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Aplicaciones de las técnicas paleogenómicas a la reconstrucción del pasado Carles Lalueza-Fox Instituto de Biología Evolutiva (CSIC-UPF), Barcelona
Resumen: Durante años, la paleogenética (definida como la recuperación de ADN de restos del pasado) no ha cumplido algunas de las expectativas que los arqueólogos y antropólogos habían depositado en este campo científico. Esto es debido en parte a diferencias de intereses científicos pero también a dificultades técnicas aparentemente insalvables asociadas a la conservación del material genético y a la posibilidad de contaminación de las muestras con ADN humano moderno. Sin embargo, el desarrollo, en los últimos cinco años, de las llamadas plataformas de secuenciación masiva en paralelo (conocidas también como técnicas de ultrasecuenciación) ha permitido generar, por vez primera, genomas completos de humanos del pasado y dotar así a la paleogenética de una potencialidad increíblemente mayor de la esperada, incluso por los propios expertos en el campo. En el futuro será posible progresar en el conocimiento genético de los humanos del pasado, algo que sin embargo requerirá una mayor integración y colaboración entre las diferentes áreas de estudio implicadas. Palabras clave: paleogenética, ultrasecuenciación, genoma, contaminación Introducción Tradicionalmente, la interacción entre arqueólogos, antropólogos y investigadores del reciente campo de la paleogenética ha estado modelada por problemas de entendimiento mútuo y de falta de planes reales de colaboración. En las últimas tres décadas, los biólogos moleculares que trabajan en el análisis poblacional de muestras humanas han tratado de encuadrar sus resultados en marcos interpretativos previamente formulados desde la morfología o la arqueología. Algunas veces estas hipótesis se han seleccionado casi al azar entre la literatura disponible por los autores de los estudios genéticos, que obviamente no están familiarizados con el estado actual de los debates en estas otras disciplinas. Frecuentemente, los resultados genéticos per se no permitían decantarse por una hipótesis y descartar otras, pero disponer de un posible apoyo externo se contemplaba como una especie de valor añadido. La mayoría de estos análisis genéticos (y no digamos ya los paleogenéticos, que tratan con un número de muestras siempre menor) son en realidad puramente descriptivos y proporcionan evidencias muy limitadas sobre la estructura genética de las poblaciones humanas actuales y pasadas. Su utilidad real es la de proporcionar un contexto de evidencias que, con tamaños poblacionales progresivamente mayores, puedan ser en el futuro sometidas a explicaciones alternativas sobre migraciones pasadas y afinidades poblacionales. Desde el lado opuesto, la actitud de arqueólogos y antropólogos ha sido igualmente sesgada, a veces ignorando manifiestamente resultados genéticos ampliamente aceptados en una actitud ligeramente desafiante pero en el fondo conmovedora de aislamiento intelectual. Por otra, las publicaciones de genética tienen índices de impacto mayores en promedio a las de otros campos, con lo cual sus conclusiones dominan el panorama del conocimiento científico multidisciplinario y en este sentido son indiferentes a las actitudes de investigadores de otras disciplinas. Simplemente, progresan sin ellas. Estos desencuentros entre diferentes campos implicados en el estudio del pasado pueden atribuírse en parte a las limitaciones asociadas a algunos marcadores genéticos empleados habitualmente (como el ADN mitocondrial), así como a limitaciones presentes en la comprensión de las relaciones entre genotipo y fenotipo (recordemos que el fenotipo esquelético es lo que estudian los antropólogos). También existe un problema de fondo relacionado con las expectativas de los arqueólogos (y en menor medida, de los antropólogos), cuyos objetivos científicos frecuentemente no coinciden con los que interesan a los genetistas. En general los primeros se centran en intentar conocer la individualidad, mientras que los últimos están más interesados en la población, que es la unidad fundamental de la genética de poblaciones. Obviamente, la falta de una formación específica en biología entre los arqueólogos (basada en una obsoleta diferenciación entre “ciencias” y “humanidades”) dificulta también la comprensión de resultados genéticos. En este trabajo pretendo exponer algunas de estas dificultades y cómo pueden ser superadas en el futuro, en parte gracias a nuevos avances tecnológicos en el análisis genético de restos antiguos que se han desarrollado en los últimos cinco años. Estas nuevas técnicas, llamadas de ultrasecuenciación o secuenciación masiva en paralelo, 39
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han permitido el surgimiento del campo de la paleogenómica (el estudio de la secuencia, estructura y función de genomas del pasado), cuyos progresos serán imparables en los próximos años. Con estos avances, es de esperar que podrá crearse una nueva visión multidisciplinar del estudio del pasado que deje atrás algunas de las limitaciones actuales. Individualidad genética El genoma humano consiste en cerca de 3200 millones de nucleótidos (componentes químicos que forman la cadena de ADN). Cada individuo (exceptuando los gemelos monozigóticos) es único desde un punto de vista genético. En algunas actuaciones sociales, de las que se encarga la genética forense, se requiere llegar a la identificación precisa de un determinado individuo problema o de una muestra problema; por ejemplo, en casos de crímenes, paternidades, identificaciones, etc. Normalmente se requiere de un perfil genético de comparación (sospechosos, parientes cercanos, etc) para llegar a la identificación final. La genética forense comparte con la paleogenética algunos problemas metodológicos que derivan de trabajar con ADN degradado, pero las similitudes no son completas. En el caso de poblaciones pasadas, no disponemos de “personas de referencia” con quiénes comparar y además los problemas de degradación aumentan con el tiempo y las condiciones de conservación de las muestras. La temperatura es un factor determinante, y cuánto más cálida, mayor es la degradación del ADN. En climas especialmente calurosos no es de esperar que pueda recuperarse ADN después de unos pocos miles o incluso unos centenares de años. Los marcadores más empleados en genética forense son los llamados STRs o “short tandem repeats”. Se trata de secuencias de ADN repetitivo, distribuídas al azar por el genoma y que han sido seleccionadas por ser extremadamente variables entre individuos. Se genera un perfil genético basado en el análisis de una docena o más de estos STRs, de manera que puede calcularse que la posibilidad de coincidir en el perfil genético sin ser el mismo individuo es prácticamente nula. En muestras arqueológicas, sin embargo, la degradación conlleva la rotura química de la cadena de ADN hasta fragmentos muy cortos (en los neandertales, por ejemplo, el promedio de los fragmentos está entre los 50 y los 70 nucleótidos) (BRIGGS et al., 2009), menores que la longitud de los STRs empleados en genética forense. Esto significa que, excepto en casos de conservación excepcional, difíciles de discernir a priori, los mismos marcadores no pueden emplearse en paleogenética. Algunos genetistas forenses siguen empleando sus kits de identificación molecular en muestras antiguas, ignorando quizás deliberadamente las dificultades técnicas, pero los resultados que obtienen pueden ser cuestionados y de hecho raramente llegan a publicaciones científicas fuera del propio ámbito forense. En vez de los hiper-variables STRs, los paleogenetistas nos vemos obligados a trabajar con otros marcadores genéticos que no son especialmente útiles para identificaciones individuales, si bien son muy apropiados para reconstrucciones poblacionales, que de hecho -hay que recordar-, es lo que interesa a los genetistas. Entre los marcadores más empleados en el estudio de las poblaciones humanas, tanto pasadas como actuales, destacan los llamados marcadores uniparentales (el ADN mitocondrial, que se transmite exclusivamente por línea materna, y el cromosoma Y, que se transmite por línea paterna) y los SNPs (“single nucleotide polymorphisms”). La transmisión materna y la falta de recombinación (intercambio de cadenas de ADN que complica la reconstrucción filogenética) hace que la interpretación evolutiva de la diversidad mitocondrial sea más directa y sencilla que la del genoma nuclear. Básicamente, depende del tiempo; cuanto más diferentes sean dos linajes mitocondriales, más tiempo hará que han divergido entre sí. Asimismo, tiene la ventaja de que el árbol genealógico del ADN mitocondrial humano es de sobra conocido y ha sido estudiado ya en varias decenas de miles de individuos a lo largo de todos los continentes. Los SNPs son cambios de un único nucleótido, y se conocen ya varios millones de ellos, distribuídos por todo el genoma nuclear. El genotipado de miles de estos SNPs ha permitido descubrir una estructuración geográfica hasta ahora indetectada en las poblaciones humanas. Incluso en un continente con una gran uniformidad genética como es Europa, unos pocos centenares de SNPs logran clasificar cada individuo en su población correspondiente con una probabilidad muy elevada. No hace falta decir que la potencialidad del genoma es mucho mayor que la de los marcadores uniparentales en la reconstrucción de posibles procesos migratorios pasados. Nuevas técnicas de ultrasecuenciación Durante casi 20 años, los estudios paleogenéticos se han visto circunscritos al estudio del ADN mitocondrial. Esto es debido a que éste se halla más representado que el genoma nuclear, del cual existen sólo dos copias por cé40
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lula, mientras que hay varios miles de mitocondrias en ella. La proporción de ADN nuclear respecto al mitocondrial parece estar en 1 a 500 o 1000, aproximadamente. Únicamente el advenimiento de nuevas técnicas de secuenciación masiva en paralelo, conocidas popularmente como técnicas de ultrasecuenciación o de segunda generación, en el año 2005, y la existencia de muestras antiguas extraordinariamente bien conservadas han permitido empezar a estudiar genomas nucleares antiguos (RASMUSSEN et al., 2010; GREEN et al., 2010; REICH et al., 2010). El procedimiento técnico de las nuevas plataformas de genotipación es muy complejo (MARGULIES et al., 2005), pero la idea intuitiva es que, al contrario que la técnica tradicionalmente empleada en el laboratorio (la PCR o reacción en cadena de la polimerasa), en la cual se selecciona a priori una determinada región del genoma, aquí se aprovechan todas las secuencias que hay en un extracto obtenido de una muestra antigua. Esta aproximación, en la cual no es posible aislar previamente el organismo que se secuencia, se conoce como metagenómica. Primero, se genera una librería genómica con la unión de dos secuencias cortas (llamadas adaptadores y específicas para cada proyecto) a los extremos de cualquier secuencia de ADN que haya en el extracto. Después, las cadenas complementarias se separan y el proceso prosigue con cadenas simples. Los prodecimientos varían, pero generalmente se basan en lecturas de luminosidad producidas en chips en los cuales se secuencían simultáneamente (en paralelo) centeneras de miles de cadenas de ADN. Con este procedimiento de la plataforma de Solexa-Illumina Hi-Seq, por ejemplo, se generan cerca de 600 gigabases (es decir, 600 mil millones) de nucleótidos de ADN en una sola reacción. Las secuencias obtenidas tienen que identificarse posteriormente con medios informáticos comparándolas con las bases de datos genéticos existentes como el gigantesco GenBank. Aunque pueda parecer lo contrario, la mayor parte del ADN que se encuentra en un hueso antiguo procedente de un yacimiento cualquiera no corresponde, por así decirlo, a su propietario, sino a multitud de microorganismos (preferentemente bacterias) que lo han colonizado y que originalmente han contribuído con sus endonucleasas a la degradación del ADN endógeno original. Este ADN puede llegar a constituir una fracción minúscula del ADN total recuperado. En el caso de la mayoría de extractos de los huesos de neandertal, el porcentaje de secuencias endógenas estaba entre un 2 y un 4%. En el caso de algunas muestras más recientes (neolíticas y posteriores), procedentes de la Península Ibérica, el porcentaje es todavía menor, y se situa siempre por debajo del 1% (GARCÍAGARCERÀ et al., 2011). Es decir, se trata de un procedimiento extraordinariamente ineficiente, pero posible debido a la elevada capacidad de genotipación. Una posibilidad técnica que combina la especificidad con la potencialidad de secuenciación son los llamados métodos de captura o de enriquecimiento. Dichos métodos consisten en seleccionar zonas de interés del genoma (por ejemplo, todas las regiones codificantes –el exoma-, que son cerca del 1% del total del genoma, o incluso un cromosoma completo). La implementación de dichas técnicas permitirá analizar incluso muestras que tengan una eficiencia inicial por debajo del 1% (BURBANO et al., 2010). En todo caso, como la capacidad de secuenciación no deja de aumentar, parece claro que en poco tiempo (y quizás sumado a la llegada de las plataformas de secuenciación de tercera generación, como Helicos) los costes permitirán obtener genomas completos de humanos del pasado procedentes de todo tipo de períodos y yacimientos. El problema de la contaminación Cuando se trabaja con restos humanos del pasado, existe un problema adicional cuya importancia a veces se ignora y otras veces se exagera: la posibilidad de que los restos analizados hayan sido contaminados con ADN moderno y la aparente imposibilidad de distinguir esta contaminación de las secuencias endógenas del individuo (MALSTRÖM et al., 2007). En primer lugar, diversos estudios (que han analizado el ADN de los investigadores implicados, incluyendo los arqueólogos) han demostrado que la contaminación es muy prevalente y que suele producirse en la excavación y posterior limpieza (especialmente en presencia de agua) de los restos esqueléticos (SAMPIETRO et al., 2006). Por este motivo, es recomendable que las muestras destinadas a análisis genético se extraigan con unas mínimas precauciones, esencialmente sin manipularlas con las manos desnudas y se guarden en recipientes estériles (FORTEA et al., 2008). En segundo lugar, algunos estudios han descubierto que el ADN, una vez extraída la muestra del sedimento y conservada en cualquier institución a temperatura ambiente, se degrada rápidamente. Pocas décadas en estas condiciones pueden equivaler a unos miles de años en el sedimento (esto se ha comprobado analizando el ADN de muestras recientemente extraídas de un yacimiento y comparándolo con el ADN de muestras procedentes del mismo yacimiento y conservadas en anaqueles de museo durante unos 30 años). Sería recomendable también separar muestras que pudieran destinarse a análisis genético y congelarlas a -20º, aunque no existan planes de 41
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estudio inmediato. Pudiera ser que en el futuro el daño fuera irreparable y el espacio necesario para dicho almacenaje es realmente pequeño. Finalmente, la mayoría de humanos de hace unos pocos centenares o miles de años tendrán genomas cuyas variantes genéticas encontraremos también en algunos humanos actuales. Quizás han variado las frecuencias en las que determinadas variantes se encuentran en la población, pero claramente no es de esperar que existan muchas variantes que hayan desaparecido en tan poco tiempo, porque las poblaciones humanas han sido suficientemente grandes e interconectadas entre sí desde hace varios milenios. Esto significa, en defintiva, que no podremos distinguir a priori ADN contaminante de ADN endógeno únicamente mirando su secuencia. Sin embargo, la posibilidad que ofrecen las nuevas técnicas de ultrasecuenciación de investigar los extremos de las cadenas de ADN antiguo presentes en un extracto pueden ayudar también en este aspecto. Se ha comprobado que las secuencias antiguas suelen experimentar daños químicos post-mortem en los extremos de las cadenas de ADN, que favorecen la aparición de timinas en el extremo 3’ y de adeninas en el extremo 5’ (BRIGGS et al., 2007). Este patrón se halla presente en cerca del 25-30% de las secuencias endógenas generadas, y por otra parte parece estar ausente de las secuencias contaminantes que, recordemos, son mucho más recientes y parecen fragmentarse por otros procesos químicos (probablemente por enzimas de restricción bacterianos) (BRIGGS et al., 2009). Existe, pues, la esperanza de que una parte substancial de las secuencias generadas por procedimientos de ultrasecuenciación puedan ser etiquetadas como endógenas atendiendo únicamente a sus terminaciones y que esto permita filtrar las posibles secuencias contaminantes. Futuras direcciones Las nuevas técnicas de ultrasecuenciación permiten ya generar genomas completos del pasado. A medida que los costes vayan disminuyendo, será posible acceder a muestras históricas y prehistóricas con mayor facilidad. Asimismo, la generación de miles de genomas humanos actuales (iniciada con el proyecto de los “Mil Genomas”), permitirá establecer un marco poblacional comparativo, necesario para valorar los resultados paleogenómicos. En nuestro laboratorio hemos empezado a secuenciar un individuo mesolítico datado en 7000 años procedente de un yacimiento de la Península Ibérica y excepcionalmente bien conservado. En estos momentos disponemos del genoma mitocondrial completo, así como de un 1,5% del genoma de dicho individuo. Nuestra intención es completar la secuencia del genoma a lo largo del año 2013. Junto con el genoma neandertal y el futuro genoma del Hombre del Hielo, sería el tercer genoma de la Prehistoria europea, el primero del mesolítico y el primero de la Península Ibérica. Obviamente, siendo todos nosotros europeos post-neolíticos, es de esperar que un genoma anterior a la adopción de la agricultura y de la domesticación de los animales proporcione información sobre genes metabólicos implicados en el cambio de dieta neolítica y también sobre genes del sistema inmunológico implicados en la resistencia a enfermedades infecciosas que hemos heredado de los animales domésticos. En realidad, la información evolutiva que puede proporcionar un genoma completo es de largo alcance para comprender la génesis de las poblaciones europeas. Es evidente pues que nos encontramos en un momento crucial del estudio paleogenético de restos del pasado, y no hay duda que en un futuro cercano seremos capaces de generar genomas completos de centenares de individuos procedentes de yacimientos arqueológicos de períodos diferentes. Nuestra capacidad interpretativa mejorará substancialmente a medida que conozcamos mejor el genoma humano, especialmente en aspectos funcionales relacionados con la interacción entre genotipo y fenotipo. En esta situación, creo que es el momento de establecer puentes de comunicación y de colaboración más estrechos entre las diferentes disciplinas implicadas en el estudio del pasado humano, dejando atrás previos desencuentros e incomprensiones. La potencialidad de los datos genómicos permitirá testar hipótesis planteadas desde la arqueología y la antropología, como relaciones de parentesco, identificación de sexo, presencia de individuos foráneos, origen y magnitud de migraciones, etc, y es obvio que para ello se requiere una visión integradora y multidisciplinar.
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La perduración de los últimos neandertales en la Península Ibérica Javier Baena Preysler* Elena Carrión Santafé** Concepción Torres Navas * * Dpto. Prehistoría y Arqueología, Universidad Autónoma de Madrid, Campus Cantoblanco, Madrid, España ** Subdirección General de Museos Estatales, Ministerio de Cultura, Madrid, España
Resumen: La Península Ibérica, resulta un marco especialmente importante en el estudio de la perduración de los últimos grupos neandertales autores del tecno-complejo musteriense, así como de su posible relación con las primeras comunidades de humanos modernos. La distribución geográfica y la resolución cronológica de las últimas secuencias peninsulares acreditan la complejidad de este momento histórico, si bien, algunas tendencias señalan a la existencia de un creciente aislamiento de estas poblaciones musterienses hacia refugios ecológicos en un marco en el que el avance de las poblaciones de sapiens parecen seguir un patrón de incursiones esporádicas que agotan los recursos de los distintos ecosistemas peninsulares. A nivel peninsular, la heterogeneidad de los grupos musterienses parece mostrar respuestas diversas que incluyen tanto procesos adaptativos, como otros caracterizados por cambios en los patrones de explotación del entorno y ocupación de alternativas ecológicas. Title: The persistence of the last Neanderthals in the Iberian Peninsula and its relationship with anatomically modern humans. Abstract The Iberian Peninsula, is a particularly important region in the study of the last survival of the Neanderthals Mousterian techno-complex authors, and its possible relationship with early modern human communities. The geoThe geographical and chronological resolution of the last iberian sequences, confirm the complexity of this historical moment, although some trends point to the existence of a isolation trend towards ecological refuges of these mousterian populations, in a context in which the progress of sapiens populations seem to follow an sporadic pattern of occupation that exhaust the resources of the different ecosystems. In this geographical context, the heterogeneity of the Mousterian groups seem to show different responses that include both adaptive processes such as changes in patterns of environmental exploitation and occupation of ecological alternatives. Introducción El posible contacto entre los seres humanos anatómicamente modernos (AMH) y los neandertales resulta un tema esencial de la investigación arqueológica por sus implicaciones de índole histórico y antropológico. La datación de los niveles auriñacienses del norte de la Península Ibérica en yacimientos como las cuevas de El Castillo y La Arbreda parecieron sugerir una presencia temprana de tecno-complejos del Paleolítico Superior alrededor del intervalo 40-38 ka. B.P. (Bischoff et al., 1989; Cabrera y Bischoff, 1989; Maroto et al., 1996). Por otro lado, la presencia de tecno-complejos musterienses o de registro fósil neandertal en cronologías recientes en el oeste y sur peninsular, como fue el caso del Boquete de Zafarraya (Hublin et al., 1995) hasta fechas próximas a 30 ka. B.P, dieron paso a un panorama de coexistencia o convivencia de poblaciones distintas dentro de nuestro territorio, por un espacio de tiempo prolongado, dentro de áreas bio-geográficas más o menos delimitadas en lo que dio en llamarse modelo de la “Frontera del Ebro” (Zilhâo, 2000; Zilhâo y Trinkaus, 2002). Las críticas ulteriores a muchos de estos yacimientos y dataciones han desembocado recientemente en un panorama más acorde con un modelo global de escala europea en el que el periodo de coexistencia entre ambas especies parece mucho más limitado temporalmente (Zilhâo y d’Errico, 1999; Vaquero et al., 2006; Jöris et al., 2011; Zilhâo, 2011; Maroto et al., 2011), con ámbitos geográficos más difusos (Straus et al 1993, 2005; Carrión 2003; Baena y Carrión, 2006) y con relaciones culturales menos biunívocas (Zilhâo, 2011). No obstante, el registro arqueológico de los últimos años empieza a sugerir como quizás este patrón no esté tan claro. El estudio y reconstrucción de la secuencia del genoma neandertal introduce un nuevo corpus de datos así como nuevas variables en el análisis. Las muestras de ADN y ADNt han sido obtenidas en distintos fósiles europeos (especialmente en ejemplares de cronologías próximas a la transición), resultando fundamentales las de la Cueva de Vindija (Croacia), que se mueve en fechas alrededor de 40.000 años (Vi33.16, Vi33.25, y Vi33.26), y las muestras de la Cueva de Sidrón, en Asturias, que ha proporcionado una impresionante cantidad de restos humanos (más de 500 fósiles) de fechas próximas a los 40 ka. BP (Fortea et al., 2003; Lalueza et al., 2005). 45
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Aunque inicialmente parecía establecerse una divergencia entre sapiens y neandertalensis en cronologías muy antiguas (en torno a los 500.000 años) lo que parecía desdibujar cualquier posibilidad de hibridación entre ellos, las cronologías han ido modificándose hasta incluso proponerse la posibilidad de hibridación -de carácter residual- con poblaciones no africanas (euroasiáticas). No obstante, se observarían ciertas contradicciones de índole cronológico y geográfico, al estimarse que dicha deriva debió de producirse antes de las divergencias de los grupos humanos en el continente euroasiático (Green et al., 2010). Por otra parte, estudios recientes a partir de ADN mitocondrial apuntan hacia la existencia de estas condiciones evolutivas particulares para los grupos neandertales occidentales, en un proceso de carácter endogámico que podría haber contribuido a condicionar los modelos históricos sufridos por las últimas poblaciones de esta especie (Dalen et al., 2012). Aún desconociendo la naturaleza, intensidad, duración y posible distribución de dicho contacto, la presencia de unos competidores ecológicos en el seno de un territorio controlado ancestralmente por comunidades musterienses/ neandertales, debió sin duda provocar alguna consecuencia a nivel cultural. Quizás este contacto entre poblaciones y sistemas de subsistencia diferente explicaría los cambios presentes entre algunos grupos neandertales en ca. 40 ka. B.P., cambios que llevan a definir algunas entidades culturales, como el Chatelperroniense, el Szeletian o el Uluzzian, entre otros, caracterizados por la transición local entre los conjuntos del Paleolítico Medio y Superior. Algunos autores sostienen que estas entidades llamadas transicionales, sería el resultado de la aculturación de los neandertales por los humanos anatómicamente modernos con tecnología e innovaciones cultuales del Paleolítico Superior (Zilhâo, 2011). Sin embargo, otros creen que la hipótesis de la aculturación no se ha demostrado, sugiriendo que estos contextos de transición fueron el resultado de un cambio local e independiente del sustrato del Paleolítico Medio (d’Errico et al., 1998). En esta controversia, los datos cronológicos y geográficos son fundamentales, pues determinan dos variables esenciales para la comprensión de cualquier interacción cultural: la duración de los contactos y la distancia física entre las diferentes poblaciones (Vaquero et al., 2006). Para tratar de resolver esta primera incógnita debemos contar con un corpus de las fechas de calidad interpretadas de manera aséptica, disponiendo, por ejemplo, de baterías de fechas para cada sitio (no sólo fechas aisladas sino dataciones de secuencias), obtenidas, cuando las muestras lo permitan, considerando el posible empleo de diferentes métodos de datación. Dichas fechas deben datar contextos culturales claramente definidos mediante métodos analíticos, y en ningún caso estar condicionados por consideraciones apriorísticas de base cronológica o tipológica. La distribución geográfica de las evidencias arqueológicas debe sin duda responder y reflejar el modelo de ocupación que las poblaciones prehistóricas aplicaron en su subsistencia. Todo ello desde la consideración de condicionantes tales como la conservación diferencial de los registros y la existencia de dinámicas de investigación diferentes dependiendo de las regiones. Un ejemplo de la asimetría documental existente en estos periodos se refleja para el caso cántabro o madrileño (Carrión, 2003; Baena, 2002), donde se constata como la existencia de núcleos urbanos densamente poblados condiciona la presencia de una mayor densidad de yacimientos en sus proximidades. Otro aspecto que cabría considerar es la propia asociación entre tecno-complejos y especie humana. La limitación del registro paleoantropológico hace difícil el responder a esta relación. Hoy en día resulta difícil, por la escasez de registros que asocien industrias y tipos humanos, establecer una filiación definitiva entre los conjuntos protoauriñacienses y los humanos modernos, si bien recientemente el yacimiento francés de Quina-Aval ha proporcionado una asociación de Auriñaciense antiguo con restos de sapiens en cronologías cercanas a 33 ka. 14C BP/ 38 ka. cal BP (Verna et al., 2012). Igualmente, la relación existente entre los conjuntos de transición y sus autores resulta pobre y en muchas ocasiones cuestionada, en especial, cuando las condiciones cognitivas de los neandertales resultan revisadas periódicamente. Uno de los paradigmas en este aspecto es la valoración de la presencia de objetos ornamentales en relación con estas poblaciones humanas en la Grotte du Renne (Higham et al., 2010; Caron et al., 2011). Resulta sorprendente por no decir que irritante comprobar cómo son estos momentos los más cuestionados desde el punto de vista de validez de los registros. Problemas tafonómicos, cronológicos o sedimentológicos ponen en tela de juicio las interpretaciones en relación con estos problemas. Un ejemplo, lo tenemos en el caso de los restos neandertales asociados a artefactos de hueso en el Auriñaciense de Vindija (Ahern et al., 2004) o de Saint Cesaire (Morin et al., 2005), intensamente discutidas con argumentos tafonómicos y paleoantropológicos
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La perduración de los últimos neandertales en la Península Ibérica y su interrelación con los humanos anatómicamente modernos (Trinkaus et al., 2003, Conard et al., 2004). Cabría plantearse hasta qué punto hemos sesgado el problema desde una perspectiva excesivamente antropocéntrica; ¿qué es lo que realmente nos preguntamos? ¿cuándo se produce la extinción de los neandertales, o cuándo desaparecen los tecno-complejos del Musteriense y sus modelos de explotación del medio? Las cuestiones a las que vamos a tratar de acercarnos, a través de un discurso abierto, podrían resumirse en los siguientes puntos: a) ¿Sobre qué basamos la definición de nuestras entidades culturales? b) ¿Qué tipo de modelo puede explicar el registro cronológico conocido en relación con la desaparición del Musteriense (y por extensión de los neandertales) a nivel peninsular? C) ¿Existen diferencias en los modelos de explotación del medio a lo largo del Paleolítico Medio, especialmente en momentos avanzados del OIS 3 y en cada caso qué reflejo a nivel geográfico o ecológico tienen dentro de la Península? Entidades culturales en el momento de la transición El tratamiento de las unidades culturales del Paleolítico se ha basado en criterios básicamente tipológicos con un alto grado de subjetividad, lo que contribuye a la indefinición de dichas entidades. De igual forma, la existencia de procesos post-sedimentarios, o el escaso control estratigráfico de algunas excavaciones, han contribuido a un alto grado de incertidumbre en la definición de las entidades protagonistas de la transición: es el caso del nivel 18 en la cueva de el Castillo (Zilhâo y d’Errico, 1999). El análisis de las unidades tecno-culturales con las que trabajamos deberá pasar por aproximaciones radicalmente distintas. Un punto de partida es el análisis dinámico de los conjuntos (Baena y Cuartero, 2006) en el que el objeto final (en muchos casos tipo, pero no sólo eso) forma parte de una secuencia más compleja que a su vez forma parte de un proceso que conocemos como cadena operativa (Geneste, 1988; Boëda et al., 1990). Como comentábamos, la definición de nuestras entidades culturales puede estar condicionada además por los procesos de formación del registro sedimentario (Mc Pherron et al., 2005). Nunca debemos perder dos perspectivas en nuestro análisis: la relevancia cuantitativa del registro conocido (escasa en todos los casos) y la amplitud temporal de las unidades sedimentarias que manejamos. Sin una interpretación “tafonómica” de dichas unidades, resulta extremadamente difícil y arriesgado establecer asociaciones entre dataciones y registros arqueológicos. Para resolver este problema es necesario incrementar la resolución temporal de los conjuntos (lo que pasa por una mejor discriminación de las secuencias sedimentarias con las que trabajamos) y prestar más atención a los procesos post-deposicionales y las secuencias de formación, en especial cuando existen variaciones entre niveles y agrupaciones: variaciones verticales y horizontales (Vaquero et al., 2006). Un ejemplo de estos problemas se refleja en la propia definición del Chatelperroniense en la Península. Los yacimientos peninsulares han sido así definidos en base a criterios fundamentalmente tipológicos (A Valiña, Morín, Labeko Koba, Ekain, La Güelga o el problemático caso de Pendo), muy diferentes de yacimientos franceses como la Grotte du Renne, Roc-de-Combe, Le Piage o Arcy, que presentan rasgos tecnológicos y culturales muy bien definidos (Pelegrín, 1995; Schmider, Zilhâo et al., 2008, 2002; Higham, 2010). En algunos casos peninsulares, incluso, algunos autores han descrito, más que un Chatelperroniense, un Musteriense con puntas de Chatelperrón, algo especialmente sensible en La Arbreda con un contexto tecnológico puramente musteriense (Maroto et al., 2005). En otros casos, la mezcla estratigráfica de niveles musterienses y auriñacienses puede estar en la base de la definición de estos o nuevos horizontes, como podría haber sucedido en Morín 10 o en el controvertido caso de la Cueva de El Pendo (Sanguino et al., 2005). En otros, la existencia de conjuntos chatelperronienses con escaso número de efectivos ha sido interpretado como resultado de alteraciones tafonómicas o de visitas de corto plazo (es el caso de Labeko Koba; Arrizabalaga et al., 2003). Lo que en ningún caso parece negarse es su carácter ajeno al propio musteriense, como irrupción de elementos “anómalos” o diferenciadores dentro de los conjuntos transicionales de un contexto terminal del Paleolítico Medio peninsular. Estas desigualdades internas dentro de las producciones neandertales pueden ser elocuentes en relación con la propia estructura cultural de estos grupos humanos. Bien por asimilación de influencias de otros grupos o como evolución propia de estas comunidades, el grado de transmisión y extensión de los cambios parece limitado, algo extensible, en general, a los procesos de cambio tecno-industrial de estos grupos del Paleolítico Medio europeo (Baena y Carrión, 2006; Ríos Garaizar, 2010). 47
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Entidades en el tiempo: problemas cronoculturales de la transición Algunos datos recientes podrían sugerir que el final del Paleolítico Medio puede ser más reciente de lo que se pensaba en el norte de la Península Ibérica y al mismo tiempo, que el Paleolítico Superior algo más antiguo de lo que había venido describiéndose en el sur peninsular. Los modelos cronológicos mostraban un panorama ya de por sí bastante complejo, como para complicarlo más en la actualidad. La utilización de dataciones numéricas en los últimos años en relación con el tratamiento de estas fases de transición se ha ido enfrentando a toda una serie de inconvenientes que auguran problemas similares para otros momentos de la Prehistoria. Sin embargo, bien por la antigüedad del momento estudiado (y con ello por la tolerancia de amplios márgenes de error), o bien por la proximidad cronológica del momento (y con ello por la menor incidencia de los errores en el modelo histórico manejado) en el caso de la transición entre los neandertales/ musteriense y los humanos modernos/industrias del Paleolítico Superior, es donde han contribuido a intensificar los márgenes de incertidumbre que manejamos. Dichos inconvenientes ya se manifestaron con el empleo de procedimientos de datación por C14 convencional, que adolecían de un margen de confianza limitado y de la necesidad de una cantidad de muestra relativamente elevada, especialmente si lo comparamos con los posteriores procedimientos por AMS. No obstante, aunque los Prehistoriadores nos inclinamos por el empleo de procedimientos de datación más modernos y costosos, los problemas persistieron. La aplicación de procedimientos adecuados para la toma de muestras en campo pudo de alguna formar relajarse debido a la habilidad de los nuevos protocolos de tratamiento y datación empleados por los laboratorios y la multiplicación de las muestras datadas. Ello nos ha conducido a una creciente incertidumbre sobre gran parte de los protocolos de recogida de las muestras aplicados en las últimas décadas (Maroto et al., 2011). Con los nuevos procedimientos se amplió además la gama de materias susceptibles de ser analizadas y con ello de los yacimientos susceptibles de ser datados, alcanzando incluso a muestras que procedían de excavaciones muy antiguas. Uno de los materiales que pudo ser datado, el hueso, pronto comenzó a proporcionar resultados discrepantes al ser comparado con las muestras procedentes de carbón. Si la utilización de modelos sustentados sobre muestras de distinta naturaleza empezó a revisarse, además la variación en la proporción de los isótopos de carbono ambiental (y con ello el cambio en su vida media convencional de 5.568 a 5.730 años) llevó a algunos autores a proyectar los valores de las curvas de calibración más allá de los datos sustentados por la dendrocronología. Ello supone un paso más dentro de la confusión del marco cronológico utilizado para estas fases, porque la generalización en el uso de estas proyecciones se ve condicionada por la curva específica que se escoja (aunque parece existir una tendencia a utilizar la CalPalm, sobre todo por la disponibilidad de la misma (http://www.calpal-online.de/, basada en la curva CalPal2007_ Hulu). También el tratamiento a que se sometan las muestras de forma previa a su datación puede condicionar la validez de los resultados (Bird et al., 2010). Así, los tratamientos conocidos como ABA (series de lavado mediante ácido-base-ácido), los llamados ABOx-SC (tratamiento de lavado con ácido-base seguido de una oxidación y precombustión), los PO (plasma oxidation) o los UF para hueso (extracción de colágeno mediante protocolos de ultrafiltración) dependen fundamentalmente de la cantidad de carbono o colágeno existente en la muestra, así como del grado de contaminación que ésta pueda tener. En la actualidad, los procedimientos de tratamiento mediante sistemas ABOx- SC para carbón y de UF para hueso parecen los más convenientes (Higham, 2011), ¡pero no sabemos que podría pasar la próxima semana! Y todo podría complicarse más, en el caso de que empleáramos como procedimiento de calibración una muestra bien tratada, pero utilizamos una curva de calibración elaborada mediante muestras cuyo tratamiento no ha sido correcto. En los últimos años se viene insistiendo en el hecho de que aún no existe una curva de calibración estándar que pueda ser aplicada más allá de los 26.0 ka. cal BP (van der Plicht et al., 2004; cf Reimer et al., 2004; Bronk Ramsey et al., 2006; Joris et al., 2011). Si ponemos estos hechos en relación con los restos humanos del momento más crítico, observamos que los especímenes del nivel G1 de Vindija (inicialmente fechados en 29–28 ka. 14C BP; 34.2 ka. cal BP) han sido re-datados mediante procedimientos de ultrafiltración ofreciendo fechas de >32.4 ka. 14C BP (>37.8 ka. cal BP; Higham et al., 2006; Zilhâo, 2009); una variación notable. En Mezmaiskaya (Rusia) las fechas entran dentro del rango 32.4 and 28.0 ka. 14C BP, pero ambas fechas han sido cuestionadas y re-datadas ofreciendo resultados mucho más antiguos (Condemy y Weniger, 2011). El único dato paleoantropológico considerado fiable para la presencia de AMH en el continente europeo del yacimiento de Oase 1 sobre un resto de mandíbula que cuenta con fechas radiocarbónicas de 34.290 + 970/− 870 14C BP (GrA-22810), con una media de 34.950 + 990/− 890 14C BP (Trinkaus et al., 2003), 48
La perduración de los últimos neandertales en la Península Ibérica y su interrelación con los humanos anatómicamente modernos podría ser cuestionado a la luz de los hallazgos de la Cueva Kent (RU) y Grotta Cavallo (Italia), lo que mantiene viva la posibilidad de un rango de coexistencia francamente amplio que abarcaría aproximadamente entre 40-43 ka.BP/43-45 ka. cal BP (Benazzi et al., 2011; Higham et al., 2011). Por ello, y a falta de una mayor coherencia dentro del campo de los estudios del registro arqueológico y del marco geocronológico para la transición, el panorama para el continente europeo se presenta de la siguiente forma: las fechas de Carbono 14 para la datación de restos de los últimos neandertales ofrecen una cronología normalizada (no calibrada) no superior a los 38.0 ka. 14C BP, mientras que los datos para los primeros humanos modernos lo son siempre menores a 35.0 ka. 14C BP. Ello supone que la aparición en nuestro continente no superaría en ningún caso los 38.0 ka. 14C BP. En función de esto, para los conjuntos del final del Paleolítico Medio (los conjuntos llamados transicionales) las cronologías oscilarían entre los 41.0 y los 38.0 ka. 14C BP, pudiendo prolongarse como mucho hasta los 35.0/34.0 ka. 14C BP. Estas fechas se acercarían mucho a las aceptadas para los primeros conjuntos “transicionales” del Paleolítico Superior (Bachokirian, Bohunician, Protoaurignacian, Kostenki 14, Nivel IVb). A partir de ahí, la síntesis cultural que se documenta en el ámbito europeo (en relación, en principio, con los humanos modernos) se fundamenta en la sucesión Protoauriñaciense - Auriñaciense I - Auriñaciense II desde Europa central hasta el occidente, en cronologías que no van más allá del 36.5–35 ka. 14C BP. El caso del Protoauriñaciense, que para algunos “(…) corresponds to a pan-European cultural and chronological horizon” (Zilhâo, 2011, 350), presenta importantes parecidos tecnotipológicos con el substrato musteriense, lo que a falta de restos humanos y dentro del contexto de un posible simbolismo creciente que habría empezado a asociarse a determinados contextos musterienses, contribuye a crear controversia sobre su adscripción a tipo humanos específicos (Cabrera et a. 2001)1. Hay que señalar, que a pesar de ciertos parecidos tipológicos, el protoauriñaciense resulta notablemente distinto de lo que venimos describiendo como musteriense y presenta, aún a pesar de la aparente coherencia y contemporaneidad con el Chatelperroniense, una marcada diferenciación tecnológica con el musteriense clásico. Pero en esta visión de conjunto, se obvian los abundantes particularismos que observamos a escala regional; en la Península Ibérica, el panorama cultual parece no cuadrar con casi nada. Algunos niveles del Paleolítico Medio del norte peninsular han proporcionado fechas de radiocarbono más joven que las primeras manifestaciones del Paleolítico Superior en las mismas regiones, y al mismo tiempo otras fechas adscritas al Paleolítico Superior de la zona, superan las cronologías oficialmente establecidas (Cabrera y Bishop, 1989; Cabrera et al., 2001; Sanguino y Montes 2004). Las fechas musterienses más recientes de radiocarbono rebasan holgadamente los 40 ka. BP en el Cantábrico (cuevas de Esquilleu, Covalejos y Arrillor) y en las regiones Prepirenaicas (Ermitons, Fuentes de San Cristóbal y La Roca dels Bous), aunque las atribuciones y coherencia de algunas de las secuencias no estén exentas de problemas en algunos casos. La cueva de El Esquilleu proporciona una de las evidencias más sólidas de este Paleolítico Medio reciente (Baena y Carrión 2002; Carrión y Baena 2003; Baena et al., 2005; Maroto et al., 2011; Baena et al., 2011). Los niveles datados abarcan cronologías desde el nivel XXI (53,491 ± 5114 BP; Mad 3300; TL arcilla quemada) hasta momentos que podrían ser holocenos (Figuras 1 y 2). Precisamente el tramo más reciente de la secuencia, coherente dentro de propio registro, ha ofrecido la siguiente batería de dataciones: Nivel VIF (34,380 ± 670 BP; AA 37883; AMS carbón) Nivel VI (40110 + 500 – 420 BP; GrA-33816; AMS carbón) Nivel VI-1 (43700 ± 1400 BP; OxA-19965; AMS hueso) Nivel VI-1 (44100 ± 1300 BP; OxA-19966; AMS hueso) Nivel V (30,250 ±500/430 BP; GrA 35065; AMS carbón) Nivel IV (22,840 ± 280/250 BP; AA 29664; AMS carbón) Nivel IV (23,560 ± 120 BP; Beta 197525; AMS hueso) Nivel IIIB (20810 ± 110 BP; OxA-19246; AMS hueso) En este entorno cronológico, los primeros auriñacienses no podrían remontarse más allá del ca. 35.0 ka 14C BP, siendo los primeros testimonios artísticos fechables en fechas posteriores (Jöris, et al 2011).
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Nivel III-1 (19300 ± 100 BP; OxA-19967; AMS hueso) Nivel III-2 (19310 ± 80 BP; OxA-19968; AMS hueso) Nivel III (12050 ± 130 BP, AA-29664; AMS hueso) Nivel III (3640 ± 90 BP, GrA-33829; AMS carbón)
Figura 1. Localización del yacimiento musteriense de la Cueva de El Esquilleu (Castrocillorigo, Cantabria)
La secuencia no parece ofrecer evolución hacia niveles diagnósticos del Paleolítico Superior, ni cambios dramáticos a nivel tecnológico ni ecológico, aunque debería valorarse la presencia de carnívoros en este tramo final (Baena et al., 2011). El estudio realizado nos sugiere que los últimos niveles de la secuencia ha sufrido procesos sedimentarios que habrían afectado singularmente a una parte del registro (sobre todo a los niveles II y III fundamentalmente), pero que se diluyen ya en niveles inferiores (Nivel IV). A pesar de la coherencia general y la densidad de la batería de fechas analizada, no podemos obviar la existencia de problemas de procedimiento o tratamiento en el laboratorio. Baste para ello analizar los resultados de las muestras del nivel XVII (53400 ± 1300 BP, OxA-20318, carbón y > 58500 BP, OxA-20319, carbón) o para el nivel XIF (36,500 ± 830 BP; AA 37882; AMS carbón y 34,380 ± 670 BP; AA 37883; AMS siendo en los dos casos dataciones obtenidas sobre una misma muestra). En cualquier caso, al margen de los problemas que el tramo final de la secuencia pudiera presentar las últimas cronologías obtenidas (incluso mediante tratamiento de las muestras en hueso por procedimientos de ultrafiltración; Bird et al., 2010, Maroto et al., 2011) ponen de manifiesto la continuidad de esquemas de producción lítica musterienses más allá del OIS 3 (Baena et al., 2011) (figura 2). El caso de El Esquilleu destaca un problema común a otras secuencias de toda la Península Ibérica. La atribución cultural de los niveles, en especial cuando hablamos de cadenas operativas de poca especialización –en principio-, como es el caso de los esquemas de producción discoide, pude resultar ambigua y confusa. Uno de los problemas que se presenta recurrentemente en los conjuntos de transición es su escaso carácter diagnóstico, sobre todo en lo que se refiere a lo tipológico. No es raro que la atribución de estos conjuntos al Musteriense se deba más
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La perduración de los últimos neandertales en la Península Ibérica y su interrelación con los humanos anatómicamente modernos a la ausencia de elementos diagnósticos y de productos laminares que a la presencia de rasgos intrínsecamente propios. Aunque en el caso de la cueva del Esquilleu, existen razones de índole económico o estratégico (sin hablar del concepto de tradición en la secuencia) que permiten apostar por la existencia de un “verdadero” Musteriense tardío, no podemos nunca obviar que pueden aparecer conjuntos que enmarcados, dentro del rango cronológico e incluso cultural del Paleolítico Superior, basen su producción en modelos semejantes a los empleados en el Musteriense (Tiffagon, 2006). Sin duda, este particularismo merecería un estudio en mayor profundidad.
Figura 2. Perfil este de la secuencia de la Cueva de El Esquilleu.
Una secuencia comparable a nivel ecológico y tecno-cultural lo documentamos en la Cueva de Ermitons (Girona) cuya secuencia incluye tres niveles del Paleolítico Medio (desde la parte interior, IV, V y VI). Se han obtenido tres fechas de radiocarbono para el nivel IV, una fecha convencional de 36,43 ± 1,8 a partir de un conjunto de restos de fauna, y dos de AMS de 33,19 ± 1,8 y recientemente 40,580 + 550 – 470 (Maroto et al., 1996, Maroto et al.,, 2002, Maroto et al., 2011). Sorprende que el método Levallois sea el método de talla más característico y que a nivel tipológico el conjunto se vea dominado por raederas y denticulados, junto a un alto porcentaje de los artefactos del Paleolítico Superior (raspadores, perforadores, buriles y piezas abruptas y dos puntas de Chatelperrón). A nivel tafonómico, el nivel IV se caracteriza por la presencia de carnívoros, especialmente oso de las cavernas, y el predominio de cabra entre los herbívoros. Otro de los casos utilizados como ejemplo de posible perduración, Las Fuentes de San Cristóbal (Huesca), ha proporcionado un rango que oscila entre el 39 ka. y los 36 ka. BP para los niveles E y G (Rosell et al., 2000, Maroto et al., 2011). Por encima de éstos, encontramos, como sucede en otros casos una secuencia de Paleolítico Superior pobre y escasamente diagnósticada. Por último, la Roca dels Bous (Lleida) muestra una fecha anterior a 38,8 ± 1,2 años BP para el nivel R3, situado en la parte superior de la secuencia del Paleolítico Medio. La industria lítica ofrece un dominio de los métodos levallois y discoide (Terradas et al., 1993); por encima del nivel R se observa una secuencia de 2 m. en los que, aunque observamos afinidad industrial, asistimos a un claro descenso en el número de efectivos.
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En el arco levantino parece irse diluyendo el debate sobre las cronologías recientes para el Musteriense. En Cova Negra (Valencia), los resultados geocronológicos parecen haber puesto en tela de juicio las interpretaciones climáticas de la secuencia ofreciendo contradicciones cronológicas, y algo similar sucede en Cova Beneito (Alicante, Domènech, 2005). Cova Foradada (Alicante) resiste quizás como único ejemplo claro de la presencia musteriense de fechas recientes en la zona (Iturbe et al., 1993, Casabó, 2001, Fernández Peris y Villaverde, 2001). En el Abrigo de El Salt (Alcoy, Alicante) se documenta igualmente cronologías recientes (Figuras 3 y 4), dentro de un proceso de regresión demográfica documentado a partir del 40.000 BP y entrando plenamente en el OIS 3 (Hernández Gómez et al., 2001).
Figura 3. Localización del yacimiento de El Salt (Alcoy, Alicante), cortesía de B. Galván.
En el sur, las secuencias tradicionalmente asociadas a pervivencia de comunidades neandertales siguen aún sin estar claramente descifradas. En la Cueva de Carihuela (Granada), los datos sedimentarios y bioestratigráficos databan las unidades musterienses V y IV durante el “Würm III” (Vega, et al., 1999), sin que hasta la fecha, se hayan obtenidas dataciones numéricas para estos niveles. Los datos más destacados sobre la pervivencia de grupos neandertales en el sur de la península provienen de yacimientos como los de Zafarraya (Barroso, 2003; Barroso y Lumley, 2006), Gorham (Finlayson et al., 2006) o la Sima de las Palomas del Cabezo Gordo (Murcia), donde se ha obtenido cronologías igualmente recientes de ≥30 ka. 14C BP para el depósito musteriense en los que han aparecido restos de neandertal y en el que series de dataciones de otros niveles y procedimientos han ofrecido cronologías algo más antiguas (Walker et al., 2008). En la Cueva de Gorham (Gibraltar), se han obtenido fechas extremadamente recientes (entre 24 y 23 ka. BP para el nivel IV). Durante el año 2011 y fruto del apoyo de la Junta de Andalucía y el Ayuntamiento de Cortes de la Frontera (Málaga) se ha iniciado el proyecto de investigación titulado “Proyecto Kuretes. Primeras ocupaciones humanas, evolución paleoecológica y climática del Cuaternario de las Béticas occidentales (2010-2015)”, cuyos resultados iniciales han confirmado la presencia de poblamiento 52
La perduración de los últimos neandertales en la Península Ibérica y su interrelación con los humanos anatómicamente modernos musteriense previo a la ocupación solutrense en la Cueva del Higueral-Guardia (Málaga), dentro de un contexto interior ecológicamente relicto y de carácter montañoso. Si consideramos que en los niveles de Paleolítico Superior de Bajondillo (Málaga), se dan fechas en torno a 34-32 años BP (Cortés et al., 2007; Cortés, 2007), sólo las cronologías de Gorham sostienen una perduración prolongada de grupos neandertales en la región. Además, la secuencia de este yacimiento carece de niveles asociables al Paleolítico Superior inicial, situándose el Solutrense por encima de los niveles musterienses. En ausencia de restos paleoantropológicos para el nivel musteriense, las cronologías tan recientes abren un debate semejante al de la Cueva del Esquilleu (Maroto et al., 2011).
Figura 4. Secuencia estratigráfica del yacimiento de El Salt (cortesía de B. Galbán).
Debemos ser especialmente cuidadosos con los conjuntos cuyo número de efectivos resulta limitado (Maroto et al 2011). Es el caso de conjuntos como el nivel IV de Gorham’s Cave (Finlayson et al., 2006) o algunos de los niveles de Caldeirao y Lapa dos Furos (Zilhâo, 2006, Zilhâo, 1997). Pero igualmente, el argumento podría aplicarse para la reconsideración de conjuntos inicialmente atribuidos al Auriñaciense, como es el caso de los niveles inferiores de la cueva de Rascaño cuya adscripción se fundamenta en su posición estratigráfica y sus dataciones de c. 27 ka. C14 BP, pero cuyo conjunto resulta escaso y poco diagnóstico (González Echegaray, 1981). Para el caso portugués, la evidencia parece haber sido cuestionada desde reinterpretaciones sobre el carácter de las ocupaciones, la atribución cronocultural de las mismas o su propia coherencia estratigráfica. Pedreira da Salemas (con cronologías recientes de c.a. 29,89 y 27,17 años BP), Lapa dos Furos (fechado en 30,57 y 34,58 años BP), Figueira Brava (con dos fechas de radiocarbono de 30 ka. BP) o Cueva Caldeirao (datada en 27,6 años BP) son todos ellos ejemplos de esta problemática (Raposo, 1995; 2000; Zilhâo 2000; Davis et al., 2010). La única evidencia que permanece como referencia válida es la Cueva de Oliveira, con un nivel 8 que ofrece una fecha de 31,9 ± 0,2 años BP, y acaso el yacimiento de Figueira Brava (para una visión crítica ver Zilhâo, 2006b). Todo parece indicar que en los tramos finales de algunas secuencias con ocupaciones musterienses sobreviene algún tipo de evento que alteraría la sensación de continuidad; quizás como reflejo de un cambio en las estrategias de captación y explotación del medio, o por la presencia de hiatos en la secuencia, o por la continuidad transformada o discontinuidad abrupta de algunos de estos procesos culturales; de esta forma, estas secuencias nos informan sobre transformaciones 53
Movilidad, contacto y cambio. II Congreso de Prehistoria de Andalucía
cuyo origen aún no conocemos con claridad. Un caso es la ausencia de niveles proto-Auriñacienses o Auriñacienses iniciales en secuencias como Gorham o Pego do Diablo (Zilhâo, 2010). Fuera del contexto peninsular, una situación semejante a los tramos finales de secuencias como El Esquilleu, lo tenemos en el yacimiento caucásico de Kalavan-2 (Ghukasyan et al., 2010). En este yacimiento se han datado, dentro de una secuencia Musteriense, cuatro muestras por Carbono 14. Una del nivel 19 ofrece un resultado calibrado de 45,4 ka. BP; dos del nivel 7 dan sendas dataciones calibradas de 31,6 y 39,6 ka. BP. Y la última, del contacto 6/7 se dató por duplicado con dos sub-muestras separadas, dando sendos resultados de 19,9 y 23,9 ka. BP. Sin embargo, los autores desestiman estas dos dataciones tan recientes, y la de 31,6 ka. BP, como producto de contaminación y problemas estratigráficos, prefiriendo una cronología de 39,6 cal. BP para el nivel 7. Una vez más, nos enfrentamos con un ejemplo en el que la discrepancia de los resultados geocronológicos con paradigmas cronoculturales preestablecidos limita las opciones interpretativas del registro arqueológico. Entidades en la geografía peninsular: la distribución geográfica de la transición La distribución geográfica de las evidencias del final del Paleolítico Medio indica que existen aún importantes lagunas en la investigación de campo. El modelo que planteamos utiliza las dataciones numéricas más recientes de las secuencias musterienses peninsulares, con independencia de la crítica que se ha hecho a las mismas. Estimamos que los procedimientos de pre-tratamiento empleados hasta fechas recientes (Higham, 2011), son válidos a nivel comparativo y permiten una aproximación a los modelos de poblamiento empleados durante las fases de transición. El resultado sugiere un modelo complejo de ocupación con presencia de aislamientos poblacionales por parte de las comunidades musterienses finales (Figura 5), y en donde el carácter residual de las áreas (zonas meridionales o montañosas), debió ser determinante.
Figura 5. Modelización del poblamiento final de las comunidades musterienses a partir del valor relativo de las cronologías numéricas de yacimientos peninsulares.
En el norte peninsular, los yacimientos del musteriense reciente, se localizan preferentemente en zonas interiores, en las tierras altas y ambientes montañosos (Las Fuentes de San Cristóbal, Roca dels Bous, El Esquilleu y los yacimientos de su entorno, Arrillor, etc .-Vaquero et al., 2006-). Esta tendencia debe ser matizada, ya que en ocasiones el carácter interior y montañoso de un enclave, no puede ser considerado en términos de altitud sobre el nivel 54
La perduración de los últimos neandertales en la Península Ibérica y su interrelación con los humanos anatómicamente modernos del mar, sino en relación con los gradientes de pendiente dominante y el carácter ecológico de la región en que se enclava. Un hecho significativo a considerar, es que en buena parte de estas secuencias musterienses terminales no parece producirse una solución de continuidad hacia el Paleolítico Superior; como observamos también en la Meseta; se produce bien abandono de los contextos habitados previamente, o una posible perduración de lo precedente. La distribución de los yacimientos del final del Musteriense en el interior, parece indicar que nos encontramos ante un caso similar. Se trata de una zona de relativamente baja densidad de poblamiento durante estas fases. Contamos con ejemplos como la Cueva de la Ermita (Burgos), que ha dado una fecha de radiocarbono de 31,1 ± 0,55 años BP; los resultados de la unidad fluvial superior de Soto e Hijos (Madrid), con cronologías por OSL de 32 000 +- 2500 BP (Baena, 1994); o los recientes resultados del yacimiento de Cañaveral en Madrid (figura 6), muestran que el poblamiento de la meseta parece haber tenido una densidad de poblamiento bastante escasa en estas últimas fases (Baena et al., 2011b). Los niveles de Paleolítico Superior documentados en la región no muestran en ningún caso un modelo de continuidad (Musteriense-proto-Auriñaciense-Auriñaciense-Gravetiense-Solutrense), produciéndose por lo general una clara discontinuidad tras las últimas ocupaciones musterienses, en algunos casos dando paso a un proto-Solutrense/Solutrense, o bien con secuencias sin Musteriense con un Paleolítico Superior avanzado (Vega et al., 2011). En zonas próximas, la Cueva de Toros de Cantavieja (Teruel), muestra unas cronologías próximas 35 BP (Utrilla y Montes, 2004).
Figura 6. Planta de la excavación del yacimiento musteriense de El Cañaveral (Madrid).
En el sur peninsular, yacimientos con las últimas ocupaciones musterienses parecen tener una distribución interior y montañosa sobre alturas próximas a los 1000 msnm (como Zafarraya o Carihuela) mientras que las primeras ocupaciones del Paleolítico Superior como las documentadas en Bajondillo, el complejo del Humo- Cueva de la Araña o la Cueva Foradada se encuentran en cotas muy bajas, próximas a entornos costeros. Pero la rareza de la distribución de niveles con presencia de Paleolítico Superior en el sur de Iberia no puede considerarse por sí mis55
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ma argumento de supervivencia del Musteriense hasta cronologías recientes; se trata de una característica común en la Península Ibérica en su conjunto, debido al carácter parcheado de la distribución temprana que observamos en el Paleolítico Superior (Vaquero et al., 2006). Fuera del ámbito peninsular, también podrían haberse producido situaciones similares. Es el caso del yacimiento de Byzovaya (Rusia) en el que, a pesar de opiniones contrarias, podría haberse detectado un enclave “refugio” en la zona ártica rusa en cronologías terminales cercanas al 28.500 BP (Slimak et al., 2011). Volviendo al caso peninsular, los datos nos indican que existiría una tendencia hacia el avance de poblaciones de humanos modernos siguiendo un eje noreste-suroeste. El desplazamiento de las poblaciones neandertales no sigue un eje continuo, por lo que el aislamiento de grupos parece probable. Por otro lado, tampoco puede hablarse de un modelo unívoco y contínuo de ocupación o poblamiento por parte de estos humanos modernos. La existencia de ausencias dentro del registro en el sur peninsular, por otro lado frecuente en las primeras fases del Paleolítico Superior, sugiere un patrón de ocupación tipo “razzia” que mermaría sensiblemente los recursos tradicionalmente aprovechados por los grupos musterienses (Balter y Simon, 2006). Este modelo de avanzadilla, podría explicar la presencia temprana de restos fósiles de sapiens en puntos tan distantes de Europa como la Cueva Kent (R.U.), Grotta Cavallo (Italia), Oase (Rumanía) o Kostenki I (Rusia) (Higham et al., 2011, Benazzi et al., 2011). Así, en muchos casos se aprecia cómo tras una ocupación musteriense tardía, sucede una discontinuidad que no tiene solución hasta momentos avanzados del Paleolítico Superior (Auriñaciense evolucionado-Solutrense). Esta situación resulta especialmente clara en la Península Ibérica (Zilhâo, 2006b) en la que la asimetría de secuencias entre el norte y el sur (con excepciones) no deja de ser una realidad que parece mejor explicada por un modelo de frente de avance discontinuo (figura 7).
Figura 7. Modelización de las principales secuencias crono-culturales para la Península Ibérica (a partir de Zilhâo, 2006b). Se aprecia una relativa discontinuidad de los tecno-complejos entre el norte y el sur, si bien la existencia de excepciones contribuiría a confirmar la diversidad de respuestas de las poblaciones musterienses, así como la existencia de aislamientos poblacionales.
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La perduración de los últimos neandertales en la Península Ibérica y su interrelación con los humanos anatómicamente modernos Modelos explicativos y consideraciones finales La perduración de los últimos neandertales y con ellos del Musteriense y su relación con los primeros humanos anatómicamente modernos sigue siendo, en lo esencial, una cuestión por esclarecer. Los problemas inherentes al método (contrastación de hipótesis) y nuestra capacidad de establecer estándares de análisis son aún una asignatura pendiente. Los discursos arqueológicos y paleoantropológicos siguen aún cursos diferentes sin un correcto maridaje. Por otro lado, la avalancha de datos geocronológicos obtenidos en los últimos años ha propiciado un marco de interpretación más denso que permite aventurar tendencias generales, situando uno de los ejes prioritarios del problema en los propios protocolos de obtención de registros, así como en el tratamiento y análisis de las muestras que proporcionan dataciones numéricas a los paradigmas arqueológicos. La variabilidad de resultados con que contamos hoy en día nos obliga a la discreción a la hora de interpretar los resultados. A pesar de ello, somos capaces de vislumbrar tendencias generales dentro de la Península. La comparación y discriminación de los conjuntos arqueológicos desde propuestas que lo permitan resulta un paso esencial de cara a entender los modelos de relación entre culturas y especies. En este sentido, existen dos ejes fundamentales sobre los que considerar dicho registro: el marco cronológico y el tecno-cultural. Las evidencias que apoyaban la supervivencia generalizada de los neandertales/Musteriense en el sur de la península y una temprana llegada de los Humanos modernos no parecen tan sólidas como hace algunos años; ahora, el ámbito meridional no es el único escenario a considerar ante los resultado que están ofreciendo y pueden ofrecer el norte e interior peninsular. Como hemos podido comprobar, parece probado que las respuestas de los grupos musterienses a los largo del OIS3 parecen no ser homogéneas. El tránsito entre los dos periodos cronoculturales queda marcado en la mayoría de las secuencias por cambios drásticos en direcciones muy diversas: tanto modelos de cambio-adaptación-continuidad con cierta ruptura de los patrones tradicionales (Morín, A Valiña, etc.), como con modelos de continuidad-ruptura de carácter más o menos drástico (Esquilleu, Roca dels Bous, Ermitons, Fuentes de San Cristobal, Gorham, etc.). Esta circunstancia queda registrada en muchas de las secuencias del occidente europeo a través del aumento en el índice de presencia de carnívoros en los niveles de ocupación (Baena et al., 2005; Discamps, 2010; Davis et al., 2010), en lo que se ha conocido como “hyena event”. El cambio en los patrones de ocupación, de patrones de carácter residencial a modelos logísticos, ampliaría las oportunidades de estos moradores, lo que a su vez podría contribuir a la propia alteración, mezcla y discontinuidad en el registro arqueo-sedimentario. Por otro lado, las explicaciones de base climática para esta discontinuidad (Zilhâo, 2006b) no parecen razonables si se presentan en exclusividad, dada la ciclicidad de condiciones producida a lo largo de todo el Pleistoceno superior (d’Errico y Sánchez Goñi, 2003). Estas explicaciones de rango climático o ecológico no parecen casar bien con el hecho de que las poblaciones neandertales hayan ocupado las secuencias dentro de condiciones muy cambiantes a lo largo del los OIS 5-3 como lo demuestran la mayor parte de los yacimientos de referencia (Abric Romaní, Cueva de El Esquilleu, Cova Negra, Carihuela, etc.). La fragmentación y aislamiento de los grupos neandertales (Finlayson et al., 2004), lo que parece un hecho comprobado, podría explicarse mejor en base a razones de índole cultural o subsistencial. La coexistencia de ambas culturas y/o tipos humanos en rangos temporales sincrónicos por periodos de tiempo más o menos prologados dentro de contextos geográficos próximos, tendría implicaciones interpretativas relevantes. En el caso cantábrico, dicha proximidad espacio temporal parece darse si comparamos dataciones, localizaciones y asignaciones culturales como las documentadas en yacimientos como la Cueva de El Esquilleu o la cueva de El Castillo (figura 1), e insistimos que no necesariamente estos horizontes han de relacionarse necesariamente con tipos humanos distintos. Situaciones semejantes pueden haberse producido en el ámbito italiano de Riparo Mezzena (Longo et al., 2011), o en los yacimientos de Fumane (Proto-auriñaciense) y Mezzena (Musteriense) próximos tanto geográfica como cronológicamente, circunstancia que abre la puerta de una interpretación del Uluziense (y por extensión de otros conjuntos transicionales) como resultado de estímulos directos o indirectos de los primeros sapiens. Hasta el momento no hay indicios de hibridación en este caso proponiéndose para Mezzena una coexistencia sobre mismos contextos geográficos en un lapso de corta duración, pero en cronologías avanzadas de alrededor de 34,540 +- 655 C14 BP sin calibrar. A diferencia del caso portugués de Lagar Velho (Zilhâo y Trinkaus, 2002; Zilhâo 2011), en el que se aboga por una hibridación biológica y cultural sobre la base de explicaciones de tipo poblacional, el grueso peninsular no pre57
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senta claras muestras de aculturación ni hibridación entre ambas comunidades, sí de cierto solapamiento cronológico, y claramente de un marcado grado de aislamiento por parte de estas últimas poblaciones musterienses. Esta situación, parece más clara aún en el caso del sur. En su argumento (Zilhâo, 2011) parece olvidar el hecho de que los neandertales se han extinguido (y la implicación que esto tiene en cuanto al necesario aislamiento poblacional que ello implica). Por otro lado, ejemplos de evolución como los documentados en la Grotte du Renne quedan limitados a la existencia de un Chatelperroniense/Protoauriñaciense relativamente aislado a nivel geográfico (d´Errico et al., 1998; Zilhâo, 2006). La amplia continuidad geográfica de la ocupación de los entornos peninsulares por parte de las comunidades musterienses a lo largo del Pleistoceno Superior nos indica un alto grado de adaptabilidad que parece contradecir a los modelos que explican la extinción de estos grupos basándose en razones estrictamente climáticas (d’Errico y Sánchez Goñi, 2003). El escenario de competencia en cuanto a recursos que la presencia de los humanos anatómicamente modernos establece a lo largo del OIS3, con una modelo de explotación mucho más competitivo (alta movilidad y relativamente baja residencialidad en los momentos iniciales), debe estar en la raíz de respuestas adaptativas muy variadas en las comunidades indígenas, si bien tratamos con periodos en los que la densidad de población estimada debió ser muy baja (y con ello la proporción de recursos a repartir, relativamente alta). Pensamos que los modelos explicativos deben prestar más atención al carácter de mosaico de la Península Ibérica. Los nuevos datos sugieren que el contexto ibérico es bastante más complejo de lo que se pensaba, por lo que es difícil establecer modelos generales para explicar este proceso a escala peninsular. Hay que tener en cuenta que ni el Norte ni Sur de Iberia son unidades biogeográficas, ya que se caracteriza por una parcelación de condiciones muy diversas (zonas costeras, mesetas interiores, cadenas montañosas), que ofrece diferentes opciones para la subsistencia (Vaquero et al., 2006). El carácter particular del contexto peninsular queda de manifiesto por los modelos de explotación empleados por los primeros auriñacienses que arriban, quienes desarrollan estrategias de subsistencia diferentes a las documentados en el resto de Europa. Como hemos visto, las respuestas que registramos dentro de las secuencias musterienses en momentos finales, parecen explicarse mejor desde un modelo de ocupación por parte de los primeros humanos modernos de caracter discontinuo. Existen razones que abogan por que los modelos de presión que estos grupos debieron ejercer sobre las poblaciones nativas debieron tener efecto en plazos temporales amplios. Igualmente, las respuestas que provocaron debieron ser muy diferentes en función de la tradición geo-cultural de estos grupos (entornos ocupados de manera estacional y sistemas de explotación del medio aplicados a cada uno). Éstas, pudieron provocar patrones de desplazamiento o movilidad a media-larga distancia en busca de entornos distintos a los conocidos en zonas interiores o latitudes altas del continente, coexistiendo de manera simultánea con desplazamientos de corta distancia hacia nichos ecológicos menos atractivos (tierras altas o zonas montañosas) preferentemente en zonas peninsulares del sur europeo. Estos procesos parecen tener lugar dentro de una tradición cultural marcada por un cierto carácter endogámico, que podría estar plasmado en una inicial actitud refractaria a la existencia de hibridaciones de carácter cultural como señalan los últimos datos aportados por la genética de estas poblaciones (Dalen et al., 2012). Al menos a nivel peninsular un hecho parece probado, los patrones de comportamiento de los musterienses finales “no aculturados” (aún sin acuerdo sobre el lapso cronológico en que tiene lugar) parecen sufrir cambios en sus modelos de circulación y explotación en el medio como respuesta adaptativa a los cambios. Yacimientos como Axlor o Esquilleu (Ríos Garaizar, 2008; Baena et al., 2011) presentan una tendencia de transformación desde modelos residenciales hacia modelos logísticos de alta movilidad (que previamente habían tenido un carácter logístico; Cârciumaru, 2000), posiblemente como alternativa adaptativa a la no “aculturación”, hibridación o mezcla. La coherencia del proceso se puede confirmar con la existencia de rasgos semejantes en el suroeste francés (Delagnes y Meignen, 2006). En ningún caso parece que el nivel cultural de estos grupos musterienses humanos pudiera intervenir de manera decisiva en su ocaso; las capacidades cognitivas-simbólicas o el nivel tecnológico de los neandertales están cada vez más cerca de las de los humanos modernos. Ejemplo de ello lo tenemos en los elementos ornamentales en la Grotte du Renne (Zilhâo 2006; 2011; Higham et al., 2010; Caron et al., 2011), en la cueva de los Aviones o Cueva Antón en Murcia (Zilhâo et al., 2010b), en la existencia de un elaborado instrumental en hueso en el Uluzziense (d´Errico et al., 2011), o en los indicios de ornamentación hallados recientemente en la Cueva Fumane (Peresani et al., 2011), además de lo relativo a la organización y estructuración del espacio habitacional (Cabanes et al., 2010; Silvana et al., 2011). También en este caso resulta sorprendente apreciar como el lapso cronológico en el que se registran estos indicios de comportamiento “moderno”, tienen lugar en cronología avanzadas (así se puede 58
La perduración de los últimos neandertales en la Península Ibérica y su interrelación con los humanos anatómicamente modernos llegar a admitir una fecha de 37.4 ka. cal B.P para los datos de Cueva Antón o los Aviones a los que se sumarían cronologías semejantes para Higueral de la Valleja en Andalucía –Zilhâo et al., 2010b), lo que cuestiona el carácter independiente de estos procesos en favor del refuerzo por medio de estímulos externos (sapiens). La presión del hombre moderno y la inestabilidad del clima podrían ser factores coadyuvantes en la extinción de estos grupos, cuya raigambre cultural generó una estabilidad geo-cultural dentro de nuestro continente a lo largo de milenios. Casualmente, el proceso de extinción no se produce en dirección opuesta (extinción de los sapiens a favor de los neandertales) lo que podría ser una clave para comprender la convergencia de factores de tradición cultural a la hora de ofrecer una explicación. Recogemos la opinión de Rios Garaizar cuando señala que “(…) las sociedades neandertales no fueron agentes pasivos que cambiaron sólo ante estímulos externos como la llegada de nuevos grupos humanos a Europa sino que, probablemente, algunos de los factores que explicarían su desaparición pueden encontrarse en las propias dinámicas históricas de las sociedades neandertales.” (Rios, 2010: 35). Los modelos explicativos de carácter global indican que existe una tendencia general de cambio entre las poblaciones siguiendo un eje noreste-suroeste (Zilhâo 2000; Zilhâo y Trinkaus, 2002), pero en ningún momento supone un modelo colonial. La perduración de poblaciones “indígenas” no sólo parece acreditarse sino que resulta extremadamente lógica. No existe una inteligencia sapiens que busque la anulación de las poblaciones musterienses, sino un modelo de supervivencia que conduce a procesos diferentes en lugares distintos. Estos modelos, no permiten explicar la fenomenología de ámbitos locales (Vega 2005; Hovers 2009; RielSalvatore, 2010). Como historiadores, pero especialmente como Prehistoriadores, nos vemos en la obligación de dar respuestas acordes con marcos y rangos diferenciados, valorando la validez y significación del registro documentado en cada momento y en cada lugar, huyendo de preconcepciones que desvirtúen el modelo explicativo. El registro africano y asiático en las últimas décadas nos ha demostrado que la realidad histórica está lejos de las simplificaciones. Excavaciones en el ámbito cantábrico en yacimientos como la Cueva de El Esquilleu (Cantabria), el abrigo Sopeña (Asturias) o la Cueva del Conde (Asturias), la Cueva de Toros Cantavieja (Teruel) y los conjuntos del sistema central y la cuenca sedimentaria en la meseta, yacimientos como la Cueva de El Salt (Alicante) o la Sima de las Palomas (Murcia) en el ámbito levantino, o el proyecto que hemos iniciado en las béticas occidentales en yacimientos como la Cueva del Higueral-Guardia (proyecto Kuretes), entre otros muchos, deben tener una continuidad en el futuro. Estos y otros muchos sitios están ofreciendo niveles arqueológicos correspondientes al final del Paleolítico Medio y al Paleolítico Superior que pueden proporcionar datos esenciales para esclarecer esta cuestión en los próximos años. Agradecimientos Este trabajo se enmarca dentro de los proyectos de investigación: Contexto cronológico y cultural del final del Paleolítico Medio en el Norte peninsular (HUM2004-04679 y HAR2010-22013) financiado por la Dirección General de Investigación así como en el proyecto de investigación “Proyecto Kuretes. Primeras ocupaciones humanas, evolución paleoecológica y climática del Cuaternario de las Béticas occidentales” financiado por la Junta de Andalucía.
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Difusión o innovación tecnológica: los inicios de la metalurgia en la Península Ibérica Ignacio Montero-Ruiz y Mercedes Murillo-Barroso IH-CSIC
Resumen: Se propone, a partir de datos tecnológicos, la posibilidad de que en la Península Ibérica se hubiera producido un fenómeno de innovación metalúrgica independiente. Se contrastan los datos con la información disponible en otras áreas europeas que hubieran permitido una difusión de ese conocimiento. A las cuestiones tecnológicas se añaden, en apoyo a esta hipótesis, datos arqueológicos y contextuales del registro material durante el Neolítico y Calcolítico. La propuesta de los autores es que en la primera mitad del V milenio cal AC se inicia la metalurgia en la Península Ibérica de manera independiente, sin uso previo de cobre nativo. Palabras Clave: Cobre nativo, metalografía, adornos, Cerro Virtud, recocido, Calcolítico INTRODUCCIÓN En los últimos años se ha vuelto a discutir con intensidad la viabilidad de una invención independiente de la metalurgia en distintas áreas del Viejo Mundo. Los partidarios de una difusión a Europa desde el Próximo Oriente, región donde habría sido descubierto el proceso metalúrgico, han publicado varios artículos (Roberts, 2008, 2009; Roberts et al., 2009, Thorthon et al., 2010) que parecen haber tenido una alta aceptación en el mundo académico. Algunas de estas propuestas difusionistas (Amzallag, 2009) han resultado desacreditadas por esos mismos partidarios de la difusión (Thorhon et al., 2010). Sin embargo, los restos metalúrgicos del yacimiento de Belovode en Serbia vuelven a llamar la atención sobre la invención de la metalurgia extractiva de manera independiente en el área balcánica y la posibilidad de múltiples orígenes en Eurasia relacionados con, pero independientes, del paquete cultural neolítico (Radivojević et al., 2010: 2786). La Península Ibérica, desde que Renfrew (1967) propusiera la posibilidad de una invención local de la metalurgia al desvincular el megalitismo de un origen e influencia oriental y con el apoyo de la cronología radiocarbónica, ha estado involucrada en este debate, aunque ya diversos autores habían planteado esta opción con anterioridad a Renfrew. Los estudios arqueometalúrgicos realizados dentro del Proyecto de Arqueometalurgia de la Península Ibérica y publicados por Montero (1994) apoyaban la idea de un origen independiente desde un punto de vista tecnológico. Posteriormente la excavación de Cerro Virtud proporcionaría unas fechas para situar la antigüedad de esta metalurgia: primera mitad del V milenio cal AC (Ruiz Taboada y Montero, 1999a). Sin embargo, en los argumentos de las posturas difusionistas no se han valorado correctamente los aspectos tecnológicos desarrollados en la metalurgia ibérica y la crítica se ha centrado en negar la validez del contexto de Cerro Virtud por tratarse de un yacimiento removido, e interpretar que se trataba de una datación indirecta de la metalurgia -mediante relación estratigráfica (alterada)-, obviando que era en realidad una datación directa del contexto y nivel donde apareció el resto de vasija de reducción metalúrgica (Roberts, 2008: 360; 2009: 466). Este trabajo pretende actualizar la información disponible y valorar aspectos teóricos y tecnológicos presentes en el debate sobre el inicio de la metalurgia en la Península Ibérica. Intencionadamente se ha dejado fuera del título el término invención, y se ha elegido innovación ya que refleja mejor todo el proceso tecnológico involucrado en la adopción de una nueva tecnología como es la metalurgia. Los conceptos de invención e innovación siguen la definición de Torrence y Van der Leeuw (1989): - Invención: significa cualquier concepción original de una nueva idea, comportamiento o cosa. - Innovación: representa el proceso completo que empieza con la concepción o invención de una nueva idea e incluye también su aceptación y desarrollo. En este sentido, y como señalaba Renfrew (1969: 160) la metalurgia nunca fue una única invención, sino un número de distintos y separados descubrimientos. La propia secuencia establecida por Coghlan (1951) o Wertime (1973) señala diferentes momentos o fases, y es crucial para valorar esos posibles orígenes independientes. Así, las manufacturas en cobre nativo que consiguen la forma del objeto mediante la deformación del metal combinando forja y recocido (Fig. 1), no tiene porqué conducir al descubrimiento de una fundición del metal, como sucede en la tecnología empleada por los indios americanos del área de los grandes lagos (Craddock, 1995: 98-101). En el 65
Movilidad, contacto y cambio. II Congreso de Prehistoria de Andalucía
Próximo Oriente debieron transcurrir al menos 3000 años para que se superase la fase pre-metalúrgica con cobre nativo.
Figura 1: Estructuras metalógráficas de un bruto de colada de cobre (A), deformación de la estructura de colada por forja en frío (B) y combinación de trabajos de forja y recocido (C).
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Difusión o innovación tenológica: los inicios de la metalurgia en la Península Ibérica
La fundición del metal es una invención distinta, al igual que lo es la reducción de minerales para obtener metal (metalurgia extractiva). No todas esas invenciones surgen en el mismo sitio, como demuestra la metalurgia en Sudamérica, ni impiden que la metalurgia extractiva se pueda conseguir sin un conocimiento previo del trabajo del metal nativo, ya que son invenciones de naturaleza independiente, aunque puedan establecerse conexiones entre ambas. La innovación de la metalurgia extractiva planteada de forma independiente para los Balcanes basa sus argumentos en que no hay evidencias de reducción de minerales en el Próximo Oriente en fechas anteriores y en el desarrollo de tipologías de objetos diferentes. Sin embargo, debe destacarse que esa primera metalurgia extractiva utiliza de forma plena el conocimiento tecnológico previo desarrollado con el cobre nativo: combinación de forja y recocido en la terminación de las piezas después de su colado. Es decir, inventa un nuevo proceso (reducción de mineral para obtener metal) y aprovecha las invenciones anteriores (técnicas de trabajo con metal nativo) para completar su desarrollo. Las metalografías del hacha-azada y del hacha con perforación realizadas por Charles (1969) a objetos calcolíticos son claras del uso combinado de la forja y el recocido para terminar de configurar la forma de los objetos, colados en molde univalvo con un núcleo para formar la perforación. La complejidad tipológica y de manufactura de las herramientas perforadas, características de la metalurgia calcolítica balcánica en el VI/V milenio cal AC, era el segundo argumento utilizado por Renfrew (1969) para apoyar la independencia de esta metalurgia respecto a la del Próximo Oriente. Por tanto, para los autores que defienden la posibilidad de innovaciones independientes, el que en el Próximo Oriente exista un trabajo con el cobre nativo muy anterior, desde el VIII milenio AC, no impide plantear que en los Balcanes se llegara a la reducción del mineral de cobre de manera independiente. Los datos cronológicos de Belovode de finales del VI milenio cal AC apoyan esa independencia (Radivojević, et al., 2010), aunque previamente se hubiera difundido el conocimiento del trabajo de cobre nativo, inicialmente desarrollado en el Próximo Oriente. 2.- DIFUSIÓN DE LA METALURGIA EN EUROPA La metalurgia del resto de Europa se considera deudora de la balcánica ya que cuanto más hacia occidente nos traslademos se identifica arqueológicamente en fechas más tardías (Roberts 2009), y no muestra rasgos distintivos o diferenciados (salvo variantes tipológicas de objetos). Así las escorias de Brixlegg (Austria) se fechan en la segunda mitad del V milenio cal BC (Höppner et al., 2005). Esta expansión gradual con cronologías más recientes cuanto más nos alejemos del núcleo balcánico se encuentra recogida en los artículos de Roberts (2008, 2009) en el que se plantea como anómala la situación de la Península Ibérica si se acepta la cronología de Cerro Virtud. La cronología para la Península Ibérica sería según Roberts (2008: 361): “It is most probable oxidic copper ore smelting ocurred earliest in southern Iberia during the late fourth millenium BC and before being practised in central and northern Iberia during the early-mid-third millenium BC”. El último eslabón en la difusión sería la metalurgia de las Islas Británicas e Irlanda (Roberts et al., 2009: 1015). La propuesta de Roberts sobre la difusión de la metalurgia tiene, en el caso de la Península Ibérica, varios errores que, como iremos viendo, inciden en la posibilidad de admitir o no su desarrollo independiente. Uno de los elementos que se señala para hacer dependiente esta primera metalurgia occidental es, según Roberts (2009: 468), la ausencia de explotación de minerales de cobre o de cobre nativo en el periodo pre-metalúrgico, como está atestiguado desde el Sudeste de Europa hasta Pakistán (Roberts et al., 2009). Las minas de cobre en Europa occidental se fechan todas a partir de periodos donde la metalurgia es ya conocida. Según Roberts (2009: 468): “Prospecting might not have been easy, as there were plenty of other similarly coloured mineral sources that could be a source of confusion to any potential smelter, and there needs to be the initial motivation to experiment”. Esta apreciación, claramente subjetiva, resulta curiosa para el mundo neolítico, periodo en el que se inicia el aprovechamiento de una amplia variedad de materias primas en hueso y piedra, algunas de estas minerales. Vicent (1989) señalaba el creciente desarrollo de elementos socio-ideotécnicos que se detecta en el Neolítico por el aumento de objetos de procedencia distante, escasos o muy elaborados. Por ejemplo, en el registro arqueológico recuperado en la Comunidad Valenciana por Pascual (1998: 222) se cita entre los materiales de origen mineral, 67
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muchos de ellos sin identificar analíticamente, el lignito y azabache, también presentes en otras áreas peninsulares (Delibes et al., 2010). Entre las llamadas piedras verdes, además de la variscita y la explotación neolítica de Can Tintorer se han identificado algunas cuentas de turquesa, variedad relacionada con el cobre1 y en Galicia en el yacimiento de Monte da Mora también se identificó turquesa (Edo et al., 1999). Podemos mencionar también el uso del cinabrio en contextos del VI milenio AC en Casa Montero (Hunt et al., 2011) o Cova de L´Or (Domingo et al., 2012), sin olvidar los ocres (óxidos de hierro) empleados en los pigmentos. En consecuencia el Neolítico es un periodo de descubrimiento, aprovechamiento y experimentación con todos aquellos recursos naturales disponibles en los territorios habitados. No creemos necesaria una motivación experimental específica para los minerales de cobre. Además, contamos con dos casos de aprovechamiento de minerales de cobre, probablemente sin uso metalúrgico, en contextos anteriores a la cronología propuesta por Roberts. La Collá Cimera es un megalito clásico de cámara pétrea en el que se recuperó un ajuar claramente neolítico (trapecio y disquitos-raspador). Dentro de la cámara del dolmen y en su fondo había un pedazo de malaquita (de Blas, 1996). El megalito se encuentra a una hora de marcha de las minas de cobre de El Áramo. Aunque este monumento no tiene una datación directa, las investigaciones en monumentos similares permiten fijar unas fechas de uso del primer tercio del IV milenio AC. En consecuencia casi un milenio anterior a las fechas de explotación de El Áramo. De Blas (2007-2008: 724) señala ese primer contacto con el mineral de cobre por parte de los pobladores neolíticos del territorio, en un tiempo en el que al color verde se le atribuía un elevado valor simbólico. El segundo caso es de más reciente publicación (Delibes et al., 2010). Se menciona la presencia de mineral de cobre, en este caso de colores azulados y verdosos (Fig. 2), en el yacimiento neolítico de La Nava-Rehoyo (Nocedo, Burgos). Aunque se trata de recogida de material de superficie, la tipología y formas cerámicas permiten encuadrarlo genéricamente en el IV milenio AC. El yacimiento se ubica a poca distancia de las minas de cobre de Huidobro. Pero Delibes destaca también otros recursos de esa zona como las pudingas utilizadas para fabricar mortero y, lo que más nos interesa en este momento, el lignito. Este lignito ha sido identificado encajado en las vetas de malaquita y azurita en las minas de Huidobro, y son abundantes las cuentas de este material en sepulcros megalíticos de la zona como Las Arnillas con fechas de mediados del IV milenio AC (Delibes et al., 2010: 47) y posiblemente
Figura 2: Detalle de un fragmento de mineral de cobre del yacimiento neolítico de Nava de Nocedo (Burgos). En Cerro Virtud hemos identificado por DRX una cuenta de turquesa, aunque no podemos asignarle contexto al haberse recogido en superficie.
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contemporáneo al poblado de La Nava-Rehoyo. Tanto en La Nava como en La Collá hay un conocimiento y desplazamiento intencionado del mineral de cobre, aunque no conozcamos su finalidad, y con cronologías anteriores a las esperadas en el modelo de Roberts. 3.- PERSPECTIVA TECNOLÓGICA La posibilidad de una invención independiente debemos valorarla principalmente desde la propia perspectiva de la tecnología, independiente de una mayor o menor antigüedad. Roberts (2008: 365) admite que objetos de metal pueden haber llegado al occidente de Europa más rápidamente que la propia producción de objetos. Por tanto, no interesa tanto el objeto más antiguo como las pruebas de producción metalúrgica. Si aceptamos además que esa transmisión tecnológica, en el caso de la metalurgia, debe realizarse de manera directa según Roberts (2008: 360) por desplazamiento de personas entre los agentes involucrados y que no es suficiente la presencia física del metal para deducirla, podemos valorar si existen o no diferencias tecnológicas que justifiquen la independencia en el desarrollo de la tecnología. Es precisamente en esta valoración tecnológica donde se encuentra el principal error de apreciación de los artículos de Roberts (2008, 2009) sobre la situación en la Península Ibérica. Hay una asunción general que minimiza el valor de algunos datos de gran importancia en nuestro caso:
“…there is a growing awareness that simple metalworking techniques were highly localised and passed between individuals, thus making studies of technological transmission using metallographic and chemical analyses of metal artefacts extremely difficult”. (Roberts et al., 2009: 1016). También llama la atención un párrafo que valora la unidad tecnológica de la metalurgia en Europa occidental y unas bases comunes de conocimiento empírico vinculadas dos de ellas, al menos, al desarrollo neolítico: “The realisation that the metal can be cold-worked for a longer time if heated in between shaping will not have escaped the notice of people who were used to fire-harden wood, heating flint and firing pottery and it is therefore no surprise to find it present throughout Western Europe in the earliest objects.” (Roberts, 2008: 362) Esta perspectiva concuerda con la visión del conocimiento pre-metalúrgico a partir del cobre nativo aceptado clásicamente, en el que la combinación de ambas técnicas permite trabajar el metal para darle forma. Es decir, el conocimiento de cómo se trabaja el metal no cambia a partir de la innovación que supone la reducción del mineral. Como es de esperar, el conocimiento previo se mantiene y aprovecha. Sin embargo Roberts (2008: 362) asume equivocadamente que esa combinación de técnicas de forja en frío y recocido están extensivamente utilizadas en la Península Ibérica. El libro de Rovira y Gómez (2003) nos muestra un panorama diferente en el que la técnica de recocido apenas es empleada en el Calcolítico y cuando aparece, suele hacerlo de manera poco controlada o intensa. Este es el panorama general y el particular para cada tipo de objeto valorado. Hasta el Bronce Medio o Pleno no se aprecia un uso predominante del recocido y de las cadenas largas de trabajo (F+FF+R+FF) (Fig. 3). La única excepción la encontramos en el SW de la Península Ibérica, donde a partir de un Calcolítico avanzado aparece un tipo de objeto de distribución regional como es el puñal o cuchillo laminar (en ocasiones sierras). Estas piezas se caracterizan por su delgadez o mínimo grosor, y esto solo es posible conseguirlo mediante un trabajo intenso de adelgazamiento y deformación del metal de base. Como es evidente, sin alternancia del trabajo en frío con un recocido que permita reducir la fragilidad del metal no sería posible conseguir esos espesores finos. Sin embargo, esta es la excepción, y no la norma. Como señala Bayona (2008: 242): “En el caso de las preformas laminares, por ejemplo, encontramos que estas han sido elaboradas prácticamente de todas las maneras posibles: FF+F, F+FF+R, F+FF+R+FF, variación similar a la detectada en los elementos denticulados o en los punzones/escoplo”. La pregunta a resolver sería ¿por qué se produce esa falta de homogeneidad en las manufacturas en estos momentos
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Figura 3: Distribución de las técnicas de trabajo metalúrgico empleadas en el Calcolítico y Bronce Medio en la Península Ibérica a partir de los datos publicados por Rovira y Gómez Ramos (2003). F= Fundición; FF= Forja en frío; R= Recocido.
de transición Calcolítico / Edad del Bronce? 3.1.- Hachas de cobre Si observamos la tecnología aplicada a la manufactura de hachas en Europa, tipo de objeto que ha recibido mayor atención desde el punto de vista de la metalografía, nos damos cuenta que desde el inicio de la reducción del mineral en los Balcanes, las hachas en sus distintas variantes tipológicas adoptan la cadena larga que incluye el recocido. Así lo habíamos señalado para las hachas de la cultura de Vinča estudiadas por Charles (1969), pero aparece en los estudios más recientes: •
“All axes but one from 5th and early 4th millennium show a fully recrystallised microstructure. (…) it is noteworthy that most of the older axes (horizon 1) show a conspicuous absence of any significant cold work, while the opposite is true for horizon 2” (Kienlin, 2008: 106).
•
“Horizon 2 3800-2500 BC: Copper Age flat axes of the Altheim and Vinča Types (Horizon 2), with a widespread distribution in southeastern and central Europe clearly follow the procedure outlines above with cold-working of the as-cast object, followed by annealing and final cold-hammering” (Kienlin y Pernicka, 2009: 262).
•
“The results of analysis of 20 prehistoric copper (Italy) axes indicate the most Copper Age axes show metal textures related to casting, moderate cold working and subsequent thermal annealing.” (Artioli y Mapelli, 2009: 99).
Los datos en la Península Ibérica, aunque en el libro de Rovira y Gómez (2003: 171) la muestra estudiada era escasa, han aumentado por las nuevas metalografías realizadas en los últimos años, principalmente de objetos andaluces (Hunt, 2003; Bayona 2008, Gener et al., 2009; Balaguer et al., 2011). Solo una de las piezas de Castillejo de Almogía (Málaga) presenta una cadena larga con recocido, mientras que otras 4 piezas del mismo yacimiento complementan la fundición con forja en frío. El uso de recocido final se detecta únicamente en 5 de las 12 hachas andaluzas recogidas en la tabla (Fig 4) y que se fechan de manera genérica en el III milenio cal AC, pero en 3 de ellas se conserva la estructura dendrítica de la fundición original y el tratamiento de recocido se califica de insuficiente, leve o incompleto. Esta falta de aplicación o de dominio del recocido se mantiene aún en hachas de la Edad del Bronce, aunque en este periodo ya se detecta el uso de la cadena larga de manera más generalizada (Gener et al., 2009). En el caso de Cataluña, zona geográficamente más próxima que Andalucía a las posibles zonas de difusión, el trabajo de Balaguer et al (2011) indican que el hacha de la Cova M (nº 5008), fechada en un momento 70
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inicial del III milenio cal AC solo recibió un tratamiento de forja en frío. Las otras dos hachas vinculadas a cronología campaniforme o Bronce Inicial muestran en un caso la aplicación de un recocido final tras la forja (Pla de Girona) y la cadena operativa larga en la segunda (Cova M, nº 5009). Como contraste sobre la situación en el SW peninsular, donde hemos señalado que se produce un mayor uso de recocido, especialmente para los objetos laminares, conviene observar el resultado obtenido en las hachas de Cabezo Juré (cadena corta) y La Junta (recocido final leve) proporcionados por Bayona (2008). Desde nuestro punto de vista resulta indicativo que las hachas siguen fabricándose en la tradición sin recocido característica de la Península Ibérica, anterior a la innovación de esta técnica que se produce en la zona y se aplica a un tipo de objeto muy concreto. Yacimiento
Análisis
Cu
As
96,3
2,51
Almizaraque (Almería)
AA0824
Divina Pastora (Sevilla)
DP-77
Cabezo Juré (Huelva)
CJ22
96,3
Microdureza HV
Cadena operativa F (talón)
2,81
162,2 ± 62,7
F+FF
2,55
129,1 ± 12
F+FF
El Castillejo (Málaga)
PA11910
99,1
0,76
103,0 ± 10,3
F+FF
El Castillejo (Málaga)
PA11881
97,9
1,21
115,6 ± 16,6
F+FF
El Castillejo (Málaga)
PA10228
98,0
1,89
140,7 ± 17,3
F+FF
111,0 ± 6,5
El Castillejo (Málaga)
PA11882
98,3
0,81
Almizaraque (Almería)
PA3265
98,4
1,13
La Junta (Huelva)
PG48-1401
nd
F+FF F+FF+R (leve)
85,6 ± 8,8
F+FF+R (leve)
2,97
Amarguillo (Sevilla)
AG-b
Cerro los Peñones (Málaga)
PA10262
99,1
0,81
66,2 ± 7,1
F+FF+R (leve)
F+FF+R
El Castillejo (Málaga)
PA11883
99,9
nd
102,2 ± 9,1
F+FF+R+FF
Figura 4: Tabla con la composición, cadenas operativas y microdureza de las hachas planas del Calcolítico en Andalucía. F=Fundición, FF=Forja en frío, R=Recocido.
La escasa aplicación del recocido hasta bien avanzada la Edad del Bronce llamaba la atención a Rovira y Gómez (2003: 174-175) marcando una clara diferencia con el resto de la metalurgia del Viejo Mundo a partir de sus comentarios comparativos. La explicación de esa diferencia la centraban en la escasa permeabilidad a influencias externas, una estructura político-territorial poco vertebrada y de que se trata de una producción metalúrgica de modo doméstico. 3.2.- Adornos de cobre Contamos con dos argumentos más que refuerzan la idea que la metalurgia de la Península Ibérica siguió un desarrollo diferente al de otras zonas de Europa. Por un lado llama la atención la ausencia de objetos de adorno personal fabricados en cobre hasta la Edad del Bronce en la Península Ibérica2, cuando este es un rasgo común a toda la metalurgia del Viejo Mundo desde sus inicios pre-metalúrgicos con el manejo del cobre nativo (Murillo-Barroso y Montero-Ruiz, 2012) (Fig. 5). Estos objetos de adorno, principalmente cuentas y colgantes, se han manufacturado a partir de la deformación del metal combinando forja y recocido. Curiosamente Roberts (2008: 365) recoge y acepta el siguiente comentario: “The initial contact with metal objects and their incorporation, as for example bodily ornaments in life and death, could have stimulated further desire leading to connections to distant metal-producing centres being established, before subsequent obtaining of metallurgical skills and establishing a metallurgical tradition (Brodie 2001)”. Esta ausencia de adornos de cobre la hemos vinculado, no a una falta de demanda social de adornos, que queda reflejada en el uso de una gran variedad de materias primas, sino al desconocimiento del uso del recocido Los adornos mencionados en Montero (1994) corresponden en realidad a objetos de cronología posterior por la reutilización de los sepulcros megalíticos como se señala en el libro de Lorrio (2008).
2
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necesario para poder fabricarlos en cobre y a una escasa valorización social del metal (Murillo Barroso y Montero Ruiz, 2012). Además en el caso del SW, cuando se innova aplicando el recocido, este se usa para los cuchillos y tipos laminares, y no se detecta la aparición de adornos. Es en la Edad del Bronce argárica cuando empieza a aparecer un uso mayoritario de adornos de cobre, momento en el que la técnica del recocido se empieza a usar de manera más constante y regular.
Figura 5: Cronología de la presencia de adornos de cobre en la primera metalurgia de Europa y Próximo Oriente.
La incorporación progresiva del recocido en la Edad del Bronce, es también detectada a nivel peninsular en los cinceles, en los puñales y en las puntas de flecha. Esa tendencia evolutiva fue propuesta en el estudio de las Puntas de Palmela (Rovira et al., 1992) a partir de la clasificación de evolución tipológica formulada por Delibes (1977). 3.3.- Comparación tecnológica en el Campaniforme Este lento proceso de cambio tecnológico que se produce en la metalurgia de la Península Ibérica podemos medirlo con un último ejemplo: la metalurgia campaniforme. En este caso la extensión por toda Europa Occidental de unas ideas y conceptos comunes expresados por ese rasgo común que es la cerámica campaniforme decorada nos permite una reflexión sobre cómo se pudo producir realmente esa transferencia de conocimiento. Hace unos pocos años tuvimos ocasión de estudiar (Endrodi et al., 2003; Remenyi et al., 2006) unos cuantos objetos del campaniforme en Hungría (Bell Beaker Csepel group), expresión más oriental de este fenómeno en Europa. Todos los objetos sin excepción, punzones y puñales, presentaban cadenas largas en su manufactura, es decir, sigue las pautas establecidas desde el Calcolítico en la región. Sin embargo, los objetos vinculados al campaniforme en España y Portugal muestran aún el predominio de la cadena corta (Rovira y Delibes, 2005). Un caso expresivo de esta situación es el puñal recuperado en una de las tumbas de Ciempozuelos (Madrid) por su semejanza formal con el puñal húngaro de Békásmegyer (Fig 6) como se ha señalado recientemente (Rovira et al., 2011: 298). La metalografía de este puñal de Ciempozuelos presenta una cadena corta de fundición y deformación por forja en frío sin presencia de recocido, como la mayoría de los objetos de este periodo en la Comunidad de Madrid y en nada se asemeja a la factura de los objetos campaniformes húngaros. Por tanto, desde el punto de vista tecnológico, la Península Ibérica se diferencia de la práctica seguida en Europa, desde los Balcanes hasta Francia. El Campaniforme no supuso un cambio en la tradición tecnológica metalúrgica previa (Rovira y Delibes, 2005). Esta falta de cambio tecnológico, que podría haberse superado con las influencias y contactos campaniformes, sugiere que no hubo trasvases poblacionales de intensidad que hubieran homogeneizado la tradición metalúrgica europea basada en el uso generalizado del recocido del metal. 72
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Figura 6: Comparación tipológica del puñal de Ciempozuelos (A), con el puñal de la necrópolis de Békásmegyer (Hungría) (Budapest History Museum).
4.- CONCLUSIÓN A partir de estas bases cronológicas y tecnológicas ¿Cuál es la situación en la Península Ibérica? Desde nuestro punto de vista, la posibilidad de una invención independiente con un proceso de innovación diferente al del resto de Europa debe mantenerse abierta y más aun para los defensores del difusionismo se valora que estas diferencias en la técnica de manufactura son un conocimiento poco especializado (Roberts et al., 2009: 1015), criterio con el que no estamos de acuerdo. Las diferencias en la manufactura no son en este caso consecuencia de un proceso de transmisión e innovación que crea una tradición local (basada en tipología, composición y técnicas de producción según definen Roberts et al., 2009: 1019) a partir de la base metalúrgica original. Es difícil entender la ausencia de recocido como un proceso de olvido o retroceso tecnológico (luego recuperado lentamente), cuando la cadena larga domina toda la producción metalúrgica europea desde el V milenio AC. Nos parece más plausible, por la fuerte raigambre que tiene el trabajo sin recocido en toda la Península Ibérica, hasta el Bronce Pleno, un proceso de innovación de reducción de minerales sin conocimiento previo del cobre nativo. Las precondiciones necesarias para que esta innovación se produjera existían en el Neolítico ibérico. La datación directa del resto de vasija de reducción de Cerro Virtud en la primera mitad del V milenio cal AC (Beta-118936: 5830 +/- 90 BP; 4915-4475 cal BC 2σ) (Ruiz Taboada y Montero, 1999a: 900; 1999b) marcaría el punto de inicio de un desarrollo tecnológico lento que, a diferencia de lo que ocurre en los Balcanes en el V milenio cal AC, no desembocó inmediatamente en una actividad metalúrgica de gran intensidad y la innovación tardó mucho más tiempo en consolidarse. La ausencia actual de datos en el V y IV milenios cal AC obedece a muchos factores, entre otros a esa escasa o reducida actividad metalúrgica (Montero 2005), pero poco a poco se van concretando datos que muestran una mayor presencia de actividad metalúrgica en el IV milenio AC fuera del ámbito del Sureste. Este bajo nivel productivo y escaso impacto económico incidió en que la metalurgia no supusiese ningún estímulo significativo en el paulatino proceso de estratificación social (Montero, 1994; Gilman, 2001; Barthelheim, 2007).
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Modelando la movilidad y el movimiento a través de los SIG. Estudios de caso en la Prehistoria Reciente de Sierra Morena Occidental Patricia Murrieta-Flores*, Leonardo García Sanjuán**, David Wheatley*** * Lancaster University, **Universidad de Sevilla, ***University of Southampton.
1. Introducción El movimiento es una actividad intrínseca al ser humano, cuya ejecución es necesaria para llevar a cabo cualquier tarea en la vida cotidiana. Debido a su relevancia, los patrones de movimiento de una sociedad son importantes no solamente por el impacto cognitivo, cultural, social, económico o político que conllevan, sino también porque son de gran valor para entender problemas diversos como la construcción de identidades, la definición de territorios, el intercambio tecnológico o el desarrollo de procesos de complejidad social. Las primeras aproximaciones arqueológicas a este problema se centraron en la distribución de cultura material, tales como artefactos o materias primas objeto de intercambio y comercio. Este tipo de distribuciones “estáticas” de la cultura material ha constituido el fundamento de la mayoría de los estudios arqueológicos tradicionales sobre la movilidad humana, enfocándose regularmente a la investigación de los puntos de partida o destino (y más ocasionalmente, rutas de desplazamiento) de dichos objetos (Branting 2004; Kelly 2005). A partir de los conceptos derivados de los estudios de Lewis Binford (1968; 1980) la investigación arqueológica contemporánea aceptó que la movilidad humana no solamente constituye una estrategia económica, sino también uno de los aspectos más determinantes de las formas en que las sociedades se organizan. Como consecuencia, se ha establecido que todas las sociedades siempre practican movimientos a diferentes escalas espaciales, independientemente de si son residencialmente fijas o no (el sedentarismo y la movilidad no son términos absolutos en ninguna sociedad) y que dichos movimientos siempre dejan una huella específica en el registro arqueológico. En la actualidad, el grado de movilidad o sedentarismo es reconocido por la Arqueología como uno de los elementos más fundamentales en la definición de las estrategias sociales y económicas de cualquier comunidad humana (Barnard y Wendrich, 2008). Sin embargo, la investigación arqueológica aún deberá recorrer un largo camino para disponer de un conocimiento sólido sobre los numerosos aspectos relevantes en este campo de investigación. En el caso concreto de la Prehistoria Reciente de la Península Ibérica, se han hecho observaciones de campo e investigaciones en relación con las redes camineras, en las que la presencia de sitios prehistóricos tales como asentamientos (Palomar Macián, 1984), monumentos megalíticos (Chapman, 1979; Davidson, 1980; Walker, 1983; Bueno Ramírez et al., 1985; Cara Barrionuevo y Rodríguez López, 1987; Criado Boado et al., 1990-91; Galán Domingo y Martín Bravo, 1992; Criado Boado y Vaquero Lastres, 1993; Eguileta Franco, 1994; Criado Boado, et al 1994: 39; Andrés Rupérez, 1999; López Plaza et al., 2000; Galán Domingo y Ruiz-Gálvez 2001: 264; Villoch Vázquez, 2001; Gómez Vila, 2005: 407; García Sanjuán et al., 2006; Fairén Jiménez et al., 2006; Murrieta Flores, 2007; Wheatley et al., 2010), abrigos con arte rupestre (Cruz Berrocal, 2004) y estelas (Ruiz-Gálvez Priego y Galán Domingo, 1991; Galán Domingo, 1993; Díaz-Guardamino Uribe, 2010: 378, 449, 474) se han asociado a puntos y zonas de paso y a rutas usadas para la trashumancia o la trastermitancia. Aunque la relación espacial entre monumentos y vías de paso ha sido ampliamente debatida, de hecho solo muy recientemente se han llevado a cabo estudios analíticos para investigar por medios científicos robustos las razones de dicha asociación, algo que destaca en el contexto de la historia de las investigaciones sobre las estrategias territoriales de las comunidades de la Prehistoria Reciente en el Sur peninsular (García Sanjuán, 2011). Estos estudios analíticos son tanto más necesarios cuanto que en la literatura son bastante frecuentes las observaciones en torno al papel de la movilidad dentro de las sociedades sedentarias agro-ganaderas del IV-II milenios ANE. Los ejemplos no son difíciles de encontrar. Las célebres estelas italianas de Lunigiana han sido relacionadas con la periódica celebración de rituales por parte de comunidades con un importante nivel de movilidad, trashumantes, que retornarían anualmente a estos sitios (De Marinis, 1995: 205-206)1. En la Península Ibérica, un buen ejemplo es el caso del sitio de Buraco da Moura de Sao Romão (Seia), ubicado en la cuenca del río Mondego (Portugal), en cuya etapa primera de ocupación, a finales del III milenio ANE, sus excavadores aprecian evidencias de una deforestación que atribuyen a la intensa actividad pastoril (Valera et al., 1989: 155), y en cuya fase más avanzada, dentro de la Edad del Bronce, se propone que se dio la práctica de trasterminancia, en vez de la trashumancia sugerida inicialmente (Senna-Martínez, 1995: 78-79). 1
Discusión en Díaz-Guardamino Uribe, 2010: 473-474.
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Movilidad, contacto y cambio. II Congreso de Prehistoria de Andalucía
En general, en la Prehistoria Reciente ibérica no han sido numerosos los intentos de establecer los términos empíricos y teóricos del debate sobre el papel de la movilidad como estrategia económico-social coexistente con (y a menudo complementaria de) el sedentarismo. Muy especialmente, no se ha llevado a cabo un estudio profundo orientado a analizar las posibles dinámicas y patrones de movimiento de las sociedades de la Prehistoria Reciente y sus implicaciones paisajísticas. Entre los temas pendientes de estudio se pueden citar los siguientes: las variables y los factores que influyeron en el diseño y trazado de las redes camineras, el grado de continuidad y la diacronía que dichos caminos conocieron, la evidencia arqueológica que de ello quedó en clave paisajística, los principales elementos materiales que pudieron servir como ayuda a la navegación terrestre, las principales tecnologías de transporte, o las experiencias y dificultades de los/as viajeros/as, por citar solo algunas. Esta comunicación deriva de una Tesis Doctoral que se ha planteado estas cuestiones en el contexto de la Prehistoria Reciente del sur de la Península Ibérica, examinando la contribución que el análisis espacial y los Sistemas de Información Geográfica pueden hacer a su resolución (Murrieta-Flores, 2012a; 2012b). El objetivo central de esta investigación ha sido explorar los procesos y las prácticas sociales relacionadas con el movimiento humano a escala de paisaje y sus posibles patrones espaciales en el contexto de las sociedades de la Edad del Cobre y la Edad del Bronce de Sierra Morena Occidental2 (Fig. 1).
Fig.1. Área de estudio
En el área de Sierra Morena Occidental, esta cuestión es de particular interés debido a que las sociedades de esta región, localizadas en un ambiente de montaña que presenta con mucha frecuencia suelos de escaso o nulo desarrollo, parecen haber tenido una limitada capacidad de intensificación agrícola, especialmente relevante por comparación con los valles de gran importancia agro-ganadera (Guadalquivir y Guadiana) entre los que se encuentra. La importancia que los usos ganaderos han tenido históricamente en esta región es coherente con las limitaciones que, salvo puntuales excepciones, el medio ambiente presenta para la realización de cualquier actividad agrícola intensiva (García Sanjuán, 1999: 95-98). En Sierra Morena Occidental se conoce una importante red de vías pecuarias cuyo uso se remonta, al menos, hasta el Bajo Medievo, cuando existe un sistema de movilidad trashumante altamente reglado en el Reino de Sevilla (Carmona Ruiz, 1993; 1994a; 1994b ). De la importancia de la ganadería en esta región y de las formas de movilidad asociadas a su práctica en la Antigüedad y la Edad del Hierro existen otros indicios indirectos. Es el caso de ciertas referencias históricas, como por ejemplo de Tito Livio, quien describe cómo los fenicios utilizaron pastores locales en sus incursiones por la Ruta de la Plata, consideránEl área de estudio comprende 5261 km2 de las provincias de Huelva y Sevilla, dentro de las regiones conocidas como Sierra de Huelva y Sierra Norte de Sevilla.
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Modelando la movilidad y el movimiento a través de los SIG. Estudio de caso en la Prehistoria Reciente de Sierra Morena Occidental dolos informantes valiosos debido a su profundo conocimiento de los caminos a seguir, sugiriendo con esto que en Sierra Morena y durante la Edad de Hierro ya existía una red caminera establecida por las poblaciones locales (Alfaro Giner, 2001: 222), así como de determinadas observaciones más estrictamente arqueológicas, relacionadas con el patrón de asentamiento (Berrocal-Rangel, 2004)3. Respecto a la Prehistoria Reciente, la noción de una economía pastoril tuvo una constante presencia en el debate sobre el fenómeno megalítico durante toda la segunda mitad del siglo XX (cf. discusión en Piñón Varela, 2005: 746, 783-784, 921). Aunque este debate se produjo sobre unas bases epistemológicas, teóricas y empíricas muy distintas de las que deseamos emplear nosotros aquí, consideramos que el tema de la movilidad, y su posible asociación a prácticas ganaderas (entre otras) entre el IV y el I milenios ANE, merece una investigación más en profundidad. Esto se justifica en base a diversas constataciones racionales, incluyendo el notable desarrollo de la red caminera histórica, la aparente constitución de una importante movilidad pastoril ya en la Antigüedad y la Edad del Hierro, así como la acumulación de datos relativos a la distribución del poblamiento prehistórico por la realización de un cierto número de investigaciones previas (García Sanjuán, 1999; Piñón Varela, 2005; Hurtado Pérez et al., 2011) que aportan un conjunto de datos arqueológicos bastante sustancial con el que apoyar el análisis (ya que el registro arqueofaunístico es casi inexistente). Las pautas de subsistencia en Sierra Morena Occidental durante la Prehistoria Reciente no han podido ser investigadas en detalle hasta la fecha, en buena medida como consecuencia de las limitaciones inherente a un registro arqueológico en el que la obtención de datos cruciales para la identificación de actividades ganaderas, como por ejemplo los restos faunísticos, se ha visto gravemente obstaculizada por la alta acidez del suelo4. Esto ha hecho que los datos procedentes de las pocas excavaciones existentes, las prospecciones y el análisis espacial sean los únicos disponibles en la actualidad para comprender los modos de subsistencia y patrones de movilidad de estas comunidades a una escala geográfica amplia. Además de esto, en la investigación convencional de por sí existe una gran dificultad en la elección de herramientas analíticas adecuadas para explorar un fenómeno tan sofisticado y complejo como es la movilidad humana. Esto se debe principalmente a que en cualquier estrategia que implique movilidad existen relaciones extremadamente dinámicas y multidimensionales, no solo en el contexto de las actividades más simples y cotidianas, sino también en la implementación de decisiones sociales más complejas (tales como el comercio o la migración), y que todo esto no queda necesariamente reflejado por igual en el registro arqueológico. Asimismo, cuando el objetivo es comprender las dinámicas de movimiento a una escala de paisaje, los enfoques tradicionales (tales como re-fitting archaeology o estudios basados en el origen o destino de los materiales) no ofrecen las bases epistemológicas o las herramientas metodológicas adecuadas. A pesar de no estar exentas de complicaciones, las metodologías basadas en el análisis espacial formal por medio de tecnologías informáticas, pueden ofrecer herramientas apropiadas para el examen de patrones de movimiento y de una amplia gama de aspectos relacionados a los mismos (Bell y Lock, 2000). En esta investigación se aplican nuevas metodologías por medio de Sistemas de Información Geográfica (SIG) y Computación de Alto Rendimiento (High Performance Computing o HPC en inglés) tratar y analizar los datos disponibles sobre los posibles patrones de movimiento humano en Sierra Morena Occidental. Considerando todos estos precedentes, problemas y limitaciones, esta investigación ha tenido un triple objetivo: Primero, investigar si los patrones de asentamiento observados en el caso de la Prehistoria Reciente de esta región (y muy particularmente la distribución en el paisaje de monumentos funerarios) pudieron estar relacionados con un modo de subsistencia en el que la movilidad y la conectividad jugasen un papel importante. Segundo, comprobar si las rutas históricas conocidas en esta región pudieron haber evolucionado a partir de Ciertas referencias míticas mucho más vagas, como es el caso de los célebres “rebaños de Gerión”, han sido citadas en referencia con la importancia de la ganadería en la Protohistoria (Carriazo y Arroquia, 1973; Estévez Escalera, 1983; Torres Ortiz, 2002; Almagro Gorbea, 2005; Escacena Carrasco, 2007). 4 Los únicos sitios de la Prehistoria Reciente de la región que, habiendo sido excavados han deparado restos de animales son la Cueva de La Mora (Jabugo) (Piñón Varela, 2005: 385-403) y la estructura megalítica de Valdelinares, en la que se encontraron restos correspondientes a un caprino con menos de 18 meses, un suido con más de un año, un ciervo macho y dos conejos, no siendo posible establecer con seguridad el carácter doméstico de los dos primeros por la escasez de fragmentos y por su mal estado de conservación (Romero Bomba, 2011: 379). Las excavaciones practicadas en sitios de la Edad del Cobre como Cabezo de Los Vientos (Piñón Varela, 2005:533) y de la Edad del Bronce como los asentamientos de El Trastejón y La Papúa o la necrópolis de La Traviesa (García Sanjuán, 1998; 1999; Hurtado Pérez et al., 2011) no depararon restos faunísticos de ninguna clase debido a la elevada acidez del suelo. 3
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caminos prehistóricos, y si la combinación de ciertos elementos arqueológicos en el paisaje puede servir para su identificación. Tomando en cuenta los procesos de creación y evolución natural de los caminos, cabe concebir que el trazado de las vías de trashumancia utilizadas desde (al menos) el Medievo pudiera haber tenido su origen en caminos más antiguos, quizás no necesariamente usados como tales vías pecuarias, pero sí como vías de paso5. Tercero, investigar si los megalitos además de su propósito original como sitios funerarios y memoriales, pudieron haber sido utilizados como hitos señaladores y puntos de referencia para la navegación terrestre, y si este uso pudo haber perdurado en el paisaje en épocas más tardías (Murrieta-Flores et al., 2011a; 2011b). Cada uno de estos objetivos ha sido estudiado a partir de la realización de un experimento específico de análisis espacial, utilizando los datos disponibles en relación con la forma del territorio y con su ocupación y monumentalización durante la Prehistoria Reciente. 2. Métodos y Experimentos 2.a. Asentamientos, megalitos y corredores naturales Con el fin de alcanzar el primer objetivo, se diseñó un experimento para comprobar si los asentamientos y monumentos de las sociedades del IV-II milenios ANE fueron intencionalmente ubicados en puntos del paisaje especialmente relevantes para la movilidad como podrían ser los corredores naturales. En otras palabras, el propósito de este experimento fue analizar si los asentamientos y megalitos se relacionan con áreas naturales de tránsito, y de ser así, examinar el papel que la accesibilidad topográfica jugó en la ubicación de estos sitios (Murrieta-Flores 2012b). Para definir las áreas naturales de tránsito del área de estudio, desarrollamos una metodología especifica combinando cuatro análisis espaciales distintos. Este modelo tuvo como objetivo primario el identificar áreas potenciales de tránsito, tomando en cuenta solo factores naturales como la pendiente del terreno y ciertos obstáculos para el movimiento (cursos de agua). El primer paso necesario fue llevar a cabo un análisis morfométrico del terreno con el fin de identificar los puntos de más fácil acceso alrededor del área de estudio. Una vez identificados dichos puntos, estos fueron utilizados en un análisis de superficies de costo como nodos para la simulación de caminos óptimos cruzando la región entera. Estos caminos fueron calculados en base a la dificultad de caminar en diversas pendientes. Finalmente, a partir de estos resultados se ha observado el número y la densidad de caminos en cada área a través de un análisis de densidad de líneas identificando las áreas de corredores naturales y las partes de Sierra Morena Occidental más adecuadas para el tránsito humano (Fig. 2).
Fig. 2. Análisis de densidad de lineas mostrando los corredores más accesibles.
5 Somos perfectamente conscientes de que las formas específicas bajo las que históricamente se practicaron actividades como la trashumancia o la trastermitancia pueden no ser directamente aplicables a la Prehistoria Reciente.
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Modelando la movilidad y el movimiento a través de los SIG. Estudio de caso en la Prehistoria Reciente de Sierra Morena Occidental Contrastando la ubicación de los sitios arqueológicos con las áreas de tránsito calculadas a partir de este experimento, se pudo establecer que, independientemente de la cronología de los sitios, existe una relación espacial entre ambos elementos, lo que sugiere que durante la Prehistoria Reciente existió una preferencia por las áreas naturales de mayor facilidad de paso y mayor conectividad. Para comprobar que la relación observada no es aleatoria se realizó una prueba estadística de Kolmogorov-Smirnov cuyos resultados confirmaron que, con respecto a las zonas naturales de tránsito, los sitios analizados no están distribuidos al azar, sino pautadamente. Esta primera aproximación nos ayudó a reconocer posibles tendencias generales en la distribución de los sitios con respecto a las áreas naturales de tránsito y la identificación de patrones espaciales específicos (Fig. 3). Así, en el caso de los asentamientos se comprobó que si bien un alto porcentaje de los de la Edad del Cobre se relacionan con estos corredores, la coincidencia alcanza su máxima expresión en la Edad del Bronce Reciente-Final (c. siglos XVI-IX cal ANE). El creciente número de asentamientos en conexión con corredores naturales durante la etapa reciente o tardía de la Edad del Bronce podría explicarse por cambios en las estrategias económicas generales, quizás en relación con la economía subsistencial, por ejemplo en la forma en la que se practicaban los movimientos ganaderos (Murrieta-Flores 2012b; 2013b-en prensa), o quizás en relación con el intercambio de determinados productos no subsistenciales, como los metales. Un estudio previo realizado por uno de nosotros ya propuso que el patrón de asentamiento de las comunidades de la Edad del Bronce Final en esta región no parecía estar primariamente determinado por una estrategia de intensificación agro-ganadera, sino por la explotación de los recursos minerales que se concentran en algunos sectores (García Sanjuán, 1999: 258). En el caso de los monumentos funerarios se observó la relación contraria que en el caso de los asentamientos, y si bien los megalitos mostraron una alta correlación con los corredores naturales, el número de coincidencias con los sitios funerarios parece decrecer hacia periodos posteriores. Hay que tener en cuenta que ciertos monumentos megalíticos pudieron ser reutilizados durante la Edad del Bronce y la Edad de Hierro y por lo tanto, su función como marcadores en el paisaje podría haber seguido vigente durante muy largos periodos después de su construcción original.
Fig. 3. Porcentaje de asentamientos y monumentos funerarios que coinciden con rutas naturales de tránsito.
2.b. Vías pecuarias y vías de paso teóricas El segundo experimento tuvo como objetivo comparar las rutas trashumantes con las vías simuladas a través de un modelo que tomara en cuenta algunas de las variables de más relevancia en el movimiento humano, tales como la anisotropía (dirección de movimiento) y variables fisiológicas como el costo energético producido durante las travesías. La finalidad de este modelo anisotrópico de costo energético fue no solo comprender la lógica subyacente en el trazado de estas rutas, sino también el crear una metodología que nos permitiera identificar posibles caminos prehistóricos. La comparación entre las rutas históricas y las rutas calculadas con base en el menor costo energético del desplazamiento, dio como resultado un extraordinario 87.05% de coincidencia (Fig.4). Es decir, casi la totalidad de aquellas presentan solapamiento o coincidencia espacial con estas. Esto demuestra que el trazado de la red cami81
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nera histórica (en base al mapas de vías pecuarias) en esta región se basó en corredores naturales de tránsito ya utilizados de antaño. Al mismo tiempo también se comprueba que existe una mayor coincidencia entre los monumentos funerarios (particularmente los de la Edad del Cobre y Edad del Bronce Inicial) con las rutas calculadas en este experimento que con los caminos históricos. Esto confirmó que la asociación observada entre monumentos y vías pecuarias debe ser explicada más bien como una relación entre monumentos y corredores naturales de paso.
Fig. 4. Red de caminos históricos (arriba izquierda); Rutas calculadas (arriba derecha); Partes donde caminos históricos y rutas calculadas coinciden (abajo izquierda); Ejemplo de coincidencia entre Vereda de la Sierra y el camino de menor esfuerzo calculado (abajo derecha).
Los segmentos donde esta coincidencia existe sugieren que el trazado caminero histórico evolucionó a partir (literalmente “sobre”) un trazado más antiguo, de forma que la relación espacial con los monumentos prehistóricos puede indicar la presencia de vías de paso prehistóricas, lo cual permite identificar áreas de interés para futuras investigaciones. Por otra parte, las rutas históricas han sido generalmente consideradas como trazados cuya lógica está profundamente relacionada con una dinámica de menor esfuerzo, donde se asume que el viajero buscará la ruta más óptima. En este caso, la exploración de variables específicas por medio de la variación de los parámetros del modelo nos permitió ponderar su influencia en la configuración de estos caminos. Con respecto a las variables que influyen en el trazado de las rutas históricas, la búsqueda de la economía en el costo energético de movimiento o el uso de rutas menos exigentes físicamente parece haber sido un factor recurrente. Sin embargo, comparando las rutas que cuentan con una relación más cercana con los sitios prehistóricos y las rutas históricas se hace evidente que a pesar de que estas últimas también siguen una lógica de optimización energética, cuando se desvían hacia algún poblado, parecen seguir el camino más directo en términos de tiempo. Esta observación planteó una cuestión interesante en cuanto a las variables físicas y culturales de importancia que influyen en la formación de caminos para las sociedades de diversas épocas. En el caso de este experimento en concreto la variable de ‘tiempo óptimo’, es decir, si las sociedades históricas tomaron en cuenta el tiempo de trasalado, entre un punto geográfico a otro no fue explorada. En relación a la posible caracterización de rutas prehistóricas, se identificaron 40 segmentos concretos en los que las rutas históricas, los corredores naturales y los monumentos funerarios prehistóricos convergen. En este sentido, futuras exploraciones utilizando técnicas con sensores remotos pueden tomar esta información en cuenta. Otro resultado interesante fue que algunos de los megalitos más importantes de la región, como Llano de la Belleza y Pasada del Abad, están localizados precisamente en estas áreas de convergencia, cuyas ubicaciones fueron además reconocidas en el primer experimento como corredores principales de tránsito en la región. Esto reforzó la idea de que los monumentos y lugares de importancia social y simbólica pueden haber actuado como marcadores en el paisaje. La asociación entre los monumentos y los corredores se ve además sostenida por los análisis estadísticos realizados (Murrieta-Flores, 2012a). 82
Modelando la movilidad y el movimiento a través de los SIG. Estudio de caso en la Prehistoria Reciente de Sierra Morena Occidental 2.c. Monumentos megalíticos y navegación terrestre El tercer experimento buscó investigar si los monumentos megalíticos pudieron haber actuado como hitos de referencia para la navegación terrestre. El concepto subyacente es que los megalitos pudieron haber servido como puntos de referencia debido no solo a su forma y tamaño, sino también por su recurrente ubicación en lugares prominentes, accesibles y visibles. A fin de explorar esta cuestión, centramos nuestra atención en el análisis de la variable que más influye en la navegación terrestre: la visibilidad. Debido a que la visión es el factor que hace posible la identificación de marcadores o puntos de interés durante un viaje (permitiendo tomar decisiones con respecto a la dirección a seguir durante una travesía), se analizaron diferentes aspectos de la representación y estructuración visual del paisaje megalítico de la región (Murrieta-Flores 2010; 2013a, en prensa). Para llevar a cabo este experimento, se consideró necesario establecer las características específicas que un marcador en el paisaje tendría que tener para llevar a cabo dicha función: •
En primer lugar, para actuar como puntos de referencia, los megalitos tendrían que ser más visibles desde los corredores que desde cualquier otro punto aleatoriamente seleccionado del paisaje circundante.
•
En segundo lugar, las cuencas visuales calculadas desde los monumentos tendrían que haber estado orientadas de forma predominante hacia los corredores.
•
En tercer lugar, la ubicación de los monumentos tendría que estar dentro de un rango de distancia visible desde los corredores de tal manera que los hiciera puntos probables de interacción con los/as viajeros/as.
Para comprobar si los monumentos en nuestras áreas de estudio cumplen con estas características, se llevaron a cabo análisis tradicionales de cuencas visuales binarias y acumulativas, así como también un análisis visual direccional (Figs. 5, 6 y 7). El propósito de estos análisis fue comprobar si las direcciones predominantes en los campos de visión de los monumentos y los corredores coincidían, indicando la intención de ubicarlos en lugares visibles desde las vías y por lo tanto, cumplir con la función de puntos de referencia en el paisaje. También se aplicó una variante del análisis de cuencas visuales de Higuchi con el fin de explorar tres rangos visuales diferentes de los sitios simbólicos y funerarios (Fig. 8). Este análisis tuvo como objetivo explorar su asociación con los corredores y clarificar si pudieron haber formado parte de la experiencia del viajero durante una travesía. Para ello se dividió el área de estudio en seis sectores, llevándose a cabo un análisis estadístico para comprobar si los monumentos fueron distribuidos al azar con respecto a su visibilidad desde los corredores naturales (Fig. 9). Aunque la hipótesis nula de dicha prueba no pudo ser rechazada en todas las regiones, se concluyó que, de promedio, los monumentos megalíticos son más visibles desde los corredores naturales que desde otros puntos distribuidos aleatoriamente en el paisaje. También se observó que los segmentos de los corredores desde los cuales los megalitos son visibles, tienden a ser mucho más largos que aquellos desde los que se ven los puntos aleatorios.
Fig. 5. Ejemplo de análisis de visibilidad binario.
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Fig. 6. Ejemplos de visibilidad acumulativa.
Fig. 7. Porcentaje de área visible en cada dirección y ejemplo de visibilidad direccional.
Fig. 8. Análisis de visibilidad estilo Higuchi.
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Fig. 9. Segmentos de corredores desde los cuales los monumentos son visibles y grafica de los transectos visibles por grupo y puntos aleatorios calculados en el análisis.
Sin embargo, para operar como puntos de referencia, se podría esperar que los monumentos hubieran actuado como un sistema regular dentro de una red visual, es decir, que fueran visibles a lo largo de las rutas de una forma relativamente constante. Para comprobar si esto fue así, se midió la exposición visual que los monumentos tienen desde los corredores (Fig. 10). Por medio de los resultados del análisis de visibilidad direccional se estableció que en cinco de los seis sectores, la dirección de visibilidad predominante en más del 80% de los monumentos coincide con alguno de los corredores naturales (Fig. 11). Esto sugiere que durante el Neolítico y la Edad del Cobre, estos monumentos fueron construidos en lugares con una visibilidad preferente hacia los corredores. En el caso del análisis de rangos visuales se observó que los corredores en todos los grupos tienden a caer dentro del rango visual medio de los monumentos (400-1100 m), y por lo tanto podrían haber sido utilizados como puntos de referencia para la navegación (Fig. 12). A pesar de que las características generales observadas indicaron que los monumentos pueden haber sido efectivamente marcadores en el paisaje, después del análisis de cada grupo de forma individual, se llegó a la conclusión de que no fueron construidos con un enfoque exclusivo en la navegación terrestre. Esto fue sugerido por el hecho de que no existe un solo caso en el que los monumentos puedan haber formado un sistema visual completo en términos de visibilidad continua a lo largo de un corredor de movimiento. Aunque esta conclusión tiene que ser examinada más a fondo debido a todas las consideraciones a las que podría estar sujeta (por ejemplo, la ausencia de una definición cronológica exacta de los monumentos analizados), lo cierto es que estas construcciones marcaron las vistas para cualquier persona que se desplazase a lo largo de los corredores naturales. Esta constatación encuentra apoyo en la constante coincidencia entre la dirección visual dominante de los monumentos y las vías, así como su proximidad en términos de rangos visuales. Esta correlación podría ser producto de la posible importancia simbólica de los megalitos como elementos de gran relevancia de las rutas de paso utilizadas por las poblaciones locales.
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Fig. 10. Análisis de exposición visual a los monumentos a lo largo de las rutas.
Fig. 11. Coincidencia entre dirección de visibilidad dominante desde los monumentos y caminos. Ejemplo del Dolmen de la Portilla.
Fig. 12. Coincidencia entre corredores naturales y rangos de visibilidad. Ejemplos: Dolmen de la Dehesa, Palacio III y Dolmen del Esparragal.
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Modelando la movilidad y el movimiento a través de los SIG. Estudio de caso en la Prehistoria Reciente de Sierra Morena Occidental 2.d. Movilidad y pastoreo Aunque los datos directos disponibles en conexión con los sitios del IV-II milenios ANE excavados y estudiados en Sierra Morena occidental son muy escasos, algunas evidencias indirectas sugieren que es plausible que la cría de animales y el pastoreo fueran elementos de importancia en la subsistencia de estas comunidades6. Con la idea de examinar hasta qué punto las pautas espaciales dan respaldo a esa hipótesis, se desarrolló un modelo teórico que describe el papel que los lugares de importancia simbólica, económica y ritual pudieron haber jugado dentro de hipotéticas rutas de pastoreo. Para ello, se desarrolló un cuarto experimento con el fin de probar la hipótesis de si los megalitos y otros monumentos funerarios podrían haber jugado algún papel dentro de estas prácticas, y si es que los patrones observados corresponden a una dinámica de pastoreo móvil. Se ha investigado el patrón de asentamiento a través de un modelo calculado utilizando las variables económicas más importantes en la práctica de la trashumancia de corto recorrido o trastermitancia (Murrieta-Flores 2013b-en prensa). En este sentido, la posible asociación entre sitios simbólicos y la definición territorial de estas sociedades también fue analizada. Utilizando como variables principales la topografía y el acceso a recursos como agua y los terrenos de mejor capacidad para pastos, se crearon dos modelos, uno de tiempo y otro de costo utilizando una combinación metodológica entre SIG y HPC. A partir de este último, y utilizando una técnica nueva de cálculo de caminos por medio de análisis de flujo, se identificaron: (1) las áreas alrededor de los asentamientos prehistóricos que pueden haber sido más atractivas para los pastores durante diferentes épocas; y (2) los caminos más susceptibles de atravesar más y mejores pastos, y que implicaban un menor costo energético durante su recorrido. La posible relación espacial entre estos caminos y los asentamientos y monumentos se constató a través de otro análisis estadístico. Los resultados de este experimento mostraron que los patrones de asentamiento de Sierra Morena occidental para finales del Neolítico y la Edad del Cobre son consistentes con los ciclos teóricos de pastoreo estacional. Mientras que algunos asentamientos se ubican en los valles, algunos otros se encuentran en las montañas, lo que parece indicar su uso como estaciones durante el verano e invierno. Esto puede ser sugerido no sólo por el posible carácter temporal que muchos de los asentamientos parecen tener, sino también porque durante estos periodos en áreas como Aracena (Huelva), los asentamientos parecen estar mayoritariamente ubicados en altura a pesar de que en tierras bajas y a lo largo de la Rivera de Huelva, existen zonas adecuadas para practicar la ganadería y la agricultura a menor escala. Esto parece demostrar una preferencia por sitios ubicados en las montañas, en las proximidades de zonas de bosques y dehesas. Relacionado con esto, los análisis de flujo mostraron que existe una relación extraordinaria entre los caminos calculados y los monumentos megalíticos (Figs. 13 y 14). Como se dijo anteriormente, este modelo calcula las mejores rutas en términos de disponibilidad óptima de una combinación de factores que incluye la cantidad de pastos agua y el consumo energético, dando como resultado los caminos que de forma más probable pudieron haber sido elegidos para la movilidad. Haciendo una comparación de la asociación entre los corredores naturales y monumentos calculados en el primer experimento con los caminos de flujo calculado en el presente experimento, se constata que existe una relación mucho más sólida en este caso. Esto sugiere que los monumentos están en realidad mucho más relacionados con los caminos calculados en base a los recursos potenciales de una economía pastoril, y por lo tanto, pudieron haber jugado un papel importante en las prácticas ganaderas probablemente como estaciones dentro de las órbitas pastoriles. Si en el futuro es posible disponer de datos arqueofaunísticos obtenidos de los asentamientos del Neolítico, la Edad del Cobre y la Edad del Bronce de la región será posible valorar la relevancia de estas constataciones.
6 En la estructura E1 de la terraza superior del asentamiento de la Edad del Bronce de El Trastejón se localizaron numerosas pesas de telar de forma circular y con dos perforaciones, en una posición relativamente alineada, por lo que se ha considerado que probablemente allí se encontrara un telar (Hurtado Pérez et al., 2011: 47). Estas pesas pueden haber estado conectadas con la manipulación de lana. Por otra parte, la presencia de Plantago y Poaceae en los análisis polínicos de la primera fase de ocupación de este poblado sugiere la presencia en su entorno de pastizales para uso ganadero, dentro de un cuadro polínico en el que no parece constatarse ninguna actividad agrícola importante en los alrededores (Hurtado Pérez et al., 2011: 102).
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Fig. 13. Relación entre caminos ganaderos calculados y monumentos megalíticos. a) Almadén de la Plata, b) Zalamea la Real, c) Castillo de las Guardas y d) Aracena.
Fig. 14. Porcentaje de monumentos megalíticos que coinciden y distancia a corredores naturales y caminos ganaderos calculados.
En la Edad del Bronce Inicial existió una mayor preferencia por las alturas dominantes, siendo más comunes los hábitats de un mayor tamaño y con un carácter aparentemente más permanente (grandes inversiones en infraestructuras de piedra tales como terrazas o murallas). Esta observación tendrá que ser comprobada más adelante por medio de excavaciones, sin embargo parece que dicho cambio no sucede al mismo tiempo en todas las regiones, ya que en algunas, como las de los ríos Múrtigas o Chanza, el establecimiento de asentamientos temporales o campamentos parece continuar. El examen de la relación entre sitios funerarios y los caminos calculados en este experimento indicó que su importancia simbólica en las rutas ganaderas continuó hacia este periodo. En este caso, la relación entre ambos elementos también es extraordinaria, y más del 50% de los sitios están ubicados dentro de un rango máximo de distancia de 500 m a las rutas calculadas (Fig. 15). Aunque durante la Edad del Bronce existe un cambio obvio en la concepción social y simbólica de la muerte demostrada por el proceso de desmonumentalizacion de las estructuras funerarias, este resultado demuestra la continuación de la importancia de estos lugares en las estrategias sociales y económicas.
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Fig. 15. Porcentaje de monumentos funerarios de la Edad del Bronce Temprana que coinciden y distancia a corredores naturales y caminos ganaderos calculados.
Hacia el Bronce Final, la tendencia hacia la ubicación de los asentamientos en terrenos de altitud se refuerza y muchos de los hábitats fundados durante el periodo anterior parecen continuar ocupados (como ocurre en El Castañuelo y El Trastejón). En algunos casos como en la región de la Rivera del Chanza, la distancia entre asentamientos también se acentúa, y aunque esto puede ser interpretado como una respuesta al posible deseo de disponer de unos territorios más amplios, muchos de estos sitios parecen estar relacionados con la extracción y procesamiento de metales. El hecho de que estos sitios están en fuerte conexión con las rutas calculadas, por ejemplo en el área del rio Rivera de Huelva, sugiere que estos asentamientos pudieron conformar puntos neurálgicos en las rutas seguidas por estas sociedades. En el caso de los monumentos funerarios, la expresión material de estas prácticas para este periodo es muy escasa y solo se han registrado algunos ejemplos. Por esta razón, no se llevaron análisis estadísticos, sin embargo, visualmente, estos también parecen exhibir una relación espacial sumamente cercana a los caminos calculados. 3. Conclusión De acuerdo con los resultados obtenidos en esta investigación, se puede concluir que los patrones de asentamiento de las sociedades de la Prehistoria Reciente de Sierra Morena Occidental están fuertemente pautados por las posibilidades de movilidad y conectividad que ofrece el territorio, y que ello está muy probablemente asociado a las estrategias económicas y sociales imperantes en cada periodo. Aunque se necesita bastante más investigación para aclarar hasta qué punto algunos de los asentamientos (especialmente los de la Edad del Cobre) fueron estacionales o permanentes, los patrones observados aquí sugieren que la movilidad fue un elemento integrante fundamental de la estrategia de ocupación del territorio desde el Neolítico Final hasta el Bronce Final. El cambio en los patrones de asentamiento observados a finales de la Edad del Cobre y más adelante hacia la Edad del Bronce parece corresponder en parte a cambios en las estrategias de movilidad de estos grupos (sin duda, hay otros factores que tomar en consideración, como el crecimiento demográfico, la mayor conectividad supra-regional y la superior producción minero-metalúrgica). En este sentido las sociedades prehistóricas de Sierra Morena Occidental parecen haber renegociado y redefinido el carácter de sus prácticas económicas y sociales, cambiando y adaptándose a los nuevos desafíos que pudieron haber representado el posible incremento de la producción ganadera, la intensificación de la producción metalúrgica y el aumento de la interacción con otros grupos a larga distancia y las relaciones sociales generadas de los mismos (Murrieta-Flores, 2012a). Además de las conclusiones arqueológicas, esta investigación tuvo como resultado la creación de una serie de innovadoras herramientas metodológicas, modelos matemáticos, y técnicas computacionales. A través de la combinación de métodos espaciales informatizados y un marco teórico creado especialmente para el estudio de movimiento humano a una escala de paisaje que combina conceptos prestados de otras ramas de la ciencia como la psicología, geografía, fisiología, o las matemáticas, se obtiene un marco metodológico completo que puede ser aplicado al estudio de la movilidad de cualquier sociedad (Murrieta-Flores, 2012a).
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Segunda Mesa
Circulaciรณn, objetos y territorios
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Circulación, objetos y territorios Dimas Martín Socas Universidad de la Laguna
Las propuestas de esta mesa han sido realmente interesantes, a tenor de las comunicaciones planteadas por los diferentes autores desde ámbitos de investigación bien diferentes. Su temática se extiende desde los períodos más antiguos, con los problemas derivados de la interpretación de la primera ocupación del continente europeo, hasta los derivados de la excesiva valoración del papel e influencia de las poblaciones orientales durante el Bronce Final en el Suroeste peninsular. Así, Robert Sala e Isidro Toro, en su magnífica intervención sobre la primera ocupación del continente europeo: algunos debates sobre la detección de movimientos humanos, abordan la importancia de la documentación de Dmanisi (Georgia) en la revisión de los fósiles de Homo antecessor de Atapuerca en el contexto eurasiático situando su filogénesis en relación directa con Asia. Pero, también, plantean cuál puede ser la correlación cronológica entre Atapuerca y los yacimientos con presencia humana de Orce. Por último, abordan la disyuntiva que existe entre una hipótesis de continuidad de Modo 1 a Modo 2 en Europa y otra de ruptura, con una introducción desde África de nuevas poblaciones humanas portadoras de un Modo 2, que acabaría por hacer desaparecer los linajes primitivos. No menos sugerente ha sido la aportación de Antonio Morgado y José Antonio Lozano con su trabajo Marcadores litológicos de la circulación. Geoarqueología de la producción de grandes láminas de la Prehistoria Reciente. En él se ofrece una espléndida introducción a las diferentes aproximaciones metodológicas que se han dado para el estudio de las rocas silíceas en el sur de Iberia, para lo que realizan una síntesis crítica, donde se resaltan los puntos débiles de algunas analíticas desarrolladas, lo que permite justificar una vía metodológica de naturaleza transdisciplinar entre Arqueología y Geología. Esta aportación se verá complementada mediante los resultados obtenidos, hasta el momento de su exposición, sobre las artesanías especializadas de la producción laminar en el sur de la Península Ibérica entre el VI y V milenio BP. Pero no se limitan a la determinación de rocas silíceas en el sur de Iberia, para el estudio del aprovechamiento y explotación de éstas, sino que lo complementan con el análisis de cómo se ha interpretado en clave histórica desde los primeros momentos, al tiempo que defienden la necesidad de cambiar el discurso hacia una lectura transdisciplinar geoarqueológica o arqueogeológica. Y, como ejemplo lo aplican en la producción laminar especializada de la Prehistoria Reciente. Ello les permite reconocer qué tipos de rocas silíceas han sido explotadas, qué proceso tecnológico especializado puede ser determinado, apuntándose, como ejemplo, el empleo de útiles metálicos de cobre durante las labores de preparación y extracción final de las láminas, o cuáles pueden haber sido los mecanismos de la circulación de productos que se identifican, en algunos casos evidenciando movimientos a larga distancia. Marta Díaz-Zorita y A.J. Watterman introducen en la mesa una novedosa perspectiva en la investigación prehistórica andaluza con su trabajo el origen y la movilidad de las poblaciones de la Edad del Cobre y Bronce en el sur peninsular a través de los análisis de isótopos estables de 87/86sr y δ180. El objetivo es determinar las pautas de movilidad, detectar el origen y el cambio de residencia de 3 poblaciones de la Edad del Cobre y Edad del Bronce en el sur peninsular, La Pijotilla (Solana de los Barros, Badajoz), Valencina-Castilleja (Valencina de la Concepción y Castilleja de Guzmán, Sevilla) y Palacio III (Almadén de la Plata, Sevilla), a través de dos tipos de análisis bioarqueológicos sobre restos óseos humanos y animales y sobre sedimento: del ratio de estroncio 87/86Sr y el análisis de isótopos de oxígeno δ18O. Estudio que se complementa con el estudio de la cultura material. Los resultados ofrecidos abren una nueva y muy interesante perspectiva de futuro, pues permiten ofrecer indicios claramente definidores de la importancia que podría haber tenido la movilidad entre las poblaciones prehistóricas a tenor de los resultados obtenidos en dos de los yacimientos estudiados. Estos son Valencina-Castilleja y La Pijotilla, donde se han localizado individuos inmigrantes, de ahí que las autoras sugieran que ambos yacimientos fueran centros de intercambio y comercio. Por su parte, Mercedes Murillo e Ignacio Montero ofrecen, desde una óptica bien diferente, un análisis sobre el papel que pudiera haber representado la plata en dos momentos de la Prehistoria andaluza donde este metal ha tenido una presencia destacada. Su trabajo, Producción y distribución de plata en la sociedad argárica y en los primeros asentamientos orientalizantes. Una aproximación desde el análisis de los isótopos de plomo, tiene como punto de partida determinar la veracidad de la interpretación tradicional sobre la importancia que tendría este
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metal, a tenor de su acceso restringido, como marcador de estratificación social. Este problema se aborda desde una línea de investigación que ha tenido hasta el momento poco recorrido en la investigación prehistórica, cual es la del análisis de isótopos de plomo, con el objetivo de entender los procesos de producción, distribución y consumo de la plata en ambos períodos. Entre los resultados más llamativos que se ofrecen estarían, por un lado, la disfunción que existe entre la extraordinaria importancia de la producción de plata existente en la zona y la observada en el resto de Europa, donde la plata aparece de forma puntual. Por otro, la abundante documentación de restos metalúrgicos asociada con el mundo orientalizante del Suroeste peninsular y la relativa escasez de objetos de plata identificados. Igualmente, se sugiere una nueva lectura sobre el uso de la plata durante el período argárico en el Sureste, asumiéndose que la plata nativa no tuvo una primacía total y exclusiva en la elaboración de objetos de plata y la posibilidad de una práctica normalizada de reciclado. En cuanto al periodo orientalizante, se defiende que la organización de la producción respondería a una organización centralizada a escala macroterritorial, fruto de una explotación minera intensa en la zona de la Faja Pirítica, para la que el plomo necesario para la extracción de plata en el Suroeste llega de diferentes zonas mineras, tales como Linares, el Sureste o, incluso, Cataluña. En cuanto el trabajo presentado por Francisco Gómez El Bronce final en el Suroeste y sus relaciones con el mundo mediterráneo (siglos XIII-VIII a.C.) pone sobre la mesa un tema candente en la investigación hispana, como es el excesivo peso que ha tenido en la asunción de que todos los períodos relevantes de la Prehistoria peninsular hayan sido interpretados como fruto de movimientos migratorios, coloniales o no, del Mediterráneo oriental. Con una brillante defensa, el autor reivindica el papel de la población local del Bronce Final frente a la primacía absoluta que un importante sector de la investigación da a los fenicios, al mismo tiempo que el Suroeste peninsular, definido y explicado a través del desarrollo de su cultura material, no debería entenderse como el preludio de la Edad del Hierro, sino como el final de la Prehistoria Reciente, y su conexión clara con el Mediterráneo en el II milenio, y no fruto de la llamada colonización fenicia de Occidente, que es mucho más tardía.
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La primera ocupación del continente europeo y los movimientos poblacionales Robert Sala Ramos1,2 · Isidro Toro Moyano3 Área de Prehistòria, Universitat Rovira i Virgili (URV), Avinguda de Catalunya 35, 43002 Tarragona IPHES, Institut Català de Paleoecologia Humana i Evolució Social, C/Escorxador s/n, 43003 Tarragona 3 Museo Arqueológico de Granada, Carrera del Darro, 41-43, 18010 Granada 1
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Introducción Los movimientos humanos han constituido a lo largo de toda la historia de la arqueología uno de los temas de investigación más destacados y fructíferos. La propia metodología arqueológica en buena medida se ha preparado para identificar las poblaciones humanas y sus desplazamientos en el territorio. La clasificación de las herramientas, de la cerámica, de las formas constructivas, todos estos métodos están diseñados para identificar los grupos humanos y su geografía. Esto es muy evidente para las fases evolutivas más recientes, e igualmente efectivo en las etapas más primitivas. Aquí aplicaremos precisamente la arqueología a la detección de las diferentes oleadas de poblamiento que se introdujeron en Europa desde 1,5 millones de años atrás. El poblamiento humano de Europa ha sido establecido a partir de los años 90 de forma segura y firme en una cronología de la segunda mitad del Pleistoceno inferior, con el límite inferior en torno a 1,3-1,4 Ma (Roebroeks & van Kolfschoten, 1994; Carbonell et al., 1995). Superada ya la discusión de los años 90 sobre el inicio de este poblamiento la investigación científica actual se centra en cinco grandes polos o líneas de estudio: 1.
Origen geográfico de la población humana que accede a Europa en 1,3-1,4 Ma.
2.
Capacidades y adaptaciones de la población europea primitiva.
3.
Continuidad poblacional en el continente.
4.
Evolución del Modo 1 al Modo 2.
5.
Relacionada con las dos anteriores, existencia de una o de múltiples oleadas de poblamiento.
El presente trabajo se dedica a repasar la actualidad de estas cinco grandes cuestiones y a reflexionar brevemente sobre ellas. Describiremos sucintamente la situación actual de los datos empíricos y situaremos los elementos de criterio esenciales que permitan guiar la investigación. En toda la discusión daremos una preeminencia a los datos provenientes de Orce y de la cuenca de Guadix-Baza. Origen de la población europea Los criterios a tener en cuenta en este punto son diversos: paleoecológicos, paleontológicos, tecnológicos y antropológicos. Al primer grupo corresponde la evaluación de las zonas climáticas y ecológicas del continente eurasiático a las que los grupos humanos se adaptaron. La paleontología ha permitido determinar las comunidades animales que acompañaron a los humanos en sus movimientos y que indican, a su vez, geografía de origen. Los criterios tecnológicos que se ponen sobre la mesa tienen en cuenta la fase de la evolución técnica que desarrollaron los humanos en Europa y que ha sido uno de los caballos de batalla, al describirse como Modo 1 arcaico la tecnología que acompañó a los humanos a su llegada a Europa occidental (Carbonell et al., 1995). Finalmente, la antropología evidentemente informa de las similitudes en las características anatómicas entre los fósiles en las distintas regiones y nos permite trazar movimientos. Desarrollaremos estas dos últimas cuestiones. En el continente europeo y su entorno más inmediato (Figura 1) son tres los conjuntos arqueo-paleontológicos que ofrecen restos fósiles humanos adscritos al Pleistoceno inferior, Dmanisi, Orce y Atapuerca (Gabunia et al., 1995; 2002; de Lumley et al., 2002; 2005; Toro Moyano et al 2013; Carbonell et al 1995; 2008; Bermúdez de Castro et al., 1997), después de que para el cuarto, Ceprano, la datación haya sido revisada y situada en el Pleistoceno medio (Manzi et al., 2010). Dmanisi, con 1,8 Ma de antigüedad preserva la primera ocupación humana fuera del continente africano y sus fósiles homínidos presentan unas características anatómicas que las sitúan en una posición muy singular dentro de las poblaciones humanas euroasiáticas, hecho por el que sus restos fueron clasificados en un grupo propio, Homo georgicus (de Lumley, 2006) muy cercano al origen mismo del género Homo en África. Por lo que respecta a Atapuerca, este conjunto arqueopaleontológico en karst presenta dos niveles de Pleistoceno inferior con presencia de fósiles humanos: TD6 en el yacimiento de Trinchera Dolina y TE9 en Trinchera Elefante. El primero fue descubierto en 1994 y tiene una cronología de 0,8 Ma. Por su característica arquitectura craniofacial fue clasificado como especie singular, Homo antecessor; en razón también de su anatomía facial se le 99
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situó en la línea ancestral de Homo sapiens; y, como hipótesis más parsimoniosa, se le atribuyó un origen africano (Carbonell et al., 1995; Bermúdez de Castro et al., 1997). Más recientemente se han revisado las características de los restos dentales descubiertos y se ha resituado la especie en una ascendencia asiática (Martinón-Torres et al., 2007). Hay que hacer mención, finalmente, al descubrimiento en 2007 de nuevos restos humanos en Trinchera Elefante, con una antigüedad en este caso de 1,3 Ma (Carbonell et al., 2008). Es de destacar para este trabajo, dado que nos referimos en especial a Orce, la reciente publicación de un resto de molar deciduo en el yacimiento de Barranco León (Toro Moyano et al., 2013). Este tiene una dilatación cercana a 1,4 Ma. la más vieja de Europa occidental, y unas características primitivas. Los dos últimos fósiles referidos pueden ofrecer los datos de la población que llevó a cabo la primera oleada de población del continente. En especial dada la reasignación de linaje a que nos hemos referido y que propone resituar Homo antecessor en una línea de poblamiento procedente de Asia. La cuestión respecto de los fósiles de Trinchera Elefante y Barranco León sigue abierta ya que ninguno de ellos han podido ser atribuidos a ningún grupo ni especie y han sido clasificados únicamente como Homo sp. (Carbonell et al., 2008; Toro Moyano et al 2013). Ello no obstante ambos tienen características dentales y mandibulares que los asemejan a Homo antecessor mientras otras son más primitivas.
Figura 1. Fragmentación del registro paleoantropológico de Europa
El registro fósil humano en Europa es muy fragmentario, con una dispersión geográfica y temporal importante. Ello dificulta la lectura de los datos que ofrece. A pesar de que seguimos sin conocer la procedencia geográfica ni poblacional de los restos de Trinchera Elefante y Barranco León, si las revisiones sobre Homo antecessor se validan con el tiempo abren un campo muy estimulante en la cuestión sobre los orígenes del poblamiento europeo. Debemos plantear al menos una oleada poblacional procedente de un linaje evolucionado en Asia y que se introdujo en Europa hace en torno a un millón de años. Aunque hoy por hoy no se puede avanzar nada, evidentemente queda espacio temporal suficiente para que el registro de TD6 corresponda a una oleada distinta de la de TE9 y BL, también con orígenes distintos. O con los mismos. Todo está abierto y la fragmentación a la que nos referíamos ayuda en esta situación. 100
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Los datos del registro tecnológico (Figura 2), a pesar de ser también escasos, son mucho más extensos temporal, geográfica y, sobre todo, ecológicamente. A los restos orientales, entre los que sigue destacando Dmanisi por su antigüedad, debemos sumar los que se han registrado en los países occidentales. Todos los países de Europa occidental ribereños del Mediterráneo presentan ya registro de más de un millón de años de antigüedad. A ello hay que sumar el descubrimiento más reciente de Happisburgh 3 (Parfitt et al., 2010) en Gran Bretaña, con una datación de Pleistoceno inferior final entre 0,78 i 0,99 Ma, próxima al registro de TD6 y Vallparadís (Martínez et al., 2010). En todos los casos se ha podido verificar que se trata de un Modo 1 bien establecido, con formas simples de adquisición de recursos técnicos mediante estrategias ortogonales, sin elaboración profunda de las formas de los objetos y con una economía de captación de recursos inmediata, sin movilidad de recursos y con un abandono en el mismo punto de uso. Este comportamiento permite la recuperación de numerosos remontajes porque el ciclo de producción-uso-abandono tiene una territorialidad muy estricta.
Figura 2. Registro arqueológico del Pleistoceno inferior en Europa
Si bien estas características generales son ciertas en el registro puede marcarse una cierta variabilidad si lo tomamos en conjunto. Debemos hacer notar en principio que hay registros poco numerosos. Destaca el de Lézignan-la-Cèbe en el sur de Francia (Crochet et al., 2009), con una edad inferior a 1,57 Ma y una veintena de objetos líticos. Igualmente en el sur de Francia, un yacimiento largamente conocido y debatido, Vallonnet (de Lumley et al., 1988), de 0,9 Ma y con industria clara a pesar del debate, contiene un registro reducido. Entre el grupo de yacimientos con registro escaso contamos también con el del nivel TE9 de Trinchera Elefante (Carbonell et al., 2008) con 32 elementos formados exclusivamente por lascas de borde cortante que dan idea de un método ortogonal sin retoque pero sin posibilidad de mayor precisión. El yacimiento de Pirro Nord en Italia (Arzarello et al., 2006) tiene también un registro reducido aunque en este caso contiene tanto lascas como núcleos. En ambas categorías se observa el uso de métodos ortogonales de talla y la falta de retoque. 101
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Entre los datos más antiguos y más ricos (Figura 3) constan los de Orce (Martínez-Navarro et al., 1997; Oms, 2000; Toro et al., 2010a, 2010b; Duval et al., 2011) en que los dos métodos de talla preferentes son el ortogonal a mano alzada y el bipolar sobre yunque, siempre para la obtención de lascas simples de borde cortante, sin retoque. En el registro de Barranco León y Fuente Nueva 3 (Figuras 4 y 5) es destacable la presencia de objetos de grandes dimensiones, como cantos de caliza con pocas extracciones, algunas de las cuales pueden ser provocadas por el uso, junto a poliedros y grandes núcleos ortogonales (Figura 6). Estas últimas características lo acercan al registro de Dmanisi (Mgeladze, 2008). En el conjunto del Pleistoceno inferior europeo occidental el registro de Orce es especial y rico.
Figura 3. Yacimientos principales y más ricos para el Pleistoceno inferior europeo
Figura 4. Fuente Nueva 3. Orce
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Figura 5. Fuente Nueva 3. Orce. Excavación de 2011
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Figura 6. Núcleos ortogonales de sílex
Más reciente que el registro de Orce y de Atapuerca TE9 es el de Pont-de-Lavaud en el valle del Loira en Francia, con una datación de 1,1 Ma (Despriée & Gageonet, 2003; Despriée et al., 2007). El conjunto arqueológico es muy numeroso, con miles de objetos líticos. Su característica principal es, frente a lo que hemos referido para Orce, el uso exclusivo de métodos de talla bipolar sobre yunque siempre sobre cuarzo. Estos rasgos hacen de Pontde-Lavaud un caso especial, dada su falta de variabilidad interna. Por el contrario, si volvemos a tomar el conjunto de la ocupación europea ofrece datos de la diversidad de comportamiento humano de esta fase. El uso de la técnica sobre yunque está también muy presente en dos yacimientos algo más recientes: Montepoggiolo en Italia (Peretto et al., 1998) y Vallparadís (Martínez et al., 2010) aunque en ninguno de los dos es el único método utilizado. El último grupo de yacimientos de Pleistoceno inferior en Europa occidental reúne Atapuerca-TD6 y Happisburgh-Site 3 (Carbonell et al., 1995; Parfitt et al., 2010). Ambos corresponden a la fase final del Pleistoceno inferior y también ambos presentan características algo diferenciadas del resto. El registro de TD6, con centenares de objetos, es mucho más amplio que el del sitio británico, con sólo algunas decenas, pero ambos reúnen unos métodos de talla ortogonales dominantes aunque en TD6 hay lascas que indican el uso minoritario de métodos centrípetos. También en TD6 se da un uso residual del retoque para configurar especialmente bordes denticulados. Lo que une a ambos yacimientos es la consecución de grandes lascas que son transportadas fuera de su lugar de talla. En el caso de Happisburth-Site 3 (Parfitt et al., 2010) se trata de lascas de borde cortante que muy probablemente fueron usadas directamente, sin transformación. En TD6, en cambio, este tipo de objetos aparece transformado en núcleos. En ninguno de los dos yacimientos están transformadas en útiles estandarizados típicos del Modo 2. ¿Nos aportan todos estos datos referencias sobre el origen de las poblaciones humanas? Los métodos de talla descritos entre los yacimientos de más de un millón de años aparecen tanto en África desde fases muy primitivas, de dos millones de años de antigüedad, como en los yacimientos primitivos de Asia. Cualquiera de los dos orígenes es posible. Lo más parsimonioso sería considerar un poblamiento desde la primera ocupación humana instalada en Asia occidental en 1.8 Ma y demostrada por Dmanisi, a pesar de la distancia cronológica que las separa. Las características del Modo 1 de Orce también refuerza esta idea. 103
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¿Puede haber oleadas con orígenes distintos? El registro de más de un millón de años es muy homogéneo y si hubo distintas oleadas, éstas fueron protagonizadas por poblaciones con una tecnología muy próxima. Sólo se diferencian ligeramente los dos yacimientos más recientes que, en cualquier caso, permiten una lectura evolutiva interna. Capacidades y adaptaciones de la población europea primitiva El descubrimiento de una instalación humana en Europa en más de 1,3 Ma acarreando industria de Modo 1 demostró la capacidad de esta tecnología para introducirse en regiones ecológicamente diversas. Clásicamente, los especialistas habían considerado que sólo las poblaciones de Homo erectus de cerebro avanzado y el Modo 2 eran capaces de franquear las puertas de África y sus ecosistemas. El descubrimiento de Dmanisi ya indicó que esto no era así: una especie arcaica, de cerebro reducido y tecnología primitiva, característica de las primeras fases de la evolución humana ya había sido capaz de subir hasta una latitud importante y franqueado las cadenas montañosas del sur y centro de Anatolia para llegar al corazón del Cáucaso. En los últimos años además se han descubierto yacimientos más al norte, como el de Pont-de-Lavaud en Francia y, especialmente el de Happisburgh-Site 3 de la costa sureste de Gran Bretaña. Ecológicamente, este último sitio corresponde a un punto de clima fresco-frío en el que la industria se relaciona con un momento cuando menos fresco. El polen indica un entorno de páramo en la primera fase de ocupación humana y uno de bosque dominado por las coníferas en una fase sucesiva (Parfitt et al., 2010). Aunque se trate de una latitud algo menor, el yacimiento de Vallparadís (Terrassa, Barcelona) también corresponde (Agustí et al., 2009) con una fase fría a la que en principio los humanos del Pleistoceno inferior no deberían estar bien adaptados según algunos autores (MacDonald et al., 2012). Todo ello, y a pesar del debate aún vivo, confirmaría las capacidades adaptativas humanas en esta fase primitiva. Es cierto que no tenemos datos de fuego en Europa en ese momento, que el registro de uso de piel es posterior y que no sabemos exactamente cómo se adaptaron esas poblaciones humanas pero sí se observa su presencia en entornos para los que forzosamente debieron desarrollar algún tipo de adaptación. Las hipótesis (MacDonald et al., 2012) que relacionan las poblaciones de Pleistoceno inferior europeo con una baja capacidad adaptativa a estas regiones y a una discontinuidad en el poblamiento son reminiscencias de las hipótesis de la “Europa joven” que en los años 90 propuso que no había poblamiento humano en Europa antes de los 500 ka (Roebroeks et al., 1992; Roebroeks &van Kolfschoten, 1994). Continuidad poblacional en el continente La cuestión de la continuidad del poblamiento humano en el continente europeo está relacionada con la de las capacidades de esas mismas poblaciones y a las que acabamos de referirnos. Existen vacíos en el registro europeo de Pleistoceno inferior y discontinuidades en el territorio ocupado: una fragmentación territorial y temporal. Grandes espacios sin registro en torno a 0.9 Ma y 0.7 Ma. Especialmente la secuencia de Trinchera Dolina en Atapuerca, la única en Europa que cubre buena parte del espacio temporal entre 1.0 Ma y 0.3 Ma contiene un vacío importante en torno a 0.6-0.7 Ma. Sin embargo, hay otros yacimientos en el continente que han sido atribuidos grosso modo a este espacio cronológico, como Isernia la Pineta (Coltorti et al 2004) y Notarchirico (Lefèvre et al., 2010), siendo además este último el yacimiento de Modo 2 más antiguo de Europa. Cuando se descubrieron los fósiles de Atapuerca-TD6 en 1994 (Carbonell et al 1995) y se creó la especie Homo antecessor (Bermúdez de Castro et al 1997) se propuso que se trataba de un ancestro común a neandertales y humanos modernos y que tenía un origen africano. Sin embargo, las revisiones recientes de los datos mandibulares y dentales y el mayor número de restos recuperados desde entonces en el yacimiento han hecho plantear una hipótesis distinta (Martinón-Torres et al., 2007) según la cual la población representada en TD6 corresponde a un linaje originado en Asia. En este punto, el descubrimiento de Atapuerca-TE9 y el de BL(Carbonell et al., 2008; Toro Moyano et al 2013) puede permitir relacionar la población europea de más de un millón de años con la de 0.8 Ma. En este caso, los rasgos se encuentran divididos entre los que marcan una cierta discontinuidad con los que claramente sitúan los fósiles de TE9 y BL en una posición más arcaica. Hoy por hoy no hay una posición clara en este punto y estos fósiles han sido atribuidos a Homo sp. En el mismo campo de la paleoantropología, el resto de Ceprano, inicialmente atribuido al Pleistoceno inferior 104
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(Manzi et al., 2001) ahora ha sido resituado en el Pleistoceno medio (Manzi et al 2010) con lo cual sus características arcaicas pueden darnos pistas en el futuro para dilucidar una continuidad del Pleistoceno inferior hacia el medio y una pervivencia de las poblaciones primitivas. En esta misma línea el registro de Atapuerca-TD6 y AtapuercaSima de los Huesos debe poder ofrecernos datos. Estos dos registros se hallan, según las últimas dataciones de la Sima de los Huesos, más cercanos en el tiempo de lo que se había considerado (Bischoff et al., 2003) y hace más difícil su relación filética. Evolución del Modo 1 al Modo 2 En el terreno de la evolución técnica sí hay datos más claros. Ya hemos citado el carácter levemente evolutivo de la industria recuperada en Atapuerca-TD6 y Happisburgh-Site 3. Las características citadas, como un uso ligero del retoque y la aparición de lascas de grandes dimensiones, aunque no indican en ningún caso la presencia de estrategias de Modo 2 sí permiten hablar de una diversidad respecto a la fase anterior, más monolítica, del Modo 1. Tal como pasa con la paleoantropología, esto abre la puerta a considerar la posibilidad de una evolución in situ, en continuidad y modernización de estructuras arcaicas. Los datos, en cambio, son más conclusivos con respecto al Pleistoceno medio. Aquí, a pesar de la posible pervivencia de formas arcaicas como Ceprano viviendo junto a otras poblaciones más modernas, una coexistencia de linajes que también se propone por otras razones en el mismo Pleistoceno medio (Martinón-Torres et al., 2012), el registro tecnológico indica una ruptura importante. Yacimientos ya citados como Notarchirico (Piperno, 1999) presentan una tecnología clásica de Modo 2 a partir de 0.65 Ma. Las características de este Modo 2 no corresponden a una fase primitiva u originaria que permita pensar en una evolución in situ de esta forma tecnológica sino su llegada a Europa a partir de algún punto en el exterior en el que debió evolucionar hasta el estadio tan moderno que presenta en Europa (Figura 7). Asimismo, las tenues señales de evolución que veíamos en Atapuerca-TD6 o Happisburgh-Site 3 no son suficientes para explicar la explosión que vemos después.
Figura 7. Registros de Modo 1 y Modo 2 en Europa y Próximo Oriente. Probable origen del Modo 2 europeo.
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En este punto, y desde la arqueología, sí podemos asegurar la entrada de una población nueva o, cuando menos, la relación directa de poblaciones europeas con otras en los límites del continente, de forma que ese contacto pudiera aportar, por aculturación, el Modo 2 a Europa. Existencia de una o de múltiples oleadas de poblamiento La cuestión de la existencia de una única oleada de poblamiento humano en Europa (Figura 8) o, por el contrario, el continente recibió múltiples oleadas de grupos humanos a lo largo del Pleistoceno inferior y medio, puede ser tratado a modo de conclusión de todo lo que hemos señalado.
Figura 8. Hipotéticas oleadas de poblamiento humano en Europa.
Somos de la opinión, en inicio, que los humanos, una vez introducidos en el continente mantuvieron un poblamiento constante en él, sin interrupciones. Los vacíos citados los consideramos más bien como problemas de registro o de investigación. Hay que recordar simplemente que la línea de investigación sistemática referida al Pleistoceno inferior en Europa es muy reciente y que regiones como Rusia o Bulgaria, por ejemplo, se están introduciendo recientemente en este debate con novedades interesantes (Shchelinsky et al., 2010; Sirakov et al., 2010). Esto es un efecto de la importancia que ha ganado esta línea de investigación tanto en el interior de Europa o como tema de estudio general de la evolución humana ya que, de hecho, muchas de las cuestiones concernidas tienen implicaciones a escala global. Otra cosa muy distinta es que, teniendo en cuenta una permanencia constante de poblaciones humanas, haya habido un modelo complejo de sustituciones, pervivencias y coexistencias, como hemos referido. En el campo de la paleoantropología se han descrito algunos de los problemas clave, como la falta de seguridad en la conexión entre el fósil de Atapuerca-TE9 y BL y los restos de Atapuerca-TD6 que invita a pensar en un cambio poblacional. La fragmentación del registro paleantropológico no permite ir muy lejos. En cambio, en el caso del registro arqueológico podemos señalar que el registro es bastante continuo, con yacimientos como Lézignan-la-Cèbe, Pirro Nord, Orce, Atapuerca-TE9, Pont-de-Lavaud, Montepoggiolo, Vallonnet, Vallparadís, Atapuerca-TD6 y Happisburgh-Site 106
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3 en una secuencia que abarca, posiblemente, desde 1,5 hasta 0,8 de manera muy continua. A nivel tecnológico existe también una gran homogeneidad de comportamiento que permite una cierta variabilidad. Sólo saldrían de esta mayor homogeneidad los dos últimos registros que pueden corresponder a una fase evolutiva del Modo 1: ¿fue también a causa de la introducción de una nueva población? ¿O bien, como pensamos, una evolución in situ? Donde sí hay evidencias suficientes para la presencia de una nueva población, al menos en el entorno de Europa y en contacto con “los europeos”, es en el Pleistoceno medio en que detectamos la introducción del Modo 2 sin que pueda ser debido a la evolución propia del Modo 1 europeo. En el Pleistoceno medio se dio la entrada muy probable de una nueva población: ¿corresponde a la entrada de Homo heidelbergensis? Este es un campo en el que no vamos a entrar. Sí indicaremos, como conclusión, que desde la arqueología detectamos 1. una introducción humana en Europa quizá en 1,5 Ma, segura en 1,3; 2. una pervivencia de esa ocupación humana desde entonces; 3. una homogeneidad de la tecnología desde 1,3 hasta 0,9 con una ligera evolución del Modo 1 en 0,8; y 4. una ruptura tecnológica en 0,65 con la introducción del Modo 2 por una nueva población. Sobre el significado poblacional sólo diremos que la brusca introducción del Modo 2 debe conllevar la presencia de una nueva oleada. ¿Fue la segunda oleada, o la enésima sin que seamos capaces de detectar más? Seguramente debemos decantarnos por la segunda hipótesis, siempre considerando el modelo de persistencia humana en Europa con una complejidad de relación marcada por sustituciones y sobreposiciones de grupos humanos tecnológicamente semejantes.
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108
La primera ocupación del continente europeo y los movimientos poblacionales
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109
La movilidad de las poblaciones de la Edad del Cobre en el Suroeste de España a través de los análisis de isótopos estables de 87Sr/86Sr Marta Díaz-Zorita Bonilla1 · Anna J. Waterman2 · David W. Peate2 Department of Archaeology, Durham University Department of Anthropology, University of Iowa
1 2
Resumen: El objetivo de este estudio es examinar las pautas de movilidad y el cambio de residencia de las poblaciones de la Edad del Cobre en el Suroeste de España. Este trabajo presenta los resultados del análisis de las pautas de movilidad de tres yacimientos arqueológicos como son La Pijotilla (Solana de los Barros, Badajoz), Valencina-Castilleja (Valencina de la Concepción y Castilleja de Guzmán, Sevilla) y Palacio III (Almadén de la Plata, Sevilla). Para ello se han realizado análisis del ratio de estroncio 87Sr/86Sr sobre restos óseos humanos y animales y sobre sedimento. A través de este análisis demostramos que la movilidad juega un papel importante en la Prehistoria especialmente en los yacimientos arqueológicos de Valencina-Castilleja y La Pijotilla donde se han localizado individuos no locales. Palabras Clave: Bioarqueología, Edad del Cobre, isótopos estables, estroncio Key words: Bioarchaeology, Copper Age, Stable isotopes, Strontium Abstract The aim of this study is to examine change of residence and mobility patterns in Copper Age populations from Southwestern Spain by analyzing strontium isotope ratios from human dental enamel. In this paper 87Sr/86Sr isotope data from three burial populations, La Pijotilla (Solana de los Barros, Badajoz), Valencina-Castilleja (Valencina de la Concepción and Castilleja de Guzmán, Seville) and Palacio III (Almadén de la Plata, Seville) are presented and compared to strontium isotope signatures of local faunal in order to identify migrants. Based upon the high rates of non-local individuals found in the Valencina-Castilleja and La Pijotilla burials, the results of this study suggest that human mobility played important social and/or economic roles in some Late Prehistoric communities of Southwestern Spain. 1.- Introducción a la movilidad de poblaciones Los grupos humanos se encuentran en constante movimiento y las pautas de movilidad responden a diferentes sucesos o circunstancias tales como las relaciones sociales, económicas o políticas. En este trabajo analizaremos el concepto de movilidad en Prehistoria como medio para investigar la dinámica social y económica de las poblaciones de la Edad del Cobre en el Sur peninsular. El uso de los análisis de isótopos estables de estroncio aplicado al campo de la bioarqueología es de reciente uso y surge como medio de estudio para determinar las pautas migratorias en poblaciones humanas y en especies animales. Son varios los casos de estudio donde la movilidad ha sido detectada con éxito en poblaciones arqueológicas en sitios de diversas cronologías en América Central (Wright, 2005; Price et al., 2000), Sudamérica (Knudson y Buikstra, 2007; Knudson y Price, 2007; Knudson et al., 2004), Europa (Montgomery et al., 2000, 2003, 2005; Budd et al., 2004; Bentley et al., 2003; Price et al., 1994a) y Norteamérica (Price et al., 1994b). Para la Península Ibérica tan sólo se han publicado siete casos de cronologías desde el Neolítico hasta la Edad Media (Díaz-Zorita et al., 2009, 2012; Waterman et al., 2011; Waterman, 2012; Boaventura et al., 2010; Prevedorou et al., 2009; Romero et al., 2009). El debate sobre la movilidad humana en Prehistoria ha estado siempre enfocado desde el punto de vista del estudio de la cultura material como medio para detectar la movilidad basándose en el intercambio o en la difusión de ideas, materiales y artefactos (Lillios, 1997, 1999; Close, 2000; Cardoso y Carvalhosa, 1995). No obstante, este nuevo enfoque se centra en el estudio de las pautas de movilidad humana durante la Edad del Cobre en el SW de la Península Ibérica. Para este período existen evidencias de grandes poblados como son los casos que presentamos a continuación tales como Valencina-Castilleja (Vargas, 2004a, 2004b; Costa et al., 2010) y La Pijotilla (Hurtado Pérez et al., 2002) donde se han documentado abundantes materiales de carácter exótico (ámbar, marfil o cuentas de collar realizadas en huevos de avestruz, entre otros). La existencia de estos materiales nos hace plantear la hipótesis de la existencia de contacto, a través del intercambio y/o comercio a corta y larga distancia en algunos casos, y por tanto movilidad. Sin embargo, la movilidad y el cambio de residencia, así como la detección de individuos locales e inmigrantes no ha sido ampliamente investigado. Es por ello que en este trabajo pretendemos ofrecer 111
Movilidad, contacto y cambio. II Congreso de Prehistoria de Andalucía
alternativas en el estudio de la movilidad mediante el análisis de los restos bioarqueológicos. 2. Material y métodos El material antropológico proviene de tres yacimientos arqueológicos diferentes datados en la Edad del Cobre (Valencina-Castilleja, tholos de Palacio III y La Pijotilla) (Figura 1). Se han analizado un total de 44 muestras, de las cuales 19 proceden de Valencina-Castilleja, 8 de tholos de Palacio III y 17 de La Pijotilla.
Figura 1. Localización de los sitios de estudio
Las muestras del sitio de tholos de Palacio III han sido procesadas en el Archaeological Chemistry Laboratory y analizadas mediante MC-ICP-MS en W.M. Keck Foundation Laboratory for Environmental Biogeochemistry de la Arizona State University y los análisis de los yacimientos de Valencina-Castilleja y La Pijotilla han sido procesadas en el laboratorio del departamento de Ciencias Geológicas de la Universidad de Iowa y analizadas mediante MCICP-MS en el laboratorio del departamento de Geología de la Universidad de Illinois. El método bioquímico se basa en el análisis del ratio de estroncio 87Sr/86Sr . Este método se basa fundamentalmente en el estudio y comparación de los restos osteoarqueológicos con el medio geológico, comprendiendo que el ratio 87Sr/86Sr varía según la antigüedad de las diferentes formaciones geológicas y ha sido ampliamente descrito por Bentley (2006). El ser humano incorpora el estroncio biogénico a través de la dieta sustituyendo al calcio (Price et al., 1994b). Las concentraciones de estroncio en animales y plantas varían en la cadena trófica sin llegar a fraccionar debido a la pequeña diferencia entre las masas de los isótopos (Price et al., 1994). Precisamente debido a que no se fracciona, los animales que se encuentren en un mismo medio geológico y que ingieran sólo plantas, otros animales y agua local al yacimiento, deben tener la misma signatura de estroncio. El método consiste en la comparación de la signatura del ratio de Sr (87Sr/86Sr) del esmalte dental humano, el cual refleja la signatura de la infancia, con el ratio 87Sr/86Sr del esmalte dental de la fauna local y con el sedimento. Partimos de la base que el individuo adquiere su signatura de Sr en el esmalte dental durante su infancia y esa signatura no cambia a lo largo del tiempo, por lo que comparándolo con el medio geológico nos ofrece como 112
La movilidad de las poblaciones de la Edad del Cobre en el Suroeste de España a través de los análisis de isótopos estables de 87Sr/ 86Sr resultado el sitio donde el individuo ha pasado su infancia. Para diferenciar entre individuos locales e inmigrantes es importante determinar el ratio de 87Sr/86Sr. Según Bentley et al (2004) y Price et al (2002) la manera de obtener el estroncio local de una región es a través de los restos de fauna local. En concreto se utilizan dientes y huesos de animales que tengan una movilidad reducida, como por ejemplo los roedores y los conejos, recogidos del mismo sitio arqueológico de donde proceden los restos óseos humanos. Price et al (2002) además sugiere que se incluyan muestras de macrofauna, ya que la dieta humana presenta una variedad de animales y una mayor comprensión sobre los rangos de migración de múltiples especies que nos ayudará a entender las pautas de migración humanas. 3. Resultados 3.1.- La Pijotilla Para el sitio de La Pijotilla el ratio de 87Sr/86Sr se ha obtenido en base a 17 muestras de humanos y cuatro de microfauna. Los resultados de los ratios de las muestras de humanos son muy variables y presenta el valor del ratio más alto un resultado de 0.71612 y el ratio más bajo de 0.70972 y cuya media ofrece un resultado de 0.71304 ± 0.001. La microfauna que ha sido analizada (roedores y lagomorfos) procedente de La Pijotilla ha sido utilizada para determinar el rango local del ratio de 87Sr/86Sr. En este caso, la microfauna se agrupa ofreciendo el ratio máximo de 0.7151 y el mínimo de 0.71444 con una media de 0.71477 ±0.0003. Para calcular el rango local se ha procedido a calcular en base a 2σ según la media de la microfauna y el rango local para La Pijotilla ha sido determinado entre 0.71417 - 0.71538 (Tabla 1). N
ID
TIPO
TIPO DE MUESTRA
UE
Sr/86Sr
SEXO
EDAD
1
16
Humano
M3SD
3
0.71136
IND
36-45
2
171
Humano
M2SD
12
0.71340
IND
26-35
87
3
421
Humano
M1SI
12
0.71353
IND
18-25
4
422
Humano
M3SD
12
0.71482
IND
18-25
5
716
Humano
M2SD
13
0.71343
IND
18-25
6
719
Humano
M3II
13
0.71168
IND
26-35
7
1392
Humano
M2II
14
0.70972
IND
Adulto
8
1393
Humano
M1SI
14
0.71335
IND
18-25
9
1411
Humano
M2SI
14
0.71612
IND
18-25
10
1412
Humano
M3SI
14
0.71279
IND
26-35
11
1415
Humano
M2SI
14
0.71307
IND
26-35
12
1420
Humano
M2II
14
0.71371
IND
26-35
13
2415
Humano
M3SD
14-2
0.71059
IND
26-35
14
2495
Humano
M2ID
19
0.71319
IND
26-35
15
2499
Humano
M2ID
12
0.71425
IND
26-35
16
4640
Humano
M3SD
16
0.71390
IND
26-35
17
10373
Humano
M1ID
16
0.71278
IND
18-25
18
1
Fauna
Roedor
13
0.71518
IND
Adulto
19
2
Fauna
Conejo
13
0.71444
IND
Adulto
20
3
Fauna
Roedor
12
0.71473
IND
Adulto
21
4
Fauna
Roedor
12
0.71475
IND
Adulto
Abreviaturas: D= derecho; I= izquierdo; M= molar; S= superior; I= inferior; IND= indeterminado; UE= unidad estratigráfica.
Tabla 1. Lista de muestras procedentes de La Pijotilla
113
Movilidad, contacto y cambio. II Congreso de Prehistoria de Andalucía
La desviación estándar para los humanos es cinco veces más grande que la desviación estándar para los roedores y lagomorfos, lo que puede sugerir que los grupos poblaciones hubieran ocupado paisajes más diversos. Según los datos de la microfauna, sólo dos de los humanos pueden ser clasificados como locales y todos menos tres muestras se encuentran por debajo del rango local, observando la mayoría de ellos (9/17) unos ratios de 87 Sr/86Sr que se agrupan entre 0.7127- 0.7140. Aunque estos resultados pueden ser interpretados como que esta población estaba formada por inmigrantes, otra posible conclusión sería que las muestras utilizadas de microfauna para calcular el rango local no son representativas de los ratios de 87Sr/86Sr para los humanos. Para evitar cualquier mala interpretación de los datos y hasta que no se amplíen las muestras de fauna, el rango local debe ser ampliado para incluir el grupo de humanos agrupados entre 0.7127-0.7140. Un trabajo reciente en la zona de la Estremadura portuguesa observa igualmente que cuando se utilizan ratios 87Sr/86Sr de conejos para establecer el rango local de 87Sr/86Sr, las poblaciones humanas tienden a agruparse hacia los valores más bajos del rango (Waterman et al., 2011). También parte de la variación entre los valores de 87Sr/86Sr para humanos y para la microfauna puede estar en relación con la dieta de la microfauna y el uso del paisaje. No obstante, incluso si el rango “local” en La Pijotilla fuera expandido para incluir los individuos con el ratio entre 0.71270 - 0.71538, 5 individuos (29%) todavía pueden ser considerados como inmigrantes y cuyos ratios son 0.70972, 0.71059, 0.71136, 0.71168 y 0.71612 (Figura 2). De este modo, incluso observando los datos con cautela queda claro que la Tumba 3 de La Pijotilla contiene un número de inmigrantes y confirma que La Pijotilla pudiera funcionar como un lugar central en el paisaje ibérico y pudiera actuar como un centro de encuentro y contacto entre las diferentes poblaciones prehistóricas.
Figura 2. Resultados de 87Sr/86Sr de La Pijotilla (el rango local se indica en azul).
3.2.- Valencina-Castilleja (PP4-Montelirio) Para el yacimiento de Valencina-Castilleja el ratio de 87Sr/86Sr ha sido obtenido en base a 19 individuos y siete animales: Bos taurus (n=2), Sus sp (n=1), Ovis/capra (n=1) y Helix (n=3). En este caso, no han sido incluidos en el análisis restos de microfauna debido a la ausencia de muestras. El ratio de 87Sr/86Sr para los humanos es bastante variable, como ocurre en el caso de La Pijotilla, presentando un valor máximo de 0.71883 y uno mínimo de 0.70900 con una media de 0.71070 ±0.002 (Tabla 2). La fauna en este yacimiento presenta unos valores que se encuentran más agrupados con una media de 0.70898 ±0.0001 para todos los casos excepto para uno de los animales. Este animal es el único ovicáprido de la muestra y presenta un valor atípico fuera del rango local de los humanos y de la fauna con un resultado de 87Sr/86Sr de 0.71611. Toda la fauna que ha sido muestreada, a excepción de este animal con valor atípico, han sido utilizados para calcular el rango local del ratio de 87Sr/86Sr. Para Valencina-Castilleja este ratio es de 0.70864 - 0.70932 (2σ) de la media de la fauna. Si lo comparamos con el caso de La Pijotilla, para Valencina-Castilleja, el rango local cuadra 114
La movilidad de las poblaciones de la Edad del Cobre en el Suroeste de España a través de los análisis de isótopos estables de 87Sr/ 86Sr con la mayoría de los resultados para los humanos (10/17) que presentan unos resultados de 87Sr/86Sr y que se encuentran agrupados entre los valores 0.7090-0.7100. Debido a que algunos individuos se encuentran justo en el límite mayor, estos valores se han ajustado incluyendo estas muestras. Teniendo en cuenta este ajuste, el rango local ha sido recalculado y ofrece un ratio de 87Sr/86Sr de 0.70800 - 0.71050. Aún incluso con este ajuste, existen seis individuos humanos y un animal que se encuentran por encima de estos valores y sus ratios son 0.71170, 0.71216, 0.71323, 0.71341, 0.71341 para los humanos (Figura 3). De esta manera estos seis individuos son considerados como inmigrantes. Comparándolo de nuevo con los valores que ofrece el yacimiento de La Pijotilla, también el yacimiento de Valencina-Castilleja parece que ofrece unos resultados que corresponden con una población con una movilidad significativa. El valor más alto de los ratios de 87Sr/86Sr observado en los individuos inmigrantes sugiere que estos individuos provienen de zonas geológicas más antiguas. N
INDIVIDUO
TIPO
MUESTRA
1
189.1
Humano
M3SI
2
444.1
Humano
3
484.1
Humano
4
446.3.1
Humano
Sr/86Sr
SEXO
EDAD
0.70906
IND
AJ
M3SD
0.70914
IND
ADO-AJ
M2SD
0.71341
IND
AJ
M2ID
0.70900
IND
ADO-AJ
87
5
446.2
Humano
M3II
0.70901
IND
AJ
6
360.1
Humano
M2DI
0.70903
IND
AJ
7
360.2
Humano
M3SD
0.70909
IND
AJ
8
447.1
Humano
M1SI
0.70907
IND
ADO-AJ
9
446.3
Humano
M2II
0.71883
IND
ADO-AJ
10
730.1
Humano
M3SD
0.70995
IND
A
11
505.1
Humano
P2ID
0.71323
IND
A
12
453.1
Humano
M2ID
0.71341
M
25-35
13
453.2
Humano
M2II
0.71216
F?
18-25
14
453.3
Humano
M1ID
0.71170
IND
INF II
15
449.1
Humano
M2SD
0.71028
M?
18-25
16
449.3
Humano
M1SI
0.70907
IND
25-35
17
449.4
Humano
M3SD
0.70970
M
25-35
18
449.6
Humano
M1SI
0.70917
M
25-35
19
449.7
Humano
M2SD
0.70912
IND
25-35
20
919.1
Fauna
Diente
0.70866
Bos Taurus
A
21
74.2
Fauna
Diente
0.70909
Sus sp
A
22
259.3
Fauna
Diente
0.71611
Ovis/Capra
A
23
259.1
Fauna
Diente
0.70914
Bos Taurus
A
24
447.1
Fauna
Caracol
0.70904
Helix
A
25
83.1
Fauna
Caracol
0.70897
Helix
A
26
83.2
Fauna
Caracol
0.70897
Helix
A
Abreviaturas: D= derecho; I= izquierdo; M= molar; S= superior; I= inferior; IND= indeterminado; A= adulto; INF= infantil; P2= segundo premolar; M?= probablemente masculino; F?= probablemente femenino; M=masculino. Tabla 2. Lista de muestras procedentes de Valencina-Castilleja
115
Movilidad, contacto y cambio. II Congreso de Prehistoria de Andalucía
Figura 3. Resultados de 87Sr/86Sr de Valencina-Castilleja (el rango local se indica en azul).
3.3.- Tholos de Palacio III Para este sitio el ratio de 87Sr/86Sr ha sido obtenido en ocho individuos (Díaz-Zorita Bonilla et al., 2009; Díaz-Zorita y Waterman, en prensa). Los datos obtenidos son bastante consistentes y ofrecen un valor máximo de 0.70935 y uno mínimo de 0.70832 con una media de 0.70891 ± 0.0003. En este caso no ha sido posible analizar muestras de fauna, pero sin embargo ha sido analizada una muestra de sedimento y observa un valor de 0.70700. Debido a que Palacio III se encuentra en la misma zona geológica que Valencina-Castilleja, se puede utilizar el mismo rango local de 87Sr/86Sr con unos valores de 0.70800 - 0.71050 (Tabla 3). Entre los valores de los individuos analizados para este sitio no se observa ningún inmigrante, aunque uno de los individuos se encuentra en el límite mínimo (Figura 4). N
MUESTRA
TIPO DE MUESTRA
87Sr/86Sr
SEXO
EDAD
1
PAL3-0030-2
M2ID
0.70935
IND
AJ
2
PAL3-0062-1
M2ID
0.70869
IND
AJ
3
PAL3-0050-2
M2ID
0.70855
IND
AJ
4
PAL3-0050-2
M2ID
0,70890
IND
AJ
5
PAL3-0063-1
M2ID
0.70846
IND
AJ
6
PAL3-0055-6
M2ID
0.70832
IND
AJ
7
PAL3-V-0030-1
M2ID
0.70850
IND
AJ
8
PAL3-V0040-2-2
M2ID
0.70843
IND
AJ
PAL3-0014
Sedimento
0.70700
-
-
9
Abreviaturas: M= molar; I= inferior; D= derecho; Ind= indeterminado; AJ= adulto joven. Tabla 3. Lista de muestras procedentes de Tholos de Palacio III
Para la Sierra Norte de Sevilla existen dos mediciones del ratio de 87Sr/86Sr procedentes de la zona de canteras de Las Cabreras y donde se observan unos valores de 0.70926 y 0.71342 y unos valores de entre 0.70865 y 0.70916 en la zona de canteras de Los Covachos (Morbidelli et al., 2007). Estos resultados comparados con los restos humanos corroboran el origen local de los individuos.
116
La movilidad de las poblaciones de la Edad del Cobre en el Suroeste de España a través de los análisis de isótopos estables de 87Sr/ 86Sr
Figura 4. Resultados de 87Sr/86Sr de Palacio III (el rango local se indica en azul).
Mientras que en el sitio de Valencina-Castilleja y La Pijotilla se han documentado varios casos de inmigrantes y evidencian pautas de movilidad entre estas poblaciones de la Edad del Cobre, la ausencia de inmigrantes en el tholos de Palacio III sugiere que algunos espacios de enterramiento estarían reservados para poblaciones más homogéneas. Un trabajo reciente realizado por Waterman et al., (2011) y Waterman (2012) en ocho sitios arqueológicos datados durante el Neolítico y la Edad del Cobre de la zona de la Estremadura portuguesa, documenta que los individuos inmigrantes parecen agruparse en determinadas estructuras mientras que existen otros espacios para los individuos locales. De esta manera, podemos evidenciar que la movilidad regional se encuentra limitada a determinados linajes o segmentos de la población que tienden a enterrarse juntos. 4.- Conclusiones Los resultados de los análisis de 87Sr/86Sr nos ofrecen una gran herramienta para interpretar las sociedades del pasado. En este estudio hemos demostrado que la movilidad juega un papel importante en los yacimientos de la Edad del Cobre de Valencina-Castilleja y La Pijotilla y que junto con el estudio de la cultura material ofrecen indicios sobre lugares centrales que actúan como centros de intercambio y comercio y donde se han documentado individuos inmigrantes. El estudio pormenorizado de todos los ajuares y en especial de aquellos materiales considerados como exóticos debido a su origen foráneo, pueden completar sustancialmente los datos para la reconstrucción de los movimientos poblacionales y del origen de las poblaciones del pasado. Igualmente la comparación con los estudios osteológicos y la estimación de la distancia biológica aportará información muy valiosa en la reconstrucción de la movilidad antigua. En un futuro, los datos antropológicos y la combinación de las técnicas analíticas tales como los análisis de isótopos estables, los análisis de ADN y las dataciones radiocarbónicas nos permitirán secuenciar los diferentes yacimientos arqueológicos y poder establecer las pautas de movilidad de los diferentes grupos poblacionales y en especial de la Prehistoria. Agradecimientos Nos gustaría agradecer a J. Thomas (Universidad de Iowa) por su ayuda y colaboración en este proyecto. También agradecer a la Dra. K. J. Knudson del (Archaeological Chemistry Laboratory, Arizona State University) su ayuda durante el procesado de las muestras y a la Dra G. Gordon (School of Earth and Space Exploration, Arizona State University) y al Dr. C. Lundstrom (Department of Geology, University of Illinois) por su ayuda con el espectrómetro de masas. Por último nos gustaría agradecer a los estudiantes de la Universidad de Iowa, L. Mwirichia y T. Perkins por su colaboración en el trabajo de laboratorio.
117
Movilidad, contacto y cambio. II Congreso de Prehistoria de Andalucía
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119
Objetos de sílex, marcadores litológicos de la circulación . Geoarqueología de la producción laminar especializada del sur de Iberia (c. VI-V mil. cal. BP) Antonio Morgado1 · José Antonio Lozano2 2
1 Dpto. Prehistoria y Arqueología, Universidad de Granada Dpto. Mineralogía y Petrología, Instituto Andaluz de Ciencias de la Tierra, CSIC-Universidad de Granada
Resumen: La circulación y distribución de objetos líticos ha sido un elemento fundamental en el análisis de la interacción social. Este trabajo presenta una reflexión teórica y metodológica sobre la determinación geoarqueológica de objetos tallados de sílex en el sur de Iberia. Se realiza una síntesis de los distintos estudios hasta la fecha efectuados, enfatizando la problemática que cada aproximación ha tenido: desde aportaciones descriptivas del sílex hasta otras que redundan en la petrología de estas rocas sin una adecuada comprensión geológica regional. Se concluye con una propuesta para el estudio del sílex en esta región y se presentan los resultados de la aplicación de dicha metodología para el estudio geoarqueológico de la producción laminar especializada de la Prehistoria Reciente de esta región. Palabras Clave: Geoarqueología, tecnología lítica, tecnología laminar, sílex, Prehistoria Reciente, sur de Iberia 1. Introducción La movilidad, el contacto y el cambio son características tradicionalmente interrelacionadas en la interpretación del cambio sociocultural de las sociedades de la Prehistoria del sur de Iberia. La investigación ha establecido, desde sus inicios, diferentes afirmaciones, hipótesis y tesis sobre la transformación social desde la dialéctica entre culturas, sociedades y/o grupos sociales. Independientemente de la perspectiva teórica, el problema que subyace es cómo evidenciar empíricamente la interretroacción social. Algunos elementos pueden ser analizados desde la materialidad arqueológica de los objetos de sílex. Éstos presentan una serie de atributos geoarqueológicos que los favorecen como marcadores litológicos y tecnológicos de la movilidad y/o circulación. Es decir, por dónde se movieron, cómo circularon y quienes los distribuyeron, sean estas preguntas realizadas de manera consecutiva o todas al mismo tiempo. El estudio de las fenomenologías arqueológicas sobre el aprovechamiento de los más importantes afloramientos de sílex del sur de Iberia comenzó a ser analizado con intensidad en las últimas décadas del siglo XX, fundamentalmente para las sociedades de la Prehistoria Reciente (Vallespí Pérez y Cabrero García, 1980-81; Ramos Millán, 1984; 1987; Fernández Ruiz y Márquez Romero, 1985; Ramos Muñoz, 1987-88; 1988; 1997; Vallespí Pérez et al., 1988a; 1988b) y reinterpretadas para esclarecer las relaciones entre los grupos sociales (Ramos Millán, 1997; 1999; Nocete Calvo, 2001; Nocete Calvo et al., 2005; 2006). Recientes estudios (Morgado et al., 2009; Lozano et al., 2010a; Morgado y Lozano, 20011; Rodríguez-Tovar, Morgado y Lozano, 2010a; 2010b; Morgado, Lozano y Pelegrin, 2011) han dado un nuevo impulso desde la caracterización, registro sistemático y definición de los principales tipos de sílex como elementos trazadores que permiten explicar la circulación de ciertos tipos de objetos de sílex e interpretar las relaciones sociales establecidas a partir de ellos. Esta aportación establece una introducción a las diferentes aproximaciones metodológicas que se han dado para el estudio de las rocas silíceas (sílex en general, radiolaritas, riolitas, riodacitas, etc) en el sur de Iberia, para lo que realizamos una síntesis crítica. Esta síntesis resalta los elementos metodológicos sobre los que se han vertebrado estos estudios, lo que permite justificar la presente vía metodológica que a continuación presentamos, que tiene una naturaleza transdisciplinar entre Arqueología y Geología. Por otro lado, más allá de la metodología, exponemos los resultados hasta la fecha obtenidos sobre las artesanías especializadas de la producción laminar en el sur de Iberia entre el VI y V milenio BP. 2. Geoarqueología del aprovechamiento prehistórico del sílex y la determinación de la procedencia de objetos tallados en el sur de Iberia. Aproximaciones metodológicas El estudio sistemático del aprovechamiento del sílex o asimilable para objetos tallados en el sur de Iberia ha sido relativamente reciente. Este hecho va unido al incremento cuantitativo de la investigación sobre los aspectos concretos de la materialidad de las sociedades prehistóricas. Sin embargo, aunque en menor número, de manera fragmentaria y dilatada en el tiempo, las aportaciones sobre este tema han venido siendo aportadas desde finales del siglo XIX. 121
Movilidad, contacto y cambio. II Congreso de Prehistoria de Andalucía
Aunque existen algunas notas precoces, que tienen como motivación las antigüedades de la región, éstas son muy generales. Así, en la segunda mitad del siglo XIX, la obra de Manuel de Góngora y Martínez (1868) trata de forma más concreta las épocas más remotas, siendo al mismo tiempo la primera en España dedicada in extenso a la Prehistoria. En ella, se presentan diferentes objetos tallados, como la producción laminar de la Prehistoria Reciente, apuntándose sus rasgos formales y escasamente las características de la materia prima en la que estuvieron realizados. En algún caso, da por supuesto la procedencia de estos objetos tallados de alguna cantera local (Góngora y Martínez 1868: 49). Sin embargo, el salto cualitativo y cuantitativo de estos primeros momentos lo representa la obra de los hermanos Siret, en la cual realizan un balance de las actividades efectuadas por ambos en el Sureste entre 1881 y 1887 (Siret y Siret, 1890). Esta aportación será continuada en las primeras décadas del siglo XX por Louis Siret en solitario. En concreto, desde que L. Siret comienza a describir los objetos líticos localizados en sus excavaciones, gracias a sus conocimientos como ingeniero cita expresamente tipos particulares de sílex, como por ejemplo el sílex oolítico, radiolaritas, jaspes y otros (Siret y Siret, 1890: 124-125). Al igual que años antes afirmara M. Góngora y Martínez, L. Siret también llegó a la conclusión de que debían existir “canteras locales” de las que se suministrasen los artesanos que tallaron estos objetos, aunque no llegó a localizarlas. Por otro lado, la Prehistoria oficial estaba en aquellos momentos documentando los registros secuenciales de todo el Paleolítico ibérico. El interés despertado por la etapa cultural paleolítica llevará a algunos insignes prehistoriadores de la época, como Hugo Obermaier, a realizar diversas visitas prospectivas al sur de Iberia durante las primeras décadas del siglo XX. Fruto de estas inspecciones fue la documentación de toda una serie de estaciones superficiales que fueron dadas a conocer en sendas publicaciones (Obermaier, 1925; 1934). Aunque centradas en las etapas más antiguas de la Prehistoria, en ellas aparecen las primeras referencias a las canteras de sílex existentes en Andalucía (Obermaier, 1934). Este investigador, bajo el apelativo de “estaciones paleolíticas” estudia una serie de lugares al aire libre que, con posterioridad, otros denominarán “estaciones-taller” o simplemente “talleres”. Desgraciadamente, sus aportaciones apenas avanzan datos sobre la adscripción cultural, reconociendo dicha problemática al tratarse de lugares al aire libre. Por este motivo, los criterios tipológicos, basados en el uso de los fósiles directores, serán los preponderantes, a lo que se añade una descripción del sílex basada en las tonalidades y las pátinas de las piezas como síntomas de mayor o menor antigüedad. Estos lugares integran un conjunto de yacimientos ubicados al norte de la ciudad de Granada, en los alrededores de la Sierra de Harana. Así, distingue en un mismo lugar ocupaciones musterienses, auriñacienses y, en pocos casos, neolíticas. La frecuentación humana de estos lugares en un lapso de tiempo tan dilatado se relaciona con la “búsqueda de pedernales”, esto es, afloramientos de sílex. La apreciación como lugares de explotación y transformación de sílex aparece asociada también a la Prehistoria Reciente, cuyos vestigios los determina culturalmente como integrados en el Neolítico, citando algún ejemplo, como el Cerrillo de Orea (Píñar) y definiéndolo como un importante afloramiento de sílex. Sin embargo, los afloramientos de sílex y sus fenomenologías arqueológicas de transformación de estos recursos no comenzaron a ser sistemáticamente analizadas hasta la segunda década del siglo XX. A finales de la década de los años setenta y, fundamentalmente, los ochenta, la nueva situación política y social llevó a un impulso en la intensificación de la investigación arqueológica. En este contexto aparecerá un estudio sobre un conjunto lítico procedente de Montecorto (Ronda, Málaga) (Vallespí Pérez y Cabrero García, 1980-81). Este estudio se enmarcó como continuador de otros similares llevados a cabo en diversas regiones de España, englobándose bajo el apelativo de “talleres” o “estaciones-taller”. Las evidencias de la existencia de lugares de transformación de sílex en ciertas zonas del sur de Iberia habían ido gestándose años antes, lo que dio cobertura a estas primeras aportaciones de carácter eminentemente descriptivo y tipológico (Ruiz Rodríguez y Leiva Rojano, 1979; Vallespí Pérez y Cabrero García, 1980-81). Esto último y la diversificación de proyectos de investigación y prospecciones arqueológicas realizados durante la década de los años ochenta sentaron las bases arqueográficas sobre los lugares que se vinculan al aprovechamiento sistemático de los mejores afloramientos de sílex existentes en la región (Fernández Ruiz y Márquez Romero, 1985; Ramos Muñoz, 1986; 1987-88; 1988; Ramos Muñoz, Espejo Herrerías y Cantalejo Duarte, 1986; Castiñeira Fernández et al., 1988; Espejo Herrerías y Cantalejo Duarte, 1988; 1989, 1989-90; Espín Cánovas, 1989-90; Ramos Muñoz et al., 1990-91; Vallespí Pérez et al., 1988a; 1988b). En esta dinámica cabe resaltar el primer proyecto con propuesta integral para el estudio de la captación de sílex (Ramos Millán, 1984; 1988). Sin embargo, aunque en sus principios se reconocía la necesidad de generar bases de referencia regionales (también llamadas “litotecas”) para interpretar la circulación de estos productos líticos, este proyecto no ha tenido continuidad. El análisis de los artefactos de sílex generado desde este proyecto se centró en exclusiva sobre el asenta122
Objetos de sílex, marcadores litológicos de la circulación. Georqueología de la producción laminar especializada del sur de Iberia (c. VI-V mil. cal. BP) miento de El Malagón, aunque reconocía un análisis integrador entre las distintas esferas analíticas, como son la petrología, tecnología y uso social (Ramos Millán, 1984; 1986), se tomaron sólo aspectos particulares (Ramos Millán, 1988; 1997; Ramos Millán et al., 1997). Así, la variable materias primas quedaba dilucidada en la denominación genérica de los grupos petrológicos en función de la presencia de microfósiles y/o otros elementos figurados (oolitos, minerales…). Esto mismo se produce en el análisis arqueológico de los objetos, reducido a la descripción tipología. No obstante, la trascendencia por ser la primera aportación de este tipo en nuestra región orientó a otros investigadores. Posteriormente las diversas investigaciones generadas desde diversos proyectos han avanzado sobre la aproximación a la procedencia de materias primas de yacimientos concretos. En el peor de los casos, la determinación del sílex sólo aparece como complemento al estudio general del/los yacimiento/s del proyecto. Aunque se reconoce que dicha atribución es importante para establecer las relaciones sociales, movilidad y economía de los grupos prehistóricos, esta analítica, en la mayor parte de los casos, queda en un segundo plano. Por otro lado, se ha ido generando diferentes análisis de los afloramientos de sílex aprovechados durante la Prehistoria del sur peninsular (Ramos Millán et al., 1993; 1997; Sierra de Cózar, Aguayo de Hoyos y Moreno Jiménez, 1994; Nocete Calvo et al., 1997; Ramos Muñoz, 1997; Aguado de Hoyos y Moreno Jiménez, 1998; Linares Catela et al., 1998; Torres Abril et al., 2003; Márquez Romero et al., 2004; Martínez y Morgado, 2005; Martínez Fernández et al., 2006; Morgado, 2008; Morgado y Lozano, 2011; Nocete Calvo et al., 2004) y la determinación de los objetos para establecer su lugar de procedencia en la región (o territorios cercanos), independientemente de la etapa cronocultural (Araque Aranda y Martos, 1991; Martínez Andreu, 1992: Domínguez-Bella et al., 1995; Ramos Muñoz et al., 1995; Ayala Juan et al., 1996; Simón Vallejo, 1998; Domínguez-Bella, 2002; 2003; 2008; DomínguezBella et al., 2002a; 2202b; 2004; Nocete Calvo et al., 2005; 2006; Barroso Ruiz et al., 2006; Caro Gómez, 2006; Simón Vallejo y Cortés Sánchez, 2007; 2008; Castañeda Fernández y Domínguez-Bella, 2008; Polvorinos et al., 2008; Ramos Muñoz et al., 2008; 2010; Castañeda et al., 2010; Nieto Liñán, 2010; Ramos Muñoz, Domínguez-Bella y Pérez Rodríguez, 2010; Santiago et al., 2010; Abril et al., 2010). Realizando una labor sintética y dialéctica sobre los lugares de transformación del sílex y la metodología aplicada a la determinación del lugar de procedencia de los objetos tallados, podemos decir que en su conjunto los estudios realizados hasta la fecha podemos agruparlos en varias vías metodológicas. Estas orientaciones reflejan, una perspectiva a veces reducida a la especialidad propia del investigador implicado y, por tanto, aplicando protocolos contrastados. No obstante, a la hora de plantear un debate metodológico se debe excluir toda una serie de estudios que podemos calificar como meras aproximaciones superficiales. Ello es bastante comprensible si tenemos en cuenta que las citadas aproximaciones son realizadas, desde la Arqueología, por arqueólogos y para arqueólogos. Es decir, son generadas sin una adecuada formación, de tal forma que se produce una determinación de materias primas, en el mejor de los casos, con criterios arbitrarios no lo suficientemente explicitados, como por ejemplo el aspecto macroscópico (tipo de color, pátinas de oxidación, pseudomicropaleontología…), llevados a término sin ningún tipo de contrastación, ilustración o con afirmaciones vertidas, por lo que queda en suspenso una verdadera identificación. Bajo estas condiciones, a veces, se ha pretendido validar la caracterización de las rocas conjugando dicha descripción con la identificación local de fuentes de materia prima, bajo la premisa que la cercanía del afloramiento valida los criterios macroscópicos, sin establecer, en última instancia, si dichos afloramientos pudieron obedecer a la accesibilidad y potencialidad que supone el concepto de materia prima para las sociedades prehistóricas De los estudios previamente citados, podemos establecer de manera sintética dos grandes grupos separados por la metodología aplicada: - Metodología reducida a la fenomenología arqueológica La forma tradicional que los arqueólogos han utilizado para aproximarse a los yacimientos vinculados a la explotación del sílex ha estado basada en un énfasis descriptivo sobre los objetos arqueológicos, frecuentemente desvinculada del análisis geológico. En el mejor de los casos, se describía el afloramiento dentro del marco regional, extraído de la cartografía geológica disponible, que muchas veces no se corresponde con la realidad geológica detallada. Así, se ha llegado a cometer afirmaciones inapropiadas como consecuencia de la falta de un diálogo interdisciplinar.
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Por otro lado, se enfatizaba a nivel tipológico aspectos exclusivamente descriptivos de los conjuntos líticos, sin entrar en explicar la coherencia de los conjuntos dentro de la cadena operativa o secuencia de reducción lítica. Todo ello a pesar que la descripción tipológica se presenta como análisis tecnológico. La caracterización y explicación de los diferentes procesos tecnológicos de transformación en los lugares arqueológicos vinculados a la explotación del sílex es el primer paso en el análisis de la circulación de productos. Ello permite superar la tradicional perspectiva formal de la tipología y diferenciar los territorios tecnológicos de los diferentes grupos sociales, en especial para la Prehistoria Reciente. - Metodología sobre la descripción del sílex La cada vez mayor colaboración multidisciplinar de los estudios arqueológicos ha introducido la determinación del sílex como un apéndice complementario del análisis de estos objetos tallados. En algunos casos, dichos estudios se limitan a describir los componentes mineralógicos del sílex u otras rocas silíceas relacionadas, desde una perspectiva reducida a la descripción petrológica o ciertos elementos. Otros estudios presentan idéntico problema, basando la determinación del sílex exclusivamente desde la caracterización univariante de la micropaleontológica. En ambos casos se pretende resolver el problema de la determinación del sílex desde aspectos intrínsecos a la perspectiva analítica o arqueométrica propia del especialista en geología que desarrolla la investigación, ya sea éste petrólogo, paleontólogo, geoquímico o de cualquier otra especialidad. La naturaleza geológica que configura el sílex no sólo responde a la perspectiva de análisis específico. Los protocolos deben esclarecer aquellos aspectos que conforman la realidad geológica de la roca a estudiar y no simplificar su descripción a una única dimensión (sílex oolítico, sílex de filamentos, sílex dolomitizado, sílex masivo…). Es decir, deben incluirse todos los aspectos contenidos en la roca, más allá de la formalidad descriptiva de sus partes constitutivas, como por ejemplo la sedimentología, estratigrafía, elementos estructurales, que permiten realizar una interpretación paleogeográfica, en definitiva, de sus microfacies sedimentarias. La caracterización del sílex y los lugares de transformación, por tanto, pasan por: en primer lugar, un buen conocimiento de la geología regional y local, estableciendo las principales formaciones o unidades que pudieron ser potencialmente aprovechadas por las sociedades del pasado; en segundo lugar, derivado de enfrentarnos a lugares especializados en la transformación de los recursos líticos, una adecuada reconstitución dinámica de los procesos de trabajo que tuvieron lugar recurrentemente en los afloramientos de sílex para establecer su aprovechamiento diacrónico, que puede informar sobre el potencial de su representatividad en los registros arqueológicos. 3. Geoarqueología de los objetos tallados de sílex: perspectiva teórica desde una estrategia compleja El paradigma clásico de la ciencia opera desde la aplicación metodológica del aislamiento del objeto de investigación, reducido al nivel analítico propio de la disciplina, del especialista, es en un principio reductor (Morin, 1984: 46-47 y 358-359; Prigogine y Stengers, 1986). La propia palabra disciplina expresa el problema, aunque no se puede ignorar su poder cognitivo y transformador. La especialización del conocimiento ofrece, de esta manera, una doble conclusión: la ignorancia sobre un conocimiento profundo del todo y la ignorancia sobre un conocimiento profundo de cada una de las partes de ese todo. Este carácter positivista de una ciencia reduccionista había sido denunciado por pensadores contemporáneos de la Escuela de Frankfurt. El reduccionismo era entendido como un instrumento eficaz para indagar la complejidad fenoménica del objeto de investigación. Por el contrario, hoy se comprende que cualquier disciplina está abierta hacia el exterior. Abierta a las aportaciones que proceden de contextos diferentes. Así, se resalta la interdisciplinariedad como el esfuerzo cooperativo entre las ciencias especializadas para un desarrollo mutuo y nuevo (Smirnof, 1983). La interdisciplinaridad, con su intercambio de métodos científicos, superaba la suma separada de saberes aportado por la multidisciplinariedad. Pero como ocurre en múltiples ocasiones, no se superaba la fragmentación teórica y metodológica entre los distintos ámbitos de conocimiento. Es necesario, por tanto, romper la concepción atomista de la ciencia por una reformulación establecida en el diálogo transdisciplinar entre los distintos campos de conocimiento (Snow, 1977; Beynan, 1978; Racionero y Medina, 1990; Martínez Miguélez, 1993; 1999; Ferrer Figueras, 1997; Morin, 1997). La transdisciplinariedad implica integración, transferencia teórico-metodológica entre disciplinas con objetivos comunes (Nicolescu, 1998). 124
Objetos de sílex, marcadores litológicos de la circulación. Georqueología de la producción laminar especializada del sur de Iberia (c. VI-V mil. cal. BP) Las estrategias analíticas han intentando resolver el problema del estudio sobre los objetos arqueológicos, entre los cuales se encuentra los elaborados en sílex y otras rocas silíceas, reduciendo su realidad a una única dimensión metodológica. Estas estrategias han intentado esclarecer dicho problema mediante su lectura coincidente con un único ámbito de especialidad. Ello ha producido distintas perspectivas de simplificación analítica, propia en cada caso del ámbito disciplinar: tipología, tecnología, traceología, geoarqueología… En el caso de la transformación lítica, se han elaborado protocolos en donde, aunque se incorporen métodos de determinación geológica y estudios arqueológicos, unos y otros aparecen como apéndices faltos de una complementariedad integrada auténticamente geoarqueológica o arqueogeológica. La especialización del saber es una característica de la sociedad del presente, y una consecuencia del proyecto positivista reinante, que genera discursos explicativos desde cada disciplina. Ello se ha plasmado en la microespecialización sobre ámbitos concretos de la realidad material de la Prehistoria, perdiendo la visión global sobre el objetivo final de la investigación histórica. Por otra parte, las interpretaciones holísticas sobre la totalidad social, dirigidas a la transformación de la realidad sociocultural de la Prehistoria, han mitigado el poder explicativo generado desde el análisis de la parte, la realidad material de los objetos de sílex. En algunos casos, el análisis de los datos aportados desde estudios especializados sólo ha sido usado como coartada para reafirmar los postulados teóricos de partida. Ambas situaciones deben ser puestas de manifiesto para ser superadas. En este sentido, optamos por una estrategia “compleja”, que conlleve una interdisciplinaridad de alto grado entre Arqueología y Geología. Es decir, elaborar un método dentro de un discurso transdisciplinar. Este último permite generar conocimiento desde la ruptura de las barreras propias de cada disciplina, dando sentido al prefijo “trans”, acabando con la parcelación del objeto de análisis para integrarse en el objetivo de la investigación, que no es otro que la sociedad del pasado y su transformación en el tiempo. Por tanto, partiendo desde perspectivas diferentes, el análisis de los objetos líticos realizados por la Geología y la Arqueología deben converger en el establecimiento de objetivos y metodologías complementarias, superadoras del marco generativo de cada disciplina. En definitiva, las aportaciones de la Geología y la Arqueología deben superar la parcelación metodológica o su instrumentación al servicio de una interpretación sociocultural previamente fijada. En el primer caso de tipo analítico y en el segundo de tipo interpretativo. El desafío teórico es abandonar cualquier intento reduccionista, para poder poner el énfasis en la construcción de un método de analizar e interpretar los contextos arqueológicos y culturales. 4. Un caso particular. La producción laminar especializada de la Prehistoria Reciente del sur de Iberia Nuestros estudios han estado dirigidos a analizar la producción laminar especializada de la Prehistoria Reciente (Morgado, 2008). En este sentido, se ha avanzado sobre la descripción y el cambio técnico en las producciones laminares del Neolítico, aunque este punto no es objeto de este estudio. Quedaba por establecer una base de datos de referencia geoarqueológica (tipos de sílex y procesos técnicos) sobre la globalidad de lugares especializados que la historiografía arqueológica ha ido denominando como “estaciones taller”, “grandes talleres”, “fuentes de suministro” o, simplemente, canteras y/o/minas de sílex. Así, se ha llegado a establecer grosso modo, la caracterización de estos lugares, en cuanto al tipo de sílex explotado y el proceso técnico deducible de las evidencias arqueológicas producto de los procesos de transformación lítica. No obstante queda por desarrollar analíticas sobre el uso concreto de los productos laminares entre las comunidades locales y regionales, dentro de los objetivos marcados con anterioridad. En el estado actual de nuestros conocimientos, podemos caracterizar estas artesanías de los principales afloramientos de sílex aprovechados durante el VI-V milenio cal. B.C. en el sur de Iberia. 4.1. Tipos de sílex y rocas silíceas explotadas La metodología geológica utilizada ha estado encaminada hacia una descripción del sílex de los principales afloramientos explotados aplicando técnicas de macroscopía y microscopía para la descripción completa del tipo de sílex: aspectos formales, texturas sedimentarias, contenido de elementos esqueletales y no esqueletales, así como la geoquímica de estas rocas (Luedtke, 1992; Tarriño y Ulibarri, 1992; Feblot-Augustin, 1997; Affolter, 2002; Bressy, 2003; Mangado Llach, 2005; Tarriño, 2006). Esta descripción, dado que en su mayoría son rocas sedimentarias, ha ido encaminada hacia la interpretación de las facies y variabilidad de las microfacies sedimentarias de cada uno 125
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de los afloramientos de sílex, que permiten ubicar dicho afloramiento en su adecuada posición estratigráfica de su respectiva unidad y/o formación dentro de los grandes dominios geológicos de la Cordillera Bética. A partir de ello se ha comenzado la labor de denominación de los principales tipos de sílex a nivel regional, al igual que se establece para las formaciones geológicas. En este sentido la nomenclatura viene dada por la denominación existente de la unidad o formación geológica en la que pertenece el sílex o, incluso, tomado del apelativo geográfico. Esta denominación, al igual que otras para las formaciones geológicas, se vertebra en tres factores principales: facies sedimentaria, petrología y paleontología. La determinación de estos factores ha implicado la colaboración entre diferentes especialistas. Así, el registro actual de estas explotaciones para el sur de la península se agrupa en cuatro grandes núcleos, estando todos en la propia Cordillera Bética excepto uno, que se ubica en el Macizo Ibérico (Morgado et al., 2009): a. La Faja Pirítica de Huelva, donde existen explotaciones de rocas silíceas del tipo (riolitas y riodacitas) de origen volcánico (Linares, Nocete y Sáez, 1998) del Paleozoico y, en concreto, Ordovícico. b. Las explotaciones del Subbético Medio de las Zonas Externas, centradas en la provincia de Granada, siendo los sílex propios de la Formación Milanos del Jurásico Superior (Morgado, Lozano y Pelegrin, 2011). c. Las explotaciones incluidas en el Complejo del Campo de Gibraltar, en la provincia de Málaga y conectadas al desmantelamiento de las calizas con sílex de las Unidades Frontales de las Zonas Internas (Lozano et al., 2010a) de edad Jurásico Inferior-Medio. De estas explotaciones se ha podido determinar su petrología, geoquímica y micropaleontología, lo que nos ha permitido definir por primera vez un tipo de sílex (“sílex tipo Turón”) como elemento trazador (Lozano et al., 2010a). Además se ha aplicado de manera pionera un análisis icnológico para la determinación del sílex (Rodríguez-Tovar, Morgado y Lozano, 2010a; 2010b). d. La explotación de sílex de la Formación Malaver (Ronda, Málaga), ha sido una de las primeras referencias arqueológicas sobre la producción laminar especializada. Se trata de una explotación de sílex en contexto resedimentado de edad terciaria, ya que los sílex localizados proceden del desmantelamiento de las formaciones del Penibético adyacente, de edad jurásica. A todo ello, en esta montaña se asocia la minería del sílex con el aprovechamiento de otros georrecursos para la metalurgia (Lozano et al., 2010b). 4.2. Un proceso tecnológico especializado El análisis tecnológico de elaboración laminar ha sido el elemento más indagado para la perfecta caracterización del proceso de transformación lítica. El anterior objetivo ha sido establecido metodológicamente mediante la lectura diacrítica del material arqueológico para establecer métodos, técnicas y procedimientos de la talla (Tixier et al., 1980; Pelegrin, 1990; 1991; Inizan et al., 1995; Pelegrin, 2002; Baena Preysler y Cuartero Monteagudo, 2006; Baena Preysler, 2007). No obstante, para el reconocimiento de los estigmas de técnicas de talla se han llevado a cabo experimentos arqueológicos de contrastación de las hipótesis planteadas, algunos de los cuales han sido oportunamente avanzados (Pelegrin y Morgado, 2007). Por consiguiente, la metodología de análisis aplicada a los conjuntos líticos no ha sido meramente descriptiva, sino explicativa de la realidad material de los restos arqueológicos. Nuestros estudios han incidido en la compresión dinámica de los elementos arqueológicos presentes en las diferentes afloramientos de sílex del sur de Iberia, dentro de la secuencia de reducción lítica o cadena operativa (Morgado, 2008; Morgado et al., 2009; Morgado, Lozano y Pelegrin, 2011; Morgado y Pelegrin, 2012). Este es un factor determinante para caracterizar el proceso tecnológico, elemento que permite explicar la tecnoeconomía de este proceso de trabajo con relación a otras regiones. Así, podemos concluir que la cadena operativa de la producción laminar es unitaria para todas las explotaciones de sílex de la Cordillera Bética del sur de Iberia y Faja Pirítica de Huelva. Esto nos permite afirmar que se configura a nivel social un territorio tecnológico homogéneo. Una aportación importante en cuanto a la técnica de talla, reconocido mediante los procedimientos experimentales realizados (Pelegrin y Morgado, 2007), ha sido la afirmación del empleo de útiles metálicos de cobre durante las labores de preparación y extracción final de las láminas. Este hecho se refleja formalmente en los procedimientos de preparación de talón, quedando definido mediante los llamados talones diedros agudos y sus variantes (Morgado, Lozano y Pelegrin, 2011). Las experimentaciones con punzones metálicos y la comprobación en el registro arqueológico de otras partes del mundo así lo indican (Perlès, 1984; 2004; Inizan, Lechevallier y Pelegrin, 1994; Pelegrin, 2003; 2006; 2012; Méry et al., 2007; Guilbeau, 2010; Chabot y Pelegrin, 2012). La aparición de estos talones diedros agudos de manera simultánea en diferentes lugares (Pakistán, Próximo Oriente, Grecia e 126
Objetos de sílex, marcadores litológicos de la circulación. Georqueología de la producción laminar especializada del sur de Iberia (c. VI-V mil. cal. BP) Iberia) hacia finales del Neolítico es un fenómeno de concurrencia técnica indicativa del empleo de este nuevo tipo de material para la talla de las láminas. En su conjunto, la conjunción de conocimientos particulares de la talla, con métodos, técnicas y procedimientos específicos, que implica una compleja preparación de los núcleos y el empleo de útiles especializados, como han mostrado las experimentaciones (Pelegrin y Morgado, 2007), explican un proceso de talla que es competencia exclusiva de algunos individuos en el seno de ciertas comunidades. Por tanto, dentro de la noción de especialización técnica (Costin, 1991; 2001; Rosen, 1989; Roux, 1990; Pelegrin 2007). 4.3. La circulación de láminas de sílex y otras litologías relacionadas La conjunción complementaria de los elementos anteriores han permitido sentar las bases empíricas para analizar los objetos en sus contextos arqueológicos y comenzar a evidenciar la circulación y distribución de las producciones laminares especializadas del sur de Iberia. Hemos tomado como objetos de análisis los productos laminares depositados en los contextos funerarios. Las conclusiones que podemos avanzar en este documento se refieren a los principales tipos de sílex definidos para la Cordillera Bética (sílex tipo Turón y sílex de la Formación Milanos). Estas producciones tienen una distribución hacia el oeste peninsular, aunque rara vez sobrepasan el estuario del Tajo. Así, aparecen en las necrópolis del Alentejo y Algarve (como por ejemplo Aljezur, Alcalar, Marcella…) y la región de Évora y Extremadura, quedando pendiente el análisis del centro peninsular. En el extremo opuesto se encuentra la región levantina. Las láminas analizadas en los contextos funerarios de cuevas (Barcella, Montgó, La Pastora… entre otras) del norte de la región de Murcia y actual Comunidad Valenciana no se corresponden con las producciones de Andalucía, aún estando geográficamente próximas a las principales explotaciones del Subbético Medio. Por tanto, estamos ante la constatación de una separación social en las relaciones establecidas entre las comunidades del sur y levante peninsular. Dentro de esta circulación de las láminas de la Cordillera Bética por la fachada atlántica de Iberia, destacamos la presencia de una lámina del sílex tipo Turón en el túmulo de Cha de Armada I (Pontevedra, Galicia. Rodríguez Rellan et al., e.p.). Aunque este dato es sólo cualitativo, hasta la fecha es la mayor distancia establecida para la circulación laminar de la Prehistoria Reciente de la Península Ibérica. 4.3. Interpretaciones sobre el aprovechamiento del sílex y la producción laminar especializada (c. VI-V mil. cal. B.P.) La fenomenología arqueológica del aprovechamiento de los mejores afloramientos de sílex del sur de Iberia para la producción laminar especializada ha sido interpretada, hasta nuestros estudios, desde muy diversas perspectivas teóricas. Ello a pesar de no haber avanzado una determinación precisa de los principales tipos de sílex explotados, la formación diacrónica de la fenomenología arqueológica presente en los principales afloramientos y una explicación diferencial de los territorios artesanales. Así, podemos distinguir los siguientes postulados. Algunos investigadores han realizado interpretaciones de clara raíz histórico-cultural (Vallespí Pérez y Cabrero García, 1980-81; Vallespí Pérez et al., 1988a; 1988b; Ramos Muñoz, 1987-88; 1988), aunque hoy en día, estas interpretaciones parecen quedar lejos en la historiografía. Así, se realizó una lectura originada desde la estructura cultural de los grupos sociales que generaron las evidencias arqueológicas. Aunque existe, evidentemente, un discurso sobre el aprovechamiento sistemático del sílex y su transformación laminar especializada desde las bases susbsistenciales y los modos de vida, la tecnoeconomía de las comunidades que generan las evidencias arqueológicos aparecen en un segundo plano. Se estableció la circulación de láminas durante la Prehistoria Reciente como la plasmación de facies que responden a tradicionales distinguibles, con modos de vida diferentes. La presencia de lugares de talla especializados distribuidos por la geografía del sur peninsular constataría la existencia de unas peculiaridades en la manera de realizar las herramientas talladas entre unas comunidades con respecto a otras. La distinción de la composición de los conjuntos líticos tallados destaca sus diferencias culturales, por lo que la circulación de láminas funciona a modo de contactos culturales. La tendencia a obtener soportes de láminas para el equipamiento instrumental sería una consecuencia de la herencia iniciada a partir del Neolítico, un savoir-faire acumulado que explotó los afloramientos silíceos más ricos, sentando las bases para dar una respuesta técnica ante una demanda generada por los nuevos rituales funerarios. Es decir, las láminas serían los elementos requeridos para formar parte de los ajuares de los nuevos enterramientos megalíticos, entran en la esfera de lo requerido por el rito. De esta manera, su presencia en dólmenes o cistas (sic) alrededor de los lugares especializados en el aprovechamiento de los afloramientos de sílex fijaba su homogenei127
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dad cultural dentro de las facies de cantera del Calcolítico y Edad del Bronce, al considerar que estas explotaciones y los monumentos funerarios son una unitaria manifestación (Vallespí Pérez y Cabrero García, 1980-81). La presencia de láminas de medianas y grandes dimensiones, fuera de los contextos productivos, observable en la deposición ritual de los enterramientos dolménicos, establecía una vinculación entre comunidades diferenciables en el espacio, si bien el papel asignado a esta circulación obedeció a una demanda simbólica derivada de su deposición ritual. No obstante, también se planteaba un segundo factor relacionado con la creciente orientación agrícola de las culturas campesinas. Su circulación se integraba en una red (Vallespí Pérez et al., 1988a; 1988b; Ramos Muñoz, 1997) que tenía en la lógica de la ausencia-demanda el motivo de su existencia. La identificación de la producción lítica, con sus nuevos sistemas de elaboración de láminas, y la aparición del fenómeno megalítico también ha sido ensalzada para justificar la existencia del aprovechamiento del sílex en la provincia de Málaga (Márquez Romero, 1998:273-274; 1999; 2000: 101-102). El cambio técnico es justificado desde una particular demanda simbólica: la implantación del megalitismo. Otro tipo de interpretación, aunque puede compartir algunos elementos de los anteriores, es producto de realizar una lectura económica menos formalista sobre la producción lítica. Intenta resaltar las diferencias sustanciales que las sociedades primitivas poseen con respecto a los valores económicos regidos por relaciones de producción. Sólo algún esfuerzo puntual se ha desarrollado en este sentido, formulada explícitamente desde teorías “neomarxistas” (Ramos Millán, 1997; 1999:598). Según sus presupuestos, la aparición de lugares que muestran una intensificación productiva para ciertos artefactos líticos tallados expresaría una producción de excedentes destinada a un intercambio regional, superando el marco local y autárquico del grupo. Así, la producción de láminas, junto a otras muchas artesanías especializadas (hachas pulimentadas, cuentas de collar de variscita...), sólo tendría sentido como bienes que portan valores sociales simbólicamente instituidos e integrados en un circuito de intercambios regionales (Ramos Millán, 1999:598). En consecuencia los afloramientos de sílex verían la aparición de minas cuya producción va destinada al intercambio regional. Esta circulación regional se iniciaría en el Neolítico (Ramos Millán, 1999) llegando a la Edad del Cobre, momento en el que se establece la institucionalización del liderazgo de ciertos individuos (bigmen) que se alzan como representantes de la comunidad en sus relaciones sociales. La fenomenología de explotación y transformación lítica sería, consecuentemente, el desecho de industrias especializadas destinadas al intercambio regional, aunque subsidiariamente se destinaría parte de esta producción a las necesidades domésticas de artefactos líticos. La producción revierte de manera secundaria en el aparato productivo. En estas minas se producirían núcleos, lascas y láminas que serían los bienes de intercambio con valores de uso de doble vertiente: utilidad simbólica y como herramientas. En el primer caso se explica, por ejemplo, la demanda de ciertos elementos por su color (consumo de color) o por su valor como talismanes. En el fondo, uno de los problemas a los que se enfrenta esta propuesta es la reducción de toda explicación a un mero mecanismo de intercambio. Éste aparece como un mecanismo de pacificación que mantiene la unidad y el equilibrio social. Una posición teórica más enraizada con las condiciones materiales de la existencia ha propuesto una lectura desde el materialismo histórico. Así, se ha trasladado algunas categorías de análisis creadas para el análisis de sociedades capitalistas (es decir, para toda sociedad donde las relaciones de poder son relaciones de explotación económica) a las sociedades arcaicas de la Prehistoria (Cabrero García et al., 1995; Linares Catela et al., 1998; Nocete Calvo, 2001; Nocete Calvo et al., 2005; 2006; Ramos Muñoz, 2008…). A modo de efecto Pigmalión, sólo cabe, en consecuencia, la confirmación de lo ya sabido, que las relaciones de producción entre dominadores y dominados explican toda dinámica de estructuración social, en el presente y en el pasado. Aunque se pueden reconocer ciertas tendencias diferenciadoras entre este conjunto de investigadores, el punto de unión de todos ellos es la consideración del valor crítico del producto, dentro de una relación de dotar de elementos materiales ante un requerimiento, en este caso como instrumento indispensable para ejecutar los resortes de las mejoras productivas. La agricultura aparece, sino el principal, como uno de los principales factores detonantes de la transformación técnica y de la producción laminar. La intensificación lítica sería espejo y reflejo de la intensificación productiva, llevada a cabo, para surtir de medios de producción a las fuerzas productivas que satisfagan las relaciones de producción de la sociedad clasista inicial. El problema es cómo mostrar los mecanismos de tal explotación. Aparece aquí el control efectivo de los medios de producción, en nuestro caso las láminas. Así, vuelve a manifestarse una red de circulación de productos cuyo orden (control efectivo) justifica tales relaciones de desigualdad. Por ello, se afirma que no estamos ante meros procesos interactivos y estáticos de circulación espontánea y natural de bienes de consumo (Nocete Calvo, 2001: 45). La clave es el control de tal circulación, realizada por ciertos núcleos rectores del territorio. En definitiva, marcada por las directrices de un monolítico orden impuesto por una máquina de planificación de la desigualdad. 128
Objetos de sílex, marcadores litológicos de la circulación. Georqueología de la producción laminar especializada del sur de Iberia (c. VI-V mil. cal. BP) Estas redes de circulación de productos líticos no serían novedosas, estarían basadas en las tradicionales redes de intercambio neolíticas, las cuales convergen, por un lado, en el valle del Guadalquivir, dinamizadas desde una demanda constante y efectiva de aquellas materias primas necesarias para instrumentalizar la tecnología precisa para la puesta en explotación del territorio bajo parámetros agrícolas (Nocete Calvo, 2001: 44). Al negar la existencia de una circulación multidireccional, espontánea, se resalta el proceso dirigido desde unos núcleos rectores, llámense núcleos explotadores frente a una periferia explotada que surte de los bienes necesarios para las actividades económicas. Es decir, la existencia de canteras sería el reflejo de una producción ordenada y organizada desde estos centros, que necesitan medios para producir y, al mismo tiempo, reproducir su división social mediante el control efectivo de estos productos. Nada puede quedar en manos de una distribución aleatoria, el desorden no existe en este orden social. La estructura social queda así contenida por la cualidad que la hace predecible, su orden planificador. Es el argumento de la abstracta universalidad del proceso, estructurado por la unidad centro-periferia, que intenta reconocer a su adversario ontológico en lo aleatorio, impredecible y contingente. No es extraño, en consecuencia, que esta perspectiva del proceso histórico como unitaria e identitaria sea compartida por corrientes teóricas opuestas, desde la “fría” visión de la máquina social hasta la “calidez” solidaridad del organismo social propuesta por los funcionalistas. En definitiva, un orden rector del cual no pueden escapar la acción de los individuos y sus comunidades. A ellos sólo les queda ejecutar el plan de orden racional (Savater, 1982). Conclusiones El análisis e interpretación del aprovechamiento del sílex, la transformación especializada laminar y su circulación durante el VI y V milenios B.P. debe partir de una visión compleja, desde una perspectiva múltiple, que revele los variados aspectos tanto de análisis como de interpretación en los que estos objetos estuvieron inmersos. El contexto da sentido al objeto, y aquél es el sitio donde los individuos de la sociedad se organizan e identifican. Así, estos objetos forman parte e interfieren en la esfera subsistencial, como instrumentos de trabajo. Como tales suponen unas mejoras en las actividades desarrolladas en los diferentes modos de vida. Por otro lado, las relaciones políticas establecidas entre comunidades fueron encauzadas, en parte, dentro de la lógica del don, del cual las láminas son uno de sus elementos. Esto último puede explicar que, en determinadas comunidades, la iteración pudo generar una mayor circulación a larga distancia. Esto es, comunidades rectoras de sus territorios políticos fueron ensalzando ciertos productos como elementos de riqueza social. Sin embargo, estos casos no agotan los contextos que dieron sentido a la producción y circulación de láminas. Es más, en determinadas ocasiones, cuando se desconoce la escala productiva y el contexto concreto del que forman parte las láminas, entra en juego la ilusión paradigmática vigente. Es decir, la interpretación es guiada por unos modelos fijos de razonamiento, en detrimento de los matices distintivos. Su particular foco paradigmático puede alumbrar potentemente un valor pero deja en la penumbra otros. Es este valor de percepción multidimensional del objeto, con su lógica posibilista, el factor a tener en cuenta. En definitiva, el reto no es solamente mostrar la complejidad de la variabilidad de la que formaron parte los objetos arqueológicos, sino también la racionalidad que el sujeto cognoscente establece con el pasado a partir de ellos. La producción de grandes láminas es un síntoma de cambios profundos en las sociedades neolíticas del sur de Iberia. Además, implica una de las más altas cotas de especialización artesanal alcanzada por las sociedades de la Prehistoria Reciente de la Península. Esto último se ve indicado por: - La selección de la materia prima, con la explotación de los mejores y mayores afloramientos de sílex de la región que implicó el desarrollo de la minería del sílex. - Preparación compleja de las preformas de los núcleos, que conlleva un largo proceso de aprendizaje. Este proceso tiene su reflejo en las evidencias de desechos de talla localizados en los afloramientos de sílex. - El uso de útiles de talla específicos, como los elementos metálicos de cobre, que se evidencia en la finalización de las crestas (crestas rebajadas) y la preparación del lugar de presión (talón diedro agudo). - La aplicación de los principios físicos de la palanca para multiplicar la fuerza de presión y obtener así productos ciertamente singulares. - La producción laminar presenta una dicotomía. Una producción más común, por regla general con tamaños inferiores a los veinte centímetros de longitud, presente en la mayor parte de contextos sociales (asenta129
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mientos y necrópolis). Por otro lado, una producción cuantitativamente menor de muy grandes láminas (+ 200 mm de longitud). Todos estos elementos traducen un proceso de especialización artesanal en la tecnología lítica que caracterizó a esta región de otras zonas de la Península Ibérica. Además, estas características distinguen la producción de láminas del Neolítico Reciente y Edad del Cobre del sur de la Península Ibérica (c. 3500-2400/2300 av. J.-C) de otras regiones de Europa. En concreto el procedimiento de preparación del talón en diedro agudo tiene fuertes semejanzas con las sociedades neolíticas del Próximo Oriente. Por tanto, en ambos casos estarían dentro de las innovaciones técnicas en el seno de sociedades habituadas al uso de elementos metálicos. La circulación y distribución mayoritaria de esta producción laminar es indicativa de la interretroacción social. Esta distribución tiene una dirección principal hacia el suroeste, estando ausente en la región levantina de Iberia, a pesar de que las canteras y lugares de transformación de la Cordillera Bética son cercanos. Por tanto, estamos ante la constatación de una separación social en las relaciones establecidas entre las comunidades del sur y levante peninsular. Separación que también se refleja en otros aspectos de la materialidad de estas sociedades (patrones de asentamientos, monumentos megalíticos…). Así, la circulación refuerza los lazos de relaciones sociales entre los grupos. Por tanto, estos objetos son un elemento de referencia en las relaciones políticas. Podemos interpretar que se establecieron dentro de la lógica del don. La integración territorial, identificación social y su refuerzo en el tiempo a partir del Neolítico Reciente generaron todo un entramado social, de forma complementaria, concurrente y antagónica. En síntesis, la dirección de la circulación de objetos es una consecuencia de la intensificación de la interretroacción social.
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El Bronce Final en el Suroeste y sus relaciones con el mundo mediterráneo (S. XIII-VIII ANE)1 Francisco Gómez Toscano*· José Antonio Linares Catela** * fgomez@uhu.es. Universidad de Huelva, Área de Arqueología; ** cotacerogph@gmail.com Cota Cero G.P.H. S.L.
Resumen: De acuerdo con el registro arqueológico actual se explica el desarrollo del Bronce Final occidental a partir del último tercio del II Milenio ANE y su relación con el mundo mediterráneo. Frente a posturas paradigmáticas basadas en presupuestos obsoletos, se reconocen contactos con navegantes orientales que, a pesar de ello, no indican dependencia de la Prehistoria Reciente de la denominada colonización fenicia de Occidente.1 Palabras Clave: Prehistoria Reciente, Bronce Final, Suroeste de la Península Ibérica Abstract After today’s archaeological record Western Late Bronze is explained as a prehistorical period connected with the Mediterranean World as from the last third of second millennia BC. Faced to obsolete paradigm still in force, Mediterranean visitors are identified although it doesn’t mean any dependence of recent Western Prehistory from the named Phoenician Colonization of the West. Key words: Recent Prehistory, Late Bronze, South West of the Iberian Peninsula El Bronce Final en el Suroeste y sus relaciones mediterráneas Si entendemos el Bronce Final como la abstracción objetiva de un período histórico-arqueológico, establecido por la investigación en un tiempo específico comprendido entre los teóricos años 1200 y 700 ANE, y en un espacio geográfico limitado como el Suroeste peninsular, conceptualmente definido y explicado ese espacio-tiempo a través del desarrollo de la cultura material documentada por la Arqueología (Figura 1), no puede entenderse a éste como el preludio de una Edad del Hierro de génesis estrictamente oriental, o generada sólo a sus impulsos. Más bien se ha de concebir como el final de la Prehistoria Reciente occidental, toda vez que a lo largo de esos siglos y en ese territorio la sociedad atlántica del Suroeste peninsular mantendrá una continuidad en su configuración estructural que se solucionará, en lo que se refiere a presupuestos políticos, económicos y sociales, a partir de lo heredado de momentos anteriores, pero también de lo novedoso que fue adquiriendo paulatinamente a lo largo de casi un milenio (Gómez, 1998; 1999). En efecto, según indica el registro arqueológico, en el desarrollo histórico procesual que denominamos Bronce Final se pondrán de manifiesto constantes que pueden atribuirse tanto a lo avanzado por la sociedad local del II milenio como al resultado de la implantación de novedades adquiridas, tanto de origen autóctono como de procedencia alóctona, que se generaron por el contacto con otros ámbitos geográficos de amplio término durante los siglos XI-X ANE (Figura 2), en los que se incluye el minusvalorado Atlántico y el culto mediterráneo, pero no sólo desde el Egeo y la costa siro-palestina como tradicionalmente se ha sustentado de acuerdo con el paradigma colonizador, sino también como novedad por lo que actualmente conocemos (Fundoni, 2009), al menos con la sociedad sarda prefenicia (Gómez y Fundoni, 2010), y tal vez con otras zonas mediterráneas (Cultraro, 2005). Con el Atlántico las relaciones tuvieron que ver bien con la búsqueda directa del necesario estaño para los occidentales o bien indirecta a través del concurso de navegantes mediterráneos como parece indicar ahora el registro arqueológico (Vilaça, 2006; 2008; Senna-Martinez, 2010). Lógicamente, no como otra mejora adquirida de los fenicios, a lo largo de esos dos siglos se perfeccionaron las técnicas al uso para la obtención de los recursos locales en agricultura y ganadería (Escacena, 2000), como así lo experimentó el conjunto europeo desde el II milenio ANE (Kristiansen y Larsson, 2006). Además, de forma similar que en otras áreas mediterráneas, la adquisición a lo largo de ese período de las técnicas que posibilitaron el uso del bronce binario (Lo Schiavo, 1991; Ruiz-Gálvez, 1995) sería una novedad importante pues significaba la necesidad de establecer relaciones de tipo internacional más allá del mundo local para obtener el necesario estaño que debía ser aleado con el cobre obtenido, en este caso del Suroeste, en su espacio regional para obtener mejores Este trabajo se inserta en el Proyecto de Investigación ‘Análisis de la implantación y evolución del fenómeno urbano en el Suroeste peninsular: Arqueología Urbana en la Ciudad de Huelva’. IIª Fase” (Ministerio de Ciencia e Innovación. Ref HAR2008-04666-HIST) perteneciente al Plan Nacional de I+D.
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útiles que los utilizados durante el Bronce Pleno. Para conocer cómo se produjeron estas relaciones no contamos con suficientes datos que los expliquen pormenorizadamente, por lo que tenemos que mantenernos en el contexto de la hipótesis. Ello también conllevó el aprendizaje y la asimilación de las técnicas de elaboración de nuevos útiles por grupos de técnicos especializados, el denominado know how por los prehistoriadores de lengua inglesa, que sería un revulsivo para la sociedad occidental, porque ello necesariamente entrañaba un aumento del conocimiento general a través de nuevas adaptaciones como respuestas locales y así la asimilación paulatina con otras realidades de génesis o implantación exterior (Gómez, 1999).
Figura 1. Evolución de la cultura material de Huelva durante el Bronce Final.
La probada explotación del cobre desde el III Milenio ANE y de la plata en el Cinturón Ibérico de Piritas desde los siglos finales del II ANE, contra lo que hasta ahora se había manifestado, según indica el estudio con técnicas analíticas en muestras de sedimentos con contaminación metálica practicadas en el área de Doñana, vinculadas a través del río Guadiamar con el área minera de Aznalcóllar (Carretero y otros, 2010), la adquisición de los primeros objetos de hierro intercambiados con navegantes mediterráneos protofenicios de los siglos XI-X ANE (Vilaça, 2006; 2008), además del uso de fíbulas específicas y ponderales típicos del Mediterráneo oriental (Vilaça, 2005; SennaMartínez, 2010), o en los que en su fabricación aparezca algún elemento de hierro como en los pomos de espada del tesoro de Villena (Lucas Pellicer, 1998), aunque éste pueda ser algo anterior, y especialmente la frecuentación de los contactos con otros espacios extra peninsulares como Cerdeña (Gómez y Fundoni, 2011), convirtieron a la población occidental previa a los contactos comerciales fenicios del siglo IX ANE en una sociedad compleja y dinámica. Ésta pasará a integrarse, sin traumas ni el pago de extrañas tasas teóricas al mundo mediterráneo oriental, a partir del comercio fenicio primero y a la posterior convivencia continuada, con poblaciones orientales que se asentarán en sitios costeros específicos, pero en este último caso sólo a partir del siglo VIII ANE, por los problemas en general que resultaron del cambio de táctica de los reyes asirios con los reinos independientes de la costa siropalestina a partir de Tiglath-Pileser III (Gómez, 2004; e.p.). La expansión fenicia por el Mediterráneo en general –la estrictamente colonial paradigmática- no fue sólo la necesidad de recursos, especialmente metales en una primera 138
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etapa comercial, sino la búsqueda de espacios donde sentirse libres de la amenaza asiria soportada durante más de un siglo, que empeoró en el último tercio del VIII ANE.
Figura 2. Distribución de asentamientos del Bronce Final en el Suroeste.
Aunque desde hace poco se pueda trabajar con datos novedosos, para no aventurar fechas y procesos deducidos aleatoriamente de antiguos registros arqueológicos simples u obsoletos que pudieran o no coincidir con lo expresado en los textos conservados, los nuevos métodos de excavación sistemática y su consiguiente estudio e interpretación lógica hacen posible y necesaria la revisión del paradigma todavía vigente, pero ahora con la ayuda del conocimiento adquirido que continuamente se genera o revisa, tanto en el Mediterráneo oriental como en su zona central y en Occidente en general, pero a partir de técnicas analíticas de carácter científico, como los análisis de C14, que están fundamentadas en la complementariedad de disciplinas. En esta línea de trabajo, también ha sido importante en los últimos años contar con técnicas geoarqueológicas para reinterpretar las estratigrafías básicas 139
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conocidas en sitios importantes como Huelva (Gómez, Beltrán y Rastrojo, 2009), fundamentales para explicar el desarrollo pormenorizado de la cultura material en cada lugar que, de hacerse extensivo a otros sitios, sería muy importante para sopesar la calidad de registros arqueológicos que parecen estar bien documentados y explicados, incluso algunos muy recientes, los cuales pueden llevar a errores. En efecto, en la actualidad, como se reitera a lo largo de este trabajo, un nuevo cuerpo de datos empíricos permite rechazar los planteamientos obsoletos que otorgaban el protagonismo de la vinculación del Suroeste con el mundo mediterráneo solamente a partir de la erróneamente denominada Colonización Fenicia de Occidente, un fenómeno mucho más tardío que ahora sabemos no superaría los años centrales del siglo VIII ANE (Gómez, 2004), el cual se vería apoyado precisamente por el beneplácito de la compleja sociedad local del final de la Prehistoria Reciente, por el nivel alcanzado por ésta a través de los contactos previos. Por tanto, la sociedad occidental del Bronce Final en el Suroeste peninsular, entre los siglos XIII-VII ANE, así distribuida en el tiempo por la evolución de su cultura material (Gómez, 2008) y el resultado de análisis de C14, contra otras posturas que la identifican como poco desarrollada, falta de componentes culturales que sí son conocidos en otras áreas mediterráneas o atlánticas sincrónicas, muestra en momentos previos a la presencia fenicia del siglo IX ANE tanto elementos de clara génesis mediterránea, como los que se puede adscribir a la sociedad atlántica del momento y a la que sin dudas pertenece. Por ello, el desarrollo occidental a través de la Prehistoria Reciente no se debe exclusivamente a su relación con el mundo fenicio, sino que comenzó en una etapa previa, en la que se produjeron contactos con otras gentes orientales de una zona más amplia que la actual costa libanesa. Tal vez el principal problema para los que utilizan ese término para indicar orientales en general es no conocer su real significado histórico. Nos parece que el hecho de denominar fenicios a los orientales de cualquier fecha se asume por la intención de simplificar o, también, de evitar la necesidad de acercarse demasiado al complicado y cambiante proceso histórico del Próximo Oriente. No obstante, aunque pudo haber continuidad poblacional entre la Edad del Bronce y la Edad del Hierro en algunas zonas, o en algunas ciudades-estado, que parece desprenderse cuando se hace referencia a un contexto canaanite/phoenician, o incluso cypriote (Artzy, 2006), debemos tener en cuenta que los cananeos, desde un punto de vista histórico, no fueron los fenicios de la Edad del Bronce, de la misma forma que realmente los fenicios no fueron simplemente cananeos de la Edad del Hierro, sino que entre ellos, en la costa siropalestina, hemos de incluir a otras gentes que sólo aparecerán a partir de la crisis del 1200 ANE, fundamentalmente filisteos, hebreos y arameos. También, cuando hablamos de chipriotas, a pesar de los contactos que siempre existieron entre la isla y la costa palestina (Sherrat, 1998), los navegantes de esa isla que hegemonizaron el comercio mediterráneo entre la crisis del 1200 ANE y la Edad del Hierro, estuvieron más relacionados con el mundo micénico anterior que con las poblaciones semitas de la costa oriental (Karageorghis, 1992: 79; Stampolidis, 2003: 42), al menos en los primeros siglos posteriores a esa crisis, hasta que todos se englobaron en lo que para simplificar durante un tiempo ha venido llamándose koiné fenicio-chipriota. Por ello, para ser coherentes con los datos históricos que actualmente poseemos, es necesario puntualizar adecuadamente, puesto que, de lo contrario, si se utilizan ambos gentilicios sin rigor, como ha propuesto recientemente Mª E. Aubet (2008: 535), de forma inadvertida se puede estar introduciendo una simplificación ahistórica que, simplemente, pero con gran valor para otros autores interesados, podría servir para reivindicar una colonización fenicia de Occidente en el II milenio ANE y así confirmar el texto de V. Patérculo y la fundación de Gadir en el año 1104 ANE. Es decir, volver al paradigma colonizador. La distribución de productos mediterráneos en contextos del Bronce Final durante los siglos XI-X ANE Frente a posturas generalizadas, generalmente irreconciliables, en las que se aceptan relaciones con el Mediterráneo oriental de difícil caracterización en cada tiempo específico, por su generalización o por su simplicidad ahistórica, desde el momento cronológico que proporcionan las cerámicas micénicas de Montoro, que posiblemente no tuvieron continuidad en un tiempo inmediato por la denominada Crisis del 1200 ANE, sino únicamente a partir del siglo XI a través de otros navegantes mediterráneos (Ward y Joukowsky, 1992; Gitin, Mazar y Stern, 1998; Stampolidis, 2003), existen opiniones desafortunadas acerca de la vinculación de esos contactos con una precolonización fenicia atemporal que, por ello, podría pertenecer tanto a momentos de la Edad del Bronce oriental previa como a la Edad del Hierro posterior, que sin duda son ajenas a los planteamientos históricos del desarrollo del Próximo Oriente en particular y a la sociedad mediterránea en general (Ward y Joukowsky, 1992; Celestino, Rafel y Armada, 2008). Para explicar esos contactos debemos tener en cuenta tanto la cronología de los elementos 140
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orientales localizados en Occidente como la de otros occidentales hallados en contextos mediterráneos del mismo momento. Si hasta los últimos años del pasado siglo XX se ha estado trabajando con las cronologías propuestas por los especialistas de acuerdo con las que hipotéticamente se atribuían a los hallazgos orientales documentados en la Península Ibérica entre los siglos XIV-X ANE, últimamente se intenta precisar una fecha más reciente para las cerámicas de Montoro, que parece querer acortar la horquilla cronológica en que se produjeron los contactos que dieron lugar a esos hallazgos (Ruiz-Gálvez, 2009), lo cual, no lo dudamos, se podría interpretar como su correspondencia con la paradigmática precolonización fenicia o, tal vez mejor, con la presencia de semitas mediterráneos, aunque quizá no directamente egeos de origen micénico, sino chipriotas postmicénicos de los siglos XI-X ANE, así como de cananeos, filisteos y otros tantos de la zona que representan al componente multiétnico de la costa siropalestina de esos dos siglos que antes se había defendido (Ruiz-Gálvez, 2005). Los protofenicios a que hemos hecho referencia últimamente (Gómez, 2009a; Gómez y Fundoni, 2010). Estos protofenicios no pudieron ser responsables de la introducción en la Península Ibérica de las cerámicas de Montoro, pues entendemos que la cronología anterior de los fragmentos y su adscripción al HRIII A1/A2/B, tal vez demasiado amplia por el escaso tamaño conservado es la acertada y no debe buscarse otra posterior. Para nosotros queda suficientemente claro que hubo presencia o relaciones indirectas con el mundo micénico antes de la crisis de la Edad del Bronce mediterránea, en este caso por la indiscutible procedencia de los fragmentos y porque por su morfología no pueden ser del HRIIIC o posteriores. En realidad no hay ningún dato objetivo que se oponga precisamente por el taller en que se fabricaron. Además, la presencia de protofenicios durante los siglos siguientes XI-X ANE también nos parece sobradamente probada, sin que para ello sea necesario la revisión a la baja de la cronología de las cerámicas micénicas de Montoro, pues contamos con otras importaciones que en Oriente se fechan en esos dos siglos, como se verá a continuación. a) Elementos orientales en contextos de la Prehistoria Reciente occidental Desde el final de la década de los años ochenta de siglo pasado, con la publicación del análisis de la pasta cerámica de los dos vasos cerámicos de clara procedencia micénica, del taller Micenas-Berbati, y no de un taller externo al núcleo micénico a partir del cual se pudiera precisar una procedencia del HRIIIC, los cuales fueron además excavados en Montoro en su contexto del Horizonte de Cogotas I (Martín de la Cruz, 1987; 1988), pese a las primeras críticas nunca justificadas ni reconocidas hasta ahora por varios autores, se terminaría con la paradigmática atribución de cualquier elemento de cerámica a torno localizado en contextos locales del Suroeste a la supuesta colonización fenicia. Desde ese momento, otros elementos de génesis oriental han sido también identificados en contextos del último tercio del II milenio ANE (Martín de la Cruz, 1996; 2007; López Castro, 2008; Gómez, 2009a), que implica que las relaciones durante ese milenio tuvieron mucho más calado que lo que hasta hace poco se suponía (Martín de la Cruz, 2008). A estos materiales se unen otros orientales que si también habían sido datados en relación con la supuesta colonización fenicia, generalmente en la fecha de su primera publicación siguiendo el conocimiento vigente en cada momento, ahora esa cronología errónea va siendo poco a poco modificada en términos más antiguos y más seguros. Entre ellos debemos destacar el cuenco de bronce de Berzocana, que a pesar de los paralelos orientales más antiguos aducidos en su día se mantuvo en momentos bien entrados del I milenio ANE (Almagro, 1977: 243-244). Esa atribución iría variando con el tiempo (Almagro, 1998), especialmente a partir de los últimos años (Armada, 2008; 2011a; 2011b; Armada, Rafel y Montero, 2008; Gómez, 2009a2), cuando los investigadores hemos conocido otros hallazgos semejantes bien fechados (Artzy, 2006). También en las últimas décadas ha sido la tradición que muchos investigadores hayan relacionado esas importaciones orientales prefenicias identificadas en Occidente con una supuesta etapa previa a la posterior colonización, que fue definida como precolonización siguiendo a S. Moscati (1983), donde éste explicaba la diferencia entre la presencia micénica del II milenio en el Mediterráneo central y la colonización griega arcaica posterior en los mismos lugares, pues se pensó que la fenicia de Occidente se podía paralelizar con la griega en el Mediterráneo central. Sin embargo, en realidad y con un fin diferente, la vinculación del término ‘precolonización’ a momentos previos a la fecha arqueológica documentada en la Península Ibérica se debe en primer término a M. Tarradell, acuñado únicamente por él para explicar la diferencia cronológica entre la fecha del II milenio ANE deducida del 2
Con bibliografía para otros ejemplos mediterráneos.
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texto de V. Patérculo y la cronología arqueológica ca. 700 ANE, que era la más antigua que en los años cincuenta del pasado siglo se lograba alcanzar a partir de las excavaciones del Norte de África (Tarradell, 1956). Recientemente, el concepto precolonización ha sido analizado conjuntamente por investigadores relacionados con la Protohistoria peninsular (Celestino, Rafel y Armada, 2008), llegándose prácticamente a dos posturas diferenciadas, aunque no falte alguna excepción a ambas. Dos de ellas llegan a consensuar la existencia de relaciones previas desde el II milenio, aunque la principal diferencia sea qué tipo de navegantes fueron los responsables de los contactos, desde fenicios atemporales para simplificar o recurrir a la supuesta diáspora, a marinos micénicos, o a los ya relacionados con nuestros protofenicios. Sin embargo, la excepción es que todavía se mantengan reticencias que pretenden avalar la existencia de un vacío poblacional en el Suroeste peninsular que separa ambos períodos en torno al cambio de milenios (Escacena, 1995; 2008), a pesar del registro arqueológico con el que ahora se cuenta para la Península en general, especialmente en el Suroeste (Gómez y Fundoni, 2010). En síntesis, nos parece muy negativo para el buen desarrollo de la investigación, que desde esos contactos del II milenio ANE y separados de los fenicios por el inexistente vacío poblacional del Suroeste, se quiera obviar la presencia de cualquier población importante de la Edad del Bronce. En Huelva hasta la fundación en su puerto del supuesto emporio fenicio en una fecha demasiado alta (González, Serrano y Llompart, 2004: 196-199)3 y, asimismo, que también ese vacío poblacional impidiera la existencia de una importante sociedad local en la antigua desembocadura del Guadalquivir, tal vez para reivindicar la fundación fenicia de Spal en la actual Sevilla (Pellicer, 1996; Escacena, 2005), donde sabemos existe registro anterior (Campos, Vera y Moreno, 1988), por lo que antes tendría que haber sido una zona prácticamente vacía. Por ello, nos parece extraño que se quiera mantener que tanto en la Ría de Huelva como en la zona de la antigua desembocadura del Guadalquivir, las relaciones orientales previas tendrían lugar por el contacto con una sociedad inexistente desde un punto de vista de cultura material, que se justifica con la crisis medioambiental no documentada en el Suroeste (Díaz del Olmo, 1989) y, posteriormente, con el traslado de gentes atlánticas hacia el Bajo Guadalquivir y Huelva, que sólo indica un recuerdo al difusionismo trasnochado al que se hacía referencia a lo largo del pasado siglo. La realidad es mucho más sencilla, simple y fácilmente entendible para cualquier investigador consecuente, si por fin se reconoce que las cronologías de la Protohistoria propuestas a lo largo de los setenta y ochenta del siglo XX, en las que se fundamentó el grueso de la investigación posterior, sólo eran eso, propuestas, las cuales lógicamente están siendo refutadas una a una a través del aumento de dataciones de C14, que cada vez más con mayor frecuencia otorgan para el Bronce Final occidental fechas del II milenio y su continuidad, al menos, durante los siglos X-IX ANE (Monge, 2005; Hurtado, 2007; García Sanjuán y Hurtado, 2011; Jiménez Ávila y Guerra, e.p.), una circunstancia que en parte propusimos hace más de una década a pesar que no se contara con esos análisis (Gómez, 1998). Realmente, lo que no debe hacerse es utilizar la cronología propuesta en los setenta y ochenta para mantener presupuestos históricos inadecuados al registro arqueológico actual, toda vez que el tiempo de ocupación que antes no se documentaba era por falta de unos hallazgos que cada vez van siendo registrados con mayor precisión, o bien que la propia investigación va descartando tópicos que se ha demostrado nada tenían que ver con la realidad. En efecto, las relaciones prefenicias con el mundo mediterráneo son ya plenamente aceptadas por gran parte de los investigadores de la Prehistoria Reciente, que verán cómo la sociedad occidental representa a una sociedad compleja y dinámica que se conformó con una élite local específica mucho antes de la presencia de los fenicios históricos (Almagro Gorbea, 1998: 96), relacionada ésta con la jerarquización del territorio como se ha observado en la Tierra Llana de Huelva (Gómez, 2006), en el centro de Portugal al menos desde el siglo XIII ANE (Vilaça, 2008), y la presencia de elementos mediterráneos exóticos en el conjunto de la Península (Martín de la Cruz, 2008; López Castro, 2008), así como la de atlánticos en el Mediterráneo (Armada, 2011a: 278; 2011b). También sabemos, o al menos así debe entenderse, que estas relaciones mediterráneas de los siglos XI-X ANE nada tienen que ver con la denominada precolonización fenicia, pues no responden a la propuesta objetiva de M. Tarradell, sino que se ha entendido como la interrelación de un grupo poblacional de orientales muy activo, precisamente programado siglos antes buscando unos objetivos previstos como la adquisición de metales, en realidad la preparación de su futura colonización del siglo VIII ANE, la cual aparece enfrentada a otra sin iniciativas, la sociedad occidental de la Edad del Bronce (Armada, 2011a: 277-278). 3 En diciembre de 2010 fue leído en la Universidad de Huelva por María José Martínez Fernández el Trabajo de Investigación Fin de Máster ‘La Necrópolis de la Edad del Bronce del Yacimiento de La Orden-Seminario de Huelva’, del que esperamos su pronta publicación, puesto que explica la ocupación desde el III Milenio y de gran parte del II Milenio ANE en el entorno del puerto de Huelva.
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A esos elementos mediterráneos previos se viene denominando protofenicios, toda vez que representan a gentes de diferentes etnias, que se deben a movimientos poblacionales y que son el resultado de la crisis del 1200 ANE, a los cuales pueden relacionarse no sólo con descendientes de los que en textos egipcios aparecen denominados ‘Pueblos del Mar’, sino con los que van a protagonizar el comercio en el Próximo Oriente a partir del colapso micénico (Bikai, 1992; Stampolidis, 2003: 53). Como se ha dicho más adelante, se trata de esa sociedad multiétnica del Mediterráneo oriental que hegemonizó el comercio marítimo hasta los inicios de la supremacía de Tiro con su rey Hiram I, cuando se consolida la superioridad de la isla sobre el resto de puertos de la costa siro-palestina y la isla de Chipre, los que en Medinet Abu aparecen como Fenkhu o Hau-nebut, seguramente gentes de la costa siropalestina aliados con los Pueblos del Mar (Bikai, 1992: 134). Como podrá entenderse a lo largo de estas páginas, no son simplemente cananeos de la Edad del Hierro evolucionados. Estos planteamientos, al tomar carta de naturaleza a partir de la investigación mediterránea más reciente, son consecuencia de que en los últimos años todo vaya cambiando a escala general, no sólo en el Suroeste, y elementos que en el paradigma de los años setenta sólo su aspecto y características diferenciadas en el registro arqueológico del Bronce Final occidental bastaba para calificarlos de importaciones fenicias atemporales, ahora son estimados en su lógica dimensión crono-cultural, fundamentalmente histórica. Como ejemplo, R. Vilaça ha estudiado una serie de bronces en su contexto atlántico portugués, como la pieza de Sâo Martinho, con paralelo en Cerdeña en los siglos XI-X ANE, que representan la continuidad de intercambios mediterráneos desde el período micénico, y que por supuesto no deben entenderse como importaciones fenicias (Vilaça, 2004: 14). Además, en esta línea de trabajo, a partir de su estudio y del contexto de Bronce Final de 28 objetos de hierro localizados en las Beiras, fechados con cronología de C14 previa al siglo IX ANE, los considera por tanto prefenicios y pertenecientes a un importante tráfico de metal con el Mediterráneo en general, y no sólo como importaciones sino también como piezas producidas localmente, que significa dar una vuelta más al engranaje que explica las relaciones con el Mediterráneo. Con el desarrollo de la investigación, nuestra compañera portuguesa, siguiendo el trabajo pionero de M. Almagro (1993) de hace casi dos décadas, entiende que …da excepção, se passou à regra (Vilaça, 2006: 82), con lo que el hierro no fue un aporte fenicio a la sociedad de Occidente durante los siglos IX-VIII ANE, puesto que ya era conocido con anterioridad, pues, …a ideia de que os artefactos de ferro foram introduzidos na Península através das colónias fenícias ou dos grupos continentais ligados aos Campos de Urnas tem hoje uma base de sustentação nula” (Vilaça, 2006: 83). Esta presencia de orientales previa al mundo fenicio no tiene por qué dilucidarse únicamente a partir de importaciones de gran calidad técnica o artística. La prueba ha sido la publicación de unas pocas cuentas de cornalina diseminadas por Occidente (Martín de la Cruz et al., 2004), que sólo son ejemplo de los intercambios previos a la presencia fenicia, toda vez que esos objetos de cornalina son conocidos en Oriente desde al menos el siglo XI ANE. Lo interesante de estas cuentas de cornalina, para fijar la cronología de piezas que podrían dar lugar a debate, es su asociación con otras importaciones. Es el caso de un cuenco de bronce como el de Berzocana, mejor documentado ahora en su contexto palestino (Artzy, 2006: fig. 2.1, 6-11), depositado como ajuar en una tumba filistea de Beth Shan (Oren, 1973: fig. 41, 38), semejante a otro de una tumba también filistea de Deir El Balah (Dothan, 1979: fig. 41, 38). En el primer caso también aparecieron en la misma tumba cuentas de cornalina con forma de botellita como las conocidas de Andalucía occidental (Martín de la Cruz et al., 2004; Martín de la Cruz, 2008: fig. 15). La cronología de ambas tumbas filisteas, además de la del faraón Psusenes I, con vasos metálicos como el de Berzocana, implica la amplia distribución en Oriente de estas cuentas y vasos metálicos en el siglo XI ANE, conocidos en ambos extremos del mundo mediterráneo, además del hecho que su sarcófago de plata sea el primero documentado en Egipto, por su posible relación con la plata del Cinturón Ibérico de Piritas y los navegantes protofenicios (Padró, 2001; Gómez, 2009a: 48). En relación con el desarrollo histórico del Próximo Oriente, aunque partiendo de hallazgos recientes en el Suroeste se pueda pensar en fenicios ca. 900 ANE, o incluso antes (González, Serrano y Llompart, 2004), este tráfico comercial vinculado a las élites locales de los siglos XI-X ANE no puede adjudicárseles apriorísticamente también a unos fenicios atemporales. No debemos obviar que si las cerámicas vinculadas al comercio de finales del siglo IX e inicios del VIII ANE pudieran estar en consonancia con unos primeros contactos tirios (Stampolidis, 2003: 53; Fantalkin, 2006: 200; Ruiz Mata y Gómez, 2008: 339-343), o incluso eubeos (Antonelli, 2006; Brandherm, 2008b), para las más antiguas, incluso si en el futuro aparecieran otros ejemplares similares o de momentos previos, no podía estar clara su asociación con los fenicios, sino también con otros navegantes del Próximo Oriente, pues la colonización sólo pudo ocurrir a partir de la fase 4 de la más reciente periodización o algo después (Gilboa, Sharon y Boaretto, 2009: 190), cuyos materiales representativos estaban presentes en diversos sitios de la costa siro143
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palestina como Tell Abu Hawam, pero sólo en momentos previos a la destrucción de la ciudad por Tiglath-Pileser III (Herrera y Gómez, 2004). Esa circunstancia que implica que los primeros materiales tirios debieron llegar a Occidente en naves perteneciente a esa isla, al parecer tan clara y diáfana para algunos investigadores peninsulares, no lo es tanto para investigadores israelíes especializados, en especial si atendemos a interpretaciones literales como la que sigue: … Whether or not the ‘early’ finds at Huelva were brought there by Phoenicians or by others is a debate we shall not enter here. Let us just reiterate the fact that Phoenician table wares there — and hence the evidence of Phoenician presence, if not necessarily representing colonisation — are only of later types, not earlier than the eighth century BCE (Gilboa, Sharon y Boaretto, 2009: 189-190)4, que indica que productos tirios del comercio en general pudieron llegar primero en naves de otras gentes del entorno, mientras que las cerámicas de mesa, las usadas particularmente por fenicios y que debían indicar la presencia real de navegantes o colonos tirios son, lógicamente, posteriores. En realidad, interpretaciones simplistas como las que aquí se rebaten sólo surgen de conocimientos simples, escasos o indebidamente fundamentados, sencillamente para establecer bases históricas que ya no son posibles. A pesar de que la escritura alfabética debería significar una prueba clara y efectiva de la presencia de los fenicios en Occidente (González y Serrano, 1995), otros grafitos documentados recientemente en Huelva se han explicado como el reconocimiento real e indudable de esa presencia (González, Serrano y Llompart, 2004: 133135)5, pero presencia no implica necesariamente superioridad o cualquier tipo de supremacía política, económica, comercial o simplemente cultural. De la misma manera, uno de los primeros grafitos documentados en Huelva (Hoz, 1969: fig.1; Blázquez et al., 1970: lám. XIV, g), tal vez el texto más antiguo localizado en la Península Ibérica hasta ahora al haber sido propuesto en su día como prealfabético, claramente un texto oriental, pero en realidad un precedente de la escritura tartésica del Suroeste, aunque haya sido considerado también fenicio más tardío (Mederos y Ruiz, 2001: fig. 2), debe ser explicado cómo apareció en su contexto local para poder opinar con garantía acerca de su cronología relativa. El soporte donde aparece grabado el grafito corresponde a una cazuela A2a del Bronce Final -Horizonte Clásico- de la tipología de Huelva, que debería fecharse entre el cambio de los II al I milenios ANE y hasta cuando ya sea efectiva la presencia fenicia en Huelva (Gómez, 2008: 93). Dado que el soporte apareció en un paquete de sedimentos en el que no se encontraron cerámicas fenicias a torno, teniendo en cuenta que en los años sesenta todavía no podíamos marcar diferencias entre los tres horizontes de las cerámicas locales, se mencionó que correspondía a una de las formas más antiguas del yacimiento (Blázquez et al., 1970: 14), previas a las que ahora definen nuestro Horizonte Residual más tardío (Gómez, 2008). Por ello, ante las características del texto y las del soporte y su contexto arqueológico, aunque con las lógicas reservas, nosotros creemos que el grafito que J. de Hoz leyó ]k.|kos.[, representa un texto escrito en un vaso local por alguno de los visitantes orientales que denominamos protofenicios, en un tiempo que ahora se podría integrar en los primeros años del I milenio ANE, como mínimo un siglo antes de la llegada a Huelva de los primeros fenicios históricos y de su alfabeto, una circunstancia que de acuerdo con otros datos también ha propuesto M.L. Ruiz-Gálvez (2009: 110). Efectivamente, esta eventualidad había sido considerada ya por M.L. Ruiz-Gálvez, pues …los grafitos grabados en cerámicas de retícula bruñida no pueden tener una fecha posterior al Bronce Final (Ruiz-Gálvez, 2009: 111), es decir, la escritura pre-alfabética, o pre-fenicia, lógicamente llegó y se utilizó en Occidente y siguió siendo utilizada por la sociedad occidental hasta la llegada de las primeras muestras conocidas del alfabeto fenicio en el siglo IX ANE y con posterioridad, puesto que la primera no se generó a partir de la segunda como en algún caso se ha defendido, sino que la escritura del Suroeste había sido adquirida en un contexto histórico previo, claramente pre-fenicio, un hecho que no podía contemplarse desde el paradigma colonizador de los años setenta del pasado siglo, pero que ya es posible a tenor del conocimiento actual, al tener que contemplar la presencia de navegantes protofenicios durante los siglos XI-X ANE, y que quizá éstos llevaran consigo la escritura silábico-alfabética, que como se ha dicho sería el precedente, o la base, de la denominada escritura tartesia del Suroeste. En la explicación del recurrente débito peninsular a los fenicios, el uso de productos agrícolas como el aceite Si los hallazgos antiguos de Huelva fueron o no llevados allí por fenicios o por otros es un debate en el que no debemos entrar aquí. Sólo reiteramos el hecho de que las cerámicas fenicias de mesa allí localizadas –y de ahí la evidencia de la presencia fenicia, sin que necesariamente impliquen colonización- sólo son tipos tardíos, no anteriores al siglo octavo a.C. (traducción libre). 5 Los estimados signos bruñidos sobre el borde interior de una cazuela A2b (González, Serrano y Llompart, 2004: lám. XXXV, 9), donde se lee ‘old wine’, en realidad no corresponden a un texto, sino que son los trazos finales de la decoración con líneas bruñidas presentes en el interior del vaso. 4
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y el vino por los occidentales siempre ha sido un recurso fácil defendido por los que han basado el desarrollo occidental a partir de esa presencia, fuera en la fecha que fuera. Sin embargo, la investigación científica en general y el registro arqueológico actual en particular nos lleva a entender que esa circunstancia no pueda defenderse con cualquier base que no sea subjetiva (Buxó, 1997; Breton et al., 2008), ya que ejemplos cultivados de olivo en la Península Ibérica se conocen desde el Calcolítico (Terral et al., 2004: 74). En relación con el vino, se ha planteado que los fenicios llevaban en sus barcos esquejes de la especie vinifera para plantar y obtener vino en sus colonias occidentales (McGovern, 2003: 203), pero ya hemos adelantado en otro lugar que nada impide que esa posibilidad también pueda hacerse extensiva a micénicos y protofenicios de los siglos XIV al X ANE (Gómez, 2009a: 46), en especial ahora a partir del estudio de huellas de cultivo de parcelas de vid documentadas en el entorno del puerto de Huelva relacionadas con cabañas del Bronce Final (Echevarría, 2009; Beltrán et al., e.p.), cuya producción podría entenderse para consumo de vino a escala local. También debemos recordar aquí, para considerar objetivamente esa posibilidad, que ya aparecieron pepitas de uva en la Cuesta del Negro de Purullena (Buxó, 1997: 280), donde sabemos que se han documentado elementos a torno prefenicios, ya sean micénicos (Martín de la Cruz, 2008: 293294) o chipriotas (Torres, 2008: 62-63). Asimismo, más de 1200 análisis de la genética de semillas existentes en la actualidad en el conjunto mediterráneo, tanto de la especie silvestre (Vitis vinifera ssp. silvestris) como de la vinifera (Vitis vinifera ssp. sativa) con la que ahora se producen diferentes vinos, más que un único origen oriental para la domesticación se ha reconocido otro claramente peninsular, el cual dio lugar al 70% de las especies occidentales (Arroyo et al., 2006). Esta circunstancia pone en duda la pretendida preeminencia de los fenicios en el inicio del consumo de vino en el occidente peninsular sólo a partir de su presencia, e insta a reconsiderar la domesticación y el consumo de la vid y del vino en momentos anteriores, ya sean locales o ya inducidos por otros navegantes mediterráneos como los sardos. También la simple capacidad occidental esgrimida que prevalece en algunas escuelas de pensamiento en la actualidad, parece indicar la inexistencia de cualquier raciocinio elevado o de pensamiento anímico en el Suroeste antes de la presencia de fenicios, puesto que los visitantes orientales serían los responsables de la adquisición de deidades por la sociedad local protohistórica a partir de la fundación de santuarios, dedicados a Melkart, a Baal y Astarté o a Hércules (Marín, 2010), por la importancia que tendrían en las relaciones comerciales con los indígenas. En este sentido debe contemplarse el recién definido santuario fenicio del Carambolo (Bandera y Ferrer, 2010) o el tradicional del Hércules gaditano en la isla de Santipetri (Corzo, 2005). Trabajos recientes en los que se relacionan a los santuarios protohistóricos del Suroeste con dioses fenicios, destacándose su vinculación con la observación astronómica para señalar los solsticios y equinoccios que dan lugar a la fijación del ciclo anual, también vienen reivindicando el origen fenicio exclusivo con esas prácticas en Occidente (Escacena, 2006; 2007; 2009), cuando esas manifestaciones tuvieron su origen en la sociedad agrícola mediterránea en general, especialmente la egipcia a tenor de los textos y la iconografía, de la cual dependieron los habitantes de la costa siropalestina durante milenios, al menos hasta Ramsés VI (Weinstein, 1992). En Egipto, la entrada de muchos templos y otras estructuras se hacían perpendiculares a la corriente del Nilo, pero también otros se orientaron en relación con el ciclo anual (Shaltout y Belmonte, 2005), con lo que la orientación al solsticio de invierno, la más usual, implicaba el comienzo del año y en el caso del solsticio de verano la inundación del río. La imagen del smiting god o dios que amenaza, muy bien conocida ahora a partir de los bronces localizados en Huelva (Delgado Hervás, 2010) o en Santipetri (Corzo, 2005; Zambrano, 2010), es una imagen arquetípica de los dioses mediterráneos mejor conocidos. Desde la pionera Paleta de Narmer, existen diversas explicaciones de lo que representó el Dios que amenaza en Egipto: desde la simple divinidad del faraón hasta la lucha entre el orden por su encarnación en Horus y el caos que representaban los enemigos vencidos, en este caso personificados como Seth. Además de otras connotaciones relacionadas con su culto, Horus amenazante era la vitalidad, la fuerza o la fertilidad del Nilo, y por ello tenía que localizarse también en el cielo, en la constelación de Orión. Desde el III milenio ANE en el Próximo Oriente, desde Gaza hasta Ugarit, los dioses principales se representaron en esa pose coercitiva siguiendo el estereotipo egipcio, aunque la maza de Horus que subyuga a los Pueblos del Mar vencidos, como vemos en la imagen de Ramsés III en Medinet Abu, a veces era sustituida por un venablo o por un rayo en manos de Baal o de Zeus, y la tiara faraónica por cascos con cuernos como correspondía a dioses belicosos de la Edad del Bronce. Si algunos de estos dioses aparecían en pie sobre la masa estereotipada de vencidos, el dios de Enkomi con lanza en la mano derecha y escudo en la izquierda, protegido por grebas y casco con cuernos, reta al mundo subido sobre un lingote de piel de buey, que en la isla representó la manipulación y distribución del cobre y por ello la 145
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fuente de riqueza de Chipre a partir de la crisis del 1200 ANE (Sabatini, 2007). Hacia Occidente, el lingote de piel de buey también fue símbolo de la divinidad y, como tal, aparece sobre el pecho de los gigantes de Monte Prama y en numerosos bronzetti, que erróneamente fueron relacionados con la expansión fenicia de los siglos IX-VIII ANE, dado el cariz de puente de Cerdeña, a medio camino entre Oriente y Occidente (Gómez y Fundoni, 2010). En el Suroeste de la Península Ibérica, las estelas de guerrero se han venido relacionando también con la Edad del Hierro, pero los objetos de importación que en ellas aparecen sólo eran útiles comunes de la Edad del Bronce, bien posesión de la realeza o bien de una deidad ignorada hasta hoy. Si la estela de Cerro Muriano con el dios guerrero muestra lanza, escudo, casco con cuernos y un lingote de piel de buey cercano a su cabeza (Murillo, Morena y Ruiz, 2005: fig. 2, 103), esa es la iconografía descompuesta del propio dios de Enkomi (Karageorghis, 2002: 99), que refuerza la idea que en vez de guerreros las estelas grabadas fueron la representación fidedigna de deidades desconocidas de la Edad del Bronce (Tejera, Fernández y Rodríguez, 2006; Tejera y Fernández, 2012) y, lógicamente, nada tienen que ver con las supuestas colonizaciones fenicia o griega posteriores. En este sentido, al relacionar representaciones mediterráneas con otras occidentales que parecen propias, si observamos la estela del Cortijo de la Reina II (Murillo, Morena y Ruiz, 2005: fig. 4, 107) a la que pueden relacionarse como prueba de su cronología relativa del II milenio ANE tres cazuelas del tipo A1f, que en Huelva corresponden a su Horizonte Formativo y en Córdoba también serían precoloniales según los autores del hallazgo (Murillo, Morena y Ruiz, 2005: 30), puede verse que el personaje cornudo representado en la estela lleva atado sobre el pecho una pieza semejante a las que aparecen en Cerdeña sobre los famosos bronzetti, claramente de la misma forma que lo harían los pectorales del tesoro de El Carambolo. Por tanto, los smiting gods orientales desde el III Milenio ANE, el guerrero de Enkomi, los bronzetti sardos y los guerreros grabados en las estelas pueden estar representando deidades mediterráneas comunes, con atributos tal vez semejantes, que hoy no podemos definir con la suficiente propiedad, al no contar con datos escritos occidentales, aunque en unos primeros trabajos haya sido posible establecer relaciones con el Mediterráneo en general y, sobre todo, su origen en la Edad del Bronce (Tejera y Fernández, 2012: fig. 25). Quizá todo se resuelve porque durante el largo proceso de orientalización de la sociedad occidental, el lingote de piel de buey volverá a manifestarse en altares u hogares de los santuarios orientalizantes como Cancho Roano, Coria o el Carambolo entre otros (Escacena y Coto, 2010), y también se conservó esa imagen en los pectorales del famoso tesoro tal vez como un recuerdo de la divinidad ancestral -¿local y/o mediterránea?- puesto que los dioses locales de la Edad del Bronce perduraron en la memoria occidental letrada como Reshef, Melqart, Baal, Heracles o bien como el Hércules Gaditano de la lastra que se guarda en Ostia (Corzo, 2006: fig. 16, A). En esa lastra, en el registro de la izquierda se une la iconografía tradicional del Melqart o Dios que Amenaza, que como las figuras de ahora según la representación figurada en ella fueron “pescadas” en las aguas de la isla de Santi Petri, con la del Hércules greco-romano con clava que aparece en el registro central, el cual ofrece un sacrificio probablemente sobre la cista pétrea que conservaba las cenizas del dios primitivo, en la que, no por casualidad, está grabado el lingote de piel de buey que definía el poder y la fuerza de la divinidad un milenio antes. Creemos que en esa línea debe considerarse la religión occidental de la Edad del Bronce y su continuidad a partir de la etapa Orientalizante pues, como transmisión iconográfica del poder, o simplemente convergencia natural, en sus navegaciones mediterráneas de la Edad del Hierro, los viajeros fenicios y griegos encontraron en los lugares que visitaron hasta llegar al Océano a diversos dioses que no les fueron del todo extraños, tal vez porque los suyos tuvieron los mismos precedentes o el mismo origen ancestral, pero geógrafos e historiadores grecoromanos posteriores los asimilaron a los propios tanto por su iconografía como por la función que desempeñaban en el sentir local, siempre sin demasiada preocupación si esos dioses ajenos eran favorables a sus intereses, o para confirmar la antigüedad de su presencia. La simple deducción que los dioses mediterráneos conocidos en la Prehistoria reciente fueron también una implantación fenicia, corresponde una vez más a la vitalidad del paradigma colonizador que, en la actualidad, debería haber perdido su vigencia. En la línea que aquí venimos trabajando, ¿por qué no considerarlos como un préstamo también de un momento anterior? Existen ejemplos en el sur de Portugal que confirmarían la pervivencia de culto en cuevas naturales de la Edad del Bronce que fue adaptado por los fenicios al documentado en pozos excavados en la roca para reivindicar una de las manifestaciones de Baal en la propia Tavira (Maia y Gómez, e.p.), la de ultratumba, y creemos que esa circunstancia no debió ser la única. A ese culto local en cuevas naturales ayudaría su relación con los dioses grabados en las estelas, donde pensamos que ha quedado suficientemente claro que representan a deidades de la Edad del Bronce (Brandherm, 2008a; Tejera y Fernández, 2012) y, a partir del estudio de los elementos representados, parece imposible que no 146
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relacionemos esos elementos con el ajuar que deberían portar las élites guerreras del momento y, por ello, también la representación religiosa del poder. El dios cornudo de Enkomi o los gigantes de Monte Prama, tomémoslos como ejemplos por la imagen del lingote que incorporan, serían precedentes para las divinidades guerreras occidentales y centromediterráneas previas a la presencia de orientales, toda vez que el lingote de piel de buey tiende a desaparecer del mundo mediterráneo a partir de la crisis del 1200 ANE (Lo Schiavo et al., 2009). La lógica diferenciación temporal de las representaciones que observamos en las estelas, además de la comprensión del paradigma colonizador, llevó a considerar que los guerreros o dioses cornudos tendrían su precedente en una serie de figuras cornudas conocidas en una estela de Beth-Saida, en Israel, que se fechan desde el siglo X ANE (Celestino y López, 2006: fig. 6), una reivindicación extraña precisamente por su fecha, la cual fue rápidamente contestada por D. Brandherm (2008a), que la estima incongruente dada la alta cronología que debían tener las occidentales, las cuales no deben ser más tardías que de finales del siglo XI ANE. En realidad, como ya se ha visto, en las estelas aparecen elementos grabados de la Edad del Bronce como las espadas tipo Huelva o las fíbulas de codo, que son al menos de un siglo antes del momento en que llegaron a Occidente los primeros fenicios históricos. Los dioses mediterráneos que se han documentado aquí no tienen por qué ser de origen fenicio, sino que tal vez los fenicios tuvieron el mismo origen que los occidentales. Tampoco sus templos se orientaron a solsticios y equinoccios a partir del siglo IX ANE, puesto que la sociedad occidental ya lo hacía desde el IV milenio ANE según puede confirmarse todavía a través de monumentos megalíticos presentes en nuestro patrimonio prehistórico (Linares, 2009) y a escala general en el Suroeste (Gómez y Hoskin, 2000; Hoskin, 2001; Calado y Marciano, 2003). Aunque ignoremos parcialmente la causa-efecto de los monumentos megalíticos pre y funerarios en el sentir anímico de la sociedad occidental posterior, Baal no fue el primer dios que en Occidente resucitó al tercer día, es decir, el responsable de la repetición anual del ciclo natural a través del aparente desplazamiento norte-sur de la estrella solar en los ortos y en los ocasos. Para eso la sociedad occidental, dos milenios antes, prácticamente en la zona del Carambolo, para asistir con precisión al espectáculo construyó los corredores de la Pastora, Ontiveros y Matarrubilla entre otros (García Sanjuán, 2009), y del recientemente documentado Montelirio. En relación con los dioses occidentales y sus pertenencias como se observa en las estelas grabadas, teniendo en cuenta la cronología de las fíbulas tipo Huelva como se verá posteriormente, así como las espadas también tipo Huelva, ya que éstas no representan la fase final de las espadas atlánticas de ‘lengua de carpa’ sino que podrían ser incluso su precedente (Brandherm, 2007; Brandherm y Moskal-Del Hoyo, 2010), tampoco la cronología del siglo IX ANE para el depósito de la Ría de Huelva, siguiendo la fecha de C14 no calibrada publicada por M. Almagro en 1977, debería ser utilizada alegremente como referencia para relacionarla ‘prácticamente’ con la aducida presencia fenicia en el puerto de Huelva (González, Serrano y Llompart, 2004; 2010: 654), sino, lógicamente, su referente cronológico tendrá que ser de los años 1050-950 ANE (Torres. 2008) y, por ello, anterior a la presencia de fenicios en Occidente. b) Elementos occidentales en contextos mediterráneos La presencia de orientales en el Suroeste, más allá del Estrecho de Gibraltar, ha de entenderse a partir de la búsqueda de recursos deficitarios en Oriente incluso por los primeros navegantes micénicos. Como consecuencia de estos viajes, en el retorno hacia Oriente, debieron llevar esos recursos que, de ser posible identificarlos con las técnicas de análisis actuales, indicarán sus posibles procedencias. Entre ellos, en principio como materia prima, podría mencionarse la existencia de cobre procedente posiblemente de la Franja Piritífera Ibérica, según el resultado de análisis de isótopos de plomo practicado a útiles recuperados en algunas zonas de Chipre, como en Hala Sultan Tekke, aunque parece difícil diferenciar a partir de los análisis si ese cobre también podría proceder de la isla de Cerdeña (Stos-Gale y Gale, 2010: 400), dos zonas que debieron estar muy relacionadas durante esos siglos XI-X ANE, aunque previamente esa relación sólo se estimaba en el paradigma de acuerdo con la fundación tartésica de Nora, desde luego en momentos más tardíos (Gómez y Fundoni, 2010: 35), a través de la colonización fenicia y el mítico mundo de Tarteso. También la isla de Chipre se relacionó con la presencia de las fíbulas de codo que aparecieron en el conjunto de bronces de la Ría de Huelva, que llevaron a M. Almagro Basch a relacionar en su día el hallazgo onubense con el Mediterráneo Oriental y de ahí su procedencia de la isla (Almagro-Basch, 1957). Que así fuese estimado por M. Almagro con los datos de hace más de medio siglo no significa que su origen o procedencia no pueda ser diferente. Hace unos años en Amathus aparecieron juntos un asador rotatorio de bronce de tipo atlántico y una fíbula de codo del tipo Huelva, que se han considerado de procedencia atlántica. Localizados en la tumba 523 (Karageorghis y 147
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Lo Schiavo, 1989), a pesar de que en esa tumba existan otros elementos más recientes, el asador se piensa debe pertenecer al momento del hallazgo de la Ría de Huelva, en especial por la fíbula asociada, cuya cronología desde el siglo XI ANE ya hemos señalado más arriba (Torres, e.p.). En relación con esas fíbulas de codo, que por su aire oriental, estudios antiguos y la presencia de una similar en Megiddo (Almagro-Basch, 1957: 33) y otra al menos en la necrópolis de Akziv (Mazar, 2004: fig. 28.1), todavía es considerada por algunos fenicia del siglo IX ANE (González, Serrano y Llompart, 2010: 654), como ya se ha dicho que señaló el prof. M. Almagro-Basch hace medio siglo (1957), pero debe tenerse en cuenta que recientemente se ha reconocido en trabajos importantes su evolución y amplia dispersión en la Península Ibérica en momentos anteriores (Carrasco et al., 1999; Carrasco y Pachón, 2006a; 2006b), y también su amplitud cronológica (Torres, 2002: 171). No obstante, la fíbula de Akziv debe considerarse un tipo Huelva evolucionado según Carrasco y Pachón (2006), y la cronología del contexto funerario entre finales del siglo X y los inicios del IX ANE corresponde a la tradicional –arqueológica- de los investigadores en Palestina, por lo tanto más recientes que algunas de las fíbulas occidentales especialmente si estas últimas son fechadas a partir de análisis radiométricos. Así, en vez de entenderla como un precedente para otras peninsulares como se aduce, las fíbulas documentadas en Chipre y Palestina pueden y deben ser de origen occidental y de una fecha de fines del siglo X y comienzos del IX ANE (Carrasco y Pachón, 2006b: 283), una cronología en la que ya es posible la presencia fenicia en Huelva y, por lo tanto, que las fíbulas se contemplen como elementos llegados a Oriente a partir de los primeros contactos. Aunque con diferentes matizaciones, M. Torres también las considera fíbulas occidentales que, en un momento más reciente que los contextos de los tipos más antiguos, llegaron tanto a Chipre como a la costa palestina (Torres, e.p.)6, llevadas claramente en viajes de retorno desde la Península Ibérica. Desde esta perspectiva, teniendo en cuenta que en las estelas de Suroeste han aparecido grabados útiles que parecen ser fíbulas de codo, entendemos que su existencia en hallazgos de cierta importancia en el conjunto peninsular debe implicar su clara pertenencia al mismo mundo del Bronce Final prefenicio, por lo tanto de momentos anteriores a la presencia fenicia en los inicios del siglo IX ANE. Asimismo, las espadas tipo Huelva, las puntas y regatones de lanza, las de flecha, los puñales tipo Porto de Mos y otros similares, cascos atlánticos y mediterráneos y el resto de bronces del hallazgo de la Ría de Huelva, deben pertenecer a un mismo mundo, al que se sumaría el resto de elementos grabados en las estelas, como los instrumentos musicales, peines, carros de parada, pesas y medidas, y otros elementos de difícil adscripción. Dado que Carrasco y Pachón dudan de la procedencia del barco que cargaba los bronces de la Ría de Huelva, especialmente con los datos que se publicaron hace más de una década (Ruiz-Gálvez, 1995), por la visión actual de la ocupación de la zona en su conjunto (Gómez, 2009a), no es necesario conocer ni la procedencia ni el destino de ese hipotético barco, puesto que en ambos casos serían elementos articulados con la cultura material de la sociedad de la Edad del Bronce que habitaba en el puerto atlántico en ese momento (Figura 1), de la cual tenemos suficientes elementos conocidos del Cabezo de San Pedro (Blázquez et al., 1970; Gómez y Campos, 2008; Gómez, 2009a), como de su entorno más inmediato (Beltrán et al., e.p.). El Bronce Final en el Suroeste: del paradigma fenicio colonizador y los inicios de la Edad del Hierro al registro arqueológico del final de la Prehistoria Reciente En la actualidad existen suficientes pruebas de la existencia de poblaciones del Bronce Final tanto en las costas atlánticas como en las mediterráneas, entre la desembocadura de los ríos Duero y Júcar, así como en el interior continental de la Península Ibérica, que si para algunos no tiene correspondencia ni en Ría de Huelva ni en la antigua desembocadura del Guadalquivir, en el entorno de Sevilla y el Carambolo, sí parece estar presente en sitios importantes como Niebla, Coria, Carmona y otros sitios cercanos (Figura 2). El por qué de esas excepciones que confirman la regla deberá ser explicado por los investigadores que las preconizan y no al contrario. Junto al intento de minusvalorar la existencia de un lógico e importante poblamiento previo del Bronce Final en la Ría de Huelva antes de la llegada de los primeros fenicios a Occidente (González, Serrano y Llompart, 2004: 208-210), de la misma forma, en la zona de la antigua desembocadura del Guadalquivir, la cola de las marismas de Doñana, las últimas interpretaciones de la ocupación relacionadas con El Carambolo (Bandera y Ferrer, 2010), también tienden a obviar, o quizás desdeñar a priori, la existencia de ocupación del Bronce Final en detrimento de los nuevos colonos fenicios que, desde una hipotética fundación fenicia de Spal (Pellicer, 1996; Escacena, 2005), habrían creado en una zona prácticamente despoblada el ahora documentado santuario regional (Fernández y Rodríguez, 2005a; 2005b; 2010). Aunque esa interpretación ya estuvo formulada poco después del inicio de las 6
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Agradecemos a M. Torres compartir esta información todavía inédita.
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recientes excavaciones (Fernández y Rodríguez, 2005a; 2005b; Amores y Escacena, 2010), pero mucho antes del estudio pormenorizado del registro arqueológico obtenido, lo cual le resta credibilidad, con el tiempo van surgiendo problemas que harán necesaria la completa revisión de la explicación más generalizada, aceptada por muchos, en especial cuando se habla de la no existencia en el lugar de ocupación tartésica previa. Es evidente que en esos primeros textos se advierte que existió un horizonte antiguo del Calcolítico FinalBronce Inicial previo a la construcción del santuario orientalizante, que indicaba el consabido hiato poblacional durante gran parte de la Edad del Bronce (Fernández y Rodríguez, 2005a: 116), pero ahora los mismos autores que la niegan están demostrado la existencia de fosas, o mejor cabañas, del Bronce Final con cronologías lógicamente de II Milenio ANE (Fernández y Rodríguez, 2010: 214-216), que invalidan tanto el vacío como la no existencia de población local previa a la presencia fenicia en la zona, lo que antes tan vehementemente se defendía. Como ejemplo, si en una de las primeras aportaciones se estimaba que la segunda fase de ocupación del Carambolo correspondía a la “Edad del Bronce (1400-1100 a.C. según los análisis de carbono 14 realizados) … tratándose de fosas rellenas por detritus” (Fernández y Rodríguez, 2007: 87), una vez estudiados de forma preliminar los materiales de esta segunda fase, que como se ha dicho había sido relacionada previamente con ocupación del Calcolítico, ahora ya se adscribe a un Bronce Tardío-Final por su cronología radiocarbónica más probable entre 1401 y 1131 ANE, y cuyos materiales se relacionan con paralelos en el Llanete de los Moros IIIa y IIIb y Castillo de Monturque, pero también claro está con la Fase I del Bronce Final del Cabezo de San Pedro, Setefilla en su fase IIa, y estratos 18 a 16 de la Colina de los Quemados, amén de otros sitios más alejados de Sevilla como Moraleda de Zafayona o La Umbría II (Fernández y Rodríguez, 2010: 214-216, con bibliografía)7. A pesar de todo, estas fosas, y seguramente otras muchas que deben encontrarse bajo las estructuras del santuario que no han sido excavadas, desde el contexto de la hipótesis, representan la fase de ocupación de la zona durante el Bronce Final, previa a la construcción del primer santuario, que ya no puede negarse. Sin lugar a cualquier duda, estos paralelos que ya surgen de un estudio más o menos avanzado de lo que hasta ahora denominábamos ‘fondos de cabaña’, sin embargo se siguen relacionando, como al así denominado por el Dr. Carriazo, con fosas y rellenos antrópicos de las mismas, en especial una de ellas (1210), con planta circular de 2’5 m de diámetro, que podría ser otro similar a muchos de los fondos excavados del Bronce Final en los yacimientos más típicos. El que en la ahora denominada fosa y no fondo no aparezcan aparentemente niveles de ocupación ni tratamientos en las paredes excavadas en el sustrato (Fernández y Rodríguez, 2005b: 136; 2010: 228), no es que se trate de un basurero excavado sin más pretensión, sino que se debe a la casuística arqueológica presente en la interpretación que se ha hecho hasta ahora de las cabañas del Bronce Final del tipo ‘pithouse’, ya que lo excavado siempre o casi siempre corresponde al registro posterior a la normal destrucción y reutilización de los elementos de tipo vegetal de la superestructura de esas cabañas, por lo que sus rellenos de escombros y detritos que excavamos son siempre postocupacionales y, en principio, ajenos a la ocupación real de cada estructura destruida y amortizada generalmente por uso. La aparente falta de pistas que puedan relacionarlas con un hábitat primitivo se debe, desde luego en el nivel de la hipótesis como en otros ejemplos, a que fueron destruidos y aprovechados sus elementos en la erección de otras pithouses en el mismo entorno, o bien utilizados como leña si había perdido sus características para ser incluidas en el entramado (Gómez, Linares y De Haro, 2009: 608-610). Así, en el registro de la cabaña excavada por Carriazo e interpretada en su día como tal por J. Maluquer (Aubet, 1994), con todo el respeto aunque las técnicas de excavación de los años cincuenta dejaran mucho de ser rigurosas, según lo que ahora se entiende, se mostraba la existencia y superposición de unos primeros niveles de ocupación de una pithouse excavada en el sustrato como es normal en los sitios donde no abunde la piedra u otro material de construcción, tal vez in situ porque sobre el primero de ellos aparecían restos de barro cocido con impronta de ramas y/o cañas pertenecientes a la superestructura vegetal de la pithouse destruida tal vez en un incendio, y un relleno heterogéneo posterior –postocupacional- al uso de la misma aunque muy cercano, que prácticamente contenía materiales relacionados con la inmediata ocupación de la desarticulada pithouse. Tiempo después, no sabemos cuánto, la depresión causada por el incendio y la destrucción de la pithouse, un lógico hundimiento de forma irregular de la zona construida, a lo largo de bastante tiempo se colmató con detrito y de ahí la documentación de cerámicas fenicias y otros elementos posteriores a la ocupación de la cabaña. Si ahora que parece que el registro de toda la estructura se ha hecho con el necesario rigor, se han hallado cerámicas a torno A estos sitios, por su cercanía al Carambolo y personalidad prefenicia anterior y sincrónico con el fondo de cabaña de Carriazo, que implica la continuidad del poblamiento en la zona desde milenios anteriores, nos gustaría se incluyera el perdido asentamiento del Cerro de la Cabeza en Valencina de la Concepción (Ruiz Mata y Gómez, 2008: 336 y fig. 7).
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directamente en la fosa ignoramos, al menos no se ha dicho, el lugar específico en que se han detectado esos materiales, en qué unidad estratigráfica, en la estructura previa excavada en el sustrato o en el relleno posterior a su destrucción, ni tampoco se han mostrado dibujos o fotos de los mismos, toda vez que se trata de galbos atípicos8. En cualquier caso, conociendo cómo se obtuvo el primer registro y el hecho de que ahora se haya vuelto a excavar en el mismo lugar, y el tiempo que los cortes permanecieron a la intemperie sujetos a remociones e intrusiones de diferente índole, debería tenerse muy en cuenta para no expresar conclusiones apresuradas, como la interpretación de fosa de vertido en vez de pithouse, pues es posible que las relaciones estratigráficas lo que muestren sea una primera cabaña a la que se superpone su relleno posterior con materiales más recientes. Es decir, dos estructuras: primero la pithouse que contuvo las cerámicas pintadas prefenicias del Bronce Final, un escaso relleno de niveles de ocupación y otro que debe corresponder a su destrucción en un incendio. A ello seguirá un posterior vertido o relleno de basura generada en el entorno, con el estrato E de Maluquer (Aubet, 1994: 35), el cual colmató la depresión causada por la destrucción de la primera. De cualquier forma, si esos fragmentos atípicos a torno son elementos de difícil diagnóstico no sólo podrán ser del siglo VIII ANE y relacionarse apresuradamente con la colonización fenicia y alguna función doméstica del Santuario III, sino que también podrían ser anteriores al siglo IX ANE si se encontraron dentro de la pithouse, en especial por la cronología del II milenio ANE de las fosas o cabañas de la Fase II, a la cual también podría pertenecer el estrato F de Maluquer (Aubet, 1994: 34-35) de la ya paradigmática cabaña excavada por Carriazo, en especial si recordamos que explícitamente ahora se dice que en dicha fosa su …apertura se produjo en parte sobre una fosa anterior y en parte sobre los materiales terciarios que forman el terreno natural de base (Fernández y Rodríguez, 2007: 149) y, como se ha dicho, quizás esa fosa anterior sea la pithouse con cerámicas exclusivas del Bronce Final, que fue cortada por una segunda fosa, ésta sí realmente de vertido. Por lo menos, si entendemos la superposición de estructuras en diferentes momentos, en el dictamen de Maluquer también aparece una unidad estratigráfica que podría pertenecer a la estructura de tierra con que se construyó el Santuario, puesto que se trata de una …pared de ladrillo? rojo cocido al sol. Se notan las hiladas pero no hay paja o sea no son adobes (Aubet, 1994: 25). En este sentido, como vemos en la más reciente publicación (Fernández y Rodríguez, 2010: fig. 11), la cazuela o copa bicónica asimilable al tipo A1f de la U.E. 1217 es un vaso que en Huelva podría incluirse, sin reservas, entre los horizontes Formativo y Clásico del Bronce Final, en una cronología que no es posterior al cambio de los Milenios II-I ANE, como parecen atestiguar tanto su cronología arqueológica (Gómez, 2008) como la radiocarbónica expresada más arriba. En cualquier caso, a la espera de que se publique una memoria científica de El Carambolo, o se descubra un contexto fiable en Huelva como el que debe existir todavía en la ladera NW del Cabezo de San Pedro, tanto la ocupación del puerto atlántico de Huelva al final de la Prehistoria Reciente (Gómez, 2009a), que indica la estructura poblacional durante el Bronce Final de una parte de la Tierra Llana de Huelva (Gómez, 2006), como la lógica ocupación a lo largo del II milenio de la antigua desembocadura del Guadalquivir en el entorno de El Carambolo, ambas zonas muestran unas características más o menos uniformes que indican continuidad mejor que interrupción o cambios drásticos en la sociedad occidental. Cuando los análisis de C14 están mostrando la cronología real del Bronce Final, al menos desde el último tercio del II milenio ANE, parece que el famoso hiato poblacional de la zona pudo deberse a la justificación de nuestra falta de capacidad para trabajar sin datos materiales continuados, precisamente por fechar los inicios del Bronce Final en torno al siglo X ANE como comienzo más probable y no antes. Como partiendo de los datos existentes faltaban elementos materiales con qué rellenar los huecos resultantes, se echó mano a crisis medioambientales realmente inexistentes (Díaz del Olmo, 1989), a poco probables despoblamientos generalizados de una tierra tan fértil como la que nos ocupa, o la introducción de características especiales del registro arqueológico que llevaba a deducir la presencia de fenicios en contextos que ya sabemos que son previos a esa presencia. En realidad, lo que observamos es que para confirmar el vacío poblacional inexistente, se ha echado mano a tópicos que la investigación más simple no puede tener en cuenta, tales como la presencia de objetos de hierro, la explotación de la plata, la producción de vino o de aceite, e incluso mejoras agrícolas generalizadas. También en su día, de la presencia de cerámicas a torno o, incluso, de formas cerámicas locales con cierto parecido a otras fenicias más tardías como los vasos á chardon, se dedujo que esas cerámicas locales de gran calidad fabricadas a mano y con cocción reductora debían ser otras mucho más tardías fabricadas a torno denominadas cerámica Así fue manifestado por A. Fernández Flores a nuestra pregunta en su comunicación en la reunión celebrada en Madrid en abril de 2007, titulada Tarsis-Tartesos. Mito, Historia, Arqueología, Jornadas del Centro de Estudios Fenicios y Púnicos (CEFYP), organizadas por la Universidad Complutense de Madrid y la Casa Velázquez, las cuales todavía continúan inéditas.
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gris de Occidente (Gómez, 2004), para modificar la adscripción cronológica de muchos sitios, es decir se debía a la inexperiencia de los autores. Con estas mimbres se llevaron al Período Orientalizante muchos sitios del Bronce Final para incluirlos en la paradigmática colonización fenicia de Occidente, precisamente los que parecían tener más experiencia. Desmarcándonos de estas líneas de trabajo, hoy sabemos que la ocupación occidental fue compleja, pero que estaba estructurada en una heterogénea trama de sitios hegemónicos amurallados, muchos de ellos desde el Bronce Pleno y, en su entorno, se observan pequeños asentamientos formados por agrupaciones más o menos densas de cabañas simples, que incluía pithouses y otras estructuras de menor entidad, que indica que la mayor parte del tiempo se viviría a la interperie. Si echamos una ojeada a la Figura 2, que sin duda no representa sino un porcentaje pequeño de la realidad, observamos la existencia de agrupaciones de esos sitios que en su día denominamos hegemónicos (Gómez, 2006), junto con otros de estructura más simple, generalmente no excavados excepto algún ejemplo (Ruiz Mata y Fernández, 1987), por lo que su conocimiento debe entenderse desde lo particular a lo general, con las posibilidades de error que ello conlleva. La ocupación del territorio estaría en función del espacio específico donde se vivía, con la existencia de lugares cuya función de puerto parece clara, otros serían asentamientos relacionados con la explotación agrícola y ganadera del entorno más inmediato y otros, finalmente, estuvieron vinculados a la explotación de recursos exclusivos como la minería o el aprovechamiento de su territorio, bien como vado en los ríos caudalosos, o puertos marítimos y marismeños. Para reconsiderar esta posibilidad, lo que resulta interesante hoy en día es que la cronología absoluta para definir el tiempo y el espacio del Bronce Final y sus relaciones mediterráneas (Figura 3), especialmente la presencia fenicia en Occidente, ya no puede estar basada en premisas obtenidas de los textos bíblicos, de Homero o del resto de los clásicos (Gilboa, Sharon y Boaretto, 2009: 173). Siguiendo en el debate cronológico de la presencia fenicia en Huelva, la mayor antigüedad que puede defenderse para algunas de la cerámicas fenicias localizadas al parecer en el famoso estrato gris-negro, sería dentro de la fase que los investigadores israelíes denominan Hierro 2a (Ir2a), del siglo X ANE de acuerdo con la cronología convencional de Palestina, es decir, entre los años 980-830 siguiendo la datación de A. Mazar, pero solamente el siglo IX ANE de acuerdo con la cronología baja que ahora se preconiza (Gilboa, Sharon y Boaretto, 2009: 172). En esa misma línea de trabajo con la cronología baja, los fragmentos eubeos más antiguos sólo pueden corresponder al SPG III eubeo, que de acuerdo con la cronología arqueológica del Próximo Oriente serían de finales de
Figura 3. Distribución espacio-temporal de contactos con diferentes navegantes orientales.
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la Edad del Hierro, o Ir2a en su más reciente periodización (Gilboa, Sharon y Boaretto, 2009: 172), que implica ser del último tercio del siglo IX ANE tanto con la cronología baja como la más alta; el resto de los fragmentos griegos serían incluso más tardíos si los ponemos en relación con la establecida por J.N. Coldstream para su Geométrico Medio II ático, fundamentalmente la primera mitad del siglo VIII ANE (Coldstream, 1968). No obstante, el final de la Prehistoria Reciente no podrá explicarse solamente desde presupuestos relacionados con la presencia de orientales (Figura 3) y, por ahora, en la mayor parte de los casos, debemos partir de hipótesis basadas en unos datos sueltos que, a pesar de todo, no admiten dudas contrarias razonables, una circunstancia que ya demostraba J.C. Martín de la Cruz hace más de veinte años (Martín de la Cruz, 1991). Como se ha visto, contra otras iniciativas, nosotros creemos que la sociedad occidental del Bronce Final, por su dilatado espacio de evolución propia (Figura 1), que explica la diversidad de los cambios y del tiempo considerable que muestran los análisis de C14, así como el proceso de la modificación de la cultura material a través de ese tiempo-espacio, se encontraba conformada a la llegada de los fenicios como una sociedad compleja y dinámica, que compartía muchas de las técnicas en uso por todo el Mediterráneo antes del siglo IX ANE, con lo que la convivencia con los comerciantes y colonos fenicios fue posible y productiva no sólo para los astutos fenicios. Lo que puede deducirse del registro arqueológico actual es la evolución de la sociedad local de la Edad del Bronce desde el II milenio ANE. Ello explica la perduración de fórmulas anteriores de tipo tecnológico que se observa en nuevos útiles, o en estructuras nuevas como las murallas en talud y bastiones semicirculares como las de Niebla (Campos, Gómez y Pérez, 2006). Es también el caso de continuismo en la frecuentación de rituales de difícil interpretación, pero con fórmulas nuevas, que se han observado en conexión con los sitios megalíticos (García Sanjuán, 2005; 2006). El proceso de adaptación al mundo mediterráneo de la Edad del Hierro es una historia diferente de que aquí hemos tratado de explicar, en la que fenicios y griegos sí que tuvieron un gran papel, aunque la implicación prevaleciente también deberá ser matizada. De la misma forma, estamos convencidos que el principal error que todavía se observa en muchos investigadores es conservar a toda costa, no sabemos por qué, las cronologías que en la segunda mitad del pasado siglo propusieron los maestros, que ahora son negadas por el resultado de análisis de C14. Razonamientos objetivos a partir del importante registro arqueológico con el que ahora se cuenta no dan lugar a otra explicación alternativa.
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Instituto de Historia, CCHS-CSIC. C/ Albasanz, 26-28, 28027, Madrid. merecedesmurillo@chs.csic.es Instituto de Historia, CCHS-CSIC. C/ Albasanz, 26-28, 28027, Madrid. ignacio.montero@cchs.csic.es
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Resumen: Dado el papel que pudo jugar la plata en los procesos de estratificación social tanto en la sociedad argárica del Sureste como en las sociedades del Bronce Final/Hierro I, especialmente del Suroeste de la Península Ibérica, en este artículo tratamos de aproximarnos a la organización de la producción de plata en ambas sociedades mediante el estudio de los isótopos de plomo. Se presenta una primera aproximación a los análisis isotópicos realizados sobre objetos de plata argáricos y orientalizantes, así como una revisión de los análisis publicados (Hunt Ortiz, 2003; Stos Gale 2001; Kassianidou, 1992) sobre los restos de producción de plata a la luz de los nuevos datos disponibles. Se evidencia la llegada de plomo exógeno, necesario para la extracción de la plata de los minerales complejos del Suroeste, desde otras zonas de la Península Ibérica como Gádor o Cartagena/Mazarrón, con las implicaciones socio-económicas que pudiera tener el control no tanto de los recursos argentíferos del Suroeste, como de la distribución del plomo del Sureste. Palabras clave: metalurgia, plata, II milenio ANE, I milenio ANE, isótopos de plomo, Argar, Orientalizante. Introducción La plata se ha interpretado en múltiples ocasiones como marcador o elemento de estratificación social dado su acceso restringido, y en el caso que aquí nos ocupa, vinculada especialmente a los procesos de estratificación social que, aunque de diferente forma e intensidad, se están desarrollando tanto en la sociedad de la Edad del Bronce argárica como en las sociedades del Bronce Final, y de forma especial con la llegada de los fenicios. Tradicionalmente, y desde perspectivas difusionistas e historico-culturales, dichos procesos se interpretaban como consecuencia de la influencia externa de sociedades culturalmente más ‘avanzadas’ en lo que sería una evolución positiva y un ‘progreso’ en sentido lineal. Así, tanto la sociedad argárica se interpretaba como resultado de los contactos micénicos y orientales, como la sociedad tartésica era vista como fruto exclusivo de la influencia fenicia, y en ambos casos las sociedades peninsulares con las que se encontraban estos pueblos foráneos, no serían más que agentes pasivos que asumirían una los rasgos de una civilización superior en una concepción lineal del ‘progreso histórico’. En los años 80, el paradigma epistemológico da un giro de 180o para abandonar explicaciones causales de los procesos sociales exclusivamente externas y comenzar a interpretar el cambio social como un proceso temporalmente extenso cuyos orígenes y causas radican en las contradicciones estructurales y coyunturales internas de las sociedades en cuestión (para una discusión más pormenorizada de la historiografía de la Edad del Bronce/Hierro I cf. Martínez Navarrete, 1989; López Castro, 1992; Wagner, 1992). Por un lado, en la sociedad argárica el proceso de estratificación comienza a vincularse a los cambios que empiezan a operar en el Calcolítico, que a largo plazo se manifestarán tanto en el ámbito doméstico como en el funerario mediante una transformación cualitativa tanto en el patrón inter como intra asentamiento con respecto a las fases calcolíticas previas: establecimiento preferente de los asentamientos en zonas de fácil defensa (en altura, amurallados...), aterrazamiento y reticulado de los mismos, significativa diferenciación de los espacios habitacionales (tamaños y zonas de las viviendas), pero sobre todo, mediante un acceso diferencial a ciertos recursos, la diferenciación de los ajuares, la aparición, por primera vez, de ricos e individualizados ajuares infantiles (que evidenciarían un poder adscrito y no adquirido), etc. En este proceso de jerarquización se ha interpretado que la plata, como metal, habría jugado un papel como elemento estratificador y de prestigio (Lull y Estévez, 1986), cuyo acceso limitado sería utilizado por la élite, entre otros items y mecanismos, para consolidar su status. Por otro lado, en el estudio de las sociedades del Bronce Final y el Hierro I, este giro historiográfico es más limitado dada la innegable presencia del elemento exógeno. Sin embargo, las perspectivas autoctonistas también tuvieron un fuerte eco, y como oposición al difusionismo anterior, comenzó a dibujarse para el Bronce Final, una sociedad fuertemente estructurada y centralizada, que entraría en contacto con los fenicios, pero cuya influencia sería mínima. Desde nuestro punto de vista no se trata tanto de contraponer a unos o a otros en los procesos de cambio que se están desarrollando en el Bronce Final/Orientalizante, como de entender cuales fueron los mecanismos que se desarrollaron al entrar en contacto dos modos de producción y dos modos de vida completamente diferentes: 159
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uno, que a partir de lo que se observa en el registro arqueológico (poblados de cabañas, sin especialización funcional de los espacios, con una producción doméstica y a tiempo parcial, y con escasas evidencias de una fuerte jerarquización social, a excepción quizá de las estelas del Suroeste) parece corresponderse con un modo de producción doméstico basado en nucleos familiares y de linajes o parentesco (Barceló, 1995; Fernández Jurado, 1995; Wagner, en prensa); y otro, el fenicio, con una estructuración claramente urbana, politicamente centralizada y estatal. Al igual que en el caso argárico, se ha interpretado en múltiples ocasiones que la obtención de metales y en especial de plata jugaría un papel importante en el desarrollo y consolidación de las élites autóctonas y habría sido una de las motivaciones del asentamiento de los fenicios en la Península Ibérica (Ruiz Mata, 1989; Fernández Jurado, 1995; López Castro, 1992; Aubet, 2009). En este artículo trataremos de aproximarnos a la organización de la producción de plata en ambas sociedades a través del estudio de los isótopos de plomo. Metodología Para valorar la organización de la producción disponemos de una vía todavía poco utilizada como son los análisis de isótopos de plomo (IPb). El análisis se basa en las proporciones de cuatro isótopos estables del plomo: 204Pb, 206Pb, 207Pb y 208Pb en cada mineralización. Al 204Pb se le conoce como plomo primordial, y los isótopos 206Pb, 207Pb y 208Pb se forman por la desintegración radioactiva de dos isótopos del uranio (U235 y U238) y uno del torio (Th232), pero una vez depositados los minerales, la desintegración isotópica se detiene y la proporción no varía, existiendo una correlación entre la edad geológica del yacimiento y la proporción de los cuatro isótopos. Los principios de esta técnica han sido discutidos ampliamente en la literatura científica (Gale y Stos-Gale, 1996; Hunt Ortiz, 1998, 2003; Montero Ruiz y Hunt Ortiz, 2006) y no entraremos en detalle, simplemente señalaremos que dado que una vez depositado el mineral su composición isotópica no se modifica ni en los posteriores procesos geológicos ni en los metalúrgicos, esta especie de ‘huella digital’ del yacimiento minero nos permite, mediante la comparación con la composición isotópica de los restos arqueológicos, determinar su procedencia. Para lo cual, la caracterización geológica se hace indispensable. Los análisis de isótopos de plomo se realizaron mediante MC-ICP-MS en los laboratorios Curt-EngelhornZentrum Archäometrie gGmbH de la Universidad de Tübingen (Alemania). Muestras y evidencias disponibles En el caso de la plata, contamos con 29 muestras de isótopos de plomo de objetos de plata argáricos (Bartelheim et al., 2012), 17 de objetos orientalizantes y más de 120 muestras de restos de producción de plata de época orientalizante (Kassianidou, 1992; Stos Gale, 2001; Hunt Ortiz, 2003; Anguilano et al., 2010). Geológicamente, tanto la zona del Sureste como la del Suroeste se encuentran suficientemente caracterizadas (Graeser y Friedrich 1970; Dayton y Dayton, 1986; Lillo, 1992; Marcoux et al., 1992; Stos-Gale et al., 1995; Stos-Gale, et al., 1999; Hunt Ortiz, 2003; Santos Zalduegui et al., 2004; Tornos y Chiarada, 2004; Klein et al., 2009; Montero-Ruiz y Murillo-Barroso, 2010; Hunt Ortiz et al., 2011), sin embargo tenemos una importante falta de información de la zona central de Andalucía, en las provincias de Granada, Málaga y en menor medida también de Córdoba. Lo primero que llama la atención en cuanto a las evidencias arqueológicas de plata es la disparidad tanto en restos de producción como de objetos entre una sociedad y otra. En el mundo argárico se ha documentado un volumen de objetos de plata inusual (más de 700 objetos) en comparación con el resto de Europa, donde la plata aparece de forma puntual; sin embargo no contamos con ningún resto de producción relacionado con la metalurgia de la plata a pesar de contar con varios yacimientos excavados en extensión y algunos de ellos, como Peñalosa (Baños de la Encina, Jaén), con una intensa actividad metalúrgica documentada (Contreras, 2000). Por el contrario, en el mundo orientalizante asistimos a una importante intensificación de la producción de plata, especialmente en la zona del Suroeste peninsular. Los restos de producción metalúrgica de plata se diversifican, apareciendo por primera vez copelas, litargirios o toberas corniformes, así como la constante presencia de plomo en todas sus formas (metálico, en forma de óxido o litargirio) y en estrecha relación con la extracción de plata (Hunt Ortiz, 2003). La documentación de restos metalúrgicos de producción de plata es abundante (litargirios, escorias de sílice libre, copelas, goterones de plomo, toberas, hornos…) en un sistema de producción que aumenta considerablemente la escala al ampliarse al menos a toda la costa sur de la Península. El volumen de escorias calculado para Riotinto es de 16.310.000 toneladas métricas, de las que la mayoría serían de plata y en menor medida de cobre (Blanco y Rothenberg, 1981: 98), de los cuales 4 millones corresponderían a época tartésica según 160
Producción y distribución de plata en la sociedad argárica y en los primeros asentamientos orientalizantes. Una aproximación desde el análisis de los isótopos de plomo Fernández Jurado y Ruiz Mata (1985: 24) o seis millones según Rothenberg et al., (1989). Si bien esos cálculos pueden parecer algo exagerados, lo cierto es que es en este momento en el que encontramos por primera vez acumulaciones de escoria de plata, como es el caso de Riotinto y Aznalcóllar [en Corta del Lago se documentó un estrato de aproximadamente un metro de potencia formado por escorias (Rothenberg et al., 1989) y en Castrejones, sólo en la zona Noreste, se recogieron más de 50 kilos de escoria (Hunt Ortiz, 2003)], o de litargirios, con ‘cientos de kilos’ (Ruiz Mata, 1989: 237) acumulados en una habitación del Castillo de Doña Blanca, lo que evidencia una importante intensificación metalúrgica. Este considerable volumen de restos de producción contrasta con la relativa escasez de objetos de plata contabilizados (131), que en total suman poco más de medio kilo de plata. Un fenómeno opuesto ocurre con respecto al oro: mientras que éste se documenta de forma muy escasa en el área argárica (con importantes excepciones como los brazaletes macizos de 200 gr. de Fuente Álamo o 74 gr. del Cerro de la Encina), los adornos áureos abundan en los contextos orientalizantes. Fig. 1.
Fig. 1. Frecuencia de objetos de oro y plata, así como de restos de producción de plata en las sociedades argárica y del Bronce Final/ Hierro I. El conjunto de remaches de un mismo objeto, así como piezas amorfas o hilos fragmentados se contabilizan como 1. En el caso de los restos de producción no se cuantifica el volumen, que puede ser de cientos de kilos o toneladas en el caso de las escorias o los litargirios, si no el número de referencias a restos diversos (copelas, escorias de sílice libre, litargirios...) de cada yacimiento.
La presencia/ausencia de restos productivos de plata puede explicarse, en parte, por la extracción de plata a partir de dos tecnologías completamente diferentes en el mundo argárico y en el orientalizante. La plata argárica parece haber sido producida a partir de la extracción y fundición de plata nativa y cloruros de plata (Montero Ruiz et al., 1995; Bartelheim et al., 2012), por lo que la producción de escoria sería nula o mínima, mientras que en el mundo orientalizante, la copelación está ampliamente documentada. La copelación es un proceso complejo en el que de manera previa los minerales que contienen plata (generalmente minerales de plomo argentíferos, aunque en el sureste peninsular se obtuvo principalmente de jarositas argentíferas) tienen que ser reducidos, generando una escoria de plata y una masa metálica plomo-plata o régulo. El régulo sería después copelado en un segundo proceso: dada la resistencia de la plata a la oxidación y la mayor densidad del plomo, bajo condiciones oxidantes, éste pasaría a transformarse en litargirio (PbO) que en ocasiones, como se observó en Monte Romero, sustituiría completamente a la pasta de la copela, y se separará de la plata, quedando ésta en la superficie en estado metálico. Este proceso se realiza en repetidas ocasiones para refinar y obtener una plata pura, así se observa en Aznalcóllar, donde el lingote de plata analizado contiene aún un 25% de Pb mientras que en el anillo de plata ya copelada y refinada sólo se detecta un 0.018% (Hunt Ortiz, 2003: 208). Generalmente, aunque la plata se refine en repetidas 161
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ocasiones, suelen quedar trazas de plomo superiores a 0.01% (Pernicka, 1990: 58) o 0.05% (Hunt Ortiz, 2003: 346), por lo que generalmente un contenido elevado de plomo en la plata se ha utilizado para identificar la plata copelada, a pesar de que platas nativas y cloruros de plata pueden contener en casos excepcionales hasta un 10% de plomo (Patterson, 1971). Sin embargo, los valores de plomo en los objetos de plata orientalizantes de la Península Ibérica son generalmente muy bajos, en ocasiones por debajo del mínimo propuesto para las platas copeladas. Las jarositas de la Faja Pirítica, por su bajo contenido en plomo, necesitan la adición de plomo externo para que éste actúe como ‘colector’ de la plata en el proceso de reducción. En el caso de Los Castrejones, las muestras de minerales analizados presentan contenidos en plomo que oscilan entre 0.22% y 6.91%, con una media de 2.7% Pb (Hunt Ortiz, 2003: 207ss), y en San Bartolomé y en Tejada la Vieja, los niveles de plomo oscilan entre 0.01-2.7% y 0.08-1.4% respectivamente (Fernández Jurado, 1986: 162). Sin embargo, no parece que la adición de plomo fuera necesaria en Monte Romero, donde se han documentado niveles de plomo más altos (7.2-21.6% según Fernández Álvarez, 1975: 82 y 13% y 16% en dos muestras analizadas por Pérez Macías, 1996) además de una consistencia isotópica en las muestras (Kassianidou, 1992), en Corta del Lago, donde las muestras minerales presentan entre un 7% y >20% de Pb (Hunt Ortiz, 1988: 148) o en ciertos casos en Huelva, donde el contenido de plomo oscila entre 0.22 y 73.39% (Fernández Jurado, 1986: 162). En general, los análisis de jarositas muestran una compleja y variable composición, con contenidos en plomo oscilando entre 0.06% y 58.9%, y de plata entre 0.02% y 0,31% (Hunt Ortiz, 1988: 158, Rothenberg et al., 1989: 59; García Palomero, 2004: 19), llegando hasta 0.7% en Aznalcóllar (Hunt Ortiz, 2003: 208). Esta variabilidad en la composición haría necesaria la comprobación de la ley de la mina previa a su explotación, así como de su contenido en plomo. En ese sentido se han interpretado las escorias de sílice libre ricas en plomo encontradas en la mina de Hondurillas, cuya composición, pobre en plomo, habría obligado a transportarlo hasta la boca de la mina para testar su ley previo a los trabajos extractivos (Hunt Ortiz 2003). Este proceso de obtención de plata genera una gran cantidad de restos de producción, sin embargo ninguna de estas evidencias se ha documentado a día de hoy en los múltiples yacimientos argáricos excavados. Tanto la ausencia de restos de producción como los análisis de elementos traza de los objetos de plata argárica, con abundante presencia de elementos volátiles como el mercurio o el zinc, evidencian que, a diferencia de la plata orientalizante, éstos se produjeron a partir del uso de plata nativa o cloruros de plata, que pueden ser fácilmente fundidos evitando las complicaciones de la copelación (Montero Ruiz et al., 1995; Bartelheim et al., 2012). Recursos de plata La plata nativa aparece de forma muy poco frecuente en la Naturaleza, sin embargo, en la Península Ibérica contamos con importantes criaderos de plata nativa así como con una presencia de cloruros de plata relativamente abundante. Los principales minerales de plata beneficiables entre sulfuros, sulfosales, alogenuros etc. son varios, sin embargo las menas minerales más importantes de la Península Ibérica son las de estefanita (Ag5SbS4), polibasita [(AgCu)16Sb2S11], embolita [(ClBr)Ag], querargirita (AgCl), argentita (Ag2S), pirargirita (Ag1SbS3) y proustita (Ag3AsS3), especialmente estas cuatro últimas, además de la plata nativa (Galán y Mirete, 1979; García Guinea y Martìnez Frìas, 1992). En la mayoría de los casos, estos sulfuros y sulfosales de plata suelen aparecer en zonas metalogenéticas de Pb-Zn asociados a galenas o esfaleritas. Los principales yacimientos de plata nativa son los de Herrerías (Almería), El Horcajo (Valle de la Alcudia, Ciudad Real), Hiendelaencina (Guadalajara) y Guadalcanal (Sevilla), aunque también contamos con referencias de plata nativa y cloruros de plata en Sierra Almagrera, Sierra de los Filabres, Cabo de Gata, Linares/La Carolina, Cazalla de la Sierra o Sierra Nevada, y algo más alejada de la zona argárica, en la Sierra de Guadarrama en Madrid o en el distrito minero de Bellmunt-Falset en Tarragona (Abella, 2008; Calderón, 1910; Galán y Mirete, 1979; García Guinea y Martìnez Frìas, 1992; Hunt Ortiz, 2005; Jordá et al., 2005; López Gómez, 1969; Mesa y Álvarez, 1889-1890; Sáinz de Baranda, et al., 2004; Valerio 1907) Fig. 2. De esas mineralizaciones, contamos con una buena caracterización isotópica del Valle de la Alcudia (Ciudad Real), un solo análisis de Hiendelaencina, cuatro de Herrerías (tres de plata nativa y uno de cobre) y ninguno de Guadalcanal (Santos Zaldegui et al., 2004; Tornos y Chiarada, 2004; Bartelheim et al., 2012). Del resto de mineralizaciones con pequeñas cantidades de plata nativa documentada tenemos bien caracterizadas las mineralizaciones de Sierra Almagrera, Linares o Cabo de Gata (Lillo, 1992; Stos-Gale et al., 1995), pero falta por delimitar la zona granadina de Sierra Nevada o la Sierra de los Filabres, así como aumentar el número de análisis de Herrerías de tal manera que podamos delimitar mejor su campo isotópico.
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Producción y distribución de plata en la sociedad argárica y en los primeros asentamientos orientalizantes. Una aproximación desde el análisis de los isótopos de plomo
Fig. 2. Principales yacimientos de plata nativa, cloruros y sulfuros de plata de la Península Ibérica.
Para el caso de la producción de plata en época orientalizante los recursos de plata disponibles están más diversificados. La principales mineralizaciones de plata-plomo se encuentran en la zona del Suroeste (Aracena o La Puebla de los Infantes), la costa Este y Sureste peninsular, Linares-La Carolina y el Norte de Córdoba, sin embargo, no hay evidencias de la extracción de plata por galenas argentíferas en los inicios del I Milenio aC (Renzi et al., 2012). A estos recursos vinculados al plomo habría que añadir en algunas zonas los relacionados con cobres argentíferos u otros minerales que contienen plata, especialmente las ya comentadas jarositas argentíferas de la Faja Pirítica del Suroeste peninsular. De estos distritos mineros contamos con una buena caracterización isotópica de la zona de la Faja Pirítica, Aznalcollar y Riotinto, así como de Ossa Morena, aunque la definición de su campo isotópico presenta mayores dificultades. Las mineralizaciones Pb-Ag del Sureste peninsular y de la zona de Linares-Alcudia también se encuentran bien caracterizadas (Lillo, 1992; Marcoux, 1997; Stos-Gale et al., 1995; Hunt Ortiz, 2003; Tornos y Chiarada, 2004; Santoz Zaldegui et al., 2007; Klein et al., 2009). Análisis de resultados El Argar Al observar la disposición geográfica de los hallazgos de plata en relación con las minas, observamos una mayor acumulación de éstos en la zona donde la ocurrencia de plata nativa es mayor, es decir, en el área minera de Herrerías (Fig. 3). En esa zona, 4 yacimientos (El Argar, Fuente Álamo, El Oficio y Gatas) consumirían el 56% total de la plata documentada, además de una única espiral encontrada en Herrerías. De estos sitios destaca El Argar, que proporciona el 40% de la plata contabilizada. Sin embargo, si observamos los resultados de los análisis de isótopos, vemos que la plata utilizada para la realización de la mayoría de los objetos muestreados se aleja isotópicamente del área del Sureste y se sitúa de forma más cercana al entorno de Linares/Valle de Alcudia. Hemos de señalar, sin embargo, que la gran mayoría de las muestras analizadas proceden de yacimientos granadinos y jiennenses, geográficamente más cercanos a las mineralizaciones de Linares/Valle de Alcudia que a las de Herrerías (a excepción de cuatro muestras: una de San Antón, dos de El Oficio y otra de La Bastida). La única muestra que se sitúa cercana a los campos isotópicos del Sureste es un anillo de El Oficio (Fig. 4). 163
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Fig. 3. Distribución de los objetos de plata argáricos.
Fig. 4. Ratios isotópicos de los objetos de plata argáricos en relación con los campos isotópicos de las principales mineralizaciones del Sureste y el Suroeste peninsular en los ejes 207Pb/206Pb y 208Pb/206Pb.
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Producción y distribución de plata en la sociedad argárica y en los primeros asentamientos orientalizantes. Una aproximación desde el análisis de los isótopos de plomo Aunque a gran escala el conjunto de objetos muestreados puede parecer muy homogéneo, si lo observamos con más detalle, comprobamos que pueden diferenciarse varios grupos que parecen responder a la diversidad de las fuentes de aprovisionamiento utilizadas: la mayoría de las muestras se sitúan formando un grupo bien definido que sugiere que tanto Peñalosa como el Cerro de la Encina, La Bastida, Cuesta del Negro, Pantano de los Bermejales y El Oficio están compartiendo unos mismos recursos argentíferos. Por otro lado, tanto las muestras de Peñalosa como las de Cuesta del Negro y El Oficio evidencian que diversos recursos de plata están llegando a un mismo yacimiento. Las muestras del Cerro de la Virgen, San Antón y Terrera del Reloj también se desplazan del grupo central, por lo que parece que estos yacimientos puedan estar utilizando recursos argentíferos distintos (Fig. 5).
Fig. 5. Agrupaciones de los objetos de plata argáricos en función de sus ratios isotópicas en los ejes 206Pb/204Pb y 207Pb/204Pb.
La determinación de la procedencia exacta es algo más complejo, y la mayoría de las piezas tienen un origen aún por definir. El grueso de las piezas, como hemos visto, se sitúa en el entorno de las mineralizaciones de Linares y Alcudia, aunque el grupo del Cerro de la Virgen, San Antón y Terrera del Reloj parece asociarse mejor con las mineralizaciones del Valle de la Alcudia, donde se conoce el importante criadero de El Horcajo. El resto de las muestras queda en una zona más cercana a Linares aunque su procedencia no puede determinarse aún con seguridad, más aún teniendo en cuenta la falta de caracterización geológica de las provincias de Granada y Málaga (Fig. 2). Finalmente, una de las muestras de El Oficio se sitúa en la zona isotópica del Sureste. No queda englobada en el campo isótopico definido por el momento para Herrerías, y los valores obtenidos se aproximan al campo isotópico de las minas de cobre de Alcolea, aunque no contamos con referencias de plata nativa o cloruros de plata en ese distrito minero. Orientalizante La situación en el contexto orientalizante es completamente diferente. En primer lugar contamos con una gran cantidad de muestras de restos de producción, con lo que podemos establecer el origen de la materia prima utilizada en las zonas productivas y su relación con los objetos finales depositados en los yacimientos. El principal problema que plantean los materiales orientalizantes no es por tanto la falta de muestras sino la práctica de mezclar minerales con diferente signatura isotópica. Ya hemos comentado que dados los bajos contenidos en plomo de algunos de los minerales complejos de la Faja Pirítica, en ocasiones sería necesario añadir plomo exógeno para que éste actuara como colector y proceder posteriormente a la copelación para la extracción de la plata (Fernández Jurado, 1993; Hunt Ortiz 2003). Como resultado de esta práctica, la signatura isotópica resultante será una mezcla 165
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de la signatura del mineral argentífero de origen y del plomo añadido en proporciones variables según una mayor presencia de uno u otro mineral, aunque con una marcada influencia del plomo que se añada. Estas muestras no coincidirán por tanto ni con el campo isotópico de los minerales argentíferos ni con el de los plumbeos (Hunt Ortiz, 2003). Sin embargo, aunque esto es algo que dificulta el análisis, hemos podido comprobar que existe la posibilidad de identificación de las mezclas, ya que, como veremos, estas muestras se sitúan sistemáticamente y en todos los ejes en alineación con los dos campos isotópicos de los minerales de origen. Nos centraremos en primer lugar en el análisis de los restos productivos para pasar en un segundo lugar a comentar brevemente los resultados de los objetos de plata analizados. En primer lugar, al estudiar los restos de producción, vemos que las evidencias de los yacimientos onubenses como Huelva, Riotinto o el sevillano Castillo de Aznalcóllar, evidencian de forma clara el uso de los recursos de la Faja Pirítica como ya se ha planteado en trabajos anteriores (Hunt Ortiz, 2003). Sin embargo, observamos que no son los únicos recursos documentados en la zona: el plomo de Linares está llegando de forma clara a Los Castrejones, y las mezclas entre la Faja Pirítica y Linares también pueden apreciarse en los restos de los yacimientos onubenses de San Bartolomé, Riotinto, Peñalosa y Tejada la Vieja, cuyas muestras se alinean entre Linares y la Faja Pirítica de forma sistemática en todos los ejes (Fig. 6).
Fig. 6. Relación entre los restos de producción de plata del Suroeste y las mineralizaciones de la Faja Pirítica y Linares en los ejes 207Pb/206Pb – 208Pb/206Pb y 208Pb/204Pb - 207Pb/204Pb
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Producción y distribución de plata en la sociedad argárica y en los primeros asentamientos orientalizantes. Una aproximación desde el análisis de los isótopos de plomo Las mineralizaciones del Sureste (Cartagena, Mazarrón y Gádor) también parecen haber jugado un importante papel en la explotación de plata orientalizante. La signatura isotópica de Gádor, que ya se observaba en las copelas de La Fonteta (Renzi et al., 2009), también se observa en un litargirio de Corta del Lago (Huelva), en los goterones de plomo de La Rebanadilla (Málaga) o El Cómico (Cádiz), evidenciando el importante papel que este distrito minero jugó en la producción de plata en época orientalizante. Las mezclas de Gádor y la Faja Pirítica también pueden identificarse claramente en los materiales de Huelva ciudad. La llegada de plomo de la Sierra de Gádor a Huelva es algo evidente, ya que la signatura isotópica de una de las galenas de Huelva ciudad coincide con el campo isotópico de Gádor. La mezcla del plomo de Gádor con los minerales de la Faja Pirítica se deduce de dos escorias que se alinean entre Gádor y la Faja Pirítica en todos los ejes. Además una muestra de litargirio se sitúa en el campo isotópico de la Faja Pirítica, y probablemente no se utilizara plomo foráneo en esa copelación, ya que en Huelva se han documentado tanto minerales pobres como ricos en plomo, por lo que la adición de este elemento no siempre sería necesaria (Fig. 7). En un primer momento se apuntó que dichas escorias sólo eran consistentes con los depósitos sardos de Pranu y Sa Marchesa (Hunt Ortiz, 2003: 256), ya que los campos isotópicos de ambos distritos mineros se sitúan efectivamente en la zona entre la Faja Pirítica y Gádor, sin embargo, al contar ahora con el análisis de la galena de Gádor recuperada en Huelva, nos inclinamos a pensar que esas dos escorias constituyen en realidad una mezcla de los minerales de la Faja Pirítica con el plomo de Gádor.
Fig. 7. Relación entre los restos de producción de plata del Suroeste y las mineralizaciones de la Faja Pirítica y Gádor en los ejes 207Pb/206Pb – 208Pb/206Pb y 206Pb/204Pb - 207Pb/204Pb. Nótese cómo en el caso de Huelva, la muestra de Galena cae en el campo isotópico de Gádor, la muestra de litargirio en el de la Faja Pirítica y dos escorias se alinean entre Gádor y la Faja Pirítica.
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Los litargirios del pecio de Mazarrón evidencian la explotación de plomo del Sureste (Renzi et al., 2009), así como los restos de producción de Riotinto, que se alinean en todos los ejes entre los campos isotópicos de la Faja Pirítica y el Sureste, evidenciando probablemente el uso de plomo (o la reutilización del litargirio) murciano para la extracción de plata de los recursos onubenses (Fig. 8). Tres lingotes de plomo romanos con sellos en los que puede leerse Carthago y con equivalentes signaturas isotópicas ponen de manifiesto una continuación en la importación del plomo del Sureste para la extracción de la plata de las jarositas de Huelva (Anguiliano et al., 2010)
Fig. 8. Relación entre los restos de producción de plata del Suroeste y las mineralizaciones de la Faja Pirítica y del Sureste (Cartagena y Mazarrón) en los ejes 207Pb/206Pb – 208Pb/206Pb y 206Pb/204Pb - 207Pb/204Pb. Nótese cómo las muestras de Riotinto se alinean entre el Sureste y la Faja Pirítica.
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Producción y distribución de plata en la sociedad argárica y en los primeros asentamientos orientalizantes. Una aproximación desde el análisis de los isótopos de plomo El plomo de Cataluña también puede sugerirse para los restos de producción de Tejada la Vieja, Corta del Lago (Huelva) y el Cortijo de José Fernández (Sevilla), aunque los materiales de Corta del Lago quedan algo más desplazados (Montero-Ruiz et al., 2010) (Fig. 9).
Fig. 9. Relación entre los restos de producción de plata del Suroeste y las mineralizaciones de la Faja Pirítica y Cataluña en los ejes 207Pb/206Pb – 208Pb/206Pb y 206Pb/204Pb - 207Pb/204Pb
En cuanto a los objetos de plata, a los análisis de algunas piezas catalanas del siglo VI como Coll del Moro (Montero et al., 2008), hay que añadir los realizados a los materiales de Casa del Carpio (Toledo), Poble Nou (Alicante) y los de la costa andaluza: un anillo de chatón giratorio y un estuche de la necrópolis granadina de Laurita, un escarabeo basculante del Cerro del Villar, un vástago decorado de Toscanos, un anillo del aparcamiento de San Isidro (La Rebanadilla), y un anillo con escarabeo de la necrópolis de Jardín. Aunque la procedencia de los objetos es más difícil de determinar, pueden hacerse algunas valoraciones. La única procedencia clara es la del anillo de plata de San Isidro (Málaga), que coincide en todos los ejes con el campo isotópico de Linares. El anillo del Cerro del Villar 169
Movilidad, contacto y cambio. II Congreso de Prehistoria de Andalucía
se asemeja a Gádor, aunque queda en una zona limíte en algunos de los ejes, al igual que le ocurre a una de las piezas de Coll del Moro; y uno de los anillos de Laurita también podría asociarse con Gádor, quizá con mezcla de la Faja Pirítica ya que en algunos ejes queda desplazado hacia la Faja. Sin embargo esta pieza también queda en una zona límite con el campo isotópico de Cataluña, por lo que su asignación no puede hacerse de forma clara (Fig. 10).
Fig. 10. Relación entre los objetos de plata orientalizantes del Suroeste y las mineralizaciones de Linares y Cataluña en los ejes 206Pb/204Pb - 207Pb/204Pb y 206Pb/204Pb – 208Pb/204Pb. Nótese cómo el anillo del Aparcamiento de San Isidro coincide con el campo isotópico de Linares mientras que el resto quedan en zonas periféricas de los campos isotópicos de Cataluña y Gádor.
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Producción y distribución de plata en la sociedad argárica y en los primeros asentamientos orientalizantes. Una aproximación desde el análisis de los isótopos de plomo La procedencia del resto de las muestras es de difícil asignación y no se descarta una procedencia exógena, lo que podría evidenciar que a pesar de estar extrayendo plata en grandes cantidades en la Península Ibérica, los fenicios llevaran a cabo sus rituales funerarios con sus propios objetos orientales, o que estos pudieron haber sido utilizados como dones y regalos en el establecimiento de relaciones con las emergentes élites autóctonas. El caso más claro de procedencia exógena es el cuenco de plata de la Tumba de El Carpio (Toledo), cuya procedencia no peninsular ya fue propuesta en función del análisis tecnológico por Alicia Perea (com. pers.), y que parece ser confirmado por el estudio de Isótopos de plomo aún en curso. Discusión A pesar de la escasez de materiales analizados por isótopos de plomo (especialmente para la fase argárica) podemos observar el potencial de este tipo de análisis para inferir cuestiones relativas a la organización de la producción metalúrgica. Los análisis de isótopos de plomo de objetos de plata argáricos son los primeros que se realizan, por lo que es necesario aumentar el muestreo y lograr una mejor caracterización isotópica de las mineralizaciones del Sureste peninsular para llegar a respuestas concluyentes, sin embargo pueden dilucidarse unas primeras conclusiones. En primer lugar parece que la plata nativa del Sureste no tuvo una primacía total y exclusiva en la elaboración de objetos de plata, y aunque se ha documentado una espiral del Sureste en el yacimiento de El Oficio, la plata de estos distritos mineros no alcanzó los yacimientos granadinos y jiennenses, que parece se centraron en la explotación de los recursos del entorno de Alcudia/Linares, plata que sí llegó a yacimientos del sureste como El Oficio. Aunque aún no podamos determinar con exactitud la procedencia de la plata, fueron varios los recursos en uso y plata de diversas zonas mineras se utilizó en un mismo yacimiento (como El Oficio, Peñalosa o Cuesta del Negro). La posibilidad de que el reciclado de platas fuera una práctica común, alterando así la signatura isotópica, queda descartada por los altos contenidos en elementos volátiles como el zinc o el mercurio en los objetos analizados. Sería interesante también ampliar este tipo de análisis a los objetos de plata del Bronce del Suroeste peninsular para valorar la posible relación que pudieran tener con los de la zona argárica. En el caso del periodo orientalizante, al tener una mayor cantidad y variedad de muestra, la organización de la producción de plata puede inferirse de forma algo más amplia. Como ya comentamos, lo primero que llama la atención es la disparidad entre restos arqueológicos de producción de plata y objetos acabados de plata, lo que podría apoyar la idea del establecimiento de la colonización fenicia en la Península Ibérica en busca de metales, en especial la plata, que se exportarían hacia la metrópoli oriental (Ruiz Mata, 1989; López de Castro, 1992; Aubet, 2009). La organización de la producción que observamos parece responder también a una producción de carácter centralizado y de escala macro-territorial. Por un lado observamos una intensa explotación minera en la zona de la Faja Pirítica, donde se concentran la mayoría de los restos de producción de plata en contextos en los que los elementos indígenas abundan pero siempre con presencia de restos fenicios (Izquierdo, 1997; Ruiz Mata y Fernández Jurado, 1986; Hunt Ortiz, 2003; 2005; Fernández Jurado, 1995; Renzi, et al., 2012), más aún cuando la presencia fenicia en Huelva se documenta desde finales del siglo X-mediados del siglo IX (González de Canales et al., 2004). Pérez Macías (1996; Perez Macías y Frías, 1989) propone una cronología del Bronce Medio para la copelación en base a los restos aparecidos en La Parrita, Cerro de las Tres Águilas y San Platón, aunque la relación directa de algunas de esas muestras con la copelación han sido cuestionadas (Rovira, 1995) y teniendo en cuenta el contexto arqueológico en el que se documentan (en algunos casos alterado, y en otros se trata de hallazgos superficiales) y la ausencia de otras evidencias de copelación entre el Bronce Medio y el Hierro I, parece que las primeras evidencias de copelación datadas con seguridad en la Península Ibérica son las del I Milenio, en un contexto de contacto con los fenicios. En cualquier caso, el hecho en sí mismo de que la copelación apareciera antes o después es, desde el punto de vista económico-social, irrelevante si no se enmarca en un contexto más amplio. En ese sentido, aunque se aceptara la hipótesis de que los objetos de plata hallados en contextos del Bronce Medio del Suroeste penínsular fueron producidos por copelación, la escala y la intensidad de esta producción es tan escasa que esa innovación tecnológica en sí misma no habría alterado sustancialmente la organización de la producción del Bronce Medio, y se habría integrado en un modo de producción doméstico, a pequeña escala y sin una especialización evidente. No es hasta el I Milenio, con la llegada de los fenicios, que observamos una significativa intensificación de la producción, evidenciada por la abundancia de restos metalúrgicos documentados, las acumulaciones de escoria o el almacenamiento y el comercio del litargirio (¿para su reutilización en la copelación?) como es el caso de los más 171
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de 2000 kilos documentados en una de las habitaciones del Castillo de Doña Blanca, o el hallado en el pecio de Mazarrón. Por otro lado es en ese momento cuando asistimos a una ampliación de la escala de producción a unos límites territoriales desconocidos hasta la fecha en la Península Ibérica, en los que ésta se estructura de tal manera que el plomo necesario para la extracción de plata en el Suroeste llega de las zonas mineras del Sureste, Linares, o incluso Cataluña. Los bajos contenidos en plomo de los minerales hallados en San Bartolomé o el plomo metálico documentado en Tejada la Vieja (Fernández Jurado, 1993) ya habían hecho suponer la necesidad de la llegada de plomo foráneo a la zona para la extracción de la plata (Fernández Jurado, 1995; Hunt Ortiz 2003). Sin embargo, los análisis de isótopos de plomo nos permiten ahora proponer una serie de procedencias para ese plomo exógeno, que amplían la escala de la producción de plata a prácticamente todo el Sur de la Península Ibérica y cuyo control y distribución jugarían un importante papel en la organización de la producción de plata. Es posible que las evidencias de producción de plomo que se han documentado en Ronda (Carrilero et al., 2002) también formen parte de este amplio escenario de producción de plata en el que el plomo jugó sin duda un papel crucial y que se va revelando mucho más complejo de lo que inicialmente se pensaba. Sin embargo, esa intensificación de la producción de plata no parece haber tenido un impacto directo en los sitios peninsulares, ya que los objetos de plata encontrados son proporcionalmente escasos y pocos coinciden isotópicamente con los restos de producción. La escasez de objetos de plata orientalizante en relación con la abundancia de restos productivos podría reforzar la hipótesis de que el entramado de producción de plata del Suroeste y de distribución del plomo, controlado por los fenicios, respondía a la demanda de plata por parte de la metrópolis oriental, ya que se observa una fuerte intensificación productiva, así como una ampliación de la escala de producción, y sin embargo esa producción no está incidiendo en una mayor riqueza de plata de los yacimientos peninsulares. Según los cálculos de Fernández Jurado y Ruiz Mata (1985: 24) sólo en Riotinto, debieron producirse en época tertésica 4 millones de toneladas de escoria, que correspondería a la fundición de 5.5 millones de toneladas de mineral, que con una recuperación metálica del 40% (es decir, perdiéndose un 60% en la escoria), debieron haberse extraído 440.000 kilos de plata. Aunque esta cifra estuviera hiper-magnificada, lo cierto es que el volumen de escorias detectado en el Suroeste dista mucho de los 570 gramos de plata documentados en el registro arqueológico. Esto podría también achacarse a una deficiente recuperación del registro, pero de ser ese el caso, esa deficiencia debería reflejarse igualmente en los hallazgos de oro: los escasos 570 gramos de plata cuantificados contrastan con los más de 5 kg y medio de oro (sin contar los abundantes hallazgos áureos de Cancho Roano o Ébora). El oro se documenta de forma abundante, por lo que parece que puede afirmarse que la escasez de plata no responde tanto a un problema arqueográfico como a un contexto en el que la intensificación de la producción argentífera no está teniendo una incidencia directa en las poblaciones peninsulares en términos de acumulación de plata. El trabajo minero [que debió ser ingente pues según los cálculos de Rovira (1995), para obtener un kilo de plata habría que fundir dos toneladas de mineral] parece permanecer en manos de la población tartésica, así como la primera reducción de los minerales, como evidencian los yacimientos ya mencionados de San Bartolomé, Tejada o la propia Huelva, aunque la presencia fenicia en estos dos últimos yacimientos es considerablemente mayor que en San Bartolomé, llegando a percibirse cierta especialización funcional del espacio en Huelva (García Sanz, 1988; Fernández Jurado, 1988-1989). En el segundo paso, el de la copelación y extracción de la plata, parece que sitios costeros como el Castillo de Doña Blanca jugaron un importante papel, aunque es posible que determinados hallazgos clasificados como plomo metálico mediante análisis de composición sean en realidad litargirios, como ocurrió en un primer momento con los litargirios del Castillo de Doña Blanca (Hunt Ortiz, 1995). La distribución del plomo desde Gádor, Cartagena/Mazarrón o Linares, parece que quedaba en manos de los fenicio (ya sea mineral como la galena de Gádor hallada en Huelva, metálico como el de Tejada o el que parece estar produciéndose en Ronda, o en forma de litargirio como el que se transportaba en el pecio de Mazarrón), quienes mediante el control directo del plomo podía ejercer un control indirecto de la plata, teniendo en cuenta además que, según los análisis de las escorias de plata, parece que en época tartésica se añadía plomo al reducir las jarositas de forma sistemática, independientemente de que fuera este necesario o no por los contenidos en plomo del mineral de origen (Anguilano, et al., 2010). En ese sentido, el contexto de la producción de plata parece consecuente con el planteado por Wagner (1995; 2011) para el contacto entre fenicios y autóctonos en el marco de un comercio colonial y un intercambio desigual como forma de transferir riqueza de una formación social a otra y en el que entrarían en choque dos modos de producción diferente (uno de caracter doméstico y otro de caracter mercantil) mantiéndose el doméstico (como se 172
Producción y distribución de plata en la sociedad argárica y en los primeros asentamientos orientalizantes. Una aproximación desde el análisis de los isótopos de plomo evidencia en yacimientos como San Bartolomé) en tanto que beneficia al modo de producción mercantil y a sus intereses coloniales (Wagner, 2011) Los fenicios articularían, a través de las élites emergentes (y dependientes del comercio con los colonizadores), la fuerza de trabajo autóctona para la minería y la reducción de la plata. Esta situación permitiría a esas élites emergentes usar el comercio con los colonos para apropiarse del excedente y mantener una posición de poder y prestigio en la que su control de la redistribución favorecería a los fenicios en tanto que eran capaces de movilizar la fuerza de trabajo que éstos demandaban en forma de materias primas (Wagner, 1995). Sin embargo, esas élites emergentes se encontrarían en una situación de dependencia y subordinación con respecto a los intereses y a los colonos fenicios, y esta nueva contradicción a la que se ve sometida la sociedad autóctona al entrar en contacto con los fenicios terminará por modificarla sustancialmente. Aún así, para confirmar la hipótesis de un trasvase de plata a los asentamientos orientales necesitaríamos una concordancia isotópica entre los objetos de plata documentados en oriente y las mineralizaciones peninsulares. Dada la posibilidad de que esa plata hubiera sido intensamente reciclada, quizá esa concordancia no pueda ya observarse, pero en cualquier caso, es un estudio que está aún por hacer. Agradecimientos Los análisis se han llevado a cabo en el marco de los proyectos ‘Tecnología y procedencia: plomo y plata en el I milenio AC’ (HUM2007-65725 C03-02), y ‘Relación entre materias primas locales y producción metalúrgica: Cataluña meridional como modelo de contraste’ (HAR2010-21105-C02-02). Queremos agradecer al personal del Museo Arqueológico de Málaga, en particular a José Suárez Padilla, a Xavier Llovera (director del Museo Arqueológico de Cataluña), Carme Rovira (Museo Arqueológico de Cataluña), Isidro Toro (director del Museo Arqueológico de Granada), Mª Ángeles González Barroso (conservadora del Museo Arqueológico de Granada), Vicente M. Sánchez y Lorenzo Galindo (Arqueoestudio S. Coop.) que hayan facilitado la extracción de muestras para los análisis de isótopos de plomo.
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Tercera Mesa
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La cooperación como instrumento de las políticas culturales Ana Navarro Ortega Directora del Museo Arqueológico de Sevilla
La tercera mesa del II Congreso de Prehistoria de Andalucía estuvo dedicada a la Cooperación como instrumento de las Políticas Culturales. Participaron en dicha mesa: Pilar Tassara Andrade de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía; Pilar López, perteneciente al European Research Council; Xavier Aquilué, Director del Centro Iberia Graeca; y Concepción Martín, responsable del programa de subvenciones a proyectos de investigación en el exterior del Ministerio de Cultura. La mesa estaba constituida además por José Ramos Muñoz y por Pedro Castro, de la Universidad de Cádiz y de la Universidad Autónoma de Barcelona respectivamente; ambos disculparon su ausencia por motivos ajenos a su voluntad. La composición de la mesa intentó incorporar las perspectivas de distintas entidades que trabajan en la promoción y desarrollo de una investigación abierta a la cooperación. En primer lugar, la perspectiva aportada por Concepción Martín centrada en las asignaciones en los distintos programas de inversiones desarrollados por el Ministerio de Cultura desde el año 1985 en adelante, alcanzando el presupuesto de 1.000.000 de euros en la convocatoria de 2011. Se plantearon los procedimientos y desarrollo del proceso de selección y adjudicación de los proyectos y las contribuciones más destacadas de los grupos de investigación españoles en el exterior. La exposición de Pilar Tassara, encargada de gestionar las ayudas a proyectos en el exterior en la Agencia Andaluza de Instituciones Culturales, se centró en aspectos muy interesantes sobre las actuaciones de difusión y puesta en valor del Patrimonio desarrolladas desde el marco de los programas subvencionados por la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía. Se insisitió en los valores positivos derivados de la práctica de estrategias de cooperación destacando la optimización de recursos, el trabajo interinstitucional, la transferencia de conocimientos y su integración en planes estratégicos entre otras aportaciones. Se desarrolló un resumen del marco legal que ha encuadrado las distintas actuaciones y programas culturales en el seno de la Unión Europea, para finalizar se desglosaron los programas actualmente en ejecución en los distintos ámbitos sectoriales de acción. La perspectiva sobre el panorama de la investigación de frontera en el Consejo Europeo de Investigación (ERC) fue presentada por Pilar López, Scientific Officer del ERCEA, Agencia Ejecutiva del ERC. Dicho órgano fue creado en 2007 con el objetivo de estimular la excelencia científica en Europa y financiar las investigaciones de mayor calidad, en un ejercicio presupuestario dotado de 7510 millones de euros entre 2007-2013. Pilar López desglosó las bases y fundamentos sobre los que se asienta esta agencia europea de investigación orientada a conformar el entramado científico de Europa y agrupar a las figuras más destacadas del conocimiento, para su supervisión y selección se creó su Comité Científico formado por 22 conocidos investigadores. Se planteó la estructura del ERC y el encuadre de los distintos programas sobre los que ejecuta la financiación de proyectos científicos, las Starting Grants, las Advanced Grants, el programa Proof of Concept o las Synergy Grants, constituyen los modelos de acceso a la financiación de la investigación de frontera. El cierre de la mesa lo realizó el Director del Centro Iberia Graeca, Xavier Aquilué, con la presentación de este interesante proyecto: un centro de investigacion, documentación y difusión del patrimonio arqueológico griego en la Península Ibérica. El Ministerio de Cultura y el Departament de Cultura de la Generalitat de Catalunya en 2006 crearon este centro orientado al desarrollo de proyectos de investigación sobre el patrimonio arqueológico griego de la Península Ibérica. De esta forma, la colaboración institucional ha permitido que en la sede del centro en Empúries se desarrolle una base documental que integra la totalidad del patrimonio arqueológico griego existente en la Península Ibérica, además, la formación, el desarrollo de investitagaciones multidisciplinares y la difusión del patrimonio son entre otros los objetivos de esta entidad. En colaboración con el Museo Arqueológico Nacional se ha desarrollado una base de datos documental fruto de este proyecto que verá en los sucesivos años la aprobación de su Plan Director, el impulso y divulgación de varias actuaciones de investigación en el ámbito de la arqueología mediterránea.
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La cooperación como instrumento para la difusión y puesta en valor del patrimonio cultural en el contexto euromediterráneo Pilar Tassara Andrade Agencia Andaluza de Instituciones Culturales, Consejería de Cultura
Resumen: Como señala el título de esta mesa la cooperación se ha convertido en el s. XXI en uno de los principales instrumentos de la política cultural. En un contexto globalizado e interconectado como el actual, administraciones, instituciones y ciudadanos no pueden trabajar aisladamente sino que deben tejer alianzas y redes que les permitan compartir recursos y afrontar juntos retos y desafíos de la acción cultural. Pero utilizar la cooperación como instrumento para la gestión aporta además otros valores y tiene su propia especificidad que debemos conocer a la hora de emprender este tipo de iniciativas. Como introducción podemos decir que la cooperación nos permite mejorar los resultados de actuación compartiendo y optimizando los recursos, enriqueciendo nuestra visión y conocimientos sobre un tema, ampliando la escala del territorio sobre el que actuamos y los usuarios sobre los que podemos tener influencia. Participar en proyectos de cooperación nos puede permitir conseguir fondos adicionales para nuestros proyectos pero sobretodo reforzar a instituciones y profesionales, generando conocimiento y transfiriendo los resultados de nuestras investigaciones y actuaciones. La participación en proyectos de cooperación tiene un valor añadido para los profesionales implicados, para las instituciones, para los ciudadanos y para la cultura y el patrimonio cultural en general, como vamos a intentar demostrar en este artículo.
Palabras Clave: cooperación, redes, patrimonio cultural, fondos europeos, experiencias Introducción a la cooperación cultural en el contexto actual Antes de plantear los conceptos sobre cooperación cultural parece necesario situar a ésta en su contexto. Un contexto internacional inestable y cambiante, complejo y diverso, que demanda nuevas formas de afrontar los múltiples retos con que se ha iniciado el s. XXI. Efectivamente esta primera década del siglo se ha caracterizado por el cambio a todos los niveles, desde la economía, la geopolítica, las prácticas sociales, incluso conceptos como espacio o tiempo se transforman en las redes y realidades virtuales. Pero lo singular, lo que diferencia este proceso, es la velocidad a la que se producen los cambios y transformaciones pues lo que en otros siglos o períodos históricos tardaba décadas en producirse se sucede ahora de manera vertiginosa. Por ello a menudo en este período más que de evolución hablamos de revolución, social, económica, tecnológica. El problema final de todo ello es la capacidad real de la sociedad para asimilar estas rápidas transformaciones, la incertidumbre que generan en los profesionales y su impacto en los modelos de gestión. En este contexto administraciones públicas e instituciones culturales no pueden permanecer aislados, ajenos a estas dinámicas sino que deben posicionarse e iniciar estrategias de internacionalización de sus relaciones y proyectos si quieren tener un papel activo en la construcción de la sociedad actual. De esta forma la cooperación cultural en sus diversas modalidades - relaciones culturales internacionales, cooperación científico-técnica, cooperación cultural para el desarrollo, etc. - se convierte en la herramienta más adecuada para transitar por estos nuevos escenarios, conectando a los operadores culturales con otros territorios y otras realidades para definir el lugar que quieren ocupar y desde el que quieren actuar en la aldea global. Es necesario señalar por otra parte que la cooperación cultural ha evolucionado mucho en los últimos años y junto a los programas y proyectos tradicionales se ponen en marcha nuevas modalidades y nuevos mecanismos de gestión de la cooperación. De la cooperación bilateral entre estados centrada en manifestaciones artísticas clásicas y en modalidades tradicionales como exposiciones, becas o intercambios, se ha pasado a una cooperación multilateral en la que intervienen administraciones locales, asociaciones y empresas culturales con un enfoque multisectorial que contempla acciones en ámbitos como los paisajes culturales, el patrimonio rural, el fomento de la artesanía, la tradición oral, los museos y archivos virtuales, las reconstrucciones de sitios arqueológicos en 3D, los itinerarios culturales, etc. Efectivamente entre estos instrumentos y modalidades de cooperación podemos analizar la utilización de los itinerarios culturales desde organismos como la UNESCO y el Consejo de Europa para promover la diversidad y el diálogo intercultural así como para poner de relevancia un patrimonio común, mientras se contribuye a salvaguardar los bienes culturales. La inclusión del Camino de Santiago en la lista de patrimonio mundial en 1993 abrió la puerta para la incorporación de los itinerarios como nueva categoría patrimonial y desde entonces han sido muchos los debates generados
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Movilidad, contacto y cambio. II Congreso de Prehistoria de Andalucía
sobre sus valores y características y muchos los itinerarios que han presentado su candidatura ante el Comité de Patrimonio Mundial. En este sentido es interesante consultar las directrices revisadas de la UNESCO con sus criterios para designar un conjunto de bienes patrimoniales como Ruta Cultural Patrimonio de la Humanidad en http://whc.unesco.org/ archive/opguide05-es.pdf. El Consejo de Europa por su parte impulsó la creación del Instituto Europeo de Itinerarios Culturales para fomentar y apoyar la puesta en marcha de iniciativas que contribuyan a la valorización del patrimonio cultural común europeo y entre las que podemos destacar el Itinerario Cultural de los Fenicios, los Caminos del Arte Rupestre Prehistórico, las Rutas del Legado de Al-Ándalus, la Vía Francígena o los Caminos de Santiago. En este sentido es necesario reseñar por último la labor de estudio, análisis y valoración que realiza ICOMOS a través de su Comité Internacional de Itinerarios Culturales y que nos permiten constatar el papel de los itinerarios y rutas culturales como uno de los mejores ejemplos de trabajo en red y de cooperación para la valorización del patrimonio cultural.
Acción cultural internacional Como hemos señalado anteriormente en el contexto actual no podemos plantear nuestras necesidades u objetivos de forma aislada desde el ámbito local sin tener en cuenta las repercusiones, el impacto o las influencias exteriores; se podría decir que estamos forzados a colaborar, a cooperar e internacionalizar nuestros proyectos, si queremos tener un papel activo en la nueva sociedad globalizada y multicultural. Pero antes de tomar la decisión de participar en proyectos de cooperación internacional administraciones e instituciones deben considerar una serie de elementos que serán fundamentales para el éxito de la iniciativa. En primer lugar debemos valorar las motivaciones y definir bien los objetivos que queremos conseguir al participar en un proyecto. Por otra parte y teniendo en cuenta que los recursos son limitados, será necesario priorizar unas líneas o estrategias en favor de otras, así como unas zonas de actuación preferente, planteando una verdadera estrategia de cooperación con objetivos y actuaciones a medio o largo plazo que incluyan unos plazos e indicadores para la evaluación de resultados. En todo caso lo cierto es que la participación en proyectos de cooperación ofrece algo más que oportunidades de financiación y por ello debemos repasar y tener en cuenta los valores añadidos que nos ofrece la cooperación a la hora de decidirnos a poner en marcha un proyecto. La cooperación cultural permite: 1.
Conectar a instituciones y ciudadanos de múltiples realidades y territorios
2.
Optimizar recursos, compartiendo gastos y tareas
3.
Poner a punto nuevos criterios y métodos de investigación e intervención
4.
Dar visibilidad a nuestras instituciones y proyectos
5.
Generar nuevos públicos o usuarios
6.
Posicionarse globalmente
7.
Fortalecer a las instituciones
8.
Transferir conocimientos
9.
Obtener un alto impacto en la formación de los recursos humanos
10. Conseguir financiación Incluir la cooperación en planes estratégicos y prever una adecuada formulación y seguimiento de los proyectos es fundamental para huir de actuaciones aisladas, frecuentes en el ámbito de la cultura, como la realización de eventos de promoción artística y cultural, que pueden alcanzar gran visibilidad pública y mediática pero no responden a necesidades concretas, no permiten crear relaciones estables de cooperación, ni tener impacto a medio ni largo plazo. Por otra parte tanto la multiplicidad de agentes que actúan en el sector como la ingente cantidad de información que generan, o que les afecta, hace necesaria la existencia de redes o plataformas que filtren, organicen y redistribuyan la misma. La participación en asociaciones y redes especializadas es hoy una necesidad y una forma de implicarse en debates de alcance internacional actuando desde la periferia. Las redes de cooperación responden a un modelo organizativo paradigmático de la sociedad de la información. Utilizadas desde el pasado, conocen su eclosión con la revolución tecnológica que permite conectar en tiempo real a individuos que están a miles de kilómetros de distancia, dando inmediatez y visibilidad a la información. Pero además las nuevas herramientas de la web social fomentan un trabajo colaborativo en que el individuo recibe y aporta a un mismo 184
La cooperación como instrumento para la difusión y puesta en valor del patrimonio cultural en el contexto euromediterráneo tiempo, es testigo y protagonista. Un análisis detallado de las ventajas y el aporte de las redes para la cooperación cultural lo encontramos en la monografía coordinada por Javier Brun y publicada por la AECID, Redes Culturales. Claves para sobrevivir en la globalización. Reconociendo la importancia y el papel que las redes pueden jugar en la cooperación, diversos organismos internacionales están fomentando la puesta en marcha de redes como forma de coordinar e implementar iniciativas culturales con ciertas garantías de solidez y continuidad y en concreto diversos programas financiados por la Comisión Europea como los de cooperación territorial, los de desarrollo rural o el mismo programa Cultura dan un apoyo explícito a las redes de cooperación como garantía de viabilidad y sostenibilidad de los proyectos.
Especificidad de la cooperación en el ámbito del patrimonio cultural Como señala el Estudio sobre la cooperación cultural en Europa publicado por la Comisión Europea en 2003, la cooperación en patrimonio cultural es singular entre otros sectores de la cultura ya que su tutela, protección y conservación no está en manos privadas ni puede autoregularse, sino que recae en las administraciones nacionales o regionales y está sujeta a estrictas normativas. Paralelamente el patrimonio está intrínsecamente vinculado a la identidad de las comunidades por lo que se trata de bienes de gran valor simbólico que no pueden ser gestionados desde las administraciones sin tener en cuenta la necesaria apropiación de los proyectos por parte de la población local. Por último la política de los estados en este ámbito está siempre en relación a los marcos definidos por las convenciones y tratados internacionales que haya ratificado, los cuales en su mayor parte llevan implícitos la idea de la cooperación internacional y son un excelente marco para ello. Este estudio constata igualmente cómo en los últimos años y debido a la evolución del propio concepto de patrimonio, se está produciendo una evolución del tipo de proyectos de cooperación internacional que se realizan en el sector y que incluye nuevas áreas de intervención como los paisajes culturales, la conservación del patrimonio digital o la protección de la diversidad cultural. Para poner en marcha proyectos de cooperación en patrimonio cultural es necesario conocer por tanto todos los marcos normativos en vigor así como las políticas de apoyo e impulso generadas por las principales administraciones competentes y los organismos internacionales de referencia en la materia.
Políticas de apoyo e impulso a la cooperación cultural en la Unión Europea El Tratado de Roma firmado en 1957 se considera el tratado fundacional de la Comunidad Económica Europea y sus principales objetivos eran la colaboración en los ámbitos del comercio y la economía, sin incluir referencias a la cultura. La voluntad de promover acciones culturales europeas se manifiesta a partir de los años 70 por medio de distintas resoluciones ministeriales. Con la aprobación del Tratado de la Unión en 1992 se otorga oficialmente un lugar a la cultura en la construcción europea y la política cultural adquiere una base jurídica que establece acciones destinadas a promover el florecimiento de las culturas europeas en su diversidad nacional y regional, complementando las actividades de los Estados miembros y poniendo de relieve al mismo tiempo el patrimonio cultural común (artículo 167 del TFUE, antiguo 151 TCE). Este hecho no se materializó al menos inicialmente en un incremento importante de la dotación presupuestaria para temas culturales sino que se centró en integrar la cultura en los programas específicos de la Comisión. La Unión Europea ha promovido desde entonces la concesión de subvenciones a proyectos culturales desde el ámbito de la educación, la cohesión social, los nuevos yacimientos de empleo, las tecnologías de la información y la comunicación y el desarrollo regional, pero aun son pocos los fondos destinados al sector artístico o cultural de manera específica para los que existen únicamente las convocatorias canalizadas a través de la Dirección General de Educación y Cultura, entre las que destaca el Programa Cultura. A lo largo de estos 20 años la Comisión Europea ha mostrado interés tanto por la inclusión de los aspectos culturales en la acción de la Comunidad como por impulsar y promover la cooperación trasnacional entre operadores culturales, como demuestran los diferentes documentos e informes publicados. Estos informes y estudios recogen de manera bastante detallada la acción cultural directa o indirecta que se realiza desde diferentes áreas de trabajo de la Comisión y constata el hecho de que el mayor volumen de fondos para proyectos de cooperación y desarrollo cultural lo encontramos en las convocatorias y programas tanto de los fondos estructurales como de las diferentes políticas sectoriales ajenas a cultura por lo que a la hora de plantear una iniciativa patrimonial se trataría de ampliar la perspectiva y ser capaces de demostrar el potencial de los recursos culturales en su relación con el desarrollo local, la mejora del medio ambiente y la calidad de vida, la generación de empleo, el turismo, la educación, la formación de los jóvenes o los servicios electrónicos. Entre los numerosos documentos de trabajo, resoluciones y estudios publicados por la Unión Europea en estos años destacamos por su interés los siguientes:
185
Movilidad, contacto y cambio. II Congreso de Prehistoria de Andalucía
•
Primer Informe sobre la consideración de los aspectos culturales en la Acción de la Comunidad Europea (COM 96/ 160)
•
Resolución del Parlamento Europeo sobre la Cooperación Cultural en la Unión Europea (OJ C 72 E, 21.3.2002)
•
Resolución del Consejo Europeo sobre la contribución de la cultura al desarrollo de la Unión Europea (OJ C 32/02, 5.2.2002).
•
Documento de trabajo de la Comisión sobre el uso de los fondos estructurales en cultura entre 1994-1999. Contiene un Anexo con información por países.
•
Estudio sobre cooperación cultural en Europa, elaborado por Interarts y EFAH para la Comisión Europea en 2003.
•
Estudio sobre la economía de la cultura en Europa. Elaborado por la consultora KEA para la Comisión Europea en 2006.
•
Estudio sobre la contribución de la cultura al desarrollo local y regional. Evidencias desde los fondos estructurales. Elaborado por CSES-Ericarts por encargo de la Comisión Europea en 2010. Contiene un Anexo con experiencias.
Por su importancia destacamos además la comunicación sobre una Agenda Europea para la cultura en un mundo globalizado (SEC(2007) 570) presentada en 2007, en la que se propone la creación de la primera estrategia europea para la cultura y entre cuyos objetivos destaca intensificar la cooperación cultural y hacer de la Unión Europea un proyecto social y cultural y no sólo económico. Esta Agenda se publicó conjuntamente con un Inventario de acciones de la UE a favor de la cultura, que realiza un repaso exhaustivo por las diferentes políticas de la Unión que pueden tener incidencia o apoyar el desarrollo de acciones culturales. Por último en julio de 2010 la Comisión Europea publicó un “Informe sobre la aplicación de la Agenda Europea para la Cultura” en el que se hace un balance de los progresos realizados en el cumplimiento de los objetivos fijados en dicha agenda incluyendo el papel que está jugando la cultura en la cooperación como elemento vital para las relaciones internacionales de la UE.
Algunas consideraciones previas para la búsqueda de financiación de un proyecto de cooperación cultural Antes de comenzar la búsqueda de fondos para un proyecto debemos tener una idea clara de lo que queremos hacer a medio plazo y una idea del tipo de instituciones o socios que por su reconocimiento institucional en la materia, su metodología de investigación, su ubicación geográfica y territorial o el patrimonio que detentan y gestionan, pueden ser los más adecuados. A partir de ahí se pueden diseñar diferentes proyectos en función de las convocatorias o líneas de financiación disponibles sin descartar en principio ninguna pues cada una de ellas puede servirnos para materializar una idea o parte del proyecto diferente pero complementario. Como ejemplo podíamos pensar en poner en valor una serie de elementos patrimoniales en el Mediterráneo. Con fondos del Programa Cultura podremos establecer una buena red de colaboradores y celebrar una serie de seminarios que nos permita reunir a especialistas y exponer diferentes experiencias realizadas previamente en la materia creando un sitio web para difundir resultados; paralelamente un proyecto financiado por el programa LIFE nos permitirá acondicionar algunos de los sitios arqueológicos para su visita al público; con fondos FEDER realizaremos un Centro de visitantes y con aportes del Fondo Social Europeo formaremos a los trabajadores para que realicen las visitas guiadas. En todo caso no hay que entender con esto que los fondos europeos o los proyectos de cooperación pueden ser la panacea para la gestión pero sí es cierto que debemos evaluar en cada caso y con atención todas las posibilidades no sólo de recibir financiación externa sino de aprender y mejorar la experiencia con el aporte de otros socios y colaboradores. Dada la cantidad de posibles líneas de financiación para un proyecto de cooperación cultural, se hace necesario planificar muy bien la búsqueda de fondos y valorar bien los pros y contras de cada convocatoria así como los requisitos de cada organismo financiador para que el objetivo final que es sacar adelante una idea de proyecto no se diluya en un mar de formularios y boletines oficiales. Para evitarlo se puede tener en cuenta este particular decálogo:
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1.
Organizar una agenda de posibles instituciones financiadoras con sus prioridades, objetivos y zonas de actuación preferentes, incluyendo un calendario de convocatorias
2.
Seleccionar las convocatorias y fuentes de financiación más adecuadas: por temática, plazos, complejidad, cuantía
La cooperación como instrumento para la difusión y puesta en valor del patrimonio cultural en el contexto euromediterráneo 3.
Valorar las capacidades y recursos necesarios para llevar a cabo cada proyecto, incluyendo el aporte de la cofinanciación
4.
Intentar ajustar la subvención al proyecto y no al revés, siendo coherente con el resto de proyectos y líneas de trabajo de la institución
5.
Mantener una red estable de cooperación que nos permita elegir los socios más adecuados en cada caso, apoyándonos siempre en instituciones de confianza, palabra clave en cooperación
6.
La búsqueda de fondos no debe limitarse a las ventanas de cultura, es importante aplicar criterios de transversalidad y vincular la cultura con otras políticas sectoriales
7.
Diversificar en la medida de lo posible las fuentes de financiación combinando los aportes de diferentes fuentes o programas, incluyendo si es posible públicos y privados
8.
Fortalecer las capacidades técnicas y contar con asesoramiento especializado si es necesario, para preparar un proyecto de calidad, innovador y presentarlo en tiempo y forma
9.
La financiación europea es una forma de complementar recursos y generar valor añadido para el proyecto, pero no puede ser la única forma de que el proyecto exista
10. Pensar siempre en la continuidad del proyecto y en la sostenibilidad de las acciones, planteando estrategias a medio y largo plazo Paralelamente al estudio de los fondos europeos es importante valorar otras fuentes de financiación externa como la esponsorización, el patrocinio y el mecenazgo. En estos momentos y a pesar de la crisis financiera, la anunciada reforma de la Ley de Mecenazgo con el aumento de las desgravaciones fiscales a las inversiones en cultura puede abrir nuevas perspectivas para el sector. En cualquier caso parece cierto que en España junto a la reforma de los marcos normativos y fiscales es necesario un cambio de modelo cultural en el que invertir en patrimonio se considere positivo en sí mismo además de dar prestigio y visibilidad institucional. Por último hay que tener en cuenta que la actual situación de recesión económica internacional plantea nuevos retos para la financiación aumentando la dificultad para conseguir fondos al crecer la competencia y reducirse los presupuestos disponibles. En este contexto se hace necesaria una mayor profesionalización y capacitación de los agentes que intervienen en la cooperación, que deberán buscar formas alternativas e innovadoras de trabajar y de optimizar recursos con nuevos partenariados y colaboraciones estratégicas.
Dossier sobre fondos, programas y experiencias de cooperación cultural europea Realizamos a continuación un repaso por los fondos y líneas de financiación disponibles para proyectos de cooperación cultural, buscando en cada caso ejemplos de proyectos y experiencias de puesta en valor y difusión del patrimonio, desarrolladas en el marco europeo.
A) Los Fondos para una política de cohesión Hace cerca de 25 años la Unión Europea puso en marcha la política de cohesión para resolver problemas estructurales, económicos y sociales que redujeran las diferencias entre los niveles de desarrollo de las diversas regiones a través del aporte de diferentes fondos. Durante el período 2007-2013 esta política de cohesión se ha centrado específicamente en favorecer el crecimiento y el empleo reforzando la competitividad y la innovación en línea con los objetivos de la Estrategia de Lisboa. A partir de 2014 la nueva política de cohesión se alineará con la Estrategia Europa 2020 para contribuir al crecimiento, el empleo y la cohesión social y territorial de las regiones europeas. Durante el periodo 2007-2013 la inversión de la UE a través de los instrumentos de cohesión ascenderá a 348.000 millones de euros en apoyo de los programas de crecimiento regionales y como estímulo para la creación de puestos de trabajo. Los cinco fondos de la política de cohesión vigentes son: el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER), el Fondo Social Europeo (FSE), el Fondo de Cohesión (FC), el Fondo Europeo Agrícola de Desarrollo Rural (FEADER) y el Fondo Europeo Marítimo y de la Pesca (FEMP). Por la financiación que destinan a proyectos culturales y su interés para la política regional destacamos los dos Fondos Estructurales: •
El Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER) concede ayudas para la construcción de infraestructuras y la realización de inversiones capaces de generar empleo en sectores vinculados a los recursos territoriales como 187
Movilidad, contacto y cambio. II Congreso de Prehistoria de Andalucía
el patrimonio y sus instituciones; •
El Fondo Social Europeo (FSE), realiza una importante contribución al sector cultural mediante acciones en el ámbito de la formación que apoyan las políticas de empleo, asuntos sociales e igualdad de oportunidades de la UE.
En 2010 la UE publicó un estudio sobre el uso de los fondos estructurales en cultura que recoge en un anexo ejemplos de 50 proyectos desarrollados en regiones de toda Europa. Para conocer de cerca las inversiones realizadas en Andalucía con estos fondos se ha analizado el Programa Operativo FEDER Andalucía 2007-2013 y hemos comprobado como en él se incluyen importantes inversiones en equipamientos culturales pero también en bienes muebles e inmuebles del patrimonio de nuestra comunidad. En el marco del PO del FEDER estas inversiones se recogen principalmente en el Eje 5, desarrollo sostenible local y urbano. Como ejemplo de intervenciones realizadas o previstas en este período podemos citar la ampliación del Parque de las Ciencias de Granada (el museo más visitado de Andalucía); los trabajos de acondicionamiento y puesta en valor de los Conjuntos Arqueológicos de Itálica (Sevilla), Medina Azahara (Córdoba) y Dólmenes de Antequera (Málaga); la restauración de bienes muebles de los Museos de Cádiz y Bellas Artes de Granada. A nivel nacional podemos destacar entre otros el proyecto de acondicionamiento y puesta en valor para uso turístico de las Minas de Almadén en la provincia de Ciudad Real. En cuanto a intervenciones en otros países del entorno europeo, estos fondos se han utilizado por ejemplo para la protección y conservación de los templos megalíticos de Hagar Qim en Malta o la construcción del Museo de la Acrópolis en Grecia. En relación con el Fondo Social Europeo se ha utilizado por ejemplo en Andalucía para la puesta en marcha del Programa EUROEMPLEO, para la cooperación transnacional e interregional en materia de empleo, cofinanciado por el FSE y el Servicio Andaluz de Empleo de la Consejería de Empleo de la Junta de Andalucía. Este programa incluye la realización de intercambios y visitas de estudio, la identificación de buenas prácticas y la creación de redes. Entre los proyectos financiados por este programa destacamos: •
LECU: Laboratorio de empleos culturales, coordinado por el IAPH de la Consejería de Cultura. Su objetivo principal es potenciar las posibilidades del patrimonio cultural para crear empleo y desarrollar nuevas profesiones. Ha contado con socios de instituciones patrimoniales de Portugal e Italia.
•
Red Europea para la mejora del empleo femenino en el turismo cultural. Coordinado por la Fundación El Legado Andalusí, los socios están en su mayor parte vinculados a Itinerarios culturales del Consejo de Europa y proceden de Italia, Portugal, Eslovenia, Grecia y Luxemburgo.
•
EUROCULTURENET, Coordinado por la Fundación Caja Granada, tiene por objetivo la mejora de las condiciones de empleo de jóvenes artistas en industrias culturales y ha contado con socios de Italia, Bulgaria, Chipre y Grecia.
En el período de programación 2007-2013 se decide potenciar la cooperación entre estados miembros convirtiéndola en uno de los tres objetivos prioritarios de la política de cohesión: el Objetivo de Cooperación Territorial Europea, para el fomento de la cooperación transfronteriza y trasnacional entre las autoridades locales y regionales, que incluye diferentes programas operativos de interés para Andalucía. (fig. 1) Este objetivo tiene entre otros fines el fortalecimiento y el mantenimiento de las redes puesta en marcha en el marco de la iniciativa comunitaria INTERREG, que durante sus casi 15 años de ejecución se convirtió en el gran impulsor de la cooperación entre regiones en la UE. La Consejería de Cultura participó en diferentes proyectos de esta iniciativa durante el anterior período de programación entre los que podemos destacar: INTERREG III A Andalucía – Marruecos:
188
•
FIPAC, Formación, investigación e informatización del patrimonio cultural, coordinado por la Consejería de Cultura a través del IAPH y la EPGPC. Se desarrollaron más de 50 actividades formativas en conservación y difusión del patrimonio, museología, biblioteconomía y documentación, gestión cultural, etc., que beneficiaron a más de 300 alumnos de Andalucía y Marruecos.
•
RIHLA, Huellas de la memoria, coordinado por la Dirección General de Bienes Culturales de la Consejería de Cultura, propiciaba un interesante acercamiento al patrimonio cultural inmaterial de ambas orillas del Mediterráneo.
La cooperación como instrumento para la difusión y puesta en valor del patrimonio cultural en el contexto euromediterráneo El Objetivo de Cooperación territorial europea, incluye los siguientes programas operativos de interés para Andalucía: Cooperación transfronteriza europea •
Programa de cooperación transfronteriza España – Portugal
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Programa de cooperación transfronteriza España – Marruecos
Cooperación trasnacional europea •
Programa MED
•
Programa SUDOE
•
Programa Espacio Atlántico
Cooperación interregional europea •
Programa Interreg IVC
•
Programa ESPON
•
Programa INTERACT Figura 1. Programas del Objetivo de Cooperación Territorial Europea
INTERREG IIIB Mediterráneo Occidental •
EUROMEDINCULTURE: Valorización del espacio euromediterráneo como lugar de intercambios y cooperación cultural. Coordinado por la ADCEI, Francia, en él participó la Consejería de Cultura junto a socios de diferentes regiones mediterráneas. El proyecto destaca por su continuidad en el tiempo gracias a la puesta en marcha de la Red Euromedinculture en 2009 que actualmente cuenta con 30 miembros en 21 países.
•
ANSER y ARCHEOMED: Puesta en valor creativa del patrimonio arqueológico ligado a los puertos antiguos del Mediterráneo como fuente de desarrollo local, En ellos participó la Dirección General de Bienes Culturales de la Consejería de Cultura junto con el Centro de Arqueología Subacuática del IAPH.
En cuanto a los proyectos financiados en el marco del Objetivo de Cooperación Territorial Europea 2007-2013 hemos seleccionado como ejemplos los programas transfronterizos por la elevada participación en ellos de instituciones culturales andaluzas. En el programa de cooperación transfronteriza España-Portugal POCTEP, se impulsa entre otras la cooperación en el área Andalucía-Algarve-Alentejo y en este marco se han financiado diferentes proyectos de base patrimonial entre los que destacamos: •
Proyecto GUADITER, Itinerários do Baixo Guadiana, Coordinado por la Asociación para el desarrollo del bajo Guadiana, ODIANA, ha contado con la participación de la DG de Bienes Culturales de la Consejería de Cultura
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Proyecto UADITURS, Turismo sostenible en el bajo Guadiana, con la participación de la DG de Bienes Culturales de la Consejería de Cultura y la Consejería de Medioambiente de la Junta de Andalucía.
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Proyecto AL MUTAMID, El Turismo Cultural como Instrumento de Desarrollo Integrado de los Recursos y del Patrimonio Histórico Cultural entre la frontera de Andalucía y Algarve, coordinado por la Fundación Legado Andalusí.
•
Proyecto DESCUBRITER_5_E, Ruta Europea de los Descubrimientos. Iniciativa transfronteriza para la valorización y promoción del patrimonio de los descubrimientos, coordinado por la Fundación Nao Victoria.
El Programa Operativo de Cooperación Transfronteriza España- Fronteras Exteriores, POCTEFEX, de gran interés para Andalucía como región frontera exterior de la UE, tiene como objetivo articular los recursos del FEDER en un instrumento transitorio para el desarrollo de proyectos de cooperación transfronteriza entre España y Marruecos, a la espera de la entrada en vigor del Instrumento Europeo de Vecindad y Asociación. Esta configuración permite el uso de los recursos del FEDER en el territorio comunitario y, en aplicación del artículo 21.3 del Reglamento (CE) 1080/2006, la ejecución de hasta un 10% de dicha asignación en gasto generado directamente en países no pertenecientes a la Comunidad Europea, lo que supone un avance frente a la anterior IC INTERREG que no permitía realizar gastos elegibles en territorio marroquí. El Programa tiene dos áreas de cooperación: el Estrecho (que incluye a Andalucía, Ceuta y Melilla) y el Atlántico (con 189
Movilidad, contacto y cambio. II Congreso de Prehistoria de Andalucía
las Islas Canarias) y uno de sus objetivos específicos es “Poner en valor el patrimonio natural y cultural de los territorios fronterizos, como base para el fortalecimiento de la imagen local y para el desarrollo de nuevas actividades económicas”. En este marco se han aprobado numerosos proyectos de contenido cultural y patrimonial entre los que destacamos los siguientes: Primera convocatoria, proyectos ya finalizados •
SAWA y JUNTOS, coordinados por el IEDT de la Diputación de Cádiz. Su objetivo ha sido potenciar la cooperación descentralizada entre la provincia de Cádiz y las Regiones Norte y Oriental del Reino de Marruecos, en el ámbito del patrimonio cultural entre otros, siguiendo las directrices del Plan Estratégico de Trabajo 20072013.
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CUDEMA, coordinado por la Fundación Tres Culturas del Mediterráneo su objetivo ha sido formar en gestión cultural a técnicos de la región Tanger-Tetuán. Entre los resultados positivos destacamos la publicación de un Manual sobre gestión y cooperación cultural que podrá servir para la formación de gestores a lo largo del tiempo y la puesta en marcha de la Asociación Marroquí de Gestores de Cultura y Patrimonio.
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CITETUR , Fomento en los Itinerarios Hispano-Marroquíes de los Almorávides y los Almohades del Patrimonio Cultural, el Comercio Tradicional y el Urbanismo Sostenible. Coordinado por la Fundación El Legado Andalusí contó con la participación de numerosos técnicos locales.
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ESPECERÍAS y CULTURA, coordinados por el Ayuntamiento de Málaga. Entre sus objetivos se encuentran la puesta en valor, protección y promoción del patrimonio histórico, arquitectónico y de espacios públicos comunes.
Segunda convocatoria, proyectos en ejecución 2012 - 2013 •
REDALH, coordinado por el Patronato de la Alhambra y el Generalife, promueve la creación de Redes de Gestión de Profesionales del Patrimonio incluyendo la investigación de centros artesanales, técnicas y materiales constructivos en Andalucía y Marruecos.
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RIMAR, Recuperación de la memoria visual Andalucía-Marruecos a través de la fotografía histórica. Coordinado por el IAPH de la Consejería de Cultura y con la colaboración del Centro Andaluz de la Fotografía y la Delegación del Ministerio de Cultura de Tánger-Tetuán.
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PATRIMONIO, Observatorio transfronterizo de patrimonio cultural, conoce, comparte, protege. Coordinado por el Ayuntamiento de Málaga.
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CALMARR, Cooperación entre Almería y Marruecos para el desarrollo económico mediante la revalorización de su patrimonio histórico y cultural. Diputación de Almería y Mancomunidad de municipios del Bajo Andarax.
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ETNOMED, Patrimonio Etnográfico, elemento de identidad y de desarrollo sostenible en el Mediterráneo. Coordinado por la Diputación de Granada.
•
CULTURMIL 2013, encrucijada de culturas, mil años de historia un año de encuentros. Coordinado por el Milenio de Granada y la Fundación El Legado Andalusí.
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FLAMENCO DE ORILLA A ORILLA, Agencia Andaluza de Instituciones Culturales y la DG de Políticas Migratorias de la Junta de Andalucía.
Por su parte el Fondo Europeo Agrícola de Desarrollo Rural, FEADER, financia la política agrícola y de desarrollo rural de la Unión, que tiene entre sus objetivos la mejora de la calidad de vida y la diversificación de la economía rural. Este fondo incluye medidas para la protección de los paisajes culturales, el desarrollo de infraestructuras culturales, la puesta en valor del patrimonio y el impulso a las actividades turísticas de las zonas rurales europeas. Este programa tiene como antecedente la iniciativa comunitaria LEADER pionera en favorecer un desarrollo desde el ámbito local que tuviera en cuenta los recursos endógenos y que durante los diferentes períodos de programación ha realizado innumerables intervenciones de recuperación y puesta en valor de bienes patrimoniales como acequias, molinos, lavaderos, artesanías, arquitectura tradicional, etc., que son básicos para entender la identidad, el paisaje y el paisanaje del mundo rural. Para alcanzar sus objetivos la IC LEADER incorporó desde sus inicios el apoyo a las actividades de cooperación y especialmente a partir del Leader Plus esta se convirtió en una de las medidas más populares del programa permitiendo a los grupos asociarse a nivel interterritorial o trasnacional, rompiendo el tradicional aislamiento del mundo rural y dando mayor visibilidad a sus actuaciones. 190
La cooperación como instrumento para la difusión y puesta en valor del patrimonio cultural en el contexto euromediterráneo El patrimonio ha sido igualmente el eje central de muchos de estos proyectos e iniciativas como podemos ver en las siguientes acciones conjuntas de cooperación: •
Patrimonio Troglodítico, agrupa a territorios que poseen un importante patrimonio troglodítico que necesita la aplicación de medidas urgentes para su conservación, interpretación, difusión y comercialización, entre las que se encuentran diferentes comarcas andaluzas como la del GDR de Guadix que de manera continuada viene desarrollando proyectos para la protección y valorización de las cuevas como hábitat patrimonial.
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Megalitismo, coordinada por el GDR Sierra de Aracena y Picos de Aroche, tuvo por objeto la valorización, conservación y puesta en valor del patrimonio. En el marco de este proyecto se organizó un seminario internacional en Gorafe, Granada, al que asistieron responsables de los conjuntos arqueológicos de Stonehenge en UK, Carnac en Francia y Newgrange en Irlanda.
B) Programas y políticas sectoriales B.1. Programas de educación, juventud y cultura La nueva generación de programas de educación, juventud y cultura puestos en marcha para el periodo 2007-2013 comprende el programa Integral de Aprendizaje Permanente, así como los programas Cultura, Media y Juventud. El presupuesto total para estos programas, 16 mil millones de euros, prácticamente triplica el presupuesto del período anterior y representa el 2% del presupuesto total de la Unión.
Programa Integrado de Acción en el ámbito del aprendizaje permanente Tiene por objetivo mejorar la calidad de los sistemas europeos de educación y formación e incluye los programas sectoriales: Comenius, Erasmus y Leonardo da Vinci, centrados en las visitas de estudio, los intercambios y prácticas profesionales y el programa Grundtvig para la educación de adultos del que citamos como ejemplo: •
Museos como lugares para el diálogo intercultural, MAP for ID, coordinado por el Instituto de Bienes Culturales de Emilia Romagna, Italia, incluyó la realización de 30 proyectos pilotos en diversos países europeos. En España, estas acciones estuvieron coordinadas por el Museo de América y en ellas participaron entre otros la Biblioteca de Andalucía y el Museo Arqueológico y Etnológico de Granada.
Programa Juventud en Acción Este programa propone desarrollar el sentido de la responsabilidad personal y la participación activa de los jóvenes en el ámbito europeo. Entre las acciones que financia encontramos el Servicio Voluntario Europeo que organiza prácticas para jóvenes entre otras, en instituciones culturales, como las realizadas en el marco de la red Euromedinculture. La propuesta para el nuevo programa que se iniciara en 2014 es el programa Erasmus para Todos, que englobara todas las actuales iniciativas de educación, formación y juventud.
Programa CULTURA El programa Cultura 2007-2013 es el instrumento específico de financiación y programación para la cooperación cultural en la Unión Europea y su dotación financiera para este período es de 408 millones de euros. Los principales objetivos del programa son el apoyo a la movilidad de agentes y de obras culturales y favorecer el diálogo intercultural. Para la consecución de estos objetivos se ponen en marcha diferentes tipos de acciones como Proyectos plurianuales; Acciones de cooperación; Acciones de cooperación especiales (con terceros países); Apoyo a entidades europeas activas en el ámbito de la cultura y la cooperación cultural; Redes de organizaciones para realizar evaluaciones y Proyectos de traducción literaria. Como nos recuerda la campaña We are more, el valor añadido de este programa es muy elevado ya que con un presupuesto relativamente bajo, que no llega al 0.1% del presupuesto de la UE, ha conseguido una movilización muy importante del sector financiando un total de 3500 proyectos, que han implicado a más de 7000 operadores culturales de toda Europa en sus aproximadamente 10 años de ejecución. En el cuadro anexo, (fig. 2), podemos observar las estadísticas de participación por países y por sectores de actividad en las que vemos que ni la participación de España en el programa ni los proyectos centrados en patrimonio cultural son en estos momentos muy elevados, por lo que las instituciones culturales de nuestro país podrían hacer aún bastantes esfuerzos en este sentido. 191
Movilidad, contacto y cambio. II Congreso de Prehistoria de Andalucía
Figura 2. Programa Cultura 2007-2013, Estadísticas de participación por países 2011
Dado que todos los proyectos aprobados por este programa tienen como eje la cultura hemos seleccionado una pequeña muestra para ilustrar este dossier pero recomendamos consultar el sitio web del Punto de Contacto Cultural en España, alojado en el ministerio de Cultura, que ofrece exhaustiva información sobre el mismo. http://www.mcu.es/ cooperacion/MC/PCC/Introduccion.html
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ARC LAND, Archaeolandscapes Europe, proyecto plurianual cuyo objetivo es la utilización en toda Europa del reconocimiento aéreo y la teledetección para promover la comprensión, la conservación y el disfrute del paisaje y del patrimonio arqueológico de los países de la Unión Europea. Coordinado por el Instituto de Arqueología Alemana en él participan la Universidad de Granada y el Laboratorio de Patrimonio del CSIC junto con otros 50 socios europeos.
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REMAI, Red Europea de Museos de Arte Islámico, coordinado por el Patronato de la Alhambra y el Generalife, en él participan como socios los Museos Victoria and Albert de Londres y el del Louvre en París. Su objetivo es poner en marcha una red de museos y colecciones especializada en la conservación del patrimonio cultural de origen islámico, utilizando las colecciones de las instituciones participantes así como las estructuras arquitectónicas que se conservan in situ en el Complejo Monumental de la Alhambra. Tras asistir al Congreso de clausura de este proyecto destacamos el interés del mismo al haber generado una investigación de alto nivel entre tres de las instituciones culturales de mayor prestigio en Europa, con los beneficios que ello aporta al conocimiento y valorización de nuestros bienes patrimoniales y la visión de continuidad hacia el futuro planteada por esta red.
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OPENARCH, red de museos arqueológicos al aire libre, que fomenta el interés europeo en nuestro pasado común y en la mejor presentación del patrimonio tangible e intangible, que conservan. Coordinado por la Fundación Castell de Calafell, Tarragona, en él participan socios de 10 países europeos junto con la asociación de museos arqueológicos al aire libre del ICOM.
La cooperación como instrumento para la difusión y puesta en valor del patrimonio cultural en el contexto euromediterráneo Programa MEDIA 2007 En el ámbito del audiovisual el programa MEDIA 2007 fomenta la cooperación entre los operadores del sector, continuando la línea iniciada por los anteriores programas Media y Media Plus. El presupuesto de MEDIA es de 755 millones de euros para el periodo 2007 – 2013 y si bien no es un presupuesto elevado en términos absolutos, tiene un gran impacto en el sector audiovisual, ya que cada euro invertido genera alrededor de 6 euros en la industria. La Agencia Andaluza de Instituciones Culturales acoge una antena de este programa en Andalucía.
Programa de comunicación Europa con los ciudadanos Ofrece a los ciudadanos participar en la construcción de Europa forjando una identidad común que respete y aprecie la diversidad cultural y lingüística propia de la Unión. La Consejería de Cultura ha participado en un proyecto de este programa: •
Euromedinculture Ciudadanía: la Asociación para el Desarrollo Cultural Europeo e Internacional, ADCEI, lideró este proyecto en el que participaron socios de Alemania, Bélgica, España, Grecia, Malta, Portugal y Reino Unido. El proyecto se estructura en una consulta de la opinión pública a partir de la Agenda Europea de la Cultura y en una serie de foros de debate para permitir que ciudadanos de toda Europa puedan reflexionar e intercambiar opiniones e ideas sobre la cultura y el papel que ha de jugar en el futuro de Europa.
Entre las propuestas de la Comisión para el nuevo periodo de programación está el nuevo programa Europa Creativa que englobará los ámbitos del cine, la televisión, la cultura, la música, las artes escénicas, el patrimonio y otros afines. Con una propuesta de presupuesto de 1 800 millones de euros para el período 2014-2020, supondría un fuerte espaldarazo para las industrias culturales y creativas, fuente de empleo y crecimiento en Europa.
B.2. Programas para la Investigación y la innovación La Unión Europea cuenta con tres instrumentos principales de financiación para fomentar la investigación y la innovación: •
El Programa Marco de Investigación
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El Programa Marco para la Innovación y la Competitividad (PIC)
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Los Fondos Estructurales y el Fondo de Cohesión
Los fondos estructurales han sido revisados anteriormente por lo que nos centraremos en los dos programas marco. El 7º Programa Marco de Investigación y Desarrollo vigente entre 2007-2013, engloba una serie de programas e iniciativas entre los que podemos encontrar líneas específicas para estimular la investigación y la cooperación europea en el ámbito del patrimonio cultural, vinculándolo a las tecnologías de la información, la conservación de los bienes culturales, el medioambiente urbano o la formación de investigadores. El 7PM se compone de 4 bloques principales de actividades que conforman los programas: Cooperación, Ideas, Personas y Capacidades. A lo largo de los diferentes programas marcos ejecutados hasta la fecha son muy numerosos los proyectos de investigación aplicada más avanzada realizados en el ámbito del patrimonio cultural y que han impulsado la colaboración entre instituciones patrimoniales y centros de investigación en toda Europa, destacando las inversiones que se incluyeron en el 5ª Programa Marco en el programa La ciudad del mañana y el patrimonio cultural. En el 7PM la investigación en conservación del patrimonio se ha canalizado a través de la línea específica Protección, conservación y valorización del patrimonio cultural incluyendo el hábitat, además de la realizada a través de otros programas o medidas transversales. En cuanto a la participación española en estos programas y tal y como recoge el Plan Nacional de Investigación en Conservación del Patrimonio Cultural 2011, del Ministerio de Cultura, la participación es escasa y no responde al potencial investigador de nuestras instituciones ni a la riqueza y diversidad de nuestro patrimonio lo que implica un menor retorno económico y de conocimiento del que podría correspondernos. Para ilustrar la diversidad de posibilidades que ofrecen los PM hemos seleccionado dos proyectos relacionados con las instituciones patrimoniales y las TICs. •
CALIMERA, financiado por el 6ºPM tuvo por objetivo crear una red europea de contenidos digitales sobre el patrimonio cultural en archivos, bibliotecas y museos de ámbito local. En él participaron instituciones de toda Europa, siendo coordinador del grupo español la Biblioteca Provincial de Huelva.
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Movilidad, contacto y cambio. II Congreso de Prehistoria de Andalucía
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IMPACT, Mejorar el acceso a documentos históricos conservados en instituciones patrimoniales mediante su digitalización a gran escala, adaptando el software OCR a los materiales históricos impresos. Coordinado por la Biblioteca Nacional de los Países Bajos, en él participa la BN de España.
En 2012 la Bienal de Restauración y Gestión del Patrimonio, ARPA organiza un evento sobre innovación que permitirá conocer de cerca los resultados de los proyectos de investigación en patrimonio cultural más relevantes que se han llevado a cabo en nuestro país dentro del 7º PM. De cara al nuevo período de programación ya se ha presentado la nueva propuesta de la Comisión, el programa marco Horizon 2020, que representa una gran simplificación respecto al anterior y está más orientado hacia los productos innovadores. Por otra parte y para favorecer la innovación la UE ha diseñado el Programa Marco de Innovación y Competitividad. Este programa contempla como una de los ejes de trabajo las tecnologías de la información y la comunicación, ICT en sus siglas en inglés que apoya la elaboración y difusión de contenidos culturales a través de la red. El programa Information and Communication Technology Policy Support (ICT PSP), sustituye al anterior programa e-content y entre otras acciones financia la digitalización de contenidos patrimoniales para ser incorporados a la biblioteca digital Europeana. •
Europeana Regia es un proyecto mediante el cual 874 manuscritos medievales y renacentistas de gran valor serán digitalizados, gracias a la colaboración de cinco grandes bibliotecas europeas entre las que se encuentra la Biblioteca de la Universidad de Valencia. El proyecto reúne tres colecciones actualmente dispersas, y que son representativas de la actividad cultural en Europa a lo largo de la historia, la Biblioteca Carolingia, la Biblioteca de Carlos V de Francia y su familia y la Biblioteca de los Reyes aragoneses de Nápoles.
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ENUMERATE tiene por objetivo mejorar la información estadística sobre digitalización, conservación y acceso on-line al patrimonio cultural. Coordinado por el Collection Trust de Reino Unido en él participa la empresa española DIGIBIS, responsable de la digitalización de numerosas colecciones.
B.3. Programas para la protección y valorización de los recursos medioambientales En el área de Medio Ambiente y para el período 2007-2013 se está desarrollando el Programa Life Plus, que da continuidad al instrumento creado en 1992 y que es la punta de lanza de la política medioambiental de la Unión. Este programa cofinancia proyectos de conservación del medio ambiente y revalorización de los parajes naturales en la Unión Europea y en terceros países. Desde el lanzamiento del programa LIFE en 1992, se han financiado un total de 447 proyectos en España, con una inversión global de 633 millones de euros, de los cuales 275 han sido aportados directamente por la UE. Entre otras iniciativas de interés ha financiado por ejemplo la regeneración ambiental y el acondicionamiento turístico en sitios arqueológicos como el de Carnac en Francia o los siguientes proyectos realizados por instituciones españolas. •
Proyecto JARA, apoyo al desarrollo del turismo sostenible mediante la puesta en valor y recuperación del parque minero de La Unión en Murcia.
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Goya 250 años, naturaleza en Fuendetodos, tuvo por objetivo favorecer el desarrollo social y económico de la localidad mediante acciones de protección y valorización del patrimonio natural y cultural, a partir de una gestión respetuosa de los recursos propios y de la figura y la obra de Goya.
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Recuperación del hábitat tradicional en el Parque Natural de Somiedo en Asturias. La intervención sobre las brañas ha permitido la pervivencia de estas construcciones y la transmisión de un modo de vida y de un patrimonio del ámbito rural.
B.4. Programas de apoyo al sector turístico El apoyo a proyectos que impulsen el turismo como factor de desarrollo territorial está recogido de manera transversal en muchos programas de cooperación europeos, pero existen además líneas de financiación y convocatorias específicas para este sector destacando para nuestro estudio la convocatoria anual de propuestas para apoyar las iniciativas que fomenten y divulguen proyectos de turismo cultural transnacional, incluida en el Programa Marco de Competitividad e Innovación, así como la nueva iniciativa “Encrucijadas de Europa” que fomentará los itinerarios culturales europeos y sensibilizará acerca de su potencial turístico. Entre los estudios financiados por el PM de Competitividad e Innovación para este sector destacamos: • 194
“El impacto de los itinerarios culturales europeos en la innovación, competitividad y agrupación de las PYME”.
La cooperación como instrumento para la difusión y puesta en valor del patrimonio cultural en el contexto euromediterráneo C) Programas para la cooperación exterior en el espacio euromediterráneo Las relaciones de cooperación entre la Unión Europea y los países del Sur del Mediterráneo conocen un impulso a partir del llamado Proceso de Barcelona iniciado en 1995. A partir de entonces comienzan a ponerse en marcha una serie de programas regionales de cooperación ejecutados con fondos MEDA, entre lo que se incluye el programa Euromed Heritage que tanta incidencia ha tenido para la valorización del patrimonio cultural y el trabajo conjunto de los profesionales, gestores e investigadores del patrimonio en el espacio euromediterráneo. A partir de 2007 se inicia un nuevo período de programación con la entrada en vigor de la nueva política de vecindad y asociación, que tiene por objetivos impulsar la cooperación en las fronteras exteriores de la UE para evitar la aparición de brechas y líneas divisorias, promover la integración económica favoreciendo los intercambios, apoyar mejoras en la gobernanza y reformas que estimulen el desarrollo económico y social en los países asociados. Para ello se crea el Instrumento Europeo de Vecindad y Asociación, IEVA que sustituye a los fondos MEDA y TACIS y es un instrumento marco con el que se financian programas de diferente alcance y ámbito de actuación, incluyendo programas bilaterales, multilaterales y regionales. La Dirección General de Cooperación y Desarrollo de la Comisión Europea, Europe Aid, asume la gestión de este instrumento que tiene un presupuesto total de 12.000 millones de euros, de los cuales un 95% se destina a programas nacionales o regionales y un 5% a programas de cooperación transfronteriza.
C.1 Principales programas financiados por el IEVA Programa Cuenca Mediterránea, ENPI MED Se trata de un programa multilateral de cooperación, dotado con 173 millones €. Sus prioridades son el desarrollo socio económico; la sostenibilidad medioambiental; la movilidad de personas, bienes y capitales; y la promoción del diálogo intercultural. Tipos de proyectos: estándar y estratégicos.
Programas regionales Son programas centrados en un sector de actividad específico, como el Euromed Heritage IV que se dedica especialmente al patrimonio cultural y desde su puesta en marcha en 1998 ha financiado 45 proyectos en 4 convocatorias, En las tres primeras fases, financiado por el programa MEDA, benefició a más de 400 socios de países miembros y de países socios del Mediterráneo. Como ejemplos seleccionamos: •
REHABIMED, rehabilitación de la arquitectura tradicional del Mediterráneo. Tras participar en el proyecto CORPUS (EHI) que tenía por objetivo realizar inventarios de la arquitectura tradicional en el Mediterráneo, este proyecto se centra en el estudio de las técnicas para su conservación y valorización. Tras la finalización del proyecto la red se ha mantenido activa a través de la Asociación Rehabimed creada en 2009 y de la que forman parte instituciones de más de 40 países euromediterráneos.
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DELTA, planificación integrada de la conservación y gestión del patrimonio. Coordinado por el IMED italiano, contó con la participación del IAPH de la Consejería de Cultura y de numerosos agentes locales. El proyecto incluyó estancias formativas y la realización de proyectos piloto de desarrollo territorial.
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MED VOICES, historia oral en ciudades del Mediterráneo, con participación de la Universidad de Granada.
Otros programas regionales en los que podrían incluirse actividades culturales son: Euromed Juventud IV, Euromed Audiovisual III, Euromed Regnet, CIUDAD, TEMPUS y Erasmus Mundus. La Fundación Anna Lindh por su parte ha abierto interesantes posibilidades para la cooperación y el diálogo intercultural en el ámbito del Mediterráneo. Citar por último que en el marco del IEVA se realizan igualmente convocatorias bilaterales para proyectos de cooperación cultural entre la UE y un tercer país, como la convocada en el mes de abril de 2012 para la cooperación con Egipto.
C.2 Instrumento de Cooperación al Desarrollo El Instrumento de Financiación de la Cooperación al Desarrollo (ICD) reúne en un único instrumento al conjunto de instrumentos geográficos y temáticos que se han ido creando con los años con objeto de mejorar la ayuda al desarrollo. Sus prioridades son la cohesión social; integración regional; gobernanza; educación superior; desarrollo sostenible. Este instrumento incluye diferentes programas temáticos entre los que destacamos el Programa Invertir en las Personas que realiza convocatorias para proyectos de formación de los profesionales de la cultura, sus instituciones e industrias culturales, que pueden desarrollarse entre otros países del sur del Mediterráneo. 195
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Valoración y conclusiones Los programas y experiencias recogidos en este artículo han pretendido mostrar el tipo de actuaciones y proyectos elegibles en las convocatorias y las oportunidades que ofrece la cooperación a los responsables de la gestión del patrimonio. La revisión de este dossier nos plantea además otras reflexiones sobre la cooperación cultural. Por una parte la cantidad de fondos y programas existentes, la dispersión de la información y en ocasiones la complejidad de las convocatorias hace que no siempre resulte sencillo encontrar la financiación adecuada para un proyecto cultural. Y si bien es cierto que se necesita formación previa y un trabajo constante de actualización para estar al día de las convocatorias, el valor añadido que ofrece la participación en estas iniciativas compensa los esfuerzos y permite no sólo obtener financiación sino como vimos en la primera parte de este texto generar conocimiento y plusvalías para las instituciones y los profesionales implicados. La revisión de estos fondos y proyectos nos ha permitido observar igualmente como la cultura cobra fuerza vinculada a otras políticas como turismo, desarrollo local, empleo, etc., por lo que es importante saber argumentar y justificar en los proyectos esta transversalidad, buscando alianzas estratégicas con otros sectores. En relación con las tasas de éxito o el rendimiento a la hora de presentar proyectos de cooperación europea, debemos decir que varían de unos programas a otros pero las instituciones que consiguen y gestionan muchos proyectos son evidentemente aquellas que presentan un mayor número de proyectos y que alternan diferentes convocatorias, sin desanimarse al primer intento fallido. Buscar asesoramiento previo tanto en los puntos de información de cada programa como en consultoras especializadas cuando sea necesario, permitirá adecuar las ideas a los proyectos y éstos a las convocatorias para acudir a las mismas con mayores garantías de obtener resultados. Por otra parte el contexto de recesión que atravesamos tiene un impacto directo en la cooperación y en los últimos dos años se constata una caída de participación de instituciones españolas e incluso la renuncia a proyectos aprobados por no poder hacer frente a los gastos comprometidos para su ejecución. No debemos olvidar que en todos los programas comunitarios el apoyo de los fondos se otorga en régimen de cofinanciación, variando de un programa a otro el porcentaje que puede oscilar entre el 50% que aporta el Programa Cultura al 90% del Programa Cuenca Mediterránea. Por último, pero no menos importante, la cantidad de proyectos realizados nos exige plantear la necesidad de realizar evaluaciones y medir el impacto de los mismos, tanto a corto como a medio plazo. En este sentido es fundamental poner en marcha planes y programas de investigación y evaluación que recopilen, examinen y capitalicen los resultados de estas inversiones, elaborando bancos de buenas prácticas y otras herramientas que permitan identificar las fortalezas y debilidades de estas iniciativas, rentabilizar los esfuerzos realizados y evitar o corregir posibles desviaciones y errores en proyectos futuros. Entre las experiencias positivas realizadas en nuestra comunidad destacamos la puesta en marcha del Observatorio de la Cooperación Transfronteriza de Andalucía, OCTA, por parte de la Secretaría General de Acción Exterior de la Consejería de Presidencia y cofinanciado por el PO FEDER de Andalucía. Desde este observatorio se ha impulsado el Plan de Información e Investigación de la Cooperación Territorial y de vecindad que incluye un directorio de agentes de la cooperación así como la publicación de diferentes manuales y estudios. A nivel europeo son numerosos los informes de evaluación de los programas que se realizan pero están a menudo centrados en la ejecución financiera y presupuestaria de los mismos y no en aspectos cualitativos. Paralelamente se recopilan y difunden proyectos realizados en el marco de cada programa a modo de buenas prácticas pero falta una mirada crítica sobre los mismos que se centre en el impacto y sobretodo en la continuidad de los resultados en el tiempo. A todos, gestores, investigadores, técnicos de la administración y demás profesionales implicados, nos corresponde exigir estas evaluaciones y ser rigurosos en la ejecución y seguimiento de los proyectos de cooperación si queremos hacer de esta herramienta un verdadero instrumento para la gestión patrimonial.
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La cooperación como instrumento para la difusión y puesta en valor del patrimonio cultural en el contexto euromediterráneo
Figura 3. Programa Cultura 2007-2013. Estadísticas de participación por temas 2011
Figura 4. Acción conjunta de cooperación Megalitismo, IC Leader Plus
Figura 5. Visitas de profesionales proyecto EUROMEDINCULTURE, IC Interreg III B Medocc
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Figura 6. Obras de ampliaciĂłn del Parque de las Ciencias de Granada, Fondos FEDER
Figura 7. Congreso Internacional Poryecto REMAI del Programa Cultura. Patronato de la Alhambra y el Generalife
Figura 8. Estancias formativas del proyecto DELTA, Programa Euromed Heritage
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La cooperación como instrumento para la difusión y puesta en valor del patrimonio cultural en el contexto euromediterráneo Bibliografía La cooperación transfronteriza Andalucía-Norte de Marruecos, Balance y perspectivas, (2011) Fundación Centro de Estudios Andaluces y Consejería de Presidencia de la Junta de Andalucía, Sevilla. Marcela Iglesias (coord.) http://centrodeestudiosandaluces.es/datos/publicaciones/CooperacionTransfronteriza.pdf Gobernanza multinivel: el reto de las regiones mediterráneas. Una perspectiva andaluza. (2011) Consejería de Presidencia de la Junta de Andalucía, Sevilla. Jorge Tuñón (ed.) http://www.medgov.net/sites/default/files/Medgovernance_castellano%20(1).pdf Manual de Cooperación territorial europea en Andalucía. (2011) Consejería de Presidencia de la Junta de Andalucía, Sevilla. Cudema, Cultura y Desarrollo Andalucía- Marruecos. (2011) Fundación Tres Culturas del Mediterráneo. (VV.AA) AGENCIA ESPAÑOLA DE COOPERACIÓN INTERNACIONAL PARA EL DESARROLLO. Monografías Cultura y Desarrollo, (2006 – 2010) http://www.aecid.es/es/servicios/publicaciones/Documentos/monografias/ • • • • • • • • • •
00: Derechos culturales y desarrollo humano. En colaboración con Interarts. 01: Comunicación sostenible y desarrollo humano en la sociedad de la información. Juan Carlos Miguel de Bustos. 02: Turismo, cultura y desarrollo. Damián Moragues Cortada. 03: La cooperación al desarrollo en las universidades españolas. Dir: Koldo Unzueta 04: Cultura, estrategia para el desarrollo local. Dir: Pau Rassel 05: Ciencia, Tecnología y Desarrollo. Jesús Sebastián y Carmen Benavides. 06: La cooperación cultura-comunicación en Iberoamérica. Enrique Bustamante (Ed.) 07: Gestión cultural e identidad. Claves para el desarrollo. Héctor Ariel Olmos. 08: Redes culturales: claves para sobrevivir en la globalización. Javier Brun (dir), Joaquín Benito, Pedro Canut. 10: Industrias culturales, creatividad y desarrollo. Germán Rey
COMISIÓN EUROPEA: http://ec.europa.eu/culture/key-documents/studies_en.htm • • • • • •
(2003) Informe sobre el estado de la cooperación cultural en Europa. Elaborado por EFAH/FEAP para la Dirección General de Educación y Cultura. (2006) Informe sobre la economía de la cultura en Europa. Elaborado por la consultora KEA para la Comisión Europea. (2007) Agenda europea para la cultura en un mundo en vías de globalización. COM 2007, 242 final. (2009) Hacia una estrategia de cultura en el Mediterráneo. Elaborado por Fanny Bouquerel y Basma El Husseini para la Comisión europea. (2010) Estudio sobre la contribución de la cultura al desarrollo local y regional. Evidencias desde los fondos estructurales. Elaborado por CSES-Ericarts para la Comisión Europea. (2010) Informe sobre el impacto de los itinerarios culturales europeos en la innovación, competitividad y agrupación de las PYME. Coordinado por Kseniya Khovanova-Rubicondo, para la Comisión europea y el Consejo de Europa. http:// www.coe.int/t/dg4/cultureheritage/culture/Routes/StudyCR_en.pdf
MARTINELL SEMPERE, ALFONS: •
(2001) Diseño y elaboración de proyectos de cooperación cultural. Cuadernos de Iberoamérica. Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI) • (2006) Hacia una nueva política cultural exterior. Revista ARI, Nº 127/2006, del Real Instituto Elcano. MIRALLES VENTIMILLA, EDUARD (2009): Cultura, cooperación descentralizada y desarrollo local. En “Anuario 2008” del Observatorio de la Cooperación descentralizada Unión Europea-América Latina. TASSARA ANDRADE, PILAR • •
•
(2009) Cooperación cultural para el desarrollo local en “Patrimonio Histórico y Desarrollo Territorial” Universidad Internacional de Andalucía. (2008) La cooperación como estrategia para la gestión del patrimonio en el s.XXI: al encuentro de otros territorios en “Manual de buenas prácticas para la gestión del patrimonio cultural en el medio rural”, Editado por Asociación para el Desarrollo Rural de Andalucía, ARA. (2002) Programas de Desarrollo Rural y Patrimonio. El impacto de los fondos europeos en Andalucía. En VI Jornadas de Difusión del Patrimonio. Dirección General de Bienes Culturales. Consejería de Cultura.
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Enlaces de interés Programas y políticas de interés en la Comisión Europea Educación, Juventud y Cultura http://ec.europa.eu/dgs/education_culture/index_en.htm http://europa.eu/pol/cult/index_es.htm Relaciones exteriores y política de vecindad http://ec.europa.eu/comm/external_relations/index.htm http://ec.europa.eu/europeaid/index_en.htm http://ec.europa.eu/world/enp/policy_es.htm Turismo cultural http://ec.europa.eu/enterprise/sectors/tourism/cultural-routes/index_es.htm Medioambiente http://ec.europa.eu/environment/life/ Desarrollo rural http://ec.europa.eu/agriculture/rurdev/index_es.htm Investigación y Desarrollo http://cordis.europa.eu/home_es.html Innovación y Competitividad http://europa.eu/legislation_summaries/information_society/strategies/n26104_es.htm Observatorios y Redes de expertos en cooperación Observatorio del OCTA, www.juntadeandalucia.es/presidencia/OCTA/ European network on culture, EECN, http://www.eenc.eu/ Regionetwork 2020, https://webgate.ec.europa.eu/regionetwork2020/worklog/all Coopera Cultura http://www.gestioncultural.org/cc_presentacion.php Labforculture, http://www.labforculture.org/es Interarts, www.interarts.net/ Red de Turismo Arqueológico Arqueotur, http://www.arqueotur.org/
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El Consejo Europeo de Investigación (ERC), nuevo organismo europeo de financiación para la investigación en todas las áreas de la ciencia. Pilar López ERCEA Scientific Officer. Edificio Covent Garden. Place Rogier. Bruselas
Resumen: El Consejo Europeo de Investigación (ERC) es el primer Organismo de financiación pan-europeo para la investigación de frontera en Europa. Fue creado por la Comisión Europea en 2007 dentro del VII Programa Marco dentro del sub-programa IDEAS con un presupuesto de 7.510 millones de euros entre 2007 y 2013. El ERC busca estimular la excelencia científica en Europa financiando los mejores proyectos en cualquier campo de investigación. No hay prioridades temáticas ni cuotas geográficas. Breve historia Tras las segunda guerra mundial la Ciencia europea se había organizado en torno a grandes sistemas gubernamentales que dieron lugar a potentes organismos de investigación como el CERN (Organización Europea de Investigación Nuclear), EMBO (Organización Europea de Biología Molecular), EMBL (Organización Europea de Laboratorios en Biologia), ESO (Organización Europea de Astronomia), ESA (Agencia Espacial Europea). El 6 de Diciembre de 2000, el Oxford Journal, en su sección de Ciencia publica…” The European Union should consider establishing an agency to complement and compete with national agencies in funding academic research. Its success would depend on its capacity to identify and support exciting multi-disciplinary programmes of research and related training in promising fields rather than on its capacity to forecast or demonstrate specific applications”. Este análisis es el reflejo del pensamiento de buena parte de la comunidad científica sirviendo de base para la política de investigación llevada a cabo desde la Comisión Europea. La idea de establecer el Consejo Europeo de Investigación, ERC en sus siglas inglesas, surge pues de la fructífera discusión entre la comunidad científica y los organismos europeos de investigación, movida por el hecho de no existir ningún mecanismo para apoyar y financiar la investigación básica. Los primeros pasos comienzan a inicios de 2000 cuando en su reunión en Lisboa, la Comisión Europea plantea que para competir con países tecnológicamente avanzados como Estados Unidos o Japón, Europa debe convertirse en el líder mundial de una economía basada en el conocimiento. En 2002 la Cumbre de Barcelona establece que la UE debe invertir en investigación y desarrollo el 3% del Producto Interior Bruto, objetivo a alcanzar en 2010. A iniciativa del ELSF (Forum Europeo para Las Ciencias de la Vida) este mismo año, y bajo la presidencia danesa de la EU, se lleva a cabo un encuentro organizado por la Real Academia sueca donde se plantea la necesidad de la creación de un Consejo Europeo de Investigación que implique a toda la comunidad científica europea. Un fuerte apoyo a esta iniciativa proviene del entonces Comisario europeo de investigación Philippe Busquin, siendo Director General A. Mitsos. La idea de Busquin estaba basada en la necesidad de contar con 500.000 nuevos investigadores hasta 2010 con el fin de evitar la fuga de cerebros y conseguir el liderazgo deseado. La intención fundamental detrás de esta iniciativa era conseguir el apoyo a los mejores talentos, científicos ambiciosos y competitivos en todas las áreas del conocimiento que fueran capaces de llevar la ciencia al límite de las posibilidades conocidas. Con ello se buscaba dar a la ciencia europea una visibilidad internacional. La propuesta de participación “bottom-up” planteaba la reconfiguración de las actividades de investigación para encontrar nuevas oportunidades y retos a través de una ciencia en las fronteras del conocimiento, entendiendo como tal una investigación intrínsicamente arriesgada con ausencia de límites disciplinares, evitando la distinción entre investigación básica y aplicada, entre ciencia y tecnología. Se trataba, en definitiva, de fomentar y apoyar los mejores investigadores individuales e ideas a través de una competición a nivel europeo donde la excelencia científica fuera el único criterio a tener en cuenta. La respuesta a esta iniciativa fue sorprendentemente unánime por todos los países creándose un Grupo de Expertos (EGERC) que analizarían la viabilidad de tal estructura. 201
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En 2003 aparece el primer informe procedente de este grupo presidido por Federico Mayor Zaragoza. Es en este momento cuando se centran las bases de lo que mas tarde sería uno de los más exitosos programas de la Unión Europea. En 2004 el Consejo Europeo acepta la necesidad de un esquema de financiación para la investigación básica de excelencia y un año mas tarde, en 2005, las recomendaciones del grupo de expertos antes mencionado, tienen un fuerte apoyo por parte de las autoridades políticas y académicas y se propone, por parte de la Comisión Europea, el establecimiento de un ERC autónomo a través de Ideas, uno de los programas componentes del 7º Programa Marco (2007-2013). En 2006 el Consejo Europeo adopta el establecimiento del denominado 7º Programa Marco para el sexenio 2007-2013 organizado en cuatro subprogramas con objetivos concretos: Cooperación: Crear polos de excelencia en los campos mas importantes del avance del conocimiento. Ideas: Apoyar la investigación de frontera en todos los campos de la ciencia, incluyendo la ingeniería, las ciencias sociales y humanidades. Se hace mediante el ERC Personas: Desarrollo de carreras y habilidades en conexión con los sistemas nacionales. Capacidades: Infraestructuras de investigación; investigación regional; Ayuda a las PYMES; Temas de ciencia y sociedad. Dentro de esta estructura se crea la nueva “institución”, el ERC para administrar el Programa Ideas y servir, a su vez, para apoyar el Área Europa de Investigación, conocida como ERA. La idea principal que mueve esta iniciativa es promover la excelencia en la investigación de frontera, eliminado, por un lado, el viejo esquema de investigación básica versus investigación aplicada y por otro, la estructura de los proyectos propios del Programa Marco en los que son necesarios varios equipos creando un consorcio para solicitar un proyecto. El nuevo programa Ideas favorece al individuo frente a la investigación coordinada. Consultados los países miembros, La Comisión Europea selecciona 22 reconocidos científicos en todas las áreas del conocimiento que forman el Consejo Científico del ERC eligiendo como primer Presidente al Profesor Fotis Kafatos y a dos Vicepresidentes, la Dra. Helga Nowotny, actual Presidenta desde 2010 y el Dr. Daniel Estève. El primer Secretario General es el Dr. Ernest L. Winnaker. En 2007 el ERC es oficialmente inaugurado en Berlín bajo la presidencia alemana, con una conferencia inaugural organizada por la Fundación Alemana de la Ciencia (DFG) y la Comisión Europea y se lanza la primera convocatoria de proyectos, la denominada Starting Grants 2007 (StG2007). La respuesta a esta convocatoria es masiva dado el enorme entusiasmo que el ERC había levantado en la comunidad científica internacional por sus particulares características, su flexibilidad y sobre todo, la posibilidad de dar a todos los campos de la ciencia las mismas oportunidades de financiación. Este entusiasmo se ve reflejado en las 9167 propuestas solicitadas por jóvenes investigadores, teniendo en cuenta que, como he dicho anteriormente, la convocatoria estaba solamente abierta a doctores que habían finalizado su tesis doctoral pocos años antes, 2 a 9 años y que iniciaban su independencia científica. El presupuesto de esta primera convocatoria alcanza aproximadamente 310 millones de Euros, permitiendo financiar un número de 303 proyectos. Al mismo tiempo que esta primera convocatoria tomaba forma, se procedía a la evaluación de las propuestas y, en definitiva, se sentaban las bases de lo que es el ERC en la actualidad, se desarrollaba un detallado plan para la segunda de las modalidades de financiación, dirigida a investigadores ya establecidos y con una trayectoria científica de más largo alcance, las denominadas Advanced Grants y que serían convocadas en 2008 (AdG2008). En 2009 el ERC alcanza la autonomía administrativa de la Comisión Europea y se crea la Agencia Ejecutiva, ERCEA que está dedicada a la implementación de la estructura bajo el paraguas de la Dirección General de Investigación de la Comisión Europea. El primer director de la Agencia es Jack Metthey siendo sustituido en 2010 por Pablo Amor. En 2011 aparece el primer informe emitido por un grupo independiente de expertos sobre los logros alcanzados por el ERC hasta finales de 2010 con más de 1000 proyectos financiados. Se propone un incremento de, aproximadamente un 80% del presupuesto de cara al siguiente Programa Marco conocido como “Horizonte 2020”. 202
El Consejo Europeo de Investigación (ERC), nuevo organismo europeo de financiación para la investigación en todas las áreas de las ciencias Se produce el primer recambio de un tercio del Consejo Científico y 7 nuevos miembros sustituyen a parte de los primeros. Se ponen en marcha dos nuevas iniciativas de financiación con el mismo esquema bottom-up que más tarde detallaremos en profundidad: La denominada Proof of Concept (PoC) y las Synergy Grants (SyG), destinadas a pequeños grupos de científicos trabajando juntos en la misma idea. Este mismo año toma posesión el tercer Secretario General, Prof. Donald B. Dingwell que sustituye al Prof. Mas Colell, segundo en el cargo entre Julio 2009 y Septiembre 2010. A finales de 2011 más de 2000 proyectos están desarrollando su actividad. En 2012 se pone en marcha una campaña de presentación del ERC a nivel mundial y América Latina y Sudáfrica entran a formar parte del objetivo de atraer científicos a Europa. Organización Como he indicado mas arriba, el ERC está formado por: Un Consejo Científico (ScC) de 22 miembros independientes, elegidos por la Comisión Europea siguiendo las recomendaciones de un Comité de identificación. Se ocupa de la gestión científica definiendo las estrategias de financiación y la metodología a seguir; controla la calidad del desarrollo de las evaluaciones y establece el mejor modo de comunicación con la comunidad científica. Actúa en nombre de la comunidad científica europea para promover la creatividad y la investigación innovadora. El presidente del Consejo Científico es a su vez el presidente del ERC y quien lo representa formalmente ante la Comisión Europea y otros Organismos comunitarios e internacionales. Una Agencia Ejecutiva, ERCEA, que se ocupa de la ejecución del programa establecido por el Consejo Científico, organiza la evaluación, la aplicación práctica y gestión de las operaciones; establece los contratos con las Instituciones, los denominados “grant agreements” para transferir los fondos: administra los aspectos científicos y financieros así como el seguimiento de los mismos durante todo el desarrollo de los proyectos y provee un informe anual de las operaciones realizadas al Consejo Científico y al Parlamento Europeo. El objetivo principal del ERC es estimular la excelencia en investigación en la frontera del conocimiento en Europa, invirtiendo en los mejores investigadores e ideas a través de la competencia a nivel mundial sobre la base de la excelencia científica como único criterio, en potenciales imprevisibles descubrimientos científicos y tecnológicos más allá de las fronteras establecidas del conocimiento y en los límites de las disciplinas, buscando el reconocimiento internacional de investigadores individuales. Se favorecen aquellas propuestas de carácter multi o interdisciplinar que cruzan los límites entre diferentes campos de investigación, las pioneras que abordan campos nuevos y emergentes de investigación o las que introducen enfoques no convencionales e innovadores siempre y cuando el impacto esperado en la ciencia o en ingeniería sea importante. Apuesta claramente por los proyectos denominados de “alto riesgo/alto beneficio”. Esquemas de financiación ERC Starting Grant (StG) Dirigido a la próxima generación de líderes de investigación independientes con una financiación de hasta 2,0 M € en 5 años. Su finalidad es la de impulsar las carreras independientes de investigadores de excelencia, proporcionando el apoyo adecuado en el momento crítico en el que están empezando o consolidando su propio equipo de investigación independiente. El investigador principal puede ser de cualquier nacionalidad o edad con una experiencia entre 2 y 12 años tras haber obtenido el doctorado. Debe demostrar su potencial de independencia y la evidencia de madurez, presentando una buena trayectoria de logros científicos adecuados a su campo de investigación y etapa de su carrera (2-7 años para los denominados “starters” y 7-12 para los considerados como “consolidators”). Su lugar de trabajo debe estar situado en cualquier centro de investigación europeo (miembro de la UE o país asociado). La dedicación al proyecto y su permanencia en Europa debe ser al menos el 50% del tiempo de trabajo. ERC Advanced Grants (AdG) Están dirigidas a investigadores ya establecidos de cualquier nacional y edad que presenten una excepcional 203
Movilidad, contacto y cambio. II Congreso de Prehistoria de Andalucía
carrera científica en cualquier campo de la Ciencia durante los últimos 10 años. Como en el caso de la StG el único criterio de evaluación es la excelencia científica. Su lugar de trabajo puede estar en cualquier centro situado en uno de los países miembros o asociados y la financiación alcanza los 2,5 millones de euros, llegando en algunos casos a los 3,5 millones en un periodo que alcanza hasta los 5 años. La dedicación al proyecto será de, al menos, el 30% de su tiempo y su permanencia en Europa del 50%. En ambos casos la aprobación y financiación del proyecto acepta la movilidad del investigador y del proyecto pudiendo ser transferido de un centro de investigación a otro, dentro o fuera del país desde el que, inicialmente, se hizo la solicitud o se comenzó el trabajo. Proof of Concept (PoC) En 2011 el ERC introduce una nueva modalidad de financiación, la denominada Proof of Concept abierta a los investigadores que ya han obtenido un proyecto previo y que esté en vigor o que haya finalizado durante los últimos 12 meses. Se trata de aprovechar el potencial de innovación de la idea para darle una aplicación práctica en el sector comercial o industrial. La financiación de este esquema alcanza los 150.000 € y el periodo de ejecución es de 1 año. Para establecer el potencial de innovación de una idea se solicita la validación técnica, estudios de mercado, la investigación de oportunidades de negocio y la estrategia de derechos de propiedad intelectual, El presupuesto total para el año 2011 ha sido de 10 millones de €. Synergy Grant (SyG) En 2012, el ERC introduce un nuevo esquema sobre una base experimental de propuestas excepcionales, se trata de las denominadas Synergy Grants que pueden alcanzar el, no despreciable, presupuesto de 15 millones de € para 6 años. Estas subvenciones permiten a pequeños grupos de investigadores principales, entre 2 y 4, liderados por uno de ellos, y a sus respectivos equipos (investigadores seniors, investigadores post y predoctorales, estudiantes, técnicos, administrativos) reunir capacidades complementarias, conocimientos y recursos, con el fin de abordar conjuntamente problemas de investigación en la frontera del conocimiento pudiendo ir más allá de lo que los investigadores principales individuales podrían lograr por sí solos. Los principales elementos a tener en cuenta para poder solicitar este tipo de proyectos son: Los equipos deben tener habilidades complementarias. La investigación interdisciplinar es un valor añadido. Las subvenciones alcanzan hasta 15 millones de euros y hasta un periodo de 6 años El investigador principal, de cualquier nacionalidad o edad debe estar fuertemente comprometido con el proyecto y participar de una forma verdaderamente conjunta. Se espera que los investigadores pasen largos periodos juntos, pero los grupos no están obligados a estar ubicados físicamente en el mismo lugar durante todo el proyecto. El lugar de trabajo puede ser cualquier organismo público o privado legalmente reconocido y situado en los países miembros o en los asociados. Los investigadores principales deben dedicar al menos el 30% de su tiempo al proyecto y deben pasar un 50% del mismo en un país europeo o asociado. El presupuesto para 2012 es de 150 millones de euros considerándose este esquema como una experiencia piloto a la espera de la respuesta de la comunidad científica internacional. La excelencia será el único criterio de evaluación. La respuesta a esta primera convocatoria ha sido importante, 710 proyectos enviados con 2255 investigadores implicados en ellos. Presentación de propuestas El solicitante envía el proyecto a un panel concreto pudiendo señalar un panel alternativo en el caso que la propuesta tenga un carácter interdisciplinar. La presentación es individual con “una etapa con 2 pasos” de evaluación. La presentación es exclusivamente electrónica con un plazo de cumplimiento estricto invalidando cualquier propuesta que llegue fuera del mismo. Debe estar completa y cumplir los requisitos de elegibilidad marcados por la convocatoria.
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El Consejo Europeo de Investigación (ERC), nuevo organismo europeo de financiación para la investigación en todas las áreas de las ciencias Las propuestas tienen dos partes: Parte A: Formulario administrativo Parte B: Propuesta científica Esta parte B está a su vez dividida en dos secciones, la B1 en la que se expone el potencial del liderazgo científico (1 página), el CV académico, financiación de proyectos, interrupciones de carrera (2 páginas) y los logros alcanzados: publicaciones, patentes, conferencias, y premios (2 páginas) así como la denominada sinopsis extensa donde se presenta la naturaleza y la viabilidad de la investigación (5 páginas). Durante la primera fase de la evaluación de las StG y AdG se revisa exclusivamente esta parte B1 La parte B2 es la que se evalúa si la propuesta ha superado la fase 1 y es donde se presenta el proyecto de forma detallada con una descripción minuciosa de la metodología, el impacto potencial de los resultados, el presupuesto y la dedicación del investigador al proyecto (15 páginas). En el caso de las SyG la parte B1 es la que contiene la propuesta científica completa, siendo la parte B2 la que contiene el curriculum, la trayectoria científica y la sinopsis extensa. En todos los casos son necesarios los denominados anexos: - Carta de la Institución de acogida (obligatorio StG, AdG y SyG). - Copia de título de doctor (StG obligatorio). - Información ética en los casos en los que sea pertinente. La evaluación ética en los proyectos de Ciencias Sociales y Humanidades es a menudo malinterpretada por los investigadores que deben prestar particular atención a estudios que llevan implícitos temas como protección de datos y privacidad, el uso o entrevistas de niños, consentimientos informados, estudios en los países en desarrollo, etc. La subestimación de la parte ética puede dar lugar a un aplazamiento de la firma del contrato por un largo periodo de tiempo. Evaluación Como ya he indicado en otro apartado, la excelencia científica es el único criterio que se tiene en cuenta. Son dos los elementos que se analizan • Calidad del investigador principal. • Calidad del Proyecto de Investigación. En las modalidades de StG y AdG, un total de 25 paneles por convocatoria, divididos por áreas científicas, Ciencias de la Vida (9 paneles), Ciencias Físicas e Ingeniería (10 paneles) y Ciencias Sociales y Humanidades (6 paneles), son los encargados de llevar a cabo la evaluación. Cada uno de los paneles está compuesto por un número de miembros próximo a los 16. Cada panel realiza una evaluación remota siguiendo un procedimiento definido por el Consejo Científico aplicando criterios de puntuación numérica. Tras una primera evaluación una reunión conjunta en Bruselas dará lugar al ranking de los proyectos que pasan a la segunda fase de evaluación en la que intervendrán, además de los miembros del panel, especialistas externos específicamente elegidos para cada uno de los proyectos. En el caso de las StG y las SyG los investigadores principales serán convocados, durante esta segunda fase, a una entrevista con los miembros del panel correspondiente. Tras la reunión en Bruselas de los paneles para concluir el proceso de evaluación, una lista definitiva de proyectos aprobados será elaborada para su aprobación por el Consejo Científico. En las SyG el proceso de evaluación es distinto. El proyecto y los Investigadores principales son evaluados en dos etapas, la primera con 5 paneles de 10 miembros y la segunda con un único y nuevo panel de 15 miembros. Los candidatos más competitivos serán invitados a una entrevista en Bruselas en esta segunda fase de la evaluación. La composición de los paneles no está predefinida formándose de una manera dinámica después de que todas las propuestas se hayan recibido haciendo una evaluación remota de los proyectos, tanto por los miembros de los paneles como por expertos independientes. Una reunión en Bruselas llevará a la discusión de todos los resul-
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Movilidad, contacto y cambio. II Congreso de Prehistoria de Andalucía
tados individuales y a la selección de las propuestas que pasan a la segunda evaluación hecha por un nuevo panel formado por nuevos miembros. Costes subvencionables En todos los esquemas, la financiación del ERC cubre el 100% de los gastos elegibles (personal, equipamiento, consumibles, viajes, costes de publicación) mas un 20% de costes indirectos (administración, costes de laboratorios, mantenimiento, seguros y costes de seguridad, gastos de comunicación, equipamiento informático) que van directamente a la Institución en la que se realizará el proyecto. No son elegibles los impuestos o deudas en relación con otros proyectos y no se admite la doble financiación de ningún proyecto. Institución de acogida Se entiende por Institución de acogida cualquier organismo público o privado con entidad jurídica que se encuentre situado en uno de los países miembros de la Unión Europea (27) o cuente con el estatuto de País asociado (13). La Institución será la sede del IP durante la ejecución del proyecto. El compromiso de la Institución para garantizar el trabajo del Investigador principal es que se apliquen las normas de financiación de forma independiente facilitando al mismo tiempo un espacio razonable y las instalaciones adecuadas para el correcto desarrollo de la investigación. La Arqueología en el ERC Dentro de los paneles de Humanidades y Ciencias Sociales, el SH6 es el que contempla esta temática. Bajo el título general de El estudio del pasado del hombre: Arqueología, Historia y Memoria, contiene 12 descriptores. El nuevo esquema del panel a partir de la convocatoria de 2013 es el siguiente SH6-1 Arqueología, Arqueometría, Arqueología del paisaje SH6-2 Prehistoria y protohistoria SH6-3 Historia antigua SH6-4 Historia medieval SH6-5 Historia moderna reciente SH6-6 Historia moderna y contemporánea SH6-7 Historia colonial y postcolonial, historia global y transnacional, historia comparada SH6-8 Historia social y económica SH6-9 Historia de género SH6-10 Historia de las ideas, historia intelectual, historia de la ciencia y la técnica SH6-11 Historia cultural, historia de las identidades colectivas y memorias SH6-12 Historiografía, teoría y métodos de la Historia Los proyectos aprobados en este panel entre los años 2007 y 2011 tanto en StG como en AdG han sido 87 de los que 28 abordan una temática arqueológica, suponiendo el 32% de los proyectos financiados. El éxito de España en este campo es muy bajo ya que solamente 2 propuestas han sido financiadas a investigadores españoles y una de ellas se ejecuta en un centro inglés. El análisis de estos resultados muestra que la investigación española en Arqueología no cumple todos los requisitos fijados en la convocatoria. Algunos de los factores principales que se tienen en cuenta en la evaluación son la publicación en revistas de impacto internacional, la gestión de proyectos con presupuestos elevados, así como la estancia del investigador en centros de relevancia fuera del país del solicitante. Hasta ahora nuestro país no se ha caracterizado por financiar los proyectos en Humanidades con elevados presupuestos, lo que ha hecho que las aspiraciones de abordar temáticas o técnicas innovadoras se vieran reducidas por los recortes aplicados por la Administración. Por otro lado las becas postdoctorales en el extranjero tampoco han sido un objetivo de fácil alcance para todos los solicitantes lo que hace que este sea uno de los puntos débiles de nuestros jóvenes investigadores respecto a los países más fuertes de nuestro entorno como es el caso 206
El Consejo Europeo de Investigación (ERC), nuevo organismo europeo de financiación para la investigación en todas las áreas de las ciencias de Inglaterra, Francia o Alemania. Finalmente, y quizá el punto más débil está en la publicación en revistas de impacto. A pesar de la gran calidad de algunas de nuestras revistas especializadas, ninguna de ellas figura entre las mejores en el ranking europeo lo que hace que los trabajos publicados en ellas no tengan la misma consideración que aquellos que aparecen en revistas aceptadas como prestigiosas a nivel internacional. La publicación, fundamentalmente en inglés, es una de las asignaturas pendientes que debemos superar si queremos competir al mismo nivel que nuestros colegas europeos que llevan haciéndolo mucho tiempo. El índice de impacto está estrechamente asociado al número de citas de los trabajos y estas, a su vez, están vinculadas a la lengua en la que el artículo está escrito. Para concluir y tras la reciente celebración del 5º aniversario de su puesta en marcha, podemos decir que la creación del ERC ha sido providencial para las expectativas y el futuro de la investigación en Humanidades. Nunca hasta ahora las oportunidades de optar a los mismos presupuestos que el resto de las áreas de la Ciencia o de plantear cualquier tipo de temática han estado tan cerca y un simple vistazo a las listas de proyectos financiados así lo demuestra. Para más información ERC: http://erc.europa.eu Portal del participante: http://ec.europa.eu/research/participants/portal/page/home Puntos nacionales de contacto: http://cordis.europa.eu/nacional_service/home_en.html
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El programa de ayudas a proyectos arqueológicos en el exterior Concepción Martín Morales1 Instituto del Patrimonio Cultural de España
Con la creación, en 1985, del Instituto del Patrimonio Cultural de España, el Ministerio de1 Cultura2 puso en marcha un programa de inversiones en el marco del Proyecto Estudios e Investigación del Patrimonio Histórico en el Exterior, con cargo al presupuesto de gastos de la Dirección General de Bellas Artes y Bienes Culturales. En el periodo comprendido entre 1985 y 1997 se financiaron 94 campañas en 19 yacimientos arqueológicos: MINISTERIO DE CULTURA PROGRAMA DE PROYECTOS ARQUEOLÓGICOS EN EL EXTERIOR 1985-1997 Zona geográfica
Proyectos
Campañas
EUROPA
7
29
IBEROAMÉRICA
1
5
ÁFRICA
5
25
ORIENTE PRÓXIMO
6
35
Total
19
94
En el año 1999 se inicia una nueva etapa con una convocatoria pública anual de Ayudas, en concurrencia competitiva, con una dotación presupuestaria de 240.000 € anuales. Esta dotación pasaría en el año 2005 a 400.000 €, en el año 2009 a 880.000 € y en el año 2011 ha alcanzado la cantidad de 1.000.000 €. Este programa de Ayudas está gestionado por el Instituto del Patrimonio Cultural de España (IPCE) ya que entre sus funciones está la Promoción y fomento de los proyectos de investigación arqueológica en el exterior. En esta Convocatoria tienen prioridad aquellos proyectos de investigación que se planteen en el marco de los Convenios de Cooperación Cultural suscritos por el Estado Español con otros países y que hayan sido informados previamente por la Embajada de España. Esta convocatoria de ayudas va dirigida a personas jurídicas sin ánimo de lucro, que tendrán que ser instituciones o centros públicos o privados que cuenten con un equipo de investigadores de probada solvencia en la materia objeto de esta convocatoria. Los solicitantes deberán acreditar su trayectoria dentro de la actividad para la que se solicita la ayuda, así como su capacidad y adecuación para la realización de la misma. Los directores científicos de los proyectos arqueológicos para los que se solicite la ayuda deberán poseer el título de doctor y tener formalizada su vinculación estatutaria o contractual con un centro académico, docente o de investigación relacionado con la arqueología. En la documentación que se debe aportar en la solicitud de las ayudas, además de la de índole administrativo de acuerdo con lo estipulado en la Ley 38/2003, de 17 de noviembre, General de Subvenciones, la convocatoria de ayudas exige una documentación específica, entre la que citamos: - Memoria de actividades realizadas, por la entidad solicitante, en los últimos cinco años en el área de arqueología, o desde su constitución, en la que se deberá acreditar que el objeto de la persona jurídica es compatible con los fines de la convocatoria. - Curriculum vitae del director científico del proyecto arqueológico para el que se solicita la ayuda y de los investigadores y colaboradores principales que formen parte del equipo, especificando los proyectos en los que participan. Quiero agradecer a los organizadores del II Congreso de Prehistoria de Andalucía: Movilidad, Contacto y Cambio su amable invitación a participar en esta Mesa sobre Cooperación como instrumento de las Políticas Culturales, para presentar el Programa de Ayudas a Proyectos Arqueológicos en el Exterior, que de alguna manera está contribuyendo a la movilidad y contactos de los investigadores, agentes activos de los cambios en el marco de la cooperación. 2 Actual Secretaria de Estado de Cultura del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte 1
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Movilidad, contacto y cambio. II Congreso de Prehistoria de Andalucía
- Descripción del proyecto arqueológico, sus objetivos, metodología de trabajo, etc…, especificando la parte del proyecto que se realizará con cargo a la presente convocatoria. - Duración y fechas previstas de ejecución. - Declaración de medios técnicos e infraestructura con que cuenta el solicitante para realizar el proyecto - Memoria económica del proyecto con un desglose presupuestario de ingresos y gastos y con una declaración de ayudas o subvenciones solicitadas en cualquier administración pública o en entidades privadas para el desarrollo del proyecto, indicando las concedidas. - Autorización o compromiso de las autoridades competentes del país en el que se va a realizar la intervención arqueológica. Las solicitudes de ayudas y documentación presentada son informadas por una Comisión de Estudio y Valoración que está presidida por el Director/a de Bellas Artes y Bienes Culturales y que cuenta con el Subdirector/a General del Instituto del Patrimonio Cultural de España, como vicepresidente, y con cinco vocales, tres de los cuales están nombrados por las Comunidades Autónomas, designadas siguiendo los criterios establecidos por la Conferencia Sectorial de Cultura. Esta Comisión, una vez analizados los proyectos, propone la adjudicación de las ayudas y la cuantía de las mismas, teniendo en cuenta la concurrencia competitiva, el número de solicitudes recibidas, y los criterios de valoración establecidos en la convocatoria: 1. Interés y calidad del proyecto de intervención arqueológica. 2. Grado de acomodación del proyecto al objeto de la convocatoria. 3. Idoneidad del equipo humano y técnico para la realización del proyecto. 4. Coste económico del proyecto, teniendo en cuenta el desglose detallado de las partidas contenidas en el presupuesto y la elaboración de éste con arreglo a los principios de economía y eficiencia. Las ayudas concedidas deben justificarse en el plazo establecido en la convocatoria mediante la presentación de: - Una memoria con indicación de las actividades realizadas y de los resultados obtenidos. - Una memoria económica justificativa del coste de las actividades realizadas con una relación clasificada de los gastos y detalle de otros ingresos y subvenciones que hayan financiado la actividad subvencionada con indicación de importe y procedencia. El órgano competente requerirá a los beneficiarios la aportación de los originales de los justificantes que estime oportunos. La disparidad existente entre el volumen de las ayudas solicitadas y la disponibilidad presupuestaria de esta convocatoria hace que solo se haya podido atender aproximadamente a un 50% de lo solicitado, como se puede ver en la siguiente tabla: AÑO 1999
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MINISTERIO DE CULTURA AYUDAS A PROYECTOS ARQUEOLÓGICOS EN EL EXTERIOR 1999-2011 PROYECTOS PRESENTADOS SUBVENCIÓN SOLICITADA PROYECTOS SELECCIONADOS SUBVENCIÓN CONCEDIDA 24
569.759,47
17
240.404
2000
19
479.607,66
16
240.404
2001
27
760.881,32
20
240.404
2002
24
759.215,50
13
240.400
2003
24
764.262,35
15
240.400
2004
28
795.230,62
13
240.400
2005
31
833.655,00
25
400.000
2006
38
1.052.458,00
25
400.000
2007
36
1.029.844,00
28
400.000
2008
41
1.260.667,00
30
400.000
2009
53
1.497.989,00
38
880.000
2010
59
1.939.638,00
43
880.000
2011
66
2.072.911,71
51
1.000.000
El programa de ayudas a proyectos arqueológicos en el exterior
Las entidades jurídicas solicitantes de estas Ayudas se distribuyen en tres grandes grupos: 1. - Organismos estatales relacionados con la Investigación. - Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED).
- Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) a través de sus centros territoriales ubicados en Barcelona, Mérida, Santiago de Compostela, Madrid y Roma.
2. - Universidades y otros centros dependientes de las CC.AA. 3. - Asociaciones sin ánimo de lucro. La distribución de los proyectos solicitados y concedidos correspondientes a la convocatoria de 2011 se pueden ver en las siguiente tablas: ENTIDADES SOLICITANTES
Nº PROYECTOS PRESENTADOS
SUBVENCIÓN SOLICITADA
Organismos Estatales
16
392,207
18,92 %
CCAA
44
1.449.104
69,91 %
6
231.600
11,17 %
66
2.072.911
Asociaciones
SUBVENCIÓN TOTAL Nº PROYECTOS SOLICITADA PRESENTADOS
SUBVENCIÓN SOLICITADA
SUBVENCIÓN TOTAL SOLICITADA
13
206.000
20,6 %
35
725.000
72,5 %
3
69.000
6,9 %
51
1.000.000
DISTRIBUCIÓN DE LAS SUBVENCIONES CONCEDIDAS POR ENTIDAD SOLICITANTE
MINISTERIO DE CULTURA PROYECTOS ARQUEOLÓGICOS EN EL EXTERIOR. CONVOCATORIA 2011 Presupuesto: 1.000.000 €. ZONA GEOGRÁFICA
Nº PAISES
Nº PROYECTOS SELECCIONADOS SUBVENCIÓN CONCEDIDA
% TOTAL
ÁFRICA
7
18
415.000
42
EUROPA
2
15
211.000
21
IBERO AMÉRICA
5
6
152.000
15
ORIENTE
9
12
222.000
22
211
Movilidad, contacto y cambio. II Congreso de Prehistoria de AndalucĂa
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El programa de ayudas a proyectos arqueológicos en el exterior
Gracias a este programa de Ayudas numerosos equipos de investigadores españoles, vinculados principalmente a Universidades y al CSIC pueden trabajar en un número cada vez mayor de países y cada vez con mayor presencia en el ámbito internacional de la investigación arqueológica de excelencia. Estos proyectos abarcan desde - el estudio de los orígenes de la Humanidad (Tanzania, Etiopía…), - los procesos de neolitización en el Próximo Oriente (Jordania, Líbano, Siria…), - el estudio del desarrollo de las ciudades durante el tercer y segundo milenio a.C. (Siria, Emiratos Árabes, Uzbequistán, Turkmenistán…), - los procesos de la transición de la romanización tardía al mundo islámico (Jordania), - los procesos de desarrollo desde la Edad del Hierro a la colonización en territorios africanos como Ghana y Guinea Ecuatorial, - estudios de Paisajes Culturales con arte rupestre en Marruecos, India, - el estudio de grandes civilizaciones como los proyectos que se desarrollan en Egipto, donde destacamos la presencia española continuada desde la época del Profesor Almagro Basch, en importantes yacimientos como el de Heracleópolis Magna, - o en Iberoamérica con proyectos que se desarrollan en Argentina, Guatemala, Perú... - También es importante destacar los proyectos que estudian la presencia histórica española en otros territorios, como las investigaciones del primer fuerte español en Argentina o un fuerte español en Taiwán, o las misiones jesuíticas hispano-portuguesas en Etiopía. Pero indudablemente tenemos que hacer mención a aquellos proyectos que nos son más próximos para entender mejor el desarrollo cultural de la Península Ibérica y que se articulan en torno a un espacio común de circulación de personas, ideas y cosas como es el Mediterráneo: hemos de señalar la excavación de la necrópolis fenicia de Tiro (Líbano), investigaciones arqueológicas de ciudades romanas en Túnez y en Marruecos y naturalmente las investigaciones que se vienen desarrollando en Italia, que sin duda alguna es el país con mayor número de proyectos españoles que se benefician del Programa de Ayudas del Ministerio de Cultura, ya que ha pasado de dos en 1999 y 4 en 2007, a 10 proyectos en 2008 y 2009, y 12 proyectos en 2010 y 2011. También hay que señalar que este Programa de Ayudas contribuye de manera importante al desarrollo de la investigación, formación y difusión del Patrimonio. - Investigación: El desarrollo de estos proyectos permite alcanzar un mayor conocimiento multidisciplinar de los procesos históricos y sociales de los yacimientos y sus territorios, que se refleja en la realización de tesis doctorales y proyectos de investigación asociada, etc…., cuyos resultados se ponen en conocimiento y discusión en el ámbito científico internacional. - Formación: es un capítulo muy importante en todos los ámbitos correspondientes a la investigación arqueológica, tanto de trabajo de campo y documentación del material arqueológico, como de la conservación, restauración y gestión, ya que en el desarrollo de los proyectos se integran estudiantes y licenciados en periodo de formación, tanto españoles como del país anfitrión. - Difusión y proyección social: Es evidente que el Patrimonio en general y el Patrimonio Arqueológico en particular juegan, en muchos países, un papel fundamental en proyectos de desarrollo territorial, ya que constituye un importante recurso turístico. Estamos asistiendo a una creciente importancia del turismo cultural como factor de desarrollo económico sostenible, y por tanto el patrimonio arqueológico supone un recurso de primer orden para la ayuda al crecimiento regional. La ejecución de estos proyectos contribuye por tanto, aunque sea de forma puntual, al proceso de desarrollo interno de la región en que se realizan, que generalmente suelen ser zonas rurales o escasamente desarrolladas y contribuye a la proyección social del Patrimonio ya que el proceso de su investigación se transmite a los distintos sectores de la población mediante charlas y grupos de trabajo que se crean con la colaboración de nuestras embajadas y de las autoridades del país correspondiente. También se trabaja con las instituciones locales en modelos de gestión de los recursos arqueológicos como motor de desarrollo sostenible.
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Movilidad, contacto y cambio. II Congreso de Prehistoria de Andalucía
En este ámbito de la difusión el IPCE ha organizado y colaborado en distintas reuniones internacionales: - En enero de 2004, coincidiendo con los veinte primeros años de este programa, el IPCE organizó unas Jornadas de difusión y debate, en el Museo Arqueológico Nacional, que concluyeron con una mesa redonda sobre cooperación arqueológica, en la que participaron los directores de los proyectos arqueológicos en Marruecos, Egipto, Líbano, Siria y Jordania y los responsables de los Departamentos de Arqueología de dichos países. También se presentó el número 3 de la Revista del IPCE: Bienes Culturales, dedicada a las Excavaciones Arqueológicas en el Exterior y un DVD sobre las principales excavaciones. - En junio de 2008 el IPCE participó en unas jornadas organizadas en Damasco por nuestra Embajada y el Instituto Cervantes sobre La Arqueología española en Siria: 20 años de cooperación científico-cultural. - En noviembre de 2008 el IPCE organizó conjuntamente con Escuela Española de Historia y Arqueología en Roma del CSIC y con la colaboración de la Embajada de España en Italia unas jornadas sobre Las excavaciones arqueológicas españolas en Italia: Diez años de investigación. Desde el año 2007 el IPCE publica, anualmente, un avance de los resultados de las intervenciones arqueológicas realizadas con cargo a este programa de Ayudas en la Serie digital Informes y Trabajos, que se puede consultar en la pág web de la Secretaría de Estado de Cultura: http://ipce.mcu.es/difusion/publicaciones/revistas-inf.html
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Iberia Graeca: un centro de investigación, documentación y difusión del patrimonio arqueológico griego de la Peninsula Ibérica Xavier Aquilué* · Paloma Cabrera** * Centro Iberia Graeca. Museu d’Arqueologia de Catalunya ** Centro Iberia Graeca. Museo Arqueológico Nacional
Resumen: Presentamos en este trabajo el origen, el desarrollo y el estado actual del Centro Iberia Graeca, un organismo creado por el Ministerio de Cultura y la Consejería de Cultura de la Generalitat de Catalunya en el año 2006 para el desarrollo de proyectos de investigación, documentación, conservación y difusión del patrimonio arqueológico griego de la Península Ibérica. Se trata de un centro nuevo, surgido de la cooperación institucional, basado en el funcionamiento de un sitio web, a través del cual se alcanzaran los objetivos determinados en su creación (www. iberiagraeca.org). El Centro tiene la voluntad de potenciar los trabajos de investigación y documentación de la arqueología griega peninsular, formar a jóvenes investigadores en esta disciplina científica y divulgar el legado cultural griego a través de su sitio web. Palabras Clave: Protohistoria, Historia Antigua, arqueología griega, cultura material, Península Ibérica, sistemas TIC, sitio web, base documental. A lo largo de los dos últimas décadas del siglo XX y los primeros años del siglo XXI, el incremento de las excavaciones arqueológicas de época clásica en España y Portugal fue paralelo al impulso que se dio a los trabajos de catalogación de los fondos arqueológicos de los museos y al desarrollo de una ambiciosa política de difusión que se plasmó en la realización de numerosas exposiciones sobre el patrimonio arqueológico (Lám. 1). En este sentido, cada vez han sido más numerosas las publicaciones de materiales griegos procedentes de las excavaciones arqueológicas desarrolladas en los enclaves comerciales y coloniales (como Empúries, Huelva o Málaga, por ejemplo) o en los asentamientos tartésicos e ibéricos y sus correspondientes necrópolis (como el palacio-santuario de Cancho Roano, en Zalamea de la Serena, Badajoz, o el oppidum indiketa de Ullastret, en Girona, por ejemplo). Los trabajos de documentación de los materiales griegos depositados en los almacenes de los museos españoles y portugueses sacaban a la luz catálogos de los objetos griegos que llegaron a la Península Ibérica fruto de los contactos comerciales entre indígenas y comerciantes procedentes del Mediterráneo Oriental (Museo Arqueológico Nacional, Museu d’Arqueologia de Catalunya-Empúries, Museo Arqueológico de Alicante,...). Así mismo, diversas exposiciones relacionadas con la cultura griega han propiciado la publicación de sus correspondientes catálogos Lám. 1. La ciudad griega de Emporion (Empúries, l’Escala, Girona), una fundación foceo-masaliota donde, además de artícudel siglo VI a. C., es el conjunto arqueológico más importante de la Península Ibérica para conocer el legado cultural griego (Museu d’Arqueologia de Catalunya-Empúries). los de síntesis, se han edi215
Movilidad, contacto y cambio. II Congreso de Prehistoria de Andalucía
tado materiales que no se habían dado a conocer hasta el momento. La exposición “Los griegos en España. Tras las huellas de Heracles”, presentada en el Museo Arqueológico Nacional de Atenas en la primavera del año 1998, y en el año 2000 en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid y en la sede de Barcelona del Museu d’Arqueologia de Catalunya, es un buen ejemplo del interés suscitado por el legado griego peninsular durante estos años. Las relaciones de colaboración científica establecidas entre el Museo Arqueológico Nacional, a través del Departamento de Antigüedades Griegas y Romanas, y el Museu d’Arqueologia de Catalunya, a través de la sede de Empúries, hicieron que en el año 2005 se planteara la propuesta de crear un centro destinado a la documentación del comercio y la presencia griega en Iberia. A pesar de la importancia histórica que supuso las relaciones económicas, sociales y culturales que los comerciantes griegos mantuvieron con las diferentes sociedades ibéricas y su influencia durante el período romano (Lám. 2), no existía en nuestro país un centro especializado destinado a documentar, investigar y difundir este legado cultural. Así mismo, se creía necesario disponer de un centro desde donde se pudiera incentivar e impulsar la investigación y el conocimiento de la arqueología griega, sobre todo, entre las nuevas generaciones de arqueólogos, historiadores de la Antigüedad o del arte antiguo que se licenciaban en las diferentes universidades de Humanidades del Estado y donde difícilmente surgían especialistas o interesados en este período de nuestra historia. Se propuso para el centro el nombre de “Iberia Graeca” y se Lám. 2. Crátera de campana de cerámica ática de figuras rojas, del grupo de Polignoto eligió como logotipo del mismo un centau(circa 440 a. C.), con escena de Nike y jinete, procedente de la tumba 11 de la necrópolis ibérica de Tútugi (Galera, Granada) (Museo Arqueológico Nacional). ro, inspirado en el aplique de bronce con la figura de este ser mitológico de un recipiente griego del siglo VI a.C. hallado en Los Royos (Murcia) (Láms. 3 y 4). En el año 2006 se fueron perfilando los objetivos del proyecto a medida que avanzaban las gestiones administrativas para facilitar su creación. La idea inicial era crear una web cuyo peso principal fuera una base documental donde estuvieran recogidos todos los objetos griegos publicados procedentes de yacimientos arqueológicos de la Península Ibérica. Una base documental de materiales griegos al estilo de la realizada por la Universidad de Oxford con la documentación existente en el archivo de John Davidson Beazley (www.beazley.ox.ac.uk) (Lám. 5) o como la realizada por el Metropolitan Museum de Nueva York con sus colecciones museísticas (www.metmuseum. org) (Lám. 6). Se excluía, sin embargo, de nuestra base de datos los objetos griegos de procedencia desconocida y los que se encontraban en colecciones o fondos de museos, procedentes de compras o de donaciones, cuyo origen se conocía pero que correspondían a yacimientos de fuera de la Península. Se trataba, pues, de documentar aquellos materiales arqueológicos griegos que permitieran reconstruir la historia de la presencia comercial y cultural griega en Iberia y su interrelación con las diferentes sociedades peninsulares. El objetivo era unificar en una misma base de datos todos los materiales que se encontraban publicados en diferentes artículos, monografías o catálogos de exposiciones y que se hallan depositados en museos y colecciones de España y Portugal. Algunas de estas publicaciones eran de difícil consulta o casi desconocidas por su escasa difusión. Así mismo, se consideró que la web del Centro no podía limitarse a la base documental y que debía ser una plataforma para el conocimiento y la difusión de legado arqueológico griego, incorporando otros apartados destinados a albergar toda la bibliografía 216
Iberia Graeca: un centro de investigación, documentación y difusión del patrimonio arqueológico griego de la Península Ibérica publicada sobre el tema o a informar sobre las novedades que iban surgiendo sobre la arqueología griega peninsular. Tras diferentes sesiones de trabajo, se determinó la estructura de la web, materializada por el programador informático Diego Javier Gil. El menú de la web constaba de los siguientes apartados (Lám. 7): • Presentación. Donde se explica la razón de la creación del Centro y las administraciones que lo forman. • Objetivos. Donde se especifican los objetivos del Centro. • Organización. Donde se describe la composición de la organización del Centro. • Base documental. Donde se encuentran recogidos, a través de una ficha de documentación, todos los objetos griegos localizados en la Península Ibérica, relacionados con el yacimiento y el contexto arqueológico del cual proceden. • Museos, colecciones y yacimientos. Donde se relacionan y se ubican los yacimientos en los que han aparecido los materiales griegos de la base documental y los museos y colecciones donde se encuentran depositados hoy en día. • Bibliografía. Donde se encuentra la relación de las publicaciones de los materiales documentados con la intención de ir colgando en el futuro todos los trabajos publicados en formato pdf.
Lám. 3. Centauro de bronce procedente de Los Royos (Caravaca, Murcia), datado en el siglo VI a. C. (Museo Arqueológico Nacional).
• Novedades. Donde se incluyen de forma actualizada todas las actividades (conferencias, excavaciones, hallazgos, exposiciones, publicaciones, etc.) relacionadas con el patrimonio arqueológico griego en la Península Ibérica que se vayan generando. • Foros. Donde se puede debatir y transmitir todo tipo de información relacionada con los objetivos del Centro a través de un foro virtual.
Lám. 4. El logotipo del Centro Iberia Graeca, según diseño de Sara Olmos, está inspirado en el centauro griego de bronce de Los Royos (Caravaca, Murcia).
Sin duda, la elaboración de la base documental fue la que comportó una mayor complejidad. Los campos que se definieron para introducir la documentación de cada objeto fueron agrupados en los siguientes bloques (Lám. 8): 1.- Identificación del objeto. Situada en la cabecera de la ficha, recoge el nombre del Museo o de la Colección en la que se encuentra así como su número de inventario. 2.- Hallazgo y cronología del objeto. Contiene la información sobre su procedencia (el yacimiento donde fue localizado), su contexto arqueológico (unidad estratigráfica, número de tumba…) y su cronología. 3.- Imágenes. Contiene las fotografías y/o dibujos publicados del objeto. 217
Movilidad, contacto y cambio. II Congreso de Prehistoria de Andalucía
4.- Bibliografía. Recoge las publicaciones de referencia donde ha sido estudiado el objeto y de las cuales se ha extraído la información para realizar la ficha de documentación. 5.- Descripción del objeto. Contempla los campos de “Origen” (Zona de producción: Ática, Samos, Beocia,…), “Técnica” (Técnicas de fabricación y acabado del objeto: cerámica de figuras rojas, cerámica engobada, cerámica pintada,…), “Forma” (clasificación morfológica según las definiciones establecidas: aríbalo, crátera de volutas, ritón,…), “Tipo” (clasificación siguiendo las tipologías existentes de cada una de las formas), “Autor/Taller” (siguiendo las denominaciones aceptadas para cada taller de producción, grupo o pintor: Clitias, Meleagro, Nikias,…), “Firma/sello” (referente al centro de producción, las características del mismo: estampado, pintado,…), “Posición de la firma/sello” (donde se ubica en la pieza: asa, cuello, cuerpo,…) y “Parte conservada” (donde se describe el fragmento conservado del objeto: asa, borde, pie,…). 6.- Decoración. Contempla los campos de “Tipo decoración” (si se trata de decoración pintada, estampillada, incisa,…), “Escena” (el tipo de representación: Banquete, Dionisíaca, Palestra,…), “Personajes” (identificación individualizada de los personajes que aparecen en las escenas: Apolo, Eros, Paris,…), “Animales” (identificación de los animales que aparecen: caballo, grifo, león,..), “Elementos secundarios” (identificación de objetos o elementos que forman parte de las escenas: antorcha, lira, sandalia,…), “Motivos ornamentales” (relación de los elementos vegetales, geométricos y abstractos de las decoraciones: estrella, hoja de hiedra, volutas,…) y “Observaciones” (un campo abierto para añadir la información que se crea necesaria) 7.- Inscripción. Un bloque concreto para describir las posibles inscripciones que aparezcan en los objetos. Contempla los campos de “Tipo” (técnica utilizada para la inscripción: pintada, incisa, estampada,…), “Posición” (donde se ubica: asa, borde, pie,…), “Alfabeto” (griego, ibérico, púnico,…) y “Transcripción” (lectura transcrita de la inscripción). 8.- Otras informaciones. Recoge dos campos de información complementaria: “Uso secundario” (donde se específica el uso de los vasos griegos para una función diferente a la que fueron concebidos: ajuar funerario, elemento de construcción,…) y “Reparaciones/modificaciones antiguas” (donde se relacionan las técnicas de reparación: lañado, orificios de reparación,…).
Lám. 5. Una de las fichas de documentación del archivo Beazley de la Universidad de Oxford (www.beazley.ox.ac.uk).
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Iberia Graeca: un centro de investigación, documentación y difusión del patrimonio arqueológico griego de la Península Ibérica Hay que decir que la introducción de la información en la mayor parte de estos campos se contempló con un sistema predeterminado establecido a través de unos diccionarios específicos y cerrados. Cuando se va a introducir, por ejemplo, el nombre del “Autor/Taller” se abre un listado con 197 denominaciones ya establecidas para este campo y debe seleccionarse la que corresponda al “Autor/Taller” del objeto que se está documentando. Únicamente el administrador de la web puede añadir o modificar los diccionarios de los campos determinados, facilitando así la unificación de los criterios de la información y la posterior realización de las búsquedas que se deseen. Se decidió también que desde esta ficha de documentación principal del objeto se pudiera acceder a otra serie de fichas que facilitaran la información sobre el contexto arqueológico en el cual había aparecido. Así, si desde esta ficha se clica Lám. 6. Una de las fichas de documentación del archivo del Metropolitan Museum de Nueva York (www.metmuseum.org). el campo de “Procedencia” se accede a una ficha de ubicación del yacimiento arqueológico que presenta los campos de “Municipio”, “Comarca”, “Provincia”, “Coordenadas”, “Número de contextos” y “Número de fichas” así como una imagen de “Google” del sitio; si se clica el campo “Contexto”, aparece una ficha de conjunto con los campos de “Procedencia”, “Contexto”, “Tipo de contexto”, “Cronología”, “Bibliografía” y todas las fichas del mismo, con su imagen, que se encuentran introducidas en la base documental, a las que se puede acceder, una a una, clicando sobre la imagen que aparece en la ficha de contexto (Lám. 9). Junto a esta base documental se articuló un “Buscador” que permitiera de forma rápida realizar búsquedas de las fichas de objetos con los siguientes campos: “Museo/Colección”, “Núm. inventario”, “Procedencia”, “Imágenes”, “Cronología” y “Bibliografía”. Por ejemplo, el “Buscador” permite encontrar todas las fichas de objetos del Museo Arqueológico Nacional (“Museo/Colección”), de la necrópolis del Cerro del Santuario de Baza (“Procedencia”) o de los materiales fechados entre el 550 a. C. y el 450 a. C. (“Cronología”), pudiéndose realizar la búsqueda a través de un solo campo o bien combinando varios de ellos. La web se preveía en castellano, catalán e inglés y se concebía como un instrumento de documentación necesario para avanzar en la investigación del patrimonio arqueológico griego. Y sobre todo también para difundir su conocimiento y potenciar los trabajos de investigación realizados hasta el momento.
Lám. 7. Pantalla de “Presentación” de la web de Iberia Graeca
En el proceso de elaboración del proyecto se (www.iberiagraeca.org). reafirmó la idea de que el centro debería ser un centro de formación de jóvenes investigadores en el campo de la arqueología griega. Así mismo, se entendió que Iberia Graeca debía plantear en un futuro diferentes programas de investigación relacionados con el horizonte cultural griego Mediterráneo, sin el cual no se entiende la 219
Movilidad, contacto y cambio. II Congreso de Prehistoria de Andalucía
acción colonial y comercial griega en Iberia ni su interacción con las sociedades de la península durante la Antigüedad. Finalmente, el 16 de noviembre de 2006 se firmó por parte de la Ministra de Cultura, Sra. Carmen Calvo Poyato, y el Conseller de Cultura de la Generalitat de Catalunya, Sr. Ferran Mascarell Canalda, el convenio de colaboración para la creación del “Centro de Documentación sobre el comercio y la presencia griega en Iberia (Iberia Graeca)”, para el desarrollo de proyectos de investigación, documentación, conservación y difusión del patrimonio arqueológico (BOE núm. 56, de 6 de marzo de 2007).
Lám. 8. Pantalla de la ficha de documentación de la crátera de campana de cerámica ática de figuras rojas con la representación de Apolo y Dionisos (375-350 a.C.) procedente de la tumba 43 de la necrópolis ibérica del Cerro del Santuario (Baza, Granada) (www.iberiagraeca.org).
A inicios del año 2007 se abre la web del proyecto (www.iberiagraeca.org), con la estructura que ya se ha descrito, se realizan las primeras reuniones y los primeros trabajos de documentación. Así mismo, se crea un Consejo Rector del centro formado por representantes del Ministerio de Cultura y del Departamento de Cultura de la Generalitat de Catalunya y un Consejo Científico constituido por diversos investigadores de reconocido prestigio en el campo de la arqueología griega peninsular, encargándose la coordinación científica del mismo a los firmantes de este trabajo.
Sin embargo, el desarrollo del proyecto entre 2007 y 2010 fue muy irregular, debido a que las actividades profesionales realizadas en el Museo Arqueológico Nacional y en el Museu d’Arqueologia de Catalunya-Empúries por los coordinadores científicos apenas dejaban tiempo para ocuparse del Centro, el cual además no disponía de recursos económicos propios ni de personal adscrito a él. En esta situación se hacía muy difícil mantener operativo el Centro. Así las cosas, en el año 2010 la Dirección General de Bellas Artes y Bienes Culturales del Ministerio de Cultura y la Dirección General del Patrimonio Cultural del Departamento de Cultura de la Generalitat de Catalunya, decidieron potenciar el Centro y otorgarle un funcionamiento propio. El 29 de octubre de 2010 se reunió en Empúries el Consejo Rector de Iberia Graeca y se acordó, entre otras cuestiones, las siguientes: 1.- Que se dotaría al Centro de personal técnico y administrativo propio, a través del Museo Arqueológico Nacional y del Museu d’Arqueologia de Catalunya. 2.- Que se dispondría de un presupuesto de funcionamiento anual procedente de las dos administraciones. 3.- Que se situaba la sede física del Centro en la Casa de los Forestales de Sant Martí d’Empúries (l’Escala, Girona), una ubicación cargada de simbología dado que en este núcleo urbano se encuentra la primera fundación de la ciudad foceo-masaliota de Emporion, el sector de la Palaiapolis. 4.- Que se incorporaba al Centro el Ayuntamiento de l’Escala y el Alcalde de la población entraba a formar parte del Consejo Rector, dado que la sede del Centro se ubicaba en este municipio. 5.- Que se nombraba como responsable científico del mismo a Xavier Aquilué, el cual dejaba de ejercer como 220
Iberia Graeca: un centro de investigación, documentación y difusión del patrimonio arqueológico griego de la Península Ibérica director de la sede de Empúries del Museu d’Arqueologia de Catalunya y pasaba a desarrollar sus funciones de manera exclusiva al Centro Iberia Graeca. Se establecieron también de forma definitiva los objetivos principales del centro, que son los siguientes: 1.- Crear y mantener una web (www.iberiagraeca.org) en la que se pueda disponer de toda la información proporcionada por la arqueología sobre la cultura material griega de la Península Ibérica. La base documental presenta los diferentes objetos que formaron parte del comercio griego (cerámicas, monedas, inscripciones, esculturas, elementos arquitectónicos,…) con su correspondiente ficha de documentación, aparato gráfico y procedencia, con la finalidad de poder facilitar su investigación y difusión a través de Internet. Así mismo, la web informa sobre las novedades de la arqueología griega en España y Portugal, sobre los museos, colecciones y yacimientos arqueológicos y sobre las publicaciones científicas relacionadas con el patrimonio cultural griego, tal y como ya se ha explicado. 2.- Desarrollar proyectos de investigación propios que faciliten el conocimiento de la presencia cultural griega y su interacción con las sociedades de la Península Ibérica en época antigua. 3.- Potenciar los proyectos de investigación del Estado español en la arqueología griega mediterránea, estableciendo colaboraciones culturales con las diferentes instituciones científicas y Universidades que desarrollan esta línea de investigación. 4.- Formar a jóvenes investigadores en el campo de la arqueología griega y vincularlos a los diferentes proyectos de documentación e investigación del centro.
Lám. 9. Pantalla de la ficha de documentación del contexto arqueológico de la tumba 43 de la necrópolis ibérica del Cerro del Santuario (Baza, Granada), tumba datada entre el 375 y 350 a. C. (www.iberiagraeca.org).
5.- Disponer de un programa de difusión cultural y social del legado común griego en el Mediterráneo, como un elemento de cohesión de la identidad cultural mediterránea. El estado de conservación que presentaba la Casa de los Forestales de Sant Martí d’Empúries, propiedad de la Generalitat de Catalunya pero gestionada por el Ayuntamiento de l’Escala, obligó durante los primeros meses del año 2011 a realizar toda una serie de trabajos de rehabilitación y de mantenimiento del edificio, así como adecuar la primera planta del mismo a las necesidades de un centro de investigación, con la adquisición del mobiliario adecuado e instalaciones necesarias para su funcionamiento (telefonía, conexión a Internet,….). El edificio, de estilo modernista construido en el año 1910 por el Ingeniero Forestal Josep Reig, se encuentra junto a la iglesia del siglo XVI de Sant Martí d’Empúries, y constituye uno de los edificios más significativos de este núcleo urbano, declarado todo él Bien Cultural de Interés Nacional (Lám. 10). Desde la sede del Centro se coordinan y se impulsan las actividades del mismo, contando en la actualidad con dos personas adscritas a él (un responsable científico y una técnica de administración), por parte del Departamento de Cultura de la Generalitat de Catalunya, y una serie de contratos de documentalistas, por parte del Ministerio de Cultura, supervisados por la responsable del Departamento de Antigüedades griegas y romanas del Museo Arqueológico Nacional. El Consejo Rector actual lo forman Jesús Prieto de Pedro (Director General de Bellas Artes y Bienes Culturales y de Archivos y Bibliotecas del Ministerio de Educación, Cultura y Deportes), Joan Pluma (Director General del Patrimonio Cultural de la Generalitat de Catalunya), Estanislau Puig (Alcalde-Presidente del Ayuntamiento de l’Escala), Enrique Varela (Subdirector General 221
Movilidad, contacto y cambio. II Congreso de Prehistoria de Andalucía de los Museos Estatales), Andrés Carretero (Director del Museo Arqueológico Nacional), Xavier Llovera (Director del Museu d’Arqueologia de Catalunya), Paloma Cabrera (Jefe del Departamento de Antigüedades Griegas y Romanas del MAN) y Xavier Aquilué (responsable científico de Iberia Graeca). A su vez, el Consejo Científico está formado por Sebastián Celestino (Instituto de Arqueología de Mérida-CSIC), Adolfo Domínguez (Universidad Autónoma de Madrid), José M. García Cano (Museo de Murcia), Maite Miró (Departament de Cultura de la Generalitat de Catalunya), Ricardo Olmos (Instituto de Historia del CSIC), José Pérez Ballester (Universitat de València), Pierre Rouillard (Centre René Ginouvés del CNRS),, Arturo Ruiz (Universidad de Jaén- Centro Andaluz de Arqueología Ibérica), Carmen Sánchez (Universidad Autónoma de Madrid) y Joan Sanmartí (Universitat de Barcelona). A lo largo del año 2011 se ha actualizado e incrementado la base documental que dispone ya de más de 2500 fichas de objetos griegos (todos ellos cerámicas) procedentes de diversos yacimientos de las provincias de Almería, Cádiz, Córdoba, Girona, Granada, Huelva, Jaén, Málaga, Sevilla y Tarragona (Lám. 11). Así mismo, a la estructura inicial de la web que contemplaba los apartados de “Presentación”, “Objetivos”, “Organización”, “Base documental”, “Museos, colecciones y yacimientos”, “Bibliografía”, “Novedades” y “Foros”, se ha añadido ahora dos nuevos apartados. El apartado de “Sede del Centro”, donde se encuentra la información sobre la sede física de Iberia Graeca en la Casa de los Forestales de Sant Martí d’Empúries, y el de “Instituciones colaboradoras”, donde se halla la información relativa a los organismos de investigación y universidades que colaboran con el Centro Iberia Graeca, explicando las relaciones de esta colaboración y facilitando también los links a sus webs institucionales. Actualmente se está en trámite de desarrollar una nueva plataforma de la web, que utilizará el gestor de contenidos eZ Publish, gestor que facilitará la consulta y la utilización de la ingente futura base de datos. De la misma forma, se espera en este año 2012 disponer del personal necesario para desarrollar los apartados de “Museos, colecciones y yacimientos” y de “Novedades”, así como abrir el apartado de “Foros” e insertar en el apartado de “Bibliografía” los primeros artículos y monografías en formato pdf.
Lám. 10. La Casa de los Forestales de Sant Martí d’Empúries (L’Escala, Girona) es la sede actual del Centro Iberia Graeca (Centro Iberia Graeca).
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Iberia Graeca: un centro de investigación, documentación y difusión del patrimonio arqueológico griego de la Península Ibérica Durante este último año se han iniciado los contactos para que puedan incorporarse otras instituciones al Centro, con la finalidad principal, entre otras, de disponer de contratos para jóvenes documentalistas que, desde estas instituciones y trabajando en red, puedan ir aumentando la base documental de la web a la vez que se van formando y especializando en el campo de la arqueología griega. En este sentido, está a punto de formalizarse la incorporación al centro de la Junta de Andalucía, a través de su Consejería de Cultura, hecho que facilitará la inclusión en la web de los objetos arqueológicos griegos que se encuentran en los yacimientos y museos andaluces. También se ha firmado ya un convenio de colaboración con el Institut Català d’Arqueologia Clàssica, con sede en Tarragona, el cual ha permitido contratar a un documentalista que está introduciendo todos los materiales griegos publicados de los yacimientos de las comarcas de Tarragona y que continuará, posteriormente, con la introducción de los documentados en las comarcas de Barcelona. Así mismo, se han iniciado contactos a través del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte de España para que Portugal se incorpore al Centro Iberia Graeca, a través de su Ministerio de Cultura, facilitando la introducción en la web de los materiales griegos de los yacimientos portugueses y su participación en los futuros programas de investigación. Finalmente, se está trabajando en la actualidad en tres frentes de actuación. El primero, en la redacción del Plan Director del Centro para los próximos cuatro años (2012-2016), Plan Director que deberá ser aprobado por el Consejo Rector y que determinará los programas de documentación, investigación y difusión a realizar durante este período. El segundo, en la definición de la fórmula de gestión administrativa del Centro que le permita gestionar de forma autónoma y ágil sus recursos económicos, humanos y materiales, teniendo en cuenta que sus fuentes de financiación no deben proceder únicamente de las administraciones públicas. Y el tercero, en la difusión del legado arqueológico griego peninsular especialmente entre los países Mediterráneos que disponen del mismo legado histórico y con los que compartimos una misma historia y una misma herencia Lám. 11. Crátera de campana de cerámica ática de figucultural. ras rojas del taller del “Retorted Painter” (375-350 a.C.), con tapadera de cerámica ibérica, procedente de la tumba 52 de la necrópolis ibérica de Villaricos (Cuevas de Almanzora, Almería) (Museo Arqueológico Nacional).
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Relaciones y contactos entre las sociedades prehistóricas en la región del Estrecho de Gibraltar. Investigación y socialización del proyecto Carta Arqueológica del norte de Marruecos José Ramos1, Mehdi Zouak2, Eduardo Vijande1, Juan Jesús Cantillo1, Salvador Domínguez-Bella1, Ali Maate3, Aziz El Idrissi4, Antonio Cabral1, José María Gutiérrez1 y Antonio Barrena1 Universidad de Cádiz. · 2Museo de Tetuán. · 3Universidad Abdelmalek Essaadi. · 4Museo de Tánger.
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Resumen: Hemos realizado en los años 80 y 90 del siglo pasado una serie de proyectos de investigación en el sur de la Península Ibérica encaminados al conocimiento de la secuencia histórica y al análisis social y económico de las diversas sociedades que ocuparon dicho territorio. Hemos comprendido el interés y la necesidad de investigar en las relaciones y contactos entre el sur de la Península Ibérica y el norte de África. Para desarrollar dicho objetivo hemos realizado diversos proyectos interdisciplinares en el norte de África. Trabajamos desde perspectivas metodológicas de la Arqueología Social y en una visión interdisciplinar de la Geoarqueología y la Arqueometría. Además estos proyectos tienen una dimensión de socialización del conocimiento, de profundizar en una perspectiva social del Patrimonio, como legado histórico y en el estudio de unas relaciones comunes, en un territorio que entendemos como región histórica. Palabras Clave: Región histórica, Estrecho de Gibraltar, sociedades cazadoras-recolectoras, sociedades tribales, sociedades clasistas iniciales, relaciones y contactos, materias primas, geoarqueología. 1. Introducción Estamos desarrollando proyectos de investigación en la región del Estrecho de Gibraltar en el sur de la Península Ibérica y norte de África, desde hace algunos años. Estamos interesados en el estudio de las posibles relaciones y contactos de las sociedades prehistóricas del Pleistoceno y del Holoceno entre ambas orillas (Ramos, 1998, 2002, 2011, 2012, 2013; Domínguez-Bella y Maate, eds., 2009; Domínguez-Bella et al., 2012). Esta región ha sido ocupada por diversas sociedades durante el Pleistoceno y Holoceno, que han explotado los recursos de caza, pesca y recolección. Cuenta con una secuencia histórica y arqueológica que ofrece muchas semejanzas en la técnica y modos de vida. Han predominado modelos de explicación basados en ideas difusionistas. Proponemos como hipótesis de trabajo que las semejanzas tecnológicas son producto de relaciones y contactos en el marco de las movilidades típicas (Weniger, 1991) de las sociedades cazadoras-recolectoras (Bate, 1986; Ramos, 1999), y de procesos de distribución en las sociedades tribales (Arteaga, 2002, 2004; Ramos, coord., 2008). Los efectos de las regresiones y cambios del nivel del mar y de las líneas de costa (Rodríguez Vidal et al., 2004) han sido importantes en esta zona del Estrecho de Gibraltar, permitiendo la cercanía de ambas orillas y facilitando la posibilidad de contactos y relaciones humanas entre ellas durante el Pleistoceno y el Holoceno. Estos estudios son necesariamente interdisciplinares, requieren las aportaciones de la geología, fauna y medio ambiente. Los estudios arqueológicos deben superar también valoraciones normativas simples tradicionales e implicarse en visiones más amplias antropológicas e históricas. Es fundamental entender los desplazamientos en la estructura económica y social de las formaciones sociales a lo largo del proceso histórico. A modo de hipótesis consideramos el Estrecho de Gibraltar, más como puente que como frontera, en la línea que Miguel Tarradell (1959) había considerado para las sociedades de la región a partir del Neolítico. Nosotros estamos planteando relaciones y contactos desde momentos del Pleistoceno y sociedades cazadoras-recolectoras. Además pensamos que hay que superar los criterios simples de relación biología-cultura. La documentación del aprovechamiento de los recursos marinos en ambas costas por grupos humanos diferentes permite incidir en las peculiaridades en los modos de vida de los diferentes grupos humanos en la región. 2. Medio natural. La noción de región histórica para el área del Estrecho de Gibraltar Hablamos para el sur de la Península Ibérica y buena parte del norte de África de “región histórica” (Ramos, 2012). Utilizamos el concepto empleado por Mario Sanoja e Iraida Vargas (1999), cuando analizan un ámbito del área Caribe que reúne “una unidad histórica entre el paisaje, la sociedad y la cultura sobre la cual se fundamentaron las regiones aborígenes” (Sanoja y Vargas, 1999: 5). Hablamos así de región histórica como noción dialéctica de relación de grupos sociales en la Historia, respecto a recursos definidos y modos de explotación (Sanoja y Vargas, 225
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1995; Vargas, 1990). La aplicación de este concepto al área del Estrecho de Gibraltar está basada en la similitud de características geomorfológicas, paleoclimáticas, medioambientales e históricas que han sucedido en ambas orillas. Las define además una peculiaridad de compartir un medio que es atlántico-mediterráneo (Arteaga y Hoffmann, 1999) con la incidencia geohistórica y estratégica tan peculiar que ello parece haber representado. En ella se han asentado sociedades en el Pleistoceno y Holoceno que han explotado de forma diferente en su sucesión histórica y según las peculiares idiosincrasias socioeconómicas los recursos naturales que les ofrecía el medio natural. Resulta obvio indicar que hemos de analizar esta amplia región con ideas que traspasan las nacionalidades actuales. Se trata de valorar un medio natural que ha tenido condiciones peculiares en la Historia, con bases geológicas, geográficas, clima, fauna, vegetación y recursos bastante similares, donde han habitado diversas formaciones sociales que han desarrollado estrategias para dominar y controlar dichos recursos. Representa también una superación de la idea de “adaptación”, en cuanto a que son las sociedades las que viven y controlan con sus estrategias socioeconómicas las condiciones del medio. La región aún debe ser definida con precisión, en la relación de sus límites con la sucesión de ocupaciones humanas. Nosotros valoramos como región histórica la comprendida por el lado europeo de esta área AtlánticaMediterránea, desde el llamado Golfo Ibero Marroquí (Vanney y Menanteau, 2004), por el oeste, incluyendo la región portuguesa de Algarve, Golfo de Cádiz y área costera del Campo de Gibraltar. Por otro lado, hacia el este, la costa occidental de Málaga, Bahía de Málaga y costas de La Axarquía de Málaga. En la zona del norte de África abarcaría la Península Tingitana hasta las costas del Mar de Alborán, incluyendo la Península Tingitana, al menos hasta la zona costera de la región de Tetuán, estando por definir la integración de la zona del Rif hasta el Oued Mouluya (Ramos y Cantillo, 2009; Ramos, 2012) . Toda esta región histórica del entorno del Estrecho de Gibraltar constituye un lugar estratégico para comprender las primeras ocupaciones humanas de Europa y la continuidad de los poblamientos durante el transcurso del Pleistoceno y Holoceno (Ramos, 2002, 2011 a; Otte, 2011). Por razones historiográficas de corte eurocentrista y racista, los avances técnicos y “culturales” en el marco del Historicismo Cultural se proyectaron de norte a sur. Los prejuicios sobre los logros y avances técnicos de la Arqueología africana han sido manifiestos (Un desarrollo amplio de todas estas ideas puede verse en: Ramos, 2008, 2012; Ramos et al., 2008 a). 3. Historia de la investigación. Diversos enfoques sobre el Africanismo En anteriores trabajos (Ramos, 2008; Ramos, 2011,2012) hemos desarrollado un primer intento de valoración historiográfica de la región, desde una visión externalista a la propia disciplina, implicada en el contexto histórico y sociológico de los investigadores, así como de las circunstancias de la época y en el marco metodológico de las tendencias de investigación. Hemos valorado así las circunstancias de conformación del “africanismo” en la burguesía española del siglo XIX, y cómo a raíz de lo que representó la figura y la obra de Pedro Bosch Gimpera se generaron dos visiones contrapuestas, sobre la valoración de lo africano como fenómeno dinámico y con peso en la formación de “los pueblos de España” (Bosch, 1932, 1944, 1954), frente a las tendencias etnocéntricas de orientación norte-sur en los modelos explicativos del “pueblo hispánico” (Martínez Santa-Olalla, 1941, 1946; Almagro, 1946, 1958), que tanto éxito tuvieron en la España del Franquismo. La “ciencia oficial” no podía aceptar que los avances tecnológicos y artísticos procedieran de África, en momentos de un desarrollo imperialista, donde las diversas burguesías nacionales intentaban extraer recursos de dicho continente y consideraban como “salvajes” a sus habitantes (Kuper, 1973; Rossi y O’Higgins, 1980). Se aprecian ejemplos claros en la idea de Henri Breuil (1921) del arte paleolítico a partir del descubrimiento de cuevas como Pileta y Ardales. Consideramos que esta visión historiográfica debe incidir en las circunstancias estructurales, políticas y económicas de la época. Debe desarrollarse en relación a la propia historia del Protectorado Español de Marruecos, en su marco institucional, en las actividades desarrolladas, así como en la tendencia histórico-cultural de investigación. Nos interesa conocer la fijación de las líneas de trabajo de campo, la presencia de los arqueólogos destacados: Pelayo Quintero (Fig. 1), Miguel Tarradell..., profundizando en su obra, y en el contexto de la investigación internacional (Gozalbes, 2003; Parodi, 2006; Parodi, dir., 2011; Ramos, 2011 b, 2012).
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Fig. 1. Colección de industrias líticas talladas sobre panel de madera con alambre fino, posiblemente preparadas por Pelayo Quintero en los años 40 del siglo pasado. Museo de Tetuán.
Sólo Luis Pericot mantuvo las ideas de Bosch, interesado en la Prehistoria africana. Trabajó mucho en la relación del Solutrense con el Ateriense (Pericot, 1942; Pericot y Tarradell, 1962). Miguel Tarradell estudió nuevos registros en excavaciones de las cuevas de Caf That el Gar y Gar Cahal, con ocupaciones neolíticas y de la Prehistoria Reciente. Expresó el concepto de “Círculo del Estrecho”, en una idea típica del Historicismo Cultural, como “Kulturkreise” y planteó la idea de puente y de relaciones culturales a partir del Neolítico (Tarradell, 1952, 1953, 1954, 1955 a, 1955 b, 1958 a, 1958 b, 1959). Después de la independencia de Marruecos hubo un gran olvido de los Prehistoriadores españoles de los temas africanos y prácticamente se generalizó una visión eurocéntrica de la explicación de los modelos culturales. Consideramos que la revisión historiográfica de estos temas debe analizar la propia Historia del Protectorado Español de Marruecos, en su marco institucional, en las actividades desarrolladas, así como en la tendencia histórico-cultural de investigación. Nos interesa conocer las líneas de trabajo de campo, la producción de los arqueólogos y el contexto de la investigación internacional. La Historia de la investigación sobre los estudios del Paleolítico en el sur de la Península Ibérica cuenta ya con algunos trabajos en esta línea (Ramos, 1994; Estévez y Vila, 1999). Hay una renovación en los estudios. Se valora el contexto y las circunstancias históricas, económicas y políticas de cada época (Díaz-Andreu, 2002). Este cuadro sociológico permite comprender la ideología de los investigadores, la aceptación de planteamientos y los rechazos de otros en relación al pensamiento de la época (Moro y González Morales, 2004). 4. Proyectos vinculados con el norte de Marruecos Relacionamos estos proyectos y su implicación teórica en una ya larga trayectoria, que inició en los años 80 del siglo pasado uno de nosotros, José Ramos, con estudios territoriales en La Axarquía de Málaga (Ramos, 1988) 227
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y en zona del Turón y Ardales (Ramos et al., 1990, 2004). En los años 90 hemos desarrollado una investigación de base en el marco del Proyecto La ocupación prehistórica de la campiña litoral y Banda Atlántica de Cádiz. Este proyecto tuvo autorización y financiación de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, con la responsabilidad en la dirección de José Ramos. Los objetivos han sido la fijación del proceso histórico de las sociedades cazadoras-recolectoras-pescadoras, tribales comunitarias y clasistas iniciales en el territorio de la banda atlántica de Cádiz. Para ello hemos desarrollado campañas de prospección en los términos municipales de San Fernando, Chiclana de la Frontera, Conil de la Frontera, Medina Sidonia, Vejer de la Frontera, Barbate y Tarifa. En total hemos estudiado 185 yacimientos con registros tecnológicos de sociedades vinculadas al Pleistoceno y Holoceno Antiguo (Ramos, coord., 2008; Ramos y Pérez, 2008). Hemos complementado el conocimiento de dicho análisis territorial con la realización de excavaciones de urgencia en el área del proyecto y en zonas inmediatas. Hemos excavado así en los asentamientos de El Estanquillo (San Fernando) (Ramos, 1993 a), La Mesa (Chiclana de la Frontera) (Ramos et al., eds., 1999), El Retamar (Puerto Real) (Ramos y Lazarich, eds., 2002 a, 2002 b), Embarcadero del río Palmones (Ramos y Castañeda, eds., 2005) y La Esparragosa (Chiclana de la Frontera) (Pérez et al., 2005; Ramos et al., 2008 b; Vijande, 2006). La preocupación por las relaciones y contactos entre las sociedades del Pleistoceno y Holoceno de ambas orillas veníamos planteándolas desde hacía tiempo (Ramos, 1998, 2002, 2008). El primer proyecto que hemos desarrollado en el norte de África ha sido el Proyecto Benzú (Ceuta), realizado con la codirección de José Ramos y Darío Bernal. Se han realizado 6 campañas de excavación y 2 de estudios de materiales en Abrigo de Benzú con secuencia de Pleistoceno Medio y Superior y Cueva de Benzú con secuencia del Holoceno. Nos está permitiendo desarrollar una investigación interdisciplinar para los estudios de las sociedades cazadoras-recolectoras-pescadoras y tribales-comunitarias de la región del Estrecho de Gibraltar (Ramos et al., eds., 2004; Ramos y Bernal, eds., 2006; Ramos et al., 2007, 2008 c; Ramos y Bernal, 2009; Ramos et al., coords., 2011; Ramos et al., 2013Vijande et al., 2008 a). La autorización de los permisos de excavación ha dependido del Ministerio de Cultura. La financiación ha sido cubierta en el marco de un convenio de colaboración entre la Ciudad de Ceuta y la Universidad de Cádiz. La experiencia de trabajos en el norte de África nos llevó a ampliar el territorio de estudio, en el marco de colaboraciones internacionales. Hemos ido así consolidando relaciones y proyectos concretos de trabajo entre investigadores de la Universidad Abdelmalek Essaadi, Museo de Tetuán, Museo de Tánger, INSAP de Rabat y Universidad de Cádiz, que ha permitido alcanzar un proyecto de investigación continuado. En el camino hemos acudido a las convocatorias de la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECI-PCI) y de otros organismos españoles. Se trata de los proyectos: - A/2893/05. Materias primas en la Prehistoria del Estrecho de Gibraltar. Los investigadores responsables eran Salvador Domínguez-Bella y Ali Maate. - A/6317/06. Materias primas en la Prehistoria del Estrecho de Gibraltar. Los investigadores responsables fueron Salvador Domínguez-Bella y Ali Maate. - A/6867/06. Estudio de los fondos del Museo arqueológico de Tetuán (I). Inicio del inventario general y análisis de algunas colecciones temáticas. Los investigadores responsables han sido José Ramos y Mehdi Zouak. - A/5790/06. Contribución a la elaboración de la Carta Arqueológica del norte de Marruecos (región de TángerTetuán). Análisis de la viabilidad y diseño del proyecto. Los investigadores responsables fueron Darío Bernal y Baraka Raissounni. - A/010823/07. Estudio de los fondos del Museo arqueológico de Tetuán (II). Inicio del inventario general y análisis de algunas colecciones temáticas. Los investigadores responsables han sido José Ramos y Mehdi Zouak. - A/017232/08. Arqueomineralogía y Patrimonio Histórico: estudio de las colecciones prehistóricas del Museo de Tetuán. Los investigadores responsables eran Salvador Domínguez-Bella y Ali Maate. - AP/040139/11. Proyecto Propuesta de remodelación de contenidos del Museo Arqueológico de Tetuán. Los investigadores responsables han sido José Ramos y Ali Maate. Hemos podido también realizar un proyecto del Ministerio de Cultura. Actividades Arqueológicas en el Exterior:
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Relaciones y contactos entre las sociedades prehistóricas en la región del Estrecho de Gibraltar. Investigación y socialización del proyecto Carta Arqueológica del norte de Marruecos BOE 314, 30-12-2011. Carta Arqueológica del norte de Marruecos. El investigador responsable ha sido José Ramos. Todos estos proyectos han permitido dar contenido a un proyecto de base que se ha regulado en un convenio entre el Institut National de Sciences de l’Archéologie et du Patrimoine (INSAP) de Rabat, la Universidad Abdelmalek Essaadi de Tetuán y la Universidad de Cádiz: - Proyecto Carta Arqueológica del norte de Marruecos. Región Tánger-Tetuán, Marruecos. Códigos: DRCTT/08/328; DRCTT/09/267; DRCTT/; DRCTT/09/279; DRCTT/10/314. Hemos tenido que acudir a la financiación de la AECI, PAI-HUM 440 de la Junta de Andalucía, Plan Propio UCA. La duración inicial del proyecto ha sido de enero de 2008 hasta diciembre de 2012. Los investigadores responsables del mismo han sido Mehdi Zouak, Abdelaziz El Khayari, Baraka Raissouni, Darío Bernal y José Ramos. - Proyecto Sociedades neolíticas y uso de materias primas líticas en la región del Estrecho de Gibraltar, Código: HAR2008-06477-C03-02-HIST, financiado por la DIGICYT del Ministerio de Ciencia e Innovación. La duración de este proyecto ha sido de enero de 2009 hasta marzo de 2012 en los trabajos de campo. El investigador responsable del mismo ha sido Salvador Domínguez-Bella. 5. Objetivos y trabajos a corto plazo Hay que indicar que en los fondos del Museo de Tetuán están depositados gran cantidad de documentos, datos y materiales arqueológicos relativos a la arqueología del norte de Marruecos (Tarradell, 1953). Estos proyectos surgieron con la idea de corregir la ausencia de un programa sistemático destinado al inventario y catalogación de los fondos conservados en sus reservas (Zouak, 2006). Un objetivo importante de estos proyectos ha sido generar el inventario y catalogación de los fondos arqueológicos depositados en esta institución. Hemos ido así definiendo criterios para la elaboración de dicho inventario y presentando estudios de diversas colecciones temáticas. En concreto y la parte de arqueólogos firmantes de los trabajos de Prehistoria hemos revisado las series de productos arqueológicos procedentes de las excavaciones de Miguel Tarradell en las cuevas de Kaf-That-El Gar (Ramos et al., eds., 2008) y de Gar Cahal (Figs. 2, 3 y 4) (Vijande et al., 2011; Cantillo et al., en prensa). De este modo hemos comenzado la publicación de la serie Colección de Monografías del Museo Arqueológico de Tetuán, de la que llevamos tres volúmenes editados con la responsabilidad de José Ramos, Mehdi Zouak, Darío Bernal y Baraka Raissouni (Ramos et al., eds., 2008; Bernal et al., eds.2008, 2011).
Fig. 2. Gar Cahal. Industria lítica tallada. Niveles de adscripción normativa a Epipaleolítico. Excavación Miguel Tarradell.
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Movilidad, contacto y cambio. II Congreso de Prehistoria de Andalucía
Fig. 3. Gar Cahal. Malacofauna: Patella ferruginea y Patella ulyssiponensis. Niveles de adscripción normativa a Neolítico. Excavación Miguel Tarradell.
Fig. 4. Gar Cahal. Molinos y moletas pulimentados. Niveles superiores de la secuencia estratigráfica. Excavación Miguel Tarradell.
Ante la perspectiva de generar un proyecto general de investigación basado en el estudio territorial de la zona comprendida en el norte de Marruecos en la región de Tetuán hemos generado una recopilación bibliográfica, y hemos repasado documentación historiográfica. De este modo tenemos en estudio abundante documentación relacionada con colecciones de revistas (colecciones completas de Hesperis-Tamuda, Tamuda, Archives Bérberes y Bulletin d’Archéologie Marocaine...), e informes inéditos en instituciones de Marruecos así como por la importancia de la producción bibliográfica de la época del Protectorado español en el norte de Marruecos. Hemos completado dicha información con una recogida y control hemerográfico de prensa y revistas de la época que contienen información de interés para la reconstrucción histórica y arqueológica. Estos trabajos han sido coordinados y realizados en el Museo Arqueológico de Tetuán, Biblioteca General y Archivos de Tetuán y Archivo General de la Administración de Alcalá de Henares. Todo ello ha permitido generar un inventario de yacimientos arqueológicos en la zona, controlando la documentación existente de planos, fotografías, informes inéditos... Para ello estamos reuniendo una gran información que se encuentra disponible en todas las instituciones ya mencionadas anteriormente. En concreto hemos controlado la documentación relativa al I Congreso Arqueológico del Marruecos Español, (fichas, direcciones, control de la correspondencia, discursos…) habiendo localizado dos cartas de un alto contenido histórico y para nosotros emocional, entre Miguel Tarradell y Pedro Bosch Gimpera, que nos permiten entender el cuadro sociológico de aquel congreso y la clara implicación africanista de ambos prestigiosos investigadores. Los proyectos geoarqueológicos realizados desde 2006 hasta la actualidad, iniciados en el Proyecto A/2893/05, supusieron la consecución de una buena parte de los objetivos planteados inicialmente. Hemos trabajado dentro de una línea de Geoarqueología (Fig. 5), es decir, la aplicación de las ciencias geológicas a la Arqueología, un conjunto de estudios relacionados con diferentes disciplinas geológicas (Mineralogía, sedimentos, geoquímica de suelos y otros objetos, petrología, yacimientos minerales, micromorfología de suelos, etc.). Igualmente con la Arqueometría: aplicación de las ciencias físicas (físico-químicas, geológicas y biológicas) a la arqueología, la historia y el arte.
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Relaciones y contactos entre las sociedades prehistóricas en la región del Estrecho de Gibraltar. Investigación y socialización del proyecto Carta Arqueológica del norte de Marruecos
Fig. 5. Terraza fluvial cuaternaria. Costa mediterránea entre Martil y Azla. (Barra escala: 50 cm).
La aproximación geoarqueológica al estudio del registro material del comportamiento humano implica el uso de técnicas de las geociencias en la resolución de los problemas arqueológicos. Hoy en día estas técnicas van más allá de las geociencias, para incorporar disciplinas como la química, la física, etc. Por este motivo, se deben integrar la geoarqueología y las técnicas arqueométricas en general. También en el marco de los proyectos de carácter geoarqueológico, arqueométrico y de Patrimonio Geológico y geoturismo, hemos realizado un control de las litologías y estudio petroarqueológico de productos líticos depositados en dicho Museo, y que nos permiten tener una idea de la explotación del territorio por las sociedades prehistóricas. El objetivo de este trabajo fue la realización de una litoteca relativa a las fuentes de suministro de materias primas de los yacimientos prehistóricos de la región del Estrecho de Gibraltar. Se trata de una línea de trabajo que se ha desarrollado desde 1994 hasta la actualidad, con estudios sobre diferentes materiales líticos de yacimientos de la Prehistoria de las provincias de: Cádiz, Málaga y Jaén, al norte del Estrecho y desde 2005 también en la orilla sur del mismo. Se han realizado también estudios arqueométricos sobre industria lítica (Fig. 6), materiales geológicos utilizados en la construcción, materias primas del entorno, geología local, etc. de yacimientos de ambas márgenes del Estrecho de Gibraltar, así como de otros puntos de la mitad sur de España, siempre con colaboraciones interdisciplinares entre diferentes especialistas de las ciencias y las humanidades. En el área del Estrecho, hemos trabajado en la caracterización arqueométrica de yacimientos de industrias líticas al norte y al sur del mismo. De estos se podrían citar los yacimientos del Río Palmones (Algeciras), Ringo Rango (Los Barrios) y al sur, yacimientos como el de Benzú (Ceuta) y otros muchos del norte de Marruecos, así como los afloramientos geológicos de la región circundante. En cuanto al enmarque geomorfológico de la zona, debemos señalar que nos hallamos en la unión de dos mares, siendo por tanto un espacio Atlántico-Mediterráneo y además en la unión de dos grandes cadenas montañosas: el Rif y las Béticas. 231
Movilidad, contacto y cambio. II Congreso de Prehistoria de Andalucía
Metodológicamente, se han realizado diferentes campañas de campo, además de los trabajos en el Museo, con el objetivo de obtener un conocimiento amplio de las diferentes materias primas minerales, especialmente las de naturaleza silícea, que existen a ambos lados del Estrecho de Gibraltar. Con las más de doscientas muestras minerales, se ha elaborando una litoteca de materias primas, y se está procediendo a la realización de diferentes trabajos de laboratorio que permitan un exhaustivo análisis de las muestras geológicas. La metodología para asignar las procedencias a los restos líticos, se ha basado en: - Localización de los tipos litológicos presentes en la zona (Figs. 7 y 8). - Estudio de las posibles presencias de actividades de extracción de rocas y minerales usados como materia prima, en el entorno del yacimiento arqueológico. - Identificación de las fuentes de materias primas líticas utilizadas por las sociedades prehistóricas en el entorno.
Fig. 6. Medida de susceptibilidad magnética sobre pulimento neolítico de la zona del Rif. Museo de Tetuán. 2009.
- Elaboración de cartografía geoarqueológica y documentación fotográfica. - Selección y toma de muestras geológicas. - Elaboración de una base de datos petrológica (litoteca). - Gestión de la información (informatización y sistemas de información geográfica). - Caracterización y contrastación mineralógica, petrológica y geoquímica de y entre los materiales geológicos y los materiales arqueológicos (industrias líticas) de cada yacimiento. Se han utilizado técnicas petrográficas como la microscopía petrográfica de luz transmitida, la lupa binocular y el microscopio electrónico de barrido; técnicas de difracción de rayos X, fluorescencia de rayos X, espectrometría de emisión ICP-MS y medidas de susceptibilidad magnética, utilizando sobre todo el equipamiento disponible en los Laboratorios del Departamento de Ciencias de la Tierra y los SCCYT de la Universidad de Cádiz en Puerto Real, Cádiz. Los muestreos se realizaron en diferentes campañas de campo en el norte de Marruecos, en un área de unos 50 Km de radio en torno a la posición de Ceuta-Tetuán. Tras el trabajo de muestreo de campo (posicionamiento y toma de muestras, 232
Fig. 7. Vista de afloramiento de calizas con sílex. Rif, zona próxima a Tetuán. (Barra de escala: 20 cm).
Relaciones y contactos entre las sociedades prehistóricas en la región del Estrecho de Gibraltar. Investigación y socialización del proyecto Carta Arqueológica del norte de Marruecos cartografía geológica, etc.), se realizaron estudios en las colecciones arqueológicas del Museo de Tetuán, que continúan en la actualidad, tras lo cual se han venido desarrollando diferentes trabajos de laboratorio, en el Departamento de Ciencias de la Tierra y los Servicios Centrales de Ciencia y Tecnología de las Universidades de Cádiz y Huelva, así como en la Universidad de Tetuán.
Fig. 8. Detalle de nódulo de sílex masivo gris en caliza. Proximidades de la Cueva de Caf That el Gar.
Finalmente y en paralelo, dado su interés patrimonial, como resultado añadido de estos proyectos geoarqueológicos, se ha podido elaborar al menos de momento, una ruta geoarqueológica de interés turístico por la zona norte de Marruecos (Domínguez-Bella y Maate, eds., 2009).
Entre las últimas actividades tenemos en marcha un intento de remodelación de la documentación museográfica del Museo Arqueológico de Tetuán, dado que como consecuencia de los últimos estudios la propia museografía del mismo, queda muy superada. Todos estos trabajos han permitido confeccionar el diseño del proyecto titulado: Carta Arqueológica del norte de Marruecos. Fase I. Oued Lian-Oued Lau (2008-2012), del cual hemos realizado 4 campañas de prospección, con la realización de algunas excavaciones, que en el caso de sociedades prehistóricas se han limitado a Cueva de El Hafa (Fig. 9) y en el marco de la campaña de 2011 la realización de sondeos y estudios concretos en Cueva de Marsa (Ramos et al., 2008 c, 2011 b).
Fig. 9. Yacimiento 172-Cueva de El Hafa. Sondeo estratigráfico. Contiene registros del IIº milenio a.n.e.
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En el marco de estos proyectos y el convenio de colaboración entre las mencionadas instituciones hemos conseguido una movilidad de investigadores y alumnos con participación de licenciados y profesores marroquíes en el master de Patrimonio Histórico-Arqueológico de la Universidad de Cádiz. También algunos alumnos marroquíes han obtenido becas del Aula del Estrecho para poder cursar dichos estudios de tercer ciclo, estando ahora mismo un licenciado marroquí en proceso de realización de una tesis doctoral, Redouan L’Kautit, con el título: Las sociedades del Tercer al Segundo milenio a.n.e. en la región histórica del Estrecho de Gibraltar. También tres arqueólogos españoles vinculados al grupo PAI-HUM-440 han podido disfrutar de las becas de investigación predoctoral del Programa Europeo Averroes en Tetuán, en concreto: José Juan Díaz, Eduardo Vijande y Antonio Sáez. Hemos podido realizar hasta el presente tres seminarios internacionales centrados en temáticas relacionadas con la investigación arqueológica y prehistórica en la región histórica del Estrecho de Gibraltar y norte de Marruecos: - I Seminario Hispano Marroquí de Especialización en Arqueología. Se celebró en Cádiz y Tetuán, del 11 al 18 de diciembre de 2005 (Bernal et al., 2006). Representó un primer acercamiento diacrónico a diferentes etapas del proceso histórico en la región. - II Seminario Hispano Marroquí de Especialización en Arqueología. Se celebró en Cádiz, del 5 al 7 de septiembre de 2008. (Bernal et al., eds. 2008). Abordó un panorama de la historiografía y de los proyectos actuales de investigación en la región. - III Seminario Hispano Marroquí. Arqueología y turismo en el círculo del Estrecho. Estrategias para la puesta en valor de los recursos patrimoniales del norte de Marruecos. Se celebró en Algeciras del 14 al 16 de abril del 2011 (Bernal et al., eds. 2011). También hemos presentado resultados de los trabajos realizados en varios congresos y seminarios: - Colloque International Préhistoire Maghrébine (Tamanrasset, Argelia, 5-7 de noviembre de 2007) (Ramos, 2011 a). - IV Reunión de trabajo sobre aprovisionamiento de recursos líticos en la Prehistoria (Villamartín, Cádiz, 26-28 de octubre de 2007) (Domíguez-Bella et al., 2010). - III Rencontres de Cooperation Culturelle Hispano-Marocaine. État actuel des études historiographiques Hispano-Marocaines sur le Nord du Maroc (Tetuán, Marruecos, 27-30 de mayo de 2008). - Congreso Internacional Un viaje de ida y vuelta. El Estrecho de Gibraltar a lo largo de la Historia (Fuengirola, Málaga, 14 y 15 de noviembre de 2008). - Colloque International ‘Roches et sociétés de la Préhistoire entre Massifs cristallins et Bassins sédimentaires: le Nord-Ouest de la France dans son contexte européen (Rennes, Francia, 28-30 de abril de 2010) (Domínguez-Bella et al., 2012). - I Reunión científica de Arqueomalacología de la Península Ibérica (León, 20 y 21 de mayo de 2010) (Cantillo et al., 2010). - Les Journées Scientifiques de l’Université de Nantes. Zones côtières et détroits internationaux: évolutions et perspectives du Tangerois (Maroc) et du Détroit de Gibraltar (Nantes, Francia, 7 de junio de 2010). - XX Ciclo de conferencias sobre Prehistoria (Puente Viesgo 2010) (Puente Viesgo, Santander, 15 de septiembre de 2010). - I Jornadas de Prehistoria de Benalup-Casas Viejas (Benalup-Casas Viejas, Cádiz, 11 a 13 de noviembre de 2010). - Jornadas de Historia de Rota a través de la Arqueología (Rota, Cádiz, 21 de enero al 12 de febrero de 2011). - Conferência Internacional sobre a Pré-historia das Zonas Húmidas. Paisagens de Sal (Setúbal, Portugal, 1921 de mayo de 2011). - Vº Congresso del Neolítico Peninsular (Lisboa, Portugal, 7-9 de abril de 2011). (Ramos et al., en prensa). - II Reunión Científica de Arqueomalacología de la Península Ibérica (Barcelona, 20-21 mayo de 2011) (Cantillo et al., en prensa).
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Relaciones y contactos entre las sociedades prehistóricas en la región del Estrecho de Gibraltar. Investigación y socialización del proyecto Carta Arqueológica del norte de Marruecos - XXI Ciclo de conferencias sobre Prehistoria (Puente Viesgo 2011) (Puente Viesgo, Santander, 14 de septiembre de 2011). - Jornadas de conferencias. Red Temática Local: Arqueometría y Gemología (Universidad de Málaga, 10 de febrero de 2012). 6. Marco geográfico y geológico de la zona del proyecto en el norte de Marruecos Como hemos indicado en un sentido amplio consideramos el área del Estrecho de Gibraltar (Vanney y Menanteau, 2004) como ‘región histórica’ (Sanoja y Vargas, 1999: 5), indicando su carácter atlántico y mediterráneo (Arteaga, 2002). En esta área las variaciones glacioeustáticas han provocado que se hayan facilitado posibles contactos y movilidades organizadas de los grupos humanos desde el Pleistoceno. En este sentido entendemos el paso del Estrecho de Gibraltar más como ‘puente’ que como ‘frontera’ (Tarradell, 1959), al menos en fases geológicas regresivas. El marco geográfico de estudio de este proyecto lo hemos delimitado del siguiente modo: - Norte: litoral del Estrecho de Gibraltar. - Este: costa mediterránea entre Bab Sebta/Fnideq y la desembocadura del Oued Lau. - Noroeste: línea definida por el curso del Oued Liane, y el afluente septentrional del Oued Martil (Oued Al Jemis), incluyendo la zona montañosa de Anyera. - Sur y suroeste: curso del Oued Lau, conexión del mismo con el Oued Hajera hasta Tetuán, conexión con el afluente Jemis y unión con el curso y la desembocadura del Oued Liane. La geología del área geográfica seleccionada se sitúa en el esquema general de la parte sur del Arco de Gibraltar, con presencia de unidades Gomárides, que son un conjunto de mantos de corrimiento alpinos superpuestos, mayoritariamente paleozoicos, y en menor medida, mesozoicos y terciarios. La Dorsal calcárea viene conformada por unidades calizas básicamente del Triásico y Liásico. Al Oeste de ésta se sitúa el dominio de los Flyschs, constituidos por unidades calizas y margas rojas, con alternancia de areniscas (Maate, 1996; Domínguez-Bella y Maate, eds., 2009). Se completa la secuencia con los depósitos cuaternarios (terrazas fluviales, medios endorreicos, glacis...) y con las evidencias de las oscilaciones eustáticas en las terrazas marinas (Rodríguez Vidal y Cáceres, 2005; Chalouan et al., 2008). Debemos destacar que por una parte, se aborda el estudio de diversas cuencas fluviales, de las cuales las más importantes son las de los oueds Martil y Lau en la vertiente mediterránea, y los cauces del Liane, del KsarSeguir y del Al Marsa en el área del Estrecho de Gibraltar. Asimismo, se incluyen las primeras estribaciones montañosas de la región como Anyera y parte de los Montes del Estrecho. En relación con los estudios geológicos está presente el interés por el conocimiento de las materias primas minerales y los procesos de procedencia y abastecimiento de las mismas. En el entorno regional de la zona de prospección son especialmente abundantes las materias primas líticas de naturaleza fundamentalmente silícea (Domínguez-Bella y Maate, eds., 2009). Así aparecen sílex, radiolaritas y areniscas compactas (Domínguez-Bella et. al, 2006). Este hecho produce que dichas materias minerales aparezcan frecuentemente y de forma mayoritaria entre los productos líticos documentados en las prospecciones superficiales de los yacimientos. En concreto, las áreas de captación de recursos líticos están bien definidas en relación al potencial de los tipos de afloramientos y de las unidades geológicas, así como a los depósitos erosivos. Hemos documentado materias primas utilizadas por las sociedades prehistóricas en: - Zonas de la dorsal calcárea, con sílex y radiolaritas incluidos en las calizas del Jurásico. - Zonas de glacis, como amplias áreas de arenas y limos, con abundantes guijarros, con presencia de sílex y areniscas compactas. - Terrazas fluviales cuaternarias, con presencia de cantos rodados y bloques de materiales muy diversos, incluyendo rocas metamórficas.
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7. Algunos resultados de los trabajos de prospección y excavación En los trabajos de campo desarrollados en abril y julio de 2008 se realizaron prospecciones selectivas del curso fluvial del Oued Martil, y en la zona comprendida en el entorno de Cabo Negro hasta el litoral del núcleo urbano de Martil (Ramos et al., 2008 c).
Fig. 10. Vista del yacimiento 168. Amezzouk.
Fig. 11. 168. Amezzouk. Productos líticos tallados vinculados al criterio normativo Ateriense.
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Relaciones y contactos entre las sociedades prehistóricas en la región del Estrecho de Gibraltar. Investigación y socialización del proyecto Carta Arqueológica del norte de Marruecos En junio y julio de 2009 se prospectó la zona del tramo costero Bab Sebta-Cabo Negro y en junio de 2010 el tramo costero Mediterráneo entre Belliunes-Oued Liane (Ramos et al., 2011). En junio y julio de 2011 se ha prospectado la zona (Figs. 10 y 11) de montaña interior (Oued Marsa-región de Anyera). Recordamos que por las circunstancias sociológicas e históricas de la investigación, en la región de Tetuán (Ramos et al., 2008 a: 271 y ss.) son escasas las estratigrafías de yacimientos prehistóricos documentadas. Hemos tenido que contrastar esta situación con la documentación controlada y con trabajos generales sobre la región (Pericot y Tarradell, 1962; Camps, 1974; Nehren, 1992). De este modo hemos contrastado los registros de superficie con las estratigrafías excavadas en Caf That el Ghar y Gar Cahal (Figs. 2, 3 y 4) por Miguel Tarradell (1954, 1955 b, 1958 a), sobre todo para el estudio de momentos de Paleolítico Superior Final, Neolítico y Prehistoria Reciente. A pesar de los avances en ambos yacimientos de excavaciones más recientes (Daugas y El Idrissi, 2008; El Idrissi, 2008), corresponden a avances o estudios parciales de las mismas. Estos trabajos se realizaron desde parámetros característicos del normativismo históricocultural (Ramos et al., coord., 2008). Ayudan también a contextualizar el registro, el cercano yacimiento de Benzú (Ceuta), estudiado por nuestro grupo (Ramos y Bernal, eds., 2006; Ramos y Bernal, 2009; Ramos et al., 2008 c; Ramos et al., coords., 2011; Vijande, 2010, 2011) y los yacimientos de la región de Tánger (Gilman, 1975, 1976; Otte et al., dir., 2004; Daugas y El Idrissi, 2008; El Idrissi, 2008); así como la revisión que hemos realizado de los productos arqueológicos depositados en el Museo de Tetuán de Caf That el Ghar (Ramos et al., coord., 2008) y Gar Cahal (Vijande et al., 2011, Cantillo et al., en prensa). Hemos realizado la prospección considerando las características geológicas, edafológicas y litológicas del terreno, especialmente en relación con los yacimientos de las sociedades prehistóricas, sobre todo en los de superficie, asociados muchas veces a asentamientos agrícolas sobre terrenos de cierta fertilidad. De igual manera, se ha atendido a criterios paleogeográficos, en la prospección de los yacimientos, vinculados a la explotación de recursos marinos en relación a las líneas de costa o estuarios. Se repasaron los depósitos cuaternarios y se analizaron las áreas de posibles captaciones de recursos por grupos humanos del Pleistoceno y Holoceno (Ramos et al., 2008 c: 275; Ramos et al., 2011 a: 53). También, y dado el carácter ciertamente selectivo de la prospección, hemos centrado los esfuerzos del trabajo de campo en las zonas de piedemonte y en las áreas cercanas a las terrazas de los ríos existentes, así como en depósitos cuaternarios del litoral. La incursión en zonas de montaña ha sido limitada, por la dificultad topográfica. Con todo se ha trabajado en la zona de Beliunes, Ras Leona y valle interior de Marsa. Para un futuro queda mucho trabajo pendiente en la zona de dorsal calcárea, siendo probable la localización de futuras cuevas y yacimientos. Presentamos el siguiente cuadro con los datos de yacimientos vinculados con ocupación de sociedades prehistóricas localizados: Campañas
Yacimientos Prehistóricos
2008
55
2009
19
2010
32
2011
27
Total
166
De este modo en el momento actual del proyecto se han localizado tras 4 campañas de prospección, 203 yacimientos arqueológicos, de los que 166 cuentan con ocupación vinculada a sociedades prehistóricas (Figs. 10 y 11). Hemos podido realizar un sondeo arqueológico en yacimiento 172-Cueva de El Hafa (Fig. 9), con registros pertenecientes a sociedades del IIº milenio a.n.e. Hemos podido publicar avances a los estudios territoriales, presentación de los registros, y visión de las nuevas perspectivas de investigación disponibles a raíz de esta nueva información. A estos trabajos nos remitimos por la limitación de espacio que contamos (Ramos et al., 2008 c; Ramos et al., 2011a, 2011 b, 2011 c).
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8. Objetivos a medio y largo plazo Los trabajos de campo, control de documentación historiográfica, y de materiales del Museo Arqueológico de Tetuán, las líneas de estudio geoarqueológicas, los nuevos datos de las prospecciones y excavaciones están abriendo un panorama novedoso para el conocimiento de esta importante zona de la Península Tingitana y región de Tetuán. A un medio y largo plazo nos interesa reflexionar en varias líneas de trabajo que ya hemos desarrollado (Ramos, en prensa a) y de las que aquí prácticamente sólo presentamos su enunciado: - Análisis de las ocupaciones en ambas orillas con registros de Pleistoceno Inferior. Las evidencias en el sur de la Península Ibérica en la zona del sureste de Andalucía, de interesantes yacimientos paleontológicos y con ocupación humana del Pleistoceno Inferior nos llevan claramente a reflexionar sobre posible procedencia africana en contextos anteriores a 1 M.a. Salvo algunas excepciones (Gibert, 2004; Gibert et al., 1998; Gibert, L., 2010; Otte, 2011; Ramos, 2011 a), se ha negado el paso del Estrecho en estas etapas antiguas. Pensamos que hay mucho trabajo por realizar y el potencial arqueológico es formidable al respecto. - La secuencia geoarqueológica de los depósitos cuaternarios. Es necesario seguir el camino emprendido por algunos geólogos (Rodríguez Vidal y Cáceres, 2005; Chalouan et al., 2008; Chamorro et al., 2011; Domínguez-Bella y Maate, eds., 2009) para conformar la visión geoarqueológica de los depósitos cuaternarios en relación a sus implicaciones paleoclimáticas. También son base para entender las ocupaciones humanas, captaciones de recursos y análisis de poblamiento de las sociedades cazadoras-recolectoras. - Desarrollo de una metodología alternativa a la normativa histórico-cultural dominante. Este modelo de trabajo pretende organizar a medio plazo un intento de explicación histórica como alternativa a la ordenación normativa, que desde el Historicismo Cultural se ha fijado en la sucesión tecnológica de las culturas (Ramos, 1999, en prensa a), que para el sur de Europa, en la línea de la tradición francesa expuso la seriación: - Achelense-Musteriense-Auriñaciense-Gravetiense-Solutrense-Magdaleniense-Epipaleolítico microlaminar (Sauveterriense)- Epipaleolítico geométrico (Tardenoisiense)-Neolítico- (Breuil, 1912, 1937; Breuil y Lantier, 1951; Obermaier, 1925; Bordes, 1984; De Lumley, 1998). - Y para el norte de África: Achelense-Musteriense-Iberomauritánico-Capsiense-Neolítico de tradición Capsiense-Neolítico- (Balout, 1955; Pericot y Tarradell, 1962; Camps, 1974; Hahn, 1984; Nehren, 1992; Bouzouggar y Barton, 2005, 2006; Otte et al., 2006). Evidentemente se han planteado otras ordenaciones evolucionistas normativas, que en algunos casos han visto el cambio sólo en la diferencia de nomenclatura: la ordenación de modos tecnológicos: I-II-III-IV (Clark, 1981). Modelos evolutivos basados en determinismos regionales y sobre supuestas prácticas individualistas vinculadas a denominados paisajes de costumbres, también han sido formulados (Gamble, 2001). Pero la propia dinámica de investigación ha ido demostrando los errores del modelo tan simple de secuencia, basada en grandes líneas en la sucesión normativa de objetos-tipo, dígase el bifaz para el Achelense, la raedera y la punta para el Musteriense, el raspador carenado para el Auriñaciense, las láminas con borde abatido para el Gravetiense, las piezas con retoque plano para el Ateriense y Solutrense… Por otro lado la visión de Gamble es muy determinista respecto al medio y ecosistema y repite conceptos norte-sur para las explicaciones, donde el mundo africano Mediterráneo prácticamente no existe (Gamble, 2001: 416-418). Aspectos logrados en estudios como en Peña de la Grieta de Porcuna (Artega et al., 1998) venían a plantear la hipótesis, desde el marco de los modos de vida, de la diferencia de prácticas de trabajo y de actividades en la costa e interior, mostrando una alternativa de necesario seguimiento a la ordenación Solutrense-Magdaleniense en el sur de la Península Ibérica. Igualmente para el norte de África, los recientes estudios de diversos equipos, en Libia, Argelia y Marruecos, están evidenciando la interestratificación sucesiva Musteriense-Ateriense, rompiendo paradigmas de hondo calado (Garcea, 2004: Lindstäedter et al., 2012; Barton y Bouzougar, 2012), que además estaban cargados de visiones difusionistas muy simples. 238
Relaciones y contactos entre las sociedades prehistóricas en la región del Estrecho de Gibraltar. Investigación y socialización del proyecto Carta Arqueológica del norte de Marruecos - Planteamiento de la movilidad propia de las sociedades cazadoras-recolectoras, como explicación de las posibles relaciones y contactos en ambas orillas durante el Paleolítico. Más que en modelos trasnochados difusionistas, nos interesa ver en la propia composición y estructura social de las sociedades cazadoras-recolectoras la lógica de las movilidades y contactos. Éstas han sido desarrolladas en otras zonas marinas de canales y pasos naturales del planeta. Hay ejemplos muy bien estudiados en este sentido en Canal Beagle en Tierra de Fuego (Argentina) (Estévez et al., 2001, 2007), o en el área Caribe del Noreste de Venezuela (Sanoja y Vargas, 1995), donde se comprueba la movilidad de estas sociedades como parte fundamental de su modo de vida. - Intentar ayudar a la ampliación del registro antropológico. Los registros antropológicos son limitados todavía en el norte de África, pero de un interés considerable en relación a los de la Península Ibérica. Son conocidos los testimonios fósiles datados en Pleistoceno Medio en Ternifine-Tighenif (Argelia), valorados como Atlanthropus mauritanicus. Se ha considerado una variedad norteafricana de Homo erectus, asociada a un tecnocomplejo Achelense (Arambourg, 1954; Camps, 1974; Nehren, 1992: 45; Hadjouis, 2007 a; Geraads et al., 1986). Los registros de Homo erectus en la región (400.000-100.000 años) se completan con los de Salé y Kebibat en Rabat y los de Carrière Thomas I -datado recientemente por OSL entre 360 y 470, el nivel estratigráfico de su localización- (Raynal et al., 2010: 380), Oulad Hamida y Sidi Abderrahmane en Casablanca (Debénath, 2001: 21). Ha habido diferentes explicaciones sobre ellos. Bräuer (1984) los consideró como Homo sapiens arcaicos. Denise Ferembach (1986 a) los valoró en transición entre Homo erectus típicos como los de Ternifine-Tighenif y los Homo sapiens arcaicos de Djebel Irhoud. Se han considerado recientemente como Homo erectus evolucionados (Zouak, 2001: 154). Los investigadores partidarios de las cronologías cortas consideran los restos más antiguos en el Pleistoceno Medio, sincrónicos a la glaciación Riss europea, en relación a depósitos del Cuaternario continental de Marruecos del Tensiftiense (Debénath, 2000: 132). La continuidad y sucesión histórica de los grupos de Homo erectus en la región se han valorado en línea evolutiva regional (Hublin, 1989; Hublin y Tillier, 1981,1988). En los años 60 del siglo pasado se localizaron registros en Djebel Irhoud a cargo del profesor Émile Ennouchi, que fueron considerados como neandertales (Ennouchi, 1962). Rápidamente fueron aceptados en su adscripción contemporánea con los neandertales europeos (Arambourg, 1965: 6). En los años 70 fueron presentadas matizaciones respecto a los clásicos neandertales europeos, pero se continuaba afirmando su clara relación con el Musteriense (Camps, 1974). Los registros de Djebel Irhoud fueron posteriormente interpretados como Homo sapiens arcaicos (Hublin y Tillier, 1981, 1988; Hublin et al., 1987; Smith et al., 2007) y se ha localizado un nuevo resto de ilion -Irhoud 5- (Tixier et al., 2001) considerado en dicha línea. Han sido valorados recientemente como Homo sapiens sapiens (Debénath, 2001: 21; Tillier y Majó, 2008: 586). En los últimos años se ha considerado una especie de conexión entre estos grupos, valorados ahora como modernos, y las poblaciones del Pleistoceno Superior de Afalou y Taforalt, que son ya estimados como equivalentes africanos a los cromañones europeos (Stringer y Gamble, 1993). La reciente obra de síntesis de Stringer y Andrews (2005: 161) continúa con dicha idea de valorarlos en el grupo de Homo sapiens. El problema aparte del limitado grupo de registros y de la indefinición antropológica radica en que con seguridad no sabemos cuáles son los autores artífices de los tecnocomplejos musterienses de finales del Pleistoceno Medio. No se conoce definitivamente la relación entre Homo erectus y Homo sapiens sapiens arcaicos, considerándose la cronología de éstos anterior a 100.000 B.P. (Debénath, 2001: 22). Se está planteando la asociación de Homo sapiens sapiens anatómicamente modernos a los autores del Ateriense (Zouak, 2001: 155). - La importante documentación de recursos marinos en el Pleistoceno Medio. Los datos del yacimiento de Benzú están siendo sorprendentes al respecto y muestran perspectivas de gran interés en la región. Hay evidencias claras de explotación de recursos marinos en Pleistoceno Medio en la secuencia arqueológica de dicho abrigo (Ramos et al., 2011; Cantillo y Soriguer, 2011; Ramos y Cantillo, 2011).
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- La personalidad de la tecnología de tipo Modo III. El estudio intensivo que estamos realizando del yacimiento de Benzú, estratificado, con cronologías entre 254 Ka y 70 Ka, unido al interesante cuadro de yacimientos con dichas evidencias, nos permite inferir por ahora, similares modos de vida para grupos antropológicos diferentes (Ramos, 2007-2008; Ramos, 2011 c; en prensa b; Ramos et al., coords., 2011). Esto se plantea en el marco del debate permanente de biología y cultura, y contrapone los éxitos planteados por los llamados “grupos modernos” en la denominada “The Human revolution” (Mellars y Stringer 1989; Mellars et al., eds, 2007; Klein, 2000). - Incidir en la problemática del tecnocomplejo Ateriense. Actualmente se está considerando como una facies, dentro del mundo Musteriense. Las dataciones de Ifri n’Amar son sorprendentes (Nami y Moser, 2010; Linstäedter, J. et al., 2012; Barton y Bouzouggar 2012). Vemos de gran interés la situación que rompe paradigmas clásicos, pero consideramos que explicaciones por facies normativas (Bordes, 1976-1977), o dentro de la llamada “variabilidad musteriense” son demasiado simplistas. Hipótesis en la línea de estudio de los modos de vida, abren grandes vías a estos importantes problemas. - La definición del tecnocomplejo Iberomauritánico-Paleolítico Superior Final-Últimas comunidades cazadoras-recolectoras Recientemente se está alcanzando una valoración muy destacada de la arqueología del norte de África en las bases previas a la neolitización (Barton et al., 2005, Cortés et al., 2012). Creemos que aún es necesario incidir en la secuencia y mejor conocimiento de la tecnología y recursos de estas sociedades. - La peculiaridad arqueológica de las sociedades tribales y los interesantes procesos de neolitización. Dentro del predominio difusionista de las diversas modalidades de la “Ola de avance”, los sustratos poblacionales (Ramos, 2001 c, 2011 d, 2012) y continuidad de los poblamientos nos alertan de la complejidad de los procesos históricos. Están aportándose documentaciones y registros muy interesantes (Lindstäedter, 2003, 2004, 2008) que sin duda van a ofrecer alternativas regionales africanas a los modelos difusionistas de Oriente Medio y Mediterráneos. - Contrastación de las sociedades clasistas iniciales del sur de la Península Ibérica con los registros del norte de África. La definición de formaciones sociales en el sur de la Península Ibérica en el cuadro de las llamadas sociedades clasistas iniciales (Arteaga, 1992, 2002, 2004; Nocete, 1989, 2001, Ramos coord., 2008) va a permitir contrastaciones con dichas sociedades en el norte de África (Gilman, 1975, 1976, 2009). Los prejuicios etnocéntricos son aquí también manifiestos, pero las nuevas evidencias y registros van a ser de gran interés para comprender los avances y logros de la Arqueología prehistórica africana. 9. La investigación arqueológica como fin social Entendemos la investigación arqueológica como proyección y compromiso que es social e incluye un claro objetivo de socialización del conocimiento. Además de la investigación de base indicada anteriormente nos ha movido en estos proyectos la consolidación de reuniones de carácter científico que han permitido un diálogo entre investigadores preocupados por la Historia y la Arqueología de las dos orillas del Estrecho de Gibraltar. La conformación de la serie de publicaciones del Museo Arqueológico de Tetuán ha intentado concretar una línea de publicaciones de monografías de investigación, que han pretendido superar el reducido ámbito académico, procurando un intento de divulgación-socialización, de llegar a un público mas amplio y de comenzar a ofrecer unos materiales documentales que aporten las bases del conocimiento de las ocupaciones históricas de la región a partir de las interesantes colecciones de productos arqueológicos depositados en el Museo Arqueológico de Tetuán; así como temáticas más amplias relacionadas con la Historia de la investigación y presentación de nuevos resultados de los trabajos en marcha. Como hemos indicado en anteriores ocasiones todo ello se enmarca en el convencimiento de la necesidad de divulgación de los trabajos y sobre todo de la proyección social de los mismos. En síntesis creemos que se debe aspirar a (Ramos et al., 1999: 311 y ss.): 240
Relaciones y contactos entre las sociedades prehistóricas en la región del Estrecho de Gibraltar. Investigación y socialización del proyecto Carta Arqueológica del norte de Marruecos - Pretender que el Patrimonio sea un fin social. - Lograr una extensión y democratización de los conocimientos del pasado. - Entender el Patrimonio como fuente de desarrollo. Desde el propio contenido ontológico (lo que estudiamos) queremos reflexionar sobre la proyección social de lo conocido. Esto nos acerca claramente a la función social del Patrimonio. Evidentemente constituye un legado histórico, producto de una herencia cultural e histórica. En esto, como en tantas otras cuestiones, vemos de necesaria importancia el valor de la enseñanza y la transmisión de los conocimientos (Ramos, 1993 b; Bermejo, 2007). Desde el conocimiento del Patrimonio intentamos reflexionar sobre su uso y disfrute. Coincidimos con Iraida Vargas cuando indica: “…las formas culturales tangibles e intangibles que cada sociedad ha creado, transformado, reutilizado y también las que está creando en una época determinada. Ese patrimonio, como legado, debe ‘pertenecer’ a todos los individuos que conforman el cuerpo social” (Vargas, 1997: 83). Esto nos obliga a plantear preguntas como ¿Qué se lega? y ¿Quién decide lo que se lega? Esto conlleva un planteamiento de relación de la Arqueología como producto de la Historia, como Patrimonio Histórico. Entendemos así el Patrimonio, como histórico, pero también como herencia social y cultural que debe convertirse en un bien cultural (Vargas, 1990, 1997). En estos proyectos se ha partido de una definida posición teórica en la llamada Arqueología Social, intentando articular teoría y práctica. Contamos con una limitación, dado que hemos valorado materiales procedentes de antiguas excavaciones. Como contrapartida entendemos los datos del registro y los trabajos arqueológicos en la idea de la reconstrucción del proceso histórico. Esta posición teórica adoptada exige un área valorativa (Gándara, 1993, 1994), en cuanto a génesis y conformación heurística del mismo, que nos acerque a los problemas de “por qué hay que investigar, el qué buscamos resolver o lograr, para qué o para quién” (Gándara, 1994: 73). Desde nuestra propuesta teórica vemos necesario dar a conocer socialmente a un amplio público y a la comunidad científica los resultados de las investigaciones. Queremos devolver a la sociedad una información que creemos le pertenece. Hemos trabajado con dinero público y estamos convencidos de la necesidad de divulgar la información obtenida, así como de socializar los conocimientos. Coincidimos con Iraida Vargas cuando indica al respecto: “…Debe haber un compromiso entre los investigadores y la sociedad total, porque la investigación histórica y social no constituye solamente un objeto de interés académico, sino el sustento de los procesos de transformación social” (Vargas, 1997: 86). También estamos en la línea de Eudald Carbonell de reflexionar sobre “la investigación como una herramienta de integración social y cultural por su gran capacidad transformadora” (Carbonell y Bellmunt, 2003: 13). Ideas como socialización del conocimiento, integración social y cultural se aúnan en unos proyectos donde colaboramos investigadores de dos países vecinos que trabajamos en una misma región natural-histórica (Sanoja y Vargas, 1999: 5) como es el Estrecho de Gibraltar, con muchos elementos comunes, que además se rastrean en el registro arqueológico. Ha habido una larga Historia común, con etapas muy desiguales en las relaciones históricas, políticas y sociales. Nos interesa mantener y potenciar el estudio de estos problemas de la investigación comunes. La región es clave para entender muchos aspectos de gran futuro, en el origen del poblamiento humano de Europa. Tradicionalmente se ha considerado la región del Oriente Medio como la zona de entrada de los diversos grupos humanos en Europa (Gamble, 2001; Stringer y Gamble, 1993; Mellars, 2006). Circunstancias históricas y sociológicas, como hemos apuntado brevemente no han permitido consolidar una continuidad en la investigación en el norte de África y en el sur de la Península Ibérica. Estamos intentando con una intensa dedicación, trabajo interdisciplinar y espíritu crítico, superar estos lastres históricos y plantear la región histórica del Estrecho de Gibraltar como zona de gran interés global en la reconstrucción de los procesos históricos.
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Agradecimientos Agradecemos especialmente a Eduardo García Alfonso la gentileza de permitirnos publicar nuestro texto, a pesar que por circunstancias de salud, uno de nosotros (José Ramos) no pudo acudir al congreso. Agradecemos al resto de los codirectores del proyecto: Darío Bernal, Baraka Raissouni y Abdelaziz El Khayari el apoyo e ilusión aportados en las diferentes campañas de campo. También al resto de compañeros que han compartido con nosotros algunas etapas de los estudios y trabajos de campo en Marruecos, especialmente a: Manuela Pérez, Redouan L’Kautit, Juan Carlos Domínguez, Macarena Bustamante, Antonio Sáez, José Juan Díaz, Macarena Lara, José Vargas, Brahim Ouchaou, Nadia El Bourkadi, Djamila Ederaz, Manuel Parodi y José María Carrascal. Parte de las analíticas y muestreos realizados al sur del Estrecho han sido financiados en los últimos años, con la ayuda del proyecto HAR2008-06477-C03-02-HIST del MICINN. Las campañas de prospección de campo y excavación han sido realizadas por la financiación de los mencionados proyectos de la AECID y por el Ministerio de Cultura, Actividades Arqueológicas en el Exterior.
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Cuarta Mesa
Prรกcticas sociales: emulaciรณn, resistencia e hibridaciรณn
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Prácticas sociales: emulación, resistencia e hibridación José Enrique Márquez Romero Universidad de Málaga
Entre los objetivos del Comité Científico del II Congreso de Prehistoria de Andalucía estaba el intentar entender los procesos desarrollados en las sociedades prehistóricas desde unos planteamientos que, superados los paradigmas puramente difusionistas, no cayeran en un autoctonismo ingenuo que, en definitiva, repite desde otra perspectiva un enfoque en cualquier caso igual de reduccionista1. En este empeño, la cuarta y última de las mesas del Congreso abordó el tema de “Las prácticas sociales: emulación, resistencia e hibridación”. La propuesta resultaba sugerente. Las aportaciones de los miembros de la mesa, así como la discusión posterior, no defraudaron las expectativas creadas. La primera intervención, titulada Contacto, distancia y política cara a cara en el tercer milenio a.C. corrió a cargo de Pedro Diaz-del-Río, quien apuntó que según su opinión los objetivos del congreso había que entenderlos “en el contexto de las corrientes actuales de interpretaciones históricas y arqueológica que han vuelto a traer a primer plano la importancia de la circulación de individuos, conocimientos y objetos” lo que, según sus palabras, “en algunos casos acarrea un renovado interés por el proyecto histórico-cultural”. A continuación argumentó que muchos defensores del autoctonismo en España, pese a haber realizado sus estudios a nivel regional, nunca perdieron de vista que los fenómenos que estudiaban estaban entrelazados con otros de su entorno peninsular y extrapeninsular y siempre advirtieron que la ampliación de la escala de análisis incrementaba el escepticismo sobre la fidelidad del nuevo gran relato. En la parte central de su intervención, apoyado en un cartograma de costes, realizó distintas estimaciones sobre distancias físicas objetivables y sobre la presencia de objetos de valor social en distintos yacimientos peninsulares lo que le llevó a la conclusión más relevante de su intervención: durante el II-I milenios a.C. en la Península Ibérica: las élites utilizaban, hibridaban y manipulaban símbolos y cosmologías extralocales en la consecución de sus propios intereses políticos y económicos, mientras que los poderosos linajes del III milenio debieron crear tanto sus propias cosmologías como sus representaciones materiales lo que terminó por generar los aires de familia que todos parecen compartir. A continuación intervino Gonzalo Aranda quien desarrolló una comunicación denominada La Memoria como forma de resistencia cultural. Los otros en las sociedades argáricas. El autor comentó al comienzo de su intervención que su lectura se integraría dentro de lo que se conoce como pensamiento poscolonial, lo que le dio pie a analizar en primera instancia los enfoque colonialistas que según su criterio habían dominado en exclusividad los estudios del mundo argárico dado como resultado, según su opinión, una uniformidad cultural que consideraba discutible. En este empeño por superar la perspectiva colonialista Gonzalo Aranda analizó lo que denominó “la materialidad de los otros en el mundo argárico”. Y lo hizo repasando el fenómeno de permanencia y reutilización que durante la edad del Bronce en el sudeste peninsular se realiza de las viejas sepulturas megalíticas del IV y III milenio a.C. Así, y tras un repaso exhaustivo de las dataciones radiocarbónicas disponibles para este fenómeno, valoró estas prácticas funerarias de reutilización, apenas advertidas en los estudios clásicos, como de una envergadura difícilmente imaginable, lo que nos habla, según su criterio, de una diversidad cultural en cualquier caso inesperada. Finalmente, recomendó interpretar estos rituales funerarios en términos de resistencia cultural e identitaria frente al rápido proceso de estratificación social que caracteriza a los grupos argáricos. Planteamiento este que fue uno de los motivos que de forma recurrente se abordó en el debate final. También en el centro de las discusiones estuvieron algunos argumentos desarrollados durante la tercera de las intervenciones que tenía como título Contactos, modelos coloniales y cambio cultural en el Mediterráneo arcaico, en este caso realizada por Ana Delgado. En la primera parte de su intervención la autora abordó la compleja relación existente entre cultura material y la etnicidad en los procesos de contacto. Tras un repaso historiográfico sobre el papel que la cultura material había jugado tradicionalmente en los enfoques del Historicismo Cultural, la investigadora, desde una postura crítica, animó a sustituir (aunque sin olvidarlo) el énfasis en las identificaciones étnicas por un interés en otras identidades sociales como las de estatus, clase, género o edad, que se caracterizan 1 Tomado de http://www.Prehistoriaandalucia.es/introduccion
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Movilidad, contacto y cambio. II Congreso de Prehistoria de Andalucía
por ser múltiples, solapadas y cambiantes. Para ilustrar sus argumentos, en la segunda parte de su intervención, Ana Delgado analizó un caso concreto de estudio: los yacimientos del I milenio a.C. (como Montemolín, Carmona, Coria del Río o Carambolo) considerados, hoy en día, como templos o centros ceremoniales de comunidades fenicias que habitaron el Valle del Guadalquivir. Esta lectura, eminentemente étnica, fue puesta en cuestión primeramente porque, según su criterio, algunos de estos espacios citados ya eran frecuentados por parte de grupos locales desde el II milenio a.C. y, en segundo lugar, porque la simple presencia de materialidades novedosas (arquitectura vinculada con el Mediterráneo oriental, objetos de significación sacra o votiva como betilos o escarabeos) no es considerada por esta autora como suficiente para determinar el etiquetado unívoco de estos centros ceremoniales como templos fenicios. Por el contrario, atendiendo a los contextos arqueológicos y las realidades económicas y políticas de los escenarios históricos estudiados así como a la tradición observada en otras áreas mediterráneas y atlánticas, apunta que estos yacimientos pudieron constituir tanto espacios de congregación y de reunión de gentes local o regionalmente dispersas, como espacios construidos para favorecer y escenificar los contactos. La última intervención correspondió a Arturo Ruiz quien presentó un trabajo colectivo denominado Élites locales y emulación en el centro de Andalucía: la necrópolis de la Noria (Fuente de Piedra, Málaga). La primera parte de la intervención la dedicó a la descripción de los trabajos desarrollados en el citado yacimiento, haciendo especial incidencia en las características y tamaño de los túmulos, en las tumbas y su profundidad y en los fosos que delimitan algunas de estas estructuras. Objeto también de su atención fue la distribución por sexo de los cadáveres en las distintas tumbas. En segunda instancia Arturo Ruiz estableció una comparativa entre la necrópolis de la Noria del siglo VI y la de Baza del IV. Las variables comparadas, entre otras, fueron el tamaño de los túmulos, los espacios de respeto, la presencia de objetos y armas en las tumbas aristocráticas y la existencia de un ritual funerario propio. En esta comparativa también tuvo un lugar relevante la identificación de prácticas agonísticas del don. La comparación en estos términos establecidas llevan a Arturo Ruiz a plantear, aunque todavía de forma preliminar, la posibilidad de que en la necrópolis de la Noria se observe, aunque todavía dentro de un modelo de oikos parental, una fase de consolidación de lo que terminará por ser el modelo de linaje gentilicio clientelar que parece evidente en la necrópolis de Baza.
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La memoria como forma de resistencia cultural. Continuidad y reutilización de espacios funerarios colectivos en época argárica Gonzalo Aranda Jiménez Departamento de Prehistoria y Arqueología. Universidad de Granada garanda@ugr.es
Resumen: La envergadura que durante época argárica adquiere el fenómeno de continuidad y reutilización de espacios rituales característicos de las sociedades del IV y III milenio rompe con la pretendida uniformidad cultural transmitida en las narrativas actuales. El análisis de los ajuares depositados en sepulturas megalíticas, cuevas naturales y cuevas artificiales junto con nuevas dataciones radiocarbónicas permite plantear la fuerte permanencia de prácticas sociales ajenas a la “norma argárica” pero, sin embargo, intensamente conectadas con la memoria, la colectividad y los ancestros. Este nuevo panorama es analizado en términos de resistencia cultural e ideológica ante el rápido proceso de jerarquización social que caracteriza a las comunidades argáricas. Palabras clave: Edad del Cobre, Edad del Bronce, Argar, Sureste de la Península Ibérica, Megalitismo, Prácticas rituales, Memoria, Resistencia. Introducción Una de las más sugerentes perspectivas de análisis y reflexión teórica que en estos últimos años ha comenzado a tener un cada vez mayor protagonismo en nuestra disciplina se basa en el denominado como pensamiento poscolonial. Como consecuencia del proceso de descolonización europea posterior a la Segunda Guerra Mundial se inicia un movimiento intelectual de denuncia del neocolonialismo occidental y de reivindicación política de las tradiciones culturales indígenas (Lyndon y Rizivi, 2010). De esta forma, más que como un corpus teórico y metodológico, el poscolonialismo se configura como un movimiento político con diferentes influencias de otros ámbitos de reflexión como el postmodernismo, el marxismo o el feminismo (Young, 1998, 2001; Gosden, 1999; Lyndon y Rizivi, 2010). No obstante, la heterogeneidad del pensamiento poscolonial converge en un postulado central consistente en que la dominación colonial y poscolonial no se basa sólo en la violencia y en la explotación, sino que se «sustenta y tal vez incluso se impulsa por intrincadas formaciones ideológicas... así como por formas de conocimiento asociadas a la dominación» (Said, 1993 en Van Dommelen, 2011: 2). Así, la crítica poscolonial no se centra únicamente en la necesaria denuncia de las relaciones de dominación económica y política sino que pone también el énfasis en la descolonización intelectual y epistemológica del pensamiento moderno. La deconstrucción de la ideología colonial se convierte en el eje de este nuevo enfoque de reflexión teórica. En este contexto, se proponen nuevas narrativas que reivindican un papel activo de los “colonizados” en la construcción histórica, rompiendo con la imagen pasiva y subordinada de las comunidades colonizadas que los discursos occidentales crean. Estos grupos pasan a ser considerados como protagonistas de su propio proceso histórico, participando activamente en la creación, transformación o reproducción de determinadas relaciones sociales o de nuevas formas culturales a partir de complejos procesos de emulación, hibridación, dominación o resistencia (Gosden, 1999, 2004; Van Dommelen, 2008, 2011). De esta forma, se reivindica la agencia de grupos sociales tradicionalmente silenciados e invisibilizados por su supuesta condición de inferioridad cultural, grupos que en la perspectiva poscolonial han sido definidos como subalternos (Spivak, 1988). En nuestra disciplina las perspectivas poscoloniales han tenido una limitada influencia y sólo en estos últimos años han comenzado a tener un papel destacado (Rowlands, 1998; Gosden, 2001, 2004; Lyons y Papadopoulos, 2002; Stein, 2005; Van Dommelen, 2008, 2011; Lyndon y Rizivi, 2010). En la arqueología ibérica la perspectiva poscolonial está comenzando a ser utilizada para el estudio especialmente de las relaciones entre comunidades locales y fenicias por una parte (Vives-Ferrándiz, 2005; Delgado, 2008, 2010, 2012) y sociedades íberas y romanas por otra (Jiménez, 2008, 2011). No obstante, la arqueología poscolonial posee un importante recorrido en el análisis de cualquier situación de contacto cultural entre grupos con formas de vida diferenciadas, transcendiendo de esta forma el análisis de situaciones históricas exclusivamente coloniales. Es, precisamente, en este escenario en donde se sitúa el presente trabajo que pretende, a partir del análisis de la materialidad argárica, reivindicar a los otros, a los subalternos frente a la visión monolítica y de homogeneidad cultural transmitida por las interpretaciones dominantes sobre 255
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las sociedades argáricas. En definitiva, proponemos una nueva mirada centrada en el análisis y caracterización de situaciones de contacto cultural. La influencia evolucionista presente en las narrativas actuales sobre las sociedades de la Edad del Bronce ha enfatizado todos aquellos elementos relacionados con el cambio, ya sea tecnológico, económico o social, marginando e invisibilizando los fenómenos de resistencia cultural e ideológica, los denominados por James Scotts (1990) como discursos ocultos. Las formas culturales en que se materializan estos discursos son variopintas como diversas son las situaciones de resistencia. No obstante, un elemento recurrente en la respuesta ante situaciones de fuerte presión cultural consiste en el mantenimiento y reivindicación de la tradición y de formas culturales ancestrales. Diversidad cultural y resistencia se convierten en el eje argumental que proponemos para el análisis de las sociedades de la Edad del Bronce del Sureste peninsular. Antes de avanzar en esta línea argumental, valoremos cómo la perspectiva colonial ha marcado la forma de analizar el contacto cultural en el Sureste peninsular. Sociedades argáricas y colonialismo El modelo colonial, aplicado al análisis de las sociedades argáricas, ha estado presente desde el inicio de las investigaciones aunque con diferente grado de intensidad y con diferentes matizaciones. Desde los pioneros trabajos de investigación de los hermanos Siret se ha recurrido a propuestas difusionistas para tratar de explicar la variabilidad cultural del Sureste peninsular. De esta forma, Luis Siret consideró al Calcolítico como un Neolítico de carácter oriental, específicamente fenicio, frente a la Edad del Bronce definida como una etapa de origen céltico. “En realidad, en la región del sudeste no hay huellas de un periodo de transición […] Ello impide atribuir la nueva civilización a la población indígena y reclama la intervención de un elemento nuevo externo.[…] los fenicios, dueños del sur de la Península al final de la época Neolítica, fueron expulsados de ella por una poderosa invasión que extendió la civilización del Bronce por todo el país.” (Siret, 1906-07 [1994: 92-93]). La clave interpretativa sobre las innovaciones del registro material se estableció en los procesos de colonización de diferentes pueblos del Mediterráneo oriental o de centroeuropa en donde los metales juegan un papel central. Con los trabajos de Enrique y Luis Siret se sentaron las bases documentales e interpretativas que marcaron en buena medida el posterior desarrollo de la investigación. Así, la idea de una colonización, independientemente de su origen o de matizaciones sobre su cronología, se mantuvo de forma generalizada durante buena parte de siglo XX para explicar el cambio cultural (Martínez Santa Olalla et al., 1947; Evans, 1958; Almagro Basch, 1961; Blance, 1964; Almagro Gorbea, 1965; Schubart, 1976; Schüle, 1980). En este contexto, la minería y la metalurgia siguieron siendo consideradas como la causa fundamental que motivaba el desplazamiento de poblaciones desde otros ámbitos geográficos y culturales: la “busca del cobre y, sobre todo, de plata […] es la razón de la llegada de anatolios y su colonización de España” (Martínez de Santa Olalla et al., 1947: 158); “El cambio asombrosamente brusco […] y su parentesco con formas y costumbres del Mediterráneo Oriental deja translucir una fuerte influencia exterior, cuyo núcleo podría estar constituido por un grupo muy pequeño de mercaderes y especialistas en metales […] llegados por mar” (Schubart, 1976: 342). Los años 70 supusieron un punto de inflexión en el modelo difusionista hasta estos momentos prácticamente hegemónico si exceptuamos las matizadas propuestas de Bosch Gimpera (1932, 1954). Dos son los motivos fundamentales de este significativo cambio. En primer lugar, el desarrollo de la cronología de C14 supuso una importante crisis al situar a las sociedades prehistóricas del Sureste peninsular en momentos más antiguos que las sociedades del Mediterráneo oriental de las que supuestamente procedían (Renfrew, 1973, 1979). En segundo lugar, desde mediados de los años 70, y sobre todo durante la década de los 80, las investigaciones de campo adquirieron un fuerte dinamismo desconocido desde los trabajos de Luis y Enrique Siret. Numerosos proyectos generales de investigación iniciaron en estos momentos su andadura fuertemente influenciados por nuevas perspectivas teóricas y metodológicas de la entonces emergente arqueología funcionalista. La llegada de poblaciones desde otros ámbitos culturales como clave interpretativa de la diversidad cultural inició entonces un rápido declive a favor de propuestas de carácter autoctonista que reivindican el desarrollo local como nuevo marco explicativo. La crisis del enfoque histórico-cultural dio paso a alternativas teóricas, principalmente funcionalistas (Chapman 1977, 1978; Mathers 1984a y b) y materialistas (Gilman 1976, 1981, 1987; Lull, 1983; Lull y Estevez, 1986), que han supuesto un cambio importante en las formas de analizar y comprender a las sociedades argáricas y que han marcando la agenda investigadora más reciente (Aranda, 2012). El éxito de los nuevos enfoques teóricos y metodológicos autoctonistas ha borrado de las narrativas de estas últimas décadas cualquier intento de conectar el proceso histórico protagonizado por las sociedades argáricas con 256
La memoria como forma de resistencia cultural. Continuidad y reutilización de espacios funerarios colectivos en la época argárica desplazamientos poblacionales o con influencias de lejanos lugares. Sin embargo, este éxito no ha supuesto la desaparición de la teoría colonial sino simplemente un cambio de escala pasando desde el ámbito mediterráneo o centroeuropeo a una escala local. En este sentido, durante los años 70 y 80 la perspectiva colonial ha seguido paradójicamente vigente en el análisis de lo que podemos definir como procesos de contacto cultural a escala regional, y que, en realidad, han sido considerados como la “expansión” de la cultura argárica desde su foco originario en la depresión de Vera y valle del Guadalentín hacia otras comarcas del Sureste hasta definir el territorio argárico clásico. De este modo, la “expansión” se produce por todo el Sureste, bien mediante el movimiento físico de poblaciones desde las áreas nucleares, o bien mediante procesos de “aculturación”1. Ambos fenómenos se materializarían en la existencia de poblados argáricos “puros” y “aculturizados o argarizados” dependiendo de si son yacimientos con ocupaciones calcolíticas previas, y por tanto con un “substrato indígena”, o son poblados ocupados por primera vez ya en época argárica, considerados como “fundaciones”. Las razones esgrimidas para justificar este proceso de difusión no son nada originales ya que la minería y la metalurgia vuelven a situarse en el centro de la acción colonizadora. En este sentido, la aparición en escena de los denominados “prospectores metalúrgicos argáricos” ha tenido un importante éxito como clave explicativa de la aculturación de poblaciones indígenas (Mendoza et al., 1975, 1980; Salvatierra y Jabaloy 1979; Arribas y Molina, 1979; Molina, 1983; Carrasco et al., 1986; Aguayo, 1986). Asumido el proceso de expansión-aculturación en estos términos, el debate se sitúa en torno a las diferentes etapas de este proceso y se centra muy espacialmente en las diferentes comarcas del interior granadino, periferia del área nuclear en donde en estos momentos se desarrollaban importantes excavaciones en poblados como Los Castillejos de Las Peñas de los Gitanos (Montefrío), Cerro de la Encina (Monachil), Cerro de los Castellones (Laborcillas) o Cerro de la Virgen (Orce). En este contexto, investigadores como Antonio Arribas y Fernando Molina (1979) plantearon 3 etapas consecutivas en el proceso de aculturación: la primera supondría la introducción de ajuares funerarios argáricos en sepulturas megalíticas, especialmente metales y cerámicas. En la segunda se impondría el ritual funerario argárico de inhumaciones individuales en el interior del hábitat, abandonándose las sepulturas megalíticas como espacio funerario. La tercera fase representaría la asimilación plena de la cultura argárica, introduciéndose en los poblados las formas más características de la cerámica argárica. Un esquema parecido fue planteado por José E. Ferrer y Ana Baldomero (1979), con una primera fase representada por las relaciones entre las poblaciones del área nuclear argárica y las comunidades megalíticas que sólo asumen determinados elementos argáricos como parte de sus ajuares funerarios, sin que estas influencias tengan ninguna incidencia en los poblados calcolíticos, y una segunda etapa, en donde la aculturación de las poblaciones locales se realiza desde poblados argáricos que a modo de fundaciones se distribuirían por diferentes comarcas de la periferia. Para Pedro Aguayo (1986) sin embargo, la primera fase de este proceso supone la aparición de forma simultánea de materiales de tipología argárica tanto en sepulturas megalíticas como en poblados de tradición calcolítica. En una segunda etapa, el ritual funerario megalítico es abandonado, siendo sustituido por la inhumación individual en el interior de los poblados, completándose de esta forma el ciclo de aculturación. Al margen de las matizaciones sobre las etapas en las que pudo completarse la expansión-aculturación, los principios del modelo colonial se mantienen inalterados. El binomio colonizador-indígena, o más concretamente argáricos/argarizados, centra la interpretación de los procesos de interacción cultural en el seno del Sureste peninsular. Los colonizadores son considerados como tecnológica y culturalmente avanzados frente a las pasivas comunidades locales que progresivamente irían incorporando y asumiendo la denominada como “norma argárica”. Tras el concepto de aculturación se asume implícitamente la noción difusionista de progreso humano. De esta forma, los procesos de contacto cultural y de pervivencia de determinadas prácticas sociales son entendidos como fenómenos en claro retroceso y desaparición que necesariamente terminarían ante el “empuje cultural”, léase progreso cultural, de las sociedades argáricas. A partir de los años 90 el debate sobre la expansión argárica languidece ante la fuerza de las nuevas agendas de inspiración materialista o funcionalista en donde el contacto cultural no es considerado precisamente como un elemento relevante frente a los grandes temas de este último periodo de investigaciones como son la especialización artesanal, la organización de la producción, las caracterización paleoambiental y, muy especialmente, los procesos de jerarquización social y formas políticas asociadas (Aranda, 2012). No obstante, en estas 1 Por aculturación se entiende la transferencia unidireccional de influencias culturales en donde el aculturizado adopta una posición pasiva como receptor.
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nuevas narrativas se asume y se trasmite explícitamente una imagen culturalmente unitaria de todo el Sureste peninsular en donde las sociedades argáricas han sido caracterizadas por su escasa o nula diversidad y permeabilidad a cualquier tipo de influencias. Esta imagen de unidad sin fisuras ha conseguido silenciar a “los otros”, a los subalternos, a los que en los relatos difusionistas son considerados como colonizados o aculturizados. La ausencia de referencias a procesos de contacto cultural supone asumir implícitamente una consideración pasiva y marginal para los grupos sociales no argáricos. Además de a la invisibilización del otro, creando una imagen monolítica, esta forma de concebir el proceso histórico ha conducido a ignorar las formas en las que se materializa la diversidad cultural. Precisamente en las próximas páginas se recupera la materialidad de los otros, reivindicando de esta forma la diversidad cultural como elemento clave en el análisis de las sociedades argáricas. Todo ello se realiza dentro de un nuevo contexto teórico poscolonial, en donde el contacto cultural es concebido a partir de la recuperación de la agencia de los no argáricos en la construcción de nuevas formas culturales a partir de complejos procesos de emulación, exclusión, hibridación, dominación y, muy especialmente, de resistencia. En primer lugar, se analizará la escala que adquiere el fenómeno de resistencia a partir de la continuidad y reutilización de espacios rituales característicos de las previas sociedades neolíticas y calcolíticas. En segundo lugar, se abordará la temporalidad de estas prácticas sociales con la discusión de nuevas dataciones radiocarbónicas que nos enfrentan, no sólo a la creación de un necesario marco cronológico de referencia, sino también a un escenario insospechado consistente en la recurrencia de dataciones de restos antropológicos para los que no existen elementos de ajuar relacionables. Materialidad y temporalidad son los elementos centrales que permitirán, por una parte, reivindicar la diversidad cultural como característica básica de la Edad del Bronce del Sureste peninsular, y por otra, plantear la importancia que el fenómeno de resistencia cultural e ideológica adquiere ante el rápido proceso de jerarquización social y cambio cultural que caracteriza a las comunidades argáricas. La materialidad de los Otros La materialidad de la que disponemos para el análisis de los procesos de contacto cultural durante época argárica se limita fundamentalmente a determinadas prácticas rituales que suponen la reutilización y permanencia en el uso de espacios funerarios tradicionales como son la sepulturas megalíticas, las cuevas naturales y las cuevas artificiales. La envergadura e implicaciones que este fenómeno adquiere en el sur de la Península Ibérica han sido recientemente destacadas, especialmente para los sitios megalíticos, en donde la reutilización ceremonial posterior al momento en que estas estructuras dejaron de construirse adquiere una significativa relevancia no sólo para épocas prehistóricas sino también históricas (Lorrio y Montero, 2004; García Sanjuán, 2005, 2011; García Sanjuán et al., 2007, 2008; Lorrio, 2008). La Edad del Bronce del Sureste no es una excepción. Muy al contrario, la diversidad e intensidad en la continuidad ritual debe ser considerada también como una significativa característica del territorio argárico clásico. Reutilización de sepulturas megalíticas, cuevas naturales y artificiales como lugares rituales y de enterramiento El análisis de la información actualmente a disposición de la comunidad científica permite valorar las características y envergadura que el fenómeno de continuidad y reutilización ritual posee en el territorio argárico clásico. En los apéndices 1 y 2 se recoge la información de todas aquellas sepulturas megalíticas, cuevas naturales y cuevas artificiales que poseen evidencias de reutilización. Se indica cualitativa y cuantitativamente los elementos materiales que se asocian al Bronce argárico, su localización, en el caso de sepulturas megalíticas, y asociación a restos antropológicos. Una primera valoración general muestra la entidad de este fenómeno. En al menos 43 sepulturas megalíticas, 16 cuevas-covachas naturales y 4 cuevas artificiales se documentan prácticas sociales de reutilización, en algunos casos con sorprendente intensidad. En total son 63 espacios rituales, en la inmensa mayoría funerarios, aunque en algún caso las evidencias han sido interpretadas como depósitos votivos. Su distribución territorial afecta a los más importantes conjuntos megalíticos del Sureste peninsular, a los principales conjuntos de cuevas artificiales conocidos, así como a un numeroso grupo de cuevas naturales que tienden a concentrarse en aquellos territorios y comarcas donde el fenómeno megalítico posee menor entidad (Fig. 1).
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Fig. 1. Sitios con prácticas de reutilización rituales y funerarias durante la Edad del Bronce argárica. ● (Megalitos), ▲ (Cuevas naturales), ■ (Cuevas artificiales). 1 Pantano de los Bermejales; 2 Peñas de los Gitanos; 3 Gor; 4 Fonelas; 5 Huélago; 6 Laborcillas; 7 Mojácar; 8 Los Millares; 9 El Chuche; 10 El Barranquete; 11 Murviedro; 12 Purchena; 13 Covacha de la Presa; 14 Cuevas de Los Tejones, La Vieja, El Moro y La Paloma; 15 Cuevas de la Carigüela, La Pintá y Las Ventanas; 16 Cerro del Greal; 17 Marroquies Altos; 18 Cueva de Caño Quebrado; 19 La Sima; 20 Cueva de los Alcores; 21 Cuevas del Calor y del Barranco del Saltador; 22 Cueva Bajica; 23 Tajos del Río Cacín.
En realidad, la continuidad en las prácticas rituales durante el Bronce argárico se produce en espacios funerarios que comienzan a configurarse a finales del Neolítico alcanzado su máximo desarrollo durante la Edad del Cobre. Se trata, bien de construcciones arquitectónicas – megalíticas o cuevas artificiales –, o bien de cuevas naturales que adquieren una especial significación ritual y ceremonial como contenedores de memoria. La reutilización durante la Edad del Bronce se produce básicamente en estos espacios construidos y utilizados por las previas sociedades del IV y III milenios. Sepulturas megalíticas Dentro del territorio tradicionalmente considerado como argárico se localizan algunos de los conjuntos megalíticos más importantes de la Península Ibérica. Todos ellos presentan, aunque con diferente grado e intensidad, evidencias de reutilización en época argárica. También comparten una característica bastante menos atractiva. Nos referimos a la baja calidad de la información actualmente disponible para su análisis. La base documental más importante para el conocimiento del fenómeno megalítico del Sureste es resultado de los trabajos de Luis Siret y su colaborador Pedro Flores. Sus excavaciones iniciadas a finales del siglo XIX se extendieron por la mayoría de los conjuntos megalíticos almerienses y de los altiplanos granadinos. Aunque Luis Siret apenas si publicó los resultados de estas investigaciones (Siret, 1891 [2001], 1906-7 [1994]), posteriormente fueron dados a conocer en el corpus megalítico de George y Vera Leisner (1943). De menor envergadura, pero también importantes fueron las 259
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excavaciones de Cayetano de Mergelina en la necrópolis de Las Peñas de los Gitanos (Montefrío) realizadas en los años 20 (Mergelina, 1941-42). En épocas más recientes, y con metodologías mucho más adecuadas a los requerimientos de la investigación actual, se han realizado excavaciones en diferentes conjuntos megalíticos del Sureste. Los resultados de estas intervenciones permanecen inéditos, caso de las intervenciones realizadas en los años 70 en la necrópolis de Las Peñas de los Gitanos (Arribas y Molina, 1979), o bien han sido publicados con diferente grado de detalle como ocurre con las necrópolis megalíticas de Gor (García Sánchez y Spahni, 1959), Fonelas (Ferrer, 1976, 1977, 1988), Pantano de los Bermejales (Arribas y Ferrer, 1997), Los Millares (Almagro y Arribas, 1963) o El Barranquete (Almagro Gorbea, 1973). A pesar de que todas estas intervenciones suponen un salto cualitativo aportando datos y documentación de gran valor, la calidad de la información sigue siendo un importante hándicap ya que se trata en la inmensa mayoría de las ocasiones de re-excavaciones y/o de intervenciones en sepulturas objeto de expolio desde tiempos inmemoriales. En el contexto de estos trabajos más recientes, quizás una de las aportaciones más relevantes hayan sido las excavaciones realizadas en los años 60 y 70 en la necrópolis del Pantano de los Bermejales (Arenas del Rey, Granada) (Arribas y Ferrer, 1997). En esta intervención se excavaron 13 sepulturas de las que 11 presentaban escasos o nulos restos antropológicos o de ajuares funerarios. Se trata, fundamentalmente, de cistas y cámaras megalíticas junto a sepulturas de corredor en algunas ocasiones con varios tramos diferenciados. A pesar del expolio sistemático sufrido, en 4 sepulturas se documentaron evidencias de reutilización consistentes en vasijas cerámicas de tipología argárica. Sorprende, especialmente, la sepultura 8 o “dolmen de La Navilla” por la cantidad y variedad de elementos de ajuar argáricos entre los que destacan formas cerámicas clásicas como las copas o elementos metálicos como los puñales de remaches, punzones y anillos/pendientes, estos últimos realizados mayoritariamente en plata (Fig. 2).
Fig. 2. Sepultura 8 de la necrópolis del Pantano de los Bermejales con representación de parte de sus ajuares funerarios (A partir de Arribas y Ferrer, 1997).
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La memoria como forma de resistencia cultural. Continuidad y reutilización de espacios funerarios colectivos en la época argárica También en el extremo más occidental de la teórica área de expansión argárica se localiza la necrópolis megalítica de Las Peñas de los Gitanos (Montefrío, Granada). Conocida desde mediados del siglo XIX (Góngora y Martínez, 1868) ha sido objeto de diferentes trabajos de investigación entre los que destacan las excavaciones realizadas por Cayetano de Mergelina (1941-42) a principios del siglo XX. Las sepulturas son de pequeñas y medianas dimensiones, construidas con grandes bloques de piedra que en algún caso alternan con mampostería. Se componen de una cámara y corredor de acceso que, habitualmente, aparecen separados mediante puertas perforadas en grandes ortostatos dispuestos transversalmente. A pesar de que el ajuar funerario recuperado es ciertamente escaso, destaca un conjunto de materiales que tipológicamente deben relacionarse con el Bronce argárico. Se trata de un grupo relativamente importante de vasijas cerámicas con formas carenadas, cuencos de tendencia parabólica y borde entrante o cerámicas de perfil ovoide y cuello marcado. En relación con los ajuares metálicos se documentan varios puñales de remaches y dos espadas con enmangue de escotaduras y remache central (Gómez-Moreno, 1949; Mergelina, 1941-42: Figs. 5-9). Además de la presencia de estos elementos de ajuar, en la zona oeste de la necrópolis, perteneciente al grupo de sepulturas denominado como La Camarilla, se registra un fenómeno singular desconocido en otras necrópolis megalíticas del Sureste. Consiste no sólo en la reutilización de la cámara sepulcral sino en su modificación mediante un ortostato transversal que reduce el espacio para adaptarlo a la proporciones de una cista en la que aparece una inhumación individual en posición flexionada (Fig. 3) (Gómez-Moreno, 1949; Mergelina, 1941-42). En los límites occidentales de los altiplanos granadinos se localizan los conjuntos megalíticos de Laborcillas, Huélago, Fonelas y río Gor, una de las mayores concentraciones megalíticas peninsulares (Fig. 1). La mayoría de las sepulturas son cámaras de planta rectangular o poligonal y corredor de acceso que coexisten con varias sepulturas tipo tholos. En 24 sepulturas, que incluyen a todos los tipos identificados, se documentan ajuares de clara tipología argárica que en numerosos casos, tal y como ocurría en la necrópolis del Pantano de los Bermejales, sorprenden por su cantidad y variedad, a pesar de que la mayoría de estas tumbas han sido objeto de expolios sistemáticos (Siret 1891 [2001], 1906-7 [1994]; Leiner y Leisner, 1943; García Sánchez y Spahni, 1959). Las sepulturas con ajuares argáricos se distribuyen por diferentes necrópolis megalíticas como Llanos de Alicún, Las Angosturas, Cuesta de la Sabina, La Gabiarra, Hoyas del Conquín y Cejo de las Cabrerizas todas ellas localizadas a lo largo del valle Fig. 3. Sepultura XI de la necrópolis de Las Peñas del río Gor en una extensión de unos 16 km. También se docude los Gitanos (Elaborado a partir de Mergelina, mentan en las necrópolis de Hoya de Los Madrigueros y Llano 1941-42). de la Teja pertenecientes a los conjuntos de Huélago y Fonelas respectivamente. No obstante, la mayor concentración se localiza en el conjunto megalítico de Laborcillas en donde destacan las necrópolis de La Campana, Las Peñuelas y, muy especialmente, la necrópolis de Los Eriales con numerosas sepulturas que contienen destacados ajuares de época argárica. Sólo la sepultura 14 de Los Eriales (Fig. 4) concentra 45 vasijas cerámicas y 44 objetos metálicos entre útiles y elementos de adorno personal de tipología argárica, además de otros elementos de cronología menos precisa, caso de los botones de perforación en V, placas de arquero o determinadas hojas de metal que igualmente podrían asociarse a la ocupación de la Edad del Bronce (Siret 1891 [2001], 1906-7 [1994]; Leiner y Leisner 1943; Montero, 1994). 261
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Por su parte, la frecuentación ritual en época argárica de las numerosas necrópolis almerienses se produce en grupos megalíticos clásicos como el de Mojácar con sepulturas con Loma de Belmonte 1 y Llano Manzano, Purchena en donde destaca Llano de la Atalaya 6 o Los Millares con dos sepulturas, 28 y 57, de las que proceden varios puñales de tipología argárica (Leisner y Leisner, 1943). No muy alejada de la necrópolis millarense, se documenta la sepultura megalítica de El Chuche entre cuyos ajuares destacan varias vasijas carenadas (Olaria, 1979).
Fig. 4. Ajuar metálico de la sepultura 14 de la necrópolis megalítica de Los Eriales.
No obstante, es en la comarca del campo de Nijar donde se localiza la necrópolis de El Barranquete que ha proporcionado la mayor cantidad de evidencias de reutilización. Entre los años 1968 y 1971 se realizaron varias campañas de excavación que básicamente se centraron en 11 de las 15 tumbas identificadas (Almagro Gorbea, 1973). Se trata de sepulturas de tipo tholos de cámara circular, corredor, habitualmente compartimentado, falsa cúpula y túmulo con anillos concéntricos de mampostería. Al menos 5 sepulturas presentaban claras evidencias de prácticas rituales de época argárica2.
Un caso particular es el de la sepultura 11, ya que la excavación de su cámara ofreció diferentes niveles de enterramientos que fueron adscritos al Calcolítico y al Bronce argárico. Los 3 niveles superiores, considerados como argáricos, presentan numerosas inhumaciones que se concentran en la mitad norte de la cámara (Fig. 5). Aunque la mayoría de los restos antropológicos han perdido su articulación anatómica, destaca un individuo en posición flexionada decúbito lateral izquierdo con una pulsera en su brazo derecho, un puñal y dos recipientes cerámicos asociados. Igualmente destacable es la sepultura 5 que presenta una casuística diferente ya que las inhumaciones de época argárica se sitúan en el túmulo en el interior de fosas. En concreto, se localizaron 2 enterramientos individuales, el primero de ellos asociado a una copa y a un cuenco de tendencia parabólica y el segundo igualmente a una copa y una vasija carenada (Almagro Gorbea, 1973). En cuanto a la provincia de Murcia, el megalitismo posee menor entidad que en las comarcas almerienses concentrándose en la mitad occidental de la región en donde el río Segura supone el límite de expansión de este fenómeno funerario (Lomba, 1999). En este contexto, la única sepultura con evidencias de reutilización durante la Edad del Bronce es Murviedro 1 (Lorca, Murcia) (Idañez, 1987; Ayala et al., 2000). Se trata de una sepultura híbrida, 2 No obstante, y según el estudio de los materiales cerámicos, la mayoría de los túmulos funerarios presentan fragmentos cerámicos de tipología argárica (Almagro Gorbea, 1973:211-12).
262
La memoria como forma de resistencia cultural. Continuidad y reutilización de espacios funerarios colectivos en la época argárica ya que aprovecha parte de un abrigo natural, entre cuyos ajuares destacan varias vasijas carenadas, dos anillos de cobre, un anillo de oro y dos “trompetillas” de plata.
Fig. 5. Sepultura 11 de la necrópolis megalítica de El Barranquete (Almería) con las inhumaciones de la Edad del Bronce (Elaborado a partir de Almagro Gorbea, 1973).
Cuevas naturales y artificiales En el apéndice 2 se recogen las diferentes cuevas, tanto naturales como artificiales, que poseen evidencias de utilización ritual y de enterramiento durante el Bronce argárico. Al igual que ocurre con las sepulturas megalíticas, se trata fundamentalmente de espacios ceremoniales característicos de las sociedades del IV y III milenios que durante estos momentos mantienen su vigencia ritual, en algunas ocasiones con gran intensidad. El análisis de estos contextos arqueológicos topa de nuevo con el problema de la escasa calidad y accesibilidad de la información. En la mayoría de los casos se trata de lugares que han sido objeto de expolios sistemáticos. En aquellas escasas oca263
Movilidad, contacto y cambio. II Congreso de Prehistoria de Andalucía
siones en donde la información se ha recuperado siguiendo protocolos de documentación arqueológica, o bien tan sólo se han publicado noticias preliminares, o bien son excavaciones antiguas con sistemas de registro que para las investigaciones actuales presentan ciertos condicionantes. A pesar de esta situación, se han documentado al menos 16 cuevas naturales y 4 artificiales reutilizadas fundamentalmente como lugares de enterramiento. Dentro del territorio tradicionalmente considerado como argárico, la distribución de cuevas naturales y artificiales se produce especialmente en aquellas regiones y comarcas serranas en donde el fenómeno megalítico posee poca incidencia. Este es el caso de determinados territorios murcianos, jienenses o granadinos en donde parece documentarse una cierta separación espacial entre contenedores funerarios megalíticos y en cueva (Fig. 1). Quizás la excepción más clara a esta tendencia sean las sepulturas en covachas naturales de los Tajos del río Cacín (Alhama, Granada), localizadas en el entorno de la necrópolis megalítica del Pantano de Los Bermejales (Capel et al., 1981), o a no excesiva distancia la denominada Covacha de la Presa, una cueva artificial de la que proceden un mínimo de 68 inhumaciones (Carrasco et al., 1977). En ambos casos, la presencia de ajuares de tipología argárica es una de sus características principales. Sin abandonar la Vega de Granada pero en las estribaciones occidentales de Sierra Nevada se localiza un importante conjunto de cuevas y abrigos naturales con evidencias de prácticas rituales. Se trata de las cuevas de Los Tejones, La Vieja, El Moro y La Paloma afectadas todas ellas por la acción de los clandestinos. La mayoría de estas cuevas presentan evidencias de enterramientos asociados a ajuares tanto de la Edad del Cobre como del Bronce argárico (Martínez et al., 1979). Uno de los conjuntos más importantes de cuevas naturales se sitúa en la comarca granadina de los Montes Orientales. Las excavaciones realizadas en los años 60 y 70 en las cuevas de La Carigüela (Pellicer, 1964) y La Pintá (Asquerino, 1971) y las más recientes en Las Ventanas (Díez Matilla y Pecete Serrano, 1999; Riquelme et al., 2001) han ofrecido una importante documentación sobre prácticas rituales de época argárica. En el caso de La Carigüela la información disponible es bastante preliminar. Según Manuel Pellicer (1964) en los denominados estratos I y II se documentaron varios enterramientos individuales en posición flexionada y con ajuares compuestos por cuencos y vasos carenados. Posteriormente, Ignacio Montero (1994) amplía esta información con varios puñales de remaches, punzones y anillos de plata que podrían igualmente relacionarse con estas prácticas rituales. Para la cueva de La Pintá, la información posee un mayor grado de detalle. Al igual que en La Carigüela se han identificado varios niveles de enterramientos, aunque es el denominado como VI el que posee un conjunto de materiales mejor definido y claramente relacionable con la Edad del Bronce. Se trata de un enterramiento colectivo compuesto por varios individuos en mal estado de conservación asociados a ajuares cerámicos (Asquerino, 1971). Por su parte, en la cueva de Las Ventanas se ha excavado recientemente una secuencia de varios enterramientos de inhumación. Entre los ajuares relacionados aparecen vasijas carenadas, brazaletes, pendientes, una punta de flecha, un puñal y una espada con restos de cuero pertenecientes a la empuñadura (Díez y Pecete, 1999; Riquelme et al., 2001; Riquelme, 2002). En todas estas cuevas se repite un mismo patrón ritual consistente en un uso intenso de estos espacios como lugares ceremoniales y de enterramiento colectivo. Además, comparten una importante ocupación previa de época neolítica y calcolítica, sin olvidar la relevancia de este conjunto troglodita para el análisis de las sociedades paleolíticas. La información ofrecida por la comarca de los Montes Orientales aparece completada por la cueva artificial del Cerro del Greal (Iznalloz, Granada). Sepultura expoliada en los años 50, consiste en un corredor de acceso y cámara de planta circular y dos nichos laterales. Se trata de un enterramiento colectivo que contenía un número mínimo de 15 individuos (García y Jiménez-Brobeil, 1983). Aunque los ajuares funerarios pueden ser adscritos de forma mayoritaria a sociedades calcolíticas, también se documentan determinadas formas cerámicas que permiten plantear la vigencia de este espacio funerario durante el Bronce argárico (Pellicer, 1957-58). En las diferentes comarcas jienenses, la escasez de sepulturas megalíticas es sin embargo contrarrestada con otras formas de enterramiento en cuevas artificiales o naturales que poseen igualmente evidencias de reutilización durante la Edad del Bronce. Este es el caso del conjunto de cuevas artificiales de Marroquíes Altos (Jaén). En concreto, en la denominada sepultura 3, una cueva de planta circular y corredor de acceso, se documentó un enterramiento colectivo con ajuares no sólo de época calcolítica sino también de la Edad del Bronce consistentes en varias vasijas carenadas, cuencos de tendencia parabólica y dos puñales, uno de ellos con tres remaches (Espantaleón, 1960).
264
La memoria como forma de resistencia cultural. Continuidad y reutilización de espacios funerarios colectivos en la época argárica A poca distancia de Marroquíes Altos se localiza la cueva natural de Caño Quebrado (Jaén). De esta cueva procede un numeroso conjunto de materiales cerámicos de tipología argárica compuesto por vasijas carenadas, botellas y cuencos de diferentes tamaños y formas, en algunos casos con el borde decorado con suaves mamelones. Aunque por las propias características del hallazgo no existe certeza de prácticas rituales anteriores a la Edad del Bronce, la aparición de varios cráneos permite sugerir su uso como lugar de enterramiento colectivo (García de Serrano, 1964; Carrasco et al., 1980). En la comarca jienense del Condado, en concreto en Castellar, se encuentra La Sima (Fig. 1), un espacio funerario que podría calificarse como híbrido ya que está compuesto por una cueva artificial, con dos cámaras comunicadas, a la que se adosa un corredor megalítico. En el interior de la sepultura se documentaron numerosas inhumaciones asociadas a ajuares funerarios entre los que aparecen varias vasijas carenadas, botellas y una orza de gran tamaño, al parecer utilizada para un enterramiento infantil (Carrasco y Torrecillas, 1980). Situación parecida a la jienense se documenta en las diferentes comarcas murcianas en donde, como anteriormente se indicó, el fenómeno megalítico no posee la entidad de otras regiones almerienses o granadinas. En este caso los enterramientos colectivos en cueva pueden considerarse como una constante en toda la región durante el III milenio. De algunas de estas cuevas, caso de Los Alcores (Caravaca de la Cruz, Murcia) o El Barranco del Saltador (Cehegín, Murcia), proceden ajuares que muestran su reutilización ritual durante el Bronce argárico (García del Toro, 1980; San Nicolas, 1988). Un caso quizás diferente, considerado como depósito votivo (Lomba, 1999), sea el de la cueva del Calor (Cehegín, Murcia) en donde junto a numerosas vasijas carenadas se documentó un importante conjunto de restos faunísticos compuesto por las extremidades anteriores de bóvidos, ovicápridos y suidos (Martínez y San Nicolas, 1993). Finalmente, señalar la práctica ausencia en las diferentes comarcas almerienses de cuevas naturales o artificiales con evidencias de rituales de enterramiento y de reutilizaciones durante la Edad del Bronce. El único caso conocido es el de Cueva Bajica (Canjáyar, Almería) situada en el valle del Andarax. En su interior se documentaron los restos de una sepultura con un ajuar de tipología argárica compuesto por vasijas carenadas y numerosos cuencos de diferentes tamaños y perfiles semiesféricos y parabólicos (Pérez Casas y Paoletti, 1977). No hay indicaciones sobre posibles usos previos de esta cueva. La temporalidad en las prácticas sociales de los Otros Valorar el fenómeno de reutilización de determinados espacios rituales a partir, fundamentalmente, de las características tipológicas de los materiales asociados plantea importantes limitaciones. La indefinición cronológica y cultural de determinados elementos materiales que tienen una larga perduración sin modificar sus características formales o tecnológicas es uno de los problemas de complicada resolución. Pero además, desde el análisis tipológico no es posible considerar todas aquellas prácticas sociales que hayan podido suponer enterramientos sin ajuares o que, resultado del expolio continuado de estos espacios, no se hayan conservado. De esta forma, un conjunto potencialmente importante de rituales realizados en momentos culturales diferentes de los considerados de construcción y uso han podido quedar completamente ocultos tras nuestras limitaciones analíticas. Quizás una posible vía para valorar de forma más precisa los fenómenos de reutilización y solucionar, al menos parcialmente, las limitaciones planteadas consista en amplios programas de dataciones radiocarbónicas, especialmente sobre restos antropológicos. En este sentido, el panorama radiométrico de las prácticas sociales consideradas en este trabajo es desolador. Las sepulturas colectivas de las provincias de Jaén, Granada y Murcia carecen de dataciones y en Almería sólo se conocen 9 (García Sanjuán et al., 2011). Esta situación contrasta poderosamente con las series radiométricas de las que actualmente se disponen para la valoración cronológica del fenómeno argárico clásico. La datación de diferentes contextos de poblado y de las sepulturas que se localizan en su interior ha permitido superar las 260 fechas radiocarbónicas. A pesar de estos fuertes contrastes, las escasas 9 dataciones de sepulturas megalíticas almerienses dibujan un panorama ciertamente sorprendente que incide en la envergadura de los fenómenos de reutilización (Tab. 1). De las 9 dataciones, al menos 5 se corresponden con enterramientos posteriores a los momentos de uso y construcción de cada sepultura, y lo que resulta más sugestivo, 4 de estas dataciones, todas ellas sobre restos antropológicos, fechan prácticas rituales para las que no existen elementos de ajuar relacionables. Se trata de sepulturas o bien como Qurénima (Antas, Almería) con una cronología del Bronce Tardío (OxA-5028, 1628-1369 cal BC a 2σ) más antigua que sus ajuares del Bronce Final, o bien de tumbas como La Gorriquía 1 (Vera, Almería) con una datación que se sitúa en la Edad del Hierro (Beta-184196, 413-205 cal BC a 2σ), El Barranquete 11 (Mojácar, Almería) con 265
Movilidad, contacto y cambio. II Congreso de Prehistoria de Andalucía
una cronología del Bronce Final-Edad del Hierro (CSIC-249, 895-410 cal BC a 2σ) y Las Alparatas 1 (Turre, Almería) con una fecha centrada en los siglos V-VII de nuestra era (Beta-171806, 530-670 cal AD a 2σ), todas ellas mucho más recientes que la cronología proporcionada por el análisis tipológico de sus ajuares. Aunque ciertamente escasas, estas dataciones radiométricas permiten vislumbrar un panorama en las prácticas de reutilización de determinados espacios rituales de una envergadura difícilmente imaginable. Conscientes de estas limitaciones se han seleccionado diferentes contextos rituales entre los analizados en el apartado anterior para su datación. De esta forma, se han fechado 6 muestras por AMS, 3 correspondientes a la sepultura 11 de la necrópolis de El Barranquete y 3 a la sepultura 8 del Pantano de los Bermejales. A estas 6 nuevas dataciones habría que sumar una fecha inédita procedente de las excavaciones realizadas en la cueva de Las Ventanas (Tabla 1).
Necrópolis Los Millares
Sepultura Sep. 19
Laboratorio KN-72
Muestra carbón
Fecha BP 4380±120
1σ Cal BC/AD
2σ Cal BC/AD
3330-2880 BC
Almagro 3400-2650 BC Gorbea, 1970
Referencia
El Barranquete
Sep. 7
CSIC-81
carbón
4280±130
3090-2660 BC
3339-2505 BC Alonso et al., 1978
El Barranquete
Sep. 7
CSIC-82
carbón
4300±130
3100-2650 BC
3350-2550 BC Alonso et al., 1978
El Barranquete
Sep. 11
CSIC-201B
Hueso Humano
2570±100
830-520 BC
Qurénima
------
OxA-5028
Hueso Humano
3200±65
1599-1408 BC
1628-1315 BC Torres Ortiz, 2008
La Encantada
Sep. 1
CSIC-249
Hueso Humano
2830±60
1110-890 BC
1190-1175 BC Almagro 1159-1144 BC Gorbea, 1973 1129-830 BC
La Gorriquía
Sep. 1
Beta-184196
Hueso Humano
2300±40
404-358 BC 278-258 BC 241-238 BC
410-360 BC 290-230 BC
Lorrio y Montero 2004
Los Caporchanes
Sep. 2
Beta-171807
Hueso Humano
1850±50
90-230 AD
60-260 AD
Lorrio y Montero 2004
Las Alparatas
Sep. 1
Beta-171806
Hueso Humano
1450±50
574-646 AD
530-670 AD
Lorrio y Montero 2004
El Barranquete
Sep. 11 (Nivel II)
Beta-301932
Hueso Humano
3470±40
1880-1740 BC
1890-1690 BC Inédita
El Barranquete
Sep. 11 (Nivel III)
Beta-301933
Hueso Humano
3670±40
2130-2080 BC 2060-2010 BC 2000-1980 BC
2190-2180 BC Inédita 2140-1940 BC
El Barranquete
Sep. 11 (Nivel IV)
Beta-301934
Hueso Humano
3530±30
1900-1870 BC 1840-1820 BC 1790-1780 BC
1940-1760 BC Inédita
Pantano de los Bermejales
Sep. 8
Beta-301935
Hueso Humano
2910±30
1130-1040 BC
1210-1010 BC Inédita
Pantano de los Bermejales
Sep. 8
Beta-301936
Hueso Humano
3300±30
1620-1520 BC
1650-1500 BC Inédita
Pantano de los Bermejales
Sep. 8
Beta-301937
Hueso Humano
3160±30
1450-1410 BC
1500-1400 BC Inédita
Cueva de las Ventanas
---------
UGRA 541
Hueso Humano
3380±90
1750-1520 BC
1890-1490 BC Inédita
900-400 BC
Tabla 1. Dataciones radiocarbónicas de sepulturas colectivas de la Prehistoria Reciente del Sureste peninsular.
266
Torres Ortíz, 2008
La memoria como forma de resistencia cultural. Continuidad y reutilización de espacios funerarios colectivos en la época argárica De las excavaciones realizadas en la necrópolis megalítica de El Barranquete, la sepultura 11 era la que mayor número de evidencias materiales poseía sobre prácticas de reutilización durante la Edad del Bronce. De los 4 niveles de inhumaciones identificados, los 3 primeros fueron considerados como inhumaciones argáricas (Almagro Gorbea, 1973). Del material antropológico, se seleccionaron muestras de 3 individuos pertenecientes a los niveles II, III y IV. El individuo del nivel II se corresponde con un varón maduro en conexión anatómica con edad de muerte entre los 41-60 años (Beta-301932, 1890-1690 cal BC a 2σ). Del nivel III se seleccionó una muestra del cráneo de un adulto alofisio con similar estimación de edad, entre los 41-60 años (Beta-301933, 2190-1940 cal BC a 2σ). Finalmente, del nivel 4 se optó por datar a un varón joven conservado en conexión anatómica decúbito supino y con edad de muerte entre los 21 y 30 años (Beta-301934, 1940-1760 cal BC a 2σ). La valoración de estas 3 nuevas dataciones permite plantear la continuidad de las prácticas funerarias en El Barranquete durante la Edad del Bronce. Si el inicio de las sociedades argáricas puede situarse en torno al c. 2200 cal. BC, la fecha Beta-301933, 2190-1940 cal. BC a 2σ, muestra la pervivencia del ritual funerario ya desde sus momentos más antiguos. Por su parte, las dataciones Beta-301934 (1940-1760 cal. BC a 2σ) y Beta-301932 (1890-1690 cal. BC a 2σ) confirman la permanencia de esta práctica ceremonial durante la mayor parte del tiempo argárico. Finalmente, si se considera como válida la fecha CSIC-201b (830-520 cal. BC a 1σ), la necrópolis de El Barranquete ampliaría su vigencia al menos hasta el Bronce Final. Para la necrópolis megalítica de Pantano de los Bermejales se ha muestreado la sepultura 8, que sorprende por la cantidad y variedad de elementos de ajuar argáricos documentados a lo largo de toda su secuencia de inhumaciones. Desgraciadamente, la situación en la que se encuentra la colección antropológica no permite su adscripción a los 7 niveles identificados en el proceso de excavación. Se ha optado por un muestreo aleatorio de tres inhumaciones, de los que se han seleccionado 3 fragmentos de cúbitos izquierdos para asegurar que se databan individuos diferentes. Dos de las muestras se corresponden a varones adultos Beta-301935, 1210-1010 cal BC a 2σ y Beta-301937, 1500-1400 cal BC a 2σ y una tercera a una mujer, igualmente adulta Beta-301936, 16501500 cal BC a 2σ. A diferencia de El Barranquete, la serie radiocarbónica del Pantano de los Bermejales se sitúa en los momentos más avanzados, considerados como tardíos, de las sociedades argáricas. Las fechas Beta-301936 (1650-1500 cal BC a 2σ) y Beta-301937 (1500-1400 cal BC a 2σ) permiten asegurar la permanencia del ritual de inhumación al menos durante los últimos siglos de las sociedades argáricas, llegando incluso al Bronce Final. En este sentido, y al igual que ocurre en las sepulturas de La Gorriquía 1, Qurénima, El Barranquete 11 y Las Alparatas 1, de nuevo nos encontramos con una datación Beta-301935 (1210-1010 cal BC a 2σ) que muestra la permanencia del ritual funerario en momentos culturales inimaginables si se valora exclusivamente la tipología de sus ajuares funerarios. La última de las dataciones inédita que recogemos en este trabajo fue realizada como parte de las investigaciones llevadas a cabo en la cueva de Las Ventanas. De la secuencia de enterramientos excavados destaca la documentación de un individuo masculino en conexión anatómica cuya datación radiocarbónica (UGRA-541) lo sitúa entre el 1890 y el 1490 cal BC a 2σ, en un momento pleno-avanzado de la cronología argárica. Si se valoran las 16 dataciones radiocarbónicas existentes para las prácticas de enterramiento colectivo del Sureste peninsular es posible plantear una ritual continuado de enterramientos al menos desde mediados del IV milenio hasta los últimos siglos del I milenio cal BC (Fig. 6). Algunas fechas más recientes permiten prolongar a épocas históricas, probablemente sin la intensidad de momentos culturales previos, la reutilización de viejas sepulturas colectivas.
267
Movilidad, contacto y cambio. II Congreso de Prehistoria de Andalucía
Fig. 6. Distribución combinada de las dataciones de sepulturas colectivas de la Prehistoria Reciente del Sureste peninsular.
Discusión La envergadura que alcanza el fenómeno de permanencia y reutilización durante la Edad del Bronce de diferentes espacios funerarios y ceremoniales característicos de las sociedades del IV y III milenios nos enfrenta a un fenómeno que rompe con la pretendida uniformidad cultural de las sociedades argáricas. El Sureste de la Península Ibérica se convierte, de esta forma, en un espacio de contacto y de encuentro entre grupos sociales con características diferenciadas, heterogéneas y cambiantes. Las sociedades que conocemos como argáricas ocupan sin duda una relevante posición en este complejo entramado pero no son las únicas, conviven con otros grupos que desarrollan prácticas sociales diferentes, con significados incluso antagónicos, que puede ser leídos en términos de resistencia cultural e ideológica frente al rápido proceso de estratificación social que caracteriza a los grupos argáricos. El fenómeno de continuidad en el uso de sepulturas megalíticas y cuevas como lugares rituales y de enterramiento nos remite a la fuerte permanencia de la memoria en determinadas comunidades por oposición a la dinámica de cambios que afectan a las sociedades argáricas. El nuevo modelo de “racionalidad” argárico supone una clara ruptura con el Pasado, con la ideología basada en lazos parentales y materializada especialmente en monumentos megalíticos que visibilizan en el paisaje la voluntad de permanencia de la memoria. En época argárica, la 268
La memoria como forma de resistencia cultural. Continuidad y reutilización de espacios funerarios colectivos en la época argárica muerte se oculta en el interior de los poblados habitualmente bajo las casas, el ritual de enteramiento se convierte en individual y se produce un espectacular desarrollo de los adornos personales realizados en metal incluidos el oro y, especialmente, la plata (Aranda, 2012). Frente a un paisaje construido simbólicamente mediante dólmenes, cuevas artificiales y naturales en donde se reivindica la conexión con los ancestros, las sociedades argáricas construyen una nueva realidad en donde son ahora los poblados, contenedores de vivos y muertos, los que adquieren una presencia visual en el paisaje desconocida hasta el momento. Pero la permanencia de determinadas prácticas sociales no significa sólo continuidad. Los procesos de contacto se materializan en nuevas formas culturales basadas en la incorporación de nuevos elementos materiales, cambios en los significados, en los símbolos o incluso nuevas liturgias. Continuidad y cambio es, por tanto, lo que define a la reutilización de cuevas naturales, artificiales y sepulturas megalíticas. Continuidad desde el momento que en que se mantiene un clara conexión con elementos de un paisaje dotados de memoria que vinculan a las sociedades con sus antepasados. Cambio que implica la asimilación de nuevos elementos y prácticas rituales que son reelaboradas simbólica e ideológicamente y cuyo significado difiere del que estos mismos elementos y prácticas poseen en las sociedades argáricas. De esta forma, la variabilidad y asociaciones contextuales de los ajuares funerarios ha permitido identificar formas de identidad diferenciadas de género, edad o condición social en el seno de los grupos argáricos. Sin embargo, esos mismos elementos en sepulturas megalíticas y cuevas forman parte de enterramientos colectivos marcados por la continuidad en su uso y la vinculación con los ancestros. Los significados de similares objetos varían dependiendo tanto del contexto como de quienes son los receptores de los mensajes. Asimismo, la incorporación de materiales argáricos sigue unas pautas específicas, ya que no todos los elementos son asimilados de la misma forma. El contexto social de los “otros” mediatiza las decisiones que llevan a adoptar o no un determinado objeto. En esta línea, ajuares típicos de los contextos funerarios argáricos como son las alabardas o las diademas están completamente ausentes de sepulturas megalíticas o cuevas. Otros elementos, como las hachas metálicas, tampoco se documentan en cuevas naturales o artificiales y sólo se conoce un ejemplar procedente de la sepultura megalítica de Los Eriales 10. Junto a estas destacadas ausencias también se produce el fenómeno contrario, es decir, en sepulturas megalíticas aparecen puntas de metal con pedúnculo y aletas que se documentan en poblados argáricos pero no en los ajuares de sus enterramientos. Ausencias y presencias nos enfrentan, al igual que el contexto, a la variabilidad de significados de prácticas rituales que utilizan una materialidad similar. Si atendemos a la denominada como “norma argárica”, una de las características esenciales para considerar a una comunidad como argárica consiste en la presencia de enterramientos individuales en el interior de los poblados. Desde esta perspectiva, los “otros” deben ser considerados como no argáricos ya que sus prácticas rituales y ceremoniales son claramente diferentes cuando no antagónicas. No obstante, son grupos que comparten con los argáricos una misma materialidad y lo no menos importante, un mismo territorio. En este sentido, también podrían definirse como argáricos con ciertas particularidades. Obviamente, esta discusión nos enfrenta a la debilidad de las categorías analíticas de las que nos hemos dotado, realizadas desde perspectivas evolucionistas en donde el acento siempre ha sido puesto en los elementos de cambio y nunca de continuidad. La diversidad cultural difícilmente encuentra encaje en este contexto, lo que requiere de una urgente reformulación de lo hasta ahora considerado como argárico en una nueva categoría que incorpore la heterogeneidad y complejidad de las comunidades del Sureste peninsular como elemento central de su definición. Pero además, la reivindicación de los “otros” posee importantes implicaciones en la discusión sobre los procesos de jerarquización social. Actualmente, existe un claro acuerdo en definir como un elemento básico de las comunidades argáricas sus diferencias sociales. Sin embargo, este acuerdo se transforma en intenso debate cuando de lo que se trata es de definir si el Estado es la forma política que adquieren estas desigualdades. La diversidad y heterogeneidad cultural cuestionan la existencia de formas políticas estatales capaces de cohesionar culturalmente a un territorio bajo un férreo control basado en la explotación económica y en la coerción ideológica y, fundamentalmente, física. Pero, probablemente, la aportación más relevante a este debate sea el éxito de la resistencia al proceso de jerarquización social que supone la permanencia matizada y continuamente reelaborada de formas de comprensión de la realidad ancladas en un paisaje ancestral. Efectivamente, la rápida desaparición de las sociedades argáricas en torno al c.1500 cal BC, por causas aún poco comprendidas, supone igualmente el brusco final de sus elaboradas formas de estratificación social. Sin embargo, los “otros” mantienen con gran intensidad la reutilización de sepulturas megalíticas y cuevas durante el Bronce Final del Sureste (Lorrio y Montero 2004; Lorrio 2008). Es más, la mayoría de los intentos de caracterización 269
Movilidad, contacto y cambio. II Congreso de Prehistoria de Andalucía
social de las comunidades del Bronce Final enfatizan el desarrollo de nuevas relaciones basadas en el parentesco con una escasa o incipiente jerarquización que recuerda a las estructuras sociales calcolíticas (Molina 1983; Carrilero et al., 1993; Carrilero y Aguayo, 2001). Es, en este sentido, en el que el fenómeno de resistencia cultural puede ser considerado como exitoso. Así, el proceso de jerarquización social argárico supone una particular trayectoria histórica que concluye con su disolución ante formas sociales más colectivas y menos jerarquizadas. Agradecimientos Quiero mostrar mi agradecimiento a Zita Laffranchi y a Juan Sebastián Martín-Flórez por su colaboración en el análisis de los restos antropológicos de El Barranquete. A Sylvia Jiménez-Brobeil por la selección y muestreo de restos óseos de la sepultura 8 del Pantano de los Bermejales. A José A. Riquelme quien amablemente nos ha facilitado la datación de la cueva de las Ventanas publicada en este trabajo. Finalmente, tanto Leonardo García Sanjuán como Margarita Sánchez Romero han aportado inestimables sugerencias, comentarios y valoraciones sobre los contenidos del presente trabajo. El presente trabajo ha sido realizado por el grupo de Investigación “GEA. Cultura material e identidad social en la Prehistoria Reciente en el sur de la Península Ibérica” (HUM-065) en el marco del proyecto de investigación I+D+i “El contexto social de consumo de alimentos y bebidas en las sociedades de la Prehistoria Reciente del sur peninsular” (HAR2009-07283).
270
La memoria como forma de resistencia cultural. Continuidad y reutilización de espacios funerarios colectivos en la época argárica Apéndice 1. Sepulturas megalíticas con ajuares argáricos. Leyenda: Necrópolis Megalítica Pantano de los Bermejales Pantano de los Bermejales Pantano de los Bermejales Pantano de los Bermejales
Sepultura
Ajuar cerámico
Sep. 1
1vc
Sep. 2 Sep. 8 Sep. 11
Ajuar metálico
Otros elem. ajuar
Interior de la cámara Interior de la
1vc 21vc, 6cup, 10cu,
14puC, 11pñ, 9paP,
2pcl, 1cp, 1bo
2paC
3brN, 1cnM
2vc, 1cup
Sep. XI
1bo
La Camarilla La Camarilla
Sep. XIV Sep. XXI
1cp?
2pñC 1paC, 1puC, 1laC
La Campana
Sep. 2
1vc
1paC
La Campana
Sep. 5
1vc, 1cu
1puC, 2paC
Los Eriales
Sep. 1
2vc, 1cu, 1vg
54 enterramientos No enterramiento individual Sin especificar Sin especificar No 7 enterramientos Abundantes enterra-
sepultura
mientos
Los Eriales
Sep. 5
1cp, 2bo, 2cu
1pñC, 7puC, 2paC
2cu
sepultura
32 enterramientos
Interior de la
1pñC, 2puC, 1paC
Sep. 10
sepultura Interior de la
3 enterramientos
hojaC
1vc, 1cp, 1vb
Los Eriales
Interior de la cámara Interior de la cámara Interior de la
Restos humanos asociados
4pñC, 1puC, 1fr-
Sep. 3
1vc, 2cp, 2cu
y del corredor Interior de la
Interior de la cámara
Los Eriales
Sep. 7
sepultura Interior de la cámara
sepultura
La Camarilla
Los Eriales
Localización
2peP?, 1peC, 1brC, 1pñC, 4puC
Interior de la
1brN 1cnZ, 1cnN
sepultura Interior de la sepultura Interior de la sepultura Interior de la
2paP, 1haC
sepultura
4 enterramientos 15 enterramientos 20 enterramientos
5 enterramientos
Sep. 14
20vc, 5vg, 7cup,
1pfC, 17puC, 4brC,
1bo, 12cp
4brP, 3peP, 3paC,
6brN, 1btM
Interior de la sepultura
Los Eriales Cejo de las Cabre-
Sep. 17 Sep. 23
1cp, 2cu 1vc, 2cu, 1vaso de pié marcado
Sep. 111
2vc, 2cu, 1vg
Las Angosturas
Sep. 60
1vc, 2cu, 2vg
Las Peñuelas
Sep. 9
2vc, 2cu, 1vg, 1cp
rizas
Las Peñuelas
Sep. 10
La Gabiarra
Sep. 64
La Gabiarra
Sep. 66
5cu, 1bo, 1vg
2puC
Sep. 86
1brN
1pñC, 1paC, 4cnC
sepultura Interior de la sepultura Interior de la sepultura Interior de la sepultura
5pñC, 2pfC, 3pu, 2brC, 2paC, 5paP 1pfC, 2pñC, 3puC, 3paC, 1paP 1pñC, 1puC
2vc, 1cp
2btM, 2brN
1btM
Interior de la sepultura Interior de la sepultura Interior de la sepultura Interior de la sepultura
1pñC, 1brC, hoja La Gabiarra
Interior de la
1paC
con dos remaches de plata
Interior de la sepultura
1997 Arribas y Ferrer, 1997 Arribas y Ferrer, 1997 Arribas y Ferrer, 1997 Mergelina, 1941-42 Mergelina, 1941-42 Mergelina, 1941-42 Leisner y Leisner, 1943 Leisner y Leisner, 1943 Siret (1891 [2001]; Leisner y Leisner, 1943 Siret, 1906-7; Leisner y Leisner, 1943 Siret, 1906-7; Leisner y Leisner, 1943 Siret, 1906-7; Leisner y Leisner, 1943 Leisner y Leisner, 1943; Montero,
Siret, 1906-7; Leis120 enterramientos
ner y Leisner, 1943; Montero, 1994
1frP Los Eriales
Arribas y Ferrer,
1994
10pñC, 1fr-hoja, Los Eriales
Referencia
No 7 enterramientos 14 enterramientos 20 enterramientos
60 enterramientos
Leisner y Leisner, 1943 Leisner y Leisner, 1943 Leisner y Leisner, 1943 Leisner y Leisner, 1943 Leisner y Leisner, 1943; Montero, 1994 Leisner y Leisner,
20 enterramientos
12 enterramientos 16 enterramientos
6 enterramientos
1943; Montero, 1994 Leisner y Leisner, 1943 Leisner y Leisner, 1943 Leisner y Leisner, 1943; Montero, 1994
271
Movilidad, contacto y cambio. II Congreso de Prehistoria de Andalucía
Hoya de los Madrigueros
Sep. 2
3vc, 1vg
Llanos de Alicún
Sep. 6
1vc, 1cu
Llanos de Alicún
Sep. 7
1vc
Llano de la Teja
Sep. 18
3pñC, 4 puC, 1paP
Interior de la
Restos de animales
sepultura Interior de la sepultura Interior de la sepultura Interior de la
1brC, 1brP, 2paC
Cuesta de la Sabina
Sep. 55
Cuesta de la Sabina
Sep. 58
1cp, 1vg
Hoyas de Conquil
Sep. 65
1cp
El Barranquete
Sep. 4
1paC, 2cnC
Restos de enterra-
sepultura Interior de la
mientos
Interior de la cámara
Sep. 5
2cp, 1cup, 1vc
En el túmulo
El Barranquete
Sep. 6
1cp
Interior de la cámara
El Barranquete
Sep. 9
2vc
Interior de la cámara
El barranquete
Sep. 11
1vc, 1cu, 1cp
Sep. 28
1pñC
Los Millares
Sep. 57
1pñC-escotaduras
Llano Manzano
Sep. 4
1pñC
Llano de la Atalaya
Sep. 6
2pñC
Interior de la cámara Interior de la sepultura Interior de la sepultura Interior de la sepultura Interior de la sepultura 1br,N
Loma del Belmonte
Sep. 1
Murviedro
----Sep. 1
Ajuar
13 enterramientos 8 enterramientos 14 enterramientos 2 enterramientos individuales 12 enterramientos
1943 García Sánchez y Spahni, 1959 García Sánchez y Spahni, 1959 Almagro Gorbea, 1973 Almagro Gorbea, 1973 Almagro Gorbea,
varios enterra-
1973 Almagro Gorbea,
mientos varios enterra-
1973 Almagro Gorbea,
mientos
1973 Leisner y Leisner,
Sin especificar 30 enterramientos Sin especificar 20 enterramientos
1943 Leisner y Leisner, 1943 Leisner y Leisner, 1943 Leisner y Leisner, 1943
Interior de la
100 enterramientos
Siret, 1906-7; Leis-
sepultura
en la cámara
ner y Leisner, 1943
3vc
Exterior sepultura?
17 enterramientos
Olaria, 1979
Vc sin especificar
Interior de la
50 enterramientos
Idañez, 1987
3vc
2 láminas en forma de tubo
El Chuche
1943 Leisner y Leisner,
Interior de la
El Barranquete
Los Millares
1943 Leisner y Leisner,
1943
sepultura
1brC, 2pñC,
4 enterramientos
1994 Leisner y Leisner,
Montero 1994 Leisner y Leisner,
sepultura Interior de la
1pñC
6 enterramientos
1943; Montero,
1 enterramiento
sepultura
1pñC
Leisner y Leisner, 80 enterramientos
número
2PaC, 1paO, 2trP
sepultura
Tipo de material
vc= vaso carenado
bt=botones
cu=cuencos
cup=cuenco parabólico
pe=pendiente
O=oro
bo=botella
pñ=puñal/cuchillo
pa=pendiente/anillo
P=plata
cp=copa
pu=punzón
pf=punta de flecha
C=cobre/bronce
vg=vasija globular/ovoide
ha=hacha
fr=fragmento
M=marfil
vb=vasija lenticular
plc=plato carenado
la=láminas
N=piedra
Br=Brazalete
cn=cuentas/colgante
tr=”trompetillas”
272
La memoria como forma de resistencia cultural. Continuidad y reutilización de espacios funerarios colectivos en la época argárica Apéndice 2. Sepulturas en cuevas naturales y artificiales con ajuares argáricos. Tipo de Sepul-
Identificación
tura
sepultura
Tajos del Río Cacín
Covacha natural
Tajos del Río Cacín +restos dispersos
Necrópolis
Ajuar cerámico
Ajuar metálico
Sep. 1
5vg, 2cu, 2cup, 2vc
2puC, 1pñC
Covacha natural Capel et al., 1981
Sep. 2
2vc
Tajos del Rio Cacín
Covacha natural
Sep. 3
1cup
Covacha de la Presa
Cueva artificial
-----
5vc, 1cup
Cueva de los Tejones
Cueva natural
-----
2vc
1pñC, 1 puC
Covacha natural
-----
3vc
2pñC
Martínez et al., 1979 Cueva natural Cueva natural
---------
2vc, 3cu? 2vc
Cueva natural
-----
Vc y cu s/n
Cueva natural
-----
3vc, 11cu, 4cup
Cueva natural
-----
Vc s/n
Otros elem.
Restos huma-
ajuar
nos asociados
1of-bovido (tibia), 1cnN, 1cnA,
Bibliografía Capel et al., 1981;
6 Enterramientos
García y JiménezBrobeil, 1981
1 individuo Capel et al., 1981; 1peC
1 trozo tejido
2 Enterramientos
García y Jiménez-
68 Enterramientos
Carrasco et al., 1977
Brobeil, 1981
Cueva la Vieja colectivo Cueva de la Paloma Cueva del Moro Cueva de la Carigüela Cueva de la Pintá Cueva de las Ventanas
1peP, 2cnP, 7paC, 3brC
Enterramiento colectivo Enterramiento
Martínez et al., 1979
posiblemente
1pñC PñC s/n, paP s/n, PuC s/n
Sin especificar Sin determinar Enterramiento
Martínez et al., 1979 Martínez et al., 1979 Pellicer, 1964;
colectivo Enterramiento
Montero 1994
colectivo 1pñC, 1esC, brC,
Enterramiento
paC s/n
colectivo
Asquerino, 1971 Díez y Pecete, 1999; Riquelme, 2001, 2002 Pellicer, 1957-58;
Cerro del Greal
Cueva artificial
-----
1vc, 2vb
15 Enterramientos
García y Jiménez-
Cueva de Los Tajos
Cueva natural
-----
1vc
Sin determinar
Cueva Bajica
Cueva natural
-----
3cup, 7cu, 4vc
Sin determinar
Brobeil, 1983 Carrasco et al., 2011 Pérez Casas y
Cueva natural
-----
15cu, 5bo, 2vc
Cueva de Caño Quebrado Cueva de la Sima
Híbrido. Cueva + corredor megalítico
-----
6vc, 6bo
Enterramiento colectivo
Paoletti, 1977 García de Serrano, 1964; Carrasco et
orza con posible
Enterramiento
al., 1980 Carrasco y Torreci-
inhumación
colectivo
llas, 1980
Marroquies Altos
Cueva artificial
Sep. 3
Vc, cu s/n
Cueva del Calor
Cueva natural
-----
10vc
Cueva de los Alcores Cueva del Barranco del Saltador
Cueva natural
-----
Cueva natural
-----
Ajuar
Enterramiento
2pñC, puC s/n
colectivo Extremidades de bov, ovic. y suidos
1pñC Vc s/n
cup=cuenco parabólico
1paC, 1puC
pa=pendiente/anillo
Espantaleón, 1960 Martínez y San Ni-
Depósito votivo?
colas, 1993; Lomba,
Enterramiento
1999 García del Toro,
colectivo
1980
Sin determinar
San Nicolas, 1988
Tipo de material
cu=cuencos
pñ=puñal/cuchillo
P=plata
bo=botella
es=espada
C=cobre/bronce
vg=vasija globular/ovoide
pu=punzón
N=piedra
vb=vasija lenticular
cn=cuentas/colgantes
A=arcilla
br=Brazalete
of=ofrenda/fauna
vc= vaso carenado
pe=pendiente
Otros S/n=sin especificar número
273
Movilidad, contacto y cambio. II Congreso de Prehistoria de Andalucía
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Cultura material, etnicidad y contacto en la arqueología tartésica Ana Delgado Hervás Universitat Pompeu Fabra
Resumen: En los inicios del I milenio a.C. las culturas materiales de las comunidades del Sudoeste peninsular experimentan cambios notables y expresan de forma visible un incremento de las conexiones y de los contactos mediterráneos. Tradicionalmente esas transformaciones se han interpretado como el resultado de una difusión cultural o de la implantación en la región de un nuevo grupo étnico de origen oriental, cuyas gentes serían no sólo los productores, sino también los usuarios de esas culturas materiales. Las dos perspectivas hunden sus raíces en los principios de la arqueología histórico-cultural, en especial en un concepto de cultura hoy absolutamente cuestionado por su esencialismo y su ahistoricidad. Las nuevas perspectivas de la arqueología del contacto cultural, y, principalmente, las arqueologías poscoloniales proponen formas de entender la transformación de la cultura material desde perspectivas no esencialistas que reclaman al mismo tiempo miradas globales y la atención a contextos locales. Estas nuevas perspectivas permiten releer las transformaciones en las culturas materiales de los centros ceremoniales del Sudoeste peninsular que han capitalizado el interés de la arqueología tartésica y fenicia en la última década. Palabras clave: contacto cultural, materialidad, identidades sociales, fenicios, tartésicos, comensalidad, áreas rituales Abstract In the beginning of the first millennium B.C., the material cultures of the Iberian South-west communities experiment great changes and express in a visible way an increasing in the Mediterranean connections and contacts. Traditionally, these transformations have been interpreted as the result of a cultural diffusion or by the settlement in the region of a new ethnic group of Oriental origin, whose people would be not only the producers, but also the users of those material cultures. The two perspectives have their roots in principles from the historical-cultural archaeology, especially in a concept of culture, absolutely challenged today due to its essentialism and ahistoricity. The new perspectives of the archaeology of cultural contact and, mainly, the postcolonial archaeologies, propose ways of understanding the transformation of the material culture from non essentialist perspectives that claim at the same time global views as well as attention to local contexts. These new perspectives let re-read the transformations in the material cultures of the ceremonial centres of the Peninsular South West that have capitalized the interest of the Tartessian and Phoenician archaeology in the last decade. Keywords: Cultural contact, materiality, social identities, Phoenicians, Tartessians, commensality, ritual Áreas Introducción A finales del II milenio y durante la primera mitad del I milenio a.C. se producen profundos cambios sociales, económicos y culturales a lo largo de toda la cuenca mediterránea. Estas profundas transformaciones tienen lugar en distintas regiones en tiempos más o menos simultáneos y coinciden con un notable incremento de los contactos y de las conexiones entre gentes de distintas áreas. En los inicios del I milenio a.C. la movilidad de objetos y la migración de gentes entre las regiones mediterráneas se incrementa, debido principalmente a la creación de emporia y de asentamientos coloniales en todo el Mediterráneo. Una de las consecuencias arqueológicamente más visibles del crecimiento de estos contactos es la aparición de numerosas conexiones culturales y materiales entre distintas regiones mediterráneas, que han llevado a algunos investigadores a definir el Mediterráneo del I milenio a.C. como un mundo “calidoscópico” (Purcell, 2006: 26). En las últimas décadas, y al amparo de las nuevas perspectivas de la arqueología del contacto cultural, hemos asistido a la aparición de nuevas lecturas que pretenden dar cuenta de esta multiplicidad de conexiones sociales, económicas, culturales y materiales, alejándose de las denostadas versiones ex Oriente lux. En estos años han nacido nuevos conceptos como el de “mediterraneización” (Morris, 2003), el de globalización -un claro guiño al mundo contemporáneo- (entre otros, Sherratt, 2000; La Bianca y Scham, 2006; Count, 2008; Hodos, 2009) o el de colonialismo (Rowlands, 1998; van Dommelen, 1997; Delgado, 2008a; 2008b). Estos conceptos han pretendido sustituir a viejos términos excesivamente connotados de tintes difusionistas, como los de colonización, orientaliza279
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ción o helenización, a través de los cuales se habían interpretado tradicionalmente las transformaciones históricas del Occidente mediterráneo como el resultado de cambios étnicos –instalación de gentes orientales o egeas-, o de la llegada de influencias culturales procedentes del mundo egeo y/u oriental, unas áreas que en el moderno imaginario europeo habrían ejercido el rol de “fuerzas civilizadoras” del Occidente mediterráneo. Estos nuevos términos están de un modo u otro emparentados con la denominada arqueología del contacto cultural, nacida en los años 80 (entre otros, Cusick, 1998). Esta corriente, que aglutina investigadores e investigadoras con perspectivas metodológicas y conceptuales enormemente diversas, se caracteriza por su atención a las conexiones, a las redes de contactos y a la movilidad de objetos y personas. Aboga por abandonar el énfasis tradicionalmente prestado a unidades de estudio como culturas o sociedades, entendidas como unidades coherentes, estables y limitadas, en favor de ópticas globales que den cuenta de las conexiones materiales y humanas y sean capaces de atender al mismo tiempo a la diversidad y a la especificidad local. Su visión de los contactos culturales es radicalmente distinta a la mantenida por perspectivas difusionistas o aculturadoras, anquilosadas en un pensamiento con una matriz fuertemente colonial, que entiende las consecuencias de los procesos de contacto como unidireccionales. Por el contrario, tal y como denotan términos como el de mediterranización o el de globalización –y, aunque de un modo menos visible, también el de colonialismo-, estas perspectivas defienden visiones mucho más complejas de las conexiones y de los procesos de contacto, que permiten poner de relieve el protagonismo de una multiplicidad de gentes en estos procesos y los efectos multidireccionales de estas relaciones. La irrupción de estas perspectivas en los análisis del mundo mediterráneo del I milenio a.C. ha llevado al surgimiento de nuevas narrativas que se apartan de las lecturas tradicionales que condenaban a las comunidades protohistóricas occidentales -en el afortunado caso de que se reconociera su simple existencia- a un papel de meros receptores pasivos de los “logros históricos” de las denominadas civilizaciones egeas y orientales. La lógica de esa pasividad se conseguía a través del uso de etiquetas que definían a las comunidades occidentales como simples, estáticas y primitivas, calificativos que permitían enfatizar su posición de inferioridad en el marco de una visión de la historia absolutamente teleológica. La ruptura con esos postulados ha permitido hacer visible el protagonismo de las gentes occidentales en sus propias experiencias históricas, e incluso también en los mismos procesos diaspóricos o coloniales que afectan al mundo mediterráneo durante el I milenio a.C. Este énfasis en recuperar las voces tradicionalmente silenciadas en el análisis de las experiencias de cambio y de contacto cultural es especialmente palpable en las lecturas inspiradas por la crítica poscolonial. Otro punto innovador que ha introducido el poscolonialismo en las lecturas del mundo mediterráneo del I milenio a.C. ha sido el creciente interés en la diversidad cultural que caracteriza a los espacios físicos donde los contactos culturales tienen lugar y el análisis de los efectos de esta diversidad en la producción de nuevas culturas e identidades. En la arqueología mediterránea el concepto de hibridación, un préstamo de la obra de Homi Bhabha (1994), ha focalizado mayoritariamente este tipo de estudios (entre otros, van Dommelen, 2006; Tronchetti y van Dommelen, 2005; Antonaccio, 2005; 2009; Vives Ferrándiz Sánchez, 2005; Count, 2008; Jiménez, 2008; 2011). Los estudios arqueológicos inspirados en perspectivas poscoloniales han recuperado el protagonismo de los objetos, de las culturas materiales, en el análisis de las conexiones y de las redes de contactos y de sus consecuencias sociales, culturales y materiales (Rowlands, 1998; Voss, 2005; Gosden, 2008; Knapp y van Dommelen, 2010; van Dommelen y Rowlands, 2011). Lo han hecho desde perspectivas alejadas tanto del difusionismo, como de la arqueología procesual, cuyo interés en los artefactos para el estudio del contacto se ha dirigido principalmente a establecer cronologías, identificar “etnias” o etnicidades o dibujar líneas de difusión y/o de comercio a través de la búsqueda de paralelos estilísticos o de la determinación de los lugares de obtención de las materias primas utilizadas en la producción de artefactos mediante complejos y costosos métodos analíticos (para una reciente crítica de sus problemáticas metodológicas véase Sherratt, 2011). Los nuevos estudios sobre colonialismo y cultura material siguen la línea emprendida por los trabajos de N. Thomas (1991) o D.Miller (1987) y se focalizan en los significados y en los usos sociales y políticos de objetos y culturas materiales, -que se mueven y construyen a través del contacto-, en las vidas cotidianas de los habitantes de los espacios coloniales o de sus fronteras. Ex Oriente lux: el orientalizante y los orígenes de la moderna arqueología tartésica Los conceptos que constituyen el centro de esta mesa de debate -emulación, apropiación, resistencia e hibridación- son herederos de estas nuevas arqueologías del contacto y el colonialismo. Durante la última década han tenido una enorme aceptación en la arqueología mediterránea y en el estudio de otros colonialismos. Sorprendentemente, sin embargo, estos conceptos y sus posibilidades interpretativas han permanecido prácticamente inex280
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plorados en el análisis de las múltiples experiencias de contacto cultural que vivieron las diferentes comunidades del sur peninsular durante la primera mitad del I milenio a.C. y de los diversos procesos de cambio social, político y económico relacionados con ellas. En el área andaluza el estudio de las culturas materiales asociadas a la multiplicidad de contactos culturales provocados, primero, por los viajes comerciales mediterráneos y, más tarde, por la diáspora fenicia que se establece en estas tierras, han estado prioritariamente dirigidos a discernir la etnicidad de sus portadores, de sus productores y de sus consumidores. Esta preocupación por el etiquetado étnico de estas culturas materiales, que envuelve los estudios sobre las comunidades protohistóricas de la Andalucía atlántica hasta el día de hoy, puede rastrearse desde los mismos orígenes de la moderna arqueología tartésica. A partir de los años 50 del siglo XX, los objetos, las culturas materiales, empezaron a ser centrales en los discursos históricos y arqueológicos que interpretaban el mundo tartésico y los cambios experimentados por estas comunidades durante el I milenio a.C. Es en este momento cuando la arqueología se apropia de buena parte del protagonismo que hasta entonces habían tenido los estudios históricos basados en lecturas de los relatos transmitidos por los autores clásicos, unos estudios que habían estado encabezados por la figura de Adolf Schulten. Las lecturas arqueológicas comportaron cambios radicales en el estudio del pasado tartésico, pero aun así permaneció atrapado en muchas de las preocupaciones que habían sido centrales de la obra de Schulten, entre ellas resolver el enigma de la “etnología tartésica” (Schulten, 1940). La solución a este dilema llegaría ahora de la mano del estudio de los objetos, principalmente de los bronces y de otros objetos de élite, como las joyas y los peines de marfil, estudiados en los años 50 y 60 por arqueólogos como Blanco Freijeiro (1953; 1956; 1960), García Bellido (1956; 1960; 1964) y Maluquer (1957). En sus análisis de estos objetos, claras expresiones materiales de contacto cultural, estos autores introdujeron en la arqueología española una nueva etiqueta, la del orientalizante (Blanco Freijeiro, 1956). Este concepto nace en el último tercio del siglo XIX, en pleno auge de las teorías difusionistas, y designa un estilo artístico de los antiguos griegos, previo a la época clásica (Riva y Vella, 2006: 4). Fueron historiadores del arte quienes lo introdujeron en el estudio del Mediterráneo antiguo. En sus inicios, el término hacía referencia a la aparición en áreas mediterráneas como Grecia y Etruria de objetos, estilos, imágenes y técnicas que tenían su origen en el Próximo Oriente y Egipto (por ejemplo, Poulsen, 1912). A finales de la década de los años 20 del siglo XX, coincidiendo con la decadencia de las teorías que defendían la influencia oriental en la génesis de la cultura griega (véase Bernal, 1993), se introduce un cambio importante en el significado del concepto y algunos autores (por ejemplo, Richter, 1927), pasan a considerar el orientalizante como un arte autóctono que define manufacturas de una calidad y técnica superior a las orientales, que fueron elaboradas por artistas griegos que adaptaron objetos de lujo orientales –principalmente fenicios- a los gustos -considerados como más refinados- de las aristocracias griega y etrusca (Riva y Vella, 2006: 7). En esta nueva acepción, el término orientalizante daba cuenta de la creación de nuevas culturas materiales fruto del mestizaje y del contacto cultural. Los objetos orientalizantes no eran simples copias, meras reproducciones locales de técnicas artesanales, estilos y morfologías orientales, sino que se trataba de reinterpretaciones locales, de nuevas formas culturales totalmente originales nacidas de la fusión cultural. El significado otorgado ahora al término orientalizante convergía con las nuevas propuestas que estaban surgiendo en esos mismos momentos en los estudios de contacto cultural, principalmente en disciplinas como la antropología y la sociología americanas, que desembocaron a finales de los años 30 en la génesis de conceptos como el de aculturación (Herskovitz, 1937; 1938). La arqueología del sur peninsular incorporó en los años 50 el concepto de orientalizante con sus distintos significados historiográficos. Orientalizante fue un término polisémico que para unos definía a ciertos objetos peninsulares de manufactura oriental -como jarros, peines de marfil o joyas- (Blanco Freijeiro, 1956; García Bellido, 1956), mientras que para otros se refería a objetos elaborados por artesanos autóctonos, bautizados como tartesios, que habían sido capaces de incorporar tecnologías, iconografías y modelos orientales (Maluquer de Motes, 1957). Así, mientras para autores como García Bellido o Blanco Freijeiro los objetos orientalizantes eran productos fenicios occidentalizados, elaborados en “los talleres de las colonias fenicias de nuestro Mediodía, de lo que fue el antiguo imperio tartésico” (Blanco Freijeiro, 1956: 50), para Maluquer estos objetos eran “una prueba patente de la originalidad, técnica, belleza y simbolismo de la metalurgia tartésica” (Maluquer de Motes, 1957: 168) (Fig. 1).
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Fig. 1. El “Bronce Carriazo”. Museo Arqueológico de Sevilla
En los años 50 la introducción del término orientalizante en la arqueología del sur peninsular dibujó ciertas diferencias con el significado dado al concepto en otras áreas mediterráneas que lo habían abrazado previamente. Mientras en zonas como Grecia, Chipre, Etruria, el Lacio o Campania, en esos momentos, orientalizante daba cuenta principalmente de una cultura local -híbrida, pero autóctona y original-, en el área tartésica la etiqueta étnica del orientalizante fue desde los inicios el principal objeto de polémica. En buena medida, la defensa que realizó Maluquer sobre el carácter tartesio de esas manufacturas, se basó en las interpretaciones imperantes en Grecia o Etruria, donde si bien se reconocía la influencia de los fenicios en el arte orientalizante, éste no era calificado “ni de fenicio ni de púnico” (Maluquer de Motes, 1958: 202). Posiblemente los prejuicios evolucionistas dominantes y el helenocentrismo del momento frenaron a algunos autores a considerar interpretaciones paralelas para el mundo tartésico. Curiosamente, a pesar de la imagen “imperial” cantada por el nacionalismo español, el mundo tartésico era concebido como una cultura primitiva que, en una línea imaginaria del progreso histórico, se situaba en posiciones muy distantes a las que disfrutaban Italia o Grecia en los tiempos antiguos. Schulten lo expresó con una claridad pasmosa en estas palabras: “los iberos eran unos bárbaros incapaces de generar una civilización tan esplendorosa” (Schulten, 1924: 169). Posiblemente estas imágenes generaron importantes resistencias a la hora de considerar a las gentes locales del sur peninsular como creadores de culturas materiales comparables, en cierto sentido, a las que representaban a las “civilizaciones mediterráneas”. Como han enfatizado autores como M. Álvarez, Maluquer fue el resposable de la propuesta indigenista que acabó imponiéndose en los años 60 (Álvarez Martí-Aguilar, 2005). Su interpretación fue abrazada de forma mayoritaria por la arqueología tartésica y prevaleció como lectura hegemónica hasta mediados de los años 90, cuando fue polemizada por parte de la escuela de Sevilla, que volvió a revisar la etnología tartésica, alegando un supuesto vacío poblacional en los siglos previos a la llegada de los mercaderes fenicios a esta área (Escacena, 1995). Hoy, casi 60 años después de la introducción de concepto de orientalizante, la arqueología tartésica sigue atrapada en los mismos modelos duales y bipolares que se debaten entre el indigenismo y el orientalismo y que tienen como principal objetivo de estudio el etiquetado étnico de sus pobladores, un etiquetado que busca resolverse a través de los objetos y al margen de los contextos, de las prácticas sociales y de los actores sociales que elaboraron y utilizaron estos objetos en sus vidas cotidianas. 282
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Culturas materiales y etiquetados étnicos La base de la polémica actual, lo mismo que la de los años 50, descansa en los principios básicos que alimentan la arqueología histórico-cultural, que considera que los grupos étnicos están caracterizados por conjuntos artefactuales relativamente homogéneos y normativizados, que se transmiten prácticamente inalterados de generación en generación y que pueden diferenciarse, delimitarse y asociarse a espacios geográficos determinados (véase, por ejemplo, Escacena, 1989; 1992; 2011; Izquierdo 1998, para el caso de las comunidades de la Edad del Bronce Final y del Hierro del Sudoeste peninsular). Los arqueólogos histórico-culturales, de la misma manera que hicieron los etnólogos, listaron esos conjuntos en manuales y los exhibieron en museos arqueológicos y etnológicos. Tomando una expresión de Darryl Wilkinson (2011), podríamos decir que crearon “apartheids artefactuales”, que fueron la base empírica a través de la cual definieron las culturas arqueológicas, un término que consideraron sinónimo de cultura y de grupo étnico. Apartheids artefactuales, cultura y grupos étnicos fueron utilizados como sinónimos, sin que para ello mediara la necesidad de una investigación empírica substancial. Los arqueólogos histórico-culturales presuponían que la etnicidad es una característica universal de las comunidades humanas, una identidad primordial y fija. Desde finales de los años 60 y, especialmente, durante los años 70 autores como Barth o Cohen pusieron en cuestión esta visión primordialista de la etnicidad y mostraron que este tipo de identificación grupal, lejos de ser universal, sólo aparece en algunos contextos históricos muy determinados y se relaciona con estrategias de determinados grupos sociales y con la negociación del acceso a recursos de tipo económico y político (Barth, 1969; Cohen, 1974; Eriksen, 1993). Estos autores mostraron que las identidades étnicas no son primordiales ni estáticas, sino autoadscritas. La identificación étnica es un proceso de identificación sujetivo. Las identidades étnicas son categorías históricas, no biológicas (cf., por ejemplo, Escacena, 2011), que aparecen y se redefinen en circunstancias diversas por razones de tipo socio-político, histórico o económico y son absolutamente alterables y manipulables (Hobsbawm y Ranger, 2002; Comaroff y Comaroff, 2009). En este proceso de construcción, alteración o manipulación de las identidades étnicas las culturas materiales juegan un papel especialmente importante. Los objetos no son simples reflejos pasivos de culturas aprendidas y reproducidas de forma automática e inconsciente, generación tras generación, sino que actúan como elementos activos en los procesos de identificación cultural y/o social y en las estrategias del poder (Miller, 1987; 1998; Thomas, 1994). Esta es una de las razones por la cual las culturas materiales no pueden ser utilizadas de forma simplista como marcadores étnicos. Múltiples estudios subrayan la ambigüedad de la cultura material y la problemática de reconocer a través de ellas los orígenes culturales o étnicos de sus productores o de sus usuarios (Jones, 1997). Esta problemática es especialmente visible y sensible en los espacios de contacto cultural (entre otros, Voss, 2005; Silliman, 2010; Loren, 2011) (Fig. 2).
Fig. 2. Grabado de Pocahontas, hija del jefe algonquino Powhatan, realizado Simon van de Passe en 1616. Pocahontas aparece ataviada con vestidos y adornos que portaban las mujeres de la aristocracia inglesa en los inicios del siglo XVIII. National Portrait Gallery, Smithsonian Institution (NPG.77.43).
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De hecho, una de las consecuencias epistemológicas del desarrollo de los estudios de contacto cultural y de colonialismo ha sido la revisión del propio concepto de cultura, el pilar central de la etnología y de la arqueología histórico-cultural. La irrupción en los años 80 de un importante número de estudios que defendían el uso de escalas de análisis globales y la atención a las conexiones y las interacciones humanas –frente al tradicional énfasis en el análisis del “funcionamiento” o de los “desarrollos” históricos de sociedades humanas entendidas como totalidades aisladas- provocó la muerte de dos grandes mitos de la etnología: el del primitivo aislado (Terrell, 1998) y el de la pureza y la homogeneidad cultural. El propio concepto de cultura fue cuestionado y abandonado (por ejemplo, Mann, 1986; Clifford, 1988; Wolf, 1984; Anger, 1999). Las culturas humanas dejaron de entenderse como entidades coherentes, homogéneas, estables y limitadas. Antropólogos como Wolf mostraron que las culturas humanas no se construyen de forma aislada, sino mediante la conexión con otros grupos humanos, por lo que sus límites están absolutamente erosionados e hibridados (Wolf, 1987). Esta profunda crítica a los conceptos de cultura e etnicidad abrió la puerta a un entendimiento mucho más complejo de los procesos de interacción y producción cultural. Fronteras, zonas de contacto, áreas coloniales –que Bhabha concibió como su “tercer espacio”- se muestran ahora como espacios contradictorios y ambivalentes, caracterizados por la heterogeneidad de sus gentes y de sus grupos sociales y, por ello, escenarios principales en la construcción de nuevas ideologías, de nuevas identidades sociales y materialidades de naturaleza híbrida. El rechazo a la idea de la homogeneidad de las culturas humanas y, especialmente, de la visión primordialista de la etnicidad ha llevado en otros contextos mediterráneos al abandono de los modelos duales y bipolares en el estudio de los procesos de contacto cultural y de colonialismo y ha abierto un proceso de repensar las relaciones entre cultura material e identidad cultural, especialmente enriquecedor en zonas de contacto. El etiquetado étnico, reducido tradicionalmente a una polémica harto simplista que se debate entre lo griego y lo indígena o lo fenicio y lo indígena -unas categorías tradicionalmente imaginadas como homogéneas, cerradas y estáticas- ha dejado de ser el centro de interés de estas interpretaciones arqueológicas. Esta desatención ha favorecido el nacimiento de nuevos focos de interés dirigidos a entender el proceso de creación de nuevas identidades sociales y culturales producidas en contextos de contacto cultural y/o de colonialismo. La crítica al esencialismo intrínseco al concepto de cultura ha favorecido, asimismo, la incorporación de sensibilidades arqueológicas que atienden a la heterogeneidad y a la multivocalidad de los grupos y colectivos sociales. Frente al tradicional énfasis de la identificación étnica, se tiende ahora a prestar una mayor atención a otras identidades sociales –de estatus o clase, de género y edad, de grupo familiar o linaje, y, por supuesto, también étnicasde los actores sociales implicados en estos contactos, unas identidades que son múltiples, solapadas y cambiantes. El objetivo central de los nuevos estudios de contacto cultural ha dejado de ser etiquetar étnicamente y cronológicamente culturas materiales y ha pasado a ser entender cómo esas materialidades articulan situaciones de contacto protagonizadas por actores sociales de identidades múltiples y dinámicas, en unos contextos sociales, políticos y económicos específicos, pero cambiantes. Las etiquetas étnicas han dejado paso a estudios que buscan entender cómo actúan esas materialidades del contacto en la vida cotidiana de estos actores sociales. Cultura material en una zona de contacto: santuarios, comensalidad y heterogeneidad social en el Sudoeste peninsular Las propuestas de estas nuevas arqueologías del contacto podrían ser un buen camino para tratar de superar el dilema “etnológico” en el que está atrapada la arqueología tartésica desde los años 50, un dilema que se ha relanzado en la última década coincidiendo con la localización y excavación de algunos centros ceremoniales monumentales entre los que se encuentran los recintos de Montemolín, Carmona, Coria del Río o Carambolo, por citar sólo algunos de ellos. Estos espacios rituales puestos al descubierto gracias principalmente a los trabajos de María Belén y José Luis Escacena (Belén y Escacena, 1997; Belén, 2000) se han convertido a lo largo de esta última década en uno de los escenarios cruciales para entender las formas de vida y las relaciones sociales, económicas y políticas de las comunidades que habitaban el área del Guadalquivir en el I milenio a.C. Sin embargo, a pesar de esa enorme relevancia para la interpretación histórica, el debate que han suscitado se ha reducido prácticamente a intentar a resolver la etiqueta étnica que se debería aplicar a estos espacios, a sus usuarios y a las prácticas que en ellos se realizaban, un etiquetado, que por otra parte, no ha estado exento de polémica (Arruda y Celestino, 2009; Jiménez Ávila, 2009; Delgado, 2011). Las interpretaciones hoy hegemónicas defienden que se trataría de los templos, de los espacios de culto de comunidades fenicias que habitarían en el Valle del Guadalquivir, en los que se realizarían 284
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prácticas cultuales de origen cananeo o próximo-oriental (entre otros, Belén y Escacena, 1997; Belén et al., 1997; Belén, 2000; Escacena e Izquierdo, 2001; Escacena et al., 2007; Fernández Flores y Rodríguez Azogue, 2005; 2007; 2010). Algunos de estos investigadores han considerado que estos centros de culto fenicios habrían sido también frecuentados por gentes de origen local, que habrían acudido a ellos principalmente para el establecimiento de relaciones comerciales y para la realización de transacciones de intercambio (Belén, 2000). Los principales argumentos que sostienen estas tesis son ciertas “novedades” que aparecen en la cultura material de estos centros rituales en la primera mitad del I milenio a.C. Es importante enfatizar que algunos de estos espacios eran frecuentados por poblaciones locales a finales del II milenio a.C. y que en esos momentos se documentan en esas mismas áreas la realización de prácticas rituales, entre otras actividades (Delgado, 2011). Esta continuidad temporal se ha podido determinar en lugares tan emblemáticos como El Carambolo, donde se han localizado deposiciones en fosas de materiales asignados tradicionalmente al denominado “Bronce Tardío”, un material que cuenta en este caso con dataciones radiocarbónicas solventes (Fernández Flores y Rodríguez Azogue, 2010: 214-216). A pesar de esta continuidad en la ocupación o en el uso de algunas de estas áreas por parte de grupos locales, estos autores consideran que la transformación material que tiene lugar a principios del I milenio a.C. sólo puede ser leída en términos de un cambio de tipo “étnico”. Entre las transformaciones materiales que invocan para realizar esta atribución, estos investigadores destacan principalmente el uso de una arquitectura localmente “nueva” que utilizaría ciertas técnicas de construcción, configuraciones espaciales y estéticas que pueden vincularse, al menos en algunos aspectos, con construcciones sacras, así como con arquitecturas domésticas vernaculares del Mediterráneo oriental (Fig. 3). El segundo de los pilares materiales de su argumentación es la localización en algunos de estos centros ceremoniales de ciertos objetos que tienen una significación mágica o ritual en el ámbito levantino. Entre estos objetos destacan principalmente piedras singulares que han sido interpretadas como betilos, escarabeos o posibles deposiciones votivas tales como el modelo de un barco considerado fenicio y que se encontró depositado en una fosa de El Carambolo (Escacena et al., 2007) o la pequeña estatuilla de bronce dedicada a Astarté, que quizá provenga del mismo centro ceremonial.
Fig. 3. Restitución del segundo recinto ritual erigido en El Carambolo (Carambolo IV). (Fernández y Rodríguez 2007, fig. 20).
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Estas arquitecturas y estos objetos de significación mágico-ritual son materialidades absolutamente significativas que sugieren la fluidez de contactos culturales en momentos tempranos con gentes originarias del mundo chipro-levantino, así como también la participación de las comunidades que habitaban en el área del Guadalquivir en un entramado de conexiones económicas, culturales y sociales que conecta estos ámbitos atlánticos con otras áreas del mundo mediterráneo. Pero ninguna de estas materialidades por sí misma puede considerarse un argumento suficiente para determinar el etiquetado unívoco de estos centros ceremoniales como templos fenicios. La clave para interpretar estas prácticas cultuales, las personas que las protagonizaron y el significado dado a los objetos con las que se llevaron a cabo no se encuentra en estos elementos singulares, a pesar de su elevada significación. Son los contextos arqueológicos en los que están depositados –que en buena parte todavía hoy permanecen inéditos- y las realidades económicas y políticas de los escenarios históricos concretos en los que actuaron los que los dotan de significado. Desde una perspectiva global mediterránea las transformaciones materiales que se detectan en espacios sacros o rituales en el ámbito andaluz en estos momentos no son en absoluto singulares. Desde la segunda mitad de II milenio y, especialmente, durante el I milenio a.C. los espacios ceremoniales adquieren una significación social y política creciente en una multitud de áreas de toda la cuenca mediterránea, así como también, en buena parte del área atlántica. En muchas áreas mediterráneas, tanto orientales como occidentales, ciertos espacios rituales se convierten en lugares centrales en la construcción del poder y de las identidades, tanto locales como globales, lo que hace de ellos un locus de transformación material y de producción cultural. Materialidades hibridadas, releídas en los contextos locales, son una pauta común en muchos de estos espacios ceremoniales mediterráneos (entre otros, Morris y Tusa, 2004; Tronchetti y van Dommelen, 2005; Counts, 2008; Hodos, 2011; Ferrer, 2011; 2012). Así, por ejemplo, en Sicilia objetos mágico-religiosos de tradición helénica o púnica –entre ellos, estelas-betilo (Ferrer, 2012), también presentes en algunos centros peninsulares como El Carambolo- o arquitecturas o elementos arquitectónicos de inspiración helénica o fenicio-púnica son habituales en numerosos recintos ceremoniales indígenas sicilianos. En esta isla, en Segesta, un importante centro ceremonial indígena, se asiste incluso a la construcción por parte de artesanos griegos de un templo de apariencia doria, en el que se realizan algunas prácticas rituales de origen griego. La apropiación por parte de grupos indígenas de materialidades y prácticas rituales helenas no son la consecuencia de cambios de tipo étnico en esta población, ni responden tampoco a procesos aculturadores; son el resultado de las transformaciones en las relaciones de poder, y de la consiguiente aparición de nuevas identidades, que tienen lugar en el contexto local siciliano, coincidiendo con la erección de ese gran edificio (Morris y Tusa 1994). La creatividad material y cultural que caracteriza a los espacios rituales mediterráneos es especialmente notable en algunos de los centros que actúan al mismo tiempo de lugares físicos de encuentro entre gentes de orígenes y procedencias diversas. Este tipo de escenarios, bien conocidos en Oriente, se documentan también en el Mediterráneo occidental y en el área atlántica al menos desde el segundo milenio y a lo largo del primer milenio a.C. (entre otros, Castellana, 1998; González Ruibal et al., 2011; Delgado, 2011). Estos espacios, que exhiben una enorme heterogeneidad tanto en el espacio, como en el tiempo, se sitúan preferentemente en áreas geográficas liminales y sus evidencias materiales sugieren que no tuvieron un carácter unívoco. Junto a evidencias de prácticas cúlticas y/o rituales de diversos tipos, presentan configuraciones espaciales y elementos materiales que sugieren que pudieron constituir espacios de congregación y de reunión de gentes local o regionalmente dispersas. En algunos de ellos se han localizado instalaciones y desechos de producción que indican que estos escenarios rituales pudieron acoger procesos de producción y transformación de materias primas, que en algunos casos estaban claramente dirigidas al intercambio. Asimismo, también son abundantes las evidencias arqueológicas que aluden a la celebración de prácticas de comensalidad. Éste también podría haber sido el caso de algunos centros o espacios rituales andaluces, como El Carambolo. Los datos publicados hasta el momento de este yacimiento, aunque escasos y parciales, parecen apuntar a que este lugar acogió prácticas sociales muy similares a las de otros espacios rituales atlánticos y mediterráneos mencionados más arriba: entre otras, reunión y congregación de gentes, prácticas cultuales de carácter pluricultural, intercambio, transformación de materias primas y celebraciones colectivas que incluían fiestas de comensalidad. La evidencia arqueológica localizada en las distintas fases de este centro se adapta a los criterios comúnmente utilizados para identificar arqueológicamente contextos vinculados a la celebración de este tipo de fiestas (ver, entre otros, Dietler y Hayden, 2001; Hayden, 2001; Hayden y Vileneuve, 2011; Aranda et al., 2011). Los datos publicados procedentes tanto de las excavaciones efectuadas por Carriazo, como las de Fernández Flores y Rodríguez Azogue señalan la evidencia de hogares y fogatas en determinadas áreas del recinto, abundantes restos de fauna y malacofauna, numerosas cerámicas de cocina, grandes contenedores y vajillas de servicio, mayoritariamente lo286
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cales, que fueron depositadas en fosas o formando parte de los rellenos de los suelos de algunos espacios, ocultos visualmente a través de continuas repavimentaciones (Carriazo, 1973; Fernández Flores y Rodríguez Azogue, 2010; Bernáldez et al., 2010). Estas celebraciones, independientemente del nombre de las divinidades, de los ancestros, de los espíritus o de las personas o las colectividades a las que pudieran haberse dedicado, implicaban un consumo copioso y comunal de alimentos y bebidas, así como también un importante acopio de contenedores y vajillas que fueron utilizadas en estas fiestas para presentarlos, servirlos y prepararlos. Según la evidencia hasta hoy publicada, la inmensa mayoría de las ollas, vasijas y contenedores utilizados en estas celebraciones en momentos que se pueden datar entre los siglos IX y VIII a.C. eran de producción y de morfología local. Muchas de ellas estaban además profusamente decoradas, presentaban brillantes superficies acharoladas y/o elaborados diseños pintados o bruñidos, lo que denota un enorme cuidado en la preparación de la cultura material utilizada en estas fiestas y una importante inversión de trabajo y/o riqueza por parte de los grupos domésticos que colaboraron o que patrocinaron la celebración de estos festivales. Prácticamente no conocemos nada de estas celebraciones colectivas, pero teniendo en cuenta el contexto local y regional en el que se sitúan, deban probablemente asociarse a los nuevos procesos de construcción de la distinción social y/o de la solidaridad que forzosamente debieron producirse en un mundo, como el de los siglos IX-VIII, que estaba experimentando un efervescente proceso de transformación a nivel territorial, demográfico, social, económico y político (Delgado, 2013). La producción agropecuaria y el trabajo movilizado y canalizado hacia estas celebraciones no puede explicarse simplemente a partir de los requerimientos de ciertas prácticas cultuales de algunas gentes foráneas que pudieron haberse instalado en el área del Guadalquivir, sino que debe ponerse con relación con los procesos de transformación social y económica que estaban teniendo lugar en la Andalucía atlántica en estos mismos momentos. La intensificación de la producción que se detecta en la agricultura, visible, entre otros elementos, en la proliferación de pequeños centros rurales que ocupan tierras agrícolas fértiles, no debe ser ajena a la canalización de buena parte de esos excedentes a competiciones y conmemoraciones sociales en las que participan de forma activa los alimentos. En definitiva, la interpretación de arquitecturas, así como de ciertos objetos y prácticas generadas a través de conexiones mediterráneas en estos ámbitos, exige atender a los contextos locales en los que actuaron, unos contextos que no deben ser solo entendidos como marcos de significados, sino como las situaciones sociales y económicas específicas en las que vivían los actores sociales que los usaron y produjeron. Espacios rituales como los de El Carambolo requieren una interpretación contextual que dé voz a las múltiples identidades de los actores sociales que intervinieron, de modos diversos, en este espacio y construyeron en él conexiones, identificaciones sociales y relaciones sociales y de poder. Quizá ha llegado la hora de reivindicar una arqueología social de estas comunidades, una arqueología que deje atrás las preguntas de Schulten y sus intentos de “resolver el enigma de la etnología tartésica”.
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Sesiรณn de pรณsteres
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Introducción Francisco Contreras Cortés Universidad de Granada
Por segunda vez se ha repetido la sesión de pósteres dentro de los Congresos de Prehistoria de Andalucía que viene organizando la Consejería de Cultura. Nuevamente la respuesta ha sido positiva, a pesar del poco tiempo transcurrido entre la convocatoria y la realización del Congreso, un total de 32 trabajos se han presentado cubriendo prácticamente todo el arco regional. Instituciones públicas (Universidades, Ayuntamientos y CSIC) y empresas han hecho su aportación al conocimiento de la Prehistoria andaluza y han puesto en común con todos los investigadores los avances realizados en los últimos dos años. El formato del Congreso, con mesas redondas y especialistas invitados, hace que el último día, el de la presentación de los pósteres, se convierta en un día dinámico, donde todos los investigadores que han presentado su comunicación bajo el formato de póster, que ha estado expuesto durante la duración del Congreso, tienen la obligación de defenderlo públicamente en una sesión específica. Este último día se convierte así en el colofón del Congreso y asistimos al conocimiento de numerosas microhistorias referentes a los trabajos realizados sobre un yacimiento o sobre un territorio concreto, o sobre algún aspecto de la cultura material o a la conservación y puesta en valor del patrimonio, etc. Cada uno aporta la experiencia y la investigación de numerosos grupos o personas que están trabajando en Andalucía y sin duda alguna forman la gran red de la arqueología andaluza que sustenta el conocimiento de nuestra Prehistoria. Como en la primera edición, ha habido un hueco para experiencias de investigación en áreas cercanas a Andalucía y que están muy relacionadas con el desarrollo de la Prehistoria andaluza. Este es el caso del norte de África o de Portugal. En el primer caso se ha analizado la figura del investigador Georges Souville y su aportación a la relación entre Andalucía y el Magreb y en el segundo caso se han aportado los últimos datos de las excavaciones llevadas a cabo en el yacimiento de Perdigôes. Las sociedades cazadoras-recolectoras de nuestro territorio han sido objeto de la presentación de tres pósteres, dos estudiando el territorio del litoral y zona interior de Málaga y de las tierras de Antequera y uno centrado en el yacimiento solutrense de La Fontanilla (Cádiz). Sin duda, la formación de las sociedades complejas y los desarrollos relacionados con las primeras jerarquizaciones en la Prehistoria andaluza han reunido un mayor número de aportaciones centradas fundamentalmente en el estudio de yacimientos del IV y III milenio AC. Este ha sido el caso de Valencina de la Concepción (Sevilla), La Loma de la Alberica (Málaga), el hipogeo del Cerro del Comandante (Málaga), el dolmen de El Carnerín (Cádiz), el dolmen de Casas de D. Pedro (Córdoba), el Cerro de los Vientos (Jaén)... Estos estudios han llevado implícita una aproximación territorial. Las sociedades estratificadas de la Edad del Bronce y mundo perromano han estado cubiertas por los pósteres relativos al estudio del territorio de La Axarquía, el cerro de los Castillejos y varias aportaciones sobre el yacimiento argárico de Peñalosa (Jaén). Aparte de estos trabajos merece la pena citar, de acuerdo con la temática del Congreso centrada en los contactos y en la movilidad, los trabajos presentados relacionados con el análisis de la movilidad de las materias primas en el contexto andaluz. Desde esta perspectiva se han incluido aportaciones sobre las piedras duras, concretamente las fibrolitas, así como la problemática de los brazaletes de piedra neolíticos, estudios de sílex y objetos óseos, como los peines. Merece la pena resaltar los trabajos relacionados con la metalurgia. Dos referidos a la metalurgia del cobre (la tecnología de las vasijas cerámicas aplicadas a la producción de cobre a través de los restos del yacimiento de Peñalosa y la problemática de la introducción de la aleación de bronce en las sociedades argáricas). El tercer trabajo se ha centrado en la plata argárica, un metal importantísimo en las sociedades estratificadas de la Edad del Bronce, siempre asociado en los enterramientos a las élites y del que hasta el momento se han realizado pocos estudios. Algunos aspectos concretos relacionados con la investigación del registro arqueológico también ha tenido cabida en esta sesión con trabajos referidos al estudio de la fauna de Valencina de la Concepción y al estudio de las posibilidades microsedimentológicas que ofrece el yacimiento de Peñalosa. 295
Movilidad, contacto y cambio. II Congreso de Prehistoria de Andalucía
La arqueología experimental y la etnoarqueología también han tenido su hueco, bien presentando los trabajos realizados por una empresa especializada en este tipo de actividades, bien por trabajos concretos de campo como el estudio de la cerámica de una comunidad marroquí o bien reproduciendo la tecnología de la metalurgia del cobre mediante la experimentación. En un último espacio podemos integrar los pósteres realizados sobre otras cuestiones relativas al patrimonio como la restauración de objetos arqueológicos, la aplicación de nuevas tecnologías informáticas a la reconstrucción de vasijas o la realización de una guía sobre megalitismo como elemento de divulgación del patrimonio. Este foro, por tanto, ha servido para conocer y valorar las distintas actuaciones arqueológicas que se vienen realizando en el territorio andaluz, proporcionándonos una ingente cantidad de datos, necesarios para acercarnos a la comprensión de la Prehistoria andaluza. La alta participación viene a indicarnos que este tipo de reuniones son necesarias, sobre todo después de la desaparición de las Jornadas de Arqueología Andaluza que ilustraron en su momento la actividad arqueológica de la región. Pero además, y eso ha quedado patente con las Actas del Primer Congreso de Prehistoria de Andalucía, es obligada la publicación de estos trabajos, no en formato póster, sino desarrollados como una comunicación. Pensamos, por tanto, que esta segunda convocatoria de pósteres, sin duda, ha consolidado el modelo y será necesario en el futuro mantener este espacio de encuentro de profesionales que se quedan al margen de los temas específicos que en cada edición escoge el Comité Científico del Congreso.
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Relaciones entre la Prehistoria del Magreb y la de Andalucía: en torno a la aportación de Georges Souville Enrique Gozalbes Cravioto* Helena Gozalbes García** * Profesor titular, Universidad de Castilla-La Mancha ** Universidad de Granada
Resumen: Los modelos de interpretación de la Prehistoria andaluza en relación con la del Magreb tienen ya una extensa tradición. Las tesis africanistas, impuestas en nuestro país, entraron en serio declive en la segunda mitad del siglo XX. Las investigaciones del Prehistoriador francés G. Souville constituyeron un hito importante en el desarrollo de los conocimientos, planteando los datos de las relaciones de la Prehistoria andaluza desde la perspectiva norteafricana. A partir de sus principales conclusiones, en esta aportación planteamos un análisis del estado actual de la problemática acerca de estas relaciones. Palabras clave: Marruecos, Andalucía, Neolítico, Eneolítico, Edad del Bronce, intercambios, historiografía. En los últimos años nuevos planteamientos apuntan de nuevo a la posibilidad de la existencia de una conexión norteafricana para determinadas culturas prehistóricas del sur de la Península Ibérica. La investigación en determinadas cuestiones oscila a lo largo del tiempo entre posiciones más o menos pendulares, en las que en ocasiones todas las culturas prehistóricas se consideraron venidas de África, y en otras se ha negado la totalidad o la mayor parte de esos contactos. Es cierto que un elemento fundamental del análisis proviene de las condiciones del estrecho de Gibraltar en el pasado, y otro también de la discusión acerca de las (escasas) capacidades náuticas del hombre prehistórico. Si estas últimas parecen reducidas con anterioridad al Neolítico, las condiciones del estrecho de Gibraltar muestran a lo largo del Cuaternario unas oscilaciones de anchura relativamente modestas, que prueban las dificultades de tránsito para los hombres primitivos que hacen superar planteamientos excesivamente simplistas (Onrubia, 1988). Pese a todo, tres etapas centran nuevamente el debate sobre la posibilidad de los contactos en la Prehistoria: la primera de ellas está referida al origen de los primeros homínidos europeos, así como a los pretendidos influjos del Achelense marroquí en el peninsular (especialmente centrados en la cuestión de la difusión del hachereau), traído a colación ya en 1975 en sendos trabajos de H. Alimen, por un lado, y de Harrison y Freeman por el otro; en segundo lugar, la problemática, ya con un largo recorrido, acerca de los hipotéticos influjos del Ateriense magrebí en los orígenes del Solutrense europeo (cuestión de las puntas pedunculadas); en tercer lugar, la posible vía norteafricana para los orígenes del Neolítico más antiguo en tierras andaluzas, que se está apuntando en fechas muy recientes, no tanto en relación con la presencia de las primeras cerámicas decoradas como con la domesticación de especies. Las especulaciones sobre el posible origen africano de las culturas prehistóricas hispanas son anteriores al desarrollo de la arqueología científica (pretendido parentesco ibero-beréber, que dejaría como supuesta herencia el vasco). En cualquier caso, con los orígenes de los estudios arqueológicos en España, a comienzos del siglo XX, L. Siret estudió los materiales almerienses desde los paradigmas de influjos “orientales” y “africanos”. Por ello apuntó a la conexión magrebí de culturas hispanas (ejemplo arquetípico fue el Capsiense) (Gozalbes y Gozalbes, 2012). En los años veinte y treinta del siglo XX, H. Obermaier ya planteó el posible origen africano de los hombres europeos más antiguos (que lo motivó a prospectar en el norte de Marruecos), y P. Bosch Gimpera defendió la hipótesis de un origen norteafricano del Neolítico peninsular (cultura de las cuevas con cerámica decorada). Dichos planteamientos enlazaron con la época de la Guerra Civil y de la Segunda Guerra Mundial, cuando las lecturas de Martínez Santa-Olalla apuntaron a unas relaciones en sentido contrario: posibilidad de un influjo del Solutrense andaluz en el Ateriense de Tánger, y para más adelante términos como “Neolítico hispano-mauritánico” o cultura “ibero-sahariana”, en las que el componente hispano ocupaba el primer lugar. Martínez Santa Olalla mostró un gran interés en el continente africano, pero siempre vio en el norte de África un territorio retardatario que en parte dependería de los influjos “hispánicos”. Curiosamente, al tiempo que se desmontaba su “Esquema paletnoló297
Movilidad, contacto y cambio. II Congreso de Prehistoria de Andalucía
gico”, y su propia influencia en la arqueología española, las investigaciones en Marruecos y Argelia parecían mostrar que la dirección de los contactos, cuando se podían documentar, coincidía en realidad con su peculiar interpretación. Las investigaciones de arqueología prehistórica en el Magreb habían tenido ya un cierto desarrollo a partir de las actividades de P. Pallary primero, y después de R. Vaufrey y de E. G. Gobert. A través de ellos, y de la aportación de G. Caton-Thompson, la secuenciación de las industrias prehistóricas quedó establecida, desde el Paleolítico Inferior, el Ateriense, la dualidad Capsiense e Iberomauritano occidental, etc. Después de la Segunda Guerra Mundial se consolidó la investigación prehistórica, con el reconocimiento institucional de la Prehistoria (sub-inspección de antigüedades desarrollada por un Prehistoriador en Marruecos, plazas de Prehistoria en la Universidad de Argel). El apogeo del reconocimiento de la Prehistoria en la época colonial se realizará a partir de 1947, con la celebración del I Congreso Panafricano de Prehistoria (Nairobi, 1947) donde se presentaron los espectaculares hallazgos de R. Leakey en Olduway, y sobre todo en el año 1952 con la celebración en Argel del II Congreso Panafricano, que mostró el esplendor de la arqueología prehistórica francesa en el Magreb. Los investigadores franceses, al contrario que los españoles, eran muy escépticos en lo que se refería a los contactos de las industrias prehistóricas del sur de España y del norte de África. En este sentido, un elemento tan importante como las excavaciones norteamericanas en la gruta tangerina de El-Aliya (1938-1940 y 1946-1947), y que mostraban piezas singulares del Ateriense, se analizaban como fórmulas locales evolucionadas de esa industria, que conducirían a la presencia de piezas foliáceas de retoque bifacial, y puntas pedunculadas con aletas. En este sentido, sin duda resulta memorable el debate que en 1953 se estableció en Tetuán, en el Congreso Arqueológico de Marruecos, entre los profesores L. Pericot y L. Balout, en la que el primero defendió la dependencia del Solutrense respecto al Ateriense, mientras el segundo negó la validez de los los indicios de contacto, y puso en duda las capacidades náuticas de los habitantes de ambas orillas en las épocas del Paleolítico. Dicho debate se saldó con la neta imposición de las tesis del profesor L. Balout. En ese sentido, las principales síntesis sobre la Prehistoria magrebí, las del propio Balout (1955) y la de R. Vaufrey (1956), descartaron la conexión Ateriense-Solutrense, en la medida en la que también las diferencias entre ambas industrias eran muy evidentes (una derivada del Musteriense, la otra del Paleolítico Superior). No obstante, las investigaciones de M. Tarradell en el norte de Marruecos, con las excavaciones en Gar Cahal (Ceuta) y Caf Tahat el Ghar (Tetuán), con la secuencia entre el Neolítico y la Edad del Bronce, mostraron la existencia de materiales comunes en Andalucía y norte de Marruecos, desde el Neolítico de cerámica impresa (cerámica cardial), al Eneolítico con la presencia del vaso campaniforme, y de objetos de bronce de posible procedencia hispana (Tarradell, 1958; 1959). A partir de este punto se indicaba la común llegada a ambas orillas del “Neolítico circunmediterráneo”, o la influencia directa del círculo andaluz posterior en el norte de Marruecos con la cerámica campaniforme (del grupo del Guadalquivir). En este sentido apuntaba Bosch Gimpera, 1966: 362): “les relations entre l´Espagne et la côte africaine ont été très intenses par la suite. (Elles ont introduit le décor cardial développé dans les regions littorales de la Méditerranée Occidentale et au-delà du détroit de Gibraltar, se trouvant au Maroc dans les grottes de la région de Tanger (Achakar, Mugharet el Aliya), de Rabat (Dar es-Soltan) et de Tétouan (Caf Tahat el Gar et Gar Cahal)». El mismo autor defendía el origen en el “neolítico sahariano” de la civilización de Almería (Bosch Gimpera, 19661: 370), en lo que mantenía una relación aunque en sentido inverso a la establecida antes por Martínez Santa-Olalla. En este panorama de la problemática de las relaciones entre ambos continentes, entre ambas costas, es en el que insertamos la aportación de Georges Souville. Y no sólo por la propia época de desarrollo de los estudios; Georges Souville (1927-2012) fue probablemente el más caracterizado de los alumnos de L. Balout, formado en la Faculté des Lettres de Argel, y de hecho fue quien se encargó de dirigir y editar el conjunto de aportaciones publicadas en Homenaje a Balout, y de glosar sus aportaciones ya en los años ochenta. En 1955, Souville se estableció en Rabat, donde fue inspector-adjunto de antigüedades, encargado de la dirección de la Prehistoria entre 1955 y 1964, y profesor de Prehistoria en la Universidad de Rabat (1961-1965). Después marchó a Francia, al Institut d´Archéologie Méditerranéenne del CNRS, en Aix-en-Provence, donde publicaría la parte principal de sus aportaciones, y durante cerca de tres décadas fue secretario de redacción de la revista Antiquités Africaines. No vamos ahora a extendernos en una valoración o semblanza de la aportación de Souville a la Prehistoria de Marruecos. Remitimos para ello a otro trabajo de uno de nosotros (Gozalbes, 2012), si bien debemos destacar que sus trabajos de campo se centraron en el estudio de los principales monumentos funerarios prerromanos de Marruecos, a la clasificación de la industria en piedra pulimentada, a determinados grabados rupestres del Atlas, así como al análisis de materiales de Prehistoria en determinados museos de Marruecos. Será sobre todo a partir 298
Relaciones entre la Prehistoria del Magreb y la de Andalucía: en torno a la aportación de Georges Souville de 1962 cuando su principal línea de investigación se dirigirá a la defensa de la existencia de una Edad del Bronce en Marruecos, una cuestión que comenzará a defender en su aportación presentada en 1962 en Roma en el VI Congresso Internazionale delle Scienze Preistoriche e Protohistoriche. En cualquier caso, la obra principal de G. Souville será su Tesis Doctoral, presentada en 1970 en la Universidad de Aix-en-Provence, y publicada más tarde: el Atlas prehistórico del Marruecos atlántico, donde manejará con precisión y amplitud bibliográfica las fichas de este repertorio de estaciones (Souville, 1973). El análisis de los elementos de contacto entre la Prehistoria peninsular y la marroquí constituiría una constante a partir de ese momento. En algún momento lo hizo en una visión más general, como en el Homenaje a Almagro Basch. Aquí asumirá, sin mayores valoraciones, las observaciones de Henriette Alimen que explicaban la posible presencia de elementos comunes en el Achelense (hachereaux) a partir de la hipotética existencia de unos istmos, que permitieran la comunicación a pie en momentos de regresión marina, una cuestión que ciertamente no es compartida por la mayor parte de los investigadores (puesto que no parece que el canal del Estrecho dejara nunca de existir). Por el contrario, más escéptico se mostraba en relación a la apuntada conexión entre el Ateriense y el Solutrense, mostrando más afinidad hacia la tesis de su maestro L. Balout, que hacia las de su gran amigo L. Pericot. Es cierto que, como señalamos, en los últimos tiempos se ha vuelto a plantear la posibilidad de una derivación del Solutrense respecto al Ateriense, a partir sobre todo de la mayor antigüedad de los orígenes de este último (Ramos, 1998; Bouzouggar, Kozlowsky y Otte, 2002). No obstante, otras argumentaciones (Alcaraz Castaño, 2007) han descartado la existencia de los hipotéticos contactos, así como de la propia posibilidad del tránsito del estrecho de Gibraltar en cualquiera de las direcciones. En este sentido, puede recordarse la reflexión realizada por Tarradell (1965: 24): “llegué en 1948 a Marruecos para investigar convencido que había que hallar más datos que vinieran a confirmar la intensidad de las relaciones prehistóricas entre España y África, y jamás se me hubiera ocurrido, en aquellas fechas ni en los años inmediatamente posteriores, que diez o doce años después estaría convencido de todo lo contrario”. Souville (1998: 166) recordaba que el Ateriense difícilmente podía considerarse en relación con los orígenes del Solutrense hispano, pese a la antigüedad demostrada para el inicio de la industria norteafricana. En lo que respecta al Neolítico la cuestión comienza a tener cambios importantes. En efecto, los datos aportados por M. Tarradell ofrecían una mayor seguridad en la secuencia que se establece para estas transformaciones, aunque ya había datos más antiguos en las cuevas de Achacar, tanto de las excavaciones de Buchet en la primera década del siglo XX, del P. Henry Koehler hacia 1930, como de la misión norteamericana en el entorno de la Segunda Guerra Mundial. Pero sobre todo destacaban varios vasos completos, de cerámica cardial y con otros motivos impresos, que se habían descubierto en las excavaciones del P. Koehler, y que son prácticamente desconocidos por la historiografía española. En efecto, G. Souville podía analizar el conjunto de las cerámicas más antiguas, las decoradas entre las que destacaban las cardiales, para establecer la característica del Neolítico más antiguo en el norte de Marruecos, y que relacionaba con bastante claridad con otros muchos paralelos del sur y del este de España (Souville, 1972) (fig. 1). Fig. 1. Pequeño vaso de cerámica cardial hallado en 1930 en la cueva de Achacar (Tánger) por el P. H. Koehler.
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Movilidad, contacto y cambio. II Congreso de Prehistoria de Andalucía
El estudio de Souville permitía conectar de forma directa el Neolítico más antiguo del Marruecos septentrional con el de la Península Ibérica, defendiendo en concreto los influjos en dirección norte-sur. Baste indicar que el aumento de los estudios en los años setenta, síntesis sobre Andalucía Oriental (M. S. Navarrete), o trabajos sobre la zona valenciana (B. Martí), o incluso la publicación de las cerámicas de Gibraltar (J. San Valero), mostraba las afinidades innegables de la decoración cerámica de las cuevas marroquíes, cuestión que fue destacada en la historiografía española que señaló las líneas de influencia desde Andalucía (Gozalbes, 1983; Muñoz Amilibia, 1988). Los elementos decorativos guardaban semejanzas, pero el propio hecho de que la cardial esté hasta ahora restringida al litoral norte del país, refleja su llegada por mar, y sin duda por contacto con las costas andaluzas. La localización más reciente de un asentamiento neolítico, con cerámica cardial, en El Zafrín en las islas Chafarinas, plantea también otra segunda posible llegada directa por mar desde el Mediterráneo sin el intermedio hispano (Rojo Guerra, 2010). Y tanto la sistematización de la secuencia del Neolítico y de la Prehistoria reciente de la península noroeste de Marruecos, desarrollada por A. Gilman Guillén (1976), como los más recientes trabajos de revisión del material de las cuevas de Caf Taht el Ghar (Ramos, Zouak, Bernal y Raissouni, 2008) y de Gar Cahal (Vijande, Ramos, Zouak, Cantillo, El Idrissi, Domínguez y Maate, 2011), no apuntan en otro sentido diferente de la conceptuación del horizonte cardial como la presencia cerámica más antigua en el litoral marroquí septentrional, si bien cabe la posibilidad (a partir de algunas fechas por confirmar) de la existencia de una domesticación parcial de animales previa a otros cambios característicos del Neolítico (fig. 2). Los trabajos de G. Souville también definieron de forma bastante completa la existencia de un horizonte Eneolítico en Marruecos, que ya venía siendo apuntada en los trabajos de A. Jodin (1957a; 1957b). El mismo en las cuevas del Marruecos septentrional, en la secuencia establecida por M. Tarradell, estaba bien documentado, a partir sobre todo de la presencia de la cerámica campaniforme. Y el propio investigador había cambiado la base tradicional de interpretación: “la creación del círculo almeriense se hacía derivar de una cultura sahariana, basándose sobre todo en determinados elementos como las puntas de flecha de talla bifacial y las sepulturas. Pero si analizamos el mundo sahariano, ahora que lo conocemos mejor, se nos presenta una gran dificultad. La constatación de que se trata de una civilización cuyos tipos técnicos no consiguen penetrar hacia el norte, en el Mogreb, más que de un modo esporádico. Es difícil concebir una acción sobre nuestra Península si resulta que el camino entre el Sahara y el Mediterráneo no se manifiesta” (Tarradell, 1965: 29).
Fig. 2. Vaso completo con decoración no cardial, de la cueva de Achacar (publicado por G. Souville).
El propio Tarradell ya sugería que la extensión de la cerámica campaniforme en el norte de Marruecos se explicaría por unas “relaciones comerciales en las que el papel dirigente caía del lado del norte del Estrecho”. G. Souville partió de esta sugerencia de Tarradell, incluyendo en un lapso de tiempo más amplio los elementos de intercambio, cerámicas y objetos de metal de Andalucía, a cambio de marfil de los numerosos elefantes que existían en Marruecos (y que sólo extinguirían los romanos en el siglo II). No obstante, el investigador demostró que este horizonte fue bastante más importante, y en este sentido aportará el análisis del material de la necrópolis de El Kiffen en Casablanca, con una buena colección de vasos (con sus paralelos en el Neolítico y Eneolítico andaluz, cultura de Los Millares) y utillaje en silex, con una cronología del Neolítico avanzado (Souville, 1973: 252-255). Se obtuvieron dos fechas de C-14, con procedimientos antiguos y sin calibrar, que para la misma muestra dieron el 300
Relaciones entre la Prehistoria del Magreb y la de Andalucía: en torno a la aportación de Georges Souville 2342 a. C. y el 1142 a. C. (Almagro Bach, 1970: 267) sin duda por contaminación de la segunda. Unos indicios que apuntan al posible paso de elementos humanos hispanos en el entorno de hace cuatro mil años (fig. 3).
Fig. 3. Formas cerámicas de la necrópolis de El Kiffen (Casablanca).
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Movilidad, contacto y cambio. II Congreso de Prehistoria de Andalucía
Y también dentro de este horizonte, la extensión de la cerámica campaniforme por un espacio mucho más amplio de Marruecos. Hasta estas investigaciones, el ámbito de presencia de la misma estaba reducido de forma bastante radical: algún fragmento de Argelia, en las cuevas del Oranesado, así como su presencia constante en las cuevas del Norte de Marruecos, regiones de Tetuán-Ceuta-Tánger. No obstante, el importante hallazgo realizado en Sidi Sliman, en una tumba, mostraba la presencia de importantes piezas de cerámica campaniforme en el Marruecos central (Souville, 1979) (fig. 4).
Fig. 4. Cazuela campaniforme de Sidi Sliman.
Otros hallazgos posteriores ampliaban el panorama de la extensión geográfica de la cerámica campaniforme. Los hallazgos no dejaban lugar a las dudas en relación con una comunicación relativamente intensa en el Estrecho, con importantes irradiaciones de la cultura de las sociedades de Andalucía en el cercano país magrebí. Conclusiones que defenderá activamente con su participación en los Congresos Internacionales del Estrecho de Gibraltar, celebrados en Ceuta en 1987 y 1990. Y también en algún caso el análisis realizado permitía señalar la posibilidad de que los intercambios no se circunscribieran a la exportación africana de marfil y cáscaras de huevos de avestruz sino también respecto a otras materias primas y productos de primera necesidad (Poyato y Hernando, 1988). A partir de los datos recogidos, Souville planteaba la existencia de una continuidad en los contactos, que llevaría a la existencia de elementos de comercio de elementos foráneos en cada lado: objetos de metal y cerámicas de Andalucía, a cambio de marfil y otros elementos exóticos de Marruecos. Así pues, en sus propias palabras, “les hommes du Chalcolithique sont arrivés au Maroc : ils ont introduit sur les rivages leur industrie, leur céramique et probablement leurs techniques. De là ils ont pénétré dans le pays sans modifier profondément les populations autochtones»2. Pero un panorama distinto sería el representado por la Edad del Bronce, cuando las transformaciones duraron y fueron mucho más profundas, y además se extendieron ampliamente hacia el interior, como muestran las numerosas representaciones de armas de bronce en los grabados rupestres del Alto Atlas y del Marruecos meridional (Souville, 1998: 176). Este trabajo del autor marcaba una síntesis completa final de su estudio, a partir de una exhaustiva bibliografía (fig. 5). Unos contactos náuticos que durarían hasta la época de la llegada de los fenicios, como demostraría la espada del Bronce Final hallada en el dragado de la ría de Larache hacia 1939 (Ruiz-Gálvez, 1983). De esta forma, cuando los navegantes fenicios llegaron al Magreb más occidental pudieron encontrar poblaciones ya organizadas en tribus, e incluso es posible que con embriones de ciudades, que mantenían contactos a través de la navegación, en especial con las costas del sur peninsular. El fenómeno del poblado indígena, más o menos cercano a la costa, sobre el que se dejó sentir el influjo púnico, es otro elemento que ha comenzado a ser documentado en los últimos tiempos, y que como ejemplo parece estar en los orígenes más primitivos de algunas ciudades posteriores como Tamuda (Tetuán), y quizás incluso (con anterioridad) de Lixus. 302
Relaciones entre la Prehistoria del Magreb y la de Andalucía: en torno a la aportación de Georges Souville
Fig. 5. Armas de cobre y bronce: puntas de palmela (triángulos con punta hacia arriba), distintas armas (triángulos con puntas hacia abajo), representación en grabados rupestres (asteriscos). Según G. Souville.
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Movilidad, contacto y cambio. II Congreso de Prehistoria de Andalucía
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Notas 1
“Las relaciones entre España y la costa africana fueron a continuación muy intensas. Aquella introdujo la decoración cardial que se había desarrollado en las regiones litorales del Mediterráneo Occidental, y al otro lado del estrecho de Gibraltar, y que aparece en Marruecos en las cuevas de la región de Tánger (Achacar, Mugharet el Aliya), de Rabat (Dar es Soltan) y de Tetuán (Caf Tahat el gar y Gar Cahal)“
2
“los hombres del Calcolítico llegaron a Marruecos e introdujeron en sus costas su industria característica, su cerámica y -probablemente- sus técnicas. Desde las costas penetraron en el interior del país, sin modificar de manera profunda a las poblaciones autóctonas“
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El sitio con tecnología solutrense de La Fontanilla (Conil de la Frontera, Cádiz) y la movilidad de los grupos de cazadores-recolectores Vicente Castañeda Fernández* Francisco Torres Abril**, Luis Pérez Ramos ** y Yolanda Costela Muñoz*. *Área de Prehistoria. Departamento de Historia, Geografía y Filosofía. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Cádiz. Avda. Gómez Ulla, s/n. 11003. Cádiz. E-mail: vicente.castaneda@uca.es, yolanda.costela@uca.es **Miembro del Grupo de Investigación Patrimonio Histórico Arqueológico en el Ámbito del Estrecho de Gibraltar. De la Prehistoria al fin de la Antigüedad (HUM-831). Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Cádiz. Avda. Gómez Ulla, s/n. 11003. Cádiz.
Resumen: Este trabajo pretende profundizar en la movilidad de los grupos de cazadores-recolectores con tecnología Solutrense a través de las materias primas seleccionadas en los procesos de transformación y fabricación de las herramientas de trabajo, y la posible localización de sus áreas fuentes. Todo ello a partir de los estudios petrológicos desarrollados en el sitio de La Fontanilla (Conil de la Frontera, Cádiz). Este sitio ha sido objeto de una excavación arqueológica preventiva durante el año 2010, donde nuestro grupo de investigación funcionó como asesor científico tanto en los trabajos de campo como de laboratorio gracias a un contrato OTRI de investigación Universidad/ Empresa. Palabras claves: Paleolítico, petrología, Solutrense, cazadores-recolectores, movilidad, arqueometría. 1. Localización y antecedentes El sitio asociado a las últimas etapas del tecnocomplejo solutrense de La Fontanilla, ubicado a unos 500 m al NW del casco urbano de Conil de la Frontera (Cádiz) (Fig. 1), fue objeto de una intervención arqueológica preventiva1 con el asesoramiento científico de la Universidad de Cádiz durante los meses de junio y julio de 2009, ante la inminente construcción de un edificio de nueva planta. La parcela de 24.243 m² se dividió en cuatro sectores realizándose un total de 57 sondeos de 1’5x5 m.
Fig. 1. Localización geográfica y vista aérea del sitio Solutrense de La Fontanilla.
De todos los sondeos realizados, tan sólo el número 11 de la Zona 2 fue positivo, localizando un delgado nivel de cantos dispersos que no superan los 2 cm de diámetro con productos líticos en conexión estratigráfica adscrito a una sociedad de cazadores-recolectores con tecnología solutrense. Aquí, pudimos realizar una excavación en extensión hasta el agotamiento del material arqueológico, dividiendo la superficie en cuadrículas de 1 m2 para una 1 Los trabajos arqueológicos fueron desarrolladas por la empresa Arqueogades, S.L., siendo su directora Verónica Sánchez Loaiza, a quién agradecemos su colaboración y gentileza durante el proceso de excavación.
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Movilidad, contacto y cambio. II Congreso de Prehistoria de Andalucía
documentación más adecuada de las evidencias materiales. El hecho de encontrarnos en un nivel posdeposicional, determinó que no aplicáramos técnicas de microespacio (Fig. 2).
Fig. 2. Planta de la parcela excavada.
Las características físico-químicas del sedimento (arenas) han impedido la conservación de cualquier tipo de materia orgánica, siendo estériles las muestras de análisis polínico analizadas probablemente por procesos de abrasión. Otra cuestión fue la datación absoluta mediante termoluminiscencia en sílex termoalterados recuperados del nivel en conexión estratigráfica, que ha dado positivo y estando actualmente a la espera de los resultados. Finalmente, hemos identificado las materias primas empleadas por este tipo de sociedades para la fabricación de las distintas herramientas de trabajo, base de partida para comprender y explicar la movilidad de estos grupos en este sitio arqueológico ante la ausencia de otras evidencias materiales, y fundamento de este trabajo. 2. Geología y geomorfología del sitio arqueológico El sitio de La Fontanilla (Ramos Muñoz, Castañeda Fernández y Gracia Prieto, 1995) se localiza en los sedimentos cuaternarios que afloran encima del acantilado de la playa de La Fontanilla discordantes sobre los materiales marinos del final del Mioceno (Gutiérrez Más et al., 1991: 157). Los estudios estratigráficos nos han permitido definir la serie local para la parcela a estudio (Fig. 3), que de muro a techo consiste en: 308
El sitio con tecnología solutrense de La Fontanilla (Conil de la Frontera, Cádiz) y la movilidad de los grupos de cazadores-recolectores
Fig. 3. Columna estratigráfica local y corte geológico de la parcela excavada.
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a) Alternancia de margas arenosas azules y calcarenitas bioclásticas, estas últimas más abundantes a techo, de origen marino y edad Mioceno Superior (García de Domingo et al., 1990: 12-16). Durante el Plioceno Superior tiene lugar una etapa regresiva, con emersión de los materiales marinos Miocenos y erosión-karstificación de los mismos, siendo sobre esta superficie erosiva donde se deposita la serie cuaternaria de origen continental que se describe a continuación. b) Arenas arcillosas rojas (10R 4/6), muy rubefactadas, bastante cementadas y con abundantes cantos dispersos de cuarzo y cuarcita que, en ocasiones, llegan a constituir niveles conglomeráticos. Su potencia, aunque variable debido a su muro erosivo, no suele sobrepasar el metro y medio. Se relacionan con depósitos de glacis de cobertera cuaternarios, y se les asigna una edad de Pleistoceno Inferior y Medio (González Lastra et al., 1990: 16). En cuanto a su origen, se definen como depósitos regresivos en tonos rojos asociados a la línea de costas, mientras que otros autores proponen que su origen estaría ligado a un amplio depósito aluvial (Ramos Muñoz, Castañeda Fernández y Gracia Prieto, 1995: 271). La escasa proporción en los niveles conglomeráticos de cantos de sílex y radiolarita, materiales mayoritarios en la industria del Paleolítico Superior de esta zona, indicaría que la elección del lugar no estaba relacionada principalmente con el aprovisionamiento de materias primas pétreas, sino más bien con sus características geográficas e hidrológicas. c) Arenas marrón-rojizas y arenas amarillas. En los lugares de nuestra parcela que, por causas tectónicas, han sufrido hundimiento con respecto a las adyacentes, la serie cuaternaria discordante sobre los materiales marino-salobres del Mioceno es distinta, llegando a alcanzar potencias de 3,5 m en la parte NW de la parcela. Consisten en hasta 3 m de arenas marrón-rojizas (10 YR 6/6), de grano fino, algo cementadas, masivas y con escasos cantos cuarcíticos. Sobre ellas, y en aparente discordancia, tenemos entre 20 y 50 cm de arenas amarillas (10 YR 6/2) de grano fino, sin cementar y masivas. A techo de estas últimas se ha localizado, en el Sondeo 11 de la Zona 2, un delgado nivel de cantos dispersos, que no superan los 2 cm de diámetro, en el que se ha hallado la única industria del Paleolítico Superior en conexión estratigráfica. El origen de estas arenas es incierto, apareciendo claramente afectadas por procesos edáficos. d) Arenas marrones recientes, con clastos de muy diversas edades. Se trata de arenas sueltas o muy poco cementadas, de grano fino, masivas, de color 5 YR 5/4, que contienen gasterópodos terrestres y abundantes cantos dispersos. Su potencia oscila entre los 15 cm y los casi 2 m (Zona 2, Sondeo 13) que se registran en las áreas más deprimidas tectónicamente, localizadas en las proximidades del arroyo de La Fontanilla. A techo presentan un nivel más oscuro, debido a la abundante materia orgánica, mostrando, a veces, laminaciones cruzadas originadas por el transporte actual por parte de los vientos dominantes en la zona. Estas arenas son claramente posteriores a la etapa edáfica antes mencionada. Se trata del depósito que corona la serie cuaternaria y aparecen discordantes sobre cualquiera de los materiales descritos anteriormente. El conjunto sedimentario descrito, aunque depositado después de las principales fases de plegamiento de la Orogenia Alpina, “presentan deformaciones relativamente menores tales como pliegues laxos, basculamientos, fallas de pequeño salto, etc., lo que indica una tectónica postalpina que todavía continúa” (Gutiérrez Más et al., 1991: 136-139). El sitio arqueológico se ubica sobre el flanco noroeste del sinclinal de dirección NNE-SSW, que buza 25º al suroeste, y en cuyo núcleo se localiza la población de Conil de la Frontera (García de Domingo et al., 1990: 2627). Todo el conjunto aparece afectado por la neotectónica local, que consiste en fallas normales de dirección NESW, una de las cuales viene a coincidir, a grandes rasgos, con el arroyo La Fontanilla, que limita nuestra parcela de estudio por el Sureste. Esta tectónica se traduce en la parcela excavada en significativos cambios laterales de potencia de los sedimentos cuaternarios, de una parte de la parcela a otra (Fig. 3), y ha condicionado que los depósitos del Pleistoceno Superior (Arenas Marrón-Rojizas y Arenas Amarillas) aparezcan sólo en los lugares tectónicamente más deprimidos, que en nuestra parcela coinciden, a grandes rasgos, con la Zona 2. Debido a las continuadas actividades agropecuarias a que ha estado sometida la parcela, la mayoría de los restos materiales solutrenses aparecen, claramente redepositados, en las Arenas Marrones Recientes, junto con industria neolítica, cerámica de diversas edades y restos contemporáneos. Como ya se ha indicado, sólo se ha recuperado industria del Paleolítico Superior en conexión estratigráfica a techo de las Arenas Amarillas, en un delgado nivel de cantos de pequeño tamaño localizado en el Sondeo 11 de la Zona 2. Este nivel se excavó en extensión hasta el agotamiento de la industria y de él proceden la totalidad de restos líticos aquí presentados.
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Fig. 4. Distribución porcentual de las materias primas líticas del sitio con tecnología Solutrense de La Fontanilla.
Dado que los dos tipos más abundantes, masivo y muy hidratado, incluyen variedades distintas y aportan poca información, hemos centrado nuestro estudio en los sílex oolíticos que, a menudo, adquieren porosidad por desprendimiento y pérdida de oolitos (Lám. 1-A), y que suponen un 25,3 % del total. El análisis con microscopio petrográfico de las láminas delgadas elaboradas sobre material arqueológico de este tipo de sílex muestra pelets y bioclastos, además de oolitos de entre 0,1 y 0,5 mm, reemplazados por sílice con distintos grados y una matriz más silicificada (Lám. 1-B). El sílex oolítico es frecuente en el Jurásico Medio (Aaleniense-Bathoniense) de las series subbéticas del tránsito umbral/surco (Martín-Algarra, 2008: 67). Los afloramientos más cercanos al yacimiento estarían en el NW de la provincia de Cádiz, en series de características intermedias entre el Subbético Medio y el Penibético, como las sierras de Lijar, Malaver y Lagarín, y en las escamas del Corredor del Boyar de la sierra de Grazalema. El sílex provendría de niveles silicificados, que a veces pueden seguirse lateralmente decenas de metros, de series de calizas oolíticas redepositas (turbiditas oolíticas) que alternan con calizas micríticas con sílex y filamentos, margocalizas y margas. También aparece sílex oolítico formando bloques aislados dentro de conglomerados terciarios del Complejo del Campo de Gibraltar, alimentados a partir de terrenos jurásicos circundantes, tipo Formación Malaver (Lozano et al., 2010a: 4) o Guadalteba (Lozano et al., 2010b: 164), que afloran también en el NW de la provincia.
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Lám. 1. Imagen mediante microscopía petrográfica con luz polarizada de láminas delgadas realizadas en piezas arqueológicas del sitio solutrense de La Fontanilla. A: Sílex oolítico con porosidad por pérdida de oolitos (LDP), B: Sílex oolítico con pelets y bioclastos (LDP).
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Lám. 2. Localización del sitio arqueológico La Fontanilla y de las probables áreas de abastecimiento de sílex oolítico.
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4. Aprovisionamiento y movilidad de los grupos de cazadores-recolectores Somos conscientes de cómo los estudios sobre la movilidad en los grupos de cazadores y recolectores deben analizarse desde una perspectiva interdisciplinar, donde no sólo intervengan los estudios petrológicos sobre las materias primas seleccionadas en los procesos de fabricación de las herramientas de trabajo, sino también otras evidencias, como por ejemplo, la fauna documentada, que nos permiten inferir cuestiones relacionadas con la estacionalidad. A pesar de ello, y en el caso del sitio de La Fontanilla, los problemas de conservación de la materia orgánica tan sólo han permitido la documentación de los restos líticos. A partir de los estudios realizados, queremos relacionar el sitio de tecnología solutrense de La Fontanilla con la ocupación del territorio y el aprovechamiento de los recursos naturales que ofrece este espacio, en la banda costera de Cádiz y en las cercanías del río Salado, donde existen surgencias de agua en las proximidades que dan nombre al lugar (La Fontanilla, Fuente del Gallo, etc.). Así mismo la situación sobre el acantilado y dominando la amplia llanura litoral que existía a sus pies en esos momentos de máximo glacial, incidirían en la idoneidad de la elección del lugar. Proponemos, sin embargo, un origen alóctono para la gran mayoría del material pétreo, basándonos en: que el único material silíceo de la zona, los niveles conglomeráticos de las Arenas Arcillosas Rojas, contienen cantos de pequeño tamaño, entre 1 y 2 cm de media, de cuarcita y cuarzo principalmente, materias primas que no tienen representación en el yacimiento, y en que la cadena operativa aparece claramente fragmentada en todos los tipos de rocas presentes en el yacimiento, en base a los bajísimos índices porcentuales de BN1GE y BP con presencia de córtex, lo que indica que su aporte al sitio se realiza previamente desbastado, posiblemente en el lugar de captación. Las áreas fuente del material pétreo utilizado más cercanas al yacimiento estarían en el NE de la provincia de Cádiz y NW de la de Málaga, en series de características intermedias entre el Subbético Medio y el Penibético, como las sierras de Líjar, Malaver, Lagarín, Blanquilla y Cañete, y en las escamas del Corredor del Boyar de la sierra de Grazalema. Por tanto, la zona más probable de abastecimiento de recursos líticos estaría situada entre 50 y 80 Km del lugar, en las Sierras Subbéticas de las provincias de Cádiz y Málaga donde abunda la materia prima seleccionada en la explotación y configuración del conjunto lítico analizado de La Fontanilla, hecho que nos sitúa en el debate de la movilidad y ocupación del territorio por parte de estas bandas de cazadores-recolectores y en el cambio que se ha producido en las necesidades del grupo, donde se ha abandonado la selección de un tipo de roca como es la arenisca, predominante en la comarca en épocas anteriores, en favor del sílex, posiblemente relacionado con el cambio producido en las distintas estrategias y métodos de talla hacia la obtención de soportes laminares y sobre hojas. Como es lógico, el sitio de La Fontanilla no puede ser entendido de una forma aislada e independiente de su contexto territorial e histórico, debiendo ser enmarcado en el proceso histórico que acontece en el Suroeste de la Península Ibérica a finales del Pleistoceno. Así, debemos comprender cómo nos encontramos ante sociedades que emplean el nomadismo para frecuentar de una forma cíclica los diferentes medios naturales existentes en un territorio, identificándose en ellos no solamente sitios vinculados con la apropiación (caza, recolección, extracción de materias primas,…), sino también los relacionados con las zonas de hábitat (campamentos) y sitios donde se desarrollan las distintas manifestaciones simbólicas (Castañeda, 2000 y 2005).
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El sitio con tecnología solutrense de La Fontanilla (Conil de la Frontera, Cádiz) y la movilidad de los grupos de cazadores-recolectores Bibliografía CASTAÑEDA, V., (2000): “Las bandas de cazadores-recolectores portadoras del tecnocomplejo solutrense en el Suroeste de la Península Ibérica. La articulación social del territorio”. SPAL, Revista de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Sevilla, 9, pp. 245-256. CASTAÑEDA, V., (2005): “El yacimiento arqueológico de La Fontanilla y las bandas de cazadores-recolectores en el Suroeste de la Península Ibérica”. Boletín de La Laja, 5, pp. 10-17. GARCÍA DE DOMINGO, A., GONZÁLEZ LASTRA, J., HERNAIZ HUERTA, P.P., ZAZO CARDEÑA, C., GOY GOY, J.L. y RUIZ REIG, P. (1990): Memoria y Mapa Geológico de España, escala 1:50.000. Hoja 1073: Vejer de la Frontera. Mapa Geológico de España, IGME, Madrid, 43 pp. + 1 mapa. GONZÁLEZ LASTRA, J., GARCÍA DE DOMINGO, A., HERNAIZ HUERTA, P.P., ZAZO CARDEÑA, C., GOY GOY, J.L. y RUIZ REIG, P. (1991): “Memoria y mapa geológico de España, escala 1:50.000. Hoja 1077: Tarifa”. Mapa Geológico de España, IGME, Madrid, 41 pp. + 1 mapa. GUTIÉRREZ MÁS, J.M., MARTÍN, A., DOMÍNGUEZ-BELLA, S. y MORAL, J.P. (1991): Introducción a la Geología de la provincia de Cádiz. Universidad de Cádiz, Cádiz. 315 pp. + 1 mapa. LOZANO RODRÍGUEZ, J.A., MORGADO, A., MARTÍN ALGARRA, A., AGUAYOL, A.; GARCÍA, D.; MORENO, F. y TERROBA, J. (2010): “La explotación prehistórica e histórica de la montaña de Malaver (Ronda, España): un patrimonio minero singular”. XI Congreso Internacional de Patrimonio Geológico y Minero. XV Reunión Científica. Huelva. LOZANO RODRÍGUEZ, J.A., MORGADO, A., PUGA, E. y MARTÍN ALGARRA, A. (2010): “Explotaciones del sílex tipo «Turón» (Málaga, España): localización y caracterización petrológica y geoquímica”. Geogaceta, 48, pp. 136-146. MARTÍN ALGARRA, A. (2008): El Subbético de las provincias de Málaga y Cádiz. En: VERA, J.A, y MOLINA J.M. (Coord.). Proyecto Andalucía. Tomo XXVI, Geología II (2), pp. 49-110. RAMOS MUÑOZ, J., CASTAÑEDA FERNÁNDEZ, V. y GRACIA PRIETO, J. (1995): “El asentamiento al aire libre de La Fontanilla (Conil de la Frontera, Cádiz). Nuevas aportaciones para el estudio de las comunidades de cazadores-recolectores especializados en la banda atlántica de Cádiz”. Zephyrus, 48, pp. 269-288.
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Los contextos de producción de brazaletes de piedra neolíticos en el sur de la Península Ibérica y sus implicaciones socioeconómicas1 Francisco Martínez-Sevilla Dpto. Prehistoria y Arqueología, Universidad de Granada. Grupo de investigación HUM 143 de la Consejería de Innovación y Ciencia de la Junta de Andalucía (martinezsevilla@ugr.es)
Resumen:1 Los brazaletes de piedra constituyen uno de los adornos personales más numerosos y característicos del Neolítico Antiguo en el mediodía peninsular. Las investigaciones sobre su tecnología de elaboración han puesto de manifiesto la relevancia cuantitativa y cualitativa de este tipo de adorno. La documentación de yacimientos arqueológicos donde se producen permite argumentar la existencia de diferenciados talleres distribuidos por el Sur de la Península Ibérica. Estos contextos productivos ofrecen información sobre la tecnológica de elaboración y socioeconómica de los grupos que los producen. En este trabajo se exponen algunas características generales de estos contextos y las implicaciones socioeconómicas que supone su presencia y distribución territorial. Palabras clave: brazaletes de piedra, Neolítico, contextos de producción, socioeconomía, sur de la Península Ibérica. Abstract The stone bracelets are one of the numerous and characteristic personal ornaments of Ancient Neolithic in the South of the Iberian Peninsula. Researches on processing technology of stone bracelets have demonstrated the relevance quantitative and qualitative of this type of ornament. The documentation of archaeological sites with bracelets in process of manufacturing, we can argue about the existence of different workshops distributed throughout South and Southeast of the Iberian Peninsula. These contexts provide information technological and socio-economic about groups that produce them. In this paper we attempt to set out some general features of these contexts and the socio-economic implications resulting from their presence and geographical distribution. Keywords: stone bracelets, Neolithic, contexts of production, socio-economics, south of the Iberian Peninsula. Introducción La cultura material de las sociedades humanas está rodeada de connotaciones socioeconómicas. Por todos es bien sabido que en nuestra sociedad contemporánea y neoliberal ciertos bienes u objetos esconden códigos de significado consensuados social y culturalmente. Desde un punto de vista económico, el barrio residencial o la casa donde vivimos, el coche o la vestimenta que usamos presuponen un estatus económico determinado; igualmente desde la óptica social existen signos determinables como la posición del anillo en la mano izquierda y en el dedo anular símbolo de compromiso o en la mano derecha una vez efectuado el matrimonio. Son ejemplos de los que se podrían enumerar una multitud y todos ellos cambiantes según el continente, país, grupo social, religión, cultura, etc. La identificación de estos códigos dentro de nuestra sociedad requiere un esfuerzo por nuestra parte pues a veces resultan complicados de reconocer. En las sociedades del pasado esas significaciones existieron, reflejo de ello, es la aparición de objetos estandarizados que conllevan cierto grado de maestría para su elaboración o de materias primas alóctonas en los lugares donde aparecen. Desde el prisma arqueológico, el reconocimiento empírico de esas características socioeconómicas es complejo y demanda de un aparato teórico y metodológico exhaustivo sobre el objeto de estudio. Los adornos personales constituyeron probablemente una parte esencial dentro de la identificación étnica o cultural de las sociedades del pasado. En el Neolítico, con el comienzo de las economías productoras que podemos Queremos agradecer al Prof. Javier Carrasco Rus, Dr. Ignacio Montero Ruiz, Manuel Ramos Lizana (Museo Arqueológico de Almería), Rafael Carmona Ávila (Museo Histórico Municipal de Priego de Córdoba), Joaquín Salmerón Juan (Museo Siyasa de Cieza) y Francisco Melero García (Museo de Valle de Abdalajís) por facilitarnos el estudio del material arqueológico. A José Antonio Lozano Rodríguez por la ayuda prestada en la determinación litológica y al Dr. Antonio Morgado por su colaboración en la investigación.
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situar en la Península Ibérica a mediados del VI milenio cal. B.C., se produce un incremento notable de los objetos decorativos, al menos en materiales susceptibles de conservarse en el registro arqueológico. Otros atavíos personales quedan fuera de la materialidad de los análisis arqueológicos como pueden ser la pintura corporal, el tatuaje, las mutilaciones o escarificaciones, así como adornos elaborados en materiales perecederos (fibras vegetales, animales, plumas, etc.), que gozarían a tenor de la información etnográfica de un significado parecido al de los objetos de adorno que si se conservan en el registro arqueológico (Rubio, 1993). Atendiendo al registro arqueológico conocido sobre estos objetos entre las comunidades neolíticas del sur de la Península Ibérica se evidencia todo un elenco de elementos considerados de exorno personal como pueden ser cuentas de collar (tubulares, discoidales, etc.), anillos, colgantes en piedra, caninos de ciervo con ranuras, defensas de jabalí, conchas perforadas, brazaletes de pectúnculo y de piedra. Estos adornos personales en la Península Ibérica se han considerado marcadores cronosecuenciales, indicadores de intercambios y diferenciadores socioeconómicos (Rubio, 1993; 2009; Pascual, 1996a; 1996b; 1999; Noain, 1996; Gavilán et al., 1997; Gavilán y Rafael, 1999). De los adornos antes mencionados, en el sur peninsular destacan desde el punto de vista cuantitativo y en calidad de acabados, los brazaletes en piedra de los que se diferencian tecnotipológicamente en anchos y estrechos, elaborados en diferentes litologías (mármol, caliza, dolomía, pizarra o esquistos). Su distribución temporal, se restringe grosso modo a la segunda mitad del VI y del V milenio cal. B.C. A partir de finales del V milenio aparecen brazaletes realizados en pectúnculo, que aunque coexisten con los de piedra, progresivamente acaban sustituyéndolos. Los estudios arqueológicos sobre brazaletes se han centrado en su clasificación tipológica (Teruel, 1986) y distribución territorial a partir de la tipología (Jiménez, 1979) o análisis petrográficos (Gavilán y Rafael, 1999). También se han realizado trabajos sobre la tecnología de elaboración, a partir de la aparición de restos de esta actividad en el yacimiento almeriense de Cabecicos Negros (Vera, Almería) (Goñi, 1999; Goñi et al., 1999) basados en la ordenación y clasificación tipológica de los desechos de la producción de los brazaletes estrechos en ese yacimiento en concreto. Por nuestra parte, las investigaciones que venimos realizando se han centrado en el reconocimiento de su tecnología de elaboración. Tomando como elemento principal de análisis el registro arqueológicos y la contrastación experimental del proceso, se han identificado las técnicas que componen los métodos de manufactura de los brazaletes, tanto estrechos (Martínez-Sevilla y Maeso, 2011), como anchos (Martínez-Sevilla, 2010, Martínez-Sevilla, 2013). El paso previo de estos trabajos ha sido la recopilación de toda la documentación existente sobre restos de brazaletes en proceso de elaboración, tanto a nivel bibliográfico como a nivel material en fondos museísticos de todo el sur y este peninsular. El objetivo de este trabajo es presentar los contextos de su producción, documentados por el momento, a la vez que sus características particulares y generales. Así como el significado socioeconómico que suponen para la interpretación de las comunidades neolíticas que las desarrollaron. La producción de los brazaletes y su materialidad arqueológica Los brazaletes de piedra aparecen mayoritariamente acabados, bien en contextos funerarios, como ofrendas junto a las inhumaciones realizadas en cuevas naturales en algunos casos completos, o fragmentos en asentamientos fruto del uso cotidiano. Al igual que sucede con gran parte del registro arqueológico de las primeras comunidades neolíticas en el sur de la Península los encontramos descontextualizados, formando parte de materiales recogidos de superficie. Los restos relacionados con la elaboración son más escasos aunque en los yacimientos en los que se realiza esta actividad aparecen cuantiosas piezas y útiles empleados en la transformación. La producción de los brazaletes de piedra es compleja y conlleva un importante número de accidentes como se ha podido comprobar en las experimentaciones realizadas (Martínez-Sevilla y Maeso, 2009; Martínez-Sevilla, 2013). Dichos accidentes se deben a su morfología, la materia prima empleada y la dificultad de su configuración final. Los productos de esta actividad no son residuos, como en el caso de la talla del sílex, sino brazaletes que se fracturaron o abandonaron en el proceso de manufactura y que describen de forma dinámica un conjunto de mecanismos de trabajo. Los contextos de producción de brazaletes En la actualidad se han documentado 20 yacimientos con brazaletes en proceso de elaboración (Fig.1), que posiblemente serán una ínfima parte de la verdadera realidad arqueológica. Los datos que poseemos son sesgados por la propia naturaleza de los hallazgos, en unos casos, se han podido identificar talleres, y en otros, se trata de restos más o menos considerables. De forma sintética los referenciamos a partir de la documentación disponible en la actualidad:
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Los contextos de producción de brazaletes de piedra neolíticos en el sur de la Península Ibérica y sus implicaciones socioeconómicas
Figura 1. Contextos de producción de brazaletes de piedra en el Sur de la Península Ibérica: 1. Llano Espada (Teba, Málaga); 2. Valle de Abdalajís (Málaga); 3.Las Piedras Viñaeras (Zuheros, Córdoba); 4. Cueva de los Mármoles (Priego de Córdoba); 5. Los Castillejos (Montefrío, Granada); 6. Las Catorce Fanegas (Chauchina, Granada); 7. La Molaina (Pinos Puente, Granada); 8. Cueva de la Carigüela (Piñar, Granada); 9. Las Angosturas (Gor, Granada); 10. Cueva de la Pastora (Caniles, Granada); 11. El Argar (Antas, Almería); 12. El Gárcel (Antas, Almería); 13. Aljoroque (Antas, Almería); 14. Cabezo de Raja Ortega (Garrucha, Almería); 15. Cuartillas (Mojacar, Almería); 16. La Gerundia (Antas, Almería); 17. Cerro Virtud (Cuevas de Almanzora, Almería); 18. Cabecicos Negros (Vera, Almería); 19. Cerro del Cortijo de Gatas (Turre, Almería); 20. Cueva-Sima de la Serreta (Cieza, Murcia).
- Llano Espada (Teba, Málaga). Asentamiento al aire libre conocido por los trabajos de excavación que una máquina excavadora realizó para una plantación de olivos. El registro arqueológico recuperado se conserva en el Museo Arqueológico Municipal de Teba, conformado mayoritariamente por fragmentos cerámicos con decoraciones a base de incisiones, plásticas, asas de diversos tipos, sílex, elementos macrolíticos y dos fragmentos de brazaletes (Morgado y Martínez, 2005). Esta muestra arqueológica se puede situar grosso modo entre el VI y primera mitad del V milenio B.C. Los brazaletes documentados corresponden a uno de esquisto acabado y otro ancho de mármol en proceso de elaboración (Martínez-Sevilla, 2013: Fig.2:6), la materia prima probablemente del Complejo Maláguide situado en los sistemas montañosos inmediatos. - Valle de Abdalajís (Málaga). De este entorno geográfico, sin procedencia exacta, hemos podido documentar gracias a Fernando Medero García dos brazaletes en proceso de elaboración depositados en el Museo Municipal pertenecientes a la colección particular del antiguo párroco del pueblo. Corresponden a un pequeño fragmento estrecho en esquisto y un brazalete completo en caliza negra. - Las Piedras Viñaeras (Zuheros, Córdoba). Ha sido denominado como un “auténtico taller-cantera de fabricación de brazaletes de calcita” (Vera et al., 1999:18). Se localiza en las proximidades de la cueva de Los Murciélagos y en él se documentó todo el proceso de manufactura junto al utillaje lítico implicado en las labores de producción (Gavilán et al., 1999). Su ocupación se ha relacionado con la cueva de Los Murciélagos (Gavilán y Rafael, 1999), pero habría que definir esta relación como de asentamiento en Las Piedras Viñaeras y lugar de culto y enterramiento en la cueva. - Cueva de los Mármoles (Priego de Córdoba). En este yacimiento se ha documentado el proceso completo de manufactura de los brazaletes anchos (Martínez-Sevilla, 2010). De él se ha obtenido recientemente una datación absoluta sobre muestra de cebada que se situaría entre el 5291/5048 B.C. (2 σ) (Carvalho et al., 2010), relacionada con un Neolítico Antiguo Epicardial. 319
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- Los Castillejos (Montefrío, Granada). En la amplia secuencia de este poblado existen brazaletes tanto en proceso de elaboración como acabados. Siendo el único asentamiento donde se contextualizan estratigráficamente. Las numerosas dataciones absolutas parten de un Neolítico Antiguo Epicardial entre el 5470/4940 B.C. (2 σ) (Cámara et al., en prensa). - Las Catorce Fanegas (Chauchina, Granada). Asentamiento localizado en plena Vega de Granada que proporcionó diversos materiales de superficie (Carrasco et al., 1987) tanto cerámicos como líticos atribuidos a Neolítico Antiguo y Tardio. Recientemente se ha realizado una revisión de su registro material y un estudio en profundidad de sus brazaletes en proceso de elaboración (Carrasco et al., 2011b). - La Molaina (Pinos Puente, Granada). Asentamiento situado en el piedemonte de Sierra Elvira de similares características al anterior (Sáez y Martínez, 1981). Los brazaletes de este yacimiento y de su cercana cueva necrópolis de Los Tajos han sido recientemente estudiados en el Museo Arqueológico y Etnográfico de Granada y analizados de forma pormenorizada (Carrasco et al., 2011b). - Cueva de la Carigüela (Piñar, Granada). Los brazaletes de este yacimiento depositados en el Museo Arqueológico y Etnográfico de Granada han sido objeto de una revisión actual. De la amplia secuencia tan solo se ha documentado un brazalete en proceso de elaboración, atribuido según las excavaciones realizadas por el profesor Pellicer (1964) al Bronce I. Esta errónea adscripción temporal se justificaría por los problemas estratigráficos de la cavidad (Carrasco et al., 2010) Por el contrario, los brazaletes acabados son numerosos y deben relacionarse con los numerosos enterramientos de este yacimiento (Carrasco et al., 2010). - Las Angosturas (Gor, Granada). De este poblado ubicado en las en la depresión Guadix-Baza se han estudiado varios brazaletes del tipo estrecho en mármol y caliza en proceso de elaboración. Están depositados en el Museo Arqueológico y Etnológico de Granada y en el Departamento de Antropología Física de La Universidad de Granada. A pesar de haber excavado aproximadamente el 70 % del yacimiento, tan sólo se conocen dos publicaciones del yacimiento y ambas de tipo divulgativo (Botella, 1980; Fernández-Figares, 1981). A partir de la escasa información que poseemos sobre los niveles más antiguos de este poblado, atribuidos al Neolítico Final, consideramos teniendo en cuenta la presencia de brazaletes en el registro arqueológico y algunas cerámicas con motivos decorativos antiguos hay que pensar en una ocupación más temprana para este yacimiento. - Cueva de la Pastora (Caniles, Granada). Este yacimiento es conocido por múltiples prospecciones superficiales al menos desde los años sesenta aunque sus referencias bibliográficas son más recientes (Sánchez, 1989; 1990; 1991; 1993; Sánchez et al., 1996). Su rico registro arqueológico está caracterizado por cerámicas decoradas con diversos motivos incisos, impresos no cardiales, cordones, elementos de sílex, instrumental macrolítico y piedra pulimentada, entre la que se encuentran varios brazaletes acabados y en proceso de elaboración. Hemos tenido acceso a una parte de este material almacenado en el Centro de Estudios Arqueológicos Bastetanos y los brazaletes en proceso han sido publicados (Martínez-Sevilla y Maeso, 2009). Las actividades productivas dentro de esta cueva indican un uso como lugar esporádico para el aprovechamiento de recursos geológicos y faunísticos. Su cronología se sitúa entre un Neolítico Antiguo Epicardial y del Medio. - Cabezo de Raja Ortega (Garrucha, Almería)(Siret, 1890:49); El Gárcel (Antas, Almería) (Siret, 1890: Lám. 1); Cuartillas (Mojacar, Almería) (Siret, 1890:21); La Gerundia (Antas, Almería) (Siret, 1890: Lám.1) y El Argar (Antas, Almeria) (Siret, 1890: Lám.23 y 24). Son asentamientos dados a conocer por los hermanos Siret (1890) y que han proporcionado brazaletes en proceso de elaboración. Destacamos el Cabezo de la Raja Ortega por ser el primer yacimiento en el que se describe el proceso de manufactura de los brazaletes a partir de un ejemplar (Siret, 1890:48). Estos materiales se encuentran en el Museo Arqueológico de Bruselas (Deramaix, 1992). - Aljoroque (Antas, Almería). Asentamiento dado a conocer por los Siret y su materiales neolíticos fueron objeto de una publicación en la que se muestran dos brazaletes en proceso de elaboración (Gossé, 1941). - Cerro Virtud (Cuevas de Almanzora, Almería). Los brazaletes catalogados en las diversas excavaciones ascienden a cerca de 60 piezas, de las cuales un importante número se corresponden a restos de producción. Los materiales, en estudio, están depositados en el Museo Arqueológico de Almería. Diversas dataciones absolutas obtenidas de los niveles de ocupación y enterramiento indican una cronología para su fase antigua del Neolítico Antiguo y Medio entre 5440/4250 B.C. (Montero et al., 1999; Ruiz-Taboada y Montero, 1999). 320
Los contextos de producción de brazaletes de piedra neolíticos en el sur de la Península Ibérica y sus implicaciones socioeconómicas - Cabecicos Negros (Vera, Almería). En este yacimiento se excavó un taller de brazaletes de piedra y cuentas de collar de diversos tipos (Camalich et al., 1999). El conjunto artefactual es muy coherente entre sí y se corresponde con una fase del Neolítico Antiguo con algunos fragmentos de cerámica cardial (Goñi et al., 2003). Este hallazgo motivó los primeros estudios tecnológicos sobre la producción de brazaletes estrechos y otros adornos (Goñi, 1999; Goñi et al., 1999). Se recuperó un extenso conjunto de brazaletes en pizarra y caliza (140) de los cuales 32 se encuentran en proceso de fabricación. Estos materiales han sido estudiados en el Museo Arqueológico de Almería y utilizados por nuestra parte en la reconstrucción de la cadena operativa de elaboración de los brazaletes estrechos (Martínez-Sevilla y Maeso, 2011). - Cerro del Cortijo de Gatas (Turre, Almería). De este yacimiento sólo tenemos datos indirectos de la presencia de brazaletes anchos en proceso de elaboración (Goñi et al., 2003:74) - Cueva-Sima de la Serreta (Cieza, Murcia). Es el taller de brazaletes más oriental del conjunto estudiado. Se sitúa en el paraje de Los Almadenes en la margen izquierda del río Segura siendo desde hace tiempo conocido arqueológicamente (Salmerón, 1989). El análisis de su registro arqueológico señala una ocupación prolongada de la cavidad, iniciada durante el Neolítico Epicardial, con una fase posterior poco definida del Cobre (Martínez, 1996), y finalmente, un hábitat de época romana y otro medieval islámico (Salmerón, 1999). El taller de brazaletes documentado en este yacimiento es, sin lugar a dudas, el registro más completo sobre esta actividad reconocida en contexto arqueológico en la Península Ibérica. Destacan tanto los desechos como los útiles relacionados con esta actividad. Los materiales se encuentran depositados en el Museo Arqueológico Siyasa de Cieza y serán objeto de publicación reciente por nuestra parte. Los registros arqueológicos y las dataciones radiocarbónicas de estos yacimientos se corresponde básicamente con una facies del Neolítico Antiguo y Medio. La característica común que se debe destacar es que el 79% son asentamientos al aire libre mientras que sólo el 21% son cuevas (Fig.2). Los contextos de producción de brazaletes se sitúan en los escasos asentamientos “al aire libre” de este periodo conocidos en el sur peninsular. El registro arqueológico puede mostrar, en ciertos productos, un dinamismo fruto de la manufactura de un útil o del uso del mismo. En este sentido la presencia de brazaletes en proceso de manufactura indicarían el desarrollo de esa actividad en yacimiento determinado, habría que precisar, por una parte áreas de producción y por otra áreas de consumo (Ruiz et al., 1986). En este sentido los lugares de producción de brazaletes también lo son de consumo, ya que aparecen piezas acabadas utilizadas por el mismo grupo que las produce. Sin embargo, la mayoría de los brazaletes acabados aparecen en contextos de consumo como por ejemplo formando parte de ajuares en cuevas de enterramiento.
Figura 2. Diagrama de sectores en el que se muestra el porcertanje de contextos de producción de brazaletes en cuevas y asentamientos al aire libre.
En el nuevo modelo de hábitat, que se viene desarrollando para las primeras comunidades productoras en el sur peninsular, se plantea la utilización de las cuevas como lugares de enterramiento y no como hábitat estables. Esta hipótesis de trabajo se ha aplicado satisfactoriamente a diversos ámbitos geográficos (Carrasco y Pachón, 2009; Carrasco et al., 2010; 2011a; 2011b; y 2011c; Matínez-Sevilla y Maeso, 2010). En este sentido el reconocimiento de actividades como la producción mayoritaria de brazaletes en asentamientos viene a reafirmar este modelo. No se trata de un modelo rígido, sino que en cuevas con características favorables se dan ocupaciones esporádicas relacionadas con el pastoreo o el aprovechamiento de recursos naturales. Cuevas como los Mármoles, de La Pastora o La Serreta, serían de este tipo y en ellas se da la producción de brazaletes por varios motivos: amplios espacios, sus condiciones favorables de habitabilidad y proximidad a la materia prima. Los contextos de producción de brazaletes que hemos descrito no están exclusivamente especializados en la fabricación de este objeto de adorno, sino que esta actividad es complementaria a otras propiamente subsistenciales como se ha podido comprobar en la cueva de los Mármoles (Martínez-Sevilla, 2010). De la misma forma no están especializados en la elaboración de un tipo de brazalete (anchos o estrechos) sino que se realizan ambos 321
Movilidad, contacto y cambio. II Congreso de Prehistoria de Andalucía
tipos y en varias litologías e incluso se elaboran otros adornos como cuentas o colgantes en diferentes materiales (Goñi 1999; Goñi et al., 1999). Los talleres y su relación con la materia prima En el cómputo general que venimos realizando con cerca de 500 brazaletes, entre acabados y en proceso, la litología más empleada es el mármol con un 63%, seguida de las calizas con el 27% y tan sólo el 10% son pizarras o esquistos (Fig.3). Los brazaletes terminados en mármol son más numerosos que los fragmentos en proceso de esta litología. Sin embargo, los restos de la producción en caliza o pizarras son más abundantes fenómeno que puede deberse a un índice de fractura superior de estas rocas frente al mármol como hemos comprobado en la experimentación (Martínez-Sevilla, 2013).
Figura 3. Digrama de Sectores en el que se expresan el porcentaje de las litologías empleadas en la producción de brazaletes.
Las áreas de captación de la materia prima son variadas y se ha documentado el aprovechamiento de contextos geológicos primarios y secundarios. Por ejemplo, en los talleres de La Vega de Granada, Las Catorce Fanegas y La Molaina, se utiliza mármol de los depósitos aluviales del río Genil (Carrasco et al., 2011b), rocas cuyo contexto geológico primario pertenece al Nevado-Filábride en Sierra Nevada. En el caso de la Cueva-Sima de la Serreta hemos constatado la extracción de caliza de la propia pared de la cavidad, además de algunas rocas recogidas en los lechos del cercano cañón de Los Almadenes (río Segura). A pesar de que los contextos geológicos de abastecimiento son variados, los diversos talleres tienen algunas características en común: 1. El carácter autóctono y la proximidad de las litologías que se emplean, en ningún caso aparecen brazaletes en proceso de manufactura en materias primas alóctonas. 2. La uniformidad y la pureza de las rocas seleccionadas.
Conclusiones sobre la distribución espacial de los talleres y los productos Los brazaletes en su estado final aparecen en casi toda la Península Ibérica, sin embargo los contextos de producción a priori se localizan exclusivamente en el sur. En el resto de Europa aparecen talleres de brazaletes especialmente en la zona de la Baja Normandía francesa (Brurnez-Lanotte et al., 2005; Fromont, 2008; Fromont et al., 2010) y el norte de Italia (Micheli, 2011). La concentración de talleres en la zona sur de la Península Ibérica enfatiza la importancia de este tipo de adorno como identificador cultural de los grupos neolíticos de esta área y permite definir redes de intercambio con otros grupos peninsulares. La sincronía de los talleres es complicada de establecer, pero el estudio de las cadenas operativas de elaboración nos permite definir características propias de un taller y rastrear la distribución de los productos. La aplicación de esquemas diacríticos (Baena y Cuartero, 2006) en brazaletes de diversos yacimientos en una misma fase de elaboración nos permite definir características propias de un taller o artesano. El ejemplo de diacrítico que presentamos muestra la aplicación de las técnicas en diferentes fases del proceso, así en La Molaina, la parte exterior del brazalete aparece abujardada (Morgado y Martínez-Sevilla, 2013) mientras el interior está prácticamente acabado; por el contrario en la cueva de Los Mármoles, se trabaja alternativamente en ambas partes de la pieza (Fig.4). Igualmente, el uso de determinadas técnicas en talleres concretos; como la abrasión circular interior de la Cueva-Sima de la Serreta (Fig.5:1), frente al resto de talleres que utilizan la abrasión paralela interior (Fig.5:2) nos permite observar la movilidad de los brazaletes. Esta circulación está representada por su presencia en la zona centro y este de la Península Ibérica, así como otra más restringida territorialmente entre grupos del sur. Se han documentado brazaletes de litologías exógenas en el Subbético Cordobés, por ejemplo, en la cueva de los Murciélagos (Gavilán y Rafael, 1999) o en la cueva de Los Mármoles (Martínez-Sevilla, 2010).
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Los contextos de producción de brazaletes de piedra neolíticos en el sur de la Península Ibérica y sus implicaciones socioeconómicas
Figura 4. Esquema diacrítico de gestos técnicos. Se representan dos brazaletes en la misma fase de proceso de elaboración, pertenecientes a dos talleres, donde se muestra la secuenciación diferencial de las técnicas aplicadas.
Figura 5. Técnicas de abrasión interior. 1. Abrasión Circular (Cueva-Sima de la Serreta, Cieza, Murcia); 2.Abrasión paralela (Cueva de la Pastora, Caniles, Granada).
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Movilidad, contacto y cambio. II Congreso de Prehistoria de Andalucía
En síntesis, desde el punto de vista socioeconómico, los datos expuestos redundan en la importancia de los brazaletes de piedra como identificadores culturales de los grupos del Neolítico Antiguo del sur peninsular y permiten definir un foco de producción restringido a esta zona asimilable a otros transpirenaicos. La presencia mayoritaria de estos talleres en asentamientos al aire libre viene a confirmar que la mayoría de las cuevas fueron utilizadas como lugares de culto y/o enterramiento y no como hábitat estables. La distribución de brazaletes acabados está confirmada y para el futuro se deben definir el entramado de redes de circulación entre los diversos talleres o grupos.
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El yacimiento neolítico de la Loma de la Alberica (Arroyo Vaquero, Estepona-Málaga). Actuaciones arqueológicas realizadas en la zona del CHARE en la campaña de 2011 Ildefonso Navarro*, José E. Márquez**, Joaquín Aragón* y José Luis Caro** * Ayto de Estepona patrimonio@terra.es ** Universidad de Málaga jemarquez@uma.es
Resumen: Durante el verano de 2011 el Ayto. de Estepona en colaboración con la Universidad de Málaga han realizado excavaciones arqueológicas en el yacimiento denominado la Loma de la Alberica. Se trata de un extenso “campo de hoyos” de finales del Neolítico y comienzos del Calcolítico en el que se han documentado más de un centenar de estructuras excavadas en el terreno. Se presenta en este artículo un avance sobre la dinámica de formación del registro arqueológico en este lugar y sobre la cultura material en él recuperada. Palabras clave: Campo de Hoyos, deposiciones estructuradas, Neolítico final, Edad del Cobre. Abstract During the summer of 2011, the Town Hall of Estepona, in collaboration with the University of Malaga, conducted archaeological excavations at the site called la Loma de la Alberica. This is a large Late Neolithic and Early Chalcolithic pit site, where more than a hundred dug-in-the-ground features have been documented. In this paper we present a preliminary assessment of cultural site formation dynamics, as well as a brief report on the elements of material culture unearthed in the aforementioned works. Keywords: Pit sites, structured depositions, Late Neolithic, Chalcolithic. Introducción El yacimiento arqueológico denominado Loma de La Alberica se sitúa en una serie de suaves alomamientos entre los valles de Arroyo Vaquero y Arroyo Enmedio, a un kilómetro de la línea costera en la localidad de Estepona (Málaga) (Fig. 1). Su existencia es conocida desde el año 1999 (Fernández Rodríguez et al., 2002; Palomo Laburu et al., 2004; Ayala Lozano et al., 2004; Pérez Ramos, inédito). Con motivo de las obras para la construcción del nuevo Centro Hospitalario de Alta Resolución (CHARE), durante los meses de Julio a Octubre de 2011 los servicios técnicos del Ilmo. Ayuntamiento de Estepona realizaron una excavación arqueológica extensiva1 en un área total de 14.455 m2 de dicho yacimiento (Fig. 2). Dada la naturaleza del yacimiento, caracterizado en exclusividad por estructuras excaFig. 1. Localización del yacimiento de La Loma de La Alberica (Estepona, vadas en la matriz geológica del terreno, y tras Málaga). la firma del pertinente convenio con la Universidad de Málaga, se incorporó a los trabajo de campo y con tareas de asesoramiento, un equipo de arqueólogos de dicha institución2. La colaboración de ambas instituciones ha sido satisfactoria tanto en las labores de campo como en la planificación del trabajo futuro que se llevará a cabo los próximos años. Algunos de los resultados iniciales se presentan en este II Congreso de Prehistoria de Andalucía en calidad de avance. 329
Movilidad, contacto y cambio. II Congreso de Prehistoria de Andalucía
Fig. 2. Vista de la parcela destinada al Centro Hospitalario de Alta Resolución (CHARE)
Los trabajos arqueológicos Las tareas arqueológicas se iniciaron con la eliminación de la cubierta vegetal existente en el citado solar para lo que se empleó una máquina retroexcavadora, una miniexcavadora y un dumper para la retirada de tierras. También se ha retirado, con esta maquinaria, una capa de tierra vegetal de unos 40-60 cms. de grosor medio, obviamente bajo vigilancia arqueológica. Este decapado de la parcela se ha efectuado de sur a norte y de oeste a este, desde las cotas más elevadas hacia las más bajas. Una vez retirado el nivel de tierra vegetal, se ha limpiado a techo la capa inferior de forma manual, un estrato de marga fosilífera pliocénica de coloración clara. Tras la limpieza de esta capa geológica de base, se fueron localizando una serie de estructuras negativas con un relleno de coloración oscura y presencia abundante de fragmentos cerámicos, piedras alóctonas, conchas marinas, etc. Estas estructuras se enumeraron de forma correlativa, documentando en planta y colocando puntos georreferenciados en cada una de ellas, para las labores de dibujo y topografía. Finalmente, se abordó la excavación de cada una de ellas, identificando y caracterizando cada unidad estratigráfica de su relleno. Cuando las características de determinados elementos muebles así lo han requerido, se ha procedido, además de la adscripción estratigráfica general, a su ubicación tridimensional. Todos los elementos muebles recuperados, incluyendo muestras de tierra, carbón, etc., han sido objeto de una clasificación preliminar, inventariados y registrados, bien individualmente o por agrupaciones, y embolsados. Los trabajos de laboratorios se están realizando, conjuntamente, por los técnicos del Ayto. de Estepona y de la Universidad de Málaga. Resultados preliminares A nivel general, podemos considerar cumplidos en su totalidad los objetivos propuestos en el proyecto de intervención arqueológica. Así, se ha excavado y agotado la potencia estratigráfica en toda la parcela, excavando toda la superficie hasta los niveles geológicos de base.
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El yacimiento neolítico de la Loma de la Alberica (Arroyo Vaquero, Estepona-Málaga). Actuaciones arqueológicas realizadas en la zona del CHARE en la campaña de 2011 En total se han localizado 140 estructuras arqueológicas (Fig. 3), todas ellas excavadas en el subsuelo, correspondientes a dos momentos cronológicos separados por 4.000 años: el tránsito del Neolítico a la Edad del Cobre y los momentos iniciales de la presencia islámica en la Península Ibérica. La inmensa mayoría de las estructuras documentadas (136) pertenecen al periodo prehistórico. Aquí nos centraremos exclusivamente en las estructuras prehistóricas.
Fig. 3. Planimetría del solar (CHARE) con indicación de la ubicación de las estructuras prehistóricas.
Dichas estructuras prehistóricas tienen diámetros que oscilan entre 50 cms y dos metros, y la profundidad, entre escasos centímetros y 1,40 metros. Presentan plantas tendentes a lo circular (Fig. 4), aunque algunas son ovaladas. La matriz del relleno de las subestructuras consiste en tierras de coloración oscura y textura suelta. La secuencia estratigráfica suele reducirse a un único nivel de relleno que colmata totalmente las estructuras, en el que los artefactos y ecofactos aparecen sin ningún atisbo de ordenación, lo que sugiere que fueron amortizadas de manera intencionada en un breve lapso de tiempo, pudiendo descartarse que su amortización se debiese a aportes erosivos una vez abandonadas o a periódicos aportes de basura. En esta idea redunda el hecho de que algunas estructuras en las que la secuencia parece haberse conservado intacta incluso en su fracción más superficial, presentan un nivel superior de amortización a base de grandes mampuestos, fragmentos de molinos de mano, etc., debajo del cual se documenta el relleno indiferenciado común al resto de las estructuras, evidenciando así un acto deliberado de “cierre” del proceso de relleno. Los materiales arqueológicos presentes en los rellenos son muy variados y pueden datarse, grosso modo, en el tránsito entre el IV y el III milenio a.C., esto es, entre las últimas fases del Neolítico y las iniciales del Calcolítico. Destaca, por su abundancia la cerámica, generalmente muy fragmentada, aunque se han recuperado varias vasijas completas (Fig. 5). Destacan los cuencos, las ollas de diversos tamaños, las cazuelas carenadas, formas menos frecuentes como los soportes y los embudos, y, en algunas estructuras, las menos, fragmentos de fuentes de borde engrosado que apuntan a una cronología ya plenamente calcolítica. Las decoraciones, muy escasas, se limitan a líneas horizontales incisas y triángulos punteados. También se han exhumado fragmentos de pesas y una figurilla 331
Movilidad, contacto y cambio. II Congreso de Prehistoria de Andalucía
femenina en arcilla (Fig. 6). Son relativamente frecuentes los restos de talla y útiles de sílex, sobre todo hojas prismáticas y puntas de flecha, siendo más escasos los ejemplares de herramientas de piedra pulimentada (hachas, azuelas, manos de molino, etc.). También se han recuperado gran cantidad de molinos de mano labrados en arenisca, muy fragmentados, excepto dos ejemplares casi completos y algunos fragmentos de molinos labrados en peridotita. Por último, se han descubierto varios ídolos tallados en pizarra, la mayoría de ellos placas rectangulares, aunque también hay algunos antropomorfos. Otros productos pétreos son un ídolo antropomorfo en arenisca, varias cuentas bitroncocónicas en piedra verde y varios fragmentos de talla de cristal de roca. No se han documentado indicios de actividad metalúrgica en el yacimiento. La malacofauna es muy abundante, destacando lapas (Patella vulgata) y mejillones (Mytilus edulis) y, en menor medida, otras especies, como búsanos (Murex trunculus), caracoles marinos (Monodonta turbinata) o coquinas (Donax trunculus). Destacan, en el relleno de algunas estructuras, la cantidad inusualmente elevada de conchas de moluscos que parecen haberse depositado en un corto intervalo de tiempo. Además de las especies recolectadas para su consumo, se han exhuFig. 4. Estructura nº 41. Yacimiento de La Loma de La Alberica (Esmado varias decenas de cuentas de collar sobre tepona, Málaga). conus mediterraneus. En cuanto a la aparición de varios otolitos de corvina (Argyrosomos regius), no es posible por el momento asegurar si constituyen evidencias de consumo de esta especie o si nos encontramos ante un elemento de adorno. Destacaríamos también la presencia, en determinadas estructuras muy significativa, de caracoles terrestres (Helicidae). Por el momento no es posible asegurar si son arrojados formando parte del relleno de los hoyos, o, por el contrario, son producto de intrusiones postdeposicionales. En contraste con la mayoría de los yacimientos de similares características, resulta muy significativa la escasa presencia de restos óseos, recuperados. Pese al cribado de todos los rellenos sólo se han encontrado algunos fragmentos y, en todos los casos, con una conservación deficiente que dificulta su caracterización. La concurrencia de varios procesos tafonómicos (acidez del sedimento, acción de raíces, etc.), parece una explicación insuficiente para justificar la ausencia de restos óseos, dentarios o córneos en más de un centenar de hoyos, por lo que tal vez otro tipo de factores (culturales, rituales, etc.) determinarían su exclusión de entre los materiales que se arrojan para colmatar las estructuras. Se 332
Fig. 5. Olla completa procedente de la estructura nº 73. Yacimiento de La Loma de La Alberica (Estepona, Málaga).
El yacimiento neolítico de la Loma de la Alberica (Arroyo Vaquero, Estepona-Málaga). Actuaciones arqueológicas realizadas en la zona del CHARE en la campaña de 2011 trata, en todo caso, de un asunto sobre el cual sólo futuras analíticas podrían arrojar algo de luz. También resulta muy llamativa la escasa presencia de restos de carbón, que se limita a muestras de pequeño tamaño procedentes de tres estructuras. Tal vez el origen de este hecho venga dado por los mismos factores expuestos para los restos óseos, ya que durante los trabajos de campo se ha comprobado como el relleno de las estructuras, posiblemente por su menor dureza con respecto al nivel geológico circundante, está totalmente surcado por raíces, hormigueros, madrigueras de diámetros diversos, etc. Este hecho, que se ha documentado hasta los niveles más profundos de las estructuras, ha podido incidir en la casi total desaparición de las muestras de origen orgánico. CONSIDERACIONES FINALES La Loma de la Alberica fue un lugar visitado durante generaciones, posiblemente a finales del IV milenio y primera mitad del III a.C., para explotar, de forma estacional, los recursos costeros próximos. Esto lo atestigua la gran cantidad de malacofauna recuperada en el yacimiento. Destaca entre ellos lapas (Patella vulgata) y mejillones (Mytilus edulis) y, en menor medida, otras especies, como búsanos (Murex trunculus), caracoles marinos (Monodonta turbinata) o coquinas (Donax trunculus). De estas actividades, que supondría la ocupación temporal del área, sólo nos quedan innumeraFig. 6. Figurilla femenina de arcilla. Estructura nº. 1. Yacimiento de bles fosas que, colmatadas de forma antrópica, dan La Loma de La Alberica (Estepona, Málaga). fé de prácticas de fundación, condenación y/o abandono del lugar configurando arqueológicamente un yacimiento del tipo “campos de hoyos” (Márquez y Jiménez, 2010). Hablamos de un hábitat, cada vez mejor definido entre las comunidades megalíticas peninsulares, que se caracterizaría por una compleja movilidad orientada a la obtención de recursos y bienes pero sujeta a parámetros de naturaleza social en el que la escala de interactuación podía variar en el espacio y el tiempo y, dependiendo de las circunstancias, podía afectar a individuos aislados, a pequeños grupos, o a cientos de personas. En este paisaje dinámico, los hitos megalíticos estructurarían como únicos puntos fijos los desplazamientos de rebaños y personas. En ese escenario, la manifiesta relación espacial del yacimiento de la Loma de la Alberica con la vecina necrópolis megalítica de Corominas (Fernandez et al., 2007) será uno de los problemas históricos que deberemos resolver los próximos años. AGRADECIMIENTOS En el óptimo desarrollo de los trabajos ha sido crucial la ayuda recibida desde el Ilmo. Ayto. de Estepona.
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Notas Dichas excavación fue dirigida por el arqueólogo municipal Ildefonso Navarro y en ella participó un equipo de técnicos del Ayto de Estepona formado por Joaquín Aragón, Carmen Pérez, Juana G. Alcalá, Andrés Cintrano y Javier García.
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Dirigidos por el profesor José E. Márquez, la participación de la UMA se concretó en un equipo formado por Lara Milesi, Ana Mª Cruz, Águeda Lozano, Ángel Rubio, Pablo Cuevas, Víctor Jiménez y José Luis Caro y sufragado con recursos proveniente del Proyecto General de Investigación de Excelencia de la Consejería de Innovación, Ciencia y Empresa de la Junta de Andalucía denominado “Estudio Arqueológico y Gestión Patrimonial en los recintos de fosos del Suroeste de la Península Ibérica” (2008-HUM-04212).
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Nuevas aportaciones al yacimiento de Valencina de la Concepción (Sevilla). Actuación arqueológica en C/ Italia, 6 Helena Paredes Courtot, Mª Carmen Íñiguez Sánchez, Enrique Gutiérrez Cuenca CIS Arqueología S.L.
1. Introducción En agosto de 2010 llevamos a cabo una Actividad Arqueológica Preventiva en el solar número 6 de la calle Italia, en Valencina de la Concepción (Sevilla) con motivo de la edificación de una vivienda. El término municipal de Valencina de la Concepción acoge uno de los poblados calcolíticos más importantes de Andalucía occidental, se trata de una extensa área poblacional rodeada de numerosos monumentos funerarios, que ocupa una extensión de 360 hectáreas. A través de las excavaciones de urgencia, se han diferenciado a grandes rasgos las áreas funcionales del yacimiento (Arteaga y Cruz-Auñón, 1999) y se han podido delimitar dos zonas con distinta funcionalidad: una de carácter ocupacional y productivo, y otra funeraria. La primera de estas áreas se concentra en el casco urbano del municipio, que engloba la primitiva meseta central, los cabezos alomados meridionales y los cerros septentrionales, alcanzando las 23.560 ha. Por otro lado, la zona exclusiva de necrópolis se extiende al sureste de la localidad, alcanzando las 22.320 ha (Vargas, 2003). El desbroce superficial del solar, permitió la localización de varias manchas circulares que, debido a su ubicación en el BIC de Valencina de la Concepción tuvieron que ser excavadas. Se identificaron doce estructuras de las cuales se excavaron cinco por completo, las que estaban afectadas por la futura edificación, y siete parcialmente. Se reconocieron diez silos, dos de ellos unidos formando uno geminado, un fondo de cabaña y una cubeta sin relleno antrópico. Se trata de estructuras relacionadas con un uso doméstico, que se ubican en la mencionada “área de ocupación habitacional y productiva” definida en el yacimiento de Valencina por la Carta Arqueológica Municipal, redactada por J.M. Vargas Jiménez. Fig. 1. Ubicación de espacios habitacionales y productivos.
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Movilidad, contacto y cambio. II Congreso de Prehistoria de Andalucía 2. La excavación La excavación de las diferentes estructuras localizadas en el yacimiento se realizó comenzando por la sección de las mismas. Este método permitió documentar los diferentes estratos, en ocasiones compuestos de una sola unidad, que colmataba cada oquedad. Las estructuras 1 y 2 no fueron excavadas, dado que no resultaban afectadas por la futura edificación, aunque sí se recogieron los materiales que afloraban en superficie, entre los que destacaban fragmentos cerámicos de platos de borde almendrado.
Fig. 2. Vista general de la excavación.
El silo geminado (Estructura 3 y 4), al ser localizado fue numerado como dos hoyos independientes. La excavación y la sección de ambas estructuras confirmaron la presencia de dos unidades estratigráficas de colmatación. Una de ellas, la UE 29, aportaba materiales cerámicos con bordes redondeados, carenas y mamelones. Se han documentado cazuelas y cuencos semiesféricos, pero están ausentes los platos.
Fig. 3. Perfil del silo geminado.
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Nuevas aportaciones al yacimiento de Valencina de la Concepción (Sevilla). Actuación arqueológica en C/ Italia, 6 En el resto de los silos y en el fondo de cabaña, a diferencia de lo que sucede en el silo geminado, aparecieron otro tipo de materiales cerámicos como fragmentos de plato con borde engrosado y almendrado, con marcada línea interior, atribuibles a un momento más tardío. La mayoría de estos hoyos presentaron como máximo dos unidades de colmatación, y el material cerámico localizado no fue tan abundante como en el silo geminado. El fondo de cabaña, (Estructura 9), de 210 cm de diámetro y unos 60 cm de profundidad, y sin agujeros de poste, conservaba un núcleo de combustión localizado en el centro. Este hogar aportó numerosos restos de fauna (Ovis, Sus, etc.), un tipo de evidencia ausente en los silos. El material cerámico recogido en esta estructura se caracterizó por la presencia de bordes engrosados y almendrados, en su mayoría quemados por su exposición al fuego del hogar central. El estudio preliminar de los materiales y de sus contextos de aparición, sugiere diferencias cronológicas entre el silo geminado y el resto de las estructuras. 3. Resultados y contextualización Es indudable la entidad y complejidad de Valencina durante la Edad del Cobre. Se trata de uno de los yacimientos más representativos del Calcolítico Pleno en la Península Ibérica, como lo confirman las diversas excavaciones y estudios realizados (Fernández y Oliva, 1985; Ruiz Mata, 1975 y 1983; Martín de la Cruz et al., 1984). El ámbito físico donde se desarrolló el poblamiento de Valencina de la Concepción estaba formado por un litoral cercano a la desembocadura del Guadalquivir, constituido por un golfo marino con una zona de tierras bajas pantanosas y una arteria fluvial que originaba un estuario con deficientes condiciones de salubridad. Este medio físico convirtió el espolón sobre el que se localiza el yacimiento en un enclave estratégico y de óptimas condiciones para el asentamiento. La zona que nos ocupa, forma parte de la llamada Plataforma del Aljarafe. Su base geológica es de origen terciario, a excepción de los rellenos cuaternarios que se documentan en los terrenos más bajos correspondientes a llanuras aluviales. Así pues, el área de Valencina de la Concepción se puede subdividir en dos: una correspondiente a los terrenos de cota más baja, relacionados con la dinámica fluvial y otra superior donde se sitúan las elevaciones del Aljarafe. Esta posición estratégica es la que justifica la situación de este yacimiento, lo suficientemente distanciado de las tierras bajas, mas insalubres y siendo además un punto de vía natural entre los yacimientos mineros de Aznalcóllar y el camino fluvial del Guadalquivir (Vargas, 2003). El hábitat prehistórico se caracteriza por presentar construcciones excavadas en el suelo, cabañas que son semisubterráneas de adobe y con hogar en el interior, y silos. Destaca la abundancia de zonas de almacenaje, lo que pone de manifiesto un paisaje productivo tanto agrícola como ganadero en los alrededores (Vargas, 2001). Los silos suelen ser de planta circular, con la base más ancha que la boca y entre un metro y un metro y medio de profundidad conservada, con perfil mayoritariamente semicircular y bordes convexos. Sin embargo hay silos que presentan paredes casi rectas que se abren de manera pronunciada hacia el fondo (Fernández y Oliva, 1986). Su abundancia, más allá del almacenamiento de excedentes de producción, hace pensar en una previsión derivada de posibles relaciones de intercambio (Santana, 2010), que permitirían el acceso a otros bienes de consumo basados en el prestigio para reafirmar la posición de una élite existente (Queipo de Llano, 2005). De forma genérica, la función de estas estructuras excavadas en el suelo, sería albergar fundamentalmente productos agrícolas, es decir, son estructuras para contener cereales, tanto para su consumo como para su siembra (Ruiz y López, 2001). En ocasiones también se almacenaban los frutos procedentes de la recolección, como por ejemplo sucede con las bellotas (Muñoz, 1998). Se ha planteado la posibilidad de que los hoyos siliformes que tienen paredes rectas y base plana sean depósitos de agua (Ruiz y Ruiz, 1999). Los estudios paleobiológicos más recientes, proponen el uso de estas estructuras como espacios de almacenamiento de materia orgánica para la fabricación de compost, empleado en la fertilización de los campos por estas comunidades agrícolas y ganaderas (Bernáldez y García-Viñas, en prensa). Esta función explicaría la localización de silos carentes de materiales. Concluida la utilización original de la estructura, se procede a su amortización intencionada, rellenándola con materiales de deshecho (Lara et al., 2004). La homogeneidad de los mismos es un indicador de esa intencionalidad de cegarlas, que demuestra la utilización final de los silos como vertederos (Fernández y Oliva, 1986).
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A la descripción genérica de silos reutilizados como basureros responden siete de las estructuras excavadas en nuestro solar. Por su parte las estructuras E-12 y E-6, que no aportaron resto cerámico ni óseo alguno, podrían haber sido empleadas para otras funciones, como la fabricación de composta. Las estructuras E-3 y E-4, el silo geminado, responde también al uso y abandono intencionado, apareciendo colmatado de material cerámico y piedras. Nuestra estructura, compuesta por dos bocas y una oquedad, ofrece un momento de abandono común, por lo que se rellena de forma homogénea. Este tipo de silo geminado no responde a la definición de una boca común para dos espacios de almacenamiento (Ruiz y Ruiz 1999), ni se trata de un silo excavado en parte sobre el relleno del otro (Fernández Gómez 2005), ni de un solapamiento casual dada la proximidad de ambas estructuras (Helena Paredes et al., 2010), consiste en un silo doble construido a base de dos hemisferas tangentes y un cuerpo común. El silo geminado encuentra su paralelo en otras intervenciones arqueológicas desarrolladas en la misma localidad de Valencina de la Concepción, concretamente en la parcela del nuevo IES, donde responden a esta descripción las UUEE 173, 423, 449 y 486 (Vargas et al., 2005). La estructura E-9, ubicada en el centro de la parcela, ya desde el comienzo de su excavación se vislumbró como un hoyo diferente debido a sus grandes dimensiones. La localización de un hogar en el centro nos hizo pensar en que se trataba de una estructura de hábitat, espacios domésticos que sirvieron de cobijo, cocina y almacenamiento, denominados frecuentemente como fondos de cabaña (Colin, 2003). Estas improntas de cabañas son de ámbito circular y tienen superficies en torno a 10 m2, con diámetros de hasta 3 m y fondos no muy profundos (Vargas, 2005). En cuanto a la cubrición de estos espacios habitacionales, debido al escaso diámetro que alcanzaban estas estructuras, no sería siempre necesario la utilización de poste central para sostener la cubierta (Colin, 2003). Este es el caso ante el que nos encontramos en nuestra estructura 9, una amplia oquedad circular con escasa profundidad, con un hogar central y sin ningún elemento que indique el modo de sujeción de la techumbre. Correspondería a la definición de Santana (2010) de construcciones semisubterráneas o subterráneas en un único nivel con planta simple y regular, tendente a circular, aunque sin los elementos cuadrangulares que propone esta autora. El Calcolítico Pleno, momento de mayor florecimiento del gran centro de poder de Valencina de la Concepción en el marco del poblamiento intensivo de la margen izquierda del Guadalquivir (Lara et al., 2004), es también el periodo mejor representado en nuestra excavación, como pone de manifiesto la presencia de materiales cerámicos tan característicos como los platos de borde engrosado y almendrado. Nueve de las estructuras localizadas aportaron este tipo de fragmentos cerámicos, considerados en la historiografía como las formas más típicas de Valencina. La cerámica que aportó la estructura geminada con paralelos en Papa Uvas atribuidos al Neolítico Final (Martín de la Cruz, 1985 y 1986), se suma a las evidencias que permiten situar los orígenes del yacimiento en momentos anteriores al Calcolítico Inicial, sin perder de vista la complejidad que existe para diferenciar claramente el final y el inicio de cada periodo.
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Fig. 4. Estructura 9 o fondo de cabaña.
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Fig. 5. Principales formas cerámicas de UE 29 del silo geminado.
No es la primera vez que se documentan materiales de este horizonte antiguo en Valencina, ya que están presentes también en la estructura denominada “horno” del Corte C (Fernández y Oliva, 1985). Muchos son los autores que consideran que la tradición cerámica del Calcolítico hunde sus raíces en el Neolítico Final (Acosta, 1995) y proponen la cazuela carenada, forma presente en nuestro silo geminado, como el indicador de una nueva etapa cultural en la que culminan las profundas transformaciones de índole social y económica (Colin, 2003).
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Yacimiento de Perdigões (Reguengos de Monsaraz, Portugal) Actividades arqueológicas de la Universidad de Málaga (Trienio 2009-2011) J. E. Márquez*, E. Mata, J. Suárez, V. Jiménez J. L. Caro**. *Área de Prehistoria. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Málaga. Proyecto Investigación P08-HUM-04212, Junta de Andalucía. [ jemarquez@uma.es ] **Proyecto Investigación P08-HUM-04212, Junta de Andalucía. [jlcaro@uma.es]; [psuarezarqueo@gmail.com ]; [elemavi@hotmail.com ]; [ vjjaimez@yahoo.es ]
Resumen: Durante el trienio 2009-2011 la Universidad de Málaga ha realizado trabajos arqueológicos en el importante yacimiento prehistórico de Perdigões (Reguengos de Monsaraz, Portugal). En este artículo repasamos brevemente las tareas llevadas a cabo en el lugar, especialmente prospecciones geomagnéticas y excavaciones tanto en extensión como en el interior del foso 1. Finalmente, adelantamos algunas novedades sobre la interpretación de los recintos de fosos que existen en dicho lugar concretamente sobre la fisonomía de sus puertas y sobre la naturaleza del relleno de estas extensas estructuras excavadas en la roca. Palabras clave: Recinto de fosos, deposición estructurada, puerta monumentalizada, Neolítico, Edad del Cobre Abstract In the last three years (2009-2011), the University of Malaga has undertaken several archaeological activities at the highly important Prehistoric site of Perdigões (Reguengos de Monsaraz, Portugal), where a number of ditched enclosures have been found. In this paper we will review the works carried out, particularly magnetometric surveys and excavations, both extensive and within the so-called Ditch 1. We will subsequently present new data about the layout of Gate 1 and the dynamics of ditch filling at Ditch 1. Keywords: Ditched enclosures, structured deposition, monumentalised entrance, Neolithic, Chalcolithic. 1. Introducción El Área de Prehistoria de la Universidad de Málaga (UMA) realiza actividades arqueológicas en el yacimiento de fosos de Perdigões (Reguengos de Monsaraz, Portugal) desde el año 2008, gracias a la invitación realizada por el Núcleo de Investigação Arqueológica (NIA) de ERA-Arqueologia S.A para participar en el Programa Global de Investigação Arqueológica dos Perdigões (INARP), coordinado por A. Valera (Márquez et al., 2008, 2011a). Ese mismo año, la por entonces Consejería de Innovación, Ciencia y Empresa de la Junta de Andalucía aprobó un Proyecto de Investigación de Excelencia titulado: “Estudio arqueológico y Gestión Patrimonial en los Recintos de fosos del Suroeste de la Península Ibérica” (Andalucía-Algarve-Alentejo) (HUM-04212)”, cuyo principal objetivo era establecer una estrategia global para la definición, estudio y protección patrimonial de los yacimientos de fosos del Suroeste peninsular. Los recursos procedentes de este proyecto han servido para financiar la mayoría de las actuaciones realizadas entre 2009 y 2011 que describiremos más adelante1. Desde entonces, las actuaciones de campo del Proyecto han girado en torno al citado yacimiento portugués, localizado en el valle de la Ribeira do Álamo, afluente del Guadiana, en una de las zonas con mayor proliferación de construcciones megalíticas de toda Europa. Descubierto en 1983, el yacimiento de Perdigões consta de casi 16 ha de extensión. En su interior, el lugar alberga hasta 11 anillos de fosos más o menos concéntricos, que en ocasiones incluso llegan a solaparse, configurados mediante fosos y/o empalizadas. Además, el conjunto consta de una necrópolis situada en la zona intermedia entre los dos fosos más exteriores en el cuadrante oriental, así como de un crómlech en la zona exterior del recinto, igualmente en dirección este. El presente trabajo pretende dar a conocer, de manera sintética, las actuaciones desarrolladas por la UMA en el yacimiento de Perdigões como resultado del Proyecto de Excelencia (2009-2011).
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2. Actuaciones arqueológicas en Perdigões Los trabajos realizados por la UMA durante el trienio 2009-2011 han consistido en: prospecciones geofísicas generales, excavación de un segmento del Foso 1 y apertura de un sondeo en extensión en el entorno de la Puerta 1. 2.1. Prospecciones geofísicas Las prospecciones geofísicas se realizaron durante los meses de junio y septiembre de 2009. Fueron encargadas a la empresa Becker Archaeological Prospection y contaron con el trabajo coordinado de un equipo formado por miembros de la UMA y de ERA-Arqueologia. Los resultados de la prospección geomagnética ya fueron adelantados durante el I Congreso de Prehistoria de Andalucía, aunque volveremos sobre ellos brevemente (Márquez et al., 2011b). Hasta su realización, la única imagen que se tenía sobre la planta del yacimiento era una fotografía aérea tomada en 1997 (Lago et al., 1998a, 1998b). Sin embargo, y gracias a los estudios geomagnéticos pudimos ampliar considerablemente nuestro conocimiento sobre la fisionomía general del sitio, obteniendo unos resultados altamente satisfactorios que nos ofrecieron una nueva visión global del yacimiento (Márquez et al., 2011c) (Fig. 1).
Fig. 1. Perdigões (Reguengos de Monsaraz, Portugal). Magnetograma resultado de las prospecciones geomagnéticas realizadas durante el verano de 2009 (Márquez et al., 2011c).
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Yacimiento de Perdigões (Reguengos de Monsaraz, Portugal) Actividades arqueológicas de la Universidad de Málaga (Trienio 2009-2011) A partir de la magnetometría se descubrieron hasta 11 anillos subcirculares de tendencia concéntrica, formados, bien por estructuras negativas del tipo foso/zanja excavadas en la roca basal, bien por posibles empalizadas. Conjuntamente, fueron localizadas un total de cinco interrupciones en los fosos más exteriores, sumando tres nuevas a las dos ya conocidas. Además, y como otra de las grandes aportaciones de la geomagnética, debemos comentar la ingente cantidad de estructuras del tipo hoyo/fosa que aparecieron sobre la planta del recinto distribuidas de manera aleatoria entre los distintos fosos. 2.2. Trabajos en la Puerta 1 Desde el primer momento, la Puerta 1 y su entorno se convirtieron en el escenario de actuaciones de la UMA. Esta decisión respondió a nuestro convencimiento de que las zonas de entrada de los recintos de fosos son las más propensas a contener depósitos estructurados o con un carácter más especial (Márquez y Jiménez, 2010: cap. 5). Hay que señalar además que, en el momento en el que se plantearon los objetivos iniciales del Proyecto, éste acceso situado en el cuadrante NE del recinto (Sector-L) resultó ser el único conocido con seguridad. Ya en 1997, ERA-Arqueologia inició, en este mismo sector, la excavación de un sondeo que quedó inacabado (Lago et al., 1998a, 1998b). Dicho corte se ubicó en un tramo de la zona de cierre del Foso 1, que delimitaba la zona de entrada de la Puerta 1. Dadas las circunstancias, no nos pareció conveniente iniciar la excavación de un nuevo sondeo en esta área sin antes finalizar el corte inconcluso iniciado en 1997. Con este ánimo, la UMA emprendió la finalización del conocido como Sondeo L-1 durante las campañas de 2009 y 2010 (Fig. 2).
Fig. 2. Perdigões (Reguengos de Monsaraz, Portugal). Detalle del Sector L.
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Los resultados de la excavación de la mitad inferior de la secuencia de colmatación del Foso 1 confirmaron el carácter antrópico e intencionado de su relleno, caracterizado por la reiteración intermitente de actos deposicionales intencionados a través de una serie de deposiciones en pequeñas fosas excavadas, bien sobre relleno antrópico o bien sobre niveles de sedimentación natural, que en ocasiones se cortaban unas a otras (Márquez et al., 2011d) (Fig. 3). Estamos convencidos de que dichas deposiciones sólo pudieron hacerse desde dentro del propio foso y sobre relleno ya preexistente, en un momento en el que el interior del foso era transitable. En cuanto a la cultura material, se recuperó cerámica típica del Calcolítico Pleno Alentejano, siempre fracturada, junto a escasa industria lítica y gran cantidad de fauna, ésta última en fase de estudio. Destaca la aparición en uno de los primeros niveles de colmatación del foso de una figurita realizada en esquisto junto a una concentración de restos faunísticos. Dicho objeto ideomorfo es una placa de 110 mm de largo con una anchura máxima de 55 mm y unos 10 mm de espesor, caracterizada por mostrar una serie de escotaduras o muescas en su mitad superior, que lo dotan de un cierto aire antropomorfo (Mata et al., 2011) (Fig. 4).
Fig. 3. Perdigões (Reguengos de Monsaraz, Portugal). Excavación de la UMA en el Foso 1 (Sondeo L-1). Fotografía de las fosas realizadas cortando el relleno del foso.
Debido a que las dataciones radiocarbónicas se encuentran aún en fase de análisis, solo podemos apuntar una cronología relativa a partir de la tipología de los artefactos cerámicos recuperados, los cuales apuntan a un Calcolítico PlenoAvanzado para el conjunto del relleno. Los niveles de la mitad inferior del foso han sido denominados como fase inicial de colmatación del Foso 1, previa a la segunda fase de colmatación, que se identificaría con los tramos superiores del relleno, y por tanto, con la secuencia excavada en 1997. Esto supone que el Foso 1, el más exterior del conjunto, que delimita un área de casi 16 ha, se debió construir en un momento cercano a mediados del III milenio cal AC.
2.3. Excavación en extensión en el Sector L Durante la campaña de 2011, se abordó la apertura de un sondeo arqueológico en extensión en los alrededores de la Puerta 1, con el objetivo de comprobar la validez y precisión de los métodos geofísicos empleados en el yacimiento, caracterizar la morfología de la Puerta 1 y localizar evidencias de hoyos, empalizadas o terraplenes asociados. Esta actuación resultó especialmente interesante en esta zona si tenemos en cuenta las dificultades que se encontraron para la aplicación del método geofísico en las cercanías de la Puerta 1, que impidieron la obtención de una imagen tan nítida como la observada en el resto del sitio. 346
Yacimiento de Perdigões (Reguengos de Monsaraz, Portugal) Actividades arqueológicas de la Universidad de Málaga (Trienio 2009-2011)
Fig. 4. Perdigões (Reguengos de Monsaraz, Portugal). Contexto arqueológico que acompaña a la figurita de esquisto documentada en el primer nivel de colmatación del Foso 1.
Fig. 5. Perdigões (Reguengos de Monsaraz, Portugal). Fotografía aérea del sondeo en extensión excavado durante la campaña de 2011.
La excavación permitió dejar al descubierto una serie de estructuras negativas prehistóricas excavadas sobre el sustrato geológico y rellenas de sedimentos arqueológicos: los dos segmentos del Foso 2 que marcan una de las interrupciones que éste tiene en su recorrido, concretamente la que define la Puerta 1; un conjunto de ocho estructuras del tipo hoyo/fosa distribuidas tanto al interior del Foso 2 como en el área intermedia entre los dos fosos; y una estructura negativa, del tipo foso o zanja, adosada a la Puerta 1 por el exterior, que constituía una especie de arco o ímbrice. Estas estructuras fueron definidas en planta, sin llegar a ser excavadas (Fig. 5). De todas ellas, merece especial atención la zanja en forma de arco que apareció adosada al exterior de la Puerta 1. Dicha estructura negativa prehistórica, por su ubicación y su peculiar trazado, recuerda a aquellas estructuras con aspecto de “ímbrice” constatadas por la geofísica en otras entradas a los recintos de fosos de Perdigões. En general, todo parece indicar que su presencia se explica por un interés por dificultar, dirigir y/o monumentalizar el acceso al recinto, sin menoscabo, obviamente, de la importancia que otorgamos a la temporalidad y cronología de cada uno de estos elementos (Márquez et al., 2011c). Recostado sobre el relleno de ésta estructura encontramos, además, una posible estela-menhir. Su situación dentro de la estratigrafía invita a pensar en la posibilidad de que originariamente formase parte del perímetro exterior de la Puerta 1, más aún si consideramos que la presencia de menhires y estelas megalíticas son especialmente abundantes en el contexto cronocultural en el que nos hayamos en el sur de Portugal. En el exterior del propio recinto de Perdigões contamos con antecedentes como la alineación de menhires o crómlech ubicado en la periferia de la zona este y la existen347
Movilidad, contacto y cambio. II Congreso de Prehistoria de Andalucía
cia de grandes bloques con grabados (Gomes 1994). Destaca el hallazgo, en los primeros niveles revueltos de dicho sondeo, de un ídolo femenino realizado en bulto redondo de 7 cm de altura y aspecto bicónico. Presenta una base amplia y convexa con una profunda incisión axial de sección en V. Posee en el inicio del estrechamiento de la conexión entre los dos cuerpos cónicos dos pequeñas protuberancias añadidas a barbotina representando el pecho (Fig. 6). En cualquier caso, la complejidad en la estratigrafía de este sondeo dificulta a priori su interpretación, para lo cual será necesario realizar una ampliación del sondeo en extensión o una futura excavación en profundidad para así poder concretar un poco más la naturaleza de cada una de las evidencias descubiertas y su relación temporal. En este compromiso se desarrollarán las actividades arqueológicas en verano de 2012.
Fig. 6. Perdigões (Reguengos de Monsaraz, Portugal). Figurilla femenina de cerámica, posible ídolo ginemorfo recuperada durante los trabajos de 2011.
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Yacimiento de Perdigões (Reguengos de Monsaraz, Portugal) Actividades arqueológicas de la Universidad de Málaga (Trienio 2009-2011) Bibliografía. GOMES, M. V. 1994: “Menires e cromeleques no complexo cultural megalítico português - trabalhos recentes e estado da questão”, Actas do seminário “O Megalitismo no Centro de Portugal: novos dados, problemática e relações com outras áreas peninsulares” (Mangualde, 1992). Centro de estudos Pré-Históricos da Beira Alta, Viseu (Portugal), pp. 317-342. LAGO, M., DUARTE, C., VALERA, A. C., ALBERGARIA, J., ALMEIDA, F. E. y CARVALHO, A. (1998a): “Povoado dos Perdigões (Reguengos de Monsaraz): dados preliminares dos trabalhos arqueológicos realizados em 1997”. Revista Portuguesa de Arqueologia 1(1), pp. 45-152. LAGO, M., DUARTE, C., VALERA, A. C., ALBERGARIA, J., ALMEIDA, F., CARVALHO, A. y REIS, S. (1998b): “Povoado Pré-Histórico dos Perdigões (Reguengos de Mosaraz). Relatório final dos trabalhos de salvamento arqueológico”, Relatórios Era, 1. MÁRQUEZ ROMERO, J. E., JIMÉNEZ JÁIMEZ, V. y MATA VIVAR, E. (2008): “Excavaciones en el yacimiento de Perdigões (Reguengos de Monsaraz, 2008-2010). Universidad de Málaga (España)”. Apontamentos de Arqueologia e Património, 2, pp. 27-34. MÁRQUEZ ROMERO, J. E. y JIMÉNEZ JÁIMEZ, V. (2010): Recintos de Fosos. Genealogía y significado de una tradición en la Prehistoria del Suroeste de la Península Ibérica (IV-III milenios a.C.). Servicios de publicaciones de la Universidad de Málaga, Málaga. MÁRQUEZ ROMERO, J. E., SUÁREZ PADILLA, J., MATA VIVAR, E., JIMÉNEZ JÁIMEZ, V. y CARO HERRERO, J. L. (2011a): “Actividades arqueológicas de la Universidad de Málaga en el Complexo Arqueológico dos Perdigões (Reguengos de Monsaraz, Portugal). Trienio 2008- 2010”, Apontamentos de Arqueologia e Património, 7, pp. 33-40. MÁRQUEZ ROMERO, J. E., JIMÉNEZ JÁIMEZ, V. y SUÁREZ PADILLA, J. (2011b): “Deconstruyendo Perdigões. Sobre la temporalidad en los yacimientos de fosos del sur de la Península Ibérica”. Memorial Siret. I Congreso de Prehistoria de Andalucía. La Tutela del Patrimonio Prehistórico. Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, Sevilla, pp. 575-578. MÁRQUEZ ROMERO, J. E., VALERA, A. C.; BECKER, H., JIMÉNEZ JÁIMEZ, V. y SUÁREZ PADILLA, J. (2011c): “El Complexo Arqueológico dos Perdigões (Reguengos de Monsaraz, Portugal). Prospecciones Geofísicas – Campaña 2008-09”. Trabajos de Prehistoria, 68(1), pp. 175-186. MÁRQUEZ, J.E., SUÁREZ, J., JIMÉNEZ, V. Y MATA, E. (2011d): “Avance a la Secuencia Estratigráfica del “Foso 1” de Perdigões (Reguengos de Monsaraz, Portugal) a partir de las campañas 2009 Y 2010”, Menga, Revista de Prehistoria de Andalucía, 2, Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, pp. 157-174. MATA VIVAR, E., FERNÁNDEZ RUIZ, J. y CARO HERRERO, J. L. (2011): “Figurinha en xisto procedente del relleno de Foso 1 del Complexo arqueologico dos Perdigões”, Apontamentos de Arqueologia e Património, 7, pp. 19-21.
Notas Algunos de los gastos generados durante la campaña de 2011 fueron sufragados con recursos provenientes del Proyecto del Plan Nacional del Ministerio de Ciencias e Innovación HAR2010-21610-C02-01, titulado “Concepto, método y gestión patrimonial en los Recintos de Fosos de la Península Ibérica (IV-III milenios AC)”.
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Nuevos aspectos sobre el rito de enterramiento colectivo en la comarca de Antequera. El hipogeo del Cerro del Comandante Luis-Efrén Fernández Rodríguez, Marisa Cisneros García, Alfonso Palomo Laburu, Bárbara López Tito, Inmaculada Ruiz Somavilla, Miguel Crespo Santiago, Mercedes Ferrando de la Lama, Ana Espinar Cappa Taller de Investigaciones Arqueológicas, S.L.
A nuestra compañera y amiga María del Mar Resumen: En el límite norte del Cerro del Comandante, muy afectado por una línea de arroyada natural fuertemente encajada y vinculado con un pequeño asentamiento, se documentó una subestructura de planta cuadrangular, en cuyo interior se han identificado restos de varios inhumados en posición secundaria. En total se localizaron tres individuos adultos jóvenes y cuatro infantiles. El proceso permitió descubrir la presencia de un individuo en conexión anatómica, cuyas extremidades inferiores habían sido descoyuntadas por la cintura escapular pélvica hasta aparecer replegadas sobre la espalda. Esta circunstancia posiblemente implicó el descarnado intencional y/o la putrefacción exterior previa, al menos parcial del difunto, para su entierro. Todo esto podría escalar el rito hasta la complejidad interpretativa de depósitos en posición terciaria, lo que abriría las puertas hacia hipótesis de rituales post mortem de gran complejidad. Palabras clave: Calcolítico, Hipogeo, Enterramiento múltiple, Manipulación post mortem. Durante el invierno de 2010, se procedió a efectuar el reconocimiento superficial de los terrenos destinados a servir de cantera de áridos para la ejecución de la línea de alta velocidad Antequera-Granada, supervisando el proceso de desbroce del sector de obra denominado préstamo P-5. A este fin, el plan de obra eligió una loma de amplio radio y remate ligeramente cónico que domina la zona de campiña que se sitúa entre Campillos y Antequera, orientada al norte hacia la laguna de Fuente Piedra, hito natural que en el pasado actuó como un referente económico importante para las sociedades que ahora estudiamos con metodología arqueológica. Sin duda debió ser una zona apropiada para las prácticas cinegéticas, aprovisionamiento de sal y aprovechamiento agrícola y pecuario. La denominación del yacimiento, Cerro del Comandante, rescata un antiguo topónimo, perdido tras su incorporación a la finca del actual cortijo de Cañaveralejo. El establecimiento humano se emplazó sobre la más elevada de las dos cimas que caracterizan fisiográficamente el cordel de colinas, con una cota máxima de 514.93 m.s.n.m. La mayor parte de las evidencias conservadas se localizan en un ligero rellano con morfología de plano suavemente inclinado que conforma la vaguada que conecta las dos elevaciones principales, mientras que la zona utilizada con fines funerarios se ubicó en el extremo noreste del ámbito. La situación estratégica del asentamiento puede interpretarse en dos órdenes bien distintos. Por un lado, Comandante se ubica en una elevación bien orientada hacia la explotación de los terrenos de campiña que se abren a norte y oeste del sitio, así como hacia los terrenos de planicie, caracterizados por la presencia de algunas depresiones con cierto grado de endorreísmo estacional, que conectan con la vega de inundación del río Guadalhorce tanto al sur como al este. Por su parte, hacia el norte, controla visualmente el ámbito palustre de la laguna de Fuente de Piedra que, en su momento, debió mostrar una mayor superficie de lámina y, a su vez, pudo posibilitar el acceso a multitud de recursos. Por otro lado, el Cerro de Comandante conforma el extremo físico de la vega de Antequera, enfrentado en su eje este-oeste a la mole caliza de la Peña de los Enamorados, de la que se distancia 17 kilómetros. Al norte y oeste del yacimiento la fisiografía del territorio se abre hacia formaciones ondulantes de campiña. Es por tanto, al menos en lo visual y en lo paisajístico, un verdadero punto de “frontera” desde una perspectiva espacial a escala de comarca natural con unas características homogéneas y unos marcadores físicos delimitadores bien definidos en el paisaje. En lo que hace referencia al espacio de asentamiento humano, en el curso de estos trabajos se han identificado los restos muy alterados y afectados postdeposicionalmente de, al menos cuatro unidades de habitación, en las 351
Movilidad, contacto y cambio. II Congreso de Prehistoria de Andalucía
que se agrupaban varias subestructuras excavadas en el manto calcarenítico. Las subestructuras, la mayor parte descubiertas en bajo estado de conservación, se agrupan en el caso de las unidades de habitación 1 y 2, en relación a cierto número de hoyos de poste de diámetro variable y posiciones centrales y perimetrales en torno a estas. Las estructuras excavadas presentan plantas de tendencia circular y perfiles que, de forma dominante reflejan secciones cilíndricas o troncocónicas. Sólo en el caso de UH1-Sub.4, se conservaba en su integridad, presentando apertura cenital circular con un diámetro de 0.60 m y una sección acampanada que generó un diámetro máximo en su base de 1.30 m, con una profundidad absoluta de 1.10 m. La secuencia interna refleja una colmatación de origen erosivo, con un sellado no intencional de clastos líticos de dimensiones medias. En su interior se recuperaron abundantes restos de debrís de talla lítica, elementos cerámicos fragmentarios, así como instrumental pulimentado elaborado sobre soportes subvolcánicos. La unidad de habitación 3 muestra un deficiente estado de conservación, resultando complejo establecer relaciones espaciales en superficie y sólo se determinó su presencia por la relativa proximidad de las subestructuras.
LÁMINA 1: Subestructura 4 en proceso de excavación, se aprecia la disposición de las capas erosivas que lo colmatan.
Mención específica requiere la unidad de habitación número 4. La excavación en extensión del área la vincula a una serie de cortes naturales presentes en la roca base, a modo de gradas con espacios subhorizontales relativamente amplios entre ellas. Pese a ser terrenos sometido a fuerte erosión de ladera, las evidencias materiales avalan la posible presencia de estructuras acomodadas al terreno. En este orden, el hallazgo de mórulas y placas de adobe, así como vestigios materiales entre los que deben destacarse los restos fragmentarios de una gran vaso de contención decorado en su exterior con cordones aplicados, cuyo grosor de galbo y labio aplanado, cercano a los 4 centímetros propone un uso del recipiente, al menos en su base, encastrado en el suelo.
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Nuevos aspectos sobre el rito de enterramiento colectivo en la comarca de Antequera. El hipogeo del Cerro del Comandante También en este caso, como hemos podido apreciar en otros yacimientos de su entorno con características físicas afines, el registro arqueológico suele ser indicativo de poblados de dimensiones medias o de gran superficie, normalmente mal conservados por milenios de utilización agrícola intensiva de los suelos sobre los que se instalaron, aunque todo indica que en origen debieron verse constituidos por estructuras domésticas construidas con materiales de escasa consistencia al medio erosivo y a posteriores acciones antrópicas. A nuestro criterio, las subestructuras que ahora hemos podido excavar son, sin duda los elementos estructurales de mayor resistencia al paso del tiempo de estos establecimientos, protegidas y consecuentemente conservadas por la circunstancia de verse excavadas en la roca base. En el caso del Cerro del Comandante, podemos hablar de un asentamiento de dimensiones reducidas para lo habitual, resultando complejo dictaminar si su tamaño relativo es debido a los procesos de destrucción tras su abandono, o bien responde originalmente a un patrón más reducido, similar al que pudimos documentar en su momento en la Loma del Cortijo Quemado, aún salvando la distancia cronológica que los separa (Fernández, 2005). El conjunto de materiales arqueológicos que se ha podido recuperar durante el proceso de excavación es ciertamente reducido. La mayor parte de las subestructuras que no se relacionan con agujeros para soportes de postes portantes de sistemas de cubiertas o posibles empalizadas, se encontraban sumamente arrasadas a excepción del caso citado anteriormente. Como suele resultar habitual en los yacimientos de las fases cerámicas de la Prehistoria Reciente, son estos elementos los que mayor volumen han arrojado en el global del registro material recuperado. Tanto desde los aspectos técnicos como en los tipológicos y tipométricos, el conjunto obtenido nos muestra un ambiente claramente doméstico con un utillaje propio de cocina, consumo y almacenaje. De esta forma tenemos, dentro de la escasez de datos disponibles, un porcentaje elevado en el que dominan con claridad las ollas y los vasos de almacenaje con cuerpos globulosos o ligeramente piriformes, bien con las bocas perfectamente circulares, o ya con labios indicados mediante un ligero exvasamiento del ápice. Entre los implementos elaborados en rocas duras, normalmente recurriendo a materiales de naturaleza subvolcánica, tendríamos las constituidas en diabasas de granulometría fina para el utillaje utilizado en funciones de adobado o abrasión por fricción continuada, posiblemente vinculadas con el tratamiento de pieles. Sólo algunas piezas, el hacha asociada al enterramiento colectivo, y el segmento costal de un cincel, han sido labradas en ofita local. Por su parte, la industria lítica realizada sobre materiales silíceos ofrece todos los procesos de trasformación, partiendo normalmente de núcleos prismáticos. Se trata de un sílex de gran calidad con tonalidades negras, grises y marrones o amarillentas. En todos los casos la fuente de aprovisionamiento parece, ex visu, de procedencia local. Posiblemente y considerando la proximidad y la lógica de la economía del esfuerzo, la materia prima utilizada en el Comandante proceda de las monteras conglomeráticas que se han descubierto con evidencias de explotación en los entornos de la Colonia de Ballesteros y Loma de las Albinas (Fernández, 2005). A 260 metros al noreste del ámbito de asentamiento se identificó, muy afectado por una línea de arroyada natural fuertemente encajada, una subestructura hipogeica de planta cuadrangular en su base, con aproximadamente un metro de lado y presumible acceso cenital en pozo. En el interior se han identificado restos de varios individuos inhumados en posición, al menos, secundaria. En total se localizaron tres individuos adultos jóvenes y cuatro infantiles.
FIGURA 1. Planta general del nivel de enterramiento.
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Originalmente el área donde se ubicó el espacio funerario parece haber sido la prolongación natural de la ladera, con una suave pendiente que conectaría hacia el noreste con las elevaciones de lo que hoy son los campos de olivar del cortijo de Las Alberquillas. Con toda seguridad, la oportunidad que hoy por hoy nos ha brindado el programa de control patrimonial de la infraestructura ferroviaria ha posibilitado la recuperación de unos datos que irremediablemente hubiéramos perdido en uno o dos inviernos. La arroyada que ha desmantelado la estructura funeraria, prácticamente hasta su base, dispersando los restos óseos y los ajuares asociados, es consecuencia del relativamente reciente encauzamiento de las aguas pluviales derivado de la construcción y ampliaciones de la carretera A-384. Todas estas circunstancias han hecho verdaderamente milagrosa la conservación del enterramiento y la posibilidad de su actual estudio.
LÁMINA 2. Individuo en conexión anatómica forzada.
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Nuevos aspectos sobre el rito de enterramiento colectivo en la comarca de Antequera. El hipogeo del Cerro del Comandante En relación a los datos estrictamente antropológicos, la acción tafoedáfica ha sido fundamental en la baja conservación del material óseo. Los huesos de las extremidades superiores e inferiores, que conforman la mayor parte del conjunto óseo conservado, se hallan sumamente deteriorados en su estructura, presentándose agrietados en sentido longitudinal fundamentalmente, quedando deformados por la presión de los depósitos de tierra sobreimpuestos, patente en la sección fusiforme que muestran los restos craneales. Lo alterado de su superficie llega incluso a borrar en buena parte su relieve, encontrándose las diáfisis incompletas, sin haber preservado ninguna de sus epífisis. Todo ello ocasiona la dificultad, en buena parte de los casos, de reconocer la lateralidad de algunos de los huesos e incluso su identificación. La afección por la acidez del material geológico del sustrato y las alteraciones radiculares han resultado determinantes en este proceso, procurando el deterioro también de numerosas piezas dentarias recuperadas. El estado de preservación del material óseo impide apreciar con exactitud el número mínimo de individuos (NMI), si bien todo viene a señalar que los restos inhumados debieron pertenecer al menos a siete individuos. Infantil I
Infantil II
Adulto joven
Total
1
1
Posible masculino Posible femenino
2
Alofiso
3
1
Total
3
1
2 4
3
7
Distribución por edades/sexos de los individuos
En cualquier caso, la excavación de la estructura permitió descubrir la presencia de un individuo en conexión anatómica, cuyas extremidades inferiores habían sido descoyuntadas por la cintura escapular pélvica hasta aparecer replegadas sobre la espalda del inhumado. Esta circunstancia posiblemente implicó el descarnado intencional y/o la putrefacción previa, al menos parcial del difunto, para su entierro definitivo en un “empaquetado óseo” ciertamente antinatural y quizás relacionado con la manipulación in situ, o bien el transporte del cadáver desde una ubicación primaria. Ocupaba el espacio central del hipogeo.
LÁMINA 3. Agrupación de paquetes óseos en torno al inhumado que ocupa la posición central en el sepulcro.
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Los restantes inhumados se agrupaban en torno a este individuo, posiblemente femenino adulto-joven, mostrando los restos óseos un orden aparente que se refleja en la agrupación de varios huesos de las extremidades, enmarcando los cráneos en lo que podría reflejar una disposición intencional de los paquetes óseos, consecuencia de procesos de remoción de los cadáveres ya esqueletizados, bien para cubrir la necesidad de liberar espacio para el último inhumado, o bien como consecuencia de procesos de culto de mayor complejidad que pudieron implicar extracciones puntuales de los restos o incluso desplazamientos de los mismos, circunstancias que podrían explicar que sólo se conserven los más resistentes y “significativos” del esqueleto, cráneo y huesos de las extremidades. Esta posibilidad podría verse avalada por la forzada disposición del personaje central, cuya esqueletización parcial parece probada, del mismo modo que su disposición se aleja de las fórmulas de posicionamiento flexionado de los cadáveres, habituales a lo largo del Calcolítico. En relación a los ajuares, las evidencias materiales recobradas no se encuentran relacionadas directamente con la estructura funeraria, parcialmente cortada por una enérgica línea de arroyada que había lavado los depósitos funerarios prácticamente hasta su base, circunstancia que hacía prácticamente milagrosa su conservación. En la base de la torrentera y directamente vinculados con el hipogeo en su segmento suroeste, limpiamente seccionado por las aguas, se localizaron varios instrumentos elaborados en rocas subvolcánicas pulimentadas. Su proximidad nos invita a suponer su relación con el depósito funerario. Se trata en de un hacha elaborada en ofita, así como una pequeña azuela monobiselada ejecutada sobre diabasa de grano fino de procedencia local. En ambos casos, no se aprecian signos de rodamiento y, su posición las vincula con el enterramiento. Mayores dificultades de relación tenemos en el caso de una punta elaborada en cobre que responde formalmente a los tipos de Palmela con vástago penduncular de sección cuadrada y hoja de tendencia lanceolada. Presenta una doble flexión, posiblemente intencional, aplicando presión sobre elemento duro, en lo que podría resultar un signo de amortización del arma en relación a la funcionalidad ofensiva con que se concibió. Resulta complicado relacionarla con el sepulcro colectivo, dado que se localiza al suroeste del mismo, a una cota superior a la que se descubre el enterramiento, sin que las remociones agrícolas puedan explicar su posición en el caso de que hubiera formado parte de los ajuares funerarios de la subestructura. Presenta buen estado de conservación, pese a la flexión. El análisis de caracterización de procedencia de la materia prima, mediante el estudio de isótopos de plomo, permite asociar el mineral a las menas cupríferas conocidas hasta la fecha en los mantos Maláguides.
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LÁMINA 4. Materiales atribuibles al ajuar funerario, hacha en ofita local.
Nuevos aspectos sobre el rito de enterramiento colectivo en la comarca de Antequera. El hipogeo del Cerro del Comandante
LÁMINA 5. Materiales atribuibles al ajuar funerario, punta de tipo Palmela.
En estas circunstancias, ante la carencia de datos materiales procedentes del hábitat, lo escasamente concluyente de los posibles ajuares funerarios relacionables con el sepulcro y, aún a la espera de los resultados de las dataciones radiocarbónicas, sólo podemos cifrar una fechación aproximada que nos situaría en términos convencionales en las fases avanzadas del Calcolítico, habiendo quedado demostrado en el entorno de la vega de Antequera, la continuidad de fórmulas de hábitat similares, Silillo o Marimacho (Fernández et al., 2012), que alcanzan netamente las fases plenas y tardías del periodo. Las prácticas funerarias que implican depósitos óseos, cuando menos secundarios, han quedado bien justificadas en el entorno de Bobadilla, tras las recientes excavaciones de un sepulcro ortostático en el Cerro de la Torre del Cuchillo, donde hemos podido observar fórmulas de agrupamientos óseos casi idénticas (cráneos y huesos largos asociados ordenadamente). En la necrópolis del Cerro de la Torre del Cuchillo (documentación todavía inédita), también parece confirmarse cierta sincronía en la utilización de sepulcros ortostáticos y espacios funerarios colectivos excavados en la roca, más cercanos a los documentados en los hábitats que a las fórmulas tradicionales documentadas en suelo antequerano de sepulcros excavados en la roca, necrópolis de Alcaide, Ferradores, etc. (Marqués, 1987). Los enterramientos colectivos o múltiples con generación de paquetes óseos no son un fenómeno nuevo, apreciándose cuando menos desde las etapas finales del Mesolítico (Olària, 2003: 101). Dentro de la amplia variabilidad ritual que acompaña al “Mundo Megalítico”, tanto los tratamientos reiterados de los restos antropológicos, como las fórmulas arquitectónicas de los enterramientos que no se ajustan estrictamente a la definición etimológica, se registran en casi todas las regiones que acogen el fenómeno. Por otro lado, la longevidad de estructuras y ritos de tradición megalítica, prácticamente abarcan en la comarca natural de Antequera desde finales del Neolítico, a lo largo del Calcolítico, también documentados en El Tardón para época Campaniforme (Ferrer, 1986) y alcanzando incluso el Bronce Reciente (Marqués, 1987). Todo ello nos dibuja unos modelos rituales en los que el cambio se produce con cierta lentitud y se percibe sólo por matices, casi imposibles de diferenciar cuando el registro material, básicamente los equipamientos funerarios, no son lo suficientemente claros o bien se encuentran ausentes. 357
Movilidad, contacto y cambio. II Congreso de Prehistoria de Andalucía
En el caso concreto del sepulcro del Cerro del Comandante podemos suponer que, además de la selección de partes de las osamentas de los entierros previos, podrían existir etapas intermedias en el tratamiento definitivo de los cadáveres que muy posiblemente pudieron implicar traslados provisionales de los restos, lo que explicaría el posicionamiento dado al personaje que ocupa el lugar central de la cámara, quizás replegado para facilitar su manipulación y trasporte hasta su descanso “definitivo”. La conjunción de todos los datos recientemente documentados en Málaga, Corominas, Comandante, Cerro del Cuchillo, sumados a la información ya registrada en sepulcros megalíticos y excavados en la roca, podrían establecer relaciones de mayor complejidad entre posibles inhumaciones provisionales y las cámaras estrictamente megalíticas como hipotéticos contenedores destinados al enterramiento definitivo de los restos, ya sea de todo el grupo o de determinados individuos.
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Nuevos aspectos sobre el rito de enterramiento colectivo en la comarca de Antequera. El hipogeo del Cerro del Comandante Bibliografía DUDAY, H. (2005): Lezioni di Archeotanatologia. Roma. FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, L. E. (2005) “El AVE Córdoba-Málaga y el impacto generado sobre Cortijo Quemado, un nuevo yacimiento prehistórico en la Vega de Antequera”. Mainake, XXVII, pp. 253-276. FERNÁNDEZ, L. E., SUÁREZ, J., TOMASSETTI, J. M. y NAVARRO, I. (2007): “Corominas, una necrópolis megalítica en el ámbito litoral malagueño”. Mainake XXIX, pp. 513-540. FERNÁNDEZ, L. E. ROMERO, M., SALADO. J. B. y MARTÍNEZ, C. (2012): “Aportaciones de la Arqueología Preventiva al conocimiento del Calcolítico en la Vega de Antequera: el ejemplo de El Silillo”. Memorial Luis Siret. I Congreso de Prehistoria de Andalucía. La tutela de patrimonio prehistórico. Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, Sevilla, pp. 619-622. FERRER PALMA, J.E. (1986): “El Megalitismo en Andalucía Oriental: Problemática”. Actas de la mesa redonda sobre el Megalitismo Peninsular. España - Portugal. Madrid, pp. 97-110. MARQUÉS, I. (1987): “El yacimiento de Alcaide (Antequera-Málaga). Campaña de excavaciones de 1987”. Anuario Arqueológico de Andalucía 1986, Vol. II actividades sistemáticas, Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, Sevilla, pp. 268-270. OLÀRIA, C. (2003): “La muerte como rito trascendental. Los rituales funerarios del Epipaleolítico-Mesolítico y su probable influencia en el Mundo Megalítico”. Quaderns de Prehistòria i Arqueologia de Castelló, 23, pp. 85-106. RODRÍGUEZ VINCEIRO, J.F. y FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, L.-E. (1998): “La explotación de Recursos Minerometalúrgicos cupríferos en el Bético de Málaga”. Los recursos abióticos en la Prehistoria. Caracterización, aprovisionamiento e intercambio. Actas de la Iª Reunión de Trabajo sobre el Aprovisionamiento de Recursos Líticos en la Prehistoria. Valencia, diciembre de 1994, pp. 155-172. RODRÍGUEZ VINCEIRO, J.F. (2003): “Caracterización de la metalurgia prehistórica de origen Maláguide: planteamientos iniciales”. Mainake, XXV, pp.293-308.
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Los peines óseos de Los Castillejos de las Peñas de los Gitanos (Montefrío, Granada) Manuel Altamirano García Departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Granada. maltamirano@ugr.es
Resumen: Los estudios sobre industria ósea han experimentado un auge muy notable en las últimas dos décadas, especialmente para materiales procedentes de contextos de la Prehistoria Reciente. Siguiendo esta tendencia, se presenta el estudio técnico de una serie de elementos dentados elaborados sobre materia ósea de origen animal documentados en el yacimiento de Los Castillejos, en las Peñas de los Gitanos (Montefrío, Granada). Se trata de cinco peines, fechados en un Cobre Antiguo, tres de los cuales proceden de las excavaciones de Tarradell durante los años cuarenta en Cueva Alta. Los otros dos artefactos fueron documentados en las intervenciones del departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Granada entre 1971 y 1974 en la zona del poblado. Su estudio pone de manifiesto una sistematización en las técnicas de elaboración documentadas para su manufactura, así como una cierta normalización formal de este tipo de artefactos dentados, siendo conscientes del reducido tamaño de la muestra. Asimismo, gracias al estudio traceológico, hemos encontrado diversas evidencias relacionadas directamente con una funcionalidad muy concreta. Palabras clave: Peines, industria ósea, tecnología ósea, Edad del Cobre, Montefrío. Abstract Studies on the osseous industry have increased considerably over the last two decades, especially on materials documented at Late Prehistoric sites on the Iberian Peninsula. This paper presents a technical study which was carried out on a number of jagged artefacts made from animal osseous material, documented at Los Castillejos archaeological site in Las Peñas de los Gitanos (Montefrio, Granada, Spain). This paper focuses on a collection composed of five bone combs which have been dated to the Early Copper Age. Three of them were found during excavations carried out by Tarradell at Cueva Alta in the 1940s. The other two were found on the prehistoric settlement during archaeological fieldwork undertaken by the Department of Prehistory and Archaeology of the University of Granada between 1971 and 1974. Analysis of these artifacts demonstrates a certain normalisation of manufacturing techniques, as well as a standardisation of the appearance of this type of bone tools. Futhermore, following a traceological study, evidence alluding to their function has also been documented. Keywords: Combs, osseous industry, osseous technology, Copper Age, Montefrio. El contexto arqueológico El poblado prehistórico de Los Castillejos se encuentra situado en el extremo occidental de Las Peñas de los Gitanos, a unos 4 km del término municipal de Montefrío (Granada). Esta zona se enclava en la comarca de los Montes Occidentales, la cual se enmarca dentro de las Sierras Subbéticas. Este asentamiento no es el único yacimiento de Las Peñas, ya que se integra en un conjunto arqueológico declarado BIC desde 1996. Se localizan además varias cuevas con material prehistórico (cueva de Las Cabras, Cueva Negra, cueva de Las Tontas, cueva de la Alondra o Cueva Alta), una necrópolis megalítica y diferentes evidencias de época romana y medieval. Conocido desde antiguo, Los Castillejos ha sido objeto de diversos trabajos de investigación hasta la fecha que han puesto de relieve la gran entidad del conjunto (Góngora Martínez, 1868; Mergelina, 1941-42, 1945-46; Tarradell i Mateu, 1952; Arribas Palau y Molina González, 1977, 1979a y b; Ramos Millán et al., 1997; Afonso Ma361
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rrero et al., 1996; Cámara Serrano et al., 2010). Las distintas intervenciones arqueológicas efectuadas en el poblado prehistórico han puesto de manifiesto una secuencia estratigráfica organizada en un total de 30 fases, teniendo en cuenta las subdivisiones. Ésta arranca en el Neolítico Antiguo y perdura hasta el Bronce Antiguo, existiendo también dos períodos históricos pertenecientes al mundo ibero-romano y otro de época medieval (Cámara et al., 2005). En las excavaciones desarrolladas en el yacimiento por Miguel Tarradell en los años cuarenta y durante las posteriores intervenciones llevadas a cabo por Arribas y Molina en la década de los setenta del siglo XX, se documentó en el yacimiento una gran cantidad de elementos óseos, pertenecientes en su mayoría a los momentos de ocupación del V, IV y III milenios a.C. Se trata de un amplio conjunto de útiles y elementos de adorno elaborados fundamentalmente sobre hueso, los cuales han sido objeto de algunos estudios previos, si bien no han recibido un estudio técnico y funcional en profundidad (Moreno Onorato, 1982; Salvatierra Cuenca, 1982). De entre los numerosos útiles documentados en los niveles correspondientes a la Edad del Cobre, resaltan cinco piezas muy singulares, las cuales son el objeto de estudio del presente trabajo. Se trata de cinco elementos de morfología dentada que muestran unas características formales y técnicas muy similares, procediendo de contextos datados con una misma cronología. Tres de estos artefactos proceden de Cueva Alta (Lám. 1: a-c), documentados en los años cuarenta del siglo pasado durante las excavaciones que Miguel Tarradell desarrollara tanto en esta cueva como en el poblado prehistórico (Tarradell i Mateu, 1952). Los otros dos se documentaron en la zona del poblado prehistórico (Lám. 1: d-e), durante las intervenciones arqueológicas que el departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Granada, bajo la dirección de Arribas y Molina, llevada a cabo en los años setenta (Arribas y Molina, 1974). Estas cinco piezas dentadas, comúnmente denominadas peines, pertenecen a las fases 16b y 17, dentro del Período V, las cuales se asocian a contextos del Cobre Antiguo, fechables en el último tercio del IV milenio a.C. (3.300-3.000 a.C.). El proceso de manufactura El peine puede definirse como una pieza delgada de forma diversa realizada en hueso, madera o marfil que dispone en uno de sus bordes una parte activa con de una serie de surcos marcando el inicio de púas o dientes independientes entre sí y de tamaño variable (Provenzano, 1991). Se trata de un elemento que aparece en el registro arqueológico peninsular durante el Neolítico, exceptuando el peine bastante rudimentario documentado en el horizonte de transición Epipaleolítico-cerámica impresa del yacimiento de Les Mallaetes (Fortea Pérez, 1973: 169), y que ve incrementada su presencia a partir del III milenio a.C. (Castro Curel, 1998). El peine constituye un elemento de carácter y uso personal o familiar, llegando a considerarse en algunos casos un auténtico elemento de prestigio, sobre todo cuando su manufactura se ha realizado sobre materiales como hueso, asta o marfil (Provenzano, 2001). En el caso de los peines documentados en Los Castillejos, la materia prima escogida para la fabricación de los mismos es el hueso. Dado el grado avanzado de transformación de estas piezas con respecto al bloque de materia prima de donde se obtuvieron, resulta difícil su clasificación anatómica. No obstante, las características morfológicas de la materia indican claramente que se trata de huesos planos de bóvido, siendo casi con total seguridad costillas (comunicación personal de la Dra. A.M. Choyke). De acuerdo con los diferentes estudios faunísticos desarrollados en el yacimiento (Uerpmann, 1978; Riquelme Cantal, 1996), los bóvidos fueron abundantes y han podido ser documentados en todas las fases de la secuencia estratigráfica del asentamiento prehistórico. Tal y como el análisis de la materia prima sobre la que se manufacturaron estas piezas ha puesto de manifiesto, se observa una presencia abundante de tejido esponjoso en la cara inferior respectiva de cada útil. Al tratarse de costillas, el método empleado para conseguir los soportes fue la bipartición de las mismas, para lo cual pudo emplearse el raspado o abrasión de los laterales hasta alcanzar la parte interna. Seguidamente, se procedería a dividir el hueso en dos mitades, para lo cual pudo usarse la percusión indirecta cortante, tal y como los trabajos experimentales que hemos desarrollado parecen indicar.
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Lámina 1. Peines de hueso documentados en el yacimiento arqueológico de Montefrío durante las excavaciones de Tarradell (a-c) y Arribas y Molina (d-e) (Foto: M. Altamirano)
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Lámina 2. Estrías de abrasión intensa sobre la superficie del peine (Foto: M. Altamirano)
De este modo se obtuvieron soportes aplanados de escaso grosor sobre las que se realizaron estos útiles. Estos huesos habrían sido transformados y procesados cuando aun estuviesen frescos, conservando la elasticidad proporcionada por el colágeno y demás componentes orgánicos, lo que facilita notablemente la obtención de los soportes y el proceso de manufactura en general. El primer paso en la manufactura fue la conformación de la morfología de la pieza a partir de los soportes que se habían obtenido. Para ello se empleó de forma sistemática la abrasión con grano de tamaño medio y fino, afectando este proceso en ocasiones a toda la superficie. Debemos señalar que esta acción ha quedado bien reflejada en los numerosos grupos de finas estrías que cubren la mayor parte de la superficie de los peines, estando organizadas normalmente en series de estrías oblicuas y perpendiculares con respecto al eje axial del artefacto (Lám. 2). Con esta técnica se logra un suavizado de los bordes y se termina por obtener la forma deseada de la pieza, antes de iniciar el procedimiento para configurar la extremidad dentada. Además, se consigue una regularización de las superficies, eliminándose gran parte del tejido esponjoso de la cara inferior, si bien sus restos son aún hoy visibles en algunos puntos de cada uno de los peines (Lám. 3). Seguidamente, se configura el apéndice de forma trapezoidal o redondeada que presentan cuatro de los peines en su extremo proximal (el quinto está fracturado) (Lám. 4). En al menos un caso, este apéndice se realizó una vez regularizadas las superficies del peine mediante la abrasión, ya que se observa una continuidad entre las estrías observadas tanto en la superficie del cuerpo del peine como en la correspondiente al apéndice. La presencia de estos apéndices o salientes en la parte proximal de estos elementos dentados se constata también para otros artefactos similares documentados en contextos de cronología similar, como el peine de la tumba 40 del yacimiento arqueológico de Los Millares (Leisner y Leisner, 1943: Lám. 9, 23). Configurado el cuerpo del peine, se procedió seguidamente a definir lo que serían los dientes del mismo, siempre en el extremo opuesto al apéndice. Ésta es sin duda la parte más laboriosa y delicada de la manufactura. En este caso, la técnica escogida es el ranurado. Dicha operación se realizó con una arista muy fina, seguramente de un elemento lítico tipo buril, presente entre los útiles líticos documentados en el yacimiento.
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Lámina 3. Tejido esponjoso en la cara inferior del peine (Foto: M. Altamirano)
Con un movimiento unidireccional desde el interior del cuerpo del peine hacia uno de los bordes, se procede a eliminar pequeñas partículas de materia progresivamente. De esta forma se consiguen crear una serie de surcos longitudinales y paralelos en la superficie del útil, que llegan a convertirse en dientes independientes unos de otros conforme nos acercamos a su extremo. Además, se ha podido documentar la presencia en ambas paredes de cada uno de estos surcos de una serie de estrías longitudinales paralelas y superpuestas entre sí. Éstas son el resultado de la acción repetitiva unidireccional del extremo en forma de arista que poseía el extremo activo del útil con el que se realizó el ranurado (Lám. 5). La observación microscópica de la superficie de estas piezas ha puesto de manifiesto cómo estos surcos cortan de forma neta las numerosas y finas estrías resultantes de la abrasión presentes en sendas superficies de los artefactos (Lám. 5), siendo indicativo del orden de aplicación de cada una de las técnicas en el proceso de trabajo. Por lo que respecta al número de dientes, éste es variable, tal y como reflejan las tres piezas completas (Lám. 1: a, b, c), oscilando su número entre 25 y 12. El peine con menor número, por su parte, destaca por presentar unos dientes ligeramente diferentes a los de las otras piezas, siendo algo más anchos. No obstante, los tres peines mejor conservados muestran una mayor anchura en sendos dientes laterales en comparación con el resto, lo que daría una mayor consistencia a la parte activa del peine cuando fuese usado. En cuanto a la longitud de los dientes, es difícil de establecer debido al notable estado de fracturación de éstos observable en la mayoría de las piezas. A pesar de ello, en dos de los peines se han conservado varias púas completas, las cuales han podido ser medidas y muestran unas longitudes máximas de entre 1,18 y 1,26 cm. No obstante, estas medidas no son indicativas de la longitud total que estos dientes pudieron tener en origen, dado el grado de uso tan intenso que muestran los artefactos. Este uso ha provocado un desgaste acentuado, disminu365
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yendo la longitud de los dientes de forma considerable. Es de destacar el hecho de que tanto a nivel formal como tecnológico las cinco piezas presentan el mismo tratamiento, existiendo una cierta normalización en su producción. Esto puede relacionarse con tradiciones de manufactura así como con otros aspectos de índole social presentes en un momento bien definido de finales del IV milenio a.C. No obstante, hay que tener en cuenta lo reducido de la muestra, además de la posibilidad de que hubieran existido otra serie de peines manufacturados sobre materiales perecederos, como la madera, los cuales no han sido documentados por el momento en Los Castillejos. ¿Cuál fue su funcionalidad?
Lámina 4. Peine de hueso con el apéndice trapezoidal en su parte proximal Foto: M. Altamirano)
La funcionalidad de estos artefactos dentados continúa siendo un tema discutido, a pesar de habérseles atribuido tradicionalmente, por analogía formal, una funcionalidad que viene implícita en el término usado para designarlos: peine. Existen diversas hipótesis que los relacionan con objetos de tocador e higiene personal, con útiles de alfarero, con elementos de producción textil, etc. (Castro Curel, 1998). La falta de estudios traceológicos enfocados a la determinación funcional de los objetos de hueso en general, continúa siendo el principal obstáculo que permita establecer con garantías el uso que pudieron tener estos objetos.
En relación con su posible uso en actividades textiles, este ha podido ser documentado claramente para un conjunto de peines realizados en este caso sobre asta de ciervo, procedentes de las Terramaras de la Edad del Bronce de la zona septentrional italiana (Provenzano, 2001: 121). No obstante, son diversas las evidencias arqueológicas que pueden relacionarlos también con el peinado del cabello, tanto en lo relativo a su limpieza como a su ornamentación. De este modo, podemos resaltar las representaciones rupestres de carácter antropomorfo con complejos peinados de época neolítica del norte de África (Lothe, 366
Lámina 5. Surcos producidos por ranurado con las estrías longitudinales superpuestas en sus paredes. Obsérvese cómo estos surcos paralelos cortan de forma neta las estrías del proceso de abrasión anterior (Foto: M. Altamirano)
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1982: 88), o los peinados representados en ídolos como el de El Malagón, en Granada, o el de Marroquíes Altos, en Jaén (Arribas Palau, 1977: 74-75, fig. 79, lám. III). Gracias al estudio traceológico que estamos llevando a cabo para conjuntos peninsulares de industria ósea del III y II milenios a.C. principalmente enfocado, no obstante, al estudio tecnológico en profundidad y sus implicaciones socio-culturales, podemos avanzar que estos peines fueron empleados con seguridad en actividades de aseo y estética personal, estando relacionados con el peinado. Así parecen confirmarlo los profundos surcos paralelos y transversales que se observan en la parte proximal de cada una de las púas de los peines (Lám. 6). La combinación de la grasa y las pequeñas partículas de suciedad presentes en el pelo, junto con un peinado en seco destinado básicamente a limpiar y desenredar el cabello, hacen que se produzcan este tipo de surcos en los dientes debido a la fricción continuada entre éste y los dientes del peine durante largos períodos de tiempo.
Lámina 6. Surcos en la zona proximal de los dientes de uno de los peines de Los Castillejos de Montefrío producidos por el uso intensivo sobre el cabello durante una o más generaciones (Foto: M. Altamirano)
Estas evidencias vienen apoyadas por numerosos paralelos etnográficos, los cuales muestran marcas idénticas a las observadas en los peines de Montefrío. Se trata en su mayoría de peines de zonas centroeuropeas de época Moderna y Contemporánea, los cuales han sido usados diariamente durante varias generaciones por todos los miembros de una misma unidad familiar (Choyke, 2006, 2009; Choyke y Kováts, 2010). Así, podemos aventurar que los peines de Los Castillejos pudieron haber tenido una vida parecida, usados, por qué no, por una o varias unidades familiares en actividades de higiene y ornamentación del cabello. Sin duda, dada la escasa separación existente entre sus dientes, fueron unos artefactos muy útiles para la limpieza efectiva de la suciedad del pelo y cuero cabelludo. Además, debieron ser elementos realmente preciados, habiendo tenido con seguridad una vida de uso durante al menos una generación, incluso más, mantenidos y reparados cuando fuese necesario, al contrario que otros objetos cotidianos que sí son desechados debido a su rotura o desgaste. Es, como proponen algunos autores, la 367
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construcción de la memoria, atribuyéndosele un mayor valor personal y sentimental a ciertos objetos que pueden haber sido heredados de padres/madres a hijos e hijas, o de abuelos a nietos/as (Choyke 2009). Agradecimientos Agracedemos sinceramente a Isidro Toro, director del Museo Arqueológico Provincial de Granada, y a Mª Ángeles González, conservadora del mismo, las facilidades para documentar el material arqueológico depositado en el mismo. Agradecemos a la Dra. Noëlle Provenzano la ayuda prestada en el desarrollo de los trabajos de experimentación con materias primas óseas.
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La necrópolis megalítica del conjunto rupestre Tajo de las Figuras (Benalup-Casas Viejas, Cádiz) María Lazarich*, Antonio Ramos**, Esther Briceño**, Mª José Cruz**, Julio Sañudo** y Mª de los Ángeles Pérez de Diego**. * Profesora Titular de Prehistoria. Investigadora responsable del Grupo PAID HUM-812, Universidad de Cádiz: “Estudio de las formaciones sociales de la Prehistoria Reciente en la provincia de Cádiz”. maria.lazarich@uca.es ** Miembros del Grupo de investigación PAID HUM-812, Universidad de Cádiz.
1. Introducción Hasta la actualidad la necrópolis megalítica del entorno del conjunto del Tajo de las Figuras ha sido una total desconocida. Aunque fue en 1916 cuando H. Breuil localizó diez dólmenes en ella, los continuos expolios en la zona hicieron que se les dieran por perdidos. Recientemente, nuestro grupo de investigación (PADI HUM-812) los ha podido localizar, e incluso, hemos descubierto varias sepulturas megalíticas más. Este artículo constituye un avance sobre los trabajos de prospección y limpieza superficial realizados en ella. 2. Localización, Medio Natural y Contexto La necrópolis está ubicada al pie del conjunto de nueve abrigos con pinturas rupestres que le da nombre. Para su emplazamiento se eligieron las terrazas más bajas de ambas márgenes del río Celemín, hoy embalse, que desaguaba, tras unirse al río principal de la zona, el Barbate, en la antigua laguna de la Janda. Esta antigua laguna, desecada casi totalmente durante los años sesenta, rodeada de frondosos bosques y ubicada junto al estrecho de Gibraltar, jugó un papel muy importante en estas sociedades prehistóricas por ser una zona de gran riqueza cinegética, además de paso obligado y de acampada para innumerables aves acuáticas y terrestres en su migración desde el norte de África a Europa y viceversa (Fig. 1).
Fig. 1. Mapas de localización de la necrópolis en el contexto espacial de Andalucía y de la provincia de Cádiz.
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Es un ámbito espacial de carácter económico, social, cultural y simbólico, que desde tiempos muy remotos ha sido una zona transitada, primero, por bandas de cazadores-recolectores del Paleolítico Inferior y Medio, después por sociedades de cazadores especializados del Paleolítico Superior, quienes plasmaron sus primeras manifestaciones gráficas en algunos de los abrigos. Pero, sobre todo, su ocupación más intensa corresponde ya al periodo holocénico con asentamientos, necrópolis megalíticas y representaciones gráficas de gran singularidad, de comunidades ya agro-pastoriles. 3. Datos historiográficos 3.1. El descubrimiento Desde 1913, en que se dieron a conocer oficialmente los abrigos con pinturas del Tajo de las Figuras por el médico de Casa Viejas, José Espina (Molina, 1913) y casi al mismo tiempo, por el coronel W. Verner, muchos fueron los investigadores que tuvieron especial interés en visitarlos y destacar su valor científico. Ya a finales de ese mismo año de 1913, llegaba igualmente a la zona Henri Breuil, acompañado del propio W. Verner y del joven historiador, M. Burkitt, de la Universidad de Cambridge. Dado el interés que despiertan en Breuil el hallazgo de este abrigo, le llevará a volver de manera reiterada (campañas de 1916, 1918, 1919 y 1926) en busca de más abrigos con pinturas por estas sierras. Fue durante la campaña de 1916 cuando H. Breuil, y como el mismo nos narra, “al venir por el camino que conduce desde el Convento carmelitano de San José del Cuervo a la aldea de Casas Viejas, y pasar por la llanura que domina el abrigo del Tajo de las Figuras, cuando pude observar diez estructuras tumulares en ella” (Breuil y Verner, 1917) (Fig.2).
Fig. 2. Señalización de algunas de las estructuras megalíticas de la necrópolis del conjunto Tajo de las Figuras.
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La necrópolis megalítica del conjunto rupestre Tajo de las Figuras (Benalup-Casas Viejas, Cádiz) 3.2. Los trabajos de excavación y avatares sufridos en el siglo XX Ya entrada la década de los años veinte, la necrópolis será también estudiada por C. de Mergelina (1924). Tras realizar una prospección y el dibujo de las plantas de las estructuras, decide excavar el dolmen nº IV de Breuil, por ser, a su parecer, el mejor y mayor conservado de todo el conjunto. Desafortunadamente, tras varios días de excavación y haber dejado al descubierto el corredor y la cámara de la sepultura, el propietario de la finca le prohíbe continuar con los trabajos. Entre los escasos materiales que localizó, dibuja un fragmento cerámico que parece corresponder a un plato de borde almendrado, varios elementos de hoz y otros restos de talla de cuarcita y sílex. A partir de esas fechas dejamos de tener noticias sobre ellos, hasta que años más tarde su descubridor señala que las tumbas habían sido saqueadas y dinamitadas por buscadores de tesoros (Breuil y Burkitt, 1929). Después de un gran vacío de investigación en la zona, a finales de la década de los años ochenta del siglo pasado, se reanudan los trabajos de prospecciones, afirmándose sin embargo que no hay rastro alguno de los dólmenes ni de sus túmulos (Mas, 1991 y 2000) (Fig.3).
Fig.3. A la derecha, se muestra el dibujo del dolmen III realizado por C. Mergelina en 1924, antes de ser dinamitado. A la izquierda, estado actual del mismo, donde se aprecia que la cobija “a” está fracturada y volteada como consecuencia de la explosión, desplazándose un fragmento suyo a unos de 5 metros de su posición original.
4. Las nuevas investigaciones 2009-2011 4.1. Los trabajos de documentación y limpieza de la necrópolis de Breuil Desde el año 2009 nuestro grupo de investigación ha estado realizando trabajos de documentación del expediente B.I.C. Tajo de las Figuras, para la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía. Durante el desarrollo de estas actividades arqueológicas, hemos redescubierto los 10 dólmenes localizados por Henri Breuil en 1916, y que se daban por desaparecidos. Tras un análisis preliminar hemos verificado, que si bien algunos dólmenes presentaban huellas de haber sido dinamitados (estructuras B-I; B-III (Fig. 3); B-IV; B-V y BVI) en otros, sus ortostatos 373
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conservan aún la disposición original o, al menos, la misma que Breuil dibujó de sus plantas (estructuras B-II; B-VIII; B-IX y B-X). Se ha llevado a cabo los trabajos de desbroce de la vegetación y eliminación del nivel de tierra vegetal moderna que cubría las estructuras, con el objetivo de una mejor documentación, que se iniciaron en enero de 2011 y que continúan en la actualidad. El área total intervenida ha sido de 30.800 m2, de los cuales 4.000 m2 han sido limpiados de las tierras vegetales, fotografiadas y dibujadas sus piedras. Para realizar el trabajo de dibujo de cada una de las estructuras (Fig. 4), se trazaron cuadrículas de dos metros de lado que abarcaban la totalidad del túmulo. Posteriormente se fotografió cada cuadrado de 2 x 2 m, uniéndolas digitalmente hasta formar el panel o fotogrametría del conjunto. A continuación, y sobre esta composición, se dibujaron todos los ortostatos visibles, así como las múltiples piedras que forman los anillos del túmulo. También se realizó un levantamiento topográfico de su relieve. En total se han tenido que realizar más de 1.500 fotografías para configurar las 11 fotoplanimetrías de los túmulos (Fig. 4).
Fig. 4. Dolmen Breuil VIII: fotoplanimetría y dibujo de los ortostatos y anillos de piedras del túmulo.
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5. Breve descripción de las estructuras funerarias Para su construcción se emplearon piedras de mediano-gran tamaño para conformar las paredes, pilares, jambas y cubiertas adinteladas y, en alguna ocasión, las paredes de la galería también se construyeron de mampostería (Peñarroyo I). Son pequeñas galerías cubiertas con cobijas, en los casos que se han conservado, de grandes dimensiones. En algunas de ellas se observan varios anillos perimetrales. Su carácter monumental lo adquieren tanto por su ubicación sobre promontorios salientes de la terraza fluvial, como por la elevación conseguida mediante la construcción de un túmulo de piedra y tierra. La mayoría de las construcciones megalíticas de esta necrópolis se orientan al SW/SWW, hecho no muy común en otras zonas peninsulares, e incluso en Andalucía, pero que en el sur la provincia de Cádiz, parece ser la norma. 6. Los nuevos hallazgos Formando parte de esta misma necrópolis, hemos localizado una nueva estructura megalítica (Dolmen XI) que no parece haber sido alterada, incluso en el lado suroeste del túmulo que la encierra, parece que existan otras tres pequeñas estructuras. No descartamos que en este sector en los próximos meses localicemos nuevas estructuras. Por otra parte hemos hallado seis construcciones megalíticas más, ubicadas en la zona inundable del embalse del Celemín. Tres de ellos: Celemín 1, 2 y 3, se sitúan algo más al sur de la necrópolis de Breuil. Las otras tres se encuentran en la orilla opuesta. En septiembre de 2009, debido a una fuerte bajada del nivel del embalse, quedó totalmente emergida la estructura megalítica Peñarroyo 1 que corresponde a un tholos de grandes proporciones (Fig. 5). Es un sepulcro de corredor de mampostería con una primera cámara circular cubierta por una gran laja de piedra. Presenta un atrio de entrada coronado por dos menhires verticales, hecho que se repite tras finalizar el corredor y el comienzo de la cámara principal, que tiene forma circular con un diámetro máximo de 2,90 m y a la que se puede acceder a un estrecho corredor que posiblemente de paso a otra u otras cámaras secundarías, que se introducen bajo un gran túmulo de arcilla, que ha permitido que la estructura aún se conserve, a pesar de haber permanecido inundada desde la construcción del embalse. Desafortunadamente las fuertes lluvias del otoño-invierno del 2010 lo han vuelto a sumergir junto con los indicios de otros 2 enterramientos más en sus inmediaciones (Peñarroyo 2 y 3). De todas formas, habrá que estar atentos en los próximos años, si se produce una nueva bajada del nivel del pantano, para intentar ponerlo a salvo (Fig. 5).
Fig. 5. Dolmen de Peñarroyo 1 ubicado en la margen sur del embalse del Celemín. Actualmente permanece sumergido por las aguas.
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7. Valoración Hemos comprobado la existencia de un patrón espacial en el que las tumbas quedan enmarcadas en el territorio en estrecha relación con los asentamientos, con las vías de comunicación y las áreas de captación de determinados recursos y una clara vinculación con los abrigos con pinturas rupestres, sobre todo con los principales: Tajo de las Figuras y Cueva del Arco. Desde ellos, se divisa toda la necrópolis, visibilidad que se hace igualmente patente entre las tumbas. Las estructuras megalíticas se convierten en monumentos funerarios como producto de una interacción social y simbólica. Son testimonio de un esfuerzo constructivo organizado y dirigido por un poder centralizado. Ello se manifiesta en la complejidad técnica que requiere el traslado del material constructivo, la organización y la cantidad de mano de obra necesaria para la construcción. La idea de perpetuidad queda patente en los materiales constructivos utilizados, pero también, la propia visibilidad de las tumbas aporta un carácter monumental a la necrópolis, que se expande al paisaje. La idea de que estas estructuras se construyen para ser vistas en el espacio y perdurar en el tiempo, obliga a los que viven con ellas a no olvidarse de aquellos que las erigieron. De esta forma la monumentalización del paisaje puede servir como elemento de legitimación de un territorio. Otro elemento a destacar de esta necrópolis es su clara relación con los abrigos con pinturas rupestres como ya hemos comentado, pero al mismo tiempo, con el entorno natural que aparece reflejado tanto de manera real como simbólica en ellos. También, en este caso, la propia necrópolis se ubica en un entorno natural, muy relacionado con los propios abrigos, en un intento de construir y dar significado al paisaje, a partir de la singularización e incluso sacralización del espacio físico (Bradley, 1993).
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Bibliografía BRADLEY, R.J. (1993): Altering the Earth. The origins of monuments in Britain and Continental Europe. Society of Antiquaries of Scotland, Edimburgo. BREUIL, H. y BURKITT, M.C. (1929): Rock paintings of Southern Andalusia. A description of a Neolithic and Copper Age art group. Oxford University Press, Oxford. BREUIL, H. y VERNER, W. (1917) : «Découverte de deux centres dolméniques sur les bords de la Laguna de la Janda. (Cadix)». Bulletin hispanique. Annales de la Faculté des Lettres de Bordeaux et des Universités de Midi (Bordeaux, París), XIX, pp. 157-188. MÁS, M. (1993a): «Prospecciones arqueológicas en Sierra Momia (Cádiz)!». Anuario Arqueológico de Andalucía, 1991. II, Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, Sevilla, pp. 93-98. MÁS, M. (2000): Proyecto de investigación arqueológica: Las manifestaciones rupestres prehistóricas de la zona gaditana. Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, Sevilla. MERGELINA, C. de (1924):»Los focos dolménicos de la Laguna de la Janda». Memorias de la Sociedad Española de Antropología, Etnografía y Prehistoria, III, pp. 97-126. MOLINA, V. (1913): «Arqueología y Prehistoria de la Provincia de Cádiz, Lebrija y Medina Sidonia». Boletín de la Real Academia de la Historia, LXI. Real Academia de la Historia, Madrid.
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Un nuevo poblado de fosos en la Autovía del Olivar. El Cerro de los Vientos (T.M. Baeza). Jaén. Marcos Soto Civantos*; Miguel Ángel Lechuga Chica**; Mª Francisca Pérez Cano***; Mª José Díaz García; Rosa Fernández Casado; José Luís Serrano Peña**** * marcossotocivantos@gmail.com, **mianle82@gmail.com, *** paquiperezcano@gmail.com, **** Centro Andaluz de Arqueología Ibérica.
Introducción. El proyecto de la Autovía del Olivar ha sido abordado por el Centro Andaluz de Arqueología Ibérica como un trabajo de investigación y gestión a lo largo de 35 kilómetros (Fig. 1) de carretera, divididos en cinco tramos. El trabajo ha sido realizado por un único equipo que ha actuado de forma coordinada en todos los tramos.
Fig. 1. Tramo Autovía del Olivar norte Puente del Obispo – sur Puente del Obispo con ubicación de zonas arqueológicas documentadas.
El “Cerro de los Vientos” que se sitúa en el tramo central del proyecto de construcción denominado: “Norte de Puente del Obispo a sur de Puente del Obispo”, es una elevación estratégica en la que se han detectado un total de quince sitios arqueológicos en apenas 50 Ha de superficie, de los que se han excavado completamente siete y ocho parcialmente, dependiendo del grado de afección, modificando el cambio de trazado o variación en las características de la vía con el objetivo de preservar algunos de estos restos arqueológicos. CONTEXTUALIZACIÓN ARQUEOLÓGICA DEL CERRO DE LOS VIENTOS El Cerro de los Vientos se localiza en el término municipal de Baeza, en las inmediaciones del Puente del Obispo, en el centro de la provincia de Jaén. Corresponde con un lugar estratégico, tanto por su elevación sobre el terreno como por su situación entre dos ríos importantes como son el río Torres y el río Guadalquivir por el suroeste y por el norte respectivamente, y por el este delimitado por el arroyo del Moro (Fig 2). Con un control visual destacado, y tierras con un alto potencial agronómico, su ubicación lo hace convertirse en una zona de ocupación humana recurrente desde el Neolítico Final hasta época Contemporánea. La primera ocupación que se documenta en el Cerro de los Vientos corresponde a pequeños núcleos, un total de 4 (Zonas Arqueológicas Ia, III, IV y VII) de estructuras asociadas al Neolítico Final, distribuidos en distintos puntos del cerro con la característica común; se localizan en las laderas este y norte del mismo. Este tipo de hábitat se identifica con grupos humanos seminómadas que deambulan por el territorio y que ocupan este cerro en determinadas épocas del año (Fig. 2).
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Fig. 2. Situación del Cerro de los Vientos. En rojo ubicación del poblado calcolítico de fosos.
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Un nuevo poblado de fosos en la Autovía del Olivar. El Cerro de los Vientos (T.M. Baeza). Jaén. Una segunda fase de ocupación se asocia al poblado prehistórico de fosos denominado Cerro de los Vientos VIII, que presenta una cronología adscrita al Calcolítico Final y Bronce Antiguo. El cerro no vuelve a ser ocupado hasta el periodo denominado Ibérico Antiguo u Orientalizante, en torno al siglo VII a.n.e., esta ocupación se corresponde con una pequeña necrópolis con nueve enterramientos dispersos en la ladera norte del cerro (Zona Arqueológica Ib). No se documentan túmulos asociados ya que la zona se encuentra muy erosionada, pero se documentan cuatro tumbas juntas que se pueden identificar como el enterramiento principal. De época ibero – romana se documenta una torre en la zona más alta del cerro (Zona Arqueológica X) controlando el paso desde el río Guadalquivir hacia Ossigi por el río Torres. De época romana se localizan dos zonas: Zona Arqueológica IX. Recinto de 40 x 7´5 metros con pilares centrales que indican la presencia de una segunda planta. Este edificio se encuentra muy mal conservado puesto que se localiza en la ladera noreste del cerro, en una especie de vaguada. Los materiales lo adscriben cronológicamente en torno al cambio de era (último cuarto del s. I a.n.e. – primer cuarto s. I d.n.e.) no apreciándose ocupaciones posteriores en este lugar. Zona Arqueológica VI. De la misma época que el recinto se documenta a unos 200 metros de éste un horno de yeso que fue reutilizado en época bajoimperial como vivienda. Por último, se documentan un pequeño poblado y su necrópolis de época visigoda. Aunque el poblado no se ha llegado a excavar la necrópolis en cambio se ha limpiado en extensión apareciendo un total de 34 tumbas de las que se han excavado seis, quedando el resto conservadas in situ una vez documentadas. Debemos destacar la presencia en el cerro de una pequeña ocupación islámica a modo de alquería muy arrasada y ocupada posteriormente hasta época Contemporánea. En la zona baja del cerro al norte del mismo se localiza el cortijo de Gil de Olid, aún en uso, en el que se aprecian restos de un poblado islámico y su respectiva necrópolis, ambos sin intervenir porque no se encontraban afectados por la actuación prevista. EL POBLADO PREHISTÓRICO DE FOSOS. CERRO DE LOS VIENTOS. ZONA ARQUEOLÓGICA VIII Debemos destacar que el poblado no se ha excavado al completo, sino aproximadamente el 40%, ya que solo se ha excavado la zona afectada por la autovía quedando la parte restante conservada in situ (fig. 3). En el área excavada se han documentado un total de setenta y una estructuras, todas ellas subterráneas, entre las que destacan dos fosos concéntricos que delimitan la parte alta del cerro. Los restos arqueológicos se sitúan en la cota más alta y la que más visibilidad tiene del cerro, se extienden principalmente por la ladera noreste contando con un amplio control del rio Torres, la cañada del Moro y a la vega del río Guadalquivir.
Fig. 3. Fotografía aérea de la zona arqueológica VIII.
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El foso exterior (Estructura 60) presenta una morfología circular-ovalada. Con un diámetro aproximado de entre 65 y 70 metros, delimitando un espacio interior de 3.500 metros cuadrados. En el área excavada tan sólo se ha documentado un tramo en el que el foso se interrumpe, interpretado como acceso al interior situado al este, presenta una anchura de 2.5 m. El foso tiene una sección en “V”, con una potencia media entre 0.5 y 1 metro. La anchura se sitúa de media en un metro. En las siete secciones realizadas se ha documentado su estratigrafía a lo largo del trazado, destacando la presencia de base geológica alterada en la base del mismo en las diferentes secciones, pudiendo tratarse del sedimento extraído de su construcción y amontonado junto al mismo a modo de pequeño alzado o parapeto. En una de las secciones realizadas se ha documentado la presencia sobre este nivel de base geológica alterada, de cantos rodados de gran tamaño. Junto a ellos, y en un nivel superior, se documentan restos de adobes, lo que nos puede indicar la presencia de un alzado o murete paralelo al trazado del foso en determinados tramos, y durante un momento determinado de la ocupación del poblado. El foso interior (Estructura 71), del que sólo se ha podido documentar un pequeño tramo, se adapta a la cota más elevada, con una morfología posiblemente ovalada, un diámetro teórico de entre 20 y 25 metros que delimitaría un espacio interior de poco más de 1.000 metros cuadrados. Junto al único acceso documentado, orientado al E-NE de cuatro metros de anchura, el trazado del foso se adelanta al acceso, creando un pequeño saliente semicircular a modo de “bastión”. El foso tiene una sección en “V” con una mayor profundidad que el exterior, oscilando entre 1,8 y 2,4 metros, siendo su anchura media de tres metros. La estratigrafía documentada en 5 secciones muestra el derrumbe desde el interior del foso de un pequeño alzado o murete de casi un metro de potencia formado por bloques irregulares de base geológica, procedentes de la propia excavación del foso y adobes. Sobre el derrumbe del alzado dentro del foso se localizan niveles de actividad, incluso restos de fundición, posiblemente de cobre, lo que indica la continuidad en la ocupación una vez colmatado el foso. Sobre el trazado de este foso se documenta una cabaña de zócalo de piedra que rompe el muro de mampostería que revestía la cara este de la puerta (última fase de ocupación). Por su parte las estructuras se localizan formando pequeños grupos en la parte alta y especialmente en la ladera noreste. La mayoría de las estructuras documentadas son subterráneas, excavadas en la base geológica y se encuentran bastante alteradas por la erosión ya que están localizadas en una fuerte pendiente. Se trata de silos, estructuras de producción, fondos de cabañas, fosas, etc. Lo más destacado de estas estructuras es que no respetan los límites de los fosos, sino que se superponen en algún caso. El foso exterior aparece afectado por varias estructuras subterráneas y en el interior se ha documentado una afección en la zona de la puerta por una cabaña de zócalo de piedra.
Fig. 4. Estructura 32. Restos de fauna.
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Un nuevo poblado de fosos en la Autovía del Olivar. El Cerro de los Vientos (T.M. Baeza). Jaén. Entre los materiales documentados destaca el material cerámico a mano, principalmente cuencos, ollas, fuentes y vasos. Se localizan algunos elementos de molienda como molinos de mano y machacadores y dientes de hoz de sílex asociados al cultivo del cereal. En sílex también se documentan algunas puntas de flecha y algunos cuchillos, destacando la escasa presencia de restos de fauna en la mayoría de los niveles arqueológicos (Fig. 4). En nuestra primera propuesta de la evolución del poblado, planteamos la existencia de al menos dos fases o momentos de ocupación: una fase en la que funcionan los fosos y determinadas estructuras, y una segunda fase en la que se superponen estructuras subterráneas al trazado de los fosos, posiblemente por el abandono de los mismo. Quizá habría una tercera fase correspondiente a una posible cabaña de zócalo de piedra documentada en la parte alta, aunque esta propuesta deberá demostrarse mediante estudio de materiales y los análisis pertinentes. La documentación en un sector de la Autovía del Olivar de dos poblados prehistóricos de fosos (Venta del Rapa y Cerro de los Vientos), en poco más de 10 Km de distancia, que se unen a los ya conocidos de Marroquíes Bajos (Zafra, 2007), Martos (Lizcano,1999)... dentro del territorio de la campiña oriental y el piedemonte de la provincia de Jaén puede aportar valiosa información que ayude a conocer qué tipo de relaciones políticas, económicas y territoriales mantuvieron con los grandes poblados (Fig. 5).
Fig. 5. Yacimientos prehistóricos con fosos en la Autovía del Olivar: Cerro de los Vientos (a la izquierda) y Venta del Rapa (a la derecha).
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Bibliografía ARRIBAS, A. y MOLINA, F. (1979): “El poblado de “Los Castillejos” en la Peña de los Gitanos (Montefrío, Granada). Campaña de excavaciones de 1971. El Corte núm. 1”. Cuadernos de Prehistoria de la Universidad de Granada, Serie Monográfica, 3. Universidad de Granada, Granada. CÁMARA SERRANO J.A., et al., (2008): “Apropiación, sacrificio, consumo y exhibición ritual de los animales en el Polideportivo de Martos. Sus implicaciones en los orígenes de la desigualdad social”. Cuadernos de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Granada, 18, pp. 55-90. DÍAZ DEL RÍO, P. (2003): “Recintos de fosos del III Milenio AC en la Meseta Peninsular”. Trabajos de Prehistoria, 60, vol. 2, pp. 61–78. LECHUGA CHICA, M.A. (2010): Informe Intervención Arqueológica Preventiva Venta del Rapa. Delegación de Provincial de Jaén. Consejería de Cultura. Junta de Andalucía. Inédito. LIZCANO PRESTEL, R. (1999): “El polideportivo de Martos (Jaén): un yacimiento neolítico del IV Milenio AC. Nuevos datos para la reconstrucción del Proceso Histórico del Alto Guadalquivir”. Córdoba, Publicaciones Obra Social y Cultural Cajasur. MÁRQUEZ ROMERO, J.E. y JIMÉNEZ JÁIMEZ, V. (2010): Recintos de fosos: genealogía y significado de una tradición en la Prehistoria del Suroeste de la Península Ibérica (IV-III milenios AC), Universidad de Málaga, Málaga. RODRÍGUEZ ARIZA, O., et al., (2003): “II Campaña de excavación en la Parcela C de Marroquíes Bajos (Jaén)”. Anuario Arqueológico de Andalucía 2003 II, Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, Sevilla, pp. 281 – 290. ZAFRA DE LA TORRE, N. (2007): De los campamentos nómadas a las aldeas campesinas. La provincia de Jaén en la Prehistoria, Universidad de Jaén, Jaén
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El dolmen de El Carnerín (Alcalá del Valle, Cádiz) y la permanencia del paisaje funerario en el Suroeste de la Península Ibérica Yolanda Costela Muñoz Área de Prehistoria de la Universidad de Cádiz. Departamento de Historia, Geografía y Filosofía.
Resumen: Desde las primeras investigaciones acerca del Megalitismo, mucho se ha escrito acerca de su origen. Sin embargo, poco se ha apuntado respecto a su ocaso. En este sentido, una cuestión de gran interés y que apenas ha sido tratada por la bibliografía es la de la permanencia del Megalitismo en un momento en el que comienza a decaer la construcción y utilización de este tipo de estructuras funerarias, desarrollándose otras formas de enterramientos. El caso del dolmen de El Carnerín, es un ejemplo de una estructura megalítica que es utilizada en el II milenio ANE, en un momento de decadencia del Megalitismo. Por ello, su estudio, nos acercará a comprender esta perduración del paisaje funerario en el Suroeste de la Península Ibérica. Palabras clave: Megalitismo, Alcalá del Valle, permanencia, paisaje funerario, Edad del Bronce. 1.- Introducción Hasta la fecha, las investigaciones acerca del Megalitismo se han centrado en su origen y desarrollo durante el III milenio ANE, siendo escasamente abordada la permanencia de este paisaje funerario durante el II, e incluso, durante el I milenio ANE, salvo las excepciones de algunos autores como Leonardo García Sanjuán (2005) en el marco del Suroeste, Rui Mataloto (2007) para el Alentejo portugués, Juan Fernández Ruiz para la zona de río Grande en Málaga (2004), o Alberto J. Lorrio e Ignacio Montero Ruiz (2004) en el Sureste. En el presente trabajo abordamos el análisis de la estructura dolménica de El Carnerin y su ajuar, el cual hemos tenido oportunidad de estudiar en el Museo de Cádiz, y cuya cronología podría aproximarse al II milenio ANE. 2.- Localización geográfica El sepulcro megalítico de El Carnerín se encuentra situado en el término municipal de Alcalá del Valle (Cádiz). Concretamente, en la parte norte de la meseta del mismo nombre, a unos 850 m. al suroeste del Cerro del Castillón, en una zona elevada (próxima a la curva de nivel de los 800 m.) e inclinada de Oeste a Este. Se trata de uno de los últimos escalones de la Depresión de Ronda, hecho que la sitúa entre dos territorios muy interesantes desde el punto de vista geológico y geomorfológico como son las Sierras Subbéticas y la Serranía de Ronda. De hecho, la zona de Alcalá del Valle, por estar anclada en la denominada Depresión de Ronda y rodeada por las Sierras Subbéticas, es una zona verdaderamente apta para las actividades agrícolas, y con una gran fuente de recursos, sobre todo de materias primas, en particular silíceas, con las que abastecerse y exportar a otros lugares como el valle del Guadalquivir y la bahía de Cádiz. 3.- Estructura y ajuar funerarios El dolmen de El Carnerín fue localizado en 1986 por Alonso Fernández, vecino de la localidad, quien comunicó el caso a la Delegación Provincial de Cultura de Cádiz, siendo excavado por F. Martínez y C. Pereda un año después, en abril de 1987. Dicha excavación puso al descubierto una estructura megalítica de galería de reducidas dimensiones: 2, 45 m. de largo, 1, 35 m. de ancho y 1,28 m. de altura máxima (Martínez Rodríguez, F., y Pereda Acién, C., 1991), y morfología rectangular. Los ortostatos se fabricaron con un tipo de roca muy abundante en la zona, la calcarenita. En cuanto a una posible cubierta, en el momento de su excavación no quedaban vestigios de la misma, pero sus investigadores apostaron porque debió existir. Una peculiaridad que presenta es el enlosado que precede a la colocación de los restos óseos, lo que indica la preparación previa del terreno a la inhumación de individuos, de los que se contabilizaron al menos ocho (Fig. 1).
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Figura 1. Plantas de la estructura con el enlosado de piedras y los restos óseos. (MARTÍNEZ RODRÍGUEZ, F., y PEREDA ACIÉN, C., 1991).
En cuanto al material arqueológico documentado, está formado por un molino de mano barquiforme, el cual no ha aparecido en los almacenes del Museo de Cádiz, un cuenco semiesférico de borde entrante de pequeñas dimensiones, de cocción reductora y tratamiento alisado (Fig. 2) y una serie de objetos de plata. En primer lugar, dos aros de secciones circulares (Lám. 1) y de fabricación parece que a molde, cuya función debió de ser la de pulseras, según los estudios que existen sobre los brazaletes argáricos (Lull, V., 1983) (Montero, I., Rovira, S., y Gómez, P., 1995); y en segundo lugar, una espiral de tres vueltas y sección circular (Lám. 2), fabricado con hilo de plata y cuya función debió de ser la de anillo, teniendo en cuenta su diámetro de 1,5 cm. (Lull, V., 1983). Es pre386
Figura 2. Cuenco semiesférico de borde entrante.
El dolmen de El Carnerín (Alcalá del Valle, Cádiz) y la permanencia del paisaje funerario en el Suroeste de la Península Ibérica ciso destacar, en este sentido, que los objetos de plata fueron analizados en su momento en el Museo de América de Madrid, dando como resultado una composición de plata de alta pureza de más del 99% de Ag, por lo que se trataría de plata nativa, la cual aparece en la naturaleza ocasionalmente en algunos depósitos minerales, normalmente en forma de dendritas o finos filamentos que necesitarían de ser fundidas para darles utilidad (Hunt Ortiz, M. A., 2004). En este sentido, se conoce la presencia de plata nativa en diversas zonas del sur peninsular, siendo los principales la mina de Hiendelacina en Guadalajara, Horcajo en Ciudad Real, Las Herrerías en Almería y Guadalcanal en Sevilla (Murillo Barroso, M., y Montero-Ruiz, I., en prensa).
Lámina 1. Aros de plata.
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Lámina 2. Espirales de plata del sepulcro del Tesorillo de la Llaná (MÁRQUEZ ROMERO, J. E., et al., 2009).
4.- Cronología El dolmen de El Carnerín, como otras estructuras megalíticas del sur peninsular excavadas en el pasado siglo, no cuenta con dataciones absolutas que precisen el momento cronológico al que pertenece. Sin embargo, a través del estudio del material arqueológico hallado en su interior podemos establecer una aproximación cronológica. La mayor información a este respecto la van a aportar los objetos de plata pues el material cerámico es escaso y poco representativo, ya que aparece en yacimientos desde el Calcolítico Final hasta el Bronce Pleno. Por lo tanto, los objetos de plata constituyen el elemento más claro de adscripción cronológica, y es que según investigaciones recientes los objetos de plata no aparecen en el sur peninsular hasta la Edad del Bronce. En el Sureste, donde existe gran abundancia de los mismos, se constatan a partir de los enterramientos de El Argar (Montero, I., 1994), mientras que en el Suroeste los primeros objetos de plata se documentan en ajuares funerarios de las necrópolis de cistas de la Edad del Bronce. Es el caso por ejemplo de la necrópolis de cistas de Las Arquetas (Fregenal de la Sierra, Badajoz) (Navascués y Carrasco Martín, 1996), las necrópolis de cistas de Las Calañas (Garay, 1923), o el Becerrero en Huelva (Amo, 1974). De otro lado, tenemos constancia de objetos análogos en yacimientos cercanos de la provincia de Málaga que han sido fechados en II milenio ANE. Nos referimos a las espirales de plata documentadas en el sepulcro nº 9 de la necrópolis de cuevas artificiales de Alcaide (Antequera), el sepulcro megalítico del Cerrete de la Cañada de Algane (Coín), y el sepulcro también megalítico del Tesorillo de la Llaná (Alozaina) (Fig. 3). De ellos, es el último el que mayor información nos va a aportar porque posee dataciones absolutas que sitúan el nivel en el que aparecieron las espirales de plata de mediados del II milenio ANE (1600-1450 cal. ANE). Ya en la provincia de Cádiz, disponemos también de otros yacimientos que han proporcionado objetos de plata. Uno es, el Hipogeo 1 de Las Cumbres en El Puerto de Santa María (Ruiz Mata, D., 1987), donde se documentó un ajuar muy rico de mediados del II milenio ANE, formado por, entre otros objetos, un pendiente, varios fragmentos de espirales y dos cuentas bitroncocónicas realizadas en plata nativa. En plata nativa también se realizó el anillo espiral hallado en la Cueva de la Luna en Jerez de la Frontera (ROVIRA, S. y MONTERO, I., 1994). Por lo tanto, aunque no poseamos cronologías absolutas, el estudio del ajuar documentado, sobre todo de los objetos de plata hallados en el interior de la estructura funeraria de El Carnerín, nos informan de una cronología aproximada que abarcaría desde principios a mediados del II milenio ANE. 5.- La permanencia del paisaje funerario en el Suroeste de la Península Ibérica Esta tardía cronología que presenta el ajuar de El Carnerín hace que nos planteemos el tema de la continuidad en el uso de sepulcros megalíticos más allá de su fase de apogeo y culmen allá por el Calcolítico Final. El problema 388
El dolmen de El Carnerín (Alcalá del Valle, Cádiz) y la permanencia del paisaje funerario en el Suroeste de la Península Ibérica con el que nos encontramos es si el dolmen de El Carnerín fue construido entre principios y mediados del II milenio ANE, o por el contrario, reutilizado en esa fecha, ya que no hay materiales que se puedan adscribir a un período cronológico anterior. Pero el que no haya materiales más antiguos no puede hacernos descartar totalmente su posible reutilización ya que esta ausencia puede deberse a una limpieza del mismo para alojar a los nuevos enterramientos, como se ha demostrado en los ya mencionados sepulcros del Tesorillo de la Llaná (Márquez Romero, J. E., et al., 2009) y Algane (Fernández Ruiz, J., y Márquez Romero, J. E., 2001), los cuales fueron construidos y utilizados a finales de la primera mitad del III milenio ANE, siendo abandonados y reutilizados cerca de mil años después, durante el Bronce Tardío. Por su parte, el sepulcro megalítico de Los Algarrobales, también en Málaga, presenta dos niveles de utilización, uno de ellos del Bronce Pleno (Marqués, I., Aguado, T., 1977). El dolmen de Casullo en Huelva, posee dos dataciones absolutas, una de la fase de construcción y uso inicial (finales del IV milenio - principios del III ANE) y otra más tardía, de una posible reutilización durante el Bronce Final (1192-998 cal ANE 1σ) (Linares Catela, J. A., y García Sanjuán, L., 2010). En la región portuguesa del Algarve se han descubierto recientemente dos sepulcros megalíticos que, al igual que los anteriores, presentan reutilizaciones de la Edad del Bronce. Nos referimos al túmulo de Santa Rita en Vila Real de Santo Antonio y el tholos del Cerro do Malhanito en Alcoutim. Respecto al primero, se constató una reutilización de su túmulo para dar sepultura a ocho individuos en momentos del II y I milenio ANE, (Inácio, N., et al., 2010), y el segundo fue reutilizado para realizar una inhumación individual en el interior de la cámara en momentos del Bronce Final o principios de la Edad del Hierro (Cardoso, J. L., y Gradim, A., 2004). De todas maneras, aunque hay indicios de una posible reutilización ya que según los casos comentados, se tratan todos de reutilizaciones de sepulcros más antiguos, no pensamos que este sea el caso del dolmen de El Carnerín, ya que apostamos porque se trate de una estructura megalítica de transición desde las grandes construcciones dolménicas del Calcolítico hasta las pequeñas cistas que se irán imponiendo desde finales del Calcolítico por todo el territorio del Suroeste peninsular. De hecho, su estructura se asemeja al concepto de cista megalítica, que J. Ferrer Palma (1987: 15) identifica como de dimensiones reducidas, forma rectangular y escasa profundidad, tal y como presenta el dolmen de El Carnerín, pues es un dolmen de galería corta, de tan solo 2, 45 m. de largo y de morfología rectangular. Por su parte, según J. A. Linares Catela (2011) define la cista megalítica como un tipo de estructura de morfología cuadrada o rectangular de dimensiones reducidas con cerramiento compuesto por una o varias losas de cubrición que puede poseer túmulo e incluso anillo perimetral de piedras que lo delimita y que en el sur de la Península Ibérica son comunes en monumentos de finales del III milenio ANE, en lo que se conoce como Edad del Bronce Antiguo, cuando se generalizan los enterramientos individuales. Incluso, este autor nos menciona un ejemplo de cista megalítica, Casullo II en Huelva, de reducidas dimensiones (1,50x1,30 m) y de morfología cuadrangular. Otro ejemplo de cista megalítica la tenemos en Lloella del Llop II en Vilanova de Meia en Lérida, tratándose de una estructura rectangular con una longitud de 2,10 m, rodeada de un túmulo con un diámetro de 9 m (Maluquer de Motes, J., y Cura-Morera, M., 1981-82). Por lo tanto, nos encontramos ante una estructura megalítica de pequeñas dimensiones que por su morfología se acerca a las llamadas cistas megalíticas y que consideramos de transición entre las grandes estructuras megalíticas del Calcolítico y las nuevas necrópolis de cistas que van a terminar por imponerse. Estructura megalítica que, por lo que hemos determinado de su ajuar, debió construirse y utilizarse en momentos del II milenio ANE, por sociedades retardatarias que todavía se resisten al cambio ideológico que va a imponerse a lo largo del II milenio ANE –debemos recordar que los megalitos están construidos para albergar un número elevado de individuos que pertenecen a una misma familia, clan o élite de la comunidad y que hasta que el último individuo de ese clan, familia o élite no esté depositado en su interior, éste no acaba de perder su función-. Quizás, su estructura social no había evolucionado internamente como si lo habían hecho otras comunidades más dinámicas que experimentan las transformaciones del II milenio ANE y que les llevará a cambiar sus superestructura ideológica. Sea como fuere, durante el II e incluso el I milenio ANE, como hemos visto, algunos dólmenes siguieron en pleno funcionamiento, a pesar de la nueva ideología de enterramientos simples e individuales, ya sea construyéndolos ex novo, reutilizando su interior o aprovechando las partes exteriores, pues no hay que olvidar que los megalitos son elementos visibles del territorio, hitos simbólicos y sagrados para estas comunidades, por lo que el paisaje megalítico siguió vigente mucho tiempo después de que el Megalitismo como fenómeno cultural dejara de existir y su significado como lugares de enterramiento quedó vigente en la memoria colectiva de las comunidades del II y I milenio ANE, que utilizaron los megalitos también para enterrar a sus fallecidos.
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Territorio y materias primas: el dolmen de las Casas de Don Pedro (Belmez, Córdoba) Beatriz Gavilán*, José C. Martín de la Cruz**, Julia Barrios Neira***, Luis Montealegre****. *Área de Prehistoria. Fac Humanidades (Univ de Huelva), ** Área de Prehistoria. Fac Filosofia y Letras (Univ. Córdoba), ***Dpto. Quimica Inorgánica, Univ.Córdoba,, ****Dpto. C.R.A.F. ETSIAM (Univ. Córdoba).
El Dolmen de las Casas de Don Pedro se localiza en las coordenadas 38º14’57,42” N y 5º11’58,35” O a 479 m. s/n.m., en el término municipal de Belmez (Córdoba), en el Alto Valle del Guadiato. Se encuentra a unos 215 m. del Arroyo Fresnedoso, poco antes de su confluencia con el Guadiato. Pertenece a la necrópolis dolménica de Sierra Palacios, situado a poco más de 1 km en línea recta (Mapa 1). Ha sido objeto de dos campañas de excavación arqueológica de urgencia realizadas en 1986 (Gavilán, 1987) y 2011 (Gavilán y Vera, 2004). La primera vino motivada por los trabajos de aterrazamiento de los terrenos sobre los que se encuentra que motivaron el desmantelamiento de la mayor parte del túmulo, de 31 en su eje mayor y 26,5 en el menor y una altura de unos 7 m. con un anillo perimetral de cantos de río, y la cubierta de la cámara funeraria. A lo largo de ella se excavó la cámara y una zanja al exterior que puso de manifiesto una ocupación previa a la construcción del dolmen. Durante la segunda se excavaron el corredor y una amplia cuadrícula de 105 m2 que circundaba todo el espacio funerario pétreo constituido por la cámara y el corredor.
Fig. 1. Mapa geológico.
La sucesión estratigráfica obtenida al exterior de la cámara funeraria es la siguiente: 1.- Tierra beige, de textura muy arcillosa, que formaba el túmulo hasta una profundidad media de unos 218 cm. Los restos materiales, muy escasos, se reducían a algunos fragmentos de cerámica. 2.- Arenas amarillas, con una potencia de unos 30 cm. y estériles arqueológicamente. 391
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LĂĄm. I. Menhires.
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3.- Tierra anaranjada y granulosa; las zanjas de inserción de los ortostatos que forman la estructura pétrea del megalito cortaban esta tierra, así pues, se depositó con anterioridad a la construcción de la cámara. La excavación de este nivel reveló la existencia de varias estructuras asociadas a dos menhires previos a la construcción del dolmen. Del mismo modo, se documentó, en una segunda fase, la transformación de un espacio megalítico no funerario en funerario, y, en una tercera fase, la adición del corredor, que fue objeto de remodelación con sus respectivos cierres. Primera fase: megalitismo no funerario Durante ella se lleva a cabo la erección de dos menhires (Lám. I y Fig. 2), quizá mediando entre ellos un período de tiempo no precisable, que formarán parte de la cabecera de la posterior cámara megalítica. Para las zanjas de inserción, aparte de cantos de río empleados como calzos, se empleó arcilla local, resultando ya que invisibles. Diversas estructuras se asociaban a los menhires: cinco agujeros para poste, un pavimento rojo, tres hogares y dos fosas, que se distribuían por las zonas sur, oeste y norte en la zona de contacto con el ángulo oeste, estando ausentes en el este. Los agujeros para poste rodeaban el menhir situado en el ángulo noroeste, es decir, el nº 2, el más estrecho y el primero en levantarse, no detectándose en el interior de la Fig. 2. Planta del dolmen Casas de Don Pedro. cámara quizá por ser arrasados al construirse ésta. También al exterior y en la misma zona, constatamos la presencia de otros agujeros para poste que estaban amortizados por un pavimento rojo, siendo éstos, por tanto, anteriores. El pavimento rojo, hecho a base de hematites triturada mezclada con arcilla, se distribuía también por el sector noroeste y partía, principalmente, del ortostato nº 2. Presentaba una forma irregular, con un espesor de entre 4-6 cm., una anchura de 1’70 m y una longitud de unos 2 m., y no aportó material arqueológico alguno. Las dos fosas documentadas se encontraban en el sector oeste. Una había sido arrasada en parte por la implantación del bloque nº 14 de la posterior cámara funeraria. La segunda, de mayores proporciones, situada a 1’20 m. de la anterior, contenía un elemento de molturación, un fragmento de cerámica e industrias ósea y lítica, así como varios trozos de hematites, algunos con claras señales de abrasión. Por último, los tres hogares ofrecían similares características en lo que se refiere a la mezcla de carbones y colorante –cinabrio a juzgar por su plasticidad-, mezcla que era especialmente abundante en el de mayores dimensiones; se encontraban equidistantes unos 3,60 m. y en línea recta, estando cortado el de menores dimensiones por la zanja inserción del ortostato nº 12 perteneciente a la cámara funeraria. Entre los restos materiales destacan las almagras, rara vez asociadas a otras técnicas decorativas; presentando los recipientes formas generalmente globulares de media o tres cuartos de esfera. Aunque escasa, está presente la industria ósea a base de punzones y una punta de asta de ciervo con evidentes señales de uso en la zona opuesta a la base. En industria lítica tallada cabe resaltar la presencia de hojas y lascas, retocadas o no, un trapecio, un perforador, un raspador, un elemento de hoz y fracturas retocadas. 393
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La presencia de estos restos arqueológicos nos permite situar la ocupación de este sito, que hemos denominado Casas de Don Pedro, hacia mediados-finales del V milenio a.C., tratándose, por el momento, de la ocupación más antigua de la zona en lo que se refiere a sociedades productoras (Gavilán y Vera, 2005; Gavilán 2003-2004). Segunda fase: construcción de la cámara funeraria Mediante la adición de una serie de 12 ortostatos, además de un pilar central y dos de cubierta, se transforma el espacio no funerario en funerario, dando cuerpo a un dolmen de cámara simple (Fig. 1), que se levanta desde una plataforma de piedras rodadas, con un pórtico o entrada de piedras menores formando un círculo y una piedra central tendida de reducida dimensión (50 cm) (bloque 15.1). Las zanjas en las que se insertaron estos ortostatos quedaban bien patentes durante la excavación, apreciándose claramente una diferencia entre su relleno y el del túmulo, siendo la de aquellas mucho más arcillosa y compacta (Fig. 1). El suelo de la cámara presentaba un acondicionamiento consistente en una gran losa de pizarra y en guijarros de río de mediano tamaño (15-30 cm), elegidos en función de su coloración, negruzcos o rosáceos-rojizos, cuando no estaban ennegrecidos por combustión o impregnados de colorante rosáceo, cinabrio. Sobre este suelo se depositaron los restos correspondientes como mínimo a dos individuos, tratándose muy posiblemente de enterramientos secundarios. Se encontraban arrinconados junto a los ortostatos de la pared norte de la cámara y acompañados por un ajuar a base de puntas de flecha, láminas de sílex, cuentas de collar, algunos útiles geométricos y escasa cerámica, ajuar que nos remite a finales del IV milenio y comienzos del III, a los momentos finales del Neolítico. La disposición en que se hallaban los restos óseos humanos, inconexos, junto con la presencia, próxima al bloque 15.1, de varias motas de cinabrio y alguna pieza del ajuar, nos llevó a deducir que éste había sido objeto de expolio algún tiempo después de ser depositados aquellos. Tercera fase: construcción y cierre del corredor Durante ella se añade el corredor en dos etapas con sus correspondientes cierres. A esta tercera fase corresponde el ajuar metálico, datable a finales del III milenio y perteneciente a otro posible enterramiento que tiene lugar durante el proceso de colmatación del interior de la cámara. Dicho ajuar se encontraba a una cota mucho más elevada que las primeras inhumaciones. Por último, el túmulo acogerá otro posible enterramiento a comienzos del II milenio. ANÁLISIS PETROLÓGICOS Materiales Para la realización de los análisis se eligieron muestras pertenecientes a los diferentes tipos de materias líticas empleadas en la construcción de la cámara funeraria: a) bloques grandes e intermedios; b) cantos (rodados o no) del área inmediata a la construcción. Las técnicas empleadas para la identificación fueron: 1-. Lupa binocular (estudio macroscópico). 2-. Difracción de rayos X. Para este estudio se ha empleado un difractómetro de rayos X SIEMENS D5000, con radiación Cu Kα1,2 y monocromador de grafito. Esta técnica se emplea para determinar la composición mineralógica de forma cualitativa y semicuantitativa. 3-. Microscopía óptica de polarización o petrográfica (MO), para cuyo estudio se utilizó un fotomicroscopio de polarización CARL ZEISS POL. RESULTADOS DE LOS ANÁLISIS La gran diversidad del roquedo existente en el sector noroeste de la provincia de Córdoba justifica la variedad litológica de los bloques utilizados en la estructura megalítica, alcanzando un peso medio superior a media tonelada, por lo que no son fácilmente transportables desde lugares lejanos. Los resultados de los análisis indican la presencia de diferentes tipos de rocas, que citamos partiendo de los menhires (Figuras 1 y 3) - Rocas sedimentarias detríticas: grauwacas y arcosas, en parte conglomeráticas (bloques 1, 2, 3), areniscas (bloques 6 y en parte en 1 y 3), pelitas (bloque 4, bloque 15.2 en parte arenisca) y conglomerado rojo
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cuarcítico [Pt(1)] Colores en general pardo-rojizos a grises, relativamente oscuros. Los afloramientos están situados precisamente en los alrededores del dolmen, a menos de 200 m, sobre un largo talud en el cauce
Fig. 3. Cartografía de bloques.
del cercano arroyo Fresnedoso. - Rocas sedimentarias químicas: calizas grises cristalinas en lechos masivos con ooides, crinoides y ocasionalmente vetas de calcita (bloques 5, 10, 14 y 15.1). Las texturas son finas, correspondiendo al episodio marino del Namuriense (cuenca de Belmez-Peñarroya). El yacimiento más próximo es Sierra Palacios, a unos 1000 m del dolmen (Mapa 1), existiendo en las proximidades otros pequeños afloramientos de donde se podrían haber extraído los bloques, como es el caso del cerro del Castillo de Belmez, más alejado y que también cuenta con ocupación humana correspondiente a los momentos plenos del Calcolítico (Gavilán y Vera, 1989-90; Gavilán, 2003-2004). - Grupo de rocas ígneas plutónicas: gabro de grano fino (bloque 13) que puede proceder de los numerosos plutones del complejo de la Coronada, especialmente los situados más al N, en la Sierra de Los Santos. - Rocas volcánicas y subvolcánicas: riolitas (bloque 7 y Az), son rocas típicas de toda la zona de Ossa Morena y cuyos afloramientos están a unos 6 km de distancia, siendo la materia prima más lejana. - Rocas metamórficas: destacan los metasedimentos y metavulcanitas procedentes del metamorfismo Hercínico: anfibolitas (bloque 12, y calzo Af), micacitas, micaesquistos y metapelitas (bloques 9, 11 y 16, éste último corresponde a la placa de micaesquisto dorado que apoyaba directamente a media altura del bloque 13, y que actualmente está desplazada de su lugar original), cuarcita negra (calzo Q) y esquistos gneísicos (bloque 8). Estos tipos de rocas abundan en las cercanías (al sur de la cuenca de Belmez-Peñarroya, entre 500 y 1000 m. de distancia) y pertenecen a las series Precámbricas y Cámbricas de la zona de Ossa More395
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na, especialmente abundan en la franja blastomilonítica. En algún caso presentan unas características que permiten atribuir su lugar de procedencia a una zona situada hacia el suroeste del dolmen que nos ocupa, a menos de 2 km. Por su parte, la cuarcita negra pertenece a la serie Precámbrica de Azuaga, situada a más de 4 km del dolmen, en dirección oeste. En los alrededores y en el interior de la cámara dolménica se encontraron trozos de cuarzo hidrotermal [P(1)] y cantos rodados. El primero procede de filones próximos al dolmen. Algunos de ellos (clastos cuarcíticos y pelíticos) recogidos in situ, pertenecen al abundante depósito detrítico del cauce del arroyo Fresnedoso, o de coluviones Plio-Cuaternarios situados en posición de ladera, mientras que otros parecen ser alóctonos (transportados desde posiciones más alejadas). El grado de pulido y brillo especular alcanzado en algunas de sus superficies hace pensar en depósitos afectados por etapas de antiguas glaciaciones, si bien es verdad que no muestran la estriación característica. En el difractograma (a) de las muestras 2 y 4 se observa la presencia de cuarzo (d= 3.34) como mineral mayoritario y trazas de diferentes arcillas y feldespatos, concordando con un cuarzo-conglomerado y con una arcosagrauwaca. En el b, correspondiente a las muestras 5 y 7, se puede apreciar una marcada presencia de feldespatos (d = 3.24; 3.18), lo que señala una presencia aproximada a la de cuarzo; respecto a las arcillas, su proporción es baja (siguen apareciendo como trazas). Todo ello es normal en una feldespato-arenita y en un pórfido cuarzotraquítico. Los difractogramas de las muestras 9 y 16 (c) señalan un aumento en la presencia de arcillas (d= 9.9), pareciendo que la relación cuarzo-arcilla es más próxima en el caso de la nº 9, correspondiente a un micaesquisto. En la muestra 16 se detecta una presencia mayor de feldespatos, hecho que resulta lógico en una micacita. El estudio mediante difracción de rayos X que se ha realizado apoya claramente que son rocas formadas por diversos minerales y en distintas proporciones cada uno de ellos. CONCLUSIONES El origen de la mayor parte de las rocas es el entorno geológico del macizo Hercínico de Sierra Morena (zona de Ossa Morena), distando su procedencia siempre menos de 6 km. de dónde fueron erigidos los bloques del sepulcro megalítico. Por su parte, los resultados de las dos campañas de excavación permiten defender que estamos ante un espacio de carácter simbólico que materializa un cambio de mentalidad relacionado con la posesión, derecho y uso del territorio por parte de las primeras sociedades productoras establecidas en la zona. No en vano, los terrenos sobre los que se ubican son excelentes para la agricultura y la ganadería, además, se levantaron próximos a un vado del Fresnedoso pero a corta distancia del Guadiato, verdadera vía natural de comunicación en todo el Alto Valle del Guadiato. Por otra parte, si tenemos en cuenta los restos y estructuras que se les asocian, en torno a los menhires debieron llevarse a cabo algunos rituales relacionados con lo anterior y la cohesión grupal, actuando, desde el comienzo, como espacio sagrado y como hito territorial (Gavilán y Vera, 2005). El hecho de convertir el espacio sagrado representado por los menhires en funerario acredita no sólo la importancia de este lugar, sino el alto estatus de los individuos en él enterrados. En este sentido debe tenerse en cuenta, por un lado, el esfuerzo invertido en la extracción, transporte y erección de los ortostatos de la cámara, aunque las distancias implicadas no son excesivas, hecho que resulta lógico ante la disponibilidad en las cercanías de afloramientos y rocas adecuadas para la construcción del megalito; por otro, el aporte de una cantidad más que considerable de tierra para formar el túmulo, el de mayores proporciones de la zona. Finalmente, combinando los resultados de las excavaciones y los del análisis petrológico, queda manifiesta una continuidad en la captación de las materias líticas elegidas para la erección de los menhires con respecto a la posterior cámara funeraria, del mismo modo que una permanencia de estas sociedades en el territorio. Así, en la primera fase, hacia mediados-finales del V milenio a.C., asistimos al establecimiento de un espacio sagrado mediante la erección de los dos menhires y las estructuras que se les asocian, explotando para ello el entorno inmediato, ya que proceden de unos afloramientos situados a una distancia inferior a 1 km, en el cauce del Fresnedoso. En función de los restos recuperados y las citadas estructuras, no podemos defender que este lugar actuaba también como hábitat en el que se llevaban a cabo actividades domésticas relacionadas con la vida cotidiana. A finales del IV milenio la continuidad de estas poblaciones en este territorio queda patente mediante la transformación de ese espacio sagrado en cámara megalítica. Para ello se eligen ahora diferentes fuentes de aprovisionamiento, siendo la composición de los ortostatos variada (Figura 3), y en cuanto a la procedencia, aunque en la mayoría de los casos 396
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sigue siendo cercana, están implicadas algunas distancias mayores que, en cualquier caso, no superan los 6 km, como sucede con los bloques 7 y 15.2. El hábitat debía situarse en Sierra Palacios II, en la ladera sur del conjunto montañoso del mismo nombre, situado a unos 30 m sobre el cauce del Guadiato, principal vía fluvial del sector. Este asentamiento ha proporcionado un conjunto material correspondiente a los momentos finales del Neolítico; es el más cercano al dolmen -poco más de 1 km.- y perfectamente visible desde el poblado. Finalmente, durante la tercera fase de construcción, correspondiente a la adición del corredor en dos momentos y sus respectivos cierres, y ya a comienzos del III milenio a.C., tiene lugar el abandono de poblado en ladera de Sierra Palacios II, estableciéndose la población más al oeste, en la zona amesetada de Sierra Palacios I, donde permanecerá hasta finales del citado milenio (Gavilán, 2003-2004).
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Circulación de herramientas elaboradas en fibrolita en el Sureste de la Península Ibérica durante la Prehistoria Reciente David García González Dpto. Prehistoria y Arqueología. Universidad de Granada.
Resumen: Dentro de la gran variedad de materias primas para la realización de herramientas durante la Prehistoria Reciente se encuentra la fibrolita, ésta destaca por el hecho de que posee unas características físico-químicas que le proporcionan una gran dureza absoluta. En este trabajo se analiza la presencia junto con las características tipológicas y tecnológicas de herramientas elaboradas en esta materia prima en yacimientos del Sureste de la Península Ibérica Palabras clave: Fibrolita, Península Ibérica, circulación, tipología, tecnología. Introducción La fibrolita es una variedad del mineral silimanita, un silicato de aluminio. El uso de esta como materia prima para la elaboración de herramientas de extremo cortante está atestiguado en numerosos yacimientos en el sur de la Península Ibérica desde el Neolítico hasta momentos más recientes de la Prehistoria. En una serie de trabajos previos se llevó a cabo un estudio mineralógico de herramientas realizadas en fibrolita documentadas en algunos yacimientos del sur peninsular, este análisis realizado permitió definir dos tipos en relación a la materia prima, uno primero que a visu muestra colores claros, con predominio del blanco lechoso, aunque localmente puede mostrar tránsitos hacia tonalidades grises, marrones o rojizas. El estudio a través de lámina delgada mostró que esta materia prima estaba constituida casi exclusivamente por la variedad fibrolita de silicato de aluminio. En cuanto al segundo grupo que presenta un bandeado de colores claros y oscuros, en lámina delgada se corresponden con alternancias de lechos más o menos enriquecidos en fibrolita, con respecto a biotita y otros minerales relicticos. Así mismo el estudio realizado permitió definir las posibles áreas de captación en el sur de la Península Ibérica localizadas en las Cordilleras Béticas, concretamente en la Serranía de Ronda (Málaga) y en el Hoyazo de Nijar (Almería) (Aguayo et al., 2006) A este trabajo le siguió un programa experimental con el fin de ampliar la información que habían aportado los análisis mineralógicos acerca de la funcionalidad de la fibrolita como material para elaborar herramientas de filo cortante durante la Prehistoria Reciente frente a otras materias primas. El resultado fue la corroboración de que los útiles de agregados de fibrolita tenían un buen comportamiento frente al trabajo, y no presentaban, a nivel macroscópico, desgastes ni alteraciones en el filo, frente a los elaborados en otras litologías (también documentadas en el registro arqueológico) que pronto empezaron a presentar alteraciones en éste. Esto se debe fundamentalmente a las características físico-químicas del mineral, en agregados de fibras aciculares constituyendo un auténtico emparrillado u ovillo muy sólido (García et al., 2008) (1). En este trabajo se aborda la circulación de estas herramientas, fundamentalmente de pequeño formato, destinadas al trabajo de la madera, agrupadas la mayoría en un grupo tipológico muy definido y con características tecnológicas, que en muchas ocasiones, son prácticamente exclusivas de las herramientas elaboradas en fibrolita. A esto se une la premisa, ya mencionada con anterioridad, de que la materia prima para elaborar este tipo de útiles se restringe en el sur de la Península Ibérica a dos zonas muy concretas dentro de las Cordilleras Béticas. DISTRIBUCIÓN EN YACIMIENTOS DEL SURESTE PENINSULAR Un estudio de distintos materiales depositados en Museos y Universidades, así como en colecciones particulares, ha permitido la localización de herramientas de extremo cortante elaboradas en fibrolita dentro de los conjuntos de útiles destinados al trabajo de la madera durante la Prehistoria Reciente (fig. 1). Si revisamos la bibliografía y la información que proporcionan las distintas bases de datos de museos y centros de investigación 399
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podemos observar que en la mayoría de las ocasiones no existe una clasificación petrológica, o bien es errónea, de estas herramientas, lo que dificulta la localización de estas con el fin de elaborar un catálogo de piezas lo más completo posible. Debido a las características de la materia prima y a la tipología de estas herramientas, es frecuente encontrar en la bibliografía términos como “jaspeado” o “bandeado” para referirse a la primera variable, y “hacha o azuela votiva” para la segunda (Fig. 1).
Fig. 1. Mapa de distribución de herramientas elaboradas en fibrolita en el Sureste de la Península Ibérica. Las zonas delimitadas con líneas rojas indican la localización de las posibles fuentes de materia prima en el sur peninsular.
En cuanto a la cronología de las piezas estudiadas, atendiendo únicamente a las que proceden de yacimientos arqueológicos con una definición estratigráfica de sus fases, dataciones absolutas o la asociación a un conjunto de materiales diversos (líticos, cerámicos, óseos, etc.), podemos observar que este tipo de herramientas se documentan fundamentalmente durante el Neolítico, en menor medida la Edad del Cobre, y en algunos yacimientos adscritos a la Edad del Bronce han aparecido algunas piezas. El uso de la fibrolita para la fabricación de herramientas de extremo cortante durante el Neolítico en el Sureste de la Península Ibérica está atestiguado por la existencia de estas en yacimientos en cueva o al aire libre. Sin embargo no podemos por el momento concretar con seguridad en muchos yacimientos en qué fase del Neolítico podemos enmarcar las herramientas de fibrolita documentadas. Esto se debe a que proceden, bien de excavaciones realizadas a lo largo del siglo XX y cuyas estratigrafías están siendo revisadas por diversos investigadores (Pellicer y Acosta, 1981; Mederos, 1996; Gavilán, 1997; Martín et al., 2000; Carrasco y Pachón 2009; Carrasco et al., 2010) o por el hecho de proceder de estudios de colecciones que aunque indican su procedencia no aportan información estratigráfica. En relación a los yacimientos situados en cueva donde se han documentado herramientas fabricadas en fibrolita destacan la del Gato (Benaoján), Toro (Antequera), Nerja, Doña Trinidad (Ardales), Hoyo de la Mina (Totalán), del Higuerón (Rincón de la Victoria), en la provincia de Málaga, Murciélagos (Zuheros), en la provincia de Córdoba
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Circulación de herramientas elaboradas en fibrolita en el Sureste de la Península Ibérica durante la Prehistoria Reciente y por último en la provincia de Granada, Carigüela (Piñar), Agua (Alhama de Granada) y la del mismo nombre en Pradonegro en el término de Iznalloz. En la cueva del Toro (Antequera, Málaga) se documentan una serie de azuelas realizadas en fibrolita (Orozco, 2004; García, 2005), fundamentalmente en los niveles definidos por los investigadores de esta cueva como IV y III y adscritos al Neolítico Medio y Reciente, respectivamente, las dataciones absolutas publicadas asignan al nivel IV una cronología entre mediados del VI milenio a.C. y la primera mitad del V milenio a.C. con fechas de 6400±280 B.P. (cal. 5320 A.C.) y 6320±70 B.P. (cal. 5260 A.C.), al nivel III entre mediados del V e inicios del IV milenio a.C. con fechas de 5450±120 B.P. (cal. 4330 A.C.), 5320±230 B.P. (cal 4220-4110 A.C.) y 5200±60 B.P (cal. 3990 A.C.) (Martín et al., 2004). En la cueva de Nerja, encontramos azuelas en fibrolita en los niveles adscritos por sus investigadores al Neolítico Medio y Reciente (Pellicer y Acosta, 1997), las fechas radiocarbónicas han sido objeto de controversia por ser consideradas como demasiado antiguas (Jordá, 1986; Mederos 1996). En la cueva de la Carigüela, durante las excavaciones llevadas a cabo por M. Pellicer, se documentaron dos piezas elaboradas en fibrolita, que enmarca en el nivel II y VIII, adscritos cronológicamente por este autor en el Bronce I y II (Pellicer, 1964). La azuela relacionada con la cueva del Agua de Pradonegro puede ejemplarizar una de las problemáticas en relación a la información disponible de muchas de las piezas documentadas, fue objeto de recogida superficial y donación al Museo Provincial de Granada (Navarrete y Capel, 1979). Con respecto a los yacimientos al aire libre donde entre sus conjuntos de materiales encontramos herramientas de fibrolita podemos referir los de Acinipo, Duende, Bodegón, Tornero, Olivar Carrasco, Alto Cielo, Cerro de las Salinas, Loma del Moro (en la Serranía de Ronda), El Ejido, Fuente del Álamo (Teba), Montemayor (Benahavís), en la provincia de Málaga, Los Castillejos (Montefrío), Haza de Ocón (Piñar), en la provincia de Granada, en la Sierra Subbética en la provincia de Córdoba como es el caso de La Mesa (Fuente Tójar) y por último Cerro Virtud (Cuevas de Almanzora) y Cerro de la Chinchilla (Rioja) en la provincia de Almería . Hay que poner de manifiesto que algunos de estos yacimientos muestran una ocupación no restringida al Neolítico y que se continúa durante la Edad del Cobre, a su vez algunos materiales proceden de recogidas en superficie y por lo tanto no se les puede adscribir una cronología exacta. El yacimiento de Los Castillejos ofrece una secuencia estratigráfica con un conjunto amplio de dataciones absolutas. En este, el nivel 6 definido por sus investigadores esta caracterizado, entre otros aspectos, por la documentación de hachas y azuelas de pequeño tamaño, donde se incluyen las fibrolitas. Este nivel presenta una cronología del cal. 5400-5000 A.C. (Martínez et al., 2010; Cámara et al., 2005). En el caso del yacimiento de Cerro Virtud, los excavadores de este yacimiento indican el hallazgo de una azuela de fibrolita en el nivel 9 dentro de la que definen como fase I, una datación que de este nivel presenta una fecha de 6160±180 B.P (cal. 5440-4690 A.C.) (Ruíz y Montero, 1999). En relación al asentamiento de La Mesa, sus investigadores han definido una cronología en base al estudio del conjunto de materiales arqueológicos documentados en él en el tránsito entre el Neolítico y el Calcolítico (Delgado, 1995). En cuanto a herramientas elaboradas en fibrolita asociadas al fenómeno megalítico, es el caso de las documentadas en el dólmenes del Tajillo del Moro (Casabermeja), Corominas (Estepona) en la provincia de Málaga, Túmulo de las Aguilillas (Villanueva de Córdoba) o la necrópolis de Los Millares (Santa Fe de Mondújar, Almería). En el caso de la localizada en el dolmen del Tajillo del Moro, en el nivel V definido por sus excavadores, el hacha de fibrolita está asociada a restos óseos humanos, puntas de flecha con aletas y hojas de sílex. En base a la cronología del conjunto de materiales se ha propuesto una cronología del Calcolítico Antiguo para esta estructura megalítica (Ferrer et al., 1980). La necrópolis de Corominas ha aportado un conjunto de azuelas en fibrolita, asociadas a los ajuares de las inhumaciones colectivas. Los investigadores responsables de su estudio han establecido que nos encontramos ante una necrópolis conformada por diversas estructuras megalíticas que abarcan una secuencia amplia del Neolítico y comienzos de la Edad del Cobre. Las dataciones absolutas que se están realizando podrán definir una cronología más exacta de éstas (Fernández et al., 2007). Respecto al túmulo de las Aguilillas, éste fue descubierto en 1925 y el material arqueológico, que según el descubridor se encontraba desordenado, fue recogido (Riesgo, 1954). 401
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En el yacimiento de Los Millares, se documentan una serie de hachas y azuelas de fibrolita, en relación a la necrópolis que lo circunda, por ejemplo la localizada en la tumba 63 asociada a un gran número de puntas de flecha, hojas de sílex o cuentas de collar (Lozano et al., 2010). En relación a yacimientos con fechas del III milenio a.C. o posteriores, destacamos las asociadas a poblados como Cerro del Comandante (Antequera, Málaga), Cerro de los Molinos (Torrecardela), Angosturas (Gor), en la provincia de Granada o Los Millares (Almería). TIPOLOGÍA DE LAS HERRAMIENTAS ELABORADAS EN FIBROLITA EN EL SURESTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA En términos generales, las herramientas elaboradas en fibrolita documentadas en yacimientos del Sureste peninsular corresponden, salvo contadas excepciones, a formatos pequeños, fundamentalmente azuelas y escoplos con bisel asimétrico destinadas al trabajo de la madera. Las dimensiones de las azuelas oscilan, en general, entre 3 y 5 centímetros, excepcionalmente encontramos piezas de mayor tamaño pero constituyen un porcentaje muy bajo del total. Las formas más representadas son la triangular, trapezoidal o rectangular (fig. 2, núm. 1, 2, 3, 6). En relación a los escoplos, se caracterizan por disponer de un filo estrecho y una forma alargada, con filos rectilíneos o ligeramente convexos, tanto la forma como las dimensiones de los documentados en yacimientos del Sureste peninsular suele ser muy regular, con tamaños que oscilan en torno a los 4 o 5 centímetros (fig. 2, núm. 4, 5). Otro dato que podemos observar al estudiar distintos conjuntos de herramientas documentados en diversos yacimientos es la homogeneidad que presentan los útiles realizados en fibrolita dentro de estos. De esta forma analizando el grupo adscrito a la cueva del Toro en Antequera comprobamos que las herramientas elaboradas en esta materia prima corresponden con tres tipos, azuelas con forma triangular o rectangular y escoplos, destaca el hecho de que las piezas que conforman cada grupo tipológico presentan unas dimensiones muy regulares. Hecho que también se puede comprobar en dos de las tres azuelas documentadas en la Necrópolis de Corominas (Estepona, Málaga) que presentan una longitud máxima prácticamente idéntica las dos. El tipo de azuela, de forma triangular, está también representada en la cueva de la Carigüela (Piñar, Granada) o la cueva de los Murciélagos (Zuheros, Córdoba), entre otras. Asimismo los escoplos que responden a formas y dimensiones ya mencionadas están documentados, no solo en la citada cueva del Toro, también en los yacimientos en torno a la Serranía de Ronda (Alto Cielo, Cerro de las Salinas, Loma del Moro) o Fuente del Álamo (Teba). En relación a las azuelas de mayor tamaño con forma trapezoidal podemos mencionar las documentadas en la cueva del Agua de Pradonegro (Iznalloz, Granada) (fig. 2, núm. 7), El Ejido (Teba, Málaga) (fig. 2, núm. 9), Los Millares (Santa Fe de Mondújar, Almería) o algunos yacimientos de la Serranía de Ronda. Las herramientas realizadas en fibrolita de mayores dimensiones, relacionadas con contextos arqueológicos, documentadas en yacimientos del Sureste peninsular y que presentan biseles simétricos, las encontramos en la cueva de Doña Trinidad (Ardales, Málaga), cueva del Agua (Alhama de Granada), en una de las tumbas de la necrópolis de Millares (Santa Fe de Mondújar, Almería) o el dolmen del Tajillo del Moro (Casabermeja, Málaga). Hay que destacar la existencia de una serie de piezas que disponen de elementos muy característicos, como son la existencia de perforaciones o escotaduras en su extremo proximal o en la zona central de la pieza (fig. 2, núm. 10, 11), y que configuran tipos no tan comunes pero que se documentan en ámbitos geográficos muy alejados y que pueden constituir elementos para la discusión acerca de la relaciones entre comunidades durante la Prehistoria Reciente (Pailler, 2009; Fábregas, 1984; Tinevez, 1988). Como hemos comentado en el apartado introductorio de este trabajo, las fibrolitas se pueden agrupar en dos grupos que a visu presentan colores claros, con predominio del blanco lechoso o un bandeado de colores claros y oscuros, respectivamente, resalta el hecho de que las documentadas en el Sureste de la Península Ibérica que presentan perforaciones o escotaduras se corresponden en su totalidad con las del primer grupo.
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Fig. 2. Herramientas elaboradas en fibrolita. 1, 4: Cueva del Toro (Antequera, Málaga). 2, 11: Cueva de la Carigüela (Piñar, Granada). 3: Necrópolis de Corominas (Estepona, Málaga). 5: Cerro de las Salinas (Ronda, Málaga). 6: Cueva del Gato (Benaoján, Málaga). 7: Cueva del Agua de Pradonegro (Iznalloz, Granada). 8. Torrecardela (Granada). 9: El Ejido (Teba, Málaga). 10: Los Millares (Santa Fe de Mondújar, Almería).
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CARACTERÍSTICAS TECNOLÓGICAS DE LAS HERRAMIENTAS EN FIBROLITA Junto a una determinada tipología, cuyos rasgos generales han sido expuestos, las herramientas elaboradas en fibrolita poseen una serie de rasgos tecnológicos muy definidos. La cadena operativa de fabricación de herramientas cortantes durante la Prehistoria Reciente, a grandes rasgos, incluye la talla, piqueteado y pulimentado. Al margen de que esta misma cadena operativa pudiera ser empleada para la fabricación de herramientas en fibrolita y que un estudio traceológico y experimental debe de clarificar, lo que hay que destacar es el hecho de que mientras que en útiles elaborados en otras materias primas el acabado de la pieza presenta en ocasiones bien un pulimentado total o un piqueteado de parte de la superficie de esta, en el caso de las piezas elaboradas en fibrolita, presentan todas un pulimento total. Las características de la materia prima y la forma en que esta se presenta en la naturaleza en los contextos geológicos del sur de la Península Ibérica pueden determinar los procesos de la cadena operativa de fabricación de estas herramientas. Se observa como en muchas ocasiones se han utilizado cantos procedentes de cauces fluviales para la elaboración de azuelas y escoplos de fibrolita. Pero sin duda, si hay un elemento dentro de la cadena operativa de fabricación de herramientas de extremo cortante que se ha identificado fundamentalmente en las elaboradas en fibrolita, es la técnica del aserrado, tanto de nódulos de esta materia prima obtenidos en contextos geológicos como de piezas ya acabadas con el fin de obtener dos. La técnica de aserrado ha sido ya documentada por algunos autores, en relación a piezas fabricadas en fibrolita, en contextos neolíticos europeos (Giot, 1952; Le Roux 1995; Pailler, 2005). En el conjunto de piezas analizado en el Sureste de la Península Ibérica para la conformación de este trabajo, se han identificado algunas piezas ya manufacturas que estaban siendo aserradas con la intención de dividirlas en dos fragmentos y otras que reflejan en el bisel marcas de haber sido obtenidas mediante corte. Sin embargo, proceden en su mayoría de colecciones museográficas que no han podido aportar el yacimiento de procedencia. PERSPECTIVAS Como se ha puesto de manifiesto a lo largo de este trabajo, las herramientas elaboradas en fibrolita están representadas en numerosos contextos arqueológicos del Sureste peninsular. Hay que recordar la variable, ya expuesta, de que las fuentes de materia prima para realizarlas están restringidas a dos únicas áreas en el sur de la Península Ibérica, por lo que muchos yacimientos donde se documentan se encuentran a gran distancia de estos contextos geológicos. Únicamente se mencionan en el texto aquellas piezas que están adscritas claramente a un yacimiento, en la figura 1 se muestra el conjunto de herramientas registradas, muchas de ellas localizadas en colecciones museográficas o particulares con la circunstancia de que se conoce el lugar de su hallazgo pero que no ha sido posible, por el momento, asociarlas a algún yacimiento en concreto. Las perspectivas de la investigación son amplias y constituyen un objetivo previsto, por un lado, 1) completar el mapa de distribución de herramientas elaboradas en fibrolita y ampliar el ámbito geográfico de este, una vez se lleve a cabo este trabajo se podrá, 2) realizar una tipología mas definida de este tipo de herramientas. 3) Llevar a cabo un estudio mineralógico de las piezas elaboradas en fibrolita con el fin de identificarlas con las fuentes de materia prima ya propuestas en anteriores trabajos. 4) Realización de una investigación experimental con el fin de definir la cadena operativa que se aplica a la fabricación de herramientas en fibrolita durante la Prehistoria Reciente. Agradecimientos: Quisiera mostrar mi agradecimiento por su inestimable ayuda para la realización de este trabajo a las siguientes personas: Antonio Morgado Rodríguez, Francisco Martínez Sevilla, José Antonio Lozano Rodríguez, Pedro Aguayo de Hoyos, Francisco Moreno Jiménez, Juan Terroba Valadez, Francisco Melero García, Luis-Efrén Fernández, Ildefonso Navarro Luengo, Juan Fuentes Guerrero, José Camarena, María Antonia Garrido Martínez, Francisca Hornos Mata, María Ángeles González Barroso, Francisco Pérez Daza, Pedro Cantalejo Duarte, Rosana Cansino Chito. Nota El estudio mineralógico de las herramientas de fibrolita en relación a los trabajos mencionados fue realizado por el geólogo José Antonio Lozano Rodríguez.
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Conflicto territorial y frontera durante el Bronce Antiguo y Pleno en La Axarquía (Málaga) Emilio Martín Córdoba* Ángel Recio Ruiz** *Dpto. de Patrimonio Histórico Artístico. Ayto. de Vélez-Málaga. feniciovelez@hotmail.com **Dpto. Arqueología. Diputación de Málaga. arecio@malaga.es
Resumen: El desarrollo de diferentes programas de investigación y de distintas intervenciones arqueológicas en el ámbito de la zona oriental de Málaga ha permitido ampliar la base documental disponible sobre el Bronce Antiguo y Pleno en este ámbito territorial, que admite considerar que a principios del II milenio a.C. se constatan momentos de conflictividad, materializado en la creación de murallas. Posteriormente, asentamientos muy singulares serán abandonados para ir creándose toda una serie de poblados en altura y en zonas de montaña, donde se concentra la mayoría de la población. Se produce un proceso de encastillamiento, controlando los pasos naturales entre las actuales provincias de Málaga y Granada, en un ámbito que se extiende a unos 50 kilómetros en línea recta, entre las sierras de Camarolos-Alhama y Tejeda-Almijara. Todo ello está manifestando la necesidad de defensa y control frente a las posibles entradas de los pueblos de la altiplanicie granadina. Summary The development of different programs of investigation and of different archaeological interventions in the area of the oriental zone of Malaga, has allowed to extend the documentary available base on the Ancient and Middle Bronze in this territorial Área, which it admits to think that at the beginning of the millenium II B.C. moments of conflict are stated, materialized in the creation of walls. Later, very singular accessions will be left to go the whole series of settlements being created in height and in zones of mountain, where the majority of the population centers. A process takes place of encastillamiento, controlling the natural steps between the current provinces of Malaga and Granada, in an Área that spreads to approximately 50 kilometres on line straight line, between the saws of Camarolos-Alhama and Tejeda-Almijara. All this is demonstrating the need of defense and control opposite to the possible income of the peoples of the from Granada high plateau. Palabras claves: Edad del Bronce, jerarquización territorial, conflicto territorial, encastillamiento, frontera, jerarquización social, élite guerrera. El desarrollo de diferentes programas de investigación y de distintas intervenciones arqueológicas en el ámbito de la zona oriental de Málaga, en lo que hoy conocemos como la comarca de La Axarquía (Málaga) ha permitido ampliar la base documental disponible que teníamos durante la década de los años 80 y 90 del pasado siglo sobre el Bronce Antiguo y Pleno en este ámbito territorial. Una información trascendental, desde el análisis histórico, para conocer las formaciones sociales del III-II milenio a.C. y los modelos de poblamiento. Pero muchas cuestiones que aquí planteamos deben considerarse dentro del plano de las hipótesis, que deberán resolverse con adecuadas intervenciones de campo y, especialmente, a través de un proyecto global centrado en la Prehistoria Reciente de las cuencas de los ríos Alhama-Cacín (Granada) y el Vélez (Málaga). Durante todo el III milenio a.C. el principal territorio político y económico de las tierras de La Axarquía quedaba vertebrado por la cuenca del río Vélez, una histórica y destacada vía de comunicación entre la costa y las altiplanicies granadinas, donde dos poblados nucleares, Peña de Hierro (Cútar) (Arteaga, 1974; Gran Aymerich, 1982) y Alcazaba de Vélez (Vélez-Málaga) (Gran Aymerich, 1982; Martín Córdoba y Recio Ruiz, 2004), con una extensión ocupacional entre las 2 y las 3 ha, ejercen una función preeminente desde el Neolítico Final, organizando y jerarquizando un territorio que queda singularizado por toda una red de asentamientos menores, la mayoría de ellos de carácter monofásico. Peña de Hierro (474 m.s.n.m.) (Lám. 1) y la Alcazaba de Vélez (136 m.s.n.m.) (Lám. 2) son dos moles calizas, a modo de crestones rocosos que permiten disponer de una excelente defensa natural en diferentes flancos. Se localizan en lugares estratégicos, conectados visualmente y ejerciendo un destacado control sobre el territorio, especialmente de la cuenca alta y baja del río Vélez respectivamente. 407
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Lám. 1. Peña de Hierro.
Lám. 2. Alcazaba de Vélez-Málaga.
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Estos yacimientos ya son conocidos desde los años 70, relacionándose con una amplia y variada documentación superficial, especialmente La Peña de Hierro, de la que se ha documentado la existencia de una necrópolis en cistas (Arteaga, 1974; Gran Aymerich, 1982; Leiva y Fernández, 1974). La Alcazaba de Vélez conoce a finales del siglo XIX un proceso destructivo al convertirse en una cantera, lo que ha generado la eliminación de la práctica totalidad de la plataforma superior, provocando una pérdida irrecuperable del subsuelo arqueológico; en 1973 tiene su primera intervención arqueológica (Gran Aymerich, 1982), pero no se llegó a documentar niveles prehistóricos intactos. En la actualidad se encuentra en fase de investigación, donde hemos podido constatar las posibles dimensiones del poblado durante la Edad del Bronce. Por ahora, el yacimiento que ha aportado una mayor información es el Cerro de la Capellanía, que es un espolón amesetado definido por un meandro del río Guaro, en la cuenca alta del río Vélez. Se han realizado dos campañas de excavaciones que han ofrecido una amplia cronoestratigrafía y cultura material desde el Neolítico Final hasta el periodo ibérico-republicano, con un vacío ocupacional durante el Bronce Pleno (Martín Córdoba y Recio Ruiz, 2004; Martín Córdoba, 1993-1994). Es un poblado de segundo orden, con una extensión ocupacional de 1,5 ha, que en los momentos finales del III milenio, tiene que levantar una muralla en la ladera norte, justamente en el flanco de más fácil acceso al poblado, provocando que la población se circunscriba a la plataforma superior del cerro, al interior de la muralla. Todo ello ha permitido considerar que durante el Calcolítico Final ya se están produciendo momentos de inestabilidad y conflicto territorial en esta zona, pero no con la complejidad y las dimensiones que se conocerán en los siglos posteriores. Aproximadamente a partir del 2000 y el 1900 a.C., coincidiendo con los momentos transicionales entre el final del Calcolítico y los inicios de la Edad del Bronce, se registran alteraciones relacionadas con el paisaje humanizado en toda esta zona oriental de la provincia de Málaga. Se mantiene la ocupación de los grandes poblados centrales, caso de Peña de Hierro y Alcazaba de Vélez, pero se irán abandonado los de rango menor y los de carácter secundario que habían sido muy protagonistas durante el poblamiento del III milenio a.C., como es el caso del Cerro de Capellanía y, de forma especial, todos los asentamientos menores, con diferentes funcionalidades productivas, que habían sido muy característicos durante el Calcolítico. La reestructuración del poblamiento se singulariza con la creación de nuevos poblados en altura, que se sitúan cercanos a puntos estratégicos, con una acuciante necesidad de controlar las principales vías de comunicación, prefiriendo relieves montañosos, alejados de las áreas con buenas condiciones edáficas, lo que muestra un destacado interés por el control estratégico sobre el productivo susbsistencial, subordinando el territorio económico al interés estrictamente militar y estratégico. Todos estos poblados se ubican en emplazamientos de fácil defensa, en ladera y aterrazados, e incluso se fortifican en las zonas más vulnerables a un ataque y más difíciles de defender. Será el inicio de un proceso de “encastillamiento”, que será preponderante y exclusivo en los siglos venideros. Son poblados de nueva planta que no serán ocupados posteriormente, evitando con ello contaminaciones materiales futuras; de aquí la relevancia de las estructuras visibles y, especialmente, los materiales arqueológicos superficiales que son normativamente propios del Bronce Antiguo y Pleno, donde son muy singulares las grandes orzas con labios decorados por medio de incisiones y digitaciones. Así pues, el territorio político se articula de forma más militarista. Se busca una mayor seguridad y, para ello, los poblados adoptan medidas cada vez más defensivas y militares, para asegurar y garantizar la supervivencia de las comunidades y sus territorios de producción. Los antiguos grandes poblados de Peña de Hierro y Alcazaba de Vélez ejercen de núcleos centralizadores, y ahora vuelven a organizar y jerarquizar toda una red de poblados secundarios y dependientes, mostrando con ello la importancia del lugar y el rango que adquirieron durante siglos. Se intenta tener el control de todas las rutas de desplazamiento de las tierras orientales malagueñas con las altiplanicies granadinas, desde la cuenca del río Vélez hasta el río Higuerón. Pero en todo este territorio podemos distinguir dos grupos bien diferenciados, aquellos que se sitúan en la zona del Alto Vélez, vinculados directamente con los pasos de montaña, de aquellos que se localizan al este del río Vélez, dentro de los dominios de la sierra de Bentomiz y Almijara, que son poblados de menor relevancia. En el área más septentrional, la más expuesta a la entrada de contingentes bélicos provenientes de las tierras granadinas, entre los campos de Alfarnate y Zafarraya, los poblados se erigen directamente controlando pasos de montaña de las sierras de Alhama y Tejeda, como las cuencas fluviales de los ríos Sábar y Alcaucín. Es el caso del Puerto de la Mina (Alfarnatejo) y Cerro de la Negreta (Alcaucín), con un espacio ocupacional superior a 1 ha, y Tajo Bermejo (Alfarnatejo) de 0,5 ha. Todos se interrelacionan visualmente con la Peña de Hierro (Fig.1). 409
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Fig. 1. Mapa de La Axarquía y distribución de los yacimientos.
Cerro de la Negreta, también conocido como Cerro de los Torreones, es una elevación de 963 m.s.n.m. con forma de lomo alargado, con fuertes pendientes, especialmente hacia el sur que cae casi en vertical sobre el río Alcaucín. El poblado se desarrolla desde su cima, un rellano de unos 60 por 30 m, hacia su ladera norte de forma aterrazada, localizándose una necrópolis de cistas en la zona baja; una de ellas fue excavada y se pudo reconocer la existencia de un individuo adulto en posición fetal, que contaba con un ajuar relacionado con un puñal con remaches y una placa de arquero (Ferrer et al., 1984). Los materiales cerámicos más característicos son las orzas, algunas presentan digitaciones e incisiones en el labio. Su situación estratégica, de extraordinaria visibilidad, le permite controlar directamente el camino de acceso hacia los llanos de Zafarraya en su lado oriental (Lám. 3). Lám. 3. Cerro de la Negreta.
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Puerto de la Mina, se encuentra dominando el puerto del mismo nombre, vía natural del río de la Cueva hacia la depresión de Alfarnate. Se localiza a 1.013 m.s.n.m., en el extremo occidental del Alto del Fraile, con una pequeña y estrecha plataforma en la cima, de fuerte pendiente hacia el norte. El poblado se desarrolla desde la cima hacia el sur de forma aterrazada y adaptándose a los desniveles del terreno. En su zona meridional, y muy próxima, se localiza una necrópolis de cistas (Lám. 4).
Lám. 4. Puerto de la Mina.
Un segundo grupo de poblados menores surge en la zona oriental, un territorio de inferior relevancia estratégica y económica, entre los dominios de las sierras de Bentomiz y Almijara, con una serie de cuencas hidrográficas menores e independientes, caracterizadas por pequeños valles encajonados por montes de fuertes pendientes y asociados a puertos de montañas menores, de difícil localización y acceso. La cuenca del río Rubite, afluente del río Vélez, queda controlada por el poblado de Los Vados (Arenas), que domina directamente el acceso a la Vega de Vélez. En la cuenca del río Algarrobo se erige el pequeño asentamiento del Espolón de Sayalonga (Salayonga); en el río Torrox encontramos la Loma Patamalara (Torrox) y en el río Higuerón Los Poyos del Molinillo (Frigiliana). Todos ellos tienen una superficie ocupacional inferior a 1 ha y están sumergidos en los pequeños valles por colinas de mayores alturas, quedando aislados y sin ninguna interrelación visual con otros poblados, donde su principal función está directamente asociada al control de estas pequeñas vías de comunicación. De todos ellos, Los Vados y Los Poyos del Molinillo son los más relevantes, en donde son visibles lienzos de muros de muy poca altura, compuestos de piedras trabadas entre sí sin ningún tipo de argamasa o mezcla. Los Vados se localiza en una pequeña loma, de unos 130 m.s.n.m., encajonada en el pequeño valle de la margen izquierda del río Rubite, muy cercana a la confluencia con el río Vélez y controlando el acceso a su vega (Lám. 5). Los materiales arqueológicos son abundantes, destacado las orzas, los cuencos carenados, las pesas de telar y los elementos de hoz, que nos hablan de la importancia que juega el sector agropecuario dentro de la estrategia económica del poblado.
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Lám. 5. Los Vados.
Los Pollos del Molinillo se localiza en la margen izquierda del río Higuerón, en un crestón rocoso escarpado definido por un cerrado meandro, muy próximo a la localidad de Frigiliana, a unos 5,75 Km en línea recta hasta la costa. Se documentó una covacha con un enterramiento doble (un niño y un adulto), cuyas piezas dentales han ofrecido una fecha de radiocarbono calibrada comprendida en torno al 1900 a.C. (Cortés et al., 2005). Se registraron varias piezas metálicas y un puñal de remache como parte del ajuar del enterramiento (Lám. 6).
Lám. 6. Los Pollos del Molinillo
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Entendemos que este territorio militarizado, con poblados encastillados, es reacción y consecuencia del aumento de los conflictos bélicos, que viene a coincidir con la expansión de El Argar. La generalización del conflicto ha creado un efecto cadena y adquiere dimensiones regionales, debido al aumento de la guerra por la competencia por la tierra y/o conseguir territorios tributarios, como también por las prácticas de razias, pillajes o saqueos, para obtener cómodos botines en cereales, ganados, personas, metales, etc. (Contreras Cortés et al., 2000). La pregunta es si se está levantando una frontera y hacia quién o quiénes, pues las relaciones con las comunidades de los ríos Alhama y Cacín son históricas, una destacada vía de comunicación entre la costa y el interior, y no creemos, en principio, que se levante todo este dispositivo de control contra ellos, por la competencia de las tierras, sino más bien por la entrada beligerante de grupos procedentes de la vega granadina. Pensamos que estos poblados son una reacción, una respuesta ante el conflicto, y que se habían convertido en el penúltimo punto de control y defensa, para estas comunidades de La Axarquía e incluso del Cacín, a las posibles acciones belicosas de grupos invasores, pues los últimos lugares de protección serán los poblados de Peña de Hierro y Alcazaba de Vélez. Así pues, el conflicto no es local, todo lo contrario, se ha generalizado en el marco regional, que se configura a través de la creación de distintas fronteras políticas-físicas, que en las tierras orientales malagueñas llegan a coincidir con el bloque de las sierras béticas y subbéticas, las cuales se verán jalonadas a uno y otro lado, por asentamientos encastillados, donde prima la defensa y el control estratégico del territorio y de las vías de comunicación. En definitiva, una territorialidad disuasoria-defensiva que es la manifestación de un conflicto de intereses territoriales. Entendemos que se tendrá que desarrollar ese proyecto global que nos permita estudiar las relaciones de estas comunidades vecinas del Cacín-Alhama y del Vélez, para conocer sus interacciones y/u oposición, estrategias de captación de recursos, etc..., como determinar las diferencias y similitudes culturales, para poder establecer, si existieron y cuales fueron, sus respectivos límites territoriales (políticos y económicos). Toda esta reestructuración territorial hubo de implicar, forzosamente, transformaciones en la esfera organizativa política y económica, beneficiando a las élites guerreras que son las garantes de la defensa de la comunidad y de sus territorios. Ello precipitó que el componente militarista y, con ello, que los jefes/aristocracia guerrera se conviertan en los principales protagonistas sociales de estos momentos, dentro de una sociedad paraestatal (Lull, 1983; Lull y Risch, 1996) o estratificada (Gilman 1981; Molina, 1983). Esta nueva organización social o sociedad es perceptible desde la arqueología de la muerte, que se advierte con el abandono de los dólmenes y el protagonismo que adquieren los enterramientos en cistas. El registro demuestra que se va a producir de forma progresiva el abandono de la construcción de los dólmenes, por las sepulturas en cistas o en covachas individuales o dobles, como nueva representación material donde una sociedad donde determinados individuos o linajes exponen sin disimulo sus diferencias con el resto de la comunidad. Estamos ante la culminación de la crisis del sistema parental, donde el parentesco se manifiesta insuficiente para regular las nuevas relaciones sociales y políticas (Contreras Cortés et al., 2000). El nuevo modelo de enterramiento va a presentar un cierto proceso evolutivo, que podemos diferenciarlo en dos momentos. En el primero, las tumbas se construyen con grandes ortostatos y aparentemente aisladas o conformando necrópolis a cierta distancia de los poblados, caso de la cista de Los Asperonales (Viñuela, Ferrer et al., 1984), Puerto del Sol (Alfarnate) (Fernández et al., 1989), Cortijo Gonzalo (Colmenar) (Ferrer, 1974),de Los Romanes (Viñuela) (Martín Córdoba, 1995) y la necrópolis de Cerro Alcolea (Periana) (Gran Aymerich, 1982); los elementos constructivos y su ubicación debemos entenderlos como herencia o influencia del precedente mundo dolménico. En un segundo momento, las cistas llegarán a desarrollarse inmediatas en los mismos poblados, y sus dimensiones son ya menores, como ocurrirá en Peña de Hierro (Cútar) (Leiva y Fernández, 1974), Cerro de la Negreta (Alcaucín) (Moreno, 1985; Ferrer et al., 1984), Los Vados (Arenas), Puerto de la Mina (Alfarnatejo) (Martín Córdoba, 1995) y Los Poyos del Molinillo (Frigiliana) (Cortés et al., 2005), que se relaciona con covachas. La mayoría de estas tumbas y necrópolis han sufrido un continuo expolio que ha mermado la disponibilidad de una información con más garantías; pero por lo que conocemos se evidencia la existencia de unos ajuares sepulcrales con un predominio de las armas (puñales, arcos, flechas, etc.), que vienen a mostrar como las élites guerreras exponen su prestigio con un fuerte componente belicista. Se ha consolidando la negación a la comunidad parental frente este sector de la sociedad que se convierte en el principal protagonista en los enterramientos de este periodo, adquiriendo una posición predominante, donde la jerarquía social se institucionaliza en una sociedad cada vez más estratificada.
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Todo este territorio jerárquico, de poblados encastillados, quedará desarticulado entre el 1400-1300 a.C., coincidiendo con los inicios del denominado, en la arqueología tradicional, como Bronce Tardío. El modelo militarista ha entrado en crisis, mermando el protagonismo de los guerreros, pero no por ello la organización social, y su efecto, en La Axarquía, es el abandono de la práctica totalidad de todos aquellos poblados que habían caracterizado el poblamiento en siglos anteriores y de las necrópolis en cistas. Por otra lado, se vuelven a ocupar asentamientos que habían tenido un papel relevante durante el III milenio a.C., como es el caso del Cerro de Capellanía, inmerso en los dominios de los campos cerealistas del corredor de Colmenar-Periana y que tendrán un acentuado protagonismo en los siglos venideros, pues adquiere su mayor extensión ocupacional, con un recinto amurallado y un horno metalúrgico, que nos advierte que se convirtió, desde el siglo XIII a.C., en un destacado poblado y no en una simple aldea agrícola-ganadera de carácter subsistencial; pues lo que se va a producir es un nuevo proceso de centralización y concentración poblacional (Martín Córdoba, 1993-1994).
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Aspectos sociales del cambio tecnológico: nuevos datos para valorar la introducción de la aleación del bronce en las sociedades argáricas1 Mercedes Murillo-Barroso*, Gonzalo Aranda Jiménez**, Ignacio Montero Ruiz*** * Instituto de Historia, CCHS-CSIC, Madrid. mercedes.murillo@cchs.csic.es ** Departamento de Prehistoria y Arqueología, Universidad de Granada. garanda@ugr.es *** Instituto de Historia, CCHS-CSIC, Madrid. ignacio.montero@cchs.csic.es
Resumen:1 Tradicionalmente se ha asumido, desde una perspectiva evolucionista, que la adopción del bronce se debía a unas cualidades físicas y mecánicas superiores a las del cobre arsenicado. Sin embargo, recientes investigaciones permiten cuestionar que la aleación de bronce supusiera inicialmente una mejora funcional. Así, análisis metalográficos y de microdureza realizados en los ajuares metálicos del Cerro de San Cristóbal (Ogíjares, Granada) y Cerro de la Encina (Monachil, Granada) demuestran que ambas aleaciones presentan similares propiedades físicas y mecánicas. La mayor o menor dureza de los metales se relaciona con las etapas finales del proceso de manufactura y no con el tipo de aleación. Además, los análisis de composición de más de 200 piezas argáricas muestran una clara correlación entre la aleación de bronce y la elaboración de elementos de “adorno” y el uso del cobre arsenicado preferentemente en objetos “funcionales”, lo que cuestionaría, igualmente, que el bronce fuera asumido por su eficacia en los procesos de trabajo. Deben buscarse por tanto otras interpretaciones alternativas para explicar la adopción del bronce. Palabras clave: cobre arsenicado, Bronce, Argar, microdureza, metalografía, estaño, adornos. INTRODUCCIÓN Tradicionalmente se ha considerado que el desarrollo de las sociedades del pasado poseía una relación directa con el cambio tecnológico: una sociedad evolucionaba según se desarrollaba su tecnología. De hecho, la división cronológica clásica del esquema de las Tres Edades de Thompsen (Edades de la Piedra, del Bronce y del Hierro), no es en absoluto casual: refleja la asunción de que un cambio tecnológico implica un cambio social y, consecuentemente, pone de manifiesto el papel que se le ha otorgado al origen y la evolución de la metalurgia como aspecto central en la explicación histórica. Siguiendo este esquema, la introducción del bronce (y la sustitución del cobre arsenicado) ha sido habitualmente interpretada como una mejora tecnológica dada sus superiores cualidades físicas y mecánicas respecto al cobre en términos de fuerza y dureza, lo que redundaría en una mejora en la productividad. También se ha sugerido que, frente al cobre arsenicado, el bronce supondría una aleación deliberada, lo que facilitaría el control de las proporciones de estaño y, en consecuencia, de las propiedades finales de los objetos (Tylecote, 1976). Sin embargo, si bien es cierto que ciertas innovaciones tecnológicas pueden modificar cualitativamente determinados procesos productivos y tener un impacto decisivo en el desarrollo de las formaciones sociales, esto no puede aplicarse de forma apriorística y sistemática a todas las innovaciones tecnólogicas. El estudio de las propiedades de los objetos de cobre y bronce argáricos pone de manifiesto que no todas las innovaciones tecnológicas tienen necesariamente una finalidad utilitaria, como también se ha planteado para otras casuísticas (e.g. Brumfield, 2003). MATERIALES Y METODOLOGÍA DE ESTUDIO Los materiales objeto de estudio pertenecen a dos yacimientos argáricos, el Cerro de la Encina (Monachil) y el Cerro de San Cristóbal (Ogíjares), situados en la Vega de Granada a escasa distancia el uno del otro (4,5 km en línea recta) aunque en localizaciones topográficas y con características diferentes. El primero sigue el esquema clásico El estudio se ha realizado en el marco del Grupo de Investigación (HUM 065) GEA. Cultura material e identidad social en la Prehistoria Reciente en el sur de la Península Ibérica y del proyecto de Investigación I+D+i “El contexto social del consumo de alimentos y bebidas en las sociedades de la Prehistoria Reciente del sur de la Península Ibérica” HAR2009–07283. Agradecemos a Isidro Toro Moyano, director del Museo Arqueológico de Granada, las facilidades que nos ha ofrecido para la toma de muestras.
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argárico: asentamiento en laderas escarpadas asociadas a un hábitat escalonado y con una clara posición estratégica en uno de los principales valles de acceso a Sierra Nevada. Además, el Cerro de la Encina se caracteriza por su extensión que alcanza varias hectáreas, construcciones monumentales, como el recinto de grandes dimensiones y forma aproximadamente rectangular que ocupa la meseta central de asentamiento, y por la gran diversidad y riqueza de sus ajuares funerarios. Por su parte, el Cerro de San Cristóbal se sitúa en plena vega de Granada sobre una loma o pequeño altozano, que en su punto más alto alcanza los 40 m de altura sobre la llanura aluvial, sin aparentes preocupaciones estratégicas más allá de un entorno de suelos óptimos para el desarrollo de prácticas agrícolas. Se trata de un pequeño asentamiento que podría haber alcanzado las 0,6 has y en donde los ajuares funerarios presentan una variedad cuantitativa y cualitativa muy inferior al Cerro de la Encina. Ambos yacimientos han sido objeto de investigaciones recientes. En el caso del Cerro de la Encina durante 2003-04 se realizó una campaña de excavación en el denominado sector occidental de la Zona B que supuso la documentación de cinco nuevas sepulturas que se suman a las cuatro ya conocidas en este área del asentamiento (Aranda y Molina, 2005; 2006; Aranda et al., 2008). Precisamente, se ha seleccionado para el presente trabajo uno de estos nuevos hallazgos, en concreto, el ajuar funerario de la sepultura 21 compuesto por 15 piezas metálicas, seis de plata y nueve de base cobre. La muestra se completa con una hoja metálica procedente del ajuar de la sepultura 82. En el caso del Cerro de San Cristóbal se han recuperado para su estudio los materiales de las excavaciones de urgencia realizadas entre los años 1988-91 (Aranda et al., 2012). En total se conocen 14 sepulturas, 13 se documentaron como parte de las excavaciones mencionadas y una fue objeto de expolio, aunque sus características generales y ajuar funerario fueron posteriormente publicados (Fresneda et al., 1987-88). Los ajuares metálicos se concentran en ocho sepulturas y formalmente responden a los tipos clásicos argáricos: hojas de metal con remaches para la empuñadura, punzones y objetos de adorno como brazaletes o anillos. No obstante, destacan dos elementos por su singularidad: una lámina de bronce de forma aproximadamente rectangular, de 7,5 cm de longitud y 2,5 cm de anchura máxima, con las esquinas redondeadas en uno de sus extremos y un ligero estrechamiento en su zona central; y un conjunto de 83 barritas de cobre arsenicado con forma de clavo o tachuela con un extremo puntiagudo, que aparece habitualmente doblado o fragmentado, y un extremo proximal aplanado, probablemente resultado del golpeo para su fijación. Todos los objetos de base cobre han sido muestreados a excepción de los 83 clavos de los que se han seleccionado cuatro piezas3. En total se seleccionaron 26 piezas de base cobre y nueve de plata para el estudio metalúrgico. Sin embargo, para los objetivos del presente trabajo se discutirán sólo los resultados de aquellas muestras metalografiadas (Tab. 1 y Figs. 1-3). Nuestro objetivo era evaluar las propiedades físicas de los objetos arqueológicos y no tanto las propiedades que se obtienen en el laboratorio de uno u otro metal aleados bajo condiciones controladas (Lechtman, 1996; Northover, 1989). Para ello se han combinado tanto los análisis de composición como metalográficos y de microdureza, ya que tanto la aleación empleada como el trabajo aplicado en la elaboración de las piezas y la intensidad del mismo redundarán en una mayor o menor dureza de los objetos. Los análisis de composición se realizaron con dos técnicas, mediante Fluorescencia de Rayos X por Energía Dispersiva (del inglés ED-XRF) en el Museo Arqueológico Nacional (Madrid), y mediante Espectrometría de Masas con Fuente de Plasma Acoplada Inductivamente de Sector Magnético y Colector simple (del inglés ICP-SFMS) en los laboratorios del centro de investigación “Arqueología y Ciencia de los Materiales” del Deutsches Bergbau-Museum de Bochum (Alemania). En los análisis ED-XRF se utilizó un espectrómetro portátil INNOV-X serie Alpha. Las condiciones normales de operación del tubo de rayos X con ánodo de plata fueron de 35 kV (voltaje) y 2 μA (corriente). Los análisis de ICP-SFMS los realizó el Dr. Michael Bode utilizando un espectrómetro Thermo Scientific ELEMENT XR (para cuestiones metodológicas véase Renzi et al., 2012 para ICP-SFMS y Rovira et al., 1997 para XRF). Para el análisis metalográfico, las muestras se atacaron con una solución de cloruro férrico y ácido clorhídrico, y se observaron con el microscopio óptico Leica DMLM. Para el análisis de microdureza se utilizó un microdurómetro REMET HX1000, ambos equipos del Instituto de Historia, CCHS-CSIC, Madrid (para cuestiones metodológicas de metalografía y microdureza véase Rovira y Gómez Ramos, 2003; Scott, 1991).
2 3
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Para una información contextual completa de las muestras seleccionadas véase Aranda et al., 2008. Para la discusión general del yacimiento del Cerro de San Cristóbal y de sus contextos funerarios véase Aranda et al., 2012.)
Aspectos sociales del cambio tecnológico: nuevos datos para valorar la introducción de la aleación del bronce en las sociedades argáricas
Signatura
Yacimiento
Sepultura
Tipo
As
Sn
Cadena operativa
HV
OSC 11010_R
Cerro San Cristóbal
Sep. 8.1
Remache
2,38
tr
F+FF
158
OSC 15014_H
Cerro San Cristóbal
Sep. 12
Puñal 2R
3,51
tr
F+FF
151
OSC 15014_R
Cerro San Cristóbal
Sep. 12
R_Puñal
3,76
nd
F+FF
127
OSC 7004_R
Cerro San Cristóbal
Sep. 6
R_ Puñal
nd
nd
F+FF
170
OSC 13006_71
Cerro San Cristóbal
Sep. 17
Clavo
1,09
tr
F+FF+(R+FF)
144
OSC 13006_15
Cerro San Cristóbal
Sep. 17
Clavo
1,22
tr
F+FF+(R+FF)
134
OSC 13006_37
Cerro San Cristóbal
Sep. 17
Clavo
F+FF+(R+FF)
146
OSC 13006_60
Cerro San Cristóbal
Sep. 17
Grapa
F+FF
116
OSC 13005_H
Cerro San Cristóbal
Sep. 17
Puñal 2R
5,05
tr
F+FF+R+FF
186
OSC 13005_R
Cerro San Cristóbal
Sep. 17
R_Puñal
4,30
nd
F+FF+R+FF
142
OSC 13001_H
Cerro San Cristóbal
Sep. 9
Puñal 2R
6,47
tr
F+FF+R+FF
196
OSC 15013
Cerro San Cristóbal
Sep. 12
Punzón
4,10
tr
F+FF+R+FF
200
OSC 11015
Cerro San Cristóbal
Sep. 8.4
¿Raspador?
0,88
4.91
F+(FF+R+FF)
150
OSC 7002
Cerro San Cristóbal
Sep. 6
Pulsera 1v
0,41
5.47
F+FF+R
108
OSC 11006
Cerro San Cristóbal
Sep. 7
Anillo 1v
0,01
4.47
F+FF+R+FF
183
OSC 11017
Cerro San Cristóbal
Sep. 8.2
Punzón
0,01
6.24
F+FF+R+FF
198
MO-39257
Cerro de la Encina
Sep.21
Punzón
5,49
0.04
F+FF+R+FF
200
MO-21292
Cerro de la Encina
Sep. 8
Puñal
6,73
tr
F+FF+R+FF
176
MO-39261
Cerro de la Encina
Sep.21
Pulsera 2v
2,45
tr
F+(FF+R)
62
MO39264_H
Cerro de la Encina
Sep.21
Puñal
2,3
4.38
F+FF
--
MO39281_H
Cerro de la Encina
Sep.21
Puñal
0,9
8.7
F+FF
--
MO-39260
Cerro de la Encina
Sep.21
Anillo
0,17
6.34
F+FF+R
--
MO-39255
Cerro de la Encina
Sep.21
Pulsera cerrada
0,11
3.36
F+FF+R
90
Tabla 1. Resultados de los análisis realizados en las piezas del Cerro de la Encina y el Cerro de San Cristóbal. La composición se presenta en % en peso normalizado a 100%. En la signatura, H=Hoja, R=Remache. En la cadena operativa, F=Fundición, FF=Forja en frío, R=Recocido. Los paréntesis indican que la intensidad de trabajo es leve. Los valores de HV se han obtenido de la media de entre 4 y 20 medidas según el tamaño de la muestra.
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Fig. 1. Ajuar metĂĄlico de la sepultura 21 del Cerro de la Encina.
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Aspectos sociales del cambio tecnológico: nuevos datos para valorar la introducción de la aleación del bronce en las sociedades argáricas
Fig. 2. Ajuar metálico. 1 Cerro de la Encina, 2-6 Cerro de San Cristóbal.
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Movilidad, contacto y cambio. II Congreso de Prehistoria de Andalucía
Fig. 3. Ajuar metálico del Cerro de San Cristóbal.
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Aspectos sociales del cambio tecnológico: nuevos datos para valorar la introducción de la aleación del bronce en las sociedades argáricas DISCUSIÓN DE LOS RESULTADOS En la Tabla 1 se resumen los resultados de los análisis realizados. Si comparamos los niveles medios de microdureza de los cobres arsenicados y de los bronces, no se aprecian grandes diferencias entre una aleación y otra. Los cobres arsenicados oscilan entre 127 y 200 HV mientras que los bronces se sitúan entre 90 y 198 HV. Llama la atención, sin embargo, que entre las piezas que presentan las medidas más bajas, haya precisamente dos de bronce con 4,1% y 5,6% de estaño y 90 y 108 HV respectivamente. No obstante, si se observa su cadena operativa vemos que se corresponden con los dos únicos elementos que terminan con una fase de recocido. Además, ambas piezas se corresponden con adornos, lo que es coherente con una etapa final de recocido que resta dureza pero gana en ductibilidad, una propiedad más apropiada para la elaboración de espirales que la dureza. La forja, por el contrario, aunque aporta una mayor dureza al metal le resta ductilidad, resultando objetos más duros pero más frágiles. Por ello, cuando se realiza un trabajo de forja intenso, son necesarias sucesivas etapas de forja y recocido, para que el metal recobre la ductilidad perdida en la forja y permitan seguir deformando la pieza. En la Fig. 4 se presentan las tres cadenas operativas detectadas en los materiales: las bandas horizontales fruto de la deformación de la estructura dendrítica por la forja en frío (4A); los granos de tendencia poligonal y bordes rectilíneos como consecuencia del recocido final de la pieza y las maclas en su interior debido a un trabajo previo de forja en frío (4B); y la combinación de forja en frío, recocido y forja final en frío, que se observa por la deformación final de los granos del recocido y las múltiples bandas de deslizamiento en ellos. Nótese también cómo las inclusiones aparecen completamente deformadas y aplastadas horizontalmente como consecuencia de la forja (4C). Parece, por tanto, evidente que es la fase final de trabajo y su intensidad, más que la aleación en sí, lo que determina las propiedades finales de los artefactos en lo que a dureza se refiere. Esta correlación directa entre la cadena operativa y los valores medios de microdureza podemos observarla claramente en la Fig. 5 donde se incorporan también los valores de diferentes piezas del yacimiento de Peñalosa, lo que hace que la muestra ascienda a 39 elementos. En el eje X hemos representado la suma del contenido en estaño y arsénico de los objetos, ya que algunas muestras de bronce presentan también ciertas proporciones de arsénico, lo cual incidiría en una mayor dureza (representada en el eje Y). Las piezas están diferenciadas en función de la última fase de la cadena operativa (forja o recocido) y de que se trate de cobres arsenicados o bronces.
Fig. 4. Ejemplo de las microestructuras documentadas. Las tres muestras fueron atacadas con una solución de cloruro férrico y ácido clorhídrico y pertenecen al Cerro de San Cristóbal. A) Microestructura de forja en frío de la pieza OSC 15014_H. 200X. B) Microestructura de Forja en frío y recocido de la pieza OSC 7002. 200X. C) Microestructura de forja en frío, recocido y forja en frío de la pieza OSC 13005_H. 500X.
De esta forma, se puede observar que piezas sin arsénico tienen una dureza similar o superior a bronces de en torno a un 5% de Sn, o que cobres arsenicados de poco más del 2% de As tienen una dureza superior a la de bronces con más de 6% de Sn. Este es el caso, por ejemplo, de un puñal de cobre arsenicado con 2,3% de As y cadena operativa corta (fundición y forja en frío), que presenta sin embargo una microdureza superior (209HV) que un punzón de bronce de un 6% de Sn y cadena larga (198HV), o incluso que un puñal de bronce de hasta 9,5% de Sn y cadena igualmente larga (183HV).
423
Movilidad, contacto y cambio. II Congreso de Prehistoria de Andalucía
Fig. 5. Gráfico en el que se representa la correlación entre el contenido en As y Sn, y la microdureza media de las piezas.
En el mismo tipo de piezas, también se observan varios casos en los que valores alcanzados con una u otra aleación son muy similares. Este sería el caso, por ejemplo, de dos puñales: a pesar de tener ambos cadenas operatorias largas (forja en frío, seguida recocido y una fase final de forja en frío) y el de bronce un contenido algo superior de Sn (9,5%) que de As (7%) el de cobre, la microdureza de ambos es muy similar: el puñal de cobre arsenicado tiene un valor de 186HV y el de bronce de 184HV. Lo mismo ocurre, por poner otro ejemplo, con dos punzones: el de cobre arsenicado (7% As) tiene una microdureza de 200HV mientras que el de bronce (6%Sn) alcanza los 198HV. Es evidente también que, de forma general, las piezas que presentan una microdureza inferior son aquellas que tienen una última fase de recocido. Con la excepción de una pieza, todos los objetos con fase final de recocido presentan una microdureza inferior a 110 HV. Estas diferencias en las cadenas operativas deben relacionarse, por tanto, con la tipología de los objetos según se busque una mayor maleabilidad (por ejemplo, para una mejor deformación plástica de los adornos en espiral) o una mayor dureza (por ejemplo, para piezas utilitarias como los punzones). Para establecer esta correlación se han agrupado los objetos analizados en dos categorías: “adornos”, que incluye básicamente espirales, y “objetos funcionales”, en la que se incluyen todos los artefactos que potencialmente pudieron haber tenido una funcionalidad utilitaria, independientemente de que efectivamente la tuvieran o no (un ejemplo del cuestionamiento de la funcionalidad efectiva de las armas como tales lo tenemos en Aranda et al., 2009). En ese sentido, se observa una clara tendencia a finalizar los objetos potencialmente utilitarios con una fase de forja en frío, lo que les proporcionaría una mayor dureza, y a terminar los adornos con una fase de recocido, que les restaría dureza pero les aportaría ductilidad y, por tanto, maleabilidad. Así, el 82% de los objetos funcionales presentan una fase final de forja, mientras que sólo el 18% termina con recocido. Al contrario, el 83% de los adornos finaliza con una fase de recocido, frente al 16% que lo hace con una fase de forja (Fig. 6).
424
Aspectos sociales del cambio tecnológico: nuevos datos para valorar la introducción de la aleación del bronce en las sociedades argáricas Si además, se relaciona las diferencias en las cadenas operativas y el tipo de objetos manufacturados con el tipo de aleación empleada, observamos que, como se ha señalado en trabajos previos (Montero Ruiz, 1994; Montero-Ruiz y Murillo-Barroso, 2010), el bronce se utiliza mayoritariamente en la elaboración de adornos y el cobre arsenicado en la fabricación de piezas funcionales o potencialmente utilitarias. En la Fig. 7 se presenta esta fuerte correlación a partir de los más de 200 objetos argáricos de base cobre analizados hasta la fecha (Rovira et al., 1997).
Fig. 6. Proporción de objetos funcionales con una cadena operatoria con una fase final de forja en frío y proporción de adornos con una fase final de recocido.
CONCLUSIONES En definitiva, el estudio de los materiales argáricos de bronce y cobre arsenicado pone de manifiesto que a pesar de que los bronces puedan tener a priori una dureza superior a los cobres y cobres arsenicados, y por tanto, unas propiedades físicas y mecánicas superiores (especialmente en aleaciones de más de un 8% Sn), las propiedades finales de los objetos dependen no tanto del tipo de aleación como de las técnicas de trabajo empleadas en su elaboración. De esta forma, en múltiples ocasiones la microdureza media de bronces y cobres arsenicados es muy similar, incluso objetos con nada o bajo contenido en As pueden tener una dureza superior a la de bronces de hasta un 9,5% Sn. Además, el hecho de que el bronce se esté utilizando preferentemente en la elaboración de adornos y no de armas o herramientas indica que la potencial superioridad física de esta aleación no está siendo explotada y, por tanto, la introducción de esta nueva aleación no está redundando en un aumento significativo de la productividad. Si el bronce no se incorpora a la metalurgia argárica por sus mejores propiedades mecánicas, deben buscarse otro tipo de interpretaciones alternativas para explicar la adopción de esta aleación. El color más dorado del bronce, frente al más rojizo del cobre, pudo influir en su uso preferente en objetos de adorno, lo que además coincidiría con el desarrollo de los adornos de plata. Además, la escasez de estaño en comparación con la abundancia de cobre y cobre arsenicado en el Sureste de la Península Ibérica debió jugar igualmente un papel relevante. Añadirle al cobre una materia prima escasa como el estaño incrementaría su valor social, ya 425
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Fig. 7. Correlación entre la composición y el tipo de los objetos argáricos analizados. La figura se ha realizado a partir de los análisis realizados por nosotros y por el Proyecto de Arqueometalurgia de la Península Ibérica (Rovira et al., 1997).
que la inversión de trabajo necesaria para su aprovisionamiento sería superior. En ese sentido, tanto la abundancia de adornos de plata como la generalización de los adornos de base cobre, que coinciden cronológicamente, estarían relacionados con formas de visibilización y materialización del estatus social de las élites argáricas. Podríamos considerar los objetos de bronce, por tanto, como una forma de acumulación y ostentación de riqueza (Gilman, 1976). Cuando se establecen relaciones de poder, la ostentación y la exhibición de las diferencias sociales por parte de la élite se hacen necesarias para su consolidación y legitimación, desarrollándose mecanismos de control ideológico que consolidan, centralizan e institucionalizan el status alcanzado (Gilman, 1981; DeMarrais et al., 1996). En el caso argárico, la incorporación de la aleación de bronce formaría parte de estos mecanismos que junto a otros elementos como el énfasis de la individualidad, la aparición de armas especializadas como alabardas y espadas, la generalización de los adornos metálicos, la sistematización de determinadas formas cerámicas, etc. contribuirían a la legitimación y reproducción de las relaciones de asimetría social y poder político (DeMarrais et al., 1996). Es necesario aún ampliar el registro analítico con el que contamos, sin embargo, con los datos disponibles, la introducción del bronce respondería más a mecanismos ideológicos de ostentación y consolidación de status que a necesidades tecnológicas o productivas y, por tanto, debemos considerarlo más como un efecto y consecuencia de los procesos de estratificación social que como causa de los mismos.
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Aspectos sociales del cambio tecnológico: nuevos datos para valorar la introducción de la aleación del bronce en las sociedades argáricas Bibliografía ARANDA, G. y MOLINA, F. (2005): “Intervenciones arqueológicas en el yacimiento de la Edad del Bronce del Cerro de la Encina (Monachil, Granada)”. Trabajos de Prehistoria, 62(1), pp. 165-80. ARANDA, G. y MOLINA, F. (2006): “Wealth and Power in the Bronze Age of Southeast of Iberia Peninsula: the Funerary Record of Cerro de la Encina”. Oxford Journal of Archaeology 25(1), pp. 47-59. ARANDA, G., MOLINA, F., FERNÁNDEZ, S., SÁNCHEZ, M., AL-OUMAQUI, I., JIMÉNEZ-BROBEIL S. y ROCA, M.G. (2008): “El poblado y necrópolis argáricos del Cerro de la Encina (Monachil, Granada). Las campañas de excavación de 2003–05”. Cuadernos de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Granada, 18, pp. 219–64. ARANDA, G., MONTÓN, S. y JIMÉNEZ-BROBEIL, S. (2009): “Conflicting evidence? Weapons and skeletons in the Bronze Age of south-east Iberia”. Antiquity 83, pp. 1038-1051. ARANDA, G., ALARCÓN, E., MURILLO BARROSO, M., MONTERO, I., JIMÉNEZ-BROBEIL, S., SÁNCHEZ ROMERO, M. & RODRÍGUEZARIZA, M. O. (2012): “El yacimiento argárico del cerro de San Cristóbal (Ogíjares, Granada)”. Menga. Revista de Prehistoria de Andalucía 3, 141-65. BRUMFIELD, E. (2003): “It’s a material world. History, artifacts and anthropology”. Annual Review of Anthropology, 32, pp. 205-23. DE MARRAIS, E., CASTILLO, L. J. y EARLE, T. (1996): “Ideology, materialization and power ideologies”. Current Anthropology, 37, pp. 15–31. FRESNEDA, E., RODRÍGUEZ, Mª.O. y LÓPEZ, M. (1987-88): “La Cultura del Argar en el sector oriental de la Vega de Granada. Estado actual de la investigación”. Cuadernos de Prehistoria de la Universidad de Granada, 12-13, pp. 101-133. GILMAN, A. (1976): “Bronze Age dynamics in southeast Spain”. Dialectical Anthropology, 1, pp. 307-319. GILMAN, A. (1981): “The Development of Social Stratification in Bronze Age Europe”. Current Anthropology, 22(1), pp. 1-23. LECHTMAN, H. (1996): “Arsenic Bronze: Dirty Copper or Chosen Alloy? A View from the Americas”. Journal of Field Archaeology, 23, pp. 477-513. MONTERO RUIZ, I. (1994): El Origen de la Metalurgia en el Sureste Peninsular, Instituto de Estudios Almerienses, Almería. MONTERO-RUIZ, M., y MURILLO-BARROSO, M. (2010): “La producción metalúrgica en las sociedades argáricas y sus implicaciones sociales: una propuesta de investigación”, Menga. Revista de Prehistoria de Andalucía, 1, pp 225-32. NORTHOVER, P. (1989): “Properties and use of arsenic-copper alloys”, (A. Hauptmann, E. Pernicka, y G. A. Wagner eds.), Old World Archaeometallurgy: Proceedings of the International Symposium, Heidelberg 1987 Der Anschnitt Beiheft, 7, Deutsches Bergbau-Museum, Bochum, pp. 111-118. RENZI, M., BODE, M., MARZOLI, D. y SUÁREZ PADILLA, J. (2012 en prensa): “Estudio analítico de los materiales arqueometalúrgicos procedentes del yacimiento del Bronce Final de Los Castillejos de Alcorrín (Manilva, Málaga)”, Madrider Mitteilungen, 54. ROVIRA LLORENS, S. y GÓMEZ RAMOS, P. (2003): Las Primeras Etapas Metalúrgicas en la Península Ibérica. III Estudios Metalográficos, Ministerio de Educación y Cultura, Madrid. ROVIRA LLORENS, S., MONTERO RUIZ, I. y CONSUEGRA, S. (1997): La primeras etapas metalúrgicas en la Península Ibérica. I Análisis de materiales. Instituto Universitario Ortega y Gasset, Madrid. SCOTT, D. (1991): Metallography and Microstructure of Ancient and Historic Metals, The J.P. Getty Trust Publications, Singapur. TYLECOTE, R. F. (1976): History of Metallurgy, The Metals Society, London.
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Plata argárica: producción y distribución M. Bartelheim*, F. Contreras Cortés**, I. Montero Ruiz***, A. Moreno Onorato**, M. Murillo Barroso*** y E. Pernicka* *Institut für Ur- und Frühgeschichte und Archäologie des Mittelalters, University of Tübingen (Alemania) **Departamento de Prehistoria y Arqueología, Universidad de Granada ***Instituto de Historia, CCHS-CSIC Madrid
Resumen: Se han documentado más de 700 objetos de plata de la cultura argárica del Bronce Medio. Esta cifra contrasta con la realidad europea del II milenio AC, donde la plata es muy escasa. Esto se ha explicado tradicionalmente por la dificultad de extraer plata de minerales complejos mediante la técnica de copelación y la relativa abundancia de plata nativa y cloruros de plata fácilmente accesibles en el sur de la Península Ibérica. Sin embargo, hasta ahora el uso de plata nativa en la Edad del Bronce ibérica se ha deducido principalmente por falta de evidencias de copelación. Los resultados de análisis traza de una serie de objetos de plata de varios yacimientos argáricos suministran por primera vez una evidencia directa del uso de plata nativa. Los análisis de isótopos de plomo demuestran que la mayoría de los objetos no procede de ninguno de los distritos mineros conocidos y caracterizados. Palabras clave: Edad del Bronce, Andalucía, Cultura del Argar, plata, procedencia Introducción. La investigación de la metalurgia prehistórica de la plata en la Península Ibérica En términos generales, en la Europa prehistórica la plata es un metal poco abundante, especialmente si lo comparamos con el oro. Aunque en el continente los primeros objetos de plata se fechan en el IV milenio a.C. (Briard, 1978; Hasek, 1989; Makkay, 1991; Primas, 1995, 1996; Hansen, 2009), su presencia en el registro arqueológico es escasa en los periodos anteriores al mundo romano. Esta escasez contrasta con la abundancia de objetos en plata en regiones del antiguo Oriente Próximo, como la zona del Cáucaso (Prag, 1978; Pernicka, 1990, 56-59; Leskov, 2008; Hansen, 2009) o en áreas del mar Egeo (Renfrew, 1967; Wagner y Weisgerber, 1985; Pernicka, 1990: 108-110) ya desde el IV y III milenio a.C. Tanto en el Próximo Oriente como en el Mediterráneo Oriental la utilización de la copelación para obtener plata a partir de minerales de plomo tiene un desarrollo temprano como se constata en el yacimiento de Habuba Kabira (Siria) (Pernicka, 1990: 58) a partir del IV milenio a.C. En Europa sin embargo no existen evidencias del desarrollo de esta compleja tecnología (Bachmann, 1990) hasta el I milenio a.C. difundida desde el Egeo hacia las tierras del norte y oeste, siendo también a partir de este momento cuando se documenta en la Península Ibérica (Hunt, 2003; Batelheim, 2007). En la Península Ibérica las investigaciones sobre la plata prehistórica han sido escasas (Montero et al., 1995; Hunt, 1998). Los hermanos Siret (1890) ya destacaron su frecuencia en los yacimientos de la Edad de Bronce excavados por ellos y reconocieron el potencial de las minas de Herrerías (Cuevas de Almanzora, Almería) por su abundancia de plata nativa en esta producción antigua. Para los hermanos Siret los objetos de plata del Sureste peninsular provenían de la explotación de los abundantes depósitos de plata nativa y de cerargirita (AgCl) o plata córnea, mediante un proceso tecnológico relativamente sencillo (Siret y Siret, 1890) y descartaban el uso de la copelación de minerales de plomo ante la ausencia de residuos vinculados a esta tecnología. Dicha hipótesis sobre la producción de plata en El Argar encontrará tanto adeptos entre la comunidad científica (Montero et al., 1995; Gómez Ramos, 1999; Hunt, 2003) como detractores (Harrison, 1983; Pérez Macías y Frías, 1989; Pérez Macías, 1996). El problema central de este debate subyace en que no siempre es posible distinguir de una forma clara los objetos producto de plata copelada de los realizados a partir de plata nativa o cerargirita, bajo la estricta mirada al contenido de plomo en el producto final, ya que la plata nativa puede contener hasta un 0,1% de plomo y la cerargirita hasta el 10% (Patterson, 1971: 304 y 315). En este sentido también cabe la posibilidad de que se fundieran minerales mixtos durante el proceso de fundición de la cerargirita, elemento que a veces aparece en paragénesis con filones de plomo (Arribas et al., 1989, 78; Montero et al., 1995: 100-101). Patterson señaló que la plata nativa por lo general no es totalmente pura, sino que, además de plomo, puede contener elementos traza como Hg, Cu, As y Sb (Patterson, 1971: 301), que deben ser detectados también en los 429
Movilidad, contacto y cambio. II Congreso de Prehistoria de Andalucía
objetos obtenidos de ella siempre y cuando no hayan recibido tratamiento pirotécnico durante su fabricación. En el proceso de copelación la mayor parte de los elementos traza en el plomo se eliminan mientras que una pequeña cantidad de este plomo permanece en la plata (Pernicka 1987: 641). Por lo tanto un bajo contenido en plomo, junto con elementos volátiles y/o oxidados fácilmente, por ejemplo de Hg, Cu, As y Sb (también Co, Ni, Bi, Sn, Zn, U) serían indicadores del uso de plata nativa como materia prima; altos contenidos de plomo sin ningún tipo de impurezas adicionales, salvo Au, Cu y Bi serían característicos de la plata copelada (Pernicka, 1987: 641; Hunt, 2003: 346). Hasta fechas relativamente recientes no se han podido identificar estos marcadores importantes para la plata nativa en los objetos analizados ya que los análisis de composición de plata prehistórica se llevaron a cabo principalmente mediante espectroscopía de emisión o fluorescencia de Rayos X (FRX) con límites de detección relativamente altos (0,05%). Estudio analítico de objetos de plata de la Cultura de El Argar Con el fin de abordar la cuestión del tipo de mineral procesado en la Edad del Bronce se han analizado, con equipamientos de mayor precisión que los utilizados hasta la fecha, 16 objetos de plata (anillos, espirales, una pulsera y remaches de dos puñales de bronce, cf. Fig. 1) procedentes de recientes excavaciones en el Cerro de la Encina (Monachil, Granada) y Peñalosa (Baños de la Encina, Jaén). También se han realizado análisis de isótopos de plomo mediante espectrometría de masas (MC-ICP-MS) para profundizar en la procedencia geográfica del metal. En este caso el muestreo es de 25 piezas e incluye las dos publicadas por Stos-Gale et al., (1999). Ambos tipos de análisis se han realizado en el Curt Engelhorn Centre for Archaeometry (Mannheim).
Fig. 1. Objetos de plata analizados procedentes de los yacimientos argáricos del Cerro de la Encina (Monachil), prov. Granada (sepultura 21) (arriba) y Peñalosa, prov. Jaén (sepulturas 7 y 21) (abajo).
430
Plata argárica: producción y distribución
Cu
Zn
Ag
Cd
Sn
Au
Hg
Pb
Bi
%
%
%
%
%
%
%
%
%
BE-15128
0.45
0.12
99
0.01
0.05
0.07
0.09
0.06
<0.01
BE-15130
0.71
0.29
99
0.03
0.11
0.10
0.02
0.01
0.01
MA-081332
BE-15131
4.9
0.33
94
0.01
0.01
0.02
0.24
0.07
<0.01
MA-081333
BE-15205
0.72
0.19
99
0.02
0.05
0.09
0.01
0.01
0.01
MA-081334
BE-42416
0.20
0.28
99
0.01
<0.01
0.06
0.23
0.09
<0.01
MA-081335
BE-42417
8.9
0.19
91
<0.01
0.03
0.25
0.04
0.03
<0.01
MA-081336
BE-42420
0.64
0.17
99
0.01
<0.01
0.31
0.03
0.02
<0.01
MA-081337
BE-42422
0.08
0.17
99
0.06
0.11
0.09
0.12
0.07
<0.01
MA-081338
Mo-39254
0.27
0.15
99
0.05
0.02
0.16
0.08
0.04
<0.01
MA-081339
Mo-39259
0.41
0.56
98
0.02
0.11
0.36
0.14
0.03
<0.01
MA-081340
Mo-39264
7.81
0.06
92
<0.01
0.03
0.06
0.04
0.09
<0.01
MA-081341
Mo-39273
0.26
0.35
99
0.06
0.02
0.08
0.30
0.17
<0.01
MA-081342
Mo-39274
0.98
0.03
99
<0.01
0.02
0.05
0.02
0.01
<0.01
MA-081343
Mo-39280
2.3
0.02
97
0.03
0.01
0.08
0.01
0.01
<0.01
MA-081344
Mo-39281
24
0.06
75
<0.01
0.06
0.10
0.04
0.05
<0.01
MA-081345
Mo-39282
1.2
0.32
98
0.08
0.03
0.15
0.12
0.05
<0.01
Análisis nº
Muestra nº
MA-081330 MA-081331
Tab. 1. Análisis EDFRX de los objetos de plata de los yacimientos argáricos del Cerro de la Encina (Monachil, Granada) (Mo) y Peñalosa (Baños de la Encina, Jaén) (BE). Los contenidos de Sb están por debajo del límite de detección de 0.01%. Los datos son valores medios de varias mediciones normalizadas.
Resultados y discusión En la Tab. 1, en la que se presentan los resultados del análisis elemental se aprecia que, aparte de la plata como componente principal de los objetos, se detecta de manera constante el cobre, aunque en proporciones muy variables que en algunos casos (MA-081332, 1335, 1340 y 1344) superan el 5 % y que podrían interpretarse como una aleación intencionada. Sin embargo, estos altos contenidos de cobre también se pueden explicar por la asociación natural de cobre con cloruros de plata más que a la adicción de cobre metálico o minerales de cobre de un origen diferente. El patrón de elementos traza de estas cuatro muestras no difieren significativamente de las de plata pura, como se observa en el análisis de componente principales (Fig. 2), situación que sí sería esperable si el cobre fuera añadido de manera intencional aportando otro patrón de impurezas. En todos los casos, excepto uno, los contenidos en Pb son bajos, por debajo del 0,1%, y se combinan con una marcada presencia de Hg, Sn y Cu, que, como se señaló antes, sugieren de manera clara el uso de plata nativa. En la misma dirección apuntan los resultados de los análisis (MEB-EDX y DRX) de dos cuentas de la tumba 111 del yacimiento argárico de Fuente Álamo (Almería), que estarían fabricadas también con plata nativa o cerargirita (Pozo et al., 2004). La plata nativa es un recurso escaso en la naturaleza. Sin embargo, la presencia de minas de plata nativa en la Península Ibérica, sobre todo en el sur (Fig. 3), sería suficiente para producir los objetos de plata conocidos de la Edad del Bronce. Debido a la conversión de la plata en cloruros al reaccionar con el agua, se ha argumentado que la plata nativa debía de aparecer por debajo del nivel hidrostático y, por tanto, al contrario que el cobre, habría sido difícilmente accesible para las sociedades prehistóricas (Tylecote, 1987). De hecho, los minerales que aparecen a menudo asociados a la plata nativa como cerargirita (Patterson, 1971) y argentita (Ag2S) o con otros minerales de plomo como galena, cerusita, anglesita o cotunnita (Hunt, 2005) pudieron ser utilizados también para producir plata ya que son relativamente fáciles de fundir (punto de fusión: 960 °C) y evitan las dificultades de la copelación. La plata nativa se documenta en tres grandes depósitos mineros del sur de la Península Ibérica: Herrerías (Almería), Horcajo (Ciudad Real) e Hiendelaencina (Guadalajara). Sin embargo plata nativa también se ha documen431
Movilidad, contacto y cambio. II Congreso de Prehistoria de Andalucía
Fig. 2. Análisis de componentes principales de los resultados de los análisis EDXRF de elementos traza de los objetos de plata del Cerro de la Encina y Peñalosa (cf. Tab. 1).
Fig. 3. Mapa con los principales filones de plata de Iberia. Se resaltan las minas de plata nativa así como los distritos mineros que han sido caracterizados isotópicamente.
432
Plata argárica: producción y distribución
tado en cantidades menores en otros distritos mineros tanto del Sureste como del Suroeste peninsular, e incluso en zonas más alejadas de nuestro estudio como Madrid o Tarragona. Aunque en los museos se encuentran ejemplares de plata nativa, apenas conocemos datos sobre su composición: un mineral de Herrerías analizado por Siret (1890) (Tab. 2) y los publicados por Bartelheim (2007) (Tab. 3). Estos resultados muestran que la plata es bastante pura, con algo de hierro y pequeñas concentraciones de plomo, hasta el 0,03%. Es de destacar también la presencia de cobre, hasta el 3,14% en el análisis MA-115834. Sin embargo, es bien conocido, por los catálogos de colecciones mineralógicas (por ejemplo, Valero 1907) y referencias bibliográficas (por ejemplo, López Gómez, 1969; Sáinz de Baranda et al., 2004), que la plata nativa en la Península Ibérica también puede estar asociada con cobre nativo o con otros elementos (kongsbergita, pirargirita o proustita). Por tanto, pequeñas cantidades de Cu, Hg, S, Sb o As pueden estar presentes en los artefactos de plata. En las muestras de Herrerías las impurezas detectadas son Cu, Hg y Sn. Cu
Zn
Ag
Pb
Fe
As
Se
Otros
0,18
nd
89,62
nd
nd
nd
nd
10,2 (sand, calcium) Cl, tr
Tab. 2. Resultados del análisis de elementos traza de una muestra de plata nativa de la zona de oxidación de los depósitos de Herrerías según H. y L. Siret (1887) (% peso).
Análisis nº.
Cu
Ag
Pb
Fe
Se
Co
Cd
Sn
Te
Au
Hg
MA-115835
0,94
85,6
0,05
0,27
<0,01
0,01
0,02
0,19
<0,01
0,12
12,8
MA-115834
3,14
86,5
0,03
0,89
0,09
0,01
0,01
0,18
<0,01
0,11
9,1
MA-115833
0,08
92,1
0,02
0,44
0,03
0,02
0,05
0,16
<0,01
0,10
7,2
Tab. 3. Resultados de los análisis EDFRX sobre muestras de plata nativa de la zona de oxidación del depósito de Herrerías. Los datos están normalizados (% peso).
Análisis de Isótopos de Plomo de los objetos de plata y minerales de la Cultura de El Argar Yacimiento
Provincia
Análisis nº
Muestra nº
Pb208/Pb206
Pb207/Pb206
Pb206/Pb204
Cerro de la Encina, gr. 21
Granada
MA-081338
Mo-39254
2.1086
0.85844
18.188
Cerro de la Encina, gr. 21
Granada
MA-081339
Mo-39259
2.1082
0.85792
18.190
Cerro de la Encina, gr. 21
Granada
MA-081340
Mo-39264
2.1083
0.85790
18.196
Cerro de la Encina, gr. 21
Granada
MA-081341
Mo-39273
2.1108
0.85856
18.171
Cerro de la Encina, gr. 21
Granada
MA-081343
Mo-39280
2.1082
0.85744
18.206
Cerro de la Encina, gr. 21
Granada
MA-081344
Mo-39281
2.1079
0.85714
18.206
Cerro de la Virgen, gr. 22b
Granada
MO807
9807
2.1036
0.85722
18.238
Cerro de la Virgen, gr. 22a
Granada
MO824
9824
2.1041
0.85904
18.205
Cuesta del Negro, gr. 31
Granada
MO749
9749
2.1064
0.85705
18.206
Cuesta del Negro, gr 31
Granada
MO751
9751
2.1069
0.85672
18.211
Cuesta del Negro, gr. 4
Granada
MO049
13049
2.1138
0.86033
18.139
Cuesta del Negro, gr. 4
Granada
MO050
13050
2.1088
0.85743
18.209
Cuesta del Negro, gr 35
Granada
MO107
13107
2.0946
0.85411
18.314
La Bastida
Murcia
-
MU 3
2.1095
0.85715
18.202
Pantano de los Bermejales, gr. 8
Granada
MO884
10884
2.1084
0.85803
18.185
Jaén
MA-081330
BE-15128
2.1086
0.85756
18.197
Peñalosa, gr. 7
433
Movilidad, contacto y cambio. II Congreso de Prehistoria de Andalucía
Peñalosa, gr. 7
Jaén
MA-081331
BE-15130
2.1072
0.85741
18.202
Peñalosa, gr. 7
Jaén
MA-081332
BE-15131
2.1068
0.85670
18.217
Peñalosa, gr. 7
Jaén
MA-081333
BE-15205
2.1073
0.85749
18.200
Peñalosa, gr. 21
Jaén
MA-081334
BE-42416
2.1119
0.85979
18.135
Peñalosa, gr. 21
Jaén
MA-081336
BE-42420
2.1096
0.85833
18.175
Peñalosa, gr. 21
Jaén
MA-081337
BE-42422
2.1124
0.85997
18.135
Peñalosa
Jaén
PA20105
BE01-09-45172
2.1040
0.85511
18.240
San Antón
Alicante
-
MU 25
2.1083
0.85879
18.218
Terrera del Reloj
Granada
MO703
13703
2.1057
0.85859
18.202
Tab. 4. Resultados del análisis de isótopos de plomo de objetos de plata de yacimientos argáricos
Los resultados de los análisis de isótopos de plomo de los artefactos de plata argáricos del Cerro de la Encina y Peñalosa señalados anteriormente se presentan en la Tab. 4 y en la Fig. 6 junto con los de otros sitios argáricos granadinos como el Cerro de la Virgen, la Cuesta del Negro, Pantano de los Bermejales y la Terrera del Reloj. Se incluyen también dos análisis, uno de La Bastida (Murcia) y otro de San Antón (Alicante) (StosGale et al., 1999). En la Fig. 6 se observa que la mayoría de ellos se agrupan en la misma zona (grupo a), lo que sugiere que pueden haber utilizado recursos similares o que podrían derivarse de una sola fuente. Sin embargo, también se pueden detectar algunas diferencias. Dos muestras (d y e) se separan del grupo principal (dos pulseras, una de Peñalosa y la otra de la Cuesta del Negro) al igual que las tres muestras que forman el grupo c (dos de Peñalosa y una de la Cuesta del Negro). Estos resultados sugieren que los metales de estos asentamientos pueden proceder de recursos minerales distintos y que, posiblemente, ambos yacimientos compartiesen los mismos recursos de plata. También se observa que las muestras que forman el grupo b están separadas del grupo principal en ambos diagramas, lo que podría indicar otro recurso mineral diferente Fig. 6. Ratios isotópicas de los artefactos argáricos de plata (cf. Tab. 4). a los anteriores. 434
Plata argárica: producción y distribución
En el caso de las muestras del Cerro de la Encina su agrupamiento señala una única procedencia, pero hay que hacer notar que todas proceden de la misma sepultura (nº 21) lo que podría no ser representativo de la diversidad de recursos utilizados en el yacimiento. La agrupación de las muestras del Pantano de los Bermejales y La Bastida dentro de este grupo “a” apoya la hipótesis de que el metal de todos ellos tuvo un mismo origen y se distribuyó por las provincias de Granada y Murcia. Mientras que en el Cerro de la Encina sólo se han encontrado unos pocos residuos de la metalurgia (Montero, 1994: 171; Gómez Ramos 1999: 81), Peñalosa, frente a otros yacimientos, ofrece ingentes cantidades de restos materiales que evidencian la producción de cobre, estando documentada toda la cadena operativa (Contreras, 2000; Moreno et al., 2010: 87-106; Contreras et al., 2010). Sin embargo, hasta el momento no se ha constatado ningún elemento vinculado a la producción de plata. Cabe destacar que los resultados analíticos –ratios de elementos traza e isótopos de plomo- de los objetos de plata con alto porcentaje de cobre se integran con el resto de objetos (Figs. 5 y 6). Esto refuerza la idea de que el cobre ya estaba asociado con la plata nativa o con cloruros de plata en lugar de ser añadido a la plata pura. Una aleación de dos metales o minerales alteraría tanto la marca isotópica como la huella de los elementos traza de un artefacto, a menos que se originara a partir del mismo depósito.
Fig. 7. Ratios isotópicas de los principales distritos mineros del Sureste y del hinterland, a partir de 280 análisis publicados.
En cuanto a la procedencia de estos objetos, sus ratios isotópicas se compararon con las mineralizaciones caracterizadas, así como con las tres muestras de plata nativa y una muestra de mineral de cobre de Herrerías analizadas por nosotros (Tab. 5). En la Fig. 7 se muestran los campos isotópicos de las principales mineralizaciones del Sureste ibérico. De las tres principales zonas mineras con plata nativa sólo tenemos los tres análisis de plata nativa y un mineral de cobre de Herrerías, dos análisis de galena de El Horcajo (Valle de Alcudia), mientras que se han publicado más de 90 análisis de minerales de cobre y plomo de todo el Valle de Alcudia (Santos Zaldegui et al., 2004; Klein et al., 2009), y sólo hay un análisis de galena 435
Movilidad, contacto y cambio. II Congreso de Prehistoria de Andalucía
de Hiendelaencina (Tornos y Chiarada, 2004). De las minas con pequeñas cantidades de plata nativa disponemos de análisis de muestras de galenas o de minerales de cobre cuyas referencias se encuentran detalladas en Renzi et al., (2009). Todas estas zonas mineras están representadas gráficamente en la Fig. 6. Análisis nº.
Pb208/Pb206
Pb207/Pb206
Pb206/Pb204
FG-031129
2.0842
0.84320
18.555
FG-031130
2.0753
0.83572
18.738
FG-031131
2.0738
0.83516
18.758
MO-354
2.0806
0.83647
18.760
Tab. 5. Análisis de isotopos de plomo de plata nativa (FG-031129-31) y de mineral de cobre (MO-354) de las minas de Herrerías.
Observamos que ninguno de los artefactos se localiza en los campos isotópicos definidos para Herrerías, Sierra Almagrera o en los distritos mineros del Sureste. Todos ellos presentan ratios de isótopos con valores similares a los minerales de los distritos mineros del Valle de Alcudia y Linares, en las provincias de Ciudad Real y Jaén. Esta situación parece lógica dado que la mayoría de estos metales procede de yacimientos en la provincia de Granada y Jaén, que están más cerca de esos distritos mineros que de los de la provincia de Almería.
Fig. 8. Ratios isotópicas de los artefactos argáricos de plata y de los distritos mineros más próximos.
Una aproximación más detallada a este área (Fig. 8) revela que en el estado actual de la investigación se pueden sugerir algunas procedencias hipotéticas. La pulsera en espiral de plata antes mencionada de Peñalosa (muestra d en la Fig. 6), cuyas proporciones de isótopos de plomo la representan aparte del grupo principal en el lado izquierdo del diagrama, se sitúa próxima al campo isotópico de Linares en todos los ejes, lo que podría indicar una procedencia de la materia prima de esa zona. La proximidad geográfica del asentamiento al distrito minero de Linares-Bailén (Santos Zalduegui et al., 2004: Fig. 1; Arboledas et al., 2006; Arboledas y Contreras, 2010: Fig. 1) aumenta la verosimilitud de esta sugerencia. Una conclusión similar puede extraerse para el grupo de las muestras del Cerro de la Virgen, Terrera del Reloj y San Antón (Grupo b en la Fig. 6), cuyas proporciones de isótopos de plomo se disponen en todos los ejes cercanas a las de los minerales del Valle de Alcudia. La mayor parte de las proporciones de isótopos de plomo de las muestras de metal de plata sin embargo se agrupan más allá los de los 436
Plata argárica: producción y distribución
distritos de mineral caracterizados isotópicamente hasta ahora. Aunque los valores se sitúan cerca de los campos de isótopos de los distritos mineros del Valle de Alcudia y Linares la dispersión sistemática por encima de las proporciones habla claramente de una procedencia diferente.
Fig. 9. Distribución de la plata prehistórica (IV-II milenios a.C) en Europa central y occidental. Los puntos negros en el sur de la Península Ibérica marcan la concentración de hallazgos del segundo milenio.
Conclusiones y perspectivas La gran concentración de más de 700 artefactos de plata en la Edad del Bronce del Sureste ibérico contrasta significativamente con la dispersión de los objetos de plata en el resto de la Europa prehistórica (Figs. 9 y 10). Como se ha sugerido desde el siglo XIX, esto puede explicarse por una buena accesibilidad a la plata nativa cuyo uso aparece por primera vez en la Edad del Bronce. Los análisis de isótopos de plomo indican que se explotaron diversas mineralizaciones de plata, aunque de momento no se ha podido concretar ya que la mayor parte de los objetos de plata analizados no coinciden ninguno de los campos isotópicos de los distritos mineros conocidos. Sin embargo, los datos disponibles parecen mostrar un uso de la plata en Peñalosa, el Cerro de la Encina, Pantano de los Bermejales y la Cuesta del Negro con un origen diferente de la que se encuentra en el Cerro de la Virgen, Terrera del Reloj y San Antón. Aún no está claro si cada uno de estos dos grupos de yacimientos comparte las mismas fuentes. No hay evidencia del aprovechamiento de los depósitos de plata conocidos en los distritos mineros de Herrerías y el Sureste 437
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ibérico en los yacimientos argáricos de las provincias de Granada y Jaén. Los depósitos minerales en las cercanías de los yacimientos estudiados por nosotros en las provincias de Granada y Málaga aún no se han caracterizado isotópicamente, y las zonas mineras en las provincias de Jaén, Almería y Murcia todavía necesitan más análisis para una mejor definición de los campos isotópicos. Por tanto, se necesitan datos adicionales de tipo químico e isotópico para documentar la distribución y la extensión de la producción de plata, los centros de producción y la distribución de objetos de plata en la Península Ibérica. En especial es necesario estudiar los materiales recuperados en yacimientos de la Cuenca de Vera, no solo por la presencia de las minas de Herrerías, sino por el volumen de objetos conocido en esa zona. Esta información nos permitirá completar el panorama que actualmente empezamos a definir sobre el tipo y el nivel de las relaciones de intercambio durante el segundo milenio a.C. La investigación sobre la organización de la producción y la distribución de la plata en la Edad de Bronce tiene un alto potencial para aumentar significativamente nuestro conocimiento sobre los sistemas de intercambio de ese momento en la Península Ibérica y para permitir una investigación avanzada de la estructura económica. La combinación de análisis de isótopos de plomo y elementos traza es una herramienta poderosa para investigar especialmente el uso supuestamente integral de plata nativa, como una importante materia prima para la producción de adornos en la Edad del Bronce peninsular.
Fig. 10. Mapa de localización de los yacimientos arqueológicos mencionados en el texto.
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Plata argárica: producción y distribución
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Un nuevo santuario prerromano en el Parque de los Alcornocales: el Cerro de Castillejos Carlos Gozalbes Cravioto*, Helena Gozalbes García** Enrique Gozalbes Cravioto*** * Departamento de Didáctica de las Ciencias Sociales, Universidad de Málaga. cagozalbes@hotmail.com ** Becaria, Departamento de Historia Antigua, Universidad de Granada. helenagoga@hotmail.com *** Profesor Titular, Universidad de Castilla-La Mancha. Enrique.Gozalbes@uclm.es
Resumen Presentamos en esta aportación un curioso sitio arqueológico que se encuentra en el interior del Parque de los Alcornocales, en el término de Cortes de la Frontera. Presenta un habitat en un recinto fortificado, de unos 700 metros de perímetro, y muros de dos metros y medio de ancho, con bastiones. En el exterior del mismo se encuentra una roca con la representación de un buitre, grabado con hierro, sobre una torre, así como un santuario de cazoletas. Se trata de un conjunto que pertenece a un ambiente similar al excavado últimamente en Los Castillejos de Alcorrín (Manilva). Palabras clave: Edad del Hierro, religión, fortificación, cazoletas, buitre. Introducción El Parque de los Alcornocales constituye hoy en día una importante reserva de flora y fauna que es suficientemente conocida (Parque Natural declarado como tal por el Parlamento de Andalucía en el año 1989). Pero además el propio Parque es un depósito de una importante cantidad de sitios arqueológicos, muy mal conocidos. Los mismos resultan muy difíciles de comprobar en una prospección superficial, puesto que en primer lugar existe una capa vegetal en continua formación y descomposición que impide observar los posibles restos cerámicos o constructivos y en segundo lugar, la vegetación impide el paso o al menos lo dificulta, restringiéndolo a los carriles, senderos o cortafuegos. Naturalmente los vestigios son en su mayoría de pequeños asentamientos prerromanos, que en algunos casos pudieron perdurar en explotación del saltus (ganadería y madera) en plena época romana. Entre estos asentamientos vamos a destacar el que presentaremos en el trabajo, a partir de la existencia de un santuario prerromano. Localización El lugar se encuentra en el Parque de los Alcornocales, en la zona occidental del término de Cortes de la Frontera, en un territorio de colinas de altura media, atravesada de forma intermitente por profundos barrancos. En la actualidad es un terreno de dehesa. La referencia más conocida en las cercanías es el Peñón del Berrueco, que hasta hace algunos años acogía una colonia de buitres. El cerro recibe el nombre de “Castillejos” en el plano 1:50.000 del IGN. Localización de la zona central (fortificación): 283572 – 4054364 Altura: 837-845 metros (Fig. 1).
Figura 1 Localización del santuario y del recinto
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Elemento 1: buitre tallado En la parte más elevada de la doble meseta del Cerro de los Castillejos se encuentra la roca (12´5 m de largo, 5´5 de ancho y 4 de alto). En ella, en una zona quebrada de la misma (con una inclinación de casi 45 grados) se encuentra tallada la figura de un ave sobre una torre. Con perspectiva frontal el ave asemeja claramente la forma de un buitre, frontal excepto la cabeza que está girada. Las dimensiones de la figura tallada son de 80 x 50 cm La torre sobre la que se levanta la figura del animal tiene asimetría, con una puerta con arco de medio punto. La pata derecha de este ave, que interpretamos como un buitre por el largo cuello, tiene cinco gruesas garras. La técnica de grabado es el repiqueteado, con toda probabilidad efectuado mediante hierro. Pese a todo se detecta la existencia de tosquedad en el trabajo realizado. En un terreno más puramente especulativo, a unos 30 metros hacia el sur de esta roca se encuentra otra, que tiene una superficie ligeramente inclinada, de forma natural sin duda, pero que presenta un reborde trabajado. Resulta tentador el relacionar esta roca con una posible plataforma en alto para la colocación de cadáveres expuestos para ser devorados por los buitres. En cualquier caso, la referencia que tenemos al respecto del poeta Silio Italico (Pun. III, 340-343) no es una alusión con un carácter científico Figura 2. La Peña del Buitre sino un genérico poético, y quizás se ha podido exagerar su alcance, puesto que considera en realidad que es entre los guerreros muertos en combate cuando no debe producirse la incineración, sino que llegan directos al cielo, junto a los dioses, si su cuerpo extendido es devorado por los buitres. Y si lo aplica a los celtíberos, Eliano (Anim. X, 22) circunscribe este hecho a los vacceos y señala que en efecto eran los que perdían la vida en la guerra los que entregaban a los buitres, ya que consideraban a éstos un animal sagrado (Figs. 2-3).
Figura 3. Calco fotográfico del dibujo del buitre
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Elemento 2: santuario de cazoletas En la propia roca del grabado, detectamos que la zona central de la misma ha sido abierta artificialmente, con un pasillo de 1´10 metros de anchura máxima. En la zona este, a una altura de 0´90 m hay una cubeta tallada de 0´80 x 0´65 con canal de desagüe. Hay también tallada otra canalización que recorre la zona baja de la roca. Hay también una serie de líneas que enmarcan a modo de cenefas, en un tipo de decoración que aparece en las cerámicas del periodo orientalizante. En la zona oeste hay dos cubetas más pequeñas, de unos 50 x 40 cm sin que se aprecien en ellas canales de desagüe. Resulta evidente que la cazoleta frontal con su canal de desagüe de líquidos, estaría dedicada al sacrificio de animales. Los santuarios de cazoletas constituyen un elemento muy extendido, pero que hasta hace bien poco se han vinculado de una forma exclusiva a la religiosidad celtíbera. Sin embargo, como en el caso de la representación del buitre, encontramos aquí una ruptura del espacio geográfico previsible de este tipo de manifestaciones. En este sentido, la línea difusa entre el mundo cultural ibérico y el mundo cultural celtibérico, con sus características religiosas, parece desplazarse de una forma contundente, adoptando en determinadas zonas fórmulas arcaicas ajenas al mundo ibérico, y mucho más propias del celtibérico. Las cazoletas talladas en la roca, tanto las que presentan un desagüe para los líquidos, como las que no lo tienen, suelen asociarse a determinadas necrópolis de tumbas talladas en roca en diversos lugares de Andalucía próximos al estrecho de Gibraltar, suponiendo que eran los lugares en donde se colocaban las vísceras del difunto, o bien se realizaban las últimas libaciones. En realidad, la existencia de canales de drenaje en algunas de ellas, parecen mostrarnos la primera función, por tanto elementos funcionales para los ritos mortuorios, aunque como veremos parece más plausible otra interpretación. Es cierto que también se han relacionado con los ritos de los sacrificios de animales (Alfayé, 2008), o se les ha aplicado una función no estrictamente relacionada con los cultos, como puede ser la recogida del vino o bien (las más pequeñas), depósitos de fundición de metales. Las que aquí exponemos es evidente que no tenían ninguna de estas funciones. Finalmente, también se ha supuesto para las cazoletas una función de marcar el territorio. Aparecen cazoletas junto a asientos tallados en lugares que se han considerado como santuarios vetones, tales como la Silla de Felipe II, Canto Castrejón y Buendía y otros muchos (Fabián García, 2009). Otras “cazoletas” realizadas en la pura verticalidad de algunas paredes rocosas tuvieron que tener otra función diferente a todas las apuntadas, probablemente servirían como nichos en donde se ubicaban objetos relacionados con el culto, tal como ocurre por ejemplo en el santuario-necrópolis de Castro en Salamanca (Benito del Rey y Grande del Brio, 2000: 97), y en la zona geográfica muy próxima a ésta, la del llamado Camino de los Gigantes en el término de Tarifa (Barberá, 1998). En el caso de nuestro estudio, la cazoleta central con su canal de desagüe, estaría relacionada posiblemente con un rito de sacrificio de animales (Alfayé, 2008). Las cenefas con líneas inclinadas deben tener un carácter simbólico-religioso, sin que sepamos interpretarlas. No es éste un motivo conocido en los petroglifos, a pesar de que son relativamente frecuentes las composiciones geométricas o en zig-zag, siendo las mas próximas las de las galerías de los dólmenes de El Gastor y La Giganta en Ronda (Bueno y Balbín, 1997). Estos petroglifos no creemos que constituyan un lenguaje, pero si un determinado código. En ocasiones los petroglifos tienen la función de señalar el dominio sobre el territorio. No descartamos totalmente esta función. Resulta curiosa, la alineación de la necrópolis dolménica del Peñón del Berrueco, con este santuario, con el recinto cercano, con las necrópolis dolménicas inéditas del puerto de la Corchuela, del puerto de la Encina y con el recinto del Cerro del Castillo. Si los unimos a los recintos también inéditos de El Paso y al del puerto de Galiz, ya algo más alejados y laterales a la línea anteriormente marcada, vemos una concentración de poder que resulta extraña. Por tanto, no nos encontramos ante el caso de un santuario aislado, sino que el mismo debió de tener una vinculación directa con la comunidad y con el poder político en un territorio relativamente extenso. Es cierto que al no haberse realizado hasta ahora excavaciones en ninguno de los recintos citados, la mayoría completamente inéditos, los datos son muy provisionales. Pero por su tipología, así como por los escasísimos restos cerámicos que aparecen en la superficie, resulta evidente que presentan un abanico cronológico entre la Edad del Bronce y la del Hierro, existiendo incluso en alguno de ellos, evidencias de perduración en época ibérica plena. 443
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En lugares andaluces con cierta vocación agrícola, en el siglo VI a.C. se produce una reestructuración del poblamiento, de tal forma que la población se concentra en grandes y pequeños oppida, con una economía agrícola. Posiblemente, en las sociedades ganaderas este proceso pudo ser anterior, coincidiendo con la cronología tartésica, en torno a los siglos IX y VIII a. C. (Moret, 1996). De hecho, si seguimos los indicios de las excavaciones de Alcorrín, se trata de unas fortificaciones que duran muy poco en el tiempo. También parece que duró muy poco tiempo el santuario pues los grabados no están completados (Fig. 4-5). Figura 4. La roca del santuario
Figura 5. Zona de la cazoleta con canal y al fondo el posible altar
Elemento 3: fortificación A unos 150 metros de la roca-santuario, en otra meseta de la colina, se encuentra un recinto fortificado, que tiene un perímetro de unos 700 metros, y que aprovecha en buena parte las curvas de nivel. El mismo forma parte de un modelo general que siguen otros cinco recintos bastante cercanos, que en todos los casos dominan los pasos principales y puertos de montaña. Se corresponde con la tipología “d” de Moret (1996: 56) es decir a una “meseta fortificada”. Su estructura se detecta sobre todo en la esquina sureste, en donde un antiguo carril rompió lo que podría haber sido una torre de esquina. El recinto tiene al menos cuatro bastiones. La anchura del muro es muy considerable, de unos dos metros y medio. La ausencia total de cerámica en superficie dificulta enormemente su adscripción cronológica, pero la factura de los muros y su anchura, es muy parecida a la de los recintos de Alcorrín en Manilva 444
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(Marzoli y otros, 2006; 2010), o Las Capacheras en Archidona, que se han podido datar en torno al siglo VIII a.C. Solo hemos podido identificar un fragmento de cerámica muy tosca, con abundante desgrasante y al parecer, hecha a mano o al menos en torno muy lento. La ausencia total de cerámica, se corresponde con su escasez en otros recintos de esa época y que son mejor conocidos, como los de Alcorrín (Marzoli y otros, 2006; 2010) y Capacheras. En el primer lugar se han realizado excavaciones con resultados publicados por el equipo de Dirce Marzoli, y en el segundo, solo se ha realizado una simple cata de urgencia para la colocación de un poste eléctrico, sin que hasta el momento se hayan publicado los resultados (Fig. 6).
Figura 6. El túmulo producido por la fortificación
Conclusiones El asentamiento que presentamos rompe, al menos en parte, la a priori previsible línea entre cultura ibérica y celtibérica: nos encontramos ante un medio agreste de monte y bosque, de saltus, que se relaciona más culturalmente con el segundo ámbito pese a su posición en el extremo meridional. Un asentamiento de una cronología difusa, pero que obviamente hay que fijar en la Edad del Hierro. No hay la menor evidencia de una presencia romana en el lugar. La representación de la figura del buitre sugiere para el lugar un santuario funerario, de acuerdo con el simbolismo del animal. Pese a todo, presenta problemas la relación con la práctica documentada por fuentes muy secundarias para los celtíberos, y exclusivamente circunscrita a los guerreros muertos en combate. La utilización de metal, con casi seguridad el hierro, apunta a un carácter bastante “tardío”, que unido al motivo decorativo de las cenefas, apunta a grandes rasgos a la cronología apuntada de la Edad del Hierro. La casi total ausencia de cerámica en las proximidades, con la excepción de algún fragmento muy tosco, con abundante desengrasante, hecha a mano, apunta también a esa misma época. El recinto fortificado sigue el modelo del tipo Alcorrín (Manilva), que es mejor conocido, y de Capacheras (Archidona). No tenemos duda de que en el futuro se estudiarán y darán a conocer nuevos sitios arqueológicos de este mismo tipo. Finalmente, debemos destacar el santuario rupestre de cazoletas, que aparte de los modelos más conocidos en la Meseta, se une a otros recientemente documentados en el área andaluza, por ejemplo el cercano de Los Ranchiles en el término de Tarifa, para el que sin embargo se ha postulado una cronología romana. 445
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Lo que no vemos cuando excavamos: un caso práctico, el Poblado de Peñalosa (Baños de la Encina, Jaén) Juan Miguel Rivera Groennou y Eva Alarcón García Dpto. de Prehistoria y Arqueología. Universidad de Granada
Resumen En el estudio de las sociedades del pasado, la aplicación de la micromorfología de suelos nos permite acercarnos por un lado al conjunto de las acciones humanas encargadas de recrear todos los espacios sociales de un yacimiento arqueológico y por otro observar sus tiempos constructivos y de mantenimiento. Su aplicación metodológica ha sido desarrolla en el marco del poblado argárico de Peñalosa (Baños de la Encina, Jaén), que gracias a su excepcional nivel de conservación representa un caso ideal para el desarrollo de este tipo de estudios en el contexto de la Edad del Bronce del Alto Guadalquivir. Palabras clave: Peñalosa, Actividades de Mantenimiento, Micromorfología de Suelos, Lámina delgada INTRODUCCIÓN En la margen derecha de la cuenca media del río Rumblar, a escasos 700 m al este de la población de Baños de la Encina (Jaén) y dentro de las primeras estribaciones de Sierra Morena oriental se levanta el poblado de la Edad del Bronce de Peñalosa que responde a las características habituales del patrón de asentamiento argárico clásico (Contreras Cortés, 2000; Alarcón García et al., 2008; Alarcón García, 2010) (Lám. 1).
Lámina 1. Vista aérea del poblado de Peñalosa y su enclave en el Valle del Rumblar.
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Actualmente, el poblado de Peñalosa es uno de los yacimientos arqueológicos mejor conocidos de la Edad del Bronce del Sureste peninsular. Durante más de 25 años ha sido eje central de dos proyectos de investigación, objeto de 10 campañas de excavación de carácter sistemático y microespacial y ha incorporado y desarrollado novedosas líneas de investigación, entre las que destaca el análisis de las relaciones de género y estudios de las actividades de mantenimiento y los estudios de micromorfología de suelos aplicada en especial a los restos constructivos basados en tierra (morteros) y suelos de ocupación. La unión de estas dos líneas de investigación han dado como fruto este trabajo con el que pretendemos observar, cómo las actividades de la vida cotidiana influyeron en la construcción, organización y funcionalidad del espacio, y analizar la incidencia y el desarrollo de otro tipo de actividades de mantenimiento que no observamos cuando excavamos como puede ser la limpieza, higiene, acondicionamiento y mantenimiento del espacio. Análisis metodológico: la micromorfología de suelos La aplicación metodológica de la micromorfología de suelos (MS) al estudio del registro estratigráfico es una técnica de análisis de gran alcance que nos permite observar a una escala “micro” la formación de cada proceso deposicional del registro arqueológico documentando aspectos que pasan desapercibidos durante el proceso de excavación. La interpretación de las secuencias micro-estratigráficas asociadas a los “niveles de ocupación” nos permite definir el origen y la naturaleza de los procesos deposicionales y posdeposicionales que incidieron en la formación del registro estratigráfico de los diferentes espacios construidos pero también nos revelan una valiosa información sobre el conjunto de las actividades que tuvieron lugar en cada uno de los espacios (Courty et al., 1989; 1993; Thierry Gé et al., 1993; Matthews, 1995). El desarrollo cotidiano de actividades como el almacenamiento, la molienda y procesado de alimentos, la producción textil, la producción metalúrgica, etc. contribuyeron e intervinieron directamente en la formación de cada depósito.
Lámina 2. Panorámica de la Vivienda Xa del poblado de Peñalosa objeto de nuestro análisis.
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Lo que no vemos cuando excavamos: un caso práctico, el Poblado de Peñalosa (Baños de la Encina, Jaén) Por tanto, esta metodología de análisis nos permite acercarnos tanto a los sistemas constructivos, al uso y a la funcionalidad de los espacios construidos como a su mantenimiento cotidiano (Courty et al., 1989; 1993; Matthews, 1995), brindando una importante información para la interpretación de las relaciones sociales, ya que nos permite realizar un estudio sincrónico y diacrónico de las múltiples relaciones contextuales de cualquier espacio (Hodder, 1986: 141). Con este objetivo, durante las últimas campañas de excavación (2005, 2009, 2010 y 2011) del poblado de Peñalosa se tomaron de forma sistemática series de muestras de suelo de diferentes unidades habitacionales del poblado. Una de las viviendas que mejores condiciones ofrecía para llevar a cabo este análisis es la vivienda Xa que ha sido objeto de 4 campañas de excavación (1989, 2001, 2005 y 2009) a partir de las cuales se ha obtenido una valiosa y productiva información relativa a su construcción, uso, funcionalidad y abandono (Lám. 2). Ésta se emplaza en el extremo suroriental del cerro del asentamiento, estructurada sobre la terraza superior de la ladera sur del yacimiento y alineada junto a otros dos complejos estructurales (Alarcón García et al., 2008). Durante la campaña de excavación del 2009 se procedió a la recogida de muestras de suelo de esta vivienda Xa. Para ello se prestó especial atención a las áreas donde arqueológicamente habían sido identificadas gran parte de las actividades de mantenimiento (Alarcón García, 2010). La extracción de dichas muestras se realizó tallando diferentes bloques del testigo estratigráfico mantenido en campañas anteriores (Lám. 3). A raíz de estos bloques se manufacturaron sendas láminas delgadas de gran formato (13,5 x 5,5 cm) que posteriormente fueron escaneadas y analizadas en el microscopio petrográfico para finalmente ser interpretadas (Lám. 3). En este caso presentamos los resultados obtenidos del análisis de una de estas láminas tomada en la zona de vestíbulo y denominada con la nomenclatura BE-01/91015 (Fig. 1).
Lámina 3. Proceso de extracción y manufactura de las muestras de suelos en bloques sin perturbar.
Caracterización de la secuencia deposicional La secuencia micro-estratigráfica del “suelo de ocupación” de la vivienda Xa responde a los criterios establecidos para las secuencias asociadas a suelos construidos en contextos domésticos (Thierry Gé et al., 1993) (Lám. 4). Así pues, en la lámina delgada analizada (BE-01/91015) hemos identificado cuatro tipos diferentes de suelos construidos entre los cuales se intercalan sendos “depósitos de ocupación” en donde se encuentran incluidos los componentes de naturaleza antrópica derivados del desarrollo de la actividad humana. Los diferentes atributos micromorfológicos de cada nivel analizado deben estar en consonancia con el sistema constructivo determinado por la futura función y uso de este espacio y con los agentes y dinámicas de sedimentación y deposición que incurrieron en la formación de dichos depósitos definidos posiblemente por el desarrollo de determinadas actividades. Suelos construidos Nivel A (Lám. 4 y Fig. 2) Arqueológicamente, éste es definido como “tierra de cimentación”, cuenta con un espesor de 24 cm de grosor y fue destinado a regularizar el potente nivel de “derrumbe de piedras” de la fase anterior (Fase IIIB). Su construcción se realizó a partir de una mezcla muy rica (>50%) en gravas, en fracciones mayores a los 2 cm, y arenas entre las fracciones “arena fina” y “arena media” (20-500 µm) incluidas en una micromasa de color marrón y de contextura birrefringente de tipo cristalítica debido a la naturaleza sericítica de los componentes minerales finos. Estos componentes minerales gruesos se caracterizan por encontrarse en una distribución relacionada de tipo porfírica de simple espacio o cerrada y orientados más o menos horizontales e incluidos en una micromasa de color marrón 449
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de tonalidad rojiza y de contextura birrefringente de tipo cristalítica debido a la naturaleza sericítica de los componentes minerales finos. En la masa basal también se hallan escasos (2-5%) fragmentos redondeados de morteros de barro rojizos, agregados redondeados de arcillas alteradas por el fuego y de cenizas, y pequeños fragmentos de carbón. Estos componentes de naturaleza antrópica debieron quedar incluidos casualmente en la mezcla inicial que debió realizarse a pie de obra. La microestructura aunque localmente masiva se halla rota por muy pocas (<2%) grietas orientadas de forma irregular, localizadas en la parte superior de este nivel y que seguramente fueron formadas por continuo y recurrente pisoteado que soportó el pavimento en esta área de la vivienda. Además, se observan bastantes (5%) huecos en forma de cámaras y canales, dentro de los cuales se encuentran fragmentos disgregados de la micromasa junto a restos orgánicos parcialmente alterados y edaforrasgos de tipo excretales, rasgos que evidencian el fuerte nivel de bioturbación que sufrió este nivel seguramente como parte de los procesos posdeposicionales.
Lámina 4. Secuencia microestratigráfica BE-01/91015, lámina delgada escaneada. Figura 1. Localización planimétrica de la secuencia microestratigráfica analizada.
Niveles C y E (Lám. 4 y Fig. 2) Con un espesor de 0,87 y 1,79 cm respectivamente, se tratan de dos revestimientos de mortero de barro rojizo elaborados a partir de una mezcla rica en áridos (40-50%), representados en su mayoría por cuarzos entre las fracciones “arena muy fina” (20–100µm) y “arena media” (200–500µm). Este sistema de dosificación es similar al identificado en los morteros de revestimiento utilizados en el acabado de los paramentos interiores de diversas estructuras de cierre del poblado de Peñalosa (Rivera Groennou, 2010; 2011). Las formas generalmente subredondeadas de los componentes minerales gruesos junto a la escasa (<2%) presencia de nódulos de impregnación de hierro típicos incluidos en una masa basal de color rojizo y de contextura birrefringente cristalítica nos permite hablar de la naturaleza aluvial de la materia prima. 450
Lo que no vemos cuando excavamos: un caso práctico, el Poblado de Peñalosa (Baños de la Encina, Jaén) En el Nivel E se hallan escasos (<2%) agregados subredondeados procedentes de la disgregación de la superficie del Nivel D y los cuales debieron quedar incluidos durante la aplicación en fresco del mortero sobre su superficie (Lám. 4 y Fig. 2). Sus microestructuras son fundamentalmente de tipo masiva, en la que se observan finos huecos vesiculares. se caracterizan principalmente por presentar una gran homogeneidad de la masa basal en donde los componentes minerales gruesos se hallan bien clasificados y en una distribución relacionada de tipo porfírica de simple espacio. La presencia de finas grietas orientadas más o menos horizontales y localizadas sobre todo en las zonas más próximas a la superficie responde a la compactación de estas zonas por la acción antrópica del pisoteo (zona activa) (Lám. 4). La relativa ausencia de evidencias de bioturbación nos marca nuevamente la alta calidad de los revestimientos determinada por la materia prima como por el sistema de dosificación empleado.
Figura 2. Interpretación de la secuencia microestratigráfica BE-01/91015.
Nivel F (Lám. 4 y Fig. 2) De casi 20 mm de grosor, se trata del último y más fino nivel de revestimiento documentado, aplicado directamente sobre el Nivel E. Este fino revestimiento se realizó con un mortero de barro de color grisáceo a partir de una mezcla rica en aglomerantes y cuya microestructura se caracteriza por estar escasamente agrietada (>2). Aquellas grietas orientadas más o menos horizontales que se hallan localizadas justo en el límite con el nivel de revestimiento anterior se pueden interpretar como agrietamiento del mortero durante el proceso de fragüe. No obstante, las grietas orientadas verticalmente, seguramente formadas por el pisoteo, llegan a internarse hasta las zonas más superficiales de la capa de mortero (Nivel E). Este último hecho y la ausencia de un “depósito de ocupación” intercalado entre ambos revestimientos nos hace plantear la contemporaneidad del nivel E y F (Lám. 4). Depósitos de ocupación Nivel B (Lám. 4 y Fig. 2) Superpuesto directamente sobre el Nivel A se encuentra este nivel de 1,57 cm de grosor, caracterizado por la fuerte incorporación (10-20%) de constituyentes de naturaleza antrópica, productos o residuos de la actividad humana continuada en este espacio incluidos en una masa basal en donde se encuentran comúnmente (15-30%) 451
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componentes minerales de formas generalmente subredondeadas (cuarzos y fragmentos de esquistos) dentro de las fracciones “arena fina” (100-500 µm). La contextura birrefringente cristalítica de la masa basal es producto de la abundante presencia de finas partículas de cenizas distribuidas homogéneamente en su micromasa. Entre los componentes antrópicos encontramos finos restos vegetales carbonizados (entre 30 y 35 mm de tamaño), fragmentos subredondeados de morteros de barro rojizo (de máximo 24 mm), fragmentos de cerámica (no sobrepasan los 10 mm de tamaño), fragmentos de huesos (entre 0,4 y 0,5 mm de tamaño) y micro-agregados de formas redondeadas formados por finos materiales sedimentarios, cenizas y/o arcilla quemada. Estos elementos se distribuyen homogéneamente en la masa basal (Fig. 2). Además, en su parte superior encontramos una fuerte acumulación de componentes minerales fuertemente alterados por el fuego junto a finos fragmentos de carbón. Su microestructura es fundamentalmente de tipo migajosa determinada por huecos de empaquetamiento compuesto, hecho que indica la moderada compactación de estos materiales. Nivel D (Lám. 4 y Fig. 2) Sobre el Nivel C y con 1,75 cm de espesor encontramos este nivel caracterizado por una estructura laminar de la masa producida por la deposición y compactación de los diferentes componentes, tanto naturales como antrópicos, en finos y diferentes lentes que varían entre 500 µm y 35 mm de grosor producto del ir y venir constante y periódico de las personas que habitaron esta vivienda. Estos elementos laminares se diferencian debido a su composición. Por un lado, encontramos lentes formadas por la acumulación de finos componentes minerales procedentes del entorno, mezclados con abundantes finas partículas de ceniza distribuidas homogéneamente en la micromasa (contextura birrefringente cristalítica) y en las que se incluyen escasos (2-5%) fragmentos de carbón, micro agregados de forma redondeada, finos agregados redondeados de arcillas quemadas, finas esquirlas de hueso y algunos fragmentos subredondeados de morteros de barro rojizo. Por otro lado, finas laminaciones compuestas por componentes derivados de la disgregación del mortero de barro rojizo utilizado en la construcción del suelo subyacente. Su microestructura escasamente agrietada (<2%) se caracteriza por la horizontalidad de los huecos resultado de la compactación de la masa basal por la acción del pisoteo, aunque la presencia localmente de cámaras y canales (2-5%) fruto de a la actividad antrópica provocó la reorganización de parte de la masa basal. INTERPRETACIÓN La planificación y la organización son dos parámetros básicos en la construcción de cualquier espacio social. Precisamente el análisis de la secuencia microestratigráfica en la lámina delgada analizada así lo demuestra. En su estudio hemos podido identificar una sucesión de cuatro suelos construidos superpuestos (Niveles A, C, E y F) sobre los que se intercalan dos depósitos de ocupación (Niveles B y D). Tal sucesión se entiende como el resultado de la construcción, uso y mantenimiento realizado sobre el pavimento y en consecuencia del suelo de ocupación de la fase IIIA de Peñalosa. La secuencia de suelos construidos se caracteriza por el progresivo “refinamiento” y consecuente calidad de los morteros consiguiendo cada vez un revestimiento más finos (el último revestimiento no sobrepasa los 0,16 cm de grosor). La diferencia en los sistemas de dosificación utilizados en la elaboración de los morteros determinó el patrón de huecos que caracterizan las microestructuras estudiadas. Así, mientras que el nivel de suelo construido elaborado a base de una mortero rico en áridos muy gruesos (>50% de gravas) se encuentra muy afectado por la actividad biológica tal y como se aprecia en la presencia de cámaras y canales (Nivel A), el patrón de huecos de los morteros de barro rojizo realizados a base de arenas (40-50%) presentan huecos vesiculares y ausencia total de bioturbaciones (Niveles C y E) (Lám. 4 y Fig. 2). Del mismo modo la diferencia en la calidad de los morteros puede ser interpretada atendiendo la presencia/ ausencia y nivel de frecuencia de aquellos rasgos producidos por la acción del pisoteo sobre sus superficies. Por un lado, mientras que el límite superficial del Nivel A, ondulado y muy irregular nos indica una fuerte disgregación de la superficie del suelo construido, por otro lado los límites que caracterizan las superficies de los Niveles C y F tienden cada vez más a la regularización. A su vez, la existencia en la zona superior del Nivel E de una zona activa relativamente gruesa (1 cm) de microestructura agrietada, debe ser interpretada como el producto del alto grado de compactación que sufrió el pavimento debido al desarrollo continuado de determinadas actividades aunque éstas no llegaron a provocar una fuerte disgregación del mortero. Los “depósitos de ocupación” nos brindan información acerca de las actividades realizadas en este espacio. Éstas han sido interpretadas atendiendo a la naturaleza, forma, abundancia y organización de los componentes 452
Lo que no vemos cuando excavamos: un caso práctico, el Poblado de Peñalosa (Baños de la Encina, Jaén) gruesos, tanto naturales como antrópicos, la naturaleza de la masa basal y el estudio de las microestructuras (Lám. 4 y Fig. 2). El Nivel B definido por la fuerte incorporación de componentes de naturaleza antrópica (10-20%), a veces en forma de microagregados, incluidos en su microestructura migajosa caracterizada por huecos de empaquetamiento compuestos. Las formas redondeadas de estos componentes y la de los agregados sugieren el alto nivel de erosión/fricción que sufrieron debido posiblemente a actividades tales como el barrido, aunque su tipo de microestructura indica el leve grado de compactación del mismo debido al pisoteo. Por su parte, la menor abundancia de micro-restos antropogénicos (2-5%) la presencia de restos de morteros en laminaciones sobre el límite de la superficie pasiva, hecho que junto a la presencia de algunas grietas (<2%) es indicativo del constante pisoteo sobre el Nivel D, aunque el barrido constante y periódico también pudo contribuir a su deposición (Lám. 4 y Fig. 2). Por el momento, no hemos identificado componentes relacionables con determinadas actividades de mantenimiento como la transformación y preparación de alimentos, sin embargo, la presencia en posición secundaria de finos elementos laminares y micro agregados normalmente redondeados nos hacen sugerir la continua y recurrente limpieza de este espacio mediante la actividad de barrido.
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Notas El presente trabajo se inserta en dos proyectos de investigación: PGI de la Dirección General de Bienes Culturales de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, titulado Proyecto Peñalosa “Las sociedades estatales de la Edad del Bronce en el Alto del Guadalquivir, Baños de la Encina, Jaén” y I+d+i del Ministerio de Ciencia e Innovación “La Minería en el Alto Guadalquivir. Formas de construcción histórica en la antigüedad a partir de la producción, consumo y distribución de los metales” (HAR2011-30131-C02-01).
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Las láminas delgadas han sido manufacturadas en la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Agraria del departamento de Medio Ambiente y Ciencias del Suelo de la Universidad de Lleida.
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De la roca al metal: experimentación y divulgación de la tecnología calcolítica en el sur de Iberia Alberto Obón Zúñiga, Abel Berdejo Arcéiz, Hugo Ábalos Aguilar, Pablo Gilolmo Lobo, Luis Olano Ereña, Andrés García-Arilla, Javier García Fernández Grupo de investigación arqueológica y divulgación De la Roca al Metal
Resumen El proyecto De la roca al metal desarrolla una investigación experimental sobre las características tecnológicas de la primera metalurgia del cobre (IV-III milenio ANE), además de realizar una labor de divulgación mediante un programa de actividades de demostración y talleres interactivos abiertos al público, ofreciendo la posibilidad de observar, aprender y participar en el proceso metalúrgico del cobre con herramientas y técnicas similares a la Prehistoria Reciente en el sur de Iberia. Résume Le projet De la pierre au métal développe une recherche expérimentale des caractéristiques technologiques de la première métallurgie du cuivre (IV-III millénaires ANE), en même temps que réalise une labeur de divulgation a travers d´une programme des activités de démonstration et des ateliers interactifs au public, en offrant la possibilité d´observer, d´apprendre et de participer au processus métallurgique du cuivre avec des outils et techniques similaires à ceux de la Préhistoire Récent au sud d´Ibérie. Me lo contaron y lo olvidé, lo vi y lo entendí, lo hice y lo aprendí (Confucio) Introducción: de la roca al metal, experimentación y educación De la roca al metal es un programa científico y divulgativo basado en la aplicación del método experimental a la Arqueometalurgia. La experimentación además de ser una herramienta fundamental en el estudio de nuestro pasado tecnológico, supone un canal didáctico y heurístico de primer orden, con un enorme potencial para la difusión del conocimiento sobre los modos de vida y las actividades de la Prehistoria. Es excelente para transmitir al público ideas generales sobre procesos tecnológicos y artesanales, y otros aspectos intangibles y poco conocidos de las comunidades del pasado (Masriera y Palomo, 2009: 33; Morgado y Baena, 2011). Incluso es importante para confirmar la viabilidad de la autoría antrópica de los mismos que se cuestiona sobre parte del conocimiento popular, permitiendo así la partición activa de sectores de la sociedad en las bases del estudio del comportamiento de las poblaciones del pasado (Baena, Cuartero, 2009: 28). Como asociación dedicada a la divulgación del conocimiento arqueológico desarrollamos actividades de demostración y talleres interactivos abiertos al público. Para ello contamos con un equipo compuesto por arqueólogos con experiencia, tanto, en el mundo de la investigación, como en el de las actividades pedagógicas. A través de la recreación, la visualización y la participación, el asistente a un evento del grupo “De la roca al metal” tiene la posibilidad de observar, aprender y participar en el proceso metalúrgico del cobre, con herramientas y técnicas similares a las que se utilizaban en el Calcolítico. Para ello contamos con una extensa colección de elementos experimentales y reproducciones que mostrar, tocar y emplear por parte de los participantes: percutores, vasijas, fuelles, crisoles, toberas, objetos de cobre, piel, minerales (Fig. 3). Ofrecemos la posibilidad de realizar actividades para todo tipo de asistentes, ya sean escolares, público en general o especializado, siempre en asociación con centros educativos, museos o parques arqueológicos (Figs. 1 y 6). En el caso de actividades orientadas a escolares, tratamos de transmitir de forma transversal a los contenidos curriculares propios de los temas concernientes a la Prehistoria, los procedimientos de trabajo y reflexión propios del conocimiento científico, animando a despertar en los alumnos la inquietud hacia diferentes áreas del conocimiento y el interés por la experimentación individual
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La tecnología de vasija-horno
Figura 1. Demostración en el Parque Arqueológico de la II Edad del Hierro de Burren (Fréscano, Zaragoza), en Abril de 2011.
Nuestra propuesta se sustenta en las características tecnológicas de la primera metalurgia del cobre, al menos durante el IVIII milenio ANE, inferidas a partir del registro arqueológico del sur de Iberia. Principalmente hemos profundizado en la comprensión experimental del proceso de transformación del mineral, generando referentes que expliquen el registro arqueometalúrgico. Diseñar este programa experimental ha implicado un trabajo previo de aproximación teórica a la Arqueometalurgia y a la experimentación en Arqueología, una recopilación pormenorizada del registro arqueológico y las fuentes de minerales cupríferos, y un repaso histórico de la experimentación aplicada a la Arqueometalurgia del cobre (Obón 2010; Obón et al., 2011).
Figura 2. Modelo de proceso técnico comparando el registro experimental y el arqueológico.
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Se han hallado restos arqueometalúrgicos del proceso de transformación en decenas de yacimientos calcolíticos (Gómez Ramos, 1999:45-46, Montero, 1999; Hunt y Hurtado, 1999). Aparecen normalmente en las unidades de hábitat y suelen ser restos de mineral, fragmentos cerámicos con adherencias escoriáceas y restos amorfos en forma de agrupaciones de bolas de cobre con una matriz de escoria (Fig. 2). Las escasas descripciones de hornos hallados señalan la existencia de simples estructuras de combustión atribuidas al trabajo del metal por asociación de proximidad con restos metalúrgicos (Rovira/Ambert 2002, 90). No obstante, en el Suroeste se han documentado áreas específicas para metalurgia fuera del hábitat, evidencias de potentes sistemas de ventilación e incluso el uso de fundentes, interpretando el uso de la tecnología de vasija horno como en el Sureste pero con distinta intensidad y especialización (Nocete 2006; Nocete et al., 2008). A grandes rasgos, predomina un tipo de tecnología simple y eficaz con la vasija de reducción como elemento donde transformar el mineral (Rovira y Ambert, 2002: 101 y 108; Rovira 2005). La utilización de vasijas de cerámica, sin tratamiento especial, como recipiente para la reducción del mineral en la metalurgia del cobre prehistórico se puso de manifiesto a finales de los años ochenta (Montero et al., 1988: 7; Rovira, 1989: 361; Delibes Figura 3. Museo arqueoexperimental itinerante De la Roca al Metal. et al., 1989: 81-96), como un rasgo tecnológico distintivo de la Península Ibérica en esta cronología identificado también en el sur de Francia (Rovira y Ambert, 2002: 89). Están ampliamente representadas dentro de contextos de la Edad del Cobre del sur peninsular (Los Millares, El Malagón, Almizaraque, Zambujal, Cabezo Juré, etc.). Suelen tener formas abiertas, poco profundas y las paredes exteriores están alisadas o sin tratamiento. Las superficies externas no presenten signos de haber estado expuestas al fuego y contienen adherencias escoriáceas y mineral parcialmente reducido únicamente por el interior (Gómez Ramos, 1999). La vasija se enterraría en un hoyo excavado en la tierra cuyo medio refractario mejoraría el rendimiento térmico. Los diámetros de boca más frecuentes oscilan entre 15 y 30 cm, aunque hay algún ejemplo de mayor tamaño (Rovira, 2005: 94). Desarrollo de la investigación En primer lugar hemos desarrollado la técnica mediante la Arqueología Experiencial, definida como el aprendizaje de un conjunto de habilidades obtenidas mediante el ensayo-error y la prueba (Jeffery 2004). Estas actividades nos permiten controlar las variables sin tomar datos de manera intensa y acelerando el proceso si nos conviene. Posteriormente tratamos de establecer en detalle el proceso tecnológico mediante la comparación y la reconstrucción de las partes del proceso que son invisibles para el arqueólogo en la excavación y el laboratorio. Cuando todos los elementos materiales empleados son tecnológicamente similares a los arqueológicos decimos que abarcamos el proceso de forma integral (Morgado/Baena 2011, 23), respetando los materiales y las técnicas de elaboración en la preparación del utillaje cerámico o los medios de inyección (Figs. 2 y 4). Para establecer un modelo de proceso técnico tratamos de comprender cómo las principales variables y los parámetros interactúan, con la posibilidad de modificar los componentes para observar los cambios (Beyries 2009). El hecho de alterar el proceso en busca de una mayor efectividad y mejores resultados en relación al rendimiento y al esfuerzo, conduce a alcanzar importantes conclusiones sobre las limitaciones físico-químicas del procedimiento. Mediante la repetición comprobamos las combinaciones que favorecen la transformación de la materia prima y la 457
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obtención de los productos deseados con menor esfuerzo. Durante la cadena de experiencias hemos sometido a prueba un conjunto de estructuras de combustión y recipientes cerámicos con diferentes características, principalmente en cuanto a las dimensiones. Alcanzar las temperaturas necesarias en los procesos de reducción y fundición del mineral requiere un aporte continuo de aire a la estructura de combustión. La suma del control sobre los elementos técnicos y las variables que intervienen en las operaciones y su cuantificación, nos ha permitido establecer un modelo de proceso técnico que con los requerimientos mínimos, es válido como posible para explicar el regisFigura 4. Los tubos de soplado se realizan vaciando la médula de ramas de sauco tro arqueológico (Obón et al., 2011; (Sambucus Nigra). Las toberas de arcilla fresca se manufacturan directamente sobre Obón y Berdejo e.p). Hemos llevado el tubo, alternando capas de arcilla húmeda con capas de fibra animal o vegetal. Pese a la práctica un modelo de proceso a entrar en contacto directo con el fuego no terminan de cocerse soportando el estrés técnico viable con los requerimientérmico a la perfección. tos mínimos, es decir, prescindiendo del uso de elementos técnicos y materiales actuales, como compresores para la inyección de aire, en consonancia con el tipo de experimentación denominado integral. Entre otras interesantes aportaciones, demostramos la viabilidad de la técnica de soplado a pulmón y el uso de combustible leñoso prescindiendo del carbón. Este acercamiento a la tecnología calcolítica es posible al reunir todos los elementos materiales necesarios (cerámicos, vegetales, líticos, óseos), incluyendo la vasija de reducción como elemento donde transformar el mineral (Fig. 3). Habitualmente se dispone de medios de inyección modernos, cuyos productos resultantes no son comparables a los prehistóricos. Centrándonos en el proceso de trasformación, sin incluir la adquisición de la materia prima, podemos describir la cadena operativa puesta en práctica y validada en los siguientes pasos (Fig. 2): 1) Triturado de mineral en fragmentos entre 5-30 mm. 2) Transformación del mineral. Incluye la tostación y reducción mediante el aporte calórico y condiciones de oxidación/reducción en una o varias operaciones. 3) Procesado de la escoria. Machacado de la escoria y separación manual del cobre metálico. 4) Fundición y moldeo. Fundición de las pepitas y vertido del cobre líquido sobre el molde. 5) Acabado del objeto. Conclusiones Se trata, como habían señalado algunos autores, de una tecnología sencilla pero eficaz (Gómez 1999, 26; Rovira 2004, 35 y 2005, 94). En la última serie experimental el rendimiento fue de 100-150 gr de peso de cobre fundido a partir de 500 gr de malaquita, realizando el proceso metalúrgico en tan solo 2 horas. A pesar de ser una tecnología rudimentaria, el aprovechamiento de la materia prima es elevado cuando utilizamos carbonatos bastante puros. Apenas producimos escoria siempre que utilizamos óxidos o carbonatos de buena calidad, aunque contengan impurezas. El análisis por fluorescencia de rayos X (ED-XRF) nos permite observar la evolución compositiva del proceso: mineral, productos de la reducción y metal fundido. Las impurezas que contiene el mineral se van volatilizando durante el proceso. Las menas son polimetálicas con una presencia de elementos, como el antimonio o el arsénico, que no se ve reflejada en el metal debido probablemente a que el límite de detección es muy alto (0,2%) y no se detectan cantidades inferiores. Con este modelo tecnológico el rendimiento del mineral no es total produciéndose cantidades variables de mineral parcialmente reducido, en consonancia con el registro, ya que las condiciones Redox y la temperatura no son constantes. El producto de reducción habitual es una masa amorfa de bolas de cobre con una matriz escoriácea de escasa entidad (Fig. 5). 458
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Hemos comprobado cómo es posible realizar todo el proceso desde el mineral al objeto únicamente con la técnica del soplado y el uso de leña como combustible. Frecuentemente los restos del combustible se conservan pero los análisis antracológicos no permiten determinar si el combustible empleado fue carbón o madera. Sin disponer de información arqueológica se impone el uso de los requerimientos mínimos en la preparación del utillaje experimental, y la leña es más accesible que el carbón. Por otra parte, las toberas con un diámetro del orificio de salida mayor de 7 mm sólo son eficaces empleando fuelles, cuando el volumen de aire que las atraviesa es superior a los límites de la inyección a pulmón Figura 5. Una niña nos muestra los goterones de cobre producto de la reducción. y no permiten la suficiente presión con la técnica del soplado. Algunas toberas halladas en Valencina de la Concepción, Cabezo Juré y el sur de Portugal muestran orificios de salida por encima de los 2 cm (Nocete 2006, 651 y Nocete et al., 2008 728). Ante la falta de evidencias arqueológicas de toberas y debido a su eficacia, proponemos el uso de puntas sin cocer realizadas con arcilla fresca y fibra vegetal directamente sobre las ramas de sauco vaciadas (Fig. 4). La efectividad de las mismas es sorprendente y apenas dejarían huella arqueológica. Pese haber estado en contacto directo con el fuego apenas se han cocido algunos fragmentos y al sumergirlas en agua se deshacen en poco tiempo. Modificando progresivamente las características de la estructura de combustión buscando la mayor rentabilidad del esfuerzo con la técnica del soplado, el resultado es un hoyo excavado en el suelo muy poco profundo y del tamaño justo para el recipiente, entre 20-30 cm de diámetro y 10-15 cm de profundidad. Debe estar bien ajustada al agujero, casi sobresaliendo. Cuando alteramos algún parámetro encontramos dificultades para mantener la temperatura. Lo cierto es que la mayor parte de los fragmentos arqueológicos están acorde con las medidas mencionadas (Rovira 2005, 94). Con unas dimensiones tan reducidas, casi como un hogar normal, la huella arqueológica es mínima de no ser por los productos y subproductos metalúrgicos que están asociados. Para conseguir el éxito en las operaciones son determinantes los parámetros y cualidades de la vasija (dimensiones, materiales y manufactura), como la forma abierta que favorece la oxigenación responsable del aumento de temperatura. Pese a que se ha afirmado que solo sirven para una sola operación (Gómez 1999, 26), hemos observado por el contrario que el hecho de permanecer entera facilita la recuperación de los productos de la reducción. Es destacable que dos de las vasijas manufacturadas sin ningún tratamiento especial continúan intactas tras su uso en varias operaciones, salvo por algunas grietas producidas por estrés térmico. Estos recipientes pueden ser extraídos y reutilizados una y otra vez hasta su amortización. El cuarzo y otros desgrasantes comunes utilizados para el resto de producción cerámica pueden vitrificase a causa de las elevadas temperaturas, lo cual no afecta significativamente al proceso. En sucesivas pruebas la hemos utilizado como elemento técnico para la transformación del mineral en la operación de reducción, pero también hemos comprobado su utilidad en la operación de fundición como una excelente cámara refractaria donde introducir el crisol. La formación de adherencias escoriáceas se ve favorecida porque tanto el mineral como el cobre para fundir se calientan mejor en el fondo del recipiente cerámico (vasija o crisol) que mantiene el calor de manera óptima.
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Experimentación y educación La experimentación nos permite adquirir una profunda comprensión del conjunto de gestos técnicos de la tecnología de vasija horno, aproximándonos a las acciones y a los elementos que produjeron los restos. El objetivo es optimizar la recogida de datos y la interpretación del registro arqueológico. Nuestra intención no es adquirir la habilidad de los metalúrgicos prehistóricos sino simplemente sugerir las posibilidades explicativas a través de la observación de las limitaciones físico-químicas, generando durante el proceso nuevas hipótesis hasta ese momento inexistentes (Reynolds 1988, 16).
Figura 6. Demostración en el Museo de Villena (Alicante) en junio de 2011.
La importancia del método experimental aplicado a la Arqueometalurgia radica en la capacidad de someter a prueba hipótesis acerca de las características tecnológicas y los gestos técnicos mediante observación controlada, contrastando científicamente los resultados para validar o desechar la interpretación arqueológica (Ingersoll et al., 1977: xii; Coles, 1979: 243; Reynolds, 1988: 12, 1999; Mohen, 1990: 35-37; Ambert, 1998: 1). Además permite generar nuevas preguntas, siendo un medio exploratorio del pasado (Reynolds, 1988: 16; Morgado y Baena), y contribuye a la comprensión de la formación y deterioro del registro arqueológico (Ingersoll et al., 1977: xvii). La educación integra las actividades experiencia y experimento, cumpliendo un papel fundamental en la difusión del conocimiento (Reynolds, 1999; Baena et al., 2009: 19-20; Jackson, 2009). Los protocolos experimentales contribuyen a la difusión de la ciencia arqueológica hacia sectores ajenos a los procedimientos científicos (Baena y Terradas, 2005). Sin embargo es importante separar ambas actividades ya que persiguen objetivos diferentes. La educación engloba muchos tipos de actividades de carácter pedagógico sin que haya habido una reflexión teórica y deontológica sólida sobre su base (Reynolds, 1999). El grupo De la roca al metal está desarrollando una propuesta que afronta la difusión del conocimiento arqueológico utilizando con sensibilidad la herramienta experimental.
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Prehistoria y didáctica del gesto técnico en el Centro Experimental Algaba de Ronda: los campos de trabajo y la difusión de la tecnología y los modos de vida de la Prehistoria Reciente María Sánchez Elena *, Lorena Peña Ortega*, Juan Terroba Valadez*, Pilar Delgado**, José Manuel Castaño**, Bartolomé Nieto.** *Centro Algaba de Ronda. algabaderonda@hotmail.com **Museo de Ronda
Resumen Algaba de Ronda es un centro experimental para la investigación y difusión del Patrimonio, afincado en la ciudad de Ronda. Cuenta con una reproducción de un asentamiento de las primeras comunidades campesinas en el sur de la Península Ibérica, donde se ha llevado a cabo un Campo de Trabajo denominado: “Investigación y difusión del patrimonio: experimentación arqueológica de un asentamiento de las primeras comunidades campesinas en el sur”, un total de veinticinco jóvenes han realizado talleres experimentales: construcción de cabañas, cerámica, talla de sílex, tejidos y telares e industria ósea durante una quincena apostando por la conservación del Patrimonio a través de una metodología innovadora. Palabras clave: multidisciplinar, reproducción arqueoexperimental, estrategia de renovación científico-didáctica, experimentación arqueológica, investigación, difusión, búsqueda de nuevos horizontes, motivador. Algaba de Ronda es un centro experimental para la investigación y difusión de la Prehistoria, situado al sur de la ciudad de Ronda en una finca de monte mediterráneo con espléndidos alcornoques, quejigos y encinas que conforman un ecosistema de gran belleza y calidad ambiental. En su interior se ha rehabilitado un cortijo andaluz como centro de educación y difusión, dotado con las instalaciones necesarias para llevar a cabo sus diferentes líneas de actividad basadas principalmente en la arqueología experimental, la educación ambiental y la agroecología. Las diferentes líneas de trabajo son promovidas, gestionadas y/o ejecutadas por un grupo de personas de formación multidisciplinar y amplia trayectoria profesional, vinculadas a una red de entidades público - privada cuyos objetivos son la conservación, investigación y difusión del Patrimonio natural, cultural e histórico, con espacial referencia a la Serranía de Ronda. Algaba como Centro Experimental de la Prehistoria dispone de un poblado de la Prehistoria Reciente, se trata de la reproducción arqueoexperimental de un asentamiento de las primeras comunidades campesinas del sur de la península y abarca una extensión de 4.000 metros cuadrados acotados con una muralla de piedra más empalizada, de 250 m. de perímetro, cuyo diseño orgánico se adapta al terreno con medidas que oscilan entre los 3 y los 5 m de altura por casi 2 de anchura. El interior está conformado por un grupo de 16 cabañas dotadas con una colección de reproducciones arqueológicas de herramientas, utensilios y enseres domésticos basadas en los referentes arqueológicos, distribuidos siguiendo un modelo antropológico fundado en los paralelos etnográficos. En torno a este recurso, en tanto que espacio experimental se han definido diferentes programas formativos destinados a estudiantes universitarios, profesionales e investigadores, actividades educativas para la población escolar y divulgativa para la población en general todos ellos, basados en los trabajos de experimentación y documentación arqueológica realizados. Todo centro de difusión debe mantener una estrategia de renovación científico-didáctica que avance a la par de los nuevos descubrimientos que determinan el saber sobre el bien patrimonial que interpretan siempre bajo la responsabilidad de ser facilitadores de la socialización del conocimiento y por tanto garantes del rigor de los contenidos y responsables de los métodos empleados. Algaba de Ronda como centro experimental de la Prehistoria parte de la arqueología experimental en tanto que procedimiento metodológico basado en la materialidad de la arqueología y la recuperación de técnicas artesanales prehistóricas, la sistematización de los procesos tecnológicos, la adecuada comprensión del registro arqueológico y el descubrimiento del potencial de los recursos naturales. Desde un primer momento, hemos entendido la arqueología experimental, como una herramienta útil para explorar y reproducir las técnicas y numerosos aspectos materiales de los modos de vida de las primeras comuni463
Movilidad, contacto y cambio. II Congreso de Prehistoria de Andalucía dades campesinas, sobre todo en su adaptación a la estrategia de difusión y sensibilización dirigida al público en general, afianzado la importancia del patrimonio histórico como referente identitario y recurso cultural. Esta metodología ha contribuido a un acercamiento más directo a la forma de vida de las primeras comunidades campesinas, partiendo del experimento hemos concretado la experiencia y definido un conjunto de talleres temáticos que nos acercan a las evidencias materiales de una sociedad hace cinco mil años para detenernos en cómo se elaboran las herramientas siguiendo los patrones técnicos y las materias primas del entorno, acompañados de una reseña de cada pieza referenciada en distintos yacimientos arqueológicos. Con esta metodología se facilitan experiencias a un sector de la población que pasará de la observación de los artefactos en los museos tradicionales a través de vitrinas y de paneles informativos a popularizar las evidencias prehistóricas motivados por nuevos planteamiento didácticos. Partiendo de lo expuesto, en el Centro Algaba de Ronda se han definido programas de visitas con una amplia oferta de talleres y diferentes modalidades, entre los que destacamos la visitas para escolares y el programa para grupos de familias, mayores y turistas, con la posibilidad de complementarlo con las actividades del resto de las áreas temáticas: la vida de las aves, el mundo de la rocas, el núcleo zoológico de la Algaba o el monte mediterráneo como ecosistema. En esta ocasión exponemos las experiencia del Campo de Trabajo denominado “Investigación y difusión del Patrimonio Histórico, experimentación arqueológica aplicada a la construcción de un poblado de la Prehistoria Reciente” llevado a cabo en la finca Algaba de Ronda, financiado por el Instituto de la Juventud, se trata de un programa de voluntariado a nivel nacional en el que han participado 25 jóvenes de entre 18 y 30 años, quienes durante una quincena han sido voluntarios en un procedimiento de difusión que parte de una metodología científicoacadémica vinculada al registro arqueológico. En la realización de dicho campo ha participado el Museo de Ronda, la Real Maestranza, Universidad de Granada y la Delegación de Juventud del Ayuntamiento de Ronda. La experiencia realizada se basa en la ejecución de cinco talleres principales: construcción de cabañas, fabricación de herramientas de hueso, uso de telares, fabricación de cerámica, y uso de herramientas de sílex. Cabañas prehistóricas El taller consistió en la construcción de dos cabañas siguiendo el patrón de los restos arqueológicos hallados en la provincia de Málaga (Huerta de Peñarrubia, Raja del Boquerón, Acinipo, etc.). Para su construcción se emplearon materiales accesibles en el entorno inmediato: zócalo de mampuestos trabados con barro (piedra y tierra) y para la cubierta, armazón de palos de madera (quejigo y encina) y retama. Ambas contaron con dimensiones similares en los zócalos, aunque con plantas distintas (2,75 y 1,50 m). Para su ejecución, se ha empleado el método constructivo que mayor consenso genera en relación al original, según la práctica de la arqueología experimental, así como los medios de producción que pudieron intervenir en el proceso. Ello ha permitido dotar a la actividad de gran realismo y potencial didáctico, mostrando a una juventud excesivamente “tecnologizada” cómo las formas de vida rudimentarias también son capaces de producir resultados de gran eficiencia (lámina 1). Industria ósea Otros de los recursos que aprovechamos del medio son los restos óseos que nos dejan los carroñeros. Nos acercamos, por tanto, al mundo de la taxonomía, para realizar un útil: la aguja, hallado en numerosos yacimientos arqueológicos prehistóricos. Desde el punto de vista técnico, podemos marcar la dificultad de la pulimentación y la perforación del ojal. Con respecto a esta industria, señalar la necesidad de búsqueda de nuevos horizontes en la experimentación para acercarnos a la reproducción de la pieza con la técnica más adecuada. Posiblemente, esta actividad fue una de las más difíciles de realizar por el tiempo y la paciencia que requiere la fabricación de agujas, sin embargo, en relación a la destreza manual no se requiera de especiales habilidades salvo en el control de la rotura de las pieza.
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Lámina 1. Colocación de palos de la techumbre de la cabaña.
Cerámica El proceso de elaboración de un recipiente de arcilla comienza con la recogida de este material en canteras cercanas; a continuación procedemos a decantarla. Para hacer los recipientes hemos utilizado tres modelos de referencia cercanos: una olla neolítica, un cuenco de las excavaciones del casco urbano de Ronda y un cuenco con un molde de piedra. La técnica utilizada ha sido la del “churro”, que consiste en moldear adujas de grosor variable, según el tipo y volumen de la pieza. Estos cilindros se hacen presionando una porción de pasta contra el soporte usando los dedos extendidos y la palma de la mano, hasta lograr estirar la pella con el grosor y la longitud deseada. Elaborada la base, que se hace mediante una plancha de arcilla, se van añadiendo rollos (churros) superponiéndolos a la base, así sucesivamente hasta alcanzar la altura determinada; por último se van modelando los churros para darle la forma específica. La cerámica es un material de fácil manejo y de rápidos logros en el caso de fabricación de vasijas básicas de uso doméstico entre otras razones porque no se requiere de especiales destrezas manuales o técnicas. Como aportación especial de este taller es necesario señalar que las vasijas realizadas se utilizaron para una cocción experimental dentro del proyecto realizado por la Universidad de Granada (Departamento de Prehistoria), cuyos resultados están vinculados al programa de formación y experimentación del Máster de Arqueología (lámina 2)
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Lámina 2. Experimentación de la técnica del churro.
Talla de sílex El taller comenzó impartiendo una clase teórica Jacques Pelegrin sobre los procesos de experimentación arqueológica aplicados a la talla de sílex, su aplicación al registro arqueológico y los riesgos de contaminación arqueológica, la diferencia entre réplicas experimentales y comercio de piezas y por último el aprovechamiento del material y las diferentes técnicas de talla (método directo e indirecto con percutor blando y duro), con esta íntima información pretendíamos elaborar posteriormente un taladro de sílex, comprendiendo el contexto didáctico, científico y ético del que formaba parte. Al igual que en las demás actividades nuestro entorno cercano nos ha servido de cantera de materia prima. Al tratarse de un hábitat de bosque mediterráneo no nos ha sido difícil encontrar en este caso un palo más o menos recto y de unos 20 cm que es lo que andábamos buscando. Con ayuda del taladro, comenzamos a abrir la hendidura para introducir la punta de sílex (obtenida de una lasca por percutor duro y blando con técnica directa), para posteriormente, anclar la punta al palo de madera mediante una cuerda de cáñamo. El proceso lo concluimos calentando resina para fijar la cuerda a la piedra y a la madera. Su trabajo de talla estuvo vinculado a preparar la pieza de sílex para su enmangue y no tanto para la obtención de láminas partiendo de su núcleo dado que se requiere de importante conocimiento técnico y mejores destrezas manuales. En este caso, se ha valorado positivamente la capacidad de producir taladros, se trata por tanto de un taller fácil y en esa medida motivador y del que destacamos su utilidad para comprender la diferencia entre experiencia y experimento, las múltiples afectaciones al registro arqueológico y por tanto la responsabilidad a la hora de llevarlo a cabo de forma indiscriminada por parte de aficionado o comerciales de réplicas. (lámina 3)
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Lámina 3. Elaboración de un taladro mediante la talla de sílex.
Tejidos y telares Este taller fue realizado por el equipo de arqueólogos del Museo de Ronda como una de las acciones del convenio de colaboración que existe entre el Centro Algaba de Ronda y dicha entidad. En primer lugar, se expuso la información sobre telares y tejidos que existe teniendo en cuenta que apenas están representados en el registro arqueológico debido a que los materiales que se utilizan, como la madera y el lino, son perecederos. Por este motivo, este taller se ha convertido en el más empírico hasta ahora desarrollado, y por ende, en el que ha necesitado mayor esfuerzo de concreción. Para la puesta en marcha del taller los participantes realizaron telares con unas dimensiones que resultaran fáciles para su manejo. Los telares tienen unas dimensiones de metro y medio; dos listones de madera componen la estructura central, atravesada por otros dos palos de un metro, quedando en forma de rectángulo. Una de las referencias tomadas ha sido un ejemplo reproducido en Atapuerca. Comenzamos por colocar las urdimbres en la parte más alta del telar y las tensamos con guijarros, puestos en la parte inferior, que nos sirven de pesas. La técnica es simple, consiste enhebrar en una aguja de madera de unos 25 cm de largo el hilo madre o trama (que previamente ha sido atado a uno de los laterales) para así entretejerla con la urdimbre. Para rematar el trabajo se cortan los hilos de la parte superior e inferior y se anudan los hilos sobrantes de la urdimbre y la trama. Esta taller es uno de los que tiene más posibilidad de desarrollo en futuros programas debido a la necesidad de ampliar la información arqueológica, obtener datos que revierta en el registro arqueológico, además tiene un valor relevante en temas didácticos y pedagógico. Sobre los telares podemos decir que no está todo resuelto, aún hay preguntas por contestar y ciertos contenidos a desarrollar (lámina 4).
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Lámina 4. Reproducción de un telar prehistórico.
Conclusión La experiencia vivida y la destreza trabajada en gestión en relación al gesto técnico se nutre de la experimentación arqueológica más conocida como arqueología experimental, en tanto que procedimiento científico de obtención de información mediante la reproducción de los procesos tecnológicos y del uso de materias primas del entorno directamente relacionado con las evidencias materiales del registro arqueológico. Gracias a la diversidad de talleres y al plan de trabajo queda claro la diferencia entre experimento y experiencia pero sobre todo se marca el límite necesario entre el consumismo cultural fomentado por la industria del ocio propio de los parques temáticos y los programas de difusión que promueven la socialización del conocimiento. En este sentido, los campos de trabajo en Prehistoria son la modalidad de difusión y fomento de la cultura científica más completa porque en ella se unen investigación, sensibilización, educación y divulgación del patrimonio, fomentando una cultura activa para la conservación del Patrimonio mediante el rigor científico y la innovación pedagógica. Entendemos que se han cumplido todos los objetivos, entre los cuales subrayamos el conocimiento que han adquirido los participantes en cuestiones de investigación y conservación del Patrimonio, ya que han tomado contacto directo con la arqueología experimental, y experimentado los modelos de producción de la Prehistoria, comprobando el esfuerzo y la constancia que hace falta para trabajar con los medios que tenían y para valorar que con pocos recursos se pueden hacer estructuras sólidas y resistentes y fabricar herramientas y enseres con los que satisfacer numerosas necesidades. Podemos concluir con la percepción global de una experiencia muy positiva y entendemos que la más completa en relación a la modalidad de difusión del Patrimonio, con gran diferencia con las típicas visitas guiadas de los centros de interpretación, incluso de aquellas que llevan la acción de visita guiadas y talleres. La posibilidad de estar durante quince días, conviviendo en un entorno natural parecido al que pudieron compartir nuestros antepasados, buscar recursos y materias primas, elaborar utensilios y enseres domésticos en base a la información arqueológica, todo ello coordinado y ejecutado por un equipo de mediadores científicos calificados es fundamental para comprender otras culturas y el valor del patrimonio histórico, promoviendo vivencias personales enriquecedoras y generando una oferta cultural vinculada a la excelencia en la gestión de los bienes culturales y la socialización del conocimiento. 468
Prehistoria y didáctica del gesto técnico en el Centro Experimental Algaba de Ronda: los campos de trabajo y la difusión de la tecnología y los modos de vida de la Prehistoria Reciente Bibliografía: ALGABA DE RONDA (2005): «Poblado Neolítico de la Algaba, Ronda. Un proyecto integral de arqueología experimental». Cuadernos de Arqueología de Ronda, II. Museo de Ronda, Ronda, pp. 12-24. MORENO JIMÉNEZ, F. SÁNCHEZ ELENA, M. TERROBA VALADEZ, J. AFONSO MARRERO,J.A. MARTÍNEZ FERNÁNDEZ, G. MORGADO RODRÍGUEZ, A. MORENO GONZÁLEZ, J.C (2007): «Un proyecto integral de arqueología experimental: el poblado de La Algaba (Ronda, Málaga)». Arqueología experimental en la Península Ibérica, pp. 37-44. SÁNCHEZ ELENA, M. TERROBA VALADEZ, J. MORENO JIMÉNEZ, F. GARCÍA GONZÁLEZ, D. FERNÁNDEZ HEREDIA, M. PEREÑA HUERTAS, F. OJEDA DURÁN, P. (2008) : «The Algaba project in Ronda: an integraded approach to experimental archaeology». EuroREA, Journal of Reconstruction and experiment in Archaeology, 5, pp. 47-49. SÁNCHEZ ELENA, M. GARCÍA GONZÁLEZ, D. (2008) : «La entidad patrimonial Algaba de Ronda: un modelo de gestión integral de los recursos del mundo rural». PH Cuadernos 23. Dólmenes de Antequera. Tutela y valorización hoy, Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, Sevilla, pp. 330-342. SÁNCHEZ ELENA, M. VALLE ARIAS, A. GARCÍA GONZÁLEZ, D. ORDÓÑEZ VERGARA, P. (2008) : La Prehistoria en la Serranía de Ronda. El poblado arqueoexperimental de la Finca Algaba, Editorial La Serranía, Ronda.
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Restauración de los ajuares funerarios de la necrópolis ibérica de La Noria, Fuente de Piedra Gustavo Pérez Pulido Centro Andaluz de Arqueología Ibérica (CAAI). gustavoperezpulido@gmail.com
Conservación es durabilidad, integridad y accesibilidad al patrimonio A continuación se van a desarrollar los tratamientos de conservación llevados a cabo en un conjunto de piezas arqueológicas pertenecientes a la necrópolis íbera de Fuente de Piedra, atendiendo a sus problemáticas específicas y los métodos seleccionados para resolverlas. Las cerámicas son el material mayoritario, cuyo principal tratamiento consistió en la limpieza de concreciones que ocultaban la totalidad de la superficie. Dichas concreciones se eliminaron con la inmersión controlada en una disolución de ácido nítrico en agua destilada al 5%. Posteriormente se neutralizó todo resto de ácido con agua bicarbonatada. Por otro lado está el grupo de los bronces, éstos se encontraban en un estado de conservación muy malo, fragmentados y cubiertos por la misma capa de concreciones que cubrían las cerámicas, además de varios productos de corrosión típicos del cobre. Su restauración fue muy lenta y meticulosa, pues se hizo de forma mecánica bajo binocular para eliminar las sustancias fuertemente adheridas, hasta llegar al nivel que se decidió como más adecuado. Las cerámicas de esta necrópolis presentaban, como suele suceder en cada yacimiento, patologías muy similares, casi idénticas, pues estamos hablando de pastas con cocciones parecidas y, en su caso, con los mismos acabados de bruñidos y colores. Esta problemática se puede resumir en la escasa fragmentación y la total cubrición de concreciones calcáreas y polvo de carbón en superficie, que ocultaban por completo su textura y las hacía ilegibles para su estudio completo. (Fig. 1-2)
Fig. 1. Estado inicial de un kalathos
Fig. 2. Resultado después de la restauración
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Después de la documentación previa, que incluye fotografías generales y en detalle de los problemas de cada pieza concreta y pesada inicial, se empezó a estudiar el sistema más idóneo para conservarlas y eliminar las causas de deterioro que no las hacían aptas para su estudio arqueológico posterior. Las primeras pruebas consistieron en la eliminación de las adherencias superficiales que no dejaban ver la superficie original, para lo cual se realizaron pruebas de resistencia con hisopos de algodón y agua destilada, tras comprobar que no se manchaba del color de la pasta cerámica en diferentes zonas de cada pieza, se pasó a la primera limpieza con agua destilada sumergiéndolas por completo y cepillando hasta quitar los restos de carbón y tierras. Sin dejar secar las cerámicas se hicieron pequeñas catas con ácido nítrico al 2% en agua destilada a fin de constatar que las costras eran carbonatos de calcio (estas suelen ser las principales concreciones que se adhieren a cualquier objeto enterrado durante mucho tiempo) después de lo cual se observó la efervescencia de CO2 por la descomposición de los carbonatos (Fig. 3). Comprobada la resistencia en cada pieza se preparó el baño de ácido nítrico en agua destilada, pero esta vez aumentando la concentración, en una proporción de entre el 5 y el 10%; al sumergir la cerámica se producía una gran reacción desprendiendo burbujas de CO2 y enturbiando la disolución al liberar las partículas de tierra que habían atrapado los carbonatos al precipitar en la superficie de la cerámica a lo largo de los siglos. En cuestión de unos minutos la efervescencia desaparece, aunque durante este tiempo se debe controlar constantemente el estado de la pieza para evitar cualquier problema, aclarando después con abundante agua destilada con la intención de limpiar las tierras desprendidas en este tratamiento y sumergiéndola en otra disolución, previamente elaborada, de agua bicarbonatada, con lo cual neutralizamos todo resto de ácido que podría alterar algún componente de la misma pasta cerámica.
Fig. 3. Olla
En algunos casos fue necesario el uso de instrumental para ayudar a desprender la suciedad, hablamos de palos de bambú, bisturís, etc. Antes de que sequen las piezas se sumergen nuevamente en agua destilada para extraer los cloruros o demás sales solubles del interior de la cerámica. Su eliminación fue rápida, en 3 semanas como máximo estaban todas las cerámicas estabilizadas. En este caso nos referimos a una alteración que no se ve a simple vista pero puede llegar a ser letal en algunos casos. Estas sales penetran en todos los objetos, incluso en los metales como se verá más adelante, y mientras la humedad sea alta, como en el caso del subsuelo, circulan sin más problema, pero cuando la humedad relativa baja, por ejemplo en el momento de la extracción del yacimiento, cristalizan en el interior de los poros y pueden romper su estructura interna y hacer saltar la superficie con el consiguiente daño para el acabado bruñido o pintado que tienen estas piezas. Cada dos o tres días se mide la conductividad de la disolución y se cambia el baño para seguir extrayendo sales. Por otro lado, para certificar la presencia de cloruros, simplemente a nivel informativo, se sacó una muestra de la disolución cuando el conductivímetro indicaba presencia de sales, a la que se le añadían un par de gotas de ácido nítrico al 2% para neutralizar el ph y otras dos gotas de nitrato de plata, en todos los casos precipitaba cloruro de plata en forma de nube blanquecina, es entonces cuando sabíamos que había cloruros. 472
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A continuación se refleja en una gráfica la pérdida de sales de una de las piezas (Gráf. 1) El 100% de las cerámicas se consolidaron terminado el proceso de desalación, y sin dejarlas secar para facilitar la penetración de la resina, con Primal AC-33 al 50% en agua destilada por inmersión durante varios minutos. Este tratamiento se hizo necesario al comprobar que manchaban ligeramente un trozo de papel secante. Pasado este tiempo se secaron al aire con papel secante para eliminar el exceso de consolidante. En los casos que fueron necesarios se reconstruyó empleando adhesivo nitrocelulósico, que es perfectamente reversible. Pasamos al grupo de los bronces, que en este yacimiento era especialmente importante, ya que se encontraron durante las excavaciones en 2009 dos calderos de este metal y en 2010 un conjunto de 50 conos de unos tres centímetros cada uno. Gráf. 1
Nos centraremos en el tratamiento seguido en la pieza más avanzada en cuanto a su restauración, es decir, en el caldero de estilo orientalizante. Se trata de una pieza de 36 cm de diámetro con una profundidad de 7 cm cuya principal característica es la decoración de las asas en forma de manos contrapuestas en los extremos de un brazo de 23 cm de longitud y remachado al caldero con 5 anclajes en forma de semicírculo por la parte interior. Su estado de conservación era pésimo, de hecho fue necesario tratarlo in situ al estar fragmentado en cientos de trozos. La extracción en bloque se realizó con gasas de algodón y Paraloid B-72 en acetona (Fig. 4).
Fig. 4. Brasero. Parte trasera después de la extracción de la tumba.
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El metal presentaba muchos focos de corrosión activa causada por los cloruros que se intervinieron de inmediato controlando la pérdida de humedad y raspando estos puntos verde claro con bisturí. Afortunadamente conservaba buena parte del núcleo metálico poco mineralizado aunque frágil, por lo que la limpieza mecánica era posible pero controlando la presión ejercida sobre la superficie. Tras documentar la pieza en detalle para saber en todo caso a qué zona pertenece cada fragmento se fueron despegando de la gasa con la ayuda de disolvente, y se limpiaban bajo el binocular a punta de bisturí, ayudándonos de lápices de fibra de vidrio. Una vez estaban limpios todos los fragmentos se sumergieron en una disolución de benzotriazol al 3% en etanol para estabilizar el metal y controlar los cloruros activos que permanecían en el interior del metal. Este tratamiento duró 20 días tras los cuales se enjuagaron todos los fragmentos con un poco de etanol y se dejaron secar en la campana extractora, ya que esta disolución es muy volátil y tóxica. Finalmente pasamos a la fase de reconstrucción, al tener una superficie de unión de un milímetro como máximo era necesario usar un adhesivo rápido y fuerte, para lo que se eligió cianocrilato (Fig. 5).
Fig. 5. Brasero. Proceso de reconstrucción.
Aún en proceso de restauración, esta pieza necesitará un refuerzo con fibra de vidrio y resina epoxy como pequeñas grapas en la parte trasera con el fin de asegurar una consistencia necesaria para el transporte y manipulación, así como una nueva capa de benzotriazol al 3% en etanol a modo de inhibidor químico y las capas de protección, que consisten en la aplicación de una resina especialmente diseñada para tal fin llamada Incralac al 10% en tolueno y una última capa de cera microcristalina. En conclusión, las piezas extraídas de este yacimiento tenían un estado de conservación malo, pero gracias a la inmediata puesta en marcha del protocolo de conservación se aseguró su estabilidad durante ese momento tan “traumático” que es la extracción del subsuelo. Los sucesivos tratamientos tuvieron su adaptación a las alteraciones tan particulares de cada material.
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Bibliografía CARRASCOSA MOLINER, BEGOÑA (2009): La conservación y restauración de objetos cerámico arqueológicos, Tecnos, Madrid. GÓMEZ, M. LUISA (2000): La restauración. Examen científico aplicado a la conservación de obras de arte. Cuadernos de Arte Cátedra, Madrid. GONZÁLEZ, CAROLUSA; TAPIA, PILAR y GRANADOS, JOSEFINA (2001): La conservación de cobre arqueológico en México. Conferencia Internacional de Conservación ICOM-CC, Unesco, Santiago de Chile. JONES, DENNY A. (1996): Principles and prevention of corrosion. Simon & Schuster, United States. MADSEN, BRINCH (1985): Benzotriazole: A perspective. Corrosion inhibitors in conservation, Studies in conservation, United Kingdom.
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Metodología para la creación de modelos 3d de recipientes cerámicos y su aplicación a los ajuares funerarios de la necrópolis ibérica de La Noria. Fuente de Piedra. Málaga. Ana L. Martínez Carrillo - Mª Francisca Pérez Cano Centro Andaluz de Arqueología Ibérica-Universidad de Jaén
Resumen En este póster se expone la metodología empleada para la realización de modelos 3D de los recipientes cerámicos documentados en la necrópolis ibérica de La Noria (Fuente de Piedra, Málaga). Para ello se ha utilizado un escáner tridimensional que ha hecho posible la captura de la forma de los recipientes cerámicos. Una vez obtenida la forma se han superpuesto fotografías del recipiente a modo de texturas para conseguir una visualización más realista de la pieza. Las ventajas que ofrece este método son varias, entre las que se pueden destacar la precisión en la adquisición de las formas cerámicas, la obtención de secciones de diferentes partes de los recipientes cerámicos y el avance en la calidad de la visualización del material cerámico. Palabras claves: Necrópolis, cerámica, metodología, digitalización, escáner 3D, modelo 3D. Abstract This poster describes the methodology used to perform 3D models of ceramic vessels documented in the Iberian necropolis of La Noria (Fuente de Piedra, Málaga). To do this we used a three-dimensional scanner that has made possible the capture of the shape of the ceramic vessels. Once the form has been superimposed photographs of the container by way of textures to achieve a more realistic visualization of the workpiece. The advantages offered by this method are several, among which can emphasize accuracy in the acquisition of the ceramic shapes, to obtain sections from different parts of the ceramic vessels and the advance in the display quality of the ceramic material. Keywords: Necropolis, ceramics, methodology, scanning, 3D scanner, 3D model. I. Introducción La necrópolis tumular de La Noria se localiza junto al núcleo urbano de Fuente de Piedra, en la provincia de Málaga. En el área excavada se han documentado ocho túmulos delimitados por fosos y organizados espacialmente en torno al Túmulo C, que jerarquiza al resto de túmulos y demás estructuras funerarias. El ritual de enterramiento utilizado es el bustum, documentado tanto en las tumbas centrales de los túmulos, como en las tumbas que se localizan rompiendo los fosos y en las zonas exteriores. Los materiales asociados al ajuar de las estructuras funerarias así como el ritual llevado a cabo en las mismas permiten datar la necrópolis dentro del horizonte orientalizante, en torno al siglo VI-V ANE. La información gráfica puede considerarse como una de las bases fundamentales del análisis arqueológico. Principalmente este tipo de información se ha utilizado en Arqueología para estudiar las características visibles tanto de las estructuras como de los materiales y la relación entre los distintos elementos. En la actualidad las nuevas tecnologías, y más concretamente los programas de diseño asistido por ordenador, permiten elaborar representaciones tridimensionales de materiales y estructuras documentados en intervenciones arqueológicas. Una de las principales ventajas que tiene la elaboración de modelos 3D es que son capaces de proporcionar puntos de vista que no pueden ser vistos en una fotografía, a la vez que permiten visualizar lugares que ya no existen como es el caso de las reconstrucciones virtuales de restos arqueológicos. Por consiguiente, el término 3D cubre un amplio rango de aplicaciones y usos. Si se analiza el uso de los modelos 3D en el ámbito del Patrimonio Histórico, se pueden observar una amplia gama de aplicaciones, entre las que se encuentra la documentación, la conservación, la restauración física y digital, la investigación, la reconstrucción virtual y la visualización (Frisher et alii., 2003; Barceló, 2000).
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Para el caso concreto de los recipientes cerámicos de la necrópolis de La Noria los modelos 3D se han realizado para documentar gráficamente todos los recipientes completos, consiguiendo de esta manera una documentación gráfica de calidad para posteriores análisis de las formas cerámicas. II. Metodología Una vez restaurados los recipientes cerámicos de la necrópolis de La Noria se ha realizado la documentación 3D de cada uno de los recipientes completos. La metodología empleada para la realización de recipientes cerámicos tridimensionales se puede resumir en los siguientes pasos: en primer lugar se han capturado las formas de los recipientes mediante un escáner tridimensional; a continuación se ha editado el modelo obtenido para la consecución de la forma completa y la obtención del perfil, el cual servirá de base para el dibujo arqueológico; y por último se muestra una representación tridimensional del recipiente en formato 3D PDF. II.I Adquisición de datos La adquisición de datos se ha realizado con un escáner 3D, concretamente se ha empleado el modelo Z-Scann 800. Este escáner cuenta con las siguientes características técnicas: Frecuencia de muestreo Laser Precisión XY Resolución ISO Profundidad de campo Formatos de exportación
25.000 medidas por segundo Clase II 40 micras 0,050 mm XYZ (XYZ 0,0019) 20 µm + 0,1 L/1000 30 cm DAE, .FBX, .MA, .OBJ, .PLY, .STL, .TXT, .WRL, .X3D, .X3DZ, .ZPR
Tabla nº 1: Características técnicas del escáner
II.II. Edición del modelo 3D El software utilizado para la edición de la malla ha sido Geomagic. Durante la fase de edición se han seguido los siguientes pasos: - Fase de puntos. Durante esta fase los datos escaneados se han editado para reducir el ruido y eliminar los puntos que no forman parte de la geometría del recipiente. A continuación se han unido las diferentes capturas para obtener un modelo simple del recipiente con todas las partes integradas. Por lo general para la obtención de un recipiente cerámico son suficientes tres o cuatro tomas, dependiendo de la geometría del recipiente cerámico. - Fase de polígonos. En esta fase ha completado el modelo 3D rellenado los huecos de la malla y reduciendo la triangulación para la obtención de un modelo tridimensional más ligero. - Fase de forma. Una vez completada la geometría del recipiente se puede convertir a una superficie tipo NURBS para ser exportada a otros sistemas de visualización tipo CAD/CAM. 478
Fig. 1. a. Fase de puntos.
Metodología para la creación de modelos 3d de recipientes cerámicos y su aplicación a los ajuares funerarios de la necrópolis ibérica de La Noria. Fuente de Piedra. Málaga. - Aplicación de texturas. Por último se le han superpuesto fotografías del recipiente a la malla poligonal para dar mayor realismo a la representación tridimensional. II.III. Visualización del modelo 3D La conversión de modelos 3D debe realizarse en un formato abierto y estándar. Esto significa que en la práctica el tipo de formato elegido pueda ser usado por el mayor número de usuarios. Al analizar estos requerimientos en la actualidad sólo hay una tecnología en este momento que coincide con casi todos ellos y es el formato PDF. Desde el año 2005 (versión de Acrobat 7) el formato PDF se ha ampliado con capacidades 3D, actualmente está vigente la versión de Acrobat 10 y cuenta con seis años de uso, siendo ampliamente utilizado (Pletinckx, 2011). Fig. 1. b. Fase de forma.
Fig. 1. c. Aplicación de texturas.
Además el formato PDF posee una herramienta interactiva para cambiar de planos que permite por una parte, visualizar cómo está estructurada una construcción, y por otra, ver cómo se relacionan las diferentes partes de una construcción digitalizada y sus reconstrucciones virtuales. Para el caso de los recipientes cerámicos, se pueden obtener secciones de los recipientes, y por lo tanto el perfil.
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Fig. 2. Recipientes completos escaneados y editados.
Fig. 3. ExtracciĂłn del perfil y medidas.
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Bibliografía BARCELÓ, J. (2000): “Visualizing What Might Be: An Introduction to Virtual Reality Techniques in Archaeology,” Virtual Reality in Archaeology, Ed. By J. Barcelò, M. Forte, D. Sanders, BAR International Series 843, pp. 9-35. CARARE, 2010. Sitio web del proyecto: http://www.carare.eu/ (consultado 2 de abril de 2012). EUROPEANA, 2011. Sitio web del proyecto: http://www.europeana.eu/portal/ (consultado 2 de abril de 2012). FRISCHER, B., FAVRO, D., ABERNATHY D. y DE SIMONE, M. (2003): “The Digital Roman Forum Project of the UCLA Cultural Virtual Reality Laboratory”. International Archives of the Photogrammetry, Remote Sensing and Spatial Information Sciences, Vol. XXXIV-5/W10. KARASIK, A.; SMILANSKY, U. (2006): Computation of the Capacity of Pottery Vessels Based on Drawn Profiles, Excavations at Tel Beth Shean 1989-1996, vol. I, Mazar A., Jerusalem (Israel). L.M.SENIOR, D.P. BIRNIE III, (1995): “Accurately Estimating Vessel Volume from Profile Illustrations”. American Antiquity, 60, 2, pp. 320-325. PLETINCKX, D. 2011: Europeana and 3D, paper presented in 3D ARCH 3D Virtual Reconstruction and Visualization of Complex Architectures conference, Trento, Italia 2-5 marzo de 2011.
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Movilidad estacional y nomadismo restringido en las sociedades cazadoras, recolectoras y pescadoras del territorio litoral e interior de Málaga Pedro Cantalejo Duarte*, María del Mar Espejo Herrerías*, José F. Ramos Muñoz**, Javier Medianero Soto* y Antonio Aranda Cruces* *Red Patrimonio Guadalteba **Universidad de Cádiz
Resumen: El estudio que desde los años ochenta del siglo XX hemos venido realizando en las cavidades de la provincia de Málaga, ciñéndonos principalmente al análisis del arte rupestre paleolítico, ha reflejado conexiones sociales, económicas y culturales, entre las cuevas situadas en las sierras y valles interiores, con las numerosas cavidades localizadas en la costa o en los tramos finales de los cursos fluviales. Para situar el modelo de trabajo en los yacimientos, se han revisado y actualizados los conjuntos gráficos paleolíticos de la cueva de Ardales (al interior) y de las cuevas del Tesoro y la Victoria (en el litoral), evidenciando las relaciones humanas entre ambos ambientes ecológicos. Palabras clave: territorios paleolíticos, estacionalidad, recursos económicos, movilidad, arte rupestre. Arte Rupestre Paleolítico en Andalucía: dispersión y/o concentración Medio centenar de yacimientos andaluces contienen productos arqueológicos que fueron usados por grupos humanos durante el Paleolítico Superior, entre estos enclaves y para este trabajo, nos interesan los que contienen arte rupestre, una treintena de ellos. La dispersión de estos yacimientos artísticos del primer arte europeo, por el momento, los sitúa en las sierras al sur del valle del Guadalquivir y en algunos de los numerosos cursos fluviales que corren perpendiculares a la costa atlántico-mediterránea, desde el entorno del Estrecho de Gibraltar, hasta el límite de Andalucía con la Región de Murcia. La concentración de yacimientos es evidente en cuatro territorios que, posiblemente, se constituyeron en espacios socios económicos estables para los grupos de cazadores, recolectores y pescadores del sur de Europa. Las cuatro agrupaciones de yacimientos son (Fig. 1):
Fig. 1. Dispersión de territorios y yacimientos paleolíticos en Andalucía.
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1.- El entorno del Estrecho de Gibraltar (provincias de Cádiz, Málaga y el enclave británico de Gibraltar): incluiría los yacimientos situados en la sierra de Grazalema y valles de los ríos Guadiaro, Palmones, Barbate y Guadalete. En un territorio que incluye las sierras costeras del entorno de Tarifa y el propio Gibraltar. Los yacimientos más conocidos son: La Pileta, Gato, Motillas, Palomas I, El Moro, Levante, Higueral, Atlanterra, del Buitre, del Realillo, San Michael y Gorham. 2.- El ámbito de la Bahía de Málaga (provincia de Málaga): se han localizado una docena de yacimientos, ocho de ellos, al menos, cuentan con testimonios gráficos: cueva de Ardales, de Las Vacas, de Pecho Redondo, del Calamorro, Navarro IV, La Victoria, El Higuerón o del Tesoro y cueva de Nerja. Otros yacimientos paleolíticos de la provincia presentan importantes secuencias arqueológicas, como Bajondillo (Cortés, M. 2007), Hoyo de la Mina (Ferrer et al., 2006. Such, 1920), Complejo del Humo (Ramos y Durán 1998), Las Palomas (Medianero et al., 2011) y Boquete de Zafarraya (Barroso y Lumley 2006). 3.- Las sierras subbéticas vinculadas al Guadalquivir (provincias de Córdoba, Granada y Jaén): con más de una decena de yacimientos arqueológicos con secuencias del Paleolítico Superior y al menos cuatro con arte, ratifican la existencia de un gran territorio de cazadores situado en las montañas al sur del río Guadalquivir y al norte del río Genil. Las cuevas con grafías hasta ahora conocidas son: Morrón, Malalmuerzo, Ermita del Calvario y Cholones. 4.- Valle del Almanzora, Sierra María, los Vélez (provincia de Almería): se conocen, desde época de Siret, varios yacimientos paleolíticos relacionados con las etapas artísticas que tratamos, situados entre el valle del Almanzora y las sierras de María/Los Vélez. Han llegado a nosotros con grafías: la cueva Ambrosio, la de Almaceta y los grabados al aire libre de Piedras Blancas. Arte paleolítico en el ámbito de la Bahía de Málaga El entorno territorial de la Bahía de Málaga conserva numerosas cavidades naturales (Fig. 2), muchas de ellas han conservado productos arqueológicos relacionados con los grupos humanos dedicados a la caza, la pesca y la recolección de alimentos durante el Paleolítico Superior, de entre ellas, ocho presentan vestigios artísticos que fueron realizados durante todo el periodo. Dos de las cavidades están situada en el arco montañoso que rodea la Bahía, una de estas cuevas es la de Ardales (también conocida como cueva de Doña Trinidad Grund), situada a 565 metros sobre el nivel del mar y a 50 kilómetros de la costa actual (Cantalejo et al., 2006), la otra es la cueva de Las Vacas en Alozaina (Cantalejo et al., 2007a). El resto de cavidades se sitúa en los acantilados costeros o en los cerros inmediatos, son: la cueva de Pecho Redondo en Marbella (Cantalejo et al., 2007b), cueva del Calamorro en Benalmádena (Fortea y Giménez 1973), cueva de Navarro IV en La Araña, Málaga (Sanchidrián 1981), cueva de La Victoria y cueva del Higuerón o del Tesoro en el Cantal del Rincón de la Victoria (Cantalejo et al., 2007b) y cueva de Nerja (Sanchidrián 1994).
Fig. 2. Yacimientos paleolíticos en el entorno de la Bahía de Málaga.
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Movilidad estacional y nomadismo restringido en las sociedades cazadoras, recolectoras y pescadoras del territorio litoral e interior de Málaga Todas las grafías paleolíticas de este territorio se sitúan en cavidades naturales oscuras, no en abrigos abiertos a la iluminación directa, como ocurre en la zona del Estrecho de Gibraltar. Las cuevas con arte rupestre paleolítico del entorno de la Bahía de Málaga (Cantalejo y Espejo 1998; Cortes et al., 2011; Ramos, 1994) mantienen dos formatos con dimensiones bien distintas, por una parte las cuevas de Nerja, Higuerón y Ardales son grandes cavidades naturales de más de un kilómetro de recorrido, mientras que el resto son cuevas medianas o pequeñas, con menos de un centenar de metros de recorrido. Mientras que en las grandes cavidades, el repertorio iconográfico es amplio cronológicamente y diverso en sus temas. En las pequeñas y medianas cavidades, es mucho más sincrónico y concreto, tanto en su amplitud diacrónica como en el despliegue de su temática. Las secuencias gráficas de los grandes conjuntos, sobre todo los conservados en Ardales (Cantalejo et al., 2006; Ramos et al., 1998) y Nerja (Sanchidrián 1994), son complejos en cuanto a su caracterización, abarcando desde los momentos iniciales de la secuencia cronoestratigráfica (Auriñaciense/Gravetiense), hasta los momentos más evolucionados (Solutrense, Magdaleniense, Epipaleolítico). Los yacimientos situados en las medianas o pequeñas cavidades malagueñas, por su temática, abrumadoramente dedicada a los signos, con escasos o incluso ausentes motivos faunísticos, representan una secuencia gráfica aparentemente menos compleja, tendente a lo arcaico (Auriñaciense, Gravetiense…). Las estratigrafías arqueológicas malagueñas (Cortés, 2007; Ferrer et al., 2006; Jordá y Aura, 2006) confirman la presencia de tecnocomplejos adscritos al Auriñaciense – Gravetiense - Solutrense. Estas circunstancias nos sitúan ante un modelo de ocupación territorial que implicaría un vasto hábitat humanizado que quedaba reforzado a través de lo que conocemos como el arte rupestre, unos códigos gráficos que distribuidos en distintas cavidades, ofrecían las garantías del marcado indeleble, con secuencias gráficas repetitivas que hemos venido interpretando como obras de arte realizadas sobre las rocas. La cueva de Ardales y las cuevas del Cantal La cueva de Ardales se sitúa en el reborde montañoso que circunda la Bahía de Málaga, en uno de los escasos pasos naturales que permiten la comunicación entre los valles interiores y el litoral, un paso de fauna que todavía persiste y que atrajo a los grupos de cazadores desde el Paleolítico Inferior (Ramos et al., 1998). La boca de la cavidad se abre a 565 m.s.n.m. en el Cerro de la Calinoria, a escasos dos kilómetros de la villa de Ardales. El interior es amplio, con grandes salas y galerías que albergan más de 250 paneles gráficos donde se han contabilizado más de mil motivos, repartidos en los cuatro temas básicos representados durante el Paleolítico Superior (Cantalejo et al., 2006): A: representaciones de manos, B: representaciones de animales, C: figuras humanas (femeninas) y D: signos y manchas. En Ardales destacan, por su rareza, los motivos que representan manos negativas aerografiadas (Cantalejo et al., 2003) -dos ejemplares- o realizadas por aplicación -siete ejemplares- y los que dibujan figuras humanas femeninas -diez ejemplares- (Ramos et al., 2002; Bosinski, 2011). Sin embargo, el cómputo de grafías dedicadas a la fauna del entorno se eleva a un centenar -más de setenta cérvidos, veinticinco équidos, cuatro cápridos, tres aves, dos serpientes, un bóvido y un pez-. El resto de motivos gráficos son signos -unos ochocientos ochenta- a veces simples manchas aplicadas con la yema de los dedos, otras complejas y abigarradas marañas. Las técnicas con las que fueron ejecutadas todas estas grafías fueron dos: el grabado, que se realizó según la dureza del soporte con los dedos, las uñas, punzones de madera o hueso, lascas y buriles de sílex. La pintura (Fig. 3) también fue hecha con diferentes medios (dedos, pinceles, lápices de carboncillo o aerógrafos) y recetas realizadas a partir de óxidos de hierro, arcillas, carbones y manganeso. Respecto a los productos arqueológicos, se han documentado raspadores sobre láminas y puntas foliáceas, junto a lámparas, morteros, punzones de hueso, lascas y buriles, pertenecientes a momentos gravetienses/solutrenses (Cantalejo et al., 2005). En la actualidad, el yacimiento se encuentra inmerso en una fase de investigación con sondeos geoarqueológicos, análisis arqueométricos de sus productos, dataciones, etc. que reforzarán el conocimiento sobre el uso y frecuentación de la cavidad por los grupos humanos durante la Prehistoria. Las cuevas del Cantal, situadas en el acantilado calizo que cierra la Bahía de Málaga a Levante, entre las poblaciones de La Cala y Rincón, pertenecientes al municipio de Rincón de la Victoria, se elevan menos de ochenta metros sobre el nivel del mar actual, siendo cavidades donde se alternan amplias estancias con estrechos corredores, todas sus bocas de acceso son verticales (pozos) y contuvieron, en las salas iluminadas, potentes yacimientos arqueológicos (Fortea, 1973. Laza, 2005). En el interior de sus galerías se han documentado más de cien motivos repartidos en tres sectores que se conocen como cueva del Higuerón, cueva del Tesoro y cueva de La Victoria (Cantalejo et al., 2007b. Espejo y Cantalejo 1989, 1996). En los temas tratados no se han documentado las figuras 485
Movilidad, contacto y cambio. II Congreso de Prehistoria de Andalucía
humanas, estando presentes las manos aplicadas con pintura roja (dos ejemplares), los motivos faunísticos son seis (un équido, un cáprido, un cérvido, un pez, un bóvido y un ave), el resto –noventa y seis- son motivos abstractos (signos), con ejemplos muy escuetos junto a abigarrados conjuntos geométricos. La mayoría de motivos situados en estas galerías, se realizaron mediante el empleo de pigmentos rojos (Fig. 4), aplicados directamente con los dedos o mediante pincel fino, algunos con lápices de carboncillo. También se han conservado numerosos signos grabados, con las uñas y con instrumentos líticos. Los productos arqueológicos documentados pertenecen a tecnocomplejos gravetienses y solutrenses (López y Cacho 1979), con muchas afinidades tecnológicas con Ardales. Pero también un potente paquete de tránsito entre el Magdaleniense y el Epipaleolítico, con arpones, azagayas y microlitos (Fortea, 1978). Las cuevas del Cantal, en estos momentos, preparan un proyecto de recuperación y puesta en valor, promovido por el Ayuntamiento de Rincón de la Victoria, dentro de una ambiciosa estructura de “Parque de la Prehistoria” que incluye la recuperación de las cavidades y la construcción de un centro de interpretación.
Fig. 3. Cueva de Ardales. Cérvidos y signos paleolíticos.
El arte rupestre paleolítico de estas cuevas (cueva de Ardales y cuevas del Cantal) fue descubierto y publicado por Henri Breuil (Breuil, 1921, 1952), a posteriori se fueron sumando algunos investigadores que incluyeron partes de sus contenidos en artículos y manuales, destacando las aportaciones de Francisco Javier Fortea (Fortea, 1978). Fue a partir de los años ochenta del pasado siglo, cuando la Junta de Andalucía se hace cargo de las competencias patrimoniales, cuando se inicia una relación de nuestro equipo con estas cavidades malagueñas (Espejo et al., 1986; Espejo y Cantalejo, 1987) que se ha dilatado en el tiempo y en las aportaciones hasta la actualidad. Propuestas de relaciones de movilidad y nomadismo Los yacimientos malagueños que conservan grafías paleolíticas conforman un conjunto coherente, tanto en su aspecto territorial como cultural. También la secuencia gráfica demuestra una ocupación temprana de este espacio que, gracias a sus cuevas, atesora la mejor colección de arte rupestre paleolítico del Mediterráneo. La investigación ha ido abordando los estudios puntuales de cada uno de los yacimientos a lo largo del siglo XX y principios del presente, lamentablemente, sin la suficiente visión de conjunto, ni la introducción en todos ellos de las nuevas 486
Movilidad estacional y nomadismo restringido en las sociedades cazadoras, recolectoras y pescadoras del territorio litoral e interior de Málaga
Fig. 4. Cuevas del Cantal. Cáprido paleolítico.
tecnologías, lo que ha reducido el impacto cultural y el debido reconocimiento de estas cavidades por la comunidad científica internacional actual. La propuesta de relacionar las actividades humanas desarrolladas en la cueva de Ardales, situada en las sierras y valles del interior, con las realizadas en las cuevas del Cantal en el litoral, planteaba la necesidad de abordar conceptos como “movilidad estacional” y “nomadismo restringido”, aplicados a los modos de vida de los grupos que desarrollaron sus actividades vitales en las tierras de Málaga (Cantalejo y Espejo, 1998. Ramos et al., 1998) La calidad y cantidad de los recursos aprovechables se multiplicarían con protocolos eficientes de rotación en el territorio, con modelos que incluso permitirían la distribución del poblamiento, de forma que posibilitaran los encuentros cíclicos entre grupos acantonados en territorios distintos, aunque relativamente próximos (ver Fig. 1). Las sierras y valles al interior aglutinaban extraordinarios recursos cinegéticos (Ramos y Cantalejo, 2011), además de la recolección de plantas beneficiosas, la castra de colmenas, la sal de las lagunas interiores, los afloramientos de sílex, la pesca fluvial, etc. que se obtendrían mediante la planificación de estancias coincidentes con el apogeo de la naturaleza (primavera-verano-otoño). La invernada acantonaría a los grupos en las cavidades cercanas a la costa, donde con las provisiones y los recursos propios del ambiente litoral, pasarían los cortos inviernos de estas latitudes, evidentemente mucho más benignos que los de otros territorios. Esta movilidad estacional y la exploración de recursos de toda la anualidad, conformarían cada uno de los territorios paleolíticos (Ramos y Cantalejo 2007), la protocolización de estas actividades, cíclicamente, provocaría un nomadismo restringido, siempre que los contactos con otros grupos estuviesen garantizados en puntos de encuentro. La riqueza de recursos permitió la ocupación humana, prácticamente estable, de los territorios situados al sur de la Península Ibérica. Esta idea de obtención de recursos especializados y de movilidad organizada en un sentido estacional la asociamos, también, al arte rupestre, porque en dichos desplazamientos, las cuevas con arte se convertirían en lugares integradores, de cohesión social y de comunicación con otros grupos. La investigación arqueométrica y los nuevos análisis profundizarán en el conocimiento de las conexiones sociales y en la movilidad realizada en los territorios paleolíticos que se extendieron por toda Europa.
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¿Qué hace un hacha como tú en un sitio como éste? Un hacha pulimentada de sílex del norte de Europa en la ría de Huelva (España) Antonio Morgado1, José A. Lozano2, Jacques Pelegrin3, Juan Carlos Vera Rodríguez4, Rocío Rodríguez Pujazón5, Salvador Delgado Aguilar6 y José Antonio Linares Catela7 1
Dpto. Prehistoria y Arqueología, Universidad de Granada 2Instituto Andaluz de Ciencias de la Tierra, CSIC-UGR 3Laboratoire de Préhistoire et Tecnologie (UMR 7055), CNRS-France 4Dpto. Historia I, Universidad de Huelva 5Gerencia Municipal Urbanismo, Ayuntamiento de Huelva 6Dpto. Historia I, Universidad de Huelva 7Cota Cero Gestión del Patrimonio Histórico
Resumen El objeto de este artículo es el hallazgo de un fragmento de una gran hacha pulimentada de sílex aparecida durante la prospección para la realización de la Carta Arqueológica Municipal de Huelva. Su descubrimiento se produjo en el año 2009 junto con otras evidencias superficiales en el paraje denominado “La Somá”, una extensa plataforma situada unos 2100 m al noroeste de la zona actualmente protegida del yacimiento de La Orden-Seminario. La pieza conserva su mitad proximal o talón. Resaltamos la singularidad del objeto a partir del análisis de tres aspectos: materia prima, tecnología y tipología. La conjunción de estos tres análisis redunda en su pertenencia a objetos similares elaborados en la península de Jutlandia y sur de Escandinavia, que vienen fechándose en los milenios VI-V B.P. En este sentido, el hallazgo de La Somá constituye uno de los ejemplos más destacados de circulación a larga distancia de objetos de sílex de toda la Prehistoria Reciente europea. Palabras clave: Edad del Cobre, geoarqueología, sílex, hacha pulimentada, Sur de Iberia. 1. Introducción El crecimiento urbano de Huelva en los últimos años ha venido aportado novedades de interés sobre la ocupación prehistórica, entre los que destaca el yacimiento de La Orden-Seminario de Huelva, en el cual se han realizados actuaciones de excavación arqueológica que han podido documentar diferentes estructuras: fosos, fosas y lugares de enterramiento. Paralelamente se ha llevado a cabo distintas intervenciones de prospección, de cara al desarrollo del planeamiento urbanístico. Fruto de esta labor de delimitación arqueológica del área periurbana de la ciudad de Huelva ha sido la localización de nuevas evidencias arqueológicas. Entre ellos destaca un elemento que puede ser considerado singular, localizado por algunos de los firmantes de este artículo (J.C.V.R., R.R.P., S.D.A., J.A.L.C) y que motiva el presente estudio preliminar. El hallazgo es un fragmento de gran hacha pulimentada de sílex asociado a otras
Fig. 1. Localización del hallazgo de La Somá en el estuario de Huelva
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evidencias de objetos líticos de la Prehistoria Reciente en el paraje denominado “La Somá”. Este último es una extensa plataforma situada unos 2100 m al noroeste de la zona actualmente protegida del yacimiento de La Orden-Seminario. La toponimia del lugar alude al amplio dominio visual que desde sus 49 m s.n.m. ejerce sobre el arroyo Ribera de la Nicoba, tributario del río Tinto. 2. Contexto del hallazgo El hacha de sílex se halló en el marco de los trabajos de campo realizados en diciembre de 2009 dentro del marco de la Intervención Arqueológica Puntual “Prospección para la realización de la Carta Arqueológica Municipal de Huelva”. El objeto se localizó en superficie, en el sitio de La Somá (Fig. 1), donde se presenta otros restos de la Prehistoria Reciente, documentándose fragmentos cerámicos, elementos líticos tallados y pulimentados, materiales de construcción (lajas de pizarra), etc.; que indican la existencia en el lugar de un extenso yacimiento del VI-V milenio B.P., con posibles estructuras domésticas, de almacenaje, preparación, consumo y desecho de alimentos, así como estructuras funerarias, similares a las que se han excavado en el cercano yacimiento de La Orden-Seminario (González et al., 2008; Vera et al., 2010) . La Somá debió ser un sitio estratégico en el paleoestuario de los ríos Tinto y Odiel durante la Prehistoria Reciente. En el máximo transgresivo Flandriense, en torno al 6.500-5.000 B.P. (Stevenson y Harrison, 1992), este medio geográfico se definía como una gran ensenada abierta, siendo la península que ocupa la actual ciudad de Huelva un enclave excepcional para la explotación y consumo de los recursos estuarinos (moluscos y pescados) y su conexión con el área marítima atlántica. El sitio de La Somá se sitúa en el borde norte de esta península, en una loma de 49 m.s.m. de la margen derecha de la ribera de La Nicoba, en el punto de conexión terrestre entre el paleoestuario y las tierras fértiles del interior. Desde este emplazamiento se poseía un amplio dominio visual sobre el entorno circundante, fundamentalmente hacia la ribera de La Nicoba y su conexión con el Río Tinto. Por su parte, en el asentamiento de El Seminario, situado 2100 m al sureste, se han recuperado también objetos de procedencia lejana, es decir, productos manufacturados con materias primas alóctonas de distinta tipología: láminas talladas de sílex, objetos de mármol (“ídolos cilindro” con y sin ojos-soles grabados, vasos) elementos de marfil, hachas de piedra, etc., recuperados en contextos funerarios (cuevas artificiales o hipogeos) y estructuras votivas (González et al., 2008; Vera et al., 2010). La inmediata proximidad entre ambos sitios apunta la idea de que estos dos asentamientos estuviesen relacionados espacialmente y contextualmente. Estos datos y la presencia del hacha de sílex objeto de este artículo indican que los habitantes del área del paleoestuario debieron participar y estar integrados en las redes de circulación de productos a larga distancia, tanto a escala regional como continental. 3. El objeto. Descripción y análisis El hacha conserva su mitad proximal o talón, estando ausente el extremo activo o filo debido a una rotura central, que presenta pátina fresca (Fig. 2). A este último factor postdeposicional podemos añadir la presencia accidental de trazas de óxidos de hierro a lo largo de la pieza, como consecuencia de la fricción del objeto con algún arado moderno, lo que indica que la puesta en cultivo del lugar en épocas recientes ha incidido en la alteración del depósito original. En cuanto a sus características técnicas y formales, podemos establecer el siguiente análisis: a. Determinación de la materia prima El hacha está realizada en sílex, lo cual es un elemento del todo singular para el sur de Iberia. El sílex es semitraslúcido, microcristalino y de buena fractura concoidea, por lo que apto para la talla. Macroscópicamente el sílex es de color gris en corte fresco (2.5Y 5-6/1) con nódulos gris-blanquecino. No obstante, el sílex presenta en su superficie original pátina de oxidación con tona492
Fig. 2. Hacha de sílex de La Somá
¿Qué hace un hacha como tú en un sitio como éste? Un hacha pulimentada de sílex del norte de Europa en la ría de Huelva (España) lidad anaranjada. A nivel textural y microscópico, el sílex puede ser clasificado como wackestone con abundantes bioclastos, destacando la presencia de colonias de briozoos (Fig. 3), siendo visibles incluso a nivel macroscópico. En lámina delgada se ha determinado la presencia de algas coraláceas, espinas de erizos y foraminíferos plantónicos (Heterohelix stridata). Esta asociación de facies determina un medio de plataforma carbonatada abierta de edad Cretácico Superior (Senoniense). A la hora de establecer el origen de este tipo de sílex, debemos establecer si potencialmente puede proceder de un ámbito regional y, por tanto, la cercana Cordillera Bética como contexto geológico que contenga estas facies sedimentarias y, además, posea grandes nódulos de sílex de excelente calidad. Así, la Zona Prebética de la Cordillera Bética posee una paleogeografía para la edad Senoniense Inferior propia de facies carbonatadas de mar restringido hacia las áreas marginales: facies de tipo mareal en las áreas externas de la cuenca (calizas de caráceas, calizas de cailloux-noirs y calizas laminadas) y facies de lagoon representadas por niveles con discorbis y miliolidos. Una barra de calizas con rudistas separaría el mar protegido del mar abierto (González Donoso y López Garrido, 1975; Rodríguez Estrella, 1982; Martínez del Olmo, 2003), donde se desarrollarían margas, que progresivamente pasa hacia las Unidades Intermedias a margas y margocalizas rojas en facies capas rojas con abundantes foraminíferos planctónicos (Azema et al., 1979). En la Zona Subbética, el Senoniense Inferior se presenta bajo facies propias de turbiditas, consistentes en alternancia de margas y margocalizas de colores rosados, localmente blancas, con gran abundancia de foraminíferos planctónicos (Linares, 1977) llamadas “Capas Rojas” (Linares, 1977; Vera et al., 1982; Vera y Molina, 1999). El Senoniense Superior de la Zona Prebética, evoluciona desde el borde de la cuenca hacia el interior pasando de margas verdes con carofitas y ostráFig. 3. Detalle de las microfacies del sílex de La Somá codos a calcarenitas con orbitoides y siderolites que 1 Sílex en corte fresco representa el ambiente marino abierto y agitado. 2. Detalle macroscópico de colonias de briozoos Seguidamente, pasan a margas con abundantes glo3. Detalle microscópico de briozoos botruncanas, que son de carácter pelágico (GarcíaHernández y López-Garrido, 1979). Para esta misma edad, en la Zona Subbética, predomina la facies de “Capas Rojas”, igualmente de medios pelágicos (Vera y Molina, 1999). Por lo tanto, podemos decir, que las características sedimentológicas estudiadas en el hacha pulimentada son de medios paleogeográficos diferentes a los que se dieron en la Cordillera Bética para el Senoniense. El origen de la materia prima hay que buscarlo, por tanto, fuera del ámbito regional.
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b. Tipología Se trata del fragmento proximal de un hacha, por lo que sólo son observables ciertos detalles del talón. Las dimensiones conservadas (176 x 67 x 35 mm) indican que la longitud total del objeto original debió de aproximarse a los 300 mm, por lo que podemos considerarla un hacha de gran tamaño. Su sección es lenticular biconvexa con dorsos laterales, mucho más ancha que espesa. El talón finaliza en cuña, por tanto, podemos considerarla como hacha de talón delgado. El talón presenta negativos bifaciales de profundos lascados, claramente posteriores al pulido de la pieza, posiblemente fruto de su enmangue. Por otro lado, presenta dorsos laterales con ángulos que superan los noventa grados. c. Tecnología El fragmento posee pulimento ampliamente longitudinal que se extiende tanto por las superficies biconvexas como por los dorsos, no presentando pulimento por planos. No obstante, posee algunas concavidades que no han sido afectadas por este acabado y que permite extraer ciertos datos sobre su proceso de elaboración. Entre estas concavidades no pulidas se distinguen una gran cúpula térmica, aunque lo más destacado son un número distinguible de concavidades como consecuencia de los negativos de huellas residuales de la talla que debió conformar la morfología final del hacha. Debemos destacar este último aspecto. Las huellas de extracciones previas indican que el conformado (façonnage) previo al pulido debió de realizarse a partir de la elaboración de una morfología cuadrangular a partir de cuatro aristas longitudinales (Fig. 4).
Fig. 4. Detalle del pulimento longitudinal y los negativos residuales de la talla previa de la preparación de aristas
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¿Qué hace un hacha como tú en un sitio como éste? Un hacha pulimentada de sílex del norte de Europa en la ría de Huelva (España) En el contexto del continente europeo, la conformación de hachas pulimentadas mediante la talla del sílex es propia de regiones septentrionales, coincidentes con aquéllas donde no existen rocas más tenaces (metamórficas o ígneas). En Europa septentrional, las hachas de sílex son conformadas fundamentalmente a partir de preformas talladas de forma bifacial, al contrario que el caso que nos ocupa. No obstante, la existencia de grandes hachas de sílex, de longitudes en torno a los treinta centímetros o mayores es conocida en el Neolítico Final de Dinamarca (Nielsen, 1977). Estas grandes hachas danesas o del sur de Escandinavia poseen una sección rectangular, para ello fueron preparadas a partir de cuatro aristas longitudinales (Hansen y Madsen, 1983; Madsen, 1984; Oulausson, 1983a, 1983b). Su método de talla se basa en la selección de un gran bloque de sílex, de dimensión mayor al producto final (+ 40 cm. de longitud), realizando posteriormente un esbozo de la morfología cuadrangular mediante percusión directa. Obtenido el esbozo se debió finalizar la preforma con percusión indirecta para una mayor definición de la morfología cuadrangular. En este sentido, la regularización de las aristas mediante pequeñas extracciones fue la fase final del proceso de talla. Estas aristas debieron ser perfectamente rectilíneas, lo que permitió obtener un volumen lo más cercano posible al producto final y perfectamente adecuado para el trabajo final del pulimento. El pulido para estas grandes hachas se debió realizar mediante un dispositivo particular, un gran pulidor que permitió una fricción longitudinal y prolongada de las cuatro caras de la preforma. Por tanto, al menos tres técnicas diferentes debieron de estar relacionadas para la elaboración de esta hacha. En definitiva, las características tecnológicas presentes en el hallazgo de La Somá son coincidentes con las hachas de talón delgado del Neolítico Final de Dinamarca.
Fig. 5. Propuesta de procedencia del hacha de sílex de La Somá
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Conclusión Resaltado lo anterior, debemos concluir que las hachas de sílex talladas y pulidas no son propias de la tecnología de las comunidades prehistóricas del sur de Iberia. Hasta ahora el hallazgo de La Somá constituye un caso único y ello es debido a que estos objetos son más propios de contextos extrapeninsulares. Los argumentos para establecer su lugar de procedencia, como hemos apuntado, se basan en la conjunción de los tres elementos. La materia prima (sílex Senoniense de plataforma marina abierta), su tipología (gran hacha de talón delgado) y singular proceso de elaboración (conformado de la preforma mediante cuatro aristas y pulimento posterior longitudinal) sólo se conocen en las grandes hachas localizadas en norte de Europa (sur de Escandinavia, península de Jutlandia y norte de Alemania). En concreto dentro de la tipología de estas últimas se adscribe a un hacha de talón delgado del tipo III (Nielsen, 1977) que aparecen en el báltico a lo largo del VI milenio cal. B.P. Estas hachas se elaboraron sobre el llamado “sílex Senoniense” (Senon flint) La presencia del hacha de sílex, junto a otros datos que están ofreciendo las recientes investigaciones en Huelva indican que los habitantes del área del paleoestuario debieron participar de las redes de circulación de productos a larga distancia, tanto a escala regional como continental. En síntesis el hallazgo del fragmento de hacha de sílex de La Somá constituye una prueba de las relaciones atlánticas establecidas entre Iberia y las contemporáneas comunidades megalíticas del continente europeo. Supone la más destacada circulación de objetos de sílex documentada hasta la fecha en Europa.
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¿Qué hace un hacha como tú en un sitio como éste? Un hacha pulimentada de sílex del norte de Europa en la ría de Huelva (España) Bibliografía AZEMA, J.; FOUCAULT, A.; FOURCADE, E.; GARCÍA-HERNANDEZ, M.; GONZALEZ-DONOSO, J.M.; LINARES, A.; LINARES, D.; LOPEZ-GARRIDO, A.C.; RIVAS, P. y VERA, J.A. (1979): Las microfacies del jurásico y cretácico de las Zonas Externas de las Cordilleras Béticas, Universidad de Granada, Granada. LINARES, A. (1977): Estudio de los foraminíferos planctónicos del Cretácico superior de las Cordilleras Béticas (Sector Central), Tesis doctoral, Universidad de Granada, Granada. GÓMEZ-DONOSO, J.M. y LÓPEZ-GARRIDO, J.A. (1975): “Características bioestratigráficas y Paleogeográficas del Cretácico Superior de la Sierra del Segura (NE de la provincia de Jaén, Zona Prebética)”, Primer Coloquio de Estratigrafía y Paleogeografía del Cretácico en España, Serie 7, nº1, pp. 45-61. GARCÍA-HERNÁNDEZ, M.; LÓPEZ-GARRIDO, A.C.; 1979. Itinerarios Geológicos en las Zonas Externas de las Cordilleras Béticas. Universidad de Granada, Granada. GONZÁLEZ, B.; LINARES, J.A.; VERA, J.C. y GONZÁLEZ, D. (2008): “Depotfund Zylinder förmiger Idole Des 3 Jts V. Chr. Aus La Orden-Seminario (Prov. Huelva)”, Madrider Mittelunger, 49, pp. 1-28. HANSEN, P.V. y MADSEN, B. (1983): “Flint axe manufacture in the Neolithic. An experimental investigation of a flint axe manufacture site at Hastrup Voenget, East Zealand”. Journal of Danish Archaeology, 2, pp. 43-59. MARTÍNEZ DEL OLMO, (2003): “La plataforma del Prebético y su falta de continuidad por el Margen Sudibérico”, Journal of Iberian Geology, 29, pp. 111-133. MADSEN, B. (1984): “Flint axe manufacture in the Neolithic: experiments with grinding and polishing of thin-butted flint axe”, Journal of Danish Archaeology, 3, pp. 47-62. NIELSEN, P.O. (1977): “Die Flintbeile der frühen Trichterbecker-kultur in Dänemark”, Acta Archaeologica, 48, pp. 61-138. OULAUSSON, D.S. (1983a): Flint and Groundstone Axes in the Scanian Neolithic, An Evaluation of Raw Materials Based on Experiment. Scripta Minora, 1982-1983, 2, Regiae Societatis Humaniorum Litterarum Lundensis, CWK Gleerup, Lund. OULAUSSON, D.S. (1983b): “Lithic technological Analysis of the Thin-Butted Axe”, Acta Archaeologica, 53 (1982), pp. 1-82. STEVENSON, A.C. y HARRISON, R.J. (1992): “Ancient forest in Spain: A model for land-use and dry forest management in South-west Spain from 4000 BC to 1900 AD”, Proceedings of the Prehistoric Society, 58, pp.227-247. RODRÍGUEZ ESTRELLA, T. (1982): “Paleogeografía de la Zona Prebética durante el Cretácico”, Cuadernos de Geología Ibérica, 8, pp. 615-633. VERA, J. A., GARCÍA-HERNÁNDEZ, M., LÓPEZ-GARRIDO, A. C., COMAS, M. C., RUIZ-ORTIZ, P. A. Y MARTÍN-ALGARRA, A. (1982). “El Cretácico de la Cordillera Bética”, en El Cretácico de España, Universidad Complutense de Madrid, pp. 515-632. VERA, J.A. y MOLINA, J.M. (1999): “La Formación Capas Rojas: caracterización y génesis”, Estudios Geológicos, 55, pp. 45-66. VERA RODRÍGUEZ, J.C.; LINARES CATELA, J.A.; ARMENTEROS LOJO, J. y GONZÁLEZ BATANERO, D. (2010): “Depósitos de ídolos en el poblado de La Orden–Seminario de Huelva: espacios rituales en contexto habitacional”, en Los ojos que nunca se cierran. Ídolos en las primeras sociedades campesinas, Ministerio de Cultura, Madrid, pp. 199-242.
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Guía del megalitismo en la provincia de Huelva. Una visión de los territorios, paisajes y arquitecturas para la difusión del patrimonio megalítico. José Antonio Linares Catela Cota Cero GPH S.L. cotacerogph@gmail.com
Resumen En este artículo se da a conocer los contenidos básicos y estructuras de la Guía del megalitismo en la provincia de Huelva. Territorios, paisajes y arquitecturas megalíticas, una publicación divulgativa para el conocimiento y difusión de los monumentos megalíticos. Este libro está dirigido a un público general, con textos que incorporan los datos más significativos de las investigaciones arqueológicas y una abundante documentación gráfica (fotografías, planos, figuras, mapas e ilustraciones) necesaria para la comprensión y visita de los sitios puestos en valor en el marco de la Ruta Megalítica de Huelva. Su aportación más relevante radica en ofrecer una visión del megalitismo onubense estructurada en los diversos territorios megalíticos en los que se presentan estas arquitecturas monumentales, siendo los principales elementos materiales para la configuración de los paisajes domesticados, rituales, simbólicos y ceremoniales de las sociedades de la Prehistoria Reciente de este área del Suroeste de la Península Ibérica. Palabras clave: Difusión social. Megalitismo. Provincia de Huelva. Territorios, paisajes y arquitecturas megalíticas. Prehistoria Reciente. Esta guía es una publicación divulgativa enmarcada en la línea de difusión de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía para el conocimiento, valorización y compromiso social en la tarea colectiva de la preservación de los monumentos megalíticos, de manera similar a otros yacimientos prehistóricos publicados: los Dólmenes de Antequera (Márquez Romero y Fernández, 2009), Peñas de Cabrera (Maura Mijares, 2010), Los Millares (Molina y Cámara, 2008), sitios con arte rupestre de la comarca de los Vélez (Martínez y Mellado, 2012), etc. Con la edición de la Guía del Megalitismo en la provincia de Huelva. Territorios, paisajes y arquitecturas megalíticas, la Delegación de Cultura de Huelva ha pretendido culminar una acción concreta de puesta en valor de este legado patrimonial: su difusión, de manera paralela y complementaria a las actuaciones de investigación y conservación que está promoviendo en los últimos años en diversos conjuntos megalíticos: cromlech de la Pasada del Abad (Linares Catela, 2010a), dólmenes de Los Gabrieles (Linares Catela 2006, 2010b), dólmenes de Berrocal (Linares Catela, 2010c), dólmenes de El Pozuelo (Nocete y otros, 1999; Linares Catela, 2011, 2012), dolmen de Soto. Su aportación más relevante radica en ofrecer una visión del megalitismo onubense estructurada en los diversos territorios megalíticos en los que se presentan estas arquitecturas monumentales, siendo los principales elementos materiales para la configuración de los paisajes domesticados, rituales, simbólicos y ceremoniales de las sociedades de la Prehistoria Reciente de esta área del Suroeste de la Península Ibérica. El megalitismo es una de las manifestaciones históricas y culturales más relevantes de la humanidad, pues supone la creación de la primera arquitectura monumental y la definición de los espacios sagrados, contenedores de la memoria de sus constructores. Surge en el contexto de las primeras sociedades agrarias de Europa occidental a partir del VI milenio a.n.e, ante la necesidad de establecer elementos físicos para delimitar los territorios y crear escenarios rituales para rendir culto a sus antepasados, prolongándose hasta el II milenio a.n.e. Es un fenómeno histórico complejo que sólo es entendible y puede ser transmitido a la sociedad actual desde lecturas integradoras, tanto en su concepción material como ideológica, ofreciendo las distintas interpretaciones y visiones derivadas de las investigaciones tradicionales y recientes, al objeto de superar los discursos simples y unilineales establecidos desde los manuales de la formación reglada. La provincia de Huelva es una de las áreas de mayor singularidad y personalidad no sólo en el contexto de Andalucía sino en todo el sur de la Península Ibérica, existiendo un abundante número de monumentos megalíticos (superándose los 250 sitios o monumentos), con una alta diversidad de tipologías constructivas (menhires, círculos de piedra, dólmenes, sepulcros de falsa cúpula, hipogeos, etc.) y variedad de presencia de medios biogeográficos y 499
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geológicos (Cerdán y Leisner, 1952; Piñón Varela, 2004; García Sanjuán y Linares Catela, 2009) (Figs. 1 y 2). Estos yacimientos arqueológicos son uno de los legados patrimoniales más significativos e importantes de este ámbito territorial, que tenemos el deber de conocer y conservar en la actualidad para la preservación y disfrute de las generaciones venideras. Por ello, esta publicación está dirigida a un público general, de amplio espectro, habiéndose redactado los textos con un lenguaje divulgativo, incorporándose los datos más significativos de las investigaciones arqueológicas, y confeccionado una abundante documentación gráfica (fotografías, planos, figuras, mapas e ilustraciones que recrean escenas de paisajes, construcción y uso de los megalitos) que facilite su lectura y compresión en su dimensión territorial, paisajística, arquitectónica y social, desgranándose los conceptos claves para el conocimiento genérico de esta temática así como de soporte para la visita de los principales sitios y enclaves de la provincia. En este sentido, esta publicación se ha concebido como un medio de difusión social con un triple objetivo: 1) Fomentar el conocimiento del megalitismo y de las distintas sociedades de la Prehistoria Reciente, abordándose los conceptos claves y comunes del área de Europa atlántica; 2) Contribuir a su valorización patrimonial, fundamentalmente a escala de la provincia de Huelva; 3) Servir de guía para las visitas in situ de los sitios integrados en la Ruta Megalítica de la provincia de Huelva, pudiendo ser el soporte básico para la debida comprensión de los sitios puestos en valor en los que se han acometido diversos trabajos de investigación y Fig. 1. Principales conjuntos megalíticos de la provincia de Huelva. conservación: dolmen de Soto, dolmen de Labradillo, conjunto dolménico de Los Gabrieles, conjunto dolménico de El Pozuelo, conjunto megalítico de El Gallego-Hornueco (Berrocal) y círculo de piedras de la Pasada del Abad. En este trabajo han colaborado de manera crucial Rosa Otero Béjar, arqueóloga especializada en SIG que ha elaborado las cartografías y mapas, y el ilustrador Luis Pascual Repiso, dibujante con gran maestría y experiencia en la recreación de materiales, personajes y escenas de la Prehistoria. Estos condicionantes patrimoniales, históricos y la heterogeneidad de los territorios y recursos de la provincia de Huelva posibilitan desarrollar un discurso de difusión estructurado en los diversos paisajes megalíticos de la Prehistórica Reciente en este área del Suroeste peninsular; desde el Neolítico, con la aparición de las primeras comunidades campesinas en el V milenio a.n.e., pasando por los complejos grupos sociales de la Edad del Cobre, el episodio de mayor expansión territorial y variedad de construcciones megalíticas, hasta la Edad del Bronce Antiguo, cuando las sociedades desigualitarias rompen con la tradición megalítica o reutilizan estas arquitecturas de los antepasados con otros usos y significados. 500
Guía del megalitismo en la provincia de Huelva. Una visión de los territorios, paisajes y arquitecturas para la difusión del patrimonio megalítico. Los distintos paisajes megalíticos han sido analizados y descritos a partir de cuatro elementos discriminatorios: los territorios, las arquitecturas, los usos y funcionalidades (espaciales, observación astronómica, rituales, simbólicas, ceremoniales, cultuales, funerarias) y las prácticas sociales llevadas a cabo en estos sitios. Para ello, se ha hecho especial incidencia en la diversidad de territorios y monumentos megalíticos existentes en el ámbito espacial de la provincia de Huelva, que se manifiesta en un conjunto de paisajes megalíticos singulares, como consecuencia de la domesticación de plantas y animales de los primeros campesinos del Neolítico asentados en torno a la ribera del Chanza, la ritualización establecida en torno a los conjuntos dolménicos del Andévalo oriental, el simbolismo de los grabados rupestres en sitios del Andévalo y Sierra Morena, la consolidación de las sociedades agrarias del Andévalo occidental y la Tierra Llana en el III milenio a.n.e., generadoras de estructuras y espacios sagrados, etc. A tenor de estos planteamientos, el libro cuenta con una estructura organizada en capítulos interrelacionados. En el primero, se explica el concepto del megalitismo y se describen las distintas tipologías arquitectónicas, con el objetivo de explicar los términos básicos y dar a conocer la variedad de construcciones Fig. 2. Tipologías arquitectónicas del megalitismo de Huelva. megalíticas existentes. Se hace especial énfasis en la definición actual del megalitismo entendido como una forma de pensamiento o ideología que precisa de la erección de monumentos formados por grandes bloques de piedras para la delimitación de los territorios y llevar un sistema de creencias con prácticas comunes en las sociedades de la Prehistoria Reciente de Europa occidental desde el VI al II milenios a.n.e, fundamentalmente de culto a los ancestros. Se incluye en este esquema los megalitos de uso no funerario (megalitismo menhírico) y el megalitismo funerario (dólmenes, sepulcros de falsa cúpula, hipogeos, etc.), así como otros tipos de estructuras, caso de los recintos de fosos que integran en su interior diversas estructuras y tipos de deposiciones funerarias. En el segundo, se relatan las investigaciones e interpretaciones del megalitismo establecidas historiográficamente en el área de Huelva. El “megalitismo onubense” se ha estudiado tradicionalmente como un “fenómeno cultural” relacionado exclusivamente con el mundo de la muerte de la “Edad del Cobre” o “Calcolítico”, concebido al margen de las prácticas sociales, actividades económicas y estructuras políticas de estas sociedades. Nosotros, proponemos una lectura más compleja de esta manifestación histórica y de sus construcciones, por su concepción ideológica y uso de los mismos en el entramado de las prácticas sociales de las sociedades de la Prehistoria Reciente del área de Huelva. En el tercero, se definen los distintos tipos de sociedades que desde el Neolítico a la Edad del Cobre organizan sus territorios y construyen sus megalitos. Las primeras sociedades “neolíticas” se presentan en el área de la pro501
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vincia de Huelva a partir del VI-V milenios a.n.e., asistiéndose a la domesticación de las plantas y de los animales, es decir, a la aparición de las sociedades productoras de alimentos. En este contexto, los primeros megalitos fueron elementos esenciales para consolidar las formas de vida de las sociedades agropecuarias, sus principales referentes materiales. Por el contrario, las construcciones megalíticas de uso funerario se desarrollan al menos desde la segundad mitad del IV milenio a.n.e., coincidiendo con un proceso de jerarquización social creciente e intensificación de los modelos productivos económicos, que suponen la formación de grupos con estructuras sociales y políticas complejas. Será, no obstante, durante el III milenio a.n.e cuando se asiste al periodo de mayor expansión territorial y monumentalización de las arquitecturas, destacando la comarca del Andévalo oriental, zonas concretas de las cuencas de la ribera del Chanza y río Guadiana, el valle de la Ribera de Huelva en la Sierra, así como otras áreas de la provincia: sectores concretos de la Tierra Llana y el estuario de los ríos Tinto y Odiel. La funcionalidad principal de estas construcciones era funeraria, siendo la última morada de personas concretas allí enterradas. Pero también se erigieron como monumentos para fomentar la memoria de los antepasados y crear escenarios colectivos de prácticas rituales en los que se plasma materialmente su ideología funeraria, fundamentada en el culto a los antepasados. En este sentido, estos sitios funerarios se conciben como lugares sagrados, esenciales para la configuración territorial, organización social, el refuerzo de las identidades culturales y la cohesión social entre los diferentes grupos que los construyeron. En los siguientes capítulos se realiza una caracterización básica de los distintos tipos de paisajes megalíticos. Los paisajes domesticados neolíticos, donde son representativos los menhires y círculos de piedras, se definen por una serie de elementos comunes: emplazamientos de estos megalitos en las cercanías de suelos potencialmente óptimos para el desarrollo de actividades agropecuarias, ubicación en sitios estratégicos, funcionalidad múltiple (demarcadores territoriales y prácticas de culto relacionadas con la observación astronómica y ceremonias vinculadas a los ciclos estacionales) y aparición de los primeros motivos grabados del arte megalítico. Destacan tres ámbitos territoriales del megalitismo menhírico: curso alto de la de la Ribera del Chanza (Piñón Varela, 1988; Linares Catela, 2010a), con presencia de menhires (La Alcalaboza, Monte Chico) y círculos de piedras (Pasada del Abad, La Corteganesa, La Belleza) (Fig. 3), y los cursos medios de la Ribera del Chanza y el Bajo Guadiana, con menhires asociados a poblados.
Fig. 3. Conjunto megalítico del curso alto de la Ribera del Chanza.
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Guía del megalitismo en la provincia de Huelva. Una visión de los territorios, paisajes y arquitecturas para la difusión del patrimonio megalítico. Los paisajes rituales se definen a partir de los conjuntos dolménicos de las zonas del Andévalo oriental y Sierra de Aracena, que fueron creados por las comunidades campesinas (mayoritariamente ganaderas) que organizaron los distintos “territorios megalíticos” en los valles que ocuparon más recurrentemente en el III milenio a.n.e., siendo grupos de linajes divididos en distintas unidades familiares clánicas. Los dólmenes se definen como las construcciones esenciales para la configuración de los “paisajes rituales” de cada grupo, creando espacios y monumentos para el desarrollo de sus rituales y ceremonias, derivadas del sistema de creencias y de culto a los ancestros, los antepasados de lo que provienen y de los que procede su conocimiento, guardando su memoria. Destaca fundamentalmente el área del Andévalo oriental (Piñón Varela, 2004; Nocete y otros, 2004; Linares Catela, 2012), al ser el territorio de mayor concentración y diversidad de arquitecturas megalíticas de la provincia de Huelva, existiendo un nutrido número de dólmenes que se distribuyen en los valles de las riberas tributarias de las cabeceras de los ríos Tinto y Odiel, destacando los conjuntos de El Pozuelo y El Villar (Zalamea la Real), Los Gabrieles (Valverde del Camino), El Gallego-Hornueco (Berrocal-El Madroño) y Mesa de las Huecas (Niebla) (Fig. 4).
Fig. 4. El megalitismo en el Andévalo oriental
Los paisajes simbólicos de los grabados rupestres del Andévalo y Sierra Morena, caso de los petroglifos de Los Aulagares (Amo, 1974), Las Tierras (Belén Deamos, 1974), Los Azulejos (Pérez Macías, 1988) y El Riscal (Iglesias y otros, 1992), se conciben como piezas esenciales para la definición de los espacios del complejo mosaico territorial creado por estas comunidades agropecuarias del III milenio a.n.e., compartiendo motivos grabados y pinturas de similitudes formales a las grafías presentes en los ortostatos y estelas que forman las paredes de las construcciones dolménicas, elaboradas con las mismas técnicas del “arte megalítico” del sur peninsular. Estos grabados rupestres ubicados en afloramientos rocosos destacados cumplieron una doble función: 1) hitos territoriales, pudiendo estar marcando los bordes y los accesos a los “territorios megalíticos”, como indicadores de las vías de tránsito / comunicación (Fig. 4) ; 2) sitios sagrados y espacios de alto valor ideológico para la celebración de encuentros sociales colectivos, contándose una narrativa concreta a través de los motivos representados, dirigida a las comunidades que habitaron y transitaron por estos territorios. 503
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Los paisajes agrarios del Andévalo occidental se ejemplifican a través del caso del poblado de Cabezo de los Vientos y la necrópolis de La Zarcita (Piñón Varela, 1989, 1995, 2004) (Fig. 5). Los habitantes del poblado de Cabezo de los Vientos reivindicaron la pertenencia de la tierra que explotaban mediante dos acciones: a) la ubicación del asentamiento dotado con estructuras de fortificación en una elevación desde la que se controla visualmente el territorio circundante, visualizando el área agrícola de La Raña al sur y las lomas con encinares al norte; b) la construcción de la necrópolis para legitimación del territorio, mediante la filiación de sus ancestros a un espacio sacralizado. La necrópolis está compuesta por cuatro sepulcros de falsa cúpula, definidas como tholoi, presentando cámaras con bóvedas construidas mediante aproximación de hiladas de mampostería, pudiendo estar provistas o no de corredor de acceso, que habilitaba el tránsito hacia la cámara circular, donde se depositaban los cadáveres de los miembros enterrados y sus correspondientes ajuares.
Fig. 5. Área del Cabezo de los Vientos y La Zarcita.
Los paisajes de campiña se corresponden con el área de la Tierra Llana, ubicándose las construcciones megalíticas funerarias (dólmenes, sepulcros de falsa cúpula e hipogeos) fundamentalmente en el espacio entre las cuencas de los ríos Tinto y Odiel, donde se presenta un nutrido grupo de asentamientos (Papa Uvas, El Tejar, El Rincón, El Seminario, etc.) que ocuparon intensivamente este territorio en el IV y III milenios a.n.e. (Fig. 6). En este espacio se concentran suelos óptimos para el desarrollo de economías agropecuarias, fundamentalmente cultivos de secano, complementados con la pesca marina y la recolección de moluscos del gran estuario que existía en la Prehistoria Reciente. En este medio destaca la importancia del dolmen de Soto, un magno monumento megalítico único por su excepcional arquitectura (Obermaier, 1924) y extraordinaria riqueza y variedad de motivos grabados y pinturas rojas (Balbín y Bueno, 1996), que hubo de ser uno de los principales sitios del Sur peninsular en el III milenio a.n.e., concebido como sitio de referencia territorial y espacio sagrado para la celebración de ritos y ceremonias para los distintas comunidades que habitaron este ámbito territorial, a modo de gran “santuario” para el culto a la muerte, veneración de las “divinidades” y tributo a la memoria de sus ancestros. De los paisajes del estuario de los ríos Tinto-Odiel sobresale el yacimiento de El Seminario, ocupando un sitio estratégico de gran ensenada abierta al mar para el hábitat y explotación de las tierras agrícolas circundantes, el aprovechamiento de pastos para el ganado vacuno y ovino y, fundamentalmente, el aprovisionamiento de recursos marinos y estuarinos: moluscos (almejas, navajas, etc.) y peces, que era la principal fuente de alimentación en este poblado durante el IV-III milenio a.n.e. El asentamiento del III milenio a.n.e. contaba con dos áreas de necrópolis, 504
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Fig. 6. Áreas megalíticas localizadas en la Tierra Llana de Huelva y estuario del Tinto-Odiel.
situadas en las zonas más altas de las elevaciones que conforman el lugar, compuesta por “cuevas artificales” (estructuras excavadas en su totalidad en el sustrato, por tanto “hipogeos”) y dos sepulcros de falsa cúpula (estructuras semisubterráneas: tholoi), ocupando el mismo espacio de las fosas de enterramiento neolíticas (IV milenio a.n.e.). En el espacio entre las dos necrópolis se localizaron dos estructuras votivas, en las que se documentaron dos conjuntos de “ídolos” de piedra y marfil-hueso, destacando los ídolos cilindro decorados con motivos reiterativos: “ojos soles” (radiformes y concéntricos), cejas y líneas de “tatuajes faciales”, que debieron funcionar en el contexto de los rituales de la comunidad que formaba el poblado en relación con el ámbito de las creencias, para el refuerzo de los vínculos y lazos de cohesión social necesarios para el desarrollo de la vida cotidiana, la subsistencia, las relaciones sociales y las prácticas funerarias entre las distintas unidades familiares, fomentándose la identidad sociocultural de los distintos grupos sociales del poblado (Vera y otros 2010a, 2010b). Además, se incluyen dos capítulos más: un glosario, que contempla la definición de términos específicos, y una bibliografía, en la que se ha seleccionado los trabajos de referencia para cada capítulo.
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Tecnología del cobre en la Prehistoria Reciente de Andalucía. Caracterización arqueometalúrgica a partir de las vasijas de Peñalosa (Baños de la Encina, Jaén)1 H. Cortés Santiago*, A. Moreno Onorato*, F. Contreras Cortés*, S. Rovira Llorens** y M. Renzi*** *Departamento de Prehistoria y Arqueología. Universidad de Granada **Museo Arqueológico Nacional de Madrid ***Instituto de Historia (CCHS-CSIC), Madrid
Resumen1 Por medio de la caracterización de las matrices cerámicas de las vasijas hondas metalúrgicas y de sus escorificaciones internas, se intenta ofrecer una aproximación del estadio tecnológico en que se encontraban los metalúrgicos del poblado de la Edad del Bronce de Peñalosa. A partir de las analíticas realizadas a una muestra amplia de este tipo de vasijas, se pueden establecer relaciones entre el tipo de matriz y la forma que presentan con la tecnología para las que fueron diseñadas, bien como hornos de reducción del mineral procesado, o bien como auténticos crisoles de fundición para la obtención del metal líquido. Introducción El poblado de Peñalosa se localiza en las estribaciones más orientales de Sierra Morena, a orillas del río Rumblar. Se trata de un asentamiento amurallado que ocupa un pequeño cerro pizarroso abierto a las aguas del actual pantano del Rumblar, y defendido de forma natural, en su vertiente oriental, por una gran pared vertical y escarpada (Fig. 1). Este poblado de nueva planta, considerado uno de los más septentrionales de la cultura del Ar-
Fig. 1. Vista aérea del poblado de Peñalosa (Baños de la Encina, Jaén). El presente trabajo se incluye dentro del desarrollo del Proyecto Peñalosa, financiado por la Dirección General de Bienes Culturales de la Junta de Andalucía y el proyecto I+D+I: “Arqueometalurgia, arqueominería y nuevas tecnologías. El caso del Alto Guadalquivir en la antigüedad” del Ministerio de Economía y Competitividad.
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gar (Contreras Cortés, 2000), responde a las características urbanísticas y de cultura material mueble estándar de esta cultura. Sin embargo, si algo caracteriza a Peñalosa es su relación con los afloramientos de mineral de cobre existentes a su alrededor y su abundantísimo registro en el que se encuentran representados todos los elementos y materiales, con los desechos incluidos, del trabajo minero y metalúrgico desarrollado, lo que condiciona su propia ubicación y la base esencial en que basaba su subsistencia. Se ubica en una zona donde domina el paisaje de dehesa (excelente para el pastoreo), con un predominio litológico de pizarras, y en la que escasean los suelos de cultivo, quedando sólo como tierras fértiles los aluviones arrastrados por los ríos Rumblar, Pinto y Grande, depositados en la estrecha cuenca del río Rumblar. Esta cercanía a los recursos metalíferos motivó tanto su propia fundación como, posiblemente, la colonización y expansión de la cultura del Argar a las tierras más septentrionales de Sierra Morena (Moreno Onorato et al., 2010a: 306). Los análisis de isótopos del plomo realizados sobre el mineral registrado en el yacimiento y sobre aquellos otros recogidos en las diferentes prospecciones arqueometalúrgicas desarrolladas, sitúan al primero de ellos como procedente de tres fuentes distintas, de las que dos se corresponden con sendos afloramientos cercanos al yacimiento: mina de José Palacios y mina del Polígono, y un tercero que no ha sido identificado por el momento. En esas dos minas se han podido constatar trabajos de extracción de época prehistórica, romana y moderna (Jaramillo Justinico, 2005; Arboledas Martínez et al., 2006; Hunt Ortiz et al., 2011) en los que abundan diversos útiles de cronología argárica entre los que destacan las mazas y martillos mineros con ranura central para el enmangue. Por otro lado hay que señalar que los resultados de ambas mineralizaciones han dado valores completamente diferentes, predominando el mineral cuprífero en la de José Palacios, y el plumbo-cuprífero en la mina del Polígono (Moreno Onorato et al., 2010a: 308-309; Moreno Onorato et al., 2010b: 60, Rovira et al., 2011). El elevado número de restos arqueometalúrgicos recuperados durante las nueve campañas de excavación sistemática llevadas a cabo en Peñalosa –mineral, productos de desecho como escorias y restos informes de metal, contenedores cerámicos, molinos en donde triturar el mineral, moldes tanto de lingotes como de piezas, etc.-, indica claramente la importancia del papel que tiene la metalurgia en la economía y en las relaciones sociales que interactuaban en el poblado. A su vez, la producción metalúrgica intensiva que se observa está presente en todos los ámbitos excavados del poblado, ya sean domésticos como de otro tipo. Esta circunstancia nos alerta sobre la práctica generalizada que tiene la metalurgia en el seno de esta comunidad y la importancia que debió de ejercer en el marco de las relaciones sociales y en el dominio y control de esos mismos excedentes metálicos que aparecen en el yacimiento en forma de lingotes. En relación a las vasijas cerámicas metalúrgicas, hay que señalar que tras los primeros estudios realizados (Contreras Cortés, 2000) se pudieron distinguir dos grupos tipológicos utilizados en la fase de transformación del mineral: reducción y fundición. Estos grupos se corresponden a grandes rasgos con las categorías de vasijas planas y vasijas hondas (Fig. 2).
Fig. 2. Tipología de las vasijas metalúrgicas de Peñalosa.
El presente trabajo aporta un paso más en la investigación de la producción metalúrgica incidiendo en la tecnología y funcionalidad de las cadenas operativas para la obtención de metal a través de la caracterización de las matrices cerámicas de las denominadas vasijas hondas y de sus escorificaciones internas.
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Tecnología del cobre en la Prehistoria Reciente de Andalucía. Caracterización arqueometalúrgica a partir de las vasijas de Peñalosa (Baños de la Encina, Jaén) Los resultados de la nueva serie de análisis, desarrollados sobre una muestra amplia de escorificaciones del interior de estas vasijas metalúrgicas2, ayudan a identificar por un lado las posibles relaciones existentes entre el tipo de escorificación y la morfología de esos recipientes y, por otro, la tecnología para la que fueron diseñados. De esta forma se puede llegar a establecer cuáles de ellas funcionaron como hornos en donde reducir el mineral y cuales se usaron como crisoles de fundición en los que obtener metal líquido. DISCUSIÓN Y RESULTADOS Descripción macroscópica del grupo tipológico de las vasijas hondas Son varios los aspectos morfológicos y estructurales que caracterizan a las vasijas hondas y que las separan de las planas, además del tipo de escorificación interna que presentan unas y otras, por lo que creemos que deben de haber sido usadas en procesos bien distintos. A simple vista esta diferencia se aprecia en el grosor de las paredes de estas vasijas hondas que está entre 3 y 4 cm, llegando a alcanzar hasta los 5 cm en el fondo; borde aplanado o totalmente recto, algunos con digitaciones a distancias regulares (hechas posiblemente con un objeto romo) que hay que poner en relación con una funcionalidad determinada y no solo como motivo decorativo3; color anaranjado de las pastas en la superficie exterior, tornándose gris en el interior, por efecto de la alta temperatura y de la atmósfera reductora habida dentro de la cerámica en cuestión, que indica que gran parte del calor al que fueron sometidas se les aplicó por el interior y no por ambas superficies como sucede en algunas de las vasijas planas. A nivel tipológico se han detectado dos formas dentro del grupo de las vasijas hondas: unas de perfil abierto y fondo plano y otras, de forma compuesta, que pueden subdividirse a su vez en tres subtipos diferentes en función de los límites métricos que presenten -diámetro de boca, diámetro máximo del cuerpo, altura total, altura de la inflexión y ángulo del borde- (Contreras Cortés, 2000). Caracterización de las matrices cerámicas Para caracterizar las pasta cerámica se han muestreado y analizado un total de 577 vasijas metalúrgicas por medio de lupa binocular, de las cuales 211 se corresponden con las denominadas vasijas hondas. De ellas se han podido identificar dos matrices muy distintas entre sí: la primera matriz (T1), menos representada dentro del total con 25 fragmentos, es la que guarda una similitud mayor, en cuanto a composición, aspecto y mineralogía, con las matrices reconocidas en las vasijas planas y moldes cerámicos (Fig. 3).
Fig. 3. Caracterización de las matrices cerámicas. A) Matriz tipo 1. B) Dibujo de una vasija plana. C) Matriz del tipo 2. D) Dibujo de una vasija honda. Los análisis han sido realizados por medio de ED-FRX y MEB-EDX en el Museo Arqueológico Nacional, en el CCHS-CSIC y en el Museo Nacional de Ciencias Naturales, todos ellos en Madrid. 3 A este respecto A. Moreno sugería la posibilidad de que fuesen realizados para alojar en ellos una tapadera (Moreno Onorato, 2000). 2
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El tipo 2 (T2) es el más generalizado entre las vasijas hondas aunque no exclusivo de éstas4. La descripción de ambas matrices es la siguiente: Matriz Tipo 1 • Matriz arcillo limosa, mayormente grosera, porosa y con poco tratamiento en sus superficies, donde se incluyen como desgrasantes fundamentalmente cuarzo y cuarcita, aunque se han identificado otros minerales como feldespatos, micas, esquistos y plagioclasas en proporciones que varían según el fragmento, pero en las que siempre predomina el cuarzo. • En general, este grupo contiene desgrasantes naturales aunque se pueden apreciar algunos de formas subangulares y angulosas, siempre de tamaño de grano de medio a fino, en el que los desgrasantes gruesos son todos de carácter natural. La matriz es de tipo heterométrico, con una gran variedad en el tamaño de los desgrasantes. Existen algunos fragmentos cerámicos en donde los desgrasantes de tamaño grueso ocupan un espacio considerable dentro de la matriz. Matriz Tipo 2 La característica principal que presenta este tipo de matriz es la utilización intencionada de materia vegetal como desgrasante, además de una textura típicamente magra, hecho tecnológico que nos lleva a plantear el carácter de exclusividad en cuanto a la funcionalidad precisa para este tipo de vasijas alejadas, por otra parte, totalmente del resto de las halladas en el yacimiento. En rasgos generales las características de este T2 son las siguientes: • Mayor tratamiento de la pasta empleada en la fabricación de las vasijas. Bajo microscopía óptica se aprecia una matriz de una textura más fina y arcillosa, con una distribución más homogénea de los desgrasantes. • El desgrasante inorgánico utilizado es, en la mayoría de los casos, de 1 mm o menos, no siendo muy común la presencia de desgrasantes gruesos, que en algunas piezas se alternan con la materia orgánica. El mineral mayoritario utilizado como desgrasante es el cuarzo, estando presente en todas las muestras. Cabe señalar también la presencia de abundante mica y esquistos rojos que más que añadidos forman parte de la composición mineral de la arcilla. Los desgrasantes angulosos (añadidos) se hallan en una mayor proporción, estando muchas veces asociados a los granos de cuarzos de mayor tamaño. La cantidad de materia orgánica e inorgánica es desigual en cada uno de los fragmentos, habiendo unos con un porcentaje mayor de los primeros que de los segundos y a la inversa. En función de la alternancia entre estos desgrasantes vegetales y minerales se establecieron 2 subtipos (2.1 y 2.2 respectivamente). • La mayor proporción de vasijas hondas, independientemente del tamaño que presenten, está asociada a este grupo tipológico, lo que supone que 171 de los 196 fragmentos analizados estén incluidos en este tipo de matriz. • En una amplia mayoría de estos fragmentos señalados, la vitrificación producida por las altas temperaturas a que estuvo sometida su superficie interna, que sin embargo no es tan intensa como las observadas en otro tipo de matrices, genera una escoria, de un color blanquecino/amarillento/verdoso, no uniforme en toda la superficie. • La utilización de materia orgánica como parte del desgrasante es un dato exclusivo en este tipo de matriz, ya que no se encuentra presente de manera intencionada en ningún elemento cerámico presente en el yacimiento de Peñalosa, salvo en los barros utilizados como material de construcción. En este sentido es importante mencionar la similitud de este tipo de pasta cerámica con el material de construcción, en cuanto a su textura, color y tacto. Mediante análisis por DRX se ha podido corroborar que en algunos de estos fragmentos (los menos alterados por las altas temperaturas) el barro utilizado es muy similar cristalográficamente al barro utilizado en el material de construcción5 (Cortes Santiago, 2007). Caracterización de las escorias Del análisis macroscópico efectuado a las escorias de los fragmentos de vasijas hondas se han podido identificar dos tipos muy diferentes. Los mismos componentes minerales que presenta este grupo (T2) pueden encontrarse también en las planas aunque en una proporción sobre el total muchísimo menor. 5 Los barros empleados como material de construcción están siendo estudiados por J. M. Rivera Groennou en el marco de su Tesis Doctoral. 4
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Tecnología del cobre en la Prehistoria Reciente de Andalucía. Caracterización arqueometalúrgica a partir de las vasijas de Peñalosa (Baños de la Encina, Jaén) El primer tipo de escoria (TE1) y menos común en las vasijas hondas, responde a una escoria de color pardo/ negruzco con restos atrapados de carbón, abundantes óxidos de cobre, gotas de metal y mineral parcialmente reducido, donde se observan además cuarzos y otros minerales que acompañan a la mena aún después de ser triturada. En las vasijas hondas que en su interior tienen restos de este tipo de escoria, se observa una fuerte vitrificación que puede penetrar de 2 a 4 mm dentro de la matriz. Generalmente esta escoria deja una capa uniforme que cubre gran parte de la superficie interna, superando en algunos casos los 4 mm de espesor. Por lo general son escorias que reaccionan con la matriz fusionándose entre sí en numerosas ocasiones, lo que dificulta su extracción (Fig. 4). Este hecho, sumado a otras características de la escoria, como la cantidad de impurezas que conserva, nos lleva a la conclusión de que en estas vasijas se redujo mineral. En relación a ello, es un hecho constatado por las experimentaciones realizadas, que el tiempo necesario para lograr reducir el mineral de base cobre es mayor que el necesario para fundir el metal depurado (Rovira Llorens 1999: 109; Moreno Onorato et al., 2010a: 316). Esta prolongación del tiempo bajo altas temperaturas propicia los procesos fisicoquímicos necesarios por los que el mineral depositado en el contenedor con la superficie arcillosa del interior de la vasija reaccionar, ocasionando este tipo de alteración. Sin embargo, después de todo lo señalado, esta es la escoria que predomina en el interior de las vasijas planas, estando presentes en 194 de los 226 fragmentos estudiados.
Fig. 4. Caracterización de las escorias. A y B) Imágenes de sección de dos vasijas hondas, donde se puede observar la poca vitrificación de las superficies internas. C) Imagen de la escoria del tipo TE2 presente en gran cantidad de las vasijas hondas. D) Vidrio de color rojizo asociado a la escoria TE2, con alto contenido en plomo.
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El segundo tipo de escoria (TE2) documentada en las vasijas hondas lo constituye una capa mucho más delgada, menos adherida a la superficie y que muchas veces suele ser de carácter superficial, llegando a ser casi residual en algunos fragmentos. A diferencia de la anterior, esta escoria presenta un color blanquecino/amarillento/ verdoso que en muchas ocasiones se encuentra asociado a una capa de vidrio de color rojizo/negruzco ó amarillento/verdoso, en donde se pueden observar gotas de metal sobre la superficie escorificada. La vitrificación que presentan las vasijas con esta escoria es mucho menos intensa que en la TE1, penetrando pocos milímetros en la superficie interna (Fig. 5).
Fig. 5. Imagen MEB, electrones retrodispersados. Se puede apreciar la delgada capa de escoria adherida a un fragmento de vasija honda.
Es importante señalar igualmente, que se dan bastantes casos en los que ambos tipos de escoria pueden aparecer juntas en un mismo fragmento, lo que dificulta su interpretación. A pesar de que esta escoria aparece también en otros tipos cerámicos, la mayor parte está asociada a este tipo de matriz en particular. Analíticas realizadas (ED-FRX y MEB-EDX) Un grupo de escorificaciones TE2 de vasijas hondas han sido analizadas mediante Ed-FRX y MEB-EDX al objeto de determinar la composición química elemental y profundizar en sus características físico-químicas. Los resultados cualitativos y cuantitativos determinan un alto contenido en plomo, que puede estar justificado entre otros por el aprovisionamiento conjunto de minerales cobre/plomo de los afloramientos cercanos a Peñalosa. 514
Tecnología del cobre en la Prehistoria Reciente de Andalucía. Caracterización arqueometalúrgica a partir de las vasijas de Peñalosa (Baños de la Encina, Jaén) De un total de 55 análisis efectuados por ED-FRX sobre escorificaciones de cerámicas metalúrgicas, 22 fueron sobre vasijas hondas. Entre todos los elementos detectados, los índices de plomo hallados en la mayor parte de ellas oscilan entre el 1% al 82% Pb, habiendo sólo tres fragmentos que no muestran trazas de plomo y tres que no superan el 1% Pb (dos de estos se corresponden con escorias TE1). Según estos resultados se podría establecer una relación directa entre este tipo de contenedor, la escoria TE2 y los contenidos altos en plomo, ya que el resto del material cerámico metalúrgico analizado, entre el que abundan las vasijas planas, en muy contadas ocasiones contienen cantidades significativas de este elemento (tan solo 4 de 20 de estas vasijas planas alcanza un contenido superior al 10% Pb). Sin embargo todas las escorias con un contenido mayor al 10% Pb del grupo TE2 pertenecen a vasijas hondas (Fig. 6).
Fig. 6. Análisis ED-FRX de escorificaciones de vasijas hondas.
Estos resultados podrían tener su explicación a nivel tecnológico en el seno de la comunidad de Peñalosa, en donde queda sobradamente demostrada la utilización de mineral de cobre-plomo en la producción metálica. Durante la reducción del mineral a metal, parte de este plomo se reduce junto al cobre, creándose pequeños nódulos de Cu/Pb que posteriormente se extraen de la masa escoriácea y se funden en crisoles. El plomo contenido en estos nódulos comienza a separarse por oxidación a partir de los 325ºC, momento en que se evapora y se convierte en óxido de plomo (PbO). Es en este estadio cuando parte de este óxido entra en contacto con la superficie interior de la vasija, reaccionando con la sílice de la arcilla y convirtiéndose en un silicato de plomo (vidrio asociado a la TE2). Una parte se une a la escoria y el resto se pierde en forma de vapor a la atmósfera. Para cuando el cobre alcance su temperatura de fusión (1083ºC) gran parte del plomo presente pasará a formar parte de la escoria, por lo que el cobre resultante estará depurado (Moreno Onorato et al., 2010 a: 317). Consideraciones finales • Aunque las escorias con un alto contenido en plomo no son exclusivas de las vasijas hondas, como tampoco lo son el tipo de matriz y de escoria TE2, ambas características predominan en este tipo de vasija según el estudio macroscópico y físico-químico de las escorias, indicando una relación directa entre ambos. • Las características de la escoria dominante (TE2) en este tipo de vasija son una consideración a tener en cuenta. Esta escoria delgada con poca adherencia a la superficie, mucho más libre de impurezas, junto con una menor vitrificación de la superficie interna, nos habla de un menor tiempo de exposición a altas temperaturas. Ello nos podría indicar su uso como auténticos crisoles (vasijas de fundición).
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• Sería imposible asignar a las vasijas profundas la exclusividad de crisol, debido a la variedad y complejidad de los restos de fundición, cantidad de formas y matrices que se encuentran en el yacimiento. • Se podría adelantar que existe una intencionalidad en la preparación de las vasijas hondas. La forma, la elección de las arcillas y la inclusión de distintos tipos de desgrasantes nos habla de una tecnología e idea preconcebida a la hora de fabricar estas vasijas. Esta hipótesis se ve apoyada en la diferencia porcentual que existe en los tipos de escorias presentes en estas cerámicas, inclinando la balanza hacia la escoria TE2. • Al menos en el yacimiento de Peñalosa la manufactura de elementos cerámicos relacionados con la metalurgia se hace a partir de la elección de materias primas locales, las cuales llevan un tratamiento distinto que las hace claramente diferentes a las cerámicas de uso utilitario y domestico. Este mismo hecho ha sido documentado en otros yacimientos prehistóricos como en el yacimiento calcolítico de San Blas en Cheles, en Badajoz (Polvorinos del Río et al., 2010).
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Consejero de Cultura, Menga 2012 acompañados por el Los galardonados con la Medalla de s Culturales y los Biene de ral rales, la Directora Gene el Secretario General de Políticas Cultu integrantes del Comité Científico.
cativos y metodologías”. De ías del contacto. Nuevos modelos expli Primera Mesa de Debate “Arqueolog Guillen (Presidente), Ignacio an ardo García Sanjuán, Antonio Gilm izquierda a derecha: Juan Vicent, Leon ox. za-F y Carles Lalue Montero Ruiz, Javier Baena Preysler
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Galería fotográfica
a derecha: Francisco ón, objetos y territorios”. De izquierda Segunda Mesa de Debate “Circulaci e), Robert Sala, ident (Pres s Soca Rodríguez, Dimas Martín Gómez Toscano, Antonio Morgado so. Barro llo Muri Marta Díaz-Zorita Bonilla y Mercedes
rales”. De izquierda ón, instrumentos de las políticas cultu Tercera Mesa de Debate “La cooperaci ara, Pilar López Tass Pilar a), Ana Navarro Ortega (President a derecha: Xavier Aquilué Abadías, y Concepción Martín.
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Movilidad, contacto y cambio. II Congreso de Prehistoria de Andalucía
n”. De izquierda a les: emulación, resistencia e hibridació Cuarta Mesa de Debate “Prácticas socia Romero (Presiuez Márq ue Enriq alo Aranda Jiménez, José derecha: Arturo Ruiz Rodríguez, Gonz ás. Herv ado dente), Pedro Díaz-del-Río y Ana Delg
enes de Antequera nes del Conjunto Arqueológico Dólm Acto de presentación de las publicacio da Jiménez, EduarAran alo Gonz Leonardo García Sanjuán, 2010-2012. De izquierda a derecha: ca. Cuen hez Sánc Juan y Peraile do García Alfonso, Isabel Izquierdo
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Galería fotográfica
a derecha: Francisco Prehistoria de Andalucía. De izquierda Clausura del Segundo Congreso de anfrid Schubart Herm s, Soca ín Mart s Dima ero, uez Rom Contreras Cortes, José Enrique Márq a y Antonio Orteg rro Nava Ana so, ero, Eduardo García Alfon (Presidente), Margarita Sánchez Rom Gilman Guillén.
istentes.
Despedida final del Congreso con los as
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