Domine Cultural 47

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EDICION NACIONAL

Año 5 - No 47 Octubre 2009

$5

PERIÓDICO MENSUAL DE CULTURA COLECCIONABLE DISPONIBLE EN PUESTOS DE DIARIOS Y REVISTAS DE TODO EL PAÍS

DECLARADO

DE INTERÉS

CULTURAL POR LA SUBSECRETARÍA DE CULTURA DE MAR AUSPICIADO POR LA UNIVERSIDAD NACIONAL DE JUJUY

DEL

PLATA

NOTAS “MUSICALES” EN PLAYA GRANDE. LIMA, PERU Por Lic. Víctor Falcón Huayta (Perú) Pág. 2

VISITAS Por Daniel Adrián Madeiro (Argentina) Pag. 3

GEORG FRIEDRICH HAENDEL, 250 º ANIVERSARIO (5º Parte) Por Prof. Leonardo Chanú (Argentina) Pág. 4

UN PUENTE AL PASADO Por Prof. Liliana Claudia Fernández (Argentina) Pág. 4

CONCIENCIA Y REALIDAD Por Javier Cintas Gallardo (España) Pág. 5

ATAHUALPA YUPANQUI UNA LEYENDA ARGENTINA Por Arturo Zeballos (Argentina) Pág. 6

MADAGASCAR, LA ISLA ROJA TULEAR-IFATY Por Lic. Alvaro Mones (Alemania) Pág. 7

COLUMNAS Pág. 8 Por Ana Leguísamo Rameau Caperucita Roja en los bosques de Palermo Por Santiago Federico Richetti El arte y la vida Por Laura Pisani “Poemas”


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NOTAS “MUSICALES” EN PLAYA GRANDE. LIMA, PERU P L

OR IC.

La mayor parte de la costa del Perú es desértica, con un litoral de aguas frías y de playas con variadas características. Arenales y cerros carentes de vegetación en una franja que muestra una gradación de sur a norte (seco a más húmedo) y que al Oeste limita con el Océano Pacífico y al Este asciende paulatinamente hacia las estribaciones cordilleranas a través de pasajes formados por valles-quebradas de torrentosos ríos de caudal estacional que bajan de las altas sierras, estructurando una columna vertebral que recorre el país longitudinalmente de Sur a Norte. El flanco Este de esta cordillera está ocupado por un bosque húmedo que desciende al llano amazónico tropical y exuberante. Esta geografía configura una serie zonas ecológicas que el hombre andino-amazónico supo aprovechar para crear civilización desde que hace más de diez mil años ocupó esta parte de América. En este escenario de la costa peruana no extrañan las localidades nombradas como “río seco” o “playa grande”.

dro cronológico-cultural que diera cuenta de las ocupaciones humanas de los primeros siglos después de Cristo (Stumer, 1953). El entonces despoblado litoral al norte de la ciudad de Lima aún guardaba los restos intactos de un antiguo pueblo de esta época, íntimamente vinculado al mar y a los valles de los ríos Chillón, Rímac y Lurín que, asimismo, había hecho productivos a través de extensas redes de canales que expandían feraces campos de cultivo. Este pueblo, cuyos restos ahora los arqueólogos llamamos “cultura Lima” (ca. 200-650 d.C.), interactuaba activamente con comunidades serranas de las alturas, intercambiando productos alimenticios o artesanales y demarcando un territorio diferenciado, en un regionalismo que ha primado en gran parte de la historia precolombina del Perú.

Fig. 2. Excavaciones de Louis M. Stumer en Playa Grande en 1952 (Stumer, 1953).

Fig. 1. Vista actual del litoral frente al sitio arqueológico “Playa Grande”. Nótense el balneario y las islas que se observan desde la costa. Foto: V.F.H.

A mediados de la década de los cincuenta del siglo pasado el arqueólogo de la Universidad de Yale, Louis M. Stumer se empeñó en realizar una serie de prospecciones y excavaciones en sitios arqueológicos de la costa central del Perú para estructurar un cua-

2. La música y el hombre andino La música no estuvo ausente en este escenario y entre estos actores. El hombre costeño de la cultura Lima la tuvo presente en los momentos más importantes de su ciclo vital y en eventos comunales trascendentes de su modo de vida, expresando melodías que tal vez nunca podamos oír nuevamente, pero cuyos ecos percibimos a través de los instrumentos musicales

que sobrevivieron al tiempo y los aislados sonidos que hoy arrancamos de ellos. Sin embargo, como todo objeto arqueológico asociado en un contexto recuperado científicamente, el instrumento musical nos puede decir algo más; nos puede dar indicios de las diferentes dimensiones culturales que tuvo para sus creadores y sobre sus diferentes valores de uso, como por ejemplo, servir de ofrenda a un ser querido, siempre prematuramente fallecido, como es el caso que trataremos ahora.

derados a la fecha los más “ricos” de esta cultura, por haber contenido objetos y artefactos de materiales exóticos a esta parte de la franja costera del Perú (Stumer, 1952; Barraza, 2000). El escenario había cambiado, ahora excavábamos entre casas de playa de un balneario hasta hace unas décadas exclusivo y hoy convertido en un distrito de rápido crecimiento poblacional; siguiendo la tendencia del crecimiento desmesurado de la ciudad de Lima.

se habían colocado dos pequeños objetos de cerámica, una vasija miniatura en forma de cántaro y una flauta globular (comúnmente conocida como “ocarina”) para acompañar al pequeño difunto. Acaso para que no le faltara un juguete y sus melodías favoritas en la otra vida.

Fig. 5. Tumba del entierro del infante que contenía la flauta de Playa Grande. La flecha rojiblanca señala el Norte. Foto: V.F.H.

Fig. 3. Excavaciones del Proyecto Arqueológico de Investigación “Playa Grande 2,000” en el sector del Pozo Cisterna. Los arqueólogos Martín García Godos y Marco Goldhausen extraen un cántaro muy cercano al entierro del infante (E:1). Foto: V.F.H.

Los instrumentos de viento como flautas y huayllaquepas (trompetas de concha) estuvieron entre las preferidas de las gentes del Ande. Los museos peruanos conservan variados ejemplares de aspectos técnicos sorprendentes y de singular belleza en su decoración. Asimismo, ocasionalmente los arqueólogos realizamos hallazgos en donde los instrumentos musicales ocupan un lugar destacado, sea en contextos mortuorios o rituales. Esto sucedió una mañana de invierno del año 2000 mientras excavábamos en “Playa Grande”, un importante sitio arqueológico de la cultura Lima ahora ocupado por el balneario de Santa Rosa. Casi cincuenta años después que Louis M. Stumer hiciera lo mismo en lo que entonces era un arenal desértico frente al mar del Pacífico; entonces, descubrió los entierros que son consi-

Ba M nd ad on er eo as ne s

1. El espacio, el tiempo y la gente

VÍCTOR FALCÓN HUAYTA

Sarmiento 1459 (1042) Bs. As. Tel.: 4371-8481 / 4374-8048 / 4373-0745 E-mail:info@vendoma.com.ar

Fig. 4. Botella antropomorfa silbadora (mujer). Recuperada por Louis M. Stumer en Playa Grande (Balneario de Santa Rosa) en 1952. Foto: V.F.H.

3. El niño y la flauta Las circunstancias en las que recuperamos el entierro de un niño de la cultura Lima y la discusión de su cronología han sido publicadas hace unos años (Falcón, 2004). Sin embargo, para este caso basta decir que se trataba de un infante de más o menos dos años de edad, amortajado y depositado en un simple forado cavado en la arena, atado a una pequeña camilla o litera depositada boca abajo y con la cabeza del niño hacia el Sur, como era la costumbre de este pueblo precolombino durante los primeros siglos de nuestra era. Previamente, debajo de la cabeza

Porque las gentes del Ande no morían, pasaban a otra vida, con sus objetos más queridos y en donde desempeñaban iguales roles que en su comunidad y, por supuesto, también disfrutaban de la música, la danza, la fiesta, de la alegría en fin; o tal vez debemos decir, sin fin. En un infra-mundo (Ukhupacha lo llamaron los incas en runasimi o quechua) con muchos pasajes hacia el nuestro y hacia donde los vivos podíamos comunicarnos permanentemente, sin intermediarios, para pedir que nuestros difuntos padres intervengan en favor de nuestra vida en el Kaypacha (el mundo de los vivos, este mundo). Que diferencia con la concepción de la muerte actual en donde no hay comunicación posible o se necesitan intermediarios, no habiendo lugar para los favores de nuestros difuntos que esperan pasivos nuestros recuerdos. Podría decirse que el hombre andino-amazónico “aprendió a morir”, como se muere ahora, con la llegada de los europeos. Pero volvamos al tema de nuestro interés, el instrumento musical aerófono que, obviamente, el pequeño no usaba pero tal vez sí


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escuchaba al soplo e inspiración de sus padres. Técnicamente, se denomina como flauta globular y está confeccionado de cerámica que, a su vez, está decorada. Su cuerpo es cilíndrico con longitudes máximas (largo y ancho) de aproximadamente 4.5 cm en promedio. Posee cinco orificios de digitación en diversas partes del cuerpo incluyendo el centro de los círculos opuestos, vale decir, en los extremos del cuerpo cilíndrico y un orifico de insuflación de mayor dimensión ubicado a la parte central-superior del cuerpo del cilindro. Presenta una decoración que cubre el instrumento completamente que consta de un personaje antropomorfo de trazo simple, esquemático y de color rojo sangre con fondo negro, cuya cabeza y pies se proyectan del cuerpo del cilindro, es decir, presentan relieve. En la otra mitad de la pieza se disponen líneas rectas en negro y blanco sobre fondo rojo que configuran un diseño de aspecto geométrico y que oculta una serpiente estilizada; uno de los principales íconos sagrados de esta cultura y asociada al culto al agua; pues entre los pueblos andino-amazónicos el agua, la naturaleza toda, era sagrada.

artífices de la cultura Lima fueron el anaranjado, el blanco, el negro, el rojo y, a veces, podían usar también el violeta. Como resulta obvio, nuestra flauta globular no está afinada a la escala musical occidental, posee notas propias y seguramente emitió también melodías propias que hoy solamente podemos intuir a través de las improvisaciones que nuestros actuales músicos logran obtener en sus experimentaciones sonoras digitando sus diversos orificios y registrando las notas a través de afinadores electrónicos para obtener una equivalencia que pueda ser expresada en la escala musical moderna y así lograr un registro gráfico que pueda ser entendido universalmente. Es una pieza única para el estudio de la música de esta cultura, aunque este tipo de flauta está relativamente presente en todas las culturas andinas precolombinas.

Fig. 7. Flauta globular de Playa Grande mostrando su lado posterior. Nótese la decoración y dos orificios: el superior y más grande de insuflación y el inferior y más pequeño de digitación. Foto: V.F.H.

Fig. 6. Ofrendas del entierro del infante de Playa Grande. Vasija en miniatura y la flauta globular mostrando sus lados lateral y anterior, con la representación antropomorfa con cabeza y piernas proyectándose en relieve fuera del cuerpo cilíndrico del instrumento musical. Foto: V.F.H.

Los colores preferidos de los

Agradecimientos: Agradecemos a los colegas arqueólogos que nos apoyaron en la temporada de campo del Proyecto Playa Grande 2000 y el asesoramiento musical de Milano Trejo Huayta del Museo Nacional de Arqueología, Antropología e

Historia del Perú y Dimitri Manga de la Escuela Nacional de Folklore de Lima. Por Lic. Víctor Falcón Huayta vic1falcon@hotmail.com Bibliografía Barraza Lescano, Sergio. 2000. “Las excavaciones de Louis Stumer en Playa Grande (1952): una aproximación a las prácticas funerarias Lima”. Boletín del Instituto Riva-Agüero.

VISITAS

Pontificia Universidad Católica del Perú, 27: 25-76. Lima. Falcón Huayta, Victor. 2004. “Morir en Playa Grande. El rescate de un entierro de la cultura Lima”. Imagen de la Muerte. Primer Congreso Latinoamericano de Ciencias Sociales y Humanidades. Leonardini, N. Rodríguez, D. y Cabanillas, F. (Comp.). UNMSM. pp. 23-37. Lima. 2003.“El motivo interlocking a través del ídolo de Playa Grande”. Arqueológicas. Nº 26: 163-178. Revista de Investigaciones del Museo

Nacional de Arqueología Antropología e Historia del Perú. 2000. “Playa Grande: entre la aldea y el santuario ¿Un caso de interpretación arqueológica ambigua?”. Arqueológicas. N° 24: 53-61. Revista de Investigaciones del Museo Nacional de Arqueología Antropología e Historia del Perú. Stumer, Louis M. 1953.“Playa Grande: Primitive Elegance in PreTiahuanaco Peru”. Archaeology. Vol. 6(1): 42-48.

POR DANIEL ADRIÁN MADEIRO

Con lentitud me saqué los anteojos, exhalé sobre sus cristales y los limpié suavemente con la franela. No sirvió para nada. Al ponérmelos comprobé que todo, absolutamente todo, seguía igual. Falsa expectativa Golpean a la puerta. Hoy son los católicos que, amablemente, me entregan un folleto sobre las actividades de la parroquia. Otras veces se trata de los evangelistas, los testigos, los mormones. No se da con los judíos o los islámicos simplemente porque no acostumbran prédicas domiciliarias. Desde siempre me gusta intercambiar ideas con ellos. Quizá es más apropiado decir escucharlos con atención y formularles con suavidad alguna pregunta. Como suele suceder con la mayoría de nosotros, los humanos, a ellos les encanta que los escuchemos. No sucede igual a la hora de tener que oírnos. En especial si es para expresarles opiniones contrarias. Sin lugar a dudas, en el campo de las ideas son pocos los individuos (y aun menos los grupos)

que están dispuestos a examinar sin temor sus creencias, sus postulados, el modo característico de ver una realidad en particular. Uno se cierra. Una ilusión llamada “tengo la verdad” nos aparta con recelo de los opuestos. No es razonable pretender que todos lleguemos a pensar y sentir igual; ni siquiera es necesario. Pero vendría muy bien convivir sin temor y con la mente abierta y bien dispuesta para enterarse porqué no sentimos ni pensamos igual y ver, en medio de todas esas diferencias, que tenemos puntos en común. Para este caso podríamos citar el

amor a DIOS y al prójimo. Hasta podríamos tener la valentía de preguntarnos por qué en lugar de enfatizar las diferencias para separarnos, no acentuamos nuestros puntos coincidentes para unirnos en un mismo propósito: el bien común.


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GEORG FRIEDRICH HAENDEL, 250º ANIVERSARIO (5ª PARTE)

En el otoño de 1706 Haendel llegó a Italia. Primero visitó Florencia, tal y como era el deseo de Fernando de Médicis, pudiendo consultar allí la importante biblio-

POR PROF. LEONARDO CHANÚ teca musical de éste. Toma contacto con compositores como Lotti, Vivaldi y Albinoni ( Ve n e c i a ) , P e r t i (Florencia), y Alessandro y Domenico Scarlatti, Caldara, Corelli y Pasquini ( R o m a ) . Haendel no carecía ni de inventiva melódica ni destreza contrapuntística, pero sí del estilo “cantabile” de la melodía, idioma inconfundible del bel canto italiano”. De Florencia marcha a Roma, donde encontró apoyo en los cardenales Pamphili,

Colonna y Ottoboni, y en el marqués Francesco Ruspoli. En Roma también entró en contacto con un grupo de aristócratas, artistas y músicos que se hacían llamar la academia Arcadia, pretendían mejorar el gusto artístico, sus miembros tenían apodos pastoriles y fingían vivir en una atmósfera idílica y alejada de la realidad, en este entorno llegaría a dominar lo que se convertiría en uno de los recursos fundamentales de su música: la pastoral idílica y la contemplación de la naturaleza. El encuentro entre Haendel y Scarlatti, se encuentra caracterizado por su famoso “enfrentamiento” al clavicémbalo y al órgano, en una reunión organizada por el Cardenal Ottoboni y cuenta que Scarlatti “se quedó tan sorprendido con su manera de tocar, que le siguió por toda Italia, y nunca se sintió más feliz como cuando estaba con él...” Luego se trasladó a Florencia para producir su primera ópera ita-

UN PUENTE AL PASADO Luego de una larga jornada laboral, un porteño se toma el 12 como lo hace todos los días. Aunque el viaje no es largo, hoy está decidido a terminar las últimas páginas de una novela durante el trayecto de regreso a casa. Pasa el tiempo, anochece, el colectivo se hamaca y el laburante cabecea, sus párpados luchan, pero finalmente se duerme. Lo despierta la voz del colectivero diciéndole que el recorrido ha finalizado, que están en Puente Pueyrredón y debe descender. Aturdido, buscando componerse un poco, mira como el colectivo se aleja mientras tantea sus bolsillos tratando de encontrar alguna moneda para poder tomarse otro colectivo que lo lleve de vuelta a la parada donde debería haberse bajado. Cuando levanta la vista ve un paredón que llama su atención:

“Restaurant El Puentecito. Abierto las 24 horas”. Decide ir en esa dirección, de todas formas se acerca la hora de cenar y no es mala idea cambiar de rutina de vez en cuando. Abre la puerta, y se encuentra con un local largo y austero, de mesas con manteles rojos, saleros de plástico y carta de sugerencias escrita a mano. Esta historia podría continuar, pero mejor

que leerla es vivirla en persona, ahí nomás, a la vera del Riachuelo en la esquina de Luján y Vieytes, cerca del viejo puente Pueyrredón. En ese lugar hay un bodegón que siempre estuvo, que siempre está, donde se sigue respirando un aire de fonda que viene de otros tiempos. Para hablar de El Puentecito tenemos que irnos allá hacia el año 1750, a una vieja pulpería donde

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liana, “Rodrigo”, que se estrenó en 1707 en el teatro Via di Cocomero bajo el patrocinio del príncipe Fernando de Médicis, utilizando en esta ópera música procedente de su “Almira” y de “Octavia” de Keiser. El Papa había prohibido las óperas en Roma, así que los oratorios y las cantatas, escenificados a la manera de aquéllas, fueron sus sucedáneos. El 26 de diciembre de 1709, se estrenó con gran éxito “Agrippina” en S. Giovanni Crisostomo de Venecia, compuesta a partir de material extraído de obras anteriores, no sólo de Haendel sino también de Keiser, manteniéndose en cartel durante 27 representaciones consecutivas; un bajo cómico interpretó al Emperador Claudio, el único castrato que intervenía representó el papel del Nerón adolescente y en el papel protagonista intervino Margarita Durastante, quien se turnaba en noches alternas con Elena Croce. El libreto había sido escrito por el Cardenal,

y virrey de Nápoles, Vicenzo Grimani, quien también era propietario del teatro. En Agrippina, Haendel despliega una asombrosa variedad de tipos y formas que van desde los solos de carácter espontáneo y los recitativos de conjunto, hasta los recitativos de carácter afectivo con acompañamiento, grandes arias de coloratura en la forma grandilocuente da capo y sencillas canciones de danza de tono pegadizo y popular. Se sabe que Haendel se sentía incluso interesado por materiales tan elementales como los pregones callejeros como posible material melódico para su música. El éxito inmediato de Agrippina se debió a la frescura de invención melódica y al modo, deliberadamente juguetón del autor de apoderarse de las ideas convencionales. Estas eran del dominio público de los compositores del siglo XVIII y su interés musical reside en el tratamiento imaginativo que les dio Haendel.

POR PROF. LILIANA CLAUDIA FERNÁNDEZ los gauchos distraían el paso de las horas entre ginebra y ginebra. Más hacia acá en 1873, la vieja pulpería se transformaría en una fonda a la que concurrían los lecheros vascos de la zona para jugar a la pelota en un frontón. Todavía se conserva algo de aquellos tiempos, como ser rastros de una pieza en la cual los hombres se sentaban en rueda a tomar mate. También hay un pozo en el patio, que aún se sigue utilizando para mantener fresco el vino. El Puentecito es un clásico de Buenos Aires, una joyita sobreviviente de aquella época de esplendor en la que Vieytes era el paso obligado de la ciudad hacia el sur. Hoy continúa atendido por mozos de la vieja escuela como corresponde a un establecimiento de sus características, y permanece abierto las 24 horas ofreciendo abundantes porciones, ideales para

disfrutar entre amigos o en familia. El menú, bien de fonda, ofrece entre otros conejito saltado al vino blanco, tallarines con calamares, filet de bacalao fresco a la gallega, paella mixta y canelones preparados en casa. También mejillones a la provenzal, rabas, salmón, y carnes de exportación a la parrilla, sin olvidar el tradicional pollo al Puentecito con papas a la española. Todo hecho en el momento. Algunas veces desearíamos no despertar de algunos sueños, y a veces soñamos con los ojos abiertos. Cualquiera sea el caso, basta con tomarse el 12 y despertar en la última parada, donde El Puentecito nos está esperando.

Dirección: Vieytes y Luján. Barracas (junto al antiguo Puente Pueyrredón).


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CONCIENCIA Y REALIDAD El otro día me encontraba con un antiguo amigo de mi adolescencia, con el que compartí múltiples y nuevas experiencias de todo tipo. Hacía unos 7 años que no lo veía, y sin embargo, lo encontré francamente rejuvenecido, tanto por la imagen corporal, por su vestimenta, incluso su forma de expresarse me pareció mucho más juvenil. Recuerdo que la última vez lo vi más envejecido. Con la alegría del momento y ya que teníamos disponibles unos 20 minutos (¡todo un lujo! con las prisas de hoy que vivimos...) nos fuimos al bar de la esquina y nos tomamos unas cañitas y así aprovechar para ponernos al día de cómo nos iba la vida. Al volver a casa, aún con el grato recuerdo de este encuentro, me puse a ojear un antiguo número de una revista científica. En uno de sus artículos se hablaba de la física cuántica, de la ilusión de la realidad que nos rodea, del paso del tiempo aún no siendo una magnitud absoluta, etc. Leí que Einstein nos enseñó que nuestro cuerpo, como cualquier objeto material, es una ilusión, o que, cuando estamos receptivos a investigar y profundizar otros planos no vistos en nuestro cuerpo, es cuando descubrimos el inmenso potencial creador interno. Por ejemplo, cualquier pensamiento o creencia que tangamos sobre cualquier aspecto de las cosas o de la vida en general, influye también sobre nuestro proceso de envejecimiento, ya que de alguna forma u otra, nuestras células son conscientes y obedecen a estas premisas que continuamente les suministramos y obran en consecuencia; esto es, si estamos en un entorno hostil, saturado de situaciones más o menos estresantes, todo ello puede ocasionar y desencadenar una catástrofe en nuestras defensas y sistema inmunológico, haciéndonos más débiles por consiguiente. Se puede caer dentro de esta espiral, y ser víctima de un ataque cardíaco, o incrementar el riesgo

de sufrir un tumor maligno. O se puede originar un estado psíquico – físico que desemboca en unas tasas de supervivencias escasas. De manera inversa y por el mismo proceso, cuando estamos pletóricos, entusiastas y como se suele decir en un lenguaje coloquial cargados de energía positiva, (o cuando estamos enamorados…ahora que recuerdo, mi amigo me habló de una nueva chica que había conocido...), se ve claramente fortalecido nuestro sistema de defensas, con todos los enormes beneficios a todos los niveles que esto lleva consigo. Pero quizás lo más importante que se deriva de los procesos anteriormente descritos es que no se puede delimitar de manera perfecta y matemática las fronteras entre lo Biológico y lo Psíquico. ¿Cuántas veces evocamos en una especie de espiral de locura que nos destruye, el recuerdo de un mal momento, de una crisis, de una desgracia sufrida, (o que vivimos como intensa subjetivamente, ya que, lo que para uno sea dra-

mático, sea más tolerable o superable por otro individuo) y ese mero recuerdo provoca, el mismo intenso dolor como si lo estuviéramos sufriendo en ese preciso instante? ¿Somos conscientes de que nuestro organismo en cada recuerdo evocador, digamos negativo al cual lo forzamos y sometemos, se ve inundado de las mismas sustancias nocivas y potencialmente peligrosas que cuando lo vivimos “realmente” (aunque ambos procesos son reales en cuanto a sus efectos), y que todo ello nos supone multiplicar de forma constante los riesgos de, otra vez, padecer nuevas amenazas? Pienso que el envejecimiento depende mucho más de lo que creemos, en nuestro propio estado de conciencia, de nuestras creencias acerca de nosotros mismos, y que por tanto, podemos acelerarlo (si

POR JAVIER CINTAS GALLARDO

sometemos a nuestro cuerpo a los desórdenes anteriormente descritos), o darle la vuelta al proceso, o incluso revertirlo. Si bien es cierto que el paradigma actual médico tiende más a considerar a nuestro cuerpo como una máquina biológica, y a la mente como un subproducto de ésta (no a la inversa) cada vez más va aflorando e instaurándose un nuevo paradigma, cuyas principales bases, y de una manera resumida, sería que el mundo que nos rodea y que percibimos, depende del observador. La química de nuestros cuerpos y su mejor o peor estado de conservación por consiguiente, es el resultado de la conciencia del cuerpo, de nuestros deseos, pensamientos y emociones. En definitiva, podríamos decir que todos nosotros tenemos una visión personal e independiente

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acerca del mundo y de nosotros mismos, que cada uno de nosotros comparte y vive en un universo / mundo no extrapolable al de nuestro vecino, y que nuestra coordenadas temporales ni son las mismas que la de nuestros congéneres, o que incluso ésta cambian para nosotros mismos, dependiendo que dejemos de ser meros observadores de una gigantesca representación que nos rodea allá fuera, y seamos actores con conciencia, y que ésta afecte y modifique a su vez el escenario que nos alberga. Como decía Paul Eluard: “Hay otros mundos..., pero están en éste”


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ATAHUALPA YUPANQUI UNA LEYENDA ARGENTINA HACIA AMERICA TODA POR ARTURO ZEBALLOS

La mezcla indio y español dio algunos artistas de una calidad lírica y musical extrema. Entre estos grandes músicos, hay uno que se destaca por su compromiso, por la forma de trazar con su pincel encordado la problemática y realidad del hombre de campo. Héctor Roberto Chavero nació en 1908 en la Provincia de Buenos Aires, más precisamente en la ciudad agrícola y ganadera de Pergamino y durante la adolescencia viviendo en Agustín Roca-Junín adoptó el seudónimo Atahualpa al que le agregaba su apellido Chavero y de esta manera firmaba sus primeros poemas o escritos. Años mas tarde cuando descubre el verdadero significado, el gran artista se autonombraría Atahualpa Yupanqui por el cual todos lo hemos conocido y hoy admiramos entrañablemente. La guitarra fue su constante compañera. Aunque primeramente, con sólo 7 años intentó estudiar el Violín y solo pudo algunos años. Temas de la Pampa, estilos y vidalitas deseaba extraer del instrumento, pero al ver que no dominaba la técnica y que su maestro, el Padre Rosaenz ,catalán -quién en algún momento lo sorprendió al niño y renegó de su música autóctona- decidió abandonar y comenzó a tomar clases de guitarra con el maestro Bautista Almirón, y allí quedó marcado a fuego su destino y su vocación...así contaba Yupanqui su vivencia: “Muchas mañanas, la guitarra de Bautista Almirón llenaba la casa y los rosales del patio con los Estudios, uno de ellos el bautizado como “La Gota de Agua” de Fernando Sor,

otras piezas de Napoleón Coste, con difíciles y prodigiosas obras de los pianistas españoles Isaac Albeniz y Enrique Granados. También la belleza de las obras para guitarra de don Francisco Tárrega, el pequeño Roberto amaba las transcripciones de Emilio Pujol, Schubert, Liszt, Beethoven, Bach, Schumann que la guitarra íntima de don Bautista, único maestro que por aquellos años derramaba en las tardes de su pueblo elegido. Don Ata describe muy bien con estas palabras esos hechos. “Toda la literatura guitarrística pasaba por la oscura guitarra del maestro Almirón, como derramando bendiciones sobre el mundo nuevo de un muchacho de campo, que penetraba en un continente encantado, sintiendo que esa música, en su corazón, se tornaba tan sagrada que igualaba en virtud al cantar solitario de los gauchos” (“El canto del viento”, II). Entre los antepasados del gran maestro criollo se encontraban indios, criollos y vascos: Así describía su descendencia ante el mundo: “En aquellos pagos del Pergamino nací, para sumarme a la parentela de los Chavero del lejano Loreto santiagueño, de Villa Mercedes de San Luis, de la ruinosa capilla serrana de Alta Gracia. Me galopaban en la sangre trescientos años de América, desde que don Diego Abad Martín Chavero llegó para abatir quebrachos y algarrobos y hacer puertas y columnas para iglesias y capillas (...) Por el lado materno vengo de Regino Haram, de Guipúzcoa,

quien se planta en medio de la pampa, levanta su casona, y acerca a su vida a los Guevaras, a los Collazo, gentes ‘muy de antes’ ...” (“El canto del viento”, I ). Sobre cuando se abrió camino a la vida solo, en su juventud, Félix Luna señala que resulta imposible seguir en detalle el itinerario: “Son años y años de andar de aquí para allá, pasando a veces por un pueblo u otro, deteniéndose otras veces por años en cualquier lugar”. En esos años de adolescencia y comienzo de madurez, además de su trabajo como músico, se desempeñó en distintos oficios para ganarse la vida. Fue así, entre otras cosas, hachero, arriero, cargador de carbón, entregador de telegramas, oficial de escribanía, corrector de pruebas y periodista. Hay una anécdota riquísima en este último oficio: Encontrándose en la ciudad de Rosario, donde se desempeñaba como periodista en un diario dirigido por Manolo Rodríguez Araya, le llegó la noticia de la muerte de su maestro de guitarra, Bautista Almirón, y el encargo del director del diario de escribir una crónica sobre su fallecimiento. Don Atahualpa escribe que sintió: “ Sentado frente a una máquina de escribir, rodeado de muchachos que trabajaban cada cual su tema, que gritaban cosas y nombres y deportes, y telefoneaban afiebradamente, estaba mi corazón desolado. ¡ Y tan lejos de ahí !. ¡Qué selva de guitarras enlutadas contemplaban mis ojos en la noche! El destino quiso que fuera yo, aquel chango lleno de pampa y timidez, quien escribiera una sem-

blanza del maestro. “De un tirón, como si me hubiera abierto las venas, me desangré en la crónica. Hablé de su capa azul y su chambergo, de su guitarra y de su estampa de músico romántico, sólo comparable a Agustín Barrios en el sueño y el impulso. (...) Y luego caminé, no sé por dónde, en la ciudad desconocida. Revivía uno a uno, los detalles de mi conocimiento del maestro Almirón. Tenía necesidad de nombrarlo para mí solo en la noche. Y no me animé a verlo muerto. Quiero creer que sigue por ahí, trajinando mundo con su capa y su guitarra y su arrogancia” (“El canto del viento”, IV). Una lectura trascendental para todos aquellos que quieran conocer más la obra de Yupanqui. Otro libro muy conocido, no de él pero sí sobre él es Tierra que Anda, Historia de un Trovador. En esta obra el cura Fernando Boasso reseña la vida de Atahualpa basándose en los escritos, canciones y artículos periodísticos. Es un texto interesante para conocer qué se decía sobre él cuando estaba en vida. Estimado lector, tal vez leyendo las páginas del payador Perseguido encuentre en más de una oportunidad, el nombre de “Pablo del Cerro” en algunas de las canciones interpretadas por Yupanqui también. Se trata del seudónimo artístico de quien fuera su entrañable compañera en casi toda su vida, nada más y nada menos que una mujer admirable, talentosa pianista, buena esposa de su admirado compañero y cariñosa madre del pequeño Roberto,

el Kollita- Antonieta Paula Pepin Fitzpatrick de Chavero, la que dejó un grupo de aproximadamente 40 composiciones. Ella se fue de este mundo el 14 de noviembre de 1990 y dejo en Yupanqui un incontrolable dolor por su partida. Don Ata sobrevivió solo casi dos años más. Su fallecimiento en Nimes Francia ocurrió el 23 de mayo de 1992 y seguro que este maravilloso artista aún hoy sigue recorriendo los caminos del hombre, de su tierra, de su América, sólo que ahora, desde la ausencia. En estos últimos años han aparecido numerosas ediciones de sus grabaciones, sus libros, biografías creadas por notables escritores y como novedad y primicia debemos mencionar ULTIMAMENTE que desde el FONDO DE GESTION CULTURAL y PATRIMONIO DEL MUNICIPIO DE PERGAMINO, su ciudad natal se editará la obra completa para Guitarra sola en partituras, trabajo que desde 1980 viene recopilando el guitarrista Arturo Zeballos a través de grabaciones del maestro. En septiembre se presentará el volumen 1 que comprende 18 piezas no editadas antes y ya está en elaboración los volúmenes 2 y 3.Este libro Contiene prólogos del destacado periodista y amigo de Yupanqui, prof Sebastián Dominguez y ha sido traducido al ingles por Alberto Ghini y Juan B. Rodriguez mientras que al idioma francés fueron traducidas por Roberto Kolla Chavero, presidente de la Fundación Atahualpa Yupanqui e hijo del inmortal folclorista Argentino.


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MADAGASCAR, LA ISLA ROJA. TULÉAR-IFATY P A OR

LVARO

Periódico de cultura Año 5 N º 47 Buenos Aires, octubre de 2009

MONES

Directores Propietarios Daniel Cabrio Walter Fida Diego Liotto Correctora Prof. Liliana C. Fernández Diseño gráfico Pablo Messil Departamento Legal Dr. Germán Liotto

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Departamento Contable: Cr. Maximiliano Stekelorum Asesor comercial Dante Bordet

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El vuelo desde Morondava hasta Tuléar -Toliara en malgache- nos llevó exactamente una hora hasta que aterrizamos en el aeropuerto de esta última. Ahí nos esperaba Mamy, a quien ya conocíamos de nuestro primer día en Tana y será nuestro guía por el resto del viaje. La ciudad fue fundada en 1895, cuenta con algo más de 100.000 habitantes; en ella nace (o muere) la Ruta Nacional N° 7 que atraviesa el país hasta Antananarivo. En realidad nuestro destino no es quedarnos aquí, sino trasladarnos a Ifaty, una localidad balneario a unos 40 km hacia el norte, sobre el Canal de Mozambique. La ruta es tan mala como las anteriores y nos llevó casi dos horas recorrer esos 40 km... Lo que nos atrae ahí no son las playas, sino conocer esta región árida y su matorral espinoso característico. Aquí el promedio anual de lluvia es de 150 mm. Es invierno y las noches y madrugadas son bastante frías. Toda la región está poblada por la etnia Vezo, pescadores nómades, aunque muchos ya no se dedican a la pesca y creo que no hay más nómades. Por ejemplo, en un pueblo de las afueras de Tuléar se dedican a producir casas prefabricadas de madera y paja, de tipo tradicional (1). “A ojo” parecen tener unos 3x4 m y se venden a 40.000 Ariary, es decir unos 16 Euros. Un poco más adelante nos cruzamos con un desfile multicolor de escolares, festejando el Día de la Independencia. Finalmente, llegamos al Hotel de la Plage y nos instalamos en nuestro bungalow ubicado directamente sobre la playa. Aquí tenemos todas las

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comodidades: baño sin puerta ni toallas de mano pero con agua caliente y un ropero, con cuatro perchas! Desde las reposeras de nuestra terracita privada tenemos una buena vista. Podemos observar las diferencias entre pleamar (2) y bajamar (3), que en Tuléar llega a más de 3 m, y constatar que la playa no sirve para baños, ya que hay que caminar un kilómetro con el agua a la rodilla hasta la barra de arrecifes de coral o contratar una embarcación (con pleamar) para que lo lleve a uno. Del otro lado del arrecife están los tiburones... Eso sí, los ponientes son hermosos (4). Por la playa hay un desfile permanente de gente, que uno se pregunta ¿de dónde vienen y a dónde van? En la recepción-comedor del hotel me encontré con un huevo reconstruido con fragmentos de cáscaras de diferentes ejemplares, de la llamada “ave elefante” (Aepyornis sp., 5). Es un ave no-voladora extinguida, de hasta unos 3 m de alto y con las patas sumamente robustas. Se supone que se extinguieron recién en el siglo XVI, seguramente como consecuencia de la presencia humana, sea como depredadores directos o indirectos (perros, cerdos, etc.). Al día siguiente vamos a visitar el Jardín Botánico y Reserva Ornitológica Reniala. En malgache, “renala” o “reniala” es el nombre que recibe el baobab, cualquiera sea su especie. Salimos a las 5 de la mañana para aprovechar las primeras horas y ver los pájaros, pero el guía-ornitólogo apareció tardísimo y, además de habernos perdido el desayuno, prácticamente no vimos nada de la avifauna. En cambio, en compañia de Clovis (6), el guía-botánico, pudimos

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ver una buena cantidad de plantas xerófitas. Este Clovis, según nos contó, también tiene su historia. Aprendió francés en una escuela misionera, chapucea inglés, francés, italiano y alguna cosa más, como para manejarse como guía en la reserva (nos preguntó muchas palabras en español para agregarlas a su vocabulario). Trabajaba en una mina de zafiros cerca de Isalo, hasta que se derrumbó una galería, donde casi muere enterrado, razón por la que abandonó el oficio. Es así que terminó como guía del Jardín Botánico. Este pequeño parque privado consta de 50 há que las compró un francés para salvar la vegetación original de la región de la destrucción total, pero lo administra la comunidad. Así encontramos el “vontake”, una especie de Pachypodium (7), baobabs, (Adansonia sp.), algunos con sus ramas llenas de frutos y líquenes con la luna en menguante de fondo (8) y un líquen que alguien que sepa más podrá identificar (9). Una crucífera bastante parecida a nuestra “espina de la cruz”, el “sogno” (Didierea madagascariensis, 10), una de las dos especies del género de una familia de plantas suculentas espinosas endémica de Madagascar, que puede llegar a 6 m de altura. La destrucción de los manglares es terrible. Aquí están conformados fundamentalmente dos especies de árboles, la más alta, “hafihafy”, Avicennia marina, y la más baja y de hojas verde brillante, “songely”, Sonneratia alba (11). Por debajo de los árboles se observan los “(p)neumatóforos”, que no son otra cosa que “respiraderos” (en realidad raíces con geotropismo negativo) de las raíces

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que quedan sumergidas. Las aplicaciones son muy variadas, y van desde la construcción de botes y casas, cercos, tallado en madera, la corteza para extracción de tanino, o la que le da este buen señor, que todos los días corta dos atados como los que vemos para alimento de sus diez cabras: un atado para el “almuerzo” y otro para la “cena” (12). A este paso, pese a estar protegido por ley, poca vida le queda al manglar... y menos a sus habitantes como este pez góbido de unos 13 cm de largo cuya capacidad de respiración cutánea le permite permanecer largo tiempo fuera del agua siempre que se conserve húmedo (Periophthalmus sp., 13) o a las garzas que suelen/solían anidar ahí. No pudimos ver un solo cangrejo, aunque alguno debe quedar... En un pueblo en las cercanías del hotel nos encontramos con un músico con su guitarra, indudablemente casera (14), pasamos frente a una “confitería”, una tienda de modas y una carnicería autóctona -los patos no son parte del comercio- (15). También vimos obreros en plena construcción de un techo; la herramienta más utilizada es el hacha de mano (16). La paja para el quinchado, previo a su colocación, la empapan en agua del océano. Terminada nuestra estadía en Ifaty, rumbo a Tuléar cruzamos un puentecito que no inspira mucha confianza. En Tuléar nos volvemos a encontrar con Mamy, que nos esperaba frente al correo (paositra, se pronuncia pustra). En el cyber del correo la velocidad conexión era tan lenta que desistí de usarlo. Como a las 11 dejamos Tuléar rumbo a Isalo, pero la crónica queda para la próxima entrega.

Colaboradores Alemania: Alvaro Mones Julia von Mylius Argentina: Héctor Álvarez Castillo Arq. Damián Burja Leonardo Chanú Vanesa Cordantonopulos José María De Lorenzis Marcelo Galliano Dr. Jorge Alberto Kulemeyer Prof. Jorgelina Liotto Adrián Madeiro Armando Maronese Dra. Patricia Silvana Minuchin Lic. Marcelo Manson Lic. Mirta Narosky Osvaldo Pérez Echegaray Dr. Roberto Edelmiro Porcel Prof. Mercedes Puente Ana Leguísamo Rameau Santiago Federico Richetti Axel I. Rozen Natalia Cháneton Tácaks Nilda Urquiza Dra. Cristina Vollenweiden Manlio E. Wydler Chile Alejandro Escobar Lobos Colombia Sebastián Rojas Costa Rica Juan Gabriel Vallejo Cuba Armando Rodríguez Alonso Yudelkis Calaña Guevara Rossana Lorenzo Rodríguez Rep. Dominicana Dr. Carlos E. De los Santos EEUU Fabián Banga Geovanny A. Barrantes Escocia Lic. Mariano Scolari España Daniel S. Polo Prof. Juan Carlos Ruiz Franco Julia Aída Tellarini Alberto Turón Lanuza México Gustavo Cortéz García Dr. Marcos Cueva Perus Perú Hugo Che Piu Deza Victor Falcón Huayta Uruguay Prof. Jorge Sapka Venezuela Osmel Mauricio Brito Bigott Redacción Irigoyen 791 (1407). Capital Federal Tel: 4567-4700 E-mail: periodicodomine@gmail.com Web: www.periodicodomine.com.ar Interior del país: Distribuidora de Revistas Bertrán SAC Av. Vélez Sársfield 1950 1285-Ciudad Autónoma de Buenos Aires Teléfonos: 4303-1870 al 75 Impresión Agencia periodística Cid. Av. de Mayo 666 Tel: 4343-0886/2364/1903 Registro de Propiedad Intelectual Nro. 404298 Los artículos firmados son exclusiva responsabilidad de los autores, y no expresan necesariamente la opinión del Grupo Editorial. La reproducción total o parcial de los artículos aquí publicados está permitida, siempre que se mencione la fuente. El Grupo Editorial no garantiza los servicios y productos ofrecidos en los espacios de publicidad. La calidad de los mismos corre por cuenta de los anunciantes. Domine Cultural no asume compromisos de publicación ni devolución de los materiales que se reciban.

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EL ARTE Y LA VIDA SANTIAGO FEDERICO RICHETTI La relación arte y vida es hoy un lugar común en el discurso sobre el arte. Ya a comienzos del pasado siglo Voloshinov, teórico marxista ruso, perteneciente al famoso círculo de Bajtín, se dedica a analizar este vínculo problemático en su trabajo El discurso de la vida y el discurso de la poesía, donde considera al arte como un producto ideológico sobre el cual actúa el medio social extra-artístico y que, debido a su naturaleza sociológica, interactúa con otras formaciones de dicho medio. En consecuencia, podemos decir que el arte, en tanto producto cultural, es inseparable de la vida humana, que se desarrolla ella también culturalmente. Pero el problema viene de mucho antes. Recordemos el antiguo mito de Pigmaleón, ese escultor griego que, tras haber creado la escultura de la mujer más bella del mundo, soñó que la misma cobraba vida y que se enamoraba de él. Al despertar la diosa Afrodita, conmovida por el sueño del escultor, la transformó el una mujer real

para que éste pudiera amarla y protegerla y así Pigmaleón, tal como lo relata Ovidio, “se dirigió a la estatua y, al tocarla, le pareció que estaba caliente, que el marfil se ablandaba”. Es cierto que el arte y la vida van unidos, tal como plantea Voloshinov; pero también es verdad que aquél, dado su carácter contemplativo, ha mantenido cierta relación de distanciamiento con ésta. Esa distancia es lo que han intentado abolir algunos artistas del siglo XX reemplazando las formas tradicionales del arte, como la pintura, por intervenciones en la vida misma: performances, happenings, modificaciones del espacio público, etc. Hoy en día esa belleza propia de la escul-

Joseph Beuys. El silencio de Duchamp está sobrevalorado

tura griega no es más condición necesaria del arte: “lo feo” se ha filtrado en el terreno de lo estético -¿quién podría hablar de belleza en la obra de Beuys o en la música de Stockhausen? Y, sin embargo, nadie podría decir que no es artey la vida cotidiana, tal como analiza Gianni Vattimo, se ha estetizado casi por completo. sfrichetti@yahoo.com.ar

Mínimos I II Cuando se apague la columna de la noche para qué ver si estamos todos ciegos la luz no duda solamente existe en selvas silenciosamente exuberantes ahí te espero

LA COLUMNA DE ANA LEGUISAMO RAMEAU

Caperucita Roja en los bosques de Palermo Es normal que me encuentre con el Arquitecto Oscar Arias, cada vez que ambos disponemos de tiempo. Lo que puede resultar un tanto curioso es saber que hemos estado charlando en una plaza de la Avenida Figueroa Alcorta sobre la vida de Caperucita Roja. Esta niña del cuento infantil guarda una historia de memoria especial en nuestra ciudad. Sepan entonces que hubo un escultor en Buenos Aires que levantó un monumento en su homenaje (y vaya si ella se lo merece pues entró, desde tiempos remotos, en la vida pequeña de cada uno de nosotros hasta la actualidad). Esta estatua a Caperucita Roja está emplazada sobre Av. Sarmiento, entre Av. Libertador y Av. Figueroa Alcorta. Fue realizada por el escultor francés Juan Mario Carlus en 1937. Ésto se produjo durante su visita a la Argentina. Su primer emplazamiento fue hasta 1972, precisamente en Plaza Lavalle. Luego la mudanza dio lugar hacia un sitio ideal: los bosques de Palermo. Su pequeña placa de bronce tuvo que ser repuesta por una de cemento. Como es sabido, en Buenos Aires, son muchos los irrespetuosos que, con un sentimiento anti cultural, insultan, vilipendian y destruyen nuestro patrimonio. Tal es el caso de Caperucita Roja, quien ha recibido agravios a través de graffitis e incluso se la ha querido raptar. Otro dato que aporta a nuestra cultura universal es el hecho que esta escultura es la única dedicada, en todo el mundo, a la gran Caperucita Roja. Si usted viaja lejos a donde quiera, jamás encontrará un monumento inspirado en ella. Caperucita ancló en Buenos Aires para quedarse. De acuerdo como la imaginó Charles Perrault, en el S.XVII, autor también del “Gato con botas”, ella lleva su canasta con un frasco de dulce y una torta. En su mano se vislumbra un ramo de flores para su abuela, pero desde atrás acecha el lobo. Según la teoría políticamente correcta de James Finn Garner (la cual ha despertado duras críticas sobre el clásico cuento de Caperucita Roja) dice que muchas personas creían que el bosque era un lugar siniestro y peligroso, por lo que jamás se aventuraban en él. Caperucita Roja, por el contrario, poseía la suficiente confianza en su incipiente sexualidad como para evitar verse intimidada por una imaginería tan obviamente freudiana. De camino a casa de su abuela, Caperucita Roja se vio abordada por un lobo que le preguntó qué llevaba en la cesta. Ella respondió y luego el lobo prosiguió la charla. -No sé si sabes, querida -dijo el lobo-, que es peligroso para una niña pequeña recorrer sola estos bosques. Y Caperucita respondió: -Encuentro esa observación sexista y en extremo insultante, pero haré caso omiso de ella debido a tu tradicional condición de proscrito social y a la perspectiva existencial -en tu caso propia y globalmente válida- que la angustia que tal condición te produce te ha llevado a desarrollar. Y ahora, si me perdonas, debo continuar mi camino. Caperucita Roja enfiló nuevamente al sendero. Pero el lobo, liberado por su condición de segregado social de esa esclava dependencia del pensamiento lineal tan propia de Occidente, conocía una ruta más rápida para llegar a casa de la abuela. Tras irrumpir bruscamente en ella, devoró a la anciana, adoptando con ello una línea de conducta completamente

válida para cualquier carnívoro. A continuación, inmune a las rígidas nociones tradicionales de lo masculino y lo femenino, se puso el camisón de la abuela y se acurrucó en el lecho. Caperucita Roja entró en la cabaña y dijo: -Abuela, te he traído algunas chucherías bajas en calorías y en sodio en reconocimiento a tu papel de sabia y generosa matriarca. -Acércate más, criatura, para que pueda verte -dijo suavemente el lobo desde el lecho. -¡Oh! -repuso Caperucita-. Había olvidado que visualmente eres tan limitada como un topo. Pero, abuela, ¡qué ojos tan grandes tienes! -Han visto mucho y han perdonado mucho, querida. -Y, abuela, ¡qué nariz tan grande tienes!... relativamente hablando, claro está, y a su modo indudablemente atractiva. -Ha olido mucho y ha perdonado mucho, querida. -Y... ¡abuela, qué dientes tan grandes tienes! – a lo que respondió el lobo: -Soy feliz de ser quien soy y lo que soy -y, saltando de la cama, aferró a Caperucita Roja con sus garras, dispuesto a devorarla. Caperucita gritó; no como resultado de la aparente tendencia del lobo hacia el travestismo, sino por la deliberada invasión que había realizado de su espacio personal. Sus gritos llegaron a oídos de un operario de la industria maderera (o técnico en combustibles vegetales, como él mismo prefería considerarse) que pasaba por allí. Al entrar en la cabaña, advirtió el revuelo y trató de intervenir. Pero apenas había alzado su hacha cuando tanto el lobo como Caperucita Roja se detuvieron simultáneamente. -¿Puede saberse con exactitud qué cree usted que está haciendo? -inquirió Caperucita. El operario maderero parpadeó e intentó responder, pero las palabras no acudían a sus labios. -¡Se cree acaso que puede irrumpir aquí como un Dueño y Señor y delegar su capacidad de reflexión en el arma que lleva consigo! -prosiguió Caperucita-. ¡Sexista! ¡Racista! ¿Cómo se atreve a dar por hecho que las mujeres y los lobos no son capaces de resolver sus propias diferencias sin la ayuda de un hombre? Al oír el apasionado discurso de Caperucita, la abuela saltó de la panza del lobo, arrebató el hacha al operario maderero y le cortó la cabeza. Concluida la odisea, Caperucita, la abuela y el lobo creyeron experimentar cierta afinidad en sus objetivos, decidieron instaurar una forma alternativa de comunidad basada en la cooperación y el respeto mutuo y, juntos, vivieron felices en los bosques para siempre. Agradecimientos al Arquitecto Oscar Arias. Fuente: James Finn Garner “Cuentos infantiles políticamente correctos”. Circe, bna,1998.

Trío de Guitarras Intérpretes Daniel Cabrio – Walter Fida – Diego Liotto C o n t r a t a c i o n e s : Te l : ( 0 0 5 4 -11 ) 4 6 3 5 - 4 410 / We b : w w w. t r i o d o m i n e . c o m . a r / E - m a i l : t r i o d o m i n e @ g m a i l . c o m


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