Menga. Monográfico 03

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MENGA REVISTA DE PREHISTORIA DE ANDALUCÍA · JOURNAL OF ANDALUSIAN PREHISTORY

MONOGRÁFICO03

Historiografía de las instituciones arqueológicas de Andalucía Historiography of archaeological institutions of Andalusia

José Ramón López Rodríguez y José Beltrán Fortes (editores)

CONJUNTO ARQUEOLÓGICO DÓLMENES DE ANTEQUERA AÑO 2015 ISBN 978-84-9959-251-0 ISSN 2174-9299



MENGA M03 REVISTA DE PREHISTORIA DE ANDALUCÍA JOURNAL OF ANDALUSIAN PREHISTORY SERIE MONOGRÁFICA · MONOGRAPHIC SERIES Año 5 // Número 03 // 2015

JUNTA DE ANDALUCÍA. CONSEJERÍA DE CULTURA Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera ISBN 978-84-9959-251-0 ISSN 2174-9299 Publicación digital

Menga Monografías es una publicación del Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera (Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía). Su objetivo es la difusión internacional de trabajos de investigación científicos de calidad relativos a la Prehistoria de Andalucía, razón por la cual se publica en español e inglés. Menga Monografías da a conocer trabajos de investigación que por su amplitud o extensión no se ajustan bien al formato de artículos dentro de la revista Menga. Estos trabajos son obras colectivas o individuales que tratan de cualesquiera de los temas incluidos en el campo de conocimiento que la revista Menga abarca. La serie Menga Monografías está abierta a trabajos inéditos y no presentados para publicación en otras editoriales o medios de comunicación académicos o científicos. Todos los manuscritos originales recibidos serán sometidos a un proceso de evaluación externa y anónima por pares como paso previo a su aceptación para publicación.

Menga Monographs is published by the Dolmens of Antequera Archaeological Site (the Andalusian Regional Government Ministry of Culture). Its aim is the international dissemination of quality scientific research into Andalusian Prehistory. To this end, the journal is published in Spanish and English. The series Menga Monographs publishes research works that because of their amplitude or extension do no fit well within the scientific paper format. These monographs may be individual or collective works dealing with any of the themes covered within Menga’s field of knowledge.

Menga Monographs is open to original and unpublished works that have not been submitted for publication to other publishers. All original manuscripts will be submitted to an external and anonymous peer-review process before being accepted for publication. Cubierta: La Junta Local de Monumentos Megalíticos Antequeranos, primera “instittución específica” de protección de los Dólmenes, compuesta por eruditos y personalidades antequeranas, con Hugo Obermaier, primer catedrático de Historia Primitiva del Hombre de la Universidad Central, ante el Dolmen de Menga. En esta página: diseño del Museo del Dólmen de Menga “no realizado” por Joaquín Fernández Ayarragaray en 1898.


MENGA M03 REVISTA DE PREHISTORIA DE ANDALUCÍA JOURNAL OF ANDALUSIAN PREHISTORY Año 5 // Número 03 // 2015

CONTENIDOS/CONTENTS 09

Las instituciones museísticas de Andalucía: Museos Arqueológicos y Conjuntos Monumentales y Arqueológicos. Una reflexión historiográfica José Beltrán Fortes y José Ramón López Rodríguez

23

El Museo de Almería. Historia y formación de la colección arqueológica Ana D. Navarro Ortega

33

Análisis historiográfico sobre la investigación y tutela del Conjunto Monumental de la Alcazaba de Almería María Luisa García Ortega

51

El Museo de Cádiz y sus colecciones de arqueología Juan Alonso de la Sierra

73

250 años de historia de la colección del Museo Arqueológico Municipal de Jerez Rosalía González Rodríguez

93

Historiografía de la investigación y tutela de la ciudad hispanorromana de Baelo Claudia. Tarifa, Cádiz Ángel Muñoz Vicente

125

Museo Arqueológico de Córdoba. Una singular historia María Dolores Baena Alcántara

141

El Museo Arqueológico de Granada. Un recorrido por sus 135 años de historia Isidro Toro Moyano

157

La Alhambra de Granada, un hito para el análisis arqueológico de un monumento Jesús Bermúdez López


Historiografía de las instituciones arqueológicas de Andalucía Historiography of archaeological institutions of Andalusia

175

Los Dólmenes de Antequera: un hito de la Prehistoria de Andalucía Rafael Maura Mijares

193

Un museo de museos. El pasado en el futuro del Museo Arqueológico de Sevilla Concha San Martín Montilla, Diego Oliva Alonso y Manuel Camacho Moreno

215

El Conjunto Arqueológico de Itálica José Ramón López Rodríguez

237

El Conjunto Arqueológico de Carmona: de Juan Fernández López y George E. Bonsor a Facebook Ignacio Rodríguez Temiño y José Ildefonso Ruiz Cecilia



Historiografía de las instituciones arqueológicas de Andalucía Historiography of archaeological institutions of Andalusia José Ramón López Rodríguez y José Beltrán Fortes (editores)


MENGA M03 REVISTA DE PREHISTORIA DE ANDALUCÍA JOURNAL OF ANDALUSIAN PREHISTORY Año 5 // Número 03 // 2015

DIRECTOR/DIRECTOR Bartolomé Ruiz González (Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera) EDITORES/EDITORS Gonzalo Aranda Jiménez (Universidad de Granada) Eduardo García Alfonso (Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía) SECRETARIA TÉCNICA/TECHNICAL SECRETARY María del Carmen Andújar Gallego (Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera) Victoria Eugenia Pérez Nebreda (Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera) CONSEJO EDITORIAL/EDITORIAL BOARD Gonzalo Aranda Jiménez (Universidad de Granada) María Dolores Camalich Massieu (Universidad de La Laguna) Eduardo García Alfonso (Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía) Leonardo García Sanjuán (Universidad de Sevilla) Francisca Hornos Mata (Museo de Jaén) Víctor Jiménez Jaimez (Universidad de Southampton) José Enrique Márquez Romero (Universidad de Málaga) Dimas Martín Socas (Universidad de La Laguna) Ana Dolores Navarro Ortega (Museo Arqueológico de Sevilla) Bartolomé Ruiz González (Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera) Arturo Ruiz Rodríguez (Universidad de Jaén) Carlos Odriozola Lloret (Universidad de Sevilla) María Oliva Rodríguez Ariza (Universidad de Jaén) Margarita Sánchez Romero (Universidad de Granada) CONSEJO ASESOR/ADVISORY BOARD Xavier Aquilué Abadias (Museu d´Arqueologia de Catalunya) Ana Margarida Arruda (Universidade de Lisboa) Rodrigo de Balbín Behrmann (Universidad de Alcalá de Henares) Juan Antonio Barceló Álvarez (Universitat Autònoma de Barcelona) María Belén Deamos (Universidad de Sevilla) Juan Pedro Bellón Ruiz (Universidad de Jaén) Joan Bernabeu Aubán (Universitat de València) Massimo Botto (Consiglio Nazionale delle Ricerche, Roma) Primitiva Bueno Ramírez (Universidad de Alcalá de Henares) Jane E. Buikstra (Arizona State University) Teresa Chapa Brunet (Universidad Complutense de Madrid) Robert Chapman (University of Reading) Miguel Cortés Sánchez (Universidad de Sevilla) Felipe Criado Boado (Consejo Superior de Investigaciones

HISTORIOGRAFÍA DE LAS INSTITUCIONES ARQUEOLÓGICAS DE ANDALUCÍA

Científicas, Santiago de Compostela) José Antonio Esquivel Guerrero (Universidad de Granada) Silvia Fernández Cacho (Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico) Román Fernández-Baca Casares (Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico) Alfredo González Ruibal (Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Santiago de Compostela) Almudena Hernando Gonzalo (Universidad Complutense de Madrid) Isabel Izquierdo Peraile (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de España) Sylvia Jiménez-Brobeil (Universidad de Granada) Michael Kunst (Deutsches Archäologisches Institut, Madrid) Katina Lillios (University of Iowa) José Luis López Castro (Universidad de Almería) Martí Mas Cornellà (Universidad Nacional de Educación a Distancia) Fernando Molina González (Universidad de Granada) Ignacio Montero Ruiz (Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid) Arturo Morales Muñiz (Universidad Autónoma de Madrid) María Morente del Monte (Museo de Málaga) Leonor Peña Chocarro (Escuela Española de Historia y Arqueología en Roma. CSIC) Raquel Piqué Huerta (Universitat Autònoma de Barcelona) José Ramos Muñoz (Universidad de Cádiz) Charlotte Roberts (University of Durham) Ignacio Rodríguez Temiño (Conjunto Arqueológico de Carmona) Robert Sala Ramos (Universitat Rovira i Virgili) Alberto Sánchez Vizcaíno (Universidad de Jaén) Stephanie Thiebault (Centre Nationale de Recherche Scientifique, París) Ignacio de la Torre Sáinz (Institute of Archaeology, University College London) Juan Manuel Vicent García (Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid) David Wheatley (University of Southampton) Joao Zilhão (Universitat de Barcelona) AUTORES/AUTHORS Juan Alonso de la Sierra, María Dolores Baena Alcántara , José Beltrán Fortes, Jesús Bermúdez López, Manuel Camacho Moreno, María Luisa García Ortega, Rosalía González Rodríguez, José Ramón López Rodríguez, Rafael Maura Mijares, Ángel Muñoz Vicente, Ana D. Navarro Ortega, Diego Oliva Alonso, Ignacio Rodríguez Temiño, José Ildefonso Ruiz Cecilia, Concha San Martín Montilla e Isidro Toro Moyano.


EDICIÓN/PUBLISHED BY JUNTA DE ANDALUCÍA. Consejería de Cultura PRODUCCIÓN/PRODUCTION Agencia Andaluza de Instituciones Culturales Gerencia de Instituciones Patrimoniales Manuela Pliego Sánchez Eva González Lezcano

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DISEÑO/DESIGN • Reconocimiento. Debe reconocer los créditos de la obra de la manera especificada por el autor o el licenciador.

Carmen Jiménez del Rosal MAQUETACIÓN/COMPOSITION Francisco José Romero Romero (Agencia Andaluza de Instituciones Culturales) FOTOGRAFÍAS/PHOTOGRAPHS Portada/Front cover: Junta Local de Protección de Monumentos Megalíticos Antequeranos. Autor: Foto Emilio. Fuente: Archivo Histórico Municipal de Antequera. INSTITUCIONES COLABORADORAS/SUPPORTING ENTITIES Instituto Universitario de Investigación en Arqueología Ibérica (Universidad de Jaén). Grupo de Investigación: ATLAS (HUM-694) (Universidad de Sevilla). Grupo de Investigación: GEA. Cultura material e identidad social en la Prehistoria Reciente en el sur de la Península Ibérica (HUM-065) (Universidad de Granada). Grupo de Investigación: PERUMA. Prehistoric Enclosures Research (Universidad de Málaga). Grupo de Investigación de las sociedades de la Prehistoria Reciente de Andalucía y el Algarve (GISPRAYA) (Universidad de La Laguna). ISSN 2172-6175 ISBN 978-84-9959-251-0

• No comercial. No puede utilizar esta obra para fines comerciales. • Sin obras derivadas. No se puede alterar, transformar o generar una obra derivada a partir de esta obra. Al reutilizar o distribuir la obra, tiene que dejar bien claro los términos de la licencia de esta obra. Alguna de estas condiciones puede no aplicarse si se obtiene el permiso del titular de los derechos de autor. Los derechos derivados de usos legítimos u otras limitaciones reconocidas por ley no se ven afectados por lo anterior. La licencia completa está disponible en: http://creativecommons.org/licenses/by-ncnd/3.0/

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MENGA. REVISTA DE PREHISTORIA DE ANDALUCÍA // MONOGRÁFICO Nº 03. 2015. ISBN 978-84-9959-251-0 ISSN 2174-9299


Museo de Almería. Almería cuenta en la actualidad con un Museo Arqueológico moderno, fruto de la colaboración de un grupo multidisciplinar compuesto por técnicos de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía y del Ministerio de Cultura, que realizaron el proyecto museológico, y de la empresa adjudicataria del proyecto museográfico, General de Producciones y Diseño (G.P.D.). El edificio quedó inaugurado el 23 de marzo de 2006. En la imagen, la estratigrafía que recorre en vertical el edificio, de la planta baja a la última planta, proporcionando una continuidad escenográfica a la exposición de piezas que en ellas se muestra. Foto: Fernando Alda.


LAS INSTITUCIONES MUSEÍSTICAS DE ANDALUCÍA: MUSEOS ARQUEOLÓGICOS Y CONJUNTOS MONUMENTALES Y ARQUEOLÓGICOS. UNA REFLEXIÓN HISTORIOGRÁFICA José Beltrán Fortes y José Ramón López Rodríguez

Seña de identidad de nuestra sociedad contemporánea es el valor que damos al Patrimonio Cultural, y dentro de él al Patrimonio Arqueológico1. Con los precedentes de la experiencia ilustrada fue en el siglo XIX cuando el nuevo Estado burgués planteó en Europa la necesidad del reconocimiento del Patrimonio Nacional, justificado en los planteamientos intelectuales de la nueva clase social emergente y las aspiraciones de las nuevas naciones de la Edad Contemporánea. Se articularon los mecanismos, legislativos e institucionales, para la tutela del entonces llamado Patrimonio Histórico-artístico, dentro del que se incluía el arqueológico. No debemos olvidar que la actividad arqueológica también se convirtió en aquel siglo en una práctica social para amplios sectores de la burguesía intelectual y culta, volcada hacia los intereses históricos de corte erudito (Beltrán, 2002). Es por lo que se llama a esa centuria decimonónica el “Siglo de la Historia”. Se impuso una tradicional separación entre los bienes histórico-artísticos muebles e inmuebles, y si para los primeros el Estado burgués creó instituciones de tutela, como los archivos, las bibliotecas y los museos, para los segundos fue incapaz de articular mecanismos pertinentes que adecuaran de manera eficaz –en el ámbito que nos ocupa– la conservación del bien arqueológico inmueble con los intereses socioeconómicos y político-ideológicos. Se generó un conflicto en muchos casos entre intereses contrapuestos, donde las posturas conservacionistas generalmente fueron derrotadas y denostadas como un freno al “desarrollo lógico y moderno de la sociedad”2. En el fondo es un problema que sigue latente actualmente, a pesar de todos los avances en la gestión del patrimonio arqueológico llevados a cabo en los siglos XX y XXI, aunque la legislación ampara ya en estos casos las adecuadas políticas de conservación. Por el contrario, en el siglo XIX se constata el desarrollo del museo de titularidad pública, considerado aquél asimismo como el “Siglo de los Museos”, que tenía como antecedente la amplia experiencia del coleccionismo particular durante la Edad Moderna (López Rodríguez, 2010). También tuvo el museo público una importante vertiente en el campo arqueo-

1 Podemos referirnos sobre el tema, por ejemplo, a la síntesis clásica de Querol y Martínez, 1996. Perspectivas más parciales en Moure, 2006; Pérez-Juez, 2006; Ballart, 2010 ; Bachiller et alii, 2013. 2 Puede verse un significativo ejemplo en el caso de Córdoba durante el siglo XIX, según Palencia, 1995.

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JOSÉ BELTRÁN FORTES Y JOSÉ RAMÓN LÓPEZ RODRÍGUEZ

Museo Arqueológico de Córdoba. En Córdoba el museo de pinturas se había creado en una fecha muy temprana, en 1844. En este museo se reunieron algunos objetos arqueológicos, pocos, unos procedentes de Madinat Al-Zahra y otros de la misma Córdoba. Los miembros de la Comisión de Monumentos desearon siempre tener un museo arqueológico. Para ello se hizo una prospección por la provincia y se excavó en los yacimientos ibéricos de Fuente Tójar y Almedinilla. Con ello se pudo proceder a la creación oficial del museo en 1868. En la imagen se reproduce una vista de una de las galerías del patio donde se exponían antigüedades árabes, en el edificio de la calle Velázquez Bosco (hoy Samuel de los Santos), donde se trasladó el museo en 1926. (Tarjeta postal de la época).

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HISTORIOGRAFÍA DE LAS INSTITUCIONES ARQUEOLÓGICAS DE ANDALUCÍA


LAS INSTITUCIONES MUSEÍSTICAS DE ANDALUCÍA: MUSEOS ARQUEOLÓGICOS Y CONJUNTOS MONUMENTALES Y ARQUEOLÓGICOS. UNA REFLEXIÓN HISTORIOGRÁFICA

lógico, con la expansión –en primer lugar– de los grandes Museos Arqueológicos Nacionales, que en el caso de las grandes potencias eran exponente de una verdadera “arqueología colonialista” o “arqueología imperialista”, como se ha dado en denominar (Trigger, 1992). En segundo lugar, se desarrollaron los museos a nivel provincial o local, respondiendo a las necesidades planteadas por el propio desarrollo de las actividades arqueológicas a esos niveles (Schnapp, 1993), y que asimismo fueron creados por otras instituciones, como las Universidades, los Ateneos y otros tipos de Sociedades, en el marco del gusto por el asociacionismo de la sociedad burguesa (López Rodríguez, 2002, 2008 y 2010; Beltrán, 2009). El siglo XX asistirá al desarrollo de la Arqueología como disciplina científica en los países occidentales, con lo que se revalorizó el valor del yacimiento arqueológico como “laboratorio” privilegiado de la investigación científica en este campo, mediante el perfeccionamiento de los sistemas de registro del

material y depósitos arqueológicos, con el reconocimiento de la estratigrafía. A la par, por ejemplo, se avanza en los criterios de restauración arquitectónica y musealización de los sitios arqueológicos, incluyendo ya conceptos como el territorio o el paisaje (por ejemplo, Criado, 1996; Cacho, 2008; AA.VV., 2010 y 2011 a). Además, se ha generado toda una serie de figuras de protección del Patrimonio Arqueológico, a diferentes niveles (local, regional, nacional, internacional), amparadas por la legislación patrimonial y con recursos proporcionados por la Administración, aunque no siempre suficientes. Ello ha tenido lugar junto a la consideración de la Arqueología ya no sólo como una disciplina científica exclusiva del ámbito universitario y académico, sino un ámbito patrimonial integral (Sanz, 1997), que afecta de manera especial también a la vertiente profesional de intervención arqueológica sobre el patrimonio y su integración, en especial en el contexto urbano actual (Hidalgo, 2010). Ello responde a un concepto amplio de la gestion patrimonial arqueológica, con base en la investi-

Museo Arqueológico de Sevilla. Desde su creación en 1879, este museo había compartido espacio con el del Bellas Artes, pues estaba instalado en tres de las galerías del claustro mayor del edificio (el desamortizado exconvento de la Merced) que los albergaba. Sin embargo, ya entrado el siglo XX, era acuciante la falta de espacio, puesto que no teniendo almacenes, los objetos arqueológicos habían ido colmatando el poco sitio existente en las galerías, lo que dificultaba de hecho la visita. En 1940 había aparecido en Santiponce una escultura de Venus de excelente factura, prácticamente completa. El inspector general de museos, Joaquín María Navascués, estaba decidido a dotar a los museos con mejoras en su presentación, y quizá la aparición de esta estupenda escultura y la imposibilidad física de integrarla en la zona expositiva del museo, fuera el factor que ayudó a que se tomase la decisión de comenzar por el de Sevilla, proyectando un traslado a una nueva sede, el Pabellón Mudéjar en el Parque de María Luisa, traslado que se inició en el año 1942 y se inauguró en1945, con presencia del Jefe del Estado Francisco Franco. La imagen muestra la primitiva instalación de la estatua de Venus en el edificio del Pabellón Mudéjar. (Memorias de los Museos Arqueológicos Provinciales 1945 (Extractos), Madrid, 1946, Lám. XLIII, 1).

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JOSÉ BELTRÁN FORTES Y JOSÉ RAMÓN LÓPEZ RODRÍGUEZ

Museo Arqueológico de Cádiz. El 30 de mayo de 1887 aparecía fortuitamente en Cádiz, en una zona próxima a Puerta de Tierra, una necrópolis púnica y en una de las tumbas un impresionante sarcófago antropoide labrado en mármol. Como consecuencia de este descubrimiento el Ayuntamiento, por acuerdo de 23 de diciembre de ese año, dispuso la creación de un museo para albergar todos los hallazgos de la necrópolis citada. El lugar elegido fue un costado del edificio de la Academia, en el callejón del Tinte, donde se construyó esta portada de aire clásico para dar acceso al recinto. En primer plano se ven los restos de las tumbas púnicas. (“La Ilustración Española y Americana”, 8 de junio de 1891).

gación pero con desarrollo también en la protección, conservación y difusión de los bienes arqueológicos (véase nota 1). En España todo ese proceso se llevó con retraso con respecto a otros países de nuestro entorno debido a la crisis sufrida a lo largo del siglo XIX, que afectó de manera determinante tanto al desarrollo de la disciplina arqueológica en nuestro país, cuanto a la efectividad de las políticas de tutela del Patrimonio Arqueológico, englobado dentro del Histórico-artístico, como se dijo. Es significativo –para el primer caso– la inexistencia de una docencia universitaria española durante todo el siglo XIX, lo que supuso además –por un lado– que España estuviera fuera del movimiento de la “arqueología imperialista” de la segunda mitad del siglo XIX e inicios del siglo XX

propio de otros países, como, por ejemplo, Alemania, Italia, Inglaterra, Austria o Francia. Por otro lado, ello ocasionó que las intervenciones arqueológicas en nuestro país sufrieran graves deficiencias en cuanto a la adopción de nuevas técnicas o de un método de excavación estratigráfico3. Para el segundo caso, se intentó dotar de competencias en la gestión sobre el Patrimonio Arqueológico a las Comisiones Provinciales de Monumentos Históricos y Artísticos, creadas desde 1844, pero el resultado fue muy poco relevante, porque derivaron generalmente sus intereses hacia otras parcelas del Patrimonio Cultural, como las artísticas. En España el nacimiento del museo de titularidad pública estuvo muy vinculado a la desamortización eclesiástica, especialmente a la ocurrida a mitad de la década de 1830,

3 Beltrán, 1995, con especial incidencia en su repercusión en Andalucía.

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LAS INSTITUCIONES MUSEÍSTICAS DE ANDALUCÍA: MUSEOS ARQUEOLÓGICOS Y CONJUNTOS MONUMENTALES Y ARQUEOLÓGICOS. UNA REFLEXIÓN HISTORIOGRÁFICA

Málaga. “Museo Loringiano”. Jorge Enrique Loring y Amalia Heredia, Marqueses de Casa-Loring, fundaron un museo privado en Málaga, en su finca de la Concepción, donde reunieron restos romanos aparecidos en la propia Málaga y en otros lugares de la provincia. A tal objeto, construyeron un museo que tenía la forma de templo dórico, que se hizo del tamaño adecuado para que su pavimento fuera un mosaico con los trabajos de Hércules, aparecido en Cártama y adquirido para la colección. Ya cerca del final de su vida, a fines del siglo XIX, Jorge Enrique Loring adquirió la colección dieciochesca de lápidas y esculturas de Pedro Leonardo de Villacevallos, de Córdoba, que fue trasladada a su finca malagueña de la Concepción. Actualmente la mayor parte de estas piezas arqueológicas forman parte de los fondos del Museo de Málaga. Según López Rodríguez, 2008: 59.

por cuya causa llegaron a manos del Estado multitud de obras de arte que fueron el núcleo fundacional de los primeros museos públicos de Bellas Artes, algunos con secciones de antigüedades o arqueológicas (López Rodríguez, 2002, 2008 y 2010). Decenios después, la creación del Museo Arqueológico Nacional, en Madrid, entre las décadas de 1860 y 1870 supuso asimismo un impulso a la creación de Museos Arqueológicos Provinciales autónomos. No debe olvidarse que la España liberal de Isabel II trajo como uno de los cambios fundamentales frente al Antiguo Régimen la división del territorio nacional en provincias propia de este siglo XIX; en ese marco se consolida una protección del patrimonio también con carácter provincial con el colofón de que los museos adoptan también este carácter provincial, pues se procura que exista uno en cada provincia, generalmente con el protagonismo de las referidas Comisiones Provinciales de Monumentos. Así, a las primeras colecciones de bellas artes se fueron sumando poco a poco colecciones arqueológicas, las cuales desembocaron al

final del siglo XIX en muchos casos en la constitución de museos arqueológicos independientes, los cuales llevarían una vida institucional muy distinta a la de los Museos de Pintura o de Bellas Artes. Así ocurre –para el caso de Andalucía– en cuatro provincias donde se crean Museos Arqueológicos en los últimos decenios del siglo XIX: Córdoba (1868), Sevilla (1879), Granada (1879) y Cádiz (1887). En Andalucía incluso se debe destacar la formación del primer “Museo de Sitio” en la Necrópolis Romana de Carmona, a mediados de la década de 1880, realizada por Jorge Bonsor (Maier, 1999), junto a Museos Municipales, como el de Sevilla a fines de la centuria, aunque con una azarosa vida (López Rodríguez, 2002 y 2010). Es por ello que el siglo XIX significó para la Museología un punto de inflexión, pues en su transcurso eclosionó y se generalizó el museo de titularidad pública, concepto que sólo tenía escasos precedentes en momentos anteriores. El siglo XX marca un cambio importante en España también en el ámbito arqueológico, bajo el impulso

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JOSÉ BELTRÁN FORTES Y JOSÉ RAMÓN LÓPEZ RODRÍGUEZ

del regeneracionismo ocasionado por la pérdida de las colonias y el Desastre de 1898 (Beltrán, 2008 a y b). Tres son los puntos básicos a destacar: en primer lugar, la presencia ya desde 1900 de una docencia de Arqueología en la universidad, aunque primeramente sólo en la Central de Madrid, donde destacarán las cátedras de José Ramón Mélida (Díaz-Andreu, 2004; Casado, 2006) y Antonio García y Bellido, en Arqueología, y de Hugo Obermaier, en Prehistoria. En segundo lugar, el desarrollo de la Arqueología en el marco de la Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (surgida en 1907), con la creación del Centro de Estudios Históricos en 1910 y la Comisión de Investigaciones Paleontológicas y Prehistóricas en 1912, el mismo año que se creaba en Roma la Escuela Española de Historia y Arqueología, el único centro español con vocación arqueológica que existe en el extranjero. Finalmente, en tercer lugar, la promulgación en 1911 de la Ley de Excavaciones Arqueológicas en España, con su Reglamento aparecido al año siguiente, que por vez primera en nuestro país articulaba las intervenciones arqueológicas oficiales.

Es de destacar que dos de los cinco principales yacimientos arqueológicos sobre los que se volcaron las subvenciones públicas entre 1912 y 1936 se situaban en Andalucía (Díaz-Andreu, 1997): Madinat al-Zahra (con el 22,3% del total de subvenciones), Mérida (con el 17,6%), Itálica (con el 13%), Numancia ( con el 6%) y Sagunto (con el 5,3%), acompañados por intervenciones de restauración más o menos amplias, como las del “Salón Rico” de Madinat al-Zahra o el Anfiteatro de Itálica. Asimismo las “Ruinas de Itálica” fueron declaradas entre 1912 y 1913 Monumento Nacional, para favorecer su tutela y gestión (Amores y Beltrán, 2012). No es sorprendente que ambos yacimientos tengan actualmente consideración de Conjuntos Arqueológicos. En el caso de los Museos Arqueológicos Provinciales, junto a los ya existentes desde el siglo XIX, en la primera mitad del siglo XX se irán paulatinamente creando estas instituciones en todas provincias, aparte de otra serie de Museos Municipales o Locales, como podría ser, por ejemplo, el de Jerez de la Frontera. En la década de 1970 se trató de dar

Conjunto Arqueológico de Baelo Claudia. En la ensenada de Bolonia, cerca de Tarifa, se encuentran los restos de esta ciudad romana que ha sido profusamente excavada durante el siglo XX. Su valor histórico y arqueológico es incalculable y su ubicación, bucólica, en pleno parque natural del Estrecho, por lo que no extraña que sea uno de los centros culturales más visitados de la provincia de Cádiz. En el año 2007 fue dotado con un Centro de Recepción de visitantes, obra del afamado arquitecto Guillermo Vázquez Consuegra. En su interior cuenta con una sala de exposición donde se muestran los hallazgos de las excavaciones en el yacimiento, tal como se muestra en la imagen. (Foto: José Ramón López Rodríguez).

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LAS INSTITUCIONES MUSEÍSTICAS DE ANDALUCÍA: MUSEOS ARQUEOLÓGICOS Y CONJUNTOS MONUMENTALES Y ARQUEOLÓGICOS. UNA REFLEXIÓN HISTORIOGRÁFICA

Conjunto Arqueológico de Madinat Al-Zahra. Esta ciudad islámica, que fue mandada construir por el primer califa de al-Andalus, Abd al-Rahman III en el año 936 ó 940, es considerada como una de las cumbres del arte islámico, tanto por su urbanismo como por la riqueza de sus programas decorativos. En los últimos años está siendo beneficiado por unas intensas campañas de restauración que pretenden devolverle el esplendor que gozó en épocas pretéritas. La abundancia de inversiones tuvo también como fruto la creación de un moderno museo que sirve de antesala a la visita del yacimiento. Fue inaugurado en 2009 por la Reina Sofía y en 2010 fue Premio AgaKhan de Arquitectura. (Foto: IAPH, signatura 70/0041472; autor:José Morón).

uniformidad a los Museos Arqueológicos y a los de Bellas Artes, y se planteó la necesidad de unir todos los museos estatales de una misma provincia, cosa que sólo se logró en algunos casos, como en los de Jaén, Huelva o Málaga. Ello en paralelo, sobre todo durante la segunda mitad del siglo XX, al desarrollo universitario de la Arqueología, con el aumento de cátedras de Arqueología y de Prehistoria en muchas universidades españolas que, tras la muerte de Franco en 1975 y el consiguiente proceso de democratización, permitieron una mayor permeabilidad a las nuevas corrientes teórico-metodológicas generadas fuera de nuestro país (Arqueología Marxista; Arqueología Procesualista) (Gutiérrez, 1997; Johnson, 2000) y, por ende, en un desarrollo de las capacidades y conocimientos de aplicación tecnológica y analítica

en el ámbito de las intervenciones arqueológicas y de laboratorio. Se produjo una interacción más adecuada entre ciencia y sociedad. La Arqueología española se puso en la segunda mitad de la centuria al nivel de la disciplina de otros países de nuestro entorno debido al gran esfuerzo humano y de recursos generado, aunque –justo es reconocerlo– todo ello lo ha ralentizado la crisis de los últimos años en esos dos niveles, por la falta de incorporación de nuevos docentes e investigadores a los equipos existentes y por el retroceso en las dotaciones de la investigación arqueológica. Por otro lado, la asunción de competencias en materia de Patrimonio Cultural a mediados de la década de 1980 por parte de la Comunidad Autonómica de Andalucía, en el marco del nuevo Estado de las Autonomías, se produjo de manera casi paralela

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JOSÉ BELTRÁN FORTES Y JOSÉ RAMÓN LÓPEZ RODRÍGUEZ

Carmona. “Vitrinas en el museo de la necrópolis de Carmona”. En 1881 Jorge Bonsor y el farmacéutico Juan Fernández López, aficionados a las antigüedades, compran los terrenos donde se halla una de las necrópolis romanas de Carmona al objeto de excavarla. Se iniciaba así una experiencia única en aquel momento en España, por el tratamiento arqueológico que se dio a esta necrópolis, que supo combinar el de centro de investigación con la visita pública al yacimiento. Como no podía ser de otro modo, se erigió un museo en el lugar (también quizá el primer museo de sitio en España) donde exponer lo hallado, a la par que servía de gabinete a Jorge Bonsor. La museografía que vemos en la imagen fue retirada entre 1965 y 1975, siendo directora Concepción Fernández Chicarro (Foto: Archivo General de Andalucía, nº catálogo 2; Signatura AGA F-0004).

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HISTORIOGRAFÍA DE LAS INSTITUCIONES ARQUEOLÓGICAS DE ANDALUCÍA


LAS INSTITUCIONES MUSEÍSTICAS DE ANDALUCÍA: MUSEOS ARQUEOLÓGICOS Y CONJUNTOS MONUMENTALES Y ARQUEOLÓGICOS. UNA REFLEXIÓN HISTORIOGRÁFICA

Conjunto Arqueológico de Cástulo, en el municipio de Linares. El Conjunto Arqueológico de Cástulo ha sido creado en 2011 y es por lo tanto el último en incorporarse a los conjuntos arqueológicos creados y gestionados por la Junta de Andalucía, como el de los Dólmenes de Antequera, en Málaga, de Itálica y de Carmona, en Sevilla, de Baelo Claudia, en Cádiz, y de Madinat al-Zahra en Córdoba, a los que hay que añadir los conjuntos monumentales de La Alhambra y El Generalife, en Granada, así como el de la Alcazaba de Almería. En la imagen se ve el centro de recepción de visitantes inaugurado también en 2011, un edificio de diseño vanguardista en el que dominan las líneas rectas, situado a la entrada del Conjunto Arqueológico de Cástulo (Foto: José Ramón López Rodríguez).

a la promulgación de la Ley de Patrimonio Histórico Español de 1986, que tuvo su referente en la Ley de Patrimonio Histórico de Andalucía de 1991, posteriormente renovada en la Ley de 2007. Novedad en la política de tutela arqueológica de la Junta de Andalucía fue la creación desde el año 1986, en el marco del I Plan General de Bienes Culturales, de las figuras de los Conjuntos Monumentales y de los Conjuntos Arqueológicos para la gestión de yacimientos arqueológicos singulares, de especial protección (Beltrán, 2009). Actualmente son los Conjuntos Monumentales de La Alhambra y El Generalife, en Granada, así como de la Alcazaba de Almería; y los Conjuntos Arqueológicos de Dólmenes de Antequera, en Málaga, de Itálica y de Carmona, en Sevilla, de Baelo Claudia, en Cádiz, de Cástulo, en Jaén, y de Madinat al-Zahra en Córdoba. Si bien, desde la nueva ley citada de 2007, han pasado a ser considerados como Conjuntos Culturales incluidos dentro de la Red de Espacios Cul-

turales de Andalucía, incorporándose en la ley una nueva figura de gestión patrimonial que es el Parque Cultural (un ejemplo en AA.VV., 2011 b). Durante los años 2010 y 2011 los dos editores de este volumen tuvimos la oportunidad de dirigir sendos cursos de otoño que, bajo el título general de “Antequera Milenaria”, organizó el Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera. El objetivo de aquella interesante iniciativa era “la presentación de la institución del Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera a la sociedad a través de una serie de conferencias mediante las cuales se den a conocer los avances en materia científica, institucional y divulgativa dentro del ámbito de la Prehistoria [y de la Arqueología] y de la Tutela del Patrimonio”. Fruto de aquellos dos cursos fue el conocimiento de una realidad de investigación y tutela, rica y diversa, que afectaba de manera directa a los principales hitos del Patrimonio Arqueológico de Andalucía, concretados

MENGA. REVISTA DE PREHISTORIA DE ANDALUCÍA // MONOGRÁFICO Nº 03. 2015. PP. 9-21. ISBN 978-84-9959-251-0 ISSN 2174-9299 // LAS INSTITUCIONES MUSEÍSTICAS EN ANDALUCÍA

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en los Conjuntos Monumentales y Arqueológicos, así como en los Museos Arqueológicos. En el caso de los segundos hemos de considerar que el museo público es una colección, pero como tal no es algo estático, como una foto del pasado. Todo lo contrario, la colección es algo que se va formando día a día, y sobre la que incide directamente la aportación de piezas que proporciona la Arqueología, ya sea con los frutos de la investigación, ya con los hallazgos casuales que son investigados a posteriori. A todos se nos viene a la cabeza destacados ejemplos de cómo no solo una pieza ha dado origen a un museo (como el descubrimiento del sarcófago antropoide al Museo de Cádiz en 1887; o el de la Venus de Itálica

como el detonante del actual Museo de Sevilla en el edificio del Parque de María Luisa, entre 1941-1946), sino también cómo la incorporación de hallazgos importantes ha hecho que se modifique la exposición (en el caso del segundo la más recietne exposición de El Carambolo). Esta dinámica obliga a una continua readaptación de las colecciones para asumir e incorporar las nuevas piezas, que obligan a que los museos se estén continuamente reescribiendo. Esto tiene mucho interés, porque no es ya la colección como conjunto de piezas, sino que el discurso del museo tiene que estar adaptándose continuamente a tenor de los ingresos, añadiendo matices, como capas, a su personalidad en un enriquecimiento continuo. Este factor temporal es como una tercera

Conjunto Monumental de la Alcazaba de Almería. Dominando la ciudad y vigilando el litoral marino, el bastión defensivo de la Alcazaba de Almería impone su presencia como una de las mayores fortalezas islámicas de la Península Ibérica. Para tutelar este importante yacimiento, la Junta de Andalucía creó en 1989 el Conjunto Monumental de la Alcazaba, desde el que se dirige la gestión y la investigación del monumento islámico. (Foto: IAPH, signatura 70/0084045; autor: Juan Carlos Cazalla).


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dimensión en la colección del museo. Esta visión diacrónica de los museos es de un enorme interés, porque nos abre la puerta a nuevas lecturas de sus colecciones. Lo mismo ocurre en el caso de los Conjuntos Arqueológicos y Conjuntos Monumentales de Andalucía, que suponen para el caso de nuestra Comunidad ejemplos señeros de cómo se han investigado y protegido los principales yacimientos arqueológicos de nuestro territorio, las circunstancias que llevaron a su consideración y declaración como tales y las vicisitudes diversas que han tenido y tienen hasta la actualidad. En efecto, en aquellos dos cursos todo ello fue analizado desde una perspectiva básicamente historio-

gráfica, pasando revista a la formación de tales instituciones y su diverso desarrollo en el tiempo hasta prácticamente la actualidad. Ello enlazaba con un extraordinario desarrollo de la Historiografía Arqueológica a nivel general en España en los últimos decenios, superando anteriores planteamientos de simples historias de la investigación o insuficientes métodos de trabajo básicamente expositivos y acríticos. Es habitual asistir actualmente en España a reuniones y congresos específicos sobre Historiografía Arqueológica, como supone la celebración en diciembre de 2014 del IV Congreso Internacional de Historia de la Arqueología en España, bajo el título “150 años de Historia de la


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Arqueología en España: Teoría y Método de una disciplina”. Todos ellos despiertan un gran interés por la riqueza de enfoques de análisis histórico que contemplan, mediante un estudio global de un proceso histórico con múltiples facetas y que se amplía aún más si lo analizamos no sólo desde la perspectiva disciplinar, sino desde la del Patrimonio Arqueológico en su conjunto. Como coordinadores de aquellos cursos hemos de reconocer que se trató de una experiencia excepcional, llevada a cabo por los propios directores o investigadores de esas instituciones, lo que proporcionó a los asistentes una visión lo más completa posible del fenómeno de institucionalización patrimonial en Andalucía en el ámbito arqueológico, desde las dos visiones tradicionales de los bienes inmuebles y muebles. Por ello y bajo el amparo que de nuevo nos proporciona el Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera hemos aunado esfuerzos y coordinado una monografía que resume las principales aportaciones llevadas a cabo en los referidos cursos. El objetivo básico es optimizar aquel importante esfuerzo dándole una mayor amplitud de difusión mediante su publicación en uno de los volumenes de la serie Monografías de Menga, que edita el Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera. El objetivo científico es analizar la relación existente entre la práctica arqueológica (y los resultados de esa práctica, el sitio y los objetos arqueológicos) y la formación de un coleccionismo institucional así como una gestión del yacimiento, desde la perspectiva en ambos casos del patrimonio arqueológico (cultural). No hemos incluido todos los casos tratados entonces por diversas circunstancias, pero creemos que lo reunido justifica su publicación, pues conjuntamente ofrece el panorama hasta ahora más completo que se ha elaborado en estudios de enfoque historiográfico sobre estas instituciones museísticas, en la consideración de los Conjuntos Arqueológicos y Monumentales también como verdaderos museos, en cuanto que tienen espacios expositivos y colecciones museísticas. Para el caso de los museos contamos con los estudios referidos a los cuatro de mayor trayectoria histórica, creados en el siglo XIX: Córdoba, Sevilla, Granada y Cádiz, mientras que el del Museo de Almería es exponente de los creados durante el siglo XX, compelementándose con el excepcional ejemplo del Museo Arqueológico Municipal de Jerez de la Frontera. Quedan fuera los Museos de Huelva,

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Jaén y Málaga, inserto este último en la profunda remodelación, después de un largo período de cierre, que ofrecerá un espléndido espacio museístico nuevo en el antiguo edificio de la Aduana de esa capital. Para el caso de los Conjuntos Arqueológicos y Monumentales contamos con los de Itálica, Carmona, Baelo Claudia, Dólmenes de Antequera, Alhambra-Generalife y Alcazaba de Almería, con la única excepción del actual Conjunto Arqueológico de Cástulo, de reciente creación. Sólo nos resta, como editores de esta monografía, agradecer al Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera su apoyo, tanto en el marco de aquellos cursos referidos de los años 2010 y 2011, cuanto por confiar en la nueva propuesta de edición de este libro que, como se decía, supone el esfuerzo más notable por ahora de presentar de manera conjunta el análisis historiográfico de buena parte de las más importantes instituciones museísticas de Andalucía, incluyendo Museos Arqueológicos y Conjuntos Arqueológicos y Monumentales.

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Vista parcial de la sala dedicada a Los Millares. Foto: Miguel Ă ngel MarĂ­n.


EL MUSEO DE ALMERÍA. HISTORIA Y FORMACIÓN DE LA COLECCIÓN ARQUEOLÓGICA THE MUSEUM OF ALMERIA. HISTORY AND FORMATION OF ARCHAEOLOGICAL COLLECTION Ana D. Navarro Ortega [Conservadora de Museos de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía]. [ anad.navarro@juntadeandalucia.es ]

Resumen

Summary

El presente trabajo presenta una síntesis del recorrido histórico del Museo de Almería. El proyecto de recopilación documental realizado en el centro en los últimos años ha permitido el estudio de la formación de la colección arqueológica que actualmente custodia la institución.

This article presents a synthesis of the Almería´s Museum development. The documental compilation made the last years allows the study of the current archaological collection.

Las circunstancias políticas, y el desarrollo de las instituciones de tutela arqueológica en la provincia han condicionado la propia historia del Museo.

Political circumstances and the birth of institutions for heritage protection have conditionated the Museum´s History.

Keywords: Almería´s Museum; Civil-War; Collections; Archaeological Objects.

Palabras clave: Museo de Almería; Guerra Civil; Colecciones; Objetos Arqueológicos.

MENGA. REVISTA DE PREHISTORIA DE ANDALUCÍA // MONOGRÁFICO Nº 03. 2015. PP. 23-31. ISBN 978-84-9959-251-0 ISSN 2174-9299 // MUSEO DE ALMERÍA

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ANA D. NAVARRO ORTEGA

El presente trabajo recorre la trayectoria de la institución Museo de Almería desde sus inicios. Los datos aportados parten de la experiencia profesional vinculada a la institución durante los años 2005-2013. En la organización del trabajo de este período distinguimos un primer momento dedicado por completo a la reapertura pública del centro en marzo de 2006. A partir de esta fecha, se estableció una nueva línea de trabajo orientada por un lado a fomentar la vinculación entre el centro y el público, su integración en el circuito cultural de la provincia y su apertura a la ciudad. Por otro lado, se impulsó un programa consistente en el estudio valoración y reorganización de la colección en los nuevos almacenes del edificio. La construcción que alberga hoy el Museo se sitúa en el mismo solar que había ocupado el Colegio Santa María del Mar, sede del Museo desde el año 1982 hasta 1991, fecha en la que los problemas de aluminosis que afectaban la estructura interna obligaron al cierre público del edificio. Esta construcción fue demolida, en 2002 se recepcionó la nueva sede proyectada por los arquitectos García de Paredes y García Pedrosa. El proyecto arquitectónico ha sido objeto de premios y menciones que han destacado la óptima integración urbanística en el entorno, la apertura de un espacio polivalente a la ciudad, la gran plaza antesala del Museo, el equilibrio de volúmenes, etc. La puesta en marcha del museo, la instalación museográfica y el proyecto museológico ejecutado por la empresa General de Producciones y Diseño (GPD), han sido reconocidos con la Mención de Honor Europea del European Museum Forum en 2008. El discurso expositivo refleja el carácter peculiar y singular de la arqueología en Almería, los grupos sociales de la Prehistoria Reciente, el protagonismo otorgado a las denominadas culturas de Los Millares y El Argar datadas en el III y II milenio a.n.e imprimen un carácter único a la institución. Desde el inicio de esta etapa en el museo, después de la reapertura pública, ha quedado claro que el estudio, inventariado y clasificación de las colecciones constituyen tareas fundamentales para el desarrollo de la institución. La investigación es la clave del crecimiento de cualquier museo arqueológico. Todo aquello que la institución realiza, las actividades de difusión que emanan del centro, han de estar

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soportadas por el conocimiento en profundidad de la colección. Sólo de esta forma conseguimos imprimir singularidad y calidad a las propuestas culturales ofrecidas al público. Desde esta perspectiva, se abordó un proyecto a medio plazo de recopilación documental sobre el centro y sus colecciones, que ha consistido en la localización, estudio y clasificación de la documentación histórica existente en el Museo. Una vez realizada esta labor, quedó constatada la ausencia de una parte importante de la información relativa al centro, tanto administrativa como técnica. Asumiendo esta ausencias, se inició una búsqueda en las instituciones a las que el Museo por su propia andadura histórica había estado vinculado. Se han consultado y realizado copias digitales de la documentación existente en los Archivos de la Excma. Diputación Provincial, el Archivo Histórico Municipal de Almería, el Archivo General de la Administración, y el Archivo de la Delegación Provincial de Cultura de la Consejería de Educación, Cultura y Deporte de Almería. El estudio de éstos y otros documentos ha permitido la realización de este trabajo.

RECORRIDO HISTÓRICO DE LA INSTITUCIÓN La andadura de la institución comienza años antes de la promulgación del Decreto de Creación del Museo en 1933. La gestión de la arqueología territorial, el desarrollo de las instituciones de tutela patrimonial, y las numerosas actuaciones arqueológicas de la provincia han definido el carácter de la colección del Museo de Almería. Por tanto, instituciones, hallazgos, compras, donaciones y actividades de investigación han conformado el carácter y composición de la colección del centro. En este trabajo, no podemos olvidar el papel desempeñado por las personas que, primero, impulsaron el nacimiento oficial del Museo y, en segundo lugar, de aquellas que lo han conducido durante estos años. Establecemos tres etapas para el estudio del Museo: 1. Desde el siglo XIX hasta 1933. 2. De 1933 a 1979 3. De 1979 a la actualidad.


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1. DESDE EL SIGLO XIX HASTA 1933 Son escasas las noticias que tenemos sobre la composición y formación de las colecciones previas a la creación del Museo de Almería en 1933. Las colecciones que dieron origen al nuevo museo fueron de una parte la existente en el museo del Instituto Provincial. Promovida por personalidades vinculadas a la enseñanza, política y cultura de la ciudad. Diego Jiménez de Cisneros, Florentino Castro Guisasola, Joaquín Santisteban, o Antonio Relaño Jiménez profesor de Historia en la Escuela Normal de Magisterio, así como el Presidente de la Diputación de Almería, Juan María de Madariaga y Orozco propiciaron la creación de este museo. De otra parte, la colección existente en la Comisión Provincial de Monumentos. Vinculado a ésta, fue Miguel Ruiz de Villanueva, el fundador del Museo Arqueológico de la ciudad, según hace referencia un documento de la Comisión Provincial de Monumentos en 18741.

“proyecto” de intervención arqueológica se recoge que la Comisión :” ... se reserva también los objetos artísticos e históricos; con el fin de que expuestos en el museo sirvan de ornamento público, de recreación y estudio a los presentes y a la posteridad.... Se conservarán las habitaciones, y los trozos de arquitectura que se encuentren, hasta concluida la escavación se dé al terreno el destino que la sociedad crea conveniente...”3. Este proyecto testimonia la primera propuesta de intervención arqueológica en el conjunto histórico de Almería, al interior del espacio urbano definido por las murallas. Sin embargo, la ciudad tendría que esperar el impulso dado por Luis Siret y Cels para, a partir de su donación al Estado, consolidar la formación de un museo amparado por el Gobierno Central.

2. DE 1933 A 1979 Los datos consultados sobre la Comisión Provincial de Monumentos revelan que en Almería no existe, al menos oficialmente, una colección numerosa de objetos histórico-artísticos, y que incluso los monumentos a los que se alude en un interrogatorio pasado al consistorio de la ciudad con fecha 1845 se declara la existencia de numerosos bienes eclesiásticos pero ninguna ruina romana, o prehistórica y ninguna batalla o suceso histórico relevante. De las “ ruinas árabes”, la Alcazaba se menciona como “ ...Solo se conserva la Alcazaba que es un antiguo Castillo, dónde las obras árabes se ven mezcladas con otras modernas... En la ciudad se encuentran muchas sepulturas y lápidas árabes. Estas son de mármol y con inscripciones, están bien conservadas. También se encuentran algunas monedas...”2. Recogemos la evidencia de la existencia de un museo vinculado a la Comisión de Monumentos en un documento del año 1845. Se decide crear una Sociedad promotora de una excavación arqueológica en la ciudad, en los terrenos denominados el Reducto. En el

El Decreto de 28 de marzo de 19334 estableció la creación del Museo de Almería. La gestión del mismo se derivó a un Patronato formado por el Presidente de la Diputación y Presidente del Ayuntamiento, los directores de la Escuela de Artes y del Instituto de Enseñanzas Medias, el Presidente de la Comisión Provincial de Monumentos, el Delegado de Bellas Artes, un funcionario facultativo del cuerpo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, Luis Siret y Cels, Francisco Luxán Zabay y el Director del Museo, Juan Cuadrado Ruiz. El Presidente de este Patronato sería el Presidente de la Diputación Provincial de Almería. El mismo Decreto de creación del Museo designaba al que fue primer director de la institución, Juan Cuadrado Ruiz. La colección del Museo en estos años quedó constituida por los fondos existentes en el Instituto de Enseñanza Media, la colección de la Comisión Provincial de Monumentos, también las donaciones,

1 Archivo Histórico Municipal de Almería, AMA: Correspondencia para la Comisión Provincial de Monumentos Históricos Artísticos de Almeria. Legajo 169, Documento 78. 2 AMA: Copia de las repuestas dadas por el Alcalde a la Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos de la provincia. Legajo 664, Documento 22. 3 AMA: Expediente de cesión por parte del Ayuntamiento a la Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos de la provincia de Almeria de unos terrenos en el Reducto. Legajo 270, Documento 14.En 1840 hubo otro intento de edificar el mencionado solar, pero fue infructuoso. 4 Gaceta de Madrid, nº 94, 4 de abril de1933.

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depósitos de particulares y corporaciones municipales, así como los duplicados del legado Siret al Estado depositados en el MAN5 y los objetos procedentes de excavaciones costeadas por el Estado en la provincia de Almería. De esta forma quedaba establecido el marco institucional y comenzaba la andadura estatal de la institución. El problema de la instalación física del centro, el espacio, constituyó el primer asunto por resolver. Previamente a la creación del Museo, en 19326, se había consultado al director de la Escuela de Artes y Oficios para la cesión de espacio de la escuela al museo. Dos salas en la segunda planta del hoy Instituto de Enseñanza secundaria Celia Viñas en Javier Sanz se conformaron como la primera sede del museo. El lugar ofrecía una serie de problemas que fueron agravándose con el tiempo. Insuficiente y condicionado a la actividad docente del instituto, carente de personal suficiente y de equipamiento propio. La falta de vitrinas y de instalaciones apropiadas impidieron el incremento de la colección. El periodo de la guerra civil y su incidencia en el Museo ha quedado reflejado en algunos documentos. El edificio en el que el centro se había instalado fue bombardeado en el ataque aéreo a la ciudad en mayo de 1937, además, fue sede de acogida de los refugiados de Málaga. La colección en parte fue retirada por personal del centro, el portero, quedando la duda de la reintegración total de la colección al museo. Durante el estallido de la guerra el director Juan Cuadrado se encontraba en Totana por razones familiares quedando el Museo en situación administrativa de abandono. Pedro Segado Rodríguez se encargó de la institución y evitó pérdidas mayores. Con fecha 9 de julio de 19377 el Presidente de la Junta Central del Tesoro Artístico da traslado de la necesidad de nombrar a personas para la recogida de obras de arte o para constituir la Junta Delegada de Protección, Incautación y Salvamento del Tesoro Artístico

que sería presidida por el Consejero de Cultura, se informaba al Museo de la necesidad de realizar esta labor para salvaguardar los intereses intelectuales del país. En 1937 Juan Cuadrado regresa a Almería y es sometido a un expediente de depuración8, será declarado afecto al Movimiento y reincorporado a su puesto. Otros trabajadores del Museo fueron objetos de expedientes de depuración. La década de los 40 imprimen cierta voluntad de crecimiento a la institución, se fomentan las intervenciones arqueológicas vinculadas a otros organismos oficiales de investigación, (Instituto de Prehistoria de Madrid, Seminario de Historia Primitiva del Hombre, Museo de Cartagena...) y se piensa en dotar a la institución de un nuevo edificio. Con la donación del gobernador Manuel Urbina Carrera se incorporan a la colección piezas singulares como el Buen Pastor de Gádor, algunas inscripciones conmemorativas, lápidas, o el bajo relieve islámico figurativo9. La Comisión Gestora de la Diputación Provincial solicitó en 1940 al Museo Nacional de Arte Moderno y a la Dirección General de Bellas Artes algunos cuadros en depósito, ingreso que no se llega a realizar por la ausencia de salas e instalaciones. Existía cierto interés por parte de los gestores municipales en dotar al Museo de una sección de Bellas Artes para completar la colección arqueológica, definiendo la corporación la colección del museo como “... salvada milagrosamente del saqueo de los rojos, ...encontrándose ejemplares únicos en el mundo, como el hacha neolítica enmangada en madera ... figura también en el Museo una notable colección de objetos protocélticos, romanos, cartagineses y árabes y una, magnífica, de numismática...”10. En 1940 se inician gestiones para la construcción de un nuevo edificio en la ciudad destinado a Archivo, Biblioteca y Museo. Almería había sido designada entre 25 capitales españolas susceptibles de recibir una subvención estatal a tal objeto. La Diputa-

5 Nunca ingresaron en el Museo de Almería los “duplicados” o “repetidos” que formaban la colección entregada al Estado y custodiada en el Museo Arqueológico Nacional. Parte de la documentación de las intervenciones arqueologicas desarrolladas en la provincia almeriense y los cuadernos de campo de Pedro Flores, capataz de Luis Siret, que actualmente están digitalizados, fueron solicitados en 2005 al MAN. Desde 2015 el Museo Arqueológico Nacional ofrece online esta documentación. 6 Archivo Diputación Provincial de Almería. ADPA. Legajo 881, Documento de 23 de abril de 1932. 7 ADPA: Legajo 881, Expediente nº 6. 8 ADPA: Juan Cuadrado. Director del Museo Arqueológico. Legajo 815, Expediente nº 55. 9 ADPA: Museo Arqueológico Provincial. Sobre donativos. Legajo 881, Expediente nº 6. 10 ADPA: Legajo 1285.

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ción estimó aportar un solar y 75.000 pesetas para completar la subvención de 500.000 asignada por el Estado. Finalmente no se realizó esta edificación y el Museo no tendría su sede definitiva hasta 2002.

publicación de Luis Siret, Villaricos y Herrerias13, por lo que entendemos que parte de la colección Siret que no viajó a Madrid fue regalada, o transferida a Juan Cuadrado, su discípulo.

La instalación museográfica en estos años continúa siendo precaria, Juan Cuadrado en 1943 plantea a la Diputación la necesidad de adquisición de vitrinas ya que las existentes se encuentran en mal estado11. En 1949 se han iniciado excavaciones sistemáticas en la provincia, Tabernas, Los Millares y Cueva Ambrosio proporcionan numerosos materiales que el museo aloja con dificultad. En estos años, el director realiza numerosos viajes y acude a Congresos y Seminarios en Madrid, Murcia y Cartagena. Almería se constituyó en 1949 sede del I Congreso Nacional de Arqueología, y la Diputación aporta algunas cantidades económicas y personal para los trabajos desarrollados en Los Millares y otros yacimientos.

La Colección Cuadrado14, la procedente de la Comisión Provincial de Monumentos, los objetos recopilados por los docentes del Instituto de Enseñanza Media, las piezas extraídas en las excavaciones realizadas en Cueva Ambrosio, o los depósitos de algunos particulares constituyen las principales aportaciones de objetos para el museo hasta mediados del siglo XX. Los Millares, Almizaraque, El Garcel, Villaricos, Rozaipón, La Bastida, Los Blanquizares de Lébor15, Cueva Ambrosio, El Arteal, Cerro de Montecristo, Cerro del Espíritu Santo, constituyen los principales puntos de procedencia de los objetos custodiados en el Museo en estos momentos, y en un porcentaje elevadísimo éstos materiales forman parte de un depósito particular del director Juan Cuadrado.

Juan Cuadrado realiza en el año 194512 la obra “ Una visita al Museo Arqueológico Provincial de Almería (Avance al Catálogo definitivo de sus fondos y colecciones)”, siendo éste un documento clave para conocer el origen y composición de las colecciones del Museo. Existen en estos momentos gran cantidad de objetos alojados en vitrinas, colgados en las paredes y sobre el pavimento del despacho de dirección y salas del Museo. De las 5 vitrinas iniciales, en la obra se describen 10, además de numerosos estantes y composiciones de material lítico colocadas en los paramentos. La colección está formada mayoritariamente por los objetos procedentes del depósito particular del director, de sus excavaciones en algunas cuevas de la provincia, y de sus actuaciones en Blanquizares de Lébor, la Bastida y otras zonas de Murcia. Una parte importante de esta colección la constituyen numerosos objetos de Villaricos, algunos incluidos en la

En 1949, la Comisión Gestora del Museo acordó renombrar la institución como Museo Luis Siret y reclamar los duplicados de su colección depositada en los almacenes del MAN16. En 1952 muere Juan Cuadrado, se dictamina el precinto y clausura provisional del museo17. La Diputación levantará la clausura en 1953 y solicitará la redacción de un inventario para determinar la propiedad de los objetos depositados en el museo, por un lado la colección Juan Cuadrado, por otro la colección de Diputación y por último los objetos procedentes de las intervenciones arqueológicas en Tabernas realizadas por el Seminario de Historia Primitiva del Hombre y la Universidad de Madrid. La colección personal del director fue adquirida en gran parte por la Diputación Provincial tras algunas negociaciones con los herederos de Juan Cuadrado.

11 ADPA : Legajo, 881, Expediente nº 6. 12 Editada en 1949. 13 Siret y Cels, L. 1906: “Villaricos y Herrerias: Antiguedades puunicas, romanas, visigóticas y árabes. Memoria descriptiva e histórica” Madrid. La obra ha sido objeto de varias reediciones, la última en la Colección Siret de Arqueología de Arraez Editores en 2011. 14 La Colección Cuadrado también se componía de objetos no arqueológicos, esculturas, mobiliario, ... no hemos creído conveniente aportar estos datos al artículo. 15 El yacimiento fue excavado bajo la dirección de Juan Cuadrado durante una semana con un grupo de presos de un campo de trabajo del lado republicano en Totana. 16 ADPA: Legajo 881, Expediente nº 6. 17 Se trata de la segunda clausura del museo vinculada a su director. Un proceso judicial retuvo a Juan Cuadrado en prisión, poco después fue reincorporado al servicio sin sanción administrativa ni judicial alguna. ADPA: Legajo 1285, Expediente 177.

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Es importante destacar la creación del Servicio Provincial de Arqueología (SPIEA) en marzo de 1953, el Reglamento de creación de este Servicio establecía la dependencia directa del Museo al mismo, de forma que condicionó el régimen jurídico de la institución. A partir de este momento los directores del museo lo serán por ocupar la dirección del Servicio Provincial de Arqueología. En 1953, será el doctor Antonio Arribas Palau el responsable del Museo hasta 1955, fecha en la que Félix Merino funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros Bibliotecarios y Arqueólogos ocupa la plaza de conservador del museo. Los primeros informes de Félilx Merino18 comunican a la Corporación la necesidad de dotar de una infraestructura al Museo, expone la ausencia documental del mismo, faltando Inventarios, Libros de Registro o los catálogos Monográfico y Sistemático de los objetos del museo, tanto en propiedad como en depósito. En estos años el único documento existente en el museo que recoge un listado de objetos es el inventario de la colección Cuadrado compuesta por 18.316 piezas. Los talleres de restauración se encuentran en las cocheras de Diputación en pésimas condiciones. El Museo, por tanto, no ha conseguido asentarse como institución dotada de entidad administrativa propia, depende del SPIEA, y la Diputación inmersa en otros asuntos no le presta la atención suficiente. En las décadas de los 50 y 60 destaca la figura de Fernando Ochotorena, archivero de Diputación que en numerosas ocasiones asume el papel de arqueólogo. Acompañado del restaurador Francisco García, es el técnico que asiste a realizar numerosas intervenciones de rescate. Como ejemplo citamos la recuperación de las tumbas romanas del Saltador o del Sarcófago de Plomo hallado en Villaricos. De estas intervenciones y considerando que no estaba formado como arqueólogo, se conservan unos informes bastante completos con valiosa documentación gráfica. Constituyéndose los mencionados informes los únicos documentos técnicos sobre actuaciones arqueológicas existentes en el Museo hasta 198519.

La entrada de piezas por compra, como es el caso de capitel de Villaricos y la obra Las Primeras Edades del Metal a los herederos de Luis Siret20, o las piezas epigráficas procedentes de Murgi (El Ejido) adquiridas al Secretario del Ayuntamiento de Dalías; los ingresos provenientes de donaciones de particulares y ayuntamientos, las excavaciones desarrolladas en Los Millares, los objetos procedentes de la ciudad21, la provincia22 y algunos hallazgos subacuáticos conforman la colección del museo en las décadas de los años 50 y 60. En 1962 el edificio que alberga el Museo y sus colecciones son declarados Monumento Histórico Artístico23, la falta de espacio y la instalación del centro en un lugar compartido con un instituto de enseñanza continúan condicionando a la institución pese a la declaración como Monumento. Los horarios del museo y el acceso de visitantes quedaban supeditados al régimen de apertura y cierre del instituto y al respeto de la docencia. En 1972 es nombrado director del SPIEA Francisco Gusi i Gener, cesando en 1974. En 1974, Ángel Pérez Casas conservador interino del Museo nombrado por el Ministerio de Educación y Ciencia se hace cargo del centro. En 1976 obtiene la plaza en propiedad. Será director de la institución hasta 2005, dirigiendo el museo e incrementando los fondos arqueológicos y etnográficos de la colección de manera importante (Fig. 1).

3. DE 1979 A LA ACTUALIDAD La figura de Ángel Pérez Casas es clave para entender el cambio de titularidad producida en la institución. Desde 1978 emite informes que detallan las malas condiciones del centro, la falta de espacio y el abandono de la Diputación hacia la institución con el consiguiente riesgo de pérdidas en la colección. Se da traslado al Ministerio de Cultura y se promueve la

18 ADPA: Legajo 1285, Expediente 177. 19 ADPA: Legajo 1285, Expediente 177/C. 20 Siret, H. y Siret, L. (1887) : “Les premieres ages du metal dans le Sud-Est de L´Espagne”, Amberes, Bélgica. 21 Iglesia de San Juan, intervenida por Torres Balbás, y alrededores de la Alcazaba. 22 Colección depositada por Ramón Algarra Esteban, Comisario Local de Excavaciones, 3 objetos. Memoria del Museo Provincial Arqueológico hasta 1961. ADPA: Legajo 1285. 23 Decreto 474, 1 de marzo de 1962.

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EL MUSEO DE ALMERÍA. HISTORIA Y FORMACIÓN DE LA COLECCIÓN ARQUEOLÓGICA

Fig. 1. Fachada del antiguo edificio del Museo de Almería. Fondos gráficos del Museo de Almería.

creación de un Museo del Estado proponiendo como sede el Colegio Menor Santa María del Mar situado en Carretera de Ronda 91, en el mismo solar lugar dónde se ubica la actual sede de la institución. Es en 1979 cuando el Museo se transfiere al Estado y sus fondos son cedidos al Ministerio creando así el Museo Provincial de Bellas Artes. En 1981 por Orden 14 de septiembre, el Ministerio de Cultura integra al Museo Arqueológico Provincial Luis Siret en el Patronato Nacional de Museos24. En Octubre de 1982 el museo compuesto ahora por tres secciones: Arqueología, Bellas Artes y Costumbres Populares, es inaugurado con la denominación de Museo de Almería25. Las transferencias de gestión de la institución a la Comunidad Autónoma de Andalucía se realizan en el año 1984 mediante convenio26. Los problemas de la estructura del edificio ocasionan el cierre al público en 1991, únicamente a partir

de 1995 parte de la colección es expuesta en otras instituciones culturales de Almería, el Archivo Histórico Provincial y la Biblioteca Francisco Villaespesa. El edificio sede actual de la institución fue recepcionado como obra civil en noviembre de 2002, en marzo de 2006 el Museo abrió sus puertas al público. La colección durante el periodo de dirección de Ángel Pérez Casas creció tanto por los ingresos provenientes de intervenciones arqueológicas y etnográficas realizadas desde el museo, como por los objetos que formaban parte de los numerosos proyectos de investigación que se realizaban en la provincia. Desde numerosas instituciones como el Instituto Arqueológico Alemán, la Universidad de Granada, la Universidad de Barcelona, la Universidad de la Laguna, o la Universidad de Málaga, se ejecutaron proyectos sistemáticos de investigación y actuaciones arqueológicas en Los Millares, en la Cuenca del Almanzora, Gatas, Ciavieja, Bayyana,

24 Boletín Oficial del Estado, BOE 276 de18/11/1981. 25 Nombre oficial del Museo desde 1994. 26 Convenio entre el Ministerio de Cultura y la Comunidad Autónoma de Andalucía sobre getión de los Archivos y Museos de titularidad estatal. Resolución de 14 de diciembre de 1984, BOE 16 de18 de enero de 1985.

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Fig. 2. El moderno edificio del Museo de Almería. Fondos gráficos del Museo de Almería.

Fuente Álamo, Villaricos o Cerro de Montecristo, todas ellas contribuyeron al incremento de la colección arqueológica27. Del mismo modo, en el ejercicio de las competencias autonómicas en materia cultural se fueron definiendo los ámbitos de protección urbanística en la ciudad y en la provincia. De esta forma las actuaciones urbanas realizadas en áreas de protección arqueológica contribuían igualmente a un incremento cuantitativo de la colección. Con todas estas actuaciones el Museo de Almería cuenta hoy con una importante colección arqueológica, sin embargo, no es equilibrado el volumen de ingresos con la documentación técnica existente o la investigación realizada en el museo sobre la colección. En 2005 y 2006, los esfuerzos del equipo técnico del Museo de Almería quedaban orientados absolutamente a la puesta en marcha de la institución a la supervisión y coordinación de las labores de aper-

tura del centro. La ejecución del proyecto museográfico para el nuevo centro fue fruto de una importante tarea de coordinación llevada a cabo por un equipo interdisciplinar formado por profesionales del Ministerio de Cultura, de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía y de la empresa adjudicataria del proyecto, GPD ( General de Producciones y Diseño)28 (Fig. 2). Las labores de selección de objetos para el discurso expositivo del nuevo centro pusieron de manifiesto la ausencia de documentación técnica relativa a los trabajos arqueológicos que el museo había desarrollado desde los años 70 del pasado siglo hasta la entrada en vigor de las competencias autonómicas. Dirigidas por Ángel Pérez Casas, y subvencionadas por el Estado, desde el museo se habían realizado importantes intervenciones en yacimientos emblemáticos de la provincia. El Chuche, poblado ibérico en Benahadux, el Rozaipón, villa romana en Vera, Fuente Amarguilla, un enclave del Bronce Tardío en

27 Ramos Lizana, M.; San Martín Montilla, C.; Navarro Ortega, A. D., de Luque Martínez, F. (2005): “Proyecto Museológico del Museo de Almería”, documento inédito. Fondos Biblioteca Museo de Almería. 28 BOE nº 309 de 24 de diciembre de 2004.

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EL MUSEO DE ALMERÍA. HISTORIA Y FORMACIÓN DE LA COLECCIÓN ARQUEOLÓGICA

el término municipal de Almería, o algunas intervenciones de urgencia como es el caso del yacimiento visigodo de Los Peñones. Estos lugares han proporcionado al centro una importante cantidad de materiales excelentes para investigar y conocer la historia de la provincia. Sin embargo, carentes de la documentación de campo y de los inventarios pertinentes, sin contextos su estudio es bastante dificultoso. A pesar de las búsquedas documentales en todos aquellos archivos vinculados adminstrativamente con la institución desde su creación, los resultados han sido infructuosos. Se solicitaron copias de toda la documentación técnica al titular de las intervenciones, sin que hasta el momento se hayan conseguido.

Por todo ello, y a pesar de contar con una interesante colección que permitiría realizar aproximaciones históricas a periodos concretos de nuestra historia en los que actualmente existen serios vacíos de investigación en la provincia de Almería, nos encontramos con materiales descontextualizados en su mayoría lo que dificulta el conocimiento de nuestro pasado29.

Por otro lado, el volumen de intervenciones arqueológicas en el centro urbano de la ciudad ha proporcionado ingresos abundantes de material arqueológico. Una vez más, la normalización y equilibrio entre las entradas de objetos y la aportación de la documentación técnica oportuna, memorias, planimetría y fotografías, impiden la completa contextualización y estudio de los materiales depositados en el centro.

Este trabajo pretende ser un punto de partida, el potencial que el Museo de Almería custodia en sus almacenes deberá ser objeto de proyectos interdisciplinares que, contando con la documentación existente, sean capaces de afrontar el reto de mirar con nuevos ojos los restos arqueológicos de excavaciones antiguas para evitar que se conviertan en objetos sepultados una vez más, esta vez en las estanterías de un museo30.

Los trabajos de recopilación documental y bibliográfica mencionados al inicio de este texto han constituido un gran esfuerzo institucional orientado a recopilar los contextos históricos tan importantes para el estudio, investigación y clasificación de los bienes patrimoniales, una de las funciones vitales de los museos.

29 Como directora del centro Museo de Almería, realicé un estudio sistemático de los objetos arqueológicos provenientes de la intervención en el año 1977 de Fuente Amarguilla-Cortijo Nuevo. La carencia de documentación técnica de campo condicionó desde el inicio la investigación, sin embargo, y a pesar de la falta de contextos, un planteamiento riguroso y la asistencia de ciencias auxiliares han permitido realizar una interesante investigación, publicada en Cuadernos de Prehistoria y Arqueología de Granada, nº 23, 2013. 30 Agradezco a Francisco Sierra Cervantes, María del Mar Carretero, Carmen López Vicente auxiliares de instituciones culturales del Museo de Almería y a Manuel Ramos Lizana, Jefe del Departamento de Conservación e Investigación ; el trabajo y dedicación aportada en esta recopilación documental que ahora forma parte de los fondos digitalizados de la Biblioteca del Museo.

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Vista nocturna de la Alcazaba de AlmerĂ­a desde el puerto. Foto: Carlos de Paz.


ANÁLISIS HISTORIOGRÁFICO SOBRE LA INVESTIGACIÓN Y TUTELA DEL CONJUNTO MONUMENTAL DE LA ALCAZABA DE ALMERÍA HISTORIOGRAPHICAL ANALYSIS ABOUT THE INVESTIGATION AND PROTECTION OF THE ALCAZABA MONUMENTAL ENSEMBLE OF ALMERIA María Luisa García Ortega [Directora del Conjunto Monumental de la Alcazaba de Almería]. [ alcazabaalmeria.ccd@juntadeandalucia.es ]

Resumen

Summary

La Alcazaba de Almería es una de las mayores fortalezas islámicas que se conservan en la Península Ibérica. Situada en el casco antiguo de la ciudad, ha permanecido durante siglos adaptándose a los diferentes periodos históricos que se han ido sucediendo, siendo testigo a su vez del crecimiento de la capital almeriense. En su interior alberga un interesante yacimiento arqueológico. Sus tres recintos dan cuenta de la evolución que ha ido sufriendo este monumento en función de las necesidades de sus habitantes y de su uso posterior. En 1989 la Junta de Andalucía crea la institución del Conjunto Monumental de la Alcazaba como unidad administrativa dependiente de la Delegación Provincial de Cultura en Almería. Siendo la administración andaluza la responsable de la tutela, la gestión, la conservación, la investigación y la difusión de este Bien de Interés Cultural que es, sin lugar a dudas, el monumento más importante de Almería.

The Alcazaba in Almería is one of the biggest islamic fortress preserved in the Iberian peninsula. Located in the old city center, it has remained and adapted for centuries to different historical times that have been happening, it being witnes to the development of Almeria capital. It houses inside an interesting archaeological site. Its three enclousures show the evolution that has been taking this monument, depending on the needs of its inhabitants and its later use. In 1989, the Autonomous Regional Government created the Conjunto Monumental de la Alcazaba as an dependent administrative unit by the Provincial Culture Delegation in Almería. Being the Andalusian Administration responsible for the guidance, management, conservation, investigation and dissemination for this Wealth of Cultural Interest, that is no doubt, the most important monument in Almeria.

Keywords: fortress, site, monument, ensemble, guidance, management.

Palabras clave: fortaleza, yacimiento, monumento, conjunto, tutela, gestión.

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MARÍA LUISA GARCÍA ORTEGA

El Conjunto Monumental de la Alcazaba es el principal monumento de Almería. Su situación en un cerro, sobre el casco antiguo de la ciudad, le hace ser un magnífico mirador de la bahía de Almería (Fig. 1). La Alcazaba es una fortaleza de origen islámico y además un importante yacimiento arqueológico. La totalidad del Conjunto alcanza una superficie de casi 2,5 ha y unos 1.430 m de perímetro amurallado, constituyendo con las murallas de la Hoya y San Cristóbal (Fig. 2) una de las estructuras medievales defensivas más importantes de al-Andalus. El Conjunto Monumental que hoy podemos visitar consta de tres recintos, los dos primeros son de origen islámico y el tercero cristiano. A lo largo de su historia ha sufrido grandes transformaciones pues se ha ido adaptando a diferentes usos y necesidades. La historia de esta gran fortaleza va ligada al nacimiento de la ciudad de Almería. Y el origen de Almería nos traslada a Pechina (Bayyana), población localizada a ocho kilómetros de la costa, sobre la antigua Urci latina, junto al río Andarax. El enclave marítimo de Pechina, conocido como mariyyat Bayyana venía siendo utilizado como puerto comercial desde, al menos, la segunda mitad del siglo IX y por su situación estratégica fue prosperando durante el emirato, convirtiéndose en uno de los principales puertos de al-Andalus. En el año 923 Pechina se incorporó al Estado Omeya y su puerto (mariyyat Bayyana) pasa a ser la base principal de la marina califal andalusí. En el año 955,

debido al ataque norteafricano fatimí que sufre el enclave portuario, el califa Abd al-Rahman III ordena fortificar la ciudad, dándole categoría de “medina”. Se le dota de murallas y alcazaba para proteger a la población de futuros ataques, a la vez que se mejoran los servicios portuarios (Molina, 2005: 20). A lo largo del perímetro de la Alcazaba y en varios puntos del segundo recinto se han localizado paños de la muralla califal. Las últimas investigaciones en el Conjunto han identificado, además, restos de la muralla de la fortaleza emiral que precedió a la califal y cuya existencia solo había sido avanzada como hipótesis (Suárez, 2011: 29). Estos hallazgos constatan que la ciudad ya contaba con una fortificación antes de establecerse el califato, para defender y vigilar la bahía. Se situaba en la zona más alta del cerro y tendría un tamaño inferior a la Alcazaba actual. Hacia finales del siglo X Almería, denominada entonces al-Mariyya, fue aumentando de población al ir emigrando a ella los habitantes de Bayyana. Sería una ciudad pequeña, con una mezquita mayor (la actual Iglesia de San Juan) y delimitada por sus murallas que partiendo de la Alcazaba bajaban hacia el mar. El frente Sur quedaba fortificado por otra línea de muralla que corría paralela al mar. La Alcazaba islámica constituía a su vez una pequeña ciudad amurallada de gran extensión, separada en dos grandes recintos; el primero formado por barrios de viviendas y el segundo, más alto, donde se ubicaba la zona palacial, cumpliendo de esta manera la doble función de sede del gobierno y refugio de la población.

Fig. 1. El Conjunto Monumental de la Alcazaba, vista general desde el puerto de la ciudad. Foto Archivo del C. M. de la Alcazaba.

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ANÁLISIS HISTORIOGRÁFICO SOBRE LA INVESTIGACIÓN Y TUTELA DEL CONJUNTO MONUMENTAL DE LA ALCAZABA DE ALMERÍA

Fig. 2. Murallas de la Hoya y San Cristóbal. Foto de Mª Luisa García Ortega.

Entre 1010 y 1013, tras la caída del califato cordobés, se produce un cambio en la España islámica al irse dividiendo en varios reinos, con sede en diferentes ciudades: los llamados reinos “taifas”. Estos reinos mantuvieron conflictos unos contra otros, pero a pesar de las luchas internas, el periodo taifa fue una etapa de esplendor para Almería, sobre todo a partir del reinado de Jayrán (1014-1028). La ciudad creció desbordando el perímetro fortificado, obligando a ampliar sucesivamente sus defensas. Con Jayrán se ampliaron las murallas para defender los nuevos barrios de la ciudad, en concreto el arrabal de al-Musalla, y llevó el agua al nuevo núcleo urbano. Después gobernó Zuhayr (1028-1038), tras éste un nieto de Almanzor y finalmente los miembros de la dinastía Banu Sumadih (1041-1091). De entre todos ellos destacó al-Mutasim, conocido con el sobrenombre de “el rey poeta”, cuyo reinado fue largo abarcando del 1052 al 1091, siendo el periodo más brillante de la taifa almeriense. La corte de al-Mutasim, se rodeó de un gran número de poetas y sabios, hasta convertir a Almería en uno de los focos culturales más importantes de al-Andalus, rivalizando con la corte de al-Mutamid de Sevilla (Cortés, 2005: 170).

Los textos árabes cuentan de la riqueza del palacio de al-Mutasim en la Alcazaba, cuyos salones lucían suelos y columnas de mármol, paredes ricamente decoradas con estucos y lujosos techos de madera. Sin embargo, y por diferentes circunstancias, son muy pocos los restos de este palacio que han llegado a nuestros días. En el año 1091, la ciudad es conquistada por los almorávides. La toma de Almería por el sultán almorávide Yusuf Ibn Tašufin, cuando agonizaba al-Mutasim, supuso la huida de gran parte de su familia y algunos de sus hijos. Al-Idrisi o El Idrisi, cartógrafo, geógrafo y viajero hispanomusulmán (1100-1165 ó 1166) cuenta que “Almería en la época de los almorávides era la ciudad de al-Andalus. Allí se fabricaban las piezas más maravillosas de la industria artesanal. Contaba para los tejidos de seda, con 800 talleres. Su puerto era frecuentado por embarcaciones procedentes de Alejandría y Siria y no había en toda al-Andalus población más rica ni más dada al comercio y a la industria, como tampoco más inclinada a sacar beneficio de las fluctuaciones del libre comercio y de las reservas almacenadas.” (Martínez, 1998: 105). En 1147 se produce la primera conquista cristiana de la ciudad por el rey Alfonso VII, ayudado por genove-

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MARÍA LUISA GARCÍA ORTEGA

ses y catalanes. La conquista duró diez años, lo que supuso un retroceso a nivel social y cultural. Según al-Idrisi “sus encantos habían desaparecido, sus edificios a penas se mantenían en pie y muchos de sus habitantes habían sido reducidos a la esclavitud”. (Molina, 2005: 33). Los almohades recuperaron Almería tras un duro asedio en 1157, pero aunque reconstruyeron algunos de los edificios más representativos, no lograron restablecer el esplendor de su pasado. El gobernador almohade, Abu-l-Àbbas, reparó la mezquita mayor y reconstruyó el arrabal de la Musalla. En la Alcazaba el palacio se amplía hacia el norte, añadiendo un nuevo pabellón de dos plantas, hoy conocido como “Torre de la Odalisca”, que sirvió de referencia para reorganizar el jardín (Suárez, 2012: 118). Algunos años después, a consecuencia de una persistente sequía, la situación económica de al-Andalus se hizo crítica. La carestía provocó en el año 1227 tal descontento que terminó en disturbios generalizados, debilitando el poder almohade, y dando paso diez años más tarde al reino nazarí de Granada. Muhammad b. Yúsuf b. Nasr se proclamó emir en 1232 apoderándose poco después de Almería, que se incorpora al reino nazarí de Granada a partir de 1238, convirtiéndose en el principal puerto del reino. Para reforzar la defensa con el reino cristiano de Murcia, se reparan las murallas de la Alcazaba, que junto con la Alhambra de Granada y la Alcazaba de Málaga, formaban un importante triángulo defensivo. En agosto de 1309 se produce el asedio por Jaime II de Aragón con la ayuda de Fernando IV de Castilla, que duró seis meses, causando graves daños en la economía de la ciudad. Este episodio provocó un auge del puerto de Málaga en detrimento del de Almería, el cual, sin perder del todo su actividad comercial, acentuó su carácter militar y se convirtió en el principal puerto granadino de piratería y corso. El geógrafo oriental al-Umari dice acerca de esto: “Almería es en esta época refugio de piratas, dedicados a la captura y venta de esclavos” (Molina, 2005: 35, 36 y 37). Tras un periodo de hambruna que padecieron las comarcas almerienses, en 1348 se desató una epidemia de peste negra que comenzó en la zona del actual cerro de San Cristóbal, cuyas consecuencias fueron incalculables, sufriendo la población una pérdida de setenta víctimas diarias. Posteriormente siguió un

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nuevo periodo de carestía y hambruna, seguida de una depresión demográfica, económica y de agitaciones sociales. Y años después, ya en la siguiente centuria, las turbulencias internas del sultanato granadino fueron quebrantando el reino de Granada. A pesar de todo, el comercio permaneció activo en el puerto de Almería, como se muestra en El libro de Cuentas, documento que recoge las relaciones contables de los años 1478-80, realizadas por el entonces alcalde de la Alcazaba de Almería, Abü Zakariyyá Yahyá al-Nayyár, conocido más tarde como Pedro de Granada (Molina, 2005: 39). El Libro de cuentas aporta una interesante información respecto a la Alcazaba, en referencia a los nombres de sus dos recintos: Alcazaba Superior y Alcazaba Inferior; y sus puertas de acceso: puerta de los Vientos y puerta del Postigo. La puerta de los Vientos parece corresponder a la actual puerta de la Justicia, ya que contaba con alcaide, mientras que la del Postigo podría ser interior y la que separase los dos recintos. Esta puerta ya se menciona en las fuentes literarias árabes, como el lugar próximo al mausoleo del rey al-Mutasim y que podría estar situado cerca de la mezquita Mayor de la Alcazaba, la actual ermita de San Juan (Lirola, 2011: 55). Sin embargo las investigaciones del Conjunto no han encontrado, hasta el momento, restos que confirmen la existencia de la mezquita, ni tampoco de dicha puerta. La puerta de la Justicia (que da entrada al primer recinto del Conjunto), aunque se encuentra muy modificada por la reconstrucción realizada en el siglo XX, sí parece responder en geometría y materiales constructivos a la época nazarí (Fig. 3). Hacia mediados del siglo XV, varios flancos del reino nazarí van cayendo en manos cristianas, entre luchas y conflictos internos. En Almería, se produce la entrega de la ciudad a los Reyes Católicos por Muhammad XIII, el Zagal, en diciembre de 1489, y dos días después, el 23 de diciembre, el monarca don Fernando entró triunfalmente con su séquito en la ciudad, recorriendo el cortejo sus calles hasta llegar a la Alcazaba, de la que tomó posesión, estableciendo en ella una guarnición cristiana. Al día siguiente la reina doña Isabel se incorpora al cortejo para celebrar la Navidad en la mezquita de la ciudadela, purificada y consagrada para el culto cristiano con tal ocasión (Torres y Nicolás, 2005: 129). Pero la Alcazaba se encontraba tan destruida y su palacio en tal estado de ruina, debido al fuerte terremoto


ANÁLISIS HISTORIOGRÁFICO SOBRE LA INVESTIGACIÓN Y TUTELA DEL CONJUNTO MONUMENTAL DE LA ALCAZABA DE ALMERÍA

Fig. 3. Puerta de la Justicia de la Alcazaba de Almería. Foto de Mª Luisa García Ortega.

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sufrido en 1487, que la corte real y sus acompañantes no pudieron alojarse allí para la ceremonia de rendición. Ante la situación de indefensión en la que había quedado la ciudad de Almería, a los pocos días de la conquista se inician los trabajos de reparación de la cerca de la ciudad y la fortaleza. Los Reyes Católicos ordenan construir un castillo en el extremo occidental y más alto de la Alcazaba, sobre estructuras del palacio islámico, con sillares de piedra. Esta construcción difiere totalmente del tapial islámico, y con ello, además de resolver el tema defensivo, consiguen crear una imagen emblemática y representativa del nuevo poder político (Fig. 4). Desde entonces, la función de la Alcazaba pasa a ser puramente defensiva, para lo cual además del castillo se construyen, más adelante, una serie de baluartes sobre las murallas islámicas. En 1522 se produjo un nuevo terremoto que devastó la ciudad de Almería y la Alcazaba islámica, pero por suerte no afectó al castillo cristiano. En 1526, durante el reinado de Carlos V, comienzan los trabajos de reconstrucción de la Alcazaba. El capitán general de artillería Francisco de Adana realiza ese año un levantamiento de la cerca de la ciudad,

indicando los tramos de muralla que eran necesarios reparar. Diego Padilla, visitador de fortalezas del Reino de Granada desde 1527, hace un informe por el cual sabemos del mal estado de defensa de la Alcazaba, en cuanto a ausencia de armas y artillería, y que gran parte de la fortaleza se encontraba en el suelo, por lo que solicita una rápida actuación. Durante el reinado de Felipe II, en el año 1552 don Iñigo López de Mendoza, tercer Marqués de Mondéjar (nombrado Alcaide de La Alhambra en 1543),ordenó que se iniciara un plan de remodelación espacial del primer y segundo recinto de la Alcazaba, cuyo objetivo era adaptar las defensas de la ciudad a los nuevos parámetros de fortificación derivados del desarrollo de la artillería, utilizando para ello las antiguas estructuras islámicas. Entre 1550 y 1568 se construyen varios baluartes, como el de la Campana, situado bajo la actual torre Sur del muro de la Vela, y el del Espolón (el actual Saliente). También en 1565 se repara la puerta de la Justicia y la escalera de piedra próxima a la misma. Durante el último cuarto del siglo XVI, siguiendo las indicaciones de la Corona, los capitanes generales encargados de la Alcazaba tan solo realizaron intervenciones puntuales en sus muros y dependencias.

Fig. 4. Castillo cristiano, tercer recinto de Alcazaba de Almería. Foto de Mª Luisa García Ortega

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Más adelante, los ingenieros militares que se fueron ocupando de la Alcazaba, elaboraron diversos informes y escritos destacando sus magníficas condiciones para la defensa, señalando las deficiencias de la misma. Durante el siglo XVIII, al quedar la fortaleza en manos del ejército, no existe preocupación por su mantenimiento, dando lugar a un incontrolado expolio. Los cronistas de la época dejan constancia del estado de abandono que sufre la Alcazaba desde el siglo XVIII, a lo largo del XIX y hasta comienzos del XX. En su viaje por Almería en 1782, el ilustre valenciano Francisco Pérez Bayer describe la Alcazaba: “…Es la Alcazaba de Almería un edificio grandioso y de maravillosa extensión, pero está enteramente abandonado, sin artillería, sin guarnición y sin que se repare lo que cada día se va dilapidando, de suerte que causa compasión. Solo en el recinto más elevado, que es el edificio de los Reyes Católicos, se ha puesto algún reparo, porque en su torre principal se guarda la pólvora de la plaza” (Lentisco et al., 2007:88). Durante la primera década del siglo XIX España se ve envuelta en las guerras napoleónicas, y tras el acuerdo con Gran Bretaña contra Napoleón Bonaparte y la posterior firma del tratado de paz y la alianza, todas las instalaciones militares de la costa andaluza fueron desartilladas. En concreto, el sistema defensivo almeriense fue inutilizado. La plaza de Almería apenas sufrió desperfectos durante la Guerra de la Independencia, siendo restauradas tras la guerra, en 1827, parte de las murallas. Sobre 1836 fueron realizadas algunas obras en las murallas de la Alcazaba, para la defensa durante las guerras carlistas, pero después continuó en un progresivo deterioro. En 1850, Francisco Pi y Margall describe las “ruinas” de la Alcazaba dentro de su obra “Recuerdos y bellezas de España”, y otro viajero, el americano John A. Dix, en 1851 da cuenta así del estado ruinoso de la Alcazaba: “La ciudad de Almería, vista desde el mar, no tiene nada particularmente atractivo. Es un lugar pequeño, con muralla, con una fortificación en lo alto, flanqueada por los torreones de un ruinoso castillo por un lado y, por el otro, una sucesión de columnas y arcos rotos que parecen las ruinas de un antiguo acueducto” (Lentisco et al., 2007: 248).

A pesar del interés que su posición tenía para la defensa, según se destacaba en sucesivos informes, la Junta encargada del Plan de defensa permanente de España de 1855 (creada por R. D. de 25 de mayo de 1851) sólo vio conveniente en el sector oriental de Andalucía, la protección de la ciudad de Málaga, excluyendo la plaza de Almería. A solicitud del Ayuntamiento de la ciudad, la Junta de este Plan resolvió autorizar el derribo de las murallas medievales de la ciudad, al dejar de ser plaza fuerte. Se acometieron entonces diversas demoliciones, para ampliar espacios públicos y construir viviendas, pero afortunadamente los derribos no llegaron a la Alcazaba. En 1908 se habilitó el castillo cristiano del tercer recinto como Estación Radiotelegráfica con motivo de la guerra de África, siendo ésta la última misión militar de la fortaleza. Esta estación se mantuvo hasta 1939 (Fig. 5).

Fig. 5. El castillo cristiano con las antenas de la estación radiotelegráfica del ejército. Postal (1910-1930) Archivo del C. M. de la Alcazaba.

En los primeros años del s. XX varios personajes ilustres se interesan por la Alcazaba, luchando por la conservación del monumento. Entre estos destaca Francisco de Paula Valladar, periodista granadino, encargado de confeccionar en 1912 el catálogo de monumentos y obras de arte de la provincia. Cuenta en su libro “Almería y Granada. Recuerdos de viaje” (1912) sobre su impresión de Almería: “…había allí una Comisión de monumentos, pero ni se reunía, ni se recogían los restos arqueológicos que casualmente hallábanse en las excavaciones que para la construcción de casas hacíanse, ni había museo de antigüedades, ni se declararon entonces ni después monumento nacional las importantísimas ruinas de la Alcazaba y del cerro de S. Cristóbal. Esta idea de declaración de monumento nacional para las ruinas tuvo eco entre las personas ilustradas y amantes

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de la historia, y el erudito arqueólogo Martínez de Castro y algún otro almeriense recogieron la iniciativa y trabajaron para conseguirlo; pero Martínez de Castro que firmaba entonces con el pseudónimo del Moral y el que esto escribe, fuimos tratados de ilusos y visionarios, y todo quedó lo mismo; los muros tronchados, las torres sostenidas por milagros de equilibrio, la ruina enseñoreada de aquellos alcázares y fortalezas...” (Lentisco et al., 2007: 600-601). Continúa en su crónica diciendo que espera que sus consideraciones sirvan para que la Comisión de Monumentos de Almería solicite a las reales academias de la Historia y de San Fernando, la declaración de monumento nacional. Finalmente, en 1931 y gracias al persistente interés de personalidades del mundo de la cultura, la Alcazaba es declarada Monumento Histórico-Artístico perteneciente al Tesoro Artístico Nacional, junto con las murallas del cerro de San Cristóbal (Decreto de 3 de junio, publicado en la Gaceta, de 4 de junio de 1931). En 1933 el Patronato de Turismo de Almería solicita a la Dirección General de Bellas Artes la concesión de obras para su conservación, lo que dio lugar a la visita en abril de 1934 del arquitecto D. Leopoldo Torres Balbás (arquitecto conservador de la Alhambra y de la Zona Sexta designado por el Ministerio de Instrucción Pública), el cual elaboró un informe-diagnóstico. En 1935, el Ministerio de Hacienda del que dependía el monumento, cede al de Instrucción Pública el segundo recinto de la Alcazaba, dejando el tercero en usufructo a la autoridad militar para el mantenimiento de la Estación Radiotelegráfica. El documento de cesión es firmado por Leopoldo Torres Balbás (Archivo Histórico Nacional, Ministerio de Hacienda, ref.: 7317, exp.: 26.1935). Torres Balbás inicia entonces los primeros trabajos de investigación pero se interrumpen en 1936 por culpa de la Guerra Civil. Tras la guerra, y una vez cerrada la Estación Radiotelegráfica, el 15 de enero de 1940, la Junta Provincial de Turismo de Almería, y en su nombre, el Gobernador Civil de la Provincia, solicita al Director General de Bellas Artes, que se estudie la conservación y reparación de las fortificaciones de la Alcazaba y San Cristóbal alegando su indiscutible valor artístico y arquitectónico como atracción turística. Se propone la inclusión de la Alcazaba dentro de los circuitos turísticos del país y que se realicen las obras necesa-

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rias para el desarrollo de esta actividad. Se sugiere, igualmente, la promoción de las investigaciones y excavaciones sistemáticas en el lugar y la creación de un museo de arte en la Alcazaba con los objetos que allí aparecieran (Archivo General de la Administración, AGA. Leg. IDD (03)115.000, Sig. Caja 26/01184). El 9 de octubre de 1940 el arquitecto granadino Francisco Prieto-Moreno, ligado al Ministerio de Educación Nacional en su área de Defensa del Patrimonio Nacional, sustituye a Torres Balbás (al ser relegado de su cargo) como arquitecto-conservador de la Alhambra y realiza el primer informe diagnóstico del estado de conservación de la Alcazaba, respondiendo a la solicitud del Gobernador Civil de la Provincia. Prieto-Moreno, responsable de la Séptima Zona, donde se incluye Almería, asume desde entonces la administración y dirección de los proyectos de restauración necesarios para el mantenimiento y habilitación para la visita pública de la Alcazaba, llevando a cabo 20 proyectos desde 1940 hasta 1976. A finales de 1940 el Ministerio de Hacienda cede en usufructo al Ayuntamiento de la ciudad el edificio de la Alcazaba (Archivo Histórico Nacional, Ministerio de Hacienda, ref.: 6089, exp.: 37.1940), a condición de que éste lleve a cabo las excavaciones y obras necesarias propuestas por los Centros Oficiales de Turismo, Bellas Artes y Excavaciones. Siendo el objeto principal de esta cesión potenciar el valor histórico-artístico y de atracción turística de la Alcazaba. Se concede el usufructo en febrero de 1941 (Orden del Ministerio de Hacienda de 27 de febrero de 1941). Más adelante el Ayuntamiento solicita la cesión definitiva pero nunca llega a concederse. Las primeras actuaciones de Prieto-Moreno se centran en adaptar la Alcazaba para el uso turístico y celebración de espectáculos. Se llevan a cabo obras de consolidación y reconstrucción de murallas y torres, sin tener en cuenta los restos originales, y la remodelación del acceso principal y el ajardinamiento de la Alcazaba. El primer recinto se ajardina tomando por modelo la Alhambra y el Generalife, con acequias escalonadas formando pequeñas cascadas (Fig. 6). Al respecto de esto, en 1958 José María Pemán escribe: “En la actualidad la Alcazaba ha entrado en la órbita de ese movimiento urbanístico, lleno de pasión estética, que casi podríamos llamar “grana-


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A partir de 1953, se cuenta con Fernando Ochotorena como conservador de la Alcazaba y responsable de las excavaciones (Fig. 7). Gracias a él se llevaron a cabo varias fotografías de las obras y un detallado plano de planta de la zona arqueológica del segundo recinto, elaborado por su colaborador Sánchez Peña. Sin embargo, debido a la dificultad de interpretar los restos arqueológicos, se decide paralizar los trabajos de consolidación, abandonándose la investigación. Se opta por cubrir algunas zonas y habilitarlas para el recorrido de los visitantes.

Fig. 6. Ajardinamiento del primer recinto años 50. Foto Archivo del C. M. de la Alcazaba.

dino”, porque creo que su iniciación ha sido la utilización y revalorización que Granada ha ido haciendo, con más impulso que compromiso arqueológico. De sus piedras, sus jardines y sus aguas. La “restauración” –que, como ahora está de moda en política, más bien debería llamarse “instauración”– de la Alcazaba almeriense, está presidida, en efecto, por ese empeño de lograr con murmullo de canalillos y acequias, estrategia de flores y escenografía de luces, esos efectos que en la Alhambra y el Generalife de los Festivales de Gallego Burín y de Pepe Tamayo, buscan más que restaurar los monumentos para la contemplación, reconquistarlos para la utilización vital: para fruición estética del concierto y la representación dramática.” (Lentisco et al., 2007: 753). Las primeras excavaciones arqueológicas se inician con el objetivo de extraer piezas valiosas para exponerlas en un museo. Se realizan sin metodología arqueológica, por obreros supervisados por funcionarios locales y dirigidas a distancia por el arquitecto. El organismo responsable entonces de las investigaciones llevadas a cabo en España durante el régimen Franquista era la Comisaría General de Excavaciones, pero de las actuaciones realizadas en la Alcazaba no conservamos ninguna memoria.

Fig. 7. Exacavaciones en la Alcazaba. Años 50. Foto Archivo C. M.de la Alcazaba.

Durante esos años se potencia el valor turístico de la Alcazaba, de manera que en agosto de 1955 se organizaron los primeros Festivales de España, que se fueron celebrando allí hasta finales de los setenta. Para ello, además de los recorridos internos, se acondicionó el camino de acceso hasta el tercer recinto para que pudieran subir los coches, continuando un camino rodado hasta la Hoya. En el segundo recinto se construye la casa del Alcaide y el jardín con la alberca, inspirados en la Alhambra (Fig. 8). Junto con la llegada del turismo, a finales de los sesenta, surge el interés cinematográfico en la provincia, siendo la época de mayor esplendor de la Alcazaba, y el lugar elegido para la celebración de todos los eventos y acontecimientos sociales. En marzo de 1967 la Alcazaba pasa a depender del Ministerio de Educación y Ciencia, y ese mismo año se crea el Patronato de la Alcazaba de Alme-

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Fig. 8. Alberca y casa del Alcaide, segundo recinto de la Alcazaba. Foto de Mª Luisa García Ortega.

ría (Decreto 2448/1967 de 16 de septiembre, BOE nº 243, de 11 de octubre de 1967), que se constituye entre el Ministerio de Cultura y el Ayuntamiento de la capital, siendo su presidente el Director General de Bellas Artes y el vicepresidente el Alcalde de Almería. En la década de los 70, continúan las intervenciones de Prieto-Moreno, en esta etapa se construyen dos casas árabes en el segundo recinto, sobre unos restos de estructuras originales. Se termina la casa del Alcaide y en 1976 se levanta la actual torre del Saliente, sobre el antiguo baluarte, transformando el perfil visual del monumento (Fig. 9). Tras las últimas intervenciones de Prieto, la Alcazaba sufre una época de abandono, dejan de celebrarse en ella los Festivales de España y poco después se produce el cierre del llamado “Mesón Gitano”, establecimiento hotelero constituido por pintorescas cuevas, situado en las faldas del tercer recinto, donde acudían los actores, artistas y celebridades de la época. En consecuencia, se pierde el interés turístico por el monumento, la ciudad se vuelve de espaldas a la Alcazaba, degradándose cada vez más el entorno.

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A principios de los años ochenta, se llevan a cabo varias intervenciones de restauración financiadas por el Ministerio de Cultura, bajo la dirección del arquitecto Roberto Puig Álvarez. Principalmente, se interviene en la muralla sur, recubriendo los paramentos originales con hormigón armado y cementos coloreados, materiales muy perjudiciales que han ocasionado grandes manchas y un progresivo deterioro. En 1984, tras constituirse la Comunidad Autónoma Andaluza, el Estado transfiere la Alcazaba y las murallas del cerro de San Cristóbal por R. D. 864/84 de 29 de febrero, a la Junta de Andalucía (BOE nº 11, de 11 de mayo de 1984). La Alcazaba presentaba entonces graves problemas de inseguridad, mantenimiento y conservación (Suárez, 2011: 21) Con la entrada en vigor de la Ley 16/85, de 25 de junio, del Patrimonio Histórico Español (BOE nº 155, de 29 de junio de 1985), la Alcazaba de Almería pasa a tener la consideración de BIC, quedando sometida al régimen jurídico que para esos bienes establece dicha normativa. En 1986 el Ayuntamiento de Almería y el Director General de Bellas Artes deciden que desaparezca


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Fig. 9. Vista de la Alcazaba desde el barrio de la Almedina con el baluarte y torre del Saliente a la derecha. Foto Archivo C. M. de la Alcazaba.

el Patronato de la Alcazaba, ya que no se había llegado a establecer ningún reglamento y no existía buen entendimiento entre las administraciones implicadas. En 1989 la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía crea la institución del “Conjunto Monumental de la Alcazaba de Almería” como unidad administrativa dependiente de la Delegación Provincial de Cultura (Decreto 128/1989 de 6 de junio, BOJA nº 57, de 15 de julio), con el fin de garantizar la investigación, conservación y difusión de este importante legado. En ese momento el Conjunto se gestiona a través de la Dirección General de Bienes Culturales de dicha Consejería. Al tratarse de una unidad, la gestión queda limitada a sus tres recintos no incluyéndose en ella las murallas de Jayrán y de San Cristóbal. En cuanto al entorno del monumento, la propiedad de los terrenos se encuentra repartida entre el CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas del Estado) y el Ayuntamiento de la capital. La creación del Conjunto Monumental supone un avance para potenciar su difusión y la visita pública de cara al turismo, pero también para promover la

investigación. Se le dota de personal, aunque la RPT (relación de puestos de trabajo) que se crea, nunca llegó a ajustarse a sus verdaderas necesidades. Durante los años 90, siendo director del Conjunto Julián Martínez García, se llevaron a cabo varios proyectos del arquitecto almeriense Ramón de Torres, destacando principalmente la remodelación de los jardines del primer recinto. Sin embargo, la investigación arqueológica quedó supeditada al seguimiento de las obras de actuación en estos jardines, documentándose numerosas viviendas y, en 1994, un complejo hidráulico, donde se localiza una fuente pública, que se puso en valor unos años más adelante (Fig. 10). En 1994 se incoa el expediente para la delimitación del entorno afectado por la declaración del BIC por resolución de 23 de febrero de 1994, de la Dirección General de Bienes Culturales (BOJA núm. 52 de 16 de marzo de 2004). Si bien, el entorno queda delimitado definitivamente diez años más tarde por Decreto 83/2004, de 24 de febrero, aprobándose también en esa fecha incluir la Alcazaba y Murallas del Cerro de San Cristóbal y su entorno en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz.

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Fig. 10. Complejo hidráulico del primer recinto de la Alcazaba de Almería. Foto Archivo del C. M. de la Alcazaba.

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En 1996, por Decreto 333/1996 de 9 de julio (BOJA nº 80, de 13 de julio de 1996) se reordena la estructura orgánica básica de la Consejería de Cultura, creándose la Dirección General de Instituciones del Patrimonio Histórico, de la que pasan a depender los Conjuntos. Este cambio supuso un impulso en cuanto a la dotación de recursos museográficos básicos en la Alcazaba, pero no favoreció el desarrollo de proyectos de investigación ni de conservación.

En cuanto a difusión, en el año 1999, se comienzan a realizar visitas nocturnas durante el verano, actividad que se fue convirtiendo en el programa estrella de la institución. En julio del año 2000, se habilita la torre del Homenaje del castillo cristiano como sala de exposiciones del Centro Andaluz de la Fotografía, que se mantiene hasta ahora, desarrollándose desde entonces un programa de exposiciones temporales del proyecto Imagina, Fondos del CAF.

A partir de 1999 la dirección del Conjunto pasa a desempeñarse por Ángela Suárez Márquez. En el año 2000 se nombra la primera Comisión Técnica de la Alcazaba (BOJA nº 82, de 18 de julio de 2000), órgano consultivo y de asesoramiento regulado en el Decreto de creación del Conjunto, que se va renovando, a partir de entonces, cada tres años. Desde ese momento, los proyectos de obras se centran en adaptar espacios para el uso público y administrativo, así como en la mejora de infraestructuras tales como el circuito del agua, fuentes, electricidad y accesibilidad. La investigación, conservación y puesta en valor de los restos arqueológicos del segundo recinto se convierte en uno de los principales objetivos, aunque no se consiguió impulsar el proyecto general de investigación arqueológica que se pretendía desde la dirección del Conjunto.

En el año 2003, ante la demanda de los visitantes que paulatinamente se van incrementando, se instala la Tienda del Conjunto Monumental. Ese mismo año, la Comisión Técnica del Conjunto decide organizar unas Jornadas Técnicas, con el objetivo de potenciar el interés científico del monumento y darle una mayor proyección, tanto entre la comunidad científica como entre los ciudadanos. Las I Jornadas Técnicas de la Alcazaba tituladas “La Alcazaba y su entorno: propuestas para un diálogo”, se celebraron en el mes de mayo y sirvieron para debatir sobre algunos de los principales problemas del monumento y su entorno.

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En el año 2004 cambia la estructura orgánica de la Consejería de Cultura (Decreto 486/2004 de 14 de septiembre, BOJA nº 183, de 17 de septiembre de


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Fig. 11. Zona palacial con la torre de la Odalisca al fondo. Segundo recinto de la Alcazaba. Foto de Mª Luisa García Ortega.

2004), desapareciendo la Dirección General de Instituciones de Patrimonio Histórico, de la que dependían los Conjuntos. Se crea la Dirección General de Museos pero los Conjuntos pasan a depender de nuevo de la Dirección General de Bienes Culturales. Se incrementa entonces la investigación, destinándose partidas presupuestarias para el desarrollo de proyectos y obras menores en los restos arqueológicos del segundo recinto, destacando entre otros el acondicionamiento de la zona sur y el baño privado del palacio. En el año 2005, con motivo de la celebración en la capital almeriense de los Juegos del Mediterráneo, se ejecutan varios proyectos e inversiones en el Conjunto focalizadas sobre todo en mejorar la visita pública. Bajo la dirección del arquitecto Pedro Salmerón Escobar se llevan a cabo obras de acondicionamiento en las casas árabes, las torres Norte y Sur del muro de la Vela, y se habilita la ermita de San Juan como sala de conferencias y proyecciones. Se musealizan varios espacios, instalándose audiovisuales sobre la historia de la ciudad y del monumento. Igualmente, se colocan paneles explicativos en puntos destacados, a lo largo del recorrido de la visita.

En noviembre de ese mismo año se celebran las II Jornadas Técnicas de la Alcazaba tituladas “Almería, puerta del Mediterráneo” y se publica el libro “La Alcazaba, fragmentos para una historia” sobre la historia e investigación del Conjunto, en el que intervienen diferentes especialistas y técnicos. El acontecimiento de los Juegos del Mediterráneo incrementa considerablemente la cifra de público ese año, alcanzándose los 168.130 visitantes anuales, la mayor cifra registrada hasta entonces en el Conjunto. En los años siguientes las principales inversiones se destinan a la investigación de la zona palacial del segundo recinto, financiándose en el año 2007, un proyecto de intervención arqueológica que incluía varios sondeos en la zona palacial (Fig. 11), en concreto en la muralla norte, pabellones, baños de la Tropa y viviendas anexas, que aportaron relevantes datos históricos. También se destinaron otras inversiones para mejorar la visita pública, como fue la colocación en el año 2007 de un puesto de información para los visitantes, en la zona de acceso al primer recinto, frente a la puerta de la Justicia. Por esas fechas se contrata

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Fig. 12. Espectáculo flamenco-andalusí. Año 2009. Foto Archivo del C. M. de la Alcazaba.

personal para difusión y atención al público a través de la Empresa Pública de Gestión de Programas Culturales, al carecer la plantilla del Conjunto de este tipo de personal

serie de estudios previos a lo largo del año 2008. En noviembre de ese mismo año, cambia la dirección del Conjunto nombrando a la actual directora Mª Luisa García Ortega.

Por otro lado, a finales de ese año, se celebran las III Jornadas Técnicas tituladas “Construir en al-Andalus” y se comienzan a editar las monografías del Conjunto Monumental, que recogen las conferencias impartidas en las II Jornadas Técnicas publicándose el primer tomo “Almería, puerta del Mediterráneo”.

En el año 2009 se termina el Documento de Avance del Plan Director, cuyos principales objetivos se centran en posicionar a la Alcazaba en el ámbito local, regional, nacional e internacional, alcanzar una protección y conservación integral del monumento y su entorno, dotar al Conjunto de una estructura administrativa adecuada a sus funciones y cualificar la visita pública desde perspectivas sostenibles con la búsqueda del equilibrio entre conservación y uso turístico.

Con la entrada en vigor de la Ley 14/2007, de 26 de noviembre del Patrimonio Histórico de Andalucía, el Conjunto Monumental de la Alcazaba se integra en la Red de Espacios Culturales de Andalucía (RECA). A raíz de lo estipulado en esa ley, en cuanto a que los Conjuntos elaborarán y ejecutarán un Plan Director que desarrollará programas en materia de investigación, protección, conservación, difusión y gestión de los bienes tutelados, se encarga al arquitecto Pedro Salmerón la redacción del Plan Director del Conjunto Monumental de la Alcazaba. Este arquitecto, redactor también del Plan Director de la Alhambra, y un equipo amplio de colaboradores, elaboran una

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En 2009 también se concluyen algunas excavaciones, como la del baño de la Tropa en el segundo recinto, y otra en las faldas de la muralla norte del primer recinto, en la que salió a la luz una balsa romana que ya había sido documentada anteriormente. También en 2009, se impulsa aún más la difusión en el Conjunto, llevándose a cabo un amplio programa de actividades financiado por la Empresa Pública de Gestión de Programas Culturales, consistente en conciertos, talleres familiares, visitas guiadas, espa-


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cio del mes, teatro y visitas teatralizadas nocturnas los fines de semana del verano (Fig. 12). Desarrollándose también otras actividades organizadas por diversos colectivos e instituciones. En noviembre de ese mismo año se celebraron las IV Jornadas Técnicas del Conjunto Monumental tituladas “Las últimas investigaciones en el Conjunto”, en las que se expusieron todos los estudios y trabajos de investigación llevados a cabo en los últimos años en la Alcazaba. A su vez se presentó la segunda monografía del Conjunto “Construir en al-Andalus”. En abril de 2010, por Decreto 138/2010, cambia la estructura orgánica de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía (BOJA nº 71 de 13 de abril de 2010), pasando el Conjunto Monumental de la Alcazaba y toda la RECA a depender de la Dirección General de Museos y Promoción del Arte de dicha Consejería. No obstante, las obras y proyectos de conservación e investigación se siguen gestionando a través de la Dirección General de Bienes Culturales. Sin embargo, debido al desencadenamiento de la crisis económica, en 2010 se paralizan todas las inversiones y el propio Plan Director, que no llega a publicarse, produciéndose un declive en la gestión del Conjunto. Solo gracias al desarrollo de un Taller de Empleo, mediante un convenio con la Fundación Forja XXI (de marzo de 2010 a marzo de 2011), se realizaron algunas actuaciones de mejora en jardines y accesos al monumento, así como un proyecto arqueológico que incluía una excavación puntual en una antigua escalera interior del primer recinto y varias cubriciones en una zona de restos arqueológicos del segundo recinto, como medida de protección. La programación de difusión, también se vio afectada por la crisis aunque las actividades que se hicieron ese año tuvieron tal aceptación que contribuyeron a incrementar la cifra de público, alcanzándose los 171.000 visitantes anuales. Pero la situación económica dio lugar a un recorte presupuestario que afectó a varios de los contratos que se mantenían, dejando a la institución en una situación bastante precaria de personal. En 2011, se llevó a cabo un modesto programa de difusión sin coste y con recursos propios y a finales de ese año se presentó la tercera monografía “Las últimas investigaciones en el Conjunto”, editada por la Consejería de Cultura, en la que se publican las ponencias de las IV Jornadas Técnicas de la Alcazaba.

En 2012, se establece una nueva estructura orgánica de la Consejería, que pasa a denominarse de Cultura y Deporte (Decreto 154/2012, de 5 de junio, BOJA nº 115 de 13 de junio de 2012) y se crean las Delegaciones Territoriales. El Conjunto pasa a depender de la Delegación Territorial de Educación, Cultura y Deporte de Almería. La situación económica a lo largo de ese año es similar al anterior, solo se pueden realizar labores de mantenimiento básico, existiendo importantes proyectos de conservación y de mejora de infraestructuras pendientes de ejecución. Se desarrolla un programa de actividades de difusión sin coste, en el que se incluye las V Jornadas Técnicas de la Alcazaba. Estas jornadas se titularon “Modelos de gestión de Enclaves y Conjuntos de la red Andaluza de Espacios Culturales”, y en ellas se debatió la necesidad de un cambio en el modelo de gestión de la Alcazaba, ante la evidencia de que la figura administrativa de la institución no es la más idónea para su gestión. Se necesita contar con mayor autonomía y presupuesto, y urge la implantación de precios públicos que reviertan en la propia institución, teniendo en cuenta que la Alcazaba se posicionó en 2012 como uno de los espacios andaluces más vistados y, en la actualidad, es el segundo conjunto andaluz que más visitas recibe después de la Alhambra y Generalife de Granada. Tras las últimas reestructuraciones de la Consejería (Decreto de la Presidenta 4/2013, de 9 de septiembre, BOJA nº 177 de 10 de septiembre de 2013, por el que se crea la Consejería de Educación, Cultura y Deporte), el Conjunto Monumental de la Alcazaba ha seguido dependiendo de la Delegación Territorial de Educación, Cultura y Deporte en Almería, estando adscrito a la Dirección General de Instituciones Museísticas, Acción Cultural y Promoción del Arte. La situación en estos tres últimos años, en los que ha continuado afectando la crisis económica, apenas ha variado en cuanto a su gestión, personal y presupuesto. Aunque se ha comenzado a invertir de nuevo realizándose varias obras menores de conservación e infraestructuras, algunas de ellas enfocadas a mejorar la accesibilidad y la seguridad en los recorridos habilitados para la visita pública, las necesidades de esta institución son cada vez mayores en todos los ámbitos, siendo una prioridad la conservación del propio BIC. En 2014, se ha desarrollado un amplio programa de actividades de difusión, con motivo de la celebración del Milenio del Reino de Almería, sobre todo durante las noches de verano, con espectáculos,

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visitas teatralizadas y conciertos, contando con la financiación de la Agencia Andaluza de Instituciones Culturales. También se celebraron las VI Jornadas Técnicas tituladas “La Taifa de Almería y su Alcazaba, mil años después”. En consecuencia, las cifras de público han seguido aumentando habiendo superado ya los 200.000 visitantes anuales. Pero, mientras no cambie el modelo de gestión, el Conjunto continuará sin obtener beneficio económico de los visitantes y de los asistentes a sus actividades, resultando cada vez más complicado establecer el equilibrio entre conservación y uso turístico. Además, es fundamental la implicación de todas las administraciones, ya que la falta de cuidado del entorno tampoco ayuda a potenciar el monumento. En definitiva, la Alcazaba merece un mayor reconocimiento, se debe fomentar su investigación, su difusión y sobre todo su conservación, para que siga formando parte de nuestra historia y para que todos podamos seguir disfrutando de este singular y único Conjunto.

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ANÁLISIS HISTORIOGRÁFICO SOBRE LA INVESTIGACIÓN Y TUTELA DEL CONJUNTO MONUMENTAL DE LA ALCAZABA DE ALMERÍA

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Estatua colosal de Trajano procedente de Baelo Claudia. Foto: ConsejerĂ­a de Cultura.


APUNTES SOBRE LA SECCIÓN DE ARQUEOLOGÍA DEL MUSEO DE CÁDIZ Y SUS COLECCIONES ARCHEOLOGY SECTION OF THE MUSEO DE CÁDIZ AND ITS COLLECTIONS Juan Alonso de la Sierra [Museo de Cádiz]. [ juanm.alonsosierra@juntadeandalucia.es ]

Resumen Summary La sección de arqueología del Museo de Cádiz es heredera del antiguo Museo Arqueológico Provincial, creado en 1887 tras el descubrimiento del sarcófago antropoide masculino. Estuvo en varias sedes hasta su instalación definitiva en la planta baja del edificio de la plaza Mina y sus colecciones se han configurado a lo largo del tiempo con la incorporación de piezas de procedencia diversa: excavaciones arqueológicas, hallazgos casuales, prospecciones subacuáticas, etc. Conforman un conjunto muy diverso desde el punto de vista cronológico y cultural. Algunas son elementos esenciales de nuestro patrimonio, destacando por su singularidad las que pertenecen al periodo fenicio púnico.

Archaeology section in the Museum of Cadiz is the inheritance of the ancient Archaelogical Museum of the Province, created on 1887 after the discovery of the Male Phoenician anthropoid sarcophagus. It had several settlements till its definitely in the ground floor of the building in Plaza Mina and its collections have been increasing all over the years with the contribution of different finds: archeological digs, chance descoveries, underwater prospectings, and so on. From the chronological and the cultural point of view, they are a very diverse ensemble. Some of them are essential elements of our Heritage, standing out those from the Phoenician Punic period

Palabras clave: Museo de Cádiz, Museo

Keywords: Museum of Cadiz, Provincial Archaeo-

Arqueológico Provincial, Instalación, Colecciones, Piezas.

logical, Museum, Installation, Collections, Artefacts.

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El Museo de Cádiz es producto de la fusión en 1970 del Museo Provincial de Bellas Artes y el Arqueológico Provincial. El primero comenzó a gestarse poco después de la Desamortización de Mendizábal, cuando el Estado cedió el ex convento franciscano de Nuestra Señora de los Remedios al Ayuntamiento para usos de utilidad pública y la corporación municipal acordó destinar parte de las dependencias a albergar la Escuela de Bellas Artes y el Museo de Pintura1. El edificio había sido sometido a importantes remodelaciones durante los siglos XVII y XVIII, pero en el momento de la Desamortización presentaba los daños habituales provocados por el paso del tiempo (Corzo Sánchez, 1987: 103-110). Juan Daura, arquitecto municipal, se encargó de transformar la primitiva huerta del convento en plaza pública y diseñó una nueva fachada en el frente que daba a ella (Cirici Narváez, 1992: 42-50). Su trazado, sobrio y de tradición neoclásica, consigue el porte adecuado para un edificio de uso público, aunque en el interior la intervención debió limitarse a lo imprescindible, si exceptuamos la construcción de la escalera que unía el acceso principal, ubicado en el eje central de la nueva fachada, con las dependencias destinadas a la Academia de Bellas Artes y su Escuela (Figura 1). De esta realidad derivan múltiples problemas estructurales padecidos por el inmueble a lo largo del tiempo.

Fig. 1. Fachada diseñada por Juan Daura. Grabado. Archivo Histórico Provincial.

La Escuela se instaló en 1838, pero la creación del museo se demoró varios años, hasta el 10 de octubre de 1852, cumpleaños de la reina Isabel II, cuando se abrió al público una Sala de Pintura. El Museo Arqueológico se fundó treinta y cinco años después, aunque

hubo algún intento anterior, pues en 1866 el Ayuntamiento había concedido la Sala De Profundis del convento franciscano para la instalación de un Museo de Antigüedades2. Detonante definitivo para su creación fueron los hallazgos arqueológicos producidos durante las obras de explanación del solar donde iba a instalarse al Exposición Marítima, que culminaron con el hallazgo del sarcófago antropoide masculino en el pequeño cerro denominado Punta de la Vaca. Cayetano del Toro, presidente de la Diputación por aquél entonces, persona polifacética y erudita, fue el impulsor del movimiento ciudadano que apoyaba la creación de un museo, empresa que finalmente se hizo realidad cuando el Ayuntamiento cedió, por acuerdo tomado en el Pleno Municipal del 23 de diciembre de 1887, un local utilizado con anterioridad como portería de la Escuela de Bellas Artes (Figura 2). Estaba situado en la planta baja del exconvento franciscano y muy pronto se amplió a unas salas contiguas, y al jardín abierto a la calle Tinte (Figura 3-Z1.1). Para su gobierno y fomento se constituyó una comisión presidida por Cayetano del Toro que designó director al presbítero D. Francisco de Asís Vera Chilier. También, cuando adquirió el carácter de provincial, se nombraron dos corresponsales en la provincia, uno en Jerez de la Frontera y otro en Medina Sidonia, este último el popular Doctor Tebussen. El museo se incorporó al Estado por Reales Ordenes de 1896 y 1900. El núcleo original de fondos era reducido. Vera Chilier dirigió una carta a los ayuntamientos de la provincia con el propósito de recopilar piezas dispersas y animar en lo sucesivo a la entrega de las que se fueran localizando, siguiendo el espíritu de la Real Orden de 1867 que animaba a la creación de los museos provinciales. Cabría esperar que una ciudad de historia tan remota, citada por importantes autores clásicos, donde el coleccionismo había gozado de cierto desarrollo durante los siglos anteriores, contara con un importante núcleo fundacional, pero no fue así. Testimonios arqueológicos que llamaron la atención de viajeros islámicos quedaron ocultos con el paso del tiempo o se destruyeron con la expansión urbana (Ramírez Delgado, 1982: 21-65); hallazgos casuales, como las esculturas en bronce de procedencia suba-

1 Actas Municipales de Cádiz (en adelante A.M.) de 15 de septiembre y 18 de octubre de 1836. Todos los datos referidos a las Actas Municipales están recogidos en un listado conservado en el Archivo del Museo de Cádiz (en adelante A.M.C.), carpeta “Documentación de propiedad del Museo”. 2 A.M. de 31 de agosto de 1866.

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en paradero desconocido o simplemente dispersas (López Rodríguez, 2010: 119-125). El contenido de la colección inicial del Museo Arqueológico se recoge en un catálogo de Vera Chilier publicado en 1890 por la Diputación Provincial, el único de carácter general realizado hasta nuestros días (Vera Chilier, 1980). Comprende 129 objetos ordenados cronológicamente en seis secciones según un sistema de clasificación similar al utilizado para los fondos del Museo de Antigüedades de Sevilla (Torrubia y Monzo, 2009: 262).

Fig. 2. El Sarcófago antropoide masculino en el lugar del hallazgo. 1887. Archivo fotográfico Museo de Cádiz.

cuática de Hércules y Neptuno que en el siglo XVIII pertenecieron a la colección portuense de don Guillermo Tyrry, Marqués de Cañada, o las numerosas piezas numismáticas, escultóricas y de diversa naturaleza que integraron el museo creado por el comerciante gaditano Pedro Alonso O´Cruley, terminaban

La primera sección se ocupa de instrumentos líticos prehistóricos, curiosamente ninguno localizado en el territorio provincial, y piezas óseas, entre ellas el esqueleto del sarcófago antropoide. La segunda, dedicada a la Edad Antigua, tiene nueve apartados; Monumentos arquitectónicos, únicamente el sarcófago fenicio donado por la Diputación Provincial; Escultura Romana, la estatua de un togado romano de mármol procedente de excavaciones en extramuros; Epigrafía Romana, un ara y fragmentos de epígrafes de Cádiz y otros puntos de la provincia; Cerámica Romana, treinta y cuatro piezas, la mayoría ánforas o fragmentos de ánforas y un fragmento de ladrillo con la inscripción Legio Septima donado por el Museo de León; Cristalería romana, una urna cineraria (olla ossuaria), tres fragmentos de ungüentarios y un pie de copa; Cerrajería Romana, integrada únicamente por un clavo, Armas Romanas, con dos piezas, un hierro de lanza y un fragmento amorfo, ambas localizadas en la sepultura contigua al sarcófago antropoide, y Utensilios de uso doméstico,

Fig. 3. Plano de la planta baja del Museo de Cádiz y la Escuela de Arte.

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con una situla de Aracena y un puño de cuchillo. Dos pequeños fragmentos de mosaicos dan contenido al último apartado dedicado a Musivaria. La sección tercera está integrada por piezas medievales; en Cerámica se incluyen dos azulejos de la Cartuja Jerez, y en Cerrajería la llave de la ciudad depositada por el Ayuntamiento. La cuarta se articula en seis apartados. Capiteles, Ménsulas y Basas, siete piezas, algunas pertenecientes a un triunfo levantado el siglo XVIII a la entrada del puerto en honor de San Francisco Javier, patrono de las Indias; Escultura, dos piezas, el San Francisco Javier que coronaba el monumento antes citado y un San Bruno de la cartuja de Jerez; Epigrafía, quince lápidas conmemorativas desmontadas de distintos edificios; Carpintería, algunos muebles y una vitrina con banderas y el pendón de la ciudad, y Heráldica, once escudos. La sección quinta se dedica a la exigua biblioteca, integrada por dos publicaciones, una de ellas en depósito, y la Sección sexta a Numistática, con veintinueve monedas, todas en depósito excepto una que había sido donada, y cuatro medallas también donadas. El catálogo refleja la buena voluntad de las instituciones, algunos particulares y el propio director por incrementar en la medida de lo posible los fondos con donaciones, depósitos y algunas adquisiciones puntuales, pero aún quedaba un largo proceso para que las colecciones del Museo adquirieran la importancia que con el paso del tiempo alcanzaron. Durante los últimos años del siglo XIX el incremento de fondos fue discreto y lento, con la paulatina incorporación de algunas piezas y conjuntos destacados. Sirvan como ejemplo el depósito realizado en 1892 por el Ayuntamiento de Ceuta de ochenta y dos piezas de época islámica del ex convento de los trinitarios, antigua mezquita de la ciudad, o el ingreso por entrega judicial de tres togados de Medina Sidonia que tuvo lugar dos años después (Romero de Torres, 1934: 120. Figs. 60-62).

Algunas descripciones, planos y fotografías, facilitan una aproximación a las características y organización de esas primeras sedes. Cuando en 1901 ocupaba parte de la planta baja contigua a la calle Tinte, se accedía a través de un pórtico de evocación clásica construido en el reducido jardín, donde también se localizaban dos pequeñas habitaciones sobre las que había depósitos de agua para el riego de las plantas. En una se disponía el despacho y la biblioteca y la segunda era utilizada para guardar los enseres de limpieza. En el edificio había tres dependencias, la sala fenicia, donde se exponía el sarcófago antropoide, y dos grandes salones abovedados con epigrafía, cerámica y numismática, que fueron empotradas, colgadas en las paredes, mostradas exentas o protegidas en vitrinas de madera y cristal. En el jardín se mostraron algunas tumbas fenicias y romanas, estatuas, lápidas y varios capiteles5 (Figuras 4, 5 y 6). Los criterios expositivos utilizados en los patios de las casas a las que se trasladó junto a la Biblioteca Provincial fueron muy similares (Figuras 7 y 8).

En 1900, se nombró nuevo director a Pedro Riaño como consecuencia de la incorporación al Estado y de integrarse la dirección del Museo en el Cuerpo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos. Indignado por su desplazamiento, Vera Chilier se llevó nume-

Las gestiones realizadas para llevar al museo una estatua de emperador heroizado ilustran muy bien las carencias de la época en la legislación sobre la protección del patrimonio (Figura 9). Fue localizada en 1905 sobre los arrecifes del castillo de Sancti

3 A.M.C., carpeta “Datos para la historia del Museo”. 4 A.M.C., carpetas “Concepción Blanco”. 5 A.C.M., carpeta “Datos para la historia del Museo”.

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rosas piezas a su casa, que en su mayor parte fueron devueltas tras su muerte, acaecida al poco tiempo, cuando fueron reclamadas judicialmente por Riaño3. Por esas fechas se adquirió un togado de Lebrija y poco después, en 1904, el museo se instaló junto a la Biblioteca Provincial en un edificio alquilado de la calle Rubio y Díaz. Posteriormente, en 1907, se planteó un nuevo traslado a otra finca de la calle Isaac Peral, actual avenida Ramón de Carranza, donde todavía hoy se ubica la Biblioteca. Pasados dos años el material permanecía almacenado y en 1910 Pelayo Quintero comentaba el deplorable estado de abandono en que se encontraba el museo, cerrado al público desde hacía tiempo (García Gutiérrez, 1909: 138-139; Quintero Atauri, 1910: 33-34). El escaso interés de las autoridades por resolver el asunto continuó y hasta 1913 no se acometió una instalación provisional4.

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Fig. 4. Acceso al Museo Arqueológico. Ca. 1900. Archivo fotográfico Museo de Cádiz.

Fig. 5. Salas del Museo Arqueológico. Ca. 1900. Archivo fotográfico Museo de Cádiz.

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Fig. 6. Sala con decoración egiptizante. Ca. 1900. Archivo fotográfico Museo de Cádiz.

Fig. 7. Instalación del museo en una finca de la c/ Rubio y Díaz. Ca. 1905. Archivo fotográfico Museo de Cádiz.

Fig. 8. Instalación del museo en una finca de la c/ Isaac Peral. Ca. 1930. Archivo fotográfico Museo de Cádiz.

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gado de la Comandancia de Marina. La Comisión redactó un oficio-informe dirigido al Subsecretario de Instrucción Pública y Bellas Artes, Comisario Regio de Monumentos, planteando la utilidad que podría tener para el Estado poseer una pieza de gran interés artístico y arqueológico. Sugería la posibilidad de acudir a determinados artículos del Código Civil donde se establecía que el Estado podía proceder a la adquisición de estos objetos en caso de que se juzgara oportuno, porque la legislación vigente respecto a las aguas marinas establecía que sólo eran de su propiedad aquellos objetos arrojados por el mar a las playas. Se solicitó una prórroga al plazo establecido por el Juzgado, pero pasado un tiempo sin novedades el Ministerio de Marina dispuso su entrega a los autores del hallazgo, permaneciendo la pieza almacenada mucho tiempo a la espera de un comprador (García Gutiérrez, 1908: 3-4). Finalmente, por mediación de Pelayo Quintero, el Marqués de Comillas, dueño de la Compañía Trasatlántica, compró la estatua para colocarla en el Museo Arqueológico cuando estuviera instalado, quedando mientras tanto bajo la custodia de la Comisión Provincial de Monumentos (García Gutiérrez, 1910: 51-52). Afortunadamente en este caso las gestiones tuvieron un buen final, gracias sin duda a la perseverancia de Quintero. En el mismo lugar y pocos días después del hallazgo de esta escultura se localizó otra en bronce perteneciente a un Attis niño que fue adquirida por el Museo Arqueológico Nacional (García Bellido, 1949: 126).

Fig. 9. Emperador heroizado. Archivo fotográfico Museo de Cádiz.

Petri por los tripulantes de un barco de pesca y, una vez conocida la noticia del hallazgo, el director del museo lo notificó a la Comisión Provincial de Monumentos, ya que la estatua había sido depositada en la Capitanía del Puerto mientras se localizaba a las personas que se consideraran con derecho a ella, según constaba en un edicto publicado por el Juz-

Durante las primeras décadas del siglo se sucedieron varias donaciones y adquisiciones, la mayoría modestas, sobre todo de monedas. Entre las primeras puede citarse la realizada por la fundación Aramburu-Mora, integrada por varias lápidas funerarias romanas y una estela de piedra estucada de tipología poco frecuente en la ciudad, fruto de un hallazgo casual al abrir las zanjas de cimentación para construir el sanatorio Madre de Dios en el barrio de San Severiano. También tuvo especial importancia el ingreso de la colección de D. Miguel Mancheño, erudito notario arcense que llegó a reunir 2.342 monedas y medallas y 400 piezas de diversa naturaleza, fósiles, instrumental lítico prehistórico, fragmentos cerámicos y pequeñas piezas de bronce de diversas épocas, etc., producto en su mayoría de hallazgos casuales acaecidos en el término de Arcos y su partido judicial. La donación al

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Fig. 10. Gabinete de Arqueología. Museo Provincial de Bellas Artes. Archivo fotográfico Museo de Cádiz.

estado incluía la única condición de que se custodiase en el Museo Arqueológico de Cádiz, de dónde no debía salir6. La principal fuente de ingresos de este periodo estuvo constituida por los numerosos objetos procedentes de las excavaciones arqueológicas realizadas por Pelayo Quintero en las necrópolis gaditanas entre 1912 y 1935 y en torno a los años veinte por Francisco Cervera, director por entonces del Museo Arqueológico (Cervera, 1923; Quintero Atauri, 1935). El ingreso de las piezas, al igual que las excavaciones fue produciéndose a lo largo del tiempo, según se localizaban, aunque en algún caso la administración se vio obligada a imponerlo. En 1914 Pelayo Quintero entregó un conjunto de joyas fenicio-púnicas de unas excavaciones suyas pagadas por la Sociedad de Turismo y posteriormente varios ajuares descubiertos durante unas obras en los glacis en 1912 y otras piezas del entorno de Punta de Vaca7. En 1921 una Real Orden le obligó a depositar los materiales de las excavaciones que había llevado a cabo hasta

entonces, aunque la entrega fue parcial, ya que se reservó un importante conjunto de piezas que había instalado en el Museo Provincial de Bellas Artes, del que era director (Figura 10). Objetos localizados en las excavaciones de Cervera, entre los que también había un interesante conjunto de joyas, ingresaron en 1921 y 1923. Otra incorporación destacada es un retrato romano donado por un particular. Se trata de una cabeza de anciano adquirida a un obrero, que la había encontrado dos años antes durante unos trabajos de extracción de piedras en el Portal (Cervera, 1922: 47). El propio donante se ocupó de sufragar los gastos de la instalación museográfica (Figura 11). Especial importancia tuvo la entrega realizada por Pelayo Quintero en 1925 de varios fragmentos de una estatua en bronce de un emperador heroizado con vestimenta militar (thoracato) localizada en el lugar denominado Rompetimones, en Sancti Petri, cuando se dinamitaron unas rocas para facilitar la navegación en la zona (Quintero Atauri, 1926: 4-8). La restau-

6 A.M.C., carpetas expedientes nº 6 y 7. 7 Ese mismo año la recién creada Junta de Patronato del Museo de Bellas Artes instaló una sala con más joyas cedidas por Pelayo Quintero y reclamó la devolución de las entregadas al Arqueológico. El cambio de actitud puede deberse a la perspectiva de poder convertirse en Director del Museo de Bellas Artes (ALONSO DE LA SIERRA, 2011: 230).

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Fig. 11. Retrato romano localizado en el Portal (Jerez de la Frontera). Ca. 1922. Archivo fotográfico Museo de Cádiz.

Fig. 12. Emperador Thoracato. Archivo fotográfico Museo de Cádiz.

ración a la que fue sometida muchos años después le devolvió parcialmente el aspecto original aunque quedaron varias piezas sin encajar (Figura 12 / Trillmich, 1990: 46-47).

supuso un nuevo freno. En esta ocasión no ocupó el emplazamiento original de la calle Tinte, sino que se ubicó en el entorno del patio central, sus cuatro galerías y una habitación contigua (Figura 13). La primera galería acogió las piezas de prehistoria, prerromanas, epigrafía y ajuar romano. En sus extremos, aprovechando la amplitud de los ángulos, esculturas romanas, y los restos de la mezquita de Ceuta, además de varias esculturas del desaparecido convento de la Candelaria. La segunda exponía el sarcófago antropoide y la colección de joyas junto a otras piezas de la necrópolis fenicio-púnica, y las dos restantes exhibían la heráldica y epigrafía moderna. La sala contigua tenía otros objetos localizados en las necrópolis de Puerta de Tierra y la estatua en bronce del emperador thoracato hallada en Sancti Petri (Blanco, 1941: 56-57). Las nuevas instalaciones se abrieron al público en 1941 gra-

Las deficiencias no se solucionaron con el paso del tiempo. Cervera destacaba en 1921 las carencias que padecían en el escaso espacio que ocupaba del edificio de Isaac Peral junto a la Biblioteca, un patio con la montera de cristales parcialmente incompleta y una nave húmeda con poca luz. Pedía su retorno al edificio de la plaza de Mina para evitar nuevos traslados y pagar más rentas8. La situación tardó mucho en resolverse, hasta que en 1935, siendo directora Concepción Blanco, regresó definitivamente al edificio de la plaza de Mina, donde fue necesario esperar varios años para culminar el proyecto, pues el estallido de la Guerra Civil 8 A.M.C. “Datos para la historia del Museo”.

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entregar varios centenares de objetos, entre ellos numerosas joyas fenicio-púnicas. Procedían de sus excavaciones y durante muchos años se habían mostrado en el Museo de Bellas Artes. Quedaron instaladas provisionalmente en las mismas vitrinas que tenían en el museo vecino a la espera de emprender un proyecto de reforma total del edificio (Blanco, 1943: 74-75). Los ingresos continuaron produciéndose de manera lenta y puntual en esos años de posguerra, sin la fuente que había supuesto la actividad arqueológica desarrollada en la ciudad anteriormente, aunque en ocasiones alcanzaron cierta dimensión, como en el caso de 212 piezas de la necrópolis de Baelo Claudia entregadas por el delegado local de excavaciones de la zona.

Fig. 13. Instalaciones del edificio de la plaza de Mina. 1941. Archivo fotográfico Museo de Cádiz.

cias a las ayudas económicas del Ayuntamiento y la Diputación Provincial9. No era una adaptación definitiva, pues los recursos fueron tan limitados que se reutilizó el viejo y escaso material de exposición procedente del anterior edificio sin ni siquiera restaurarlo (Blanco, 1942: 56-58). Poco antes de la inauguración, en 1940, ingresaron 30 objetos de la necrópolis de Carteia, entre ellos un sarcófago paleocristiano de mármol con estrígilos en su frente, y en 1943 se produjo un incremento importante de las colecciones como consecuencia de una Real Orden que obligó a Pelayo Quintero a

La explosión de un depósito de minas en 1947, que provocó grandes daños en la ciudad, supuso el inicio de una nueva etapa para los dos museos provinciales10. La trágica noche del suceso las puertas del Arqueológico quedaron destruidas y la directora se vio obligada a retirar el importante conjunto de joyas solicitando la custodia de la policía hasta que fueron reparadas11. Ese mismo año el inventario general alcanzó la cifra de cinco mil doscientos noventa y un objetos, de ellos dos mil setecientos sesenta y nueve eran monedas12. El arquitecto municipal Francisco Hernández Rubio y Cisneros se encargó de realizar el proyecto de reparación por encargo de Regiones Devastadas y posteriormente Antonio Sánchez Esteve, también arquitecto municipal, hizo el diseño de un nuevo edificio para Biblioteca Provincial con fachada a la calle Antonio López que incluía la reforma de los dos museos provinciales. El edificio de la Biblioteca no llegó a realizarse y las obras en el Arqueológico se prolongaron hasta 196113. Fue un periodo interminable de sucesivas aperturas y cierres a causa de la escasez de medios y personal14.

9 A.M.C. Carpeta “Concepción Blanco”. 10 Una visión general sobre lo acaecido se puede obtener en el folleto “Cádiz. 18 de agosto de 1947”, s/f., editado por la Delegación Provincial de Educación Popular. 11 A. M. C., carpetas “Concepción Blanco, inventario de joyas”. 12 A. M. C., carpetas “Concepción Blanco”. 13 A. M. C., carpeta “Datos para la historia del Museo”. 14 Las obras comenzaron en abril de 1948 y dos meses después solo faltaba uno de los frentes del claustro por reparar, pero en 1949 una inundación impidió su apertura. El año siguiente, cuando se terminó la instalación del cuarto tramo del patio fue posible abrirlo al público, aunque sin exponer las joyas que se habían ubicado allí en la instalación anterior, y en 1951 se cierra, en este caso por falta de personal. Reabrió sus puertas en abril de 1952 y en 1955 se clausuró de nuevo. Posteriormente se realizaron gestiones para conseguir mejorar la ampliación proyectada y en 1958 los obreros dejaron el museo sin acabar los trabajos y sin previo aviso. Todavía en 1960 se pedía la entrega de la obra sin obtener respuesta. Meses después se envió un informe sobre el estado de las obras al Director General de Bellas Artes y posteriormente otro conjunto con el Director del Museo de Bellas Artes del que se remitió copia al Inspector General de Museos. A. M. C., carpetas “Concepción Blanco”.

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APUNTES SOBRE LA SECCIÓN DE ARQUEOLOGÍA DEL MUSEO DE CÁDIZ Y SUS COLECCIONES

Fig. 14. Proyecto para el Museo Arqueológico Provincial. Javier de Navascués. 1965. Archivo Museo de Cádiz.

Fig. 15. Proyecto de Javier de Navascués. Sección del patio con pirámide. 1965. Archivo Museo de Cádiz.

En octubre de 1965 se inicia otra etapa de propuestas más ambiciosas protagonizadas inicialmente por el arquitecto Javier de Navascués, que realizó un primer proyecto de ampliación incorporando el solar donde se iba a construir la Biblioteca. Proponía levantar una crujía de dos plantas y un patio ajardinado de acceso al museo abierto a la calle Antonio López similar al del ala opuesta de la calle Tinte15. Previamente acondicionó dos salas para poder exponer al público algu-

nas piezas emblemáticas, como las joyas fenicias y el sarcófago antropoide. El núcleo de su proyecto era la transformación del patio central creando una sala de estructura piramidal con iluminación cenital en cuyo centro había una fosa para situar al sarcófago antropoide masculino (Figuras 14 y 15). En torno a la sala se disponían cuatro galerías con vitrinas de cristales cóncavos que permitían observar de cerca objetos pequeños, como la colección de joyas fenicias.

15 Navascués, Javier, Proyecto de ampliación del Museo Arqueológico de Cádiz, 1965. A.M.C.

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Navascués propuso posteriormente un replanteamiento de la ordenación de todo el edificio, intentando una distribución más racional de los espacios16. En base a este informe la Sección de Museos y Exposiciones de la Dirección General de Bellas Artes del Ministerio de Educación y Ciencia, elaboró una disposición en la que le transmitía la necesidad de regular los locales y dependencias ocupados por los distintos centros, que entonces eran todos dependientes de esa Dirección General, y anunció la próxima fusión de las dos entidades en el actual Museo de Cádiz17. La memoria de un nuevo proyecto de 1970 denuncia el lamentable estado del edificio, afectado por humedades y con graves problemas en sus estructuras, proponiendo una serie de intervenciones de carácter urgente. En esos momentos el espacio ocupado tradicionalmente por el antiguo Museo Arqueológico mantenía abiertas las instalaciones provisionales. Meses después se inauguró la primera fase del proyecto iniciado en 1965 que afectaba al espacio central del patio con su estructura piramidal. Durante esas décadas el incremento de fondos continuó siendo puntual. En algunos casos se trató de piezas localizadas de manera casual, como el capitel protoeólico localizado en aguas de la Caleta18. En el cerro del Castillo de Medina Sidonia se localizaron durante una remoción de tierras unos retratos de Livia, Druso y Germánico junto a otros fragmentos de estatuas y algunos elementos arquitectónicos, que fueron entregados al museo por el alcalde a través del Delegado de Zona del SNAE (León Alonso, 2001: 322-325). Así mismo hubo algunos ingresos por excavaciones o compras, entre ellos monedas procedentes de dragados del Guadalete y la bahía, unos conejos de mármol romanos que pertenecieron a la colección de Cayetano del Toro o las magníficas piezas de un ajuar funerario romano localizadas en un del barrio de Bahía Blanca (Sánchez Gijón, 1960: 183193). El conocido como bronce de Iptuci fue donado un particular en 1968. En esa época se perdieron muchas oportunidades de incrementar sustancial-

Fig. 16. Thymiaterion. Archivo fotográfico Museo de Cádiz.

mente las colecciones, pues a nivel local se produjo una gran expansión urbana en el área de Puerta Tierra, donde se sustituyeron paulatinamente los pequeños chalés construidos a lo largo de la primera mitad del siglo por grandes bloques de viviendas. Las cimentaciones de esos edificios se realizaron sin ningún tipo de control arqueológico y tampoco lo hubo en algunas intervenciones urbanísticas importantes, como la construcción del paseo marítimo en la zona de Santa María del Mar.

16 La memoria está firmada por los directores de la Escuela de Artes y Oficios y el Museo Provincial de Bellas Artes, Manuel Acame y Pedro Valdecantos, como aceptación de la propuesta. A.M.C., carpeta “Datos para la historia del museo”. 17 A.M.C., carpeta “Datos para la historia del Museo”. Aunque nos centramos en el análisis de las instalaciones ocupadas por el Museo Arqueológico Provincial en la planta baja del edificio de la Plaza de Mina, las correspondientes al Museo Provincial de Bellas Artes en la primera planta del mismo edificio, no corrieron mejor suerte, si exceptuamos el breve paréntesis que supuso la renovación de la museografía inaugurada en 1950 tras las obras de reparación realizadas por Regiones Devastadas a causa de la explosión de Minas de 1947 (Alonso de la Sierra, 2011: 227-250). 18 Concepción Blanco publicó un artículo en la prensa dando a conocer la entrega al museo de este hallazgo casual que se produjo en el entorno del Castillo de San Sebastián. Pedía que se realizaran excavaciones en la ciudad para profundizar en su historia y contrastar los datos arqueológicos con los textos. Blanco, Concepción “Nuevos hallazgos arqueológicos en Cádiz y su provincia” (Diario de Cádiz, 19 de diciembre de 1958. Pemán, 1959: 58-70. Blanco Freijeiro, 1960: 157-159).

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APUNTES SOBRE LA SECCIÓN DE ARQUEOLOGÍA DEL MUSEO DE CÁDIZ Y SUS COLECCIONES

Fig. 17. Proyecto de Javier Feduchi. 1980. Planta baja (sección de Arqueología). Archivo Museo de Cádiz.

La arqueóloga María Josefa Jiménez Cisneros realizó por propia iniciativa el seguimiento de algunas obras. En el paseo se limitó a retirar y anotar los objetos detectados durante la remoción de tierras, ya que la rapidez con que se ejecutaron las obras no permitía otras opciones. De un importante conjunto de tumbas fenicio-púnicas localizadas en el solar donde se iba a levantar el edificio destinado a Instituto Nacional de Previsión, junto al baluarte de San Roque de la Puerta de Tierra, no pudo recoger directamente ningún ajuar, pues cuando tuvo noticias del hallazgo los enterramientos que aparecieron intactos ya habían sido expoliados. Algunos objetos terminaron en colecciones particulares y solo pudieron conocerse por fotografías (Jiménez Cisneros, 1971: 131; García Bellido, 1970: 45). En 1968, por iniciativa del director General de Bellas Artes, se concedieron subvenciones que permitieron realizar adquisiciones de abono inmediato. Fruto de esta nueva iniciativa fue el ingreso de diversas piezas de origen subacuático conseguidas con la ayuda de algunos buzos profesionales. Los nuevos materiales, cepos, lingotes de plomo,

ánforas y otras cerámicas, entre las que destaca el singular thymiaterion (Figura 16), enriquecieron sustancialmente las colecciones (Blanco, 1970: 51-56). Ramón Corzo, cuando fue nombrado director en 1979, elaboró un informe-memoria sobre la situación del edificio y el estado de las obras que se habían iniciado en el solar de la calle Antonio López, que estaban paralizadas desde hacía varios años (Figura 3-Z2.2). El panorama era poco alentador, insistía en la necesidad de racionalizar la ocupación de espacios, aludiendo también al estado de las diversas obras iniciadas y no acabadas con el consiguiente perjuicio para la seguridad. Reclamaba finalizar el proyecto para redactar otro nuevo organizado en fases que incluyera un esquema básico de organización futura. El Ministerio encargó la remodelación completa al arquitecto madrileño Javier Feduchi, que diseñó las actuaciones definitivas para la configuración del actual Museo de Cádiz, estructurándolas en tres fases19. La primera se inauguró en 1984 y seis años después finalizó la segunda (Figura 17). Durante las

19 Feduchi, Javier, Museo de Cádiz. Memoria. A.M.C.

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Fig. 18.- El sarcófago antropoide masculino y las joyas fenicio-púnicas en la instalación inaugurada en 1984. Archivo fotográfico Museo de Cádiz.

obras se mantuvo accesible al público una instalación provisional con las piezas más emblemáticas y cuando se inauguró la primera fase, correspondiente al sector de nueva construcción de la calle Antonio López, su instalación museográfica pretendía ser la definitiva. La planta baja, destinada a arqueología, acogía “Vida pública y necrópolis romana”. Se exponían también, aunque con carácter provisional, algunos hitos de las colecciones, como los sarcófagos antropoides. Era una organización cronológica, centrada en piezas singulares. El montaje sirvió como ensayo general de lo que sería la instalación completa prevista para la segunda fase. Coincidiendo con la remodelación, se inició un proceso de incremento de fondos arqueológicos sin precedentes hasta entonces en la historia de la institución. Estuvo motivado por la intensa actividad arqueológica desarrollada en la ciudad y en diversos yacimientos de la provincia bajo el control del museo. En 1979 comenzaron a generalizarse las excavaciones en los solares donde se iba a construir, cuyos resultados proporcionaron valiosos datos sobre la zona urbana y el entono funerario de la ciudad en la Antigüedad. A ese período corresponde el hallazgo

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del teatro romano y del Sarcófago antropoide femenino, localizado en 1980 (Blanco Freijeiro y Corzo Sánchez, 1984: 236 y ss.). Fueron acontecimientos que incrementaron el interés de los ciudadanos por la arqueología local (Figuras 19 y 20). A partir de entonces comenzaron a ser habituales las noticias en prensa sobre hallazgos o excavaciones. El resultado de los trabajos arqueológicos de aquellos años se dio a conocer en una exposición temporal realizada en 1983 (Corzo Sánchez, 1983). Se había intervenido en 51 yacimientos de la provincia y en la ciudad fueron excavados unos 500 enterramientos que proporcionaron varios miles de objetos. Igualmente en el control del dragado de la canal del puerto se extrajeron numerosas piezas integradas por cerámicas y vidrios de distintas épocas, lingotes y cepos de plomo romanos, utensilios de cocina o piezas de vajilla en cobre, peltre o aluminio de los siglos XVIII y XIX, elementos de vestuario, como botones y hebillas, piezas de hueso, marfil, etc. Entre las intervenciones realizadas en la provincia destacaron las seis campañas de excavaciones desarrolladas en la Algaida, en el solar de una primitiva isla situada en la desembocadura del Guadalquivir donde se


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Figs. 19 y 20. Llegada al museo del sarcófago antropoide femenino. 1980. Archivo fotográfico Museo de Cádiz.

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ubica un antiguo lugar de culto identificado con un templo de la Lux Dubiae, o lucero de la tarde, el planeta Venus, muy importante para los navegantes en la Antigüedad. Allí se localizaron numerosos exvotos pequeñas vasijas o platos para ofrendas y otros objetos que sumaron varios miles de piezas (Corzo Sánchez, 1991: 399-411). Las colecciones de Prehistoria experimentaron también un gran impulso. A los ajuares de los dólmenes de Tomillo y Alcalá del Valle o la necrópolis de las Valderas de Arcos de la Frontera, se sumó la entrega en 1981 de un conjunto de cerámicas neolíticas y otros objetos de la misma época localizadas por espeleólogos sevillanos en unas simas situadas al este de Benaocaz (Guerrero Misa, 1982: 5-22). También ingresó por aquél entonces el retrato de Trajano, hallado en la basílica de Baelo Claudia durante las excavaciones realizadas en el yacimiento por la Casa de Velázquez, cuyo cuerpo se trasladó posteriormente al museo con medidas espectaculares (Figura 21). Consecuencia de unas prospecciones subacuáticas realizadas en aguas de la Caleta fue el ingreso en 1982 de la terracota de un prótomo egiptizante, una máscara negroide y otras piezas fenicio-púnicas que venían a sumarse a otras ya conocidas como el thymiaterion. Procedían de la Punta del Nao, supuesto entorno de un templo dedicado a Astarté20. El control arqueológico impuesto en esos años continuó a partir de 1984, cuando la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía se encargó de la gestión de los museos y la competencia de las excavaciones pasó a las Delegaciones Provinciales21. La situación fue reforzada con la publicación de las Leyes del Patrimonio Histórico Español y de Andalucía, así como por las disposiciones recogidas en el Reglamento de Actividades Arqueológicas. A los primeros años de esa nueva etapa corresponden varios hallazgos importantes. Es el caso de unos pendientes naviformes con colgantes de cestillo procedentes de unas excavaciones de urgencia en un solar de la calle Ciudad de Santander en 1986 que venían a incrementar la ya importante colección de joyas fenicio-púnicas o el emblema central de un mosaico

Fig. 21. Traslado en helicóptero del cuerpo de la estatua colosal de Trajano desde la basílica de Baelo Claudia al camión que lo conduciría al Museo de Cádiz. 1982. Archivo fotográfico Museo de Cádiz.

con la representación de Apolo y Marsias (Perdigones Moreno et al., 1990. Perdigones y Blanco, 1987: 62-63). También se localizaron piezas de extraordinario interés de manera casual, como el conjunto de estatuillas en bronce de Melqart halladas en 1984 en un arenero con materiales procedentes de Sancti Petri (Blanco Freijeiro, 1985: 207-216). Cuando se inició la segunda fase de la adecuación arquitectónica comenzó a trabajarse en el programa expositivo correspondiente a las zonas afectadas. Se conserva un planteamiento que constituyó el documento base para la redacción del definitivo22. Contemplaba iniciar la visita por el patio principal, al que

20 Según Ramón Corzo, el conjunto de terracotas localizado en la punta del Nao forma el repertorio de personajes que participan en el mito isíaco evocador de la muerte de Osiris a manos de su hermano Seth y su posterior resurrección por la intervención de su esposa Isis. Esas fiestas denominadas navigium Isidis celebraban anualmente la alegría de la diosa y el reinicio del tráfico marítimo al final del invierno (Corzo, 1999). 21 Real Decreto 864/1984 de 29 de febrero sobre traspaso de funciones y servicios del Estado a la Comunidad Autónoma de Andalucía en materia de cultura. 22 Feduchi, Javier, Proyecto de instalación museográfica. Fase segunda, 1986. A.M.C.

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APUNTES SOBRE LA SECCIÓN DE ARQUEOLOGÍA DEL MUSEO DE CÁDIZ Y SUS COLECCIONES

se denominaba “Patio de las Colonizaciones”, cuya área central se reservaba para exposiciones temporales una vez eliminada la pirámide de Navascués, remodeladas las galerías superiores y construida una gran montera de cristal inspirada en la arquitectura local del siglo XIX (Figura 3-2). En las galerías, separadas de la zona central por vitrinas, se desarrollaba el discurso expositivo con secciones de “Prehistoria”, “Colonización fenicia” y “Colonización griega”. Desde el patio se accedía sucesivamente a las salas de “Comercio” (Figura 3-3), “Ciudades romanas de la provincia” (Figura 3-4),, “Vida Pública”, que ocupaba el patio de Antonio López, (Figura 3-7), “Necrópolis romana” (Figura 3-8), instalada en el nuevo edificio desde 1984, “Inicios del cristianismo, visigodos y período islámico” (Figura 3-9). La última sala, dedicada a “Epigrafía y heráldica moderna” coincidía con el inicio de la visita, pues era el único acceso de los visitantes desde recepción (Figura 3-10). El Director General de Bellas Artes y Archivos encargó un informe en 1988 antes de proceder a la instalación definitiva de las salas que reconocía el buen resultado arquitectónico, pero planteaba la existencia de algunos problemas23. Destacaba la dificultad en el acceso a las instalaciones y la carencia de áreas de actividades y animación, que no debían esperar a una tercera e incierta fase. Además, consideraba que, según proponía la museología del momento, habría que presentar los objetos arqueológicos contextualizados en un entorno histórico con una visión clara y accesible a todos los públicos, echando en falta elementos de apoyo como fotografías, planos, dibujos o maquetas. Tampoco estimaba acertado la creación de un gabinete numismático pensado fundamentalmente para un público erudito. A partir de estas reflexiones y propuestas se trabajó intensamente para configurar el discurso expositivo con el que se inauguraron las obras de la segunda fase en 1990. Los cambios sobre el primer proyecto fueron sustanciales, aunque también se mantuvo una parte importante del discurso original. Las galerías del patio no se utilizaron para exposición permanente y el recorrido de la visita se dispuso en sentido contrario al concebido inicialmente. La visita comenzaba en la sala paralela al patio en dirección a la calle Antonio López, donde se instaló “Prehistoria” (Figura 3-9). A continuación se dispuso la “Sala de Colonizaciones”, con los sarcófagos estratégica-

mente ubicados, en la misma disposición que contemplamos hoy (Figura 3-4). Desde allí se accedía sucesivamente a la “Sala de Necrópolis Romana”, inaugurada en 1984 (Figura 3-8), al patio dedicado a “Vida Pública” (Figura 3-7), y posteriormente a otras salas que acogían “Comercio”, “La casa romana” y “Urbanismo romano” (Figura 3-4, 5 y 6). La sala inicialmente proyectada para exponer piezas de la Edad Moderna y Contemporánea (Figura 3-10), se transformó en salón de actos, dejando como espacio de tránsito la zona inmediata de acceso al patio desde la entrada de la plaza de Mina, con lo cual quedaba resuelto el problema de circulación planteado en la primera propuesta. Desde entonces se han sucedido diversos cambios, entre ellos el desmontaje del salón de actos para ubicar una sala más amplia de “Prehistoria”, la transformación de las salas “Necrópolis Romana” en “Gades” y “La casa romana” en “Baelo Claudia” o la instalación de un “Gabinete Numismático” en la primera planta. Las reformas más recientes incluyen la renovación completa de la “Sala de Comercio”, la ampliación de las salas de “Prehistoria” y “Colonizaciones” y el montaje de una nueva sala dedicada al Cádiz islámico. Pese a todos estos cambios se mantiene básicamente el espíritu de la museografía concebida entre 1884 y 1990. El incremento de fondos durante las dos últimas décadas ha sido sustancial. Las colecciones de prehistoria se han enriquecido con numerosos materiales procedentes de diversas excavaciones. Puede destacarse el ajuar neolítico del dolmen de Alberite, en Villamartín, con excelentes materiales líticos y un gran prisma de cuarzo, o los más recientes de la necrópolis calcolítica del Paraje de Monte Bajo, en Alcalá de los Gazules, entre cuyas piezas se cuenta un interesante ajuar campaniforme (Ramos Muñoz y Giles Pacheco, 1996. Lazarich González, 2007). Las colecciones fenicio-púnicas también aumentaron con la incorporación de importantes piezas localizadas en excavaciones o halladas casualmente. Algunas permiten una aproximación a la fase arcaica de la colonización, como es el caso de la píxida cananea encontrada en 1994 de manera casual en los taludes de la playa gaditana de Santa María del Mar, un vaso ascoide de origen sardo, que junto a otros materiales fenicios pertenece a las excavaciones llevadas a cabo durante 2002 en un solar de la calle Cánovas del Castillo de Cádiz o algunos materiales documentados en el solar del antiguo Teatro Cómico, también

23 El informe fue realizado por Antonio Álvarez, conservador del Museo en aquellas fechas. A.M.C., carpeta “Datos para la historia del museo”.

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en la capital, entre los que sobresale un conjunto de sellos de arcilla (García Alfonso, 2005: 13231333. Córdoba y Ruiz Mata, 2005: 1269-1322. Gener Basallote et al., 2012: 134-186). A estos materiales arcaicos se suman otros de yacimientos de la bahía, Doña Blanca, en El Puerto, y el Cerro del Castillo, en Chiclana. Piezas dignas de mención son varios vasos de alabastro de manufactura egipcia, un conjunto de cinco bustos de divinidades femeninas de terracota excavados en 1992, la escultura de un guerrero de 2001 y otros más recientes que incrementan los importantes fondos de joyería fenico-púnica, como un ajuar funerario del solar de los Chinchorros, en el barrio de San José o el ajuar de un conjunto de tumbas intactas localizadas recientemente en el solar de la Subdelegación del Gobierno, cercano a la Puerta de Tierra , uno de los hallazgos más importantes de las últimas décadas (Álvarez Rojas y Corzo Sánchez, 1994: 67-82; Alonso de la Sierra et al., 2003: 31-32). De época romana destacan los grafitos de faros romanos procedentes de una factoría de salazones excavada en el solar del antiguo Teatro Andalucía en 1996, unas urnas de fayenza de la Avenida de Andalucía, que junto a otra hallada anteriormente en los trabajos arqueológicos previos a la construcción de un aparcamiento subterráneo en la plaza de San Antonio son las únicas conocidas en la Península, y el extraordinario ajuar de piezas de cristal de roca de una tumba de la calle Escalzo (Garbarino Gainza et al., 2004: 59-60). Es destacable una pequeña escultura en bronce de Hércules Gaditano del entorno de Santi Petri, adquirida a un particular en 1994 (Olmos, 1999: 598). También algunos elementos arquitectónicos sacados a la luz en excavaciones realizadas en la Casa del Obispo y el Teatro Romano, ambos en el barrio del Pópulo, o un gran mosaico de la villa de Puente Melchor, importante zona de producción alfarera situada en Puerto Real24. Al período musulmán pertenece un capitel califal documentado en los niveles medievales del teatro romano, que junto a dos tinajas de abluciones de Iptuci, Prado del Rey, constituye la pieza más destacada de la colección islámica (Cavilla et al., 2008). En la actualidad el libro de registro de materiales supera la cifra de 32.000 piezas.

Los datos históricos desglosados en los párrafos anteriores evidencian que las colecciones de arqueología padecieron importantes carencias en las distintas sedes que las acogieron y los recursos expositivos fueron bastante limitados, tanto en la etapa del Museo Arqueológico Provincial como en los primeros años del museo unificado. La situación cambió con las obras emprendidas en los años ochenta del pasado siglo y actualmente se está a la espera de acometer una ampliación que permitirá disponer, entre otras mejoras, de un discurso expositivo actualizado acorde con la diversidad de los fondos25. Las colecciones ofrecen en su conjunto un amplio panorama cronológico y cultural con numerosas piezas de extraordinario interés y en muchos casos de carácter singular. Su formación es fruto de un proceso lento aunque ininterrumpido de ingresos que se inicia con la fundación del museo en 1887 y llega a nuestros días. Son consecuencia en algunas ocasiones de excavaciones y en otras muchas de hallazgos casuales que se han nutrido sustancialmente de la propia ciudad y su entorno. Destacan los materiales procedentes de las necrópolis gaditanas, tanto de época fenicio-púnica como romana, y los hallazgos subacuáticos, centrados en torno a los núcleos de Santi Petri, lugar de ubicación del famoso templo de Melqart-Hércules, la Punta del Nao en la playa de la Caleta, donde pudo ubicarse en templo de Astarté, y los dragados de la bahía. Todas las comarcas de la provincia y sus principales yacimientos han aportado también piezas significativas y son importantes las colecciones de epigrafía y numismática.

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24 Para conocer las piezas más significativas que se localizaron en el casco urbano de Cádiz entre 1995 y 2000 puede consultarse el catálogo de la exposición Cádiz al fin del milenio. Cinco años de arqueología en la ciudad (Amores Carredano, 2002). 25 En 2006, cuando se consideraba que el traslado de la vecina Escuela de Arte sería inminente, se constituyó una Comisión Museológica que redactó los programas arquitectónico y expositivo para afrontar la ampliación del museo. Retrasos en la construcción de la nueva sede de la Escuela, que no pudo inaugurarse hasta inicios del curso 2012-2013, impidieron iniciar el proyecto.

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APUNTES SOBRE LA SECCIÓN DE ARQUEOLOGÍA DEL MUSEO DE CÁDIZ Y SUS COLECCIONES

Museo de Cádiz. Sarcófagos antropomorfos. Foto: Banco de imágenes del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico.

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Museo Arqueolรณgico Municipal de Jerez. Patio principal. Foto: MAMJ.


250 AÑOS DE HISTORIA DE LA COLECCIÓN DEL MUSEO ARQUEOLÓGICO MUNICIPAL DE JEREZ THE COLLECTION OF THE ARCHAEOLOGICAL MUSEUM OF JEREZ, 250 YEARS OF HISTORY Rosalía González Rodríguez [Museo Arqueológico Municipal de Jerez de la Frontera (Cádiz)]. [ rosalia.gonzalez.museoarq@aytojerez.es ]

Resumen

Summary

La colección de bienes muebles del Museo Arqueológico Municipal de Jerez tiene una larga trayectoria, ya que su origen se encuentra en el Depósito Municipal de Antigüedades creado en la ciudad a mediados del siglo XVIII, el más antiguo de estas características del que se tiene constancia en Andalucía.

The collection of movable goods of the Archaeological Museum of Jerez has already a long history since its origin can be traced back to the so called Municipal Deposit of Antiquities in middle 18th century, the oldest one with these characteristics recorded in Andalusia.

Su historia se puede ordenar en tres etapas:

The history of the collection can be divided into three phases:

• Formación del Depósito de Antigüedades-Colección Arqueológica. Abarca grosso modo desde mediados del siglo XVIII hasta mediados del siglo XX.

• Formation of the Deposit of AntiquitiesArchaeological Collection. It stretches from middle 18th century to middle 20th century.

• Constitución del Museo Arqueológico Municipal en la segunda mitad del siglo XX, donde el grueso de la colección se compone de los vestigios procedentes de las excavaciones en el yacimiento de Mesas de Asta.

• Constitution of the Municipal Archaeological Museum in the second half of the 20th century, when the major part of the collection is formed by pieces coming from the Mesas de Asta excavations.

• Ampliación del Museo en la primera década del siglo XXI. A partir de la segunda mitad de los años noventa del pasado siglo el incremento de las intervenciones arqueológicas urbanas provoca un giro de las colecciones, tanto en tipología como en cantidad, recayendo ahora el peso de los fondos museográficos en los materiales procedentes de la propia ciudad.

• Enlargement of the Museum during the first decade of the 21st century. From the middle nineties of last century the increase in urban archaeological interventions causes a shift in the collections, both in typology as well as in quantity, the museographic funds being based now in materials coming from interventions within the town of Jerez.

Palabras clave: Depósito de Antigüedades,

Keywords: Deposit of Antiquities, Archaeological

Colección Arqueológica, Museo, Jerez de la Frontera.

Collection. Museum. Jerez de la Frontera.

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Hablar de la colección arqueológica del Museo Municipal de Jerez, en adelante MAMJ, es hablar de la historia de la arqueología en la comarca y en la ciudad de Jerez, ya que ambas cuestiones van íntimamente relacionadas. No es algo único, ni exclusivo de este museo, ni de esta ciudad, puesto que existen bastantes ejemplos similares. Pero lo que sí le concede un carácter especial al caso de Jerez es su dilatada historia, al tratarse del primer Depósito Municipal de Antigüedades del que se tiene constancia en Andalucía y uno de los primeros museos de carácter exclusivamente arqueológico, dependiente de una corporación local, creado en nuestra comunidad autónoma. El recorrido por el origen y formación de sus colecciones no tiene un carácter lineal, sino fluctuante, con periodos inciertos y otros de gran brillantez. Se puede ordenar en varios apartados, coincidentes en gran medida con las etapas en que se puede dividir la historia del propio museo.

1. FORMACIÓN DEL DEPÓSITO DE ANTIGÜEDADES 1.1. SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVIII Nuestra historia da comienzo con cuatro personajes, dos de ellos de carácter nacional –el Marqués de Valdeflores y el Padre Flórez– y otros dos de carácter local –los jerezanos Jerónimo Estrada y Bartolomé Gutiérrez–, personajes todos ellos que en mayor o menor medida representan la plasmación de los ideales ilustrados. El primero, Luis José Velázquez de Velasco, por su condición de supernumerario de la Real Academia de la Historia, es comisionado en 1752, por encargo de Fernando VI, para realizar un viaje por todo el país con el fin de recopilar “los documentos originales de las historias eclesiásticas y civil de la nación para ser posteriormente utilizados por la política regalista borbónica” (Salas, 2010: 36). Se trataba del primer intento de catalogar los monumentos de la nación, para lo que se proyectó dibujar los vestigios arquitectónicos, estatuas, inscripciones, bajorrelieves o medallas “al vivo”, acompañando los dibujos con la descripción de cada uno y el lugar en el que se encontraban.

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Su viaje a Andalucía lo realizó entre septiembre de 1753 y diciembre de 1754, siendo acompañado en sus desplazamientos por “cicerones” locales (coleccionistas o eruditos) que en nuestro caso recayó en la figura del jesuita Fray Jerónimo de Estrada, por aquel entonces rector de colegio de la Compañía de Jesús de Arcos de la Frontera. Durante su estancia en Jerez analiza los epígrafes que se encontraban dispersos por diferentes puntos de la ciudad, interesándose no solo por las inscripciones prerromanas y romanas, algunas de las cuales dibuja, sino que también, debido al interés que presentaba la Real Academia de la Historia por las antigüedades musulmanas, recopila por vez primera las inscripciones islámicas que se conservaban embutidas en algunos de los arcos de entrada de las puertas de la vieja muralla. Inscripciones que, junto con las de la Alhambra y las del sepulcro de San Fernando, fueron traducidas por Miguel Casiri y Pedro Rodríguez Campomanes (Salas, 2010: 60). Asimismo, visita la ruinas del despoblado de Mesas de Asta que identifica con la ciudad de Asta Regia mencionada en las fuentes hispanorromanas. Por las mismas fechas también fija su atención en los “monumentos de antigüedad” de nuestra ciudad el agustino Enrique Flórez de Setién, quien había comenzado en 1742 a redactar su monumental obra España Sagrada. En su tratado sobre la Iglesia Asidonense señala que habiendo oído de la existencia de algunas inscripciones en Jerez solicitó se reconociesen, siendo el mismo Padre Estrada quien, también en el año de 1753, le remite copia de tres de ellas así como dibujo de varios hallazgos numismáticos y escultóricos “de tiempos de los romanos” (Flórez, 1792: Tomo X. Tratado XXI. Cap. I, 26). Indudablemente, estas circunstancias, unidas al hecho de que en las Instrucciones de 1752, por las que se comisionaba a Luis José Velázquez, se dispusiera “... que las estatuas, bajorrelieves y demás monumentos cuya conducción no sea tan fácil, se coloquen en parajes seguros y si puede ser en las casas de los Ayuntamientos de los Pueblos, encargando a los justicias su conservación hasta que Su Majestad disponga de ellas” (Salas, 2004: 349), hicieron que el P. Estrada, alentado por el propio P. Flórez, consiguiera que el Corregidor de la ciudad dictara orden de extraer “piedras y estatuas que


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Fig. 1. Lámina de Bartolomé Gutiérrez con dibujos de los diversos elementos arqueológicos existentes en la ciudad, algunos de los cuales conformaron el Depósito de Antigüedades. Archivo MAMJ.

había en varios sitios de la ciudad para testimonio de su anticuada existencia” y que estas se colocaran en las Casas Consistoriales, conformándose así el Depósito de Antigüedades, germen del posterior Museo Municipal. Es el erudito jerezano Bartolomé Gutiérrez quien mejor nos describe su proceso de formación, ya que el mismo asistió a algunas de las inspecciones, habiéndonos legado un verdadero catálogo de las piezas que componían este inicial Depósito. Siguiendo las enseñanzas del movimiento de los “novatores” o defensores de los documentos fehacientes para redactar los tratados históricos, recopila y dibuja en detalle todos los elementos arqueológicos que se encuentran dispersos por la ciudad (Fig. 1).

De las piezas que según B. Gutiérrez fueron extraídas en aquel momento y pasaron a formar parte del Depósito –cuyo objetivo último fue mostrar la antigüedad de la población para usarlo en la reivindicación de una sede episcopal propia, independiente de la de Sevilla, con origen en la antigua diócesis de Asido Caesarina perdida en época musulmana1–, lamentablemente se conservan muy pocos elementos, por lo que la información aportada por nuestro historiador resulta en algunos casos de sumo interés al tratarse del único documento existente. Entre los objetos que pasaron a formar parte de aquel inicial “depósito”, solo ha llegado hasta nosotros: “… una robustísima columna de jaspón negro que se encontraba en una torre que hace frente a la Puerta

1 En 1783 el Jerez eclesiástico y secular se embarcaron de manera conjunta en la empresa de “restaurar” en la ciudad el antiguo obispado asidonense, lo que ocasionó un largo pleito con la catedral de Sevilla. Esto provocó que en 1785 Manuel Núñez, maestro mayor de la Catedral de Sevilla, realizara un reconocimiento de la fábrica de la muralla y registrara las figuras geométricas que adornaban las diferentes puertas, decoraciones que se habían relacionado con la más remota y mítica antigüedad, y que hoy sabemos responden a diseños almohades (Pomar, 2003; González Rodríguez y Aguilar Moya, 2011).

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Real… desprendida de su sitio se le hallaron los renglones, que por la parte que estaban ocultos en la pared, tenían claras las letras Romanas, y por lo que había estado en el rozadero de las gentes se hallaron gastadas; y lo que se puede sacar de él es lo siguiente… (Véase la lámina número 7)” (Gutiérrez, 1886: Libro Primero: 78) (Fig. 2). Además, relata B. Gutiérrez que se reconocieron, aunque no fueron extraídas en ese momento, bien por estar muy rotas o incompletas o bien porque todavía formaban parte de los muros de la ciudad, otras piezas, algunas de las cuales se incorporaron a la colección en momentos posteriores. Este es el caso de: • dos estatuas romanas, una de ellas situada en la calle Rui López y otra de la calle Ídolos (Fig. 3). • “Un rótulo (perteneciente a la Arábiga gente) que se halla [sic] hoy sobre el arco de la puerta exterior de la puerta de Sevilla, el cual se ve consumido a retazos de la injuria de los temporales, pero copiaremos de él lo que se pudiere… (Véase la lámina nº 14)” (Gutiérrez, 1886: Libro Primero: 78) (Fig. 4). • “En la puerta del Real… una lápida completa que está patente sobre la fachada y Arco de su exterior, entrada y puerta principal… (Véase la lámina nº 15)… que contenía la oración característica de los moros…”2 (Gutiérrez, 1886: Libro Primero: 84-85) (Fig. 5). Por último, añade este autor otras noticias de hallazgos arqueológicos realizados en el entorno inmediato de la ciudad, sobre todo enterramientos (Fig. 1), de los que nada ha subsistido (Gutiérrez, 1886: Libro Primero: 82 y 98).

1.2. DE DEPÓSITO DE ANTIGÜEDADES A DEPÓSITO ARQUEOLÓGICO. SIGLO XIX Y PRIMER TERCIO DEL SIGLO XX Es la centuria del XIX, en general, un periodo oscuro para nuestro Depósito de Antigüedades, cuyo estado de olvido y abandono conllevó la pérdida de gran parte de las piezas allí acumuladas.

Por otra parte, los procesos desamortizadores decimonónicos que supusieron el germen de muchos museos provinciales, en especial de Bellas Artes, no afectaron a Jerez al haber recaído en Cádiz –tanto en la división territorial de 1822 como en la reforma de 1833– la capitalidad de la provincia. Tampoco las numerosas colecciones particulares que nos consta se crearon en la ciudad, mediante la compra por parte de la rica burguesía jerezana de objetos procedentes de dichas desamortizaciones, repercutieron en este pionero Depósito. De todas ellas quizá la más destacada, aunque ya finalizando la centuria, y desgraciadamente vendida fuera de Jerez en su integridad, fue la conocida como Museo de Santo Domingo (Caballero Ragel, 2006; López Rodríguez, 2010: 359-364). Creada por el relevante bodeguero Manuel Críspulo González Soto, marqués de Bonanza, en los desamortizados claustros del Convento de Santo Domingo, de los que era propietario, contó con más de 3.000 piezas. Entre ellas aparecen numerosos cuadros con nombres como José de Ribera, Goya, Durero, Van Dick, Rubens, Tintoretto, Veronés…, pero también basas, columnas y capiteles antiguos, esculturas, y una amplia colección de cerámicas y porcelanas que indudablemente hubieran supuesto un importante legado para la ciudad y en consecuencia un gran aporte para los fondos del Depósito de Antigüedades. Hasta el último cuarto de siglo tan solo tenemos noticias de la incorporación a la colección, con motivo del derribo de las puertas de la vieja muralla, de dos inscripciones islámicas de las tres que habían registrado tanto Velázquez de Velasco, como B. Gutiérrez (Figs. 4 y 5). Lamentablemente, nada nos consta de otra lápida de la puerta del Real –que a juzgar por la traducción realizada por Campomanes es muy probable que fuera la estela fundacional–, conservándose como único documento de la misma el dibujo de B. Gutiérrez, ya que, según advierte Rodrigo Amador de los Ríos, la copia de esta inscripción que acompañaba al manuscrito del Marqués de Valdeflores ya se había perdido a finales del siglo XIX (Ríos, 1883: 151, nota 1).

2 Esta lápida, según recoge del historiador jerezano Esteban Rallón, se había intentado picar en 1672 a instancias del caballero veinticuatro Pedro Villalobos, que movido del celo de la Religión lo propuso a la ciudad “… por el gran escándalo que los moros cautivos que hay en esta ciudad hacen reverenciando dicha piedra”, hecho que finalmente no se llevó a efecto.

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Fig. 2. Columna romana con inscripción honorífica que fue extraída de una torre de la puerta del Real. Primera pieza en formar parte del Depósito de Antigüedades en 1753. Fotografía MAMJ.

Fig. 3. Escultura de la calle Ídolos en exposición. Fotografía MAMJ.

Fig. 4. Fragmentos conservados del friso con inscripción islámica de la puerta de Sevilla. Ingresa en el Depósito de Antigüedades en 1864. Fotografía MAMJ.

Fig. 5. Lápida con inscripción almohade de la puerta del Real. Ingresa en el Depósito de Antigüedades en 1864. Fotografía MAMJ.


ROSALÍA GONZÁLEZ RODRÍGUEZ

Fig. 6. Antigua fotografía del togado hallado en Mesas de Asta en 1870. Archivo MAMJ.

Fig. 7. Antigua fotografía de los tres bloques con inscripción, pertenecientes a la muralla, hallados en Mesas de Asta en 1870. Archivo MAMJ.

No obstante, desde mediados de siglo empiezan a aparecer voces que reclaman la constitución de un museo en la ciudad. En 1858 el Colegio de Humanidades S. Juan Bautista e Instituto Provincial de Jerez, curiosamente ubicado en el mismo edificio en el que en la actualidad de encuentra el MAMJ, lanzaba la idea de formar un museo de antigüedades teniendo en cuenta “los frecuentes hallazgos de monedas fenicias, romanas y árabes en la Mesa de Asta, en Sidueña y armas y utensilios de los celtas en Marcharnudo” (García Figueras, 1974: 33). De hecho, en 1870 se produce en el despoblado de las Mesas de Asta el hallazgo, entre otros vestigios arqueológicos, de una escultura togada (Fig. 6) y varios bloques de piedra con inscripción romana (Fig. 7) que debieron formar parte de la muralla de la antigua colonia. Algunos de los detalles de este hallazgo los conocemos gracias a la documentación generada que se conserva en la Real Academia de la Historia (Real Academia de la Historia. CACA/9/7949/15: 5, 11 y 14). Aparecieron con motivo de trabajos de extracción de piedras “procedentes de los muros y cimientos de antiquísimas construcciones” para las “obras construcción de la carretera provincial de Jerez a Trebujena y para otras de algunos propietarios de los pre-

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HISTORIOGRAFÍA DE LAS INSTITUCIONES ARQUEOLÓGICAS DE ANDALUCÍA

dios inmediatos”. El trabajador que tuvo la fortuna de encontrarlos manifestó que fue “gratificado” por el apoderado del contiguo cortijo de La Mariscala con “cien reales y una yegua vieja” y de inmediato se las llevó. Informadas las distintas autoridades locales y provinciales del hallazgo, la Comisión de Monumentos de Cádiz ordena al poseedor la cesión de dichos objetos, previo pago del dinero que había invertido en su compra, que curiosamente asciende a la cantidad de setecientos reales, para que pasaran a formar parte del Museo Arqueológico Provincial, por aquellas fechas en proceso de formación. La documentación conservada no recoge el motivo por el que nunca se llevo a efecto este traslado, permaneciendo las piezas en la finca de El Altillo, en el extrarradio de Jerez, hasta el año 1944 que ingresan en la Colección Arqueológica. Era frecuente en estos años, debido al cambio en el tipo de cultivo provocado por el auge de la industria vitivinícola que se estaba viviendo en el Marco de Jerez, que afloraran en terrenos de campiña numerosos restos arqueológicos. Restos que, como es el caso de las piezas anteriormente expuestas, quedaban con frecuencia en manos de particulares y se utilizaban como ornato en fincas de recreo y cortijos.


250 AÑOS DE HISTORIA DE LA COLECCIÓN DEL MUSEO ARQUEOLÓGICO MUNICIPAL DE JEREZ

Procedentes de este coleccionismo decimonónico se han recuperado en los últimos años y han pasado a formar parte de los fondos del MAMJ diversos elementos entre los que destacan: cinco fragmentos del sarcófago romano de Medina Sidonia, más conocido como sarcófago del Marqués de la Cañada, que fue recogido en su manuscrito por Velázquez de Velasco y que la investigación daba por desparecido desde fines del siglo XIX (González Rodríguez, 2000) (Fig. 8), dos capiteles y sendas basas de época republicana de Mesas de Asta, o la mitad de un capitel visigodo procedente de Casinas del que solo se conocía una parte.

Anexo a la misma, en la logia renacentista que le servía de entrada, el mismo lugar que venía ocupando desde el siglo XVIII, la corporación municipal, tal vez sensibilizada por el revuelo producido por los hallazgos de 1870 en Mesas de Asta, acuerda dar nuevamente carta de naturaleza al Deposito de Antigüedades que queda integrado como una dependencia de la Biblioteca y pasa a denominarse Depósito Arqueológico Municipal.

En todos los casos estos bienes patrimoniales se encontraban en estado de abandono en fincas particulares y olvidados por los descendientes de los primitivos poseedores al cambiar de uso las propiedades o ponerse en venta.

La etapa cronológica que va de 1873 a 1916 no es pródiga en hechos llamativos, pero sí se vive un periodo de crecimiento de los fondos, procedentes en unos casos de obras de carácter público y en otros de donaciones de particulares, lo que provoca que el conjunto vaya adquiriendo cada vez mayor interés, llamando la atención de autoridades como Enrique Romero de Torres, autor del Catálogo Monumental de la Provincia de Cádiz (López Rodríguez, 2010, 328).

El 23 de abril de 1873, aniversario de la muerte de Cervantes, el Ayuntamiento inauguraba en su honor la Biblioteca Pública Municipal, la primera que se creaba en Andalucía tras la promulgación de la ley de Bibliotecas Públicas de José Echegaray. Se ubicaba en los salones nobles de las antiguas Casas Capitulares, haciendo frente a la plaza de Escribanos.

Así en 1882 ingresa un torso de Neptuno de época romana procedente del Depósito de Sementales del Estado (Fig. 9), ubicado en unas dependencias contiguas al monasterio de la Cartuja; en 1889 lo hace una lápida conmemorativa de la fundación del pósito de la ciudad, y por las mismas fechas entran varios fragmentos de los dos púlpitos renacentistas de la

Fig. 8. Frente de sarcófago romano de Medina Sidonia. Su desarrollo completo ha podido reconstruirse gracias a un dibujo efectuado en 1764 que se conserva en la Biblioteca Capitular y Colombina de Sevilla. Fotografía MAMJ.

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Entre ellos, además de los ya señalados, aparecen escudos, bolaños, algunas cerámicas y diversas lápidas. Asimismo, en su introducción advertía de las posibilidades que a su juicio podría tener en un futuro la amalgama de objetos que mayoritariamente estaban depositados por entonces en el pórtico de la Biblioteca y animaba a los convecinos que poseyeran curiosidades arqueológicas a que las añadieran a la colección, porque así serían “por todos conocidas y estudiadas, redundando esto en beneficio de las Artes y de la Historia”, con la esperanza de llegar sin gran esfuerzo a contar en Jerez con un museo arqueológico, “de gran utilidad, por la importancia que siempre tienen los Centros de esta índole” (Pescador y Gutiérrez del Valle, 1916). Otro hallazgo sirvió de nuevo como revulsivo en beneficio de la creación de ansiado museo, que aún tardaría un tiempo en llegar. Durante las obras de restauración que se estaban desarrollando en 1927 en el claustro grande del monasterio de la Cartuja de Nuestra Señora de la Defensión apareció, formando parte el relleno de una de las bóvedas, una gran ánfora nazarí de loza dorada perteneciente a la serie conocida como “Jarrones de la Alhambra”, de inmediato publicada por Cesar Pemán (Pemán, 1927). Fig. 9. Torso de Neptuno procedente de la zona de Cartuja. Ingresa en el Depósito de Antigüedades en 1882. Fotografía MAMJ.

iglesia de San Miguel, en aquel tiempo en proceso de restauración por el arquitecto municipal José Esteve y López. También en 1913 se acuerda el traslado de dos de las esculturas que, utilizadas como guardacantones ya habían sido registradas por B. Gutiérrez (Fig. 3). Entre las donaciones de particulares destacan las efectuadas por D. Javier Piñero y Doña Josefa Dávila procedentes del despoblado de Mesas de Asta, consistentes en tégulas con inscripciones, parte de un sarcófago romano decorado, una estela sepulcral tardorrepublicana y un fragmento de moldura con inscripción visigoda. De todo ello nos da cuenta el correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes y vocal de la Comisión Provincial de Monumentos, Mariano Pescador y Gutiérrez del Valle, en aquel momento bibliotecario municipal, quien en 1916 publica un pequeño folleto en el que recoge y describe los 45 objetos que por aquel entonces constituían el Depósito Arqueológico.

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Inicialmente, el arquitecto conservador de la Cartuja, Francisco Hernández Rubio, cursa comunicación al Director General de Bellas Artes, depositándola en Jerez en las Casas Consistoriales (Merino, 1990-91: 380). Pero tras ser solicitada, junto con otros objetos propiedad del municipio, para que formara parte de la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929, por orden de D. Elías Tormo, ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, fue trasladada al Museo Arqueológico Nacional donde ingresa en 1930 (Revilla y Vielva, 1930). El hecho levantó una fuerte polémica a nivel local e hizo que saliera a la luz el estado vegetativo en el que se encontraban las instalaciones que acogían el Depósito Arqueológico Municipal.

1.3. LA COLECCIÓN ARQUEOLÓGICA MUNICIPAL. SEGUNDO TERCIO DEL SIGLO XX No es por tanto casualidad que al año siguiente, en 1931, habiendo quedado vacante la plaza de bibliotecario, por jubilación del anterior titular, salga a concurso, ganando la oposición un personaje que provocará un giro sustancial en la historia de la colección: Manuel Esteve Guerrero.


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además tiene que multiplicar sus esfuerzos como director de la Biblioteca, es ingente, lo que se refleja en la recuperación, mediante donaciones, de muchas de las piezas que se encontraban en manos de particulares. Este es el caso de una pila-sarcófago visigoda procedente del cortijo de la Peñuela (Esteve, 1979: 1-8) o un prótomo de un carnero ibero-romano de la finca de las Quinientas que ingresan respectivamente en los años 1934 y 1937. También en el año 1934 realiza las primeras excavaciones en el término municipal, en el enterramiento colectivo del cortijo de Alcántara, que dio como resultado un ajuar compuesto por un numeroso conjunto de material lítico y vasijas correspondiente a la Edad del Cobre, informando de todo ello en un artículo publicado en la revista Archivo Español de Arte y Arqueología (Esteve, 1979: 8-18). Fig. 10. Antigua fotografía del león ibero-romano y del conocido busto de anciano de época augustea hallados en Mesas de Asta en 1870. Archivo MAMJ.

Formado en Historia Antigua y Lenguas Clásicas y gran apasionado del dibujo, el arte y la arqueología, ordena aquel Depósito, ya que en sus propias palabras: “el desorden en el que se encontraban los objetos no solo impedía su estudio, sino que hasta imposibilitaba su misma contemplación meramente curiosa. Era preciso instalarlos convenientemente”. Para potenciar los fondos no duda en ofrecer al Ayuntamiento su propia colección numismática, compuesta por 158 monedas romanas y 25 árabes y que hoy por hoy sigue constituyendo la base de la sección de numismática. Organiza la logia a modo de un “patio arqueológico” (López Rodríguez, 2010: 330), acondiciona un pequeño salón para exposición de los objetos más importantes, da comienzo al Libro de Registro y abre las instalaciones al público en 1935 con el nombre de Colección Arqueológica Municipal. Dos años después inaugura una nueva sala, para lo que prescinde de su propio despacho, y dota la colección de un Reglamento Interno que es aprobado por acuerdo municipal el 8 de abril del mismo año. La labor que en estos primeros años realiza Manuel Esteve desde estas modestas instalaciones, donde

Esta constancia dio sus frutos en 1944, cuando el Marqués de Torresoto cede, para que sean expuestas en la Colección Arqueológica Municipal, las piezas que se habían descubierto en 1870 en las Mesas de Asta y que permanecían el recreo de El Altillo (Figs. 5 y 6), junto con un león ibero-romano de la misma procedencia el conocido busto augusteo de un hombre de edad avanzada (Fig. 10), lo cual podemos interpretar como un reconocimiento a su labor por parte de sus paisanos (Clavijo, 1996: 43). Pero, sin lugar a dudas, dos hechos marcarán el futuro de la colección. El primero de ellos fue la aparición en 1938 a orillas del río Guadalete, entre la Corta y el Portal, muy próximo a Jerez, del casco corintio del Guadalete (Esteve, 1979: 19-25), un “unicum” todavía hoy en España y la pieza griega más antigua conocida por entonces en la Península, que Esteve, gracias a sus conocimientos y sus rápidas gestiones salvó de una pérdida segura3 (Fig. 11). El hallazgo pone a la Colección Arqueológica en primera línea de investigación, dado que por la pieza y su significado histórico, la relaciones comerciales griego-tartésicas, se interesan eruditos como Schulten y Kukahn (1939), Cesar Pemán (1940), o García y Bellido (1948).

3 En la memoria anual correspondiente a 1939, el propio Esteve indica que: “fue hallado por el obrero Francisco Torrejón Pizarro, que tras infinitas gestiones del que esto suscribe se consiguió rescatar para esta Colección… El citado obrero fue gratificado por el Excmo. Ayuntamiento”. Archivo MAMJ.

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Los resultados en cuanto al “emporio tartésico” no fueron los esperados, pasando el foco de atención a la bahía de Algeciras, en concreto al yacimiento de Carteia (Mederos, 2008: 117). Pero lo importante es que a esta primera campaña siguieron otras cuatro con una cierta continuidad hasta 1955-56, aportando una ingente cantidad de materiales que pasaron a formar parte de la colección. Una colección que poco a poco se va alejando del calificativo de “modesta”, cuyo interés atrajo la visita del entonces Inspector General de Museos Arqueológicos D. Joaquín Mª Navascués y que supuso el nombramiento de Manuel Esteve como Comisario Local de Excavaciones Arqueológicas4.

Fig. 11. Casco griego del Guadalete. Ingresa en la Colección en 1938. Fotografía MAMJ.

El segundo hecho fue el inicio de las excavaciones, bajo la dirección del propio Manuel Esteve, en la antigua ciudad prerromana y romana de Asta Regia. Situada 11 Km al noroeste de Jerez, al pie de uno de los antiguos esteros de la margen izquierda de la desembocadura del Guadalquivir, eran los primeras excavaciones que con carácter científico se realizaban en un yacimiento que desde hacia muchas décadas venía aportando piezas de enorme interés pero descontextualizadas. El comienzo de los trabajos hay que ponerlo en relación con un tema candente en el momento: la búsqueda de Tartessos que A. Schulten no pudo identificar con sus excavaciones en Doñana. De esta manera, las miradas se volvieron hacia Mesas de Asta, situada en el otro extremo del Sinus Tartésico, convertida en perfecta candidata para la localización de la mítica ciudad.

Entre los materiales procedentes de Mesas de Asta destacan el conjunto de cerámicas bruñidas del Bronce Final, identificadas años más tarde por J. de Mata Carriazo como propias de la cultura tartésica; numerosas piezas de época “ibero-turdetana” y romana y, algo muy destacable para la época en que era frecuente el desprecio hacia los restos hispano-musulmanes, un interesantísimo conjunto de época califal y postcalifal. El papel cada vez más significativo que la institución va teniendo en la vida ciudadana hace que año tras año se vaya enriqueciendo con nuevas piezas. En concreto en 1953 ingresa, procedente de las obras de construcción que se estaban realizando en el pantano de Bornos, una espada “de legua de carpa” del Bronce Final; en 1954 un conjunto de bienes patrimoniales, entre las que se encuentra un broche de cinturón decorado, de la necrópolis visigoda de “Haza de la Torre”, asimismo en 1961 entre los objetos más relevantes se incorporan una estatua femenina romana hallada en el cortijo de la Jara, un capitel de orden corintio de Asta Regia y un ídolo cilíndrico (Esteve, 1979: 69-76) que por su calidad de factura y dimensiones constituye uno de los ejemplares más destacados de la serie de ídolos oculados del suroeste peninsular (Fig. 12). El incremento en el número de piezas –en estas décadas habían pasado de 45 a más de 600–, así como la

4 Según consta en el Archivo de correspondencia de M. Esteve, este nombramiento como Comisario Local en Jerez de la Frontera y su término municipal se realiza oficialmente el 30 de abril de 1940 por D. César Pemán, Comisario Provincial, siguiendo indicaciones de D. Carlos Alonso del Real, Secretario General de la Comisaría de Excavaciones Arqueológicas, entonces dirigida por Julio Martínez Santa Olalla. Archivo MAMJ.

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notable calidad y prestigio que había ido adquiriendo la colección, hace que en 1962 (Decreto 474/1962 de 1 de marzo) sea declarada, tanto los fondos como el inmueble, Monumento Histórico-Artístico, al mismo nivel que un amplio número de museos, entre los que en Andalucía, aparte de los provinciales, no figuran más que el Museo Julio Romero de Torres en Córdoba y la Casa de los Tiros y el Museo de la Capilla Real en Granada. Asimismo, y a petición del Pleno Municipal, el Ministerio de Educación Nacional, mediante orden de 9 de septiembre de 1963, dispone que la Colección Arqueológica se denomine en adelante Museo Arqueológico Municipal. Conseguía así la ciudad uno de sus ansiados deseos e indudablemente para Esteve constituyó el reconocimiento a su labor y profesionalidad. Consecuencia lógica de la creación del MAMJ con carácter oficial fue la publicación de la Guía breve del Museo (Esteve, 1968), en la que aparte de servir de pequeño catálogo de los objetos más sobresalientes, nos describe unos espacios expositivos que salvo pequeñas reformas apenas habían variado desde su apertura al público en los años 30 (Figs. 13 y 14).

Fig. 12. Ídolo cilíndrico oculado. Ingresa en la Colección Arqueológica en 1961. Fotografía MAMJ.

Se empezaba a imponer la necesidad de un nuevo edificio para albergar tanto el Museo, como la Biblioteca y el Archivo y en ello invirtió Esteve infructuosamente los esfuerzos de sus últimos años, hasta su jubilación en 1975, cerrándose al público las viejas instalaciones poco tiempo después.

Fig. 13. Antiguas instalaciones del Museo. Pórtico de entrada organizado a modo de “patio arqueológico”. Archivo MAMJ.

Fig. 14. Antiguas instalaciones del Museo. Salas de exposición. Archivo MAMJ.

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2. MUSEO ARQUEOLÓGICO MUNICIPAL 2.1. ÚLTIMO TERCIO DEL SIGLO XX La llegada de la democracia supuso un nuevo giro en la historia de la arqueología en Jerez y por ende en la historia de la colección. Por una parte, el MAMJ necesitaba una renovación de instalaciones y una adecuación de la exposición a las nuevas corrientes museológicas y museográficas. Por otro lado, la arqueología comenzaba, al no estar normalizada, a ser objeto de conflicto en la ciudades. Se decide pues por parte de la primera corporación democrática, independizar el Museo de la Biblioteca y el Archivo, con direcciones y sedes distintas, y ubicar de nuevo en el histórico edificio del antiguo Cabildo la zona noble del Ayuntamiento. También en 1982 se aprueba la creación de la plaza de arqueólogo municipal y director del museo, con la finalidad de poner en marcha de nuevo la Institución y además acometer aquellas intervenciones arqueológicas que la dinámica urbanística requería y que estaba ya suponiendo una perdida de infor-

mación histórica y patrimonial especialmente en lo relativo al núcleo urbano. Muy pocos datos arqueológicos se poseían de la ciudad desde el reconocimiento efectuado en el siglo XVIII. Tan solo el hallazgo casual en 1961 –durante los trabajos de construcción del ambulatorio del Instituto Nacional de Previsión– de un tesorillo compuesto por 241 dírhams almohades de plata, conservados en el Museo Arqueológico de Sevilla (Esteve, 1961; Gálvez, Oliva y Valencia, 1983) y algunos objetos de la misma cronología que habían ido apareciendo al efectuar distintas obras. La creación de Servicio Municipal de Arqueología, supuso el comienzo de una nueva etapa de investigaciones, que redundará en un mejor conocimiento de la evolución histórica del extenso término municipal, pero especialmente de la propia ciudad. Esto trajo también como lógica consecuencia un aumento significativo de las colecciones. Entre los bienes patrimoniales mas destacados, por su singularidad o interés, que en la década de los 80 pasan a formar parte de los fondos museísticos –inicialmente por orden del Ministerio de Cultura y

Fig. 15. Fachada principal del Museo en su nueva sede de la Plaza de Mercado. Fotografía MAMJ.

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una vez que las competencias en esta materia son transferidas a la Comunidad Autónoma por orden de la propia Junta de Andalucía–, se encuentran5: • un relevante conjunto de cerámicas tardo-almohades procedentes de la intervención realizada en la Plaza de la Encarnación en 1983; • los materiales protohistóricos del asentamiento turdetano de “Cerro Naranja”, cuya excavación en 1986 se efectúa a raíz de la construcción del Circuito de Velocidad y que dio como resultado un interesantísimo asentamiento rural prerromano; • los materiales calcolíticos procedentes de las diversas campañas efectuadas en la cantera de “El Trobal”, en plena campiña, donde se localizó un “campo de silos” de la Prehistoria Reciente; • y por último, el ajuar recuperado en un enterramiento colectivo de época campaniforme situado en el núcleo rural de Torre Melgarejo, que había sido en parte destruido por el paso de una carretera. Todos ellos se incorporan al proyecto del nuevo Museo que, tras su cierre y después de un largo peregrinaje, abre de nuevo sus puertas completamente renovado en la nueva sede de la plaza del Mercado (Fig. 15), en el histórico barrio de San Mateo, en 1993. Una sede constituida por un conjunto de edificaciones que, con sus aproximados 2.000 m2 de extensión permitió hacer frente a las tareas que la legislación y las recomendaciones internacionales en esta materia tiene encomendadas a los museos, ya que contaba con infraestructura suficiente –almacenes para fondos de reserva, biblioteca, sala de exposiciones temporales, laboratorio de restauración, taller de pedagogía– y personal técnico especializado. La exposición permanente fue distribuida en la parte más noble, una casa-patio de fines del s. XVIII, y para el recorrido, debido en buena medida a la propia disposición del edificio, pero también a las características y composición de los fondos, se opta por un sistema lineal o “clásico”, es decir la evolución histórica y cronológico-cultural de la comarca de Jerez desde los grupos de cazadores-recolectores hasta fines de época islámica (Figs. 16 y 17).

En 1997 se publicó una nueva guía-catálogo (González, Barrionuevo, y Aguilar, 1997), en versión bilingüe, con un abundante aparato gráfico, que actualizaba y ampliaba notablemente la información suministrada por la guía del 1961. También en el mismo año el MAMJ es inscrito en el Registro de Museos de Andalucía, perteneciendo desde entonces a la Red Andaluza de Museos. El ritmo desenfrenado que adquirió la actividad arqueológica en los siguientes años, motivado por el “boom” urbanístico común en todo el país, conllevó una entrada masiva de conjuntos patrimoniales procedentes de las distintas intervenciones, provocando que en muy pocos años las áreas de reservas de fondos quedaran colapsadas. Intervenciones que en el caso de que se tratara de actuaciones promovidas desde el propio Ayuntamiento se desarrollaban bajo la dirección de los técnicos municipales, mientras que que en los restantes casos eran dirigidas por empresas o profesionales libres. La dispersión de datos que esto estaba provocando, al carecer de objetivos generales claros sobre todo referentes a la investigación de la dinámica histórica de la propia ciudad, hizo necesario acometer la elaboración de la Carta Arqueológica, como instrumento imprescindible para una correcta tutela y gestión del patrimonio arqueológico. Carta Arqueológica, que fue coordinada desde el MAMJ y elaborada íntegramente por técnicos municipales de distintas áreas, aprobada y publicada por la Junta de Andalucía (González Rodríguez et al., 2008) y cuyas cautelas y normativas han sido recogidas en el último PGOU de Jerez. La actividad desarrollada en la última década ha supuesto un extraordinario avance en el conocimiento que teníamos sobre el origen y desarrollo del núcleo urbano de Jerez. Entre las numerosísimas intervenciones realizadas destacan, tanto por el interés de los datos aportados, pero sobre todo como por la singularidad de sus bienes patrimoniales, que en calidad de depósito de la Junta de Andalucía, han pasado a formar parte de la colección: • las realizadas en la plaza del Arenal en 20032004, con la documentación de varios hornos de fabricación cerámica del siglo XI, una de las

5 Sus resultados están recogidos en la Memoria de Actuaciones del Ministerio de Cultura y en los diferentes Anuarios Arqueológicos de Andalucía.

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Fig. 16. Instalaciones del Museo inauguradas en 1993. Detalle del patio principal. Fotografía MAMJ.

Fig. 17. Instalaciones del Museo inauguradas en 1993. Sala de Protohistoria Fotografía MAMJ.

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necrópolis con las que contó la medina islámica y parte de un arrabal de momentos almohades tardíos; • las desarrolladas en la plaza Belén entre los años 2004-2006, con motivo del proyecto de edificación de la malograda “ciudad del flamenco”, de donde procede un relevante conjunto de cerámicas califales en verde y manganeso entre las que sobresale, por su calidad y estado de conservación, un ataifor decorado con un ciervo de perfil, cuya técnica y características estilísticas permite adscribirlo a los talleres palatinos de Madinat al-Zahra (Fig. 18); • las distintas campañas efectuadas en el Alcázar que han permitido identificar uno de los palacios residenciales; • las realizadas en la calle Manuel Mª González nº 4 en los años 1997-1998, de donde pudo recuperarse, tras ser sometido a un laborioso proceso de restauración, un conjunto de vasos, platos y botellas en vidrio del siglo XV; • o la recuperación de un alabastro inglés también del siglo XV, representando la Resurrección de Cristo que fue desmontado de la fachada del antiguo Hospital de la Sangre y sustituido por una copia debido al riesgo de pérdida que corría (Martín Mochales, 2006) (Fig. 19).

2.2. REFORMA Y AMPLIACIÓN. PRIMERA DÉCADA DEL SIGLO XXI La notable significación e interés de los nuevos bienes patrimoniales, cuya exposición pública de forma permanente resultaba obligada; la necesidad de adecuar el discurso expositivo a los últimos avances de la investigación, especialmente en lo relativo a la propia ciudad, unido al hecho de que había que adaptar el museo a las nuevas normativas en materia de seguridad y accesibilidad, impulsaron al Ayuntamiento a acometer obras de reforma y ampliación. Dichas obras obligaron a su cierre temporal en el año 2005, abriendo de nuevo sus puertas al público en noviembre de 2012. Las actuaciones, siguiendo el programa elaborado desde el propio Centro, han consistido en la construcción de dos nuevos edificios en la parte trasera

Fig. 18. Ataifor califal procedente de Plaza Belén. Ingresa en el Museo en el año 2006. Fotografía MAMJ

del conjunto, en un solar anexo de unos 800 m2, comunicados con los anteriores (Fig. 20). Uno de ellos se ha destinado íntegramente a fondos de reserva, solucionando de esta manera el problema de espacio de depósito de fondos que el volumen de ingresos había provocado. El otro edificio ha permitido ampliar de manera notable el área expositiva. También se ha intervenido en otras dependencias, como laboratorio de restauración, taller pedagógico y parte de la zona administrativa que han sido renovadas. En lo que se refiere al área expositiva, si el recorrido se había realizado hasta ahora básicamente con el apoyo de los materiales procedentes de Mesas de Asta, en el nuevo proyecto es la ciudad de Jerez la que toma el relevo y se convierte en punto de referencia permanente. Son por tanto las áreas correspondientes a época medieval y postmedieval las que se han visto mas afectadas por las reformas, habiendo modificando su estructura por completo. El nuevo programa divide el contenido en tres grandes bloques temáticos. El primero bajo la denominación “Jerez, antes de Jerez”, es heredero en gran medida del anterior montaje museográfico y acoge, con modificaciones puntuales, lo que ha sido la evolución de los asentamientos humanos en la comarca jerezana desde los primeros grupos de cazadores-recolectores hasta la Antigüedad Tardía.

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Fig. 19. Relieve inglés en alabastro. Ingresa en el Museo en el año 1997. Fotografía MAMJ.

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Fig. 20. Nuevo patio en zona de ampliación. Fotografía MAMJ.

Fig. 21. Nuevo montaje museográfico en zona de ampliación. La vivienda hispano-musulmana. Fotografía MAMJ.

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El segundo bloque se dedica íntegramente a “Madinat Sharish”, es decir el nacimiento y formación de Jerez y su consolidación en época almohade. Se exponen temas tan novedosos como los orígenes prealmohades de la ciudad, donde se exhibe el magnífico conjunto de cerámicas en verde y manganeso de reciente incorporación, o aspectos relativos a las áreas periurbanas, caso de las necrópolis. Asimismo, en lo que se refiere a la medina almohade, se ha recreado un tramo de muralla con una de sus puertas, una calle y una vivienda, en la que los materiales se distribuyen según su funcionalidad en las distintas estancias domésticas (Fig. 21), todo ello complementado con distintos recursos expositivos en los que no faltan interactivos y recreaciones 3D. El último bloque versa sobre el desarrollo de Jerez –“Xeres de la Frontera”– desde su incorporación a la Corona de Castilla, en 1264, hasta fines del siglo XVIII. Entre el variado elenco de bienes que componen esta sección expuestos por vez primera, se encuentra el alabastro inglés con representación de la Resurrección de Cristo, el conjunto de recipientes de vidrio del siglo XV o, ya correspondientes a la Edad Moderna, el sitial de coro donado por los Padres Cartujos al municipio en el año 2001 coincidiendo con su marcha del monasterio. En definitiva, un proyecto en el que se ha buscado solucionar la continuidad de una exposición realizada hace casi dos décadas, con nuevos sistemas expositivos que cuentan con un lenguaje más actual y en el que se consigue otro de los objetivos planteados con la ampliación: la prolongación del recorrido por la historia de la ciudad hasta comienzos del siglo XIX.

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Estatua de Trajano en la BasĂ­lica. Foto: ConsejerĂ­a de Cultura.


HISTORIOGRAFÍA DE LA INVESTIGACIÓN Y TUTELA DE LA CIUDAD HISPANORROMANA DE BAELO CLAUDIA. TARIFA, CÁDIZ HISTORIOGRAPHY OF RESEARCH AND PROTECTION OF THE HISPANOROMAN CITY OF BAELO CLAUDIA. TARIFA, CÁDIZ Ángel Muñoz Vicente [Director del Conjunto Arqueológico de Baelo Claudia]. [ baeloclaudia.ccd@juntadeandalucia.es ]

Resumen

Summary

El objetivo de este artículo es mostrar la evolución de la tutela administrativa a lo largo del tiempo de la ciudad hispanorromana de Baelo Claudia, incidiendo en el nuevo modelo de gestión configurado a partir de la promulgación de la Ley 14/2007 de Patrimonio Histórico de Andalucía. Se hace un recorrido por el pasado, presente y futuro de la investigación, la conservación y la difusión mediante el análisis de los principales proyectos, pasados y del presente. Estos suponen cambios sustanciales en aras de una mejor presentación de los vestigios de Baelo Claudia, para que de manera sencilla, permitan comprender mejor los modos de vida en esta etapa clave de nuestro pasado. Por último se esbozan los contenidos de su I Plan Director que marcan las pautas para intervenir racionalmente en todas las facetas que integran la tutela de este Bien de Interés Cultural.

The aim of this article is to show the evolution of the administrative supervision over time in the hispano-roman city of Baelo Claudia, focusing on the new management model established from the enactment of Law 14/2007 of Andalusian Historical Heritage. A journey through the past, present and future of research, conservation and promotion is done, analyzing the main past and present projects. These projects involve substantial changes for a better presentation of the remains of Baelo Claudia, in order to provide a better understanding of the way of life in this crucial period of our past. Finally, the contents of the I Master Plan that set out the guidelines to intervene rationally in all areas that making up the protection of this Cultural Interest Heritage.

Keywords: Historiography, research, conservation, promotion, protection, Master Plan.

Palabras clave: historiografía, investigación, conservación, difusión, tutela, Plan Director.

MENGA. REVISTA DE PREHISTORIA DE ANDALUCÍA // MONOGRÁFICO Nº 03. 2015. PP. 93-123. ISBN 978-84-9959-251-0 ISSN 2174-9299 // CONJUNTO ARQUEOLÓGICO DE BAELO CLAUDIA

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0. INTRODUCCIÓN El Conjunto Arqueológico de Baelo Claudia se creó en el año 1989 con los objetivos básicos de conservar y poner al servicio de la sociedad este importante bien cultural, integrante del Patrimonio Histórico y consecuentemente, acervo común de todos los españoles. Las previsiones establecidas en el decreto de constitución nos permiten ejercer en la actualidad una tutela efectiva sobre el yacimiento, es decir un control sobre las actividades científico-técnicas que sean autorizadas o encargadas por la propia Consejería competente en materia de Patrimonio Histórico, de tal forma que cualquier intervención encaminada al análisis y mejor conocimiento de la realidad física del yacimiento sea, no sólo compatible, sino que redunde en su mejor conservación. En otro orden de cosas se viene realizando un esfuerzo para que, con metodología didáctica y con los medios técnicos de comunicación más adecuados, los conocimientos científicos desarrollados en Baelo Claudia alcancen a toda la sociedad. En definitiva una tutela que abarca los tres ámbitos principales que integran la custodia de los bienes patrimoniales en general: la protección-conservación, la investigación y la difusión. La ensenada de Bolonia conforma una pequeña bahía entre dos cabos, rodeada por una serie de elevaciones que cierran el paso hacia el interior desde el que sólo se accede por el denominado “Puerto de Bolonia”, verdadera puerta de la ensenada. A partir de este cierre montañoso, se desarrolla una suave pendiente por la que descienden varios cursos de agua. El asentamiento de Baelo Claudia se establece en la parte final de esa pendiente, frente al mar, gran fuente de riqueza y origen y causa de su existencia.

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a los dos cursos de agua que la delimitan por el este y oeste: los arroyos de las Chorreras y de las Villas respectivamente. Por el noreste el trazado del arroyo de las Chorreras hace que la ciudad se estreche hasta converger con la alineación occidental en un vértice. Se pueden diferenciar claramente tres zonas: Una zona alta –aún pendiente de investigar– posiblemente ocupada por un uso residencial; una zona media, ocupada por el área forense y edificios destinados a usos públicos y comerciales y una zona baja, que se extiende hacia el puerto y la playa, área industrial dedicada a la salazón del atún y a la producción del garum. La Ensenada de Bolonia integra todas las características propias del espacio cultural mediterráneo gracias a su localización en el suroeste de la Península Ibérica, en el extremo occidental de un territorio que en la Antigüedad abarcaba todo el ámbito Mediterráneo y en el que destaca el amplio espacio geográfico que la historiografía arqueológica de mediados del siglo XX bautizó como “Círculo del Estrecho” (Tarradell, 1960), región en la que encontramos unos modelos económicos muy homogéneos en torno al aprovechamiento de los recursos pesqueros y que en términos geopolíticos podríamos considerar el área de influencia directa de Gadir-Gades. Esta cuenca mediterránea condicionó formas comunes de entender las relaciones del ser humano con el medio natural desde la protohistoria.

1. EL INICIO DEL DESPOBLADO DE BAELO CLAUDIA

Baelo Claudia fue puerto estratégico como centro de comunicaciones militares entre la Bética y la Mauritania Tingitania y comercial para recibir manufacturas o exportar salazones y garum, circunstancias que tienen su reflejo en la forma y en el contenido físico de la ciudad.

Baelo Claudia se abandona en los primeros decenios del siglo VII a. C. cuando en este paraje sólo vivían, entre ruinas, algunas comunidades cristianas, que nos han dejado su huella en una pequeña necrópolis de sarcófagos de piedra arenisca, excavada en la década de los años sesenta por el profesor García Bellido y la Casa de Velázquez, rescatada en el año 2007 con motivo del acondicionamiento de los terrenos próximos a la sede institucional (Fig. 1).

La planta de la ciudad responde a un esquema clásico del urbanismo romano en todos sus elementos fundamentales. En ella se identifica la red viaria ortogonal que divide la superficie de aproximadamente 13 ha en una retícula adaptada a la topografía. Está rodeada por una muralla de 1,5 km de longitud y adapta su trazado

De este periodo tenemos además otro testimonio arqueológico localizado en la zona próxima a las termas (Boutique I, Sector I). Se trata de una pilastra -placa de pizarra del siglo VI, cuya función sería la de embellecer algún elemento estructural (Fig. 2). La parte posterior, sin decoración, está trabajada de

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Fig. 1. Vista de la necrópolis de sarcófagos del periodo de inicio del despoblado de Baelo Claudia.

forma simple, preparada para ser adosada, bien sea a una pilastra estructural o a una jamba. La decoración es muy simple y responde a un esquema vertical cuyos motivos van repitiéndose. Son muy característicos los elementos circulares, en cuyo interior aparecen motivos decorativos, predominando habitualmente los vegetales, donde suele aparecer una cruz con una clara alusión al simbolismo cristiano. Para el caso que nos ocupa, aparece una estrella de cinco puntas, muy atípica en el ámbito peninsular. El siguiente motivo son dos círculos concéntricos paralelos uno al otro. A continuación se repetiría la misma secuencia, tal y como se intuye en el extremo inferior donde la pilastra está fracturada.

Fig. 2. Placa – pilastra localizada en la zona de las termas, probablemente de un templo cristiano en la fase final de Baelo Claudia.

La pilastra parece pertenecer al tipo compuesto por distintas piezas individualizadas (capitel, cuerpo y basa), de ahí la ranura en uno de sus extremos cortos, que serviría de engarce con otra pieza. Este tipo de pilastras estructurales delimitan espacios relevantes de carácter litúrgico. Es decir, nos encontramos, quizás ante la única evidencia, hasta el momento, de la existencia de elementos arquitectónicos en Baelo Claudia pertenecientes a un “edificio” (sanctuarium) dedicado al culto cristiano.

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Desde estos momentos la Ensenada de Bolonia se convierte en un despoblado y paulatinamente la erosión y la vegetación sepultan gran parte de las ruinas de este municipio romano. De estas fechas conocemos una Cosmografía de autoría desconocida –Anónimo de Rávena–, donde se cita a la ciudad con el nombre de Belo. Ya en plena Edad Media, en la obra del erudito bizantino Ioannes Tzetzés “Chiliades”, se nombra a la ciudad como Bailo.

2. LA RECUPERACIÓN DE BAELO A TRAVÉS DE LAS NOTICIAS ESCRITAS Tenemos que esperar al siglo XVII para tener las primeras referencias escritas sobre Baelo Claudia. La primera mención al nombre de Baelo la encontramos en la memoria de Macario Fariñas del Corral titulada “Tratado de las Marinas desde Málaga a Cádiz y algunos lugares, sus vecinos según fueron en los siglos antiguos”, publicada en Ronda en 1663. Este autor identifica las ruinas de Bolonia con Mellaria (una mansión citada en los Itinerarios de la Antigüedad) y sitúa a Baelo en la actual Barbate (Baessipo). Las ruinas de la Ensenada de Bolonia fueron identificadas por primera vez con Baelo Claudia en 1719 por el inglés John Conduitt (1719, pp. 921-922). El interés de la descripción justifica su reproducción en este trabajo: “Aproximadamente a una legua y media al oeste (de Mellaria), en una pequeña ensenada, hay importantes vestigios que son claramente las ruinas de una ciudad romana; a una legua hacia el este, en una colina, se ven las canteras de donde se extrajeron las piedras que sirvieron para construirla y, a lo largo de todo el camino que conduce hasta allí, hay numerosos restos de un acueducto; de trecho en trecho quedan todavía arcadas en pie. Entre las ruinas de la vieja ciudad, vi el cuerpo de una estatua de alabastro fino y de tamaño mayor que el natural; nuestro guía decía que su padre la había visto entera, pero que como un ídolo de los gentiles, los habitantes, buenos católicos, la hicieron pedazos. Nos contó que habían encontrado urnas y monedas antiguas (necrópolis), pero que se había tirado porque esos descubrimientos no eran habituales en España. Este lugar llamado Bolonia, está situado frente a Tanger

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y, por tanto, fue a menudo asolado por los moros (referencias a los mauris) y por causa suya abandonado; lo cruza un riachuelo llamado Alpariate. Todos estos testimonios concuerdan con los relatos antiguos sobre Baelo. Tengo una medalla que me dieron en Tarifa y que lleva las siguientes letras BAILO ”. Esta identificación de Baelo Claudia en la Ensenada de Bolonia fue difundida en Francia por los eruditos Louis Jouard de la Nauze y Jean-Baptiste Bourguignon D’Anville en 1764. Desde entonces las ruinas de Baelo son citadas por los estudios de eruditos como Antonio Ponz (1794), Juan Agustín Ceán Bermúdez (1832) y Antonio Delgado (1871-1876). También Baelo fue visitada por el arquitecto Amadeo Rodríguez para la Comisión del Museo Arqueológico y Monumentos Históricos de Cádiz en 1889, sobre el que luego volveremos. Igualmente fue visitada por el jesuita Jules Furgus descubridor y excavador de sus dos necrópolis. Finalmente fue visitada por Enrique Romero de Torres al elaborar el catálogo monumental y artístico de la provincia de Cádiz en 1908-1909. Nos dejó una evocadora descripción de la ciudad en la que subrayaba su origen fenicio (Romero de Torres, 1934). Estas noticias son las que nos dice Pierre Paris que contribuyeron a que se decidiera a visitar la Ensenada de Bolonia.

3. LOS PRECEDENTES DE LAS EXCAVACIONES CIENTÍFICAS 3.1. FÉLIX GONZÁLEZ Y RODRIGO DE LARA VILLASANTE En relación con la visita de Amadeo Rodríguez a Baelo, conocemos un artículo en el Diario de Cádiz de 1889, que nos habla de unas excavaciones realizadas con anterioridad en Bolonia. En dicho artículo se expone el informe que el arquitecto provincial D. Amadeo Rodríguez escribe tras realizar una visita al yacimiento en ese año, como ponente en la Comisión del Museo Arqueológico y de Monumentos Históricos Artísticos de Cádiz al objeto de proseguir las excavaciones arqueológicas comenzadas años atrás (1870)


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en el yacimiento (piletas de salazón) por Félix González, capitán de aduanas destinado en el puesto de Bolonia y por Rodrigo de Lara Villasante, Vicecónsul de Dinamarca en Tarifa, que además era corresponsal de la Comisión de Monumentos históricos en dicha localidad gaditana. En estos trabajos excavaron entre otros lugares del yacimiento, al sur de la ciudad, en la factoría de salazones, según se deduce del informe aparecido en el Diario de Cádiz, que respecto a esta actuación dice lo siguiente: “… practicaron en aquel sitio algunas excavaciones, descubriéndose importantes antigüedades, restos de una gran ciudad, varias galerías cuya construcción revela pudieron servir para salazones.” (Diario de Cádiz nº 8.219. Año 1889). También nos advierte el artículo cómo el Sr. Rodríguez llama la atención de la Comisión sobre el continuo expolio al que se encuentra sometido el yacimiento, fundamentalmente en las áreas de necrópolis, donde los restos óseos aparecen constantemente esparcidos en superficie fuera de sus tumbas. Estos datos nos ponen de manifiesto cierto interés de la administración a finales del siglo XIX, por la realización de excavaciones arqueológicas en el yacimiento y su seguimiento con el fin de salvaguarda y tutela del patrimonio arqueológico.

3.2. JULES FURGUS Los trabajos del religioso Furgus en Baelo Claudia podemos considerarlos como los inicios de la arqueología científica en el Campo de Gibraltar, aunque su metodología fuera poco rigurosa, más en línea con el interés por los objetos que por el contexto propio del coleccionismo decimonónico (García y Muñoz, 2009). Furgus dio a conocer el resultado de estos trabajos en dos monografías publicadas en 1907 y 1908: “Las ruines de Bélon, province de Cadix (Espagne)” (Anales de la Societé d’Archeologie de Bruxelles, XXI. 1907) (Fig. 3) y “Antigüedades romanas en la costa gaditana” (Razón y Fé XXI. 1908). Los trabajos que Furgus desarrolló durante su breve estancia en tierras gaditanas, consistieron en una prospección superficial desde Tarifa, andando por la costa, hasta Baelo Claudia, donde realizó intervenciones arqueológicas

Fig. 3. Portada del Libro de Furgús de 1907 sobre las ruinas de Belón.

en dos de sus necrópolis. Además visitó Zahara de los Atunes y Barbate. Más al interior, prospectó los Cortijos del Aciscar y de las Habas, dentro del Término Municipal de Tarifa, no dejando pasar por alto, una visita al yacimiento “La Silla del Papa”, interpretado a día de hoy como la posible Bailon prerromana. Por último se interesó por la zona de Facinas y sus alrededores, donde localizó la única estación prehistórica de su viaje, materia en la que Furgus destacó, como lo demuestran los estudios de los yacimientos de Algorfa y San Antón, en la provincia de Alicante (Ayarzagüena, 2004: 243). Las excavaciones en la necrópolis oriental no le reportaron grandes descubrimientos a juzgar por sus propios comentarios: “por lo penoso del trabajo y lo insignificante del ajuar funerario en tales sepulturas, y, más que todo, por la brevedad del tiempo […] desistí proseguir mis exploraciones en esta necrópolis…”. Estos comentarios reflejan que los enterramientos que localizó deben adscribirse a la fase más tardía del yacimiento, aunque también nos describe alguna estructura más antigua como por ejemplo la referencias a un enterramiento de inhumación, compuesto por un gran bloque de mampostería, que debe referirse al tipo conocido de mensae.

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Los resultados más interesantes los obtuvo Furgus en la necrópolis oeste. En este lugar practicó varios trabajos de excavación. Además de dos inhumaciones, de cronología imprecisa, documentó varias incineraciones de época alto imperial, una de ellas formando parte de un monumento funerario. Entre las incineraciones documentadas, destaca por su monumentalidad, el hallazgo de una posible cupae, por la descripción que hace del enterramiento. Otro de los aspectos destacados que documentó Furgus durante sus exploraciones en la necrópolis, fueron los ajuares de los distintos enterramientos. Estos no fueron contextualizados o adscritos a la sepultura que fueron descubiertos, limitándose a ordenarlos y describirlos en función del material en que estaban realizados. Tal es el caso de los objetos de vidrio, lo más numerosos, compuestos por pequeñas fuentes, redomas y lacrimatorios. Además de materiales en metal y cerámica, documentó materiales en piedra, como un epígrafe en mármol y dos bustos funerarios, que él mismo describe de la siguiente forma: “… un busto de piedra y una cabeza, cuyas facciones a penas son ya perceptibles…” (1908: 214). Estos mismos bustos son los que posteriormente Bonsor bautizaría como “muñecos”, nombre que recibiría de los obreros que trabajaron durante las excavaciones que llevó a cabo bajo la dirección de Pierre Paris. Los documentados por Furgus poseen características antropomorfas, con la salvedad de que uno de ellos se encuentra sobre una base cuadrangular a modo de “busto”. Son hasta el momento los dos únicos ejemplares localizados hasta el día de hoy en la necrópolis occidental. La documentación gráfica generada por Furgus después de esta intervención, compuesta por al menos tres fotografías en las que se puede apreciar los ajuares de cada una de las sepulturas excavadas, además de los dos cipos funerarios (conservados hoy en el Museo de Orihuela), constituyen el documento gráfico más antiguo conocido de estos primeros trabajos arqueológicos en la Ensenada de Bolonia.

4. BAELO CLAUDIA Y LOS PRIMEROS TRABAJOS CIENTÍFICOS: LAS EXCAVACIONES DE PIERRE PARIS Y G. BONSOR La figura de Pierre Paris es conocida principalmente en la arqueología española por ser quién en 1897, a los pocos días de su descubrimiento, gestionó la compra de la Dama de Elche para el Louvre. No obs-

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tante lo que caracterizó a P. Paris fue su seducción por la cultura española y sobre todo por impulsar el estrechamiento de lazos culturales y científicos entre España y Francia. Este personaje fundó en 1909 la Escuela de Estudios Superiores Hispánicos dentro de la Facultad de Letras de Burdeos, el Instituto Francés en Madrid en 1913 y finalmente la Casa de Velázquez en 1928, del que fue su primer director hasta su muerte en Madrid en 1931. Los trabajos de Furgus y las noticias de los eruditos mencionados, contribuyeron a que Paris visitara la Ensenada de Bolonia en mayo de 1914, poco antes del inicio de la I Guerra Mundial. Los vestigios de edificaciones en la zona hicieron que al mes siguiente presentara su solicitud de excavaciones, que fue aprobada por la Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades, mediante Real Orden del 1 de octubre de 1914 (Maier, 2009) Algunos investigadores han propuesto además de sus intereses investigadores, la posibilidad de que existiera otro motivo en la visita a estas tierras del sur peninsular, ya que Pierre Paris se mantuvo comprometido durante la contienda como Vicepresidente del Comité Internacional de Propaganda y su presencia en el Estrecho de Gibraltar pudiera deberse también a fines militares de obtención de información de los movimientos de buques en el Estrecho. Sea como fuere, no cabe duda que el interés investigador en el campo de la arqueológica de Paris está fuera de toda duda y de hecho el proyecto de excavación de Paris había nacido mucho antes y presentada la solicitud de excavación con anterioridad al inicio de la Guerra (Maier, 1999). Desde un principio Paris contó con la presencia y como director de los trabajos de campo con G. Bonsor. Los trabajos en Baelo se desarrollaron en cuatro campañas: 1917, 1918, 1919 y 1921. Estos trabajos permitieron excavar una de las puertas de la ciudad (la del este), el capitolio, el teatro (Fig. 4), parte del foro, un amplio sector del barrio meridional o zona industrial y buena parte de la necrópolis oriental (Fig. 5). A lo largo de su proyecto contó con la participación de investigadores como Alfred Lamounier y Robert Ricard por la Escuela de Estudios Superiores Hispánicos y el investigador gaditano Cayetano de Mergelina por el Centro de Estudios Históricos.


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Fig. 4. Excavaciones de Pierre Paris en el teatro de Baelo Claudia.

Además de la financiación de la Escuela, París contó también con una subvención del hispanista americano Archer Milton Huntington, presidente y fundador de The Hispanic Society of America. Estos trabajos para Maier son pioneros en el campo de la arqueología en nuestro país y según sus propias palabras “constituyen el primer proyecto arqueológico internacional llevado a cabo en la Península Ibérica y uno de los más importantes de la arqueología hispanorromana de la llamada edad de plata de la cultura española” (Maier, 2009: 27). Los resultados de estos trabajos fueron publicados en francés en dos volúmenes en 1923, el primero, dedicado a la ciudad y sus dependencias, y el segundo en 1926, dedicado a la necrópolis. Bonsor fue sin duda el principal protagonista de estos trabajos. Llevó a cabo los importantes trabajos de investigación en la necrópolis oriental, y al mismo tiempo dirigió las excavaciones en otros puntos del yacimiento. A el le debemos toda la documentación gráfica y planimétrica que conocemos de la ciudad y de la necrópolis.

Fig. 5. Monumento funerario de la necrópolis sureste de Baelo Claudia en tiempos de las excavaciones de G. Bonsor.

Desgraciadamente gran parte de esta documentación, cuadernos de campo, dibujos etc, se perdieron en la Guerra Civil, aunque se conservaron algunos dibujos y fotografías en su archivo personal, hoy día depositados en el Archivo General de Andalucía, y que fue el objeto de la exposición que desde junio del año 2009 se ha exhibido en el Conjunto Arqueológico de Baelo Claudia, hasta finales de julio del 2012 (Fig. 6). Los contenidos de esta exposición despertaron el interés de los investigadores actuales y fruto de ello es el actual proyecto general de investigación dirigido por el Dr. Fernando Prados Martínez de la Universidad de Alicante, denominado “Muerte y Ritual en Baelo Claudia. Estudio de la necrópolis sureste”.

5. LA PROTECCIÓN LEGAL DE BAELO CLAUDIA Y EL OLVIDO INSTITUCIONAL Y CIENTÍFICO DEL YACIMIENTO Los trabajos de Paris y Bonsor supusieron el reconocimiento de la ciudad de Baelo Claudia y asimismo el motivo de que las autoridades españolas tomaran conciencia de su importancia y la declara-

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ral (la Dirección General de Bellas Artes), encarga en 1964 la realización de una prospección geofísica de la zona para conocer la extensión del yacimiento. Dicha prospección fue efectuada por la Fundación Lerici bajo la responsabilidad de Manuel Pellicer y R. E. Linington y los resultados positivos que arrojaron los trabajos arqueológicos, no se correspodieron con el dictamen emitido por Pellicer. Desconocemos cual fue el motivo por el que la promotora, afortunadamente, abandonara el proyecto, pero podemos intuir razones de índole militar en el control del Estrecho.

Fig. 6. Cartel de la Exposición sobre Bonsor en el Conjunto Arqueológico de Baelo en 2009.

Paradojicamente, es en estas fechas cuando la administración cultural decide instituir una protección efectiva, estableciendo una guardería permanente a partir del año 1966. Como en otros yacimientos españoles esta guarderia supuso un gran paso en aras de la conservación de nuestro patrimonio arqueológico, pero sin duda su eficacia se debió más bien a la voluntad individual de las personas que a la propia administración. En el caso concreto de Baelo Claudia, su legado hasta su incorporación a la administración autonómica, fue mantenido y transmitido gracias al esfuerzo personal de D. Isidoro Otero, “guarda oficial de las ruinas” hasta su jubilación a finales de la década de los años ochenta del siglo pasado (Fig. 7).

ran en 1925 Monumento Histórico Nacional. (Real Orden de 19 de enero de 1925, Gaceta de Madrid nº 24, de 24 de enero). Sin embargo, esta declaración, en contra de lo que podría suponerse, no sirvió para que la administración se hiciese cargo del yacimiento, cayendo en un olvido y abandono, incluso para el mundo científico. Tan sólo fue objeto de expolio por parte de curiosos y coleccionistas. En estos años tan sólo tenemos dos referencias publicadas en 1953 y 1955, debidas a J. García de Soto y C. Fernández Chicarro, que señalan el descubrimiento de varias tumbas y unos “fondos de cabaña” al pie de la muralla. Ambos datos se refieren a excavaciones realizadas en 1953 por C. Alonso del Real.

6. EL DESPERTAR DEL INTERÉS POR BAELO CLAUDIA Los años sesenta del siglo pasado supusieron sin embargo el despertar de ese letargo que rondaba la ciudad de Baelo. Sin embargo no eran intereses científicos. Eran planes urbanísticos en el interior de la propia Baelo por parte de la promotora Torre España. Ante este proyecto, la administración cultu-

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Fig. 7. Isidoro Otero “guarda oficial de Baelo Claudia” en las excavaciones del decumano máximo. Años 70.


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En 1970 la autoridades españolas iniciaron el progama de expropiaciones de los terrenos donde se ubicaban los restos arqueológicos, para lo cual con carácter previo se declararon de utilidad pública mediante el Decreto 3839/1970 de 31 de diciembre a efectos de expropiación forzosa. Igualmente por Decreto 1636/1972, de 2 de junio, se declararon de utilidad pública las obras y servicios necesarios para la revalorización del yacimiento arqueológico y del entorno y ambiente propios del mismo.

último en el ángulo sureste del Foro el macellum (Fig. 8). El decumanus máximus también se excavó, entre el centro monumental y la puerta oeste y en su pórtico norte se sacaron a la luz casas, una fábrica de salazones? (tintorería?) y parte de unas termas (Fig. 9). A la vez se identificaban las tres calles de dirección norte-sur, los cardines que suben hacia el norte y además se exhumó completamente el teatro y se limpiaron las fábricas de salazones, cubiertas de arena desde la época de Pierre Paris. Por último se dedicaron tres campañas a la necrópolis oriental.

7. LA CASA DE VELÁZQUEZ Y EL RESURGIMIENTO DE BAELO CLAUDIA

En estos trabajos participaron un buen número de arqueólogos franceses:

La guerra civil española provocó el desalojo y destrucción de la Casa de Velázquez durante la batalla de la Ciudad Universitaria. Después de un breve exilio en Marruecos, el equipo directivo y algunos miembros vuelven a Madrid a un edificio de la calle Serrano, a la espera de la reconstrucción de la sede en la Ciudad Universitaria, que finalmente en 1959 es de nuevo utilizado como sede de la institución y que actualmente ha sido remodelada. Los arqueólogos franceses, como dice Pierre Sillieres, deseaban reanudar las excavaciones en Bolonia. La primera campaña se realizó en 1966 y continuaron de forma ininterrumpida hasta 1990, con una sóla interupción en 1989. Es decir 24 campañas de aproximadamente un mes cada una. El proyecto de excavación tomó cuerpo a partir de 1970 gracias a las expropiaciones que inició el estado español. Con estas favorables circunstancia la Casa de Velázquez pudo desarrollar su importante labor en Baelo Claudia, que sin duda fue posible gracias a las autoridades españolas en aquellos años: Gratiniano Nieto, Director General de Bellas Artes y Martín Almagro Basch, Comisario General de Arqueología. El apoyo de García y Bellido y R. Etienne y el propio director de la Casa de Velázquez D. Ozanam, permitieron que Claude Domergue organizara la primera campaña en 1966. Tras dos primeras series de sondeos destinados a establecer la cronología del yacimiento, se trabajó sobre todo en el centro monumental, en los principales edificios que constituyeron el foro y que están situados alrededor de la plaza enlosada central: la basílica en el lado sur, frente a los tres templos del capitolio; las tiendas en el lado oriental, la curia y otros tres edificios (posibles archivo, sala de votaciones y schola) en el lado oeste; en la terraza norte junto al capitolio se excavó el templo de Isis y por

Domergue (1966-1967). Nony (1966-1970). Nicolini (1967-1968). Bourgeois (1969-1973). Ponsich (1969-1987). Mayet (1969-1971). Richard (1971-1973). Le Roux (1971-1985). Dupré (1972-1984). Remesal (1973-1983). Tranoy (1974). Rouillard (1973-1983). Sillieres (1974-1990). Didierjean (1976-1984). Lunais (1977-1978). Paulian (1977-1978). Dardaine (1978-1990). Bonneville (1979-1985). Lancha (1982-1988). Jacob (1983-1985). Pelletier (1985-1987). Los arquitectos del Institut de recherche sur l`architecture antique: Paillet (1980-1988). Fincker (1982-1992 ; 2001-2010....). Arqueólogos españoles : Gacía y Bellido (1966-1972). Del Amo (1969). Posac (1970). Balbín (1971). Sancha (1972-1980). Martín Bueno (1980-1982). Liz (1983). Corzo (1981).

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Fig. 8. Trabajos de la Casa de Velázquez en los años setenta del siglo pasado en el área del Foro.

Fig. 9. Trabajos de la Casa de Velázquez en los años setenta del siglo pasado en la zona de la puerta oeste y las termas urbanas.

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Fig. 10. Descubrimiento de la escultura de Trajano en 1980. Detrás de ella Isidoro Otero y Emilio Moya.


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En todos estos años de trabajos de investigación intensos, sin duda fuera del ámbito científico únicamente tuvo trascendencia el hallazgo de la escultura del emperador Trajano en la Basílica en el año 1980 (Fig. 10). Como suele ser habitual la repercusión en la prensa fue amplia. Es de destacar la noticia aparecida en el diario ABC, en portada con el siguiente titular: “Descubrimiento arqueológico en Cádiz: Michael Ponsich: La estatua de Claudio es comparable a las mejores de Roma”. Después de hacer una descripción del hallazgo a Ponsich le sorprende “una estatua de tanta importancia en una ciudad provinciana, en la parte más sur de España”. A continuación el periodista le pregunta: ¿Habría alguna posibilidad de que fuese otro emperador?: Ponsich le responde:“Es, desde luego del emperador Claudio, el esposo de Mesalina. La cabeza parece también de Claudio y es curioso que los habitantes de la zona lo identifican con el personaje de “Yo Claudio” de la televisión. Pero han transcurrido muchos años, no está el estudio terminado y no queremos dar una opinión demasiado rotunda. Podría ser de Trajano incluso, pero seguro que es el retrato de un emperador”. Quién no dudó en atribuirla a Trajano fue el profesor R. Corzo, primer arqueólogo que afirmó con contundencia que se trataba sin duda del emperador Trajano.

8. NUEVAS MEDIDAS DE PROTECCIÓN EN EL YACIMIENTO En el año 1984 se produce el traspaso de la titularidad y gestión de Baelo Claudia a la Comunidad Autónoma de Andalucía (Real Decreto 864/1984, de 29 de febrero, sobre trasapaso de funciones y servicios del Estado a la Comunidad Autónoma de Andalucía en materia de Cultura). Desde estas fechas, desde la Delegación Provincial de Cultura, se sientan las bases para ejercer una tutela más efectiva, desarrollandose tareas de limpieza y consolidaciones anuales con cargo a los fondos del entonces denominado programa de “Empleo comunitario” o más tarde “Plan de Empleo Rural”, los famosos PER, a través de la Diputación Provincial o el Ayuntamiento. El yacimiento heredado del Ministerio comprende cerca de 100 ha y una Zona Arqueológica con encla-

vados de viviendas y bares, residuos del poblado de Bolonia (iglesia, panadería, 3 bares y 3 viviendas). El proceso de protección culmina en el año 1989 con la creación del “Conjunto Arqueológico de Baelo Claudia” mediante Decreto 129/1989 de 6 de junio (BOJA nº 57 de 15 de julio), como unidad administrativa de la Deleación Provincial de Cultura de Cádiz. Esta unidad administrativa supuso un cambio notable en la gestión del yacimiento ya que se asignan a la misma unas funciones concretas: • Custodia y administración de la Zona Arqueológica • La protección y conservación de los bienes muebles e inmuebles integrantes del Patrimonio Histórico que se encuentren dentro de la Zona Arqueológica, así como promover su mejora. • Propuesta y ejecución del programa anual de actuaciones. • Propuesta y ejecución de los planes de investigación, conservación, excavación, consolidación, restauración y mantenimiento de la Zona Arqueológica, velando para que dichos planes se atengan a los criterios más actualizados en la materia y se desarrolle de acuerdo con los principios establecidos en las cartas y documentos internacionales de conservación y restauración, así como para que se conserven las condiciones ambientales y paisajísticas de la Zona Arqueológica y su entorno. • Proponer cuantas medidas cautelares sean necesarias para la conservación material, paisajística y ambiental de la Zona Arqueológica, asi como impedir usos constrastantes de su carácter histórico y arqueológico y con la fragilidad de sus condiciones materiales. • Posibiliatr el acceso de visitantes, garantizando el correcto uso del yacimiento. • Facilitar su estudio a los investigadores. • Organizar, fomentar y promover cuantas iniciativas culturales impulsen el conocimiento y difusión de la Zona Arqueológica, de sus valores estéticos y de su historia. • Desarrollar programas de cooperación con otras instituciones culturales o centros de investigación afines, de acuerdo con las directrices del Plan Andaluz de Investigación.

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Para el desarrollo de estas funciones se crean unos órganos de gestión del Conjunto. Por una parte el Órgano directivo y ejecutivo (la Dirección) y el Órgano colegiado consultivo y de asesoramiento (la Comisión Técnica). Asimismo se definen distintas áreas de funcionamiento: administrativa, para el desarrollo de los aspectos jurídicos, administraivos y económicos; el área de conservación e investigación que abarca las funciones de preservación y mantenimiento de la Zona Arqueológica, así como el control científico de las actividades de investigación y el área de difusión, que tiene por finalidad el acercamiento del Conjunto a la sociedad mediante la aplicación de métodos didácticos y técnicos de comunicación y la organización de actividades tendentes a estos fines. En estos años la principal problemática es la entrada de ganado en el yacimiento para aprovechar pastos y el deterioro y erosión que ello supone. En los primeros años de andadura de la unidad administrativa los esfuerzos se concentran en establecer una protección física, para lo cual se ejecuta un proyecto en dos fases de vallado de la Zona Arqueológica y se establecen las medidas pertinentes ante instancias judiciales para erradica la intromisión de ganado por habitantes de la zona y se inician los expedientes para expropiar los inmuebles dentro de la Zona Arqueológica. La declaración otorgada por la Real Orden de 1925, no supuso una protección efectiva, al no contener delimitación alguna. Se trataba de una simple descripción de los inmuebles objeto de tal protección. Por esta razón, en los primeros años de rodadura del yacimiento como Conjunto Arqueológico, se tuvo una especial preocupación por establecer una delimitación global del yacimiento, incluido un amplio entorno que abarca prácticamente desde Punta Camarinal hasta Punta Paloma y que vincula la totalidad de los elementos a extramuros de la ciudad, tales como sus tres necrópolis conocidas, los tres acueductos y las tres canteras, así como una parte de la plataforma marina, en la que están identificados más de una decena de pecios. Igualmente se incluyen otros asentamientos de otras etapas y culturas que dejaron su huella en este territorio. Esta importante figura de protección se materializó con la incoación en 1991, del expediente de delimitación del bien de interés cultural declarado en 1925 (Resolución de la Dirección General de Bienes Culturales de fecha 10-12-91, BOJA nº 3 de 14-01-92, pp. 149-160).

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Dentro del marco de la protección legal, no cabe duda que un puntal importante lo constituye la norma urbanística. En la actualidad el Plan General de Ordenación Municipal de Tarifa, aprobado en 1990 y actualmente en revisión, contempla la ciudad de Baelo Claudia como Suelo No Urbanizable de Protección Especial, si bien deriva su desarrollo a un Plan Especial de Protección (“Plan Especial de Protección y Mejora de la Ensenada de Bolonia y Núcleo Urbano de El Lentiscal”), que incluye mecanismos de protección importantes, principalmente para los enclaves arqueológico ubicados fuera del ámbito de la propiedad de la Consejería de Cultura, que se recogen en un exhaustivo catálogo. Esta figura de desarrollo del PGOU, ha encontrado numerosos escollos, por lo que aún se encuentra en fase de Aprobación Provisional. Asimismo su ubicación dentro del Parque Natural de Estrecho le confiere su inclusión en la Zona de Reserva A, que es la de máxima protección de dicho parque. La reciente promulgación del Plan de Ordenación de Recursos Naturales del Parque Natural del Estrecho, constituye un avance significativo en la protección jurídica de Baelo Claudia, al incluirse medidas ordenadoras del entorno desde la perspectiva medioambiental y paisajística. Por último el Decreto 240/2000, de 23 de mayo, por el que se declara de interés social, a efectos de expropiación forzosa, la conservación, mantenimiento y utilización compatible con sus valores del Bien de Interés Cultural denominado Zona Arqueológica de Baelo Claudia, permite la adquisición de las parcelas A, B, C, D, E, F, G, H, I, descritas en el plano Anexo del Decreto citado, sitas en Baelo Claudia, Bolonia, término municipal de Tarifa (Cádiz). Actualmente este proceso se encuentra muy avanzado, quedando únicamente pendientes los tres restaurantes y dos casas en el extremo sureste del yacimiento.

9. DE LOS PRIMEROS TRABAJOS DE CONSERVACIÓN A LOS PLANTEAMIENTOS ACTUALES Los primeros trabajos de conservación se producen en la década de los años setenta del siglo pasado. Es entonces cuando asistimos a una serie de intervenciones de urgencia de la mano del arquitecto Alfonso Jiménez. Estas actuaciones inciden en la consolida-


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Fig. 11. La basílica durante los trabajos de restauración de Alfonso Jiménez. Foto cedida por Alfonso Jiménez.

ción del teatro (1973); restauración parcial de la basílica, a la que se le levantan varias de sus columnas y la restauración del templo central (el de Júpiter) a nivel de planta del podium, restituyendo incluso los escalones de acceso (Fig. 11). Junto a estos trabajos intervencionistas se han desarrollado otros teóricos de estudios de anastilosis de varios edificios públicos por parte de J. L. Paillet, tales como la basílica o el mercado. Más recientemente están los estudios documentales de Myriam Fincker sobre el Templo de Isis y el Teatro. Desde esas mismas fechas de inicio de la actividad conservadora de los inmuebles de Baelo, se iniciaron trabajos de mantenimiento de menor alcance que incluían limpiezas, desbroces, rehabilitación de drenajes, apertura de cunetas y drenajes de superficie, reposiciones de muros y morteros etc. Estos trabajos básicos, realizados con peridiocidad anual bajo la dirección del guarda oficial, fueron decisivos para la conservacion del yacimiento, ya que posibilitaron mejoras sensibles para la conservación general de la práctica mayoría de los inmuebles arqueológicos. A partir de la creación del Conjunto Arqueológico, duarnte la década de los noventa, se han llevado a cabo algunos trabajos de conservación

relevantes, tales como los ejecutados bajo la dirección del arquitecto Emilio Rivas, de rehabilitación de los drenajes del foro y restauración de algunos de los muros de las tiendas del foro y de la trasera de los templos capitolinos. Posteriormente, el también arquitecto José Mª. Pérez Alberich, dirigió obras de emergencia en el teatro y en los revestimientos hidráulicos y muros de las piletas de las factorías de salazones. Paralelamente se consolidaron y trataron algunas superficies murarias estucadas en el templo de Isis. Durante 1997-98 se realizaron por el mismo arquitecto y la dirección del Conjunto, trabajos de consolidación y restitución de los sectores más deteriorados de la muralla este del yacimiento, presentando especial singularidad las actuaciones realizadas en la Puerta de Carteia, que han permitido recuperar parte de su volumen y alzado. Dentro de los trabajos de conservación es de destacar el estudio y diagnosis llevado a cabo por un equipo interdiciplinar del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, dirigido por Cesáreo Sánz en el marco de un convenio suscrito entre el citado Consejo y la Consejería de Cultura. Dicho trabajo denominado “Estudio de los procesos de alteración de los

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materiales pétreos, estucos y hormigones del Conjunto Arqueológico de Baelo Claudia” (VVAA, inédito), supuso un hito importante para la conservación en el Conjunto, ya que sus conclusiones han constituido un autentico plan director para garantizar la preservación de los espacios arqueológicos ante los procesos naturales de erosión. En diciembre de 1999 la Consejería de Medio Ambiente, con la aprobación de la Consejería de Cultura inició la ejecución de un Plan de mejoras medioambientales diseñado especificamente para el Conjunto Arqueológico por un periodo de ejecución de dos años. El resultado fue espectacular y transformador tanto del paisaje con reforestaciones y plantaciones previstas, como de la propia ciudad romana con la creación de caminos de grava en el itinerario de visitas sobre el trazado ortogonal de la ciudad, que ha ayudado a comprender la planificación urbanística de la ciudad (Fig. 12). Sin embargo, las intervenciones más positivas de este proyecto no son visibles ya que se refieren especialmente a las obras de drenaje de las aguas pluviales que actúan directamente a favor de la conservación del yacimiento y que no hacen sino responder a una de las recomendaciones principales del estudio anteriormente citado.

El proyecto, en síntesis, intervino en los siguientes apartados: • Trabajos previos de demoliciones de construcciones contemporáneas • Contrucción de viales peatonales y sendas para vistas panorámicas • Establecimiento de una red completa de drenajes profundos y superficiales • Aparcamiento para visitantes con áreas ajardinadas y cerramiento perimetral • Plantación extramuros de masas arboladas autóctonas • Plantación intramuros de especies tapizantes ajardinadas en las manzanas resultantes tras la construccón de los viales. Posteriormente bajo la direccción del arquitecto Fernando Visedo se han llevado a cabo obras de restauración en el Teatro, que han supuesto no sólo la consolidacón de sus estructuras, sino también un marcado cambio en su fisonomía. La cávea ha sido transformada en un espacio aplanado que provoca una importante perturbación en la comprensión de la geometría del edificio, así

Fig. 12. Mejoras medioambientales en Baelo Claudia a finales de la década de los años noventa del siglo pasado.

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como la escalera de madera del eje del teatro instalada. Igualmente las restituciones ralizadas han sido muy desafortunadas como las de la fachada curva, donde el ritmo de pilastras decoradas ha sido roto, sin ninguna explicación, por una fábrica de sillería, incluso trasnformando una de las puertas en supuesta esquina de la fachada curva, rematándola con sillería al efecto (Muñoz, 2014: 239-252).

10. EL PRESENTE DE LA TUTELA: DEL AÑO 2005 A LA ACTUALIDAD Recogiendo las actuaciones precedentes, desde el año 2005 entendemos la tutela de Baelo de una manera global, incidiendo en la subsanación de deficiencias en los distintos campos. En la investigación se potencian los Cursos Internacionales de Arqueología Clásica. Por primera vez se financian conjuntamente con la UCA y se establece la necesidad de un marco de colaboración que garantice su continuidad en el futuro. Fruto de ello es la firma en julio del 2006 de un Protocolo de Colaboración entre ambas instituciones.

El inicio desde el año 2003 de la construcción de un nuevo edificio administrativo-museo genera una serie de actuaciones diversas que tienen como objetivo adecuar el circuito de visitas a la realidad inminente que se materializa con la apertura del nuevo museo y sede administrativa y técnica a finales de diciembre del año 2007 (Fig. 13). A tal fin se realizan limpiezas y excavaciones en la muralla SE (Arévalo et al., 2006) (Fig. 14), ya que la ubicación del nuevo edificio hace que el circuito de visitas se inicie desde esta zona, donde prácticamente no se había investigado con anterioridad excepto en la puerta de Carteia y del decumano del teatro (Alarcón, 2004). Con la misma finalidad se excava el tramo de decumanus máximus pendiente, entre la puerta oriental y la plaza meridional de la basílica, para lo que previamente se procede a la demolición de la vieja sede institucional, el antiguo cuartel de la Guardia Civil, que se ubicaba parcialmente sobre dicha vía (Fig. 15). Se reactiva la participación de la Casa de Velázquez, finalizada oficialmente en 1990 y se firma un Convenio de Colaboración y se inician los estudios previos para un proyecto general de investigación en el yacimiento de la Silla del Papa sobre los orígenes de

Fig. 13. Edificio administrativo-museo, obra del arquitecto Guillermo Vázquez Consuegra. Año 2007.

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Baelo Claudia que se inicia en el 2014, e igualmente se continúa con el proyecto de Myriam Fincker en el teatro que finaliza en el año 2013. Se realiza la excavación de la muralla SE a intramuros en el tramo de la puerta del decumanus del teatro, al objeto de liberar de presiones al lienzo defensivo y de esta manera garantizar la conservación de este tramo de la muralla y permitir visualizar interesantes muestras de los primeros “arrimos” de viviendas a la misma y la consiguiente desaparición del “pomerium”. Se acondiciona el circuito de visitas con una cartelería y elementos de protección menos perceptibles y más acordes con la filosofía del nuevo edificio, obra del arquitecto sevillano Guillermo Vázquez Consuegra. La difusión se potencia en gran medida y se realizan programas didácticos a escolares en colaboración con el Gabinete Pedagógico de Bellas Artes.

Fig. 14. Sondeos en la muralla oriental. Año 2006.

Fig. 15. Trabajos en el decumano máximo. Años 2009-2010.

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Todo contribuyó a aumentar considerablemente el número de visitantes en los últimos años en más de un 40%. (Fig. 16).


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160.000 140.000 120.000 100.000 80.000 60.000 40.000 20.000 0 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013 2014

Cuadro de visitantes por año: 1991-2014 Fig. 16. Estadísticas de visitantes en Baelo Claudia.

Al mismo tiempo se realizan consolidaciones y actuaciones varias. Las más relevantes se inician en el año 2005 con un proceso de actuación global de conservación sobre la factoría de salazones. Se desarrollan labores prioritarias de consolidación y asimismo se establecen medidas para paliar situaciones que estaban provocando el deterioro acelerado de una parte de este complejo industrial. En primer lugar se determinó como actuación urgente el cierre a la visita pública de la casa del cuadrante o del reloj, que el tránsito de visitantes por sus dependencias, estaba causando un fuerte deterioro desde su apertura en febrero del 2004, aún cuando algunas de las estructuras murarias que nos han llegado, responden en parte a recrecidos contemporáneos basados en la simple acumulación de mampuestos sin más. En segundo lugar, y aunando las facetas de protección y conservación a la de la difusión, se llevan a cabo actuaciones de consolidación con motivo de la celebración el 18 de mayo, del día internacional del Museo. Su objetivo, dentro de la programación de labores prioritarias, fue la de establecer la apertura a la visita de los conjuntos I y II de salazones de la zona industrial de Baelo (según la nomenclatura más reciente elaborada por P. Sillières en 1995), una vez llevadas a cabo los trabajos previos de adecuación y valorización. Los trabajos en estos conjuntos industriales han consistido en una limpieza generalizada de los espacios; identificación de las estructuras según la pla-

nimetría existente; comprobación sobre el terreno de los datos de excavaciones antiguas y rectificación de la estructuración interna del conjunto II; consolidación y restitución de muros del mismo conjunto con alzados visibles e indicación sobre rasante de los documentados a nivel de techo del registro arqueológico; consolidación y recogida con mortero de cal de los bordes del revestimiento de “opus signinum” de las piletas del conjunto I, incluida la pequeña pileta rectangular del patio elaborada en parte con ladrillos reutilizados, algunos con marcas; acondicionamiento del circuito de visitas mediante el establecimiento de la entrada por el conjunto II; ubicación de paneles explicativos relativos a generalidades sobre la cultura de la pesca y específico sobre el conjunto I. Asimismo en este sector próximo a estos conjuntos, se procedió a la retirada de piezas arquitectónicas del pórtico derecho de la calle de las columnas, con el establecimiento delante del conjunto I de una barandilla de madera. Asimismo se iniciaron los trabajos de recolocación de los mampuestos de los muros de la casa del cuadrante, basándonos tanto en la planimetría existente como en pequeñas limpiezas de aportes de tierras contemporáneas hasta alcanzar el techo del registro arqueológico. Estos trabajos, al igual que sucedió en el conjunto II, nos hicieron ver la necesidad de realizar un nuevo levantamiento planimétrico, ya que los datos que nos proporcionaron estas limpiezas superficiales presentaron discordancias con la disposición de estructuras plasmadas en la planimetría existente desde 1918 (Paris et alii, 1923: pl. 1) hasta nuestros días.

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Otro aspecto interesante a considerar en el campo de la investigación y como consecuencia de estos trabajos, es el relacionado con el trazado de la muralla por el sur. La limpieza de los aportes eólicos de arena al final de la calle de las columnas, ha permitido alcanzar la fábrica de la muralla y por tanto confirmar su trazado al final del cardo 4, cuestión ésta que ha originado no pocas controversias (Muñoz, 2007) . En todo este proceso de actividad casi frenética en los distintos campos que integran la tutela de los bienes culturales, los servicios centrales de nuestra Consejería, inicia el encargo de la redacción de los Planes Directores de los Conjuntos Culturales y algunos Enclaves Arqueológicos. Fruto de ello es el I Plan Director del Conjunto Arqueológico de Baelo Claudia, elaborado entre los años 2008 y 2010, cuyos principios y contenidos, a pesar de la crisis económica, están siendo una realidad y que en líneas generales constituyen el sendero por el que discurre en la actualidad nuestra gestión.

11. EL I PLAN DIRECTOR DEL CONJUNTO ARQUEOLÓGICO DE BAELO CLAUDIA El Plan Director del Conjunto Arqueológico de Baelo Claudia se configura como un instrumento para racionalizar las intervenciones e inversiones aplicadas a su conservación (importancia de la conservación como eje sobre el que confluyen las demás facetas que integran la tutela de los bienes culturales), con una proyección de continuidad en el tiempo (son documentos a 8 años vista), como un herramienta para conocer a fondo el Conjunto Arqueológico (se potencia la investigación para avanzar en el conocimiento histórico de la ciudad) y para determinar las pautas y acciones por la que deba encauzarse su gestión para garantizar su SOSTENIBILIDAD (Fig. 17).

11.1. OBJETIVOS DEL PLAN DIRECTOR Objetivos generales: • Potenciar al conjunto arqueológico de Baelo Claudia como un factor de desarrollo sostenible del territorio al que se vincula, adoptando las acciones necesarias que compatibilicen su utilización con la conservación de los bienes que lo integran.

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Fig. 17. Portada del I Plan Director del Conjunto Arqueológico de Baelo Claudia. Año 2011.

• Impulsar los valores paisajísticos del Conjunto Arqueológico conforme a las directrices de la Convención Europea del Paisaje y de acuerdo con los contenidos del documento redactado por el Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico en el año 2004 denominado “Guía del Paisaje Cultural de la Ensenada de Bolonia” • Identificar al Conjunto Arqueológico como una marca del territorio basada en un discurso de pedagogía cultural fundamentada en la calidad de los servicios y buenas prácticas. Objetivos específicos: • En el ámbito de acción patrimonial adoptar los instrumentos necesarios para conseguir el aprovechamiento integral de Baelo Claudia, a través del conocimiento de los recursos arqueológicos de la Ensenada de Bolonia, lo que a su vez implica como objetivos específicos de actuación: • Estudio y análisis de la evolución del poblamiento en la Ensenada. • Estudio y análisis de la evolución del Paisaje Cultural en la Ensenada.


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• Determinación del área de influencia de Baelo Claudia: distribución de sitios arqueológicos. • Análisis del riesgo potencial del patrimonio arqueológico de la Ensenada. • En el ámbito de protección y liderazgo garantizar la protección integral y tutela del Conjunto Arqueológico de Baelo Claudia, adaptando las actuales figuras de protección jurídicas a la realidad de la nueva Ley de Patrimonio Histórico de Andalucía de 2007. • En el ámbito de comunicación, dinamización y sensibilización: • Alcanzar un mayor conocimiento de Baelo Claudia que complete su visión histórica y facilite la comprensión del Conjunto por el visitante. • Enriquecer desde una amplia perspectiva la relación de la ciudad con el territorio. • Abrir Baelo Claudia hacia nuevas fronteras en campos decisivos como el turismo, medio ambiente, cultura del paisaje, etc.

11.2. LÍNEAS ESTRATÉGICAS DEL PLAN DIRECTOR Para el cumplimiento de los objetivos de este I Plan Director del Conjunto Arqueológico de Baelo Claudia se plantean unas Líneas Estratégicas de actuación que a su vez integran Programas Operativos que incluyen proyectos concretos. Se formulan como propuestas transversales que permitan el cumplimiento de los objetivos marcados. En la determinación de las actuaciones se han tenido en cuenta como premisas fundamentales las diagnosis específicas en el ámbito de la conservación arqueológica, de ahí que el Programa Operativo de Conservación de la Línea Estratégica de Acción Patrimonial, sea el eje sobre el que se articulan el resto de los programas (Fig. 18). 11.2.1. Línea Estratégica de Acción Patrimonial PROGRAMA OPERATIVO DE INVESTIGACIÓN Las distintas actuaciones planteadas dentro del Programa Operativo de investigación tienen como obje-

LÍNEA ESTRATÉGICA ACCIÓN PATRIMONIAL

PROGRAMA OPERATIVO

PROGRAMA OPERATIVO INVESTIGACIÓN

DIFUSIÓN

CONSERVACIÓN EJE Paisaje y Territorio EJE Elementos Estructurales del Asentamiento

-SILLA DEL PAPA -NECRÓPOLIS DE BAELO -TIPOGRAFÍA Y URBANISMO -ECONOMÍA MARÍTIMA -ESTUDIO DEL TEATRO

EJE Edificios, Viajes

LÍNEA ESTRATÉGICA

COMUNICACIÓN

-ARQUEOSISMOLOGÍA -FACTORES DEGRADANTES

LÍNEA ESTRATÉGICA

LÍNEA ESTRATÉGICA

PROTECCIÓN Y LIDERAZGO

RELACIONE CON ENTIDADES

LÍNEA ESTRATÉGICA

INNOVACIÓN Y DESARROLLO. PERTENENCIA A UNA RED

Fig. 18. Líneas estratégicas del Plan Director de Baelo Claudia.

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tivo general el aumento del conocimiento sobre la ciudad hispanorromana de Baelo Claudia haciendo especial incidencia en aspectos pocos o mal conocidos. Se encauzan mediante proyectos generales de investigación arqueológica de acuerdo con la normativa vigente en materia de autorización de actividades arqueológicas en Andalucía. El documento plantea los siguientes Proyectos Generales de Investigación: • “Topografía y Urbanismo en Baelo Claudia”. En colaboración con la Universidad de Cádiz. • “La economía marítima y las actividades haliéuticas en Baelo Claudia. Problemas de atribución funcional en el barrio meridional”, en colaboración con la Universidad de Cádiz. •

Los orígenes de Baelo Claudia: el oppidum de la Silla del Papa, en colaboración con las Universidades de Toulouse-Le Miral (Francia) y de Sevilla, a través de la Casa de Velázquez.

• Estudio Arqueosismológico en la ciudad hispanorromana de Baelo Claudia, en colaboración con las Universidades de Salamanca y RWTH Aachen (Alemania). • Estudio arquitectónico y análisis espacial de las necrópolis de Baelo Claudia. En colaboración con la Universidad de Alicante. • Estudio arqueológico y arquitectónico del teatro de Baelo. En colaboración con la Casa de Velázquez. Lejos de reducirse los trabajos arqueológicos en Baelo Claudia, como habría de esperar desde el inicio de la situación económica de crisis en estos últimos años se han iniciado dos nuevos Proyectos Generales de Investigación, que unidos a los en curso, sitúan a esta ciudad hispanorromana como laboratorio de investigación referente de la arqueología romana a nivel internacional. En el año 2013 ha finalizado el estudio arquitectónico del teatro de Baelo, bajo la dirección de la arquitecta del C.N.R.S IRAA MOM, Myriam Fincker, actividad realizada dentro del convenio firmado con la institución cultural francesa de altos estudios hispánicos e ibéricos Casa de Velázquez. Estos trabajos han abordado en su último año, el estudio de las pinturas del pvlpitvm y las propuestas de restauración del edificio escénico. Está prevista la

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publicación de la correspondiente memoria para el año 2014-2015 dentro de la serie “Belo”. De la misma manera en esta misma publicación de la Casa de Velázquez, a finales de este año 2012 se publicó la memoria de las excavaciones en el edificio de la Basílica, del que sólo conocíamos la memoria sobre sus características arquitectónicas. El autor de esta publicación es el arqueólogo francés Pierre Sillères que entre 1974 y 1990 ha trabajado activamente en este yacimiento. Por lo que se refiere a los dos nuevos proyectos de investigación, el primero en iniciarse en el mes de abril de 2012 ha sido el denominado “El Conjunto Monumental de Baelo Claudia. Evolución y transformaciones de un espacio público Análisis diacrónico y multiescalar del sector sureste” dirigido en su primera anualidad por el profesor de Historia Romana de Universidad de Poitiers (Francia) Bertrand Goffaux, trágicamente fallecido a finales del mes de abril del 2013 y continuado desde entonces por el equipo que lo integraba bajo la dirección de Laurent Brassous (Fig. 19). Este proyecto desarrollado dentro del convenio de colaboración mencionado con la institución francesa, tiene como objetivo fundamental, siguiendo las directrices generales del Plan Director de Baelo Claudia, avanzar en el conocimiento histórico de la ciudad y comprender mejor los restos inmuebles conservados, facilitando su integración en el circuito de visitas. Estos objetivos pueden articularse alrededor de cuatro grandes líneas directrices: • Caracterización del urbanismo y contextualización de las estructuras localizadas en el ángulo sureste del conjunto monumental: estudiar, mediante la imbricación de las diferentes escalas de análisis, la articulación de los espacios centrales de la ciudad. • Reconstrucción de los espacios arquitectónicos: interpretar los datos, de acuerdo a la escala que determina la parcela que se excavará, para conseguir la reconstrucción de la planta y alzado de los edificios o espacios abiertos. • Definición de los ejes de circulación urbana: se trata de sacar provecho de la situación de la parcela donde se llevará a cabo la intervención, en el ángulo formado por el decumanus maximus y uno de los cardines mayores, para mejorar nuestro conocimiento sobre los flujos de tránsito en el seno de la ciudad.


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Fig. 19. Proyecto General de Investigación del equipo de la Casa de Velázquez en el edificio sureste del Foro. Año 2012.

• Cronología: ya sea a escala de la parcela o de la totalidad del conjunto monumental, se pretende alcanzar una visión diacrónica de los espacios, desde los años de fundación urbana hasta el abandono de la ciudad. Estos grandes ejes deberán permitir, finalmente, que las estructuras descubiertas se integren en el circuito de visita del yacimiento en una lógica de preservación de las diferentes fases, lo que desembocaría en una comprensión diacrónica de la ciudad. En esta primera fase del proyecto de seis años de duración, se ha excavado la fase bajo imperial. El otro proyecto de investigación iniciado bajo los auspicios de nuestro I Plan Director es el denominado “Muerte y ritual funerario en Baelo Claudia. Estudio arqueológico y documental de la necrópolis oriental (2012-2017)”, dirigido por el profesor de la Universidad de Alicante Fernando Prados Martínez. Su objetivo principal es el conocimiento científico del mundo funerario altoimperial baelonense a partir del estudio detallado de la necrópolis oriental de la ciudad (Fig. 20). Sólo la mejora del conocimiento de este aspecto fundamental podrá permitir su posterior puesta en valor, su difusión y su revalorización social integrando, a corto plazo y paulatinamente, sectores de la necrópolis dentro del circuito de visitas al yacimiento. Los resultados completarán, por una

parte, el conocimiento demográfico de los habitantes de la ciudad (índices de mortalidad, medios de vida, cambios, evoluciones morfológicas, etc.) y por otra, cuestiones vinculadas con la actitud ante la muerte, las creencias y manifestaciones religiosas e incluso aspectos étnico-identitarios. Los trabajos se están centrando en el estudio del área central de la necrópolis y han puesto al descubierto diversas estructuras funerarias, algunas de cierta monumentalidad y otras menores que permiten documentar las fases más antiguas. Entre los hallazgos destacan varias estelas funerarias, tumbas de cremación señaladas por cipos y otras más simples recogidas en contenedores cerámicos. La elección de la zona de estudio ha permitido, además, excavar sepulcros que permanecían intactos, con sus ajuares íntegros, y efectuar una lectura estratigráfica completa, lo que ha posibilitado encontrar la vía funeraria principal pavimentada, que debe corresponderse con la vía de acceso a la ciudad. Esta localización es muy importante, ya que permite conocer el trazado oriental de esta calzada que jalonaba la costa gaditana desde Carteia, en San Roque, hasta Gades (Cádiz). Al encontrar varios enterramientos en estado original se han podido exhumar con detalle los restos y

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Fig. 20. Proyecto General de Investigación en la necrópolis sureste de Baelo Claudia de la Universidad de Alicante. Año 2012.

observar diversos ritos funerarios, algunos de tipo propiciatorio y otros relacionados con la superstición popular de la época como colocar conchas en la base de los túmulos de piedras, hincar clavos de bronce junto a las estelas con la intención de “fijar el alma del difunto a la tierra” o colocar llaves, quizás las que podrían abrir la puerta del más allá. Igualmente se han vuelto a documentar varios de los ya célebres muñecos o tallas antropomorfas en piedra, similares a las ya expuestas en las vitrinas del museo de Baelo Claudia. El tercer proyecto de investigación que se desarrolla en Baelo Claudia es el denominado “Economía Marítima y actividades haliéuticas en Baelo Claudia”, dirigido por el profesor de la Universidad de Cádiz Darío Bernal Casasola y autorizado por la Consejería de Cultura desde el año 2010. Este proyecto se incluye en el ámbito de colaboración establecido entre la Consejería de Cultura y la Universidad de Cádiz, mediante un Protocolo de Colaboración firmado en julio de 2006 para la cooperación en la realización de actividades científicas en el conjunto arqueológico de Baelo Claudia dentro de los Cursos Internacionales de Arqueología Clásica que se venían celebrando y

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financiando entre ambas instituciones desde el año 2000 y que han tenido que ser suspendidos temporalmente en el año 2012, por falta de presupuesto económico, pero que esperamos retomar en breve plazo de tiempo. De la misma manera el citado proyecto de investigación se contempla en el programa operativo de investigación del Documento de Avance del I Plan Director del Conjunto Arqueológico de Baelo Claudia, y responde tanto a necesidades de investigación como de conservación del Conjunto Arqueológico. Los trabajos en los años 2012 y 2013 se han centrado en una zona elevada en el sector occidental del yacimiento a extramuros de la ciudad en las cercanías de la puerta oeste conocida como de Gades. En este espacio afloraban una serie de estructuras de planta apreciablemente cuadrangular que fueron interpretadas en un principio, por su ubicación, como posible faro e incluso torre para el avistamiento de túnidos, de ahí que se incluyeran en este proyecto general de investigación por parte del profesor D. Bernal. Con la ampliación de los trabajos arqueológicos, se ha comprobado como en realidad se trata de una gran piscina (“natatio”) de unas termas, probablemente públicas (Fig. 21). Dentro de la piscina, en su esquina noreste se ha localizado a más de un metro


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Fig. 21. Proyecto General de Investigación Economía Marítima de la Universidad de Cádiz. Año 2013.

Fig. 22. Escultura del Doríforo en la piscina de las Termas Marítimas de Baelo Claudia. Universidad de Cádiz. Año 2012.

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de profundidad, una escultura incompleta realizada en mármol que representa un personaje masculino desnudo a tamaño real, que representa al célebre Doriforo de Policleto (Fig. 22). Es hoy por hoy la única copia romana de esta escultura griega conocida en Hispania y uno de los escasos ejemplares documentados a nivel internacional. PROGRAMA OPERATIVO DE CONSERVACIÓN El Plan Director lo articula en torno tres ejes, cuyo objetivo es encuadrar las diagnosis específicas en el ámbito global del Conjunto Arqueológico. • Eje 1. Paisaje y Territorio: Elementos estructurantes del asentamiento. • Se describen las relaciones de la ciudad con el medio físico: entorno geográfico • Se analizan las condiciones del asentamiento y su reflejo en la estructura urbana. • Se apuntan propuestas que afectan a los sistemas de abastecimiento (conservación y puesta en valor del trazado de acueductos), calzadas (extensión de la vía Heraclea hacia el Este y hacia el Oeste contextualizando las necrópolis) y se destaca la existencia de elementos que distorsionan el entendimiento del asentamiento (desaparición del aparcamiento actual, edificaciones situadas en el sector sureste,…) • Eje 2. Elementos estructurantes de la ciudad: Sistema defensivo, Infraestructuras y Viarios. • Se analiza la estructura general del urbanismo de Baelo. • Se reconocen los elementos básicos que conforman la ciudad (infraestructuras, sistema de murallas y puertas, viarios e ínsulas, área foral) • Sistema de abastecimiento: En relación con los acueductos, se considera necesario completar los registros, restaurando las estructuras y estableciendo algún mecanismo de salvaguarda para los tramos exteriores al Conjunto Arqueológico. • Sistema viario: Se identifican los viarios articuladores de la estructura urbana. Se define hipótesis del trazado viario e intervenciones necesarias para mejorar el entendimiento del

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Conjunto. Se destacan recorridos actuales de visita discordantes con la trama urbana. • Sistema defensivo: Se define hipótesis de trazado completo, identificando previamente los tramos conocidos (que han de ser objeto de intervención destinada a su puesta en valor) y desconocidos (investigación). • Eje 3. Edificios, Espacios Públicos. • Se definen actuaciones sobre inmuebles o entornos construidos concretos. • Se identifican sectores donde existen edificios conocidos donde es pertinente completar la investigación y realizar trabajos de conservación y restauración con el objetivo inmediato de su puesta en valor. • En un segundo nivel, se identifican zonas donde la investigación es prioritaria para dotar de cohesión y sentido a la estructura espacial de la ciudad, (además de contextualizar los inmuebles conocidos). • En un tercer nivel, se marcan áreas que al menos deben ser identificadas. En la mayoría de los casos, se entiende suficiente con la simple definición del trazado viario. Si bien este programa operativo de conservación es el más afectado por la profunda crisis económica, sus directrices se han cumplido con creces gracias a la ejecución del macroproyecto de “Actuación en el Paisaje Cultural de la Ensenada de Bolonia”, redactado y dirigido por el Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico y financiado por el 1% cultural del antiguo Ministerio de Medio Ambiente, gestionado por el actual Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Este proyecto surge como desarrollo de la Guía del Paisaje Cultural de la Ensenada de Bolonia y fue redactado por el IAPH en el año 2007 e incluye cuatro acciones: 1. Adecuación paisajística del borde del Conjunto Arqueológico. 2. Adecuación del Conjunto Arqueológico al nuevo centro de visitantes. 3. Itinerario cultural del mirador del puerto de Bolonia-tumbas cristianas de Betis-Betín. 4. Itinerario cultural necrópolis de los Algarbes-Punta Paloma.


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Los objetivos de las dos acciones que contemplan la ciudad de Baelo Claudia, persiguieron subsanar el desencuentro entre la realidad arqueológica y su plasmación en el itinerario de visitas ejecutado entre los años 1999 y 2000. Se pretendía que el nuevo circuito fuese fiel reflejo del urbanismo romano de Baelo Claudia (Figs. 23 a 27). Por una parte la anchura estándar de 3 metros dada a la totalidad de las calles proporcionaba a Baelo Claudia una visión distorsionada en la que no se percibían los espacios relevantes de la vida social, política y económica y por otra la orientación y restitución de los cardos y decumanos no coincidían con la realidad arqueológica conocida. En consecuencia se pretendió y se ha conseguido una nueva museografía de la ciudad romana, que podemos definir como un ejercicio consciente de “dannatio memoriae” de la actuación medioambiental de los años 1999 y 2000, mediante las siguientes actuaciones:

• Corrección del tratamiento similar implantado en viarios y áreas de observación de inmuebles. • Eliminación de elementos de protección potentes que perturbaban la contemplación general de la ciudad hispanorromana. • Eliminación del aspecto ajardinado “pseudo romántico” que presentaba Baelo Claudia desde el inicio del siglo XXI. • Implantación de nueva cartelería y elementos de señalización. Asociado a este proyecto el Conjunto Arqueológico de Baleo Claudia, con recursos propios de personal y medios materiales, se ha desarrollado un amplio programa de conservación, siguiendo las pautas de las fichas diagnóstico de conservación de su Plan Director redactadas por el arquitecto Francisco Reina Fernández-Trujillo.

• Corrección de la orientación del viario.

• Corrección del ancho estándar de 3 metros asignado a todas las calles, que perturbaban la comprensión de las calles principales y secundarias y ejecución de nuevos viales con anchos reales, para lo cual ha sido necesario incluso practicar algunos sondeos arqueológicos esclarecedores.

En aras de una pregonada y proclamada “autenticidad” de las estructuras murarias de Baelo Claudia, como uno de sus valores más importantes, se había generado de manera paulatina desde hace bastantes años, un doble proceso de degradación y distorsión de sus inmuebles. Por un lado, la no consolidación de la coronación de las estructuras y el consiguiente efecto erosivo de los agentes naturales estaban provocando el desprendimiento parcial de sus fabricas, mediante caídas de piedras y morteros, que de

Fig. 23. Mirador de la Basílica. Obras de actuación en el Paisaje Cultural de la Ensenada de Bolonia. Años 2010-2013.

Fig. 24. Museografía implantada en las obras de actuación en el Paisaje Cultural de la Ensenada de Bolonia.

• Eliminar alteraciones en el circuito de visitas (termas)-puerta de Gades, paso sobre la muralla sureste, trazado de la explanada de los templos, etc.

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Fig. 25. Vista del cardo de las columnas y parte del foro con la nueva museografía. Obras de actuación en el Paisaje Cultural de la Ensenada de Bolonia.

Fig. 26. Vista de la nueva museografía en la zona de las factorías de salazones. Obras de actuación en el Paisaje Cultural de la Ensenada de Bolonia.

manera sistemática habían sido recolocados por el personal del yacimiento sin más sobre los mismos muros, originándose acumulaciones de piedras sin orden alguno. Por otro, para contener los perfiles y taludes de las excavaciones se habían levantado auténticos muros con materiales romanos que a lo largo de los años se habían mimetizado con las estructuras arqueológicas.

11.2.2. Línea Estratégica de Comunicación

El programa de conservación realizado ha consistido en la eliminación de estas alteraciones; consolidación de la coronación de los muros mediante una hilada de piedra unida con mortero de cal y separada de la fábrica romana por un “filete” de mortero de cal que permite apreciar con claridad la fábrica recrecida; estabilización de fabricas con desplomes apreciables y recolocación de tambores de columnas y/o capiteles, siempre que existan documentos de análisis previos que permitan tal intervención y por último la estabilización de perfiles de excavaciones mediante muros de mampostería de ladrillo y bloques de hormigón, con recubrimiento de mortero de cal coloreado de aspecto neutro. Estos trabajos continuaron a lo largo del año 2013 y constituyen un punto de partida importante para la consideración de la conservación en Baelo Claudia desde un punto de vista unitario y con un mismo lenguaje, frente a actuaciones anteriores aisladas y con criterios heterogéneos, que desvirtuaban su contemplación.

Se establece el cumplimiento de fines de gestión alentando al visitante a que use correctamente el recurso cultural.

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Se analiza la interpretación turística del Patrimonio Cultural como actividad de sensibilización mediante el desarrollo de actuaciones que posibiliten al visitante adquirir una profunda conciencia y entendimiento del lugar que visita, haciendo que ésta sea una experiencia enriquecedora y agradable.

Con el fin de avanzar en la consecución de este objetivo básico de difusión se plantean las siguientes cuestiones: • Estudio sociológico del visitante: realización de encuestas, análisis de la estadística mensual y anual, delimitación de grupos naturales, es decir, de verano, escolares, extranjeros, etc. • Difusión y propaganda fuera del Conjunto: vallas en carretera, envío por correo de publicidad a distintos sectores de la población (escolares, asociaciones, etc); publicidad en medios de comunicación, en comercios, etc. • Organización de exposiciones sobre Baelo Claudia en otros lugares. • Baelo Claudia como dinamizador cultural: Actividades de Difusión y Formación.


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Fig. 27. Vista general de la nueva museografía implantada en Baelo Claudia entre 2010-2013. Obras de actuación en el Paisaje Cultural de la Ensenada de Bolonia.

11.2.3. Línea Estratégica de Protección y Liderazgo Dentro del ámbito de la protección legal se propone: • Redefinición de la Zona Arqueológica incoada en 1992, reduciéndola al perímetro amurallado de la ciudad, áreas de necrópolis, acueductos y canteras. • Inclusión del resto del territorio de la Ensenada y áreas circundantes en una Zona Patrimonial que abarque desde Zahara de los Atunes hasta la Ensenada de Valdevaqueros y donde a los bienes diacrónicos representativos de la evolución humana (yacimientos y recursos patrimoniales diversos y expresiones culturales como actividades de interés etnológico), se unan los valores paisajísticos y ambientales. Actuación a corto plazo. • Inclusión de la Zonas Arqueológica y Patrimonial de Baelo Claudia en el futuro Parque Cultural del Estrecho. Los Parques Culturales son Instituciones del Patrimonio Histórico creadas por la Ley de 2007 y los define como: “Espacios Culturales que abarcan la totalidad de una o más Zonas Patrimoniales que por su importancia cultural requieran la constitución de un

órgano de gestión en el que participen las Administraciones y sectores implicados”. Actuación a muy largo plazo. El Conjunto Arqueológico Baelo Claudia, sin embargo, en el nuevo marco jurídico establecido de la Ley 14/2007 está llamado a liderar el futuro Parque Cultural del Estrecho, que posibilitará una mayor compenetración en el comportamiento de los agentes implicados y dinamizará el comportamiento de las tensiones territoriales y sus manifestaciones socioeconómicas en la zona. 11.2.4. Línea Estratégica de relaciones con entidades, administraciones y ciudadanos El proceso de elaboración del Plan Director del Conjunto Arqueológico Baelo Claudia requiere una importante participación e interlocución con los agentes implicados, tanto internos como externos, en la gestión del Conjunto Arqueológico Baelo Claudia, desde el personal de la Institución y entidades colaboradoras, hasta los diversos colectivos y entidades públicas como el Parque Natural del Estrecho, Asociaciones de vecinos o artesanos, etc., y entidades privadas que están implicadas en el territorio donde se ubica.

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En la definición de actuaciones que se integran en la líneas estratégicas recogidas en el Plan Director del Conjunto Arqueológico Baelo Claudia, es necesario traer a colación la Responsabilidad Social Empresarial entendida como modelo de gestión empresarial que contempla los impactos económicos, sociales y ambientales derivados de la actividad empresarial, como una filosofía organizacional en la que el éxito implica ir más allá de los buenos resultados económicos para incluir la responsabilidad de la empresa en el desarrollo social y ambiental. Desde el Plan Director del Conjunto Arqueológico Baelo Claudia se potenciará y facilitará el desarrollo del marco conceptual patrimonio histórico-responsabilidad social empresarial, y en tal sentido, el patrocinio y mecenazgo empresarial constituyen los instrumentos más desarrollados, consolidados y generalizados de la vertiente o dimensión externa de la RSE, que la empresa dispone para canalizar y revertir a la sociedad que garantiza su existencia, los beneficios que obtiene de ella, y de esta manera, la iniciativa privada, contribuye, de forma complementaria a las acciones emprendidas por la Administración Pública. La gestión del patrocinio o mecenazgo, debe planificarse teniendo en cuenta la Identidad e Imagen Institucional, la estrategia y políticas de comunicación de la empresa que promueve la acción, la validez del servicio ofrecido por el patrocinado y/o calidad de su producción artística. El concepto de mecenazgo cultural incorpora hoy la idea de participación social en la conservación y el enriquecimiento del Patrimonio Histórico Español, todo ello como clara estrategia de RSE. 11.2.5. Línea Estratégica de Investigación, innovación y desarrollo. Pertenencia a una Red. Baelo Claudia como centro de investigación

Baelo Claudia se ha integrado como conjunto cultural en la Red de Espacios Culturales de Andalucía (RECA), y por sus singulares características en cuanto importancia cultural y estratégica, está llamada a liderar y configurarse como un elemento dinamizador del futuro Parque Cultural del Estrecho en el que tengan participación las distintas Administraciones con competencias en la materia y demás sectores implicados, con la finalidad de asumir funciones de tutela, administración y custodia de la zona patrimonial.

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En el área de la innovación e investigación, el Conjunto Arqueológico Baelo Claudia puede constituirse como un espacio de debate, abierto e interdisciplinar, atento a los valores que el patrimonio tiene en nuestra sociedad. La Ley de Patrimonio comienza señalando que: “El Patrimonio Histórico constituye la expresión relevante de la identidad del pueblo andaluz, testimonio de la trayectoria histórica de Andalucía y manifestación de la riqueza y diversidad cultural que nos caracteriza en el presente”. El patrimonio, por tanto, es portador de unos valores éticos, de convivencia y, asimismo, asegura posibilidades de disfrute estético, desarrollo y mejora de la calidad de vida de una ciudadanía activa e interesada. Destacar de manera singular que fruto de la colaboración con el mundo académico, y de manera particular, con la Universidad de Cádiz se han impulsado con carácter innovador en términos científicos trabajos tales como: Estudio experimentales de la mecánica erosiva, caracterización de agentes degradantes y planteamiento de soluciones en el Conjunto Arqueológico de Baelo Claudia con la Universidad de Cádiz. Estudios específicos y novedosos de arqueosismología en Baelo Claudia con la Universidad de Salamanca y Aachen, ya finalizados y que en breve serán objeto de una exposición en nuestro centro con sus resultados. Finalmente en el área de desarrollo desde el Conjunto Arqueológico Baelo Claudia se postula el alcance de los objetivos tradicionales del desarrollo (bienestar social y aumento de la productividad económica) a partir de la adopción de criterios de sostenibilidad ecológica en el uso de los recursos a largo plazo. Entre estas acciones el turismo se perfila como una actividad que puede contribuir a desarrollar las potencialidades que este tiene en el marco del rescate de valores sociales que garanticen no solo su funcionamiento actual sino para el uso de las generaciones futuras. El patrimonio se convierte en uno de los ejes claves de los desafíos que el turismo tiene en la actualidad, tanto en la generación de nuevos productos, como en la preservación de elementos que ya están en el mercado, o la reactivación de sociedades en decadencia.


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La planificación de Baelo Claudia no puede dejar de lado el patrimonio natural. Su protagonismo al mismo nivel que el arqueológico, posibilitará en un futuro inmediato un autentico programa de interpretación del yacimiento y su entorno.

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Puerta del nuevo edificio del Museo Arqueolรณgico de Cรณrdoba. Foto: Fernando Alda.


MUSEO ARQUEOLÓGICO DE CÓRDOBA. UNA SINGULAR HISTORIA ARCHEOLOGICAL MUSEUM OF CORDOBA. A SINGULAR HISTORY Mª Dolores Baena Alcántara [Museo Arqueológico de Córdoba]. [ mariad.baena@juntadeandalucia.es ]

Resumen

Summary

El Museo Arqueológico de Córdoba, creado al mismo tiempo que el Museo Arqueológico Nacional, cuenta con una especial trayectoria museológica, especialmente por haber estado en sus 146 años de historia ligado a la actividad y a la investigación arqueológica. De una forma activa hasta 1985, cuando se produce el traspaso de competencias en materia de patrimonio arqueológico a la Comunidad Autónoma de Andalucía, pero también de una forma especialmente intensa con la investigación arqueológica que lleva a cabo en el espacio físico de su propia sede a partir de los años 40 del s. XX hasta la actualidad.

The Archaeological Museum of Córdoba was created at the same time as the National Archaeological Museum of Spain. Along its 146 years of existence, the museum has been carrying out an active archaeological research. That research was present at the time of devolution of the archaeological heritage to the Andalusian Government in 1985, and has been especially intensive at the seat of the institution from the 1940s to our days.

Su singularidad, además, viene dada por ser uno de los pocos museos enclavados en el casco histórico de una ciudad que cuenta en su interior con un extenso yacimiento arqueológico de más de 2.000 m2.

As a unique feature, this is one of the few museums that, being located in the historic quarters of a city, boasts an over 2000 square meter archaeological site in the facilities.

Keywords: Archaeology, Museology, research, accessible archaeological site.

Palabras clave: Arqueología, Museología, Investigación, yacimiento arqueológico visitable.

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Fig. 1. Yacimiento arqueológico conservado en el interior del edificio de ampliación. Fotografía Museo Arqueológico de Córdoba.

El Museo Arqueológico de Córdoba con sus 148 años de historia es una de las instituciones culturales de relevancia del país, no sólo por sus colecciones sino además porque siempre ha estado ligado a la actividad y a la investigación arqueológica de su ámbito geográfico, y a los principales yacimiento arqueológicos de Andalucía enclavados en Córdoba. De una forma activa hasta 1985, cuando se produce el traspaso de competencias en materia de patrimonio arqueológico a la Comunidad Autónoma de Andalucía, pero también de una forma especialmente intensa con la investigación arqueológica que lleva a cabo en el espacio físico de su propia sede a partir de los años 40 del siglo XX hasta la actualidad (Fig. 1). Son escasos los museos enclavados en el casco histórico de una ciudad que cuenten en su interior con un extenso yacimiento. La experiencia, pues, de este Museo muestra claramente esa intersección de dos disciplinas: la Arqueología y la Museología, siendo extensa e intensa. Por ello analizaremos la relación que existe entre la actividad arqueológica, como práctica y como investigación, y la conformación de 1 1836 y 1844, respectivamente.

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esta institución a través de una serie de hitos, de una forma resumida por la gran complejidad y extensión de este proceso histórico. Es muy conocido cómo los procesos de desamortización del siglo. XIX, la creación de la Junta seleccionadora e incautadora de las obras de arte existentes en los conventos y de las Comisiones Provinciales de Monumentos1, dan lugar entre 1865 y 1867 a la creación de Museos de Bellas Artes y Museos de Antigüedades en cada provincia. En este primer momento, las piezas arqueológicas procedentes de esos procesos tienen la consideración de Colección de Antigüedades, custodiada desde 1844 en el Colegio de la Asunción, primera sede del Museo Provincial de Bellas Artes. Pero, en este contexto, es un hecho de excepción que el origen y formación de este museo esté relacionado en gran parte con dos expediciones arqueológicas, las realizadas en 1867 a Almedinilla y a Fuente Tójar. El Conservador del Museo de Antigüedades era Luis Maraver y Alfaro, miembro de la Comisión Provincial de Monumentos Histórico-Artísticos e Inspector de


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Fig. 2. Museo Arqueológico compartiendo sede con el Museo de Bellas Artes. Fotografía Museo de Bellas Artes de Córdoba.

Antigüedades. Maraver explica en el apéndice de su memoria titulada “Expedición arqueológica a Fuente Tójar” enviada a la Real Academia de la Historia, las circunstancias de esas expediciones y la creación del Museo Arqueológico de Córdoba mediante la presentación de una memoria en 18662 (Vicent Zaragoza, 1984-1985: 34). De esas expediciones, destaca la excavación en la necrópolis de “Los Collados”, 500 m al sur del Cerro de la Cruz, en Almedinilla, porque fue la primera intervención realizada sobre un yacimiento ibérico en Andalucía, y la única durante más de treinta años, hasta que, en 1903, excavaron en el propio Cerro de la Cruz Pierre París y Arthur Engel3 (Maraver y Alfaro, 1866-1867). La iniciativa de Maraver a través de la memoria citada cristaliza con el real decreto de 20 de marzo de 1867, que además del Museo Arqueológico Nacional, creaba museos arqueológicos “en aquellas provincias que se conserven numerosos e importantes objetos arqueológicos”, como es el caso del Museo Arqueológico Provincial de Cór-

doba. Pronto pasaron al Museo algunas colecciones particulares que habían ido formándose en la ciudad desde el siglo XVI. Maraver fue Conservador del Museo Arqueológico desde 1866 hasta 1870. Estudió Medicina y Filosofía y Letras, doctorándose en ambas. Fundó en Córdoba los periódicos satíricos “El Cencerro” y “ El Tío Conejo”, que alcanzaron gran popularidad, y fue cronista de la ciudad, escribiendo además poesía y teatro. En 1870, Maraver marcha a Madrid como Cronista de la Corte y lo sustituye como conservador del Museo Arqueológico Provincial, Luis M. Ramírez de las Casas Deza, aunque por su avanzada edad y estado de salud quien lleva efectivamente el trabajo es Rafael Romero Barros (director del Museo de Bellas Artes) que es nombrado también Conservador-Director del Arqueológico en 1881 hasta su fallecimiento en 1895. La labor de Romero Barros es ingente, y destaca entre otras muchas actuaciones y a efectos de la colección arqueológica, su intervención como Secretario de la

2 Memoria dirigida a la Comisión de Monumentos. 3 CACO 9/7951/39 (4).

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Fig. 3. Piezas de las Excavaciones en Madinat al-Zahra. Albúm de fotografías de Velázquez Bosco. Colección documental del Museo Arqueológico de Córdoba.

Comisión Local de Monumentos y el descubrimiento, o redescubrimiento, en el año 1876 de la Sinagoga en la ermita de Santa Quiteria. En el año 1884 fue hallada la inscripción fundacional de la Sinagoga, y se declara el inmueble como Monumento Nacional. En 1896, y hasta 1897, la Diputación nombra en ese cargo de conservador-director a Francisco de Borja Pavón, escritor, académico y farmacéutico, Cronista de Córdoba y de la provincia, quedando Enrique Romero de Torres en la dirección del museo de Pinturas. Entre 1897 y 1920, los encargados de regir el museo fueron los miembros del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, Ricardo Gómez (1897-1905) y Manuel Galindo (1905-1920). Su principal preocupación durante este tiempo se centró en conseguir una sede independiente del Museo de Bellas Artes, además de interesarse en la recuperación de las piezas que aún estaban en poder de la Comisión de Monumentos.

Desde su origen, la colección arqueológica de este museo había sido custodiada en la sede del Museo Provincial de Bellas Artes, compartiendo ambas instituciones espacio (Fig. 2). Así, la historia de este Museo siempre ha estado unida a dos factores ineludibles: el continuo crecimiento de las colecciones y la también continua búsqueda de un edificio adecuado como sede. Las primeras décadas del siglo XX vienen marcadas por el incremento de piezas y la imperiosa necesidad de hallar un edificio adecuado para contener y exponer los fondos, que alcanzaban la cifra de 2.500 bienes, incluida la numismática. Además, en 1914, se declaraban de utilidad pública, para llevar a cabo excavaciones, los terrenos donde se hallaba Madinat al-Zahra (Velázquez Bosco iniciaba esas excavaciones en 1911), y se ordenaba depositar los hallazgos de esas excavaciones en el Museo Arqueológico Provincial, lo que supuso un especial incremento de fondos4 (Fig. 3).

4 Real Orden de 2 de diciembre de 1914 en Gaceta de 9 de Diciembre de 1914.

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Por ello, en 1916 la Dirección General de Bellas Artes plantea seriamente la necesidad de un contenedor para el Arqueológico, y convoca un concurso, resuelto en 1917 con el alquiler de una casa en el nº 4 de la Plaza de San Juan, local muy pequeño e inadecuado. En enero de 1921 ocupa interinamente la plaza de director José de la Torre y del Cerro, quien está a punto de conseguir que la Diputación adquiera la Casa de Expósitos, edificio que considera inmejorable para el fin que se perseguía. El 26 de Julio de 1921 toma posesión de la plaza de director Joaquín María de Navascués. A los pocos meses finalizaba el alquiler de la casa de la Plaza de San Juan, sacándose de nuevo a concurso. Hasta diciembre de 1925 no se resuelve el nuevo concurso, adjudicándose a la casa nº 7 de la C/ Velázquez Bosco (hoy C/ Samuel de los Santos). Se trata de una casa de origen mudéjar, con varios patios y desniveles y pequeñas salas, la cual Navascués no consideraba adecuada para el museo, y ello deriva en un enfrentamiento con el Gobernador Civil (Pabón, 1975: 258). Navascués, figura clave en el impulso de museos durante la postguerra, aunque estuvo poco tiempo en Córdoba, se dedicó profundamente a su labor. Así, nos va a legar en 1922 la primera noticia conocida sobre parte de las estructuras que conforman el gran complejo tardorromano de Cercadilla, estudiado posteriormente en los años 90 (Navascués, 1959: 74-87). En septiembre de 1922 comienzan las excavaciones en la zona de la vía del ferrocarril, de una gran bóveda que les parecía construcción romana. En este descubrimiento intervienen Antonio de la Torre y el Cerro, José de la Torre y el Cerro, el Sr. Salamanca (sobrestante) y Federico Carrere (ingeniero de la circunscripción). Así, se detectó el criptopórtico y uno de los edificios asociado al mismo de lo que después conocimos como el complejo palacial tardorromano. Dado al escaso espacio excavado, lógicamente no pudo llegar a establecer la entidad del edificio en el que se encontraba, pero si a intuir su importancia: “la bóveda cubre una galería subterránea de 18 m. por lo menos, el diámetro es de 4,30, con eje oblicuo a la vía, de opus mixtum que se usó en la época de la decadencia del imperio

romano, de lo que es documento en Roma los muros del circo de Majencio”. A finales de 1925, Navascués consigue una excedencia de este puesto, y en enero de 1926 es nombrado director del Museo Samuel de los Santos Gener, una de las grandes figuras de la arqueología cordobesa, que desarrolla una extraordinaria labor en la ciudad. Santos Gener ingresó por oposición en 1924 en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, tomando posesión del cargo de Jefe de la Biblioteca Pública de Córdoba el 25 de noviembre de 1924, donde permaneció hasta el 12 de enero de 1926, fecha en que a petición propia fue trasladado al Museo Arqueológico Provincial de Córdoba en el que prestó sus servicios hasta su jubilación en 1958. Desde 1930 estuvo vinculado a la docencia, ejerciendo primero de profesor ayudante de Historia del Arte en la Escuela de Artes y Oficios y más tarde de profesor de Lengua Alemana en el Instituto de Segunda Enseñanza. Durante la Guerra Civil, Samuel de los Santos, a consecuencia de un expediente depurativo, fue suspendido de sus funciones desde el 29 de octubre de 1936 hasta el 1 de febrero de 1938, en que fue readmitido al Cuerpo. En esa época es destinado al Archivo de Hacienda de Badajoz, ciudad en la que tenía también a su cargo la Biblioteca Provincial y el Museo Arqueológico que reinstaló en un nuevo local. Se ocupan en ese tiempo del Arqueológico de Córdoba el archivero Fernando Valls Taberner y el arqueólogo Blas Taracena (después director del Arqueológico Nacional), y José de la Torre y del Cerro, archivero5. El 26 de julio de 1939 Santos Gener pudo de nuevo volver a la dirección del Museo Arqueológico Provincial de Córdoba. La instalación del Museo en el nº 7 de la C/ Velázquez Bosco (casa de origen mudéjar, hoy sede de la Casa Árabe en Córdoba), fue compleja. En 1926, en pocos meses, Santos Gener traslada los 4.000 objetos de la colección, condicionando notablemente la configuración de la casa la instalación museográfica. Durante treinta años la colección fue creciendo y aumentando el número de salas, con un desarrollo desde la Prehistoria a la Edad Moderna (nueve salas y tres patios) (Fig. 4).

5 Memoria de los trabajos realizados en 1938. Archivo del Museo Arqueológico de Córdoba, C279.

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Fig. 4. Instalación del Museo Arqueológico Provincial en la “Casa Mudéjar”, C/ Velázquez Bosco.

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Santos Gener siempre puso de manifiesto las dificultades y escasez de medios para un museo de esta importancia: “el mobiliario y las vitrinas son tan modestos como la casa…”, así como la dificultad de una presentación honesta por falta de espacio y el no poder ejercer la más elemental función conservadora (Santos Gener, 1943: 108; Santos Gener, 1950: 19). A pesar de las dificultades, el período que abarca la dirección de Samuel de los Santos es uno de los de mayor incremento de la colección (10.000 piezas), de trabajo arqueológico y de labor investigadora del museo, reflejada en la incansable actividad de su director, publicada tanto en las Memorias de los Museos Arqueológicos Provinciales (1940 a 1957), como en numerosos artículos. Fundamental es la labor de organización documental de las colecciones llevada a cabo por Samuel de los Santos, aplicando la tan conocida y novedosa orden de 1942 que aprueba las Instrucciones para la formación y redacción del inventario general, de los catálogos y registros en los museos servidos por el Cuerpo facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos.

Así, se organizan los Libros de registro de Entrada de colecciones y los de Depósito, y se redactan las Fichas de Inventario General y de Catálogo Sistemático, con una profusión en investigación y detalles sobre cada pieza. Santos Gener también realiza una intensa labor de control y recuperación arqueológica en la provincia y en la capital, en una época de reformas urbanas interiores y expansión urbanística periférica. El 9 marzo de 1939, sustituyendo a la Junta de Excavaciones de la Ley de 1911 se crea la Comisaria General de Excavaciones Arqueológicas, siendo su labor muy poco conocida en sus primeros años. La orden de 30 de abril de 1941 autorizaba el nombramiento de Comisarios Provinciales o Locales, como es el caso de Enrique Romero de Torres en Córdoba (realiza excavaciones en Camino de la Mesta cerca de Venta Pedroche, halla la gran tumba romana del Camino Viejo de Almodóvar, etc.), hasta que el 21 de febrero de 1946 solicita la destitución por excesivo trabajo. Por ello, en 1947 lo sustituye Samuel de los Santos como Comisario Local, caso singular, porque para los

Fig. 5. Registro de Hallazgos. Museo Arqueológico de Córdoba, 1950. Colección documental Museo Arqueológico de Córdoba.

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nombramientos, la Comisaria General de Excavaciones Arqueológicas solicitaba informes confidenciales a las autoridades locales, y en su caso su informe lo señalaba como poco adecuado para desempeñar esa responsabilidad, pues hablaba de su antigua pertenencia al Partido Socialista, su depuración por antecedentes políticos y hasta de sus creencias religiosas. A pesar de estos “antecedentes” lo nombran Comisario Provincial de Excavaciones Arqueológicas en Córdoba, ratificándolo el 30 de Abril de 1951. La gran cantidad de información arqueológica que recopila en esa época de construcción urbanística de mediados del siglo XX pone los cimientos del conocimiento de la ciudad antigua y medieval. Santos Gener documenta los hallazgos realizados en excavaciones urbanas transmitiéndonos una valiosa información elaborada en unas condiciones muy precarias. Su obra es un catálogo o inventario en el que se recoge una serie de hallazgos o restos exhumados, y que aún hoy es utilizado por los investigadores para fundamentar diversas hipótesis y teorías. En palabras de su sucesora, Ana M.ª Vicent, “con Don Samuel se inicia en Córdoba una actividad arqueológica seria centrada en el museo” (Marcos y Vicent, 1983). Especialmente interesante, además de lo publicado, es el “Registro de hallazgos arqueológicos” que lleva en el Museo, abierto el 21 de Marzo de 1927 y cuya última anotación es de 10 de Octubre del 1954 (Fig. 5), así como el Plano de la Córdoba Romana, que Samuel de los Santos elaboró entre 1950-1955, con las teorías sobre urbanismo romano que se derivan de todos los hallazgos e intervenciones realizadas por el Museo durante el cambio urbanístico de posguerra. Cuando por orden de 4 de Marzo de 19406, Joaquín María de Navascués es nombrado Inspector General de Museos Arqueológicos e inicia una entusiasta renovación de la museografía española, no puede dejar en el olvido al Museo de Córdoba que tan bien conocía. Y una de sus prioridades fue conseguir una sede adecuada. En colaboración con Santos Gener, llegaron a examinar unos 20 edificios entre 1940 y 1941, eligiendo finalmente la casa de la Plaza de Jerónimo Páez, Palacio renacentista de los Páez de Castillejo, convertido en esas fechas en casa de vecinos, que se adquiere por el Estado en 1942 por 500.000 pesetas (Fig. 6). 6 BOE de 9 de Marzo de 1940.

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En 1944, por orden ministerial de 23 de diciembre, se aprueba la adaptación del palacio para Museo, y es adecuado para Museo por el arquitecto conservador del Patrimonio Artístico Nacional (arquitecto conservador de la Sexta Zona), Félix Hernández, realizándose las obras entre 1945 y 1959. En el edificio, tal y como se conserva, se aprecian las trazas de época mudéjar en la disposición de habitaciones en torno a patios, en los aparejos murarios de tapial con verdugadas de ladrillo y mampostería de sillarejo en la parte baja, y el arco decorado con yeserías en su intradós que da paso desde la Sala VI al patio principal. De unas reformas efectuadas en 1403 datan las ventanas de ese patio principal con cornucopias y alfiles de azulejería. Otra obra destacable, y anterior a las reformas renacentistas es la extraordinaria cúpula de madera realizada por Bartolomé Muñoz, la mejor de este género conservada en Córdoba, fechada en 1498. En el siglo XVI se lleva a cabo la gran obra de renovación que afecta fundamentalmente al palacio. Entre 1530 y 1531 se realiza el artesonado de la actual Sala V; en 1538 se encarga a Hernán Ruiz II la total reestructuración del patio principal, haciendo uno nuevo con galerías superpuestas en sus cuatro lados provistas de arcos sobre columnas de mármol, con artesonado en tres de las galerías bajas. La espléndida fachada de piedra labrada a la Plaza es obra también de Hernán Ruiz, junto al cantero Sebastián de Peñarredonda (1540), realizándose en 1543 la decoración esculpida por Francisco Jato, Francisco Linares y Juan de Toribio. También forma parte de esta obra el balconcito de esquina (restaurado). De la misma fecha es la magnífica barandilla de la escalera principal, proyecto igualmente de Hernán Ruiz II. En cuanto a la adaptación museográfica, es en la instalación del museo en este Palacio Renacentista donde encontramos lo que podría considerarse un primer Proyecto Museológico (Navascués, 1959: 74-87; Santos Gener, 1943: 78-82; Santos Gener, 1944: 76-88.; Santos Gener, 1945: 31-45). El proyecto, según Samuel de los Santos, director del museo, trataba de “limpiar” los añadidos de la casa: “Lo que era una casa de apariencia destartalada y ruinosa se está convirtiendo en un palacio hermoso,


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Fig. 6 . Portada del Palacio de los Páez de Castillejo. Fotografía Museo Arqueológico de Córdoba.

con salas amplísimas y variadas y dotadas de iluminación suavemente captada del exterior” (Santos Gener, 1945: 31). Por otra parte, ya en 1945 Samuel de los Santos hace alusión a importantes ruinas romanas referenciadas en el patio Norte del palacio. Y en 1947 se descubre el graderío de época romana, actualmente conservado en el Patio III (Fig. 7). Tras la jubilación de Santos Gener, es Ana M.ª Vicent quien coge las riendas de la instalación y finalización de las obras. Será en este período donde se produzca

otra de las fases de grandes avances de este Museo. Ana M.ª Vicent (1923-2010) aprueba en 1959 las oposiciones al Cuerpo Facultativo de Archivos, Bibliotecas y Museos, con el número uno de su promoción y ese mismo año toma posesión como Directora del Museo Arqueológico Provincial de Córdoba, institución a la que dedicó el resto de su vida profesional hasta su jubilación en 1987. Entre 1959 y 1987 el Museo tomó gran auge y desarrolló una ingente labor en variados aspectos, y en definitiva, se consolidó como una de las instituciones culturales más importantes de la ciudad, a la vez

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Fig. 7. Patio III con estructuras romanas. Fotografía Museo Arqueológico de Córdoba.

que se confirmaba su consideración general como uno de los museos arqueológicos más completos de España. Para reforzar aún más esta situación, en el año 1962 tanto las colecciones como el edificio fueron declarados Monumento Histórico Artístico. En una época en la que poco o nada se hablaba de museografía y sistemas expositivos, Ana M.ª Vicent elaboró el diseño expositivo general de las colecciones y su museografía, diseñando y proyectando vitrinas –por aquel entonces muy modernas y a la vez respetuosas con el ambiente histórico del edificio–, pedestales, y soportes, maquetas, reconstrucciones de portadas y paneles parietales de atauriques califales (Fig. 8). Así, en 1961 se inauguró la primera planta del museo que comprendía las salas de Prehistoria, Protohistoria, arqueología romana, tardorromana y visigoda, los patios con las fuentes –a las que se les había restituido su funcionalidad original–, etc. Y al año siguiente, en junio de 1962, se inauguró la segunda planta. Entre 1962 y 1988, el Museo realiza gran número de excavaciones y prospecciones en la provincia y en solares urbanos (114 actuaciones en solares de la ciudad), iniciando la renovación radical del panorama arqueológico de Córdoba.

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Por decreto de 1955 se reorganiza el Servicio Nacional de Excavaciones Arqueológicas y las antiguas Comisarias Provinciales pasan a denominarse Delegaciones Provinciales, las cuales debían recaer preferentemente en los Directores de los Museo Arqueológicos. Ana M.ª Vicent efectúa una denodada defensa de monumentos y edificios típicos (luchando contra intereses económicos particulares) entre 1969 y 1972 como Consejera Provincial de Bellas Artes y Presidenta de la Comisión de Protección del Patrimonio Histórico-Artístico de Córdoba. Crea también el SIAUCO, Servicio de Investigación de la Arqueología Urbana de Córdoba, con un equipo de conservador, restaurador, dibujante y ayudante. En sus propias palabras: ”Debe notarse que por entonces ningún museo organizaba excavaciones; no era su cometido asignado” (AA.VV., 2006: 205). En toda esta labor, siempre tuvo un papel fundamental la investigación y la difusión, algo que hoy también se constituye en funciones fundamentales de un museo. Entendía que la investigación era obligada por aquello que ocurría en Córdoba en ese momento: una ciudad en obras, donde continuamente afloraba el rico yacimiento arqueológico. Tenía rápidamente que analizar, documentar y trasladar los restos


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Fig. 8. Sala IX del Palacio. Fotografía Museo Arqueológico de Córdoba.

arqueológicos al museo, donde continuaba la investigación. Así, con una difícil y continuada labor se salvó un importante legado patrimonial. En esos años el incremento de colecciones fue espectacular, en cantidad y calidad: un 59%, 17.700 registros (un único registro puede pertenecer a una excavación con numerosas cajas de material). Mantuvo también una estrecha colaboración con Félix Hernández en Madinat al-Zahra, y en el Cortijo del Alcaide. Ana M.ª Vicent en 1972 es nombrada directora de las excavaciones en Madinat al-Zahra, utilizándose el museo como soporte de la gestión de la ciudad palatina hasta 1984.

Fundamentales como resultado de la investigación son sus numerosas publicaciones, así como la creación junto a Alejandro Marcos Pous de la revista del museo, Corduba Archaeologica, con un neto perfil investigador. En otro nivel paralelo se situaban los cursos monográficos y de doctorado que impartían en el museo desde 1974, y para cuyas prácticas se utilizaban piezas expuestas o conservadas en los almacenes. Paralelamente a esta ingente labor, y debido al aumento de funciones y servicios del museo y, sobre todo, de las colecciones, comienza a plantearse un proyecto museográfico dedicado a ampliar el museo. Con una

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gran visión de futuro, tramitó la adquisición de todas las casas colindantes por el Estado: el nº 6 y el nº 4 de la Plaza de Jerónimo Páez (casas adquiridas por D. 617 de 21 II 74) y nº 3 de la Cuesta de Peromato (compra por R.D. 3.532 de 16 XII 77), donde hoy se levanta el edificio de ampliación. Así, en los años 70 pudo construirse un edificio que acogía oficinas, biblioteca y restauración, en funcionamiento más de 25 años, que permitió cierto desahogo a las labores propias del museo. Académica numeraria de la Real Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba, contribuyó, así mismo, a la creación de otras instituciones museísticas cordobesas, como por ejemplo Cabra y Doña Mencía, consiguió que el Estado adquiriera la antigua sede del Museo Arqueológico (la casa mudéjar de la C/ Comedias o Samuel de los Santos) con el fin de que Córdoba tuviera un Museo Etnológico, algo que no se ha llevado a cabo, tuvo un papel primordial en la rehabilitación de la Biblioteca Pública y el Archivo Histórico Provincial de Córdoba, gestionó la adquisición por la administración de la totalidad de los terrenos de Madinat al-Zahara, y mantuvo una activa posición como Secretaria del Comité Español del ICOM.

Llegados a este punto, mención especial en este recorrido histórico merece el yacimiento arqueológico conservado en este museo. Conservado en parte del interior del palacio, en toda la planta sótano del edificio de ampliación, y en 800 m2 de patio interior (Patio Norte), los restos de mayor entidad conservados corresponden a las estructuras de época romana (la infraestructura y elementos arquitectónicos del teatro, junto a las plazas escalonadas que lo delimitan), pero la secuencia se extiende desde el siglo I a. C. hasta época visigoda, islámica y bajomedieval cristiana (Fig. 9). Una plataforma de grandes losas enmarcadas por el graderío semicircular de piedra caliza se encontraba en el recorrido de la visita del Palacio, y en el Patio III o “Patio Romano”. Fue descubierto como ya se ha citado, durante las obras de acondicionamiento de los años 40 del S. XX que, bajo la dirección del arquitecto D. Félix Hernández, se realizaban en el edificio. Entre los años sesenta y ochenta Ana M.ª Vicent y Alejandro Marcos excavaron en diferentes campañas el Patio norte del museo, otra parte del yacimiento,

Fig. 9. Palacio y excavaciones arqueológicas en el solar para la ampliación. Fotografía Museo Arqueológico de Córdoba.

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MUSEO ARQUEOLÓGICO DE CÓRDOBA. UNA SINGULAR HISTORIA

Fig. 10. Patio II del Palacio. Fotografía Museo Arqueológico de Córdoba.

formado por el jardín alto del palacio más otras casas adquiridas para la ampliación de la Institución. En el transcurso de las intervenciones pusieron al descubierto la totalidad de las estructuras, cimentaciones y elementos arquitectónicos ahora visibles, descartando la hipótesis planteada por Samuel de los Santos y demostrando la existencia de un espacio público monumental aterrazado en tres niveles, unidos por escalinatas, poniendo en conexión dos áreas divididas por el declive abrupto en este lugar de la ciudad. La terraza inferior correspondería a la conservada en el Patio III, unida por el gradus de siete peldaños a la terraza intermedia visible en la excavación y conectada por medio de dos escalinatas paralelas a la superior, localizada bajo el Colegio de Santa Victoria. A partir de 1994 y de cara al proyecto de ampliación y rehabilitación, se realizan una serie de intervenciones y estudios que culminan con la integración de los restos hallados durante la construcción del edificio de ampliación (los restos de la infraestructura del teatro romano) y su musealización para la visita pública. La investigación que comenzó Samuel de los Santos y que continúa hasta hoy día ha dado como fruto la localización del teatro romano de la ciudad, evidenciado por las fuentes epigráficas desde el siglo pasado. Según el análisis de las cornisas labradas en piedra caliza micrítica del cámbrico y de las cerámicas recuperadas bajo el pavimento de la terraza

intermedia, tanto el teatro como el conjunto aterrazado que rodearía el edificio, fue construido entre finales del mandato de Augusto y mediados del siglo I d. C., aprovechando para ello el acusado declive natural en ese sector de la ciudad que hoy se corresponde entre la C/ Rey Heredia y el solar del museo donde se ubica el yacimiento. Por la curvatura que dibujan en planta las cimentaciones de la fachada externa de la cavea estaríamos ante un edificio de espectáculos de unos 125 m de diámetro máximo, Se sabe también, en base a la estratigrafía superpuesta a la terraza intermedia, que el edificio fue abandonado a fines del siglo III o principios del IV d. C. La continuada intervención e investigación en este yacimiento tienen además como objetivo su total integración en el discurso y recorrido del Museo. Actualmente es visitable toda la planta sótano del edificio de ampliación, estando proyectado y prevista la integración e incardinación en el recorrido visitable de toda la zona del Patio Norte y Patio III (incluidos en la segunda fase de actuación del proyecto general). Retomando nuestra historia, tras la jubilación de Ana M.ª Vicent es Alejandro Marcos Pous, conservador del Museo desde 1979 quien ejerce como director hasta agosto de 1989. Alejando Marcos, que fue además el primer profesor en impartir la asignatura de Arqueología en la entonces incipiente Facultad de

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Mª DOLORES BAENA ALCÁNTARA

Figs. 11 y 12. Edificio de ampliación. Fotografía Museo Arqueológico de Córdoba.

Filosofía y Letras, es otra figura clave en el desarrollo del museo y de la investigación arqueológica de esta ciudad (Fig. 10). Tras el traspaso de competencias a la Comunidad Autónoma Andaluza se abre una nueva etapa. En marzo de 1990 fue nombrado director del museo Francisco Godoy Delgado y comenzó un nuevo período en el que, junto a la consolidación de los logros alcanzados durante los años anteriores, se han destinado grandes esfuerzos para hacer rea-

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lidad el proyecto de rehabilitación del Palacio y de ampliación del Museo que parecía lejano. La redacción de un nuevo Programa Museológico, elaborado en el año 1992 por Francisco Godoy y por quien le sucedería en la dirección a partir de febrero de 2002, M.ª Dolores Baena Alcántara, fue el punto de partida para una profunda renovación del museo, aun hoy en proceso después de culminar y poner en marcha el edificio de ampliación (Baena Alcántara, 2002). Pero esa es la continuación de esta larga historia. (Figs. 11 y 12).


MUSEO ARQUEOLÓGICO DE CÓRDOBA. UNA SINGULAR HISTORIA

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Vista aérea de la Casa del Castril, sede del Museo Arqueológico de Granada. Foto: Paisajes Españoles.


EL MUSEO ARQUEOLÓGICO DE GRANADA. UN RECORRIDO POR SUS 135 AÑOS DE HISTORIA THE ARCHAEOLOGICAL MUSEUM OF GRANADA. A TOUR OF THE 135 YEARS OF HISTORY Isidro Toro Moyano [Director del Museo Arqueológico de Granada]. [ museoarqueologicogranada.ccd@juntadeandalucia.es ]

Resumen

Summary

El origen del Museo Arqueológico de Granada Verá la luz oficialmente mediante la Real Orden de 21 de noviembre de 1879 vinculado a la Comisión Provincial de Monumentos y a algunos de los personajes claves en el origen de la arqueología en España como Manuel de Góngora y Manuel Gómez-Moreno González. Desde 1889 hasta 1923 que se instaló definitivamente en la Casa de Castril pasó por diversas sedes. Este periplo, que resultó sumamente perjudicial para la conservación de la colección, duró 34 años, durante los cuales el museo estuvo prácticamente cerrado al público. La nueva instalación del museo según los criterios cronológico-culturales, tipológicos y topográficos fue realizada en 1.974 y se mantuvo hasta el año 2010. Durante los últimos años del siglo XX e inicios del presente, el museo estuvo sujeto a numerosos altibajos, con periodos en los que careció de una dirección facultativa y de personal suficiente para desarrollar su misión y con varios cierres al público. El museo entra en el siglo XXI con las mismas debilidades, amenazas y fortalezas que arrastra desde su origen.

The origin of the Archaeological Museum of Granada will be released officially by the Royal Order of November 21, 1879 related to the Provincial Commission of Monuments and some of the keys on the origin of archeology in Spain as Manuel de Góngora y Manuel Gómez-Moreno González characters. From 1889-1923 they settled permanently in the House of Castril went through various venues. This journey, extremely detrimental to the conservation of the collection, lasted 34 years, during which the museum was virtually closed to the public. The new museum installation according to the chronological-cultural, typological and topographical criteria was conducted in 1974 and remained until 2010. During the late twentieth and early this century, the museum was subject to numerous ups and downs, with periods in wich it lacked a professional management and sufficient staff to carry out its mission and several closures to public. The museum enters the twenty-first century with the same weaknesses, threats and strengths that draws from its origins.

Keywords: Royal Order of November 21, 1879; the Palabras clave: Real Orden de 21 de noviembre de 1879; Comisión Provincial de Monumentos; Manuel de Góngora y Manuel Gómez-Moreno González; diversas sedes; casa de Castril; instalación de 1974; numerosos altibajos.

Provincial Commission of Monuments; Manuel de Góngora y Manuel Gómez-Moreno González; House of Castril; 1974 installation; ups and downs.

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ISIDRO TORO MOYANO

INTRODUCCIÓN Por Real Orden de 21 de noviembre de 1879 se creaban, dependientes del Ministerio de Fomento, los Museos Arqueológicos Provinciales de Barcelona, Granada y Valladolid, encomendados al Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios. El origen del Museo Arqueológico granadino, como el resto de los españoles creados en la época, hay que relacionarlo con dos importantes eventos. El despegue de la arqueología científica en nuestro país y la aparición de una legislación protectora del Patrimonio Histórico. A mediados del XIX comienzan a publicarse en España los primeros trabajos de arqueología científica, como “Antigüedades Prehistóricas de Andalucía” de Manuel de Góngora y Martínez en 1868. Interesa destacar la figura de Manuel de Góngora por su relación con nuestro museo. Catedrático de Historia Universal de la Universidad de Granada, había desarrollado una ingente labor de prospección arqueológica en numerosos yacimientos de la región, se había desplazado por toda Andalucía oriental catalogando los hallazgos arqueológicos casuales y los efectuados por él en diferentes lugares: Cueva de los Murciélagos de Albuñol, Cueva de los Murciélagos y otras de Zuheros (Córdoba), Peña de los Gitanos en Montefrío (Granada), pinturas rupestres de la Cueva de los Letreros de Vélez-Rubio (Almería), las necrópolis megalíticas de Gorafe, Fonelas, Laborcilla, Gor y Pedro Martínez (todas en Granada), yacimientos argáricos en Caniles, Freila y Alcudia de Guadix y los hallazgos de época visigótica en Montefrío y Baza. En algunos practicó excavaciones, en otros las mandaría realizar desde su cargo como Inspector Provincial de Excavaciones de Granada y Jaén (Cueva de los Murciélagos de Albuñol, el Castillón de Montefrío, Dolmen de Dílar, Baños de Zújar…). El interés que motivaba estas investigaciones se inscribe en una práctica contextualizada de coleccionismo erudito de la que fueron también partícipes, en tierras granadinas, otros muchos como Lafuente Alcántara, Eguilaz o los Gómez Moreno, padre e hijo. Todos ellos asumieron la defensa de la arqueología como medio eficaz para mitigar la destrucción del patrimonio histórico-artístico contribuyendo así a sentar las bases del pensamiento conservacionista contemporáneo.

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La Ley General de Instrucción Pública de 9 de septiembre de 1857 encomendaba la creación de un museo provincial de antigüedades en cada capital de provincia bajo control de las Comisiones de Monumentos. El Reglamento de 1865 les encomendaba a estas, entre otras importantes atribuciones, la dirección de las excavaciones arqueológicas, la creación, aumento y mejora de los museos de antigüedades, la adquisición de aquellos objetos que por su importancia artística o histórica merecieran figurar en dichos museos. Igualmente se creaba la figura del conservador del museo al que se le asignaban tareas museográficas precisas. La comisión de Granada fue la primera reorganizada entre las cuarenta y nueve existentes en el país, figurando entre sus miembros algunos de los principales protagonistas de la vida futura del museo como antes citados Manuel de Góngora o Manuel Gómez-Moreno. Durante esta etapa recibirá la denominación de Gabinete de Antigüedades, nombre con el que fue designada entre 1866 y 1879 en el convento dominico de Santa Cruz la Real (Fig. 1).

LA CREACIÓN DEL MUSEO Desde 1876 la Comisión de Monumentos y el Ayuntamiento instaron repetidas veces al Gobierno para que se formalizara y diera existencia legal al Museo Arqueológico. Finalmente, por Real Orden de 21 de noviembre de 1879 se creaban, dependientes del Ministerio de Fomento, los Museos Arqueológicos Provinciales de Barcelona, Granada y Valladolid, encomendados ya al Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios. El Museo de Antigüedades granadino se había venido formando desde los orígenes de la Comisión de Monumentos reuniendo una estimable colección numismática, restos arquitectónicos de los edificios históricos que se demolían en la ciudad, los objetos que frecuentemente se encontraban en las ruinas de Medina Elvira de Atarfe, y otros muchos que se compraban a particulares o se obtenían mediante donaciones de los miembros de la Comisión, monedas, capiteles, hachas de piedra, vasijas y algunas otras curiosas piezas, como los tres relieves de équidos procedentes de Ilurco que habían sido adquiridos respectivamente por Góngora, Gómez-Moreno y Lisbona. Los materiales recuperados en la necrópolis de Las Delicias de Ventas de Zafarraya entre las


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Fig. 1. Iglesia de Santo Domingo y convento de Santa Cruz la Real. Foto: José Ramón López Rodríguez.

donaciones de Eguílaz. La colección Góngora, sería donada al Museo Arqueológico Nacional. De las 1.145 piezas de la colección se quedaron en Granada 443. Otro de los conjuntos que integraron la colección fundacional fue el de los objetos depositados en la Audiencia desde un siglo atrás, cuando el proceso judicial contra Juan de Flores, canónigo catedralicio, que poseía una modesta colección de antigüedades y que se había visto envuelto en unos sonados episodios de fraudes y falsificaciones que concluyeron ante la justicia y con sus autores en prisión. En estos años se catalogó el monetario y se practicaron excavaciones en la Cueva de la Mujer de Alhama de Granada en 1872 y 1875 y en la villa tardorromana de Daragoleja en 1870. En el catálogo-inventario razonado que realizó figuraban 1.227 piezas y 2.125 monedas sumando en total 3.352 piezas. La sede del museo granadino se estableció entonces en el convento desamortizado de Santa Cruz la Real, donde se venían conservando las colecciones del de Antigüedades. El proyecto fue realizado por Francisco Góngora del Carpio, hijo del catedrático Manuel de Góngora, miembro del Cuerpo Faculta-

tivo nombrado director del museo, y dos arquitectos municipales. El convento albergaba entonces a otras instituciones como el Museo de Pintura y Escultura, la Escuela de Bellas Artes, la Real Sociedad Económica de Amigos del País, el Liceo artístico y Literario, la Academia de Bellas Artes y la Comisión Provincial de Monumentos. El museo ocupaba una sala de la planta baja. En 1889, tras haber dejado morir los museos a lo largo de diez años, las autoridades locales decidieron ubicar en el edificio de Santa Cruz la Real un cuartel de Artillería, desalojando las instituciones que lo ocupaban, tras conflictivos y enconados debates entre los representantes de la administración local y los titulares dependientes del Ministerio de Fomento, finalmente se concluyó que los museos se instalaran en el Palacio de Carlos V, edificio para que se formularía un proyecto de acondicionamiento al efecto por parte del arquitecto-conservador de la Alhambra, Mariano Contreras, que no llegó a ejecutarse, por lo cual las instituciones museísticas quedaron abandonadas a su suerte. La situación de los museos granadinos terminó por convertirse en una cuestión de voluntad política que sería objeto de importantes debates en la presa local.

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El museo de Granada, desde 1889 hasta 1923 en que se instaló en la Casa de Castril pasó del Monasterio de Santa Cruz la Real a dependencias municipales y después a una casa en la calle Arandas (Fig. 2). En 1896 el traslado se hizo efectivo y el museo pudo ser instalado en el citado inmueble ocupando distintas dependencias del mismo que muy pronto demostraron ser insuficientes. El museo granadino ocupaba varias dependencias en planta baja y alta, aunque no todas cumplían con los requisitos mínimos que un centro de su naturaleza debía tener, “…la verdad desnuda, por amarga y triste que sea es que, por lo que respecta al local este no es un Museo y sí un indecoroso almacenaje donde los importantes objetos que constituyeron las ricas colecciones de este centro se encontraban amontonados y hacinados por falta no solamente de local apropiado para su instalación, sino de materiales para realizarla de una manera definitiva…” escribía su director, Francisco Góngora del Carpio, en un informe de 1901 remitido a la Subsecretaría del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes. No obstante lo anterior, se continuaba realizando compras a los anticuarios de la ciudad, recibiendo donaciones y recogiendo los materiales derivados de la Reforma Interior Urbana y la construcción de la Gran Vía granadina, como una colección de blasones heráldicos de fachadas demolidas o inscripciones de época moderna, además de algunos hallazgos arqueológicos como un tesorillo romanobajoimperial hallado en 1858 en la esquina de las calles Sierpe y Alhondiga, También ingresan fondos procedentes de las excavaciones autorizadas como las del poblado argárico del Cerro de la Encina de Monachil, o en el monumento de Gabia la Grande, la copa argárica de pie cuadrado procedente de Monachil o las placas decorativas del monumento de Gabia son fruto de estas excavaciones. En 1902 atesoraba 6.579 piezas de las cuales 2.121 eran monedas. Su distribución por periodos históricos: Prehistoria 109, Ibérico 182, Clásica 1.002, Hispanomusulmán 3.407, Renacimiento 470, Sin clasificar 1.409. Total: 6.579. Este periplo, que resultó sumamente perjudicial para la conservación de la colección, iba a durar 34 años, durante los cuales el museo estuvo prácticamente cerrado al público.

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Fig. 2. Edifico de Calle de los Arandas. Foto: José Ramón López Rodríguez.

Dos cuestiones preocupaban especialmente al director del museo en esta etapa: la necesidad de un local adecuado donde pudiera instalarse digna y profesionalmente el museo, de un lado, y el aumento de las colecciones del mismo por otro. Respecto al problema del edificio, una disposición transitoria del Reglamento General de Museos de 1901 establecía que aquellos museos provinciales que no tuvieran local de su propiedad se instalaran, si fuera posible, en el edificio en que estuviera la Universidad o el Instituto. Curiosamente, aunque el director del centro granadino había sugerido esta posibilidad a la Junta Inspectora de los Museos Estatales, la propuesta de traslación del museo granadino a la Universidad no llegaría a realizarse a pesar de los esfuerzos de su director y de la propia inspección de museos. Descartada la sede universitaria, se barajaron otras posibilidades, desde su instalación en edificios históricos hasta la construcción de nueva planta, lo que sin duda hubiera sido la mejor solución para el museo. Una activa campaña de denuncia desde las páginas de la revista La Alhambra y respaldada por los principales diarios locales llevaría a la constitución de una comisión mixta integrada por miembros de la Comisión Provincial de Monumentos, Ayuntamiento


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Fig. 3. Casa de Castril. Fachada. Foto: José Ramón López Rodríguez.

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y Diputación con el objeto exclusivo de promover un concurso de ideas para la construcción de un edificio destinado a museos en unos terrenos cedidos por el Ayuntamiento en el parque del Triunfo. Ante la imposibilidad de ejecución de dicho proyecto nació la idea de ubicar el museo en el edificio que será su sede definitiva, la Casa de Castril (Fig. 3), las negociaciones comenzaron en 1916 y duraron un año haciéndose la compra efectiva en 1917.

EL MUSEO EN LA CASA DE CASTRIL En vísperas del traslado falleció el director, Francisco Góngora, que fue sustituido por Joaquín Villalba Bru, que se responsabilizó del traslado y la primera instalación. El Museo Arqueológico de Granada inicia una

nueva etapa que comienza con su presentación en sociedad el 8 de junio de 1923, con Antonio Gallego Burín como director. El contenedor escogido para la ubicación del museo se demostró insuficiente e inadecuado desde un primer momento. Para realizar esta instalación fue preciso realizar un importante volumen de obras de adaptación del edificio, obras que duraron cinco años, aunque sucesivos proyectos de reforma o reparación abarcaran casi todo el siglo. El director era consciente de estas carencias desde un principio y así lo formuló el mismo año de su apertura al público en 1923. No se pudo realizar una intervención arquitectónica global en el edificio, lo que, se demostraría con los años, sería nefasto para el desarrollo de la institución.

Fig. 4. En la segunda planta de la Casa de Castril se exponían las colecciones visigodas e islámicas en una sola sala.

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El edificio no permitía una ordenación cronológica que facilitara la didáctica de la exposición permanente y las deficiencias del contenedor desde el punto de vista de la conservación edilicia también resultaban evidentes. Había sido, en definitiva, una elección desafortunada. Se había conseguido salvar un interesante inmueble representante de la arquitectura renacentista, pero por otro lado se había condenado a la institución a ocupar un edificio inadecuado siendo su principal inconveniente la falta de espacio. Falta de espacio acentuada por que el museo aún no se había desprendido de la Real Academia de Bellas Artes que también estaba ubicada en el edificio y del Museo de Bellas Artes, que se instaló en una edificación de nueva construcción al fondo del patio trasero de la casa. En el montaje de 1923 el Museo Arqueológico ocupaba tan sólo tres salas distribuidas en tres plantas diferentes y rebosaba las mismas inundando el zaguán y las galerías del patio. En el zaguán y en el patio se encontraba la colección epigráfica y otras piezas pesadas. Se construyeron unos poyetes de obra en las cuatro galerías del patio donde se fueron intercambiando diversas piezas hasta los años 50. En la sala izquierda, con acceso desde la galería oeste se instalaron las piezas arquitectónicas de arte nazarí y mudéjar. En la sala central de la galería norte se ins-

taló la colección del Renacimiento. En la sala derecha de la misma galería se instaló el Arte romano. En la segunda planta se exponían las colecciones visigodas e islámicas en una sola sala, una instalación arquitectónica de dos arcos nazaríes separaba la sala en dos espacios diferentes, la colección estaba expuesta en vitrinas de madera y cristal (Fig. 4). Piezas de yesería nazarí inundaban las dos galerías del patio. En el acceso a la sala de “nazarí y mudéjar” y a la del Renacimiento de la galería inferior fueron instalados los arcos de los salones principales de la Casa de las Monjas y de la Casa de los Infantes. Los arcos de menor importancia estaban colgados en la galería baja, sobre las inscripciones. Directamente sobre el suelo se presentaban lápidas y bordillos de sepultura nazaríes (Fig. 5). En la tercera planta se instaló la colección numismática, prehistórica, colonización e ibérica. Las cerámicas se distribuían en vitrinas de pie en el centro de la sala. Las monedas en vitrinas de mesa adosadas a las paredes. La colección de zapatas estaba instalada en la parte alta de los muros sugiriendo su función original (Fig. 6). En 1931, se produce el relevo en la dirección del museo, abandonándola Gallego y ocupándola Joaquina Eguaras. La documentación administrativa del Museo Arqueológico refleja una dramática

Fig. 5. Museo Arqueológico de Granada. Patio principal. Según San Martín Montilla, 2003: 49.

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Fig. 6. Planta tercera de la Casa de Castril, con colecciones numismáticas, de Prehistoria y Colonizaciones.

situación por el pésimo estado del edificio y las continuas demandas de reparaciones, en 1935 se hundió la galería alta-sur del patio y grandes goteras afectaban a varias salas, un proyecto de emergencia, redactado por el arquitecto Leopoldo Torres Balbás, no llegaría a materializarse debido al estallido de la guerra. Tras la conflagración bélica, una orden de 30 de octubre de 1941 disponía “que la orden de 4 de septiembre de 1940 que incorporó los servicios del Museo Arqueológico de Valladolid a la Universidad se aplique en sus propios términos al de la misma clase de Granada” (BOE de 6 de noviembre de 1941), lo cual se hacía a propuesta del Rectorado de la Universidad de Granada y con el informe favorable de la Inspección General de Museos Arqueológicos. La intención era dinamizar y rentabilizar los museos fomentando su faceta de instrumentos para la docencia, tal como venía ocurriendo desde tiempo atrás en los museos de bellas artes, utilizados por las academias de bellas artes y sus escuelas para tal fin. Así, la citada orden de 4 de septiembre de ese año de 1940, cedía el “material científico” del Museo Arqueológico Provincial de Valladolid a la Universidad, a la par que dictaba las

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normas por las que había de regirse esta novedosa relación, la Universidad debería participar económicamente en el sostenimiento del museo, quedando claro por otro lado que lo que se cedía eran los objetos y no la institución pues el director y los servicios técnicos seguirían estando a cargo del Cuerpo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos y la inspección técnica de los servicios del museo seguiría correspondiendo al Inspector general de los museos arqueológicos. Los años siguientes, el museo funcionó como un instrumento educativo al servicio de los diversos niveles de enseñanza, especialmente de la Facultad de Letras, impartiendo cursos anuales de Arqueología. El lamentable estado de conservación del edificio obligó a la ejecución de obras en los años 1942, 1948 y 1952, siempre obras parciales y de reparación, pues como se esperaba la pronta marcha del Museo de Bellas Artes y Academia de Bellas Artes, no se proyectaba nada definitivo hasta que dicha salida no se hiciera efectiva. En 1946 se efectuó un traslado parcial del Museo de Bellas Artes al Palacio de Carlos V. Sin embargo, los cuadros tuvieron que volver en 1950 por el deterioro en las estancias del palacio


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donde los fondos del Bellas Artes estaban expuestos, con lo que hasta hubo que esperar al año 1957 para el traslado y desalojo definitivo. Entre 1931 y 1967, los fondos del museo se incrementaron de 1.800 a 8.500 piezas registradas. Una buena parte de éstas eran piezas singulares procedentes de colecciones particulares donadas al museo, dos leones de un monumento funerario ibérico turriforme de Daragoleja en 1945, como un extraordinario toro ibérico de piedra procedente de Arjona (Jaén) en 1946; Gómez-Moreno Martínez, donó en 1951 treinta y dos piezas de la necrópolis celtibérica del Bosque Sagrado (Palencia), varios bronces de adorno personal de época visigótica procedentes de necrópolis meseteña como Castiltierra. También se recibieron en estos años bifaces paleolíticos de las terrazas del Manzanares (Madrid) o conjuntos extranjeros, como 135 ejemplares de la colección de terracotas de época romana del santuario de Calvi (Cales, en la Campania italiana) que habían sido adquiridas al Marqués de Salamanca en 1874 y en la postguerra se dividieron en 27 lotes que fueron distribuidos por los museos provinciales. O tres esculturas romanas de Almuñécar, una gran escultura de una matrona romana, un bullatus y un thoracato y la magnífica diadema de oro de la Cueva de los Murciélagos de Albuñol, Junto a estas ingresan también en el museo los materiales procedentes de las primeras excavaciones arqueológicas realizadas en la provincia. Primero las del profesor Miguel Tarradell que desplegó una gran actividad, registró los hallazgos casuales de un dolmen en Calicasas, restos argáricos en Güejar Sierra, La Zubia, Atarfe, Valle del Zalabí y Guadix; y excavó en el Cerro de la Encina de Monachil y en la Peñas de los Gitanos de Montefrío. En 1956 Manuel Pellicer comienza a impartir Prehistoria y Arqueología en la Facultad de Filosofía y Letras de Granada y realiza sus trabajos de investigación arqueológica entre 1957 a 1963, destacando las realizadas en la necrópolis fenicia Laurita de Almuñécar, por los ricos ajuares procedentes de esta que pasaron a formar parte de los fondos del museo, o las excavaciones de Cueva Horá de Darro y Cueva del Agua de Alhama de Granada; o la excavación estratigráfica de W. Schüle y M. Pellicer en el Cerro de la Virgen de Orce, las excavaciones de Jean Christian Spanhi y Manuel García Sánchez en 1959 y 1960 en la cueva de la Carigüela de Píñar y en 1961 y 1962 en el Cerro del Real de Galera.

Aunque en 1962 se adquirió la casa colindante para ampliación de la institución, el museo permanecería invariable en su antiguo montaje hasta que acceda a la dirección en 1967 Ángela Mendoza, la cual procedería a la reinstalación de la colección, la apertura de nuevas salas y al incremento de las colecciones. La nueva instalación del museo fue realizada en 1974 y asumida por la Dirección de los Museos Estatales, con la participación de los Inspectores Generales de Museos J. González Navarrete y Manuel Casamar apoyando a la directora del centro. Esto supuso la apertura de nuevas salas y la consecución de una verdadera disposición según los criterios cronológico-culturales, tipológicos y topográficos (según los yacimientos de procedencia). De aquí arranca la disposición en siete salas que el museo mantuvo hasta 2010. Se instaló la colección buscando la simetría y la disposición ornamental de los artefactos, así como cierto sentido estético suntuario en la presentación con recursos como los fieltros aterciopelados. Las antiguas vitrinas de madera se sustituyeron por otras compradas de segunda mano de hierro y aluminio. Se practicó una auténtica selección del material expuesto, relegándose a los almacenes elementos tradicionales de la exposición como las zapatas de madera, las arquerías de yeso que estaban colgadas en el patio, o la colección numismática que desde entonces está guardada. Las inscripciones romanas del patio fueron a los almacenes (las de pequeño tamaño) o regresaron al zaguán (las más pesadas). También fueron a parar a los almacenes o patios internos muchos elementos arquitectónicos (capiteles góticos, sillares de San Gil, fustes y capiteles) y otros que eran ajenos al ámbito provincial. La exposición permanente incluyó por primera vez información complementaria más allá de las propias cartelas que acompañaban a las piezas. El museo quedó distribuido en siete salas para cuya ordenación se siguieron criterios cronológicos, al tiempo que se insistió en los aspectos pedagógicos de la presentación. Sala I: dedicada al Paleolítico y al proceso de hominización, (Fig. 7). Sala II: Neolítico y Eneolítico, (Fig. 8). Sala III: Edad del Bronce, (Fig. 9). Sala IV: Colonizaciones y pueblos hispano-romanos, (Fig. 10). Sala V: Época romana, tardorromana y paleocristiana, (Fig. 11). Sala VI: Arqueología hispano visigoda y mozárabe, (Fig. 12). Sala VII: Edad Media occidental

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y arqueología hispano-musulmana (Fig. 13). En el zaguán de entrada y la galería baja del patio principal se dispusieron diferentes inscripciones y pedestales romanos que no podían emplazarse en la sala correspondiente a causa del excesivo peso de las piezas. También se habilitó, junto a las dependencias de dirección, la sala destinada a albergar la colección numismática. Su acceso quedó restringido a fines exclusivamente investigadores. Junto a la zona de exposición, el museo contó con un área destinada a taller de restauración, biblioteca, despacho de dirección y almacén. La exposición se beneficiaba progresivamente de los objetos más notables aparecidos en las cada vez más numerosas excavaciones arqueológicas realizadas por el Departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Granada o las del Patronato Cueva del Agua de la Diputación Provincial. Paralelamente desarrollaba una igualmente intensa labor de adquisición de fondos, procurando donaciones de los coleccionistas o comprando a éstos y a los anticuarios, lo que permitió la incorporación de piezas singulares, algunas tan notables como la coraza griega procedente de Almuñécar, el Togado de Periate, el astrolabio nazarí, así como varios tesorillos monetarios, uno de denarios republicanos de Cogollos de Guadix, otro almohade de la Cueva de las Ventanas de Píñar, y los de época moderna de Domingo Pérez, de Motril y Montefrío. A finales del año 1971 por orden ministerial de 15 de diciembre se produjo la refundición de los museos de Granada. Refleja el texto legal la existencia en Granada de tres museos, el Provincial de Bellas Artes, el Arqueológico Provincial y el Museo Casa de los Tiros, y para no multiplicar esfuerzos, los refunde en solo uno al que no denomina Museo de Bellas Artes de Granada, en cuyo seno se integran los antes mencionados constituidos en tres secciones, de bellas artes, de arqueología y de artes y costumbres populares, designándose un Patronato responsable de su gestión. Se apostó fuerte por el proyecto de unificación de los museos granadinos, y se proyectó una nueva ubicación para todos ellos en un nuevo edificio construido ex profeso en lo que se conoce como los “nuevos museos de la Huerta del Generalife”,allí se construyeron tres amplios pabellones de ladrillo, uno para Museo Nacional de Arte Hispanomusulmán, otro para Museo Arqueológico y otro para Bellas Artes. Las obras salieron a concurso en 1973 y se ejecutaron entre 1974 y 1976 y años posteriores. El conjunto se

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construyó contando con las más modernas instalaciones museísticas. Constaban de amplias zonas dedicadas a exposición y con zonas independientes dedicadas a servicios internos del museo, como despachos, almacenes, talleres de restauración, etc. A comienzos del año 1980 se aprobó el gasto del montaje del Museo Nacional de Arte Hispanomusulmán y del Museo de Arte Contemporáneo, (en 1979 Enrique Pareja López, a la sazón director del Museo de Bellas Artes de Granada, lanzó la idea, acogida con éxito en la ciudad, de dedicar al pabellón correspondiente a dicho museo a una nueva sección de arte contemporáneo), quedando para 1981 la instalación del Museo Arqueológico. El Museo de Arte Hispanomusulmán fue el único que comenzó su montaje, que quedó inconcluso, afectado por los nuevos objetivos institucionales que se impusieron a partir de las transferencias en materia de cultura a la Comunidad Autónoma. En 1985 se detuvieron las obras. El Museo de Arte Contemporáneo no llegó a instalarse sumiéndose en el olvido, el Bellas Artes siguió en el palacio de Carlos V y el Arqueológico en su emplazamiento tradicional de la Casa de Castril. Los pabellones construidos para los museos, que hoy podemos ver junto al aparcamiento de la Alhambra, se destinaron a usos secundarios como el de almacenes de los museos o dependencias del Patronato de la Alhambra. El proyecto de creación de un gran complejo museístico en la colina de la Alhambra había quedado definitivamente abandonado. Durante los últimos años del siglo XX e inicios del presente el museo estuvo sujeto a numerosos altibajos, con periodos en los que careció de una dirección facultativa y de personal técnico suficiente para desarrollar su misión, y con varios cierres al público. La colección permanente no dejó de ser intervenida puntualmente mediante la introducción de nuevas piezas que procedían de las excavaciones en curso, compras, hallazgos casuales, donaciones, etc., así como por la sustitución de materiales didácticos de sala y vitrina por otros de nueva ejecución, pero la concepción museológica y museográfica, no cambiaron sustancialmente. En 1981 se crea, por Orden Ministerial de 14 de octubre, la Sección de Artes Decorativas y Etnología, dando así existencia legal a la colección que se había venido formando a partir de las primeras compras o recepción de donaciones efectuadas por Joaquina Eguaras.


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Fig. 7. Nuevas instalaciones tras la reforma de 1974: Sala I.

Fig. 8. Sala II.

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Fig. 9. Sala III.

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Fig. 10. Sala IV.

Fig. 11. Sala V.

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Fig. 12. Sala VI.

Fig. 13. Sala VII.

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Entre 1985 y 1995 se modificaron por completo varias salas con la sustitución de las vitrinas y el discurso museológico. El almacén se amplió con un módulo que fue cedido a la institución en el edificio de los “Nuevos Museos”. Se colocaron allí materiales de las primeras excavaciones de urgencia que se ingresaban en el museo y el depósito de los materiales arqueológicos de las excavaciones. Se habilitó la denominada Reserva Visible en la tercera planta de la casa de Castril, aunque esta nunca llegó a estar convenientemente habilitada para la visita. Además se realizaron sendos montajes de epigrafía y ánforas romanas en el patio principal. En la planta primera de la Casa de Latorre fueron habilitadas sendas salas de exposiciones temporales. En mayo de 1994 la denominación del museo pasó a ser la de Museo Arqueológico y Etnológico de Granada. Del año 1995 al 2000 se realizaron pocos cambios en la exposición permanente, tan sólo se consiguió realizar un montaje con los ajuares de la necrópolis fenicia Laurita de Almuñécar se sustituyeron las vitrinas del montaje de 1974 por una sola vitrina mural. Se mejoró la “Reserva Visible” con la inclusión de nuevos conjuntos de piezas y la reparación de las vitrinas. Se realizaron adelantos considerables en los almacenes, se acondicionó la segunda planta de la Casa de Latorre para almacén permanente de la sección de Artes Decorativas y Etnología y el módulo del edificio de los Nuevos Museos de la Alhambra con la instalación de varios trenes de estanterías compactadas. El museo estuvo cerrado por obras duran varios meses de 1998 y durante todo el año 1999. El museo entra en el siglo XXI con las mismas debilidades y amenazas que arrastraba desde su origen. A comienzos del mismo se elabora un ambicioso Plan Museológico, redactado por Manuel Ramos Lizana y Carlos Vílchez, entonces conservador y director del mismo respectivamente, que hace que el Ministerio de Cultura incluya el museo en el nuevo Plan de Museos del Estado con una asignación presupuestaria de 6.090.000 €, consignándose una primera dotación de 90.000 € para el año 2003.

que fluían hacia ellos, fruto de las excavaciones derivadas del boom inmobiliario, lo que obligó a la dirección a paralizar los ingresos. No obstante se intentó dinamizar el museo desarrollándose un importante plan de actividades culturales (la pieza del mes, ciclos de conferencias, visitas teatralizadas, ciclos de conciertos) y diversas exposiciones temporales. La última de estas, “Granada en la época romana. Florentia Iliberritana”, que se realizó entre los meses de diciembre de 2008 y abril de 2009 con gran éxito de público, permitió actualizar y modernizar el discurso de las salas de ibérico-colonizaciones y romana, hecho que, al contrario de lo inicialmente deseado, puso aún más de manifiesto la obsolescencia y colapso de la colección expuesta y de su contenedor. Las inclemencias atmosféricas añadieron un plus a la situación agravando el deterioro de cubiertas, forjados y paramentos, lo cual desembocó en el cierre al público de las instalaciones el día 10 de junio del año 2010.

BIBLIOGRAFÍA VILLAFRANCA JIMÉNEZ, M. del M. (1986): Los museos de Granada. Génesis y evolución histórica 1835-1975. Ed. Diputación de Granada. Gramada 1986. 503 pp. LÓPEZ RODRÍGUEZ, J. R. (2010): Historia de los museos de Andalucía. 1500-2000, Ed. Universidad de Sevilla. Sevilla.610 pp. RAMOS LIZANA, M. y VÍLCHEZ VÍLCHEZ, C. (2003): Proyecto MAEG. Proyecto Museográfico Museo Arqueológico y Etnológico de Granada. Granada. Inédito. 4 volúmenes. RAMOS LIZANA, M. (2005): El Museo Arqueológico de Granada. Guía oficial. Ed. Junta de Andalucía. Consejería de Cultura. 255 pp. SAN MARTÍN MONTILLA, C. (2003): “Mujer iluminando un museo sin luz eléctrica”, Mus-A nº 1, p. 48-52.

Lamentablemente, dicho plan nunca se llegó a desarrollar, el museo continuó con su obsolescencia y deterioro de la colección permanente, los inmuebles sufrieron un proceso acelerado de deterioro al no realizarse regularmente obras y trabajos de mantenimiento de los mismos, los almacenes quedaron bloqueados ante la incontrolable cantidad de fondos

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Patio de los Leones. Foto: Pepe MarĂ­n. Archivo Patronato de la Alhambra, ConsejerĂ­a de Cultura.


LA ALHAMBRA DE GRANADA, UN HITO PARA EL ANÁLISIS ARQUEOLÓGICO DE UN MONUMENTO THE ALHAMBRA IN GRANADA, A MILESTONE FOR THE ARCHAEOLOGICAL ANALYSIS OF A MONUMENT Jesús Bermúdez López [Asesor Técnico de Arqueología. Patronato de la Alhambra y Generalife]. [ informacion.alhambra.pag@juntadeandalucia.es ]

Resumen

Summary

Arqueología y Alhambra son dos vocablos que, como ocurre en otras facetas de aproximación a este monumento universal, suscitan percepciones encontradas. La arqueología, aunque hunde sus raíces más allá de la Ilustración y del contradictorio siglo XIX, como disciplina científica, comienza a aplicarse en la década de los años ochenta, fechas en las que también el monumento transforma de manera sustancial sus fórmulas de gestión, acordes a una sociedad democrática y descentralizada. Aunque existen algunas referencias bibliográficas que se han ocupado de ello, no siempre se han realizado con la independencia y, sobre todo, con la diligencia que cabría esperar. Es buen momento, y lugar, para tratar de exponer lo realizado, al menos en una primera aproximación que abarca algo más de veinte años.

Archaeology and Alhambra are two words that, as in other facets of approach to this universal monument raise perceptions found. Archeology, although rooted beyond the Enlightenment and the contradictory nineteenth century, as a scientific discipline, starts to apply in the early eighties, which also dates the monument substantially transformed its management formulas, chords a democratic and decentralized society. Although there are some references that have dealt with this, they have not always been carried out with independence and, above all, with the diligence expected. It’s a good time, and place, to try to explain what has been done, at least to a first approximation spanning more than twenty years.

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Cinco son los instrumentos que, con distinta capacidad de acción, han articulado la conservación de la ciudad palatina de la Alhambra desde una perspectiva arqueológica: • Los Estatutos del Patronato de la Alhambra (1986). • El Plan Especial Alhambra y Alijares (1989). • El Proyecto de infraestructuras (1987-1989). • El Programa 2001 de intervención arqueológica (1992). • El Plan Director de la Alhambra (2008). La Comunidad Autónoma de Andalucía, como consecuencia del proceso de democratización y descentralización de España, asumió el 28 de febrero de 1984 las funciones y los servicios, es decir, las competencias que el Estado central venía realizando hasta entonces en materia de cultura1. Entre ellas se encuentran las que el organismo autónomo Patronato de la Alhambra y Generalife ejerce en el conjunto monumental, por un lado, la custodia, la administración y la conservación de todos los edificios, bosques, jardines y terrenos pertenecientes a su recinto y sus anejos, y por otro, las actuaciones derivadas de ello en materia de formación y de tutela, en lo que nos atañe, las de conservación, restauración, excavaciones e investigaciones a realizar. Como consecuencia de ello, dos años más tarde2, el Patronato elabora unos Estatutos de funcionamiento mediante los que fija, entre otras, sus competencias. En relación a la conservación del monumento y, en concreto, al papel de la arqueología respecto a ésta, los Estatutos recogen: ”a) La custodia, la conservación y la administración de la Alhambra, el Generalife, el Palacio de Carlos V y de todas las edificaciones, bosques, jardines, cultivos y terrenos pertenecientes al recinto monumental... b) Garantizar la protección y conservación de los bienes muebles e inmuebles de valor histórico… del recinto…, así como promover su mejora.

c) Elaborar y desarrollar los planes de conservación, consolidación, mantenimiento, restauración, excavaciones e investigaciones…, y velar para que… se atengan a los criterios más actualizados en materia de conservación y restauración de monumentos y se desarrollen de acuerdo con los criterios propugnados en las cartas y documentos internacionales…, así como para que se conserven las condiciones ambientales y paisajísticas del recinto monumental y su zona de protección. d) Adoptar… medidas cautelares… para la conservación material, paisajística y ambiental del recinto, así como para impedir usos contrastantes con su carácter histórico y con la fragilidad de… [sus] materiales. e) Posibilitar el acceso…. de visitantes españoles y extranjeros, garantizando el correcto uso del mismo. f) Facilitar su estudio a los investigadores. g) Organizar, fomentar y promover… iniciativas culturales que impulsen el conocimiento y difusión del recinto…, sus valores estéticos y su historia. h) Desarrollar programas de investigaciones, culturales, arqueológicos, epigráficos, etc. y de cooperación con… instituciones culturales o centros de investigación afines. i) Impulsar la formación de personal artesano, para atender las propias necesidades de la conservación y la restauración… del recinto. j) La adopción de… medidas y acciones… necesarias para el mejor cumplimiento de los fines del Patronato, y cualesquiera otras tendentes a resaltar el recinto monumental”. Desde el punto de vista de la gestión, el Patronato de la Alhambra surgido de la nueva Administración descentralizada determinó su funcionamiento mediante la elaboración, con carácter anual, de una Memoria de Actuación. La primera de ellas fue presentada a los órganos de Gobierno en abril de 19863, enume-

1 Real Decreto 864/1984, de 28 de febrero (BOE nº 113, de 11 de mayo de 1984). 2 Decreto 59 de 19 de marzo de 1986, que recoge la aprobación de los Estatutos del Patronato de la Alhambra y Generalife. Boletín Oficial de la Junta de Andalucía nº 30, de 10 de abril de 1986. 3 Esta Memoria fue elaborada por el equipo técnico que entonces formaba parte del Patronato: Mateo Revilla Uceda, Comisario para la Alhambra y Generalife, Jesús Bermúdez López, Licenciado en Filosofía y Letras, José Corral Jam, profesor de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid, Antonio García Alcalá, Administrador de la Alhambra, Rocío Liñán Corrochano, Licenciada en Filosofía y Letras y Javier López Gijón, becario de Biblioteconomía.

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LA ALHAMBRA DE GRANADA, UN HITO PARA EL ANÁLISIS ARQUEOLÓGICO DE UN MONUMENTO

Fig. 1. Comisión Técnica del Patronato de la Alhambra y Generalife (1986). De izquierda a derecha: José Corral Jam (Arquitecto responsable de la Oficina Técnica), Fray Darío Cabanelas, Ofm., Mateo Revilla Uceda (Comisario para la Alhambra y Generalife), Luis Cervera Vera, Manuel Rivera, Ignacio Henares Cuéllar, Rafael Villanueva Sandino, Enrique NuereMatauco y Jesús Bermúdez López (Arqueólogo). Fotografía, Javier Algarra. Archivo PAG.

rando “… los problemas encontrados en las distintas facetas de la gestión del Monumento y las medidas tomadas, así como las propuestas… dentro de una coherente línea programática de actuaciones, tendentes a una mayor eficacia en la gestión y una más rigurosa conservación y promoción cultural de la Alhambra” (AA.VV., 1986: 2-3) (Fig. 1). La estructura técnica responsable de la conservación de la Alhambra en ese momento era –como en la mayoría de las instituciones del país– muy exigua. Estaba centrada en una Oficina Técnica bajo la dirección de un arquitecto, un aparejador –ambos puestos cubiertos de forma provisional– y dos delineantes. “Desde Octubre de 1985 el Servicio de Conservación de la Alhambra ha revestido el carácter provisional y la figura de una asistencia técnica encomendada a profesionales competentes. Hasta la fecha, el objetivo principal de esta asistencia técnica ha sido el reconocimiento sistemático del Conjunto Monumen-

tal, en orden a sentar las bases del diagnóstico sobre su estado en el momento de su recepción por parte de la Comunidad Autónoma. Dicho reconocimiento debería permitir la consiguiente programación de los proyectos y obras necesarios para restituir su salud al Monumento” (AA.VV., 1986: 53). En septiembre de 1986 la Delegación provincial de Cultura adscribe un arqueólogo al Patronato de la Alhambra procedente del reciente Plan Especial de Bellas Artes4. Por entonces se encontraba en proceso de aprobación el Plan Especial para la Alhambra, el primero que se realizaría en España sobre un monumento, tras el de la ciudad de Santiago, como desarrollo de la nueva Ley del Patrimonio Histórico español de 1985. Como documento urbanístico y patrimonial novedoso, el Plan elaboró una amplísima documentación, incluyendo varios estudios complementarios, uno de ellos La Alhambra

4 Este, en su momento modélico Plan, fue gestado por la naciente Junta de Andalucía y tuvo como objetivo básico dotar a las instituciones públicas culturales, entonces adormecidas, de un joven plantel de profesionales formados en materias como Archivística, Biblioteconomía, Museología, Arquitectura, Arqueología, Bellas Artes… La convocatoria se hizo por provincias y los aspirantes tuvieron que superar tres pruebas eliminatorias para obtener un contrato laboral inicial de seis meses que, posteriormente, fue prolongado. La mayoría de aquellos cuadros profesionales se encuentran hoy en la élite del Patrimonio histórico de Andalucía.

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Fig. 2. Plan Especial Alhambra Alijares. Plano de reconstrucción hipotética de la Alhambra nazarí.

arqueológica, que venía a actualizar la consideración de la Alhambra desde la perspectiva arqueológica del momento5. Entre las novedades que presentó figuraba una planta general de la Alhambra en la que se volcó la información que se disponía en ese momento sobre las intervenciones arqueológicas llevadas a cabo en el recinto, que habían dado lugar al reconocimiento de la Alhambra nazarí como un recinto urbano (Fig. 2). Como es de sobra conocido, y justamente valorado entonces tras una gran polémica que rebasó la mera gestión administrativa, el Plan surgió en parte al frustrar la incipiente Junta de Andalucía el proyecto de construcción de una urbanización de lujo en los terrenos de los Alijares, aledaños a la Alhambra, de ahí que el Plan incluyera en su denominación el lugar que en su día eligiera Muhammad V para edificar su palacio de recreo extramuros de la ciudad palatina. Ello facilitó el planeamiento de los nuevos accesos a la Alhambra por el Sur y la organización de una nueva forma de acceder al conjunto monumental. El Plan recibió importantes reconocimientos como el Premio Nacional de Urbanismo (1987) del Instituto del Territorio y Urbanismo del MOPU, y los Premios Nacionales al mejor diseño y a la mejor obra ilustrada, en la Sección de Ediciones de Investigación y Erudición, por el libro del Documento del Plan Especial.

Consecuencia de todos estos aspectos que vinculaban la arqueología con la conservación de la Alhambra se vio la necesidad de elaborar un programa de gestión, integrado en las instancias técnicas del Patronato. Así surgió lo que se definió como Arqueología de mantenimiento (Revilla Uceda y Bermúdez López, 1994), un concepto centrado en torno a dos planos (Fig. 3): • Seguimiento. Se puso en marcha una disciplina de control de las diferentes intervenciones que se llevaban a cabo en el monumento, desde el momento de su inicio, con la consulta y asesoramiento de los proyectos, de su ejecución en obra, hasta su finalización. • Urgencia. Una de las situaciones que más información arqueológica suelen aportar en los recintos patrimoniales son los denominados hallazgos casuales, a consecuencia de factores no siempre controlados, como las inclemencias del tiempo, las incidencias por daños en las redes, caídas de árboles y demás factores que, circunstancialmente sacan a luz o condicionan sus registros. Resultado de ello fue la realización de numerosas actuaciones que tuvieron su reflejo durante un

5 El Plan Especial Alhambra y Alijares fue coordinado por el arquitecto José Seguí al frente de un amplio equipo de profesionales. La arqueología corrió a cargo de Jesús Bermúdez López.

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LA ALHAMBRA DE GRANADA, UN HITO PARA EL ANÁLISIS ARQUEOLÓGICO DE UN MONUMENTO

de los Arrayanes, con el consiguiente deterioro de los respectivos paramentos. La modernidad había llegado a la Alhambra, lo que hacía evidente la necesidad de solventar ciertas carencias estructurales. Muestra de ello eran la mayoría de las instalaciones de abastecimiento y saneamiento de agua y electricidad, así como sus redes, que habían quedado en gran medida obsoletas. Así, los órganos de gobierno del Patronato aprobaron la ejecución de un ambicioso Proyecto de infraestructuras para el conjunto monumental que afectó, entre 1987 y 1989, a gran parte del recinto y su entorno inmediato. Lógicamente la llevada a efecto de un proyecto de esta envergadura obligó a la adopción de una serie de medidas preventivas que, como prescripciones básicas del Proyecto fueron: • La utilización preferente de los trazados de infraestructura existentes. • La eliminación completa de las instalaciones modernas en desuso. Fig. 3. Arqueología de mantenimiento. Fotografía obtenida en el Partal durante unas obras de mantenimiento de pavimentos y jardines que implicaron la documentación arqueológica.

tiempo en otro de los aspectos novedosos de esta nueva etapa: su difusión para conocimiento y valoración general. En estos años la revista Cuadernos de la Alhambra recibió un decidido impulso, con nuevo diseño y con la potenciación de sus secciones como la “Crónica de la Alhambra” que incluyó como apartado autónomo una Crónica arqueológica con la publicación puntual de las actuaciones más destacadas que en esta materia se habían ejecutado durante la correspondiente anualidad. Estas referencias iban acompañadas de un aparato gráfico elaborado ex profeso a partir del trabajo de campo que había sido realizado con fotografías en formato de papel y, durante un tiempo, en diapositiva, así como de croquis y acotaciones. Aunque hoy parezca algo anecdótico, entre los métodos de la arqueología contemporánea entonces adoptados figuraban el registro y la representación gráfica mediante estratigrafías. Los monumentos, desde esta perspectiva, se enfrentan a problemáticas diferenciadoras. Un caso singular y representativo de ello fue la supresión en 1986 de las jardineras para plantas trepadoras que en 1967 habían sido instaladas en los lados mayores del Patio

• La agrupación en zanja común de las diversas instalaciones del Proyecto. • La reducción a mínimos de la profundidad de zanjas y arquetas, determinada por la exigencia arqueológica del trazado. En este sentido, para la salvaguarda del patrimonio arqueológico, se establecieron una serie de requisitos que quedan sintetizados en: a. Realización de sondeos previos para cada tramo de zanja a abrir. b. Corrección, en su caso, y a la luz de los resultados…, de los trazados inicialmente previstos. c. Búsqueda de trazados alternativos para los tramos que resulten inviables. d. Documentación completa (memoria, planos, fotografías) de los vestigios hallados… en los sondeos… los trazados existentes y en la apertura de zanjas nuevas. e. Evaluación de los vestigios y señalamiento de su importancia. f. Toma de decisiones por la Dirección de la Alhambra respecto al tratamiento de lo hallado.

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Figs. 4 a y b. Acequia Real de la Alhambra, descubierta en 1988 durante la ejecución del proyecto de Infraestructuras. Quedó museografiada años después (1995) en Museo de la Alhambra.

g. Comunicación periódica a la Comisión Técnica de las incidencias arqueológicas de las obras. h. Publicación en Cuadernos de la Alhambra de las incidencias arqueológicas en la ejecución del Proyecto de Infraestructuras. Entre las varias incidencias que la ejecución de ese proyecto registró, destacó el hallazgo en 1988 de varios tramos de acequia a lo largo del recorrido de la Calle Real de la Alhambra (Bermúdez López, 1989). Este descubrimiento vino a confirmar la hipótesis del trazado de calle y acequia, si no paralelo, similar y, sobre todo, puso de manifiesto la importancia de una programación proyectual adecuada para los trabajos en los lugares patrimoniales, así como lo fructífero de la cooperación en equipos multidisciplinares (Fig. 4). En esta línea cabe destacar una ejemplar colaboración, no muy conocida fuera de sus ámbitos científicos, para la instrumentalización geotécnica de la Alhambra, desarrollada desde 1988 entre el Patronato de la Alhambra y el CEDEX (Centro de Estudios y Experimentación de Obras Públicas), organismo ya desaparecido dependiente del Ministerio de Obras Públicas. Esta asociación plurianual fue suscrita mediante el convenio marco Caracterización

Geotécnica de las Condiciones de Cimentación del Conjunto Monumental de la Alhambra y Generalife, que ha venido suministrando importantes conclusiones para la comunidad científica y han determinado durante algunos años la orientación de los planes de conservación del monumento. Fundamentalmente, han proporcionado comprensión sobre el comportamiento estructural de los edificios que forman parte del Conjunto Monumental, y cómo han evolucionado a lo largo del tiempo6 (Fig. 5). De esta manera nos encontramos con que en el quinquenio comprendido entre 1987 y 1992 quedaron registradas 43 actuaciones patrimoniales relacionadas con la arqueología aplicada a la conservación (Fig. 6). Con todos estos antecedentes descritos la arqueología, como instrumento coadyuvante en el mantenimiento patrimonial de la Alhambra, tuvo un importante desarrollo. Tal fue su grado de eclosión que, como herramienta de investigación y conocimiento, fue adquiriendo carta de naturaleza propia. Sin embargo, el organigrama técnico del Patronato de la Alhambra, dependiente de la Función Pública andaluza, no podía afrontar una reestructuración adecuada a la configuración que estaba adquiriendo

6 El Patronato de la Alhambra dedicó a esta colaboración una edición, prácticamente monográfica, de la revista Cuadernos de la Alhambra, vols. 33-34 (1997-1998).

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la investigación en torno a los departamentos universitarios competentes. Así surgió el Programa 2001 de intervención arqueológica en la Alhambra, que abarcó el período comprendido entre los años 1991 y 2000. El grupo de investigación vinculado fue el de la Universidad de Granada Toponimia, Historia y Arqueología del Reino de Granada7, desarrollado por un equipo multidisciplinar que fue dirigido por el arquitecto Pedro Salmerón Escobar8 y el arqueólogo Antonio Malpica Cuello, la coordinación del arqueólogo de la Alhambra Jesús Bermúdez, bajo la supervisión de la Comisión Técnica del Patronato. El planteamiento general del Programa tuvo como principal propósito el estudio de la relación entre el monumento y su territorio circundante, con el objeto de establecer nuevos planteamientos sobre las fases de ocupación de la Alhambra desde una perspectiva arqueológica.

Fig. 5. Sección de la Torre de Comares realizada por el CEDEX para su instrumentación.

tal progreso. Por otro lado, eran años en los que las universidades españolas habían conferido un gran impulso al desarrollo de grupos de investigación. En este sentido, los órganos de gobierno del Patronato consideraron oportuno impulsar un proyecto que hiciera converger parte de las necesidades de atención a la problemática arqueológica del recinto monumental con los planteamientos más avanzados que entonces se estaban iniciando en el ámbito de

De manera resumida, el Plan 2001 tuvo como objetivo básico la unificación de las diferentes intervenciones arqueológicas que se estimaran necesarias en un procedimiento unitario con el que poder superar las contradicciones que se estaban detectando con las actuaciones puntuales, que tanto se habían desarrollado hasta ese momento. Como objeto de investigación se propuso el estudio global del sistema hidráulico de la Alhambra, partiendo de la propia Acequia Real, para tratar de comprender las posibles claves de la colonización y el asentamiento en la colina. Un tercer objetivo quedó definido en la propuesta para la identificación de zonas subterráneas del monumento, en gran manera desconocidas (galerías, canales y elementos defensivos), que fue definido como “las entrañas de la Alhambra”. Con estos ambiciosos planteamientos, fueron programados diversos trabajos de documentación con la inclusión de excavaciones puntuales en la Puerta de los Siete Suelos, el Carmen de los Catalanes, el sector de la Puerta de la Justicia, o la Silla del Moro. Se elaboró para ello un cronograma de actuaciones por trienios que se inició de una manera sistemática pero, como era previsible, los acontecimientos obligaron a su replanteamiento. Sin embargo, con la perspectiva del tiempo, puede afirmarse que las

7 Nacido oficialmente en 1989, a partir de una convocatoria de formación de equipos de investigación realizada por la Consejería de Universidades de la Junta de Andalucía, su primer director fue el profesor Amador Díaz García, catedrático de Lengua Árabe en la Universidad de Granada, desgraciadamente ya fallecido; le sucedió el profesor Antonio Malpica Cuello, Catedrático de Historia Medieval, también en la misma Universidad. 8 Profesor Titular de Historia de la Construcción y de Construcciones Arquitectónicas en la Universidad de Granada desde 1973 hasta el año 1987. En 1999 le concedieron Premio Andalucía de Patrimonio Andrés de Vandelvira.

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Fig. 6. Plano arqueológico de la Alhambra. Servicio de Conservación y Protección, PAG. Archivo de la Alhambra.

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modificaciones temporales no afectaron más que a un pequeño porcentaje de lo planeado. Así, las intervenciones en los Albercones y en el Palacio de los Abencerrajes, excedieron del primer trienio previsto, necesitando de actuaciones plurianuales, derivadas de la importancia de los descubrimientos. En ambos casos, aunque no han tenido grandes repercusiones mediáticas, se puede afirmar que los trabajos allí desarrollados han supuesto un antes y un después para la arqueología y para el conocimiento material de la Alhambra. En concreto, los Albercones –con el estudio simultáneo de la Acequie Real– han aportado una valiosísima información sobre la hidráulica medieval andalusí (Fig. 7), reconocida además por los principales especialistas internacionales, muchos de los cuales se desplazaron al lugar durante los trabajos. Semejante aportación supuso las distintas campañas desarrolladas el Palacio de los Abencerrajes y su entorno urbano que, entre otros, llevaron a establecer nuevas cronologías para el proceso de ocupación urbana de la Alhambra. Ambos procesos han dado lugar a numerosas y puntuales publicaciones, cuya síntesis excedería del propósito general del presente texto. Los dos siguientes proyectos del Plan 2001 (trienios 1995-1997 y 1998-2000) no se ejecutaron tal como estuvieron proyectados inicialmente aunque, como ya se ha dicho, sus problemáticas fueron ampliamente tratadas en el desarrollo de los trabajos: las vías de comunicación interiores, conducciones de agua, los problemas constructivos y de conservación de las estructuras en superficie, así como la relación entre los ejes de comunicación y el hábitat, centrados fundamentalmente en el área del Secano, aportaron informaciones complementarias de gran utilidad. Paralelamente al desarrollo del Plan 2001, los trabajos de conservación y mantenimiento continuaron, necesitando de seguimiento arqueológico puntual. La década de los noventa fue clave para la consecución definitiva de un viejo proyecto para la Alhambra: la dedicación del Palacio de Carlos V para uso cultural y museístico. Su planteamiento, en el último tercio del siglo XIX, hizo que a lo largo del XX fueran realizándose obras para su adaptación arquitectónica: recordemos que el proyecto de Machuca quedó inconcluso en el mismo siglo XVI, con la rebelión morisca y las guerras de las Alpujarras, quedando el edificio apenas con sus muros formales y sin cubrir, a pesar de lo cual albergó durante tres centurias infinidad de actos culturales al aire libre (representaciones, conciertos, incluso

Fig. 7. Dibujo en planta de los resultados obtenidos en la excavación de los Albercones. María Cullel Muro, PAG. Archivo de la Alhambra.

corridas). Leopoldo Torres Balbás, en su fecunda etapa antes de la Guerra Civil, fue quien primeramente cubrió el edificio y preparó algunas salas, completándose tras la contienda bajo la dirección de Francisco Prieto Moreno, quien finalizó la cubrición y las instalaciones, bajo los criterios imperantes, primero de la autarquía, y luego del desarrollismo; el palacio acogió al Museo Provincial de Bellas Artes en los años cincuenta, los usos administrativos del Patronato de la época (taquillas, oficinas, aseos), la Biblioteca y el Archivo y, especialmente el área de representación institucional (se llegó a proyectar una residencia para el jefe del Estado). La nueva administración patrimonial de la Alhambra, democrática y descentralizada, proyectó como decimos en los años noventa del pasado siglo, la conversión del Palacio renacentista en sede cultural. Diversas actuaciones se llevaron a cabo, la primera de ellas, la inauguración de una Sala de Presentación (1992) en la planta baja del sector N del edificio (Bermúdez López, 1991). Las obras aportaron, entre otros,

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Fig. 8. Interior del aljibe nazarí en el subsuelo del Palacio deCarlos V. Fotografía, Javier Algarra. Archivo PAG.

el descubrimiento de un túnel subterráneo de uso hidráulico, que discurría desde el centro del patio circular del Palacio: fue desescombrado, explorado y registrado mostrando intactas, por ejemplo, las marcas de cantería que sirvió de partida a nuevas investigaciones sobre todo el edificio. Igualmente destacó la exploración de un aljibe nazarí, conocido por varios documentos históricos, que pudo ser levantado planimétricamente, fotografiado (Fig. 8) y liberado de añadidos que lo ocultaban, quedando integrado en la Sala como un elemento museográfico más. Finalmente, el seguimiento arqueológico de la llamada “Sala de las Tinajas”, contigua a la

Cripta del Palacio, y el de ésta última realizado poco después9, vinieron a documentar arqueológicamente, por primera vez en la historia moderna de la Alhambra y después de no pocas polémicas, la implantación del Palacio de Carlos V junto a los alcázares nazaríes. Los llamados “fastos del 92”, la conmemoración del Quinto Centenario de la conquista de América y del Reino de Granada, conllevaron para la Alhambra la organización, en colaboración con el Museo Metropolitano de Nueva York, de una Exposición única y probablemente irrepetible, Al-Andalus, las Artes Islámicas

9 Los datos de esta intervención arqueológica fueron publicados en Malpica et alii, 1995.

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Fig. 9. Imagen del interior de la Torre de Comares con las celosías que tamizan la luz al interior. Fotografía de Adrian Tyler. Archivo PAG.

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Fig. 10. El Cerro del Sol en primer plano de la foto aérea, donde se encuentran las galerías subterráneas, con la referencia de la Silla del Moro, y la perspectiva de la Alhambra y Granada.

en España10. Al margen de la enorme repercusión que tuvo, dejó en el monumento una serie de experiencias museológicas de gran interés para la adopción de determinadas decisiones que mejoraran su conservación. Una de ellas fue la determinación de cerrar los vanos exteriores de las alcobas que rodean el Salón de Comares. Durante la Exposición, por motivos museográficos y de seguridad, quedaron cerradas todas las ventanas de la Torre, siendo iluminado el interior con criterios museográficos, lo que otorgó al Salón una sensación de espacio intimista que enfatizaba el color y la textura de su rica decoración. La experiencia mostró que los visitantes accedían al interior del Salón de una forma sensiblemente sigilosa, como si se tratara de la sala de un Museo, a diferencia de como se venía haciendo hasta ese momento: los visitantes se apresuraban a los vanos de las alcobas como si fueran miradores, relegando o minusvalorando los elemen-

tos decorativos del interior (paramentos, techo…) que, además, en las horas de intensa luz solar, hacía difícil apreciar su cromatismo (Fig. 9). La Comisión Técnica del Patronato encargó entonces al arquitecto Enrique Nuere Matauco el proyecto de cierres con celosías tradicionales de madera quien realizó una exhaustiva documentación histórica de estos elementos. Parte de esa documentación requirió la realización en enero de 1993 de una intervención de arqueología muraria11 en la cara exterior de la Torre de Comares, para lo que fue preciso instalar un espectacular andamiaje volado. En noviembre de 2000 el Patronato de la Alhambra y Generalife ultimó un ambicioso proyecto para la limpieza de galerías subterráneas que se encontraban en la Silla del Moro, en la falda occidental del Cerro del Sol, junto al Generalife. Las obras se llevaron a cabo en dos fases, a partir de 200112 (Fig. 10).

10 Catálogo de la Exposición Al-Andalus. Las Artes islámicas en España, Madrid, 1992. The Metropolitan Museum of Arts. Ediciones El Viso. 11 Bermúdez y Ríos, inédito; y Cuadernos de la Alhambra, 29-30 (1993-1994): 330 y 335-336. 12 La ejecución de las obras de ambas fases de trabajo estuvieron bajo la Dirección Técnica del Ingeniero de Minas Miguel Mª Martínez Díez, redactor de los correspondientes informes, inéditos, que se conservan en el Archivo del PAG.

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Fig. 11. Interior del Silo Grande en el Secano, durante los trabajos de desescombro. Servicio de Conservación y Protección, PAG. Archivo de la Alhambra.

Terminada la primera fase, se procedió al levantamiento topográfico de las galerías hasta ese momento descubiertas, así como del terreno del entorno, incluyendo los muros exteriores de la Silla del Moro. Terminada la segunda fase, se han suplementado los datos de los tramos descubiertos. Al margen de la limpieza y registro efectuados, apenas hipótesis sobre la construcción de estas galerías se obtuvieron. No obstante, sirvió para aclarar que las teorías manejadas por la historiografía respecto a su finalidad (corredores secretos, conducciones hidráulicas, explotación minera, minas artilleras…) y cronologías (romana, prenazarí, nazarí, napoleónica…) eran disparatadas. Pudo comprobarse, no obstante, que las galerías, salvo las dos únicas inclinadas, no tienen salida al exterior, y lo único que puede afirmarse es el orden de ejecución de las mismas, sin que sea fácil distinguir sobre su finalidad. Un hecho casual quedó registrado en los trabajos, que pudiera dar alguna luz sobre la construcción de estas galerías. Cuando se estaba limpiando una de las galerías inclinadas, una vez descubierta su boca de entrada,

a las 18,30 horas del día 30 de abril, se observó que los rayos del sol penetraban a lo largo de toda la galería, iluminando su interior, hasta el fondo. Este hecho podría significar que el sol se encontraba en una posición que podría determinarse por la dirección e inclinación de la galería, o viceversa, que la galería se realizó según unos parámetros definidos por la posición del Sol, en determinados días. Tras la finalización de las labores de limpieza de las galerías subterráneas de la Silla del Moro, se procedió a realizar una primera fase de limpieza del Silo Grande, situado dentro del recinto de la Alhambra, en la zona del Secano (Fig. 11). Ya había sido objeto, unos diez años antes, de labores de limpieza y extracción de relleno, e incluso se hizo un sondeo de reconocimiento, para determinar la potencia del colmatado y sus características arqueológico-litológicas. Los trabajos se efectuaron mediante excavación manual, inicialmente con una estratigrafía de 80 cm de forma radial, desde la parte central del silo, no apuntalada, prolongando la excavación en un punto

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Fig. 12. Plano de situación de los silos y mazmorras de la Alhambra. Servicio de Conservación y Protección, PAG. Archivo de la Alhambra.

hasta la pared lateral. Posteriormente, al descubrirse una galería lateral por el Este, se realizó una zanja radial, profunda, hasta alcanzar la entrada a la misma y hacia el suelo del silo, situado a unos 8,50 m de profundidad respecto a superficie. Esta galería y el contorno al descubierto del silo, fueron topografiados. El volumen total de material de relleno descontextualizado (tierras, arcillas, fragmentos de ladrillos, cascotes de tejas y cerámica contemporánea, etc.) excavado y alcanzó los 50 m3. Con posterioridad a estas intervenciones, el Servicio de Conservación del Patronato inició un programa plurianual para el mantenimiento de los silos situados en el interior del recinto. Entre otros aspectos que conllevan los trabajos, se ha podido elaborar un registro de estos singulares elementos y, por vez primera, se ha elaborado una planimetría al efecto (Fig. 12). Estos espacios subterráneos son muy habituales en la ciudad palatina de la Alhambra, consta-

tándose en el interior del recinto un número superior a la veintena. En la Alcazaba se conocen varias mazmorras: destacan dos situadas bajo las torres del Homenaje y de la Vela, otra descubierta recientemente de forma casual13 junto a la entrada de la torre de la Armas, y posiblemente, la más interesante de las conservadas, por su estructura y disposición, la situada junto a la base de la Torre Quebrada, accesible mediante una escalera de caracol contigua, dispuesta tras su desescombro en los primeros años del pasado siglo. Como es sabido, las mazmorras servían para encerrar a los cautivos, a los que se descolgaba con cuerdas por el hueco central. En general, tenían forma de cuello de botella y la mayoría de las que se han encontrado en la Alhambra conservan en su interior, excavado en el terreno, pequeños espacios radiales separados por ladrillos que servían a los cautivos para recostarse como camastros independientes14. El espacio central,

13 Descubrimiento fortuito, al realizar obras de mantenimiento de pavimentos. La intervención, dirigida por la arqueóloga Susana Cevidanes, consistió en la extracción del material de relleno y estudio del mismo. La necesidad de garantizar la seguridad aconsejó su consolidación mediante estructura de entibación antes de proseguir los trabajos arqueológicos: Memoria de Actuación del Patronato de la Alhambra y Generalife, (1999): 59, (2000): 79 y (2001): 64. 14 Sigue siendo insuperable para esta temática el trabajo de Leopoldo Torres Balbás (1944).

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Fig. 13. Carmen de Peñapartida. Áreas de ubicación de silos/mazmorras, según las prospecciones arqueológicas realizadas. Servicio de Conservación y Protección, PAG. Archivo de la Alhambra.

a cielo abierto, solía tener desagüe y se marcaba en el suelo. Estos subterráneos eran también usados como silos, es decir, como almacenes de grano, especias, incluso sal, habiendo aparecido varios de ellos en la zona del Campo de los Mártires. En 2002, tras más de veinte años de litigio judicial, el Patronato de la Alhambra adquirió el llamado Carmen de los Catalanes o de Peñapartida, la mayor finca privada del entorno del monumento, con una extensión de 19.280 metros cuadrados, que atesora importantes restos arqueológicos. Se encuentra a mediodía, en la colina opuesta de la Alhambra, junto a las Torres Bermejas, integradas ambas estructuras en el sistema defensivo de la fortaleza. El lugar ocupa probablemente una amplia extensión de lo que fue una amplia maqbarat o cementerio, junto con el llamado “corral de cautivos” por las mazmorras y silos bajo tierra que se usaban para encerrar prisioneros, así como dos torres medievales parcialmente ocultas, entre restos de conducciones hidráulicas de diversas épocas. Todos estos elementos hacen del lugar un recinto patrimonial de gran potencial para la investigación arqueológica (Fig. 13). Su extensión supone aproximadamente un 25% de la superficie del entorno y bosque de la Alhambra, con el que forma una unidad en su sector Suroeste.

El nombre de “los Catalanes” se debe al origen de sus propietarios, la familia Miralles, quienes a comienzos del siglo XX adquirieron la propiedad a los herederos de Dª. Isabel de los Cobos y D. Antonio Porcel (17751832), jurista, académico y político liberal granadino, Consejero de Estado y parlamentario en las Cortes de Cádiz. Incursos en un ambiente decimonónico, embellecieron la finca, especialmente el jardín, con elementos y artificios de agua, senderos, pérgolas, miradores, imprimiéndole una idiosincrasia que aún se mantiene. También se le conoció como Carmen del Paraíso o del capricho de Colón. Durante la primera etapa nazarí fueron abiertos en su subsuelo numerosos silos para almacenar provisiones, mientras se asentaba la dinastía en la ciudad y se organizaban las expediciones militares. En una segunda etapa, sirvió de acampada al ejército, siendo utilizada la suave ascensión de la loma como escenario de paradas y desfiles. Según avanzaba la Reconquista, muchos de esos silos se utilizaron también para encerrar a prisioneros cristianos y poderlos intercambiar por presos musulmanes. Según recoge la tradición, la madrugada del dos de enero de 1492 las tropas de los Reyes Católicos, procedentes del campamento de Santa Fe, penetraron por estos lugares, encaminándose hacia la Puerta de

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los Siete Suelos, para tomar posesión de la Alhambra. La planimetría histórica nos ha trasmitido una configuración interior del Carmen sin grandes transformaciones, con la presencia de dos torreones y un lienzo de muralla que, en unión de los silos, aseguran un potencial de información arqueológica inédita de gran importancia. Igualmente destacable es la configuración de los distintos espacios ajardinados, con miradores ubicados en lugares estratégicos, buscando la integración de perspectivas e intimidad, tan característica del tradicional Carmen decimonónico granadino.

• Arqueología vinculada (obras e intervenciones)

El PGOU de Granada (2000) estableció en la normativa urbanística de las áreas arqueológicas de conservación preferente, la definición como “de específica protección arqueológica” aquéllas que deben recibir una política de conservación y de puesta en valor de su entorno para, entre otros, garantizar la conservación de los elementos patrimoniales arqueológicos. En el caso de la Alhambra, se delimita la Maqbarat al-Sabika, integrada por el Carmen de Peñapartida y la ladera colindante del bosque de Gomérez.

• Elaboración del mapa de riesgo para establecer una política preventiva

Los trabajos de investigación y documentación de la finca comenzaron en 2003 con objeto de recuperar, consolidar y valorizar tanto sus restos arqueológicos como sus espacios ajardinados. Se realizaron dos sucesivas campañas de prospección arqueológica, así como un levantamiento topográfico de la finca15. Desde 2008 el Conjunto Monumental de la Alhambra y el Generalife cuenta con un instrumento estratégico para su gestión: Plan Director de la Alhambra16, en el que, para finalizar este apresurado panorama sobre el análisis arqueológico del monumento, quisiera destacar los importantes planteamientos que propone sobre éste. La línea estratégica (LE 2) de desarrollo inicial propuesto denomina la Alhambra como un Paisaje Cultural, en el que la arqueología se define como Arqueología del Paisaje, y plantea un Plan de arqueología de la Alhambra, con los siguientes enunciados: • Investigación asociada al desarrollo del Plan Director • Investigación asociada a la puesta en valor de nuevos espacios

15 Rodríguez y Ávila, 2006. 16 Villafranca y Salmerón, 2010.

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• Enlace con el plan Arqueología 2001 • Arqueología y evocación • Arqueología para públicos diversos • Estudio del paisaje de la Alhambra a partir de las intervenciones arqueológicas que se lleven a cabo • Dimensión simbólica y perceptiva de la Alhambra con apoyo en los estudios del paisaje y en la arqueología

• Plan de registro de la información. Vinculación de todos los estudios con el Proyecto ATLAS (LE4) y los Sistemas de Información Geográfica. Incorporación de los datos existentes en trabajos arqueológicos ya realizados Para la gestión de la arqueología propone tres grandes instrumentos. En primer lugar, un Protocolo de actuación arqueológica que establezca el ámbito conceptual y metodológico de las actividades arqueológicas, la sistematización de la gestión arqueológica, y regule los trabajos arqueológicos que se realice. En segundo lugar, propone una gestión de la arqueología por procesos: la articulación y coherencia entre el patrimonio mueble e inmueble en relación al patrimonio arqueológico, la mejora del funcionamiento de la actividad arqueológica mediante la coordinación entre los distintos servicios y departamentos del Patronato, así como la definición de los procedimientos técnicos de la actividad arqueológica. El tercer instrumento que plantea tiene que ver con los recursos humanos y materiales, para lo que propone la creación de una Oficina Técnica de Arqueología, dotada de una plantilla de personal adecuada a la arqueología. Finalmente, es de destacar las herramientas de intervención que propone el Plan Director, que comienzan con la elaboración de la Carta arqueológica de la Alhambra. Para ello son necesarias la coordinación y la planificación de acciones sobre el patrimonio arqueológico del Monumento y su entorno, así como el conocimiento y la caracte-


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Fig. 14. El Plan Director de la Alhambra propone la configuración como parque arqueológico del sector del Palacio de los Abencerrajes y el Secano. Fotografía aérea del sector, Servicio de Conservación y Protección, PAG. Archivo de la Alhambra.

rización toponímica y espacial del Monumento y de su entorno. Propone revisar en profundidad la documentación del material mueble e inmueble de carácter arqueológico de la Alhambra y su entorno y la gestión informática de la documentación histórica. Herramienta fundamental es la creación de un Banco de muestras que contemple una concentración espacial de muestreos, una caracterización material y crono-cultural de elementos constructivos, no constructivos y artefactuales, y la asignación crono-cultural de las muestras. Una última herramienta de intervención, que el Plan denomina como prioridades, no puede ser otra que la conservación del patrimonio arqueológico de la Alhambra, para lo que resulta imprescindible la ampliación del conocimiento en las diferentes disciplinas que confluyen en la Alhambra, así como la propuesta de posible configuración como parque arqueológico de zonas como el Palacio de los Abencerrajes (Fig. 14).

BIBLIOGRAFÍA AA.VV. (1986): Alhambra y Generalife. Memoria. Granada, abril 1986. Junta de Andalucía. Consejería de Cultura. Patronato de la Alhambra y el Generalife. BERMÚDEZ LÓPEZ, J. (1989): “Crónica Arqueológica”, Cuadernos de la Alhambra, 25, pp. 163-197.

BERMÚDEZ LÓPEZ, J. (1991): “Crónica Arqueológica. Trabajos de seguimiento y urgencia”, Cuadernos de la Alhambra, 27, pp. 337-342 y pp. 347-378. BERMÚDEZ LÓPEZ, J. y RÍOS JIMÉNEZ, G. (inédito): La conservación arqueológica en la Alhambra: Informe sobre el cierre de vanos en la Torre de Comares. MALPICA CUELLO, A., MORENO LEÓN, E., MARTÍN LÓPEZ, E. y BERMÚDEZ LÓPEZ, J. “El subsuelo. Acerca de la implantación del Palacio de Carlos V. Informe arqueológico”, en El Palacio de Carlos V. Un siglo para la recuperación de un Monumento, Granada, 1995, pp. 93-105. REVILLA UCEDA, M. y BERMÚDEZ LÓPEZ, J. (1994): “Estructura administrativa y técnica para un modelo de gestión e investigación: La Alhambra”, en Arqueología y Territorio Medieval, 1, pp. 13-16. RODRÍGUEZ GARCÍA, I. y ÁVILA MORALES, R. (2006): Memoria: valoración arqueológica en el Carmen de Peñapartida (Patronato de la Alhambra y Generalife) Granada, 149 pp. [inédita]. Archivo del Servicio de Conservación y Protección del PAG. TORRES BALBÁS, L. (1944) “Las mazmorras de la Alhambra”, AI- Andalus, IX, pp. 198-218. VILLAFRANCA JIMÉNEZ, M. del M., Dirección General y SALMERÓN ESCOBAR, P., (2010): Dirección Técnica: Plan Director de la Alhambra (2 vols.), Granada.

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El sol en Menga. Foto: Javier PĂŠrez GonzĂĄlez.


LOS DÓLMENES DE ANTEQUERA: UN HITO DE LA PREHISTORIA DE ANDALUCÍA THE DOLMENS OF ANTEQUERA: A MILESTONE OF PREHISTORIC ANDALUSIA Rafael Maura Mijares. [ mengaviera@hotmail.com ]

Resumen

Summary

Con la publicación del documento de avance del Plan Director de los dólmenes de Antequera, y formando parte de su línea de investigación, se dio minuciosa cuenta del extenso bagaje historiográfico que, a través de los siglos, se ha generado en torno a este conjunto arqueológico. Así mismo, en la reciente edición del proyecto de solicitud para la inclusión de los dólmenes de Antequera en la lista de Patrimonio Mundial, se incluye una versión abreviada de aquel texto. Remitiéndonos a estos trabajos y a sus referencias bibliográficas para un reconocimiento más profundo de dicho proceso, y con objeto de evitar reiteraciones, presentamos a las actas de este congreso la visión transversal del devenir historiográfico del yacimiento, a partir de breves aproximaciones temáticas, que forma parte del programa de contenidos del futuro Centro de Interpretación del conjunto.

With the publication of the document of progress of the Master Plan of the dolmens of Antequera, and forming part of its line of research, was given thorough consideration of the extensive historiographical background which, over the centuries, has been generated about this archaeological site. Likewise, in the recent edition of the draft request for the inclusion of the dolmens of Antequera in the list of World Heritage, includes an abbreviated version of that text. Referring to these works and to their bibliographic references for a deeper appreciation of this process, and in order to avoid repetition, we present to the proceedings of this congress a transverse view of the evolution of the historiographical deposit, from brief thematic approaches, which is part of the program content of the future Center of Interpretation of the site.

Keywords: Archaeological site, dolmens of AntePalabras clave: Conjunto Arqueológico, Dólmenes

quera, historiography.

de Antequera, Historiografía.

MENGA. REVISTA DE PREHISTORIA DE ANDALUCÍA // MONOGRÁFICO Nº 03. 2015. PP. 197-213. ISBN 978-84-9959-251-0 ISSN 2174-9299 // CONJUNTO ARQUEOLÓGICO DOLMENES DE ANTEQUERA

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RAFAEL MAURA MIJARES

LA PRIMERA NOTICIA

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La referencia escrita más antigua conocida en la que aparece el topónimo “Menga” se recoge en una licencia para construir un eremitorio en sus proximidades, otorgada por el entonces obispo de Málaga, César Riario y fechada en 1530. Está escrita en latín y en ella se puede leer: “Cum ittaque, sicut nobis exposuisti, tu zelo devotionis accensus cupis quoddam oratiorum, seu saccelum, heremitorium nuncupatum, in via publica de Archidona, prope antrum de Menga vulgariter nuncupatum, in certo predio hec edificare.”, es decir: “Puesto que, como nos has expuesto, movido por tu devoción, deseas algún oratorio, sagrario o pequeña ermita, edifícalos en la vía pública de Archidona, en cierta finca junto a la cueva vulgarmente llamada de Menga”. Esta cita, que en principio no pasaría de tener un valor meramente anecdótico, viene a corroborar, sin embargo, dos aspectos muy interesantes como punto de partida: que el lugar era conocido en la época en que se redactó esta carta y con la misma denominación que se ha mantenido hasta el presente.

Fig. 1. Primera página de los Discursos Históricos de Antequera de Agustín Tejada y Páez, obra publicada en 1587.

LA PRIMERA RESEÑA

LA PRIMERA DESCRIPCIÓN

La primera información sobre la localización, apariencia y dimensiones del dolmen de Menga nos la proporciona el poeta y doctor antequerano Agustín de Tejada y Páez, en sus Discursos Históricos de Antequera de 1587. Según este cronista, la antigüedad de Antequera “se colige de cuebas y sepulcros, y piedras que en ella de tiempos de Romanos se han hallado, principalmente la cueba que se dize de Menga y otra que junto a ella (poco ha) se ha descubierto y estan a la salida de la ciudad, camino de Granada, son estas cuebas hechas a mano, puestas unas peñas toscamente labradas de cuarenta pies de largo y veinte de ancho, y diez en grueso que estriban en unos mármoles de la propia obra”. En este párrafo parece evidente la alusión, que se repetirá aunque con matices en adelante, al dolmen de Viera. Así, Tejada nos informa, por un lado, de lo que pudo ser un precedente histórico del hallazgo de los hermanos Viera y, por otro, de su certeza en que se trataba de un monumento de semejantes características que el de Menga, lo que induce a suponer que, quizá por aquel entonces, se podría acceder de alguna manera a su interior (Fig. 1).

Francisco de Tejada y Nava, sobrino y discípulo de Agustín de Tejada, nos ofrece la primera descripción propiamente dicha del dolmen de Menga. Aparece en su Historia de la ciudad de Antequera, escrita a principios del siglo XVII. Es como sigue: “A la salida de la Cuidad camino de Granada ay una –cueva– que ni tiene nombre ni se ha registrado en nuestros tiempos por de dentro por estar la boca fuertemente cerrada y no haber habido curioso que aplique su industria para romperla. A diez pasos de esta se ve la otra, que se llama La Cueva de Menga: está en un sitio llano, la entrada de piedras puestas de canto, altas como dos varas; y cada una tiene de ancho dos varas y media y una de grueso: y sirven de cubierta a estas robustas paredes tres losas de desmedida grandeza puestas a mano: cada una de veintiquatro pies de largo y otros tantos de ancho; y como diez de grueso. Estas cuales sustentan tres largos pilares de la misma piedra quadrados de vara y media por todas partes, sin labrar, sin pulimento alguno que componen dos naves; y la cueva tendra de gueco como veititres pies; y toda esta fabrica esta cubierta por los lados y encima de piedras pequeñas, cascajo y tierra bien pisada, de suerte que parece a la vista por de fuera un mediano cerrillo”.

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ORÍGENES MÍTICOS Desde las primeras referencias del siglo XVI y hasta mediados del XIX, van a sucederse reseñas y crónicas, en su mayoría aportadas por autores antequeranos, que tendrán como denominadores comunes el tono descriptivo y la interpretación legendaria. Tal vez el hecho más singular de esta etapa sea la vinculación que parece hacerse entre la estancia mítica de Hércules en España y la fundación de Antequera, tradición que quedó instaurada con la inclusión, en el siglo XVI, de la estatua de este dios griego coronando el Arco de los Gigantes, una estructura monumental adosada a las murallas de la ciudad. El mensaje ideológico de las autoridades civiles era claro: puntualizar la nobleza y la antigüedad de la ciudad, cuyos orígenes se situaban en la Edad Antigua. De esta manera, se hacía tabula rasa del pasado musulmán. Esta creencia daría incluso pie a considerar también a Hércules como responsable de la construcción del dolmen de Menga y de la apertura del desfiladero de Los Gaitanes. Pero lo cierto es que estos hechos no se encuentran en las fuentes bibliográficas antiguas. Respecto al origen de dicha idea, al margen del hallazgo mismo de la estatua, el padre Cabrera, a comienzos del siglo XVII, parece relacionarlo más con una tradición popular que con los precedentes historiográficos (Fig. 2).

ORÍGENES HISTÓRICOS Los primeros cronistas antequeranos que, entre finales del siglo XVI y comienzos del XVII, se ocuparon del dolmen de Menga, descartan completamente que fuera obra de “hombres primitivos”, y también de “árabes ni de godos sino anterior a ellos”, decantándose pues por una adscripción a época romana. A mediados del siglo XIX, Cristóbal Fernández propone por primera vez una atribución anterior a los romanos, identificándolo con el mundo tartésico. Pocos años después, Rafael Mitjana, siguiendo las teorías de la época, considerará un origen céltico para este tipo de edificios, tesis a la que se sumarán Ildefonso Marzo y Manuel de Assas. Pero a finales del siglo XIX, las corrientes de pensamiento hicieron derivar estos monumentos del Mediterráneo oriental. Así, Manuel de Góngora y Luis Siret encontrarán precedentes en los templos micénicos y José Ramón Mélida, ya a comienzos del siglo XX, buscará paralelos egipcios en el templo del valle de la pirámide

de Kefrén. Finalmente, Manuel Gómez-Moreno y Cayetano de Mergelina, retomarán la hipótesis tartesia, siendo los últimos en considerar un origen histórico para estos dólmenes.

ORÍGENES PREHISTÓRICOS A comienzos del siglo XX existía el convencimiento de que cualquier signo de progreso (y la arquitectura megalítica lo era) provenía de Oriente, pero esta idea ya había sido cuestionada intuitivamente por Cartailhac y Aberg y, después, más reflexivamente, por Bosch Gimpera, quienes consideraban las manifestaciones ibéricas como simples exponentes de los grupos neolíticos locales. No obstante, será Hugo Obermaier, en la segunda década del siglo XX, quien formule el primer pensamiento verdaderamente moderno respecto al fenómeno megalítico en el marco de la Prehistoria, ya que trasciende una barrera conceptual hasta entonces infranqueable al desligarlo de un modo taxativo e irrefutable del mundo de las culturas clásicas (Fig. 3).

EL PRIMER ESTUDIO MONOGRÁFICO La primera obra dedicada íntegramente al dolmen de Menga fue escrita en 1847 por Rafael Mitjana y Ardison, y lleva por título Memoria sobre el templo druida hallado en las cercanías de la ciudad de Antequera. A partir de su publicación se convertirá en una referencia obligada para los siguientes estudios, contribuyendo a abrir nuevos frentes de discusión, como el que se refiere a la propia denominación del dolmen o el relativo a la primera excavación de que se tiene constancia –en el mismo lugar que el pozo que se descubriría ya en el siglo XXI– y al hueco abierto en la piedra cabecera, y se propone al cerro de la Cruz como cantera de extracción de los materiales constructivos. Mitjana se atribuye el descubrimiento del dolmen, lo que le valdrá serias críticas, atribuyéndolo, como indica el título de su trabajo, a la “arquitectura celta” europea y haciendo derivar su nombre de la antigua lengua céltica: “Este monumento es llamado por el vulgo Cueva de Mengal, envuelta en un cuento supersticioso: la palabra Men-gal, conservada por más de cuatro mil años, que se puede calcular de la construcción de este edificio, es céltica: corrompida en su última sílaba Men-Lac’h que quiere decir, piedras sagradas”.

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Fig. 2. Diferentes vistas frontales del dolmen de Menga publicadas a lo largo del siglo XIX.

LAS PRIMERAS IMÁGENES En la obra de Rafael Mitjana, Memoria sobre el templo druida hallado en las cercanías de la ciudad de Antequera, primera monografía escrita sobre el dolmen de Menga, se recogen también las primeras imágenes que conservamos de este monumento. Se trata de una serie de cuatro litografías que representan la planta, el alzado del lateral norte con el corte del túmulo, una vista frontal y otra hacia el interior a partir de una sección transversal.

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Por lo que se refiere a los dólmenes de Viera y El Romeral, las primeras imágenes se publican poco después de su descubrimiento en 1903. Son las planimetrías y dibujos realizados por Ricardo Velázquez Bosco y por Manuel Gómez-Moreno, ambas de 1904. Este último incluye, además, las primeras fotografías de Menga –3–: vista frontal, interior desde la entrada e interior desde el fondo; y de El Romeral –2–: vista completa e interior de la cámara principal (Fig. 4).


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Fig. 3. Diferentes croquis de la planta del dolmen de Menga publicados a lo largo del siglo XIX.

LAS PRIMERAS EXCAVACIONES En la monografía de Rafael Mitjana Memoria sobre el templo druida hallado en las cercanías de la ciudad de Antequera, publicada en 1947, se da cuenta también de la primera excavación realizada en el dolmen de Menga: “Se ha hecho una excabacion en el centro de la cueva bajo la gran piedra, sitio donde se creía encontrar restos de cadáveres, urnas &c., profundizando de 20 á 26 pies y nada se ha encontrado: lo mismo ha sucedido con una galería que se ha hecho en el testero

que da á otro monton de tierra que hay detrás de la cueva”. Sin embargo, pocos años después, Trinidad de Rojas hará mención a algunos restos procedentes de este “pozo” que Mitjana no había tenido en cuenta. Medio siglo más tarde, con motivo del hallazgo en 1903 de los dólmenes de Viera y El Romeral, se llevarán a cabo excavaciones en los interiores de los mismos, cuyos resultados serán relacionados, en primer lugar, por Manuel Gómez-Moreno, siendo estudiados posteriormente por Cayetano de Mergalina y Georg y Vera Leisner (Fig. 5).

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Fig. 4. Diferentes alzados del dolmen de Menga publicados a lo largo del siglo XIX.

LEYENDAS DE MENGA Fue el poeta e historiador antequerano Trinidad de Rojas quien se ocupó de recoger las leyendas que generó el imaginario popular sobre un lugar tan enigmático como es el dolmen de Menga. Sobre el origen de su construcción, Rojas describe el relato de la princesa Kelma, seducida por el diablo y salvada de una muerte segura por un mago que hizo descender los bloques de piedra de las montañas para protegerla. En cuanto al nombre de este dolmen se hace eco de la historia de Margarita la leprosa, casada y luego viuda de un rico hombre de negocios que al contraer esta enfermedad se retiró a

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vivir sus últimos días como una mendiga, refugiándose en Menga, recordando que se la veía siempre “…sentada al lado de la cueva y cubierta siempre con su velo negro”.

LOS PRIMEROS MATERIALES ARQUEOLÓGICOS Según las afirmaciones de Trinidad de Rojas en sus artículos publicados en El Museo Universal y en El Genil en 1861 y 1874 respectivamente, en la excavación del dolmen de Menga realizada por Rafael Mitjana en 1847 se habrían hallado monedas árabes y


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Fig. 5. Diferentes vistas des interior del dolmen de Menga publicadas a lo largo del siglo XIX.

romanas, además de “toscas herramientas de picapedrero talladas en piedra oscura, dura y consistente, y con las que es probable fuesen labradas las caras interiores de las piedras que forman el monumento.” También Hugo Obermaier, en su obra sobre el dolmen de Matarrubilla de 1919 dará cuenta del descubrimiento de un hacha pulimentada enterrada bajo el suelo de este dolmen. Con posterioridad, las excavaciones practicadas con motivo de los descubrimientos de Viera y El Romeral ofrecieron numerosos restos cerámicos líticos, óseos y metálicos de cronología prehistórica que fueron descritos en detalle y clasificados primeramente por Cayetano de Mergalina en su obra de 1922 La necrópóli tartesia

de Antequera. Buena parte de estos materiales se encuentran depositados en la actualidad en los fondos del Museo Arqueológico de Málaga (Fig. 6).

EL HACHA DE MENGA En 1919, Hugo Obermaier hace referencia a un hallazgo efectuado en 1904 en el dolmen de Menga por Mariano de Mazas, doctor en Ciencias físicas y exactas, quien realizó “…por puro pasatiempo, una pequeña excavación en el rincón de la derecha del fondo, y allí encontró, a una profundidad de unos 50 centímetros, el hacha que presentamos en la figura 6

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Fig. 6. Material lítico descubierto en el dolmen de Menga.

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–reproducida a tamaño natural–. Es de piedra negruzca, serpentina y tiene 36 mm. de grosor, 89 mm. de largo y 29 y 47 mm. de ancho en sus extremos superior e inferior respectivamente. Su peso es de 256 gramos. El filo está bastante gastado, lo que permite afirmar que el ejemplar ha sido muy usado.” Esta hacha pulimentada típica del Neolítico es el primer hallazgo de cierta entidad entre los realizados en el dolmen de Menga, y no deja de ser sorprendente que fuera un matemático quien la encontró.

LOS PRIMEROS INVESTIGADORES EXTRANJEROS La primera aproximación de la investigación extranjera al dolmen de Menga se produce sólo cinco años después de la publicación de Rafael Mitjana Memoria sobre el templo druida hallado en las cercanías de la ciudad de Antequera. En este caso viene de la mano de la escritora inglesa Lady Louisa Tenison, quien hace una interesante referencia en su libro de viajes Castile and Andalucia. Posteriormente, el conocido investigador francés Émile Cartailhac hará lo propio en su obra de 1886 Les ages préhistoriques de L’Espagne et du Portugal, una primera visión de síntesis sobre el fenómeno megalítico que por primera vez alcanza a la totalidad de la Península Ibérica. Con el arqueólogo belga Luis Siret se cierra el capítulo de la investigación científica relacionada con el dolmen de Menga en el siglo XIX. Este autor lo cita en su obra L’Espagne préhistorique, relevante estudio finalizado en 1893 que constituye una de sus obras más exhaustivas y ambiciosas. Una vez descubiertos los dólmenes de Viera y El Romeral en 1903, el primer extranjero que se ocupará de la necrópolis de Antequera será el paleontólogo alemán Hugo Obermaier, en su obra de 1919 El dolmen de Matarrubilla, donde afirma que constituye “El punto culminante de la arquitectura dolménica de Andalucía”.

LA PRIMERA VISIÓN DE CONJUNTO Tras el descubrimiento de los dólmenes de Viera y El Romeral en 1903, el grupo dolménico antequerano se constituyó en una verdadera necrópolis megalítica y, a partir de entonces, los dólmenes de Antequera comenzaron a valorarse en su conjunto. La primera aproximación general se debe a Manuel Gómez-Moreno, quien en su estudio monográfico de 1905

Arquitectura tartesia: la necrópoli de Antequera, es el primero en recoger los materiales arqueológicos procedentes de los tres dólmenes, en describir el eje visual Menga-Romeral-Peña, en relacionar arqueológicamente la necrópolis con el cerro de Marimacho, en presentar un primer corpus planimétrico integral de la necrópolis y en publicar fotografías de los dólmenes. La obra de Gómez-Moreno, que será ampliada años más tarde por su discípulo Cayetano de Mergelina, constituye un hito en el estudio del núcleo megalítico de Antequera comparable a lo que fue la publicación de Rafael Mitjana para el dolmen de Menga.

LOS CORREDORES PERIMETRALES Los tres dólmenes que componen la necrópolis de Antequera fueron expoliados desde antiguo. En la Edad Media se llevaron a cabo excavaciones de galerías en los túmulos en busca de supuestos tesoros que recorrían perimetralmente las estructuras de piedra. Estas galerías se conocieron primeramente en el dolmen de Viera donde recorrían el lateral derecho hasta la parte posterior de la cámara. Las de El Romeral fueron descritas en 1920 por Pierre París. Aunque se cerraron durante los trabajos de restauración de este dolmen en los años cuarenta del pasado siglo, recientes estudios geofísicos han revelado su forma, que rodea la cámara y que se extiende verticalmente en profundidad. Por último, a finales del siglo XX, con motivo de las excavaciones de la Universidad de Málaga, se puso también de manifiesto la existencia de una galería perimetral en Menga análoga a la de Viera, de la que hasta entonces no se tenían noticias.

LA ANTIGÜEDAD Y LA EDAD MEDIA Las investigaciones de 2004 en el dolmen de Viera, realizadas por Luís Efrén Fernández y Manuel Romero, dieron pie a una interesante aproximación al monumento en épocas históricas. Partiendo de las primeras intervenciones “destructivas” de las poblaciones indígenas del Bronce Final, en torno al siglo VII a.C., a quienes se responsabiliza del vaciado de los ajuares y restos óseos humanos que encontraron en el interior, estos autores detectan la utilización del monumento como cantera en época romana, indicando también que tanto el túmulo como el inicio del corredor, se utilizaron para instalar enterramien-

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tos bajo ladrillos y «tégulas». Muy interesante es su atribución a época nazarí del corredor perimetral de Viera, fijada por la presencia de materiales hispanomusulmanes, a caballo entre los siglos XIV y XV. La utilización de estos espacios en época árabe queda asimismo atestiguada por el hallazgo en la entrada del dolmen de Menga, también en 2004 y por parte del equipo dirigido por Verónica Navarrete, de dos enterramientos de individuos adultos de sexo masculino orientados hacia el suroeste.

MENGA: EL TOPÓNIMO Aunque desde las primeras referencias escritas el dolmen de Menga es conocido por este nombre, tal cual, no ha faltado quien cuestionara este vocablo apelando a diferentes orígenes etimológicos. El primero sería Rafael Mitjana, a mediados del siglo XIX, quien hace derivar el término de la palabra celta Men-gal o Men-Lac’h, que quiere decir, piedras sagradas. Esta denominación sería posteriormente duramente cuestionada por Ildefonso Marzo y Trinidad de Rojas, y a finales del siglo Emile de Cartailhac llega a considerar este debate como un tanto inútil. A principios del siglo XX, Gómez-Moreno recupera la vieja polémica sobre el topónimo “Menga” añadiendo una nueva variable, ya que asegura que “…el nombre dicen la proviene de cierta leprosa llamada Dominga…”, noticia que entra en contradicción con la leyenda recogida por Trinidad de Rojas, donde se la llamaba Margarita. Finalmente, en los años sesenta, Simeón Giménez Reyna aportará una última variable en la vieja problemática de la toponimia del dolmen de Menga, cuando afirma que en el pasado fue “… refugio de ganado y gitanerías y se le conocía con el nombre de Mengue o de Menga”.

LAS ACUARELAS PERDIDAS Las ilustraciones que complementan el texto de Emile Cartailhac de finales del siglo XIX relativo a Menga, un total de tres, tienen su pequeña odisea. Cartailhac confirma en el pie de la primera imagen que se trata de una copia realizada a partir de una acuarela de M. Henri Nodet, sin precisar más ni repetir el dato en las siguientes láminas. Sin embargo, las dos primeras vienen suscritas, a su vez, por dos firmas cada una, en las que puede leerse A. de Mortillet por un lado, y Michelet, S C, por otro. La última imagen, por el contrario, solo viene firmada por

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Michelet. Por otro lado, en el Archivo de la Catedral de Sevilla se conservan unos planos y dibujos, obra del arquitecto Joaquín Fernández de Ayarragaray y fechados entre 1898 y 1899, algunos prácticamente idénticos a los publicados por Cartailhac. Veinte años después, Adrien de Mortillet reconocerá haber sido él quien copiara los originales de Henri Nodet, lo que explica la aparición de su firma en las ilustraciones de la publicación de Cartailhac. Pero sobre todo nos informará de la conservación de los originales en los fondos del Museo Arqueológico Nacional, hecho que quizás podría explicar las grandes similitudes entre las láminas de Ayarragaray y el propio Mortillet como resultado de la duplicación de una misma fuente, en este caso la de Nodet. Esto no explica, en cualquier caso, la presencia de la firma Michelet S C en los dibujos de Mortillet publicados por Cartailhac. Sólo a modo de hipótesis podría argumentarse que tal vez se tratara del grabador.

EL “REDESCUBRIMIENTO” DE VIERA Desde las primeras crónicas que describen el dolmen de Menga, se hace referencia también a otro dolmen conocido en las proximidades y que parece relacionarse con el de Viera. Sin embargo, en la primera monografía de Menga, realizada por Rafael Mitjana en 1847, éste no concede valor alguno a las descripciones precedentes, y al convertirse su obra en foco de referencia único y obligado esta información se perdió hasta que los hermanos Viera lo redescubrieran en 1903. Este redescubrimiento es relatado por Narciso Díaz Escovar: “…los dos hermanos dieron comienzo a ir explorando tierras y profundizando y profundizando poco a poco. Por fin vieron el cerro o túmulo, por una zanja que tardaron más de un mes en abrir y que llegó a tener una profundidad de siete y ocho metros. Creíanse defraudados y pensaban cesar en las excavaciones, cuando vieron restos de argamasa y una piedra pulimentada. Aumentaron sus esfuerzos y a poco dieron con una especie de cúpula de piedra que perforaron por el centro hallando con una cavidad capaz de enterrar diez ó 50 personas. Rastrearon las paredes y como les sonaba a hueco, abrieron un boquete por donde penetraron con dificultad, encontrando una galería. Pudo entonces apreciar que se trataba de otro dolmen, acaso de menor antigüedad y así fueron con admirable paciencia hasta hallar su entrada y dejarlo limpio de tierra y cascotes” (Figs. 7 y 8).


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Figs. 7 y 8. Los hermanos Viera, descubridores de Viera y El Romeral.

¿POR QUÉ SE LLAMAN VIERA Y EL ROMERAL? Cuando a comienzos del siglo XX los hermanos Viera descubrieron los dólmenes de Viera y El Romeral, no se les dio el nombre que ahora tienen. El primero era conocido por “Cueva Chica” y el segundo como “Cerrillo Blanco”, dado el aspecto que entonces tenía. Manuel Gómez-Moreno, en su obra monográfica sobre la necrópolis de Antequera de 1905, es quien rebautiza a la “Cueva Chica”: “…su exploración, alguna vez intentada, fue sin éxito, hasta que en el año penúltimo, por Febrero, la realizaron los hermanos Viera: bien merece ser designado por su nombre, y así, cueva de Viera le llamaremos”. También de 1905 es la nueva denominación del dolmen del “Cerrillo Blanco”. Es Ricardo Velázquez Bosco quien se la da cuando se refiere al dolmen “…que llamaremos del Romeral, por hallarse en finca de este nombre”.

EL OLIVO CENTENARIO En la puerta del dolmen Menga había un olivo. No sabemos desde cuándo estuvo allí, aunque sí que es centenario, porque aparece en una de las ilus-

traciones de la publicación de Emile Cartailhac de 1886. Con motivo de los trabajos de ordenamiento del campo de los túmulos, en 2003 se realizaron excavaciones en la entrada del dolmen y se decidió realizar un corte con metodología arqueológica para la extracción del olivo. Con motivo de estos trabajos se descubrió entre sus raíces un enterramiento de época musulmana. Dado el simbolismo tan particular que este olivo tenía para la propia necrópolis y para los ciudadanos de Antequera fue trasplantado a la zona del Centro solar, donde sigue actualmente vinculado al espacio que alberga el Memorial de los dólmenes. Este árbol tiene un mínimo de ciento veinte años (Fig. 9).

LAS LÍNEAS MAESTRAS Los arquitectos encargados de la construcción de los dólmenes de Antequera quisieron expresar su vinculación simbólica con el cosmos a través de los diferentes alineamientos que establecieron a partir de los ejes de sus corredores. Así, el proyecto arquitectónico se basó en dos líneas maestras. La primera queda definida con la orientación del corredor de Menga hacia un hito geográfico de peculiares

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Fig. 9. El olivo de Menga en su actual emplazamiento en el Memorial de los dólmenes de Antequera, junto al Centro Solar Michael Hoskin. Fotografía, Javier Pérez.

connotaciones como es la Peña de los Enamorados. La segunda se establece mediante el alineamiento del eje del corredor de Viera hacia el orto solar en los equinoccios. Más tarde, el dolmen de El Romeral se situará en la trayectoria del eje Menga-La Peña y su corredor se orientará hacia otro señalado accidente geográfico, la sierra de El Torcal. La investigación contemporánea comienza a reconocer estas líneas maestras a partir de Lady Louisa Tenison, a mediados del siglo XIX, quien se percibe de la relación entre Menga y La Peña. Más tarde, en 1905, Manuel Gómez-Moreno describe con claridad el eje visual Menga-Romeral-Peña y Wilfrid James Hemp publica en 1934 la primera fotografía de la Peña desde la entrada de Menga, señalando también la presencia en el llano del túmulo de Romeral. Por su parte, Juan Antonio Belmonte y Michael Hoskin serán los primeros en constatar, ya en 2002, la orientación equinoccial de Viera.

LAS CANTERAS DE LOS DÓLMENES Una de las cuestiones más reiteradas en la investigación de los dólmenes de Antequera ha sido la problemática sobre la localización de la cantera calcarenítica de donde proceden los materiales empleados para su fábrica. El primero en planteárselo fue Rafael Mitjana, quien en su obra de 1847 Memoria

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sobre el templo druida hallado en las cercanías de la ciudad de Antequera, apunta al cerro de El Calvario, que debe entenderse como el cerro de La Cruz, en la propia ciudad de Antequera, nombre con el que aparece en el resto de la bibliografía. Más adelante, Manuel Gómez-Moreno, en su monografía de 1905 Arquitectura tartesia: la necrópoli de Antequera insiste en el cerro de La Cruz como la cantera originaria también de los materiales del dolmen de Viera. No faltó, sin embargo, quien opinara que los bloques que conforman sus estructuras no eran más que simples compuestos de argamasa, dada la imposibilidad de que en los tiempos más remotos se tuviera la capacidad técnica de manejar piedras con estos pesos y volúmenes. Recientemente, en 2009, se han publicado los resultados de los análisis geoarqueológicos realizados por la Universidad de Granada, que han determinado una nueva localización entre el barrio de Los Remedios y las inmediaciones del cerro de la Cruz y para el dolmen de El Romeral, una cantera distinta próxima a su ubicación.

LOS PROCESOS DE CONSTRUCCIÓN Trinidad de Rojas, hacia finales del siglo XIX es el primero en prestar atención a la problemática sobre el proceso de construcción del dolmen de Menga, proponiendo el empleo de dos procedimientos combina-


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dos: la palanca y el plano inclinado. Más adelante, en la primera mitad del siglo XX, Cayetano de Mergelina plantearía proyectos de edificación semejantes para los tres dólmenes a partir de una elevación progresiva, reafirmándose en el uso de palancas, planos inclinados y rodillos. Años después, Georg y Vera Leisner, en la línea de Manuel Gómez-Moreno y Hugo Obermaier, contemplan un mismo modelo de construcción para Menga y Viera, es decir, la excavación en el terreno natural de una zanja conformando la planta del monumento, en la que serían encajados los bloques que conforman los muros (ortostatos) con objeto de servir de soporte a las cobijas, para ser luego toda la estructura cubierta por el túmulo y por fin desalojada la tierra del interior. A finales del siglo XX José Enrique Ferrer e Ignacio Marqués publicarán nuevas propuestas para los modos de edificación empleados en Menga y Viera, que contemplan los siguientes pasos: Nivelación del terreno, excavación de la zanja para la cimentación, disposición de la primera capa de tierra al exterior de la zanja para el desplazamiento de los ortostatos, encaje de los ortostatos, nuevo aporte de tierras para la nivelación del terreno y la formación de rampas para el desplazamiento de las cobijas, colocación de las cobijas y última aportación de tierras para la cubierta del túmulo. El proceso de construcción del dolmen de Menga ha sido recreado en un audiovisual de animación.

PESOS Y MEDIDAS La cuestión de las dimensiones, volúmenes y masas de los bloques empleados en la construcción de los monumentos megalíticos de Antequera ha sido objeto de debate y ajuste desde las primeras descripciones de Menga. Como ejemplo valgan las estimaciones que se han ido haciendo a lo largo del tiempo respecto al peso de la enorme losa que cubre el fondo de su cámara: Rafael Mitjana, a mediados del siglo XIX, 130 toneladas; Manuel Gómez-Moreno, a comienzos del XX, 170; Pierre París, en los años veinte, 170; Simeón Giménez Reyna, en los años sesenta, 180; José Enrique Ferrer e Ignacio Marqués, en los noventa, 140; y, por fin, Isabel Mellado y Mª del Pilar Rivillas, en 2005, 149,85 toneladas. Además, el equipo dirigido por estas últimas calcula por primera vez los pesos, medidas y volúmenes de todos y cada uno de los bloques que conforman los tres sepulcros antequeranos. También las dimensiones de los propios dólmenes han estado sujetas a

continuas precisiones, modificándose a medida que los sistemas de medición fueron perfeccionándose o que las excavaciones iban poniendo al descubierto nuevos indicios. Hoy por hoy se cuenta con la cartografía fotogramétrica en 3D realizada por la empresa TDTEC, una tecnología que recrea espacios virtuales con gran detalle y fidelidad.

LOS PILARES DE MENGA Los tres pilares que se alinean en el centro de la cámara del dolmen de Menga y en el sentido de su corredor, no tienen parangón en la arquitectura megalítica. Esta exclusividad ha dado origen a numerosas discusiones sobre el papel que desempeñaron en la obra constructiva. Hacia mediados del siglo XIX, Lady Louisa Tenison es la primera en ocuparse de la cuestión, observando su falta de perpendicularidad y proponiendo que pudieron haberse introducido con posterioridad cono soporte adicional de la techumbre, teoría que seguirán posteriormente Manuel Gómez-Moreno, Pierre Paris y Cayetano de Mergelina. Éste asegura que dos de los pilares, el primero y el segundo, no tocaron nunca las cubiertas, mientras que para Wilfrid James Hemp, en los años treinta del siglo XX sólo el pilar central lo hacía. En la actualidad se tiende a pensar que los pilares formaron parte integrante del proyecto arquitectónico desde el principio y que su función como soporte de las cobijas ha sido y es necesaria y efectiva. Finalmente, el hallazgo en 2004, por parte del equipo dirigido por Verónica Navarrete, de una estructura en el umbral cuya forma coincide en su morfología con las de las bases de los otros pilares del dolmen, ha planteado la hipótesis de que pudiera corresponder a la cimentación de un cuarto pilar.

LOS TÚMULOS Aunque el tema ya había sido tratado con anterioridad por Trinidad de Rojas, Cayetano de Mergelina, Georg y Vera Leisner y Simeón Giménez Reyna, el estudio arqueológico de los túmulos que cubren los monumentos megalíticos de Antequera no se abordó de forma sistemática hasta finales del siglo XX, por parte José Enrique Ferrer e Ignacio Marqués. En base al análisis de los numerosos cortes estratigráficos que plantearon, estos investigadores observan en la estructura del túmulo de Menga una alternancia entre capas compuestas por lajas de piedra y otras

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Fig. 10. Topografía de los túmulos de Menga y Viera con indicación de los cortes practicados en la intervención arqueológica de 2006, según Francisco Carrión et alii.

integradas básicamente por tierras, estimando que tendría una forma oblonga, con el eje mayor de 67 m siguiendo el eje longitudinal del corredor, y el menor, de 57 cm en sentido transversal. Respecto al dolmen de Viera, se confirma que no está acorazado como el de Menga, ya que, tras una primera “capa-cofre” el resto estaría compuesto únicamente por aportaciones de tierra. También se ajustó el tamaño de este túmulo, que los Leisner habían estimado en 35 m de diámetro con una altura de 4 m sobre las losas de la cámara y que se estableció en algo más de 40 m de diámetro y una altura siempre inferior a 4 m, es decir, más en consonancia con las estimaciones de Mergelina. En relación con esta propuesta se encuentra el hallazgo de un cinturón de piedras localizado por Ferrer y Marqués, “rodeando las proximidades del sepulcro, en los niveles inferiores del túmulo”. El dolmen de El Romeral aún no ha sido objeto de estudios determinantes en este sentido, aunque hoy por hoy se estiman para todos ellos plantas de tendencia circular. Debe hacerse mención a la curiosa similitud en sus alturas que presentan los túmulos de Menga y Viera con el cerro de Marimacho (Fig. 10).

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HISTORIOGRAFÍA DE LAS INSTITUCIONES ARQUEOLÓGICAS DE ANDALUCÍA

LA LOSA DE EL ROMERAL En el suelo de la segunda cámara del dolmen de El Romeral hay una gran losa de caliza embutida hacia el fondo en el muro de mampostería. Acerca de su función se han vertido diferentes opiniones. Para Manuel Gómez-Moreno, a comienzos del siglo XX, sobre esta losa “se depositaría el cadáver del personaje que este sepulcro mereciera; mas no sé si efecto de la descomposición orgánica ó de otro fenómeno, será la pátina rojiza que la embadurna”. De esta forma, se plantea también la problemática respecto a sus vestigios de coloración que será retomada a partir de entonces por varios autores. Posteriormente, Hugo Obermaier, que trae a colación la losa del suelo de la cámara secundaria de El Romeral al buscar paralelismos para la pila del dolmen de Matarrubilla, opina que no podía “haber servido para el empedrado del suelo, pues descansa en nivel elevado sobre este último”, haciendo constar que “la losa es muy plana, siendo pues de interpretar como «mesa» muy baja, que serviría probablemente para depositar los cadáveres o el mobiliario funerario”. En la actualidad se baraja la hipótesis de que formara


LOS DÓLMENES DE ANTEQUERA: UN HITO DE LA PREHISTORIA DE ANDALUCÍA

parte del suelo de esta cámara, que seguiría hasta la altura del escalón de mampostería que da acceso a la misma y que se situaría en un nivel superior al de la cámara principal.

LOS GRABADOS DE MENGA

cubierta de Viera, tallada en forma triangular, fuera también una estela reutilizada, dando pie a la hipótesis de que anteriormente a la erección de los grandes monumentos antequeranos existió una fase de estelas y menhires que posteriormente fueron incorporados a su construcción.

La existencia de grabados en la entrada del domen de Menga fue observada por primera vez por Rodrigo Amador de los Ríos en 1907, quien no los considera prehistóricos. Más adelante, en la década de los veinte, Cayetano de Mergelina y Juan Cabré hacen un primer estudio de los mismos, describiendo y reproduciendo en un dibujo cuatro figuras cruciformes y un motivo en forma de estrella, sin poner en duda su autenticidad. Hugo Obermaier se referirá posteriormente a estos trabajos al ocuparse de las grafías megalíticas del dolmen de Soto, y Wilfrid Hemp y Georg Leisner, a mediados del siglo XX, también los incluirán como vestigios prehistóricos en sus obras. Idéntica filiación será propuesta en 1968 por Simeón Giménez Reyna, aunque descarta la autenticidad del motivo esteliforme, que ni siquiera refleja en un dibujo alusivo. En la actualidad, a partir de los trabajos de Primitiva Bueno y Rodrigo de Balbín en 2006, parece confirmarse que existe un único antropomorfo original, el más externo de todos los grabados, y que el resto forma parte de un calvario realizado en fechas históricas, a la vez que proponen que el interior de Menga pudiera contener un programa iconográfico más extenso realizado mediante pintura y grabado, entendiendo la gran cobija del fondo de la cámara como un menhir decorado previamente y reutilizado después como elemento constructivo del dolmen.

EL POZO DE MENGA

LOS GRABADOS DE VIERA

Es Manuel Gómez-Moreno, quien por primera vez relaciona arqueológicamente la necrópolis de Antequera con el cerro de Marimacho, a partir del hallazgo de “cerámica negra no torneada, cuchillos de pedernal y hachas de piedra”, datos que posteriormente serían recogidos por Pierre Paris. Hasta 1977 no se aborda el primer estudio de materiales de superficie, realizado por Juan Antonio Leiva y Bartolomé Ruiz, que los adscriben a un Calcolítico pleno, aunque posteriormente esta cronología será revisada por Ana Baldomero y Antonio Garrido, quienes los sitúan en un Calcolítico tardío y final, continuando su vigencia al menos durante las primeras fases del Bronce. Finalmente, en las exca-

En 1934, Wilfrid Hemp pone de relieve la existencia de cazoletas (concavidades circulares) en varios ortostatos del corredor del dolmen de Viera, que ya habían sido referidas por Manuel Gómez-Moreno en 1905, aunque éste las considerara meras marcas de desbastado. Tras una breve alusión de Edwin James en 1973, estos motivos no volverán a incluirse en la bibliografía hasta 2005, cuando un equipo dirigido por Rafael Maura los describe y reproduce gráficamente. Finalmente, en la línea de sus investigaciones en el dolmen de Menga, Primitiva Bueno y Rodrigo de Balbín proponen actualmente que una de las losas de

Hacia mediados del siglo XIX, Rafael Mitjana hace la primera excavación en el dolmen de Menga, bajo la gran cobija del fondo de la cámara, profundizando hasta unos siete metros. Pocos años después, tanto Lady Louisa Tensión como Trinidad de Rojas emplearán el término “pozo” para referirse a esta excavación. La primera afirma que Mitjana abre también un hueco cuadrado en la piedra cabecera para iluminar a los obreros que trabajaban en el interior. El segundo apunta que en dicha excavación se obtuvieron hallazgos como monedas árabes y romanas, además de “toscas herramientas de picapedrero”. Posteriormente, el pozo acabará siendo cegado, aunque no puede precisarse el momento exacto en que esto ocurrió, diluyéndose a partir de entonces el conocimiento de su existencia. El pozo de Menga fue “redescubierto” en 2004 por Verónica Navarrete y su equipo y excavado íntegramente, hasta sus 19,40 m de profundidad, por Francisco Carrión y David García, sin que ofreciera materiales prehistóricos. En la actualidad no se sabe a ciencia cierta el momento en que se perforó este pozo, aunque parece que no debió ser coetáneo a la construcción del dolmen (Fig.11).

EL CERRO DE MARIMACHO

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Fig. 11. Planimetría del dolmen de Menga en la que se indica la localización del pozo, según Francisco Carrión et alii, 2006.

vaciones dirigidas por Ignacio Marqués en 1997 se localizaron varias estructuras comunicadas entre sí por zanjas a modo de canales, documentándose un enterramiento sobre el piso de una de ellas. Este equipo considera al cerro de Marimacho como el núcleo principal de población relacionado con los dólmenes, entendiéndose que su ocupación daría comienzo en un Cobre antiguo, perdurando, al menos, durante todo el Calcolítico. El cerro Marimacho ha sido incluido recientemente en las prospecciones geofísicas realizadas por la Universidad de Southampton, que detectaron estructuras en la cima de la colina y en las faldas hacia el Este, así como en la cartografía fotogramétrica en 3D de todo el recinto. El cerro Marimacho ha sido incluido recientemente en las prospecciones geofísicas realizadas por la Universidad de Southampton, en el marco del proyecto de investigación Sociedades, territorios y paisajes en la depresión de Antequera, dirigido por Leonardo García Sanjuán, que detectaron estructuras en la cima de la colina y en las faldas hacia el este, así como en la cartografía fotogramé­trica en 3D de todo el recinto.

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HISTORIOGRAFÍA DE LAS INSTITUCIONES ARQUEOLÓGICAS DE ANDALUCÍA

LAS INTERPRETACIONES Las primeras descripciones del dolmen de Menga en el siglo XVI proponen un uso del mismo como templo, de connotaciones mágico-diabólicas en algunos casos, o como fortaleza de carácter defensivo. Más tarde, hacia la mitad del siglo XIX, Rafael Mitjana se sumará a la interpretación ritual-religiosa, considerándolo un sitio ceremonial dedicado a la celebración de misteriosos ritos druídicos, una idea desarrollada también por Manuel de Assas, para quien estas construcciones cumplirían, también en el mundo celta, el papel de altares de sacrificio. Pero en esta misma época ya se daban opiniones contrarias que proponían un uso como tumbas colectivas, caso de Ildefonso Marzo y Trinidad de Rojas, interpretación que prevalecería a partir de entonces, teniendo a sus principales defensores en Ricardo Velázquez Bosco y Manuel Gómez-Moreno. En la actualidad, el carácter funerario de estos edificios parece completamente comprobado, si bien no faltan voces que apuntan la posibilidad, sólo en el caso del dolmen de Menga dadas sus desmedidas proporciones y su excepcionalidad estructural, de que se tratara de un templo.


LOS DÓLMENES DE ANTEQUERA: UN HITO DE LA PREHISTORIA DE ANDALUCÍA

Fig. 12. La Peña de los Enamorados desde el Llano de Rojas. A la derecha, el cerro de Marimacho. Fotografía, Javier Pérez.

LAS CRONOLOGÍAS La antigüedad de los dólmenes de Antequera y su secuencia cronológica han sido objeto de arduos debates, en especial desde el descubrimiento en 1903 de Viera y El Romeral. Ya en 1907, en consonancia con las estimaciones que hoy en día se tienen, Amador de los Ríos establece acertadamente una mayor antigüedad para el dolmen de Menga, considerando a El Romeral como la construcción más reciente de las tres. Así mismo, Hugo Obermaier apuntaba en los años veinte hacia un Neolítico final-Calcolítico para Menga y Viera, y los Leisner, a mediados de siglo, fecharán el dolmen del Romeral en 1700 a. C. Más

tarde, en 1968, Giménez Reyna fijará unas cronologías que tardarán dos décadas en cuestionarse: en torno al 2500 a. C. para Menga, al 2400 para Viera y al 1800 para El Romeral. La primera datación por C-14 obtenida en la necrópolis fue realizada a comienzo de los años noventa por Ignacio Marqués y José Enrique Ferrer a partir de una muestra de carbón extraída de la base de este túmulo de Viera, que ofreció una fecha en torno al 2600 ± 140 a. C. La mayor antigüedad del dolmen de Menga respecto al de Viera quedaría confirmada en 2007 con los resultados de las primeras series de dataciones absolutas obtenidas en el primero por el equipo de Francisco Carrión y que lo sitúan hacia el V milenio a.C. (Fig. 12).

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Vista aérea del Museo Arqueológico de Sevilla. Foto: Paisajes Españoles.


UN MUSEO DE MUSEOS. EL PASADO EN EL FUTURO DEL MUSEO ARQUEOLÓGICO DE SEVILLA A MUSEUM OF MUSEUMS. THE PAST IN THE FUTURE OF THE ARCHAEOLOGICAL MUSEUM OF SEVILLA Concha San Martín Montilla [Jefa del Departamento de Conservación e Investigación del Museo Arqueológico de Sevilla]. [ concepcion.sanmartin@juntadeandalucia.es ]

Diego Oliva Alonso [Arqueólogo y Conservador de Museos]. [ diegoolivaalonso@gmail.com ] Manuel Camacho Moreno [Arqueólogo de la Agencia Andaluza de Instituciones Culturales]. [ manuel.c.moreno@juntadeandalucia.es ]*

Resumen

Summary

El presente artículo ilustra el origen y la evolución del Museo Arqueológico de Sevilla. Sus colecciones actuales encierran toda la historia del coleccionismo sevillano y es, quizás, el museo andaluz que permite ilustrar de forma más completa el recorrido que va desde los museos o gabinetes humanistas hasta el museo público y desde el anticuarismo a la Arqueología. En relación con estos valores se muestran las principales líneas de actuación recogidas en su nuevo Plan Museológico.

This article illustrates the origin and evolution of the Archaeological Museum of Seville. It´s current collections contain the history of sevillian collecting and is, perhaps, the Andalusian museum that illustrate in a more complete way the route that goes from museums or humanists cabinets to the public museum, and from the antiquarianism to archeology. In relation to these values, the main priorities, compilled in the new Museum Plannin, are shown.

Keywords: Archaeological Museum of Seville, HisPalabras clave: Museo Arqueológico de Sevilla, Historiografía, Coleccionismo, Itálica, Arqueología Pública, Planificación Museística.

toriography, Collections, Itálica, Public Archeology, Museum Planning.

* En las fechas de redacción de la ponencia que recoge este artículo Concha San Martín era Directora del Museo Arqueológico de Sevilla; Diego Oliva, Jefe del Departamento de Conservación e Investigación de este Museo y Manuel Camacho Moreno arqueólogo de la Agencia Andaluza de Instituciones Culturales.

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CONCHA SAN MARTÍN MONTILLA, DIEGO OLIVA ALONSO Y MANUEL CAMACHO MORENO

Fig. 1. Museo Arqueológico de Sevilla. Foto: Martín García.

Las colecciones actuales del Museo Arqueológico de Sevilla (MASE) encierran toda la historia del coleccionismo sevillano y es, quizás, el museo andaluz que permite ilustrar de forma más completa el recorrido que va desde los museos o gabinetes humanistas hasta el museo público y desde el anticuarismo a la Arqueología (Fig. 1). Hay un largo camino recorrido, muy anterior a la fundación oficial del Museo en 1879, que se inició hace más de cuatrocientos años, con la formación de colecciones en los ambientes humanistas sevillanos, continuó con las de los estudiosos barrocos e ilustrados, de las que recogieron el testigo dos museos públicos del siglo XIX, uno estatal y otro municipal.

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HISTORIOGRAFÍA DE LAS INSTITUCIONES ARQUEOLÓGICAS DE ANDALUCÍA

Ambos confluyeron en el actual, con motivo de su instalación en el Pabellón Renacimiento de la Plaza de América, que se inauguró en 1946. A partir de esa fecha, el Museo siguió enriqueciéndose con objetos recuperados en excavaciones arqueológicas, en progresivo crecimiento, a la par que fueron decreciendo los procedentes de un denostado coleccionismo anticuarista (San Martín, 2006: 68). Esa inauguración es, desde esta larga perspectiva, un hecho trascendental, pues finaliza entonces un largo peregrinaje de obras de arte y antigüedades por diferentes colecciones y ubicaciones diversas, con la dispersión y pérdida de muchas de ellas; tan lleno de avatares y accidentes, que sólo podemos


UN MUSEO DE MUSEOS. EL PASADO EN EL FUTURO DEL MUSEO ARQUEOLÓGICO DE SEVILLA

seguir su curso, en algunos tramos. Y sin embargo, es esencial desvelar y conocer este proceso histórico. En primer lugar porque el relato de ese largo camino, rico en experiencias, puede orientar, ahora y en el futuro, las valoraciones y actuaciones respecto al MASE. En segundo lugar, contribuirá a una mejor comprensión de los conceptos sobre la arqueología y el patrimonio arqueológico compartidos por la comunidad científica, los colectivos profesionales y una parte del mundo de la cultura, incluyendo a aquellos que tienen que adoptar decisiones ejecutivas que afectan a la Arqueología y a los museos arqueológicos. Por ello, en correspondencia con su Misión, expresada en su Plan Museológico, y con las expectativas sociales generales respecto a la institución museística en nuestro contexto europeo occidental, el MASE establece en dicho Plan una serie de principios básicos que guiarán su actividad, entre los que se incluyen, en relación con el tema que nos ocupa, los siguientes1: • El coleccionismo anticuario que está en el origen del Museo, forma parte de su historia y será objeto de valoración, investigación y difusión, distinguiéndolo claramente de la actividad coleccionista que, desde finales del siglo XIX, choca con la protección pública del Patrimonio Histórico y es contraria al concepto de Arqueología científica que en todo momento el Museo debe practicar, fomentar y comunicar. • El coleccionismo arqueológico actual es además de mayoritariamente ilegal, una práctica insolidaria que, en beneficio individual, acapara bienes de dominio público, destruyendo para siem-

pre testimonios del pasado de la comunidad. La lucha contra esta práctica guiará la actividad del Museo, colaborando con las autoridades competentes, la justicia y los cuerpos de seguridad e inspirando el discurso museológico en todas sus actuaciones de difusión y comunicación. Así pues, en base a ello, dentro del mencionado Plan Museológico, el equipo redactor del Programa de Exposición Permanente planteó, en la 1ª fase de redacción, que una de las tres grandes secciones temáticas, denominadas “recorridos”, estaría dedicada a la Historia del Museo y sus colecciones bajo el título “Un Museo de museos”, en referencia a todos los museos precedentes que el MASE alberga en su interior y que podríamos representar con la imagen de una matrioska. Su principal mensaje es que las colecciones actuales del MASE encierran la historia del coleccionismo sevillano de antigüedades e ilustran ese proceso histórico que conduce a su creación2. Para la 2ª fase de la redacción del programa expositivo, en el marco de una metodología participativa, el equipo redactor3 ha contado con una Comisión Asesora Científica Arqueológica4 y con las aportaciones de técnicos de la Dirección General de Museos de la Consejería de Cultura y de la Subdirección General de Museos Estatales del Ministerio de Cultura5 implicados en todo el proceso de desarrollo del Plan Museológico (Fig. 2). En este artículo seguiremos el guión de esa futura sección expositiva sobre la Historia del Museo Arqueológico de Sevilla6, cuya estructura y contenidos se deben al trabajo de muchas personas. En primer lugar, no hubiera sido posible sin el desarrollo en las últimas décadas de líneas de investigación

1 Concha San Martín, Diego Oliva y otros. Plan Museológico del Museo Arqueológico de Sevilla, Tomo I: Planteamiento conceptual, Análisis y Evaluación, Febrero de 2007 (documento inédito). 2 Concha San Martín, Diego Oliva y otros. Plan Museológico del Museo Arqueológico de Sevilla, Tomo II: Programa de Exposición (1ª fase) y Programa Arquitectónico, Julio de 2007 (documento inédito). 3 Equipo redactor del Programa de Exposición (2ª fase) del Museo Arqueológico de Sevilla: Concha San Martín Montilla, Diego Oliva, Manuel Camacho Moreno y Juan Ignacio Vallejo Sánchez. 4 Comisión Asesora Científica Arqueológica nombrada por la Dirección General de Museos de la Consejería de Cultura para la redacción de los programas de exposición y de colecciones del Museo Arqueológico de Sevilla. Presidenta: Concha San Martín Montilla; Secretario: Diego Oliva Alonso; Vocales: Fernando Amores Carredano, María Belén de Amos, José Beltrán Fortes, Rosario Cruz Auñón, Leonardo García Sanjuán, Pilar León Alonso, José Ramón López Rodríguez, Rafael Valencia Rodríguez; asesor externo: Francisco Borja Barrera. 5 Todas las menciones a organismos e instituciones o los puestos profesionales o institucionales de las personas que se citan corresponden al momento en que se pronunció esta conferencia el 29 de septiembre de 2011. 6 Si, en el momento de pronunciarse esta conferencia, la materialización de la rehabilitación integral del Museo empezaba a alejarse en el horizonte, por efectos de los drásticos recortes sobre los presupuestos públicos, en el de la presente publicación, los autores firmantes empezamos a perder la esperanza de que pueda siquiera iniciarse en los próximos años, dadas las nulas manifestaciones en ese sentido del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, pese a disponer éste del proyecto arquitectónico y museográfico finalizado, en cuya redacción se han invertido más de 2 millones de euros de dinero público. Es lamentable que responsables técnicos y políticos de la planificación y gestión cultural, durante décadas, hayan ignorado -y sigan haciéndolo- uno de los mejores Museos Arqueológicos de España.

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CONCHA SAN MARTÍN MONTILLA, DIEGO OLIVA ALONSO Y MANUEL CAMACHO MORENO

Fig. 2. Cuadro de Eugenio Hermoso: Un rincón del Museo, 1900. Foto: José Morón.

sobre la Historia del coleccionismo anticuario, los museos arqueológicos, la Arqueología y las instituciones del Patrimonio Histórico. Lo que exponemos aquí es un resumen de algunas de esas investigaciones, muy especialmente las de José Beltrán Fortes, catedrático de la Universidad de Sevilla, y de José Ramón López Rodríguez, conservador de museos y, en el momento de redactarse esta ponencia, director del Conjunto Arqueológico de Itálica. Este

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HISTORIOGRAFÍA DE LAS INSTITUCIONES ARQUEOLÓGICAS DE ANDALUCÍA

último, tras 20 años de recorrer archivos, bibliotecas, museos y colecciones, ha publicado una excepcional Historia de los Museos de Andalucía, que a su exhaustividad en el seguimiento y comprobación de los hechos une un análisis histórico riguroso y comprometido. Antes de iniciar ese recorrido, unos breves apuntes sobre los museos y la museología.


UN MUSEO DE MUSEOS. EL PASADO EN EL FUTURO DEL MUSEO ARQUEOLÓGICO DE SEVILLA

Con anterioridad a los años 90 del siglo XX, en la poca bibliografía museológica a la que se podía acceder en España, era mayoritaria la idea de que la institución que denominamos Museo actualmente nace con la Ilustración, considerándose que los museos anteriores no eran tales y reservándose para ellos el término de colección. Sin embargo las investigaciones desarrolladas en las dos últimas décadas en el campo de la historia del coleccionismo y de la génesis de los Museos han cambiado ese enfoque y han retrotraído el origen de nuestros museos hasta el siglo XVI. En algunas de las colecciones humanistas del período renacentista, que sus contemporáneos denominaban “Museos”, se identifican ya algunos rasgos que serán constantes en la historia del museo y de la museología, y que podemos calificar de museológicos (Lugli, 1992). En la segunda mitad del siglo XVI más allá del atesoramiento de obras de arte, surge la orientación de mostrar la exposición de la colección en edificios construidos exclusivamente para ello. Y paralelamente comienza el interés por los contenidos de curiosidades del mundo natural y artificial así como por los vestigios del pasado relacionados con los hombres ilustres de la Antigüedad o con los orígenes de las ciudades. En ellos se manifiesta ese programa de colección, a través de la disposición de los objetos, cuyo orden tiene un sentido, el que le imprime el coleccionista para comunicar a un determinado círculo de personas. Y es ese programa expositivo, que da sentido y expresa la intención de la colección, lo que convierte a ésta en un Museo (López Rodríguez, 2010: 39-44).

trán Fortes, 1994: 105-124). De una y de otra, las más antiguas colecciones humanistas se dispersaron, salvo la sevillana de los Duques de Alcalá que aún se conserva incompleta en la Casa de Pilatos, propiedad de los Duques de Medinaceli. De ella, 4 piezas fueron donadas por la Casa de Medinaceli –heredera del ducado de Alcalá– al MASE, lo que le permite en su discurso museológico ilustrar el coleccionismo aristocrático de antigüedades en esa Sevilla del siglo XVI en la que bulle un ambiente intelectual y artístico plenamente conectado con el europeo, debido al papel que juega como metrópolis del imperio colonial español y a ser un puerto, que al hecho de ser secularmente uno de los principales del comercio mediterráneo añade ahora el de ser el gran puerto de Indias. Esta colección, una de las principales que existieron en España en materia de escultura clásica, fue reunida por el I Marqués de Tarifa y III Duque de Alcalá, Per Afán de Ribera, en Nápoles, siendo Virrey de esta ciudad, con esculturas de toda Italia que envió a su palacio sevillano, hoy conocido como Casa de Pilatos, con la idea de contribuir a su reforma y ampliación en el nuevo estilo renacentista, con logias y patios decorados con esas esculturas. Allí se materializó, por primera vez en Sevilla, el modelo de jardín arqueológico que tendrá su mayor desarrollo en el período barroco (Lleó Cañal, 1995: 68-73).

NOBLES, ANTICUARIOS Y ERUDITOS (SS. XVI-XVII)

Fernando Enríquez de Ribera, III Marques de Tarifa y V Duque de Alcalá, nieto de Per Afán, destacado mecenas y coleccionista de pintura, promotor de la tertulia o academia que se reunía en su casa, a finales del siglo XVI y comienzos del XVII, a la que asistían, entre otros, el que fuera preceptor de su padre y destacado humanista, Francisco Medina, los pintores Francisco Pacheco y Pablo de Céspedes, o el poeta Juan de Arguijo, mantuvo e incrementó la colección familiar de antigüedades. Es él quien hace traer de Guadix, solar de la colonia romana Iulia Gemella Acci, un pedestal con inscripción votiva a Isis, de contenido evergético y decorado con relieves alusivos al culto de esta diosa. Dicho pedestal es una de esas cuatro piezas donadas al Museo; las otras son las esculturas de Nióbide herido y de Apolo Citaredo –tocando la cítara–, ambas de procedencia italiana, y un capitel romano figurado (Fig. 3).

Córdoba y Sevilla son las capitales andaluzas con la más larga trayectoria coleccionista anticuarista, que en ambos casos se remonta al siglo XVI (Bel-

Sevilla vive plenamente este periodo del Renacimiento y se sumerge en los estudios de sus raíces clásicas. Se escriben las primeras descripciones

EL COLECCIONISMO DE ANTIGÜEDADES EN SEVILLA El programa expositivo del MASE relata la historia del coleccionismo de antigüedades sevillano en cuatro unidades expositivas: • Nobles, anticuarios y eruditos (ss. XVI-XVII) • La colección de antigüedades de la Bética de Bruna (s. XVIII) • El coleccionismo del s. XIX • Arqueología versus expolio

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CONCHA SAN MARTÍN MONTILLA, DIEGO OLIVA ALONSO Y MANUEL CAMACHO MORENO

época y posteriores es el de Argote de Molina, que fue incluso visitado por Felipe II (López Rodríguez, 2010: 45-49). A caballo entre los siglos XVI y XVII el estudioso y poeta Rodrigo Caro inaugura una investigación arqueológica sobre Itálica y otras ciudades antiguas basada en el examen crítico de las fuentes escritas y de los restos arqueológicos. Itálica será en el siglo XVII fuente de inspiración poética para diversos autores, siendo el propio Rodrigo Caro el mejor exponente de esta poesía con su Canción a las Ruinas de Itálica. Gracias a su cargo de visitador del Arzobispo de Sevilla puede conocer y examinar directamente los hallazgos de que tiene noticia en los pueblos que visita y cargar en su mula todo aquello que considera de interés. De esta manera forma una colección de monedas, inscripciones y otros objetos antiguos (Mora, 2008: 34) (Fig. 4). Pero la colección más importante en la historia del MASE, la que podemos considerar el museo más antiguo que parcialmente se encuentra en su seno, es la formada en el siglo XVII por Juan de Córdoba Centurión, destacado representante del coleccionismo barroco. Hijo natural del III Marqués de Estepa, Adán Centurión, recibió una esmerada educación de

Fig. 3. Apolo Citaredo procedente de la antigua Colección del Marqués de Tarifa. Foto: Martín García.

de las ruinas de Itálica. La de Andrea Navagero en 1525 es la más antigua, a la que seguirán las de otros autores. Las representaciones artísticas de la ciudad y sus alrededores la incorporan con la referencia de Sevilla la Vieja y mediante la representación de su anfiteatro, como icono. Proliferan desde entonces las crónicas sobre sus orígenes, en las que los eruditos locales, tratando de ofrecer una nueva imagen, que rompa con su pasado islámico, bucean en la Historia Antigua y en la Mitología y ponen sus ojos en aquellas ruinas que le daban cierto lustre imperial (López Rodríguez, 2007: 14). En bibliografía y documentos hay referencias y breves descripciones de los “museos” que tenían en su casa destacados humanistas sevillanos, como Gonzalo Argote de Molina, los ya mencionados Francisco Medina y Pablo de Céspedes, Luciano Negrón, Martín Vázquez Siruela o Pedro Villegas Marmolejo. De ellos, el más apreciado por las fuentes de la

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HISTORIOGRAFÍA DE LAS INSTITUCIONES ARQUEOLÓGICAS DE ANDALUCÍA

Fig. 4. Retrato de Rodrigo Caro, según Pacheco. Copia de Juan Lafita (Archivo MASE).


UN MUSEO DE MUSEOS. EL PASADO EN EL FUTURO DEL MUSEO ARQUEOLÓGICO DE SEVILLA

éste, que también fue coleccionista y “caballero muy erudito” –como decía de él Rodrigo Caro, con quien mantenía correspondencia–, autor de una obra sobre los Libros Plúmbeos del Sacromonte de Granada y de un estudio del pedestal accitano de Isis antes mencionado que tenía en su colección el Duque de Alcalá. Juan de Córdoba se interesó desde muy pronto por la epigrafía y el coleccionismo de antigüedades de la mano de Martín Vázquez Siruela, colaborador de su padre, con el que hace realidad la vieja idea del Marqués de crear un jardín arqueológico. Para ello elige una villa de recreo que la familia tenía en Lora de Estepa y construye una logia para exponer inscripciones y esculturas (Ballesteros, 2002: 171-188). Pero además, y esto es algo realmente extraordinario, las piezas se acompañaban de cartelas explicativas grabadas en piedra, de las cuales se han conservado “milagrosamente” dos, descubiertas por José Ramón López en los almacenes del MASE7, y, en la puerta de su palacio de Lora, Juan de Córdoba, colocó una lápida donde expresó en latín la intención de su colección, su programa museológico en el sentido al que antes hemos hecho referencia (López Rodríguez, 2010: 80). Por suerte, también se ha conservado esta lápida, hoy en la Torre de Don Fadrique, por haberse integrado en el antiguo Museo Arqueológico Municipal sobre el que trataremos más adelante. Normalmente no se conservan documentos donde el coleccionista exprese su intención y el investigador tiene que inferirla de su testamento o de los inventarios para la transmisión de su herencia, cuando tiene la suerte de que se hallan conservado, o más frecuentemente de breves descripciones hechas por sus contemporáneos en libros, cartas u otros documentos.

LA COLECCIÓN DE ANTIGÜEDADES DE LA BÉTICA DE BRUNA (S. XVIII) La nueva orientación racionalista del anticuarismo ilustrado de la segunda mitad del siglo XVIII, que pasa del estudio de testimonios de los orígenes ilustres de las ciudades y de la nación (monedas, medallas, inscripciones, retratos) al de los grandes conjuntos arquitectónicos de la Antigüedad, dará lugar a un incipiente coleccionismo público, por iniciativa de las Academias o de responsables públicos que

muestran un especial interés y que son pioneros en la labor que desarrollarán las Juntas de Museos y Comisiones de Monumentos en la centuria siguiente. Uno de los más destacados de estos pioneros fue Francisco de Bruna que, cuando era Alcaide de los Alcázares de Sevilla, inició la creación allí de la que él denominó Colección de Inscripciones y Antigüedades de la Bética, de carácter público, ya que cuenta con el respaldo real a través del Conde de Floridablanca, se instala en una propiedad real e incluso se financia con fondos de la Corona, tal y como se afirma en un informe oficial redactado tras la muerte de Bruna (Cano Rivero, 2006: 29-31). Pero no pertenece a la nación, en el sentido burgués del término, ni tampoco, que sepamos, es un museo abierto al público plenamente, aunque lo disfrutan académicos, artistas e intelectuales sevillanos y lo visitan todos aquellos que lo solicitan, a juzgar por las noticias y descripciones que tenemos de él. La correspondencia con el padre Alejandro del Barco en relación con el peligroso estado en que se encontraba la colección Juan de Córdoba Centurión, por abandono y ruina de su palacio, nos ilustra sobre ese respaldo de la Corona, ya que el fraile le ruega a Bruna que dispusiera el traslado de dicha colección al Alcázar, valiéndose de su “autoridad y comisión”. Y en otro texto, del Barco dice que Bruna, “se halla autorizado por el Excmo. Conde de Floridablanca” para recoger todos los “despojos de la Antigüedad” en Andalucía, “y colocarlos, para su conservación en el Real Alcázar de Sevilla”, lo que nos indica la justificación y sentido del programa de la colección y, por tanto, su carácter museológico (López Rodríguez, 2010: 128). Durante los cuarenta y dos años que Francisco de Bruna fue Alcaide de los Alcázares –entre 1765 y 1807, fecha de su muerte–, la enriqueció incorporando numerosos hallazgos de antigüedades, atento siempre a las noticias sobre ellos, de las que se tiene constancia en diferentes documentos (López Rodríguez, 2010: 129-130). Instaló la colección de escultura en los salones del palacio gótico del Alcázar, insertando entre ellas algunas inscripciones; el resto junto con otros fragmentos arquitectónicos y escultóricos se fueron acumulando en el patio llamado de María de Padilla; los cinco

7 Concha San Martín fue testigo de ese feliz descubrimiento de José Ramón López, en el breve período que ambos coincidieron trabajando en el MAS, allá por el año 1994.

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fragmentos de esculturas de la colección de Juan de Córdoba Centurión se expusieron, al menos por un tiempo, en la galería porticada que precede a estos salones y se abre a dicho patio; y las piezas de menor formato, que pertenecían a su colección personal, en vitrinas de la planta alta de este mismo edificio, donde Bruna tenía su vivienda (López Rodríguez, 2010: 131132). Vemos pues también una museografía con criterios de selección y orden que, junto con el programa museológico, como hemos dicho, es lo que diferencia un museo de una simple colección. Pero lo que procuró prestigio e impulso público a su colección, ampliamente elogiada en su época, fue su iniciativa de emprender excavaciones en Itálica en 1781, siguiendo el ejemplo de las realizadas en Pompeya, Herculano y Estabia. Las más espléndidas esculturas del Museo Arqueológico de Sevilla, las que le otorgan un puesto muy destacado entre los museos españoles con colecciones de Arte Clásico, proceden de Itálica. Algunos de los más importantes iconos de este Museo fueron exhumados por Bruna, como la escultura de Trajano o el torso de Mercurio, identificado entonces como Apolo hasta que, más de cien años después, apareció su pierna con las características alas en el pie (San Martín Montilla, 2006: 70). También aparecieron entonces un magnífico torso de Diana y otro del emperador Adriano. Aunque Itálica había sido anteriormente estímulo del coleccionismo de Antigüedades en Sevilla, vemos ahora claramente el primer episodio de esa recurrente relación causa-efecto en la historia de los museos arqueológicos españoles y andaluces, que es una de las tesis del libro que estamos citando de José Ramón López y que él nos proponía como línea discursiva a los ponentes del curso Origen y formación de los museos arqueológicos andaluces, como coordinador del mismo. Nos referimos a que la historia de nuestros museos arqueológicos ha avanzado no de una forma lineal progresiva, sino a impulsos coyunturales motivados por importantes hallazgos casuales o destacados descubrimientos en el curso de excavaciones arqueológicas. Pero dicho autor hace notar que el caso de la relación de Itálica con el MASE es algo diferente; el origen del Museo no es tanto un hallazgo puntual como la presencia y cercanía de la ciudad romana, que venía proporcionando hallazgos desde siglos atrás (López Rodríguez, 2010: 211; 217) La Colección de Antigüedades e Inscripciones de la Bética, ilustrada y pública, es el primer antecedente

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del MASE. Por más que existiera una recolección muy temprana por parte de los monjes del Monasterio de San Isidoro del Campo, propietarios de los terrenos del yacimiento, no parece guardar mucha relación esta práctica con ese coleccionismo con rasgos museológicos del que estamos tratando. A la par que utilizaban el anfiteatro y el teatro como cantera para los hornos de cal donde se calcinaban los mármoles, algunas piezas salvadas de estos fines, recuperadas por monjes aficionados o estudiosos, fueron disponiéndose en diferentes zonas del Monasterio, más o menos destacadas, según su interés, sin que tengamos noticia de una ordenación o de un programa de colección, sino más bien indicios de su ausencia. (Rodríguez Hidalgo, 2006: 547-548) A la muerte de Bruna, en abril de 1807, no es fácil dilucidar la propiedad de lo reunido en el Alcázar, lo de las dos Academias sevillanas –de las Buenas Letras y de las Tres Nobles Artes–, la colección pública de Antigüedades de la Bética y la particular de Bruna, que tenía allí su propio gabinete. El rey interviene y reclama los inventarios de todo y, tan sólo tres meses después, se trasladan a la corte algunas pinturas y dibujos (López Rodríguez, 1995: 14-15; Beltrán y López Rodríguez, 2012: 100). El rey José I hizo reunir en el Alcázar las obras de arte de conventos suprimidos, con objeto de hacer una selección para el Museo Josefino en Madrid y otros destinos reales. Del calibre de la rapiña de los intermediarios, el agregado artístico para Andalucía, Quilliet, y el mariscal Soult, nos da cuenta José Ramón López, al comparar los inventarios del Alcázar de 1810 y 1813; entre uno y otro faltan 173 cuadros (López Rodríguez, 2010: 151-152). Este expolio se agravará con la Guerra de la Independencia, durante la cual el archivo, la biblioteca y las colecciones fueron saqueados (López Rodríguez, 1995: 15). Sin duda afectó a la Colección de Inscripciones y Antigüedades de la Bética, aunque no conocemos detalles; lo que de ella quedó permaneció en el Alcázar durante varias décadas hasta que, no sin dificultades, se integró en el primer museo público sevillano, que tratamos más adelante.

EL COLECCIONISMO DEL S. XIX A lo largo del siglo XIX se produce la institucionalización del patrimonio histórico que, en lo que al arqueológico se refiere, culmina con la promulgación de la Ley sobre Excavaciones Arqueológicas de 1911. Consecuentemente se inicia lenta y dificultosamente


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el fin del coleccionismo privado de objetos arqueológicos, como actividad lícita. En el seguimiento de este proceso en Sevilla podemos trazar tres líneas fundamentales: • El coleccionismo romántico, representado por la figura del presbítero Francisco Mateos Gago. • El intervencionismo institucional. • El afán coleccionista de particulares Francisco Mateos Gago representa el declive del coleccionismo anticuario nacido en el siglo XVI. Fue un personaje destacado en la erudición decimonónica, con significativas aportaciones en el campo de la Arqueología y la Numismática, desbordando el ámbito local. Como reflejo de su tiempo, encarna el prototipo de erudito de corte académico. Su vida intelectual en relación con la Historia y el Patrimonio Histórico, muy especialmente el arqueológico, fue amplia e intensa. Fue miembro de la Diputación Arqueológica y posteriormente de la Comisión Provincial de Monumentos (en adelante CPM), de la que dimitió debido a su inoperancia ante las demoliciones de edificios históricos realizadas por la

Junta Provisional Revolucionaria y el Ayuntamiento de Sevilla, según hizo constar en un artículo en el diario madrileño “El Pensamiento Español” que fue muy sonado. (López Rodríguez, 2010: 210; López Rodríguez, 2011: 60-61). Fue miembro fundador y muy activo de la Sociedad Arqueológica Sevillana. Participa en excavaciones en Itálica, Carmona, Osuna y otros lugares y se relaciona y colabora con otros estudiosos e investigadores, como Francisco Collantes de Terán, Demetrio de los Ríos o Jorge Bónsor, Juan Fernández y su Sociedad Arqueológica de Carmona. Y lo más importante para el tema que nos ocupa, formó una importante colección arqueológica que, tras su muerte, fue comprada a su herederos por el Ayuntamiento de Sevilla (Fernández Chaves y Chaves Tristán, 2004) (Fig. 5). En esta centuria avanza poco a poco la toma de conciencia del patrimonio histórico, dando lugar a una lenta pero creciente protección institucional y al establecimiento de mecanismos contra la destrucción del patrimonio. El desarrollo urbanístico de la ciudad, que supuso la desaparición de numerosos monumentos y obras de arte, favoreció esta toma de conciencia. Este cambio va unido al principio

Fig. 5. Francisco Mateos Gago rodeado de su colección arqueológica (Archivo MASE).

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del fin del coleccionismo privado de antigüedades –que empieza a ser considerado como actividad del pasado y contraria a los intereses públicos–, al avance científico y profesional de la Arqueología, a la protección del Patrimonio Arqueológico y al coleccionismo público a través de las actividades arqueológicas controladas por el Estado (Beltrán Fortes, 1995: 27-54) Como se ha dicho, este proceso culmina en la aprobación de la Ley de Excavaciones Arqueológicas de 1911 y de su Reglamento en el año siguiente. Desde años antes, la Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades y las Comisiones Provinciales de Monumentos, habían entrado en conflicto con los coleccionistas que compraban objetos arqueológicos expoliados de los yacimientos arqueológicos sin autorización y sin el concurso siquiera de personas con conocimientos. El caso de Itálica era sangrante. En este sentido, la figura más destacada y controvertida en Sevilla es la de Regla Manjón, Condesa de Lebrija, activa compradora de piezas arqueológicas de Itálica entre 1901 y 1914, e incluso de terrenos para extraer piezas y mosaicos para su palacio, en competencia con las excavaciones legales y oficiales emprendidas por la CPM. Un hecho significativo de este momento es la negociación con la Condesa de Lebrija sobre tres mosaicos extraídos de Itálica y que le fueron reclamados en virtud de la Ley. El acuerdo final alcanzado fue que la Condesa se quedó con uno de los pavimentos en el Palacio de la C/ Cuna, pero en calidad de depósito del Estado. Las opiniones sobre el coleccionismo de Regla Manjón eran contradictorias entre sus contemporáneos, pues a la par que alababan su esfuerzo, denunciaban el daño que sufría Itálica por este comercio y finalmente atribuían la culpabilidad a las autoridades por no proteger el yacimiento. (León, 1994: 57; Lleó, 1994: 13-14 y 17-18; Beltrán, 2006: 109110; López Rodríguez, 2010: 312-313). También Eduardo Ibarra, entre 1901 y 1902 compró piezas arqueológicas y costeó excavaciones en la misma ciudad, recuperando mosaicos para su casa. Y Luis Siravegne un comerciante de antigüedades con tienda abierta, que mantenía una colección particular. La aparente erudición e interés por la Arqueología de Juan Peláez y Barrón no era más que simple afán coleccionista, que finalmente se trocó en comercio, cuando por necesidad económica tuvo que vender partes de su colección, acabando ésta repartida entre la Universidad, la colección arqueológica

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municipal y el MASE. Todos ellos se consideran filántropos y amantes del patrimonio histórico –como siguen argumentando los actuales coleccionistas que receptan ilegalmente el patrimonio arqueológico expoliado– pero lo amaban para sí mismos y no dieron muestras de una filantropía comparable, ni de lejos, con la que desde hace tiempo practicaban las burguesías británica y estadounidense. No obstante, hemos de considerar que el estado de desatención por la autoridades en el que se encontraba el MASE en su sede del Convento de la Merced daba argumentos a expoliadores y coleccionistas del patrimonio histórico; argumentos que deben combatirse activamente, porque ni entonces ni ahora justifican esa apropiación privada de lo que es bien común. Es por ello que el Programa expositivo del MASE culmina este tema con una unidad que, bajo el título Arqueología versus expolio, pretende sensibilizar y crear conciencia, no tanto desde un enfoque legal sino centrada en el valor de los objetos en su contexto arqueológico original, mostrando con ejemplos muy visuales de casos reales, la contraposición entre los resultados de la Arqueología en términos de enriquecimiento científico, cultural y social de la comunidad y el perjuicio irreversible que el expolio arqueológico causa a ese patrimonio común –y a su transmisión futura– para satisfacer intereses exclusivamente individuales, por más que se quieran “disfrazar los lobos de corderos”.

MUSEO PÚBLICO. ANTECEDENTES Y GÉNESIS DEL MUSEO ARQUEOLÓGICO DE SEVILLA LAS INSTITUCIONES Y EL PATRIMONIO ARQUEOLÓGICO Las secularizaciones y nacionalizaciones del patrimonio artístico eclesiástico, en el siglo XIX, debido a las sucesivas supresiones de órdenes religiosas y desamortizaciones de conventos, por un lado, y las demoliciones de edificios causadas por las transformaciones y modificaciones urbanas, por otro, van a tener dos consecuencias fundamentales de signo contrario. En primer lugar, el contexto histórico convulso y caótico que domina los dos primeros tercios del siglo y en el que se desarrollan estos procesos determinará continuos y graves daños y pérdidas para el patrimonio histórico: daños de guerra, demoliciones, traslados de bienes


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muebles descontrolados, robos, intenso mercado de objetos artísticos, sobre todo de pintura, etc. En segundo lugar, los intentos de combatir esta situación mediante disposiciones de protección y la creación de instituciones como las Juntas de Museos, las diputaciones arqueológicas de la Academia Real de Arqueología y Geografía del Príncipe Alfonso que se formaron en algunas provincias (Almería, Sevilla y Cádiz) y sobre todo las Comisiones Provinciales de Monumentos. Junto a ellas, las academias o las sociedades económicas de amigos del país y, más adelante, los ateneos y las sociedades arqueológicas contribuyeron a ese progreso de la conciencia sobre el patrimonio arqueológico como bien común que debe protegerse y conservarse (Beltrán Fortes, 2008: 42-45). Pero aún no estábamos ante una administración de patrimonio histórico con capacidad de actuación directa, sino que estas instituciones fueron constantemente desoídas por las autoridades públicas, produciéndose numerosos desastres que ellas denunciaban impotentes. En Sevilla, como en otras ciudades, pueden ponerse muchos ejemplos, como la demolición de la murallas almohades, de las que la CPM logró salvar el tramo de la Macarena y la colocación de lápidas donde se levantaban las antiguas puertas derribadas, algunas de las cuales se conservan en la colección epigráfica del MASE. Otro momento reseñable son las demoliciones de algunos conventos y otros monumentos tras la Revolución de 1868. Estando prevista la de varias iglesias, el derribo de la primera de ellas, la Iglesia de S. Miguel, provocó la dimisión de Mateos Gago a la que nos hemos referido antes, cuya repercusión a nivel nacional influyó en que la mencionada Comisión lograra que el Ayuntamiento paralizara la demolición de las demás (López Rodríguez, 2010: 209-210; López Rodríguez, 2011: 61-61).

LOS MUSEOS ARQUEOLÓGICOS DE SEVILLA El Museo provincial Tres décadas después de la muerte de Francisco de Bruna, la colección pública de Antigüedades de la Bética seguía depositada y algo abandonada en Los Alcázares. En la fecha temprana de 1835, se había creado el Museo de Pinturas, que se instaló en uno de los conventos suprimidos por la Desamortización, el de la Merced. En 1842 se constituyó allí una Sec-

ción de Antigüedades con las piezas depositadas en el Gobierno Civil procedentes de las excavaciones oficiales realizadas en la década anterior en Itálica. En ese mismo año, Sevilla estuvo a punto de perder su excepcional colección de Antigüedades de la Bética, pues desde Madrid se pensó seriamente en trasladarlas al Museo Real. Afortunadamente la Academia Sevillana de Buenas Letras reaccionó reclamando y acreditando la propiedad de la colección y consiguió que ésta permaneciera en Sevilla. La CPM solicitó que se trasladase al Museo, pero su petición no fue atendida hasta que no amenazó un nuevo peligro: los Duques de Montpensier querían llevarse las esculturas más importantes a su Palacio de San Telmo. La cuestión se zanjó con una Real Orden que asignaba definitivamente la colección de Antigüedades formada por Bruna al Museo de Pinturas, a donde se trasladó en 1855 para incorporarse a la mencionada Sección de Antigüedades (López Rodríguez, 1995: 18). En el Alcázar quedaron las piezas epigráficas de época medieval y moderna que se incorporarán después a la colección arqueológica municipal, entre ellas la inscripción fundacional del Museo de Juan de Córdoba de Lora de Estepa anteriormente mencionada. Las esculturas italicenses de la colección de Bruna y las excavaciones en Itálica en esta 1ª mitad del siglo XIX son las que proporcionan este primer impulso para que en Sevilla el Museo Arqueológico sea una realidad algo más temprana que en el resto de las provincias andaluzas (López Rodríguez, 2010: 199). Y serán otros descubrimientos de esculturas italicenses las que proporcionarán nuevos empujones a la institución, como veremos más adelante. De la primera instalación de esta Sección de Antigüedades en una galería del claustro mayor de La Merced, existe una fotografía, propiedad del Duque de Segorbe, en la que se ven lápidas y esculturas apoyadas directamente en el suelo, incluso tumbadas, sin planteamiento museográfico alguno, bajo los cuadros colgados en las paredes. Pero así y todo era un avance respecto a cómo se encontraba el depósito arqueológico anterior, del que no tenemos imágenes pero que fue sucinta y despectivamente descrito por Richard Ford, equiparándolo al “patio de un picapedrero” (López Rodríguez, 2010: 202). Tras el decreto del 20 de marzo de 1867 por el que además de crearse el MAN se ordenaba también la creación de museos arqueológicos “en aque-

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Fig. 6. Galería de esculturas del Museo en la sede del antiguo Convento de la Merced, hacia 1920 (Archivo MASE).

llas provincias en las que se conserven numerosos e importantes objetos arqueológicos” –y en las demás, colecciones arqueológicas que deberían instalarse en la biblioteca pública o en el archivo histórico–, debió tomarse la decisión de darle forma a este Museo Arqueológico en Sevilla y se le encargó hacerlo al arquitecto Demetrio de los Ríos, que era director de las excavaciones de Itálica desde 1860 y del Museo desde 1866. Sabemos que en 1875 las obras de instalación ya estaban iniciadas (López Rodríguez, 2010: 217-218). La nueva disposición de la colección; la creación oficial del Museo por R. D. de 21 de noviembre de 1879; el nombramiento en ese mismo año de un director perteneciente al cuerpo facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios –incorporados estos últimos en 1867–, Manuel Campos Munilla, al que la CPM le da traslado de la colección fundacional de 335 objetos en 1880; y la apertura al público en ese mismo año, alumbran por fin este Museo al final de una larga y complicada gestación y parto no menos dificultoso.

8 Información verbal de José Ramón López Rodríguez.

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Tras el feliz acontecimiento, los 20 primeros años del Museo y últimos del siglo, transcurren con más pena que gloria. Podemos imaginarlos a través de las fotografías que tenemos de las galerías en La Merced, de finales del siglo XIX e inicios del XX, donde apreciamos eso que José Ramón López llama una “museografía sin almacén” (López Rodríguez, 2010: 218), a lo que añadimos nosotros que esa carencia la acaba convirtiendo en una “museografía-almacén”, pues las piezas que van engrosando la colección se acumulan de forma que se va estrechando el pasillo de circulación entre ellas. Y podemos ver “el despacho” de Campos Munilla – una simple mesa junto a las piezas–, donde tenía que realizar su labor aterido de frío en invierno, a juzgar por una carta en la que pide que le proporcionen una estufa8. En 1900 y 1901 dos descubrimientos escultóricos en Itálica relevantes despertaron a los siempre adormecidos sevillanos respecto a este Museo tan excepcional y tan poco valorado localmente, a excepción


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de un pequeño círculo de personas. Nos referimos al descubrimiento de una estatua casi completa de Diana y a una pierna alada que resultó pertenecer al torso, hasta este momento identificado como Apolo, que había sido hallado por Bruna en sus excavaciones 120 años atrás. Pero pese al entusiasmo general, recogido por la prensa, pasarán casi 30 años hasta que se empiece a proponer una sede digna para un Museo con una de las mejores colecciones de escultura clásica del país. La oportunidad la ofrecerán los pabellones que quedaron libres tras la Exposición Iberoamericana de 1929 (Fig. 6). El Museo Municipal La Colección Arqueológica Municipal, creada en 1886 a instancias del capitular Alfredo Eraso, se incrementó por la eficaz dirección del ilustre erudito sevillano José Gestoso, que supo recabar de los poseedores de antigüedades de la ciudad, que las cediesen al naciente museo. Pero éste no mereció tal nombre realmente hasta que en 1892 el Ayuntamiento adquirió la rica colección del anticuario Francisco Mateos Gago, comprada a sus herederos (López Rodríguez, 2010: 230-233). El Museo Arqueológico Municipal fue un proyecto que no logró consolidarse, ya que sus colecciones, por causas diversas, permanecieron más tiempo almacenadas que expuestas al público como era su finalidad, en espera de colocación definitiva; primero en diferentes dependencias de las Casas Capitulares, siendo al fin trasladadas en 1920 a un departamento del Monasterio de Santa Clara, cedido por las religiosas, en tanto se edificaban los locales para dar instalación definitiva a este museo en la huerta del Convento adquirida en dicho año por el Ayuntamiento, incluida la bella Torre de Don Fadrique que en ella existía. La nueva construcción resultó insuficiente para una instalación adecuada y la reclamación de sede para ambos museos, éste y el provincial, coincidirán en los años 30 del siglo XX (López Rodríguez, 2010: 334335; Camacho Moreno, 2013: 155-162). Para entonces la colección municipal contaba con más de 3.000 piezas, sin contar la copiosa colección numismática integrada mayoritariamente por la de Mateos Gago. En prehistoria y protohistoria superaba en interés a la del museo provincial, pues se había integrado en este museo municipal parte de la colección de Peláez y Barrón, destacando piezas de ajuares funerarios de los túmulos carmonenses de La Bastida, El Acebuchal, Cueva del Judío, El Picacho y Ranilla.

INVESTIGACIONES Y MUSEO ARQUEOLÓGICO Una última unidad de la génesis del MASE es la dedicada a la relación entre éste y las investigaciones arqueológicas del siglo XIX y 1ª mitad del XX. En el contexto de las reformas napoleónicas, José Bonaparte asignó fondos para excavaciones y firmó decretos, alguno de ellos en la propia Itálica, que suponían un cambio de actitud respecto al patrimonio arqueológico. Tras la exclaustración de los monjes de San Isidoro del Campo, se inician en 1836 obras de mejora de la carretera de Sevilla-Badajoz, que van a desencadenar en lo que J. M. Rodríguez Hidalgo califica, entre comillas, de “unas auténticas excavaciones arqueológicas de urgencia”, las que acometió el funcionario del gobierno civil Ivo de la Cortina, entre 1939 y 1940, por encargo del Jefe Político de la provincia –equivalente al cargo de gobernador provincial– Serafín Estébanez Calderón (Rodríguez Hidalgo, 2006: 557). Éste ya había tenido que intervenir anteriormente ante los destrozos cometidos por los obreros –presidiarios– que trabajaban en la construcción de la carretera. Y antes de su intervención, el mismo año en que se habían iniciado las obras, habían aparecido dos esculturas, una de ellas el retrato de Adriano y la otra un torso thoracato –con traje militar y coraza– (Fernández Gómez, 1998: 64). De las controvertidas excavaciones se extrajeron un gran volumen de piezas que fueron depositadas en el Gobierno Civil y de allí pasaron, junto a las dos mencionadas, al depósito arqueológico que se constituye en el Museo de Pinturas en 1842. Entre ellas, una inscripción dedicada a Liber Pater, un togado colosal, las piernas de una escultura thoracata, un torso colosal y las cabezas de Galba, Alejandro Magno y Dea Roma (Rodríguez Hidalgo, 2006: 559). Ésta fue a parar a la colección de los Duques de Montpensier y actualmente se encuentra en la colección particular de una empresa de Seguros. Su donación o depósito en el Museo es una de las actuaciones contempladas en el programa de colecciones del MASE que actualmente se está redactando, dentro del Plan Museológico (Fig. 7). A Ivo de la Cortina le sustituye José Amador de los Ríos en la responsabilidad arqueológica y sabemos de sus gestiones y desvelos tanto por el yacimiento como por evitar el traslado de las piezas de la colección de Bruna a Madrid. Pero las obras de la carretera avanzaban y continuaban los destrozos;

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Fig. 7. Plano de las excavaciones de Ivo de la Cortina en el Foro de Itálica. Foto: José Morón.

al llegar a la zona próxima al anfiteatro, éste y otras edificaciones sirvieron de cantera. Los hermanos José Amador y Demetrio de los Ríos encabezaron reacciones de protesta, apoyados por la CPM y por la Diputación Arqueológica; los enfrentamientos alcanzaron su mayor virulencia en 1855, precisamente el año en que la colección de Bruna fue trasladada al Museo. La paz se firmó en una reunión convocada por un nuevo gobernador civil, que se comprometió a poner un guarda en el yacimiento y a financiar un plan de excavaciones; y cumplió con ambas promesas (Rodríguez Hidalgo, 2006: 561-562). De esta forma, Demetrio de los Ríos inicia una nueva etapa de excavaciones, que se desarrollan ente 1856-1857 y protagoniza un cambio importante, al introducir una metodología de investigación y documentación que se distancia totalmente de los criterios anticuaristas precedentes. Es un personaje clave en la historia de Itálica y del Museo, de los que fue director simultáneamente algunos años, como ya se ha dicho. Su buen trabajo en el anfiteatro se vio respaldado por la visita de la reina Isabel II en 1862. Tras finalizar allí sus excavaciones, continuó con otras en las casas de la zona residencial de época adrianea y también con su labor de defensa del patrimonio histórico, reclamando a las autoridades una ley de Monumen-

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tos Históricos y colaborando en su proyecto (Beltrán Fortes, 1995: 40-41; Fernández Gómez, 1998: 20-21 y 96-99; Rodríguez Hidalgo, 2012: 82-85). A finales de siglo excavaron Arthur Engel, Jorge Bonsor y Archer Milton Huntington. Algunos hallazgos de éste rico coleccionista de arte, junto con otros objetos culturales y bibliografía de España, irían a parar al Museo de la Hispanic Society de Nueva York, creada por él, pero otros fueron donados al Museo Arqueológico Municipal de Sevilla. Huntington adquirió algunas esculturas aparecidas casualmente en 1895, poco antes de sus excavaciones y documentó fotográficamente el magnífico retrato masculino que se conoce familiarmente como “anciano de la verruga”, que sí acabó en la colección del MASE (Bendala et al., 2006: 68-75; Bendala et al., 2008: 262; 437; números de catálogo 161 y 162) Por otro lado, el profesor de la Universidad de Berlín, Emil Hübner, en colaboración con Demetrio de los Ríos, recoge en un manuscrito conservado en el Archivo del MASE la Colección epigráfica del Museo de Sevilla (Caballos, 2012: 135-136; San Martín, 2012: 108). En 1900, como hemos dicho antes, se produce el espectacular hallazgo de la estatua de Diana que fue adquirida por la Diputación Provincial y depositada


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en el MASE. Junto a ella aparecieron importantes elementos arquitectónicos del templo que albergaba la escultura de la diosa: cinco capiteles, cuatro basas de columnas y fragmentos de sus fustes. La CPM emprendió excavaciones en 1901, bajo la dirección de su secretario, Manuel Fernández López, en las que se localizaron un fragmento de la escultura, un fuste completo de columna, otros fragmentos arquitectónicos y el extraordinario hallazgo de la pierna de la escultura de Mercurio ya mencionado. El mismo Fernández López excavó en 1903 la necrópolis cristiana de la Vegueta. Unos años después, en 1912 Itálica y su anfiteatro son declarados Monumento Nacional. Juan de Mata Carriazo, profesor de la Universidad de Sevilla, se encarga desde 1933 de las excavaciones oficiales, estudiando en profundidad el urbanismo de la Colonia, junto con su colega Francisco Collantes de Terán (León, 1994: 60). Pero será de nuevo un hallazgo casual el que vuelva a darle otro impulso al MASE: la escultura casi completa, a excepción de cabeza y brazos, de Venus o Afrodita Anadyomene –saliendo de las aguas–, aparecida en 1940. Fuera de Itálica hay que destacar el comienzo, en la segunda mitad del siglo XIX, de las investigaciones en el campo de la Prehistoria. Se inician exploraciones en diferentes lugares, como el tholos de La Pastora, monumento funerario de la Edad del Cobre descubierto en 1860, perteneciente a lo que hoy sabemos que fue la extensa necrópolis de un enorme poblado, que se extendía entre los actuales municipios de Valencina de la Concepción y Castilleja de Guzmán. Francisco María Tubino realizó un trabajo pionero, con observaciones y descripciones del registro arqueológico, muy básicas desde una perspectiva actual, pero que marcaron los inicios de una investigación sistemática prehistórica en la región del Bajo Guadalquivir (Belén, 2002: 43-45). En el exterior del tholos de La Pastora se halló en 1860 un excepcional lote de 30 puntas de flecha de bronce –hasta hace poco consideradas de jabalina por sus largos vástagos– que se interpretan como depósito votivo, 15 de las cuales pasaron al MASE. Otro hecho importante en esta relación entre investigaciones arqueológicas y el MASE, ya a comienzos del siglo XX, es el del descubrimiento de La Cueva de La Mora, en Jabugo (Huelva) y los hallazgos efectuados en ella por Juan Manuel Romero Martín. Al igual que en La Pastora, la metodología empleada dista mucho de la que años después empezaría a

desarrollarse conjuntamente con el progreso de la disciplina arqueológica en España. Los ajuares calcolíticos encontrados en las excavaciones de 1922 fueron depositados en el Museo en 1938, tras haber sido mostrados en la Exposición Iberoamericana de 1929 (Fig. 8). En la comarca de los Alcores, a caballo entre ambos siglos, destaca la labor pionera del anglofrancés George Bonsor, considerado el precursor de la aplicación de una metodología arqueológica en Andalucía occidental, como en la oriental lo fue su contemporáneo Luis Siret. Sus investigaciones se consideran muy valiosas por la naturaleza de los hallazgos y el desarrollo de su metodología, en la que primaba tanto el objeto recuperado como el sistema de registro que permitía el análisis y la interpretación de los restos. Además establecen las bases de la protohistoria en el sur peninsular, con obras como Les colonies agricoles preromaines de la Vallée du Betis, así como las de una arqueología romana muy diferente de la practicada hasta entonces con The Archaeological exploration along the Guadalquivir. Excavó y estudió la Necrópolis Romana de Carmona, donde fue también pionero en lo que hoy llamamos la puesta en valor de un yacimiento arqueológico y en la creación del primer museo de sitio de España.

Fig. 8. Excavaciones en la Cueva de la Mora (Jabugo, Huelva) por Juan Manuel Romero entre 1905-1906 (Archivo MASE).

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Desgraciadamente apenas nada llegó al MASE de las excavaciones de Bonsor en los túmulos tartesios de Los Alcores pues, en una buena parte, sus ajuares fueron vendidos al coleccionista hispanista americano Huntington –como forma de financiación de las investigaciones– y hoy se encuentran en la Hispanic Society de Nueva York; el resto se repartió entre su colección particular y otras. Lo que ha llegado al MASE de esos túmulos excavados por Bonsor ha sido a través de la colección arqueológica municipal sevillana, para la que el Ayuntamiento le adquirió piezas al coleccionista Peláez y Barrón.

EL MUSEO ARQUEOLÓGICO DE SEVILLA EN SU SEDE ACTUAL Durante la década de los años 30, como ya se ha dicho, se comenzó a pensar en instalar juntos los dos museos arqueológicos de Sevilla –el provincial y el municipal–, en uno de los pabellones de la Exposición de 1929 en la Plaza de América. Primero en el Pabellón Mudéjar en cuya propuesta museográfica sabemos que trabajó Juan Lafita, director del Museo desde 1925 (Camacho Moreno, 2013: 155-162). En 1935 un editorial del periódico El Liberal proponía que se destinara a este fin el Pabellón Renacimiento (Fernández Gómez, 1995: 30). Pasada la Guerra Civil se retoma esta última idea y un nuevo impulso lo proporciona el hallazgo de la Venus de Itálica en 1940. Todo viene a coincidir con las magníficas posibilidades que los nuevos responsables políticos de la cultura ven, tanto en la colección como en el edificio, para crear un museo modélico, exponente del discurso histórico-artístico de la “Nueva España”. Por ello no se escatimarán esfuerzos –no olvidemos que estamos en el período económico de la primera post-guerra–, de forma que reforma y adaptación del edificio, traslado de obras e instalación de las salas del museo se hace en menos de cinco años: desde 1942 en que el Ayuntamiento cede el edificio y acuerda depositar en el MASE la colección del Museo Arqueológico Municipal hasta la inauguración en 1946 presidida por el propio Jefe del Estado, el dictador Francisco Franco, dada esa prioridad política del proyecto museográfico y su valor propagandístico. Según su autor, Joaquín Mª Navascués, Inspector General de Museos, dicho proyecto fue concebido

Fig. 9. El Jefe del Estado recibiendo las explicaciones de Joaquín María de Navascués, junto a otras autoridades, el 25 de mayo de 1946 durante la inaguración del Museo en el Palacio de Bellas Artes de la exposición de 1929 (Archivo MASE).

con la intención de “acabar de una vez con la sórdida presentación de antigüedades” del Museo de la Merced y con él se fraguó una museografía insólita en Andalucía. Se hizo una estudiada selección de las piezas que se dispondrían en salas amplias y diáfanas, dando prioridad absoluta a la gran escultura italicense. Se estudió de forma detallada su colocación, con dibujos a tamaño natural de la mano de D. Juan Lafita9 y se persiguió dotar a las esculturas de una visión que permitiera contemplarlas en su totalidad, con pocos elementos alrededor. Se intercaló un número muy reducido de vitrinas. En cuanto al discurso museológico, el análisis de Fernando Amores nos desveló de forma decidida y certera, su entramado ideológico nacionalista-imperialista y de propaganda fascista, a la luz del texto “Fascinante fascismo” de Susan Sontang, destacando la apoteosis final en la gran Sala Oval presidida por la imagen del emperador heroico y divinizado, que explicita “el culto a un jefe irresistible” y la exaltación del Imperio (Amores, 1995: 68-69). La fotografía en la que aquel que ostentaba los títulos de “Caudillo de España” y “Generalísimo” escucha las explicaciones de Navascués en la visita inaugural, mirando hacia la estatua de Trajano, se nos revela así como imagen cargada de significación política (Figs. 9, 10 y 11).

9 En el momento de revisar este texto para su publicación, la investigación de uno de nosotros, Manuel Camacho Moreno, en su Trabajo de investigación de Doctorado, leído públicamente el 10 de enero de 2013, citado en la bibliografía de este artículo y dirigido por el Dr. Amores, a quien seguimos en estas líneas, permite pensar que las aportaciones de Juan Lafita fueron mucho más allá de estos dibujos.

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Fig. 10. La denominada “Sala Oval” con las esculturas imperiales de Itálica en la museografía de 1946 (Archivo MASE)

Fig. 11. El Mercurio de Itálica en la museografía de 1946 (Archivo MASE).

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Por primera vez un museo arqueológico en Andalucía cuenta con una sede suficientemente amplia y con posibilidades de crecimiento futuro. De hecho, después de más de 60 años, exceptuando los almacenes para los fondos, los principales problemas que tiene hoy el museo no derivan tanto de la falta de espacio, como de la obsolescencia de las infraestructuras, instalaciones, distribución funcional y circulaciones. Inestimable colaboradora de Navascués en la ejecución de la instalación del Museo fue Concepción Fernández Chicarro que en 1945, recién aprobada su oposición, obtuvo destino en el Museo Arqueológico de Sevilla, como conservadora. Catorce años después será nombrada directora. Su fuerte vocación investigadora, su tenacidad en la protección del patrimonio histórico y su capacidad de trabajo fueron de gran importancia para el avance en el desarrollo de las funciones museísticas. Nuevos hallazgos y descubrimientos, entre los que destaca sobre todo el excepcional tesoro tartesio hallado en el Cerro de El Carambolo (Camas, Sevilla), motivaron dos importantes ampliaciones, en 1970 y 1973 respectivamente, con las que se completó el programa expositivo permanente. Paralelamente el Museo se dotó de una nueva planta con amplios y luminosos espacios para biblioteca, sala de investigadores, despachos para conservadores, administración y dirección, salón de actos, salas de exposiciones temporales y talleres de restauración. El planteamiento, diseño y ejecución de los nuevos espacios e instalaciones, con criterios de modernidad para la época, denotan que el Museo Arqueológico de Sevilla seguía siendo uno de los más apreciados y valorados en la política museística de la época. En 1969, por iniciativa del Director General de Bellas Artes, Florentino Pérez Embid, se inicia la reforma del ala oriental del edificio para completar la museografía de 1946. El arquitecto José Galnares Sagastizábal acondiciona cinco nuevas salas para la exposición de la amplia colección epigráfica, las antigüedades no italicenses –especialmente las obtenidas en las excavaciones de las ciudades romanas de Munigua y Carteia–, y finalmente las paleocristianas, visigodas y andalusíes (entonces se decía hispano-musulmanas), siendo inauguradas el 5 de diciembre de 1970. Posteriormente entre 1972 y 1973, reordena y amplía tales espacios, y obtiene nuevas salas por el cegamiento de las galerías de la fachada

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posterior (actuales XV, XIX-B, XXII y XXV). Asimismo acondiciona parte del ala occidental del sótano para la exposición de las colecciones prehistóricas y protohistóricas, a partir de un eje central del recorrido expositivo establecido en la sala VI –en el extremo occidental del edificio–, donde quedó expuesto el Tesoro del Carambolo bajo extraordinarias medidas de seguridad para el momento, pero que afectaban sólo a esa sala y a la vitrina. El 4 de marzo de 1973 fueron inauguradas todas estas instalaciones por Florentino Pérez Embid. Unos años después las medidas de seguridad del Tesoro del Carambolo se considerarían insuficientes por la escasa protección del edifico en general y por la ola de robos que sufrió el patrimonio histórico español en los años 70, lo que motivó la decisión, en 1977, de guardar el tesoro en la cámara acorazada de una entidad bancaria y exponer una reproducción. Por otro lado, las reformas dejaron sin almacenes al Museo y comenzó una colonización del resto de la planta sótano, para el almacenamiento de los fondos, sin mediar una adaptación arquitectónica, en pésimas condiciones que aún sufre el Museo en gran medida, pese a algunas obras menores para sustituir su solera de tierra por una de cemento, renovaciones de sus instalaciones eléctricas y de seguridad o sucesivos suministros de mobiliario de almacenaje. El programa arquitectónico del Plan Museológico prevé el almacenamiento externo de la mayor parte de los fondos, dejando en el edificio actual una parte reducida de éstos y una reserva visitable.

EL COLECCIONISMO PÚBLICO ARQUEOLÓGICO EN ESPAÑA Y ANDALUCÍA EN EL SIGLO XXI ¿HEMOS SUPERADO EL MUSEO-ALMACÉN DEL SIGLO XIX? El coleccionismo público arqueológico actual en España, resultante en un 95% de actividades arqueológicas autorizadas, es de crecimiento ilimitado y, hoy por hoy, hay planteados importantes problemas de gestión de ese crecimiento. El proceso se repite en casi todos los museos arqueológicos de la misma manera: los fondos primero saturan los almacenes, después colonizan otras zonas del museo perjudicando su funcionamiento y finalmente la institución ya no puede asumir más; en ese momento, y ya un poco precipitadamente, se buscan almacenes externos que volverán a quedar saturados en poco


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Fig. 12. Centro de Depósito del Museo Arqueológico de Sevilla (Archivo MASE).

tiempo. Se hace necesario, pues, dar soluciones a largo plazo en base a dos coordenadas: • el establecimiento de criterios racionales y de un equilibrio entre lo que debemos y podemos conservar; es decir la adecuación de lo que decidimos conservar a los medios que podemos destinar a la conservación, documentación y gestión adecuada de esos fondos para una verdadera rentabilidad científica y social de los mismos. • la definición y delimitación conceptual del patrimonio arqueológico mueble museable10 y no museable y, en función de ello, el diseño de protocolos de gestión, infraestructuras y medios técnicos diferenciados, así como de estrategias de redistribución de fondos museables, entre los museos públicos de diferente titularidad y gestión, y de desarrollo de recursos compartidos en la gestión de los fondos no museables.

En esta última coordenada parecía orientarse el proyecto emprendido por la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía de crear un Centro Logístico del Patrimonio Histórico para la conservación y gestión de bienes muebles en la localidad sevillana de San José de la Rinconada, que tenía como primer objetivo permitir descongestionar instituciones museísticas de varias provincias, racionalizando la inversión tanto material como en los recursos humanos necesarios para su gestión. Este planteamiento inicial ha sido objeto de reorientación y, sobre todo, se ha visto afectado por los recientes recortes presupuestarios y desbordado por la necesidad perentoria –y en principio no prevista– de acoger importantes conjuntos de bienes muebles del patrimonio histórico andaluz, de diversa naturaleza, que viene a demostrar lo que acabamos de decir sobre que las soluciones a corto plazo solo sirven para seguir colmatando almacenes, sin planificación, y que se precisa una reformulación de todo el sistema11.

10 No hemos querido renunciar deliberadamente al uso de éste y algún otro término en este artículo, que no están recogidos en el Diccionario de la Real Academia de Lengua pero hemos considerado necesarios e insustituibles. “Museable” implica no solo capacidad expositiva, sino también didáctica y formativa en todo el espectro educativo. 11 Tras la redacción de este texto y después de un período confuso, este Centro fue denominado Museo Arqueológico de Sevilla. Centro de Depósito, adscrito a la Agencia Andaluza de Instituciones Culturales y encomendado su uso y dirección facultativa al Museo Arqueológico de Sevilla, en base a la necesidad de traslado de colecciones para la ejecución de la remodelación integral del Museo prevista por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte así como a la exteriorización definitiva –respecto de su sede principal- de sus almacenes de bienes culturales, recogida en el Plan Museológico de este Museo.

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El modelo de las reservas centralizadas, independientemente del ámbito territorial al que den servicio, se inserta en nuevas políticas museísticas de funcionamiento en red, que permiten sumar esfuerzos –y racionalizar las inversiones– para darles una mayor rentabilidad social a la hora de producir exposiciones, publicaciones y actividades de difusión o de desarrollar recursos compartidos, como por ejemplo, el Sistema Integrado de Gestión de Colecciones DOMUS, promovido por el Ministerio de Cultura, al que se han sumado Andalucía y otras Comunidades Autónomas. Uno de los primeros recursos compartidos en red para las colecciones arqueológicas públicas del siglo XXI –y no sólo las arqueológicas– deben ser las reservas centralizadas, con las que superar ya el viejo concepto decimonónico del museo-almacén. Pero ellas requieren, como acabamos de decir, un replanteamiento en profundidad de la gestión de los bienes culturales muebles, especialmente los arqueológicos, que exigirá en el futuro, además de la racionalización mencionada, una fuerte inversión económica y una planificación de infraestructuras en la línea emprendida por la Consejería de Cultura con el Centro de Depósito del Museo Arqueológico de Sevilla en San José de la Rinconada (Fig. 12).

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MENGA. REVISTA DE PREHISTORIA DE ANDALUCÍA // MONOGRÁFICO Nº 03. 2015. PP. 175-195. ISBN 978-84-9959-251-0 ISSN 2174-9299 // MUSEO ARQUEOLÓGICO DE SEVILLA

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Vista general del Teatro romano de Itálica. Foto: José Morón (Archivo del Conjunto Arqueológico de Itálica).


EL CONJUNTO ARQUEOLÓGICO DE ITÁLICA THE ARCHAEOLOGICAL ENSEMBLE OF ITALICA José Ramón López Rodríguez [Grupo I+D HUM 402, Universidad de Sevilla;Exdirector del Conjunto Arqueológico de Itálica; Colaborador honorario del Departamento de Prehistoria y Arqueología, Universidad de Sevilla]. [ jr.lopez50@gmail.com ]

Resumen

Summary

Se describe en este texto la larga historia de la ciudad romana de Itálica, que tras su eclipse en la Edad Media, fue un lugar idealizado como patria de emperadores y luego un yacimiento arqueológico excavado, para finalmente dar sostén a una institución, el Conjunto Arqueológico, que lo administra, conserva, investiga y difunde.

The text describes the long history of the Roman city of Italica, which, after its decay in the Middle Ages, was idealized as the homeland of the Emperors. Later, it was just an archeological excavation site, and finally, it hosted the Archeological Ensemble that manages the whole site, conserves and researches its remains, and disseminates its findings.

Palabras clave: Itálica, Ciudad romana, Yacimiento arqueológico, Conjunto Arqueológico, Patrimonio Arqueológico.

Keywords: Italica, Roman city, Archaeological site, Archaeological Ensemble, Archaeological heritage.

MENGA. REVISTA DE PREHISTORIA DE ANDALUCÍA // MONOGRÁFICO Nº 03. 2015. PP. 215-235. ISBN 978-84-9959-251-0 ISSN 2174-9299 // CONJUNTO ARQUEOLÓGICO DE ITÁLICA

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JOSÉ RAMÓN LÓPEZ RODRÍGUEZ

Nunca en la historia conocida de la Península Ibérica un yacimiento romano ha tenido tanto prestigio como el de Itálica. Son varios los factores que hacen especial a esta ciudad romana, pues en ella confluían algunos elementos excepcionales que la hacían destacar de entre las demás: ser la más temprana fundación de Roma en la Península; el contar con dos emperadores que de ella eran oriundos y que gobernaron el imperio en los momentos de mayor esplendor; y su engrandecimiento y ampliación en tiempos de Adriano, con lo que llegó al punto más álgido como ente urbanístico. En el contexto de la segunda guerra púnica, Publio Cornelio Escipión el Africano había venido a Hispania en el transcurso de las operaciones contra los cartagineses. Tras conquistar Cartago Nova, avanzó para apoderarse del valle del Guadalquivir, produciéndose la última y definitiva batalla en el año 206 a. C. cerca de Ilipa (Alcalá del Río).Según relata Apiano, el origen de la ciudad de Itálica estuvo en un asentamiento de soldados veteranos y heridos que habían luchado a las órdenes del general Escipión en la conquista de Hispania. De este modo Itálica fue la primera ciudad romana fundada en Hispania y también fuera de territorio italiano, lo cual marcaría su posterior desarrollo. El lugar elegido para el asentamiento era un poblado turdetano en el lado derecho del río Guadalquivir, el flumen Betis romano, que corría al pie del cerro sobre el que se situaba. Se trataba de un lugar estratégico que controlaba el paso de mercancías por el río, especialmente los minerales procedentes de las minas de las últimas estribaciones de Sierra Morena. La posibilidad de enriquecimiento y el haber sido cabecera de la romanización dio lugar a que surgiesen en Itálica unas familias de rancio abolengo que tuvieron la oportunidad de ocupar puestos en el Senado romano. De estas familias surgirían los emperadores Trajano y Adriano. El contar con los favores de éste último permitió a la ciudad acceder al estatus de colonia, pasando de municipium a Colonia Aelia Augusta Itálica. Además seguramente también pudo conseguir el apoyo imperial para poder desarrollar una importante ampliación de la ciudad, que duplicó la extensión urbana y se dotó con importantes edificios públicos y lujosas mansiones privadas.

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HISTORIOGRAFÍA DE LAS INSTITUCIONES ARQUEOLÓGICAS DE ANDALUCÍA

Transcurridos estos momentos de esplendor que abarcan y rebasan el siglo II, las noticias del desarrollo de Itálica comienzan a escasear. Se da por supuesto que hubo un abandono prematuro de esta ampliación de la ciudad, abandono que habría que llevar a momentos tardíos, quizá a cuando se construye una nueva muralla que reduce el perímetro urbano, detectada en las prospecciones geofísicas de los años 90 (Caballos Rufino et al., 1999: 62) y de la que todavía faltan datos. Itálica siguió activa en los siglos finales del imperio y en los posteriores, dejándonos las fuentes algunos testimonios de la pervivencia italicense, como la participación destacada en la guerra entre el rey Leovigildo y su rebelde hijo Hermenegildo, habiendo sido las murallas de Itálica reforzadas por el primero en 583 dentro del programa de asedio a Hispalis; o bien la presencia de los obispos italicenses en los concilios hispanos a lo largo de todo el siglo VII. El asalto al poder visigodo por parte de las tropas árabes que se produjo cuando comenzaba el siglo VIII cambió radicalmente la situación de los territorios del sur de la Península. Pero a pesar de ello la vida en Itálica continuó al menos durante otros cuatro siglos de los que apenas tenemos noticias, salvo que el lugar pasó a llamarse Taliqa o Talqa. Al final de este periodo es cuando comienza el lento declinar de la ciudad a favor de otros núcleos próximos, situándose hacia el siglo XII el abandono definitivo del lugar. El despoblado de Talqa no desapareció nunca sin embargo del imaginario colectivo, fuera por ser el lugar continua fuente de materiales de construcción, o más bien por la presencia sobre el terreno y en el paisaje de las impresionantes moles de sus ya ruinosos monumentos, que no comenzaron a desaparecer hasta época muy reciente.

LA ITÁLICA VISITADA. EL SIGLO XVI Habría que esperar al siglo XVI para que, de la mano de la idea imperial personificada en Carlos I, comenzase a despertarse el interés por la antigüedad clásica. Y nada mejor para ello que una ciudad romana que aunque ya para entonces se había perdido el nombre y se conocía como “Sevilla la Vieja”, aportaba la gran ventaja de la cercanía y sobre todo de la visibilidad, puesto que muchos edificios permanecieron


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en pie aunque maltrechos durante siglos1. De entre todos ellos destacó siempre el anfiteatro que con su gran masa sirvió como anclaje para colocar una referencia a la ciudad en los mapas. Es ahora cuando empezamos a tener testimonios descriptivos de las ruinas de la ciudad, que son visitadas por los eruditos locales, precedidos por Andrea Navagero, el embajador veneciano que estuvo en España entre 1524 y 1526 para asistir a la boda de Carlos I, y que estando en Sevilla para tal evento, pudo acercarse a contemplar las ruinas italicenses que cita en sus memorias (Navagero, 1563:14 y 14 vto.). Identificadas más adelante las ruinas por Ambrosio Morales como la ciudad de Itálica, el interés por la misma se redobló, ya que se pudo traer a estas tierras sevillanas a los emperadores Trajano y Adriano, y el prestigio siguió en aumento, tanto que se consideró que merecía la pena que el rey Felipe IV la visitara, estando en Sevilla en 1624, el cual“con muchos Señores, y Grandes de su Reyno, fue a ver, y a hazer memorable aquel sitio con su visita, aumentando su antiguo decoro, y estimación” (Caro, 1634: 113). La noticia nos la da Rodrigo Caro, quien nos cuenta cómo él mismo emprendió un día el camino junto a unos amigos, deseoso de conocer Itálica, patria de emperadores (Caro, 1604: 17), dando testimonio también en otro lugar de que “de ordinario todas las personas de consideración hazen jornada a verla, con admiración, y respeto, por aver sido patria de tan ilustres varones” (Caro, 1634: 113). Rodrigo Caro sentó las bases de la investigación arqueológica, apoyándose en el conocimiento que tenía del terreno ya que era Visitador General del Arzobispado, plasmando sus conocimientos en publicaciones tales como las “Antigüedades y Principado de la Ilustrísima Ciudad de Sevilla y Chorografía de su Convento Jurídico…” que hoy resultan una fuente imprescindible por la cantidad de datos de primera mano que ofrecen. Será él también el que contribuirá extraordinariamente a la exaltación de la ciudad de Itálica por medio de la vertiente lírica, con su famoso poema “Canción

a las Ruinas de Itálica”, ese impresionante canto al poder arrasador del tiempo, ejemplificado en los “campos de soledad” que eran las yacentes ruinas una vez perdida la gloria que antaño las sustentaban.

LAS PRIMERAS REFERENCIAS A OBJETOS ITALICENSES. EL SIGLO XVII Rodrigo Caro (1573-1647) tenía una importante colección de objetos arqueológicos en su finca de Utrera que se llamaba “La Maya”. Según su propio testimonio, tenía allí, quizá colocadas como jardín arqueológico, una colección de estatuas romanas y varias cabezas: “En mi casa tengo una cabeza de mármol hasta los pechos, parece ser de alguna Emperatriz. Tengo otra también de mármol blanco, hasta los pechos, tiene tendido el cabello, y atado con una corona de yedra por la frente, con unos razimos colgando, que imitan las uvas de la yedra: por las señas es efigie de alguna Sacerdotisa de Bacco, a las cuales llamavan Baccas, Mimallonides, Basarides, Menades. También tengo otra cabeça de un Satyro, o Sileno, coronada de yedra, señal desta gente furiosa, que sin duda tuvo en esta tierra mucho lugar por memoria de Dionysio Bacco...” (Caro, 1634: 147r.). En cuanto a las inscripciones, al menos tenía una docena de ellas, aunque seguramente su número fuera superior pues se fue incrementando en el tiempo con todo hallazgo casual al que podía acceder. Sabemos que su monetario era muy abundante, pues la numismática era un material de estudio sumamente interesante como fuente de información para todos los eruditos del momento. Y justamente aquí en este monetario, tal como se menciona en su “Antigüedades y Principado…” encontramos la referencia a hallazgos italicenses: “… monedas antiguas de Itálica, de que yo tengo muchas, y he visto en poder de otros, …” (Caro, 1634:104v). Es la primera vez que registramos una mención a un objeto italicense formando parte de una colección (López Rodríguez, 2007:19). Un poco más adelante volvemos a encontrar otra pieza procedente de Itálica en otra colección. Se trata de la que formara Juan de Córdoba Centurión en su palacio de la población de Lora de Estepa.

1 Así lo confirman las fuentes. Por ejemplo, podemos citar a Pedro de Medina, quien en el Libro de las grandezas y cosas memorables de España (1548) dice refiriéndose a Itálica: “Duran aún ruynas y grandes pedazos de edificios muy antiguos, especialmente se ve uno a manera de Coliseo con muchas puertas y ventanas, del que aún dura mayor parte que de otros edificios” (libro segundo, p. 125v.).

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Juan de Córdoba era hijo natural del marqués de Estepa, Adán Centurión, y había sido educado con el esmero que correspondía a su posición, heredando las aficiones de su padre, el cual había sido poeta y pintor, acumulando una gran erudición que incluía temas arqueológicos. Juan de Córdoba se propuso recoger todos los restos de antigüedad que se hallasen en su marquesado. Colocó la epigrafía en un gran salón en plata baja que se podía ver desde la calle y las esculturas las dispuso en el “jardín arqueológico” de su palacio. Gracias a las descripciones que tenemos del mismo y al dibujo que hizo el padre San Román Muñoz en 1716, sabemos que se trataba de una galería con nichos en los que iban colocadas las estatuas, algo que recuerda a la galería que algo menos de cien años atrás hiciera el arquitecto Benvenuto Tortello para los duques de Alcalá en Bornos. En un alarde de modernidad que no tiene parangón hasta el presente, Juan de Córdoba colocó cartelas hechas en piedra junto a cada pieza de su colección, indicando la procedencia2. Gracias a ello y a que estas cartelas también fueron incluidas en las ilustraciones del manuscrito de San Román, sabemos que no todo procedía de Estepa. En efecto, la estatua número cuatro reza que procede de Itálica, siendo por tanto otra de las raras piezas originales de este yacimiento que formaron parte de colecciones antiguas (Fig. 1).

LA ILUSTRACIÓN E ITÁLICA En el siglo siguiente Itálica fue objeto de atención de los eruditos que tanto abundaron en esa centuria y que bien como en los estudios del padre Enrique Flórez, que emprendió una monumental obra sobre la iglesia en España, o bien en libros con estructura de relato de viaje, como el de Antonio Ponz, en todos ellos figura una descripción, estudio o ilustración de esta ciudad romana. De entre estos eruditos destaca especialmente el padre Fernando de Zevallos (1732-1802), que fue prior del monasterio de San Isidoro del Campo, en cuyos campos se hallaban las ruinas, y que, con conocimiento directo del terreno pudo escribir su obra La Itálica, que es una historia y documentada descripción de la ciudad.

Fig. 1. Lora de Estepa. Aún quedan en pie algunos muros ruinosos de lo que fue el palacio de Juan de Córdoba Centurión. (Fotografía del autor).

De esta forma el nombre de Itálica fue cada vez más conocido y, como un precedente a lo que ocurrirá muy frecuentemente en el siglo siguiente, era ya un punto irrenunciable en un itinerario que cualquier viajero plantease por el sur peninsular, quedando constancia en los libros escritos por algunos de ellos, como es el caso de Henry Swinburne y su Travels through Spain, que recorrió las ruinas en 1776 (1787: 22-29), o Joseph Townsend y su A Journey through Spain, quien paradójicamente afirma que el anfiteatro de Itálica le pareció un monumento poco interesante (1792: 355). En este siglo XVIII Itálica fue objeto de excavaciones arqueológicas, aunque con la metodología propia de la época, que buscaba ante todo la obtención de piezas de colección. Esto nos lleva a un personaje que va a ser clave en este momento, y por muchos aspectos. Se trata de Francisco de Bruna y Ahumada (Granada, 1719 - Sevilla, 1807), oidor decano de la Real Audiencia de Sevilla y a la par alcaide de los Reales Alcázares de Sevilla, que en aquel momento eran propiedad de la Corona española.

2 Se conservan dos en el Museo Arqueológico de Sevilla. Véase: López Rodríguez, 2010: 82.

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Con una situación holgada e influyente, Bruna pudo operar en el ambiente cultural de la ciudad con toda libertad. Con el apoyo que le proporcionaba el Alcázar y su sólida posición ante los secretarios de estado (Grimaldi primero y Floridablanca más tarde), Francisco de Bruna pudo emprender una vasta acción cultural, que comenzó con dar apoyo a las academias sevillanas, participando en la constitución de la de Bellas Artes, que bajo su protección y autoridad quedó formalizada en 1771 (Fig. 2). Otro frente de actuación estará relacionado con la Arqueología, y más concretamente con la estatuaria y la epigrafía, pues “ha sido y es muy celoso de estos monumentos de la antigüedad y de las artes”, tal como nos lo retrata Antonio Ponz, por lo cual de ellos “tiene recogidos muchos en su casa, encontrándose buen número de bustos antiguos, pedestales y lápidas con inscripciones romanas, algunas árabes y buena porción de medallas de todas clases, camafeos y otras piedras grabadas” (Ponz, 1780, carta IX, § 10). En efecto, Francisco de Bruna comenzó a coleccionar piezas arqueológicas que en un principio procedían de hallazgos casuales por su área de influencia,

es decir la Andalucía occidental. Con estos inicios concibió la idea de constituir una “Colección de Antigüedades de la Bética”, que debía de ser pública, adelantándose en décadas a lo que, tras el triunfo de la Revolución Francesa, se haría común. Y la justificación para que fuera pública es que se hacía en un palacio del rey o con medios del rey, aunque éste no hubiera dado instrucciones al respecto. Por ello Bruna da cuenta con cierta frecuencia de la evolución de sus hallazgos y de lo coleccionado al secretario de Estado, conde de Floridablanca (Arribas, 1950). En este contexto, y seguramente animado por los brillantes resultados de lo hallado en el golfo de Nápoles que habían conmocionado Europa, Francisco de Bruna comienza a excavar en Itálica, en un proyecto promovido por otro personaje sevillano de gran trascendencia, el conde del Águila. A través de Antonio Ponz tenemos cita de al menos dos excavaciones dirigidas por Bruna en Itálica, la primera en 1781 (Ponz, 1792, carta VI, § 11) y otra en 1788 (Ponz, 1792, carta VI, § 12). En ellas apareció lo mejor de su colección escultórica, destacando piezas como Diana, Trajano, Mercurio, Meleagro, etc., que hoy constituyen las joyas de lo que se muestra en el Museo Arqueológico de Sevilla. Por ello no ha de extrañarnos que Antonio Ponz exclamase ante la contemplación de estos hallazgos: “¡Qué incentivo éste para continuar las excavaciones de Santiponce! Acaso se encontrarían donde se hallaron estas estatuas las partes que les faltan, y otras muchas cosas” (Ponz, 1792, carta VI,§13).

EL SIGLO XIX, EXCAVACIONES Y EXPOLIOS El siglo XIX se despertó con profundos cambios en la política hispana. La incertidumbre que crearon los movimientos en torno a las abdicaciones de Carlos IV, dio paso a la toma del control político por Napoleón, el cual designó para el trono de España a su hermano Joseph, que reinó con el nombre de José I Bonaparte.

Fig. 2. Francisco de Bruna y Ahumada (1719-1807) que excavó en Itálica en 1781 y 1788 y formó una Colección de Antigüedades de la Bética en el Alcázar de Sevilla en la que destacaban las esculturas aparecidas en esta ciudad romana. (Imagen según Fernández Lacomba y Beltrán Fortes, 2008:42).

Dejando de lado otras cuestiones y centrándonos en la ciudad de Itálica, tenemos que trasladarnos al primer año de la campaña de Andalucía, iniciada por los franceses en 1810 a causa del traslado hacia el sur

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del escenario de la guerra que se había desencadenado por la resistencia de amplias capas de la sociedad a la imposición de un gobierno foráneo. Tras conquistar Sevilla, José I se estableció en su Alcázar y desde allí, cuando había comenzado a reinar como rey ilustrado dando disposiciones para el buen gobierno del país, hizo una visita a las ruinas de Itálica el día 8 de febrero de 1810: “A medio día S. M. montó a caballo, y pasó a reconocer las ruinas de la antigua Itálica, célebre por haber nacido en ella grandes Emperadores y otros varones ilustres, y que aún merece la atención de los literatos por su circo, mosaicos y otras ruinas que indican su antigua opulencia y esplendor” (Gazeta de Madrid nº 51, 20 de febrero de 1810, p. 208). Y allí mismo dictó un decreto por el que devolvía su nombre al yacimiento y disponía 500 reales de vellón para los gastos de las excavaciones. Desgraciadamente no sabemos las consecuencias que hubiera tenido este decreto, ya que los sucesos de la guerra hicieron que las tropas francesas abandonasen poco después el territorio dejando ésta y otras muchas iniciativas sin efecto. Debido a que la carretera de Extremadura se inundaba con frecuencia a su paso por Santiponce, ya que iba cerca del viejo lecho del río, se comenzó en 1836, una vez desamortizados los terrenos, la construcción de la variante que bordease al núcleo urbano, todavía poco extenso, por el lado de poniente que era más elevado. La excavación para la construcción carretera cortó la antigua ciudad romana de parte a parte, de norte a sur, por lo que obviamente comenzaron a aparecer infinidad de restos arqueológicos. Entre ellos destacaron dos esculturas de calidad (un thoracato y el busto de Adriano), que fueron rescatadas por el ingeniero encargado, Valentín María del Río, el cual las depositó en el mismo Santiponce, en el espacio donde estuvo el mosaico de las Musas o del Circo que dibujara Laborde, ya para aquel entonces casi desaparecido, al ser un lugar que proporcionaba protección por estar cerrado con tapias3 (El Español, Madrid, 14 de abril de 1836; Herrera Dávila, 1832: 2: 78).

En 1838 llegaba a Sevilla Ivo de la Cortina Roperto para prestar sus servicios como funcionario en el Gobierno Civil, el cual además era aficionado a la Arqueología. Tenía cierta experiencia en ello pues había estado ya en Murcia, donde realizó excavaciones, y en Mérida, participando en la constitución del museo (Beltrán Fortes y Rodríguez Hidalgo, 2012). Lo notorio de la abundancia de hallazgos que en ese momento se estaban produciendo en Santiponce por causa de la construcción de la variante de la carretera de Extremadura, animó a Ivo de la Cortina a solicitar permiso de sus superiores para realizar excavaciones arqueológicas en el lugar. Los trabajos fueron autorizados y empezaron el 19 de enero de 1839, comenzando por el edificio de las Termas Menores y otro al suroeste de las mismas que llama “templo de Venus”, para terminar finalmente en la zona del foro, que es la que más dañada había quedado por las obras de la carretera (Fig. 3). Referido al edificio de las termas, suponemos, es un curioso anuncio de subasta de arcilla que se publicó en el Boletín Oficial de la Provincia de Sevilla un poco después de iniciadas estas excavaciones: “Debiendo efectuarse la venta de la arcilla de primera calidad que ocupa las bóvedas subterráneas de los edificios que están escavados (sic) de la antigua Itálica en Santiponce, se invita a los que quieran interesarse en la subasta lo verifiquen el lunes 11 del próximo venidero en el despacho de esta gefatura (sic), donde todos los días estarán visibles la muestra y pliego de condiciones, y para que llegue a noticia del público de inserta el presente. Sevilla 28 de Febrero de 1839.- Joaquín Manuel de Alba” (BOP Sevilla nº 1.283, 2 de marzo de 1839)4. Es muy posible que esta subasta esté relacionada con un interés por la financiación de las propias excavaciones. Así es cómo también podemos entender este otro aparecido unos días después: “Habiéndose resuelto se verifique la subasta de los mármoles lisos extraidos de las escavaciones (sic) que se efectúan en Itálica junto a Santiponce, el 25 del presente a las 11 de la mañana en el mencionado sitio y ante el oficial segundo de este

3 El cerramiento del mosaico había sido costeado por el abogado sevillano Francisco Espinosa con una tapia “que de algún modo le resguardó por algún tiempo de las injurias del cielo y de la tierra: no así de las de los hombres, pues hoy se halla absolutamente destrozado por su malicia e ignorancia” (Matute y Gaviria, 1827: 53). 4 El mismo anuncio se repite en el boletín nº 1.287 de 9 de marzo de 1839.

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El recuso a presidiarios, aunque normal en la época, no debía ser de lo más recomendable y fue origen de múltiples conflictos y dificultades, dando motivo a episodios que se recogen en la prensa de la época, especialmente en el año 1840. Gracias a ello sabemos que en febrero de ese año siete soldados de los que vigilaban a los presos de las excavaciones se habían fugado a la sierra (El Constitucional, 21 de febrero de 1840), y que en el mes de marzo hubo que suspender las excavaciones por falta de guardias para custodiar a los presidiarios (El Eco del Comercio, 23 de marzo de 1840), aunque lo más grave que ocurrió fue que una brigada de presos, en el mes de agosto de ese año, destrozó parte de la arquitectura excavada, incluyendo un intercolumnio del foro, una habitación cuadrada, varios muros más y un trozo de muralla (El Eco del Comercio, 29 de agosto de 1840). Para documentar estos destrozos fue para lo que Ivo de la Cortina realizó su “Plano Geométrico del ángulo del Forum donde están los destrozos”, que es una vista cenital de la zona excavada en el foro y que constituye un testimonio de gran trascendencia al ser la primera documentación conocida de una excavación realizada en Itálica (Beltrán Fortes y Rodríguez Hidalgo, 2012: 35). Fig. 3. Portada de un fascículo del primer tomo de la obra Antigüedades de Itálica de Ivo de la Cortina, publicado en Sevilla en 1840 (Según Luzón Nogué, 1999: 75).

gobierno político D. Rafael de Vega, en comisión del Sr. jefe superior político y del director e interventor de las escavaciones (sic). Se pone en noticia de los que quisieren interesarse en la subasta, advirtiendo que en el despacho de esta secretaría estará visible el pliego de condiciones, y que no se rematarán dichos efectos menos del precio en que han sido tasados. Sevilla 20 de Marzo de 1839.-P. I. D. S. G. P. Escudero” (BOP Sevilla nº 1.294, 22 de marzo de 1839)5. Había que solucionar también el problema de la mano de obra. Ivo de la Cortina solicitó del gobierno autorización para emplear presos, concediéndosele por real orden de 30 de enero licencia “para emplear en Excavaciones en busca de antigüedades 30 o 40 presidiarios todos los días festivos”6.

La construcción de esta carretera a Extremadura será un episodio más de los muchos atropellos que Itálica conoce y que comienzan a documentarse ya a comienzos de siglo XVIII, como cuando en 1711 se mandó destruir el anfiteatro para con los materiales extraídos fabricar un dique contra las riadas; o cuando en 1779 un edicto permitía la explotación de las “Canteras de Itálica” (Rodríguez Hidalgo, 1991a: 92). El siglo XIX será testigo de un expolio constante del yacimiento. Por un lado por la destrucción consentida del anfiteatro y las murallas, y por otro por las rebuscas continuas tanto de materiales para la construcción privada o para la venta de antigüedades. Las noticias de lo primero son frecuentes a lo largo del siglo, como la destrucción ocurrida entre 1825 y 1827 de la que da testimonio Federico Reyes Velázquez (Beltrán Fortes y Rodríguez Hidalgo, 2012: 31), el expolio de que da cuenta el conocido dibujo de Dauzats de 1837 (Rodríguez Hidalgo, 2012: 22-23), o las intervenciones del jefe del Cuerpo de Inge-

5 El mismo anuncio se repite en el boletín nº 1.295 de 23 de marzo de 1839. 6 La real orden no se publicó hasta algunos meses después: Gaceta de Madrid, nº 1613, 16 de abril de 1839.

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nieros de Sevilla para extraer piedra del anfiteatro y murallas en 1855 y 1856 para reparar la carretera de Extremadura, que tanto revuelo e indignación causaron7.

LA FAMILIA RÍOS Tres miembros de una misma familia, gracias a su dedicación consecutiva al yacimiento italicense, jalonarán el siglo XIX y los primeros decenios del XX. Se trata de la familia Ríos, originaria del pueblo de Baena en la provincia de Córdoba. El primero de ellos es José Amador de los Ríos Serrano (18181878), hijo del escultor de Baena José de los Ríos, el cual se trasladó a Córdoba en 1827, ciudad en la que José Amador inició sus estudios en el Seminario de San Pelagio de aquella ciudad. En 1832 se traslada toda la familia a Madrid y José Amador tiene la oportunidad de matricularse en la Real Academia de San Fernando para aprender pintura, a la par que se iniciaba en la poesía y en los estudios de historia y de lenguas. En 1837 la familia Ríos se desplaza a Sevilla, ciudad en la que José Amador, ya con diecinueve años, comienza sus investigaciones históricas y se hace acreedor al nombramiento de Académico honorario de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras en 1839. En ese año empezaba Ivo de la Cortina sus excavaciones en Itálica y José Amador de los Ríos comenzó a visitar Santiponce para ser testigo de los trabajos arqueológicos, que le interesaban grandemente, estableciendo una relación de amistad y colaboración con don Ivo, de forma que una vez apartado éste de las actividades en Itálica a final de 1840, paso José Amador a dirigir allí las excavaciones, hasta que en 1845 se trasladó a Madrid para ocupar el puesto de secretario de la Comisión Central de Monumentos, creada un año antes (Luzón Nogué, 1999: 79-82), y tiempo después ocupar la cátedra de Literatura en la Universidad Central.

En esas excavaciones italicenses, que se siguieron hasta 1846, José Amador de los Ríos contó con la colaboración en alguna ocasión de su hermano menor Demetrio de los Ríos Serrano (1827-1892), que tenía cierta facilidad para el dibujo. La marcha a Madrid de José Amador seguramente abrió las puertas a Demetrio de los Ríos, que acompañándole inició en la capital la carrera de arquitectura en la Escuela de Arquitectura de Madrid, creada en 1844, y en la que se licenciaría en 1852 (Prieto González, 2004: 174). Ese mismo año volvería a Sevilla tras ganar por oposición la cátedra de Topografía en la Escuela de Bellas Artes y luego por concurso la plaza de Arquitecto provincial. Este último puesto le daría grandes posibilidades de trabajar en la defensa del patrimonio histórico. Pero no sería hasta algunos años más tarde cuando su relación con el yacimiento italicense se haría más estrecha y duradera, a raíz de su nombramiento de director de las excavaciones de Itálica, hecho por la Comisión Provincial de Monumentos Históricos y Artísticos de Sevilla, en sesión de 24 de enero de 1860. A partir de este momento el conocimiento que se tenía sobre el yacimiento experimentará un gran avance, gracias a la comprensión de Demetrio de los Ríos de la problemática arqueológica del lugar, que pudo abordar ayudado por sus conocimientos técnicos. Los primeros trabajos de Demetrio de los Ríos estuvieron centrados en el anfiteatro romano, cuya gran masa emergía en un contorno de olivares que eran de propiedad privada. El gran edificio se hallaba colmatado por grandes depósitos de sedimentos los cuales cubrían la arena hasta casi la altura del podio8 y cegaban por completo las galerías inferiores interiores, habiendo servido también estos depósitos de apoyo a los grandes bloques de hormigón caídos de las partes altas cuando el edificio, en época indeterminada, se derrumbó por desuso9. Las dos fachadas del edificio estaban completamente enterradas.

7 En noviembre de 1855 aparece en la prensa que el jefe de ingenieros de Sevilla ha solicitado del gobernador civil permiso para aprovechar “las ruinas de la famosa Itálica en la recomposición de los caminos de Extremadura” (La Esperanza, Madrid, 9 de noviembre de 1855). Ello desencadenó una amplia protesta en todos los periódicos, encabezada por el embajador de Inglaterra, lord Howden (El Clamor Público, Madrid, 11 de noviembre de 1855), lo que hizo que interviniera la Real Academia de la Historia, la Comisión de Monumentos, la Diputación Arqueológica de Sevilla, y hasta plumas notables como la de Demetrio de los Ríos. El ministro de Fomento dictó disposiciones un año más tarde para evitar los destrozos, pero en Sevilla las autoridades las ignoraron, lo que propició que incluso el histórico Ivo de la Cortina, que llevaba más de tres lustros alejado de Itálica, publicase un escrito de protesta en enero de 1857 (La Esperanza, Año XIII, nº 3.744, 2 de enero de 1857), y que la Diputación Arqueológica de Sevilla remitiese a la Real Academia de la Historia un plano detallando de las zonas demolidas para que ésta formulase una protesta ante el gobierno. 8 Por suerte se conserva una fotografía hecha en 1862 por Charles Clifford, el fotógrafo oficial del viaje que la reina Isabel II realizó a Andalucía, fotografía por la cual podemos apreciar el estado del monumento en aquella fecha (Clifford, 2007). 9 Este es uno de los problemas actuales del edificio y que la excavación del mismo no ha hecho más que agravar: Los depósitos sedimentarios son lavados por los agentes meteorológicos, perdiendo su capacidad de dar apoyo a los grandes bloques caídos del derrumbe, los cuales al perder estabilidad amenazan con provocar nuevos y catastróficos derrumbes.

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Las excavaciones de Demetrio de los Ríos se centraron por tanto en la tarea de liberar al anfiteatro de todos esos depósitos al objeto de obtener una idea más clara de la fisonomía del edificio. Gracias a las mediciones que pudo realizar en los puntos que le eran accesibles, obtuvo por primera vez la planta y el alzado del monumento, resultados que serán publicados en una memoria de la Real Academia de la Historia (Ríos Serrano, 1862). También fue Demetrio de los Ríos el autor del primer levantamiento topográfico del antiguo yacimiento, en un momento en el que sólo estaba ocupado en una pequeña parte por el caserío de Santiponce, señalando en él las murallas y los principales vestigios conocidos. Esta planta fue mostrada a la reina Isabel II en su visita a Itálica el 23 de septiembre de 1862, editándose años más tarde. Las excavaciones en el anfiteatro continuaron hasta el año 1871. De 1872 a 1874 Demetrio se interesó por las casas romanas que se encontraban en el “olivar de Vázquez”, aprovechando el generoso ofrecimiento de doña Candelaria Rodríguez, viuda de Ignacio Vázquez, la cual costeó las excavaciones. Se descubrió un conjunto de 12 mosaicos en diferentes viviendas, cuyos resultados dio a conocer a través de la prensa (Mañas Romero, 2010: 21). En 1880, tras veinte años de actividad en Itálica, Demetrio de los Ríos aceptó el encargo de la dirección de la restauración de la catedral de León, dejando pues la ciudad hispalense. Tras su marcha la Comisión Provincial de Monumentos de Sevilla siguió haciéndose cargo de las excavaciones en el yacimiento, ejerciendo una difusa protección que compartía con la Diputación Arqueológica de Sevilla. Las esporádicas excavaciones de miembros de estas comisiones, se intercalaron con las que hacían investigadores que trabajaban en aquel momento en la región, algunos de los cuales eran extranjeros que habían venido a Andalucía por diversos motivos, pero particularmente atraídos por la riqueza de los yacimientos arqueológicos, aún en buena parte inexplorados. Es el caso en la década de los noventa del francés Arthur Engel, o del americano Archer Milton Huntington. Y es que Itálica en ese final de siglo se revela con una fuente permanente de objetos para coleccionistas, objetos que aparecen no ya en excavaciones

programadas, sino en las continuas rebuscas que hacen los vecinos. De muchos de los objetos encontrados no queda memoria, aunque otros, por lo significativo, sí que fueron registrados, como la tabula gladiatoria aparecida en 1888 (Rodríguez Berlanga, 1891), los mosaicos que terminaban en colecciones privadas (Quintero Atauri, 1902); los tesorillos de monedas que de vez en cuando aparecían, como el tesorillo de áureos del Pajar de Artillo (Caballero-Infante, 1898); o bien la gran escultura de Diana aparecida fortuitamente en 1900 (López Rodríguez, 2011: 243-244). El tercer miembro de la familia Ríos llegará a Itálica años más tarde, iniciada ya la segunda década del siglo XX. Se trata de Rodrigo Amador de los Ríos y Fernández Villalta (1849-1917), que era hijo de José Amador de los Ríos y sobrino de Demetrio de los Ríos. Aunque había nacido en Madrid, hizo el bachillerato y la licenciatura en Granada, ciudad en la que se interesó por la arqueología medieval islámica. En 1868, coincidiendo con que su padre era nombrado director del recientemente creado Museo Arqueológico Nacional, volvió de Granada a Madrid para ingresar en el cuerpo de Archiveros Bibliotecarios y Anticuarios, ocupando una plaza de ayudante en dicho museo. Su vida profesional se desarrolló entre la Arqueología y el Derecho y la docencia en la Universidad Central. Años más tarde, en 1911, Rodrigo Amador de los Ríos fue nombrado director del Museo Arqueológico Nacional. En aquel momento existía una fuerte campaña en Sevilla reclamando una intervención por parte del gobierno en Itálica, que a causa del abandono estaba siendo literalmente saqueada por coleccionistas y revendedores de antigüedades. Fue entonces cuando el ministro de Instrucción Pública encargó a Rodrigo Amador de los Ríos la dirección de las excavaciones de Itálica, iniciándose una nueva etapa en el yacimiento (Fig. 4). Dos fueron las notas que caracterizaron esta etapa. En primer lugar la de la protección. Rodrigo Amador, que había participado en la gestión de la nueva ley de Excavaciones que se publicó también en 191110, fue el impulsor ante la Real Academia de San Fernando de la declaración de Itálica como monumento nacional, la cual vería la luz a final de

10 Ley de Excavaciones de 7 de julio de 1911, desarrollada por el real decreto de 1 de marzo de 1912, que es su reglamento (Gaceta de Madrid nº 189, de 8 de julio de 1911, y nº 65, de 5 de marzo de 1912, respectivamente).

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con grandísimos trabajos ya que anualmente las lluvias rellenaban de lodos todo lo excavado, por lo que tuvieron que dedicarse muchos de los pocos recursos existentes a intentar solucionar este problema de los barros, lo que no se lograría en este periodo de manera satisfactoria (López Rodríguez, 2012: 60).

ANDRÉS PARLADÉ Y HEREDIA, VICEPRESIDENTE DE LA COMISIÓN DE MONUMENTOS

Fig. 4. Excavación de Rodrigo Amador de los Ríos en el anfiteatro en 1915, según Ríos y Villalta, 1916.

191211. La conjunción de estas normas, ley y declaración, consiguió un respiro en la escalada de excavaciones incontroladas que estaban destruyendo la ciudad romana de Itálica. La otra faceta del periodo se refiere al reinicio de las excavaciones anuales metódicas, recuperando una práctica que había ya iniciado su tío Demetrio de los Ríos en el siglo anterior, con la única diferencia de que ahora se pudieron publicar las memorias anuales de las excavaciones de Rodrigo de los Ríos en la colección seriada editada por la Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades12. Gracias a ellas podemos seguir los avances de los trabajos de estos años, que se centraron principalmente en el anfiteatro, en el que se trabajó en el descubrimiento de sus fachadas este y oeste, en desescombrar la galería anular del cuerpo medio en su sector norte, sacar a la luz la galería de la puerta Libitinaria, y en general en descubrir el perímetro completo del edificio. Todo ello se hizo

En 1916 se jubiló Rodrigo Amador de los Ríos de su plaza de director del Museo Arqueológico Nacional, lo que significó también dejar las excavaciones en Itálica. La Comisión Provincial de Monumentos tenía las competencias de velar por la protección de los yacimientos y fue la que asumió la continuidad de la investigación en Itálica. El vicepresidente de la Comisión era por entonces José Gestoso, el cual a su vez falleció un año más tarde. Tras un ínterin, le sucedió el conde de Aguiar, Andrés Parladé y Heredia (18591933), que por ser de una acomodada familia pudo dedicarse a sus aficiones, entre las que estaba la pintura, en la que destacó de forma brillante. Notable coleccionista, aristócrata, hombre de fortuna, estuvo implicado en la vida social de la ciudad de comienzos del siglo XX y fue correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, delegado regio de Bellas Artes y miembro de número de la Academia de Santa Isabel de Hungría. Andrés Parladé, siendo vicepresidente de la Comisión Provincial de Monumentos, fue nombrado director de las excavaciones de Itálica, comenzando las mismas en el año 1920 y prolongándolas más de una década, hasta 1932. Su intervención en Itálica va a ser trascendental ya que por un cúmulo que circunstancias que confluyeron, durante su periodo se va a configurar la fisonomía de la ciudad de la que actualmente disfrutamos y que solo ahora, ya en el siglo XXI, existe alguna oportunidad de ser ampliada. La intervención del conde de Aguiar comenzó por el anfiteatro, el cual arrastraba, como se dijo, el enorme problema del encharcamiento y de la colmatación por los lodos. Por este motivo los trabajos se orientaron a encontrar una solución, y ésta era la de recuperar las cloacas del edificio como vías naturales de evacuación

11 Real orden de 13 de diciembre de 1912, Gaceta de Madrid nº 364 de 29 de diciembre 1912, a lo que hay que añadir la real orden de 5 de febrero de 1913 que incluía el anfiteatro dentro de la declaración (Gaceta de Madrid nº 43 de 12 de febrero de 1913). 12 Creada en los artículos 27 y siguientes del reglamento de la Ley de Excavaciones, de 1 de marzo de 1912, citado en una nota anterior.

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Fig. 5. Excavación de Andrés Parladé en el viario de la ciudad romana (Según Parladé, 1926, Lám. II).

del agua en la zona de levante, hacia el Guadalquivir. Así fue como durante esos años se excavó la galería de acceso a la arena desde la fachada principal; la capilla de Dea Caelestis contigua; la fossa bestiaria, en la que alcanza el nivel del pavimento original y los criptoporticos de sus extremidades, donde encuentra las cloacas, que limpia en una gran extensión. La proximidad de la celebración de la Exposición Iberoamericana en Sevilla, que tras muchos retrasos se inauguraría en 1929, va a abrir la puerta a considerar Itálica desde un punto de vista diferente, permitiendo que el yacimiento “despegue” del círculo vicioso en que el anfiteatro y sus recurrentes problemas lo tenían sumido. Las enormes posibilidades que desde el punto de vista turístico podía ofrecer a la ingente cantidad de visitantes esperados en una ciudad romana próxima a Sevilla fueron tenidas en cuenta, encontrando en Parladé un eficiente defensor porque, según sus propias palabras, “es ciertamente doloroso ver llegar el certamen iberoamericano y no aprovechar este movimiento del turismo a Sevilla para lucir y vanagloriarse de haber tenido una época de civilización tan hermosa en este rinconcito del mundo” (Parladé Heredia, 1934: 5 y 8).

Por eso en 1927 el Estado adquirió las cuatro hectáreas de olivar existentes entre el anfiteatro y el cementerio de Santiponce, lugar conocido como “el olivar de los Vázquez”, donde ya Demetrio de los Ríos había excavado. Esta compra supuso por primera vez la posibilidad de comenzar la exploración de la ciudad romana en forma extensiva, desvelando la trama urbana que antes ni siquiera estaba intuida (Fig. 5). Se comenzó la excavación por una de las puertas de la muralla, que entonces sólo se intuía, apareciendo un cardo y los decumanos transversales que conformaban las manzanas de casas. En total se excavaron cinco de estas manzanas y en ellas un total de cuarenta mosaicos. Contrariamente a la práctica habitual, estos mosaicos se conservaron in situ, no solo por ser beneficioso para la visita pública que se pretendía fomentar, sino también porque Andrés Parladé era partidario de mantener todo lo aparecido en el yacimiento, e incluso del retorno de las estatuas y fragmentos arquitectónicos que se hallaban dispersos en museos y colecciones, “volviéndolos a sus primitivos sitios, ocupando jardines, patios, plazas, etc., etc., y formando una ciudad aproximada a la que debió ser” (Parladé Heredia, 1934: 21).

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ITÁLICA Y LA UNIVERSIDAD DE SEVILLA En 1932, a propuesta de Andrés Parladé, es nombrado director de las excavaciones de Itálica Juan de Mata Carriazo y Arroquia (Jódar, 1899 - Sevilla, 1989), que era catedrático de Prehistoria e Historia de España Antigua y Medieval en la Universidad de Sevilla desde 1927. Comienza así un nuevo periodo en Itálica, derivado del relevo en la dirección de las investigaciones, pues la Comisión de Monumentos cedía el paso a la Universidad de Sevilla, la cual a partir de este momento y durante muchas décadas se hará cargo de las excavaciones en el yacimiento. Tanto Carriazo, que estuvo hasta 1936 como su sucesor Francisco Collantes de Terán, continuaron excavando principalmente en las manzanas de la zona de reciente adquisición, la zona en la que había trabajado Parladé (Carriazo Arroquia, 1935; Collantes de Terán, 1941). En 1960 el libro de Antonio García y Bellido Colonia Aelia Augusta Italica brindará la oportunidad de hacer una recapitulación de todo lo conocido hasta el momento, agrupando datos dispersos y dando oportunidad para que se tomase conciencia del enorme interés del yacimiento. A continuación se producirán dos hechos que tendrán larga repercusión en la historia de la gestión del lugar. El primero de ellos fue en 1962, año en el que se procedió a la declaración de Itálica como monumento histórico y artístico13, cincuenta años después de aquella primera declaración de monumento nacional, con la diferencia de que ahora se incluía una delimitación del perímetro a proteger con unos límites explícitos y reconocibles a efectos jurídicos. La idea subyacente, que esta delimitación anunciaba y tras la cual estaba Juan de Mata Carriazo, era de la excavar por completo la ciudad romana, lo que implicaba el traslado parte de la población poncina. Por ello comenzaron a publicarse una serie de decretos que declaraban de utilidad pública a efectos de expropiación forzosa diferentes casas de Santiponce, a la par que se construía un nuevo barrio en terrenos no arqueológicos de la misma localidad. El otro hecho es de 1970, cuando a propuesta del director general de Bellas Artes, Florentino Pérez Embid, se creó un Patronato para gestionar el yacimiento14.

Esto representaba una importante novedad, ya que se dejaba atrás el modelo del investigador aislado que realiza sus campañas de excavación, para dar paso al de la gestión cuasi permanente de los terrenos propiedad del Estado, un paso más hacia la gestión institucional. Aunque el final de su trayectoria, al llegar los años 80 del siglo anterior, el Patronato se vio acosado de problemas que acabaron en su disolución15, en sus primeros años fue de lo más activo. Se nombró un director de las excavaciones, José María Luzón Nogué, procedente de la Universidad de Sevilla, el cual, con el respaldo de una buena dotación económica, tuvo ocasión de dedicarse con intensidad al yacimiento durante cinco años, de abril de 1970 a noviembre de 1974. Luzón elaboró un proyecto global de trabajos en toda la ciudad romana, atendiendo tanto a la entonces llamada nova urbs como a la ciudad originaria que se hallaba bajo Santiponce. En la primera se excavó en zonas conocidas, aportando nuevos descubrimientos, como el mosaico de Neptuno; se siguió excavando el viario y se excavaron manzanas nuevas, como la Casa del Planetario. Es en este momento cuando se decide derribar un viejo edificio que se encontraba junto al anfiteatro, que actuaba como pequeño museo local, herencia de la antigua casa romana de 1914, ya muy transformada y en deplorable estado (López Rodríguez, 2012: 61), para construir un nuevo edificio más cercano a la carretera de Extremadura, el cual habría de servir como pequeña oficina al personal que estaba excavando en este momento en Itálica (Fig. 6). Proyectado por el arquitecto sevillano Rafael Manzano, el edificio constaba de dos torres unidas por una sala alargada en la que se ubicó un museo de sitio, donde se llevaron importantes piezas que en ese momento estaban apareciendo en el teatro, como las conocidas basas neoáticas que hoy se exponen en el Museo Arqueológico de Sevilla (Fig. 7). La nueva adquisición por parte del Estado de unas cuarenta hectáreas de terreno permitió por otra parte ampliar la extensión de la zona conocida de la ciudad, excavándose hacia el sur el viario y varias manzanas de Cañada Honda. En Santiponce se realizaron también varias excavaciones, siendo la más

13 Decreto 1757/1962 de 5 de julio, (BOE 173 de 20 de julio). 14 Decreto 1345/1970 de 23 de abril (BOE 113 de 12 de mayo de 1970). 15 El Patronato de Itálica ha sido analizado pormenorizadamente en Verdugo Santos, 2012.

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Fig. 6. A principio de los años 70 se construyó un nuevo edificio para sede, al que se trasladaron las piezas arqueológicas del anterior museo local. (Foto Archivo del C.A.I.)

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Fig. 7. Vista de la sala principal del museo de Itálica en la sede institucional. Años 70. (Foto Archivo del C.A.I.).

Fig. 8. Primeras fases de la excavación del teatro en los años 70 (Foto archivo del C.A.I.)

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trascendente de ellas la que permitió sacar a la luz el teatro romano, en sucesivas campañas desde 1971. Poco a poco fueron apareciendo el graderío, la orchestra, el murus pulpiti,... La excavación suministró no solo un edificio público de primera magnitud, sino también multitud de restos arquitectónicos, epigráficos y escultóricos, ofreciendo un primer conocimiento, por cronología y ubicación, de una Itálica desconocida bajo la población actual (Fig. 8). La relación con la Universidad siguió adelante tras la finalización de las excavaciones de José María Luzón. En 1974 había llegado a la cátedra de Arqueología en la Universidad de Sevilla Manuel Pellicer Catalán, el cual se hizo cargo en 1977 de las excavaciones en Itálica. Su proyecto de trabajo se centró por un lado en una excavación estratigráfica en la ciudad antigua, en el lugar en el que en 1940 había aparecido la escultura de la diosa Venus (Pellicer Catalán et al., 1982), y por otro en la localización de las murallas, el estudio de las cloacas y la excavación del castellum aquae en la zona de la ampliación adrianea (Pellicer Catalán, 1982). Fue en 1980 cuando comenzó a excavar en Itálica la profesora Pilar León, también del Seminario de Arqueología de la Universidad Hispalense. La profesora León realizó cuatro campañas de excavación, desde marzo de 1980 hasta abril de 1983, en una zona cercana al cementerio de Santiponce, fruto de las cuales fue el sacar a la luz una gran construcción cuyos cimientos manifestaban haber sido una plaza porticada con un templo central posiblemente dedicado a Trajano y que en consecuencia recibió el nombre de Traianeum (León Alonso, 1988). Si en las campañas de excavación que se habían sucedido durante décadas en la zona de ampliación adrianea había predominado el elemento doméstico, los resultados de la excavación de Pilar León volvieron a colocar a Itálica en el plano de un proyecto imperial del mayor alcance, tanto que más tarde ha sido interpretada esta ampliación de la ciudad como una fundación para honrar la gloria del difunto Trajano, una Traianopolis (Rodríguez Hidalgo, 1987-1988: 586-587).

LA CREACIÓN DEL CONJUNTO ARQUEOLÓGICO DE ITÁLICA No es preciso recordar aquí los cambios sufridos en el país y por ende en la estructura administrativa tras el final de la dictadura y comienzo del estado demo-

crático. En 1984 se realizó el traspaso de competencias en materia de cultura a la Junta de Andalucía, cuya Consejería de Cultura se haría cargo a partir de ese momento del yacimiento italicense. Se podría haber optado por la revitalización del Patronato, pero se prefirió su disolución, pasando Itálica a depender de la Delegación Provincial de Cultura de Sevilla. Perdida con la disolución del Patronato la aportación económica de la Diputación Provincial que sostenía algunos puestos de trabajo vinculados a Itálica, fue la Delegación Provincial de Cultura la que logró asumir el mantenimiento de una platilla que incluía un gerente, y la contratación de un arqueólogo que actuara en el yacimiento. Sin embargo la constitución de una institución que diera estabilidad a la gestión de la ciudad romana estaba por venir. En 1989 se creó el Conjunto Arqueológico de Itálica16, junto a otros conjuntos arqueológicos en Andalucía (Baelo Claudia, Alcazaba de Almería, Madinat-alZahra, la Cartuja de las Cuevas, etc.). Era la primera vez que en Itálica existía una institución del Patrimonio Histórico dedicada a la gestión, conservación e investigación del yacimiento. Su estructura seguía el modelo de los museos, contando con un director, asesorado por una comisión técnica de personas externas, y una estructura administrativa con las tres áreas de administración, conservación e investigación, y de difusión. Con este esquema se constituyó una plantilla, que resultó bastante deficitaria en general y especialmente en puestos técnicos de grado superior, por lo que las funciones y tareas que anunciaban los encabezados de la estructura mencionados antes no se pudieron llevar a cabo a satisfacción, por decirlo con palabras sencillas (Fig. 9). La nueva gestión del Conjunto Arqueológico supuso un cambio en la dirección de la actividad, ya que comenzó a primarse la conservación de lo excavado. Durante décadas se habían sucedido campañas de excavación, pero los restos exhumados permanecían olvidados desde su descubrimiento, necesitando una urgente labor de conservación si no se quería que todo, muros y mosaicos, desapareciera. La conservación de los restos también era aliada de la tarea de difusión, puesto que en cierta forma ayuda a la legibilidad de los mismos para el público visitante. Como ejemplo podemos citar las actuaciones que se

16 Decreto 127/1989, de 6 de junio por el que se crea el conjunto arqueológico de Itálica, como unidad administrativa, BOJA nº 57 de 15 de julio de 1989.

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Fig. 9. Edificio sede del Conjunto Arqueológico de Itálica, proyectado por el arquitecto Rafael Manzano Martos, construido en la primera mitad de los años setenta (Fotografía del autor).

realizaron a partir de 1985 en la Casa de los Pájaros, donde se posibilitó una mayor comprensión de los espacios y de la estructura de la casa por medio de la recuperación de cotas y consolidación de pavimentos y muros (Rodríguez Hidalgo, 1991b)17. En este mismo orden de cosas, fueron de importancia capital para la conservación del yacimiento y la futura toma de decisiones las campañas de prospección geofísica que se llevaron a cabo en los años 1991 y 1993 (Rodríguez Hidalgo et al., 1999) y 2004, gracias a las cuales se pudo tener un conocimiento más documentado del urbanismo de la ampliación adrianea (Fig. 10). Si en el nuevo barrio adrianeo las excavaciones escasearon en esta nueva etapa, tal como dijimos, no fue así en el edificio del teatro, en el cual aunque a intervalos no se ha dejado realmente de trabajar en ningún momento. Uno de los tramos estuvo ligado a la celebración de la Exposición Universal de Sevilla de 1992, con cuyo motivo se firmó un convenio entre la Junta de Andalucía, el Banco de España y la Exposición Universal, que incluía la restauración del teatro de Itálica para su uso en representaciones. Por este motivo se realizaron entre 1988 y 1990 tres campañas de excavación, con las cuales se dejó al descubierto

la práctica totalidad del monumento (Corzo Sánchez, 1993: 157). El avance en el conocimiento del edificio fue significativo, especialmente en lo que hace a las cronologías, tanto lo referente a la construcción como a los momentos finales de abandono. El teatro romano de Itálica se sitúa en el borde noroeste de la primitiva ciudad romana y por tanto de Santiponce. De hecho constituye una parcela independiente del resto del yacimiento administrado por el Conjunto Arqueológico, del que queda separado por una vía pública, la antigua carretera a Extremadura, justamente aquella que, iniciada en 1836, había dado pie a las primeras excavaciones de Ivo de la Cortina que mencionamos páginas arriba. Se encuentra además este teatro muy alejado de la actual entrada de visitantes, que tradicionalmente se ha situado más próxima al anfiteatro. En el año 2010 se terminó de trabajar en un Plan Director del Conjunto Arqueológico de Itálica18, en el cual, dentro de la complejidad de planificación del documento en muy variados temas, una de las propuestas más novedosas podríamos decir que era la de invertir el itinerario de la visita tomando al teatro como

17 En el año 2003 se hizo una operación similar de consolidación en la Casa del Planetario. 18 Del que se publicó un documento de avance, ISBN 978-84-9959-072-1.

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Fig. 10. La mayor parte del territorio que gestiona el Conjunto Arqueológico está constituida por la zona de la ciudad ampliada en el siglo II d. C. (Foto José Moron. Archivo del C.A.I.).

cabecera de la misma. En los terrenos de la parcela del teatro se construiría un “centro de recepción de visitantes” que constituiría el inicio a la visita, la cual comenzaba así por el teatro romano para pasar luego a la otra parcela. El cambio tenía sus ventajas. Por un lado era lo más coherente desde el punto de vista cronológico, ya que este teatro es el monumento más antiguo conocido en la ciudad romana; a la par que resultaba beneficioso para la población de Santiponce ya que le acercaría el numeroso público visitante, el cual ahora –al estar la puerta de entrada a la zona arqueológica tan alejada- tiene escaso contacto con la población y muy poca repercusión en su economía. En este contexto de redacción del Plan Director, el Conjunto Arqueológico impulsó durante 2009 una serie de trabajos, tanto planimétricos como arqueológicos, al objeto de preparar no sólo un diagnóstico del estado del edificio sino un plan de intervenciones encaminadas hacia una restauración del inmueble que permitiera compaginar la investigación, la conservación, la visita pública y la adecuación para la celebración de espectáculos de danza o teatro. El

resultado fue un ambicioso programa dirigido por Alfonso Jiménez Martín y bautizado como Proscaenium (Jiménez Martín, 2009), en el cual se establecían los criterios que permitiesen hacer en el futuro los encargos de los proyectos que el mismo documento planteaba y que se ocupan de aspectos como la adecuación de graderío y de un nuevo acceso sur, las infraestructuras, la restauración del frente escénico y su anastilosis, la creación del centro de recepción de visitantes mencionado más arriba, y un edificio de servicios múltiples, entre otros (Fig. 11). Gracias a un convenio firmado entre la Junta de Andalucía y la Diputación Provincial de Sevilla, la cual por causa de su interés en desarrollar el Festival Internacional de Danza en el recinto del teatro se había comprometido a financiar en parte las intervenciones, en la primavera de 2011 se acometieron por fin las obras que iban a materializar parcialmente lo proyectado, en especial lo que estaba inmediatamente implicado en posibilitar el uso del recinto como espacio escénico19. Por este motivo, tanto las intervenciones en la frons scaenae y en

19 Ejecución de infraestructuras relacionadas con acometida energética y circulación de aguas, adecuación de accesos y protección del graderío, restauración del púlpito de la escena y construcción de una pérgola para soporte de luminarias empleadas en espectáculos. Como precedente a estas obras y durante el transcurso de las mimas se han realizado intervenciones arqueológicas entre 2009 y 2011, gracias a las cuales se ha podido conocer en mayor profundidad las fases de construcción del teatro y la conexión del mismo con el resto de la ciudad. Véase Jiménez Sancho, 2012.

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Fig. 11. El mayor desafío de los últimos años ha sido la intervención en el teatro, con su rehabilitación parcial, la inclusión de instalaciones y su adaptación al uso escénico (Fotografía del autor).

Fig. 12. Pérgola para soporte de luminarias en las representaciones del Festival Internacional de Danza celebrado en el teatro en 2011 y promovido por la Diputación Provincial de Sevilla (Fotografía del autor).

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el porticus post scaenam con el templo de Isis que incluye, como la construcción del tan necesario edificio de acogida de visitantes han quedado pendientes para una siguiente fase, poniendo en evidencia que el futuro de Itálica, como yacimiento y como institución, pasa necesariamente por la parcela del Teatro, sin cuya resolución todos los demás programas quedan posiblemente en suspenso (Fig. 12).

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Vista aérea del Conjunto Arqueológico de Carmona. Foto: Paisajes Españoles.


EL CONJUNTO ARQUEOLÓGICO DE CARMONA: DE JUAN FERNÁNDEZ LÓPEZ Y GEORGE E. BONSOR A FACEBOOK THE ARCHAEOLOGICAL SITE OF CARMONA: SINCE JUAN FERNÁNDEZ LÓPEZ AND GEORGE E. BONSOR TO FECEBOOK Ignacio Rodríguez Temiño [ Conjunto Arqueológico de Carmona ]. [ ignacio.rodriguez.temino@juntadeandalucia.es ] José Ildefonso Ruiz Cecilia [ Conjunto Arqueológico de Carmona ]. [ josei.ruiz@juntadeandalucia.es ]

Resumen

Summary

Tras varios años de excavaciones arqueológicas llevadas a cabo por Juan Fernández López y George E. Bonsor, la Necrópolis Romana de Carmona fue inaugurada en 1885, siendo, el primer yacimiento arqueológico en abrirse a la visita pública en España. La Necrópolis Romana de Carmona fue una empresa particular hasta que se donó al Estado en 1930. En 1984 fue transferida a la Junta de Andalucía, que cambió su nombre al de Conjunto Arqueológico de Carmona. Estos ciento treinta años de servicio a la cultura se resumen brevemente en este trabajo.

After several years of archaeological excavations carried out by Juan Fernández López and George E. Bonsor, on 1885 the Necrópolis Romana de Carmona (Roman Necropolis of Carmona) was inaugurated. It was the first archaeological site to be open to public visit in Spain. The Necrópolis Romana de Carmona was a private enterprise until 1930, when it was transferred to the State. In 1984 it was transferred to the Junta de Andalucía that changed its official name in 1993 to Conjunto Arqueológico de Carmona (Carmona Archaeological Ensemble). This paper is devoted to explain this long experience as a cultural resource for the public.

Palabras clave: Necrópolis Romana de Carmona, museos de sitio, Conjunto Arqueológico de Carmona, historiografía.

Keywords: Roman Necropolis of Carmona, site museums, Carmona Archaeological Ensemble, historiography.

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1. INTRODUCCIÓN Aunque el siglo XIX en su conjunto no fuese un tiempo favorable en España para las iniciativas en torno al patrimonio arqueológico, durante su segunda mitad asistimos a un repunte de las excavaciones arqueológicas (Maier Allende, 2008: 76-80). Este aumento de la actividad fue acompañado de un proceso de definición de los profesionales de la arqueología que convivió, durante mucho tiempo, con corrientes opuestas que favorecieron la incorporación de aficionados ocasionales y arqueólogos diletantes, en pie de igualdad con los anteriores, compartiendo ambos instituciones como la Real Academia de la Historia, donde no predominaban precisamente los historiadores profesionales (Peiró Martín, 2006: 46). Dentro de la débil reactivación arqueológica de finales del ochocientos destacan las campañas llevadas a cabo para desenterrar la necrópolis occidental de la Carmo romana (Rada y Delgado, 1885: 6-9; Maier Allende, 1999: 42 ss.), ubicada en el entorno del denominado camino del Quemadero, por sus sistematicidad y amplitud. Pero, sin duda, la principal peculiaridad de estas indagaciones arqueológicas fue su vocación ab initio de musealización para la visita pública, de permanencia para disfrute general. Quizás lo más asombroso de ese empeño inicial no fuese tanto su carácter privado cuanto su éxito. Empezó entonces un proyecto pionero que, cambiando necesariamente la titularidad privada por la pública como mejor medio para asegurar su pervivencia, ha llegado hasta nuestros días desplegando el mismo servicio público que alumbró su nacimiento hace ciento treinta años. Sin embargo, el tiempo no ha pasado en balde, aunque no siempre se ha sabido aprender de esta longeva existencia, en parte debido a que la historia de este yacimiento musealizado resulta aún mal conocida. En este trabajo pretendemos ensayar una aproximación a esta extensa experiencia con el objetivo no tanto de historiar el devenir de esta institución, cuanto de resaltar los logros, fracasos y claroscuros que han jalonado su gestión. Para ello, aunque recurramos a una división por cortes cronológicos en su trayectoria (la etapa inicial bajo la dirección de Juan Fernández López y George E. Bonsor entre 1885 y 1930, la época en que ha estado bajo la tutela de la administración general del Estado, entre 1930 y 1984, y finalmente desde esa última fecha hasta la actualidad en que el

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titular público de su gestión ha cambiado a la Comunidad Autónoma de Andalucía), queremos hacer divisiones verticales en razón de los diversos campos en que suele residenciarse la tutela de los bienes pertenecientes al patrimonio histórico, según consagrase para el caso de Andalucía, el I Plan General de Bienes Culturales, aprobado 1989 (Plan General de Bienes Culturales 1989). A saber: protección, conservación y restauración, investigación y difusión, sin que este orden suponga prelación alguna. Sin omitir datos e interpretaciones ya conocidas, creemos que debemos aprovechar esta ocasión también para poner de relieve aspectos menos conocidos o que hasta el momento han permanecido inéditos.

2. LOS COMIENZOS DE LA NECRÓPOLIS ROMANA DE CARMONA Tras varios años de excavaciones irregulares y cinco de una actividad sistemática paralela a la compra de las fincas donde se concentraban los principales hallazgos (Rada y Delgado, 1885: 80 ss.; Maier Allende, 1999a: 41-58; Gómez Díaz, 2001; Rodríguez Temiño, 2010), el 24 de mayo de 1885 se inauguró la Necrópolis Carmonense nombre que se perdió rápidamente a favor de Necrópolis Romana de Carmona (NRC), como aún se la conoce fuera del ámbito administrativo andaluz (Maier Allende, 1999a: 58-61; Gómez Díaz, 2001: 60-75; Ruiz Cecilia et alii, 2011: 20-29). Juan Fernández López y George E. Bonsor, copropietarios de la NRC, habían pensado un conjunto de acciones para amparar su musealización. Resueltas cuestiones básicas, de no poca envergadura, como la adquisición de los terrenos donde se encontraban los vestigios y la continuidad de las excavaciones, los principales soportes del proyecto fueron dos: la creación de la Sociedad Arqueológica de Carmona (SAC) y la construcción de un museo de sitio donde presentar los bienes muebles hallados en las excavaciones de la Necrópolis. La primera era una plataforma cultural que aglutinaba a lo más nutrido de la erudición local y a miembros correspondientes de las reales academias madrileñas y sevillanas, cuya principal labor era la investigación histórico-arqueológica carmonense (Maier Allende, 1997). Por su parte, el museo de sitio tuvo una primera instalación provisional en unas salas cedidas por el colegio san Teodomiro, ubicado en la calle San Felipe, de Carmona,


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Fig. 1. Edificio del museo de la NRC, ca. 1888 (foto Ramón García Pinzón, Museo Arqueológico de Sevilla).

pero a partir de 1888 cambió a un inmueble dedicado a esta función en la propia Necrópolis (Fig. 1) (Ruiz Cecilia et alii, 2011: 28). Los artífices de esta empresa fueron Juan Fernández López y George E. Bonsor. Del primero de los cuales, farmacéutico y erudito local, se tienen pocos datos biográficos, aparte de los mencionados por De la Rada y Delgado (1885: 83 s.). Su producción como aficionado tampoco ha dejado una profunda huella, pasando prácticamente desapercibido para la posteridad (Maier Allende, 2004; Ayarzagüena Sanz y Renero Arrivas, 2009), aunque su dedicación a la NRC y a la conservación y valorización del patrimonio arqueológico carmonense está siendo reivindicado recientemente (Ruiz Cecilia et alii, 2011; Rodríguez Temiño, 2014c; Rodríguez Temiño et alii, 2015). Aquí nos interesa destacar que Juan Fernández ya había emprendido excavaciones en ese sector entre 1874 y 1881, las denominadas en la documentación

conservada en el archivo del Conjunto Arqueológico de Carmona (ACAC)1, como fouilles irrégulières, frente a las acometidas a partir de 1881 en asociación con George E. Bonsor. Cabe señalar, que Fernández López hizo estas indagaciones en compañía de otros eruditos como José de Sotomayor, primero, y después de Francisco Mateos Gago (Aguado García, 2013) y Antonio María de Ariza (Salas Álvarez, 2010), estos últimos académicos y aficionados a la arqueología que gozaban de enorme prestigio en ese momento en el plano provincial. Frente a la desenvoltura que más adelante mostrará Bonsor excavando él solo, Fernández López siempre parece rodearse de otros a los que posiblemente atribuía mayores conocimientos en la materia. De George E. Bonsor debemos recalcar que en estos primeros momentos era un entusiasta colaborador de Juan Fernández López, con el que compartió la iniciativa de la creación de la Necrópolis Romana de Carmona, pero poco más (Rodríguez Temiño,

1 Conjunto Arqueológico de Carmona es el nombre que sustituye al de Necrópolis Romana de Carmona a partir de la promulgación del Decreto 146/1992, de 4 de agosto, por el que se crea esta unidad administrativa, dependiente de la Delegación Territorial de la Consejería de Cultura, Turismo y Deporte en Sevilla. Más adelante se dan algunos detalles sobre su función y finalidad.

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2014c). Posiblemente su primera responsabilidad como excavador fuera la del anfiteatro, comisionado por la Sociedad Arqueológica de Carmona en 1886 y cuya memoria, escrita por Juan Fernández López aunque firmada por Bonsor, envió a la Real Academia de la Historia2. Durante los años sucesivos (1988-1902) (Maier Allende, 1999a: 91-172), Bonsor extenderá su actividad arqueológica a la región de los Alcores, otros yacimientos andaluces y a las islas Scilly. A partir de 1905, cuando llevó a cabo la venta de su colección arqueológica a la Hispanic Society of America, combinará la asistencia a excavaciones emprendidas por otros arqueólogos e instituciones (Arthur Engel, Pierre Paris, Raimond Thouvenot o Adolf Schulten) con la más lucrativa función como agente comercial para Huntington, sobre todo a la búsqueda de obras de arte que pudieran interesar al magnate estadounidense. De hecho, las excavaciones emprendidas por él en la necrópolis de Gandul (Alcalá de Guadaira, Sevilla) entre 1910 y 1911 tienen como principal finalidad la venta de los objetos recuperados a Huntington, ya que esta se consuma apenas unos días después de haber dado por concluida la excavación (Rodríguez Temiño, 2015). Tanto el análisis de los álbumes de firmas de visitantes (Rodríguez Temiño et alii, 2015) como la lectura de las actas de reuniones de la SAC3, permiten vislumbrar la amplia y activa estrategia comunicativa desarrollada por Juan Fernández López y George E. Bonsor para dar a conocer la NRC y el trabajo desarrollado en ella por ambos entre círculos expertos, fundamentalmente las reales academias de la Historia y de Bellas Artes, la sevillana Real Academia de Santa Isabel de Hungría, la Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos de la provincia de Sevilla, la Universidad Hispalense y el Ateneo y Sociedad de Excursiones de Sevilla; así como a un nutrido grupo de arqueólogos, intelectuales y eruditos a título individual. Sin olvidar, en modo alguno, la búsqueda de notoriedad y repercusión pública a través de la prensa escrita, tan abundante y diversificada en esos momentos a escala

local, provincial, nacional e internacional (Fig. 2). La correspondencia epistolar y los ejemplares de periódicos custodiados en el ACAC constatan esa intensa labor de comunicación institucional4, propiciada por la celebración de «reuniones arqueológicas», convocadas para la visita de personalidades a las excavaciones5, y las sesiones extraordinarias de la SAC, a la que eran invitados números colegas y autoridades locales y provinciales e incluso nacionales, como Lorenzo Domínguez de la Haza. Aunque normalmente, salvo contadas excepciones, a tales actos solo iban personas de Carmona, su entorno o Sevilla, las cartas excusando su asistencia de académicos y políticos residentes en Madrid eran leídas en voz alta para solaz de los miembros de la SAC y realce del evento. Juan Fernández López, George E. Bonsor y, en menor medida, otros eruditos locales miembros también de la SAC, como Sebastián Gómez Muñiz, presbítero de la prioral de Santa María y presidente de la SAC hasta 1888, o Manuel Fernández López, fraguaron su reconocimiento a través de esos medios, pero solo Bonsor supo cultivar un interés por la arqueología y una red de contactos que lo proyectaron fuera del estrecho círculo de la arqueología local. Este desplazamiento del interés de Bonsor a círculos más amplios y, sobre todo, el giro dado hacia el comercio de antigüedades y obras de arte a raíz de su contacto con Huntington, nos hacen pensar que se desentendiese del mantenimiento de la NRC, recayendo el peso de tal obligación en Juan Fernández López. Él anualmente aportó el dinero necesario para la continuidad de las instalaciones, reparaciones y sustitución de elementos deteriorados. Suponemos que esta situación debió acarrear cierto desencuentro entre ambos, como reflejan algunos indicios y anotaciones manuscritas por Fernández López en los documentos (Ruiz Cecilia et alii, 2011: 32 s.), aunque nunca perdieron la amistad y ambos fueron asistentes regulares a las sesiones de la SAC celebradas en la biblioteca de la NRC.

2 En el ACAC se conserva un borrador de la misma (ACAC III.2.3. doc. 62, [1 f.], 40 p «Descubrimiento de un Anfiteatro en Carmona», Memoria leída el 5 de junio de 1886 por George E. Bonsor ante la Sociedad Arqueológica de Carmona). 3 ACAC III.2.1. «Libro de Actas de la Sociedad Arqueológica de Carmona» (1886-1893) y (1893-1909), leg. 2, libros 6 y 7. 4 Tenemos constancia de la publicación de artículos y crónicas sobre la NRC en periódicos como The Times, The Morning Post, El Liberal, La Andalucía Moderna, El Universal, El Orden, El Posibilista, El Zurdo, El Baluarte, El Eco de Andalucía y La Verdad, este último era propiedad de Juan Fernández López. 5 Solo se celebraron dos de estas reuniones arqueológicas, una el 24 de mayo de 1885, con la que se inauguraba formalmente la visita pública a la NRC y otra el 5 de junio de 1886 (Ruiz Cecilia et alii, 2011: 11-33; Rodríguez Temiño et alii, 2015).

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Fig. 2. Visita de grupo, tumba de Servilia (Fototeca del Laboratorio de Arte de la Universidad de Sevilla, nº registro 4-207).

La dedicación de Juan Fernández, tanto a la NRC como a la SAC de la que fue secretario, no solo se manifiesta en la continuidad de las sesiones ordinarias de la SAC que, en su periodo final, apenas si se reducen a meros apuntes sobre incidencias en la NRC o detalles de algunas compras de objetos, sino en la defensa que hizo de la misma ante los ataques que sufrió. Concretamente nos referimos a la escisión habida en 1888 de dos miembros, los Sres. Cortés y Delgado Maldivo, quienes se quejaron de que Fernández López había usado su memoria de la excursión de la SAC a La Luisiana, sin permiso expreso de los autores. Los afectados no solo abandonaron la SAC, sino que crearon una asociación ficticia paralela a la SAC, denominada La Pasionaria, a la que definieron como “anti Sociedad Arqueológica de Carmona”. Desde La Revista. Periódico ilustrado, científico, literario y de intereses locales, periódico propiedad de Francisco R. Cortés atacaron con sorna y, en no pocas ocasiones, difamando la figura de Juan Fernández López, al que denominan “el arqueólogo necropolitano”. Por ejemplo, en el núm. 33 de La Revista de 16 de septiembre de 1888, puede leerse el siguiente comentario:

“D. Cándido Bartola simple licenciado en Farmacia, políglota, arqueólogo, académico. Se venden pateras, drogas, historias de Carmona al peso, obras de La Rada en comisión. Se hacen arqueólogos e historiadores en 7 lecciones y se asiste a partos”. Juan Fernández denunció por injurias y calumnias a Manuel Delgado Maldivo, celebrándose juicio a finales de 1888 (La Revista núm. 43 de 25 de noviembre de 1888), recayendo condena sobre el Sr. Delgado Maldivo. Juan Fernández López murió en octubre de 1925, dejando dispuesto en su testamento (disposición novena) que “[a] mi amigo y copropietario de la Necrópolis Romana de Carmona, lego en usufructo la mitad de dicha Necrópolis, museo y antigüedades y objetos que están proindivisos y que son propiedad del dicho amigo y copropietario D. Jorge Bonsor y Saint Martín y del que esto escribe osea D. Juan Fernández López”. En la disposición treceava se recogía que “[s]iendo mi deseo constante el que la Necrópolis Romana se perpetúe como monumento patrimonio el mayor tiempo

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posible, faculto y autorizo a mi amigo y copropietario de la Necrópolis Romana de Carmona para que la ofrezca y venda al Estado Español; y enajene en este caso por el precio que juzgue razonable, dándole la mitad, deducidos los gastos, a mis herederos”6. El final de la gestión privada de la NRC, con George E. Bonsor, ya mayor y residiendo en Mairena del Alcor, recayó en el profesor de dibujo del instituto de Carmona, Juan Rodríguez Jaldón, quien accedió a hacerse cargo de la misma a cambio de la posibilidad de usar las dependencias del museo de sitio para pintar. A este momento, o algo posterior, corresponden los espléndidos dibujos de los paramentos pintados en el interior de las tumbas, obra de Rodríguez Jaldón (Abad Casal y Bendala Galán, 1975; Fernández Gómez y Baceiredo Rodríguez, 2001). La Necrópolis Romana de Carmona siguió siendo iniciativa privada hasta que G. E. Bonsor, poco antes de fallecer, la cedió a favor del Estado mediante escritura firmada ante el notario Ignacio Jiménez Gil, el 28 de julio de 1930, dando cumplimiento a los deseos testamentarios de Juan Fernández López. El Estado, mediante Real Orden del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, de 21 de julio de 1931 aceptó la donación de la Necrópolis Romana de Carmona.

3. LA NECRÓPOLIS ROMANA DE CARMONA COMO INSTITUCIÓN PÚBLICA Antes de la cesión, siendo director general de Bellas Artes, Elías Tormo, se declaró como Monumento del Tesoro Artístico Nacional, la Necrópolis Romana de Carmona, junto con su museo, por Real Orden núm. 1343 de 26 de abril de 1930. Una vez en poder del Estado, el gobierno de Alfonso XIII nombró a Rodríguez Jaldón como conservador de la NRC, a título honorífico, por Real Orden de 29 de octubre de 19307. Ambos actos fueron ratificados por la II República. Por un lado incluyó a la NRC como Monumento

Nacional en el Decreto de 3 de junio de 1931 y por acuerdo de la Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos de la Provincia de Sevilla de 21 de noviembre de 1933, se designó a Juan Rodríguez Jaldón y a Juan Mª Aguilar Calvo como responsables de diversos monumentos encomendados a la custodia de la Comisión existentes en Carmona y cercanías, entre ellos la NRC. En 1938, antes de acabar la contienda civil, la NRC se integró dentro del Servicio de Inspección General de Museos Arqueológicos por la vía de los hechos. Siguiendo una instrucción emanada del gobierno de Burgos, Juan Lafita, por entonces director del Museo Arqueológico de Sevilla (MAS), confirmaba en octubre de ese año haberse hecho cargo del museo de la NRC, según recoge un documento autógrafo depositado en el archivo del MAS, redactado con la terminología del momento8. A partir de 1941 esta situación de dependencia de facto se consolidará de iure mediante Orden de 28 de febrero de ese año. Con esa orden la NRC, como otros museos de sitio también contemplados en ella, no solo perdían independencia, sino que su consideración como museo arqueológico dejaba fuera al yacimiento visitable, ya que esta denominación solo abarcaba al edificio, a pesar de que el conjunto de restos visitables había sido declarado monumento nacional. Los primeros treinta años de gestión estatal solo dan testimonio de incuria y despreocupación sobre su preservación para el futuro. Los principales documentos que poseemos son las quejas emitidas anualmente desde el Servicio de Inspección de Museos Arqueológicos por la absoluta falta de cumplimiento en el envío de estadísticas de visitantes a ese centro directivo, desde el Museo de la Necrópolis. Incluso tal actitud merece el reproche del Director General de Bellas Artes que pone al Museo de la Necrópolis Romana de Carmona como deplorable ejemplo de incumplimiento de obligaciones (Rodríguez Temiño, 2010: 309 s.; Rodríguez Temiño et alii, 2015).

6 Archivo General de Andalucía, Fondo Bonsor 1.1, leg. 2, pieza 6. 7 El texto de la citada Real Orden es el siguiente, según consta en la comunicación firmada por Carlos Cañal como presidente de la Comisión de Monumentos de Sevilla, “Iltmo. Sr.: Adquirida por el Estado la Necrópolis de Carmona (Sevilla), por donación del que fue su propietario, don Jorge Bonsor.- S. M. el Rey (q.D.g.) se ha servido disponer que se confirme en el cargo de Conservador de la referida Necrópolis a don Juan Rodríguez Jaldón, que venía desempeñándolo, con carácter gratuito”. 8 El texto es como sigue: “Ilmo. Sr. Jefe de los Servicios de Bibliotecas y Archivos. En contestación a su atto. oficio de 13 de octubre, tengo el honor de participarle que dándole oportuno cumplimiento me personé en la ciudad de Carmona visitando a su alcalde para ofrecerme a él y seguidamente me hice cargo del Museo anejo a la Necrópolis, al cual vengo realizando una visita semanal y oportunamente daré cuenta a esa jefatura del resultado de los trabajos realizados y demás datos, conforme a su oficio del 4 del pasado mes. Sevilla a 8 de noviembre de 1938. III año triunfal. El jefe del museo”.

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La situación cambiará entre 1959 y 1979, tiempo en que la institución y el MAS estuvieron bajo la dirección de Concepción Fernández-Chicarro (Fig. 3). Con ella la Necrópolis conoce un momento de actividad y reforma. Se adquirió la parcela donde se ubica el anfiteatro y, con posterioridad, se procedió a su excavación casi completa (Fernández-Chicarro, 1975) (Fig. 4) y se realizaron reformas museográficas en el museo de sitio. Esta labor de reforma del museo no pasó desapercibida. Por Decreto 474/1962, de 1 de marzo, el museo de la NRC fue declarado Monumento Histórico-Artístico, tanto el edificio como las colecciones. Ello condujo a la incorporación del museo a la red estatal de museos españoles por Orden de 31 de agosto de 1968, por la que se incorpora a efectos administrativos al Patronato Nacional de Museos. Tampoco los trabajos de desentierro del anfiteatro, que permitieron su declaración como Monumento Histórico-Artístico y Arqueológico de carácter nacional por Real Decreto 729/1978, de 11 de marzo , fueron echados en saco roto. Bajo la dirección de Fernando Fernández (a partir de 1979) la situación no cambió en exceso, salvo por la adquisición de dos terceras par-

tes de la finca denominada Huerto Casquizo, colindante por el este con la NRC. Por Real Decreto 864/1984, de 29 de febrero, se transfirió la NRC de la administración general del Estado a la Junta de Andalucía. Este cambio tardó en producir efectos. La dependencia del MAS duró hasta que mediante el Decreto 146/1992, de 4 de agosto, se creó como unidad administrativa el Conjunto Arqueológico de Carmona (CAC), dependiente de la Delegación Provincial en Sevilla de la Consejería de Cultura (actual Delegación Territorial de Cultura, Turismo y Deporte), desterrándose oficialmente desde entonces el antiguo nombre de Necrópolis Romana de Carmona, al menos en el ámbito administrativo. Como en el resto de instituciones similares creadas en Andalucía, su función principal consiste en la protección, conservación, investigación y valorización de los bienes que tiene encomendados, proponiendo a los órganos pertinentes de la Consejería competente en materia de patrimonio histórico cuantas medidas tiendan a mejorar estos aspectos capitales de la tutela patrimonial (Gil de los Reyes y Gómez Saucedo, 2001). Dado que en el CAC se concentraban diversas

Fig. 3. Concepción Fernández-Chicarro durante las excavaciones del anfiteatro en los años setenta del siglo XX (ACAC).

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Fig. 4. Excavación del anfiteatro durante la década de los años setenta del siglo XX (ACAC).

declaraciones como monumentos (de la Necrópolis Romana de Carmona en 1931, del museo de sitio en 1962 y del anfiteatro en 1978), se consideró conveniente realizar una delimitación conjunta de la Zona Arqueológica de la Necrópolis y Anfiteatro que sirviese además para incluirla en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz, creado por la Ley 1/1991, de 3 de julio, de Patrimonio Histórico de Andalucía. Aunque la incoación se realizó mediante Resolución de la Dirección General de Bienes Culturales de 16 de marzo de 1994, el expediente no se resolvió hasta diez años más tarde, cuando se firmó y publicó el Decreto 55/2003, de 18 de febrero, por el que se declara y delimita, con la categoría Zona Arqueológica, el Bien de Interés Cultural, Necrópolis y Anfiteatro Romanos de Carmona y su entorno (BOJA núm. 5868, de 19 de marzo de 2003). La nueva delimitación incluye, junto a las propiedades públicas de la necrópolis y el anfiteatro, las canteras de época romana situadas en el entorno, en una clara apuesta por englobar una realidad que no solo amparase a restos arqueológicos sensu stricto, sino también vestigios que conforman un paisaje arqueológico más rico y complejo. Con esta medida

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se quería también alejar cualquier tipo de posible especulación del suelo del entorno de los bienes inmuebles de propiedad pública. En este sentido cabe señalar que la manzana donde se inserta el CAC contiene aún algunas parcelas, como las denominadas cantera Mayor y cantera Menor, libres o con una ocupación residual, al haberse quedado al margen del desarrollo urbanístico desde que las Normas Subsidiarias de planeamiento de Carmona, aprobadas en 1983, delimitarán una zona de respeto en torno a la NRC cuya ocupación estaba limitada a una autorización vinculante de la Comisión Provincial de Patrimonio Histórico. Sin embargo, esa medida cautelar urbanística se debilitó conforme las Normas Subsidiarias quedaron obsoletas. El nuevo planeamiento, formado por una Adaptación de las Normas Subsidiarias de 1983 a la Ley de Ordenación Urbanística de Andalucía, aprobada en 2009, el Plan Especial de Protección del Patrimonio Histórico de Carmona, aprobado definitivamente también en 2009, y el nuevo PGOU, aún no aprobado definitivamente, dibujan una realidad distinta, que afecta tanto a una parcela de tierra calma situada al sureste del recinto del CAC como a las canteras Menor y Mayor.


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La posibilidad de revaloración del terreno antes mencionado generó un movimiento de apropiación por parte de una comercial, que acogiéndose al artículo 205 de la Ley Hipotecaria y presentando unos títulos dudosos, tuvo acceso al Registro de la Propiedad de Carmona e inmatriculó ese suelo a su nombre. Ante el conocimiento de tal actuación, reparamos en ese suelo al que nunca se había prestado atención por estar situado fuera de la valla de delimitación de la NRC levantada a comienzos de la década de los sesenta. Indagaciones en el Registro de la Propiedad, en el Archivo de Protocolos Notariales, en el Archivo Municipal del Ayuntamiento de Carmona y en el Archivo General de la Administración General del Estado, nos llevaron a la convicción de que ese suelo era público y formaba parte del campo de las Canteras, adquirido por Fernández López y Bonsor en 1883 y cedido al Estado en 1930. Con tal motivo se interpuso una demanda ante la jurisdicción civil, cuyo balance a tenor de una primera sentencia dictada por el Juzgado de Primera Instancia núm. 5 de Sevilla en Sentencia de 6 de mayo de 2013, ratificada por otra de la Sección Sexta de la Audiencia Provincial de Sevilla, de 24 de septiembre de 2014, es positivo a las pretensiones de la Junta de Andalucía consistente en la anulación de esa inmatriculación. Por otra parte, tanto el Plan Especial como el documento aún no aprobado definitivamente del PGOU de Carmona consideran las canteras Menor y Mayor como suelos no urbanizables, cuya finalidad es integrarse dentro del CAC, declarando las escasas viviendas existentes en la primera fuera de ordenación. De acuerdo con esas previsiones, la Junta de Andalucía publicó el Decreto 168/2011, de 24 de mayo, por el que se declaraban de interés social, a efectos de expropiación forzosa, ambas canteras. Si bien, por cuestiones no solo de índole económica sino también social (realojo de los vecinos que actualmente viven en la cantera Menor), no se ha iniciado el procedimiento de expropiación. En la actualidad, tras un periodo dominado por la ausencia conceptual sobre el término “Conjunto Arqueológico” (Rodríguez Temiño, 2010), el CAC se concibe como un museo de características especiales ya que, por un lado, cuenta con un edificio que realiza las funciones de museo de sitio y sede administrativa de la institución, una extensa zona arqueológica de aproximadamente 60.000 m2 que contiene una

amplia representación de los complejos funerarios de la ciudad romana de Carmo, un anfiteatro de finales del siglo I a. C. y dos canteras igualmente de época romana; amén de un valioso archivo, donde se conserva todo tipo de documentos que testimonian su larga trayectoria de gestión, y una biblioteca de apoyo a la investigación del personal del CAC integrada en la Red de Bibliotecas Públicas de Andalucía. Desde el punto de vista de la propia institución y para dar cumplimiento a lo previsto en el artículo 79 de la Ley 14/2007, de 26 de noviembre, del Patrimonio Histórico de Andalucía, se redactó un Plan Director del Conjunto Arqueológico de Carmona (PDCAC) (Rodríguez Temiño et alii, 2009), cuyo diagnóstico está presente en las valoraciones que siguen. Si bien, la ausencia de inversiones ha imposibilitado remontar las carencias críticas detectadas entonces y tampoco ahondar y sacar partido de las ventajas descritas. Sin embargo, sería erróneo pensar que hemos estado quietos, pues se ha llevado a cabo un rosario de pequeñas actuaciones, pruebas y soluciones paliativas que nos permiten ahuyentar el principal mal que ha aquejado al CAC: que no se sabía qué le pasaba.

4. LA INVESTIGACIÓN EN LA NRC Las excavaciones sistemáticas de la NRC comenzaron en 1883, meses antes de que se adquiriesen los campos de los Olivos y de las Canteras que constituyeron el núcleo fundacional de la NRC, ya que está documentada notarialmente su compra en 1884 (Rodríguez Temiño, 2010: 305), siguiendo un plan por campañas cuya secuencia ha sido establecida por Maier Allende (1999a: 41-58) y revisada por Gómez Díaz (2001: 18-37). De la Rada y Delgado (1885: 82-87) y Manuel Fernández López (1886: 44) describen en términos de colaboración y entendimiento entre Juan Fernández López y George E. Bonsor la relación entre ambos para este proyecto, señalando el primero expresamente que Bonsor se encargó de la realización de los planos y plantas (hecho que viene avalado por la autoría de los mismos), mientras que Fernández López tenía a su cuidado “recoger cuantas notas y datos producían las excavaciones, en un minucioso diario abierto al efecto” (Rada y Delgado, 1885: 86). Ese diario manuscrito íntegramente por Juan Fernández López se conserva en el ACAC9.

9 ACAC III.1.3. caja 1, libro 3 [Juan Fernández López] «Diario de excavaciones 1884-1905».

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Fig. 5. Juan Fernández López durante la excavación de la tumba de Servilia, 1905 (ACAC).

Contra esta realidad documental de poco vale contraponer el contenido de panegíricos elaborados tras el fallecimiento de Bonsor, como por ejemplo el escrito por Joaquín Hazañas y la Rúa, publicado en El Correo de Andalucía en agosto de 1930, para rendir homenaje al erudito anglofrancés (Maier Allende, 1999a: 65). La redacción de esa pieza periodística está presidida por el deseo de alabanza de las virtudes del difunto y no por la rigurosidad histórica. Por otra parte, Hazañas hace la referencia al modo de excavar de Bonsor en términos generales y no concretamente a las excavaciones realizadas en la Necrópolis Romana, entre otras cosas porque no fue testigo directo de ellas. Según los datos disponibles, sus visitas comenzaron cuando la Necrópolis estaba ya inaugurada y no se sucedieron más episodios de excavaciones hasta 1905, cuando se desentierra la tumba de Servilia y Bonsor no participó en ellas (Rodríguez Temiño et alii, 2015) (Fig. 5). Mucho menos suponer que Bonsor debió llevar otro diario de paradero desconocido (Maier Allende, 1999a: 39 s.), del que no hemos encontrado ninguna referencia.

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A pesar del empeño puesto por Fernández López y Bonsor en las excavaciones de la NRC, lo cierto es que su publicación prefirieron dejarla a la mano experta de Juan de Dios de la Rada y Delgado (1885), comisionado por las reales academias de la Historia y Bellas Artes para asistir a la reunión arqueológica de 1885. Lógicamente él publicó los complejos funerarios excavados con anterioridad a esa fecha. En realidad Juan Fernández López no demostró mucho interés en dar a conocer sus excavaciones mediante una publicación, pensamos que él se reconocía como erudito, sin conocimientos teóricos suficientes como para abordar una empresa intelectual de esa magnitud. Sus publicaciones se ciñen a breves memorias para la SAC y alguna otra cosa en coautoría con Gómez Muñiz y Bonsor (Gómez Muñiz et alii, 1887; Fernández López, 1888a y 1888b) y avances dispersos en La Verdad. Eso también permitió que otros miembros de la SAC que estaban al tanto de las excavaciones, aunque no está acreditado que participasen directamente en ellas, como Manuel Fernández López, hermano de Juan, médico


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de profesión e igualmente interesado en las antigüedades, que llegó a ser secretario de la Comisión de Monumentos, pudieran publicar visiones de conjunto insertas en obras generales o bien monografías sobre una tumba concreta (Fernández López, 1886 y 1899). Pensamos que fuese acaso esa prudencia la que le aconsejó delegar en un académico la publicación. Cuando se reanuden las excavaciones en la NRC en 1905 para excavar la tumba de Servilia, esta vez sin la colaboración de Bonsor (Ruiz Cecilia et alii, 2011: 52 ss.), será una persona cercana a las excavaciones y a las reales academias quien dará cuenta puntual de los hallazgos (Fernández Casanova, 1906ª; 1906b y 1907). Bonsor, sin duda, respetaba la forma de pensar de Fernández López con respecto a la NRC, pues a pesar de incluir la NRC en sus principales publicaciones sobre la región de los Alcores (Bonsor, 1899) y hacer breves comentarios sobre los túmulos excavados en ella (Bonsor, 1897 y 1898), lo cierto es que acometió muy tardíamente la publicación monográfica de la NRC, en una obra que apareció póstumamente (Bonsor, 1931), usando los apuntes

de Fernández López, como reflejan las anotaciones realizadas a mano y firmadas con sus iniciales. Este aprovechamiento se ciñó a los datos más valiosos del “Diario de excavaciones”, los croquis de las tumbas y las descripciones de los ajuares, aunque en la portada del mismo se lee la opinión general que le merecieron las anotaciones de su compañero: “Visto. No Vale. J. B.” (Fig. 6). Conviene señalar aquí que para este momento ya se había definido un modo de abordar el estudio de los complejos funerarios romanos de la Necrópolis que, frente a un completo recuento de todos ellos, privilegiaba el análisis de los singulares y excepcionales, característica que se ha perpetuado en posteriores trabajos, como hemos tenido la ocasión de reseñar (Rodríguez Temiño et alii, 2012: 132 ss.). Omitimos un recuento detallado de las obras generales sobre la Bética o sobre época antigua que hacen descripción de lo ya conocido sobre la NRC, para centrarnos en el nuevo periodo de excavaciones abierto tras la llegada de Concepción Fernández-Chicarro a la dirección del MAS y, por tanto de la NRC.

Fig. 6. Anotaciones de Juan Fernández López en el “Diario de excavaciones 1884-1905” y nota a lápiz de revisión por George E. Bonsor (ACAC III.1.3 caja 1, lib. 3).

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Como se ha visto, su actividad se centró sobre todo en la nueva finca adquirida por la administración, la del anfiteatro, donde excavó un amplio conjunto de tumbas además del propio edificio de espectáculos y publicar la última guía editada sobre la NRC (Fernández-Chicarro, 1969; 1970; 1975 y 1978; Fernández-Chicarro y Olivella, 1977). Esta nueva tanda de excavaciones le sirvió igualmente para reformar y actualizar el discurso expositivo del museo de sitio. Este periodo podía haber continuado con las excavaciones de María Belén Deamos (1982 y 1983), que había trabajado con Fernández-Chicarro, y que consiguió reunir por vez primera un equipo de excavación e investigación en torno a la NRC (Belén Deamos et alii, 1987), pero el grueso del grupo derivó hacia la arqueología urbana (Belén Deamos y Lineros Romero, 2001) y Belén Deamos comenzó otros proyectos, aunque nunca ha dejado de estar vinculada a los miembros de su antiguo equipo. De esa época aún quedan un amplio número de tumbas del sector del anfiteatro por publicar. A mitad de los setenta aparecerá el libro que ha marcado durante más de treinta años el conocimiento de la NRC, la tesis doctoral de Manuel Bendala Galán (1976). Como es bien sabido, esta obra no se basó en nuevas excavaciones, sino que reinterpretó los vestigios ya excavados, añadiendo como documentación original plantas y alzados corregidos de las tumbas objeto de su investigación. La NRC siempre ha estado presente en la obra de Bendala como expresión palmaria de su concepción del proceso de romanización (por ejemplo, Bendala Galán, 2002). Al hilo de estas investigaciones, los vestigios de pinturas existentes en algunas tumbas de la NRC también serán recogidos en estudios generales sobre este tema (Abad Casal y Bendala Galán, 1975; Abad Casal 1979). Si bien durante la década de los noventa del pasado siglo no aparecieron nuevos títulos dedicados a la investigación histórico-arqueológica de la NRC, sí emergió un nuevo tipo de investigación inédita hasta entonces, la dedicada a los procesos de biodeterioro de los paños de pinturas parietales. Durante la primera mitad de esa década, un equipo multidisciplinar del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) elaboró un informe diagnóstico sobre el estado de conservación de la NRC, para entonces ya denominado CAC (Hoyos Gómez et alii, 1994). Este trabajo abrió la vía para investigaciones dedicadas a los procesos de colonización microbacteriana en los complejos funerarios (Ariño y Saiz Jiménez, 1997).

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Esta vía de indagación se incentivó durante el nuevo periodo de investigaciones realizadas por el CSIC entre 2007 y 2009 (Sánchez Moral et alii, 2009), del que se hablará más adelante, pero a diferencia de la línea principal acerca de las causas del deterioro de los complejos funerarios, centrada en los procesos de degradación de la caliza encajante en la que están excavados (Fernández-Cortés et alii, 2014), la indagación microbiana sobre pinturas murales nunca ha transferido guías prácticas útiles para la conservación (Rodríguez Temiño, 2014a; Baceiredo Rodríguez, 2014). A finales de los noventa también aparecerá una nueva línea de investigación que afectará a la NRC, el estudio del legado documental de George E. Bonsor, dentro del interés despertado en la arqueología por la revisión historiográfica (Maier Allende, 1999a y 1999b). El II Congreso de Historia de Carmona coorganizado por el Ayuntamiento de la ciudad y la Universidad de Sevilla en el año 1999 (Caballos Rufino [ed.], 2001), permitió nuevas aportaciones e interpretaciones de la NRC englobadas en la revisión realizada sobre visión de la romanización hasta entonces prevalente. En otro orden de cosas, en ese Congreso también apareció la primera historia de la NRC como institución (Gil de los Reyes y Gómez Saucedo, 2001) y una aproximación al que fuera su primer conservador dependiente de la administración estatal (Fernández Gómez y Baceiredo Rodríguez, 2001). Durante la primera década de este siglo, la producción bibliográfica novedosa ha oscilado entre la explicación de diversos aspectos del pasado, presente y futuro de la institución (Trillo de Leyva, 2002; Aspas Jiménez, 2002; Gil de los Reyes, 2003; Aspas Jiménez y Tocino Rentero, 2004), y la historiografía, con especiales aportaciones sobre la presentación original de la NRC según fue diseñada por sus primeros propietarios (Maier Allende, 2003; Gómez Díaz, 2006), así como otros pasajes inéditos de la actividad de Juan Fernández López (Maier Allende, 2004) o de la Sociedad Arqueológica de Carmona (García Baeza, 2007). El diagnóstico realizado como parte del PDCAC puso de manifiesto la importancia de que la investigación, no solo en el campo del conocimiento histórico arqueológico, fuese la guía de las actuaciones. La conservación preventiva y la difusión y comuni-


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cación con el público debían estar presididas por estudios previos que apuntasen carencias y orientasen los caminos para ensayar soluciones, aunque fuesen paliativas. A esta filosofía responden convenios y contratos realizados con equipos de investigación especializados en determinadas áreas de conocimiento, como el ya mencionado del CSIC para profundizar en las causas sobre el deterioro del substrato rocoso donde están excavadas los complejos funerarios (Sánchez Moral et alii, 2009), así como estudios de público visitante (Calle Vaquero et alii, 2009), o del comportamiento durante la visita (Rodríguez Achútegui e Izarzugaza Lizarraga, 2006). Dentro de esta misma tendencia, el equipo del Conjunto Arqueológico de Carmona pidió un Proyecto General de Investigación con el objetivo de abordar determinadas intervenciones arqueológicas que sirviesen para la reordenación del discurso expositivo y de los itinerarios del CAC, pero a pesar de estar aprobado por la Consejería de Cultura, no se ha implementado económicamente. La única excavación realizada ha sido una limitada limpieza y sondeo en un sector crucial del anfiteatro, dirigida a documentar la canalización para la evacuación de agua. Así mismo el CAC también ha colaborado con los servicios municipales de arqueología del Ayuntamiento de Carmona en la excavación de una parcela de propiedad particular, externa a la Zona Arqueológica, pero donde ha aparecido un interesante conjunto de complejos funerarios. De esta forma, en los años que llevamos de la segunda década del siglo XXI se ha abierto el espectro de temas de interés sobre los que se ha publicado en relación al CAC. Buena parte de las experiencias anteriores se han ensayado en una actuación que aúna conservación preventiva y exploración en nuevas formas de comunicar el mensaje expositivo, el denominado Proyecto Guirnaldas (Rodríguez Temiño [coord.], 2014), para el que investigar y testar propuestas ha sido su leit motiv. Las publicaciones aparecidas durante estos últimos años han reflejado esta diversidad y amplitud de intereses. Por un lado, se ha seguido insistiendo sobre la propia naturaleza de la institución ‘conjunto arqueológico’, propia de la Comunidad Autónoma de Andalucía, decantándose por considerarla como un museo de características peculiares, pero museo al fin y al cabo (Rodríguez Temiño, 2010). Próximo a esta línea, han aparecido artículos sobre instrumentos de gestión e investigación de la reali-

dad arqueológica del CAC, tanto los bienes inmuebles como el patrimonio documental, mediante la creación de una herramienta en base a un sistema de información geográfica (Jiménez Hernández et alii, 2010; Rodríguez Temiño et alii, 2013), al igual que sobre intervenciones como la del Proyecto Guirnaldas donde se ha aunado conservación preventiva y valorización (Galera Navarro, 2014). La primera consistió en la elaboración de una herramienta informática para la gestión y la investigación en el CAC, denominada Sistema de Información del Conjunto Arqueológico de Carmona (SICAC), que combina un SIG para gestionar el producto de las excavaciones en un yacimiento arqueológico con el empleo de escáner láser para realizar modelos 3D de todas los complejos funerarios, así como otros rasgos superficiales significativos para su interpretación. Por otra parte, también se han aprovechado aplicaciones web con contenido SIG como vehículo para la proyección y distribución de datos en internet. También la línea historiográfica se ha nutrido con nuevos títulos basados sobre todo en el estudio de la documentación obrante en el archivo del CAC, ya fuesen fotos (Ruiz Cecilia et alii, 2011) ya otros documentos relativos a la visita (Rodríguez Temiño et alii, 2015). Por otro lado, en esta misma línea se viene reivindicando la figura de Juan Fernández López, eclipsada por la proyección historiográfica de George E. Bonsor (Rodríguez Temiño, 2014c). La investigación sobre el mundo funerario romano también se ha retomado, reforzando la adecuación de la necrópolis a patrones propiamente latinos, aunque con rasgos púnicos que no desdicen su romanidad (Rodríguez Temiño et alii, 2012). Esta tesis ha sido incorporada ya por otras investigaciones sobre el mundo funerario romano en la Bética (Vaquerizo Gil, 2013). También han aparecido interpretaciones sobre complejos funerarios concretos (Jiménez Hernández y Carrasco Gómez, 2012; González Acuña et alii, 2014), así como sobre el anfiteatro. Por último, también se viene investigando y publicando sobre facetas nuevas de la gestión del CAC, sobre todo en relación al público y a las nuevas formas de transmisión del discurso museológico (Rodríguez Temiño et alii, 2014a y 2014b), al igual que la exploración de la comunicación vía las redes sociales, principalmente Facebook, para construir comunidades de usuarios virtuales del CAC (Rodríguez Temiño y González Acuña, 2014).

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5. LA CONSERVACIÓN Y RESTAURACIÓN La tradicional ausencia de conservación preventiva, así como de inversiones para la adecuación y restauración de los bienes muebles e inmuebles custodiados en el CAC, salvo pequeñas y esporádicas intervenciones, se ha convertido en un desgraciado endemismo, en una deplorable seña de identidad de esta institución, cuya superación se nos antoja que sea una labor compleja debido sobre todo a determinados atavismos que rigen el quehacer en la práctica de la administración cultural andaluza, que la crisis económica no ha hecho si no extremar. Sin ánimo de ser exhaustivos en este diagnóstico nos centraremos en dos aspectos clave para comprender nuestra desesperación ante esta situación. La centralización de los servicios de conservación y restauración (ya en la Secretaria de Cultura, ya en el Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico) ha descapitalizado de personal y medios dedicados a esta finalidad a las delegaciones territoriales (donde los departamentos de conservación acogen sobre todo a personas con formación en arquitectura en detrimento de aquellas que la tienen en restauración) como sobre todo a las unidades periféricas, como son los conjuntos arqueológicos, salvo alguna excepción. Para solventar esa deficiencia estructural debe recurrirse a la externalización de los servicios, pero la propia práctica de la Consejería propicia proyectos puntuales de restauración, frente a otro tipo de necesidades, como el mantenimiento continuo y la adopción de medidas preventivas, para las que se necesitarían elaborar unos protocolos de mantenimiento que deberían ejecutar la inexistente unidad de conservación del CAC. La ausencia de estos planes no solo agrava el deterioro, sino que además rinde inútiles a medio plazo las restauraciones. Si a ello se añade que las prioridades inversoras de la Consejería se deciden en esferas inmunes a nuestras demandas, puede comprenderse nuestro escepticismo sobre encontrar una vía de solución para los graves problemas de conservación del CAC, así como que no culpemos única o exclusivamente al escenario de crisis económica en que vivimos. Aunque la naturaleza de los problemas antes mencionados no garantiza la completa eficacia de las soluciones parciales que se vienen arbitrando, lo

cierto es que no cejamos en nuestro empeño de procurar paliar las causas del deterioro más evidentes. En este aparatado se repasarán el estado de conservación y las causas mejor conocidas que afectan sobre todo a los bienes inmuebles del CAC, las principales actuaciones acometidas, así como unas consideraciones que la experiencia nos viene mostrando que deberían, a nuestro juicio, adoptarse en proyectos de restauración para compatibilizarlos con el disfrute público y mejorar la comprensibilidad de las entidades arqueológicas apelando a las tecnologías digitales. Posiblemente, por más análisis que se realicen, nunca sepamos bien el comportamiento de las distintas variables que interactúan en los sistemas naturales abiertos y cuya consecuencia es la degradación de aquellos elementos naturales o artificiales que valoramos por incorporar una referencia a la historia de la cultura. Sin embargo, este reconocimiento no es una excusa para inhibirse de investigar y comprender el funcionamiento al menos de las variables con mayor incidencia en su deterioro, aspecto en el que se ha trabajado con distinto ritmo y continuidad desde comienzo de los ochenta. Estos estudios se complementan con la propia historiografía del yacimiento y la forma en que fue excavado y presentado al público. En primer lugar, cabe señalar la sistemática devastación que ocurrió tras el desuso de este sector de la necrópolis como tal. Los primeros datos que se conservan sobre la necrópolis en el siglo XVI, según información documental del Archivo Municipal (Bonsor, 1931: 39)10, es la petición de licencia municipal para explotar los restos de mausoleos como canteras. Esta depredación unida a los procesos erosivos y a los expolios posteriores a los enterramientos, han provocado que la necrópolis romana llegase a nuestros días en un estado de desfiguración completo sin las superestructuras, fuesen mausoleos o cualquier otro tipo de ἐπίσημα (epísēma) de los que quedan huellas sobre la costra rocosa (Rodríguez Temiño et alii, 2013: 144 s.). Ya cuando fueron excavadas por Fernández López solo se conservaban las cámaras hipogeas. Como acontece en toda excavación, el drástico cambio de las condiciones medioambientales en que se encontraban las cámaras al entrar en contacto con

10 Según esta documentación el albañil Alonso Delgado en 1573 pedía al Ayuntamiento permiso para sacar nuevos sillares de un edificio que halló bajo tierra encima de las canteras, delante del Torrejón, y venderlos para que sirviesen en nuevas construcciones.

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la atmósfera exterior desencadenó un proceso de estabilización que conllevó el lógico cambio de las primeras, produciéndose su deterioro, sobre todo en las pinturas murales que ornaban algunas cámaras. De todas formas, tampoco debe pensarse que estas estuviesen en un grado de conservación óptimo. En el diario de excavaciones, Juan Fernández López anota, por ejemplo, durante la excavación de la tumba de Postumio que muchos fragmentos de la pintura mural estaban caídos11, esas mismas observaciones se leen en el relato de la excavación de la tumba de Servilia, texto autógrafo de Juan Rodríguez Jaldón12. La imagen de las tumbas con la decoración prácticamente intacta ha sido transmitida por los dibujos de Bonsor y los de Rodríguez Jaldón (Abad Casal y Bendala Galán, 1975; Fernández Gómez y Baceiredo Rodríguez, 2001). El problema de conservación vino después, según el estudio del CSIC (Benavente et alii, 2011). La alta concentración de humedad relativa en el interior de las cámaras y las características petrofísicas de la porosa y blanca calcarenita producen un intercambio de masas de aire con el exterior que afecta sobre todo a la superficie exterior de la roca (o revestimiento parietal pintado en su caso), donde se concentran las eflorescencias salinas, provocando su arenización y el consiguiente desprendimiento del revestimiento. Este efecto se ve incrementado por el sistema usado por Fernández López para la evacuación de la tierra saliente de las excavaciones, su reutilización para generar un jardín de corte ecléctico con el que amenizar y favorecer la visita (Gómez Díaz, 2006). Ante la falta de suelo vegetal, la tierra procedente de las excavaciones se depositó sobre las propias tumbas, a modo de grandes parterres delimitados por pequeños muretes de mampuestos recibidos en seco. Estas inmensas jardineras de toneladas de tierra son como gigantescas esponjas que almacenan agua meteórica. Este agua se transmite por capilaridad a la roca de forma higroscópica, manteniendo alta la humedad relativa. Por otra parte, aunque el clima tiene características secas, las lluvias tienen episodios torrenciales que inundan los complejos funerarios, tanto por caída directa como por la escorrentía, depositando limos

que impermeabilizan la roca, prolongando artificialmente la presencia de agua, lo cual produce la condensación en los capilares y la disolución del carbonato que cementa la calcarenita y su consiguiente arenización (Sánchez-Cortés et alii, 2014). A pesar de que ya en el primer informe del CSIC (Hoyos Gómez et alii, 1994) se aconsejaba desmontar los parterres y eliminar la cubierta vegetal, nada pudo hacerse en este sentido por la ausencia de medios económicos, pero también por el alto aprecio dado al ajardinamiento paisajístico de la NRC (Gil de los Reyes, 2003). Además, la alta concentración de humedad y la insolación favorece el crecimiento de biofilm que deteriora las superficies pétreas o pictóricas (Ariño y Sáiz Jiménez, 1997 y 2004). El último factor de deterioro no es medioambiental sino antrópico. El acceso completo a las tumbas del público visitante durante más de cien años, aunque estuviese acompañado de guías o vigilantes, ha provocado un alto grado de erosión mecánica en el interior de las cámaras, patios y pozos de acceso, en muchos casos de forma irreversible. La ausencia de concienciación sobre el deterioro propia de la época en que se excavó la NRC se extendía también lógicamente a los bienes muebles. Expuestos en el museo en abigarradas presentaciones, en el mejor de los casos protegidos por una vitrina, solo aquellos objetos fabricados de materiales resistentes, como la piedra, la cerámica o los metales nobles han resistido; el vidrio y los objetos metálicos de hierro, cobre o bronce experimentaron inexorables degradaciones, de forma que solo una parte relativamente pequeña ha llegado hasta nosotros. Aunque en la época de Fernández-Chicarro consta documentalmente la restauración de objetos muebles, el robo experimentado en el museo en 1979 (ABC 01/07/1979), menguó notablemente las piezas de ajuar más valiosas, al desaparecer doscientas cincuenta de ellas. La consecuencia inmediata de ese incidente fue el traslado manu militaris al MAS de la inmensa mayoría de los objetos arqueológicos, el archivo y la biblioteca de la SAC. Con posterioridad, las condiciones de exposición y mantenimiento nunca fueron, hasta fechas recien-

11 ACAC III.1.3. caja 1, libro 3 [Juan Fernández López] «Diario de excavaciones 1884-1905». 12 Juan Rodríguez Jaldón «Carmona. Necrópolis Romana de Carmona: Tumba de Servilia», ACAC III.1.6. leg. 2, doc. 33, 114 ff.

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tes, las más idóneas. De hecho, la reforma del edificio museístico entre 2000 y 2003 (Aspas Jiménez y Tocino Rentero, 2004; Reina Fernández-Trujillo, 2005) concentró el peso de la exposición de objetos de ajuar en una inmensa vitrina que, amén de reunir el catálogo completo de cualidades para reputarla como uno de los peores diseños expositivos realizados en Andalucía durante los últimos cuarenta años (Rodríguez Temiño et alii, 2014a: 203), reúne a piezas delicadas hechas con diversos materiales (hueso, bronce, vidrio) sin posibilidad de controlar las condiciones de humedad relativa y temperatura en su interior al no ser estanca. El archivo histórico y administrativo del CAC, ni la biblioteca de la SAC habían recibido tampoco atención alguna, ya que habían sido devueltas hacía poco tiempo. Las cerámicas y demás objetos de ajuar fueron depositados de nuevo en el CAC en 2012. Aunque Fernández López y Bonsor carecían lógicamente de conceptos como los de conservación preventiva, e incluso Bonsor que tenía una formación artística, practicó restauraciones en los cuadros que compraba realmente cuestionables, ambos se cuidaron de restituir en las tumbas excavadas aquellas partes, sobre todo de los pozos de acceso, que faltaban o habían sido destruidas durante la excavación. Las primeras medidas restauradoras en un sentido moderno del término, tanto sobre bienes muebles como inmuebles, llegaron de la mano de Concepción Fernández-Chicarro a comienzos de la década de los sesenta. Se intervino entonces en la tumbas del Elefante, Servilia y Cuatro Columnas, reponiendo con cemento partes que faltaban o taponando huecos, pero al hilo de la reforma realizada en el museo, también mandó piezas de los ajuares fúnebres para ser restauradas en el taller del MAS (Rodríguez Temiño, 2014b: 38), poco más se pudo hacer. Durante los ochenta se encendieron todas las luces de alarma acerca de la conservación de las pinturas murales. La solución parecía ser entregarlas a la destrucción y salvar únicamente las consideradas importantes extrayéndolas de su lugar original y colocándolas en el museo. Por fortuna, la incuria era tan grande que ni siquiera eso llegó a hacerse. De hecho, la única intervención realizada, en la tumba de Servilia, se centró sobre el inmueble, aunque se adoptaron decisiones, como obturar el óculo, que se mostraron nefastas para la conservación de las pinturas (Rodríguez Temiño, 2014b: 38 s.).

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La época posterior estuvo caracterizada por la voluntad de definir la imprecisa figura del ‘conjunto arqueológico’. Aunque no se haya nunca formulado como tal, se pretendía que estos fuesen ‘museos de inmuebles’, desvinculándolas del estudio, conservación y almacenamiento de los objetos muebles. Así se recoge en una Orden conjunta del Ministerio de Cultura y la Consejería de Cultura de 1994, para la reordenación de los museos de titularidad estatal adscritos al Ministerio de Cultura y ubicados en la Comunidad Autónoma de Andalucía, donde se declara la pérdida de su condición de museo, para potenciar el carácter de ‘conjunto arqueológico’ (Rodríguez Temiño, 2010). A cambio, se acometió el primer plan integral de conservación, al menos en el plano teórico (Trillo Leiva, 2002; Rodríguez Temiño, 2014b) y el primer estudio sobre las causas del deterioro en los complejos funerarios (Hoyos Gómez et alii, 1994). Las actuaciones se centraron en la intervención sobre la tumba de Servilia (Rodríguez Hidalgo, 2001; Trillo Leiva, 2002), que desmontaron las actuaciones más desafortunadas de la intervención anterior y adoptaron otras que han sido muy bien valoradas posteriormente, sobre todo en cuanto a los nuevos morteros usados (Sánchez Moral et alii, 2009), pero eliminaron algunos elementos, como el paso en el muro de cerramiento norte, que dificultan la comprensión del complejo funerario. En los primeros años de la década pasada, se acometió con éxito la limpieza y consolidación in situ de las pinturas murales de la tumba de Servilia, rellenándose igualmente algunas grietas que presentaba su cámara funeraria. A partir de 2003, aunque el CAC no ha contado con un presupuesto estable de inversiones en conservación, mejoraron las condiciones presupuestarias hasta 2008, lo que permitió acometer determinados proyectos. En primer lugar, se realizó un segundo convenio con el CSIC, concretamente con el Museo Nacional de Ciencias Naturales y un amplio equipo universitario, para renovar los estudios que se habían llevado a cabo quince años antes sobre las causas del deterioro, abordado desde tres puntos de vista complementarios: a) un estudio geológico de la roca encajante donde se hallan los complejos funerarios, con especial atención a los canales por los que discurre la escorrentía a causa de las modificaciones realizadas en la morfología del terreno para la visita pública; b) monitorización de las condiciones medioambientales en un conjunto de ocho


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Fig. 7. Cubierta del sector Guirnaldas (foto Daniel González Acuña/CAC).

tumbas como muestra; c) caracterización petrofísica y mineralógica de la roca encajante (Sánchez Moral et alii, 2009). De forma paralela, se realizó el primer estudio diagnóstico sobre las pinturas que quedaban in situ en los complejos funerarios, creándose una base de datos integrada en el SICAC. Una vez que el estudio del CSIC estaba ya bastante avanzado se decidió realizar una prueba con objeto de comprobar si cambiando drásticamente las condiciones, las variables tendían a la estabilización. Se eligió para ello la tumba de las Guirnaldas (que había estado dos años monitorizada) y su entorno. Finalmente, el denominado Proyecto Guirnaldas se convirtió en un ensayo de un nuevo tipo de comunicación de los mensajes al público, usando tecnología digital (Rodríguez Temiño [coord.], 2014). La tumba mantuvo los aparatos de medición durante quince meses más y las lecturas invitaban a cierto optimismo (Benavente et alii, 2014). Esta intervención en la que se restauraron las pinturas (Baceiredo Rodríguez, 2014), se retiraron los parterres del entorno y se cubrió el sector (Fig. 7), también permitió testar la forma de generar nuevos suelos una vez eliminadas las terreras, a base de capas de albero compactado con cal (Ventura Galera, 2014).

Así mismo se decidió limitar el acceso a las cámaras hipogeas, salvo a la del mausoleo Circular, al que tradicionalmente se ha venido accediendo desde la inauguración de la NRC. Siguiendo las indicaciones del informe del CSIC (Sánchez Moral et alii, 2009) se han modificado los recorridos seguidos por la escorrentía para canalizar el agua fuera de las tumbas, a la vez que se han levantado pequeños muretes para evitar que entre agua pluvial de esta forma en ellas. Esta actuación se ha combinado con el re-entierro de aquellos complejos funerarios que tenían pérdidas importantes en la cubierta de la cámara, así como con la colocación de cubiertas metálicas en los que no están destinados a la visita pública. Labor que aún no se ha concluido. Esto ha podido acometerse debido a que los escaneos 3D de los complejos funerarios nos permiten tener réplicas virtuales para su estudio y no es preciso para ello acceder físicamente a los mismos. Los bienes muebles del CAC también han sido objeto de un tratamiento prolijo. Una vez que el MAS accedió a depositar las colecciones funcionales de la NRC de nuevo en el CAC, se ha procedido a la

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adecuación de los almacenes, así como al inventario, clasificación, embalaje y almacenamiento de todos estos objetos. Además aquellos que habían sufrido por su exposición en la vitrina en condiciones poco adecuadas fueron objeto de limpieza y consolidación, retirándose de la misma y siendo depositados en los almacenes que han sido climatizados adecuadamente. Los documentos de archivo y la biblioteca de la SAC fueron ordenados y clasificados, depositándose en archivadores y planeras adecuadas a esa función y monitorizadas para controlar su humedad relativa y temperatura. Por último, los primeros fueron digitalizados para poder trabajar con ellos sin necesidad de manipularlos. No es mucho lo que se ha podido realizar, pero es bastante teniendo presente que las restauraciones deben financiarse con partidas dispuestas en el capítulo de inversiones del presupuesto y el CAC, entre 1999 y 2014, ha contado con un total de 486.703 €, cifra ridícula en comparación con el resto de las unidades análogas de la administración andaluza. Sin ánimo de magnificar ni inflar la cartera de proyectos, debe señalarse no obstante que queda un importante volumen de actuaciones e intervenciones por planificar y acometer, como se recogió en el PDCAC. En primer lugar, culminar las medidas de conservación de aquellos complejos que se encuentran fuera del circuito visitable. Dentro de los complejos funerarios que soportan el discurso museológico, son también perentorias determinadas actuaciones. Acabar la restauración de la tumba de las Guirnaldas, así como proceder a la limpieza de la tumba de los Cuatro Departamentos. Las tumbas de Servilia y del Elefante requieren una intervención profunda, que elimine las toneladas de tierra que pesan sobre las partes enterradas y, posiblemente algún tipo de cubierta que evite los efectos de las lluvias torrenciales sobre ellas, así como dotarlas de medios para su mejor interpretación y comprensión por el público. Sin embargo, la tumba de Postumio, cuyo estado de conservación es realmente calamitoso, además de lo señalado para las dos anteriores, en este caso se precisa una intervención de restitución de las partes perdidas, pues el estado actual que presenta no da idea ni de lejos del original, bien conocido por el diario de excavaciones de Fernández López. El mausoleo Circular también requiere

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de una pequeña obra para permitir la aireación, según recomendaba el informe ya mencionado del CSIC de 2009. Para mostrar los bienes muebles restaurados debe acometerse la reforma de las zonas de exposición y buscar vitrinas menos costosas, pero que contribuyan de manera más eficaz a su función expositiva y de conservación. Una de las principales lagunas, también en este apartado de conservación y restauración, es la ausencia de personal cualificado en este campo que forme parte de la plantilla estable del CAC. A medio plazo debemos plantearnos eliminar los parterres de la zona superior de circuito, tal y como aconsejó el CSIC en el informe de 1994. Pero esta operación compleja y delicada no puede acometerse sin haber estudiado previamente qué nueva imagen debe presentar el CAC, una vez que los árboles desaparezcan y, sobre todo, cómo restaurar las superficies que emerjan bajo las terreras y la forma de minimizar su impacto visual. Aspectos todos ellos sobre los que tenemos muchos interrogantes e incertidumbres. Del mismo modo también precisamos investigaciones dirigidas a las formas de eliminar las colonizaciones bacterianas que devoran los paramentos pintados, una vez que ya han sido estudiadas por el equipo del CSIC y están en disposición de reproducirlas en laboratorios, por lo que ya no es preciso mantenerlas en sus nichos ecológicos. En este sentido, cabe hacer una reflexión a cuenta de la experiencia de trabajo que hemos llevado a cabo con diversos equipos del CSIC en el CAC. Sin menoscabo alguno de la solvencia de sus trabajos de investigación, lo cierto es que resulta complejo aunar objetivos. Su especialización en campos muy concretos parece dificultarles la comprensión global del problema y de las necesidades de una institución cuya función esencial es la interpretación del patrimonio y que debe atender a miles de visitantes anualmente. La parálisis por el análisis no es una opción asumible en un conjunto que carece de la singularidad de las cuevas de Altamira, por ejemplo, y que debe compatibilizar conservación y visita pública. La falta de respuestas a supuestos concretos o las reticencias a trabajar en equipos más amplios, con otros profesionales como restauradores, arquitectos, etcétera, tampoco ayuda en la consecución de objetivos comunes, restando eficacia y utilidad a sus informes.


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6. LA DIFUSIÓN Y EL PÚBLICO Durante la mayor parte de su dilatada trayectoria de servicio público, la NRC, primero, y más adelante su sucesor, el CAC, han carecido de estrategias previamente elaboradas para prestar ese servicio, más allá de garantizar el acceso de los visitantes mediante un horario de apertura y una insuficiente vigilancia. Las causas de esta laguna han sido de diversa índole, aunque podría decirse que han persistido las mismas casi desde sus orígenes. Bien cierto es que determinadas carencias presentes en la etapa –entre 1885 y 1930– en que la institución era propiedad privada, podrían encontrar disculpa habida cuenta de la mentalidad de la época y lo menguado de los recursos económicos que podían emplearse, pero resulta llamativo que continuasen, e incluso se hubiesen agravado, a finales de siglo XX, setenta años después de haber entrado a formar parte de los museos del Estado y, más recientemente, del grupo privilegiado de yacimientos visitables aupados por la administración andaluza (Amores Carredano y Gómez Díaz 2002). A pesar del innegable salto cualitativo y cuantitativo en la tutela del patrimonio histórico que ha supuesto en España la descentralización autonómica, en muchos casos ha seguido identificándose gestión con administración, como ocurría en la etapa anterior (Querol Fernández y Martínez Díaz, 1996: 117). Postergando siempre lo importante para atender lo urgente, la planificación administrativa se ha centrado en la elaboración de bienintencionados proyectos y propuestas dirigidos a solventar carencias y deficiencias, pero en demasiadas ocasiones ayunas de planteamientos que trascendiesen los estrechos márgenes de su propia materialización. Siempre ha resultado difícil incorporar el abundante caudal de reflexiones doctrinales, tanto más exigentes en sus condiciones cuanto más especializadas se han vuelto, a la práctica administrativa y, en la actualidad, sigue pendiente superar ese reto. Se consuma así un divorcio entre los planos conceptual y operativo que alimenta una tendencia al inmovilismo y da alas al atavismo o, lo que aún es peor, a que las pretendidas innovaciones provengan de costosas infraestructuras o exposiciones eventocráticas, de la mano de profesionales externos poco cualificados para llevar a cabo consideraciones o reflexiones útiles en la práctica no megalómana.

La redacción del PDCAC nos obligó a enfrentarnos con la definición de qué debía entenderse por conjunto arqueológico, ante la falta de concordancia a este respecto entre las leyes de Patrimonio Histórico de Andalucía y de Museos y Colecciones Museográficas de Andalucía, previo a la armonización introducida por la disposición final tercera de la Ley 7/2011, de 3 de noviembre, de Documentos, Archivos y Patrimonio Documental de Andalucía, vigente desde diciembre de 2011. Ya, en ese momento, optamos por recuperar la función museística que había estado desempeñando la NRC a lo largo de su historia (Rodríguez Temiño, 2010), porque consideramos importantísima la función educativa de la institución con respecto al público visitante (Rodríguez Temiño et alii, 2014a). En este apartado, como en los anteriores, seguiremos una ordenación por temas tratados de manera diacrónica, para pasar a abordar después otros aspectos conexos como la comunicación institucional y el uso de internet y las redes sociales para comunicar con el público. Comenzaremos con una caracterización de nuestro público visitante. Durante la mayor parte de su historia, la NRC no fue un lugar que atrajese una multitudinaria visita. Las series de datos conocidas, indican que inició un despegue en la década de los sesenta con el auge del turismo, pero en 1984, cuando se produce la transferencia de la NRC a la Junta de Andalucía, el monto anual de visitantes no alcanzaba las veinte mil personas anuales (Rodríguez Temiño et alii, 2015). En los últimos años, aunque la cifra casi se ha duplicado, se ha notado con fuerza los efectos de la crisis, como muestra la secuencia entre 2002 y 2014 (Gráfico 1). El análisis de estas cifras arroja un “inusual equilibrio” entre visitantes individuales y aquellos que se denominan “visitantes cautivos”, es decir, lo que no han elegido venir al CAC, sino que han sido traídos por visitas organizadas. Entre 2005 y 2008, suponían el 50,41% y el 49,59% respectivamente, cifras que además se mantienen constantes a lo largo de los últimos años. Las visitas organizadas se dividen, además, casi paritariamente entre escolares (público muy mimado por el CAC), un 25,55 %, y los grupos principalmente guiados por touroperadores, un 24,04 %. En cuanto a las procedencias, prima Andalucía y el resto de países de la Unión Europea, frente a los procedentes del resto de España y de otras partes del mundo fuera de Europa (Mínguez García et alii, 2014).

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45.000 40.000 35.000 30.000

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35.503

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Gráfico 1. Estadística de visitantes del Conjunto Arqueológico de Carmona entre los años 2002 y 2014.

Ya se ha hecho mención a las dificultades que encierra la visita al CAC para la comprensión, por parte del público no experto, del discurso museológico que ha pretendido transmitir la institución desde su inauguración en el último tercio del siglo XIX. Tal inconveniente se ha procurado solventar mediante determinadas facilidades ofrecidas desde los primeros momentos de su andadura como lugar abierto a la visita pública y que, cambiando lógicamente a través del tiempo, se han perpetuado hasta la actualidad. Enumeraremos los principales recursos haciendo un análisis diacrónico. La reina de las facilidades ha sido, sin ningún género de dudas, la visita guiada. Ir acompañado de una persona experta, que explique el significado de lo que se está viendo y de aquello que está fuera del alcance de los ojos, pero que una adecuada interpretación permite imaginar o intuir, contribuye, como casi ningún otro medio, al disfrute de la visita. Muy posiblemente este razonamiento, tal cual se ha expresado aquí, nunca fuese formulado por Juan Fernández López o George E. Bonsor y su recurso habitual a girar visitas a la NRC explicadas por ellos mismos fuese solo la respuesta cortés y el deseo de agasajar a los visitantes más ilustres que se acercaban al yacimiento. Pero, cualquiera que fuese la motivación, lo cierto es que, desde la propia inauguración de la NRC, en todos los eventos celebrados en la misma, así como entre las principales atenciones dispensadas a quienes consideraban como personas distinguidas, estaba ineludiblemente una visita guiada (Rodríguez Temiño et alii, 2014a y 2015). Para el resto del público, durante la mayor parte del la historia de esta institución, la visita era guiada por la persona que tenía la función de vigilante, o su familia, que vieron en este medio un

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recurso complementario a su exiguo sueldo. Con la regularización administrativa de este personal, tras el traspaso de la NRC a la Junta de Andalucía, las visitas siguieron siendo guiadas por el personal de vigilancia, aunque ya sin los incentivos económicos de las propinas. En 2004 se formuló petición por los representantes de este personal para que se les librase de la “obligación” de explicar a los visitantes las tumbas visitadas en el circuito, atendiendo a que entre las funciones de los vigilantes recogidas en el Convenio del Personal Laboral al Servicio de la Junta de Andalucía no estaba la de servir de guías. Tal reclamación fue acogida favorablemente por la dirección del CAC dado que, en efecto, el Convenio no estipula para el personal vigilante que realice esas labores. Ello nos ha obligado a contratar y formar otras personas que suplan esa función habida cuenta de la demanda de explicaciones por parte de los visitantes. Este proceso que ha buscado revitalizar, profesionalizar y acercar a los propios vecinos de la localidad al CAC, combinó actividades puntuales con el ofrecimiento de un servicio diario (actualmente reducido a los fines de semana por motivos presupuestarios). Entre las primeras destaca la actividad denominada “Enséñame la Necrópolis” (Rodríguez Temiño, 2005), en la que mensualmente arqueólogos, otros profesionales relacionados con la tutela del patrimonio arqueológico, personas relevantes de la vida pública local y eruditos carmonenses, se han turnado para ofrecer una visión personal de la NRC al público asistente. Con intermitencia para no cansar al público y a quienes generosa y gratuitamente han realizado las visitas, esta actividad lleva ya diez años celebrándose. Lógicamente, el principal objetivo era atraer a un público cercano no usuario al CAC.


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Sin embargo, su carácter esporádico no consiente considerarla como una facilidad ofrecida por el CAC a sus visitantes. Por ello, este formato ha convivido con otros programas en los que se ha contratado y formado a personas para guiar visitas no concertadas al CAC. Se establecieron diversas limitaciones en relación a la publicidad de este servicio y a la posibilidad de concertarlo, para no dañar a las empresas comerciales dedicadas al acompañamiento y guía turística en Carmona. De manera que, una vez en el CAC, se accedía a la información sobre los horarios de esas visitas guiadas que eran en español o inglés. El público ha agradecido cualquier tipo de explicación, con independencia del grado de conocimiento que tuviese quien la daba. Son conocidos los casos del primer guarda que tuvo la NRC, Fernando Ortiz, cuya impostada erudición sobre la NRC fue celebrada hasta el punto de proponerlo el Ayuntamiento de Carmona como receptor de la Medalla de Oro del Trabajo (Rodríguez Temiño et alii, 2015). O de Luis Cortázar Núñez, hijo del guarda que le sucedió a mitad de la década de los sesenta, que realizaba las visitas con siete años de edad y que tantos elogios recibió de los miles de turistas a los que este jeune guide ilustró, según dejaron constancia por escrito en los álbumes de firmas, sobre los profundos secretos del mundo funerario romano (Rodríguez Temiño et alii, 2015). Por fortuna, esos tiempos han pasado y, en la actualidad, nos preocupamos de que el propio personal técnico del CAC y aquellas otras personas contratadas al efecto, dominen en la medida de los posible las técnicas de la interpretación (Tilden, 2006). El público infantil ha gozado y goza de una especial atención en el CAC. Tradicionalmente, la vivita escolar era una especie de excursionismo, donde los maestros, en el mejor de los casos, explicaban la NRC (Rodríguez Temiño et alii, 2015). Lo más corriente, no obstante, era que los mismos vigilantes hiciesen lo propio, añadiendo a la ausencia de conocimiento, la nula preparación pedagógica. Esas deficiencias importaban poco pues su principal objetivo era salir del aula, visitar un espacio distinto donde la mera contemplación de los vestigios se pensaba que podía complementar la formación adquirida en la escuela. Dignificar la visita a estas instituciones y mejorar su potencial educativo ha sido el objetivo declarado de los gabinetes pedagógicos de bellas artes (Ravé Prieto et alii, 1997). Su labor en el CAC, como en otras muchas instituciones análogas, se ha dejado sentir en el material

para la preparación de la visita escolar (Fernández Caro y Paz Sánchez, 2002 y Rodríguez Temiño et alii, 2014a). Nuestro empeño ha sido y sigue siendo profundizar en ese sendero acortando la separación entre aula y museo. La participación en esta área de la empresa Esco. Cultura ha sido fundamental. Su recreación del rito funerario romano, especialmente adecuado a escolares entre 6 y 12 años en el que toman parte, así como su gestión autónoma pero coordinada con el CAC, solo puede reconocerse como una aportación vital en nuestra relación con el público infantil y una de las principales razones de la amplia afluencia de escolares al CAC. Avanzando en esta misma línea, en los últimos meses estamos conveniando con otras instituciones museísticas sevillanas (la Casa Museo Bonsor-Castillo de Mairena del Alcor y la Colección Museográfica de Gilena), asociaciones dedicadas al recreacionismo histórico (Asociación Hispania Romana y la Legio I Vernácula, proyecto dependiente de la Colección Museográfica de Gilena), profesores del Departamento de Didáctica de las Ciencias y Filosofía de la Universidad de Huelva y la mencionada empresa Esco.Cultura, para desarrollar un programa educativo dirigido a escolares de 3er ciclo de Educación Primaria, denominado “Con la pala y la espada”. Este proyecto desarrolla tres centros de interés relativos a la arqueología y al mundo antiguo, en aquellas instituciones educativas interesadas. Posiblemente la mayor novedad de la iniciativa sea que durante su ejecución los técnicos de las instituciones museísticas implicadas nos desplazamos a las escuelas participando en la preparación de la posterior visita a nuestros centros. En las aulas, de acuerdo con los claustros de profesores, explicamos aspectos de cada centro de interés y fomentamos debates en el alumnado. Posteriormente los escolares vienen a nuestras instituciones a participar en actividades donde se ha introducido el recreacionismo histórico, concretamente relacionado con los ludi gladiatori o munera. Finalmente, los profesores realizan evaluaciones previas y finales, para comprobar si son observables cambios actitudinales hacia los temas referidos en los centros de interés. Intentando sacar partido igualmente del poderoso atractivo que tiene en el público infantil el recreacionismo histórico, también se propone, mediante con-

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Fig. 8. Rotulación de la tumba Elefante colocada en el s. XIX (AGA).

venio con el la Colección Museográfica de Gilena, un proyecto destinado al alumnado de Infantil consistente en combinar la presencia en clase recreando soldados y gladiadores romanos, a la vez que explicamos algunas cosas, dejamos tocar la impedimenta e interactuamos con ellos, con la visita al CAC para participar en el “Rito funerario romano” o, alternativamente, en el arqueodromo asociado a la Colección Museográfica de Gilena, para participar en una actividad recreacionista. Como resulta obvio, las visitas guiadas o las actividades infantiles no canalizan toda la afluencia de visitantes al CAC. Para el resto, que supone la mayoría de quienes acceden a este museo al aire libre, han existido desde su misma fundación otros medios estáticos o móviles para interpretar los complejos funerarios y los bienes muebles expuestos. Fernández López y Bonsor no solo ajardinaron el recinto estableciendo caminos de acceso que permitían girar una visita completa a la NRC, sino que también añadieron otros elementos que ayudaban a

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la misma. En el mausoleo Circular dispusieron una escalera de mano para permitir acceder a su interior, ya que sin esa ayuda resultaría muy dificultoso y peligroso el descenso a través del pozo vertical. Esta solución simple ha mostrado su eficacia hasta tal punto que hoy día sigue siendo el medio empleado para poder contemplar el interior de la cámara sepulcral. También rotularon las diversas partes identificadas en los complejos funerarios más sofisticados, como la tumba del Elefante (Fig. 8). Las tumbas también estaban numeradas para permitir su identificación. Construir un museo de sitio fue sin duda un gesto novedoso en su momento. Solo un puñado de yacimientos en Europa contaban con ese recurso, sobre todo en Italia donde en existían algunos antiquaria (Ranelluci, 1992). Las facilidades ofrecidas por la NRC fueron posiblemente las que podían permitirse el ajustado presupuesto de sus propietarios, al nivel de las iniciativas públicas para valorizar yacimientos en Italia, pero


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muy distante de las intervenciones, como la restitución del campamento romano Saalburg (Hase, 1999 y Schmidt, 2000: 17-22), más vanguardistas en el favorecimiento de la comprensión por parte del público. Por último, no puede olvidarse el encargo para la realización de una guía (Rada y Delgado, 1885), así como otros folletos de mano para guiar visitas ([Fernández López y Bonsor], 1889), de los que sabemos que se vendieron algunos ejemplares, aunque posiblemente no tantos como esperaban (Rodríguez Temiño et alii, 2015). Nada se hizo (o pudo hacerse) bajo la dirección de Juan Lafita. Fue Concepción Fernández-Chicarro quien restauró partes de las tumbas del Elefante y las Cuatro Columnas, así como reformó el museo, eliminando el gusto y la disposición de rancio sabor erudito y coleccionista de Fernández López y Bonsor, disponiendo sus nuevos hallazgos de ajuares en vitrinas individuales. Como significativas mejoras para el recorrido, se repararon los caminos realizados por los dueños originales, siguiendo las zanjas de las excavaciones. Sin que podamos establecer una fecha precisa, durante este periodo la visita tiende a concentrarse en las tumbas mejor conocidas (el Columbario-Triclinio, el mausoleo Circular, la tumba del Elefante, la tumba de las Guirnaldas, la de los Cuatro Departamentos, la tumba de Postumio, la de Servilia, la de las Cuatro Columnas y el mausoleo Cuadrangular). Las existentes en sus respectivos entornos quedan visibles para dar una idea del paisaje funerario, pero sin posibilidades prácticas de acceso. Estas tumbas singulares quedan identificadas mediante lápidas de mármol. Afortunadamente el anfiteatro quedó al margen del circuito de la visita, lo que ha favorecido su conservación. La realización de una guía (Fernández-Chicarro, 1969), centrada en ellas, confirma esa selección que tendrá igualmente impacto en las investigaciones sobre la NRC en esa época, fundamentadas sobre todo en estos complejos singulares (Bendala Galán, 1976). Tras un largo periodo en que las propuestas de infraestructuras para mejorar la visualización y la visita (Trillo Leyva, 2002) solo se quedaron en proyectos, la principal reforma se centró en el museo, para convertirlo en un centro de interpretación (Aspas Jiménez y Tocino Rentero, 2004 y Reina Fernández-Trujillo, 2005). Pero además de ciertas dis-

funciones del edificio para servir a este fin (ausencia de espacios dedicados a niños o para proyección de audiovisuales), el programa museológico distaba mucho de ser adecuado a la propia realidad del CAC. La falta de investigación actualizada sobre los complejos funerarios carmonenses obligó a construirlo sobre generalidades referidas al mundo funerario romano, dejando la vitrina antes comentada y dos maquetas como únicas referencias entre museo y exterior, sobre el que un folleto entregado de forma gratuita a la entrada resulta la única fuente de información. Este discurso sigue siendo el actual, ante la imposibilidad de reformarlo a poco de su inauguración. Además, sería conveniente avanzar en la investigación para componer un nuevo programa más centrado en contar un relato sobre la Carmona romana y la conexión entre las prácticas funerarias antiguas y la cultura fúnebre contemporánea. No obstante, aunque falta un proyecto museológico y museográfico global para todo el CAC, las nuevas actuaciones se han acometido con otra metodología. En los últimos años se han intentado suplir algunas carencias, como la realización de un documental que puede verse a la entrada y recoge las principales características de la NRC, pero sobre todo nos ha preocupado la forma de hacer las cosas. Frente a una comunicación basada en el ‘modelo deficitario’ (Lewenstein, 2003), es decir aquel que parte de la premisa de que el desconocimiento en una materia concreta por parte del público en general debe ser colmado suministrando información académicamente cualificada, procuramos diseñar la comunicación desde una punto de vista más participativo, mediante estudios de público previos y evaluaciones (Pérez Santos, 2000), a pesar de que la dinámica y los plazos administrativos suponen un serio inconveniente para el desarrollo de tal tipo de programas. En 2006 se realizó un estudio de público (Rodríguez Achútegui e Izarzugaza Lizarraga, 2006) para evaluar si los principales medios de transmisión de información (el vídeo explicativo, los folletos y la panelería) cumplían adecuadamente su función. Interesaba asimismo comprobar hasta qué punto el anfiteatro, que no es visitable pero se puede observar desde el mirador realizado durante la reforma del edificio del museo de sitio, estaba integrado como un bien más, junto a la necrópolis romana, en la percepción de los visitantes al CAC. Los resul-

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tados fueron bastante más esperanzadores de los esperados, aunque el trabajo vino a demostrar que el público mayoritariamente no leía el folleto y que quienes veían el vídeo lo encontraban interesante, pero la información precisa sobre los complejos funerarios no era retenida y apenas era usada para su comprensión cuando se accedía a ellos. A nuestro favor jugaba que el público suele traer ideas previas sobre la necrópolis romana que, en efecto, les facilita su comprensión y disfrute, corroborando las tesis clásicas sobre la sociología de los visitantes a los museos (Bourdieu y Darbel, 2003). La principal intervención que ha podido realizarse, el denominado Proyecto Guirnaldas (Rodríguez Temiño [coord.], 2014), no solo basa su breve discurso museográfico sobre estudios de visitantes (Rodríguez Temiño et alii, 2014b), aunque con imperfecciones y errores que pretendemos subsanar, sino que además se planteó como un modelo distinto al vigente en las administraciones culturales, basado en la construcción de costosos centros de interpretación que sirviesen para que los visitantes tuviesen una idea cabal de lo que después verían sobre el terreno (Santos, 2001; Soares, 2001; Vallejo Triano, 2004 y Nieto y Sobejano, 2004; Álvarez Rojas, 2004 y Vázquez Consuegra, 2004). El Proyecto Guirnaldas apostó por intervenciones económicamente muy ajustadas y descentralizadas del museo de sitio o centro de interpretación, con la convicción de que resulta mucho más efectivo la explicación in situ, junto a las estructuras, que todo centralizado en un único espacio. El proyecto, surgido como se ha comentado de la conveniencia de realizar un ensayo desde el punto de vista de la conservación, fue aprovechado para ensayar nuevas tecnologías para el visionado del interior de las tumbas sin necesidad de bajar a su interior. Aprovechando los levantamientos y modelos 3D realizados para el SICAC se realizó un vídeo visible mediante unas gafas con objeto de favorecer una experiencia más inmersiva. También se ensayó una cartelería con un diseño gráfico que también sacaba partido a los levantamientos 3D dulcificando y adecuado el producto para favorecer su comprensión, pero habida cuenta de los resultados obtenidos, no del todo satisfactorios (Rodríguez Temiño et alii, 2014b: 295 s.) están siendo rempla-

zados por otros sobre los que se están realizando pruebas con mockups, antes de elegir los modelos definitivos. Sustitución que no reviste especial complicación habida cuenta de que los soportes estaban pensados para ofrecer esta versatilidad sin efectuar desembolsos significativos (Ventura Galera, 2014: 270 s.). Con paciencia debido a los recortes presupuestarios, también se ha acometido un plan para dotar al yacimiento de cartelería estática que ayude a comprender mejor los complejos funerarios visitables, comenzando por la tumba del Elefante. Junto a los clásicos carteles informativos, buscamos incorporar paneles verticales en los que reflejar pintado el aspecto de la restitución parcial de la parte superior desaparecida, desde la perspectiva del observador de algunos de los complejos funerarios. Como en cualquier museo, el CAC también tiene un público que puede dividirse entre visitante y usuario. La diferencia entre ambos no solo reside en la mayor frecuencia de acceso al CAC del segundo con respecto del primero, sino también en que atiende con asiduidad a una oferta más amplia de actividades. Las actuaciones vistas en las páginas anteriores vienen referidas al público visitante, la oferta al público usuario está compuesta sobre todo de actividades. En este sentido, las visitas guiadas han atraído a un pequeño pero significativo grupo de personas residentes en la localidad o en otras del entorno (incluida Sevilla), que han repetido con bastante frecuencia. Sin embargo, son las actividades el principal medio para fidelizar a este tipo de usuarios13, al que denominamos micropúblico (Rodríguez Temiño et alii, 2014a: 202). Ya en sus comienzos, la NRC mantuvo un nutrido grupo de usuarios compuesto fundamentalmente por algunos miembros de la Sociedad Arqueológica de Carmona y amigos sobre todo de George E. Bonsor (Fig. 9), cuya residencia estaba fijada en unas dependencias anejas al museo hasta su traslado al castillo de Luna en Mairena del Alcor. La asiduidad de las visitas de este conjunto de personas se refleja en el abundante número de firmas recogidas en el álbum de la NRC (Rodríguez Temiño et alii, 2015). Con el traslado de Bonsor a la vecina localidad de Mairena, este núcleo de personas vin-

13 Evidentemente existen otros usuarios interesados en los servicios específicos del CAC, como son la consulta de la documentación archivística o la biblioteca que no entrarían dentro de este grupo.

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Fig. 9. George E. Bonsor y Arthur Engel en la tumba de Prepusa (foto M. A. Huntington, HSA; Álamo Martínez et alii 2009: 31).

culadas a la NRC se diluyó no siendo sustituido con el tiempo por ningún tipo de asociación de amigos de la NRC o similar. En cuanto a las actividades del CAC, sería posible dividirlas en dos grandes grupos en razón del grado de implicación de los participantes y objetivos perseguidos en cada uno de ellos. Por un lado están las esporádicas, normalmente repetidas con periodicidad anual, cuya motivación en la celebración de una efeméride (días de Andalucía o de los Museos y Sitios o campañas como la de Navidad o actividades en verano, normalmente nocturnas). De otro están las dirigidas a un público concreto, con cierta periodicidad y mayor implicación de los asistentes: talleres y actividades familiares. Entre los primeros se ha potenciado tanto los destinados al público infantil, como aquellos otros dirigidos a colectivos poco asiduos al CAC ofertando actividades de naturaleza cercana a la animación sociocultural, como talleres de lectura para neolectores o lecturas animadas de cuentos adaptadas para personas con discapacidades síquicas (Rodríguez Temiño et alii, 2014b: 203 ss.).

7. LA COMUNICACIÓN Y DIFUSIÓN ONLINE DEL CAC El CAC como cualquier otro museo también usa los medios ofrecidos por internet para comunicar con el público interesado, a la vez que ofrecer determinada información sobre la institución y animar la participación. El CAC mantiene una página web dentro del portal de los museos de Andalucía gestionados por la Junta de Andalucía. La web responde al ya bastante obsoleto modelo 1.0, es decir, sirve para dar información, pero no permite interacción ninguna. No obstante, el SICAC web es consultable desde esa misma página. Como se ha hecho notar más arriba, esta aplicación requiere unos conocimientos básicos de informática para extraer toda su utilidad, aunque también incorpora vistas panorámicas del CAC. Su uso ha decaído bastante después de un tiempo en que fue novedad y muchas universidades, sobre todo extranjeras, estuvieron conectadas al servidor de la Junta de Andalucía, durante largas horas, suponemos que bajando los modelos 3D de los complejos funerarios.

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Esta utilidad online dirigida a los usuarios expertos y especialistas nos parece esencial porque, si bien minoritario, es también una parte del público que requiere unos servicios muy cualificados y de alta calidad. Posiblemente a fecha actual, el CAC sea uno de los escasos yacimientos en Europa que ofrece información básica fidedigna de forma libre y gratuita para que investigadores de cualquier parte puedan trabajar y profundizar en el conocimiento del mundo funerario romano en Carmona sin necesidad de visitar el yacimiento. Obviamente ni la web del CAC ni el SICAC web colman las necesidades de la inmensa mayoría del público que tiene posibilidad de acceder a los recursos dispuestos por el CAC online. En este sentido, la utilización de las redes sociales (Facebook entre ellas) no solo marca una tendencia, sino que impone la corriente donde mayoritariamente se encuentran los usuarios. El CAC como cualquier museo también abrió una página institucional en Facebook con la pretensión de informar a los usuarios interesados y de comunicar su presencia institucional en las redes sociales, pero también de usar este medio para conectar con el micropúblico que se iba delimitando en la vida real. Por ello no nos limitamos a usar este perfil para las funciones antes señaladas ni ciframos nuestros objetivos en crecer en el número de seguidores o ‘like’, como es habitual en otras instituciones análogas, sino que también lo usamos para desarrollar actividades típicamente museísticas en ese propio entorno virtual y analizar los resultados en términos de compromiso e involucración en el CAC. La actividad online “Tesoros ocultos de la Necrópolis Romana de Carmona” (Fig. 10) ha ido en esa dirección (Rodríguez Temiño y González Acuña, 2014). Sus resultados muestran que, frente a lo que habitualmente se preconiza, la relación de proximidad y conocimiento previo es un estímulo determinante para participar en las actividades propuestas desde el perfil del CAC y que esta relación es inversamente proporcional al capital escolar de los usuarios. Es decir, mientras este capital es más bajo, la residencia suele ser Carmona o su entorno. Quienes participan desde lugares de residencia más distanciados su titulación suele ser universitaria. Otra de las conclusiones de ese estudio es la importancia dada por muchos usuarios a la información suministrada. Normalmente, las disquisiciones académicas tienen poco recorrido en hilos de conversación, pero información rigurosa basada, más que en datos, sobre interpretaciones que ofrezcan conocimientos acerca de las formas de

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Fig. 10. Cartel anunciador de la actividad “Tesoros ocultos de la Necrópolis de Carmona” (foto Daniel González Acuña/CAC).

vida o las costumbres funerarias antiguas, suelen ser bien acogidas. No obstante, quizás debido al incesante bombardeo de mensajes, anuncios, reclamos, etcétera, en esta red social, los post emitidos desde el perfil del CAC que concitan mayor adhesión suelen ser fotos espléndidas de los complejos fúnebres, es decir, aquellos en los que prima lo visual sobre lo textual o el anuncio de actividades. En suma, Facebook tiene más de face que de book.

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MENGA. REVISTA DE PREHISTORIA DE ANDALUCÍA // MONOGRÁFICO Nº 03. 2015. PP. 237-267. ISBN 978-84-9959-251-0 ISSN 2174-9299 // CONJUNTO ARQUEOLÓGICO DE CARMONA

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IGNACIO RODRÍGUEZ TEMIÑO Y JOSÉ ILDEFONSO RUIZ CECILIA

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EL CONJUNTO ARQUEOLÓGICO DE CARMONA: DE JUAN FERNÁNDEZ LÓPEZ Y GEORGE E. BONSOR A FACEBOOK

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ADQUISICIÓN//ACQUISITION

MENGA es una publicación del Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera (Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía)

MENGA is a journal published by the Dolmens of Antequera Archaeological Site (Ministry of Culture and Sport of the Andalusian Regional Government)

Los modos de pago y solicitud pueden ser consultados en la página Web/Subscription orders can be found on the following web site: www.juntadeandalucia.es/cultura/libreriavirtual/

INTERCAMBIO/EXCHANGE

Menga. Revista de Prehistoria de Andalucía se intercambia con cualquier revista de Prehistoria, Arqueología, Etnografía o áreas de conocimiento afines. Cualquier solicitud de intercambio deberá dirigirse a la siguiente dirección de correo electrónico: dolmenesdeantequera.ccul@juntadeandalucia.es Menga. Journal of Andalusian Prehistory will be exchanged with any journal of prehistory, archaeology, ethnography or related areas of knowledge. Requests for exchange should be sent by e-mail to: dolmenesdeantequera.ccul@juntadeandalucia.es

INFORMACIÓN/GENERAL INQUIRIES Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera Carretera de Málaga, 5 29200 Antequera (Málaga) Tel.: + 34 951214662 Fax: + 34 952739926 Correo-e: dolmenesdeantequera.ccul@juntadeandalucia.es

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HISTORIOGRAFÍA DE LAS INSTITUCIONES ARQUEOLÓGICAS DE ANDALUCÍA


NORMAS//GUIDELINES

PARA LA PRESENTACIÓN DE TRABAJOS//FOR SUBMITTING WORKS MENGA M

03 Menga da la bienvenida a trabajos inéditos en inglés o español que traten de la Prehistoria de Andalucía y regiones vecinas del sur de la Península Ibérica, o a trabajos que aborden síntesis generales de ámbito supraregionalconectando la Prehistoria andaluza con el resto de Iberia, el Mediterráneo occidental y la Europa Atlántica. Igualmente, Menga se interesa de forma expresa por publicar trabajos que contribuyan a la formalización teórica y metodológica de la investigación prehistórica y al avance de los procedimientos y sistemas de gestión y difusión del patrimonio prehistórico. La revista Menga solo publicará trabajos originales que no hayan sido publicados o estén siendo considerados por otras revistas para su publicación. Excepcionalmente, el Consejo Editorial podrá aceptar la publicación de traducciones al castellano y al inglés de trabajos ya publicados por causa de su interés y/o por la dificultad de acceso a sus contenidos.

Menga welcomes original manuscripts written in Spanish and English, dealing with the Prehistory of Andalusia and neighbouring southern Iberian regions as well as syntheses of a broader geographical scope that connect Andalusian Prehistory with that of the rest of Iberia, the western Mediterranean and Atlantic Europe. Menga is also open to manuscripts contributing to the theoretical and methodological formalization of prehistoric research as well as the advancement of systems and procedures of prehistoric heritage management. Menga only will publish original works and will not accept papers which are being considered for publication in other journals or have already been published. In exceptional cases, the editorial board will consider the publication of Spanish and English translations of already published papers on the basis of their interest and/or the difficulty of access to their content.

Desde un punto de vista formal, las normas a seguir para la presentación de trabajos son las siguientes:

From a formal stand, the guidelines for submitting articles are the following:

Estilo Se tendrán en cuenta las siguientes consideraciones:

Style The following aspects should be taken into account:

1. Mayúsculas acentuadas. 2. Latinismos en cursiva (et al., in situ…). 3. Abreviaciones sin puntos (ONU, UNESCO…). 4. Los fragmentos transcritos literalmente deberán aparecer entrecomillados. Bibliografía Las citas se realizarán en el texto teniendo en cuenta los siguientes criterios: se incluirá entre paréntesis y en minúsculas los apellidos de los autores. En el caso de más de dos autores se incluirá et al. A continuación y separado por coma se indicará el año, y en su caso la/s página/s separada por doble punto. Cuando se cite más de una obra deberán aparecer en orden de publicación y separadas por punto y coma. Ejemplos: (Schiffer, 1987: 45) (Arribas Palau y Sánchez del Corral, 1970) (Contreras Cortés et al., 2004). Las referencias deberán aparecer listadas al final del texto con sangría francesa y por orden alfabético siguiendo las siguientes normas: apellido/s del autor/es en mayúscula separado por una coma de la inicial del nombre y año de publicación entre paréntesis, en su caso seguido de letras a, b, c, etc. Separado por doble punto aparecerá el título

1. Abbreviations should be typed with no full points (e.g., UN, UNESCO) 2. Literally transcribed quotations should be placed in inverted commas. Bibliography References will be given in the text using the following criteria: the surname(s) of the author(s) will be included in brackets. If there are more than two authors this will be shown as et al. This will be followed by the year separated by a comma and, if applicable, the page number(s) separated by a colon. If more than one work is referred to, they should appear in order of publication and be separated by a semicolon. For example: (Schiffer, 1987:45) (Arribas Palau and Sánchez del Corral, 1970) (Contreras Cortés et al., 2004). References should be listed at the end of the text using a hanging indent and be in alphabetical order according to the following standards: surname(s) of the author(s) capitalised and separated by a comma from the initial of the first name and with the year of publication in brackets, followed by the letters a, b, c, etc. if applicable. Following this and separated by a colon will come the title in inverted

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entrecomillado. Los títulos de libro, monografía, actas orevistas irán en cursiva y sin abreviar. En publicaciones con editores científicos estos aparecerán en minúscula y entre paréntesis tras el título. A continuación se indicará para libros la editorial y lugar de edición, para revistas el volumen y páginas, y para las actas de congresos, el lugar y fecha de celebración, lugar de edición y páginas. En el caso de ediciones electrónicas se indicará la dirección web.

commas. The titles of books, monographs, proceedings or journals will be typed unabbreviated in italics. The scientific editors of publications, if applicable, will be typed in lower case in brackets after the title. This will be followed by the following information: for books, the publisher and place of publication; for journals, the volume and page number(s); for conference proceedings, the date and place they were held, the place of publication and the page number(s). In the case of e-publications, the website will be given.

Ejemplos: Examples: SCHIFFER, M. B. (1987): Formation Processes of the Archaeological Record, University of New Mexico Press, Albuquerque. PARKER, M. (2000): “Eating money. A study in the Ethnoarchaeology of food”, Archaeological Dialogues 7(2), pp. 217-232. DIETLER, M. (1996): “Feast and Commensal Politics in the Political Economic: Food, Power and Status in Prehistory Europe”, Food and the Status Quest, (Wiessener, P. y Schiefenhövel, W. eds.), Berghahn Books, Oxford, pp. 87-125. ARRIBAS PALAU, A. y SÁNCHEZ DEL CORRAL, J. M. (1970): “La necrópolis megalítica del pantano de los Bermejales (Arenas del Rey, Granada)”, XI Congreso Nacional de Arqueología (Mérida, 1969), Zaragoza, pp. 284-291.

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SCHIFFER, M. B. (1987): Formation Processes of the Archaeological Record, University of New Mexico Press, Albuquerque. PARKER, M. (2000): “Eating money. A study in the Ethnoarchaeology of food”, Archaeological Dialogues 7(2), pp. 217-232. DIETLER, M. (1996): “Feast and Commensal Politics in the Political Economic: Food, Power and Status in Prehistory Europe”, Food and the Status Quest, (Wiessener, P. and Schiefenhövel, W. eds.), Berghahn Books, Oxford, pp. 87-125. ARRIBAS PALAU, A. y SÁNCHEZ DEL CORRAL, J. M. (1970): “La necrópolis megalítica del pantano de los Bermejales (Arenas del Rey, Granada)”, XI Congreso Nacional de Arqueología (Mérida, 1969), Zaragoza, pp. 284-291.

Ilustraciones Las ilustraciones que acompañen el texto se enviarán preferentemente en ficheros electrónicos, aunque también se admiten otros formatos (papel fotográfico o diapositiva). Deberán distinguirse entre figuras (dibujos, mapas o planos a línea), tablas y láminas (fotografías) numeradas en arábigo. Ninguna ilustración se compondrá dentro del texto. Los pies de figuras, tablas y láminas se incluirán en una hoja independiente con los datos completos de identificación. En el caso de las fotografías de autor, deberán enviarse con el consiguiente permiso de publicación. En ningún caso será posible la publicación de imágenes de escasa calidad técnica y estética. Para evitar errores en la reproducción de archivos digitales, se aconseja adjuntar presentación cartografiada o impresa del material gráfico.

Illustrations Artwork should preferably be supplied in electronic format, although other formats (photographic paper or slides) will be accepted. A distinction should be made between figures (drawings, maps or line plans), tables and plates (photographs) for which Arabic numerals should be used. Illustrations should not be included in the text. Figure, table and plates captions will be included on a separate sheet with full identification details. Photographs taken by the author should be accompanied by the applicable permission for publication. No pictures of a poor technical or aesthetic quality will be accepted for publication. To avoid errors in the reproduction of digital files, we recommend attaching a cartographic or printed copy.

Las imágenes digitalizadas (.tif o .jpg) se aportarán con una resolución mínima de 300 dpi, para el tamaño definitivo de reproducción (mínimo: 15 cm ancho x 11 cm alto; recomendado:20 cm ancho x 13 cm alto). Éstas deben presentarse en ficheros electrónicos independientes.

Digitalised pictures (.tif or .jpg) must have a minimum resolution of 300 dpi for the definitive reproduction size (minimum: 15 cm wide x 11 cm high; recommended: 20 cm wide x 13 cm high). They should be submitted in separate electronic files.

Los gráficos se acompañarán de su correspondiente tabla de valores (deberá aportarse simultáneamente la imagen compuesta y los ficheros independientes), necesaria para rehacer su diseño acorde con el de la revista. Colores, tramas y tipo podrán modificarse siempre que no se altere el contenido del gráfico.

Graphs should be accompanied by their corresponding table of values (the composed image and the files should be sent independently but simultaneously); this is necessary to be able to reformat their design in accordance with that of the journal. Colours, tones and types may be altered as long as they do not change the content of the graph.

Planos, mapas y composiciones: tamaño y escala serán acordes con el formato de la publicación y tendrán en cuenta que (1) los textos, leyendas y sombreados irán en capas independientes; (2) el dibujo se simplificará a 3

Plans, maps and compositions: the size and scale will be in accordance with the format of the publication and will take into account that (1) texts, legends and shading will be in independent layers; (2) drawings will be simplified

HISTORIOGRAFÍA DE LAS INSTITUCIONES ARQUEOLÓGICAS DE ANDALUCÍA


grosores y se especificará la necesidad de uso del color; (3) imágenes enlazadas o referencias externas deberán ir copiadas en la misma carpeta en la que esté el archivo .dwg (formato preferente). Como opción alternativa podrá acudirse al formato .pdf o .tif. En estos casos el dibujo no podrá incluir información textual, que se aportará en otro archivo.

to 3 widths and the use of the colour will be specified; (3) linked pictures or external references should be copied in the same file as the .dwg file (the preferred format). Alternatives would be .pdf or .tif files. In those cases the drawing cannot include textual information, which should be sent in a separate file. Submission of originals

Entrega de originales Para la entrega de originales deberán enviarse dos copias impresas con las figuras, tablas y láminas separadas del texto. Se incluirá así mismo un CD-Rom con todos los archivos informáticos. Todo ello deberá enviarse a la siguiente dirección: Menga. Revista de Prehistoria de Andalucía Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera Carretera de Málaga, nº 5 29200 Antequera (Málaga) Revisiones Una vez entregada toda la documentación se procederá a la revisión general del texto y maquetación. Posteriormente se enviará un archivo en formato pdf, mediante correo electrónico, a cada uno de los autores para su consiguiente revisión. Se tratará de correcciones ortográficas, o de estilo, no de modificaciones de los contenidos o diseño. En cualquier caso, el consejo editorial se responsabiliza de la revisión general de la publicación.

For the submission of originals two printed copies with the figures, tables and illustrations separate from the text should be sent. This should be accompanied by a CD-Rom containing all the computer files. All this should be sent to: Menga. Revista de Prehistoria de Andalucía Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera Carretera de Málaga, nº 5 29200 Antequera (Málaga) Proofs Once all the documentation has been submitted, a general revision of the text and page layout will be carried out. A pdf file will then be e-mailed for proofreading. Only spelling and style changes that do not affect the content or design should be made. In any event, the editorial board will be responsible for the general revision of the publication.

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Durante los años 2010 y 2011 se celebraron en Antequera, dirigidos por los editores de esta monografía y organizados por el Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera, dos Cursos de Otoño dedicados a dar a conocer los avances en materia científica, institucional y divulgativa dentro del ámbito de la Prehistoria y de la Arqueología y de la Tutela del Patrimonio Histórico de Andalucía.

During 2010 and 2011, two autumn schools were held in Antequera, organised by the Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera as part of the program “Antequera Milenaria” and directed by the editors of this monograph. The aim of these meetings was to present the scientific, institutional and informative advances in the fields of Andalusian Prehistory, Archaeology and Historical Heritage.

El primero de ellos (2010) estuvo dedicado a los conjuntos monumentales y arqueológicos y en él se tuvo ocasión de pasar revista a la investigación y protección de los principales yacimientos arqueológicos de Andalucía. El segundo (2011) estuvo dedicado a los museos arqueológicos, mostrando el desarrollo de cada colección, desde su comienzo hasta ahora, y cómo la incorporación de nuevos objetos hacen que el museo se reinvente progresivamente en una dinámica enriquecedora.

The first (2010) centred on the monumental and archaeological sites and provided a current state of the research and protection of the major archaeological sites of Andalusia, a review of the circumstances that led to their recognition and of their development up until the present. The second (2011) focused on the archaeological museums, and the presentation of the evolution of each collection since its first foundation and the ways in which the growth of the collections and the incorporation of new pieces had promoted the progressive reinvention of each museum in an enriching dynamic process. This publication, the content of which is eminently historiographical, is based on the conferences presented during these two meetings, but is not their literal transcription since all of the texts have been reviewed and updated by their authors, enriching them with additional information, bibliography and notes, thus converting this monograph into an up-to-date synthesis for the archaeological and monumental institutions of the Andalusian historical heritage.

MENGA M CONJUNTO ARQUEOLÓGICO DÓLMENES DE ANTEQUERA

AÑO 2015 ISBN xxx-xx-xxxx-xxx-x ISSN 2174-9299

REVISTA DE PREHISTORIA DE ANDALUCÍA · JOURNAL OF ANDALUSIAN PREHISTORY

M ONOGRÁFICO03

ISBN 978-84-9959-251-0

La presente publicación, cuyo contenido es eminentemente historiográfico, se apoya en aquellas conferencias de los cursos a los que nos estamos refiriendo, pero no es una mera transcripción literal de las mismas, en el sentido de que todos los textos han sido revisados y actualizados por sus autores, enriqueciéndolos con más información, bibliografía y notas, haciendo de esta monografía una reflexión actual sobre las instituciones arqueológicas y monumentales del patrimonio histórico andaluz.


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